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R Relaciones

Internacionales
Historia y Teoría de las
Relaciones Internacionales:
Diálogo y ausencias en un
debate científico

EN MEMORIA DE
FRANCISCO JAVIER PEÑAS ESTEBAN
NÚMERO 37
FEBRERO 2018 - MAYO 2018
ISSN 1699 - 3950
www.relacionesinternacionales.info
Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

Redacción • Consejo Editor


Redacción • Editorial Team
Directora: Gonzalo Vitón García

Sergio Caballero Santos Mariana S. Leone Xira Ruiz


Diego Sebastián Crescentino Gabriela de Lima Grecco Matthew Robson
Marina Díaz Sanz Alice Martini Itziar Ruiz-Giménez Arrieta
Iratxe Gonzalez Aspiazu Andrés Mendioroz Victoria Silva Sánchez
Ángel González Navas Yoan Molinero Gerbeau Eduardo Tamayo Belda
Sergio González Pérez Celia Murias Francisco Javier Verdes-
Jorge Estévez Rodríguez Ivan Navarro Milian Montenegro
Melody Fonseca Francisco Javier Peñas Esteban R.I.P.
Elsa Aimé González Jorge Reig

Consejo Editor • Editorial Board


Esther Barbé Mark Duffield Paloma García Caterina García
Catedrática de Relaciones Profesor de Políticas y Picazo Segura
internacionales, Universidad Relaciones Internacionales, Profesora Titular de Profesora Titular de
Autónoma de Barcelona. Universidad de Lancaster. Relaciones Internacionales, Relaciones Internacionales,

UNED. Universidad Pompeu Fabra de


Barcelona.

Joao Titterington Stefano Guzzini Ángela Iranzo Pedro Martínez


Gomes Cravinho Profesor Titular de Estudios Dosdad Lillo
Profesor Titular de Relaciones Europeos, “Instituto danés de Profesora de Relaciones Profesor Titular de

Internacionales, Universidad Estudios Internacionales”. Internacionales, Universidad Historia de las Relaciones

de Coimbra. de los Andes, Colombia. Internacionales, Universidad


Autónoma de Madrid.

Francisco Javier Karlos Pérez de Santiago Petchen Itziar Ruiz-


Peñas Esteban Armiño Verdaguer Giménez Arrieta
Profesor Titular de Relaciones Profesor Titular de Relaciones Catedrático de Relaciones Profesora de Relaciones

Internacionales, Universidad Internacionales, Universidad Internacionales, Universidad Internacionales, Universidad

Autónoma de Madrid. del País Vasco. Complutense de Madrid. Autónoma de Madrid.

Danilo Zolo
Catedrático de Derecho

Internacional, Universidad de

Florencia.

Licencia:
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Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

Historia y Teoría de las Relaciones Internacionales:


Diálogo y ausencias en un debate científico

Coords.: Eduardo A. CARREÑO LARA, Pedro A. MARTÍNEZ LILLO,


Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Jesús NIETO GONZÁLEZ y Francisco J. PEÑAS ESTEBAN

ÍNDICE
• Editorial
5-9 Historia y Teoría de las Relaciones Internacionales: Diálogo
y ausencias en un debate científico

• Artículos
11-29 Ángel Manuel Ahedo Santiesteban
Una sociología histórica global de la construcción del estado racionalizado
en la modernidad internacional

31-57 Jose Antonio GARCÍA SÁEZ


El giro del Derecho Internacional a las Relaciones Internacionales
en Hans J. Morgenthau: una transición mediada por la Historia

59-93 Francisco Javier PEÑAS ESTEBAN


Clío y Palas Atenea: Apuntes sobre el papel constitutivo de la Historia
en la Teoría de Relaciones Internacionales

95-120 María Eugenia CARDINALE


El narcotráfico en la historia de las relaciones internacionales contemporáneas

121-141 Gabriel Andrés ARÉVALO ROBLES


Repensar la historia diplomática: diálogos, ausencias y retos
para el entendimiento de la alteridad histórica mundial

143-171 Yetzy Urimar VILLARROEL PEÑA


Historiografía y Relaciones Internacionales en América Latina:
Entre la Rebeldía Autonomista y la Sumisión Occidentalista

• FRAGMENTOS
173-191 Jean Baptiste DUROSELLE
El estudio de las Relaciones Internacionales: Objeto, método, perspectivas

• ventana social
193-207 Entrevistas a varios autores
Explicar, valorar, comprender e influir: en torno a la “actuación”
del historiador en la Historia de las Relaciones Internacionales

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

Historia y Teoría de las Relaciones Internacionales:


Diálogo y ausencias en un debate científico

Coords.: Eduardo A. CARREÑO LARA, Pedro A. MARTÍNEZ LILLO,


Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Jesús NIETO GONZÁLEZ y Francisco J. PEÑAS ESTEBAN

ÍNDICE

• Review-Essay
209-218 Diego Sebastián CRESCENTINO y Gabriela DE LIMA GRECCO
Relaciones Internacionales e Historia Global: un diálogo posible y necesario

• Reseñas
219-222 Javier MORALES HERNÁNDEZ
TAIBO, Carlos, La Rusia contemporánea y el mundo. Entre la rusofobia
la rusofilia, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2017, pp. 206

223-226 Carlos GONZÁLEZ VILLA


SAPAG M, Pablo, Siria en perspectiva: De una crisis internacionalmente mediatizada
al histórico dilema interno, Ediciones Complutense, Madrid, 2017, pp. 259

227-228 Jorge Leonardo RIQUELME RIVERA


QUEZADA VERGARA, Abraham, Chile y Ecuador, un caso de relaciones paravecinales,
Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2016, pp. 366

229-232 Alice MARTINI


JACKSON, Richard (ed.), Routledge Handbook of Critical Terrorism Studies,
Routledge, Abingdon y Nueva York, 2016, pp. 311

233-235 Sebastián OSORIO BUNSTER


QUITRAL ROJAS, Máximo y RIQUELME RIVERA, Jorge (editores), Integración
y Democracia en América Latina, RIL Editores, Santiago de Chile, 2016, pp. 374

Política editorial • Envío de manuscritos • Indices • números publicados


237-243

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

Historia y Teoría de las


Relaciones Internacionales:
Diálogo y ausencias en un debate científico

IN MEMORIAM
Francisco Javier Peñas Esteban (1951-2018)
La presentación de este número está embargada por la tristeza y el dolor. Hace pocos días nos
dejó, sorpresivamente, en Córdoba (Argentina) nuestro amigo y compañero Francisco Javier
Peñas. Él fue el impulsor de este monográfico, el referente en la discusión en un sinnúmero
de reuniones preparatorias, el generoso maestro que nos invitó en el 2016 a analizar las
Relaciones Internacionales desde una perspectiva distinta y crítica.

Paco siempre valoró más las atinadas preguntas que las firmes conclusiones. Esta fue
su máxima durante su carrera académica y la justificación última de este trabajo que está hoy
a vuestra disposición. Era el momento de repensar esa inextricable, y a veces vilipendiada,
relación entre Historia y Teoría de las Relaciones Internacionales.

En efecto, en la bruma de un exacerbado “cientificismo”, debíamos necesariamente


analizar las vinculaciones, solapamientos, problemáticas comunes, y dependencias que
existen entre ambos campos del conocimiento. Paco iluminaba, así, la discusión con una
premisa: todo es historiable, por cuanto el pasado es, simplemente, esa línea imaginaria
que establecemos con libertad y que siempre está en movimiento. Pero a su vez “todo es
presente”, ya que es aquí y ahora cuando analizamos y estudiamos el pasado y el “hasta
ahora presente”.

Esta reflexión inicial nos situó, consecuentemente, en una discusión ética y política,

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otra de las dimensiones intelectuales de Francisco Javier Peñas. ¿Podemos ser “objetivos”?;
¿debemos limitarnos a la crónica del devenir o explicación del mundo internacional, obviando
las preguntas éticas?; ¿podemos y debemos juzgar éticamente procesos, acontecimientos y
personalidades individuales o colectivas?; ¿qué repercusiones políticas directas y, sobre todo,
mediadas o indirectas, tiene nuestro trabajo (por ejemplo, entre otras, la adjudicación de
responsabilidades, o la aportación a la creación de los relatos identitarios)?

Estas inquietudes —plasmadas en este volumen y sobre todo en el trabajo póstumo


que lleva la firma de Paco Peñas— resultan una muestra más —eso sí, formidable— de su
forma de entender y concebir una actividad científica centrada en pensar —y repensar— las
sociedades, a partir de un análisis riguroso del tiempo social. Paco daba y ofrecía mucho,
porque —en una dialéctica exigente— toda conversación con él, conferencia, artículo o libro
acababa convirtiéndose en una invitación permanente a la reflexión de naturaleza crítica,
enriquecedora y alternativa. A saber, universitaria. Ahí residía una de sus grandezas. Sin
quedarse indiferentes, había que saber escucharle. Todo un lujo intelectual.

Se marcha el hombre comprometido con su tiempo, y el riguroso académico; también


el amigo y compañero. Nos deja toda su trayectoria humana, vital, científica desde la cual
construir el recuerdo —individual— y una memoria, colectiva. Queda el compromiso, por
parte de los responsables de la Revista, de realizar el justo homenaje que merece Francisco
Javier Peñas, a su obra y también al hombre y a su compromiso social.

Eduardo Carreño Lara


Pedro A. Martínez Lillo
Jesús Nieto González

EDITORIAL

L
a Teoría de las Relaciones Internacionales, en muchas ocasiones, incluye a la Historia
como mera ilustración —el baúl de los ejemplos—, no como prueba. En efecto, se recurre
a episodios particulares en la medida que ayudan a la construcción de teorías. El “caso
histórico” no es importante en sí mismo, lo cual genera la sensación de que las evidencias
son fácilmente intercambiables. Es más, desde que los cientifistas políticos trazaron como
objetivo desarrollar amplias generalizaciones, cualquier guerra, crisis o sistemas de alianzas,
se transforma en manifestación de un fenómeno más amplio.

Del mismo modo, los investigadores en ambos campos disciplinares apelan a la historia
y la teoría, pero de manera muy diferente. Los cientifistas políticos consideran que su propósito
es identificar patrones recurrentes de comportamiento y hacer generalizaciones acerca de por
qué ciertas clases de eventos se repiten en el tiempo. Por lo tanto, en muchas ocasiones no
muestran interés en explicar por qué un evento determinado se desarrolló de tal manera. Por
el contrario, buscan utilizar teorías generales para mostrar cómo la evidencia encaja en todo.
Asimismo, muchas veces los teóricos en Relaciones Internacionales se muestran dispuestos a
explicar casos individuales para construir una gran teoría que explique los parámetros básicos
de muchos otros casos a partir de unos pocos factores causales. Ante esta situación, tienden

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a no complejizar en demasía los eventos históricos a objeto de clasificarlos fácilmente con


otros.

Por su parte, los historiadores internacionales esperan que el argumento de un caso


particular sea consistente con explicaciones de una gama más amplia de fenómenos similares.
Pero los casos son interpretaciones. Como diría Carr, los datos son mudos (literatamente,
“son peces en el mostrador de una pescadería”). Los historiadores seleccionan los datos en
función de su pertinencia o no, de su capacidad explicativa —que no está en los datos mismos
sino en su utilidad para el historiador—, los jerarquiza en función de aquella y los estructura
en un relato. Relato sin el cual la Teoría de Relaciones Internacionales no sería posible. A su
vez, los historiadores están armados explícita o implícitamente con una teoría y filosofía de
la historia que permite extraer lo pertinente de la complejidad inmensa e inabarcable del
pasado.

Se trata, en definitiva, de que la Teoría de las Relaciones Internacionales considere el


peso del pasado: ¿cómo el presente —una línea conceptual e imaginaria que divide el pasado
del futuro1—, es historia?; ¿cómo la historia crea identidades que determinan, en gran medida,
la actuación internacional de los actores? En palabras de Carr, lo importante es comprender,
no explicar; es decir, ser capaces de situarnos en el universo mental y las visiones de los
actores: “(…) no puede hacerse historia, si el historiador no llega a establecer algún contacto
con la mente de aquellos sobre los que escribe”2. Hay que tener en cuenta las mentalidades;
“(…) la coloración colectiva del psiquismo, la forma particular de pensar y sentir de un pueblo,
de cierto grupo de personas (…)”3; los imaginarios sociales, los vocabularios, etc.

Este número 37 de la Revista de Relaciones Internacionales se ajusta a su formato


habitual: artículos, un fragmento, la llamada “Ventana Social”, una review-essay y algunas
reseñas. El primer artículo, “Una sociología histórica global de la construcción del estado
racionalizado en la modernidad internacional” de Manuel Ahedo Santisteban, aborda la
construcción y el papel de lo que el autor denomina el estado racionalizado: como “una
construcción histórica, social y cultural liderada por los países europeos y occidentales en
relación a y con la realidad no occidental, siendo actualmente un acto clave en la creciente
multipolaridad de las relaciones internacionales”. El segundo artículo, “El giro del Derecho
Internacional a las Relaciones Internacionales en Hans J. Morgenthau: una transición mediada
por la Historia”, de José Antonio García Sáez nos muestra un Hans Morgenthau mucho más
complejo que el de los manuales al uso, con una trayectoria en Derecho Internacional y
Teoría Política desarrollada antes de su establecimiento en Estados Unidos, en la que se
explica cómo la historia —Primera Guerra Mundial, “Crisis los 20 años”, la República de
Weimar—, le lleva desde los planteamientos de derecho puro (Kelsen) a una concepción de las
relaciones interestatales y de la política mundial que hoy no podríamos calificar de agónica,
sino de agonística (Mouffe). Un Morgenthau más auténtico y con un pensamiento mucho
más complejo, como se muestra en Scientific man vs. Power Politics que de lo que puede

1
CARR, Edward H., ¿Qué es la historia?, Ariel, Barcelona, 2003, p. 172 (Primera Edición: 1961)
2
Ibídem
3
LE GOFF, Jacques, “Las mentalidades. Una historia ambigua”, en NORA, Pierre y LE GOFF, Jacques, Hacer historia,
Laia, Barcelona, 1974, p. 124

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deducirse de una lectura ligera de Politics among Nations. En el tercer artículo Francisco J.
Peñas —”Clío y Palas Atenea: Apuntes sobre el papel constitutivo de la Historia en la Teoría de
Relaciones Internacionales”— pretende dar una panorámica de la literatura de las relaciones
entre Historia y Teoría de las Relaciones Intencionales, para concluir con una afirmación
fuerte de la radical historicidad de las relaciones humanas.

El cuarto artículo, “El narcotráfico en la historia de las relaciones internacionales


contemporáneas” de María Eugenia Cardinale, pretende comprender la evolución del consumo
y tráfico de drogas a lo largo de la historia de las relaciones internacionales contemporáneas
(1789-1991), es decir, el contexto que posibilitó su surgimiento y expansión, identificando
actores, canales utilizados y principales beneficiaros. Se consideran tres subperíodos dentro
del largo plazo: el primero desde el Siglo XVIII a la Tercera Guerra del Opio (1860); el segundo
desde mediados del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial, y tercero desde la postguerra
(1945) hasta el fin de la Guerra Fría (1991). El análisis se basa en las concepciones de Robert
Cox y considera las estructuras internacionales, como históricas, donde interaccionaban
instituciones, ideas, y capacidades materiales en los diferentes niveles del mudo social.

Nuestro quinto artículo es “Repensar la historia diplomática: Diálogos, ausencias y


retos para el entendimiento de la alteridad histórica mundial” de Gabriel Andrés Arévalo. Y el
último artículo de este número firmado por Yetzy U. Villarroel lleva por título “Historiografía
y Relaciones Internacionales en América Latina: Entre la Rebeldía Autonomista y la Sumisión
Occidentalista”.

Para la sección de Fragmento, en esta ocasión hemos escogido un artículo de


Jean-Baptiste Duroselle —”El estudio de las Relaciones Internacionales: Objeto, método,
perspectivas”—, publicado en 1952, para dar cuenta y noticia de las labores de los historiadores
franceses de las relaciones internacionales que, como explica F. J. Peñas en su artículo, suelen
estar ausentes del canon (muy anglosajón) de las Relaciones Internacionales. Este artículo
ha sido traducido con el permiso de la editorial Revue française de science politique, Presses
de Sciences Po (http://www.cairn.info/revue-francaise-de-science-politique.htm). Publicado
originalmente como “L’étude des relations internationales: objet, méthode, perspectives” en
Revue française de science politique, 2º año, n°4, 1952.

Lo que en la tradición de esta Revista se ha llamado «Ventana Social», en este numéro


se compone de tres preguntas, hechas a numerosos colegas, sobre algunos dilemas éticos
al escrbir historia y al ejercer como historiadores. Nueve historiadores, sociologos históricos
e internacionalistas han contribuido con sus respuestas a esta cuestión fundamental. Las
preguntas son: describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito
hacer una valoración moral de éstos?; ¿qué responsabilidad tenemos como historiadores
en las repercusiones políticas, sociales, etc. de lo que narramos?; y ¿debemos medir y,
eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan nuestras convicciones, y
fortalecen a los “adversarios”?

Cerramos el número con una review-essay titulada “Relaciones Internacionales e


Historia Global: un diálogo posible y necesario”, a cargo de Gabriela de Lima Grecco y Diego
Crescentino. En ella, reflexionan en torno a la obra de Barry Buzan y George Lawson The

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Global Transformation: History, Modernity and the Making of International Relations y la obra
de Sebastian Conrad Historia Global: Una nueva visión para el mundo actual, sobre fronteras
epistemológicas y los límites espacio-temporales de ambas disciplinas —Historia y Relaciones
Internacionales—, así como sobre su interconexión.

Por último, en el número encontraremos reseñados varios libros: La Rusia


Contemporánea y el mundo. Entre la rusofobia y la rusofilia de Carlos Taibo a cargo de Javier
Morales Hernández. Siria en Perspectiva: De una crisis internacionalmente mediatizada al
histórico dilema interno de Pablo Sapag a cargo de Carlos González Villa. Chile y Ecuador, un
caso de relaciones paravecinales de Abraham Quezada Vergara a cargo de Jorge Riquelme
Rivera. Routledge Handbook of Critical Terrorism Studies de Richard Jackson a cargo de Alice
Martini. E Integración y Democracia en América Latina editada por Máximo Quitral Rojas y
Jorge Riquelme Rivera a cargo de Sebastián Osorio Bunster.


Esperamos con estos textos contribuir con aportes teóricos de Relaciones
Internacionales, de historiadores, y de teóricos sociales a que, en la Teoría de las Relaciones
Internacionales, la Historia sea un eje fundamental y, en esta reivindicación, alejar a la Teoría
de las Relaciones Internacionales del desierto del cientifismo.

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Una sociología histórica global


de la construcción del estado racionalizado
en la modernidad internacional
Ángel Manuel Ahedo Santiesteban*

Resumen *Ángel Manuel


AHEDO
El estado es una institución clave en la modernidad internacional. Desde sus orígenes al SANTIESTEBAN,
estado se le ha supuesto y reconocido una capacidad racional y funcional. Este estatus Profesor a tiempo
racional del estado ha sido incorporado a la realidad naturalizada en la modernidad parcial del Departa-
internacional contemporánea y se ha constituido como estado racionalizado. El análisis de mento de Sociología
la construcción social del estado racionalizado se centra en la relación entre ideologías e y Ciencia Política
ideas y las dinámicas de las estructuras sociales. El análisis se organiza en un doble eje. en la Facultad de
Primero, el eje interior y exterior de los estados en la historia occidental: se distingue entre Ciencias Sociales de
la dimensión interior respecto al orden social interno y la dimensión exterior en la relación la Universidad de
con otros estados y sociedades. Segundo, el eje occidente y no-occidente: el enfoque global Copenhague (Dina-
aspira a superar el etnocentrismo occidental, y reconoce que el mundo no-occidental ha marca)-
sido es una referencia clave para la construcción del estado racionalizado. Se concluye que:
primero, el estado racionalizado ha sido una construcción histórica, social y cultural liderada
Recibido:
por los países europeos y occidentales en relación a y con la realidad no-occidental; y en 17-10-2017
segundo lugar, que el estado racionalizado es un factor clave en la creciente multipolaridad Aceptado:
en las relaciones internacionales. 10-12-2017

Palabras clave DOI:


Estado-nación; teorías sociales; teorías políticas; ideas; sistema internacional. http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
nesinternaciona-
les2018.37.001

Title
A global historical sociology of the construction of the rationalized state in international
modernity

Abstract
The state is a key institution in international modernity. Since its origins it has been ascribed
a rational and functional capacity. This rational status of the state has been incorporated
into the naturalized reality of contemporary international modernity, being constituted as
a rationalized state. The social construction of the rationalized state is analysed through
the relations between ideologies and ideas and social structure dynamics. The analysis is
organised in two axes. First, the western interior/exterior distinction within western history of
states: the interior dimension with respect to the internal social order and exterior dimension
in the relations with other states and societies. Second, the western/non-western axis: a
global analysis aims to overcome western ethnocentrism, and recognizes non-western world
as a key reference for the western construction of the rationalized state. It is concluded
that: first, the rationalized state has been a social and cultural historical construction led
by western and European countries in relations with non-western realities; and second,
the rationalized state has become a key factor in the growing multipolarity in international
relations.

Keywords
Nation-state; social theories; political theories; ideas; international system.

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I
ntroducción
Un estado se suele definir como una institución o conjunto de instituciones con tres
características principales: soberanía territorial (un poder para controlar las fronteras de
ese espacio geográfico y sus relaciones exteriores con otros territorios); autoridad (tiene un
poder para regular y hacer normas vinculantes para las personas que viven en su jurisdicción);
y racionalidad (se le reconoce una capacidad de racionalidad formal, abstracta e instrumental
en su toma de decisiones). La autoridad y la soberanía derivan a su vez de la legitimidad y
del poder.

La modernidad internacional es el sistema de relaciones entre los estados-nación


establecidos. Históricamente se ha pasado de que existieran entre veinte y treinta estados
a finales del siglo XVIII a los aproximadamente doscientos estados-nación que hay en la
actualidad. En esa evolución a los estados se les ha ido reconociendo una mayor capacidad y
legitimidad para tener objetivos, identidad y racionalidad para defender los intereses llamados
nacionales. La llamada razón de estado y los intereses nacionales son así dos columnas de
la acción exterior del estado-nación moderno actual. En este sentido se puede decir que
el estado tiene un tipo de racionalidad que es aceptada convencionalmente como tal. Sin
embargo, el hecho de que le sea reconocida esa capacidad de racionalidad no significa que
lo posea. Para enfatizar ese estatus racional del estado se propone el término de estado
racionalizado.

Un estado racionalizado, que no racional, se refiere a la concepción hegemónica y


objetivada del estado-nación con soberanía, identidad, propósito, capacidad de agencia y
legitimidad para defender externamente sus intereses internos. La racionalidad del estado
deriva de la relación entre su lógica organizativa e institucional, la llamada razón de estado
y su efectividad y funcionalidad. Asimismo, el estado-nación moderno adquiere el supuesto
de racionalidad para identificar el interés nacional o común. Pero ¿cómo se ha construido
ese estatus racional del estado moderno y contemporáneo? Se propone observar cómo esta
institución ha sido construida históricamente a través de un proceso de difusión, estabilización,
cosificación y naturalización.

En la primera sección se presentan los fundamentos teóricos para analizar la


construcción del estado racionalizado. Combinando la sociología histórica, la teoría social
constructivista general y macro, y algunas recientes teorías de las relaciones internacionales
(teorías constructivistas, de la sociedad internacional o interestatal, globales-poscoloniales y
la historiografía de las relaciones internacionales) se propone un análisis histórico para llevar
a cabo una reconceptualización de la institución del estado y de la modernidad internacional
contemporánea, la cual es entendida como un sistema de relaciones asimétricas y jerárquicas
entre estados racionalizados. En la segunda sección se analiza la construcción histórica en seis
periodos desde el siglo XV hasta la actualidad. En las conclusiones se resume el argumento y
se enfatiza su relevancia actual.

1. La construcción histórica y global del estado racionalizado


En esta sección se presentan los fundamentos conceptuales y analíticos para llevar a cabo
el análisis de la construcción social del estado racionalizado en la modernidad internacional.

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1.1. Fundamentos teóricos: construcción social, histórica y global
El análisis se fundamenta en tres pilares teóricos: una perspectiva de constructivismo social
o sociológico, un análisis histórico evolutivo y contextualizado, y un enfoque global superador
del occidente-centrismo en el análisis sobre los estados y las relaciones internacionales.

Primero, desde una perspectiva constructivista la realidad humana y social es definida


como una construcción social dentro de unos límites ontológicos, en los que se podían
haber construido otras realidades. En otras palabras, el hecho de que los aproximadamente
de los 6000 a 26 000 grupos étnicos y los aproximadamente 6500 idiomas —unos 2000
tienen menos de 1000 hablantes— que existen en la actualidad hayan quedado organizados
políticamente en los actuales doscientos estados-nación es el resultado de una construcción
histórica del estado y la nación, y de su integración en estado-nación, estado nacional o
nación-estado en los dos últimos siglos. Para bien o para mal, la realidad humana local y
global es el resultado de una construcción social en procesos cortos y largos, en contextos
cambiantes de conflictos de diferentes tamaños entre diversos grupos y sociedades, tanto en
microprocesos y prácticas como en creación y desarrollos de instituciones colectivas, donde
rutinas, relaciones, intereses, ideas, poder, etc. se relacionan y constituyen mutuamente. Y
así como la realidad ha sido construida por seres humanos en diversos contextos y condiciones
recibidos históricamente, también se abre la posibilidad, optimista y escéptica, de que otra
realidad humana, quizá mejor que la existente, pueda ser también construida.

La perspectiva de constructivismo social en este análisis está inspirada en el axioma


básico de la teoría sociológica: la importancia de la estructura social y las prácticas sociales en los
procesos culturales de construcción de la realidad humana1. Frente a un fuerte constructivismo
idealista, como parece proponer Christian Reus-Smit2, la sociología reafirma que la realidad
humana es construida por las relaciones, interacciones y dinámicas multidimensionales de los
diferentes grupos sociales dentro del contexto o marcos estructurales. Sin interacción y sin
relaciones entre personas no hay sociedad, ni estructura social. La estructura social de las
sociedades o comunidades suelen presentar diferentes grados de asimetrías y desigualdades,
en base a cuestiones materiales (propiedades o riqueza), ideológicas (dogmatismo, herejías,
etc.), políticas (toma de decisiones vinculantes) o culturales (por género, edad, etc.). El papel
de la cultura o de las ideas es clave como legitimador y naturalizador de la realidad de la
estructura social. Pero no todas las ideas o creencias tienen el mismo estatus y efectos. Las
ideas más efectivas son las que están investidas de aceptación social, legitimidad y autoridad.
Esas ideas percibidas como fuentes de autoridad se convierten en creencias naturalizadas
a modo de instituciones que se toman por dadas y no se suelen cuestionar. Las ideas y
creencias más relevantes, y a la vez las más complejas y conflictivas, son las que se refieren
a las cuestiones de poder y de autoridad.

En la teoría de las Relaciones Internacionales, dentro de la fuerte tradición de realismo

BARNES, Barry, The elements of social theory, University College London Press, Londres, 1995; COLLINS,
1

Randall, Four sociological traditions, Oxford University Press, Oxford, 1994.


REUS-SMIT, Christian, “The idea of history and history with ideas” en HOBDEN, Stephen y HOBSON, John M.
2

(eds.),  Historical sociology of international relations, Cambridge University Press, Cambridge, 2002, pp. 120-
140; REUS-SMIT, Christian, “Reading history through constructivist eyes” en Millennium: Journal of International
Studies, vol. 37, nº 2, 2008, pp. 395-414.

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político y económico en la disciplina, el constructivismo ha ido adquiriendo una mayor posición


y reconocimiento3. Son muchas las variantes constructivistas con mayor o menor peso de los
factores culturales y lingüísticos. Sin embargo, todas vienen a coincidir en que las relaciones
entre estados tienen lugar a través de una serie de prácticas, normas sociales y unos marcos
cognitivos que han sido propuestos, seleccionados, desarrolladas, difundidos, estabilizados y
naturalizados.

Segundo, desde una visión constructivista la historia no es conceptualizada de manera


teleológica, lineal o predeterminada por algún factor o destino, sino como el resultado de
las relaciones de conflicto y cooperación entre diferentes fuerzas sociales, principalmente
grupos y redes de relación. Es por lo tanto una historia social en su sentido amplio. Los
grupos, redes, coaliciones y alianzas se crean y movilizan en la defensa de intereses e
ideales, frente a los intereses e ideales de las clases y grupos establecidos y dominantes.
Por lo tanto, es asimismo una historia política y cultural. Políticamente, la estrategia de
los grupos emergentes se suele orientar hacia el poder político o regulador, bien sea rey-
monarquía, emperador-imperio, señor feudal, cacique, líder, sistema administrativo-estatal,
etc. Culturalmente, las movilizaciones o estrategias de esos grupos o coaliciones en conflicto
suelen conllevar un componente ideológico, unas ideas diferentes, pero dentro del marco
general de ideas de la comunidad política, que sirven para proyectar la dimensión normativa
y moral de su movilización. Tal y como exponen John Goldstone4 y Robert Wuthnow5 en su
análisis del papel de las ideologías en las revoluciones modernas, las ideas o ideologías son
influyentes y generadores del cambio político en la medida en que son utilizadas por grupos
sociales emergentes o elites emergentes, cuentan con una legitimación mínima del estado, y
encajan mínimamente en el marco general de expectativas de la sociedad. Para Wuthnow, el
sistema organizativo e institucional de la producción cultural de ideas es de vital importancia.
El efecto macro de ideas, movilizadas por grupos y coaliciones, depende de procesos micro,
especialmente de rituales y prácticas sociales. Y a su vez, el poder-micro en las prácticas y
rituales sociales tiende a depender de la concepción y organización del poder-macro en torno
a la institución política o estado6. Analizar la relación entre el sistema de producción cultural,
las ideas generadas, y los grupos sociales que las utilizan sería una ambiciosa tarea. Por lo
tanto, y dada la necesaria parsimonia analítica, en este artículo se prioriza la identificación
de las ideas principales y dominantes respecto el estado a lo largo de los últimos siglos. La
historiografía de las relaciones internacionales ha avanzado en su contribución a entender el
proceso de construcción y naturalización del estado moderno y contemporáneo, y a promover
un análisis comprensivo del estado como institución de la modernidad7.

ADLER, Emanuel, “Constructivism in international relations: sources, contributions, and debates” en CARLSNAES,
3

Walter, RISSE, Thomas y SIMMONS, Beth A. (eds.), Handbook of international relations, Sage, Londres, 2013, pp.
112-144.
GOLDSTONE, John. A., “Ideology, cultural frameworks, and the process of revolution” en Theory and Society, vol.
4

20, nº 4, 1991, pp. 405-453.


WUTHNOW, Robert, Communities of Discourse. Ideology and Social Structure in the Reformation, the Enlightment,
5

and European Socialism, Cambridge University Press, Cambridge, 1989.


COLLINS, Randall, “On the microfoundations of macrosociology” en American Journal of Sociology, vol. 86, nº 5,
6

1981, pp. 984-1014; COLLINS, Randall, Macrohistory: Essays in sociology of the long run, Stanford University
Press, Palo Alto 1999.
GONZALEZ AIMÉ, Elsa y PEÑAS ESTEBAN, Francisco Javier, “Sociologías Históricas: caminos separados y propuestas
7

de reencuentro” en Relaciones Internacionales, nº 5, 2007, pp. 1-29; PASTOR, Jaime, “Sociología Histórica
y Relaciones Internacionales. Apuntes para un balance” en Relaciones Internacionales, nº 5, 2007, pp. 1-26;

14
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Tercero, la construcción del estado racionalizado ha tenido un carácter global. En los dos
últimos siglos, las ciencias humanas y sociales se han desarrollado con una mayor intensidad
en Europa y Norteamérica por diferentes motivos materiales, económicos, organizativos e
institucionales. Cada vez hay más renovados estudios de sociología histórica global, o por
lo menos no etnocéntricos u occidentecéntricos8, pero el sesgo etnocéntrico sigue estando
presente. En el pensamiento dominante occidente-céntrico ha habido dos grandes sesgos.
Primero, una tendencia a centrar el análisis en la realidad histórica y presente de los países
occidentales, y negar o silenciar las influencias directas o indirectas de las civilizaciones
o regiones orientales o no-occidentales en la civilización occidental cristiana9. Según John
Hobson10, la teoría internacional dominante desde 1760 ha sido claramente occidental o
eurocéntrica. Hobson se centra principalmente en la teoría producida en la Europa occidental
británica, francesa y germana, y en el siglo XX en Estados Unidos de América (EEUU).
Una de sus bases ha sido la sobrevaloración o estimación de lo propio y la infravaloración
de aquello extraño o no-occidental, generando una supremacía institucional y un racismo
científico. Segundo, un sesgo a enfatizar las dinámicas internas o endógenas en Europa y
occidente como factores explicativos del contemporáneo poder y hegemonía occidental en el
mundo. Como argumenta Gurminder Bhambra11, es necesario analizar la historia de manera
interconectada entre occidente y oriente, entre las regiones (ex)metrópolis o centrales y las
regiones (ex)colonias y periféricas, para ver las influencias mutuas y obtener una adecuada,
veraz y auténticamente global interpretación de la historia del mundo. Una sociología histórica
global debe por lo tanto tener en cuenta la asimetría geográfica y geopolítica jerarquizada,
y debe intentar todo tipo de sesgos occidentecéntricos, o metrocéntricos, tanto manifiesto
como subliminales, como propone Julian Go12.

Hay dos periodos históricos especialmente relevantes a ser revisados en la superación


del occidentecentrismo historiográfico: el primero entre los siglos XV-XVIII, los países de la
Europa occidental experimentaron un fuerte dinamismo en múltiples niveles y dimensiones,
el llamado auge o excepcionalidad europea, lo que dio a los países europeos la posibilidad de
desarrollar una capacidad externa y expansiva; y el segundo durante el siglo XIX, en Europa
los llamados estado-nación racionalizados se convierten en imperios modernos racionalizados,
con especial orientación hacia el mundo afroasiático. En base a estos dos periodos los países
eurooccidentales fundamentaron su liderazgo y hegemonía mundial desde mediados del
siglo XIX, en concreto la pax británica hasta la Segunda Guerra Mundial y la pax americana
en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, una perspectiva global permite revisar la
interpretación dominante de esta asimetría y jerarquía, y provincializar la excepcionalidad
eurooccidental13.

PEREIRA, Juan Carlos y NEILA, José Luis, “Del Estado a la sociedad en la historia de las relaciones internacionales”
en PEREIRA, Juan Carlos (ed.), Historia de las relaciones internacionales contemporáneas, Ariel, Madrid, pp. 3-35.
ADAMS, Julia, CLEMENS, Elisabeth y ORLOFF, Ann Shola (eds.), Remaking modernity. Politics, History and Sociology,
8

Duke University Press Books, Durham, 2005.


HOBSON, John M., The Eastern origins of Western civilisation, Cambridge University Press, Cambridge, 2004.
9

10

HOBSON, John M., The Eurocentric conception of world politics: Western international theory, 1760-2010,
Cambridge University Press, Cambridge, 2012.
11
BHAMBRA, Gurminder K., “Historical sociology, international relations and connected histories” en Cambridge
Review of International Affairs, vol. 23, nº 1, 2010, pp. 127-143.
12
GO, Julian, “For a postcolonial sociology” en Theory and Society, vol. 42, nº 1, 2013, pp. 25-55.
13
HOBSON, John M., “Provincializing Westphalia: the Eastern origins of sovereignty” en International Politics, vol. 46,

15
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En suma, desde un constructivismo social se aspira a un equilibrio analítico entre


las ideas sobre lo político y el estado, y las dinámicas de las estructuras sociales. Desde
una perspectiva global y relacional se pretende superar el latente y subliminal euro/
occidentecentrismo analítico. Desde estas dos bases se procede a reconceptualizar la
construcción del estado-nación moderno racionalizado, con atención a dos ejes de análisis,
ya indicados anteriormente: las dinámicas en Europa y occidente (diferenciando la dimensión
interna y externa en los países), y las relaciones entre occidente y no-occidente (ya que la
realidad no-occidental ha sido un marco referencia explícito o implícito para la construcción
occidental del estado-nación racionalizado).

1.2. El estado racionalizado en la modernidad internacional


El estado es una de las instituciones clave de la historia del mundo. Ha sido una institución
fundamental en los diferentes sistemas internacionales en la historia14. Ha sido también el
núcleo central de la teoría política15, vinculado a las cuestiones de soberanía y territorio16.
La soberanía es el fundamento del poder político para ser aplicado de forma vinculante a la
población de un territorio. Para Reus-Smit17 la soberanía es algo connatural a todo estado, e
identifica en la historia varios tipos de soberanía y justificaciones ideológicas: democrática,
patronal, dinástica y liberal, esta última entre 1815 y 1945. Después de 1945 la racionalización
puede ser la justificación ideológica dominante, dentro del paradigma de la modernización.

Con el tiempo la soberanía se ha ido vinculando a las cuestiones de racionalidad,


autoridad y legitimidad. Estos tres conceptos fueron combinados por Weber en sus tres tipos
ideales de autoridad o dominación legítima, según las formas de justificación18: el primer tipo
de autoridad es la “legal-racional”, que se subdivide en dos subtipos, uno de racionalidad
instrumental (de formalismo legal, organización burocrática, impersonal y monocrática), y
otro de racionalidad substantiva (basada en valores, organización profesional, promulgación
de derecho natural, servicio público y colegial/democrática); en segundo lugar la autoridad
“tradicional”, entendida desde una racionalidad patriarcal o patrimonial (es una autoridad
personal, prescriptiva y colegial); y el tercer tipo es el “carisma” (autoridad sin racionalidad,
de organización voluntaria, que integra lo substantivo con los principios legales, y puede
ser una autoridad mixta monocrática/democrática). En los dos últimos siglos el estado ha
ido organizándose en base a una autoridad crecientemente legal y racional, pero de forma
desequilibrada favoreciendo la racionalidad instrumental y calculadora en detrimento de la
racionalidad substantiva o de valores. Ha desarrollado asimismo un sistema de jerarquías

nº 6, 2009, pp. 671-690.


BUZAN, Barry y LITTLE, Richard, International systems in world history: remaking the study of international
14

relations, Oxford University Press, Oxford, 2010.


SABINE, George, Historia de la teoría política, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1945, [1ª edición en inglés
15

de 1937].
RUGGIE, John G., “Territoriality and beyond: problematizing modernity in international relations” en International
16

Organization, vol. 47, nº 1, 1993, pp. 139-174; BIERSTEKER, Thomas. J. y WEBER, Cynthia (eds.), State sovereignty
as social construct, Cambridge University Press, Cambridge, 1996; BIERSTEKER, Thomas. J., “State, Sovereignty
and territory”, en CARLSNAES, Walter, RISSE, Thomas y SIMMONS, Beth A. (eds.), Handbook of international
relations, Sage, Londres, 2013, 157-176.
REUS‐SMIT, Christian, The Moral Purpose of the State: Culture, Social Identity, and Institutional Rationality in
17

International Relations, Princeton University Press, Nueva Jersey, 1999.


WEBER, Max, Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Fondo de Cultura Económica, México D.F.,
18

1944.

16
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administrativas, en base a un modelo organizativo de orden-control y reglas impersonales.
Lo mismo ha sucedido con la modernidad que desde la ilustración hasta las teorías sociales
dominantes ha dado prioridad a la racionalidad instrumental, calculadora y cognitiva de procesos
de información y conocimiento. La cuestión radica en si esta racionalidad instrumental, legal,
calculadora, formal, burocrática-impersonal y cognitiva se puede considerar realmente como
racional, más si cabe en las sociedades con creciente aspiración democrática. Esto es una
de las razones para proponer el término de estado racionalizado. La teoría de la racionalidad
humana de individuos de naturaleza social debe fundamentarse en un conocimiento empírico
de los procesos cognitivos, sin caer en asunciones teóricas ni ontológicas, y desde esa base
empírica puede proponer de forma responsable ideales más o menos deseables de racionalidad
humana. Tal y como argumenta Barry Barnes19, desde la teoría social y la sociología del
conocimiento, el proyecto y aspiración de la razón ilustrada occidental debe de tomar una
base más empírica sin sesgos ni prejuicios como punto de partida para una racionalidad
claramente humana y universal.

La inclusión del estado en la modernidad ha tenido lugar en dos periodos o estadios:


primero, como estado hobbesiano-westfaliano con un decreciente carácter absolutista, y
luego, como estado-nación interventor en los conflictos de la sociedad capitalista.

En el primer estadio, el estado de carácter hobbesiano-westfaliano tuvo sus


primeros antecedentes en los estados absolutistas de las regiones orientales o asiáticas, y
principalmente en diversas formas de imperios agrarios y comerciales con mayor o menor
grado de absolutismo y despotismo. En la región europea, y más aún en la parte occidental, a
lo largo de la edad moderna y contemporánea, un número creciente pero limitado de estados
fue emergiendo, formándose y adquiriendo una mayor relevancia y naturalización. Norbert
Elias20, aplicando su perspectiva integrada macro-micro (procesos interrelacionados de
sociogénesis y psicogénesis), observó que la formación de los estados modernos coincidió con
cambios culturales en la conceptualización de la identidad individual, en la dirección de una
mayor racionalización. Estos cambios promovieron un mayor control de la identidad individual,
como una precondición de la racionalidad individual. El mismo patrón fue aplicado al estado,
en la medida en que organizativamente se fue dotando de mecanismos de deliberación y
decisión, especialmente para sus decisiones en política exterior. El despotismo ilustrado, los
consejos asesores y las primeras diplomacias desarrollaron esa capacidad de racionalidad
formal de los estados. Elias, como recuerda Paul Kapteyn21, enfatizó el carácter centrípeto
de todo estado, como resultado de su proceso de expansión y de asimilación de territorios y
de grupos humanos, así como el estatus racional como base para la creciente cooperación y
pacificación interestatal. Para Elias, el estado moderno nació con una naturaleza centralista
y homogeneizadora, como condición sistémica para poder mantener el ejercicio del poder
político vinculante a la población de su jurisdicción. Las tesis y los análisis de Elias fueron
consideradas por Pierre Bourdieu como una referencia de primer orden para su proyecto de

BARNES, Barry, The elements of… op. cit., p. 118-127.


19

ELIAS, Norbert,  El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Fondo de Cultura


20

Económica, México D.F., 2015, [1ª edición en alemán de 1939].


KAPTEYN, Paul, “Armed peace: on the pacifying condition for the ‘cooperative of states’” en LOYAL, Stevern y
21

QUILLEY, Stephen (eds.), The Sociology of Norbert Elias, Cambridge University Press, Cambridge, 2004, pp. 75-
192.

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sociología histórica y comparada del estado22.

En el segundo estadio surgió el estado-nación que se puede considerar un fenómeno


particularmente europeo. Durante el siglo XIX el estado pasó a convertirse en estado-nación.
A medida que los estados iban estabilizando su centralismo, fueron homogeneizando la
población, surgiendo la nación cultural en base a criterios de lengua, etnia, tradiciones, etc.
Surgió así el estado-nación en un proceso que tuvo diferentes velocidades, pero para finales
del siglo XIX con las unificaciones alemana e italiana se puede considerar ya finalizado. El
estado-nación surge a la vez de la gestión de diversas movilizaciones de grupos y coaliciones:
estrategias románticas y conservadoras, revoluciones burguesas y liberales, y movilizaciones
populares y socialistas. El paso a estado-nación durante el largo siglo XIX responde a la
nueva función del estado para gestionar un orden social con conflictos crecientes derivados
del desarrollo del sistema capitalista. Ese fue el momento en que la ciencia social surgió para
reivindicar la importancia del orden social, cuya gestión y mantenimiento correspondería al
estado.

Finalmente, cabe enfatizar que el estado racionalizado en el contexto eurooccidental


se ha construido en torno a dos dimensiones, siguiendo el símil de la cabeza de doble cara
del dios Janus: la interior o doméstica, y la exterior o internacional. La dimensión interior
se refiere al orden interno en el territorio sobre el que el poder político ejerce la soberanía,
y mantiene un mínimo funcional de cohesión interna. La dimensión exterior es la relación
con los otros estados, tanto cercanos como lejanos, concebidos como potenciales amenazas
contra el interés nacional y generadores de anarquía, y también como posibles colaboradores
y aliados. Esta dimensión exterior tiene a su vez una dimensión geográfica y geopolítica, que
implica una clara realidad jerárquica y asimétrica en las relaciones entre estados, la cual ha
tendido a ser silenciada en las teorías dominantes.

2. La construcción histórica del estado racionalizado


Thomas Biersteker, desde una postura claramente constructivista de la triada conceptual
de estado-territorio-soberanía, propone un análisis histórico de los orígenes, significados y
transformaciones de los tres elementos de la triada, tanto por separado como de forma conjunta,
y ofrece su propuesta de la evolución histórica de formas de estado, soberanía y territorialidad
en la historia occidental. Sitúa los orígenes del estado en el estado absolutista europeo, que a
lo largo de los siglos XVIII y XIX fue desarrollándose hacia el estado moderno. En el siglo XX
Biersteker identifica tres formas: la primera a principios del siglo XX, con un estado imperial
de soberanía territorial; la segunda a mediados del siglo XX, caracterizada por la preminencia
del estado-nación social, centrado en la seguridad y el desarrollo, con soberanía estatista;
y una tercera forma a comienzos del siglo XXI, el llamado estado condicionado (neoliberal,
fallido o posmoderno) con una soberanía altamente contingente. También diferencia en las
últimas décadas el estado para los países avanzados y posindustriales (estados condicionados,
neoliberales y de capitalismo autoritario, con una soberanía legitimadora de la intervención
exterior para asegurar la paz) y los países en desarrollo (estados neoliberales, autoritarios y
fallidos, con una soberanía de poca intervención en problemas domésticos).

BOURDIEU, Pierre,  Sobre el Estado: Cursos en el Collége de France (1989-1992), Anagrama, Barcelona, 2014;
22

DÉLOYE, Yves, “La sociologie historique de l’Etat de Pierre Bourdieu au prisme de la sociologie historique comparée:
de quelques paradoxes et décalages” en Swiss Political Science Review, vol. 20, nº 1, 2014, pp. 14-18.

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Tabla 1. Síntesis de la construcción histórica del estado racionalizado

Periodo Historia global conocida Tipo principal de estado Ideas dominantes


Estados orientales
Hasta el Estado imperial Irrelevancia,
y globalización
siglo XV y absolutista poca atención
afroasiática
Ilustración y
Del siglo Auge europeo Estado absolutista-
despotismo ilustrado
XVI al XVIII Excepcionalidad europea contractual territorial
Primeros eurocentrismos
Modernidad europea (con
Liberalismo (individuo racional y
El largo revoluciones, capitalismo, Estado-nación
moral) y emergencia de lo social
siglo XIX e imperialismo) y sistema imperial
Eurocentrismo manifiesto
internacional occidental
Crisis de la modernidad
Desde 1914 Estado-nación Violencia física del estado
europea y ruptura del
hasta 1945 soberano Eurocentrismo racista
orden internacional
Modernidad occidental
Teorías racional-realistas
Desde 1945 (ONU, orden mundial de Estado-nación
Modernidad internacional
hasta 1980 estados-nación soberanos) racionalizado
Violencia simbólica del estado
Sistema internacional global
Estado-nación
Desde 1980 Globalización cultural Teoría social neoliberal
racionalizado de
hasta hoy y económica Multipolaridad internacional
modelo neoliberal

Fuente: elaboración propia

Para organizar el análisis histórico la secuenciación de Biersteker se extiende hacia


atrás en el tiempo para vincularla a la más larga historia social vinculada a la subhistoria
conceptual y político-cultural. En la tabla anterior (tabla 1) se presentan las seis etapas de la
evolución hasta la época actual de la historia global conocida, del tipo principal de estado y de
las ideas dominantes que en el contexto occidental han justificado y legitimado los diferentes
tipos de estado. A continuación se detallan cada fase o periodo, sintetizándose en cada
apartado los rasgos más relevantes de cada tipo principal de estado y de las ideas dominantes
que los han justificado y legitimado. El análisis tiene un cierto mayor peso en las últimas dos
centurias, siglos XIX y XX, dada su mayor importancia y relevancia para la realidad actual.

2.1. Hasta el siglo XV: estado imperial y absolutista


Hasta el siglo XV la institución estatal adoptó formas imperiales y absolutistas, en torno a
figuras líderes centralizadas, como el emperador o el rey, con un mayor o menor grado de
asesoramiento y consejo para la administración. El control del poder soberano del líder por
parte de los súbditos era marginal o en muchos casos inexistente. En cualquier caso, y según
Perry Anderson23, el estado absolutista con mayor o menor carácter imperial fue el modelo
típico de estado tanto en oriente como en occidente. El absolutismo despótico europeo se
fundamentó en las teorías políticas de inspiración cristiana e imperialista que combinaban
poder divino universal y poder real en base al principio de la centralidad del poder en una
figura o líder.

2.2. Siglos XVI-XVIII: estado absolutista-contractual territorial


Según la historiografía europea, desde el siglo XV en Europa se dieron protestas y movilizaciones
de grupos de nobles o propietarios de tierras contra el poder de los reyes, los cuales tuvieron

ANDERSON, Perry,  Lineages of the Absolutist State, Verso Books, Londres, 1974.
23

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que construir una red de alianzas con ciudades, iglesia, etc., para obtener la legitimidad y
apoyos suficientes para gobernar de forma absoluta. Estas movilizaciones crearon inestabilidad
doméstica, a la vez que los estados absolutistas mantenían sus tradiciones bélicas entre ellos.
En este contexto de anarquía interna y externa surgen nuevas propuestas de estado. Tras
las ideas de absolutismo moderno de Maquiavelo, las relativas al orden interno de Bodin, y
el renovado iusnaturalismo racional de Grocio, la propuesta de Hobbes fue la que tuvo más
repercusión. La publicación en 1651 de El Leviatán por Hobbes se puede considerar el inicio
del estado westfaliano territorial y soberano, bajo la forma de despotismo ilustrado. Según
Hobbes, tras los negativos efectos de primer estadio de naturaleza en el que los instintos
egoístas y de supervivencia de las personas traen caos y desorden, en el segundo estadio
de naturaleza humana el contrato entre los súbditos y el rey es para que el rey gobierne
por el bien común, desde un apriorístico carisma y capacidad racional, con la ayuda de
consejeros y asesores. Por otra parte, el proceso de mayor control territorial del estado
fue simbolizado e impulsado por el tratado de Westfalia (1648), que reforzaba el principio
de soberanía territorial. Para finales del siglo XVII el estado absolutista europeo adquirió
dos nuevas funciones: internamente, la función de mantener el orden social, en forma de
contrato entre rey y súbditos, y externamente, la función del control de sus límites y fronteras
acordadas en los acuerdos de paz entre estados. Durante el siglo XVIII el despotismo ilustrado
intentó aplicar estas dos nuevas funciones. En la parte interior, el estado absolutista ilustrado
fue un oxímoron, impotente ante los problemas estructurales, las desigualdades sociales y
económicas, y las demandas de los grupos burgueses emergentes. En la parte exterior, se
hizo evidente la dificultad de ejercer la soberanía territorial en un espacio geográfico con
históricas fronteras naturales superpuestas a las fronteras políticas. Llegamos así a finales del
siglo XVIII, cuando las nuevas ideas ciudadanas del racionalismo francés y del gobierno civil
de la filosofía política británica servirán a los proyectos políticos liberales de las emergentes
clases burguesas.

2.3. Siglo XIX: estado-nación imperial


A finales del siglo XVIII y durante la primera parte del siglo XIX tuvo lugar el surgimiento
del pensamiento social o las ciencias sociales24. Hasta esa fecha el adjetivo social o sociedad
se refería al mundo de clubs o círculos en los que una persona disfrutaba de la compañía y
sociabilidad de otros. Lo social, referido al colectivo de personas o ciudadanos que conviven
dentro de las mismas fronteras políticas, empieza entonces a tomar carácter conceptual.
Según Patricia Owens25, esa toma de conciencia de lo social por parte de las elites intelectuales
y políticas se debió al carácter conflictivo de las relaciones entre grupos en el emergente
capitalismo, y fue esta naturaleza conflictiva de la sociedad la que estimuló la llamada al estado
para intervenir y gestionar el orden o casa doméstica, siguiendo el símil de la familia, el hogar
u oikos. Si bien es cierto que muchos de los nuevos intelectuales de esta época a la vez que
hicieron explícita la realidad de lo social, apelaron al estado a gestionar socioeconómicamente
las demandas y protestas de los grupos marginados y excluidos. La primera política social
en Europa fue llevada a cabo en la Prusia dirigida por Von Bismarck, en la década de los
ochenta, y una de las razones fue porque sus dirigentes habían tenido acceso a las teorías y

HEILBRON, Johan,  MAGNUSSON, Lars y WITTROC, Björn (eds.), The Rise of the Social Sciences and the
24

Formation of Modernity.Conceptual Change in Context, 1750–1850, Springer, Dordretch, 1998.


OWENS, Patricia, “Method or madness? Sociolatry in international thought” en Review of International Studies, vol.
25

41, nº 4, 2015, pp. 655-674.

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predicciones de Karl Marx. A modo de colofón de esta línea de pensamiento social, a finales
del siglo XIX, Durkheim publicó sus estudios sobre solidaridad en la nueva sociedad, indicando
la necesidad de un estado intermediario y gestor de la fragmentada solidaridad orgánica, a
la vez que priorizó el patriotismo interno como impulsor de la conciencia colectiva de la
sociedad, la solidaridad y la cohesión comunitaria, frente al siempre peligroso patriotismo
externo. Es decir, el estado recibió nuevas responsabilidades: la búsqueda de un ordenado
progreso social colectivo desde la racionalidad y la responsabilidad.

El largo siglo XIX fue un siglo clave en la construcción de la modernidad internacional.


Barry Buzan y George Lawson26 han destacado que en el XIX se institucionalizaron tres elementos
constitutivos clave del sistema moderno de relaciones internacionales: la industrialización, la
construcción del estado racional, y las ideologías de progreso. Para definir la construcción
del estado racional en la Europa occidental, Buzan y Lawson se inspiran en Michael Mann27,
que conceptualiza el poder del estado-nación en base a las competencias administrativas y
burocráticas acumuladas en los territorios nacionales. Buzan y Lawson vinculan el desarrollo
de estas capacidades administrativas con el imperialismo, las revoluciones y movilizaciones
de protesta, y con los mercados capitalistas tanto interiores como exteriores. Respecto a las
ideologías de progreso, subrayan el liberalismo, el nacionalismo, el socialismo, y el racismo
científico. Para el análisis de este artículo, destacamos el liberalismo y el racismo científico,
por su relación con las teorías del estado y su relación internacional.

El liberalismo y el racismo científico fueron dos ideas clave en el siglo XIX respecto al
estado. En el ámbito interior, el liberalismo enfatizaba la libertad individual, y el derecho de
los individuos ciudadanos a desarrollar sus capacidades y su autonomía. Según Reus-Smit28,
esta aspiración ideológica se convertiría en el fundamento moral del estado. Para este autor,
las ideas de pensadores institucionales como Adam Smith y otros ilustrados europeos fueron
usadas por las elites burguesas para promover la legitimidad del estado.

En el ámbito exterior de relaciones con los otros estados o sociedades, el racismo


científico y el institucionalismo eurocéntrico, también denominado eurocentrismo manifiesto,
han sido analizados por Hobson29. Para Hobson, el racismo científico enfatizaba la importancia
de la genética y la biología, en relación con los factores ambientales o climáticos, generando
un amplio campo de ideas y discursos, desde el darwinismo social, la eugenesis, e ideas
inspiradas en Mendel. De entre estos discursos racistas, Hobson destaca las del historiador
natural francés, Jean-Baptiste Lamarck, publicadas en Filosofía Zoológica (1809), quien asumía
que las características raciales no eran fijas, y podían alterarse y progresar con el tiempo,
y que una misión civilizatoria tenía la posibilidad de alterar los rasgos genéticos de la raza.


BUZAN, Barry y LAWSON, George, “The global transformation: The nineteenth century and the making of
26

modern international relations” en International Studies Quarterly, vol. 57, nº 3, 2013, pp. 620-634; BUZAN,
Barry y LAWSON George, The global transformation: history, modernity and the making of international relations,
Cambridge University Press, Cambridge, 2015.
MANN, Michael, “The autonomous power of the state: its origins, mechanisms and results” en European Journal of
27

Sociology/Archives européennes de sociologie, vol. 25, nº 2, 1984, pp. 185-213; MANN, Michael, The Sources of
Social Power: The Rise of Classes and Nation-States, 1760-1914 (Vol 2), Cambridge University Press, Cambridge,
1993.
REUS‐SMIT, Christian, The Moral Purpose… op.cit.
28

HOBSON, John M., The Eastern origins… op cit.


29

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Esta idea inspiró diferentes argumentos neolamarckianos sobre la tarea o responsabilidad


del hombre blanco, su misión civilizatoria, el gradualismo en el cambio racial, etc. Según
Hobson, el racismo científico adoptó dos posturas en las relaciones internacionales: la
defensiva antiimperialista y la ofensiva proimperialista. La postura defensiva, desarrollada por
pensadores como Herbert Spencer y William Sumner, argumentaba que el imperialismo más
que facilitar debilitaba el progreso natural de las sociedades. El racismo ofensivo desarrolló
ideas como el exterminismo racial o el realismo racista respecto al dinamismo más o menos
conflictivo entre las diferentes principales razas. En general, el institucionalismo eurocéntrico
se apoyaba en la idea de que todos los seres humanos y todas las sociedades tienen acceso
y capacidad de razón universal y son capaces de progresar desde la barbarie y el salvajismo
hacia la civilización. Este discurso eurocéntrico tenía dos variantes: la paternalista y la
antipaternalista. El eurocentrismo paternalista, con autores como John Stuart Mill y Karl Marx,
justificaba que la metrópoli europea debía ayudar a las colonias afroorientales a progresar,
a través de la misión civilizatoria y las necesarias instituciones racionales que los estados
y sociedades europeas ya poseían de manera efectiva. El eurocentrismo antipaternalista,
representado por autores como Adam Smith e Immanuel Kant, postulaba que el progreso
no debía ser inducido directamente, sino que tenía que ser una evolución propia de esas
sociedades siguiendo el modelo europeo, percibido como el camino universal y natural de
progreso.

En suma, en el largo siglo XIX el estado adoptó dos rasgos constitutivos: una función
política de control y gobierno de las tensiones sociales derivadas del emergente capitalismo
industrial, y un carácter imperial, fundamentado en las ideas racistas y de la excepcionalidad
positiva de los estados y sociedades de la Europa occidental. A estas dos ideas justificadoras del
estado racional se le puede añadir la función moral interna de respeto de la libertad individual,
concebida en la época como uno de los mayores logros de la nueva sociedad ilustrada, frente
a la sociedad tradicional que privaba al ser humano de su libertad y autonomía.

2.4. Siglo XX, de 1914 a 1945: estado-nación soberano


Este periodo se puede considerar como una intensificación de las dinámicas de finales del
siglo XIX. La intensificación tomó forma trágica en dos guerras europeas y mundiales, en las
que el estado reafirmó de forma intensa su soberanía interior y exterior, frente al desorden
social interno y la anarquía internacional europea y mundial.

En el ámbito interior, el estado fue conceptualizado como una institución gestora de


la nueva sociedad. Max Weber enfatizó su naturaleza de garante del orden; en 1919, definió
al estado como una institución soberana con el legítimo derecho a hacer uso de la violencia,
una “relación de dominación de hombres sobre hombres, basada en el medio de la violencia
legítima… Para que exista [el estado], los dominados deben someterse a la autoridad a que
aspiran los que dominan en cada momento”30. Weber propuso esta definición después de
haber participado como miembro de la delegación alemana en 1918 en las negociaciones de
Versalles para poner fin a la guerra, y como asesor en la construcción de la nueva República
de Weimar. Esto, añadido a su corta experiencia como político, le dio a Weber la oportunidad
de reflexionar sobre el estado y la política. Esta idea puede ser considerada como base de la

WEBER, Max, La ciencia como profesión / La política como profesión, Espasa Austral, Madrid, 2001, p. 95.
30

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posterior teoría realista del estado.

En estos años tuvo también lugar un proceso de teorización del estado occidental en
la línea eurocéntrica y particularista. Según Hobson31, en estos años se produce el momento
álgido del eurocentrismo manifiesto y del racismo científico. El eurocentrismo manifiesto
tuvo dos vertientes. La primera paternalista —impulsada por los liberales y los fabianos
británicos— que promovió un imperialismo internacional como desarrollo del “imperialismo
sano” propuesto por Hobson en 1902; este imperialismo internacional “sano” justificaba la
misión civilizatoria imperial, pero ahora supervisada por un gobierno independiente imparcial,
función que podía ser realizada por la Sociedad de Naciones creada en 1919. La segunda
vertiente del eurocentrismo, según Hobson, es la antipaternalista o subliminal, de pensadores
marxistas y socialistas que abandonaron el eurocentrismo liberal de Smith y Kant e indicaron
la incapacidad de las sociedades orientales para progresar hacia una civilización socialista. Por
su parte, el racismo científico desarrolló y entremezcló sus posturas ofensiva y defensiva; los
argumentos del racismo eugenésico se desarrollaron principalmente en Alemania y Estados
Unidos de América, dirigido contra diferentes grupos o razas, pero en los dos casos con el
trasfondo imperialista de argumentos geopolíticos.

2.5. Siglo XX, de 1945 a 1980: estado-nación racionalizado


Desde el final de la Segunda Guerra Mundial emergió el proyecto intelectual y político de la
modernización. Los fundamentos del proyecto modernizador son varios. A nivel interior, la
sociedad moderna se fundamenta en individuos ciudadanos y en organizaciones efectivas,
ambos con un elevado grado de acción y capacidad de agencia. A nivel exterior, la modernidad se
fundamenta en la Organización de las Naciones Unidas, la Declaración de Derechos Humanos,
la descolonización y la progresiva democratización formal. La Guerra Fría entre EEUU y la
Unión Soviética fue un elemento perturbador, pero de forma indirecta también un promotor
de la modernidad europeo-occidental, a la vez que facilitó la constitución de EEUU como un
nuevo tipo de imperio multidimensional32. Desde una perspectiva macrofenomenológica33,
este proyecto modernizador tenía el estado-nación como espacio natural donde desarrollar el
avance social, económico y cultural, y la creciente cooperación internacional. Dirigido por una
creciente tecnocracia profesional, guiado por el ethos racional-científico y moralmente por el
creciente marco simbólico-normativo mundial, y priorizando además la acción organizativa
más eficaz, las sociedades de los estados-nación modernos eran el marco de desarrollo de
los diferentes derechos individuales, como educativos, sociales y de bienestar. Este estado
moderno adoptó la función de legítima violencia simbólica, tal y como subraya Bourdieu34. La
libertad moral del individuo era garantizada por un estado racionalizado, es decir, que actuaba
asumiendo que era racional. Este modelo de estado-nación modernizador se extendió en
el contexto occidental y de forma más lenta y formal en el resto del mundo, y se convirtió
en un constituyente principal de la modernizada sociedad mundial de estados-naciones
racionalizados.

HOBSON, John M., The Eastern origins… op cit.


31

MANN, Michael,  The sources of social power: global empires and revolution, 1890-1945 (Vol. 3), Cambridge
32

University Press, Cambridge, 2012.


MEYER, John W., BOLI, John, THOMAS, Gerard M. y RAMIREZ, Francisco O., “World society and the nation-state”
33

en American Journal of Sociology, vol. 103, nº 1, 1997, pp. 144-181.


BOURDIEU, Pierre.  Sobre el Estado… op cit.
34

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La ciencia política occidental valoró positivamente la nueva doble función interior-


exterior del estado. El estado-nación, además de poseer el legítimo uso de la violencia
física y simbólica para defender los intereses nacionales, tenía ahora el liderazgo normativo
internacional, al adherirse al emergente marco normativo mundial. Este nuevo papel exterior
del estado encajaba bien con las teorías dominantes de la ciencia política occidental, sobre
todo con el enfoque amplio del realismo político. Sin embargo, el nuevo ideal normativo de
estado-nación era un estado moralmente suave o blando y eso era una contradicción para
la teoría estatal-realista. La teoría realista encontró una solución a esta contradicción en
la teoría de la hegemonía, por la que se justificaba la necesidad de un poder central fuerte
legítimo para mantener el orden mundial.

Tras varias décadas de modernidad occidental, con el estado como ingeniero social,
quedó evidente el carácter performativo de las propias ciencias sociales. John Urry y John
Law35 analizan cómo en la segunda parte del siglo XX las propias ciencias sociales, y entre
ellas la Sociología, se erigieron en constructores de la realidad social a través de mecanismos
directos (en su relación con la sociedad, con un creciente nivel educativo y de información) e
indirectos (a través de las diferentes políticas sociales del estado). Se llega así a la modernidad
reflexiva en la que las propias teorías sociales sobre la sociedad y el estado producen,
coproducen y reproducen la realidad social y política. Es por lo tanto necesario observar qué
dicen las diferentes teorías sobre el estado y las relaciones internacionales tanto a nivel global
como regional y nacional, para observar el reforzamiento del carácter racional del estado.

La teoría realista de las Relaciones Internacionales, con fundamentación racionalista y


liderada por la academia de EEUU, se convirtió en una especie de paradigma de la disciplina
en los años de la larga Guerra Fría36. Ole Wæver37 observó la fuerte presencia de las teorías
realistas y racionalistas estadounidenses en la disciplina durante las décadas de los setenta,
ochenta y noventa, a la vez que detectó las capacidades de algunos países occidentales para
desarrollar sus propias teorizaciones sobre el estado y las relaciones internacionales, lo cual
hizo que a finales de los años noventa la teoría realista de EEUU empezara a perder el liderazgo
científico. Por su parte, la teoría social y sociológica ha intentado superar el contenedor
ontológico y metodológico del binomio formado por el estado-nación y la modernización,
para situar el análisis en una perspectiva más global. Por una parte, ha intentado relativizar
el modelo de modernización occidental en base al estado-nación, y adaptarlo a las realidades
no-occidentales38; sin embargo, la respuesta a la débil superación ha sido el reconocimiento
de la existencia de modernidades o civilizaciones múltiples, con mayor o menor referencia a
la modernidad europea u occidental39. Por otra parte, ha intentado superar el nacionalismo
ontológico y metodológico40 y proponer nuevas formas de lo social (como societization,

LAW, John y URRY, John, “Enacting the social” en Economy and Society, vol. 33, nº 3, 2004, pp. 390-410.
35

SMITH, Steve, “Paradigm dominance in International Relations: the development of international relations as a
36

social science” en Millennium-Journal of International Studies, vol. 16, nº 2, 1987, pp. 189-206.

WÆVER, Ole, “The sociology of a not so international discipline: American and European developments in
37

international relations” en International Organization, vol. 52, nº 4, 1998, pp. 687-727.


MOUZELIS, Nicos, “Modernity: a non‐European conceptualization” en The British Journal of Sociology, vol. 50, nº
38

1, 1999, pp. 141-159.


EISENSTADT, Shmuel Noah (ed.), Multiple modernities, Transaction Publishers, Nueva Jersey, 2002; EISENSTADT,
39

Shmuel Noah (ed.) Comparative civilizations and multiple modernities, Brill, Leiden, 2003.
WALBY, Sylvia, “The Myth of the Nation-State: Theorizing Society and Polities in a Global Era” en Sociology, vol.
40

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sociación, etc.) para capturar algunos de los nuevos fenómenos transnacionales y globales.
Sin embargo, la superación del nacionalismo ontológico y metodológico del estado-nación no
será fácil, dado su fuerte anclaje en la modernidad internacional contemporánea liderada por
los países occidentales.

2.6. Desde 1980 hasta la actualidad: estado-nación racionalizado neoliberal


David Harvey41 entiende que el neoliberalismo ha sido un programa ideológico promovido por
la derecha capitalista conservadora de EEUU y de otros países occidentales como estrategia
de clase y de poder, en la que han contado con la importante colaboración de la economía
neoclásica liderada por las universidades angloamericanas. Una vez obtenido el poder político,
desde los años ochenta las políticas económicas neoliberales promovieron una controlada e
interesada globalización económica bajo la ficción de libertad y apertura. En la estrategia
ideológico-discursiva del neoliberalismo el estado perdía parte de la capacidad de gestión de
la economía nacional, abrazaba las inversiones extranjeras y promovía las exportaciones,
a la vez que aparecía como sustituible y reemplazable por los mecanismos de mercado o
empresariales42. En los estudios internacionales, Philip Cerny43 subrayó la paradoja respecto
a la autolimitación del estado en el proceso de globalización al perder la capacidad de control
democrático de la economía nacional. Para los años noventa aparecieron los primeros casos de
accidentes, desastres, colapsos financieros, etc. Para algunos era el momento de reivindicar lo
político, lo estatal y lo democrático44. Los autores que valoraban lo positivo, e incluso la cierta
inevitabilidad, de la globalización económica neoliberal, empezaron a indicar las opciones
estatales de influir en la economía. Surgió así el concepto de estado competitivo —competitive
state45— que se ha ido extendiendo por los países avanzados y de forma creciente en el resto
del mundo. En el discurso y teoría de la competitividad el estado debe adoptar la función
de generar la competitividad de su sociedad o nación, de sus empresas y trabajadores, una
especie de empoderamiento productivo de su ciudadanía.

En la dimensión exterior o internacional, las teorías políticas y de relaciones


internacionales parecen haber entrado en un estadio de creciente pluralismo y un mayor
nivel crítico. Robert Cooper46 destaca el carácter posmoderno del estado actual en el que
el poder se ha hecho difuso tanto a nivel nacional como internacional, y las democracias
están crecientemente influenciadas por factores sentimentales de la cultura de los medios de
comunicación masivos, dentro de un énfasis intelectual sobre la diversidad y lo existencial.
Arlene Tickner y Ole Wæver47, en base a casos e información de un número representativo

37, nº 3, 2003, pp. 529-546.


HARVEY, David,  A brief history of neoliberalism, Oxford University Press, Oxford, 2007.
41

BECK, Ulrich, Poder y contrapoder en la era global: la nueva economía política mundial, Planeta, Barcelona, 2004;
42

PANITCH, Leo y GINDIN, Sam, The making of global capitalism, Verso Books, Nueva York, 2012.
CERNY, Philip G., “Paradoxes of the competition state: The dynamics of political globalization” en Government and
43

Opposition, vol. 32, nº 2, 1997, pp. 251-274.


RODRIK, Dani,  The globalization paradox: why global markets, states, and democracy can’t coexist, Oxford
44

University Press, Osford, 2011.


FOUGNER, Tore, “The state, international competitiveness and neoliberal globalisation: is there a future beyond
45

‘the competition state’?” en Review of International Studies, vol. 32, nº 1, 2006, pp. 165-185.
COOPER, Robert, The post-modern state and the world order, Demos, Londres, 2000.
46

TICKNER, Arlene B. y WÆVER, Ole. (eds.), International relations scholarship around the world, Routledge, Londres,
47

2009.

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de países y regiones, presentaban tres ideas principales. Primero, que en contra de lo que se
había argumentado durante muchas décadas, la teoría de relaciones internacionales de EEUU
no dominaba la academia mundial en la disciplina. Segundo, la existencia de diferencias entre
países y regiones a la hora de sustanciar sus propias tradiciones culturales e intelectuales sobre
el estado. Por ejemplo, mientras en China ha aumentado el uso de las ideas de Confucio sobre
el orden mundial, en la India apenas han usado ni mencionado sus escritos clásicos sobre el
estado. Tercero, la política internacional o de exteriores sí parece haberse orientado por las
teorías dominantes con origen en EEUU y otros países occidentales como la teoría realista
o de la interdependencia, al ser aplicadas por muchos gobiernos para la toma de decisiones
respecto a la política exterior. Esto quizá tenga que ver con el papel de los think-tanks, que
tienen cierta tendencia a inspirarse en esas teorías angloamericanas o estadounidenses.

Arlene Tickner y David Blaney presentan cómo son teorizadas algunas cuestiones
clave en algunos países y regiones del mundo. Una de esas cuestiones clave es el estado, el
cual presenta una doble naturaleza. Por un lado, es el eje sobre el que gravita la disciplina
de las Relaciones Internacionales, en una especie de estadocentrismo intelectual; por otro,
se observan diferencias sustantivas entre las distintas regiones. Concretamente, son las
conceptualizaciones del estado en tres regiones relevantes, como Asia del Sur, África y América
Latina, las que más claramente indican la contradicción entre esos dos aspectos del estado, es
decir, entre el estado-nación de diseño europeo-occidental y la diversa realidad sociopolítica
de estas regiones periféricas y excoloniales. A pesar de esas claras contradicciones, en la
ciencia política dominante de estas regiones el estado es conceptualizado y normativizado
como una institución necesaria y potencialmente racional, capaz de gobernar la colectividad
social dentro de sus fronteras, y de encontrar un interés nacional común como base de
su política exterior. Un ejemplo ilustrativo es cómo la filosofía humanista ubuntu ha sido
incorporada en las ciencias humanas y sociales en Sudáfrica, pero no ha tenido influencia en
la conceptualización académica del estado, a pesar de su claro potencial superador de una
visión egoísta y utilitarista del ser humano en sociedad, o de las dicotomías en las relaciones
internacionales, como amigo-enemigo.

En los últimos años, la creciente regionalización y la multipolarización internacional


han traído nuevos debates ideológicos y académicos en los que el estado racionalizado
parece mantenerse como institución incuestionable. Las nuevas relaciones internacionales
y globales de poder están siendo lideradas por elites político-estatales autolegitimadas en
una larga tradición histórica de estado racionalizado, de origen europeo-occidental pero
extendido globalmente. Es el momento de que la teoría social y política, sin etnocentrismos ni
dualismos, proceda a desenmascarar de forma comprensiva los mitos sobre el que el estado
racionalizado ha sido construido, y promueva unos nuevos estándares de racionalidad, tanto
para la dimensión interior como la exterior del estado.

Conclusiones
Se ha realizado una sociología histórica y global de la construcción del estado y de su estatus
de racionalidad, en una secuencia de seis periodos. El estado tuvo sus primeros pasos en
diferentes formas absolutistas de poder político jerárquico y vertical en el mundo oriental o
asiático. Posteriormente, el estado emergió, se desarrolló y estabilizó en la región europea
entre los siglos XVI y XVIII, institucionalizando su soberanía territorial y su carácter absolutista

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y despótico, crecientemente contractual o ilustrado, coincidiendo con el llamado “milagro” o
auge europeo. Desde la Revolución Francesa y hasta la Primera Guerra Mundial, durante el
largo siglo XIX el estado moderno adoptó la forma de estado-nación crecientemente imperial
en los países europeos y occidentales, constituyéndose como modelo normativo para sus
colonias y el resto del mundo, y avanzando en su estatus de autoridad y legitimidad. En el
periodo de entreguerras el estado-nación imperial extremó e intensificó su soberanía interna
y externa. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial el modelo de estado-nación legítimo
y racional se fue extendido globalmente de forma normativa y con diferentes grados de
coerción, en paralelo al proceso de modernización. Desde los años ochenta del siglo XX, tras
varias décadas de globalización económica y cultural, el estado-nación racionalizado, aunque
ha adoptado principios neoliberales en economía y política en el exterior, sigue comportándose
como una institución fuertemente realista y racionalizada.

En suma, el estado racionalizado es el resultado de una construcción histórica social,


cultural y política, que tuvo lugar principalmente en la región europea y occidental. En la
región occidental, una secuencia de procesos y dinámicas internas construyeron el paradigma
del estado-nación racionalizado, en una relación relativamente dicotómica con la realidad de
las regiones no-occidentales, que fue conceptualizada como menos racional o con menos
capacidad de racionalidad. El estado racionalizado fue una institución e instrumento clave para
la construcción de la hegemonía mundial de Europa occidental y de Norteamérica durante
los siglos XIX y XX. Actualmente el estado racionalizado es el eje central de las recientes
relaciones internacionales de poder, crecientemente multipolares e inciertas.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
A

El giro del Derecho Internacional a las Relaciones


Internacionales en Hans J. Morgenthau:
una transición mediada por la Historia
Jose Antonio García Sáez*

Resumen *Jose Antonio


GARCÍA SÁEZ,
Este texto aborda el papel que las consideraciones históricas desempeñaron en un movimiento Profesor Ayudante
teórico sustancial: el paso que a partir de los años cuarenta del siglo XX se produce desde Doctor en el área de
el Derecho Internacional a las Relaciones Internacionales en tanto que principal disciplina Filosofía del Derecho,
ordena-dora del ámbito interestatal. Se tomará a Hans J. Morgenthau como el ejemplo Universidad
más claro de este movimiento. Al igual que tantos otros intelectuales europeos exiliados en Autónoma de Madrid
Estados Unidos, el cambio de continente y de contexto académico implicará para Morgenthau
el salto del estudio del Derecho al estudio de la Política. Para explicar este movimiento y,
Recibido:
en concreto, el peso que la Historia tiene en él, se estructurará el artículo en los siguientes
17-10-2017
apartados: 1) la formación de Morgenthau como un jurista siempre interesado en la Historia
Aceptado:
y en las relaciones de poder, fuertemente influido por las teorías de Georg Simmel, Karl
29-01-2018
Mannheim y Alfred Schütz y su de-terminación situacional del conocimiento; 2) el análisis
de su poco conocida obra Scientific Man versus Power Politics (1946) como punto clave del
historicismo de Morgenthau; y 3) la crítica a la jurisdicción internacional como punto de DOI:
ruptura con la ciencia jurídica. http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
nesinternaciona-
Palabras clave les2018.37.002
Hans J. Morgenthau; Realismo político; Relaciones Internacionales; Filosofía del Derecho
Inter-nacional; Historia de las ideas políticas.

Title
Hans J. Morgenthau´s Turn from International Law to International Relations: a Transition
Affected by History

Abstract
This paper deals with the role that historical issues had in an outstanding theoretical movement:
the turn that since the forties is performed from International Law to International Relations
as the main organising discipline in the inter-state field. Hans J. Morgenthau will be taken
as the most representative author from this movement. Likewise many other European
intellectuals exiled in the United States, the change of continent scientific environment will
entail a switch for Morgenthau from the study of law to politics. In order to fully understand
this transition and, specifically, the role that History has in it, this article is structured as
follows: 1) the training of Morgenthau as a lawyer interested in History and in power politics,
strongly influenced by the theories of Georg Simmel, Karl Mannheim and Alfred Schütz
and their situational determination of knowledge; 2) the analysis of his little known book
Scientific Man versus Power Politics (1946) as a milestone of Morgenthau´s historicism; and
3) the criticism of international courts as a breaking point with legal science.

Keywords
Hans J. Morgenthau; Political Realism; International Relations; Philosophy of International
Law; History of Political Thought.

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I
ntroducción
Hans J. Morgenthau no necesita ninguna presentación para los estudiosos de las Rela-
ciones Internacionales. Setenta años después de su publicación original, Politics among
Nations sigue siendo una obra de referencia y sus “Seis principios del realismo político”1 no
pueden ser ignorados por nadie que se precie de conocer la disciplina. Sin embargo, antes de
alcanzar notoriedad como teórico americano de las Relaciones Internacionales, Morgenthau
fue un jurista europeo preocupado por los problemas teóricos que presentaba el Derecho
Internacional de la primera mitad del siglo XX. Esa formación como jurista instruido en ple-
na República de Weimar, influido por la afamada Staatsrechtslehre que había permitido la
construcción conceptual de la Alemania unificada, pero también por las nuevas tendencias
antiformalistas y sociológicas, merece ser revisada para poder ofrecer una perspectiva que
contribuya a dimensionar las razones y los fundamentos de la teoría realista de la Política
Internacional desarrollada por Morgenthau.

En particular, este texto sugiere poner el acento sobre un movimiento fundamental: el


movimiento que, en torno a los años cuarenta del siglo XX, se produce del Derecho Interna-
cional a las Relaciones Internacionales como disciplina prevalente en la ordenación del ámbito
internacional2; o, lo que es lo mismo, el desplazamiento del eje central de la normatividad
desde el Derecho hasta la Política; desde el formalismo a la desformalización como formas
de abordar el fenómeno normativo; o desde Europa a América como centro de producción
de conocimiento e ideología hegemónicos. El caso de Hans J. Morgenthau sirve para ilustrar
perfectamente esas tendencias, cuyos efectos se dejan sentir todavía en nuestros días.

Por supuesto, Morgenthau no fue el único, sino que debe ser contextualizado dentro
de la gran ola de académicos e intelectuales emigrados desde Europa a Estados Unidos como
consecuencia de los totalitarismos y de la Segunda Guerra Mundial. Es ilustrativo en ese
sentido atender al estudio elaborado por Alfons Söllner en base a sesenta y cuatro académi-
cos exiliados entre 1933 y 1945 que, provenientes de países de lengua alemana, acabaron
obteniendo una posición en Ciencia Política en universidades extranjeras3. De los sesenta y
cuatro académicos estudiados —entre los que se encuentra Morgenthau, pero también otras
importantísimas figuras como Hans Kelsen, Hannah Arendt, Leo Gross, John H. Herz, Herbert
Marcuse, Gerhart Niemeyer, Leo Strauss o Eric Voegelin—, treinta y tres habían obtenido su
doctorado en Derecho y diecinueve en Humanidades. El 85% de ellos encontraría una plaza
permanente en Ciencia Política en alguna universidad estadounidense4, aproximadamente la
mitad de los cuales se dedicarían al campo de las Relaciones Internacionales5. Si bien estos
autores constituyen un grupo heterogéneo y entre ellos encontramos una enorme pluralidad

1
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations. The Struggle for Power and Peace, (7ª ed., revisada por Kenneth
W. Thompson y W. David Clinton), McGraw Hill, Nueva York, 2006 [1948], pp. 4 y ss.
2
Sigo en este punto la tesis sostenida por Martti Koskenniemi en The Gentle Civilizer of Nations. The Rise and Fall
of International Law 1870-1960, Cambridge University Press, Cambridge, 2001.
3
SÖLLNER, Alfons, “From Public Law to Political Science? The emigration of German scholars after 1933 and
their influence on the transformations of a discipline” en SÖLLNER, Alfons y ASH, Mitchell G., Forced Migration
and Scientific Change. Émigré German-Speaking Scientists and Scholars After 1933, Cambridge University
Press, 1996, ps. 246-272. Véase también RÖSCH, Felix (ed.), Émigré Scholars and the Genesis of International
Relations: a European Discipline in America?, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2014
4
Véase, SÖLLNER, Alfons, “From Public Law to Political Science?…”, op. cit., p. 254
5
Ibíd., p. 259

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ideológica que va desde la extrema derecha (Strauss) hasta la extrema izquierda (Marcuse),
un rasgo común de sus primeras investigaciones en Estados Unidos consiste en una profunda
preocupación por los problemas derivados del totalitarismo y de la guerra; lo cual no es de
extrañar a la vista de las duras experiencias vitales por las que habían pasado cada uno de
ellos, incluido Morgenthau6.

Las condiciones históricas fueron determinantes, pues, en este viraje teórico que ex-
perimentaría Morgenthau. Pero no se trata de contemplar aquí la Historia únicamente como
contexto, sino también como un objeto de estudio propio. Un objeto de estudio que resulta
clave dentro de la obra del pensador alemán. Aunque Morgenthau no se dedicó nunca a es-
cribir literatura estrictamente histórica, ni nunca enseñó Historia, hay quien ha sostenido que
puede ser considerado sin ninguna duda como un historiador, y “no solo un historiador, sino
como uno de inusual erudición, percepción e imaginación”7. Siguiendo una tradición cierta-
mente antigua —que se puede remontar, al menos, hasta Tucídides—, Morgenthau consideró
que el estudio de la Historia, el conocimiento de los hechos históricos y sus vicisitudes, se
encontraba en el núcleo mismo de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Desde su
perspectiva realista, el conocimiento de las regularidades históricas proporcionará un marco
indispensable para entender el comportamiento de las fuerzas de lo social y de lo político y,
en esa medida, para entender lo inmutable de la propia naturaleza humana. Eso que, como
veremos, a su juicio, nunca entendió el pensamiento liberal y racionalista, quedando privado
así de ofrecer un marco teórico adecuado para gestionar las relaciones entre los estados y,
por lo tanto, para asegurar la paz.

1. Temporalidad y cambio en Morgenthau como un atípico jurista europeo


Oliver Jütersonke ha mostrado que los debates académicos que han tenido lugar en Alemania
y en Estados Unidos en torno al surgimiento de la teoría realista de la Política Internacional,
basados siempre en identificar el interés en términos de poder, fallan por lo general a la hora
de contextualizar el pensamiento de Morgenthau. Y esto es así fundamentalmente porque se
ignora o se minusvalora el sustrato jurídico en el que sus ideas están fundadas. Únicamente
ahondando en ese sustrato se puede apreciar realmente la profundidad y riqueza de su análi-
sis del ámbito internacional. Jütersonke insiste en que Morgenthau y otros muchos juristas
alemanes emigrados no solo llevaron consigo al otro lado del Atlántico la famosa Realpolitik
bismarckiana, sino que también aportaron un elaborado conjunto de saberes respecto de la
relación entre el derecho y la política que deriva directamente de la compleja Staatsrecht-
slehre alemana8.

Politics among Nations fue explícitamente publicado como un libro de texto para es-
tudiantes, concretamente como un manual de Relaciones Internacionales. De su enorme
éxito (con siete ediciones y numerosas reimpresiones), han trascendido a la posteridad fun-
damentalmente los Seis principios de realismo político o el concepto de interés nacional
definido en términos de poder. Durante décadas, la literatura secundaria sobre Morgenthau

6
Sobre su biografía, véase FREI, Christoph, Hans J. Morgenthau. An Intellectual Biography, Louisiana State
University Press, Baton Rouge, 2001.
7
GRAEBNER, Norman A., “Morgenthau as historian”, en THOMPSON, Kenneth y MYERS, Robert J. (eds.), Truth and
Tragedy. A Tribute to Hans J. Morgenthau, Transaction Books, New Brunswick, 1977, p. 66.
8
Véase JÜTERSONKE, Oliver, Morgenthau, Law and Realism, Cambridge University Press, 2010, pp. 4-5.

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se limitó a desarrollar o criticar estos conceptos, pero fueron escasos los intentos de interp-
retar su obra de forma integral y sistemática, así como de situarla en su contexto y orígenes.
Una excepción es la obra editada por sus propios discípulos, Truth and Tragedy (1977, 2ª
ed. 1984), que contiene su “Fragment of an intellectual autobiography” y la transcripción de
una entrevista concedida a Bernard Johnson en 19689, textos que han aportado numerosas
claves para la reconstrucción de los orígenes de su pensamiento10. Otra excepción temprana
fue el artículo publicado en 1978 por Niels Amstrup, en el que destacó que los orígenes del
realismo de Morgenthau, más que en los interminables debates entre idealistas y realistas,
debían buscarse en las disputas teóricas sobre la Staatsrechtslehre alemana: “antes de su
partida a Estados Unidos en 1937, [Morgenthau] había escrito diversos libros y artículos so-
bre el Derecho Internacional y sobre las relaciones entre el Derecho y la Política”11. Asimismo,
su biógrafo, Christoph Frei, también ha recogido buena parte de la formación como jurista
europeo de Morgenthau12.

