SCHELKLE, Karl Hermann (1974), Cartas de Pedro. Carta de Judas. Texto y Comentario. Madrid, Ediciones FAX PDF

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La Sagrada Escritura es
palabra de Dios, y el cris-
tiano ha de conocerla.
Tal es el fin de esta gran bi-
blioteca. Su lector encontrará
en ella una completa serie de
estudios sobre problemas es-
criturísticos fundamentales y
un excelente conjunto de co-
mentarios sobre los diferentes
Libros.
Los mejores autores. Volú-
menes sustanciosos; pendien-
tes de las conveniencias de
hoy y cuidadosos del gusto
actual.
CARTAS DE PEDRO
CARTA DE JUDAS
Karl Hermann Schelkle

Cartas de PEDRO
Carta de JUDAS
Texto y comentario

Ediciones Fax
Zurbano 80
Madrid
Original alemán: Die Petrusbriefe. Der Judasbrief. Auslegung
von KARL HERMANN ScHELKLE. Professor der Katholisch-
Theologischen Fakultat der Universitat Tübingen.
Herder. Freiburg-Basel-Wien.
© Verlag Herder KG Freiburg im Breisgau 1961
Ediciones Fax. Madrid. España
Traducción de la tercera edición alemana 1970
Doctor Olegario García de la Fuente

Es propiedad
Impreso en España 1974
Printed in Spain
ISBN 84-7071-368-X
Depósito legal M. 18.015-1974
Gráficas Gardal
Boix y Morer 17
Madrid
ACTUALIDAD BIBLICA
1.-BorsMARD, LÉON-DUFOUR, SPICQ y otros. Grandes temas bíblicos.
2.-Auzou. De la servidumbre al servicio. Estudio del Libro del Exodo.
3.-SCHNACKENBURG. Reino y reinado de Dios. Estudio bíblico-teológico.
4.-Auzou. El don de una conquista. Estudio del Libro de Josué.
5.-LENGSFELD. Tradición, Escritura e Iglesia en el diálogo ecuménico.
6.-Auzou. La fuerza del espíritu. Estudio del Libro de los Jueces.
7.-JEREMIAS. Palabras de Jesús.
8.-BorsMARD. El Prólogo de San Juan.
9.-CERFAUX y CAMBIER. El Apocalipsis de San luan leído a los cris-
tianos.
10.-BERNARD REY. Creados en Cristo Jesús. La nueva creación según
San Pablo.
11.-CERFAUX. Mensaje de las parábolas.
12.-VAN !MSCHOOT. Teología del Antiguo Testamento.
13.-TOURNAY. El Cantar de los Cantares. Texto y comentario.
14.-CASABÓ. La Teología moral en San Juan.
15.-Auzou. La danza ante el Arca. Estudio de los Libros de Samuel.
16.-SCHLIER. Problemas exegéticos fundamentales en el Nuevo Testa-
mento.
17.-TROADEC. Comentario a los Evangelios Sinópticos.
18.-HAAG. El pecado original en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia.
19.-ANDRÉ BARUCQ. Eclesiastés. Qoheleth. Texto y comentario.
20.-SCHELKLE. Palabra y Escritura.
21.-JEREMIAS. Epístolas a Timoteo y a Tito. Texto y comentario.
22.-J. B. BAUER. Los Apócrifos neotestamentarios.
23.-J. M. GONZÁLEZ Rurz. Epístola de San Pablo a los Gálatas. Texto
y comentario.
24.-BENOIT. Pasión y Resurrección del Señor.
25.-STRATHMANN. La Epístola a los Hebreos. Texto y comentario.
26.-MONLOUBOU. Profetismo y profetas.
27.-C. WESTERMANN. Comentario al profeta Jeremías.
28.-PIKAZA. La Biblia y la Teología de la Historia.
29.-CONZELMANN y FRIEDRICH. Epístolas de la Cautividad. Texto y co-
mentario.
30.-C. WESTERMANN. El Antiguo Testamento y Jesucristo.
31.-VoN RAD. La sabiduría en Israel. Los Sapienciales. Lo sapiencial.
32.-RUCKSTUHL y PFAMMATTER. La Resurrección de Jesucristo. Hecho
histórico-salvífico y foco de la fe.
33.-VoN RAD. El Libro del Génesis. Texto y comentario.
34.-CONZELMANN. El centro del tiempo. Estudio de la teología de Lucas.
35.-MoNLOUBOU. Un sacerdote se vuelve profeta: Ezequiel.
36.-TRILLING. El verdadero Israel. Estudio de la teología de Mateo.
37.-SCHLIER. El Apóstol y su comunidad. Texto y comentario de I Te-
salonicenses.
38.-MowINCKEL. El que ha de venir. Mesianismo y Mesías en Israel.
39.-SCHELKLE. Cartas de Pedro. Carta de Judas. Texto y comentario.

Ha sido labor de los editores españoles, precisamente, la tra-


ducción puesta [entre corchetes] tras las expresiones griegas
del texto, que no tiene la edición alemana original. Es para
hacer más flúida la lectura y el proceso intelectual de los es-
tudiosos. Ni en las notas ni en los excursus, por su carácter más
filológico y perfilado, se ha puesto traducción alguna.
BIBLIOGRAFIA

Los comentarios usuales al NT y las obras citadas de modo ocasional,


sólo se mencionan en el lugar correspondiente

A. DE LAS OBRAS AUXILIARES DE. CARÁCTER GENERAL, CITAMOS LAS


SIGUIENTES CUYO USO ES MÁS FRECUENTE

l. Diccionarios bíblicos
Bauer. J. B., Diccionario de teología bíblica (Herder, Barcelona 1967)
(= J. Bauer BibeltheolW).
Bauer, W., Griechisch-deutsches Worterbuch zu den Schriften des
NT und der übrigen urchristlichen Literatur (Berlín 51958) ( =
= BauerWb).
Dictionnaire de la Bible, publicado por F. Vigouroux, Tomos 1-IV (Pa-
rís 1895-1912) ( = DictBible).
- - Supplément, publicado por L. Pirot entre otros, Tomo lss (Pa-
rís 1928ss) (= DictBibleSuppl).
Haag, H., Diccionario de la Biblia (Herder, Barcelona 51970) ( = Haag-
BibLex).
Liddell, H. G. y R. Scott, A Greek-English Lexicon (Oxford 9 1953)
(= Liddell-Scott).
Moulton, J. H. y G. Milligan, The Vocabulary in the Greek Testament
illustrated from the Papyri and other non-literary Sources (Lon-
dres 1949) ( = Moult-Mill).
Theologisches Worterbuch zum NT, fundado por G. Kittel, publicado
por G. Friedrich, Tomos 1-IX (Stuttgart 1933-1974) (= ThWb)
(Selección española en curso de publicación por FAX en "Actua-
lidad Bíblica" brevior).
X Bibliografía

2. Diccionarios teológicos
Dictionnaire de Théologie catholique, publicado por A. Vacant y otros,
Tomo Iss (París 1930ss) ( = DThC).
Lexikon für Theologie und Kirche, publicado por J. Hi:ifer y K. Rahner,
Tomo Iss (Freiburg i. Br. 2 1957ss) (= LexThK).
Reallexikon für Antike und Christentum, publicado por Th. Klauser,
Tomos Iss (Stuttgart 1950ss) ( = RAC).
Die Religion in Geschichte und Gegenwart, publicado por K. Galling,
Tomos Iss (Tübingen 3 l957ss) ( = RGG).
3. Manuales
a. Introducciones al NT
Heard, R., An Introduction to the NT (Londres 1951).
Henshaw, T., NT Literature (Londres 1952).
Hi:ipfl, H. y B. Gut, Introductio specialis in NT (Nápoles-Roma 5 1949,
publicado por A. Metzinger).
Jülicher, A. y E. Fascher, Einleitung in das NT (Tübingen 7 1931).
Kümmel W. G., Introducción al NT (FAX, Madrid 1974).
McNeile, A. H., An Introduction to the Study of the NT (Oxford 2 1953).
Meinertz, M., Einleitung in das NT (Paderborn 5 1950). ·
Merk, A., Introductionis in Sacrae Scripturae libros compendium (Pa-
rís 12 1940).
Michaelis, W., Einleitung in das NT (Berna 2 1954).
Robert, A. y A. Feuillet, Introducción a la Biblia (Herder, Barcelona
2 1967).

Schiifer, K. Th., Grundriss der Einleitung in das NT (Bonn 2 1952).


Wikenhauser, A., Einleitung in das NT (Freiburg i. Br. 3 1959) ( = Wi-
kenhauser Einl).
b. Gramáticas del NT
Blass, F. y A. Debrunner, Grammatik des ntl. Griechisch (Gi:ittingen
1 º1959) ( = BlassDebr).

Zerwick, M., Graecitas biblica exemplis illustratur (Scripta Pontificii


Instituti Biblici 92) (Roma 3 1955).
c. Teologías del NT
Bonsirven, J., Théologie du NT (París 1951).
Bultmann, R., Theologie des NT (Tübingen 6 1968) (traducción española
en preparación).
Holtzmann, H. J., Lehrbuch der ntl. Theologie, dos tomos (Tübingen
2 1911).

Meinertz, M., Teología del NT (FAX, Madrid 2 1966).

B. COMENTARIOS A LAS EPÍSTOLAS DE PEDRO Y JUDAS


l. Comentarios de la época patrística
l. Griegos
Catenae Graecorum Patrum in Novum Testamentum, publicado por
J. A. Cramer, 8 tomos (1-170 Epístolas Católicas) (Oxford 1844).
Bibliografía XI

Clemente Alejandrino, Adumbrationes (= GCS 3, publicado por O.


Stahlin 203-209 1 Pedro y Judas).
Cirilo Alejandrino, PG 74, 1007-1024 (Epístolas Católicas).
Dídimo Alejandrino, PG 39, 1747-1818 (Epístolas Católicas) = F. Zoepfl,
Didymi Alexandrini in Epistolas canonicas brevis enarratio, Ntl. Abh.
4,1 (Münster i. W. 1914) (Se discute su autenticidad).
Juan Crisóstomo, PG 64, 1040-1062 (Epístolas Católicas).
Pseudoecumenio PG 119, 509-722 (Epístolas Católicas).
Teofilacto, PG 125, 1132 - PG 126, 104 (Epístolas Católicas).
Eutimio Cigabeno, Commentarius in XIV Epistolas S. Pauli et VII Ca-
tholicas, publicado por N. Kalogeras, 2 tomos 473-664 (Epístolas
Católicas) (Atenas 1887).
2. Latinos
Casiodoro, Complexiones in Epistolas apostolorum. PL 70, 1361-1380
(Epístolas Católicas).
Beda el Venerable, PL 93, 9-130 (Epístolas Católicas).
[Walafrido Estrabón], Glossa ordinaria, PL 114, 671-710 (Epístolas Ca-
tólicas).
3. Sirios
Ishodad de Merv, Commentaries in syriac and english, publicado por
M.D. Gibson (Horae Semiticae 10) 36-41 y 49-55 (Epístolas Católi-
cas) (Cambridge 1913).
Gregorius Barhebreus, In Actus apostolorum et Epistulas catholicas
adnotatiorres, Syriace e recognitione M. Klamroth (Gi:ittingen 1878).
Dionysos Barsalibi, In Apocalypsim et Epistulas catholicas, publicado
por J. Sedlacek (CSCO Script. Syri 11, 101) 88-132 (Epístolas Ca-
tólicas) (París 1909-10).

II. Exégesis medieval


Para la exégesis medieval (los comentarios están en su mayor parte
sin editar) hemos de remitir a F. Stegmüller, Repertorium biblicum medii
aevi, Tomo Iss (Madrid 1940ss), y a C. Spicq, Esquisse d'une histoire
de l'exégese latine au Moyen Age (París 1944).

III. Comentarios modernos (selección)

Alonso J. y otros, La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento. Tomo III:


Carta a los Hebreos, Epístolas Católicas, Apocalipsis (La Editorial
Católica, Madrid 1968).
Ambroggi, P. de, Le Epistole cattoliche (La Sacra Bibbia 14,1) (Turín-
Roma 2 1949).
Bauer, J. B., Der erste Petrusbrief (Düsseldorf 1971).
Beare, F. W., The First Epistle of St. Peter (Oxford 2 1958).
Beck, J. T., Erkliirung der Briefe Petri, publicado por J. Lindmeyer
(Gütersloh 1896).
XII Bibliografía

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Commentary) (Nueva York 1922).
Bisping, A., Erkliirung der sieben katholischen Briefe (Exegetisches
Handbuch zum NT 8) (Münster i. W. 1871).
Brugger, W., Des Petrus letzte Mahnung. Erwiigungen zum zweiten
Petrusbrief (Speyer 1950).
Brun, L., Forste Peters-Brev (Oslo 1949).
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Camerlynck, A., Commentarius in Epistolas catholicas (Brujas 5 1909).
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L'Építre de S. Jude (ÉtBib) (París 1939).
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(Nürdlingen 1875).
- - Der zweite Brief Petri und der Brief Judii (Die Heilige Schrift 7,2)
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des Petrus, en: Die Schriften des NT 3 (GOttingen 3 1917).
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crae) (París 1937).
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Petrus (Mainz 1873).
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- - Carta de san Judas. Segunda carta de san Pedro (Herder, Barce-
lona 1967).
Strack, H. L. y P. Billerbeck, Kommentar zum NT aus Talmud und
Midrasch, Tomos 1-5 (Munich 2 1956) (= H. L. Strack - P. Biller-
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41932).
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(Westmister Commentaries) (Londres 1934).
Windisch, H., Die Katholischen Briefe (Handbuch zum NT 15) (Tübin-
gen 2 1930).
Windisch H., y H. Preisker, Die Katholischen Briefe (Handbuch zum
NT 15) (Leipzig-Erlangen 3 1923).
XIV Bibliografía

Wohlenberg, G., Der erste und zweite Petrusbrief und der Judasbrief
(Kommentar zum NT 15) (Leipzig-Erlangen 3 1923).

C. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL PARA LAS CARTAS DE PEDRO Y DE JUDAS

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SIGLAS USADAS

l. LIBROS BÍBLICOS

Gn Sab Mt
Ex Eclo Me
Lv Is Le
Nm Jer Ju
Dt Lam Act
Jos Bar Rom
Jue Ez 1, 2 Cor
Rut Dn Gal
1, 2 Sm Os Ef
3, 4 Re Joel Fil
1, 2 Cro Am Col
Esd Abd 1, 2 Tes
Neh Jon 1, 2 Tim
Tob Miq Tit
Jdt Nah Filem
Est Hab Hebr
Job Sof Sant
Ps Ag 1, 2 Petr
Prov Zac 1, 2, 3 Ju
E ele Mal Jud
Cant 1, 2 Mac Apc

11. MANUSCRITOS DE QUMRAM CITADOS EN ESTE COMENTARIO

1 QGnApoc Apócrifo del Génesis


1 QH Himnos
XXII Siglas usadas

1 QM Rollo de la Guerra
1 QpHab Comentario a Habacuc
1 QS Regla de la Comunidad

111. ÜTRAS FUENTES

ce Corpus Christianorum
CHerm Corpus Hermeticum
CIG Corpus Inscriptionum Graecarum
CIJ Corpus Inscriptionum Judaicarum
ConstAp Constitutiones Apostolorum
csco Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium
CSEL Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum
GCS Die griechische christlichen Schriftsteller der ersten
drei Jahrhunderte (Los escritores griegos cristianos
de los tres primeros siglos)
IG Inscriptiones Graecae

IV. REVISTAS, COLECCIONES, ETC.

AbhThANT Abhandlungen zur Theologie des Alten und Neuen


Testaments
AnglThR Anglican Theological Review
AntChrist F. J. DOlger, Antike und Christentum
ASNU Acta Seminarii Neotestamentici Upsaliensis
BauerWb Bauer, W., Griechisch-Deutsches Würterbuch zu den
Schriften des Neuen Testaments und der übrigen
urchristl. Literatur, Berlin s ¡953
BBB Bonner Biblische Beitrage
BFchTh Beitrage zur Fürderung christlicher Theologie
Bib Biblica
BSt Biblische Studien
BWANT Beitrage zur Wissenschaft vom Alten und Neuen
Testament
BZ Biblische Zeitschrift
CBQ Catholic Biblical Quarterly
DictBibleSuppl Dictionnaire de la Bible, Supplément
DThC Dictionnaire de Théologie catholique
ÉtBib Études Bibliques
EThLov Ephemerides Theologicae Lovanienses
EvTh Evangelische Theologie
ExpT The Expository Times
FRLANT Forschungen zur Religion und Literatur des Alten
und Neuen Testaments
lnterpr Interpretation
JThSt Journal of Theological Studies
/,.,exThk Lexikcm für Theologie und Kirche, 2.ª 11d., 1957ss.
Siglas usadas XXIII

MüThZ Münchner Theologische Zeitschrift


NorTT Norsk Teologisk Tidsskrift
NRTh Nouvelle Revue Théologique
NtlAbh N eutestamentliche Abhandlungen
NTSt New Testament Studies
RAC Reallexikon für Antike und Christentum
RB Revue Biblique
RGG Die Religion in Geschichte und Gegenwart
RHPhilRel Revue d'Histoire et de Philosophie Religieuse
RQ Romische Quartalschrift
SABerlin Sitzungsberichte der Deutschen (hasta 1944: Preus-
sischen) Akademie der Wissenschaften zu Berlín
SAHdbg Sitzungsberichte der Heidelberger Akademie der
Wissenschaften
StTh Studia Theologica
SvExA Svensk Exegetisk Arsbok
ThGZ Theologie und Glaube
ThLZ Theologische Literaturzeitung
ThQ Theologische Quartalschrift
ThRu Theologische Rundschau
ThSt Theological Studies
ThStZoll Theologische Studien, Zollikon
ThWb Theologisches Worterbuch zum NT
ThZ Theologische Zeitschrift
TrThZ Trierer Theologische Zeitschrift
TU Texte und Untersuchungen
UNT Untersuchungen zum Neuen Testament
VD Verbum Domini
vs Verbum Salutis, fundada por J. Huby, editada por S.
Lyonnet, París
WUNT Wissenschaftliche Untersuchungen zum NT
ZKTh Zeitschrift für katholische Theologie
ZntW Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft
ZThK Zeitschrift für Theologie und Kirche
INDICE SISTEMATICO

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. IX
Siglas usadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. XXI
Indice sistemático ...................................... . XXV

1 CARTA DE PEDRO ... 1

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 3
l. Destinatarios de la carta . . . . . . . . . . . . . . . . .. 3
2. Finalidad y género literario . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6
3. Historia de la tradición e historia de las formas 7
a. Tradición litúrgico-cultual . . . . .. 7
b. Tradición catequético-parenética . . . . . . . . . . .. 9
4. Tiempo y lugar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 12
5. Autor ...................................... . 18
6. Historia del canon y del texto .. . 23

Comentario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 27
Destinatarios y saludo (1 Petr l,ls) ... .27
Primera parte. La obra salvífica de Dios y la acción del
hombre (l Petr 1,3 - 2,10) . . . . . . . . . . . . . ..... 38
l. El retorno a la esperanza (1 Petr 1,3-12) ........... . 38
Excu&sus sobre 1 Petr 1,3. El nuevo nacimien-
to ...................................... . 42-45
2. La conducta actual como don y tarea del nuevo na-
cimiento (1 Petr 1,13 - 2,10) . . . . . . . . . . . . . .. 62
a. La obediencia del cristiano (1 Petr 1,13-16) 63
b. Temor filial (1 Petr 1,17-21) .............. . 66
c. El amor fraterno (1 Petr 1,22-25) . . . . . . . .. 73
XXVI Indice sistemático

d. Unión con Cristo (1 Petr 2,1-3) . . . .. .... 76


e. La comunidad como casa de Dios (1 Petr 2,4-8). 81
ExcuRsus sobre 1 Petr 2,4-8. Cristo, la piedra
angular. La Iglesia, la casa espiritual . . . . .. 86-89
f. La comunidad como pueblo de Dios (1 Petr 2,9s). 90

Segunda parte. El cristiano en las jerarquías y circunstan-


cias terrenas (1 Petr 2,11 - 4,11) ....................... . 95
Introducción. Conducta ejemplar entre los paganos (1 Petr
2,lls) ...................................... . 96
l. El cristiano en el Estado (1 Petr 2,13-17) .. . 101
2. La situación de los esclavos (1 Petr 2,18-25) .. . 110
3. El matrimonio (1 Petr 3,1-7) ................. . 122
4. La comunidad (1 Petr 3,8-12) ................. . 130
EXCURSUS sobre 1 Petr 2,13 - 3,12. El código
familiar ................................ . 134-137
5. Los sufrimientos en el mundo (1 Petr 3,13 - 4,6) .. . 138
ExcuRsus. Fórmulas cristológicas en 1 Pedro. 154-156
ExcuRsus. La teología de la Pasión en 1 Pedro. 156-158
6. La hora escatológica (1 Petr 4,7-11) . .. . . . .. ....... 163

Tercera parte. Nuevas recomendaciones (1 Petr 4,12 - 5,11). 169


l. En las pruebas de las persecuciones (1 Petr 4,12-19). 169
2. Recomendaciones a cada uno de los estados en par-
ticular (1 Petr 5,1-5) .......................... . 176
3. Exhortaciones a la humildad y vigilancia (1 Petr
5,6-11)................ "' ...... "' .............. . 182
Conclusión de la carta. Saludos y datos del mitente
(1 Petr 5,12-14) ................................... . 184

CARTA DE JUDAS ............................. . 189

Introducción .. . . . . .. . .. . .. . . .. . .. .. . .. . .. . . . . . .. .. . 191
l. Finalidad, destinatarios, tiempo y lugar . . . . . . . .. 191
2. La carta de Judas y la segunda carta de Pedro 193
3. Autor . . . . . . . . . .. . . .. . .. . . . . .. . . . . . . .. . .. . . .. 195
4. Historia del canon y del texto . . . . . . . .. 200

Comentario . . . . '· . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . ..... 203


Destinatarios y saludo (Jud Is) ... 203
l. Los falsos doctores (Jud 3-16) 207
Indice sistemático XXVII

2. Deberes de los creyentes (Jud 17-23) ..... . 232


Conclusión. Doxología final (Jud 24-25) . . . . .. 241

2 CARTA DE PEDRO ... 247

Introducción . . . . . . . .. 249
l. Finalidad, género literario y destinatarios 249
2. Tiempo y lugar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 250
3. Autor ................................ . 252
4. Historia del canon y del texto . . . . .. 256

Comentario . . . . . . . . . . . . . .. 259
Destinatarios y saludo (2 Petr 1,1-2) ........... . 259
l. Los dones divinos y las virtudes humanas (2 Petr
1,3-11) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
2. La seguridad de la esperanza cristiana (2 Petr 1,12-21). 272
3. Los falsos doctores (2 Petr 2,1-22) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 284
a. La manifestación de los falsos doctores (2 Petr
2,1-3) . .. . . . .. . . . . . . . . . . ... .. . .. . . .. .. . ... . .. 285
b. El castigo que amenaza a los falsos doctores (2
Petr 2,4-13a) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . 290
c. Los pecados de los falsos doctores en la Iglesia
y a la Iglesia (2 Petr 2,Bb-22) . . . . . . . . . . . . . . . 299
ExcuRsus. Los apócrifos judíos en Judas y 2 Pe-
dro . . . . . . . . . . . . .. . . . . ... . .. . .. .. . ... . .. . .. 310-311
4. La parusía y el juicio universal (2 Petr 3,1-13) . .. . . . 311
ExcuRsus. Falsas doctrinas y falsos doctores en
Judas y en 2 Pedro . . . . . . . . . . . . 324-329
Exhortaciones finales (2 Petr 3,14-18) . . . . . . . . . . .. . . . ... 329
ExcuRsus. La escatología en la 2 Pedro . . . . . . 336-338
ExcuRsus. El testimonio apostólico tardío y ca-
tólico primitivo . . . . . . . . . . . . . . . 338-343
ExcuRsus. Pseudoepigrafía bíblica . . . . . . 343-346

Indice de conceptos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347


Indice de los principales términos griegos 349
1 Carta de Pedro

CARTAS.-!
INTRODUCCIÓN

l. Destinatarios de la carta

La 1 Petr (1,1) va dirigida "a los peregrinos de la diáspora


en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia". Como sucede
en otros pasajes del NT (por ejemplo, en la carta a los Gála-
tas), se plantea también en 1 Petr 1,1 el problema de saber si
los nombres designan regiones o provincias romanas. Es pro-
bable lo segundo, pues los nombres dan el orden de las pro-
vincias del Asia Menor, y, en efecto, está comprendida toda el
Asia Menor (hasta Licia y Cilicia, que sin embargo están situa-
das en la costa, del lado de acá del monte Tauro y que se abren
hacia el sur). Si se tratara de regiones, faltarían precisamente
las del Asia Menor central (en torno a Iconio y a Efeso), en
las que había iglesias desde la época de los viajes misionarios
de Pablo. Casi todos los comentarios recientes entienden estos
nombres como nombres de provincias. Pero ya no resulta tan
claro saber si el orden de la lista de los nombres es casual u
obedece a alguna intención determinada.
Según la historia de las misiones de la era apostólica, Pa-
blo fundó comunidades cristianas en la Anatolia central y en
las ciudades costeras de Asia, desde donde continuó difun-
diéndose el evangelio, como, por ejemplo, sucedió con Celosas
pentecostés cristiano, judíos venidos de "Capadocia, Ponto,
4 1 Petr. Introducción

Asia, Frigia y Panfilia". También éstos pudieron haberse con-


vertido en mensajeros del evangelio en su propio país, como
lo fueron seguramente en Roma, según Act 2,10.
Sea de ello lo que fuere, las numerosas comunidades judías
de Asia han debido preparar el camino a la difusión del evan-
gelio 1 • A finales del siglo I, Asia tenía numerosas iglesias,
como consta por Act 2 y 3. Después de finalizado el siglo I, el
gobernador romano Plinio encontró todavía comunidades cris-
tianas en el Ponto y en Bitinia (Plinio, Epist. 10,96,6).
Ahora bien, si 1 Petr se dirige a toda el Asia Menor, en-
globando a todas y cada una de aquellas cinco provincias, es
porque Asia Menor era un territorio cristiano, por lo menos
en el sentido de que en las grandes ciudades se habían cons-
tituido comunidades (hecho suficiente para Pablo, según
Rom 15,19,23, para que un país pudiera decirse cristianizado).
¿Corresponde esta descripción de la carta a la historia
misional? ¿Se extendía ya la misión a toda el Asia Menor en
tiempo del apóstol Pedro? Para responder a estas preguntas
hay que tener en cuenta que en la época de la actividad misio-
nera de Pablo el evangelio se extendió rápidamente, y en poco
tiempo se crearon en las ciudades comunidades a las que Pa-
blo no predicó. De este modo pudo también haberse difundi-
do el evangelio por propia iniciativa en Asia Menor, sobre
todo sabiendo que Pablo se detuvo mucho tiempo en Galacia,
fundando comunidades, cosa que es muy posible, según Act 16,6
y 18,23, a pesar de la brevedad del relato. De la misma manera
parece quedar en suspenso la cuestión de si los destinatarios
de 1 Petr 1,1 concuerdan con lo que sabemos de la difusión
alcanzada por el cristianismo en Asia Menor en tiempo del
apóstol Pedro 2 •
Como sucede muchas veces en los escritos del NT, surge

1 Según Filón (Legario ad Gaium 281) había judíos en Panfilia,


Cilicia, Bitinia, Ponto y en el resto del Asia; según Petronio (Saturae
33) los había en todas las ciudades de Asia y de Siria.
2 Algunos exegetas piensan que el encabezamiento de 1 Petr 1,1
sitúa la carta en una época posterior a Pedro (así Beare, Knopf, Schweit-
zer, Windisch-Preisker). Por otra parte, algunos exegetas que defien-
den la autenticidad petrina de la carta intentan ver en los nombres
de 1,1 no las cinco provincias romanas, sino regiones. De esta manera
sería mucho más pequeña la región de los destinatarios y correspon-
dería más bien a la situación de la misión en torno al año 60 o des-
pués (así Felten, Holzmeister, Michl, Selwyn, Stibbs, Vrede).
Destinatarios 5

también en 1 Petr la cuestión de saber si los lectores eran de


origen judío o pagano, y aquí con mayor razón aún, pues a los
destinatarios se les designa con títulos tomados de la historia
religiosa y popular judía, ya que son llamados "peregrinos de
la diáspora, elegidos" (1,1). Estos títulos, sin embargo, son sin
duda apelaciones honoríficas de Israel aplicadas a la Iglesia y
siguen teniendo valor sin referencia alguna al origen judío o
pagano de los destinatarios (cf. Comentario a 1,1).
La carta de todas formas presupone claramente como lecto-
res a antiguos cristianos convertidos del paganismo. Estos
cristianos actuaban en la ignorancia (1,14), vivían (como los
paganos) en desenfrenos y abominables idolatrías (4,3). Ahora
han sido llamados de las tinieblas (del paganismo) a la mara-
villosa luz de Dios (2,9). Eran "no pueblo" y ahora han hallado
compasión (2,10). "No pueblo" son los paganos, pues sólo Is-
rael es el pueblo de Dios. Ahora han sido rescatados de su
vana manera de vivir, heredada de sus padres (1,18). Sus mu-
jeres se han convertido en hijas de Sara (3,6). Estas expresio-
nes resultarían inconcebibles, tratándose de antiguos judíos.
Por otra parte, hay que tener también en cuenta que nada
sabemos de una predicación cristiana entre los judíos de las
provincias de Asia Menor, mencionadas en 1,1, y que no es fá-
cil adivinar cómo han podido llegar a aquellas regiones los
judeo-cristianos. Sólo tenemos información de la predicación
de Pablo en aquellos lugares, y el cristianismo de su predica-
ción es un cristianismo de origen pagano. Ni los Hechos de
los Apóstoles ni las Cartas de Pablo indican nada acerca de
que en Galacia, por ejemplo, o en Efeso, suburbio de Asia,
haya habido comunidades judeo-cristianas junto a comunida-
des originarias del paganismo fundadas por Pablo.
Es cierto que la carta cita muchas veces el AT y utiliza
la tradición judía (l,10-12; 3,20), pero esto lo hacen también
las Cartas de Pablo, que están destinadas ciertamente a los
pagano-cristianos. Para entender tales expresiones se reque-
riría evidentemente la máxima familiaridad posible de los lec-
tores con el AT. El Apóstol la presupone como fruto de la
catequesis.
Este modo de hablar y enseñar prueba en todo caso el ori-
gen judío del autor, no el origen judío de la comunidad a quien
va dirigida la carta. En definitiva, los destinatarios de la carta
6 1 Petr. Introducción

en general son los cristianos procedentes del paganismo, entre


los que pueden encontrarse cristianos originarios del judaísmo,
si es que la carta no prescinde en absoluto de tales distincio-
nes 3 •

2. Finalidad y género literario

Siguiendo la conocida división en géneros literarios, se-


gún la cual se distinguen en el NT, como en otros escritos,
cartas personales (como las Cartas de Pablo) y epístolas diri-
gidas a un círculo de lectores más amplio e indeterminado 4 ,
la 1 Petr pertenecería a este segundo grupo. El escrito es cier-
tamente una carta, tanto por el saludo inicial (1,1), como por
la despedida final (5,12-14). Pero para ser una carta le faltan
todos aquellos datos a través de los cuales el autor y los
destinatarios se deberían conocer personalmente. La carta no
alude para nada a las relaciones personales del autor con las
comunidades. Como va destinada a un círculo tan amplio de
lectores (1,1), ya se comprende que sea muy difícil poder hablar
de relaciones personales.
Si nos preguntáramos cuál es el tema central de la carta,
podríamos decir aproximadamente que se trata de una misiva
dirigida a la Iglesia en unos momentos en que ya comienzan
a vislumbrarse ciertos problemas y que estos problemas cre-
cerán en un futuro inmediato (1,6; 2,12,15; 3,13-17; 4,12,16ss).
Por eso la carta tiene un carácter general. Fortalece y consuela
(5,12), recordando la recompensa final, que está a punto de
lograrse (1,6-9; 4,7; 5,6). Aconseja la firmeza y la paciencia
(1,13; 4,19; 5,7s) y la sumisión al orden de la creación divina
3 Los Padres piensan generalmente que la carta va dirigida a los
judea-cristianos (así Orígenes, Eusebio, Atanasia, Pseudo-Ecumenio,
Teofilacto; y luego también Erasmo). Agustín y Jerónimo piensan que
son los pagano-cristianos (cf. Felten). Los comentarios actuales opinan
por lo general que la carta va dirigida a los pagano-cristianos. Sel-
wyn 42-47 piensa que se trata de comunidades mixtas.
4 A. Deissmann, Licht vom Osten (4 1923) 194s; 206s fundamenta
la distinción. Y se admite generalmente, a pesar de que hay que tener
en cuenta que no pueden establecerse rigurosamente las fronteras,
como en el NT; cf. J. Sykutris, "Epistolographie", en Pauly- Wissowa,
Supl. 5 (1931) col. 186s y 219; J. Schneider, "Brief", en RAC 2 (1954)
col. 568-576; E, Fascher, "Briefliteratur", en RGG 2 (1958) col. 1412-
1415.
Tradición y formas 7

(2,13 - 3,12). De aquí se deduce que la fe y la esperanza son las


virtudes principales (l,3,21; 3,15).
Las amonestaciones se justifican y fundamentan en diversos
motivos. Los cristianos deben saber que son peregrinos en la
tierra y no tienen aquí su patria (l,l; 2,11). El Apóstol des-
pierta en ellos el temor ante el juicio divino (1,17; 4,17s). Les
recuerda los grandes favores de Dios, ya presentes, que pro-
meten y presagian otros mayores (1,3-5). La gracia sacramental,
experimentada en el culto de la Iglesia, debe realizarse en la
vida diaria (2,1-10; 3,21ss). La actuación del hombre debe
proceder de una existencia movida por Dios.
Para el autor tiene suma importancia la referencia a la
imagen de Cristo paciente (1,18-21; 2,21-25; 3,18 - 4,1). La
comunidad debe permanecer unida y ser una en el amor fra-
terno ante las dificultades que se avecinan (1,22; 4,7-11; 5,15).
La carta aconseja a los presbíteros de la Iglesia a que en medio
de las dificultades cuiden del rebaño con fidelidad y genero-
sidad (5,2-4). Él mismo se presenta en este sentido como ejem-
plo convincente. La carta tiene su motivo y fundamento en
esta preocupación del autor por las pruebas de la Iglesia. "Es
una pieza maestra de predicación edificante" (A. Jülicher).

3. Historia de la tradición e historia de las formas

La 1 Petr se halla en estrecha y profunda relación con la


tradición emparentada, tanto desde el punto de vista formal
como material. Se pueden reconocer en especial las tradiciones
de carácter litúrgico-cultual y parenético-catequético.

a. Tradición litúrgico-cultual
Hay en la carta numerosas y claras alusiones al bautismo.
Se menciona con relación al nuevo nacimiento (l,3,23; 2,2). Se
habla de él expresamente en 3,21. Una perícopa (2,1-10) des-
cribe en lenguaje cultual la misión sacerdotal de la comunidad,
consistente en ofrecer el sacrificio y anunciar las obras de Dios.
Se ha intentado explicar la carta como un discurso en una
ceremonia bautismal, partiendo de esas frases cargadas de
8 1 Petr. Introducción

sentido. Según R. Perdelwitz 5 , el primero que propuso esta


hipótesis, el discurso bautismal a los neoconversos habría gi-
rado en torno a la perícopa tomada de la parénesis comunitaria
(2,18-3,7; 4,7-11), perícopa que desarrollaría otras palabras
de amonestación y consuelo, y habría girado también en torno
a otro escrito que aconsejaría a los cristianos la firmeza en las
persecuciones que ya se habían desencadenado (4,12 - 5,14). El
autor de la carta sería desconocido.
Esta explicación ha encontrado alguna aceptación 6 • H. Preis-
ker 7 la ha desarrollado ulteriormente, pues encuentra en 1 Petr
el relato de un acto litúrgico de la iglesia de Roma. La perí-
copa 1,3 - 4,11 reproduciría una ceremonia bautismal con alter-
nancia de salmos (1,3-12), discurso ilustrativo (l,13-21), pro-
mesas bautismales (1,22-25), cantos festivos (2,1-10), parénesis
(2,11 - 3,12), palabras de la revelación (3,13 - 4,6) y oración final

5 R. Perdelwitz, Die Mysterienreligion und das Problem des 1.Pe-


trusbriefes (1911). Aunque esta hipótesis sigue defendiéndose hasta la
fecha, sin embargo, casi nadie acepta la opinión de Perdelwitz de
que puede probarse en la carta el influjo de la religiosidad helenística
de los misterios. Algunas semejanzas verbales (2,12; 3,2) habrían sido
sobrevaloradas; cf. Selwyn 305-311; 1 Ptr and the Mystery Religions.-
Sobre la separación de 4,12ss cf. el Comentario al pasaje.
6 Así (con ciertas modificaciones) en A. Jülicher - E. Fascher, Einlei-
tung in das NT (71931) 199s y en los Comentarios de Beare, Hauck,
Windisch. Según W. Bornemann, "Der l. Petrusbrief, eine Taufrede
des Silvanus?", en ZntW 19 (1919-20) 143-165, la carta sería un dis-
curso bautismal de Silvano según el Salmo 34. Según J. Daniélou,
Sacramentum futuri (1950) 141, se conservaría en 1 Petr 1,13 - 2,10 un
discurso tenido a los neobautizados en la semana de Pascua.
7 En el Comentario de Windisch-Preisker (3 1951) 156-162. La te-
sis fue aceptada con algunas modificaciones por F. L. Cross, 1 Peter,
A Paschal Liturgy (1954), pero apenas encontró aceptación; cf. la
recensión crítica de E. Kasemann, en Verkündigung und Forschung
(1949-50) 192; además, E. Lohse, "Paranese und Kerygma im I.Petrus-
brief", en ZntW 45 (1954) 68-90; C. F. D. Moule, "The Nature and
Purpose of 1 Peter", en NTSt 3 (1956-57) 1-11; W. C. van Unnik,
"Christianity according to 1 Peter", en ExpT 68 (1956-57) 79s; Schroe-
der, Die Haustafeln des NT (1959) 6s con la nota. Es exacta la afir-
mación de que la 1 Petr (como otros escritos del NT) participa de
la tradición litúrgico-cultual. Pero no puede reconstruirse la descrip-
ción del acto litúrgico concreto. La relación que puedan tener las
distintas partes de la carta con las partes del acto litúrgico no está
suficientemente probada por Preisker. El cambio de imperativo en
1,15 a perfecto en 1,22 no permite reconocer una festividad litúrgica
antes o después del bautismo. Ambos verbos aconsejan de la misma
manera la realización del sacramento en la vida. También cambian los
verbos en Rom 6 y Col 2. Ultimamente rechaza la hipótesis T. G. Thorn-
ton, "l Peter, A Paschal Liturgy'', en JThSt, NS 12 (1961) 14-26.
Tradición y formas 9

(4,7-11). El bautismo, que se llevaría a cabo entre 1,21 y 1,22,


no se menciona a causa de la disciplina del arcano. La perí-
copa 4,12 - 5,11 sería el acto litúrgico de toda la comunidad. La
descripción formularia del acto litúrgico, redactada probable-
mente por Silvano, habría sido transmitida a las comunidades
del Asia Menor por la iglesia de Roma.
M. E. Boismard 8 ha propuesto recientemente otra explica-
ción, basada en la hipótesis de que la carta sería un discurso
bautismal. Según él, la carta habría utilizado una liturgia bau-
tismal de carácter general, empleada frecuentemente por los
primeros cristianos, liturgia que podría aún reconstruirse a
base de otras cartas del NT. Procederían de esta liturgia los si-
guientes fragmentos: 1,3-5; 3,10-12; 5,5b-9 representarían him-
nos y cantos de la ceremonia bautismal; 1,6-9 y 1,13-21 serían
un discurso preparatorio del bautismo; 1,22 - 2,10 servirían
para la evaluación de la preparación; 2,11 - 3,7 (conducta ejem-
plar dentro de la familia como ideal cristiano de vida), lo
mismo que 3,8s y 4,7-11 serían consejos morales. A las seccio-
nes procedentes de la liturgia se le habrían añadido otras;
así 3,13 - 4,6 y 4,12 - 5,4, fragmentos que contienen avisos en una
persecución actual de los cristianos; después l,ls, como in-
troducción a la carta, y 5,12-14, como conclusión de la misma.
También esta fragmentación de la carta parece hacer vio-
lencia a su unidad; y, por otra parte, la suposición de un ritual
del bautismo, tan fijo y estable, en la época apostólica es evi-
dentemente muy discutible.
A pesar de que muchas de estas explicaciones son en los
detalles meras hipótesis, no obstante, han puesto en evidencia
que en la 1 Petr ha sido incorporada en gran medida la tra-
dición litúrgico-cultual. El interés verdaderamente grande de
la estructura de la carta pertenece a la parénesis. El material
litúrgico sirve a su finalidad.

b. Tradición catequético-parenética

La 1 Petr se relaciona frecuentemente con otras parénesis


del NT. Parecen claras en primer lugar las relaciones entre

8 M. E. Boismard, "Une liturgie baptismale dans la Prima Petri",


en RB 63 (1956) 182-208; 64 (1956) 161-183.
10 1 Petr. Introducción

la 1 Petr y las Cartas de Pablo 9 • La 1 Petr defiende una teo-


logía de la pasión de Jesús y de su acción liberadora y vivi-
ficadora que recuerda mucho a Pablo (cf. 1 Petr 2,24 y Roma-
nos 3,24s; 1 Petr 3,18 y Rom 6,10; 1 Petr 4,13 y Rom 8,17).
La 1 Petr, lo mismo que Pablo, habla en términos pareci-
dos de la nueva salvación aportada por Cristo (1 Petr 1,9 y
Rom 6,23). Los sufrimientos con Cristo prometen y auguran
la glorificación con él (1 Petr 5,1 y Rom 8,17). La resurrección
es causa de la salvación (1 Petr 3,21 y Rom 4,25). Los conse-
jos a someterse a la autoridad civil son también muy pare-
cidos (1 Petr 2,13-17 y Rom 13,1-7).
En 1 Petr 2,4-10 y en Rom 9,25s se encuentran en parte
las mismas colecciones de testimonios del AT. En 1 Petr 4,1
se utiliza probablemente la doctrina de Pablo sobre la justi-
ficación (Rom 6,2,7). El encabezamiento de 1 Petr l,ls recuer-
da el de las Cartas de Pablo.
La fórmula E.v Xp~cr"t'Q [en Cristo], creada probablemente
por Pablo, se halla también en 1 Petr 3,16; 5,10,14. Pueden
compararse además 1 Petr 1,14 y Rom 12,2; 1 Petr 2,2,5 y
Rom 12,l; 1 Petr 2,9 y Rom 12,17; 1 Petr 4,lOs y Rom 12,6.
Hay también puntos de contacto entre 1 Petr y la carta
a los Efesios 10 (1 Petr 1,3 y Ef 1,3; 1 Petr 3,2ls y Ef 1,20-23;
1 Petr 5,8s y Ef 6,10-16).
Lo mismo puede decirse de 1 Petr y las Cartas Pastorales
(1 Petr 1,3-5 y Tit 3,4-7; 1 Petr 2,1 y Tit 3,3; 1 Petr 2,9 y
Tit 2,4).
También pueden compararse 1 Petr y la carta de Santiago
(1 Petr 1,1 y Sant 1,1; 1 Petr l,6s y Sant l,2s; 1 Petr 1,23 - 2,2
y Sant 1,18-22; 1 Petr l,5s y Sant 4,6,10) 11 •
Naturalmente, en estas comparaciones podría muchas veces
preguntarse qué escrito es el más antiguo, la 1 Petr o el otro
documento.
9 E. Aleith, Paulusverstiindnis in der alten Kirche (1937) 10-13;
A. E. Barnett, Paul becomes a literary lnfluence (1941) 51-96.
1º E. Percy, Die Probleme der Kolosser- und Epheserbriefe (Lund
1946) 433-440, intenta demostrar que no existe dependencia literaria
entre la carta a los Efesios y la 1 Petr. La admite, en cambio, L. Mitton,
"The Relationship between 1 Peter and Ephesians", en /ThSt, NS
1 (1950) 67-73.
11 A. Meyer, Das Riitsel des fakobusbriefes (1930) 72-82 demuestra
ampliamente las posibilidades de relación entre Santiago y la 1 Petr., y
propone que la 1 Petr ha utilizado y acomodado la carta de Santiago.
Tradición y formas 11

Por último, podrían establecerse comparaciones entre la


1 Petr y la tradición sinóptica (así entre 1 Petr l,lOs y Mt 11,13
y 13,17; 1 Petr 1,17 y Mt 6,9; l Petr 2,7,12 y Mt 5,16 y 21,42;
l Petr 3,9 y 4,l3s y Mt 5,10 y 5,39,44; 1 Petr 5,8 y Mt 5,25;
26,41).
Si se admite en todos estos puntos de contacto una depen-
dencia literaria, habría que llegar a la conclusión de que la
1 Petr conoció y utilizó una gran parte de los escritos del NT 12 •
De aquí se derivarían una serie de conclusiones en relación a
la datación y al problema del autor. Si la 1 Petr presupusiera
tantos escritos del NT, sólo podría haberse escrito en la época
apostólica tardía o en el tiempo postapostólico.
Las pruebas de E. Selwyn 13 han aportado una nueva expli-
cación al cuadro trazado antes. Este autor ha demostrado a
través de meticulosas investigaciones que las cartas del NT
en general han tomado datos de una tradición amplia y relati-
vamente fija. Las grandes semejanzas entre ellas no se deben
explicar en la mayoría de los casos por una mutua dependen-
cia literaria, sino por la dependencia de una tradición formada
previamente a las mismas y que sigue actuando en ellas y a
través de ellas.
Sea de ello lo que fuere, queda como dato seguro que la
1 Petr se halla bajo el influjo de la teología paulina, evidente-
mente ya muy poderosa en la Iglesia, que por su parte se iba
introduciendo poco a poco y cada vez con más fuerza en la
tradición de la Iglesia. En consecuencia, hay que contar siem-
pre con esta explicación. Así, por ejemplo, no parece que pueda

12 H. J. Holtzmann, Einleitung in das NT (31892) 313-315.


13 En su Comentario a la 1 Petr (17-24 y 365-466) señala campos
de palabras y motivos neotestamentarios; así una parénesis bautismal
de la iglesia primitiva a base del concepto de santidad; una recomen-
dación a ser hijos de la luz; los términos y conceptos de palabra y
verdad; la recomendación a dejar lo antiguo y a revestirse de lo
nuevo; recomendaciones sobre la fe y la piedad; sobre el amor y la
veracidad, la unidad y el orden de la Iglesia; la obediencia al orden
de la creación; avisos sobre los puestos en los banquetes en las ca-
sas; y finalmente, consejos en tiempo de persecución. Apoyándose en
esto, demuestra E. Lohse, "Paranese und Kerygma im l. Petrusbrief",
en ZntW 45 (1954) 68-69, la composición de la parénesis de fuentes
veterotestamentarias, palestinas y helenísticas, y también de las pala-
bras del Señor. W. Nauck, "Freude im Leiden", en ZntW 46 (1955)
68-80, expone el crecimiento de los textos de persecución a partir de
su origen en tiempo de la lucha de los Macabeos.
12 1 Petr. Introducción

prescindirse en absoluto del conocimiento de la carta a los


Romanos para explicar la 1 Petr 14 • Pero aun suponiendo que
la 1 Petr esté influenciada en cuanto a la forma y el conte-
nido por la tradición anterior a ella, no obstante, el autor
ha podido crear una obra con valores personales y propios
(cf. el punto segundo de la Introducción).

4. Tiempo y lugar

La 1 Petr propone un término final para la época de su


composición cuando cita a Pedro como autor. Si Pedro murió
el 65 o poco después, la carta ha debido escribirse lo más
tarde antes de la mitad del año 60. Por eso, la autenticidad de
la carta se ha puesto en duda muchas veces y no es segura en
modo alguno (véase más abajo). En consecuencia, la carta hay
que investigarla a base de otros datos.
El dato más seguro son las referencias y alusiones a las
persecuciones que amenazan. Los cristianos tienen que so-
portar pruebas (7tELpex:O"µol) de todo género (1,6). La palabra
7tELpex:O"µói; no tiene aquí, como en otros muchos lugares del
NT, el sentido religioso general de la prueba de la fe y de la
tentación al pecado, sino que rmptxO"µol son los sufrimientos
concretos, las persecuciones y los peligros por motivo de la fe.
Los cristianos son calumniados como malhechores y crimina-
les (2,12; 3,16). Pero deben hacer vanas estas calumnias a
través de su buena conducta (2,15). La población pagana acusa
a los cristianos de cosas malas. Ellos soportan esto por causa
de la justicia (3,13-17). Deben oponer resistencia sin temor
(3,14). Deben estar dispuestos a dar razón de su esperanza
a quienes se la pidan (3,15). Pero, ¿quién pide esta justifica-
ción? Evidentemente, los que no tienen hacia ellos sentimien-
tos amistosos.
Los adversarios pueden ser personas particulares, quizá
también las autoridades, de modo que los cristianos tienen
que dar razón ante los tribunales por causa de su fe cristiana.
Los sufrimientos son ahora queridos por Dios (3,17). Pero

14 F. W. Beare, en su Comentario (1958) 192-196, acepta sin más


una dependencia de la 1 Petr en relación a las cartas de Pablo,
Tiempo y lugar 13

1 Petr dice al fin 15 : Se ha producido un incendio para nuestra


prueba (4,12). Los cristianos tienen parte en los sufrimientos
de Cristo (4,13,16). El nombre cristiano basta para ser perse-
guidos (4,16). Ahora se realiza el juicio sobre la casa de Dios
(4,17). El autor llega finalmente al veredicto de que Roma es
malvada, hasta satánica, como lo fue Babilonia (5,13).
A pesar de todo, no se encuentran en la carta expresiones,
como oLwyµóc; [persecución] y 17:1,t:\j;tc; [presión, vejación], que
el resto del NT utiliza para hablar de una amenaza y perse-
cución en sentido propio, grave y aguda. La 1 Petr no dice
nada acerca del desencadenamiento de una persecución general
y organizada contra la Iglesia, que hubiera sido llevada a cabo
con crueldad por las autoridades estatales, como sabemos que
sucedió en las persecuciones posteriores contra los cristianos.
Desde IUego, la opinión pública es ya poco favorable o incluso
enemiga. Pero las autoridades parecen oponerse hasta ahora
de una manera más bien rara y aislada. Puede suceder en todo
caso que de vez en cuando la policía realice investigaciones y
pesquisas o hasta encarcelamientos. Pero todavía no existe una
prohibición general y legal de la religión cristiana y no existe
aún un decreto de persecución. La carta expresa más bien la
confianza de que el Estado y las autoridades conservarán y
guardarán la justicia (2,14s; 3,15s).
¿Cómo ha podido llegarse a estas circunstancias de ene-
mistad poco velada o abierta contra el cristianismo? En Roma
y en el Imperio Romano el cristianismo pasaba por una de
las religiones orientales bárbaras, que muchos, sobre todo per-
sonas de ambientes aristocráticos y oficiales, despreciaban o
sentían desconfianza hacia ella. El cristianismo, por lo demás,
debía aparecerles como una secta judía -por lo menos al prin-
cipio-. Al respeto que imponía el judaísmo se le oponía ya
desde la antigüedad un fuerte antisemitismo. Los cristianos
tuvieron que soportar, lo mismo que los judíos, esta situación.
Los cristianos, por otra parte, juzgaban muy severamente a los
paganos, su ética y amoralidad, su idolatría y su incredulidad.
Los paganos no soportaban estos juicios y replicaban a los
cristianos con el desprecio y el odio. La .fe y la esperanza cris.,
15 Sobre la separación entre 4,11 y 4,12s y la amplificación de las
expresiones relativas a las pruebas y sufrimientos, véase el Comenta-
rio al pasaje.
14 1 Petr. Introducción

tianas, sobre todo la esperanza próxima del fin del mundo, no


podía menos de parecer a muchos paganos como una supers-
tición. Los cristianos se mantenían recelosos o totalmente ais-
lados de la vida pública. Apenas se les volvió a ver más en los
teatros, pues el teatro representaba con frecuencia mitos de
dioses y llevaba con demasiada frecuencia la inmoralidad a la
tribuna. Las fiestas estatales eran siempre fiestas cultuales. Los
cristianos apenas podían seguir ejerciendo los oficios de em-
pleados públicos o hacerse soldados, porque siempre se veían
obligados a tomar parte en el culto pagano.
No hace falta decir que los cristianos debían evitar toda
inmoralidad pagana, todo exceso y pecado. Todo esto los ha-
cía extraños e incómodos para sus antiguos amigos (1 Petr 4,3s).
La 1 Petr testifica ya esta actitud reservada de los cristianos,
cuando dice (1,1 y 2,11) que los cristianos son peregrinos y fo-
rasteros en la tierra.
A estos hombres, separados de su ambiente, los paganos
les acusaban de crímenes ocultos, como los que enumera ya
Atenágoras, Súplica en favor de los cristianos, 3 : ateísmo,
incesto edipeo y canibalismo. Otros apologistas posteriores de-
fienden a los cristianos de acusaciones parecidas. Las dos úl-
timas se refieren probablemente a las asambleas litúrgicas cris-
tianas. Los no creyentes no tenían acceso, y por eso las asam-
bleas se convertían fácilmente en ocultas y sospechosas. La
acusación de promiscuidad pudo haber sido motivada por el
hecho de que los cristianos se llamaban entre sí hermanos y
hermanas. La acusación de canibalismo fue motivada quizá
por el rumor de que en los banquetes se comía carne y se bebía
sangre, interpretando mal y despreciando la eucaristía.
Por lo demás, también se decía algo parecido de los judíos
que se separaban, como los cristianos, del medio ambiente.
Según Tácito, Hist. 5,5: "nada les está prohibido entre sí".
Estas acusaciones y calumnias contra los cristianos pueden
verse en la misma literatura pagana de la época. Tácito, por
ejemplo, dice en los Anales 15,44, que Nerón mandó prender
a una gran masa de cristianos que practicaban una perniciosa
superstición y eran odiados por el pueblo a causa de sus abe-
rraciones. En la investigación que se hizo, fueron declarados
culpables y condenados, no por el incendio de que se les
acusaba, sino por el odio que sentían hacia el género humano.
Tiempo y lugar 15

Suetonio, Nerón 16,2, define a los cristianos como una secta


"plagada de nuevas y pésimas supersticiones". También Plinio,
Epist. 10,96,8 acusa a los cristianos de "superstición desmedi-
da y perversa".
Para la datación de la 1 Petr hay que tener en cuenta los
datos de la carta acerca de esta enemistad contra los cristianos.
La persecución todavía no se ha desencadenado abiertamente.
La carta parece no conocer en concreto las acusaciones poste-
riores acerca de esos crímenes vergonzosos, porque de lo con-
trario hubiera aludido a ellos más claramente, ya que habla fre-
cuentemente de las acusaciones contra los cristianos.
Después de los desgraciados sucesos ocurridos en tiempo
de Nerón comenzaron por parte del Estado romano crueles
persecuciones contra los cristianos bajo Domiciano (81-96) y
continuaron luego bajo Trajano (98-117). El rescripto del Empe-
rador a una carta de Plinio, prohibiendo las diligencias contra
los cristianos, pero exigiendo su castigo en el caso de que per-
manecieran en su fe, fue el motivo de la persecución. La 1 Petr
difícilmente puede datarse en esta época tan tardía; ha debido
sin duda redactarse antes. Podemos incluso preguntarnos si la
carta no habría sido escrita antes de la persecución de Nerón.
Esta sería la mejor explicación de la actitud de reserva ante
la autoridad civil preconizada por la carta (2,14). En relación
al tiempo de redacción, esta hipótesis estaría de acuerdo con
los datos del remitente, según los cuales, la carta fue escrita
por Pedro, ya que de acuerdo con una tradición digna de fe,
Pedro murió poco después de la persecución de Nerón.
Por otra parte, prescindiendo de este hecho seguramente
aislado, no hay dato alguno conocido para afirmar que en esa
época tan antigua haya habido un peligro o amenaza general
contra la Iglesia, como la 1 Petr deja suficientemente entender,
ni en Roma, donde se escribió la carta, ni en Asia Menor, a
donde iba dirigida. Según 1 Petr 5,9 los cristianos serán per-
seguidos en todo el mundo. Pero ¿pueden suponerse relaciones
entre los paganos y los cristianos, como las presupone la 1 Petr,
por lo menos en Roma, siendo así que Tácito dice (véase más
arriba) que los cristianos son odiados por sus crímenes y
acusados de odio contra el género humano y hallados cul-
pables?
Pero de los datos de la carta tampoco se sigue que 1 Petr
16 1 Petr. lntroducci6n

haya debido ser escrita después de una experiencia histórica


posterior, es decir, que sea posterior a Pedro. La carta, efecti-
vamente, presupone una situación de la Iglesia en el mundo,
ya conocida por el NT, y la descripción ha podido ser trazada
de acuerdo con ella. La tradición sinóptica espera ya dificul-
tades para la Iglesia: desde el comienzo se declara bienaven-
turados a los discípulos perseguidos (Mt 5,10,44; 13,21). Se-
rán perseguidos por los judíos y los paganos a causa del nombre
cristiano (Le 21,12). Sufrirán la muerte en nombre de la reli-
gión (Jn 16,2). Ya ha comenzado la tribulación escatológica, a
cuyos signos pertenecen además de otros el odio y la persecu-
ción del nombre de Cristo (Mt 13,9-13).
Pablo sabe igualmente que la Iglesia debe soportar persecu-
ciones y dificultades e incluso la espada (Rom 8,34s). Él mismo
en persona ha tenido esta experiencia, según los relatos de
Act 16,22-40; 18,12-17; 20,1; 21,32. La descripción de la si-
tuación de la Iglesia en 1 Petr se encuentra también dentro de
esta época primitiva del NT.
La epístola a los Hebreos (10,32-39), por su parte, parece
presuponer otras circunstancias. Los creyentes tienen que so-
portar una lucha difícil y arriesgada, la cárcel y la pérdida de
los bienes. Puede exigirse el testimonio del martirio (Hebr 12,4).
Las descripciones del Apocalipsis, en cambio, son comple-
tamente distintas. Según el Apocalipsis ya se ha desencadenado
abiertamente la persecución contra la Iglesia en tiempo de
Domiciano y se trata de una lucha a vida o muerte. Roma se
presenta aquí como la ramera de Babilonia (Apc 17 y 18). El
Imperio se describe bajo la imagen de las dos bestias mortí-
feras (Apc 13). Este tiempo tardío no conviene ya en modo
alguno a la 1 Petr.
La conclusión de todas estas reflexiones podría ser la si-
guiente: la 1 Petr ha debido ser redactada antes de la perse-
cución de Domiciano, atestiguada hacia el final del reinado
de este Emperador, y que se extendió lo mismo por Roma que
por el Asia Menor 16 •

1 6 La datación en tiempo de Trajano, propuesta por Beare para en


torno al año 110, no la defiende prácticamente nadie. K. Heussi pro-
pone una datación igual o todavía más tardía en varias de sus publi-
caciones; sobre este tema, cf. K. Aland, "Der Tod des Petrus in
Rom", en Kirchengeschichtliche Entwürfe (1961) 41-46.
Tiempo y lugar 17

El terminus post quem de la redacción de la carta no puede


establecerse tan fácilmente. Algunos datos podrían abogar por
una datación anterior a las condenas en tiempo de Nerón, es
decir, en los años 63-64 17 • Si consideramos la conducta de
Nerón como un acto aislado de crueldad -de todos modos
Tácito, Anales 15,44, habla de una gran masa de afectados-
y el recuerdo de esta conducta lo llevamos al tiempo de paz
posterior, la 1 Petr podría haber sido escrita aun en los dece-
nios siguientes. El autor, de todas formas, se encuentra con la
Iglesia en vísperas de graves dificultades. ¿Podía presentirse
la persecución de Nerón? Según Tácito, Anales 15,44, no pa-
rece que fuera imposible. ¿Tuvieron lugar entonces también
peligros aislados ante las autoridades (si 1 Petr 3,15; 4,15s
se han de entender de este modo)? ¿O son las persecuciones
que, según 1 Petr, hay que superar, las que se desencadenaron
bajo Domiciano? ¿Se ha escrito la carta en torno al año 90? 18
Como lugar de composición la carta menciona a Babilonia
(5,13), es decir, Roma (véase más adelante el Comentario al
pasaje). Si la carta fue escrita directamente por Pedro, la cues-
tión del lugar está resuelta. Pero si la carta sólo procede de
Pedro indirectamente o si los datos acerca del autor son una
completa ficción pseudoepigráfica, también puede ser ficticio
el dato sobre el lugar, creado por la noticia largamente difun-
dida en la Iglesia, de que Pedro murió en Roma. No obstante,
aun en el caso de pseudoepigrafía, la exégesis se atiene en parte
a Roma como lugar de composición.
La carta habría sido pues escrita probablemente por un
presbítero (5,1) de la comunidad de Roma, quizá en recuerdo
de la persecución de Nerón, en los últimos años de Domiciano,

1 7 Esta es la datación que propone la exégesis que sostiene la


autenticidad petrina de la carta, es decir, .Bigg, Charue, Holzmeister,
Michl, Selwyn, Stibbs, Vrede, Wohlenberg.
18 Hipótesis propuesta por muchos exegetas, como Knopf, Win-
disch-Preisker; lo mismo A. Jülicher - E. Fascher, Einleitung in das
NT (71931) 196s; E. Fascher, "Petrus", en Sokrates und Christus
(1959) 192s. M. Dibelius, "Rom und die Christen im ersten Jahrhun-
dert", en Botschaft und Geschichte 2 (1956) 189-192, opina que la
1 Petr parece tener conocimiento de la persecución de Nerón. Esta
sería para el autor un hecho aislado y ya pasado y no un ejemplo
para el presente. Según el testimonio de la carta, todavía no se ha-
brían desencadenado las persecuciones en tiempo de Domiciano. La
carta se habría escrito en los años 90, en espera de las persecuciones.
CARTAS.-2
18 1 Petr. Introducción

y destinada a las comunidades cristianas de Asia Menor para


transmitirles consuelo y fortaleza de parte de la comunidad
de la iglesia de Roma y de su común y tradicional posesión
de la fe.
Como confirmación de lo dicho remitimos a la l.ª Carta
de Clemente, escrita en Roma, que en algunos aspectos ofrece
puntos de contacto con la 1 Petr. Como el autor de aquella
quiere enviar consejo y apoyo a la comunidad de Corinto,
también el autor de 1 Petr intenta hacerlo con las comunidades
de Asia Menor 19 •
Mencionemos, por último -siempre en el caso de la pseu-
donimia-, la posibilidad de una redacción en otro lugar. La
carta muestra un interés especial por la iglesia de Asia Menor
y un conocimiento bastante adecuado de su situación. Además,
está atestiguada muy pronto en Asia Menor a través de Po-
licarpo y Papías. Por eso se ha formulado a veces la hipótesis
de una redacción en Asia Menor 20 •

5. Autor

La carta (1,1) designa al Apóstol Pedro como autor. El au-


tor Pedro se llama a sí mismo "copresbítero", es decir, reves-
tido de un cargo, y "testigo de los sufrimientos de Cristo" (5,1),
pero a través de esto no se puede decidir con seguridad si se
refiere a que es testigo ocular o pertenece a los testigos que
anuncian la pasión. El autor está en Babilonia -Roma (5,13)-.
Con él están Marcos, su hijo (espiritual) (5,13) y Silvano, que
es el portador de la carta (5,12). No cabe duda alguna de que
estos personajes son Juan Marcos (Act 12,12) y Silas (Act 15,22;

19Así Windisch-Preisker y A. Jülicher - E. Fascher, ibid., p. 197.


2ºLa propone Beare. M. E. Boismard, "Une liturgie baptismale
dans la prima Petri", 2, en RB 64 (1957) 161-183, defiende que la
1 Petr fue escrita en Antioquía, no en Roma, y que es el trabajo de
un redactor, que ha incorporado fragmentos litúrgicos y parenéticos.
Pues la doctrina sobre la bajada a los infiernos (1 Petr 3,19) está ates-
tiguada muy pronto en la iglesia siria. Como artículo de fe aparece
por primera vez en el sínodo de Sirmio del 359. El nombre de cris-
tianos, atestiguado en 1 Petr 4,16, se usa por primera vez en Antio-
quía (Act 11,26 y 26,28). Babilonia (1 Petr 5,13) no simbolizaría a
Roma, sino de una manera general el lugar del destierro de los que
están en camino hacia la patria celestial.
Autor 19

1 Tes 1,1), bien conocidos por el resto del NT. Estos datos
concuerdan entre sí, lo mismo que con otros testimonios de la
iglesia primitiva.
Que el apóstol Pedro vivió en Roma cierto tiempo antes
de su muerte y que murió allí como mártir, está amplia y se-
guramente atestiguado por testimonios que arrancan desde fi-
nales del siglo I (1 Clem 5,4) y se extienden a través de todo
el siglo n (Ignacio, Rom 4,3; Dionisio de Corinto, en Eusebio,
Hist. ecles. 2,25,8; Ireneo, Adv. haer. 3,1,l; Tertuliano, Pra-
escr. haer. 36; Marción 4,4). Esta antigua tradición en cuanto
tal ha sido confirmada recientemente por las excavaciones en
la Basílica de San Pedro 21 •
Como la 1 Petr, también Fil 24 y 2 Tim 4,11 presuponen la
estancia de Marcos en Roma por aquellas fechas y suele con-
siderarse a Roma como el lugar desde el que se escribieron
las Cartas de la Cautividad de Pablo, aunque la cuestión no
está del todo dilucidada. De Act 12,12 se deduce que Pedro
ya se había encontrado con Marcos en Jerusalén, y según
Papías (cf. Eusebio, Hist. ecles. 3,39,15), Marcos habría ser-
vido a Pedro de "intérprete" en Roma.
Las noticias en conjunto darían como conclusión que la
carta de Pedro habría sido escrita en Roma poco antes de su
muerte. Dado que la antigua tradición debe entenderse y com-
binarse de este modo, a saber, que Pedro murió el año 64,
como víctima de la persecución neroniana, esta persecución
habría sido la tribulación de la Iglesia prevista en 1 Petr. Según
otra opinión, Pedro habría muerto más tarde, en torno al
año 67. Pero aun en este caso, la 1 Petr tendría de mira la
persecución de Nerón.
Prescindiendo de este conjunto de testimonios, se han adu-
cido no pocos problemas y dificultades que presenta la carta
referentes a su autenticidad petrina. El encabezamiento, "Pe-
dro" (1,1), presenta ya un problema. ¿Simón se llamaba a sí

21 No es posible, y por otra parte tampoco es necesario, entrar aquí


en detalles sobre los problemas históricos, discutidos ya muchas
veces y las difíciles cuestiones arqueológicas, planteadas reciente-
mente, referentes a la estancia y muerte de Pedro en Roma. Remitimos
a la información amplia y pertinente de E. Dinkler, "Die Petrus-Rom-
-Frage", en ThRu 25 (1959) 189-230; 289-335; 27 (1961) 33-64; ade-
más, O. Cullmann, Petrus (2 1960) 148-178; K. Aland, "Der Tod des
Petrus in Rom", en Kirchengeschichtliche Entwürfe (1960) 35-104.
20 1 Petr. Introducción

mismo Pedro? No ha debido llamarse a sí mismo Simón (en


griego) o Simeón (en arameo), mientras que Kefas fue ya des-
de el principio su sobrenombre, traducido al griego por Ilhpo<;
en un estadio posterior de la tradición, y sólo más tarde y en
boca de otros pasó de sobrenombre a nombre propio 22 •
Hay todavía otros problemas: la carta está escrita en un
buen estilo griego y con un gran sentido de la lengua. El autor
está en grado de utilizar algunos recursos retóricos: preguntas
retóricas, 2,20; 3,13; 4,18; numerosas construcciones parti-
cipiales empleadas con esmero, como en el fragmento 1,1-12;
empleo de palabras que terminan igual, 1,4,19; 3,18; juegos
de palabras antitácticas o sintácticas, 1,8,10; 2,2,25; 3,4; 4,6;
paralelismo de frases negativas o positivas, l,4s,18s,23; 2,16;
5,2s; comparaciones e imágenes, 1,7,13; 2,2,16,25; 3,4s; 5,8;
ordenación y división de un período por medio de la repeti-
ción de una palabra (uno-r&:crcrEcriJcu ![ser colocado]), 2,13 - 3,1;
uso del optativo, que ya no se empleaba en el lenguaje ordi-
nario, 3,14,17 23 • ¿Tenía Pedro un conocimiento semejante del
griego, lengua extranjera para él? Según la antigua tradi-
ción, se habría servido naturalmente de Marcos como intér-
prete.
La 1 Petr cita con frecuencia el AT, pero lo hace siem-
pre según los LXX. Sólo por el uso frecuente de la Biblia griega
puede explicarse una composición a manera de florilegio, como
la que se encuentra en 2,1-10 o en 2,22-25. ¿Puede atribuirse
al apóstol Pedro una familiaridad tan grande con la Biblia
griega?
De lo dicho anteriormente se derivan otras cuestiones. No
puede, en efecto, seguir sosteniéndose, como se ha hecho,
que la 1 Petr presuponga como conocidos una gran parte de
los escritos del NT, puesto que la semejanza con esos textos
debe explicarse seguramente por la historia común de la tradi-
ción (véase más arriba). No obstante, es indiscutible una de-

22 H. Rheinfelder, "Philologische Erwagungen zu Mt 16,18'.', en


BZ 24 (1938) 139-163; J. Schmid, "Petrus der 'Fels' und die Petrus-
gestalt der Urgemeinde", en M. Roesle - O. Cullmann, Begegnung der
Christen (1959) 347-359.
2 3 P. Wendland, Die hellenistisch-romische Kultur (1912) 367s.
Cf. el Indice clásico en Selwyn, 499-501, que contiene muchos datos
sobre el vocabulario de 1 Petr sacado del griego clásico, más aún que
de] griego helenístico.
Autor 21

pendencia mediata o inmediata en relación a la teología pau-


lina (véase más arriba). ¿Ha podido someterse Pedro a un
influjo tan grande de Pablo?
La otra posibilidad, cronológicamente admisible, de que
Pablo dependiera de la teología de Pedro, no hay motivo se-
rio para mencionarla. Los evangelios sinópticos, pertenecientes
a los primeros apóstoles, defienden lo que les era propio y lo
que constituía su significado personal, antes de todos los que
les siguieron. Pedro pertenecía también a estos primeros após-
toles. La predicación totalmente distinta y fruto de la refle-
xión, que aparece en las epístolas de Pablo en toda su exten-
sión y profundidad, necesitaba un creador distinto, que fue
precisamente Pablo.
Se ha dicho también 24 que en una carta del apóstol Pedro,
que había vivido tanto tiempo en contacto personal con Jesús,
habría que esperar alusiones a la personalidad y doctrina de
Jesús. Pues bien, hay reminiscencias de las palabras del Señor
(véase más arriba) y el autor alude constantemente a la figura
de Jesús paciente, aunque lo hace en frases de sentido dog-
mático profundamente estilizado. Para toda esta cuestión hay
que tener en cuenta lo siguiente: Quienquiera que sea el autor
de los escritos neotestamentarios que llevan el nombre de
Juan, ciertamente son del mismo autor, tanto el evangelio de
Juan, como la primera carta de Juan ; o por lo menos proceden
del mismo grupo de discípulos. Basándonos en la carta que
apenas menciona la historia de Jesús, podría parecer que "Juan"
no siente interés alguno por ella. No obstante, el evangelio
demuestra que la historia de Jesús y su doctrina tenían para
él la misma importancia. De la misma manera, también Pedro
podría haber prescindido en la predicación del testimonio del
Jesús histórico, como tampoco aparece este testimonio en la
carta. Y él habría procedido así, a pesar de que el evangelio
de Marcos esté relacionado con todo derecho con su predi-
cación.
Con respecto a la cuestión del autor se presentan aún otros
problemas decisivos referentes a cómo han de juzgarse ciertos
resultados de la exégesis de la carta. Si fuera totalmente seguro

2 4 Así Knopf; lo mismo A. Jülicher - E. Fascher, Einleitung in


das NT (71931) 195s.
22 1 Petr. Introducción

que en el encabezamiento (1,1) Asia Menor equivale a un te-


rritorio cristiano en la medida en que se había logrado esto lo
inás pronto posible hacia finales del siglo I, o que las persecu-
ciones que se anuncian en la carta como próximas se refieren
al final del reinado de Domiciano, estaría demostrado que la
carta es posterior a Pedro. Como nada de esto es seguro, la
exegesis no puede decidirse con un sí o un no categóricos por
una u otra de estas hipótesis.
Quedan aún, como dijimos antes, muchas preguntas que
hacen imposible, según el parecer de casi todos los exegetas,
entender la 1 Petr como una carta compuesta y escrita por el
apóstol Pedro. Pero, ¿se halla la carta en relación tan lejana
de Pedro que no pueda llevar con todo derecho su nombre?
Según 1 Petr 5,12 la carta fue escrita por medio de Silvano 2 5,
y el Apóstol dice con notorio énfasis: "a través de Silvano, el
fiel hermano, según creo". En la antigüedad un autor por regla
general no solía escribir una carta de su puño y letra, sino que
la dictaba. Tampoco era frecuente nombrar al amanuense, a
pesar de que él podía añadir un saludo personal (Roro 16,22).
Pues bien, si se menciona tan expresa y enfáticamente a Silvano,
es que ha debido de ser algo más que un mero amanuense. ¿Era
algo así como el secretario a quien se confiaba la misión de
redactar la carta con relativa autonomía, siempre según las
directrices del propio autor? 26 ¿Sería entonces 1 Petr 5,12-14
el saludo final añadido personalmente por Pedro (cf. Gal 5,11-
13; 2 Tes 3,17s) con el cual el Apóstol autentificaba la carta y
al mismo tiempo afirmaba que Silvano, como fiel hermano,
cumplía las directrices del remitente? 27 ¿Ha dado Silvano,
compañero del apóstol Pablo durante años, a la carta el tono
evidente de Pablo? Si él hubiera sido el lazo de unión, podría
explicarse tal vez por qué Pedro habría escrito a las iglesias

2 s A. Stegmann, "Silvanus als Missionar und 'Hagiograph'" (1917).


Stegmann intenta ver en Silvano, no el autor o redactor, sino el por-
tador de la carta de Pedro.
26 Que a veces se encargaba a un secretario la redacción de una
carta según las indicaciones y los datos del propio mitente, lo prueban
frecuentes alusiones en las Cartas de Cicerón entre otros. El estilo
no es pues criterio suficiente de autenticidad; cf. O. Roller, Das For-
mular der paulinischen Briefe (1933) 18-20; 334-341.
27 Sobre la costumbre del saludo final, cf. O. Roller, o.e., pp. 187-
191; 563, nota 424.
Canon y texto 23

del Asia Menor, que le eran totalmente desconocidas, en cuan-


to nos consta.
Silvano había acompañado a Pablo en su segundo viaje a
través del Asia Menor (Act 15,40; 18,5; 1 Tes 1,1). Fuera
de esto, las fuentes neotestamentarias no vuelven a hablar
de Silvano. ¿Había ido a Roma para trabajar allí con Pedro?
No pocas veces se ha dado esta respuesta a la cuestión del
autor, es decir, la carta habría sido compuesta por Silvano en
nombre de Pedro 28 • Esta explicación tiene razones a su favor.
Por otra parte, cabría quizás pensar que, según la antigua
idea de la pseudoepigrafía, Silvano habría escrito después de
la muerte de Pedro, con la intención de servir a los intereses
del Apóstol. Y lo habría hecho tal vez comisionado por la co-
munidad de Roma, que se consideraba unida y como forman-
do un todo con Pedro. ¿O habría que decir que esta hipótesis
resulta imposible por el solo hecho del final de 1 Petr 5,12,
ya que de lo contrario el versículo resultaría una infantil au-
to-alabanza del propio Silvano?
A pesar de todas estas consideraciones, no pocos exegetas 29
están convencidos de que l Petr es un escrito pseudoepigráfico.
Parece ser que la exégesis no puede aclarar debidamente ni
responder de una manera convincente a la cuestión de la au-
tenticidad de la carta. Su valor, sin embargo, no sufre por eso
menoscabo.

6. Historia del canon y del texto

La 2 Petr 3,1 alude a una carta anterior del apóstol Pedro.


Sólo en este supuesto puede entenderse la l Petr (cf. Comen-
tario al pasaje). El autor de la 2 Petr, que difícilmente puede
28 Así en los Comentarios de Bigg, Charue, Felten, Holzmeister,
Michl, Selwyn, Stibbs, Vrede, Wohlenberg; también W. C. van Unnik,
"Christianity according to 1 Peter", en ExpT 68 (1956-57) 80; de
las Introducciones véanse: A. Merk (1940) 940; H. Hopfl - B. Gut
(1949) 494-496; M. Meinertz (1950) 267-270; W. Michaelis (1954)
285-287; Wikenhauser, Einleitung (1959) 360-363; además, A. Tricot,
"Saint Pierre", en DThC 13, col. 17; J. Cantinat, en Robert-Feuillet,
lntroduction a la Bible 2 (1959) 582-587; las modernas introduc-
ciones de la teología anglicana deciden el problema de la misma
manera, cf. R. Heard (1950) 169-172; F. Henshaw (1952) 365-368;
A. H. McNeile (1953) 216-224.
29 Así Beare, Knopf, Windisch-Preisker; véase, además, A. Jüli-
cher - E. Fascher, Einleitung in das NT (71931) 192-200.
24 1 Petr. Introducción

ser el apóstol Pedro, conoce no obstante la 1 Petr en cuanto


tal. El estudio de la literatura patrística más antigua ha de-
mostrado que los primeros rastros seguros de la carta 30 se
encuentran en la epístola de Policarpo de Esmirna a los Fili-
penses (cf. 1 Petr 1,8 y Policarpo 1,3; 1 Petr 1,13,21 y Policar-
po 2,1; 1 Petr 2,11 y Policarpo 5,3; 1 Petr 2,lls y Policarpo
10,2; 1 Petr 2,22,24; 4,16 y Policarpo 8,ls; 1 Petr 3,8 y Poli-
carpo 2,2; 1 Petr 3,14; 4,14 y Policarpo 8,2; 1 Petr 4,7 y
Policarpo 7,2) 31 •
Eusebio (Hist. ecles. 4, 14,9) conoció ya claramente esta re-
lación entre 1 Petr y la carta de Policarpo. Por eso merece
también fe el propio Eusebio (Hist. ecles. 3,39,17) cuando afir-
ma que también Papías utilizó la 1 Petr, cosa que para nosotros
resulta imposible comprobar.
El conocimiento de la carta por parte de otros escritos del
siglo u es posible, pero no puede probarse con seguridad 32 •
La citan expresamente como de Pedro, Ireneo (Adv. haer.
4,9,2; 16,5; 5,7,2) y Tertuliano (Scorpiace 12; Orat. 20). Cle-
mente Alejandrino la explica en las Hypotyposis (conservadas
fragmentariamente en traducción latina; publicadas en GCS 3,
203-206) y la cita con frecuencia (cf. la lista de citas de la
edición de O. Stahlin, en GCS 4,25). La carta aparece en el
Canon de Orígenes y también en el de Eusebio (Eusebio, Hist.
ecles. 3,3,1,4; 25,2; 6,25,8). Llama la atención el hecho de que
no la cite el Canon de Muratori. No puede decidirse la cuestión
de si el autor no la conoció o si desapareció el nombre por una

30 Las semejanzas aducidas entre 1 Petr y 1 Clem no bastan para


hacer cierta la hipótesis de que 1 Clem haya utilizado la 1 Petr;
cf. O. Knoch, Die eschatologische Konzeption des 1 Clemensbriefes
(1959) 61-64.
3 l Es cuestión discutida si el Evangelio de la verdad, que utiliza
ampliamente los libros del NT, pero no los cita nunca expresamente,
conoce también la 1 Petr. Esta obra descubierta últimamente fue
escrita en Roma antes del 145; cf. H. C. Puech ... The Jung-Codex
(1955) 112 y 120.
32 E. Massaux, Influence de l'Évangile de s. Matthieu sur la litté-
rature chrétienne avant s. lrénée (1950), examina el influjo del evan-
gelio de Mateo sobre los Padres anteriores a Ireneo y también el de
los restantes escritos del NT comprendidas las cartas de Pedro;
sobre las cartas de Pedro y la Didache, cf. p. 642s; 1 Clem 42-44
y 64; Ignacio de Antioquía, p. 13 ls; 2 Clem, p. 16ls; Policarpo, pá-
gina 183-187; Oráculos sibilinos, p. 245s; Hermas, p. 321-323; Justi-
no, p. 565 y 568; Atenágoras, p. 588 y 590; Teófilo de Antioquía,
p. 602.
Canon y texto 25

corrupción del texto, como se afirma a veces. La iglesia sma


tardó en aceptar la 1 Petr, en el canon del NT, como, por lo
demás, también las Epístolas Católicas.
El texto de la 1 Petr 33 (junto con 2 Petr y Judas) se con-
serva íntegro en 9 manuscritos unciales y en cerca de 500 mi-
núsculos. De entre los unciales pasan por testigos del texto
egipcio "Alef" B A C P 'I1; como testigos del texto antioqueno
(o bizantino) K L S. Todavía no se han descifrado suficiente-
mente ni descrito los 21 folios de un Patirense (048), manus-
crito palimpsesto parcialmente conservado, que contiene textos
del Apostolos y es muy importante por su antigüedad -perte-
nece probablemente al siglo v-. De entre los minúsculos, que
contienen las Epístolas Católicas con los restantes libros del
NT, merecen especial atención el Cod. 1 (del siglo xv), el
Cod. 33 (del siglo 1x), el Cod. 383 (del siglo xm), el Cod. 1241
(del siglo XIII). El valioso manuscrito minúsculo 1739, del si-
glo x, contiene los Hechos, las Epístolas Católicas y las Cartas
de San Pablo.
A estos manuscritos conocidos hasta la fecha se ha añadido
recientemente, para las dos cartas de Pedro y la de Judas, un
papiro de la Biblioteca Bodmeriana, designado 34 con la sigla
P 72 • Los textos mencionados pertenecen a un códice mayor,
que contiene además varios otros escritos no canónicos. Según
los datos de la paleografía, el papiro, con los textos de las tres
epístolas, pertenece al siglo 111. Según todos los indicios pro-
cede de Egipto. Las tres epístolas están escritas por la misma
mano.
Si esto es todo lo que se conoce de las Epístolas Católicas
referente a papiros, prescindiendo de algunos fragmentos sin
importancia de Santiago y de la primera carta de Juan, es una
prueba de que estas epístolas eran poco conocidas y leídas.
Como es sabido, se discutió en parte hasta su canonicidad.
El texto recientemente descubierto de 1 Petr coincide fre-
cuentemente con B A (P) 35 1739; pertenece, por tanto, al

3 3 Sobre la crítica textual de las Epístolas Católicas, cf. M. J. La-


grange, Critique textuelle 2 (1935) 529-538.
34 Papiro Bodmer VII-IX, publicado por M. Testuz (Cologny-
-Ginebra 1959).
35 El texto del códice P es de poco valor para 1 Petr y no con-
cuerda frecuentemente con los unciales más recientes, como H. y L;
26 1 Petr. Introducción

texto egipcio, cosa que cabía presuponer sin más, dado el ori-
gen del papiro.
Recordemos las lecturas divergentes o por lo menos llama-
tivas: en 1 Petr 2,3, el P 72 transmite con K L y otros la lectura
ciertamente tardía XP~, es decir, XptO"'t'oc; (en lugar de XPTJO"'t'oc;);
en 1 Petr 2,20, se encuentra la lectura más fácil xo'Aasoµe:vot,
con P y otros, en vez de xo'kaqnsoµe:vot; en 1 Petr 3,18, P 72 pre-
senta con "Alef" A y otros aTie:i7ave:v en contra de
maiJe:v (B y otros); en 1 Petr 4,8, P 72 tiene con "Alef" L P y
otros la lectura seguramente tardía xa'Aut!;e:t en vez de la ori-
ginal xaAU'l't't'EL (así A B K y otros); lo mismo en 1 Petr 4,14
se encuentra el texto secundario ETI·a·va'l't<XVE't'<XL (con A y otros)
frente a avaTI<XUE't'<XL (así '[A] B y otros); en 1 Petr 4,15, P 72
trae con Efrem y los minúsculos la lectura rara aA.'Ao't'ptoc;
e:mcrxoTioc; en vez de a'A'Ao't'pte:mcrxoTioc;; en 1 Petr 5,10, P12 lee
O''t'TJPL~EL i7EµÚtwcrn; falta O"iJe:vwcre:t, como en la traducción
bohaírica, sahídica y Vetus Latina y en los minúsculos 36 •
Especialmente llamativas parecen las siguientes lecturas,
que con toda seguridad no son originales: en 1 Petr 1,12
wayye:'A~cmµe:vwv vµw en vez de vµac;; en 1 Petr 5,14 falta
ELP'TJ'V'TJ vµw TI<XO'LV 't'otc; e:v Xp~cr't'w.
En una cierta medida existen errores de escritura sin im-
portancia o cambios de palabras. A pesar de todo y prescin-
diendo del texto completo del papiro de 1 Petr recientemente
descubierto, es difícil poder afirmar que a su gran antigüedad
corresponda una especial exactitud.

C. R. Gregory, Textkritik des NT, 1 (1900) 102s; H. J. Vogels, Hand-


buch der Textkritik des NT (21955) 55.
36 Véanse las pruebas en la Vetus Latina, publicada por la abadía
de Beuron (1960), al pasaje en cuestión.
COMENTARIO

Destinatarios y saludo
(1 Petr l,ls)

El comienzo de la carta emplea una antigua forma epistolar.


Nombra primero al mitente, luego a los destinatarios y ter-
mina con un deseo y saludo 1 • Casi todas las cartas del NT
emplean esta forma; Pablo la emplea a veces con un gran
desarrollo. Como en Pablo, también en la 1 Petr se alarga y
ensancha la fórmula, que normalmente suele ser breve.

1,1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los peregrinos de


la diáspora en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Biti-
nia, 2 elegidos según el previo designio de Dios Padre,
santificados por el Espíritu para la obediencia y la as-
persión con la sangre de Jesucristo. Que abunden en vos-
otros la gracia y la paz.

1,1 Es suficiente el hecho de que el autor se llama a sí mis-


mo "apóstol Pedro". Para el autor de la carta es seguro que este
1 La forma griega del encabezamiento expresa el saludo en indi-
cativo, la oriental, en subjuntivo. Un ejemplo neotestamentario de la
primera es Act 23,26. El NT utiliza casi siempre la forma oriental,
y lo mismo hace el AT; así, por ejemplo, Dn 3,98 (31). Cf. E. Loh-
meyer, Probleme paulinischer Theologie (1954) 9.29; además, O. Michel,
Der Brief an die Romer ( 1 º1955) 25, explicación de Rom 1,1 y otros
comentarios a las cartas de Pablo.
28 1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls

nombre y la historia de su portador son conocidos y valederos


en los países tan alejados de Asia Menor, es decir, son cono-
cidos en territorios lejanos y en todas partes. Este hecho no
constituye por sí mismo una prueba del primado de Pedro,
pero sí lo es de su extraordinario ascendiente en la iglesia
apostólica (y lo mismo valdría en el caso de que 1 Petr fuera
un escrito pseudoepigráfico). El encabezamiento está estiliza-
do como en las cartas de Pablo (Pablo, apóstol de Cristo
Jesús ... Que abunden en vosotros la gracia y la paz: cf. 1 Cor
1,1; 2 Cor 1,1; Ef 1,1; Col 1,1; 1 Tim 1,1; 2 Tim 1,1).
Puesto que esta fórmula sólo se encuentra en Pablo, lo que
quiere decir que ha sido acuñada por él, habrá que reconocer
en el influjo frecuente de Pablo sobre la 1 Petr, como ten-
dremos ocasión de ver a continuación, que también actúa aquí
(¿mediatamente?) sobre la 1 Petr la fórmula creada por Pablo.
Si el orden de la colocación de las palabras en las cartas de
Pablo es Cristo Jesús, y en 1 Petr por el contrario Jesús Cristo,
es porque ha ganado terreno la evolución según la cual el tér-
mino Cristo pasó pronto a no ser ya comprendido como nom-
bre de oficio (el Mesías Jesús), sino como nombre propio.
Los destinatarios son los peregrinos elegidos de la diás-
pora. Los títulos que reciben son conocidos ya desde el A T
y se aplican al pueblo de Dios. Desde la época de los patriarcas
Israel sabe que es el pueblo que Yahweh se ha elegido de entre
todos los pueblos (Dt 7,6; Am 3,ls). En el judaísmo tardío,
y sobre todo desde la época de los Macabeos, se robusteció aún
más la conciencia de la elección en la lucha contra el medio
ambiente hostil (Jub 2,20) 2 • La comunidad de los piadosos
de Qumrán se considera a sí misma como el resto santo de
Israel. Se presentan como "los elegidos de la gracia" (1 QS 8,6),
"los elegidos de entre los hombres" (1 QS 11,16), "los elegidos
de Dios" (1 QpHab 10,13) 3 •
El NT acepta esta fe en la elección, pero la libera de las
angosturas nacionales y sectarias. La Iglesia está constituida
como un todo por judíos y paganos. La selección tiene como

2G. Quell y G. Schrenk, en ThWb 4, 147-197.


3F. NOtscher, Zur theologischen Terminologie der Qumrantexte
(1956) 174.
1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls 29

único fundamento la voluntad de Dios (Rom 9,11). La elección


no destruye la propia decisión y responsabilidad (Ef 1,4; Co-
losenses 3,12; 2 Tes 2,13). Para el autor de la 1 Petr la doc-
trina de la elección es de capital importancia. La Iglesia es
el pueblo santo y elegido por Dios (2,9). La elección ha tenido
lugar desde la eternidad (l,2,20) y está ligada a la elección
eterna de Cristo (1,20); El es la piedra angular de la Iglesia ele-
gida para esto (2,4). Como toda la Iglesia, así cada comunidad
se sabe elegida, coelegida con las demás, como las comuni-
dades a las que Pedro escribe en calidad de compañero (5,13 ;
cf. 2 Jn 1 y 13). Las amonestaciones insistentes de 1 Petr
(como 4,15-19) demuestran que la elección todavía no es la
salvación final.
El título de peregrinos es también una palabra de acu-
ñación veterotestamentaria. Usado primeramente en sentido
puramente profano para designar a los peregrinos extranje-
ros (Gn 23,4), se entendió después en sentido ético-religioso
(Ps 38,13; Hebr 11,13). Los títulos están íntimamente relacio-
nados. La elección divina alejaba tanto del medio ambiente que
el elegido es aquí un peregrino 4 • Como extranjeros, los elegi-
dos viven en una diáspora sin patria. En los LXX diáspora
(o!i~O'nopri) es el término para indicar la dispersión de Israel
entre los pueblos paganos, en la que vivía entonces gran parte
del pueblo judío. Si al principio la diáspora se sintió como un
castigo (Dt 30,4; Jer 34,17 [= 41,17]; Jdt 5,19), el judaísmo
posterior tuvo así conciencia de su difusión por todo el mundo
(Sib 3,271: Toda la tierra y todos los mares están llenos de
ti). Esta idea se expresa cuando se cuentan los forasteros en
las listas, como en 1 Mac 15,16-23, y también en Act 2,9-11 y
1 Petr 1,1. De todas formas, con la conciencia de la dispersión
está siempre ligada la esperanza en una vuelta a la patria del
pueblo de Israel liberado (Ps 146,2; Neh 1,9; 2 Mac 1,27) 5 •
Ahora bien, como la 1 Petr no se dirige en modo alguno
y exclusivamente a los judeo-cristianos, sino a los pagano-
-cristianos (1,14,18; 4,3) o a los cristianos simplemente, no se
entiende aquí la diáspora judía, sino que el término designa a
la Iglesia y su carencia de patria en el tiempo y en el mundo.

4 W. Grundmann, en Th Wb 2, 63s.
5 K. L. Schmidt, en ThWb 2, 98-104.
30 1 Petr. Destinatarios y saludo 1,ls

El pensamiento continúa en 1 Petr 2,11 (véase allí). Si los atri-


butos de Israel son aplicados de esta manera, como siempre
sucede en el NT, a la Iglesia neotestamentaria, no hay que
ver aquí un artificio retórico o meras reminiscencias, sino que
se hace esto, porque la Iglesia es el verdadero Israel (Gal 6,16).
Los títulos que aparecen en 1 Petr 1,1 indican además la
situación de la Iglesia en aquel entonces. Pues la Iglesia en
la época apostólica vivía como una minoría en una verdadera
dispersión entre los paganos. Y la carta se escribió en vís-
peras de las persecuciones. En medio de las dificultades los
cristianos tendrán conciencia de su estado de peregrinos. Pero
esa hora histórica se ha de entender a la luz de la historia de
la salvación. La Iglesia por su propia naturaleza se encuentra
siempre en el mundo como peregrina y en palmaria minoría.
Los cristianos son peregrinos, no porque el mundo los haya
expulsado, de modo que puedan llamar malo al mundo por
esta razón, ni tampoco porque ellos se hayan separado de un
mundo que odian, sino porque han sido sacados del mundo
como elegidos. Peregrinos elegidos es una expresión pletórica
de tensión entre la historia humana y la historia de la salva-
ción, un término que expresa lo mismo la pobreza que la
riqueza. Si los cristianos sienten su situación de peregrinos
como un hecho en medio de las persecuciones, este hecho debe
robustecer en ellos la conciencia de la elección y constituir
para ellos una garantía. Los peregrinos (como los forasteros
1 Petr 2,11) no tienen derecho alguno de ciudadanía en el
lugar en que viven (Fil 3,20). No tienen fuerza alguna legal
ni poder en el gobierno. Sólo la realización escatológica dará
a la Iglesia este poder. La iglesia de Pedro lo sabía perfecta·
mente. ¿Ha conservado la Iglesia en su historia a través de
los siglos esta conciencia?
Sobre los destinatarios de la carta, véase la Introducción.

1,2 La elección tiene su razón de ser en la decisión de Dios,


transmitida a través de la actuación del Espíritu y tiene como
fin la comunión con Cristo. Pertenece 1,2, tanto gramatical
como conceptualmente a EXAEX't'o~~ 1tape:mo1¡µoL~ [a los ele-
gidos desterrados en otro pueblo].
El previo designio de Dios (1tpÓyVWO"L~) es la decisión di-
vina. Pues en el lenguaje bíblico, la presciencia no es nunca
1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls 31

un conocimiento neutral del futuro, conocimiento que Dios


tiene ciertamente de todas las cosas (por tanto, no pura "pres-
ciencia"), sino un conocimiento que elige y crea a través del
conocimiento. La presciencia de Dios es su previo designio y
su elección operante 6 • También en Rom 8,29s se expresa la
misma idea: A los que conoció de antemano, también los des-
tinó de antemano a reproducir la imagen de su Hijo ... Y a los
que destinó de antemano, también los llamó; cf. Rom 9,11;
Ef 1,11. Para el autor de la 1 Petr, el comienzo y el fundamento
de la fe no es la acción del hombre, sino la voluntad y la gracia
de Dios, cosas que también afirma la teología paulina. En 1 Petr
como en Pablo, se deriva de aquí para los elegidos una grave
responsabilidad; por eso se comprenden las exigencias de la
obediencia y las restantes recomendaciones.
El previo designio se realiza a través de Dios Padre, que
por el hecho mismo de elegir amorosamente se manifiesta como
padre 7 • A Dios se le llama padre, no sólo en la Biblia, princi-
palmente en el NT, sino también en otras religiones. Los grie-
gos veneran a Zeus como "padre de los dioses y de los hom-
bres". Pero en esta expresión Dios es padre como primer prin-
cipio del mundo en sentido físico generativo. El concepto bí-
blico de padre aplicado a Dios no contiene referencia alguna a
la generación natural, sino que indica su sagrado poder creador
y su amorosa conservación del mundo (Is 64,7; Ps 102,13;
Eclo 51,5-1 O).
Por otra parte, aunque el judaísmo veterotestamentario co-
noce el nombre de padre aplicado a Dios, lo usa tan rara-
mente junto a las expresiones habituales de "Señor" o "Rey'',
que la paternidad de Dios no es sentida por el justo como el
aspecto determinante de sus relaciones con la divinidad. En
los manuscritos de Qumrán nunca se llama padre a Dios. La

s La palabra 7tp6yvw1n~ en Jdt 9,6 significa conocimiento previo


de Dios. En el lenguaje de los LXX aparece muy pronto comprendido
el momento de la elección y la predeterminación en el conocimiento
de Dios (Nm 16,5; Ps 36,18; Os 5,3; Am 3,2); J. Dupont, Gnosis
(1949) 101. Sobre las enseñanzas parecidas de Qumrán. cf. F. Notscher,
Zur theologischen Terminologie der Qumrantexte (1956) 175s; 180s.
7 El NT llama a Dios padre como Padre de Jesucristo y Padre
de los hombres. En 1 Petr 1,2 prevalece el segundo motivo, porque
aquí se habla de Dios en su relación con los hombres. Pero él es
también en cuanto tal Padre de Jesucristo, porque se manifiesta en
Cristo como Padre de los hombres.
32 1 :Petr. Destinatarios y saludo 1,ls

expres1on corriente es señor. Lo nuevo en contraposición al


judaísmo es que para Jesús y para el NT Dios es el cercano,
que, como señor y padre, abraza, estrecha y solicita a todos,
y también es nueva la idea de que el amor constituye la ín-
tima esencia de Dios. De aquí se deriva la confianza filial de
los piadosos, totalmente ausente de la concepción griega de la
divinidad y ajena también a la fe judía en Dios, por lo menos
con este grado de certeza 8 •
La presciencia divina actúa a través de la salvación operada
por el Espíritu. La santidad del hombre es, por lo tanto, en pri-
mer lugar actuación del Espíritu y de Dios, pues el hombre
no se hace santo a sí mismo. Santo y santificar son para el
autor de la 1 Petr palabras y conceptos importantes y que se
repiten con frecuencia. Y tienen siempre su sentido bíblico
original (cf. en este sentido 1 Petr l,15s). La santificación se
atribuye al Espíritu en 1 Petr 1,2. Para el AT el Espíritu de
Dios es la manifestación vivaz del poder de Dios en el mundo
de lo creado (Gen 1,2) y en la historia humana (Nm 11,17, en
Moisés; 1 Sm 16,13, en David; Os 9,7 e Is 30,1, en los profe-
tas; Is 11,ls, en el Mesías; Ps 50,13, en los justos).
En el NT el Espíritu se concibe como Espíritu personal de
Dios. El Espíritu manifiesta, pues, la esencia operante de Dios.
Si Dios es santo, el Espíritu es su revelación. Por eso, el Es-
píritu de Dios es en su propia esencia "Espíritu Santo", según
una fórmula atestiguada ya en el AT, aunque todavía de ma-
nera esporádica (Is 63,lOs; Ps 50,13; Sab 1,5; 9,17), y muy
frecuente en el NT. El Espíritu opera también la santificación
de los hombres. Aunque esta santificación se realiza fundamen-
talmente en el acto único del bautismo, no obstante, es tam-
bién un estado permanente en el que la acción de Dios es
siempre operante y debe siempre llevarse a cabo (1 Petr l,15s;
3,15) 9 •
La tercera parte de la perícopa señala el fin del acto de la

8 Que a Dios se le llamaba padre fuera de la fe bíblica y cris-


tiana y que existía esa gran diferencia, lo. sabía ya Clemente Alejan-
drino (Strom 6,17): "No hay que prestar atención a la expresión,
sino al significado. Pues Homero decía así : Padre de los hombres y
de los dioses, sin saber quién es el padre y cómo es".
9 En 1 Ptr 1,2 'ltVEÚ¡J,CJ:'t'O<; es genitivus auctoris = santificación por
el Espíritu. La fórmula tv ckyu·taµQ we:úµ,o;'t'o<; aparece también en
2 Tes 21,3; cf. Rom 15,16.
1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls 33

salvación : para la obediencia y la aspersión con la sangre de


Cristo. Con esto se indica la decisión y la acción propia del
creyente (Ú1CC'LXO'Í¡ [obediencia]), pero al mismo tiempo también
la acción de Cristo (prLV"t"t11Tµo~ rL~µrL""t"o~ 'I111Toü Xpt11T"t"oÜ '[as-
persión de la sangre de Jesucristo]) 10 • El estado cristiano se
expresa simplemente con el término Ú'J'CrLXo'Íj. Esta palabra cla-
ve no se encuentra atestiguada en el griego profano antes de
Cristo y sólo aparece una vez en los LXX (2 Sm 22,36). En
Pablo, en cambio, se encuentra doce veces y es para él una
palabra cargada de sentido (ú'J'Crt.xoi¡ 'ltÍllT"t"eo~ 1obediencia de la
fe] Rom 1,5). En 1 Petr aparece tres veces, y no puede haber
duda de que hay aquí un influjo paulino, que configura así su
contenido. La obediencia es la decisión del creyente frente al
Dios que se revela y cuya revelación es la verdad (1 Petr 1,22).
La obediencia activa es a su vez abrazada por la acción salvado-
ra de Cristo, aceptada por el creyente, cuando permite que se
realice en él la aspersión con la sangre de Cristo.
Esto en el orden objetivo se realiza en el culto, y en el
aspecto subjetivo en la fe. La obediencia es sobre todo acepta-
ción de la redención de Cristo. La fórmula "para la obediencia
y la aspersión con la sangre de Cristo" está englobada en esta
unidad de pensamiento. Al describir la redención como la as-
persión con la sangre de Jesucristo, se recuerdan los ritos ex-
piatorios del AT. Sobre todo hay que ver una referencia a
Ex 24,3-8. Como allí se incorpora Israel a la antigua alianza
por medio del rito de la aspersión de la sangre (la sangre alude
precisamente a la sangre de la alianza), así también ahora los
elegidos se incorporan a la nueva alianza. Según el antiguo
ritual, la sangre del sacrificio se derramaba primero sobre el
altar y luego sobre el pueblo. Lo primero simboliza la entrega
del pueblo a Yahweh, puesto que el sacrificio de la víctima re-
presenta el sacrificio del pueblo. Lo segundo es la sangre que
Yahweh ha aceptado, y la aspersión del pueblo significa que el

1 º La palabra u1ta.xo1¡ está en estado absoluto, como en 1 Petr 1,14.


La adición de un genitivo 'Ir¡o-ou XpLtnov, tomada del miembro siguien-
te, es difícil de admitir, pues el genitivo, en cuanto genitivo objetivo,
habría que añadirlo a umx.xo1¡, mientras que se halla junto a a.i:µa.'t'O;
como genitivo subjetivo; así lo entienden la mayoría de los comen-
taristas. Habría que añadir 'Ir¡o-ou Xp~a"tov (cf. Hebr 5,8) a u1ta.xo1¡
como genitivo subjetivo, con lo cual recomendaría la obediencia a
Jesús (como en 1 Petr 2,21).
CARTAS.-3
34 1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls

pueblo participa en la bendición y el poder protector de


Yahweh.
El texto de Ex 24,3-8 se utiliza otras veces en el NT a causa
de su valor tipológico, así en Hebr 9,20-22, en donde la sola
aspersión de la sangre por medio de Moisés sirve de imagen
de la nueva alianza. El propio Jesús interpreta su entrega en
la última cena (Me 14,24) refiriéndose a Ex 24,8. Como en
1 Petr 1,2 la muerte salvadora de Cristo aparece compuesta
con la palabra y el símbolo de la sangre (a.lµa), hay que ver
también aquí el uso terminológico del A T, pues la vida está
en la sangre (Gn 9,4s; Dt 12,23), y la sangre funda la alianza
(Ex 24,8) y lleva a cabo la expiación (Lv 17,11). Lo mismo se
puede decir del NT (cf. Jn 6,53; 1 Cor 10,16; Col 1,20;
1 Jn 5,6s; Apc 7,14; referencias teológicas más amplias en
Hebr, caps. 9 y 10; 12 y 13).
Si la descripción de la muerte de Jesús se hace aquí por
medio de conceptos tomados de la teología veterotestamentaria
del sacrificio, es que todo ello se encuentra en un contexto
más amplio para la explicación de la pasión de Jesús por me-
dio de categorías veterotestamentarias, de entre las cuaJes es
muy importante la presentación de Cristo como cordero
(Jn 1,29; 1 Cor 5,7; 1 Petr 1,19; Apc 5,6 y otros lugares) n.
Dejarse asperjar con la sangre de Cristo significa sin metá-
foras recibir y aceptar en la fe la muerte redentora de Cristo
y entrar en la comunión creada en la muerte de Cristo 12 •
Para la antigua iglesia -tanto la iglesia de origen judío como
pagano- eran más comprensibles que para nosotros estas imá-
genes, puesto que la realización de sacrificios cruentos pertene-
cía a la historia o incluso al presente de su religión. En el NT
la expresión frecuente de la sangre de Cristo no significa un
recuerdo histórico del derramamiento de su sangre en la cru-
cifixión, sino que es una explicación histórico-salvífica de la
cruz a la luz del AT.
El saludo xcipic; xai elp1¡v11 [gracia y paz] utiliza la fórmula

11 K. H. Schelkle, Die Passion Jesu in der Verkündigung des


Neuen Testamentes (1949) 81-109.
12 Cabría preguntarse cómo se relacionan entre sí la santificación
por el Espíritu y la aspersión con la sangre de Cristo. ¿Se realiza la
santificación en la aspersión?
1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls 35

corriente en Pablo, ya que aparece en las 13 epístolas de la co-


lección paulina, y que sin duda ha sido acuñada por él, dado
que no se usa antes de Páblo. Xripti; aparece en Pablo por pri-
mera vez en el saludo de sus cartas y fue incorporada al saludo
por él, el predicador de la justificación y de la gracia, ya que
xripti; es una palabra de especial valor. Para Pablo la palabra
significa el don gratuito de Dios al hombre pecador 13 • La pa-
labra elp'Í]VT} no se ha de entender en el sentido del griego
profano, en donde significa descanso, tranquilidad, sino en el
sentido de los LXX, en donde aparece como traducción de
salom. La palabra hebrea significa ante todo bienestar, salud.
Encierra en sí todos los bienes, tanto materiales como espiri-
tuales, en cuanto dones de Dios, y comprende también la sal-
vación final, escatológica. La palabra griega ha recibido de la
Biblia un nuevo contenido. Significa, por tanto (sobre todo en
el NT: 1 Tes 5,23; Hebr 13,20s), para el autor de la 1 Petr,
no algo subjetivo-psicológico, sino el estado de reconciliación
con Dios, en cuanto la salvación y la liberación del hombre
está prometida y es cierta 14 • A la fórmula paulina añade Pe-
dro el verbo 7tAT}i7uvfrelT} [sea multiplicado/a], que Teodoción
hace derivar del comienzo de cartas, como Dn 3,98 LXX y
4,34 LXX y Dn 6,25 15 •
La 1 Petr 1,2 describe la obra de la salvación en una terna,
formulada con todo cuidado y llena de contenido, como obra
del Padre, del Espíritu y de Cristo. La serie es uno de los lu-
gares que demuestran el origen de la doctrina trinitaria en el
NT. En el NT aparecen no pocas ternas que nombran conjun-
tamente al Padre, al Hijo y al Espíritu. En el Corpus Paulinum
se cuentan hasta 50. Pero hay que probar siempre si la terna
se ha de entender ternaria o trinitariamente, es decir, si se
afirma también la unidad en la trinidad 16 • No siempre se pue-

13 Con la palabra X!ÍPLc;, habrá intentado Pablo sustituir la pala-


bra griega de saludo xalprn1, conocida en cuanto tal por el NT
(Act 23,36), y utilizada primeramente, como es sabido, en el lenguaje
de la Iglesia (Act 15,23).
1 4 G. v. Rad y W. Foerster, en ThWb 2, 398-416; H. Gross, en
J. Bauer, BibelthW, 237-242.
1 5 Esta fórmula de saludo sigue usándose en Jud 1 y 2 Petr 1,1.
Se repite en el encabezamiento de la primera carta de Clemente y
en la carta de Policarpo a los Filipenses.
16 La diferencia es clara, por ejemplo, en Le 9,26; 1 Tim 5,21 s;
Apc l,4s, en donde la colocación sigue siempre el orden Dios-Hijo-
36 1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls

de dar una respuesta segura a esta pregunta. Pero, dado que


la 1 Petr está influenciada por la teología paulina precedente,
como tendremos ocasión de mostrarlo muchas veces, podemos
remitir aquí a las fórmulas trinitarias que se encuentran ya en
Pablo, de las cuales las más claras son: 1 Cor 12,4-6; 2 Cor
13,13; Ef 4,4-6; 2 Tes 2,13s.
En los evangelios, presenta el relato del bautismo de Jesús
una revelación de la Trinidad (Me l,lOs), y el mandato del
bautismo una expresión completa (Mt 28,19). Una comparación
de todos estos pasajes demuestra que el orden Padre-Hijo-
-Espíritu todavía no es fijo. La 1 Petr 1,2, al poner el orden
Padre-Espíritu-Hijo, parece haberlo elegido según el curso per-
sonal de la economía de la salvación : La salvación comienza
por el Padre, la transmite el Espíritu en la santificación y tiene
como objetivo la comunidad y la comunión con Cristo. Por eso
se da probablemente el cambio de preposiciones :>W:t"a... év ...
d~ ... [según ... en ... a (movimiento)].
Como en la 1 Petr 1,2 la Trinidad se expresa en un acto
salvador, uno y único, se revela también como Unidad. La
fórmula por lo tanto no es sólo ternaria, sino trinitaria. Ahora
bien, si el NT deja entrever claramente que el dogma trinitario
es fundamental y básico para la fe cristiana, también es claro
que la formulación ha debido desarrollarse gradualmente. La
fórmula trinitaria completa de Mt 28,19 (es trinitaria, pues ex-
presa la Trinidad y la Unidad) difícilmente puede situarse his-
tóricamente al principio, como dice de por sí el evangelio de
Mateo, al atribuir al propio Jesús la fórmula, sino que engloba
en sí la formulación posterior. El evangelio griego de Mateo
pertenece sin duda alguna a la época apostólica tardía 17 •
El texto de 1 Petr l,ls permite reconocer la autocompren-
sión cristiana y eclesiástica de una comunidad de la época
apostólica. El comienzo de la existencia creyente no es la de-
cisión humana, sino la elección y la acción de Dios, que se ex-
presan en la santificación permanente de los llamados y estos
permanecen en su estado mediante la redención operada por
Cristo. La comunidad todavía no consta de muchos miembros.

