PSICOANÁLISIS
PSICOANÁLISIS
PSICOANÁLISIS
“El Psicoanálisis es una notable combinación, pues comprende no sólo un método de investigación de la
neurosis sino también un método de tratamiento basado en la etiología así descubierta.” (Freud 1913:211)
El fundador del Psicoanálisis fue Sigmund Freud, neurólogo vienés de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
La tarea clínica que se propuso inicialmente fue el esclarecimiento de las Neurosis, nombre que se utilizaba
para delimitar un cuadro psicopatológico. Este propósito lo llevó a formular progresivamente un cuerpo de
conocimientos del que carecía la ciencia hasta ese momento. Existía un conjunto de pacientes cuyas
dolencias atrajeron la atención y el interés de Freud. Los síntomas de su enfermedad se expresaban
principalmente en el cuerpo. Entre otras manifestaciones se destacaban parálisis, extrema sensibilidad o
ausencia de la misma, o dolores de alguna parte del cuerpo, dolencias en las que no podía reconocerse
ningún sustrato orgánico. Incluidos dentro de las neurosis, a estos enfermos se los denomina histéricos.
Veamos cómo el creador del Psicoanálisis va modificando la teoría y la técnica a medida que avanza en las
investigaciones y que se encuentra con obstáculos en su práctica clínica.
Freud había conocido el método sugestivo a través de las demostraciones de Liébault y Bernheim. El
paciente era inducido a un profundo estado hipnótico y por medio de sugestiones se le prohibía la
manifestación sintomática (las dolencias que lo aquejaban). Además de violento y monótono, este método
excluía toda posibilidad de investigación.
Otro médico interesado en la histeria trabajó junto a Freud en los momentos fundacionales del
psicoanálisis. Se trata de Josef Breuer, quien utilizaba un método particular para el tratamiento de estas
dolencias. El trabajo con la hipnosis, en que Breuer inició a Freud, le ofrecía mayores posibilidades de
investigación. Ambos partían de la siguiente hipótesis: los síntomas de los histéricos dependían de escenas
muy impresionantes (traumas) de su vida que habían sido olvidadas; sostenían que el síntoma histérico
nacía cuando el afecto de un proceso anímico (psíquico) cargado intensamente era desviado de la
elaboración consciente normal y encaminado así por una ruta indebida.
¿Cómo proceder clínicamente para aliviar el sufrimiento del paciente? La terapia consistía en llevar al
paciente, por medio del hipnotismo, a recordar los traumas olvidados y reaccionar a ellos con intensas
manifestaciones de afecto. Si se lograba, desaparecía el síntoma que había nacido en lugar de tal
manifestación afectiva. El mismo procedimiento servía simultáneamente para la investigación y para la
supresión de la enfermedad. Si el paciente lograba recordar y a su vez reproducir tal suceso, podría liberar
el afecto retenido. Este método, denominado catártico, orientaba la atención del enfermo sobre la escena
traumática en la cual había surgido el síntoma; situando el conflicto psíquico se tenía la oportunidad de
liberar el afecto reprimido. Este procedimiento le permitía a Freud por un lado, el efecto terapéutico
buscado, y por el otro, investigar las particularidades del funcionamiento psíquico con especial referencia a
los procesos inconscientes.
Sin embargo, la hipnosis planteaba algunos inconvenientes y escasos resultados, entre los que se destacan:
que los síntomas desaparecidos podían retornar y además, que no todos los pacientes eran hipnotizables.
Freud abandona su utilización y lo sustituye por el método de la asociación libre que consiste en invitar al
paciente a manifestar todo lo que se le ocurra, a comunicar todo aquello que acuda a su pensamiento
aunque lo juzgue secundario, impertinente, disparatado, desagradable o incoherente. Las ocurrencias
espontáneas de los pacientes -aquellas asociaciones involuntarias que suelen surgir habitualmente en la
trayectoria de un proceso mental determinado- permitirán por asociación descubrir aquello olvidado,
haciendo asequible a la conciencia, sin recurrir al hipnotismo, lo que antes era inconsciente en la vida
anímica.
Con el tiempo y a medida que crecía la experiencia clínica de Freud con pacientes histéricos, tuvo que
relativizar la hipótesis traumática que ponía tanto el acento en la incapacidad de tramitar una vivencia
cargada de un afecto hiperintenso. Del mismo modo también acotó la relevancia de los sucesos vividos que
ocasionaban la enfermedad psíquica como por ejemplo el valor que le otorgaba a la seducción sexual
acaecida a edad muy temprana. Es así que propone dos modos de pensar la causa de la enfermedad en
íntima relación una con otra. En primer lugar, se producen síntomas porque hay procesos anímicos
inconscientes, es decir, postula la existencia del inconsciente como sistema psíquico de mayor relevancia
que la consciencia. Y en segundo lugar, el factor que juega un papel determinante para la formación de la
enfermedad, no es ningún suceso real y universal sino que es particular y remite invariablemente a una
fantasía de carácter sexual que ha sido forzada a permanecer en el inconsciente. La terapéutica consistirá
entonces en hacer consciente lo inconsciente y por este medio eliminar el síntoma a partir de entender su
sentido oculto.
El interés freudiano por la cura o el alivio del sufrimiento psíquico de sus pacientes lo lleva a ir edificando
en su teoría un modelo del funcionamiento del aparato psíquico que, como referíamos al comienzo de este
texto, fue reformulando a lo largo de toda su obra. A tal fin, acuñó conceptos que fueron fundacionales en
la articulación de su teoría.