En los últimos años, sin embargo, ha resurgido un interés por contemplar el conjunto
de la obra de Morgenthau. Son ejemplos de ello monografías como las de Michael C. Wil-
liams13, William E. Scheuerman14, Benjamin A. Schupmann15 o Felix Rösch16; pero también
otros trabajos como los de Jan Willem Honig17, Karl Pichler18, Ulrik Enemark Petersen19, Luigi

9
MORGENTHAU, Hans J., “Bernard Johnson’s Interview with Hans J. Morgenthau”, en THOMPSON, Kenneth y
MEYERS, Robert J., (eds.), Truth and Tragedy… op. cit., pp. 333-386. Esta entrevista se incorporó solo en la
segunda edición de la obra, en 1984.
10
FREI, Christoph, Hans J. Morgenthau... op. cit., pp. 1-2.
11
AMSTRUP, Niels, “The “early” Morgenthau. A comment on the intellectual origins of realism”, en Cooperation and
Conflict, vol. 13, nº 3, 1978, p. 163.
12
Según Jütersonke la “biografía intelectual” elaborada por Frei, pese a ser muy valiosa por los datos que
aporta y por la profundidad con la que aborda las influencias de Schmitt y de Nietzsche, no sitúa la obra de
Morgenthau en un adecuado contexto histórico, ni tampoco presta la suficiente atención a su formación jurídica.
Véase JÜTERSONKE, Oliver, Morgenthau, Law and Realism, op. cit., p. 26. La crítica no me parece demasiado
justificada, pues la obra de Frei, teniendo en cuenta su propósito general, en mi opinión sí da cuenta suficiente
de las fundamentales discusiones teóricas de Weimar; también ofrece una perspectiva suficiente del concepto
de Derecho que Morgenthau desarrolla en sus obras europeas. Véase FREI, Christoph, Hans J. Morgenthau... op.
cit., pp. 145 y ss., y 132 y ss.
13
Williams, Michael C., The Realist Tradition and the Limits of International Relations, Cambridge University Press,
Cambridge, 2005. Williams es también el editor de una interesante recopilación de ensayos sobre Morgenthau.
Véase Williams, Michael C. (ed.), Realism Reconsidered: The Legacy of Hans J. Morgenthau in International
Relations, Oxford University Press, Oxford, 2008.
14
SCHEUERMAN, William E., Morgenthau. Realism and Beyond, Polity, Cambridge, 2009.
15
Schupmann, Benjamin A., Morgenthau Mal Compris: Investigating the Philosophical Roots of Hans Morgenthau’s
Political Realism, VDM, Saarbrücken, 2011.
16
RÖSCH, Felix, Hans J. Morgenthau and the Weimar Republic. On the Epistemological Origins of Hans J.
Morgenthau´s Weltanschauung, VDM, Saarbrücken, 2008.
17
HONIG, Jan Willem, “Totalitarianism and realism. Hans Morgenthau´s German years”, en Securiy Studies, vol.
5, nº 2, 1995, pp. 283-313.
18
PICHLER, Karl, “The godfathers of ‘truth’. Max Weber and Carl Schmitt in Morgenthau´s theory of power politics”,
en Review of International Studies, vol. 24, nº 2, 1998, pp. 185-200.
19
PETERSEN, Ulrik Enemark, “Breathing Nietzsche´s air. New reflections on Morgenthau´s concepts of power and
human nature”, en Alternatives, vol. 24, nº 1, 1999, pp. 83-119.

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Cimmino20, Alessandro Campi21 o Robert Schuett22. Todos ellos recuperan, desde diferentes
enfoques, algunos de los aspectos de la formación europea de Morgenthau23. No obstante,
ha sido Jütersonke el primero en abordar en profundidad —si bien es cierto que explícita-
mente desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales24— cómo influye la formación
del Morgenthau jurista europeo en las teorías del Morgenthau analista de la política exterior
de Estados Unidos.

Entre quienes se han preocupado por la vertiente jurídica de Morgenthau hay que citar
también a Martti Koskenniemi, quien con su Gentle Civilizer of Nations supone una referencia
a la hora de situar correctamente a Morgenthau tanto en la historia del Derecho Internacional
como en la historia de las Relaciones Internacionales. Años antes, Koskenniemi había usa-
do también profusamente las posiciones de Morgenthau en From Apology to Utopia25 como
un ejemplo de la posición escéptico-normativa en la conceptualización de la estructura del
argumento jurídico internacional. Los análisis de Koskenniemi demuestran nítidamente la de-
terminante influencia que tuvieron en el realismo político de Morgenthau los debates filosófi-
co-jurídicos que se produjeron durante la República de Weimar, incluidos aquellos en los que
Kelsen fue una referencia insoslayable26.

La forma en la que Morgenthau abordó sus estudios de Derecho en Múnich es indica-


tiva del rumbo que seguiría su futura producción académica. Según el relato ofrecido por su
biógrafo, desde el principio limitó al mínimo su asistencia a las clases de jurisprudencia y se
sintió atraído únicamente por algunos seminarios muy concretos. No es casual, como ver-
emos, que el profesor que le influyera en mayor grado fuera un historiador, Hermann Oncken,
con quien siguió un curso sobre la Política Exterior de Bismarck y otro sobre las relaciones
entre la política exterior y la política militar. Dotado de una extraordinaria sensibilidad, Onck-

20
CIMMINO, Luigi, “Il giovane Morgenthau e la metafisica del potere”, en MORGENTHAU, Hans J., Il concetto del
politico. “Contra” Schmitt, ed. a cargo de Alessandro Campi y Luigi Cimmino, Rubbettino, Soveria Mannelli,
2009, pp. IX-LVIII.
21
CAMPI, Alessandro, “Hans J. Morgenthau e Carl Schmitt: un balancio critico-biografico”, en MORGENTHAU, Hans
J., Il concetto del politico... op. cit., pp. LIX-CXII.
22
SCHUETT, Robert, “Freudian Roots of Political Realism. The Importance of Sigmund Freud to Hans J. Morgenthau´s
theory of international power politics”, en History of the Human Sciences, vol. 20, nº 4, 2007, pp. 53-78.
23
Sobre su paso por España como profesor en Madrid durante la II República, puede leerse el testimonio del que
fuera su alumno y después catedrático de Derecho Internacional y de Filosofía del Derecho, Antonio Truyol. Véase
TRUYOL y SERRA, Antonio, “Presentación”, en MORGENTHAU, Hans J., Escritos sobre política internacional, ed.
y trad. de Esther Barbé, Tecnos, Madrid, 1990, pp. IX-XVIII. Véase también GARCÍA SÁEZ, Jose Antonio, “A
propósito del paso de Hans J. Morgenthau por España: Positivismo mal entendido y teoría realista del derecho
internacional”, en Anuario de Filosofía del Derecho, nº 30, 2014, pp. 217-239.
24
JÜTERSONKE, Oliver, Morgenthau, Law and Realism, op. cit., p. 28. Otros trabajos de Jütersonke sobre la relación
de Morgenthau con el Derecho son: JÜTERSONKE, Oliver, “Hans J. Morgenthau on the Limits of Justiciability in
International Law: Tension and Dispute”, en Journal of the History of International Law, vol. 8, nº 1, 2006, pp.
181-211; JÜTERSONKE, Oliver, “The image of law in Politics among Nations”, en WILLIAMS, Michael C. (ed.),
Realism Reconsidered... op. cit., pp. 93-117; JÜTERSONKE, Oliver, “Echoes of a forgotten past: mid-century
realism and the legacy of international law”, en Ethics and International Affairs, vol. 26, nº 3, 2012, pp. 373-
386.
25
KOSKENNIEMI, Martti, From Apology to Utopia. The Structure of International Legal Argument, Cambridge
University Press, Cambridge, 2005 [1989], pp. 197 y ss.
26
Una confrontación de las posiciones entre Morgenthau y Kelsen puede encontrarse en GARCÍA SÁEZ, Jose
Antonio, Kelsen versus Morgenthau. Paz, Política y Derecho Internacional, CEPC, Madrid, 2016. Véase también
Bernstorff, Jochen von, “Peace and global justice through prosecuting the crime of aggression? Kelsen and
Morgenthau on the Nuremberg trials and the international judicial function”, en TELMAN, D. A. Jeremy (ed.),
Hans Kelsen in America – Selective Affinities and the Mysteries of Academic Influence, Springer, 2016, pp. 85-
99.

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en se había distanciado desde un primer momento del nacionalismo agresivo de von Treich-
schke27, y proclamaba que la esencia de lo político no podía entenderse a través de fórmulas
abstractas, sino que se relacionaba estrictamente con la propia realidad de la vida28. Esa idea
se convertirá en fundamental para la Teoría Política que más tarde desarrollaría Morgenthau.

Posteriormente, Morgenthau residiría en Frankfurt entre 1928 y 1931, en pleno apo-


geo del famoso Institut für Sozialforschung, por entonces llamado el “Castillo rojo”, cuyos
seminarios frecuentó, aunque siempre considerándose un outsider29, pues nunca llegaría a
sentir afinidad con los enfoques marxistas. Pese a todo, su paso por el Institut de Frankfurt
sin duda sirvió para ampliar sus horizontes teóricos más allá de la tradicional Staatsrecht-
slehre que había estudiado. Allí entró directamente en contacto con Mannheim y, a través
de él, con la obra de Schütz y Simmel30. Los tres pensadores, junto con otros sociólogos,
como Durkheim en Francia o el propio Weber en Alemania, hicieron aportaciones relevantes
al proceso de refinamiento metodológico y epistemológico de las ciencias sociales que había
comenzado a producirse en Europa a partir de la segunda mitad del siglo XIX; y los tres mar-
caron claramente la forma de contemplar la realidad y de relacionarse con la Historia que se
refleja en las obras de Morgenthau.

El pujante nacionalismo, que culminó con la Primera Guerra Mundial, sacudió los ide-
ales kantianos que confiaban en el continuo progreso de la humanidad, poniendo en cuestión
los postulados positivistas que defendían la aplicación de los métodos de las ciencias natu-
rales a las ciencias sociales. Simmel influyó a Schütz y Mannheim en este aspecto. Los tres se
mostraron partidarios de una clara distinción entre las ciencias naturales y las sociales. En las
ciencias sociales, a diferencia de las naturales, la verdad no existiría por sí misma, sino que se
derivaría de la situación. De ahí se sigue que los métodos del caso particular propios del ra-
cionalismo son inapropiados para las ciencias sociales, puesto que, en palabras de Mannheim:
“el examen de un objeto no es un acto aislado, sino que tiene lugar en un contexto teñido por
valores e impulsos volitivos, inconscientemente colectivos”31. En consecuencia, ningún objeto
o hecho tiene un significado preestablecido, sino que el significado se construye a través del
contexto social en el que es creado. Dado que la verdad absoluta nunca sería alcanzable, los
científicos sociales necesitarían de una aproximación metodológica que les permitiera captu-
rar aquello que realmente importa, la estructura del mundo social.

Felix Rösch ha analizado los rasgos principales del pensamiento de estos tres autores
de acuerdo con los teoremas constructivistas de temporalidad y cambio. A partir de ellos, se
establece el concepto de determinación situacional del conocimiento, que se basaría en la
idea fundamental de que la objetividad se construye a sí misma únicamente a través de la in-
tersubjetividad. Esa determinación situacional del conocimiento no fue concebida por Simmel

27
Cf. HIRSCH, Felix. E., “Hermann Oncken and the end of an era”, en The Journal of Modern History, vol. 18, nº 2,
1946, pp. 148-159.
28
FREI, Christoph, Hans J. Morgenthau... op. cit., p. 121.
29
MORGENTHAU, Hans J., “Fragment of an intellectual autobiography: 1904-1932”, en THOMPSON, Kenneth y
MYERS, Robert J. (eds.), Truth and Tragedy… op. cit., p. 8.
30
Véase RÖSCH, Felix, Hans J. Morgenthau and the Weimar Republic... op. cit., p. 24.
31
MANNHEIM, Karl, Ideologia i Utopia. Una Introducció a la Sociologia del Coneixement, trad. de Joan Fontcuberta
i Gel, ed. y prólogo de Salvador Cardús i Ros, Edicions 62, Barcelona, 1987 [1929], p. 46.

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o Schütz como un esfuerzo voluntario a realizar por el científico social, sino más bien como
un requisito imprescindible para entender los mecanismos de producción del conocimiento o
la sociedad en general32. Tal requisito se basa en la idea de que existe una relación dialéctica
entre el individuo y la sociedad; es decir, que el individuo está determinado por la sociedad
tanto como la sociedad lo está por el individuo. Esa construcción del conocimiento no con-
duciría al relativismo, sino al relacionismo, según el cual la objetividad sí que puede ser al-
canzada, pero siempre dentro de un determinado contexto. La objetividad, así configurada,
estaría compuesta de un lado por la determinación situacional ligada a la concreta existencia,
y de otro lado, por un cierto punto de vista condicionado también por múltiples factores.
Según esto, únicamente dentro de un esquema metodológico contextualmente determinado
podrán ser aplicados los términos valorativos de correcto e incorrecto. Si la sociedad es una
construcción humana, entonces la forma de entenderla y de generar conocimiento en torno
a ella estará condicionada en buena medida por las diferentes formas de relación que se dan
entre los humanos y por los constantes cambios que se producen entre ellos. La concepción
del conocimiento que se maneja desde ese punto de vista, por lo tanto, no puede ser más
que una concepción dinámica.

La influencia de estos tres autores, que confluye en la idea de que el conocimiento en


las ciencias sociales, a diferencia de las ciencias naturales, está determinado por el contexto,
se deja notar en la visión historicista de la política ofrecida por Morgenthau en sus principales
obras. Cualquiera que las lea apreciará la pasión de Morgenthau por las referencias históri-
cas. Ningún valor tiene una construcción teórica del mundo social si no es avalada por la
prueba de la historia. Los individuos, en tanto que objetos de la ciencia social, solo pueden
ser enteramente entendidos y explicados en el contexto de su existencia; y del mismo modo
las relaciones que tienen lugar entre las naciones en el ámbito internacional. Por eso no hay
soluciones fáciles ni fórmulas mágicas: “el conocimiento de las fuerzas que determinan la
política entre las naciones y las formas en las que sus relaciones se desarrollan, revelan la
ambigüedad de los hechos de la política internacional”33. La teoría de la Política Internacional
desarrollada por Morgenthau sería, por lo tanto, una teoría situacionalmente determinada,
limitada por los condicionantes tiempo y espacio. Únicamente a partir del conocimiento de
casos históricos concretos se pueden realizar las generalizaciones que se necesitan para ori-
entar el comportamiento de los estadistas y los diplomáticos. El contacto con estas ideas fue,
en definitiva, decisivo para que el joven jurista educado en el positivismo jurídico imperante
en las primeras décadas del siglo XX comenzara a expandir sus horizontes teóricos.

2. Scientific Man versus Power Politics: la clave del historicismo de Morgenthau


Esa expansión de los horizontes teóricos de Morgenthau cristaliza plenamente en su obra
Scientific Man vs. Power Politics (1946), aunque su reflexión sobre el tema podía encontrarse
ya esbozada en sus trabajos europeos, y también en los primeros artículos publicados en
Norteamérica34. Scientific Man es el primero de los libros que Morgenthau publica en Estados

32
Véase RÖSCH, Felix, Hans J. Morgenthau and the Weimar Republic... op. cit., p. 31.
33
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 22.
34
Concretamente, cabe prestar atención a los trabajos publicados en la revista Ethics en 1945, que adelantan
parcialmente el contenido de Scientific Man: MORGENTHAU, Hans, “The Machiavellian utopia”, en Ethics, vol. 55,
nº 2, 1945, pp. 145-147; MORGENTHAU, Hans, “The evil of politics and the ethics of evil”, en Ethics, vol. 56, nº
1, 1945, pp. 1-18.

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Unidos, una vez había podido encontrar una cierta estabilidad laboral en Chicago; y quizá por
eso mismo sirve para exponer con toda nitidez las premisas metodológicas y epistemológicas
que permearán toda su obra posterior. El libro tiene su origen en una serie de conferencias
que el alemán impartió en la New School for Social Research de Nueva York durante el verano
de 1940, justo cuando Francia estaba siendo invadida por el ejército de Adolf Hitler. La caída
de Francia, cuna de la Ilustración, representaba para Morgenthau una muestra más del agot-
amiento histórico del liberalismo35, un modelo político que debía ser renovado porque había
demostrado su manifiesta incapacidad para comprender la esencia de la naturaleza humana.
Su profundo pesimismo antropológico converge en este punto con una gran preocupación por
encontrar una teoría social y política apta para comprender al ser humano y guiar su compor-
tamiento. Así, concluirá que solo una Filosofía realista podría ser adecuada para comprender
la naturaleza humana y, a partir de ella, poder entender y gestionar los conflictos propios
del ámbito internacional. De esta forma, Scientific Man supone una auténtica declaración de
principios que sienta las premisas respecto de la Filosofía de la Ciencia y del conocimiento
que Morgenthau desarrollará en el resto de sus obras, pero también recoge y sistematiza el
pensamiento que ya se encontraba en sus anteriores trabajos sobre la Teoría del Derecho
Internacional.

Además de una reacción contra el liberalismo, el racionalismo y el positivismo —frente


a los cuales ya se había opuesto en sus obras europeas36—, en el específico contexto es-
tadounidense de la década de 1940 puede decirse que Scientific Man se adelantó a su tiem-
po37, suponiendo una toma de posición por una parte frente a las corrientes behavioristas,
rechazando la confianza que estas depositaban en la ciencia para estudiar la política; y, por
otra parte, frente al idealismo de los estudiosos del Derecho Internacional y de las Relaciones
Internacionales, en concreto frente a la escuela de Quincy Wright38 en Chicago39.

La confianza en el poder de la razón —encarnada en forma de Ciencia— para resolver


los problemas sociales constituía a juicio de Morgenthau el principal defecto del liberalismo
occidental. El constante fracaso de la razón científica aplicada a campos como la Política o el

35
Existe toda una polémica a propósito de si Morgenthau era realmente un anti-liberal o si, por el contrario,
Scientific Man se limitaba a ser una crítica constructiva y no destructiva (como la de Schmitt) al liberalismo.
Véase Williams, Michael C., The Realist Tradition... op. cit., p. 93). Cf. SHILLIAM, Robbie, “Morgenthau in
context: German backwardness, German intellectuals and rise and fall of a liberal project”, en European Journal
of International Relations, vol. 13, nº 3, 2007, pp. 299-327.
36
Véase MORGENTHAU, Hans J., La Notion du “Politique” et la Théorie des Différends Internationaux, Sirey, París,
1933; MORGENTHAU, Hans J., La Réalité des Normes. En Particulier des Normes du Droit International, Alcan,
París, 1934.
37
TSOU, Tang, “Scientific Man vs. Power Politics Revisited”, en THOMPSON, Kenneth y MYERS, Robert J. (eds.),
Truth and Tragedy... op. cit., p. 43.
38
Wright, a quien había entrado a sustituir Morgenthau en la Universidad de Chicago en 1943, era en aquel
momento una de las voces más autorizadas en el panorama del Derecho Internacional estadounidense. Su obra
A Study of War (1942) se había convertido en una indiscutible referencia; tanto que será profusamente citada
por Morgenthau.
39
Véase BARBÉ, Esther, “Estudio preliminar”, op. cit., p. XXVIII; también BARBÉ, Esther, “El papel del realismo
en las relaciones internacionales (La teoría de la política internacional de Hans J. Morgenthau)”, en Revista de
Estudios Políticos (Nueva Época), nº 57, 1987, pp. 149-176. Hay que apuntar, por otro lado, que el realismo
siempre ha estado presente en los llamados “grandes debates” que marcan cronológicamente los periodos por
los cuales ha atravesado la disciplina de las Relaciones Internacionales: no solamente el conocido como “primer
gran debate”, entre realismo e idealismo (durante las décadas de 1930 y 1940); sino también en el segundo gran
debate entre, realismo o tradicionalismo y behaviorismo (durante las décadas de 1950 y 1960); y tercer gran
debate entre positivismo y post-positivismo (representado por los enfoques postmodernos).

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Derecho no solamente resultaba sobradamente probado con la experiencia histórica de los
totalitarismos y las dos guerras mundiales, sino que además conducía a un divorcio entre el
sentido común y la actuación de los científicos sociales y los gobernantes por ellos asesora-
dos40. Así, mientras que la Filosofía dominante, aplicando modelos de las ciencias naturales
propios del racionalismo cartesiano, considera que el mundo social es susceptible de control
racional, la experiencia interna e internacional contradiría del todo esas premisas. Las se-
rias contradicciones existentes entre la Filosofía y la experiencia, a su juicio, acababan por
paralizar tanto el pensamiento como la acción política. Y es que para Morgenthau la humani-
dad se enfrentaba con una auténtica crisis de la Filosofía.

El pensamiento racionalista había considerado que la principal característica de la Fi-


losofía era la confianza en la razón para hallar, a través de una serie de deducciones lógicas
basadas en postulados o en premisas empíricas, las verdades de la Filosofía, de la Ética y
de la Política41. El binomio racionalismo-liberalismo presentaría dos rasgos fundamentales:
1) la concepción de que el mundo físico y el mundo social son inteligibles a través de idén-
ticos procesos racionales; y 2) la convicción de que todo lo que se necesita para controlar
racionalmente tanto al mundo social como al mundo físico es la comprensión de dichos pro-
cesos racionales. Ambos rasgos implicarían para Morgenthau una errónea anulación del factor
político, al no tomar en cuenta la inevitable lucha por el poder que se produce en toda rel-
ación humana. La crítica a los métodos racionalistas desembocará en una crítica específica a
la Teoría Política liberal, la cual consideraría que los problemas sociales podían ser resueltos
de acuerdo a pautas científicas; lo que equivaldría a considerar que, en última instancia, la
Política debería ser sustituida por la Ciencia.

El desafío del fascismo fue para Morgenthau el síntoma más inequívoco del fracaso del
liberalismo racionalista.
“Sería tentador pero imprudente —dice— dar por sentado que los que crey-
eron en esas premisas [las liberales] fueron los vencedores en la guerra
porque creyeron en ellas. La victoria militar únicamente prueba una cosa:
que un grupo de hombres es militarmente superior a otro”42.

Tal afirmación resulta lo contrario de la famosa frase atribuida a Churchill que rezaba
no tenemos la razón porque tengamos la fuerza. Tenemos la fuerza porque tenemos la razón.

Merece la pena reproducir algunas afirmaciones sobre el fascismo realizadas por Mor-
genthau de forma especialmente cruda:
“La sola aparición del fascismo [...] debería habernos convencido de que
la era de la razón, del progreso y de la paz [...] se ha convertido en una
reminiscencia del pasado. El fascismo no es, como nos gustaría creer, un
simple retroceso temporal hacia la irracionalidad, una reminiscencia atávi-
ca de reglas autocráticas y bárbaras. A través de su control de los avances
técnicos y de las potencialidades de la época, el fascismo es verdaderamente

40
Véase Morgenthau, Hans J., Scientific Man vs. Power Politics, University of Chicago Press, 1946, p. 2.
41
Ibídem., p. 3
42
Ibíd., p. 6

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progresista —la máquina propagandista de Goebbels y las cámaras de gas


de Himmler, ¿no son modelos de racionalidad técnica?— mientras que en su
negación de la Ética de la civilización occidental se recoge la cosecha de una
Filosofía que se aferra a los principios de dicha civilización sin comprender
sus fundamentos”43.

Como hizo notar Hannah Arendt, el totalitarismo sometió la racionalidad del Derecho
a la más dura prueba. ¿Servía de algo la pena, la sanción jurídicamente reglamentada, ante
el mal generalizado, ante la banalidad del mal?44 La magnitud del daño causado por la locura
nacionalsocialista, ¿no convertía acaso a los procesos de Nuremberg en un mero espectácu-
lo45, del todo ajeno a aquello que realmente cabría esperar de un juicio? Pocos han explicado
tan bien como Arendt, reconoció el propio Morgenthau, el drama frente al que se situaba la
Filosofía Política contemporánea: “ella [Arendt] señala que el totalitarismo no es solo una
aberración atribuible a condiciones locales, sino el resultado de la crisis de la civilización oc-
cidental, cuyas raíces pueden encontrarse en las tendencias intelectuales y en los movimien-
tos políticos del siglo XIX”46. Así, Morgenthau da por sentado que el triunfo del fascismo en
Europa estuvo directamente relacionado con la creciente distancia entre las condiciones de
vida reales y la Filosofía Política imperante, que era la racionalista o liberal. Por eso considera
imprescindible el surgimiento de una nueva Filosofía. Una Filosofía que tenga en cuenta que:
“el dominio de una Filosofía sobre su época y su fecundidad para el futuro no están
determinados por las pautas de un seminario de lógica o metafísica, sino por su
relación con las experiencias del hombre medio [...]. El hombre no aceptará de
modo permanente una Filosofía que está en notable desacuerdo con su experien-
cia”47.

Fue por ese motivo, en su opinión, que los alemanes rechazaron el racionalismo y el
liberalismo —ambos perfectamente encarnados en la legalidad constitucional de la Repúbli-
ca de Weimar— para abrazar el fascismo, como una Filosofía que les permitía canalizar sus
sentimientos de frustración toda vez que aportaba la ilusión de construir una nueva sociedad.
Pero para Morgenthau el fascismo, además de en el campo de batalla, fracasó en el terreno de
las ideas porque tampoco supo comprender la naturaleza humana. Su fracaso proporcionaría
a la humanidad una dura y valiosa experiencia en base a la cual podía reexaminarse la Filo-
sofía y la forma en la que esta afrontaba los problemas sociales. Morgenthau considera que:
“este reexamen debe partir de la idea de que la política de poder, enraizada
en el deseo de poder propio de los hombres es, por consiguiente, insepara-

43
Ibíd.
44
El concepto de la banalidad del mal se reflejaba con toda claridad la figura de Adolf Eichmann, presentado por
Arendt no como un monstruo abominable, sino como un burócrata del terror, una pieza más dentro de un sistema
que diluía cualquier reflexión moral en el cumplimiento ciego de la ley. Véase ARENDT, Hannah, Eichmann en
Jerusalén, trad. de Carlos Ribalta, Debolsillo, Barcelona, 2010 [1963]). Para una reflexión contemporánea, cf.
GARCÍA PASCUAL, Cristina, “Justicia y mal absoluto”, en Anuario de Filosofía del Derecho, nº 28, 2012, pp. 55-
77
45
Sobre la polémica de los “juicios-espectáculo” y los límites del Derecho Internacional, cf. KOSKENNIEMI, Martti,
“Between Impunity and Show Trials” [2006], en The Politics of International Law, Hart, Oxford, 2011, pp. 171-
197; también PORTINARO, Pier Paolo, I Conti con il Passato. Vendetta, Amnistia, Giustizia, Feltrinelli, Milán,
2011.
46
MORGENTHAU, Hans, J., “Hannah Arendt, 1906-1975” en Political Theory, vol. 4, nº 1, 1976, pp. 5-8.
47
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 8.

40
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ble de la vida social en sí. Para borrar de la esfera política no la política de
poder —de lo que no es capaz ninguna Filosofía ni ningún sistema político—
sino su capacidad de destrucción se necesitan facultades racionales difer-
entes, y superiores, de la razón de la época científica”48.

Abundando más aún en su propuesta:


“La Política debe entenderse a través de la razón, sin embargo, no es en
la razón donde encontramos su modelo. Los principios de la razón científi-
ca siempre son simples, consistentes y abstractos, mientras que el mundo
social es siempre complicado, incongruente y concreto. Aplicar dichos prin-
cipios a este último es o bien inútil, porque la realidad social permanece
impermeable al ataque de esta razón unidireccional, deficiente en su visión
de profundidad, o bien peligroso, porque los resultados serán destructivos
respecto de los propósitos iniciales. La Política es un arte y no una ciencia,
y lo que se requiere para dominarla no es la racionalidad de un ingeniero,
sino la prudencia y la fuerza moral del estadista. El mundo social, sordo a
las llamadas de la razón pura y simple, tan solo cede ante la combinación
conjunta de presiones morales y materiales que el arte del estadista sabe
crear y mantener”49.

Arropado por el peso de las constataciones históricas, que parecen darle la razón una y
otra vez, Morgenthau está adelantando de esta manera que es la Política lo que en todo caso
debe prevalecer sobre la racionalidad científica (y, por extensión, jurídica) para abordar los
problemas sociales, incluidos aquellos derivados de las relaciones entre los distintos estados
en el ámbito internacional. Resulta por ello imprudente el rechazo a la Política que tradiciona-
lmente habrían realizado los internacionalistas, y en particular quienes como Kelsen habían
seguido la teoría positivista proclamando que era la evolución técnica del Derecho Internacio-
nal lo que realmente se necesitaba para llegar a una paz definitiva50.

El esquema racionalista, sin embargo, se empeña en hacer abstracción del tiempo y


del lugar en el que vive. Para Morgenthau, esa vocación universal es, en ese sentido, su pro-
pia tumba; puesto que el hecho de pretender ser universalmente válido en cualquier momen-
to y lugar le incapacitaría para aprender de la Historia: “nunca aprenden de la Historia. Para
ellos, la Historia es importante únicamente como la confirmación de, o el desvío desde, el
esquema racional con el que entienden la realidad política”51. Ese no aprender las lecciones de
la Historia se hace especialmente llamativo para Morgenthau en la aplicación de los esquemas
liberales al ámbito internacional, donde una ingenua fe en el poder del Derecho seguía ven-
dando los ojos de los iusirenistas, que parecen no aprender de su propios errores: “como la
Sociedad de Naciones fue un fracaso, tengamos otra Sociedad. Como la primera y la segunda

48
Ibíd., pp. 9-10. Es interesante, en ese sentido, la apelación hecha por Morgenthau a la importancia de las
emociones en la vida política (Ibíd. p. 15), hoy en día particularmente desarrollada por los aportes teóricos de
los feminismos.
49
Ibíd., p. 10.
50
KELSEN, Hans, La Paz por Medio del Derecho, estudio introductorio de Massimo La Torre y Cristina García
Pascual, trad. de Luis Echávarri, Trotta, Madrid, 2003 [1944].
51
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 37.

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conferencias de Paz de La Haya no tuvieron éxito, formemos una tercera”52.

A la vista de esa realidad, en Scientific Man Morgenthau sintetiza los postulados del
racionalismo en cuatro conclusiones: 1) lo racionalmente correcto y lo éticamente bueno
son idénticos; 2) la acción racionalmente correcta será necesariamente la única exitosa; 3)
la educación conduce al ser humano hacia lo racionalmente correcto y, por lo tanto, hacia la
acción buena y exitosa; 4) las leyes de la razón, en tanto que se aplican a la esfera social,
son universales en su aplicación53. De estas conclusiones se deriva que “si todos los hom-
bres siguieran la razón, los conflictos que les separan desaparecerían o, como mínimo, se
resolverían de forma satisfactoria”54. Las disputas entre las personas, desde ese punto de
vista, no estarían motivadas por la maldad o por la ambición, sino por la falta de instrucción.
La exaltación de la educación como vía a través de la cual construir una sociedad pacífica de
individuos libres e iguales seguramente encuentre su más acabada expresión en el Émile de
Rousseau55. Pero también pueden ser considerados como perfectos ejemplos de ello la idea
kantiana del progreso continuo de la humanidad, así como la kelseniana de que la paz era un
asunto técnico, susceptible de ser resuelto a través de la mejora de la técnica jurídica. Ideas
que encajan perfectamente en la creencia de que “la distancia entre el estado actual de la
humanidad y su perfección es una cuestión de naturaleza meramente cuantitativa, que puede
ser superada por la acumulación progresiva de conocimiento”56. Como ocurre en el paradigma
interpretativo de la subsunción judicial57, se considera que la solución requerida para cualqui-
er problema podrá ser alcanzada a través de la mera aplicación de un principio de la razón o
de una inferencia lógica. Los problemas sociales serían vistos, en definitiva, como problemas
matemáticos, que pueden ser resueltos mediante la aplicación de la fórmula correcta siempre
que se posea el conocimiento suficiente. Esta Filosofía presenta una mirada inevitablemente
optimista, en tanto que se basa sobre la fe de que la razón es capaz de aportar al mundo la
paz y la justicia social58. Recordemos que para Nietzsche —quien ejerció una influencia nota-
ble en Morgenthau59— fe significa no querer saber la verdad. La fe en la razón equivalía, en-
tonces, a no querer enfrentarse a la verdadera esencia de los conflictos sociales, que estaría
marcada por una permanente conflictividad que el liberalismo se resiste a aceptar.

Llegando al punto que nos interesa, la concreción jurídica del racionalismo en el posi-
tivismo jurídico se produce, según Morgenthau, a través de la idea del principio de legalidad
o de estado de Derecho:
“la idea de un sistema coherente de reglas jurídicas que regule las relaciones

52
MORGENTHAU, Hans J., “Positivism, Functionalism, and International Law”, en American Journal of International
Law, vol. 34, nº 2, 1940, p. 260.
53
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 13.
54
Ibídem, p. 14
55
ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o la Educación, trad. de Francesc Lluis Cardona, RBA, Barcelona, 2002
[1762].
56
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 17.
57
Entre otras muchas obras, una clara explicación de este paradigma puede encontrarse en AGUILÓ REGLA, Josep,
“Positivismo y postpositivismo. Dos paradigmas jurídicos en pocas palabras”, en Doxa. Cuadernos de Filosofía
del Derecho, nº 30, 2007, pp. 665-675.
58
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 20.
59
Véase PICHLER, Karl, “The godfathers of ‘truth’…” op. cit.; y PETERSEN, Ulrik Enemark, “Breathing Nietzsche´s
air…” op. cit.

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entre las personas está íntimamente ligada, tanto lógica como históricamente,
con la Filosofía general del racionalismo. Ese sistema de normas jurídicas
tan coherente, preciso y calculable como las leyes de la Física o, como Gro-
cio, Leibnitz y otros muchos prefirieron pensar, como los principios de las
Matemáticas, es solo la imagen, creada por los hombres y puesta en práctica
por las acciones humanas, del orden racional que domina el mundo”60.

La secularización del Derecho natural, tal y como fue planteada, entre otros, por Gro-
cio viene a ser un instrumento a través del cual se dota a las leyes de la razón con el poder
61

de las sanciones del estado62. En la medida en que el filtro de la Historia demuestra tozuda-
mente que estas fórmulas científicas no funcionan, Morgenthau se convencerá de que, defini-
tivamente, el Derecho no es la herramienta que se necesita para pacificar las relaciones entre
los estados. Como expone nítidamente en Scientific Man, lo que hace falta es una gestión
sabia y prudente de la Política; esto es, una Filosofía que no huya de enfrentar cara a cara la
ambición por el poder que late en el corazón de los hombres, sin cuya profunda comprensión
no seremos capaces de fomentar ninguna paz.

3. La crítica a la jurisdicción internacional: punto de ruptura con el Derecho


A la vez que frecuentaba los seminarios del “Castillo Rojo”, el joven Morgenthau trabajó
durante tres años como práctico del Derecho tanto en los tribunales de justicia como en el
despacho del eminente jurista Hugo Sinzheimer63. Su experiencia como jurista práctico no
satisfizo sus expectativas. La impresión que le causó el funcionamiento de los tribunales en
aquel momento inicial se proyectó en el resto de su obra: “lo decisivo no eran los méritos de
las diferentes interpretaciones jurídicas, sino la distribución del poder político”64. Cuando en
1931 llega a ser magistrado suplente de lo laboral durante algún tiempo, le angustia tener
que tomar decisiones en el estricto marco ofrecido por la ley, sin poder valorar las conse-
cuencias que podrían tener sus decisiones para las familias de los trabajadores despedidos, o
bien para las empresas que se veían obligadas a readmitirlos65. Este descrédito que le causan
los tribunales y, en general, el mundo del Derecho66, le conduce a la decisión definitiva de
intentar hacer carrera académica. Para iniciar esa senda decide realizar una tesis doctoral
que verse precisamente sobre los límites de la jurisdicción internacional. Dirigida por el inter-
nacionalista Karl Strupp, la tesis fue leída a finales de 1928 y publicada como monografía en

60
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., pp. 23-24.
61
Cf. LAUTERPACHT, Hersch, “The Grotian tradition in International Law”, en XXIII British Year Book of International
Law, 1946, pp. 1-53.
62
Véase Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 24.
63
Sinzheimer, además de abogado y profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Frankfurt, era un
conocido político socialista, que había sido diputado en la Asamblea Nacional Constituyente de Weimar. A su
aportación se debían precisamente algunas de las previsiones más garantistas de la Constitución de 1919 en
materia de derechos laborales y de negociación colectiva. Véase PISARELLO, Gerardo, Un Largo Termidor, Trotta,
Madrid, 2011, pp. 130.
64
MORGENTHAU, Hans J., “Fragment of an intellectual autobiography...”, op. cit., pp. 9-10
65
Ibídem, p. 12
66
Ya en su diario, el 30 de septiembre de 1927 anotaba: “[el Derecho] es un campo de conocimiento superficial y,
por lo tanto, efímero como todos los demás aspectos del mundo de las apariencias. Cualquiera que se dedique
a él estará sirviendo solo a intereses pasajeros; y en consecuencia no alcanzará la gloria eterna a través de la
jurisprudencia, ni podrá nunca tener un impacto mundial”, en FREI, Christoph, Hans J. Morgenthau... op. cit., p.
37.

43
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1929. El trabajo, que se tituló Die internationale Rechtspflege, ihr Wesen und ihre Grenzen67
(La función judicial en el ámbito internacional, su naturaleza y límites) tuvo una calurosa
acogida por parte de la doctrina, y relevantes especialistas en Derecho Internacional de la
época, como Paul Guggenheim, Hersch Lauterpacht u Otfried Nippold escribieron positivas
reseñas sobre ella68.

En Politics among Nations Morgenthau se muestra favorable a la idea de que si existiera
un tribunal imparcial capaz de imponer una decisión vinculante sobre las partes implicadas en
cualquier disputa internacional desaparecería la principal causa de las guerras69. Sin embar-
go, advierte que se trata de una ilusión producida por una analogía impropia entre el ámbito
doméstico y el internacional. El hecho de que ninguno de los numerosos intentos históricos
de instaurar tribunales internacionales vinculantes haya funcionado satisfactoriamente no se
debe a la torpeza de los jueces o a la mala fe de los diplomáticos, sino a la propia naturaleza
de la Política Internacional que, desde su punto de vista, resulta del todo incompatible con
una autoridad judicial capaz de imponer sus decisiones a los estados.

Pero Morgenthau no siempre mantuvo esta posición tan radical. En Die Internationale
Rechtspflege, ihr Wesen und ihre Grenzen (1929), y La Notion du “Politique” (1933) —traba-
jos que se incardinaban en la discusión doctrinal plenamente vigente en la época a propósito
de la distinción entre conflictos políticos y conflictos jurídicos, y sobre la justiciabilidad de los
mismos70—, todavía concedía un cierto margen de confianza a los tribunales internaciona-
les. En La Réalité des Normes (1934), sin embargo, ya encontramos un viraje significativo.
En ella se establece bien claramente la posición de que las resoluciones emanadas por los
tribunales no pueden ser fuente de Derecho71 y que, por lo tanto, no puede encontrarse en
ellos la solución para los males que aquejan al orden internacional72. Ese viraje se consolidará
en su época americana y en la visión definitiva de la jurisdicción internacional que ofrece en
Politics among Nations. Es por eso que —como han insistido William E. Scheuerman, Michael
C. Williams, Oliver Jütersonke o Felix Rösch— vuelve a ser necesario combinar la lectura de
las obras europeas y americanas para obtener la suficiente perspectiva de las posiciones
ofrecidas por Morgenthau en un tema como el de la jurisdicción internacional. Veamos tres
puntos que resultan cruciales en este ámbito, y que contribuirán a la ruptura definitiva de
Morgenthau con lo jurídico.

3.1. Sobre la función judicial en el Derecho Internacional


En Politics among Nations Morgenthau considera que aunque un sistema jurídico se encuentre
desprovisto de poder legislativo puede ser capaz de controlar, en alguna medida, las aspir-
aciones de poder de los sujetos que a él se someten, siempre y cuando existan organismos

67
Morgenthau, Hans J., Die Internationale Rechtspflege, ihr Wesen und ihre Grenzen, Robert Noske, Leipzig,
1929. Existe una traducción parcial al italiano en Il Concetto del Politico. “Contra” Schmitt, ed. a cargo de
Alessandro Campi y Luigi Cimmino, Rubbettino, Soveria Mannelli, 2009.
68
FREI, Christoph, Hans J. Morgenthau... op. cit., p. 40.
69
MORGENTHAU, Hans J., Politics Among Nations... op. cit., p. 446.
70
Como una de las obras paradigmáticas sobre el asunto, véase LAUTERPACHT, Hersch, The Function of Law in the
International Community, introducción de Martti Koskenniemi, Oxford University Press, 2011 [1933].
71
MORGENTHAU, Hans J., La Réalité des Normes... op. cit. p. 79.
72
Ibídem, 242-243.

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judiciales que puedan resolver con autoridad los conflictos aplicando las normas y haciendo
ejecutarlas. Reconoce, además, el papel que los tribunales han desempeñado en un sistema
jurídico como el norteamericano, dotando de sentido y concreción a las ambigüedades y gen-
eralidades presentes en la constitución americana73. Coincide en buena medida, por lo tanto,
con la concepción kelseniana según la cual en un ordenamiento jurídico poco desarrollado
los tribunales son los primeros órganos que se crean y que desarrollan el Derecho, aun antes
que las instancias legislativas o ejecutivas. Ese podría ser ciertamente el caso del Derecho
Internacional. Sin embargo, los tribunales internacionales presentan ciertas carencias que,
por su misma naturaleza, hacen muy difícil que puedan desempeñar esas funciones de desar-
rollo normativo que la jurisdicción doméstica ha cumplido con cierto éxito. Concretamente,
Morgenthau llama la atención sobre tres carencias de la jurisdicción internacional: a) que sus
tribunales no cuentan —ni pueden contar— con jurisdicción obligatoria, b) que no existe una
jerarquía de las decisiones judiciales, y c) que no es aplicable la regla stare decisis.

a) Jurisdicción obligatoria. Morgenthau parte de una idea meridianamente clara: no


hay jurisdicción sin la voluntad del estado de someterse a ella, “la única fuente para la juris-
dicción de los tribunales internacionales es la voluntad de los estados de someter sus disputas
a su juicio. Es un axioma en el Derecho Internacional el hecho de que ningún estado puede
ser obligado contra su voluntad a someter una controversia con otro estado a un tribunal
internacional. En otras palabras, ningún tribunal internacional puede ejercer su jurisdicción
sobre controversias internacionales sin el consentimiento de los estados implicados74. Si esto
es así, la consecuencia evidente es que no podría existir un tribunal internacional dotado de
jurisdicción obligatoria, invalidando de esa manera fórmulas liberales para la paz mundial
como la ofrecida por Kelsen.

Realizada esa afirmación general, Morgenthau precisa que cabe distinguir entre dos
tipos distintos de jurisdicción: la aislada y la institucional.

1) La jurisdicción aislada75 se produce cuando las partes acuerdan som-


eter a determinado tribunal una disputa individual, el requisito es tan simple
como que se dé una obligación contractual entre las partes estableciendo la ju-
risdicción de un determinado tribunal. Sin acuerdo de las partes ningún arreglo
judicial de esta naturaleza sería posible.

2) La jurisdicción institucional es aquella que se refiere no a una disputa


concreta, sino a un determinado tipo de disputas acordado previamente (por
ejemplo, el estado A y el estado B someten al tribunal C cualquier conflicto
que se produzca entre ellos en la materia D). Pero no bastaría simplemente

73
Véase MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 292.
74
Ibíd., p. 293.
75
Por tal habría que entender el mecanismo que suele ser denominado “arbitraje”, y que se diferenciaría de la
“jurisdicción” precisamente en que quienes realizan la función juzgadora son escogidos por las partes, siendo
su laudo obligatorio. En cualquier caso, se ha optado por mantener la denominación que Morgenthau utiliza,
ya que expresamente declara emplear ambos términos (arbitration y adjudication) indistintamente (Véase
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 293). Es un hecho que la práctica del Derecho
Internacional contemporáneo tiende a favorecer más este tipo de mecanismo (Véase POSNER, Eric A., The Perills
of Legal Globalism, The University of Chicago University Press, 2009, pp. 167 y ss.).

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con un acuerdo general de someter ciertas clases de controversias ante un tri-


bunal. Se hace necesario, además, un acuerdo particular en el cual las partes
declaren expresamente que una concreta controversia pertenece a la clase de
controversias determinadas por el acuerdo general, de tal forma que proceda
su sometimiento a la autoridad del tribunal. Con la exigencia de este segundo
requisito se cierra la puerta a cualquier litigio obligatorio, es decir, a que un es-
tado deba someterse a un órgano judicial sin su consentimiento expreso. Esto,
dice Morgenthau, “permite a una nación preservar su libertad de acción en todo
momento”76.

Dicha práctica se vincula con lo previsto por la cláusula opcional del artículo 36 del Es-
tatuto de la Corte Internacional de Justicia [en adelante, CIJ], que permite a sus firmantes la
oportunidad de “declarar en cualquier momento que reconocen como obligatoria ipso facto y
sin convenio especial, respecto a cualquier otro estado que acepte la misma obligación, la ju-
risdicción de la Corte en todas las controversias de orden jurídico”. La realidad, dice Morgen-
thau, es que muy pocos estados han firmado sin reservas esta cláusula —la cual en el antiguo
Estatuto de la Corte Permanente de Justicia Internacional, en el marco de la Sociedad de
Naciones, era obligatoria—. Ofrece como muestra la declaración de 14 de agosto de 1946 en
la que Estados Unidos acepta de forma muy limitada la jurisdicción de la Corte, tanto que le
faculta para excluir el sometimiento de prácticamente cualquier disputa77. Esta interpretación
de Morgenthau refuerza la práctica de Estados Unidos y otros países de no someterse a la
autoridad de ningún tribunal internacional (sea la CIJ, la Corte Penal Internacional u otros).
Existe, por lo tanto, un claro contraste entre la adhesión formal a la jurisdicción obligatoria
de la CIJ y la falta de voluntad real por parte de los estados para someterse a ella. Para ello,
según Morgenthau, cada vez existen más instrumentos jurídicos, tales como los protocolos
adicionales o las cláusulas optativas en el establecimiento de mecanismos de garantía78,
destinados a preservar la llamada “libertad nacional” —término reiteradamente utilizado en
Politics among Nations como equivalente de soberanía estatal— de las posibles intromisiones
de los tribunales internacionales79.

Esta postura viene a confirmar que para Morgenthau —por neta influencia de Erich
Kaufmann80— el principio que rige por excelencia en el Derecho Internacional es el expresa-
do por la cláusula rebus sic stantibus. Haciendo una interpretación amplia de este principio,
ninguna obligación jurídica, por mucho que haya sido aceptada en algún momento de forma
voluntaria por el estado, prevalece a su voluntad en el momento de ejecutarla. La voluntad
manifestada por el estado no solamente en el momento de firmar y ratificar un convenio in-
ternacional, sino también en el momento de aplicarlo constituía uno de los elementos carac-
terísticos de la teoría funcional de la interpretación del Derecho Internacional propuesta por

76
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 294.
77
Ibíd., p. 295. Se recuerda, además que, yendo un paso más allá, en abril de 1984, la administración Reagan
anunció que durante un periodo de dos años Estados Unidos no aceptaría la jurisdicción de la Corte respecto de
ningún asunto que tuviera relación con los países de Centroamérica.
78
GROSS, Leo, “On the justiciability of international disputes”, en THOMPSON, Kenneth y MYERS, Robert J. (eds.),
Truth and Tragedy... op. cit., pp. pp. 209-210.
79
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 296.
80
Véase KAUFMANN, Erich, Critica della Filosofia Neokantiana del Diritto, ed. a cargo de Agostino Carrino, trad.
Roberto Miccú y Agostino Carrino, Edizioni Scientifiche Italiane.

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Morgenthau81. Se trata, evidentemente, de la posición justamente contraria a la de Kelsen,
quien, defendiendo el principio pacta sunt servanda, criticó la cláusula rebus sic stantibus en
tanto que suponía la negación misma del Derecho: la norma “puedo, si quiero”82 no puede
ser una norma jurídica puesto que resulta contraria a la esencia objetiva del Derecho. Este es
un punto donde se dejan ver más a las claras las consecuencias normativas de la teoría de
Morgenthau. Aunque no se considera a sí mismo como un negador del Derecho Internacional,
conceder a la cláusula rebus sic stantibus el alcance que le concede equivale a negar en cierta
forma el propio Derecho Internacional, puesto que lanza el mensaje de que nada importan las
normas, siempre prevalece la voluntad; esto es, el poder.

b) Jerarquía normativa. Morgenthau considera, por otro lado, que la confusa organi-
zación de los tribunales en el ámbito internacional genera una incerteza que contribuye poco
a que los estados deseen someterse a su jurisdicción. A diferencia de los sistemas jurídicos
nacionales, no existe en el Derecho Internacional una ordenación jerárquica de los tribunales
que garantice una cierta uniformidad respecto de las decisiones emanadas por los órganos de
dicho sistema. Si nos situamos en el paradigma onusiano contemporáneo, el resto de tribu-
nales que puedan haber sido creados por tratados internacionales no guardan ningún vínculo
jurídico con la CIJ. En consecuencia, “la CIJ no puede ser considerada como una corte supre-
ma del mundo que pueda decidir, como autoridad última, apelaciones contra las decisiones de
los otros tribunales internacionales. Es únicamente un tribunal internacional más, entre otros
[...] que en ningún caso se encuentra jerárquicamente por encima del resto de tribunales
internacionales”83.

Sea como fuere, Morgenthau no deja de considerar que el establecimiento de la CIJ


marca un destacado paso hacia la centralización de las funciones en el campo del Derecho
Internacional84. Son al menos dos las funciones de un tribunal permanente como la CIJ que
Morgenthau destaca positivamente: 1) la accesibilidad para los estados en el momento de
resolver cualquier tipo de conflictos que acuerden plantear ante el tribunal; 2) la estabilidad
y la seguridad jurídica aportada por la continuidad de los jueces (que es de nueve años). La
elección de estos, sin embargo, es otro problema, dadas las reticencias de los estados a ser
juzgados por tribunales en los que no haya ningún magistrado de su nacionalidad).

c) Sobre la regla stare decisis. La estabilidad y la seguridad (calculability) son el re-


sultado psicológico, sostiene Morgenthau, de una organización permanente (es decir, de la
continuidad de los magistrados), más que el efecto jurídico de las decisiones judiciales del
tribunal85. Esta idea pretende ser demostrada a través de la cita del artículo 59 del Estatuto
de la CIJ: “La decisión de la Corte no es obligatoria sino para las partes en litigio y respec-
to del caso que ha sido decidido”. Es decir, que para la CIJ no rige el principio stare decisis
(precedente), a diferencia de lo que ocurre con los tribunales nacionales (particularmente los

81
Véase MORGENTHAU, Hans J., “Positivism, functionalism…”, op. cit.
82
Véase KELSEN, Hans, “Compulsory adjudication of international disputes”, en American Journal of International
Law, vol. 37, nº 3, 1943, pp. 397-406, p. 404.
83
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 300.
84
Ibíd., p. 298.
85
Ibíd., p. 299.

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anglo-americanos)86. Pese a ello, Morgenthau reconoce que en la práctica, la Corte, ha sido


coherente con sus previas decisiones con el objeto de minimizar el elemento de incerteza.

A falta de una jerarquía entre los distintos tribunales internacionales y de la


vigencia del principio stare decisis, Morgenthau concluye que “nada en la esfera internacional
recuerda siquiera remotamente la [situación de un sistema judicial nacional]”87. Nos encon-
tramos en consecuencia ante un sistema, el Derecho Internacional, que está caracterizado
por la descentralización88; y esa descentralización impide que los sujetos que operan en el
ámbito internacional se encuentren sometidos a la autoridad de cualquier tribunal:
“En el ámbito de la jurisdicción [...] es todavía la voluntad de las naciones
individuales la que es decisiva en cada una de las etapas de los procedimien-
tos. Por lo tanto, la jurisdicción internacional es incapaz de imponer efectivas
restricciones sobre la lucha por el poder en la escena internacional”89.

Esta fue la posición que mantuvo Morgenthau en el comentario que hizo de La Paz por
Medio del Derecho para la revista Ethics en 1945: “El profesor Kelsen parece sobrevalorar la
importancia de los organismos judiciales en relación a la paz internacional”90. A pesar de estar
de acuerdo con la crítica realizada por Kelsen a la Sociedad de Naciones y a los por entonces
recién firmados acuerdos de Dumbarton Oaks, considera ingenua la idea de construir la paz
tomando como motor de cambio la creación de un tribunal como el diseñado por el jurista
vienés. En un escenario como el internacional, caracterizado por su vacío institucional, se dan
condiciones sociales, morales y políticas muy diferentes a las del ámbito doméstico en el que
operan los tribunales con relativo éxito. Por eso considera “difícil imaginar cómo las naciones
puedan verse impulsadas a someter sus disputas políticas, es decir, aquellas que conciernen
a la redistribución de su respectivo poder, a un tribunal internacional, en lugar de hacer uso
de aquellos instrumentos políticos que parecen mejor adaptados”91.

Por otro lado, en un razonamiento muy similar al de Edward H. Carr92, Morgenthau ob-
serva que el principal obstáculo para que los tribunales (nacionales o internacionales) puedan
resolver la mayoría de conflictos que se les someten es que necesariamente sus decisiones
se encuentran limitadas por la ley. Como resultado, se presume que los jueces siempre van a
ser defensores del status quo, ejerciendo de obstáculo ante cualquier pretensión de reforma
del ordenamiento jurídico. La mayoría de conflictos producidos en el escenario internacional,
o al menos los que son susceptibles de terminar en enfrentamientos armados, serían siempre
conflictos políticos; esto es, conflictos en los que lo que se discute no es una u otra inter-

86
Así lo reconoce también Kelsen: Véase KELSEN, Hans, Principles of International Law, Lawbook Exchange, Nueva
Jersey, 2003 [1952, 2ª ed. 1967], p. 394.
87
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 300.
88
Ibídem.
89
Ibíd., p. 296.
90
MORGENTHAU, Hans J., “The Machiavellian utopia”, op. cit., p. 146.
91
Ibídem.
92
Véase CARR, Edward H., La Crisis de los Veinte Años (1919-1939). Una Introducción al Estudio de las Relaciones
Internacionales, prólogo de Esther Barbé, trad. de Emma Benzal, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2004 [1939],
pp. 265 y ss.

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pretación de la ley sino cuál debería ser la ley93. “La cuestión aquí no es la interpretación de
la ley reconocida como legítima por ambas partes [...] sino la legitimidad de la ley existente
a la vista de una demanda de cambio”94. Y esa cuestión “no puede ser respondida por el ju-
rista, sino solo por el estadista”95. En conclusión, los tribunales se mueven en el plano de la
legalidad (que es un plano jurídico), pero no en el plano de la legitimidad (que es un plano
político). Lo relevante será, por lo tanto, determinar qué cuestiones pueden o deben expre-
sarse en términos de legalidad y cuáles en términos de legitimidad96.

3.2. Clasificación de los conflictos internacionales: disputas y tensiones


Partiendo del concepto que Morgenthau maneja de lo político y de lo jurídico, se comprende
que lo que está en juego cuando se habla de clasificar los conflictos internacionales es la de-
terminación de qué conflictos podrán ser sometidos a la autoridad de los tribunales y cuáles
deberán ser resueltos por otros medios. Cabe tener en cuenta también que para Morgenthau
lo opuesto a lo político no es lo jurídico, sino lo no-político97. Siendo esto así, no puede haber
una clasificación unívoca y simple de los conflictos internacionales desde el momento en que
no existe para él ningún medio de determinar de antemano el carácter político o jurídico de
un asunto; sino que se trata de una cuestión de matiz, de intensidad98.

Una vez más, los trabajos europeos son el avance necesario para entender los postu-
lados que Morgenthau establece en sus obras americanas. En efecto, no se entiende por com-
pleto la clasificación de las disputas internacionales que se realiza en Politics among Nations
sin tener en cuenta los posicionamientos desarrollados previamente en La Notion du Politique.
Así pues, me apoyaré en ambas obras para intentar reconstruir la posición de Morgenthau
respecto al que fue uno de los grandes temas de la doctrina internacionalista a lo largo de la
primera mitad del siglo XX: la división entre los asuntos que podían ser susceptibles de una
resolución jurídica y los que, en cambio, debían ser resueltos a través de la vía política; o,

93
Es decir, sucede lo que, en palabras de Hart sería una ausencia de regla de reconocimiento; circunstancia que
precisamente sería para él uno de los problemas propios del Derecho Internacional. Véase HART, Herbert L. A.,
El Concepte de Dret, trad. de Pau Luque, edicions de la Ela Geminada, Girona, 2012 [1961], p. 371.
94
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 447.
95
Morgenthau, Hans J., Scientific Man... op. cit., p. 120.
96
Los términos de ese debate y su contextualización histórica en torno a la República de Weimar han sido tratados
por David Dyzenhaus, quien ha considerado que entre el esencialismo schmittiano que solo se preocupa por la
legitimidad —dentro del cual podría colocarse en esta ocasión, y con matices, a Morgenthau— y el formalismo
kelseniano que únicamente toma en cuenta la legalidad, se sitúa la teoría del estado de Hermann Heller, que
integraría tanto una visión política como jurídica. DYZENHAUS, David, Legality and Legitimacy. Carl Schmitt,
Hans Kelsen and Hermann Heller in Weimar, Oxford University Press, 1997.
97
En el mencionado comentario de la revista Ethics a la publicación de Peace Through Law, Morgenthau se mostraba
conforme con la crítica realizada por Kelsen a la distinción entre los conflictos jurídicos y los políticos: “es cierto
que la distinción entre los conflictos jurídicos y políticos no tiene ningún valor científico por sí misma, puesto que
el Derecho y la Política no son conceptos mutuamente excluyentes”. MORGENTHAU, Hans J., “The Machiavellian
utopia”, op. cit., p. 145.
98
No es casualidad que esta característica de la intensidad como elemento definitorio de lo político recuerde a
la concepción ofrecida por Carl Schmitt. La relación entre Morgenthau y Schmitt ha sido tratada por numerosa
doctrina: SCHEUERMAN, William E., Carl Schmitt. The End of Law, Rowman & Littefield, Lanham, 1999, pp. 225 y
ss.; SCHEUERMAN, William E., “Carl Schmitt and Hans Morgenthau: Realism and beyond”, en WILLIAMS, Michael
C. (ed.), Realism Reconsidered… op. cit., pp. 62-92; KOSKENNIEMI, Martii, The Gentle Civilizer of Nations.
The Rise and Fall of International Law 1870-1960, Cambridge University Press, 2001, pp. 413 y ss.; CAMPI,
Alessandro, “Hans J. Morgetnthau e Carl Schmitt: un balancio critico-biografico”, en MORGENTHAU, Hans J., Il
Concetto del Politico. “Contra” Schmitt, ed. a cargo de Alessandro Campi y Luigi Cimmino, Rubbettino, Soveria
Mannelli, 2009, pp. LIX-CXII; o BROWN, Cris, “The Twilight of International Morality’? Hans J. Morgenthau and
Carl Schmitt on the end of the jus publicum europaeum”, en WILLIAMS, Michael C. (ed.), Realism Reconsidered...
op. cit., pp. 42-61.

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en otras palabras, la determinación de qué asuntos internacionales son justiciables y cuáles


no lo son. Dónde se sitúe el límite a esta cuestión representa tanto como establecer el punto
exacto en donde acaba lo jurídico y empieza lo político. Punto sobre el que, evidentemente,
se hace imposible alcanzar un acuerdo pacífico.

Consciente de la dificultad de la tarea, Morgenthau divide los conflictos internaciona-


les en disputas y tensiones. Llama disputas a los conflictos formulados en términos jurídicos,
mientras que da el nombre de tensiones a los conflictos no formulados en esos términos.
Solo trazando la división entre unos y otros es posible determinar el papel que los tribunales
internacionales pueden desempeñar en la conservación de la paz. Como Lauterpacht99, des-
carta que pueda haber una clasificación objetiva (por materias), de modo que, en coherencia
con su visión situacional del conocimiento, únicamente acepta la determinación subjetiva,
atendiendo a las circunstancias de cada caso particular. Así, clasificación que encontramos en
Politics among Nations —heredera de la ya realizada en La Notion du Politique—, es triple:

1) Considera que son disputas puras aquellos conflictos que no están relaciona-
dos con ninguna tensión. Puede existir una tensión subyacente pero, en cual-
quier caso, esta no influiría en la disputa. Se trataría, por lo tanto, de materias
que son susceptibles de ser resueltas a través de un procedimiento judicial.

2) Existen también disputas que tienen la sustancia de una tensión o con función
desbordante100. En este caso puede que el contenido de la disputa sea el mismo
que cierta parte del contenido de una tensión. La tensión, dice Morgenthau,
puede ser comparada con un iceberg, del cual solo la parte que aparece en la
superficie es la disputa101. Este tipo de conflicto no podrá ser resuelto por un
tribunal, dado que una decisión sobre el fondo de la cuestión jurídica implicaría,
al menos parcialmente, una decisión relativa a la tensión (política). Y, según
el esquema realista de Morgenthau, ningún estado permitirá que un órgano
judicial interfiera en sus asuntos políticos, en la medida en que estos expresan
inevitablemente sus intereses nacionales.

3) Por último, existirían las disputas que representan una tensión. En la super-
ficie estos conflictos parecerían disputas puras; sin embargo:
“a menudo las disputas puras se transforman en disputas que rep-
resentan una tensión, o viceversa. El asunto de estas disputas no
tiene en absoluto relación con el asunto de la tensión. Es en su sola
función simbólica representativa en la que consiste la relación entre
tensión y disputa”102.

Tras esa confusa descripción, en lo que Morgenthau parece estar pensando es en

99
Véase LAUTERPACHT, Hersch, The Function of Law... op. cit., pp. 161 y ss.
100
Esta expresión es usada en MORGENTHAU, Hans J., La Notion du “Politique”... op. cit., p. 81, pero no así en
Politics among Nations.
101
MORGENTHAU, Hans J., Politics among Nations... op. cit., p. 449.
102
Ibíd., p. 450.

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casos en los que exista una causa judicial abierta entre dos naciones y, a la vez, una tensión
política importante. La causa judicial se convierte entonces en un test, en un símbolo de las
posiciones de poder de cada contraparte. Se trataría, en consecuencia, de una cuestión de
prestigio que, recordemos, es una de las manifestaciones de la lucha por el poder. En el mo-
mento en que la disputa se ha convertido para las partes litigantes en un asunto tan relevante
como la propia tensión que representan, la resolución judicial se convierte en un peligroso
instrumento, susceptible de poner en riesgo la paz. En consecuencia, será inverosímil que
ningún estado someta tal conflicto a la decisión vinculante de un tribunal.

La conclusión a extraer de esta clasificación parece clara: las disputas políticas (las
que se refieren a las aspiraciones de poder) no pueden ser solucionadas a través de los pro-
cedimientos judiciales. Los procesos y formas jurídicas nada tienen que ver con ellas. Los
estados serán siempre reticentes a la hora de someter sus diferencias a un tribunal cuando
lo que está en juego es su interés nacional. Solamente apelarán a la autoridad de un tribunal
internacional aquellas naciones interesadas en mantener el status quo, mientras que rechaz-
arán su autoridad aquellas otras que deseen un estado de cosas diferente. Así pues, “las
disputas que probablemente conducirían a una guerra no pueden ser resueltas por métodos
judiciales”103. Se trata, nuevamente, de un razonamiento muy similar al empleado por Carr
en su obra The Twenty Years´ Crisis, quien —explícitamente contra las ideas de Lauterpacht
y de Kelsen— consideró que “el proceso judicial no es apto para solucionar el problema del
cambio pacífico en la política nacional y, a fortiori, en la internacional, ya que, al tratar a las
partes de la disputa como iguales, es incapaz de considerar el elemento del poder, que es
el factor necesario en toda exigencia de cambio”104. Incluso internacionalistas discípulos de
Kelsen, como Kunz, se decantaron por esta posición: el establecimiento de una jurisdicción
obligatoria podría significar un gran avance para el Derecho Internacional, “pero por sí misma
no podría eliminar la guerra; [la jurisdicción] puede decidir, pero no solucionar todos los con-
flictos. Resulta una ilusión creer que la transformación de la historia mundial se podría basar
únicamente en un procedimiento judicial”105.

Si bien esta distinción entre disputas y tensiones puede constituir un valioso argumen-
to para quienes deben tomar las decisiones en materia de política exterior —puesto que les
permite librarse del incómodo corsé que representa el derecho internacional y la jurisdicción
de los tribunales internacionales—, resulta, en cambio, escasamente útil a los juristas106. En
este sentido, la posición de Kelsen ante este tipo de argumentos resulta perfectamente clara
en el prefacio a su Principles of International Law, que merece la pena reproducir aquí:
“Considero necesario insistir en el carácter puramente jurídico de este libro.
Y hago esto en oposición a la amplia tendencia entre los internacionalistas,
que —aunque no niegan el carácter jurídico y, por lo tanto, la fuerza vin-
culante de dicho orden social— abogan ya no por una perspectiva jurídica,
sino por una perspectiva política como la más adecuada. Esta óptica en mi


103
Ibíd., p. 454.

104
CARR, Edward H., La Crisis de los Veinte Años... op. cit., p. 293.

105
KUNZ, Joseph L., “Compulsory international adjudication and maintenance of peace”, en American Journal
of International Law, nº 38, 1944, p. 678.

106
Véase JÜTERSONKE, Oliver, Morgenthau, Law and Realism, op. cit., p. 74.

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opinión no es nada más que un intento de no aplicar el derecho existente en


el caso de que su aplicación se encuentre en conflicto con algún interés, o
más bien, con lo que cada autor considera que sea el interés de su estado.
Si piensa que es su deber recomendar a su gobierno una política de poder,
es decir, una política determinada solo por el interés real o presumido de su
estado y limitada únicamente por ese poder, es libre de hacerlo bajo su re-
sponsabilidad. Pero si intenta hacer creer a sus lectores que esa política está
en conformidad con el Derecho Internacional interpretado «políticamente»,
no está presentando entonces una teoría científica del Derecho Internacion-
al, sino una ideología política”107.

3.3. Sobre la responsabilidad internacional de los individuos


No puede acabar de hablarse sobre la jurisdicción internacional sin mencionar la cuestión de
la responsabilidad de los individuos ante los tribunales internacionales. Las referencias que
Morgenthau hace a este problema, sin embargo, son muy escasas en Politics among Nations
y, en general, en toda su producción americana. En sus obras de 1934 y 1935 sobre la teoría
del Derecho Internacional podemos encontrar algunos motivos de esta omisión, que no es
casual.

En La Réalité des Normes se deja sentir la influencia de la teoría kelseniana en su


formación:
“cuando la doctrina dominante [y por tal debe entenderse aquí el positivis-
mo de la Staatsrechtslehre] afirma que el derecho internacional únicamente
es válido para los estados, pero nunca para los individuos, incurre en una
contradicción [...]. Las normas del derecho internacional tienen por objeto,
como todas las normas jurídicas, la reglamentación de las relaciones socia-
les entre los hombres o los grupos de hombres”108.

A partir de esta consideración, las sanciones del derecho internacional, que en buena
parte son impuestas por los mismos sujetos que están sometidos a ellas, son dividas por Mor-
genthau en sanciones internacionales directas (que serían aquellas que van dirigidas contra
grupos de personas o contra sus representantes) y sanciones internacionales indirectas (que
serían aquellas dirigidas contra los individuos particulares)109. Estas últimas son calificadas
de sanciones indirectas porque no reconocen que el derecho internacional pueda sancionar
directamente a un individuo sin pasar a través del filtro del estado. Solo previo reconocimien-
to del orden estatal podría aplicarse una sanción internacional directamente a un individuo.
Encontramos en Morgenthau los ecos de la vieja tesis “de la transformación necesaria” del
derecho internacional, preconizada por Anzilotti110.

A la vista del concepto de validez jurídica manejado por Morgenthau —que asocia


107
KELSEN, Hans, Principles of International Law, op. cit., p. viii.

108
MORGENTHAU, Hans J., La Réalité des Normes... op. cit., p. 214

109
Ibíd., p. 221; y también MORGENTHAU, Hans J., “Théorie des sanctions internationales”, en Revue de Droit
International et de Législation Comparée, vol. 16, nº 3, 1935, pp. 474-503, y nº 4, 1935, pp. 820 y ss.

110
Véase ANZILOTTI, Dionisio, Scritti di Diritto Internazionale Pubblico, CEDAM, Pádua, 1956.

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íntimamente eficacia y validez normativa— cabe considerar que una norma del derecho inter-
nacional que estableciera una sanción a un individuo sin contar con la aceptación del estado
para ejecutar esa sanción a través de los medios oportunos no podría ser una norma válida,
en tanto que no existiría la posibilidad abstracta de su efectivo cumplimiento111. En este caso,
y puesto que tanto la norma del derecho internacional como la norma del derecho estatal
traen causa en la norma fundamental del derecho estatal, ambas se encontrarían en una
situación de concurrencia normativa. Situación ante la cual se impondría el ordenamiento
que contara con unos mecanismos de sanción más efectivos. Dadas las circunstancias del
orden internacional, este ordenamiento no puede ser otro que el orden estatal, el cual cuenta
con “el más alto grado de eficacia empíricamente constatable”112. Si en algún momento las
normas del derecho internacional adquirieran semejante grado de eficacia, entonces el orden
internacional se convertiría en un orden de naturaleza estatal, es decir, nos encontraríamos
ante un estado universal. De esta manera “el orden jurídico internacional está obligado a
buscar la realización de la validez de sus disposiciones normativas, incluso para los individu-
os, teniendo en cuenta la existencia de los diversos órdenes estatales”113. O, expresado más
claramente: “Para poder existir en tanto que normas jurídicas, las disposiciones normativas
del derecho internacional necesitan del soporte que le presten los órdenes jurídicos estatales,
y, en la medida en que se quieran imponer a los individuos como tales, necesitarán la ayuda
del orden jurídico estatal al que estos se encuentren sometidos, esta ayuda priva a las nor-
mas del derecho internacional, en cuanto a sus relaciones con los individuos como tales, de
su carácter internacional”114.

Si esto es así, las sanciones directas —es decir, la guerra y las represalias— son la
norma en el derecho internacional. Las sanciones indirectas presentan, en cambio, una na-
turaleza meramente excepcional, como es el caso de los piratas capturados en alta mar115. El
establecimiento de una responsabilidad de los individuos en el orden internacional no puede
representar para Morgenthau, en definitiva, un avance significativo hacia la paz ni un objeti-
vo a alcanzar. No lo es porque sostiene que esta posibilidad estará siempre subordinada a la
efectiva voluntad de los estados, quienes no permitirán la jurisdicción de un tribunal interna-
cional sobre sus nacionales sin que medie su consentimiento. Y este únicamente será emitido
en el caso eventual de que el juicio no perjudicara en absoluto sus intereses nacionales. Ese
fue el caso, aprecia Morgenthau, de los juicios de Nuremberg, que si bien habrían condenado
y castigado justamente a los criminales nazis, suponen “un síntoma de la confusión moral e
intelectual de nuestros tiempos”116.

Esa confusión, en efecto, tenía mucho que ver con la idea típicamente kelseniana de
que una solución técnico-jurídica como el establecimiento de un tribunal internacional con
jurisdicción obligatoria y competente para enjuiciar a individuos podría ser la solución a un


111
Véase MORGENTHAU, Hans J., La Réalité des Normes... op. cit., p. 228 y ss.; y también MORGENTHAU,
Hans J., “Théorie des sanctions internationales”, op. cit., pp. 820.

112
MORGENTHAU, Hans J., La Réalité des Normes... op. cit., p. 229.

113
Ibíd., p. 230.

114
Ibíd., p. 242

115
Ibíd., p. 238; y también MORGENTHAU, Hans J., “Théorie des sanctions internationales”, op. cit., p. 823

116
MORGENTHAU, Hans J., “Views of Nuremberg: further analysis of the trial and its importance”, en Politics in
the Twentieth Century (vol. 1), The University of Chicago Press, Chicago, 1962, p. 379.

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problema político —el problema de la paz— complejo y multicausal. Un problema que no


podía ser resuelto haciendo oídos sordos a la lucha por el poder que tiene lugar en la arena
internacional. La consideración de que los estados vayan a olvidar esa lucha poniendo a sus
dirigentes en manos de tribunales internacionales vuelve a resultar, por lo tanto, tan ingenua
como el resto de propuestas destinadas a limitar la soberanía de los estados.

4. Reflexiones finales
Si hoy Morgenthau tuviera que valorar el establecimiento de una institución como la Corte
Penal Internacional, a buen seguro sus consideraciones no serían demasiado diferentes de
las de pensadores realistas contemporáneos como Danilo Zolo117. En efecto, es imposible
no reparar en cómo las relaciones de poder entre los estados se plasman en los resultados
que hasta ahora ha dado el funcionamiento de la Corte: solo mandatarios de estados débiles
(concretamente africanos) han sido enjuiciados, mientras que los mandatarios de las grandes
potencias pueden permitirse ignorar dichos tribunales, e incluso boicotearlos abiertamente,
como ha hecho Estados Unidos una vez tras otra, firmando convenios bilaterales que preten-
den garantizar la inmunidad de sus nacionales a través de la vía abierta por el artículo 98 del
Estatuto de Roma.

La Historia reciente de la política exterior estadounidense, en efecto, parece dar la


razón una y otra vez a Morgenthau: hoy más que nunca, en tiempos de Trump, es mediante
la política del poder, y no mediante el respeto al derecho internacional como cabe resolver los
grandes asuntos internacionales. Las derivaciones neorrealistas de su obra no han modificado
un ápice esa posición central, antes al contrario, la han consolidado118. La gran potencia bien
puede agradecer al alemán el salto a las Relaciones Internacionales y el abandono del Dere-
cho Internacional. Lo mismo deberían hacer China y Rusia, y quién sabe si hasta incluso la
actual Unión Europea, cuyos valores sociales parecen haber naufragado junto con los miles de
personas refugiadas que se ha mostrado incapaz de acoger en los últimos tiempos119. Mien-
tras tanto, los estados más débiles —pero también quienes se pregunten cómo haremos para
frenar el cambio climático, o para luchar contra la criminalidad financiera, el tráfico de armas
o la trata de personas— probablemente seguirán apelando al valor del Derecho.


117
Véase ZOLO, Danilo, De Nuremberg a Bagdad, Trotta, Madrid, 2007; en sentido similar, POSNER, Eric A.,
The Perills of Legal Globalism, op. cit., pp. 191 y ss.

118
El neorrealismo (Waltz, Nye o Keohane) no rechaza el realismo clásico de Morgenthau, sino que, partiendo
de sus premisas, propone su adaptación al nuevo contexto de la emergente globalización. De esta manera, los
neorrealistas propusieron una recuperación del modelo basado en la seguridad nacional y en el equilibrio del poder,
sin por ello dejar de reconocer el papel fundamental que los nuevos agentes económicos de naturaleza privada
debían jugar en la nueva configuración del mundo. A través de la lectura que de ella hacen los neorrealistas,
la figura de Morgenthau es tomada hoy como un referente indiscutible por el pensamiento neoconservador
norteamericano en materia de política exterior. Baste señalar que figuras tan influyentes como Henry Kissinger
o Condolezza Rice se han considerado como sus discípulos. En una de las biografías de Rice podemos leer: “la
mayor influencia política de Rice en la Guerra Fría fue Hans Morgenthau, bien conocido por sostener el realismo
político [...] el realismo está basado en la idea de que las naciones son como los humanos. Cada nación, de
acuerdo con Morgenthau, debe actuar en su propio interés. Las guerras y otras luchas por el poder tienen lugar
cuando las naciones se sienten amenazadas. El realismo enseñado por él fue racional, objetivo y carente de
emociones, que es lo que se requiere cuando una nación está tratando de asegurar su propia supervivencia”,
HUBBARD-BROWN, Janet, Condoleezza Rice: Stateswoman, Chelsea House, Nueva York, 2008. Sobre la conocida
relación entre Kissinger y Morgenthau, Véase KISSINGER, Henry, “A gentle analyst of power: Hans Morgenthau”,
en The New Republic, vol. 14, nº 4, 1980, pp. 12-14.

119
Véase DE LUCAS, Javier, Mediterráneo, el Naufragio de Europa, Tirant Lo Blanch, Valencia, 2016.

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Bibliografía
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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
A

Clío y Palas Atenea: Apuntes sobre el papel


constitutivo de la Historia en la Teoría
de Relaciones Internacionales
Francisco Javier Peñas Esteban*

Resumen *Francisco Javier


Peñas Esteban,
Es posiblemente necesario en estos tiempos que los saberes humanos tengan que dividirse fue profesor de
en disciplinas distintas. En algunos casos esta división es muy clara, pero en el campo de Relaciones Inter-
las humanidades y de las “ciencias sociales” esta división, por otra parte, necesaria, puede nacionales en la
ser —llevándose, como se lleva a un extremo— frustrante y empobrecedora. Ferenc Fehér Universidad Autó-
sostenía que, en última instancia, todas las disciplinas y “ciencias” sociales podían reducirse noma de Madrid
a la Historia y a la Filosofía. En este artículo se argumenta, por parte de un académico de hasta su jubilación
Teoría de Relaciones Internacionales, la necesidad de la Historia para aquella disciplina. hace unos años.
Se enumeran algunos puntos de encuentro y se sostiene que Historia es necesaria para Fue cofundador y
la Teoría de Relaciones Intencionales que el autor propone y que Teoría de Relaciones director durante
Internacionales puede ser útil a la Historia. La conclusión es la defensa de la historicidad años del Máster de
radical de los hechos, eventos y procesos en las relaciones humanas. Relaciones Interna-
cionales y Estudios
Africanos. Entre sus
Palabras clave libros publicados
Teoría de las Relaciones Internacionales; Historia; Relaciones Internacionales como Historia; se encuentran Oc-
Teoría social; Historicidad. cidentalización, fin
de la Guerra Fría y
Relaciones Interna-
cionales (1997) y
Hermanos y enemi-
gos. Liberalismo y
Relaciones Interna-
cionales (2003).

Title Recibido:
Clio and Palas Atenea: Some notes on the role of History in the Theory of International 03-11-2017
Relations Aceptado:
16-12-2017

Abstract
It is possible necessary in our times that human knowledges ought to be divided into distinct DOI:
disciplines. In some cases, this division is clear, but in the field of humanities and social http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
sciences this division, otherwise necessary, can be —taken to an extreme— frustrating
nesinternaciona-
and impoverishing. Frenc Fehér stated that, at the end, all the disciplines and the social
les2018.37.003
sciences have, as ultimate reference, Philosophy and History. In these pages I argue, as an
International Relations Theory academic, for the need of history for the former. I enumerate
some meeting points and argue why History in indispensable for IRT and what of IRT would
be necessary for History. My conclusion is to stand up and defend the idea of the radical
historicity of facts, events and processes in human relations.

Keywords
International Relations Theory; History; International Relations as history; Social theory;
Historicity.

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¿Por qué razón saber de dónde vengo me va a decir a dónde voy?


Alan Percivale Taylor

I
ntroducción
Las disciplinas y teorías sobre la acción humana, individual o grupal, Historia, Ciencia
Política, teoría de las Relaciones Internacionales, teoría social, Sociología, etc. se refieren
siempre a los mismos sujetos/objetos. En su desarrollo moderno académico, dan lugar a
disciplinas separadas por “departamentos” y por la conciencia de sus componentes de que
están haciendo algo distinto a los del despacho de al lado. Esta división tiene mucho de
sociológicamente artificial y algo de lógica científica. Lo real, por decirlo de alguna manera,
es que no se puede, en el siglo XXI, saber todo de todo: es necesario una especialización.
Lo sociológicamente perverso es que se establecen barreras entre teorías y disciplinas que
obedecen, sobre todo, a cuotas de poder, aunque sea tan mísero como el poder académico.

De tal manera que la historia de relaciones internacionales se estudia, normalmente,


en un departamento de historia contemporánea de una facultad de historia o humanidades;
y la teoría de Relaciones Internacionales en otro departamento, en España, de derecho
internacional público y relaciones internacionales en facultades, de Derecho o Ciencias Políticas
y Sociología. De esta manera, se establecen barreras que llevan, por inercia e interés, a una
especialización, en gran medida castradora y sin sentido. Pero es así y, aunque seamos
conscientes de ello, dedicamos un número de nuestra revista a hablar de la relación entre
dos disciplinas, que son tales y distintas por la acción de los académicos, no por su esencia
ontológica y epistemología. Eso viene después, como justificación de delimitación de una
realidad no delimitable. Luchamos contra las puertas que se han puesto al campo.

Para empezar, nos encontramos con varios problemas algo más que terminológicos.

En primer lugar, el tratamiento que vamos a dar al problema en este trabajo, peca de
lo que podríamos llamar desequilibrio. La Historia y las Relaciones internacionales se sitúan
ambas en dos planos ontológicos y epistemológicos distintos, aunque el primero sabemos que
existe pero llega a nuestras conciencias por la articulación discursiva del segundo. El término
historia tiene dos acepciones: (1) El devenir de las relaciones entre los seres humanos, y de
estos con la naturaleza de la que forman parte: “El acontecer histórico, el encadenamiento
o la marcha de los acontecimientos (en alemán Geschichte) ”1; y (2) el estudio, análisis y
narrativas sobre ese devenir: ”La narración que de tales hechos ofrecen los historiadores (en
alemán Historie)”2.

Aunque es difícil, habrá que dejar claro el uso que en determinada frase se hace de
la palabra “historia”. Podríamos usar historia para el primero, e Historia para el segundo.
Aunque, como se verá, la historia es, para nosotros y en la práctica, miles de Historias, o
sea miles de relatos escritos y rescritos sobre el pasado. Podríamos distinguir sus acepciones
con el uso de “h” minúscula para la primera y “H” mayúscula para la segunda. No es una
distinción original, pero tampoco muy frecuente: la mayoría de los historiadores no la usan.

1
ALCOBERRO, Ramon, La filosofía de la historia: ¿un anacronismo?, Filosofía y pensamiento, http://www.
alcoberro.info/pdf/FiloHISTO01.pdf [Consultado el 25 de octubre de 2017].
2
Ibídem.

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En cualquier caso, manejamos, por así decirlo, dos niveles: el pasado y los relatos que dan
cuenta de él.

Sin nos referimos a R/relaciones I/internacionales, la convención, esta vez más


difundida, es usar relaciones internacionales, con minúsculas, para las relaciones mismas;
y Relaciones Internacionales, con mayúsculas para la teoría que da cuenta de las primeras.

En cualquier caso, manejamos otra vez, para entendernos, tres niveles:

1. “historia” como el pasado o devenir de las acciones y relaciones humanas, y


“relaciones internacionales” para las relaciones que, por diversas razones, o
según diversas escuelas, se distinguen de otras relaciones. La ambigüedad de
este último es patente, pero no es salvable sin entrar a discutir las teorías de
las relaciones internacionales (Relaciones Internacionales).
2. “Historia” como relato o relatos sobre el pasado. Pero aquí no hay un término
equivalente en relaciones internacionales. Podría ser la Historia de las rela-
ciones internacionales, siempre que aceptáramos radicalmente que el presente
siempre es ya historia. Lo que no es el caso en el grueso de la academia.
3. En esta lógica, deberíamos hablar de una teoría de la historia o de la Historia,
de la misma forma que hablamos de una teoría de Relaciones Internacionales
o, simplemente, Relaciones Internacionales. Lo mismo podríamos decir de una
filosofía de la H/historia y de una filosofía de las R/relaciones I/internacionales.

Un problema que aparece es que mientras que en las Relaciones Internacionales


la preocupación sobre la teoría es dominante, incluso hasta olvidar o dejar en un papel
secundario a la H/historia, en el campo de los historiadores parece que la teoría de la H/
historia no es moneda corriente. En ambos casos, creo que la idea de una filosofía de la H/
historia o una filosofía de la R/relaciones I/internacionales es algo que, en su más fiel espíritu
del positivismo y empirismo, rechazan.

Escribir sobre la relación de la H/historia con la teoría de Relaciones Internacionales


sitúa, objetivamente, la primera en una función subordinada, de apoyo (“baúl de los
ejemplos”). Una disciplina auxiliar3.

En segundo lugar, no puede hacerse teoría de relaciones internacionales sin recurrir


a la historia, pero si se me preguntará el por qué, o se me pidiera una aproximación más
explícita, no sabría ni qué ni cómo contestar.

3
Soy consciente de que hay un desequilibrio en mi exposición. Mis saberes se sitúan más en la teoría de Relaciones
Internacionales, en la que soy un profesional y no en los saberes de la Historia/historiografía, en a que solo
soy un ávido lector. Lo que intento es mostrar que la Historia es imprescindible para la teoría social y, más en
particular, para las Relaciones Internacionales. Al empezar este trabajo, me di cuenta de la obviedad de que
si dentro de la teoría de las Relaciones Internacionales había disputas sobre los diferentes enfoques, también
debía haberlos en la historiografía. Lo que pasa es que soy más capaz de hacer una narrativa del desarrollo
contradictorio de la teoría das Relaciones Internacionales, que, del desarrollo de los diferentes enfoques,
enfrentados o no, en la historiografía; y (2) que no intento comparar ambas disciplinas, sino hacer ver que
la teoría das Relaciones Internacionales usa y recurre, salvo casos excepciones y de ahí sus limitaciones, a la
Historia y reafirmar la historicidad radical de cualquier fenómeno, proceso, o conflicto, es decir, llamar la atención
sobre el imprescindible recuso de/a la Historia.

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Para entender las relaciones internacionales4, ya sea en su sentido estricto (hoy algo
desfasado, pero nuclear) como las relaciones entre estados, como en su sentido laxo, como
toda aquella relación que traspase fronteras (y tenga efectos públicos), debemos siempre
recurrir a la categoría de tiempo/tiempos5, del devenir, del discurrir, pues nada es estable,
fijo, constante, ni permanente (ni siquiera la geología). Todo es cambiante, móvil, contingente
y coyuntural en términos históricos. Ningún evento o proceso aparece tal cual, armado y
dispuesto, como Palas Atenea de la cabeza de Zeus.

En este sentido, el equilibrio es efímero, muy efímero, y el desequilibrio lo habitual.


Y la historia transcurre, está es la tesis de estas líneas, según la contingencia, la correlación
de fuerzas (materiales, ideacionales, emotivas, producidas por agravios, ultrajes, o lo que se
vive como injusticias), y la agencia humana. No hay inmovilidad, sino, si acaso, continuidad6.

En tercer lugar, para la teoría das Relaciones Internacionales la historia no es un pilar


de cemento armado, una base sólida e inamovible. No es el punto arquimédico que añoran
todas las discusiones.

En un nivel básico, podríamos decir que una teoría das Relaciones Internacionales que
no recurriera a la Historia sería inconcebible, aunque se ha intentado. No puede decirse nada
sobre lo internacional que no se refiera a la historia, pues el presente ya es Historia. De la
misma manera, la narración de determinado periodo o episodio puede, como veremos, falsear
cualquier generalización teórica cuando examinemos las aportaciones de Paul Schroeder.