-Angel, resultando así una fórmula ternaria, pero de ninguna manera


trinitaria.
17 Mt 28,19 y Did 7,1 son iguales, tanto material como formal-
mente, y quizá no están muy alejados entre sí en el tiempo.
1 Petr. Destinatarios y saludo l,ls 37

Pero tiene una elevada y firme conciencia de sí misma. Vive


en la diáspora, no tiene pues el derecho ni el deseo de domi-
nar en el mundo. Su situación en el mundo no es sentida por
la comunidad como un derecho aminorado, sino como una con-
secuencia de la más maravillosa y sublime elección y santifica-
ción. La Iglesia tiene su fundamento y origen en el previo de-
signio de Dios. Es una diáspora, pero sabe con orgullo que su
campo de acción es una sarta de países y al fin de cuentas el
ancho mundo. Sabe además que Dios, que ha elegido a la Igle-
sia, la ha de reunir en su momento de la dispersión. Pero la
Iglesia es una iglesia apostólica. Para ella, la palabra del Após-
tol, personalmente desconocido, es una orden valedera. Por la
palabra del Apóstol se le transmiten la palabra y la gracia
de Dios.
PRIMERA PARTE

LA OBRA SALVIFICA DE DIOS Y LA


ACCION DEL HOMBRE
(1 Petr 1,3 - 2,10)

l. El retorno a la esperanza
(1 Petr 1,3-12)

La primera parte predominantemente dogmática (1 Petr 1,3 -


- 2,10) puede dividirse en tres secciones de acuerdo con las fra-
ses clave que las caracterizan. Tratan de los dones y actos de
Dios en favor de toda la Iglesia: 1,3-12, el retorno a la espe-
ranza; 1,13-25, la santidad; 2,1-10, el sacerdocio del pueblo
de Dios. Lo primero que expone la carta no es la situación ac-
tual de la Iglesia, sino la obra de Dios en ella. Si la carta habla
de la parte objetiva, habla también de la parte subjetiva y per-
sonal de los creyentes. Pues la obra de Dios es su vida.

1,3 Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesu-


cristo, quien, según su gran misericordia nos ha engen-
drado de nuevo a una esperanza viva por la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos, 4 para una heren-
cia incorruptible, pura e inmarcesible, reservada en el
cielo para vosotros, 5 que mediante el poder de Dios
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 39

habéis sido guardados por la fe para la salvación, dis-


puesta a revelarse en el último tiempo. 6 Por ello os
alegráis, aunque tengáis que sufrir ahora por algún tiem-
po en diversas pruebas. 7 Así la autenticidad de vues-
tra fe, de más valor que el oro perecedero, que es acri-
solado en el fuego, se convertirá en alabanza, gloria y
honor en la manifestación de Jesucristo, 8 a quien
amáis sin haberlo visto. Creyendo en él, sin haberlo
visto, ahora, os alegraréis con gozo inefable y glorio-
so, 9 pues lograréis el objetivo de vuestra fe, la sal-
vación de las almas. 10 Acerca de esta fe investigaron
e indagaron los profetas que profetizaron sobre la gracia
destinada a vosotros. 11 Ellos indagaron acerca de qué
tiempo o a qué circunstancias se refería el espíritu de
Cristo que estaba en ellos y que atestiguaba de antema-
no los padecimientos reservados a Cristo y la gloria que
a éstos seguiría. 12 A ellos les fue revelado que, no
a sí mismo, sino a vosotros servían las cosas que ahora
os anuncian los que os evangelizan por medio del Espí-
ritu Santo enviado del cielo, cosas hacia las cuales los
ángeles desean inclinarse para verlas:

1,3 El autor de la 1 Petr sigue aquí una antigua forma epis-


tolar, configurada sin embargo como algo nuevo a base de la
tradición judía y cristiana. Se trata de un antiguo estilo epis-
tolar, según el cual el mitente da gracias a la divinidad por el
bienestar del destinatario y le pide este bienestar 1 • También Pa-
blo comienza casi todas sus cartas con este estilo, alabando y
dando gracias a Dios por el bienestar de la comunidad (hay que
exceptuar la carta a los Gálatas, en la que expresa una grave
reprensión a la comunidad). La fórmula de 1 Petr l,3a se en-
cuentra literalmente en 2 Cor 1,3 y Ef 1,3, textos paulinos
que sin duda influyen en 1 Petr.
El deseo expresado por euA.oyr¡-co<;... [bendito ... ] utiliza
una fórmula frecuente en el AT (Gn 9,26; Ps 67,20; 71,18;
105,48; 2 Mac 15,4). Alabar el nombre de Yahweh es la misión
de la liturgia de la antigua alianza. La oración de las diecio-
cho peticiones con su estribillo repetido dieciocho veces: "Ala-

1 Ejemplos en A. Deissmann, Licht vorn Osten (41923) 145-163,


40 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

bado seas tú, Señor", es un testimonio tardío de esta liturgia.


La fórmula ha podido ser utilizada pronto por la Iglesia del
NT con el mismo carácter litúrgico que tenía para la comu-
nidad del AT (cf. Le 1,68; Rom 9,5) 2 •
La alabanza de Dios 3 se desarrolla en un período artísti-
camente configurado. El atributo de la alabanza de Dios ó &.va-
yewf¡O'(J.C., [el que regeneró] continúa en primer lugar en una
frase relativa formada por tres miembros (1,6-9): Év é[>
&.yaAA.Liidk.. 8v ay(J.1tii't'E ... e&c., ov mO''WJE'tE '[en el que exul-
táis... al que amáis ... en el que creéis]. A continuación se
unen a ellas otras frases relativas. Los recursos estilísticos pue-
den ser sencillos, pero el texto demuestra (como en las partes
siguientes de la carta) un gusto tal por el estilo y el ritmo de
la lengua griega, que hace problemática una composición in-
mediata de la carta por parte de Pedro, que hablaba arameo.
Si uno no quiere prescindir totalmente del nombre del autor
Pedro, debe recurrir siempre a la hipótesis, propuesta por la
propia carta (5,12), de que la escribió Silvano, cosa que no
ofrece dificultades, o que incluso la compuso por su propia
cuenta.
El participio ó &.:vayevvf¡O'(J.<; da la razón por la que hay que
alabar a Dios. Dios es quien ha dado nueva vida a los creyen-
tes. Como el nacimiento de un hombre supone un comienzo
totalmente nuevo, también es un comienzo nuevo lo que Dios
hace con sus hijos. Como el recién nacido nada puede hacer
por su nacimiento, así sucede también en este nuevo nacimien-
to. Sólo Dios puede hacer al hombre natural su propio hijo.
Este hecho tiene un solo origen : la gran misericordia de Dios,
como ya lo indica 1,2. Como sucede muchas veces en el NT,
es la acción salvífica escatológica de Dios en su Cristo (1 Petr

2O. Beyer, en ThWb 2, 762.


3'O 0e:o~ xai 7ta"t'i]p se encuentra unido por un solo artículo. El
genitivo "t'OÚ xuplou pertenece, pues, a los dos sustantivos. Debe acla-
rarse de la siguiente manera: Dios es el Dios de Jesucristo, porque
se ha revelado en Jesucristo y se revelará por parte de Cristo en su
palabra y en su obra (cf. Jn 14,9; 2 Cor 4,6). Es el Padre de Jesucristo,
porque Jesús es su Hijo. ¿O hay que entender las dos veces el geni-
tivo como expresión de una preordinación? ¿Es entonces Dios el
Dios de Cristo en cuanto el "Mayor" (cf. Jn 14,28; 20,17; Ef 1,17;
Hebr 1,9)? De acuerdo con el uso semejante en Rom 15,6; 2 Cor 1,3;
11,31; Ef 1,3, la fórmula es sin duda lenguaje hímnico-litúrgico.
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 41

2,10; Tit 3,5). Como objetivo del nuevo nacimiento se señala


la esperanza viva, y en ella se contienen la herencia (1,4) y la
salvación (1,5). ¿Tiene alguna eficacia la idea de que, como
toda: generación aporta nueva vida, también ésta aporta los
bienes salvíficos? El nuevo don se describe como esperanza,
no como una posesión actual. De esta manera se evita un mal-
entendido de la nueva generación en sentido natural.
En la nueva vida no se nace como en el ser natural, que
necesariamente se tiene como propio, sino que aquella vida
es siempre esencialmente promesa y esperanza, cuya posesión
final hay que conseguir aún 4 • Pero esta esperanza no es sólo
anhelo indeterminado, sino auténtico y seguro. Por eso es viva
la esperanza. Lo contrario sería una esperanza muerta, es de-
cir, nula, en la que lo que se espera no se realiza ni puede rea-
lizarse. La 1 Petr desarrolla la teología de la vida, tratada prin-
cipalmente por Pablo y por Juan. El don último de la vida
es ciertamente futuro. Pero en la seguridad de que ha de llegar
es ya desde ahora actuante. La seguridad de la esperanza se
funda en la resurrección de Jesucristo (l,3b), pues esta resu-
rrección significa que Dios no ha abandonado a su Hijo en la
muerte (Act 2,3ls). La resurrección de Cristo es por tanto ga-
rantía de la vida futura también para los creyentes, aún más,
es su comienzo. El sentido de la carta de Pedro debe quizá
entenderse, si no como efecto, sí en conformidad con la teo-
logía paulina, según la cual, la muerte con Cristo es una ga-
rantía de la resurrección con él (Rom 6,4-11; Gal 2,20; Ef 2,1,5;
Col 2,12s), y Cristo es el primer resucitado de entre los muer-
tos (Col 1,18).
¿Cuándo sucedió o sucede este nuevo nacimiento? La
1 Petr puede pensar en el bautismo, donde se realiza de manera
sacramental concreta el nuevo nacimiento, pues la carta se
refiere muchas veces al bautismo. Pero la carta podría también

4 Pablo en Romanos 6 expresa cuidadosamente la misma idea.


No dice en Rom 4 -como parecería exigir el paralelismo : Hemos
muerto con él, hemos sido enterrados con él y hemos resucitado con
él; sino: ... para que andemos en una nueva vida. Y no dice tampoco
en Rom 6,5: Como hemos participado de su muerte, participamos
también de su resurrección; sino: ... participaremos de su resurrección.
También aquí el beneficio de la salvación es futuro y nunca se en-
tiende en sentido natural presente.
42 Excursus. Nuevo nacimiento 1 Petr 1,3

pensar de manera general en la redención por la resurrección


de Cristo (1,3) y en la fe como el nuevo nacimiento.

EXCURSUS
sobre 1 Petr 1,3
EL NUEVO NACIMIENTO

La 1 Petr habla del nuevo nacimiento en 1,3 y otra vez en


1,22; además, en 2,2 de los niños recién nacidos. Emplea pues
con gusto y de manera llamativa la imagen del nuevo nacimien-
to en la fe. La carta se· asocia así a un ambiente de imágenes,
bien conocido por el NT, y lo enriquece por medio de nuevas
formulaciones. A este ambiente de imágenes pertenece además
Jn 3,3-8: nacer de nuevo (¿de arriba?); Tit 3,5: baño del
nuevo nacimiento; 1 Jn 3,9 y 5,8: el que es engendrado por
Dios; Sant 1,8: nos ha engendrado por la palabra de la ver-
dad según su voluntad. Finalmente, podrían añadirse pasajes,
como Rom 6,4: el bautismo realiza la nueva vida; 2 Cor 5,17:
el que está en Cristo es una nueva creatura.
Fuera del NT, el judaísmo helenístico contemporáneo co-
noce la palabra &.va.yewfiv, aunque con otro sentido no cultual
(= nacer de nuevo: Josefo, Bell. Jud. 4,484; Ant. 4,13[?]).
Filón utiliza en el mismo sentido las palabras ava.yÉvvr¡O"ti; y
na.Atyyevr.:da.. Josefo, no obstante, emplea el concepto de ge-
neración por Dios, cuando dice, hablando de la ley : oüi; 'IY..V"t'Oi;
yewfi(mi; úµ~v Eowxev. Y Filón conoce también la idea de
una semilla y generación divinas, probablemente por influjo
de la lengua de la religiosidad de los misterios. En Leg. All.
3,219 puede decir que toda obra de Dios es una generación.
Filón, sin embargo, nunca podría hablar de los hombres de su
tiempo como engendrados por Dios 5 •
Tampoco son totalmente ajenas al rabinismo expresiones
parecidas. En Cant. rabba, cap. 1, se dice con respecto a 1,3:
Abraham "llevó a un hombre bajo las alas de la schechina,
cosa que fue considerada (por Dios) como si él lo hubiera
creado, formado y modelado". Y según el Talmud babil. Je-
bamoth 22a: "Un prosélito que se convierte al judaísmo se

5 Los textos en Liddel-Scott, col. 150 y 1291.


Bxcursus. Nuevo nacimiento i Petr 1,3 43

parece a un nmo rec1en nacido" 6 • El prosélito es como uno


creado nuevamente o nacido nuevamente, pues el converso
puede comenzar una nueva vida. Está tan libre de toda culpa
como un niño recién nacido. No se dice en esas palabras más.
No se dice que el prosélito sea creado nuevamente o nacido
nuevamente o que la conversión al judaísmo o la circuncisión
o el bautismo de los prosélitos sea un nuevo nacimiento o un
nacimiento de Dios. "No existe una palabra hebrea o aramea
para indicar el nuevo nacimiento".
El judaísmo palestinense habla más bien de una nueva
creación (así también 2 Cor 5,17) que de un nuevo nacimiento.
Pues para la fe judía en Dios era familiar la idea de una crea-
ción de Dios, y era extraña, en cambio, la idea de una gene-
ración. Según Prov 8,25, la sabiduría es engendrada por Dios.
En Eclo 24,6 (10) se cita este versículo, pero se trasforma,
de modo que la sabiduría es creada por Dios. Cuando se dice
que el rey es engendrado por Dios (Ps 2,7; 109,3 LXX), di-
ficilmente hay que entender que se trata de un nacimiento de
Dios, sino más bien de una adopción por parte de Dios, pues
la adopción según el derecho oriental se realizaba con la
fórmula: "Tú eres mi hijo". La filiación divina del rey signi-
fica su elección y su entronización en el poder. Generación es
la expresión de la gracia sobre el rey. Pero en ninguna parte
del AT se dice algo parecido de un hombre cualquiera.
Ideas y palabras parecidas se encuentran también en la
religiosidad extrabíblica. En Apuleyo, Metamorf. 11,21, el sumo
sacerdote que inicia en los misterios de Isis dice: La inicia-
ción sucede "como imitación de una muerte voluntaria y de
una salvación conseguida por la oración" (ad instar voluntariae
mortis et precariae salutis). La diosa evoca de la muerte a las
sombras y coloca en una carrera de nueva salvación a los re-
nacidos en cierto modo por su providencia (sua providentia
quodam modo renatos ad novae reponere rursus salutis cu-
rricula). En la denominada liturgia de Mitra 7 , el que va a ser
iniciado debe decir lo siguiente: Yo, N.N., formado del mor-
tal seno materno de N.N. y del poder vital del semen y des-
pués que éste es engendrado hoy nuevamente por ti, el que es
llamado en esta hora a la inmortalidad de entre tantos milla-
res según la decisión del dios infinitamente bueno, desea y
pide adorarte (o-1¡µE.pov µE"t'ayEvvr¡lJÉv"t'oc; ... xa"t'a o6:x:1]o-w lJEOv

6Billerbeck 2, 243; 3, 763.


1Publicado por A. Dieterich, 3.ª ed. por O. Weinreich (1923)
12 = K. Preisendanz, Papyri Graecae Magicae 1 (1928) 94 s.
44 Excursus. Nuevo nacimiento 1 Petr 1,3

úm:p6aAAóv't'oc; &:yaD'oü). En una inscripción que puede datarse


en el año 376 d. Cr. (Corpus Inscriptionum Latinarum 6,510),
un iniciado en los misterios de Cibeles se convierte en un
Laurobolio cribolioque in aeternum renatus. El filósofo Salustio
(De Deis 4 = 8,24 Nock) describe en el siglo IV d. Cr. una
ceremonia mistérica : Después del ayuno, los iniciados toman
leche como los recién nacidos (&.vayewwµevot).
Los textos citados son posteriores a la era cristiana, pero
hablan de un nuevo nacimiento que se realiza al entrar en el
ámbito de los misterios. Es muy posible y hasta probable que
se hayan conservado antiguas concepcio11~~ podt'fol!_!'(!mon- __
- ---tarse a la misma época.del NT. Las noticias que se encuentran
en Hipólito (Refut. 5,8,10,23 de un &.vayewfürD'm en los mis-
terios) y Tertuliano (Bapt. 5: los misterios se hacen in rege-
nerationem de los iniciados) son inseguras, como los datos se-
mejantes de los Santos Padres, precisamente porque hay que
contar con una interpretación cristiana de la antigua tradición.
Es posible también ver una influencia cristiana en la doctrina
del nuevo nacimiento que se encuentra en el tratado 13 del
Corpus Hermeticum. El texto 13,6-8, datado en el siglo m d. Cr.,
('t'i¡v f.v D'eQ yÉvet:tw - 't'o eAieoc; eLc; T¡p,,1ic; &.11:0 't'OU D'eou) per-
mite quizá reconocer un influjo de Tit 3,5 y 1 Petr 1,3 en la
relación entre los conceptos de nuevo nacimiento y misericor-
dia de Dios.
Como en la explicación que da Pablo del bautismo en
Rom 6 hay que contar con la posibilidad de que utilice imá-
genes y conceptos del ambiente religioso contemporáneo para
aclarar el sacramento y así hacerse comprender, de la misma
manera se puede pensar que ha procedido aquí el autor de
1 Petr 1,3. También aquí había que aclarar el bautismo. Pero
hay que excluir toda representación mágica de la religiosidad
pagana. El nuevo nacimiento se realiza por la palabra del Dios
vivo (1 Petr 1,23), es decir, siempre por el poder espiritual de
Dios. Nadie puede quitarle la soberanía. El bautismo es en
1 Petr 3,21 oración a Dios. De nuevo no decide la acción del
hombre, sino el Dios que da sus dones libremente. El nuevo
nacimiento no es un cambio natural de los hombres, sino que
siguen permaneciendo en la fe (1 Petr 1,5) y en la esperanza
(1 Petr 1,3; 3,15).
En 1 Petr ha podido tomarse del uso lingüístico general la
palabra rara &.vayewflv, pero probablemente sin pretensión
de novedad. Está tan alejada de los misterios esta carta que
esa palabra no se ha tomado de allí de manera inmediata e
intencionada. De dondequiera que proceda esa palabra, es
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 45

cierto que la carta la interpreta a base de la tradición neotes-


tamentaria. Aunque el mensaje bíblico utilice palabras e imá-
genes del medio ambiente, no por eso sufre menoscabo la re-
ligión bíblica, sino que intenta decir lo que Pablo en el areó-
pago (Act 17,23): Lo que buscáis, está aquí. Así rompe la
Iglesia en el grito de alabanza: Alabado sea Dios que nos ha
engendrado de nuevo 8 •

1,4 Lo que es y contiene la esperanza, se dice de nuevo


con la palabra herencia. El pensamiento se desarrolla proba-
blemente de la siguiente manera: La generación de Dios nos
hace hijos de Dios, y los hijos son herederos. Así lo desarro-
lla al menos Pablo: Gal 4,7: Si hijos, luego herederos. Tanto
la palabra como la idea de la herencia de la salvación
(x'A:r¡povo,µla) están tomadas del Antiguo Testamento. La he-
rencia en el AT es la Tierra Santa como resumen de todos
los bienes. Dueño del país era Yahweh y se lo prometió con
juramento a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (Gn 12,7;
50,24; Dt 34,4). Para los hijos se trata pues de una herencia
de parte de Yahweh (Nm 16,14; Dt 9,5s; Jos 22,19).
Para los autores tardíos del AT la herencia ya no es una
posesión en este mundo. Daniel (12,13), Los Salmos de Salo-
món (14,17) y los textos de Qumrán (1 QS 11,7) hablan ya,
como después el NT, "de la herencia de la vida eterna". En
el NT la herencia significa ante todo el don escatológico de
la salvación (Act 20,32; Col 3,24). En 1 Petr 3,7 la herencia
significa la gracia, en 1 Petr 3,9, la bendición. Como la heren-

8 De entre la abundante bibliografía existente remitimos a:


H. Rengstorf y F. Büchsel, en ThWb 1, 663-674; F. Büchsel, Johannes
und der hellenistische Synkretismus (1928) 59-61; Id., Die Johannes-
briefe (1933) 46-48; M. Dibelius, "Die Isisweihe bei Apuleius und
verwandte Initiationsriten", en Botschaft und Geschichte 2 (1956)
30-79; E. Sjoberg, "Wiedergeburt und Neuschopfung im palastinensi-
chen Judentum", en StTh 4 (1950) 44-85; R. Schnackenburg, Die
Johannesbriefe (1953) 155-162; K. Prümm, Re.ligionsgeschichtliches
Handbuch für den Raum der altchristlichen Umwelt (1954) 559-561;
O. Michel- O. Betz, "Von Gott gezeugt", en Judentum, Urchristentum,
Kirche, Festschrift J. Jeremias (1960) 3-23; H. Kosmala, Hebriier,
Essener, Christen (1959) 231-251, refiere el salmo de 1 QH 3,7-12,
tan oscuro y tan diversamente interpretado, al nacimiento del hombre
nuevo escatológico.
46 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

cia es siempre un don gratuito, también lo es la herencia de


la salvación. Al mismo tiempo, la salvación es totalmente se-
gura, no amenazada, como lo son, en cambio, los bienes y
haberes humanos. La herencia es "incorruptible" 9 , no someti-
da por tanto a la ley del desgaste y al peligro de la pérdida,
cosas que siempre amenazan a todos los demás bienes del hom-
bre. Es "pura". Con este concepto se indica la facilidad con que
la violencia y la injusticia pueden arruinar la herencia y la
posesión. Es "inmarcesible", como un paraíso eterno.
La herencia eterna se describe así con tres palabras nega-
tivas -pura equivale propiamente a no manchada-, ejemplo
de teología apofática, que supone un desarrollo avanzado de
la reflexión teológica, pues no se utilizan afirmaciones positi-
vas por el riesgo que suponen. No es casual que se encuentren
los tres adjetivos en la Sabiduría de Salomón (12,1 y 18,4;
4,2; 6,12) como expresiones del mundo celestial, pues este es-
crito se sitúa al término de una larga y variada tradición y ha
pasado por la crítica de la filosofía griega. Como se dijo de
la esperanza que es viva, es decir, operante, así también se
dice ahora de la herencia que no es un futuro inseguro e ima-
ginario, sino presente ya, guardado en el cielo, ya que todavía
está oculto. Está oculto hasta que se revele en la parusía, pero
es ya seguro y cierto 10 •

1,5 El Dios que en el cielo guarda la herencia, guarda tam-


bién en la tierra a los hijos de la herencia (las palabras
't'E"t'YJPYJµÉvr¡v [guardada) y cppoupouµÉvouc; [los guardados] se
corresponden exactamente). Así se revela del todo la voluntad
salvífica de Dios. Pues no sólo da la salvación, sino que con-
serva también a los elegidos. Esta preservación de los creyentes

9 Se trata sin duda de un concepto muy importante para 1 Petr;


cf. además, 1,23; 3,4. El contraste entre los bienes temporales pere-
cederos y la posesión celestial imperecedera, como en Mt 6,19;
Le 12,6-21; Jn 6,27.
1 º Igualmente otras expresiones neotestamentarias sobre la oscu-
ridad y ocultamiento, pero también sobre la seguridad de los bienes
del cielo: la recompensa (Mt 5,12), el tesoro (Mt 6,20), el reino
(Fil 3,20), la vida (Col 3,3). Los bienes están en el cielo en manos de
Dios, pero bajarán del cielo una vez (como Apc 3,12; 21,2,10), como,
por otra parte, estarán en el cielo en manos de Dios. Las expresiones
están estilizadas de acuerdo con la apocalíptica judía tardía, como
Libro de Henoc 48,7; 58,5; Ascensión de Is 8,25s.
1 Petr. Retorno a 1a esperanza 1,3-12 47

es necesaria, pues ha llegado el tiempo final (xcx.Lpoc; foxcx.'toc;) 11


y este tiempo es una época de las mayores calamidades y des-
gracias, como la describen ampliamente el apocalipsis sinóp-
tico (Me 13) y el Apocalipsis de Juan.
El tiempo final es también el tiempo de la salvación
(crwn¡plcx.). Se trata de una nueva palabra para indicar la es-
peranza (1,3) y la herencia (1,4). La salvación no es en primer
término la bienaventuranza individual, y el tiempo final no
llega tampoco en la muerte de cada persona, sino que la salva-
ción es el fin del mundo escatológico, que tiene lugar con la
venida del Señor. Hasta entonces, aunque escondida, la sal-
vación está ya presente, como la herencia (1,4). Se revelará
como la salvación de la Iglesia en la venida del Señor (1,7).
Para el autor de la 1 Petr, este fin del mundo no es algo leja-
no, sino algo urgentemente esperado. La manifestación de la
salvación está ya "preparada'', se encuentra ya a la puerta.
Como en casi todos los escritos del NT, también en 1 Petr la
espera de la parusía es un convencimiento básico de la Igle-
sia que arrastra y configura todo (cf. 1,6; 1,20; 4,5,7,17; 5,10).
Si la 1 Petr ha hablado hasta ahora principalmente de la
gracia de Dios, ahora habla también de la acción del hombre
en su fe (oLa nlcr"t'e:wc;). La 1 Petr recuerda a Pablo y tanto más
en cuanto que Pablo dice también oLCx: nline:wc; (a través de la
fe) y no oLa nlcr"t'LV (lo que significaría: a causa de la fe). En
este último caso, la fe podría entenderse como esfuerzo que
Dios recompensa con la salvación. Con la primera expresión
se dice que Dios trata con el hombre a través de la fe.
El término CTW"t'TJplcx. [salvación] (con las palabras emparen-
tadas crq>sw.1, crw"t''Í¡p Isalvar, salvador]) es una palabra impor-
tante de la religión judía veterotestamentaria y también de la
religión griega oriental. Una concordancia demuestra que cr<Vse:w
en el AT es una palabra que traduce muy frecuentemente
a yasa' y es un calco de ella. La CTW"t'TJplcx. en el AT puede
significar de una manera general el rescate, pero tiene casi
siempre un sentido religioso y encierra en sí el rescate por

11 Comenzando ya por los LXX (Gn 6,13; Ez 22,3; Lam 1,21;


4,18) xa1p6c; puede ser en el NT un término escatológico para indicar
el juicio final (Le 21,8; 1 Petr 5,6; Apc 1,3; 11,18); cf. G. Delling,
en ThWb 3,459-463. 6 foxanc; xmp6c; es lo mismo que foxri"t'aL T¡µépa1
(Act 2,17; 2 Tim 3,1; 2 Petr 3,3).
48 1 Petr. :Retorno a la esperanza 1,~-12

la ayuda de Dios, y sobre todo la salvación que Dios da.


LW't"ÍJP es sencillamente Dios. El título es un nombre para in-
dicar la soberanía divina. Lw-rY¡p se convierte así en un tér-
mino fundamentalmente mesiánico, pues el Mesías trae la sal-
vación divina; pero también es un término escatológico, ya
que la salvación divina se realizará de modo completo al fin
del tiempo. El concepto aparece también en los escritos no
canónicos, como los Salmos de Salomón, el Testamento de los
doce patriarcas y en el Documento de Damasco.
El NT habla también de la crw-r11pla de la era mesiánica
(Le 1,69,71,77; Jn 4,22; Act 4,12; 5,9s; Rom 1,16; 1 Tes 5,9s;
Hebr 5,9; 1 Petr 1,10; 2 Petr 3,15; Jud 3; Apc 12,10 y otros
lugares). La palabra no se encuentra en Mateo y Marcos. Se
encuentra, en cambio, con mucha frecuencia en los escritos
tardíos del NT dirigidos a los griegos. También a Jesús se le
llama crw-rY¡p, y este título se conserva así en los escritos del
mismo carácter que los anteriores (Le 2,11; Act 5,31; 2 Tim
1,10). El paganismo habla también de la O"W'!1)pla esperada y
de los a-w-rfípe.; [salvadores] que la han de traer.
En el mundo griego, las divinidades llevan el título de
crw-rfípet; desde Píndaro y Esquilo: Atenea y Zeus sobre todo
como protectores de la vida; los Dióscuros como conductores
de la nave y salvadores en los peligros del mar; el dios médico
Esculapio, venerado como dios de la salud; también las divi-
nidades de las religiones de los misterios que prometían la
salvación a sus iniciados. Salvación significa aquí en sentido
abstracto: liberación del pecado por el perdón divino, conse·
guido gracias a la iniciación, liberación de los peligros de los
demonios en la vida y en la muerte, protección frente a la
desgracia del mundo subterráneo y finalmente consecución de
la inmortalidad. Hubo incluso hombres venerados como salva-
dores por el poder divino de bendición que poseían: Epicuro
es llamado O"W"t"'Í¡p por sus seguidores; soberanos, como Pto-
lomeo I y Berenice recibieron el título de crw-rfípe.;; también
lo recibieron los emperadores romanos, que fueron venerados
como salvadores del mundo, por lo menos en la parte oriental
del Imperio, según el testimonio de las inscripciones. La lengua
griega profana habla también de la O"W"t"1)pla traída por la divi-
nidad. Los misterios prometen la salvación a los creyentes.
La inscripción del calendario de Priene anuncia la crw"t"1)pla
1 Petr. :Retorno a la esperanza 1,3-12 49

que el Emperador Augusto trae al mundo (W. Dittenberger,


Orientis Graeci Inscriptiones selectae, reedición 1960, N.º 458,2).
La fuente inmediata para las palabras O-<ÍJSELV, CTW't''Í)p,
crw-n¡plcx '[salvar, salvador, salvación] en el NT es sin duda la
versión de los LXX y el judaísmo tardío. Ahora bien, si, como
decíamos, son los escritos neotestamentarios dirigidos al mun-
do griego los que utilizan con más frecuencia esas palabras, es
sin duda porque los misioneros querían decir a ese mundo grie-
go que el evangelio anuncia al verdadero salvador y la verda-
dera salvación. Quizá intentaban así oponer su mensaje al culto
político-religioso de los soberanos 12 •

1,6 13 Los cristianos se alegran 14 ya desde ahora con la


certeza de la cercanía de la salvación 15 • La Iglesia salta de
júbilo a pesar de la opresora calamidad del presente. Pues

1 2 Textos y bibliografía en Bauer, WB, col. 1584-1587; F. J. Dolger,


'O O"W't''Íjfl en AntChrist 6 (1950) 241-275; M. Dibelius - H. Conzelmann,
Die Pastoralbriefe (3 1955) 74-77 a 2 Tim 1,10; L. Cerfaux - J. Tondriau,
Le culte des souverains dans la civilisation Gréco-Romaine (1957) 448.
13 W. Nauck, "Freude im Leiden", en ZntW 46 (1955) 68-80.
1 4 No puede decidirse si &ya.A.A.tiim'te es indicativo o imperativo.
'Aya.A.A.tiicriktt sólo está atestiguado en el griego bíblico (de los LXX y
del NT) y en el lenguaje eclesiástico. En el AT la palabra raras
veces significa alegría profana, sino que casi siempre indica alegría
cultual, que alaba a Dios (Ps 2,11). Pero significa sobre todo la ale-
gría del tiempo final y así se convierte en un término escatológico
(Ps 95,lls; Is 12,6s, etc.). De la misma manera, la palabra significa
en el NT el júbilo por la obra salvífica, en especial la obra salvífica
escatológica de Dios (Mt 5,12; 1 Petr 4,13; Apc 19,7). "La palabra
es característica para indicar la conciencia de la comunidad, que .se
reconoce como comunidad del tiempo final, constituida por la acción
salvífica de Dios" (R. Bultmann, en ThWb 1,18-20).
15 La explicación y la relación de lv cT> es discutible. ¿Se trata de
un masculino y entonces hay que relacionarlo con EV ÉO"Xá't'C¡J xa.tpc¡í?
(Así Bigg, Felten, Michl, Vrede, Windisch-Preisker). A pesar de que
en esta explicación coincidirían bastante la palabra relacionada y el
relativo, la explicación parece improbable. Pues la manifestación de
la liberación en el xa.tpo.; foxa.'t'O<; es ya de por sí algo futuro. Di-
fícilmente podría decirse que los creyentes ya saltan de júbilo ahora
mismo. Los Padres de la Iglesia, de todas formas, han entendido el
texto de esta manera, al menos en parte, pero leen en consecuencia
1,6 &ya.A.A.tácrecrfre (Así Orígenes, Exhort. ad martyr. 39 = GCS 1,36)
o exultabitis (fuera de los Padres, las versiones Vetus Latina, bohaí-
rica, armenia y siria; las pruebas en la Vetus Latina, publicada por
la abadía de Beuron, en el pasaje), como 1 Petr 1,8. Atendiendo al
número y peso de los manuscritos habría que decidirse en ambos
casos por &ya.A.A.téicrfre, que además es la lectio difficilior. Así también
los editores modernos. En este caso hay que considerar al ev cT> como
CARTAS.-4
50 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

los cristianos tienen "que sufrir ahora en diversas pruebas".


No se trata aquí en primer lugar de los sufrimientos y de las
pruebas 16 de la vida humana, sino de las opresiones de los
destinatarios por ser cristianos, es decir, de las persecuciones
contra los cristianos que amenazan o que ya han comenzado,
como lo dice la 1 Petr más claramente en otros lugares (2,12;
3,15s; 4,12s). Estas persecuciones se entienden como pruebas.
No se dice quién es el que prueba. En lugares paralelos, como
Sant l,2s y Sant 1,13, se rechaza expresamente la idea de que
Dios tiente a alguien. Por eso, no se debe tampoco suponer que
en 1 Petr 1,6 las pruebas vienen de Dios. ¿Está aquí ya en el
pensamiento del Apóstol la idea de que detrás de las prue-
bas se encuentra Satán como su causante (1 Petr 5,8)?
Las pruebas son de muchas maneras. Los cristianos son
motejados y calumniados (1 Petr 3,12; 3,16s; 4,14). Quizá
se evita ya su compañía, tanto en la sociedad como en los
negocios. El pueblo los persigue con odio y se les obliga ya a
sentarse en el banquillo de los acusados (1 Petr 3,15).
El peso de las pruebas es suavizado por las expresiones:
6A.lyov ap"t'L El 8fov [aunque convenga ahora un poco]. La pa-
labra 6A.lyov [un poco] no significa probablemente (como en el
caso de Rom 8,18) pequeñez en relación al peso o gravedad
de las pruebas -pues las pruebas son ya bastante pesadas y
serán aún más pesadas en el futuro, según la 1 Petr-, sino pe-
queñez en relación a la duración, es decir, serán cortas. La
significación temporal de 6A.lyov se demuestra además por la
relación que guarda con el adverbio temporal ap"t'L [ahora]
que viene a continuación. Ahora mismo, en el presente, es ya
el tiempo de las pruebas, pero el hoy es corto y sin importan-
cia ante el mañana de la eternidad, y este presente tiene su
medida según la voluntad de Dios. De aquí procede la necesi-
dad (Uov '[conveniente]); no del destino impersonal. Las pala-
bras 8e:~, 8fov [conviene, conveniente] pueden significar, en el
ambiente lingüístico griego y profano, necesidad impuesta por
el destino, pero en el uso bíblico, tanto del AT (Dn 2,28),

un neutro y se refiere a la suma total. de afirmaciones de 1,3-5 (así


Beare, Holzmeister, Knopf, Selwyn, Wohlenberg; lo mismo Nauck, l.c.,
p. 7ls).
16 K. G. Kuhn, Ifopaoµ6i;-&.µap-i:la-cr&.p; im NT und die damit
zusammenhangenden Vorstellungen", en ZThK 49 (1952) 200-202.
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 51

como del NT (Mt 16,21; Le 22,37; Apc 1,1), se refieren siem-


pre a Dios como el que dirige la historia según su voluntad,
mueve personalmente a los hombres y configura la historia
de los hombres y del mundo según sus planes y designios 17 •
Por eso puede alegrarse el creyente en medio del sufrimiento.
La 1 Petr expresa, pues, una seguridad y certeza bíblicas que
se mencionan en muchos lugares (2 Mac 6,30; 4 Mac 9,29; lo
mismo Mt 5,lls; Act 5,41; Rom 12,12; 2 Cor 6,10; Sant 1,2;
1 Petr 4,13).

1,7 Las pruebas y sufrimientos no pueden turbar, cuando


se conoce su objetivo. Deben manifestar la fe en su verdadera
autenticidad 18 • La purificación de la fe por la prueba se com-
para a través de una imagen muy expresiva a la purificación
del oro por el fuego. La comparación usada muchas veces para
la purificación del hombre 19 gana puntos aquí al añadir que
hasta el oro de buena ley acrisolado perece, mientras que la
fe, probada aquí, es más preciosa aún que el oro. La imagen
pone en evidencia la unidad de la ira y de la gracia de Dios.
Su juicio aniquila toda impureza, y su gracia prepara al mismo
tiempo lo auténtico que ha de permanecer. La fe es el resul-
tado de la purificación, y es por eso mismo el verdadero te-
soro de la Iglesia. Como el oro en su estado natural está mez-
clado con sustancias menos valiosas y se purifica en el fuego
para quitarle todas estas adherencias, así también la fe está
mezclada naturalmente, no sólo con subterfugios del amor pro-
pio, sino sobre todo con el deseo de adquirir por todos los
medios una seguridad natural, que es justamente falta de fe.
La prueba y la persecución descubren cómo la Iglesia puri-
fica su fe, despojándola de apoyos no válidos, y ponen en evi-
dencia si la fe se funda en la palabra de Dios y en Dios y tiene
en ellos su única certeza. En su propia pobreza se da a la Iglesia
i1 W. Grundmann, en ThWb 2,21-25; E. Fascher, "Theologische
Beobachtungen zu Bei:", en Ntl. Studien für R. Bultmann, ZntW Beiheft
21 (1954) 228-254.
18 En el griego clásico y en los LXX (Prov 27,1), Boxlµiov signi-
fica el medio de la prueba. En 1 Petr 1,7, como neutro sustantivado
del adjetivo, significa lo probado, lo auténtico (Ps 11,7); así proba-
blemente también en el lugar paralelo de Sant 1,3), de la misma
manera que la palabra en los papiros es con frecuencia un término
del lenguaje comercial; cf. W. Grundmann, en ThWb 2,258-264.
19 F. Lang, en ThWb 6, 929-948.
52 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

su riqueza. Esta posesión permanece aún durante algún tiempo


escondida, pero se manifestará. Pero esto no tendrá lugar en
un día terreno, cuando, por ejemplo, haya cesado la persecu-
ción y la Iglesia se haga visible en la historia y en el presente
de su obra. El ocultamiento durará todo el tiempo. El ser de
la Iglesia se revelará sólo al fin de los tiempos en el día esca-
tológico, e incluso entonces no se manifestará la propia rique-
za de la Iglesia, sino la gracia de su Señor. La manifestación
será la revelación del propio Cristo (ev &.noxaM\jii::t 'h¡croü
Xp1¡cr'"t'ou '[en la revelación de Jesucristo] 20 ).
La Iglesia por tanto no puede hacerse visible de manera
humana ni por su propia fuerza. Su riqueza consiste única-
mente en la venida de Cristo. Entonces recibirá la fe "alabanza,
gloria y honor". La fe experimenta ciertamente el reconocimien-
to por parte de Dios en presencia de los ángeles y de los
hombres. Pero según la concepción bíblica resulta imposible
que pueda entenderse aquí el aplauso y la alabanza por parte
de los hombres. Porque en realidad, el día del juicio final
sólo cuenta la alabanza de Dios (Roro 2,29; 1 Cor 4,5).
La gloria (Oó~a) tiene origen neotestamentario y es la ma-
jestad, la esencia misma de Dios. A los cristianos se les atri-
buye la oó~a sólo en la medida en que el día del juicio final
tienen parte en la Oó~a de Cristo (Col 3,4). Su oo~ási::cr-frat [ser
glorificado] es siempre un crvvoo~ásecr-frat [ser conglorificado]
con Cristo (Roro 8,17). También en 1 Petr 1,7 la gloria esca-
tológica de la Iglesia es una participación en la gloria de
Cristo.
El honor ('"t'tµ1¡) se debe en primer lugar a Dios (1 Tiro 1,17)
y Dios lo da a los hombres en el juicio (Roro 2,7,10). El honor
que se promete a la Iglesia es, según 1 Petr 2,6s, propio de ella
en tanto en cuanto está construida sobre la ),,l-froc; ev'"t'uµoc;
[piedra estimada, preciosa] Cristo. El texto no dice a qué ala-
banza, gloria y honor sucede la revelación escatológica. Puede
dejarse de lado la cuestión, pues tanto la Iglesia revelada como
el Dios que se revela pueden entenderse como destinatarios.
La revelación escatológica se representa como en la imagen
del juicio en Mt 25,31~46.
2 º El genitivo &.7toxáf...utjJLc; 'l"IJ:CTOÜ XpLO''t'OÜ es un genitivo objetivo.
No es Cristo quien revela algo, sino que Cristo es revelado por Dios
ante el mundo (1 Petr 1,13; Le 17,30; 2 Tes 1,7).
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 53

1,8 En 1 Petr 1,8-12 siguen tres frases, unidas por relati-


vos, en las que parecen correr pensamientos bien conocidos y
muy valiosos, tanto para el autor como para los lectores de la
carta, y estos pensamientos discurren por el camino de la
asociación de ideas. El nombre de Jesucristo (1,7) ofrece en
primer lugar la ocasión de afirmar la unión de la fe de la Igle-
sia con Cristo, que es su Señor. Los destinatarios de la carta
son quienes aman al Señor, sin haberlo visto (es decir, perte-
necen a la segunda generación y en cuanto tales se contrapo-
nen a los de la primera 21 ). Pero esta situación histórica de
los destinatarios pone en evidencia la naturaleza de la exis-
tencia cristiana: no haber visto y sin embargo amar; no haber
visto y sin embargo creer. La fe no es pues una creencia inde-
terminada en cuanto a su contenido, sino que tiene su conte-
nido partiendo de su objetivo (Ei.s ov ... [a quien, hacia quien ... ]),
que aspira a ser aferrado en la fe y el amor. Es fe en Jesús, en
cuanto Cristo, que ha de venir. Pero esta fe no tiene seguridad
ni prueba alguna sobre el modo cómo el hombre la posee para
fundar sobre ella la fe. Pues la fe no ve al Señor, sino precisa-
mente lo contrario, a los enemigos vencedores. Pero por esto
la fe es alegría y regocijo.
Es muy interesante cómo se describen las cualidades de la
alegría en frases muy expresivas. La alegría es "inefable", por-
que está más allá y por encima de las posibilidades naturales y
en consecuencia se substrae a la intelección por conceptos or-
dinarios y a la descripción por palabras humanas (cf. 1 Cor 2,9
sobre la incomprensibilidad de la revelación). La alegría es ya
"gloriosa". La certeza de la salvación es tan inconmovible que
se puede hablar de lo venidero, no sólo en presente o futuro,
sino en imperfecto 22 • Con igual seguridad habla Rom 8,30:
La obra salvífica de Dios con los hombres, gracias a la ri-
21 Los apóstoles de la primera generación testifican en razón de
lo que han visto (Le 1,2; 1 Cor 9,1; 15,5). Esto prueba la entrada
de la segunda generación en la Iglesia apostólica, cuando el NT habla
una y otra vez de la nueva situación de la fe de aquellos que creen
sin haber visto, así Jn 20,29; Act 10,39; Rom 10,14; 2 Cor 5,7;
Hebr 11,27.
22 La Vetus Latina y la Vulgata traducen en parte exultabitis
(gaudebitis). Ireneo, Adv. haer. 4,9,2; 5,7,2 presupone un futuro
&.ya:),),Lácre:cn'l'e: y lo mismo Agustín, De pece. mer. 1,41. Para las prue-
bas, cf. Vetus Latina, publicada por la abadía de Beuron, en el pa-
saje; cf. la nota a 1 Petr 1,6. La lectura atestiguada por una minoría
54 l Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

queza y poder de Dios, llega a su término en los elegidos con


tal seguridad, que Pablo puede garantizar ya su cumplimiento
(eOó~mrev '[glorificó]). En 1 Petr 1,8, la fe es también ya gloriosa.
La combinación de la tristeza presente con la alegría futura es
el misterio de la fe, incomprensible e inefable para el hombre
natural. Pablo experimenta esta polaridad paradójica de la
existencia cristiana en 2 Cor 4,8-10 y 6,8-10. Esta es otra razón
por la que la alegría es inefable.
La relación del creyente con Cristo se expresa en 1,8 como
relación de la fe y del amor. Fe y amor en este sentido sólo
se relacionan con Dios según la piedad veterotestamentaria.
Pero los evangelios hablan ya, primero de manera implícita, y
luego explícita, de una fe en Cristo. Hablan de ello implícita-
mente cuando el Jesús de los sinópticos reclama la fe en la
verdad de su predicación (Me 9,42). Exige además para la fe
en su palabra el seguirle a él en persona, cuando habla de su
imitación (Me 10,21). La relación entre implícito y explícito
se hace evidente, cuando Mt 18,6 añade a Me 9,42: "(los que
creen) en mí". La exigencia es ya totalmente explícita en el
evangelio de Juan (así en Jn 11,25).
Para Pablo la fe es un abrirse ante la acción salvífica de
Dios en Cristo (Gal 2,16, en donde la fe se relaciona tres veces
con Cristo). En el AT el amor de Dios es el primer mandamien-
to. El NT retiene el mandamiento del amor de Dios y lo pro-
clama de nuevo (Me 12,29, según Dt 6,4s). Los evangelios si-
nópticos no relacionan aún con Cristo este amor, pero sí lo
hace el evangelio de Juan (Jn 8,42; 14,21; 21,lSs). Pablo exige
el amor a Dios (Rom 8,28) lo mismo que el amor a Cristo
(1 Cor 16,22; Ef 6,24). El texto de 1 Petr 1,8 es según esto una
afirmación kerigmática cristológica muy desarrollada y pro-
funda.
1,9 La carta habla a continuación con una seguridad de
fe resuelta y hasta atrevida. Los cristianos logran ya ahora "el
de manuscritos ayaA-A-Lá:ce:crfü: es una lectura facilitante. La afirmación
ayaA-A-Liicrfü: pareció ser demasiado grande para el presente. Por eso
se puso en futuro. También rechazan este texto aquellos comentarios
que dan al presente un sentido futuro; así a 1 Petr 1,6; Ps-Ecumenio,
(PG 119, 517), y Teofilacto (PG 125, 1196); de los comentarios actuales
pueden verse Felten, Holzmeister, Michl, Wohlenberg. Cf., fuera de
los comentarios, C. Spicq, Agape 2 (1959) 308-312; sobre la alegría
escatológica, cf. R. Bultmann, Theologie des NT (3 1958) 335 s.
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 55

objetivo de la fe". La fe tiene pues un objetivo y un fin. El ob-


jetivo que la fe quiere conseguir es la salvación 23 • La fe según
esto no es sólo un acto de pensamiento, porque entonces su
objetivo sería conocer. La fe es movimiento hacia el objetivo,
aprehensión del objetivo, es decir, un acto vital. El destinatario
de la salvación es el alma (~ux1¡). La palabra ~ux1¡, como
traducción de nefe8 significa muchas veces en el lenguaje bí-
blico fuerza vital y vida (según Gn 2,7), y también el hombre
en su integridad; así Mt 16,25; Hebr 10,39 y también 1 Petr
3,20. En otros pasajes de la 1 Petr el significado de la palabra
se acerca a la acepción griega, que significa aquí el alma en
cuanto portadora de la vida del cuerpo; así, 1,9 tiene el mismo
sentido que 1,22 y 2,11,25. Según esto, ~ux;1¡ [alma] puede com-
pararse con 1tVEܵcx [espíritu] (3,19). La terminología antropo-
lógica de la carta se distingue de la de Pablo. Para él, ~ux;1¡ es
la expresión de la vida humana puramente natural, inferior
y sensible. En este sentido habla Pablo del ~uxtxoc; &ví}pw1toc;
'[hombre animado (animal)] (1 Cor 2,14) y del crwµJcx ~x;tx6v
[cuerpo animado (animal)] (1 Cor 15,44). En contraposición,
para Pablo 1tVEtíµcx {espíritu] es el principio vital divino, eleva-
do, que se contrapone a crá:p~ [carne]. A pesar de que repetidas
veces tenemos que decir que la 1 Petr está influenciada por la
teología paulina, no obstante se distingue claramente de ella en
el uso de estas palabras tan esenciales para Pablo.

1,10 Los vv. 1,10-12 24 , unidos a la palabra clave CTW'"t'"r)plcx


[salvación], indican la grandeza de la salvación en una serie
de consideraciones peculiares. Todas las criaturas anhelan esta
salvación. La han esperado los antiguos. Los profetas la anun-
ciaron. Los ángeles desean verla. Pero sólo la generación pre-
sente es la bendecida, pues se le proclama a ella en el Espíritu
Santo.
Los profetas 25 , es decir, hombres de gran categoría y elegi-

23 También están unidas la fe y la salvación en Act 15,11; 16,31;


Ef 2,8; 2 Tim 3,15.
24 Para 1 Petr 1,10-12, cf. W. Bieder, E. Sjoberg, E. Schweizer, en
ThWb 6, 366-453; R. Rendtorff, G. Friedrich, ibid., 6, 796-873; ade-
más, L. Goppelt, Typos (1939) 183 s.; E. Kamlah, Traditionsgeschichtli-
che Untersuchungen zur Schlussdoxologie des Romerbriefes (1955) 47s.
25 Querer entender bajo los profetas a los profetas del NT (así
Wohlenberg, Selwyn), tiene en contra de sí las mayores dificultades
56 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

dos, "han investigado e indagado" 26 acerca de esta salvación.


Esto es don y obra de la gracia (xápii;). El objetivo y resultado
final de la gracia es la salvación (crw't'Y)pla).
Según esto, la misión, quizá no única, pero sí propia y esen-
cial, de los profetas fue la predicción del futuro, y precisamente
el futuro de la salvación mesiánica y escatológica realizada aho-
ra (lo mismo l Cor 9,10; 10,11). Esta concepción del profetismo
no abarca toda su realidad. El 7tpoqn'¡n¡i; es literal y simple-
mente "el mensajero". La palabra profética no se refería siem-
pre sólo al futuro, sino que se relacionaba muchas veces con el
presente, cuando los profetas denunciaban las situaciones so-
ciales injustas o los abusos del culto o intervenían a veces en
la política. De todas formas, estas palabras se dirigían muchas
veces al futuro, unas veces como amenazas anunciadoras del
juicio, y otras, como palabras salvíficas que prometían la era
mesiánica. Este aspecto del mensaje profético cobró tal impor-
tancia y fue tan esencial, que dio su característica más acu-
sada al profetismo. De acuerdo con esto, el NT y la Iglesia
primitiva encontraron por todas partes en los escritos proféticos
predicciones cuya realización pudieron comprobar. Esta con-
cepción se ha mantenido sustancialmente hasta el presente,
pues en el lenguaje popular, profeta equivale a anunciador del
futuro.

1,11 Los profetas hicieron predicciones que ellos mismos no


comprendían claramente. Así, por ejemplo, no sabían cuándo
debían realizarse las profecías (Dn 9,4; 4 Esdr 2(4),33 - 3(5),13;
Libro de Henoc 1,2) 27 • Por eso ellos mismos cavilaban para en-
tenderlas (4 Esdr 2,33). Intentaban conocer el tiempo y las
circunstancias (zli; xlva f¡ Tiofov :xaipov [a qué o cuál ocasión])
de la salvación que anunciaban. El judaísmo tardío, que desde
siglos esperaba angustiosamente al Mesías, pensaba, como el

de la exégesis. Porque los profetas y su época se contraponen a los


cristianos (úµ~v) y a los evangelistas y su época (1,12).
26 Sería una interpretación de primera calidad si pudiera encon-
trarse una diferencia real entre ÉSES'ÍJ't"r¡crav y ÉSTJPEÚVT)CTCLV. La prime-
ra palabra significaría la búsqueda de una profecía todavía no dada,
la segunda, la investigación de una profecía ya dada (así Holzmeister,
Selwyn). Quizá haya una alusión a 1 Me 9,26.
27 Los padres desearon ver el día del Mesías; cf. Mt 13,17; Lu-
cas 10,24; Jn 8,56; 12,41; Act 12,31; Hebr 11,13-16.
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 57

autor de la 1 Petr, que los profetas se esforzaban por saber


cuándo vendría la era mesiánica. Un ejemplo lo tenemos en
Daniel (9,1 y 12,6-13). Daniel mismo recurría a Jer 25,llss;
29,10, en donde se decía que debían cumplirse 70 años sobre
las ruinas de Jerusalén. Daniel intenta saber qué significan esos
70 años, hasta que el ángel le descubre que los 70 años son
70 semanas de años, y además cómo se desarrollan esos pe-
ríodos.
En Qumrán existía este mismo sistema de interpretación
de la Escritura, y un ejemplo bien claro lo constituye el Co-
mentario de Habacuc, que interpreta el libro de Habacuc re-
firiéndolo al presente a través del Maestro de Justicia. Habacuc
mismo no sabía cuál era el objetivo de su profecía y cómo se
realizaría. Dios se lo reveló al Maestro de Justicia, manifes-
tándole que las palabras del profeta debían cumplirse ahora
-en la época escatológica de la salvación- 28 •
Los profetas no comprendían sus propias profecías, porque
no hablaban por propia iniciativa, sino que el Espíritu les ins-
piraba lo que tenían que anunciar. Una concepción constante
del AT es que el Espíritu se daba principalmente a hombres
elegidos, como jefes y soberanos (Jue 3,10; 11,29; 1 Sm 11,6;
16,13), extáticos (1 Sm 10,6,10; Os 9,7) y profetas (Ez 2,2; 11,5;
Joel 3,ls; 2 Cro 24,20; también 1 Petr 1,21), aunque en los
libros tardíos del A T también los justos y piadosos pueden
poseer el espíritu (Ps 50,13; Is 44,3; Ez 36,27). La época de
los grandes profetas hasta la destrucción del templo de Salo-
món, y también la de los profetas postexílicos, significó para
el Israel de tiempos posteriores la era de la actividad del Es-
píritu. Según esto, es algo completamente evidente para el au-
tor de la 1 Petr que el Espíritu habla a través de los profetas.
Interpretada a la luz del NT, la salvación mesiánica para
1 Petr 1,11 es la muerte y glorificación del Mesías. Por eso,
el padecimiento (ri:l'.ÍO"XEW [padecer]) de Cristo en 1 Petr 2,21;
3,18; 4,1 (véase allí) designa en la carta la muerte de Jesús
según la antigua terminología, y los "ª Tiai}f¡µa't'a flos pade-
cimientos] de 1,11 significan también la muerte de Jesús. El

2 8 E. Kamlah, Traditionsgeschichtliche Untersuchungen zur Schluss-


doxologie des Romerbriefes (1955) 112-114; H. Kosmala, Hebraer-
Essener-Christen (1959) 254-276; O. Betz, Offenbarung und Schrift-
forschung in der Qumransekte (1960) 75-77.
58 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

plural (como en 4,13; 5,1) puede compararse al giro de las


cartas de Pablo (2 Cor 1,5; Fil 3,10; Hebr 2,10), pero quizá
puedan significar también cada uno de los sucesos de la pa-
sión, partiendo insensiblemente del significado padecimien-
to = muerte de Cristo. El plural oó~ac; [glorias] significa sin
duda las distintas manifestaciones de la glorificación en la
resurrección, ascensión, venida del Espíritu Santo, milagros en
la Iglesia, segunda venida de Cristo (cf. 1 Petr 3,22). Por lo
demás, a la pasión y ascensión de Cristo corresponden los pa-
decimientos y la glorificación de los cristianos (1 Petr 1,6).
La 1 Petr sólo menciona la pasión como objeto de la an-
tigua profecía, no los demás momentos de la vida y de la obra
de Cristo. Esto resulta tanto más llamativo en cuanto que
en Mateo y Lucas también se confirman expresamente con tes-
timonios del AT la encarnación y la historia de la infancia,
además de la vida pública de Jesús, y no sólo la historia de la
pasión. De todas formas, la explicación del A T en relación a
la pasión y la glorificación de Jesús fue el comienzo y perma-
neció siempre como el objeto principal de las pruebas profé-
ticas utilizadas por el NT, como da suficientemente a entender
la tradición neotestamentaria. Según Le 24,26s, la Iglesia neo-
testamentaria aplicaba al resucitado las pruebas de los profetas
acerca de los padecimientos y glorificación de Cristo.
Un análisis histórico formal de la historia sinóptica de la
pasión pone en evidencia que el relato de la crucifixión del
propio Marcos, es decir, del evangelio más antiguo, fue escrito
con palabras de los salmos (Ps 21 y 68) y con referencias a la
historia, y que en los evangelios más tardíos se fundió aún
más intensamente la antigua interpretación con los datos de
la historia. Esta estrecha e indisoluble unión de la historia
con las pruebas del A T no es la creación de cada uno de los
evangelistas en particular, sino el resultado de la meditación
de la comunidad. Esta encontró preanunciados desde el prin-
cipio en la antigua profecía los padecimientos y la glorificación
de Cristo. Es comprensible que las pruebas proféticas utiliza-
das por la Iglesia intentaran primero explicar la pasión de Cris-
to, ya que la interpretación de la cruz era la tarea primera,
más necesaria y más difícil de la predicación de la Iglesia
apostólica, porque la cruz, como acontecimiento público, estaba
en el recuerdo de todos y era el mayor enigma y escándalo
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 59

para los judíos y los paganos. Este escándalo se venció primero


por las pruebas sacadas de la profecía, dado que Cristo en la
pasión no estuvo sujeto a un ciego poder, sino que cumplió
como Mesías el plan salvífico eterno de Dios. La 1 Petr 1,11
expresa también esta convicción, de que las pruebas proféticas
deben referirse sobre todo a la pasión 29 •
Cristo está atestiguado a través de todo el AT. La 1 Petr
aclara este punto diciendo que el "Espíritu de Cristo" llenaba
ya el AT. Aquí se refiere sin duda al Espíritu, que es Cristo
(2 Cor 3,17s), es decir, Cristo en su existencia espiritual, ante-
rior a su encarnación 30 • Cristo preexistía en esta forma de
existencia. Como preexistente, Cristo estaba con Dios antes de
toda creación (1 Petr 1,20). En él ha sido creado el mundo
(Col 1,15). Estaba en el mundo como su vida y su luz (Jn 1,1-10).
Habló por los profetas, pues puso en su boca las palabras de
la revelación mesiánica 31 • Como fue inspirador activo, fue tam-
bién objeto de la profecía. Aún más. Estaba también en el AT
como causa primera activa, según la explicación que da Pablo
de la historia (1 Cor 10,4: Ellos bebieron de la roca espiritual
que los acompañaba. Pero la roca era Cristo). Según Hebr

29 Sobre las pruebas proféticas de la pasión, cf. K. H. Schelkle,


Die Passion Jesu in der Verkündigung des NT (1949) 81-104. La teo-
logía eclesiástica posterior ha continuado hablando explícitamente
como 1 Petr 1,11, cosa que fue el convencimiento general de la ex-
plicación cristiana del AT. Que la pasión fue el objeto principal de
las profecías, lo dicen Hipólito (GCS 3,2,IOs), Antichr. 12 y Clemente
Alejandrino, Strom. 128 (GCS 2,496) (según la predicación de Pedro).
Las pruebas proféticas de la pasión se desarrollaron ampliamente (Ber-
nabé 5; 7; 11; 12; Justino, Dial. 86-112.
30 En Roro 1,14 se describe de la misma manera la preexistencia
de Cristo anterior a la encarnación como tal "en el Espíritu de la
santidad"; cf. 1 Tiro 3,16; Hebr 9,14. Otra interpretación entiende
el "Espíritu de Cristo", en 1 Petr 1,11, como el espíritu que vino
sobre Cristo en la época neotestamentaria o que fue dado por Cristo
(Act 16,7; Roro 8,9; Fil 1,19). Bigg y Knopf entienden el 7t\IEÚµa:
Xp~cnoú de 1 Petr 1,11 como afirmación de la preexistencia pneumática
de Cristo; la mayoría de los comentaristas, como Beare, Charue, Fel-
ten, Holzmeister, Michl, Vrede, Windisch-Preisker, lo entienden del
espíritu, que fue claramente revelado y dado en la época neotesta-
mentaria, como espíritu perteneciente a Cristo.
3 1 Que Cristo inspiró a los profetas del AT, y que incluso fue
visto por ellos en espíritu, es una convicción expresada frecuentemente
por los Padres; así Ignacio, Magn 8,2; Bernabé 5,6; Hermas 9,12,ls;
Justino, Apol. 31-33; 62,4; Justino, Dial. 56s; Ireneo, Adv. haer. 4,20,4;
2 Clemente 17,4. El Fragmento Muratoriano 44s debe entenderse tam-
bién de esta manera: principium Scripturarum Christum esse.
60 1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12

11,26, Moisés escogió "el oprobio de Cristo" en vez de los


tesoros de Egipto. Según Jn 12,41, vio en la visión de 6,1 la
gloria de Cristo. La 1 Petr 1,11 se incorpora a esta cristolo-
gía 32.

1,12 Los profetas debieron naturalmente desear experimen-


tar ellos mismos la época mesiánica de la salvación (Le 10,24).
Pero a través de una revelación se les comunicó que sus pro-
fecías sólo tendrían cumplimiento en una era lejana (Gn 49,10;
Nm 24,17; Dt 18,15; Hab 2,1-3), esto es, en el momento ac-
tual en el que puede anunciarse el cumplimiento de las pro-
fecías 33 •
Una y misma "revelación de Dios" se extiende desde los
tiempos antiguos hasta su fin. Los profetas tuvieron esta reve-
lación (1,12), y Cristo la llevará a su término con su venida
(l,7,13). La profecía de otro tiempo y el evangelio de hoy se
corresponden en una unidad. Como la 1 Petr 1,lls, así tam-
bién la antigua confesión de fe eclesiástica testifica la misma
unidad de profecía y evangelio en relación a la muerte y glori-
ficación de Cristo (1 Cor 15,3-5). Todo se realizó en el mismo
Espíritu, que puede designarse de la misma manera como Es-
píritu de Cristo (1,11) o simplemente Espíritu Santo (de Dios)
(1,12). El Antiguo y el Nuevo Testamento son por consiguiente
una unidad, la unidad llena de tensión y llena de contrastes
entre la creación y la redención. Es la unidad en la misma
doctrina de Jesús, al enseñar que el orden de la creación es
obra del Padre que restaura el Hijo (Me 10,1-2). Ni la crea-
ción ni la redención deben aminorarse en su significación y

32 Esta explicación del AT se desarrolla ulteriormente, cuando,


según la Homilía de Melitón sobre la Pascua, se dice que Cristo es-
taba presente en los sufrimientos de los justos del AT y que desde
el principio hacía en favor de Israel obras salvíficas y maravillas;
cf. la sección 57-69 y 83-86 del Papiro Bodmer XIII, publicado por
M. Testuz (1960). Por otra parte, la tradición intenta rebajar un poco
esta cristología ciertamente muy espiritualizada, cuando B lee sólo
1tVEuµa: en vez de 1tVEuµa: Xp~CT't'ou.
3 2 La 1 Petr 1,12 llama "servicio" al anuncio profético. El len-
guaje apostólico habla frecuentemente del servicio a la comunidad
(Rom 15,25; 2 Cor 3,3; Hebr 6,10; 1 Tim 3,10; ampliamente 1 Petr
4,lOs). El oficio profético ha sido pues servicio a la Iglesia. El im-
perfecto fü'!J>t6vouv ha podido elegirse intencionadamente para expre-
sar la repetición y la duración de las profecías a través de toda la
serie de profetas del AT.
1 Petr. Retorno a la esperanza 1,3-12 61

dignidad, si se quiere mantener en su integridad y valor la


revelación bíblica.
El anuncio del evangelio se realiza "por medio del Espí-
ritu Santo, enviado del cielo" 34 • Si en el anuncio del evange-
lio, el Espíritu se reconoce activo de una manera especial, hay
que explicarlo de acuerdo con los datos del NT, según los
cuales el Espíritu de Dios se manifiesta en la predicación de
los discípulos, opuesta y contraria al mundo hostil (Le 12,12;
Act 1,8; 5,32; 1 Cor 2,4). El Espíritu aparece también activo
en la vocación de los misioneros (Act 13,2), en los milagros
carismáticos que acompañan a la misión (1 Cor 12,4), como tam-
bién, y de modo especial en la interpretación del Espíritu que
hace Pablo, en el "Espíritu de la fe" (2 Cor 4,13) y en la vida
moral y religiosa diaria de la comunidad (Gal 5,22). La figura
y la vida de la Iglesia no son de este mundo. Por eso, la fuerza
motora e impulsora del Espíritu se recalca expresamente como
fundamento de la naturaleza extramundana de la Iglesia. El
Espíritu es santo, es decir, pertenece a la esfera divina, pues
Dios es el Santo por esencia (Is 6,1-6), y por eso se dice que el
Espíritu es enviado del cielo.
La grandeza de la salvación aparece clara en la medida más
alta porque, no sólo los profetas han deseado experimentarla,
sino que hasta los ángeles se esfuerzan en echar una mirada
hacia ella 35 • Los cristianos están elevados, no sólo por encima
de los profetas, sino incluso por encima de los ángeles. Esta
idea resulta extraña para nosotros (como también para una
parte de la doctrina neotestamentaria sobre los ángeles). La
afirmación puede resultar más comprensible relacionándola con
la restante enseñanza neotestamentaria sobre los ángeles. El
pasaje de 1 Petr 1,12 está en la misma línea que otras afirma-
ciones que suponen una subordinación de los ángeles a los
hombres. En cuanto apóstol, Pablo se reconoce superior a una
34 En 1 Petr 1,12 'ltVEܵtX &yLov se encuentra sin artículo, pero
esto apenas tiene importancia en el lenguaje neotestamentario (cf.
Jn 20,22; Act 8,15,18).
35 Para explicar TCapaxÚTC'!ELV la exégesis se pregunta si esto sucede
por motivo de una curiosa indagación (así muchas veces la exégesis
actual) o de una auténtica penetración (así en general los Padres).
Puede compararse el Libro de Henoc 9,1, de los cuatro arcángeles que
miran a la tierra: TCapÉxulJ¡tXv É7ti -rT¡v yí'ív Éx -rwv aylwv -roii oúpavoii
(Billerbeck 3,762 y 806). Quizá las mismas ideas en 1 Cor 11,10;
1 QSª 2,8s. W. Michaelis, en ThWb 5,814.
62 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

posible venida de un ángel del cielo (Gal 1,8). La fe completa-


da con el amor es superior a hablar en las lenguas de los
hombres y de los ángeles (1 Cor 13,1). Por la redención los
hombres están elevados por encima de los ángeles (Hebr 2,16) 36 •
Los ángeles son enviados para servicio de los hombres
(Hebr 1,14). El conocimiento de las potencias celestiales no es
ilimitado (Me 13,22; 1 Cor 2,8; Rom 16,25 ; Libro de Henoc
16,3; Henoc eslavo 24,3; Ignacio, Ef 19,1). En otro sentido
pueden compararse con 1 Petr 1,12 las afirmaciones sobre la
participación de los ángeles en la vida de la comunidad, como
Le 15,7; Mt 18,10; Ef 3,10, en donde se dice que "debe anun-
ciarse a los principados y a las potestades la multiforme sa-
biduría de Dios".

2. La conducta actual como don


y tarea del nuevo nacimiento
(1 Petr 1,13 - 2,10)

Después que el comienzo de la carta ha recordado a los


cristianos el don que han recibido (1,3-12), la continuación
de la carta saca la consecuencia parenética. La esperanza fu-
tura que podía prometer la carta es obligación vinculante para
el presente. La perícopa 1,13 - 2,10 se presenta así como la pri-
mera sección. Se divide a su vez por palabras características
de amonestación, en torno a las que se ordenan las frases (l,13:
obediencia; 1,18: temor filial; 1,22: amor; 2,2: nuevo na-
cimiento; 2,5: casa espiritual; 2,9: sacerdocio real). En 2,11
comienza una nueva división marcada por el discurso y la amo-
nestación formularia (ayrxniJ"tol, nrxpcxxrxA.w [queridos, (os) rue-
go]), y después las normas domésticas (2,13 - 3,12).
En la sección 1,13 - 2,10 pueden distinguirse dos partes. La
primera (1,13-25) contiene avisos para una nueva vida: obe-
diencia creyente (l,13-16), temor filial (1,17-21) y amor fra-
terno (1,22-25).

3 6 Los rabinos decían (Deuteronom. rabba 7,10 a 29,1; 8,2 a


30,11): La tora no fue dada (por Dios) a los ángeles, sino a Israel.
Posee así un don que desean también los ángeles (Schlatter).
1 Petr. El nuevo nacimiento. Obediencia 1,13-16 63

a. La obediencia del cristiano


(1 Petr 1,13-16)

1,13 Por tanto, ceñidos los lomos de vuestra mente y


siendo sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gra-
cia que se os dará en la revelación de l esucristo. 14
Como hijos obedientes, no os amoldéis a los deseos que
teníais en vuestra ignorancia; 15 sino que, como es
santo el que os llamó, sed también santos en toda vues-
tra conducta; 16 pues está escrito: Sed santos, por-
que yo soy santo.

1,13 La palabra oió [por lo cual] forma el tránsito evidente


del anuncio al aviso. El aviso utiliza dos metáforas en las
que se recomienda la ceñidura de los lomos, es decir, la dispo-
sición (escatológica), y la sobriedad. El vestido propio de los
antiguos era la túnica. En las ocasiones solemnes o estando
sentados en casa se dejaba caer hasta el suelo. Pero en Jos
viajes o en el trabajo o en la guerra resultaba demasiado
incómoda, por eso se ponía un ceñidor (Ex 12,11; Tob 5,5;
Le 17,8). Pues bien, si ceñirse la túnica con el ceñidor signi-
fica prepararse para tomar una decisión, el texto de 1 Petr 1,13
es completamente claro, se trata de estar preparados para la
venida inesperada del Señor. La imagen tiene pues un sentido
escatológico, como Le 12,35. De acuerdo con el uso lingüístico
de los LXX (Ex 12,11; Jer 1,17), se dice "t'ai:; ocrq:¡úai:; [los lomos]
y se añade con lenguaje metafórico muy expresivo "t'fíi:; &avola~
'[del espíritu]. Todo pensamiento que pudiera impedir la es-
pera debe alejarse. Pueden entenderse los malos deseos, como
en 1,14; cf. Ef 6,14.
La amonestación a la sobriedad recuerda también a los
evangelios sinópticos, en los cuales, aunque no se emplea esa
palabra en la parábola escatológica, se encuentra, sin embargo,
la misma amonestación (Le 12,45). Ante el futuro escatológico
próximo hay que saber distinguir y juzgar los tiempos y las
cosas. La sobriedad no es desprecio del mundo, sino su justa
apreciación y su justo uso. La misma amonestación de carácter
escatológico en 1 Tes 5,5-8.
Con esto se describe la esencia de la espera y la esperanza
64 1 Petr. éonducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

escatológicas. Tienen una clara penetración en su certeza;


no son pues una fe ciega o forzada, ni una ilusión o un desen-
freno entusiástico. Al mismo tiempo, y precisamente por esto,
la esperanza debe ser "completa" ('t'EAEl~) 37 y total. No debe
ser una esperanza a medias, indecisa, como hay muchas. La
esperanza se refiere a "la gracia en la revelación de Jesucris-
to". Esta revelación no es una comunicación de verdades so-
brenaturales --como en el uso lingüístico corriente de la teo-
logía actual-, sino la revelación del propio Cristo en el últi-
mo día (como en 1 Petr 1,7). Por eso xápt.c; [gracia] es la sal-
vación total (como en 1,5,9), según el contexto de 1,7. El re-
sumen de la espera escatológica con la palabra xáptc; re-
cuerda la Did 10,6: É.MÉ'tw xáptc; xcx,1. ncx,peMÉ'tW ó xócrµoc;
oíhoc; '[venga la gracia y pase de largo este mundo].

1,14 Sobriedad, esperanza y disciplina tienen su funda-


mento y su certeza en la promesa divina que los creyentes han
aceptado. El escuchar la palabra constituye de tal manera el
ser de los cristianos, que podrían llamarse sin más los hijos
de la audición o de la obediencia (cf. 1,2) 38 • Lo contrario de
la obediencia, que también es obediencia en contra de los pre-
ceptos morales de Dios, es el dejarse llevar por los deseos ma-
los. Estos deseos dominaron en otro tiempo a los cristianos,
cuando no conocían la voluntad de Dios. La 1 Petr recuerda
a los lectores su antigua vida en el paganismo 39 • Aunque el

31 Se discute si 't'EA-e:lwc; hay que relacionarlo con vf¡cpovnc; o con


EA'ltlcra't'E. La primera opinión la siguen editores, como Vogels, y co-
mentaristas, como Beare, Bigg, Windisch-Preisker, Wohlenberg; la
segunda, editores, como Merk Nestle, von Soden Souter, y comen-
taristas, como Charue, Felten, Holzmeister, Michl, Selwyn, Vrede.
38 El genitivo determina la manera (hijo de su tiempo = deter-
minado por su tiempo). El lenguaje bíblico, como todas las lenguas
orientales, siente predilección por estas descripciones (Os 10,9; Is 57,4;
Mt 9,15; 13,38; Ef 2,3; 5,1; 2 Petr 2,14). Si el estado de los cris-
tianos puede designarse simplemente como Ó'lta.xo'Í] es porque quizá
haya una dependencia de la expresión paulina (Rom 1,5; 16,26;
2 Cor 7,15).
. 39 La carta presupone como destinatarios a pagano-cristianos (como
1,18; 2,9s,25; 4,3s). Sólo a antiguos paganos se puede hablar .como
lo hace 1 Petr 1,14. Sólo el paganismo aparece hundido en la igno-
rancia y en el error, tanto para el AT (Is 10,25; Ps 78,6; Sab 14,22),
como para el NT (Act 17,30; Gal 4,8s; Ef 4,18; 1 Tes 4,5). Privi-
legio y orgullo de los judíos, en cambio, es el conocer a Dios y tener
su ley, que protege contra el libertinaje de la carencia de ley; así
1 Petr. El nuevo nacimiento. Obediencia 1,13-16 65

tiempo de la ignorancia de la ley y del dejarse arrastrar por


los deseos ya ha pasado, no obstante, la amonestación sigue
siendo válida para que no se dejen arrastrar de nuevo, ya que
los deseos siguen siendo una potencia seductora. La vida an-
terior envuelve siempre a los cristianos, ya que viven en las
mismas circunstancias que antes y tratan con los mismos hom-
bres.

l,15s Después de la formulación negativa, se dice ahora en


sentido positivo que el cristiano debe ser santo. En la 1 Petr
es sumamente importante, tanto la palabra como el concepto
de santo (&yLoc:;). La palabra hunde sus raíces en el sentido
bíblico originario, que no coincide siempre y fácilmente con el
nuestro. El término veterotestamentario &yLoc:; debe aclararse
a partir de la raíz hebrea qd que significa separar. qados es
pues lo separado del uso profano. En este sentido, Dios es el
santo por esencia, el separado de la creación, el "totalmente
distinto" (Is 5,16; 6,3; Os 11,9). Por él se hace santo lo que
él separa del mundo y lo destina a su servicio y lo coloca en
su círculo; así, la ciudad santa de Jerusalén (Is 48,2), la mon-
taña del templo, el templo, etc. (Is 11,9; 64,10).
Ante todo, es santo Israel, porque Dios lo ha elegido como
su pueblo y vive en medio de él (Nm 15,40; Dt 7,6; 26,19;
véase sobre todo la Ley de santidad: Lv 17 - 26). Si la santidad
se entendió al principio en sentido cultual, el texto de Lv 17
demuestra ya que la pureza cultual implica también una pure-
za personal. La teología de los profetas, a partir de Oseas (11,9)
y sobre todo de Isaías, puso en evidencia el contenido moral
de las exigencias de la santidad. Isaías en concreto concibe a
Yahweh como el inefablemente santo y ante él el profeta se
siente culpable y pecador y necesitado de expiación, cosa que
Dios realiza por medio de un serafín (Is 6,1-6).
En el judaísmo postexílico siguen siendo válidos los dos
contenidos del concepto de santidad. La observancia de la ley
preserva la santidad cultual de Israel. Pero la piedad exige la
santidad personal como complemento de la cultual (Ps 50,13;
Ez 36,26s). Los miembros de la comunidad de Qumrán también
1
también Pablo 'en Rom 2,17-20, donde manifiesta su conciencia judía.
J. Dupont, Gnosis (1949) 4 y 7.
CARTAS,-5
66 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

se llaman a sí mismos santos. Las huestes son "los campa-


mentos de sus santos" (1 QM 3,5). Los miembros de la comuni-
dad son "los santos de su pueblo" (1 QM 16,1). La comuni-
dad entera de Qumrán es "la comunidad de los santos"
(1 QM 12,7; 1 QSb 1,5).
En el NT resuena también el tres veces santo de la visión
de Isaías (Apc 4,8). Sacada del mundo, llamada y llevada al
círculo de Dios la Iglesia participa de la santidad divina y es
ella misma santa (Act 9,32; Rom 1,7; Ef 1,15; Apc 5,8, etc.).
La 1 Petr l,15s habla de la santidad de Dios en los términos
tradicionales del AT. En cuanto Siervo de Dios, Cristo es el
inocente y el santo (l,18s). La Iglesia ha sido elegida, sacándola
del mundo, y ha sido santificada por el Espíritu Santo de
Dios (1,2). La Iglesia vive pues en el ámbito divino y es por
esto mismo santa. Es "el sacerdocio real, el pueblo santo" (2,9).
Tiene vigencia para ella la antigua ley: Sed santos, porque
yo soy santo. Hay que realizar esto en toda la conducta 40
(l,15s). La santidad exige renuncia a la vida que se llevaba hasta
ahora en la ignorancia y el desenfreno (1,14). Los creyentes
deben santificarse, obedeciendo la palabra de la verdad (1,22).
La santidad cristiana significa ante todo tener por santo al
Señor Jesucristo en nuestros corazones (3,15). La santidad mo-
ral debe adquirir forma y figura partiendo de la santidad
cultual de la Iglesia 41 •

b. Temor filial
(1 Petr 1,17-21)

Forma 1,17-21 un solo período desde el punto de vista gra-


matical. El contenido se refiere al temor filial. La frase saca
sus consecuencias de la santidad de Dios: Dios es santo y exi-
ge una conducta santa y después pronunciará el veredicto
como juez (1,17). La amonestación adquiere más fuerza al in-
troducir el pensamiento de la redención llevada a cabo por
Cristo (l,18-21).

40 Del uso de &.vrxO'"t"pocpT¡ en l Petr trata W. Brandt, "Wandel als


Zeugnis nach dem l.Petrusbrief'', en Verbum Dei manet in aeternum:
Festchrift O. Schmitz (1953) 10-15.
41 O. Procksch y K. G. Kuhn, en ThWb l, 87-116; H. Kosmala,
Hebriier-Essener-Christen (1959) 50-62.
Petr. El nuevo nacimiento. Temor 1,17-21 67

1,17 Y si invocáis como Padre al que sin acepczon


de personas juzga a cada uno según sus obras, compor-
taos con temor en el tiempo de vuestra peregrinación,
18 sabiendo que no con cosas perecederas, plata u oro,
habéis sido rescatados de vuestra vana conducta, recibi-
da de vuestros padres, 19 sino con la sangre preciosa
de Cristo, como de un cordero sin defecto ni mancha,
20 reconocido desde antes de la creación del mundo y
manifestado en los últimos tiempos en atención a vos-
otros, 21 que por medio de él creéis en Dios, el cual
lo resucitó de entre los muertos y le dio la gloria, de
modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas
en Dios.

1,17 Los cristianos llaman Padre a Dios. ¿Reproduce la


carta la invocación de Dios como Padre contenida en el Pa-
drenuestro (como probablemente Rom 8,15; Gal 4,6)? En
todo caso, el autor de 1 Petr sabe que la invocación de Dios
como Padre es posible para todo orante en un sentido especial
desde Jesús (véase la explicación de 1,2). De todas formas,
la conciencia de tener a Dios por Padre no debe llevar a una
falsa seguridad y a un engaño personal, como les sucedió a los
judíos, cuando decían que tenían a Dios por Padre (Mt 3,9).
Pues Dios juzga "sin acepción de personas". La formulación
de esta idea existe ya en el AT (Dt 10,17). El NT la toma de
allí y su parénesis tiene una evidente seriedad (Rom 2,11;
Ef 6,9).
Que Dios juzga a cada uno según sus obras, no debe en-
tenderse en el sentido de una intransigente justicia de las
obras. Pablo habla de la misma manera (Rom 2,6). Exige la fe,
que se manifiesta en las obras de caridad (Gal 5,6). Pero ex-
cluye toda vanagloria de las obras (Ef 2,9). La salvación es don
y gracia. Pero gracia y obras se excluyen mutuamente
(Rom 11,6). Pablo, en definitiva, deja una al lado de otra
estas dos afirmaciones, el anuncio de la gracia y la amonesta-
ción a la acción, pero sin equipararlas. También la 1 Petr
habla en otros lugares, como complemento y tensión dialéctica
de 1,17, de la necesidad de la gracia (1,2: de la elección previa
de Dios; 1,3,23 : del nuevo nacimiento de parte de Dios como
68 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

comienzo de la salvación; 1,18: de la vanidad de las obras


humanas).
A la afirmación de que los cristianos son peregrinos en la
diáspora (1 Petr 1,1) se añade ahora la otra de que son foras-
teros. La 1 Petr habla repetidas veces (1,17; 2,11) de la pere-
grinación de los cristianos en la tierra, y lo hace por influjo
de expresiones tipológicas veterotestamentarias 42 • Los cris-
tianos no deben considerar a la tierra como su patria; su pa-
tria es el cielo ; la tierra les es extraña. Quizá la certeza de
que la persecución estaba cerca robusteció en el autor de la
carta este sentimiento y esta idea. Pero hay otras afirmacio-
nes parecidas en el NT. La Iglesia es el pueblo de Dios pere-
grino en busca de la patria celestial (Hebr 11,9; 13,14). La
Iglesia es forastera en la tierra, pues posee sus derechos de
ciudadanía en el cielo (Fil 3,20). El futuro, según Ef 2,19, ha
sido anticipado: los creyentes eran peregrinos y forasteros,
pero ahora comparten la ciudadanía de los santos y son de
la familia de Dios 43 •

1,18 Si el temor era, al principio, temor ante el juicio, se ha


convertido ahora en conocimiento, lleno de temor reverencial,
de la redención y su alto precio. El redimido sabe que su an-
terior situación era desesperada y que su liberación ha costado
la sangre del cordero. Su sentimiento se manifiesta en la gra-
titud y la alegría, pero también en el temor de Dios, que de-
termina en cada momento su vida y su obra. Fil 2,12 expresa
42 IIápoLxoi; = el que vive al lado, es decir, quien tiene su lugar
de residencia junto a los nativos, pero carece del derecho de ciuda-
danía. Los LXX utilizan con mucha frecuencia las palabras 11:áp0Lxoi;,
7toi:poLxloi: y. 11:oi:p0Lxei:v en sentido propio y también en sentido figurado
para designar a los forasteros en la tierra (Lev 25,23; 1 Cro 29,15;
Ps 38,13; 118;19); en el mismo sentido Filón, Josefa y los rabinos;
cf. K. L. y M. A. Schmidt, en ThWb 5, 840-852; y K. L. Schmidt,
"lsraels Stellung zu den Fremlingen und Beisassen und Israels Wissen um
seine Fremlings- und Beisasse.nschaft", en Judaica 1 (1945-46) 269-296.
43 La antigua Iglesia tuvo siempre viva esta conciencia de los
extranjeros y peregrinos. En Diogneto 5,5 se dice: "Los cristianos vi-
ven cada uno en su patria, pero cqmo pereg.dnos. Toman parte en
.t<;>,do como ciudadanos y sufren todo como extranjeros. Toda nación
extranjera es para ellos patria y toda patria es 'país extranjero". El
comienzo del Martirio de Policarpo dice así: ·"liai Iglesia de Dios,
,que vive como peregrina en Esmirna, . a la Iglesia de pios, que vive
como peregrína en Filomelio". Derivados de mipotxloi: se conocen las
palabras pa:fo:ecia;• parochia, parroquia.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Temor 1,17-21 69

de la misma manera, es decir, por el conocimiento de la obra


salvadora de Dios, la amonestación al temor. La muerte de
Cristo se describe como una redención (A:u't'pofí~(xt; cf. Tit 2,14).
Según el pensamiento del NT, es Cristo mismo quien ha pre-
sentado su muerte como rescate (Aúi;pov; Me 10,45). El NT
emplea otros conceptos parecidos para indicar la muerte de
Jesús, como rlV't'LAU't'pov [rescate] (1 Tim 2,6), Aú't'pWO"Lc; [re-
dención] (Hebr 9,12); y con más frecuencia aún cbtoAú't'pWO"Lc;
[redención] (Rom 3,14; 1 Cor 1,30; Ef 1,7; Col 1,14;
Hebr 9,15). Como ve:::bo, aparece AúELV [desatar] junto a
AU't'pofív lrescatar] (Apc 1,5). Parecido es &yopásELV '[comprar]
(1 Cor 7,23; Apc 5,9). La 1 Petr 1,18 remite al AT como
fuente inmediata del concepto y de la palabra, al citar allí a
Is 52,3 : Israel no es rescatado con plata; Dios, como Señor
de los pueblos, libera a su pueblo según su voluntad 44 •
Tanto en Isaías, como en 1 Petr, tiene todavía Au't'pou0"1"cxL
el significado concreto de "ser rescatado", pues se menciona
aún el precio. A pesar de que la palabra se usa en el NT para
indicar la redención por la muerte de Jesús, no obstante, que-
dan aún oscuras muchas cuestiones implicadas en ella. ¿Por
qué exige Dios la entrega de su Hijo? ¿Por qué no libera sin
el precio del rescate? La palabra del Señor en Me 10,45 dice
sencillamente que la entrega de Jesús a la muerte es la reve-
lación de su total obediencia y que este acto singular de obe-
diencia de su Hijo vence de una vez para siempre el pecado y
la desobediencia de los hombres. Sólo la teología posterior,
partiendo de aquí y desarrollando el concepto, se plantea la
cuestión de la necesidad de la muerte redentora y trata de so-
lucionarla a base de especulaciones sobre la esencia del pecado
como ofensa de Dios, y sobre su justicia y su gracia.
La reflexión teológica intenta además, basándose en los
textos bíblicos, explicar de qué cautividad deben ser liberados
los rescatados y quién es el que recibe el precio del rescate.
La respuesta que se da a veces, de que la redención es la libe-

44 La 1 Petr participa de la interpretación cristológica de los poe-


mas del Siervo de Yahweh del Deuteroisías, que comienza en los
evangelios, cuando Me 10,45 remite a Is 53,lOs y Le 22,37 cita a
Is 53,12. Pablo continúa esta interpretación (1 Cor 15,3); cf. O.
Procksch - F. Büchsel, en Th Wb 4, 329-359; O. Cullmann, Die Chris-.
tologie des NT (21959) 50-81; H. J. Schoeps, Paulus, (195,9)· 1\36'~144.
70 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

rac10n del poder del demonio, hace a Dios compañero de Sa-


tán. El NT no expresa nunca esta idea, antes al contrario, da
en muchos lugares, como en 1 Petr 1,18, otra respuesta. La
redención libera de un estado, y el destinatario (no mencionado)
del rescate es Dios. Ese estado era la vana conducta anterior.
La vanidad (µá:t'e<Loc;) es el veredicto del Antiguo y Nuevo Tes-
tamento sobre todo esfuerzo humano, que se lleva a cabo sin
Dios (Rom 8,20; 1 Cor 3,20; Ef 4,17). Los dioses paganos re-
ciben sencillamente el nombre de "nadas" (µá:'t'C<Le<; Lv 17,7;
Jer 8,19; Act 14,15; Rom 1,21). El texto de 1 Petr 1,18 debe
referirse también al paganismo. Si se acepta la hipótesis de que
1 Petr se dirige a lectores pagano-cristianos, entonces no hay
dificultad alguna para entender 1,18. Si se tratara de judíos,
la expresión sería demasiado dura. La conducta de los paganos
es sin objetivo y vana, porque no conduce a la salvación. Y esta
conducta precisamente es heredada de los padres, puesto que
la religión y el culto se trasmitió de generación en generación
desde la época del origen de la religión mítica 45 •

1,19 El precio del rescate es la sangre preciosa de Cristo.


La imagen del rescate incorpora la otra idea del poder expia-
torio de la sangre del sacrificio, es decir, de la muerte en sa-
crificio. Ambas ideas se encuentran unidas también en 1 Cor
6,20; Apc 5,9. Sobre el simbolismo de la sangre, cf. el comen-
tario a 1 Petr 1,2. Cristo se presenta como el cordero del sa-
crificio. En la imagen pueden convergir diversas tradiciones.
En Is 53 el Siervo de Yahweh se compara a un cordero sacri-
ficial, y Act 8,32 aplica esta comparación a Cristo. En la teo-
logía neotestamentaria de la pasión, en cambio, Cristo es el
sacrificio pascual (Jn 19,36 y 1 Cor 5,7) y el sacrificio pascual
según la ley era precisamente el cordero. En Jn 1,29,36 Cristo
no sólo se compara al cordero, sino que es el cordero. En el
Apocalipsis de Juan, Cristo aparece 28 veces como "el Cor-
dero sacrificado" (apvlov, mientras que el resto del NT em-
plea la palabra aµ·vóc; [cordero]) 46 • Cristo es el perfecto cor-
dero del sacrificio y el verdadero sacrificio. Es el sacrificio
totalmente válido según la ley divina. Pues el AT exige que el
4 5 O. Bauerfeind, en Th Wb 4, 525-530. Los datos rabínicos en Bi-
llerbeck 3, 763.
4 6 J. Jeremias, en ThWb l, 342-345,
1 Petr. El nuevo nacimiento. Temor 1,17-21 71

sacrificio sea sin defecto (aµwµoc;) H y sin mancha (ChO"m'A.oc;) 48 •


Las afirmaciones veterotestamentarias suben así de grado en
conformidad con la relación existente entre el Antiguo y el
Nuevo Testamento. La ausencia de mancha corporal, exigida
por el AT, se cumple en el NT en sentido ético y espiritual-
-cultual (Hebr 9,14).

1,20 La redención sucedió según el plan salvífica de Dios,


concebido antes del comienzo del mundo 49 , oculto durante
algún tiempo y ahora revelado (Rom 16,25s; Col 1,26). Cristo,
que debía llevar a cabo la redención, fue designado para este
cometido desde toda la eternidad. Aún más. En el plan di-
vino, Cristo no solamente procede desde la eternidad, sino
que procede en su propia existencia (1 Petr 1,11). Estaba con
Dios y era Dios antes de todo tiempo. En la época del autor
de la 1 Petr ya se conocía y se enseñaba con toda certeza esta
cristología neotestamentaria (Fil 2,7; Col 1,18; Rom 9,5;
Jn 17,24). Puesto que ahora es el tiempo final, el misterio de
Dios se ha revelado, y por eso se puede reconocer también que
ahora es el tiempo final (Hebr 1,2). Comenzó con la revelación
realizada en Cristo y desde entonces camina rápidamente a
su fin.
"En atención a vosotros" recalca muy bien la conciencia
firme de la Iglesia. Su elección y vocación ha tenido lugar en
la revelación presente y en la redención por la sangre de Cris-
to. Todo esto sucedió en atención a la Iglesia.

1,21 La Iglesia acepta la elección por la fe. La fe se dirige


a Dios por medio de Cristo. No es rara en el NT la fórmula por
medio de Cristo : de la acción de gracias a Dios por Cristo,
Rom 1,8; 7,25; 16,27; 2 Cor 1,20; 1 Petr 4,11; del sacrificio
por Cristo, Hebr 13,15; de la fe en Dios por Cristo, Jn 1,7;
Act 3,16. El sentido de la frase no es que Cristo, a través de
su actividad humana actual, deba tomarse como punto de re-
ferencia, y después actúe de mediador, sino más bien, que el
47 Ex 29,1; Lev 22,17-25; Ez 43,22s.
48 La palabra, por lo demás, sólo se usa en la religión extra-
bíblica, pero la cosa la exige el AT.
49 La palabra 7tpoy~yvw11:x:ew significa primero conocimiento pre-
vio. Pero la presciencia de Dios no es un conocimiento desinteresado
sino su voluntad creadora; véase a 1 Petr 1,2. '
72 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

acto de Cristo de una vez para siempre ha abierto el acceso


entre Dios y los hombres (Rom 5,1; 1 Petr 3,18) y que la obra
y la persona del Cristo terreno y ahora celestial expresan la
comunión permanente y duradera entre el hombre y Dios 50 •
Así le ha dado a él la fe la posibilidad de existir (lo mismo en
Act 3,16).
Después que 1 Petr l,2la ha dicho que la fe se dirige a
Dios, lo vuelve a repetir en l,2lc, pero con modificaciones:
de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en
Dios. La fe puede subsistir en tanto en cuanto se convierte
en esperanza. Sólo así puede soportar las preguntas presentes,
pues espera su respuesta 51 •
Cristo, el fundamento de la fe, es aquel que Dios resucitó
de entre los muertos y lo glorificó. Esta frase no es un refrito
hecho a base de una fórmula cristológica ya fijada, sino que
con ella se expresa el resultado de la salvación, contenido fun-
damental de la fe, pues se revela que Dios es el viviente, que
no abandona en la muerte, sino que despierta a la vida (Ro-
manos 4,24) y al mismo tiempo crea la nueva existencia de la fe.
Los versos de 1 Petr 1,19-21 se presentan como una confe-
sión de Cristo. Las afirmaciones cristológicas pueden ponerse
en el orden siguiente: Cristo preexistía antes de toda creatura,
fue revelado en el último tiempo, resucitó de entre los muer-
tos y ahora ha sido elevado a la gloria. La afirmación sobre la
muerte redentora se pone previamente en 1,19, y ya no se
repite en su lugar entre 1,20 y 1,21. La estrofa cristológica se
amplifica a través de la alusión parenética a los lectores de

50 A. Oepke, en ThWb 2, 64-68.


51 En l,2la los manuscritos andan fluctuantes entre mO''t'ouc; y
mO''t'EÚOV't'O:c;. Su peso es casi igual; p 7 2 lee 'ltLO"t'EÚOV't'O:c;. Con Nestle
y la mayoría de los comentaristas (Beare, Bigg, Felten, Knopf, Selwyn,
Windisch-Preisker, Wohlenberg) y en contra de Merk, von Seden,
Vogels y algunos comentaristas (Holzmeister) preferiríamos mO"t'ouc;,
puesto que la lectura más frecuente mO''t'EÚOV't'ac; puede considerarse
más bien como una corrección de la palabra más rara y más difícil
mO"t'ouc; que viceversa. No podríamos, en cambio, aceptar la hipótesis
de traducir y entender l,21c de la manera siguiente: así que vuestra
fe es a la vez esperanza en Dios (así entre otros, Knopf; R. Bultmann,
en ThWb 6, 208 y 211). Dado que pertenece a lo anterior 'ltLO''t'OL de;
i}e6v, debe relacionarse igualmente 7tlO"t'Lc;. Si P 72 lee WO"t'E 't'YJV 7tlO"t'LV
uµwv xai 't'TJV ÉA'ltllia dvm ele; 't'OV fre6v, es una prueba de que se tra-
ta de una antigua interpretación: de modo que vuestra fe y vuestra
esperanza se dirigen a Dios.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Am.or 1,22-25 73

la carta (l,2la y 2lc). La redacción de toda la perícopa 1,17-21


reclamaría sencillamente una afirmación sobre la muerte re-
dentora, para lo cual bastaría 1,19. Las demás frases se han
añadido, al parecer, porque todas ellas juntas pertenecen a una
confesión cristológica fija. Convenía así, y así se citó toda
ella. Cf. además 1 Petr 2,21-25 y 3,18-22.

c. El amor fraterno
(1 Petr 1,22-25)

1,22 Puesto que habéis santificado vuestras almas en


la obediencia a la verdad para un sincero amor fraterno,
amaos de corazón unos a otros intensamente. 23 Ha-
béis sido reengendrados, no de una semilla corruptible,
sino incorruptible, mediante la palabra viva y eterna de
Dios. 24 Porque:
Toda carne es como heno,
y toda su gloria como flor de heno.
Secóse el heno y se cayó la flor;
25 pero la palabra del Señor
permanece para siempre.
Esta es la palabra que os ha sido anunciada.

1,22 'EyvtxÓ"t'E~ 52 E:v 't'TI úmxxo'ñ [los que habéis purificado


en la obediencia] reproduce palabras de 1 Petr 1,2 y l,14s,
en las que se contiene ahora la exigencia concreta al amor
fraterno, partiendo de la antigua parénesis general a la santi-
dad. La santificación debe obtenerse por la obediencia (cf.
1 Petr 1,2,14) a la verdad. En el uso lingüístico del NT,
verdad (G:A.1¡frna.) -según el lenguaje de los LXX- no es sólo
asunto del entendimiento, sino de la voluntad. Por eso, en

s 2 'Ayvl~EW en el AT es un término cultual y significa: hacerse


(a través de purificaciones y sacrificios) santo y puro desde el punto
de vista cultual y para el culto; como Ex 19,10; Jos 3,5; lo mismo
Jn 11,55; Act 21,24,26; 24,18. Con la separación del judaísmo, la
lengua del NT cambia la palabra para indicar el aspecto moral y la
usa para la purificación ética; como 1 Petr 1,22 también Sant 4,8;
1 Jn 3,3; cf. F. Hauck, en ThWb 1, 123s. Para 1 Petr 1,22, cf. C. Spicq,
Agape 2 (1959) 312-324,
74 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

1 Petr 1,22 no se trata de la verdad en general, sino de la re-


velación divina en el mensaje cristiano (como en Jn 14,16;
Gal 5,7; Ef 1,13; 1 Tim 4,3). La palabra verdad adquiere, pues,
el sentido bíblico-cristiano de recta doctrina y recta fe de la
Iglesia. Así en 1 Petr 1,22 se contiene una hermosa afirmación
que deja de lado todo esfuerzo externo de purificación, ya que
la verdad hace santos a los hombres 53 •
De igual manera, el amor fraterno no significa el amor ge-
neral de los hombres, sino el amor de la comunidad cristiana,
a la que 1 Petr da con especial interés el nombre ya usual de
hermanos (1 Petr 2,17; 3,8; 5,9,12). El amor va unido a la
santidad, cosa que también hace Pablo (1 Tes 3,12s). El amor
fraterno se origina de la verdad y sólo es posible a partir de
ella, es decir, sólo de la posibilidad encerrada en la revelación
divina (1 Tim 1,5). Pero la verdad y la santidad deben produ-
cir también el amor, si es que son auténticas. El amor debe
ser "sincero" -no debe dar si no es lo que piensa-. Debe salir
"del corazón" -no debe ser mera forma, cortesía y superficia-
lidad-. Debe ser "intenso" -debe preocuparse del prójimo
con intensidad y celo-.
Cuando los cristianos se llaman hermanos y hermanas, lo
hacen en primer lugar de acuerdo con el uso lingüístico judío.
Para el AT (Lev 10, 14; 19,18; Dt 15,3,12, etc.) y para el ju-
daísmo tardío, el conciudadano judío y compañero de religión
es el hermano. También en Qumrán aparece el nombre de her-
mano (1 QM 13,l; 15,4,7; 1 QS 6,22; lo mismo en el Docu-
mento de Damasco 8,17,19; 9,16). Lo propio sucede en el NT
(Act 1,16, etc.). Jesús caracteriza la relación entre sus discí-
pulos como una relación fraterna (Mt 23,8), y propone un
nuevo centro a la fraternidad en su persona (Me 3,31-35).
Por eso, la Iglesia se considera a sí misma como una nueva
fraternidad (Me 10,30; Act 14,2: judíos, paganos, hermanos).
Como la 1 Petr, también 1 Jn (3,11-17) exige el auténtico amor
fraterno de acuerdo con el nombre de hermanos 54 •

53 Los textos de Qumrán dicen también que la verdad de Dios


hace santos; así 1 QS 3,9: Por el espíritu de santidad se unirá con
la verdad de Dios y se verá purificado de todos los pecados; 1 QS 4,20s:
Por su verdad purificará Dios todas las acciones del hombre, y por
el espíritu santo lo limpia de todas las malas acciones.
s 4 K. H. Schelkle, en RAC 2 (1954) 631-640; J. B. Bauer, en
BibeltheolW 89-92; H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959) 44-
l Petr. El nuevo nacimiento. Amor 1,22-25 75

Puede llamar la atención la frecuencia y la insistencia con


que 1 Petr (también en 2,17; 3,8; 4,8) aconseja la unidad fra-
terna. Podríamos explicarlo por la importancia que tiene la
concordia para el pequeño círculo de la Iglesia, sobre todo ante
el peligro que la 1 Petr prevé como cercano. Pero quizá fue-
ran necesarios los avisos, porque ya se notaba la falta de
concordia en la comunidad. La 1 Cor 1 - 4 nos informa sobre
la existencia de partidos en Corinto. La primera carta de Cle-
mente reprende seriamente a la misma comunidad a causa de
las divisiones. Pablo mismo recomienda la concordia a la co-
munidad de Filipos (Fil 2). Por el Pastor de Hermas sabemos
que existían discordias en la comunidad romana de la primera
mitad del siglo II d. Cr.

1,23 De la mención del nuevo nacimiento (1,3) se deriva


una nueva recomendación al amor fraterno. La idea central
no se expresa, pero quizá quiera decir esto: el nuevo naci-
miento debe producir nueva vida. Esta se pone en evidencia
en el amor, desconocido para el hombre viejo, pero que puede
practicar el hombre nuevo. Como todo nacimiento natural exi-
ge una semilla, así también el nuevo nacimiento tiene su propia
semilla. La expresión es muy realista. La semilla del naci-
miento divino es incorruptible en contraposición a la corrup-
tibilidad de la semilla humana (la misma contraposición en
Jn l,12s). La semilla es aquí la palabra viva y permanente de
Dios 55 • La vida procede de la palabra, pues la palabra tiene
fuerza creadora. De esta palabra creadora de Dios habla la
primera página del AT (Gn 1): Dijo Dios: que se haga ... y
se hizo. También se dice en otros lugares (Ps 32,9): Dijo y su-
cedió; mandó y se cumplió.
También en el NT la palabra crea y produce la vida. Llama
a lo que no existe para que exista (Rom 4,17). No sólo es viva
(Hebr 4,12), sino que es incluso la palabra de la vida (Fil 2,16),

-50; J. Ratzinger, Die christliche Brüderlichkeit (1960) 13-22 y 33-59.


Sobre el nombre de hermanos en Qumrán, cf. H. Braun, Spatjüdisch-
-haretischer und frühchristlicher Radikalismus (1957) 1,127-129; 2,84s.
55 Zwvi;o.; xai µÉvovi;o<; en 1 Petr 1,25 hay que relacionarlo pro-
bablemente con A,6yov, según Is 40,7, no con fü:ou; la segunda posi-
bilidad aparece en la Vulgata y en Bigg, Schlatter, Selwyn, Windisch-
Preisker (según el antiguo nombre de Dios, que lo designa como el
viviente y permanente).
76 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

de la gracia (Act 14,3), de la salvación (Act 3,26). Esto no sig-


nifica únicamente que la palabra habla de la vida, de la gracia
y de la salvación, que han tenido lugar una vez, sino que causa
la vida, la gracia y la salvación que ella misma anuncia. San-
tiago 1,18 habla lo mismo que 1 Petr: Nos ha engendrado por
la palabra de la verdad.

l,24s La fuerza de la palabra de Dios se describe con tér-


minos de Isaías 40,6-8. Isaías recuerda las promesas divinas,
que prometían a Israel la vuelta del destierro. Esta palabra per-
manece y se cumplirá. La carne que se seca como el heno es la
potencia de Babilonia. Para el autor de la 1 Petr, la palabra
del evangelio es la palabra de Dios que permanece eternamen-
te, y esta palabra llega ahora a los cristianos. Probablemente,
para facilitar esta explicación, el autor de 1 Petr 1,25 cambia
en el texto de Is 40,8 las palabras: "t"O oe pfíµrx, fü:ov µÉVEL [pero
la palabra de Dios permanece] en: "t"O oe Pfíµrx, xuplou ~µÉVEL
[pero la palabra del Señor permanece], puesto que para la carta
el Señor no es Dios, sino Cristo.

d. Unión con Cristo


(1 Petr 2,1-3)

El texto de 1 Petr 2,1-10, como parte de la sección 1,3 - 2,10,


continúa hablando de los temas implicados en el don de Dios.
Los versos 2,1-10 tienen por eso un nuevo tono, porque tienen
de mira a los creyentes en la comunidad eclesiástica cultual.
En el sacramento son como niños recién nacidos (2,1-3). Están
edificados sobre la piedra angular, Cristo, son casa de Dios
(2,4-8) y pueblo sacerdotal (2,9s).

