Genovese Alicia El Rio Anterior Fragmento Correcto PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 32

DANIEL FREIDEMBERG

1
Alicia Genovese
El río anterior. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ruinas
Circulares, 2014.
84 p. ; 20x14 cm. - (Iluminaciones / Liliana Díaz Mindurry)

ISBN 978-987-3613-13-5

1. Poesía.
CDD 861

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723


JUNIO 2014

Diseño institucional de tapa: Florencia Biondo


Foto de solapa: Alejandra Correa
Imagen de tapa: Xul Solar “Fiordo”
(Derechos Reservados Fundación Pan Klub -Museo Xul Solar)
Contacto con la autora: [email protected]

Ediciones Ruinas Circulares


Directora: Patricia Bence Castilla
Aguirre 741 - 7º B
(1414) Buenos Aires
E-mail: [email protected]
www.ruinascirculares.com

2
Alicia Genovese

El río Anterior
antología personal

COLECCIÓN ILUMINACIONES
ediciones ruinas circulares

3
4
El yo, el mundo y la proximidad de la poesía

Alicia Salomone1

El río anterior. Antología personal es un libro desde el cual


Alicia Genovese propone un viaje de exploración y reconocimiento
por esa parte significativa de su producción poética que ella decide
iniciar con Anónima, su poemario de 1992, y proyectar hasta la
actualidad con un libro aún inédito, La contingencia, del que adelanta
el poema “Honras”, una elegía amorosa donde evoca la figura
paterna.2 Entre el punto de inicio y la parada final de este recorrido,
iremos encontrando una serie de textos que pertenecen a otros
cinco poemarios, a través de los cuales podremos observar cómo
la escritora fue dando forma a una dicción y estilo absolutamente
reconocibles, y estructurando en el tiempo un sólido edificio poético.
Estos libros son El borde es un río (1997), Puentes (2000), Química
diurna (2004), La hybris (2007) y Aguas (2013), de los que se compilan
poemas que son medulares en cada uno de ellos.
Las distintas secciones que componen esta antología, por otra
parte, se enmarcan con epígrafes, los que remiten a todo un tejido
intertextual con el cual dialoga la poesía de Alicia Genovese. La
finalidad de estos reenvíos es poner de manifiesto un conjunto
de afinidades electivas, tanto de índole temática como estética
e ideológica, las que nos permiten acercarnos a aquellas figuras
literarias y experiencias culturales que han dejado una impronta
en la poeta y, por esa vía, han ingresado también en su escritura.
Esas referencias son las que podemos identificar en el coro que
congrega las voces de Virginia Woolf y Clarice Lispector, así como
las de Héctor Viel Temperley, Matsuo Bashõ, Sófocles y Salvatore
Quasimodo; una reunión a la que incluso es invitada la poesía
inscrita en ciertas letras del rock argentino.
Considerada desde una visión global, y más allá de la autonomía

1 Departamento de Literatura y Centro de Estudios Culturales de la Universidad


de Chile.
2 La obra poética de Genovese se completa con dos libros iniciales: El cielo posible
(1977) y El mundo encima (1982), no incluidos en esta antología.