Pero siendo eso cierto, no topamos con la dificultad planteada en primer lugar. ¿En qué
nos apoyamos, en la historia o la Historia? Y, por ende, ¿está tan clara la distinción entre ellas?
Finalmente ¿cuántas y variadas interpretaciones hay de un evento, relación o proceso? ¿Cuál
de ellas elegir? La conclusión es que, si hay tantos posibles y discutibles puntos arquimédicos,
en realidad no tenemos ninguno.

No hay un aspecto determinante o hegemónico en el devenir histórico —lo geográfico,


lo económico, lo social, lo político—, sino un flujo recíproco y extraordinariamente complejo
entre todos ellos7.

En cuarto lugar, en todo el texto se juega, creo yo, con la ambigüedad de los dos
significados de la palabra “historia”.

La expresión del pensamiento se complica puesto que ese devenir, ese acontecer es
inaprensible e ininterpretable en su totalidad. Solo podemos conocerlo, salvo la pequeña
parte que hayamos vivido o compartimos con otros cercanos, a través de lecturas, de forma
que siempre se ve obligada a reducir la complejidad a parámetros expresables. Así, hablamos

4
Solemos poner con minúsculas las relaciones mismas y con mayúsculas la teoría o reflexión sobre las mismas.
5
Tiempos, pues de Braudel, sabemos que hay diversos tiempos históricos.
6
BRAUDEL, Fernand, Una lección de Historia, F.C.E, México D.F., 1989, p. 247.
7
AURELL, Jaume et. al. Comprender el pasado. Una historia de la escritura y el pensamiento histórico, Akal,
Madrid, 2013, p. 280.

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de la historia y sus efectos solo a través de narrativas estructuradas y donde unos datos
figuran y otros no, en función del criterio de pertinencia del historiador o autor cualquiera que
sea su disciplina.

Y, finalmente, en quinto lugar, una idea excepcionalmente importante, que fue


formulada desde dos perspectivas muy distintas por Edward Thompson y Michael Foucault.
Este último hace emerger el relato de Boungavilliers, la pérdida de posición de la nobleza
de sangre frente a la nobleza de toga, la idea de las mentiras reiteradas de los vencedores
que se convierten regímenes de verdad8. O el contundente y esclarecedor pensamiento de
Thompson: “(la historia) solo recoge lo que ha triunfado (en el sentido de aquellas aspiraciones
que anticiparon desarrollos posteriores). Las causas perdidas, los caminos muertos, y los
mismos vencidos son olvidados”9.

El objetivo que pretende el artículo es 1) mostrar, partiendo del relato de la teoría de
las Relaciones Internacionales, los puntos de encuentro con la historia; (2) dejar claro que
sin Historia no puede existir ninguna disciplina que trabaje sobre asuntos humanos; y (3)
defiendo la radical historicidad de las relaciones humanas, de sus hechos, sus eventos y sus
procesos.

Me pongo a ello.

1. Historiadores e Internacionalistas10
Las relaciones entre Historia y Teoría de la Relaciones Internacionales aparece, a menudo,
simple para los internacionalistas: aquellos para los que la historia no juega ningún papel en
sus análisis (científicos políticos); aquellos para los que la historia es el baúl de donde se sacan
los ejemplos que ilustran las teorías; y aquellos para los que la historia es imprescindible para
entender procesos, coyunturas y eventos internacionales11.

Entre los internacionalistas, es bastante común el desprecio hacia la historia, porque
“[…] la historia de Tucídides nos aclara y enseña tanto como cuando fue escrita en el siglo
V a. c. Sospecho que si Tucídides apareciera entre nosotros, después de un breve curso
en economía, geografía y tecnología moderna, no tendría apenas problemas para entender
la lucha de/por poder actual”12 y, aún más explícitamente, “[…] con honestidad, uno debe
preguntarse si los estudiantes de relaciones internacionales saben algo que Tucídides y sus
compañeros del siglo V a. c. no supieran sobre el comportamiento de los estados”13.

En el campo de los historiadores de las relaciones internacionales o la política mundial,

8
FOUCAULT, Michel, Defender la sociedad. Curso del Collègue de France, 1975-1976, F.C. E., México D.C., 2000 y
Nietzsche, la genealogía y la historia, Pre-Textos, Valencia, 1992.
9
THOMPSON, Edward P., “Prefacio” a La formación de la clase obrera en Inglaterra, 1780-1832, Laia, Barcelona,
1977, pp. XIII-XVIII.
10
No me gusta el calificativo para los que nos dedicamos al estudio de las relaciones internacionales. Ciertamente
así se denominan a sí mismos algunos estudiosos de Derecho Internacional Público y de las Relaciones
Internacionales. En este texto procuraré no usarlo y si lo hago es por pura comodidad.
11
Importante la reivindicación de la sociología histórica, Hobson, Reus-Smit, etc.
12
GILPIN, Robert, War and Change in World Politics, Cambridge University Press, Cambridge, 1981, p. 211.
13
Ibídem, p. 227.

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encontramos dos ejemplos contrapuestos. El primero sería The Long Peace: Elements of
Stability in the Poswar International System de John Lewis Gaddis de 198714, en el que
uno de los historiadores claves de la Guerra Fría apuesta por escribir un texto siguiendo —
estrictamente— la teoría de sistemas y, más en concreto, el neorrealismo estructural de A
Theory of International Relations de Kenneth Waltz15. El resultado es un texto de extremo
interés. El capítulo titulado como el libro, “The Long Peace…”, escrito durante y desde los
parámetros de la Guerra Fría, o —como diría Edward Hallett Carr— con el conflicto bipolar
en la cabeza, buscando repuestas a el porqué de la estabilidad en el enfrentamiento, encaja
perfectamente en el esquema de Waltz. Del principio organizador del sistema de estados y las
capacidades de las unidades, deriva parte de su valor explicativo, que es mucho, precisamente,
porque estudia esos dos parámetros de la teoría neorrealista.

En libro posterior de 1992, Gaddis16 reniega de la teoría de las Relaciones Internacionales,


porque ningún teórico, ninguna teoría fue capaz de predecir la caída de la URSS17. A mi
parecer, es una desilusión que solo se explica, porque en algún momento (¿1987?) creyó
que la teoría de las Relaciones Internacionales tenía, como ciencia, que predecir el futuro de
las relaciones internacionales. Ilusión y desilusión muy cientifista y estructuralista, y así le
fue. Incluso en uno de sus últimos libros, We Now Know. Rethinking Cold War History18, con
acceso parcial a los archivos soviéticos de la Guerra Fría, hace un libro de historia, sin ninguna
referencia a la teoría.

Un ejemplo contrario es Schroeder, quien en 1996 en su libro The Transformation


of European Politics 1763-184819, destroza con ejemplos de la política y equilibrio de poder
europeos del siglo XIX, las tesis de Waltz que —por definición— se dicen universales desde
Tucídides hasta nuestros días20.

Dos casos interesantes entre los dedicados a las relaciones internacionales y la historia
son Henry Kissinger y Edward Carr. El primero politólogo y estadista (le ahorro al lector mis
valoraciones), en su mejor y único libro decente A World Restored21, estudia el Congreso de
Viena de 1815 centrado en las figuras de Metternich, Castlereagh, Talleyrand y, en menor
medida, el zar Alejandro. Llega a conclusiones teóricas sobre el orden internacional legítimo,
las potencias “status quo” y las potencias “revolucionarias”22.

14
GADDIS, John L., The Long Peace. Inquiries into the History of the Cold War, Oxford University Press, Nueva
York, 1987.
15
McGraw-Hill, Nueva York, 1979.
16
GADDIS, John Lewis, The United States and the end of the Cold War, Oxford University Press, Nueva York,
1992.
17
Ibídem, p. 33.
18
GADDIS, John L., We Now Know. Rethinking Cold War History, Clarendon Press, Oxford, 1997.
19
SCHROEDER, Paul W., The Transformation of European Politics 1763-1848, Oxford University Press, Oxford,
1996.
20
SCHROEDER, Paul W., “Why realism doesn’t work well for International History? (Whether or not it represents a
degenerate IR research strategy)” en VASQUEZ, John A. y ELMAN, Colin (eds.), Realism and balancing of Power:
A New Debate, Prentice Hall, New Jersey, 2003, pp. 114-127.
21
KISSINGER, Henry, A World Restored, Grosset & Dunlap, Nueva York, 1964.
22
En el sentido en que Carr habla de la URSS y de Alemania en los años 20, como potencias insatisfechas, o
potencias que quieren cambiar el status quo.

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Ignoro si los historiadores hayan acusado o acusen a A World Restored como una
instrumentalización de la historia para sacar determinadas conclusiones. En cualquier caso,
es un estudio —históricamente— interesante y con conclusiones teóricas de relaciones
internacionales sugerentes sobre la construcción y mantenimiento de un orden internacional
“legítimo”. El deseo de orden se debía a razones diferentes, pero partían de la necesidad de
restablecer el orden y el mapa de Europa que Napoleón había puesto patas arriba. También
fueron determinantes la personalidad e ideas de los estadistas (Metternich, Castlereagh,
Talleyrand y el zar Alejandro); la imposibilidad de convivencia en un mismo sistema de
estados de dos principios distintos de legitimidad; la particularidad y unicidad de los eventos
históricos y cómo aprender de la historia se hace por analogía, no por identidad23.

Por otra parte, destaca Carr (para ser ecuánime no me ahorro las alabanzas),
historiador y maestro de historiadores. Su obra ¿Qué es la historia? es el libro de cabecera
de muchos y excelentes historiadores24. Los estudios de Carr sobre el período 1919-1939
son un buen ejemplo. Primero, en el tiempo, escribió un relato casi empírico sobre la intensa
actividad diplomática tras la crisis en el sistema internacional de estados abierta por la Primera
Guerra Mundial, o la “Gran Guerra” como se la llamaba entonces. Poco tiempo después,
escribió un libro puramente teórico: la contradicción entre las crudas realidades del poder, y
la necesidad y trampa de la utopía, que es seminal en lo que respecta la teoría de Relaciones
Internacionales25. Creo que nadie discute la calidad de Carr como historiador, que antes de
ello fue diplomático y estuvo presente junto a John Maynard Keynes en la delegación británica
en Paris en 1918. Desafío a quién discrepe de la actualidad, interés y bondad de The Twenty
Years’ Crisis.


En el primer caso, Kissinger, un politólogo, hace un estudio histórico para sacar
conclusiones sobre lo que pudiera ser un “orden legítimo” (nos ahorramos su actividad como
hombre de estado); y segundo, Carr, un historiador vocacional, escribe uno de los tres mejores
libros jamás escrito sobre Relaciones Internacionales. No parece que las fronteras entre
historia y teoría de Relaciones Internacionales sean precisamente muros infranqueables.

1.1. La “Escuela Inglesa”


Dos de los grandes representantes de la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales,
Martin Wight y Herbert Butterfield, eran historiadores de profesión y escribieron sobre teoría
de las Relaciones Internacionales. Wight escribió numerosos artículos, aunque sus tres libros
publicados fueron recopilados por sus alumnos26. Wight dejó tres grandes aportaciones a la
Teoría de Relaciones Internacionales: (1) la idea de que el pensamiento internacionalista
puede encuadrarse en tres grandes corrientes, revolucionarismo (Immanuel Kant), realismo
(Thomas Hobbes) y moralidad de los estados (Hugo Grocio); (2) la idea de sistema de estados
o diversos sistemas de estados que pueden ser contemporáneas, y que su unidad es una

23
KISSINGER, Henry A., A world Restored…, op. cit., pp. 315-324.
24
La edición que estoy manejando ahora es la de Ariel, Barcelona, 2010 (traducción de original de 1961).
25
El primero International Relations between de two world wars. 1919-1939 (Macmilllan, Londres, 1990), el original
de 1939 y el segundo La crisis de los veinte años (1919-1939). Una Introducción al estudio de las Relaciones
Internacionales (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2004; traducción de la edición inglesa de 1945).
26
Power Politics (Leicester University Press, Bristol, 1978), International Relations. The Three Traditions (Leicester
University Press, Bristol, 1991) y Sistems of States (Leicester University Press, Bristol, 1977).

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cierta cultura común; y (3) la puesta en duda sobre la posibilidad de hacer una teoría política
de las Relaciones Internacionales, pues no hay progreso en las relaciones entre estados, sino
repetición y recurrencia27.

Excurso. Sobre Martin Wight


Dentro de la teoría de las Relaciones Internacionales hay un ejemplo que combina
un enfoque, de alguna forma, civilizatorio, con los presupuestos y parámetros de
la teoría de las Relaciones Internacionales más canónica28. Me refiero Martin Wight
y su Systems of States29. El considera que para que exista y perviva un sistema de
estados, debe haber una base cultural o “civilizatoria” común. Estudia el llamado
sistema de los “Estados guerreros” en China, el sistema de la Grecia clásica (pre-
macedónica, desde luego), y el sistema europeo de estados. Estos sistemas no
tuvieron contacto entre sí, por situarse lejos en el tiempo y el espacio. Si juntamos
los planteamientos de Arnold Toynbee y Donald Wright, el esquema quedaría más
o menos así: la humanidad se organiza en civilizaciones que perviven en un mismo
momento histórico y con contactos. Dentro de cada civilización, por lo menos en
el caso de la civilización europea, los grupos humanos se organizarían en estados
distintos y discretos que colaboran y luchan entre sí. Aquí entrarían en juego
conceptos clásicos extraídos de la experiencia europea, como equilibrio de poder,
Power Politics, etc.

Pero la línea de trabajo de Wight y sus alumnos (Hedley Bull, por ejemplo),
epígonos y seguidores, de la llamada Escuela de la Sociedad Internacional o Escuela
Inglesa de Relaciones Internacionales, no fue la relación ente las civilizaciones
existentes. O bien se movieron en los parámetros del sistema europeo de estados,
o en el análisis de cómo ese sistema europeo se hizo internacional/universal con
los procesos de descolonización.

Por su parte, Herbert Butterfield, también historiador y con obras publicadas sobre
historia de Inglaterra e historia de Europa de XVIII y XIX, publicó su primer libro en 1924.
Escribió artículos sobre relaciones internacionales, en concreto sobre el equilibrio de poder
europeo, y coeditó con Martin Wight el clásico Diplomatic Investigations30. Aquí nos fijaremos
en una obra de juventud, The Whig Interpretation of History (1931)31. El pequeño libro es
una crítica a la concepción whig, es decir, la concepción de la tradición liberal inglesa, que
considera que todo el desarrollo histórico anterior (inglés, por supuesto), es la preparación de
lo actualmente existente (1931). En definitiva, es el mejor sistema político posible.

27
WIGHT, Martin, “Why is there no International Theory” en WIGHT, Martin y BUTTERFIELD, Herbert (eds.),
Diplomatic Investigations: Essays in the Theory of International Politics, Allen and Unwin, Londres, 1966.
28
Tampoco sería tan extraño pues ambos -Toybee y Wight- fueron historiadores y tuvieran mucho contacto durante
sus vidas, por más que Wight fuera algo más joven.
29
Es un libro póstumo como todos sus libros, que elaboraron sus alumnos, entre otros Hedley Bull, a partir de sus
lecciones y de sus apuntes. Publicado por Leicester University Press, Bristol, 1977.
30
WIGHT, Martin y BUTTERFIELD, Herbert (eds.), Diplomatic Investigations: Essays in the Theory of International
Politics, Allen and Unwin, Londres, 1966.
31
BUTTERFIELD, Herbert, The Whig Interpretation of History, G. Bell and Sons, Londres, 1951 [1ª edición en inglés
1931].

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Argumenta que los historiadores deben resistir la tentación de ver el presente como
una ratificación del pasado. Deben escribir contra la narrativa del progreso, hacia adelante o
hacia atrás. Deben estudiar el pasado por su valor y en sus propios términos32.

El libro critica la tendencia a ver el pasado como una justificación del presente,
“[considerando] la historia como una narrativa de los avances y retrocesos del progreso”33. La
historia debe estudiarse en sus propios términos, tal y como luego planearon los historiadores
como Quentin Skinner, John Pocock, entre otros (Ideas in Context). El objetivo fundamental
de la historia sería evaluar las diferencias entre pasado y presente. El reseñador Wright
recoge que Butterfield creía en la divina providencia, y en la caída del hombre por el pecado
original34, lo que entraba en contradicción evidente con su también firme convicción de que
los historiadores tenían que, en lo posible, intentar dejar sus valores fuera de su narrativa de
la Historia (Butterfield y Keith Sewell lo denominaban technical history). Según le conto a Ved
Mehta en una entrevista en 1963, “[…] los historiadores técnicos, digan lo que digan, quieran
lo que quieran hacer, no pueden, en realidad, librarse de presuposiciones”35.

La línea entre Historia y teoría de Relaciones Internacionales no existía para Wight


y Butterfield. No sé si se les considerará entre los mejores historiadores británicos, pero si
fueron los fundadores y maestros de Hedley Bull y otros, y fieles representantes de la Escuela
de la Sociedad Internacional.

1.2. La “Escuela Francesa”


Siempre se ha asociado a la teoría de las Relaciones Internacionales producida por autores
franceses a “las relaciones internacionales como historia”, mencionando sobre todo a Pierre
Renouvin y Jean Batiste Duroselle. Hoy esta adscripción no se mantiene, porque la lengua
dominante en la disciplina es el inglés y si se quiere publicar en The European Journal of
International Relations —que se ha erigido como La Revista de los internacionalistas
europeos— se debe escribir en inglés.

No obstante, la historia como disciplina es muy fuerte en la academia francesa que


ha dado al mundo algunos de sus mejores historiadores como Fernand Braudel o Marc Bloch.
Se mantiene la tradición de escribir sobre la historia de las relaciones internacionales, como
hicieron Pierre Renouvin y Jean-Batiste Duroselle y más recientemente Charles Zorgbibe36.


Esta tradición reaparece, por lo menos en parte, también en el único teórico de las
relaciones internacionales que ha logrado romper el monopolio anglosajón del “canon clásico”

32
Reseña del libro de Butterfield por WRIGHT, Donald, “SEWELL, Keith C., Herbert Butterfield and the Interpretation
of History (Studies in Modern History). New York: Palgrave Macmillan. 2005. Pp. xii, 280” en The American
Historical Review, vol. 111, n° 2, 2006.
33
Ibídem.
34
Para entender lo siguiente es necesario saber que tanto Wight como Butterfield eran cristianos de convicciones
profundas. No es obvio en la obra de Wight, pero si en este libro de Butterfield y en las declaraciones que ahora
recogemos.
35
WRIGHT, Donald, “SEWELL, Keith C…, op. cit.
36
En España se publicó su Historia de las relaciones internacionales, vol. I, De la Europa de Bismarck hasta el final
de la Segunda Guerra Mundial y vol. II Del sistema de Yalta a nuestros días, Alianza Editorial, Madrid, 1997.

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de la disciplina: Raymond Aron37. Aron, que era polifacético, pero bien se le puede denominar
sociólogo, dedica una de las cuatro partes de su Paz y guerra entre las naciones (1962), a la
historia38, lo que es muy inusual en un manual o una obra que pretende ofrecer una teoría global.

Pero Aron fue la excepción. La gran aportación de autores franceses a las Relaciones
Internacionales se hizo en el campo de su historia, de la mano de Pierre Renouvin, Jean-
Batiste Duroselle y su escuela. Como historiadores estuvieron implicados e influidos por los
debates historiográficos que tuvieron lugar, a lo largo de décadas, desde la fundación por
Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929 de Annales d’histoire économique et sociale39. Renouvin
y Duroselle40 vivieron estos debates, revindicando siempre que la “Historia de las Relaciones
Internacionales” asumieron la herencia de Bloch, Febvre, Braudel, etc. y siempre mantuvieron
esta perspectiva historiográfica: “[En este libro] el estudio de las relaciones internacionales se
ha enfocado, en la perspectiva de las investigaciones históricas, desde muy diversos puntos
de vista”41.

Renouvin considera que hay tres enfoques fundamentales —“tenemos pues tres claras
tendencias diferenciadas que se manifiestan en el estudio”42— en el estudio de la historia
de las relaciones internacionales: la historia diplomática (1), aquella que considera que el
hilo central son las relaciones entre los gobiernos preocupados por su seguridad, potencia
o prestigio y, por tanto, “su predilección (es) el papel desempeñado por los hombres”43
que toman decisiones y negocian diplomáticamente o, en su caso, declaran la guerra. Esta
escuela sabe que existen “fuerzas profundas”, pero si se negara el papel de los que negocian
y toman decisiones caeríamos en “una especie de determinismo histórico”44. “El error de este
historiador es creer que los documentos diplomáticos son suficientes para el estudio de la
historia de las relaciones internacionales”45. La perspectiva adoptada por la historia estructural
(2) se centra en las “fuerzas subyacentes” y en los “movimientos profundos”: —“‘agitación
de superficie’, nada importan los incidentes o/y accidentes, ni los y gestos de los hombres de
estado, dice Braudel”46 —, para comprender las relaciones entre estados se deben conocer los
“movimientos profundos” económicos y sociales. En tercer lugar, (3) Renouvin se pregunta
¿qué quiere decir que el estudio de la sicología colectiva aporta al historiador una base
sólida? El estudio de las influencias de las ideas “es el problema más difícil de la investigación
histórica”47 y no se puede suponer que las ideas de teóricos o escritores de una época reflejen
la mentalidad de la mayoría de la población.

37
ARON, Raymond, Paz y guerra entre las naciones, Alianza Editorial, Madrid, 1985.
38
Siendo las otras tres: “Teoría”, Praxeología” y “Sociología”.
39
Después llamado Annales. Economies, sociétés, civilisations, y nuevamente renombrado en 1994 como Annales.
Histoire, Sciences sociales. Quien me ilustro sobre esto es mi colega Pedro Martínez-Lillo.
40
RENOUVIN, Pierre y DUROSELLE, Jean-Batiste, Introducción a la política internacional, Rialp, Madrid, 1968.
41
RENOUVIN, Pierre, (dir.), “Introducción general”, Historia de las relaciones internacionales, vol. I, Aguilar, Madrid,
1960, p. IX. Mis gracias a mi colega Eduardo Carreño que me proporcionó este texto.
42
Ibídem, p. XI. Resaltado mío.
43
Ibíd.
44
Ibíd.
45
Ibíd., p. XII.
46
Ibíd., p. X.
47
Ibíd., p. XIII.

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Por último en esta noticia de los planteamientos de Renouvin y su escuela, tres apuntes
más: en primer lugar, lo estudiado va desde las fuerzas más impersonales y procesos de larga
duración, hasta el papel ejercido por los “hombres de gobierno”; en segundo lugar, se pretende
hacer una historia narrativa, no un esquema analítico, es decir, narrar los acontecimientos
más relevantes; y por último un tercero, Renouvin y sus colegas sitúan su trabajo dentro
del gremio y del campo de la Historia, de la historiografía y ninguna mención se hace a la
Ciencia Política o a la teoría de las Relaciones Internacionales. En el caso de esta escuela
francesa, la teoría de las Relaciones Internacionales se nutre de la historia y del trabajo de
los historiadores que además y tienen conciencia y voluntad de serlo. Pero ¿qué teoría de las
Relaciones Internacionales se puede hacer ignorando lo que ellos narran?

1.3. Civilizaciones
Si hay una obra que puede considerarse “macrohistoria”, desde un punto de vista occidental
y contemporáneo, seria Estudio de la Historia de Arnold Toynbee, publicada entre 1933 y
196148. Lo relevante para la teoría de Relaciones Internacionales sería que la unidad de
análisis la encuentra Toynbee en las “civilizaciones”. El autor señal la existencia de veintiséis;
cinco que no llegaron a desarrollarse plenamente; dieciséis que han desaparecido; y cinco
que todavía podemos identificar.

Toynbee planteó que la unidad inteligible del estudio histórico no es ni el estado-


nación, ni la humanidad como un todo, sino “[…] cierta comunidad humana que hemos
llamado sociedad”49. Toynbee identifica cinco sociedades vivas, y frente a la objeción de que
lo único que tienen en común estas es haber sido calificadas de campos inteligibles de estudio
por el investigador, el autor da un paso más y sostiene que lo que tiene en común es que,
normalmente, son conocidas como civilizaciones para distinguirlas de las sociedades primitivas.
Abarcan una población numerosa, tienen costumbres y formas de pensar semejantes y suelen
estar asociadas a grandes religiones. El autor sostiene que, no obstante los mapas políticos
y económicos hayan sido “occidentalizados”, “[…] los lineamientos de las cuatro civilizaciones
vivas no occidentales” siguen estando claros50.

Charles Tilly sostiene que “[…] dentro de unos límites, podemos recoger evidencias
a favor y en contra de la pretensión de Toynbee de que las grandes civilizaciones, definidas
por la participación interdependiente de las personas en un sistema concreto de premisas
culturales, constituyen las unidades inteligibles más amplias el análisis histórico […]”51.


Otro ejemplo de una historia mundial basada en las civilizaciones, como grandes
unidades de espacio y tiempo desde el año 500 a. c., hasta los años posteriores a la Segunda

48
Aquí usaremos la versión abreviada en tres tomos autorizada y bendecida por Arnold J. TOYNBEE que realizo D.
C. SOMERVELL y para la que TOYNBEE escribió un Prefacio. Este compendio A Study of History. Abridgement,
fue publicado originalmente por Oxford University Press en 1946. Utilizo la traducción castellana realizada por
Luis Grasset y publicada en 3 tomos, Alianza Editorial, Madrid, 1970.
49
Estas líneas están inspiradas en PEÑAS, Francisco Javier, Occidentalización, fin de la Guerra Fría y relaciones
internacionales, Alianza Editorial, Madrid, 1997, en el que dedico un capítulo a Toynbee. Para ello utilicé el
llamado compendio antes mencionado. La cita es de la p. 34.
50
Ibídem, Compendio, p. 69.
51
TILLY, Charles, Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, Alianza Editorial, Madrid, 1991,
p. 83.

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Guerra Mundial, es la obra A world History de William H. McNeill52. A pesar de todas las
virtudes del libro, de su indudable erudición y la multicausalidad de los cambios de y entre
civilizaciones (aspectos de la producción, sobre todo agrícola, de la cultura, de las formas de
hacer la guerra, etc.), la obra apenas apunta un apartado teórico, que —posiblemente— el
autor no considera necesaria explicitar. En este sentido, la obra afecta poco a lo escrito en
este epígrafe:
“La idea organizadora es simple: en una edad determinada, el equilibrio
mundial entre culturas se ponía en peligro por la aparición de uno o más
centros donde los hombres consiguieron crear un civilización inusualmente
atractiva o poderosa. Sus vecinos y los vecinos de sus vecinos se vieron
tentados u obligados a cambiar sus formas tradicionales de vida, algunas
por la copia o el préstamo de técnicas e ideas, pero más a menudo ajustando
y cambiando cosas para subsistir con más tranquilidad en la escena local”53.

En su breve conclusión, McNeill apunta “[…] que cualquiera que reflexione sobre el
tumultuoso y enredado record de la vida humana en la tierra puede sentirse desconcertado
por la cantidad de brutalidad y estupidez que los hombres se han mostrado entre ellos […]
” Y concluye que todas las grandes civilizaciones “[…] han aceptado un sistema ético que
enfatizaba la bondad y el amor”54.

Si la unidad de análisis de la organización de la humanidad son las civilizaciones, en


puridad lo que debería estudiar una teoría de las Relaciones Internacionales, que ya no podría
llamarse así, serían las relaciones entre ellas, el papel que unas y otras juegan en el surgimiento,
esplendor o decadencia de otras. Parece acertado, y no excesivamente pretencioso, decir que
hoy por hoy las “civilizaciones” han sufrido un proceso transformador (desigual, desde luego)
de influencia mutua, y no podemos considerarlas como todos homogéneos, por más que
compartan ciertos rasgos en las costumbres, creencias religiosas, etc.

En el ámbito académico de la ciencia política, solo conozco, al respecto, la afamada


tesis de Samuel Huntington55 sobre el choque civilizatorio como el nuevo omnipresente
conflicto internacional. Los acontecimientos recientes pueden obligarnos a reconocer que su
denostada lectura del mundo de la posguerra fría, contenía más elementos de lucidez de lo
que admitíamos, por más que critiquemos su visión de las civilizaciones escasamente porosas,
muy unificadas, etc. Hay, hoy en día, aspectos civilizatorios en conflicto en el mundo.

52
MCNEILL, William. H., A World History, Oxford University Press, Oxford, 1978. El libro fue escrito según el autor
entre 1964 y 1965, rescrito en 1970 y actualizado para esta edición de 1978. El libro intentaba escribir la historia
mundial más brevemente que el anterior -The Riseof the West: A History of the Human Community (University of
Chicago Press, Chicago, 1963)- e intentando “hacer que mi visión personal de toda la historia de la humanidad
más accesible a los estudiantes y a los lectores en general y, “por más que imperfecta mantuviera las virtudes
de la cohesión e inteligibilidad… (un texto) que pudiera ser asumido, recordado y diera lugar a la reflexión” (p.
VI).
53
Ibídem, p. VI.
54
Ibíd., p. 540.
55
Apareció en primer lugar en forma de artículo, “The Clash of Civilizations”, Foreign Affairs, 1993.

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Excurso. Sobre The Clash of Civilizations de S. M. Huntington
La intuición era certera y la argumentación de conveniencia
Hay un fenómeno que se repite hace décadas. De vez en cuando, un texto
(usualmente publicado en Foreign Affairs), una conferencia o libro, se ponen
de moda en el establishment político de Washington y, por lo tanto, en todo el
mundo. Pasó con una conferencia en 1990 reproducida en los medios de Lawrence
S. Eagleburger, Unchartered Waters. Eagleburger fue segundo del Departamento
de Estado de EEUU. con James Baker, y luego Secretario de Estado cuando Baker
pasó a organizar la fracasada campaña presidencial para el segundo mandato de
George Bush.

Su tesis era que, con el fin de la Guerra Fría, los que antes era conocido
y previsible (chartered waters), ahora era impredecible y no había cartas de
navegación para este, posiblemente, convulso período. Pasó con el libro de Paul
Kennedy titulado The Rise and Fall of the Great Powers: Economic Change and
Military Conflict from 1500 to 2000 de 1987, y su tesis del overstreaching del poder
de las grandes potencias, en este caso, léase EEUU. Pasó con Francis Fukuyama
y su artículo de 1989 The End of History?56, que acabó publicado en libro 199257.

En ese sentido, Huntington se inscribe en estas de modas sobre lo


internacional en el establishment washingtoniano. Cuando Huntington escribió
su artículo, el yihadismo estaba en bloque Giles Kepel llama 1ª oleada y no era
considerado más que una molestia58. Se barajaban otros enemigos para sustituir
a la fenecida URSS (por ejemplo, el narcotráfico).

El texto de Huntington59 es infumable y las civilizaciones que describe


responden, según muchos autores, a los diversos grupos étnicos presentes en
EEUU. Pero hay dos afirmaciones que hoy aparecen como certeras: (1) la política
internacional será un choque de civilizaciones; y (2) hay una civilización islámica
que no admite los parámetros occidentales sobre la vida pública e, incluso, la
existencia de una vida pública y una privada.

En nuestro siglo y desde 2001, los estados occidentales han declarado una
guerra contra el “terror”, es decir, contra el “terrorismo”, es decir, contra la yihad.
Y esta guerra no se libra en términos de un discurso político, sino ético (bien/mal)
o civilizatorio (civilización/barbarie). Y eso por ambos bandos.

Lo cierto es que no hay lugar para situar esta guerra en el terreno de lo


político, si es que alguien quisiera hacerlo, puesto que los salafistas, yihadistas
y demás, niegan —y ese es un rasgo de su civilización— la existencia de esferas

56
FUKUYAMA, Francis, The End of History and the Last Man, Free Press, Nueva York, 1992.
57
Ibídem.
58
KEPEL, Gilles, El terror entre nosotros. Una historia de la yihad en Francia, Península, Barcelona, 2016.
59
En forma de libro, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Simon and Schuster Inc., Nueva
York, 1996.

71
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separadas lo político, lo económico, lo público, lo religioso, lo privado, etc.

Esto en lo que se refiere al punto 2. Con respecto al punto 1, poco que


decir, salvo que la “lucha (civilizatoria) contra el terror” ocupa gran parte de las
políticas exteriores de los estados, pero no, ni mucho menos, el campo de las
relaciones internacionales. Y lo vemos en Siria donde hay una lucha civilizatoria-
religiosa, pero hay luchas por la hegemonía en la región entre estados —Irán y
Arabia Saudita— y grandes potencias: EEUU y Rusia.

Lo que “logró” Huntington es incluir en el vocabulario político, de política


exterior y de relaciones internacionales, la idea de la existencia de civilizaciones
y de sus posibles encontronazos. Ideas que habían dejado de estar vigentes,
formuladas en estos términos, desde el auge del colonialismo europea a finales
del XIX y principios del XX.

1.4. Macrorelatos
Una de las obras de macrohisotoria que ha influido directamente sobre la teoría de las
Relaciones Internacionales, es el libro de Immanuel Wallerstein, The Modern World System,
en dos volúmenes60. Quizá sea este el lugar adecuado para hacer referencia a la teoría
marxista, al marxismo. Wallerstein y sus seguidores de la Escuela Fernad Bruadel de la SUNY
se declaran herederos de Karl Marx. Braudel escribió muy acertadamente que “[…] Marx fue
una figura monumental en la historia intelectual y política moderna. Nos ha dejado un gran
legado […] sin embargo, deberíamos tomarnos más en serio que él no era marxista[…]Marx
era un hombre del siglo XIX cuya vida y obra estaba inevitablemente limitada por esa realidad
social… Utilicemos pues sus escritos del único modo sensato: como los de un compañero de
lucha que sabía tanto como él sabía”61.

La teoría del sistema-mundo tiene su origen en las discusiones teóricas sobre las
causas del subdesarrollo que tuvieron lugar en el mundo académico en los años setenta.
La teoría de la modernización, hegemónica entonces en el mundo anglosajón, consideraba
la economía mundial como un agregado de unidades, en alguna medida concertadas, y
cuyas trayectorias se suponía que eran o serían similares o equiparables. Está teoría, que
consideraba las economías estatales como unidades de análisis, fue puesta en cuestión, entre
otros, por André Gunder Frank y su “desarrollo de subdesarrollo”62. Gunder Frank sostenía que
la explicación del subdesarrollo no debía buscarse en las causas internas de las sociedades
subdesarrolladas, sino en las relaciones de estas con los países desarrollados: “La explotación
del mundo subdesarrollado estaba en la base y era la condición de la prosperidad del mundo
desarrollado; el mundo desarrollado solo lo era creando subdesarrollo en el otro”63.

60
WALLERSTEIN, Immanuel, El moderno sistema mundial vol. 1. La agricultura capitalista y los orígenes de la
economía-mundo europea en el siglo XVI, Siglo XXI, Madrid, 1979 y El moderno sistema mundial, vol. II. El
mercantilismo y la consolidación de la economía mundo europea, 1600-1750, Siglo XXI, Madrid, 1984.
61
WALLERSTEIN, Inmauel, El capitalismo histórico, Siglo XXI, Madrid, 1998, p. VIII.
62
GUNDER FRANK, Andrè, The sociology of development and the underdevelopment of sociology, Pluto Press,
Londres, 1971.
63
DALE, Roger, “Nation state and international system The World System perspective” en McLENNAN, Gregor,
HELD, David y HALL, Stuart, The Idea of the Modern State, Open University Press, Milton Keynes, 1984, p. 184.

72
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La teoría de la dependencia consideraba que los países subdesarrollados podían
desarrollarse por vías diferentes a las impuestas por el centro. Por ejemplo, La desconexión64,
como sostenía Samir Amin era posible y necesaria. La peculiaridad del sistema-mundo está,
en parte, expresada en su propio nombre: considera al mundo un sistema en el que el estado
de cada una de las partes afecta y es afectado por los demás y, por tanto, la alternativa tiene
que ser sistémica. Es una perspectiva mundial, pues es el mundo la unidad de análisis, no
este o aquél grupo. Habla del sistema-mundo capitalista porque es el capitalismo, entendido
en términos de comercio y no de producción, el que proporciona la lógica del sistema y da
coherencia. Para Wallerstein “los estados naciones no son sociedades que tienen historias
separadas y paralelas, sino parte de un todo”65.


La economía-mundo fue fruto de la derrota de los Habsburgo cuando intentaron
crear un imperio mundo. La expansión geográfica de la economía-mundo europea, supuso la
eliminación de otros sistemas-mundo y la absorción de los residuales mini sistemas.

Para él el método óptimo para la teoría social consiste en “[…] llevar a cabo el análisis
en paradigmas sistemáticos, suficientemente amplios espacial y temporalmente para contener
una ‘lógica’ rectora que ‘determine’ el sector más amplio de realidad secuencia, a la vez que
reconozca y tenga en cuenta que estos paradigmas sistémicos tienen un principio y un fin, y
que, por tanto, no han de concebirse como fenómenos ‘eternos’”66.


Para nuestro autor la mayor parte de las unidades descritas habitualmente como
sistemas sociales —etnias, comunidades, naciones-estado, etc.— no son sistemas totales.
Por el contrario, argumenta que los únicos sistemas sociales reales son, por una parte, las
economías de subsistencia; y, por otra, el sistema-mundo.

A efectos de relaciones internacionales, lo más llamativo es la clasificación de los


estados en aquellos de centro y los ubicados en las áreas periféricas: “No digo estados
periféricos, pues la característica de las áreas periféricas es que el estado indígena es débil,
oscilando entre la no existencia (es decir, una situación colonial) y una situación con escaso
grado de autonomía (es decir, una situación neocolonial)”67. Los análisis de Wallerstein sobre
el estado empiezan en su situación en la economía-mundo: centro, periferia o semiperiferia;
y tal situación determina, en el sentido fuerte del término, su política exterior.

En los años noventa se sostenía que la teoría de las Relaciones Internacionales estaba dividida
en tres corrientes: el realismo, la teoría liberal de la interdependenciay la teoría de la dependencia.
Esta última ya no se sustentaba en las teorías de los años setenta, sino crecientemente en el
sistema-mundo. Así, de todos los autores mencionados más arriba, solo Wallerstein y su Frenad
Braudel Center dependiente de la SUNY, ha creado escuela en relaciones internacionales.

64
AMIN, Samir, La desconexión, IEPALA, Madrid, 1988.
65
Está descripción de los rasgos del sistema-mundo está sacada de PEÑAS, Francisco Javier, Occidentalización…,
op. cit., pp. 71-78.
66
WALLERSTEIN, Immanuel, “Análisis de los sistemas mundiales” en GIDDENS, Anthony y TURNER, Jonathan
(eds.), La teoría social hoy, Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 405.
67
WALLERSTEIN, Immanuel, El moderno sistema mundial vol. 1.La agricultura capitalista y los orígenes de la
economía-mundo europea en el siglo XVI, Siglo XXI, Madrid, 1979, p. 492.

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Esta escuela, diversa y plural, está unida por una cierta referencia al marxismo, a
la economía política y los países en “vías de desarrollo” (¡toma eufemismo oficial!), y está
ligada o aparece como heredera de la teoría de la dependencia del CEPAL. Comparte algunos
rasgos, como que los estados se comporten en función de su situación en el centro, periferia
o semiperiferia del capitalismo; los procesos de longue durée braudelianos, entre otros68. En
los manuales (¡malditos manuales!) aparece bajo el rótulo de “teoría de la dependencia”.

Merece la pena incluir en estos macrorelatos la aportación de Eric Wolf titulada Europe
and the People without History. Tuvo y tiene influencia no solo por su calidad y erudición,
sino porque por primera vez —hasta donde yo conozco— escribió una historia del mundo no
etnocéntrica. Por el contrario, enfatizó la globalización mundial desde el año 1400.

La referencia a Friedrich Hegel es explicita y dice mucho sobre el propósito del autor.
Desde 1492, o 1400, que es la fecha que él señala como el comienzo de su estudio, el
mundo no puede entenderse desde una Europa cristiana, civilizada, etc. que se expande por
el mundo frente a unas poblaciones pasivas. Nuestro mundo no puede entenderse sin “los
pueblos occidentales y no occidentales en un proceso de escala mundial”69.

Impelidos por estas fuerzas a realizar actividades convergentes, gentes de distintas


geografías, orígenes y socializaciones, fueron empujados en la tarea de construcción de un
common world. En este proceso, las diversas sociedades y culturas —europeas, asiáticas,
americanas y africanas— sufrieron grandes transformaciones. “El proceso global iniciado con
la expansión europea es también (la de los africanos, americanos, etc.) su historia. No hay,
por tanto, ancestros contemporáneos, no hay gente sin historia”70.

El libro de Eric Wolfe se propone también otra tarea: “elaborar una historia analítica”
para contrarrestar la ascendencia en las ciencias humanas de una racionalidad formal71 que
ya no indaga en las causas de las acciones humanas, sino que —fundamentalmente— busca
soluciones técnicas a problemas concebidos en términos técnicos. Su ataque se dirige a
aquellos que parecen haber olvidado que la población humana construye sus culturas en la
interpretación con otros, y no en el aislamiento.

La obra de Jane Burbank y Freferick Cooper, Empires in World History. Power and the
Politics of Difference72, nace de unos cursos donde se planteaban ensanchar las perspectivas
de la “historia política del mundo”, sin recurrir a los relatos manidos de las transiciones de
los imperios a estados naciones, la distinción entre estados modernos y premodernos, y el
enfoque en Europa y Occidente73. La resiliencia de las formas imperiales de dominación ponía

68
La asunción de los largos procesos lleva a títulos aparentemente chocantes como El largo siglo XX
d
e Giovani ARIGHI (Akal, Madrid, 1999) que empieza examinando la economía veneciana del siglo XIV. Lo chocante
no excluye la calidad y sugerencia del texto en cuestión.
69
WOLF, Eric, Europe and the Peoples without History”, California University Press, Berklye, 1982, p. IX.
70
Ibídem, p. 385.
71
Ibíd., p. IX.
72
BURBANK, Jane y COOPER, Frederick, Empires in World History. Power and the Politics of Difference Princeton
University Press, Princeton, 2010.
73
Ibídem, p. XI.

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en cuestión al estado-nación como natural, necesario e inevitable, e instaba a “explorar la
amplia gama de formas en las que la gente a lo largo del tiempo, y para bien o para mal, han
reflexionado sobre la política y organizado sus estados”74. El trabajo examina una variedad de
Imperios (Roma, China, el imperio mongol, Rusia y EEUU), como “imperios en sus continentes”,
el colonialismo, “la guerra y la revolución en un mundo de imperios, 1914 a 1945”.

Uno de sus conceptos recurrentes es political imagination, que se refiere a cómo la


gente imagina su situación, relaciones y posición en un contexto político dado (en el caso de
estos autores, imperial); y el tipo de relaciones sociales e instituciones que eran concebibles
y/o plausibles en una situación dada75. El último capítulo reagrupa las tesis desplegadas en
este largo relato histórico sobre los imperios. Es difícil no llegar a la conclusión de que para
los autores los imperios, no los estados, han sido los protagonistas de la historia mundial
hasta nuestros días. Y la consiguiente pregunta: “Ciertamente, siendo conscientes de las
desigualdades en poder y recursos que desembocaron en los imperios, y los han mantenido
hasta nosotros. La ruptura de los imperios ha tenido, tiene y tendrá efectos perturbadores”76.

Ninguno de los poderes imperiales que subsisten se ha vinculado a un proyecto


religioso, a la religión secular de la modernización, o al comunismo. Las religiones monoteístas,
que antiguos gobernantes pensaban que traerían coherencia y legitimidad a la construcción
del imperio, trajeron cismas y disenso en vez de unidad. Los imperios menos exigentes
en temas religiosos son los que han tenido una vida más larga. Aunque los imperios se
han enfrentado a las diferencias culturales de los pueblos que incorporaban a su dominio
con enfoques diferentes, algún tipo de tolerancia de la diversidad ha sido esencial para su
longevidad77.

Para Burbank y Cooper, los imperios de una forma u otra convivieron con la diferencia;
los estados-naciones consideran que las diferencias pueden ser superadas por el reclamo
de la idea de nación, o la participación en las instituciones del estado; o, al contrario, por la
exclusión, la expulsión o la asimilación obligatoria.

Los autores concluyen: “Vivimos con las consecuencias de estas trayectorias desiguales
y rotas para huir de los imperios, con la ficción de una soberanía equivalente, y la realidad
de la desigualdad dentro y entre estados […] Hemos examinado una amplia variedad de
formas con las que los imperios incorporaban y hacían distinciones entre su población, las
consecuencias de mantener a los pueblos separados por desiguales o intentar hacerlos y
eliminar la desigualdad y hacerlos parejos y similares. El desafío para el futuro es imaginar
nuevas polities que reconozcan los fuertes deseos de pertenencia política, igualdad y respeto
mutuo”78.

En lo que respecta a la teoría de las Relaciones Internacionales, una lectura de la

74
Ibíd., p. 3.
75
Ibíd., p. 16.
76
Ibíd., p. 453.
77
Ibíd., p. 457.
78
Ibíd., p. 459.

75
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historia milenaria como aquella de formas de organización y distribución imperiales, pone en


cuestión la narrativa clásica que se hacía sobre Tucídides, o sobre la Paz de Westfalia. Por otra
parte, la diversidad de formas de pertenencia, coerción, dominio político y distribución de los
bienes, nos obliga a repensar la centralidad del estado-nación en la teoría de las Relaciones
Internacionales.


Michael Mann emprendió una obra cuyo propósito era encontrar las fuentes del
poder social mediante el estudio comparado de los sistemas políticos desde Mesopotamia
hasta nuestros días. Se ha publicado la obra en cuatro dos volúmenes: el primero, desde
Mesopotamia hasta el siglo XVIII; el segundo, desde 1760 hasta 1914; el tercero 1890-1945;
y el cuarto, de 1945-2011.

Mann, conocido por ser un destacado miembro de la llamada “sociología histórica”,


ofrece una macrohistoria cuya fuente de inspiración no parece ser, por lo menos en un primer
momento, la historiografía, sino la teoría social siguiendo las enseñanzas de Max Weber. Mann
no considera que pueda hacerse teoría social sin historia y, a su vez, considera que “a strong
sense of Theory”79 permite determinar los factores centrales e iniciar una dialéctica entre
datos e hipótesis.

Vamos aquí a dar cuenta de la obra de Mann en la medida en que su macrohistoria


se relacione con la teoría de las Relaciones Internacionales. No obstante, conviene apuntar
algunos presupuestos. Primero, las sociedades están constituidas por múltiples redes de poder
solapadas y que se interceptan en el tiempo y espacio; ni son unitarias, ni son cerradas, ni son
una “totalidad”. Segundo, para Mann existen solo cuatro grandes formas de redes de poder:
“la mejor manera de trabar un relato general de las sociedades, su estructura, su historia,
puede hacerse en términos de interrelación de lo que yo llamo las cuatro fuentes el poder
social: ideológica; económica, militar y política”. Y tercero, estas son redes superpuestas
de interacción social, como también organizaciones, medios institucionales para conseguir
objetivos humanos80.

Distingue varias expresiones de ese poder, aunque tales distinciones son,


inevitablemente, algo artificiales: colectivo o distributivo; extensivo o intensivo; y autoritario
o difuso. Estas diferentes formas en las manifestaciones de las redes de poder, dan lugar a
sistema sociales diferentes: imperios, naciones-estado, clanes, etc.81. Estamos hablando de
unas intrincadas redes de conexiones, intereses y visiones, que se superponen, enfrentan y
combinan de forma particular en cada caso.

¿Es buena historia? No me siento preparado para decirlo. Es un modelo que funciona
y explica, que desafía todas las simplificaciones. Cada caso es único. ¿Es posible, entonces,
una generalización? Si es así, la generalización es el modelo mismo que funciona en los casos
estudiados y, por tanto, abre vías de investigación.

79
MANN, Michael, The Sources of Social Power. vol. I, A History of Power from the beginning to A.D. 1760,
Cambridge University Press, Cambridge, 1986, p. VII.
80
Ibídem, pp. 1-2.
81
Ibíd., pp 7-27.

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Pondremos un buen ejemplo del análisis de un acontecimiento: la Gran Guerra. El
capítulo XXI del segundo tomo de la obra de Michael Mann, Empirical culmination over the
top: Geopolitics, class struggle and World War I82, es la mejor y más compleja explicación
multicausal de por qué se produjo la Primera Guerra Mundial. Mann propone lo que yo he
llamado el paradigma del embrollo, es decir, una multitud de actores: estados; estadistas;
financieros; clases sociales; estados mayores de ejércitos sin nada que hacer; partidos;
socialdemócratas; redes de conexión; eventos como el atentado de Sarajevo (sobre el que
volveré más adelante y que es historia eventual siguiendo a Braudel); tendencias a medio
plazo y de larga duración como la formación de los estados naciones, o la problemática
herencia de la retirada del Imperio Otomano de los Balcanes.

Este texto incluye una crítica a la explicación realista y neorrealista de la Gran Guerra,
y examina ambas explicaciones clásicas dominantes del imperialismo: la económica (Hobson,
Lenin, etc.) y la social (Schumpeter y, en gran medida V. I. Lenin en su texto La bancarrota
de la II Internacional de 1915). Sus conclusiones desafían toda clasificación, por no decir,
todo paradigma: “(agosto 1914) […] fue el resultado de consecuencias inintencionadas e
imprevistas de la interacción del solapamiento de redes de poder entrecruzadas. Los actores
buscaron y deambularon sin rumbo entre estrategias cuyas consecuencias eran imprevisibles
y eventualmente devastadoras […] La Gran Guerra ejemplifica, con horror, las estructuras de
los estados y de las sociedades modernas”83.

Ningún enfoque, en el manido estilo de paradigma vislumbrará ni de cerca la tragedia.


La mayoría de los textos de historia o teoría de las Relaciones Internacionales que han
tenido cierta influencia, no pretenden ser macrohistoria. Un caso paradigmático sería el ya
mencionado The Twenty Years’ Crisis de Carr.

Otro ejemplo ilustrador lo ofrecen Robinson y Gallagher en Africa and the Victorians.
The Official Mind of Imperialism84. Lograron ahí introducir una nueva explicación del fenómeno
del imperialismo europeo. Hobson, Lenin, Bujarin, etc. eran portavoces de una explicación
económica; Schumpeter de una sociológica; y Robinson y Gallagher de una visión que, en
algunos casos, se llamó “periférica”85. Estos explicaban el imperialismo inglés, su protectorado
sobre Egipto y la guerra de los Boers, tanto por rebeliones nativas, como por razones políticas
y un cierto absent-mindedness.

1.5. La sociología histórica


Por lo que sé, la llamada Sociología Histórica (Tilly, Skocpol, Bendix, Anderson, entre otros)
ha tenido cierta influencia entre los historiadores. El libro de Perry Anderson Lineages of
Absolutist State86 tuvo, y quizás siga teniendo, mucho predicamento entre historiadores de

82
Véase capítulo 21 en MANN, Michael, The Sources of Social Power. vol. II, Cambridge University Press, Cambridge,
1993.
83
Ibídem, pp. 796-798. No he leído todavía los volúmenes III y IV que se publicaron en 2012.
84
ROBINSON, Ronald y GALLAGHER, John, Africa and the Victorians. The Official Mind of Imperialism, Macmillan,
Londres, 1981 [2ª edición en ingles].
85
Ver FIELDHOUSE, David K., “Imperialism: an historical review”, The Economic History Review, vol. 14, n° 2,
1966, 187-209.
86
Verso, Londres, 1985. Hay traducción castellana en Editorial Siglo XXI.

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la Edad Moderna. El proceso de formación del Estado unitario que culmina para la teoría de
las Relaciones Internacionales en la Paz de Wesfalia de 1648, y que empieza gestarse con los
príncipes de los siglos XVI y XVII, es más complejo que lo dado por hecho. En este sentido,
otros textos de sociología histórica como las obras de Charles Tilly: War Making and State
Making as Organized Crime87 y The Formation of the State en Western Europe88. En este
último, Tilly escribe un capítulo seminal, Reflections on the History of European state-making.

Mann escribió un texto hace décadas que situaba el estado, relativamente, autónomo
de las clases y grupos económicos. Quería romper con el determinismo marxista sobre el
estado como órgano de la burguesía sin más, lo que —por cierto— se contradice con el
análisis de Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, y el estatalismo propio de los
internacionalistas y cinéticos políticos, que no tienen en cuenta el papel de la clase dominante
en la constitución y comportamiento de los estados: The autonomous power of the state89.

Generalmente, la llamada sociología histórica que trabaja con fuentes indirectas, en


la mayoría de los casos (Tilly sería una excepción), aporta elementos muy interesantes para
historiadores y estudiosos de las relaciones internacionales. En las últimas décadas, estudios
de teoría de las Relaciones Internacionales han revindicado la necesidad de recurrir a esta
disciplina para los análisis de relaciones internacionales90.

Obviamente la Historia tampoco es algo trasparente y nítido, no hay verdad evidente


en los hechos históricos. Están sujetos a la interpretación y reinterpretación, pues —como
diría Carr— el presente no tiene más que una existencia conceptual, como línea divisoria
entre el pasado y el futuro”91. Nuestra lectura del pasado se hace siempre con los parámetros
del presente, con sus inquietudes y sus interrogantes92. En la obra The dying animal93, Philip
Roth dice que cada vez que se lee una novela, explícitamente, Guerra y Paz, cada lector —o
el mismo diferentes coyunturas de su vida— lee una novela distinta. La distinción no está en
el texto, sino en el lector. Roth, si fuera un académico y no un novelista, podría haber estado
hablando de la historiografía. En lo que respecta a nosotros, cada lector que parte de las
relaciones internacionales, lee cosas distintas en los textos históricos o sobre historia.

1.6. Sociología histórica, teoría de las Relaciones Internacionales y el constructivismo


historicista
En este epígrafe me referiré a un carril de dos direcciones: (1) de la sociología histórica a la
teoría de las Relaciones Internacionales y (2) de la teoría de las Relaciones Internacionales,

87
En EVANS, Peter, RUESDESCHEMEYER, Dietrich y SKOCPOL, Theda (eds.), Bringing the State back in, Cambridge
University Press, Cambridge, 1985.
88
TILLY, Charles (ed.), The formation of national states in Western Europe, Princeton, Princeton University Press,
1975.
89
En HALL, John A. (ed.), States in History, Basil Blackwell, Oxford, 1986.
90
Por ejemplo, HOBSON, John. M., Historical Sociology and International Relations, Cambridge, University Pres,
Cambridge, 2002 y REUS-SMIT, Christian “Reading History through constructivist eyes”, Millenium. Journal of
International Studies, vol. 37, n° 395, 2008, pp. 395-414.
91
DUJOVNE, León, La filosofía de la historia. De Nietzsche a Toynbee, Galatea/Nueva Visión, Buenos Aires, 1957,
p. 35.
92
CARR, Edward Hallett, ¿Qué es la historia?, Ariel, Barcelona, 2010 [1ª edición en inglés de 1961], p. 172.
93
ROTH, Philip, The dying animal, Houghton Mifflin Harcourt, Nueva York, 2001. 

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en este caso del constructivismo, a la sociología histórica y a la historia entendida como el
estudio y narración del pasado.


En la primera dirección circulan autores como John H. Hobson (The State and
International Relations94), Stephen Hobden (International Relations and Historical) y la y
la obra colectiva editada por Hobson Historical Sociology and International Relations95. Su
definición de historicismo, “en contra de como lo define Popper, es una forma de investigación
histórica que reconoce la especifidad de los acontecimientos dentro de su contexto temporal
y espacial y rechaza las categorías trans-históricas que hacen de la historia un relato
isomórfico”96.

A principios del siglo XXI se publicaron una serie de libros, (2) nuestra dirección
contraria, de los que aquí mencionaremos cuatro, que partiendo de un constructivismo menos
cerca de la teoría canónica, representada por Robert Keohane, como el constructivismo
de Alexander Wendt97 y más reflectivista e ideacional basaban sus análisis en la historia,
generalmente en forma de la historia comparada. Empezando por Christian Reus-Smit, The
Moral Purpose of the State. Culture, Social Identity and Instutional Rationality in International
Relations98 que, después de unos capítulos teóricos como “The Constitutional Structure of
International Society”, analiza el concepto de soberanía y “propósito del estado” mediante —
en el espíritu de Tilly de Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes99—
la comparación de la organización de la comunidad política en la Grecia clásica, el estado
renacentista, el estado absolutista y el moderno, para destacar la importancia de ideas y
normas. En este mismo espíritu, con el mismo método y la misma editorial (no es casualidad,
como veremos), Mlada Bukovansky estudia el concepto y práctica de la legitimidad en su
Legitimacy and Power Politics100, con capítulos teóricos y comparaciones de la legitimidad
en el Antiguo Régimen, la Revolución Americana y la Revolución francesa. Daniel Philpott
examina el concepto y práctica de la soberanía en Revolutions in Sovereignty101, con el mismo
esquema —capítulos teóricos y comparaciones históricas— pero contrastando La fundación
del sistema de estados soberanos de Westfalia y La revolución de las independencias
coloniales y estas como La expansión global del sistema de estados y, por último Heather Rae
y su State identities and the homogenisation of peoples102 sobre la construcción del estado
moderno como “limpieza étnica” de judíos y moriscos de la corona de Castilla y Aragón, de
hugonotes bajo el reinado de Luis XIV, de armenios en el Imperio Otomano (1915-1916) y en
la desmembración de la antigua Yugoslavia a finales del siglo XX.

94
HOBSON, John A., The State and International Relations, Cambridge University Press, Cambridge, 2000.
95
HOBSON, John A., Cambridge University Press, Cambridge, 2002.
96
RAE: isomorfo: Dicho de dos o más cuerpos: Que, con diferente composición química, presentan igual estructura
cristalina y pueden cristalizar asociados; p. ej., el espato de Islandia y la giobertita, que forman la dolomía.
HOBSON, John M. y LAWSON, George, “What is History in International Relations?”, Millennium. Journal of
international studies, vol. 37, n° 2, 2008, p. 422.
97
WENDT, Alexander, Social Theory of International Politics, Cambridge University Press, Cambridge, 1999.
98
REUS-SMIT, Christian, Princeton University Press, Princeton, 1999.
99
TILLY, Charles, Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, Alianza Editorial, Madrid,
1991.
100
BUKOVANSKY, Mlada, Legitimacy and Power Politics, Princeton University Press, Princeton, 2002.
101
Y otra vez, PHILPOTT, Daniel, Revolutions in Sovereignty, Princeton University Press, Princeton, 2001.
102
En este caso no es Princeton U. P., sino Cambridge University Press, Cambridge, 2002.

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El método es el clásico de historia comparada de la Sociología Histórica pero
instrumentalizado por internacionalistas para esclarecer conceptos fundamentales de la teoría
de las Relaciones Internacionales. El uso de la historia que estos teóricos de las Relaciones
Internacionales hacen no es el del “baúl de los ejemplos” sino una “filosofía constructivista de
la historia”103. Me tomaré la licencia de citarlo in extenso:
“Argumento que una filosofía constructivista de la historia está constituida
por cuatro asunciones teóricas interrelacionadas: en la medida en que
las estructuras sociales dan forma a la acción individual y colectiva, las
estructuras ideacionales son más importantes que las estructuras materiales;
las identidades de los actores informan sus intereses; las estructuras y
los agentes se constituyen mutuamente, y, a través de la comunicación
(lingüística y simbólica) las estructuras ideacionales condicionan a los actores
y a la acción, y, a la vez, los actores reproducen las estructuras[…] la filosofía
constructivista de la historia es esencialmente ’skinneriana’[…] los hechos de
la historia son dependientes de su interpretación, se convierten en ‘hechos’
y adquieren algún significado[…] “ gracias al trabajo de los historiadores”104.

Para estos autores, los conceptos básicos de la teoría de las Relaciones Internacionales,
pasando a través del tamiz de la historia, se des-reifican y se des-naturalizan, se perfilan y
logran coherencia.

1.7. Una crítica al maltrato de la historia por parte de los internacionalistas


Paul Schroeder presentó en un simposio organizado por International Security105 en 1996,
un texto donde resumía las posibles colaboraciones entre la historia y la teoría de las
Relaciones Internacionales, el uso y el abuso, el acoplamiento (fit), y la no adaptación (misfit)
entre los teóricos y analistas de las relaciones internacionales y los historiadores. Señala
tres diferencias: (1) mientras que los científicos políticos buscan regularidades y grandes
pautas, el historiador está obsesionado con la riqueza de los detalles y escrupulosa fidelidad
a los hechos descubiertos en el proceso de investigación; (2) existen diferencias entre las
disciplinas nomotéticas y las disciplinas ideográficas, es decir, entre aquellas que buscan
establecer leyes y predicciones, y aquellas que aspiran a relatar situaciones particulares; y (3)
“la historia busca ‘explicar’ acontecimientos y procesos no asignándolas causas específicas,
sino intentando entrar dentro de ellos, y lograr una interpretación empática. En alemán,
Verstehen, es decir, lo que hoy llamaríamos en la teoría social, comprensión106:
“En lo que respecta a la empatía y Verstehen, pueden ser útiles, e incluso
importantes para llegar al tipo de juicios que busca el historiador. La
posibilidad de lograr cierta comprensión empática de la conducta humana es
una presuposición de la posibilidad del conocimiento histórico […] La historia
presupone la posibilidad del entendimiento de la acción y las experiencias
humanas desde dentro […]vías que son imposibles con otros objetos de


103
REUS-SMIT, Christian, “Reading History…”, op. cit., p. 399.

104
Ibídem, pp. 399-400 y 404.

105
SCHOROEDER, Paul, “History and International Relations Theory: Not Use or Abuse, but Fit or Misfit”,
International Security, vol. 22, n° 1, 1997.

106
Ibídem, p. 65.

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estudio”107.


Schroeder considera que, en principio, la forma de investigar de unos y otros es
distinta, lo que no implica que no sea posible enriquecimiento mutuo. Pero señala tres áreas
de diferencias:
1. El fenómeno por explicar, la forma en que este fenómeno es concebido a
efectos de explicación, el arte y el método de investigación. Para la historia, el
fenómeno a explicar es el cambio en la vida humana, en la sociedad y en las
instituciones y así a lo largo del tiempo.
2. Los historiadores conciben y explican el cambio humano, principalmente, en
términos de conducta humana, es decir, los actos propositivos de los agentes.
Aun reconociendo que la vida humana está limitada y moldeada por factores no
humanos, los historiadores insistirían en que la historia del cambio diacrónico
es historia, no biología. La Peste Negra se explica por factores biológicos; la
historia de la Peste Negra es la historia de las respuestas humanas y los cambios
que se produjeron.
3. Finalmente, la forma en la que los historiadores intentan explicar el cambio
histórico y el tipo de explicación que buscan, es donde la diferencia se hace más
aparente. La ciencia política parte de la formulación de una hipótesis, examina
las aportaciones científicas relevantes, expone y defiende una estrategia de
investigación, y pone a prueba la hipótesis, llegando a conclusiones que niegan,
reafirman, afinan o modifican la hipótesis inicial. El historiador procede mediante
la identificación de un problema, un fenómeno histórico ignorado, no explicado
o bien del que se ha dado cuenta de forma errónea. Procede luego a constituir
un “[…] pequeño universo de investigación mediante la definición del desarrollo
histórico que pretende estudiar”. Intentan abarcar toda la evidencia posible y
accesible, para llegar a un juicio sinóptico, es decir, una amplia interpretación
de ese desarrollo, basada en su examen desde ángulos diferentes para lograr
entender su nacimiento, significado y qué compresión de él es la que mejor
integra la evidencia accesible108.

En resumen, la tarea y contribución del historiador es llegar al mejor juicio sinóptico


sobre las causas y significado del cambio histórico109.

Schroeder identifica dos áreas de claro misfit110. Primero, cuando los científicos políticos
no tienen en cuenta, suficientemente, que los hechos históricos que extraen, organizan y
estilizan a su gusto en los relatos, son selecciones y construcciones de los historiadores que
(1) sirven para explicar el cambio histórico; (2) son entendidos como parte de la conducta
humana, como agencia y no como comportamiento; y (3) forman la base para los juicios
sinópticos sobre causas, significados e importancias111.


107
Ibíd., p. 67.

108
Ibíd., pp. 67-68.

109
Ibíd., p. 69.

110
Ibíd., p. 70. No me siento capacitado para evaluar el daño causado por un mal uso de la teoría de las
Relaciones Internacionales por parte de los historiadores.

111
Ibíd., p. 71.

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En segundo lugar, existe un área. Un amplio espectro de enfoques de política


internacional que se extiende desde el neorrealismo duro; la teoría de juegos; hasta análisis
matemático-estadístico de transacciones y correlaciones de fenómenos codificados, según
los parámetros de la econometría a los que no puede aplicarse la anterior discusión. En estos
casos, no se trata de misfit entre la historia y la teoría de las Relaciones Internacionales, sino
de total falta de conexión: el propósito de estudio, las correlacionas entre fenómenos fijos,
el concepto de lo que se quiere descubrir o explicar y los resultados, “[…] son tan remotos y
ajenos a la profesión del historiador, que ninguna conversación o colaboración es posible”112.

2. Necesitamos de la Historia porque somos historia, todo es historia


Creo que sería hacer “trampa” argumentar de forma contundente que no puede hacerse
“ciencia” social sin recurrir a la Historia —en nuestro caso, no podría proponer una teoría
de las Relaciones Internacionales obviando la Historia— la narrativa del pasado, dando a
entender que la Historia no está sujeta a los mismos dilemas, contradicciones, diversidad
de escuelas o, en términos “clásicos”, aunque algo casposos, pugnas paradigmáticas, que
cualquier otra incursión o narrativa sobre las relaciones humanas y sociales.

Clío es una inspiración, una musa, no un “punto arquimédico”, inamovible y seguro


refugio, contenedor de verdades y referente último de respuestas. Como buena hija de Zeus,
es “humana, demasiado humana”, y hace trampas, engaña, seduce, ilumina e inspira, pero
no es Jehová.

2.1. Epistemología y ontología de la Historia


Mi postura epistemológica es reflectivista, por llamarla de alguna manera, y escéptica (en los
parámetros del uso vulgar del término). Hay una realidad, pero la acción humana funciona
con la lectura, el mapa, que se ha hecho de eso que llamamos realidad y que nos incluye113.

En el tema en el que nos movemos, hago mía la pregunta “¿cómo es posible una
historia de la Verdad, cuando nos damos cuenta de que la Verdad tiene historia?” En el
ámbito del conocimiento histórico, ¿cómo podemos saber/conocer sin ninguna garantía de
verdad? En el terreno de la política, ¿cómo podemos gobernar y usar el poder sin garantías
de emancipación y universalismo político? En el ámbito de la ética, ¿cómo podemos vivir sin
la seguridad de “códigos y mandamientos universales”114, es decir sin Dios?

La ontología y la epistemología son conceptos, unas señales en nuestros mapas


mentales, una palabra, un relato, un texto. Es importante recordar esta obviedad, pues
el concepto depende de la lente que restringe o amplia el campo. Las características que
otorgamos a los objetos, como también aquellas que en determinado momento destacamos,
son unas u otras dependiendo del contexto de la argumentación, o bien del discurso. Podemos
hablar de la ontología de la fruta, así como de las ontologías diferentes de las peras y las


112
Ibíd., p. 73.

113
Me duele contradecir a Descartes y siempre me he movido por el cogito ergo sum, pero no es aceptable
separar Realidad y mente.

114
DEAN, Mitchell, Critical and effective histories, Routledge, Londres, 1994, p. 215.

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manzanas. Ambas son válidas dependiendo del contexto. Asimismo, podemos hablar de las
formas de acercarnos a esos objetos: mirándolas, dándoles un mordisco, o situándola encima
de la cabeza del hijo de Guillermo Tell, etc.

Detrás de toda esta enumeración se esconde el tema de la(s) filosofía(s) de la historia.


Detrás de la obra de cualquier historiador o internacionalista hay siempre una visión de mundo.
Y por más que la idea de “filosofía(s) de la historia” tenga un olor rancio y decimonónico, lo
que intenta recoger está ahí, explícita o implícitamente.

Se dice que fue Voltaire en 1765, bajo el seudónimo de Abate Bazin, el primero en
utilizar el término. Nunca fue un término aceptado sin reparos o universalmente. El gran y
muy influyente historiador Jacob Burckhardt (1818–1897), se opuso de manera decidida a la
filosofía de la historia porque veía en ella la versión más sofisticada y perversa del partidismo.
Por eso anota: “Ante todo, nada de filosofía de la historia”. La expresión filosofía de la historia
es para Burckhardt una “contradictio in adiecto”, un “centauro”, ya que la historia coordina
y, por tanto, no es filosofía; mientras que la filosofía subordina y, por tanto, no es historia.

Burckhardt rechaza la filosofía de la historia porque es un sistema que tiene en su


base un error. Ese error es creer que hay una época privilegiada que alcanza la perfección, y
que todas las épocas precedentes son simples grados de desarrollo hacia esa época perfecta.
Una vez que se descubre ese error, todo el sistema se viene abajo. Frente a los “peligros de
la filosofía de la historia”115, y pese a las pegas de Burckhardt, se sigue haciendo filosofía
de la historia, a veces bajo el epígrafe teoría de la historia, pues nunca cesa la búsqueda de
sentido.

Hace mucho tiempo leí en un texto de Anthony Smith, posiblemente National Identity116,
algo que —al cabo de décadas— todavía recuerdo. Según mi memoria, Smith sostenía que,
puesto que todo autor tiene una “filosofía de la historia” que está implícita en su obra, él se
disponía a poner por escrito la suya. La verdad es que no recuerdo más, pero me quedo con
la afirmación de que tras cada obra de ciencias sociales, hay una filosofía de la historia.

Diferentes filosofías de la historia y concepciones historiográficas sobre los sujetos y las


redes de procesos, acontecimientos e instituciones; la existencia o inexistencia de leyes de la
historia; las metáforas geométricas del círculo, la espiral, el bucle, la línea ascendente y la línea
quebrada en múltiples posiciones; “el eterno retorno” metafísico de Friedrich Nietzsche; la idea
de progreso; la metáfora del “valle de lágrimas” que nos lleva hacia Dios, tan abundante en el
góspel; los tipos de “civilizaciones“ de Toynbee; o la forma imperial hegemónica de organizar
las redes de coerción y distribución que diría de Burbank y Cooper, tienen que afectar a los
(cansinamente) llamados paradigmas en la teoría de las Relaciones Internacionales.

Carr sostenía que “[…]el actual filosofo de la historia, que esforzadamente mantiene
un difícil equilibrio entre los riesgos del determinismo objetivo y el pozo sin fondo de la


115
NAVARRO PÉREZ, José, “Jacob Burckhardt, el escepticismo histórico y el pesimismo político”, Respublica, n°
6, 2000, pp. 116-117.

116
SMITH, Anthony D., National Identity, Penguin Books, Londres, 1991.

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relatividad subjetiva, consciente de que pensamiento y acción se hayan inextricablemente


entrelazados y que la naturaleza de la causalidad, tanto en la historia como en la ciencia,
parece tanto más escurridiza cuanto mayor es la firmeza con la que se pretende asirla, está
más ocupado planteando interrogantes que respondiéndolos”117.

Carr tenía en cuenta los planeamientos epistemológicos y ontológicos de las ciencias


naturales y las ciencias sociales de finales del siglo XIX y principios del XX. En este sentido,
rebate “[…] la profunda convicción de que los hechos son neutrales”, y que el progreso
consiste en descubrirlos y aprender de ellos. Tal visión correspondía, según Carr, a una “[…]
concepción racional-liberal del mundo […]” que hoy no puede darse por supuesta118.

2.2. ¿Qué Historia?


Sería de recibo exponer —dentro de los límites de mi ignorancia (la de un ávido lector de
Historia, no un historiador)— que quiero decir cuando afirmo la necesidad imprescindible de
la Historia; o más modestamente, qué tipo de Historia —creo— que serviría más y mejor al
tipo de teoría de las Relaciones Internacionales que sostengo.

Pero, ante todo, debemos ser conscientes que narrar un acontecimiento, en “ciencias”
sociales, es siempre esquematizar y simplificar una realidad más compleja e inabarcable. La
elección de lo narrado es arbitraria, no en el sentido de no tener argumentos para la elección,
sino en términos de dar énfasis a las elecciones del narrador. La realidad nunca podrá ser
contenida en un relato, e intentarlo lleva a la parálisis y la infertilidad. La elección por el autor
es necesaria, no puede hacerse de otra manera.

En este sentido, apunto (1) que debería ser una lectura y narrativa del pasado
autoconsciente, de su carácter de construcción social de un tiempo y un lugar. Una historia
donde el narrador, el historiador, tenga siempre en mente que (2) escribimos sobre el pasado
desde el presente119; (3) que los historiadores eligen —según su criterio— el trigo (relevante)
de la paja (irrelevante), para el nudo de lo que quieren contar; (4) que el historiador establece
el marco espacio-temporal del problema, evento o contingencia que investiga, y este marco
es arbitrario y solo se justifica por la plausibilidad que otorga (o no) a la narración; (5) que
es consciente de que el vocabulario elegido no es neutro, sino que el significante afecta al
significado; (6) que el lector lee diferentes narrativas de un mismo texto, en función de las
preguntas que buscan respuestas, y cada lector lee su propia narrativa según, también, su
situación espacio-temporal; y que (7), queramos o no, todos escribimos para el príncipe,
aunque hay infinitos príncipes a los que servir.

Keith Jenkins nos advierte que la “fragilidad epistemológica” de la Historia permite


117
CARR, Edward Hallett en The Times Literary Supplement (1953), citado por EVANS, Richard J. “Introducción”
a ¿Que es la historia?, Ediciones Planeta, Barcelona, 2010, p. 15.

118
Ibídem, p.14.

119
“Considerando que no existen interpretaciones del pasado que no estén basadas en algún tipo de
presuposición al respecto (en términos de George Steiner, ficciones axiomáticas) y teniendo en cuenta que las
interpretaciones del pretérito se construyen en el presente, parece remota la posibilidad de que los historiadores
puedan deshacerse de su presente para aprehender el pasado ajeno en sus propios términos”, JENKINS, Keith,
Repensar la Historia, Siglo XXI, Madrid, 2009, p. 53.

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que las lecturas de los historiadores sean “extremadamente diversas”120. Argumenta cuatro
razones, que, en mi entender, serían tan extensibles como la fragilidad epistemológica a
todas las “ciencias” sociales y, desde luego, a una hipotética “ciencia” de las relaciones
internacionales.

En primer lugar, apunta a la inconmensurabilidad del pasado, a cómo ningún relato


pueda coincidir de forma exacta con él. Segundo, argumenta que ningún relato puede recobrar
el pasado tal y como fue, porque “[…] el pasado no fue un relato sino que se compone de
acontecimientos, situaciones, etc. […] por lo que los relatos solo pueden contraponerse a
otros relatos. Tercero, Jenkins no difiere de lo ya dicho repetidamente: la Historia sigue
siendo, inevitablemente, una construcción personal, “[…] una manifestación de la perspectiva
del historiador como narrador”. Y cuarto, sostiene que —en cierto sentido— sabemos más
sobre el pasado que quienes vivieron en él.

Al traducir el pasado a términos modernos y utilizar unos conocimientos que —


quizás— antes fueran inasequibles, el historiador descubre aquello que ha quedado olvidado
del pasado, y es capaz de reunir piezas que hasta entonces nadie había encajado. “Es más,
debido a que las historias enfatizan las conexiones y restan importancia a las continuidades y
las rupturas […] las historias tal como las recibimos (tal vez) sean más inteligibles de lo que
el pasado jamás llegó a ser”121.

También postula una tesis cierta, pero controvertible en su formulación: “[…]la


epistemología nos enseña que nunca podremos conocer realmente el pasado y que el abismo
entre el pasado y la Historia (historiografía) es ontológico, está en la misma naturaleza de las
cosas, de manera que todo esfuerzo epistemológico para salvar ese abismo es inútil”. Esta
posición, aplicable a la hipotética “ciencia” de las relaciones internacionales, apunta a una
certidumbre: la realidad es inabarcable, pero desbarra —a mi entender— en el calificativo
“inútil”. Hay lecturas más plausibles que otras, por ejemplo, las que son conscientes de los
límites que marca Jenkins. Es verdad que el esfuerzo epistemológico nunca puenteara el
“abismo”, y no encontraremos la Verdad, pero en el camino nos desharemos de múltiples
lecturas míticas y más engañosas.

Permítaseme ahora enumerar algunos rasgos de esa Historia que busco, que creo
necesaria. La historia, al ser cambio y continuidad, debe ser —primero— consciente de lo que
Koselleck llama Los estratos del tiempo122, o bien las diferentes duraciones que nos indica
Braudel: desde aquello que se mueve más lentamente como la geografía física, al chispazo
momentáneo que enciende un conflicto. Hay niveles en el devenir, influenciándose, e —
incluso— determinándose, unos a otros, lo cual debe ser recogido en la narración histórica.

Segundo, una Historia no teleológica. Una historia que no cree en la divina providencia,
ni el juicio final, ni el alfa y omega de Pierre Teilhard de Chardin123, ni en leyes que —


120
Ibídem, pp. 14-18.

121
Ibíd., p. 18.

122
KOSELLECK, Reinhart, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Paidós, Barcelona, 2001.

123
P. TEILHARD DE CHARDIN (1881-1955) fue un jesuita, paleontólogo y filósofo francés que aportó una muy

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inevitablemente— nos lleven a ese comunismo tan parecido al paraíso religioso. Una historia
que avanza, incluso, a pesar de algunos retrocesos. Tampoco puede ser una historia que nos
remita al eterno retorno nietzscheano, por más que uno pueda decir y dice “esa película ya
la he visto”.

Parto de una negación rotunda de una teleología de la historia. No contemplo la


existencia de un ser o idea supremo al margen de la historia y lo humano. No creo que
haya lugar a discusión, es una cuestión de fe, que fructifica en paradigmas diferentes e
inconmensurables. Abusando de lo que David Hume calificaba de “falacia naturalista”: las
cosas, los acontecimientos y los procesos no tienen intrínsecamente sentido, es decir, por sí
mismos. El sentido, el significado, los adjetivos calificativos los ponemos los hablantes.

Tercero, asumo que la historia no tiene un sentido, un significado último, ni —


obviamente— una culminación. Hay autores y gente que sí da sentido/significado al devenir
y cambio humano, a la historia. No lo comparto, pero lo entiendo: el sentido/significado de
la historia es de vital importancia. Arendt decía que la vida no era la búsqueda de la Verdad,
sino del Sentido.

Esta importancia se expresa en tres razones:


1. El sentido/significado de la historia y, por tanto, de nuestra situación en ese de-
venir, afecta nuestra identidad y acción; no quizás la inmediata utilitaria, pero
sí en términos generales.
2. Volviendo Hume, sin ese sentido/significado de la historia no podríamos adju-
dicar nombres ni, sobre todo, adjetivos, a las cosas, sucesos o procesos. Útil e
inútil, bueno o malo, son meras palabras si no están inscritas en un marco más
amplio; y ese marco no podría existir sin un sentido/significado más o menos
claro de la historia, en cuanto devenir del pasado al fugaz presente y futuro.
3. El sentido de la vida, de la historia, como el universo ético al que uno responde,
es el de cada cual. Es verdad o no, pero es propio y se intenta vivir a su altura.

Excurso. Carr y la idea de progreso


Carr se pregunta si hay progreso en la historia y comentando las Lectures on
Modern History (1906) de Acton (cuya visión es que la historia es un progreso sin
fin hacia la libertad), sostiene que “[…] si el historiador ha de salvar su hipótesis
de progreso, creo que debe estar dispuesto a tratarlo como un proceso en el que
las exigencias y condiciones de los períodos sucesivos impondrán su contenido
específico”124. Para el historidor, el final del progreso todavía no ha desembocado.
Es algo infinitamente remoto… el contenido de la historia no puede ser captado
más que a medida que vamos experimentándola.

personal y original visión de la evolución. Su concepción de la evolución, considerada ortogenista y finalista,


equidistante en la pugna entre la ortodoxia religiosa y científica, propició que fuese atacado por la una e ignorado
por la otra. Suyos son los conceptos Noosfera (que toma prestado de Vernadsky) y Alfa y un Omega punto de
partida y de llegada de la evolución. Este Omega cristiano, aunque fue condenado por la iglesia (por la negación
de la parusía o Segunda Venida de Cristo, tal como la entiende la Iglesia).

124
CARR, Edward. Hallett, ¿Qué es la historia?, op. cit., pp. 180-181.

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“[…] La noción de una meta finita y claramente definible del progreso en


la historia, tantas veces postulada por los pensadores del siglo XIX, ha resultado
inaplicable y yerma. La creencia en el progreso no significa la creencia en un
proceso cualquiera que sea este, automático e ineluctable, sino en el desarrollo
progresivo de las potencialidades humanas”125.

Carr no espera la perfectibilidad del hombre o el paraíso terrenal venidero…


pero “[…]me basta con la posibilidad de un progreso ilimitado —un progreso que
no esté sometido a ningún límite que debamos tener en cuenta—, progreso cuyas
metas solo pueden irse definiendo conforme avanzamos hacia ellas y cuya validez
nada más puede comprobarse en el proceso de alcanzarlas”126.

Su vena escéptica apunta que nadie tiene la obligación de creer en el


futuro de la historia, ni en el futuro de la sociedad. El significado de la historia no
está fuera de la historia misma.

Cuarto, ninguna historia es universal y definitiva, pues no hay solo un discurso sobre
la historia. “La búsqueda del pasado es un proceso cultural sin fin, permeado por los conflictos
políticos relacionados con la acción social”127, sostiene Joanna Burke. Keith Jenkins argumenta
que “[…] a principios del siglo XXI, podemos asumir que la historia está constituida como
una compleja serie de narrativas —representaciones— del pasado […] siempre hay multitud
de visiones, no una visión, de lo que la historia es o pueda llegar a ser”128. En este sentido
debemos, en mi opinión, apostar por una historia que permita lecturas sugerentes y efectivas,
siendo consciente de los límites de tal lectura del pasado.

Quinto, una Historia que vaya más allá del materialismo histórico, si es que esto
designa algo más o menos único, y que tenga en cuenta el poder de las ideas. Dicho de otra
manera, para mí las ideas, lo ideacional, fruto y moldeador de lo material, es más relevante
que lo puramente material. El carro de combate es muy importante, pero no anda solo, ni
tiene dirección por sí mismo. Hay un conductor y un tirador que piensa, conduce y/o dispara
por sus ideas, incluso, si son puros mercenarios.

Esta importancia de las ideas pude remitirnos a Collingwood129, para quien la Historia es
una historia de las ideas. Puede entenderse en términos de las mentalidades de la Escuela de
los Anales, de imaginarios sociales, ideologías, etc. Estamos hablando, por tanto, de una historia
hermenéutica, que busque ponerse en la piel, en las cabezas, de los colectivos humanos en acción.


125
Ibídem, p. 184

126
Ibíd., pp. 184-185

127
BOURKE, Joanna, “Foreword” en JENKINS, Keith, MORGAN, Sue y MUNSLOW, Alan (eds.), Manifestos for
History, Routledge, Londres, 2007, p. xxii.

128
JENKINS, Keith, MORGAN, Sue y MUNSLOW, Alan, “Introduction. On Fidelity and Diversity” en JENKINS,
Keith, Repensar la Historia, Siglo XXI, Madrid, 2009, p. 1.

129
COLLINGWOOD, Robin G., The Idea of History, Oxford University Press, Oxford, 1994.

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Excurso. Marx y no marxismo


¿Por qué en un texto sobre historia y relaciones internacionales el marxismo
aparece solo de vez en cuando?

La primera razón es lo engañoso del término marxismo. Marx fue un hombre


del XIX que dejó un legado impresiónate, cargado de poder explicativo y lleno de
pasión. Esta obra fue dilatada en el tiempo, estuvo sujeta a cientos de influencias
y aparece, ocasionalmente, como contradictoria. A nadie puede exigirse una
coherencia en las tesis que ha ido desgranando durante 40 años. Muerto Marx
y con la bien intencionada ayuda de Engels, el Partido Socialdemócrata alemán
inventó el marxismo. Esencia de catecismo, recetas y frases apropiadas para cada
ocasión.

La obra iniciada por los socialdemócratas alemanes fue culminada, llegando a


cotas burocráticas y simplificadoras pasmosas, ¡acordaros del Politzer!, por los
soviéticos. Y oscureciendo su mensaje y espíritu gracias al rígido estructuralismo
de Althusser y compañía.

Cuando este acuso al historiador británico Thompson de empirismo, este le


devolvió la crítica con un golpe demoledor —Miseria de la teoría130—, una llamada
a la realidad y al uso de la teoría para comprender, no para hacer exégesis teóricas.

Marx renacerá cuando el marxismo, tal y como lo hemos heredado de la II y III


Internacional, se haya extinguido.

Sexto, Leopold Ranke expuso los fundamentos filosóficos del historicismo: “[…] los
hechos y situaciones pasados son únicos e irrepetibles, y no pueden comprenderse en función
de categorías universales, sino en virtud de los contextos propios y particulares”131. Esta
es una concepción que define la historicidad radical de todos los fenómenos humanos, una
concepción de la razón humana como histórica en contraste con la razón atemporal de los
ilustrados132.

La primera consecuencia sería la primacía en el relato histórico de lo político. Los


historicistas intentan crear unas “ciencias” sociales distintas a las ciencias naturales, en las
que se originó el positivismo. Lo que varía en los historicistas son sus unidades de estudio,
sus agentes, sus protagonistas. La cultura para Spengler, las civilizaciones para Toynbee, la
dimensión sociológica del hombre para Weber, la capacidad imaginativa del ser humano para
Colllingwood133.

La compresión prima sobre la explicación, la narración sobre la estructura, y la


130
THOMPSON, Edward P., Miseria de la teoría, Crítica, Barcelona, 1979.

131
Citado por AURELL, Jaume et. al., Comprender…, op. cit., p. 223.

132
Ibídem.

133
Ibíd., p. 239.

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hermenéutica sobre el análisis causal en el acceso al conocimiento del pasado134. Weber, por
su parte, “sentó las bases epistemológicas para una nueva historia, al reconocer que todas
las ciencias incluida la Historia, eran sistemas de conceptos más que una descripción de la
realidad”135.

Séptimo, conviene tener en cuenta que hay muchos niveles estructurales y


temporalidades, que no necesariamente funciona al unísono. Los diferentes niveles
estructurales cambian y continúan a ritmo diferente. Las instituciones como estructuras
durables, como permanencia, como red establecida y reglamentada de relaciones, pueden
subsistir más allá de la función para las que, en su origen, fueron creadas. Esta “estructura
de temporalidad” podríamos calificarla como inercia.

Pero hay otras “estructuras temporales” que permanecen, aun cuando la sociedad
que las vio nacer y necesitó de ellas, haya quedado en el pasado. Una sociedad puede
haber sufrido enormes cambios sociológicos, técnicos, culturales, etc., pero determinada
o determinadas memorias permanecen sobrevolando e influyendo en el comportamiento
humano. En este sentido, se producen baches generacionales dignos de estudio136. El análisis
de un evento, coyuntura o proceso internacional, también es un relato. Y no nos movemos
tampoco en Relaciones Internacionales con los “hechos” crudos de la realidad, sino con la
selección de elementos que, según nuestra teoría, nos parezcan pertinentes. Se da significado
considerando, otra vez, nuestros presupuestos teóricos (“tales hechos tienen”).

