Agustín Cueva - Concepción Marxista de Las Clases Sociales
Agustín Cueva - Concepción Marxista de Las Clases Sociales
Agustín Cueva - Concepción Marxista de Las Clases Sociales
En la teoría marxista el concepto de clase social difiere fundamentalmente del que puedan
asignarle otras escuelas sociológicas por varias razones:
4. En todo caso, el marxismo sostiene que el problema de las clases sociales no puede
estudiarse correctamente si no es a partir de una teoría general de la sociedad y de la
historia. Por eso, antes de abordar dicho problema es menester comenzar definiendo
algunos conceptos fundamentales del materialismo historico.
Ahora bien, la relación que existe entre la base o infraestructura económica y las dos
instancias superestructurales consiste en una articulación compleja, que puede definirse
de la siguiente manera:
3. El grado y la forma en que la superestructura actúa sobre la base varía según el modo
de producción de que se trate. Así, por ejemplo, en el modo de producción capitalista la
intervención de lo jurídico y lo ideológico sobre la instancia económica no es de la misma
naturaleza que en el modo de producción feudal. Por esto, es decir, porque en cada modo
de producción se da una articulación distinta entre la base y la superestructura, es que el
concepto de modo de producción puede utilizarse en un sentido más amplio, para
designar no sólo a la matriz económica sino también a la estructura resultante de la
articulación de las tres instancias: la económica, la jurídico-política y la ideología. En este
sentido, el concepto de modo de producción es uno de los más importantes de la
sociología marxista, puesto que nos proporciona por así decirlo, un primer “modelo”
teórico sobre la estructuración básica de la sociedad.
Si embargo, y por su misma condición de concepto ubicado en un nivel muy alto de
abstracción, el concepto de modo de producción necesita complementarse con otro, que
se sitúe en un nivel de concreción mayor. Este concepto es el de formación social, que se
refiere a las sociedades históricamente dadas, en las que ya no encontramos un solo
modo de producción y en estado “puro”, sino, por regla general, una combinación
especifica de varios modos de producción.
Esta combinación no consiste desde luego en una simple yuxtaposición, sino que
constituye una estructura articulada de manera muy compleja:
3. Por ultimo, junto a los modos de producción fundamentales, que son aquellos capaces
de imponer su hegemonía en una formación social (comunitario primitivo, esclavista,
feudal, capitalista y socialista), existen también modos de producción secundarios, que
sólo pueden aparecer en un plano subordinado, dependiendo de algún modo de
producción fundamental. Es el caso del modo de producción mercantil simple (producción
artesanal y pequeña-campesina), al que denominaremos, para marcar su carácter
especifico, forma de producción.
En su conocida carta a J. Wedemeyer, Marx señaló, como uno de sus principales aportes,
la demostración de que “la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases-
históricas del desarrollo de la producción”[1]. Demostración con la cual no sólo echó a
tierra la idea de que la división de la sociedad en clases es eterna, sino que además sentó
el principio básico para la definición del estatuto teórico de las clases sociales.
En efecto, afirmar que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases
históricas del desarrollo de la producción equivale a decir que las ideas son efectos
específicos de determinados modos de producción. ¿De qué modos de producción se
trata y cuál es el nivel estructural básico que produce tales efectos?
El marxismo ha dado una respuesta muy precisa a este problema: se trata de aquellos
modos de producción en los que existe la propiedad privada de los medios y/o agentes de
producción (hombres, tierra, herramientas, máquinas, etc.) y donde las relaciones sociales
se organizan en torno a un mecanismo fundamental de explotación: relaciones entre
amos y esclavos en el modo de producción esclavista, entre señores y siervos en el modo
de producción feudal, entre burgueses y proletarios en el modo de producción capitalista.
