El cristianismo es la religión más extendida en el mundo, con unos 2000 millones de seguidores. Se originó a partir de las enseñanzas de Jesucristo y sus discípulos en Jerusalén. Más tarde, se dividió en tres grandes grupos: católicos, protestantes y ortodoxos. El cristianismo se centra en la figura de Jesús, sus enseñanzas de amor y fraternidad, y en ritos como el bautismo y la eucaristía.
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El cristianismo es la religión más extendida en el mundo, con unos 2000 millones de seguidores. Se originó a partir de las enseñanzas de Jesucristo y sus discípulos en Jerusalén. Más tarde, se dividió en tres grandes grupos: católicos, protestantes y ortodoxos. El cristianismo se centra en la figura de Jesús, sus enseñanzas de amor y fraternidad, y en ritos como el bautismo y la eucaristía.
El cristianismo es la religión más extendida en el mundo, con unos 2000 millones de seguidores. Se originó a partir de las enseñanzas de Jesucristo y sus discípulos en Jerusalén. Más tarde, se dividió en tres grandes grupos: católicos, protestantes y ortodoxos. El cristianismo se centra en la figura de Jesús, sus enseñanzas de amor y fraternidad, y en ritos como el bautismo y la eucaristía.
El cristianismo es la religión más extendida en el mundo, con unos 2000 millones de seguidores. Se originó a partir de las enseñanzas de Jesucristo y sus discípulos en Jerusalén. Más tarde, se dividió en tres grandes grupos: católicos, protestantes y ortodoxos. El cristianismo se centra en la figura de Jesús, sus enseñanzas de amor y fraternidad, y en ritos como el bautismo y la eucaristía.
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CRISTIANISMO
Es la religión más extendida en el mundo y la que más ha influido en la
civilización occidental. Su número de miembros asciende a unos 2000 millones de personas, distribuidos por todo el planeta Se ha dividido a lo largo de la historia en tres grandes grupos: Católicos, Protestantes y Ortodoxos. Cada aspecto del cristianismo tiene afinidades con otras creencias, aunque cada una muestra sus señas particulares, consecuencia de su origen y evolución. Principales enseñanzas Todas las referencias históricas que se tienen de Jesús se encuentran en los Evangelios, una parte del Nuevo Testamento, englobado en la Biblia. Otras partes del Nuevo Testamento resumen las creencias de la Iglesia cristiana primitiva. Tanto san Pablo como otros autores de las Sagradas Escrituras, creían que Jesús fue el revelador no sólo de la vida humana en su máxima perfección, sino también de la realidad divina en sí misma. El cristianismo resulta más fácil describirlo desde una perspectiva histórica. Su elemento esencial lo constituye la figura de Jesucristo. Su vida y su ejemplo son seguidos y sus enseñanzas sobre el amor y a la fraternidad sientan las bases de todas las relaciones humanas. Parte de sus enseñanzas se corresponden con las de Sócrates y de Confucio. El misterio fundamental del Universo en palabras de Jesús se llamaba "Padre", y por eso los cristianos llaman a Jesús, "Hijo de Dios". En su lenguaje y en su vida, existía una profunda intimidad con Dios y un anhelo por acceder a él, así como la promesa de que, a través de él, sus seguidores podían participar en la vida del Padre en el cielo y podrían hacerse hijos de Dios. La crucifixión y resurrección de Jesucristo, a la que los primeros cristianos se refieren cuando hablan de él como de aquél que reconcilió a la humanidad con Dios, hicieron de la cruz el principal centro de atención de la fe y devoción cristianas, y el símbolo más importante del amor salvador de Dios Padre. Los cristianos enseñan que Dios es omnipotente sobre tierra y cielo, recto a la hora de juzgar lo bueno y lo malo, más allá del tiempo, del espacio..., pero sobre todo enseñan que "Dios es amor". Los primeros creyentes otorgaban a Jesús la misma categoría que al Padre; más tarde utilizaron la expresión "Espíritu Santo, a quien el Padre envió en el nombre de Cristo". Después de numerosas reflexiones, la expresión adoptó la forma en la doctrina de Dios de la Santísima Trinidad. También aporta una novedad. Presenta a Dios como Padre y lo muestra de un modo original, usando la expresión Abbá, que es la palabra