2,1 Despojaos, pues, de toda maldad y de toda false-


dad, de hipocresías, envidias y de toda clase de maledi-
cencias. 2 Como niños recién nacidos, apeteced la le-
che espiritual y verdadera, para crecer por medio de ella
hacia la salvación, 3 si habéis gustado lo bueno que es
el Señor.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Unión con Cristo 2,1-3 77

2,1 La palabra ouv [por tanto] indica la relación con lo


anterior. La idea precedente continúa ahora. El versículo 1,22
exigía que reinara en la comunidad un cordial amor fraterno.
Ahora se dice con una frase negativa, que debe evitarse todo
lo que podría dañar la paz. En el catálogo de pecados se men-
cionan 'X(J.:xla [maldad] y oóA.oc; [dolo, engaño] en singular, y
los demás pecados en plural. Pues xaxla y oóA.oc; son actitudes
generales, que se designan, como fundamento, con 1C&crav '[toda
(maldad)] y Tiáv"C'a [todo (engaño)], y de ahí brotan los peca-
dos particulares. La xaxla en cuanto maldad es un poder que
destruye a la comunidad, y oóA.oc; es la astucia que considera
lícitos todos los medios con tal de conseguir su objetivo, y
que echa por tierra toda comunidad, pues se basa en la mentira.
Después se mencionan en plural cada una de las acciones
malas que atentan contra el amor: manifestaciones de hipo-
cresía, envidia y maledicencia. Los catálogos de pecados sue-
len mencionarse formando parte de esquemas fijos. Que aquí
ha sucedido lo mismo, aparece claro, comparándolo con Ro-
manos 1,29, en donde se enumeran en el mismo orden xaxla ...
cpMvoc; ... oóA.oc; ... xcx:'t'á:AaAoL ... [maldad ... envidia ... dolo ... ca-
lumniadores]. Pueden compararse además, 2 Cor 12,20; Ef 4,31;
Col 3,8; Tit 3,3; y también l Clem 13,l 56 •
La introducción a la recomendación utiliza con preferencia
la palabra &1Co't'l't'ecr~aL [deponer, dejar] (cf. Col 3,8), y la adi-
ción de un TI&c; [todo] también pertenece al estilo de los catá-
logos (Ef 4,31; Col 3,8; Sant 1,21; 1 Clem 13,1) 57 • Puesto
que estas enumeraciones son un motivo general de las amo-
nestaciones, no puede deducirse de ellas nada concreto en re-
lación a la situación real de la comunidad a quien se dirigen.

2,2 La amonestación contenida en 2,1 se justifica y esta


justificación es una consecuencia de lo que precede. Los cris-
tianos han experimentado ya el nuevo nacimiento. La expli-
cación de 1,3 se amplía y desarrolla de una manera muy rea-
lista. Los bautizados se comparan a los niños recién nacidos.

5 6 S. Wibbing, Die Tugend - und Lasterkataloge im NT (1959) 93s


remite a o6A.oc;, Ú'ltÓXpLcnc;, xcx.xlcx., 'ltcx.pcx.xcx.A.E¡;v, que aparecen en 1 QS
10,21-23.
57 Las pruebas en A. Vogtle, Tugend- und Lasterkataloge im NT
(1936) 45 y 218-220.
78 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,iO

El alimento del recién nacido es la leche y la desea con todas


sus fuerzas vitales (bwri:oihíO"a"t'E [desead]). A los cristianos se
les recomienda también desear su alimento, que es /.,oyLxov
lioo/.,ov yá"Ac1. [la racional no adulterada leche]. De la leche,
como primer alimento de los creyentes, hablan también 1 Co-
rintios 3,ls y Hebr 5,12. En los dos pasajes, la leche en cuan-
to alimento es una metáfora para indicar los elementos básicos
de la doctrina que deben darse a los cristianos, todavía poco
instruidos y muy imperfectos, hasta que puedan soportar un
alimento más sólido 58 • La imagen de la leche se usa aquí
con un sentido algo peyorativo. La leche en cuanto alimento
es algo apropiado para los niños, algo de poco valor. En 1 Petr
2,2 tiene un sentido completamente distinto. La leche es aquí
algo valioso. Por eso se dice que es yá"Aa "AoyLx6v y &oo"Ao·v.
En la mitología y en el culto de la religión de los miste-
rios, la leche en cuanto alimento tiene un gran valor. La leche
y la miel son aquí alimentos divinos. Son los alimentos de las
divinidades de los mitos. Fueron en otro tiempo comida del
paraíso y seguirán siéndolo 59 • Según la mitología egipcia, la
comida de la miel de Isis hace inmortal al rey de Egipto. En
un papiro mágico de Berlín se dice: "Toma la leche y bébela
con la miel antes de la puesta del sol, y será algo divino en tu
corazón" 60 • En el culto de Dionisos en el sur de Italia pa-
rece ser que la máxima iniciación consistía en el bautizo con
leche. Salustio (De deis 4) describe así los misterios frigios:
"Celebramos una fiesta ... Nos abstenemos del pan y del ali-
mento sólido y manchado... Ayunamos... Después, nuestro
alimento es la leche, pues somos recién nacidos. Estamos con-
tentos y nos ponemos coronas. Pues tenemos acceso a los
dioses". Según Porfirio, Antr. Nymph. 28 y Macrobio, In Ci-
ceronis Somn. Scip. 1,12 existía en los misterios una sacerdoti-

5s Las mismas comparaciones en Epicteto y Filón; véase el co-


mentario a l Cor 3,ls (H. Lietzmann - W. Kümmel [ 4 1944]) y a
Hebr 5,12 (H. Windisch [21931]). La imagen la usa también Bernabé
6,13.
59 Según estas ideas, la tierra que mana leche y miel es sin duda
también la tierra de la máxima fecundidad (Ex 3,8-17), como la leche
y la miel significan el tiempo de la salvación escatológica (Is 60,16;
Joel 4,18).
6 º Las pruebas en A. Dieterich, Abraxas (1891) 172 y 181; K. Prei-
sendanz, Papyri Graecae Magicae 1 (1928) 4s.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Uni6n con Cristo 2,1-3 79

sa que distribuía leche y recibía el nombre de yaA:r¡:w-t"OcpÓpoc;


[portador/a de leche].
La 1 Petr 2,2 estará también en conexión con estas con-
cepciones, según las cuales la leche es un alimento santo y sal-
vífica 61 • Pero podemos preguntarnos de nuevo, si estos con-
ceptos y palabras serían accesibles al Pedro de Palestina.
Los antiguos conceptos están espiritualizados en 1 Petr.
Esto lo indica claramente la frase "º
A.oyvxov &oo'Aov yá'Aa.
Puesto que &ooA.ov significa sin falsedad y también genuino,
la leche se llama aquí &oo'Aov quizá en ambos sentidos: por-
que es alimento de los niños, que carecen de falsedad, y por-
que es un alimento sencillo y genuino. Por eso &ooA.ov se re-
laciona metafóricamente con la amonestación de 1 Petr 2,1,
de despojarse de toda falsedad. La palabra 'Aoytxóc; no signi-
fica, como muchas veces se dice, que la leche sea el 'Aóyoc;,
es decir, la palabra que va a ser anunciada, sino que 'Aoytxóc;
hay que aclararlo a base de la lengua de los misterios. Se
trata de una palabra de la más refinada religiosidad de la época
antigua tardía. Se usa también en Rom 12,1 ('AoytxT¡ Aa"t'pda
[espiritual culto]), en donde el sentido de la palabra es bas-
tante claro. El verdadero sacrificio, dice la religión de los
misterios, es sólo el sacrificio espiritual (Corpus Hermeticum
1,31: oÉ~ru 'Aoytxac; ihiaúac; áyvác; ![instaura espirituales sa-
crificios puros]; y allí mismo 13,18,21). La religión de los mis-
terios llegó a la convicción de que los sacrificios materiales
primitivos e incluso los sacrificios cruentos no tienen valor
alguno y hasta son indignos de la divinidad. El único sacrificio

6 1 Textos en H. Schlier, en ThWb l,644s. O. Michel - O. Betz, "Von


Gott gezeugt", en Judentum, Urchristentum, Kirche, Festschr. J. Jere-
mías (1960), 22, consideran como posible, en relación a los escritos
de Qumrán, que la imagen de la leche pueda derivarse del judaísmo
contemporáneo. Parece ser que en la religión helenística de los mis-
terios la leche se tomaba realmente como alimento. Probablemente era
costumbre dar a los iniciados leche junto con otros alimentos puros.
Los testimonios (véase arriba) son todos de época tardía, posteriores
al cristianismo, de modo que no es seguro saber en qué medida existió
la costumbre en época anterior, quizá anterior al NT. Lo que sí es
seguro es que la Iglesia tenía la costumbre de dar a los nuevos bau-
tizados después del bautismo una bebida sagrada, hecha de leche y
miel; así Tertuliano, Adv. Marc. 4,21; Id., De corona mil. 3; Cle-
mente Alejandrino, Paed. 1,6,45,l (CGS 1,116); Canon de Hipólito,
19,144; Ordenación ecles. egipcia 46; Jerónimo, In Is 55,l (PL 24,
594); cf. J. Sauer, en LexThK 1 7, col. 183s.
1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,íó

verdadero es el sacrificio verbal de la oración ; y de manera


todavía más espiritualizada, el sacrificio del pensamiento inte-
rior o de la experiencia y ensimismamiento místico. Sólo esto
es servicio divino según el Aóyo<; en donde ) ..6yo.;, en toda su
riqueza significativa, equivale a palabra, pensamiento, razón,
espíritu. Aoytx6<; significa, pues, espiritual y espiritualizado en
contraposición a lo perceptible por los sentidos 62 • Hablando
en sentido cristiano, A.oytx6.; equivale al término más usual
1tVEuµi:x·nx6.; '[espiritual] (cf. el comentario a 1 Petr 2,5) 63 •
La finalidad del alimento es siempre evidentemente el cre-
cimiento. Estos niños de la Iglesia deben crecer para la sal-
vación (O"W't"r¡pla) 64 •
2,3 Admitiendo, como es siempre posible, que la 1 Petr se
relacione lingüística y conceptualmente con la religiosidad he-
lenística 65 , la carta la interpreta de manera original. Las an-
tiguas palabras e imágenes son únicamente el vaso precioso
destinado a contener el evangelio. La leche pura y espiritual
es Cristo, que el creyente recibe en la palabra y en el sacra-
62 La traducción de la Vulgata de 1 Petr 2,2 lac rationabile, parte
de un significado de A.oyLx6i; que no se entiende aquí. El Misal roma-
no, por lo demás, lee en la Epístola del Sábado in albis: rationabiles,
como testimonio de la Vetus Latina; cf. Vetus Latina, publicada por
la abadía de Beuron, al pasaje.
63 Así Crisóstomo (PG 60, 658) a Roro 12,1: 't't oe ecnw A.oyLxi¡
A.a.-.: pela:.; i¡ m1euµa.'t'L%1¡ füa.vola.. Los escritos gnósticos presentan otros
paralelos, que sin duda se hallan influidos por textos bíblicos, quizá
por 1 Petr 2,2s. Estos escritos hablan metafóricamente de la bebida de
leche y miel. Así Hipólito, Refut. 5,8,30; Odas de Salomón 8,16 (El
Señor dice: Yo les he formado los miembros [a los gnósticos] y les
he preparado los pechos, para que beban mi leche santa y vivan de
ella); ibid. 19,1-5: El gnóstico bebe la leche, es decir, el Hijo, que
ha sido ordeñado por el Espíritu Santo de los dos pechos del Padre.
"Se me dio un vaso de leche, y la bebí con la suave dulzura del Se-
ñor" (cf. 1 Petr 2,3). Cf. H. M. Schenke, Die Herkunft des sogenannten
Evangelium Veritatis (1959) 28s.
64 Propiamente debería decir: ~va. OL' mhotí aut;T}ftfj't'E. En la
fórmula ev a.u't'i¡'i actúa ya en la interpretación de yáJ,a, de 2,3, según
la cual yá.J.,a es Cristo. Ya parece percibirse la fórmula ev XpLO"'t'i¡'i.
65 Recientemente se intenta hacer derivar del judaísmo la imagen
de la leche de 1 Petr 2,2 (véase allí), así H. Kosmala, Hebriier-Essener-
-Christen (1959) 118-124, opina que, según Josefo, Bell. Jud. 2,158. la
frase relativa a gustar (los dones) de Dios parece pertenecer al len-
guaje teológico de los esenios y que el Salmo 33, usado por 1 Petr 2,3,
podría llamarse "un salmo esenio", ya que para cada frase se encon-
traría un pensamiento esenio paralelo. También "crecer" (2,3) es
una expresión especial en el Salmo 33,5.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Casa de Dios 2,4-8 81

mento 66 . Esto se afirma con una cita del Salmo 33,9 LXX.
Aquí el xúpLoc:; [señor] es Yahweh; en 1 Petr 2,3 es Cristo,
según la frecuentísima interpretación cristológica del Salterio.
El verso resulta así una preciosa afirmación sobre el modo
cómo el cristiano desea a Cristo. Experimenta la bondad del
Señor, al experimentar su gracia y su amor. La bondad de
Dios y Dios mismo son pues objeto de experiencia. La fe tie-
ne esta experiencia.

e. La comunidad como casa de Dios


(1 Petr 2,4-8)

2,4 Acudiendo a él, piedra viva, desechada por los


hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, 5 debéis
también vosotros servir como piedras vivas para dejaros
edificar como casa espiritual ordenada a un sacerdocio
santo que ofrezca sacrificios espirituales agradables a
Dios por medio de Jesucristo. 6 Por eso está escrito:
Mirad que pongo en Sión una piedra angular, escogida,
preciosa; y el que crea en ella no será defraudado. 7
Lo de preciosa vale para vosotros, los que creéis en él.
Pero para los que no creen, la piedra que rechazaron los
constructores se convirtió en piedra angular 8 y pie-
dra de tropiezo y roca de escándalo. En ella tropiezan los
que se rebelan contra la palabra y a esto estaban desti-
nados.

2,4 Una frase relativa une 2,3 con 2,4. Los versos pertene-
cen a la misma sección, pues los dos contienen datos de la
primitiva cristología. Pero están separados uno de otro pre-
cisamente porque emplean dos imágenes completamente dis·
tintas y se explican por citas distintas del AT. Si en 2,2s Cristo
es la comida, en 2,4-7 es la piedra angular. De acuerdo con
ello, los cristianos son, primero, los que se alimentan de aquella
comida, y después, las piedras que se ponen sobre aquella pie-
dra angular.
Cuando el autor llama a Cristo la piedra viva, quiere refe-
66 En d éys:úcr~~E el El no expresa la condición, sino que mues-
tra la situación real.
CARTAS.-6
82 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

rirse sin duda al Resucitado, que ha vuelto de la muerte a la


vida. De la piedra rechazada por los constructores, es decir,
de Cristo rechazado, la carta no habla en aoristo, sino en per-
fecto presente (cbto8e8oxLµex:o-µÉvov [lo que está reprobado])
-y este es un dato que quizá deba tenerse muy en cuenta-.
Cristo es siempre y al mismo tiempo el vivo y el rechazado.
Es el vivo en su gloria invisible en la comunidad divina; es
el despreciado y rechazado en el mundo. La fe en Cristo, por
tanto, no puede apoyarse en su genialidad moral o religiosa
y ni siquiera en su actuación en la historia humana. La fe está
siempre ante el escándalo de la cruz 67 •

2,5 Sólo por Cristo, la piedra viva, y en comumon con él


son los cristianos piedras vivas en cuanto liberados de la
muerte por él 68 • Sobre ese fundamento se construirá con estas
piedras la casa espiritual.
La metáfora se cambia en seguida. En el templo que se va
a construir debe haber un sacerdocio; aún más, templo y sacer-
docio constituyen una realidad espiritual. En 1 Petr 2,6-8 se
vuelve de nuevo a la imagen de la construcción, y la afirma-
ción sobre el sacerdocio se desarrolla sólo a partir de 2,8-10.
El sacerdocio es santo, porque ha sido elegido por Dios y
pertenece al círculo divino (cf. el comentario a l,15s). Mi-
sión del sacerdocio es el sacrificio (2,5) y la predicación (2,9),
como el culto y la palabra son misiones del sacerdocio en
todas las religiones. Pero como el templo es espiritual, también
son espirituales los sacrificios, no ya comidas, incienso, cor-
deros o toros. Ya el A T dice que los verdaderos sacrificios son
la oración (Ps 140,2), la acción de gracias y la alabanza
(Ps 49,14; 106,22) y la penitencia (Ps 50,19) y que estos sa-

6 7 Para la explicación de 2,4, cf. J. Blinzler, "Hierateuma'', en


Episcopus. Festschrift für Kardinal Michael v. Faulhaber (1949) 5-57.
68 No puede decidirse con seguridad si oixoooµE~crj}E es indicativo
o imperativo; si se trata, por tanto, de una afirmación sobre la obra
de Dios o una recomendación a la acción del hombre. Las antiguas
traducciones no están de acuerdo; los comentarios recientes tampoco.
Consideran el verbo en indicativo Beare, Felten, Holzmeister, Selwyn,
Wohlenberg; como imperativo, Bigg, Charue, Knopf, Michl, Vrede,
Windisch-Preisker. Esto mismo sucede en muchas otras frases del NT,
es decir, no puede decidirse sobre un sentido u otro, porque lo que
se dice sobre la obra de Dios es a la vez una exigencia dirigida a la
Iglesia para que lleve a cabo esta obra.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Casa de Dios 2,4-8 83

crificios son más preciosos que los ordenados por la ley


(Os 6,6; Miq 6,6-8).
En la época neotestamentaria, la comunidad de Qumrán
sólo conocía el culto espiritual. Ciertamente no rechazaba del
todo los sacrificios materiales, pero consideraba el culto en
el templo de Jerusalén de entonces como ritualmente inválido
e impuro y por eso no participaba en él. Ahora bien, como
estos sacrificios sólo podían ofrecerse en el templo de Jeru-
salén, la comunidad de Qumrán no podía tener otro culto más
que el espiritual. Y encontraba para ello un fundamento, como
el que se señala en la Regla (1 QS 9,3-5): "Según estas pres-
cripciones debe suceder en Israel: para el establecimiento del
Espíritu Santo en orden a la eterna verdad, para expiar la mal-
dad pecaminosa y la caída culpable, para hacer el país más
agradable que a través de la carne del holocausto y la grasa
del sacrificio. El sacrificio de los labios (es decir, la oración)
es justificación como la justicia agradable ; y la perfección de
la conducta como el don voluntario del sacrificio agradable".
El NT continúa esta enseñanza sobre el verdadero sacri-
ficio. Conoce y enumera, como verdadero sacrificio, "el sacri-
ficio de la fe" (Fil 2,17); el servicio del amor "como suave olor,
sacrificio agradable querido por Dios" (Fil 4,18); la vida "como
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios en cuanto servicio li-
túrgico espiritual" (Rom 12,l); "el sacrificio de la alabanza ...
que hay que ofrecer continuamente" (Hebr 13,15); la conver-
sión de los paganos, que es la misión apostólica de Pablo,
"para que el sacrificio de los paganos se haga agradable, san-
tificado en el Espíritu Santo" (Rom 15,16); finalmente, la pre-
ocupación del cargo apostólico y el martirio (2 Tim 4,6). Se-
gún el Apc 8,3s, el ángel lleva ante el trono de Dios las oracio-
nes de los santos como incienso.
El acto moral no se convierte por su propia fuerza en un
sacrificio agradable a Dios. El sacrificio sólo es posible par
medio de Jesucristo (1 Petr 2,5b). Él mismo es el sacrificio
agradable a Dios (Ef 5,2). Y la Iglesia ofrece el sacrificio por
medio de Jesucristo, que, como sumo sacerdote, entró en el
santuario (Hebr 13,15s). El mismo Señor, que, llenándolo todo
y abarcándolo todo, es el Espíritu (2 Cor 3,17), crea y com-
plementa también la casa espiritual como sacrificio espiritual.
De esta manera se responde a la pregunta, formulada en todas
84 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

las épocas y por todas las generaciones, de si Dios acepta el


sacrificio. El AT, como toda la historia de las religiones, ates-
tigua cuántos cuidados y esfuerzos hicieron los sacerdotes y el
pueblo en todas las religiones para obtener que los sacrificios
fueran agradables a la divinidad y los aceptara. En esto se en-
cierra el convencimiento de las religiones más depuradas de
que los sacrificios materiales no tienen valor alguno ante la
divinidad, y que sólo pueden tener sentido si son expresión
de las disposiciones espirituales de los oferentes. La historia de
las religiones llama a esto la espiritualización del culto 69 • La
palabra de la espiritualización pertenece también a la religión
bíblica y al NT. En 1 Petr 2,5 se habla ya de la casa espiritual
y del sacrificio espiritual, es decir, de la espiritualización del
culto. En el lenguaje bíblico, espíritu se dice 1tveuµa. Culto
espiritual significa, pues, algo completamente distinto del culto
impropio o irreal, cosas que pueden significar espiritualización
en la religiosidad profana. Pues el espíritu, en cuanto Tiveuµa
bíblico, es la realidad más poderosa de todas.

2,6 Cristo es a:x:poywvtafo; [sumoangular] (2,6) y XE(jlaA'Í]


ywvlac, [cabeza del ángulo] (2,7). Estas dos palabras significan
aquí la piedra angular, que forma el ángulo y que soporta y da
unidad a toda la casa 70 •

2,7 A través de la A.lD"oc, EV't'tµoc, [piedra estimada] reciben


su honor las piedras construidas sobre ella. ¿Cuándo sucede
esto? ¿En el momento presente o en el futuro, es decir, en el
juicio? Puede pensarse en ambas cosas. El cristiano recibe ya
el honor, pues es agregado al templo, cuya piedra angular es
Cristo. Pero el honor y la dignidad del cristiano se manifestará
69 H. Wenschkewitz, "Die Spiritualisierung der Kultusbegriffe Tem-
pel, Priester und Opfer im NT", en Angelos 4 (1932) 71-230; además,
R. Reitzenstein, Die hellenistischen Mysterienreligionen (2 1956) 328-
-333; Ph. Seidensticker, Lebendiges Opfer (1954) 17-43; C. H. Dodd,
The Bibel and the Greeks (Londres 2 1954) 196-198; H. Kosmala, He-
briier-Essener-Christen (1959) 150 y 363-378.
7 0 La palabra axpoywvr.aío~ (cf. Testamento de Salomón 22,7) sig-
nifica muchas veces última piedra del edificio (así en Ef 2,20). Pero
en Is 28,16 LXX y en 1 Petr 2,6 significa la piedra fundamental. En el
Salmo 117,22 XEq>a'A.T¡ ywvla~ quizá signifique última piedra, pero en
1 Petr 2,7, a causa del paralelismo y de la explicación en 2,8, la
palabra debe significar piedra fundamental; cf. J. Jeremías, en ThWb
l,792s; K. H. Schelkle, en RAC 1, col. 233s.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Casa de Dios 2,4-8 85

realmente el día del juicio, al que alude :iw:i:a~O')(.UV~ñ [ha sido


avergonzado] en 2,6. El tropiezo de los no creyentes en la
piedra tiene ya lugar ahora en su propia incredulidad, pero se
realizará de modo completo el día de su suerte definitiva.

2,8 Los no creyentes, tanto judíos como paganos, chocan


contra la piedra angular, Cristo, y caen. El choque se realiza
en la desobediencia a la palabra (ane:i~ouv"t'Ec; [los desobedien-
tes]). El evangelio, al ser anunciado, exige aceptaci6n en la
obediencia. Un interés benévolo por el mensaje no basta. In-
terés con prejuicios críticos es ya una caída, en cuanto des-
obediencia a las exigencias del, evangelio, y es una catástrofe
el desprecio hostil del mensaje.
Como resultado de su trabajo misional percibe el autor de
1 Petr una escisi6n, pues el evangelio puede ser aceptado o re-
chazado. La breve frase final explica su reflexi6n sobre este
tema: a esto estaban destinados 71 • Se plan tea así la difícil
cuesti6n de la predestinaci6n. La cuesti6n no se resuelve aquí,
como tampoco en otros pasajes del NT. Pero se perciben y
se explican los contrastes que encierra. La incredulidad es
desobediencia. Es, pues, una decisi6n y una acci6n humana,
que se cierra culpablemente y sin raz6n a la llamada de Dios.
Pero no se trata de que el hombre en medio de su increduli-
dad pueda oponerse y hacer resistencia a Dios, como si fuera
él el más fuerte. Antes al contrario, el poder de Dios actúa
también sobre la incredulidad y se cumple en ella la voluntad
de Dios. Pues los incrédulos no hacen más que cumplir el plan
que les estaba prefijado 72 ,

11 A E't'Éihicrm1 hay que añadir 11:pocrx611:-tEW, no &:11:ELfrEi:v. Les esta-


ba destinado el tropiezo, no la desobediencia, que es su propia de-
cisión.
72 No carece de interés la lectura de algunos manuscritos, que
aparece en los comentarios del Ps-Ecumenio (PG 119,533) y Teofilac-
to (PG 125, 1209) como explicación: El<; i)v mipECTXEÚacrav eav-tou~
't'á;w E-tth'h]crav. Aquí debe expresarse claramente la culpa de los inte-
ligentes. Puede compararse con esto el esfuerzo de una parte de la
explicación de Pablo de la carta a los Romanos; cf. K. H. Schelkle,
Paulus, Lehrer der Viiter (2 1959) 436-440.
86 Excursus. Cristo. La Iglesia 1 Petr. 2,4-8

EXCURSUS
sobre 1 Petr 2,4-8
CRISTO, LA PIEDRA ANGULAR
LA IGLESIA, LA CASA ESPIRITUAL

l. La imagen de Cristo, piedra angular, se basa en tres ex-


presiones del AT, interpretadas en sentido cristológico. Estas
expresiones son: Ps 117,22, utilizada en 1 Petr 2,4 y 2,7, en
Mt 21,42, con los paralelos sinópticos, y en Act 4,11; des-
pués Is 28,16, utilizada en 1 Petr 2,4 y 2,6; y por fin, Is 8,14,
utilizada en 1 Petr 2,8. Los textos de Is 8,14 y 28,16 se en-
cuentran también refundidos en Rom 9,32s y se interpretan
en sentido cristológico, pues la incredulidad conduce a la ruina.
El yo que habla en el Salmo 117,22 es el pueblo congregado
en asamblea litúrgica. En boca del pueblo el salmo es un
canto de acción de gracias por la liberación de un enemigo.
Dios se ha manifestado como salvador. La piedra que han re-
chazado los constructores es el pueblo de Israel. Los grandes
pueblos lo desprecian. Entre las grandes potencias del antiguo
oriente próximo, Israel es de hecho un pueblo insignificante.
Pero ahora ha experimentado la liberación divina y ha llegado
así a un gran honor entre las naciones.
La interpretación mesiánica del Salmo 117,22 no fue des-
conocida de los rabinos, aunque está poco atestiguada y de
hecho no era muy frecuente. Pero sacaron del salmo testimo-
nios para probar la exaltación y glorificación del Mesías. La
teología rabínica, por lo menos hasta el siglo I d. Cr., no com-
prendió nada acerca de los sufrimientos y muerte del Mesías 73 •
Según Mt 21,42, el propio Cristo se aplicó a sí mismo el
Salmo 117,22 y lo explicó refiriéndose a su muerte y glorifica-
ción. La palabra profética aTioooxqMxseo-i'Jr:n se aclara refirién-
dola a la pasión y en este sentido la palabra se repite con fre-
cuencia en las profecías sobre los sufrimientos. Cristo se
convierte en piedra angular en la resurrección y exaltación.
En 1 Petr 2,7, a'TCOOOXLµáswi'Jrn se aplica sin duda a la muerte
de Jesús. Pero la afirmación sobre la piedra angular no se ha
entendido como metáfora de la exaltación. La piedra angular
es más bien aquel que se ha convertido en piedra de tropiezo
(2,7s). Así, pues, la interpretación del salmo es distinta en los
sinópticos y en 1 Petr.
13 Billerbeck l,875s.
Excursus. Cristo. La Iglesia 1 Petr. 2,4-8 87

En Is 28,16 el profeta se lamenta de que el pueblo y los


jefes buscan la ayuda de Egipto en la lucha contra Asiria,
pero esa ayuda no sirve de nada. Yahweh, en cambio, que ha
puesto la piedra angular de Sión, puede ayudar y ayudará. El
oráculo divino dice así: Mirad que yo pongo por fundamento
en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental;
quien tuviere fe no vacilará. Esta piedra fundamental es la
acción salvífica de Dios. Sobre ella se puede edificar. La exégesis
rabínica interpreta este versículo en sentido mesiánico, como
aparece en un targum: "Mirad, yo entronizo en Sión a un rey,
un rey poderoso, heroico y temible, que sostendré y fortifica-
ré... Y los justos, que tienen confianza, no temblarán cuando
venga la desgracia" 74 • Para 1 Petr 2,6s, la piedra fundamental
es Cristo. La promesa ó mO"'t'eúwv ... se ha entendido en la carta
en sentido escatológico, refiriéndola a la aprobación en el jui-
cio, sobrepasando así el texto original. El que cree, poniendo
su confianza en esta piedra fundamental, no será avergonzado
en el juicio y no saldrá de él condenado. La expresión e'lt'txú't'<{>
aparece en 1 Petr y en Rom 9,33, y en parte también en los ma-
nuscritos de los LXX, pero quizá como glosa procedente del
uso cristiano.
La amenaza de Is 8,14 dice: A causa de su continuada in-
credulidad, el pueblo caerá y será atrapado por Yahweh, como
piedra de tropiezo. En la literatura rabínica se encuentra una
interpretación mesiánica de estas palabras 75 • La 1 Petr 2,8
las refiere a Cristo, que frente a los hombres posee un poder
y una grandeza superiores. El tropiezo se realiza a causa de
la desobediencia a las palabras del evangelio.
Las citas de Is 8,14 y 28,16 se separan del texto de los
LXX en la 1 Petr. Ambos textos son interpretados cristológi-
camente por Pablo en Rom 9,32s. Pero no se citan completos,
sino que se hace de los dos un conglomerado. Lo que se puede
concluir de todo esto es que, tanto 1 Petr, como Rom, utilizan
textos griegos coincidentes entre sí, pero distintos de los LXX.
La interpretación de las citas, en 1 Petr y en Rom, es en parte
igual y en parte distinta. ¿Cómo se explica esta coincidencia
entre 1 Petr y Romanos? La pregunta pasará por alto la cues-
tión más amplia de cómo se ha de entender la relación entre
1 Petr, la carta a los Romanos y todas las cartas de Pablo en
general. Si después de ponderar todas las circunstancias parece
74 J. Jeremias, en ThWb 4, 276.
7s J. Jeremias, ibid., 4,277. En Qumrán (1 QS 8,4-8), Is 28,16 se
explica en relación a la comunidad salvífica; cf. O. Betz, Offenbarung
und Schriftforschung in der Qumransekte (1960) 158-163.
88 Excursus. Cristo. La Iglesia 1 Petr. 2,4-8

improbable una utilización inmediata de la carta a los Romanos


por parte del autor de la 1 Petr, a pesar de las relaciones exis-
tentes entre ellas -en todo caso puede pensarse siempre en un
influjo general de la teología paulina sobre la 1 Petr-, tampoco
puede concluirse aquí en presencia de la coincidencia y de la
diferencia entre 1 Petr 2,6-8 y Rom 9,32s, que el autor de la
1 Petr haya utilizado la carta a los Romanos. La coincidencia
puede explicarse también por el hecho de que, tanto Pablo
como la 1 Petr, dependen de una tradición fija sobre la inter-
pretación cristológica del A T, incluso hasta pueden depender
de una colección de testimonios (¿fijada por escrito?). La con-
cepción cristológica de las profecías mesiánicas, en las que se
presenta al Mesías como la piedra fundamental de la salvación,
habría podido quizá ser preparada por la escuela de los rabinos.
Estas hipótesis han recibido una confirmación en los re-
cientes descubrimientos de Qumrán. En la 4 cueva se encon-
traron una serie de textos que se interpretan todos ellos en
sentido mesiánico. Parecen ser un florilegio mesiánico formado
por textos del AT. La mayor parte de estos textos, que en
Qumrán se interpretan en sentido mesiánico, también se in-
terpretan en sentido mesiánico en el NT y en los Santos Pa-
dres más antiguos. Parece ser que la Iglesia aceptó la explica-
ción de la Sinagoga. De las citas que da la 1 Petr 2,6-8 no se
ha encontrado ninguna en la 4 cueva de Qumrán, pero sí se
utiliza Is 28,16 en QS 8,7. La coincidencia entre 1 Petr 2,6-8 y
Rom 9,32 ha podido orü~inarse por tomar ambos de la colec-
ción de testimonios mesiánicos de la Iglesia primitiva, la cual
a su vez ha podido inspirarse en la exégesis rabínica 76 •

2. La metáfora de Cristo como piedra fundamental sobre la


que están construidos los creyentes, pertenece al amplio círcu-
lo de imágenes en las que la Iglesia se describe como un templo
que han construido y construyen Dios, Cristo y el Espíritu.
Todo el NT se sirve de este lenguaje metafórico. Según Mt 16,18,
Cristo quiere construir su Iglesia como un santuario. Según
Me 14,58, el propio Cristo habló del contraste entre el antiguo
y el nuevo templo. Esta palabra de Cristo es aplicada por
Jn 2,19 a la muerte y resurrección de Jesús. Al principio se
refería sin duda al contraste entre la Sinagoga y la Iglesia.
Las cartas apostólicas siguen utilizando la metáfora. Para
7 6 R. Harris, Testimonies 1 (1916) 18s (y 26-32); O. Michel, Der
Brief an die Romer (1°1955) 220s; P. Prigent, "Quelques testimonia
messianiques", en ThZ Basel 15 (1959) 419-430; A. Dupont-Sommer,
JJie essenischen Schriften vom Toten Meer (trad. 1960) 341-345.
Excursus. Cristo. La Iglesia 1 :I>etr. 2,4-8 89

estas cartas, la Iglesia es edificación de Dios, construida sobre


la piedra fundamental, Cristo (1 Cor 3,9-11), o, como también
puede decirse, construida sobre el fundamento de los apósto-
les y los profetas, siendo Cristo la piedra angular del edificio
(Ef 2,20-22). La Iglesia es la casa del Dios vivo, columna y fun-
damento de la verdad (1 Tim 3,15). Moisés se ocupó de la casa
antigua; Cristo, como Hijo, está puesto al frente de la nueva
casa de Dios (Hebr 3,2-6; 10,21). Grandiosa en todos los sen-
tidos es la imagen de Apc 21. De manera muy interesante des-
arrolla también la imagen 1 Petr 2,4-8. Si la nueva alianza se
llama en 2,5 o!:xoc; 'lt'JEUµa:n:xóc; tenemos ahí expresado el con-
traste entre esta casa y el templo de la antigua alianza, que es
terrenal y hecho de piedras. Esta imagen se conserva también
en la tensión y el contraste que Pablo y Juan ven entre 'lt'VEܵa.,
por una parte, y yp&.:µµa. y <rrip;, por otra (Rom 2,29; 8,4;
2 Cor 3,6; Jn 4,20s) 77 •
En cuanto construcción espiritual, la Iglesia no sólo está
llena del Espíritu, sino que es creada por el Espíritu. La Iglesia,
pues, no se construye por el hecho de que hombres piadosos
determinen edificarla, sino que lo hace el Espíritu viviente en
el mundo, al llamar a los hombres de la muerte a la vida. Por
una parte, Mt 16,18 dice que Pedro es la roca sobre la que
está construida la Iglesia, pero, por otra, 1 Petr 2,4-8 dice que
Cristo es la piedra fundamental de la Iglesia. Las dos afirmacio-
nes se interpretan mutuamente. Ciertamente Pedro es la roca
sobre la que está construida la Iglesia. Pero él mismo está cons-
truido sobre Cristo como fundamento. Se habla muchas veces
de la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia. ¿No
debería hablarse con la misma frecuencia de Cristo, piedra
fundamental, que sostiene a la Iglesia?

77 La metáfora es también muy frecuente en el ambiente extrabí-


blico; cf. O. Michel, en ThWb 5, 122-151; Th. Schneider, en RAC 1,
col. 1265-1278. También Israel espera de su Mesías la reconstrucción
del templo (Libro de Henoc 90,28-42); cf. O. Cullmann, Petrus -(2 1960)
223-230. La metáfora ha recibido recientemente una confirmación de
los textos de Qumrán. En la Regla (1 QS 8,5-10), el consejo de la
comunidad, formado por doce miembros, se describe "como plantación
duradera, casa santa para Israel, fundamento del santísimo para Aarón".
El consejo se llama "un muro probado, una piedra fundamental pre-
ciosa: Sus fundamentos no temblarán ni se moverán de su lugar ... ,
una casa de perfección y de la verdad en Israel". Cf. O. Betz, "Felsen-
mann und Felsengemeinde", en ZntW 48 {1957) 49-77.
90 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

f. La comunidad como pueblo de Dios


(1 Petr 2,9s)

2,9 Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real,


nación santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar
las grandes acciones del que os llamó de las tinieblas a
su maravillosa luz. 10 Los que en otro tiempo erais
no-pueblo, ahora sois pueblo de Dios; los que erais no-
-compadecidos, ahora sois los compadecidos.

2,9 El autor de la 1 Petr encuentra para sí y para la Iglesia


una solución de los graves problemas (2,8) en el hecho de que
se considera a sí mismo y a la Iglesia entre los elegidos. Mien-
tras él dedica unas breves palabras a la explicación del mis-
terio y de la suerte de la incredulidad, se detiene amplia y
gustosamente en el elogio de la Iglesia. Lo desarrolla y lo
expone en una serie de títulos honoríficos que originariamente
se referían en el AT a Israel en cuanto pueblo elegido por
Dios. La Iglesia es el verdadero Israel (Fil 3,3; Gal 6,16). Por
eso tienen valor para ella todas las antiguas promesas hechas
a Israel y todos sus nombres honoríficos. La 1 Petr aduce
aquí varios textos del AT. En Is 43,20, Yahweh llama a Israel
su pueblo escogido, el pueblo que él se ha formado, sobre el
que manifiesta sus grandes acciones. En Ex 19,6 Yahweh
dice : Vosotros tenéis que ser para mí un reino sacerdotal y
un pueblo santo. Los cristianos son ahora el pueblo elegido y
escogido por Dios. Participan de las promesas y saben que son
objeto de un especial amor de Dios. En esta elección se en-
cuentra el fundamento, tanto de su unión, como de su se-
paración con el resto de los pueblos.
Los cristianos forman una "comunidad sacerdotal" (Ex 19,6
LXX). En la época primitiva cualquier jefe de familia y de tribu
podía ejercer el sacerdocio en Israel. Posteriormente se uni-
ficaron en el rey los oficios sacerdotales y reales. El rey me-
siánico será de nuevo sacerdote y rey (Ps 109,4). En el pe-
ríodo intermedio y durante largo tiempo ha podido existir un
sacerdocio especial en la familia de Aarón (Ex 28s; Lv 6) y
la realeza ha podido desaparecer; no obstante, ha subsistido
siempre la gloria de Israel y la esperanza para el tiempo me-
1 Petr. El nuevo nacimiento. Pueblo de Dios 2,9s 91

siánico de ser el pueblo sacerdotal y real de Yahweh (Is 61,6;


62,3). El sacerdocio es la dignidad del servicio divino, la dig-
nidad que en el AT significaba poder acercarse al altar, ofre-
cer el sacrificio y ser mediador entre Dios y el pueblo, que
sólo podía acercarse al umbral del santuario. La realeza es la
auténtica libertad y la autodeterminación de la propia vida.
La esperanza de Israel es ahora realidad en la Iglesia. Su
pueblo es sacerdotal en cuanto está ante Dios y tiene abiertos
todos los accesos a él (Rom 5,2; Ef 2,18). Todos ofrecen sa-
crificios espirituales (1 Petr 2,5). Todos tienen la misión del
anuncio (1 Petr 2,9). La Iglesia como un todo es sacerdotal
en cuanto que todos y cada uno de los creyentes están en
relación inmediata con Dios. Aquí se funda también y tiene
su garantía la libertad real. La realeza puede estar aún es-
condida. Pero se revelará alguna vez como dominio real (Ma-
teo 19,28; Rom 5,17). El sacerdocio real de los creyentes se
enseña también en Apc 1,6 y 5,10. Ahora bien, el hecho de
que dos textos tan alejados entre sí en el tiempo atestigüen
la misma convicción de la Iglesia, demuestra que esta creencia
pertenecía a su más firme y universal convencimiento 78 •
La Iglesia es además "un pueblo santo" (Ex 19,6). Es san-
to, porque vive en comunión con Dios, separado como parte de
Dios (véase el comentario a 1 Petr l,15s). Lo mismo significa
el título "pueblo adquirido" (Is 43,21; Mal 3,17), es decir,
pueblo que por su elección divina constituye una propiedad
especial de Dios. El nuevo pueblo ha sido adquirido por la
sangre del redentor (1 Petr 1,19; Act 20,28) 79 •
La misión del pueblo de Dios es anunciar las hazañas de
Dios, que ha visto y experimentado. Las apE't'a.l [acciones no-
bles] de Dios no son las cualidades de Dios, sino sus acciones,
que los Hechos 2,11 llaman 't'cX µEya.AELa. 't'ou i}¡::ou [las grande-
78 Con esto no se excluye un oficio sacerdotal en la Iglesia, tanto
menos en cuanto que la dignidad sacerdotal general de Israel tam-
poco excluyó el sacerdocio especial de Aarón. El NT afirma, por el
contrario, de diversas maneras que existió desde el principio en la
Iglesia el sacerdocio especial. Probar esto fue el objetivo de mi obra:
Jüngerschaft und Apostelamt (2 1961).
79 Para la explicación de 1 Petr 2,9a, cf. J. Blinzler, "Hierateuma",
en Episcopus, Festschrift für Kardinal Michael v. Faulhaber (1949)
58-62; P. Ketter, "Das allgemeine Priestertum des Gliiubigen nach
dem l. Petrusbrief", en TrThZ 56 (1947) 43-51; L. Cerfaux, "Regale
sacerdotium", en Recueil Lucien Cerfaux, 2 (1954) 283-315.
92 1 Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

zas de Dios]. La 1 Petr utiliza una palabra de la religión grie-


ga, la misma que emplea la versión de los LXX del texto de
Is 43,21, versión que sigue nuestro autor. Las grandes acciones
de un dios se alaban en las inscripciones o en los libros de la
religión griega como ape:'tal del dios. El anuncio de estas accio-
nes se llama ape'taAoyla y su mensajero el ape't"CÍ.Aoyoi; 80 • El
anuncio de las acciones de Dios debe hacerse a través de la
palabra (1 Petr 3,15), pero también a través de la conducta
(2,12). Mt 5,16 habla ya de este tema de la misma manera, y
Pablo en 1 Cor 14,23 dice que el anuncio en !a Iglesia se ha
encomendado a todos. Y este anuncio consiste en anunciar la
llamada de los creyentes por Dios 81 •
Esta llamada es un paso de las tinieblas a la luz. El simbo-
lismo de la luz y las tinieblas se emplea de manera que la luz
significa el mundo de Dios y de su salvación, y las tinieblas, el
reino de Satán o del mundo y de la condenación. Se trata de
una concepción dualística, extendida seguramente por todo el
mundo oriental, que también comparte el AT (Is 10,17; 42,6;
Ps 35,10). En la era escatológica sólo hay día y luz (Is 60,19s;
Zac 14,7). Comenzando ya en el AT (Job 24,26; 38,15) y si-
guiendo después por el judaísmo tardío, la luz y las tinieblas
son expresiones para indicar lo bueno y lo malo, es decir, tie-
nen ya un contenido ético. Este es también el lenguaje ordi-
nario de los textos de Qumrán, uno de cuyos rollos se llama
justamente: Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de
las tinieblas. Este lenguaje aparece también en el NT (Jn 12,46;
Act 26,18; 2 Cor 4,6; Ef 5,8) 82 •

2,10 El texto se cierra con una cita de Os 2,25 (unida a


otras reminiscencias de Oseas). Oseas habla del repudio de
Israel y de su readmisión por parte de Yahweh. El Israel repu-
diado se llama "no mi pueblo" y "no compadecido". Pero será
readmitido otra vez como pueblo. La 1 Petr tiene otro sentido.
Los destinatarios de la carta fueron en otro tiempo, como pa-

O. Bauernfeind, en ThWb 1, 459-461; BauerWb, col. 210.


80
Las palabras características recalcan la obra de Dios en los su-
81
cesos de la Iglesia (txA.Ex't'6v, fi:ytot, Ele; 'ltEpmolr¡cnv xaA.Ei:v, EAEEi:crfrm).
82 S. Aalen, Die Begriffe Licht und Finsternis im AT, im Spiitju-
dentum und im Rabbinismus (1951); F. N6tscher, Zur theologischen
Terminologie der Qumrantexte (1956) 92-137.
1 Petr. El nuevo nacimiento. Pueblo de Dios 2,9s 93

ganas, no-pueblo y no-compadecido. Ahora son pueblo de


Dios ()... rxóc;). Sólo por la llamada a la Iglesia se han convertido
los paganos en pueblo. Antes no eran pueblo, sino todo lo más
un conglomerado de poblaciones, como helenos y bárbaros.
Ahora forman el único pueblo de Dios. Sólo el pueblo de Dios
recibe el nombre honorífico de pueblo 83 • Sólo la llamada crea-
dora hace a un pueblo ser el pueblo 84 •
El texto de Os 2,25 se cita también en Rom 9,25, y en el
mismo sentido de 1 Petr, de la vocación de los paganos. Esto es
tanto más llamativo en cuanto que, fuera de Rom 9,25 y 1 Petr
2,10, en ninguna otra parte se encuentra una interpretación
semejante de las palabras de Oseas. Puesto que no se puede
probar que la 1 Petr utilice la carta a los Romanos (como, ade-
más, en este supuesto la semejanza no es tan estrecha que pa-
reciera probable una dependencia inmediata), la coincidencia
entre ambos textos debe explicarse probablemente o por un
influjo general de la teología paulina en época tardía o por la
dependencia de ambos de un uso e interpretación del AT, ya
extendido y ya fijado en la Iglesia primitiva.
El uso del A T por parte de la 1 Petr se ha liberado ya del
antiguo Israel. El libro sagrado se le ha quitado a la Sinagoga
y se ha entregado a la Iglesia. Israel sólo entendió el libro a
medias. Las promesas del AT se han aplicado a la nueva alian-
za con total seguridad y claridad y en gran medida. Esto supo-
ne un notable lapso de tiempo en el desarrollo de la exégesis
eclesiástica. ¿Ha conseguido ya Pedro en persona una tal acti-
tud?
La Iglesia tiene conciencia de ser el pueblo elegido de Dios
y en una palabra el verdadero pueblo de Dios. Se designa a sí
misma con los nombres sociológicos y políticos de yÉvoc;,
eil'voc;, A.rxóc; [raza, nación, pueblo]. La pertenencia a familias y

8 3 La afirmación no conviene a judíos nativos, que ya antes eran


pueblo de Dios. De nuevo se supone que los destinatarios de la carta
eran pagano-cristianos.
84 En el AT y en el judaísmo tardío, sólo Israel es )...a6.;; los de-
más pueblos son ~lhir¡. De por sí )...a6.; y ~lhio.; significan realmente lo
mismo. Pero )...a6.; fue designación exclusiva de Israel, porque la pa-
labra usada principalmente en poesía "parecía corresponder mejor a
la consagración y dignidad de las relaciones que se debían expresar,
como palabra de un giro más elevado". En el NT el título se aplica
a la Iglesia procedente del paganismo (Act 15,14; Rom 9,25s; Tit 2,14;
Apc 18,4); cf. H. Strathmann, en ThWb 4, 34s; 49-57.
94 i Petr. Conducta del nuevo nacimiento 1,13 - 2,10

pueblos de donde han salido los cristianos no tiene para la Igle-


sia importancia alguna. Se ha realizado un cambio de mentali-
dad en relación a la pertenencia a un pueblo. Pablo expresa
una convicción parecida en Fil 3,20: Nuestra ciudad está en el
cielo, de donde esperamos a nuestro Salvador y Señor. La Igle-
sia piensa ya lo que un poco más tarde escribe Arístides (Apo-
logía 2,2) al Emperador: Hay en el mundo cuatro especies de
hombres, bárbaros y griegos, judíos y cristianos. Un sentimien-
to comunitario nuevo de esta naturaleza es más fácil para los
antiguos que para nosotros. Pues en la antigüedad la religión
era el fundamento y el lazo de unión del Estado. La unidad del
Estado se manifestaba en el culto. Así se forma una concien-
cia nueva sumamente importante desde el punto de vista histó-
rico y político, que dará origen a grandes creaciones. Se ponen
ya las bases de la unidad del Occidente como entidad religiosa
y política.
SEGUNDA PARTE

EL CRISTIANO EN LAS JERARQUIAS Y


CIRCUNSTANCIAS TERRENAS
(1 Petr 2,11 - 4,11)

La Iglesia es el nuevo y verdadero pueblo de Dios. La carta


expone en una amplia parénesis lo que esto significa para la
vida diaria que vive el cristiano. Recuerda de nuevo la situa-
ción peregrina de la Iglesia en la tierra (1,1) y las obligacio-
nes de la ley de santidad (2,lls). Después, en una especie de
código doméstico, sigue una descripción ordenada de las re-
laciones terrenas y humanas, su valoración y ordenación se-
gún los principios evangélicos.
La parénesis recuerda los deberes del cristiano para con el
Estado (2,13-17), el servicio de los esclavos (2,18-25), la obe-
diencia de las mujeres a sus maridos (3,1-6), la solicitud del
marido por la mujer (3,7) y por último la concordia en la co-
munidad (3,8-12). Las recomendaciones para cada una de las
situaciones naturales (2,18 - 3,7) están rodeadas de consejos que
valen para todos (2,13-17 y 3,8-12). A estas recomendaciones
se añaden otras nuevas (3,13 - 4,11), que también se dirigen a
todos, pero su contenido fundamental consiste en que acon-
sejan sobrellevar y soportar los sufrimientos y las persecucio-
nes que han de venir y ya han venido sobre los cristianos. De
manera insistente y amplia se pone ante los ojos de los creyen-
96 1 Petr. Conducta entre paganos 2,11s

tes el ejemplo de Cristo, que en silencio y con paciencia so-


portó todo. Todas las recomendaciones ponen de relieve el he-
cho de que el ambiente pagano en que viven los cristianos les
es desfavorable y hasta hostil. De acuerdo con los testimonios
de la historia eclesiástica, la carta afirma que ya han comen-
zado las persecuciones contra los cristianos.

Introducción
Conducta ejemplar entre
los paganos
(1 Petr 2,lls)
2,11 Queridos hermanos, os exhorto a que, como fo-
rasteros y peregrinos, os abstengáis de los deseos carna-
les, que combaten contra el alma. 12 Llevad una con-
ducta ejemplar entre los paganos, para que, mientras os
calumnian como malhechores, a la vista de vuestras bue-
nas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visita.

2,11 Una nueva alocución, ¡queridos hermanos!, caracte-


riza y abre una nueva parte de la carta. El verbo 7ttxpcx.:x:cxAw
[ruego], puesto en lugar destacado, muestra esta nueva sección
de la insistente parénesis. La relación con lo anterior se salva·
guarda al llamar a los destinatarios de la carta "forasteros y
peregrinos" (como en 1,1 y 1,17) 1 • De esta designación del esta-
do cristiano se derivan las siguientes amonestaciones. El cris-
tiano vive en el mundo como forastero y pertenece al pueblo
elegido de Dios. Debe cumplir las obligaciones de este estado,
pues es extraño al mal 2 (Lo mismo que Pablo en Rom 6,11
dice: Estáis muertos al pecado. Matad, pues, el pecado en
vuestra vida).
1 Las palabras T:ápoLXOL y 7tapE7tllh¡µoL, separadas anteriormente,
aparecen aquí unidas, probablemente de acuerdo con pasajes como
Gn 23,4 o Ps 38,13. Las dos palabras tienen originalmente un sentido
distinto y que se excluye mutuamente en el uso lingüístico jurídico
exacto. Un 'ltapE'ltLO'l]µoc; (extranjero) no es un 7t!ÍpoLxoc; (forastero).
En 2,11 las dos palabras se usan en sentido plerofórico y no se dis-
tinguen en su significado.
2 'De; 'ltapolxouc; xai 7tapEmo1¡µouc; difícilmente se puede unir con
'ltapaxaA.w -porque entonces debería ir delante óµfu;-, sino con
!Í'ltÉXEO'ÍhL: Yo os amonesto a que, como forasteros y peregrinos, os
abstengáis de los deseos carnales.
1 Petr. Conducta entre paganos 2,lls 97

A los destinatarios se les llama queridos. ¿Por quién son


queridos? En primer lugar, son amados, naturalmente, por el
mitente de la carta. Pero quiere decir, sobre todo, que son
amados por los hermanos y amados por Dios 3 • La recomen -
dación de abstenerse de los deseos carnales presupone que los
hombres están en peligro de sucumbir a estos deseos, si se
dejan arrastrar por ellos. La palabra emí}uµla en el NT, como
locución, puede significar simplemente deseo justificado (Le
22,15; 1 Tes 2,17). Pero f:ml}u·µla en el NT significa gene-
ralmente deseo malo, por eso se comprende la recomendación
anterior. Este mismo sentido también en 1 Petr 2,12. Lap:x:t'.leai
emí}uµlat [carnales deseos] no son los deseos en cuanto carna-
les, sino los deseos puesto que son carnales. En cuanto tales,
están en lucha continua con el alma (la imagen se encuentra
también en Rom 7,23; 2 Cor 10,3; Ef 6,10-20; Sant 4,1 etcé-
tera). También cnip~ [carne] aparece en 1 Petr 2,11 con este
mismo significado. En el NT, la palabra puede significar lo
mismo el cuerpo qué el hombre natural, formado por carne
y sangre (así también en 1 Petr 1,24; 3,18; 4,ls), pero en el
uso paulino significa sobre todo la carne, objeto y lugar del
pecado, al que se somete uno sin resistencia (Rom 7,18), y este
mismo sentido puede tener en 1 Petr 2,11, por una dependen-
cia mediata de Pablo.
La palabra O"ap:x:t:x:óc:; [carnal] no significa, pues, aquí los
deseos carnales en un sentido meramente sexual, sino todo
deseo pecaminoso, en cuanto deseo egoísta y relacionado con
el propio yo. Pero la 1 Petr se distingue del uso lingüístico de
los demás escritos neotestamentarios por el hecho de que en

3 Mientras en el NT, y sobre todo en las cartas del NT, es muy


frecuente la alocución &:ya'.ltT]'t'Ol, es verdaderamente rara en el grie-
go helenístico para expresar una relación íntima (algunos ejemplos en
F. Preisigke - E. Kiessling, Worterbuch der griech. Papyrusurkunden 1
[1925] col. 5, y en E. Kiessling. Worterbuch der griech. Papyrus-
urkunden 4 [1944] col. 9). Pablo usa con mucha frecuencia esta pala-
bra para designar a sus colaboradores más destacados o en las alocu-
ciones a los cristianos (Rom 12,19; 1Cor10,14; 2 Cor 7,1; 1 Tes 2,8 y
otros lugares). La alocución parece ser corriente en las Epístolas
Católicas (Sant 1,16,19; 2,5; 1 Petr 2,11; 4,12; 3,1 y otros lugares;
2 Petr 3,1; 1 Jn 2,7; Jud 3,17,20). Esta alocución tiene también su
origen en el uso bíblico intensivo de las palabras &y&m¡ y &ya'.ltiiv, la
primera de las cuales no está atestiguada hasta ahora, que se sepa,
fuera del uso eclesiástico-bíblico. Cf. C. Spicq, Agape 3 (1959) 70-80.
CARTAS.-7
98 1 Petr. Conducta entre paganos 2,lls

la carta no se establece una contraposición entre crcip~ [carne]


y nve:uµa. [espíritu], como casi siempre en el NT (Mt 26,41 y
sobre todo Pablo, por ejemplo, en Rom 8,4-13), sino entre
<rcip~ '[carne] y 4;ux1J [alma] (véase el comentario a 1,9; 1,22;
2,25; 4,19).
La descripción que hace la carta de la lucha en el hombre
entre la carne y el espíritu corresponde a la del resto del NT.
Pero el NT no establece el contraste de la misma manera.
Hay que establecer una comparación previa con los escritos
griegos y judíos. Platón dice (Fedón 82 y 83): Los auténticos fi-
lósofos "se abstienen de todos los deseos corporales" (cbtéxov't'a.L
-r:wv xa.-ca -r:o crwµa. fod}vµLwv ámx;crwv). Y continúa: "El alma
del auténtico filósofo se abstiene, en cuanto le es posible, del
placer y del deseo y del disgusto y del temor". Según la an-
tigua historia de la filosofía (Plutarco, Moralia 1096), Epicu-
ro habló de la misma manera, diciendo que en la carne vive
el deseo sensible y el gozo sensible, y menciona "los de-
seos de la carne" (-¡-fíe:; cra.pxoc:; ·e:mil'u·µla.L). Lo mismo Diógenes
Laercio 10,145.
Del contraste entre crcip~ y tl;ux1J habla también Plutarco,
Moralia 101. Filón (Leg. All. 2,6) habla de la lucha contra las
pasiones 4 • La frase anteriormente citada de Platón es mucho
más rígida que la de 1 Petr 2,11, pues exige la abstención de
todo movimiento sensible-espiritual. Y Platón condena sin
más al cuerpo (crwµa.), la 1 Petr a la carne (crcip~), es decir, al
cuerpo, en cuanto carnalmente pecador. Con esto la 1 Petr
conserva lo esencial de la conciencia bíblica, es decir, que el
cuerpo es creado por Dios y es bueno y no debe despreciarse,
sino sentir respeto por él. Si uno, a base de una frase como
la de 1 Petr 2,11, quisiera acusar al NT de que desprecia y
rebaja la naturaleza, debería acusar mucho más a Platón. La
recomendación de 1 Petr, como predicación penitencial, quiere
descubrir a los hombres su verdadera realidad, preservarlos
del peligro y moverlos a una conducta moral decidida 5 •
4 En los manuscritos de Qumrán se expresa ampliamente una vi-
sión dualística del mundo. Conocen y mencionan el contraste entre
la luz y las tinieblas, entre los espíritus de la verdad y de la per-
versidad (1 QS 4,15-17). Pero no hablan expresamente del contraste
entre la carne y el espíritu. Cf. H. W. Huppenbauer, Der Mensch
zwischen zwei Welten (1959) 99-103.
5 F. Büchsel, en ThWb 3, 168-172.
1 Petr. Conducta entre paganos 2,lls 99

2,12 La recomendación negativa (2,11) se completa con la


positiva: los cristianos deben esforzarse por llevar una con-
ducta moral buena. Se añade un nuevo motivo: las calumnias
contra los cristianos deben ser reducidas al silencio. La Igle-
sia debe defenderse de las acusaciones que se le hacen. Cristo
mismo fue calumniado, como amigo de los publicanos y pe-
cadores (Mt 11,19), como blasfemo (Me 2,7), y fue condenado
a muerte ignominiosamente, y con esto predice a sus discípulos,
que también tendrán que soportar la maldición y la persecu-
ción por su causa (Mt 5,11). El mensaje de los misioneros es
contestado con injurias (Act 13,45; 18,6) y los cristianos serán
calumniados y despreciados por los paganos (1 Petr 2,12;
3,9,15s; 4,14; cf. 1 Cor 4,12s; Apc 2,9; Ignacio, Efesios 10,2;
Ignacio, Tralianos 8,2; Policarpo, Filipenses 2,2).
Los cristianos pasan ahora por xaxorcotol [obradores del
mal]. Este término no significa solamente malhechdres, sino
aquí (como en 2,14 y 4,15; cf. Jn 18,30), criminales. Las circuns-
tancias se aclaran por la explicación siguiente de la carta y
las demás noticias de la historia contemporánea. Es decir, los
cristianos no son quizá todavía perseguidos por las autorida-
des estatales, pero la población los odia y los calumnia, cosas
que un día tomarán en cuenta las autoridades. Como los ad-
versarios que se presuponen en la carta, también los escritores
contemporáneos acusan a los cristianos de toda clase de vicios.
Tácito, en lo Anales 15,44, dice: "Eran odiados por sus vi-
cios"~ Suetonio, Nerón 16,2, dice también: "Eran una secta de
nueva y dañosa superstición". Plinio el Joven, Epist. 10,96,2,
pregunta al Emperador, si el solo nombre de cristiano, aun sin
crímenes, o los crímenes ligados a este nombre, son suficientes
para ser castigados.
Los apologistas cristianos del siglo n tienen que defender
a la Iglesia de las peores acusaciones. Ya se prepara lo que
se desencadenará en las grandes persecuciones contra los cris-
tianos. Los cristianos viven entre sus compatriotas en un mun-
do hostil. Deben sentirse como peregrinos e interpretar esta
situación a base de su conciencia cristiana (1 Petr 1,1,17; 2,11).
Pero no deben retirarse del mundo. Tienen que vencer el odio
por el testimonio de su buena conducta.
La buena conducta se describe con las palabras xa"A:i¡
rivacr't"poqr/1 [buena con-versación] y las obras con xaA.a Epya
100 1 Petr. Conducta entre paganos 2,lls

[buenas obras] (2,12). Puede llamar la atención el hecho de


que no se emplea la palabra &.yaíJó~ [bueno]. Pero el otro tér-
mino usado xaAó~ [hermoso, bueno] tiene un sentido cercano,
pues la conducta no sólo tiene que ser buena en sí, sino apa-
recer como buena al exterior, para convencer de esa manera
a los paganos. La fórmula está preparada en el AT (J er 4,22;
22,15; Prov 39,21). Pero hay que pensar también en el gran
valor del término xaAó~ en la sociedad griega y en su ética.
Jesús mismo recomienda las xa'ACJ. !tpya (Mt 5,16) (y lo hace
con una fórmula que recuerda mucho a 1 Petr 2,12, de tal
manera que parece posible el empleo de una frase del Señor,
transmitida oralmente o por escrito). Pero Jesús entiende
aquí aquellas obras de caridad, que el judaísmo conocía y
practicaba como obras de misericordia. El concepto, pues, es
mucho más restringido que en 1 Petr 2,12. Las xa'ACJ. !tpya EX
"t'OV 1ta"t'p6~ [buenas obras (que vienen) del Padre] (Jn 10,32s)
son las obras mesiánicas de Jesús, de modo que la frase tiene
también un sentido distinto del de 1 Petr 2,12.
En las Cartas Pastorales, en cambio, son muy importantes
y se repiten una y otra vez las xa'ACJ. !tpya (1 Tim 5,10; Tit 2,7,
etcétera), y tanto la palabra como el concepto de xa'Aó~ son
muy importantes en las cartas neotestamentarias tardías (véase
una concordancia). El resultado debe aclararse de la siguiente
manera: la Iglesia apostólica en esa época tardía se hallaba en
una gran controversía con el mundo, tenía conciencia de estar
en evidencia ante el mundo y en esa situación trataba de com-
portarse según la norma de lo xaAó~, pues en esa palabra se
unían, por una parte, la tradición de las palabras del Señor,
y, por otra, un concepto griego muy difundido 6 • Los paganos
deben ver las buenas obras, formar su juicio según lo que han
visto y no prestar fe a los rumores. Así serán llevados a alabar
a Dios. Si Dios debe ser alabado a causa de esas obras, es
porque las obras no son efecto de una actividad humana, sino
don de Dios. Este es el convencimiento de las palabras para-
lelas de Mt 5,12 y de todo el NT, sobre todo de Pablo. Si las
obras se entienden como producto de la actividad humana,
no tienen valor alguno. Sólo se las puede concebir como actos

a W. Grundmann, en ThWb 3, 547-553.


1 Petr. En el Estado 2,13-17 101

de la fe en el amor (Gal 5,6). Pero toda obra del hombre es un


acto de Dios (1 Cor 15,58).
La alabanza de Dios por parte de los paganos debe suceder
en el "día de su visita". En el AT, y 1 Petr utiliza aquí sin
duda una fórmula veterotestamentaria, el día de la visita de
Dios es, unas veces, su juicio (Is 10,3; Jer 11,23) y, otras, su
gracia y su salvación (Gn 50,24s; Joh 10,12; Sab 3,7). En el
NT, el día de la visita (Le 1,68; 9,14) es el tiempo de la gran
manifestación de la gracia. La 1 Petr 2,12 parece referirse a
Is 10,3, en donde el día de la visita es el día del juicio. Quizá
también en la carta este día sea el gran día del juicio, en el
que se manifestarán, con todas las cosas ocultas, la inocencia y
las obras salvíficas de la Iglesia, para que así los paganos glo-
rifiquen a Dios. Pero también puede contenerse la otra idea
neotestamentaria, y el día de la visita podrá entenderse como
el día en que Dios visitará a los paganos con su gracia, de
modo que, convertidos a la fe y entrados en la Iglesia, glori-
fiquen a Dios 7 •
La 1 Petr 2,11 habla de las relaciones entre la Iglesia y el
mundo. A pesar de que la Iglesia está frente al mundo con la
distancia del que es peregrino y extranjero, no obstante, debe
cumplir su misión en el mundo para la revelación de la gloria
de Dios. La historia de la Iglesia será, pues, un testimonio de
que, cuanto más la Iglesia se ha sentido como peregrina en
el mundo, tanto más ha tratado de influir sobre el mundo y de
trasformarlo. En este servicio en el mundo, la Iglesia no debe
confiar en su prudencia y en su fuerza. Pues sólo Dios puede
darle el éxito. Sus obras buenas dependen de él. Y él lleva
a cabo el éxito en el día siempre nuevo de su visita. Dios
da en su día el conocimiento de la fe y la fuerza de la con-
versión.

l. El cristiano en el Estado
(1 Petr 2,13-17)

Partiendo de la recomendación general a una conducta ejem-


plar entre los paganos (2,lls), la carta pasa a exponer los pre-
7 W. Beyer, en ThWb 2, 603s.
102 1 Petr. En el Estado 2,13-17

ceptos particulares. Deben conservarse los órdenes y las jerar-


quías, establecidos en el Estado y la familia.

2,13 Someteos a toda institución humana, porque así


lo quiere el Señor, 14 ya sea al rey como soberano,
ya a los gobernadores como enviados por él para castigar
a los malhechores y alabar a los que obran el bien. 15
Porque ésta es la voluntad de Dios: que, obrando el bien,
hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos. 16
Vivid como libres, pero no usando la libertad como man-
to de la maldad, sino como siervos de Dios. 17 Hon-
rad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad
al rey.

2,13 El versículo 13 parece la frase principal, de la que de-


penden todos los preceptos particulares que se dan a con-
tinuación. úno't'tiy1'}'t'E [so-meteos] (2,13) continúa en la pala-
bra úno't'CXO"O"ÓµevoL [sometidos] (2,18; 3,1,5) 8 • Atendiendo a la
palabra, áv1l'pw7tlvr¡ X't'LO"ic; podría entenderse fácilmente como
"institución humana". ¿Pero son instituciones humanas las
jerarquías mencionadas a continuación? ¿No son más bien
disposiciones divinas? En el NT, tanto x-i:l~nv [edificar, fun-
dar, instituir ... ] (Me 13,19; Ef 3,9; Apc 4,11), como sus de-
rivados se usan sólo como expresiones de la actividad creadora
de Dios. Por eso, &.v1l'pwnlvr¡ X't'LO"Lc; (cf. 2 Cor 5,13; Gal 6,15)
debe significar "creación divina y disposición bajo los hom-
bres". Así se entiende sin dificultad oia 't'OV xúpiov [por (cau-
sa de) el Señor]: la subordinación está exigida por la voluntad
de Dios, Señor de la creación 9 •

8 El verbo Ó7tO't"á:crcmrfü:n es propio de las recomendaciones de los


códigos familiares (véase más adelante) (fuera de 1 Petr, aparece ade-
más en Ef 5,21,24; Col 3,18; Tit 2,5s,9; Didaché 4,11; Bernabé 19,7;
l Clem 1,3; Policarpo, Fil 5,3); cf. D. Schroeder, Die Haustafeln des
NT (1959) 116-123.
9 Así Knopf, Michel, Schlatter, Wohlenberg; lo mismo W. Foerster,
en ThWb 3, 1034; H. Teichert, "l Petr 2,13 -eine crux interpretum?",
en ThLZ 74 (1954) 303s; W. Brandt, "Wandel als Zeugnis nach dem
l. Petrusbrief", en Verbum Domini manet in aeternum, Festschr.
O. Schmitz (1953) 18. Pero con mucha frecuencia se propone otra
explicación. K't"lt:rLc; se entiende como una prescripción humana, con-
cretamente como prescripción autoritativa; así BauerWb 902; Liddel-
Scott, col. 1003 ; de los comentarios, véanse, Beare, Bigg, Charue,
Holzmeister, Selwyn, Windisch-Preisker. La mayoría de los comen-
1 Petr. En el Estado 2,13-17 103

2,14 Se nombra al Estado como primera jerarquía de la


creación, porque es fundamental para las demás. Con ello se
plantea una acuciante pregunta. La vida de los cristianos en
el Estado y en la sociedad es ya bastante dura. Existen sufi-
cientes experiencias y ejemplos de que se puede llegar a con-
flictos, como lo prueban los Hechos de los Apóstoles, al rela-
tar la vida de los Apóstoles y sobre todo de Pablo. Pero éstas
eran circunstancias especiales, cuyos últimos responsables fue-
ron los judíos, que crucificaron al Señor, persiguieron a los
Apóstoles y los llevaron ante los tribunales romanos (1 Te-
salonicenses 2, l 4s).
Ahora parece que la opinión pública pagana se ha hecho
por sí misma enemiga de los cristianos. Quizá se han realizado
ya o están a punto de realizarse juicios, encarcelamientos y
condenas por parte de las autoridades estatales contra los
cristianos. ¿Cómo debe comportarse cada cristiano o la Igle-
sia en general? La dificultad de esta pregunta la demuestra
la 1 Petr, al tratar de ella repetidamente; primero aquí, y lue-
go en 3,14,17; 4,1,12-19; 5,13. Según esto, hay que establecer
algunas diferencias. En el capítulo 2 se reconoce fundamental-
mente al Estado como defensor del derecho y garantizador
de las jerarquías establecidas por Dios.
En los capítulos 3 y 4 se plantea de nuevo la cuestión:
¿Qué sucede cuando la autoridad condena por ser cristianos, es
decir, juzga injustamente? En el capítulo 5,13, Roma es Ba-
bilonia, la ciudad enemiga de Dios, que espera el juicio divino.
Estos datos hay que tomarlos en su totalidad para entender
el juicio global de la carta. En una apreciación moderada pue-
den expresarse la esperanza y la confianza de experimentar por
parte del Estado justicia y protección, pero también el deseo
de vivir en paz con el Estado, a la manera de una religio li-
cita, como el judaísmo. Naturalmente, hay que contar con que
el Estado obre injustamente. En este caso, la carta sólo puede
aconsejar llevarlo con paciencia, como Cristo lo llevó. La carta
no piensa en una oposición. Finalmente, cuando la 1 Petr llama
Babilonia a Roma, sigue en esto a la apocalíptica cristiana, sin

tarios entienden de Cristo y su ejemplo de obediencia el ata 't'OV


xúpLov. O piensan que la amonestación afirma que los cristianos no
deben originar oprobio alguno al nombre de Cristo. Pero xúpLoc; aquí
es Dios, y vuelve a reasumirse con frE6c; en 2,15a y 2,16b.
104 1 Petr. En el Estado 2,13-17

decirlo expresamente, y afirma sobre Roma con esa palabra


lo mismo que la apocalíptica.
En el mundo romano la soberanía estatal se contrapone a
los subordinados en la persona del Emperador o en el poder
oficial de los altos empleados imperiales, es decir, de los go-
bernadores de las provincias 10 • La misión del Estado es la
salvaguardia del derecho y de la justicia. Exige el castigo de
los malos y el premio de los buenos (lo mismo en Rom 13,3s).
A la carta no le plantea problema alguno el hecho de que el
castigo caiga en una medida justa sobre los culpables y sola-
mente sobre ellos. Los buenos, por el contrario, reciben elo-
gio. Esta afirmación sobre el elogio, ¿es sólo una contraposi-
ción de relleno a la otra sobre el castigo? ¿O se trata más
bien de una función que el Estado antiguo ejercía realmente
en una medida mayor que la nuestra, distinguiendo, por ejem-
plo, a un ciudadano que lo merecía con honras públicas, cola-
ción de títulos, inscripciones, estatuas, etc.? ¿O se piensa en
algo distinto? ¿Tiene quizá la carta ante la vista procesos
contra los cristianos, que resultaron favorables a los acusados?
Hubo jueces que absolvieron a los acusados. El veredicto del
Estado sirvió para alabanza de los cristianos.

2,15 Las recomendaciones que siguen no sirven únicamente


para la conducta cristiana de una manera general, sino que
indican la situación especial de la enemistad contra la Iglesia,
e incluso hasta de los procesos judiciales. Como personas que
obran el bien, los cristianos no sólo deben vencer la ignorancia
y hacer callar los malos rumores que pesan sobre ellos, sino
que deben hacerlo sobre todo cuando las sospechas se con-

10 En el Oriente, por consiguiente entre los destinatarios de la


carta, llevaban el título de PacnA.dic; los reyes nacionales que pudie-
ron continuar, bajo la dominación romana, y también los reyes de
Egipto, Siria, Palestina y Pérgamo. Pero el Pa.O'LAeúc; a secas es el
Emperador. En 1 Clem 37,3 se le llama así al Emperador incluso en
el lenguaje de la liturgia romana de entonces en lengua griega (las
pruebas en H. Kleinknecht, en ThWb 1, 562s; BauerWb 270). El
Emperador es el portador de la soberanía como el UTIEPÉXWV (el que
posee la suprema autoridad). Los 1¡yeµ6vec; son los representantes im-
periales en las provincias, los cuales podían ostentar diversos títulos,
como procónsul, legado, procurador (citas de los escritores y de las
inscripciones pueden verse en el comentario de Holzmeister y en
BauerWb 679).
1 Petr. En el Estado 2,13-17 105

vierten en acusaciones delante de los jueces u. Si los cristia-


nos salen justificados de esos procesos, entonces han vencido
la ignorancia de los insensatos. El reproche es suave, al llamar
a los adversarios "insensatos" y calificar su actitud de "igno-
rancia". La carta pretende afianzar las relaciones y preservar
a los cristianos del odio implacable del ambiente hostil y hasta
del odio del Estado y de sus tribunales. Lo mismo aconseja 2,17.
La última razón de la parénesis se funda en la "voluntad de
Dios". La amonestación quiere basarse mirando adelante y
atrás. Según el orden establecido por Dios, los buenos y los
malos reciben su recompensa, de acuerdo con ese orden ; pero
según este mismo orden divino, el bien debe vencer al mal.

2,16 La obediencia exigida en 2,13, no quiere decir, como


pudiera parecer, falta de libertad. Pues si el Estado es disposi-
ción divina, la obediencia a la autoridad es obediencia a Dios,
servicio de Dios. Lo mismo que Pablo (Rom 6,22; 1 Cor 7,22),
también la 1 Petr recalca que la libertad cristiana es libertad
para el servicio de Dios. Y aquí como allí se recuerda la falsa
comprensión de la libertad, según la cual, libertad sería liber-
tinaje y bajo el tópico de libertad podría encubrirse la maldad
(Rom 6,15; Gal 5,13). El hecho de que los hombres libres son
siervos de Dios, evita el abuso de la libertad.
De todos formas, se dice con insistencia que el cristiano es
siervo de Dios y así se describe la relación del hombre con
Dios. De esta manera, el AT toma como evidente el concepto
y una palabra de la piedad veterotestamentaria, incluso de la
creencia oriental en la divinidad 12 • Dios es el Señor, el hom-
bre es el esclavo. Esta concepción de la relación con la divi-
nidad es ajena a la religiosidad griega 13 • Para describir la re-
lación del hombre con Dios vale también la frase de Platón
(Gorgias 491): "¡Cómo podría ser feliz quien sirve a otro!"

11 En 1,15, como en 1,18; 3,1,7,8, es llamativo el uso del parti·


cipio en función de imperativo. Recientemente se remite a fórmulas
semejantes en los preceptos de la Misná (D. Daube en el comentario
de Selwyn, 467-488) y en los rollos de Qumrán (E. Lohse, "Paranese
und Kerygma im l. Petrusbrief", en ZntW 45 [1954] 75-77).
1 2 W. W. Graf Baudissin, Kyrios als Gottesname im Judentum und
seine Stelle in der Religionsgeschichte 3 (1929) 524-555: El adorador
de la divinidad como su siervo.
1 3 K. H. Rengstorf, en Th Wb 2, 264-280.
106 1 Petr. En el Estado 2,13-17

Este concepto tan distinto de la relación del hombre con Dios


se expresa también en el gesto de la oración. El griego está
en pie delante de la divinidad, el oriental se postra, el cristiano
se arrodilla. Es indiscutible que en este punto la religiosidad
y espiritualidad orientales han superado lo originalmente occi-
dental. Por eso, debería aceptarse ya una consideración pura-
mente histórico-religiosa, según la cual, los pueblos orientales,
tan dotados de un alto sentimiento religioso, han podido lle-
gar a un auténtico conocimiento de las relaciones del hombre
con Dios.
Ahora bien, si el Antiguo y el Nuevo Testamento no son
solamente testimonios de un alto nivel religioso, sino revela-
ción divina, entonces hay que contar aquí con la palabra de
Dios, dicha al hombre, que dirige y cura, palabra que afirma
que el hombre es ante Dios el siervo impotente y débil. La
relación cristiana con Dios, sin embargo, no se describe plena-
mente con esa palabra. Pues el cristiano, al mismo tiempo que
es siervo, es también hijo y heredero (Roro 8,15s; Gal 4,6s).
Y el servicio de Dios es en realidad libertad, libertad del pe-
cado (Roro 6,22) y de las potencias y poderes del mundo (1 Co-
rintios 8,5s).
Por esto justamente EA.euil'eplcx [libertad] es una palabra esen-
cial del NT, como lo fue de toda la historia eclesiástica. Libre
en sentido propio es quien, aceptado en la comunidad de Dios,
se ve liberado de todas las pretensiones avasalladoras del mun-
do y de sus potencias. El AT concibe la liberación de Israel
como el bien más elevado (Ex 19,5), pero todavía no sabe nada
de la libertad personal de la fe. El piadoso cifra toda su feli-
cidad en la obediencia a Dios (Ps 39,9; 118,47).
Si la palabra y el bien de la libertad son tan importantes
para el NT, puede suceder lo mismo con el influjo de la con-
cepción griega del hombre. Aquí se concibe y está asegurada
la idea de la libertad, pues desde el principio se toman pre-
cauciones ante una idea equivocada de la libertad como ca-
pricho. La libertad se relaciona siempre con la ley y la co-
munidad. Posteriormente desarrolló el estoicismo sobre todo
la idea de la libertad, concibiéndola como independencia inte-
rior del ser. Como el judaísmo helenístico -en la época del
NT escribe Filón su obra: Quod omnis probus líber sit-,
también el NT proclama el concepto y el valor de la libertad,
1 Petr. En el Estado 2,13-17 107

pero lo concibe y lo fundamenta de distinta manera. Cristo ha


restablecido la libertad al hombre perdido en el pecado (Lu-
cas 4,19,21; Jn 8,32; 1 Cor 7,22; 2 Cor 3,17). La libertad
cristiana es desde entonces un don. El hombre no se da a sí
mismo la libertad (como dicen los estoicos). Pues en cuanto
dueño de sí mismo, el hombre es siempre siervo del pecado.
Sino que el hombre se hace libre cuando la acción de Dios
en Cristo lo libera para consigo mismo de todas las pretensio-
nes avasalladoras del mundo y de sus potencias y lo abre ante
su auténtica historia (1 Cor 3,22). Ante esta historia personal,
el creyente no tiene la elección del capricho, sino la posibili-
dad de la sujeción "a la ley de la libertad" (Rom 8,2). Para
el autor de la 1 Petr, como para los destinatarios de la carta,
este concepto de la libertad es algo totalmente normal y que
no necesita aclaración alguna. La carta parece estar también
en este punto bajo el influjo de la teología paulina. Quizá sea
ya la libertad un tópico de la doctrina cristiana, que fue co-
nocido y explicado también por otros 14 •

2,17 En una serie de breves recomendaciones se expresa de


nuevo y de una manera explícita la relación del cristiano con
la opinión pública. Cuatro miembros de la parénesis están or-
denados en una relación bipolar. Por una parte se trata de
"todos" y de los "hermanos'', por otra, se alude a "Dios" y
al "rey" 15 • Los cristianos deben mostrar a todos el honor que
les corresponde, pues así reconocen el puesto y la importancia
de cada uno. El amor sólo se exige en relación a los hermanos
cristianos 16 • Las dos últimas frases están íntimamente relacio-
nadas, pero la 1 Petr las separa intencionadamente. El consejo
resulta totalmente claro, si la 1 Petr cita a Prov 24,21, como
de hecho lo hace: Hijo mío, teme a Dios y al rey. Según la
14 R. Bultmann, Theologie des NT (31958) 331-353.
15 Los imperativos de aoristo y de presente tienen el mismo valor.
El sentido lingüístico se hace inseguro. Por eso no se debe buscar
una razón profunda en la diferencia (cf., sin embargo, Blass-Debrunner
§ 337,2). Para 2,17, cf. C. Spicq, Agape 2 (1959) 324-329.
16 De acuerdo con el uso cristiano bíblico de &:oEA.q>6<; (véase el
comentario a 1 Petr 1,22), el NT utiliza la palabra &:oEA.q>6't't¡<; (pero
sólo aquí y en 1 Petr 5,9). Empleada al principio únicamente en sen-
tido profano y natural, como en l Mac 12,10-17; 4 Mac 9,23, es cierta-
mente una creación neotestamentaria, entendida en este sentido me-
tafórico.
108 1 Petr. En el Estado 2,13-17

1 Petr, el temor sólo se ha de mostrar a Dios, al rey sólo se


le debe honor (la palabra {1ex;crLAEÚ<; significa aquí, como en 2, 13,
el rey). Este es ya el precepto del evangelio (Mt 10,28). Según
esto, la 1 Petr es más reservada que Rom 13,7, en donde se
dice que hay que mostrar temor y honor a los hombres en
cuanto representantes del poder estatal. Las reflexiones y con-
sejos de 1 Petr 2,17 se proclaman en medio de aquel mundo
con culto al Emperador y con divinización de los hombre,
en el que se pasaban fácilmente y sin escrúpulos las fronteras
entre los dioses, los héroes y los hombres.
La carta exige ciertamente la obediencia al rey, pero añade
inmediatamente "pues así lo quiere el Señor" (2,13). Y cuando
se habla del rey, se añade, "pues tiene la autoridad" (como so-
berano), es decir, a causa del cargo que tiene. Esta obediencia
se distingue y se distancia de toda sumisión a la divinización
del Emperador, como exigía aquel culto al mismo. La 1 Petr
señala las fronteras que deciden la libertad y dignidad del hom-
bre. Estas frases del NT son un hecho histórico-religioso y
espiritual.
El problema de la sumisión del cristiano al Estado se toca
o se desarrolla en varios lugares del NT, como ya en Mt 22,
15-22, después en Rom 13,1-7; 1 Tim 2,1-3; Tit 3,1-3,8;
además, en 1 Clemente 60,4 - 61,12. Una relación muy estrecha
existe entre nuestro texto y Rom 13,1-7 (la relación es tan
estrecha, que la exégesis se pregunta de nuevo si la 1 Petr no
dependerá de la carta a los Romanos). Según Rom 13,1-7, el
poder estatal es disposición divina. Si hemos entendido correc-
tamente el texto de 1 Petr 2,13 (véase más arriba), entonces
la carta dice lo mismo, por lo menos, del poder superior del
rey, por el cual son entronizados en sus cargos los gobernadores
de las provincias. Pablo parece ir más adelante, cuando dice
también de los empleados, que son servidores de Dios (Ro-
manos 13,4,6).
El juicio sobre el poder estatal es extrañamente incondi-
cional, teniendo en cuenta lo que Cristo, los Apóstoles y la
Iglesia han experimentado del poder estatal, y todavía más
extraño en Pablo que en 1 Petr, pues esta carta, por lo me-
nos en otros lugares (1 Petr 3,14,17; 4,1,12-19), da como po-
sible el ejercicio injusto del cargo. Lo que aquí se dice, es
pensamiento bíblico antiguo, pues el Estado, incluso el Estado
1 Petr. En el Estado 2,13-17 109

pagano, siempre se considera como ordenación de Dios. Se


trata de una tradición, que en último término corresponde al
antiguo profetismo y que se desarrolla y profundiza en el ju-
daísmo tardío. La teología ha sostenido siempre que Dios es
el creador del mundo y es también el dueño de su historia.
Es el señor de los reyes y de los pueblos, eleva o hunde a las
potencias. Así en Is 1,20; 5,25-29, Asiria es el látigo de Yah-
weh; en Is 45,1, Ciro es el ungido de Dios. Para Jer 5,15-17;
16,3; 21,4-7, Nabucodonosor cumple el juicio punitivo de Dios.
La Sab 6,3 dice que todo poder viene de Dios. Según el Libro
de los Macabeos (1 Mac 8), Judas está en una alianza amistosa
con Roma. Filón (Legatio ad Gaium 152s; 355s) y Josefo (Bell.
Jud. 2,197; Contra Apionem 2,77) nos informan sobre sacri-
ficios regulares en el Templo para honra del Emperador y del
reino. En la tradición rabínica se conserva el dicho de un maes-
tro de la época posterior al 70 d. Cr., que dice: "Pedid por
el bienestar del gobierno, pues si no existiera el temor ante él,
unos devorarían vivos a los otros".
Como 1 Petr, también Rom 13,1-7 y 1 Tim 2,ls están en
la línea de esta tradición teológica, que juzga positivamente
al Estado, concretamente, al Estado romano. El NT contiene
también otros juicios sobre Roma y el Imperio. Uno de ellos
es el que designa a Roma con el nombre de Babilonia (1 Petr
5,13). El contraste más grande con las afirmaciones mencio-
nadas antes se encuentra en el Apocalipsis de Juan, cuando
en el capítulo 13 dice que el Imperio es la fiera a la que Satán
da el trono y el poder, y los capítulos 17 y 18 presentan a
Roma como la prostituta de Babilionia, a quien espera un ho-
rrible juicio 1 7 •

17 Cf. K. H. Schelkle, "Jerusalem und Rom im NT'', en ThGl 40


(1950) 77-119. Sobre 1 Petr 2,13-17 y la enseñanza neotestamentaria
sobre el Estado, véanse las últimas exposiciones de O. Eck, Urge-
meinde und lmperium (1940) 14; 44; 67; H. v. Campenhausen, "Die
Kirche und der Staat nach den Aussagen des NT", en Die Autoritiit
der Bibel heute (1951) 352-354; L. Goppelt, "Der Staat in der Sicht
des NT", en Macht und Recht (1956) 9-21; B. Schwank, "Wie Freie
-aber als Sklaven Gottes (1 Petr 2,16)", en Erbe und Auftrag 36
(1960) 5-12. Sobre las diversas explicaciones de Rom 13,1-7 y las de-
más afirmaciones del NT sobre el Estado informa E. Kasemann,
"Rom 13,1-7 in unserer Gegenwart", en ZThK 56 (1959) 316-376.
110 1 Petr. Los esclavos 2,18-25

2. La situación de los esclavos


(1 Petr 2,18-25)

La mirada se vuelve ahora desde fuera, el Estado, hacia den-


tro, hacia las relaciones en la misma comunidad. Si una pri-
mera recomendación muy amplia se dirige ahora a los escla-
vos 18 , resulta evidente la importancia e interés del tema que
ahora se va a tratar. De hecho, la recta posición de los esclavos
dentro de la comunidad era una tarea verdaderamente difícil,
como secuela del contraste entre la igualdad total de derechos
que tenían los esclavos en la comunidad cristiana, y su caren-
cia de libertad personal desde el punto de vista del derecho
estatal. Las relaciones resultaban tanto más difíciles en cuan-
to que la comunidad contaba con muchos miembros reclutados
entre las capas más bajas de la sociedad, entre las que había
también muchos esclavos. Por eso, en las cartas se recomien-
da una y otra vez a los amos hacer justicia (Ef 6,9), mostrar
buena disposición (Col 4,1) y hasta amor fraterno (Fil 16) a
los esclavos. Además, los amos cristianos no podían muchas
veces cambiar sencillamente las condiciones legales de los es-
clavos por la manumisión, si bien Pablo en un caso concreto
se refiere al tema (Fil 21), y la Iglesia tampoco podía perseguir
inmediatamente y de momento un tal objetivo. El amo no
sólo tenía autoridad para mandar a su esclavo, sino que debía
también cuidar de él. La manumisión significaba muchas veces
para los esclavos la carencia de trabajo y de pan, y todo tipo
de inseguridad. Dado el número extraordinario de esclavos,
una manumisión general hubiera podido provocar una revo·
lución social. Por eso, el NT aconseja ciertamente a los es-
clavos permanecer en su estado y mostrarse dóciles en él:
así Ef 6,5-8; Col 3,22-25, y de manera especial 1 Cor 7,21:

is No se dirige a ellos el autor con la palabra usual oo\íA,ot, sino


con oiJd't'cx.t, probablemente porque en la 1 Petr se trata de la orde-
nación de la comunidad doméstica. Sobre el problema de la esclavitud
y el NT, véanse, entre otros, W. L. Westermann, "Sklaverei", en
Pauly-Wissowa, Suppl. 6 (1935) col. 894-1068; G. Kehnscherper, Die
Stellung der Bibel und der alten christlichen Kirche zur Sklaverei
(1957) (para 1 Petr 2,18-25, pp. 83 y 102); Ch. Haufe, "Die antike
Beurteilung des Sklaven" en Wissenschaftl. Zeitschr. der Karl-Marx-
-Universitiit Leipzig, 9 (1959-60) Gesellsch.-u.sprachw.Reihe 4,603-616.
1 Petr. Los esclavos 2,18-25 111

Aunque tú mismo puedas obtener la libertad, haz uso cuanto


te sea posible de tu vocación como esclavo. En el lugar que
comentamos de 1 Petr 2,18-25, la razón de la recomendación
se basa en lo más hondo de la fe. Los esclavos deben cumplir
con su servicio, no para hacer más llevadera su situación o
por otros motivos razonables, sino porque así es la voluntad
de Dios (2,18-20) y para seguir el ejemplo de Cristo paciente
(2,21-25).

2,18 Vosotros, esclavos, someteos con todo temor a


los amos, no sólo a los buenos y comprensivos, sino tam-
bién a los rigurosos. 19 Pues esta es la gracia, si uno,
con la conciencia de que Dios lo quiere, soporta la pena,
sufriendo injustamente. 20 Pues, ¿qué gloria tenéis si
sufrís golpes por haber pecado? Pero, si los soportáis
por haber hecho el bien, esto es gracia ante Dios. 21
Para esto habéis sido llamados. Porque también Cristo
sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis
sus huellas. 22 Él no cometió pecado ni en su boca se
encontró engaño alguno. 23 Cuando lo insultaban, no
devolvió el insulto; cuando padecía, no amenazaba, sino
que entregaba todo al que juzga rectamente. 24 Él
mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo, subiéndolos
al madero, para que, muertos a los pecados, vivamos
para la justicia. Por sus heridas hemos sido curados.
25 Pues estabais como ovejas extraviadas, pero ahora
os habéis vuelto al pastor y guardián (epíscopo) de vues-
tras almas.

2,18 La realidad que debe vencerse se hace aún más evi-


dente por y entre las palabras de la carta. El esclavo tiene
muchas veces, no un amo justo o hasta benévolo, sino duro.
A todos los amos debe él estar sometido "con temor". Dado
el carácter puramente religioso de la amonestación que sigue,
el temor, en virtud del cual el esclavo debe estar sometido al
amo, debe ser el temor ante Dios; como 1 Petr recomienda
una y otra vez el temor ante Dios (l,17; 2,17; 3,2) y rechaza
el temor ante los hombres (3,15). Puesto que el servicio se
realiza ante Dios, las circunstancias humanas, como la bene-
112 1 Petr. Los esclavos 2,18-25

volencia o el mal humor del amo, no deben determinar la me-


dida de la obediencia.

2,19 El esclavo tiene que soportar pena y sufrimiento


(},{mm; [penas]). El autor piensa sin duda en sufrimientos ex-
ternos, como ultrajes, golpes y malos tratos. El esclavo cris-
tiano soporta lo que se le manda otiX cruvr::l011crw iJr::ov [por la
consciencia (consideración) de (a) Dios] 19 , es decir, en la con-
vicción de que eso tiene relación con Dios y ha sido determi-
nado por Dios, y por eso lo soporta con paciencia, sufriendo
aunque sea inocente. El esclavo tiene la convicción de sufrir
un agravio, y la 1 Petr se lo confirma.
Aristóteles (Ethica Nicom. 5,10,8), siguiendo el antiguo de-
recho, dice que el esclavo, siendo como es propiedad de su
amo, nunca sufre injusticia por parte de su señor. El cristia-
nismo, en cambio, reconoce también el derecho del esclavo y
lo defiende contra la injusticia. A estos datos corresponde el
hecho de que, en las normas domésticas precristianas, nunca
se dan recomendaciones a los esclavos, y en cambio se dan
repetidas veces en los esquemas de normas domésticas del NT
(fuera de la 1 Petr, cf. Ef 6,5-8; Col 3,22-25; 1 Tim 5,1; lo
mismo en la Did. 4,11; Bernabé 19,7). No son una cosa sobre
la que se dispone, sino hombres y hermanos con quienes se
habla. La jerarquía externa puede ser que quede sin cambio
alguno al principio, no obstante, existe ya una nueva valora-
ción del esclavo. Si con la recomendación a la obediencia, da
la Escritura un juicio de valor sobre toda sublevación, tam-
bién rechaza de la misma manera todo uso indebido de poder.
El esclavo no puede evidentemente con sus solas fuerzas so-
portar los sufrimientos que se ve obligado a sobrellevar, sino

19 La palabra o-uvellh¡cn~ en el sentido de conciencia parece ser


que fue introducida por Pablo (Rom 2,15) en el lenguaje neotestamen-
tario y cristiano, tomándola del uso lingüístico de la filosofía moral
popular de su época. La 1 Petr la utiliza en este mismo sentido (3,16,21).
También se encuentra con este sentido en 2,19, y no con el sentido
de "en la conciencia de Dios". Tomándola en sentido profano, tam-
bién se manifiesta Dios en la conciencia, es decir, la divinidad conce-
bida como razón inmanente y que todo lo penetra en el mundo. Se-
gún el NT, en la conciencia se manifiesta la voz de Dios personal.
Sobre los problemas muchas veces tratados del concepto bíblico de
conciencia, cf. últimamente C. A. Pierce, Conscience in the New Tes-
tament (1955) (principalmente pp. 97s; 105-108).
1 Petr. Los esclavos 2,18-25 113

que esto es un don de Dios, es una gracia. Dios se la dará al


que hace lo que puede.

2,20 La carta sigue describiendo la vida diaria del esclavo.


De los esclavos se sabe que son perezosos y mentirosos. Por
eso, el esclavo que no ha cumplido bien su deber, o incluso
ha cometido una falta contra su amo, recibe el castigo 20 • Y
esto naturalmente no es ningún honor, sino una vergüenza.
Pero recibir un castigo por actos buenos, esto sí procura gloria
ante la más alta instancia judicial, es decir, ante Dios. Y no se
trata de gloria ante Dios, sino del don de la gracia de Dios.
Al autor de la 1 Petr le resulta imposible repetir la palabra
paralela xA.foc; '[fama] en 2,20b, que es un miembro paralelo
de 2,20a, sino que aparece como una verdadera necesidad la
palabra xciptc; [gracia]. Para el NT tiene vigencia lo que Pablo
establece en Rom 4,2 y en otros lugares: .el hombre no puede
nunca gloriarse ante Dios, pues sus obras son dones de Dios.

2,21 La parénesis recibe su justificación por el recuerdo del


Señor Jesucristo. La palabra y la voluntad de Dios están visi-
blemente ante los ojos en la figura de Cristo. Al discípulo se
le declara allí el motivo de su vocación 21 • También a los es-
clavos les debe dar ánimos esta misma figura, pues también
ellos han sido llamados para esto. Cristo sufrió injustamente,
pero con paciencia. Esta idea se deriva de la historia de la pa-
sión y se describe ampliamente en 2,22s 22 •
Según la intención de la carta y en relación con ella, sólo

2 º K. L. Schmidt, 'h¡aoí:íc; Xpta..toc; xoA.ixcpt!;6µevoc; und die "co-


laphisation der Juden", en Aux sources de la tradition, Mélanges
M. Goguel (1950) 218-227, piensa que ya la pasión de los esclavos se
relacionaba con la pasión de Cristo mediante la palabra xoA.ixcpt1;6µevoc;
(cf. Me 14,65), como también 1 Petr 2,21-24. Lo mismo D. Schroeder,
Die Haustafeln des NT (1959) 148.
21 Siguiendo el uso lingüístico de los LXX, todo el NT usa la pa-
labra xixA.ei:v para indicar la llamada de Dios a los hombres, y sobre
todo la emplea Pablo con mucha frecuencia en el sentido de que Dios
llama en Cristo mediante su palabra mediata o inmediata. El uso de
Pablo influye en la literatura neotestamentaria posterior, sin duda
también en 1 Petr; cf. K. L. Schmidt, en ThWb 3, 488-492.
22 Con la mayoría de los manuscritos (también P 72 ) hay que leer
E1tixil'ev tanto en 1 Petr 2,21, como en 3,18, porque, además, ésta es la
lectura más difícil. Pero E1ttxfrev significa sufrimientos y muerte de
Jesús, tanto en 2,21, como en 3,18 (véase allí).
CARTAS.-8
114 1 Petr. Los esclavos 2,18-25

se pone en evidencia aquí la ejemplaridad de los sufrimientos


de Jesús. Pero la carta sobrepasa este punto de vista, pues
añade, en primer lugar, un corto Ú7tep úµG.iv '[por vosotros]
(2,21), y, después, expone ampliamente el valor expiatorio y
vicario del sufrimiento (2,22). Del carácter vicario del sufri-
miento, puede aparecer clara para los esclavos la ejemplaridad.
Pues Cristo sufrió por los demás, y sufrió injustamente, como
tienen que sufrir los esclavos cristianos. El segundo motivo por
el que la 1 Petr describe tan amplia y profundamente el carác-
ter vicario de los sufrimientos de Cristo debe haber sido, por-
que la carta no podría hablar de los sufrimientos de Cristo sin
mencionar su valor expiatorio. Tan estrechamente se había
unido ya con la historia esta enseñanza dogmática. Cuando se
mencionan los sufrimientos de Cristo, resuena siempre con ellos
este profundo contenido.
La ejemplaridad del sufrimiento se describe con imágenes
muy impresionantes. Es para los esclavos "el ejemplo" 23 que
deben imitar. Es también "la huella" 24 que deben pisar los
discípulos y que deben "seguir" 25 • La imagen empleada faci-
lita lo que se pide. Pues Cristo va delante, caminando el primero.
Ir por un camino el segundo es mucho más fácil que abrir el
camino el primero. La 1 Petr toma aquí la metáfora tan fre-
cuente en el NT de la imitación cristiana de Cristo en la pa-
sión. El motivo se encuentra ya fundamentado en las palabras
del Señor de Me 8,34 (con los paralelos sinópticos), se desarro-
lla luego en la historia (Le 23,26), utilizándola parenéticamente
la carta a los Hebreos 13,13, y, por último, se formula de ma-
nera abstracta en Fil 2,5; 1 Tes 1,6; 2 Tes 3,5; 1 Clem 16,17;
Ignacio, Efesios 10,3. Si se hacen insistentes recomendaciones

2a 'Y1t6ypaµµa, palabra tomada del lenguaje de la escuela, significa


propiamente la muestra de escritura que sirve como modelo y que
imita el escolar, y después, ejemplar que sirve de norma, cf. G. Schrenk,
en ThWb 1, 772s.
2 4 La recomendación no pretende la imitación en los detalles,
sino la realización en la totalidad, como la huella no se imita, sino
que se la sigue; cf. A. Stumpff, en ThWb 3, 405-409.
2 5 La palabra se entiende originalmente de una manera inmediata-
mente concreta y expresiva como un caminar real detrás de alguien, y
después se usa en sentido metafórico y figurado. En los evangelios pasa
el sentido de la realidad a la metáfora. En 1 Petr 2,21 la palabra
contiene aún. algo de su sentido concreto primitivo, cf. G. Kittel, en
ThWb 1, 213-216.
1 Petr. Los esclavos 2,18-25 115

a los esclavos a que se sometan y soporten su situación, su


dolor, que hasta el presente a nadie había preocupado, se une
ahora a lo más grande que existe, al dolor del Redentor. So-
brepasando, pues, todo caso especial, se dice también así en
qué consiste la ética cristiana. No tiene esta ética un funda-
mento natural y no puede probarse racionalmente. Es una
imitación de Cristo y por eso una aventura de la fe.

2,22 En 1 Petr 2,22-25 se tratan en detalle los rasgos de


los más sublimes sufrimientos del Señor en una impresionante
teología de la pasión, casi ya de una mística de la pasión. La
historia de la pasión no se narra solamente con frases pro-
fanas, sino sobre todo con las palabras sagradas del AT. Se
remite principalmente a Is 53,6 en 1 Petr 2,22; a Is 53,12 en
1 Petr 2,24a; a Is 53,3 en 1 Petr 2,24b; a Is 53,6 en 1 Petr 2,25.
Por eso, la carta se halla situada en una tradición que ya apa-
rece en el evangelio de Marcos, la más antigua historia de
la pasión que se nos ha conservado, pues ya Me 15,24-37 des-
cribe la crucifixión con palabras del AT, y luego lo realizan
aún en mayor medida los evangelios de Mateo, Lucas y Juan (y
también el no canónico evangelio de Pedro). Las palabras del
AT están tan indisolublemente unidas con la narración histó-
rica, que se reconoce fácilmente, que no es el evangelista quien
ha incorporado el AT al relato, sino que lo hizo previamente
la meditación común de la Iglesia.
Además, actuaban también antiguos motivos apologéticos
y dogmáticos, pues a través de las pruebas del AT se demos-
traba que el Salvador no estuvo sometido en la pasión al po-
der superior de sus adversarios, sino que la cruz fue en el
plan de Dios un hecho salvífica mesiánico 26 • También en
1 Petr 2,22-25 se encuentra el AT tan íntimamente ligado al
relato histórico, que no se debe ver en estos versículos única-
mente la creación del redactor de la carta, sino el resultado
de la tradición de la Iglesia. Posiblemente utiliza el autor una
confesión formularia, como hace probable la relación de los
tres himnos a Cristo, tan semejantes entre sí, que trae la carta
(1,19-21; 2,21-25; 3,18-22). (Véase más adelante).

26 K. H. Schelkle, Die Passion /esu in der Verkündigung des NT


(1949) 81-104.
116 1 Petr. Los esclavos 2,18-25

La interpretación cristológica de Is 53 en 1 Petr 2,22-25


trae problemas especiales. Según los evangelios, el propio Je-
sús interpretó su vida y su oficio de acuerdo con Is (Deute-
roisaías). En Le 22,37 refiere a sí mismo el texto de Is 53,12.
Esta palabra del Señor está situada en la tradición especial con
la que Lucas forma el discurso de despedida de Jesús en la
última cena. Las palabras del Señor, introducidas allí, son en
buena parte muy antiguas. La petición de comprar una espada
(Le 22,36) está en contradicción con la otra imagen del Salva-
dor amante de la paz (Mt 5,39; 26,52). El kerigma de la pa-
sión desconoce la espera de la glorificación (Le 22,37). Una an-
tigua tradición debe por tanto existir, también cuando una
palabra del Señor, conservada en Luc 22,37, se refiere a Is 53.
También es probable, aunque no del todo segura, una rela-
ción con los cantos del Siervo de Yahweh (Is 53,5) en las pa-
labras del Señor, conservadas en Marcos 10,45 y 14,24. La voz
del cielo que se oye en el bautismo de Jesús (Me 1,11) es una
cita de Is 42,1. Jesús empieza, pues, su oficio mesiánico como
el Siervo de Dios. En la teología del NT, el texto de Is 53,7 se
interpreta en Act 8,32s, refiriéndolo a la pasión de Jesús. En
las citas de reflexión, Mt 8,17 ve cumplido en las curaciones
milagrosas el oráculo de Is 53,4, y Mt 12,17-21, el otro oráculo
de Is 42,1-4. Juan 12,38 y Rom 10,16 explican la incredulidad
de Israel según Is 53,l. Fuera de estas citas expresas, se en-
cuentran otras referencias cristológicas probablemente en Act 3
y 4, al presentar a Cristo como el 7t<X.'i:\; 'Í}Eou (= Siervo de Dios).
El uso de este título de Cristo en el NT se limita, sin embargo,
a la comunidad primitiva. Los Hechos de los Apóstoles con-
servarán tradición histórica, cuando dicen que sólo allí y sólo
durante algún tiempo se usó este nombre cristológico. En Pa-
blo habrá que reconocer el influjo de Is 53 quizá en las fórmu-
las de confesión cristológicas, conservadas en Rom 4,25 y
1 Cor 15,3, como también en el himno de Fil 2,6-11. Parece que
Pablo utiliza fórmulas tradicionales, tanto en Rom 10,16, como
en este último texto.
La utilización de Is 53 para las pruebas bíblicas de la pasión
fue conocida por la Iglesia del NT, pero se hizo poco uso de
ellas por parte de la comunidad primitiva y de su teología. Por
otra parte, llama la atención el uso abundante de los cantos
del Siervo de Dios en 1 Petr 2,21-25. Pero la carta de Pedro
1 Petr. Los esclavos 2,18-25 117

parece utilizar aquí una antigua tradición previamente fijada.