Por lo tanto, las clases sociales son ante todo posiciones estructurales que el sistema
asigna objetivamente a individuos determinados. Por eso escribió Marx, en el prólogo a la
primera edición de El Capital:
En esta obra, las figuras del capitalista y del terrateniente no aparecen pintadas, ni mucho
menos, de color de rosa. Pero adviértase que aquí sólo nos referimos a las personas en
cuanto personificación de categorías económicas, como representantes de determinados
intereses y relaciones de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de la formación
económica de la sociedad como un proceso historico-natural, no puede hacer al individuo
responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente criatura, aunque
subjetivamente se considere muy por encima de ellas”.[2]
Y Lenin, por su parte, definió a las clases por los “lugares” que grandes grupos de
hombres ocupan en un sistema de producción históricamente determinado:
Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí, por el lugar que
ocupan en un sistema de producción históricamente determinado, por las relaciones en
que se encuentran frente a los medios de producción (relaciones que las leyes fijan y
consagran), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, por
consiguiente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de
que disponen. Las clases sociales son grupos humanos, uno de los cuales puede
apropiarse del trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado
de economía social”.[3]
Definición que nos permite precisar dos puntos más sobre la teoría marxista de las clases
sociales:
1. Que las clases no son el efecto de cualquier nivel de la estructura social, ni el resultado
de la articulación de lo económico, lo político y lo ideológico (como afirma Nicos
Poulantzas, por ejemplo)[4], sino que ellas se generan y adquieren existencia objetiva a
nivel de la matriz económica de ciertos modos de producción.
Por esto, es decir, porque las clases tienen una existencia objetiva aún antes de que los
agentes sociales tomen conciencia de su posición estructural, es que el propio Lenin, en
su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, pudo prever con algunos años de
anticipación el comportamiento político de las clases de la Rusia zarista en la revolución
democrático-burguesa de 1905, y escribir lo que sigue en el prólogo a la segunda edición
de dicha obra:
“El análisis del régimen social económico y, por consiguiente, de la estructura de clases
de Rusia, que hacemos en la siguiente obra, análisis basado en una investigación
económica y en un examen critico de los materiales estadísticos, se ve confirmado hoy
por la intervención política abierta de todas las clases en el curso de la revolución”.[5]
En segundo lugar, al precisar que las relaciones entre las clases son relaciones de
explotación, puesto que una de ellas puede apropiarse del trabajo de la otra por ocupar
puestos diferentes en un régimen determinado de economía social, Lenin está señalando
también la razón por la cual las dos clases fundamentales de cada modo de producción
en el que tal apropiación se da sólo pueden relacionarse de una única manera:
antagónicamente. De donde se deriva otro hecho, muy importante: las clases sociales
están siempre en lucha, y es precisamente esta lucha el motor principal de la historia de
las sociedades clasistas. Por eso, para el materialismo histórico la teoría de las clases
sociales es inseparable de la teoría general de la historia.
Por ultimo, habría que precisar dentro de estas generalidades primeras, que la existencia
de las clases en un determinado modo de producción redefine la naturaleza de las dos
instancias superestructura les, en la medida en que le confiere inevitablemente un
carácter clasista. La instancia jurídico-política ya no es en este caso un conjunto de
instituciones al servicio de toda la sociedad, sino que está constituida por aparatos de
clase; del mismo modo que la instancia ideológica no es la representación del mundo de
la comunidad toda, sino la esfera en que las ideas dominantes son necesariamente las de
la clase dominante.
Hemos visto cómo las clases son efectos de la matriz económica de ciertos modos de
producción sobre los agentes sociales, a los que constituyen precisamente en clases;
hemos insistido, por lo mismo, en que ya a este nivel –el económico- las clases tienen una
existencia objetiva, y hasta hemos citado un pasaje de Marx en el que éste afirma que los
terratenientes o los capitalistas no son más que la “personificación” de ciertas categorías
económicas. Ahora bien, todas estas observaciones tendientes a definir en un primer nivel
el estatuto teórico de las clases (previniendo cualquier desviación voluntarista-idealista)
corren el riesgo de ubicarnos en una posición errónea (positivista-estructuralista) si es que
no retomamos oportunamente el problema de la relación dialéctica – entre las clases
como efectos de determinada estructura económica y las clases como agentes históricos
concretos.
Marx plantea el problema con toda nitidez en un famoso pasaje del 18 Brumario:
“Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en
idéntica situación, pero sin que entre ellos existan muchas relaciones. Su modo de
producción los aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos.
Este aislamiento es fomentado por los malos medios de comunicación de Francia y por la
pobreza de los campesinos. Su campo de producción, la parcela, no admite en su cultivo
división alguna del trabajo ni aplicación alguna de la ciencia; no admite, por tanto,
multiplicidad de desarrollo, ni diversidad de talentos, ni riqueza de relaciones sociales.
Cada familia campesina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma, produce
directamente ella misma la mayor parte de lo que consume y obtiene así sus materiales
de existencia más bien en intercambio con la naturaleza que en contacto con la sociedad.