Excurso. Carr y el rechazo del empirismo


Carr definía y rechazaba el empirismo en la historia como la “convicción” de que
todos los problemas pueden ser resueltos mediante la aplicación de algún principio
no valorativo, como, por ejemplo, el que existe una solución objetivamente
correcta y un camino para alcanzarla —los supuestos presupuestos de la ciencia
transferidos a las ciencias sociales—137.

Carr atribuía la “debilidad y la falta de profundidad en tantos escritos políticos


e históricos ingleses recientes” […] [a la brecha] que “separa tan fatalmente a
Marx de los pensadores de habla inglesa” […] Marx no era un empirista. Estudiar
la parte sin referencia al todo, el hecho sin referencia a su significación, el suceso
sin referencia a su causa o consecuencia, la crisis particular sin referencia a la
situación general, hubiera parecido a Marx un ejercicio estéril [en una época] en
que vamos de crisis en crisis, en ausencia de toda línea rectora, el empirismo no
basta”138.


134
AURELL, Jaume et. al., Comprender…, op. cit., pp. 306-307.

135
IGGERS, G. C., citado en ibíd., p. 247.

136
MANNHEIM, Karl, “El problema de las generaciones”, REIS — Revista Española de Investigaciones
Sociológicas, vol. 62, 1993, pp. 193-242.

137
DAVIES, Richard, “Nota introductoria (a la segunda edición)”, Carr, Edward Hallett, op. cit. [edición de
2010], p. 53.

138
Ibídem, p. 56.

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2.3. Una teoría de las Relaciones Internacionales para esta concepción de la historia
Y si el “presente es historia”, nuestra labor como internacionalistas difiere poco del trabajo
de los historiadores. Así, la teoría de las Relaciones Internacionales —inevitablemente— se
refiere de manera explícita a una filosofía de la historia. Que no sea explícita no significa que
no exista, sino que se da por supuesta. Y puesto que la teoría de las Relaciones Internacionales
puede ser considerada otra forma de historia, nuestra disciplina debe atender los cambios en
las ideas e identidades que dan en la interacción en el tiempo139; así como enfatizar el papel
de la Historia en el análisis de las relaciones internacionales.

El constructivismo se basa, meramente, en que las identidades e intereses de los


actores cambian con la interacción, y, según nuestro parecer, a lo largo de un tiempo, en una
duración larga, media y eventual. El mismo constructivismo necesita de la Historia, ya que la
interacción y el cambio son ya Historia. Además, la interacción debe darse en un proceso más
o menos largo para que merezca la pena tenerla en cuenta. El constructivismo, en su versión
presentista, no es nada. El constructivismo necesita de la historia, o el constructivismo escribe
Historia.

Para mí muy discutible opinión, la teoría de las Relaciones Internacionales debe


ser esencialmente estatocéntrica, es decir, en relaciones internacionales los principales y
más relevantes protagonistas son, en la mayoría de los casos, los estados en un sistema
internacional desigual y jerárquico en poder y riqueza. Entiendo los estados, siguiendo a Fred
Halliday140, como conjuntos, como formaciones sociales discretas (fronteras), que actúan en
el sistema internacional, en principio, con una sola voz. Estos conjuntos son entramados de
relaciones sociales políticas, económicas, culturales, identitarias, etc., con contradicciones y
consensos que cambian y tienen continuidades en el tiempo (historia).

Se requiere una teoría de las Relaciones Internacionales histórica que narre, analice y
de cuenta del devenir conflictivo de la humanidad, de la violencia, el poder y la riqueza como
factores y motores persistentes en la historia, en nuestro pasado. Parafraseando a Marx,
reconocer el papel de la violencia “como partera de la historia”141. Reconocer su papel en la
creación del estado moderno, de la sociedad internacional (léase europea), y de su expansión
con la descolonización142. Debe distinguirse “violencia” como uso de la fuerza en la coerción,
de “formas de dominación”, que —en algunos casos— se califican de violencia, como, por
ejemplo, la violencia estructural de Galtung.


139
Este es el núcleo de lo que se ha venido a llamar en la las Relaciones Internacionales constructivismo. Su
origen, hasta donde llega mi saber, está en BERGER, Peter y LUCKMANN, Thomas, La construcción social de la
realidad, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991, 10ª edición.

140
HALLIDAY, Fred, Las relaciones internacionales en un mundo en transformación, Ediciones La Catarata,
Madrid, 2002 [capítulo “El estado y la sociedad en las relaciones internacionales”].

141
Es una vulgarización de la frase de Marx en el capítulo 24 de El Capital, dedicado, como se sabe, a la
acumulación originaria, Marx exclama: «La violencia [Gewalt] es la comadrona [Geburtshelfer] de toda sociedad
vieja, que lleva en sus entrañas otra nueva. Es, por sí misma, una potencia [Potenz] económica»

142
La sociología histórica lo ha demostrado sin lugar a dudas. Pero también todos los historiadores. Para un
ejemplo sociología histórica ver TILLY, Charles, “War making and State Making as Organized Crime” en EVANS,
Peter, RUESDESCHEMEYER, Dietrich y SKOCPOL, Theda (eds.), Bringing the State… op. cit., y sobre la expansión
de la sociedad internacional BULL, Hedley y WATSON, Adam (eds.), The expansión of International Society,
Claredon Press, Oxford, 1989.

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Una narrativa que sea consciente de que las “soluciones” a los problemas de hoy, a
sus conflictos, llevan en sí las semillas de los conflictos de mañana (El mito de Sísifo). Así,
por ejemplo, la solución de dotar de una patria territorial a los judíos masacrados en Europa
durante el régimen nazi, ha llevado al genocidio palestino de hoy143. Esta conclusión que
recito a menudo, y que casi todo el mundo tacha de pesimista, puede serlo o no, más bien
los adjetivos pesimista u optimista tienen poco sentido en política y menos en relaciones
internacionales.

Y final
El pasado es un texto esquivo, incompleto, muchas veces parcialmente oculto, y de difícil
compresión más allá de los hechos empíricos a los que puede tenerse un amplio acceso. Los
historiadores leen ese pasado. En este caso, “leer” es una palabra literal porque el pasado
está en las estanterías de las bibliotecas, en los documentos de los archivos accesibles,
en objetos, ruinas, leyendas, memorias orales, etc., que los historiadores deben revisar,
acoplar, y —con suerte— intentar encontrar un significado al conjunto. Y por parte de los
internacionalistas, ser conscientes de que las “fotos fijas” no dicen mucho, la clave está en la
sucesión de fotogramas.

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143
Soy consciente de que el proyecto de construir una patria justa en Palestina es anterior al holocausto y
fruto del movimiento sionista del finales del siglo XIX, pero el argumento de proporcionar una patria a “los que
sobrevivieron a los campos de exterminio”, fue ampliamente utilizado en 1948 en el reconocimiento internacional
del estado de Israel.

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A

El narcotráfico en la historia de las relaciones


internacionales contemporáneas

María Eugenia Cardinale*

Resumen *María Eugenia


CARDINALE,
El artículo pretende comprender la evolución del consumo y tráfico de drogas a lo largo de Doctora en Ciencias
la historia de las relaciones internacionales contemporáneas —1789-1991—, es decir, el Sociales, UNER,
contexto que posibilitó su surgimiento y expansión, identificando actores, canales utilizados Argentina. Profe-
y principales beneficiaros. Se consideran tres subperíodos dentro del largo plazo: 1) desde sora de Historia
el Siglo XVIII a la Tercera Guerra del Opio —1860—; 2) Desde mediados del s. XIX hasta de las Relaciones
la Segunda Guerra Mundial y 3) Desde la posguerra —1945— hasta el fin de la Guerra Fría Internacionales,
—1991—. Universidad Abierta
Interamericana,
Las “drogas” son tan antiguas como las civilizaciones. Sin embargo, el circuito económico Rosario, Argentina.
productivo de las mismas irrumpe como hecho internacional en un momento específico de Profesora asisten-
la historia; cuyas claves serían: la expansión colonial/imperialista occidental, el crecimiento te de Relaciones
del comercio internacional, el desarrollo de la industrialización y la consolidación de un Internacionales,
mercado mundial. Dichas sustancias transitarán de productos tradicionales de sociedades licenciatura en Cia.
específicas a mercancías globales de consumo masivo en el siglo XIX. Política, Universidad
Nacional de Entre
Ríos. Docente y
Palabras clave Coordinadora de
Historia; relaciones internacionales; narcotráfico; prohibición; hegemonía. Sec. Relaciones
Internacionales,
Facultad de Ciencias
Agrarias, Univer-
sidad Nacional de
Rosario.

Title Recibido:
Illicit drug trafficking in the history of contemporary international relations 09-09-2017
Aceptado:

Abstract 08-01-2018

The article seeks to understand the evolution of consumption and drugs trafficking throughout
the history of the contemporary international relations —1789-1991—, analyzing the context DOI:
that made its emergence and expansion possible, identifying actors, principal links and http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
beneficiaries. Will be considered three subperiods of time in the long term: 1) from the 18th
nesinternaciona-
century to the Third War of Opium —1860—; 2) From middle 19th century up to the Second
les2018.37.004
World war and 3) From the postwar —1945— up to the end of the Cold War —1991—.

The “drugs” are as ancient as the civilizations. Nevertheless, the economic productive circuit
appeared as an international phenomenon in a specific moment of the history; marked by:
the colonial / imperialistic western expansion, the growth of the international trade, the
development of the industrialization and the consolidation of a world market. “Narcotics”
will be transformed from traditional products of specific cultures to global goods of massive
consumption in the 19th century.

Keywords
History; international relations; illicit drug trafficking; prohibition; hegemony.

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I
ntroducción
Las sustancias psicoactivas son tan antiguas como las civilizaciones. Sin embargo, el
narcotráfico ―el circuito económico/productivo de las mismas― irrumpe como hecho
internacional en un momento específico de la historia mundial, cuyas claves serían: la
expansión colonial/imperialista occidental, el crecimiento del comercio mundial, el desarrollo
de la industrialización y la consolidación de un mercado de alcance planetario. Dichas
sustancias transitarán de productos tradicionales de sociedades específicas a mercancías
globales de consumo masivo en el s. XIX.

A medida que avanzó la profundización de las capacidades industriales, tecnológicas y


comerciales las sustancias psicoactivas fueron perfeccionándose; esto permitió diversificar la
oferta y la demanda e incrementar el mercado de las drogas.

A su vez, el desarrollo del tráfico de drogas en tanto ilícito está íntimamente asociado
a la intervención política. La prohibición de determinadas sustancias y la legalidad de otras
crearon condiciones específicas para su despliegue. Por ello, es necesario conocer la evolución
de la legislación internacional sobre el tema para comprender cómo se definieron estas
sustancias, cuáles fueron consideradas ilícitas y cuáles los parámetros de penalización.

Puede esquematizarse de la siguiente manera:


“En la historia del consumo de drogas se asiste a una fase larguísima
dominada por el consumo tradicional y una fase de dos siglos, desde el s. XIX
hasta nuestros días, dominada por la mercantilización, por la producción por
síntesis químicas y por el régimen de prohibición para algunas sustancias”1.

El presente artículo pretende comprender la evolución del consumo y tráfico de drogas


a lo largo de la historia de las relaciones internacionales contemporáneas (1789-1991), en
qué contexto fue posible su surgimiento y expansión, qué actores intervinieron, cuáles han
sido los canales utilizados y quiénes sus principales beneficiaros. Para ello se identifican
tres subperíodos dentro del largo plazo: 1) desde el s. XVIII a la Tercera Guerra del Opio
―1860―; 2) desde mediados del s. XIX hasta la Segunda Guerra Mundial y 3) desde la
posguerra ―1945― hasta el fin de la Guerra Fría ―1991―.


Dos elementos conexos a considerar se enmarcan en las correlaciones de poder
internacional: por un lado, la consolidación de un sistema internacional de alcance planetario,
con centro gravitatorio en Europa; por el otro, la respuesta política que suscitará ese mercado
internacional de “drogas”, el prohibicionismo, originado en EEUU y aceptado por la comunidad
internacional a medida que aquel alcanzó estatus de potencia.


El análisis considera las estructuras internacionales como históricas, tal como las
define Robert Cox, donde interaccionan tres fuerzas o dinámicas: las instituciones, las ideas
y las capacidades materiales en tres niveles del mundo social ―la producción, las formas
de estado y los órdenes mundiales―2. Al desglosar cada una de esas fuerzas el autor define

1
SANTINO, Humberto y LA FIURA, Giovanni, Detrás de la Droga, Homo Sapiens, Rosario, Argentina, 1993, p. 11.
2
COX, Robert W., Approaches to world order, Cambridge University Press, Cambridge, 1996.

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como capacidades materiales, en términos dinámicos, las potencialidades organizativas
y tecnológicas y en términos de acumulación, aquellos recursos ―naturales, industriales,
armamentos― capaces de ser modificados por las capacidades dinámicas y toda la riqueza
que esto conlleva.

En cuanto a las ideas entiende que son de dos tipos: significados intersubjetivos
compartidos, es decir, nociones comunes acerca de las relaciones sociales y políticas. En
segundo término, las ideas pueden ser abordadas como “imágenes colectivas del orden
social de diferentes grupos de personas”; mientras que las primeras son compartidas en una
estructura histórica particular, las segundas pueden ser divergentes. Por último, Cox afirma
que la “institucionalización es una forma de estabilizar y perpetuar un orden particular”, una
institución se convierte en reflejo de las relaciones de poder predominantes y promueve
imágenes colectivas consistentes con las mismas3.

En el narcotráfico4 puede distinguirse claramente cómo se vinculan las tres fuerzas
identificadas por Cox5 en el mundo social. Si el orden social hegemónico debe ser entendido
como la confluencia dominante de poder material, ideología e instituciones que modelan
y sostienen formas específicas de órdenes mundiales, el papel que juega el estado allí es
de intermediación ―aunque autónomamente― entre las fuerzas sociales moldeadas por la
producción y el orden mundial. A su vez, dicho orden puede ser comprendido como una
“particular configuración de poder” determinada por el sistema de estados y la economía
mundial6.

Durante todo el s. XIX asistimos a una fase de predominancia del libre comercio y
producción de sustancias psicoactivas, acompasadas al crecimiento de la industrialización
y las tecnologías aplicadas a su mejora. Las ideas predominantes, sustentadas por un
orden internacional con hegemonía europea y, particularmente, inglesa, fundamentaban el
desenvolvimiento del libre intercambio entre las naciones y regiones del mundo, la conquista/
ampliación de mercados y el aumento del número potencial de consumidores, cualquiera que
sea el producto.

El quiebre se consolidará en el siguiente siglo, con un giro en el centro de poder
mundial hacia Estados Unidos. Desde fines del s. XIX hasta mediados del s. XX presenciamos
una etapa de transición del orden social hegemónico. El ascenso progresivo de EEUU marcó,
frente al fenómeno de las drogas, la lucha contra la libre circulación de sustancias psicoactivas
que logrará imponerse definitivamente vis a vis su capacidad de moldear el orden hegemónico,
sustentado en un conjunto de propuestas prohibicionistas y en la creación de instituciones
internacionales respaldatorias de ello. Siguiendo a Modelski, pueden definirse como regulares
en la política mundial estas “transiciones” de poder, y precisamente el autor comprende que

3
COX, Robert W., “Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales: Más allá de la Teoría de Relaciones
Internacionales” en Revista de Relaciones Internacionales, nº 24, Universidad Autónoma de Madrid, Octubre
(2013)-enero (2014), p. 142.
4
Ver subepígrafe: Precisiones conceptuales.
5
COX, Robert W., “Fuerzas sociales, estados y…”, op.cit.
6
DEVETAK, Richard, “Critical Theory” en BURCHILL, Scott et al, Theories of International Relations, Pallgrave
Mcmillan, Nueva York, 2005, p. 152.

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la experiencia más reciente y significativa de ese proceso lo encontramos en la primera mitad


del s. XX con el “traspaso” del poder mundial desde Gran Bretaña a EEUU7 .

En ambas fases, que iremos desarrollando por subperíodos específicos, se trata de


relaciones de poder internacional donde los estados más fuertes tienen capacidad de imponer,
al resto de los actores, el cúmulo de ideas e instituciones prevalentes en el sistema, con un
acoplado rol de preeminencia en las fuerzas materiales, en el mercado mundial. Consideramos:
“[…] un concepto de hegemonía que está basado en una conjunción
coherente o acoplada entre una configuración de poder material —la imagen
colectiva imperante del orden mundial ―incluyendo ciertas normas― y un
conjunto de instituciones que administran el orden con una cierta apariencia
de universalidad ―por ejemplo, no sólo como instrumento manifiesto de la
dominación de un estado particular―”8.


Se trata de “la dominación y subordinación de la metrópoli sobre el entorno, del
centro sobre la periferia, en una economía política mundial”9. En específico para el tema bajo
análisis, esta jerarquización internacional estará determinada por la división internacional del
trabajo entre los lugares de producción de sustancias de origen natural ―cannabis, coca y
amapola―, base, estas últimas, para elaborar luego drogas farmacológicas como cocaína o
heroína. Es en los territorios colonizados/subordinados de Asia, África y América Latina donde
estos cultivos se han desarrollado tradicionalmente, mientras que el control del comercio y el
desarrollo de industrias químicas y farmacéuticas han tenido su eje en los estados centrales.

Tal como lo ha definido Wallerstein, “la división axial del trabajo en una economía-
mundo capitalista divide a la producción en productos centrales y productos periféricos.” Estos
se distinguen entre sí por los grados de acumulación de ganancias, mientas que los productos
centrales son cuasimonopólicos ―protegidos por los estados fuertes― generando, por la
innovación que comportan, riqueza extraordinaria; los productos periféricos son competitivos
y, por tanto, generan menos valor que los anteriores. El intercambio es, en ese escenario,
desigual y puede reconocerse una derivación geográfica en las relaciones centro-periferia10.

Precisiones conceptuales
Dado que no existe una significación globalmente aceptada para definir estos temas,
consideramos “sustancia psicoactiva” ―o droga― tal como la define la Organización Mundial
de la Salud como toda “[…] sustancia que, cuando se ingiere, afecta los procesos mentales”11.
Esto permite abarcar dentro del calificativo drogas no solo sustancias ilegales, habitualmente
incluidas en este concepto, sino también una gama de sustancias legales como alcohol,

7
“[…] the experience of the modern world has been marked by a succession of “world powers” ―Portugal, the
Dutch Republic, Britain, twice, and the United States― exercising leadership in the global arena.” MODELSKI,
George, “Long Cycles in Global Politics” en WIENER, Jarod y SCHRIRE, Robert, International Relations, vol 1,
UNESCO/EOLSS, UK, 2009, pp: 230-252 y p. 231.
8
COX, Robert W, “Fuerzas sociales, Estados…op.cit., p. 146.
9
Ibídem, p. 139
10
WALERSTEIN, Immanuel, Análisis de Sistemas-Mundo: una introducción, Siglo XXI Editores, México DF, 2005, p.
19.
11
OMS, Managment of Substance Abuse, “WHO Lexicon of alcohol and drug terms”. Disponible en http://apps.who.
int/iris/bitstream/10665/39461/1/9241544686_eng.pdf [Consultado el 13 de agosto de 2017]

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tabaco, café y una serie de productos medicinales ―tranquilizantes, antidepresivos―12.

Lo que hoy conocemos como narcotráfico incluye un ciclo de producción, comercialización


y consumo, como cualquier otra mercancía del modo de producción capitalista. Sin embargo,
por la prohibición que existe sobre este mercado ilegal la segunda característica fundamental
es la violencia asociada, al involucrar niveles de criminalidad13.

El narcotráfico es también de naturaleza geopolítica dado que actúa a escala global


penetrando los campos políticos, sociales y culturales, no solo la dimensión económica del
orden internacional. No están claros los límites donde precisar el inicio y el fin del fenómeno,
y determinar qué elementos y actores pueden ser identificados dentro del circuito ilegal de
drogas es aún fuente de controversia.

1. Primer período. Desde el s. XVIII a la fase imperial de las relaciones internacionales.


Los s.s XVIII y XIX constituirán los tiempos de oro para el opio y sus derivados. Durante el
s. XVIII comenzó la comercialización agresiva del mismo, en manos de Gran Bretaña, desde
India y Persia hacia Asia y Europa.

En 1729 China prohíbe, por primera vez, el comercio de opio con los europeos pero no
el cultivo de adormidera14, algo tradicional. Al extenderse el consumo de opio los comerciantes
chinos empezaron a aceptar el jugo de adormidera como medio de pago, traído por los
europeos con este fin, práctica que socavaba las reservas imperiales de metales15. En 1793
se prohíbe también el cultivo de adormidera en todo el territorio chino, otorgándole ventajas
enormes al contrabando.

En 1803 es aislada en laboratorio la morfina, principio activo del opio. Los médicos
alabarán esa droga llamándola el “medicamento de Dios”, era recetada para todo tipo de
malestares y enfermedades, incluso a los niños16.

1.1. Primera guerra del opio: las drogas adquieren presencia internacional
El comercio de opio en China había crecido inmensamente a pesar de la prohibición. En 1729
la importación clandestina ascendía a tonelada y media aproximadamente, ya para 1820,
cuando la pena de muerte estaba decretada para traficantes y usuarios, el contrabando
ascendía a 750 toneladas, dos décadas más tarde lo hará a 2.00017.

12
Ibídem. También SANTINO, Humberto y LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p.15.
13
DE REMENTERÍA, Ibán, “Prevenir en drogas: paradigmas, conceptos y criterios de intervención”, CEPAL, División
desarrollo social, septiembre, Santiago de Chile, 2001, p. 35.
14
“De adormir, por su propiedad narcótica. 1. f. Planta de la familia de las papaveráceas, con hojas abrazadoras,
floresgrandes, vistosas y terminales, y fruto capsular indehiscente del que se extrae el opio”. Diccionario de la
Real Academia Española. Disponible en www.rae.es [Consultado el 13 de diciembre de 2017]
15
ESCOHOTADO, Antonio, Historia elemental de las drogas, Anagrama, Barcelona, 1996, p 83. Courtwright,
David T., “Una breve historia de políticas sobre drogas, o por qué declaramos la guerra a unas drogas y no a
otras”, History Faculty Publications, University of North Florida, 2012. Disponible en http://www.uniad.org.br/
interatividade/artigos/item/16849-una-breve-historia-de-poli%CC%81ticas-sobre-drogas-o-por-que%CC%81-
declaramos-la-guerra-a-unas-drogas-y-no-a-otras [Consultado el 07 de Mayo de 2017]
16
ESCOHOTADO, Antonio, Historia elemental de...op.cit.
17
Ibídem, p. 84.

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En Europa, por su parte, se estaban desplegando los cambios que desembocarían


en la Revolución Industrial y los productores de manufacturas inglesas, aumentada su
productividad, necesitaban nuevos mercados donde colocar sus productos y proveerse de
materias primas. Gran Bretaña veía en el inmenso territorio chino una oportunidad única. Sin
embargo, China habilitaba sólo un puerto para el comercio exterior mediante monopolización
de una sociedad comercial, el Co-Hong. Además, no se le permitía a los extranjeros penetrar
suelo chino y el comercio estaba gravado con altas tasas impositivas.

En 1838, como explica Renouvin18, la balanza comercial china comienza a dar saldos
negativos y el Imperio, viendo la perjudicial influencia que ejercía el contrabando de opio,
decide frenarlo por la fuerza19. Se bloquean factorías externas y los cargamentos de opio, entre
otros, son destruidos. La respuesta de Gran Bretaña es el envío de una flota expedicionaria
a las costas chinas y finalmente declara la guerra. El ejército chino tuvo un papel desastroso,
fue vencido por un pequeño cuerpo expedicionario inglés. Esta guerra significó la irrupción
definitiva de las drogas en la arena internacional.

En 1842 se firma el Tratado de Nankín permitiendo residencia a los extranjeros,


estipulando la apertura de cuatro nuevos puertos al comercio y cediendo territorios a Gran
Bretaña. China es obligada a pagar indemnización, disolver el Co-Hong y a abrirse al comercio
mundial por medio de la violencia20. Con respecto al opio es destacable el pedido inglés de
no levantar la prohibición, así evitaba tarifas de importación y continuaba obteniendo los
beneficios del contrabando. Este conjunto de ventajas comerciales serán extendidas a otras
potencias hacia 1844.

En relación a esto, Cox afirma que a mediados del s. XIX la supremacía mundial de
Gran Bretaña, la pax británica, se fundaba primordialmente en su control sobre los mares,
poder que no fue desafiado por otra potencia. Las ideas predominantes en ese orden social
hegemónico eran las “normas de la economía liberal ―libre comercio, el respaldo en oro,
libre movimiento de capital y personas―”, estas reglas alcanzaron una amplia aceptación
facilitando “la expansión del prestigio británico” y dotando al orden mundial de una “ideología
universalista”, lo cual significó a estas normas como base para la armonía de intereses21.

1.2. Segunda y Tercera Guerras del Opio


En el transcurso entre la primera y segunda guerra del opio se produjo la revolución de los
transportes ―barcos a vapor y ferrocarriles― y la aparición de la máquina a vapor. Estos nuevos
instrumentos, sumados a los del período anterior, terminarán por completar la Revolución
Industrial. Surgían así nuevas perspectivas para el comercio que facilitaban la obtención de

18
RENOUVIN, Pierre, Historia de las Relaciones Internacionales Siglos XIX y XX, Akal, Madrid, 1989.
19
“Paradójicamente la ilegalidad, más que un instrumento de disuasión o mecanismo incriminatorio y represivo,
se convirtió en uno de los factores de expansión y fortalecimiento del llamado narcotráfico, que como circuito
productivo-comercial se benefició de ella en términos económicos, ya que el valor agregado a la mercancía,
determinado por los riesgos que encierran su producción, transporte y comercialización, permitió la acumulación de
capitales casi sin precedentes”. En ROSSI, Adriana, “Narcotráfico, entre Ilegalidad, Legitimidad y Funcionalidad”,
ponencia presentada en la Conferencia Nacional sobre Políticas de Drogas, Visión y Actores del debate, 17-18
Septiembre, Buenos Aires, 2003, p. 1.
20
RENOUVIN, Pierre, Historia de...op.cit., p. 156.
21
COX, Robert, Fuerzas sociales, Estados…, op. cit., p. 146.

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materias primas y permitían una mejor localización de los centros productivos. Se produjo el
desarrollo definitivo de la industria que se extenderá por todo el mundo occidental.

El comercio internacional adquiere gran relevancia en las políticas exteriores de los


estados europeos ―Gran Bretaña y Francia― y estadounidense22. La Segunda y Tercera
guerras del opio estarán signadas por el interés de las potencias en conseguir apertura
definitiva del comercio en territorio chino.

El debilitado prestigio imperial chino se vio afectado por la inestabilidad social derivada
de los acuerdos comerciales con Occidente ―en guerra civil, dos tercios del territorio imperial
será controlado por los rebeldes―. Siguiendo a Renouvin23 debemos señalar que la importación
de textiles afectó las tradicionales artesanías chinas y generó un fuerte desorden monetario,
desestabilizando la relación entre las dos monedas circulantes: plata y oro. Este último era
para los extranjeros el único medio de pago, depreciándose la moneda en plata utilizada por
la población nativa.

Es en este contexto de debilidad imperial que tiene lugar la Segunda Guerra del Opio
donde Gran Bretaña y Francia presionaron con medidas de fuerza para obtener el pago
completo de las indemnizaciones previstas y una apertura económica mayor. El comienzo
del conflicto es en 1856, para 1858 los gobiernos europeos presentaron un acuerdo que
el gobierno chino se negó a cumplir en su totalidad; dicha negativa dará inicio a la Tercera
Guerra del Opio en 1859 donde se intensificaron los esfuerzos militares europeos culminando
en la toma de Beijing en 1860. El tratado de Pekín subsecuente estableció un nuevo estatuto
para los extranjeros, con más libertades al interior y la apertura de once nuevos puertos.

En relación al opio, Gran Bretaña consigue anular las prohibiciones sobre la importación
e imponer una nueva indemnización. Una consecuencia clave fue la expansión de la producción
de opio a lo largo de todo el Sudeste Asiático. Los niveles de importación y consumo de opio
en el Imperio Chino escalaron de 6,5 millones de libras en la década de 1840 a 9,5 millones
en la década subsiguiente24.

2. Segundo período - Del s. XIX a la Segunda Guerra Mundial: 100 años de expansión
para las sustancias psicoactivas
Desde la década de 1860 se producirá una expansión sin precedentes del poder europeo
a nivel mundial. Reconfigurado el mapa continental comenzó una política de “reparto” del
mundo:
“Hay que considerar que en 1800 los poderes occidentales […] controlaban
aproximadamente el 35% de la superficie de la tierra. […] Hacia 1914, […]
Europa poseía una cantidad total de casi el 85% de la tierra en forma de
colonias, protectorados, dependencias, dominios y ‘commonwealths’”25.

22
RENOUVIN, Pierre, Historia de...op.cit., p.122.
23
RENOUVIN, Pierre, Historia de...op.cit., p. 225.
24
MCAllister, William B., Drug Diplomacy in the Twentieth Century. An International History, Routledge, Nueva
York, 2002.
25
SAID, Edward, Cultura e Imperialismo, Anagrama, Barcelona, 1993, p. 41. Cita de Magdoff (1978).

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El capitalismo industrial, consolidado y evolucionando de manera acelerada en Europa,


empujaba a la búsqueda incesante de tierras y mercados, al control de puertos y vías de
navegación estratégicos que aseguren la libre circulación de mercancías26. Desde el último
cuarto del s. XIX se inicia un proceso de cambio en la estructura histórica de hegemonía
británica, afirma Cox, transición que culmina en la Segunda Guerra Mundial:
“[…] el poder británico decayó relativamente, perdiendo su indisputable
supremacía en el mar, primero con el reto alemán y luego con el aumento
del poder estadounidense; el liberalismo económico naufragó con el aumento
del proteccionismo, los nuevos imperialismos y definitivamente con el fin
del patrón oro; y el intento tardío y fracasado de una institucionalización
internacional a través de la Liga de las Naciones, no apoyado por un poder
dominante o una ideología ampliamente aceptada, colapsó en un mundo
cada vez más organizado en bloques rivales de poder27.

De acuerdo a Eric Hobsbawm28, el acontecimiento más importante en el s. XIX es la


creación de una economía global que penetró todos los rincones del planeta, creando una red
de transacciones económicas, comunicaciones y movimiento de productos y seres humanos,
incluyendo creciente movimiento de dinero. En este sentido, las drogas como mercancías
legales producidas por las industrias químicas y farmacéuticas en expansión llegaron a estar
disponibles en cualquier lugar del mundo con régimen de venta libre.

2.1 Industria farmacéutica y consumo de drogas


En Europa, la era industrial trajo aparejado el surgimiento de una masa proletaria que acudía
a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas. Las condiciones de vida eran miserables, las
familias se hacinaban en los suburbios de las grandes metrópolis sin condiciones mínimas de
salubridad y las horas de trabajo eran interminables, tanto para varones como para mujeres y
niños. En este contexto es que puede entenderse el hábito a ciertas drogas por parte de estas
poblaciones vulnerables. Así mismo, se ignoraban los efectos nocivos que podía producir el
uso de ciertas sustancias y algunas de ellas eran utilizadas por las diferentes clases sociales.
De hecho, cada estrato social tenía su droga dependiendo de los costos de las mismas29.

El primer gran fármaco del s. XIX fue la morfina y, como sucederá a lo largo de toda
la historia de las drogas, las guerras fueron clave en su propagación. Esta droga se expandió
de forma definitiva por su utilización en la guerra franco-prusiana —1870—, en hospitales de
guerra, como calmante. De igual modo, su expansión en EEUU tuvo lugar durante la guerra
civil desde 1861 a 1865: “Al finalizar la guerra de secesión americana alrededor de 45.000
soldados presentaban hábito a la morfina, al punto que se la conocía como army disease”(la
enfermedad del ejército)30.

Si bien la morfina era vista como una sustancia de uso terapéutico y aún no había

26
Ver WALLERSTEIN, Immanuel, Análisis… op.cit.
27
COX, Robert, Fuerzas Sociales, Estados… op.cit., p. 147.
28
HOBSBAWM. Eric, La era del Capital (1848-1875). La era del Imperio (1875-1914), Crítica, Buenos Aires, 2012,
p. 733.
29
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 46.
30
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p 51.

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dado muestras de dependencia fuerte, el opio empezó a considerarse peligroso por ser usado
masivamente por los estratos más bajos de la población, asociado culturalmente a la pobreza
como “droga de la miseria”31.


Hacia 1841 es descubierta en laboratorio la cafeína. El alcaloide de la coca fue
aislado en laboratorio en 1859 y la cocaína fue descripta químicamente en 1862. El empleo
farmacológico de la cocaína comenzó en 1868, utilizada principalmente como anestésico y
alabada en los círculos médicos, fue propuesta como remedio para problemas de alcoholismo
y morfinismo ―al igual que la morfina lo fue para la dependencia al opio― constituyéndose
en bien suntuario en Europa y Norteamérica32. Para la última década del siglo aparecerá en el
mercado la Coca Cola que utilizaba concentrados de coca.

China, por su parte, vuelve a cultivar adormidera en el suroeste y pone en marcha


programas de información y centros de atención para quienes presentaran hábito al opio. En
1890 el país producía el 85% de su demanda interna de opio con lo que su comercio hacia
China dejó de ser rentable. En respuesta, los misioneros occidentales propusieron el uso de
morfina y heroína como solución para el hábito al opio, e Inglaterra y Alemania serán los
abastecedores de estas sustancias33.

En 1898 la empresa Bayer lanza al mercado dos nuevos productos: la aspirina y la


heroína. Esta última fue descubierta en laboratorio en 1874 y era un semisintético de la
morfina, la diacetilmorfina. Sin embargo, entre sus capacidades se la reconocía como fármaco
para la desintoxicación de dependientes a la morfina, un mercado atractivo dado el elevado
número de consumidores34. Cinco veces más activa que la morfina, la heroína se lanzará
con gran esfuerzo publicitario en todo el mundo y con régimen de venta libre, al igual que
la aspirina, ambos presentados como analgésicos inmejorables. También se inicia, en estos
años, la difusión de hipnóticos o somníferos.

2.2 Primeros intentos prohibicionistas


En esta etapa se consolida una tendencia originada a fines del siglo anterior, la delimitación
de las funciones médicas y farmacéuticas como campo específico de acción donde no debían
tener injerencia otros sectores. Las sustancias psicoactivas pasaron a ser paulatinamente
tema específico de la medicina y de los agentes autorizados para su fabricación.

La industria farmacéutica suplantó a la antigua “artesanía farmacéutica”, sustituyendo


los productos naturales por sustancias químicas, que se podían producir en cantidades
enormes y a bajo costo, y construyendo una red capilar de distribución de los fármacos. “[…]

31
La morfina era utilizada por mujeres de clase media, por políticos de prestigio como Bismarck, por intelectuales
y artistas, por lo que se consideraba que podía ser consumida diariamente sin mayores inconvenientes. No eran
generalizados los casos de dependencia como con el alcohol. En Escohotado, Antonio, “Toxicomanías”, 2003.
Disponible en http://www.escohotado.com/articulosdirectos/toxicomanias.htm [Consultado el 10 de Marzo de
2017]
32
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op. cit. GABANTXO, Kontxi, “Antecedentes históricos, situación
actual y tendencias de consumo” en Cuadernos de Ciencia de la Salud, nº 4, Sociedad de Estudios Vascos,
España, 2001, pp: 139-158.
33
Mc ALLISTER, William B., Drug Diplomacy in…op.cit.
34
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p 53.

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Se abrió camino la consciencia médico-científica de los peligros derivados de su uso”35.

Por otra parte, en EEUU se fortaleció progresivamente la tendencia conocida como


“reacción puritana”, que instaba a una vida sana sustentada en las virtudes de la sobriedad;
profundamente nacionalista, opositora al crecimiento migratorio dentro del propio país,
asociaban el vicio a las distintas culturas de inmigrantes y promovían una vuelta a los principios
bíblicos cristianos36.

Así, fumar opio se vinculó a inmigrantes de origen chino llegados como mano de
obra barata al oeste, donde se los acusaba de toda una serie de crímenes37. De acuerdo a
Escohotado38, se crearon varias asociaciones que se harán sólidas a inicios del s. XX, las
dos principales: el Prohibition Party y la Anti-Saloon League. Ésta última incorporó en sus
filas millones de miembros con el objetivo de una “América limpia de ebriedad, juego y
fornicación”.

La Asociación médica y la Asociación farmacéutica, en defensa de sus propios intereses,


decidieron asociarse a la ola puritana y obtener así el control sobre la producción, distribución
y prescripción de drogas. Se difundió la noción de peligrosidad en el uso de sustancias no
controladas por el médico o garantizadas en su fabricación. En este sentido, disminuyeron
las cantidades de opio y derivados disponibles para el público, comenzando la era del control
sobre las drogas de origen natural y abriéndose paso paulatinamente a la prohibición.

Una comisión estadounidense, conformada por médicos y representantes religiosos,


es la convocante a la Conferencia de Shangai en 1909, centrada en el opio39. Participaron 13
países: EEUU y China, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, el Imperio
Austro-Húngaro; Rusia; Japón; Siam y Persia.

Los trabajos evidenciaron la contraposición entre dos grupos: EEUU y China por un
lado, delegados ingleses y europeos por el otro. Los primeros reclamaban la prohibición del
comercio internacional del opio, los segundos querían salvaguardar sus intereses en este
comercio. Las nueve resoluciones finales, que no implicaban ninguna obligación y se limitaban
a meras recomendaciones, constituyen el primer texto de derecho sobre la droga de alcance
internacional40.


Las potencias europeas con colonias en el Este Asiático, productoras de opio,
consiguieron la no obligatoriedad de las resoluciones. El gran ausente fue Turquía, uno de
los principales productores. Gran Bretaña, por su parte, obtuvo la victoria de mantener las
negociaciones bilaterales con China con respecto a su comercio de opio.

35
Ibídem, p. 52.
36
ARMSTRONG, Karen, Los Orígenes del Fundamentalismo en el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, ,Tusquets,
Barcelona, 2004, p. 221.
37
Courtwright, David T., “Una breve historia de políticas…op.cit.
38
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 99.
39
Courtwright, David T., “Una breve historia de políticas…op.cit.
40
SANTINO, Humberto y LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 65.

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EEUU como potencia en ascenso, especialmente por su influencia en Asia-Pacífico,
logra efectivizar la primera conferencia internacional contra sustancias psicoactivas de origen
natural. En este momento de transición del orden hegemónico no logró establecer un conjunto
de ideas restrictivas a nivel internacional frente los intereses de las potencias europeas que,
favorecidas por la libre comercialización de opio, frenaron los impulsos prohibicionistas.
Sin embargo, la capacidad de convocatoria a una conferencia de este tipo refleja el poder
internacional ascendente de EEUU que logrará moldear las instituciones regulatorias de las
drogas a nivel global décadas más tarde.

1.3. Las drogas y la brecha entre el bien y el mal


A los miedos sobre el difundido consumo de opio entre los inmigrantes chinos pronto se
sumó el consumo de cocaína entre las poblaciones afroamericanas de EEUU. En 1910, el
médico prohibicionista Wright denunció que los empleadores estadounidenses abastecían a
sus empleados negros con cocaína para un mayor rendimiento laboral. Pocos años después
circulaban historias acerca de actitudes peligrosas entre los afroamericanos en el sureste,
percibidos como amenaza al orden social41. El objetivo concreto de estos discursos era obtener
apoyo en el Congreso para la aprobación de la Ley Harrison ―antinarcóticos―, que dotaría al
gobierno federal de expandidos poderes para controlar la cuestión de las drogas42.

En los fundamentos de la prohibición pueden reconocerse cuatro fuentes. Moralmente


se relaciona con la visión puritana. Quienes mantienen sobriedad son ciudadanos modelos,
perfectamente integrados a la sociedad, no causan daños y no hacen peligrar su salud ni la
de los otros. Las drogas ponían en crisis valores sagrados como la familia, las costumbres,
aumentaban la criminalidad y por esto se volvían una amenaza social.

Los fundamentos sanitarios y sociales alegan la obligación del estado de proteger la


salud pública. Asimila la toxicomanía a una epidemia, como enfermedad contagiosa y, en este
sentido, la prohibición, al actuar de raíz, estaría evitando el “contagio” y salvaguardando el
bienestar social43.

Fundamentos raciales:
“El sentido de los arquetipos raciales sobre la droga era y es localizar el
epicentro de las drogas en el “afuera”. Las drogas eran/son un contaminante
extranjero en el cuerpo europeo [occidental], un peligro mortal a su pureza,
para ponerlo en términos simbólico–antropológicos”44.

Se instaló definitivamente en EEUU la representación de las drogas y el alcohol como

41
Courtwright, David T., “Una breve historia de políticas…op.cit. LÓPEZ RESTREPO, Andrés, “Por tu bien, y
sobre todo por el mío: fundamentos y altibajos del prohibicionismo estadounidense” en Análisis Político, nº 46,
Universidad Nacional de Colombia, mayo-agosto, 2002. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/
colombia/assets/own/analisis46.pdf [Consultado: 08/05/2017). Ver el texto de la ley completa en: http://www.
druglibrary.org/schaffer/library/studies/cu/cu8.html [Consultado el 22 de noviembre de 2017]
42
Ibídem, p. 12.
43
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 63.
44
GOOTENBERG, Paul, “Hablar como el Estado: Flujo de Drogas y discursos estatales de control”, Apuntes de
Investigación del CECYP, Año XIII, vol. 24, nº 1, pp: 13-49. Disponible en http://www.apuntescecyp.com.ar/
index.php/apuntes/article/view/471 [Consultado el 20 de junio de 2017]

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un mal que se propagaba en la sociedad y debía ser combatido. Lo llamativo de este enfoque
es que no se basó en análisis científicos o en índices estadísticos acerca de qué sustancias
son más peligrosas y porqué, una tendencia que prevalece durante todo el período histórico
analizado.

2.4 La prohibición como parte del fenómeno de las drogas


Previa aprobación de la Ley Harrison, se llevó a cabo en la Haya la Segunda Conferencia
sobre drogas. Fue en 1912, convocada por EEUU, quien no consiguió una aceptación general.
Alemania, Portugal, Holanda, Japón, Rusia, China e Italia
“acordaron limitar el uso de los narcóticos a fines solamente médicos y
restringir la manufactura y el comercio de esas drogas a los requerimientos
de tales usos. También coincidieron en cooperar, […] penalizar la posesión y
prohibir su venta a personas no autorizadas”45.

Francia, Persia, Siam e Inglaterra ―que para esas fechas exporta ya cuarenta toneladas
de morfina al año― lo suscriben bajo reserva.

Los contenidos se dividieron en tres: 1) referido al opio crudo, se deciden restricciones


al comercio internacional y reglamentaciones sobre producción y distribución; 2) concerniente
al opio procesado para fumar, acordaron suprimir gradualmente su fabricación y comercio;
3) referido al opio medicinal como morfina y sus preparados, se previeron reglamentos
farmacéuticos de producción, venta y uso.

Las ratificaciones serán pocas, Francia estableció reservas para no restringir la venta
de opio en Indochina, mientras que China restringe significativamente su producción de
opio. Inglaterra aplicó políticas evasivas aumentándola46. Es paradójico que los intentos de
control más enfáticos estén orientados al opio crudo y no a sus derivados como morfina y
heroína, sustancias mucho más potentes y con efectos adversos más marcados. Claramente,
la producción de estas drogas estaba en manos de las industrias farmacéuticas occidentales,
generando importantes niveles de acumulación, mientras que el opio representaba una droga
producida en la periferia, en los territorios coloniales o con menores niveles de desarrollo47.

La Ley Harrison es promulgada en 1914, y creó el Narcotics Control Department para


regular la inscripción administrativa de fabricantes y dispensadores de opio, morfina y cocaína,

45
THOUMI, Francisco E., “La normatividad internacional sobre drogas como camisa de fuerza” em Nueva Sociedad,
nº 222, julio-agosto, 2009, p. 44. Disponible en http://nuso.org/articulo/la-normatividad-internacional-sobre-
drogas-como-camisa-de-fuerza/ [Consultado el 21 de junio de 2017]. Ver Texto completo de la Conferencia en
http://www.filosofia.org/mon/dro/1912cio.htm [Consultado el 15 de noviembre de 2017]
46
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 67.
47
Entre 1911 y 1914, Inglaterra exportaba a China 40 toneladas de morfina, Alemania comercializaba hacia ese
país 10 toneladas de heroína, que por potencia equivalen a 10.000 toneladas de opio indio. Escohotado,
Antonio, “Sobria Ebriedad”, El País, 16 de Julio, 1994. Disponible en https://elpais.com/diario/1994/06/16/
sociedad/771717615_850215.html [Consultado el 30 de junio de 2010]. De acuerdo a Wallerstein, en una
economía-mundo capitalista: “La función de cada estado es muy distinto vis-a-vis los procesos productivos
dependiendo de la mezcla de procesos centrales-periféricos dentro de él. En los estados fuertes, que contienen
un margen desproporcionado de procesos centrales, se tiende a priorizar su función como protector de los
cuasimonopolios de los procesos centrales. En los estados muy débiles, que contienen un margen desproporcionado
de procesos de producción periféricos, éstos son en general incapaces de hacer mucho para afectar la división
axial del trabajo, y se ven de hecho forzados a aceptar el destino que les ha tocado en suerte”. WALLERSTEIN,
Immanuel, Análisis…op.cit., p. 20.

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así como restringió las cantidades disponibles y estableció sanciones. Los beneficiarios eran
médicos y farmacéuticos que obtuvieron un sistema de rigurosa exclusividad para cocaína,
opiáceos y cualquier otra droga bajo control.

A principios del s. XX, con el aumento de controles surgirá lo que se conoce como
“acanallamiento”, esto es, la experimentación con redes de distribución semi-legales de
morfina y heroína por medio de farmacias complacientes o por correo. Este mercado, todavía
no clandestino, organizó su demanda y oferta, sus mayoristas y minoristas48.

Por otra parte, entre 1920 y 1930, alrededor de 40.000 profesionales ―médicos y
farmacéuticos― serán encarcelados en EEUU por recetar o dispensar opio, morfina o cocaína.
El nivel de corrupción creció, muchos policías se vieron involucrados en el negocio o bien
fueron acusados de chantaje. Claramente, la realidad de las drogas estaba cambiando y
complejizándose.

En 1920, como corolario a la fiebre prohibicionista, entra en vigor la Ley Seca oficialmente
llamada Volstead Act, prohibiendo el alcohol, salvo para uso médico. Las consecuencias
fueron desastrosas, en 1932 existían medio millón de nuevos delincuentes, corrupción a
todos los niveles y habían muerto cerca de 300.000 personas por beber destilaciones no
aptas para consumo humano49. Las mafias afianzadas en EEUU ―Lansky y Luciano, jefes de
las principales organizaciones criminales― al amparo del tráfico de alcohol, al derogarse la
Ley Volstead ―1933―, se vuelcan al tráfico de heroína recientemente prohibida en EEUU.

2.5 El prohibicionismo se internacionaliza


En 1919, en la sección 295 del Tratado de Versalles50, se incorporan los textos de la Conferencia
de 1912, sumándose al régimen restrictivo de drogas mayor número de países miembros de
Sociedad de Naciones51. La organización fue la encargada de ejecutar las medidas tomadas en
materia de opio y otras drogas. En ese marco se convoca a la Conferencia de Ginebra en 1925
de la que EEUU y China se retiraron por su desacuerdo con los principios planteados. Surgirán
dos convenios distintos: La primera convención, relativa al opio procesado, adopta un sistema
de producción y distribución reglamentado por un monopolio de Estado como mecanismo
de control. Francia y Gran Bretaña estuvieron delante de la propuesta. La segunda se aplica
a tres sustancias psicoactivas naturales: opio, coca y cannabis y sus derivados. Los países
firmantes debían proporcionar periódicamente información sobre sus necesidades médicas
de estupefacientes y someter a autorización administrativa toda operación de producción,
importación y exportación de drogas52.

Aquí se aplicaron, en forma general, los criterios de restricción del uso de estas
sustancias con fines médicos y científicos entre los que se incorpora, por primera vez, la

48
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 53.
49
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 91
50
Tratado de Paz firmado por los vencedores de la Primera Guerra Mundial con Alemania, donde se adjunta en sus
hojas la creación de Sociedad de Naciones.
51
TOKATLIÁN, Juan Gabriel (comp.), Drogas y Prohibición: una vieja guerra, un nuevo debate, Libros del Zorzal,
Buenos Aires, 2009.
52
Ver SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 68.

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heroína. La novedad residió en la creación de un órgano consultivo internacional ―Comité


Central Permanente― a cargo de recibir la información solicitada a los estados. Con todo, el
mercado negro de drogas crece en Europa y se repiten los parámetros que se venían dando
en EEUU, sustancias adulteradas que provocan la muerte de sus consumidores. En España
solamente, entre 1924 y 1928, se cuadriplica el contrabando de opio y cocaína una vez que
comienza a aplicarse el control estatal sobre importaciones y venta53.

La siguiente conferencia fue la Convención para Limitar la Manufactura y Regular la


Distribución de Drogas Narcóticas de 1931, que estableció un sistema de reporte obligatorio de
países productores sobre la extensión de áreas cultivadas con coca y amapola, a fin de limitar
la producción a necesidades médicas y científicas, y se preveían sanciones por incumplimiento.
Por otra parte, aparecen limitantes a algunas sustancias sintéticas al restringirlas para uso
médico.

La siguiente conferencia es en 1936, el Convenio para la Supresión del Tráfico Ilícito


de Drogas Peligrosas. Se previeron formas de cooperación en el ámbito penal internacional
como la extradición de traficantes. Así mismo se instó a los países a crear cuerpos de policía
especiales para el tráfico y tenencia de drogas ilícitas54.

Dos elementos a destacar: por un lado, en términos de hegemonía internacional se


evidencia la capacidad progresiva de Estados Unidos para imprimir un conjunto de normas al
sistema internacional, especialmente luego del rol jugado durante la Primera Guerra Mundial.
De otro lado, en el nuevo siglo los acuerdos para el control de sustancias psicoactivas se
incrementan considerablemente, centrados en el opio. Esta será, hasta la actualidad, una
característica medular del conjunto de reglamentaciones, las principales drogas determinadas
como ilegales son las de origen natural y sus plantaciones. Sus derivados, al estar controlada
su producción por compañías de los estados centrales, tuvieron menores restricciones para el
comercio y producción durante esta etapa.

En los años treinta, según Escohotado55, comenzó a comercializarse un nuevo producto


sintético, las aminas ―anfetamina, metanfetamina―, presentadas en venta libre para todo
tipo de males. Son estimulantes del sistema nervioso central, diez o veinte veces más activos
que la cocaína y más baratos. Estas drogas se volvieron muy populares en Japón, más acordes
a su cultura que los opiáceos consumidos típicamente en Asia. Durante la Segunda Guerra
Mundial se difundirán masivamente en Europa, introducidas en la guerra civil española, se
utilizaron por alemanes, italianos e ingleses al repartirlas entre sus tropas por su capacidad
de quitar el sueño y el hambre.

3. Tercer Período. El Orden Bipolar de 1945 a 1991


3.1 El gran negocio del narcotráfico
Durante la Segunda Guerra Mundial las drogas jugarán un rol importante como estimulantes
o tranquilizantes entre las tropas en conflicto y como medio de pago en algunos escenarios

53
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 115.
54
THOUMI, Francisco E., “La normatividad internacional sobre…op.cit., p. 44.
55
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit.

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donde el consumo de determinadas sustancias era muy fuerte. Las rutas de comercio de opio
estaban interrumpidas por la guerra, fundamentalmente el abastecimiento de opio crudo
desde Persia e India. Francia decidió, teniendo el monopolio estatal sobre la producción,
incentivar a campesinos de Indochina a incrementar sus sembradíos de adormidera. El opio
servía a los aliados como incentivo para la colaboración de las poblaciones nativas contra
Japón y como medio de intercambio56.


Las etnias Meo dedicadas al cultivo de adormidera desde el s. XIX, en Laos, por
decreto colonial francés recibieron un estatuto especial que les otorgaba privilegios en la
producción de opio, reforzado en 1948 otorgándoles exclusividad. Crecieron notablemente
las capacidades productivas: en 1942 alcanzó las 25 toneladas y para 1944 ascendía a 30.
De las mismas, entre 15 y 25 eran destinadas al comercio internacional, aumentando los
ingresos del estado colonial en momentos de escasez por la guerra. Para finales de la década
el monopolio estatal cesó pero el negocio, en marcha, continuó en la ilegalidad57.

En Europa la conexión será con las mafias sicilianas en EEUU, los servicios secretos
proponen un acuerdo a estos grupos para obtener ayuda en la invasión al Sur de Italia durante
el conflicto; las mafias ganaban a cambio vía libre para el comercio de estupefacientes58. Las
relaciones entre el estado y los grupos criminales asociados al tráfico ilegalizado de sustancias
psicoactivas se tornarán complejas, multidireccionales y contradictorias.

En 1946 y 1948 se firmaron dos protocolos internacionales que incorporaron dentro


de las sustancias controladas y limitadas algunas drogas sintéticas. Por otro lado, con la
creación de la Organización Mundial de la Salud59 comienza un procedimiento de clasificación
internacional de drogas.

3.2 El narcotráfico durante la Guerra Fría


En la segunda posguerra se afirma la hegemonía estadounidense en Occidente, desplazando
definitivamente a Europa. Siguiendo a Cox, es posible afirmar que
“la configuración del poder en la pax americana fue más rígida que aquella
propia de la hegemonía previa, tomando la forma de alianzas ―todas
articuladas sobre el poder estadounidense― creadas con el propósito de
contener a la Unión Soviética”60.

El mundo estaba dividido en dos bloques enfrentados, en lucha por la posesión y


garantía de zonas de influencia; lograr la preponderancia de alguno de los modelos, capitalismo
o socialismo, era el hecho dominante en las relaciones internacionales; un orden bipolar

56
JELSMA, Martin, KRAMER, Tom, “Síntomas de abstinencia: cambios en el mercado de las drogas del Sudeste
Asiático”, Drogas y Conflicto, Documentos de Debate Nº 16, Transnational Institute, Briefing Series, nº 1, 2008,
p. 4. Disponible en https://www.tni.org/files/download/debate16s.pdf [Consultado el 13 de julio de 2017]
57
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 165.
58
Mc COY, Alfred, The politics of heroin in Southeast Asia, New York, Harper Colopohon Books, 1973. ESCOHOTADO,
Antonio, “La prohibición principios y consecuencias” en MELO RIBEIRO M., SEIBEL S., Drogas, hegemonía do
cinismo, Memorial, San Pablo, Brasil, 1997.
59
Los aliados, vencedores de la Segunda Guerra, crean la Organización de Naciones Unidas en 1945. Entre los
organismos asociados se encuentra la OMS.
60
COX, Robert, Fuerzas sociales, Estados…op.cit., p. 147.

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cuyas cabezas eran EEUU y la URSS.

La estabilización de la configuración del poder estadounidense en el mundo no


socialista creó las condiciones necesarias para una economía global donde aquél se reservaba
el papel conductor. El conjunto de instituciones creadas, aún para la economía internacional,
sustentadas en las ideas del “liberalismo revisado de Bretton Woods”, fortaleció a las
corporaciones estadounidenses. Además: “La pax americana produjo un número mayor de
instituciones internacionales formales que la hegemonía anterior”61. Entre ellas encontramos
el conjunto de prohibiciones y regulaciones a las drogas de alcance global.

Con respecto a las sustancias psicoactivas hacia 1948 se reanudó la conexión Medio
Oriente/Francia/Estados Unidos en la cadena del narcotráfico: el opio proveniente de Turquía,
refinado por la mafia corsa de Marsella era convertido en heroína y entregada a las mafias
sicilianas para su distribución en el mercado estadounidense62. Para 1950 el nivel de consumo
de heroína allí oscilaba entre 10 y 13 toneladas del cual un 80% provenía de Francia63.

En Asia, luego del triunfo de la Revolución Comunista china en 1949, a cambio de


limitar la potencial expansión del comunismo en ese continente EEUU y Francia entablaron
relaciones con grupos étnicos y minorías en el área denominada “Triángulo Dorado” ―los
límites entre Myanmar, Laos y Tailandia―, estableciendo un “cordón sanitario” en la frontera
con China. Una sucesión de guerras civiles y conflictos sociales se desarrollarán en esos
territorios entre rebeldes comunistas y gobiernos anticomunistas.

Los nacionalistas chinos, luego de su derrota, se vuelcan a la producción de opio para


financiar sus actividades anticomunistas con base en Birmania ―Myanmar―. Los cultivos
en el altiplano de Shan aumentaron enormemente, y ese opio era enviado a Tailandia desde
donde se abastecían los mercados del Sudeste Asiático. En palabras de un general del
Kuomintang: “Para luchar, necesitas un ejército; un ejército necesita armas; y para comprar
armas, necesitas dinero. En estas montañas, el único dinero es el opio”64.

Se ha denunciado que la CIA sostuvo la conexión en secreto con estos grupos. Así
mismo, el servicio secreto francés continuó apoyando a los Meos en el negocio del opio, ahora
ilegal, obteniendo soporte en milicias para su guerra anticolonialista en Indochina65. Estas
conexiones afianzaron al Triángulo Dorado como núcleo de la producción de opio y derivados.
Simbolizó, además, la preeminencia de la seguridad nacional frente a consideraciones morales
o sanitarias ―en vinculación a las drogas ilícitas―; la prioridad en la seguridad justificaba
alianzas con sectores ilegales o criminales frente a la amenaza comunista internacional, el
principal enemigo. Estas vinculaciones, ocultas a la ciudadanía, se reproducirán a lo largo de
toda la Guerra Fría66.

61
COX, Robert, Fuerzas sociales, Estados…op.cit.
62
BETANCOURT, Darío, GARCÍA, Martha, Contrabandistas, Marimberos y Mafiosos. Historia social de la mafia
colombiana, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1994, p. 25.
63
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 83.
64
JELSMA, Martin, KRAMER, Tom, “Síntomas de abstinencia...op.cit., p. 52.
65
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 133.
66
Uno de los casos más conocidos refiere a las acciones de la CIA durante la Segunda Guerra de Indochina, aún

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Es Mc Coy quien ha realizado el más importante estudio pormenorizado sobre estas


conexiones en Europa y Asia desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo al autor, de tres
formas se han visto implicados los agentes secretos estadounidenses en el tráfico de heroína:
1) siendo cómplices indirectos al aliarse en su lucha anticomunista con grupos implicados
activamente en el tráfico; 2) induciendo el tráfico al encubrir a narcotraficantes de heroína y
tolerando su involucramiento en el negocio; 3) sosteniendo una práctica activa de transporte
de opio y heroína67.

Para la década de 1950 el negocio de las drogas estaba estabilizado y se reconocían


dos conexiones principales: Marsella/La Habana/Nueva York y Medellín/La Habana/Nueva
York. En Medellín emergieron los primeros laboratorios de procesamiento de cocaína, sin
embargo, el centro de producción en laboratorios continuaba siendo Europa68.

Las drogas sintéticas legales, por su parte, siendo de libre venta comenzaban a crear
hábito y aún se desconocían las consecuencias de su uso. Las anfetaminas, por ejemplo, eran
de consumo habitual entre amas de casa, estudiantes y personas mayores. Solo en EEUU
se elaboraban unas mil toneladas anuales; sin embargo, hasta la década de 1970 ningún
gobierno apoyará el control internacional de estas sustancias, principalmente por la presión
de los grandes laboratorios69.


Dentro de esta lógica las convenciones internacionales continuaron focalizadas en
sustancias de origen natural. En 1953 se firma el Protocolo de Nueva York sobre los controles
internacionales para los cultivos de adormidera; sólo 7 estados estaban facultados para
continuar produciendo opio ―Bulgaria, Grecia, India, Irán, Turquía, URSS y Yugoslavia―,
con monopolio de estado y recibiendo inspecciones internacionales, previendo el embargo
como sanción. Este protocolo será duramente cuestionado y recién conseguirá el número de
ratificaciones necesarias en 196370.

3.3 Nuevas drogas, contracultura y legislación internacional


El punto de partida para abordar la década de 1960 es la Convención Única sobre Estupefacientes
de Naciones Unidas de 1961. Este será el texto que instale la prohibición definitiva sobre las
drogas a escala universal. De la misma participaron 77 países y para 1990 era ratificada por
133 estados, aplicándose a 108 productos, entre los cuales el énfasis está puesto sobre tres

antes del involucramiento masivo directo de tropas de EEUU. Diem, que efectuó un golpe de estado y quedó
al mando en Vietnam del Sur, aliado anticomunista de la potencia occidental heredó el negocio de tráfico de
opio y derivados de su antecesor. “A instancias de la CIA, los hombres de Diem comenzaron a utilizar aviones
norteamericanos para transportar armas y suministros en apoyo a las fuerzas del Kuomintang que resistían
contra Mao y luchaban contra la guerrilla comunista en Laos. Las operaciones de regreso se utilizaron para cargar
las aeronaves con opio, a la vista de todo el mundo, para financiar la naciente guerra en Laos y Camboya. Las
compañías aéreas, establecidas por la CIA, fueron popularmente bautizadas como “Air Opium.” Para 1963 el
gobierno de Kennedy decretará la suspensión de esos vuelos. Atehortúa Cruz, Adolfo León y Rojas Rivera,
Diana Marcela, “El narcotráfico en Colombia. Pioneros y Capos” en Revista Historia y Espacio, nº 31, 2008.
67
Mc COY, Alfred, The politics of heroin in Southeast Asia, Harper Colopohon Books, Nueva York, 1973, p. 15.
68
DEL OLMO, Rosa, Los discursos sobre la droga, Hisbol, Bogotá, 1988, p. 29.
69
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 119.
70
TNI, “Las Convenciones de Drogas de la ONU”, 2015. Disponible en https://www.tni.org/files/publication-
downloads/primer_unconventions_24102015-es.pdf [Consultado el 12 de agosto de 2017]

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componentes naturales y sus derivados: coca, opio y cannabis.

Se estableció la idea de las sustancias psicoactivas como amenaza social y económica,


no sólo como daño a la salud individual; preveía, además, la eliminación total de las plantas
naturales que permiten la elaboración de estupefacientes. En este sentido, la hoja de coca como
elemento ancestral para los pueblos originarios americanos debía ser erradicada por completo,
en un proceso gradual de décadas. Los mismos criterios se aplicarán para las plantaciones de
cannabis. El modelo propugnado por EEUU, de atacar las fuentes de producción, es decir, la
oferta de sustancias psicoactivas se convierte en paradigma internacional71.

Se estableció un régimen riguroso sobre las necesidades estatales para cada una
de las sustancias implicadas en la lista de clasificación, fijando la producción, fabricación,
exportación, importación, almacenamiento y consumo autorizado. Para ello, se emitirán
certificaciones para los intercambios internacionales de las sustancias listadas. Quedaba, de
todos modos, un vacío importante en relación a las medidas de control y sanción.

En el siguiente cuadro aparecen los listados sobre estupefacientes y sustancias


psicotrópicas de las Convenciones Internacionales.

Cuadro 1. Orden de peligrosidad de las sustancias elaborado en base a los 8 listados de las
Convenciones de 1961 (estupefacientes) y de 1871 (sustancias psicotrópicas)

Fuente: SANTINO / LA FIURA, 1993


El cuadro ha diso elaborado con los criterios de una segunda convención que complementará a la de
1961, de todos modos, a los efectos de precisar las sustancias y su interpretación por la comunidad
internacional nos parece suficiente.


La década mencionada estuvo signada por grandes manifestaciones políticas
y culturales, lideradas por jóvenes occidentales, contra el orden establecido en todos
sus aspectos. Las drogas se tornaron un elemento contestatario al utilizarse colectiva y
públicamente en esas manifestaciones; la novedad residía en su expansión entre jóvenes
de clase media y alta. Ya no podía pensarse en los grupos asociados al uso de drogas como
criminales, delincuentes o minorías. El boom en el uso de marihuana, asociado hasta aquí en
EEUU a los inmigrantes mexicanos, hizo cambiar el paradigma del prototipo del consumidor,

71
Ver NACIONES UNIDAS, UNDOC, Convención Única sobre Estupefacientes, 1961. Disponible en https://www.
unodc.org/pdf/convention_1961_es.pdf [Consultado el 25 de julio de 2017]

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de delincuente a enfermo72.

Este mercado de marihuana se abastecía por producciones latinoamericanas. Hasta
1965 el gran productor fue México, paulatinamente, por la mala calidad comenzó a ser
reemplazada por marihuana jamaiquina. Contra esta sustancia tuvieron lugar dos operativos
de erradicación realizados por Washington, en México y Jamaica, cuya consecuencia fue el
desplazamiento de la producción de marihuana hacia Colombia. Asociada a esto se encuentra
la inmigración intensiva de colombianos hacia EEUU desde 1965, donde entablaron contacto
con otros grupos criminales, obtuvieron acceso a la banca internacional y conocieron las
redes de distribución73.

Un factor clave en el crecimiento del tráfico de heroína en los EEUU fue la guerra de
Vietnam ―1962/1975―. No solo porque muchos de los soldados norteamericanos se habían
vuelto dependientes al opio ―un 15% de los militares― y sus derivados, sino también por
la continuidad de la práctica seguida por la CIA de alianza con grupos narcotraficantes en su
lucha anticomunista. Por otra parte, los grandes grupos criminales encargados del tráfico de
heroína estaban corruptamente imbricados con los gobiernos de la zona, parte de los cuales
eran aliados indispensables para la guerra anticomunista en el Sudeste Asiático.


El discurso divulgado desde la Casa Blanca y los medios de comunicación era
conspirativo, se acusaba a China y la URSS de abastecer de drogas al mercado norteamericano
a los fines de minar desde dentro la civilización occidental, sin embargo, la producción y
tráfico por parte de gobiernos y grupos comunistas no llegaba a niveles que pudieran ser los
únicos responsables de su exportación.


Es interesante mencionar la expansión del consumo de sustancias sintéticas no
sujetas a prohibición. Barbitúricos, hipnóticos y ansiolíticos mantenían su condición de venta
libre y eran de consumo masivo entre todos los grupos etarios74. Entre las drogas químicas
consumidas en cantidad destaca el LSD 25, un alucinógeno difundido por artistas y utilizado
para tratamientos psiquiátricos. Su prohibición data de 1968, inicio de un mercado negro
de grandes proporciones, fácil de proveer ya que: “el LSD no requería cultivos, actuaba a
millonésima de gramos, y era una droga que estudiantes avanzados ― así como profesores
de química ― sintetizaban. Diez años después de su prohibición los iniciados en el LSD
ascienden a 20 millones entre Europa y EEUU”75.

3.4 Cambios en la economía internacional. Nuevos centros productivos ilegales


En 1971 se llevó a cabo la Convención de Viena sobre Sustancias Psicotrópicas, firmada por
106 estados y focalizada, por primera vez, en sustancias sintéticas que fueron agrupadas en

72
Prevalecerán dos discursos, el médico-sanitario centrado en el estereotipo de la dependencia ―que a partir de
la Convención de 1961 reemplazará la idea de adicción―, y el discurso ético- jurídico, que difunde el estereotipo
moral-delictivo. DEL OLMO, Rosa, Los discursos…op.cit., p. 33.
73
BETANCOURT, Darío, GARCÍA, Martha, Contrabandistas…op.cit., p. 47.
74
“Para 1965 en Inglaterra el número de dependientes asciende a 135.000, en Escandinavia el 73% de los
dependientes a drogas lo es a este tipo de sustancias, en EEUU se calculaba que el número de habituados era
de 250.000”. En Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 122.
75
Ibídem, p. 155.

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4 listas76. El principal interés fue la regulación internacional sobre el LSD, incorporado a la


lista I, quedando totalmente prohibida; las sustancias de la lista II y III requerían fiscalización
internacional; mientras que los de la lista IV, reconocidos como de varios usos médicos y
científicos, podían fabricarse y venderse con receta médica. Fármacos de gran principio activo
como los barbitúricos, las aminas o hipnóticos, en las listas II y III, podrían ser dispensados
con recetas simples pero requerían un cupo anual por país que debía ser notificado.

Asimismo, en 1972 se firmó el protocolo de Ginebra enmendando la Convención


Única y haciéndola más rigurosa. Reforzó las medidas de control ―sobre cultivos― y de
extradición, así como extendió la severidad con que eran tratados los cultivos de adormidera
hacia sustancias de síntesis77.


La droga que generó las mayores alarmas durante esta década fue la heroína,
principalmente en EEUU dada la expansión del consumo interno posVietnam. Mientras que en
1962 los consumidores se estimaban en un 0.5% de la población total, en 1979 el porcentaje
ascendía a 33%78. En lucha contra la “epidemia” de heroína, Nixon lanza una campaña contra
plantaciones de adormidera turcas en 1972; una vez más, la consecuencia fue la ampliación
aún mayor de la producción de opio en el Triángulo Dorado. Un efecto que se reproduce hasta
la actualidad, la demanda no se interrumpe por las acciones sobre la producción, sino que
cuando se corta uno de los brazos de la oferta, el abastecimiento se desplaza territorialmente
pero no desaparece. Este mecanismo se conoce como “efecto globo”.

La Medialuna Dorada ―Pakistán, Afganistán e Irán― inició su producción más intensiva


de adormidera, sobre todo Pakistán y Afganistán, al disminuir abruptamente los cultivos
turcos ―hasta 1955 el principal productor era Irán―. De todos modos, tendrán un mayor
papel en el tráfico internacional una vez iniciada la guerra contra la invasión soviética en
Afganistán en 1979.

En América Latina, como reacción a este desabastecimiento en el mercado


norteamericano de heroína, surgirán dos nuevos actores. Por un lado, México que inicia su
producción de opio y derivados para ese mercado con heroína de baja calidad y, por otro, la
Región Andina.


Es necesario precisar los cambios producidos en la económica internacional, en
recesión y agotamiento del modelo de acumulación. Se consolidaba la economía de servicios,
acentuándose la caída de la industrialización; así mismo, las dos crisis petroleras del subperíodo
generan un exceso de divisas internacionales que fueron volcadas masivamente al sistema
financiero, creciendo su rol internacional. De otro lado, desde la década anterior se desarrolló
la inversión transnacionalizada de capitales, ampliando los lugares y modos de producción en
diferentes territorios a escala mundial, dinámica consolidada en esta fase.

76
Ver cuadro en página 22.
77
WOODIWISS, Michael, BEWLEY-TAYLOR, David, “La Componenda Global. La construcción de un régimen global
de control”, Transnational Institute, Briefing Series, Programa Crimen y Gobalización, nº 3, 2005. Disponible en
https://www.tni.org/files/download/crime2s-1.pdf [Consultado el 01 de agosto de 2017]
78
WOODIWISS, Michael, BEWLEY-TAYLOR, David, “La Componenda Global...op.cit.

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Se deterioraron los términos del intercambio perjudicando enormemente a los países
periféricos, la mayoría de ellos recientemente independizados, productores de materias
primas cuyos precios disminuyeron de manera abrupta. Durante toda la década en América
Latina se intensificará el desempleo y la inflación. Todos estos cambios confluyeron para
favorecer un negocio ilegal cuyas proyecciones internacionales estaban en aumento.

La Región Andina comenzó su producción extendida de cocaína hacia mediados de


1970 como respuesta a la caída de precios de materias primas. El auge de las plantaciones del
arbusto de coca surge en Perú y Bolivia en ese escenario. Si bien es ancestral la producción
y uso de coca en ambos territorios, en el caso de Perú su incremento se asocia al período
de producción y comercio legal de la cocaína. En particular, “en el transcurso de la década
la cantidad de hojas de coca producida en Bolivia tuvo un incremento repentino: subió de
6.800 toneladas en 1971 a 16.817 en 1977, correspondientes a 62 toneladas de sulfato de
cocaína”79. Sin embargo, Gootenberg especifica que la dispersión y crecimiento de la Región
Andina como el corazón de la producción mundial de cocaína está directamente vinculada a la
criminalización de la misma por parte de EEUU iniciada en la década de 195080.

Se ha señalado que el gobierno dictatorial de Banzer en Bolivia conocía y fomentaba


este negocio, siendo los propios militares gobernantes partícipes en aquel. Señalamos este
caso porque evidencia otra variable de vinculación del estado con el narcotráfico, determinada
por la interdependencia entre ambos. La capacidad de corrupción de las ganancias del negocio
ilegal hace de los estados un blanco de complicidad, a pesar de sostener una política oficial
represiva contra el mismo.

En Colombia la inserción como productor de sustancias psicoactivas se inició con la


marihuana, tal es el caso del cártel de Medellín que pronto fue impulsado a dedicarse a la
cocaína por las mafias norteamericanas residentes en Panamá81. Otro cártel relevante es el
de Cali, surgido al amparo de una cultura de contrabando en esa región cuya proximidad con
el Amazonas brindaba facilidades para acceder a cultivos y al tráfico ilegal; aquel procedió a
apropiarse de grandes extensiones de tierra e introdujo al país la pasta base ―necesaria para
la transformación de la cocaína― desde Perú y Bolivia82.

Además, los avances tecnológicos aplicados a cultivos convirtieron a California, en


1978/1979, en centro de producción de la marihuana de mejor calidad a nivel mundial, la “sin
semilla”.

3.6 Neoconservadores y guerra transnacionalizada a las drogas


Con la administración Reagan, desde 1981, se consolida en Occidente el cambio del modelo

79
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 121.
80
GOOTENBERG, Paul, “Cocaine’s long march North” en Latin American Politics and Society, vol. 54, nº 1, Primavera,
2012, pp: 159-180.
81
BETANCOURT, Darío, GARCÍA, Martha, Contrabandistas…op.cit., p. 70.
82
“Así como la mafia norteamericana moderna se inicia con inmigrantes sicilianos, se monta sobre el licor ilegal
y se fortalece con el control sobre los narcóticos, la mafia colombiana se construye con la gran migración de
colombianos a Estados Unidos, muy fuerte en los años setenta, y se consolida a través del control sobre la
producción y distribución de cocaína. […] Sólo a partir de esto se constituyó una mafia como tal”. Ibídem. p.
138.

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de acumulación. Su epicentro residía en el mercado, en el achicamiento del estado ―en


términos de reducción de gastos― y la liberalización del comercio y finanzas internacionales.
Era el fin del estado de bienestar y la recuperación del liberalismo, ahora transnacional. Por
otra parte, esta corriente neoconservadora tenía sus cimientos en un discurso moral, en la
recuperación del valor de la familia como base de la sociedad y de la civilización occidental y
cristiana.


Las drogas, en ese marco, se volvieron intolerables y Washington les declaró la
guerra . El “enemigo”, situado en la oferta, inundaba el mercado con sustancias psicoactivas
83

y expandía el consumo, amenazando a la sociedad y sus valores tradicionales, con capacidad


de desestabilizar el estado democrático y, en este sentido, amenazando la seguridad nacional.
La sustancia que más temor generaba era la cocaína por los altos índices de consumo en
todos los estratos sociales.

La erradicación forzosa de cultivos y la interdicción ―interceptar los cargamentos de


drogas antes de que lleguen a las fronteras― serán las tácticas principales de esta estrategia
de ataque en las fuentes, con especial énfasis en los países de la Región Andina productores
de cocaína. Se transnacionaliza definitivamente la “guerra a las drogas”. El fundamento
consistía en dificultar la producción y el tráfico generando desabastecimiento, esto obligaría
a los carteles a aumentar los precios, al tiempo que disminuiría la pureza, desincentivando el
consumo. A pesar de ello:
“[…] la cantidad circulante de esa droga en EEUU alcanza tales proporciones
que en 1984 su precio bajó dos tercios. En 1988, los precios habían bajado
otros dos tercios, situándose un kilo en 40 mil dólares, cuando una década
antes en la ‘permisiva’ época de Carter valía cinco veces más”84.

No obstante “la guerra”, EEUU se había convertido en uno de los principales centros
de lavado de dinero, el caso más conocido se daba a través de bancos en Miami donde
grupos criminales controlaban parte del sistema financiero85. Con respecto al funcionamiento
del circuito ilegal, el mercado se volvió oligopólico. Se estructuró en torno a una división
internacional del trabajo en cada región productora.

En el Triángulo Dorado la mayor cantidad de la cosecha provenía de la región Shan.


Laos tenía asignado un rol menor como productor de materia prima y de refinación del opio.
La gran parte transformadora era Tailandia, donde se producían las mercancías de laboratorio
como heroína y era, a su vez, la base de despegue para el mercado internacional86.

En la Medialuna Dorada la división se daba básicamente entre Pakistán y Afganistán.


Entre ambos, el primero se ocupaba de la refinación y comercialización mientras los cultivos
de adormidera se centraban en el segundo.

83
La primera administración en hablar de guerra a las drogas es la de Nixon, con respecto a la heroína.
84
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 188.
85
GOOTENBERG, Paul, “Hablar como el Estado…op.cit.
86
SANTINO, Humberto, LA FIURA, Giovanni, Detrás de...op.cit., p. 104.

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En la Región Andina los cultivos se expandían principalmente en Perú y también en
Bolivia, en ambos se realizaba el primer tratamiento a la hoja de coca para convertirla en
pasta base. La refinación y transformación en cocaína pertenecía a Colombia, allí también se
concentraba la base de comercialización internacional. Ecuador era el principal país de tránsito,
desde donde se embarcaban los despachos de droga hacia el mercado norteamericano87.

Mientras crecía a nivel internacional la acción represiva sobre los centros de producción
de drogas de origen natural surgen las denominadas drogas de diseño. Enteramente sintéticas
y creadas para generar efectos específicos sobre el consumidor. La particularidad es su
nacimiento dentro de la prohibición, a diferencia de todas las demás sustancias mencionadas
que eran de uso tradicional en determinadas culturas o surgían dentro de un marco de
legalidad como productos terapéuticos. La difusión de sustancias sintéticas dependía de los
originales que copiaban en tanto sucedáneos de drogas de origen natural restringidas88.


En este escenario de extensión y desarrollo del negocio ilegal de sustancias
psicoactivas se aprueba en ONU la Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y
Sustancias Sicotrópicas de 1988; la misma recoge, nuevamente, la visión estadounidense
sobre la problemática del narcotráfico. A partir de ahora Naciones Unidas reconoce a la oferta
como una amenaza a la seguridad y soberanía de los estados, profundizándose la legitimidad
hegemónica de EEUU, al incorporarse sus ideas en tanto universales a través de instituciones
internacionales. Buscando un mayor nivel de intensificación para la prohibición:
“[…] la Convención de 1988 amplió de forma significativa el alcance de
medidas contra el tráfico, incorporó cláusulas para controlar el blanqueo de
dinero, embargar los bienes de traficantes de drogas, permitió la extradición
de grandes traficantes y la mejora de la cooperación legal entre países. La
presión ejercida por los estados productores en la Conferencia Internacional
ayudó a garantizar que también se incluyera la penalización de los usuarios
de drogas por posesión89“.

Por último, es significativo que el principal consumo se daba en las sociedades


occidentales. La cuestión de la demanda era una realidad que pesaba sobre todo en EEUU y
Europa, mientras que la producción de drogas de origen natural, la oferta, recaía sobre los
estados de la periferia.

Es de la mano de Occidente, como líder del orden social hegemónico estructurante de
las relaciones internacionales contemporáneas, que las sustancias psicoactivas se vuelven
mercancías globales liberalizadas para pasar luego a la ilegalidad. Es, por tanto, en la
dimensión jerárquica del sistema internacional donde encontramos el origen y expansión del
“narcotráfico”.

Conclusiones
Las estructuras históricas internacionales jerárquicas han determinado la evolución de las

87
ROSSI, Adriana, Narcotráfico y Amazonia ecuatoriana, Abya-Yala, Quito, Ecuador, 1997.
88
Escohotado, Antonio, Historia elemental…op.cit., p. 181.
89
WOODIWISS, Michael y BEWLEY-TAYLOR, David, “La Componenda Global...op.cit.

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sustancias psicoactivas: primero como imposición de mercado por parte de las potencias
expansionistas europeas, promoviendo su producción, comercio y consumo; luego por la
capacidad de las industrias farmacéuticas capaces de potenciar esas mercancías de origen
natural. Occidente instala a escala planetaria un mercado libre para las drogas durante el s.
XIX, generando un uso masivo en los consumidores alrededor del mundo.

El giro hegemónico que se producirá en el s. XX permitirá el ascenso como superpotencia
de EEUU. Como garante del orden social hegemónico impondrá su visión del mundo acerca de
las sustancias psicoactivas, que se tornaron definitivamente ilegales.

Dos contradicciones medulares destacan en la dinámica prohibicionista: el excesivo


centramiento en sustancias de origen natural, producidas en la periferia ―colonial y
poscolonial― y una mayor permisividad para sustancias originadas en laboratorios del centro.
El incremento de la prohibición tuvo como contracara la expansión y diversificación del mercado
ilícito de drogas; a mayor represión y control le correspondió un incremento y dispersión de
áreas y grupos a cargo de la oferta global, en respuesta a una demanda instalada.

A pesar de todas sus paradojas este paradigma prohibicionista rige el sistema normativo
internacional hasta hoy. Señalamos como claves de la evolución de sustancias psicoactivas a
nivel global:
a) El surgimiento de la mayoría de las drogas hoy consideradas ilícitas fue en un
marco de legalidad. Los productos descubiertos por la industria farmacéutica
fueron considerándose peligrosos a partir del s. XX pero durante todo el s. XIX
se garantizó libertad de circulación y consumo para los mismos.
b) La ampliación de esta industria y estos productos a escala internacional no
hubieran sido posibles sin la expansión europea y, más tarde, norteamericana
de ultramar y el surgimiento de un mercado mundial.
c) A medida que creció la alarma acerca de las consecuencias o posibles amenazas
individuales y colectivas sobre las drogas se instaló una ola prohibicionista para
impedir su disponibilidad. Sin embargo, el mercado ya desarrollado no cesó.
A la demanda en crecimiento respondió una oferta ilegal asociada a grupos
criminales que complejizaron la realidad del consumo y tráfico de drogas.
d) Estos grupos encargados del gran negocio lograron insertarse en las tramas
institucionales, políticas y económicas, nacionales e internacionales, pudieron
readaptarse y utilizar para su beneficio las diferentes realidades internacionales
a lo largo del s. XX.
e) El circuito ilegal de drogas no está aislado del sistema internacional sino
firmemente inserto en él. No es una amenaza desde fuera sino parte inmanente
del mismo. Las instituciones de este sistema, así como las de los propios estados
y mercados que lo componen, se entrecruzan en un doble juego que intenta
restringirlo pero a la vez le abre puertas para su funcionamiento.

Podemos concluir que el narcotráfico es, sin duda, un fenómeno complejo, que
abarca todas las aristas de la realidad internacional y que requiere un enfoque de mayor
profundidad y, en especial, de mayor diversidad. El reconocimiento de la responsabilidad
compartida e histórica es un paso necesario para establecer prácticas y normas que puedan

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disminuir los niveles de violencia y corrupción asociados, con especial consideración a los
sectores vulnerables involucrados así como los derechos de los consumidores, evitando la
criminalización generalizada de campesinos y usuarios.

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Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
A

Repensar la historia diplomática:


diálogos, ausencias y retos para el entendimiento
de la alteridad histórica mundial

Gabriel Andrés Arévalo Robles*

Resumen *Gabriel Andrés


ARÉVALO ROBLES,
El presente artículo pretende señalar las limitaciones de las teorías dominantes de Director de la
las Relaciones Internacionales sobre el entendimiento histórico de la diplomacia, y la Unidad para el
normalización hecha de las bases categoriales sobre las que es interpretada la alteridad Desarrollo, Ciencia
histórica mundial, la cual invisibilizó actores, saberes y prácticas diplomáticas que perviven y la Innovación,
en la exterioridad del sistema mundial. Para respaldar las afirmaciones del texto, se aportan Facultad de Dere-
hechos históricos de la actividad diplomática que dan cuenta tanto de la resistencia histórica cho UAN-Boyacá,
como del entendimiento político y diplomático mundial. En su conjunto, se suma a la Colombia. PhD en
promoción de las agendas de investigación sobre diplomacia, interesadas en comprender Estudios Inter-
mejor la alteridad planetaria y su preocupación por la transformación de la violencia y la nacionales de la
dominación global. Universidad del
País Vasco/Euskal
Herriko Unibertsi-
Palabras clave tatea. Maestrías:
Diplomacia; historia relaciones internacionales; sistema mundo. Máster de Estudios
Internacionales de
la (UPV/EHU); Más-
ter en Cooperación
Internacional Des-
centralizada: Paz y
Desarrollo. Análisis
y Gestión de la
Agenda Global en el
marco del Sistema
de las Naciones
Title (UPV/EHU). Pre-
Rethinking diplomatic history: dialogues, absences and challenges to understand global grados: Sociólogo
historical otherness de la Universidad
Nacional de Colom-
bia y Abogado de la
Abstract Universidad Libre.

This paper seeks to identify the limitations of mainstream International Relations theories
about the historical understanding of diplomacy, and the normalization of the parameters Recibido:
used to interpret world historical otherness, which invisibilized actors, knowledge and 10-09-2017
diplomatic practices that survive outside the world system. For this purpose, the paper Aceptado:
outlines historical facts of diplomatic activity that account for historical resistance as well as 11-01-2018
for global political and diplomatic understanding. Overall the paper aims to contribute to the
research agendas on diplomacy, interested in better understanding planetary otherness and
DOI:
its concern for the transformation of violence and global domination.
http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
Keywords nesinternaciona-
les2018.37.005
Diplomacy; history of international relations; world system.

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

I
ntroducción
El presente artículo pretende incursionar brevemente en las discusiones teóricas e
históricas dominantes de la diplomacia. Dentro y fuera de la práctica académica, las
conceptualizaciones sobre diplomacia han sido bastante limitadas, y muchas de las veces
insuficientes y desestimulantes para promover agendas de investigación que tomen en cuenta
la actividad diplomática de los actores subalternos. En pocas ocasiones se ha considerado que
la diplomacia sea una práctica y una noción promovida por pueblos indígenas, sociedad civil,
movimientos sociales, partidos políticos, y otros actores, apenas nombrados marginalmente
en la teoría de las relaciones internacionales. Sin embargo —aunque a menudo imitan la
clásica diplomacia estatal— una pluralidad de actores han desarrollado una determinante
actividad transfronteriza por medio de prácticas diplomáticas aun ocultas en los manuales
de curso. Dichas expresiones, pocas veces consideradas con seriedad, forman parte de la
diplomacia global actual y, sobre todo, de la historia diplomática que contribuyó a dar forma
al sistema mundial.