aramea que los niños utilizaban para referirse a su padre. El camino para iniciarse en el cristianismo es el bautismo. En un comienzo, era administrado a los adultos. Otro rito aceptado por todos los cristianos, es la eucaristía o cena del Señor, en la que los cristianos comparten pan y vino, expresando y reconociendo así la presencia de Cristo, tal como lo conmemoran en la comunión de unos con otros, en la misa. La comunidad cristiana es la Iglesia. Jesús fundó una iglesia con la promesa de estar con sus seguidores siempre, “hasta el fin de los días". Los cristianos de todas las distintas tradiciones subrayan el papel trascendente de la devoción y de la oración individual, tal y como lo indicó Jesús. Los sacramentos en el siglo XII se concretaron en siete por considerarlos imprescindibles para la celebración litúrgica: bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, Unción de enfermos, órdenes sagradas y matrimonio. La celebración central es el sacramento de la Eucaristía que actualiza la presencia de Jesús resucitado siguiendo su mandato: “Haced esto en memoria mía”. Los demás sacramentos van desde el nacimiento del cristiano hasta su muerte. Las necesidades del culto en comunidad han motivado la creación de miles de himnos, coros y cantos, así como de música instrumental, en especial para órgano. Desde el siglo IV las comunidades cristianas han edificado construcciones especiales destinadas al culto, un hecho decisivo en la historia de la arquitectura y del arte en general. Vida cristiana Las enseñanzas cristianas abarcan todo tipo de temas referentes a la doctrina y a la moral. Los dos pilares básicos de la moral cristiana son los 10 mandamientos y la Bienaventuranzas. Pero esos 10 mandamientos toman un nuevo carácter en el mensaje de Jesús, por lo que se convierten en 2: amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo. La aplicación de estos mandamientos a situaciones concretas, no genera uniformidad en el comportamiento moral ni en el social. Por ejemplo, hay cristianos que adoptan diferentes posturas sobre temas de actualidad, ya sea desde puntos de vista de extrema derecha, de extrema izquierda o de centro. A pesar de ello, es posible hablar de un modo de vida cristiano, aquél que participa de la llamada al servicio y a convertirse en discípulo de Cristo. El valor inherente a cada persona creada a imagen de Dios, la santidad de la vida humana, el matrimonio, la familia, el esfuerzo por alcanzar la justicia, aunque sea en un mundo caído en la desgracia, son compromisos morales dinámicos que los cristianos deberían aceptar; sin embargo, sus conductas pueden no conseguir las metas que imponen estas normas. Ya desde las páginas del Nuevo Testamento se hace patente que siempre ha sido difícil la tarea de desarrollar estos compromisos bajo las condiciones de nuestra existencia cotidiana. Escatología Dentro de la doctrina cristiana late una idea de esperanza en la vida eterna. Jesús se refirió a esta esperanza con tanta insistencia que muchos de sus seguidores estaban a la espera del fin del mundo de un modo declarado y abierto. Desde el siglo I, esta expectación creó una actitud de flujo y reflujo. Los credos de la Iglesia se refieren a esta esperanza usando el lenguaje de la resurrección, de una nueva vida, participando de la gloria de Cristo resucitado. Espacios sagrados Iglesia: son todos los cristianos. Es el lugar donde se reúnen los cristianos. Es como una ONG de los seguidores de Jesús y es el Papa de Roma, los obispos y sacerdotes. La Iglesia está formada por diócesis, asignadas a un obispo. La iglesia más importante de una diócesis es la catedral, donde el obispo preside la misa y ceremonias similares. La catedral contiene la cátedra (silla) desde donde el obispo predicaba a la comunidad en los primeros tiempos. El obispo posee el oficio litúrgico más importante de la diócesis. Se distingue de un sacerdote en la capacidad de conferir las órdenes sagradas y de otorgar de forma habitual el sacramento de la confirmación. El clero secular y regular se encuentra bajo la directa jurisdicción del obispo. Jerusalén es considerada como la ciudad santa por excelencia para los cristianos. Personas sagradas El centro de la fe cristiana es Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para salvar a la humanidad. A través de él, Dios se hace presente entre los hombres, aportando una novedad a las religiones reveladas: la transmisión del mensaje de salvación se hace por Dios mismo, en persona, mediante su Hijo Jesucristo. Jesús dedicó toda su vida explicar el plan de salvación de Dios y llevarlo a cabo con su muerte y resurrección. Con su muerte cumplió su misión salvadora; También dedicó su vida a anunciar y hacer presente el Reino de Dios en el mundo. En Jesús la Revelación llega a su plenitud. Ésta se había iniciado con el pueblo de Israel. El magisterio de la Iglesia lo ejercen los obispos y el Papa. Su función es enseñar el mensaje de Jesús, interpretando de manera correcta la Palabra de Dios. Fiestas Giran en torno a la vida de Jesús, su nacimiento y su muerte. Los cristianos celebran la navidad como el nacimiento de Jesús y la Semana Santa como la pasión muerte y resurrección de Jesús, su ascensión. Además de celebrar los días referentes a celebraciones concretas de María y a determinados Santos. Historia Casi toda la información de la que se dispone sobre Jesús y los orígenes del cristianismo, proviene de sus discípulos. Considerando que escribieron más para los creyentes que para satisfacer la curiosidad histórica. Tanto la persona como el mensaje de Jesús de Nazaret, tuvo desde un principio numerosos seguidores que creían en él como profeta. El recuerdo de sus palabras y hechos, transmitidos por quienes fueron escribiendo los Evangelios, describen los días que Jesús pasó en la tierra, a la luz de las experiencias que los primeros cristianos identificaron con el milagro de su resurrección de la muerte en la primera Pascua cristiana. Se inspiraron en el lenguaje de las Sagradas Escrituras (la Biblia hebrea, que los cristianos llamaron Antiguo Testamento) para componer un relato de la realidad que habían conocido como apóstoles de Jesucristo. Fieles al mandato de Jesús de que se unieran y formaran un nuevo pueblo de Israel, estos judíos cristianos formaron la primera Iglesia en Jerusalén. Consideraban que ése era el lugar más apropiado para recibir lo prometido: el don del Espíritu Santo y de una innovación espiritual. Los comienzos de la Iglesia Jerusalén era el núcleo del movimiento cristiano hasta su destrucción por los romanos en el 70 d.C. Desde este centro, el cristianismo se desplazó a otras ciudades y pueblos en Palestina, y luego más lejos. En principio, la mayoría de quienes se unían a ellos eran seguidores del judaísmo, para quienes representaba algo nuevo; por lo que al principio el cristianismo se manifestó en relación con la fe judía; una relación de continuidad y realización, de antítesis, y de afirmación. La ruptura con el judaísmo nunca ha sido total, sobre todo pues la Biblia incluye muchos elementos del judaísmo. Esto ha logrado que los cristianos no olviden que aquél al que adoran como Señor era judío y que el Nuevo Testamento no surgió de la nada, sino que se convirtió en una continuación del Antiguo Testamento. Una importante causa del alejamiento del cristianismo de sus raíces judías fue el cambio en la composición de la Iglesia, que tuvo lugar más o menos a fines del siglo II. Las cartas de San Pablo fueron escritas para las primeras comunidades cristianas; en ellas se encontraban muchas de las ideas y términos que más tarde constituirían el eje de la fe cristiana; por ello San Pablo merece el título de primer teólogo cristiano y sus cartas se encuentran recopiladas y codificadas en el Nuevo Testamento. De las cartas de Pablo podemos apreciar los comienzos de una organización basada en el traspaso metódico del mando de la primera generación de apóstoles, entre los que se incluye Pablo, a sus continuadores, los obispos. Empiezan a ser frecuentes términos como obispo, presbítero o diácono. Hacia el siglo III, se acepta generalmente la autoridad de los obispos como sucesores de los apóstoles. Concilios y credos Se hizo necesario aclarar esta doctrina cuando surgieron interpretaciones erradas de las normas transmitidas en el mensaje de Cristo. Las desviaciones más importantes o herejías tenían que ver con Cristo como ser humano. Unos negaban que fuera un individuo como otro, mientras