La carta conservaría, por tanto, una cristología muy antigua.
Pero la ha hecho suya y, a través del uso que hace de ella,
resulta muy fructífera.
Según el testimonio del NT, esta cristología se remonta al
propio Jesús (Me 14,24; Le 22,37). Si tenemos en cuenta la
totalidad de los textos, la época tardía del NT no ha utilizado
mucho estos cantos del Siervo de Dios. En consecuencia, po-
demos concluir que estos textos no estaban muy al alcance de
la teología de la comunidad, y nada nos hace sospechar que
una teología de la comunidad haya retocado la cristología en
este sentido. Donde se conserva, es por consiguiente tradición
antigua. El conocimiento de que el judaísmo palestino, en la
época precristiana, interpretaba en sentido mesiánico los textos
de Is 42,lss y 52,Bss, nos lleva a la conclusión de que la cris-
tología del Siervo de Dios es de antiguo origen palestino. Por
eso, la profecía acerca de los sufrimientos del Siervo de Dios
de Is 53 o no fue comprendida o apenas fue comprendida. Y
éste precisamente habría sido el primer mérito del NT, el ha-
ber reconocido y proclamado con total claridad el cumplimien-
to del texto de Is 53 en la pasión del Mesías 27 •
La 1 Petr 2,22 toma el texto de Is 53,9 en una forma que se
separa del texto de los LXX, y que se encuentra también en
1 Clem 16,10 28 • La palabra del profeta testifica que Jesús no
2 7 Los problemas sobre el influjo de los cantos del Siervo de Dios
de Isaías en el NT han recibido distintas explicaciones. Una (pequeña)
parte de los exegetas sostienen que la interpretación escriturística de
la Iglesia fue la que aplicó a Cristo por primera vez aquellos cantos.
La última investigación completa referente a estos temas es la de
M. D. Hooker, Jesus and the Servant (1959). Otra parte de los exege-
tas (mayor que la anterior y que al parecer va en aumento) sostienen
que el NT, cuando aplica a Jesús los cantos del Siervo de Dios, sigue
una interpretación propia de su oficio mesiánico; así recientemente
J. Jeremías, en ThWb 5,676-713; O. Cullmann, Petrus (2 1960) 72-77;
Idem, Christologie des NT (2 1958) 50-81; E. Lohse, Miirtyrer und
Gottesknecht (1955) 104-110; E. Fascher, Jesaja 53 in christlicher und
jüdischer Sicht (1958) 7-27; H. J. Schoeps, Paulus (1959) 136-144. So-
bre la utilización de los cantos del Siervo de Dios en los Salmos de
Qumrán en seis (o siete) lugares, cf. J. Carmignac, "Les citations de
l'Anden Testament, et specialement des Poemes du Serviteur, dans
les Hymnes de Qumran'', en Revue de Qumran 2,3, n. 0 7 (1960)
357-393.
28 Puesto que Is 53,9 se encuentra en la 1 carta de Clemente en
una cita muy larga, que ciertamente no puede reproducirse de memo-
ria, sino que fue copiada de un rollo de Isaías, la forma que se separa
118 1 Petr. Los esclavos 2,18-25

tenía pecado ni había en él engaño alguno. La impecabilidad de


Jesús es un dato que acepta sin discusión alguna el resto del
NT (Jn 8,46; 2 Cor 5,21; Hebr 7,26; 1 Jn 3,5).

2,23 La impecabilidad de Jesús se prueba sobre todo por


su paciencia en los sufrimientos. Por eso, es el ejemplar que
se propone a los esclavos en sus penas. Cristo fue "insultado"
en sus obras; se dijo de él, que estaba aliado con el diablo
(Me 3,Z.2), que era un glotón y un bebedor (Mt 11,19), después,
durante la pasión, lo insultó el sanhedrín (Mt 26,27), los solda-
dos (Mt 27,30), y estando en la cruz lo insultaron los judíos y
sobre todo los sacerdotes (Mt 27,39,41,44). La 1 Petr, al recor-
dar los insultos que sufrió Jesús sin lamentarse, toma eviden-
temente datos de la tradición histórica sobre la vida de Jesús.
La palabra 7tácrxwv [paciente, al padecer] se refiere también
aquí (cf. 2,21 y otros lugares) a toda la pasión de Jesús. Jesús,
aunque sufría injustamente, renunció a hacer valer personal-
mente sus derechos, se entregó más bien en manos de Dios,
el justo juez, no para que se aplicara a los culpables el castigo,
sino para que se hiciera justicia a los inocentes. La frase nos
hace ver palpablemente cómo se entendía la pasión de Cristo en
la segunda y tercera generación cristianas. Su paciencia, sin
abrir la boca, era lo que más impresionaba en la figura del Cris-
to paciente. La recomendación que se deriva de la imagen de
Cristo paciente es evidente. El derecho del esclavo que sufre
injustamente está salvaguardado en la justicia de Dios.

2,24 La pasión de Jesús sigue describiéndose con las pala-


bras de los cantos del Siervo de Dios de Is 53,4ss y lls. El
oráculo del profeta se amplía en una interpretación cristológica.
La referencia a la relación entre la imagen de Jesús y su imita-
ción, que corresponde en primer lugar al desarrollo ideológico
de la carta, se complementa de nuevo (como en 2,21) con el ke-
rigma de la sustitución vicaria realizada por Jesús en sus su-
frimientos y por la aceptación de esta sustitución. El autor
vuelve a hablar espontáneamente de aquello que llena su espí-
ritu y el de toda la Iglesia. La meditación no piensa ya única-

de nuestro texto de los LXX ha debido ser una variante difundida


entonces, que quizá se haya originado por influjo de Sof 3,13.
1 Petr. Los esclavos 2,18-25 119

mente en los esclavos, sino en la Iglesia: Él mismo llevó


nuestros pecados ... En la interpretación que da del texto de
Isaías, la carta entiende el &:vaq¡Épew como llevar sobre sí,
mientras en Is 53,lls sólo significa llevar. Pedro encuentra,
pues, en Isaías el pensamiento de que el Salvador llevó a la
cruz los pecados como un peso. La imagen puede proceder
de las narraciones veterotestamentarias, como la del Lev 16,2ls,
en donde el buco emisario iba cargado con los pecados. Jesús
llevó los pecados, no sólo de las generaciones pasadas, sino de
las venideras, como la nuestra, es decir, los pecados de todos
los hombres de todos los tiempos. Por los pecados mereció él
también la muerte, castigo merecido por ellos, "para que nos-
otros vivamos". El Hijo de Dios pudo cargar con los pecados
de los hombres, porque tomó un cuerpo, que le hacía como
nosotros. Sus sufrimientos y su muerte fueron, pues, una obra
vicaria.
'AvacpépeLv significa muchas veces en el AT llevar sobre el
altar de los sacrificios. El autor de la 1 Petr indica así, que él
y la Iglesia consideran los sufrimientos y la muerte de Jesús
como un sacrificio. El altar es la cruz, indicada aquí como el
madero (~ÚAov). Esta es una palabra neotestamentaria muy
frecuente para indicar la cruz, según Dt 21,22s. Los Hechos
5,30; 10,39; 13,29, y lo mismo Pablo (Gal 3,13) llaman así a
la cruz de Jesús. Según el Dt 21,22, el malhechor sentenciado,
como condenado por Dios, debe ser colgado públicamente de
un madero. Ahora bien, si Cristo, que era inocente, fue colgado
de un maderó, lo fue, no por sus propios pecados, sino por los
nuestros, por nuestra culpa. Y si la palabra del madero de la
cruz recuerda a Dt 21,22s, encierra, pues, una teología de la
muerte salvífica de Cristo en la cruz. En la l Petr, tanto la
palabra, como su interpretación, no se usan en dependencia
inmediata de Dt 21,22s, sino por influjo de los teología pau-
lina 29 •
El sacrificio que el Redentor llevó sobre el altar no es na-
turalmente el pecado, sino su propio cuerpo. También este
aspecto del significado salvífica del cuerpo de Jesús parece
depender de Pablo (Rom 7,4; Col 1,22). En un impresionante
contraste, y según Is 53,6 la carta puede formular la frase: por

29 J. Schneider, en ThWb 5, 38s.


120 1 Petr. Los esclavos 2,18-25

sus heridas mortales fuimos curados. La 1 Petr cambia lige-


ramente a Isaías (las palabras de Is 53,5 't'Q µwA.wm au't'ou
tciihJ'µEv [con su(s) cardenal(es) hemos sido curados] se con-
vierten en 1 Petr en lciih)'t'E [habéis sido curados]), para obte-
ner así una alocución directa a los esclavos. ¿Quiere recordar
a los esclavos, que con mucha frecuencia tenían que soportar
contusiones, qué gloriosas son esas marcas?
Como en la ética de Pablo (Rom 6,15-23), también aquí se
introduce la invitación moral a partir del acto salvífico de
Dios. En la muerte de Cristo por los pecados hemos muerto
nosotros al pecado, para vivir en el futuro una vida para la
justicia (cf. Rom 6,2,11). La justicia no se alcanza, pues, por
el esfuerzo moral personal. Es siempre una justicia por amor
de Cristo. La 1 Petr sólo explica la doctrina de la redención
por la cruz. Pero se entendían las diversas explicaciones. Pues
esta teología era ya un bien común de la Iglesia, y lo era pro-
bablemente por influjo del kerigma cristiano predicado por
Pablo.

2,25 La acc10n salvífica de Cristo se describe a continua-


ción por medio de la imagen de las ovejas extraviadas, tomada
de Is 43,6, y con un lenguaje metafórico, frecuente en el AT,
según el cual Dios es el pastor de su pueblo (Ps 22; Jer 23,1-4;
Ez 34; Zac 11,4-17). También el NT utiliza la imagen con una
cierta frecuencia para indicar el pueblo de Dios en su penosa
situación presente y en su salvación futura (Mt 10,16; 25,32;
Me 6,34; 14,27; en las parábolas: Le 15,4-7; Jn 10,1-16). Tanto
en el Antiguo (Ps 118,176; Is 41,10; Ez 34,5), como en el
Nuevo Testamento (Mt 18,12s) se habla fácilmente en lenguaje
metafórico de la oveja descarriada 30 •
La conversión es la vuelta a Cristo desde el lugar donde
uno estaba perdido, y conservando la metáfora, Cristo se llama
"pastor". La metáfora cristológica, tan usada por el NT (Mt 2,6;
Me 14,27; Hebr 13,20; también 1 Petr 5,1), la usa la 1 Petr en
una fórmula plena por la duplicación: "como pastor y guar-
dián de vuestras almas" (btl, 't'OV 7to~µÉva xal. E7tlo-xo1tov -r:wv

3 0 La fórmula 1j-re: 'ltAet\IWµe:vo~ de 2,25 permite reconocer -tanto


por el pretérito, como por el masculino- que se piensa en los errores
de los destinatarios en tiempo pagano. Como destinatarios de la carta
vuelven a aparecer de nuevo personas paganas.
1 Petr. Los esclavos 2,18-25 121

4'uxwv úµwv). Los conceptos de notµalve:w '[apacentar] y


em·crxone:i:v '[vigilar, in-speccionar] aparecen también estrecha-
mente ligados en Act 20,28 y 1 Petr 5,2, para expresar en sen-
tido religioso la acción pastoral. Los conceptos, referidos a
Cristo, pueden correr parejos, porque en el AT Yahweh pue-
de llamarse notµ'Í¡v [pastor] y también enlcrxono~ '[guardián]
(Job 20,29; Sab 1,6), como también puede decirse de Yahweh
como pastor (Ez 34,11): emcrxé4;oµat aú't'á '[cuidaré de él (re-
baño)], todo ello en el sentido de que Dios escudriña y conoce
todos los corazones 31 •
De acuerdo con esto, Cristo es el que mejor conoce las
almas y está al tanto de todos sus secretos. Con esos dos
títulos, Cristo se describe como el que conoce, dirige y pro-
tege a su comunidad y a cada uno de los suyos en particular
en su propia y más íntima actividad (Jn 10,14). La palabra
enlcrxono~ ha debido de ser ya en tiempo de la 1 Petr un título
de un cargo eclesiástico (Act 20,28; Fil 1,1). Y así, Cristo, a
través de él, se describe como el que actúa en un cargo ecle-
siástico 32 •
La 1 Petr, como Pablo y el resto del NT, no ha cambiado
nada ni ha querido cambiar nada en la organización legal y
social de la esclavitud. Pero la igualdad social y legal de los
esclavos ha debido seguirse necesariamente de la predicación
sobre la igualdad de derechos de los esclavos ante Dios y en
la Iglesia. Por eso, los documentos sobre la liberación de los
esclavos, cuando les concedían la libertad, remiten con todo
derecho, varios siglos más tarde, a las cartas de Pedro y
Pablo. Un formulario bizantino del siglo VIII dice: "Como
dice el Apóstol: Hermanos, Cristo nos ha redimido (Gal 3,13)
con su preciosa sangre (1 Petr 1,19), así también debes tú
desde ahora ser libre, totalmente libre, ciudadano romano" 33 •
31 Según esto, Filón designa a Dios como ifrpopoi; y E'ltlcrxo7to<;
(Mut. nom. 39,216), ó 'TWV 5'Awv E'ltLCTX07tO<; (Som. 1,91). En los Libros
sibilinos Dios es 7ta.VE7tLCTXO'lto<;; cf. O. Beyer, en ThWb 2, 604-614.
32 Todos los principales cargos de la Iglesia se afirman también en
el NT del propio Cristo. Cristo es apóstol (Hebr 3,1), profeta (Jn 6,14;
Act 3,22), doctor (Mt 23,8), pastor (Jn 10,11; Hebr 13,20), diácono
(Me 10,45; Rom 15,8), sacerdote (Hebr 3,1), obispo (1 Petr 2,25). La
obra única de Cristo lleva y realiza todos los oficios eclesiásticos
(Col 4,17). Cf. además, R. Schnackenburg, "Episkopos und Hirtenamt",
en Episcopus, Festchrift M. v. Faulhaber (1949) 66-68.
33 A. Deissmann, Licht vom Osten (4 1923) 280.
122 1 Petr. El matrimonio 3,1-7

3. El matrimonio
(1 Petr 3,1-7)

Como en todos los códigos familiares, también hay en el


nuestro recomendaciones a los matrimonios (3,1-7). En primer
lugar, las recomendaciones a las mujeres (3,1-6) son casi tan
extensas como las de los esclavos. Esto tiene su razón de ser.
La fe cristiana trajo también cambios profundos para la situa-
ción de la mujer. La igualdad total de derechos en la Iglesia,
derivada de la misma elección al reino de Dios, y la igualdad
de derechos de la esposa con el esposo en el matrimonio cris-
tiano monogámico, han debido también conmover desde los
cimientos la situación social de la mujer. Pero en la vida
diaria, las relaciones no han debido ser siempre fáciles. Mu-
chas veces se habrá convertido la esposa al cristianismo, mien-
tras que el esposo continuaba siendo pagano. Estos matrimonios
mixtos han debido ser al principio la regla general. Si el ma-
rido sentía desconfianza o llevaba a mal la religión de la esposa,
podían hacerse muy difíciles para la esposa las circunstancias, y
tanto más en cuanto que, según el antiguo derecho y costum-
bre, la mujer estaba totalmente sometida al marido en el ma-
trimonio.
La esposa, por su parte, apenas podía pensar en la disolu-
ción del matrimonio. No sólo no tenía posibilidad alguna para
ello por parte del derecho, sino que no podía siquiera prescin-
dir del estado del matrimonio, porque sólo así podía tener
casa, protección y mantenimiento. Las cuestiones que se plan-
tean aquí, las trata también Pablo en 1 Cor 7,12-16. La 1 Petr
y la 1 Cor consideran de la misma manera como la única so-
lución posible, que sigan permaneciendo los matrimonios mix-
tos, si es factible. La 1 Cor lo dice expresamente (7,12), la
1 Petr lo supone. El matrimonio, según la convicción y la fe
de la Iglesia, está fundado en la creación de Dios (Me 10,6). La
creación no se suprime con la redención. La redención san-
tifica más bien a la creación de tal manera, que el cónyuge pa-
gano es santificado por el cónyuge cristiano (1 Cor 7,14) 34 •

34 Justino, 2. Apol. 2 demuestra con un ejemplo de la vida la di-


ficultad de las relaciones. Tertuliano, Ad uxorem 2,4 describe la
situación de la mujer en 1!n matrimonio mixto. Aunque éstas son cir-
1 Petr. El matrimonio 3,1-7 123

3,1 De la misma manera, las mujeres deben estar so-


metidas a sus maridos, para que, si alguno no obedece
a la palabra, sean conquistados por la conducta de las
mujeres sin palabra alguna, 2 al ver vuestra honesta
conducta en el temor (de Dios). 3 Vuestro adorno no
sea el exterior, rizado de cabellos, atavío de joyas de oro,
o suntuosos vestidos, 4 sino el interior del corazón con
el valor incorruptible de un espíritu suave y tranquilo,
que es lo precioso ante Dios. 5 Pues así se ataviaban
en otro tiempo hasta las santas mujeres que esperaban en
Dios, sometidas a sus maridos, 6 como Sara obedeció
a Abraham, llamándolo señor. Vosotras os hacéis hijas
suyas, practicando el bien y no teniendo miedo alguno.
7 De la misma manera, los maridos deben convivir com-
prensivamente con la mujer, como con un ser más débil,
honrándolas como a coherederas también de la gracia de
la vida, para que vuestras oraciones no sean inútiles.

3,1 Con la palabra, repetida por tercera vez (2,13,18),


Ú7tO'tctcro-6µew.u [so-metidas] 35 , aconseja nuevamente la l Petr
la sumisión. Para él es algo fundamental en la ética cristiana.
Pero el orden que con tanta insistencia recomienda la carta no
es una disposición humana o un capricho, sino creación divina
(2,13). En este orden de la creación el hombre es también ca-
beza de la familia. La carta recomienda, pues, a las mujeres
que se sometan obedientes a este orden y no para vencer el
mal, sobre todo la oposición de la incredulidad, con contra-
dicciones, sino con piedad, pureza y bondad de corazón. La
1 Petr tiene ante los ojos el problema de los matrimonios
mixtos ("si algunos no obedecen a la palabra"). ¿De quién oye
el marido pagano la palabra que rechaza? Quizá la oiga de
su propia mujer, que lo instruye en la fe cristiana. El puede

cunstancias de época posterior, en que se hizo cada vez más intensa


y más evidente la enemistad contra la Iglesia, no obstante, algo pa-
recido vale también para el siglo l.
35 Algunos editores (Merk, von Soden, Vogels; lo mismo Holz-
meister) se deciden por IXL yuvixi::>ti::c;, otros por yuvixi:xi::c; (Nestle, Souter;
lo mismo D. Schroeder, Die Heustafeln des NT [1959] 108 y nota).
Probablemente estaba regularmente el artículo en la alocución (como
en 2,18 y 3,7). En el úµwv de 3,2 existe ciertamente una alocución,
según esto, en 3,1 habrá que leer IXL yuvixi:xi::c;.
124 1 Petr. El matrimonio 3,1-7

oirla también en la reunión comunitaria de los cristianos, cuan-


do quiera acompañar allí a su mujer. Si el marido se cierra a
la palabra, entonces vale el consejo de la carta: no debe mo-
lestársele más con discursos. La realidad del evangelio, mani-
festada en la conducta de la mujer, debe ganar al marido. Su
vida debe ser una expresión de su fe, callada, pero convincente.

3,2 El temor que debe manifestar la mujer no es el temor


ante el marido, sino, como en 2,17s, el temor ante Dios, que es
el que le liga. El marido debe saber y admitir que sobre la
vida de la mujer actúa un poder superior, el poder de Dios,
que ella teme violentar y al que intenta agradar. El marido
debe reconocer la realidad de Dios por la conducta pura y
honrada 36 de la mujer.

3,3 En 3,3-5 se trata con una cierta amplitud el tema de


la conducta honesta. Este es el verdadero atavío de la mujer.
La carta rechaza con un severo juicio el adorno externo (3,3)
y exige en la misma medida la belleza interior (3,4s). La lite-
ratura y los monumentos de la época imperial nos proporcio-
nan la ilustración de ese atavío femenino exterior, que la carta
considera como un lujo, y que consiste en el rizado del cabello,
las joyas de oro y los vestidos a la moda y caros. Natural-
mente, sólo los estratos más altos de la sociedad podían per-
mitirse esos lujos, y en esos estratos no debía haber muchas
mujeres. La carta critica, pues, la exuberante cultura de la
época y comparte este punto de vista serio y amonestador con
otros observadores de su tiempo y de épocas anteriores 37 • El

36 En 1 Petr 3,2, como casi siempre en el NT, &yv6.; significa lim-


pieza y pureza en general, no castidad en especial; cf. F. Hauck, en
ThWb 1, 123.
37 La crítica al adorno y lujo exagerado de la mujer es un tó-
pico de la literatura de todos los tiempos; cf. ya Is 3,18-24 y de
nuevo en 1 Tim 2,9. En 1 Petr se aducen las mismas expresiones que
las utilizadas por Plutarco (Moralia 1, Coniug. praec. 26); Filón (Vita
Mosis 2, 243; De virt. 39); Epicteto (Enchir. 40). Especial interés
reviste el orden de los vestidos en una inscripción del siglo r a. Cr.
para un santuario en Andania en el Peloponeso (W. Dittenberger,
Sylloge 2, 736; IV; cf. J. Leipoldt, Die Frau in der antiken Welt und
im Christentum [1955] 52s): Las mujeres que sirven en los misterios
no deben llevar ningún adorno de oro, no deben utilizar coloretes ro-
jos o blancos, no deben llevar sortijas ni trenzas en el pelo, zapatos sí,
pero de fieltro o de piel de animales sacrificados.
1 Petr. El matrimonio 3,1-7 12$

severo juicio y los rigurosos postulados de la carta no están


libres evidentemente de los condicionamientos históricos y tem-
porales. Serán modificados por palabras del Señor, como Ma-
teo 6,17s; Me 14,6; Le 15,22, que testifican una apreciación
serena de los bienes de la cultura. Este es un ejemplo reve-
lador, dentro del mismo NT, de cómo las palabras del Señor
son igualmente auténticas y por tanto siempre valederas, y
cómo maestros posteriores pueden sucumbir a influjos histó-
rico-temporales 38 •

3,4 El verdadero adorno de la mujer es su humanidad in-


terior, la oculta, la del corazón. Estas palabras y conceptos re-
cuerdan a Pablo (2 Cor 4,16; Col 3,3). El valor del hombre inte-
rior es indeleble e indestructible, completamente distinto del
del atavío externo, que con el tiempo disminuye y quizá se
pierda del todo. El hombre interior es "el espíritu sereno y
tranquilo". Como siempre en el NT, y, en todo caso, mientras
no se demuestre lo contrario, bajo la denominación del espíritu
hay que entender el espíritu de Dios; por eso, aquí el espíritu
no es el espíritu humano natural, sino el Espíritu Santo de
Dios, que actúa en los regenerados. Precisamente por esto,
por ser de naturaleza divina, el Espíritu es indestructible.
Según las experiencias neotestamentarias, el Espíritu se
manifiesta de muy diversas maneras, a veces con un poder
extraordinario. Aquí se manifiesta en la suavidad y la dulzura,
experiencias propias de la posesión del Espíritu. También Pa-
blo (1 Cor 4,21; Gal 6,1) habla del espíritu de suavidad. Como
es sabido, Pablo desarrolla de manera precisa la doctrina neo-

2s Algunos Santos Padres han considerado como literalmente obli-


gatorias las 'prescripciones de 1 Petr 3,3 y por tanto han considerado
como prohibido todo adorno externo de la mujer (Clemente Alejan-
drino, Paed. 3,11,66 (GCS 1, 273); Tertuliano, De orat. 20; Idem, De
cultu fem. 1,6; 2,2,7-14; Cipriano, De habitu virg. 8). Podemos pre-
guntarnos qué valor tienen unos preceptos como los de la 1 Petr 3,3s,
prescindiendo ahora de sus condicionamientos temporales, para una
valoración cristiana del adorno y el lujo. El hombre interiormente
rico no necesita ningún lujo externo. ¿No delata de hecho la tendencia
hacia el lujo el deseo del hombre de elevarse para valer algo, porque
no ha encontrado la justicia; el verdadero vestido que le adorna? ¿No
delata por eso mismo su hambre de justicia, aunque sea de una
manera muy especial, como también se manifiesta a veces de una
manera rara el hambre de Dios? Cf. E. Peterson, "Theologie des Klei-
des'', en Marginalien zur Theologie (1956) 41-56.
1 í>etr. E1 matrimonio 3,1-7

testamentaria del Espíritu. Y el Espíritu, que al principio se


concebía ante todo como fuerza para realizar acciones extra-
ordinarias, después se concibió como fuerza para la vida cris-
tiana de todos los días. Como en 1 Petr 2,20, también aquí se
proclama la recomendación ante la última instancia judicial
de Dios. Aquí se decidirá sobre el valor verdadero o falso.
Ante este tribunal, el adorno interior es precioso; el atavío
externo, bagatela.

3,5 Una base bíblica asegura la recomendación de la carta


y pone al mismo tiempo ante los ojos un ejemplo de mujeres
bíblicas como ideal. Al principio se mencionan las mujeres del
AT en general, luego se habla de Sara en particular. De todas
ellas se dice en general que eran santas. La palabra tiene aquí
todavía su sentido original cultual, no un sentido moral (cf.
más arriba la explicación de 1 Petr l,15s). Las mujeres son
santas, .porque han sido elegidas por Dios y están llenas de
Dios. Dios habla a través de su figura y exige la misma san-
tidad. Los santos del AT "esperaban en Dios". Dicho de todos
de esta manera, el predicado puede significar la esperanza me-
siánica, que llenaba todo el AT y a cada uno de los hombres
justos de la antigua alianza.
En Hebr 11,13 aparecen los justos del AT igualmente orien-
tados hacia el futuro: todos murieron en la fe, sin haber al-
canzado la promesa. Las santas mujeres estaban adornadas
con la auténtica riqueza de la humanidad interior. Cumplie-
ron el ideal de la sumisión a sus maridos. Las expresiones
laudatorias son completamente generales y convienen también
a todas las mujeres piadosas del NT. La 1 Petr no piensa sE!-
guramente en personas particulares ni en sucesos concreto$,
sino que se sirve de un esquema abstracto para describir la
santidad veterotestamentaria.
La carta emplea primero argumentos de crítica cultural
profana (3,3), después remite a la nueva antropología de base
bíblica (3,4) y finalmente recurre a la parénesis basada en las
palabras de Dios (3,5).

3,6 Después de las afirmaciones generales, mencionadas an-


tes, la carta propone un ejemplo concreto en la figura de Sara,
y la menciona precisamente por su obediencia. Ella reconoció
1 Petr. El matrimonio 3,1-7 1í7

en su matrimonio a Abraham como su señor. La carta qmza


quiera aludir concretamente al relato de Gn 18,12 39 • Si Sara
llama aquí a Abraham "señor", es una prueba de su entrega y
de su obediencia. Claro que tales palabras y una actitud se-
mejante entre el marido y la mujer es una costumbre general
del Oriente y, por tanto, un testimonio de la relación natural
de subordinación en que se encontraba la mujer frente al
marido.
Las mujeres cristianas son hijas de Sara. Según la expli-
cación que Pablo formula por primera vez y que basa en ar-
gumentos teológicos (Rom 4,1-12; Gal 3,6-29; también en
Hebr 2,16; 6,13-15; Sant 2,21; 1 Clem 31,2; Bernabé 13,7),
Abraham es padre, no de los judíos -al máximo, es su padre
según la carne-, sino de los cristianos. Según Gn 15,6, es un
ejemplo por su fe. El que cree como él, es hijo suyo. Sara es
ejemplo por su obediencia. La mujer cristiana que obra el bien,
y sobre todo es obediente como ella, es hija suya. La tipología
relacionada con la figura de Abraham se amplía aquí a la figura
de Sara (cf. Is 51,ls).
La recomendación que viene a continuación: "no teniendo
miedo alguno", la carta no trata probablemente de basarla en
la historia de Sara. Las razones de que se introduzca aquí esta
recomendación para las mujeres son fáciles de descubrir. Las
mujeres cristianas podían temer amenazas y violencias por
parte de sus maridos paganos y también por parte del am-
biente pagano.
A pesar de que la carta habla en vistas de la situación
especial de las mujeres cristianas de su tiempo, toca, no obs-
tante, problemas que de alguna manera son problemas de
todos los tiempos y a veces bastante difíciles, pues la mujer
cristiana está siempre sometida a su marido, pero también a
la ley evangélica. Siempre puede producirse en este terreno
una fisura, y hasta el evangelio mismo puede provocarla, pues
Cristo ha venido a enfrentar a unos con otros a los miembros
de una misma familia (Mt 10,35s).
39 Sara se ríe de la promesa de un hijo y se dice a sí misma que
ya es vieja. "Mi señor también es viejo" (Gn 18,12). Para los rabinos,
también esta palabra de Sara delata su obediencia; Billerbeck 3, 764.
128 1 Petr. El matrimonio 3,1-7

3,7 40 También los maridos deben guardar de la misma


manera (óµolw.;) el orden de la creación (2,13). Si el objetivo
final de la recomendación es promover la oración común de
los esposos, se da por presupuesto esto, cuando, tanto el
marido como la mujer, son cristianos, mientras que en 3,1 se
cuenta con la posibilidad de que la mujer sea cristiana, y el
marido siga siendo pagano. Estas distintas circunstancias se
comprenden sin dificultad, porque la mujer, gracias a su dis-
posición para la vida religiosa podía ganarse para la fe más
fácilmente que el marido, y el marido, por su parte, si era
cristiano, podía fácilmente llevar a la fe a la mujer, gracias a
su natural superioridad. Por eso y en virtud de que el hombre
podía hallar una solución más fácilmente que la mujer, las
posibilidades de un trágico conflicto eran mucho menores
para el marido cristiano que para la mujer cristiana. Así se
comprende que la recomendación a los maridos sea mucho más
corta que la dirigida a las mujeres.
La 1 Petr recomienda a los maridos que cumplan sus de-
beres con las mujeres. Aunque la mujer está sometida al ma-
rido, no por eso está entregada a su capricho. La parénesis re-
cuerda (3,3-6), en primer lugar, las razones de ética natural, y,
después, los motivos cristianos. Unas y otros deben hacer ma-
durar "la comprensión" del marido. Se dice en primer término
que la mujer es el "vaso 41 más débil 42 ". Por eso, el marido

4 º B. Reicke, "Die Gnosis der Manner nach 1 Petr 3,7", en Ntl.


Studien für R. Bultmann, ZntW, Beiheft 21 (1954) 296-304, se decide
por el texto c;uyxf.:r¡pov6µ.ot. En realidad no se deduce ninguna dis-
tinción.
4 1 La palabra que designa a la mujer como una cosa tiene original-
mente un sentido peyorativo. La 1 Petr conserva la palabra, pero cier-
tamente no el sentido. La expresión es tanto oriental como rabínica
(Billerbeck 3, 632s). Pero la expresión fue determinada posteriormen-
te por la sensibilidad griega, para la cual el cuerpo es el vaso del
alma; así Hermas, Mandata 5,1,2: el cuerpo de Cristo es crxeüo.; i;oü
'lt'VEÚµ.ai;o.;. Como texto más parecido al nuestro puede aducirse
1 Tes 4,4: d6évat ~XO'.O'"t"OV úµ.Gív i;o Eaui;oü crxe:Üo<; xi;cicrfrm Év á.ytaaµci'>
xai ·nµ.ií, con tal de que crxe:Üo<; signifique aquí la mujer y no el
cuerpo, cosa que no es segura. También Rom 9,21; 2 Tim 2,20s, e
Ireneo, Adv. haer. 1, 21, 5 unen los conceptos de ·crxe:Üo<; y i;tµ.1¡. Qui-
zá se emplee lenguaje metafórico tradicional.
42 'Aafre:v1¡<; puede significar, como siempre y también en el NT,
sumisión física (Mt 25,43; Act 5,15s), moral o espiritual (Rom 5,6;
1 Petr. El matrimonio 3,1-7 129

debe llevar su vida comunitaria con su mujer lleno de com-


prensión 43 , No debe ver mala voluntad donde sólo hay otra
cosa, quizá una debilidad fisiológica.
Pero también la comprensión cristiana y sobrenatural debe
conducir al marido a una actitud comprensiva y cariñosa. La mu-
jer tiene y tendrá parte en la misma "gracia de la vida" (xápr.c;
"t'fjc; i;wfjc; = gracia que consiste en la vida). En este terreno
no hay ni marido ni mujer (Gal 3,28). Marido y mujer son
absolutamente iguales y la mujer tiene derecho a ser honrada
por parte de su marido (1 Cor 11,lls; Ef 5,23-33).
Y existe aún otro argumento: Vuestras oraciones no de-
ben encontrar impedimento alguno. El sentido lo decide la
palabra úµwv [de vosotros]. ¿Se refiere sólo a los maridos?
Las oraciones de los maridos encontrarían impedimentos, es
decir, estarían privadas de eficacia ante Dios, cuando la injuria
hecha a la mujer acusa al marido ante Dios. ¿O se trata de
los dos esposos a la vez y se entienden sus oraciones comunes?
Esto parece lo más probable. También para la 1 Cor 7,5 la
oración de los esposos en un hogar cristiano es algo muy va-
lioso. La alusión a la oración en común es quizá la última
intención del Apóstol. Es el último y más preciado fruto del
matrimonio. Cualquier impedimento en este sentido le aca-
rrearía graves y serios perjuicios. Sería imposible conseguir
este fruto, si la unión matrimonial de los esposos fuera da-
ñada o destruida por la falta de amor del marido. Según Ma-
teo 5,23; 1 Cor 11,20-29; Sant 4,3, el culto divino y la falta
de amor no pueden compaginarse 44 ,

1 Cor 8, 7-11); en 1 Petr 3,7 sólo significa debilidad física a causa


de la parecida afirmación siguiente.
43 :I:uvoixe:i:v significa generalmente vivir juntos sin más, pero
puede significar también la comunidad matrimonial. Aquí el sentido
es impreciso. El Sinaítico lleva como escritura de primera mano
cruvoµiA.oúv't'e:c;, con lo que la comunidad se define como algo pura-
mente espiritual. La historia del texto del NT ofrece varios ejemplos
de estas enmiendas ascéticas; cf. Le 2,36 (siete días); 1 Cor 7,3 ('t''Í]V
óqmA.oµÉV'I]'ll e:i.lvoicx.v); 1 Cor 9,5 (la mujer como hermana).
44 Sobre el matrimonio, la familia y la casa en el NT véase una de
las últimas investigaciones K. H. Rengstorf, "Die ntl. Mahnungen an
die Frau, sich dem Manne unterzuordnen", en Verbum Dei manet in
aeternum, Festschrift. O. Schmitz (1953) 131-145; ldem, Mann und
Frau im Urchristentum (1954).
CARTAS.-9
130 1 Petr. La c;:omunidad 3,8-12

4. La comunidad
(1 Petr 3,8-12)

Después que las recomendaciones de 2,13 - 3,7 han tratado


los problemas y situaciones particulares, termina la sección
con una parénesis dirigida a todos 45 , pues 3,8 describe la
conducta dentro de la comunidad y 3,9 el comportamiento con
los adversarios. Una cita bíblica da consistencia a las reco-
mendaciones (3,10-12).

3,8 En fin, sed todos de un mismo sentir, compartid


alegrías y tristezas, practicad el amor fraterno, sed mise-
ricordiosos y humildes. 9 No devolváis mal por mal,
ni insulto por insulto; sino, al contrario, bendecid, pues
para esto habéis sido llamados, para ser herederos de la
bendición. 10 Pues:
El que quiera amar la vida
y ver días buenos,
guarde su lengua del mal
y sus labios de palabras engañosas.
11 Apártese del mal y haga el bien;
busque la paz y corra tras ella.
12 Porque los ojos del Señor
están sobre los justos
y sus oídos atentos a sus súplicas,
pero el rostro del Señor
se enfrenta con los que hacen el mal.

3,8 La recomendación vale en primer lugar para la concor-


dia en la comunidad. La situación se desarrolla en cinco ad-
jetivos, cuyo significado se entrecruza y, luego, se amplía de
manera inaudita. Por lo que se refiere al origen de los con-
ceptos de las virtudes que se mencionan -se plantea el pro-
blema de la estrecha relación entre la ética bíblica y la de la
antigüedad tardía-, podemos decir que dos por lo menos

4 5 ¿Está la frase unida gramaticalmente a vrco"t'&iyT}"t'E. de 2,13,


como en 1 Petr 2,18; 3,1,7 o se siente el participio ov"t'ec; como im-
perativo?
1 :Petr. La comunidad 3,8-12 131

son conocidos en la lengua helenística corriente (óµ6<ppove:c;


[del mismo parecer] y O"uµ1m,ih:i:c; [compasivos]) 46 , Por otra
parte, reciben nueva realidad y cumplimiento en la comunidad,
en la que los hombres más distintos eran de un mismo sentir,
lo mismo frente a Dios que frente a los hermanos (Act 4,32).
Los restantes conceptos (e:ÜO"TCAayxvoL [de buenas entrañas]
también en Ef 4,32; cf. Col 3,12; "t'<XTCEWÓ<ppove:c; [de sentimien-
tos humildes] cf. Ef 4,2; Col 3,12; <pLArXOEA<J.lOL [amadores de
los hermanos]) se explican, según las investigaciones lexico-
gráficas, en los catálogos de la Regla de la Comunidad de
Qumrán 47 , pero con los significados presentes sólo están ates-
tiguados plenamente en el lenguaje cristiano-bíblico, porque,
en realidad, según su contenido propio, sólo son posibles en
la ética bíblica y cristiana 48 •

3,9 La recomendación siguiente regula la conducta de los


cristianos frente a los adversarios de la comunidad 49 • Prescrip-
ciones parecidas las da ya el evangelio (Le 6,27s) y después
Pablo (Rom 12,14; 1 Cor 4,12; 6,10; 1 Tes 5,15). En todas
estas prescripciones de los Apóstoles actúa la palabra de Jesús
(Mt 5,44 [en parte de los manuscritos]; Le 6,28) y también su
ejemplo (1 Petr 2,23). Los hallazgos de Qumrán han demos-
trado nuevamente con toda claridad cómo estas reglas no eran
evidentes por sí mismas y cómo estas exigencias de una con-
ducta pacífica y bien dispuesta frente a los adversarios resul-

46 Véanse las pruebas de W. Michaelis, en ThWb 5, 935.


47 Cf. S. Wibbing, Die Tugend- und Lasterkataloge im NT (1959)
104 para 't'arcw.16cppovec; y elicrrcA.ayxvoL. La palabra q>LA.rilfaA.cpoL está
próxima a los textos de Qumrán, pues la comunidad existente allí
emplea el nombre de hermanos en sentido metafórico (véase el co-
mentario a 1 Petr 1,22).
48 Fuera del uso neotestamentario se encuentra elicrrcA.ayxvoc; con
significado médico, pero q>LA.rioeA.cpoc; sólo para designar el verdadero
amor entre parientes, y una vez (2 Me 15,14) para designar el amor
entre los conciudadanos. En 1 Petr 3,8 la palabra se entiende en
un sentido nuevo, como el sentido de fraternidad en el NT es tam-
bién nuevo; véase más arriba el comentario a 1,22. Cf. H. von Soden,
en ThWb 1,146; A. Vi:igtle, Tugend- und Lasterkataloge im NT (1936)
47s y 188; C. Spicq, Agape 2 (1959) 330.
49 EúA.oye~v, en el griego profano, hablar bien de alguno, significa
en los LXX y en el NT (Mt 5,44; Le 6,28) bendecir, en cuanto que
se invoca sobre alguno la gracia de Dios. Así seguramente también
en 1 Petr 3,9 según el contexto y eúA.oylav 3,9b; cf. H. W. Beyer, en
ThWb 2, 751-763.
132 1 Petr. La comunidad 3,8-12

taban totalmente nuevas para la comunidad. La Regla pres-


cribe (1 QS 14): "Es tarea de los miembros de la comunidad
amar a quien Dios ha elegido y odiar a quien él ha rechaza-
do"; y allí mismo, 9,21: "El odio es un odio eterno, con la
disposición a separarse de todos los hombres de la perdición''.
Los hombres de la perdición y los que han sido rechazados,
no son los negadores de Dios y los malvados, sino los adver-
sarios de la comunidad. El hombre piadoso los odia como a
sus enemigos y como a enemigos de Dios, pues está convencido
de que Dios odia a quien él odia. No tiene por qué temer que
pueda equivocarse, al comparar sus intereses con los intereses
de Dios.
El Henoc eslavo 50,4 se acerca más a la ética neotestamen-
taria, cuando dice: "No os venguéis ni del que está cerca
ni del que está lejos, porque el Señor se vengará y dará libre
curso a su ira en el gran día del juicio". Pero, ¡qué diferencia
también aquí! Dios es vengativo; en el Antiguo y el Nuevo
Testamento, en cambio, Dios es el que bendice, y por eso tam-
bién vosotros debéis bendecir. Quien es agasajado, quiere y
debe agasajar a los demás. Al cristiano no sólo se le prohíbe
devolver mal por mal; vence el mal con el bien, la maldición
con la bendición. Este sentido es claro, a pesar de que la
explicación gramatical del versículo no sea del todo segura.
¿ To\í't'o I esto] se refiere a lo anterior o a lo siguien te? En el
primer caso se dice: para esto habéis sido llamados, para que
bendigáis, a fin de que así recibáis también vosotros la bendi-
ción. En el segundo caso : para esto habéis sido llamados,
para que heredéis la bendición (Mt 25,34; 1 Clem 35,3). Y
por eso debéis también vosotros bendecir.
En la 1 Petr 3,9, todo cristiano, por el hecho de ser lla-
mado, está capacitado para bendecir (no sólo los sacerdotes,
a quienes el AT y el judaísmo, según Nm 6,22-27, había res-
tringido la plena capacidad de bendecir). Para el autor de la
1 Petr, después de lo que dijo sobre el sacerdocio de toda la
Iglesia (2,9), este tema no plantea problema alguno. Una con-
vicción muy antigua era que la bendición se trasmitía por he-
rencia; así en la historia de los patriarcas, Gn 27,1-40; 49,25s;
cf. Eclo 3,11. Si en aquellos pasajes la herencia es un bien te-
rreno, en 1 Petr 3,9, es la salvación final. La palabra "heren-
cia" indica que no hay propio merecimiento del don divino.
1 Petr. La comunidad 3,8-12 133

Pues la herencia es siempre un don inmerecido (cf. más arriba


el comentario a 1,4).
El texto de 1 Petr 3,8s muestra gran parecido en las pala-
bras con recomendaciones semejantes; así, con las palabras
del Señor (Mt 5,5-7,43-48; Le 6,27s) y con la parénesis de las
cartas apostólicas (Rom 12,9-19; Ef 4,1-3,32; Col 3,12-15;
1 Tes 5,13-22). Y continúa en la literatura postapostólica (Di-
daché 1,3; Policarpo, Fil. 2,2). Se utiliza sin duda material
parenético y catequético tradicional 50 •

3,10-12 Las recomendaciones se basan en último término


en una cita del Salmo 33,13-17 LXX, traída aquí de una ma-
nera un poco fácil. La carta ha escogido los versos de manera
reflexiva y pertinente, porque ponen en guardia ante las dispu-
tas y pecados de la lengua y aconsejan la paz (3,8s), cosa que
la carta ya había propuesto antes con sus propias palabras, y
sobre todo, porque contienen (3,lls) la contraposición entre
XClX07tOLEi:V '[hacer el mal] (2,16 y 3,9) y aya1J'onoiEÍ:'J [hacer el
bien] (2,14s,20 y 3,6).
Por otra parte, la 1 Petr entiende las palabras del Salmo
en un sentido mucho más elevado que el original, como es más
elevado el Nuevo Testamento que el Antiguo. Vida y días
buenos (3,10) son, según el sentido original, vida terrena y
buenos días terrenos (Tob 4,5; Est 8,17; 9,19,22; Eclo 14,14;
41,13; 1 Mac 10,55). Las reglas de la conducta práctica deben
servir para obtenerlos. Como esto es útil, el hombre prudente
se conserva limpio de los pecados de la lengua. En la carta, la
vida y los días buenos se entienden en sentido escatológico
de la vida eterna. Esta es la herencia de bendición (3,9) que
se promete al justo. Se entienden también, en este sentido
nuevo y profundo, el bien que hay que hacer, la paz que hay
que procurar, la justicia que hay que practicar 51 • La carta pro-

º
5 E. G. Selwyn, en el comentario al pasaje y en pp. 407-413;
L. Brun, Segen und Fluch im Urchristentum (1933) 23s.; 113; 138.
5 1 Fr. Rosental, "Yom tob", en Hebrew Unían College Annual 18
(1943-44) 157-166; O. Knoch, Die eschatologische Konzeption des
l. Clemensbriefes (1959) 63; 136-138; 293. En relación a la cita
del Salmo 33 y a las resonancias que tienen con él y con su mundo
ideológico Hebr 12,14; 1 Petr 2,3 y 3,10-12; 1 Clem 22,8 y los
escritos de Qumrán, véase H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959)
122-124 y 302s, el cual afirma que ese salmo se utilizó y se apreció
mucho entonces como promesa escatológica.
134 Excursus. Código familiar 1 Petr 2,13 - 3,12

mete al justo, con el Salmo 33,17, la protección divina. El sal-


mo, en cambio, termina con una amenaza: para borrar de la
tierra su memoria. La carta omite esta terminación, pues re-
sulta ya intolerable para la ética cristiana 52 •

EXCURSUS
sobre 1 Petr 2,13 - 3,12
EL CÓDIGO FAMILIAR

La 1 Petr 2,13 - 3,12 propone un código familiar neotestamen-


tario. El nombre fue muy corriente entre los teólogos de la
época de la reforma, porque estas recomendaciones ordenadas
describen la organización de la vida en el hogar y las relaciones
del hogar con el mundo circundante. Junto a la 1 Petr 2,13 - 3,12,
aparecen en el NT, como parénesis totalmente semejantes, las
siguientes: Ef 5,22 - 6,9; Col 3,18 - 4,1; 1 Tim 2,8-15; 5,3-8;
6,ls; Tit 2,1-10. Pertenecen a este mismo conjunto: Didaché
4,9-11; Bernabé 19,5-7; 1 Clem 1,3; 21,6-9; Policarpo, Fil. 4,2 -
- 6,2. Los textos pueden reconocerse fácilmente como formando
un grupo especial. Tienen su origen en el esfuerzo del cristia-
nismo naciente por introducirse en la vida diaria. Son los in-
tentos más elementales de una teología moral y de un tratado
de deberes sociales. Como nuestra teología moral actual culta
desarrolla los principios fundamentales de la moral bíblica,
sirviéndose también de los datos de la ética natural, también
lo hace aquí el NT. Pues utiliza un esquema que había desarro-
llado la ética popular de la época y que nosotros podemos re-
construir hoy a base de testimonios de toda especie.
Según Epicteto (Diss 2,14,8), la filosofía quiere llevar a sus
adeptos "a que guarden con los demás hombres los preceptos
impuestos por la naturaleza y por los hombres, y que sirven por
eso para el hijo, el padre, el hermano, el ciudadano, el hombre
y la mujer, el prójimo y el compañero de viaje, los gobernantes
y los gobernados". En otra ocasión el propio Epicteto (Diss
2,17,31) permite que un discípulo de la filosofía exprese, como
su opinión personal, como hombre piadoso y filósofo, "su de-

s2 Que los actos del amor al prójimo procuran la vida eterna se


dice en el NT como aquí Mt 25,31-46.
Excursus. Código familiar 1 Petr 2,13 - 3,12 135

seo de saber cuál es su deber para con la divinidad, los padres,


los hermanos, la patria, los extranjeros".
La tradición escolar continúa su camino, cuando Séneca
(Epist. 94,1) divide así la ética: Algunos se interesan única-
mente por la filosofía moral, es decir, aquéllos que enseñan al
esposo cómo se ha de comportar con la esposa; al padre, cómo
debe educar a los hijos; al amo, cómo debe tratar a los escla-
vos. Pero la fuente principal para la presente cuestión es la
enseñanza moral del estoico Hierocles, contemporáneo de Epic-
teto, cuyo contenido se conserva en Estobeo (Antología 1,3,53).
Según este autor, la lista de obligaciones era la siguiente:
Dioses, patria, padres, hermanos, mujer e hijos, parientes, casa,
matrimonio.
El AT no presenta ningún esquema parecido al código fa.
miliar. Y esto se debe probablemente al hecho de que ya esta-
ban fundamentalmente reglamentadas en la ley las relaciones
del hombre con sus semejantes y a través de un desarrollo de
la ley estaban reglamentadas también en cada caso particular.
Puesto que estas relaciones se consideraban aquí como impues-
tas en última instancia por Dios, y en cambio, en la ética grie-
ga el código familiar era concebido como una decisión de los
hombres, los esfuerzos éticos y los sistemas permanecieron
distintos y separados uno de otro. De todas formas, el esque-
ma tradicional pudo haber actuado en el judaísmo helenístico.
Esto lo prueban probablemente textos como Tob 4,3-21, en
donde en el discurso de Tobit padre a su hijo se enseña una
especie de código de obligaciones, y como en Eclo 7,18,35, en
donde las recomendaciones se refieren a la conducta con los
amigos, los esclavos, los hijos, los esposos, los padres y Dios;
pero más claramente aún en el poema didáctico del Pseudo-
-Focílides 175-227, en donde las amonestaciones morales apare-
cen en el siguiente orden: matrimonio, estirpe, hijos, padres,
amigos, esclavos. Por otra parte, si en los catálogos griegos sólo
se enumeran las disposiciones, de tal manera que se dan única-
mente consejos, en Pseudo-Focílides, como después en el NT,
se dan recomendaciones y se imponen preceptos a los distintos
estados, usando el imperativo de autoridad, y así es posible
ver aquí un influjo del derecho apodíctico israelita, que imponía
órdenes con la frase: "Debes". Josefo (Contra Apionem 2,198-
-210) enumera las leyes judías según el esquema tradicional.
Estas leyes se referían al culto divino, matrimonio, hijos, di-
funtos, padres, amigos, extranjeros. Filón (Decal. 165-167), par-
tiendo del precepto del 11speto a los padres, desarrolla los
136 Excursus. Código familiar 1 Petr 2,13 - 3,12

preceptos para los jóvenes y para los viejos, para los jefes y
los subordinados, bienhechores y beneficiados, esclavos y amos.
El cristianismo primitivo tomó el esquema, pero lo modificó
de manera personal. El culto de los dioses o de Dios, que
constituía el primer precepto en la literatura pagana o judía,
respectivamente, falta en los catálogos cristianos. El culto di-
vino, como la participación en el culto estatal, era para los pa-
ganos una obligación cívico-moral. Para los cristianos el culto
divino procedente de la fe es algo completamente distinto: elec-
ción y gracia por parte de Dios, respuesta y alabanza por parte
del hombre. Esta fe no puede encasillarse en un esquema de
deberes.
Llama la atención además la amplitud con que se tratan
los deberes de los esclavos en los códigos familiares cristianos.
A los esclavos se les recomienda la obediencia. En ninguna
parte se proclama una revolución social. Pero a los esclavos
tampoco se les reprende ni se les amenaza con castigos, como
solía hacer sin contemplaciones el pagano con sus esclavos y
que él podía considerar como el único medio posible (Ef 6,9).
Sino que es esencialmente nuevo y propio del NT el hecho de
que los esclavos son tratados como los demás estados y el tex-
to intenta convencerlos con cariño. Con esto tienen los mismos
derechos fraternales y humanos.
Por lo demás, los códigos familiares del NT intentan cris-
tianizar con nuevas motivaciones lo que toman de fuera. Por
lo menos sucede esto en el código de la carta a los Colosenses,
que probablemente es además el primer código familiar escrito
del NT. La cristianización se reduce allí esencialmente a
la fórmula introducida repetidas veces: "en el Señor" (Col
3,8,20,23). La cristianización está mucho más desarrollada en
el código familiar de la carta a los Efesios, de data posterior.
La relación entre los esposos se describe con la imagen de la
relación entre Cristo y la Iglesia (Ef 5,22-33).
El código familiar de la 1 Petr no rechaza los influjos de la
tradición profana. No sólo es tradicional el orden del código,
sino que algunos motivos provienen de la ética profana. Pero
tanto en los pensamientos, como en la formulación, pueden
reconocerse influencias de la tradición judía. Pero la regla ha
tomado de la ética cristiana motivaciones decisivas. Comienza
en la 1 Petr 2,13-17 con la recomendación de prestar al. Estado
la obediencia debida y seguirá con esto el esquema que enu-
mera en primer lugar los deberes para con la patria. Pero la
1 Petr configura autónomamente la recomendación, recordando
la hora presente, que exige por parte de los cristianos vencer
Excursus. Código familiar 1 Petr 2,13 - 3,12 137

la ignorancia de los paganos, sacando sus argumentos de la


doctrina cristiana sobre la creación (2,13) y del precepto bí-
blico (2,17).
La recomendación a los esclavos se fundamenta amplia-
mente y muy a fondo. Puede ser que 2,20a represente prime-
ramente una norma profana de prudencia. Pero ya en 2,20b se
interpreta la norma en sentido cristiano. Y después la carta
remite a los esclavos a la persona del Salvador, que en su pa-
sión es un ejemplo de santa paciencia.
Los consejos de la carta a las mujeres pueden contener tam-
bién elementos de la ética profana, es decir, que el verdadero
atavío de la mujer no es el exterior, sino el interior (3,3s). Pero
lo esencialmente nuevo es el hecho de que la mujer es en su
casa una misionera de la fe (3,ls). Y la recomendación se basa
además en la referencia a las santas mujeres de la antigua
alianza (3,Ss).
A los hombres no sólo se les recuerda que las mujeres son
el sexo débil, sino mucho más, que maridos y mujeres deben
recibir de la misma manera la gracia y la vida (3,7). Finalmente,
el código se resume en una pertinente cita bíblica (3,10-12).
Toda la regla y ordenación del hogar cristiano se remonta y
yuxtapone a lo que 1 Petr dice inmediatamente antes: El cris-
tianismo es una casa espiritual, un templo de Dios. Y que hay
que mantener tan santa esta casa como la otra. Una y otra son,
según se echa de ver con toda claridad, disposiciones de Dios
y plenitud del espíritu 53 •

53 Sobre los códigos familiares neotestamentarios, cf. K. Weidin-


ger, Die Haustafeln (1928); H. Schlier, Der Brief an die Ephesier
( 2 1959) 250-252 y 287s; K. H. Rengstorf, "Die ntl. Mahnungen an
die Frau, sich dem Manne unterzuordnen", en Verbum Dei manet
in aeternum, Festschrift O. Schmitz (1953) 131-145 (recalca la pe-
culiaridad cristiana general de los códigos familiares); ldem, Mann
und Frau im Urchristentum (1954) 24-44; H. D. Wendland, "Zur
sozialethischen Bedeutung der ntl. Haustafeln", en Die Leibhaftigkeit
des Wortes, Festschrift A. Koberle (1958) 34-46; D. Schroeder, Die
Haustafeln im NT (1959), da una explicación que abarca y ensancha
la exégesis actual; para 1 Petr véase principalmente pp. 29-32; 95-104;
138s. Sobre las semejanzas con la predicación misional y la enseñanza
judía a los prosélitos, cf. D. Daube, The NT and Rabbinic fudaism
(1956) 90-140 y 336-351. Explica el uso especial del imperativo de
indicativo en los códigos familiares de 1 Petr a partir del uso hebreo
y de la literatura talmúdica primitiva.
138 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

5. Los sufrimientos en el mundo


(1 Petr 3,13 - 4,6)

La secc1on 3,13 - 4,6 constituye una unidad por las referen-


cias continuas a las pruebas y persecuciones presentes o pró-
ximas de la Iglesia y por las correspondientes recomendacio-
nes a sufrir con paciencia, y también por las promesas de en-
señanza y consuelo. Algunas explicaciones precedentes (1,6 y
2,12,15) se toman de nuevo y se desarrollan con más amplitud.
De nuevo se presenta el ejemplo convincente del Cristo pa-
ciente a la consideración de la fe cristiana (3,18-22). Se siente
la impresión de que el Apóstol toca aquí problemas de la má-
xima importancia y que el objetivo propio de su carta es for-
talecer a la Iglesia frente a ellos. De aquí reciben también su
justa relación las demás explicaciones de la carta que tienen
un contenido más general.

3,13 Y ¿quién podría haceros daño, si sois celosos


del bien? 14 Pero si tuviérais que padecer por la jus-
ticia, bienaventurados vosotros. No temáis sus amenazas
ni os asustéis. 15 Antes bien, tened por santo al Se-
ñor, a Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos
a responder a cualquiera que os pida razón de vuestra es-
peranza. 16 Pero haced esto con mansedumbre y te-
mor, con una buena conciencia, para que, si sois difama-
dos, queden confundidos los que hablan mal de vues-
tra conducta en Cristo. 17 Pues es mejor padecer, ha-
ciendo el bien, si así lo quiere la voluntad de Dios, que
padecer, haciendo el mal. 18 Pues también Cristo imu-
rió una vez para siempre por los pecados~ justo por
injustos, para llevaros a Dios; muerto según la carne,
pero vivo según el Espíritu. 19 Y así fue él a predicar
a los espíritus encarcelados, 20 que en otro tiempo fue-
ron desobedientes, cuando la paciencia de Dios daba lar-
gas en los días de Noé, mientras se construía el arca, en
la que pocos, es decir, ocho personas se salvaron a través
del agua. 21 Como símbolo de ella os salva ahora el
bautismo, que no es una remoción de una impureza
corporal, sino una petición a Dios de una buena concien-
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 139

cia en virtud de la resurrección de Jesucristo 22 que


está a la derecha de Dios, después de subir al cielo, y una
vez sometidos ya a él ángeles, potestades y virtudes.
4,1 Habiendo, pues, padecido Cristo en la carne, ar-
maos también vosotros de la misma consideración -por-
que el que padeció en la carne ha quedado desligado del
pecado-, 2 para vivir el resto de vuestra vida en la
carne, no según las pasiones humanas, sino según la vo-
luntad de Dios. 3 Pues ya basta con el tiempo em-
pleado en hacer la voluntad de los paganos, cuando vi-
víais en desenfrenos, pasiones, borracheras, comilonas,
orgías y abominables idolatrías. 4 Por eso se extrañan
de que no concurráis a ese desbordamiento de liviandad
y os insultan. 5 Ellos darán cuenta al que está prepa-
rado para juzgar a vivos y muertos. 6 Pues por eso
se anunció el evangelio aun a los muertos, para que con-
denados en la carne según la manera humana, vivan se-
gún Dios en el Espíritu.

3,13 La respuesta a la pregunta de la carta sólo puede ser:


nadie puede haceros mal, si vosotros sois celosos del bien.
Pero nadie aseguraría a los destinatarios de la carta que, si
obran el bien, no tendrán que sufrir enemistad o maldad. El
autor de la carta se ve obligado a hablar otra vez de las per-
secuciones que sufren los cristianos a pesar de su deseo de
paz. La palabra xaxouv '[hacer daño] no significa, pues, un trato
externo malo, sino un daño interior de un hombre creyente,
bueno y libre. El mundo puede evidentemente perseguir a los
discípulos, pero no puede hacerles ningún mal. Se trata del
mismo pensamiento que aparece en Rom 8,31: Si Dios está
por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

3,14 Pero si los cristianos tuvieran que sufrir las penali-


dades de una persecución exterior por causa de la justicia,
como sufren insultos, interrogatorios, malos tratos y castigos,
entonces hay que decir que son bienaventurados. La recomen-
dación de la carta concuerda con la de Mt 5,10. Es cuestión
discutible si 1 Petr puede utilizar una palabra del Señor (tras-
mitida oralmente). La carta da fuerza a su recomendación con
una cita de Is 8,12, que allí se encuentra, sin embargo, en otro
140 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

contexto. Allí pretende quitar a los ciudadanos de Jerusalén


el miedo ante el rey de Asiria, el enemigo de Israel -así, al
menos, en la traducción de los LXX--. En la carta, el oráculo
aconseja no tener miedo en la persecución de la Iglesia 54 •

3,15 También se adapta la segunda parte del oráculo pro-


fético, se amplía y se continúa en la interpretación. Si el texto
del AT tiene la palabra xúpLo<; [señor], esta palabra se entiende
espontáneamente en el NT del Señor Jesucristo. Cristo es el
santo por esencia. Nadie puede hacerlo santo. Santificarlo pue-
de significar únicamente reconocerlo como el Santo, es decir,
como el Señor divino y sustancial en la comunidad de Dios
(Is 29,23). Aunque la cristología de la 1 Petr no está expuesta
sistemáticamente, no obstante, la doctrina y la fe de la carta
son suficientemente claras: Cristo participó de la divinidad
desde toda la eternidad (l,11,20). El creó la salvación como
redentor en su esencia divina (2,24). Ahora ha sido elevado
a la soberanía (2,21; 3,18).
El reconocimiento del Señor Jesucristo se hace "en los
corazones" de los creyentes, es decir, a través de su persona
y existencia, a través de la fe y de la vida, pues el corazón
representa el centro y la esencia del hombre. Pero ese recono-
cimiento debe tener lugar también en el esfuerzo del testimo-
nio, si los cristianos son atacados a causa de su fe y obligados
a hablar. Siempre (&,El) hay que contar con esta eventualidad
y estar dispuestos a dar razón de la fe a quienes la pidan.
El que pide esta razón puede ser un juez o un empleado, pero
puede ser también un amigo o un enemigo personal. La pre-
gunta sobre la fe puede plantearse por curiosidad, por ene-
mistad o incluso por deseo de conversión. La razón se pedirá
"acerca de la esperanza", no propiamente sobre la fe. La car-
ta piensa que lo esencial de la fe está en la esperanza (como
en 1,3). Para el autor de la carta, la esperanza es un con-
cepto especialmente importante. E.v úµi:v puede significar: en-
tre vosotros, esto es, en la comunidad cristiana ; pero puede
significar también: en vosotros, esto es, en la fe de cada uno.

s 4 La construcción gramatical no es clara. El genitivo atrtwv ¿es


un genitivo objetivo ( = no os asustéis con el temor ante ellos) o
un genitivo subjetivo (= no temáis ante el miedo que procede de
ellos)? BauerWb, col. 1706s deja abiertas ambas posibilidades.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 141

No es fácil dar una respuesta decisiva sobre estas dos posi-


bilidades.

3,16 La carta da una indicación de cómo puede llevarse a


cabo la defensa de los cristianos. Es evidente y no necesita
explicación alguna, que la defensa debe realizarse con toda
certeza y seguridad. Pero sí conviene advertir que la defensa
no debe molestar por la arrogancia y el orgullo, sino que debe
hacerse con "mansedumbre y temor". Hay que contestar con
mansedumbre, tanto si uno es preguntado con amabilidad o
con hostilidad (2 Tim 2,24s). El temor no es temor ante los
hombres. Ya se ha aludido a él poco antes (3,14) y muchas
veces antes (1,17; 2,17; 3,2). El temor es temor ante Dios
como conciencia de la responsabilidad que se tiene ante él.
Esto puede querer decir que el cristiano no debe ni acortar
ni dulcificar en nada el evangelio, sino que es responsable de
toda la enseñanza.
Se exige, además, "la buena conciencia", como garantía de
haberse esforzado por observar una buena conducta y de estar,
por consiguiente, bajo el influjo de la gracia de Dios. Si se
cumplen estas condiciones, la defensa no resultará inútil. Los
reproches y los insultos se demostrarán sin fundamento y los
calumniadores se verán abochornados. La buena conducta de
los cristianos se pondrá en evidencia, tanto en la convivencia
ciudadana, como ante el banquillo de los acusados. Esta buena
conducta se caracteriza por la fórmula tan usual en Pablo E'V
XpLO"t'@ [en Cristo]. La expresión no es aquí una fórmula vacía,
sino que se destaca con todo su valor. La conducta de los cris-
tianos es buena precisamente porque es llevada en comunión
de vida con Cristo.
La fórmula E:v XpLO""t'@ procede de Pablo. Antes de él no se
encuentra nunca. En sus cartas aparece 164 veces. Después de
él aparece bajo la forma E:v Xp~o-"t'@ (E:v a1h@) [en Cristo (en él)]
muchas veces en Juan, en los Hechos de los Apóstoles y en
1 Petr. En 1 Petr aparece tres veces (3,16; 5,10,14) bajo la
forma f.v XpLo-"t'@. La fórmula ha sido creada sin duda por Pa-
blo. Es casi seguro que aquí 1 Petr depende de la teología
paulina.
Pero ¿qué significa la fórmula? Afirma que nosotros, la
Iglesia, la creación de todos éstos se afirma el estar-en-Cristo,
142 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

todos existimos en Cristo. En las cartas de Pablo, esta exis-


tencia en Cristo se encuentra fundamentada en tres momentos.
Todo ha sido creado en Cristo (Col 1,16), todos han sido re-
dimidos en Cristo (Rom 3,24; 8,2; 2 Cor 5,17). Pablo expresa
el mismo pensamiento con la tipología de Adán-Cristo en
Rom 5. Adán es la cabeza de la humanidad según la creación
natural; Cristo es la cabeza de la nueva humanidad redimida.
Ambos encierran en sí mismos a todas las generaciones. Ahora
bien, en la medida en que el Señor glorificado vive en su exis-
tencia pneumática, .llena todo y a todos y todo está en él
(2 Cor 3,17). Por eso, Pablo puede decir de los cristianos y
de toda la Iglesia que están "en Cristo" (Rom 6,11; 12,3).

3,17 Estas reflexiones se cierran con una frase parecida


a la de las recomendaciones a los esclavos (2,20). Allí se de-
cía: Es mejor padecer la injusticia que hacerla. Esta es tam-
bién una máxima de la más noble ética profana. Sócrates la
formula en los Diálogos de Platón (Gorgias 508). En 1 Petr
2,20, como en 3,17, la ética se hace teonómica, pues la frase
se entiende como voluntad de Dios. El bien es siempre volun-
tad de Dios. Pero que esto sea justamente un precepto divino
lo manifiesta la vida de Cristo, que cumplió ejemplarmente la
voluntad de Dios.

3,18 Como lo hizo en la amonestación a los esclavos


(2,21-24), también ahora la carta pone a la vista de toda la
comunidad el ejemplo de Cristo paciente, ejemplo que con-
mueve profundamente al autor de la carta y a toda la Iglesia.
Pero la carta no dice solamente, como sería de esperar según
el contexto, que Cristo es el ejemplar del sufrimiento, sino
que dice además cómo ese sufrimiento tenía virtud redentora.
Aunque esta afirmación puede añadirse aún al desarrollo del
pensamiento, al sostener que es posible seguir el modelo pre-
cisamente porque Cristo de esa manera ha abierto el camino
hacia Dios y la posibilidad de la justicia (3,18), no obstante,
llama poderosamente la atención el hecho de que se narra toda
la historia de la pasión a través de la humillación para llegar
a la exaltación (3,18-22). Pues bien, si la 1 Petr habla una vez
del Cristo paciente, debe hablar también de aquél a quien
conocen a fondo, tanto el autor de la carta como los destina-
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 143

tarios, y que les resulta querido por encima de todo. Que sus
pensamientos y palabras siguen estos derroteros, apareció ya
suficientemente claro por 2,21-25, al utilizar allí las pruebas
tradicionales del AT. Aquí emplea de manera también muy
clara fórmulas litúrgicas fijadas previamente con su correspon-
diente simbolismo (véase el Excursus más adelante) 55 •
La formulación litúrgica resuena de una parte a otra. La
frase: m:pi &µap·nwv E7tailev 56 [por los pecados padeció] es
el comienzo del símbolo, que continúa con swo7tOL'f}í1d<; oe
7tVEÚµa't'L ... "t'OL<; 7tVEÚµa-cnv 7tOpEUiJEL<; EX'Í¡pu~ev ... 7tOpEUiJEL<; Et<;
ovpav6v ... o<; écrmv EV OE~Lft ileoü [vivificado en el espíritu ...
ido a predicar a los espíritus ... ido al cielo ... que está a la
diestra de Dios]. La fórmula del símbolo incipiente es evidente.
Puede reconocerse con la misma claridad en 1 Cor 15,3s.
La fórmula lacónica del símbolo es ampliada en la carta
con explicaciones, tomadas, en parte, de la tradición dogmá-
tica edificante y, en parte, añadidas de acuerdo con las inten-
ciones particulares y las necesidades de la parénesis introdu-
cida poco antes por Pedro. Esta meditación dogmática co-
mienza probablemente ya con &7ta~ [una (sola) vez]. La carta

55 Las fórmulas eclesiásticas tomadas de la liturgia son bien


conocidas por el autor y por sus lectores. Para que ellos le entiendan
basta una somera alusión. ·Para nosotros, en cambio, precisamente
por esta brevedad resulta bastante oscuro y la explicación es con fre-
cuencia difícil y discutida. La exégesis antigua ya lo juzga así; por
ejemplo, Belarmino: locus obscurissimus; Suárez: Verba Petri obscu-
rissima sunt; Lutero, en la explicación de la carta de Pedro, dice:
Das ist ein wunderlicher Text und ein finsterer Spruch, so nur einer
im NT ist, dass ich nicht genau weiss, was S. Peter meint (Holz-
meister).
56 Los mejores manuscritos leen gTCaitEv, pero son minoría, la
mayoría ofrece la lectura áTClltavEv (también P 72 ). De los investiga-
dores actuales prefieren ~TCaitEv Selwyn, von Soden, Souter, Vogels;
prefieren ám\fraVEV Holzmeister, Merk, Nestle. Parece que hay que
preferir gTCaitEv. Es la lectio difficilior y es exigida además por 3,17 y
4,1, en donde se reasume la idea a través de TCrXCTXEW o de TCait6v't'oc;.
La palabra significa toda la pasión según el antiguo uso lingüístico,
tal como se conserva en Le 17,25; 22,15; Act 17,3 y en Ignacio,
Epist. a los de Esmirna 2. En el símbolo tiene también este sentido.
El passus sub Pontio Pilato del credo significa padeció todos los su-
frimientos de la muerte, por eso se añadía y se añade: sub Pontio
Pilato. Cuando ya no se entendía el passus, se completó con el
crucifixus, mortuus et sepultus. La frase intermedia sub Pontio Pilato
muestra para siempre la trama. Según esto, el texto original y que
ya no se entendía foa.ltEv de 1 Petr 3,18 fue sustituido posteriormente
por el texto más fácil y más comprensible aTCÉit!X.VE\I,
144 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

pretende mostrar la ejemplaridad del sufrimiento. Pero ese una


vez para siempre significa incomparabilidad. Y ese denso una
vez y una vez para siempre no posee significado alguno modé-
lico, pues nadie puede de por sí imitarlo. Con esta insistencia
sobre la idea de unicidad del acto de Cristo, la carta se coloca
muy cerca de Hebr 9, 26-28, cuando dice que Cristo es el sumo
sacerdote de una vez para siempre y el sacrificio de una vez
para todas. El hecho de que murió por los pecados, pone en
evidencia otra vez (l,18s; 2,24s) el significado soteriológico
totalmente decisivo para el cristianismo primitivo de la muerte.
La teología de la pasión se formula de manera parecida a
Rom 6,9. Que Cristo murió por los pecadores, siendo inocente
y justo, es la convicción más clara y la afirmación más uná-
nime de la tradición neotestamentaria. A través de la historia
de la pasión se declara su inocencia y justicia por parte de
Pilato (Le 23,22), la mujer de Pilato (Mt 27,19), el centurión
bajo la cruz (Le 23,47), después por parte de los Apóstoles
de la Iglesia (Act 3,14) y la reflexión teológica (2 Cor 5,21).
La 1 Petr 3,18 deduce una nueva idea de la antigua afirmación,
al poner en evidencia el contraste opuesto, es decir, que el
justo murió por los injustos.
El fin y resultado del acto salvífica se describe otra vez
con una nueva formulación. Nos abrió el acceso al Padre. En
las Cartas apostólicas se emplea con frecuencia la misma des-
cripción metafórica (Rom 5,2; Ef 2,18; Hebr 10,22). La pa-
labra y la imagen tienen un contenido muy complejo. 7tpocrciyEL'll
'[conducir] significa una vez el acercamiento cultual a Dios 57 •
Los cristianos, como sacerdocio santo (2,9), tienen acceso a
Dios. Pero 7tpocrciyew se usa también como término judicial, y
entonces se expresa la idea de que Cristo conduce ante el
juez, pero no para juzgar, sino para justificar (Rom 8,33s). Para
la meditación terrena se despliega, pues, la historia única de la
salvación en distintos cuadros 58 •
La formulación polar se remonta a las huellas del símbolo:
il'a\la>twíMc; µE:\I O"apxl, swo7tOL"J'}il'E1.c; 8E: 7t\IEÚµa>tt [muerto en

57 En los LXX 7tpocráyEL'll significa (sobre todo en Ex, Lev y Nm)


la conducción cultual hacia Yahweh, ya se trate de personas para
ser consagradas o hacer la expiación (Ex 29,4; 40,12), ya se trate de
animales para el sacrificio (Ex 29,10; Lv 1,2).
5s K. L. Schmidt, en ThWb 1, 131-134.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 145

la carne, pero vivificado en el espíritu]. Dado que se aplica a


Cristo el auténtico contraste bíblico entre carne y espíritu
(Mt 26,41), también se distinguen en la persona de Cristo la
carne y el espíritu; lo mismo en Rom 1,3; 1 Tim 3,16 59 • Cris-
to poseyó visiblemente una naturaleza humana terrena. Por
su misma esencia, estaba sometida a la muerte, y Cristo murió
en esta naturaleza. Pero no constaba sólo de carne, sino tam-
bién de espíritu. En esta existencia vivía Cristo de la eternidad
divina (1 Petr 1,11). Este espíritu no podía morir. Por esta
existencia del espíritu, Cristo fue hecho vivo de nuevo. Y es
inmortal desde toda la eternidad hasta toda la eternidad
(3,22) 60 • Zwo1tOLT]lJdc; '[vivificado] significa, pues, la resurrección,
y así se recalca la obra de Dios, como en la afirmación bíblica
original de 'l)yéplJTJ [se levantó] en lugar del civfo't'TJ [resucitó]
con <;wo1tOLT]lJElc; [vivificado] 6 1.

3,19 y 20a A la fórmula lacónica del símbolo añade Pedro


un largo relato para explicar lo que Cristo hizo en el espíritu.
El E.v 0 [en el cual] puede relacionarse con la palabra inmediata
1tVEÚµex:'t'L [espíritu] y entonces significaría: Cristo, después de
su muerte, llegó a los espíritus encarcelados con la parte pneu-
mática de su persona, como ser espiritual y sin corporeidad.
Pero el E:v 0 [en lo cual] podría también significar: durante
ellos, es decir, durante los sucesos que se describen desde
1Ja.vrx't'w1Jelc; '[muerto] hasta 1;wo1tOLT]lJElc; '[vivificado] 62 •

59 La carne y el espíritu no son los medios a través de los cuales


se siguen la muerte y la vivificación, sino que son los modos del ser
en los que se realizan los dos acontecimientos. Con términos de la
metafísica griega habla la teología posterior y de acuerdo con esto
de las dos naturalezas en Cristo.
6 º La dogmática posterior tiene aquí planteados varios problemas,
que están fuera de las preocupaciones de 1 Petr. Así, por ejemplo,
los problemas de si Cristo tuvo una ljluxT¡ además de un 'ltvEÚµa y
cuáles eran las relaciones entre ambos, etc.
61 E. Lichtenstein, "Die alteste christliche Glaubensformel", en
Zeitschr. f. Kirchengesch. 63 (1950-51) 26-31.
La palabra t;wo11:on¡fü::li; subraya de una manera arcaica la actividad
divina y describe la resurrección de Jesús con una palabra ya caída
en desuso, prueba de que la carta emplea viejas fórmulas.
62 Según la idea de la Iglesia antigua de valor general la resurrec-
ción de Jesús tuvo lugar después de su bajada a los infiernos. Otro
orden en los sucesos sería muy singular. Difícilmente se podrá acep-
tar este orden para la 1 Petr, pues el orden en ella es el siguiente:
1lw.1a't'wlM<; - t;wo11:0~'1]fü::l<; - 11:opeufü::li;. Estará t;wo11:0~'1]fü::l<; delante de
CARTAS.-10
146 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

De primera intención estaríamos tentados a entender el tex-


to de 1 Petr 3,19 de la bajada de Cristo a los justos de la an-
tigua alianza que estaban en el limbo, según la explícita ense-
ñanza posterior. Los "espíritus encarcelados" serían, pues, las
almas de los justos del AT. El texto de 3,20 habría, pues, que
completarlo, diciendo que, los que en un principio habían sido
desobedientes, se habrían convertido después, cuando, por ejem-
plo, ya se había desencadenado el diluvio. Esta explicación
podría quizá, como parece, ser apoyada por la referencia de
4,6. Si aquí se dice que los muertos consiguieron la vida junto
a Dios a través del juicio, podría entenderse en el sentido de
que los pecadores se convirtieron en el juicio. Así pertenece-
rían al grupo de los justos del AT.
Esta exégesis fue defendida en la antigüedad por Clemente
Alejandrino (Adumbrat. a 1 Petr 3,19s = GCS 3,205;
Strom. 6,6,44-46 = GCS 2,453-455), Orígenes (Comentario a
Juan, Fragm. 79 = GCS 4,545), Atanasio (Epist. ad Epict. 5,6 =
PG 26,1060) y así otros autores hasta Agustín. Agustín mismo
encontró una explicación singular (Epist. 164 ad Evodium =
CSEL 44,521-541). Entendía la 1 Petr 3,19s como una predica-
ción que Cristo preexistente había tenido a través de inspira-
ciones interiores a los contemporáneos de Noé, envueltos en
la ignorancia y el pecado como en una cárcel 63 • Esa antigua
interpretación de los Padres de la Iglesia ha sido defendida otra
vez por la nueva exégesis a partir del humanismo. La defienden
hasta hoy algunos exegetas, sobre todo católicos (Charue, Fel-
ten, Holzmeister, Vrede) y también, en parte, la teología dog-
mática católica.
Para la exégesis actual resulta problemática la antigua ex-
plicación, que encontraba aquí la enseñanza eclesiástica sobre
la bajada de Cristo al lugar de los justos del AT. Los datos de
3,18s no concuerdan de hecho con aquella explicación. Pues en
3,19s se habla sólo de los contemporáneos de Noé, y sólo de
los contemporáneos incrédulos, en cambio, en aquella explica-
ción dogmática se habla de los justos de toda la antigua alianza.
Que aquellos ateos desobedientes se hubieran convertido al fin,

7tOpeultelc;, pues aquel !;wo7totT¡lh::lc; está unido contrariamente con


i'}rx,vcx:rwltelc; en una fórmula tradicional fija.
6 3 Santo Tomás de Aquino (Sum. Theol. 3, qu. 52 ad 2), entre
otros, propuso esta explicación; últimamente la defiende Wohlenberg.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo ~.13 - 4,6 14:7

el texto no lo dice, e incluso parece excluirlo, pues la cárcel


da la impresión de ser el castigo por la desobediencia en que
permanecieron. Es también discutible en qué medida se puede
aclarar 3,19 por 4,6 (véase allí) 64 •
No debe excluirse del todo la idea de que 1 Petr 3,19,20a
piense en los hombres de la generación del diluvio, que en-
contraron su amarga ruina en él. Estos hombres pasaban por
especialmente ateos y la tradición judía pretendía saber que
habían sido desterrados para siempre en el infierno como cas-
tigo, que no resucitarían en el juicio y que no tomarían parte
alguna en el mundo futuro 65 • A ellos precisamente había ba-
jado Cristo para llevarles el mensaje (el mensaje de la salvación
sin duda). Los nvEÚµa"t'a fespíritus] serían, pues, las almas de
los que perecieron en el diluvio. De hecho, las almas de los
muertos pueden llamarse a veces 'TtVEÚµa."t'a (Hebr 12,23 ;
Le 24,37,39; Henoc griego 22,3-19; 103,3s) 66 •
El mensaje de Cristo se designa como un xr¡pÚ't'"t'WJ '[pre-
gonar]. En el NT, xr¡pÚ"t'"t'E'.W puede significar simplemente anun-
ciar, pero significa sobre todo anunciar el mensaje de la sal-
vación. La palabra tiene a veces este sentido, cuando está sin
complemento (Mt 11,1; Me l,38s; 3,14; 1 Cor 9,27). Según
esto, a los espíritus no se les habría anunciado la sentencia del
castigo, sino el mensaje de la salvación. De todas formas, al-
gunos de los Santos Padres más antiguos creían que Cristo
continuó su predicación salvadora en el mundo subterráneo y
que llevó y ofreció la salvación a todos los deseosos de la
misma (así Justino, Clemente Alejandrino, Orígenes, Hipólito,
Lactancia, y otros). Otros Padres y los exegetas que hoy ¡¡e
adhieren a este sentido dicen de una manera general que Cris-
to sólo liberó del infierno a los justos de la antigua alianza,
La investigación histórico-religiosa actual intenta una expli-
cación completamente distinta de 1 Petr 3,19,20a 67 • Los espí-

64 El Catecismo Romano, explicación oficial del símbolo, propone


esta doctrina sobre el Descensus Christi ad inferos, sin utilizar el texto
de 1 Petr 3,19.
6 5 Billerbeck 1,961-966; 3,766.
66 Cf. ThWb 6, 334 (H. Kleinknecht); 362s (F. Baumgartel); 374
(F. Sjoberg); 446 (F. Schweizer).
67 Fue propuesta primeramente por F. Spitta, Christi Predigt an
die Geister (1 Petr 3,19ss) (1890). La siguen hoy los comentarios de
Beare, Knopf, Selwyn, Windisch-Preisker; además, W. Bieder, W. Bous-
148 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

ritus encarcelados serían los hijos de Dios de Gn 6,1-6, quienes,


según el mito, se habrían unido a las hijas de los hombres y
habrían engendrado a los gigantes. En la tradición judía tardía,
precisamente de la época neotestamentaria, estaba vivo este
mito y continuó desarrollándose. Esto sucede de manera muy
amplia en Henoc 10 - 16; 19; 21. Se menciona en el Apocalip-
sis de Baruc 56,13; Jubileos 5,6; Documento de Damasco
2,16-21; y además en el Génesis Apócrifo de Qumrán
(1 QGnApoc 2,1 y 16) 68 •
Según esta tradición, los malvados hijos de Dios serían
ángeles. En castigo se les habría encadenado y custodiado en
una cárcel debajo de la tierra hasta el juicio final. Según el
libro de Henoc (Henoc 16), Henoc recibe la misión de ir a los
ángeles caídos y de anunciarles que no encontrarán perdón, y
lleva a los ángeles encarcelados este mensaje. Ellos le ruegan
que les alcance el perdón divino. Henoc lo intenta, pero Dios
le encarga de nuevo ir a los ángeles y decirles como última
respuesta : no tendréis paz. El libro de Henoc se leía aun en la
Iglesia.
En Judas 14s hay una cita de Henoc 1,9. Y ese mito apo-
calíptico de los ángeles encarcelados se conocía también en la
Iglesia. Pues se menciona en Judas 6 y 7 y en 2 Petr 2,4,9. Se-
gún la moderna exégesis, 1 Petr 3,19 se habría adherido a esta
tradición. Con la palabra 'ltVEÚµex:'tex: [espíritus] se habrían in-
dicado los ángeles. De hecho, en la literatura contemporánea
pueden designarse con esa palabra, tanto los ángeles buenos
como malos; así Henoc griego 10,15; 13,16; 15,11; 19,1;
Le 10,20; Hebr 1,14. Según eso, l Petr 3,19 diría que los án-
geles fueron desobedientes por primera vez en los días de Noé.
Ahora bien, Gn 6,1-6 no se desarrolla en la época de Noé, según
nuestros conocimientos. Pero la historia de los ángeles en
Gn 6 y la historia de Noé y la construcción del arca en Gn 6 y
7 están una inmediatamente a continuación de la otra. La tra-

set, B. Reicke, R. Reitzenstein (éstos pueden verse en W. Bieder,


Die Vorstellung von der Hollenfahrt /esu Christi [1949] 96-120). El
comentario de Michl no se decide por ninguna solución. Rechazan esta
explicación. G. Friedrich, en Th Wb 3, 706; E. Schweizer, ibid., 6, 446,
y A. Tricot, en DThC 12 (1933) 1767-1769.
68 O. Michel - O. Betz, "Von Gott gezeugt", en /udentum, Urchris-
tentum, Kirche, Festschrift J. /eremias (1960) 19.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 149

dición judía tardía 69 y probablemente también la 1 Petr, ha-


brían creído que esos sucesos habían sido contemporáneos 70 •
Según todo lo que llevamos dicho, habría que interpretar
ahora la afirmación de fe que hace la 1 Petr 3,19s en ropaje
mitológico. Si la antigua concepción del mundo imaginaba y
describía la muerte de cada hombre como una bajada de su
alma al mundo subterráneo, entonces la bajada de Cristo a los
infiernos es una afirmación metafórica de su muerte humana
real. La actividad de Jesús en el mundo subterráneo signifi-
caría que su poder redentor y soberano se extiende a todos
los lugares. Llega hasta lo más profundo del mundo subterrá-
neo y lo domina. Se extiende, pues, a todos los tiempos y a
todos los hombres del pasado, del presente y del futuro. Esto
mismo se diría también en 1 Petr 4,6. Si en 3,19s reconocíamos
una relación con el relato del castigo de los ángeles y recordá-
bamos con todo derecho la gran extensión de este relato en
el Libro de Henoc, quizá tengamos que ver aún otra intención.
¿Se manifestaría la grandeza de Cristo poniéndolo en contra-
posición con Henoc? Henoc sólo tuvo por misión anunciar la
desgracia a los ángeles caídos. Cristo, en cambio, pudo lle-
varles también el mensaje de salvación 71 •

69 Cf. Henoc 106, 13-18; Testamento de Neftalí 3,5.


70 Vamos a remitir a otra explicación. Se trata de que con la pa-
labra 7tVe:Úµa;'t"a; se indican los espíritus que vivían entre el cielo y la
tierra, por cuyos dominios pasó Cristo en su ascensión y les anunció
a su paso su caída. Con el término 7tOpe:ufre:lc; no se indicaría, pues, el
descenso de Cristo, sino su ascensión. O por lo menos éste habría sido
el sentido original de la tradición que la 1 Petr habría transformado
un tanto. ¿Pero estaban estos espíritus en una cpu"fva;x1¡? Y según la
disposición del símbolo se informa en 3,22 de la caída de aquellos
espíritus. Sostienen esta interpretación: K. Gschwind, Die Nieder-
fahrt Christi in die Unterwelt (1911) 97-114; H. Schlier, Christus und
die Kirche im Ephesierbrief (1930) 15-17; R. Bultmann, Theologie des
NT (3 1958) 179; 505; 508.
71 De entre la variada bibliografía existente vamos a mencionar
los siguientes comentarios: Holzmeister, 209-354; Selwyn, 195-207
Y 317-393; además, las siguientes obras: J. Chaine, "Descente du
Christ dans 1 Pierre", en DictBibleSuppl 2 (1934) 418-428; K. Gschwind,
Die Niederfahrt Christi in die Unterwelt (1911); K. Prümm, Der chris-
tliche Glaube und die altheidnische Welt, 2 (1935) 15-51; B. Reicke,
The Disobedient Spirits and the Christian Baptism (1946); W. Bieder,
Die Vorstellung van der Hollenfahrt Jesu Christi (1949); A. Grillmeier,
"Der Gottessohn im Totenreich'', en ZKTh 71 (1949) 1-53; Idem, en
150 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

La bajada de Cristo a los infiernos aparece aun en otros


lugares del NT. Los más claros son: Rom 10,7; Ef 4,8-10;
Hebr 13,20. En cambio, no puede decirse con seguridad que
también se trate en pasajes, como Mt 12,40; Act 2,24-31;
Act 1,18. ¿Cómo debe interpretarse Le 23,42s? No es fácil
decidir en qué medida se expresa una palabra de la revelación
en esas afirmaciones o en qué medida son un intento de dar
una respuesta, con la ayuda de las ideas de la apocalíptica ju-
día tardía, al problema de saber dónde estuvo el espíritu de
Jesús en el tiempo que transcurrió entre su muerte y su re-
surrección. ¿Cómo podría tenerse alguna información sobre
este asunto? ¿Habrá informado Jesús mismo a sus discípulos
sobre este viaje a los infiernos? No hace falta decir que los
textos mencionados son para nosotros textos inspirados. Pero
en la inspiración no se realiza la revelación, sino que la inspi-
ración sigue a la revelación. No toda afirmación de un relato
bíblico es según la materialidad de su expresión una revela-
ción de Dios. La inspiración puede servirse también de palabras
y representaciones condicionadas por el tiempo para expresar
la palabra revelada.
En la antigua literatura cristiana (Ascensión de Is 9-11;
Odas de Salomón 22; 24; 42; Evangelio de Pedro 10,4ls;
Evangelio de Nicodemo 17ss; Evangelio de Bartolomé 1; Ig-
nacio, Magnesios 9,2; Justino, Diál. 72; Hermas, Similitudi-
nes 9,16,5 y otros) y en el arte se desarrolló muy pronto y en
realidad de manera verdaderamente grandiosa la representación
de la bajada de Cristo a los infiernos. La fe utilizó sin preocu-
paciones motivos mitológicos. También es indiscutible que la
1 Petr 3,18-20 y 4,6 emplea un lenguaje mitológico para des-
cribir el viaje del espíritu de Cristo y de su predicación.

3,20h Al nombre y a la historia de Noé se le añade un


nuevo excursus. En tiempo del diluvio sólo se salvaron del

LexThK 5 (1960) col. 450-455; J. Jeremias, "Zwischen Karfreitag und


Ostern'', en ZntW 42 (1949) 194-201; H. Koster, Synoptische Über-
lieferung bei den Apostolischen Vii.tern (1957) 28-31; J. Galot; "La
descente du Christ aux enfers", en NRTh 83 (1961) 471-491. E. Biser,
"Abgestiegen zur Halle", en MüThZ 9 (1958) 205-212 y 283-293, da
una explicación partiendo del conocimiento actual.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 151

agua 72 ocho almas 73 • Esto tiene que ser para los oyentes una
amonestación a obedecer a la llamada de la gracia en vistas
del juicio que amenaza.

3,21 La salvación a través del agua del diluvio es una pre-


figuración de la salvación a través del bautismo. 1 Cor 10,ls da
otra explicación tipológica del bautismo, pues allí el paso por
el mar Rojo se considera como prefiguración del bautismo 74 •
El AT se interpreta, pues, tipológicamente. Lo que sucedió
entonces prefigura el acontecimiento salvífico actual. Lo que
sucede hoy es una imagen del pasado. Los libros tardíos del AT
hacen este tipo de interpretación de los libros más antiguos,
y lo mismo hace también el judaísmo tardío, que poseyó el
AT como un libro sagrado cerrado. Un ejemplo de lo que aca-
bamos de decir lo constituye el Comentario de Habacuc des-
cubierto en Qumrán (1 QpHab ).
El NT continúa este tipo de interpretación y los Santos
Padres lo desarrollan de una manera casi excesiva. Para nos-
otros no es fácil de entender. Y por eso necesita mayor es-
fuerzo. La interpretación tipológica tiene su posibilidad en
la fe bíblica, convencida de que el único y mismo Dios actúa
en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Por eso, habla y actúa
el mismo Dios, se revela continuamente en las mismas palabras

1 2 AL' illfo:i;o~ desde el punto de vista gramatical se puede entender,


tanto local (a través del agua), como instrumentalmente (por medio
del agua). Por motivo de esa explicación vamos a mencionar una le-
yenda de la Misná. Noé mismo dudando se demoró en entrar en el
arca y sólo subió al arca cuando el agua le llegaba ya a la rodilla, de
tal modo que pudo llegar al arca abriéndose paso a través del agua
(cf., entre otros, Knopf). Pero esta explicación quizá sea demasiado
docta. Puesto que en el lugar paralelo de 3,21, el agua del bautismo
se entiende como instrumento de la salvación, habrá que entender
también en sentido instrumental el fü' iloai;o~. Noé fue preservado del
castigo en que incurrieron sus contemporáneos ateos, pues fue salvado
por medio del agua. Cf. también L. Goppelt, Typos (1939) 188-190.
73 En el lenguaje bíblico almas está muchas veces por personas;
así en Gn 46,15; Lv 7,27; 23,29; Act 2,41; 7,14; 27,37. E. F. F. Bi-
shop, "Oligoi in 1 Petr 3,20", en CBQ 13 (1951) 44s, pretende encon-
trar un semitismo en la expresión numeral pocos = ocho.
74 La tipología del bautismo se desarrolló posteriormente de ma-
nera muy amplia y variada. Un testimonio de esto se conserva en la
liturgia del Sábado Santo, en la que se exponían en la forma válida
hasta ahora los prototipos veterotestamentarios del bautismo en las
doce profecías; cf. P. Lundberg, La typologie baptismale (1942) 98-
-116; J. Daniélou, Sacramentum futuri (1950) 69-94.
152 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

y actos, y unas cosas se aclaran por otras, palabra por pala-


bra, cosa por cosa, persona por persona 7 •5 •
La eficacia del bautismo consiste en que "salva", salva en
el juicio venidero ... La esencia del bautismo se ve circunscrita,
tanto desde el punto de vista positivo como negativo. No es
una limpieza de las manchas corporales. Nada exterior se
lava, pues, en el bautismo. Como contraposición a la carne,
al cuerpo, hay que esperar una palabra sobre el hombre inte-
rior y su purificación. Se contiene en la frase cruvE~o'Í¡crEw<;
&.yafrfí<; É1tEpw-cTjµa [la pregunta de la buena conciencia]. Si
E'l'tEPW'tTJ'µa 76 '[pregunta, consulta, petición] significa petición,
el genitivo podría considerarse como un genitivo subjetivo con
el sentido de petición a Dios salida de una buena conciencia.
Pero habría que esperar también una palabra sobre el objeto
de la petición. Por eso, el genitivo es probablemente un genitivo
objetivo con el sentido de petición a Dios para tener una bue-
na conciencia. Una petición, por tanto, para que Dios procure
esa buena conciencia 77 •
La esencia del bautismo ha debido describirse así en re-
cuerdo de su realización litúrgica. El sacramento se comen-
zaba en forma de baño en agua pura y se festejaba con una
petición para obtener el perdón de los pecados. La acción y
la palabra juntas constituyen el sacramento. Pero la palabra se
considera como realmente operante. Es la garantía de la Igle-

75 K. H. Schelkle, "Auslegung als Symbolverstandnis", en ThQ 132


(1952) 129-151.
76 No se puede establecer con seguridad el significado de
E7tEPW't'r¡µa que en el NT sólo aparece aquí. En el griego clásico y
helenístico la palabra significa, como É7tEpw't'iiv, la pregunta; en la épo-
ca posterior al cristianismo significa a veces la estipulación (stipulatio ),
según el lenguaje jurídico. Los comentarios y los diccionarios suelen
proponer como significado de ese término en 1 Petr 3,21 el de petición
(cf. H. Greeven, en ThWb 2, 685s). El significado que a veces se su-
giere de voto (porque la concepción del bautismo como una petición
parecería improbable y muy peculiar) no puede probarse con ningún
texto. No obstante, defienden esta interpretación: Liddel-Scott, 618;
O. Kuss, "Zur paulinischen und nachpaulinischen Tauflehre im NT", en
ThGl 42 (1942) 421. [Nota del traductor: Sobre el significado del tér-
mino griego aquí discutido nos permitimos remitir a nuestra obra:
O. García de la Fuente. La búsqueda de Dios en el Antiguo Testamen-
to, Madrid 1971, pp. 17-25 y 532-567].
77 Así Beare, Charue, Felten, Holzmeister, Knopf, Michl, Windisch-
-Preisker, Wohlenberg; además, BauerWb, col. 546; H. Greeven, en
Th Wb 2, 685s.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 153

sia de que su oración encuentra acogida ante Dios 78 • Esta es-


pera tiene su razón de ser en el acontecimiento salvífica de
la resurrección de Cristo, que, como Señor celestial, llena aho-
ra a la Iglesia de su gracla (Rom 8,34). Por eso se invocaba
también sobre el bautizando el nombre salvador de Cristo.
El bautismo tiene su fuerza salvadora. Pero es, según la
1 Petr, solamente petición para que Dios actúe. Su fuerza
depende únicamente de la obra salvadora de Cristo. Dios y
su Cristo le dan respectivamente su realidad y su eficacia. No
la posee el bautismo en sí mismo como una fuerza mágica per-
manente.

3,22 A la afirmación de la resurrección de Cristo se añade


finalmente la confesión cristológica a través de la cual la
Iglesia testifica la elevación del Señor. En no pocos pasajes
de la literatura cristiana primitiva se encuentran paralelismos
con la fórmula que aparece aquí. Utilizan con frecuencia
(Act 7,56; Rom 8,34; Col 3,1 y 1 Petr 3,22) el salmo 109,1,
entendido ya en sentido mesiánico por los rabinos 79 , en el
cual se le reconoce al Mesías un puesto de honor a la derecha
de Dios. Pero como Cristo sube de la tierra al cielo, lleva en
su viaje a través de los campos de las dominaciones a los
que viven entre el cielo y la tierra (Ef 2,2) -según la imagen
del mundo que tenían los antiguos y la propia Biblia-. Estas
dominaciones deben por eso reconocer su señorío, que es vá-
lido desde ahora para siempre (1 Cor 15,24, de su sumisión
futura; Ef 1,20; Col 2,15, de su sumisión ya realizada). La
1 Petr menciona tres categorías de ángeles con unos nombres
que toma de la especulación judía tardía ya muy desarrollada.
Los nombres se encuentran dentro y fuera del NT. Entre la
lista de las potencias angélicas aparecen en primer lugar los
&yy:::A.o~ [mensajeros]. Cuanto más frecuentemente se los nom-
bra en el Antiguo y Nuevo Testamento, tanto más singular es
su mención en la narración de la ascensión de Cristo. Puesto
que también aparecen en la Ascensión de Is 1,3, este pasaje
puede depender de 1 Petr. Fuera de este pasaje, sólo se le

7 8 Este modo de comprender la eficacia del sacramento puede


compararse con la formulación dogmática posterior, según la cual la
palabra actúa como verbum efficax y el sacramento ex opere operato.
1 9 Billerbeck 4, 1, 452-465.
154 Excursus. Cristología en 1 Petr

puede comparar 1 Tim 3,16. Las demás potencias, tanto en


el judaísmo tardío, como en el NT, tienen los nombres de
!S~oucrla~ [poderes, potestades] y ouvtiµe:~c; [fuerzas] (Rom 8,38;
1 Cor 15,24; Ef 1,21) 80 • La 1 Petr seguramente conoció con
el judaísmo tardío otras clases de ángeles. Tres, tomadas como
ejemplo, bastan para poner fin a la confesión de Cristo.

EXCURSUS
FÓRMULAS CRISTOLÓGICAS EN 1 PEDRO

De la 1 Petr pueden sacarse con claridad tres grupos de


versículos: 1,18-21; 2,21-25; 3,18-22. Todos estos textos tienen
como contenido común el kerigma cristológico. Su forma se
manifiesta por una estilización concisa y un paralelismo rít-
mico. Las afirmaciones de estos grupos de versículos van a
veces más allá de lo que exigiría el contexto. Pretende 1,18-21
recordar la obra salvífica de la muerte de Cristo. Añade 1,20
una frase sobre la encarnación y la resurrección. Contienen
2,21-25 unas amonestaciones basadas en la paciencia de Cristo
paciente. Pero se menciona también el significado vicario de
la muerte de Jesús. Presentan 3,18-22 de nuevo la imagen de
Cristo paciente. Pero se añade una consideración sobre el des-
censo de Cristo a los infiernos y su ascensión al cielo. Da la
impresión de que al autor de la carta, después de mencionar a
Cristo en cada uno de los primeros versículos, le vengan a
la pluma las demás afirmaciones como en una asociación de
ideas acostumbrada y querida, casi como que las restantes fra-
ses siguieran como miembros de una confesión fija.
En los tres fragmentos se descubre una antigua tradición.
En 1,18-21 y en 3,18-22, las fórmulas concisas recuerdan el
símbolo, cuya formación comienza ya en el NT (1 Cor 15,3-5).
El texto de 2,21-25 depende tanto en su formación de las pro-
fecías del AT, que se percibe la meditación de la Iglesia, unien-
do las profecías del AT con la historia del NT. Pero el mate-
rial tradicional está completado, explicado y actualizado en
mayor o menor medida con interpretaciones de la 1 Petr.

8 º W. Grundmann, en ThWb 2, 297s; 308s; W. Foerster, ibid., 2,


568-570.
Excursus. Cristología en 1 Petr 155

Como kerigma cristológico puede destacarse el siguiente:


1,20: Cristo estaba predeterminado desde antes de la funda-
ción del mundo y ha sido revelado ahora al fin de los
tiempos.
2,21 y 3,18: Murió por los pecados, para llevarnos a Dios,
muerto según la carne, pero vivo según el espíritu.
3,10: Predicó a los espíritus encarcelados.
1,21 y 3,21: Resucitó de entre los muertos.
3,22: Subió al cielo, está sentado a la derecha de Dios y ejerce
su dominio sobre los ángeles, potestades y virtudes.
Sin hacer violencia alguna al texto, de 1,18-21 y 3,18-22 se
puede recoger el símbolo cristológico. Para esto no se necesi-
taba 2,21-25. De hecho, parece ser de otra factura distinta de
la de los otros dos textos. Mientras estos dos están caracteri-
zados por fórmulas concisas, a manera de símbolo, el otro tiene
un lenguaje ampuloso propio de la meditación. Aquéllos tienen
forma de confesión; éste, de canto. Si 1 Petr utilizó tradición
previamente establecida, entonces tuvo quizá a su disposición
esa tradición de distintos orígenes y de distinto uso. El símbo-
lo habría tenido su origen en las confesiones, el canto o poema
en las festividades cultuales 81 ,
Los textos mencionados de 1 Petr pueden compararse con
otros parecidos del NT, los cuales en conjunto nos permiten
echar una mirada a la vida eclesiástica primitiva. La adminis-
tración de los sacramentos del bautismo, eucaristía y confir-
mación exigía la confesión de la fe (Act 8,37; Rom 10,9;
1 Tim 6,12-14; Hebr 3,1; 4,14; 10,23). Fórmulas de confe-
sión cristológicas en el NT son, por ejemplo, Act 2,23s; 3,15;
Rom l,3s; 4,25; 8,34; 10,8s; 2 Cor 13,4; 1 Tes 1,10; 4,14;
2 Tim 1,10. Entre estas confesiones hay que contar también
a 1 Petr 1,18-21 y 3,18-22 82 •
Que la Iglesia apostólica conoció himnos y cantos, lo dicen
expresamente Ef 5,19; Col 3,16; Hebr 13,15. Que la Iglesia
proclamaba a Cristo en sus himnos, lo sabían hasta los paga-

81 R. Bultmann, "Bekenntnis- und Liedfragmente im l.Petrusbrief",


en Coniectanea Neotestamentica 11 (1947) 1-14; E. Lohse, "Pariinese
und Kerygma im l.Petrusbrief", en ZntW 45 (1954) 86-89; E. Schwei-
zer, Erniedrigung und Erhohung bei Jesus und seinen Nachfolgern
(1955) 104.
82 P. Feine, Die Gestalt des apostolischen Glaubensbekenntnisses in
der Zeit des NT (1925) 55-62 y frecuentemente; O. Cullmann, Die
ersten christlichen Glaubensbekenntnisse (1934) 15; 36; 52; 54 y fre-
cuentemente; H. Koster, Synoptische überlieferung bei den Aposto-
lischen Viitern (1957) 146-148.
156 Excursus. La Pasión en 1 Petr

nos (Plinio, Epist. 10,96,7). Ejemplos de estos himnos son:


Fil 2,6-11 83 ; Ef 1,3-14 84 ; 5,14; Col 1,15-20 85 ; 1 Tim 3,16 86 •
También el texto de Jn 1,1-18 ha debido tener como base un
himno (¿ampliado por el evangelista?) 87 • Las aclamaciones
hímnicas de la liturgia celestial (Apc 4,8; 5,9s; 13; 7,10,12)
corresponden a los cantos cultuales, que Juan recitó con los
demás en las iglesias de Asia Menor 88 • A estos himnos cris-
tológicos pertenece también 1 Petr 2,21-25.