En su corta historia subdisciplinar, la diplomacia ha sido limitada a la política exterior


del Estado1, al arte de conducir o gobernar las relaciones interestatales2, a las negociaciones
de entidades nacionales de carácter independiente3, al “refugio de redundante aristocracia”4,
o a la habilidad profesional y saber especializado de códigos jurídicos, políticos, protocolarios
y conocimientos culturales y económicos relacionados con el interés nacional. Una de las
principales razones de esta reducida mirada ha sido su dependencia de las clásicas teorías
de las Relaciones Internacionales que en los siglos XX y XXI fue dominada por académicos
anglosajones, europeos y, en menor medida, por australianos, y que trataban sobre relaciones
y temáticas que preocupan a las potencias y a los actores hegemónicos de la economía y la
política global; ocurrió que, de forma predominante, debido al curso de los acontecimientos
de la historia de americanos y europeos, se reprodujeron en este campo los silencios del
pensamiento y la invisibilización del protagonismo de otros actores del mundo no-occidental5.

Este vacío de análisis obliga a buscar una posición histórica y teórica que cuestione
el relato eurocéntrico que da forma a la historia universal de la diplomacia, intento que
desarrollaré tomando como referencia la conexión del mundo atlántico desde 1492 y, en
particular, desde la experiencia americana como ejemplo de dicha exclusión6. Para ello,
este artículo asume la definición de diplomacia promovida por James Der Derian, quien la

KISSINGER, Henry, Diplomacy, Simon & Shuster, Nueva York, 1994. Ver otras definiciones similares en la exposición
1

de JÖNSSON, Christer, “Theorising Diplomacy” en MCKERCHER Brian J. C. (ed.), Routledge Handbook of Diplomacy
and Statecraft, Routledge, Londres, 2011.
ROSECRANCE, Richard, “Diplomacia” en Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, Aguilar, Madrid, 1974.
2

WATSON, Adam, Diplomacy: The Dialogue Between States, Psychology Press, Londres: 1982.
3

JONES, Raymond, The British Diplomatic Service, 1815-1914, Wilfrid Laurier University Press, Ontario, 1983.
4

JONES, Branwen Gruffydd (ed.), Decolonizing International Relations, Rowman & Littlefield, Maryland, 2006.
5

El presente artículo no persigue reemplazar un esencialismo eurocéntrico por un esencialismo americanista. Usa
6

la experiencia americana porque reconoce que el pensamiento tiene un lugar de producción pero no pretende
universalizar dicha experiencia para narrar toda la historia mundial. Por el contrario, la usa como ejemplo para
demostrar que la noción de diplomacia moderna contada desde la academia occidental inventó un molde para
adecuar sus actores e instituciones y dar un estatus de superioridad a dicha noción, a la vez que dejó fuera otras
experiencias de alteridad. También se interesa el artículo por delimitar un momento histórico particular de la
diplomacia —la formación del sistema mundo moderno—, porque los autores hegemónicos han dado preeminencia
a la diplomacia estatal moderna y europea como la “definitiva y perfeccionada diplomacia”, negando o invisibilizando
el resto de tipos de diplomacia.

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considera como “la mediación del extrañamiento entre individuos, grupos o entidades”7 por
su amplia y dinámica posibilidad de encuadre fenomenológico de las prácticas diplomáticas
históricas. Aspecto que resalta Noé Cornago, en una interpretación de la obra de Der Derian,
al reflexionar que:
“En su exploración de la diplomacia, Der Derian (1987) sugiere que
cualquiera que sea el locus político que consideremos es a partir del proceso
de extrañamiento con el otro, y de la evolución de las condiciones sociales en
que éste se produce, que surge el comportamiento que se irá conformando
históricamente, no sin importantes tensiones, como diplomático. Ese impulso
diplomático se distingue por gestionar la diferencia entre grupos humanos
mediante un conjunto de prácticas, instituciones y discursos —envueltos
siempre en la ambigüedad— que afirman simultáneamente, al menos de
manera tentativa, una cierta identidad entre las partes —fundamentada en
el reconocimiento mutuo de la capacidad de interlocución entre iguales que
la propia diplomacia misma viene a su vez a configurar— y la diferencia
insalvable que define los contornos —ya sean jurisdiccionales, territoriales, o
culturales— del grupo al que cada parte dice, respectivamente, representar”8.

En consecuencia, el objetivo del artículo es el siguiente: aportar visiones críticas que


tomen en cuenta fenómenos que dieron forma y contenido al sistema mundial moderno pero
que fueron relegados por el relato oficial diplomático. Esta perspectiva debería ofrecernos —
tentativamente, al menos— una historia diplomática más rica y menos marginal del papel que
pueblos y naciones ancestrales (estados-subordinados9), grupos sociales, y actores sociales
y políticos jugaron y juegan en la producción de la interacción planetaria. Para desarrollar
mejor estas afirmaciones, el presente documento trabajará en dos niveles: en el primero,
echará una mirada a la postura de los teóricos de las relaciones internacionales y conversará
críticamente con ellos, mostrando nuevas disquisiciones académicas en el campo diplomático,
y en el segundo nivel, reconstruirá breves momentos históricos tanto del nacimiento de la
diplomacia moderna como de prácticas diplomáticas recientes, para dar cuenta de la riqueza
diplomática invisibilizada por los relatos históricos y teóricos oficiales.

1. Una mirada crítica a los teóricos hegemónicos de la diplomacia


Advierte Christer Jönsson que los principales desarrollos sobre diplomacia provienen de las
escuelas del realismo, el institucionalismo liberal y los enfoques postmodernos10. De los dos
primeros enfoques proviene lo que se denomina la “versión dominante de la diplomacia”,
básicamente, alimentada por un espíritu eurocéntrico del conocimiento y una concepción
anárquica, negativa e interestatal del sistema mundial.

Desde el principio de la disciplina, la diplomacia se basó en la consideración negativa

DER DERIAN, James, On Diplomacy: A Genealogy of Western Estrangement, Blackwell, Oxford, 1987.
7

CORNAGO, Noé, “Diplomacia como heterología”.


8

Es necesario destacar que algunos estados subordinados o dependientes han desarrollado en ocasiones, actividades
9

diplomáticas de pretenden enfrentar a las potencias (o matizar su dominación) desde una particular actividad
diplomática. Aunque no lo podemos desarrollar aquí en profundidad, por momentos las ligas africanas, o algunos
estados latinoamericanos como Bolivia o Ecuador, por ejemplo, han desarrollado una diplomacia crítica que
llamaremos acá “desde abajo”, emulando la diplomacia clásica.
10
JÖNSSON, Christer, Theorising Diplomacy…, op.cit.

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sobre la naturaleza humana y sus pasiones propias de la teoría hobbesiana. En la obra


Política entre las naciones, de Hans Morgenthau, el autor enlazó el destino de la diplomacia
al del estado, y con ello al interés nacional y la lucha por el poder. Morgenthau observó la
diplomacia como una extensión de la influencia política que ofrece la guerra, de manera que
“la conducción de los asuntos exteriores de una nación por parte de los diplomáticos es para
el poder nacional durante tiempos de paz, lo mismo que las estrategias y tácticas de los
líderes militares en tiempos de guerra”11. Así lo entiende Hans Morgenthau:
“Si hubiera alguna forma para desterrar la lucha por el poder en el escenario
internacional, la diplomacia desaparecería. Si el orden, la anarquía, la paz y
la guerra no fuesen asuntos que les incumbieran a las naciones del mundo,
ellas podrían prescindir de la diplomacia, prepararse para la guerra y esperar
lo mejor”12.

En la versión renovada del realismo político ofrecida por Kenneth Waltz, la diplomacia
perdió relevancia como enfoque de análisis y apareció “como un factor contingente sobre
el que ni es posible, ni necesario teorizar”13. Las habilidades diplomáticas son desde esta
perspectiva un epifenómeno visto desde la teoría de Waltz y confirmado por el desinterés de
los autores neorrealistas sobre el estudio de la diplomacia14.

La otra versión hegemónica de la diplomacia es la proveniente del institucionalismo


liberal o transnacionalismo. Promovido por Keohane y Nye, ésta se fundamentó en la
cooperación internacional como posibilidad para coordinar las políticas entre los estados
dentro de los regímenes internacionales15. En este horizonte, la diplomacia “permite a
los Estados coexistir pacíficamente e interactuar en ambientes reglados que mejoran las
oportunidades para una mutua comunicación y representación entre estados”16. En el marco
de esta “plataforma académica” la diplomacia pasa a convertirse en una noción esencial.
Martin Wight, considerado uno de los autores de la primera generación del programa de
investigación no norteamericano del institucionalismo liberal, consideró la diplomacia como
el arte de comunicación entre poderes y al sistema diplomático como una institución de las
relaciones internacionales17.

Resulta atrayente la afirmación de Wight al considerar el rol de la diplomacia como


aquella que difunde las ideas de la Europa occidental hacia el mundo desde los primeros
encuentros con los pueblos ancestrales de América. Aun así, esta categoría analítica
parece que pierde su riqueza cuando quiere dar un estatus a la diplomacia con la noción de
institucionalización de la práctica diplomática de la Europa occidental, pese a considerar en
sus argumentos que los mensajeros y los mensajes han estado desde vieja data relacionados
a las prácticas de los pueblos. La postura de Wight rompe la idea de alteridad al afirmar que

Ibídem, p. 177. [Traducción propia]


11

Ibíd., p. 627.
12

SHARP, Paul, Diplomatic Theory of International Relations, Cambridge University Press, Cambridge, 2009.
13

JÖNSSON, Christer, Theorising Diplomacy…, op.cit.


14

KEOHANE, Robert, Después de la hegemonía: cooperación y discordia en la política económica mundial, Grupo
15

Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988.


JÖNSSON, Christer, Theorising Diplomacy…, op.cit., p. 20.
16

WIGHT, Martin, Power Politics, Continuum, Londres y Nueva York, 2002.


17

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la diplomacia se convierte en una institución del sistema internacional gracias a la Europa
moderna que llevó las ideas al mundo mientras el mundo no llegó a Europa. La diplomacia
como fenómeno histórico se convierte así en un contrasentido orientado en una sola vía, una
comunicación en todo caso extraña si se piensa en los actores, los medios y los mensajes que
implica una relación entre dos o más entidades. Desde su ángulo, la historia de la diplomacia
solo es entendible como una institución surgida de la experiencia de la Europa cristiana hacia
el sistema de estados europeos que luego ilustró al mundo a través de sus prácticas de
expansión.

En este mismo sentido podemos observar las ideas de Hedley Bull, reconocido como
uno de los más importantes teóricos de la segunda generación de la escuela británica, quien
refinó la taxonomía ofrecida por Wight y dio un sentido relevante a la diplomacia en el marco
de la cultura. Bull introdujo la noción de cultura diplomática como el conjunto de ideas y
valores comunes que poseen los representantes oficiales de los estados18, y la diferenció de la
cultura política internacional como “la cultura intelectual y moral que determina las actitudes
hacia la sociedad de estados en las sociedades que lo forman”19. Bull afirmó que la cultura
diplomática en la sociedad internacional contemporánea es una cultura intelectual de élite
con los principales rasgos de la modernidad: idiomas comunes, concepciones compartidas
de entender el mundo, conceptos y técnicas universales adoptados por los gobiernos del
planeta. La cultura diplomática forma parte de la cultura política internacional: “la necesaria
precondición para la emergencia de lo que llama la sociedad internacional”20.

Estas ideas de Bull son novedosas al considerar una variable con poca relevancia en
este enfoque hegemónico de la diplomacia, sin embargo, se halla limitado por las muchas
coincidencias con el realismo y su predominio de noción de poder, instituciones de guerra,
grandes potencias, equilibrio de poder y diplomacia21. Además, para Der Derian, la división
que hizo Bull entre cultura diplomática y cultura política internacional es desafortunada, en
vista de que no resulta coherente fraccionar las intenciones subjetivas del diplomático de
los aspectos estructurales intersubjetivos de la cultura de la sociedad internacional22. En
términos más generales, para Iver Neumann y Noé Cornago, las ideas alrededor de la cultura
diplomática de Bull fueron poco desarrolladas pese a su potencial planteamiento23.

Algo similar se puede entender del trabajo que realiza Adam Watson, uno de los
miembros del British Committee, quien afirmó su noción de diplomacia como una práctica
social. Watson vio la diplomacia con arraigo histórico y observó que la precondición de
la soberanía no es definitiva para que se produzca la diplomacia, la cual define como “la

BULL, Hedley La sociedad anárquica: Un estudio sobre el orden en la política mundial. Los Libros de la Catarata,
18

Madrid, 2005, p. 365.


Ibídem, p. 365.
19

NEUMANN, Iver B. “The English School on Diplomacy” en Theory of Diplomacy, JÖNSON, Christer y LANGHORNE
20

Richard (coords.), Sage Publicaciones, Londres, 2004, p. 96-116. [Traducción propia]


HURRE, Andrew, “Prólogo a la Tercera Edición de ‘La Sociedad Anárquica’ 25 años después” en BULL, Hedley, La
21

sociedad anárquica…, op.cit.


DER DERIAN, James, On Diplomacy: A Genealogy of Western Estrangement, Blackwell, Oxford, 1987.
22

Afirmaciones de Iver Neumann y Noé Cornago en: NEUMANN, Iver B, “The English School…, op.cit.
23

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negociación entre entidades políticas las cuales reconocen una a la otra su independencia”24
y considera un error limitar el concepto de diplomacia a las embajadas o a los servicios
diplomáticos. Sin embargo, y aquí notamos nuevamente el prejuicio eurocéntrico, sugiere que
la naturaleza y forma de la diplomacia moderna es una herencia de la experiencia europea y
su institucionalización, de la producción histórica que emerge de la formación del sistema de
estados europeos25.

Más recientemente, Kalevi Holsti se propuso narrar los cambios que han experimentado
en los últimos trescientos años las instituciones del sistema internacional, y dar cuenta
del propio perfil que cada institución encarna en los cambios históricos de complejización,
reversión, obsolescencia o expansión. Holsti considera a las instituciones como una mezcla de
prácticas, ideas y normas que pueden dividirse entre instituciones fundacionales e instituciones
procesales26. La diplomacia, según Holsti, es una institución del sistema internacional donde las
funciones esenciales no han cambiado mucho desde el siglo XVII. Las prácticas diplomáticas
han venido creciendo en una estandarización y consenso sobre normas de representación,
inmunidad, establecimiento de embajadas, burocratización de la administración de las
relaciones internacionales y la profesionalización de la carrera diplomática. Esto quiere decir
que califica la diplomacia como una práctica profesional y técnica, a la vez que le confiere
unos valores y normas formados por la experiencia intraeuropea, sin tener en cuenta otros
aspectos históricos.

La diplomacia —para Holsti— cobra relevancia en el sistema internacional como una


de las formas comunes de interacción por medio de procedimientos regulados, gobernados
por reglas y costumbres, que buscan resolver la mayoría de conflictos entre las unidades
políticas. Cuando los gobernantes persiguen sus objetivos y defienden sus intereses buscan
la comunicación para impedir, alterar o reforzar ideas, acciones o comportamientos de sus
pares. Según Holsti, la rutina diplomática más común entre los gobernantes es el intercambio
de visiones, el sondeo de intenciones y el convencimiento a otros actores. En otras ocasiones,
la diplomacia persigue crear la ilusión de que un gobierno está interesado en negociar —aun
cuando sabe que no desea llegar a ningún acuerdo— con el objetivo de generar un impacto
en la opinión pública. Un gobierno podría además entrar en negociaciones diplomáticas con
el propósito de promover propaganda, hacer un llamamiento al público y debilitar la posición
negociadora de sus oponentes. Sin embargo —concluye Holsti—, estas últimas actuaciones
no son las actividades principales de la diplomacia, sino alcanzar convenios, compromisos y
acuerdos con la finalidad de organizar esfuerzos colaborativos para enfrentar los desafíos de
cada época y situación27.

En el trabajo de Holsti podemos ver un esfuerzo de reactualización de las teorías


clásicas frente a los retos que ofrecen las transformaciones contemporáneas de la globalización
y la actividad transnacional de actores no estatales. Sin embargo, resulta curioso (por la

WATSON, Adam. Diplomacy: The Dialogue…, op.cit., p. 33.


24

Ibídem.
25

HOLSTI, Kalevi, Taming the Sovereigns: Institutional Change in International Politics, Cambridge University Press,
26

Cambridge, 2004.
Ibídem.
27

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importancia que se le da a la historia diplomática) que ninguna reconozca los aportes que
la conexión transatlántica iniciada en 1492 con los viajes de Cristóbal Colón hicieron a la
formación de la diplomacia intraeuropea y al establecimiento de la diplomacia europea con
el resto del mundo. Hay que reconocer que la formación del pensamiento moderno estuvo
influenciada no solamente por las ideas del renacimiento, sino también por el impacto de
la conquista y del proceso de colonización sobre la cultura, la economía y la política del
colonizador y del colonizado.

El enfoque racionalista tiene problemas por su carácter ahistórico y la confusión sobre


la historia y la relación final de los estados con la diplomacia. Waltz, por ejemplo, asevera
que las estructuras del sistema internacional se han sostenido iguales por miles de años en
todo lugar, lo que equivale a decir que hubo un sistema internacional y de estados antes de
que existieran los estados modernos o el mercado internacional; este desprendimiento de la
historia conlleva una cierta naturalización del estado como una entidad permanente y lógica
en el desarrollo de las sociedades28.

A pesar de que algunos autores expuestos consideran la noción de diplomacia como una
práctica social —Watson—, anterior al sistema europeo de Estados —Wight—, y con aspectos
culturales —Bull—, la encadenan al sujeto estado, a la profesionalización y burocratización de
la diplomacia, y a la historia europea. Este tipo de concepción diplomática es reduccionista
y elitista y, aunque sus desarrollos teóricos contienen aportes muy interesantes, invisibiliza
una parte sustancial de la historia diplomática y la reduce a una limitada concepción de
las transformaciones históricas del mundo (la evolución intraeuropea), recurriendo a una
visión titulada de la diplomacia (profesional, técnica, burocrática, elegante, táctica, formal),
y concentrada en los temas y problemáticas que interesan a un número limitado de estados
(seguridad, guerra-paz, ganancias, intereses nacionales, economía política, medio ambiente).

La exposición dominante de las relaciones internacionales y su desarrollo sobre la


noción de diplomacia pone sobre nuestro relato la necesidad de explorar visiones alternativas
de sus actores, de su relato y de su contenido. Así, se pretende mostrar las posibilidades de
la diplomacia como una noción abierta, múltiple y crítica, que ofrezca nuevas opciones en el
mapa teórico de la política global.

2. Aperturas a la noción de diplomacia


La diplomacia no puede circunscribirse exclusivamente a lo que hacen los estados. Actores no
estatales —a menudo emulando la diplomacia clásica— han desarrollado procesos diplomáticos
desde sus propias concepciones culturales y sus intereses a lo largo de la historia.

En su reciente trabajo, Cornago considera que una nueva conceptualización de la


diplomacia debe ofrecer un campo más amplio de significados e incluir una variedad de
actores que puedan equipararse a los diplomáticos oficiales. Sugiere, además, que las
transformaciones contemporáneas de la diplomacia pueden ser caracterizadas como un
proceso de pluralización:
“Pluralization, after all, operates through countless practices, observable not

HALLIDAY, Fred, Las relaciones internacionales en un mundo en transformación, Catarata, Madrid, 2002.
28

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only in the ministerial headquarters, embassies and consulates, but also in


an ever-increasing variety of sites, where NGOs activists, local government
officials, indigenous leaders, think tanks, media brokers, influential scientists,
corporate CEOs, celebrities, part-time terrorists, and even organized
criminals, operate with very different purposes and more or less contested
legitimacies”29.

El paso de la diplomacia (en singular) a las diplomacias (en plural) constituye un


replanteamiento teórico y metodológico para la interpretación de los emergentes fenómenos
de la política contemporánea en el marco de las interacciones humanas históricas. Cornago
llama la atención sobre su limitado significado, cooptado por la diplomacia estatal, la embajada
o el diplomático profesional y su actividad técnica. Por el contrario, afirma que tras estas
etiquetas hay experiencias sociales y políticas aún ocultas o silenciadas por el relato oficial de
la historia diplomática.

Coincide así con la perspectiva de Der Derian, que en los años ochenta definió a la
diplomacia como “la mediación del extrañamiento entre individuos, grupos o entidades”30,
proponiendo un enfoque más abierto y dinámico del que había reinado hasta entonces. Puso
en entredicho la clásica noción estatalista y enfatizó el proceso histórico de las múltiples
mediaciones políticas, religiosas, filosóficas y sociales, demostrando al menos dos cosas: que
es insuficiente estudiar la diplomacia como expresión de la soberanía del estado, y que la
evolución occidental de la diplomacia supone un pasado diplomático complejo y sustancioso
que se encuentra antes de la formación del sistema de estados europeos y, que además, sirve
para explicar tanto la formación de la diplomacia moderna como la proyección futura de las
mediaciones globales31. En consonancia con esto, reclama que los orígenes de la diplomacia
no son ni cronológica ni geográficamente estáticos, sino imbuidos por la relación del espacio-
tiempo, de la cultura y del poder.

Costas Constantinou —en el mismo sentido de Der Derian— señaló que los enfoques
convencionales de la diplomacia —asuntos intergubernamentales, gestión de relaciones
interestatales, o negociación de los intereses nacionales—, son insuficientes para explicar la
rica historia de la diplomacia y captar la complejidad del mundo diplomático contemporáneo.
Constantinou afirmó que la diplomacia debería ser entendida en términos de “diplomacia
humana”, es decir, como una dimensión no profesional de las relaciones interpersonales de
los “homo sapiens” que experimentan en un nivel no técnico, experimental y vivencial de
la vida cotidiana32. Constantinou acuña el término “homo-diplomacia” para mostrar que la
diplomacia humana es una forma más adecuada para comprender las formas alternativas
de relacionamiento humano y su potencial posibilidad para transformar positivamente
ciertas condiciones sociales, religiosas o políticas a través de la profunda alteridad. Parece
que Constantinou discute las determinaciones hobbesianas de la diplomacia realista y acoge

CORNAGO, Noé, Plural Diplomacies: Normative Predicaments and Functional Imperatives, Martinus Nijhoff
29

Publishers, Boston, 2013, p. 2.


DER DERIAN, James, On Diplomacy…, op.cit.
30

Ibídem.
31

CONSTANTINOU, Costas M., “On homo-diplomacy” en Space and Culture, vol. 9, nº 4, 2006, pp. 351-364.
32

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un número plural de entidades —más allá del estado— que desarrollan las interacciones
históricas.

Dichas reflexiones invitan a pensar la diplomacia como profunda alteridad, expresión


de “un proceso regulado de comunicación”33 que se produce entre la identidad/diferencia por
medio de la representación, intercambio y reciprocidad, y que son cristalizadas en procesos
rituales y ceremoniales que forman reales códigos comunicativos de entendimiento, prototipos
que no pueden confundirse, ni reducirse a la institucionalización y la profesionalización de
la diplomacia. Como señaló Paul Sharp, la diplomacia “expresa una condición humana que
precede y trasciende la experiencia de vivir en los Estados soberanos de los últimos siglos”34.

Como se viene indicando, la diplomacia no se reduce solo a los estados; para Der
Derian, el problema de esta visión normativa es que suele apoyar acríticamente una visión
teleológica de la diplomacia, sin explorar las fuerzas dinámicas que motivaron su necesidad en
la historia35. En efecto, las ideas de estabilización de la diplomacia con embajadas permanentes
y la profesionalización con diplomáticos formados en temas de negociación estratégica son una
versión de la diplomacia moderna, pero no la única. A pesar de las múltiples transformaciones
y las complejas expresiones de la diplomacia, ésta ha sido reducida a una narrativa singular
y temporal que va desde la antigüedad hasta la moderna diplomacia estatal36, tal como lo
enfatiza Cornago:
“En la actualidad el estudio convencional de la diplomacia suele excluir una
amplia gama de prácticas, tales como la participación no gubernamental
o la acción exterior de los gobiernos no centrales, a pesar de su creciente
relevancia. Sin embargo se puede afirmar que la extendida consideración
de la diplomacia como atributo exclusivo del estado soberano, constituye
más la institucionalización de un discurso político que el corolario de una
realidad”37.

En su conjunto, las posturas expuestas proponen una apertura y separación de las


clásicas teorías que han definido la noción de diplomacia y su respaldo histórico. La sugerencia
de otra narrativa diplomática se hace así necesaria a fin de mejorar la interpretación de la
alteridad diplomática de nuestro tiempo.

3. Mirada histórica I: el nacimiento de la diplomacia moderna


El apartado anterior señaló que la diplomacia es una noción mucho más amplia y diversa
que la considerada hasta ahora por la academia clásica. Su gran virtud es que genealógica
y fenomenológicamente hace posible hablar de múltiples prácticas diplomáticas, aspecto
que cada vez se ve más reflejado en la bibliografía contemporáneo sobre la diplomacia.

CONSTANTINOU, Costas M., On the Way to Diplomacy, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1996.
33

SHARP, Paul, “For Diplomacy: Representation and the Study of International Relations” en International Studies
34

Review, vol. 1, nº 1, 1999, p. 51.


Ibídem.
35

CORNAGO, Noé, Plural Diplomacies…, op.cit.


36

CORNAGO, Noé, “Diplomacia, paradiplomacia y redefinición de la seguridad mundial: dimensiones de conflicto y


37

cooperación” en ALDECOA, Francisco y KEATING, Michael (eds.), Paradiplomacia: las relaciones internacionales de
las regiones, Ediciones Marcial Pons, 2000, Madrid, p. 55-56.

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Sin embargo, este apartado se aproxima a ciertas prácticas diplomáticas que considero han
sido invisibilizadas por el relato oficial y que podrían caracterizarse como “diplomacias de
resistencia”. Para ello, presentaré ejemplos que inician en el siglo XV y que se extienden hasta
nuestro tiempo. Tomo estas fechas al afirmar que la versión diplomática obviada por el relato
oficial adquiere un matiz diferente cuando se piensa desde la formación del sistema mundo
moderno, especialmente, con la experiencia del “descubrimiento”, conquista y posterior
colonización de lo que andando el tiempo será denominado América38. Considero que la
poca relevancia que esta experiencia histórica ha tenido en la teoría clásica sobre la práctica
diplomática —como ha sido considerada en nuestra definición— impide comprender mejor
la historia de la diplomacia y el papel que los subalternos han jugado en la producción de la
alteridad global. Por esta razón, mostraré de manera general hechos históricos que develan
la diplomacia en el trascurrir del sistema mundial. Tengo consciencia de que los hechos son
arbitrarios y de que presentan saltos cronológicos importantes, pero dicho camino no se aleja
del propósito de replantear la historia diplomática, al contrario, no hacen más que reforzarla
e invitar a su reconstrucción y su replanteamiento. Considero que es una nueva agenda de
trabajo lo que deviene de estas aproximaciones.

La mayoría de manuales sobre la cuestión fijan el nacimiento de la denominada


“diplomacia moderna” en el Tratado de Westfalia (1648). Sin embargo, no considero apropiado
mantener esta fecha como fundacional, ya que debería considerarse a este hecho como el
surgimiento de la “intradiplomacia moderna europea”, forjada como tecnología mundial de
seguridad39, y desarrollada como “la secularización del discurso diplomático, la monopolización
progresiva de la diplomacia por el estado-nación y el advenimiento de la razón de estado”40.
El Tratado de Westfalia articuló las reglas de juego intraeuropeo sobre la base del control
económico de los mercados y la expansión de las influencias políticas para la defensa de los
intereses de cada entidad soberana. Según Michel Foucault, es en este momento cuando las
nuevas guerras de cálculo abandonan la lógica medieval de la guerra justa y desarrollan un
dispositivo diplomático-militar que permita alcanzar una balanza de fuerzas o una política
de equilibrio intraeuropeo que mantenga la paz, en una suerte de sociedad de naciones
que comparten un interés común41. Con ello podemos decir que se funda jurídicamente el
pensamiento guerra-paz moderno, que contiene la definición de la diplomacia clásica.

Por el contrario, valdría la pena considerar que la diplomacia moderna, como hecho
fundacional del sistema mundo moderno, nace a finales del siglo XV en las costas del Caribe,
tras la primera mediación de extrañamiento a través del circuito atlántico. Me refiero, como
ya se indicó previamente, al primer viaje diplomático que terminó más allá de las costas
mediterráneas con las carabelas de La Pinta, La Niña y La Santamaría, y que forjó el inicio
de nuestro tiempo planetario. En este viaje, Cristóbal Colón zarpó como enviado diplomático
de los Reyes Católicos, acreditado por cartas credenciales o letras de creencia destinadas a

WALLERSTEIN, Immanuel, El moderno sistema mundial I. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-
38

mundo europea en el siglo XVI, Siglo Veintiuno, Madrid, 2010; QUIJANO, Aníbal y WALLERSTEIN, Immanuel,
“‘Americanity’ as a ‘Concept’. Or the Americas in the Modern World” en International Social Science Journal, 1992,
vol. 44, nº 4, pp. 549-557.
FOUCAULT, Michel, Seguridad, territorio, población, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
39

CONSTANTINOU, Costas y DER DERIAN, James, Sustainable Diplomacies, Palgrave MacMillan, Nueva York, 2010,
40

p. 6.
FOUCAULT, Michel, Seguridad, territorio…, op.cit.
41

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monarcas extranjeros42 y, no solamente fue el primero en salir “oficialmente con ‘poderes’ —
no siendo ya un viaje clandestino, como muchos de los anteriores— de la Europa latina anti-
musulmana, sino que fue el principio de la constitución de la experiencia existencial de una
Europa Occidental, atlántica y ‘centro’ de la historia”43. Este primer proceso de mediación del
extrañamiento construyó el primer relato incorporado a la narrativa dominante de alteridad
mundial bajo la idea de un “ser-asiático”:
“Se puede concluir que el significado histórico y ontológico del viaje de
1492 consiste en que se atribuyó a las tierras que encontró Colón el sentido
de pertenecer al orbis terrarum, dotándolas así con ese ser, mediante una
hipótesis a priori e incondicional”44.

Podría discutirse que antes de aquel momento, los procesos de invasión habían sido
precedidos por prácticas diplomáticas similares, como ocurrió con el Imperio Romano, por
ejemplo. Sin embargo, la gran diferencia reside en que solamente en esta embrionaria
diplomacia se formará la consciencia moderna y se conectarán todas las porciones del
mundo. El encuentro transformará definitivamente a “la Europa provinciana y renacentista,
mediterránea, en la Europa ‘centro’ del mundo: en la Europa moderna”45, dando con ello inicio
a las diplomacias del sistema mundo moderno.

La diplomacia medieval europea deviene moderna con la interacción ultramarina que


le dota de una consciencia nueva y lanza a todos los continentes a una nueva época de
alteridad. Los textos representativos de esta experiencia son la bula de Alejandro VI Inter
Caetera (II), del 4 mayo de 1493, y el Tratado de Tordesillas, del 7 de junio de 1494.

La bula Inter Caetera (II) recoge la preocupación de los Reyes Católicos sobre el
reconocimiento previo hecho por Castilla a Portugal en 1479 sobre la competencia exclusiva
de la navegación desde las Canarias hacia el sur en busca de las indias orientales, problema
que surgió al descubrir Colón nuevos territorios y tener los castellanos la sospecha de
que Portugal podría reclamarlos como propios en base a dicho acuerdo. Isabel y Fernando
solicitan del papa Alejandro VI una bula —el más solemne documento pontificio— para que
les reconozca los nuevos territorios de “las indias orientales”. El título otorgado por la bula
papal confirió a los Reyes Católicos la seguridad sobre el dominio legítimo de los territorios
descubiertos.

El segundo de los documentos antes indicados —el Tratado de Tordesillas— fue


firmado entre Castilla y Portugal, y disipó el temor de los primeros sobre la posesión ilegal
de los nuevos territorios. El Tratado de Tordesillas amplió la línea de demarcación para dividir
el Atlántico de forma equivalente. A partir de entonces aparece un derecho emergente46 y

OCHOA, Miguel, “La Diplomacia y el Descubrimiento de América” en CÉSPEDES, Guillermo, (coord.), Colón en el
42

mundo que le tocó vivir, Real Academia de la Historia, Madrid, 2007.


DUSSEL, Enrique, 1492. El encubrimiento del otro: hacia el origen del mito de la modernidad, Plural Editores, La
43

Paz, 1994, p. 30.


O’GORMAN, Edmundo, El proceso de la invención de América, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1998, p. 8.
44

DUSSEL, Enrique, 1492. El encubrimiento…, op.cit., p. 32.


45

SCHMITT, Carl, El nomos de la tierra en el Derecho de Gentes al Jus Publicum europaeum, Centro de Estudios
46

Constitucionales, Madrid, 1979.

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unas prácticas diplomáticas que suponen nuevos retos tanto a los conquistadores como a los
conquistados. En adelante podemos hablar de una “diplomacia de conquista”, primero, y una
“diplomacia colonial”, después.

Hay un extrañamiento original que ocurre cuando Cristóbal Colón llega a las islas del
Caribe y que es resuelto de diferentes maneras, tal como cuenta el propio Colón: violencia,
engaño, negociación. Del extrañamiento original o de la diplomacia inicial, se pasa a una
diplomacia de conquista —corta, ambigua, tensa— que podemos representar por medio de
dos prácticas diplomáticas: la surgida entre Moctezuma Xocoyotzin y Hernán Cortés (1519),
y la de Atahualpa y Francisco Pizarro (1532). Ambas experiencias son hitos históricos sobre el
verdadero encuentro de los europeos con dos de las más grandes e imponentes organizaciones
sociales y políticas de la época —aztecas e incas—, experiencias diplomáticas constitutivas y
representativas de la diplomacia moderna aunque, en rigor, no fueron las primeras, ya que
Hernán Cortés venía haciendo alianzas con “otros indios” cuando iba camino a Tenochtitlán.

Como lo narra Hernán Cortés en las Cartas de Relación —particularmente en la


segunda—, su camino y llegada a México-Tenochtitlán tiene un sentido tanto militar como
diplomático. En la Carta, Cortés relata las batallas que libra, la alianza que forja con los
tlaxcaltecas, los mensajeros, mensajes y embajadas aztecas que buscaron disuadirlo de
llegar a la gran ciudad y el encuentro, contenidos, rituales y protocolos, con Moctezuma. El
proceso contiene una riqueza de aspectos psicológicos, sociológicos, culturales y políticos
que son olvidados por la historia de la diplomacia moderna, y que deberían ser considerados
dentro del relato diplomático y fundacional del sistema mundial. La diplomacia de conquista
se caracteriza porque en estos momentos los futuros conquistados todavía están bajo
su propia soberanía. Por el contrario, con el asentamiento del Imperio de España y el de
Portugal en las nuevas tierras da inicio el período colonial —que va hasta principios del siglo
XIX— caracterizado por una diplomacia también colonial; en este período, no existe una
soberanía propia y totalmente independiente de los territorios o los pueblos colonizados. En
este periodo, aunque las luchas entre los invasores y los pueblos ancestrales no cesaron y el
proceso violento se mantuvo e incluso se agudizó, la mayor estabilidad sociopolítica produjo
nuevas codificaciones diplomáticas, la principal de las cuales fue la “negociación” dentro de la
“soberanía imperial” y el “pactismo” con pueblos que no pudieron ser conquistados47.

Comencemos por el “pactismo” como práctica diplomática colonial. Los pueblos


resistentes fueron un problema para la administración colonial ya que su fuerza subversiva
los convertía en potenciales aliados de los enemigos de la corona española. Los espacios fuera
de control se convertían en refugio de resistencia cultural y religiosa para esclavos prófugos
y demás personas que eran consideradas delincuentes y renegados. Además, “regiones
fronterizas libres agrupaban importantes núcleos de población que dejaban de ser clientes
directos del mercado colonial, y cuyas actividades de transacción y contrabando quedaban
fuera del control fiscal colonial” 48. Dicha situación fue resuelta por medio de procesos
diplomáticos que se tranzaban con la firma de pactos entre los pueblos indios y el Imperio

LÁZARO, Carlos, Las fronteras de América y los “Flandes Indianos”, Editorial CSIC - CSIC Press, Madrid, 1997.
47

LÁZARO, Carlos, “Conquista, control y convicción: el papel de los parlamentos indígenas en México, el Chaco y
48

Norteamérica” en Revista de Indias, vol. 59, nº 217, 1999, p. 645.

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español. Al principio de manera informal y luego como lenguaje de la administración política
de la metrópoli, el pactismo se convirtió en una institución diplomática que duró más de un
siglo.

La otra práctica diplomática colonial fue la conocida como “negociación” indígena. Fue
usada por la corona para controlar sus intereses y, por parte de los indios, como estrategia
de adaptación y resistencia. Pero, a diferencia del pactismo, la negociación se produjo dentro
de la “soberanía imperial”. Mientras el pactismo se utilizó con pueblos a los que no fue
posible vencer, la negociación se presentó con pueblos ya vencidos. Ethelia Ruiz Medrano
y Susan Kellogg han recopilado una serie de ensayos que investigan aspectos claves de la
interacción de los representantes indígenas con los españoles49. Esta actividad se produjo
sobre aspectos culturales, económicos y de participación política para la supervivencia, y
se materializó con el uso estratégico de la representación indígena, las leyes imperiales y
las alianzas con otros sectores de la sociedad colonial. Dichas relaciones diplomáticas de
la colonia muestran el activo papel de los pueblos indios, quienes no fueron simplemente
unos “derrotados-expectantes” de la historia colonial, sino actores vivos y constituyentes del
sistema mundial. Ambos fenómenos diplomáticos mostraron el activo papel diplomático sobre
el que se fundó y desarrolló la estructura colonial.

Muchas de las señales diplomáticas entre pueblos indios y colonizadores reposan en


la historia de los tratados del Nuevo Mundo que se extendieron por centurias entre pueblos
indios y gobiernos británicos, franceses, españoles, alemanes y portugueses. Los acuerdos
y tratados fueron muchas veces negociaciones en términos de inequidad o iniciativas
unilaterales, pero no por ello dejan de ser acuerdos diplomáticos que sirvieron como arma de
resistencia, supervivencia y participación en el sistema colonial50.

Aunque la experiencia colonial fue diferente en otras partes del mundo, las prácticas
diplomáticas siempre emergieron como supervivencia de los colonizados o como estrategia de
control por los colonizadores. Por ejemplo, mientras en Australia se presentó una experiencia
colonial sin reconocimiento alguno de autonomía indígena51, en Nueva Zelanda se firmó
en 1840 el Tratado de Waitangi entre maorís y el Gobierno británico, reconociendo ciertas
autonomías a los pueblos originarios. Situación similar ocurrió en Norteamérica, donde los
administradores de la colonia británica entre 1533 y 1789 reconocieron a las tribus indias
similar soberanía52.

Hay un largo proceso diplomático entre las colonias europeas y las naciones indias
del norte de América53; las relaciones diplomáticas entre la Confederación Iroquesa —las seis

RUIZ, Ethelia y KELLOGG, Susan (eds.), Negotiation Within Domination: New Spain’s Indian Pueblos Confront the
49

Spanish State, University Press of Colorado, Colorado, 2010.


LANGTON, Marcia, Honour among Nations: Treaties and Agreements with Indigenous People, Melbourne University
50

Press, Melbourne, 2004.


Algunos trabajos: DE COSTA, Ravi, A Higher Authority: Indigenous Transnationalism and Australia, UNSW Press,
51

Sydney, 2006; FOLEY, Gary, SCHAAP, Andrew y HOWELL, Edwina, The Aboriginal Tent Embassy: Sovereignty,
Black Power, Land Rights and the State, Routledge, Londres, 2013; WILD, Stefen A., Rom: An Aboriginal Ritual of
Diplomacy, Aboriginal Studies Press, Nueva York, 1986.
LANGTON, Marcia, Honour among Nations…, op.cit.
52

Algunas investigaciones sobre la diplomacia indiana norteamericana y sobre la Confederación Iroquesa: HAVARD,
53

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antiguas naciones indias— y alemanes, ingleses y franceses son casos bien documentados54.
En los tiempos de la colonización, es reconocido el papel de los iroqueses como mediadores
entre líderes indios y las colonias inglesas. Literalmente, cientos de tratados recuerdan y
prueban la fuerte actividad iroquesa llevada a cabo con los Países Bajos, Francia e Inglaterra55
y, posteriormente, con Estados Unidos y Canadá, así con otras naciones indias. Incluso se
reconoce cierta herencia de la Confederación Iroquesa en la constitución de Estados Unidos56.

En general, el nacimiento y formación de la diplomacia moderna debería tomar en


cuenta estos fenómenos, que enseñaron a los representantes europeos a gestionar su actividad
diplomática a lo largo y ancho del mundo colonial y a desarrollar su política de intervención
colonial y su posterior diseño de la política exterior de sus estados nacionales. Por su parte, la
experiencia diplomática de conquista y colonia es determinante para comprender las formas
de resistencia de los pueblos y naciones ancestrales, así como las posteriores diplomacias
que emergen dentro del orden mundial poscolonial. La historia diplomática tiene aquí un reto
fascinante para profundizar el conocimiento sobre el desarrollo del sistema mundial.

4. Mirada histórica II: diplomacias y globalizaciones


Una redimensión de la historia diplomática moderna debería tomar en cuenta la historia
fundacional del sistema mundo —como lo hemos enunciado— y esforzarse por hacer el
seguimiento de dichos procesos hasta el presente. Esta continuidad no es objeto del presente
artículo, pero la presentación de experiencias diplomáticas que están fuera del relato oficial,
a pesar de los saltos cronológicos, resulta provechoso para el propósito marcado al inicio del
documento. Se trata de evidenciar las múltiples prácticas diplomáticas que quedan marginadas,
especialmente las que denominamos “diplomacias de resistencia” —o como se sugiere en la
actualidad, “diplomacias desde abajo”—. Se exponen a continuación las diplomacias en las
últimas décadas de nuestro tiempo.

En el pasado como ahora, diferentes actores han desarrollado una actividad política
“al margen y más allá de las instituciones representativas del sistema político de los estados
nación”57. En la actualidad, Ulrich Beck denomina a este fenómeno “subpolítica”, un producto
de la globalización “desde abajo”, que tiene como objeto discutir las condiciones de una
economía política de la incertidumbre, los problemas ambientales y la miseria humana58,
circunstancias promovidas por la globalización “desde arriba”.

La “globalización desde arriba” es un término que denuncia el uso “no-neutral” del


significado de globalización. Boaventura de Sousa Santos habla de globalizaciones, en

Gilles, The Great Peace of Montreal of 1701: French-Native Diplomacy in the Seventeenth Century, McGill-Queen’s
Press - MQUP, Montreal, 2001; MIDTRØD, Tom Arne, The Memory of All Ancient Customs: Native American
Diplomacy in the Colonial Hudson Valley, Cornell University Press, Nueva York, 2012.
JENNINGS, Francis y FENTON, William N., The History and Culture of Iroquois Diplomacy: An Interdisciplinary Guide
54

to the Treaties of the Six Nations and Their League, Syracuse University Press, Nueva York, 1995.
AQUILA, Richard, The Iroquois Restoration: Iroquois Diplomacy on the Colonial Frontier, 1701-1754, University of
55

Nebraska Press, Nebraska, 1983.


YARROW, David The Great Law of Peace: New World Roots of American Democracy, Turtle EyeLand, The Unity of
56

Biology and Ecology with Spirit, 1987.


BECK, Ulrich, La sociedad del riesgo global, Siglo Veintiuno, Madrid, 2002, p. 61.
57

Ibídem.
58

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plural, señalando dos tipos: una globalización desde arriba y otra desde abajo59. La primera
es gestionada por una clase capitalista transnacional compuesta por un ala local y otra
internacional, es decir, la gerencia del Estado y el impulso de grandes empresas privadas. La
globalización desde arriba revela las alianzas de actores hegemónicos del sistema mundial
quienes reproducen y gestionan las acciones y pautas económicas, políticas y culturales
inspiradas en el neoliberalismo.

A su vez, el desarrollo de la economía producida por dichos sectores y clases “desde


arriba” y sus instituciones, han generado un margen considerable de desigualdad económica
y social, crisis financieras, políticas y sociales globales que impactan negativamente en la
mayoría de la población. Dichas condiciones, que son además históricas, se han traducido
prontamente en respuestas políticas, culturales y económicas por medio de alianzas populares
transfronterizas, acciones de protesta conjuntas, encuentros transnacionales, etc., con el
objetivo de enfrentar las imposiciones de la globalización desde arriba. Dichas respuestas son
denominadas como “globalización desde abajo”60:
“las formas de dominación prevalecientes no excluyen la posibilidad de que
los estados-nación subordinados, las regiones, las clases o grupos sociales
y sus aliados, se organicen transnacionalmente en defensa de intereses
percibidos como comunes y usen en su provecho las posibilidades para la
interacción transnacional creadas por el sistema mundo. Tal organización
está destinada a contrarrestar los efectos dañinos de las formas hegemónicas
de globalización y se desarrolla a partir de la conciencia de las nuevas
oportunidades de creatividad y solidaridad transnacionales, creadas por la
intensificación de las interacciones globales”61.

La diplomacia desde abajo es una de las expresiones concretas que pertenecen a


la globalización desde abajo. Pueblos y naciones sin estado, grupos sociales, actores no
estatales, e incluso estados-nación subordinados, vienen desde décadas atrás desarrollando
una práctica diplomática a través de las fronteras nacionales para incidir políticamente por
medio del “cabildeo, la defensa y/o la negociación”62 en escenarios internacionales, regionales
y nacionales. Esta forma de diplomacia ha servido para influenciar la adopción de normas
internacionales de derechos humanos o medioambientales, crear consciencia en la comunidad
internacional sobre situaciones particulares, presionar actores políticos en temas específicos
y, en general, movilizar la voluntad para fortalecer sus demandas y propuestas. Además,
es una diplomacia entre actores que comparten sus luchas y generan acuerdos, consensos,
plataformas políticas, información y recursos financieros, técnicas y recursos humanos,
posibilitando escenarios de aprendizaje y enfrentando los retos de la globalización de diversas
maneras.

La diplomacia desde abajo abriga un conjunto de diplomacias, como son: la diplomacia

RODRÍGUEZ, César y SANTOS, Boaventura de Sousa, Derecho y globalización desde abajo, Anthropos, Barcelona,
59

2007.
Ibídem.
60

SANTOS, Boaventura de Sousa, Sociología jurídica crítica: Para un nuevo sentido común en el derecho. ILSA
61

Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, Bogotá, 2009, p. 274.


Las tres figuras emulan a la diplomacia clásica pero tiene contenidos y fines diferentes.
62

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de los pueblos, diplomacia indígena, diplomacia popular, diplomacia ciudadana, diplomacia


guerrillera, diplomacia de las ONG, diplomacia de la sociedad civil y muchas otras diplomacias
ad hoc, o sostenidas, que son ejemplos de la emergente actividad diplomática no oficial
contemporánea, que busca enfrentar la globalización desde arriba. Para explicar mejor estos
aspectos de la diplomacia, veamos algunas de estas experiencias.

Comenzamos por la que quizá pueda ser la más parecida a la diplomacia clásica, la de
los estados subordinados. Cabe destacar en este punto la diplomacia desarrollada por el estado
—autodeclarado plurinacional— boliviano, de reciente refundación, que viene trabajando por
formas de relacionamiento bajo la noción de la diplomacia de los pueblos, diferente de la
diplomacia estatal-tradicional, y cuestiona la representación del estado-nacional al considerar
que ha invisibilizado la pluralidad interna de pueblos y naciones. La diplomacia de los pueblos
piensa en un doble sentido: hacia la descolonización de la vida estatal interna, y frente
a las relaciones globales con otros pueblos, naciones, grupos, individuos y organizaciones
del mundo. Asume, además, otros principios de integración y concepción de las relaciones
internacionales, incorporando experiencia y saberes de los sectores marginados.

Jean Paul Guevara afirma que la diplomacia plurinacional supera la ciega defensa de
la soberanía y los intereses nacionales. Tiene una función “proyectiva”, entendida como la
contribución a “proyectar nuevos modelos de cambio para la convivencia armónica a nivel
internacional”63. Guevara afirma que la diplomacia de los pueblos es un nuevo enfoque no
contemplado por las teorías de las relaciones internacionales; es producto de las luchas
constituyentes que buscan refundar el estado-nacional boliviano y se fundamentan en las
cosmovisiones, saberes y experiencias milenarias de los pueblos andinos. Normativa y
prácticamente, este autor considera que la diplomacia de los pueblos significa
“escuchar, dialogar y trabajar para todos y no sólo para algunos sectores
privilegiados… promover no sólo la relación entre Cancillerías sino entre
pueblos, porque la savia de los procesos de integración y de cambio está en
los pueblos… anteponer los derechos humanos y principios de la vida a la
lógica del mercado y la inversión”64.

En este sentido, reafirma Karla Díaz que la diplomacia de los pueblos es un producto “de
la epistemología del sur… que propone el paradigma del Buen Vivir —Sumak Kawsay o Suma
Qamaña— como alternativa, y principalmente apunta hacia un nuevo tipo de integración,
inclusiva, participativa y más arraigada en nuestras sociedades”65.

Una concepción de la diplomacia que, según esta autora, emerge de las luchas sociales
contra el neoliberalismo en la región latinoamericana:
“se posicionan en el poder algunos gobiernos que persiguen profundas
transformaciones en el estado y en las formas de hacer política. Especialmente
desde Bolivia y Ecuador, pero también desde Venezuela se ha propuesto

GUEVARA, Jean Paul, “Bolivia: procesos de cambio y política exterior” en Diplomacia, Estrategia, Política, nº 8,
63

oct.-dic. 2007, p. 36.


Ibídem., p. 44.
64

DÍAZ, Karla, “Diplomacia de los Pueblos, propuesta contra-hegemónica en las Relaciones Internacionales”, en
65

Revista Búsquedas Políticas, vol. 2, nº 1, 2013, p. 214.

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impulsar la Diplomacia de los Pueblos y la participación protagónica de
los movimientos populares organizados en la construcción de un mundo
pluripolar y en equilibrio como perspectiva de unión latinoamericana y
caribeña”66.

Podríamos tomar otro ejemplo de diplomacia desde abajo que se fundamenta en


saberes y prácticas ancestrales, pero en esta ocasión enfrentando al estado dentro de su
propio territorio, como es el caso de Australia. En la celebración oficial del Australia Day,
activistas indígenas plantaron una sombrilla de playa en el césped de Old Parliament House,
en la ciudad de Canberra, en el año de 1972. Los indígenas colocaron un letrero que decía
“Embassy”, para protestar contra la nación australiana. Los indígenas rechazaron la declaración
del Gobierno liberal McMahon, que discutía con violencia los derechos de los aborígenes a
su tierra67. La Aboriginal Tent Embass’ se fundó entonces, y se convirtió en un punto focal
de protestas y marchas hacia el Parlamento, marcando un hito diplomático de reivindicación
del derecho de autodeterminación de los pueblos ancestrales. La Aboriginal Tent Embassy
quedó como referente de la conflictiva y tensa convivencia de soberanías y representaciones
de pueblos y naciones dentro del territorio australiano. Asentada en la capital del país, esta
embajada también se volvió un lugar de encuentro con australianos no indígenas y visitantes
internacionales, para entablar diálogos y reflexiones sobre los derechos de autogobierno,
control de territorios, derechos culturales, etc. La experiencia de la Aboriginal Tent Embassy
se enfrentó por décadas a la diplomacia hegemónica.

Otra experiencia de la diplomacia desde abajo son las diplomacias que surgen de la
ciudadanías, las ONG o la sociedad civil global conocida como la “diplomacia ciudadana”,
proveniente de ciudadanos que buscan prevenir, superar o resolver conflictos armados o
violentos entre grupos o estados y/o entre ellos, o en temas de pobreza, exclusión social
e inequidad68. Categorías como “diplomacia two track” o “diplomacia multitrack” son
recurrentes para evocar este tipo de prácticas diplomáticas de la ciudadanía que persiguen
el establecimiento de la paz internacional69. Asociada a los temas de seguridad o desigualdad
social y política, la diplomacia ciudadana se ha convertido en una posibilidad en el tiempo de
la globalización para
“promover agendas vinculadas a los bienes públicos globales, con especial
énfasis en la construcción de la paz, la prevención de conflictos y la resolución
pacífica de estos, y, a la vez, a superar el déficit democrático existente en el
ámbito de las decisiones internacionales”70.

Esta visión de la diplomacia desde abajo se lleva adelante con más naturalidad en los
movimientos sociales y las organizaciones políticas y sociales. El Congreso de los Pueblos

Ibídem., p. 214.
66

FOLEY, Gary, SCHAAP, Andrew y HOWELL, Edwina, The Aboriginal Tent Embassy: Sovereignty, Black Power, Land
67

Rights and the State, Routledge, Londres, 2013.


SERBIN, Andrés, Entre la confrontación y el diálogo, integración regional y diplomacia ciudadana, Siglo XXI, Buenos
68

Aires, 2012.
DIAMOND Louise y MCDONALD, John, Multi-track diplomacy: A systems approach to peace, Kumarian Press, West
69

Hartford, 1996.
Ibídem., p. 32-35.
70

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(Colombia), formado años atrás en un “proceso de carácter social y popular que convoca
todas aquellas dinámicas y procesos de pueblos, sectores y regiones”71, reconoce que parte
de su actividad está orientada a la diplomacia popular en busca de “recoger y fortalecer
una agenda internacional para avanzar en la integración de los pueblos”; explica que no es
posible construir una agenda de pueblos limitada a las fronteras colombianas, y encuentra
necesario acercarse a otros pueblos y realidades, conocer sus agendas, sus propuestas, crear
y compartirlas. El Congreso dice: “hay que juntarnos”, y para ello sale y entra de su espectro
político por medio de giras, participación en encuentros y reuniones de diplomacia popular:
“las giras son una parte importante de la diplomacia popular que desarrolla el Congreso de
los Pueblos con los pueblos del mundo” 72.

La noción de diplomacia popular tiene raíces en el internacionalismo proletario que


reafirmó una causa común más allá de las fronteras estatales, tal como quedó impreso en
el Manifiesto Comunista: “proletarios de todos los países, uníos”. Sin embargo, el Congreso
de los Pueblos no es un partido político, ni un sindicato, es un proceso en el que convergen
grupos que tienen identidades múltiples que aceptan una identidad más abierta y ambigua,
la identidad de pueblo. Quizás por esto, más que hablar de diplomacia de los pueblos, la
diplomacia popular se define de la siguiente forma:
“Como Congreso de los Pueblos reconocemos la urgente necesidad de
conocer, reconocer, apoyar y aportar a los procesos populares de América
Latina, y del mundo, con quienes compartimos formas de trabajo y luchas
de emancipación; por esto, consideramos que es preciso establecer
canales de comunicación y cooperación con estos procesos hermanos. El
reconocimiento, el apoyo, el intercambio, la solidaridad, el trabajo local y el
trabajo de visibilización en nuestros propios países de otras luchas, hacen
parte de lo que denominamos Diplomacia Popular”73.

Estos breves ejemplos aquí descritos son parte del conjunto de prácticas diplomáticas
contemporáneas promovidas por actores que luchan por una globalización contrahegemónica.
La diplomacia desde abajo es un importante fenómeno global, amplio y de gran riqueza,
que aún está por ser interpretado. Sin embargo, parece que está orientada por un principio
axiológico que bien podríamos resumir así: unir en la diversidad, unificar sin uniformar, igualar
sin borrar la identidad, mantener la diferencia sin jerarquizarla.

Conclusión
Es vital para las Relaciones Internacionales y los Estudios Diplomáticos encontrar renovados
referentes para reinterpretar la historia signada en los manuales clásicos, y abrir sus
perspectivas para conocer mejor la evolución del sistema mundial, reconociendo que la
diplomacia, más que una anquilosada noción, resulta un campo de batalla tanto para la

Ver la página oficial del Congreso de los Pueblos, “Objetivos”, alojado en: http://congresodelospueblos.org/que-
71

somos.html [Consultada el 3 de marzo de 2015]


Ibídem.
72

Esta afirmación es tomada de la página web oficial del Congreso de los Pueblos, “Gira del Congreso de los Pueblos en
73

Europa construyendo diplomacia popular”, se puede consultar en la siguiente dirección: http://congresodelospueblos.


org/regiones/cp-europa/item/393-gira-del-congreso-de-los-pueblos-en-europa-construyendo-diplomacia-popular.
html [Consultada el 3 de marzo de 2015]

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memoria subalterna como para la interpretación de la sociedad global contemporánea.

El presente artículo trató de abrir y ampliar dicha noción recurriendo al lugar


de enunciación o posicionamiento político-intelectual, confrontando o cuestionando el
eurocentrismo diplomático desde una plataforma de análisis e interpretación basada en diversas
teorías y trabajos producidos dentro y fuera del campo diplomático, fundamentalmente desde
la experiencia latinoamericana y del enfoque diplomático posmoderno.

Como se ha visto a lo largo del texto, los argumentos buscaron rivalizar con el relato
eurocéntrico que dio forma a la historia de la diplomacia y para ello sugirió una transgresión
subversiva de la historia universal de las relaciones internacionales. Para este propósito, fue
importante tomar como ejemplos —con saltos cronológicos evidentes entre los casos, pero
no por ello menos importantes— fenómenos que dieron forma y contenido al sistema mundial
moderno, pero que fueron marginados por el relato oficial diplomático. Para una mejor
reescritura de la historia diplomática sería necesario establecer una agenda de investigación,
sin embargo, lo sugerido en este artículo debería ofrecernos una inquietud académica más
crítica sobre la diplomática y menos marginal del papel que pueblos y naciones ancestrales,
estados subordinados, grupos sociales, y actores sociales o políticos, tuvieron —y tienen— en
la producción de la realidad planetaria en los ámbitos de la cultura, la política, la religión, la
economía y el derecho.

Muchas de las diplomacias expuestas —y de las miles que aún debemos explorar—
evocan cosmovisiones, conocimientos, experiencias y prácticas que perviven en la exterioridad
relativa del sistema mundial74, recordando que los procesos de colonización, neocolonización
e imperialismo no exterminaron o eliminaron otras formas de gestionar la alteridad y vencer
el extrañamiento original de quienes se vieron invadidos y dominados. En ese sentido, esta
invitación no pretende ser solamente un enfoque descriptivo de novedosos fenómenos
diplomáticos; es importante que el estudio diplomático sea provechoso para aportar a los
procesos de resistencia venidos desde abajo por medio de la reflexión, la descripción, la
interpretación, la crítica y el análisis.

El artículo toma recientes producciones académicas con una postura crítica sobre la
noción de diplomacia que había sido condenada a una práctica profesional, técnica e interestatal
basada en intereses casi exclusivamente nacionales. Los diálogos teóricos presentados
muestran a la diplomacia como una categoría menos rígida y más abierta a la interpretación
de fenómenos sociales y políticos, fundamentales para comprender las dinámicas entre lo local
y lo global. Básicamente, estas posturas analíticas afirman que la diplomacia está implícita
en la interacción humana y sugieren que la versión diplomática estatocéntrica es apenas una
versión limitada.

La apuesta de este trabajo tiene una dimensión utópica sobre el sentido ontológico
y axiológico de las interacciones humanas diplomáticas; privilegia el encuentro diplomático
para enfrentar los conflictos, las tensiones y las ambigüedades sobre las que se desarrolla el

La exterioridad relativa como la entiende Enrique Dussel al afirmar que la imposición de una nueva cultura occidental
74

no logró exterminar finalmente la otredad.

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sistema mundial, pero sobre todo invoca un nuevo sentido de convivencia por medio de un
espacio de negociación que reconoce, confronta y transforma las relaciones de desigualdad
económicas y políticas. Por su sentido utópico y crítico, no pretende mejorar el sistema
diplomático actual, sino subvertirlo, transformarlo, convertirlo en la posibilidad constituyente
de un proyecto planetario más allá de la civilización occidental.

Las múltiples expresiones diplomáticas muestran la complejidad del sistema mundial y


dejan entrever que tanto la historia de las relaciones internacionales como la teoría diplomática
siguen en deuda con el objetivo de comprender la resistencia de los pueblos, su interacción
para la supervivencia y el deseo de transformación proveniente del histórico pluralismo de la
alteridad planetaria.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
A

Historiografía y Relaciones Internacionales


en América Latina: Entre la Rebeldía Autonomista
y la Sumisión Occidentalista

Yetzy Urimar Villarroel Peña*

Resumen *Yetzy Urimar


VILLARROEL
Durante una buena parte del tiempo, el conocimiento práctico de las Relaciones Internacionales PEÑA,
estuvo ligado casi exclusivamente a los registros generados por la Historia, de tal manera que ésta Investigadora y
ha cumplido una función importante tanto en el desarrollo teórico como práctico de la disciplina. Profesora Asociada,
Por ello, es muy frecuente entre los internacionalistas la alusión al historiador Tucídides, a las adscrita al Depar-
crónicas de reyes, a las justificaciones del estado y sus comportamientos basados en análisis tamento de Cien-
históricos del mundo occidental. En esta investigación se intentará analizar la utilización de la cias Sociales de la
historia en América Latina, en la reafirmación de la identidad de sus estados y en el abordaje de Universidad Simón
su inserción en el sistema internacional. En tal sentido se buscará: 1) Determinar si existe una Bolívar de Venezue-
historiografía latinoamericana y cuál ha sido su influencia en las relaciones internacionales de la. Licenciada en
la región; 2) Analizar el papel de la historia en la configuración de las identidades de la región Estudios Internacio-
y su impacto en el comportamiento internacional, mediante imaginarios sociales y conciencia nales, con Maestría
colectiva; 3) Analizar cómo desde la perspectiva histórica se pueden comprender las políticas y Doctorado en
exteriores de los estados latinoamericanos. Para ello se recurrirá a la metodología cualitativa, Ciencia Política.
multidisciplinaria, enfatizando en el método histórico, revisando y analizando fuentes primarias y
secundarias que permitan una aproximación al desarrollo de los objetivos planteados y tratando Recibido:
muy bien de delimitar lo mejor posible el objeto de estudio, evitando caer en generalizaciones 16-10-2017
inconvenientes y respetando las especificidades cuando sea necesario. Aceptado:
29-01-2018

Palabras clave
América Latina; historiografía; método histórico; autonomía; occidente. DOI:
http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-

Title nesinternaciona-
les2018.37.006
Historiography and International Relations in Latin America: Between the Autonomist
Rebellion and the Westernist Submission

Abstract
For a long time, the working knowledge about international relations was associated almost
exclusively to the records generated by History, in consequence it has played an important role
in both the theoretical and practical development of international relations. For this reason, it
is very common among internationalists to mention historian Tucídides, the chronicles of kings,
the raison d’ être of the State and its behavior based on historical analyzes of the Western world.
In this research we will seek to analyze the use of history, in Latin America, in the reaffirmation
of the identity of its States and in dealing with insertion in the international system, in this
respect we will try to 1) Determine the existence of Latin American historiography and what
has been its influence in the international relations of the region, 2) Analyze the role of History
in the shaping of identities in the region and its impact on international behavior, through
popular and collective consciousness, 3) Analyze the Foreign Policies of Latin American States
from a historical perspective and how can be understood. For this purpose, we will use the
qualitative, multidisciplinary methodology, emphasizing the historical method by reviewing and
analyzing primary and secondary sources that allow an approximation to the development of
the objectives and trying to define the scope of study as well as possible, avoiding inconvenient
generalizations and respecting the particularities when necessary.

Keywords
Latin America; historiography; historical method; autonomy; west.

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I
ntroducción
Durante una buena parte del tiempo, el conocimiento práctico de las Relaciones
Internacionales estuvo ligado casi exclusivamente a los registros generados por la
Historia, de tal manera que ésta ha cumplido una función importante tanto en el desarrollo
teórico como práctico de las relaciones internacionales. Por ello, es muy frecuente entre los
internacionalistas la alusión al historiador Tucídides, a las crónicas de reyes, a las justificaciones
del estado y sus comportamientos basados en análisis históricos del mundo occidental.

Para esta investigación interesa hacer un recorrido por la historiografía latinoamericana


de las relaciones internacionales, revisando sus especificidades, si las hay, su nacimiento, sus
principales exponentes, las metodologías utilizadas, las perspectivas desde las cuales se han
escrito, en síntesis, revisar cómo se ha desarrollado el proceso de creación y articulación
de las ideas que han predominado en cada etapa de dicho proceso. No obstante, antes de
realizar la revisión de los aspectos más importantes de su elaboración, es menester delimitar
algunos conceptos que servirán de base a la argumentación.

El primer concepto que convoca, está relacionado con el objeto de estudio: ¿existe eso
llamado América Latina? Y si existe, ¿qué es? Lo primero que viene a la mente es una realidad
geográfica, no obstante, esa realidad geográfica en sí misma constituye un problema desde
el punto de vista histórico, en el sentido que la superficie geográfica es anterior a 1492, y la
denominación de la realidad experimentada en esa geografía que implica, es relativamente
reciente.

El nombre de América aparece cuando los europeos que se toparon con este territorio
se dieron cuenta que no era las Indias, ni el paraíso terrenal del que hablaba la Biblia, sino
que se trataba de tierras pertenecientes a un continente desconocido por ellos, al cual se le
comenzó a llamar América a partir de 1507 en honor a Américo Vespuccio. En tal sentido
“no corresponde tanto a una realidad geográfica y telúrica, sino a una realidad cultural que
se inicia sólo después del desembarco de Colón”1 para “designar aquello de lo cual la única
información que se tiene es no tener información”2.

Una cosa era lo que los europeos conquistadores y colonizadores pensaban sobre el lugar
conquistado y colonizado, otra lo que sus habitantes originarios tenían como representación
del lugar, y otra la que los habitantes del continente europeo entendían de conformidad con
los relatos que llegaban desde las lejanas tierras. Tres paradigmas distintos y seguramente
heterogéneos a lo interno de cada uno, que en el transcurso del tiempo comenzaron a dar
forma a uno nuevo compartido por todos, o por lo menos por una gran mayoría, en la medida
en que el nuevo continente se fue incorporando a la cultura occidental mediante la imposición,
la dominación y la asimilación.

Paralelamente, al incorporarse los esclavos traídos de África, la resistencia indígena


y los grupos mestizos que se fueron originando del cruce de todos los grupos humanos que

1
NEIRA, Hernán, “Latinoamérica” en SALAS ASTRIAN, Ricardo (Coord). Pensamiento Político Latinoamericano.
Conceptos Fundamentales. Ediciones de la Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago de Chile, 2005, p.
585.
2
Ibídem, p. 586.

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hacían vida en estos territorios, se conformó otro paradigma interpretativo de la geografía y de
los acontecimientos que se sucedían en oposición al pensamiento europeo. De allí la constante
e histórica tensión entre la búsqueda de una identidad propia y la necesidad de identificarse
como parte de la cultura occidental, resaltando ciertas particularidades distintivas.

Hasta hace poco no se conocía el nombre con el que los pueblos originarios designaban
al continente, no obstante, el movimiento indígena ha revelado que durante más de cinco
siglos los Kunas de Panamá han resguardado el nombre del continente, y que el mismo
corresponde al vocablo indígena Abya Yala que significa tierra madura de eterna juventud. De
igual manera, los pueblos originarios han resguardado su propia filosofía de vida, conceptos
e ideas,3 con lo que se evidencia que el continente en sí no estuvo desprovisto de su propia
cosmovisión y mucho menos carente de identidad cultural, lo cual no quiere decir que haya
sido uniforme, homogéneo o unívoca.

Sin embargo, siempre se dio por hecho que no existía un nombre aborigen del
continente, que no existía una identidad distintiva y mucho menos una civilización, en su lugar,
el nombre de América se impuso, así como las leyes, el idioma, la religión, las instituciones,
el ordenamiento territorial y la autoridad gubernamental desde Europa, desestimando y
negando las culturas preexistentes por considerarlas poco desarrolladas, inferiores o bárbaras,
anteponiéndolas a la idea europea de civilización, otro elemento que ha sido eje transversal
de las historia regional, es decir, lo bárbaro versus la civilización.

A partir de mediados del siglo XIX comienza a gestarse otra denominación, aparece la
idea de América Latina, nuevamente nace producto de la iniciativa europea, esta vez desde la
Francia de Napoleón III. Aparece por primera vez en 1836 bajo la pluma de Michael Chavalier4,
como un concepto étnico geográfico que intentaba distinguir los territorios colonizados por
anglosajones de los colonizados por países europeos de lengua latina:
“Francia, heredera de las naciones católicas europeas, lleva a América
y al mundo entero la antorcha de las razas latinas, es decir, francesa,
italiana, española y portuguesa […] Sin embargo, si no se tiene cuidado,
la decadencia que ha afectado a Italia, España y Portugal, en resumen a
las naciones católicas y latinas de Europa, arriesga acentuarse en provecho
de las naciones cristianas disidentes –Rusia, Prusia y Turquía– al menos
que una nueva alianza bajo el báculo de Napoleón III las regenere. […] el
ascenso de las naciones protestantes y de la raza anglosajona es tanto más
evidente que en América […] Es tiempo de unirse en Europa para ayudar
a las naciones ‘latinas’, hermanas de América, para encontrar esa vía de
progreso que Francia ha descubierto por sí misma”5.

3
CHOQUEHUANCA, David, Secretario Ejecutivo del ALBA ATP, Caracas, 10/08/2017 en DOSSIER, VTV: https://
www.youtube.com/watch?v=FUf48Ui0anQ&list=PLAuUAmNdy82U5DGqqjelwM1wX4QTdU6Ow
4
CHAVALIER, Michael, Cartas sobre América del Norte, París, 1836, en NEIRA, Hernán, “Latinoamérica” … op. cit.,
p. 588.
5
MARTINIÈRE, Guy, Les Amérique latines, Grenoble, Presses de l’Université de Grenoble, 1978, en NEIRA, Hernán,
“Latinoamérica” … op. cit., p. 588. Ver también: ARDAO, Arturo, Nuestra América Latina, Ediciones de la Banda
Oriental, Temas Latinoamericanos, Montevideo, 1986, ps. 40-41.

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No obstante, son los intelectuales de la región quienes comienzan a usar el término,


dándole validez a pesar de que el mismo desconoce a otros grupos étnicos importantes de la
región como indígenas y afroamericanos. Entre los primeros que utilizaron este término se
encuentran José María Torres Caicedo (1851)6, Francisco Bilbao (1856), Carlos Calvo (1862)
y José Enrique Rodó (1900). Este y muchos otros términos paradójicos se pueden encontrar
dentro de la historiografía y sociología de la región, y como señala Hernán Neria, “contribuye
[…] a velar el hecho de que al menos una parte importante de la consciencia de sí americana
es reflejo de la consciencia que Europa tiene de América”7.

Por tanto, la impronta epistemológica europea ha sido muy difícil de superar, a pesar
de las voces disidentes que siempre han existido, y a pesar de que en algunos momentos
históricos han ocupado un lugar importante, a veces aparecen fragmentadas o terminan
por ser acalladas por los grupos en el poder que imponen su visión de la historia8. De allí,
otro elemento a ser considerado en este artículo es el relacionado con la identidad, y en
consonancia con Gabriel Salazar, independientemente de “la naturaleza específica de los
procesos históricos locales, la clave de observación y el análisis e interpretación de los mismos
han pertenecido caso a caso, a la lógica y perspectivas propias de ese universo cultural”9 al
que se denomina occidental.

Igualmente, hay que destacar que la periodización, la epistemología y la metodología


que utiliza la historiografía latinoamericana de las Relaciones Internacionales “revela la
adscripción categorial” de occidente, absorbiendo su ethos civilizatorio tanto en el discurso
académico, como en el político con algunas excepciones que también serán abordadas. Es
importante destacar que cuando se habla de historia se hace referencia a “lo sucedido, el
conocimiento de lo sucedido y lo registrado sobre lo sucedido”10, mientras que por historiografía
se entiende “al cuerpo de escritos que registra los hechos y aconteceres”11. En este sentido
hablar de historiografía latinoamericana de la relaciones internacionales indica el esfuerzo de
utilizar los recursos históricos para entender la inserción internacional de la región, determinar
su condición y el porqué de esa condición, viendo hacia atrás para explicar el presente.

Una vez clarificadas estas ideas, resulta vital indicar que cuando se aborda una
historiografía latinoamericana de las Relaciones Internacionales es ineludible reconocer como
los principales antecedentes a las historiografías nacionales de los estados latinoamericanos

6
“Desde 1851 empezamos a dar a la América española el calificativo de latina”. En TORRE, Caicedo, Mis Ideas
y mis principios, París, 1875 p.151. ARDAO, Arturo, Nuestra América Latina, Ediciones de la Banda Oriental,
Temas Latinoamericanos, Montevideo, 1986, p. 40.
7
NEIRA, Hernán, “Latinoamérica” … op. cit., p. 589.
8
Arturo Andrés Roy señala cómo Eduardo Devés presenta evidencias de “la confrontación ‘europeísmo-
americanismo’ como un movimiento alternado y oscilante históricamente de desdibujamiento de una identidad
como consecuencia de la nivelación que impone constantemente nuestra incorporación a la modernidad” en
DEVÉS, Eduardo, El Pensamiento Latinoamericano en el Siglo XX. Entre la Modernidad y la Identidad. Del Ariel
de Rodó a la CEPAL, Tomo I, Editorial Biblos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Buenos Aires, 2000,
Prólogo, p. 9
9
SALAZAR, Gabriel, “Historia” en SALAS ASTRIAN, Ricardo (Coord.) op. cit., p. 519.
10
ESCANDÓN, Patricia “Cartas, Diarios y Memoriales del periodo colonial como material historiográfico” en Anuario
de Estudios Latinoamericanos, Universidad Autónoma de México, n° 3, México, 2002, p. 204.
11
GAOS, José, “Notas sobre la historiografía” en Historias, Boletín de Información de Investigaciones Históricas,
UNAM, n° 6, mayo-agosto, 1981, p. 23.

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y la Historia de América. Además de las contribuciones que las diversas disciplinas de las
ciencias sociales (la Filosofía, la Antropología, la Sociología, la Política y la Economía) hicieran
valiéndose de los datos históricos y de los métodos de la historia para realizar una mejor
comprensión, análisis, teorización y explicación de las relaciones internacionales de América
Latina12.

1. Nacimiento de la historiografía latinoamericana y su influjo en las relaciones


internacionales de la región
La Historia ha cumplido una importante función en el desarrollo teórico práctico de la
disciplina de las Relaciones Internacionales, en tanto que los textos históricos más relevantes
han dado testimonio de las relaciones de poder entre los pueblos antiguos. La Historia ha
funcionado como lo que Fernando Savater denominó “remedios simbólicos” de las “máquinas
de inmortalidad”13 que son las sociedades. Así, los textos históricos más antiguos conocidos,
las listas o crónicas de reyes, relataban acontecimientos “cuya función era legitimar el poder
y justificar el derecho divino”14 de los reyes.

En la historiografía latinoamericana, no ha sido diferente, esta tiene sus antecedentes


en las narraciones del siglo XVI que relataban la conquista de América, las cuales tenían
un eminente carácter político, pues los autores de dichos relatos no eran historiadores sino
“exploradores, soldados, funcionarios y religiosos”15 europeos. Estas narraciones contaban
con rasgos heterogéneos, fragmentados en tanto no se referían a las Indias Occidentales
en su totalidad, sino que emanaba de cronistas de áreas geográficas específicas, y estaban
impregnadas de un estilo novelístico, pictórico, metafórico, no así de rigurosidad científica. Se
asumía un discurso retórico, descriptivo, muchas veces recogía los relatos orales de proezas
heroicas, prodigios milagrosos que contenían una mezcla de verdad con ficción, en los que
predomina la cosmovisión europea. Estos documentos que conforman la historiografía de las
Indias Occidentales, están compuestos por crónicas, cartas y diarios de navegación, leyes de
indias, entre otras. Sin embargo, existen algunos relatos escritos por mestizos o indígenas16
que describen el punto de vista del otro, del conquistado.

Con los procesos de independencia, durante el siglo XIX, aparecen las historiografías

12
Cabe destacar que ha sido frecuente el uso combinado de disciplinas de las ciencias sociales y de la Historia
por los intelectuales latinoamericanos, para explicar la realidad latinoamericana, así la inserción internacional
y el comportamiento internacional de los estados de la región han sido estudiados desde la Relaciones
Internacionales, la Economía Internacional, la Sociología, la Ciencia Política y la Filosofía recurriendo a la Historia,
sus fuentes y sus métodos, de allí se han generado líneas de pensamiento novedosos y propios de la región
como la Filosofía de la Liberación, las teorías de la dependencia, el pensamiento decolonial, los cuales hacen
sus propias interpretaciones de la historia y del pasado de la región. Por ello Rapoport al referirse a la Historia
de las Relaciones Internaciones afirma: “más que una disciplina es sobre todo un área interdisciplinaria donde
confluyen la diplomacia, la economía, la geografía, la demografía, las ciencias políticas y sociales, el estudio de
las instituciones, el análisis comparado”, en RAPAPORT, Mario, “Una contribución al estudio de la historia de las
relaciones internacionales en América Latina desde el siglo XX”, 2005, p. 92: http://www.mariorapoport.com.ar/
uploadsarchivos/horizontes_latinoamericanos.pdf [Consultado el 15 de noviembre de 2017].
13
SAVATER, Fernando, Política para Amador, Editorial Ariel S. A., Barcelona, 1997, p. 32.
14
GUERRA, Cristina, “Modelos Epistemológicos y metodológicos en el desarrollo de la historia”, p. 2. Disponible en:
http://www.didacticadelahistoria.unlu.edu.ar/sites/www.didacticadelahistoria.unlu.edu.ar/files/site/
M O D E LO S % 2 0 E P I S T E M O L % C 3 % 9 3 G I C O S % 2 0 Y % 2 0 M E TO D O L % C 3 % 9 3 G I C O S % 2 0 E N % 2 0 E L % 2 0
DESARROLLO%20DE%20LA%20HISTORIA.pdf
15
ESCADRÓN, Patricia “Cartas, Diarios… op.cit., p. 205.
16
Por ejemplo el Inca Garcilaso de la Vega.

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independentistas, una historiografía política enmarcada en el realismo político, teoría


tradicional de las relaciones internacionales, y que coinciden con el surgimiento de la llamada
historia científica17. La crónica es desplazada por la investigación basada en la objetividad y
el método, propio de la perspectiva teórica de la Ilustración, es decir, que desde el comienzo
la historia de la región se registró con el sello occidental, el cual se hace evidente en la
periodización que asumen los historiadores: descubrimiento, conquista, colonia, república.
Los procesos de independencia que en lo político significó una ruptura con la metrópolis
colonial, en lo cultural no significó la ruptura con el paradigma epistemológico europeo,
a pesar de que personajes como Andrés Bello, Simón Rodríguez y otros, en su momento
alertaron sobre la necesidad de una independencia cultural. No obstante, las historiografías
nacionales que se fueron configurando en la región durante el s. XIX se mantuvieron dentro
de ese paradigma.
“La historiografía del Siglo XIX asumió la llegada de la modernización
industrial (origen nord-atlántico) de un modo no demasiado diferente a cómo
los independentistas de 1810: no en son de ruptura sino de continuidad. De
esta manera el secularismo y el industrialismo sajones fueron agregados
marginalmente del modelo cultural latino”18.

De tal manera que las nuevas repúblicas se crean sobre la base del sistema colonial, sus
instituciones, sus fronteras, sus historias y sobre la pretensión de alcanzar la consolidación del
estado-nación moderno europeo como modelo universal, dejando atrás las ideas unitarias de
Francisco de Miranda, Bolívar, San Martín, O´Higgins19, de crear un continente confederado,
unificado, con un ideal común que hiciera frente a Europa y a Estados Unidos de Norte
América. Una de las constantes de la historia de la región será ese enfrentamiento de ideas
entre la patria chica y la patriagrande, entre la integración y el separatismo individualista20.

Los historiadores de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX no introdujeron
cambios sustantivos en cuanto a jerarquías de valores, temas y locus epistemológico desde
el cual relataron y se aproximaron a los procesos políticos. La innovación ocurrió en el plano
metodológico con la adopción del positivismo empirista21 e institucional, con la consolidación

17
AROSTEGUI, Julio, La investigación histórica, Teoría y Método, Editorial crítica, Barcelona, 1995.
18
SALAZAR, Gabriel, Pensamiento Político…, op. cit., p. 520.
19
Quienes formaban parte de las sociedades secretas masónicas, tenían un sentimiento antihispánico desde una
perspectiva más mundial, el proyecto de formar un gran país comercializador y relacionarse directamente con
Europa y EEUU, además de estratégicamente tener una mayor correlación de fuerza con estos.
20
La confrontación de posiciones divergentes se originan desde el mismo proceso de independencia, autonomía
o independencia, liberalismo o conservadurismo, centralismo o federalismo “que trajo consigo periodos de
guerras civiles y crisis políticas en muchos países de la región, dando origen a estados débiles y anarquizados
internamente”, justamente lo que trataron de evitar los líderes de la Independencia que idearon la integración
como mecanismo de fortalecer a las naciones nacientes frente a los peligros externos. “Ese era el sentido que
le otorgaba Simón Bolívar a la convocatoria del Congreso de Panamá en 1826: crear una Confederación de
Estados que pudiera hacer frente a todos los peligros que atentaban contra las nuevas naciones. Y aunque la
fragmentación, las desconfianzas y las disputas entre países, además de los problemas internos y las divergencias
sobre el papel de EEUU, no permitieron que se realizara la unión en los términos vislumbrados por Simón Bolívar,
sí logró que se iniciara la configuración del Sistema Interamericano” con la creación de la Unión Panamericana
en 1910, la cual fue sustituida posteriormente, en 1948, por la OEA. VILLARROEL PEÑA, Yetzy, “América Latina y
su papel en la configuración del Derecho Internacional”, Revista Politeia, vol 36, n° 46, IEP, UCV, Caracas, 2011,
ps. 111-114.
21
SALAZAR, Gabriel, Pensamiento Político…, op. cit., p.520. El positivismo latinoamericano no fue homogéneo,
pero en todos anidaba la idea de alcanzar el progreso y la civilización que encarnaban los modelos de EEUU
y Europa, abandonando a barbarie propia de la región y resultado del legado español, la deslatinización de

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universitaria de la disciplina, dejando de lado el romanticismo que predominó a mediados
del siglo XIX y que recrea las gestas heroicas de los padres de la patria, que luego darán
origen a los caudillos como expresión política de la región, sin que con ello dejara de traslucir
la concepción heroica de la historia, ni la mitificación de la nación que la documentaciones
oficiales revelaban.

Esta situación hizo difícil que se produjera una Historia Latinoamericana, desde el
momento de la independencia, sino que se empezara a gestar casi finalizando el s.XIX,
en tanto que lo que predominó fueron las historias nacionales y estas sirvieron de insumo
para dar origen a lo que se llamó Historia de América de América como campo de estudio
universitario. La primera Historia de América la escribió el chileno Diego Barrios Arana en
1865, que aunque fue un paso importante, sólo constituyó una compilación de las historias de
cada estado de la región, sin un análisis profundo de las cuestiones comunes, sin estudiarla
como un objeto de estudio que permitiera una mirada global del conjunto.

Quienes se esforzaron por hacer una línea de investigación sobre la historia de


Latinoamérica, fueron paradójicamente intelectuales estadounidenses y europeos. Los estudios
latinoamericanos y los centros de investigación sobre América Latina en los EEUU se produjeron
entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX, pues, era un objeto de estudio importante
para la geopolítica de este país, para establecer sus estrategias de política exterior sobre la
región y para ejercer de la mejor manera la Doctrina Monroe. La Universidad de Berkeley
contaba en 1922 con la cátedra “La Gran América” de Herbert Bolton, en la cual se hacía el
estudio de la región con una idea unificada del Hemisferio Occidental22, lo cual no indica que
no hubiera iniciativas dentro de la región para estudiar Latinoamérica como un todo, sólo que
estas eran escasas y desconectadas. Por ejemplo, el brasileño Rocha Pombo realizó un avance
al respecto al editar el Compendio de Historia Americana iniciando el siglo XX23.

En Europa se creó en 1874 la Sociedad Americanista, específicamente en Francia,


y los Congresos americanistas para intercambiar interpretaciones sobre el mundo exótico
americano por intelectuales europeos, siendo denominado por Edmundo Heredia como
“imperialismo científico”24.

La mayoría de los registros historiográficos que pueden tomarse como estudios


internacionales de la región están referidos a cuestiones limítrofes originadas a partir de la
independencia, que corresponden a reclamos entre vecinos sobre posesiones territoriales y por
incursiones de potencias extranjeras en los territorios emancipados de España. Dichos registros,
generalmente no son realizados por historiadores sino por diplomáticos, militares o abogados,

América a cambio de su sajonización, siendo la educación, la política y la religión donde mayor énfasis hizo la
acción histórica positivista. Entre los pensadores positivistas latinoamericanos se pueden señalar a Juan Bautista
Alberdi, José María Luis Mora, Domingo Faustino Sarmientos, César Zumeta, Justo Arosemena, Eugenio María
de Hostos, entre otros. ZEA, Leopoldo (Comp.), Pensamiento Positivista Latinoamericano, Biblioteca Ayacucho,
Tomo I y II, n° 71- 72, Caracas, 1980.
22
HANKEL, Lewis, “¿Tienen las Américas una Historia común? Crítica a la teoría de H.E. Bolton”, Anuario, Facultad
de Humanidades y Educación, Tomo I, Caracas, 1964.
23
POMBO, Rocha, Compendio de Historia de Americana, Río de Janeiro, Laenment e Co., 1900.
24
HEREDIA, Edmundo, “Relaciones Internacionales Latinoamericanas: historiografía y teorías” en Estudios
Iberoamericanos, PUCRS, v. XXXIV, n° 1, 2008, p. 13.

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recogidos en la llamada Historia Diplomática y en los estudios geopolíticos y jurídicos25.

No obstante, a mediados del siglo XX se produjeron una serie de circunstancias que


favorecen la concepción de la disciplina internacional y de estudios que explicaran las relaciones
internacionales de la región. La crisis del capitalismo de 192926 y las dos guerras mundiales,
permitieron enfatizar la necesidad de autonomía económica y de crear estudios sobre y desde
la región, a la par que permitió el surgimiento de las ciencias sociales latinoamericanas, la
CEPAL, las carreras de Relaciones Internacionales a partir de 1960 en distintas universidades
de América Latina, así como revistas especializadas, “pero sobre todo la necesidad de crear
teorías autónomas que permitieran reducir y tal vez eliminar los niveles de dependencia
política, económica e intelectual” 27.

Afirma el historiador peruano Fernando Iwasaki que no hubo historiografía nacional


de la región durante los años sesenta, que no concluyera que la independencia sólo fue
una continuación del sistema colonial, mostrando el fracaso de las burguesías nacionales
que instauraron regímenes autoritarios, que convirtieron las economías de sus países en
economías de enclave, productoras de materias primas y que promovieron el exterminio
indígena para favorecer la migración europea. Coincide con la emergencia de los movimientos
revolucionarios que ante este diagnóstico proponían la emergencia de un estado popular28.

Luego de la II Guerra Mundial y ante la exigencia de crear un Nuevo Orden


Internacional (NOI), se produce la época de oro del pensamiento latinoamericano y con ello
una formulación teórica y metodológica de las Relaciones Internacionales de América Latina
que no ha cesado aunque ha tenido sus altas y bajas, las concepciones cepalistas (1950),
la teoría de la dependencia (1960)que se apoyó en el método histórico, la filosofía de la
liberación (1970), y posteriormente el pensamiento decolonial (finales de 1990) 29, siempre
desde el pensamiento crítico. Los teóricos de la dependencia, además del método histórico
estructural, se enfocaron en las relaciones económicas, sociales, políticas e históricas, para
comprender cómo se produce la inserción internacional de la región, las razones del atraso
económico (subdesarrollo), construyendo todo un paradigma interpretativo de la realidad
internacional latinoamericana y del llamado Tercer Mundo.