La parcela, el campesino y su familia; y al lado, otra parcela, otro campesino y otra familia.
Unas cuantas unidades de éstas forman una aldea, y unas cuantas aldeas, un
departamento. Así se forma la gran masa de la nación francesa, por la simple suma de
unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman
un saco de patatas. En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones
económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por
su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aquéllas forman una
clase. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente
local y la identidad de sus interese no engendra entre ellos ninguna unión nacional y
ninguna organización política, no forman una clase. Son, por tanto, incapaces de hacer
valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un apartamento o por
medio de una Convención. No pueden representarse sino que tienen que ser
representados. Su representante tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor,
como una autoridad por encima de ello, como un poder ilimitado de Gobierno que los
proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la
influencia política de los campesinos parcelarios encuentra su última expresión en el
hecho de que el poder ejecutivo somete bajo su mando a la sociedad.”[6]
Este texto de Marx, que por sí sólo constituye una obra maestra de análisis sociológico,
nos coloca, pues, de lleno, en el problema lo que se ha llamado la clase “en si” y la clase
“para sí”. En efecto, estos campesinos parcelarios constituyen una clase social a nivel
económico, puesto que están ubicados en una misma situación estructural, que
objetivamente los opone a otras clases de la respectiva formación social; sin embargo, el
propio Marx estima que, a otro nivel, que es el político, dichos campesinos no constituyen
una clase. Tomada al pie de la letra la segunda afirmación puede inducir a confusión y
prestarse para las interpretaciones más diversas y antojadizas; sin embargo, su sentido
contextual es perfectamente claro; sí los campesinos parcelarios son “incapaces de hacer
valer su interés de clase” es porque ya son objetivamente (“en sí”) una clase social,
aunque todavía no estén organizados como tal en el plano político ni hayan tomado aún
conciencia (“para sí”) de aquella situación objetiva.
En el mismo sentido va este otro análisis de Marx, sobre la clase obrera, en Miseria de la
filosofía:
“La gran industria concentra en un mismo sitio a una masa de personas que no se
conocen entre sí. La competencia divide sus intereses. Pero la defensa del salario, los
une en una idea común de resistencia: la coalición. Por lo tanto, la coalición persigue
siempre una doble finalidad: acabar con la competencia entre los obreros para poder
hacer una competencia general a los capitalistas. Si el primer fin de la resistencia se
reducía a la defensa del salario, después, a medida que los capitalistas se asocian a su
vez movidos por la idea de la represión, las coaliciones, en un principio aisladas, forman
grupos, y la defensa por los obreros de sus asociaciones frente al capital, siempre unido,
acaba siendo para ellos más necesario que la defensa del salario.
Hasta tal punto esto es cierto, que los economistas ingleses no salían de su asombro al
ver que los obreros sacrificaban una buena parte del salario a favor de asociaciones que,
a juicio de estos economistas, se habían fundado exclusivamente para luchar en pro del
salario. Esta lucha -verdadera guerra civil – se van uniendo y desarrollando todos los
elementos para la batalla futura. Al llegar a este punto, la coalición toma carácter político”.
Las condiciones económicas, transformaron primero a la masa de la población del país en
trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común,
intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero
aún no es una clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de
clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política”.[7]
Al construir el concepto de clase en dos niveles, el de la clase “en si” y el de la clase “para
si”, Marx retiene, pues, con una terminología que tal vez no sea la más apropiada, la
doble dimensión del problema.
2. Las clases como verdaderos sujetos históricos, capaces de actuar sobre las estructuras
y transformarlas; sujetos que devienen tales a través de la lucha de clases y por el
desarrollo de una organización y una conciencia de clase.
3.Porque tal distinción permite fijar el papel exacto de la vanguardia política (partido de
clase), que consiste justamente en convertir a la clase “en sí” en clase “para sí”.
V. CLASES, ESTAMENTOS, CASTAS
El problema de los “estamentos” y las “castas” sobre todo de estas últimas ha sido
ampliamente desarrollado por la sociología no marxista, que por lo general opone
tajantemente la organización estamental y de castas a la de las clases sociales. Son
demasiado conocidos los razonamientos en el sentido de que, mientras los estamentos y
las castas constituyen sistemas “cerrados”, las clases se caracterizan por conformar un
sistema “abierto”, que permite una amplia movilidad horizontal y vertical de sus miembros.