otros hacían de Cristo una figura divina de rango inferior a Dios, el Padre. En respuesta a estas tendencias, en los credos comenzó, en época muy temprana, un proceso para especificar la condición divina de Cristo, en relación con la divinidad del Padre. Las formulaciones definitivas se establecieron durante los siglos IV y V, en los concilios de Nicea (325) y de Calcedonia (451), en los que se acuñaron las doctrinas de la doble naturaleza de Cristo. Persecución Sin embargo, el cristianismo tuvo primero que asentar su relación con el orden político. Dentro del Imperio romano la Iglesia primitiva compartía la misma categoría que el judaísmo. Antes de la muerte de Nerón en el 68, ya se la consideraba rival de la religión imperial. La hostilidad hacia los cristianos no era siempre la misma; las persecuciones tenían causas muy concretas, Pero la lealtad de los cristianos hacia Jesús, era irreconciliable con la adoración al emperador, y emperadores como Trajano y Marco Aurelio, que querían mantener la unidad ideológica del Imperio, veían en los cristianos una amenaza para sus propósitos y decidieron poner fin a la amenaza. Al igual que en la historia de otras religiones, esta oposición creó un efecto inverso y a comienzos del siglo IV el mundo cristiano había crecido tanto en número y en fuerza, que para Roma era forzoso tomar la decisión de erradicarlo o aceptarlo. Diocleciano trató de eliminarlo pero fracasó y fue Constantino quien acabó creando un imperio cristiano. La aceptación oficial La conversión de Constantino situó al cristianismo en una posición privilegiada dentro del Imperio y los cristianos comenzaron a ver rebajados los grados de exigencia y sinceridad de la conducta cristiana y que el único modo de cumplir con los imperativos morales de Cristo era huir del mundo y ejercer una profesión de disciplina cristiana como monje. Desde sus comienzos, con el eremitorio de san Antonio, el monaquismo cristiano se propagó durante los siglos IV y V por muchas zonas del Imperio romano. Los monjes cristianos se entregaron al rezo y a una vida ascética en todo lugar. Al inicio de la edad media, estos monjes se transformaron en la fuerza más poderosa del proceso de cristianización de los no creyentes, de la renovación del culto y de la oración, del campo de la teología y la erudición. El cristianismo en Oriente El emperador Constantino decidió en el año 330, trasladar la capital del Imperio desde Roma hasta una "Nueva Roma", en el punto más oriental del mar Mediterráneo. La nueva capital, Constantinopla (actual Estambul), así llamada en honor al emperador, se transformó en centro intelectual y religioso del mundo cristiano de Oriente. Mientras tanto, el mundo cristiano de Occidente se fue centralizando de forma progresiva: una pirámide cuya cima la constituía el Papa de Roma y los principales centros del mundo oriental, Constantinopla, Jerusalén, Antioquía y Alejandría se desarrollaron de forma autónoma. El emperador de Constantinopla tenía una posición muy destacada en la Iglesia; él era quien convocaba y presidía los concilios. Esta relación que surgió entre la Iglesia y el Estado, se denominó, cesaropapismo. La crisis del siglo VIII respecto a la legitimidad del uso de imágenes en las iglesias, significó también un choque entre la Iglesia y el poder imperial. El emperador León III prohibió las imágenes, precipitando un conflicto en el que los monjes del Este se convirtieron en los principales defensores de los iconos. Más adelante, se restauró el culto a los iconos, lo que supuso una medida de independencia para la Iglesia respecto al Estado. Durante los siglos VII y VIII, tres de los cuatro centros orientales cayeron bajo la influencia expansiva del Islam; el único núcleo que quedó sin conquistar fue Constantinopla, hasta que cayó en manos de los turcos en 1453. El conflicto con respecto a la adoración de las imágenes resultó ser tan grave puesto que amenazaba un hecho fundamental para la Iglesia de Oriente: su liturgia. Se llevaba a la práctica una vida de devoción bajo la influencia de los escritos de los Padres de la Iglesia y de teólogos como san Basilio de Cesarea, quien había asumido un cristianismo helenístico. Todos los rasgos distintivos del cristianismo de Oriente, como