25
VILLARROEL PEÑA, Yetzy, “América Latina y su …, op. cit., p. 116.
26
Entre 1929 y 1948, la Escuela de los Annales francesa le dedicó buena parte de su producción al análisis de
América Latina, en la cual predominaba directamente la relación economía e historia, la cual influyó primeramente
en países como Brasil y Argentina cuyas ideas se propagarían por el resto del subcontinente. MARTINIÈRE, Guy,
“La Escuela de los «Annales» y las Américas Latinas (1929 -1949)”, Estudios Latinoamericanos, vol. 6, 1980, ps.
133-153.
27
VILLARROEL PEÑA, Yetzy, Vigencia teórica de la perspectiva estructural dependentista latinoamericana de las
Relaciones Internacionales. Tesis Doctoral. Universidad Simón Bolívar, 2011, p. 70.
28
IWASAKI, Fernando, “Del Estado nación al estado de la nación. Una mirada historiográfica”, Conferencia dictada
en Casa América con motivo de la celebración de sus 25 años, 27 de abril de 2017: https://www.youtube.com/
watch?v=_hClanwq1BY [Consultado el 15 de noviembre de 2017]
29
El pensamiento decolonial o la opción decolonial es un pensamiento crítico que surge a partir de la década de
1990 de una articulación de intelectuales y activistas dentro del Proyecto Modernidad-Colonialidad-Decolonialidad
en diálogo con la teoría del sistema mundo de Wallerstain para repensar la historia o las historias de América
Latina (Abya Yala) partiendo desde 1492 hasta nuestros días, repensando conceptos, ideas, temas propios de
la modernidad, la cual de acuerdo con este esquema de pensamiento no existe sin colonialidad con el propósito
de crear una desobediencia epistémica, nuevos paradigmas, nuevas epistemologías que den cuenta de la mejor
manera de nuestra realidad. Entre sus pensadores se cuenta Enrique Dussel, Walter Mignolio, Aníbal Quijano,
Edgardo Lander y muchos otros más. Están enmarcadas entre las llamadas Epistemologías del Sur sobre las que
piensa Boaventura de Sousa Santos, aunque tiene sus diferencias.

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“Las reflexiones desde América Latina, bajo la perspectiva estructuralista y
dependentista, se hicieron tomando en consideración que el nacimiento de
los Estados latinoamericanos, como miembros de la comunidad internacional
moderna, fue ´marginal, incompleto y eclético´ (Tomasini, 1990:284)” 30.

Y se realizó dentro de un sistema internacional jerárquico, con relaciones asimétricas,


en el que América Latina le correspondió ser el productor de materias primas, perteneciente
a una periferia subdesarrollada que gira en torno a un centro desarrollado e industrializado.
Oswaldo Sunkel al referirse al método histórico estructural del que parte Raúl Prebisch, y
posteriormente, los teóricos de la dependencia, sostiene:
“Su formulación no es apriorística, no es sobre la base de decir el
comportamiento humano es maximizador, que es la fórmula que está detrás
de todo el pensamiento económico contemporáneo moderno, sino al revés,
de dónde surge esta configuración histórica que está más allá, cuál es
la diferencia por ejemplo de la forma como se ha desarrollado Europa,
EEUU, América Latina. Esa formación histórica conduce a interpretaciones
completamente diferentes y a realidades completamente diferentes y a
formulaciones de política económica completamente diferente.”31

Una vez creada la disciplina de las Relaciones Internacionales en la región, estudiosos


de la Historia como Edmundo Aníbal Heredia, Mario Rapoport32, Amado Luiz Cervo33, Demetrio
Boersner, entre otros, asumieron la responsabilidad de realizar una interpretación histórica
de las Relaciones Internacionales desde América Latina, confrontando las visiones históricas
nacionales y direccionándolas hacia historias con visiones globales de la región. Así la Historia
de las Relaciones Internacionales latinoamericanas tiene una fuerte deuda con las historias
nacionales, con el Derecho, pero también con el resto de las ciencias sociales como la Filosofía,
la Sociología, la Geografía, la Economía, la Antropología y la Política, que permitieron ampliar
el horizonte epistemológico conceptual, distinguir un objeto de estudio bajo el nombre de
América Latina a lo largo del tiempo como un todo complejo de fenómenos de interrelación
entre naciones y pueblos.

Edmundo Heredia sostiene que para comprender la Historia de las Relaciones


Internacionales de América Latina se debe asignar gran atención a la dimensión espacial de
las Relaciones Internacionales, la cual involucra “la existencia de regiones inter nacionales,
regiones de frontera, regiones culturales, regiones subterráneas, naciones intermediarias”34 y
con ello determinar el papel que juegan las poblaciones en la configuración de estas múltiples
relaciones que las convierten en actores internacionales, lo que “implica abrir hipótesis en los
estudios concretos que reconozcan la existencia de relaciones-inter-regionales superpuestas

30
TOMASSINI, Luciano citado por VILLARROEL PEÑA, Yetzy, Vigencia del Pensamiento…, op. cit., p. 10
31
SUNKEL, Oswaldo, “Raúl Prebish y los desafíos del desarrollo del siglo XXI”, CEPAL, 23 de marzo 2013: https://
www.youtube.com/watch?v=qGrsBqIaoD0
32
RAPOPORT, Mario, “Una contribución al estudio…, op. cit, ps. 91-102: http://www.mariorapoport.com.ar/
uploadsarchivos/horizontes_latinoamericanos.pdf [Consultado el 15 de noviembre de 2017].
33
CERVO, Amado Luiz,  Relações internacionais da América Latina: velhos e novos paradigmas, Saraiva, São
Paulo, 2007.
34
HEREDIA, Edmundo, “Relaciones Internacionales … op. cit., p. 21.

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y recíprocamente incidentales con las relaciones internacionales propiamente dichas”35.


Heredia y muchos otros intelectuales latinoamericanos, advierten que cuando se
tenga una interpretación propia de la realidad latinoamericana se podrán abandonar ideas
acerca de similitudes con el resto del mundo, y esto parte de elaborar teorías y conceptos
inspirados en la propia realidad histórica y en las propias peculiaridades y originalidades
regionales. Además, que al considerar la dimensión espacial y étnica en el desarrollo de las
relaciones internacionales de la región, los planteamientos teóricos deberían dirigirse hacia
las relaciones inter-étnica y relaciones inter-regionales, en tanto que estas categorías pueden
ser desde el punto de vista explicativo, más exactas que el que solo se refiere a las relaciones
entre naciones36.

Igualmente, ha habido corrientes historiográficas que se sustentan en la Sociología, la


llamada historia sociológica, que no solo se centra en las iniciativas políticas o diplomáticas
de quienes toman decisiones, sino que analiza también lo que Renouvain denominó fuerzas
profundas, las de carácter colectiva, impersonales y socioeconómicas37. Allí radica la
originalidad de los análisis en Relaciones Internacionales latinoamericanos, en esa amalgama
perfecta que hace de todas las disciplinas de las ciencias sociales latinoamericanas para
comprender su propia realidad histórica e internacional.

En consonancia con esto, Enrique Dussel, desde su postura decolonial afirma una
visión de la historia no eurocéntrica:
“tengo que reconstruir la historia mundial para empezar a poder ser
latinoamericano y pensar desde mi horizonte [latinoamericano] las cosas
[…] La Historia es el horizonte epistemológico último de las ciencias, aun de
la matemática, porque también hay la historia de la matemática” 38.

De allí la importancia que adquiere el estudio histórico en la actualidad dentro de


las Relaciones Internacionales y demás disciplinas de la región, pues requiere la constante
reflexión crítica ante la avalancha de hechos que propician transformaciones de los sistemas
internos latinoamericanos pero también del sistema internacional, y estos estudios críticos
son los que pueden dar las claves para generar cambios o continuidades que permitan una
inserción internacional justa y con ganancias en términos de avances sociales, políticos y
económicos para la región.

2. Papel de la Historia en la configuración de las identidades de la región y su impacto


en el comportamiento internacional, mediante imaginarios sociales y conciencia
colectiva
A mediados del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, en el continente americano se acentúa la
curiosidad por el conocimiento, por los nuevos descubrimientos, por las novedosas ideas

35
Ibídem.
36
Ibíd.
37
BOERSNER, Demetrio, Relaciones Internacionales de América Latina. Breve Historia, Editorial Nueva Sociedad,
Caracas, 1990 [1era. Ed. 1982].
38
DUSSEL, Enrique, “El giro decolonizador” entrevista, Noruega 18 al 21 de abril de 2012: https://www.youtube.
com/watch?v=mI9F73wlMQE [Consultado el 20 de octubre de 2016].

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provenientes de la Ilustración; las ideas de Rousseau, Voltaire y Montesquieu son la fascinación
del criollo ansioso de saber39. Todas las reflexiones que los pensadores europeos de la época
hicieron sobre sí mismos y el mundo que los rodeaba, se convirtió en el continente americano
en el referente principal para construir la ciencia histórica latinoamericana40.

Surge un gran número de intelectuales que comienzan a tejer el ideal de crear en


América una república autónoma, rectora de su propio destino; comienzan a valorar las
virtudes naturales de la región, los mitos de origen indígena41 y a apreciar la riqueza de la
cultura local, lo que comienza a gestar un americanismo ascendente. Figuras como las de
Francisco de Miranda, Andrés Bello y Simón Rodríguez en Venezuela, Juan Egaña, Javier Eugenio
Espejo en Chile, Antonio Nariño en Colombia, el jesuita Clavijero en México42, destacan como
algunos de esos intelectuales del siglo XVIII que iniciaron la corriente hispanoamericanista,
posteriormente llamada latinoamericanista.

Todos ellos, de alguna u otra forma, legaron sus obras reformadoras para la construcción
y articulación de una conciencia de unidad hispanoamericana. En todos los “documentos
de la primera insurgencia, la palabra América, la ‘unidad y fraternidad de los americanos’
prevalece”43 como un común denominador. Se puede afirmar que de sus obras literarias
emergen las primeras expresiones nacionalistas articuladas como proyecto en América Latina.
Sin embargo, esto no niega la existencia de otros tipos de identidades entre los grupos
humanos existentes en la región, pero pareciera que es a través de estos precursores del
proceso de independencia que se hace por primera vez en América Latina, el esfuerzo de
generar una identidad nacional propia, entendiendo como nación a toda América y también
de allí emerge otra constante la preocupación, tanto teórica como práctica, del continente
en torno a la integración regional y la manera de lograrla o la aceptación de la región como
zona de influencia de los Estados Unidos y sus respectivas consecuencias en términos de

39
Uno de los reproches que hacen los criollos americanos a la metrópoli española es la censura y bloqueo de la
información proveniente de Europa, además del poco esfuerzo que se le atribuía a la formación de la juventud
colonial, dejándolos en el más profundo oscurantismo. Contaban con muy pocas escuelas y universidades y el
principal tema de los textos escolares era de orden religioso. Aunque hay que reconocer que en los dominios
políticos territoriales denominados Virreinatos, la educación fue un poco más esmerada, pero siempre con un
cuidadoso control sobre la información que llegaba a manos de los colonos. Respecto a la educación durante la
época colonial ver RODRÍGUEZ, Simón, “Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de
Caracas y Medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento”, en CHIARAMONTE, José, Pensamiento de
la Ilustración. Economía y Sociedad Iberoamericana en el siglo XVII, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2ª ed., 1992,
ps. 372-397; y SANZ, José Miguel, “Informe sobre educación pública durante la colonia”, en CHIARAMONTE,
Carlos, Pensamiento de la… op. cit., ps.395-397.
40
PICÓN SALAS, Mariano, Dependencia e independencia en la historia hispanoamericana, Ediciones Cruz del Sur,
Caracas, 1952. p. 16. Uno de los autores más leídos durante ese período fue el Ministro de Carlos III de
España, Pedro Rodríguez de Campomanes, quien destacó como promotor de muchas de las reformas del
reinado borbónico en sus colonias. “Criticó con dureza la política comercial de España, su sistema mercantil,
la política aislacionista hacia las colonias americanas (...) España debía fundar un gran centro de estudio para
los americanos, darles en la Península cargos y prebendas, (...) fomentar ‘la amistad y la unión para formar
un solo cuerpo de nación’.” LEAL, Ildefonso, Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela, Academia Nacional
de la Historia, Tomo I, nº 37, Caracas, 1985, p. 270. Es, pues, “el grado de innovación de la cultura católica
española y en alguna medida europea, el que induce y a la vez marca los límites de avances de la mayor parte
del pensamiento criollo preindependentista del siglo XVIII”. CHIARAMONTE, José, Pensamiento de… op. cit., p.
xvii.
41
“Los padres Clavijero, Juan de Velasco, Ignacio Molina, José Manuel Peramas, Gily, entre otros, destacaron una
entusiasta apología del indio y una rehabilitación de la naturaleza y de la inteligencia de los americanos.” LEAL,
Ildefonso, Nuevas Crónicas… op. cit., p. 296. CHIARAMONTE, José, Pensamiento de… op. cit., ps. xv-xvi.
42
PICÓN SALAS, Mariano, Dependencia e independencia… op. cit., ps. 8-63.
43
Ibídem, p. 67.

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soberanía, crecimiento económico e inserción internacional.

No obstante, la formación de ese vínculo en América Latina fue lenta, a pesar de


los esfuerzos que representaron las ideas de los intelectuales de mediados del siglo XVIII
e inicios del siglo XIX, debido a la complejidad de la estructura socio-cultural de la América
colonial44. En el momento histórico al que se hace referencia es difícil determinar el estado de
la cuestión nacional, pues se puede comprender que cada grupo social debía tener algún tipo
de identidad social pero no articuladas en una unidad45.

Aunque en todas las excolonias parecía un común denominador el compartir la idea


de una patria grande que agrupara a todos los americanos, la separatividad en que España
mantuvo a sus provincias coloniales, hizo difícil que ésta prosperara. El resultado final fue
de 18 naciones soberanas en lugar de la gran nación americana. Esa misma condición de
separatividad que había entre las excolonias, existía también a lo interno de cada nación.
Una vez creado el estado se gesta un nacionalismo cultural elitesco que emanaba de un
grupo selecto de intelectuales, no así del grueso de la población del continente. Este grupo
selecto, generalmente vinculado al poder desde la historiografía, contribuyó a la construcción
de imaginarios sociales, representaciones colectivas y a la exaltación del orden triunfante46.

Durante el siglo XIX, las élites nacionales se esforzaron por europeizarse; una especie
de síndrome que Jorge Abelardo Ramos llamó “una anglomanía o francomanía lugareña”47, que
durante el siglo XX se convirtió en americanomanía, haciendo referencia a los Estados Unidos,
lo que demuestra la existencia de un grave problema de identidad que se viene arrastrando
desde la independencia; de tal forma que en muchas ocasiones las élites nacionales se han
comportado “como el orangután que imaginaba Blanco Fombona que al imitar a su amo
mientras se afeitaba, terminó por degollarse con su navaja.”48

44
El sistema social creado por el sistema colonial se caracterizó por su rigidez, “la formación de la nación y el
proyecto de la nación propuesto por las clases ilustradas del siglo de las luces (...) suponía la ampliación de la
libertad, la modernización de la sociedad, la estructura social menos rígida (...) el acercamiento de las clases
a consecuencia de la eliminación de las barreras de castas, la liquidación o debilitamiento de la esclavitud y
(...) los patriotas que dirigían los Estados surgidos de la guerra de independencia dieron sólo un pequeño y
formal paso hacia la integración social dentro del marco de la libertad”. LEPKOWSKI, Tadeusz, “Formación de
nacionalidades en América Latina (1780-1830). Reflexiones generales y algunos casos específicos”, Congreso
Bicentenario de Simón Bolívar, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1983, tomo III, p. 45. En lo cultural
se pasa de una revisión de la cultura por el colonialismo y de la nativa. Una vez alcanzada la independencia la
cultura hispanoamericana se ve permeada por la francesa y la inglesa. SOLER, R. Ideas de la cuestión nacional
latinoamericanas de la emergencia del imperialismo, México, 1980.
45
“Los criollos blancos se sentían americanos y en su opinión tenían dos patrias: la local y la de su nivel superior
(...) ‘de administración colonial’ (...) Los indígenas a su vez seguían considerando a los criollos y los indígenas
descendientes de los conquistadores (...) En general, los criollos y los indígenas no compartían las mismas idea
de patria. Ninguno (...) tenía conciencia de pertenecer a la misma comunidad nacional o por lo menos pre-
nacional(...) el caso de los esclavos negros es parecido”. LEPKOWSKI, Tadeusz, “Formación de nacionalidades…
op. cit., p. 44. Más complejo aún sería el caso de los mestizos y mulatos quienes compartían un poco de cada
uno de los grupos mencionados.
46
ANSALDI, Waldo, “Entre perplejidades y angustias. Vota para pensar las Ciencias Sociales Latinoamericanas”,
2015, p.16. “La Historiografía se institucionalizó rápidamente en las Academias Nacionales de la Historia, casi
siempre paripassu el proceso de construcción del Estado, su enseñanza profesional se estableció mucho más
tarde en las Facultades de Filosofía”. Ibídem.
47
Primer Congreso del Pensamiento Político Latinoamericano, Ediciones del Bicentenario del Natalicio del Libertador
Simón Bolívar/ Congreso de la República de Venezuela, Tomo II, Vol. I, Caracas, 1983, p. 237.
48
Ibídem.

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El estado en Latinoamérica surge en medio del influjo del pensamiento político libe-
ral, copiando la estructura de los estados occidentales, pero bajo la modalidad de estado
oligárquico, para iniciar el proceso de modernización. Una vez constituido el estado surgió
la necesidad de crear la nación, lo que no había sido posible gracias al sistema de castas y
razas auspiciada por la forma de colonización empleada por los españoles en los territorios
latinoamericanos. Para lograr este cometido los líderes políticos recurrieron a la ideología na-
cionalista o idealización del estado, cimentada en la historia política49 y narrativa de la gesta
independentista, en la simbología, los rituales patrios y la exaltación de tradiciones culturales,
como una forma de crear la idea de unidad y homogeneidad cultural en la nación.

Durante el siglo XIX, el nacionalismo se convirtió en el impulso necesario para lograr la


libertad de pueblos sometidos al yugo colonial e imperial, pero pronto los grupos en el poder
logran debilitar el nacionalismo en su esencia democrática al hacer uso de la ideología nacional,
expresada en el proyecto de nación, en función de sus propios intereses. De este modo, el
nacionalismo, tras una democracia formal, censitariamente inclusiva, deja de responder a las
demandas sociales mayoritarias y encubre el esfuerzo libertador que motivaba a las masas.
La libertad que pregona, es la libertad frente a las demás naciones, mas no necesariamente
la libertad individual y política. Este fue el destino del nacionalismo que se produjo en algunos
de los países de América Latina al momento de liberarse del yugo colonial.

Conformar la nación en América Latina no fue un proceso fácil, debido a la manera


tan atípica como éstos emergen al sistema interestatal: 1) Estos países se insertan en el
sistema internacional, por un lado declarando su autonomía y soberanía ante terceros y por
otro con una marcada dependencia económica y política de las potencias de turno (Inglaterra,
Francia y posteriormente EEUU), en la medida en que los estados latinoamericanos nacen
endeudados y empobrecidos a causa de la guerra de independencia; 2) La separación por
castas impuestas por el gobierno colonial se mantiene una vez emancipados, lo que hace
imposible la unidad nacional.50

La falta de unidad nacional permitió que se desarrollara en su seno el fenómeno

49
Siendo que el estado en América Latina precedió a la nación, la historia política cumple una función justificadora
del pasado y legitimadora de presente en términos de poder, lo cual se logra debido a la íntima relación que
existía entre las élites intelectuales y el estado. “Los historiadores en su mayoría pertenecían a la élite y muchos
de ellos integraban el aparato estatal burocrático”. RIVAS, Ricardo, “El origen de la nación y los historiadores
latinoamericanos” en Cuadernos de CISH, vol. 1, n° 1, Universidad de la Plata, 1996, p. 58.
50
Por ejemplo, durante el año 1800 las categorías étnicas que prevalecían en Venezuela eran blancos peninsulares
y canarios, blancos criollos, pardos, negros libres y manumisos, negros esclavos, negros cimarrones, indios
tributarios, indios no tributarios, población indígena marginal. Los pardos a su vez estaban constituidos por
mulatos, zambos, mestizos en general y blancos de orilla. BRITO FIGUEROA, Federico, Historia económica y social
de Venezuela, Ediciones de la UCV, Caracas, 1974, ps. 160-164. Una vez alcanzada la independencia pierden
jurídicamente su condición de casta para pasar a ser ciudadano, pero en el imaginario colectivo difícilmente
se puedan borrar con la guerra y con las leyes lo que tres siglos de dominación instauró. De la misma manera
sucedió en el resto de América Latina, más aún en aquellas regiones como los altiplanos mesoamericanos y
andinos donde la población indígena ya contaba con una alta organización e identidad cultural. “Los indios en
América Latina desde la conquista española han tenido un profundo sentido de la diferencia étnica de los blancos
y los mestizos, especialmente porque esta diferencia era reforzada e institucionalizada por el sistema colonial
consistente en dividir a la población en castas raciales.” HOBSBAWM, Erick, Nacionalismo y Naciones desde
1780, Editorial Crítica, Barcelona, 1991, p. 75. Por tal motivo “resultaba problemático digerir los significados
modernos de la libertad (…) en una sociedad de estructura y estratificación tan heterogénea y étnicamente tan
dispar.” SORIANO DE GARCÍA PELAYO, Graciela, “El sentido de la Historia en dos siglos” en Visiones del siglo XX
venezolano, Caracas, Comisión Presidencial V Centenario de Venezuela/CELARG, 8 al 12 de noviembre 1999, ps.
12-13. CARRERA DAMAS, Germán, Una nación llamada Venezuela, Monte Ávila Editores Latinoamericanos, 5ta.
ed., Caracas, 1997, p. 76.

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caudillista como mecanismo de los líderes regionales para alcanzar el poder, lo cual sumergió a
estos incipientes estados en cruentas y devastadoras guerras intestinas. La dinámica mundial
exigía a todos los estados emprender la senda modernizadora al estilo occidental, para lo que
se requería de cierta estabilidad política que permitiera la inversión extranjera, lo cual sólo se
logrará en el subcontinente americano a través de férreas dictaduras.

Sin embargo, el camino hacia la modernización encontró serios obstáculos en las


estructuras preexistentes en estos estados con un modo de producción atrasado, poco eficiente,
que no permitía el desarrollo industrial deseado, que se caracterizó por ser monoproductor,
principalmente de materias primas. Eran países abiertos al mercado internacional dentro
del esquema de crecimiento hacia fuera y por lo tanto sumamente vulnerables ante las
fluctuaciones del mercado internacional.

Si bien es cierto que la eliminación de España como intermediario en el intercambio


comercial representó para los productores nacionales la obtención de mejores precios por sus
productos y la conformación de un sector exportador nacional, también lo es el impacto que
produjo la importación de productos procedentes de Inglaterra lo que hizo que la industria
artesanal manufacturera legada por la colonia entrara en crisis51. Esta situación generó efectos
políticos decisivos en el desarrollo de los estados latinoamericanos, pues creó las condiciones
para que entraran en conflicto dos fuerzas muy poderosas, por un lado los liberales y por el
otro los conservadores.

La dependencia internacional con la que nacen los estados latinoamericanos es descrita


por Luciano Tomassini:
“En épocas de recesión, los que no habían recibido los beneficios de la bo-
nanza, perdían su trabajo, pasaban hambre y eran mantenidos a raya por
un Estado incipiente, cautivo de esos propietarios, que carecían de adminis-
tración pero podían ejercer represión.
La tolerancia de la población, en buena parte indígena, tenía raíces históricas
y parecía ilimitada. Los grupos adinerados habían acumulado reservas de
generación en generación, que le permitía atravesar los períodos recesivos
con una capacidad de resistencia igualmente ilimitada.”52

Dichos estados se definieron como democráticos y liberales copiando el modelo


europeo, pero bajo un esquema oligárquico por estar el poder concentrado en una élite
producto de la alianza entre terratenientes y burgueses, quienes conservaron las estructuras
políticas y sociales coloniales. La alianza de estos grupos de poder dominante se acompañó
de un sistema jurídico constitucional que los favorecía exclusivamente a ellos, dejando a las
mayorías en completa indefensión y excluidos de los beneficios de la sociedad.

51
Así lo describe Demetrio Boersner quien sostiene que a pesar de que España y su sistema absolutista no
favoreció un desarrollo industrial autónomo en América para finales del siglo XVIII y XIX existía en algunas
colonias diversas manufacturas como la industria textil en México, Perú, Chile, Río de la Plata y Brasil. Así
como manufacturas especializadas en otros rubros como “elaboración de artículos de metal, cuero y madera”.
BOERSNER, Demetrio, Relaciones Internacionales de América Latina. Breve Historia, Editorial Nueva Sociedad,
Caracas, 1990, [1era. Ed. 1982], p. 128. Ver también CARRERA DAMAS, Germán, Una nación… op. cit., p. 82.
52
TOMASSINI, Luciano, “El Proceso de Globalización y América Latina” en Integración Solidaria: Reconstrucción de
los sistemas políticos Latinoamericanos, II, Caracas, USB/IAEAL, 1993, ps. 294-295.

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De acuerdo con esto, los estados latinoamericanos no lograron construir “una sociedad
de individuos conscientes de sí, productores y libres, coherente con un verdadero Estado
liberal”53. Ante la imposibilidad de explicar el fracaso, y por no contar con mecanismos para
minimizar la frustración de la población, a mediados del siglo XIX se recurre al “mito de los
orígenes y de la gesta heroica, mito del héroe y culto de Bolívar (de San Martín para el Río
de la Plata)”54.

La fragmentación interna del estado permitió la consolidación del caudillo, cuya figura
viene a suplir en las regiones la falta de la internalización de una verdadera identidad nacional,
en virtud de que el líder regional representaba la fuerza de cohesión en la región, creando
un lazo filial entre sus seguidores y él. Por ejemplo, en Venezuela los caudillos estuvieron
representados por personajes destacados en el proceso emancipador, por lo que ante las
masas desposeídas, los caudillos se convertían en los herederos genuinos de los ideales de
Bolívar, y como tales, los caudillos estaban llamados a proporcionarles las mejoras sociales
aún no alcanzadas.

Esto no entra en contradicción con el culto a Bolívar como padre de la patria, puesto
que no estando éste físicamente, aún quedaban sus ideales y sus compañeros de lucha que
venían a sustituir al líder ausente, pero cuyo recuerdo anidaba en la memoria colectiva. Aun
cuando en la práctica el caudillo utilizó la fuerza de la movilización popular, en algunos casos
fue solo como un trampolín para acceder al poder y no para favorecer la causa popular55.

La presencia del caudillo en la historia política de América Latina se mantuvo por


mucho tiempo, más aún cuando las reivindicaciones socioeconómicas ofrecidas tardaban en
llegar. Cuando el caudillismo es vencido por la fuerza de un estado centralizado, emerge
nuevamente, durante el siglo XX, en la figura del líder populista.

Mientras los estados latinoamericanos se encontraban dominados por las oligarquías


semifeudales, la hegemonía de Inglaterra las mantuvo bajo una dependencia semicolonial,
vulnerando la supuesta independencia política de los estados, que de esta manera se encon-
traban sujetos a los intereses de las potencias europeas (Inglaterra, Francia, Holanda) que a
finales del siglo XIX e inicios del XX, serían desplazados por los Estados Unidos, que logran
un desarrollo capitalista animados por una política expansionista a expensas de sus vecinos,
especialmente de México, del que extrae en el año 1848 la mitad de lo que fuera su territorio.

Las apetencias territoriales y de dominación de Gran Bretaña, Francia y los Estados


Unidos, se dirigen a impedir cualquier idea de unificación entre los países de América Latina,
mientras favorecían cualquier proyecto que les permitiera la creación de zonas de influencia
para así maximizar los beneficios del desarrollo capitalista. Esta es una de las causas por las
cuales, proyectos de unificación como la creación de la Gran Colombia, Capitanía General de

53
SORIANO DE GARCÍA PELAYO, Graciela, “El sentido… op. cit., p. 15.
54
Ibídem, p.16. También en CARRERA DAMAS, Germán, El Culto a Bolívar (Esbozo para un estudio de la historia
de las ideas en Venezuela), Ediciones de la Biblioteca, U.C.V., Caracas, 1993, p. 41.
55
“El patriotismo podía ser unas veces sincero, sería sincero en medio de la enorme confusión de la postguerra,
otras, interesado y doblemente manipulador.” SORIANO DE GARCÍA PELAYO, Graciela, “El sentido… op. cit., p.
14.

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Guatemala, la confederación entre Perú y Bolivia, entre otros, fueran abortados. Además de
que las oligarquías de muchos estados latinoamericanos se asociaron a los intereses de las
potencias para obstaculizar estos procesos56.

A partir de 1880, Estados Unidos comienza a ejercer un mayor influjo económico y


político sobre América Latina como expresión del llamado Destino Manifiesto, según el cual,
la región se convertiría en territorio tutelado por Estados Unidos, país que asumiría el papel
de protector frente al predominio europeo, de árbitro ante los conflictos interamericanos y de
primer socio comercial en las economías. Por esta razón intenta a través de la I Conferencia
Internacional Americana (2 de octubre de 1889) la creación de una unión aduanera
panamericana57. Desde ese momento la acción intervencionista de los Estados Unidos en
América Latina no dejó de sentirse, siendo su máxima expresión los gobiernos de Teodoro
Roosevelt con su Política del garrote, el de Willian Howard Taft y su Diplomacia del dólar, así
como el de Woodrow Wilson58.

Ente la ineficiencia y la disfuncionalidad del estado liberal oligárquico y las constantes


intervenciones extranjeras, la consolidación de la nación en América Latina encontró serios
obstáculos. La ansiada modernización no fue posible, pero el desarrollo industrial acelerado
del sistema capitalista empujaba a Latinoamérica para que se aventurara a alcanzarlo de
cualquier forma.

Ante la necesidad de implementar la modernización del estado que no se había podido


alcanzar durante finales del siglo XIX y principios del XX, así como de contener el descontento
social, emerge una modalidad de gobiernos en América Latina que se conocen con el nombre
de populistas. Los gobiernos populistas son aquellos que utilizan “fórmulas políticas por las
cuales el pueblo, considerado como conjunto social homogéneo y como depositario exclusivo
de valores positivos, específicos y permanentes, es fuente principal de inspiración y objeto
constante de referencia”59. Esta alusión al pueblo y sus virtudes, se producen dentro de una
ideología nacionalista, aunque en ocasiones mezclada con otras ideologías como fascismo,
socialismo, entre otras.

De acuerdo con lo antes expresado, los movimientos populistas latinoamericanos se


producen a partir de 1930, con Getulio Vargas en Brasil (1930), Gualberto Villarroel en Bolivia

56
Las principales pugnas entre ingleses y norteamericanos se observan en Centroamérica donde se disputan la
primacía de crear un canal interoceánico para controlar el comercio mundial. Por otra parte la alianza entre
Chile, Argentina y Brasil con Gran Bretaña, permite fortalecer la presencia inglesa en el cono sur, su máxima
expresión fueron la Guerra de la Triple Alianza y la segunda Guerra del Pacífico. BOERSNER, Demetrio, Relaciones
Internacionales… op. cit., p. 127.
57
Con esta Conferencia los Estados Unidos se apropia de la idea bolivariana sobre la unión americana adaptándolo
a sus intereses y necesidades.
58
Durante estos tres períodos presidenciales Estados Unidos intervino en el Caribe, interviene en Cuba con la
Enmienda Platt, en el bloqueo que sufre Venezuela en sus Costas durante el gobierno de Cipriano Castro, en
República Dominicana para administrar sus aduanas, presionó a México para que no negociara concesiones con
Japón, en Honduras administrando sus aduanas, control del banco nacional de Haití, control de las aduanas
de Nicaragua y entrega de dos islas del Golfo de Fonseca por 99 años, convirtieron a Haití en protectorado y
establecieron una férrea dictadura estadounidense en República Dominicana. BOERSNER Demetrio, Relaciones
Internacionales… op. cit., ps. 183-202.
59
BOBBIO Norberto, Diccionario de Política, 12ª Edición, Siglo XXI Editores, Tomo II, Madrid, 2000, [1era. Ed. en
Español 1981-1982], p. 1247.

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(1942), Juan Domingo Perón en Argentina (1943), Juan José Arévalo en Guatemala (1944)60
o Jorge Eliécer Gaitán en Colombia. Éste último no logró alcanzar el poder, pues fue asesinado
en 1948, pero la fuerza de movilización que creó fue tan grande que desde ese momento
en Colombia no se logró alcanzar la paz social completamente, a pesar de los numerosos
intentos de acuerdos de paz.

3. La perspectiva histórica y las Política Exteriores de los estados latinoamericanos


En las manifestaciones nacionales de los estados latinoamericanos respecto a sus relaciones
con el exterior, especialmente con los países más fuertes, se pueden apreciar políticas
exteriores ambiguas que se desplazan entre dos extremos, o bien plegadas a las demandas
exógenas, y en ocasiones ansiosos de ser absorbidos por alguna potencia, o bien desplegando
momentos eminentemente antiimperialistas.

Las relaciones entre los países de América Latina se han caracterizado por ser ambiguas
e inconsistentes, en algunas oportunidades inclinadas hacia la formación de bloques regionales
y hacia la cooperación, lo que se evidencia a través de los múltiples tratados suscritos
bilateral o multilateralmente entre sí. Sin embargo, estos intentos se ven desarticulados
cuando alguna nación o grupos de naciones latinoamericanas apoyan medidas o acuerdos que
provienen de Estados Unidos o Europa, y que individualmente les deja beneficios pero rompe
con el bloque de poder, debilitando la región. Un ejemplo de esta situación lo constituyó la
negociación de la deuda durante la década de 1980, cuando cada estado negoció por su parte
en lugar de hacerlo en bloque. También ha sido ambigua la posición de la región durante
las frecuentes intervenciones que realizó los Estados Unidos durante los siglos XIX y XX a
diferentes naciones de América Latina.

Se puede decir que esa ambigüedad es producto de la ausencia de una conciencia de


nación latinoamericana, afianzada y desarrollada sobre la base de los lazos históricos que
les unen. El latinoamericano ha mostrado una persistente búsqueda de su idiosincrasia y lo
que representa lo propio latinoamericano, pero al mismo tiempo ha insistido en parecerse y
adoptar modos de conducta propios de los países más avanzados, en un constante mirarse en
el espejo de Occidente61, de tratar de definirse conforme a los parámetros que Occidente ha
predeterminado y en la cual su imagen se revela distorsionada. Desde el exterior todos son
latinos, pero desde el interior de América Latina solo se percibe nacionalidades excluyentes
encerradas en sus fronteras e incluso rivales.

60
BOERSNER Demetrio, Relaciones Internacionales… op. cit., ps. 234-250.
61
Eduardo Devés describe este proceso como oleadas modernizadoras, en las que los países deciden ponerse
al día con los más avanzados, para ello buscan abrir sus mercados a esos países, superar lo condición de
atraso mediante la actualización científica y tecnológica. Mientras que las oleadas identitarias se evidencian
en necesidad de vivir conforme a su cultura e historia mediantes ritmos autóctonos y autónomos. Este autor
explica que a principio del s. XX, por lo menos las tres primeras décadas, se produce una gran oleada identitaria
en tres vertientes, “una cultural-arielista, otra social indígena-afroamericanista y otra económico-nacionalista”,
se va apagando en los años 1930, apareciendo la oleada modernizadora mediante las ciencias económicas y
sociales a través de conceptos como “desarrollo, industrialización, cambio social, transición y sociedad moderna,
entre otros, y llega a sostenerse durante la segunda mitad del s. XX, paralelamente a un periodo identitario
entre 1965 y 1975, que según este autor va a “radicalizar lo modernizador entre los 70 y los primeros 90 con
el neoliberalismo” y la emergencia del s. XXI de una reacción identitaria “con la reivindicación global de las
culturas.” DEVÉS, Eduardo, El Pensamiento Latinoamericano en el Siglo XX. Entre la Modernidad y la Identidad.
Desde la CEPAL al neoliberalismo (1950-1990), Tomo II, Editorial Biblos/ Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, Buenos Aires, 2003, ps. 14-15.

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Entre los temas privilegiados históricamente en policía exterior está el “decidido interés
por la estrategia de América Latina en las negociaciones Norte Sur sobre el Nuevo Orden
Económico Internacional; así mismo se buscan alternativas para adquirir mayor autonomía
en el sistema internacional y lograr la reestructuración de la economía mundial”62, temas que
son más cercanos a la región, que versan sobre su realidad específica y que responden a sus
necesidades. Mientras que por otro lado, también ha sido recurrente que países que dentro de
la región se sienten en mejores condiciones que se vecinos, intenten acercarse a las potencias
de turno como un modo de subir en el statu internacional y lograr mejores condiciones de
inserción.

Los estudios estructuralistas, en todas sus versiones, ayudaron a poner el acento


en el paradigma que permite entender la realidad internacional, no solo en lo relativo a la
inserción internacional, sino también en las modificaciones que el sistema ha manifestado en
las décadas posteriores a la instauración de la bipolaridad, lo cual permitió evaluar los límites
del paradigma realista dominante, que como afirma Holsti63 es la base de la elaboración y
puesta en práctica de la política exterior de las naciones.

En la búsqueda de una mayor y mejor inserción internacional mediante la participación


efectiva en la toma de decisiones del sistema internacional y de seguir presionando hacia la
construcción de un nuevo orden más justo y equitativo, los científicos sociales latinoamericanos
elaboraron a través de las categorías de autonomía y dependencia, una propuesta para la
formulación de la política exterior de los estados periféricos. Este enfoque vendría a ser un
derivado de todo el trabajo académico elaborado por la CEPAL64 y el ISEB, así como de la
versión dependentista del estructuralismo latinoamericano en el cual se consideraban algunos
puntos de preocupación de estas escuelas de pensamiento como “la dependencia del estado,
su carencia de soberanía, el papel de las élites y el potencial de la región”65.

Con el despegue de las ciencias sociales latinoamericanas durante la segunda mitad del
siglo XX, se produjeron valiosos esfuerzos por dotar de cuerpo teórico a los entes decisores
latinoamericanos de política internacional. Inicialmente, estos esfuerzos se hicieron desde

62
PERINA, Rubén, “Estudios de las Relaciones Internacionales en Universidades de América Latina y el Caribe”, en
Integración de Latinoamericana, nº 81, año 8, 1983, p.39.
63
HOLSTI, Kalevi Jaakko, The Dividing Discipline: Hegemony and Diversity in International Theory, Houghton
Mifflin, Boston, 1985.
TICKNER, Arlene, “Latin American IR and the Primacy of lo práctico” en International Studies Review, vol. 10,
Issue 4, diciembre, 2008, p. 739.
64
El pensamiento estructuralista de la CEPAL proponía, entre otras cosas, recurrir a la integración como mecanismo
para alcanzar el desarrollo industrial bajo el esquema de sustitución de importaciones y protección de la industria
nacional entre 1960 y 1970, obteniendo diversos resultados y mecanismos de integración. Entre 1980 y 1990,
ante el fracaso de las políticas de ajuste y estabilización macroeconómica, se produce el neoestructuralismo
cepalista, como una crítica sobre las estrategias seguidas frente a la crisis del desarrollo y de la deuda, en este
marco se proponía la apertura externa sobre la base del denominado regionalismo abierto, que era una suerte
de programa de apertura que intentaba conciliar los procesos de liberalización aplicadas por los países de la
región hacia el comercio internacional y en un marco de globalización, con el fin de aumentar la competitividad
de los países de la región. Esto fue favorecido por las dinámicas de concertación acumulada en la década de 1980
por el Grupo Contadora y el Grupo de Río que permitieron una nueva idea de integración que sin dejar de lado
su función económica, asumió evaluaciones de tipo socio-políticas como la concertación de política exteriores,
cooperación ambiental, seguridad regional, circulación de personas, entre otras. Pero, además permitió generar
una historiografía latinoamericana alrededor del tema de consenso. VILLARROEL PEÑA, Yetzy, Vigencia teórica
de la perspectiva estructural dependentista …, op.cit., ps. 64-65.
65

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la visión economicista para después llegar a posiciones más geoestratégicas y geopolíticas
centradas básicamente en el análisis de política exterior, no así en política internacional
propiamente.

Por otro lado, es importante no perder de vista que cuando los países de América
Latina nacen como estados independientes su política exterior es muy incipiente y desde el
período en que se convoca el Congreso de Panamá y la segunda postguerra (1826-1945) su
fundamento es esencialmente ético-legalista, basado en la historia diplomática y los enfoques
geopolíticos diseñados por juristas-diplomáticos. Es una política exterior defensiva que se
escuda en la normativa ética del Derecho Internacional para resguardar sus fronteras de
anexiones y garantizar la supervivencia del estado. Reforzada, esta postura, por los efectos
que producen la vecindad geográfica y el peso histórico de sus relaciones con los EEUU.

Pasada esa primera etapa del desarrollo de las Relaciones Internacionales de la


región, luego de la segunda postguerra (1945), con las teorías desarrollistas de la CEPAL
y los dependentistas (1960-1970), emerge el estructuralismo latinoamericano que enfatiza
la dinámica económica del sistema internacional, en la que, se puede afirmar, se empieza a
teorizar de forma crítica sobre la política y la economía internacional. Es la primera vez que
un grupo de países con escasas capacidades de poder cuestionan el statu quo, desde el punto
de vista teórico y práctico, mostrando al mundo una visión de las relaciones entre estados,
primordialmente, hasta entonces desconocida, en la que se señalan temas diferentes a los que
ocupan la atención de las grandes potencias y en la que se proponen la búsqueda de métodos
alternativos que no sólo modifiquen la estructura interna de los estados, sino también la
estructura internacional y su dinámica intrínseca.

Una vez desplazado el pensamiento estructuralista por el pensamiento neoliberal


(1980) la región optó por reconsiderar los estudios sobre política exterior sobre la base
de una hibridación66 entre las teorías anglosajonas y la teoría estructuralista-dependentista
autóctona, utilizando las categorías de dependencia y autonomía como base del desarrollo
de las propuestas teóricas. En este período se asume un análisis desde dos niveles, por un
lado, analiza la política internacional y por el otro, formula un modelo de política exterior.
Entre los modelos de análisis de política exterior se pueden señalar los de Helio Jaguaribe y
su propuesta de autonomía periférica y hegemonía céntrica; Juan Carlos Puig y la autonomía
heterodoxa; Lorenzo Meyer y la soberanía relativa; Gerhard Drekonja y la autonomía de bajo
y alto perfil; Roberto Russel y Juan Gabriel Tokatlián con la autonomía relacional (ver Anexo
Cuadro resumen).

De acuerdo con esto, Roberto Russel y Juan Gabriel Tokatlián67 afirman que las

66
Esta hibridación respondía a la necesidad de revertir la constante de épocas anteriores en las que América Latina
careció de una política exterior articulada y coherente frente a las distintas crisis interamericanas. También
respondía a la recurrencia por parte de los analistas extranjeros de calificar las políticas exteriores de la región
como pasivas. Sin embargo, como apunta Gerald Drekonja, los países de la región “aprendieron, acumularon
experiencias, desarrollaron sus propios conceptos de política exterior y (…) [entraron] en algunos casos, con
decisión y audacia, a la escena internacional” DREKONJA Gerhard, TOKATLIAN, Juan Gabriel. (Eds.), Teoría y
práctica de la política exterior latinoamericana, Cerec, CEI, Uniandes, Bogotá 1983, p. 3, citado por VILLARROEL
PEÑA, Yetzy, “Modelos de política exterior desde la perspectiva estructuralista latinoamericana en relaciones
internacionales”, en Revista Politeia, IEP, UCV vol. 39, n° 56, Caracas, septiembre, 2016, p. 5.
67
Estudios recientes de Juan Gabriel Tokatlian y Roberto Russel arrojan que se pudiera pensar en la presencia

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diferentes versiones de autonomía derivaron en cuatro opciones estratégicas: 1) equilibrio


blando que recurría a las instituciones internacionales, a instrumentos legales, despliegue
diplomático y la denuncia, 2) diversificación de lazos externos, 3) el repliegue que consistía
en resistencias a asumir compromisos y 4) la unidad colectiva que implicaba aumentar la
integración, cooperación y la concertación. Mientras que la dependencia, a la cual denominan,
aquiescencia, resulta de la condición de subordinación de la región en el sistema internacional
y la pertenencia al área de influencia de Estados Unidos que se consiente implícita o
explícitamente68.

Es importante señalar que la región latinoamericana está compuesta por 21 estados


que dentro de sus grandes coincidencias mantienen sus especificidades nacionales y socio-
políticas, así como de sus propios ritmos internos. En muchos casos las etapas arriba
mencionadas pueden aparecer superpuestas, es decir, que el avance de una nueva etapa no
significa la desaparición de la anterior.

Otro elemento fundamental de destacar es que a la par que surgen estas propuestas
estructuralistas de política exterior, un sustancioso grupo de intelectuales latinoamericanos se
inclinan hacia la utilización de la teoría de la interdependencia surgida en el norte anglosajón
y se desprecian las propuestas autóctonas, y un amplio grupo se inclina hacia la utilización de
la teoría tradicional realista, como por ejemplo Carlos Escudé y su famoso realismo periférico.

Luis Dallanegra Pedraza69 considera que el enfoque que predomina principalmente en


la región es la perspectiva política de poder que deriva del realismo político de Morgenthau
y Raymond en versión geopolítica y estratégica. Dicho enfoque se basa en la elaboración de
hipótesis de conflicto en las que se consideran variables tangibles, como la extensión territorial,
número de habitantes, recursos naturales, producción industrial, recursos militares, entre
otros, y variables intangibles como el nivel educativo, desarrollo científico, sistema político.
Se busca un equilibrio de poder regional desde una visión geopolítica en la que la hipótesis de
trabajo plantea la idea de un enemigo externo, generalmente un vecino fronterizo con el que
existe alguna disputa territorial o desarrolla una carrera armamentista peligrosa. Además,
al enfatizar el realismo el interés nacional y hacerlo en términos de poder para garantizar
la seguridad o supervivencia del estado, la política exterior se orienta a buscar ese poder y
por eso el uso de visiones de índole geopolítica y estratégica, poco modernas y propias de la
antigua tradición de la disciplina.

El resultado del uso de esta perspectiva ha contribuido con la fragmentación distintiva

de una gran estrategia de América Latina si esta se concibe “como un principio orientador de la acción externa
de países la región que permanece constante a pesar de los cambios en el ‘entorno estratégico’ tanto en el
plano global como regional” y la región ha contado con dos grandes estrategias en torno a la formulación de
sus políticas exteriores por más de cien años, una a la que denominan lógica de autonomía y otra como lógica
de aquiescencia. Ambas lógicas han estado presentes en las políticas exteriores de los países de la región e
incluso un mismo país ha podido regirse por ambas en distintos momentos de su historia, pero la que ha contado
practicada con mayor frecuencia ha sido la de autonomía, “cobra vida a finales del s. XIX, se fortalece en los años
de disputa Este-Oeste, pierde importancia relativa en los 90 y resurge con nuevos y viejos contenidos a partir de
inicios del s. XXI”. RUSSELL, Roberto y TOKATLIAN, Juan Gabriel, “América Latina y su gran estrategia: entre la
aquiescencia y la autonomía”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n° 104, Diciembre, 2013, p. 161.
68
Ibídem.
69
DALLANEGRA PEDRAZA, Luis, Evolución del Debate Técnico-Epistemológico sobre las Relaciones Internacionales,
Buenos Aires, 1997.

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de la región desde el siglo XIX, porque hace ver al vecino como enemigo, o en el mejor
de los casos, como un peligroso competidor al que hay que restarle poder. Paralelamente,
esta perspectiva está acompañada de una concepción jurídica-ética, cosmovisión de lo
internacional, que privilegia el Derecho Internacional como código de conducta internacional
que se observa en los discursos de los gobiernos y sus respectivas cancillerías, lo que genera
una contradicción entre lo que se pregona y lo que se practica. Mientras se exige el cumplimiento
del Derecho Internacional se desarrollan concepciones basadas en la perspectiva estratégica
de las hipótesis de conflicto.

En guisa de conclusiones
La historiografía latinoamericana de las relaciones internacionales se caracteriza por mantener
en el tiempo factores constantes y por enfrentar situaciones análogas desde el momento en
que América Latina entra en contacto con el mundo occidental hasta la actualidad.

Desde el punto de vista ontológico y epistemológico la región se ha debatido entre


elaborar un pensamiento propio conforme a su realidad y filosofía específica y pensar conforme
a los recursos filosóficos y científicos propios del pensamiento occidental, reproducido
generalmente por intelectuales pertenecientes a grupos elitescos vinculados a los círculos de
poder, socializados y educados en Europa y los Estados Unidos. Mientras que la formulación
de un pensamiento propio original se ha distinguido por ser disidente, crítico, con gran acento
social y por mantener una perspectiva interdisciplinaria para explicar los procesos históricos y
para producir los cambios deseados en la sociedad, la opción occidentalista se ha caracterizado
por justificar y reproducir el statu quo.

Desde el punto de vista conceptual e identitario ha convivido dentro de la historiografía


latinoamericana la idea de la excepcionalidad nacional, de la particularidad nacional y su
visión excluyente del otro, el vecino, con el vínculo de pertenencia a América Latina, lo cual
ha generado avances y retrocesos en cuanto a los procesos de integración y unificación
regional, ante la incompatibilidad de ambas visiones. En ese sentido la historiografía que se
ha privilegiado ha sido la nacional, la cual contribuye a reproducir la idea de excepcionalidad
nacional y sus problemáticas, mientras se ha dejado de lado los temas comunes a todos los
países de la región. Esto a su vez ha alimentado ambiciones y rivalidades entre vecinos.

Paradójicamente, es fuera de la región en dónde proliferan las primeras investigaciones


en las que el objeto de estudio es América Latina de forma global. Aunque posteriormente,
con el avance de las ciencias sociales latinoamericanas, grupos importantes de intelectuales
latinoamericanos se constituyeron en torno a grupos de investigación cada vez más
importantes y sólidos como Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Social (FLACSO), entre muchos otros.


Desde el punto de vista práctico la región siempre ha estado subordinada a una
potencia dominante, sea colonial o neocolonial, que establece las reglas de comportamiento
internacional y hace pagar caro las insubordinaciones, que además cuenta con el apoyo interno
de grupos tradicionalmente dominantes y con otros estados de la región. En contrapartida este
comportamiento internacional ha generado voces disidentes, autonomistas que reivindican
valores diferentes a los hegemónicos occidentales y que a su vez cuentan con el apoyo de

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sectores populares y puede incluso contar con anuencia de otros estados de la región. En
síntesis esta situación revela una recurrente dependencia de diversas índoles de Latinoamérica
de la potencia de turno.

De igual manera ha sido recurrente que estos grupos disidentes al ser acorralados o
aislados por acciones de la potencia dominante, acuden a buscar la ayuda de otras potencias
adversarias o buscan constituir bloques con países que sean afectos a la idea de modificar
el statu quo, basándose en concepciones de unidad, solidaridad, cooperación, entre otras.
Es interesante, igualmente, constatar que generalmente cuando se han producido voces
disidentes, estas emergen estratégicamente favorecidas por la coyuntura internacional
y nacional. Por ejemplo, una crisis de la metrópolis, crisis del capitalismo, una guerra
internacional (I y II Guerra Mundial) junto con condiciones internas que permitan el ascenso
al poder de actores no tradicionales o de ascendencia popular. No obstante, una vez que se
produce el equilibrio internacional es recurrente que los avances alcanzados en términos de
autonomía sean revertidos.

El siglo XXI con su avalancha de hechos que sobrepasan las teorías y las capacidades
para entender los cambios que los mismos producen, hace cada vez más imprescindible el uso,
la reflexión y la revisión de la historia para entender el presente y las nuevas situaciones, lo
cual permita entender dónde nos ubicamos como región y qué acciones pueden ser las mejores
opciones de los países de la región en términos de autonomía, sociales, políticos, económicos,
ecológicos, humanos. Pero a su vez, también es necesario dirigir la reflexión hacia cómo se
ha utilizado la historiografía y cuál es el uso que se debe dar en el presente, preguntándonos
¿realmente hemos entendido la historia de manera correcta? ¿Hay posibilidades de nuevas
formas de pensar la historia? ¿Está permitido pensar en términos diferentes la historia? y
si no lo está ¿qué hacer desde los espacios académicos para lograr que sea posible? Hoy
más que nunca la región requiere de estudiosos de la historia latinoamericana en relaciones
internacionales, porque muchos de los dilemas que ocuparon a los fundadores de la región
siguen vigentes, no resueltos, o no resueltos del todo, porque por ejemplo, el tema de cómo
alcanzar una mejor inserción internacional sigue siendo un asunto importante por resolver,
y aunque se han hecho aportes valiosos desde el punto de vista teórico, e incluso práctico,
estos no han sido suficientes y requieren de una permanente revisión y reflexión crítica.

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Latinoamericana en Relaciones Internacionales” en Revista Politeia, IEP, UCV vol. 39, n° 56,
Caracas, septiembre, 2016.
ZEA, Leopoldo (Comp.), Pensamiento Positivista Latinoamericano, Biblioteca Ayacucho, Tomo I y II, n°
71-72, Caracas, 1980.

166
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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018 A

Resemantización de la variable Autonomía en los estudios latinoamericanos

Corriente de
Época Significado de Autonomía Propuesta
pensamiento/Autores
Siglo XIX Movimiento Político Emancipación o Conformación de Estados
y XX Próceres de la independencia política. nacionales, Nacionalismos
1810-1830 Independencia Cualidad jurídica de los Políticos. Muerte del
Latinoamericana Estados para actuar Regionalismo.
libremente.
Siglo XIX Movimiento Emancipación cultural La emancipación está
y XX culturalista (de la mente) o segunda incompleta, queda
Andrés Bello, Manuel independencia. Cualidad de pendiente la emancipación
1830- Ugarte, Esteban la población de un Estado de económica, social y cultural
1920 Echeverría, Juan Bautista vivir conforme a su cultura como complemento. Debate
Alberdi, José Ingenieros, y produciendo sus propias entre cosmopolitismo y
Eugenio María de Hostos. teorías y categorías de nacionalismo, así como
análisis. propuestas teóricas en las
que se articula la lucha
contra el Imperialismo.
Nacionalismo Cultural y
Soberanía estatal.
Siglo XX Estructuralismo: Críticos Emancipación económica Alcanzar el desarrollo
de la modernización entendida como económico por medio de
1930-1970 económica. autosuficiencia económica. la industrialización y la
José Carlos Mariátegui, integración latinoamericana.
Gilberto Freire, Raúl
Prebisch.
Estructuralismo: Sólo el centro es autónomo, Disolver las causas
Dependentistas Dos la periferia es dependiente estructurales del
Santos, Quijano, Sunkel, con sectores internos subdesarrollo. Los más
Cardoso, Furtado, subordinados. radicales proponían la
Falletto, Marini, Gunder ruptura radical con el
Frank. capitalismo para adoptar
una forma alternativa de
desarrollo.
Siglo XX y Post-estructuralismo: La autonomía como objetivo Formulación de Políticas
XXI Análisis de Política de Política Exterior. exteriores más dinámicas
Exterior y activas que busquen
1980-2000 alcanzar mayores niveles de
autonomía.
Fuente: Elaboración propia basado en la lectura de varias fuentes

167
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Resemantización de la variable Autonomía en Política Exterior

Corriente de
Época Significado de Autonomía Propuesta
pensamiento/Autores
Guerra Helio Jaguaribe: Objetivo de Política Exterior. Política exterior activa y de
Fría Autonomía Periférica y Es cualidad o capacidad para alto perfil.
Hegemonía Céntrica “disponer de medios para Se debe plantear una
1970 imponer severas penalidades, optimización de los
materiales y morales, a un principales intereses del
eventual agresor”. (1982; Estado, considerando la
19) viabilidad de acción que
permiten sus recursos
internos y la permisibilidad
del sistema internacional
que lo haga favorable.
Guerra Juan Carlos Puig: También tiene un contenido Aumentar de manera
Fría Autonomía Heterodoxa político en el que la progresiva las condiciones
autonomía es una capacidad de viabilidad nacional,
1980 del Estado y un objetivo aceptando la existencia
de Política Exterior. Es de un poder hegemónico
“la máxima capacidad de pero se disiente con éste
decisión propia que se puede y se deslinda el interés
tener, teniendo en cuenta los nacional del Estado del de
condicionamiento objetivos la potencia hegemónica.
del mundo real”(1980; 149) Tras la superación de un
estadio de dependencia se
gana autonomía sin generar
condiciones extremas de
sumisión o de ruptura con
la potencia a través del
desarrollo de estrategias de
autonomía.
Fuente: Elaboración propia basado en la lectura de varias fuentes

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Resemantización de la variable Autonomía en Política Exterior

Corriente de Significado de
Época Propuesta
pensamiento/Autores Autonomía
Guerra Fría Lorenzo Meyer: La política exterior de Muestra las etapas de la
1985 soberanía México debe considerar naturaleza de las relaciones
dependiente o dos aspectos que exteriores de México y
Postguerra soberanía relativa siempre han influido Estados Unidos: 1) Siglo
Fría directamente en su XIX, desde la independencia,
actuación internacional, de expansión territorial. 2)
2008 1) la cercanía geográfico- Siglo XX, de dominación
fronteriza con Estados económica. 3) Entre 1910 y
Unidos, 2) el peso la II GM, como un momento
histórico de la relaciones de acuerdo y callejones sin
entre ambos países. salida. 4) Después de la
Ambas variables, II GM, de coincidencias de
a su vez, estarían intereses, alianza formal
determinadas a lo largo contra las potencias del eje.
del tiempo “por el hecho 5) Después de 1946, de
de la desigualdad inicial distanciamiento de Estados
y creciente en el poderío Unidos y prudencia de
de los dos países” (Meyer, México. 6) Entre 1964-1970,
1985) la mirada de México gira
México más que nunca hacia Centroamérica para
aparece como un satélite competir con Estados Unidos
de Estados Unidos, de manera modesta. 7) Entre
lo que condiciona la 1973-1982, de marcada
soberanía e independencia dependencia externa, se
nacional mexicana, acerca al Tercer Mundo,
“una independencia aunque la crisis energética
trabajosamente negociada le dio a México nuevas
con nuestro vecino del capacidades de poder (p.
Norte”. 139). En la década de los
noventa del siglo XX, de la
crisis de la deuda al Tratado
de Libre Comercio se redujo
considerablemente el espacio
de maniobra internacional
(Meyer, 2008).

Fuente: Elaboración propia basado en la lectura de varias fuentes

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Resemantización de la variable Autonomía en Política Exterior

Corriente de Significado de
Época Propuesta
pensamiento/Autores Autonomía
Guerra Fría Gerhard Drekonja: Elabora una tipología Avizora solo tres tipos
1983 autonomía de alto y de política exterior de posibles de comportamientos
bajo perfil la cual se desprenden que a su vez generan tres
tres (3) posibles tipos tipos de autonomías y tres
de autonomía, la cual tipos de reacciones por parte
está relacionada con de la potencia hegemónica
la manera como los estadounidense: 1) Una
países de la región se política exterior clientelista,
comportan con respecto en la que el Estado se
a los intereses de comporta con lealtad
EE.UU. y no con los hacia el centro de poder
contenidos de la política hegemónico, bien sea por
exterior. Esta tipología se pragmatismo o discapacidad
propone para un sistema para evitar asumir riesgos
internacional bipolar y y costos; mientras que
sus respectivas reglas de recibe recompensa de la
funcionamiento, que para potencia central a su vez
el autor, venía a ser un obtiene una autonomía de
retroceso en los logros alto perfil. 2) Una política
alcanzados por América exterior semiautónoma,
Latina en su relación en la que el actor estatal
con EEUU dentro del aprovecha las oportunidades
sistema interamericano, y las coyunturas favorables
porque en tiempos de que les brinda el sistema
bipolaridad “perdió su internacional. Este tipo de
relación especial con política exterior parte del
Estados Unidos y se conocimiento que se tiene de
rebajó a constituir uno los niveles de tolerancia del
de los eslabones de poder central, lo que genera
la cadena de pactos una autonomía de bajo perfil
(…) [por lo que la] mediante políticas o acciones
autonomía en la política reformistas (autonomía
exterior aparece como periférica). 3) Política
un triunfo potencial de la exterior de desacople, que
contraparte y, por ende, se produce por acciones de
como una sublevación”. rebeldía y ruptura con los
intereses del poder central,
la cual va a generar una
reacción directa o indirecta
de la potencia hegemónica
para castigar al infractor; a
su vez se obtendría también
una autonomía de alto perfil
(autonomía secesionista).
La búsqueda de autonomía
debe ser “a pasos pequeños
y bien meditados,
aprovechando la coyuntura
histórica” (1983).

Fuente: Elaboración propia basado en la lectura de varias fuentes

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Resemantización de la variable Autonomía en Política Exterior

Corriente de Significado de
Época Propuesta
pensamiento/Autores Autonomía
Postguerra Carlos Escudé: Todo Estado por el hecho La Política Exterior debe
Fría Realismo Periférico de ser Estado goza de orientarse hacia acciones
autonomía, pero ésta que eviten confrontaciones
1990 cuando se utiliza de que desafíen a la potencia
forma desmedida puede hegemónica. El objetivo
ser auto-destructiva. La fundamental de ésta no
política exterior debe es buscar autonomía, sino
considerar “un riguroso buscar bienestar el de la
cálculo de costos y gente, el comercio, las
beneficios materiales, finanzas.
sino también en función
de los riesgos de costos
eventuales” (1991; 396).
La autonomía es un
riesgo, no un objetivo de
política exterior.
Siglo XXI Juan Gabriel Tokatlian La autonomía es “la El ejercicio de la autonomía
y Roberto Russell: capacidad del país de relacional está diseñado
Postguerra Autonomía Relacional tomar decisiones con para América del Sur, la
Fría otros por voluntad propia misma no se evaluaría en
y para hacer frente función de su oposición
2000 en forma conjunta a hacia los Estados Unidos,
situaciones y procesos sino a la capacidad
ocurridos dentro y fuera propia de establecer y
de sus fronteras”(2002; ejecutar políticas que más
176) contribuyan al interés
nacional. Se procura
mediante una estrategia
de regionalización o
internacionalización.
Favorecer el compromiso,
la negociación, fuerte
participación e influjo de
las sociedades nacionales.
Profundizar vínculos
comerciales, financieros y de
inversión.

Fuente: Elaboración propia basado en la lectura de varias fuentes

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

El estudio de las Relaciones Internacionales:


Objeto, método, perspectivas
*Jean-Baptiste
DUROSELLE (1917-
Jean-Baptiste Duroselle* 1994), historiador,
Doctor en Letras
(1949), profesor en
las Universidades de
Sarrebrück y Lille

E
(1950-1958), en el
l creciente interés de muchos científicos sociales durante los últimos años en Instituto de Estudios
torno al estudio de las relaciones internacionales es un hecho que merece Políticos de París
(1946-1983) y en
nuestra atención. En julio de 1950, Percy E. Corbett protestó en un artículo la Sorbona (desde
muy aclamado1 contra la tendencia de las universidades a negar al estudio de las 1970). Miembro de la
Academia de Ciencias
Relaciones Internacionales un lugar autónomo dentro de las disciplinas estables, y
Morales y Políticas
colocarlo en los departamentos de Historia o Economía Política. A éstos podríamos (desde 1975).
añadir el departamento de Derecho, en el cual se enseña Derecho Internacional.
Este artículo ha sido
William T. R. Fox, director adjunto del Instituto de Estudios Internacionales de traducido con el
la Universidad de Yale, ha demostrado amablemente2 que entre las dos guerras permiso de la editorial
Revue française de
mundiales, los investigadores de Relaciones Internacionales se concentraron casi science politique,
exclusivamente en el análisis de cuatro dominios bien delimitados donde la docu- Presses de Sciences
Po (http://www.cairn.
mentación era particularmente abundante: Derecho Internacional, organizaciones
info/revue-francaise-
internacionales, relaciones comerciales y financieras e historia diplomática. “Oc- de-science-politique.
asionalmente se hacía referencia a la importante contribución que los psicólogos, htm). Publicado
originalmente como
antropólogos y sociólogos podían hacer al estudio de las Relaciones Internaciona- DUROSELLE Jean-
les, pero rara vez se examinaba la naturaleza de esta contribución”. Se hicieron Baptiste. “L’étude
des relations
esfuerzos, agrega el autor, por descubrir un mundo ideal, caracterizado por la paz internationales:
permanente e universal; y no se describía el mundo real sino en referencia a este objet, méthode,
perspectives” en
mundo ideal. En los últimos años, ha habido un progreso rápido en este sentido.
Revue française de
Frederick S. Dunn, en su artículo destinado a dar seguimiento al de Flox, “The science politique,
Present Course of International Relations Research”3, muestra muy bien que “los 2º año, n°4, 1952,
pp. 676-701,
investigadores han desviado su atención del análisis descriptivo de las estructuras DOI: 10.3406/
gubernamentales formales y lo han dirigido hacia una observación más cercana rfsp.1952.392166,
http://www.persee.
de los procesos políticos”. Esta tendencia es particularmente fuerte en los Estados fr/doc/rfsp_0035-
Unidos, donde numerosas universidades e instituciones han abordado esta tarea, 2950_1952_
num_2_4_392166
como Yale, Harvard, la Biblioteca Hoover en la Universidad de Stanford, la Uni-
[Consultado el 22 de
versidad de Washington, el Instituto de Estudios Avanzados en Princeton, la Insti- enero de 2018]. ©
tución Brookings, la Universidad de Michigan4 y la de Chicago, así como el esfuerzo 1952, Presses de la
Fondation Nationale
de otras que han creado grupos de investigación de Relaciones Internacionales. des Sciences Politiques
A veces hay un “Comité de Relaciones Internacionales” en un “Departamento de
Traducción:
Diego Sebastián
CRESCENTINO.
1
CORBETT, Percy E., “Objectivity in the Study of International Relations” en World Affairs, vol. 4, nº
3, 1950, pp. 257-263.
2
FOX, William T. R., “Interwar International Relations Research: The American Experience” en World DOI:
Politics, vol. 2, nº 1, 1949, p. 77. http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
3
Ibídem, pp. 80-95.
nesinternaciona-
4
Véase el programa de este en PASVOLSKY, Léo, “The Brookings Institution Program of International les2018.37.007
Studies” en World Politics, Vol. 2, nº 2, 1950, pp. 295-303.

173
Licencia
© 1952, CC-NC-ND
Presses de la Fondation Nationale des 173-191
Sciences Politiques
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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

Ciencias Políticas” dedicado a su estudio. Yo mismo participé, durante cuatro meses, en el


“Comité de Relaciones Internacionales” de la Universidad de Notre Dame (Indiana) que, bajo
el impulso del profesor Waldemar Gurian5, es uno de los más valiosos de esta Universidad.
En Gran Bretaña, la London School of Economics, entre otras, ha creado cátedras sobre Rel-
aciones Internacionales. En Francia, el Instituto de Estudios Políticos de París tiene, después
de algunos años, una sección especial de Relaciones Internacionales6. Alemania parece estar
mucho menos avanzada en esta dirección, pero hay indicios de que se están produciendo
avances7.

Existe, por lo tanto, una tendencia muy general a abordar el estudio de las Relaciones
Internacionales como una disciplina autónoma. Esto se explica por la conciencia cada vez más
clara que tienen los investigadores de la existencia de un conjunto de fenómenos específicos,
que merecen ser objeto de un estudio particular. Este conjunto de fenómenos es bastante
fácil de categorizar. Todo lo que se refiere a las relaciones de un estado con otro estado, o
de varios estados entre sí en el plano político, económico, social, demográfico, cultural o
psicológico, puede ser situado allí; y aún más general, todo aquello que aborde las relaciones
entre diferentes grupos a ambos lados de las fronteras nacionales puede ser contemplado
a partir de esta disciplina. Si de lo que se trata es de las relaciones entre estados, podemos
llamarle “política exterior”. En cambio, si de lo que se trata es de relaciones entre grupos,
podemos hablar de “vida internacional”. Todos estos fenómenos constituyen las “Relaciones
Internacionales”.

Estudiar científicamente el conjunto de fenómenos que constituyen las Relaciones


Internacionales es, a priori, posible. El único criterio del valor de tal estudio es el logro de
resultados apreciables. No obstante, abordaremos este problema más adelante. Anteriormente,
es importante comprender que dicho estudio se distingue necesariamente de las disciplinas
más antiguas con las cuales, hasta los últimos años, habían estado envueltas las Relaciones
Internacionales: 1º del derecho internacional, porque éste especula sobre lo que debe ser,
mientras que aquellas estudian lo que es; se trata entonces de la misma diferencia existente
entre el Derecho y la Sociología; 2º de la historia diplomática, porque su objetivo es estudiar
los fenómenos del pasado y explicar su evolución, mientras que las primeras se caracterizan
por el estudio de fenómenos actuales; y 3º de economía política, porque ésta solo aborda
un aspecto de las Relaciones Internacionales. La cuestión de si el estudio de las Relaciones
Internacionales es una rama de la Ciencia Política, o bien si constituye una disciplina separada,
me parece puramente académica. Toda respuesta a esta cuestión depende de la definición de
Ciencia Política que se contemple.

5
GURIAN, Waldemar, “On the study of International Relations” en The Review of Politics, vol. 8, nº 3, 1946, pp.
275-282.
6
Véase el libro publicado por la UNESCO: La Science politique conemporaine, Paris, 1950, y en particular el
artículo de Pierre Renouvin, “La Contribution de la France à l’étude des relations internationales”, pp. 578-592.
Acerca de la enseñanza —que yo no abordo aquí, limitándome a la investigación—, Jacques Chapsal, director
del Instituto de Estudios Políticos de Paris, hizo una presentación en el Congreso de Winsor en diciembre de
1950, titulada: Note sur l’enseignement des relations internationales en France; el texto, traducido al inglés, fue
publicado en las actas de este congreso: The University Teaching of International Relations, editado por G.L.
Goodwin, Oxford-Paris, 1951, pp. 84-94.
Véase el importante artículo de MEYER, Ernst Wilhelm, “Politische Wissenschaft und Außenpolitik” en Außenpolitik,
7

febrero 1952, pp. 73-80: defensa para que admitamos la existencia de un estudio autónomo de las Relaciones
Internacionales.

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Tras admitir la existencia de este conjunto de fenómenos especiales que constituyen


las “Relaciones Internacionales”, el propósito de este artículo es examinar en qué consisten
y a través de qué método deben ser abordadas. Naturalmente, existe ya una considerable
cantidad de trabajos sobre Relaciones Internacionales, y no pretendo establecer reglas
metodológicas absolutas para una línea de pensamiento previo. En su lugar, propongo hacer
un trabajo de síntesis basado en experiencias pasadas. No pretendo con ello ocultar el carácter
provisional e incompleto de mi objetivo, pero sin duda sería útil hacer un balance y elaborar
una especie de evaluación, aunque solo sea para iniciar una discusión fructífera. A esta
presentación, añadiré finalmente algunos puntos de vista sobre las perspectivas disponibles
en Francia en torno a esta área.

1.
Tratemos en primer lugar de tener una visión general de lo que debería ser el estudio
de las Relaciones Internacionales. Una primera observación es necesaria: no se trata
estrictamente hablando de un “arte” o de una “ciencia pura”. Considerarlo como un arte sería
admitir que conocemos las Relaciones Internacionales únicamente a través de un espíritu
de astucia, de intuición, de una especie de don. Hay buenos y malos diplomáticos, algunos
dotados y otros no. Pero no debemos exagerar el alcance de esta observación y creer que con
contar con este don es suficiente, ya que esto conllevaría a que el conocimiento profundo de
estas cuestiones sería superfluo8. Aristide Briand sólo podía fiarse de su notable intuición y
de su conocimiento instintivo de los individuos porque tenía detrás de sí a Philippe Berthelot,
quien tenía conocimiento de los registros9. Por otra parte, la diplomacia es una actividad
profesional, mientras que el estudio de las Relaciones Internacionales solo puede ser trabajo
de un investigador. El diplomático solo las usa como una ciencia aplicada. Se trata de la
misma diferencia que existe entre el científico de laboratorio y el ingeniero. Sería absurdo
decir que la intuición es suficiente para conocer la gran cantidad de hechos y reacciones que
constituyen las Relaciones Internacionales.

Pero en el sentido opuesto, hacer del estudio de esta disciplina una “ciencia pura” sería
una exageración análoga10. El carácter propio de una ciencia es que conduce a leyes, es decir,
a la posibilidad de predecir. Sin embargo, no hay razón para afirmar que una vez que la madeja
de fenómenos internacionales hayan sido mejor estudiados, llegaremos a la formulación de
leyes seguras que permitan predecir fenómenos y actuar con certeza. Sin duda, este es un
rasgo común a todo el orden de conocimiento agrupado bajo el nombre de “ciencias sociales”.
Desde el momento en que aparece la mente humana, todo sucede como si la indeterminación
entrara en juego. Admitir que la mente humana, tomada individualmente o en grupos, está
sujeta a leyes rigurosas, es plantear una premisa de la cual, hasta ahora, nada se ha podido
verificar, incluso en las Ciencias Sociales más avanzadas, como la Economía política o la
Historia. Por lo tanto, establecer que el objetivo del estudio de las Relaciones Internacionales
es el descubrimiento de leyes exactas que permitan predecir el futuro con certeza, parece
guiar esta disciplina en una dirección engañosa y condenar a los investigadores a realizar

8
Véase MEYER, E.W., op. cit. en Außenpolitik, 1952, pp. 77-78.
9
Véase también en torno a este tema el trabajo de BREAL, Philippe Berthelot, p. 206.
10
Véase los interesantes comentarios de MURDOCK, George Peter, “The Conceptual Basis of Are Research” en
World Politics, vol. 2, nº 4, 1950, pp. 571-578.

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enormes esfuerzos para obtener resultados decepcionantes11.

¿Significa esto que el estudio de las Relaciones Internacionales como “ciencia social” y
no como “ciencia pura” debe ser simplemente descriptivo, es decir, una inminente acumulación
de información en la cual renunciaríamos a conseguir nada? Ciertamente no. Está claro
que tal estudio puede derivarse de lo que llamaré “datos fundamentales” que no son leyes
en el sentido de que no necesariamente determinan la “política exterior” del estado, del
grupo de estados considerados, o la “vida internacional” de uno o más grupos de individuos;
pero sí indican cómo esta política exterior o esta vida internacional estarán probablemente
orientadas. Estos “datos fundamentales” pueden explicarse por factores muy complejos,
algunos permanentes como la geografía física, otros duraderos como la organización social.
El propósito del estudio de las Relaciones Internacionales debe ser antes que nada descubrir,
en la masa inextricable de los fenómenos, cuáles son estos “datos fundamentales” y liberarlos
de los “datos accidentales” cuya influencia puede ser inmensa pero sigue siendo transitoria.
¿Hasta qué punto las relaciones entre Roma y el Egipto ptolemaico se explican por causas
geográficas, económicas, sociales y políticas, profundas y duraderas, o por la nariz de
Cleopatra?

Poder discernir entre datos fundamentales y duraderos y datos accidentales y efímeros;


tal debe ser el objetivo del estudio de las Relaciones Internacionales. Por ejemplo, es
sorprendente que en la política exterior francesa haya habido durante siglos un conflicto entre
una política continental de expansión o de seguridad y una política colonial, con profundas
raíces comerciales. Es el conflicto entre Louis XIV y Colbert, es la Guerra de los Siete Años
donde Francia pierde India y Canadá debido a su lucha contra Prusia, es la conquista de
Argelia para confortar la opinión de los tratados de 1815, es la política de la “Liga Azul de los
Vosgos” y de la revancha en oposición a la expansión colonial y al acercamiento con Alemania.
Aún hoy, es claro que el dilema existe y que el número de divisiones que Francia puede
proporcionar a la O.T.A.N. está limitado por la guerra de Indochina. ¿No es este conflicto un
dato fundamental y duradero de los franceses?

En Gran Bretaña, por el contrario, tanto los laboristas como los conservadores tienen
una tendencia insuperable a colocar los problemas de la Mancomunidad de Naciones por
sobre los de Europa, y se niegan a ceder una parte de su soberanía para mantener las manos
libres en sus relaciones al interior de la Mancomunidad. ¿No sucedió esto al final de la era
victoriana, cuando el imperialismo iba de la mano con el “espléndido aislamiento”, y durante
la Guerra de los Siete Años, cuando la defensa de Hannover se consideró infinitamente menos
importante que la de las posesiones de ultramar? Estos son casos relativamente simples, y
pueden ser multiplicados con otros ejemplos en Rusia, Estados Unidos, Alemania. Desde
el campo de la política exterior hasta el de la vida internacional, uno podría ciertamente
descubrir datos fundamentales en el estudio de la emigración italiana, la inmigración de los
Estados Unidos o de Australia. Además de estos datos de sencillo acceso, hay muchas razones
para creer que existen otros tan importantes como estos, y que solo los descubriremos tras
efectuar un análisis detallado de los fenómenos internacionales. A pesar de sus aparentes

11
No comparto sobre este punto las ideas de GUETZKOW, Harold, “Long Range Research in International Relations”
en American Perspective, vol. 4, nº 4, 1950, pp. 421-440.

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contradicciones, obras como las de Charles A. Beard12 o Hans Morgenthau13 sobre los
fundamentos de la política exterior estadounidense constituyen buenos ejemplos de análisis
de los hechos, que llevan a conclusiones científicas sin dejarse influir por una visión ideal
del mundo. Su trabajo sólo comienza a ser discutible en el momento en el cual se vuelven
normativos, es decir, cuando exponen lo que debería ser la política exterior estadounidense14.
Las conclusiones científicas que alcanzan, como el poder de la corriente aislacionista en los
Estados Unidos magistralmente descrito por Beard15, o la orientación hacia una política de
esferas de influencia, indicada por Morgenthau, no son irreconciliables, e incluso marcan
etapas. El análisis de Klingsberg, que identifica períodos de “introversión” y “extroversión”
en la política exterior estadounidense, podría servir a modo de síntesis de sus conclusiones16.
Estas diversas obras, dado el estado todavía embrionario del estudio de las Relaciones
Internacionales y la insuficiencia de trabajos de base, siguen siendo muy discutibles, pero
muestran claramente que hemos dejado la fase empírica de investigación para entrar en
una fase científica, y su contribución al descubrimiento de ciertos datos fundamentales de la
política exterior estadounidense está lejos de ser insignificante.

Despejar los datos fundamentales y los datos accidentales implica que no nos limitamos
a estudiar situaciones, sino que también nos ocupamos de movimientos. Sin duda, como
ya he dicho, el estudio de las Relaciones Internacionales es el de los fenómenos actuales.
Pero estos fenómenos actuales no pueden explicarse si están separados artificialmente de
la evolución en la que se encuentran. Por ejemplo, la existencia de un grupo comunista en
Francia tiene una influencia determinada, en una fecha determinada, en la política exterior
de Francia, en relación con su importancia relativa en la nación. Pero la situación es bastante
diferente dependiendo de si esta importancia relativa (25% de los votantes, por ejemplo)
está aumentando visiblemente o disminuyendo visiblemente. Para saber si está aumentando
o disminuyendo, debemos estudiar la historia de este grupo comunista y así ubicar el
fenómeno actual —su influencia en el momento en que estamos— en el movimiento. Cuanto
más preciso sea el estudio del contexto histórico, más válida será la idea del fenómeno
actual. Por otro lado, el hecho de que la intensidad de una influencia aumente o disminuya no
debería llevar a una extrapolación imprudente, según la cual el crecimiento o la decadencia
se considerarían permanentes. Puede haber fases, regulares o irregulares, de crecimiento
y descomposición. En relación a la población de los Estados Unidos, es bien sabido que,
extrapolando los fenómenos contemporáneos, los demógrafos estadounidenses de la década
de 1930 concluyeron que la población estadounidense se estabilizaría en la década de 1950.

12
Por ejemplo BEARD, Charles A., American Foreign Policy in the Making 1932-1940: A Study in Responsibilities,
Yale University Press, New Heaven, 1946.
13
MORGENTHAU, Hans J., In defense of the national interest: A critical examination of American foreign policy,
Alfred A. Knopf, Nueva York, 1951.
14
Beard ha sido a menudo criticado en este punto, pero su método es el de un precursor: Véase lo que dice W. Fox
(op. cit., p. 77): “Ya había escrito en 1930: Quiero saber qué diablos es realmente. Beard alcanzó lo que muchos
considerarían como tener las respuestas incorrectas es menos importante que hacer las preguntas correctas”.
En cuanto a Morgenthau, en un informe reciente ha sido criticado por abandonar la actitud científica y adoptar
una actitud normativa: TUCKER, Robert W., “Professor Morgenthau’s Theory of Political Realism” en American
Political Science Review, vol. 46, nº 1, 1952, pp. 214-224.
15
Véase también lo que dice Morgenthau sobre un “neo-aislacionismo” de diferente carácter pero de origen idéntico.
En In defense of National Interest, op. cit., pp. 128-138.
16
BEARD, Charles A. “The Historical Alternation of Moods in American Foreign Policy” en World Politics, vol. 4, nº
2, 1952, pp. 239-273.

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Sin embargo, las tendencias se han revertido y, como sabemos, la población estadounidense
ha comenzado a crecer más rápidamente. Un fenómeno similar se ha observado en Francia.

Por lo tanto, el estudio de las Relaciones Internacionales solo obtendrá resultados vá-
lidos si acude a la Historia. La influencia que ejerce la composición de los grupos sociales de
un país en su política exterior no solo requiere una investigación sociológica exhaustiva que
refleje la situación actual, sino también un estudio de la historia social que muestre cuál es
el significado de la evolución de los diversos grupos sociales considerados. Del mismo modo,
la comprensión de las relaciones económicas internacionales no solo requiere un análisis
económico del fenómeno actual, sino un estudio de la historia económica que muestre en qué
momento se encuentra este fenómeno. Los ejemplos son múltiples. Todos demostrarían que
la perspectiva histórica es indispensable en todos los casos, aunque solo sea para determinar,
entre los fenómenos, aquellos que son continuos y aquellos que son radicalmente nuevos. En
la comunicación entre los pueblos, aspecto capital de la vida internacional, el surgimiento del
cine mudo, el cine sonoro, la radio y la televisión son fenómenos nuevos e introducen nuevos
“datos” que es importante reconocer, unos fundamentales y otros accidentales.

2.
Ya contamos con una lectura general de aquello que constituye la disciplina de las Relaciones
Internacionales: el estudio científico de los fenómenos internacionales para conseguir distinguir
entre los datos fundamentales y accidentales que los rigen. ¿Cuáles son estos fenómenos
internacionales que constituyen la materia, el objeto de estudio? Podemos dar una definición
general y decir que un fenómeno es internacional tan pronto como implique cualquier relación
a ambos lados de una frontera nacional. Pero esta definición es demasiado general para ser
útil. Parece más interesante elaborar empíricamente una lista de las preguntas que deben ser
formuladas para tener una idea lo más completa posible de los fenómenos internacionales
y para revelar los datos que los regulan. Las Relaciones Internacionales son principalmente
relaciones políticas de estado a estado, y luego relaciones grupales o individuales a ambos
lados de una frontera. Enfatizaré el primer aspecto, que es más accesible: la política exterior17.

2.1. ¿Quién elabora la política exterior?


Este problema merece ser estudiado considerando cada estado. Las condiciones son, de
hecho, muy diferentes y variables según los tiempos. En la Alemania bismarckiana está
claro que el Canciller fue el autor de todas las decisiones importantes, y la influencia de
Guillermo I fue secundaria, como lo demuestra la conclusión de la alianza austro-alemana de
1879, dirigida contra Rusia a pesar de la voluntad expresa del emperador. En la Alemania de
Guillermo II, en ciertas épocas no está claro a primera vista si las decisiones son tomadas
por el Emperador, el Canciller, el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores o “la eminencia
gris”, el Barón de Holstein. En Francia, las acciones del Ministro de Asuntos Exteriores y del
Presidente del Consejo no siempre están claramente definidas y, a veces, hay conflictos, como
lo demuestran las dificultades de 1905 (Delcasse – Rouvier) o 1911 (de Selves – Caillaux). En

Hay una guía muy valiosa sobre este tema: KURT, London, How Foreign Policy is Made? Van Nostrand Political
17

Science Series, Nueva York, 1949. A menudo me referiré a ella siguiendo un plan que me parece más lógico. Por
otro lado, me refiero aquí a la primera parte, Elements of power politics, del hermoso libro de SCHWARZENBERGER,
Georg, Power Politics: A Study of International Society, Frederick A. Praeger, Nueva York, 1951 pp. 25-260 [1ra
edición de 1949].

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general, es el Consejo de Ministros quien arbitra tales disputas y toma las decisiones supremas.
En los Estados Unidos, el Secretario de Estado siempre está estrechamente subordinado al
Presidente. Estos ejemplos simples muestran que el problema no es insignificante y que es
necesario realizar un estudio preciso.

2.2. ¿Qué influencias sufren los autores de la política exterior?18


Este es un problema extremadamente complejo y poco entendido. Es cierto que el autor de
una política exterior está estrechamente influido, como cualquier persona de acción, por el
medio social al cual pertenece y por su educación. Pero él está además bajo una presión
más directa. Tiene consejeros cuya influencia exacta podrá determinarse según el grado
de confianza que tiene en ellos. Harry Hopkins tuvo mayor influencia con Roosevelt que el
almirante Leahy, por ejemplo. En cada problema, hay equipos de personas que trabajan e
intentan hacer prevalecer sus ideas. Por ejemplo, en Gran Bretaña, el equipo de Oriente
Medio, con el General Spears, fue violentamente antifrancés en 1945, mientras que unos
meses más tarde, el equipo del sudeste asiático, con el almirante Louis Mountbatten, apoyó
enérgicamente la política francesa en Cochinchina.

Más allá de los equipos y las oficinas, existe la influencia fuerte, compleja y difícilmente
comprensible de la opinión pública y, junto con ella, de la política interna. Obviamente, estas
influencias dependen del régimen político. Si es totalitario, el régimen puede descuidar la
presión de la opinión pública o moldearla a través de medios poderosos. Si es democrático,
debe tenerlos en cuenta. Pero la opinión pública es el resultado, a veces difícil de comprender,
de las actitudes a menudo contradictorias de grupos variados. ¿Hasta qué punto expresan
los periódicos esta situación? Es bien sabido que a menudo estos son respaldados por grupos
financieros o potencias extranjeras, que buscan influir en la opinión pública o dar una falsa
idea de ella a los dirigentes. En raros casos sucede, sin embargo, que la opinión pública
impone su forma de ver las cosas. Tal fue la situación durante diciembre de 1935 en Gran
Bretaña, cuando, indignada por la revelación de un plan de partición de Etiopía llamado
el “Plan Laval-Hoare”, la opinión pública obligó a Sir Samuel Hoare, jefe de la Oficina de
Relaciones Exteriores, a renunciar. Es sin duda durante el período 1933-1941 en los Estados
Unidos donde esta influencia ha sido mejor estudiada. El trabajo de Charles Beard muestra
cómo la opinión pública forzó a Roosevelt a practicar una política aislacionista. El reciente
trabajo de Langer y Gleason: The Challenge to Isolation19 muestra como Roosevelt tuvo en
cuenta la opinión pública estadounidense en los años cruciales de 1937-1940, parcialmente
orientándola, parcialmente librándose de ella.