Este no es, desde luego, el lugar apropiado para entablar una discusión amplia sobre éste
asunto; sólo quisiéramos observar que incluso ciertos autores que en términos generales
aceptan los puntos de vista de Marx sobre las clases sociales en la sociedad capitalista,
estiman que ellos pierden pertinencia tratándose de las formaciones precapitalistas. Es,
por ejemplo, la opinión del sociólogo francés Georges Gurvitch, para quien las clases
“sólo aparecen en las sociedades globales industrializadas en las que los modelos
técnicos y las funciones económicas están particularmente acentuadas”.[9] Gurvitch llega
incluso a afirmar que “Marx ha vacilado mucho en cuanto a saber si habría de reconocer
la existencia de las clases en todo tipo de sociedad, fuera de las sociedades arcaicas y de
la sociedad futura o comunista completamente realizada”.[10]
Sin embargo, Marx es perfectamente claro sobre este punto: “La historia de todas las
sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”; escribe en el
Manifiesto, aunque Engels observa, con razón, que el término “todas” no incluye,
obviamente, a las sociedades “pre-históricas”, es decir, preclasistas.
Para el marxismo entonces, las clases sociales son algo inherente no sólo al modo de
producción capitalista más también a otros, como el feudal y el esclavista. Ello no
obstante, el fenómeno adquiere características distintas en estos últimos.
“Es sabido –escribe-Lenin-que en las sociedades esclavistas y feudal las diferencias entre
las clases quedan también fijadas en la división de la población por estamentos
asignándole a cada clase un lugar jurídico especial en el Estado. Por eso, las clases de
las sociedades esclavistas, y feudal (y también de la sociedad del régimen de la
servidumbre) eran a la vez estamentos distintos. Por el contrario, en la sociedad
capitalista, en la sociedad burguesa, todos los ciudadanos son jurídicamente iguales, la
división por estamentos ha sido abolida (por lo menos en principio) y, por eso, las clases
han dejado de ser estamentos. La división de la sociedad en clases es común a las
sociedades esclavistas, feudal y burguesa, pero en las dos primeras existían las clases-
estamentos, mientras que en la última las clases ya no son estamentos”[11]
1. Que la división en clases existe tanto en la sociedad capitalista como en otras donde
las relaciones sociales de producción se organizan en torno a un mecanismo básico de
explotación (sociedad feudal y sociedad esclavista y, en general, formaciones sociales
donde aún subsisten regímenes o modos de producción serviles o basados en la
esclavitud).
3. Que, sin embargo, allí donde predominan o por lo menos subsisten los modos de
producción feudal o esclavista, las diferencias de clase quedan también fijadas por un
lugar asignado a cada una de ellas a nivel jurídico lugar que, insistimos, no es el de
generación de las clases (que en cualquier modo de producción es el económico), sino de
fijación.
Hemos analizado hasta aquí el problema de las clases sobre todo en su nivel teórico más
abstracto; esto es, a nivel del concepto de modo de producción. Ahora es necesario
ubicarse en un plano más concreto, el de una formación social, para examinar algunas de
las características que la estructura de clases puede presentar a este nivel.
1. En primer lugar tenemos el problema del número de las clases que, como se vio, son
fundamentales dos para cada modo de producción en el que existe un mecanismo de
explotación que, en el plano de las relaciones sociales de producción, organiza
necesariamente oposiciones bipolares: amos-esclavos, señores-siervos, burguesía-
proletariado.
Ahora bien, basta pensar en el hecho de que una formación social articula en su seno
varios modos de producción para comprender la razón por la cual el número de las clases
puede aumentar sensiblemente a este nivel.
5. El caso del “lumpenproletariado” es, por su parte, un buen ejemplo de otro tipo de
efectos de la estructura concreta de una formación social sobre el sistema de clases. En
el nivel más abstracto del análisis, cierto fenómeno (que en América Latina ha sido
percibido ideológicamente como “marginalidad”) puede conceptualizarse como presencia
de un “ejercito industrial de reserva”, de una “masa marginal” o de una combinación de
ambos.
Es decir, considerando esa “esfera de la vida extraproductiva que se caracteriza por las
condiciones materiales, las relaciones entre los hombres y las formas de su actividad
vital”.[17] Factor que, claro está, sólo cobra relevancia cuando se trata de grupos distintos
de las clases sociales fundamentales y cuya situación se define, justamente, por su no
inserción en las relaciones básicas de producción.