EXCURSUS
LA TEOLOGÍA DE LA PASIÓN EN 1 PEDRO

En los tres himnos de Cristo, la pasión de Jesús se entiende


como una obra salvífica que Cristo realiza en favor de los de-
más. En 1 Petr 2,21 se dice esto con la breve fórmula ÚrcEp úµwv;
en 3,18 con la fórmula m:pi. &µap·nwv. El NT fundamenta en las
palabras del propio Jesús esta explicación soteriológica de su
misma muerte (Me 10,45; 14,24, con los lugares paralelos).
Esta valoración de la muerte de Jesús es un bien común de la
Iglesia neotestamentaria, que utiliza los mismos términos de
relación, llenos de contenido y difíciles, que la 1 Petr: rc'EPt
(1 Tes 5,10; Rom 8,3; 1 Jn 2,2; 4,10), y úrcép (Rom 5,8; 1 Cor
11,24; Ef 5,25; Tit 2,14; Hebr 2,9; Jn 10,11,15; 1 Jn 3,16 y
otros lugares). Se desarrolla idéntica teología, cuando la muerte
de Jesús se describe como redención (Rom 3,24; 1 Tim 2,6;
Hebr 9,12), expiación (Rom 3,25; Hebr 2,17) y sacrificio (Jn
17,19; 1 Cor 5,7; Ef 5,2; Hebr 7,27; 9,13). Las palabras de
Jesús, que proclaman la entrega de su vida como salvación, tie-
nen su fundamento en su conciencia mesiánica, y la comunidad

8 3 E. Lohmeyer, Kyrios Jesus (SAHdbg, Phil.-Hist. Klasse 4)


(1928), ha demostrado que Pablo utiliza aquí un antiguo himno.
8 4 N. A. Dahl, "Adresse und Proomium des Ephesierbriefes", en
ThZ 7 (1957) 261-264; Ch. Maurer, "Der Hymnus von Eph l", en
EvTh 11 (1951-52) 151-172.
85 E. Kiisemann, "Eine urchristliche Taufliturgie", en Exegetische
Versuche und Besinnungen 1 (1960) 34-51.
86 M. Dibelius - H. Conzelmann, Die Pastoralbriefe (31955) 49-51.
8 7 R. Schnackenburg, "Logos-Hymnus und Johanneischer Prolog",
en BZ, NF 1 (1957) 69-109.
88 S. Liiuchli, "Eine Gottesdienststruktur in der Johannesoffenba-
rung", en ThZ 16 (1960) 359-378.
Excursus. La Pasión en 1 Petr 157

recibió estas palabras, lo mismo que su interpretación, del con-


vencimiento del propio Jesús. Pero las palabras del Señor po-
dían resultar más claras, partiendo de la teología del sufrimien-
to del judaísmo tardío.
Israel tuvo que soportar desde la época de los Macabeos
muchas persecuciones y sufrimientos. Con frecuencia eran per-
seguidos precisamente los hombres piadosos. Esto llevó a la
reflexión sobre el sentido del sufrimiento y condujo al pueblo
de Israel a la convicción de que los sufrimientos tenían virtud
expiatoria. Primeramente estos sufrimientos debían servir de
expiación a los culpables por sus propios pecados. Después los
sufrimientos de los justos e inocentes debían servir de expia-
ción por los pecados de los demás. Así se desarrolló una doc-
trina de los sufrimientos expiatorios vicarios y de la muerte
expiatoria vicaria. En 2 Mac 7,37s se expresa ya esta idea, pero
después la desarrolló el 4 Mac. Los mártires antes de la muerte
invocaban a Dios, para que por su muerte fuera benigno con su
pueblo (4 Mac 6,28; 9,24; 12,18). Textos como el de 4 Mac 6,29
se aproximan mucho a la enseñanza neotestamentaria sobre el
sufrimiento: "Permite que mi sangre sea para ellos medio de
purificación (xrxí1ápowv)"; o también: "Se han hecho como un
precio de rescate por los pecados del pueblo (av't'llJ;uxov
yeyovónc; 't'fíc; 't'OU EíJvouc; ckµap't'ltxc;). Por la sangre de aquellos
hombres piadosos y por su muerte expiatoria (oLa 't'OU
O... txcn'r)plou íJrxv<i't'ou), la presciencia divina ha salvado a Israel
anteriormente muy oprimido" (4 Mac 17,22).
En la época neotestamentaria, la comunidad de Qumrán
creía que ella tenía la misión y la posibilidad de procurar la
expiación al mundo. En la Regla de la Comunidad se dice esto
varias veces (1 QS 5,6s; 8,2s; 8,6; 1 QSa 1,3 ; de manera muy
insistente en 1 QS 9,3: "Si se cumplen las prescripciones de
la alianza, entonces sucede esto para un fundamento del espí-
ritu santo y para la eterna verdad, para expiar la culpa de la
falta y la infidelidad del pecado y volver a traer honor al país
mejor que por medio de la carne de los holocaustos y la grasa
de los sacrificios"). A la época siguiente, en todo caso siempre
de época posterior al comienzo del cristianismo, pertenecen
ciertos relatos de mártires rabínicos. El rabinismo estaba con-
vencido de que el justo por sus sufrimientos y su muerte pro-
curaba la expiación en favor de Israel. La exégesis rabínica en -
contró ya esto expresado· en los relatos veterotestamentarios
de la muerte de los patriarcas y los profetas. Pudo ir descu-
briéndolo en la lectura. Pero siempre fue una convicción de la
teología rabínica,
15$ 1 Petr. Sufrimientos en e1 mundo 3,13 - 4,6

De esta manera puede intentarse una introducción histórico-


-religiosa a la doctrina neotestamentaria sobre la muerte ex-
piatoria de Jesús, introducción que todavía no es una expli-
cación real de lo que se expresa con aquel Ú7tÉp. El profundo
misterio que encierra esta doctrina no se aclara todavía con
esto. Es difícil para nosotros entender cómo la muerte de uno,
sucedida miles de años antes, puede tener una importancia
tan decisiva para todos los hombres de antes y de después, de
modo que se encierre en ella el perdón de la culpa y la alianza
entre Dios y los hombres. También la muerte de Sócrates tuvo
su importancia para todos y también para nosotros. Pero esta
importancia se agota en su ejemplaridad. Otra cosa es esta
doctrina de la muerte salvadora de Jesús. Su importancia está
afirmada en las categorías del ser. No es fácil para nosotros ni
para la conciencia moderna comprender esta idea. Pero una
teología que se considerara inútil por el hecho de que no
pueda explicar todas las cosas que no entiende, haría rápida-
mente tabla rasa de una gran porción de cosas.
Pues bien, Cristo y el NT hablan desde la profundidad del
conocimiento de Dios, oculta al mundo y a los hombres. Y des-
de esta profundidad, que deja muy atrás a nuestra psicología
religiosa, se dice aquí qué es el pecado y la redención del hom-
bre. El hombre no está solo, sino que tiene una solidaridad
con todo el género humano. Esta es una verdad muy apropiada
para llevar al hombre a la modestia y al mismo tiempo hacerle
optimista. El pecado no es sólo un estado de la conciencia
personal de cada hombre, en el que el hombre sólo tendría
que llamar o dejarse llamar para olvidar o vencer un impedi-
mento de su conciencia. No hay que vencer solamente una
conciencia de la culpa, sino que hay que remover la culpa,
que está fuera del alcance del hombre. El perdón es, por con-
siguiente, algo que debe suceder fuera de las posibilidades hu-
manas y que sólo puede realizar la omnipotencia de Dios 89 •

4,1 El texto de 4,1, pasando por encima de la perícopa de


3,18-22, reasume el comienzo de 3,18 y saca las consecuencias
de lo dicho allí. Los cristianos deben seguir el ejemplo de

89 E. Lohse, Miirtyrer und Gottesknecht (1955) 182-187; Idem,


"Paranese und Kerygma im l. Petusbrief", en ZntW 45 (1954) 68-69.
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 159

Cristo paciente y armarse 90 de la misma consideración. Deben


estar dispuestos a sufrir como Cristo, aunque sean inocentes,
y a hacer el bien. El sufrimiento libera del pecado. Si así se
ha de' entender la recomendación, la explicación de 4,lb no
resulta tan clara. ¿Se trata de la siguiente reflexión: el pecado
tiene su origen en la carne, y la carne es el asiento del pecado
(en el sentido de la teología paulina); la carne rehúye por na-
turaleza el dolor ; en el dolor se domeña la carne y así se vence
también el pecado; el que sufre se ve así libre del pecado?
"Queda desligado del pecado" 91 • ¿O se dice más bien que el
castigo, que soporta el hombre en su cuerpo por una falta,
expía y purifica (1 Cor 5,5), de modo que el hombre se ve
libre así del pecado y en el futuro podrá vivir de otro modo? 92
¿O se trata de un sentido aún más profundo?
La 1 Petr 4,1 recuerda en cuanto a su forma a Rom 6,2.
¿Hay que explicar aquel pasaje de acuerdo con éste? ¿Quiere
decir la l Petr con la teología paulina: "Vosotros habéis muer-
to con Cristo al pecado en el bautismo y ahora debéis vivir
para la justicia"? 93 Dado el evidente influjo de la teología
paulina sobre 1 Petr, y supuesto que 1 Petr habla frecuentemen-
te del bautismo, no parece del todo imposible que la carta
haya utilizado este pensamiento de la teología paulina sobre él.
Pero sería un pensamiento extraño en el contexto de la paré-
nesis moral. Y prescindiendo del hecho de que la 1 Petr no
habla propiamente de la muerte, sino del sufrimiento, el bau-

90 El cristiano entra en la milicia de Cristo (Rom 6,13; 13,12).


Debe luchar con las armas espirituales, como se demuestra más am-
pliamente en Ef 6,11-17. De una manera muy parecida concebía la
comunidad de Qumrán su vida en el mundo como una lucha; cf. A.
Oepke y K. G. Kuhn, en ThWb 5, 294 y 297-301.
91 Así lo explican muchos comentarios (Beare, Bigg, Knopf, Schlat-
ter, Vrede, Windisch-Preisker); además, W. Grundmann, en ThWb
1, 319. IlÉ11:1:wi;a.L puede entenderse en sentido medio o pasivo: él ha
cesado del pecado, o él ha sido liberado del pecado. El perfecto tiene
probablemente un significado gnómico. El participio de aoristo 7ta.1'wv
no puede incluir en modo alguno anticipación.
92 Así, de entre los comentarios (Beare) Charue, Selwyn; E. Lohse,
"Pariinese und Kerygma im l. Petrusbrief", en ZntW 45 (1954) 82,
piensa en una relación con la antigua idea judía del valor expiatorio
del sufrimiento y de la muerte, en donde este pensamiento se habría
trasladado aquí a la ruptura con el pecado que se lleva a cabo en el
bautismo y que estaría indicado con 7ta.1'wv cra.pxl.
93 Así, además de los comentarios (Felten, Holzmeister, Michl,
Wohlenberg), W. Michaelis, en ThWb 5, 921.
160 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

tismo no es una muerte según la carne, sino una muerte mística


espiritual. Por eso resulta muy discutible la última explicación
propuesta de 1 Petr 4,lb.
4,2 Libres ya del pecado, los cristianos pueden en el fu-
turo obedecer a la voluntad de Dios y no ya más a los deseos
humanos. Con la palabra "hombre" ( = "humanas") se entien-
de aquí sin duda alguna el hombre malvado, como en el evan-
gelio de Juan, mundo significa el mundo malo. Según 1 Petr 4,3
se trata de hombres paganos. Quieren desviar a los cristianos
del recto camino y llevarlos, de una vida bajo los mandamientos
de Dios, a su antigua vida depravada.
4,3 Hasta ahora la vida de los cristianos se ha desarrollado
en una forma y orientación pagana. Por eso no se dirige aquí
el autor a personas judías y ni siquiera a prosélitos. Se dirige
a cristianos que hasta ahora eran paganos y sólo ahora se han
convertido en cristianos maduros. La vida de los paganos se
describe con un catálogo de vicios. El juicio es muy severo.
Recuerda a Rom 1,18-32. El católogo concuerda con Rom 13,Bs
y con Gal 5,20s, tanto en la recomendación inicial de abste-
nerse de una falsa conducta, como en la enumeración de los
vicios. Como en 1 Petr 2,1 (véase el comentario), se utiliza
también aquí una lista preexistente 94 •
La 1 Petr nombra en último lugar la idolatría. Tanto por el
lugar que ocupa en la lista como por el calificativo de abomi-
nable que se le da, la idolatría se considera como la peor de
las aberraciones. Es contraria a la ley, y por tanto, culpable.
El paganismo no es inocente, es realmente culpable. Esto mis·
mo dice también Rom 1,18-23.
4,4 Los paganos se extrañan de que los cristianos no tomen
parte en su conducta desenfrenada 95 • Los cristianos se vie-
9 4 A. Vi:igtle, Tugend- und Lasterkataloge im NT (1936) 37 y 44.
S. Wibbing, Die Tugend- und Lasterkataloge im NT (1959), remite a
Qumrán (93s) para ci<rÉA.yeia y elowA.oA.a"t'pla, al judaísmo tardío para
'lt6"t'oc;, olvoq¡A.uyla y :x:wµoc; (p. 97) y a la diatriba (p. 98) para emituµla.
Que la descripción del desenfreno y la liviandad correspondía a la
realidad de una gran ciudad y a las costumbres de su jeunesse dorée
lo demuestra, por ejemplo, Petronio en la Cena de Trimalción; cf. tam-
bién Platón, Estado 560 (sobre la salida de una festividad de los mis-
terios). Cf. también H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959) 311.
95 I:uV"t'PÉXE<ritai puede entenderse en sentido totalmente literal. Los
1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6 161

ron de hecho obligados a ausentarse de los ambientes en que


hasta ahora habían vivido. No sólo se desligaron de la religión
pagana y de los vicios paganos, sino que en muchas ocasiones
y con gran admiración de los paganos se separaron también
de su comunidad de vida cotidiana. Dejaron de asistir a las
fiestas públicas que casi siempre estaban ligadas a festividades
cultuales. Abandonaron el ejército, no frecuentaron más los
teatros, y también dejaron pronto de casarse con paganos. Es-
tos no podían comprender tales cambios y por eso se encole-
rizaban. Comenzaron a buscar acusaciones y calumnias, que
conocemos suficientemente por fuentes no cristianas (véase la
Introducción, pp. 13ss) y también por fuentes cristianas (prin-
cipalmente por los escritos de los Apologistas). Las acusaciones
y calumnias se califican de "blasfemias", es decir, maldiciones
contra Dios. La Iglesia interpreta estas falsas acusaciones con-
tra ella como atentados contra el derecho y honra de Dios
(Mt 5,11; Act 9,4).

4,5 A la ofensa de Dios debe seguir el castigo. El juicio


divino, al que nada se le escapa, se describe con una fórmula
bíblica habitual (Act 10,42; Rom 14,9; 2 Tim 4,1; lo mismo
Policarpo 2,1; Bernabé 7,2; 2 Clemente 1,1) y se dice que es
un juicio que caerá sobre vivos y muertos. El juicio aludido
es, pues, el juicio final en el que serán juzgados los sobrevi-
vientes como vivos y los muertos como resucitados. Esta fór-
mula ha pasado, por lo demás, a la confesión de fe apostólica.

4,6 En este versículo se aclara y describe la universalidad


del juicio en el que todo se pondrá de manifiesto. Que los
supervivientes en el último día se presentarán al juicio es
cosa que ya saben y conocen perfectamente los lectores de
la carta, por eso no necesita aclaración alguna. Pero 4,6 habla,
en cambio, del juicio que tendrán que soportar los muertos,
y lo hace con unas palabras enigmáticas. Los muertos han
tenido la experiencia del juicio en la carne según la manera
humana. La muerte se considera, pues, como un juicio que
todos deben soportar en vida. Pues no es sólo el término na-
cristianos ya no corren más tras los tristes placeres (4,3) y no toman
ya parte en ellos. Sobre el escándalo que reciben los impíos por la
vida de los buenos, cf. Sab 2,12-16.
CARTAS,-11
162 1 Petr. Sufrimientos en el mundo 3,13 - 4,6

tural de la vida, sino que se realiza en ella el juicio (Rom 5, 12;


6,23). Pero en el mensaje del evangelio que se les ha anunciado
por Cristo llegó a los muertos la poderosamente creadora pa-
labra de Dios. Suscita en los muertos la vida de Dios 96 •
La carta habla de un acontecimiento histórico especial. Lo
que esto quiere decir sucedió evidentemente en el descenso
de Cristo a los infiernos, narrado también en 3,19s. Pero las
palabras con que se describe son tan distintas en los dos pa-
sajes, que no puede entenderse el mismo acontecimiento du-
rante la bajada a los infiernos. El mundo subterráneo tiene
distintos espacios (Le 16,23 ; Henoc 22). Cristo, al bajar a los
infiernos, predicó en distintos lugares, en la cárcel de los
espíritus y en el lugar de los muertos.
En la vida que Dios les ha de devolver se presentarán los
muertos ante el mundo en el último día. Según esto, la vida
sacada de la muerte no es una inmortalidad natural del alma,
sino un don y una acción de Dios. El hecho de que este don
y este acto fueron una realidad para aquellos difuntos en
la predicación de Cristo en el más allá, es para la carta una
garantía de que sucederá siempre y a todos. La carta no dice
cuándo y cómo ha de suceder 9 7 •
Los Santos Padres buscaron otra explicación (Clemente Ale-
jandrino, Adumbrat. a 1 Petr 4,5 = GCS 3,205; Cirilo Alejan-
drino, Catenae, ed. J. A. Cramer 8,74 = Teofilacto PG 125,
1237 y 1240; Agustín, Epist. 164, 21 = CSEL 44,540) y tam-
bién la buscan algunos comentarios modernos 98 , en parte por

96 "lvlk no puede entenderse en sentido final (.= para que los hom-
bres en el mundo subterráneo pudieran decidirse después de la muerte).
Tiene sentido consecutivo (= de modo que puedan vivir según la vo-
luntad de Dios). La carta no puede querer enseñar que habría todavía
para los muertos una posibilidad de decisión entre lo bueno y lo malo,
entre la condenación y la felicidad. Esto no sólo se opondría a la teo-
logía actual, sino a la concepción bíblica total sobre la importancia
decisiva de la muerte para los hombres, incluso la concepción de la
misma carta de Pedro (l,3s; 3,10; 4,5; 4,18; 5,8). Entre los muertos
de 4,6 se comprende sólo una parte de ellos, es decir, aquéllos que
podían alcanzar la salvación por la predicación de Jesús en el más allá,
esto es, los justos.
97 Así Beare, Bigg, Felten, Knopf, Michl, Schlatter, Vrede, Win-
disch-Preisker. B. Reicke, The Disobedient Spirits and Christian Bap-
tism (1946) 204-210, desarrolla y prueba ampliamente esta explicación;
cf. E. Schweitzer, "l Petr 4,6", en ThZ 8 (1952) 152-154.
98 Así Holzmeister, Welwyn, Wohlenberg; lo mismo K. Gschwind,
1 Petr. ta hora escatológica 4,7-11 16~

razones dogmáticas, a fin de evitar una doctrina que suponga


la posibilidad de una decisión después de la muerte (véase
antes en la nota 96). El sentido en este supuesto sería: Dios
juzga a todos y lo hace con justicia, pues también se anunció
el evangelio en el tiempo de su vida a los muertos espiritual-
mente en el pecado, o, según otra explicación, a los muertos
en pecado (como a los blasfemos = 1 Petr 4,5), y por eso pu-
dieron tomar una decisión personal. Y así han sido condenados
con toda justicia. Pero, según 4,5, los vivos y los muertos
son los vivos y los muertos corporalmente, y los muertos de
4,6 deben ser los mismos que los de 4,5, es decir, los muertos
corporalmente, no los muertos en el pecado. Y 4,6 dice que
el evangelio se anunció a los muertos en cuanto muertos, no
en cuanto vivos anteriormente.

6. La hora escatológica
(1 Petr 4,7-11)

Aparece un nuevo comienzo por una nueva mención expresa


del fin próximo y así se introduce una nueva amonestación.
La carta participa de la espera escatológica cercana que apa-
rece también en otros muchos libros del NT.
4,7 Está cerca el final de todas las cosas. Sed, pues,
sensatos y vigilad en la oración. 8 Pero ante todo te-
neos un amor intenso unos a otros, porque el amor cubre
multitud de pecados. 9 Practicad la hospitalidad unos
con otros sin murmuración. 10 Que cada uno ponga
al servicio de los demás el don que recibió, como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 El
que predica que predique como palabras de Dios. El que
ejerce un ministerio, como quien tiene poder concedido
por Dios. Y así Dios será glorificado en todas las cosas
por Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el poder por
los siglos de los siglos. Amén.
4,7 El cristiano es el verdadero "sensato" en el mundo,
sabiendo que está próxima la vuelta del Señor y el final de
Die Niederfahrt Christi in die Unterwelt (1911) 24-40; W. Bieder, Die
Vorstellung von der Hollenfahrt Jesu Christi (1949) 120-128.
164 1 Petr. La hora escatológica 4,7-11

todas las cosas. Puesto que conoce la caducidad del mundo,


está siempre sobrio (1 Petr 1,13) y despegado de las cosas
(1 Tes 5,1-10; 1 Cor 7,29-31). El saber que el juicio está cer-
cano le enseña también al cristiano la seriedad y el riesgo de
su situación. Esto le obliga a orar (Mt 26,41). La espera del
momento final no lo convierte en una persona sin interés o
inactiva para las cosas de la vida presente. Antes al contrario;
si sólo existiera esta vida, nada tendría importancia, porque
todo pasa. La espera del futuro da al presente toda su pro-
funda seriedad, porque es decisión para el futuro. De la finitud
alcanza la vida la infinitud. Por eso se saca de la escatología
un motivo para la parénesis (como sucede frecuentemente en
el NT: cf. Mt 24,45 - 25,13; Me 13,33-37; Le 12,25 - 13,20; ade-
más, Fil 4,5; Hebr 10,25; Sant 5,8; 1 Jn 2,19; Apc 22,12).

4,8 Que la recomendación al amor se deduzca de la espera


escatológica lo demuestra ya la construcción de la frase, que
va unida a 4,7 por un participio. La relación se ve también
por el contenido: el amor salvará en el juicio que se avecina.
Pues el amor cubre la multitud de los pecados. El hecho de
que la carta proponga el amor como lo primero es algo autén-
ticamente neotestamentario, porque el amor es el primer pre-
cepto en las palabras del Señor (Mt 22,36s), o el mandamiento
nuevo que distingue a los discípulos (Jn 13,34), o el manda-
miento de Cristo sin más (Jn 15,12).
El texto de 1 Petr 4,8 puede entenderse como una fórmula
de Mt 6,14s, desarrollada en sentido positivo. La 1 Petr indica
además que el perdón es un don y no puede merecerse. No
salvan las obras buenas, sino la gracia de Dios. Pero al que
ama, se le perdonará mucho por ese amor. Según Mt 25,35-45,
el juicio versará sobre las obras del amor. Y ya Orígenes
(Hom. in Lev. 2,4 = GCS 6,296) establece una comparación
entre Le 7,47 y 1 Petr 4,8. La carta toma una cita de los
Proverbios 10,12, en donde se dice que el amor generoso con
el prójimo cubre los pecados y posee la virtud de hacerlos
olvidar con el perdón. Según la 1 Petr, las obras del amor
cubren en el juicio de Dios los pecados del que ama ; la misma
idea en Dn 4,24; · Eclo 3,30.
El texto de Prov 10,12 se cita pocas veces en la literatura
rabínica, pero se interpreta en el mismo sentido que lo hace
1 Petr. La hora escatológica 4,7-11 165

la 1 Petr 99 ; Prov 10,12 se cita con frecuencia en el NT


y en los escritos emparentados, así en Sant 5,20; 1 Clem 49,5;
2 Clem 16,4. Pero, mientras en Sant 5,20 se dice que, el que
convierte a un pecador, cubre una multitud de pecados, la pri-
mera y la segunda de Clemente concuerdan con la 1 Petr en
afirmar que el amor cubre la multitud de pecados. La Didas-
calia 2,3 dice: El Señor afirma: el amor cubre la multitud de
pecados. Parece ser que en todos estos textos se interpreta la
palabra en el mismo s.entido que en 1 Petr. La cita se ha des-
ligado, pues, del contexto y sentido original, como sucede
con frecuencia en palabras sueltas. La 1 Petr y la restante li-
teratura cristiana citan el texto de Prov 10,12, no directamente
del libro bíblico, sino probablemente como un proverbio 100 •

4,9 Una muestra importante del amor es la hospitalidad. Si


es verdad que las condiciones histórico culturales y sociales
hacían de la hospitalidad un deber social para el hombre
antiguo, porque la falta de nuestras instalaciones hoteleras y
las dificultades de los largos viajes exigían que se practicase
fa hospitalidad, también es verdad que contribuyeron a este
espíritu de hospitalidad las relaciones propias y peculiares de
las primitivas comunidades cristianas. Junto a los parientes
cristianos que ejercían oficios que los obligaban a viajar de
una parte a otra y que naturalmente buscaban alojamiento en
casas cristianas, había que recoger en las propias casas a los
apóstoles, evangelistas y doctores, y después, en tiempo de
persecuciones, a los oprimidos y perseguidos. La comunidad
observaba la recomendación de Jesús sobre el ejercicio de la
hospitalidad (Mt 25,35; Le 7,44-47; 11,6; 14,12-14) y exigía
el ejercicio de la misma (Rom 12,13; Hebr 13,2; 3 Jn 5-8).
La hospitalidad es uno de los deberes del oficio episcopal
(1 Tim 3,2; Tit 1,8). Los miembros pudientes de la comuni-
dad debían ofrecer sus moradas para reuniones comunitarias
(Rom 16,5; 1 Cor 16,19; Col 4,15). La 1 Petr 4,9ab se re-
fiere a estas necesidades internas de la comunidad, cuando
dice: practicad la hospitalidad unos con otros 1 º1 • La frase

99 Billerbeck 3, 366.
1oo W. Grundmann, en ThWb 3, 559s. Para 1 Petr 4,7s, cf. C. Spicq,
Agape (1959) 332-338.
io1 G. Stahling, en ThWb 5, 19-24.
166 1 Petr. La hora escatológica 4,7-11

siguiente: "sin murmuración'', deja traslucir la realidad. La


hospitalidad puede ser un deber molesto y una verdadera
carga. La Didaché 11-13 muestra cómo la hospitalidad puede
convertirse en un abuso. Por eso, la carta recomienda prac-
ticar la hospitalidad con generosidad y sin murmuración.

4,10 Entre los carismas no se mencionan aquí las actua-


ciones y dones extraordinarios del Espíritu de la era apostó-
lica (como la glosolalia, las curaciones y milagros; 1 Cor 12,9s).
Pues sólo algunos poseían esos dones, en cambio, según la
1 Petr 4,10, todos y cada uno han recibido su propio carisma.
Pablo menciona también una amplia serie de dones y carismas
que se manifestaban en la vida cotidiana de los cristianos : así
en Rom 12,6-8 : servicio, enseñanza, consuelo, amor; 1 Cor
12,28: el poder de curar y de gobernar; 1 Cor 13,l y 14,1 men-
ciona el amor y la enseñanza como los carismas más grandes.
La 1 Petr se refiere también a esta especie de carismas. Pero
para la carta no son virtudes y mucho menos virtudes adqui-
ridas por propio esfuerzo, sino siempre dones de Dios como
resultado de la nueva creación. El cristiano sólo es adminis-
trador de los bienes que se le han confiado. Como depositario
de estos bienes debe hacer a los demás partícipes de los mis-
mos. Todo don es como un torrente que se desborda de los
tesoros de la gracia divina. Y en el don de cada uno actúa
y se hace visible el don originario de Dios a la comunidad. La
1 Petr está convencida de que cada cristiano tiene en la Igle-
sia su propia gracia (lo mismo 1 Cor 12,7). Todos, por consi-
guiente, pueden contribuir al enriquecimiento de la Iglesia y
nadie es inútil. Todos tienen su importancia y su dignidad. La
comunidad necesita a todos y todos necesitan a la comu-
nidad. Así se manifiesta en la comunidad la multiplicidad y la
unidad.

4,11 La carta tiene de mira a la comunidad en 4,9s, y por


eso, en 4,11 no se trata sólo de una recomendación general,
sino también de servicios concretos dentro de la comunidad
(oLa:x:ovi::t:v tiene, por tanto, en 4,11 un sentido más restringido
que en 4,10). Los servicios se distinguen (como en Act 6,1-4;
1 Petr. La hora escatológica 4,7-11 167

Rom 12,7) en carisma de la palabra y ministerio de ayuda 102 •


Quizá se aluda a ministerios comunitarios de anuncio y de
enseñanza y a otros ministerios de ayuda a los pobres y a
los enfermos y quizá de dirección en la comunidad.
El maestro o predicador no debe proponer su propia opi-
nión, sino transmitir su mensaje "como palabra de Dios". La
palabra de Dios se nos ha dado en la predicación de los Após-
toles. Cuando él anuncia esta palabra, cumple su misión. El
no es señor, sino "servidor del evangelio" (Ef 3,7; Col 1,23)
y "servidor de la palabra" (Le 1,2; Act 6,4). Pero el maestro
no dice palabras de Dios por el solo hecho de repetir palabras
que Dios ha pronunciado una vez. Sino que la palabra de Dios
se proclama en la palabra de la Iglesia, pues su palabra es la
palabra de Dios. Su palabra, naturalmente, puede escucharse
como simple palabra humana, de la cual parece no distinguirse.
Pero, no obstante, la palabra de Dios está en ella y es en rea-
lidad palabra de Dios. La palabra viene ciertamente del Após-
tol, pero es palabra de Dios (1 Tes 2,13). Los Apóstoles ejercen
su oficio en lugar de Cristo, y Dios habla por medio de ellos
(2 Cor 5,20).
Dios es, pues, el que habla en la palabra de la Iglesia 103 •
Pero los que ejercen otros ministerios en la comunidad deben
también saber que no actúan por propia virtud, sino por la
virtud a través de la cual Dios actúa en la Iglesia. Si la predi-
cación hace que se oiga la palabra de Dios y el ministerio dis-
tribuye los dones de Dios, es evidente que el cargo debe verse
libre de la búsqueda de la seguridad que daría la propia ini-
ciativa y la propia capacidad. Para esto se le da la seguridad
procedente de la virtud divina. Este convencimiento no libera
al hombre del propio esfuerzo, sino que le hace tomarlo con
mayor responsabilidad. Si se descuida, tendrá que dar cuenta
de sus actos en presencia de Dios (Fil 2,12s).
El ministerio de la Iglesia no tiene en sí mismo su razón
de ser. El objetivo de su ministerio, como el objetivo de todas
las cosas (ev Tiffow [en todas las cosas] es neutro, no mascu-
lino), es la gloria de Dios. El fin de toda la creación consiste

10 2 Aa).,,ei.v significa a veces en el NT enseñanza (así Act 3,22;


10,44; Rom 7,1; 2 Cor 2,17; 4,13), y füaxovei.v indica el servicio ecle-
siástico (Rom 12,7; 1 Cor 16,15; 1 Tim 3,10).
1 º3 K. H. Schelkle, Jüngerschaft und Apostelamt (2 1961) 58-69.
168 1 Petr. La hora escatológica 4,7-11

en manifestar la gloria de Dios (1 Petr 2,12). Pero la glori-


ficación de Dios no se realiza, como piensa la idolatría, a tra-
vés de los hombres o de las obras humanas, puesto que Dios
sólo puede ser glorificado por su propio Hijo (Jn 17,4). Esta
glorificación se lleva a cabo ahora en la Iglesia, pues Dios ha
fundado la comunidad a través de Cristo, actúa ahora en la
Iglesia por medio de él y la Iglesia actúa a su vez por el Es-
píritu que Cristo le ha trasmitido y por la fuerza que en él
le ha dado y ofrece por medio de Cristo a Dios el santo sa-
crificio (1 Petr 2,5).
¿A quién se refiere la doxología? Dado que el relativo é[>
'[al cual] está junto a Xptcrnü '[de Cristo], habrá que relacio-
narlo con 'Í1eÓc; [Dios]. Al principio el oo;ás'l'}"t'<Xt [sea glorifica-
do] se dice de Dios, y oó;a [gloria] vuelve a reasumir aquel
oo;ás'l'}"t'<Xt. Después que se ha atribuido la gloria a Dios por
medio de Cristo, no se le atribuirá a Cristo mismo en la frase
relativa. En las doxologías neotestamentarias hay que suplir
a veces el verbo (Le 2,14; Rom 11,36; Ef 3,21; Fil 4,20;
1 Tim 1,17; Jud 25; Apc 1,6) y por eso nos podemos pre"
guntar si la frase es una afirmación con fo"t'lv [es] o un deseo
con fo"t'w [sea]. La piedad cristiana de épocas posteriores se
inclinaba evidentemente por la segunda posibilidad ("Gloria
al Padre" ... ). El NT no tiene textos con el verbo expresando
un deseo, pero sí hay fórmulas como la de 1 Petr 4,11, en las
que siempre hay que poner el verbo en indicativo según el
sentido del NT. Porque Dios posee como propios en el reino
de los cielos su gloria y su poder eternos, y no necesita ser
honrado por los hombres 104 • La doxología termina con la pa-
labra ciµT¡v [amén], que es la aclamación más frecuente en las
doxologías, tanto del Antiguo (Ps 40,14; Neh 8,6; 1 Esdr 9,47
LXX; Tob 8,8; 3 Mac 7,23; 4 Mac 18,24), como del Nuevo
Testamento (Rom 1,25; Gal 1,5; Ef 3,21; Fil 4,20; 1 Tim 1,17;
2 Tim 4,18; Hebr 13,21; 1 Petr 5,11; Jud 25; Apc 1,6) 105 •

1 º4 Blass-Debrunner § 128, 5; E. Kamlah, Traditionsgeschichtliche


Untersuchungen zur Schlussdoxologie des Romerbriefes (1955) 86s. So-
bre la historia formal y material de la doxología, cf. el comentario a
Judas 25.
1 05 A. Stuiber, "Amen", en fahrbuch für Antike und Christen-
tum 1 (1958) 153-159.
TERCERA PARTE

NUEVAS RECOMENDACIONES
(1 Petr 4,12 - 5,11)

La doxología de 1 Petr 4,11 constituye una terminación tan


clara de las exposiciones anteriores como el discurso de 4,12
forma un nuevo comienzo. Con esto la sección 4,12-19 vuelve
sobre un tema tratado ya en l,6s; 3,13 - 4,6 con una nueva
recomendación a los cristianos en el sufrimiento. La sección
es repetición y apéndice y por estar al final de la carta es
también una amplificación o gradación. Así aparece una vez
más con claridad cuál es la hora de la Iglesia y cómo la carta
no minusvalora el peso del sufrimiento que caerá sobre la
Iglesia.

l. En las pruebas de
las persecuciones
(1 Petr 4,12-19)

El texto de 4,12-14 intenta aclarar el sentido del sufri-


miento y por eso se contienen ahí frases que pasan de un sen-
tido cristiano más general a un sentido cristiano más concreto.
Muestran que el sufrimiento no es, como los cristianos podrían
a veces pensar, algo extraño y difícilmente comprensible, que
170 1 Petr. Las persecuciones 4,12-19

podría turbar y desorientar internamente a los cristianos. Los


cristianos se mantienen alejados de las faltas y vicios de los
paganos y son acusados y juzgados. Tienen que sufrir. ¿Es esto
la salvación prometida? La carta responde a estas preguntas.

4,12 Queridos, no os extrañéis del incendio que se


ha producido entre vosotros para vuestra prueba, como
si os hubiera sucedido algo extraño. 13 Sino que, pues-
to que tomáis parte en los sufrimientos de Cristo, ale-
graos, para que también en la revelación de su gloria
saltéis de gozo. 14 Bienaventurados vosotros si sois
ultrajados por el nombre de Cristo, porque el espíritu
de la gloria y de Dios descansa sobre vosotros. 15 Que
ninguno de vosotros tenga que sufrir por criminal o por
ladrón o por malhechor o por entrometido; 16 pero
si es por cristiano, que no se avergüence, sino que glori-
fique a Dios por este nombre. 17 Porque es ya el tiem-
po de que comience el juicio por la casa de Dios. Y si
comienza por vosotros, ¿cuál será el final de los que no
obedecen al mensaje salvador de Dios? 18 Y si el
justo apenas se salva, ¿dónde podrá presentarse el impío
y pecador? 19 Así pues, también los que sufren según
la voluntad de Dios, que entreguen sus almas al Creador
fiel, practicando el bien.

4,12 1 El sufrimiento es una prueba del fuego. La palabra

i En la sección 4,12-19 parece que las palabras y las frases se


hacen más intensas y más severas en relación a la persecución que
amenaza que en las secciones anteriores y parece también que las
circunstancias son también más angustiosas. No cabe apenas duda de
que la doxología de 4,11 es un corte. Pero es cuestión discutida el
modo de explicarlo. ¿Media entre 4,11 y 4,12ss un tiempo más o
menos largo en el que empeoraron las condiciones y llegó pronto
o se desencadenó la persecución que antes sólo se esperaba? (así
R. Perdelwitz, Die Mysterienreligionen und das Problem des l. Petrus-
briefes [1911] 12-16; lo mismo W. Bieder, Grund und Kraft der
Mission nach dem l. Petrusbrief [1950] 11; de entre los comentarios
véanse: Beare, Michl, Windisch-Preisker, y con reservas, Selwyn). ¿O
sólo al final de la carta se hace más insistente la parénesis?; así
E. Lohse, "Pariinese und Kerygma im l. Petrusbrief'', en ZntW 45
(1954) 81; W. Nauck, "Freude im Leiden", en ZntW 46 (1955) 79s;
W. C. van Unnik, "Christianity according to 1 Peter'', en ExpT 68
(1956-57) 80; D. Schroeder, Die Haustafeln des NT (1956) 6 con
1 Petr. Las persecuciones 4,12-19 171

no es sólo una metáfora del dolor que hay que soportar, sino
también una alusión a la purificación y preservac10n que ope-
ra (1,7). Pues el sufrimiento es una prueba, como lo repite
muchas veces la carta (1,6).

4,13 El sufrimiento no es nada extraño y nada que debe


extrañar a los cristianos, porque Cristo mismo sufrió y los
cristianos a través de sus sufrimientos toman parte en los
sufrimientos de Cristo, para que de esa manera consigan tam-
bién la gloria en su revelación (1,7). Se trata aquí de una con-
sideración de la persecución por causa de la fe que ya aparece
en las palabras del Señor (Mt 10,24; Me 8,34; Jn 15,20), que
afirman que el discípulo debe seguir al Señor en la pasión.
La carta añade la seguridad de que la participación en los su-
frimientos de Jesús supone también una participación en la
glorificación el día de su parusía.
Esta es también la afirmación de la esperanza escatológica
de Pablo (Rom 8,17; 2 Cor 1,5; 5,10; Fil 3,10; 2 Tim 2,llss;
lo mismo en Hebr 11,26; 13,13). Según esto, Fil 3,10 (xowwvla.
't'W'J Tia.i}qµá:twv '[comunión de (en) los padecimientos]) y Ro-
manos 8,17 (O'U'µTI~CTXEW - CTuvOo~cí:yeCTi}a.t ![con-padecer - ser
con-glorificados]) y 1 Petr 4,13 no sólo concuerdan en la pro-
fundidad de la idea, sino hasta incluso en las mismas palabras.
Pablo afirma también de la misma manera la alegría en el
sufrimiento (Col 1,24). Este pensamiento y su expresión difí-
cilmente se crearon y formularon dos veces de una manera
totalmente independiente. Más bien, se puede sostener que,
dados los frecuentes contactos entre Pablo y 1 Petr, ésta sigue
precisamente aquí a Pablo, por lo menos en la medida en
que se encuentra bajo el influjo de la teología paulina.

la nota; de los comentarios véase el más reciente de Stibbs, p. 50s.


Esta última opinión parece la más probable. C. F. D. Moule, "The
Nature and Purpose of 1 Peter", en NTSt 3 (1956-57) 1-ll, piensa que
en la actual 1 Petr se encuentran fundidas dos cartas contemporáneas
(probablemente del apóstol Pedro). Una de ellas (1 Petr 2,11 - 4,7) iría
dirigida a las comunidades en las que todavía no se había desencade-
nado la persecución; la otra (1 Petr 4,12 - 5,ll), a las comunidades que
ya sufrían la persecución. Los textos 1,1 - 2,10 y 5,12-14 habrían
sido comunes para las dos cartas. El mensajero encargado de llevarlas
habría tenido el encargo de leer una u otra de acuerdo con las cir-
cunstancias en que se encontraban las comunidades.
172 1 Petr. Las persecuciones 4,12-19

4,14 Pero no hay que esperar para un lejano futuro, sino


que ahora mismo, en medio del sufrimiento, viene sobre la co-
munidad la glorificación. El sufrimiento consiste en "ser ultraja-
dos por el nombre de Cristo", como Cristo mismo fue ultrajado
en su pasión y esta pasión puede designarse como "el ultraje"
sin más (Hebr 10,33; 13,13). También Jesús pone a sus dis-
cípulos ante la perspectiva de ser ultrajados por su causa,
pero también él les promete la bienaventuranza (Mt 5,11). La
bendición del sufrimiento consiste en que "el espíritu de la glo-
ria y de Dios" descansa sobre los perseguidos. El espíritu se
describe aquí con una frase especial (cf. 2 Cor 3,17s) 2 • Según
el NT, la glorificación de la Iglesia es un don escatológico en
el más allá (2 Cor 4,17; Col 3,4; 1 Petr 5,4). Pero el futuro
opera ya en la vida presente de los creyentes. Como la gloria
de Dios en el A T descansaba sobre Israel en la columna de
nube (1 Sm 8,21; Is 60,1-7; Ag 2,7), así descansa la gloria
sobre la Iglesia en el NT.
El espíritu descansa especialmente sobre los mártires de
la Iglesia, pues el NT siempre atribuye al Espíritu Santo el
valor y la fuerza para sufrir. Así se dice ya en la palabra del
Señor (Mt 10,19s). Según Act 7,55, el protomártir Esteban está
lleno del Espíritu Santo. Son numerosos los testimonios de
las actas de los mártires en las que se dice que los mártires
estaban fortalecidos por el Espíritu Santo (Martirio de Policar-
po 2,2; Martirio de Perpetua y Felicidad 1,3; los mártires
lugdunenses en Eusebio, Hist. ecl. 5,1, 29,34).

4,15 3 ·Como el sufrimiento por el nombre de Cristo es glo-


rioso, nunca debe suceder que el cristiano sea perseguido y
2 El texto no se entiende fácilmente. Se ha propuesto también
entender de manera independiente la frase: 't'O 't'fíc; o6s"l]c;: "La señal
de la gloria y el espíritu de Dios descansará sobre vosotros"; así
Selwyn, Wohlenberg. El texto sufrió muchas correcciones ya desde
época antigua. P 72 concuerda con Clemente Alejandrino y B en este
lugar tan característico, prueba de que el papiro pertenece al grupo
de textos de origen egipcio. La Vulgata lee: Quod est honoris, gloriae
et virtutis Dei et, qui est eius spiritus, super vos requiescit.
3 La frase añadida "ª"ª "ª"ª
µev mhouc; ~),,a.crq¡"l]µEi:'t'a.L, oe \Jµfic;
ooslisE't'IXL (el sujeto sería ovoµa. XpLCl"'t'OV) entre 1 Petr 4,14 y 15 se
considera generalmente como una adición posterior, porque falta la
mención ert muchos manuscritos. Falta también en p12 y es proba-
blemente una glosa que comenta: el texto; cf. E. Fascher, Textges-
chichte als hermeneutisches Problem (1953) 87s.
1 Petr, Las persecuciones 4,12-19 173

condenado en un juicio por sus crímenes. La carta menciona


cuatro actos punibles. ¿Se trata sólo de recomendaciones se-
gún el esquema de un catálogo de vicios, cuando el autor les
recomienda que no sean criminales o ladrones, o quiere decir
el Apóstol que hay que contar también en la comunidad cris-
tiana con graves pecados, como Pablo en 1 Cor 5 tuvo que
tratar el caso del incestuoso y en Ef 4,28 previene contra el
robo? ¿Qué significa xaxonoL6~ y &)J,o"t'pLrnlcrxono~? Tertu-
liano en Scorpiace 12 traduce el xaxonoL6~ por maleficus, y
esta palabra significa a veces hechicero (Tácito, Annal. 2,69,3 ;
Lactancio, Inst. 2,16,4). Pero la palabra no tiene aquí casi se-
guramente este sentido, pues xaxonoLe:~v en otros lugares de la
1 Petr (2,12,14; 3,17), y por tanto, también aquí, significa mal-
hechor en general 4 •
No es claro el término &;),),,o"t'pLe:TClcrxono~, palabra que sólo
aparece aquí en el NT, y nunca en la literatura extrabíblica.
Es muy improbable que !Snlcrxono~ signifique el obispo cris-
tiano, y ci)J,o"t'pLrnlcrxono~ signifique un obispo que se entro-
mete en una jurisdicción ajena. No puede pensarse que el
juicio estatal se hubiera ocupado de un caso semejante. La
palabra significa, por tanto, uno que "mira a lo ajeno", "que
busca ansiosamente lo ajeno". Y esto ¿como codicioso o la-
drón? ¿O como espía y denunciante? ¿O en apetencias re-
volucionarias? ¿O como uno que se entromete en las cosas
ajenas, o sea, como cristiano que destruye la paz familiar con
un celo ciego de conversión? La exégesis se debate con estas
soluciones, sin poder llegar a una decisión 5 •

4,16 El cristiano sólo debe sufrir por su nombre de cris-


tiano. No debe avergonzarse de este nombre, porque la ver-
güenza podría llevarle hasta el abandono del cristianismo
(Me 8,38). Acusado y condenado como cristiano, debe más bien
glorificar a Dios, cosa que puede tener lugar por su confesión
ante el tribunal y también por el testimonio de sus actos y
de su vida. El nombre de cristiano aparece aquí en el NT y

4 W. Grundmann, en ThWb 3, 486s.


5 H. W. Beyer, en ThWb 2, 617-619; S. Wibbing, Die Tugend- und
Lasterkataloge im NT (1959) 97.
174 1 Petr. Las persecuciones 4,12-19

es el único lugar fuera de Act 11,26 y 26,28. Según los Hechos


11,26, los cristianos fueron llamados así por primera vez en
Antioquía, cosa que debió suceder en torno al año 50. Según
Tácito, Annal. 15,44; Suetonio, Vitae 16; Plinio, Epist. 10,96,
1-3; Luciano, Alex. 25,28 y el mismo De peregr. morte 11,12-
-13,16, el nombre se conoció muy pronto en Roma y en el
Imperio. Así pudo también conocerse en Asia Menor en el
tiempo en que se escribió nuestra carta.
La 1 Petr 4,14-16 permite reconocer algo de los comienzos
de la persecución. Pueden seguirse o ya se siguen acusaciones
y castigos por el nombre de Cristo (4,14) o por el nombre de
cristiano (4,16). El nombre basta, no es necesario probar otros
crímenes. Pero ya la palabra del Señor (Mt 5,lOs) anuncia per-
secuciones por el nombre de Cristo. Y los primeros capítulos
de los Hechos de los Apóstoles dicen ya que el nombre de
Cristo fue perseguido por los judíos desde el principio (Act 4,7;
9,14). Los cristianos no eran perseguidos sólo en privado. Po-
día acusárseles ante los tribunales y podían ser castigados (4,15).
Esta posibilidad ya la contempla también Me 9,37 y 39. Pres-
cindiendo ahora de si esta palabra hay que tomarla como una
palabra histórica del Señor o como un dicho puesto en boca
de Cristo partiendo de la situación de los mártires, en cual-
quier caso, la Iglesia cuenta con la persecución de la comu-
nidad ya en torno al año 70, tal como 1 Petr la amenaza o la
considera como real. No es necesario, por consiguiente, situar
la carta en fecha posterior.

4,17 Otra razón que puede enseñar al hombre piadoso a


comprender su sufrimiento es el conocimiento de la hora es•
catológica. Ya comienza el "juicio'', es decir, el juicio del
mundo (1,17), y comienza por la casa de Dios, por la Iglesia
(para la metáfora, cf. 2,5) ; como para los profetas de Israel
(J er 25,29; Ez 9,6) el juicio de Dios comienza por su propio
pueblo. También para Me 13,9 forman el comienzo de los
lamentos del juicio final la entrega de los discípulos al san-
hedrín, los azotes en las sinagogas y el juicio ante los reyes y
señores por causa de Cristo -lo mismo que experimenta ahora
la Iglesia de Pedro y que se entiende como comienzo del juicio
final-. Puesto que el juicio, según 4,17b, es un castigo para los
1 Petr. Las persecuciones 4,12-19 175

incrédulos 6 y tiene por eso mismo un marcado carácter de


juicio punitivo, se le forma también a la Iglesia para este fin.
También la Iglesia se halla bajo el juicio. El Apóstol conoce
sus debilidades y pecados. Y la carta continúa: Si la Iglesia
tiene que soportar ya un tal juicio, ¡qué no tendrán que so-
portar los incrédulos! (cf. Le 23,31). El juicio a los incrédulos
lo describen 2 Tes 1,8; Apc 6,15-17. Por eso los cristianos
deben soportar con resignación y alegría la medida de sufri-
miento que les está destinada.

4,18 El Apóstol da fuerza a su propia argumentación con


una palabra de la Escritura, es decir, con una palabra de la
revelación divina. La cita se entiende en Prov 11,31 de los re-
sultados terrenos, pero la carta la interpreta de acuerdo con
el NT y en sentido escatológico. El justo del AT es para el
autor el justo de la gracia neotestamentaria (3,12). El libro del
AT pregunta: ¿Cómo puede permanecer en pie el pecador
en este tiempo? El autor de 1 Petr, en cambio: ¿Dónde estará
al fin del juicio? Será arrebatado por la ruina. Según la opi-
nión de la carta, el justo es el cristiano. La tribulación final
será tan grande que apenas podrá mantenerse en pie. Lo mis-
mo dice Cristo en Me 13,20.

4,19 Las recomendaciones terminan con una palabra di-


rigida a todos (4,19). Parece que está recalcada la frase ~cx.1. ol
'ltcicrxov't'E~ [también los que padecen]. Para los que no sufren
es fácil seguir la voluntad de Dios. Pero son precisamente los
que sufren los que deben hacerlo. Como en 2,15 y 3,17, se
alude de nuevo a la voluntad de Dios, sin cuya permisión no
viene el sufrimiento. Sólo aquí de todo el NT se menciona a
Dios creador, pero se menciona infinidad de veces en el AT
de los LXX, en los libros griegos tardíos del AT, en los apó-
crifos y en Filón 7 • Que Dios es creador es un conocimiento de
la propia teodicea natural, no un conocimiento típicamente bí-
blico y mucho menos típicamente neotestamentario. Por eso,
para la Biblia son más importantes y más frecuentes otros

6 Puesto que la fe es obediencia (cf. a 1 Petr 1,2,14,22), la falta


de fe o la incredulidad es desobediencia.
7 W. Foerster, en ThWb 3, 999-1034.
176 1 Petr. Estados particulares 5,1-5

predicados de Dios, que son afirmaciones decisivas de la re-


velación. Son afirmaciones tales como que Dios es Padre,
Señor, Salvador, Redentor.
La 1 Petr 4,19 emplea el predicado de Dios como Creador
para asegurar a los lectores que Dios, creador de la vida, es
quien también protege ahora contra todo peligro. Tal es su
fidelidad (rwr"t'Ó<;; cf. 1 Cor 10,13). Por consiguiente, Dios es
tan poderoso como fiel para proteger a los creyentes. ¿Se
recalca la expresión: "vuestras almas'', como si se quisiera
decir: el cuerpo quizá tenga que perecer? De todas formas,
la entrega a la protección del Creador no es ningún cómodo
descanso. Por eso se insiste una vez más al final en la nece-
sidad de hacer el bien, y de esta manera se recuerdan las
recomendaciones de 2,14s,20; 3,6,17.

2. Recomendaciones
a cada uno de los estados
en particular
(1 Petr 5,1-5)
A las recomendaciones generales de 4,12-19 se unen ahora
otras a cada uno de los estados de la Iglesia en particular.

5,1 A los presbíteros que están entre vosotros, exhor-


to yo, presbítero como ellos, testigo con ellos de los su-
frimientos de Cristo y participante con ellos de la gloria
que se ha de revelar: 2 Apacentad el rebaño de Dios
que está entre vosotros [y velad por él], no obligados por
la fuerza, sino de buen grado, según el mandato de Dios;
y no por sórdida ganancia, sino con generosidad; 3 y
no como si fuérais vosotros dueños de la herencia, sino
como modelos para el rebaño. 4 Y cuando se manifies-
te el jefe de los pastores, conseguiréis la corona inmarce-
sible de la gloria. De la misma manera debéis vosotros, jó-
venes, estar sometidos a los presbíteros. 5 Y revestíos
todos de humildad en servicio mutuo, porque Dios resis-
te a los soberbios y da su gracia a los humildes.

5,1 Los "presbíteros" en este texto .no son simplemente los


1 Petr. Estados particulares 5,1-5 177

más ancianos en edad ni los más antiguos como miembros de


la comunidad eclesiástica, sino los que han sido elegidos para
presidir a la comunidad, tomados en todo caso de entre los
más ancianos. Esto se deduce también de 5,2s, y está confir-
mado por los textos del NT que hablan de la misma manera
de los más ancianos como jefes de las comunidades (Act 14,23;
15,2; 16,4; y frecuentemente, Sant 5,14; 1 Tim 5,17; Tit 1,5) 8 •
Motivado por el uso del título de presbítero, el autor se
llama a sí mismo copresbítero. El Apóstol se presenta como
compañero junto a los demás y entre los demás. Su tarea es
también la suya, su preocupación es también su preocupación,
su promesa es también su promesa. Si esta expresión es una
muestra de humildad por parte del Apóstol, es a la vez una
muestra de elevación para los presbíteros. Son colocados junto
a los Apóstoles. Su cargo se siente como igual y tenía un gran
prestigio y sin duda también un gran derecho en la comunidad.
El NT utiliza la palabra "testigo" en un doble sentido, de
modo que ambos significados pueden encontrarse entremezcla-
dos. El término significa el que testifica algo como testigo ocu-
lar (Mt 18,16; Act 7,58), y el que presta testimonio siendo
defensor de algo (Act 22,15; Apc 2,13). Ambos conceptos pue-
den hallarse unidos (Le 24,48; Act 1,8; 13,31). También puede
entenderse así 1 Petr 5,1. El Apóstol ha recordado muchas ve-
ces en sus recomendaciones la pasión de Jesús (1,11; 1,19;
2,21-24; 3,18 - 4,1,13). Por eso, con los sufrimientos de Cristo
hay que entender también aquí la pasión histórica de Jesús. El

s Sólo los escritos neotestamentarios mencionados aluden a los


1tpEcroÚ"t"Epot en la Iglesia (junto a los É1tlcrxo1tot), las cartas más an-
tiguas de Pablo, sólo mencionan a los É1tlcrxo1tot y a los füáxovot. En
los Hechos 20,28 y en las Epístolas Pastorales esos nombres se apli-
can a las mismas personas. El nombre y en cierto modo también el
cargo de presbítero tienen su origen en la jerarquía comunitaria y
ciudadana judía veterotestamentaria, pues los LXX y los libros del
AT escritos en griego (Jdt y Mac) y después los testimonios del hele-
nismo judío conocen ya la palabra 1tPECToÚ"t"EP~ como título honorífico
y título de un cargo. También la comunidad de Qumrán tenía como
empleados a "ancianos" (1 QS 6,8). Los É1tlcrxo1tot tienen origen en
las comunidades fundadas por Pablo. Pero los LXX conocen este
título para distinos oficios (Nm 31,14; Neh 11,9-22; 1 Mac 1,51),
mientras que el oficio del mebaqqer, "vigilante" (1 QS 6,12-20), era
comparable al del "epíscopo". Los órdenes de los 1tpEcroÚ"t"Epot y de
los É1tlcrxo11:ot se desarrollan a la vez en la Iglesia del NT. Cf. G. Born-
kamm, en ThWb 6, 651-672.
CARTAS.-12
178 1 Petr. Estados particulares 5,1-5

autor apela a su testimonio ocular para dar peso a sus reco-


mendaciones presentadas hasta ahora 9 • Por esto mismo, es
también testigo de la pasión. La alusión a los sufrimientos de
Cristo evoca la alusión a la gloria, puesto que en el mensaje
bíblico la pasión de Cristo forma siempre una unidad entre su
muerte y su resurrección (Act 2,36; Rom 4,25 ; 8,34). La par-
ticipación en una significa por eso mismo participación también
en la otra (así lo dice ya 1 Petr 4,13).

5,2 10 Las obligaciones de los presbíteros se describen como


obligaciones pastorales. La imagen se emplea muchas veces en
el NT. Los creyentes son el rebaño (véase más arriba en 2,15),
el cargo del jefe de la comunidad es apacentar el rebaño
(Act 20,28; Jn 21,16), los jefes son los pastores de la comuni-
dad (Jn 21,15-17; Ef 4,11; Ignacio, Carta a los de Filadel-
fia 9,1) u.
Las restantes recomendaciones permiten sacar conclusiones
sobre las circunstancias y condiciones del mencionado cargo 12 •

9 Defienden lo contrario G. Strathmann, en Th Wb 4, 498s y


W. Michaelis, ibid., 5, 934, los cuales piensan que el autor habla de
una participación en los sufrimientos de las persecuciones, que pue-
den designarse (como en 4,13) como participación en los sufrimientos
de Cristo; lo mismo H. von Campenhausen, Die Idee des Martyriums
in der alten Kirche (1936) 64. En realidad, ¿fue el Pedro histórico
testigo ocular de la cruz? ¿Aparece aquí claramente la pseudonimia
de la carta? En todo caso, hay que atribuir al apóstol Pedro el que
pueda llamársele testigo ocular de la pasión, puesto que tuvo expe-
riencia personal de los sufrimientos y muerte de Jesús en Jerusalén
y por lo menos fue testigo ocular de parte de ellos.
10 W. Nauck, o.e., p. 200-220; demuestra que en 1 Petr 5,2 existe
una indicación de oficio a partir de una tradición formulada de ma-
nera más antigua.
u J. Jeremias, en ThWb 6, 488 y 497. Dada la importancia del
oficio de pastor en el mundo antiguo reconocida por todos no es
de extrañar que los jefes de las comunidades se designaran como
pastores. Los reyes del antiguo oriente, lo mismo que los de Grecia,
son pastores de sus pueblos. Muy cercana a ésta es la descripción del
oficio del mebaqqer en el Documento de Damasco 13,9s; "Esta es la
instrucción para el guardián del campamento: ... Debe tener com-
pasión con ellos, como un padre con sus hijos y debe hacer volver
a los que andan errados, como un pastor lo hace con su rebaño.
Debe romper todas las ataduras que encadenan a los oprimidos y
maltrechos de su comunidad".
12 Un número considerable de manuscritos (también p12) añade
'ltOtµáva:'t'e a ema"xo'ltoüv·rn;. Siguen esta lectura Merk, von Soden,
Souter, Vogels y Holzmeister, Selwyn. Pero quizá no sea la lectura
original, sino una lectura completada según 1 Petr 2,25; cf. O. Beyer,
1 Petr. Estados particulares 5,1-5 179

Los presbíteros deben cumplir su mis1on "no como obligados,


sino con agrado". Es posible que el cargo se considerara ya
como un peso y una carga que se aceptaba de mala gana y se
llevaba a disgusto, ya fuera porque en tiempo de persecución
era un peso para el revestido del cargo, ya, porque implicaba
muchas e importantes obligaciones. La recomendación presu-
pone, de todas formas, que el cargo se lleva durante tiempo.
Porque de lo contrario siempre le sería posible al presbítero
liberarse de él cuando estuviera cansado. El cargo ata a uno
delante de Dios. Tanto la transmisión como la retención del
cargo obligan por voluntad de Dios. Por eso puede encerrarse
aquí la convicción del servicio permanente, fundado sacramen-
talmente, con el contenido conceptual de una consagración.
Los ancianos deben ejercer su oficio "no por sórdida ganan-
cia, sino con generosidad". Según esto, los que ejercían este
oficio debían de encontrarse en la situación de poder enrique-
cerse. Difícilmente podrían esperar entonces una remuneración
fija de modo que pudieran ser tentados a aceptar el cargo. No
obstante, podían reclamar el mantenimiento y recibir quizá
donativos piadosos por parte de la comunidad. Pablo reco-
noce el derecho del Apóstol a recibir el mantenimiento y la
correspondiente obligación de la comunidad según la palabra
del Señor (Mt 10,10), pero él no hace uso de este derecho
(Act 20,33s; 1 Cor 9,7-12; 2 Cor 12,13-17). Por el hecho de
que los presbíteros son amonestados a que, como administra-
dores de los bienes de la comunidad -ya había entonces ad-
ministradores de los bienes comunitarios (Act 4,32; 5,1-5;
2 Cor 8,20)- no se enriquezcan de un modo no permitido, no
hay que dar por probado que lo hicieran. Pero las recomenda-
ciones de 1 Petr recuerdan otras, como, por ejemplo, las de
1 Tim 3,3; Tit 1,7,11; Didaché 15,l, que aconsejan a los obis-
pos el desinterés y el no caer en la codicia 13 •
en ThWb 2, 600; W. Nauck, "Probleme des frühchristlichen Amtsverst-
iindnisses (1 Petr 5,2s)", en ZntW 48 (1957) 200-203, deja abier-
ta la cuestión de si Pedro o un redactor posterior añadió esa pa-
labra según el extendido uso lingüístico que une el 'ltoLµa.l'llEW y el
emcrxo7tEÍ:'ll. H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959) 287, acepta
como original la fórmula plena 7tOLµá:va."t'e:... emcrxo7toÜ'\l"t'e:i;.
13 Policarpo, Fil. 11,1-4, nos informa acerca de un presbítero
Valente en Filipos, que se dejó corromper hasta la malversación de
fondos en la administración de su cargo. Otras informaciones en
W. Nauck, l. c., p. 209.
180 1 Petr. Estados particulares 5,1-5

5,3 Otro peligro del cargo es el ansia de poder. Por eso se


recomienda a los presbíteros no dominar sobre la comunidad 14 •
El texto contrapone el plural x'A1]pot al singular 7to~µVLOV '[par-
tes de herencia ... rebaño]. K'A1]pot parecen ser las comunida-
des o partes de las comunidades o las porciones en los cargos
y órdenes que tocaban a cada uno de los presbíteros 15 • Pero
estas partes aparecen también como la unidad de un solo re-
baño sobre el que recae la responsabilidad de los presbíteros.
No deben gobernar a la comunidad con violencia, sino a través
de su buen ejemplo (2 Tes 3,9).

5,4 Los presbíteros recibirán su recompensa por su servicio


desinteresado en el día de la parusía del Señor. La espera de
la parusía del Señor precede siempre a la espera de la recom-
pensa después de la muerte. El Cristo que ha de volver se llama
aquí príncipe o jefe de los pastores 16 , pues él recompensará a
los pastores. El texto tiene un sentido muy parecido al de
Hebr 13,20, en donde a Cristo se le llama el "gran pastor".
La recompensa se describe con la imagen de la corona según
la costumbre antigua de dar una corona a un vencedor en el
campo de batalla o por una administración excelente y feliz
de algún cargo estatal o ciudadano. La corona podía ser de
material precioso y en algunas ocasiones de ramos de olivo
del monte de Olimpia. En contraposición a estas coronas, la
corona que aquí se promete es inmarcesible. Según esto, coro-
na en la literatura profana antigua es frecuentemente una me-
táfora expresiva para indicar la recompensa. También el AT ha-
bla de la corona de la gloria (Is 28,5; Jer 13,18; Eclo 47,6)

14 La preposición :x:cx."t'cx.- subraya el verbo :x:upLeúew. El NT desig-


na el abuso de poder en la comunidad con la misma palabra que el
uso del poder en el ámbito profano (Me 10,42); cf. W. Foerster, en
ThWb 3, 1907s.
15 KJ.:ijpoi; significa parte, según el uso lingüístico judío tardío
(Act 8,21; 26,18; Col 1,12); cf. W. Foerster, en ThWb 3, 757-763;
W. Nauck, l. c., p. 209-211.
16 'ApxL-rrolµ'l']v sólo aparece aquí en el NT; aparece una vez en el
Testamento de Judas 8,1, pero no en la gran literatura, a no ser
ocasionalmente y significa un simple título popular; así en la etiqueta
de una momia, cf. A. Deissmann, Licht vom Osten (4 1923) 77s. Cf. J. Je-
remias, en Th Wb 6, 484,498; además, W. Jost, Poimen. Das Bild vom
Hirten in der biblischen Überlieferung und seine christologische Be-
deutung (Tesis, Giessen 1939) 47-49; Th. Kempf, Christus der Hirt
(Tesis, Roma 1942) 26 y 29.
1 Petr. Estados particulares 5,1-5 181

y el NT, de la recompensa de la corona (1 Cor 9,25 -también


se alude aquí al contraste entre corona pasajera y corona in-
marcesible; 2 Tim 4,8; Sant 1,12; Apc 2,10; 3,11; 4,4).

5,5 La recomendación dirigida a los jóvenes se introduce


con óµolwc; [de modo semejante], pero atendiendo al contenido,
es completamente distinta de la que se hace a los presbíteros.
A éstos se les encomienda el gobierno de las comunidades, a
aquéllos la obediencia. La igualdad consiste únicamente en que
se amonesta a unos y a otros (cf. 3,1).
¿Quiénes son los TipwEíú't'epot? ¿Son, como los presbíteros,
personas revestidas de un cargo en la comunidad, como, por
ejemplo, diáconos? Desde luego en ninguna parte se mencio-
nan tales encargados de las comunidades, a pesar de que los
más jóvenes cumplían por sí mismos determinadas funciones
de ayuda y de apoyo en las comunidades (Act 5,6). La reco-
mendación de 1 Petr 5,5 no permite deducir nada concreto
sobre la relación de estas personas con un cargo. Los jóvenes
son, pues, los jóvenes en edad dentro de las comunidades (como
en 1 Tim 5,ls; Tit 2,6). Se les recomienda la sumisión, porque
la juventud siempre es inclinada a la insubordinación y a la
rebeldía. También Policarpo, Epist. a los Fil. 5,3, recomienda a
los jóvenes la sumisión a los presbíteros.
La recomendación a la disponibilidad en el servicio se
extiende luego a todos los estados de la comunidad 17 • La pa-
rénesis se fundamenta en una recomendación a la humildad,
que debe ser una virtud sustancial de los cristianos, y se apoya
en un texto de la Escritura (Prov 3,34 LXX). El texto aparece
también en Sant 4,6, pero no es necesario ver una dependencia
literaria entre 1 Petr y Santiago, pues la máxima debía ser
una sentencia corriente.

1 1 Hay que recordar que se debe poner punto detrás de U.).,).;{¡-


).,otc;. Si se pone el punto detrás de 1tpe:crou't"Épotc;, como hacen muchas
ediciones (Merk, Nestle, von Soden, Souter) y numerosos comentarios
(Beare, Bigg, Charue, Felten, Holzmeister, Knopf, Michl, Selwyn, Vre-
de, Windisch-Preisker), entonces resulta difícil la construcción ú_).,).,1}-
).,oic; 't"i¡v 't"rx1te:woq¡pocrúvr¡v Éyxoµ6wcrrxcr1k Con otra puntuación co-
menzaría una nueva frase y una nueva sección con 't"i¡v 't"tX1tEWO·
q¡pocrúvr¡v Éyxoµ6wcrrxcríl'e:; así Wohlenberg, y también G. Delling, en
ThWb 2, 337s.
182 1 Petr. Humildad y vigilancia 5,6-11

3. Exhortaciones a la humildad
y vigilancia
(1 Petr 5,6-11)

La carta sigue dando consejos desligados unos de otros. El


pensamiento fundamental consiste en la exhortación a estar
siempre dispuestos para el sufrimiento, tema que ha sido fun-
damental desde el comienzo de la carta. En 5,9s se menciona
expresamente el sufrimiento, pero las frases anteriores ya se
refieren a él.
5,6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que os exalte en su tiempo. 7 Echad sobre él to-
das vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros.
8 Sed sobrios y velad. Vuestro enemigo, el diablo, ron-
da como león rugiente buscando a quién devorar. 9 Re-
sistidle firmes en la fe, sabiendo que pesan los mismos
sufrimientos sobre la comunidad de hermanos vuestros
dispersa por el mundo. 10 El Dios de toda gracia que
os llamó a su eterna gloria en Jesucristo, después que
hayáis sufrido un poco, os restablecerá, confirmará, ro-
bustecerá y hará inconmovibles. 11 A él el poder por
los siglos de los siglos. Amén.
5,6 La humildad ante Dios se manifiesta en los sufrimientos,
si se toman como venidos de su mano. El texto de 5,6 se une
mediante ouv [pues] con la cita de donde se saca la conclusión.
La mano de Dios 18 es protección para los hombres (Ps 9,33),
pero puede ser también un castigo para ellos (Ps 31,4; Joh
30,21). Aquí parece que se contienen las dos ideas. La mano de
Dios cae ahora con todo su peso sobre la comunidad, pues los
sufrimientos que soporta vienen de ella. Esta idea se expresa
ya en 1,6; 3,17; 4,19. Pero la mano de Dios es también pro-
tección y ayuda. Dios exaltará (5,6) y hará que cesen todas las
preocupaciones (5,7). Con la alusión a la exaltación se recuer-
da de una manera velada la parusía. El xatpóc; [ocasión] es,
pues, el xatpoc; EO"Xet"t'oc; [la ocasión última] (1,5).
18 Kp<i:mlcz xelp es frecuente en los LXX para indicar la poderosa
mano de Dios que experimentó Israel en la liberación de la cautividad
egipcia (Ex 3,19; 6,1; 13,3,9,14,16; Dt 9,26,29).
1 Petr. Humildad y vigilancia 5,6-11 183

5,7 La humilde sumisión a Dios procura la protección di-


vina, como lo dice la carta con palabras del Salmo 54,23. Jesús
mismo apoya su exhortación a no dejarse llevar de las preocu-
paciones en la confianza en Dios (Mt 6,25-34). El hombre pue-
de arrojar de sí la preocupación, como se arroja un peso mo-
lesto. Dios la toma sobre sí. La carta sabe que con esto Dios
no se hace garante de los deseos humanos, como si tuviera que
realizarlos todos, sino que la vida se enaltece con Dios, porque
es bueno y poderoso. Al mencionarles las preocupaciones, el
autor de la carta y los lectores deben pensar en la situación
presente, que es grave y peligrosa por las persecuciones que
se ciernen en el horizonte.

5,8 La situación exige además la sobriedad y la vigilancia


(1,13; 4,7), porque el diablo está al acecho. Se describe como
el enemigo y adversario y se compara a un león rugiente. El
!ÍV"t'LOLxoc; es el adversario en un proceso (Prov 18,17 LXX) y
después el enemigo (Est 8,11 LXX). Con la idea de que el dia-
blo anda rondando cesa la imagen del proceso. ALá6o'Aoc; [dia-
blo] es propiamente el calumniador y el acusador Ps 108,6).
Los LXX traducen en este caso la palabra satan = Satán (dia-
blo) (1 Cro 21,l; Job 1 y 2; Zac 3,1, en donde Satán es el
acusador y el adversario de los hombres). Según Job l,6s, el
diablo vuelve a la presencia de Dios, después de haber reco-
rrido la tierra en un viaje de inspección. Recorre el mundo,
como en 1 Petr 5,8. Según la concepción judía tardía, Satán
es el gran tentador que induce al pecado y a la pérdida de la
fe, como en 1 Petr 5,8s. Desde el punto de vista bíblico es
llamativa la comparación del diablo con un león rugiente, en
cuya metáfora se destaca la rapiña y el hambre de la fiera 19 •

5,9 La resistencia al diablo se realiza por medio de la fe


y la disposición al sufrimiento. El que pierde la fe en la per-
secución, es "devorado" por el diablo. Para los cristianos debe
ser un motivo de consuelo y de fortaleza en los sufrimientos
19 G. Schrenk, en ThWb 1, 373-375; W. Foerster, ibid., 2, 69•88.
Las mejores ediciones se deciden por xa't'ami::~v como lectura más di-
fícil y bien atestiguada; así Merk, Nestle, von Soden, Souter, Vogels
y Beare, Bigg, Holzmeister, Knopf, Windisch-Preisker; 't'lva xa't'aTClTI
A (también P 72 ) parece una lectura facilitante; lo contrario Blass-
Debrunner § 368 suplemento.
184 1 Petr. Conclusión 5,12-14

saber que los hermanos (1,22; 2,17) dispersos por todo el


mundo forman una gran comunidad de personas que sufren.
En medio del dolor, lo único que puede entristecer es el saberse
sólo. La carta sabe que la persecución se extenderá por todo
el Imperio 20 •

5,10 Las recomendaciones terminan con una promesa y un


deseo de bendición. Al diablo se opone Dios, el Dios dispen-
sador de toda gracia. Y estas gracias se mencionan expresa-
mente. Dios ha llamado a los creyentes a la gloria, y a una glo-
ria que es eterna, en contraposición a la brevedad del dolor
(l,6-9). Con tres o cuatro verbos 21 se describen a continuación
las pruebas de la gracia divina. Todas ellas demuestran que
Dios prepara, sostiene y fortifica a su Iglesia.

5,11 La doxología que cierra la carta propiamente dicha es


muy corta, como en 4,11. Aquí se menciona únicamente la om-
nipotencia de Dios, quizá como resumen de 5,6-11, en donde
se expone de manera especial el poder de Dios.

Conclusión de la carta
Saludos y datos del mitente
(1 Petr 5,12-14)

A la carta se añaden algunas noticias personales y los salu-

2 º K6crµo; significa aquí probablemente mundo sin más. No lleva


el sentido accesorio muy frecuente en el NT de mundo malo. Otras
noticias sobre el tiempo de la persecución corresponden a los datos
de la carta. Como existía una comunicación amistosa frecuente entre
las comunidades, tenían conocimiento mutuo de las persecuciones y
sufrimientos. Los relatos de martirios pertenecen a los documentos
más antiguos de la Iglesia y solían enviarlos unas comunidades a otras.
La comunidad de Esmirna informa a la de Filomelio sobre el martirio
de Policarpo. Las comunidades de Lyon y de Viena informan a las
comunidades de Asia y de Frigia sobre las persecuciones de Lyon del
año 177-178 (Eusebio, Hist. eccles. 5,1-5 - 2,8).
21 L-i;npl1;Ew pertenece a las fórmulas de la parénesis (1 Tes 3,2,
13; Sant 5,8; Le 22,32; Act 14,22; 15,32); cf. E. Kamlah, Traditions-
geschichtliche Untersuchungen zur Schlussdoxologie des Romerbriefes
(1955) 33-38 y 79. E>EµEA.~wcm falta en BA, en los minúsculos y en las
versiones latinas, pero hay que introducirlo en el texto por el peso de
la tradición manuscrita (también P7 2 ), tal como hacen los editores mo-
dernos y los comentarios.
1 Petr. Conclusión 5,12-14 185

dos. La exégesis que considera la 1 Petr como un escrito pseu-


doepigráfico sostiene que estos versos son una pura ficción,
creada a partir de la tradición y de la idea que entonces se
hacían de la Iglesia apostólica. Las personas que se mencionan
y sus circunstancias habrían sido conocidas por todos y por
eso se habrían puesto en torno a Pedro en Roma. De todas
formas, estos versículos testimonian un conocimiento tan exac-
to de la primitiva iglesia de Roma que es muy difícil inter-
pretarlos como pura ficción. Prescindiendo ahora del valor
de las noticias, hay que explicar lo que quieren decir.

5,12 Por Silvano, conocido por mí como fiel hermano,


os escribo brevemente para aconsejaros y testificar que
ésta es la verdadera gracia de Dios, en la que os mante-
néis firmes. 13 Os saluda la iglesia que está en Babi-
lonia, elegida como vosotros, y mi hijo Marcos. 14 Sa-
ludaos unos a otros con el beso de la paz. Paz a todos
vosotros que estáis en Cristo.

5,12 Silvano difícilmente es un cristiano totalmente des-


conocido, sino que muy probablemente es aquel Silas que en
los Hechos de los Apóstoles aparece primero como miembro
de la comunidad de Jerusalén (15,22-34) y después como com-
pañero de Pablo en su segundo viaje apostólico (15,40 - 18,5).
Pablo mismo menciona a Silvano como su compañero (1 Tes
1,1; 2 Tes 1,1; 2 Cor 1,19) 22 • Según 1 Petr 5,13, Silvano está
ahora con Pedro en Roma. A Silvano se le llama &.8i'A,(p6c;,
cosa que puede significar hermano en la fe cristiana, pero tam-
bién en determinadas circunstancias hermano y colaborador
en el apostolado (como sucede quizá en las cartas de Pablo,
tales, como 1 Cor 1,1; 2 Cor 1,1; 2,13; Ef 6,21; Col 1,1; 4,17;
Filem 1).
Pedro ha escrito la carta a través de Silvano . ..iLti, a través,
puede significar el portador de la carta (Act 15,22), o el que
ha escrito la carta al dictado (Rom 16,22), o el que ha escrito
la carta por sí mismo, pero por mandato y en nombre de otro.
La mención expresa y la designación de Silvano como hermano
22 Silvano es por tanto la forma latinizada del mismo nombre se-
mítico (¿en arameo Scheilah = Schaliach, mensajero?), cuya forma
griega subyace en Silas (l:G.cz~ o l:i).&~).
186 1 Petr. Conclusión 5,12-14

fiel presuponen una tarea más importante que la de simple


mensajero. Las consideraciones que hemos hecho en otros
lugares pueden llevarnos a la sospecha de que Silvano tomó
parte relevante en la forma de la carta tal como se nos ha
conservado (cf. Introducción, pp. 22s).
Con la fórmula de cortesía o~'o'f...lywv [con pocas cosas, bre-
vemente] anuncia el autor que no quiere dar a su carta una
importancia excesiva. La carta es corta en relación a la im-
portancia del tema y a lo mucho que se podría haber escrito
en aquellas críticas circunstancias (Hebr 13,22). La carta se
ha escrito "para aconsejar y testificar". Es un resumen muy
pertinente de su contenido. Aconseja a través de sus reiteradas
secciones parenéticas. Es, además, un testimonio de las ac-
ciones salvíficas de Dios y de Cristo y de su obra, como apa-
rece repetidas veces también en las confesiones hímnicas que
contiene. La gran gracia en la que los lectores deben situarse 23
es la vocación presente y la gloria futura. Esta gracia es ver-
dadera y válida, pues Dios llevará a cabo la vocación y detrás
de la vocación se encuentra con certeza la gloria.

5,13 La fórmula de saludo es completa y amplia 24 • La co-


munidad que envía saludos junto con el mitente se llama "la
iglesia que está en Babilonia, elegida como vosotros" 25 • ¿Dón-

23 La lectura O''t'fj't'E (subj. de aoristo o imper. de aoristo = debéis


manteneros firmes) está mejor atestiguada (también P 7 2) y es más
difícil que Ec't''Í¡XCX.'t'E (que quizá sea una equiparación con Rom 5,2;
2 Cor 1,24) y por tanto es preferida por la mayoría de los editores
(Merk, von Soden, Nestle, Souter, Vogels) y los comentarios (como
Beare, Holzmeister, Windisch-Preisker, Wohlenberg); lo contrario
Knopf y Blass-Debrunner § 205.
24 O. Roller, Das Formular der paulinischen Briefe (1933) 67-70
(y 472-493), señala que en las cartas precristianas que se nos han con-
servado todavía no es frecuente ni corta la fórmula de saludo. Esta
fórmula es regular y bastante desarrollada en las cartas de Pablo.
¿Depende también en esto la 1 Petr de las cartas de Pablo? Hasta
el mandato del saludo Év qnA.T¡µcx.'t'L &:yá.7tr¡c; recuerda el mandato pa-
recido de saludarse Év <¡JLA'Í]µcx.'t'L á.ylC¡> de las cartas de Pablo (Rom
16,16; 2 Cor 13,12; 1 Tes 5,26). Cf. H. Windisch, en Th Wb 1,498-500.
25 Hay que añadir T¡ O'UVEXAEX't''/¡ ÉXXAT)O'lcx.. Según el significado de
la palabra ÉxAEX't'6c; en 1 Petr (véase 1,1), T¡ O'UVEXAEX't''Í¡ es la comu-
nidad elegida (cf. 2 Jn 13), no, por ejemplo, la mujer de Pedro (véase,
entre otros, l. A. Bengel, que lo afirma; cf. Th Zahn, Einleitung in
das NT [Vol. 11, 3 1907] 16, nota 11). Ya el manuscrito "Alef" y algu-
nos minúsculos añaden la palabra txxA.r¡crlcx., interpretando rectamente
el pasaje.
1 Petr. Conclusión 5,12-14 187

de está esta Babilonia? No puede tomarse en serio un campo


militar situado en Egipto, mencionado por Estrabón (17,30) y
Josefa (Ant. 2,315). La Babilonia de Mesopotamia era en la
época imperial romana una ciudad importante, pero nada se
sabe de una actividad de Pedro en ella. Por eso, no puede
seguir sosteniéndose la opinión de que la carta se localiza
allí en Babilonia, es decir, que Pedro estaría en una antigua
colonia judía en Babilonia o en torno a Babilonia 26 •
En la literatura judía o bíblica de la época, Babilonia es
un nombre ficticio para indicar la ciudad de Roma. Pues Ba-
bilonia, descrita por los profetas como la ciudad próspera e in-
moral, dominadora del mundo y enemiga de Dios (Is 13; 43,14;
Jer 51; 52), pareció haber sido una imagen de Roma. En la
literatura apocalíptica judía contemporánea o poco posterior
a la 1 Petr (Apoca!. siríaco de Baruc 11,ls; 67,7; 2 Esdr 3,ls,
28; Oráculos sibilinos 5,143,158) y lo mismo en la literatura
rabínica 27 Babilonia es un nombre supuesto para indicar la
ciudad de Roma. En el Apocalípsis de Juan 14,8 y 16 - 18,
Babilonia equivale a Roma. Con el apelativo de Roma como
Babilonia, expresaba el judaísmo su enemistad contra Roma y
también su esperanza de que Roma, como la antigua Babilo-
nia, sufriría el castigo de Dios. La 1 Petr y Juan, al utilizar
estos nombres ficticios, nos están diciendo, lo mismo que las
iglesias de Roma y Asia Menor, a quienes pertenecen esos es-
critos, que Roma está bajo el juicio divino. El texto de 1 Petr
5,13 pertenece, pues, dialécticamente a 1 Petr 2,13-17, y ex-
presa el mismo juicio sobre Roma y el Imperio que el que se
expresaba allí. El Estado es ciertamente una estructura querida
y creada por Dios y por tanto hay que respetarlo. Pero como
toda criatura, está sometido a la ley y al juicio divinos 28 •

26 No obstante, propone esta explicación A. Schlatter, Geschichte


der ersten Christenheit (1926) 299, y en el Comentario a 1 Petr,,
mientras que G. T. Manley, "Babylon", en Ev. Quarterly 16 (1944)
138-146, defiende la Babilonia en el Nilo.
21 Billerbeck 3, 816.
2 s K. G. Kuhn, en ThWb 1, 512-514; K. Galling-B. Altaner, en
RAC 1, col. 1118-1134; O. Cullmann, Petrus (21960) 93-96; H. von
Campenhausen, "Die Kirche und der Staat nach den Aussagen des NT'',
en Die Autoritiit der Bibel heute (1951) 352-354. La antigua exégesis
eclesiástica (a partir de Clemente Alejandrino, según Eusebio, Hist.
eccles. 2,16) reconocía ya a Roma en Babilonia. Esta interpretación ha
entrado incluso en los minúsculos.
188 1 Petr. Conclusión 5,12-14

A la explicación de la ecuación Babilonia = Roma se


añade ahora la mención de Marcos, "el hijo de Pedro". Es
cuestión pacífica que Marcos no es un hijo de Pedro en sen~
tido físico, sino un hijo espiritual, y es el Juan Marcos de
Jerusalén que conocemos por el NT (Act 12,12), con cuya
familia tuvo relaciones Pedro y que acompañó a Pablo y Ber-
nabé en su viaje (Act 12,25; 15,37-39). Según Col 4,10; Filem
24; 2 Tim 4,11 se encuentra con Pablo en su cautividad ro-
mana. Según afirma Papías (en Eusebio, Hist. eccle. 3,39,15),
fue el "intérprete" de Pedro en Roma. Así se encadenan todas
estas noticias sobre Marcos.

5,14 La carta se cierra con una recomendación a la co-


munidad a que se saluden unos a otros con el beso fraternal.
Pablo recomienda lo mismo al final de muchas de sus cartas
(Rom 16,16; 1 Cor 16,20; 2 Cor 13,12; 1 Tes 5,26). Según
Justino, Primera Apol. 65,2, este saludo era corriente en la
celebración de la eucaristía. Por eso, parece haber sido una
antigua costumbre cristiana el saludarse con el santo ósculo
fraterno durante o al final de las fiestas comunitarias y tam-
bién después de la lectura de cartas como ésta, para de esta
manera demostrar la fraternidad espiritual 29 • Pablo llama a
este beso cpl'A:r¡µcx. ayiov [beso santo], y la 1 Petr cpl'AT}µcx. ciyá7t'T]t:;
[beso de amor, de caridad]; el primero recalca más el carácter
litúrgico-cultual y el segundo la realización en la vida per-
sonal.
La carta repite otra vez el deseo de la paz (1,2) 30 • Los
lectores se describen como f.v Xpvcr"t'Q [en Cristo], es decir,
como cristianos. Quizá se encierre también aquí la razón del
deseo de la paz. Los que están en Cristo, están en la paz. Pues
no están ya solamente en sí mismos, lo que significaría estre-
chez, angustia y falta de libertad. Ya no se hallan bajo la
esclavitud del pecado y de Satanás. Han sido liberados por
Cristo y en Cristo y por eso se encuentran en paz.

29 H. Windisch, en ThWb 1, 498-500; L. Brun, Segen und Fluch


im Urchristentum (1932) 67-69; K. M. Hofmann, Fhilema agion (1938);
c. Spicq. Agape 2 (1959) 338-341.
30 El deseo de la paz como saludo se encuentra también en
R<:>m 15,33; Ef 6,23; 2 Tes 3,16; 2 In 15,
Carta de Judas
INTRODUCCIÓN

l. Finalidad, destinatarios, tiempo y lugar

Según Jud 3s la carta tiene la finalidad de oponerse a los


doctores impíos y depravados que se han introducido en la
comunidad. El peligro de los creyentes es muy serio, de modo
que el autor de la carta se cree en la necesidad de entrar in-
mediatamente en acción. Y entra en la lid con frases muy
firmes y severas. Los doctores adversarios pertenecen proba-
blemente a la gnosis herética incipiente; véase más abajo,
pp. 324-329.
El estilo y la lengua de la carta son griegos. El vocabulario
es bastante rico. Emplea sinónimos abundantes (8; 24) y pa-
ralelos sintácticos (10). Ataca a los adversarios con palabras
significativas (4,10,11,16). Describe la naturaleza con entu-
siasmo (12,13). Por otra parte, demuestra familiaridad no sólo
con el AT, de donde toma muchos ejemplos, sino también con
la haggadá judía (5-11,14).
La carta tiene un encabezamiento muy amplio y de carác-
ter completamente general, pues va dirigida a "los llamados,
amados en Dios Padre y guardados para Jesucristo" (v.l). Pero
la carta presupone unas relaciones especiales que quiere poner
en orden. Se dirige a comunidades determinadas, conocidas
por el autor. Ambos datos pueden quizá compaginarse dicien-
192 Jud. 1ntroducci6n

do, que el autor se dirige a varias comunidades de una misma


región, que viven en parecidas circunstancias -se ha pensado
a veces en el cristianismo oriental-, cuyos peligros conoce,
pero que no ha tenido con ellas relaciones personales. La carta
tiene un encabezamiento de estilo epistolar (v. ls) y en lugar
de los saludos finales lleva una doxología (v. 24s). Por el gé-
nero literario, es un escrito antiherético.
Dado que el autor, según los datos de la carta, es Judas,
el hermano del Señor, se podría suponer que se dirige prin-
cipalmente a los judeo-cristianos. Pues podría tener entre ellos
autoridad en cuanto hermano del Señor y por tanto de origen
davídico, pero poca autoridad entre los pagano-cristianos, a
quienes nada diría este título. Los doctores a que alude la
carta no deben de ser antiguos judíos y su doctrina tampoco
constituiría un peligro para los judeocristianos. Los judíos,
tanto por la ley de su fe, como de su vida, se hallaban libres
e inmunes de la mezcolanza religiosa de la gnosis y de su
libertinaje moral. Por otra parte, si la carta puede datarse con
fundamento en torno al año 90 (véase más adelante), en ese
tiempo apenas había ya comunidades judeocristianas a las
que pudiera dirigirse la carta. Así, pues, los presupuestos y
los datos de la carta parecen descubrir una cierta escisión.
Es difícil determinar la fecha exacta de la carta 1 • Si la
carta es utilizada por la 2 Petr, entonces esta fecha es el ter-
minus ante quem. El terminus post quem no debe ponerse en
la época apostólica primitiva, porque los intentos de los ad-
versarios demuestran síntomas de graves defecciones. El pri-
mer celo y entusiasmo hace tiempo que pasó. Mientras las co-
munidades estaban bajo la vigilancia y cuidado de los após-
toles fundadores, de Pablo, por ejemplo, serían casi inconce-
bibles estas circunstancias. El v. 17s permite reconocer tam-

1 K. Pieper, "Zur Frage nach den Irrlehren des Judasbriefes", en


Ntl. Untersuchungen (1939) 66-71, intenta una datación exacta. Opina
que la carta de Judas se relaciona con los disturbios ocurridos después
de la muerte de Santiago, el primer obispo de Jerusalén, cuando un
tal Tebutis provocó un cisma al oponerse al nombramiento de Simeón
(Eusebio, Hist. eccles. 4,22,4s). Judas se dirige contra los doctores
de esos disturbios. Según esto, la carta se dataría a mediados del
año 60. La carta, de todas formas, no ofrece muchos puntos de apoyo
para esta hipótesis. Parece más bien, como hemos dicho, que las
circunstancias presuponen comunidades paganocristianas.
Judas y Pedro 193

bién una cierta distancia de la época de los apóstoles. Entre


la situación de entonces y el tiempo actual hay una gran dis-
tancia. Según los versículos 3 y 20, la fe de la Iglesia se ha
fortificado ya, constituyendo una realidad segura y bien deli-
mitada. Por otra parte, los sectarios todavía no se han sepa-
rado de la comunidad eclesiástica (vv. 4,12). El movimiento
no se ha constituido aún de modo definitivo. Por eso, se puede
dar como fecha probable de redacción de la carta la época
apostólica tardía o la época postapostólica en torno al año 90,
no mucho antes 2 •
El lugar de redacción tampoco puede establecerse con se-
guridad. Si la carta procede de Judas, entonces habría sido
escrita en un ambiente judío, por ejemplo en Palestina o en
todo caso en Siria. Si el nombre de Judas es un pseudónimo
(véase más adelante), no obstante, se plantearía siempre la
cuestión sobre esta misma región, ya que, según las antiguas
noticias, permaneció siempre vivo aquí el recuerdo de los her-
manos del Señor (véase más adelante).

2. La carta de Judas y la segunda carta de Pedro

La carta de Judas y la segunda de Pedro coinciden tan


ampliamente entre sí en el contenido y en las expresiones que
resulta evidente una dependencia literaria. La 2 Petr l,ls,5,12;
3,2s, 14,18 tiene paralelismos con la carta de Judas (vv. 1,2,3,5,
17,18,24,25). Pero sobre todo coinciden entre sí la 2 Petr 2,1-18
y Jud 4-16 en el mismo orden casi versículo por versículo.
La hipótesis, posible en sí, de que una y otra dependan de la

2 Mientras que antes se daban fechas más tardías para la redacción


de la carta (las primeras décadas del siglo u), la exégesis actual se
inclina por una datación en torno a finales del siglo 1; "hacia fines del
siglo 1" la data E. Fascher, en RGG 3 (1959) col. 966s. A. Adam, "Er-
wagungen zur Herkunft der Didache", en Zeitschrift für Kirchenges-
chichte 68 (1957) 46, opina que hay que atribuir la carta de Judas al
Judas mencionado por Eusebio, Hist. eccles. 4,5, último obispo judeo-
cristiano de Jerusalén y por tanto se escribió poco antes del 130. La
carta puede entenderse más fácilmente considerándola como una crí-
tica a la situación, que el autor de la Didaché todavía quería reme-
diar positivamente. La igualdad de nombre, no obstante, no puede bas-
tar para una conclusión semejante, dado que el nombre de Judas fue
siempre muy corriente.
CARTAS.-13
194 Jud. Introducción

misma fuente no puede probarse con ningún argumento. El


problema sólo puede plantearse en los términos de saber quién
depende de quién. La exégesis actual se decide casi unánime-
mente por la prioridad de la carta de Judas.
Las razones son las siguientes: Es mucho más probable que
el largo texto de la 2 Petr haya ampliado el corto de la carta
de Judas que viceversa. Con la adición de los capítulos 1 y 3,
la 2 Petr se convirtió en un nuevo escrito con valor propio
junto a la breve carta de Judas, mientras que lo contrario no
tendría razón de ser, es decir, que la carta de Judas fuera
un resumen de la segunda de Pedro. Porque no habría un mo-
tivo para explicar por qué Judas habría pasado por alto las
restantes partes muy valiosas de la 2 Petr.
Las dos cartas prueban sus afirmaciones con ejemplos to-
mados de la historia veterotestamentaria. Aparecen en Jud 5-7
como casos de castigo divino en el orden siguiente: Israel
en el desierto, caída de los ángeles, Sodoma y Gomorra. En la
segunda de Pedro, en cambio, aparecen en el orden siguiente:
Caída de los ángeles, el diluvio y Noé, Sodoma y Gomarra y
Lot. El orden de ejemplos de la 2 Petr se da cronológicamente
según el AT y está completado con algunos otros relatos, se-
gún la finalidad de la carta de hablar del castigo y de la li-
beración. Por eso, la carta de Judas parece más antigua, y la
segunda de Pedro aparece como una reflexión posterior.
En algunos casos es más amplia la carta de Judas que la
segunda de Pedro. En Jud v. 6s se describe más ampliamente
la caída de los ángeles y se hace justamente con una cita de
Henoc 10,4ss, detalles que faltan en el lugar paralelo de 2 Petr
2,4. La disputa entre Miguel y el diablo por el cuerpo de Moi-
sés, narrada en el libro apócrifo de la Ascensión de Moisés,
se omite en la 2 Petr. Falta igualmente en la 2 Petr 2,17, en
la descripción de los doctores como estrellas errantes, la refe-
rencia y la cita literal, del libro de Henoc 60,8 y 1,9, cosas que
se encuentran en la carta de Judas. La segunda de Pedro quiso
evidentemente evitar la utilización de los escritos apócrifos,
que utilizó sin escrúpulos la carta de Judas. En la segunda de
Pedro aparece ya una delimitación del canon más estricta, cosa
que era entonces necesaria en la lucha contra la gnosis. Di-
fícilmente se podría aceptar la suposición de que el autor de
la carta de Judas habría completado sistemáticamente el texto
Autor 195

de la segunda de Pedro con aquellos pasajes eruditos tomados


de los libros apócrifos.
Algunos lugares paralelos entre Judas y la segunda de Pe-
dro sólo son comprensibles pensando en la utilización de
Judas por parte del autor de la segunda de Pedro: así 2 Petr
2,4 según Jud 6; 2 Petr 2,lls según Jud 9s; 2 Petr 2,17 según
Jud 12s; véase en cada caso el comentario de la 2 Petr.
Que el capítulo 2 de la segunda de Pedro es una adición
se demuestra claramente porque la expresión larga y soste-
nida a través de todo el capítulo, dada su extensión y su for-
ma, aminora o destruye las proporciones de la carta. Por eso,
este capítulo se reconoce fácilmente como un cuerpo extraño 3 •

3. Autor

El autor se llama a sí mismo "Judas, siervo de Jesucris-


to, hermano de Santiago". Se plantean aquí dos problemas:
¿Quién es éste Judas? ¿Es éste Judas el autor de la carta?
Desde que Judas, el hijo del patriarca Jacob y padre de la
tribu de Judá, llevó este nombre, fue un nombre judío de abo-
lengo y lo llevaron muchas personas. Como en los escritos
judíos contemporáneos (por ejemplo, Filón, Josefo, etc.), se
encuentra también muy frecuentemente en el NT como nom-
bre de persona. Algunos portadores de este nombre son ape-
nas conocidos, así los nombrados en Act 5,37; 9,11; 15,22-34.
En todos los catálogos de los doce Apóstoles aparece el nom-
bre de Judas Iscariote (Mt 10,4 y paralelos; Jn 14,22). Los
catálogos de los Apóstoles que aparecen en Lucas (Le 6,16 y
Act 1,13) mencionan a otro Judas que se llama 'Ioúoa<; 'faxw6ou
[Judas de Jacobo (de Santiago)] para distinguirlo del otro. En-
tre los hermanos de Jesús se encuentra también un Judas
(Mt 13,55; Me 6,3). Por último, hay que mencionar al autor
de nuestra carta, que se llama Judas, hermano de Santiago.
Dada la frecuencia del nombre, resultaba muy difícil o casi
imposible en época posterior identificar correctamente o dis-
tinguir a las personas. La tradición, sin embargo, se inclinó
3 Dadas estas razones, la exégesis actual se inclina casi unánime-
mente por la prioridad de Judas y la dependencia de ella de la segun-
da carta de Pedro; la opinión contraria en Bigg, Felten, Wohlenberg.
196 Jud. Introducción

aquí, como en otros casos, a identificar al portador del nom-


bre y a ver en el Apóstol, hermano del Señor y escritor de la
carta, la misma persona.
Dado que en los catálogos de los Apóstoles de Mateo y
Marcos, además de Judas Iscariote, no se menciona a otro
Judas, y sí a un tal Tadeo (Mt 10,3) o Lebeo (Me 3,18), quien,
a su vez, falta también en Lucas, se identificó con este Tadeo
al Apóstol 'Ioúoa.; 'faxwGou. Así pasó y pasa por autor de la
carta que ahora comentamos Judas Tadeo, el hermano del
Señor y uno de los doce Apóstoles.
El autor de la carta se llama a sí mismo hermano de San-
tiago. El nombre de Santiago era también muy venerado entre
los judíos y los portadores de este nombre no eran menos nu-
merosos que los portadores del nombre de Judas. Por eso
resulta también aquí muy difícil y complicada la distinción
del nombre. El NT conoce, como formando parte del cole-
gio apostólico, a un Santiago, hijo de Zebedeo, muerto por
Herodes Agripa el año 44 (Act 12,2), y también como a uno
de los doce a Santiago, hijo de Alfeo (Mt 10,2s; Me 3,17s);
y también a un Santiago, hermano del Señor, que posterior-
mente fue jefe de la iglesia de Jerusalén (Mt 13,55; Act 12,17;
Gal 1,19); además, a un Santiago el Menor, hijo de María
(Mt 27,56; Me 15,40); según Lucas 6,16, a un Santiago de
Judas; y finalmente, al autor de la carta de Santiago (Sant 1,1).
Si el autor de la carta de Judas se llama a sí mismo herma-
no de Santiago, es totalmente improbable que se pueda tratar
de un Judas totalmente desconocido, hermano de un Santiago
también totalmente desconocido. Al contrario, Judas quiere
evidentemente darse bien a conocer y presentarse a los lec-
tores, al aludir expresamente a su parentesco con Santiago.
Este Santiago debe, por consiguiente, ser un hombre bien
conocido, y, dado que la carta de Judas hay que datarla con
toda seguridad en los últimos años del siglo 1, se trata de un
Santiago conocido en la época apostólica tardía. Lo más pro-
bable es que se trate de Santiago, el hermano del Señor, pues-
to que, como jefe de la iglesia de Jerusalén, era una persona
muy conocida, y por eso, podía perfectamente aludirse a él.
Este Santiago debe ser también el que en Sant 1,1 se menciona
como autor de la carta de Santiago.
Pero hay que tener en cuenta que como hermanos del Señor
Autor 197

se mencionan los siguientes (Mt 13,55): Santiago, José, Simón


y Judas. Es fácil suponer que este par de hermanos, Santiago
y Judas, son los mismos Santiago y Judas, escritores de las
cartas, pues ambos eran además hermanos del Señor. ¿Perte-
necían también los hermanos del Señor, Santiago y Judas, al
grupo de los doce? Mateo y Marcos no nombran a ningún
Judas, fuera de Judas Iscariote, pero Lucas 6,16 y Act 1,13
sí nombran a un 'Ioú8rxc; 'Irx:xw6ou. Si se pudiera entender "Ju-
das, el hermano de Santiago" 4, entonces se encontraría de
nuevo un par de hermanos, Santiago y Judas, en el grupo de
los doce, porque en el colegio apostólico, fuera de Santiago,
el hijo de Zebedeo y hermano de Juan, se nos menciona a un
Santiago de Alfeo (hijo), que pudiera ser el hermano de Judas.
A este Judas lo habría llamado Tadeo Mt 10,3. Así se llegó
a identificar a los hermanos del Señor y a los apóstoles San-
tiago y Judas. Los escritores de las cartas neotestamentarias,
Santiago y Judas, serían, pues, por eso mismo hermanos del
Señor y compañeros de los doce.
Pero ¿no hace el propio NT discutida la cuestión de si
Santiago y Judas, los hermanos del Señor, pertenecían al círcu-
lo de los doce? Según Jn 7,5 (cf. Me 3,31), todavía no creían
en Jesús sus propios hermanos en un tiempo que puede esta-
blecerse en torno a medio año antes de su muerte. Ahora
bien, según la exposición de los sinópticos, la llamada de los
doce tuvo lugar antes de esa fecha. Los hermanos de Jesús
pertenecen al grupo de los discípulos después de Pascua, pero
se distinguen de los Apóstoles (Act 1,14; 1 Cor 9,5). Si los
hermanos de Jesús, Santiago y Judas, hubieran pertenecido al
grupo de los doce Apóstoles, habría que pensar que los her-
manos de Jesús no estaban de acuerdo en su juicio sobre él
y que una parte de ellos se le adhirieron pronto, mientras que

4 Pero esto mismo es muy· discutido. Si un genitivo muestra la rela-


ción de parentesco, se trata casi siempre y sin excepción de la pater-
nidad. Luc 6,15 emplea el genitivo poco antes en este sentido ('Iáxw6oi;
'AA.q>alov = Santiago, hijo de Alfeo). 'Ioúoai; 'faxw6ov significaría, pues,
Judas, hijo de Santiago. La lexicografía sólo conoce un caso en que el
genitivo puede expresar también la relación de fraternidad (Alcifro-
nio 4,17,10: Tiµoxpri"'t't)~ o Mt]'t'poowpov = Timócrates, hijo de Metro-
doro). Fuera de los comentarios, cf. J. Blinzler, "Simon der Apostel,
Simon der Herrenbruder und Symeon von Jerusalem", en Passauer
Studien, Festschrift S. K. Landersdorfer (1953) 38s.
198 Jud. Introducción

otros lo rechazaron. Los datos del NT no contienen ninguna


indicación sobre esta escisión. Por estas razones se inclinan
hoy los investigadores a distinguir los hermanos de Jesús,
Santiago y Judas, y los apóstoles Santiago y Judas. Los dos
escritores de cartas neotestamentarias serían, pues, hermanos
entre sí y además hermanos del Señor, pero ni uno ni otro ha-
brían pertenecido al grupo de los doce apóstoles. Por lo de-
más, de Jud 17 resulta muy problemático que el autor de la
carta sea uno de los doce apóstoles.
Si los mencionados Santiago y Judas son los hermanos de
Jesús, entonces se puede decir algo más de ellos. Según la his-
toria de la pasión, una de las mujeres que siguieron a Jesús
desde Galilea hasta el monte Calvario y a quienes se apareció
el Resucitado fue María, la madre de Santiago el Menor y de
José (Me 15,40; 16,1). Estos dos hijos son probablemente los
mismos que en otros lugares se designan como hermanos de
Jesús. La madre de los hermanos es por lo tanto una María
distinta de la mencionada en los relatos de María, la madre
de Jesús (Mt 27,61). Los hermanos de Jesús eran, pues, sus
primos 5 • Como en hebreo la palabra al}, significa no sólo el
hermano sino también los parientes más alejados, lo mismo
sucede con afü),cpóc; [hermano] en el griego influido por el
hebreo 6 •
La patria de la familia de Jesús fue Nazaret, en donde eran
conocidos por todos sus hermanos y hermanas como miembros
de una familia de obreros (Mt 13,55). Todo lo más tarde a
partir de Pascua pertenecieron a la comunidad de discípulos
(Act 1,14). Actuaron incluso como misioneros (1 Cor 9,5). De
1 Cor 9,5 se deduce también que Judas estaba casado. Con-
cuerdan con esto las noticias que da Eusebio (Hist. eccles. 3,19;
20; 32,5), quien conserva, tomándolas de Hegesipo, noticias
suficientemente creíbles sobre la familia de Judas. Cuando Do-
miciano ordenó matar a los descendientes del rey David, algu-
nos herejes le delataron a los nietos de Judas, el hermano del

5 J. Blinzler, "Zum Problem der Brüder des Herrn", en TrThZ 67


(1958) 129-145; 224-246; Idem, en LexThK 2 (2 1958) col. 714-717;
Idem, "Brüder und Schwestern Jesu", en Lexikon für Marienkunde
1 (1960) col. 959-969.
s Las pruebas, por ejemplo, en K. H. Schelkle, en LexThK 2 (21958)
col. 713s.
Autor 199

Señor, como descendientes de David y parientes de Cristo.


Judas, el abuelo de las mencionadas personas, y el padre parece
que ya habían muerto por aquellas fechas. Aquellos nietos fue-
ron llevados a juicio como descendientes de David, pero Domi-
ciano los dejó libres al demostrarse que eran humildes labra-
dores: sus manos lo confirmaban.
Como parientes del Señor recibieron después la dirección
de las comunidades. Eusebio no menciona el lugar en donde
vivían entonces los nietos de Judas. Pero habrían vivido en
Galilea y probablemente se habrían establecido en la pequeña
herencia paterna de Nazaret. De todas formas, el propio Eu-
sebio (Hist. eccles. 1,7,15) nos informa, siguiendo a Julio Afri-
cano, que los parientes del Señor se esforzaron en demostrar
su parentesco con el Señor a través de árboles genealógicos y
que se extendieron por aquella zona, partiendo de las aldeas
de Nazaret y de Kochaba (lugar no identificado).
¿Es este Judas, hermano del Señor, el autor de la carta
que se nos ha trasmitido bajo su nombre? Sabemos tan poco
de la vida de este hermano del Señor que resulta muy difícil
decir si esta carta -y de qué modo- se le ha atribuido.
Si fuera cierto que entre los mencionados hermanos del Señor,
que se dedicaron a las misiones, según 1 Cor 9,5, estaba nues-
tro personaje, entonces podríamos pensar que habría querido
apoyar con un escrito su predicación oral, como hizo Pablo
en tantas ocasiones. Pero surgen varias cuestiones. La carta
parece dirigida a comunidades páganocristianas (véase antes).
¿Es verosímil que Judas haya abandonado el ambiente judío
habitual y haya trabajado en un ambiente pagano? ¿Dominaba
suficientemente la lengua griega para poder escribir esta carta?
¿Hay que suponer también aquí la colaboración de un secre-
tario?
La carta hay que datarla seguramente en la época apostólica
tardía. ¿Es probable que viviera todavía este hermano del
Señor?" Podemos preguntar aún si es verosímil que nos haya
llegado una carta escrita por este Judas casi desconocido. A
esta pregunta se podría quizá responder diciendo que, según
los evangelios, las cartas de Pablo y la tradición ligada a estos
escritos, los hermanos del Señor fueron personas destacadas
y tuvieron una importancia reconocida en la Iglesia. Esto ex-
plicaría quizá por qué un autor tardío, en el caso de que el
200 Jud. Introducción

nombre al comienzo de la carta sea una ficción, ha creído


conveniente escribir una carta bajo este nombre.
La carta se enfrenta a estos problemas bajo la pretensión
de haber sido escrita por Judas. No pocos, quizá la mayoría
de los exegetas, consideran estas cuestiones de tanto peso que
se inclinan a creer que los datos sobre el autor tienen carácter
pseudoepigráfico. Un judeocristiano desconocido habría escrito
esta carta hacia finales del siglo I y la habría hecho circular
bajo el nombre de Judas 7 •

4. Historia del canon y del texto

Si hemos explicado correctamente la relación entre la carta


de Judas y la segunda de Pedro, admitiendo la prioridad de
aquélla sobre ésta, entonces la segunda de Pedro es el testi-
monio más antiguo de la carta de Judas. Puesto que el autor

7 La carta de Judas la consideran como un escrito pseudoepigrá-


fico los comentarios siguientes: Knopf, Windisch-Preisker, lo mismo
las Introducciones de A. Jülicher - E. Fascher (71931) 213-216 (también
E. Fascher, en RGG 3, col. 966s); W. Michaelis (2 1954) 302s; A. H.
McNeile (2 1953) 241-244 (los dos últimos no totalmente decididos).
Los comentarios siguientes piensan que procede de Judas, el hermano
del Señor: Bigg, Chaine, Felten, Michl, Vrede, Wohlenberg; de las
Introducciones, las siguientes: R. Heard (1950), 215s; H. Hopfl -
- B. Gut (51949) 479s; M. Meinertz (51950) 257-262; A. Merk (1 2 1940)
948-950; A. Wikenhauser (3 1959) 35 ls; J. Cantinat, en A. Robert-
A. Feuillet, Introduction a la Bible (1959) 2, 604-608; lo mismo
R. Leconte, "Épitre de Jude", en DictBibleSuppl 4 (1949) col. 1288-
1291; J. Blinzler, en LexThK 5 (21960) col. 1155s. Según la piedad
cristiana actual, desarrollada a partir del barroco, Judas Tadeo es
el protector en circunstancias especialmente difíciles. Esta creencia
se originó, al parecer, por una visión de Santa Brígida de Suecia,
según la cual, nuestro Señor le indicó que se encomendara con es-
pecial confianza a San Judas Tadeo (K. Künstle, lkonographie der
Heiligen [1926] 359). La saga de Abgar está basada en las leyendas
medievales (así en la leyenda aurea de Santiago de Voragine). Esta
saga dice que Judas Tadeo predicó en el reino de Abgar, realizando
allí muchos milagros (R. A. Lipsius - M. Bonnet, Acta Apostolorum
Apocrypha [21959] 1, 273-283). No encontramos confirmación alguna
en las leyendas sobre la noticia de que Judas habría sido el esposo
en las bodas de Caná (Jn 2,lss) (O. Hophan, Die Apostel [21952] 232),
con cuyo motivo habría podido recibir la fe, y el que entonces fue
socorrido en su necesidad, ayudará ahora a quien se lo pida. Parece
que hay aquí una confusión con el apóstol Simón, a cuyo nombre
ha podido ligarse esta leyenda, pues en el NT se le llama el cananeo
(Le 6,15) (pero se desconoce el significado de este apelativo).
Canon y texto 201

de la segunda de Pedro considera de suma importancia la


apostolicidad de la enseñanza (1,1; 3,2,15), puede ser que haya
considerado la carta de Judas como testimonio apostólico. ¿Sig-
nifica esto que haya tomado a Judas por uno de los doce Após-
toles?
No pueden demostrarse con seguridad huellas de la uti-
lización de la carta por parte de los Padres del siglo u, cosa
que puede explicarse por la brevedad de la carta. En cambio,
la carta se encuentra en el canon de Muratori. Tertuliano (De
cultu fem. 1,3) corrobora la canonicidad del libro de Henoc,
apoyándose en que el autor de la carta de Judas utiliza ese
libro. Clemente Alejandrino cita la carta (Paed. 3,8,44s; Strom.
3,2,11), y escribió sobre ella un comentario conservado frag-
mentariamente en una reelaboración latina (GCS 3,206-209;
cf. Eusebio, Hist. eccles. 6,14,1). Orígenes también considera
la carta como escrito canónico (Hom. in Gen. 13,2 = GCS
6,115; Hom. in Jos. 7,1 = GCS 7,328).
La carta, en definitiva, fue considerada como canónica hacia
fines del siglo u en Roma, en Africa y en Egipto. Las épocas
posteriores siguen usándola. Pero también hubo discusiones
en torno a su canonicidad. Orígenes tiene noticias de que se
dudaba de su canonicidad (In Math. tom. 17,30 = GCS 10,668).
Eusebio (Hist. eccles. 2,23,25; 3,25,3) cuenta la carta entre los
escritos que algunos rechazan, aunque la mayoría la admitan.
Las dudas pueden haberse originado por el hecho de que la
colección de las Epístolas Católicas fue durante mucho tiempo
la parte menos segura del NT. La tradición menciona también
entre las razones de que se dudara de ella o que se la recha-
zara sin más el uso que hace del libro apócrifo de Henoc (Je-
rónimo, De viris ill. 4: Et quia de libro Enoch, qui apocryphus
est, in ea assumit testimonia a plerisque reicitur; lo mismo
Dídimo Alejandrino, PG 39,1815).
También para la carta de Judas ofrece P 72 (= Papiro Bod-
mer VII) un nuevo texto, y el más antiguo con mucho, pues
según los datos de la arqueología procede del siglo m. El texto
es muy parecido a la forma egipcia y concuerda frecuente-
mente con "Alef" B A C. .. , en donde falta muchas veces "Alef".
Contiene a veces algunos errores graves de escritura (así en 5
1ta"V'tw; en lugar de nav't'a; 7 't'Epac; en lugar de e:'t'epac;; 8
MLxaTJc; en lugar de MLX!XiJA; 9 Bex;crq>i)µouow en lugar de
202 Jud. Introducción

~A.ao-qn¡µouO"LV; 11 Ba'A.awc en lugar de Ba'Aaaµ; 12 o-uvw-


xoµevoL en lugar de O"uveuwxouµevoL; 18 TiopeoµevoL en lugar
de 7tOpEUo'µEVOL). En el v. 8 cayó por homoioteleuton parte de una
frase. El manuscrito parece que se escribió con poco esmero.
En el v. 5 añade ~eoc; XpLl1'toc; dando así a la conocida inter-
pretación teológica de xupLoc; una nueva y muy unilateral in-
terpretación. Los últimos vv. 20-25, que también presentan
curiosamente muchas variantes en los manuscritos conserva-
dos, tienen un texto más corto que el actual y muy especial,
texto que se relaciona en algún punto (v. 25) con la Vetus
Latina.
COMENTARIO

Destinatarios y saludo
(Jud ls)

Los vv. 1-2 forman la primera breve sección de la carta.