Por supuesto, la influencia de los parlamentos y asambleas electos es considerable;


pero no siempre es fácil de analizar, y también requiere una extensa investigación para el
caso de cada país.

Se plantean asimismo otras presiones, públicas u ocultas: grupos de interés, sindicatos


patronales y sociedades financieras, sindicatos obreros, asociaciones patrióticas, iglesias,
sociedades de pensamiento. Esta red solo puede comprenderse al comparar, valiéndonos de

18
Sobre este tema, Renouvin prepara un libro que puede servir como base para futuras investigaciones.
19
LANGER, William L. y GLEASON, S. Everett, The Challenge to Isolation, 1937-1940, Harper, Nueva York, 1952.

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documentos, las decisiones tomadas por estos grupos y sus tomas de posición. Más aún, es
preciso saber si ha habido contacto directo entre el ministro y los representantes de estos
grupos. También hay que considerar el carácter más o menos influenciable de la persona a
cargo. Está claro que el mariscal Petain, en 1940, siguió a su vez las sugerencias de Paul
Baudouin, favorable al establecimiento de estrechas relaciones secretas con Gran Bretaña,
y Pierre Laval, favorable a la política de colaboración. Es curioso observar que su decisión
de reunirse con Hitler en Montoire el 24 de octubre sucede tras una grave enfermedad de
Baudouin.

Del mismo modo es necesario considerar no solo las teorías personales de los líderes,
sino también el espíritu más o menos realista que muestran. En noviembre de 1923, Poincaré
aceptó una solución internacional del problema del Ruhr por razones económicas, pero
también por razones relacionadas con su espíritu legal, lo que le llevó a preferir el regreso
al sistema de la “Comisión de reparaciones” creada por el Tratado de Versalles en lugar de
seguir adelante con una política de fuerza.

La realidad política, económica y social impone un marco en el cual la iniciativa del


hombre de estado no es ilimitado (ver cita número 5).

2.3. ¿Quién ejecuta la política extranjera?


En esta área, como en muchas otras, es necesario considerar cuidadosamente a las agencias
ejecutoras, ya que existen a menudo distorsiones entre las directivas asignadas y las llevadas
a cabo en la etapa de implementación. Esencialmente, el órgano de ejecución está constituido
por el cuerpo diplomático. También pueden estar involucrados otros cuerpos de funcionarios
en las relaciones económicas y culturales. En algunos países, como Países Bajos, hay dos
administraciones separadas: una compuesta por un cuerpo de funcionarios que hayan hecho
sus carreras en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y la otra compuesta por diplomáticos.
Este sistema, aplicado en los Estados Unidos, fue duramente criticado20. Ello se debe a que la
administración central tendía a ignorar a los países extranjeros y diplomáticos que no tenían
suficientemente en cuenta la situación política interna de su propio país. En la mayoría de los
estados, como es el caso de Francia, hay un solo organismo con funcionarios que alternan
entre la administración central, el “Departamento”, y los puestos en el extranjero. Sea como
fuere, es imperativo un estudio sociológico del cuerpo diplomático: su composición social, su
formación y sus tradiciones desempeñan un gran papel. La Alemania nazi conservó a muchos
diplomáticos de carrera cuya política personal estaba a menudo en desacuerdo con la del
Führer. Así, von Schulenburg, el embajador en Moscú, realizó esfuerzos sobrehumanos para
evitar la ruptura de su país con la Unión Soviética en 194121. En Francia, la contratación desde
1946 del cuerpo diplomático por parte de la Escuela Nacional de Administración, no dejará
de producir, a largo plazo, cambios significativos en comparación con el antiguo sistema del
“gran” y el “pequeño concurso”.

Véase el curso profesado por la Sra. Vera Dean en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de París en
20

1948. La autora mostró que el informe Hoover abogaba por la fusión de los dos cuerpos.
Véase el compendio Nazi-Soviet Relations. En este punto, tomo en cuenta una conferencia dada en la Sociedad
21

de Estudios Alemanes en 1952 por Maurice Baumont.

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2.4. ¿Cuáles son los medios de información de las autoridades responsables?


Esto ciertamente merece un análisis detallado. Existe una fuente tradicional de información:
los informes de los agentes diplomáticos. Pero en los estados modernos, los líderes toman
cada vez más en cuenta la información proporcionada por el servicio o los servicios de
inteligencia. Éstos reflejan a veces la realidad con mayor fidelidad que los diplomáticos, pero
tienen la desventaja de ser difíciles de controlar y presentan una tendencia a “dramatizar” las
situaciones. No hay dudas de que Hitler, y especialmente Mussolini —un ex periodista con un
buen conocimiento de las tecnologías de la información—, hicieron un uso poco moderado,
casi exclusivo de los servicios secretos de inteligencia y tomaron muchas decisiones basadas
en sus informes. Cualquier fuente de información, diplomática, militar, policial, etc. tiene
un defecto grave en el caso de los gobiernos dictatoriales: los agentes buscan a menudo
proporcionar información que complazca a la autoridad, y tienen por lo tanto una cierta
tendencia a distorsionar la realidad. La dificultad para los investigadores de acceder a los
archivos del servicio secreto no debe frenar los intentos de resolver este delicado problema.

2.5. ¿Cuáles son los medios de acción?


Obviamente, esto está relacionado con el poderío de cada país en cuestión. Pero, ¿qué es
exactamente el poderío? Si bien hoy podemos identificar dos potencias centrales, es difícil
determinar el grado de poderío de los otros países. Schwarzenberger ha realizado un análisis
detallado de esta noción22 y ha demostrado que lo que caracteriza a una gran potencia no
es su extensión23 ni su población, sino su “fuerza”, es decir, su número de divisiones, de
aeronaves o navíos, su potencial industrial, su capacidad intelectual y su cohesión moral.
Naturalmente, la noción de potencial industrial incluye la de recursos en materias primas,
lo que casi inevitablemente implica un área metropolitana o colonial bastante grande. Por
otro lado, el país debe poseer una gran autonomía en materia económica, es decir, ser lo
suficientemente rico como para enfrentar los enormes costos que supone una guerra moderna.

Finalmente, añadiremos que los medios de acción de una potencia están limitados
por ciertas características geográficas24; la inmensidad de Rusia y la extensión de sus
comunicaciones aumentan la capacidad defensiva y probablemente dañan la capacidad
ofensiva soviética. La extensión de la costa de los Estados Unidos obliga a este país a ser una
gran potencia naval. Los ejemplos a tener en cuenta son múltiples.

2.6. ¿Cuáles son los métodos de acción?


Para responder a esta pregunta, es necesario analizar las técnicas utilizadas en relación con
cada hecho y cada evento por los estadistas y diplomáticos, por los autores de las decisiones
y por los ejecutores. Su variedad es extrema. Gracias a numerosos documentos, memorias y
obras de Derecho internacional, conocemos bien tanto las técnicas antiguas y tradicionales —
tales como la negociación diplomática o el encuentro entre dos jefes de gobierno o ministros—;
como las técnicas nuevas, o al menos renovadas —como las conferencias internacionales o el
empleo de organizaciones internacionales—. Pero la investigación en torno a estos métodos

22
SCHWARZENBERGER, Georg, “Towards the Climax” en World Affairs, octubre de 1950, pp. 385-400.
23
J. Gottmann, en su libro La politique des Etats et leur géographie (Paris, A. Colin) insiste en que la contigüidad
de los territorios es incluso más importante que su extensión.
24
Véase sobre este tema el libro de Gottmann citado anteriormente y, del mismo autor: GOTTMANN, Jean,
“Geography and International Relations” en World Politics, vol. 3, nº 2, 1951, pp. 153-173.

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formales no debe olvidar el análisis de los medios de presión presentes en ellos. En este
sentido, es necesario estudiar la presión moral infligida en nombre del Derecho internacional,
asumida en cierto modo por una determinada opinión pública internacional cuyo desarrollo
actual es confuso. A esta presión moral se añade la posible amenaza directa ejercida por
el gobierno demandante, o aquella indirecta ejercida por las organizaciones de medios
de comunicación. Así actuó Hitler en 1938 y 1939. La mera existencia de esta amenaza
conlleva a que las técnicas de respuesta a ellas deben ser estudiadas: apaciguamiento o
“endurecimiento”, contención o “contraofensiva”. Nos guste o no, debemos reconocer que los
estadistas han perfeccionado estas técnicas desde 1933.

Ahora bien, más allá de la amenaza, se puede usar la presión por la fuerza, lo cual
supone o no una guerra según la cual el país sometido a la presión resiste o cede.


Finalmente, existen métodos de acción relativamente nuevos vinculados a
descubrimientos científicos además de los procesos diplomáticos y militares, a cuyo fin
se destinan cada vez mayores sumas presupuestarias en diversos países. Se trata de las
técnicas de propaganda internacional. Esto casi siempre se hace fuera del accionar de los
diplomáticos, quienes la mayor parte de las veces son poco favorables a ellos. Por tradición25 y
por experiencia, el personal del servicio diplomático tiende a favorecer los medios tradicionales
de comunicación con sus pares, y a ver a los medios masivos de comunicación como inútiles
o peligrosos. Su preferencia es la negociación con colegas extranjeros, y como resultado,
tienen una profunda aversión a las técnicas que interfieren con la soberanía de los estados
extranjeros.

2.7. ¿Cuáles son los resultados de la política extranjera?


Es evidente que la política exterior de los estados lleva a la firma de todo tipo de acuerdos, alianzas
o garantías políticas o económicas, a menos que concluya en una situación de aislacionismo
político o autarquía económica. Pero para comprender las relaciones internacionales, tal vez
sea menos interesante analizar este marco formal que estudiar de cerca la forma en que
realmente conviven todos estos sistemas. Los resultados de una política son muy diferentes
según el caso. El éxito absoluto es muy raro, y cuando existe en apariencia, es necesario ver
si no lleva consigo el germen de una venganza e incluso una destrucción para el beneficiario.
En este sentido, la política de Bismarck en 1866 fue más constructiva que en 1871. En
contraste con el éxito total, puede darse un fracaso total, de lo cual la política exterior de
Mussolini ofrece un buen ejemplo. Pero en la gran mayoría de los casos, una política exterior
propone llegar a un compromiso entre dos exigencias aparentemente irreconciliables. Con
la excepción de ciertos casos especiales, se puede decir que cualquier frontera, en Europa
y en otros lugares, es el resultado de una larga serie de compromisos. Es evidente que el
estudio de las fronteras es uno de los métodos más enriquecedores para la comprensión de
las relaciones internacionales. Estas separan dos territorios, dos grupos económicos, dos
“iconografías” —para usar la expresión de J. Gottmann26, es decir, dos formas de concebir la
vida—, dos sistemas de educación, de tradición, de instintos colectivos. A través de ellas se

Véase SPEIER, Hans, “International Political Communication. Elite vs. Mass” en World Politics, vol. 4, nº 3, 1952,
25

p. 307.
Op. cit. Passim. Véase también las obras de ANCEL, Jacques, Manuel géographique de politique européenne,
26

Delagrave, Paris, 1936 y de DION, Roger, Les Frontières de la France, Hachette, Paris, 1947.

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logra un equilibrio cuya naturaleza provisional o definitiva también es muy instructiva. Pero
hay muchas otras formas de equilibrio y compromiso además de la frontera. Las relaciones
económicas entre dos estados son casi siempre el resultado de un conjunto de compromisos.

2.8. ¿Cuáles son los objetivos de la política exterior?


A fin de cuentas, no debemos buscar los objetivos de la política exterior según el ideal
que formamos, sino de acuerdo con la realidad de los hechos analizados. Es cierto que tal
análisis conduce inevitablemente al interés nacional y a los intereses internacionales. La
propia noción de interés nacional es muy compleja, pues es el resultado de la combinación
de “intereses generales” de todos los ciudadanos —que es en sí misma fruto de innumerables
compromisos27—y “el interés de los gobernantes”. En los países democráticos, estas dos
formas de interés son casi siempre coincidentes. En los países totalitarios, los líderes
persiguen la mayoría de las veces su propio interés, y con ello involucran a sus naciones
en políticas de prestigio e imperialismo raramente compatibles con el interés general. En
los países subdesarrollados, el interés general es a veces absolutamente incompatible con
el interés nacional, pues el primero implica proporcionar los medios para escapar de la
hambruna a la mayoría de los habitantes, y ello es a veces solo posible en un estado de
dependencia económica y política. De manera general, el interés nacional requiere, antes que
nada, lo que puede denominarse como “defensa de la integridad nacional”28, entendiendo las
palabras “defensa” e “integridad” en un sentido amplio. La defensa puede ser entendida, en
algunos casos, como un paso al frente: por ejemplo, el interés nacional de Alemania implica
necesariamente la unión de sus sectores occidental y oriental. La integridad implica no solo
la preservación del territorio nacional, sino también el libre desarrollo de ciertas formas de
cultura a las que están vinculados los ciudadanos del territorio en cuestión, la posibilidad de
mantener y elevar el nivel de vida, etc.

A través del presente epígrafe he intentado confeccionar una lista de las principales
preguntas que deben ser formuladas al estudiar el problema de la política exterior. Pero ésta es
solo un aspecto de las relaciones internacionales. Resta aún analizar el conjunto de relaciones
que ocurren fuera de los gobiernos y representan el accionar de grupos o individuos: aquello
que llamé anteriormente vida internacional. En relación a ello, no me es posible realizar el
mismo trabajo de clasificación que he planteado para la política exterior. Pero es evidente
que su interés es extremo: los movimientos migratorios de todo tipo, los problemas de los
refugiados, el turismo internacional, los intercambios culturales —a veces completamente
independientes de las iniciativas oficiales— los intercambios económicos privados —que, hoy
en día, rara vez escapan a los controles estatales—, las misiones religiosas, las peregrinaciones,
las reuniones deportivas internacionales. Todo esto entra en el marco de nuestra disciplina.

3.
Si admitimos que las diversas cuestiones tratadas en el párrafo anterior constituyen el objeto,
es decir, el tema de nuestra investigación, no podemos dejar de alarmarnos por la magnitud
de la tarea que tenemos entre manos y constatar que apenas la hemos comenzado. Ello hace

27
Véase el análisis abstracto que plantean en torno al interés nacional COOK, Thomas I. y MOOS, Malcolm, “Foreign
Policy: The Realism of Idealism” en American Political Science Review, vol. 46, nº 2, 1952, pp. 343-356.
28
Esto surge de las discusiones de una conferencia diplomática celebrada en Clarens en agosto de 1952 por el
“American Friends Service Committee”, en el cual tuve el privilegio de participar como consultor.

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aún más necesario establecer un método, aunque sea de manera temporal y destinado a
mejorar. No obstante ello, gracias a lo realizado hasta el momento nos es posible resumir sus
características esenciales.

Según parece, el estudio de las relaciones internacionales debería situarse en tres


niveles sucesivos, abordados por diferentes personalidades y grupos, o por las mismas
personas de manera coordinada: 1) los estudios específicos o monografías, que deben
esforzarse por responder en todos los países de una manera general a una u otra de las
preguntas planteadas anteriormente; 2) los estudios de área o estudios generales de los
factores de la vida internacional y la política exterior, dedicados al estudio de un determinado
territorio o grupos de territorios; 3) la teoría general de las relaciones internacionales.

Examinemos uno a uno estos tres niveles de estudio.

3.1. Las monografías


De lo dicho anteriormente, resulta indudable que deben realizarse innumerables trabajos
históricos, geográficos, legales, antropológicos, sociológicos, psicosociológicos y económicos
para comenzar a tener un conocimiento verdaderamente científico en torno a las relaciones
internacionales. Esto no significa que no se haya hecho nada. Con respecto a cada una de las
preguntas formuladas existen ya estudios en algunos países que tienen a menudo gran valor.

Sobre la influencia de los factores económicos en la política exterior, por ejemplo, hay
abundante información en el voluminoso trabajo de Etienne Weill-Raynal, Les Réparations
allemandes et la France. Sobre movimientos de población, cómo no mencionar el trabajo
del Instituto de Estudios Demográficos o el gran volumen de Victor Purcell, publicado por
el “Royal Institute of International Affairs”, The Chinese in South East Asia. Estos son,
por supuesto, solo ejemplos al azar de una considerable masa de trabajo. Pero, frente a
esta documentación ya adquirida, queda un campo mucho más grande por explorar. Esta
exploración debe ser la tarea de muchos científicos que trabajen individualmente o en
equipos, especializados en disciplinas muy diversas. Como especialistas, ellos persiguen
evidentemente sus propios objetivos. Sin embargo, podemos y debemos llamar su atención
sobre las necesidades especiales del estudio de las relaciones internacionales, y aumentar con
ello su contribución en forma de trabajos útiles. Sería importante que los centros de estudios
de Relaciones Internacionales de cada país y, a nivel internacional, la U.N.E.S.C.O. junto a las
asociaciones internacionales interesadas, contribuyan a la multiplicación y coordinación de
estas monografías. De hecho, en esta etapa de generación de trabajos de referencia, es difícil
tener “especialistas en Relaciones Internacionales” capaces de abarcarlo todo. En el artículo
anteriormente citado, Frederik S. Dunn muestra que los investigadores se subdividen en
varios grupos. Algunos tienen una formación como historiadores diplomáticos, economistas
internacionales, juristas internacionales o geógrafos políticos. Otros en sociología, antropología,
psicología y psicoanálisis. Es realmente imposible para un solo individuo combinar todo esto.
El autor agrega:
En cualquier caso, la investigación en materia de Relaciones Internacionales
debe tener en cuenta el hecho de que el campo de conocimiento relativo a
los problemas internacionales se ha expandido considerablemente en los
últimos años, y ahora incluye todas las ciencias sociales. Si no se puede

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exigir legítimamente que el especialista en política internacional haga el


trabajo de todos los demás científicos sociales, sí tiene la responsabilidad
especial de ayudar a otros a plantear los problemas reales e interpretar las
respuestas que ellos proveen 29.

3.2. Los “estudios de área”30


Citemos nuevamente a Frederik S. Dunn:
Un desarrollo de gran interés para la investigación en las Relaciones
Internacionales es la rápida expansión de los estudios de área en los últimos
años. Esto se debe en gran parte al hecho de que nos dimos cuenta de la
inmensa importancia de la influencia de las diversas culturas nacionales en
las relaciones entre los pueblos. El objetivo fundamental de los estudios
de área es lograr una integración de las diversas técnicas de las ciencias
sociales para la comprensión de las sociedades en su conjunto o de unidades
geográficas determinadas31.

Más precisamente, podemos definir un estudio de área de la siguiente manera: “Se


trata de un estudio científico de una región que presenta cierta unidad, y que tiene por
objetivo conocer y explicar su lugar exacto (aspecto estático) y su papel (aspecto dinámico)
en las relaciones internacionales. Este resultado solo puede ser alcanzado a través del uso
sistemático de todas las disciplinas que puedan proporcionar explicaciones válidas”.

Por lo tanto, el estudio de área es una nueva etapa en el estudio de las relaciones
internacionales y se puede decir que después del esfuerzo analítico que constituyen todas
las obras monográficas, es el primer esfuerzo sintético. Síntesis parcial evidentemente, ya
que está limitada a una región específica. Síntesis provisoria también, y ello se debe a dos
razones: la primera es que cualquier estudio de área realizado en la actualidad solo tiene un
conjunto de estudios primarios y monografías insuficientes para llegar a certezas generales;
la segunda es que la “situación actual” está, por definición, en constante evolución, y cada
cierto tiempo es necesario volver al trabajo y actualizarlo. Además, un estudio de área no es
un estudio de geografía regional cuyo propósito es simplemente describir y explicar el paisaje.
No es una “guía” descriptiva. Es a la vez científico y sistemático: busca sacar conclusiones
sobre las relaciones internacionales de la región estudiada.

Para tener una idea del método propio de los estudios de área —el cual emerge de
trabajos ya realizados de este tipo32— es necesario responder a las dos siguientes preguntas.
¿En qué caso puede una región ser sometida a un estudio sistemático? ¿Cómo se pueden

29
DUNN, Frederick S., “The Present Course of International Relations Research” en World Politics, vol. 2, nº 1,
1949, p. 90.
30
Me gustaría hacer referencia al artículo que escribí en el Bulletin International des Sciences Sociales de la
U.N.E.S.C.O. sobre los estudios de área que será publicado a finales de 1952. Me limitaré en esta ocasión a
resumir este artículo sin reproducir los elementos bibliográficos que contiene. N. del t.: El autor hace referencia
al artículo DUROSELLE, Jean B., “Les area studies: problèmes de méthode” en Bulletin International des Sciences
Sociales, vol. 4, nº 4, 1952, pp. 674-684.
31
Ibídem, p. 91.
32
Se encontrará una bibliografía crítica en el Bulletin International des Sciences Sociales al cual hice referencia
anteriormente (fines de 1952).

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determinar las disciplinas cuyo uso es indispensable para el estudio de la región elegida?


A la primera pregunta, podemos responder que no es posible realizar un estudio
de área para una fracción de un Estado. La unidad de análisis más pequeña posible es el
estado o, si se trata de un territorio dependiente, el territorio que tenga una unidad política.
En el caso de un estado federal, como los Estados Unidos y Suiza, solo puede haber un
estudio de área si se analiza en su conjunto. Solo cuando un territorio independiente o
dependiente tenga una personalidad suficientemente fuerte como para desempeñar un papel
en las relaciones internacionales puede ser sujeto de estudio. Esta noción de personalidad es
bastante imprecisa, y es por ello necesario resolver por simple sentido común las dificultades
que puedan surgir. En el caso de un territorio independiente, se puede admitir que su
personalidad existe desde el momento en el cual algunos de sus habitantes desempeñan
un rol en el campo de las relaciones internacionales en sentido amplio, que es claramente
independiente de la autoridad a la cual están sujetos. Así, mientras podemos considerar un
estudio de área en torno a Túnez; es difícil hacer lo mismo con Djibouti. El marco general de
la Unión Soviética es preferible al de Ucrania o Turquestán. Por otra parte, también se trata de
establecer un marco mínimo de análisis. En este sentido, puede ser ventajoso agrupar varios
estados o territorios: el norte de África, medio oriente, el sudeste asiático, América latina,
etc. La regla es entonces la siguiente: existe un interés en agrupar múltiples territorios en
un estudio de área cuando: a) este grupo presenta cierta unidad étnica, lingüística, histórica,
económica, geográfica, etc. de modo que ofrece una buena oportunidad para descubrir datos
comunes a quienes constituyen el grupo; b) ninguno de los territorios del grupo tiene una
personalidad tal (debido a su larga historia, la importancia de su civilización, su población,
etc.) que los efectos del contraste superan las características comunes.


La segunda pregunta: ¿qué disciplinas deberían usarse? implica una respuesta
igualmente matizada. Se trata de dar una explicación satisfactoria del rol y el lugar que
ocupa un área geográfica determinada en las relaciones internacionales. Toda área geográfica
representa un caso concreto. La clave es que el director de la obra, especialista cualificado en
Relaciones Internacionales y con una buena formación histórica, geográfica y sociológica, guíe
a cada uno de los colaboradores con los cuales trabaja. De lo contrario, corremos el riesgo
de ver a cada especialista hacer un excelente estudio en sí mismo, pero poco adaptado al
objetivo común. Es cierto que el trabajo debe incluir una parte de la geografía, una de historia
y otra de sociología. Cada una de estas tres disciplinas puede prestar diversos servicios:
utilizaremos la historia internacional, económica, social, la historia de las instituciones, la de
las ideas; la historia demográfica; la geografía física, económica, humana; la sociología de los
grupos; la sociología política y religiosa; la psico-sociología; la socio-antropología, etc. Pero,
según el caso, también será necesario recurrir a otras disciplinas: antropología, prehistoria,
lingüística, zoología, botánica, derecho constitucional, civil, administrativo, etc. La elección
es delicada, pero si está bien hecha, los resultados pueden ser de gran interés para lograr el
objetivo deseado, que es, repito, un mejor conocimiento científico del lugar y el papel de la
región determinada en las relaciones internacionales.

3.3. La teoría general de las relaciones internacionales


A primera vista, una teoría general definitiva de las relaciones internacionales no es posible,
tal como no es posible una teoría general definitiva de la física, la biología o cualquiera de

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las ciencias sociales. Sin embargo, el progreso del pensamiento humano exige en todos los
campos la elaboración de teorías que expliquen una cantidad cada vez mayor de hechos, y los
conecten con las hipótesis de trabajo. Estas hipótesis son superadas cuando los hechos que
llevan a ellas son superados y el descubrimiento de nuevos hechos las contradicen: el juicio
hipotético es, en cierto modo, un juicio de espera, antes de que el hecho pueda ser conocido,
probado y explicado. En este caso, es necesario imaginar una teoría más general, que a su
vez suponga nuevas hipótesis.


Este enfoque parece ser tan inherente al pensamiento humano, que puede ser
aplicado a todos los órdenes de conocimiento. En el estudio de las relaciones internacionales,
después del trabajo de análisis de las monografías y la síntesis limitada a un área geográfica
determinada, se abre paso a un tercer proceso, que consta de la elaboración de un conjunto
de síntesis aún más generales, que constituyen una o más teorías generales.

Básicamente, el trabajo de síntesis es más accesible directamente que los dos procesos
precedentes. De hecho, para construir una teoría, basta con pocos hechos y muchas hipótesis.
Esto explica el extraordinario desarrollo de lo que comúnmente se llama la “filosofía de la
historia”. Sus productos constituyen, desde la antigüedad, una enorme biblioteca. La clave es
entonces saber distinguir entre los que son válidos y los que no. Los que son válidos, situados
en el momento en que fueron escritos, son aquellos que se esfuerzan por tener en cuenta
todos los hechos conocidos y dejan de lado aquellos apoyados sobre fundamentos débiles.
Con frecuencia se actúa como “filósofo de la historia” porque, para una mente relajada, esto
es mucho más sencillo y menos laborioso que la historia. De hecho, es raro que un buen
filósofo de la historia no sea primero un buen historiador. Con frecuencia, la mediocridad de
este tipo de trabajos proviene del hecho de que no solo se ignoran los hechos ya adquiridos,
sino que se deforman para adaptarlos a una teoría general de manera inconsciente —signo
de falta de comprensión— o consciente —signo de deshonestidad intelectual—.

En el campo de las Relaciones Internacionales sucede lo mismo. Una teoría válida —ya
sea general y que abarque el conjunto de las relaciones, o bien que se limite a un aspecto
importante— es aquella que tiene en cuenta todos los hechos esenciales conocidos. Como
he dicho antes, esta debe mantenerse sobre el plano científico y objetivo, y no introducir
consideraciones normativas que la distorsionen. Por supuesto, todo investigador tiene derecho
a tener sus ideas sobre el ideal moral al que la sociedad internacional debería ajustarse, y
tiene el derecho de expresarlas, pero no debe mezclarlas con la teoría misma. En el estado
actual de nuestro conocimiento del tema, ya es posible escribir obras sintéticas mucho más
fácilmente que cuando Maquiavelo escribió El príncipe: la primera teoría verdaderamente
científica de las Relaciones Internacionales. Tales “estudios globales”33 no son solo útiles sino
necesarios, ya que permiten tener una visión general, que gradualmente se percibirá como
exacta o distorsionada.

Por supuesto, su utilidad está estrechamente ligada a la forma en que se relacionan


con los hechos. Si se elevan demasiado por encima de ellos y multiplican peligrosamente

33
Para emplear una expresión de Maurice Duverger en una de las sesiones del II Congreso de la Asociación
Internacional de Ciencias Políticas en La Haya (septiembre de 1951).

187
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los postulados, pueden ser estimulantes para la mente pero no muy fructíferos para la
investigación. Tal sería el caso de las obras de James Burnham: los últimos capítulos de
The Managerial Revolution dedicados a las Relaciones Internacionales y The struggle for the
world. Mucho más cercanos a los hechos son los libros de Raymond Aron: Le Grand Schisme
o Les Guerres en chaîne. Los ejemplos son múltiples. De manera general, los trabajos
de síntesis pueden clasificarse en dos categorías: aquellos que toman el conjunto de los
problemas de las relaciones internacionales, por ejemplo, Power Politics de Schwarzenberger
o An Introduction to World Politics de W. Friedman; y aquellos que solo abordan un aspecto
importante, por ejemplo los libros de Hans Kohn sobre nacionalismo, Imperialism and Social
Classes de Schumpeter (cuya primera edición data de 1919) o The Origins of Totalitarianism
de Hannah Arendt (1951). Sobre temas aún más precisos, citemos como ejemplo la nueva
obra de Waldemar Gurian, Bolchevism: an Introduction to Soviet Communism, el trabajo
colectivo editado por William Fielding Ogburn, Technology of International Relations (1949),
en el cual colaboraron especialistas destacados como W. T. R. Fox y Quincy Wright, o el libro
de J. Gottmann, La Politique des Etats et leur géographie (1952).

Es bastante curioso observar que los científicos estadounidenses, que han producido
numerosos estudios de área y realizan un notable trabajo analítico en la elaboración de
monografías, dejan la tarea de llevar a cabo tales síntesis, en general, a los europeos o a sus
colegas formados en Europa34.

4.
Naturalmente, todo esto me conduce a examinar cuáles son las perspectivas abiertas al
estudio de las Relaciones Internacionales en Francia35. Es interesante observar que esta
disciplina no ha tenido en Francia el desarrollo que tiene en los Estados Unidos y Gran Bretaña.
Sin embargo, las circunstancias son muy favorables. Francia ocupa un lugar destacado
en el estudio del Derecho internacional. La escuela francesa de Historia de las Relaciones
Internacionales, con Pierre Renouvin y Maurice Baumont, es universalmente conocida. La
escuela geográfica francesa, dirigida por Vidal de la Blanche, Demangeon y Emmanuel de
Martonne, fue una de las primeras del mundo, si no la primera.

De hecho, para seguir el esquema propuesto anteriormente, podemos admitir que en


la primera y tercera etapa: monografías y síntesis generales, la contribución de los estudiosos
franceses está lejos de ser insignificante. Los aportes en geografía y sociología electoral de
André Siegfried y François Goguel, en geografía política de André Siegried y Jean Gottmann,
en sociología religiosa de Gabriel Le Bras, en demografía e historia demográfica de Alfred
Sauvy y Louis Chevalier, etc. ya han acumulado una enorme cantidad de aportes, y las obras
en progreso prometen aún muchos más.

Véase lo que señala Klaus Knorr (“Theories of Imperialism” en World Politics, vol. 4, nº 3, 1952, p. 402):
34

“Una razón para esta notable diferencia radica sin duda en la reticencia tradicional de los científicos sociales
angloamericanos a generalizar sobre la causalidad de los acontecimientos históricos. Hay mucho que decir
sobre esta falta de voluntad para generalizar fácilmente, contra el irrefrenable entusiasmo con el cual los
investigadores europeos construyen sus amplias teorías. Sin embargo, tampoco se puede negar que la tradición
europea ha producido teorías de valor excepcional y permanente para la comprensión de los acontecimientos
sociales y políticos”.
Véase en La Science politique contemporaine, el artículo anteriormente citado de P. Renouvin: “La Contribution
35

de la France à l’étude des relations internationales”.

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La Historia de las Relaciones Internacionales contemporáneas está dando un
importante paso adelante con el trabajo de François Le Roy y la publicación de colecciones
como Encyclopédie politique36 ou Anée politique37. También he señalado anteriormente
diversas síntesis escritas por investigadores franceses.

Por otro lado, estos autores prestaron muy poca atención a los estudios de área. Uno
podría citar el trabajo de A. Basset, L. Bercher, Brunschwig, Initiation à la Tunisie, o incluso
en cierta medida Les Fondements de la politique extérieure des Etats-Unis38 y otras obras.
Pero es sorprendente notar que ningún estudio de área destacable acerca de Francia ha sido
escrito por investigadores franceses, y que la política exterior francesa en la actualidad nunca
ha sido estudiada científicamente.

A partir de estos datos dispersos, que doy como ejemplo sin pretender que sean
completos, se desprende una conclusión evidente: para que Francia ocupe su lugar en una
disciplina cuyo interés científico es fundamental y cuyo interés práctico para los diplomáticos
franceses es igualmente notorio, es necesario dar un nuevo impulso al esfuerzo de los
investigadores franceses.

Dar tal ímpetu debe ser la tarea de las instituciones existentes. Sería arbitrario crear otras
nuevas, con todas las implicaciones financieras que ello conllevaría, mientras que el problema
esencial es dar a las que existen una conciencia más clara de sus responsabilidades. Basta
con enumerar las principales organizaciones que probablemente se muevan resueltamente
en esta dirección.

La Fundación Nacional de Ciencias Políticas es sin duda la principal de ellas. Gracias a


la flexibilidad de su organización, la variedad de sus actividades y el número de empleados
de una amplia gama de especialidades con los que cuenta, es capaz de tomar iniciativas muy
fructíferas en el campo de la investigación de las Relaciones Internacionales. Bajo su égida,
los investigadores pueden emprender trabajos monográficos; formar grupos para el desarrollo
de estudios de área; y publicar trabajos de síntesis. Los numerosos cursos del Instituto
de Estudios Políticos de París y algunos Institutos de Estudios Políticos provinciales que se
ocupan de las Relaciones Internacionales pueden servir de base para publicaciones originales,
y orientar la investigación de los estudiantes. También pueden armonizar y coordinar estos
diversos trabajos y colocarlos en un programa integral, teniendo en cuenta las lagunas y las
necesidades de la ciencia. Todo esto debe hacerse primero empíricamente y de acuerdo con
las posibilidades. La clave es que este impulso sea dado.

El Centro de Política Exterior también puede ser un foco de investigación y estudios en


esta área, y su revista Politique Étrangère puede servir como medio de expresión.

Otros institutos más especializados ya contribuyen o pueden hacer una contribución

36
Bajo la dirección de François Le Roy, Maurice Guernier, Georges Rotvand. Edición de Union Française, 4 volúmenes
publicados.
37
Bajo la dirección de André Siegried, Edouard Bonnefous, J.B. Duroselle, colección anual (Presses Universitaires
de France).
38
Cuaderno de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, nº 8.

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significativa a esta investigación. Mencionemos, entre otros, al Instituto de Estudios


Internacionales Avanzados de la Facultad de Derecho de París, que es “antes que nada una
escuela especial de Derecho internacional”, pero que alberga, en su rico programa anual,
muchas lecciones de la disciplina de las Relaciones Internacionales como ha sido definida
en este artículo. En la Facultad de Letras de París, es indudablemente posible dar vida a un
Instituto de Historia de las Relaciones Internacionales que actualmente existe en los papeles,
pero que aún no ha tomado forma. Este Instituto podría proporcionar materiales de valor
inestimable en el campo del trabajo histórico. Finalmente, se podrían realizar importantes
investigaciones sobre los temas que nos ocupan aquí en varios institutos existentes, como el
Instituto Nacional de Estudios Demográficos, el Instituto Científico de Investigación Económica
y Social, el Instituto de Ciencias Sociales del Trabajo, el Instituto Francés de Sociología, etc.

Por supuesto, sería muy deseable que se desarrollara una colaboración más activa
entre todas las organizaciones que acabo de enumerar, y por supuesto otras que existan. Se
trata principalmente de un problema de contactos personales.

¿Carecen estas perspectivas de realismo? Yo no lo creo, por la siguiente razón: en


Francia tenemos a los individuos que pueden llevar a cabo estas tareas; pero el problema es
en general la falta de dinero. Sin embargo, todo el trabajo por delante no requiere grandes
sumas. El dinero serviría principalmente para atraer a investigadores al estudio de las
Relaciones Internacionales. Esto podría llevarse a cabo en el campo de los graduados de historia,
geografía, filosofía o derecho, o de los egresados de centros de institutos políticos. Muchos
de los miembros de estos campos conservan el gusto por la investigación y la profundización
de las preguntas. Los extranjeros nos reprochan dar a nuestra élite intelectual una formación
de un nivel excepcionalmente alto, para condenarla a las tareas de la educación secundaria
donde sería mejor menos ciencia y más pedagogía39. A falta de un mayor número de puestos
de trabajo en la educación superior —lo cual sería una solución real al problema—, siempre es
factible asignarles trabajos científicos que complementen su trabajo profesional. Ello es posible
gracias a que la actividad profesional es menos abrumadora en Francia que en cualquier otro
lugar, dado a que afortunadamente las horas máximas de trabajo establecidas legalmente
tienen un nivel relativamente bajo. De esta manera, estos profesionales estarían involucrados
en investigaciones que les proporcionarían una remuneración complementaria. El hecho de
que en Francia los historiadores tengan una fuerte formación geográfica y viceversa, nos daría
acceso sin grandes esfuerzos a investigadores ya formados, que asimilarían rápidamente la
técnica de las Relaciones Internacionales.

Tengamos en cuenta que debido al número de institutos en el extranjero en todas


partes del mundo no soviético y al número de profesores que han hecho prácticas en
universidades extranjeras, Francia cuenta con un elevado número de personas que tienen o
tuvieron contacto directo con la realidad de otros países.

Tal vez sea necesario concluir añadiendo una observación. La cultura francesa, con las
cualidades de síntesis que siempre ha demostrado tener y con el gusto por las ideas generales

Véanse las útiles observaciones de PEYRE, “Le Rayonnement de la culture française” en Le Monde, 13 de mayo
39

de 1949, retomado por PADOVER, Saul K., “France in Defeat: Causes and Consequences” en World Politics, vol.
2, nº 3, 1950, p. 339.

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que despierta, podría dar una importancia al estudio de las Relaciones Internacionales que apenas
existe en los países anglosajones. Es posible que una mayor implicación de Francia con esta nueva
disciplina le otorgue más claridad, mejores directrices y un nuevo impulso. Esto no pretende
despreciar el inmenso y notable esfuerzo que han realizado en este campo los investigadores
anglosajones. Pero, incluso admitiendo que la contribución francesa no sea original, sigue siendo
evidente que un país como el nuestro no puede permanecer ajeno al desarrollo de esta disciplina
tan enriquecedora, y que es necesario que tanto el interés de nuestra cultura como el de nuestra
política aumenten su participación en el trabajo común de los individuos en la búsqueda por
entender y explicar sus relaciones a través de las fronteras.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

Explicar, valorar, comprender e influir:


en torno a la “actuación” del historiador
en la Historia de las Relaciones Internacionales

Entrevistas a varios autores*

P
resentación * Entrevistas
realizadas
por: Eduardo A.
En las discusiones que los coordinadores sostuvimos para preparar este CARREÑO LARA,
Pedro A. MARTÍNEZ
número 37 de la Revista de Relaciones Internacionales, surgieron problemas que LILLO,
afectaban a la Historia, otros que afectaban a la Teoría de Relaciones Internacionales, Jesús NIETO
GONZÁLEZ y
y otros cuyo efecto abarca toda la teoría social y política. Discusiones sobre las
Francisco J. PEÑAS
fuerzas profundas, el evento/acontecimiento, y la influencia relativa de ambos; ESTEBAN
sobre narrar desde el presente, pero contextualizando los actos y discursos de los
protagonistas en su lugar en el tiempo y en el espacio; entre otras. DOI:
Una de estas discusiones —muchas veces dilemáticas— se refería a la http://dx.doi.org/
10.15366/relacio-
responsabilidad y la culpabilidad (moral) en la Historia; otra discusión recurrente
nesinternaciona-
era el papel del historiador en una época en la que hasta los medios de comunicación les2018.37.008

más rancios usan términos como narrativas.


Ciertamente los discursos, las narrativas y los relatos crean realidad e
identidad, y a nadie se le escapa que, hoy por hoy, lograr que una narrativa sea
hegemónica es un triunfo político de primer orden.
Pero, aunque muchas personas se sienten autorizadas a sentenciar sobre
la Historia —y a la misma Historia— en una tertulia o en una columna de prensa,
los trabajos de los profesionales son, como mínimo, la referencia —de lo que no
es simplemente inventado. Y ahí está nuestra responsabilidad como estudiosos y
académicos.
Como teníamos claro que no resolveríamos las cuestiones —incluso que
algunas de ellas no tienen solución— decidimos preguntar a colegas historiadores
y de relaciones internacionales sobre estas últimas preocupaciones.
He aquí las respuestas que nos han llegado y que agradecemos de todo
corazón.
Los coordinadores

Las preguntas

Como nos enseña el gran maestro Edward H. Carr, todos hacemos historia desde el
presente1, apelando a categorías y/o valores que nos constituyen como personas.
Del mismo modo, conocemos más de los acontecimientos y procesos históricos de
índole internacional que, incluso, aquellos que fueron sus propios protagonistas.

1
CARR, Edward H., ¿Qué es la historia?, Editorial Ariel, Barcelona, 2010.

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S
En palabras de Adam Schaff:
“El historiador (sujeto cognoscente) es un hombre como cualquier otro y
no puede librarse de sus características humanas: no está en disposición
de pensar sin las categorías de un lenguaje dado, posee una personalidad
condicionada socialmente en el marco de una realidad histórica concreta,
pertenece a una nación, a una clase, a un medio, a un grupo profesional,
etc., con todas las consecuencias que todo esto implica en el plano de los
estereotipos que acepta (en general inconscientemente), de la cultura de la
que es a la vez creación y creador, etc.”2

El presente, en definitiva, es nuestra coyuntura histórica, por lo cual, no podemos


obviar los problemas que enfrentamos; ni menos las valoraciones morales. Así, el historiador
sólo puede mostrarse consciente de ellas, a fin de intentar explicarlas en su trabajo.

Obviamente, no buscamos proyectar nuestras categorías. Por el contario, siguiendo


a Quentin Skinner (Ideas in Context)3 y Reinhart Koselleck (“historia de los conceptos”)4,
intentamos situarnos en las mentalidades dominantes en el tiempo, lugar y situación del
objeto de estudio.

Al respecto, os invitamos cordialmente a comentar estas reflexiones, tomando en


consideración las siguientes tres preguntas:

- Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
- ¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones
políticas, sociales, etc. de lo que narramos?
- ¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— de-
bilitan nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?

2
SCHAFF, Adam, Historia y verdad. Ensayo sobre la veracidad del conocimiento histórico, Editorial Grijalbo,
México DF, 1982, p. 341
3
SKINNER, Quentin, “Meaning and Understanding in the History of Ideas”, in History and Theory, Vol. 8, N° 1, 1969, pp. 3-53.
4
KOSELLECK, Reinhart, The Practice of Conceptual History. Timing History, Spacing Concepts, Stanford University Press, Stanford, 2002.

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Relaciones Internacionales
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S
Las respuestas

María José Becerra


Universidad Nacional Tres de Febrero, Argentina
Diego Buffa
Universidad Nacional de Córdoba/CONICET, Argentina

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
Es una pregunta compleja, que posee varias dimensiones. Apriorísticamente, si nos quedamos
en el nivel “descriptivo” de los procesos internacionales y sus consecuencias, la primera
respuesta desde lo metodológico es que este tipo de investigación no posibilita ningún tipo
de valoración o no debería posibilitarla ya que sólo implica la narración relacionada de los
atributos o características que posee el objeto bajo estudio. Sin embargo, esta afirmación
no es tan taxativa, si la analizamos teniendo en cuenta por un lado, el carácter propio de las
ciencias sociales en general, y en este caso en particular de la Historia y de las Relaciones
Internaciones; y por el otro, el proceso de construcción del objeto de estudio. En el primer caso,
como señala Pedro Demo, las ciencias sociales son intrínsecamente ideológicas permitiendo
la justificación política de las posiciones sociales. Con ello se legitiman, se mantienen y se
maximizan las estructuras de poder vigente. Es así, que “la ideología, que aparece como
instrumento inicial al servicio de los dominadores”5, para poder dar respuestas que se adecuen
a sus necesidades debe distorsionar la realidad, reforzando su situación de dominación. Pero,
a su vez, es posible la construcción de otro tipo de respuestas desde la posición de los
sectores dominados, la existencia de otras “miradas” sobre una realidad que es social e
histórica, y sobre la cual se avanza más allá de la mera descripción para así poder analizar
sus propias contradicciones y conflictos. Por otra parte, la construcción del objeto de estudio
en ciencias sociales es de una identidad tal entre el sujeto cognoscente y el sujeto/objeto a
conocer, que es imposible que no exista una modificación recíproca entre ambos durante el
proceso investigación. Según Aguirre Rojas, esto hace que el investigador social (en su caso
un historiador) se involucre en el proceso social que analiza, poniendo en cuestión la idea
tradicional de neutralidad y objetividad. Sin embargo, advierte sobre el error de estudiar
procesos históricos —o internacionales— del pasado con valores y modos de ver actuales6.
Este anacronismo, impediría ver la dinámica propia que posee la realidad social, esto se
salva con el ejercicio arduo y constante que debe hacer el investigador para desarrollar su
“capacidad de extrañamiento y autoexilio intelectual” de sus propias circunstancias históricas
y de sus valores.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
Esta pregunta nos remite a otros interrogantes: ¿Para qué hacer Historia? ¿Cuál es su
finalidad? ¿Para qué sirve y cuál es su función? ¿La Historia tiene solo un fin pedagógico?,
es decir, “aprender del pasado para comprender el presente”. Esta visión solo nos permite

5
DEMO, Pedro (1975), Investigación participante. Mito y realidad. Buenos Aires: Editorial Kapeluz, p. 14
6
AGUIRRE ROJAS hace referencia a que hay que ser cuidadosos de analizar el pasado con valores propios de
la sociedad capitalista en la que vive el investigador. Esta idea puede extrapolarse al análisis de sociedades
contemporáneas que no se desenvuelven bajo los mismos valores culturales y/o religiosos.

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V Relaciones Internacionales
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S
explicar los acontecimientos del presente, pero no analizar su organización actual. Debemos
tener en cuenta que la Historia cumple una función destacada en la confrontación ideológica
que se produce entre los sectores dominantes y dominados de una sociedad. En tal sentido,
Pereyra postula, que hay una “separación forzada entre el saber histórico y el horizonte
político en el que ese saber se produce”7. Se podría señalar, que hay una función teórica de la
Historia (explicar los procesos sociales) y su función social (organizar el pasado en función de
los requerimientos del presente) que se complementan, aunque no está carente de fricciones.
El historiador consciente de esta dualidad, es aquel que produce un saber histórico cuyo fin
es emancipatorio. Es por ello que es responsable de producir un conocimiento que muestre
la conflictividad, las tensiones y los cambios sociales, pero no lo es en la aplicación de las
políticas públicas que puedan o no generarse por sus investigaciones, eso se encuentra en
otra esfera.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan
nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
Claramente, no. Según Jacques Le Goff8, la Historia es la forma científica de la memoria
colectiva, por lo tanto el historiador que busca analizar los procesos sociales, culturales,
políticos, económicos, etc. de una sociedad debe buscar las tensiones, las contradicciones
en cada una de estos ámbitos para así poder (re)construir el pasado, estudiar el presente
y comprenderlo. Como señalamos anteriormente, la objetividad y la neutralidad absoluta
frente al objeto de estudio, no existe. La propia “construcción” de ese objeto, la selección de
los elementos de la realidad social para ser analizados por parte del historiador, dan cuenta
de esto. Más aún, si tenemos en cuenta el componente ideológico que subyace en ello. Es
así que una Historia aséptica, donde el historiador no tome partido, no se involucre, ni se
apasione con lo investigado es una idea que ha quedado en el pasado. Se deben investigar
todos los temas, indagando las “grietas”, las situaciones conflictivas que hacen que la realidad
observable social e histórica sea compleja.

Referencias
AGUIRRE ROJAS, Carlos (2005), Antimanual del mal historiador. Rosario: Editorial Prohistoria.
DEMO, Pedro (1975), Investigación participante. Mito y realidad. Buenos Aires: Editorial Kapeluz.
LE GOFF, Jacques (1991), El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, Barcelona: Paidós.
PEREYRA, Carlos (2004). ¿Historia para qué?, México: Editorial Siglo XXI.

Paloma García Picazo


Universidad Nacional de Educación a Distancia, España

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
El hecho de “describir” implica una acción cognitiva sujeta a condicionamientos tanto físico-
psíquicos —orgánicos, psicológicos— como culturales —individuales y sociales— por parte del

7
PEREYRA, Carlos (2004). ¿Historia para qué?, México: Editorial Siglo XXI., p. 24
8
LE GOFF, Jacques (1991), El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, Barcelona: Paidós.

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Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018 V
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sujeto que la ejerce y que, en un sentido no determinista, implica una serie de presunciones
—asunciones previas— que afectan al propio hecho de “describir” en el sentido que su
hipotética objetividad. Esta objetividad de la descripción se valida mediante pruebas de tipo
teórico —congruencia hipotético-deductiva—, empírico —congruencia hipotético-inductiva—,
facilitándolo la comunicación con el medio científico, susceptible de trascender la dimensión
subjetiva, valorativa, etc. (T.S. Kuhn; A. F. Chalmers; H. Maturana y F. Varela). A ello se agrega
necesariamente la dimensión lingüística intrínseca a la naturaleza de la comunicación humana,
en este caso, en el sentido preciso de formular descripciones ajustadas a la realidad en un
lenguaje científicamente homologable y virtualmente unívoco (L. Wittgenstein; G. Steiner).
Valorar los procesos internacionales —cuando ya el término “proceso” supone una elección
epistémica determinada: no todos los teóricos/analistas lo contemplan—, no sólo es posible
sino lícito en términos de una libertad de juicio inherente al propio conocimiento que, por su
parte, nunca es “neutral”, lo que limita/matiza las pretensiones —a veces infundadas— de
“objetividad” (I. Kant; Jesús Ibáñez). En perspectiva ética y moral, “valorar” responde a unos
parámetros que, eventualmente, pueden ser “universales/universalizables”, precisando en
todo caso los límites axiológicos de tal acción, lo que los relativiza y circunscribe al momento,
lugar y coordenadas intelectuales, afectivas, sociales, culturales y civilizatorias del sujeto
emisor de la valoración.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
Siendo esta responsabilidad un hecho cierto que cada autor de “relatos históricos”
pretendidamente objetivos debe asumir plenamente, tampoco cabe ignorar la repercusión
social y política que eventualmente tal narrativa implica, en particular, al vulgarizarse en medios
de comunicación masificados (H. Arendt; J. Habermas; M. Horkheimer). En tal sentido opera
la ideologización —autónoma o heterónoma; espontánea o inducida; libre o interesada— del
discurso histórico. Existen historiadores que operan guiados por su propia ideología, asumida
de forma libérrima pero también instrumental o interesada y que construyen relatos dirigidos
a confirmar sus propias presunciones; de paso, sirven a confirmar presunciones, prejuicios,
asunciones, etc. de otros miembros de la comunidad académica que comparten ideas/
ideología afines (concepto de ideología: K. Mannheim; H. Arendt), así como de otros grupos
y sectores sociales con intereses, tácitos o expresos, en propagar interpretaciones históricas
semejantes; papel ejercido a menudo por científicos “a sueldo” —tácito, público— de ciertas
instituciones. Sólo un cultivo de la Historia en sentido “verdadero” —Escuela de los Annales,
por ejemplo— resulta emancipador, en la medida en que trasciende lo aparente, lo asumido,
lo convenido, cuestionándolo, hasta indagar en la verdadera índole del acontecer, histórico
mediante un análisis crítico y un examen reflexivo profundo, aplicando una metodología
rigurosa y exhaustiva, capaz de revisar a fondo cuantos errores históricos, conveniente
manipulados y deformados, hubieran enturbiado el propio proceso del conocimiento histórico
de cualquier realidad internacional. Las “Comisiones de Historiadores” que revisaron las
relaciones históricas entre Alemania y Polonia, por ejemplo, tras la II Guerra Mundial, darían
un buen ejemplo.

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V Relaciones Internacionales
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¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan
nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
Quien obre así debería ser expulsado, preferiblemente de forma ostensible, de la comunidad
científica en la que pretendidamente estuviera incluido, sin más. Semejante actuación
sólo revela su nula preparación y su incompetencia científica, así como una falta de ética
profesional y personal. Las teorías, hipótesis, construcciones teóricas, etc. más veraces no se
verifican en puridad mediante la simple contienda entre autores pertenecientes a “escuelas”
—a menudo, interesados, acríticos y doctrinarios partícipes de un perverso juego de ventajas,
premisos, reconocimientos, ascensos, etc.: P. Bourdieu, Homo Academicus, entre otros—,
sujetas estas querellas además a la infinita complicación de los “juegos del lenguaje” (L.
Wittgenstein), sino que la apetecida veracidad se sustancia mediante análisis y escrutinios
donde el objetivo prioritario es esa “búsqueda sin término” (K.R. Popper; M. Bunge; A.D.
Sokal) de la adecuación entre “conocimiento” y “realidad”.

Joaquín Fermandois
Pontificia Universidad Católica de Chile

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de estos?
Entre las tareas del historiador internacional —o de cualquiera otra especialidad historiográfica—
está la de mostrar las consecuencias que los procesos y las acciones humanas poseen para
las valoraciones de los implicados y para aquellas de los historiadores. Lo que es importante
no confundir la escritura de la historia con la predicación y el lenguaje profético, en sumas
cuentas, con un moralismo. Preguntas y contrapreguntas con la máxima honestidad posible,
eludiendo las sucesivas “prohibiciones de preguntar” —de pensar— constituyen un mandato
para el historiador y en general para aquel que tenga a la a ciencia desde la región de las
humanidades y las ciencias sociales.

Dos paradigmas nos sirven de ilustración. Uno es el diálogo de los Melos de Tucídides,
siempre considerado la quintaesencia del realismo político, algo ajeno a la valoración. Primero,
es dudoso que el renunciar a la valoración se esté más cerca de la “realidad”, o se aleja de la
complejidad de esta. De lo que se desprende, segundo, que Atenas a pesar de este “realismo”
perdió la guerra. El resultado de este conflicto fue el debilitamiento de la civilización helénica.
Ello, ¿constituyó un bien para la experiencia humana?

Segundo, se trata del paradigma de la Segunda Guerra Mundial, el relato político


moral que está más en el corazón de la modernidad, en todo caso del siglo XX. Aquí hay
más unanimidad en el sentido de que no basta con la popular y jabonosa consigna de que “la
historia la escriben los vencedores”. En especial pocos dudan de la centralidad del Holocausto
como definitoria de un carácter de la guerra, y el mito —en sentido positivo, arcaico si se
quiere— moral de nuestra era, sin el cual nos empobrecemos como civilización. Ello no quiere
decir que sea la única pregunta moral. En otra dimensión, en un momento hay que preguntarse
por Nanjing, la persistencia de Gulag, los bombardeos indiscriminados a ciudades, Hiroshima.

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S
¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,
sociales, etc., de lo que narramos?
No tenemos la responsabilidad del político o del hombre de acción. La responsabilidad es la
del hombre de ciencia, la pensar —en pensamiento histórico— con honestidad a través de la
escritura de la historia. Actuar ante la repercusión histórica es propio al sujeto de la acción,
que solo ocasionalmente es un historiador; ilustrar acerca de los peligros y de las perspectivas
de la condición histórica es el papel de historiador, o de toda persona históricamente educada.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan
nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
Sería asumir la posición de apologista, permisible en la polémica pero que al final distorsiona
el conocimiento. Para la misma fortaleza de nuestras convicciones, se deben asumir con
sentido crítico —es decir, analítico, pensable— los temas o problemas que ponen en cuestión
o podrían erosionar nuestros valores. Hay que dar una respuesta, en la cual es imposible
que nuestras posiciones no se vean algo enturbiadas, o de otro modo se incrementará más
la vulnerabilidad de nuestras interpretaciones o valoraciones. Quizás, cuando uno defiende
valoraciones que son minoritarias dentro de los portadores de la disciplina, se pude dedicar
más energía (tiempo, cantidad de trabajo, destacar lo que para muchos parece poco relevante)
pero no esconder el sol con la mano.

Sucede —me ha sucedido— que se exagera en términos de intensidad y a veces de


cantidad, un enfoque y ciertos temas o problemas, porque consideramos que no han recibido
suficiente atención. Y en ello puede haber una atención excesiva, mirada aisladamente, pero
no una injusticia.

Laura Fernández De Mosteyrín


Universidad de Educación a Distancia de Madrid, España

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
Más que como historiadora, que no lo soy, yo hablo desde las ciencias sociales, cuya tarea
primera sería describir y tratar de explicar los hechos sociales a partir del método científico,
de manera lógico-racional y a partir del examen riguroso de las evidencias disponibles. En
este sentido, habría que evitar los juicios de valor. Hay otra ciencia social cuya epistemología
es distinta y no pretende ser “neutral” sino comprender desde el punto de vista de los sujetos
y su método puede ser igualmente riguroso.

Pienso sin embargo que las ciencias sociales deben ser reflexivas ante el objeto y ante
el método. Todos los objetos de estudio y el modo de mirarlos tienen un contexto. En cada
momento hay una serie de problemas que se consideran importantes, que son relevantes
para alguien, y otros que no. Estudiarlos y no hacerlo puede tener consecuencias para otros/
as etc. En la medida en que ese ejercicio es necesario, es posible que ya estemos entrando
en el terreno de los juicios de valor. Diría entonces que, eligiendo nuestros temas de trabajo
y el modo de enfocarlos, tomando postura epistemológica estamos también haciendo juicios
morales sobre el tipo de sociedad deseable y ello no es incompatible con el rigor en la tarea

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intelectual. Con un ejemplo muy básico: el método del físico es y sólo puede ser neutral;
pero el físico o el experto puede decidir no aplicarlo a la bomba atómica o, en nuestro
tiempo, a las armas autónomas. En las ciencias sociales el razonamiento podría ser similar.
El método puede ser lo más riguroso, sistemático e incluso “neutral”; pero no así la agenda
de investigación. Además, mi campo de especialización está ligado al estudio del poder y su
distribución. Por eso, soy consciente —y creo que parte del oficio es serlo—, de que enunciar,
nombrar y explicar entraña un poder.

En fin, estudiar los hechos sociales desde distintas perspectivas y con la mejor evidencia
posible es nuestra obligación. Hacer de ello una forma de “activismo” o de implicación
para transformar la sociedad es una elección profesional y moral que corresponde a cada
investigadora. Mi visión particular de la ciencia social está marcada, entre otras, por la obra de
C. W. Mills quien decía que la primera tarea del intelectual era poner de manifiesto las causas
del “malestar”. Entiendo que cualquiera de mis actividades debe estar orientada al interés
público, a mostrar el poder y a señalar los problemas que van más allá de los individuos.
Hacer eso significa hacer constantes juicios de valor y posicionarse. Pero no es tanto en el
desarrollo del método sino en el diseño de la agenda, en las elecciones de tu trayectoria y en
las decisiones sobre las condiciones de investigación.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
De nuevo hablo desde la Sociología o desde su intersección con la Ciencia Política. Desde
luego creo que tenemos responsabilidad. Independientemente de las cuestiones éticas que
puedan surgir en nuestras investigaciones, pues creo que no es el núcleo de la pregunta,
creo que cuando decidimos que un problema merece ser estudiado, lo estamos nombrando
y lo estamos haciendo relevante. Cuando decidimos desde qué paradigma o de qué modo
lo vamos a examinar, determinamos algunas dimensiones a estudio y dejamos de atender
a otras. Y esas elecciones sobre el objeto y el método tienen potencial para modificar la
realidad.

C. W. Mills decía que la Historia la hacen quienes tienen los medios de hacer la Historia.
Y en cada época, hay unos medios de hacer la Historia. En nuestra sociedad contemporánea,
occidental, secular y del “conocimiento”, la ciencia y la academia son instituciones en las que
se ejerce mucho poder y cuyo potencial para transformar la realidad es muy alto, aunque no
lo sea en todos los campos. En el mío concreto —que es el estudio sociopolítico de la seguridad
y sus políticas—, la academia puede ser muy influyente en políticas. Si parte de nuestra tarea
es localizar, describir, explicar cómo se distribuye el poder en términos sociopolíticos —en
cada momento y lugar—, y determinar dónde están los medios de “hacer Historia” —en cada
momento—; entonces del poder de la ciencia y de la academia en nuestra sociedad y de
nuestra posición en ella, se deriva nuestra responsabilidad.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan
nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
En coherencia con mi razonamiento anterior, yo diría que si de verdad consideras que un
problema debe ser estudiado porque es de interés público, aunque desafíe algún tipo de
poder, o si lo estudias precisamente por ello —sobre todo por ello—, el rigor es esencial.

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Un mejor conocimiento será el que contenga un esfuerzo por buscar mejores evidencias,
someter a juicio tus propias posiciones, hipótesis y argumentos. Por otro lado, pienso que,
además del rigor en el método, en esta tarea es esencial la autonomía y la independencia. No
se trata de construir “contra otros” sino de construir y explicar por qué un objeto es de interés
público, y por qué arrojar luz sobre él es bueno en sí mismo. Si comprender mejor significa
constatar que una estaba equivocada en sus posiciones y que hay que reenfocar parte o todo
del estudio del problema, sea.

Ricardo Martín de la Guardia


Universidad de Valladolid, España

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
No solo por el hecho de analizar y concluir sobre procesos internacionales relevantes
históricamente, sino que en general, el historiador en tanto se enfrenta a acontecimientos del
pasado, introduce inevitablemente un criterio moral en sus consideraciones. La imagen del
pasado y del mundo característica de un momento histórico que el científico social conforma
y hace suya en un trabajo incluye una forma de entenderlos en el que su formación personal,
entendida esta en un sentido amplio —esto es, sus inquietudes intelectuales y políticas, los
saberes adquiridos o heredados— forjan una estructura de conocimiento a partir de la cual la
interpretación que lleva a cabo supone otorgar o dar un valor moral al objeto de su reflexión,
ya sea de forma implícita, ya explícita, máxime en el caso de las Relaciones Internacionales,
donde el conflicto y la guerra son elementos constantes o, al menos, reiterativos, y donde
por tanto, la radicalidad de la condición humana se muestra en toda su crudeza, por lo que la
valoración moral en este caso es un hecho: viene dada casi por definición.

No creo que lo dicho hasta aquí sea una mera especulación, pues basta con
reparar en cualquier texto clásico o actual que verse sobre un episodio o proceso histórico
internacional para comprobar que incluso los más descriptivos incluyen, de una u otra forma,
una valoración moral sobre lo acontecido. No se trataría tanto, pues, de abordar la “licitud”
como la inevitabilidad del criterio moral. La Historia de las Relaciones Internacionales no es
“neutral”, y menos aún en sus análisis sobre las realidades históricas más próximas, ya que
en este caso lo que se trata de explicar está enclavado en procesos de muy larga duración y
que llegan hasta el momento en el que está viviendo el historiador y que influyen sobre él y
sobre su forma de ver y pensar.

En todo caso, la consideración “moral” no tiene por qué restar objetividad o cientificidad
al análisis.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
Si entendemos como responsabilidad directa, teniendo en cuenta nuestra condición de
historiadores, y aunque, como hemos indicado al final de la respuesta anterior, en algunas
ocasiones vivimos en un medio que es consecuencia directa de los procesos que estudiamos,
no existe una responsabilidad en lo que narramos. Procedemos al análisis riguroso del pasado

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con métodos y objetivos definidos con el fin de comprehender lo ocurrido, pero no para
actuar sobre las consecuencias que lo ocurrido haya provocado. Por tanto, la responsabilidad
del historiador de las Relaciones Internacionales está directamente vinculada con su
profesionalidad, en tanto en cuanto adecuamos nuestra labor a los objetivos trazados para
ofrecer una explicación global y coherente. La responsabilidad es pues personal, vinculada a
la honradez intelectual de cada historiador.

Otra cuestión es la utilización que otros actores implicados en el conocimiento o en la


acción sobre la realidad internacional hagan o puedan hacer sobre los trabajos del historiador,
como lo son también las abiertas manipulaciones que teóricos o historiadores de las Rela-
ciones Internacionales han llevado a cabo en función de unos intereses que no son científicos,
sino que están al servicio de ideologías, estados, poderes o, sencillamente, economías. Por
poner tan solo un ejemplo, son bien conocidas algunas de las burdas interpretaciones que,
durante el enfrentamiento de bloques de la Guerra Fría, para justificar determinadas políticas,
se hicieron sobre episodios históricos de trascendencia internacional.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan
nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
Si se trata de un enfrentamiento y unos adversarios puramente intelectuales, no solo no
debemos evitar ciertos temas sino abordarlos de tal manera y con tal éxito, mediante análi-
sis de fuentes y argumentación, que ofrezcamos una alternativa sin dejar de ser lo sufici-
entemente humildes para reconocer que son posibles otras perspectivas, siempre y cuando
se apoyen en un aparato teórico y crítico sólido. Precisamente, el verdadero avance en el
conocimiento de la historia en general y de la Historia de las Relaciones Internacionales en
particular está estrechamente relacionado con el enriquecimiento que proporcionan nuevas
fuentes, nuevos métodos, nuevas aproximaciones y conclusiones sobre la realidad que se es-
tudia. Se trata, pues, de procurar el contraste no de opiniones superficiales, a las que en esta
sociedad del espectáculo estamos acostumbrados, sobre cuestiones internacionales —ese
sería el verdadero adversario, que simplifica hasta el absurdo la realidad internacional—, sino
de interpretaciones fundamentadas en un análisis contrastado y riguroso.

No solo no deben evitarse los temas favoritos de los “adversarios”, sino ninguno en
general, ya que el conocimiento mediante el estudio es uno de los más eficaces modos de in-
tentar mejorar el mundo y la sociedad en que vivimos. En el origen del mal está la ignorancia.

María Inés Mudrovcic


Universidad Nacional de Comahue/CONICET, Argentina

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
Los revisionismos o reinterpretaciones de procesos históricos constituyen un claro ejemplo
de la base normativa que permea la labor historiográfica. No importa cuán distante esté ese
proceso del presente del historiador que lo reconstruye pues, de cualquier modo, la carga
valorativa estará siempre presente. Tomemos por caso el rol desempeñado por el general J.
A. Roca en el proceso de la constitución del estado-nación argentino. Hasta casi mediados

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de los 80 del siglo pasado, Roca fue considerado un héroe nacional y su llamada “Campaña
del Desierto”, una gesta que logró incorporar nuevas tierras al territorio argentino. No existe
un pueblo o ciudad en la Patagonia que no posea una calle llamada Roca o un monumento
consagrado en su honor y hasta una ciudad recibió su nombre. A mediados de los 80 y con
la incipiente democracia, J. A. Roca se transforma en el emblema del genocidio perpetuado
a los pueblos originarios. La historia del proceso de la constitución del estado-nación vuelve
a reescribirse. Otro caso paradigmático lo constituye la revisión del proceso que condujo
a la Revolución Francesa al cumplirse un centenario de la misma, y podríamos continuar
nombrando ejemplos.

¿Por qué sucede esto así? No es porque hayan aparecido nuevos datos o documentos.
Un proceso histórico es una reconstrucción que presupone una teleología en la que lo que
se quiere explicar —la constitución del estado-nación argentino o la Revolución Francesa,
por ejemplo— opera como cierre discursivo que le otorga sentido retrospectivo. El cierre,
llamado técnicamente consecuencia, confiere significación moral en tanto que relaciona en
una estructura significativa a los acontecimientos (condiciones o causas) con respecto al
grupo social al que está dirigido y al que provee de representaciones acerca de sus orígenes.
La estructura temporal del proceso encuentra en la narración su expresión discursiva. No se
trata de emitir juicios de valor sobre los procesos históricos así reconstruidos, sino de asumir
una actitud ético-crítica del contexto social y político del presente que los originan.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
Quisiera mencionar dos tipos de intervenciones, entre otras posibles, que los historiadores
pueden generar en la esfera pública: una es a través del impacto o repercusión social o
política que sus obras puedan tener, y otra es la injerencia directa que, como partisanos,
realizan en la esfera pública. El primer caso lo podemos ejemplificar con los debates llevados
a cabo luego de la publicación de las obras de D. Goldhagen y J. T. Gross y, el segundo caso,
con el Manifiesto de los Historiadores en Chile de 1999 o el debate de los historiadores —
Historikerstreit— ocurrido en Alemania a mediados de los 80.

Los Verdugos Voluntarios de Hitler escrito por Golhagen a principios de 1996 y la


primera edición polaca de Los Vecinos de J. T. Gross publicada a mediados de 2000, no
sólo provocaron fuertes debates historiográficos sino obtuvieron grandes repercusiones en
el público no especializado. Aunque el primero de ellos fue ampliamente rechazado por los
historiadores, tuvo, sin embargo, un gran apoyo de intelectuales como R. Berenstein y J.
Habermas e impactó fuertemente en las discusiones públicas. En 1997 recibió el Premio
Democracia por, entre otras cuestiones, haber “dado un impulso fundamental a la conciencia
pública de la República Federal de Alemania”. El libro de J. T. Gross, al contrario, se basó
en un exhaustivo análisis de las fuentes y no fue criticado por sus colegas sino que fue
condenado por los ciudadanos polacos. El libro de Gross derribó el “mito polaco”: no fueron
los nazis los que mataron a los judíos polacos del pueblo de Jebwabne en 1941, sino sus
propios vecinos antisemitas. El 10 de julio de 2001, el presidente polaco A. Kwasbniewski
pidió perdón público ante una plaza casi vacía. Tanto el libro de D. Goldhagen como el de T.
Gross tuvieron, luego de publicados, fuertes repercusiones políticas y sociales en la esfera
pública. Sus obras fueron usadas públicamente —al decir de Habermas— como referencias

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normativas en la comprensión de sus respectivos presentes. En estos casos, los historiadores
no poseen responsabilidad alguna del impacto político-ideológico que sus trabajos pudiesen
causar y fueron escritos con independencia de los mismos.

Diferente es el caso del uso partisano de la historia. El Manifiesto de los Historiadores


de Chile publicado en 1999 o el debate de los historiadores —Historikerstreit— ocurrido en
Alemania a mediados de los 80, constituyen ejemplos de cómo los historiadores informados
por su disciplina intervienen en la esfera pública. En el caso del Manifiesto, en respuesta a una
carta escrita por Pinochet en 1998; en el segundo caso, intentando dar cuenta del fenómeno
del nazismo a las nuevas generaciones de alemanes. Los historiadores en tanto ciudadanos
y partisanos informados se involucran en el terreno político ideológico del presente. En estos
casos son enteramente responsables del uso público que hacen de su disciplina, de la misma
forma que un biólogo lo es discutiendo acerca de políticas públicas sobre el cambio climático
o un médico sobre el aborto, por ejemplo.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debili-
tan nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
En una situación ideal de habla, las personas que sostienen posiciones opuestas acerca de
un tema debieran poder entrar en diálogo bajo el presupuesto de que siempre prevalecerá el
mejor argumento. Es decir, durante el diálogo se debieran presentar las mejores evidencias
de cada una de las partes, no evitar temas, escuchar objeciones y, eventualmente, abandonar
la convicción propia si uno es convencido por los argumentos del adversario. Es lo que
Gadamer denomina “estar abierto a la opinión del otro”. Sin embargo, cuanto más central es la
situación, más difícil es su tratamiento en estos términos. El conflicto entre “nosotros” y “ellos”
(nuestros adversarios) es muy profundo, no porque sus convicciones sean incomprensibles o
incoherentes para nosotros, sino porque presuponen valores incompatibles con los nuestros.
En estos casos, las discrepancias no pueden resolverse reclamando una postura que apele a
la razón como legitimación última. En las situaciones en las que ninguna postura puede apelar
a nada que la legitime por sobre las otras, muchas veces, la única salida que aparece es la
de la violencia. Pensemos en los recientes acontecimientos ocurridos a raíz del referéndum
de independencia en Cataluña, o las muertes acaecidas en el contexto del reclamo de tierras
del pueblo Mapuche en Argentina o la violencia ejercida contra afroamericanos en EEUU, por
nombrar sólo algunos casos. Estos ejemplos muestran no sólo la debilidad de la promesa de
la política para disipar y aclarar estos conflictos profundamente atravesados por convicciones
dispares acerca de cómo deben desempeñarse los asuntos humanos en la espera pública,
sino también, el casi nulo desarrollo de la tolerancia hacia los “otros” en nuestras actuales
sociedades. A propósito de esta cuestión, le pregunté a un colega argentino ultrakischnerista
si estaría dispuesto a abandonar sus convicciones si un adversario político le ofreciera mejores
argumentos, a lo que me respondió: “¡Sí, por supuesto, pero todavía no he encontrado
ninguno!”

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José Luis Neila Hernández
Universidad Autónoma de Madrid, España

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
La Filosofía y, en particular, la Historia conjetural del siglo XVIII se planteaba no sólo como
un ejercicio de construcción de conocimiento en pro de la verdad, en el sentido moderno,
sino también de una evocación de una moralidad que pretendía mejorar la vida de hombres
y mujeres. Este sustrato de conocimiento y moralidad anida en la base de todas las utopías
de la modernidad. Con la emancipación del científico social y del propio oficio de historiador
respecto de la Filosofía en el curso del siglo XIX el positivismo elevó al altar del conocimiento
el mito de la objetividad. Con éste se orillaría la dimensión ética del “científico social”. Una
inercia y una práctica que sería objeto de profunda crítica por los filósofos neokantianos
frente al positivismo. En el curso del siglo XX una de las cuestiones fundamentales en el
pensamiento filosófico y de la propia construcción de conocimiento fue el relativismo, pero
el cuerpo central del desarrollo de la construcción del conocimiento científico se parapetaría,
en el marco del giro estructuralista, en la universalidad del método científico. Sólo a partir
del giro antropológico y la socialización de la “angustia” posmoderna se fueron insertando en
el debate y la construcción del conocimiento científico otras pautas de acción y pensamiento
que despejarían el camino al universo subjetivo y la compleja paleta ética que emana del
científico social, y del historiador, en su existencia social. Karl Popper y Thomas Khun lejos de
pincelar escenarios antagónicos se ofrecían como dos dimensiones complementarias en torno
al modo de cómo se ha o se debe de hacer ciencia —como filósofo de la ciencia, en el primer
caso— y cómo se hace la ciencia según los diferentes contextos históricos —como historiador
de la ciencia, en el segundo—.

En mis años de formación allá por los años ochenta siempre me resultó incómodo el
dogma de fe de algunos de mis docentes de la licenciatura de Historia que, parapetados aún en
la fortaleza del historicismo y el mito de la objetividad, denostaban y desanimaban cualquier
gesto hacia al estudio de los problemas no ya actuales sino de la historia del tiempo presente.
El mantra solía ser no tanto la transcendentalidad del documento escrito, sino la quirúrgica
distancia temporal para evitar la contaminación de la subjetividad del historiador, en este
caso más grave cuanto más cercano en el tiempo era el objeto de estudio. Lejos parecían
incluso, en aquel tiempo, las disertaciones y reflexiones de E.H. Carr sobre el continuo diálogo
entre el historiador y su objeto de estudio y el nexo permanente entre el presente y el pasado
en el proceso de construcción de conocimiento. El historiador, como el científico social, no
puede ni debe evadirse de su tiempo y ha de ser plenamente consciente en su trabajo del
velo preinterpretativo desde el que realiza su trabajo. Y en este sentido ha de proyectar, en mi
modesta opinión, su horizonte ético a la hora de valorar y enjuiciar moralmente los procesos
y los acontecimientos, pero ha de ser, asimismo, extraordinariamente riguroso y escrupuloso
a la hora de aplicar el método científico al hacer ciencia.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
Los historiadores en la construcción de la verdad —las verdades— sobre el pasado desde el
presente son cómplices y productos del tiempo en que viven. En la medida en que el oficio

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de historiador se ha profesionalizado, del mismo modo en que lo han hecho también las
ciencias sociales, forman parte de una malla de construcción textual, de construcción de
relatos, en cuya textura se concretan las conexiones entre el conocimiento y el poder. Sin
menoscabar el debate en el seno de las ciencias sociales y en la historiografía la construcción
de modelos analíticos y de relatos son filtrados y metabolizados desde la gubernamentalidad
hasta configurar regímenes de veridicción. Del mismo modo, aquellos otros modelos analíticos
y relatos que quedan en sus márgenes o en la invisibilidad de la frontera entre espacios y
comunidades identitarias articulan formas de conocimiento y relatos fronterizos y alternativos.
En ese sentido el etnocentrismo del pensamiento social occidental o la emergencia desde la
condición postmoderna de pensamientos críticos desde el plano del pensamiento poscolonial
y decolonial —entre otros—, permeables al quehacer de los historiadores, serían ilustrativos
de la responsabilidad social de los historiadores y los científicos sociales desde su labor como
comunidad epistémica. El propio Immanuel Wallerstein o Walter D. Mignolo indagan sobre
la responsabilidad de los científicos sociales y los historiadores en las diferentes versiones
del sistema mundo moderno como actores del jet stream del liberalismo. En particular los
historiadores, artesanos de un saber ideográfico, desempeñarían un papel fundamental en la
construcción de los relatos identitarios. Del mismo modo, podríamos evocar las reflexiones
bien conocidas de Edward Saïd en torno al orientalismo y los orientalistas como instrumentos
de poder en las prácticas del imperialismo y en la construcción de la otredad.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debilitan
nuestras convicciones y fortalecen a los “adversarios”?
El debate académico y científico se ha de plantear desde la honestidad y el rigor, así como desde
una dinámica de puertas giratorias que permitan un libre fluido de las ideas. Poner límites al
debate sobre ideas al hilo de los prejuicios, los temas, los planeamientos conceptuales o las
pautas metodológicas no puede conducir más que a la tibetanización del conocimiento. El debate
abierto y honesto con el “adversario” no puede más que fortalecer al partícipe en el encuentro de
ideas. Cuestionarse y ser cuestionado es parte fundamental del ejercicio intelectual de nuestra
profesión. Por el contrario, limitarse conlleva la asunción del prejuicio y de la dogmatización, lo
que navega a contracorriente del libre pensamiento y el mestizaje cultural.

Matteo Re
Universidad Rey Juan Carlos, España

Describimos procesos internacionales y sus consecuencias, pero ¿es lícito hacer


una valoración moral de éstos?
Por lo general la historia se interpreta, no se juzga. Sin embargo, creo que hay determinados
temas de estudio que sí pueden ser objeto de valoraciones morales.

En mi caso específico, al ocuparme de violencia política —y en especial modo de


terrorismo—, considero que una valoración moral no riñe con los dictámenes deontológicos
del historiador. Digo esto, considerando la oportunidad de crear, en algunos determinados
casos donde se empleó —o se sigue empleando— violencia terrorista, una contra-narrativa
basada en la realidad y lejos de cualquier tipo de tergiversación de los hechos. Dicha contra
narrativa tendrá el objetivo de equilibrar el discurso sectario de quienes perpetraban —o

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perpetraban— la violencia, evitando que su mensaje cale hondo en la sociedad.

Para lograr el objetivo que acabo de comentar, hace falta, tal y como sustenta Luis
Castells —opinión que comparto—, “narrar una historia con rostro humano”, pero al mismo
tiempo “narrar un relato complejo”. Estos dos factores probablemente serían suficientes para
contar la verdad. Sin embargo, creo que la labor intelectual de un académico tiene que ir
más allá de la mera narración de la verdad, tiene que cumplir con un ejercicio de valentía,
denunciando las prácticas intimidatorias, ya no solo del terrorismo, sino también de su
entorno más cercano. El peligro al que nos enfrentamos, al no comprometernos a fondo ética
y moralmente contra el terrorismo, es que triunfe la interpretación de la lucha terrorista como
acto romántico de autoinmolación para lograr un bien común. Tal y como decía Kaliayev,
personaje principal de Los justos de Albert Camus para animar a sus compañeros anarquistas
a la lucha: “Nosotros matamos para construir un mundo en el que nadie vuelva a matar nunca.
Aceptamos ser criminales para que la tierra se cubra por fin de inocentes”. En los estudios
sobre terrorismo a nivel internacional es fundamental huir de esta percepción de luchadores
por la patria o por la libertad ya que, al narrar acontecimientos lejanos temporalmente y
físicamente, es más fácil que ese mensaje triunfe.

¿Qué responsabilidad tenemos como historiadores en las repercusiones políticas,


sociales, etc. de lo que narramos?
Los historiadores tenemos una responsabilidad muy elevada sobre lo que contamos,
especialmente si tenemos la posibilidad de acceder a los medios de comunicación. La palabra
de un experto es amplificada por los periódicos y la televisión y tiene el poder de convencer,
pero al mismo tiempo es más fácilmente atacable por las críticas de quien no comparte nuestra
opinión. Tenemos que contar con el hecho de que hay ideas preconcebidas que difícilmente
pueden modificarse, y que a menudo las redes sociales no hacen que complicar la labor de
una narración histórica fehaciente y justa. Sin embargo, y a pesar de lo anteriormente dicho,
nuestra labor es la de narrar e interpretar los hechos de manera fiel, aunque esa narración
no guste a la platea.

¿Debemos medir y, eventualmente, evitar aquellos temas que —en teoría— debili-
tan nuestras convicciones, y fortalecen a los “adversarios”?
Creo que hay que contar la historia evitando omisiones. El relato siempre tiene puntos
débiles, pero no por eso hay que ocultarlos. Es cierto que hay hechos que pueden fortalecer
bastante a los “adversarios”. En los estudios sobre terrorismo no ayudan el entramado del
GAL en España, la Estrategia de la Tensión en Italia, las actuaciones violentas por parte de la
policía para aniquilar a los militantes de la RAF en Alemania y, más en general, todas aquellas
intervenciones represoras por parte del estado que superaron los límites consentidos por la
ley. Sin embargo, ocultar los hechos siempre es un error. Lo que hay que hacer es, en mi
opinión, matizarlos, pero en ningún caso silenciarlos. Según mi experiencia, los hechos que
se suelen considerar como precipitantes —según la interpretación de Martha Crenshaw—, es
decir aquellos acontecimientos que se consideran como favorecedores del aumento de un
determinado conflicto armado, a menudo no son más que excusas que los terroristas suelen
utilizar para justificar el uso de la violencia. Por lo tanto, sin necesidad de ocultarlos, hace
falta explicarlos y desmontar así ese relato.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

Relaciones Internacionales e Historia Global:


un diálogo posible y necesario

Diego Sebastián Crescentino y Gabriela De Lima Grecco*

*Diego Sebastián
BUZAN, Barry y LAWSON, George, The Global Transformation: History, Modernity CRESCENTINO,
Personal Investi-
and the Making of International Relations, Cambridge Studies in International
gador en Formación
Relations, Cambridge, 2015, pp. 396. en el Departamento
de Historia Contem-
poránea de la Uni-
CONRAD, Sebastian, Historia Global: Una nueva visión para el mundo actual, versidad Autónoma
Crítica, Barcelona, 2017, pp. 272. de Madrid. Inves-
tigador de la Uni-
versidad Nacional
de Cuyo. Máster en

I
Relaciones Interna-
ntroducción cionales y Estudios
Africanos de la Uni-
Desde el surgimiento de los enfoques reflectivistas y el establecimiento del versidad Autónoma
cuarto debate en la disciplina de las Relaciones internacionales, la reflexión de Madrid. Licen-
ciatura en Ciencia
y el resultante diálogo han conducido a los académicos a repensar y redefinir
Política y Admin-
constantemente los límites ontológicos, metodológicos y epistemológicos en el istración Pública
de la Universidad
abordaje de lo internacional. En este sentido, la apertura del diálogo interdisciplinar
Nacional de Cuyo
ha permitido desobstruir el crecimiento de la disciplina hacia debates no planteados (Argentina).
previamente. De manera análoga y a la luz del carácter interconectado del mundo
Gabriela DE LIMA
actual, la Historia se ha vuelto más “compleja”. La ciencia histórica ha incorporado GRECCO, Investi-
una mirada más profunda sobre la complejidad multidimensional de las sociedades gadora Contratada
en el Departamento
humanas y ha adoptado un punto de vista que lleva en consideración el ascenso
de Historia Contem-
de las perspectivas globales. Esta nueva “lente de aumento” sobre el mundo es un poránea en la Uni-
versidad Autónoma
reto que nos obliga a repensar más allá de las fronteras de la disciplina y, en parte,
de Madrid y, Doc-
el aparato categorial de la misma. tora por la misma
universidad. Máster
en Historia Contem-
Esta review-essay pretende dar cuenta del necesario diálogo interdisciplinar poránea (UAM) y
entre las Relaciones Internacionales y la Historia (Global). Para ello, analizaremos licenciada en Histo-
ria por la Pontificia
dos obras recientemente publicadas a partir de las cuales buscaremos reflexionar
Universidade Católi-
en torno a las fronteras epistemológicas y los límites espacio-temporales de ca do Rio Grande
do Sul (Brasil) y en
ambas disciplinas, así como sobre su interconexión. Al fin y al cabo, los enfoques
Letras (doble titu-
críticos de la disciplina de las Relaciones Internacionales y el enfoque de la Historia lación portugués/
global buscan discutir sobre el lugar que ocupamos en el mundo y, a la vez, sobre español) por la
Universidade Feder-
al do Rio Grande do
Sul (Brasil).
Este texto forma parte de una investigación financiada por la Comunidad de Madrid, en el marco de
las Ayudas destinadas a la Atracción de Talento Investigador, del apoyo del Grupo de Investigación de
Historia Social y Cultural Contemporánea (GIHSCC), y del programa de contratos predoctorales FPI-
UAM del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid.

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Licencia CC-NC-ND 209-218
R Relaciones Internacionales
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nuestra capacidad de agencia desde un análisis que supere las fronteras nacionales y las
metanarrativas eurocentradas.

La obra The Global Transformation: History, Modernity and the Making of International
Relations de Barry Buzan y George Lawson busca recuperar el debate en torno al origen de
la disciplina de las Relaciones Internacionales, a fin de comprender sus límites ontológicos y
reorientarla como una disciplina genuinamente internacional. Con ello, los autores se apoyan
en la profundización del diálogo interdisciplinar con otras ciencias sociales con el objetivo de
recuperar su lugar como una ciencia social histórica y cultivar al mismo tiempo el pluralismo
epistemológico y metodológico. En este sentido, los profesores de la London School of
Economics se centran en la reflexión en torno a la importancia de la transformación global
para la constitución del orden internacional actual. Con ello, buscan romper las fronteras
disciplinares que limitan el análisis de las Relaciones Internacionales arrojando luz sobre el
forzado olvido de la disciplina en torno a la constitución de la modernidad global, destacando
el rol de la revolución industrial, política e ideacional acontecida durante el largo siglo XIX y
la consiguiente integración del mundo en torno a un sistema global.

La segunda de estas obras es la versión en español de What is Global History?, que en


castellano lleva el título Historia Global. Una nueva visión para el mundo actual, del historiador
Sebastian Conrad, profesor de Historia en la Freie Universität de Berlin. En este libro, Conrad
reflexiona sobre las promesas y los límites del giro espacial en la disciplina de la Historia,
pero también sobre la necesidad que supone para los historiadores actualizar su aparato
categorial y abrir su análisis a partir de un mayor ángulo de visión. La Historia global, para el
historiador alemán, es un intento de afrontar dos desafíos centrales: por un lado, superar la
perspectiva del estado-nación como unidad de estudio fundamental y, por el otro, trascender
el eurocentrismo como modelo de desarrollo universal.