“Ponemos entre comillas la palabra campesinado para señalar la existencia en este caso
de una contradicción que está fuera de toda duda: en la sociedad contemporánea el
campesinado ya no es, naturalmente, una clase indivisa. Y quien se sorprenda de tal
contradicción es que se olvida de que no se trata de una contradicción derivada de la
exposición o implícita en la doctrina, sino de una contradicción de la vida misma. No es
una contradicción inventada, sino una contradicción dialéctica viva. Por cuanto la
sociedad del régimen de servidumbre está siendo desplazada de nuestro agro por la
sociedad “contemporánea” (burguesa), el campesinado deja de ser una clase,
dividiéndose en proletariado agrícola y burguesía rural (grande, mediana, pequeña y
pequeñísima). Por cuanto se conservan aún las relaciones del régimen de servidumbre, el
“campesinado” sigue siendo una clase, es decir, lo repetimos, una clase no de la sociedad
burguesa, sino de la sociedad del régimen de servidumbre. Estos “por cuanto”
representan una realidad viva de las relaciones propias, del régimen de la servidumbre y
del régimen burgués que se observa actualmente en el agro ruso. Expresándonos en los
términos usados por Marx, diremos que la renta en trabajo, la renta es especie, la renta
en dinero y la renta capitalista se entrelazan en nuestro país del modo más
caprichoso”.[18]
Las clases son definibles, primero, en un nivel teórico altamente abstracto que es captado
por el concepto de modo de producción; luego, son aprensibles en un plano más
concreto, cuando las estudiamos organizadas y redefinidas por su articulación especifica
en una formación social. Pero todavía hay algo más, que debemos recalcar: las clases no
forman parte de una realidad estática, sino de totalidades orgánicas “en movimiento”, es
decir, de estructuras que son al mismo tiempo procesos. Y es este movimiento histórico,
precisamente, el que confiere sentido a su articulación.
Lenin escribe, por eso, lo que sigue, refiriéndose al problema planteado en la cita
precedente:
“...En el campo ruso coexisten dos tipos de contradicciones de clase: en primer lugar, las
contradicciones entre los obreros agrícolas y los patronos rurales; en segundo lugar, las
contradicciones entre todo el campesinado y toda la clase de los terratenientes. La
primera contradicción crece y se desarrolla; la segunda se va debilitando poco a poco. La
primera pertenece toda ella al futuro; la segunda; en medida considerable, al pasado”.[19]
Más no sólo hay esto. Las clases, como ya lo vimos, no son únicamente efectos pasivos,
de la infraestructura económica de la sociedad sino que, a través de los niveles político e
ideológico, se convierten en verdaderos agentes sociales y, en este sentido, tienen una
historia, su propia historia.
Así gran parte de los “campesinos” protagonistas del movimiento revolucionario mexicano
de la década de 1910, por ejemplo, eran ya “peones” asalariados o por lo menos
semiasalariados.
Ateniéndose a estos solos datos, hasta sería posible demostrar que en los años de la
revolución el “proletariado” ya era el grupo predominante entre los pobres del campo. Sin
embargo, ¿cómo explicarse la ideología y el comportamiento político de los grandes
movimientos agraristas de la época si no se tienen en cuenta el hecho de que aún
aquellos “asalariados” que los integraban no constituían todavía un proletariado en
sentido estricto sino más bien, en su historicidad concreta, un campesinado en curso de
proletarización?
Ejemplos como el precedente podrían multiplicarse al infinito; más, lo que nos interesa
recalcar es sólo una cuestión de principio: sin la recuperación de aquella historicidad, el
análisis marxista corre el riesgo de no poder cumplir con una de sus finalidades
primordiales: la explicación cabal de los procesos históricos concretos.
Y es necesario tener bien presente este criterio, para no confundirlo con otros, como el del
monto de la riqueza, las diferencias “culturales”, etc. Así, lo que separa a los propietarios
de plantación (gran burguesía agraria), por ejemplo, de los llamados campesinos “ricos”
(burguesía media del agro), y los convierte en fracciones de clase distintas, no es el
hecho de que éstos sean menos “ricos” que aquellos ni, menos aún, el de que los
primeros posean una cultura “urbana” y los segundos una cultura “rural. Lo que los separa
realmente, es su ubicación en fases distintas, aunque cronológicamente simultaneas, del
modo de producción capitalista: los propietarios de plantación pertenecen a la fase
monopólica, los campesinos ricos no.