Contienen el encabezamiento, la presentación del mitente y los
saludos a los destinatarios.

1 Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago, a


los que fueron llamados, amados en Dios Padre y guar-
dados para Jesucristo. 2 Que tengáis en plenitud mi-
sericordia, paz y amor.

1 Judas se designa a sí mismo como siervo de Jesucristo.


El hombre justo del A T se reconoce y se llama a sí mismo
siervo de Dios (cf. el comentario a 1 Petr 2,16). La fórmula
veterotestamentaria pueden también usarla en el NT los cre-
yentes (Tit 1,1). Pero esto sucede raras veces. Ordinariamente
se sustituye por la afirmación de que los cristianos son siervos
de Jesucristo. Esto se funda en las palabras del Señor, que se
llama a sí mismo Señor y a sus discípulos siervos del Señor
(Mt 10,24s; Le 12,37 y otros lugares). Luego Pablo desarrolla
esta idea en su teología y en su lengua para describir el es-
tado de los cristianos, liberados de la esclavitud del mundo,
del pecado y de la muerte, y hechos siervos de Cristo, a cuya
204 Jud. Destinatarios y saludo ls

propiedad pasan y a quien pertenecen con todo su corazón


(1 Cor 7,22; Ef 6,6). La fórmula debe tener un sentido espe-
cial, cuando Pablo la emplea tantas veces al comienzo de sus
cartas para designarse a sí mismo (Rom 1,1; Fil 1,1), mien-
tras que la presentación más ordinaria de sí mismo es la si-
guiente: Pablo, apóstol de Jesucristo (1 Cor 1,1; 2 Cor 1,1;
Gal 1,1; Ef 1,1; Col 1,1; 1 Tim 1,1; 2 Tim 1,1; Tit 1,1).
Si la fórmula, apóstol de Jesucristo, designa la autoridad del
cargo apostólico frente a las comunidades a quienes se dirige,
y con ello la importancia de ese cargo hacia fuera, la otra fór-
mula, siervo de Jesucristo, indica la disposición interior del
cargo en relación a las obligaciones del apóstol frente al Señor
de los Apóstoles, Cristo.
Tres Epístolas Católicas (Sant 1,1; Jud 1 y 2 Petr 1,1) em-
plean en el encabezamiento la fórmula, siervo de Jesucristo,
para designar al mitente. No es fácil pensar que Pablo, San-
tiago, Judas y la segunda de Pedro hayan creado independien-
temente unos de otros esta fórmula, sino que las Epístolas
Católicas deben depender en este punto de Pablo. Esto vale
en todo caso para las cartas de Judas y la segunda de Pedro,
pues una y otra fueron escritas después de la muerte de Pa-
blo. Y mientras Pablo escribe siempre: Siervo de Cristo Jesús,
las Epístolas Católicas cambian la fórmula en: Siervo de Je-
sucristo, dato que revela una época posterior en la que Cristo
pasó a ser un nombre propio, cuando antes designaba su oficio
mesiánico.
Los destinatarios se describen como "llamados, amados en
Dios y guardados para Cristo". Estos tres títulos no están
equiparados, sino que el título de llamados se determina más
concretamente por los otros dos, de amados y guardados. La
llamada implica el amor y la guarda. Los evangelios sinópticos
describen la llamada de los discípulos por Jesús (Mt 4,21) y
establecen su misión, la de llamar a los pecadores (Mt 9,13).
Que Dios llama a sí y en su comunidad es también una afirma-
ción constante de Pablo. Los cristianos son los llamados (por
Dios o por Cristo) (Rom 1,6; 8,28), los llamados santos (Ro-
manos 1,7; 1 Cor 1,2). En Pablo, el título de los llamados de-
signa a los cristianos sin más; también aquí en Judas 1 •

1 K. L. Schmidt, en ThWb 3, 488-497.


Jud. Destinatarios y saludo ls 205

Los cristianos son, además, "los amados en Dios". Puesto


que en el título de los llamados, y luego en todas las demás
frases que se dirigen a los destinatarios en Jud 1-2, se re-
calca la acción divina y no se dice nada de la acción humana,
hay que entender también así la fórmula, "los amados en Dios".
El Apóstol no quiere decir que los cristianos son amados por
él en Dios, sino que son amados por Dios y protegidos por
este amor divino. Pablo tiene fórmulas parecidas (Col 3,12;
1 Tes 1,4; 2 Tes 2,13). Concebida así, corresponde también
la adición atributivá sobre la obra de Dios Padre a la otra
sobre la obra de Jesucristo.
Los cristianos "son guardados para Jesucristo", es decir,
para la perfección final que se realizará por Cristo y en Cristo.
La idea de que los cristianos son guardados para la perfección
final vuelve a aparecer otra vez en Jud 25. El deseo de Pablo
en 1 Tes 5,23 concuerda con esta idea literal y realmente.
El v. 1 destaca la primacía total de Dios en el aconteci-
miento salvífico. La llamada divina constituye el principio. Lleva
a su amor duradero y guarda a los elegidos hasta que lo consi-
gan en la consumación escatológica. Los perfectos de los verbos
subrayan la decisión con que opera Dios de una vez para siem-
pre. La carta impone a continuación expresamente la actua-
ción moral de los creyentes. Pero toda la carta está bajo la
señal de la acción divina y por eso su moralidad es la mora-
lidad neotestamentaria. Quizá pretenda Judas desde los pri-
meros versículos distinguir y separar a los creyentes de la
Iglesia de los herejes, contra quienes se dirige inmediatamente.
Si fueron llamados una vez, ahora se encuentran fuera de la
Iglesia y fuera también de la protección y amor divinos.
Para la cristología de Judas es completamente claro que la
acción salvífica de Dios se realiza de una manera sustan-
cialmente igual por medio del Padre como por medio de Cristo,
acentuando quizá que el comienzo creador está en el Padre y
la perfección escatológica en el Hijo. La división corresponde
al lenguaje habitual del NT, según el cual, el Padre es el
creador y Cristo, el juez (Jn 5,22; Act 10,42; Rom 14,9;
2 Tim 4,1).

2 Como Jud 1 trata del deseo de bendición, así Jud 2 trata


de la acción divina y de los dones de Dios : misericordia, paz
206 Jud. Destinatarios y saludo ls

y amor. La misericordia se dará a los destinatarios como un


don de Dios para esas circunstancias. Pues se piensa en el
momento presente, como dan a conocer los restantes elemen-
tos del deseo y el verbo, mientras que la misericordia en otros
pasajes del NT (Jud 21; Mt 5,7; 2 Tim 1,18) se refiere a la
salvación en el juicio final. La paz no significa la paz espiri-
tual de cada uno ni la paz de las comunidades, sino, como
casi siempre en el NT, el estado sustancial, objetivo y general
del recto orden de las cosas y la salvación de los hombres, la
nueva creación, que sólo Dios pueda dar y actuar (1 Petr 1,2;
véase allí). El amor tampoco significa el mutuo amor fraterno,
sino el amor de Dios a los creyentes. Ni los destinatarios ni
ningún hombre pueden crear estos dones. Sólo pueden dárseles
y distribuírseles 6tA:r¡i>uvih:lr¡ [sea llenada, completa]). Como
sucede muchas veces en el lenguaje bíblico, detrás del verbo
pasivo se oculta la acción de Dios, a quien no se menciona
expresamente por temor reverencial.
Jud 1-2 presenta una fórmula tradicional neotestamentaria
del encabezamiento de una carta, fórmula que en último tér-
mino se remonta a Pablo (véase el comentario a 1 Petr 1,1).
También TIAYJi>uvi>ElYJ es una expresión formularia con y se-
gún l Petr 1,2 (véase allí). Las secuencias itf..i::oc;, dp1rvr¡, &:yám1
[misericordia, paz, amor] son frecuentes en los deseos y en
los saludos epistolares. xápLc;, ithoc;, dp1¡vr¡ '[gracia, misericor-
dia, paz] aparecen como saludos epistolares en 1 Tim 1,2;
2 Tim 1,2; Tit 1,4 (como lección variante); 2 Jn 3. La antigua
oración judía "dieciocho" (14 y 19) pide a Dios misericordia y
paz sobre Israel. Que la gracia y la paz estén con vosotros,
es el comienzo de una carta del Apocalipsis siríaco de Ba-
ruc 78,2. Una fórmula de saludo casi literalmente igual que
la de Jud 1-2 se encuentra al comienzo del Martirio de Po-
licarpo: itf..i::oc;, dp1¡vr¡ xal. &:yriTIYJ i>i::oü TIIX:"t'poc; xal. "t'OÜ xuplou
i)µwv 'Ir¡croü XpLO'"t'OÜ 7tAr¡i>uvi>i::lYJ [la misericordia, paz y amor
de Dios padre y del señor nuestro Jesucristo sean completas].
Puesto que el Martirio de Policarpo difícilmente conoció la
carta de Judas --pues según las pruebas de la historia del
canon, la carta sólo se leyó más tarde en la Iglesia- y por eso
debió de escribirse independientemente de ella, la coinciden-
cia de una y otro prueban el caracter formulario del deseo
expresado. Pero la palabra &:yri7tYJ [amor] sólo se encuentra
Jud. Los falsos doctores 3-16 207

en la carta de Judas y en el Martirio de Policarpo para ex-


presar ese deseo. La expresión no se ha encontrado aún en la
literatura extrabíblica y quizá no se había convertido aún en
moneda corriente. Y llama aún más la atención el hecho de que
la palabra aparece aún otras dos veces en el encabezamiento
de la carta de Judas y a través de toda la carta se encuentra
siete veces. ¿No se presentará la carta por esto mismo como
una parte del NT? 2 •

l. Los falsos doctores


(Jud 3-16)

El motivo de la carta se indica en J ud 3s. Judas tenía la


intención de escribir una carta que sirviera de instrucción ge-
neral a los destinatarios sobre la salvación cristiana. Pero la
carta debe ocuparse ahora de un tema especial, motivado por
un movimiento herético peligroso en la Iglesia. Cuando el au-
tor se ve improvisantente obligado a cambiar de intención,
es que el peligro ha debido de hacerse repentinamente más
agudo y ha debido de brotar entonces mismo la herejía. La
carta nos informa de este peligro en su sección central 3-16.
Doctores falsos amenazan corromper a la Iglesia. Viven todavía
dentro de la comunidad. La carta intenta poner de manifiesto
su peligrosidad y separar a la comunidad de su influjo. Descri-
be a los herejes según su doctrina (4,8,10) y según su vida de-
pravada (4,8,12,16,19). El autor les lanza su imprecación (v.11).
Pues el juicio divino caerá ciertamente sobre ellos (v.15).

3 Queridos, habiendo pensado con toda diligencia es-


cribiros acerca de nuestra común salvación, he sentido
la necesidad de hacerlo para aconsejaros a que luchéis
por la fe trasmitida de una vez para siempre al pueblo
santo. 4 Pues se han infiltrado algunos hombres, ins-
critos ya desde antiguo para este juicio, impíos, que con-
vierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan
al único Soberano y Señor nuestro, Jesucristo. 5 Quie-
2 Para Jud Is, cf., además de los comentarios, C. Spicq, Agape
2 (1959) 341-345; entiende dp'Í¡VTJ y &:ytX1tTJ de la actitud subjetiva
de los destinatarios.
208 Jud. Los falsos doctores 3-16

ro recordaros a vosotros, que todo lo habéis conocido de


una vez para siempre, que el Señor, después de salvar del
país de Egipto al pueblo, hizo perecer luego a los que no
creyeron. 6 Y a los ángeles que no conservaron su pri-
macía, sino que abandonaron su propia morada, los tiene
guardados para el juicio del gran día con cadenas eter-
nas, sepultados en tinieblas; 7 como Sodoma y Goma-
rra y las ciudades circunvecinas, que lo mismo que ellos se
entregaron a la prostitución y a pecados contra la natura-
leza, quedan para escarmiento, sufriendo el castigo de
un fuego eterno. 8 De la misma manera ahora estos
soñadores manchan la carne, desprecian el señorío divi-
no, insultan a los seres gloriosos. 9 Y sin embargo, el
propio arcángel Miguel, cuando, oponiéndose al diablo,
discutía acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a
proferir un juicio injurioso, sino que dijo: "Que el Señor
te reprenda". 10 Estos, en cambio, insultan todo lo
que ignoran. Y en todo lo que conocen por instinto, como
los animales irracionales, en ello piismo se corrompen.
11 ¡Ay de ellos, porque se han ido por el camino de
Caín, y por un salario se sumergieron en el extravío de
Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré! 12 Estos
son los escollos en vuestros ágapes: banquetean sin ver-
güenza, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua,
llevadas por los vientos; árboles de otoño sin frutos, dos
veces muertos, arrancados de raíz,· 13 olas furiosas del
mar que arrojan la espuma de su vergüenza; estrellas fu-
gaces, a las que está reservada para siempre la oscuridad
de las tinieblas. 14 Sobre éstos profetizó también He-
noc, el séptimo después de Adán, diciendo: "Mirad que
ha venido el Señor con sus santas miríadas, 15 a ha-
cer juicio contra todos y a confundir a todos los impíos
por las obras de impiedad que cometieron y por todas
las insolencias que pecadores impíos hablaron contra él".
16 Estos son murmuradores habilidosos que se quejan y
caminan según sus deseos, y su boca habla insolencias y
adulan por interés.

3 Los lectores reciben el nombre de &:yam1't'ol lqueridos]


(véase el comentario a 1 Petr 2,11), es decir, queridos por el
Jud. Los falsos doctores 3-16 209

Apóstol (sentido distinto al del v.l 1¡yarn¡µÉvot [los que son


amados]). La crw'tr¡pla [salvación] (véase el comentario a 1 Petr
1,5) se llama :x;ow1) [común], con lo cual se caracteriza por una
señal decisiva. La salvación de la religión helenística la alcan-
zan los individuos separadamente cuando asisten a los miste-
rios. En sentido bíblico, la salvación es siempre la liberación
de la comunidad. En el A T se promete la salvación a la comu-
nidad del pueblo de Israel, y al final participan también de
ella los paganos. Según el NT, la salvación la ha traído Cristo
a todo el mundo.
El peligro que quiere atajar Judas con su carta se describe
y se siente en primer lugar como un peligro para la fe de la
Iglesia. La fe se ha dado de una vez para siempre al pueblo
santo, esto es, a la Iglesia (véase el comentario a 1 Petr 1,15).
Tomando y profundizando una actitud fundamental del AT
y aún más una palabra y un concepto del judaísmo tardío, el
NT entiende la fe como una respuesta de entrega al Dios bon-
dadoso, es decir, como una actitud personal de fe y una obe-
diencia creyente (como fides qua creditur) (Me 5,36; 9,23s;
Jn 5,24; Rom 4,3s; 1 Jn 4,16). Según esto, la fe tiene también
desde el principio su propio contenido (Me 1,15; Mt 18,6;
Jn 8,46; 20,29; Rom 6,8). La idea se desarrolla a base de fór-
mulas de la fe que se cree, cuando Pablo habla "de la predica-
ción de la fe" (Rom 10,8; Gal 1,23), "de la ley de la fe"
(Rom 3,27), "de la analogía de la fe" (Rom 12,6), "de los her-
manos de la fe" (Gal 6,10). Todavía son más claras las expre-
siones que se encuentran en Ef 4,5: Un Señor, una fe, un
bautismo; en Tit 1,4: la fe común; en 1 Tim 3,9: el misterio
de la fe; en 1 Tim 1,19; 4,1; 6,21: perder la fe o sufrir nau-
fragio en la fe. De todo esto se deduce que el concepto de la
fe en los escritos más tardíos del NT se recalca siempre más
como la fe que se cree. El desarrollo llega así finalmente a
Jud 3,20 y a 2 Petr 1,1, en quienes se reconoce el paso hacia
la era apostólica tardía 3 •
El concepto de la trasmisión de la fe recoge también en
sí mismo una antigua idea. El judaísmo farisaico consideraba
las tradiciones de los padres agregadas a la ley tan obligatorias
como la ley misma. Filón (Spec. leg. 4,15) y Josefo (Ant. 10,51;

a G. Stahlin, en ThWb 2, 382; R. Bultmann, ibid., 6, 203,230.


CARTAS.-14
210 Jud. Los falsos doctores 3-16

13,297,409) testimonian el mismo aprecio "de la tradición de los


padres". También el NT conoce el alto aprecio de la tradición
en el judaísmo (Me 7,13; Act 6,14; Gal 1,14). A pesar de que
Cristo rechazó este tipo de tradición (Me 7,13), se formó en la
Iglesia una nueva tradición. Pablo reclama expresamente fide-
lidad a la doctrina cristiana tradicional (Rom 16,17; 1 Cor 11,2).
Se exige naturalmente que la tradición venga del Señor (1 Cor
11,23). El Apóstol es el trasmisor autorizado (2 Tes 2,15). La
tradición de origen humano no tiene valor alguno (Col 2,8). En
tiempo de Pablo se robustece ya la tradición en fórmulas con-
fesionales (1 Cor 15,3s) y se forma ya la confesión cristológica
del símbolo posterior (cf. Excursus, en las pp. 154-156).
También el orden sacramental de la Iglesia se configura
en una tradición fija (1 Cor 11,23). En Jud 3 se fijan estas alu-
siones antiguas a la formación de una tradición de fe 4 • Recono-
cemos así otra vez el tiempo apostólico tardío. Parece incluso
que se ha establecido ya el principio católico de la tradición.
La fe se trasmitió a la Iglesia de una vez para siempre. A la
Iglesia se le ha confiado su guarda. No puede quitar nada,
pero tampoco puede añadir nada a la fe. Sólo puede desarro-
llar el depósito que se le ha confiado. Ya se ha establecido,
pues, en el NT la ley de la fe. Si se compara Jud 3 con los
lugares paralelos del NT, habría que responder quizá a la pre-
gunta de cuál es el sujeto operante en este asunto. ¿Se inten-
ta decir que Dios ha entregado la tradición a la Iglesia o que
la Iglesia la ha trasmitido? Dado que se mencionan hombres
como trasmisores de la tradición en otros pasajes (Le 1,2;
Act 16,4; Rom 6,17; 1 Cor 11,2), se podría aceptar también
lo mismo para Jud 3.
Jud 3 aconseja "luchar" por la fe 5 con una imagen habi-
tual en nuestro propio lenguaje parenético actual. Esta expre-
sión se remonta a la literatura helenística y de modo inmedia-
to a la literatura judeohelenística (Sab 4,2; 2 Mac 13,14; 4 Mac
11,20; 17,10-16; Filón, Agric. 112,119), en la que estas y pa-
recidas palabras, tomadas originariamente de las competiciones
en el estadio, se trasladaron a la lucha que el hombre piadoso
debe soportar como un héroe en el mundo. Los descubrimientos
F. Büchsel, en ThWb 2, 173-175.
4
El dativo sólo puede entenderse así, no, por ejemplo, como
5
instrumental; véanse las pruebas en BauerWb, col. 556.
f ud. Los falsos doctores 3-16 211

de Qumrán han demostrado cómo la comunidad residente allí


se sentía como una iglesia luchando en el mundo. En el Rollo
de la lucha de los hijos de la luz contra los hijos de las tinie-
bles (1 QM) se describe según todas las reglas de la guerra la
lucha de la comunidad elegida, contra las potencias escatoló-
gicas de las tinieblas. También la palabra del Señor habla de
la lucha para entrar en el reino de Dios (Le 13,24). El servicio
apostólico es una lucha (Col 1,29; 2 Tim 4,7s), pero también
lo es sobre todo la vida cristiana (1 Cor 9,25; Ef 6,10-17) 6 •

4 Judas da una primera descripción de los falsos doctores.


Se les llama 'UVE<; &vi7pw7tot [algunos (ciertos) hombres], expre-
sión que tiene sin duda un acento despectivo. La palabra
napi::~cri::oúr¡O"av fse deslizaron, entraron solapadamente] 7 califi-
ca su actuación como una "infiltración" en la Iglesia (cf. Gal 2,4;
2 Petr 2,1). En el mundo de entonces se encontraban con fre-
cuencia por las calles y mercados no pocos doctores y pre-
dicadores. Las escuelas filosóficas y las sectas tenían sus pro-
pios misioneros. Como la gran Iglesia tenía sus apóstoles, doc-
tores y profetas y los enviaba, también los tenían las comuni-
dades más pequeñas. Las cartas a los Corintios (2 Cor ll), las
cartas a los Gálatas (2,4) y a los Filipenses (3,2) nos presentan
a Pablo luchando con estos otros apóstoles, que se introducían
con violencia y astucia en las comunidades de Pablo, y lo
mismo nos dicen las Epístolas Pastorales (2 Tim 3,6). Las car-
tas de Juan intentan mantenerse alejadas de las comunidades
(1Jn4,1; 2 Jn 7,lOs; 3 Jn 9; lo mismo la Didaché ll-13) 8 •

6 La prueba del contexto siguiente puede verse en E. Stauffer, en


ThWb 1, 134-140; H. Emonds, "Geistlicher Kriegsdients. Der Topos
der militia spiritualis in der antiken Philosophie'', en Heilige Über-
lieferung (Festschrift l. Herwegen, 1938) 21-50. Sobre los rollos de
Qumrán, cf. K. G. Kuhn, en ThWb 5, 297-300.
1 A pesar de que sólo B ofrece la lectura 'ltll:PELCTEoúr¡crcx:v, los de-
más manuscritos rcapELO"Éoucrav (con P 72 ), hay que preferir la primera
lectura, aunque son pocos los editores que la siguen. Las formacio-
nes del aoristo fuerte pasivo aumentan en la koiné y en los LXX. Así
parece ser que B ha conservado la primitiva lectura de entonces,
mientras que los restantes manuscritos corrigen el texto según la con-
jugación corriente. ·
8 Estos lugares paralelos demuestran, sin embargo, una presión
de doctrinas extrañas desde fuera. La opinión de W. Bauer, Rechtgliiu-
bigkeit und Ketzerei im iiltesten Christentum (1934) 93s, de que ésta
es sólo una locución y que en realidad los falsos doctores surgieron
de dentro de la comunidad, no está suficientemente fundada.
212 Jud. Los falsos doctores 3-16

Los falsos doctores de Jud 4 no intentan arrastrar y llevar


a los creyentes a una comunidad eclesiástica separada de la
gran Iglesia según su organización exterior. Se hallan más
bien dentro de la Iglesia e intentan difundir aquí sus enseñan-
zas. La separación entre la Iglesia y esta enseñanza especial
no se ha realizado aún externamente.
Los falsos doctores son impíos. Su impiedad se pone
de manifiesto por el libertinaje de su vida y su negac1on
de Dios. Si el abuso de la gracia es libertinaje ('t'-i)v XÓ:PL"W.
µi::'t'a't'dJÉv"t'Et:; di:; &:crD..yi::Lav [los que convierten (cambian) la
gracia en libertinaje]) 9 , el contenido de la palabra gracia se
determina también por esto. También Pablo se vuelve contra
una falsa comprensión y un abuso del evangelio, que termina-
rán en el libertinaje (Rom 3,5-8; 6,1). Esto sucedería si uno
pecara diciendo que el hombre en cualquier caso es un peca-
dor y que necesita de la gracia de Dios para el perdón y que
la gracia de Dios sería tanto más eficaz cuanto mayor fuera
el pecado. Pablo pone en guardia ante una perversión del
evangelio que condujera de una liberación de la ley a una
rienda suelta y al libertinaje. La libertad es libertad para el
servicio de Dios (Rom 6,15-22) y para el amor (Gal 5,13). En
este contexto, la gracia es sobre todo perdón de los pecados
y liberación del yugo de la ley para llevar a la libertad de los
hijos de Dios. Todo abuso es la disolución moral del liberti-
naje.
El segundo distintivo de los falsos doctores es su negación
de Dios ('t'ov µ6vov bE0"7t6't''r)V xa/, xúpi.ov i¡µwv 'I'r)crouv Xpi.a't'ov
&.pvoúµi::voi. [los que niegan al único dueño y señor nuestro
Jesucristo]). La frase se interpreta de diversas maneras. ¿ Tie-
ne la fórmula uno o dos miembros? ¿Quién es el "único Se-
ñor"? ¿Es Dios, de modo que se diría de los falsos doctores
que niegan al único Dios? ¿Rechazan, pues, la confesión mo-
noteística? Así entienden ya el texto aquellos manuscritos
(principalmente K) y la versión siríaca, que leen 8i::0"1t6't''r)V
iti::6v [al dueño Dios], y también algunos editores y comenta-
ristas modernos (von Soden, Felten, Knopf, Windisch-Preisker).
Pero el texto sin iti::6i:; está mejor atestiguado. Además, hay que
9 'Aerf),:·rm1, significa siempre en el NT voluptuosidad sensual y
libertinaje (Me 7,22), y muchas veces, desorden sexual específico
(Rom 13,13; 2 Cor 12,21).
Jud. Los falsos doctores 3-16 213

referir probablemente a Jesucristo "ºv µóvov oerntÓ'tTJV xa.i.


xúpwv T¡µwv fal único dueño y Señor nuestro], que sería en-
tonces calificado de único Soberano y Señor (así Merk, Nestle,
Souter, Vogels, Chaine, Michl; BauerWb, col. 350). Pero como
hay un sólo artículo delante de µóvov OE0"1tÓ'tY}V [al único due-
ño] podría parecer que resume toda la fórmula. La conclusión
no es del todo segura, como sucede en otros lugares parecidos
(2 Tes 1,12; Ef 5,5; Tit 2,13). Pero tiene una gran probabi-
lidad. Según esto, Jesús se describe como µóvoc; OEO"'ltÓ'tY}c; '[ úni-
co dueño]. ¿Es posible esto en el NT? OEO"'ltÓ'tY}c; '[dueño (cf. dés-
pota)] como calificativo de Dios es muy raro, tanto en el NT
como en los LXX. Sólo se encuentra en las oraciones, como
invocación a Dios (Le 2,29; Act 4,24; Apc 6,10); pero hay
muchos ejemplos en 1 Clemente; Hermas; Bernabé. La pala-
bra, por consiguiente, no tiene un solo sentido y no puede
establecerse por el uso neotestamentario. Por eso, en Jud 4
es posible una atribución a Cristo. De todas formas, la 2 Petr
2,1, en un lugar que ciertamente depende de Judas, ha enten-
dido el término OE<T'ltÓ"t'Y}c; de Cristo Salvador. Dado que el que
lleva el título de oe0"1tÓ"t'YJc; tiene un poder soberano ilimitado,
la palabra, empleada en sentido cristológico, habría designa-
do la soberanía de Cristo, soberanía que le revela justamente
como el Kyrios, es decir, el Señor divino 10 •
La negación de Cristo (&,pvoú.µi::voi [los que niegan]) no se
realiza probablemente sólo a través de una vida moralmente
desarreglada, es decir, no se trata sólo de una negación prác-
tica, no teniendo en cuenta lo que Cristo manda como Señor
y que juzgará en su momento (cf. Tit 1,6; así Chaine; Knopf,
Michl, Vrede, Windisch-Preisker). Como Jud 3 habla expre-
samente del peligro que amenaza a la doctrina de la fe, debe
tratarse de una negación expresa y ataque a la doctrina cris-
tológica (Felten, W ohlenberg). Esto puede suceder muy bien
en un sistema gnóstico, puesto que es peculiar de la gnosis
poner entre Dios y el mundo una serie de seres intermedios.
Y si esta doctrina introducía a Cristo en ese sistema, habría
atacado y negado su dignidad divina y su soberanía única.
Los falsos doctores "han sido inscritos ya desde antiguo
para este juicio". Kplµcx, significa primeramente el juicio, que

io K. H. Rengstorf, en ThWb 2, 47s.


214 Jud. Los falsos doctores 3-16

puede ser bueno o malo, pero que generalmente es condena-


ción y castigo. ¿Qué significa el "t'OU"t"O '[ésto (éste)]? La pala-
bra xplµa en el sentido de juicio debe significar aquí el juicio
punitivo de Dios, para el cual los impíos han sido previamente
inscritos. De este juicio punitivo tratan los vv. 5-7. En Jud 15
se trata principalmente del juicio que va a recaer sobre los
impíos. Toiho debe remitir a estos versos. ¿Pero en dónde
han sido inscritos los impíos desde antiguo para este juicio?
Podría pensarse quizá en el libro celestial, en el que Dios ha
escrito de antemano la suerte de los hombres, la recompensa
y el castigo de sus obras (Ps 68,29; 138,16s; Is 4,3; 65,6;
Dn 7,10; Apc 20,12; y muchos testimonios judíos tardíos,
como Henoc 89,62-71; 106,19; Testamento de Aser 7,5; Apo-
calipsis siríaco de Baruc 24,1). Judas conoce el libro de Henoc
y lo cita expresamente en el v. 14. ¿Toma también la idea del
libro celestial (así Windisch-Preisker)? l l
Parece, no obstante, que Tiá;AaL [en otro tiempo] se opone
a esta interpretación, porque esta palabra nunca significa en
el NT la eternidad de Dios, sino siempre un tiempo pasado
de la historia humana. Por eso, hay que interpretar de otra
manera el texto de Judas. Acerca de estos impíos y de su
juicio se ha escrito ya desde hace mucho tiempo en las sa-
gradas Escrituras, como dirá inmediatamente el autor en los
vv. 5-7, y luego en los vv. 9 y 14-15.

5 12 Judas aduce la cita de tres ejemplos del AT 13 con la


aclaración de que los destinatarios de la carta conocen todo
de una vez para siempre y por eso no necesitan una nueva
instrucción, sino simplemente el recuerdo de lo que ya saben.
Este modo de expresarse sobre el conocimiento que tienen los
destinatarios pudiera ser un estilo epistolar cortés (lo mismo

11 G. Schrenk, en ThWb I, 772; las pruebas del judaísmo tardío


en Billerbeck 2, 169-174; 3, 840. Para todo este ambiente de imá-
genes, cf. L. Koep, Das himmlische Buch in Antike und Christentum
(Theophaneia 8) (1952); sobre Jud 4-5 y 20.
12 F. Maier, "Zur Erkliirung des Judasbriefes (Jud 5)", en BZ 2
(1904) 377-397.
13 La 2 Petr 2,4-10 sigue a Jud 5-8 con pequeños cambios. Tam-
bién se usan ejemplos del AT, cuando 2 Tim 3,8 compara a los he-
rejes con los enemigos de Moisés, Janes y Jambres, y para 1 Jn 3,12,
Caín es el contrario del cristianismo; cf. W. Bauer, Rechtgliiubigkeit
und Ketzerei im iiltesten Christentum (1934) 203.
Jud. Los falsos doctores 3-16 215

1 Tes 4,9; Rom 15,14; 1 Jn 2,21,27; Bernabé 1,2-8; 4,9; Ig-


nacio, Efesios 3,1; 8,1 y otros lugares). Pero las palabras co-
bran aquí toda su razón de ser a partir de Jud 3. La fe como
plenitud de la revelación divina se ha dado a los santos de
una vez para siempre. Los destinatarios, por consiguiente, po-
seen todo el conocimiento del acontecimiento salvífico. La en-
señanza apostólica se realiza esencialmente como un recuerdo
de lo conocido y experimentado. Ya la amonestación de Pas-
cua suena así (Le 24,6): recordad lo que él os ha dicho. La
iglesia de Corinto debe recordar las tradiciones de Pablo y las
suyas (1 Cor 11,2). Según las Epístolas Pastorales, la finalidad
de la predicación consiste en recordar la Iglesia (2 Tim 2,8, 14 ;
Tit 3,1). En el ser recordada y en el recordarse de la Iglesia
se difunden la fe y la doctrina y así se alcanza un conocimiento
siempre nuevo y más profundo de la Iglesia. Así alcanza la
Iglesia sobre todo la penetración más profunda de su mensaje
mesiánico (Jn 2,17; 12,16) y escatológico (2 Petr 3,2). Tanto
Jud 5 y 17, como 2 Petr 1,12,13; 3,ls, parece que se convier-
ten al fin en una afirmación neotestamentaria llena de contenido
y formalmente estilizada 14 •
El primer ejemplo bíblico está tomado de la historia de
Israel. Dios salvó una vez a su pueblo al sacarlo de Egipto.
Pero cuando el pueblo dudó de su Dios, Dios lo aniquiló. Ju-
das recuerda la suerte de los liberados de Egipto, los cuales
perecieron todos en el desierto por sus murmuraciones y su
incredulidad (Nm 14,26-35) 15 • La historia es una representa-
14 El concepto del acordarse pertenece esencialmente a la religión
bíblica del AT (Dt 15,15) y del NT (Le 24,8; Jn 12,16; 14,26;
Rom 15,15), pues esta religión cree en la actuación de Dios en la
historia, que debe actualizarse siempre, partiendo del pasado. Pero
el concepto está matizado, y significa aquí el tiempo posterior del
NT, cuando la Iglesia debe ser fortificada con el recuerdo de la doc-
trina apostólica, que se interpreta, además, en contra de la herejía
(fuera de los pasajes mencionados de Jud y de la 2 Petr, cf. Tit 3,1;
2 Tim 2,8,14; 1 Clemente 53,1; 62,2). Cf. O. Michel, en ThWb 4,
678-687; N. A. Dahl, "Anamnesis", en StTh 1 (1947) 69-95.
15 Ae:ú-re:pov no debe pertenecer a r;wr;ai; o a -roui; µY¡ mO''t'EÚr;a:v't'ai;
respectivamente (así Wohlenberg, que piensa en la destrucción de
Jerusalén del 70 d. Cr. y en la salvación de la comunidad de enton-
ces), sino que debe referirse a &.1tw'A.e:r;e:v. El 1tpw-rov que ya delante
del oe:Ú't'e:pov no se expresa explícitamente. Habrá que completar así:
La primera vez en que era necesaria la ayuda de Dios, Dios los salvó.
Pero la segunda vez ha dejado ir a la ruina a los que siempre fueron
incrédulos.
216 Jud. Los falsos doctores 3-16

c1on de los falsos doctores, ya que contiene un ejemplo ins-


tructivo de lo que lleva consigo la incredulidad y la murmura-
ción contra Dios. Los impíos que menciona la carta de Judas
se han separado ellos mismos de la Iglesia, como lo demuestra
el ejemplo aducido. Han experimentado una vez la salvación,
pero se han dejado llevar de la incredulidad y de la separación
de la Iglesia. Su ruina es segura 16 •
6 El segundo ejemplo bíblico es la caída de los ángeles.
Como jefes poderosos del cielo tenían su cipx'ÍJ '[principado].
'Apx'ÍJ no significa aquí principio o estado original (como lo en-
tendían a veces los exegetas antiguos; así las Catenas, 155s
Cramer), sino, como lo entienden hoy todos los exegetas, po-
der, primacía. Según la concepción judía tardía y según el NT,
los espíritus celestes tienen sus propios dominios en el mundo,
de modo que los ángeles pueden llamarse cip~al '[principados]
(Rom 8,38; Col 2,15). Según el Dt 32,8 LXX, a los ángeles de
Dios se les han encomendado los pueblos (cf. Dn 10,12-20;
Henoc 72-82). Su poder es tan grande, que se les considera
"señores del mundo" (Ef 6,12). Tienen un lugar determinado
(olXTJ'"t''Í]piov [domicilio]). Según Ef 2,2; 3,10, su residencia se
encuentra en las regiones situadas debajo del cielo y sobre
todo en el aire. Pablo, de todas formas, atribuye estos lugares
a los espíritus malos. Pero Pablo presupone que estos espíritus
fueron creados como espíritus buenos (Col 1,16). Y como ta-
les vivían seguramente en otras regiones del cielo más altas.
Estos ángeles perdieron por propia culpa sus dominios celes-
tiales. Y recibieron así un severo castigo. Dios los tiene enea-
is El p12 ofrece en Jud 5 la lectura i}e:o.; XpLcr't'6.;, otras variantes
(Orígenes, A, B, algunos minúsculos, traducciones antiguas), ofrecen
'lr¡croú.; en lugar de xúpLo<;. Estas antiguas lecturas entienden, pues,
el Kyrios del Señor Jesús. La interpretación se imponía por el he-
cho de que la figura de Josué ('It¡croú.; LXX) en los relatos de la sa-
lida de Egipto se aplicaba fácilmente de una manera tipológica a
Jesucristo y los dos se veían en uno (J ustino, Dial. 120; Clemente
Alejandrino, Paed. 1, 60,3 ; Orígenes, In Exod. Hom. 11,3 = GCS 6,
254s; In Libr. Jesu Nave, Hom. 1,1 = GCS 7,288 y frecuentemente);
cf. J. Daniélou, Sacramentum futuri (1950) 202-216. Esta interpreta-
ción creía que Cristo preexistente había actuado desde antiguo en
la historia.,de Israel (Jn 12,41; 1Cor10,4,9 (varia lectio); 1Petr1,11;
Hebr 11,26). Por eso, Clemente Alejandrino, Paed. 3,44, dice ya cla-
ramente ó i}e:6.; y así leen tambin C corregido, la siria filoxeniana, los
minúsculos. El texto de P 72 parece ser en este caso un desarrollo ul-
terior a partir de aquí.
Jud. Los falsos doctores 3-16 217

denados en las tinieblas con cadenas eternas hasta "el jmc10


en el gran día'', es decir, hasta el último día (Act 2,20;
Apc 6,17; 16,14) 17 •
Las explicaciones de Judas hay que completarlas con otras
noticias sobre los ángeles del judaísmo tardío y hay que acla-
rarlas de acuerdo con ellas. Algo se puede sacar ya de Jud 7.
Según esto, Sodoma y Gomarra cometieron pecados de impu-
reza con otra carne, de la misma manera que los ángeles. Judas
acepta sin duda la explicación del Gen 6,1-4, propuesta por el
judaísmo tardío, tal como se encuentra ya en el códice A de
los LXX, al traducir los hijos de Dios de Gen 6,2 por &yye'Aot
't'ou 17eou [ángeles de Dios]; y así también Henoc 6s; 10-13;
15; Jubileos 5,1-10; Testamento de Rubén 5,6; Apocalipsis
siríaco de Baruc 56,12s; Documento de Damasco 2,19; Filón,
Gigant. 6; Josefa, Ant. 1,73; y también en 1 QGnApoc 2,1.
Así se en tendió el mito de los ángeles de Gen 6, 1-4: los ánge-
les abandonaron el cielo, se unieron físicamente con las muje-
res de la tierra y por eso anduvieron tras otra carne. Como
castigo fueron atados de manos y pies con cadenas, fueron
arrojados dentro de cuevas y agujeros y cubiertos con tinie-
blas.
Según otra interpretación, pesan sobre ellos las montañas
de la tierra. El día del gran juicio serán arrojados en una
cloaca de fuego. El libro de Henoc y Judas vuelven de nuevo
a tener puntos de contacto, y ya sabemos que Jud 14-15 cita
expresamente el libro de Henoc. Podemos concluir, pues, que
la carta sigue también aquí a Henoc 18 • Aplicada a los herejes,
la caída de los ángeles es también un ejemplo instructivo del
castigo que les espera, por haber traicionado una dignidad tan
elevada; es, además, un ejemplo del castigo de la incontinen-
cia, ya que Jud 8 echa en cara a los herejes este pecado.

7 El tercer ejemplo es la destrucción de Sodoma y Gomo-

17 G. Delling, en ThWb 1,479-483.


18 Billerbeck 3,781-783. También los Santos Padres han entendido
el texto de Gen 6,1-4 del comercio sexual de los ángeles caídos con
las hijas de los hombres, siguiendo en esto la interpretación judía
tardía; así Justino, 2 Apol. 4,3; Ireneo, Adv. haer. 4,36,4; Tertuliano,
De idol. 9; De hab. mul. 2; Apol. 22; Clemente Alejandrino, Paed. 3,
2,14; Strom. 3,7,59; Cipriano, De habitu virg. 14; Ambrosio, Apol.
Dav. 1,4.
218 Jud. Los falsos doctores 3-16

rra, ejemplo muy famoso del castigo divino, recordado tanto


por la tradición bíblica (Jer 23,14; Ez 16,48-50; Mt 10,15;
11,24; Rom 9,29), como extrabíblica (3 Mac 2,5; Testamento de
Neftalí 3,4; 4,1; Filón, Vita Mosis 2,56; y también una ins-
cripción de Pompeya 19 ). Junto con Sodoma y Gomarra Judas
menciona las ciudades circunvecinas que sufrieron el mismo
castigo. Según Dt 29,22 y Os 11,8, son Adamá y Seboim. El
pecado de estas ciudades consistió en que "se entregaron a
la prostitución y a pecados contra la naturaleza". Judas re-
cuerda el relato de Gen 19,4-25, según el cual los habitantes
de Sodoma quisieron violentar a los dos ángeles que habían
entrado como huéspedes en casa de Lot. Su carne era otra
carne, puesto que eran ángeles que habían tomado apariencia
humana 20 • (La tradición bíblica sólo habla de los sodomitas,
que intentaron cometer un pecado de impureza contra la na-
turaleza, y fueron impedidos por un poder superior. ¿Aplica
Judas el relato del pecado a Gomarra, porque Sodoma y Go-
marra se citan muchas veces unidas, o porque utiliza una tra-
dición extracanónica?
Sodoma y Gomarra son hasta hoy un ejemplo del castigo
divino, porque tuvieron que soportar la condenación a un fue-

A. Mau, Pompeji in Leben und Kunst (2 1908) 16.


19
Principalmente por razones dogmáticas, la exégesis ha inten-
20
tado otra explicación. Para oponerse a la hipótesis de que en Jud 6
se afirme que los ángeles habrían tenido relaciones sexuales en figura
corporal, el pecado de los ángeles habría consistido en la soberbia
(según la tradición patrística; cf. Orígenes, Hom. im Ezech. 9,2 =
GCS 4, 408s; Agustín, De genesi ad lit. 11,4 = CSEL 28,346). Jud 7
habría entonces afirmado que las ciudades en torno a Sodoma y
Gomarra habrían practicado la lujuria lo mismo que la propia Sodo-
ma y Gomarra (5µoLo'\I "t'p67to'\I "t'OÚ"t'OL~); así Felten, Vrede; F. Maier,
Der Judasbrief (1906) 34. Pero Sodoma y Gomarra se consideran poco
antes como femeninos (cf. Jud 7: ai 7tEPL a.Ó"t'CL~ 7t6AEL~) y no pueden
considerarse inmediatamente después como masculinos o neutros. Y
como de Sodoma y Gomarra se dice en Jud 7, que ahora sufren un
castigo eterno, debe decirse también de estas mismas ciudades, no
de las ciudades circunvecinas, que han pecado. G. E. Closen, Die Sünde
der "Sohne Gottes" Gn 6,1-4 (1937) 89-100, rechaza también una ex-
plicación de Jud 6 y de la 2 Petr 2,4 que se base en Gn 6,1-4. En
Jud 7 interpreta el "t'OÚ"t'O~~ de los falsos doctores. A. M. Dubarle,
"Le péché des anges dans l'Épitre de Jude", en Mémorial J. Chaine
(1950) 145-148, intenta ver bajo los rl:yyEAOt de Jud 6 a los mensajeros
que fueron enviados por Moisés para el reconocimiento de Canaán
(Nm 13), cuyo castigo Judas habría deserito con rasgos tomados del
libro de Henoc,
Jud. Los falsos doctores 3-16 219

go eterno 21 • La carta habla del presente: "quedan para escar-


miento". Esas ciudades pecadoras eran todavía en su tiempo
un ejemplo visible del castigo divino. Pues los lugares de deso-
lación que ocuparon con anterioridad están a la vista de to-
dos, convertidos en el mar Muerto. Así se explica el impresio-
nante panorama del mar Muerto, ya que debajo de él yacen
castigadas con fuego eterno las ciudades pecadoras 22 •

8 Partiendo de los tres ejemplos del pecado, la carta se


dirige ahora a los herejes que pecan de la misma manera
(óµolw~). Se les designa en primer lugar con el término
E\IU1tVLas6µi::voL [los soñadores]. La palabra hay que explicarla
partiendo del uso lingüístico del AT. El Dt 13,2,4,6 pone en
guardia ante la tentación de la idolatría provocada por un pro-
feta o un visionario (npoq:¡Y¡·t'"rJ<; fi EW1t\llias6µi::vo~). Según Is 56,10,
los jefes del pueblo son acusados de parecerse a perros mudos,
que yacen tumbados durmiendo y soñando. En Jer 34,9 y 36,8
LXX se mencionan en este orden las siguientes categorías de
personas que engañan al pueblo: falsos profetas, adivinos y
visionarios. Los sueños de estos falsos profetas no son sola-
mente ilusiones, sino visiones y sueños erróneos y que conducen
al error, según la opinión de la carta, son seguramente visiones
demoníacas, que engañan a los mismos que las tienen y luego
ellos engañan y seducen a otros 23 • Con esto concuerda lo que
a veces se reprocha a los gnósticos de preocuparse desenfrena-
damente de sucesos visionarios (Epifanio, Haer. 26,3).
A continuación se le reprochan a los falsos doctores tres
pecados. Manchan la carne. La relación con Jud 7 es clara.
Hacen como los sodomitas, que se dedicaban sin freno alguno
21 El genitivo '!tupo.; (1.LW'\llou puede referirse a oEi:yµ(X. (yacen allí
como una prueba del fuego eterno, pues han sufrido su castigo) o a
olxr¡v (yacen allí como un ejemplo, pues han sufrido el castigo del
fuego eterno). La primera interpretación puede verse en Wohlenberg.
La mayoría de las traducciones y de los comentarios se deciden por
la segunda interpretación (así Bigg, Chaine, Chame, Felten, Michl,
Knopf, Vrede, Windisch-Preisker); lo mismo F. Lang, en ThWb 6,
945 s.
22 Sodoma y Gomarra se localizan al sur del mar Muerto (Josefa,
Bell. Iud. 4, 483-485). El nombre antiguo se conserva aún al suroeste
del mar Muerto bajo la forma de Djebel Usdum.
23 Otra interpretación piensa que los sueños y la mancha de la
carne están en relación, y que los sueños son sueños voluptuosos y
sexuales; así la versión siríaca en Wohlenberg; Knopf,
220 Jud. Los falsos doctores 3-16

a los pecados contra la naturaleza. ¿Qué significa el segundo


reproche expresado con XUpLÓ'tE"t'a a1"E"t'OUCnV '[desprecian el
señorío]? En Ef l,20s y Col 1,16, xvpLÓ"t'r¡c; [dominación, seño-
río] es el título de potencias angélicas. Por otra parte, entre
las clases de ángeles se cuentan las potestades (Henoc 61,10;
Henoc eslavo 20,1; Cueva del tesoro 1,3). Puesto que en
Jud 8 las 06~1n [glorias, majestades] son ciertamente poderes
supraterrenos, podemos preguntarnos si xvpLÓ"t''T)"t'a no significa
también lo mismo. Pero xvpLÓ"t''T]c; en este sentido siempre se
usa en plural. Por eso aquí debe tener otro sentido y debe
significar el señorío del xúpLoc; [señor] (así la Didaché 4,1;
Hermas, Similitudines 5,6,1). El abstracto está aquí por el con-
creto y la palabra significa el Kyrios mismo (así la mayoría
de los exegetas 24 ). Sólo de esta manera (según óµolwc;) se
deduce el paralelismo esperado entre los pecadores actuales
y los de otros tiempos a quienes Jud 5 echaba en cara el des-
precio del Kyrios. A los falsos doctores se les reprochó ya en
Jud 4 la negación de Cristo, el Señor. Si aquel reproche se
refería a la desobediencia a los preceptos de Cristo, quizá ha-
bría que entender también así Jud 8. Si aquella acusación se
refería a doctores gnósticos, ésta probablemente también.
Los falsos doctores insultan a los seres gloriosos (oó~ac;
oe ~'lvMcpr¡:µoucnv). Originalmente la oó~a (kabod) es un atri-
buto de Dios (Ps 18; Ex 24,6s). Según Ezequiel (9,3; 10,4),
la oó~a de Dios está sobre los querubines. Según Apc 18,l, la
posee un poderoso ángel. De acuerdo con esto, los querubines
pueden llamarse xepou6tv oó~11c; [querubines de gloria] (Hebr 9,5)
y &yyEAOL "t'D<; oÓ~T)c; '[ángeles de gloria] (Testamento de Le-
ví 18,5) o ouvá:pac; "t'iíc; oó~nc; [fuerzas (potestades) de gloria]
(Testamento de Judá 25,2). En 2 Petr 2,lOs, lugar paralelo de-
pendiente de Jud 8, las oó~a,L son potencias angélicas enemigas
y malas. Es discutible si la palabra tiene también este sentido
en Jud 8. Naturalmente, la oó~a que pertenece originalmente a
Dios se atribuye sólo a los ángeles buenos en un principio. Pero
según 2 Petr 2,10, la oó~a, puede indicar también simplemente

24 W. Foerster, en ThWb 3, 1096. Los comentarios de Bigg, Chaine,


Charue, Felten, Michl, Vrede, Wohlenberg, interpretan el :x;up16't'TJ"t'IZ
de la gloria del Señor Jesucristo. Indecisos entre esta explicación y
la otra, que se referiría a una clase de ángeles, los comentarios de
Knopf y Windisch-Preisker.
Jud. Los falsos doctores 3-16 221

el poder de los ángeles en el bueno o en el mal sentido. En


Jud 8 quizá no se reflexione sobre el modo cómo se desarrolla
o realiza el poder de los ángeles. Los falsos doctores desprecian
a las poderosas potencias angélicas. Esto de cualquier modo
que sea, es necedad y soberbia, tanto si estas potencias pueden
obrar para bien o para mal. Por lo demás, en la doctrina de
Pablo sobre los ángeles no están tan claramente delimitadas
las fronteras entre los ángeles buenos y malos como lo están
entre nosotros y lo estuvieron ya en época posterior a Pablo.
Para Pablo, los ángeles y las potestades (Rom 8,38) y hasta un
ángel del cielo (Gal 1,8), pueden convertirse en potencias ame-
nazadoras del hombre. En Col 2,18, Pablo pone en guardia ante
un falso servicio de los ángeles que pudiera quitar la libertad.
¿Hay que buscar un exacto paralelismo entre la actividad de
los falsos doctores y los malvados según la Biblia, paralelismo
que pudiera estar indicado con óµolwc; '[de manera semejante]?
¿Consiste este paralelismo en que los falsos doctores insultan
a los ángeles, como los sodomitas quisieron pecar con los án-
geles en figura humana? En realidad la afirmación de la carta
se refiere quizá a que la especulación gnóstica sobre los ánge-
les conocía también espíritus buenos, aunque de rango infe-
rior, que eran minusvalorados por lo menos según la opinión
de los hombres piadosos 25 •

9 Un ejemplo de la historia sagrada demuestra el atrevi-


miento de los blasfemos. El arcángel Miguel tuvo que disputar
una vez con el diablo acerca del cuerpo de Moisés. Pero se
abstuvo de insultar al diablo. Los blasfemos, en cambio, se
atreven a hacer lo que el arcángel Miguel no se atrevió a hacer
con el diablo. ¡Cuánto menos deberían los hombres mortales
insultar a las potestades! Los Padres de la Iglesia conocieron
aún la leyenda sobre la ascensión de Moisés, a la que se refiere
aquí Judas. Convienen todos ellos en que Judas la tomó de
allí; así Clemente Alejandrino, Adumbr. in Epist. Judae
(GCS 3,207); Origenes, De princ. 3,2,1; Dídimo Alejandrino,
In Epist. can. brevis enarr. 92 Zoepfl.

2 s G. von Rad y G. Kittel, en ThWb 2, 240-256; J. Sickenberger,


"Engel- oder Teufelslasterer im Judasbriefe (8-10) und im 2. Petrus-
briefe (2,10-12)?", en Festschrift zur fahrhundertfeier der Universitiit
zu Breslau (1911) 621-639.
222 Jud. Los falsos doctores 3-16

Se ha perdido el fragmento de la ascensión que describía


la muerte y el entierro de Moisés. El libro debía conservar
la misma tradición que se ha conservado también en otros lu-
gares. La tradición procede de Dt 34,6: Y Yahweh enterró a
Moisés. Posteriormente pareció demasiado duro este antropo-
morfismo, y así la versión de los LXX traduce: Y Moisés fue
enterrado. Filón, Vita Mosis 2, 291, dice que lo enterraron po-
tencias angélicas inmortales 26 •
En la doctrina judía sobre los ángeles, Miguel es sobre
todo el protector de Israel y el luchador contra el diablo. El
combate narrado en Jud 8 aparece, por tanto, como una parte
de su misión. Miguel es un arcángel (cipxá.yyeA.o~). En la lite-
ratura bíblica, Miguel lleva este título solamente aquí. En
Dn 12,1 se dice que es ó &yyeA.o~ ó 'µÉycx~ [el ángel (el) grande].
La palabra cipx&.yyeA.o~ falta en los LXX; en el NT, fuera del
texto de Judas, aparece solamente en 1 Tes 4,16. Pero es muy
frecuente en la literatura judía tardía, en la literatura gnóstica
y mágica. Las especulaciones interminables del judaísmo tar-
dío sobre los ángeles, que distinguen entre los ángeles diversas
clases y consideran a algunos ángeles en particular como los
más poderosos, conocen cuatro o seis o siete arcángeles. El
NT no señala nada nuevo acerca de estas cuestiones muy dis-
cutidas en su tiempo. Y esto es una prueba de que no las con-
sideraba importantes.
En su lucha con el diablo, Miguel no se atrevió a juzgarlo
y a condenarlo. Pues esto hubiera sido un insulto a la potencia
diabólica 27 ; Miguel dejó en manos de Dios este juicio. Y lo
manifiesta con una palabra tomada de Zac 3,2, en donde se
describe también una disputa entre un ángel y el diablo acerca
del sumo sacerdote Josué.

10 La carta vuelve al v. 8. Los tres reproches de Jud 8 se


resumen aquí en dos, la blasfemia y la satisfacción de los ape-
titos carnales. Como causa de las blasfemias se aduce la ig-

26 Las pruebas en particular en J. Jeremias, en ThWb 4, 858 y 870;


J. Michl, en RAC 5, col. 245. ¿Puede relacionarse el texto de Jud 9
con el libro descubierto en Qumrán (todavía no publicado) sobre las
palabras de Miguel al ángel (C. Spicq, Agape 3 (1959) 345)?
27 Kplcn.; f3A.~cr<p1]µlrx,.; es un genitivo de cualidad = un juicio, que
sería una blasfemia; F. Büchsel, en ThWb 3, 942s.
Jud. Los falsos doctores 3-16 223

norancia. ¿Se les niega justamente el conocimiento a éstos que,


en cuanto gnósticos presumían de un especial conocimiento? 28 •
Jud 19 dice que no poseen el espíritu, sino que son puramente
humanos. Por eso no pueden entender las cosas celestiales y
espirituales. Según 1 Cor 2,10,14s, el hombre puramente hu-
mano no puede entender las cosas del espíritu de Dios. Sólo el
hombre espiritual puede juzgar todo. A los falsos doctores de
tal modo les falta la comprensión espiritual que se entregan
a los instintos naturales. Sólo entienden lo que también com-
prenden los animales. Puesto que en Jud 4,7,8 se hablaba de
la impureza, también aquí se refiere el autor principalmente a
los pecados sexuales. También en Rom 1,24 aparece la inmorali-
dad sexual como consecuencia del error espiritual. Los falsos
doctores caen así en la corrupción. El autor naturalmente no
piensa que estos hombres van a la ruina física por sus desen-
frenos, sino que van a la ruina, porque Dios los va a juzgar y
castigar 29 •

11 Lo mismo que en Jud 5-7, también aquí se prueba la


maldad de los impíos con ejemplos del AT. Los ejemplos de
castigos tomados del AT deben ser una amonestación para los
impíos y deben poner en guardia a la Iglesia ante ellos. A estos
pecadores les espera el " ¡ay! " Pero no resulta fácil y seguro es-
tablecer los puntos de comparación entre los antiguos y los
actuales impíos.
Los falsos doctores han emprendido el camino de Caín y
lo siguen ahora. ¿En qué se parecen a Caín? ¿Quizá porque
causan la muerte espiritual de sus adeptos, como Caín causó
la muerte física de su hermano? ¿O porque persiguen a los
creyentes y buscan su ruina, como Caín persiguió a Abel?
¿O porque Caín se dejó arrastrar por el instinto malo en vez
de seguir el mandato divino? En Gen 4,12-16 se menciona re-
petidas veces el camino de Caín, cuando se dice que andaba
intranquilo e inseguro. ¿Se parecen a él los falsos doctores,
según Jud 12?
Más segura que estas suposiciones nos parece una interpre-
tación tomada de la historia contemporánea. Según Filón, De

2sH. Seesemann, en ThWb 5, 120-122.


29 J. Sickenberger, l. c., pp. 621-639; L. Brun, Segen und Fluch
im Urchristentum (1932) 125.
224 Jud. Los falsos doctores 3~i6

posterit. Caini 38s, 42; Migrat. Abr. 75, Caín es jefe y maestro
de los hombres que se rebelan contra Dios, que se dejan arras-
trar por sus sentimientos y pasiones y están destinados a la
ruina eterna. Para Josefo, Ant. l,52ss, Caín es el hombre impío
por antonomasia, ladrón y prepotente y seductor e inductor a
la lujuria, el latrocinio y todo tipo de maldad. Según Hebr 11,4,
Caín es el prototipo de la incredulidad. Los libertinos de la
Iglesia primitiva vieron también en Caín un personaje de esta
catadura, cuando se llaman a sí mismos cainitas, según el tes-
timonio de Ireneo, Adv. haer. 1,31,1; Epifanio, Raer. 38,1,1-3.
En conclusión, cuando Jud dice que los falsos doctores han
emprendido el camino de Caín, quiere afirmar que son ateos
y codiciosos como él.
La historia de Balaam se ha trasmitido en el AT de di-
versas maneras. Según Nm 22 - 24; Jos 24,9s; Miq 6,5, bendice
a Israel por mandato de Dios. Según Nm 31,16, en cambio,
los madianitas por consejo de Balaam indujeron a los israelitas
a la lujuria y a la rebelión contra Yahweh en Baal Peor. Y así
Balaam fue matado en una expedición punitiva contra Madián
(Nm 31,8). En la tradición judía posterior ganó terreno esta
última interpretación (así en Filón, Vita Mosis 1,264-300, y
en la exégesis rabínica de Nm). La historia de Balaam refiere
varias veces la recompensa que se le había prometido si mal-
decía a Israel. Según la antigua tradición, Balaam rechazó
esa recompensa, según la tradición posterior, la aceptó (¿ya
Dt 23,5; Neh 13,2? ; en todo caso, Filón, Migr. Abr. 113s;
Vita Mosis 1,268; Josefo, Ant. 4,118).
La literatura rabínica repite este reproche. Balaam se con-
vierte al fin en el prototipo del codicioso, blasfemo y seductor.
El NT acepta esta tradición. Así en Apc 2,14 se dice: Como
Balaam fue culpable de la idolatría y la lujuria de Israel, así
los nicolaítas corrompen a la iglesia de Pérgamo. Los falsos
doctores de la carta de Judas se han entregado a 't'ft nAcivn
"t'O\.Í BciA.cx.á;µ '[al error (al camino errado) de Balaam]. Esto pue-
de significar que han seducido a otros, como hizo Balaam
(n'A.civn hay que entenderlo entonces en sentido activo) o que
han sido ellos objeto de la seducción o del engaño de Balaam
(n'A.civn se entendería entonces en sentido pasivo). Esta última
interpretación es la más probable. Puesto que se dice de los
adversarios que obran como Caín y Coré, quiere indicarse
Jud. Los falsos doctores 3-16 225

también que actúan como Balaam y pecan como él. Los falsos
doctores son acusados además de blasfemia y de lujuria, es
decir, de los pecados de Balaam. M~cril"ofí hay que interpretarlo
sin duda como un genitivo de precio = por causa de la re-
compensa. Los adversarios hacen su negocio como codiciosos,
vicio que ya Jud 16 les reprocha. El NT pone en guardia tam-
bién repetidas veces ante la predicación por codicia (1 Petr 5,2;
Tim 3,3) y a los falsos doctores se les reprocha muchas veces
el deseo de ganancia (2 Cor 12,14-18; 2 Tim 3,6; Tit 1,11) 30 •
El pecado de Coré, según Nm 16, consistió en oposición y
rebelión contra Moisés y el sacerdocio aronítico. El y su des-
cendencia fueron aniquilados por Yahweh. Los falsos docto-
res cometen la misma culpa, pues se oponen a los jefes de las
comunidades y perturban o destruyen el orden establecido.
Su suerte ya está echada. Ya han sido destinados a la ruina
(&.nwA.ov't"o [perecieron]). Esto tiene ya vigencia ahora, porque
se encuentran perdidos para la Iglesia y la tendrá además en
el juicio 31 •

12 En Jud 12-13 se sigue caracterizando a los falsos doc-


tores, pero ya no con palabras y ejemplos tomados del AT, sino
con expresiones tomadas de la naturaleza o con frases y ejem-
plos proverbiales. Los falsos doctores toman parte en las reunio-
nes eclesiásticas, en los ágapes. 'Aycim1 32 significa aquí la co-
mida en común, que en el siglo r era a la vez recuerdo de la

30 Sobre la historia de Balaam y su interpretación, cf. Billerbeck


3, 771 y 793; K. G. Kuhn, en ThWb l, 521-523; H. Braun, ibid., 6, 251;
L. Goppelt, Typos (1939) 192; C. Spicq, Agape 2 (1959) 357s.
3 1 G. H. Boobyer, "The Verbs in Jud 11", en NTSt 5 (1958-59)
45-47, intenta explicar todos los verbos del versículo, refiriéndolos
al castigo de los malos: "Van a la muerte por el camino de Caín;
van a tropezar en el error de Balaam y se pierden en la desobediencia
de Coré".
ª2 La tradición textual no es unitaria. En Jud 12, la mayoría de
los manuscritos, junto con P 72 , leen áyá1ta:ti;; en el lugar paralelo
de la 2 Petr 2,13 (véase allí), unos pocos manuscritos y las antiguas
versiones leen áyá7tati;. Los demás textos ofrecen la lectura á1tá't"ati;.
Pero áyá7ta:ti;, a causa de la rareza de la palabra, debe ser original
en Jud 12. El cambio podría ser una igualación posterior de Jud 12
con el &.7tá"t'ati; de 2 Petr 2,13, o ha podido ser tomado previamente,
porque parecía inadmisible que los herejes tomaran parte aún en la
celebración eucarística de la Iglesia. Cuando se escribió una vez
&.7tá"t'ati;, sucedió luego que se estableció el texto completo de la si-
guiente manera: Év 't"a:i:i; &.7tá't"ati; aÚ"t'WU (en lugar de óµWv).
CARTAS.-15
226 Jud. Los falsos doctores 3-16

cena del Señor y comida ordinaria. Así hay que entender los
textos de Act 2,46 y 1 Cor 11,17-34. El nombre de &:yá1tr¡
para designar esta comida está atestiguado en la literatura más
antigua precisamente a través de Jud 12 y luego por Ignacio,
Carta a los de Esmirna 8,2. Pero también Juan ha debido
conocer este nombre, porque en la descripción de la cena del
Señor acumula llamativamente el empleo de las palabras &.yr.rn&v
'[amar] y &.yá1tr¡ [amor]. En el siglo n se separó el recuerdo
de la cena del Señor de la comida ordinaria. El primer testi-
monio de este hecho es Justino, 1 Apol. 67. Después se si-
guieron celebrando comidas no cultuales en amistosa frater-
nidad y recibieron el nombre de &.yámxt, como testifican Cle-
mente Alejandrino (Paed. 2,1,4; 3,2,10) y Tertuliano (Apol. 39;
De ieiun. 17; Passio Perpetuae et Felicitatis 17,1).
En los banquetes los libertinos son crmA.áoec;. La palabra no
puede aclararse con seguridad. A veces se traduce por "escollo",
a veces, por "mancha" 33 •
Como Pablo tuvo que corregir abusos en Corinto en la cele-
bración de los banquetes (1 Cor 11,17-24), también Judas echa
en cara a los falsos doctores su desvergüenza en la comida co-
munitaria. La carta dice de los falsos doctores cruveuwxoúµ:evot
&.cp66wc; écxu't'ouc; 1tOtµ;cxlvov't'ec; [con-bien-banqueteando sin
1

temor (vergüenza) apacentándose a sí mismos]. ¿A qué se re-


fiere cruv- [con-]? ¿Banquetean junto con otros miembros de
la comunidad o lo hacen con otros como ellos, separándose de
los demás? Probablemente hay que pensar lo primero, porque
precisamente aquí radica el peligro, ya que, a pesar de su he-
rejía, están aún unidos con la comunidad. Se apacientan a sí
mismos, por lo tanto, piensan sólo en su provecho 3 \
3 3 Desde Homero, crmA.á.c; significa peñasco, piedra. También al-
gunos Padres entienden así la palabra (Pseudo-Ecumenio PG 119,716).
Según la antigua lexicografía significaría el arrecife peligroso que se
encuentra debajo del agua. En el contexto de Jud 12, la palabra sig-
nificaría que los adversarios son en la comunidad un peligroso escollo
para la fe y la moral. Según otra explicación, tanto amA.á.oec; como
0"7ti:A.ot significarían mancha. En el lugar paralelo a Jud 12 en la
2 Petr 3,13 aparece 0"7ti:A.ot en vez de amA.á.oec;. La Vulgata traduce
las dos veces maculae. Según el léxico de Hesiquio, crmA.ác; significa
mancha, suciedad. Los herejes son, pues, una vergüenza para la co-
munidad. Cf. para Jud 12, y sobre todo para áyá.mx.t y 0"1ttAá.oi;c;, ade-
más de los comentarios, C. Spicq, Agape 2 (1959) 345-351.
3 4 'Aq¡66wc; puede relacionarse con cruvwwxoúµevot o con 7totµrx:l-
vov-rec;. Los editores vacilan entre la división por medio de una coma
Jud. Los falsos doctores 3-16 227

Los falsos doctores se parecen a las nubes sin agua, que son
arrastradas fácilmente por los vientos. La imagen describe bien
la naturaleza de los adversarios. Es apariencia vacía sin con-
tenido vital. No tienen estabilidad ni ofrecen confianza. Imáge-
nes parecidas se encuentran en Prov 25,14 (según el texto origi-
nal y en Sab 5,14. Entre estos textos del AT y Judas no existe
probablemente dependencia literaria alguna, sino que unos y
otros utilizan imágenes naturales, y quizá metáforas prover-
biales.
La imagen siguiente manifiesta igualmente la carencia de
frutos en los falsos doctores. Son árboles sin fruto. La afirma-
ción sube de punto por los distintos atributos que se les apli-
can, aunque es difícil aclararlos. (l>ihvonwpwá (formado por
cpiHvw desaparecer y onwpa. otoño), significa otoñal (tardío).
Los árboles que en otoño no tienen frutos (&xa.pna.) son árbo-
les inútiles. ¿O quiere decir Judas que los adversarios se pa-
recen a los árboles pelados, como los árboles en el otoño y en
invierno que, al no tener hojas, están como muertos? ¿Por qué
se dice que están "dos veces muertos"? ¿Quizá porque, al es-
tar antes muertos en el pecado, han experimentado ahora un
rayo de vida (Ef 2,5), para caer de nuevo en la muerte? ¿O se
emplea esta expresión para indicar la doble muerte de que
habla el Apocalipsis (2,11; 20,6,14; 21,8)? La muerte corpo-
ral se convierte en muerte eterna por el juicio divino. Los im-
píos, como todos los demás hombres, están destinados a la
muerte natural, pero también lo están para la segunda, aún
más, ya han muerto de esta muerte, pues el juicio y la con-
denación divina son ciertos para ellos (J ud 11 : &:nwAoV"t'O [pe-
recieron]). Los herejes no producen ni pueden producir fruto
alguno. Pues son como árboles "arrancados de raíz". Judas
puede describirlos así, porque han sido arrancados del suelo
fértil de la Iglesia. Ellos mismos abandonaron la comunidad y
se han vuelto por ello infructuosos. Y por el juicio de Dios han
sido arrancados definitivamente de la Iglesia. El NT emplea
frecuentemente la imagen del árbol fructuoso e infructuoso
(Mt 3,10; 7,19; 15,13; Le 13,6-9; Jn 15,2-6; Tit 3,14). Estas

delante o detrás de &:qi66w~. Relacionan la palabra con cruveuwxoúµEvoL


Merk, Nestle, von Soden, Vogels y también Chaine, Charue, Felten,
Michl, Vrede, Windisch-Preisker, Wohlenberg; y con 'ltOLµ«lvoV't'E~
Souter, y además Bigg, Knopf.
228 Jud. Los falsos doctores 3-16

imágenes son muy semejantes entre sí, sin necesidad de ver


en ellas una dependencia literaria.

13 Las olas furiosas del mar arrojan a la playa toda basura.


Así arrojan la espuma de su vergüenza y sus malas acciones
los falsos doctores. Sus inquietos instintos los impulsan a arro-
jarlas fuera. Imágenes parecidas se encuentran en Is 57,20 (se-
gún el texto original) y en Sab 14,1. Tampoco aquí debe haber
dependencia literaria.
Si la comparación de los falsos doctores con las "estrellas
fugaces" podría explicarse sencillamente como una imagen to-
mada de los fenómenos de la naturaleza, la frase siguiente:
"a las que está reservada para siempre la oscuridad de las ti-
nieblas", hay que explicarla por un ambiente mitológico. Henoc
(libro de Henoc 18-21; 90,21-24) vio en su viaje al cielo a
aquellos ángeles que, según Gen 6,1-4, se habían unido con
las hijas de los hombres, como siete estrellas que abandonaron
su ruta y por eso fueron encerradas en un abismo oscuro, ata-
das con cadenas hasta el gran día del juicio. La imagen tras-
ladada a los falsos doctores quiere decir que son luz engañosa,
por haber abandonado el orden, y que les está destinado un
horrible castigo. La misma comparación en Teófilo, Autolycus
2,15,47,49: "Las estrellas que se mueven y van de una parte
a otra, los denominados planetas, son una imagen de los hom-
bres que se separan de Dios y abandonan su ley y sus precep-
tos" 35 •

14-15 La amenaza de castigo se corrobora con una cita de


Henoc, es decir, Judas cita evidentemente el texto del libro
de Henoc. Los versos 14-15 de Judas se relacionan estrecha-
mente con Henoc 1,9, a pesar de que la cita no se encuentra
literalmente ni en el texto etiópico ni en el texto griego. Dadas

35 El libro de Henoc puede aducirse para la explicación del texto


con tanta mayor razón, cuanto que Jud 14 cita expresamente a Henoc.
Judas 13 parece explicar la frase ~CT"t'Épe:c; 'ltf..a:vij"t'a:t, en conexión con
los pasajes de Henoc, aplicándola a los planetas y a los espíritus este-
lares personificados en ellos, los cuales han abandonado su camino y
por eso serán castigados. Se creía que innumerables espíritus erran-
tes y que sufrían su castigo estaban ligados o atados a meteoros y
cometas, que se ven y luego desaparecen, y a los planetas que siguen
su curso, al parecer sin regla alguna. Cf. H. Braun, en ThWb 6,251.
Jud. Los falsos doctores 3-16 229

las pequeñas diferencias entre uno y otro, podemos pregun-


tarnos si Judas toma la cita inmediatamente del libro de He-
noc o la cita según la recordaba.
Henoc "profetizó". Como los profetas, predijo también él
el futuro. Así entendían e interpretaban el judaísmo tardío y
el NT los escritos de los profetas en general, aplicándolos
a la hora presente (véase el comentario a 1 Petr 1,10-12) 36 •
Según la genealogía del Gen 5,3-18 y 1 Cron 1,1-3, se dice
que Henoc fue el séptimo después de Adán, tal como lo
distinguen también el libro de Henoc (60,8; 93,3) y los tex-
tos rabínicos 37 • Siete es también aquí un número sagrado y
una señal de la gracia de Dios. Henoc es el justo perfecto y
el llamado de Dios y por eso vale tanto más su palabra. Ju-
das introduce la cita del libro de Henoc con estas palabras:
tooiJ TjMsv xúptoc; '[he aquí (que) vino el señor]. Es Tj).,il"sv un
pretérito profético, que expresa la certeza de la acción divina
en el presente. La palabra xúptoc; que añade Judas, un cristiano
podría entenderla de Cristo, pues en el NT se refiere muchas
veces a Cristo, cuya venida estará acompañada de ángeles y así
lo esperaba la fe cristiana (Mt 25,31). Pues "las santas miría-
das" son los ejércitos celestiales, según el uso lingüístico del
Antiguo y Nuevo Testamento (Dt 33,2; Hebr 12,22). El AT ve
también al juez divino acompañado en su venida por los án-
geles santos (Zac 14,5). Los pecados, por cuyo motivo serán
castigados los impíos, se distinguen en pecados de obra y de
palabra. Los pecados de palabra son las blasfemias contra Dios
y el mundo divino, que el autor de la carta reprocha una y
otra vez a los malvados (Jud 8,10,11,16,18). Como pecados es-
peciales de obra la carta menciona con frecuencia la lujuria
(Jud 4,8), y la codicia (Jud 11,16). También aquí deben enten-
derse fundamentalmente los mismos pecados.
La exégesis antigua y moderna se extraña de que Judas
utilice aquí un libro judío apócrifo. Ya los Santos Padres re-
conocieron la cita. Según dice Jerónimo (De vir. ill. 4), algunos
no admitieron este libro en el canon precisamente por esta

36 KtZi puede pertenecer a É7tpoql'!rcwcTEv (también Henoc ha pro-


fetizado esto; así Knopf) o a 't'OÚ't'O~~ (Henoc habló también de la
generación actual, no sólo de sus contemporáneos; así Bigg, Felten,
Michl, Vrede, Wohlenberg).
31 Billerbeck, 3, 787.
230 Jud. Los falsos doctores 3-16

cita. Lo mismo dice Dídimo Alejandrino (PG 39, 1815). El libro


de Henoc gozaba entonces de un gran prestigio. Se menciona
y se utiliza en el libro de los Jubileos 4,17-23. En el Testamento
de los doce patriarcas se cita hasta nueve veces. En Qumrán
se han encontrado numerosos fragmentos arameos del libro
de Henoc y de otra literatura relacionada con él. Bernabé 16,5
cita el libro de Henoc como escritura canónica, Tertuliano lo
cita como profecía inspirada por el Espíritu Santo (De idol. 15),
Clemente Alejandrino (Ecl. Proph. 2), con el mismo valor que
el libro de Daniel.
En tiempo posterior, cuando ya no se conocía el libro
de Henoc, y por razones apologéticas se quería defender de
error el libro de Judas, al considerar éste el libro de Henoc
como inspirado y como obra auténtica del patriarca Henoc,
en este tiempo, decimos, se propuso la hipótesis de que Judas
no citaba el libro apócrifo, sino una profecía auténtica de He-
noc, trasmitida por tradición oral hasta el tiempo del autor 38 •
Pero esta opinión es totalmente insostenible. ¿Cómo habría
podido trasmitirse oralmente esta profecía de Henoc desde
aquella época primitiva? Por otra parte, la profecía hace uso
de tales ideas sobre el mundo de los ángeles y sobre el juicio
y delata unas reflexiones morales tan avanzadas, que no puede
remontarse al tiempo de Henoc ni por el contenido ni por la
forma. En la actualidad los exegetas reconocen casi unánime-
mente que Judas 14-15 cita el libro apócrifo de Henoc. Como
lo hacía su época, también Judas estima mucho este libro y
cree sin discusión, como sus contemporáneos, que el libro
procede realmente del patriarca Henoc. Por eso lo cita como
libro profético y alude a él en otros pasajes (Jud 6,12) 39 •

16 La carta sigue caracterizando a los falsos doctores, al


aplicarles, según parece, la profecía de Henoc y reprocharles
pecados de palabra y de obra. royyuG""t''Í¡<; '[murmurador] no se
usa más que aquí en la Biblia, pero aparece en la traducción
de Símaco, en Is 29,24; Prov 26,22, y de Teodoción, en

38 Todavía Charue, Felten y Vrede consideran posible esto; lo


mismo F. Maier, Der Judasbrief (1906) 27-31.
39 Sobre la cita de Henoc, cf., fuera de los comentarios, H. Ode-
berg, en ThWb 2, 553-557; A. Oepke, ibid., 3, 988; A. Friedrich, ibid.,
6, 832.
Jud. Los falsos doctores 3-16 231

Prov 26,20. En cambio, el verbo yoyyúsew [murmurar] y el


sustantivo yoyyu0'.µ6~ [murmullo] aparecen con frecuencia en el
griego bíblico. Significan el juicio y condenación de Dios por
el hombre, que, elegido y favorecido por Dios, le debe confian-
za, agradecimiento y obediencia, pero que en lugar de testimo-
niarle estas cosas, se muestra descontento de Dios, murmura
contra él y le niega su fe y confianza (Ex 16,7-12; Nm 14,27-
29; 17,5,10; Mt 20,11; Jn 6,41)'10 • M<:µtlit':µotpot '[quejosos] son
los que están descontentos con su µoi:pCl, su suerte 41 • Las pa-
labras yoyyuO'.'tClL y '[JiEµtlil·µotpot se relacionan mutuamente y
se completan una a otra. Están descontentos con su suerte, en
cuanto que hacen a Dios responsable de la misma. Parece que
no tiene fundamento alguno la opinión de algunos comentaris-
tas (Charue, Felten, Windisch-Preisker), que opinan que la
murmuración y la rebelión se dirigen contra los jefes y el or-
den de la comunidad. ¿Critica Judas una postura que podía
derivarse de la visión gnóstica del mundo? El gnóstico cree que
el alma está encarcelada en el cuerpo y que el espíritu humano
es una chispa de luz divina encerrada en la materia. ¿Están
descontentos los falsos doctores de su suerte por esto?
Tres pecados de palabra menciona Judas a continuación:
"Su boca dice insolencias". Teodoción, hablando del discurso
blasfemo de Antíoco Epífanes (Dn 11,36), dice: °NCl),:l¡on
Ú'ltÉpoy:x:a '[dirá cosas muy infladas (orgullosas)]; el mismo
reproche en Henoc 5,4; 27,2; 101,3; Asunción de Moisés 7,9.
Dado que el autor acusa antes a los malvados de blasfemias
contra Dios (Jud 4,8,10) y alude después a los yoyyuO'.'tal '[mur-
muradores] habrá que tomar también este hablar insolente,
no como un acto de orgullo o vanidad, sino como una palabra
contra Dios. G>Clu:µásew 'ltp60'.W'ltOV [admirar la cara] o
'ltpfow'ltCl '[las caras] es una expresión frecuente en los LXX que
significa hacer aprecio de las personas (y corresponde a la ex-
presión hebrea niisii' piinzm, es decir, levantar el rostro de la
persona que se ha inclinado hasta el suelo para saludar, y signifi-
ca, por tanto, recibir a una persona); así en Gn 19,21 ; Dt 10,17;
28,50; Job 13,10; 22,8. Ya reprende el AT la acepción de
personas, cuando uno recibe favorablemente a los ricos y po-

40 K. H. Rengstorf, en ThWb l, 727-737.


41 W. Grundmann, en ThWb 4, 578.
232 Jud. Deberes de los creyentes 17-23

derosos y desprecia a los pobres (Lv 19,15; Dt 10,17; Am 5,2;


Prov 24,23; 28,31; Eclo 10,22). En el NT prohíbe Sant 2,1 la
acepción de personas entre los jóvenes.
La adulación de los poderosos se hace "por interés'', según
Jud 16. Ya Jud 11 reprochó el mismo vicio. La acusación de
que los adversarios "caminan según sus deseos", hay que en-
tenderla, según Jud 4,8,10, de un reproche contra la lujuria,
pero, según Jud 11,16, puede entenderse también como codi-
cia. ¿En qué relación sintáctica y de contenido se encuentra
la frase XCl:'t'tX 't'tXc; emil'uµlac; aU't'W\I 'ltOpeu6µc:\IOL (andando se-
gún sus concupiscencias] con respecto a lo anterior yoyyucr-ra1.
µc:µljJlµoipoL [murmuradores quejosos de su suerte]? ¿Afirma
el autor que los adversarios están descontentos con su suerte
y para olvidar su desazón o para dominarla viven según sus de-
seos? ¿O que por seguir sus deseos, viven aún más insatisfe-
chos, y por eso buscan nuevos placeres?
Los reproches pertenecen, por lo menos en parte, a un es-
quema tradicional de acusaciones. Por eso, no se debería in-
tentar deducir demasiadas cosas sobre el modo de vida de los
herejes de la carta de Judas (véase más adelante, pp. 324-329).

2. Deberes de los creyentes


(Jud 17-23)

En Jud 4-16 se describió a los adversarios y se les anunció


el castigo merecido. Ahora la carta se dirige a los lectores
cristianos: "Pero vosotros, queridos ... ", y les recuerda los de-
beres que tienen en medio de los peligros de la Iglesia. No
obstante, se vuelve a hablar otra vez de los falsos doctores y
el autor insiste en caracterizarlos (Jud 18-19).

17 Pero vosotros, queridos, acordaos de las cosas pre-


dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, que
os decían: 18 en los últimos tiempos habrá escarne-
cedores que caminarán según sus impíos deseos. 19 Es-
tos son los que originan separaciones, tienen pensamien-
tos terrenos, sin espíritu. 20 Pero vosotros, queridos,
edificaos sobre vuestra santísima fe. Orad en el espíritu
santo. 21 Conservaos en el amor de Dios, esperando
Jud. Deberes de los creyentes 17-23 233

la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida


eterna. 22 De unos, de los que dudan, compadeceos;
23 salvadlos, arrancándolos del fuego; de los otros,
compadeceos con temor, aborreciendo hasta la túnica
contaminada por su carne.

17 Los lectores no deben extrañarse de que haya en la


Iglesia falsas doctrinas y falsos doctores. Judas afirma esto
con tal insistencia y le interesa en tal medida evitar todo po-
sible escándalo, que se reconoce sin género de duda que la
Iglesia de su tiempo sintió ya el problema de la escisión de sí
misma a través de las desviaciones doctrinales como una pe-
sada carga. Judas quiere evitar el escándalo, recordando que
los Apóstoles ya habían predicho estas cosas para la Iglesia.
No son, por tanto, sucesos que hayan entrado en la Iglesia
contra toda espectativa y que por eso permitan dudar de la
Iglesia.
El NT conoce un círculo estricto y otro más amplio de
Apóstoles. Al primero pertenecen los doce; al segundo perte-
necen también los misioneros primitivos (Act 14,14; Rom 16,7).
No obstante, el uso del término apóstol en el segundo sentido
es raro y desaparece pronto. De acuerdo con esto hay que
entender Jud 17. Se entiende el colegio de los doce y en cuan-
to colegio se le reconoce una autoridad apostólica.

18 Entre los escritos trasmitidos bajo el nombre de los


Apóstoles no se encuentra ninguna frase que concuerde con
Jud 18 (sería 2 Petr 3,3, el único texto; pero esta carta se
escribió después de la de Judas). Judas, por otra parte, tam-
poco quiere decir que cite un escrito en particular, sino que
intenta reproducir de una manera general la predicación apos-
tólica. Alude sin duda a las pT¡µa:ta. 1tpoewr¡µÉva.... o't't eA.eyov
[palabras predichas ... que decían]. Esta doctrina apostólica pue-
de encontrarse reproducida en pasajes como Act 20,29s; 1 Tim
4,1-3; 2 Tim 3,1-5; 4,3; cf. Didaché 16,3. Esta predicación
apostólica se remonta en último análisis a las palabras del
Señor, tales como las de Me 13,22; Mt 24,24.
Los falsos doctores aparecerán E1t' EtrXtX1:0U 't'OU xpóvou '[en
el último tiempo]. Sólo aquí se designa así el tiempo final. Or-
dinariamente el NT dice f.v 1:'Ü ÉtrXtX't'lJ 1¡·µÉpq, '[en el últim0
234 Jud. Deberes de los creyentes 17-23

día] (Jn 12,48) o ev -i:aii; fo'xél,;aii; l¡µépaii; [en los últimos


días] (Act 2,17; 2 Tim 3,1). De este modo toma el NT una
palabra de la predicación profética (Gn 49,l; Nm 24,14; Is 2,2;
Os 3,5; Miq 4,1). En los profetas, el último día es unas veces
el día de la salvación mesiánica y otras, el del juicio. También
en el NT están muy cercanas las dos ideas (Act 2,17; Hebr 1,2;
1 Petr 1,20). En los escritos tardíos, en cambio, pueden estar
separados los dos sucesos, puesto que el tiempo mesiánico ya
pertenece a la historia pasada y el último día esperado se con-
vierte en el día del juicio (J n 12,48). El último tiempo, de to-
das formas, es el tiempo del pecado y de la apostasía y de
todos los lamentos que conducen al juicio (2 Tim 3,1; Jud 18).
La aparición de los malvados demuestra que el último tiempo
ya ha comenzado.
Los adversarios son escarnecedores (Eµnai:x't'm). La pala-
bra no dice de por sí que los escarnecedores se hayan burlado
de cada uno de los artículos de la fe de la Iglesia (de todas
formas, la palabra tiene un sentido más restringido en 2 Petr
3,3s, cuando se dice que los escarnecedores se burlan de la
tardanza de la parusía). Sino que los escarnecedores son tam-
bién en el NT (Gal 6,7), como ya lo eran en el Antiguo (Is 3,4;
Prov 14,9; 19,24,29; 2 Mac 7,27), los impíos y los contradicto-
res de los piadosos. El sustantivo se llena del sentido del ver-
bo EµnalsELV [burlarse de uno, insultarlo, vejarlo], que aparece,
como en su lugar propio, en la predicción de la pasión (Me 10,34)
y en la descripción de la misma (Le 23,36; Me 15,20,31). Aquí
significa la violencia del pecador contra el Santo 42 • Jud 18 re-
pite la acusación del v.16, en el sentido de que los impíos si-
guen sus propias pasiones 43 •
Los vv. 17-18 comentados permiten reconocer a la carta de
Judas como un escrito de la época apostólica tardía. El tiem-
po de los Apóstoles y de la primitiva iglesia apostólica se dis-
tingue claramente del tiempo presente. Entonces era el tiempo

42 G. Bertram, en ThWb 5, 629-635.


43 La añadidura de "t'W'V iicrEoELW'V tiene varios sentidos. Puede per-
tenecer a "t'~ Ércdl'Uµlac; y entonces sería un genitivo subjetivo ( = pa-
siones que proceden de la impiedad); así Chaine, Charue, Felten,
Knopf; o puede ser un genitivo objetivo ( = pasiones según la im-
piedad); así Bigg. La tradición textual no autoriza a rechazar la
añadidura como una glosa, como se propone a veces (por ejemplo,
Windisch-Preisker).
Jud. Deberes de los creyentes 17-23 235

del anuncio previo, ahora es el tiempo de la realización co-


menzada. Los doce Apóstoles forman una unidad. También su
predicación se concibe como una unidad. Y esta predicación
unánime y concorde se dirige a toda la Iglesia. Su palabra, por
lo tanto, vale también para los lectores de la carta. La realidad
histórica, por el contrario, consistió en que cada comunidad
tuvo su propio apóstol como maestro y fundador. ¿Permite
esta expresión concluir que Judas no se incluye a sí mismo en-
tre los doce Apóstoles? Desde luego, no se sigue necesaria-
mente. Pero como otros datos (véase la Introducción, p. 197)
hacen muy probable que el autor de la carta no sea un Apóstol,
nos inclinaríamos a ver también aquí confirmada esta hipó-
tesis.

19 Los falsos doctores son calificados de aTIOOLoplsov't'E~.


En el griego profano sólo se encuentra una vez el verbo en
Aristóteles (Politica 4,4,13), y significa separar, definir. El verbo
más frecuente OLOPLSELV significa igualmente definir o simple-
mente separar. Por eso Jud 19 puede explicarse de distintas
maneras. Para unos, los falsos doctores son aquellos que, den-
tro de las comunidades, definiendo maliciosa y astutamente,
separan a unos de otros, quizá porque se definen a sí mismos
como gnósticos y pneumáticos, y a los otros como psíquicos
(así Bigg, Chaine, Felten, Knopf, Windisch-Preisker), para otros,
son simplemente los que originan separaciones (así Michl,
W ohlenberg). De una o de otra manera son culpables de dis-
cordia y de escisiones en la comunidad. El NT se ve obligado
a prevenir muchas veces contra los partidos dentro de la
Iglesia (1 Cor 1,11; Gal 5,20; 1 Tim 4,1) 44 •
Los falsos doctores son "los que tienen pensamientos te-
rrenos (psíquicos), sin espíritu". La distinción entre psíquicos y
pneumáticos es conocida en el NT por los escritos de Pablo.
Psíquico es el que sólo conoce la vida natural y vive según
ella, siendo incapaz de comprender las cosas divinas (1 Cor 2,13-
-15; cf. 1 Cor 15,44-46). En Judas 19 debe de tratarse del mis-
mo contraste. Falta de espíritu no significa falta de compren-

4 4 K. L. Schmidt, en ThWb 5, 456s. No sería imposible una ex-


plicación que partiera del significado filosófico de la palabra (según
Aristóteles): Son dialécticos, que destruyen la fe por medio de sus
discursos.
236 Jud. Deberes de los creyentes 17-23

s1on natural, sino falta de comprensión espiritual. Espíritu es


aquí, como casi siempre en el NT, el Espíritu Santo. La here-
jía no lo posee. La Iglesia sí lo tiene (Jud 20). Judas utiliza
aquí los conceptos formados por Pablo. Esto es mucho más
probable que el que se sirva inmediatamente del lenguaje de
la gnosis. De todas formas, es posible que lo utilice mediata-
mente, dado que hay que contar con que Pablo emplea ideas
y palabras formadas en la gnosis 45 •

20 Frente a la herejía que destruye la unidad, está la Igle-


sia unida en la fe. La Iglesia se describe como una casa, según
la metáfora corriente en el NT (cf. el comentario a 1 Petr 2,5).
El NT puede decir que Dios ha edificado la Iglesia (Ef 2,20 ;
Col 2,7; 1 Petr 2,5), como puede decir también que la edifican
los Apóstoles y los investidos de un cargo (1 Cor 3,10). Se-
gún Jud 20, los propios creyentes se edifican a sí mismos para
la Iglesia. El dativo "t'ñ nlrnn '[ ... fe] puede significar el medio
a través del cual se realiza la edificación o también el funda-
mento sobre el que se edifica. Si en Jud 20 se entiende el
"t'ñ nlcnn como medio de la construcción, entonces nlcnic; es
fides qua creditur; si se entiende el "t'ñ rclO'"t"EL como fundamen-
to de la construcción, entonces la TCLO""t"Lc; es la fides quae cre-
ditur. Ahora bien, dado que en Jud 3, TCLO'"t"Lc; es únicamente la
fides quae creditur, habrá que entender también así la palabra
en Jud 20. Esta fe se llama aquí fe santísima. Si en el lenguaje
neotestamentario es santo lo que pertenece a Dios y ha sido
separado del mundo (cf. el comentario a 1 Petr l,15s), la fe
puede llamarse santa, porque procede de Dios como revelación
divina y siempre permanece ajena al mundo. Esta fe, en cuan-
to conjunto de doctrina y de vida, es el bien supremo de la
Iglesia. Se ha conseguido ya la conciencia de la época apostóli-
ca tardía y de la época católica primitiva.
La fe se expresa en la oración. Si la fe significa ante todo
la objetividad de la regla de fe trasmitida, Judas habla aquí,
no obstante, de la creencia personal subjetiva. El espíritu es
la interioridad de la fe, que se expresa en la oración. La ora-
ción en el espíritu santo es una doctrina profunda de la teolo-

45 E. Schweizer, en ThWb 6,435.


Jud. Deberes de los creyentes 17-23 237

gía paulina (Rom 8,15,26; 1 Cor 12,3; Gal 4,6; Ef 6,18). En


Judas parecen descubrirse sus efectos.

21 Las discusiones sobre si &ychtT) fü:ou [amor de Dios] es


un genitivo subjetivo u objetivo no pueden resolverse fácil-
mente. Gramaticalmente ambas cosas son posibles y una y
otra dan un buen sentido. Puesto que el verbo "t'T)p'Í¡O"a"t''E [guar-
dad] recalca la acción propia del hombre, puede también ha-
llarse expresada la misma intención en la frase aychtT) i}e:ou y
entenderlo, en consecuencia, como un genitivo objetivo, con
la recomendación de amar a Dios (así Chaine). Pero, dado que
en Jud 2lb e'Ae:o~ "t'OÍ:Í xuplou [misericordia del señor] es cier-
tamente un genitivo subjetivo y en la fórmula ayárcT) i}e:ou
[amor de Dios] se encuentra un tal genitivo, según el uso lin-
güístico corriente del NT en lugares parecidos (Rom 5,5;
8,39), podría pensarse quizá mejor en un genitivo subje-
tivo para indicar el amor de Dios a los hombres (así Bigg,
Felten, Knopf, W ohlenberg). A la obra de Dios corresponde en
consecuencia la acción del hombre en la amonestación Éau-rou~
"t'T)p'Í¡O"a"t'E [guardaos a vosotros mismos]. El verso expresa la
acción conjunta de Dios y del hombre en una fórmula de sin-
ergismo 46 •
La recomendación de esperar se halla en una perspectiva
escatológica. Tanto en el griego profano, como en el bíblico,
rcpoO"OÉxoµaL tiene dos significados: recibir y esperar. En este
último sentido tiene acepción histórico-religiosa. Se emplea
para describir la espera de la llegada escatológica en Le 2,25 ;
de la segunda venida de Cristo en Le 12,36; Tit 2,13; Hebr 9,28,
y también así en Jud 21. La vuelta de Cristo se llama n.e:o~
[misericordia]. ¿Qué idea se expresa aquí? Si el creyente tu-
viera la garantía de que en el juicio de Dios pudiera estar se-
guro de no ser condenado, sino glorificado, no esperaría la
misericordia, sino la justicia. Por eso se trata probablemente de
decir que hasta el justo no podría estar en pie en el juicio,

46 Ante la presencia de éstas y otras formaciones genitivales · pa-


recidas podríamos preguntarnos si el autor tenía conciencia clara de
qué clase de genitivo se trata. ¿No podría él pensar lo mismo en el
movimiento del amor procedente de Dios o hacia Dios? C. Spicq,
Agape 3 (1959) 351-353, habla, en consecuencia, de un "genitivo
comprensivo", que contiene ambas ideas; lo mismo Michl, Windisch-
Preisker.
238 Jud. Deberes de los creyentes 17-23

si el juez sólo aplicara la justicia, en consecuencia hasta el


justo sólo puede esperar en la misericordia gratuita de Dios.
Henoc 27,3, dice hablando de los bienaventurados, que han
sido salvados por la misericordia divina. Y, además, el NT sabe
que no hay ningún hombre sin pecado (1 Jn 1,8) y que sólo
hay justicia corno don de Dios (Rorn 3,24). Así habrá que in-
terpretar también Jud 21. Sólo la misericordia de Dios conduce
a la vida eterna 4 7 •
El NT atribuye originalmente el juicio a Dios; pero corno,
según el propio NT, la palabra de Jesús decide acerca de los
hombres (Mt 10,32s), Jesús puede ser llamado juez en el NT
ya desde el principio (Mt 25,31-46; 26,64). En Jud 21, Cristo
también aparece corno juez, cosa que es totalmente clara para
el kerigrna apostólico (2 Cor 5,10). Esta es una de tantas prue-
bas de córno se expresa cada vez de una manera rnás clara e
indiscutida la dignidad divina de Cristo en la fe y la doctrina
de la Iglesia.
Los vv. 20-21 de Judas son arrastrados en su construcción
gramatical por el verbo 't'1JP'ÍJO'a:tE [guardad], al que se le
añaden los tres participios E'ltOLxoooµounEc;, 'ltpOO'EVXÓ'µEVOL,
'ltpoO'OEXÓ'[J;EVOL [super-edificantes, orantes, esperantes]. Este debe
ser también el orden real. La recomendación fundamental
consiste en que el creyente guarde el arnor de Dios, es decir,
que permanezca en el arnor que Dios ha mostrado al hom-
bre. De este permanecer en el arnor de Dios se derivan, corno
actos singulares, la fidelidad en la fe, la oración en el espíritu
y la esperanza escatológica. La acción del hombre sólo es
posible por la acción de Dios.
En estos versos pueden verse, por otra parte, las conocid<i,s
listas. Corno lista de virtudes: la fe, la oración, el amor, la
esperanza. A la lista conocida por 1 Tes 1,3; 1 Cor 13,13: fe,
esperanza, arnor, se añade aquí la oración. También en los
vv. 20-21 se encuentra una lista dogmática importante: Espí-
ritu, Dios, Cristo, y esta lista aparece corno contenido de la
tradición de la fe eclesiástica, es decir, "de la fe santísima"
(sobre las fórmulas trinitarias en el NT, cf. el comentario a
1 Petr 1,2). El dogma de la Iglesia se va formando.

47 Para 7tpocroéxoµa.L, cf. W. Grundmann, en ThWb 2,56s; para


!!A.eo<; cf. R. Bultmann, ibid., 2, 479-482.
Jud. Deberes de 1os creyentes 17-23 239

22-23 A la exhortación a los miembros fieles de la comu-


nidad para que lleven una vida digna de los creyentes se añaden
a continuación recomendaciones sobre el modo de comportarse
con los errados. La exacta comprensión del verso se ve dificul-
tada por la inseguridad de la trasmisión textual. Muestra dos
tipos principales (junto a otras pequeñas variantes). El códi-
ce B presenta una forma más breve en dos miembros: xaJ. oÜ<;
µE:v EAEii:tE oLJaxpwoµÉvou<; O"tj¡SE"t'E EX 1tupoc; &pmisovnc;, ov<;
oE: EAEii"t'E EV cpó6cp [y a unos, vacilantes, tenedles misericordia,
salvad(los) arrancándolos del fuego; y a otros tenedles mise-
ricordia con temor]. Una forma más larga, en tres miembros la
ofrecen los códices "Alef" A y otros: ove; µE:v EAÉYXE"t'E ("Alef"
EkEéi"t'E) OLaxpi:voµÉvouc;, ouc; oE: atjisE"t'E EX 1tUpo<; &pmisoV"t'Ec;,
ove; oE: EkEEL"t'E ("Alef" EAEéi"t'E) E:v cpó6cp '[a unos vacilantes, ar-
güidles ("Alef" tenedles misericordia); a otros salvad(los) arran-
cándolos del fuego; a otros tenedles compasión ("Alef" tened-
les misericordia) con temor]. El texto del códice B es defec-
tuoso desde el punto de vista estilístico; el texto del códice A
es más claro y más fácil de entender. De acuerdo con el prin-
cipio de que el texto más difícil es el más antiguo, quizá haya
que decidirse por el texto B. Los textos de "Alef" A y los textos
semejantes de los Santos Padres y de las traducciones pueden
explicarse fácilmente a partir de B como lecturas facilitan tes 48 •
El texto más corto distingue dos grupos, uno dañado, pero en
torno al cual puede aún trabajarse, y otro ya perdido, con el
que se ha roto todo lazo de unión. Los pertenecientes al pri-
mer grupo son los que dudan (oLaxpwÓµEVoL) 49 , es decir, los
que todavía no se han separado del todo de la Iglesia y no se
han dedicado definitivamente a la escisión. Estos merecen aún
4 8 Se deciden por el texto más largo, de tres miembros, los si-
guientes editores: Merk, Souter, y los siguientes comentaristas: Cha-
rue, Felten, Knopf, Vrede, Windisch-Preisker, Wohlenberg; lo mismo
F. Büchsel, en Th Wb 3, 948 y O. Michel, ibid., 4, 697; además,
W. Bieder, "Judas 22f", en ThZ 6 (1950) 75-77. Siguen el texto más
corto: Nestle, von Soden, Vogels y los comentarios de Bigg, Chaine,
Michl. La lectura de P 72 es singular: oOc; µE.v be nupoc; &pmic:ra:t':::,
füa.xpwoµévouc; BE. ÉA::::::i"t'E Év cp66C¡> µtc:roiív.,;:::c;. P 72 , a pesar de su an-
tigüedad, no es de tal valor que se le pueda seguir en contra de todos
los demás testimonios. El texto parece haber sufrido aquí una co-
rrección, que lo abreviaba y hacía más fácil.
49 Á1a.xplv:::c:rfra.1, propiamente discutir (Jud 9), debe tener aquí el
significado de dudar, corriente en el NT (Mt 21,21; Rom 4,20;
Sant 1,6); cf. F. Büchsel, en ThWb 3, 948-951.
240 Jud. Deberes de 1os creyentes 17-23

compasión 50 • Pero hay que arrancarlos del fuego en el que ya


han caído. La expresión procede de Am 4,11; Zac 3,2, en
donde el fuego sólo es un símbolo de un gran peligro. Pero,
según Jud 7, el fuego debe tener también aquí un sentido es-
catológico (Mt 13,42,50) 51 •
El otro grupo de falsos doctores ha caído en un abismo
mucho más profundo de corrupción. La compasión de la Iglesia
se extiende aún a ellos. Pero es imposible cualquier lazo de
unión mutua. La compasión debe ir acompañada del temor
ante cualquier mancha y contaminación. Los creyentes no de-
ben entrar en contacto alguno con los extraviados, ni siquiera
tocando exteriormente sus vestidos, porque la maldad inte-
rior ha manchado ya hasta el vestido 52 • (La misma imagen en
Apc 3,4). En la separación de los extraviados de la comunidad
se ha de seguir la regla fundamental sobre el pecador impeni-
tente (Mt 18,15-17), aplicándola aquí al caso de la falsa doc-
trina. Lo mismo se aconseja en 2 Tes 3,14s; 1 Cor 5,5; 1 Tim
1,20; Tit 3,lOs.
Pero ¿cómo puede ejercitarse la compasión con aquellos
con quienes los creyentes no deben tener relación alguna?
Apenas queda otra posibilidad que la oración de intercesión
(como ya se dice en la Didaché 2,7 ; Ignacio, Carta a los de
Esmirna 4,1). ¿O se recomienda dar noticia a las autoridades
eclesiásticas del grupo de los herejes? 53
En Jud 23, la carne hay que entenderla en sentido peyora-
tivo como la carne caída en pecado y la existencia humana su-
mida en la culpa. La palabra no tiene necesariamente en el NT
este sentido, sino que muchas veces significa el cuerpo y la
existencia corporal, y sobre todo el hombre en cuanto tal
(Le 3,6; Jn 17,2; Gal 2,20). En Juan (3,6), y más aún en Pa-
blo (Rom 6,19), la carne significa la naturaleza humana debi-
litada, y a veces en Pablo, la naturaleza caída en pecado y la

5o R. Bultmann, en ThWb 2, 480.


51 F. Lang, en ThWb 6, 945s.
52 O. Michel, en ThWb 4, 497.
53 Algunos textos (pero sólo minúsculos) parecen haber entendido
así el sentido, porque en 23b, en lugar del segundo é)vEéi't'E, leen
éA.ÉYXE't'E (= poneos en el buen camino). Ha habido varios intentos
de explicar este texto oscuro por medio de diversos cambios; Woh-
lenberg propone como conjetura Éii't'e: y éA.ricra't'e: ( = expulsadlos);
Windisch-Preisker propone éx6á)v)ve:'t'E (= arrojadlos fuera).
Jud. Conclusión 24-25 241

existencia humana sumida en la culpa (Rom 7,18; 8,3). Tam-


bién Jud 23 se halla bajo el influjo de este significado deter-
minado por Pablo.

Conclusión
Doxología final
(Jud 24-25)

La carta termina con una larga doxología. La solemnidad


del estilo litúrgico se eleva de la dura polémica de los versos
anteriores. Faltan los saludos y las noticias personales, con
que suelen terminar las cartas propiamente dichas. Pero tam-
bién en 2 Petr 3,18; 2 Clemente 20,5 se sustituye el saludo
final con una doxología.
Desde el punto de vista histórico formal no es difícil or-
denar la doxología de Judas. Emplea una forma fija. Concuerda
ampliamente con Rom 16,25-27. Pueden compararse, además,
Ef 3,20; 1 Tes 5,23; 1 Tim 1,17; 6,15s; 1 Petr 4,11; y tam-
bién Mt 6,13; 1 Clemente 65,7; Martirio de Policarpo 20,2.
El origen paulino de Rom 16,25-27 es indiscutible. El estilo
de la doxología está tan fijamente establecido, que de la coin-
cidencia entre Judas y Romanos no puede concluirse que Judas
dependa de Romanos, cosa que sólo sería posible si Roma-
nos 16,25-27 procediera de Pablo y no de algún autor poste-
rior. Las doxologías de Judas y de Romanos pueden haber
utilizado independientemente una de otra la misma materia
tradicional 54 •

24 A aquel que puede guardaros sin pecado y presen-


taros irreprensibles ante su gloria con júbilo; 25 al
unzco Dios, nuestro Salvador por medio de Jesucristo,
nuestro Señor, gloria, magnificencia, fuerza y poder desde
antes de todos los siglos, y ahora y por todos los siglos.
Amén.