la ausencia de una autoridad eclesiástica central, la estrecha relación con el Imperio, la tradición litúrgica y mística, el uso continuado de la lengua y de otros elementos de la cultura griega, así como su aislamiento, a consecuencia de la expansión musulmana, contribuyeron a su alejamiento de Occidente, lo que por último desembocó en el cisma entre el Este y el Oeste. La ruptura entre el cristianismo oriental y el occidental se ha mantenido hasta hoy, a pesar de los repetidos esfuerzos por lograr la reconciliación. Uno de los puntos de conflicto entre Constantinopla y Roma, a comienzos del siglo IX, fue el relativo a la evangelización de los eslavos. La fuerza que ejercían con respecto a la autonomía cultural y étnica hizo evidente, desde muy temprano, que el cristianismo eslavo tenía su propio lenguaje litúrgico. El cristianismo en Occidente Cuando se trasladó la capital del Imperio a Constantinopla, la fuerza más poderosa que quedó en Roma fue la de los obispos. La antigua ciudad, capital de la Iglesia de Occidente, actuó como árbitro de la ortodoxia mientras otros centros, caían en la herejía o en los cismas. El cristianismo occidental durante la edad media era una entidad única, o por lo menos eso trataba de ser. Los pueblos que se convertían, cambiaban incluso su propia lengua por el latín; así fue como el lenguaje de la antigua Roma se transformó en la lengua litúrgica, literaria y cultural de Europa occidental. Los arzobispos, obispos y abades ejercían gran poder en sus regiones, pero estaban subordinados al Papa. Durante los primeros siglos de la edad media, en occidente hubo controversias teológicas. El desacuerdo más común entre Iglesia y Estado, era el referente al derecho de soberanía para nombrar obispos (las investiduras), problema que llevó al Papa Gregorio VII y a Enrique IV, a un callejón sin salida en el año 1075. El Papa excomulgó al emperador y éste se negó a reconocer la autoridad papal. Estuvieron un tiempo reconciliados, pero la tensión continuó. Poco después, se discutió un asunto parecido con respecto a la excomunión del rey de Inglaterra, dictada por el Papa Inocencio III en 1209, controversia que terminó cuatro años más tarde, cuando el rey aceptó los dictámenes del Papa. La base de estas disputas estaba en que la Iglesia tenía una injerencia muy compleja en la sociedad feudal. Obispos y Abades administraban grandes extensiones de terrenos y bienes, constituyendo una gran fuerza económica y política, sobre la que el rey tenía que ejercer un cierto control si quería hacer valer su autoridad sobre la nobleza que estaba bajo su potestad. Por otro lado, el papado no podía permitir que la Iglesia se transformara en el títere de un régimen político. A pesar de ello, sí existió cooperación entre Iglesia y Estado cuando, durante las Cruzadas, cerraron filas contra el enemigo común. La conquista musulmana de Jerusalén significó que los santos lugares vinculados a la vida de Jesús, quedaran bajo un poder no cristiano. Fue aumentando la certeza de que era deseo de Dios organizar un ejército cristiano para liberar Tierra Santa. Al emprender la primera Cruzada en 1095, las tropas cristianas lograron formar un reino latino y un patriarcado en Jerusalén, aunque un siglo más tarde, la ciudad volvió a caer bajo dominio musulmán; en definitiva, las Cruzadas fueron un fracaso, pues no sirvieron para restaurar el cristianismo en Tierra Santa, ni tampoco para unificar Occidente, ni en el plano eclesiástico ni en el orden político. Al contrario, aumentaron los rencores entre los cristianos orientales y occidentales, ahondando más en sus diferencias. La Iglesia medieval sí logró un triunfo importante, que fue el desarrollo de la filosofía y la teología escolásticas. Partiendo de las enseñanzas de san Agustín, los teólogos latinos volcaron su interés por la relación entre el conocimiento de Dios, alcanzable por la razón humana por sí misma, y el conocimiento que se adquiere a través de la revelación. Se adoptó el lema de san Anselmo: "Creo en aquello que puedo entender", y se buscó una prueba concluyente para demostrar la existencia de Dios (el argumento ontológico). Esos cometidos dominaron el pensamiento de los siglos XII y XIII. La teología filosófica de