5
que posee cada uno de sus libros, la obra de Genovese expresa un
sentido de unidad que se evidencia en los tópicos que recorren el
corpus textual, pero, especialmente, en las modulaciones que adopta
la voz poética. Así, la enunciación que da forma a esta poesía fluctúa
entre el fino lirismo de “Azar y necesidad del benteveo”, de Química
diurna, o de “Soleado”, de El borde es un río, y la dicción irónica que
despunta en muchos de los textos de Anónima, llegando a provocar
una sonrisa cómplice. Y desde esos tonos, puede desplazarse a la
expresión trágica y desgarrada que se escucha en los poemas de La
hybris, o bien situarse en la posición reflexiva que asumen los textos
de Aguas, un libro donde resulta esencial la relación con los filósofos
presocráticos, particularmente Thales de Mileto y Heráclito.
Consecuente con lo anterior, el yo lírico que articula esta poesía
nunca se posiciona de manera aislada y, así como se vincula a toda una
tradición cultural que lo precede, también suele iluminar los vínculos
próximos, y necesariamente más complejos, que lo vinculan a los
sujetos con quienes comparte el entorno, sea este el espacio íntimo
o el más amplio que abarca la comunidad social. Esta conexión es la
que explica, por otra parte, la pulsión narrativa y autobiográfica que
surge en muchos de los textos, y que se expresa en el libro Puentes de
forma dominante. Nos referimos a una discursividad que, anclada
en una praxis memoriosa, hace posible poetizar un relato personal,
que es también familiar y colectivo; un relato que la hablante del
poema percibe siempre trunco e inevitablemente provisorio, pero
que, “como cinta de Moebius”, vuelve a rehacer en cada intento.3 La
búsqueda de la huella genealógica es, por lo tanto, una marca que
distingue el trabajo poético de Alicia Genovese pues, como ella sabe,
ni el yo ni el mundo responden a su propia unicidad e inmediatez,
sino que emergen en la trayectoria que los ha constituido en lo que
son. Por eso mismo, no puede extrañar que esta sujeto poética, al
tiempo que observa la realidad y la recrea en su escritura, vuelva
el rostro para reencontrarse con ciertas escenas del pasado, que
vuelven, condensadas en imágenes, para resignificar lo vivido y
explicar de mejor modo el despliegue del presente.

3 Alicia Genovese, Puentes, Buenos Aires: Libros de Tierra Firme, 2000, p. 45.

6
Desde las coordenadas que acabo de enunciar, lo que se va
develando en la escritura es una subjetividad que, con ojo agudo
y sensibilidad alerta, mira y registra el ambiente circundante,
mientras se observa a sí misma y se pregunta por las relaciones que
la unen con aquel. Esto es lo que se traduce en muchos de los textos
de Química diurna, donde la visión de la hablante se detiene en los
espacios naturales, detectando materias, texturas y distintas formas
de vida. Pero esa disposición es también perceptible en los poemas
de El borde es un río, donde se revisan los espacios habitados y los
afectos cercanos - esos que pueden ser potencialmente arrasadores
– con el objeto de auscultar las sensaciones y emociones que esos
vínculos motivan. Todo ello genera un cúmulo de impresiones y
emociones que, ingresando al campo de percepción de la sujeto
lírica, se transforman en imágenes poéticas plasmadas desde una
labor ajustada de elaboración y síntesis. Entre estas imágenes, por
otra parte, también logra deslizarse la propia hablante, delineada
siempre como una figura evanescente, pero que no deja de hacerse
visible tras ese gesto que la ilumina en una escena callejera, como en
“Museo I” de Anónima; o cuando aparece como esa extranjera que
se aventura por territorios ajenos pero que, al caer el día, necesita de
la propia respiración como seña de una ineludible identidad (“La
extranjera”, también de Anónima).
Para concluir este recorrido en torno a la poesía de Alicia
Genovese, quisiera comentar una más de las constantes que descubro
en ella, y que tiene que ver con su marcado énfasis metapoético. Se
trata de un rasgo que, si bien sobresale en algunos de sus libros, en
verdad recorre por entero su poesía, la que tiene como uno de sus
nudos principales el desarrollo de una reflexión sobre la escritura
misma, así como sobre los procedimientos y elementos que le son
constitutivos.
En el libro Aguas, por ejemplo, ello se expresa en el símil que
conecta al océano con el lenguaje, así como en el que compara al
nadador, que no quiere ser derrotado por la fuerza de las olas, con la
figura de la hablante; quien, a la manera de un atleta, debe maniobrar
con las materialidades del lenguaje procurando encontrar un ritmo

7
y un tono que lleguen a identificarla. Por su parte, en el poemario
Anónima, la indagación metapoética se liga al deseo de apropiar para
sí el lugar de la escritura, lo que se tensiona con los límites impuestos
a una sujeto que, en tanto mujer, históricamente no ha sido habilitada
para el ejercicio del lenguaje. En El borde es un río, finalmente, la
indagación auto-reflexiva que hemos ido pesquisando, se concentra
en el problema de la distancia; la que, en el contexto poético, puede
ser definida como el espacio que media entre el sujeto que enuncia
y ese otro (un objeto, un ser y hasta el sí mismo) que aquél quiere
recrear en su escritura. En el marco de la indagación que la autora
lleva a cabo, el hallazgo de la distancia justa, ni tan cerca como para
devorarnos ni tan lejos como para desligarnos, parece ser la clave
que su poemario quiere comunicarnos. Una afirmación de la que se
deriva una poética en la que el deseo de la escritura y la experiencia
amorosa, esos dos temas que sostienen la propuesta poética de
Alicia Genovese, aparecen inevitablemente vinculados.