24 De manera usual, el comienzo de la doxología se refiere

5 4 J. Dupont, "MON.m :ro<I>.m ®E.OI. La doxologie de Roro XVI,


27", en EThLov 32 (1946) 368; H. Kamlah, Traditionsgeschichtliche
Untersuchungen zur Schlussdoxologie des Romerbriefes (1955) 66-87.
CARTAS.-16
242 Jud. Conclusión 24-25

al poder de Dios con palabras un tanto oscuras. También


Rom 16,25; Ef 3,20; Martirio de Policarpo 20,2 comienzan
con la misma referencia al 't"Q 8uvcx:µÉvcp '[al (que es) poderoso]
y aluden, como Judas, al concepto de la gloria de Dios. La
propia palabra introductora bÉ '[pues (postpuesto)] pertenece
al estilo. Se alaba la gloria de Dios, porque es suficientemente
grande para poder realizar la petición de la oración que sigue.
Puesto que sólo Dios puede crear la salvación escatológica que
se pide en la oración, sólo Dios puede ahora, en este momento,
guardar a los creyentes de todo pecado y permitirles ver su
gloria (8ó;a) después de este tiempo. A.ó~a significa aquí, se-
gún su sentido bíblico original, la gloria de Dios como su pro-
pia esencia, que Dios manifestará a los bienaventurados en el
cielo (1 Tes 3,13; 1 Petr l,8s; 4,13). Judas 24 concuerda ade-
más con Ef 1,4 (Col 1,22), en donde se dice, sin embargo,
que Dios guarda a los creyentes irreprensibles en la vida,
mientras que en Judas se dice que Dios los presentará irre-
prensibles en la eternidad. El que permaneció sin pecado ni
caída es finalmente el perfecto (&µwµoc; [in-maculado]) irre-
prensible. Esta palabra relativamente rara se usa con predi-
lección en los LXX y en el NT. Significa la irreprensibilidad
cultual del sacrificio (Ex 29,l; 1 Petr 1,19) y la irreprensibili-
dad moral religiosa del creyente (Ps 14,2; Prov 11,5; Ef 1,4;
Fil 2,15; Apc 14,5).
En consecuencia, la irreprensibilidad es siempre la que
se prueba y se conserva ante el puicio de Dios y de Cristo.
El concepto tiene siempre un sentido escatológico, como lo
tiene expresamente en Judas 24 55 • También la aya'A.A.lmnc;
[exultación] está orientada en sentido escatológico. La pala-
bra (con ayaA.A.~cioµa~ '[exulto]) sólo está atestiguada en el
lenguaje bíblico y eclesiástico y designa aquí la alegría cultual
y escatológica, pues la alegría del cielo se describe precisa-
mente como una fiesta cultual (Ps 50,8,12; 125,2,5s; Is 12,6;
25,9; 1Petr4,13; Apc 19,7) 56 •
25 La doxología continúa empleando fórmulas tradicionales.
La unicidad de Dios se alaba también en Rom 16,27; 1 Ti-
moteo 1,17. Ef 3,20; 1 Tim 6,15s; 1 Petr 4,11; Martirio de
55 F. Hauck, en ThWb 4, 836.
56 R. Bultmann, en ThWb 1, 18-20.
Jud. Conclusión 24-25 243

Policarpo 20,2 terminan también como aquellas doxologías con


la alabanza de la gloria eterna de Dios. Pero la materia tra-
dicional adquiere en Judas nuevo significado por el hecho
de que su doxología se eleva del oscuro trasfondo de la carta,
que nos dice que algunos, que en otro tiempo pertenecieron
a la Iglesia, se separaron de ella o tuvieron que ser separados
de ella. La buena voluntad del hombre no basta para perma-
necer fiel hasta el final. Aunque la carta reclama sin cesar
acciones morales buenas, sabe que el hombre no puede alcan-
zar por sí mismo la justificación y la santificación finales, sino
que son siempre don y obra de Dios, "que es poderoso para
guardar sin pecado" (mientras que en el contexto de Roma-
nos 16,25-27, que habla de la revelación y del anuncio del mis-
terio de Dios, Dios es "el único sabio"). Por eso, en Judas
25 a Dios se le alaba en cuanto Salvador.
En la mayoría de los casos, el título de Salvador en el NT
se aplica a Cristo; aquí, en cambio (como en Le 1,47; 1 Timo-
teo 1,1; 2,3; 4,10; Tit 1,3; 2,10; 3,4), se aplica a Dios. El
AT también habla de Dios Salvador (los LXX traducen crw't''Í¡p),
pero esta expresión tiene un sentido restringido, y, como en
concepto de salvación en el AT, significa salvación de Israel
(Dt 32,15; Is 17,10; Ps 78,9) o salvación de un peligro tem-
poral (Ps 24,5; 26,1,9). En el NT Dios es Salvador en cuanto
liberador de todos los hombres y como liberador de la conde-
nación eterna para conducir a los hombres a la salvación eterna.
Cuando el autor llama a Dios µóvoc:; fü:óc:; fúnico Dios] (tam-
bién en Rom 16,27; 1 Tim 1,17; 6,15s), posiblemente alude
con ello a los doctores gnósticos, que distinguían grados en
Dios y separaban al Dios eterno del Dios creador del mundo,
que sería de rango inferior. Por lo demás, ya en el AT se en-
cuentran confesiones expresas de monoteísmo, rechazando todo
politeísmo (2 Sm 19,15,19; Ps 86,10; Is 37,16,20; Dn 3,45
[LXX]; Neh 9,6; 2 Mac 7,37; 4 Mac 7,23), pero son raras en
el NT. En la predicación dirigida a los paganos se encontraba
ciertamente la doctrina sobre la unicidad de Dios (1 Tes l,9s).
Pero el monoteísmo era para el judaísmo y luego para el cris-
tianismo (Me 12,29) una cuestión tan evidente que no había
casi motivo para hablar de ello (J n 17,3; 1 Cor 8,4,6; Ef 4,6).
A este único Dios se le atribuyen en la doxología de Ju-
das cuatro atributos. La oó~cx: '[gloria] se le atribuye a Dios
244 Jud. Conclusión 24-25

en las doxologías de una manera constante (Le 2,14; 19,38;


Rom 11,36; 16,27; Gal 1,5 ; Ef 3,21; Fil 4,20; 1 Timoteo
1,17; Hebr 13,21; 1 Petr 4,11; 2 Petr 3,18; Apc 4,9; 7,12).
Me:yaA.wO"ÚVfJ en el griego bíblico significa grandeza y majestad
y sólo se predica de Dios. En una doxología se encuentra la
palabra en 1 Cro 29,11 en la misma frase que en Dt 32,2.
En el NT (Hebr 1,3; 8,1) el término sirve para describir un
nombre de Dios. En las doxologías se encuentra al mismo
tiempo que en Judas en Henoc 14,16; 1 Clemente 20,12; 61,3;
64; 65,2; Martirio de Policarpo 20,2; 21,1. ¿Sigue Judas
en el uso de esta palabra al libro de Henoc? Los Padres
ciertamente no dependen de Judas. En definitiva, la palabra
p;e:yaA.wO"ÚV'l'} parece haber sido añadida entonces de una ma-
nera corriente a las doxologías.
El término xpái:oc; '{poder] se atribuye, tanto en los LXX,
como en el judaísmo griego (en Filón, entre otros), a hombres,
animales y cosas, pero con más frecuencia a Dios. En el NT,
con la única excepción de Hebr 2,14, el término xpái:oc; se
atribuye siempre a Dios (Le 1,51; Act 19,20; Ef 1,19; Col 1,11)
o a Cristo (Ef 6,10). La palabra aparece muchas veces en las
doxologías (1 Petr 4,11; 5,11; 1 Tim 6,16; Apc 1,6; 5,13).
El término significa aquí el poder soberano de Dios, a quien
corresponderá la victoria final.
Si :xpái:oc; designa el poder en sí, É~ouO"la designa la pleni-
potencia para obrar. En los LXX (Dn 4,14) y en el judaísmo
tardío, esta propiedad se atribuye expresamente a Dios; lo
mismo en el NT (Le 12,5; Act 1,7). En las doxologías sólo apa-
rece la palabra en Jud 25.
Dios posee los atributos del poder en todo tiempo. El tiem-
po se divide aquí en pasado, presente y futuro. En el NT, alwv
designa tanto el tiempo remoto como eterno. En Jud 25, alwv
es un tiempo largo y lejano. Para expresar la eternidad, la pa-
labra es matizada con una alusión al pasado (Tipo 1tavi:oc; "t'OU
alwvoc; '[por todo el tiempo]) y otra al futuro (Ele; Tiáv"t'ac; "t'ouc;
alwva.c; 1{para todos los tiempos]). Estos giros sólo se encuen-
tran aquí; pero otros giros parecidos se encuentran en otros
pasajes; así, por una parte, en 1 Cor 2,7; por otra, en Rom 1,25;
Gal 1,5. Precisamente en las doxologías es donde más se usan
estas fórmulas (Rom 9,5; 2 Cor 11,31; Gal 1,5; Ef 3,21;
Hebr 13,21; 1 Petr 4,11; Apc 1,6). Estas fórmulas pertenecen al
Jud. Conclusión 24-25 245

uso lingüístico del judaísmo helenístico a partir de los LXX 51 •


La doxología no contiene ningún verbo, como suele suce-
der (véase el comentario a 1 Petr 4,11). En Jud 25 sólo es po-
sible una afirmación en el sentido de un indicativo, pues sólo
éste se añade a 7tpo 1te<:V-co~ -coü o:twvo~. Partiendo precisamen-
te de aquí, se puede suplir en las demás doxologías neotes-
tamentarias, no un 'ELTJ Tsea], sino un f:O'-clv [es]. Ata 'l1Jcrou
Xptcr-coü [por Jesucristo] puede ponerse con lo anterior o con
lo siguiente. Si se pone con lo anterior, entonces se diría que
Dios lleva a cabo la liberación por medio de Jesucristo, como
dice frecuentemente el NT que Cristo es el mediador de la ac-
ción de Dios: la creación (J n 1,3 ; 1 Cor 8,6; Col 1,16), la
revelación de la salvación y la reconciliación (Jn 1,17; 3,17;
Act 10,36; 2 Cor 5,18; Col 1,20), el juicio (Rom 2,16), la sal-
vación final (Rom 5,9; 1 Cor 15,57). (Así lo interpretan Chaine,
Felten, Vrede, Wohlenberg).
Pero ota 'l1Jcroü Xptcrnü podría pertenecer también a la
doxología de acuerdo con el siguiente orden de palabras: xápL~
-c0 i}EQ ota 'ITJcroü Xplicn-oü [gracia(s) a Dios por Jesucristo]
(Rom 7,25); oót;rx -c0 i7E0 OLa 'ITJCTOÜ XpLCT't'OÜ [gloria a Dios
por Jesucristo] (Rom 16,27; 2 Cor 1,20; Col 3,17; 1 Petr 4,11).
(Así lo interpretan Bigg, Knopf, Michl; Charue y Windisch-
Preisker no se deciden por ninguna solución). De todas for-
mas, parece dura la afirmación de que Dios, "por Jesucristo,
nuestro Señor'', consiguió la gloria desde antes de todos los
siglos. Por eso, parece más aceptable unir ota 'ITJ·CToü Xpt;cnou
[por Jesucristo] con crw-cijpL i¡µwv [al salvador nuestro].
Para &.µ1¡v [amén] cf. 1 Petr 4,11.

57 H. Sasse, en ThWb l, 197-209.


2 Carta de Pedro
INTRODUCCIÓN

l. Finalidad, género literario y destinatarios

La carta deja reconocer sin dificultad la ocasión y el moti-


vo. Intenta fortificar a la Iglesia en la fe tradicional y verdadera
contra los manejos de los falsos doctores (l,12s; 3,2). El con-
traste con las falsas doctrinas tiene su fundamento original y
principal en la enseñanza escatológica (3,3; pero ya en 1,16).
Los sectarios critican la espera de la parusía e intentan conmo-
ver la esperanza de la comunidad cansada por la larga expec-
tación. De este error fundamental se derivan otros. Los ad-
versarios niegan al Señor de la parusía (2,1,10) y echan por
tierra el oden moral con la espera del juicio (3,3).
En el capítulo 2 se describe ampliamente su inmoralidad.
A pesar de que en todo este capítulo no se menciona la paru-
sía, no obstante, se ha introducido en la carta aquel otro tema,
cuya extensión desmesurada se explica, porque la segunda de
Pedro toma casi íntegramente la carta de Judas. En contra de
estos falsos doctores la 2 Petr habla expresamente de la espera
de la parusía (l,4,8,11; 3,10,14). Enseña la soberanía divina de
Jesús (l,2,16s; 3,18), y exhorta una y otra vez a la vida moral
y al esfuerzo continuado (1,4-11; 3,11,14,17).
El interés mismo que la carta demuestra por la sagrada
Escritura se dirige contra la herejía. La profecía, como dice la
carta, es la palabra de Dios por medio de los hombres, luz en
250 2 Petr. Introducción

las tinieblas de este mundo, garantizada ahora de nuevo por


la aparición de Cristo. La palabra necesita una recta interpre-
tación, si no se quiere que resulte un motivo de ruina (1,19-21).
Junto al libro sagrado del AT entra ahora el libro nuevo de la
Iglesia. Pero los herejes abusan inconsideradamente de la Es-
critura (3,16). El capítulo 2 es también una prueba de la refle-
xión sobre la Escritura, al evitar el autor cuidadosamente to-
das las citas de libros apócrifos que se encontraban en la carta
de Judas (véase antes, en la carta de Judas). Comienza, pues,
la crítica de la exuberante tradición sobre los datos de la sa-
grada Escritura y la lucha por el canon, que la Iglesia tuvo que
comenzar pronto y continuar a lo largo de siglos contra la gno-
sis, que intentaba ampliar inconsideradamente el canon.
Los destinatarios de la carta son, según 3,1, los mismos que
los de la 1 Petr. De acuerdo con el encabezamiento (1,1) son
todos los que han recibido la fe. La carta se dirige, por tanto,
a toda la Iglesia, es decir, es un escrito didáctico general, que
sólo conserva externamente el aspecto de una carta. Como es-
crito del final de la edad apostólica, la carta ya no conoce la
antigua y anticuada distinción entre Iglesia judeocristiana y
pagano-cristiana, Se dirige más bien y sin más trámites a los
paganocristianos. Si las características de la falsa doctrina es-
tán bien señaladas, al calificarlas de gnosis y de libertinaje mo-
ral (véase más adelante, pp. 324-329), puede pensarse que un
tal movimiento sólo era concebible entre los paganocristianos,
partiendo de los presupuestos espirituales y morales del hele-
nismo. Por otra parte, los textos de 2,18 y 20 sólo pueden en-
tenderse como una alusión a la conversión del paganismo. Y
cuando la carta subraya la unidad entre Pedro y Pablo (3,15),
tenemos otra alusión a la iglesia procedente del paganismo,
que veneraba a Pablo como su fundador. Por eso, la carta apela
principalmente a la autoridad de Pablo (3,16).

2. Tiempo y lugar

La 2 Petr se presenta como carta de Pedro. Pero son tantas


las razones de peso que hacen discutible su autenticidad, que
no es posible datarla en la época en que vivió Pedro. La 2 Petr
Tiempo y lugar 251

3,1 se refiere a la 1 Petr y además utiliza la carta de Judas.


Dado que no es posible una datación exacta de estas dos car-
tas, tampoco es posible establecer con seguridad un terminus
post quem para la 2 Petr, aunque sí se puede fijar una datación
relativa. Un terminus ante quem más exacto puede deducirse
del hecho de que, cuando la 2 Petr tomó e incorporó la carta
de Judas, ésta todavía no era universalmente conocida. En
cualquier caso, la carta no puede pertenecer a la época apostó-
lica incipiente, puesto que tiene delante de sí a las otras dos
cartas.
Esto mismo se deduce del contenido de algunos pasajes.
De la 2 Petr 3,15-16 se deduce claramente que ya existía una
colección de cartas de Pablo. La Iglesia reconoce igualmente
la necesidad (1,20) y la exigencia de un comentario (3,16). Se
presupone también un tiempo tardío, cuando se habla de que
la falsa doctrina provoca una caída del primitivo fervor en la
fe (2,21); lo mismo, cuando los adversarios dicen que los pa-
dres han muerto, con lo cual se alude a que la primera gene-
ración o las generaciones anteriores de cristianos ya han des-
aparecido (3,4). La conmoción por la espera de la parusía, que
teme el autor de la 2 Petr, es inconcebible en las primeras dé-
cadas de la edad apostólica. Un momento a partir del cual ha
podido esperarse con más insistencia la llegada de la parusía
podría ser la destrucción de Jerusalén, pues, según los si-
nópticos (Mt 24,29), la ruina de Jerusalén se esperaba en estre-
cha relación con el fin del mundo y con la vuelta del Señor.
Por otra parte, como la espera próxima de la parusía, bien
visible aún en la 2 Petr, dejó de preocupar pronto en el siglo n
y se olvidó en seguida, tampoco se puede retrasar mucho la
carta, si es que se puede retrasar, en el siglo n. Ya en la 1 carta
de Clemente se expresa casi del todo, partiendo de la próxima
espera temporal de la parusía, la convicción de que Dios está
cerca de todo sin tiempo alguno y que todo está cerca de Dios,
y que como creador lo abarca todo 1 • En los apologistas del
siglo n desaparece totalmente la espera próxima de la parusía,
y la escatología se convierte en la enseñanza sobre los novísi-
mos. Los puntos doctrinales son ahora la resurrección de los

1 O. Knoch, Die eschatologische Konzeption des 1.Klemensbriefes


(1959) sobre todo, p. 134s; 139s; 147-151; 179-181.
252 2 Petr. Introducción

muertos, el juicio y la eternidad. Los conceptos de la metafísica


griega reemplazan a los conceptos bíblicos.
Por otra parte, parece que la reflexión por la Escritura en
la 2 Petr está en contraposición a la gnosis incipiente (véase
antes, p. 250). En conclusión, la datación posible de la 2 Petr
puede ser hacia finales del siglo I o a comienzos del n. La 1 car-
ta de Clemente sería casi contemporánea de la 2 Petr 3,4 (véase
el comentario del pasaje), pues también ella, en los capítulos
23-37, debe oponerse a la misma duda sobre la esperanza cris-
tiana del fin 2 •
Por lo que se refiere al lugar de redacción de la carta,
la exégesis que ve en el apóstol Pedro al autor, opina que el
lugar de origen fue Roma, porque la carta habría sido escrita
antes de la muerte del Apóstol (1,14) y Pedro murió en Roma.
Si la carta es un escrito pseudoepigráfico, entonces no hay
ningún punto de apoyo para determinar el lugar de redacción.
Como la carta se conoció primeramente en Egipto, algunos opi-
nan que se escribió allí; otros creen que lo fue en Asia Me-
nor 3 •

3. Autor

La carta nombra solemnemente a Simeón Pedro, siervo y


apóstol de Jesucristo (1,1), como su autor y el escrito alude
constantemente a esta pretensión. El autor apela a lo que él
vio y oyó en la montaña de la transfiguración (l,16-18). Fue
distinguido por un contacto amigable con Cristo, que le pre-
dijo el tiempo de su muerte, y que ahora está aguardando
(l,14). El es también el autor de la primera carta de Pedro (3,1).
El apóstol Pablo es su hermano, junto al cual trabaja él y a
quien defiende (3,15-16). Como lo demuestra la historia del

2 Los exegetas que admiten la autenticidad petrina de la carta, la


datan poco antes de la muerte del Apóstol (según 2 Petr 1,14), es de-
cir, en torno al 65; así todavía Bigg, Vrede, Wohlenberg. Los demás
la sitúan bastante más tarde; Chaine en torno al 80; Michl antes del
100; Windisch-Preisker hacia el 120; Knopf entre el 150-180; en las
Introducciones al NT, Jülicher-Fascher, entre el 110-180; Michaelis,
al principio del siglo n. Wikenhauser no se decide por ninguna fecha.
3 En favor de Egipto o Palestina se manifiestan Knopf y Jülicher-
Faschi:r.
Autor 253

canon (véase más abajo), la autenticidad petrina de la carta


fue durante mucho tiempo y por muchos Santos Padres puesta
en duda. La crítica bíblica científica ha puesto de nuevo la cues-
tión sobre el tapete.
Llaman la atención notables diferencias entre la 1 Petr y
la 2 Petr. Son distintos el estilo, la lengua y las ideas. La 1 Petr
permite reconocer un influjo más profundo de la teología pau-
lina, en cambio, la 2 Petr, a pesar de lo que se dice en 3,15,
apenas demuestra rastros de este influjo 4 • Gracias a esta teo-
logía, la 1 Petr está llena de una elevada cristología, en la que
Cristo es el prototipo y la fuerza de la fe y de la vida. En la
2 Petr (1,8), Cristo es sólo objeto del conocimiento. Ambas
cartas se sitúan en la espera escatológica cercana, pero hablan
de ella de muy distinta manera. La 1 Petr (l,7,13; 4,13) habla
del a:1toxcD.ul/;Lc; [revelación]. La 2 Petr (1,16; 3,4,12) de la
noq:ioualct. Para la 1 Petr, la espera próxima es todavía total-
mente cierta; para la 2 Petr, un grave peligro amenaza esta
esperanza. Según la 1 Petr, hay a la vista una persecución de
la Iglesia; en la 2 Petr no se habla ni una palabra de ella. La
1 Petr vive y enseña, partiendo de una íntima familiaridad con
el AT; en la 2 Petr sólo resuenan de vez en cuando algunos
versos del AT. La 1 Petr emplea un lenguaje sencillo; la 2 Petr
emplea un griego especial, lleno de doctos arcaísmos y subida
afectación, y, por otra parte, tampoco evita del todo ciertos
semitismos. La breve carta 2 Petr cuenta nada menos que 23
hapaxlegomena neotestamentarios y 33 hapaxlegomena bíblicos.
Algunas palabras y frases pertenecen al lenguaje religioso fi-
losófico del helenismo por su forma y su contenido; así
enlyvwo-Lc; [acción de conocer] (1,2 y frecuentemente); ·súaÉGEttX
'[piedad] (1,3 y frecuentemente); cipE't'Íj '[capacidad, virtud]
(l,3,5); enÓ1t't'TJc; [el que vigila, preside] (1,16); iMct Oúv<X'µtc;
'[divina fuerza] (1,3); iMctc; xowwvot q>Úaeoc;, cinoq>uyÓV"t"Ec; 't'Í'Íc; ev
't'Q xó~µ~ EV endtuµlQ: q>iJopiic; [partícipes de la naturaleza di-
vina, huyendo de la corrupción (que hay) en el mundo por la
concupiscencia] (1,4) 5 •

4 A. E. Barnett, Paul becomes a Literary lnfluence (1911) 222-228.


5 P. Wendland, Die hellenistich-romische Kultur (1912) 368s; un
análisis lingüístico en Chaine, pp. 13-18 y 24-26.
254 2 Petr. Introducci6n

La diferencia entre la 1 Petr y la 2 Petr parece tan grande,


que las dos cartas no pueden proceder del mismo autor, dato
que significa la inautenticidad petrina de la segunda, si es que
la primera se atribuye a Pedro. Pero si la 1 Petr no fuera au-
téntica, entonces tampoco la segunda -ya a causa de 2 Petr
3,1-. Esta gran diferencia estilística ya fue advertida en la
antigüedad y precisamente por ella se negó la autenticidad
petrina de la 2 Petr, diferencia que Jerónimo (Epist. 120,11)
intentó explicar por la hipótesis de dos secretarios distintos.
Esta explicación se ha intentado incluso hasta nuestros días 6 ,
pero es totalmente discutible. La hipótesis del secretario po-
dría proponerse para la 1 Petr, por lo que se dice en 5,12, pero
no se debe recurrir con facilidad a esta hipótesis. Para la
2 Petr no tiene valor alguno.
El estilo y la lengua no sólo distinguen al autor de la 1 Petr
y de la 2 Petr. Algunos opinan que es improbable en sí mismo
el que el autor de la 2 Petr, que emplea el lenguaje de la filo-
sofía y religión griegas, sea el antiguo pescador de Galilea. El
autor debe ser seguramente un judeo-cristiano por su conoci-
miento del pensamiento judío-veterotestamentario (1,21) y tam-
bién por su familiaridad con la haggadá judía (cap. 2), pero
tiene también una formación helenística.
Por no pocas afirmaciones de la 2 Petr resulta improbable
que la carta pueda datarse en tiempo del Apóstol. Una con-
moción por la espera próxima de la parusía de la manera
como la atestigua la 2 Petr no se encuentra en ninguna otra par-
te del NT. En 3,2 el autor habla de los Apóstoles como de un
colegio lejano y extraño, al que él no pertenece. Es improbable
que en tiempo de Pedro existiera ya una colección de las cartas
de Pablo y que éstas se contrapusieran al AT, de modo que la
interpretación de estas cartas planteara ya problemas en la
Iglesia y estuviera sometida a controversia (3,15-16). Esto
presupone en todo caso la muerte del apóstol Pablo. La carta
muy difícilmente pudo escribirse en tiempo de Pedro.
6 Así en los comentarios de Bigg, Felten, Vrede, Wohlenberg, y
en las Introducciones de H. Hopfl - B. Gut (1949) 498-501; A. Merk
(1940) 944s; M. Meinertz (1950) 272-274; lo mismo A. Tricot, "Saint
Pierre, 11• Épitre", en DThC 12 (1933) col. 1784-1788; lo mismo
U. Holzmeister, "Vocabularium secundae Epistolae S. Petri erroresque
quidam de eo divulgati", en Bib 30 (1949) 339-355.
Autor

La cuestión tampoco puede resolverse con la hipótesis de


la utilización de un secretario distinto del de la 1 Petr. Por
último, la comparación de la 2 Petr con la carta de Judas de-
muestra que la 2 Petr utilizó la carta de Judas. ¿Puede admi-
tirse la hipótesis de que Pedro sea el autor y que haya utili-
zado el escrito de un Judas desconocido? Por lo demás, si
la carta de Judas se data con razón en una época posterior al
año 70 (véase más arriba, p. 193), cae por su base la hipótesis
de que la 2 Petr se haya escrito en tiempo de la vida del Após-
tol.
La 2 Petr hay que considerarla, pues, como un escrito pseu-
doepigráfico. Un maestro y pastor de almas empleó esta forma
literaria al final de la era apostólica para fortalecer a la Iglesia
con esta carta dirigida a todos. La Iglesia de entonces debía
saber que la esperanza en la próxima venida de su Señor no
debía realizarse. Algunos cayeron e intentaron ganarse a los
que hasta entonces habían permanecido fieles por medio de
falsas doctrinas. La carta recomienda permanecer fieles a la fe
en aquella hora y seguir esperando la venida del Señor. El autor
reconoce que la salvación para su tiempo consiste en perma-
necer unidos con la iglesia apostólica. A través de los Após-
toles recibió y recibe la comunidad la palabra y la gracia del
Señor y Salvador (3,2). Como el autor no pretende otra cosa
más que hacer comprensible para su tiempo la antigua enseñan-
za de los Apóstoles, por eso escribe esta carta, poniéndola bajo
el nombre de Pedro, el primer Apóstol (1,1).
Por eso toma e incorpora a su escrito la carta de Judas
como otro escrito apostólico (cap. 2). Por último, apela al Após-
tol Pablo, subrayando su unidad con él (3,15). Estos dos gran-
des Apóstoles están juntos ante la Iglesia y ante el mundo.
La carta pretende así demostrar que los fundamentos apostó-
licos sobre los que está construida la Iglesia (Mt 16,18; Ef 2,20)
no son algo pasado, sino una auténtica realidad siempre pre-
sente.
En 2 Petr 1,12-15 el autor dice que sabe que su muerte está
próxima y que quiere dejar en su carta a la comunidad un me-
dio para recordarle de continuo la verdad presente. Con esto
la carta se sitúa dentro de la literatura de los numerosos
testamentos de los padres que circulaban por entonces (Testa-
mento de Abraham, Testamento de Job, Testamento de Salo-
256 2 Petr. Introducción

món, Testamento de los Doce Patriarcas). Si estos escritos,


compuestos en gran parte en el siglo r a. Cr., fueron reelabora-
dos después en parte por los cristianos, es porque este tipo
de literatura suscitaba entonces un gran interés 7 •

4. Historia del canon y del texto

Casi ningún otro escrito suscitó tantos problemas para ser


aceptado en el canon como la 2 Petr. En el Canon de Muratori
no se menciona la 2 Petr. Si en la 1 Petr se aducía como po-
sible el hecho de que se hubiera perdido el nombre en el frag-
mento, nadie acepta esta posibilidad para la 2 Petr. En el si-
glo rr la carta no se menciona en ningún documento ni hay
pruebas de que se haya utilizado. No es seguro que se encuen-
tren huellas en Hipólito.
Según Eusebio (Hist. eccle. 6,14,1), Clemente Alejandrino
habría comentado la 2 Petr junto con las demás Epístolas Ca-
tólicas. Como Eusebio parece bien informado en los asuntos
de la historia del canon, puede darse crédito a esta noticia. De
todas formas, en los comentarios que se conservan de Clemen-
te Alejandrino falta la 2 Petr, y la carta no es citada por él en
ninguna parte. Se encuentra, en cambio, en las traducciones
bohaírica y sahídica, hechas al final del siglo n o al principio
del m y son testimonios del canon egipcio. En la Vetus Latina
la carta tiene otro estilo que el de la 1 Petr. Ha sido traducida
por una mano distinta y posterior y por tanto fue incorpora-
da a la Biblia latina en época posterior. El códice B permite
deducir que la 2 Petr fue incorporada posteriormente a la tra-
dición anterior representada por este códice.
El primer testimonio que menciona la carta procede de
Orígenes, el cual afirma que la autenticidad petrina y la cano-
nicidad de la carta son discutidas (Eusebio, Hist. eccle. 6,25,8:
Pedro ... ha dejado solamente una carta unánimemnte reco-
7 Consideran la carta como un escrito pseudoepigráfico los comen-
tarios siguientes: Chaine, Knopf, Michl, Windisch-Preisker; y las
Introducciones siguientes: A. Jülicher - E. Fascher (71931) 212-222;
W. Michaelis (21954) 289s; A. Wikenhauser (31959) 369-373; lo mis-
mo J. Cantinat, en A. Robert - A. Feuillet, Introduction a la Bible 2
(1959) 549-599; lo mismo las Introducciones anglicanas de R. Heard
(1950) 218s; T. Henshaw (1952) 393s; A. H. McNeile (21953) 246-250.
Canon y texto 257

nocida; quizá también una segunda carta, pero es discutida).


Orígenes, sin embargo, considera ambas cartas como canóni-
cas (In libr. Jesu Nave 7,1 = GCS 7,328). Eusebio (Hist. eccle.
3,3,l; 3,25,3) cuenta a la 2 Petr, citando la opinión de otros,
"entre los escritos del NT, discutidos, pero que gozan del apre-
cio de la mayoría". Para él la 2 Petr no es auténtica (Hist. eccle.
3,3,4).
Otras menciones y citas seguras aparecen en el siglo m en
Firmiliano de Cesarea, Metodio de Olimpo, en el siglo IV en
Gregorio Nazianzeno y Basilio, mientras que Dídimo, en la
segunda mitad del siglo IV, menciona la opinión parcialmente
contraria a la carta, por lo menos por parte de otros autores.
Jerónimo recuerda aún que la carta era rechazada por la mayo-
ría. En la Biblia de Luciano, recensionada en Antioquía, no
se encontraba la 2 Petr, como se deduce de la ausencia de la
carta en la Peshitta siríaca, basada en la recensión de Lucia-
no. La carta sigue siendo rechazada en la escuela de Antioquía
aún en el siglo v por Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsues-
tia. La Iglesia siria la aceptó en el canon con vacilaciones.
A la terminación de la formación del canon en el siglo IV
alcanzó la carta su aceptación en los catálogos: en la 39 epís-
tola pascual de Atanasio del año 367, documento que en ade-
lante será normativo, en el canon del sínodo de Laodicea del
360, en el canon del sínodo de Cartago del año 397 y en el
canon gelasiano (¿según el sínodo de Roma del 382?). Estas
largas dudas sobre la canonicidad de la carta desaparecen.
Puesto que razones muy poderosas hacen muy discutible su
autenticidad petrina, parece que en esas dudas se contiene una
noticia sobre esta cuestión 8 •
En estas circunstancias es asunto importante el hecho de
que P 72 = el papiro Bodmer VII contiene el texto de la 2 Petr.
Si el papiro se data en el siglo m, es fácil explicar por qué se
encuentra allí, pues, como es sabido, el papiro procede de
Egipto y la 2 Petr fue aceptada poco a poco en aquella iglesia
en esta época. Como dijimos para la 1 Petr y para la carta
de Judas, también debemos decir para la 2 Petr que el papiro
no ofrece un texto de mucha categoría, como podría esperarse
de su gran antigüedad. Como sucede en las dos otras cartas, el

8 Los testimonios de la historia del canon, en Chaine, pp. 5-12.


CARTAS.-17
258 2 Petr. Introducción

papiro ofrece generalmente el texto del grupo más tardío de


manuscritos "Alef" B K L. Se encuentran en él a veces haplo-
grafías (3,3?; 3,9), dittografías (1,12,14; 2,8,12), cambios se-
cundarios (1,4), olvidos (2,6: :XCX:'t'CX:CT"t'pocpE; 3,3: cw"t'W\I), co-
rrecciones facilitan tes (2,6: rxcref5ecrtv; 2,11: rxyyEAoL :xrxL owrx-
µw; µELSOVE<;; 2,13: EV r¡'µEprx 't'pucpr¡<;), simples errores de
escritura (2,10: E\I EmiJuµtrx<;; 2,22: rxAr¡iJou; 3,11: 1ttx\l"t'W<;;
3,14: crnouorxcrE't'txL; 3,17: nAa:vr¡<;). Una lectura facilitan te, que
no obstante merece ser mencionada, se encuentra en 3,10:
EUpEi}r¡cre't'ex:L AuoµEvrx (véase el comentario del pasaje).
COMENTARIO

Destinatarios y saludo
(2 Petr 1,1-2)

El encabezamiento de la carta sigue la forma tradicional


de las cartas neotestamentarias, en las que, después de men-
cionar al mitente y a los destinatarios, se añade un deseo de
bendición (véase el comentario a 1 Petr 1,1).

1,1 Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los


que junto con nosotros han obtenido una fe igualmente
preciosa por la justicia de nuestro Dios y salvador Jesu-
cristo. 2 Que abunden en vosotros la gracia y la paz
mediante el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro
Señor.

1,1 El autor se llama a sí mismo Simeón Pedro 1 • Si un do-


ble nombre para designar a Pedro (así en Mt 4,18; 16,16;
Jn 1,40; 13,6; 20,2) no es la expresión más corriente en el NT,
llama en todo caso la atención la forma Simeón. El nombre
se reproduce, pues, en la antigua forma hebrea, y no en la for-
ma griega usual en el NT de Simón. Simeón aparece también
1 El hecho de que el autor pseudoepigráfico haya escogido el nom-
bre de Pedro, no demuestra por eso el primado (como en l Petr 1,1),
pero sí el prestigio extraordinario de este Apóstol.
260 2 Petr. Destinatarios y saludo 1,1-2

en Act 15,14, en el discurso de Santiago en el concilio de Je-


rusalén, es decir, en boca de un judeocristiano en medio de
la iglesia palestina. ¿Es la forma hebrea del nombre en la
carta un rasgo intencionado de arcaísmo para destacar más la
autenticidad petrina de la misma?
Pedro se llama "siervo y apóstol de Jesucristo". Se emplean
aquí fórmulas paulinas (Rom 1,1; Tit 1,1). Ambos títulos pue-
den hallarse ordenados intencionadamente. El siervo está so-
metido a Cristo en la obediencia. A través de esta obediencia,
está y permanece en unión con Cristo. En cuanto apóstol, es
enviado a la misión por motivo de esta unión con Cristo.
Los destinatarios no se mencionan. Según 2 Petr 3,1, son
los mismos que los de la primera carta.
Los destinatarios y el mitente son equiparados entre sí por
poseer la misma fe. Ambos han recibido la misma preciosa
fe. Esto se dice expresamente, porque podría parecer que no
era así. Los destinatarios de la carta pertenecen a un tiempo
posterior. Podrían parecer perjudicados frente a la primera ge-
neración de cristianos, que vieron y oyeron personalmente a
Jesús. Con 1¡µ~v [para nosotros] 2 se incluye el autor a sí mis-
mo con los apóstoles y con la edad apostólica.
mcr-nc; [fe] es aquí la doctrina de la fe como el bien tradi-
cional más precioso de la Iglesia, es decir, es la fides quae cre-
ditur, y no la fides qua creditur. El NT habla muchas veces de
la TilO"'t'L<; como de la fides quae creditur; así Act 6,7; Gal 1,23 ;
Rom 12,6; Ef 4,5; 1 Tim 2,7. Si en 2 Petr 1,1 TilO"'t'Lc; se en-
tiende como fides quae creditur, no hay novedad alguna en re-
lación al resto del NT. Pero se acomoda bien al carácter espe-
cial de una carta de la era apostólica tardía el hecho de que
TilO"'t'Lc; tenga aquí este sentido. Porque en los escritos primiti-
vos del NT, TilO"'t'L<; es ordinariamente la fides qua creditur.
TilO"'t'L<; en cuanto fides quae creditur se convierte cada vez más
en la doctrina de la fe, sobre la que la Iglesia está obligada a
vigilar.

2 Las frases del autor aparecen en primera persona del plural, en


parte (2 Petr 1,1-4,16,18; 3,15), y, en parte, en primera persona del
singular (1,12-15; 3,1). Las frases en primera persona del plural no se
han de entender en el sentido de que el autor se sintiera formando
parte de un grupo (por ejemplo, de los Apóstoles) frente a otro (por
ejemplo, de laicos); cf. Rom 1,5; 1 Tes 3,1-11. El sentido y la posi-
ble contraposición, habría que deducirlos en cada caso del contexto.
2 Petr. Destinatarios y saludo 1,1-2 261

Si todos reciben la misma preciosa fe, queda patente por esto


mismo la justicia de Dios, que distribuye a todos el mismo
bien 3 •
La fórmula 't'ou í}Eou 4 fiµwv ;w,i crw't'f¡po.; 'Ir¡crou XpLcr't'oií
[del Dios nuestro y salvador Jesucristo] se contiene bajo un
solo artículo. Esto corresponde a las fórmulas de 2 Petr 1,11 y
3,18, y hay que traducirlo así: Nuestro Dios y salvador Jesu-
cristo. En todo el NT se le reconocen a Cristo dignidad, esen-
cia y poder divinos. Pero, de modo raro y casi único, en
los escritos tardíos pasa el NT a afirmar explícitamente que
Cristo es Dios. Un lugar antiguo sería Roro 9,5, si la doxolo-
gía de 9,5b hay que relacionarla con 9,5a. Los demás textos
son tardíos: así Tit 1,4; 2, 13 ; Hebr 1,8; Jn 20,28; y después
en Ignacio, Carta a los Efesios (comienzo). La 2 Petr 1,1, no
se separa, pues, del resto del NT con su afirmación explícita de
la divinidad de Cristo. Pero también aquí parece demostrarse
un tiempo tardío.
Lo mismo sucede con el título crw't''Í¡p [salvador] aplicado a
Cristo. Según Fil 3,20, los cristianos esperan a Cristo como
salvador. Pero raras veces en el NT se dice de Cristo histó-
rico que era el salvador o, hablando del presente, que es sal-
vador (Le 2,11; Act 5,31; 13,23; 1 Jn 4,14). Es más frecuente
en las Epístolas Pastorales (Tit 1,4; 2,13; 3,6; 2 Tiro 1,10), y
justamente en 2 Petr (1,1,11; 2,20; 3,2,18), en donde la ex-
presión se repite cinco veces. También aquí debe haber una
evolución tardía. Quizá se use la expresión en sentido polémico
contra otros dioses salvadores de entonces (cf. el comentario
a 1 Petr 1,5), y quizá se haga poco a poco más frecuente pre-
cisamente como confesión polémica.

3 El versículo difícilmente quiere decir -en el sentido de la en-


señanza paulina- que la fe se funda en la justicia, puesto que
fü:x:aLOO'ÚV1J en 2 Petr (2,5,21; ¿también en 3,13 ?) no tiene generalmen-
te aquel contenido paulino, sino que significa la acción justa. La ma-
yoría de los comentarios (Bigg, Chaine, Charue, Knopf, Windisch-
Preisker, Wohlenberg) acepta aquí la otra interpretación mencionada;
así también G. Schenk, en ThWb 2, 200 y A. Descamps, Les justes
et la justice dans les évangiles et le christianisme primitif hormis la
doctrine proprement paulinienne (1950) 58. Aceptan el concepto pau-
lino de justicia Felten y Michl.
4 p1 2 confirma la lectura fü:ou frente a :x:vplov (así "Alef" entre
otros).
262 2 Petr. Destinatarios y saludo 1,1-2

1,2 El saludo está formado en la primera parte del v. 2a


literalmente sobre l Petr 1,1, es decir, en dependencia con-
sciente de aquella carta 5 • En el v. 2b se amplía con el deseo
de que los destinatarios alcancen el recto conocimiento. La
palabra Énlyvwcnc; [conocimiento] es para el autor un término
importante y lleno de sentido. Aparece otras tres veces en
este escrito tan corto (1,3,8; 2,20). Énlyvw~:nc; significa la fe
realizada personalmente. Si la palabra subraya en primer lu-
gar el aspecto teórico, el conocimiento encierra también siem-
pre la obligación práctica. En los escritos más tardíos del NT
Énlyvwcnc; se usa frecuentemente para designar al cristianismo
(1 Tim 2,4; 2 Tim 2,25; 3,7; Tit 1,1; Hebr 10,26; después
en 1 Clemente 59,2; Martirio de Policarpo 14,1).
El uso de la fórmula resulta claro por el hecho de que
en las Epístolas Pastorales y en la Carta a los Hebreos siem-
pre se habla de la Énlyvwc:nc; 't"Y}c; á'Anfü:lo:.c; [conocimiento de
la verdad] que significa sencillamente la aceptación del cris-
tianismo. La espiritualidad griega se deja sentir en la fre-
cuente utilización de la palabra y en el gran aprecio del cono-
cimiento que se advierte precisamente en estos escritos tardíos
del NT aficionados al helenismo 6 • De la Énlyvwcnc; se saca
probablemente el contraste con la gnosis. Esta, amenaza o per-
vierte a la comunidad con sus enseñanzas. Por eso es impor-
tante poseer la verdadera gnosis. Una diferencia esencial en-
tre la gnosis cristiana y la gnosis herética consiste en que
para la primera no basta el mero conocimiento; se requiere
que del conocimiento brote la vida moral (2 Petr 1,5-7; 2,20).

5 Los manuscritos nos ofrecen del v. 2 una lectura más corta (sin 't'OU
i}i::otí xai 'h¡crotí) y otra más larga. Los manuscritos más antiguos y la
mayoría recomiendan la lectura más larga. P 72 lee 't'Ou i}i::otí
'h¡crotí "t'OU xuplou 1¡µwv. La lectura más corta parece una corrección,
hecha para que Dios y Cristo no fueran distintos en el v. 2b, después
de que en el v. lb el propio Cristo fue considerado como Dios. Se
deciden por el texto más largo los editores: Merk, N estle, So u ter, Vo-
gels, y los comentarios de: Charue, Felten, Knopf, Michl, Vrede,
Windisch-Preisker; lo contrario: Bigg, Chaine. Wohlenberg.
6 R. Bultmann, en ThWb I, 244 y 706s; además, M. Dibelius,
'E11:lyvw1nc; &,),;r¡i}Elac; en Botschaft und Geschichte 2 (1956) 1-13; C.
Spicq, St. Paul, Les Építres Pastorales (1947) 362-365; J. Dupont,
Gnosis (1949) 31-33; 47; H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959)
135-73.
2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11 263

l. Los dones divinos


y las virtudes humanas
(2 Petr 1,3-11)

La primera sección de la carta recuerda a los lectores los


grandes dones que se contienen en la llamada divina y que
aún son mayores las promesas que se les hacen (l,3s). Por
eso se exhorta inmediatamente a los destinatarios -en un
largo catálogo de virtudes- a que por su parte trabajen con
todo celo en robustecer su llamada, enriquecerse de buenos
frutos y así conseguir la entrada en el reino eterno de Cristo
(1,5-11).

1,3 Su divino poder nos ha concedido graciosamente


todo lo relativo a la vida y a la piedad mediante el cono-
cimiento del que nos ha llamado por su propia gloria y
honor. 4 Por medio de esto nos hizo donación de
preciosas y magníficas promesas, para que seáis partici-
pantes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción
de la concupiscencia que hay en el mundo. 5 Por eso
poned todo vuestro celo en proporcionar a vuestra fe la
virtud, a la .virtud la confirmación, a la confirmación el
conoczmzento, 6 al conocimiento la templanza, a la
templanza la constancia, a la constancia la piedad, 7 a
la piedad el amor fraterno, al amor fraterno sobre todo
el amor. 8 Porque, si se encuentran y abundan entre
vosotros estas cosas, no os dejarán sin obra ni sin fruto
en cuanto al conocimiento de nuestro Señor f esucristo.
9 Quien de ellas carece, pierde la vista hasta quedar
ciego, por echar en olvido la purificación de sus antiguos
pecados. 10 Por eso, queridos hermanos, poned más
empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección;
pues si hacéis esto, nunca tropezaréis. 11 Así se os
dará amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor
y Salvador f esucristo.

1,3 El v. 3 puede considerarse como la continuación del v. 2,


porque el oLa 't'fÍc; emyvwai::oc; [por (medio del) conocimiento]
(v. 3) es en cierto modo una reanudación del evemyvwcrEL [en
264 2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11

el conocimiento] (v. 2). El v. 3 desarrolla lo que se contiene


en esa E7tlyvwcn<; [conocimiento] 7 •
En estos primeros versículos la carta deja ya traslucir que
el autor utiliza, y cómo lo utiliza, el conocimiento que tiene
de la espiritualidad helenística, para dar expresión a su ense-
ñanza. Así, por ejemplo, i}Ei:o<; [divino] es originariamente una
palabra de la religiosidad griega y no de la fe bíblico-cristiana,
pues habla de lo divino, y no del único Dios personal. Se trata
de una palabra de un escritor formado en la lengua griega clá-
sica, y aún más helenística, y también en el judaísmo griego
de los LXX, y aparece también en Filón (Agric. 80; Det. pot.
ins. 83; Legatio ad Gaium 3; Op. mundi 170) y en Josefa
(Ant. 1,85,194; Apol. 1,232; Bell. Iud. 3,352; 4,190 y otros
lugares). Aparece 25 veces en el IV libro de los Macabeos (he-
lenístico); en el NT sólo en 2 Petr 1,3,4 y Act 17,29 (de ma-
nera significativa en el discurso del areópago) 8 • Precisamente
i}da. Oúva.·µt<; [divina fuerza] es una fórmula gríega (empleada
por Platón, Leg. 3,691; Aristóteles, Política 714; Josefo, Ant.
prooem. 2; 9,4; 8,6; Justino, 1 Apol. 32,9; Clemente Ale-
jandrino, Strom. 1,98,4; 7,37,4, y aparece también en las ins-
cripciones, CIG 2,2715a,b) 9 •
También son los escritos de la época apostólica tardía, re-
lacionados con el helenismo, los que designan por primera vez
la actitud temerosa de Dios con las palabras EÚG'E6Ei:v, EÚG'E6'Í¡<;
y EÚG'É6na. [venerar piadosamente, piadoso y piedad]. Las pa-
labras aparecen usadas ya desde muy pronto en la lengua griega
y pueden significar la actitud moral de un temor sagrado y
también de un modo especial el cumplimiento de los deberes
cultuales, tendiendo siempre cada vez más hacia esta última
acepción. En este sentido, EÚG'ÉGEttx. se menciona con frecuencia
en las inscripciones honoríficas de la época helenística entre
7 No es necesario considerar el v. 3s como un anacoluto que no
llegara a la terminación del desarrollo del pensamiento. Más bien po-
drían pertenecer aún al encabezamiento los vv. 3-4, unidos al v. 2 por
medio de wi;; pero esta amplificación del encabezamiento sería cho-
cante (no obstante, el mismo encabezamiento en Ignacio, Carta a los
de Filadelfia); así la Vulgata, Souter, Chaine, Windisch-Preisker, Woh-
lenberg. O también los vv. 3-4 pueden formar el antecedente para la
frase siguiente de los vv. 5-7; así Merk, Vogels, Charue, Felten, Knopf,
Michl, Vrede.
8 H. Kleinknecht, en ThWb 3,122s.
9 Véanse las pruebas en los comentarios, por ejemplo, en Chaine.
2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11 265

las virtudes de la persona que se trata de ensalzar. Del len-


guaje helenístico pasan estas palabras a la Biblia. La palabra
e:ÚcrÉ6m1. aparece algunas veces en la Biblia griega (Is 11,2;
33,6; Prov 1,7), y luego tres veces también en el III libro de
los Macabeos y 47 veces en el IV libro de los Macabeos (he-
lenístico). Este grupo de palabras aparece muchas veces en
Filón y en Josefa y en otra literatura judeohelenística contem-
poránea.
En el NT emplea estas palabras en primer lugar el helenista
Lucas (Act 3,12, en donde la palabra e:ÚcrÉ6aa sentida clara-
mente como extraña, es sustituida en parte por E~oucrla '[fa-
cultad, poder]; ibid., 10,2,7: del centurión pagano; 17,23: de
los atenienses). Aparecen después diez veces en las Epístolas
Pastorales (1 Tim 2,2; 3,16; 4,7,8; 5,4; 6,3; 2 Tim 3,5) y
cuatro veces en la 2 Petr (1,3,6,7; 3,11) 10 •
La religión griega anuncia las cipe:'t'al '{acciones nobles]
del dios (cf. com. a 1 Petr 2,9). Los creyentes son liberados
del poder de la muerte y de toda falsa religión por el poder
de Dios n. Se les dan gratuitamente la vida y la fe (1tpo.; sw'i)v
xai e:úcrÉ6aa:v). El hombre no puede merecer estos bienes ni
tampoco puede alcanzarlos; sólo puede recibirlos como dones
de Dios. El don se concede en la llamada divina. La convicción
bíblica original de que Dios llama e invita se formula aquí
de una manera solemne. La llamada no es sólo una palabra,
sino la revelación de la gloria y del poder de Dios 12 • Pues es
al mismo tiempo acción salvífica en favor de los hombres. Al
creyente se le hace participante de la obra de Dios, al recono-
cer al que le llama (véase el comentario a 1 Petr 1,2). Puede
ser que el conocimiento necesite también de la gracia ilumi-
nativa de Dios, pero es obra del hombre. El punto de vista de
la carta es, pues, sinergético.

1 º C. Spicq, St. Paul, Les Építres Pastorales (1947) 125-134;


W. Foerster, EúO"é6ELIX in den Pastoralbriefen", en NTSt 5 (1958-59)
213-218; Idem, en ThWb 7, 175-190.
11 Aú,,;oü no se debe relacionar con el 'hJO'OÜ que está al lado, sino
que hay que unirlo con ,,;oü ~Eoú; y esto, con tanta mayor razón, si
l,3s se separa del encabezamiento de l,ls (véase arriba). KixA.Ei:V se
aplica preferentemente a Dios en el NT.
1 2 "IOLo<;; pierde muchas veces en la koiné el sentido de propio y está
en lugar del pronombre posesivo; así sucede con frecuencia en las
inscripciones, en los papiros y también en el NT; véanse los diccio-
narios.
266 2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11

1,4 La gloria y poder de Dios aseguran por encima de los


dones presentes aún mayores promesas y pueden hacerlo, por-
que pueden encerrar en sí estas promesas. Según todo el con-
texto de la carta, se trata de las promesas de la parusía, de la
preparación del reino de Dios y de su venida (2 Petr 1,11,16;
3,7,13). La carta pone de relieve su alto valor, porque se puede
dudar de ellas (3,3s). En la realización de las promesas esca-
tológicas 13 los creyentes participarán en la comunión bien-
aventurada de Dios. La carta expresa en el lenguaje de la filo-
sofía religiosa griega esta esperanza general del NT. Si ya lo
indica el uso de ih:i:oc; [divino] (véase el comentario a 1,3),
también lo indica claramente la fórmula lkla,c; q>Úo-eoc; xowwvol
[partícipes de la naturaleza divina]. La religión filosófica griega
enseñaba desde hacía siglos el parentesco del hombre con la
divinidad, y creó fórmulas parecidas a la que se encuentra
en 1,4. Según Platón y la influyente filosofía platónica, la esencia
divina y la naturaleza humana están emparentadas, y el hom-
bre puede reconocer su naturaleza al comprender esta dig-
nidad 14 •
Según el estoicismo, el hombre, en sentido panteístico, es
una parte de la divinidad 15 • Las religiones mistéricas pro-
metían a los iniciados la unión con la divinidad. El judaísmo
helenístico estaba también bajo el influjo de estas ideas, pero
las modificó decisivamente por motivo de su fe. El hombre
no puede participar de la divinidad de una manera natural y
por sí mismo, sino sólo cuando Dios se lo concede y porque
se lo concede 16 • También la fe bíblica conoce una comunión

13 <iLa "t'OÚ"t'W\I se relaciona con E1tayyÉAµa"t'ix, como palabra más


próxima, no con 86~n xat &.pe"t'tí.
1 4 Platón, Timeo 90; Teeto 176; Leg. 3,691.-A. J. Festugiere,
L'idéal religieux des grccs et l'évangile (1932) 48-53.
1 5 Estobeo, Ecl. 122: EV"t'oc; EL\laL "t'fíc; cpúaeoc; "t'fíc; iMixc;; Séneca,
Epist. 92,30: Horno dei pars est.
1 6 Así dice Filón, Decal. 104 : oux E1tEL8'T] 1tE1tf..tiV"t'T)"t'al "t'L 'tW\I
XIX"t'cZ "t'O\I oupixvov fre:lrkc; xai µaxaplac; XIXL e:u8alµovoc; cpúae:wc; µec"t'EO'XT)-
x6"t'W\I; Idem, Leg. all. 1,38: ou yap &v ti1te:"t'6/..µT¡ae: "t'Ot:roíhov
tiva8paµEÍ:V Ó &,vfrpwmvoc; \IOÜc;, wc; a\l"t'L),a6fofraL i}e:oÜ q>ÚO'EWc;, d µ1)
au"t'oc; ó i}e:oc; tivfo1tmre:v ocu"t'o\I 1tpoc; é:au-.6v; Josefo, Contra Apionem
1,232: fre:lac; BE. BoxoÜV"t'L µe:nt:rXT)XÉVaL cpúae:wc; xa"t'ti "t'E aocpla.v xai
1tp6yvwaw "t'WV fowµÉvwv. De los comentarios, véanse, sobre todo,
Chaine, Knopf, Windisch-Preisker; además, W. G. Kümmel, Das Bild
des Menschen im Neuen Testament (1948) 51-56.
2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11 267

del hombre con Dios (1 Jn 1,3). Pero sólo es posible como


puro don de Dios, cuando Dios se comunica al hombre según
su libre elección y amor (Jn l,12s; Rom 5,5; Gal 4,6; 1 Jn 3,1).
La 2 Petr 1,4 subraya la realización escatológica de la unión
ya comenzada desde ahora (1 Jn 3,2).
La sabiduría griega puede también decir que, si uno quiere
alcanzar a Dios, debe recorrer todo el mundo (Platón, Teete-
to 176). Pero lo que es propiamente bíblico es que, para ob-
tener la unión con Dios, se requiere la renuncia al mundo, como
lo dice de manera general y absoluta la 2 Petr 1,4. El participio
de aoristo ci'l'tocpuy6vti::<; [huyentes] presupone esta renuncia
como algo ya sucedido. El texto de la 2 Petr l,4b, y después
1,5-8, no hablan sólo de la corrupción óntica en el mundo, de
la que el creyente es liberado por la acción salvífica de Dios,
sino de la separación del pecado, que él mismo debe llevar a
cabo. Pues la perdición del mundo tiene su origen en el pecado
(8v E'l'tLiJuµltt- qiil'opa. [corrupción en (la) concupiscencia] ; cf.
1 Jn 2,17). El pecado del mundo es responsable de la muerte
del mundo (Rom 6,21). Si la 2 Petr l,3s, emplea aún concep-
tos y palabras de la religiosidad griega, estas palabras y con-
ceptos están interpretados y llenos de sentido cristiano.

1,5-7 La exhortación moral se desarrolla a partir de 1,4.


"Precisamente por eso", porque a los cristianos se les hacen
tan solemnes propuestas, se les exhorta al esfµerzo moral.
Como sucede muchas veces en el NT, el imperativo ético se
deriva del indicativo dogmático (Rom 6; Fil 2,12; 1 Petr 1,13-
-21; Jud 3). Si las fórmulas introductorias son ya frases hele-
nísticas corrientes 17 , la terminología del catálogo de virtudes
admite también comparación con textos griegos parecidos. Por
lo menos 7tlcr-n<;, cipi::·n'¡, yvwcrL<;, tyxpri't'WJ., Ú'ltoµovf¡, c:úcrÉEíaa.
[fe, virtud, conocimiento, dominio de si, perseverancia, piedad]
son también palabras de la ética filosófica popular, que apare-
cen también en parte en los catálogos profanos de virtudes 18 •

17 Para 0'7touof¡v d11q>Épi:w y E7t~XºPtJYE¡;v, cf. A. Vogtle, Die Tugend-


und Lasterkataloge im NT (1936) 90s; C. Spicq, Agape 2 (1959) 354.
18 A. Vogtle, l. c., p. 188. Pero no se encuentran paralelos para
las virtudes de 2 Petr 1,5-7 en el catálogo de virtudes de la Regla de
la Comunidad de Qumrán. Por eso, también aquí la 2 Petr aparece
desligada del judaísmo y dependiente del helenismo; cf. S. Wibbing,
Die Tugend- und Lasterkataloge im NT (1959) 104-106.
268 2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11

Como cipE't''Í], palabra muy importante de la ética griega,


sólo aparece aquí en el NT y en Fil 4,8 para indicar una virtud
humana, resulta bastante clara la resonancia lingüística griega
en la 2 Petr. La ética de la época clásica griega y helenística
tiene también en gran estima la palabra Eyxpri'twx; en cam-
bio, en la ética bíblica tiene poca importancia. De esta manera,
el catálogo bíblico adquiere nuevo contenido y nuevas carac-
terísticas. IIlcntc; no significa fidelidad, como en los catálogos
no cristianos, sino fe. Partiendo de aquí puede establecerse
también el significado de apE't'Í], pues la virtud no es sólo ac-
tividad humana, sino también don de Dios. rvfocrtc; debe tener
una alusión especial antignóstica; únoµov1¡ recibe un nuevo
matiz en cuanto actitud escatológica (2 Petr 3,8s); cptA.aoEA.cpt'.a
[amor fraterno] y &.yám¡ [amor] son palabras bíblico-cristianas
(véase el comentario a 1 Petr 1,22). Puesto que la lista de
virtudes está incluida entre las palabras nlcr-.tc; y &.yám¡ se
hallará modificada en su totalidad. La fe es el comienzo y el
fundamento de la vida cristiana; el amor, su complemento;
así también Ignacio, Efesios 14,l: "El comienzo es la fe; el
fin, el amor"; cf. 2 Cor 8,7; Col 3,14. Justamente por men-
cionar la fe (1 Tim 4,12; 6,11; 2 Tim 2,22; 3,10) y el amor
(2 Cor 6,6; Gal 5,22; Ef 4,2; Col 3,14 y los lugares aludidos
de las Epístolas Pastorales), la carta se sitúa entre los catá-
logos neotestamentarios de virtudes (cf. también 1 Clemen-
te 62,2; Bernabé 2,2s; Hermas, Visiones 3,8) 19 •
En 2 Petr 1,5-7, la cadena 20 de las ocho 21 virtudes no está
ordenada lógicamente ni sistemáticamente, no obstante, pueden
aún reconocerse los procedimientos asociativos del pensamien-
to. IIt'.tr'ttc; y &.pe't'Í] pueden hallarse en el contraste de una cosa

1 9 Las pruebas lexicográficas en particular para 7tla'i:~<; pueden


verse en R. Bultmann, en ThWb 6, 176s, 18ls; para &.pEi:'Í] en
O. Bauernfeind, ibid., 1, 457-461; para yVWO'~<; en R. Bultmann, ibid.,
1, 688-696 y 708; para éyxpái:rnx, en W. Grundmann, ibid., 2, 338-340;
para u7toµov1) en F. Hauck, ibid., 4, 587s y 580-593; para EÚO'É6ELa véase
2 Petr 1,3.
2 º La forma estilística de la cadena, en la que la nueva frase in-
corpora una palabra de la frase anterior, puede verse también en
Rom 5,3-5; 8,29s; 10,14; Sant l,2s; Sab 6,17-19; cf. F. Blass - A. De-
brunner § 493, 3.
21 ¿Tiene algún significado especial el número ocho de las virtudes?
¿Quiere expresar la ogdoas de la perfección? Cf., por ejemplo, K. Schnei-
der, en RAC l, col. 79-81.
2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-Ií 269

teórica y práctica. Pero del ejercicio de la ape't'1¡ se deriva, por


otra parte, la posibilidad del juicio de la yvw1nc;, como de la
recta comprensión debe seguir la Éyxpchaa como autodominio
o templanza. El ejercicio continuo de la templanza sólo es
posible por la constancia, es decir, la paciencia consigo mis-
mo y con los demás. La paciencia perfecta se relaciona con
Dios por medio de la eÚO"É6eLa, la piedad. Si la piedad consiste
en la voluntad de obedecer los preceptos de Dios, se mani-
fiesta en el amor a los hermanos, y se extiende al fin en el
amor sin más (1 Tes 3,12) 22 •

1,8 La importancia de las virtudes para la vida se indica


primero de una manera positiva y después, en el v. 9, de una
manera negativa 23 • El esfuerzo y el celo moral es la condición
para el conocimiento (lo mismo en Col 1,10). El conocimiento
es el fruto y la corona del ejercicio de las virtudes. Pero el
conocimiento, según 2 Petr 2,20s; 3,lOs, es también principio
de la virtud como don de Dios. Lo que lógicamente podría
parecer un círculo es una relación práctica totalmente posible
para el crecimiento de la fe. Sin conocimiento no puede haber
una auténtica moralidad, pero tampoco puede haber un cono-
cimiento creyente sin una auténtica moralidad. El enorme va-
lor del conocimiento aparece expresado claramente en la carta.
Esto puede depender del influjo del espíritu griego y de la re-
ligiosidad griega. El versículo se dirige al mismo tiempo contra
la falsa gnosis. La gnosis que pretendiera llegar al conocimiento
sin un auténtico esfuerzo moral, estaría en un falso camino.
Todo auténtico conocimiento debe dirigirse en último término
hacia Cristo, Señor de la Iglesia. Este es precisamente el signo
de su autenticidad. La gnosis no debe perderse en especulacio-
nes inciertas e indefinidas.

1,9 Por el contrario, el que moralmente es corrompido y

22 A. Vogtle, Die Tugend- und Lasterkataloge im NT (1936) 46-48;


188-191; S. Wibbing, Die Tugend- und Lasterkataloge im NT (1959)
80s; 84s; J. Dupont, Gnosis (1949) 379-398; C. Spicq, Agape 2 (1959)
353-357.
23 '1'."rcápxov't'a y 'ltAEovál;ov't'a no pueden entenderse en sentido
aclarativo ( = puesto que estas virtudes están en vosotros), sino sólo
en sentido condicional (=si estas virtudes están en vosotros).
27ó 2 f>etr. bones divinos y virtudes humanas 1,3-11

malvado es también religiosamente ciego 24 • La imagen de la


ceguera espiritual pertenece a la parénesis neotestamentaria
(Mt 15,14; 23,16; Jn 9,40s; Apc 3,17). "La purificación de los
pecados" difícilmente significa la obra realizada por la volun-
tad humana de la conversión de los pecados; se trata, más
bien, del perdón de los pecados otorgado por Dios, perdón
que el cristiano experimenta concretamente en el bautismo
(1 Cor 6,11; Ef 5,25s; Tit 3,5; 1 Petr 3,21). Pues sólo Dios
puede purificar de los pecados. Los pecados de otro tiempo
son los pecados cometidos en el paganismo (1 Petr 1,14). El
hombre inmoral olvida el don del bautismo y las obligaciones
que se derivan de él.

1,10 aLó [por lo cual] se relaciona con los vv. 1,-8,9 que pre-
ceden. Puesto que el que carece de virtud es un ciego, y el
gran bien del conocimiento sólo se adquiere por la virtud; por
eso los hermanos, es decir, los cristianos 25 , deben esforzarse
en dar valor a su llamada y elección. Las palabras xA:í'ír:nc; [lla-
mada] y ÉÚ,oyl¡ [elección] se encuentran a veces unidas en
el NT. Mt 22,14 distingue entre muchos llamados y pocos ele-
gidos. Los elegidos se encuentran donde la gracia se realiza
en la obediencia. Según Apc 17,14, XAT)-rol, ÉXAEx-rol, 'lt~O'-rol
[llamados, elegidos, fieles] están en unión con el cordero. La
llamada y la elección deben corresponder, por consiguiente, a
la fe; cf. Ef 4, 1; Fil 3,14. En la 2 Petr, 1,10, xAr]O'Lc; y ÉxAoyl¡
puestas una junto a otra y equiparadas, se refieren a la acción
divina (como en 1 Cor l,26s; pero de distinta manera que en
Mt 22,14). La acción divina se robustece por la acción hu-
mana. En Mt 22,14 y en Apc 17,14, la llamada general se con-
creta en una elección más estricta de acuerdo con la acti-
tud humana, pero, tanto la llamada, como la elección, son en
uno y otro caso actos de Dios. Lo mismo debe de querer
afirmar la 2 Petr 1,10. También aquí la llamada y la elección
son acciones de Dios. Al hombre sólo le queda el esfuerzo

24 ¿No es innecesario µuwná!;wv (= ser corto de vista) junto a


-cucpMi;? ¿Se ha añadido -cucpf...6i; como glosa explicativa de la palabra
muy rara µuwná!;wv?
25 Puesto que todos los cristianos son hermanos (véase 1 Petr 2,17),
el autor puede dirigirse también así al amplio círculo de lectores de la
carta.
2 Petr. Dones divinos y virtudes humanas 1,3-11 271

(a"rtouMcra't'E[corred, diligenciad]), el resultado final no está


en su mano (2 Tim 1,9) 26 •
¿No se le reconoce al esfuerzo humano ningún otro valor
según 2 Petr l,lOb? ¿Está en poder del hombre no caer, es
decir, no volver a pecar, mientras en Sant 3,2 se dice que
"todos pecamos muchas veces"? 27 ¿No es esta indicación
expresa de la acción humana en la 2 Petr (el 1tOr;E¡;V [hacer]
que aparece dos veces en 2,lOs no parece plantear ningún pro-
blema 28 ) una señal distintiva para considerar la carta como un
escrito neotestamentario tardío?
1,11 Con o\hw~ [así, de este modo] se indica otra vez la
acc1on moral como requisito para entrar en el reino y puede
estar garantizada aquella acción, pero ella por sí misma no
obtiene la entrada, sino que tiene que ser dada (ETILXOPTJY'"fli71¡-
0-E't't:ir; [será suministrada]). La salvación final es en definitiva
un don de Dios. Pero todo don de Dios es siempre extra-
ordinariamente rico (Rom 10,12; 11,33; Ef 1,7). Como los
sinópticos hablan muchas veces de entrar en el reino (Mt 7,21;
18,3; 19,17), así la 2 Petr habla de la entrada. También aquel
entrar de los sinópticos es siempre un don de Dios, pero sólo
se concede después de cumplir unas determinadas condiciones,
tales como separación de todo obstáculo (Mt 18,8s), conver-
sión (Me 10,15), cumplimiento de la voluntad de Dios (Mt 7,21)
y guarda de los mandamientos (Mt 19,17). El anuncio sinóptico
de la soberanía de Dios se expresa de otra manera en nuestra
carta escrita posteriormente. Ya no se dice que el reino de
Dios del más allá debe venir y que debe alcanzarse aquí el
reino de Dios (Mt 6,10), sino que los creyentes entrarán en
el reino de Dios del más allá. Aquel reino, que en los sinóp-
ticos se llama reino de Dios o reino de los cielos, es aquí "el
reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo". Pero,
26 G. Schrenk, en ThWb 4, 185. En otros lugares el NT puede evi-
dentemente decir, sin mencionar el esfuerzo humano, que la elección
divina alcanza su objetivo (Me 13,27; Rom 8,30,33; 9,11). Aquí se ha-
bla dogmáticamente, la 2 Petr 1,10, en cambio, ve las condiciones
reales de una comunidad y se habla paren éticamente; por eso se sub-
raya la colaboración y la acción humanas.
27 Para evitar esta conclusión, dice K. L. Schmidt, en ThWb 5, 884,
que aquí 1t't'alELV quizá signifique: tener una desgracia, caer en una
desgracia.
2s H. Braun, en ThWb 6, 481.
272 2 Petr. La esperanza cristiana l,ii-21

dado que también los sinópticos (Le 1,33; 22,30) pueden hablar
del reino (eterno) de Cristo, y lo mismo Juan (18,36) y las
cartas de Pablo (Ef 5,5; 2 Tim 4,1), no nos dicen nada nuevo,
aunque el acento que se pone pueda ser nuevo. En cuanto
reino de Dios, el reino de Cristo es eterno, mientras que en
otro aspecto (1 Cor 15,24; Col 1,13) se espera que Cristo en-
tregue al Padre el reino al fin de los tiempos, pues aquí se
entiende la soberanía del Señor glorificado, que comienza con
su resurrección y se realiza cumplidamente en la parusía 29 •
El título corriente que hoy se da a Cristo de "Señor y Sal-
vador" aparece por primera vez de una manera tan completa
en la 2 Petr (aquí, como en 2,20; 3,2,18), a pesar de que cada
una de las partes de que consta ya se habían utilizado antes.

2. La seguridad
de la esperanza cristiana
(2 Petr 1,12-21)

La finalidad de la carta, de exhortar a los creyentes a man-


tenerse firmes en la esperanza escatológica, vuelve a aparecer
claramente, después de haber aludido ya a ella (1,4 y 11). Si-
guen a continuación una serie de exhortaciones a la comuni-
dad. Empleando el estilo epistolar, el apóstol Pedro da fuerza
a sus exhortaciones, recordando sus experiencias personales
con Jesús. Si la carta es posterior a Pedro, entonces el autor
apela de esta manera al destacado Apóstol y habla en su nom-
bre para expresar sus propias ideas, que aquí se dirigen a de-
fe~der la tradición esencial, apostólica de la Iglesia.

12 Por eso os traeré siempre a la memoria estas co-


sas, a pesar de que ya las sabéis y estáis afianzados en
la verdad que poseéis al presente. 13 Considero justo,
mientras vivo en esta tienda de campaña, teneros alerta
con la exhortación, 14 sabiendo que en breve será des-
armada mi tienda, según me lo ha dado a conocer nuestro
Señor Jesucristo. 15 Y procuraré con empeño que en

2 9 R. Schnackenburg, Gottes Herrschaft und Reich (1959) 229 (Ed.


española, Reino y reinado de Dios, "Actualidad Bíblica" 3, Fax).
2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21 273

todo tiempo, después de mi partida, recordéis estas co-


sas. 16 Pues no os dimos a conocer el poder y la pa-
rusía de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo sutiles mi-
tos, sino porque fuimos testigos oculares de su grande-
za. 17 Pues él recibió de Dios Padre honor y gloria,
cuando la sublime Gloria le dirigió aquella voz: "Este
es mi Hijo muy amado, en quien me he complacido".
18 Y nosotros oímos esta voz dirigida desde el cielo,
cuando estábamos con él en el monte santo. 19 Y así
está más confirmada aún la palabra pr'Ofética, que te-
nemos. Y hacéis bien en prestarle atención, como a una
lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte
el día y salga el lucero de la mañana en vuestro cora-
zón. 20 Pero, ante todo, habéis de saber que ninguna
profecía de la Escritura es de interpretación privada;
21 pues nunca fue proferida profecía alguna por volun-
tad humana, sino que, llevados del Espíritu Santo, ha-
blaron los hombres de parte de Dios.

1,12 Para poder alcanzar el alto fin de la entrada en el


reino eterno se requiere un gran esfuerzo. Por eso (otó) el
Apóstol no quiere cansarse de enseñar y exhortar. Empleando
un estilo epistolar cortés, dice amablemente que los destina-
tarios de la carta ya están al corriente de todo, y que están
fortificados en la verdad (el mismo estilo en Rom 15,14; 1 Jn
2,21; Jud 5; Ignacio, Efesios 3,1). Pueden saber todo, por-
que la verdad está "presente", y a su disposición (tv "t"ñ
1tapoÚO"TI á),:r¡il'El~ '[en la presente verdad]). Se encuentra en
la tradición incorruptible (1 Petr 2,21). El tesoro total de la
revelación divina está en la posesión segura de la Iglesia
(Jud 3,5). Esta doctrina de la Iglesia se formó y los dogmas
se formularon en las disputas con la gnosis y contra sus "su-
tiles mitos" (2 Petr 1,16) y "sus palabras mentirosas" (2 Petr 2,3).
La doctrina católica posterior sobre el depositum fidei tiene
aquí su fundamento, aunque no se exprese aún.
Para la carta son de gran importancia el concepto y la rea-
lidad del "recordar" (l,12s; 3,ls). El mismo tenor tienen las
exhortaciones de otros escritores de la época apostólica tardía
(2 Tim 2,14; Tit 3,1; Jud 5,17). Se forma y se ha formado
una tradición fija, que debe ser trasmitida y guardada. La Igle-
CARTAS.-18
274 2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21

sia debe recordar esta tradición y debe difundirse basándose


en esta norma. Así podrá subsistir frente a la herejía. Pero,
si la palabra bíblica no es sólo instrucción, sino que, en cuanto
palabra de la reconciliación, de la gracia, de la vida, opera lo
que afirma, entonces el recuerdo mencionado en el NT de las
palabras de los profetas, de Cristo y de los Apóstoles (2 Petr
3,2), no significa solamente el pensamiento histórico en algo
que existió, sino que este recuerdo debe provocar la fuerza
encerrada en las palabras y servir de guía a la Iglesia actual.
Por este recuerdo está la Iglesia bajo el juicio y la gracia
de la palabra. Esto que adquirió forma y orden en la época
apostólica tardía, sucede desde entonces sin interrupción en
la Iglesia. Su predicación quiere o debe ser sólo un recuerdo
de la palabra transmitida.
1,13 El Apóstol quiere exhortar en todo tiempo (v. 12), es
decir, quiere exhortar en el breve tiempo que le queda de vida
(v. 13) y quiere que su exhortación valga también para el tiempo
posterior a su muerte (v. 15). Por eso escribe esta carta. El
tiempo de vida en la tierra se compara a la estancia en una
tienda. Como la tienda se levanta rápidamente, así también
el espíritu no tiene una morada permanente en el cuerpo. La
imagen con toda su plasticidad pertenece originalmente a las
condiciones de la vida pastoril. Pero una vez que se perdió
su resonancia primitiva, la emplea de muy diversas maneras,
no sólo la literatura bíblica (Is 38,12; Sab 9,15; 2 Cor 5,1-5;
también Filón, Quaest. in Gen. 1,28), sino también la griega
(véase BauerWb, col. l 496s; también el Corpus Hermeticum
13,12,15).
1,14 El Apóstol quiere exhortar tanto más, cuanto que
sabe que su tiempo ya será corto. Pronto "será desarmada su
tienda". Una tienda se desmonta. Aparece así una nueva ima-
gen, según la cual el cuerpo se compara a un vestido o lona
y un vestido se quita y una lona se desmonta. También ésta es
una comparación usual y que se entiende fácilmente (Col 3,9;
Henoc eslavo 22,8s; Ascensión de Isaías 9,8s; Aristóteles, De
anima 1,3: É·voúe:O"i7rzt O"wµrz [vestirse el cuerpo]). La unión de
las dos imágenes se encuentra en 2 Cor 5,2 30 •
ao A. Oepke, en ThWb 2, 318-321.
2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21 275

El Apóstol sabe que su muerte está cercana, probablemente


por una previsión natural (¿o profética?), pero también (xa.1.
[y]) por motivo de una revelación del Señor. Puesto que en la
carta habla el anciano Pedro, para el autor pseudoepigráfico, lo
mismo que para los destinatarios a quienes se dirige, es un
presupuesto por completo evidente. Le precedió ya una pri-
mera carta de Pedro (2 Petr 3,1), escrita en Babilonia(= Roma)
(1 Petr 5,13). También la segunda carta de Pedro se considera
escrita allí. Ahora bien, como según la antigua tradición Pedro
estuvo en Roma en el tiempo anterior a su martirio y hasta
el martirio, ambas cartas son escritos del mismo anciano Após-
tol. Si el autor de la carta no es Pedro personalmente, se plan-
tea el problema de saber si esta afirmación suya es simple-
mente una fiicción, o bien hace uso de una tradición que sabría
que Pedro había conocido de antemano su muerte y Cristo se
la habría revelado previamente. La predicción de Jesús, rela-
tiva a la muerte de Pedro, narrada por Jn 21,18, tuvo lugar
poco después de la resurrección de Cristo, y sólo habla de las
circunstancias de la muerte de Pedro, no del tiempo. No hay
razón alguna para aducir aquí la tradición conocida por la le-
yenda del Quo vadis?, que ciertamente es muy posterior 31 •
En la Carta Pseudo-Clementina a Santiago 2,2 (GCS, Ps-
-Clementina 1), Pedro menciona una palabra de Jesús relativa
a este asunto: "Yo fui avisado por Cristo de que habían lle-
gado los días de mi muerte". Esta carta, de todas formas, ha
debido pertencer, lo más pronto, al siglo m. Y vemos cómo
en la historia bíblica de los Apóstoles se le revela al Apóstol
su suerte de antemano (Act 20,25,28; 21,11) y en otros lu-
gares se les revela a los santos su muerte (Testamento de Leví
1,2; Martirio de Policarpo 5,2; Mart. de Perpetua y Felicidad
4,10-13). Quizá el texto de 2 Petr 1,14 se ha formado única-
mente según estos puntos de vista o estas motivaciones.

1,15 Al Apóstol le preocupa que después de su muerte la


Iglesia pueda recordar los puntos fundamentales de la doc-
trina. Por eso -y sólo éste puede ser el sentido 32- , quiere

31 Actus Petri cum Simone (Actus Vercellenses) 6 (35) = R. A. Lip-


sius - M. Bonnet, Acta Apostolorum Apocrypha (21959) 88.
32 Ya no puede defenderse hoy (todavía la propugna Bigg) la opi-
nión propuesta a veces en otro tiempo de que Pedro, como verdadero
276 2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21

dejar a la comunidad esta carta, que es en realidad una ense-


ñanza penetrante sobre la recta fe y la correcta conducta. El
testimonio del Apóstol después de su muerte debe servir a la
Iglesia, no sólo a través de una tradición oral, sino también por
un documento escrito. Esta idea no puede corresponder a la
primitiva edad apostólica. Los Apóstoles desarrollaron su mi-
sión a través del anuncio oral y lo entregaron a la memoria
y recuerdo de la Iglesia. Sólo compusieron cartas, cuando la
palabra directa les resultaba imposible, dada la lejanía o au-
sencia de las comunidades, pero no las escribieron para que
su predicación estuviera al alcance de la Iglesia en los tiempos
venideros. Tampoco Pablo escribió sus cartas para la poste-
ridad, a pesar de que en el tiempo de la 2 Petr (3,15-16) hu-
bieran sido ya coleccionadas para recuerdo permanente. La
2 Petr 1,15 habla ya de acuerdo con la idea posterior de que
la Iglesia se funda sobre el Libro.

1,16 El recuerdo de la predicación de los Apóstoles debe


mantenerse, porque su contenido no son hermosas fábulas,
sino el mensaje imperecedero de Cristo. El autor habla es-
pontáneamente en plural, es decir, en unión de los Apóstoles.
La predicación apostólica anuncia -d¡v XptiCM"ou Oúvtx'µw xa.i
'lta.poucrlcx:v [la fuerza de Cristo y la parusía]. La segunda pa-
labra determina el sentido de la primera. Por eso, 8úva;µi.c;
'[fuerza] no es la fuerza que Cristo demostró en otro tiempo
en la tierra, como, por ejemplo, los milagros, que en el NT
se llaman muchas veces 8vvli'µac; [fuerzas], sino que es el po-
der divino, que posee ahora en cuanto glorioso y glorificado y
que manifestará a todos cuando venga en su gloria. Pues esto
es lo que significa mxpoucrla.. La palabra griega tiene un rico
contenido, pero el suceso descrito en la Escritura es intensa-
mente bíblico, puesto que el Antiguo y el Nuevo Testamento
constituyen un único testimonio de la venida de Dios al mundo
y a la historia. Esta venida sucede en el AT en el "día de

autor de la carta, habla del evangelio de Marcos, que, según la antigua


tradición eclesiástica (lreneo, Adv. haer. 3,1,1; Eusebio, Hist. eccl. 2,15;
3,39,15), reproduciría por escrito la predicación oral de Pedro. Es dis-
cutible si el autor de la 2 Petr conocía ya esta tradición. La 2 Petr
2,15 habla de la preocupación del propio escritor de la carta (cr7touMuw)
y no hay motivo alguno para pensar en el escrito de otro, sino en un
escrito del propio autor.
2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21 277

Yahweh", y se espera para el tiempo final mesiánico, en el


que Dios se revelará como rey universal. El NT habla de la
venida de Cristo realizada en la encarnación (que el NT natu-
ralmente no llama parusía) y espera la próxima venida del
glorificado, revelado en su gloria.
A esto llama el NT la TI!Xpoua'lc~ "t'OV utou "t'OÜ &v~pwTiou
[parusía del hijo del hombre] (Mt 24,27 y frecuentemente) o
"t'ou xuplou [del Señor] (1 Tes 2,19 y frecuentemente; Pablo y
Santiago 5,7s y otros lugares) 33 • A Cristo se le atribuye ade-
más la :µEya.AEL6"t'TJ<; '[grandeza], según 2 Petr 1,16. En los otros
dos lugares en que aparece la palabra en el NT (Le 9,43;
Act 19,27) significa la revelación de la majestad divina; lo
mismo en Josefa (Ant 8,111). La 'µEya'A.n6"t'TJ<; de Cristo signi-
ficará la dignidad divina de Jesús, manifestada en la transfigu-
ración, según 2 Petr 2,17s.
El evangelio se enfrenta con las grandes obras de Dios en
la historia, que es una historia tan auténtica que puede verse
(ETIÓ1t"t'!XL [espectadores] 1,16) 34· y oírse (i¡xoúcrcx:µEv [oiremos]
1,18). En contraposición a la historia se hallan los mitos, que
son una invención sutil. Lo mismo que la 2 Petr, también las

33 Ilapoucrla es el término sagrado para indicar la epifanía de un


dios, como de Dionisos en los misterios (Diodoro de Sicilia 4,3,3) o
del curandero Esculapio (en una inscripción del Epidauro, W. Ditten-
berg, Sylloge 3, 1169, 34, en torno al 320 a. Cr.). También es éste el
término para indicar la visita del soberano (en los papiros y las ins-
cripciones; cf. A. Deissmann, Licht vom Osten [ 4 1923] 314-320;
L. Cerfaux - J. Tondriau, Le culte des souverains dans la civilisation
Greco-Romaine [1957] 182s; 422; 448). La mística filosófica habla de
la parusía de la mente en los piadosos (Corpus Hermeticum 1,22). To-
mando la palabra en el sentido técnico de la epifanía de la divinidad,
se usa también el término en el judaísmo helenístico (Josefo, Ant. 3,80;
Testamento de Judá 22,2). De aquí ha debido pasar al NT; cf. M. Di-
belius, An die Thessalonicher I.II (3 1937) 14-17, para 1 Tes 2,20;
B. Rigaux, Les építres aux Thessaloniciens (1956) 274-280; A. Oepke,
en ThWb 5, 856-869.
3 4 La palabra sólo se encuentra aquí en el NT, pero es un término
corriente de la lengua de los misterios, en la que designa al iniciado,
a quien se le hizo participante de la visión (W. Dittenberg, Sylloge
1,42,50, en una inscripción de Eleusis de en torno al año 465 a. Cr.;
véase allí mismo, 3, 1052, 4; 3, 1053, 3: inscripciones ambas de los
misterios de Samotracia, del siglo 1 a. Cr.). Naturalmente, a los Após-
toles no ha querido designárseles así como si fueran iniciados en los
misterios, porque la palabra significa muchas veces testigo ocular sin
más. De todas formas, su uso es una nueva prueba de la espiritualidad
griega, que ejerce su influencia sobre la 2 Petr; cf. W. Michaelis, en
ThWb 5, 374-376.
278 2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21

Epístolas Pastorales (1 Tim 1,4; 4,7; 2 Tim 4,4; Tit 1,14) se


oponen duramente a los mitos. Según Tit 1,14, los mitos se
equiparan a las "interminables genealogías" o son justamente
estas genealogías. En Tit 1,14 se rechazan los "mitos judíos'',
es decir, el autor no ataca a la mitología griega 35 • Ahora bien,
como la segunda carta de Pedro se dirige contra la primitiva
gnosis herética, nos inclinaríamos a pensar que en la alusión
a los mitos se esconden doctrinas heréticas determinadas. Pa-
rece, pues, que se trata de una polémica contra la gnosis cris-
tiano-judía. Según las alusiones (genealogías interminables), po-
dría tratarse de enseñanzas sobre las emanaciones de la crea-
ción, que, según la gnosis, consisten en que Dios hace salir de
sí a los eones, en los que hay, siempre según la gnosis, dis-
tintos órdenes y rangos, hasta que el hilo divino se pierde en
la materia.
Un ejemplo de tales doctrinas lo ofrecen quizá los rollos
de Qumrán (1 QS 3,13-15) (sin que queramos admitir por esto
en Qumrán un influjo gnóstico propiamente dicho): "Para el
sabio: Debe instruir a todos los hijos de la luz y ellos deben
dejarse enseñar las listas de generaciones de todos los hijos
de los hombres, divididos según todas las especies de sus es-
píritus con sus signos distintivos, según sus acciones y sus
categorías y según la tribulación con las plagas valederas para
ella, incluyendo el tiempo de su paz". ¿O se indicarían con los
mitos doctrinas apocalípticas, que desempeñaban un papel tan
importante en el judaísmo contemporáneo y que pretendían,
como parece aludir la 2 Petr, asegurar la verdad de la esca-
tología cristiana? Quizá el autor pretende justamente delimi-
tarla y separarla de las especulaciones vanas.
En la 2 Petr 1,16 se reconoce con seguridad y se expresa
con claridad el contraste entre la historia salvífica y la mito-
logía. En el mito reviste el hombre sus pensamientos y sus
anhelos con un relato histórico. El mito carece de realidad
divina y también de fuerza salvadora. En el mito queda el
hombre apresado en su propio círculo. En la historia de la

3 5 Puesto que las Epístolas Pastorales, comparables en algunos pun-


tos con las Epístolas Católicas, muestran la enseñanza eclesiástica sobre
la fe en contraste intencionado con la falsa doctrina, puede aceptarse
sin dificultad, que el repudio de los mitos aquí y allí se dirige contra
los mismos o semejantes errores.
2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21 279

salvación está Dios creadoramente actuando. Quien se deja


incluir en su desenvolvimiento, experimenta la acción divina y
en consecuencia, la verdadera liberación de su perdición sin
esperanza. Por eso, son esencialmente distintos y se hallan se-
parados el evangelio y el mito 36 ,

1,17 37 Cuando los Apóstoles testifican la divinidad de Cris-


to, no anuncian mitos que ellos hayan inventado, puesto que
ya experimentaron su gloria, en virtud de la cual se realizará
la parusía, ya que esa gloria se les reveló de una manera es-
pecial. Esto tuvo lugar en la transfiguración de Jesús 38 • En

3 6 Puesto que Bultmann y su escuela entienden por mito algo dis-


tinto de lo que dice la 2 Petr 1,16 y otros lugares paralelos del NT,
es decir, el modo y manera como se describe el acontecimiento divino
con las categorías del tiempo y el espacio, Bultmann no tiene dificul-
tad en hablar de un mito neotestamentario de Cristo. Por motivo de
esta diferencia de terminología, de un pasaje como el de la 2 Petr
1,16, no se puede tomar inmediatamente una postura frente a los es-
fuerzos teológicos de Bultmann por la desmitologización. Por el con-
trario, siempre será verdad que el NT dice aquí expresamente que
él no tiene nada que ver con los mitos, mientras que para Bultmann
el NT es un libro mitológico, que por eso debe ser desmitologizado.
Según esto, ¿no es por lo menos la terminología de Bultmann confusa
y conceptualmente llamativa? Cf. G. Stahling, en ThWb 4, 787-803.
3 7 Después de la frase precedente del v. 17 se intercala el v. 18 para
subrayar el testimonio ocular del Apóstol en el suceso narrado en
el v. 17.
as No es aceptable la interpretación que piensa que el texto de
2 Petr 1,17 no se refiere a la transfiguración, sino a una visión de
Pedro relativa a la resurrección, pero totalmente desconocida para
nosotros (así K. G. Goetz, Petrus als Gründer und Oberhaupt der Kir-
che [1927] 89; O. Cullmann, Petrus [2 1960] 69; H. Baltensweiler,
Die Verkliirung Jesu fl959] 27-28; y de entre los comentarios, Woh-
lenberg). Una voz del cielo en una visión de la resurrección sería algo
totalmente inusitado. Por otra parte, tanto el contenido de la voz,
como la estancia en la santa montaña, aluden al relato tradicional de
la transfiguración. Además, es improbable que la carta haya podido
utilizar una tradición especial y fidedigna de una aparición a Pedro, si
la carta es un escrito pseudoepigráfico tardío. ¿Cómo habría podido
llegar hasta el autor esta especial tradición tan valiosa? Entienden el
texto de 2 Petr . 1,17 de la transfiguración los siguientes autores:
A. von Harnack, Die Verkliirungsgeschichte Jesu, der Bericht des Pau-
lus (1 Kor 15,13 ff) und die beiden Christusvisionen des Petrus (1922)
62-80; J. Blinzler, Die ntl. Berichte über die Verkliirung Jesu (1937)
17s; 30s; J. Holler, Die Verkliirung Jesu (1937) 135-142; H. Riesen-
feld, Jésus transfiguré (1947) 265; H. Kosmala, Hebriier-Essener-
-Christen (1959) 390s; E. Kasemann, "Eine Apologie der urchristli-
chen Eschatologie", en Exegetische Versuche und Besinnungen 1 (1960)
138; 149s; H. Müller, "Die Verklarung Jesu", en ZntW 51 (1960)
280 2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21

aquella ocasión llegó a Jesús sobre la montaña la voz de Dios


que testificaba que él era el Hijo de Dios, en quien Dios había
puesto sus complacencias. Para la 2 Petr, la filiación no es sólo
una gracia, sino que se trata de la filiación divina en sentido
propio y natural, en virtud de la cual el Hijo es el Cristo, rey
soberano 39 , Así recibió Cristo del Padre ·nµ'Í] [honor] y Oó~a
[gloria] (fórmula usada a veces por el Ps 8,6; Rom 2,7,10;
1 Tim 1,17; Apc 4,9). Ti;µ'Í¡ puede significar la designación hon-
rosa que Cristo recibió de la voz celestial. Aó~a, en cambio,
no significa aquí honra, sino la gloria divina, según el uso de
esta palabra en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Pues oó~a,
como traducción de kabod, es en el AT la majestad de Dios,
tal como se hizo visible en el Sinaí (Ex 19,16) o en la tienda
de la alianza (Ex 40,34s). En este sentido, Dios mismo se des-
cribe con el abstracto µeyaAo'ltprnT¡.; oó~a [gloria del magnífico].
Esto se hace así según la costumbre rabínico-judía de evitar
el nombre de Yahweh (la misma manera de designar a Dios
en la Ascensión de Isaías 11,32; Henoc 14,20; 102,3; Testa-
mento de Leví 3,4).

1,18 Los Apóstoles mismos oyeron la voz como testimonio


de Dios sobre Jesús, anunciando que Jesús era el Señor di-
vino. Por eso, los creyentes pueden estar seguros de que Jesús
como el Cristo de la gloria está ahora en el cielo y desde allí
se manifestará en la parusía. Frente al relato de los sinópticos
parece que el relato de la carta está un poco subido de tono.
En los evangelios (Mt 17,5) se dice que la voz era una voz des-
de las nubes; en la carta, una voz del cielo, es decir, una voz
divina seguramente. La montaña es allí una montaña alta
(Mt 17,1), aquí es la santa montaña, es decir, una montaña
determinada, conocida y concretada por la tradición y ya la
montaña santa 40 • La redacción de la historia se hace sacra,
dato que también revela un tiempo posterior.
46-54; lo mismo los comentarios de Bigg, Chaine, Charue, Felten,
Michl, Windisch-Preisker.
39 La palabra dirigida a Jesús en 2 Petr, a quien más se parece es
a la transmitida por Mt 17,5, mientras que Me y Le se distancian un
tanto. En relación al ev i¡) Eú06xr¡cra de Mt 17,5, la 2 Petr dice d~
8v Eú06xr¡cra. Las pequeñas diferencias que se aprecian entre uno y
otro se explican fácilmente, teniendo en cuenta que el autor de la
carta no ha debido utilizar un evangelio escrito.
40 W. Foerster, en ThWb 5, 485.
2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21 281

Podemos preguntarnos por qué el autor apela al hecho de


la transfiguración, relativamente poco conocido, y por qué no
aduce la ascensión o la resurrección de Jesús, hechos cono-
cidos por toda la Iglesia, y que hubiera probado igual o mejor
que el "esperado" en la parusía era el Señor divino y que por
eso podía esperarse en él con total seguridad. La respuesta
hay que deducirla quizá de la manera cómo se describe la histo-
ria de la transfiguración. La transfiguración de la figura sólo se
describe en la 2 Petr a modo de explicación. Tanto en 1,17,
como en 1,18 se destaca la palabra que Dios dice a Jesús.
Esto parece ser lo fundamental para la carta en la historia de
la transfiguración. Pues esta palabra establece de una manera
solemne y pública que Cristo es el Hijo de Dios. Gracias a
esta prerrogativa volverá él en su poder y gloria "" 1 •

1,19 Ya la palabra profética del AT se refiere a Cristo y


a su parusía. Esta profecía se ha hecho ahora más segura 12 ,
porque se ha hecho más clara en relación a la manera y se-
guridad de su realización. La transfiguración de Cristo hizo
ya claro que Cristo participa de la esencia divina. Y se mani-
festará el día de la parusía en esta gloria. Pero ¿a qué pro-
fecía del AT se alude? Puede no pensarse en ninguna en par-
ticular y querer decir solamente que todo el AT, en el que
se promete el Mesías y Salvador, presupone ya su exaltación
al poder divino y al establecimiento del reino de Dios por me-
dio de él. Cuando vino en la carne todavía no se realizó esto
último. Se realizará, en cambio, cuando vuelva a venir en su
gloria. Lo mismo dice Pedro en Act 3,24, es decir, que todos
los profetas anuncian el día del restablecimiento escatológico
de todas las cosas. Debe ser un desarrollo posterior de la

41 Así Michl, comentario al pasaje; J. Hi:iller, Die Verk.liirung


Jesu (1937) 142; 225-228. Explicación distinta en E. Kasemann,
"Eine Apologie der urchristlichen Eschatologie", en Exegetische Ver-
suche und Besinnungen 1 (1960) 150s.: La resurrección de Jesús se
entiende todavía en la 2 Petr sólo como un milagro cristológico, no
como aquel acontecimiento escatológico que introduce y da paso a la
resurrección universal. En cambio, la transfiguración concedida al Jesús
terreno podría servir de ejemplo de la transfiguración esperada para los
hombres.
42 El sujeto "nosotros" cambia entre 2 Petr 18 y 19. En el v. 18 el
"nosotros" 'l'¡xoúcraµi::v, son los Apóstoles en el v. 19, el "nosotros"
EXOµi::v, son los creyentes.
282 2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21

prueba de las profecías, cuando Justino (1 Apolog. 50,ls; 51,8;


52,3s; Dial. 52) afirma que la parusía, la resurrección de los
muertos y el juicio final se encuentran preanunciados en el AT
con todo detalle.
En esta profecía más segura pueden y deben confiar los
creyentes. Pues es "como una lámpara que brilla en un lugar
oscuro". Así califica el autor al mundo actual, caído en las ti-
nieblas (Mt 4,16; Jn 1,5; Ef 6,12). La luz de la palabra pro-
fética brilla ahora 43 hasta que despunte el día escatológico
con la parusía 44 • También Rom 13,12 habla de la parusía como
del día que ha de poner fin a la noche. Aquí se trata eviden-
temente del día en sentido cósmico-apocalíptico, en 2 Petr 1,19,
se entiende el día en sentido individual-psicológico (E:v 'ta¡;<;
xapblat.<; [en los corazones]) 45 • A pesar de que no es ésta toda
la escatología de la carta (cf. 3,10-13), no obstante, un lugar,
como 2 Petr 1,19, demuestra el interés que se daba a la esca-
tología personal, a medida que se retrasaba el acontecimiento
final cósmico y general e iba perdiendo, por lo tanto, en inte-
rés. Véase, por el contrario, 2 Cor 4,4-6, en donde se ven,
una mezclada con la otra, la importancia cósmica y la personal
de la luz divina 46 •

1,20 Si la carta, por una parte, exhorta a apreciar en sumo


grado la profecía veterotestamentaria, por otra, pone en guar-
dia ante un uso falso de la misma. En 3,16 se dice expresa-

43 Cf. Ps 118,105; además, 2 Esdr 10(12),42: Tú nos has quedado


de entre todos los profetas ... como una lámpara en lugar oscuro.
44 'HµÉpa. parece tener aquí un doble sentido. La parusía de Cristo
es metafóricamente el claro día, pues es luz en las tinieblas; pero tam-
bién es según la Biblia el día escatológico de la salvación y del juicio,
esperado por el Antiguo y el Nuevo Testamento; cf. 1 Petr 2,12; Jud 6.
4 5 Si con el día debe aparecer en los corazones la estrella de la
mañana (v. 19), entonces la imagen no es totalmente exacta desde el
punto de vista histórico-natural. Porque la estrella de la mañana
aparece antes del día. La frase sería correcta, si q>WO'q>opo~ pudiera
entenderse como un adjetivo (el día como portador de luz) o si
q>WO"q>opo-; significara el sol naciente. Pero para q>WO"q>opo<; sólo se co-
noce con seguridad el significado de estrella de la mañana; cf. J. Boeh-
mer, "Tag und Morgenstern? Zu 2 Petr 1,19", en ZntW 22 (1923) 228-
233; H. Schlier, Religionsgeschichtliche Untersuchungen zu den Igna-
tiusbriefen (1929) 29s. H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959)
407s, ve en él la estrella mesiánica de Nm 24,17.
46 Sobre ideas parecidas en la primera carta de Clemente, cf. O.
Knoch, Die eschatologische Konzeption des l. Clemensbriefes (1959) 97.
2 Petr. La esperanza cristiana 1,12-21 283

mente que algunos corrompen las Escrituras. La carta se encara


con los falsos doctores de esta factura. Si no llegaban a negar
las profecías del AT o no rechazaban el AT en bloque, por
lo menos lo explicaban con "una interpretación privada" de
tal naturaleza que la carta la califica de propia voluntad o pro-
pio capricho.
La Escritura necesita evidentemente una explicación. Su
sentido puede resultar oscuro y misterioso. Pero la propia in-
terpretación es muchas veces errónea. ¿Qué se entiende como
contraste a la propia interpretación? De 1,21 se deduce que
la interpretación debe hacerse según el espíritu de Dios y
partiendo de este espíritu, que llena la Escritura 47 • Por eso,
parece que el lector es remitido, no a la Iglesia, sino al espíritu
de la Escritura. ¿No hay aquí un círculo vicioso, si el lector
de la Escritura es remitido a la propia Escritura? La respuesta
se contiene en 1,21 48 •

1,21 La profecía, primero dicha de palabra y luego escrita,


está inspirada, como la sagrada Escritura del AT, por el es-
píritu y procede de Dios. Esta es la doctrina de la inspiración
propuesta por la carta. Es la doctrina de la inspiración de todo
el NT (Me 12,36; Act 3,21; 2 Tim 3,16). El AT enseña tam-
bién que Dios por medio del espíritu realiza el mensaje pro-
fético (Zac 7,12). Jer 23,16 distingue la falsa profecía de la
verdadera en el sentido de que los falsos profetas hablan según
su propia convicción, y no según la boca del Señor. Según la
concepción rabínica, toda Escritura del AT está inspirada por
el espíritu santo 49 • El judaísmo helenístico explica la profecía,
empleando ideas griegas, como un entusiasmo extático ·50 • He-
47 Esta explicación puede apoyarse en que Filón, Vita Mosis 1,281,
contrapone uno a otro ~füoc; y 1'te:~oc; en relación al origen de la pro-
fecía.
48 J. T. Curran, "The Teaching of 2 Peter 1,20", en ThSt 4 (1943)
347-368, acepta como contraposición a la propia interpretación la del
espíritu, que tiene lugar en la interpretación de la Escritura por parte
de los Apóstoles, después, de los carismáticos y los doctores. A ellos
se oponen los falsos doctores de 2 Petr 2,1.
49 Billerbeck 4,1, 435-451.
5o A esta corresponde la concepción de la comunidad de Qumrán.
Los profetas han recibido la revelación divina por su santo espíritu
(1 QS 8,16; Documento de Damasco 2,12-13). También la inter-
pretación viene de Dios (1 QpHab 2,2s; 7,4s); cf. O. Betz, Offenbarung
und Schriftforschung in der Qumransekte (1960) 8ls.
284 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

breas 1,1 y 2 Petr 1,21 están muy cerca uno de otro, al enten-
der ambos la profecía en el sentido de que el espíritu habita
en los profetas y habla por medio de ellos, como, según 1 Petr
1,11 (véase allí), habla por medio de ellos el Cristo preexistente
pneumáticamente 51 •
Puesto que Dios y el espíritu de Dios son las causas úl-
timas de la profecía, sólo puede venir de ellos la recta inter-
pretación y toda interpretación humana sólo puede conducir
al error. Pero ¿dónde está ahora este espíritu y en dónde se
lleva a cabo la interpretación con ayuda del espíritu? Para
el autor de la carta sólo es válida la interpretación propuesta
por la gran Iglesia -la Iglesia universal- y ésta es la que
posee el espíritu. Si la carta todavía no lo expresa tan clara-
mente, no obstante, para ella es una cuestión totalmente cierta
y que no admite discusión 52 •

3. Los falsos doctores


(2 Petr 2, 1-22)

Ya en el primer capítulo de la carta entra en escena la dis-


cusión con los falsos doctores. Por eso se exhorta a los lectores
a que sean fieles a su vocación (1,12). Contra los falsos doctores
se dirige la afirmación de que la predicación apostólica no está
basada en mitos sutiles (l,16), la puesta en guardia contra la
falsa profecía (l,20s), como también la exhortación a no de-
jarse arrastrar por el deseo de placer (1,4) y por la inmorali-

s 1 W. Bieder, en ThWb 6, 360; E. Sjoberg, ibid., 380s; E. Schwei-


zer, ibid., 396 y 446 (para esto v. 7tVEÚµa:); R. Rendtorff, en ThWb
6,810; R. Meyer, ibid., 817 y 822s; G. Friedrich, ibid., 832-835 (para
esto v. 1tpoq>'Í]"t"'I)<;).
52 Por eso la exégesis católica está en su derecho, al inclinarse
a ver expresado en la 2 Petr 1,20-21 el fundamento de la interpreta-
ción eclesiástica de la Escritura, fundamento que el concilio de
Tren to (sesión IV) formula así: Ecclesiae est iudicare de vero sensu
et interpretatione S. Scripturae. También W. Marxsen, Der "Frühka-
tholizismus" im NT (1958) 7-21, reconoce que la idea católica, de
que "la exégesis es materia del magisterio", puede apoyarse en la
2 Petr 1,19-21 y 3,15-16, en donde ya no se retiene la enseñanza pau-
lina de que todo cristiano posee el don del espíritu, si la 2 Petr
afirma que el espíritu está ligado al cargo. Cf. E. Kasemann, "Eine
Apologie der urchristlichen Eschatologie", en Exegetische Versuche
und Besinnungen 1 (1960) 152-154.
2 Petr. Los falsos doctores. Manifestación 2,1-3 285

dad (1,6). Ahora la disputa se hace abierta, pues el segundo


capítulo de la carta ataca con toda dureza a los falsos doctores.
Aquí la segunda carta de Pedro sigue a Judas.
En el capítulo pueden distinguirse tres secciones: mani-
festación de los falsos doctores (2,1-3); anuncio del castigo que
les espera (2,4-13a) y descubrimiento de sus pecados en la
Iglesia y a la Iglesia (2, 13b-22).

a. La manifestación
de los falsos doctores
(2 Petr 2,1-3)

2,1 Hubo también falsos profetas en el pueblo, como


también habrá entre vosotros falsos doctores, que intro-
ducirán encubiertamente divisiones perniciosas, y negarán
al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos rápida
perdición. 2 Muchos seguirán sus torpezas, y por cau-
sa de ellos será maldecido el camino de la verdad. 3 Y
por su avaricia se aprovecharán de vosotros con palabras
mentirosas. Su condenación hace tiempo que no está inac-
tiva, y su perdición no duerme.
2,1 La carta pasa a otro tema, al recordar ahora, después
de la mención de los profetas en 1,20-21, que también en
Israel ('Aaó~ sin más es el pueblo de Israel; cf. 1 Petr 2,10)
hubo falsos profetas. La carta recuerda la lucha constante con-
tra los falsos profetas en el AT. Un \j;·8u8onpoqr/¡'"t"l]~ '[pseudo-
profeta] es allí el que se hace pasar falsamente como un pro-
feta de Yahweh y como tal anuncia cosas falsas (Jer 6,13;
Zac 13,2; Testamento de Judá 21,9). Is 28,7-13; Jer 28s;
Ez 13; Miq 3 y Dt 13,2-6; 18,20 están escritos contra los fal-
sos profetas. El NT espera falsos profetas sobre todo para el
tiempo final (Mt 24,11; Apc 16,13).
Como los profetas cristianos no son adivinos, sino maes-
tros de la Iglesia (1 Cor 14,29; Ef 2,20), así también los fal-
sos profetas 53 son "falsos maestros" (lj;euoootociaxaA.ot) 54 • Los
53 G. Friedrich, en ThWb 6, 857s; R. Meyer, ibid., 805-808.
54 'l'euoootoácrxaA.o<; no está atestiguado en la lengua griega extra-
bíblica, sólo aparece aquí en el NT y falta también en la literatura
cristiana primitiva; cf. K. H. Rengstorf, en ThWb 2, 162s.
286 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

maestros formaban en la iglesia apostólica un propio círculo,


cuyo enorme prestigio atestiguan las cartas de los Apóstoles
(Act 13,l; 1 Cor 12,28s; Ef 4,11). Los falsos doctores inten-
taban alcanzar también una tal autoridad. Su caracterización
como \jJwoooLocicrxaAoL demuestra que su pretensión de ser
maestros de la Iglesia es falsa y que su enseñanza es errónea
y conduce al error.
Cuando la 2 Petr pone uno junto al otro el Antiguo y el
Nuevo Testamento (A.aóc; [pueblo] y úµi:v '[a vosotros]), se trata
de algo más que de una simple comparación externa. El AT se
concibe como tipo del nuevo tiempo, como después, en 2,4-10
y 11 y 15-16, se va a exponer con ejemplos concretos. Se indica
la falsedad de la doctrina. Estos maestros huyen de la publi-
cidad. Intentan introducir solapadamente sus doctrinas en la
Iglesia 55 • Su doctrina es una "herejía" 56 •
Las falsas doctrinas son alpfoe:Lc; ti7twA.e:lac; [sectas de per-
dición]. Conducen a la ruina. 'Am.0A:e:¡¡a '[perdición, ruina] es
una palabra usada con gusto por la 2 Petr (aparece de nuevo
en 2,lb; 2,3; 3,7,16), de acuerdo con la finalidad de la carta
de establecer una separación incondicional entre la Iglesia y
la herejía. La separación más profunda consiste en que la Igle-
sia conduce a la salvación, la herejía a la ruina. La tiTiwJ..e:¡¡a
es, según el uso lingüístico del NT, la ruina eterna 57 • Si en
2,1 la tiTIWAe:ua se describe como ·mx.wT¡ '[rápida], es que se
piensa en el juicio, que trae consigo la condenación. El juicio
es "t'ctX.W'ÍJ ( = que viene rápidamente), porque el juicio final

55 IlctpE~<TtiyEw = introducir ocultamente; cf. Gal 2,4; Jud 4.


56 AtpEcn<; en el griego clásico significa elección, después orienta-
ción escolar, escuela; lo mismo en el judaísmo helenístico (Gn 49,5
f.!; ctlpfo-eo; = por elección; en Filón y Josefo atpecr~ significa escuela;
Josefo, Vita 12: aquí los esenios, saduceos y fariseos reciben el nom-
bre de ctlpÉO'E~<;. sin que la palabra tenga un sentido peyorativo). Tam-
bién en los Act 5,17; 26,5 aparece este sentido neutral. En las cartas
de los Apóstoles, en cambio, atpEcr~ tiene un sentido desfavorable.
AtpÉO'E~ son "obras de la carne" (Gal 5,20). Destruyen la Iglesia
(1 Cor ll,18s). También en 2 Petr 2,2 las ctlpÉO'E~<; son juzgadas como
malas. La palabra debe tener aquí la acepción de doctrina especial,
pero también puede aludir a las doctrinas de sectas. Este sentido es
claro en Ignacio, Efesios 6,2; Ignacio, Tralianos 6,1: Justino, Dial. 51,2.
Cf. H. Schlier, en ThWb 1, 180-183; J. Brosch, Das Wesen der
Hiiresie (1936) 24-32; M. Meinertz, "I:xloµct und atpEcr~ im NT", en
BZ, NF 1 (1957) 114-118.
57 A. Oepke, en ThWb 1, 395s.
2 Petr. Los falsos doctores. Manifestación 2,1-3 287

está cerca. La 2 Petr espera también esto con toda la era


apostólica. Los falsos doctores atraen sobre sí mismos la ruina
y también sobre sus víctimas.
Por lo menos en un punto se determinan las falsas doctri-
nas según su contenido: "Niegan al Señor que los rescató" 58 •
Según los datos del NT fue Pablo quien describió la redención
por medio de Cristo como un rescate (de la esclavitud del
pecado, del demonio y de la muerte). El introdujo el verbo
&:yoprisEW [comprar en el mercado] en el NT (1 Cor 6,20;
Gal 3,13; cf. Apc 5,9). La 2 Petr 2,1 59 se halla también bajo
el influjo de esta teología paulina. El OErntÓ't't¡c; '[dueño] nega-
do no puede ser otro que Cristo. ¿Cómo sucede esta negación?
¿Porque los falsos doctores niegan la vuelta de Cristo (1,16;
3,4), lo que significaría que también niegan su existencia divina
actual? ¿O la negación tiene lugar por la desobediencia de los
falsos doctores, en cuanto que niegan prácticamente la sobe-
ranía de Cristo por su conducta inmoral? ¿Desempeña aquí
un papel entre negar y renegar el significado de &:pvE~croa.t '[ne-
gar]? (cf. Jud 4) 60 •
2,2 Muchos siguen a los falsos doctores, que adquieren así
muchos adeptos. Estos se consideran aún pertenecientes a la
comunidad eclesiástica y la comunidad los tiene en medio
de sí. Los adeptos les siguen, no por su especial enseñanza,
es decir, porque prometan un conocimiento más importante o
más elevado, sino, como dice la carta, porque siguen el liber-
tinaje moral que reina en su secta 61 •
El mundo, que no distingue entre la verdadera Iglesia y los
herejes separados de la misma, aplasta a la Iglesia con el
libertinaje de los caídos. Por causa de ellos (ot' oüc; [por ellos]
58 El sustantivo \(lwooBtM11xaA.oL y el participio &:pvoóµEVOL se
coordinan a través de xal. en la frase xal.. . . &:pvoúµEVOL : son falsos doc-
tores y tales que ... (así Windisch-Preisker). No obstante podría expre-
sarse una gradación: pues incluso ... (así Bigg, Chaine, Felten, Knopf,
Michl).
59 F. Büchsel, en ThWb I, 125-127.
GO H. Schlier, en ThWb 1, 468-471.
61 La &:aÉAyELa se les reprocha a los falsos doctores también
en Jud 4, y la repite 2 Petr 2,2 y 18. Pero, mientras la palabra en
Jud 4 debe significar principalmente orgía (como en otros lugares
del NT), en la 2 Petr tiene la acepción especial de impureza sexual ;
así seguramente en 2 Petr 2,7 y 18, y después probablemente también
en 2,2; cf. O. Bauernfeind, en ThWb 1, 488.
288 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

no pertenece a m'.rtw\1 [de ellos], sino a 1to))..ol [muchos]) "será


maldecido el camino de la verdad". La imagen del camino está
muchas veces tan desvirtuada en la literatura bíblica (y extra-
bíblica), que ya no significa más que la doctrina (Ps 118,30;
Act 9,2; 19,9,23; 22,4). Por eso, óóoc:; i:f)c:; &.A.TJ~Elac:; '[camino
de la verdad] no debe significar aquí otra cosa más que la doc-
trina de la verdad, la recta doctrina, la recta religión. Pero
quizá se contenga aquí todavía un poco más la imagen original,
y la palabra signifique la recta conducta, es decir, la ordena-
ción cristiana de la vida practicada en la Iglesia, como parece
todavía conservarse la imagen en el sentido apuntado en 2 Petr
2,15 y 21 62 •
En el evangelio de Juan (1,17), la verdad es la revelación
divina realizada en Cristo. En la literatura apostólica tardía
(1 Tim 6,5; 2 Tim 2,18; Tit 1,14; Ignacio, Efesios 6,2; Poli-
carpo, Fil. 3,3), verdad significa, como en la 2 Petr, la abso-
luta verdad de la fe de la lglesia. En la 2 Petr 1,15 es tanto
como Cristo en persona 63 • El mundo, por consiguiente, consi-
dera el libertinaje de los falsos doctores como si fuera la or-
denación cristiana de la vida, y por eso esta ordenación es
maldecida. ~A.ex:cr<pl]µEla '[injuria, blasfemia] en el NT significa
siempre el ataque al poder mismo de Dios. Este poder es ata-
cado por la blasfemia, porque el precepto divino marca el ca-
mino. Pero la blasfemia es sobre todo blasfemia contra Dios,
porque la Iglesia, que es despreciada o maldecida, es conscien-
te de la unidad que tiene con Dios (cf. Rom 2,23s; Tit 2,5;
Sant 2,7) 64 •

2,3 De nuevo se acusa a los falsos doctores. Están movidos


por la avaricia. IlA.Eovd;la '[insaciabilidad] en el NT significa
casi siempre (fuera de 2 Cor 2,11) el deseo del dinero, no el
deseo del poder y el honor, como en el griego profano ; así
probablemente también en 2 Petr 2,3 y en 2,14, en donde se

62 Así W. Michaelis, en ThWb 5, 90; lo mismo el comentario


de Wohlenberg. Aceptan, en cambio, la acepción de "recta doctrina",
BauerWb, col. 1098; J. Brosch, Das Wesen der Hiiresie (1936) 14-16;
y los comentarios de Chaine, Windisch-Preisker.
63 R. Bultmann, en ThWb 1, 242-248.
64 H. W. Beyer, en ThWb 1, 620-624; J. Brosch, Das Wesen der
Hiiresie (1936) 54s.
2 Petr. Los falsos doctores. Manifestación 2,1-3 289

repite el reproche 65 • También en Jud 11 y 16 se les hace a los


falsos doctores el reproche de avaricia. Pablo mismo tuvo que
escuchar esta acusación que se le hacía a él, pero se defiende
enérgicamente contra ella (1 Tes 2,5; 2 Cor 7,2; 8,20). Para
alejar de sí toda sospecha, Pablo evita aceptar regalos de la
comunidad y se procura el sustento con el trabajo de sus manos
(Act 20,33s; 1 Tes 2,9).
La Iglesia exhorta a sus jefes al desprendimiento (1 Tim 6,5;
1 Petr 5,2; Didaché 11,9-12). Naturalmente, se reconocía a
los misioneros el derecho de recibir el sustento de las comu-
nidades (Le 10,7; 1 Cor 9,13). Pero el peligro de que los in-
vestidos de algún cargo abusaran codiciosamente del mismo
era ciertamente muy grande. Y se recurría fácilmente a repro-
char a un adversario tales desmanes (iguales reproches en
1 Tim 6,5,10; Tit 1,11) 66 • 'Elµ7topEÚCTOV't"aL '[serán negociados]
junto con 7tAEOVE~la '[insaciabilidad] puede dar una imagen
aproximada del comerciante codicioso. Quizá se encuentre
detrás de la acusación de la 2 Petr 2,1 (á:yopá-crav't"a '[el que
compró]) una alusión a la libertad cristiana: Los cristianos,
que como propiedad de Cristo, son libres, son tratados como
cosas de comercio por los codiciosos falsos doctores.
El medio que usan los falsos doctores para comprar a los
creyentes son las palabras engañosas (7tAacr't"otc; A.6yor.c;). ¿En
qué sentido son engañosas o mentirosas? Quizá porque la carta
considera como una mentira toda doctrina falsa. Pero podría
pensarse también en algo concreto: por ejemplo, que los falsos
doctores con su predicación del libertinaje (2,2) prometen la
salvación, pero sus adeptos no sólo no consiguen esta salvación,
sino que van a la ruina. ¿O se alude con ello a las blasfemias
contra los seres gloriosos (2,10) o a su negación de la parusía
(3,3s) o a su repudio de las Escrituras (3,16)? 67 •
A la descripción de la actuación de los falsos doctores ·se
añade en 2,3 una amenaza del juicio. Que el juicio ya hace
tiempo que está en acto, y ya se realizó en otro tiempo, a pesar
de que todo parece tranquilo, lo demuestran los antiguos rela-

65 G. Delling, en ThWb 6, 268-274.


66 También las escuelas filosóficas griegas se acusan mutuamente
de este modo; cf. M. Dibelius, An die Thessalonicher 1.11 (ª1937)
7s para 1 Tes 2,5.
67 H. Braun, en ThWb 6, 262s.

