ANTÍGONA
ANTÍGONA
ANTÍGONA
ANTÍGONA: Pero sé que soy grata a aquellos a quienes sobre todo me importa
agradar.
SMENA: Si al menos pudieras tener éxito.
ANTÍGONA: Pues bien.
ISMENA: Pero no hay que perseguir lo imposible.
ANTÍGONA: Si continúas hablando así, ya que nada me sería más
intolerable que no morir con gloria.
ISMENA: Pues si estás tan decidida.
(ANTÍGONA e ISMENA se retiran. ANTÍGONA se aleja;
ISMENA entra al palacio. El CORO, compuesto de ancianos de Tebas,
entra y saluda lo primero al Sol naciente.)
CORO: ¡Oh tú, la más bella de las luces que jamás a brillado sobre Tebas la de las
siete puertas!
CORIFEO: aborrece las bravatas de una lengua orgullosa
CORO: respiraba contra nosotros el soplo los
vientos más desoladores.
CORIFEO: dejaron como ofrenda a Zeus, victorioso, el
tributo de sus armas de bronce.
CORO: La guerra ha terminado.
CORIFEO: Pero he aquí que llega Creonte, «¿Qué proyecto se agita en su espíritu
para que haya convocado,
por heraldo público, esta asamblea de ancianos aquí congregados?
CORO: Numerosas son las maravillas del mundo; pero, de todas, la más
sorprendente es el hombre. El, con sus artes se adueña de los
animales salvajes y montaraces; y al caballo de espesas crines lo
domina con el freno, y somete bajo el yugo, que por ambas partes
le sujeta, al indómito toro bravío. Que el hombre que así
obra no sea nunca ni mi huésped en el hogar ni menos amigo
mío.
(Llega de nuevo el CENTINELA trayendo atada a ANTÍGONA.)
CORIFEO: ¡Qué increíble y sorprendente prodigio!
CENTINELA: La hemos cogido en trance de dar
sepultura al cadáver.
CORIFEO: Sale del palacio y llega oportunamente.
(Llega CREONTE.)
CREONTE: ¿Qué hay?
CENTINELA: Vuelvo, pues, a despecho de mis juramentos, y te traigo a esta
ritos funerarios.
(Una pausa.)
CREONTE (Dirigiéndose a ANTÍGONA.): confirmas o niegas
ANTÍGONA: Lo confirmo,
La conocía.
CREONTE (Dirigiéndose al CORO.): Pero has de saber que esos espíritus demasiado
inflexibles son
CREONTE:
ANTÍGONA: Ellos las ven como yo; pero ante ti, sellan sus labios.
mismo seno.
CREONTE: ¿No era también hermano tuyo el que murió combatiendo contra
el otro?
CREONTE: Entonces, ¿por qué hacer honores al uno que resultan impíos
que al otro.
CREONTE: Sin embargo, el uno asolaba esta tierra y el otro luchaba por
defenderla.
CORIFEO: Pero he aquí que en el umbral del palacio está Ismena. Una nube de dolor que
(Entra ISMENA.)
ANTÍGONA (Vivamente.):
ANTÍGONA: Hades y los dioses infernales saben quiénes son los responsables.
honrado al difunto.
ANTÍGONA: Si te mortifico
ANTÍGONA: Tranquilízate.
unos malvados.
ISMENA: ¡Oh Hemón bien amado! ¡Cuán gran desprecio siente por ti tu
padre!
queda.)
los frutos de la desgracia. Para el hombre esta ley inmutable prevalecerá por toda la
eternidad,
CORIFEO: Pero he aquí a Hemón, el menor de tus hijos. Viene afligido por
la suerte de su joven prometida,
CREONTE (Al CORO.): En seguida vamos a saberlo mucho mejor que los adivinos.
y conservan en el seno de sus hogares hijos dóciles: No pierdas, pues, jamás hijo
mío, por atractivos del
placer a causa de una mujer. De un hombre así no puedo dudar que sabrá mandar
tan bien
CORIFEO: nos parece que has estado razonable en lo que acabas de decir.
HEMÓN: Padre: los dioses, al dar la razón a los hombres, les dieron el bien
acción?
hacer?
demasiado joven?
CREONTE: Pero ¿no se dice que una ciudad es legítimamente del que manda?
CREONTE: Está bien claro que te has convertido en el aliado de una mujer.
HEMÓN: Sí, si tú eres una mujer; pues es por tu persona por quien me
preocupo.
HEMÓN: ¿Es que quieres hablar tú solo, sin escuchar nunca a nadie?
mujer odiosa!
(HEMÓN se va.)
(CREONTE se va.)
CORO: Hasta los corazones de los mismos justos los haces injustos y los
llevas a la ruina.
atadas.)
(Entra ANTÍGONA.)
volveré a ver!
Elogios
(Entra CREONTE)
pondría término a las lamentaciones y llantos de los que van a morir si se les dejase
en libertad de entregarse a ellos? Llevadla
sin demora.
siempre ha de guardarme!
CREONTE: Por eso va a costar lágrimas a los que la conducen con tanta
lentitud.
ANTÍGONA: ¡Oh ciudad de mis padres en el país tebano!. ¡Ved, jefes tebanos,
CORO: Dánae también sufrió una suerte semejante cuando se vio obligada
las torres de las murallas ni los obscuros navíos batidos por las
TIRESIAS: Pues es preciso que sepas que la Fortuna te ha puesto otra vez
tus labios.
TIRESIAS: Las que vas a oír y que los signos de mi Arte me han
proporcionado. Y esa desgracia que amenaza a la ciudad es por
culpa tuya.
vuestras flechas contra mí. Los hombres más hábiles se exponen a vergonzosas
claudicaciones
cuando tienen como cebo el lucro que les hace dar curso a las
TIRESIAS: ¿Es que hay alguien que sepa, hay alguien que conciba... ?
imposturas.
CREONTE: ¿Te das cuenta de que tus palabras van dirigidas a tu rey?
injusto.
TIRESIAS: ¿De modo que crees verdaderamente que, al hablarte así, lo hago
TIRESIAS: Pues bien, a tu vez es preciso que sepas que las ruedas rápidas del
lamentaciones de hombres y mujeres llenarán tu palacio. Tales son los dardos que,
en mi cólera,
(Dirigiéndose a su lazarillo.)
Espantosas.
CREONTE: También yo lo sé
CORO: a quien se honra bajo tantos nombres diferentes; Es ésta la ciudad que amas
sobre todas las ciudades como la amaba
(Entra un MENSAJERO.)
MENSAJERO: ¡Oh vosotros que habitáis en los alrededores del palacio de Cadmo
MENSAJERO: Ya que así es, conviene pensar en todo lo que puede suceder.
oídos.
omitiré ni una palabra de verdad. Desde lejos uno de nosotros oyó un grito lejano y
agudos gemidos
El hijo, entonces,
(EURÍ CORIFEO:
CREONTE:
acaecerme aún?
CREONTE: ¡Oh abismos inexorables de Hades! ¿Por qué, por qué consumas
CREONTE: ¡Ah, infeliz de mí! ¡Veo esta otra y segunda desgracia! ¿Qué otro
hijo que acaba de expirar; y ahí, ante mis ojos, tengo ese otro
MENSAJERO: Ante el altar se atravesó con un hierro agudo y cerró sus párpados,
verdad!
CREONTE: ¡Que llegue, que llegue cuanto antes el más deseado de mis
la vejez.
FIN