Pero Freud se encuentra con un obstáculo clínico en la utilización de la técnica de asociación libre. Ante la
invitación o ante el apremio a sus pacientes a recordar, a asociar, ellos sostenían que no podían hacerlo,
que “no se les ocurría nada”.
Ante esta situación concluye que los recuerdos olvidados no estaban perdidos: existían fuerzas que
impedían recordarlos, obligándolos a permanecer inconscientes. Esta fuerza se hacía notar como una
resistencia del enfermo. Las fuerzas que en el tratamiento se oponían en calidad de resistencia a que lo
olvidado se hiciese de nuevo consciente, tenían que ser también las que anteriormente habían producido el
olvido. A este proceso le da el nombre de represión.
Ahora bien, ¿por qué Freud concebía la existencia de recuerdos que permanecían inconscientes? En su
modelo del psiquismo coexistían distintas instancias y fuerzas que se encontraban en pugna. Una situación
de esta naturaleza no estaría exenta de conflictos. ¿Cuáles son las fuerzas involucradas? Un conjunto de
deseos del individuo resulta intolerable para las aspiraciones éticas, morales y estéticas de la personalidad.
Como resultado de este conflicto la representación o idea que representaba estos deseos, cae bajo el
efecto de la represión, es expulsada de la conciencia. La represión implica una escisión psíquica, relegando
al inconsciente un conjunto de ideas o representaciones. La cuestión no se detiene aquí ya que las fuerzas
que fueron objeto de este mecanismo intentan, por todos los medios que tienen a su alcance, aparecer,
expresarse. Reclaman sus derechos. Pero las fuerzas agentes de la represión continúan su batalla
intentando mantenerlas a raya, ejercen una resistencia a su emergencia. Como resultado de esta pugna
entre el intento por expresarse de algunas tendencias y el intento por evitarlo de las otras, aparecen en la
conciencia diversos materiales. Por estar configurados de esta manera, dichas formaciones psíquicas
representan las aspiraciones de ambas tendencias de una manera desfigurada, deformada, extraña.
Ejemplo de esto son los síntomas a los que se hacía referencia para describir las dolencias y padecimientos
de los enfermos.
En términos de Freud:
“por medio de la investigación de los histéricos y otros enfermos neuróticos llegamos al convencimiento de
que en ellos ha fracasado la represión de la idea que entraña el deseo intolerable. Han llegado a expulsarla
de la conciencia y de la memoria, ahorrándose así aparentemente una gran cantidad de dolor, pero el
deseo reprimido perdura en lo inconciente, esperando una ocasión de ser activado, y cuando ésta se
presenta, sabe enviar a la conciencia una disfrazada e irreconocible formación sustitutiva de lo reprimido, a
la que pronto se enlazan las mismas sensaciones displacientes que se creían ahorradas por la represión.
Este producto de la idea sustitutiva es el síntoma “.(1909: 1545)
La afirmación freudiana acerca de que los deseos intolerables logran hacerse notar desde lo inconsciente a
pesar de la represión, no es sólo aplicable al síntoma. Veamos cuáles son estos productos a los que la teoría
hace referencia ya que han sido objeto de investigación del psicoanálisis y aplicados en la terapéutica.
Freud aplica su teorización del funcionamiento del aparato psíquico tanto al campo de la patología como al
de la normalidad.
Estos productos son: los chistes, los actos fallidos, los sueños. Así, el mérito de Freud es haber echado luz
sobre aquello que el paradigma científico imperante había desestimado: los productos psíquicos, incluidos
los síntomas, tienen un sentido. En todos ellos Freud sostiene la existencia de un sentido inconsciente y,
por ello, son interpretables. Llega a describir la interpretación de los sueños como la vía regia para llegar al
conocimiento de lo inconciente. Señalemos también que este concepto alcanza el estatuto de instancia del
aparato psíquico, con leyes propias y procesos eficaces que motivan la conducta de las personas más allá
de su voluntad conciente.
En el análisis de estas producciones del inconsciente, Freud descubre el relevante papel que cumplen en el
desarrollo del hombre los sucesos de la temprana infancia. Se refiere, particularmente, a la sexualidad
infantil. Esta afirmación da lugar a controversias, desprecios y resistencias en la comunidad científica de la
época. Citemos a Freud:
“llegamos aquí al mismo resultado que en la investigación de los sueños; esto es, que son deseos duraderos
y reprimidos de la niñez los que para la formación de síntomas han suministrado su energía (…). Estos
poderosos deseos de la niñez deben ser considerados siempre, y con una absoluta generalidad, como
sexuales”. (1909:1554)
En el inconsciente, objeto de estudio del psicoanálisis, Freud incluye de esta manera las tendencias
sexuales infantiles. A contrapelo de la ideología de su época, Freud pone de manifiesto la existencia de una
vida sexual desde el nacimiento, sexualidad que asume una forma diferente a la adulta (la inmadurez
propia del niño le impide su concreción) y se desarrolla a partir de las primeras relaciones con las personas
significativas (los padres o sus sustitutos). Es en este contexto que se acuñan los conceptos “fases de
evolución psicosexual” y “Complejo de Edipo”.
3- Una serie de concepciones psicológicas adquiridas por este medio y que en conjunto van en aumento,
para formar progresivamente una nueva disciplina científica.” (Laplanche, J; Pontalis, J-B, 1981: 317)
En palabras de Pura Cancina (2008), antes de ser una teoría, el Psicoanálisis es un método, y no sólo en el
sentido de la cura, sino también como método de investigación. Freud, entonces, define al psicoanálisis
como una combinación entre un método de tratamiento de las enfermedades nerviosas, un método de
investigación de su causación y una teoría producida por esta investigación.