8
De: Anónima

(1992)

Cats do not go to heaven. Women


cannot write the plays of Shakespeare.

Virginia Woolf. A Room of One’s Own

9
Anónima

vete Federico a la cruzada


si regresas
asaré carne de venado
y sonreiré junto al fuego
al verte desgarrar
un muslo entre los dientes
tu barba crecida
con olor a pólvora

vete a mí me toca
raspar con arena
el tizne en la marmita
cuidar a los niños
de la fiebre azul
cuídate tú también
del escorbuto

ojalá tengáis tiempo


de inventar la penicilina

vete tranquilo
los hombres que se quedan
rimarán mi lamento
y mi dolor suspendido
de un gancho
como una res
o una brillante cacerola

15
Carmina de goliardos

el vino no es para las mujeres


se les ha prohibido

pero aquellas risas


desde la cocina
aquellos agujeros escondidos
en los toneles

en la cama una mujer


se vuelve líquida y roja

16
De: El borde es un río

(1997)

Y ella continuó disfrutando de su propia risa suave,


ella, que no estaba siendo devorada. No ser devorado es
el sentimiento perfecto. No ser devorado es el objetivo
secreto de toda una vida.

Clarice Lispector, “La mujer más chica del mundo”.

17
Acuario

Un pececito
en una bolsa de plástico

el cuidado que le toma a una nena


trasladarlo
desde el acuario a su casa
mientras el pez
vive el drama
del traqueteo como un tifón
mientras la madre
abre paso entre los transeúntes
al pequeño acontecimiento:

la alegría sonora
escapada de la atención
que se presta a la mudanza;
el afecto infantil
en la nimiedad
como imperceptible descarga
de nubes brillosas

un esplendor
que se instala
que no habrá
de devorarse

19
Arces

Escribir otoño, el paisaje


los bosques de arce en Quebec
rojo llameante de las hojas
última pasión en el aire
leve de octubre. Relámpago
amarillo sobre el verde
aún,
el verde. Luz que inicia
su apagamiento hacia
el estupor del frío denso
y las nevadas

Última pasión flameante


en los arces
carente de congoja
salto apabullante de las ramas
corte de toda distancia
la mayor cercanía, lo más abierto
y múltiple, en el follaje
la confusión armónica de los cambios

Nada ha muerto aún


hay un final
que el fuego anticipa
en su terrible delicia, arces
Llegaré a Montreal
cruzaré de nuevo el río
el goce boscoso
y esta alteración
imperceptible que es mi aliento
mi ruido de viaje en los oídos

26
una aireación insensata
de la piel, boca voraz
y transpirante
un bosque de arces, una extranjera
intenta atraer la imagen
hasta su respiración regular
Bosque, eso que rompió
la postergada dicha
esa campana que hizo del aire
y de mí un hueco retumbante
eso que toqué y se encanta
en mi ojo táctil
¿era tu corazón?

27
De: Química diurna

(2004)

Es fácil observar que un día comienza con lluvia, sólo para


volverse soleado por la tarde, que un pino permaneció en un
lugar en particular o anotar el nombre de un recodo del río.
Esto es lo que se escribe en los diarios para anotar el valor de
nada que no sea mirar con ojos inmediatos

Matsuo Bashõ, Senda hacia el interior y otros escritos

41
La casa en el aire (fragmentos)

junio 29

El terreno fue desmalezado


y la tierra apareció rugosa
como la piel de un recién nacido;

apilados los troncos


dominada la zarza en lo bajo
entré y con una vara
marqué la zona para rellenar,
poco alcanzado por el sol
un limo informe;
al darme vuelta
vi el círculo de árboles
donde iba a estar la casa
y permanecí en su interior
como en un campo gravitatorio;
era el aire, un soplo,
una bienvenida; concluía
un país extranjero
y el páramo invernal,
despoblado el monte
a machete, se reordenaba
con los nuevos
accesos de la luz;
supe de los lugares que te eligen
y se convierten en un centro
sólo con mostrarte
que hay tierra alrededor
que en un giro
se oxigena el futuro;
a la extensión desprovista,