3. El único caso en que el monto de la “riqueza” y los ingresos adquiere relevancia como
indicador de estratificación en el seno de una misma clase es cuando se trata de la
pequeña burguesía. Pero ello obedece a la situación especifica de esta clase (de
“transición”), cuya dinámica de disolución se busca captar con dicho indicador. En suma,
no se trata de descubrir su estratificación presente como significativa en sí misma, sino
por la tendencia hacia la proletarización o el aburguesamiento que aquella revela (véanse,
al respecto, los análisis de Mao-Tse-tung sobre la pequeña burguesía en la sociedad
china).[20]
“Sólo una clase determinada, a saber, los obreros urbanos y en general los obreros
fabriles, los obreros industriales, está en condiciones de dirigir a toda la masa de
trabajadores y explotados en la lucha por derrocar el yugo del capital, en el proceso
mismo de su derrocamiento, en la creación del nuevo régimen social, del régimen
socialista, en toda la lucha por la supresión completa de las clases”.[22]
Este pasaje podrá ser interpretado, por supuesto, en el sentido de que sólo aquellos
obreros constituyen el proletariado. Sin embargo, el problema no es tan simple: ¿por qué
Lenin emplearía, entonces, la expresión obreros urbanos? Bien se podría entender que
este último término está destinado a señalar una diferencia entre proletariado urbano
proletariado rural y sacar la conclusión de que ciertas sobredeterminaciones que pesan
sobre el segundo lo convierten en una fracción de clase que necesita la dirección
ideológica del primero.
Además queda pendiente el problema de los obreros asalariados del sector comercial, a
cuyo problemático estatuto se refirió Marx en algunos pasajes de El Capital. De admitirse,
como parece lo más acertado, que ellos también forman parte del proletariado,[23] de
hecho constituirían una fracción del mismo. Marx señala, justamente, que entre los
obreros asalariados del sector comercial y “los obreros empleados directamente por el
capital industrial tiene que mediar necesariamente la misma diferencia que entre el capital
industrial y el capital comercial y la que existe, por lo tanto, entre el capitalista industrial y
el comerciante”.[24] En términos similares podría plantearse el problema de los
asalariados del sector financiero y de aquellas actividades que contribuyen a la realización
de la plusvalía (la publicidad, por ejemplo).
Este estrato, que como el propio Lenin lo señala, surge en los países imperialistas donde
las “ganancias monopolistas elevadas...engendran la posibilidad económica de sobornar a
las capas superiores del proletariado,[25] puede desarrollarse también en los países
dependientes, y sobre todo en los enclaves imperialistas que hay en su seno (la
“aristocracia obrera” de las minas de Chuquicamata y El Teniente, en Chile, es el mejor y
más reciente ejemplo de ello).
El término de “clase” o “clases medias”, cuyo uso en singular o plural denuncia por sí
mismo cierta ambigüedad conceptual, ha sido objeto de múltiples controversias y, en la
sociología no marxista, ha servido de cajón de sastre en el que se juntan elementos tan
disímiles como la mediana burguesía, los pequeños capitalistas, los obreros que alcanzan
cierto nivel de renumeración, los intelectuales, la tecnoburocracia, etc. Resulta inútil
insistir en el esquema ideológico que inspira a esta “clasificación”: al respecto, tal vez no
haya ejemplo más edificante que el conocido libro de J.J. Jonson, La transformación de
América Latina. Surgimiento de los estratos medios.[26]
Además, es justo reconocer que en los propios clásicos del marxismo el término “clases”
o “estamentos” medios ha sido empleado con cierto margen de fluctuación. Sin embargo,
hay un primer punto que está muy claro: cuando Marx habla de esas “clases” o
“estamentos” jamás incluye en ellos a sectores tales como los intelectuales o la
burocracia, los que por sí mismos no tienen, en la teoría marxista, el estatuto de clase
social.
