Genovese Alicia El Rio Anterior Fragmento Correcto PDF
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Alicia Genovese
El río anterior. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ruinas
Circulares, 2014.
84 p. ; 20x14 cm. - (Iluminaciones / Liliana Díaz Mindurry)
ISBN 978-987-3613-13-5
1. Poesía.
CDD 861
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Alicia Genovese
El río Anterior
antología personal
COLECCIÓN ILUMINACIONES
ediciones ruinas circulares
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El yo, el mundo y la proximidad de la poesía
Alicia Salomone1
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que posee cada uno de sus libros, la obra de Genovese expresa un
sentido de unidad que se evidencia en los tópicos que recorren el
corpus textual, pero, especialmente, en las modulaciones que adopta
la voz poética. Así, la enunciación que da forma a esta poesía fluctúa
entre el fino lirismo de “Azar y necesidad del benteveo”, de Química
diurna, o de “Soleado”, de El borde es un río, y la dicción irónica que
despunta en muchos de los textos de Anónima, llegando a provocar
una sonrisa cómplice. Y desde esos tonos, puede desplazarse a la
expresión trágica y desgarrada que se escucha en los poemas de La
hybris, o bien situarse en la posición reflexiva que asumen los textos
de Aguas, un libro donde resulta esencial la relación con los filósofos
presocráticos, particularmente Thales de Mileto y Heráclito.
Consecuente con lo anterior, el yo lírico que articula esta poesía
nunca se posiciona de manera aislada y, así como se vincula a toda una
tradición cultural que lo precede, también suele iluminar los vínculos
próximos, y necesariamente más complejos, que lo vinculan a los
sujetos con quienes comparte el entorno, sea este el espacio íntimo
o el más amplio que abarca la comunidad social. Esta conexión es la
que explica, por otra parte, la pulsión narrativa y autobiográfica que
surge en muchos de los textos, y que se expresa en el libro Puentes de
forma dominante. Nos referimos a una discursividad que, anclada
en una praxis memoriosa, hace posible poetizar un relato personal,
que es también familiar y colectivo; un relato que la hablante del
poema percibe siempre trunco e inevitablemente provisorio, pero
que, “como cinta de Moebius”, vuelve a rehacer en cada intento.3 La
búsqueda de la huella genealógica es, por lo tanto, una marca que
distingue el trabajo poético de Alicia Genovese pues, como ella sabe,
ni el yo ni el mundo responden a su propia unicidad e inmediatez,
sino que emergen en la trayectoria que los ha constituido en lo que
son. Por eso mismo, no puede extrañar que esta sujeto poética, al
tiempo que observa la realidad y la recrea en su escritura, vuelva
el rostro para reencontrarse con ciertas escenas del pasado, que
vuelven, condensadas en imágenes, para resignificar lo vivido y
explicar de mejor modo el despliegue del presente.
3 Alicia Genovese, Puentes, Buenos Aires: Libros de Tierra Firme, 2000, p. 45.
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Desde las coordenadas que acabo de enunciar, lo que se va
develando en la escritura es una subjetividad que, con ojo agudo
y sensibilidad alerta, mira y registra el ambiente circundante,
mientras se observa a sí misma y se pregunta por las relaciones que
la unen con aquel. Esto es lo que se traduce en muchos de los textos
de Química diurna, donde la visión de la hablante se detiene en los
espacios naturales, detectando materias, texturas y distintas formas
de vida. Pero esa disposición es también perceptible en los poemas
de El borde es un río, donde se revisan los espacios habitados y los
afectos cercanos - esos que pueden ser potencialmente arrasadores
– con el objeto de auscultar las sensaciones y emociones que esos
vínculos motivan. Todo ello genera un cúmulo de impresiones y
emociones que, ingresando al campo de percepción de la sujeto
lírica, se transforman en imágenes poéticas plasmadas desde una
labor ajustada de elaboración y síntesis. Entre estas imágenes, por
otra parte, también logra deslizarse la propia hablante, delineada
siempre como una figura evanescente, pero que no deja de hacerse
visible tras ese gesto que la ilumina en una escena callejera, como en
“Museo I” de Anónima; o cuando aparece como esa extranjera que
se aventura por territorios ajenos pero que, al caer el día, necesita de
la propia respiración como seña de una ineludible identidad (“La
extranjera”, también de Anónima).
Para concluir este recorrido en torno a la poesía de Alicia
Genovese, quisiera comentar una más de las constantes que descubro
en ella, y que tiene que ver con su marcado énfasis metapoético. Se
trata de un rasgo que, si bien sobresale en algunos de sus libros, en
verdad recorre por entero su poesía, la que tiene como uno de sus
nudos principales el desarrollo de una reflexión sobre la escritura
misma, así como sobre los procedimientos y elementos que le son
constitutivos.