san Agustín intentó aunar el conocimiento natural de Dios, con las enseñanzas de los Evangelios. Junto con sus contemporáneos, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino, representaba el ideal intelectual del cristianismo medieval. Con la muerte de Santo Tomás de Aquino, aparecieron nubes de tormenta en la Iglesia de Occidente. En 1309 el papado se trasladó de Roma a Aviñón, donde se mantuvo hasta 1377. A estos acontecimientos siguió el Gran Cisma de Occidente, durante el cual hubo dos, y a veces hasta tres aspirantes al trono papal. Este litigio no se resolvió hasta 1417, cuando se volvió a unir el papado, aunque jamás logró recuperar el férreo control ni la autoridad. La Reforma y la Contrarreforma Hubo reformadores de distintas tendencias que denunciaron el relajamiento moral y la corrupción económica de la Iglesia; buscaban un giro radical de la situación. También se estaban produciendo cambios de tipo social y político, producto del despertar de la conciencia nacional y de la fuerza e importancia cada vez mayores que iban adquiriendo las ciudades, en las que surgió con gran poder una nueva clase social sostenida por el comercio. La Reforma protestante podría ser considerada producto de la convergencia de dichas fuerzas: un movimiento para introducir cambios dentro de la Iglesia, el ascenso del nacionalismo y el avance del "espíritu del capitalismo". El reformador Martín Lutero fue la figura catalizadora que aceleró el nuevo movimiento. Su lucha personal por buscar la certeza religiosa lo condujo a cuestionar el sistema medieval de salvación, e incluso la propia autoridad de la Iglesia; su excomunión por el Papa León X fue un paso decisivo hacia la división del mundo cristiano en Occidente. El proceso no se limitó a la Alemania de Lutero. La reforma inglesa desencadenada por los problemas personales del rey Enrique VIII, tomó su propia vía, manteniendo algunos elementos procedentes del catolicismo, como el episcopado histórico, con otros rasgos protestantes. La Reforma ayudó a fomentar las lenguas vernáculas, en especial a través de traducciones de la Biblia, que contribuyeron a modelar el lenguaje y el espíritu nacional de los pueblos. También otorgó un nuevo impulso a las predicaciones bíblicas y al culto en lengua vernácula, en la que se compusieron himnos nuevos. Dada la importancia que se concedió a que todos los creyentes participaran en el culto y en las oraciones, la Reforma desarrolló sistemas para enseñar y difundir la doctrina y la ética, presentados en forma de catecismos. La Reforma protestante no fue suficiente para agotar el espíritu renovador que existía dentro de la Iglesia católica, por ello se convocó el Concilio de Trento, que se prolongó desde el año 1545 hasta 1563, año en que se logró dar una formulación definitiva a las doctrinas que se debatían, e instituir reformas prácticas respecto a la liturgia, la administración de la Iglesia y la enseñanza de la fe. La responsabilidad de llevar a cabo las decisiones tomadas en el Concilio recayó sobre todo en la Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola. Considerando que estos cambios coincidieron con el descubrimiento del Nuevo Mundo, el hecho se contempló como una oportunidad de evangelizar a quienes jamás habían oído el evangelio. El Concilio no aceptó las propuestas de los reformistas y reafirmó las de la Iglesia católica, lo cual hizo más permanente la división de la Iglesia. El periodo moderno Durante el siglo XVI, cuando se produjo la Reforma, aunque incluso más durante los siglos XVII y XVIII, se hizo notorio que el cristianismo estaba obligado a definirse ante el auge de la ciencia y filosofía modernas. Este problema se hizo presente en todas las Iglesias, aunque de distinto modo. El hecho de que Galileo hubiera sido condenado por la Inquisición, acusado de herejía, encontró más tarde su equivalente en las controversias protestantes acerca de las consecuencias de la teoría de la evolución en el relato bíblico de la creación. El cristianismo, por lo general, actuaba a la defensiva frente a otros movimientos modernos. El método crítico histórico que se empleaba para estudiar la Biblia, y que había comenzado en el siglo XVII, parecía estar amenazando la autoridad de las