¿Por qué esta inminencia de ruina y esta oposición reaccionaria a la burguesía? Porque
estos “estamentos”, a los que en otros textos llama con mayor propiedad pequeña
burguesía, en rigor no pertenecen al modo de producción capitalista, sino que se originan
en una forma especifica de producción: la forma de producción mercantil simple. Y esta
forma, siempre dependiente de algún modo de producción fundamental (ver el núm. II de
este trabajo), se ve amenazada de ruina al enfrentarse a procesos tales como el rápido
desarrollo de las fuerzas productivas y la concentración de capitales; procesos que
tienden a disolver (“descomponer”, en términos de Lenin) a la pequeña burguesía como
clase y empujar a sus miembros hacia las posiciones polares del modo de producción
capitalista (una ínfima parte de la pequeña burguesía logra incorporarse efectivamente a
la burguesía, mientras la gran mayoría de sus miembros pasa a engrosar las filas de
proletariado).
Esta situación estructural tiende, por otra parte, a producir efectos ideológico-políticos
muy especifico en el caso de la pequeña burguesía:
2. Dificultad, por la misma razón, de percibir el carácter de clase del Estado burgués, en el
que la pequeña burguesía tiende a ver más bien un poder “arbitral” y “protector”: una
autoridad por encima de ellos,...un poder ilimitado de Gobierno que los proteja de las
demás clases y les envié desde lo alto la lluvia y el sol”. (Marx)[30]
Nos quedaría por estudiar la situación de algunos grupos sociales específicos, como los
intelectuales y la burocracia, que según la teoría marxista no constituyen clases sociales
propiamente dichas. Y no lo son, porque tales grupos, a los que puede denominarse
capas o categorías, no se generan a nivel de la matriz económica de un determinado
modo de producción, sino que surgen a nivel superestructural, sea en la instancia jurídico-
política (caso de la burocracia), o bien en la ideología (caso de los intelectuales).
Ahora bien, el hecho mismo de los intelectuales – en el sentido gramsciano del término –
sean los “funcionarios” del “complejo estructural” nos está señalando una cuestión
importante: puesto que esas superestructuras están compuestas de aparatos e ideologías
de clase, tales “funcionarios” no están situados al margen de la estructura de clases de
una sociedad determinada, sino integrados a ella de una manera especifica y compleja
(con “mediaciones” múltiples, para retomar el término de Gramsci).
Sin embargo, hay algunos elementos que deben tenerse en cuenta para un análisis más
concreto de la inserción de la burocracia en la estructura de clases:
4. El origen social de la burocracia en sus distintos niveles, según las clases o capas
sociales en que tal burocracia es reclutada en cada formación social.
En lo que se refiere a los intelectuales propiamente tales (aquellos cuya actividad social
fundamental consiste en la producción y transmisión de ideas, imágenes y
representaciones en general), importa tener presente que lo que decide en última
instancia su ligamen con una clase determinada es la representación ideológica que ellos
asumen, voluntaria o involuntariamente. Es la tesis formulada por Marx en este pasaje del
18 Brumario:
“Tampoco debe creerse que los representantes democráticos (del partido social-
demócrata, A.C.) son todos shop-keepers o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden
estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que les
hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a
mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se
van teóricamente impulsados a los mismo problemas y a las mismas soluciones a que
impulsan a aquellos, prácticamente, el interés material y la situación social. Tal es, en
general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y
la clase por ellos representada”.[32]
Los intelectuales, entonces, aunque constituyen en cuanto tales una capa social
especifica, en las formaciones capitalistas,[33] están penetrados por las contradicciones
de clase expresadas en la superestructura (las que desde luego impregnan también, en
mayor o menor medida, a la burocracia). Incluso aquellos intelectuales cuyas actividades
se desarrollan en el seno de instituciones estatales o paraestatales- enseñanza, por
ejemplo- están profundamente penetrados por dichas contradicciones.
Las tendencias ideológicas que se manifiestan entre los intelectuales están supuesto
determinadas por múltiples factores: estatuto general del intelectual en la sociedad,
desarrollo concreto de la lucha de clases, origen social predominante, efectos secundarios
del nivel económico, etc.
Por ultimo, no debe olvidarse que la esfera ideológica goza de una autonomía relativa, la
cual en determinadas circunstancias, puede permitir que los intelectuales adquieran un
peso propio y hasta sean capaces de generar subconjuntos ideológicos relativamente
autónomos.
[28] La guerra civil en Francia, en Marx, Engels: O.E. t. I, 498.[29] ¿Quiénes son los
amigos del pueblo?, Ediciones en Lengua, Extranjeras, Moscú, 1946, p. 140.