Historia Global y Relaciones Internacionales: Método y perspectiva


La reflexión tardía de las Relaciones Internacionales en torno a la construcción social del
conocimiento —“toda teoría es siempre para alguien y con algún propósito”1— condujo a
la apertura de la disciplina hacia una multiplicidad de perspectivas teóricas que alertaron
sobre la necesidad de debatir la objetividad de sus postulados. Conscientes de ello, Buzan y
Lawson nutren el debate sobre las implicaciones que conlleva el aceptar de manera acrítica el
difundido binomio fundacional 1648 / 1919 como fecha de referencia para la constitución de las
relaciones internacionales modernas. Para los autores, la carencia de un debate profundo en
torno al rol del largo siglo XIX en la conformación del orden internacional actual ha conducido
a los teóricos de Relaciones Internacionales a centrarse en análisis coyunturales sobre poder,
seguridad, globalización, estructuras ideacionales y periodización del tiempo. Estas lecturas,
indican, quedarán anacrónicas cuando el paso de un modo de poder estructurado en torno a
un globalismo centrado —es decir, el orden centro-periferia cuyo centro de gravedad reside
en occidente— a uno descentrado —policéntrico— sea efectivo.

Los autores comienzan su libro con la definición de lo que para ellos resulta un debate

1
COX, Robert W., “Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales: Más allá de la Teoría de Relaciones
Internacionales” en Relaciones Internacionales, vol. 24, 2013, pp. 132 [Original en inglés de 1981].

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central para comprender el origen del orden internacional actual: la transformación global.
Esta compleja y desigual configuración producida desde el largo siglo XIX a través de un triple
proceso revolucionario, estableció las condiciones materiales e ideológicas que dieron origen al
orden internacional global. Se trata, en primera instancia, de la transformación generada por
la industrialización y la consiguiente extensión del mercado a escala global, lo cual produjo un
sistema intensamente conectado y a la vez profundamente dividido por desigualdades globales.
Ello estuvo, en segunda instancia, ligado a la reconstitución del poder sostenido por procesos
de formación de estados racionales conectados al imperialismo. Asimismo, entrelazadas
junto a estos procesos fueron fundadas nuevas ideologías —liberalismo, socialismo, racismo
científico—, que generaron o reconstituyeron las entidades, actores e instituciones a nivel
global, proveyendo a las relaciones internacionales estrategias de legitimación a través de
la idea de progreso. Esta configuración generó una transformación de un orden policéntrico,
que pasó a estar estructurado en torno a relaciones centro-periferia, proporcionando una
amplia gama de recursos y radicando el centro en el oeste. La modernidad global integró de
esta manera al mundo en torno a un sistema que generó una multitud de nuevos actores
—estados racionales, corporaciones transnacionales, y organizaciones intergubernamentales
y no gubernamentales permanentes—, transformando la base del orden internacional y
definiendo el comienzo de nuestra era. Esto lleva a que, como consecuencia, su comprensión
resulte fundamental para el análisis de las Relaciones Internacionales contemporáneas (pp.
1-5).

En virtud de ello, la toma de conciencia sobre el rol que ha ocupado el largo siglo
XIX en la conformación del modo de poder vigente ofrece considerables ventajas para
la generación de una conversación interdisciplinar. A lo largo de las últimas décadas, las
Relaciones Internacionales han sido criticadas por la estrechez de su agenda intelectual, su
anglocentrismo y su positivismo —es decir, su uso de la historia como fuente de datos y no
origen explicativo de ideas—. A través de la apertura del diálogo con otras ciencias sociales
propuesta por Buzan y Lawson, su transformación en la búsqueda de un carácter más global
y descentrado abre un cúmulo de oportunidades metodológicas que permitirán enriquecer
profundamente la disciplina. Sin ir más lejos, el diálogo con la Historia encarado por los
autores —que a su vez constituye el objetivo central de este número de la revista Relaciones
Internacionales— permite la comprensión de la forma en que otros periodos históricos no
contemplados por la disciplina han afectado —y estructurado— a las relaciones internacionales
contemporáneas2 (p. 331).

La Historia global, por su parte, se deriva de recientes enfoques históricos “vecinos”


que han preparado el terreno para este nuevo paradigma historiográfico, entre los cuales se
encuentran la Historia transnacional, la comparada o la conectada. Pero, por otra parte, el giro
global es también resultado de una larga trayectoria de perspectivas críticas en relación a las
“huellas” del eurocentrismo, tales como la historia de las mentalidades, los Annales, la historia
desde abajo, las posturas decoloniales o el giro linguístico. De hecho, como Conrad señala, la
Historia global “compite” con varios paradigmas que buscan comprender las dinámicas desde

2
Los legados de la transformación global, indican los autores, implican entre otros: una “economía mundial
interdependiente, forma dominante de estatidad moderna, sistemas de comunicación y transporte globales,
ideologías de progreso, organizaciones intergubernamentales, derecho internacional, sistema internacional
cerrado y global” (p. 321).

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contextos globales. Ésta, por lo tanto, se inserta dentro de las reflexiones más recientes de
las ciencias humanas y es un enfoque que se ajusta a los parámetros de globalidad y a la
búsqueda por entender las dinámicas del mundo moderno. Sin embargo, parece que también
este nuevo giro historiográfico ha sufrido la ausencia de una sólida definición.

Ahora bien, el desafío para la consolidación de la Historia global como metodología


puede estar relacionado con su “doble faceta”. De acuerdo con Sebastián Conrad, “la Historia
global es a la vez un objeto de estudio y una forma particular de entender la historia” (p. 15).
Es decir, es al mismo tiempo un proceso y una perspectiva metodológica. En este sentido,
el paradigma global aspira a escribir una Historia —tanto de procesos que transcurren en
espacios delimitados pero que tienen ecos “planetarios”, como de aquellos que trascienden
fronteras— que lleva en consideración las dinámicas globales y sus condiciones estructurales.
Se hace hincapié, pues, en los entrelazamientos, en la integración global y en los cambios
dentro de un mundo conectado. Pero, a la vez, estas “conexiones” deben ser abordadas desde
procesos de transformaciones estructurales. La originalidad del giro global se halla en la
promesa de unir una perspectiva cuya mirada vaya más allá de los límites fronterizos y que,
a la vez, lleve en consideración los impactos estructurales. En resumidas cuentas, una mirada
que supere, por fin, “la dicotomía entre lo interno y lo externo” (p. 83).

Este conjunto de desafíos, sin embargo, no hace sombra a los beneficios que suponen
el método global. Uno de sus pilares más importantes es su visión crítica de las estructuras
de poder. La perspectiva de la Historia global tiene el mérito de hacer que el observador se
aleje de su propio punto de observación y, al transponer el carácter individual y único de las
sociedades analizadas, lleve a cabo una lectura crítica que trasciende las fronteras y culturas.
El estudioso de la Historia global no puede pensar los procesos históricos de forma aislada,
sino que ha de tener la comprensión de otros puntos de vista sobre el pasado, proponiendo la
creación de perspectivas más inclusivas e interconectadas y a la vez contrastando realidades
distintas.

No obstante, el beneficio que conlleva la “lente de aumento caleidoscópica” de la visión


global tampoco está exento de problemas. En opinión de Conrad, esta nueva perspectiva
supone “reconocer sin ambages que pensar sobre el pasado global es una acción posicional”
(p. 65). Es decir, aunque el historiador aspire a narrar la historia del planeta en su conjunto,
lo hace desde un lugar particular y desde su subjetividad. La “utopía” de la Historia global
supondría la creación de un investigador “cosmopolita”, cuya construcción del conocimiento
fuese mostrado desde diversas perspectivas. En este sentido, es importante subrayar que las
prácticas historiográficas no están desvinculadas del “ser” —el historiador— y del “poder” —
desde donde se escribe y para quién se escribe—. Sin duda, este nuevo enfoque se muestra,
pues, como un desafío para la disciplina y para aquellos que la escriben. Si el historiador
logra sobrepasar algunos de los desafíos que entrañan este quehacer historiográfico, dicho
método puede —y debe— determinar una actitud más crítica de su labor y una construcción
de espacios más amplios y diversos de producción de conocimiento. Se trataría de un trabajo
crítico sobre las lecturas etnocéntricas, al ofrecer una visión más compleja de la “vieja”
oposición centro-periferia. En relación a ello, la propuesta metodológica de Buzan y Lawson
puede colaborar con esta lectura crítica.

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De la Historia occidentalocéntrica a la Historia Global
De acuerdo con el teórico alemán Sebastian Conrad, la Historia moderna tiene dos “defectos”
de nacimiento. El primero de ellos se refiere a la concepción de que el estado-nación es una
unidad de estudio fundamental y, como consecuencia, la entidad territorial acabó definiendo a
la Historia como “nacional”. La segunda “mancha” de nacimiento corresponde al entendimiento
de que en el mundo hay un centro: Europa. Así, la Historia situó en “primer plano los procesos
de cambio en Europa” y entendió que Occidente “era la fuerza impulsora central de la historia
del mundo” (p. 9), lo que supuso la creación de un modelo de desarrollo universal: el europeo. A
partir de esta perspectiva, se establecieron conceptos analíticos “universalizantes”, tales como
“nación”, “progreso”, “civilización” o “revolución”. El estudio histórico fue “homogeneizando
sus relatos y empezando a respetar estándares metodológicos uniformes” (p. 27). El largo
siglo XIX, período en el cual surgió la Historia moderna, elaboró, pues, esta metanarración
eurocéntrica, jugando un papel decisivo en la construcción de un relato histórico centrado en
la “unidad” del mundo, la limitación del territorio en el estado-nación y el concepto evolutivo
de tiempo y de progreso desde una concepción occidentalocéntrica.

Así y todo, Sebastian Conrad defiende la idea de que la Historia global busca realizar
un cambio en la manera que los historiadores (re)construyen y piensan la historia. Para
él, en varios sentidos importantes, la perspectiva global es un valioso intento de afrontar
los “defectos” de nacimiento de la ciencia histórica decimonónica. De esta forma, se busca
fomentar un cambio positivo en las ciencias humanas, “incluso libertador en algún ámbito”
(p. 19). Sin embargo, la crítica al eurocentrismo, curiosamente, es la principal contradicción
de este paradigma historiográfico. De acuerdo con el teórico Jeremy Adelman, es difícil no
pensar que el giro global es otra de las muchas invenciones de la historiografía anglófona
para “integrar al Otro en una narrativa cosmopolita” según sus propios términos3. Así, se
busca incluir a las “otras” historias en un relato globalizante, pero no se “escucha” lo que
“la otra mitad del globo” tiene para decir. Se “escuchan” sus voces a través de una voz
“doblada”: el inglés. En efecto, para que la perspectiva global no erija su propia segregación,
hay que buscar una apertura académica frente al monopolio del lenguaje “anglocéntrico”.
Para Sebastian Conrad, “la hegemonía del inglés tiene el poder de marginar otras lenguas y
tradiciones historiográficas” y “beneficia los angloparlantes nativos” en su modo de expresarse
o defender sus ideas (pp. 197-198).

De modo análogo a la Historia —y en gran parte producto de la influencia de las


ciencias humanas al momento de su fundación—, la mayor parte de los intelectuales de
Relaciones Internacionales han reproducido desde los orígenes de la disciplina la perspectiva
decimonónica de la superioridad occidental. Según Buzan y Lawson, las revoluciones de la
modernidad establecieron las condiciones de una jerarquía social entre un limitado centro
moderno centrado en occidente y una gran periferia premoderna. Como consecuencia de ello,
la agenda internacional plasmó desde el siglo XIX la idea del estándar de civilización —que
posteriormente mutó hacia concepciones como ‘desarrollo’ y ‘buen gobierno’4— como un

3
ADELMAN, Jeremy, ¿Qué es la Historia Global hoy en día?, Historia Global Online, http://historiaglobalonline.
com/2017/03/10/que-es-la-historia-global-hoy-en-dia-por-jeremy-adelman/ [Consultado el 25 de enero de
2018].
4
De este modo, si bien “la abierta arrogancia del ‘estándar de la civilización’ había desaparecido, la construcción
colonial de los no europeos como parte de una etapa inferior dentro de un modelo único de desarrollo se

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concepto central en la construcción del orden internacional, limitando la capacidad de agencia
de los países de la periferia a su adecuación al status quo establecido por el centro. Esto llevó
a su vez a que una notable cantidad de cuestiones presentes en la agenda contemporánea de
las Relaciones Internacionales tenga sus raíces en este momento, y reproduzca con ello parte
las ideas entonces imperantes, incluidos conceptos como ayuda, intervención, desigualdad,
migraciones e identidad (p. 196). Esta situación también explica el hecho de que, al ser fruto
de la transformación global, las Relaciones Internacionales sean incapaces de analizar los
procesos históricos previos a su concepción (p. 47), sobre todo si se mantiene la narrativa de
que su origen se encuentra en el siglo XX.

Ahora bien, una de las principales consecuencias directas que conlleva la no


problematización del origen de la disciplina es el mantenimiento acrítico de sus fundamentos
implícitos, y, con ello, la reproducción de las relaciones jerárquicas de poder imperantes. Las
Relaciones Internacionales naturaliza(ro)n de este modo una narrativa asentada sobre una
Historia occidentalocéntrica, que observa la supremacía occidental como natural —incluso
eterna—, olvidando entre otras cosas los legados del racismo y el colonialismo, y profundizando
el eurocentrismo / anglocentrismo que caracterizan a la disciplina (p. 63). En este sentido,
tanto la Historia Global como las Relaciones Internacionales deberán prestar especial atención
a la reproducción de jerarquías epistemológicas. Por otra parte y profundamente ligado a
ello, el predominio lingüístico de las Academias anglófonas resulta un límite epistemológico
y ontológico central para ambas disciplinas. El inglés no puede convertirse en el lenguaje
global, pero ¿sería posible una perspectiva global e internacional sin la globalización del
inglés? A lo mejor, estamos en callejón sin salida, pero debemos decididamente afrontar este
problema para que la Historia global y las Relaciones Internacionales no se conviertan en un
filtro por el cual escuchamos el mundo a través de una voz anglocéntrica. La construcción de
narrativas diversas y críticas debe pasar inevitablemente por la incorporación de un mayor
número de idiomas —occidentales y no occidentales por supuesto—.

Una vez conscientes de la reproducción de las jerarquías epistemológicas y de la


necesidad de subvertirlas, uno de los grandes peligros para toda perspectiva crítica es
trasladar el debate de una retórica del excepcionalismo occidental como única explicación de su
supremacía en el orden internacional, a una retórica que, manteniendo este excepcionalismo
desde una lectura negativa, centre su debate en cómo occidente ha evitado el surgimiento
de epistemologías alternativas. Efectivamente, de lo que se trata es de, una vez que se
haya tomado consciencia en torno a las jerarquías cognitivas que han limitado la presencia
de lecturas no eurocéntricas, dar lugar a una apertura metodológica y un diálogo entre las
disciplinas de las ciencias sociales hacia caminos no explorados sin caer en la formulación de
nuevas metanarrativas. En efecto, no debemos pasar de un eurocentrismo a un eurocentrismo
antieurocéntrico, donde se pone siempre la luz en un centro, aunque sea para afirmarlo o
criticarlo.

Glocalización: un diálogo entre lo global y lo local


En el apartado final de su libro, Barry Buzan y George Lawson se concentran en lo que

mantuvo durante el período poscolonial”, de modo que se sostuvo el deber moral “por parte del mundo rico de
‘asistir’ en el ‘desarrollo” y la ‘modernización’ del ‘Tercer Mundo’” (pp. 206-207).

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probablemente sea uno de sus mayores aportes para el futuro de las Relaciones Internacionales:
las implicaciones de establecer el origen del orden internacional en el largo siglo XIX. Ello
conlleva la observación de la forma en que su argumento altera y añade valor a los debates
contemporáneos en la disciplina; e incorpora dos conceptos centrales para el análisis del
modo y la distribución del poder del orden internacional actual: el paso de un mundo de
globalización centrada de los siglos XIX y XX, a uno de globalización descentralizada. De
esta manera, los autores proporcionan una posible explicación a otro gran debate a lo largo
de las últimas décadas: las alteraciones en la distribución del poder relativo de las potencias
occidentales y el fortalecimiento de las potencias regionales y sus estructuras (pp. 12-13).

La transformación global contempló, a ojos de los autores, tres periodos que alteraron
el orden internacional de manera diferente. Por un lado, la sociedad internacional occidental-
colonial, desde el largo siglo XIX hasta 1945; y la sociedad internacional occidental-global,
desde 1945 hasta el año 2000. Ambos momentos estuvieron caracterizados por el globalismo
centrado, un orden planetario desigual donde occidente era dominante. Y por el otro lado, el
tercer periodo se caracterizó por el surgimiento del globalismo descentrado, que comenzó en
el año 2000 y continúa vigente en la actualidad (pp. 273-274).

Este globalismo descentrado, estructurado en torno a una distribución del poder


más igual y dispersa, está construido en torno a cuatro principios que, según los autores,
caracterizarán al orden internacional vigente a lo largo de las próximas décadas. En primer
lugar, se trata de orden donde no existirán superpotencias globales, adquiriendo por tanto un rol
central las potencias regionales, que estarán conectadas por instituciones básicas y motivadas
por la coexistencia y la cooperación en torno a problemas y proyectos colectivos. Ello implica,
a su vez, que habrá un crecimiento de los miembros del centro en relación a aquellos de la
periferia; que la distribución de poder se volverá más dispersa; y que las regiones adquirirán
una mayor importancia en las relaciones internacionales. Estas potencias, en segundo lugar,
cambiarán su forma de interactuar hacia un modo responsable, donde primarán sus intereses
por contener el uso de la fuerza, respetar los acuerdos, reconocer los derechos de potencias
menores como socios y observar su soberanía. Ello conducirá a un orden plural, que pondrá
fin a las históricas reivindicaciones de excepcionalismo por parte de las potencias. En tercer
lugar, la globalización continuará su incesante marcha, pero como observamos previamente,
el rol de los regionalismos será central en la nueva estructura de poder. Las configuraciones
regionales servirán, en este sentido, como bastiones que permitirán conservar el carácter
distintivo local, como punto de apoyo en caso de que la cooperación global se debilite, y
como plataformas desde las cuales podrán practicar relaciones internacionales pluralistas de
manera más efectiva. Por último, el concepto de seguridad sufrirá una alteración permanente.
La presencia de problemas colectivos —como el cambio climático— conducirá a la adopción de
un nuevo concepto común de seguridad: problemas colectivos requieren acciones colectivas.
Como consecuencia, la problemática de la violencia interestatal dejará de ocupar un rol central
en la disciplina, orientándose a actores no estatales y a procesos de securitización5 (p. 297-304).

Ahora bien, tales alteraciones en la distribución del poder y el creciente rol de las

5
No olvidemos que Barry Buzan es uno de los fundadores de la Escuela de Copenhague, central en sus aportes
en torno a la teoría de la securitización.

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regiones en el orden internacional también llevarán a nuevos desafíos frente a los cuales la
disciplina no podrá permanecer impasible. Las rivalidades regionales, el posible debilitamiento
del proyecto liberal sostenido por la preeminencia occidental, la creciente importancia de la
religión en la imposición de valores, las consecuencias de las nuevas tecnologías y formas
de producción energética, el surgimiento de nuevas enfermedades, la profundización de
desastres naturales, el cambio climático o el surgimiento de un nuevo modo de poder que
altere el status quo deberán ser objetos centrales en el análisis de los investigadores (p. 293-
297), y su capacidad de maniobra será central para la comprensión de un mundo de creciente
complejidad.

También la Historia parece dirigirse a enfrentar desafíos similares en la redefinición


de las formas de abordaje sobre su objeto de estudio, pasando de una mirada más centrada
en la unidad territorial del estado-nación a perspectivas de análisis más amplias. En este
sentido, el método de la Historia global apunta a nuevas formas de mirar el mundo a partir de
la superación de las perspectivas nacionales y locales. Estos nuevos problemas que suscitan
el cuestionamiento de la estructura del estado-nación nos llevan a repensar el carácter y
la historicidad de los procesos de formación de las naciones, así como a construir nuevos
enfoques analíticos. No obstante ello, la unidad del estado-nación continúa jugando un papel
importante dentro de las ramas humanísticas. De hecho, como subraya Sebastian Conrad,
por lo general el objetivo del enfoque global “no es abandonar por completo la Historia
nacional, sino transnacionalizarla” (p. 195). Para que el análisis nación-céntrico sea superado,
debemos pensar las identidades colectivas más allá de las lecturas tradicionales y poner en
cuestión la endogénesis del análisis histórico. En este sentido, la Historia nacional tiene su
lugar en la Historia global, pero debe ser pensada de forma estructurante. El estudio del
nacimiento de los nacionalismos, por ejemplo, debe ser entendido en una perspectiva global,
en la que no se enfaticen sus especificidades y sus diferencias, sino más bien las similitudes
y las interrelaciones entre ellos. En resumidas cuentas, la Historia global no es una Historia
“planetaria”, a history of everything. De hecho, lo que “es global en la Historia global” no es el
objeto de estudio sino el énfasis en los procesos, conexiones y, sobre todo, en la integración.

Aunque esta nueva mirada de la Historia global pueda enriquecer los estudios
historiográficos, esta concepción está directamente conectada con las nuevas formas de
organización mundial y de producción capitalista. En esta dinámica, podemos acabar creando
más “muros”, ya que nos olvidamos de los “sedentarios”, los y las que no pudieron llevar
a cabo viajes transnacionales o que no pudieron moverse porque no formaban parte de la
clase económicamente privilegiada. Así, corremos otro de los muchos riesgos que conlleva
la perspectiva global: el de hacer una historia de las élites, normalmente de hombres. Una
Historia, como señala el teórico alemán, con una “tendencia a despolitizar nuestra comprensión
de la historia y estructurar el pasado según el imaginario de los mercados liberales” (p.
205). Para superar esta importante paradoja, podemos utilizar la Historia global como una
metodología que ponga en cuestión “la teología de la retórica de la globalización” (p. 191).
Es decir, realizar una pregunta de doble-filo: ¿quién son los que se mueven?, pero ¿quiénes
son los que no cruzan fronteras? ¿por qué razón y frente a qué dinámicas? De esta forma,
problematizamos el valor ideológico del giro global para así no “morder” el anzuelo de los
“pescadores” liberales. La Historia global no puede ser un mecanismo más de legitimación
del discurso del capital financiero, alzando la “imagen que el capitalismo tiene de sí mismo”

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(p. 189): la idea de una pacífica “aldea global”, de un mundo conectado, fluido y por ello
atractivo.

Consideraciones finales: hacia un diálogo entre las Relaciones Internacionales y la


Historia Global
A lo largo de la presente review-essay, hemos procurado profundizar la reflexión y el diálogo
que debe darse necesariamente de manera inter e intradisciplinar en todas las ciencias
sociales. La obra de Sebastian Conrad y la de Barry Buzan y George Lawson, reflexionan en
torno a los límites y necesidades existentes en la Historia y las Relaciones Internacionales,
ofreciendo un nuevo marco de posibilidades que permitan superar sus límites ontológicos,
epistemológicos y metodológicos. Este diálogo interdisciplinar debe permitir, en última
instancia, problematizar sus orígenes y fundamentos implícitos, y abrir vías de comunicación
entre estas dos disciplinas tan profundamente conectadas.

Si sólo se considera a las Relaciones Internacionales como una disciplina presentista


cuya atención está puesta sobre la distribución del poder en el orden internacional, el estudio
del comportamiento de las grandes potencias, y la comprensión de las condiciones que las
conducen a la paz o promueven la guerra, entonces permaneceremos limitados a la formulación
de análisis coyunturales, nombrando cisnes negros a toda lógica que escape nuestras limitadas
lecturas. Si, por el contrario, nos proponemos a proseguir una deconstrucción constante de
las estructuras mismas de la disciplina, habremos dado un primer paso hacia un diálogo inter
e intradisciplinar que nos llevará a valernos de nuevos métodos para avanzar hacia lecturas
alternativas. En este sentido, una comprensión más completa de la transformación global nos
lleva a comprender, en última instancia, la importancia del siglo XIX para el nacimiento de las
relaciones internacionales como las conocemos hoy (p. 3).

A su vez, la Historia global puede ser considerada un camino idóneo para pensar el
tiempo presente y, porqué no, las Relaciones Internacionales. A través de las lentes globales,
las sociedades humanas son vistas como procesos cosmopolitas de diálogos interculturales,
lo que contribuye a dar “significado al mundo en el que vivimos” (p. 186). De acuerdo
con Walter Benjamin, “cuando la relación del sujeto con el pasado se transforma en una
estrategia, está presente una nueva idea: la de que el presente puede iluminar el pasado y
no al revés”6. El presente es el punto de partida para que los procesos en el ámbito global se
tornen inteligibles. Esta nueva visión historiográfica mira hacia un mundo más integrador de
la comunidad humana, al tiempo que postula la existencia dialógica entre pasado y presente.
Ésta, sin embargo, es sólo una de las maneras de abordar el enfoque global. El “presentismo”
metodológico, consecuencia directa del desafío que ha lanzado la globalización, no es el
único marco temporal de la Historia global. Como subraya Conrad, cualquier período puede
ser analizado desde este enfoque. Este feliz matrimonio entre presente y pasado, sirve para
comprender la genealogía del presente y los cambios a escala global. Además, “nos invita a
provincializar la modernidad: ampliar el marco temporal hasta el pasado más remoto y liberar
el tiempo histórico de la teleología de lo moderno” (p. 130).

6
BENJAMIN, Walter en LOPES, Antonio Herculeano, VELLOSO, Monica Pimenta y PESAVENTO, Sandra Jatahy,
História e Linguagens. Texto, imagem, oralidade e representações, 7Letras, Rio de Janeiro, 2006.

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Pero ¿por qué es importante la Historia global? La respuesta podría ser: porque el mundo
está en continuo cambio y la Historia la necesita. El enfoque global nos invita a una apertura
de horizontes, a ampliar el debate, a incluir y a mirar el mundo con sus “diversos colores”. Es
más, a superar las huellas del siglo XIX en nuestra manera de pensar el mundo. El paradigma
global puede crear un amplio y lógico portrait de la humanidad interconectada a partir de las
reflexiones críticas del siglo XXI. Las y los historiadoras/es de hoy están mejor preparados
para hacer nuevas preguntas, construir relatos más complejos, comprometidos y que, al fin
y al cabo, superen las jerarquías epistemológicas. Pero, por otra parte, la Historia global es
una perspectiva aún en construcción. El próximo paso es establecer una teoría y un método
más precisos e ir más allá de un lenguaje anglocentrado. Tanto las Relaciones Internacionales
como la Historia Global nos dan pistas para entender el diálogo entre presente-pasado de una
forma más integradora y crítica de las sociedades humanas. Pero para ello, ambas disciplinas
deben decididamente pasar a reflexionar sobre sus “defectos” de nacimiento: sus orígenes en
el largo siglo XIX y, por ello, su rasgo eurocéntrico.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

TAIBO, Carlos, La Rusia contemporánea y el mundo. Entre la


rusofobia y la rusofilia, Los Libros de la Catarata,
Madrid, 2017, pp. 206
Javier Morales Hernández*

E
* Javier MORALES
l miedo al Otro encarnado por académicos a la hora de proporcionar HERNÁNDEZ,
Rusia, plenamente integrado en contexto y análisis crítico cobra aún Profesor de
Relaciones
la cultura occidental desde la mayor importancia. Entre la multitud Internacionales
Revolución Bolchevique de hace un siglo, de voces que opinan sobre estos temas, en la Universidad
Europea de Madrid
está de nuevo presente en el zeitgeist de Carlos Taibo aporta la credibilidad de un y codirector del
nuestra época. Las representaciones de investigador con experiencia a lo largo Grupo de Estudios
de Europa y Eurasia
una influencia subversiva rusa figuran de varias décadas, que le sitúa como
(GEurasia). Doctor
en todo tipo de discursos, en los que uno de los principales expertos en en Relaciones
no faltan las teorías conspirativas: por Rusia dentro de la literatura politológica Internacionales
por la Universidad
ejemplo, la que establece una relación en castellano. El profesor Taibo fue Complutense
directa entre el Kremlin y la elección además uno de los pioneros en la de Madrid. Su
principal línea
de Trump, el Brexit o la movilización introducción del espacio ruso-soviético de investigación
soberanista en Cataluña. Putin ha sido como objeto de estudio en España, a es la política
exterior y de
elevado a la categoría de arquetipo —o partir de la perestroika, contribuyendo
seguridad de Rusia,
meme, en las redes sociales— del líder a formar a las siguientes generaciones especialmente
fuerte e implacable, en contraste con de especialistas en un área con escasa sus relaciones con
EEUU, la UE y la
una Unión Europea debilitada por la tradición en nuestras universidades1. OTAN. Ha sido
crisis y aparentemente vulnerable ante miembro asociado
senior del Centro
cualquier injerencia. Incluso en el género La Rusia contemporánea y el de Estudios Rusos
de ficción, varias series ambientadas en mundo está planteado como introducción y Eurasiáticos de
la Universidad de
la década de los ochenta nos describen general a la política exterior de ese
Oxford, coordinador
a un enemigo infiltrado en Occidente — país, complementando otros trabajos de Rusia y Eurasia
los agentes del KGB en The Americans— anteriores del mismo autor sobre en la Fundación
Alternativas,
o que acecha nuestro “mundo libre” las presidencias de Yeltsin, Putin y profesor en la Saint
tras la frágil barrera que nos separa, Medvedev. El primer capítulo —a modo de Louis University
de Madrid e
como las criaturas de Stranger Things. contexto— describe la situación interna investigador
La amenaza extranjera aparece así de en los ámbitos político, económico y postdoctoral en la
Universidad Carlos
forma real y metafórica, recordando el social: gobierno y oposición, “capitalismo
III.
temor a una ventaja militar de la URSS mafioso” y retos medioambientales o
con el que Reagan justificó en aquel demográficos. En el segundo capítulo
momento su programa de rearme.
1
Para una descripción de los inicios de la
investigación académica sobre Rusia en
Precisamente en un clima tan España, desde la perspectiva de las distintas
polarizado, en el que se reproducen las ciencias sociales, véase DE ANDRÉS, Jesús,
“¿Sigue teniendo interés académico la
percepciones de la Guerra Fría sobre Europa Oriental en España?”, en Análisis
GEurasia, nº 1/2017: https://geurasia.eu/
una alteridad radical entre “ellos” y estudios-europa-oriental/ [Consultado el 5
“nosotros”, la responsabilidad de los de diciembre de 2017].

219
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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

se traza la evolución de la política exterior, naturales, el diseño del sistema político o


dividiéndola en cuatro grandes etapas: una las capacidades militares— sino también
inicial de “sumisión y aquiescencia” (1991- aspectos ideacionales y subjetivos: la
1995), otra de tensión (1996-1999), la memoria del pasado, las identidades de
“cordialidad putiniana” (2000-2006) y la “imperio” y “gran potencia”, o las tradiciones
vuelta a la tensión (2007-…). autóctonas de pensamiento sobre el papel
de Rusia en el mundo.
El tercer capítulo profundiza en las
relaciones de Rusia con distintos escenarios Todos estos datos son interpretados
geográficos: las demás repúblicas a la luz de una serie de presupuestos
exsoviéticas —en Europa Oriental, el normativos con los que Taibo se identifica
Cáucaso y Asia Central—, el Ártico, Oriente a lo largo de todas sus obras, y que
Próximo, Asia —con especial atención a informan de forma consciente su análisis
China, Japón, las dos Coreas y la India— y, del objeto de estudio. Entre estos principios
muy brevemente, África y América Latina. se encuentran el rechazo de todo sistema
El capítulo cuarto entra a discutir otros económico —desde la planificación
aspectos que no obedecen a una división centralizada soviética hasta el capitalismo—
cronológica o geográfica: la interpretación basado en la deshumanización del trabajo
de la política exterior rusa desde las y la explotación incontrolada del medio
escuelas geopolíticas occidentales; las ambiente; el cuestionamiento, desde una
organizaciones y foros internacionales posición libertaria, de la “institución estado”
promovidos por Moscú; el eurasianismo como modelo de organización política;
como doctrina; el carácter (neo)imperial de la simpatía por movimientos de carácter
Rusia como potencia mundial; y, por último, autogestionario, frente a la burocratización
el debate sobre la “nueva Guerra Fría” en la de partidos e instituciones; o la denuncia
que supuestamente nos encontramos. del imperialismo e intervencionismo militar,
ya sea practicado por potencias occidentales
Quien espere un trabajo académico o no occidentales. Como es habitual en
al uso, descubrirá que el libro combina él, Taibo emplea un lenguaje académico
la investigación empírica con el ensayo con abundantes recursos estilísticos —la
de opinión o la reflexión metateórica. enumeración, la ironía o la anécdota, entre
Taibo se distancia así del positivismo otros— que enfatizan cada una de las ideas;
epistemológico habitual en los enfoques lo que hace posible leer el texto como si
racionalistas —centrados en descubrir se tratase de una conferencia o exposición
relaciones de causalidad entre variables— oral.
para aproximarse en cierta medida al
reflectivismo: el conocimiento sobre Rusia El libro asume, por tanto, una
aparece como resultado de un proceso orientación comprometida, pero evitando
social de construcción de significados, caer en los dobles raseros y relatos de
donde los analistas y opinadores no son “buenos” y “malos” tan habituales en el
meros observadores externos, sino parte debate público sobre Rusia. Esto se anuncia
integrante de dicho proceso. En el plano claramente al lector desde el prólogo, donde
ontológico, el autor adopta igualmente una se recoge su tesis principal: aun aceptando
comprensión holista de la política exterior que hay “muchos motivos, y muy sólidos,
rusa, que incluye no sólo elementos para criticar […] las políticas que Putin
materiales —la geografía, los recursos […] despliega en el interior de su país”, se

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018 R
nos advierte de los riesgos de oponerse Como señala el subtítulo del libro,
igualmente a su política exterior sin tener Entre la rusofobia y la rusofilia, el capítulo
en cuenta “la responsabilidad, central, quinto analiza ambas tendencias para
que las potencias occidentales tienen en la detectar sus insuficiencias comunes: el uso
gestación de muchas de las miserias que selectivo de las evidencias empíricas; los
marcan indeleblemente, hoy, el derrotero del estereotipos orientalistas que demonizan
planeta” (p. 10). Sin embargo, la estructura a Rusia como un ente maligno e irracional,
interna con la que están redactados los o bien la idealizan como alternativa al
apartados posteriores separa la narración pensamiento hegemónico; y las acusaciones
de los acontecimientos, la descripción de conspiranoicas hacia quienes no comparten
sus causas y consecuencias, y la valoración sus ideas, considerándolos agentes del
de sus aciertos o errores, evitando mezclar Kremlin o de los gobiernos occidentales.
la opinión con el análisis. De esta forma, el El primer grupo, el de los rusófobos —
libro consigue ser accesible para un público que sigue contando con una presencia
generalista que sólo desee comprender los notable en nuestro establishment político-
antecedentes del actual enfrentamiento mediático—, suele caracterizarse por un
entre Occidente y Rusia; pero también — discurso de “nueva Guerra Fría”, en el que
en una lectura más profunda— para los la Rusia de Putin sería una amenaza para
profesionales que ya estén familiarizados Occidente en la misma medida que lo fue la
con el tema, y deseen comparar sus propias URSS. Sin embargo, se trata de un enfoque
interpretaciones con las del autor. diverso que abarca desde el atlantismo
neoconservador —heredero de la idea
La bibliografía es una selección de reaganiana de “claridad moral”— hasta
la principal literatura especializada, no una parte del internacionalismo liberal
sólo en castellano o inglés, sino en ruso, identificado con la UE.
francés, italiano y portugués. Destaca la
pluralidad ideológica de los autores citados: Desde esa perspectiva antirrusa,
desde los visceralmente opuestos a Moscú, la superioridad occidental en el plano de
como Edward Lucas o Taras Kuzio, hasta los valores justifica todas sus decisiones;
antioccidentalistas como Alexander Duguin, mientras que Moscú, en cambio, actúa movida
representante de un nacionalismo ruso sólo por objetivos ilegítimos y hostiles. Las
incluso más exacerbado que el del Kremlin. preocupaciones de seguridad de Rusia, como
No obstante, la mayoría de los demás autores sus recelos ante la expansión de la OTAN, son
pertenece al mainstream académico realista relegadas a la categoría de estratagemas para
y liberal, junto con algunos constructivistas dividirnos; cualquier oferta de negociación
destacados como Iver Neumann o Andrei por nuestra parte —nos advierten— sería
Tsygankov. Este conocimiento del estado percibida como un signo de debilidad por el
actual de los debates —hasta de aquellas Kremlin, y daría pie a nuevas agresiones.
posiciones con las que el propio Taibo está Este maximalismo ha sido criticado por
manifiestamente en desacuerdo— es lo otros autores: por ejemplo, realistas como
que le aporta la perspectiva necesaria para Kissinger o Mearsheimer han recomendado
realizar posteriormente una crítica a los una estrategia pragmática para reducir las
“anteojos ideológico-emocionales” (p. 155) tensiones con Moscú, considerando a Rusia
con los que se suele analizar la Rusia de como una potencia con capacidad para
Putin desde el extranjero. defender sus intereses, pero no una amenaza
existencial contra Occidente.

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

En cuanto a la rusofilia, se trata en el que vemos —grotescamente


de un conjunto de posiciones inicialmente exageradas— las miserias de nuestro propio
muy heterogéneas, unidas solamente por sistema, convenientemente proyectadas
su fascinación por el liderazgo de Putin y el en un enemigo exterior. La obra de
modelo político y social construido durante Taibo es una invitación, incómoda pero
su mandato. Existe así una rusofilia “de necesaria, a abandonar ese maniqueísmo
derechas”, para la cual Rusia es un referente autocomplaciente, que en el fondo no
de estado fuerte, patriotismo y valores pretende comprender la realidad rusa
tradicionales, frente a la “decadencia sino servirse de ella para reforzar sus
moral” de un Occidente más secularizado y propias identidades. Evitar caer en esas
tolerante ante la diversidad. El Kremlin ha simplificaciones no constituye un ejercicio
ido cultivando esta ideología conservadora de equidistancia —de lo que a buen seguro
en los últimos años, no sólo de cara a su acusarán al autor tanto rusófilos como
propio electorado —con medidas como la rusófobos—, sino un necesario deber de
ley contra la “propaganda homosexual”— honestidad intelectual.
sino también en el exterior, en el marco de
una estrategia de soft power que ha atraído
las simpatías de los partidos xenófobos
europeos o del propio Trump en EEUU.

Sin embargo, también hay una


rusofilia “de izquierdas” en la que se
integran tanto nostálgicos de la URSS —
pese a que Rusia sea hoy una economía
capitalista, que además presenta muy
elevados índices de desigualdad— como
otros que consideran a Putin un contrapeso
necesario frente al intervencionismo
estadounidense, especialmente en Oriente
Medio o América Latina. Desde el inicio de
la guerra del Donbass, se han añadido a
este grupo quienes idealizan a las milicias
apoyadas por Moscú como luchadores
“antifascistas”, en una suerte de reedición
de la Guerra Civil española o la II Guerra
Mundial; a pesar de que los gobiernos
autoproclamados de Donetsk y Lugansk
se inspiren en un nacionalismo ruso de
raíces cristiano-ortodoxas, abiertamente
ultraconservador.

Rusia se nos presenta, así, como


un imaginario reducto del pasado donde
los valores tradicionales han conseguido
resistir las presiones de la globalización
liberal; o bien como un espejo deformante

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Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
R
SAPAG M., Pablo, Siria en perspectiva: De una crisis
internacionalmente mediatizada al histórico dilema interno,
Ediciones Complutense, Madrid, 2017, pp. 259
Carlos González Villa*

H
* Carlos
an pasado casi tres décadas también características que la inscriben GONZÁLEZ
tras el final de la Guerra Fría y, en los conflictos referidos, sobre todo VILLA, Profesor
de Relaciones
con ellos, toda una variedad de en lo relacionado con el recurso a la Internacionales
“nuevas guerras”, caracterizadas por la movilización de identidades sectarias en la Universidad
Nebrija,
instrumentalización de las identidades, por parte de los grupos opositores, investigador no
la utilización de ejércitos proxy por parte la guerra por delegación ejercida residente en el
Centro de Estudios
de las grandes potencias y despliegues por algunas potencias regionales y
Avanzados de la
propagandísticos creativos, siempre globales y la reproducción de patrones Universidad de
adaptados a las necesidades del interpretativos no siempre adaptados Rijeka (Croacia) y
miembro del Grupo
conflicto. Hoy, analistas y periodistas a la realidad. En Siria en perspectiva, de Investigación
cuentan con ejemplos y claves Pablo Sapag hace un esfuerzo por en Historia Actual
de la Universidad
analíticas calibradas para identificar sintetizar el contexto global de la Autónoma de
las causas de estos conflictos y los crisis con las singularidades del caso, Barcelona.
Doctorado en
factores que explican su evolución. Y tomando en cuenta los antecedentes
Ciencia Política
a pesar de ello, la propaganda sigue históricos y las circunstancias que por la Universidad
jugando un papel fundamental en su propiciaron directamente la guerra. Complutense de
Madrid en 2014.
desarrollo y sigue teniendo un alto El resultado es un libro en español
impacto sobre los observadores. Así, se llamado a convertirse en una referencia
siguen reproduciendo patrones como ineludible para la comprensión de
la identificación maniquea de bandos este conflicto. No es de extrañar
homogéneos, tan característica de las considerando la biografía del autor;
sucesivas crisis en los Balcanes; la Sapag es un destacado especialista
personificación del mal, cuyo cénit llegó en historia de la propaganda que ha
con la intervención en Libia en 2011 y ejercido como reportero de guerra1, lo
el asesinato de Muammar Gaddafi; y cual le ha proporcionado herramientas
la omisión de información y el apagón para comprender cómo se conforman
mediático, una práctica iniciada con las narrativas durante una crisis
el genocidio ruandés de 1994 que ha internacional. Además, proviene de
encontrado réplicas en Libia y en la una familia siria y tiene una estrecha
guerra en curso en Yemen. vinculación con el país, lo que le permite
conocer directamente las consecuencias
Es cierto que la guerra de del conflicto en las ciudades, analizar la
Siria presenta particularidades, información de las ediciones en árabe
relacionadas con la estructura política
y social del país, la variedad de actores
1
Cubrió los conflictos de Bosnia, Argelia,
internos y las diversas intervenciones Kosovo, Ulster, Oriente Próximo y Afganistán
extranjeras. Aun así, se observan para Telemadrid.

223
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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

de medios como Al Jazeera, y acceder El resto del libro puede ser


a figuras como el presidente El Asad o el caracterizado como un auténtico ejercicio
ministro para Asuntos de Reconciliación de contrapropaganda. En el capítulo 2, se
Nacional, Ali Haidar. presentan conceptos básicos del modelo
político y social sirio. Uno de ellos es la
Siria en perspectiva tiene como distinción entre estado y gobierno, un factor
finalidad analizar los planteamientos ausente en los relatos más extendidos
propagandísticos de los actores del conflicto. sobre la crisis. Se trata de un aspecto clave
Se trata de una cuestión clave, dado que la que explica el hecho de que el descontento
mediática ha sido una trinchera vital para los hacia el ejecutivo no se tradujera en un
implicados. En el capítulo 5, el autor aborda desmoronamiento de las estructuras
este aspecto, desarrollando el despliegue estatales tras el levantamiento de 2011. El
propagandístico de los grupos que se estado se estructura a través de la noción de
levantaron contra el gobierno en marzo de la aconfesionalidad, un modelo alejado de
2011, con el fin de propiciar una intervención ideas como la tolerancia entre religiones o la
internacional que contrarrestara su propia representación por cuotas, característica del
debilidad interna. Una muestra de ello modelo libanés. En la práctica, la presencia
fueron las campañas de ciberpropaganda, de personalidades de diferentes confesiones
con mensajes y convocatorias que en todos los niveles de la administración se
tuvieron más impacto en el exterior que ha articulado en torno a un nacionalismo
dentro de la propia Siria. A medida que político vinculado al panarabismo. En el
iba quedando claro el escaso apoyo social capítulo 3, Sapag acota el marco que
de esos grupos y emergían otros, como propició la crisis actual señalando sus causas
la Hermandad Musulmana, las técnicas estructurales, marcadas por la erosión de
se aproximaron más a la “propaganda las bases sociales tradicionales del baazismo
negra”, consistente en el lanzamiento de como consecuencia de la retirada de los
mensajes inciertos por parte de emisores subsidios al sector agrícola en 2005, en un
desconocidos. El Observatorio Sirio de los contexto de grave sequía, y el crecimiento
Derechos Humanos, cuya información es de las desigualdades, concomitante a
acríticamente reproducida por los medios las migraciones del campo a la ciudad.
de comunicación occidentales, es un caso Ello, junto a la progresiva liberalización
paradigmático de este recurso. En contraste, del sistema económico, reforzaba a la
el gobierno sirio renunció a pelear en la burguesía tradicional suní, que constituía la
matriz mediática internacional (más allá base de apoyos potencial de la Hermandad
de las simpatías que encontró en medios Musulmana. Tras el levantamiento de 2011,
de comunicación latinoamericanos, rusos protagonizado por sectores de las clases
e iraníes), centrándose en el frente interno medias urbanas desafectos con el sistema
a través de mensajes que, en un principio, político, dicha organización consiguió
asumían el curso desfavorable de la guerra instrumentalizar a las organizaciones que
y, más adelante, exageraban las victorias aglutinaron a la oposición.
militares; todo ello, con el fin de preservar
el favor de aquellos que, aun estando en En el capítulo 4, se desarrolla de
contra del presidente El Asad, no deseaban manera extensa un aspecto fundamental: el
contribuir a la demolición del estado y de de los intereses internacionales creados en
todo un modelo de convivencia. torno a Siria, antes y después de la crisis.
El autor hace un repaso de la actuación

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018 R
de los principales actores globales y aborda una serie de cuestiones relevantes
regionales para subrayar la dependencia para las Relaciones Internacionales, sin
de los grupos opositores con respecto a abandonar la perspectiva mediática de la
las alianzas internacionales. Sobresalen en crisis, que estructura el libro. Uno de ellos
este campo la ayuda militar y mediática es la conveniencia de aplicar el concepto
prestada por actores como Arabia Saudí o de “guerra civil” a un conflicto que,
Qatar, los bandazos de la política turca y especialmente a partir de 2012, ha venido
la pugna en torno a la posición de Irán en contando con un número creciente de
la región, que implica directamente a los combatientes extranjeros en las filas de los
Estados Unidos. Otro aspecto destacable diversos grupos yihadistas con presencia en
que aporta el autor en esta parte del libro el país. Ese factor, unido al hecho de que
es la influencia del razonamiento francés los antagonistas del Estado sirio carecen de
en la crisis, especialmente en el intento de unas fuerzas armadas regulares adscritas
profundizar en el modelo de cantonalización a un cuerpo administrativo con capacidad
sectaria, que ya se inició durante la etapa de controlar un territorio dotado de
del Mandato. Sapag realiza también una continuidad, hacen que el autor concluya que
descripción muy oportuna sobre la política la denominación de “guerra civil” implique
de dos actores en apariencia menores, una legitimación propagandística de los
como Argelia y España. Sobre la primera, insurrectos. En ese marco, caracterizado
se destacan los paralelismos con la guerra por la fragmentación de estos últimos y la
de los noventa en ese país y el permanente dimensión global que ha ido adquiriendo
intercambio de información entre ambos el conflicto, Sapag recurre a la noción de
gobiernos a lo largo de la guerra. Sobre Kaldor de “nuevas guerras”.
España, el autor lamenta que el seguidismo
de la alianza euroatlántica impida que se Otra cuestión de interés tiene que
desplieguen los vínculos históricos entre ver con la caracterización de las “primaveras
ambos países, que permitirían a Madrid árabes”, que marcan el contexto en el que
ejercer un papel relevante en esta etapa. germina el conflicto sirio. El autor señala
cómo la inserción de las revueltas de 2011 en
Finalmente, se esboza la evolución el marco de las “primaveras árabes” tenía,
militar y política del conflicto, en la que se ante todo, una finalidad propagandística
destaca el buen uso de las técnicas de la vinculada a la actuación de las potencias
guerra asimétrica por parte de los actores internacionales. Ciertamente, la crítica
sublevados, incluyendo la exageración de Sapag tiene lugar en un escenario
propagandística de los éxitos iniciales, que de desengaño generalizado hacia las
propició la llegada de cuantiosas ayudas “revoluciones” de Posguerra Fría, vinculado
económicas y militares. El giro en el curso de a las experiencias regresivas o, incluso,
la guerra no sólo tuvo lugar con la implicación fascistizantes de los países del Grupo de
aérea rusa, sino también con la adaptación Višegrad, que, en su momento, ocuparon
progresiva de las fuerzas armadas sirias un lugar protagónico en las narrativas sobre
—un ejército convencional preparado para las revoluciones postsocialistas. En ello
una eventual guerra con Israel— y el apoyo también influye la guerra en Ucrania, país
de actores con experiencia en escenarios clave en el elenco de revueltas que dieron
asimétricos, como Hezbollah. lugar a las “revoluciones de colores”, a las
que el autor se refiere más adelante para
A lo largo del texto, el autor enmarcar la política norteamericana hacia la

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

crisis siria y, especialmente, el apoyo de esa ese país se puede ver como una auténtica
potencia a grupos minoritarios vinculados a muestra del colapso del sistema mundial
las clases medias urbanas occidentalizadas. y de la pretensión de hegemonía unipolar
En este sentido, las “primaveras árabes” norteamericana. Ello incluye también el
representan la última simplificación de desmoronamiento de su narrativa, basada
procesos políticos que, aun guardando en la lucha entre actores democráticos
una cierta conexión, tuvieron causas frente a dictadores despiadados. A pesar
particulares y, sobre todo, desenlaces muy de la victoria bélica, Sapag concluye que
diferentes. Se trata de un extremo que el resultado de la crisis implica también
también reconoce Srđa Popović, impulsor el colapso, o al menos el debilitamiento
de la pionera “revolución del buldócer” estructural, de Siria, que cuenta ahora con
serbia de 2000 y, a través de su Centro un mayor sectarismo en la sociedad, una
para la Acción No Violenta Aplicada, gurú economía muy debilitada y una mayor
de centenares de revolucionarios de todo el dependencia de aliados como Rusia.
mundo2.

Como ya se señaló, la obra de Sapag


aborda de manera extensa la implicación
internacional en la crisis siria. Y a pesar de
ser este uno de los fuertes del libro, quizás
se echa de menos que no se detuviera en el
caso de Israel. Aun así, las referencias a ese
país son numerosas e incluyen cuestiones
como los ataques aéreos infringidos sobre
el Estado sirio o el apoyo a la evacuación de
insurrectos heridos a través de los Altos del
Golán. Igualmente, aunque se aborda en
diferentes apartados el papel de las milicias
kurdas, la entrada en escena del Estado
Islámico o la polémica en torno al uso y
desarme de armamento químico, no hay
apartados específicos para esas cuestiones,
sino que se insertan a un marco narrativo
más amplio.

En síntesis, Pablo Sapag describe de


manera brillante la crisis siria y su contexto,
pero su aportación va más allá del caso
concreto. En Siria en perspectiva, la crisis de

2
En relación al caso de los activistas sirios que
acudieron a él en 2011, señaló: “Ellos simplemente
tomaron lo que los egipcios habían hecho y, debido
a que no funcionó en los primeros seis meses,
inmediatamente se pasaron a la violencia. La cosa
no funciona así. [La revolución] no es algo que
ves en la televisión dices: ‘venga, vamos a ello’”
GONZÁLEZ VILLA, 2017.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
R
QUEZADA VERGARA, Abraham, Chile y Ecuador, un caso de
relaciones paravecinales, Universidad Andina Simón Bolívar,
Quito, 2016, pp. 366
Jorge Riquelme Rivera*

E
* Jorge
l estudio de las relaciones facto, “desde la acción”, sin existir una RIQUELME
paravecinales, es decir, aquellas definición o conceptualización explícita RIVERA,
Doctorando
que tienen lugar entre países de lo paravecinal en la Cancillería en Relaciones
separados o intermediados por un chilena. Tras el fin de la Guerra Fría, el Internacionales,
Universidad
actor estatal diferente, no cuentan con acercamiento bilateral se expresaría en Nacional de La
una abundante bibliografía en América una nutrida agenda de cooperación en Plata (Argentina).
Magíster
Latina. El estudio realizado por Abraham los campos político, comercial y cultural.
en Estudios
Quezada viene a llenar en parte este Una especial trascendencia tendría el Internacionales,
vacío en la literatura especializada, lo ámbito de la defensa, donde destacan Universidad de
Chile.
que resulta particularmente relevante, los variados programas de capacitación
considerando que en esta región aún e intercambio militar, así como el
perviven variados diferendos históricos, trabajo mancomunado en la Misión
derivados de conflictos territoriales de Estabilización de Naciones Unidas
decimonónicos, donde las relaciones en Haití (MINUSTAH) y en materia de
con los países vecinos determinan en desminado humanitario.
gran medida las políticas exteriores de
los Estados. Es relevante que el acercamiento
pragmático de ambos países se da
El trabajo de Quezada se entre actores con comportamientos
concentra en las relaciones entre Chile exteriores y estrategias de desarrollo
y Ecuador, en gran medida catalizadas distintas. Por un lado, desde la década
por Perú. El análisis se aborda desde de los noventa Chile ha buscado
un enfoque predominantemente sostenidamente insertarse en el
histórico –con un abundante trabajo en ámbito internacional, sobre la base de
fuentes documentales- considerando una economía abierta al mundo y un
un período que va desde 1830, cuando régimen político consensuado y estable
las nacientes repúblicas pugnaban por en torno a un régimen democrático
consolidarse como Estados-Nación, representativo. Ambos elementos daban
hasta el año 2010, marcado por la forma a las tantas veces mencionado
búsqueda de ambos países de una “modelo chileno”. Por su parte, los
“alianza estratégica”. diversos y complejos procesos políticos
domésticos, así como los escenarios
Abordado desde la óptica de Chile, externos, a nivel vecinal y regional de
y poniendo énfasis en el período 1990- Ecuador, determinaban en dicho país la
2010, el trabajo de Quezada es explícito conciencia de ser un “Estado pequeño”,
en señalar que la política exterior hacia lo que ha incidido fuertemente en sus
Ecuador se ha dado históricamente de

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

interacciones con los países vecinos y en una visita oficial de la Presidenta chilena,
su posicionamiento en la región andina y Michelle Bachelet, a las islas Galápagos para
sudamericana, lo que a su vez ha tenido reunirse con su homólogo ecuatoriano, se
efectos en una suerte de autoconciencia, acordó avanzar en la cooperación bilateral
respecto de “la conformidad de haber vivido en temas como minería, turismo, desarrollo
en un estado de permanente vulnerabilidad social, comercio y defensa.1 Tales acuerdos
externa”. Tal situación se ha visto agravada consolidan una relación que, de manera
por la debilidad institucional y económica pragmática, avanza en las múltiples
interna, particularmente visible a fines de dimensiones que la conforman, poniendo en
la década de los noventa y comienzos de evidencia el camino que han seguido ciertos
la siguiente, caracterizada por “la sucesión países de la región, respecto al avance por
de varios gobernantes en pocos años, el el camino de la inserción internacional, la
reemplazo forzado de su moneda por el cooperación y la concertación política, más
dólar estadounidense, la falta de confianza allá de las legítimas diferencias y abordajes
en la clase política y la crisis económico- existentes.
financiera” (pp.171-172).
El libro de Quezada, sin lugar a
En suma, se trata de países con dudas, es un aporte para la comprensión de
realidades internas distintas y entornos las relaciones bilaterales entre los señalados
diferentes, cuya diversidad no se ha países paravecinos, pero lo que es más, es
presentado como un obstáculo para una obra relevante para la comprensión de
el incremento y profundización de las las relaciones internacionales en América
relaciones. Pero no todo es plenamente Latina en la Posguerra Fría, una región que,
positivo, por cuanto las relaciones chileno- pese a los sobresaltos y turbulencias, pugna
ecuatorianas, a juicio de Quezada, están por posicionarse en el complejo y cada vez
marcadas por la “trilateralidad”, atendido más multipolar sistema internacional que se
el relevante papel que cumple Perú en va delineando en el mundo.
las mismas. A propósito de la demanda
peruana en La Haya sobre el límite marítimo
con Chile, éste país buscó fuertemente
el acercamiento hacia Ecuador, que se
manifestara en el apoyo explícito de Quito
en el señalado proceso. Pero este país fue
cuidadoso en mantener una conducta que,
más que estrictamente neutral, favoreciera
su interés nacional y que no generara
inquietudes en su marco vecinal, lo que en
Chile generó un cierto “desencanto”. Así
las cosas, la “amistad histórica” no lograba
transformarse en una “alianza estratégica”
(p. 330)

Con todo, al momento en que se 1


Véase la nota de prensa que aparece en El
Telégrafo, 31 de octubre de 2017. Disponible
escriben estas líneas, las relaciones entre en http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/
Chile y Ecuador pasan por un excelente politica/2/los-presidentes-de-ecuador-y-chile-
acuerdan-tratar-la-mineria-y-el-comercio-en-
momento. A fines de octubre de 2017, en otra-cita Revisado en diciembre de 2017.

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
R
JACKSON, Richard (ed.), Routledge Handbook of Critical
Terrorism Studies, Routledge, Abingdon y Nueva York,
2016, pp. 311
Alice Martini*

C
* Alice MARTINI,
uando en 2015 se cumplió la abordar asuntos antes ausentes en Coordinadora del
primera década de existencia estos debates, como por ejemplo los Grupo de Trabajo
de Estudios Críticos
del subcampo dedicado al efectos que puede tener categorizar un de Terrorismo
análisis del terrorismo —dentro de la determinado tipo de violencia política (Critical Terrorism
Studies Working
disciplina de estudio de las Relaciones como “terrorista”. Group – BISA).
Internacionales—, la fecha resultó ser
especial para los partidarios del enfoque Cuestiones como el hecho de que
de los Estudios Críticos de Terrorismo el terrorismo sea más bien una etiqueta
(CTS por sus siglas en inglés) por política que un fenómeno ontológico, la
la importante publicación que aquí producción social, filológica y gramatical
reseñamos. de la construcción lingüística del
terrorismo, el problema del terrorismo
Fundados en 2005 de la mano de estado, la denuncia —entre
de académicos como Richard Jackson otras— de lo que hoy denominamos
y Marie Breen-Smyth1, esta corriente “guerra contra el terror”, así como las
revisionista de análisis del fenómeno consecuentes medidas antiterroristas
del terrorismo ha conseguido en pocos implementadas en las sociedades como
años revolucionar el planteamiento parte de esa “guerra”, son temas que se
teórico de muchas cuestiones han ido perfilando y matizando a lo largo
relacionadas con este tipo de violencia de la última década en este campo, que
política en los debates de las Relaciones está madurando y sumando cada día
Internacionales más constructivistas más fuerzas en el mundo académico
y críticos. Asimismo, esta escuela de internacional2.
pensamiento también ha tenido un
impacto, aunque menor, en los que se Esta misma revista fue testigo de la expansión
2

de este campo; el número de junio de 2016


consideran los estudios de terrorismo se dedicó al estudio del terrorismo desde
miradas alternativas a la ortodoxia del campo
más ortodoxos, dentro de los cuales
(Relaciones Internacionales, nº 32). También
—gracias a los Estudios Críticos de aparecieron reseñas de publicaciones sobre
la cuestión en varios números de la revista,
Terrorismo— se han empezado a algunas de las cuales son consideradas hoy en
día como obras que sentaron las bases de los
CTS: MARTINI, Alice, “Terrorismo: un Enfoque
Algunos de los textos clave en el desarrollo de
1
Crítico” en Relaciones Internacionales, nº 28,
esta área de análisis fueron trabajos como los pp. 191-199; SILVA SÁNCHEZ, Victoria, “La
que siguen: JACKSON, Richard y SINCLAIR, convergencia entre terrorismo y resolución
Samuel Justin (eds.), Contemporary Debates de conflictos” en Relaciones Internacionales,
on Terrorism, Routledge, Nueva York, 2012; nº 32, pp. 243-253; DRAMAC JIRIES, Tanja,
JACKSON, Richard, et al., Terrorism. A Critical “STAMPNITZKY, Lisa, Disciplining Terror How
Introduction, Palgrave Macmillian, Nueva York, Experts Invented ‘Terrorism’, Cambridge
2011; JACKSON, Richard, BREEN-SMYTH, Marie University Press, Cambridge, 2014, ps. 266”
y GUNNING, Jeroen, Critical Terrorism Studies: en Relaciones Internacionales, nº 32, pp. 255-
A New Research Agenda, Routledge, Londres, 259.
2009.

229
Licencia CC-NC-ND 229-232
R Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

Esta es la razón de que en 2016 se El resto de la obra se divide en cinco


publicara el libro Routledge Handbook of partes: los enfoques críticos al estudio del
Critical Terorrism Studies —aquí reseñado— terrorismo, la naturaleza y las causas del
con el objetivo de recopilar y hacer un balance terrorismo, el terrorismo de estado, las
crítico de los debates que han surgido a respuestas contemporáneas al terrorismo,
lo largo de esta década de trabajo3, para y los principales debates emergentes;
proporcionar una guía útil para la agenda desafortunadamente, no hay espacio en
de investigación de quienes se interesen esta reseña para un análisis en detalle de
por los estudios sobre terrorismo desde cada sección (las cuales se componen de
perspectivas nuevas o críticas. entre cuatro y ocho capítulos cada una). No
obstante, un análisis breve y esquemático

Este importante trabajo principia de las partes nos permite hacer importantes
con una introducción redactada por consideraciones, ya que cada una de estas
Richard Jackson, quien sopesa los logros secciones es representativa de los grandes
conseguidos, pero al mismo tiempo temas y debates teóricos en este campo y
también las dificultades que se han vivido sus implicaciones.
en los Estudios Críticos de Terrorismo,
como podría ser el hecho de haber tenido
En primer lugar, en la sección
un impacto relativamente débil en lo que dedicada a los enfoques críticos del
son los estudios de seguridad en Relaciones estudio sobre terrorismo se incluyen las
Internacionales, sobre todo en los estudios perspectivas teóricas sobre las que se basan
sobre terrorismo (p. 10). Esta primera parte los Estudios Críticos de Terrorismo. Después
concluye con lo que según Jackson deberían de una reflexión sobre cómo los estudios
ser los debates centrales de la próxima fase de terrorismo han llegado a establecerse
de los estudios críticos sobre terrorismo como campo separado de otros, la sección
(pp. 9–11), los cuales deberían girar en se centra en detallar las posibles ontologías
torno a las siguientes cuestiones: cómo (capítulo 4) y las epistemologías (capítulo
y cuándo estos estudios críticos deberán 5) de estos estudios, pero también en
relacionarse con las estructuras estatales el cómo entender y analizar este tipo de
o de poder, y también considerar si se violencia política desde el constructivismo y
pueden llevar a cabo —con un compromiso el posestructuralismo (capítulo 6), la teoría
crítico— las medidas antiterroristas y de crítica y la emancipación (capítulo 7), y el
antiradicalización que se están impulsando materialismo histórico (capítulo 8). Cierra
por parte de muchos gobiernos, y cómo esta parte un análisis de la metodología de
deberían aplicarse dichas medidas. los Estudios Críticos de Terrorismo (capítulo
9), asunto central en cualquier investigación
académica y, en ocasiones, dejada de lado
en muchos de los enfoques críticos en
La autora de esta misma reseña ya trató de
3

estructurar una guía en castellano sobre las Relaciones Internacionales.


cuestiones centrales de los CTS en MARTINI, Alice,
“Terrorismo: un Enfoque… op.cit…”. También abordó
la cuestión del terrorismo como construcción social en En la segunda sección se desarrolla
MARTINI, Alice, “El terrorismo global como amenaza
al orden internacional. El caso del Estado Islámico”
un análisis de las que generalmente son
en Relaciones Internacionales, nº 32, pp. 79-95. consideradas algunas de las características
Otro texto en el cual se recoge la agenda de los CTS
es FERNÁNDEZ DE MOSTEYRÍN, Laura, “Los debates principales del terrorismo, o al menos de las
sobre el terrorismo bajo el signo de la Guerra contra consecuencias de su construcción social. A
el Terror: aportaciones desde la Sociología Política”
en Relaciones Internacionales, nº 32, pp. 143-165. través de la mirada crítica de varios autores

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Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018 R
se analiza el problema de la definición de los estados occidentales (capítulo 15), la
de terrorismo (capítulo 10), la narrativa tortura como terrorismo de estado (capítulo
que perfila esta violencia como novedosa 16), la práctica de la rendition4 dentro de la
(capítulo 12), la que lo explica como una guerra contra el terror (capítulo 17), o los
amenaza existencial (capítulo 11), y en asesinatos selectivos y la guerra de drones
la que se aborda la problemática como (capítulo 18).
una cuestión de carácter principalmente
religioso (capítulo 13). Generalizando, se En cuarto lugar, el libro afronta las
puede decir que la mayor crítica que se respuestas contemporáneas a este tipo
hace a estas construcciones anteriores es de violencia política llevando a cabo una
su consecuente despolitización de un tipo crítica feroz de las que son las actuales
de violencia que, en cambio, debería ser medidas antiterroristas implementadas
considerada —y afrontada— como política. por los estados (sobre todo occidentales).
Aquí también, el capítulo que cierra la La obra denuncia el lenguaje del
sección se centra en un tema que no siempre contraterrorismo (capítulo 19) y hace un
tiene la relevancia que debería tener en balance de estas prácticas (capítulo 20) y
los estudios de seguridad y terrorismo: el de lo que ha conllevado la guerra contra
estudio de este tipo de violencia política el terror de modo más general (capítulo
desde un enfoque de género (capítulo 14). 21), la cual —sustentada en un lenguaje
que la ha legitimado— estuvo compuesta

La tercera parte se dedica también por unas políticas que se pueden
enteramente al terrorismo de estado, una analizar desde el enfoque foucaltiano de la
de las cuestiones que los Estudios Críticos de gubernamentalidad, puesto que permiten
Terrorismo consiguieron incluir en el debate una actividad de regulación de la población
dentro de los estudios de seguridad y que a través del miedo (capítulo 22). En la
sigue siendo motivo de controversia frente misma línea, se critican las que son las
los enfoques de seguimiento mayoritario. A medidas antiradicalización (capítulo 23),
pesar de que el propio concepto de terrorismo una reflexión que cierra esta sección y que
de estado se rechace íntegramente en el sitúa el libro dentro de un debate sobre
seno de los que se consideran los estudios una de las temáticas más actuales en de
ortodoxos, las voces y plumas más críticas los estudios acerca del terrorismo, temática
en este campo de la investigación no han cuyo interés —tanto académico como
dejado de reivindicar no sólo su existencia político— es cada vez mayor.
como fenómeno y la conveniencia del
término escogido, sino también la muy Finalmente, el volumen se cierra
habitual influencia que el terrorismo de con una parte muy actual que resulta
estado tiene en la conformación o desarrollo muy acertada para darle al libro un valor
de otros fenómenos terroristas de actores
no estatales, incluso llegando a ser la causa El término rendition se refiere a una práctica a través
4

directa del surgimiento de éstos. Así, los de la cual las autoridades estatales transfieren un
sospechoso criminal o “terrorista” —nomenclatura
capítulos que figuran en esta sección se más habitual— de forma encubierta a un país con
regulaciones menos estrictas para el tratamiento de
centran en algunas de los mecanismos los prisioneros en términos de derechos humanos,
por los que este terrorismo de estado se para poder llevar a cabo prácticas de tortura. Al no
tratarse de un término jurídico, es probable que aún
lleva a cabo (generalmente, con graves no se haya impuesto una traducción al castellano de
violaciones de los derechos humanos). Son amplio consenso para el término rendition, por lo
que hemos preferido mantener su versión original en
analizadas cuestiones como el terrorismo inglés.

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018

agregado indispensable, al ser una de los logros y avances de este subcampo de


las cuestiones que lo diferencian de otros las Relaciones Internacionales. La mirada
trabajos previos: los debates emergentes retrospectiva e introspectiva de los autores
dentro de los estudios críticos sobre en este trabajo —que Jackson edita—
terrorismo. En esta sección, se tratan resulta indispensable para poder evidenciar
avrias cuestiones contemporáneas, como las nuevas y las viejas cuestiones que los
las medidas que el discurso antiterrorista estudios críticos tendrán que afrontar en
y de securitización están abarcando de torno a la cuestión del terrorismo. Al final
diferentes maneras con la extensión del libro, el propio Jackson propone una
de sus interpretaciones políticas (p. 9), agenda de investigación de los Estudios
temas como el activismo del denominado Críticos de Terrorismo para las próximas
“ecoterrorismo” (capítulo 24), o la relación décadas (p. 9).
entre los medios de comunicación y la
violencia terrorista (capítulo 25). Asimismo, Así, la obra Routledge Handbook
se habla también de cómo funcionan los of Critical Terrorism Studies cubre una
procesos de memoria colectiva en relación doble función en el nuevo escenario que se
con los atentados terroristas (capítulo 26), plantea para el subcampo desde 2015, al
y del nexo entre los estudios críticos sobre convertirse en un libro fundamental para
terrorismo y los estudios de paz (capítulo todo investigador que desee profundizar
27), relación que se está reforzando en los o acercarse a los estudios críticos sobre
últimos años5. terrorismo, mientras que al mismo tiempo
su coherente estructura y los temas

El análisis de los futuros desafíos tratados hacen que resulte ser una lectura
que tendrán los Estudios Críticos de cómoda para otras personas interesadas
Terrorismo es el tema que cierra este en la cuestión, e igualmente estimulante
volumen, cuya fuerza reside en los dos y enriquecedora no sólo para quienes
objetivos que pretende conseguir. Por un estén interesados en las Relaciones
lado, contextualizar y analizar el trabajo Internacionales o en los Estudios Críticos
que se ha hecho en esta década ya cumplida de Seguridad, sino también para aquellas
de estudios críticos sobre terrorismo, y personas que sientan la necesidad de arrojar
hacerlo con una estructura textual de tipo alguna luz sobre temas tan centrales de las
manual que guía y orienta el lector en el sociedades en las que vivimos.
recorrido a través de las que han sido las
cuestiones más importantes en los Estudios
Críticos de Terrorismo. Por otro lado, esta
recapitulación tiene un papel central para
alcanzar el objetivo principal para el cual
fue concebida la obra: la proclamación de
un “hasta aquí hemos llegado”, que muestre

Lectura imprescindible en este caso es TELLIDIS,


5

Ioanis y TOROS, Harmonie (eds.), Researching


Terrorism, Peace and Conflict Studies. Interaction,
synthesis and opposition, Routledge, Londres, 2015.
Este trabajo sobre la vinculación de los estudios
sobre terrorismo y los estudios de paz fue reseñada
en SILVA SÁNCHEZ, Victoria, “La Convergencia
entre… op. cit.

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Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM
R
QUITRAL ROJAS, Máximo y RIQUELME RIVERA, Jorge
(editores), Integración y Democracia en América Latina,
RIL Editores, Santiago de Chile, 2016, pp. 374
Sebastián Osorio Bunster*

E
* Sebastián
n un momento de profunda Es interesante que el volumen OSORIO
fragilidad democrática en la incluya el estudio de mecanismos de BUNSTER,
Diplomático del
región —expresada en los integración económica, organismos
Servicio Exterior de
intentos de eternizarse en el poder de concertación política y el análisis Chile.
por parte de ciertos gobernantes, la de procesos binacionales por igual.
influencia del narcotráfico en algunos Esto porque procesos de integración
estados y la presencia de una dictadura con 25 años de trayectoria como
cívico-militar en Venezuela—, es Mercosur parecen competir con
relevante volver a preguntarse cuál es iniciativa económica y de desarrollo
el estado de la democracia en los países como la Alianza del Pacífico, y en la
de la región, como también el estado de misma —comparado solamente en
esta en los organismos de integración escala temporal—, parece ser que una
regional y, sobre estos últimos, cómo ha resultado más exitosa que otra, lo
aportan los mecanismos de integración que puede inducir a errores. Asimismo,
regional al bienestar y las democracias no son comparables instancias
de Latinoamérica. políticas como UNASUR con instancias
de integración económica o con
En el libro Integración y mecanismos vecinales o paravecinales
Democracia en América Latina, los de integración. Sin embargo, la
autores resaltan los múltiples esfuerzos evaluación conjunta nos dice cuál es el
de promoción de la integración regional, estado actual de la integración regional
pero cabe preguntarse si se trata de un (no así de sus organismos), pues se
proceso definitivo de integración o, más analizan distintos niveles y se permite
bien, lo que es señalado en distintos apreciar que en una parte importante
artículos del libro, solo un momento del continente sigue primando el uso
dentro de los ciclos entre apertura y de las instancias regionales para la
proteccionismo. Dicha pregunta no validación de discursos internos.
es banal y la lectura de los artículos
del libro no necesariamente ayuda El que se aborden instancias
a llegar a una respuesta, ya que de muy particulares de los procesos de
los mismos se obtienen evaluaciones integración y que se suelen omitir
disímiles sobre el estado actual de los al estudiar esta materia es quizás el
distintos procesos de integración. En resultado primario más interesante
esta línea, Ana De Maio señala que la de este libro. Sin duda, los artículos
integración “no será sostenible en el contenidos en el volumen no buscan
tiempo en la medida que sea solo como dar respuestas globales al estado de
proyecto coyuntural de gobiernos. La los organismos regionales, sino más
sostenibilidad y eventual irreversibilidad bien —a través de un análisis detallado
de este proyecto será factible cuando a mecanismos específicos dentro de
adquiera rango de objetivo permanente las distintas instancias— entregar una
y política de estado de cada una de visión práctica de cómo se ponen en
nuestras doce naciones” (p. 322). marcha los procesos de integración,

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permitiendo un análisis detallado que facilitado el conocimiento y el desarrollo de


justifica la evaluación del estado actual del confianzas entre los tomadores de decisión,
conjunto de los procesos de integración, compartiendo visiones y problemáticas
como también un comparativo entre estos. comunes a los países, lo que ha permitido el
establecimiento de proyectos específicos de
En este sentido, destacan el análisis cooperación y la construcción de políticas
de casos binacionales de integración, donde de gobierno democráticas y con una mirada
se pone de manifiesto la voluntad legítima global.
de avanzar en procesos de integración que
redunden en beneficios para el conjunto Otros ejemplos del análisis específico
de la población. Las instancias concertadas contenido en el libro van en el camino de
entre dos países son quizás una de las estudiar instancias específicas dentro de los
áreas más subestimadas en los grandes órganos de integración regional, abordando
análisis a los procesos de integración, pero particularidades de los mismos, en donde
es aquí donde se halla el germen del éxito se pone en juego la real voluntad de
de los mismos, ya que en estas se logran integración, al entregar potestad en la toma
generar las confianzas y el conocimiento de de decisiones a instancias supranacionales
las partes que facilitan las negociaciones e invitar al consenso entre los diferentes
de instrumentos vinculantes, duraderos y actores de la región, ya no solo desde una
concretos. perspectiva de los poderes ejecutivos de
las naciones, sino con la inclusión de otros
Dentro de los estudios vecinales actores relevantes dentro de los procesos
contenidos en el libro, llama la atención que de integración.
la evaluación general de los autores sea
positiva sobre estos procesos, destacando En este sentido, el trabajo de
en general que los mismos no están Nathalia Da Costa sobre el mecanismo de
exentos de problemas políticos y avances y solución de controversias del Mercosur es
retrocesos en la confianza entre las partes. ejemplificador de las dificultades para la
Sí queda claro que cuando los procesos sesión de soberanía y de cómo se han creado
de negociación para la integración se mecanismos ad-hoc para la tramitación de
realizan de buena fe y en mira a intereses diferencias entre entidades privadas. Así,
permanentes y de largo plazo de los estados, se concluye que el sistema se encuentra en
estos tienden a ser exitosos. Es interesante una etapa de unión aduanera imperfecta,
que se concluya que en estos proceso pero entrega un punto clave en todo
vecinales (y paravecinales) se ha logrado proceso de integración como es la certeza
“la institucionalización y el desarrollo de jurídica para las partes y los inversionistas.
las relaciones subnacionales”, como señala En este sentido, la conformación de un
Fernando Cacho en su artículo (p. 98), lo que sistema jurídico de orden supranacional
puede redundar en una interdependencia puede ser una puerta de entrada a un
benéfica en un primer momento para la proceso de integración más complejo. Del
población, pero posteriormente benéfica mismo modo, el artículo nos muestra el rol
para los procesos regionales al reproducir que tienen los actores económicos para una
los modelos aprendidos, compartiendo integración efectiva, pues han sido quizá
las buenas prácticas de estas instancias los más entusiastas en la reducción de las
y facilitando la gobernabilidad en los barreras arancelarias y paraarancelarias en
organismos regionales. la región.

El impulso a instancias binacionales En el mismo orden de estudio de


concretas puede generar una situación de instancias específicas dentro de los procesos
integración mayor, tal como se demuestra de integración regional, está el análisis que
en el incentivo a los Gabinetes Binacionales hace Ana De Maio al caso de la defensa y
dado en Argentina, Chile y Perú en seguridad estratégica en la región. Este es
los últimos años. Estos gabinetes han interesante al mostrar no solo los efectos

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prácticos del Consejo de Defensa de la Unión Lo anterior parece ser así, ya que
de Naciones Suramericanas (UNASUR), las instancias creadas a partir de los años
sino porque muestra que en el ejercicio del noventa son causa y consecuencia de la
trabajo de este Consejo se ha permitido globalización y han tratado de responder
la generación de confianza entre las desde la institucionalidad de los gobiernos
instituciones más reticentes a la integración centrales a procesos complejos que suelen
en la región y que aún mantenían vigente no llevar el ritmo de las burocracias
como único paradigma la tesis del conflicto latinoamericanas. Esto ha llevado a que las
vecinal. respuestas a cómo enfrentar la globalización
no hayan surgido del consenso nacional (y
Nuevamente, actores no mucho menos regional), sino que hayan
tradicionales de los procesos de integración venido desde una élite, que no ha sabido
van jugando un rol clave en la construcción responder con democracia a los cambios
de puentes entre instituciones, permitiendo culturales que se reflejan en la población.
el desarrollo de miradas globales (o al
menos regionales) para las problemáticas Este volumen abre la posibilidad a
que enfrenta el subcontinente. los autores de editar una segunda parte que
permita un diálogo entre las instancias más
Esto último es particularmente antiguas de integración (como la Asociación
relevante a la hora de estudiar los procesos Latinoamericana de Integración, ALADI, o
de integración: el papel que juegan nuevos la Comunidad Andina) con los mecanismos
actores en los mismos. En países altamente más recientes que han aparecido en
jerarquizados, con un rol preponderante Latinoamérica y el Caribe (como la
del poder ejecutivo y con una mirada casi Comunidad de Estados Latinoamericanos
reverencial a los Jefes de estado —los y Caribeños, CELAC), analizando cómo los
cuales muchas veces utilizan los organismos procesos primarios de acercamiento regional
internacionales para provecho propio—, han transitado por diferentes momentos
estos actores alternativos pueden estimular de apertura y proteccionismo, desde las
procesos permanentes, institucionalizados primeras instancias de concertación política,
y con logros evidentes para la integración pasando por el regionalismo abierto,
regional. para desembocar en el pragmatismo de
la convergencia en la diversidad, la cual
La heterogeneidad de los procesos, aparece como una demostración de la
instancias y órganos de integración voluntad integradora, pese a las diferencias
regional analizados por los autores generan políticas, económicas y culturales de la
conclusiones disímiles sobre cuál es el región.
estado de vitalidad de los mismos, pero
sí manifiestan una clara voluntad por la
integración, en un sentido identitario de lo
que es el ser latinoamericano. El artículo de
Quitral da un panorama general y un estado
de la situación de los procesos de integración
latinoamericana, siendo quizá la conclusión
necesaria para un libro que analiza y evalúa
procesos particulares. No es menor que el
autor concluya que los procesos exitosos han
sido los económicos, por sobre los políticos,
y que lo anterior devenga en la falta de
“diálogos democratizantes”, lo que muestra
la fragilidad de la región y las debilidades de
las democracias latinoamericanas, las que
se reproducen en el plano multilateral.

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Política editorial • Editorial Policies


Temática y alcance Focus and Scope
La revista Relaciones Internacionales es una Relaciones Internacionales e-journal is an electronic
publicación en formato electrónico que busca publication that seeks to contribute to the study
fomentar el estudio y debate sobre cuestiones and debate of contemporary issues in International
actuales de relaciones internacionales desde un Relations. It adopts an interdisciplinary approach
enfoque interdisciplinar y siempre vertebrado based on three pillars: theory, history and analysis.
por tres ejes: teoría, historia y análisis. Uno de One of the main objectives, when the project was
los principales objetivos con los que se iniciaba launched, was to translate classic International
el proyecto era y es traducir a lengua castellana Relations texts into Spanish. In doing so it aimed
aquellos textos considerados como clásicos to provide a resource for the Spanish speaking
por los especialistas, con el fin de proporcionar academic community and enrich discussion
herramientas a la comunidad académica de habla about International Relations. Whilst individual
hispana que enriquezcan la reflexión sobre las issues are based on specific topics they are not
relaciones internacionales. Aunque cada uno de monographic. The objective is to publish content
sus números gira en torno a un tema específico, that offers a diverse range of analysis regarding
no se trata de monográficos. El objetivo es the proposed topic yet at the same time allow
proporcionar contenidos que ofrezcan diversos space for texts that discuss other subjects. This
enfoques y análisis sobre un tema propuesto que is because themes that are apparently unrelated
domina el número pero reservando siempre un often provide complementary tools to analyse the
porcentaje de los contenidos a textos que abordan main issue at hand.
otros temas. Éstos, aunque aparentemente
alejados de la temática dominante, en muchas Relaciones Internacionales was founded in 2004
ocasiones proporcionan herramientas de análisis by a group of students and professors from
que pueden resultar complementarias para el the International Relations and African Studies
análisis. doctoral programme at the Universidad Autónoma
de Madrid. The academic restlessness of this
Relaciones Internacionales se crea en el año 2004 group of PhD students and researchers, combined
por un grupo de alumnos y profesores del Programa with their need to share their findings with the
de Doctorado “Relaciones Internacionales y academic community, lead them to create a
Estudios Africanos” del Departamento de Ciencia space where they could publish and foment
Política y Relaciones Internacionales de la critical dialogue between differing perspectives
Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma of International Relations. The Internet offered
de Madrid. Las inquietudes académicas de este a tool that best suited the projects requirements
grupo de doctorandos e investigadores y su due to its power and versatility on one hand and
necesidad de compartirlas tanto con la comunidad the relatively small amount of funding needed to
académica como con otros ámbitos dedicados al run the project on the other.
estudio de las relaciones internacionales, les llevó
a crear un espacio de publicación en el que difundir  
y fomentar un diálogo crítico entre distintas
visiones de las relaciones internacionales. En
este sentido, Internet y las nuevas tecnologías
de la información ofrecían las herramientas y las
características más adecuadas al proyecto por su
poder y versatilidad por un lado, y por su escasa
necesidad de financiación por otro.

Política de aceptación de
manuscritos Submission Policies
Artículos, review-essay y reseñas Articles, review-essays and reviews
Relaciones Internacionales admite la presentación Relaciones Internacionales welcomes the
de artículos, reviews essays y reseñas inéditos submission of unpublished papers, review-essays
que versen sobre el ámbito de las Relaciones and reviews on issues relevant to International
Internacionales. Los review-essays serán de un Relations. Review essays should not deal with
máximo de tres libros y las reseñas deben ser more than three books and reviews should deal
de libros de no más de tres años de antigüedad. with books no more than three years older.
Para remitir los manuscritos se utilizará el sistema All proposals should be sent using Relaciones

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Relaciones Internacionales
Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
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Números publicados • Published Issues


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• Nº 1 “Nuevos Vientos Teóricos, nuevos fenómenos políticos”

• Nº 2 “Feminismo y Relaciones Internacionales”

• Nº 3 “Guerras Justas”

• Nº4 “Globalización e imperialismo”

• Nº5 “Sociología Histórica y Relaciones Internacionales”

• Nº6 “Nuevas conflictividades en el mundo global”

• Nº7 “Religión y Relaciones Internacionales”

• Nº8 “África: estados, sociedades y relaciones internacionales”

• Nº9 “Fuerzas armadas, seguridad y relaciones internacionales”

• Nº10 “Protectorados Internacionales”

• Nº11 “Industrias extractivas y relaciones internacionales”

• Nº12 “Regímenes Internacionales”

• Nº13 “Cuestiones actuales de la política exterior española”

• Nº14 “Movimientos migratorios en el mundo: lecturas alternativas y complementarias a


los enfoques de seguridad y desarrollo”

• Nº15 “Integración regional, multilateralismo en América Latina y relaciones Sur -Sur”

• Nº16 “Construcción de paz postbélica y construcción de estado en las Relaciones


Internacionales”

• Nº17 “Derechos Humanos: uno de los rasgos de identidad del mundo de la post Guerra
Fría”

• Nº18 “Dinámicas políticas en torno al Cuerno de África”

• Nº19 “Espacios en lucha: Hacia una nueva geografía de lo internacional”

• Nº20 “Polisemia del tiempo histórico desde las Relaciones Internacionales: Una mirada
teórica desde la filosofía de la historia”

• Nº21 “Del poder en la crisis y de la crisis del poder: un análisis interdisciplinar”

• Nº 22 “La Teoría de Relaciones Internacionales en y desde el Sur”

• Nº23 “Crisis, Seguridad, Política”

• Nº24 “¿Cómo pensar lo internacional / global en el siglo XXI? Herramientas, conceptos


teóricos, acontecimientos y actores”

• Nº25 “El Caribe como múltiples espacios en lucha”

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Número 37 • Febrero 2018 - Mayo 2018
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) – UAM

• Nº26 “Resistencias y aportaciones africanas a las Relaciones Internacionales”

• Nº27 “Feminismos en las Relaciones Internacionales, 30 años después”

• Nº28 “Entre los ODM y los ODS: el camino a las metas globales de desarrollo sostenible”

• Nº29 “La alteridad en las Relaciones Internacionales”

• Nº30 “Diez años de Relaciones Internacionales”

• Nº31 “Pensamiento político y Relaciones Internacionales 30 años después de Hegemonía


y Estrategia Socialista”

• Nº32 “Repensando el “Terrorismo” desde lo internacional”

• Nº33 “De Río a París. Desarrollos de las Relaciones Internacionales en torno al


medioambiente”

• Nº34 “De Río a París. Desarrollos de las Relaciones Internacionales en torno al


medioambiente II”

• Nº 35 “Internacionalizando la Ciudadanía: Discusiones sobre ciudadanía en Relaciones


Internacionales”

• Nº 36 “Migraciones en el sistema internacional actual: migraciones forzosas y dinámicas


del capitalismo global”

243
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R elaciones
Internacionales
Revista académica cuatrimestral de publicación electrónica
Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI)
Universidad Autónoma de Madrid, España
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ISSN 1699 - 3950

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