45
me entregué, sin votos,
a esa soleada austeridad
me confié, sin liturgias;

la vara era tibia


como la primera chispa
y el comienzo, ese

septiembre 8

Echar arena fue traumático


dos barcos descargaron
armando largas tuberías
y el terreno comenzó
a emparejarse
y pensar en las plantas
encontró la prolija
aspereza del relieve

Los vecinos decían


que la hojarasca y el barro
de las mareas luego, sedimentan
van mezclando de oscuro
ese amarillo extranjero
ese color de otras costas
en una hibridación inevitable,
después el pasto crecería

Trepadoras secas tironeé


colgadas de árboles enormes
y espinas, poco visibles,
hicieron lo suyo
sin bondad artificiosa,
pero mientras duraba el mate, vi

46
un arbusto medio escondido
entre una parva mustia:

un membrillo que echaba


cantidad de flores blancas,
marfiles anticipos de otras,
rodeado, como estaba, por la arena;
confabulado, el libro
que traía en mi bolso
también se situó en el sitio
del devenir:

muestra tu rostro, decía Rũm ῖ ,


porque el huerto y el jardín de rosas
son mi deseo

y un sol nuboso de invierno


el desierto persa, quizás
o el amante más hostil
resistieran su pedido,
pero estas ramas se alargaron
como una cesta de mimbre
y las flores del membrillo fueron
talismanes, un nudo atado
contra la aridez

Restaba tomar la paciencia


que tienen los ojos del lugar,
nimio, el indicio alcanzaba
para agujerear la negación
y encenderla;
la tarde caía en los claros de rojo
que empezó a volcarse
como un vino temprano

47
octubre 7

En una lancha acomodaron


toda la madera; el camión
entero vaciaron de pino
en atados manipulables:
vigas cepilladas para el techo;
para el piso, listones duros
machimbre, para las paredes;

con movimientos elásticos


el lanchero y el constructor
trasladaban el maderamen
dejando un golpe
suave al apilar;
nada se quebró
íntegra la casa
salió plegada,
lenta desde el Puerto
de Frutos; la lancha
tanteando su peso
sobre el río

¿La llevo? preguntaba


el muchacho del camión
al irse por tierra firme,
pero no, me quedo
entre los amarres del muelle
balanceándome como los botes
sobre este diario
de baja ficción:
una fecha, la entrada,
un pleno de detalles
que sostienen

48
el suceso aquietado,
un blindaje de palabras prontas
mientras sigue la acción,
ya fuera
de mi alcance

enero 5

Ni un espacio invasivo
ni un fuera del mundo
una tercera orilla,
un lugar que se acomoda
poroso en la madera
un lugar que mantenga
abierto el mundo

49
El baño

Hay una ducha al fondo


de la casa
y cada tardecita
después del calor, el río
los mates, las conversaciones
sudorosas en el porche
es la hora del baño
Atravieso los ligustros
dejo la toalla en una rama
el jabón
sobre un tronquito
hachado al ras; un mínimo
preparativo antes de hacer
correr
el agua
Fría al comienzo
después más tibia
llega la que el sol
abrasó en el tanque
de fibrocemento
el día entero
Al aire libre
la caña de ámbar
vuelve encantamiento,
el rito diario;
me lavo la cabeza
me bajo los breteles,
la malla y vigilo, casi
con inconsciente cuidado
que los sonidos sean
los habituales:

55
algún zorzal
que levanta vuelo
una gallineta que picotea
las últimas migas
en el pasto, esa quietud
atardeciendo
las casas vecinas
y la variedad inabarcable
de hojas y ramas en el monte
extasiadas rozándose
Me enjabono
la espalda, los hombros
arden y otra vez el agua
reciben plácidos,
más sensible
el borde sin solear
del cuerpo siempre enmallado;
los pelitos de la vulva emblanquecen
con la sedosa jabonada
y los pezones se agrandan
bajo las marcas
geométricas del escote
Abro por completo la ducha
y el caudal
cae a brochazos
casi helada me apura
fuera del letargo
de la respiración;
hasta que cierro y vuelvo
al calor de las telas
al sigilo en la toalla
mientras el agua
por la zanjita