En el libro Aguas, por ejemplo, ello se expresa en el símil que
conecta al océano con el lenguaje, así como en el que compara al
nadador, que no quiere ser derrotado por la fuerza de las olas, con la
figura de la hablante; quien, a la manera de un atleta, debe maniobrar
con las materialidades del lenguaje procurando encontrar un ritmo
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y un tono que lleguen a identificarla. Por su parte, en el poemario
Anónima, la indagación metapoética se liga al deseo de apropiar para
sí el lugar de la escritura, lo que se tensiona con los límites impuestos
a una sujeto que, en tanto mujer, históricamente no ha sido habilitada
para el ejercicio del lenguaje. En El borde es un río, finalmente, la
indagación auto-reflexiva que hemos ido pesquisando, se concentra
en el problema de la distancia; la que, en el contexto poético, puede
ser definida como el espacio que media entre el sujeto que enuncia
y ese otro (un objeto, un ser y hasta el sí mismo) que aquél quiere
recrear en su escritura. En el marco de la indagación que la autora
lleva a cabo, el hallazgo de la distancia justa, ni tan cerca como para
devorarnos ni tan lejos como para desligarnos, parece ser la clave
que su poemario quiere comunicarnos. Una afirmación de la que se
deriva una poética en la que el deseo de la escritura y la experiencia
amorosa, esos dos temas que sostienen la propuesta poética de
Alicia Genovese, aparecen inevitablemente vinculados.
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De: Anónima
(1992)
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Anónima
vete a mí me toca
raspar con arena
el tizne en la marmita
cuidar a los niños
de la fiebre azul
cuídate tú también
del escorbuto
vete tranquilo
los hombres que se quedan
rimarán mi lamento
y mi dolor suspendido
de un gancho
como una res
o una brillante cacerola
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Carmina de goliardos
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De: El borde es un río
(1997)
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Acuario
Un pececito
en una bolsa de plástico
la alegría sonora
escapada de la atención
que se presta a la mudanza;
el afecto infantil
en la nimiedad
como imperceptible descarga
de nubes brillosas
un esplendor
que se instala
que no habrá
de devorarse
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Arces
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una aireación insensata
de la piel, boca voraz
y transpirante
un bosque de arces, una extranjera
intenta atraer la imagen
hasta su respiración regular
Bosque, eso que rompió
la postergada dicha
esa campana que hizo del aire
y de mí un hueco retumbante
eso que toqué y se encanta
en mi ojo táctil
¿era tu corazón?
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De: Química diurna
(2004)
41
La casa en el aire (fragmentos)
junio 29
45
me entregué, sin votos,
a esa soleada austeridad
me confié, sin liturgias;
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un arbusto medio escondido
entre una parva mustia:
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octubre 7
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el suceso aquietado,
un blindaje de palabras prontas
mientras sigue la acción,
ya fuera
de mi alcance
enero 5
Ni un espacio invasivo
ni un fuera del mundo
una tercera orilla,
un lugar que se acomoda
poroso en la madera
un lugar que mantenga
abierto el mundo
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El baño
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algún zorzal
que levanta vuelo
una gallineta que picotea
las últimas migas
en el pasto, esa quietud
atardeciendo
las casas vecinas
y la variedad inabarcable
de hojas y ramas en el monte
extasiadas rozándose
Me enjabono
la espalda, los hombros
arden y otra vez el agua
reciben plácidos,
más sensible
el borde sin solear
del cuerpo siempre enmallado;
los pelitos de la vulva emblanquecen
con la sedosa jabonada
y los pezones se agrandan
bajo las marcas
geométricas del escote
Abro por completo la ducha
y el caudal
cae a brochazos
casi helada me apura
fuera del letargo
de la respiración;
hasta que cierro y vuelvo
al calor de las telas
al sigilo en la toalla
mientras el agua
por la zanjita
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perfumada corre
como un suspiro aliviado
como un instante amoroso
y su exigente vigilia
No sabe nadie
nadie presencia
mi tarde detrás
del arroyo;
piedrita que alguien regala
y al aceptarla toma
la forma de tu mano;
no tiene valor
no se cotiza
ni siquiera se pone
en una vitrina
de objetos exóticos;
se vive con poco
con nada
se hace un reino
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De: La hybris
(2007)
Sófocles, Antígona.
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La sedienta
Agua,
ahora necesito tomar agua,
fresca, estrepitosa,
en grandes cantidades;
vasos y vasos
rebosantes de agua
que diluyan lo vivido
en su cascada;
golpes de agua
que redondeen y conviertan
en canto rodado
sus piedras ásperas
Un río
de agua bebida
que deshaga secretos
que sostenga la violenta
desnudez del amor
sobre una
corriente mansa
Agua que atraviese
el esófago
y resuene en el esternón
bombeando las arterias,
que intente aplacar
dulces reacciones
reflejas a la voz
y al cuerpo amado recorrido,
bosques eternos
del derramamiento
y la disolución
Agua, agua,
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río de la indolencia,
llevame a la belleza
de la escarcha
aunque queme brotes
aunque me congele
las manos
cuando intenten acariciar
Espada del orgullo
boomerang de los errores
nada podrán
si estoy fría
No confundas los ojos
en los que anida la ambición
con aquella íntima
orilla de rompientes
Agua
que corra y corra
para saber lo cierto
o en qué punto
se estabiliza lo real
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De: Aguas
(2013)
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Una nadadora cruza las 103 millas
entre Cuba y Cayo Hueso,
sobre el atardecer encendido del mar Caribe;
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Pero la marea en contra la obliga a desvíos
hirientes
mientras el agua brilla
como una autopista interminable en la lluvia,
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ÍNDICE
p á g i n a 11
página 19
de: Puentes ( 2 0 0 1 )
página 35
de: La hybris ( 2 0 0 7 )
página 61
página 71
de: La contingencia ( i n é d i t o )
página 79
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en el mes de JUNIO 2014
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DANIEL FREIDEMBERG
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