Escrituras, por lo que se condenó el racionalismo del Siglo de las Luces por considerarse una fuente de indiferencia religiosa y de anticlericalismo. El incremento de la secularización de la sociedad hizo que la Iglesia perdiera el control de muchos aspectos de la vida cotidiana, como por ejemplo la educación. A resultas de esta situación, el cristianismo tuvo que redefinir su relación con el orden civil. La concesión de tolerancia religiosa a los grupos religiosos minoritarios, y luego la gradual separación entre la Iglesia y el Estado, representaron una nueva orientación del sistema que había sostenido el poder desde la conversión de Constantino, y representa, el cambio de mayor alcance dentro de la historia moderna del cristianismo. El movimiento ecuménico ha sido la organización que con más fuerza ha logrado unir, o al menos llevar a un acuerdo más estrecho, a grupos cristianos que han estado distanciados durante largos periodos. En el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica dio importantes pasos a favor de lograr una reconciliación tanto con la Iglesia de Oriente como con los protestantes. Asimismo, durante este concilio se reconoció, por primera vez en un foro oficial, lo positivo que era el genuino poder espiritual presente en otras religiones del mundo (Nostra Aetate). El vínculo existente entre el cristianismo y el judaísmo representa un caso especial. Después de muchos siglos de hostilidad e incluso de persecuciones, ambas confesiones han hecho un esfuerzo por llegar a un entendimiento común, acercamiento que no se producía desde el siglo I. La reacción que han tenido las iglesias ante su incorporación a un mundo más moderno y cambiante, también ha producido el hecho sin precedentes que supone el incremento del interés por los asuntos teológicos. Teólogos protestantes y pensadores católicos, tomaron en sus manos la misión de reorientar las tradicionales apologías de la fe, basándose en experiencias religiosas propias, como una forma de hacer válida la realidad de Dios. En el siglo XIX fue cuando se realizaron más investigaciones históricas a partir del desarrollo de las ideas e instituciones cristianas. Este estudio subrayó que no había una forma particular de doctrina o estructura eclesiástica que pudiera afirmar ser absoluta y última. Estos estudios también sirvieron a otros teólogos para conseguir nuevas fuentes, a partir de las cuales, pudieron reinterpretar el mensaje de Cristo. A pesar de que las búsquedas literarias respecto a los textos bíblicos eran contempladas con mucho recelo por parte de los más conservadores, sirvieron para tener nuevas revelaciones referentes a cómo se habían compuesto y reunido las distintas partes de la Biblia. El estudio de la liturgia, junto con el reconocimiento de que las formas antiguas no siempre tenían sentido en la era moderna, estimuló la reforma del culto. La relación ambivalente entre la fe cristiana y la cultura moderna se hace notoria. Se reconoce el papel que ha representado el cristianismo en la historia social y política. Los cristianos han estado involucrados en las discusiones que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX a raíz del tema de la esclavitud, y las distintas tendencias utilizando argumentos procedentes de la Biblia. El desarrollo de ideologías que propiciaron diversas revoluciones políticas y sociales en los siglos XIX y XX tuvieron su repercusión entre los grupos cristianos, generalmente tachados de reaccionarios, en especial bajo los regímenes de inspiración marxista del siglo XX. También surgieron tendencias que buscaban conciliar el cristianismo con cambios sociales, y en algunos casos, la fe revolucionaria ha surgido de fuentes cristianas. Gandhi sostenía que su acción estaba basada en el espíritu de Jesucristo, y Martin Luther King fundamentó sus enseñanzas y su programa político en el Sermón de la Montaña. Igualmente, han sido personalidades cristianas las encargadas de denunciar las enormes desigualdades existentes en zonas del Tercer Mundo, costándoles la vida en varias ocasiones como fue el caso de monseñor Romero en El Salvador. Durante los últimos 25 años del siglo XX, los movimientos misioneros de la Iglesia han llevado la fe cristiana por todo el mundo.