Freud - Una Vivencia Religiosa 1927
Freud - Una Vivencia Religiosa 1927
Freud - Una Vivencia Religiosa 1927
Sigmund Freud
Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey
con la colaboración de Anna Freud,
asistidos por Alix Strachey y Alan Tyson
Traducción directa del alemán de José L. Etcheverry
Volumen 21 (1927-31)
El porvenir de una ilusión
El malestar en la cultura
y otras obras
Amorrortu editores
Una vivencia religiosa
(1928 [1927])
Nota introductoria
Ediciones en alemán
Traducciones en castellano *
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La versión alemana que dio Freud de la carta que le en-
viara el médico norteamericano no coincide exactamente en
su contenido con el texto inglés publicado en International
Journal of Psycho-Analysis, para el cual se utilizó presumi-
blemente el manuscrito original; las diferencias son, empero,
insignificantes.
James Strachey
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En el otoño de 1927, un periodista germano-norteame-
ricano a quien yo había recibido con gusto, G. S. Viereck,
publicó unas charlas que mantuvo conmigo, en un artículo
donde se mencionaban mi falta de fe religiosa y mi indife-
rencia respecto de la perduración de la vida tras la muerte.
Esta «interview», como se la llamó, fue muy leída y, entre
otras, me deparó la siguiente carta de un médico norte-
americano:
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fianzas sobre Jesucristo eran verdaderas, y que Jesús era
nuestra única esperanza. Tras una revelación tan clara, acep-
té la Biblia como la Palabra de Dios, y a Jesucristo como mi
Salvador personal. Desde entonces. Dios se me ha revelado
mediante muchas infalibles pruebas.
»Le ruego, como hermano médico (brother physician),
que dirija sus pensamientos a este tema de suma impor-
tancia, y puedo asegurarle que si lo considera con mente
abierta Dios le revelará la verdad a su alma, lo mismo que
hizo conmigo y tantísimos otros.. .».
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la más somera reflexión nos dirá que era imposible que así
fuera—, pero es la explicación que se impone de manera
irrefutable frente a la lectura de las tiernas palabras con
que se recuerda a la anciana señora (sweet faced dear old
woman). La fragilidad de juicio del joven médico puede
imputarse entonces al afecto que le despertó el recuerdo
de su madre. Y si uno no puede librarse de una mala cos-
tumbre del psicoanálisis, la de aducir pequeneces como ma-
terial probatorio y admitir también otra explicación de me-
nor profundidad, tendrá que reparar en que el colega se
dirige luego a mí como brother physician, expresión de la
cual sólo puede darse una traducción imperfecta.
Cabe entonces representarse el proceso del siguiente mo-
do: La vista del cuerpo desnudo (o en acto de ser desvesti-
do) de una mujer trae al jovencito el recuerdo de su madre;
entonces despierta en él la añoranza de la madre, provenien-
te del complejo de Edipo, que al instante se completa con
la rebelión contra el padre. Padre y Dios todavía no se han
distanciado mucho en él, y la voluntad de aniquilar al padre
puede devenir conciente como duda en la existencia de
Dios y pretender legitimarse ante la razón como indignación
por el maltrato del objeto-madre. En efecto, es típico que
el niño juzgue como maltrato lo que el padre hace con la
madre en el comercio sexual. Esta nueva moción, desplaza-
da al campo religioso, no hace sino repetir la situación
edípica y por eso tras breve lapso experimenta el mismo
destino. Sucumbe a una poderosa contracorriente. En el
curso del conflicto el nivel del desplazamiento no es sos-
tenido, no se mencionan argumentos justificatorios de Dios
ni los signos inequívocos mediante los cuales El probó su
existencia al escéptico. El conflicto parece haberse desen-
vuelto en la forma de una psicosis alucinatoria; hablaron
voces interiores para hacerle desistir de la resistencia a Dios.
Pero el desenlace de la lucha vuelve a presentarse en el
campo religioso, y es el predeterminado por el destino del
complejo de Edipo: total sometimiento a la voluntad de
Dios Padre; el joven se convierte en creyente, acepta todo
lo que se le enseñó en su niñez acerca de Dios y Jesucristo.
Ha tenido una vivencia religiosa, ahora es un converso.
Es todo tan simple y trasparente que uno no puede dejar
de preguntarse si comprendiendo este caso se ha ganado
algo para la psicología de la conversión religiosa en general.
Me remito a un certero trabajo de Sante de Sanctis (1924),
que por lo demás aplica todos los hallazgos del psicoanálisis.
Su lectura nos corrobora la expectativa de que en modo al-
guno todos los casos de conversión pueden penetrarse con
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tanta facilidad como el aquí relatado, pero que el nuestro
en ningún punto contradice las opiniones que la moderna
investigación se ha formado sobre este tema. Lo caracte-
rístico de nuestra observación es su enlace con una particu-
lar ocasión que hace recrudecer nuevamente la incredulidad
antes que el individuo la supere de manera definitiva.
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