56
perfumada corre
como un suspiro aliviado
como un instante amoroso
y su exigente vigilia
No sabe nadie
nadie presencia
mi tarde detrás
del arroyo;
piedrita que alguien regala
y al aceptarla toma
la forma de tu mano;
no tiene valor
no se cotiza
ni siquiera se pone
en una vitrina
de objetos exóticos;
se vive con poco
con nada
se hace un reino

57
De: La hybris

(2007)

Deja que yo y éste mi desatino


corramos ese riesgo

Sófocles, Antígona.

59
La sedienta

Agua,
ahora necesito tomar agua,
fresca, estrepitosa,
en grandes cantidades;
vasos y vasos
rebosantes de agua
que diluyan lo vivido
en su cascada;
golpes de agua
que redondeen y conviertan
en canto rodado
sus piedras ásperas
Un río
de agua bebida
que deshaga secretos
que sostenga la violenta
desnudez del amor
sobre una
corriente mansa
Agua que atraviese
el esófago
y resuene en el esternón
bombeando las arterias,
que intente aplacar
dulces reacciones
reflejas a la voz
y al cuerpo amado recorrido,
bosques eternos
del derramamiento
y la disolución
Agua, agua,

67
río de la indolencia,
llevame a la belleza
de la escarcha
aunque queme brotes
aunque me congele
las manos
cuando intenten acariciar
Espada del orgullo
boomerang de los errores
nada podrán
si estoy fría
No confundas los ojos
en los que anida la ambición
con aquella íntima
orilla de rompientes
Agua
que corra y corra
para saber lo cierto
o en qué punto
se estabiliza lo real

68
De: Aguas

(2013)

Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.


Tuyo es mi cuerpo (…)
Mi cuerpo que se hunde
en transparentes ríos
y va soltando en ellos
su aliento, lentamente…

Héctor Viel Temperley

69
Una nadadora cruza las 103 millas
entre Cuba y Cayo Hueso,
sobre el atardecer encendido del mar Caribe;

desde un kajak alejan


a su alrededor los tiburones
con un aparato que emite ondas;

usa unas antiparras que permiten


la visión nocturna y a eso se limita
el despliegue tecnológico.

Cuando hunde la cabeza al nadar sucede


lo que importa: el ser frente al obstáculo
elegido
para probar que es.

Se llama Diana Nyad


y ya cruzó
desde Bahamas, batió récords.

Tiene 61 años y no se detiene


mas que para beber unos minutos
en el apuro de esa inmensidad.

Cuando nada parece no haber llorado nunca,


cuando nada parece que la melancolía no le
hubiese roto
los deseos nunca.

Cuando nada la fuerza


no es solo atributo
de los dioses.

73
Pero la marea en contra la obliga a desvíos
hirientes
mientras el agua brilla
como una autopista interminable en la lluvia,

como una hoja de filodendro agigantado por


la lluvia
y el fracaso ahueca el aire
como un graznido.

Si abandona, la meta permanecerá, invisible


en la mañana después del cansancio,
en la noche anterior de la necesidad;

cuando crece la necesidad no hay sal, ni sed,


ni sol
enceguecedor que melle
la voluntad de ir.

Pero ella nada ahora. Es dura, entrenó, bracea,


no se desgastó en lo inútil;
tiene 61 años y toda una vida de nadadora.

74
ÍNDICE

de: Anónima (1992)

p á g i n a 11

de: El borde es un río ( 1 99 7 )

página 19

de: Puentes ( 2 0 0 1 )
página 35

de: Química diurna ( 2 0 0 4 )


página 43

de: La hybris ( 2 0 0 7 )
página 61

de: Aguas (2013)

página 71

de: La contingencia ( i n é d i t o )
página 79

Ediciones Ruinas Circulares


Título
“El río anterior”
-antología personal-

Se terminó de imprimir en
BENGRAF
AGUIRRE 741 - Bs. As. - Argentina
en el mes de JUNIO 2014
83
DANIEL FREIDEMBERG

84

También podría gustarte