CARTAS.-19
290 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

tos y los ejemplos históricos, tres de los cuales recuerda la


carta en 2,4-8. El juicio y la ruina están personificados como
temibles justicieros que van a intervenir de un momento a otro.
Este aviso se dirige ya, como después se dirá más claramente
en 3,3s, contra la burla que hacen los falsos doctores del re-
traso del juicio.
Los falsos doctores se describen en 2,l-3a, y de nuevo en
3,3, con el futuro como que todavía no han llegado. Pero su
descripción es tan concreta, que el autor de la carta debe co-
nocer ya sus manejos y debe haberlos experimentado ya. El
texto de 2,3b habla claramente de la presencia del juicio que
ha de recaer sobre ellos. Y la carta sigue empleando el presen-
te y el pretérito en la descripción que hace de ellos en 2,10-22.
Aquel futuro es, pues, una forma literaria estilística. La carta
se escribe como un aviso para el tiempo futuro a partir de la
situación imaginada por el Apóstol para después de su muer-
te (l,13-15).

b. El castigo que amenaza


a los falsos doctores
(2 Petr 2,4-13a)

2,4 Pues si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron,


sino que, precipitándolos en el abismo en cavernas tene-
brosas, los entregó para ser custodiados para el juicio;
5 y si no perdonó al mundo antiguo, sino que sólo guar-
dó a ocho personas, entre ellas a Noé, predicador de la
justicia, haciendo caer el diluvio sobre un mundo de im-
píos; 6 y si condenó a la destrucción a las ciudades de
Sodoma y Gomarra, reduciéndolas a ceniza, ofreciendo
así un ejemplo para impíos venideros; 7 y si libró al
justo Lot, abrumado por la conducta desenfrenada de
aquellos impíos; 8 pues este justo, que vivía entre ellos,
se afligía día tras día en su alma justa por las obras ma-
las que veía y oía; 9 bien sabe el Señor librar de la prue-
ba a los piadosos y reservar a los impíos para el castigo
hasta el día del juicio, 10 sobre todo a los que cami-
nan tras la carne en deseos de impureza y despreciando
el señorío divino. Estos osados y arrogantes no temen
2 Petr. Los falsos doctores. Castigo 2,4-13a 291

insultar a los seres gloriosos, 11 mientras que los án-


geles, superiores en fuerza y en poder, no pronuncian
contra ellos en la presencia del Señor juicio alguno inju-
rioso. 12 Ellos, en cambio, como animales irraciona-
les, destinados por naturaleza para ser presa y perecer,
blasfemando de lo que ignoran, serán destruidos en su
corrupción, 13a sufriendo el daño como salario de su
iniquidad.

2,4 La 2 Petr 2,4-8 menciona tres ejemplos de castigo, como


la carta de Judas 5. Judas menciona el castigo de la generación
del desierto, la caída de los ángeles, y Sodoma y Gomorra; la
2 Petr, la caída de los ángeles, el diluvio, y Sodoma y Gomorra.
Si la comparación entre la 2 Petr 2 y Judas nos lleva a la con-
clusión general de que la carta de Pedro depende de la de
Judas (véase antes, pp. 193ss), nuestro pasaje contiene también
razones para explicar esta relación entre una y otra. El orden
de los ejemplos en 2 Petr 2,4-8 sigue el orden cronológico,
mientras que en Judas 5-7 este orden está perturbado. La 2 Petr
cambia el primer ejemplo de Judas por la historia conocidísima
del diluvio. La carta aduce, pues, tres ejemplos de la historia
más antigua del Génesis. La 2 Petr es sin duda una corrección
intencionada de la carta de Judas. A la tendencia de la carta
de Judas añade además un nuevo aspecto, en cuanto que no
sólo habla del juicio, como la de Judas, sino de la salvación de
los buenos (Noé, 2,5; Lot, 2,7), porque la carta de Pedro inten-
ta, ante todo, fortificar la esperanza de la Iglesía. El último
día esperado traerá el castigo a los malos y la salvación a los
buenos. Esta intención la expresa la carta también en otros
lugares (1,4,11,19; 3,9,11-18).
Si la 2 Petr depende de Judas, no se plantea ningún pro-
blema sobre el modo de entender el texto de 2 Petr 2,4. No
hay problema, por ejemplo, cuando se trata de entender la
caída del diablo, de la que habla bastante claramente la tra-
dición bíblica (Le 10,18; Apc 12,7), sino cuando se trata del
relato del Gen 6,1-4, que se interpreta de los ángeles, que se
unieron carnalmente con las mujeres y por eso fueron casti-
gados por Dios, como dice la carta de Judas 6 (véase el lugar
en el comentario). La 2 Petr, sin embargo, menciona menos
detalles que la carta de Judas sobre la caída de los ángeles,
292 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

probablemente porque se muestra más reservado en la utiliza-


ción de tradiciones extracanónicas. Según Jud 6, los ángeles
"están custodiados con cadenas eternas en las tinieblas"; según
2 Petr 2,4, Dios "los precipitó 68 en tenebrosas cavernas" 69 •
El aditamento que hay en 2 Petr se explica fácilmente por la
idea corriente de que los ángeles malos están confinados bajo
la tierra en cuevas tenebrosas; así Henoc 6-12; 18,11 - 19,l;
22,2-13; 88,1. Este castigo de los ángeles es transitorio, pues
están guardados allí para el juicio definitivo ; lo mismo Jud 6;
cf. además Henoc 10; Jubileos 10,1.

2,5 El segundo ejemplo del castigo y de la liberación es la


historia del diluvio y la salvación de Noé. El diluvio se con-
cibe como la ruina "del mundo antiguo", es decir, de toda la
humanidad existente entonces 70 • La reflexión posterior se ha
preguntado si el diluvio fue parcial o universal. A nuestra carta
no se le plantea este problema. Con toda la tradición antigua
piensa que el diluvio fue universal.
Noé fue salvado "como la octava persona'', según el relato
del Génesis (8,18), pues Noé tomó consigo en el arca a su mu-
jer, a sus tres hijos y a las tres mujeres de sus hijos. Se le llama
el "predicador de la justicia", es decir, el que exhortaba a la
vida justa. El Génesis (6) no nos dice nada acerca de que Noé
haya exhortado a la generación del diluvio a que hiciera peni-
tencia, pero sí lo dice la tradición posterior 71 •

68 Táp·mpoc; es raro en el griego profano y en el NT sólo aparece


aquí. No obstante, el judaísmo helenístico emplea este término para
designar al hades; así Job 41,42 LXX; Henoc griego 20,2; Filón,
Exsecr. 152; Josefa, Contra Apionem 2,240; Oráculos sibilinos 2,302;
4,186.
69 Los editores recientes (Chaine, Merk, Nestle, Souter, Vogels)
leen generalmente con B A C y los Padres a(e)Lpoi:c; (;::: cavernas), mien-
tras que P 72 , el texto de la koiné, los minúsculos y las versiones
ofrecen O'ELpai:c; (.= cadenas); lo mismo von Soden. l:eLpoi:~ es una
palabra rara, en cambio aeLpai:c; es una facilitación según el uso lin-
güístico corriente, apoyada también por Jud 6. El contexto de 2 Petr
2,4 exige también O'ELpoi:c;, que conviene mejor a t;6cpou que -::-zLpai:c;.
7 ° K6aµoc; significa aquí, como en numerosos pasajes del NT (Ma-
teo 18,7; 1 Cor 4,13), la humanidad.
71 Según Josefa, Ant. 1,74, Noé exhorta a los descendientes de
los ángeles y de las hijas de los hombres (Gn 6,1-6). En los Oráculos
sibilinos l,128s; 1,150-198, se pone en boca de Noé un largo dis-
curso penitencial lo mismo en Jubileos 7,20-39. En los Santos Pa-
dres vuelven a aparecer las noticias (1 Clemene 7,6; 9,4; Teófilo,
2 Petr. Los falsos doctores. Castigo 2,4-13a 293

ALxmocrúvr¡ [justicia] no tiene en 2 Petr 2,5 el sentido paulino


de justicia que da Dios, sino que significa la rectitud como
conducta que agrada a Dios (como sucede en el resto del NT,
fuera de las cartas de Pablo). Noé exhorta a la justicia como
justo que es. Y así vemos sin duda alguna que nos lo presen-
ta ya el Génesis (6,9) y la haggadá lo sigue presentando así
(Sab 10,4; Eclo 44,17; Filón, Congr. erud. 90; Migra. Abr. 125 ;
Oráculos sibilinos 1,726).

2,6 Los vv. 6-8 aducen el tercer ejemplo de castigo y libera-


c1on con la historia de Lot. El 2,6 corresponde a Jud 7, pero
está acortado en relación a Ju das, que describe el pecado de
los habitantes de Sodoma y Gomorra. La 2 Petr utiliza ade-
más la haggadá judía tardía, cuando dice que Dios "redujo
a ceniza" 72 las ciudades, convirtiéndolas así en ejemplo per-
durable 73 •

2,7 La salvación del piadoso Lot se describe con cierta


amplitud. Lot es el justo ejemplar. La carta, al subrayar esto
tan expresamente, sin duda se sirve también aquí de la haggadá.
A causa del incidente narrado en Gn 19,30-38, Lot es consi-

Autolycus 3,19). Cf. S. Rappaport, Agada und Exegese bei Flavius


Josefus (1930) 9 y 93. J. Daniélou, Sacramentum futuri (1950) 66s;
O. Knoch, Die eschatologische Konzeption des 1.Clemensbriefes (1959)
177s.
72 El Génesis 19,23-29 nos dice que Dios destruyó las ciudades
con azufre y fuego, mientras que Filón (Migr. Abr. 139; Ebr. 222s;
Vita Mosis 2,56) recuerda que de aquellas ciudades sólo quedó ceniza,
y Estrabón (16,2,44) llama al territorio en torno al mar Muerto "Tierra
de la ceniza".
73 En el v. 6b la tradición está dividida. La mayoría de los
manuscritos antiguos, y lo mismo las versiones, leen: ú11:6oeL·y'µ!l:
µe:t..A6v't"wv &cre6ei:v 't"dlaxwc; = ha puesto a las ciudades como ejemplo
de aquellos que en el futuro serán impíos. Otros manuscritos (B P, tam-
bién P 7 2) ofrecen la lectura: ú11:6oeLyµa µeA.Mv't"wv c'we6fow 't"EfrELxwc;
= las ha puesto como ejemplo de aquello que les acontecerá a los
impíos. La primera lectura, defendida por los manuscritos más impor-
tantes, debe quizá preferirse como la más difícil. Así puede uno acep-
tarla junto con Merk, Nestle, von Soden, Souter, Vogels, y los comen-
tarios de Bigg, Felten, Knopf, Vrede, Windisch-Preisker, Wohlenberg;
de distinta manera Chaine, Chame, y también J. M. Lagrange, Critique
textuelle 2 (21935) 559.
294 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

derado como pecador en algunos textos rabínicos. Pero otros


textos encuentran una justificación y explicación para su con-
ducta. Puesto que su descendencia continuó hasta David, el
antepasado del Mesías, a través de Rut, la moabita, la exégesis
rabínica creía que Lot había actuado en previsión del Mesías,
al engendrar la estirpe de los moabitas. Por eso también la
Sab 10,6 lo considera como justo. En la 1 Clemente 11,1 se
describe la historia de Lot de la misma manera que en la 2 Petr
2,8. La carta de Pedro tiene, pues, parte en las explicaciones
de la exégesis rabínica y cristiana 74 • El justo Lot sufría y se
atormentaba por los pecados que veía. Se menciona en espe-
cial la impureza de "los impíos", como ya se dice expresa-
mente en Gn 19.

2,8 La sintaxis de la frase no es clara. ¿Cómo hay que


relacionar ~MfJ.!µWtL xat cixoñ '[por la vista y el oído]? Puede
tomarse como Un dativo de relación referido a Ó olxaLoc; (el
justo] = Lot era justo para ver y oír, es decir, era justo en lo
que se veía y oía de él, correspondiendo esta justicia externa
a la interior. Quizá sea esta idea al leer el códice B olxaLoc;
sin artículo; y lo mismo, cuando la Vulgata traduce: aspectu
enim et auditu iustus erat. A pesar de todo, la mayor parte de
los exegetas actuales unen ~Mf).!µ<X:'tL xcxt áxoñ . . . iJ;ux1Jv ...
EEí(X)O"rX'llLSE'll [por la vista y el oído ... el alma ... torturaba]. El
dativo sería entonces un dativo instrumental: Lot afligía su
alma con lo que (acerca de lo que) veía y oía. Esta interpre-
tación está apoyada por la lectura casi general Ó olXCXLO<:; y pa-
rece más aceptable, tanto desde el punto de vista lingüístico
como real. 'AvÓ'µoLc; 1tpyoLc; [con ilegales (inicuas) obras] sería
también un segundo instrumental. El ambiente en que se movía
Lot pecaba con toda clase de obras malas. De la maldad ge-
neral de los habitantes de Sodoma y Gomorra habla clara-
mente el Génesis (18,20), y más extensamente aún la exégesis
rabínica 7 5 •

2,9 A la larga prótasis de los vv. 4-8 añade el v. 9 la apó-


dosis. Saca la conclusión, de los tres ejemplos precedentes:

74 S. Rappaport, "Der gerechte Lot'', en ZntW 29 (1930) 299-304.


15 Billerbeck 1, 571-574; 3, 785s.
2 Petr. Los falsos doctores. Castigo 2,4-13a 295

El Señor salva a los piadosos, y a los impíos los guarda para


el día del castigo. La situación que Lot tuvo que soportar se
designa como una 7tELpex:a:µ6<; [prueba, tentación]. En realidad,
nnpex:crµ6<; es la situación del justo en este mundo malvado
(Le 8,13). A causa de su duración, la 7tELp<Xa:µ6<; se convierte
en una tribulación permanente y en un peligro para el hombre
(Apc 2,10; 3,10), cuanto más aguda sea la tentación. Por eso
el hombre necesita siempre la preservación y la liberación
por parte de Dios. El peligro no consiste tanto en que el hom-
bre es inclinado al pecado, sino en que está en peligro de
llegar al juicio con los malvados. Porque los malvados estarán
guardados para el día del juicio "como los que experimentan
su castigo".
La carta no quiere decir que los pecadores en cuanto tales,
que ya sufren el castigo una vez, van a la condenación final.
Se afirmaría así la doctrina del doble juicio, uno inmediata-
mente después de la muerte, y otro en el juicio final, doctrina
que ciertamente conocía el judaísmo tardío (4 Esdr 7,75-101;
Henoc 22) y también el NT (en la parábola del rico epulón y
del mendigo Lázaro Le 16,22) parece presuponerla (así Bigg,
Knopf, W ohlenberg). La palabra xo'A-<Xso·µévou<; '[los que serán
castigados] 76 (que está en lugar del participio de futuro pa-
sivo poco usado) hay que entenderla más bien en sentido fu-
turo: Dios guarda a los malos en cuanto tales, que experimen-
tarán su castigo en el día del juicio (así Chaine, Charue, Felten,
Michl, Windisch-Preisker). Sólo tomando en sentido futuro el
xo'A-aso·µévou<; corresponde la idea a la tensión escatológica de
la carta.

2,10 La carta continúa la descripción y condenación de los


falsos doctores. Para indicar este paso pone al principio un
µci'f,(¡cr"t'<X '[mucho más], que sirve para especificar mejor ahora
a los Cí.OLXOL '[inicuos] mencionados antes. La conexión del pen-
samiento y de las frases permite ver una sutura. La carta
reproduce casi literalmente a Judas (7 y 8). En la carta de
Judas se derivan las frases de lo anterior, en cambio, en la
2 Petr apenas pueden entenderse, lo que demuestra una vez
76 Lo mismo J. Schneider, en ThWb 3, 815s.
296 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

más la sutura. La 2 Petr aplica a la falsa doctrina 77 una acu-


sación que en la carta de Judas 7 se refiere a los habitantes
de Sodoma y Gomarra. La 2 Petr 2,10 construye así el re-
proche xupLÓ't"r¡'t"oc; xrx:'t"txq:>povo\ív't"txc; '[los que desprecian el se-
ñorío, la dignidad de señor] de acuerdo con Jud 8. Aún me-
nos que en la carta de Judas se comprende aquí lo que el
autor quiere decir. Si en Jud 8 se trata probablemente del des-
precio del Señor Jesucristo, habría que pensar que, según
2 Petr 2,1, el oe:cr1tÓ't"'J1V cipvoúµe:vot '[negadores del dueño] se
referiría al hecho de que los falsos doctores desprecian la so-
beranía de Cristo, al desvalorar sus mandamientos y negar su
vuelta gloriosa. El texto de 2 Petr 2,lOb y 11 corresponde de
nuevo a Jud 8b y 9. La carta de Pedro culpa a los falsos doc-
tores de blasfemar contra los seres gloriosos (oó~txc; ou 't"péµouO"L
0A.rx:crqn¡µoÜV't"Ec; [no temen injuriar a las glorias]). En la carta
de Judas, el reproche se sigue del contexto, porque, hablando
de los habitantes de Sodoma, dice anteriormente que pecaron
con los ángeles que habían entrado allí como huéspedes. En
la 2 Petr, en cambio, la acusación es totalmente inesperada,
y queda, por eso, muy oscuro lo que se intenta decir.
En Jud 8b se entienden con oó~m '[glorias] las potencias
gloriosas; mientras que en la 2 Petr 2,10 parecen entenderse
potencias malignas. En 2, 11 ya se dice de los ángeles buenos,
que están sobre aquellas potencias como dominadores, y no
obstante no se atreven a proferir un juicio injurioso. Por eso,
la 2 Petr 2,10 quizá piense en los ángeles malos de 2,4 78 al
hablar de las oó~txL. Los falsos doctores se atreven a injuriar
a estas potencias. ¿Menosprecian quizá, como libertinos, a Sa-
tán y a sus ángeles, al considerarse ellos más fuertes que to-
das estas potencias malas y tentadoras? ¿O piensan, como gnós-
ticos, que poseen el conocimiento del mundo de los espíritus,
de modo que tratan con desprecio a estas elevadas potencias?

17 El genitivo ev emituµlq, µiacrµo\í puede ser un genitivo objetivo


(= deseos de mancha) o genitivo subjetivo (= deseos que manchan).
78 Lo contrario, sin embargo, en J. Sickenberger, "Engels- oder
Teufelsliisterer im Judasbriefe (8,10) und im 2. Petrusbriefe (2,10-12)?",
en Festschrift für Jahrhundertfeier der Universitiit zu Breslau (1911)
621-639, que interpreta las o61;ai de 2,10 como ángeles buenos, pero
luego, en 2,11, Xai't"' aú-r:wv lo entiende de los falsos doctores (= los
ángeles no expresan ante Dios ninguna maldición contra los falsos
doctores). Se trata de una construcción forzada.
2 Petr. Los falsos doctores. Castigo 2,4-13a 297

La exégesis tratará de recoger de las duras palabras de


la carta lo que interesa a la Iglesia que la carta defiende. Pone
en guardia ante los actos sexuales desenfrenados. Pone en
guardia igualmente ante el desprecio de las potencias que han
sido puestas sobre los hombres como dominadoras. Exhorta
a inclinar la cabeza ante lo que el hombre conoce por voluntad
de Dios y de lo que no le es permitido liberarse sin temor
reverencial y por propia fuerza.

2,11 El versículo corresponde a Jud 9, pero el relato de la


disputa del arcángel san Miguel con el diablo 79 es sustituido
aquí por una alusión general a la conducta de los ángeles. La
razón de esta sustitución debe ser que la 2 Petr no quiere
apoyarse, como lo hace precisamente la carta de Judas 9, en
un ·libro apócrifo. Por el mismo motivo, la 2 Petr 2,4,6 acorta
también los relatos más amplios de temas apócrifos, y pasa por
alto la cita del libro de Henoc, que se encuentra en Jud 14,15.
La actitud crítica ante los libros apócrifos es posterior a su
utilización sin escrúpulos; es decir, Judas es anterior a la
2 Petr (véase en la Introducción).
Los ángeles son "superiores en fuerza y poder". El autor
no quiere decir que los ángeles son más fuertes que los falsos
doctores -porque esto es evidente-, sino que son más fuer-
tes que "las potencias gloriosas". Pero los ángeles no se atre-
ven a pronunciar un juicio condenatorio contra estas potencias
ante el tribunal divino, a pesar de que son potencias tene-
brosas. Tanto estiman su grandeza aun en medio de su conde-
nación y caída.
Ilrxpa xuplf.¡> [junto al Señor] presupone la idea de que los
ángeles están en presencia de Dios. En la doctrina judía tardía,
los ángeles que están ante Dios y pueden ver su rostro gozan
de un rango especial 80 • También en el NT se menciona ocasio-
79 Aunque la 2 Petr no menciona la historia del arcángel Miguel,
quizá se encuentre, sin embargo, detrás de 2,11, y posiblemente tam-
bién otros relatos judíos tardíos parecidos. Según Henoc 9, los cua-
tro arcángeles Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel informan ante el trono
de Dios sobre las obras malas de Azazel y sus compañeros, pero
dejan el juicio en manos de Dios, sin proferir ellos mismos un juicio
injurioso.
so Billerbeck, 1, 783s.
298 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

nalmente este orden (Mt 18,10; Le 1,19). Los ángeles pueden


ser también acusadores ante el trono de Dios (Henoc 9).

2,12 El versículo es una copia de Jud 10. Los falsos docto-


res pretenden -tal es la pretensión de todo el que propone
doctrinas especiales- sobresalir por el contenido y la forma
de sus discursos y sus enseñanzas (2 Petr 2,1,3,18). Pero su
sabiduría es un contrasentido y una necedad, pues blasfeman
(2,11) de lo que ignoran. Por eso, como dice la carta con pala-
bras muy duras, han descendido al estrato de los animales. Los
animales irracionales están destinados por naturaleza a ser
apresados y matados. Los falsos doctores encontrarán su ruina
de la misma manera.
¿Cómo y cuándo sucederá esto? En la expresión Év 't'ñ
r.pfrop/l, cxu"l."WV [en su corrupción], el cxÚ't'WV [de ellos] debe en-
tenderse de los animales, no de los herejes 81 • Si el futuro
r.pfrcxp1¡crov't'm [se corromperán] se entiende de la ruina del mun-
do, la 2 Petr podría decir que los herejes encontrarán su fin
en la próxima ruina del mundo, como los animales (así Knopf,
Windisch-Preisker). Pero puede aducirse algo en contra de
esta interpretación. En la ruina del mundo encontrarán su
fin todos los hombres, no sólo los malos experimentarán su
castigo, que es lo que aquí se destaca. Por tanto, debe enten-
derse su especial r.pfropti ![corrupción]. La frase El~ ü).wcrw ')()!XL
r.pfropriv [en la captura y corrupción (destrucción)] se refiere al
fin natural y actual que experimentan los animales salvajes por
parte del cazador. ¿Tendría entonces que significar el fin esca-
tológico la frase f:v ,,.ñ r.piJop/l, au't'wv? Y para los impíos el fin
de los tiempos no es un fin como para los animales, sino el
paso hacia el juicio y el castigo eterno. El texto parece, pues,
afirmar lo siguiente: Los impíos encuentran un fin a la ma-
nera y modo de los animales, a quienes se han parecido en la
vida, es decir, serán cogidos por la ruina rápida y violen-
ta 82 • La carta debe de aludir aquí al próximo fin del mundo.

8l La Vulgata tiene un texto distinto: in corruptione sua peribunt.


Entiende, pues, el rt.i.rr:wv de los herejes. Pero entonces ya no se en-
tiende el xal.
8 2 Puede compararse Bernabé 10,4. Una prohibición de comer los
peces que viven en el fondo del mar, debe significar: No debes pa-
recerte a aquellos hombres, que irremediablemente ya han sido con-
denados a muerte, como aquellos peces que siempre viven en lo pro-
2 Petr. Los falsos doctores. Pecados 2,13b-22 299

2,13a La condenación de los falsos doctores se explica, a


modo de resumen, diciendo que experimentarán su desventura
como castigo de su injusticia. 'A&xei:O"~IXL [ser "injusticiado"]
tiene a veces la acepción de sufrir un daño, y por eso la frase
debe querer decir: Sufrirán el daño, esto es, el castigo, como
el salario que se paga por la injusticia 83 •

c. Los pecados
de los falsos doctores
en la Iglesia y a la Iglesia
(2 Petr 2,13b-22)

2,13b Tienen su placer en la orgía en pleno día; son


vergüenza y deshonra; se deleitan en sus extravíos cuan-
do banquetean con vosotros. 14 Tienen sus ojos car-
gados de pasión por la adúltera y son insaciables en el
pecar; seducen las almas débiles; tienen el corazón ejer-
citado en la avaricia; son hijos de maldición. 15 Aban-
donando el camino recto, se extraviaron siguiendo la
senda de Balaam, hijo de Beor, quien apeteció un salario
inicuo, 16 pero recibió la reprensión ganada por su
maldad; un mudo jumento, expresándose en voz hu-
mana, impidió la insensatez del profeta. 17 Son fuen-
tes sin agua, niebla empujada por el huracán. Para ellos
está reservada la oscuridad de las tinieblas. 18 Profi-
riendo discursos ampulosos sin contenido, seducen con
pasiones de la carne, con desenfrenos, a los que apenas

fundo. Una comparación entre los hombres y los animales se encuen-


tra también en el Corpus Hermeticum: "Los sucesos de esos hombres
se parecen a los de los animales irracionales. Viviendo siempre en
medio de pasiones y enfados, no entendiendo las cosas, que son dignas
de ser vistas, pendientes siempre de las alegrías corporales y de las
pasiones, piensan ellos que el hombre ha entrado así en la vida".
sa G. Schrenk, en ThWb 1,157 y 161; F. Blass - A. Debrunner §
351,2. Así también los comentarios actuales (Chaine, Windisch-Preis-
ker). La opinión de Felten, Knopf, Windisch (l.ª edición), y de
BauerWb, col. 34, de que cHl~xoúµEvo~ significa perjudicado, privado
de la recompensa, no es aceptable según las sintaxis, y el sentido
no sería claro. La lectura xoµ~oúµEvo~ del texto de la koiné, aceptado
por von Soden, Vogels, y también por Bigg y Wohlenberg, es una lec-
tura facilitante, que además destruye el juego de palabras de la
figura etimológica.
300 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

han escapado de entre los que viven en el error. 19 Les


prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de
la corrupción, pues cada uno es esclavo del que lo ha
vencido. 20 Pues, si después de haber huido de las
impurezas del mundo por el conocimiento del Señor y
Salvador Jesucristo, se enredan de nuevo en ellas y son
vencidos, entonces su último estado será peor que el
primero. 21 Mejor les fuera no haber conocido el ca-
mino de la justicia que, después de haberlo conocido, vol-
verse atrás del santo precepto que les fue entregado. 22
En ellos se cumple aquello que dice el verídico prover-
bio: Perro que vuelve a su vómito. Y también: Cerda
lavada que 1melve a revolcarse en el cieno.

2,13b Los vv. 13b y 14 consignan nuevos severos reproches


contra los falsos doctores en una larga serie de participios y
adjetivos, que se unen en una construcción bastante libre como
aposición al verbo q¡lJap'Íj·O"OV"t'CLL [se corromperán] 84 • El primer
reproche ha recibido varias interpretaciones 85 • Ultimamente
estas interpretaciones coinciden en la idea de que 1¡µÉpa [día]
significa el día en contraposición a la noche y la frase quiera
decir: Se hacen un placer con la orgía en pleno día 86 • Esta
conducta es juzgada como escandalosa por Is 5,11 y Ecle 10,16.
Puede darse que fuera especialmente escandalosa para las
costumbres del Oriente, en donde la comida principal se ce-
lebraba de noche.
Los reproches que siguen a continuación están tomados
de Jud 12 87 • Otra vez se les echa en cara a los adversarios

84 Una antigua interpretación comenzó una nueva frase y verso


con la lista de las aposiciones. Las ediciones actuales refieren la
aposición &.füxoúµEVOL µL<r~ov &.füxlac; a lo anterior, pues se trata de
una razón de la amenaza del juicio, expresada en 2,12.
8 5 Sobre los distintos intentos de explicación, cf. Knopf. La exé-
gesis más antigua entendía, por ejemplo, el tv i}µÉpq, como tiempo de
vida = consideran como una felicidad la orgía durante el tiempo de
su vida. Desde luego, el plural i}µÉpcx:L puede significar tiempo de vida,
según el lenguaje bíblico, pero no el singular.
86 G. Delling, en ThWb 2, 951; BauerWb, col. 684; lo mismo los
comentarios de Chaine, Felten, Knopf, Michl, Windisch-Preisker,
W ohlenberg.
81 Frente a la palabra rara y oscura o-mA.áoE<; (Jud 12), <r7tLA.oL
(2 Petr 2,13) es una explicación. La 2 Petr es, pues, posterior a la
carta de Judas.
2 Petr. Los falsos doctores. Pecados 2,13b-22 301

la vergüenza y deshonra. La interpretación no es segura, por-


que la tradición textual fluctúa entre tt1tá:'t'l'.w; [en los engaños]
y ayá:itcxL<; [en los amores, en los convites]. La mayor parte
de los manuscritos y los más importantes leen a1t6:.'t'cw; (así
ahora también P 72 ), unos pocos leen ay6:.7tmi:;. Por eso, la ma-
yoría de los editores y de los comentaristas actuales se de-
ciden por tt'lt<Í."t'cxt;i:; 88 • 'AycX.7tmi:; pasa por una corrección según
Jud 12. La conducta de los falsos doctores puede calificarse de
engaño en el sentido de que engañan a la comunidad por su
intencionada falsedad o en el sentido de que se engañan a
sí mismos por sus ilusiones 89 • No es imposible, pero sí im-
probable, que el texto de la 2 Petr haya leído ya en la carta
de Judas Ct1t<Í.'t'CXL<; en lugar de ayá.mXL<;; pero más probable
que él haya introducido de manera totalmente consciente otra
palabra, cambiando únicamente dos letras.
¿Conoció, por ejemplo, Judas la costumbre de los ágapes
y la 2 Petr ya no la conoció? ¿O cambió él intencionadamente
dos letras para decir con hiriente ironía que sus comidas amis-
tosas eran un engaño? Los herejes banquetean junto con los
miembros de la comunidad cristiana legítima. Pueden arrastrar
así a los miembros de la comunidad hacia su comunidad sepa-
rada y tratan de conquistarlos para sus enseñanzas por medio
de estas reuniones y comidas. Para los cristianos la comida
en común es símbolo y experiencia de la comunión espiritual
y además festividad de la presencia del Señor, pues él celebra
la comida con los suyos. Los falsos doctores corrompen estos
banquetes con su sed de placer y su avaricia. Ya Pablo, según
1 Cor ll,20s, tuvo que poner en guardia contra los abusos que
se cometían en estos ágapes comunitarios. Todavía es mucho
peor lo que intenta corregir la 2 Petr.

2,14 Pasiones de todo género arrastran a los falsos docto-


res. Miran por todas partes para encontrar a la mujer dispuesta
a cometer un adulterio. El versículo recuerda a Mt 5,28, pero
88 Merk, Nestle, von Soden, Vogels, y los comentarios de Knopf,
Michl, Vrede, Windisch-Preisker, Wohlenberg leen &;-itCÍ.'t'<X.L~; Souter,
Bigg, Chaine, Charue leen áy&7ta.L~. En favor de ámha.L~ habla quizá
el hecho de que también los textos de Qumrán usan frecuentemente
los conceptos de engaño y falsa doctrina (así 1 QH 2,14-16,31-34;
4,7-20). Cf. H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959) 201.
8 9 A. Oepke, en ThWb 1, 384.
302 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

la carta habla mucho más duramente. Los adversarios rebajan


a la mujer, pues ven con el pensamiento que sería agradable
cometer un adulterio con ella 90 • Pero sobre todo, "sus ojos
están cargados de pasión y son insaciables en el pecar".
También son insaciables en conquistar poder sobre los hom-
bres. Seducen a los débiles. Según 2,18, los débiles son los re-
cién convertidos. Puesto que llegaban siempre a la comunidad
aún recientes, había en ella no pocos débiles. De nuevo
dice la carta que el corazón de los malvados está lleno de co-
dicia. Ya en 2,3 les había hecho a los malvados el reproche
de su codicia. Mientras el hombre bueno distribuye y da, el
malvado sólo piensa en enriquecerse. Cuanto más débiles son
sus víctimas, tanto más ejercitados y activos son los falsos
doctores (xa.polav yeyuµv<l>crµÉvr¡v t'.xovnc; '[los que tienen co-
razón ejercitado ... ]). A causa de su maldad, han caído en la
maldición divina, concepto que la carta expresa con la con-
sabida fórmula oriental: "Son hijos de la maldición"; lo mis-
mo en Is 57,4; Os 10,9; Ef 2,2s; 2 Tes 2,3; y lo contrario
en Rom 9,8; Ef 5,8; 1 Petr 1,14 91 ,

2,15 Con la mención de Balaam la carta sigue a Jud 11. De


los tres ejemplos de maldad, mencionados por la carta de Ju-
das 11, Caín, Balaam y Coré, la 2 Petr sólo conserva uno, y
éste probablemente, porque es muy apropiado para poner
en evidencia la avaricia (2 Petr 2,3,14). Pero frente a Judas,
la historia de Balaam está aquí amplificada. El recto camino y
conducta se califica de euil":ei:a. óoóc;, expresión conocida y usa-
da por el AT (1 Sm 12,23; Is 33,15; Prov 2,13,16) y por el NT
(Act 13,10). Los herejes han errado 92 el recto camino, al seguir

90 La imagen muy concreta se desvirtúa en parte en la tradición


textual y en las versiones. "Alef" A leen µoLxaA.la:c;; la Vulgata tra-
duce, de acuerdo con ello, oculos habentes plenos adulterii.
91 L. Braun, Segen und Fluch im Urchristentum (1932) 73.
9 2 II).a:viiv y 1tA.a:viiall"a:L, engañar e ir al error, son palabras
usuales ya en el Antiguo Testamento griego para designar la seduc-
ción religiosa o simplemente, el pecado (Dt 4,19; 13,6; 4 Re 21,9;
Is 30,20s; Jer 23,13; Ez 44,10; Os 4,12); y también en el Nuevo
Testamento (Mt 24,4; 2 Tim 3,13; 1 Jn 2,26); cf. H. Braun, en
ThWb 6, 230-252. El concepto aparece también en los rollos de
Qumrán (1 QS 3,21; 1 QH 2,14; 4,12; Documento de Damasco 2,17,
y otros lugares; cf. H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959) 20ls.
2 Petr. Los falsos doctores. Pecados 2,13b-22 303

el camino de Balaam. La tradición judía tardía pasa por alto


la tradición bíblica de la bendición de Balaam sobre Israel
(Nm 23 y 24) y desarrolla otra tradición. Según Nm 22,2-21,
el rey de los moabitas Balaac quiso ganarse a Balaam con di-
nero para conseguir que maldijese a Israel. Que Balaam hubie-
ra sucumbido a la oferta, el relato del libro de los Números no
lo dice. La 2 Petr 2,15, en cambio, dice que Balaam apeteció
un salario inicuo 93 • Según otra tradición veterotestamentaria,
Balaam llevó a Israel a la fornicación con las madianitas y a
la separación de Yahweh (Nm 31,16). La 2 Petr sigue, lo mismo
que Jud 11 (véase allí) y que Apc 2,14, la interpretación judía
tardía, según la cual Balaam es el padre de los seductores y
apóstatas.
2,16 La necedad y el pecado de Balaam fueron tan grandes,
que tuvo que soportar una reprensión de un animal. El re-
lato de Nm 22,22-35 94 se interpreta en un sentido contrario a
Balaam y se desarrolla ulteriormente. Su conducta se califica
de contraria a la ley y de necedad, mientras que, según Nm
22,20, él había recibido el mandato de Yahweh de ir con
los mensajeros de Balaac. Según el relato de Números, la burra
no apartó a Balaam del pecado ni intentó apartarlo, sino que
Balaam, a pesar de la resistencia de la burra, recibió incluso
el mandato de continuar su camino (Nm 22,35) y Yahweh mis-
mo le impidió maldecir a Israel. El libro de los Números quiere
únicamente decir que el animal era (y es) capaz antes que el
hombre de reconocer la aparición de lo numinoso en la figura
del ángel.

2,17 El versículo une los vv. 12 y 13 de Judas con algunos


cambios. Jud 12b designa a los adversarios como "nubes sin
93 En la frase µtcrítbv alkxhxc,;, el genitivo &;füxlrxc; puede ser un ge-
nitivo objetivo (= recompensa, que fue pagada por la injusticia de Ba-
laam), pero también, genitivo subjetivo (= recompensa, que fue paga-
da por la injusticia de Balaac, que hizo llamar a Balaam).
94 En Nm 22 debe de haber dos tradiciones distintas, que el autor
o redactor no ha querido equiparar. Según una (22,7-21), Balaam
obedece a Yahweh. No se deja vencer por los regalos, sino que va
con los mensajeros de Balaac sólo por mandato de Dios. Según el
otro relato (22,22-35a), se encendió la ira de Dios, porque Balaam
fue con los mensajeros de Balaac, y el ángel de Yahweh se enfrentó
con Balaam en el camino. Aquí se presupone que Balaam se puso en
camino en contra de la voluntad de Yahweh.
304 2 Petr. Los falsos doctores 2,I-22

agua, llevadas de una parte a otra por los vientos''. La 2 Petr


los llama "fuentes sin agua". ¿No le pareció bien la expresión
de nubes sin agua, porque las nubes siempre contienen agua?
Con la expresión de fuentes sin agua piensa el autor espontá-
neamente en las fuentes que en tiempo de sequía se han seca-
do. El uso metafórico de la expresión es bíblico (J er 14,3 ;
Jubileos 6,15). La 2 Petr 2,17 emplea además la metáfora de las
nubes, tomándola de Jud 12b, pero, en vez de vecpÜ..:r¡ '[nube]
usa la palabra rara óµlXAT) (= nube de niebla), quizá con in-
tención de hacer la imagen lo más concreta y plástica posible.
El viento huracanado arrastra las nieblas y las nubes y la
esperada lluvia no llega. Así también el ser de los falsos doc-
tores es engaño total.
Las dos metáforas de 2,17, unidas, describen bien la este-
rilidad ético-religiosa de los falsos doctores. La frase de 2,17b:
"para ellos está reservada la oscuridad de las tinieblas", se ha
tomado, con pequeños cambios, de Jud 13b. La frase cuadra
muy bien en el contexto de la carta de Judas, en donde se des-
cribe la suerte de los falsos doctores con el lenguaje mitológico
de las estrellas errantes. El pasaje cuadra peor en la 2 Petr, en
donde se pasa por alto el mito, y el relativo o'lc; [para los cuales]
con dificultad puede referirse a ou't"OL [estos]. Otra vez más
resulta patente que Judas es el escrito más antiguo y que 2 Petr
es posterior.

2,18 Lo que antes se dijo con una imagen, ahora se repite


sin imagen. Los falsos doctores profieren discursos ampulosos,
pero son discursos engañosos y vacíos. De 2,18s habrá que con-
cluir que estos discursos prometían la libertad de toda coacción
de los mandatos y preceptos, libertad del dominio de las poten-
cias superiores, libertad para los placeres. Estos discursos son
peligrosos para la comunidad. Algunos oyen con gusto este men -
saje. Pues la carta parece decir que los doctores falsos no sólo
intentan ganar adeptos con su mensaje, sino que los ganan: no
sólo lo intentan, sino que "seducen con pasiones de la carne 95

9 5 I:apx6~ gramaticalmente podría relacionarse con É7i:ifruµla~~ y


también con ao-t'A:yi::la:&~. Pero, dado que la frase c-apxo~ E1t&fruµlaL
es más frecuente (Gal 5,16; Ef 2,3), debe encontrarse también aquí.
La lectura lv lmfruµlai~ O"apxo~ acn'A:ytla~ en P y otros ( = con de-
seos carnales por los desórdenes o con deseos por los desórdenes
2 .Petr. Los falsos doctores. Pecados 2,13b-22 305

por sus desenfrenos". Los falsos doctores tienen incluso éxito


"con los que apenas han comenzado 96 a escapar de entre los
que viven en el error", es decir, entre los recién convertidos.
Tanto en la literatura bíblica, como extrabíblica, el culto pa-
gano de los ídolos se llama 1tAcivr¡ (Sab 12,24; Rom 1,27) y has-
ta al mismo paganismo se le llama así (Tit 3,3; Testamento de
Rubén 4,6; Testamento de Leví 16,3; Testamento de Zabulón
9,7; Testamento de Judá 19,1; Testamento de Neftalí 3,3). Los
que viven en el error son, por consiguiente, los paganos 97 .

2,19 Los falsos doctores prometen libertad, seduciendo así


a los hombres. Abusan de la palabra libertad, pues entienden
por libertad el libertinaje. Se trata de la misma corrupción de
la libertad cristiana, contra la que tuvo que luchar Pablo. Tuvo
que oír que de su predicación sobre la libertad y la gracia se
sacaban estas conclusiones: "Pequemos, pues ya no estamos
bajo la ley, sino bajo la gracia" (Rom 6,15; cf. Rom 3,8;
Gal 5,13). Si, como dice la 2 Petr 3,16, algunos corrompen las
epístolas de Pablo, pudiera tratarse aquí precisamente de esto.
También la 1 Petr 2,16 dice que algunos toman la libertad como
un manto para cubrir sus pecados.
Como Pablo en Rom 6,16, así también 2 Petr revela como
realidad contrapuesta que precisamente éstos que se dicen li-
bres son siervos del pecado (cf. Jn 8,34). A estos siervos los
llama la 2 Petr 2,19 oou'Aoi 't'fíc:; cp'Üoptic:; [siervos de la corrup-
ción]. Según 1,4 y 2,12, <pflopci no es, por ejemplo, la corrupción
moral, sino la ruina que tocará al pecador en el juicio. Pablo
dice igualmente (Rom 7,4) que la vida del hombre bajo el pe-

carnales) es probablemente una lectura facilitante para evitar la unión


de los dos dativos.
9 6 Unos pocos manuscritos {con P7 2 ) leen o'A.lywc;, la mayoría leen
ov't'wc;. En la escritura mayúscula puede ocurrir fácilmente este error.
'OA.lywc; debe ser lo original. Es una palabra rara, que en la Biblia
sólo aparece aquí. Se exige aquí por el contenido, porque "los conver-
tidos en realidad", no podrían, sin embargo, volver a ser ya seducidos
de nuevo. D. Hemmerdinger-Iliadou, "2 Pierre 2,18 d'apres l'~phrem
grec", en RB 64 (1957) 399-401, propondría la lectura siguien-
te, según una traducción griega de Efrem: 't'oúc; Myovc; á:rcocpEúyoV't'~
't'Ouc; difrEí:c; xa.i 't'ouc; Év 7t'A.ávn ávaCT't'pEcpoµÉvovc;. La palabra á'ltOCJlEÚ-
yov't'a.c;, atestiguada por la mayoría de los manuscritos, puede enten-
derse como un ingresivo. 'A7tocpvy6v't'a.c; es una lectura facilitante y
quizá haya sido influenciada por 2,20.
97 H. Braun, en ThWb 6, 230, 254.
CARTAS,-20
306 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

cado conduce a la muerte. Los justificados se ven libres de


la qiil:op&.. A ellos les promete el NT la aq¡íJrxpcrlrx [incorrupción]
y la oó~rx [gloria] (1 Cor 15,42s,50; Ef 6,24; 2 Tim 1,10).
Un proverbio da fuerza a todo lo dicho: cT> y&.p ·ne; Í¡"'C"tE'"t'm ..•
cT> y '"t'OÚ'"t't{.l pueden entenderse como masculinos ( = a quien uno
está sometido, a éste le pertenece como esclavo; así Bigg, Chai-
ne, Felten, Knopf, Michl, Vrede) o como neutros(= por aque-
llo por lo que uno está sometido; así Windisch-Preisker, Woh-
lenberg). Es más probable que haya que entender esos términos
como masculinos. El proverbio alude al antiguo derecho bé-
lico, según el cual el sometido se convierte en propiedad del
vencedor. La ruina está aquí personificada, como en Pablo el
pecado y la muerte.

2,20 Los vv. 20-22 recuerdan y dicen en forma de exhor-


tación lo que significa ser creyente y luego perder la fe. Pa-
rece que el a'l'toq¡uyÓ'V't'Ec; t[rehuyentes] del v. 20 reasume el
a'TtO(jJEÚyoV't'<Xc; [a los que rehuyen] del v. 18. Pero difícilmente
la carta se refiere aquí sólo a los seducidos del v. 18 (así, no
obstante, Bigg, Chaine, Michl), sino a todos los falsos doctores.
De ellos se habla en el v. 19 y el mismo sujeto hay que admitir
en el v. 20 introducido con y&.p [porque]. De los falsos docto-
res se habla igualmente en el v. 19 con la palabra Í¡'t""t'E't'<Xt [es
inferior, vencido], concepto que se reasume de nuevo en el
v. 20 con TJ't''t'W'J't'<Xt [son inferiores, vencidos]. Finalmente, los
reproches que se hacen en los vv. 20-22 contra los miembros
débiles de la comunidad, que pueden, no obstante, ser ganados
de nuevo, serían demasiado fuertes. Pero estos reproches se
comprenden, si se dirigen contra los falsos doctores, contra
quienes el cap. 2 dirige las más severas acusaciones. Y como
todo este capítulo es una dura polémica contra los falsos doc-
tores, también estos versículos últimos deben dirigirse contra
ellos, no contra los seducidos por ellos (así Knopf, Wohlenberg).
En 2,20 se subraya la importancia de la É'Ttlyvwcrtc; [cono-
cimiento] para la conversión, como ya se hizo en 1,3 (véase
allí). El conocimiento, sin embargo, no comprende el conoci-
miento de una doctrina, sino el conocimiento de Jesucristo. Y
no lo reconoce sólo como maestro por su sabiduría, sino como
"Señor y Salvador". Sl Cristo es Señor, el que le conoce está
sometido a él. Si Cristo es el Salvador, el que le conoce se re-
2 Petr. Los falsos doctores. Pecados 2,13b-22 307

conoce como perdido, como necesitado de salvación por medio


de él, que es el mediador. El conocimiento, según esto, no es
una actitud intelectual, sino una sumisión en la obediencia de
la fe. Puede ser que la palabra tenga resonancias griegas, el
contenido, sin embargo, es bíblico.
La conversión significa "huir de las impurezas del mundo".
El mundo es impuro, no porque sea una obra creada mala
-el NT no conoce un dualismo tan radical-, sino por los
pecados de los hombres. El NT conoce una impureza, pero
sólo en el sentido ético-religioso (Tit 1,15; Hebr 12,15; tam-
bién Jud 8), no una impureza contraída por contacto físico o
por una culpa cultual. Como la conversión es la separación del
pecado, puede considerarse como la huida de la impureza del
mundo. La caída significa "enredarse de nuevo en la impureza
del mundo y ser vencido por ella". Pero la caída no es nunca
un retroceso simple y sencillo al estado anterior. Caída o se-
paración de la Iglesia no es sólo vuelta al anterior paganismo
"inocente", sino que es siempre negación de la fe y endureci-
miento en la negación. Por eso, este nuevo paganismo es mucho
peor que el anterior (cf. Hermas, Similitudines 9,17,5). "El fin
es peor que el comienzo". Casi literalmente igual es la palabra
del Señor sobre la nueva posesión diabólica después que se ha
marchado el demonio (Mt 12,45 = Le 11,26; cf. Mt 27,64).
No puede saberse con seguridad si nuestra carta utiliza la tra-
dición sinóptica, transmitida oralmente o por escrito o si se
trata simplemente de una frase proverbial.

2,21 Por eso, es mejor no convertirse, que, después de la


conversión, volver de nuevo a apostatar de la fe. La fe se de-
signa como óooi:; OLXaLoO"Úvr¡i:; [camino de justicia] y áyla ÉV'!oA:Í)
[santo mandamiento]. 'Oooi:; (véase también 2,15) otxatoO"úvr¡i:;
es la conducta observada con rectitud. La fórmula óooi:; otxmo-
O"Úvr¡i:; se encuentra ya en los escritos veterotestamentarios
tardíos (Job 24,13; Prov 8,20 y frecuentemente). Pero las
mismas palabras tienen en el AT y el NT distintos sentidos,
cosa que ya se deduce también de 2 Petr. La rectitud es ahora
aquella nueva rectitud que Cristo anuncia y exige. Quizá haya
que decir lo siguiente: se trata de la rectitud que Cristo ha
hecho posible ahora por la cruz, cosa que no sólo Pablo, sino
también 1 Petr 2,24, dicen claramente. Por lo demás, 2 Petr
308 2 Petr. Los falsos doctores 2,1-22

2,21 se completa con 2 Petr 2,2, en donde la fe se llama ca-


mino de la verdad. Las dos cosas juntas constituyen el cristia-
nismo, verdad y justicia, recta doctrina y recta vida.
El cristianismo es también esencialmente f.vnJ..:f¡. Pero no
se trata aquí de que la carta exija la justicia no evangélica de
las obras. Los diez mandamientos son también para los evan-
gelios la norma indiscutible y bien conocida y constituyen la
entrada en la vida (Me 10,19). La palabra del Señor de Mt 5,19
da valor igualmente a los más mínimos preceptos. También
para Pablo tiene valor la exigencia de "cumplir los manda-
mientos de Dios" (1 Cor 7,19). Y para Juan (14,21), la guarda
de los mandamientos es la prueba de ser discípulos de Cristo.
El hecho de que la carta insista tanto en la guarda del
orden moral (2 Petr 2,21), se explica por la lucha que el autor
tiene que sostener contra los errores y desviaciones de los
libertinos. Por las mismas razones insisten también las cartas
de Juan (1 Jn 2,3; 5,3; 2 Jn 6) en la observancia de los man-
damientos. Pero no hay que pasar por alto el hecho de que
la 2 Petr 2,21 no habla de EV'tOA(J.,L '[mandamientos], sino de
ev'toA'Í¡ [mandamiento]. No se trata de muchos preceptos, que
con suma facilidad podrían violarse, como sucedía en parte
en el judaísmo, sino que se trata de un solo precepto. Y este
no puede ser otro que el precepto fundamental del amor. Así
se evita toda concepción legalística.
El precepto "ha sido entregado'', y ha sido entregado (se-
gún 2 Petr 3,2) "a través de los profetas y apóstoles por el
Señor" (cf. también Jud 3). A través de esta alusión a la tradi-
ción se indica sin duda la ordenación de la Iglesia, a la que
deben prestar atención los creyentes. Pero de este modo, el
precepto se califica también como precepto nuevo, que debe
aceptarse en la fe que se tiene en Cristo como Señor. Al llamar
al precepto "santo'', se quiere decir que procede de Dios, y
como Dios es santo, también lo es todo lo que pertenece al
mundo divino. Este es el significado fundamental de &y~oc;
[santo] = qados. Por esta razón también para Pablo (Ro-
1

manos 7,12) el precepto es indiscutiblemente santo. Pero la


palabra puede también encerrar aquí la idea de que el pre-
cepto es santo, porque es precepto de Cristo. La nueva ética
se caracteriza como imitación de Cristo por la fe y así se
separa de la ética judía de las obras de la ley y también de la
2 Petr. Los falsos doctores. Pecados 2,Bb-22 309

ética puramente natural o filosófica. Una vez establecido esto,


resulta también evidente que la 2 Petr, en cuanto escrito tardío
del NT, y lo mismo las enseñanzas de los Padres Apostólicos
se inclinan a subrayar la obligación de la guarda de los pre-
ceptos en el cristianismo. La 2 Petr puede constituir el puente
entre una y otra concepción, y así vuelve a ponerse de mani-
fiesto el carácter apostólico tardío de la carta (cf. también
2 Petr 3,2).
Las graves amonestaciones de la carta ante la apostasía son
parecidas a las de la carta a los Hebreos (6,4-6; 10,26) y de
las Epístolas Pastorales (1 Tim 6,3-5; 2 Tim 2,14-18). Tam-
bién estos escritos dicen que sería mejor no haber hecho nunca
la confesión de la fe, que, una vez hecha, apostatar de la fe.
Por eso, para el autor de la carta a los Hebreos el pecado de
apostasía es imperdonable. Estas exhortaciones delatan igual-
mente un tiempo tardío, en el que ya se había perdido el primer
fervor 98 •

2,22 La carta concluye su veredicto sobre los falsos docto-


res con un par de proverbios, en los que la actitud de los doc-
tores se compara a la del perro y a la del cerdo. La compara-
ción con el perro se encuentra aplicada a los necios con las
mismas palabras en Prov 26,11. Nuestra carta ha debido tomar
el proverbio del lenguaje popular, como también la compara-
ción con el cerdo. Perro y cerdo aparecen uno junto al otro
como animales despreciados en Mt 7,6, y también en la tra-
dición griega y judía 99 •
La primera comparación dice que el perro vuelve a su vó-
mito. De la misma manera los apóstatas vuelven a sus peca-
dos, borrados una vez en el bautismo. El mismo sentido debe
tener la otra comparación con el cerdo, que, una vez lavado,
vuelve a revolcarse en el cieno. La expresión no quiere decir

9 8 Las duras expresiones sobre la apostasía, que es peor que si uno


no hubiera pertenecido nunca a la comunidad, pueden recordar los
severos castigos que se aplicaban en Qumrán a los apóstatas y renega-
dos; cf. H. Kosmala, Hebriier-Essener-Christen (1959) 120s; 270.
9 9 Los paralelismos con las dos comparaciones se encuentran en
O. Michel, en ThWb 3, 1100-1103, y en los comentarios. Podemos
remitir a la Leyenda de Ajicar 23,114 (= F. Nau, Histoire et Sagesse
d' Ahikar l' Assyrien [1909] 244): "Tú estabas conmigo, hijo mío, como
un cerdo, que había ido a un baño, y al ver una hoya lodosa, se metió
en ella y se bañó. Y gritó a sus compañeros: Venid, bañaos".
310 Excursus. Apócrifos en Jud y 2 Petr

solamente que el cerdo se revuelca en el cieno (así se traduce


y se interpreta a veces), sino que distingue dos cosas, como la
primera comparación: un cerdo se lava y luego vuelve a revol-
carse en el cieno. Así puede compararse su modo de obrar con
el de los apóstatas. La frase, concisa hasta la oscuridad, es
comprensible en un proverbio. En definitiva, como estos ani-
males desconocen totalmente lo que es limpieza y orden, así
les sucede a los falsos doctores.

EXCURSUS
Los APÓCRIFOS JUDÍOS
EN JUDAS Y 2 PEDRO

La carta de Judas, como la 2 Petr, usan en sus pruebas tra-


diciones contemporáneas, que también se encuentran en los
libros apócrifos de la época. A este género pertenecen los re-
latos sobre el pecado y castigo de los ángeles (Jud 6 y 2 Petr 2,4)
y la disputa de Miguel con el diablo por el cuerpo de Moisés
(Jud 9 y 2 Petr 2,lOs). De acuerdo con la reelaboración legen-
daria de la narrativa judía antigua se han adornado de ele-
mentos legendarios los relatos sobre Noé (2 Petr 2,5), sobre
Sodoma y Gomarra (Jud 7 y 2 Petr 2,6) y sobre Balaam (Jud 11
y 2 Petr 2,15).
Este hecho demuestra claramente que el canon veterotes-
tamentario no se hallaba aún delimitado estrictamente. El NT
corrobora así lo que ya se sabía por la historia del canon. Los
Padres de la Iglesia reconocieron esta utilización de los apócri-
fos y se escandalizaron en parte, después que el canon fue de-
limitado más estrictamente. Por eso, algunos de ellos rechaza-
ron la carta de Judas. Así nos lo dicen Dídimo Alejandrino y
Jerónimo, quienes, no obstante, aceptaron estas dos cartas
(véase la Introducción).
El autor de la carta de Judas utilizó estas tradiciones según
la opinión de su tiempo, sin pretender entrar en las cuestiones
críticas que planteaban su naturaleza y su valor. El, a su ma-
nera, tuvo por históricos los acontecimientos. Si los hubiera en-
tendido de otro modo, no le habrían servido como pruebas,
ni los habría considerado como obligatorios para los lectores.
La segunda carta de Pedro, en cambio, a pesar de que sigue
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 311

la carta de Judas y la estima en gran manera, no obstante,


corta los relatos que Judas toma de la haggadá judía. De este
modo, dentro del propio NT, un libro canónico es interpreta-
do críticamente por otro libro canónico. Casi nos será permi-
tido decir que un libro desmitologiza a otro.
En las épocas siguientes la exégesis ha negado muchas veces
que se utilicen aquí motivos legendarios y ha intentado probar
que hay en el trasfondo noticias históricas (así, por ejemplo,
Felten). Pero apenas es necesario aducir pruebas de que esto
es imposible. De todas formas, la leyenda tiene su manera de
decir la verdad y a veces puede decirla de una manera más
pertinente que la propia historia. Entendiendo el problema de
este modo, no hay motivo para escandalizarse de que la Escri-
tura utilice motivos legendarios para aclarar y exponer los
temas que le interesan. Sólo hay que dejar que las leyendas
sean leyendas. Es un sistema equivocado y peligroso querer
probar la historicidad a toda costa. Esta afirmación puede
apoyarse en los datos de la encíclica Divino afflante Spiritu,
que exige tener muy en cuenta los géneros literarios para la
interpretación de la Biblia 100 •

4. La parusía
y el juicio universal
(2 Petr 3,1-13)

El comienzo de la carta expresó ya claramente su objetivo


de combatir a los falsos doctores que ponían en duda la parusía
de Cristo (1,16). En el cap. 2 se describen estos falsos doctores
en sus turbios manejos. Con 3,1 vuelve la carta a su objetivo
original de luchar contra las falsas enseñanzas para oponerse a
ellas y fortificar a la Iglesia en su espera de la parusía.

1 00 J. Schildenberger, "Die Bedeutung von Sir 48, 24 f für die


Verfasserfrage von Is 40,66", en Alt. Studien, Festchrift F. Notscher
(1950) 188-204, recuerda que en Jud 6,9,14 se contienen también en
el AT las afirmaciones sustanciales para cada una de las pruebas pro-
puestas: "Los lugares no imponen la hipótesi& de que aquellos libros
apócrifos ofrezcan aquí tradiciones realmente históricas, que hubieran
sido transmitidas sin variación alguna, oralmente o por escrito, a tra-
vés de siglos o incluso de milenios, y que existieran fuera de la sagra-
da Escritura.
312 2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13

3,1 Esta es ya, queridos hermanos, la segunda carta


que os escribo; y en ambas procuro excitar en vosotros,
con el recuerdo, una sincera inteligencia~· 2 que os
acordéis de las palabras predichas por los santos profe-
tas y del precepto del Señor y Salvador, dado por vuestros
apóstoles. 3 Ante todo debéis saber que en los últimos
días vendrán escarnecedores con sus burlas, que andarán
según sus propios deseos, 4 y que dirán: ¿Dónde está
la promesa de su parusía? Desde que murieron los pa-
dres, todo sigue como desde el principio de la creación.
5 Al afirmar esto, se les escapa que en otro tiempo hubo
cielos y hubo tierra, salida del agua, que en medio de las
aguas tomó consistencia por la palabra de Dios. 6 Por
ellas, el mundo de entonces pereció en el diluvio. 7 Pero
los cielos y la tierra de ahora están guardados por la
misma palabra, reservados para el fuego en el día del
juicio y de la destrucción de los impíos. 8 Una cosa,
sin embargo, no debe quedaros oculta, queridos herma-
nos; que un día es ante el Señor como mil años y mil
años como un día. 9 No demora el Señor la promesa,
como algunos piensan; sino que usa de paciencia con vos-
otros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos se
conviertan. 10 Pero el día del Señor vendrá como un
ladrón. En él desaparecerán los cielos con estrépito; los
elementos se disolverán abrasados por el fuego, y así
quedará al descubierto la tierra y todas las obras que
hay en ella. 11 Pero si todas las cosas se han de di-
solver así jcómo no deberéis andar vosotros en santo
comportamiento y piqdad, 12 esperando y anhelando
la parusía del día de Dios!, en la que los cielos se disol-
verán incendiados, y los elementos se destruirán abrasa-
dos por el fuego. 13 Nuevos cielos y nueva tierra, en
los que habita la justicia, esperamos según su promesa.

3,1 El autor alude a una carta anterior que habría escrito.


En esta alusión debe entenderse sin duda la primera carta
de Pedro del NT 101 • Si la segunda carta de Pedro es un es-
1 º1 Que la primera carta, mencionada en 3,1, no sea nuestra pri-
mera carta de Pedro, sino otra carta perdida, se defendió a veces en
épocas pasadas, pero hoy ya no lo defiende prácticamente nadie. La
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 313

crito pseudoepigráfico, esta afirmación quiere decir que su au-


tor conoce la primera carta de Pedro como un escrito del ca-
non neotestamentario que se estaba formando (cf. 2 Petr 3,15s),
a cuyo escrito quiere referirse y que desea hablar como si fuera
Pedro. El contenido de la 2 Petr 3,ls concuerda con el de la
1 Petr por lo menos en el hecho de que la esperanza escatoló-
gica que intenta defender la segunda de Pedro, llena también
la primera (4,7). Pero quizá el autor no quiera afirmar la coin-
cidencia en todo, cuando dice que escribe en las dos cartas lo
mismo. Quizá le baste el hecho de que en la 1 Petr habla el
apóstol Pedro. El estilo epistolar empleado asegura también
aquí que lo único que necesitan los destinatarios es el recuerdo
de lo que ya saben (l,12s). Su "sincera inteligencia" estará dis-
puesta fácilmente a aceptar las exhortaciones.

3,2 102 La carta quiere exhortar ante todo a retener las


palabras de los profetas y el precepto de Cristo, trasmitido por
los Apóstoles, y a mantener también la esperanza de la parusía,
según aquellas palabras y aquel precepto (3,3). La llegada del
Señor se demora y por eso se ha de retener tanto más firme-
mente la promesa anunciada. Porque en esto consiste precisa-
mente "la sincera inteligencia" de la auténtica fe (3,1). Los
profetas han preanunciado la parusía (1,19). La predicación de
los Apóstoles afirma lo mismo 103 • Pero la espera de la paru-
sía ya no es indiscutible y simplemente cierta o una espe-
ranza acuciante de la Iglesia, sino que se anuncia como un

hipótesis significaba una complicación indemostrable. Si la 2 Petr es


un escrito pseudoepigráfico y la carta pertenece a la época apostólica
tardía, es improbable que el autor haya conocido otra carta de Pe-
dro, auténtica o no auténtica, fuera de la primera, transmitida hasta
nosotros. ¿Cómo habría podido conservarse primero y después per-
derse? G. H. Boobyer, "The Indebtedness of 2 Peter to 1 Peter'',
en New Testament Essays (1959) 34-53, acepta, en una amplia investi-
gación, una alusión de la 2 Petr a la 1 Petr en 2 Petr 3,1 y en otros
muchos lugares.
1 º2 = Jud 17, en donde, junto a los Apóstoles en la carta de
Judas, se mencionan aún aquí los profetas, texto completado proba-
blemente de 2 Petr 1,19-21 (¿y según Jud 14?).
1 º3 Frente a los profetas, como antiguos testigos, entran ahora los
Apóstoles, es decir, forman el Antiguo y el Nuevo Testamento; cf. Po-
licarpo, Fil. 6,3; 2 Clemente 14,2; sobre esto, cf. W. Bauer, Rechtgliiu-
bigkeit und Ketzerei im a/testen Christentum (1934) 215; H. Koster,
Synoptiesche überliefereung bei den Apostolischen Viitern (1957) 67s.
314 2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13

precepto de Cristo. A causa de su retraso, se ha convertido en


una obligación de la fe, que supera toda duda. El texto de 3,2
está formando con 2,21 (véase allí) una sola idea según la cual,
en el cristianismo no sólo hay preceptos, sino también la idea
de que la esencia del cristianismo se siente como ley y orde-
nación moral.
Para Pablo y para el autor de la carta a los Hebreos la ley
(evtoA1¡) es siempre la torá; para Juan, en cambio (13,34;
14,15,21; 1 Jn 3,23), es el precepto nuevo del amor, es decir,
fundamentado de nuevo por Cristo, que se manifiesta luego en
la observancia de cada uno de los mandamientos. En el siglo n,
Cristo es el que promulga la nueva ley (Ignacio, Efesios 9,2;
Policarpo, Filipenses 2,2; 1 Clemente 13,3; 2 Clemente 3,4;
6,7; 17,l; Justino, Dial. 12,2s; 116,2). Los mosaicos de las
Iglesias presentan a Cristo en la época inmediatamente siguien-
te con el rollo de la ley y con la inscripción : Christus legem
dat io4.
Pero el precepto del Señor es también el precepto de los
Apóstoles. Los Apóstoles son los intermediarios de la palabra
de Cristo y el cargo de Apóstol está entre Cristo, por una par-
te, y las generaciones actuales y venideras, por otra. Los Após-
toles se conciben así como formando un colegio, que está
frente a la Iglesia. Todos los Apóstoles pertenecen a todos los
creyentes ("t"WV cbtocnÓAtVV úµwv [de los apóstoles vuestros]).
Desde el punto de vista original e histórico la situación era
que cada comunidad tenía su propio apóstol.

3,3 105 Al acordarse de las palabras de los profetas y del


Señor, los cristianos deben ante todo saber, que al fin de los
tiempos habrá escarnecedores. Literalmente, ni el AT ni el NT
contienen semejantes predicciones. Pero la referencia, tanto al
Antiguo, como al Nuevo Testamento, es tan general, que la car-

1 º4 G. Schrenk, en ThWb 2, 543-553. Sobre la& representaciones


figuradas correspondientes, cf. J. Kollwitz, "Christus als Lehrer und
die Gesetzübergabe an Petrus in der konstantinischen Kunst Roms",
en RQ 44 (1936) 45-66; W. N. Schumacher, "Dominus legem dat",
en RQ 54 (1959) 1-39.
1 05 = Jud 18, en donde la 2 Petr 3,3 no expresa tan claramente
como Jud 18 que la aparición de los escarnecedores debe ser preanun-
ciada por (los profetas y) los Apóstoles. Pero también ésta es la opi-
nión de 2 Petr.
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 315

ta no piensa sin duda en ningún texto en especial. Para el au-


tor de la segunda de Pedro, se trata ciertamente de una afirma-
ción general del mensaje del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Para la espera judea-cristiana, el tiempo final es igualmente un
tiempo de desorden moral general. Puede pensarse en distin-
tas palabras de los profetas sobre la maldad del pecado en el
tiempo final (Dn 8,27; 12,4,11), en palabras del Señor, tales
como Mt 24,lls,24, en palabras de los Apóstoles, como 1 Tim
4,1-3; 2 Tim 3,1-5; 4,3; cf. Didaché 16,3.
La carta se dirige contra los escarnecedores, a quienes se
acusa de inmoralidad, como a los adversarios de 2,2 (y de
Jud 18). Se trata ciertamente de los mismos falsos doctores
mencionados en 2 Petr 2. Puesto que los falsos doctores de 2,3
se introducen con una nueva frase, la sutura permite reconocer
que el material que forma el cap. 2 de la 2 Petr, procede de la
carta de Ju das.

3,4 Los escarnecedores se burlan de la espera de la parusía


del Señor y del fin del mundo relacionado con ella. Basan sus
dudas y burlas en que, apelando a la apariencia exterior, des-
cubren que el mundo sigue imperturbablemente igual desde el
principio de la creación. Lo mismo que ha subsistido hasta
ahora, subsistirá también en lo futuro. La espera del fin próximo
es, pues, ilusoria. Según las palabras de los escarnecedores, el
fin del mundo ya lo esperaron las generaciones de los padres 106 ,
es decir, las generaciones anteriores, según lo entiende la carta.
En realidad, podrían interpretarse así palabras del Señor, como
las que aducen Mt 10,23; 24,29; Me 9,1; 13,30.
De 3,4 puede obtenerse un punto de apoyo para la datación
de la carta. Parece que es posterior al tiempo de Pedro, pues
la primera generación ya ha pasado. Pero, por otra parte, el
tiempo puede corresponder al final del siglo I o al comienzo
del siglo 11. La primera generación era la yEVEtX aÜ't'Y) [esta gene-
ración] de Mt 24,34. Esta generación ya ha muerto. Las dudas
han podido surgir ahora, porque la catástrofe cósmica relacio-
nada con la espera del fin del mundo después de la ruina de
Jerusalén del año 70 después de Cristo no ha aparecido aún. La
1 º6 Los padres no son los antepasados de los tiempos remotos, sino
los padres de los que hablan. Pues el fin del mundo debe haberse
esperado para la época en que vivían los padres.
316 2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13

1 Clemente 23,3 debe ser aproximadamente de los últimos años


del siglo I, y en ella se intercala, tomándola de un escrito des-
conocido, una frase que pone en duda la próxima llegada de
la parusía: "Son desgraciados aquellos escarnecedores que es-
tán divididos dentro de su propio espíritu y dicen: Nosotros
ya hemos oido esto en tiempo de nuestros padres, y he aquí
que todos nosotros hemos llegado a viejos y no hemos experi-
mentado nada de todo esto" 107 •

3,5 Los vv. 5-7 intentan oponerse a la afirmación de los


adversarios del v. 4, que decían que, desde el principio del mun-
do, todo ha permanecido como era; y el autor refuta esta afir-
mación, recordando que el mundo ya ha sido destruido una
vez (en el diluvio). Así también perecerá el mundo actual (en
el fuego). Ya la palabra del Señor (Mt 24,37-39) compara estas
dos catástrofes y presenta la primera como imagen de la se-
gunda.
Para describir la espera final cósmica emplea la carta ex-
presiones del AT, que interpreta y completa, al parecer, con
ayuda de las ideas contemporáneas sobre el mundo. Su con-
cepción no es del todo clara 108 • Según Gn 1,2,6,7 existió pri-
mero el agua primitiva, y del agua, como del ser primitivo, se
hizo la tierra firme. Sucedió también "en medio del agua".
¿Significa esto que el agua fue el medio primitivo de la crea-
ción y permaneció, por descansar sobre el agua primitiva de

io1 O. Knoch, Die eschatologische Konzeption des 1.Clemensbriefes


(1959) 75. La primera de Clemente 27,l se refiere también a la
em1.:yyeA,la escatológica de Dios, que él realiza y cumple cuando y
como quiere; cf. O. Knoch, ibid., 118-121; 177.
ios Ya la propia explicación lexicográfica y gramatical no carece de
dificultades. E>faew tiene aquí el significado desacostumbrado de:
afirmar algo en contraposición al verdadero contenido real (G. Schrenk,
en ThWb 3,45). !:uvecr't'w·cra gramaticalmente sólo pertenece a yfj. En
una traducción literal, sólo se dice de la tierra, que ha salido del
agua. Quizá sea posible explicar el cruvecr't'wcra como construido por
atracción a partir de yfí y luego relacionar conceptualmente el tér-
mino crvvecr't'wcra, junto con ~%1CIXAIXL, con el siguiente oúpavol (así
Knopf, Windisch-Preisker), pero se le atribuye al autor el que se aleje
notablemente de la historia veterotestamentaria de la creación, al
afirmar el origen del cielo y de la tierra a partir del agua, y por otra
parte se le hace responsable de un pensamiento cosmológico unitario.
Es discutible que lo tuviera y lo haya expresado. Por eso, quizá sea
preferible seguir la traducción literal y ocuparse de las afirmaciones
reales de la carta.
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 317

la que emergió (Ps 23,2; 135,6)? Pero todo esto lo hizo la


palabra de Dios (según Gn 1: Dios dijo y sucedió) 109 •

3,6 El mundo fue destruido por el agua no. Esto sucedió,


según Gn 7,21, en el diluvio, pues el relato dice que la tierra
fue sumergida en el agua. ¿Sobrepasa la carta el relato vetero-
testamentario, cuando habla de la ruina de todo el mundo
(ó 't'Ó't'E xócrµoc; [el entonces mundo]) sucedida entonces, como
parece suponer también Henoc 83,3-5 (así Knopf, Windisch-
Preisker) o es inadecuada la elección que hace de las palabras?
¿O significa aquí ó 't'Ó't'E xócrµoc; "la humanidad de entonces" 111 ?

3,7 El mundo actual, que consta de cielo 112 y tierra, será


destruido por el fuego. Tampoco esto es, como el diluvio, un
acontecimiento puramente natural, sino que será efecto de la
palabra de Dios, lo mismo que fue creado por la palabra de
Dios. Y aunque esté destinado al fuego, como a su medio fí-
sico de destrucción, el mundo, no obstante, está siempre re-
servado para la palabra de Dios. Pues su palabra es el único
motivo soberano que determina el fin del mundo. Por eso,
este fin en el acontecer natural se convierte en un juicio con-
tra los impíos (con cuya palabra, la carta puede entender los
escarnecedores y los adversarios). Aunque la carta siga el re-
lato del Génesis para explicar la creación a partir del agua,
no obstante, la idea del fuego escatológico es bíblicamente pos-
terior (Is 33,lls; Joel 2,3; Zac 12,6) y aísla sumamente la
explicación de la conflagración universal (Sof 1,18; 3,8) 113 •
1 º9 La enseñanza de 2 Petr está fundada en primer lugar en la
Biblia. Pero la enseñanza bíblica participa aquí evidentemente de las
antiguas concepciones sobre el origen del mundo a partir del agua,
como elemento primordial, concepciones conocidas por los asirios y
babilonios, por los egipcios y los griegos, y expuestas por Tales.
110 ¿Qué se encierra en el plural ot' wv? Se pensaría en i.IO<na,
si no se repitiera otra vez en el v. 6 ot' i.IOa"t'oc;. Pero, puede ser posible,
dada la manera difícil de expresarse de la carta. ¿O contiene el
fü' wv agua y palabra?
11 1 Así H. Sasse, en Th Wb 3, 885; 890.
11 2 No se dice que también los cielos hayan sido creados de nue-
vo después del diluvio. Pero quizá se suponga que sucedió así, después
que perecieron con la tierra (como se describe en el v. 6). Los cielos,
no obstante, podrían aún ser los primitivos, y sólo la tierra habría
sido creada de nuevo después del diluvio.
11 3 La literatura postcanónica describe clara y ampliamente la con-
flagración del mundo; así Pseudo-Sófocles, Fragmenta dubia 1027
318 2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13

Las ideas cosmológicas bíblicas y después las judías y cris-


tianas participan de las tradiciones y conocimientos de los
orientales y de los griegos. Como el Génesis interpreta bíbli-
camente mitos orientales en su historia de la creación, en cuan-
to que todo lo somete a la palabra creadora de Dios, lo mismo
hace la 2 Petr. Lo mismo el Génesis que la carta de Pedro, uti-
lizan sin escrúpulos estos elementos extraños o precisamente
con ayuda de estos elementos revelan la soberanía de Dios en
grandiosas imágenes, porque todos estos elementos están al
servicio de Dios. El mundo no es naturaleza, y su historia no
es natural, sino que es una criatura y su historia es juicio y
salvación. El interés de la Escritura no se cifra en la cosmolo-
gía, sino siempre en la teología. Por eso, afirmaciones como
las que se contienen en la 2 Petr, relativas a asuntos cosmo-
lógicos, no son doctrinas de fe 114 •

3,8 Los vv. 8-9 aportan un nuevo dato que puede servir de
respuesta a la cuestión que proponen los escarnecedores. El
retraso de la parusía es ciertamente un problema que afecta
también a la comunidad. Por eso, el autor se dirige a la comu-
nidad con las palabras: "queridos hermanos". La carta deduce

Nauck = P. Riessler, Altjüdisches Schriftum ausserhalb der Bibel


(1926) 1046; Oráculos sibilinos 2, 187-213; 3, 82-93; 4, 172-182; 5,
155-161; 206-213; 515-531; Salmos de Salomón 15,6; Henoc 1,6-9;
52,6; 4 Esdr 13,lOs. Vamos a citar un texto de la Vida de Adán y
Eva 49s: "A causa de vuestros pecados, nuestro Señor hará venir su
ira sobre vuestra descendencia, primero con agua, y después con fuego.
Con estos dos elementos juzgará Dios a todo el género humano". En
este texto aparecen coordinados los dos modos de juicio sobre la
creación de una manera semejante a lo que dice la 2 Petr 3,5-7. Un
nuevo testimonio sobre la creencia en la conflagración del mundo
es la comunidad de Qumrán (1 QH 3,29-36). Véase, además, Josefo,
Ant. 1,2,3; Filón, Vita Mosis 2,263, y el Apocalipsis etiópico de Pe-
dro 5, dentro de la apocalíptica cristiana; Hermas, Visiones 4,3,3. La
creencia en la conflagración universal parece que se transmitió desde
el Irán al helenismo judío, pasando por la cosmología griega (y roma-
na), y luego influyó también en los relatos bíblicos. Cf. F. Lang, en
ThWb 6,927-948; R. Mayer, Die biblische Vorstellung vom Welten-
brand (1956) 95s; 120-125; R. Mayer · J. Reuss, Die Qumranfunde und
die Bibel (1959) 65-67. Para Mayer es discutible si ya el profeta Sofo-
nías 1,18 y 3,8 habla de un fuego real. Sus palabras, de todas formas,
fueron entendidas así en el transcurso posterior de la historia de la
religión veterotestamentaria.
114 J. Chaine, "Cosmogonie aquatique et conflagration final d'apres
la Secunda Petri", en RB 46 (1937) 207-216.
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 319

de la grandeza de Dios, conocida por la Biblia, que para Dios


no cuenta la medida humana del tiempo. Esto se afirma con las
palabras del Salmo 90,4: Mil años son ante Dios como un día,
y la carta añade por su cuenta, deduciendo la conclusión lógi-
ca, que un día ante Dios es como mil años 115 , conclusión que
le puede servir más directamente a su propósito. Si la Iglesia
espera también desde hace siglos la parusía, esto en realidad
no es más que un breve espacio de tiempo y no se opone a la
promesa de la próxima venida de Cristo.
El Salmo 90,4 se aduce con frecuencia, tanto en la tradición
judía como cristiana primitiva (Jubileos 4,30; Bernabé 15,4;
Justino, Dial. 81,3), para expresar claramente la diferencia y
separación de Dios frente a los hombres, pero este Salmo
nunca se interpreta en el sentido en que lo hace la 2 Petr del
retraso del día del juicio. Esta interpretación es fruto de una
intuición creyente del autor. La validez de la misma se pone
de manifiesto comparándola con la de la apocalíptica judía tar-
día. Sobre el mismo problema del retraso de Dios busca Da-
niel la respuesta, contando las semanas de años. La literatura
apocalíptica relacionada con este libro continúa este modo de
contar. La 2 Petr renuncia ya al problema de conocer los tiem-
pos de Dios. El comentario de Habacuc de Qumrán (1 QpHab
7,13s) está más cercano a nuestra carta: "Todos los tiempos
finales de Dios -dice- llegan según su ordenación, tal como
él los ha establecido en los secretos de su prudencia". Tam-
bién aquí se deja todo al secreto de Dios.

3,9 Pero no sólo la grandeza de Dios tiene otra medida


del tiempo, sino también su amor. Lo que unos llaman des-
cuido es en realidad paciencia de Dios, que da a todos la opor-
tunidad de convertirse 116 • En Ex 34,6 se revela Dios a Moisés,
afirmando de sí mismo: "Yahweh es un Dios misericordioso y
benigno, lento a la ira y rico en paciencia y fidelidad". Estas

11 5 De la misma manera arguye Bernabé 15,4.


11 s TLVÉc; deben ser en primer lugar los escarnecedores, en "t'LVcic;
y 11;áv"t'o:c; deben estar también ellos comprendidos, a pesar de que
tienen la posibilidad de convertirse. Por otra parte, sin embargo, estas
últimas palabras significan los miembros (actuales y futuros) de la co-
munidad, es decir, todos, pues a todos se les ofrece la salvación
(cf. Ez 18,23; Sab 11,23-26; Rom 11,32; 1 Tim 2,4). Para esto, cf. Biller-
beck 3, 774s.
320 2 Petr. Parusía y juicio universal 3,i-13

palabras resuenan, como una fórmula fija, en los escritos bí-


blicos hasta la época del judaísmo tardío (Nm 14,18; Ps 85,15;
Joel 2,13; Jon 4,2; 2 Esdr 19,7; Eclo 2,11; 2 Esdr 7,33). La
paciencia pertenece también al concepto neotestamentario de
Dios (Mt 18,26,29; Rom 2,4; 9,22; 1 Petr 3,20). La 2 Petr, al
traer de nuevo al recuerdo de la Iglesia la antigua idea de la
paciencia de Dios, salva y conserva un conocimiento bíblico,
que ayuda a resolver las cuestiones que angustian incluso hoy
día a la Iglesia 11 7 •

3,10 Aunque la carta admite la posibilidad de un retraso


de la parusía, no obstante, afianza la certeza de que el día de la
parusía vendrá (f¡~e:t ... ) y vendrá pronto (3,12) y recuerda con
un aviso la manera de su llegada. Viene como un ladrón en la
noche, es decir, inesperada y repentinamente, de modo que
hay que estar siempre preparados (3,11). La metáfora de la
llegada del Señor como un ladrón en la noche se encuentra ya
en los sinópticos (Mt 24,43; Le 12,39) y también en Pablo
(1 Tes 5,2) y luego en el Apocalipsis (3,3; 16,15). Puesto que
esta imagen, aplicada a la llegada inesperada del día del juicio,
no se encuentra atestiguada en ninguna otra parte, hay que
admitir que el texto sinóptico original continúa actuando en
el NT 118 •
El día de la parusía se llama día del Señor. Puesto que in-
mediatamente antes se menciona a Dios, el día del Señor es el
día de Dios y no el día del Señor Cristo. El nombre del día
escatológico como día del Señor se encuentra también en Pa-
blo (1 Tes 5,2; 2 Tes 2,2), pero en Pablo el Señor es Cristo
(1 Cor 1,8; 5,5; 2 Cor 1,14). La 2 Petr, por lo demás, repro-
duce el nombre que tiene en la versión griega del AT (Is 13,6;
Jer 32,19; Am 5,18; Joel 2,1; y Act 2,20) 119 ,
Si la fórmula se encuentra en el AT, el acontecimiento en
cuanto a su contenido se describe con las ideas que entonces
existían acerca del mundo. La destrucción del mundo por el
fuego (3,7) se describe detalladamente. El cielo, los elementos,
la tierra y las obras que hay en ella desaparecerán en el fue-

11 7 J. Horst, en ThWb 4, 377-390; W. Michaelis, Der Herr verzieht


die Verheissung (1942) 52-55.
118 H. Preisker, en ThWb 3, 753-756.
11 9 G. von Rad - G. Delling, en ThWb 2, 945-956.
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 321

go con estrépito 12 º. ¿Cuáles son los elementos (a"toLxi::i:a), que


se mencionan junto al cielo y la tierra, si los cuatro elementos
distinguidos por los antiguos de acuerdo con la filosofía estoi-
ca son el agua, el fuego, el aire y la tierra? L"t'OLXEÍ:a pueden
ser (así también Justino, 2 Apol. 5; Teófilo, Autolycus 2,35)
los grandes astros, el sol, la luna y la tierra. En pasajes como
el de Gal 4,3; Col 2,8, ·CT't'OLXEÍ:a pueden ser las fuerzas cósmi-
cas concebidas como personificadas. En la 2 Petr 3,10 podría
tratarse de una de estas dos interpretaciones o de las dos uni-
das, si, por ejemplo, los astros están poseídos por el demonio.
La caída de los cuerpos celestes se predice también en otros
lugares (Is 34,3; Joel 4,15; Mt 24,29; Me 13,25; Apc 6,12).
Que también perecerán en el fin del mundo las potencias es-
pirituales, lo espera igualmente el Testamento de Leví, cuando
dice: "Cuando Dios juzga a los hombres, las rocas se rajan,
el sol se oscurece, el agua se seca, el fuego se enfría, toda la
creación se angustia, los espíritus invisibles se desvanecen".
Desaparecerán también, junto con la tierra, las obras que hay
en ella, es decir, las creaciones humanas de la civilización y la
cultura 121 •
3,11 Del anuncio del juicio se deriva espontáneamente la
exhortación a observar una conducta santa y piadosa para pre-
pararse a la venida de aquel día. Se trata de la recomendación
de estar alerta, recomendación que el NT deduce de la espera
del fin (Mt 24,42; 1 Tes 5,6). Los manuscritos de Qumrán ha-
cen las mismas advertencias de perseverar, aunque el fin del
mundo se retrase (1 QpHab 7,10-12): "Estos son los hombres
12 º 'Pot~-r¡o6v es evidentemente onomatopéyico; según Pseudo-
-Ecumenio (PG 119,615), se usa sobre todo para expresar el silbido de
las llamas encendidas.
1 21 Aunque éste sea ciertamente el sentido del texto, la explicación,
no obstante, es difícil. La lectura eúpd}f¡cre't'a.t está atestiguada por los
mejores y más aniguos manuscritos ("Alef" B K P, entre otros, y las ver-
siones siríaca y armena). Menos bien están atestiguados xa.'t'a.:x:a.Í}cre't'a.t,
:x:a.vlh'¡cre't'a.t, acpa.vtcril'Í}O'ov't'a.t. Sin duda eúpelh'¡cre't'a.t es la lectura más
difícil y tiene éste posible sentido: La tierra y las obras que hay en
ella "serán encontradas en el juicio" (1 Cor 3,13-15); cf. H. Preisker,
en Th Wb 2, 767s. Aceptan la lectura de e:úpe:lh'¡crt't'a.t en el texto: Merk,
Nestle, von Soden, Vogels, Chaine; Souter, la de xa.'t'a.:x:a.Íjcrt't'a.t.
P 72 tiene eúpeil'Í}O'E't'IX.t A.v6µeva.. ¿Es ya este texto -ciertamente lleno
de sentido- una lectura facilitante, o es quizá original y entonces ha
desaparecido posteriormente A,v6µeva. por haplografía, junto a A.vil'T¡O'E't'IX.t
(v. 11) y A.voµÉvwv (v. 12)?
CARTAS.-2l
322 2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13

de la verdad, que cumplen la ley, cuyas manos no se cansarán


nunca de estar al servicio de la verdad, aunque el fin último se
retrase".

3,12 Pero aún hay más. Los buenos no sólo deben esperar
el día del Señor; pueden y deben anhelar su llegada. Puesto
que Dios retrasa la parusía para dar a todos tiempo de con-
vertirse (3,8), el Señor vendrá tanto más pronto, cuanto su
comunidad sea más santa. Esta es una garantía que también
conoce la piedad judía. Según el 4 Esdr 4,38s, por el pecado de
Israel se retrasará aún el fin. Pero el Talmud (Billerbeck 1,164)
añade: "Si los israelitas hicieran un día de penitencia, vendría
inmediatamente el hijo de David (el Mesías)". Los Hechos de
los Apóstoles (3,19s) dicen que la conversión de Israel es la
condición para que venga la parusía, y Rom 11,15 afirma que
llegará el fin de los tiempos, cuando Israel haya entrado en la
Iglesia. Si a la Iglesia se le dice que debe pedir sin cesar la
venida del reino (Mt 6,10), se presupone con esto que su ora-
ción puede acelerar la llegada de este reino 122 • La 2 Petr, des-
pués de haber explicado el retraso de la parusía con tantos y
tan importantes argumentos, rompe al fin la espera apostólica
aún angustiosa de la parusía con esta esperanza de su posible
aceleración.
Por otra parte, la carta vuelve a describir el día del Señor
con la idea de la conflagración universal, y la espera de ese día
se describe igualmente con palabras del AT (Is 34,4; cf. Tes-
tamento de Leví 4,1). Pero elementos mitológicos se introducen
expresamente en la doctrina bíblica de la creación. La conflagra-
ción del mundo no se realiza --como propone la ciencia pro-
fana- en un ritmo de destrucción y de nuevo devenir, sino que
sucede únicamente a causa del día del Señor (oi' 1]v ... ). Tiene su
razón de ser en la voluntad de Dios, que establece para el
mundo, lo mismo su comienzo que su fin.

3,13 Pero el final no es destrucción y ruina, sino una nueva


creación. Lo que hay del lado de allá de la frontera escatoló-

i22 Ch. Maurer, en ThWb 6, 725-727. Deja, sin embargo, fuera de


consideración los datos mencionados, cuando dice que o-m:úow significa
en 3,12 desear, tratar de, y por eso rechaza la idea de la aceleración
de la parusía por medio de las buenas obras.
2 Petr. Parusía y juicio universal 3,1-13 323

gica es completamente distinto de todo lo que hay aquí y de


todo lo que nosotros podemos pensar. Frente a esto, aquello
será nuevo. "Yo hago todo nuevo'', es la promesa escatológica
fundamental (Apc 21,5). A la realización y cumplimiento final
pertenecen, por eso mismo, el nuevo vino de la cena escatoló-
gica (Me 14,25), el nuevo nombre (Apc 2,17; 3,12), el nuevo
· canto (Ape 5,9; 14,3), la nueva Jerusalén (Ape 21,2). La 2 Petr
espera incluso "nuevos cielos y nueva tierra". La carta toma
la antigua promesa y la antigua esperanza. Hay aquí resonan-
cias sobre todo de Is 65,17 y 66,22. Quizá vea la carta justa-
mente en estas palabras la promesa de Dios (btciyye'Aµa
a:Ú'"t'OV '[las promesas de él]) 123 • De igual modo esperan la nueva
creación escatológica Mt 19,28; Apc 21,l; cf. Henoc 72,1;
91,16; Pseudo-Sófocles, Fragmenta dubia 1027 Nauck (véase
antes, en 2 Petr 3,7). La epístola a los Romanos (8,19-22) ex-
presa también esta esperanza. También aquí, como en 3,12, se
evita el pensamiento mitológico. La palabra y la voluntad de
Dios son la causa última del acontecimiento cósmico 124 •
La descripción del mundo nuevo se hace también aquí sin
elementos mitológicos, y esto justifica la opinión de que para
el autor no es esencial la materialidad de las palabras, incluso
en aquellos lugares en que utiliza descripciones mitológico-
-apocalípticas. En la imagen del mundo nuevo faltan especta-
tivas político-nacionales, pero también faltan representaciones
sensibles y realísticas. La perfección escatológica se describe
como un bien puramente espiritual: "La justicia habita en el
mundo nuevo". En el AT (Jer 23,5s; Zac 9,9; Sab 2,18) y en
la literatura judía tardía (Salmos de Salomón 17,35), el "justo"
es un nombre mesiánico corriente. La justicia es la señal dis-
tintiva de la era mesiánica (Salmos de Salomón 17,25; Henoc
38,2; Henoc eslavo 65,8). En el NT el Mesías es también el
Santo y el Justo (Act 3,13s; 7,52). Que la justicia, a la que
aspiraba Israel, puede conseguirse ahora, demuestra que ha
comenzado ahora el tiempo de la salvación (Mt 5,6; Rom 3,21).
El NT puede incluso afirmar que el Cristo que ha de venir es-
tablecerá la justicia (Act 17,31; Apc 19,11). La frase de la

123 AÓ"t'OV se dice de Dios, no de Cristo, puesto que las promesas


son promesas de Dios y porque antes (3,12) Dios se designa como
el que hace venir el último día.
124 J. Behm, en ThWb 3, 450-452.
324 Excursus. Falsas doctrinas en Jud y 2 Petr

2 Petr 3,13, de que en el mundo nuevo habitará la justicia se


adhiere a todas estas afirmaciones. El cielo y la tierra serán
justos a los ojos de Dios, tal como Dios quiere 125 •

EXCURSUS
FALSAS DOCTRINAS Y FALSOS DOCTORES
EN JUDAS Y EN 2 PEDRO

La carta de Judas y la 2 Petr se dirigen casi con las mis-


mas palabras contra los falsos doctores que intentan corromper
a la Iglesia. Hay que estudiar las dos cartas a la vez, si quere-
mos saber de qué naturaleza era aquella herejía.
Los falsos doctores dicen que poseen un saber superior.
Afirman que han tenido visiones y revelaciones (Jud 8). Dado
que la 2 Petr habla siempre de la verdadera yvwcn<; (l,5s;
3,18) y e7tlyvwcnc; (l,2,3,8; 2,20), parece que intenta contrapo-
ner la verdadera gnosis a la falsa, es decir, que los falsos doc-
tores están relacionados con el movimiento gnóstico. Otros
datos confirman esta suposición. Estos hombres se consideran
a sí mismos como pneumáticos, y a los demás como psíquicos.
Porque, cuando Jud 19, hablando de ellos, dice que son psí-
quicos y no poseen el pneuma, podemos deducir de aquí la
pretensión contraria de los falsos doctores de poseer el pneu-
ma de una manera destacada. Por esto también la 2 Petr 2,18
echa en cara a estas personas el orgullo con que intentan asu-
mir en la Iglesia funciones docentes. Y cuando la 2 Petr 1,19-21 ;
3,16 alude a que con sus especiales enseñanzas intentan fun-
dar una exégesis escrituraría basada en su capricho y no en
la tradición de la Iglesia, hay que deducir también aquí que
los falsos doctores hacían justamente esto. Pues bien, la gno-
sis intentaba precisamente fundar sus enseñanzas en una inter-
pretación bíblica sin control alguno.
Ambas cartas profieren severos reproches contra la inmo-
ralidad de los adversarios. Estos abusaban del mensaje evan-
gélico de la libertad (J ud 4; 2 Petr 2, 19). Confunden y mezclan
torcidamente la libertad con el libertinaje. Están dominados
por la más sórdida lujuria (Jud 12; 2 Petr 2,13) y ambición
(Jud 12; 2 Petr 2,3). Por eso buscan la amistad con los ricos y
125 G. Schrenk, en ThWb 2, 187-214.
Excursus. Falsas doctrinas en Jud y 2 Petr 325

adinerados (Jud 16). Están llenos de vicios sexuales (Jud 7,8,18).


Las dos cartas reprochan a los falsos doctores la inmoralidad
(tiO"ÉAyELa) (J ud 4; 2 Petr 2,2). Ambas les echan en cara los
vicios y pecados de Sodoma y Gomorra (Jud 7,8; 2 Petr 2,6).
Estos herejes pertenecen, pues, al grupo de los libertinos mo-
rales. De otros pasajes del NT sabemos también que el liber-
tinaje puso en serio peligro a la iglesia apostólica (Rom 6,1,15;
1 Cor 6,12; Fil 3,17; Apc 2,2,6). El libertinaje moral de los
falsos doctores ha podido surgir de su pretensión de poseer un
conocimiento superior, que los situaba por encima de los man-
damientos, y también de su convencimiento de que la posesión
del espíritu hacía indiferente lo sensible y hasta el mismo pe-
cado. A la gnosis se le reprochaba la disolución moral, proce-
dente asimismo del desprecio de la materia. Quizá afirmaban
estos doctores que la gracia era más fuerte que el pecado
(Jud 4). Esta sería una conclusión, a la que ya alude Pablo
(Rom 6,1).
Los falsos doctores defienden doctrinas especiales sobre los
ángeles, negando su poder y santidad (Jud 8-10; 2 Petr 2,lOs).
No está del todo claro lo que esto significa. ¿Negaban los fal-
sos doctores expresamente en sus enseñanzas el poder de los
ángeles, o las cartas quieren decir únicamente que los falsos
doctores negaban prácticamente con su conducta el poder de
los ángeles? ¿Despreciaban ellos, como libertinos, a las poten-
cias seductoras, de las cuales, sin embargo, debían tener miedo?
¿O creían que eran superiores a los ángeles, gracias a su gnosis
y a su pneuma y que por eso podían menospreciarlos (Jud 8)?
¿Se habla, finalmente, de que los gnósticos celebraban su libe-
ración de los poderes vitales que los obligaban?
Los falsos doctores se apartaban, por otra parte, de la
enseñanza eclesiástica sobre Dios y la cristología. Parece que
habían abandonado el monoteísmo estricto (J ud 8,25), quizá
porque seguían la doctrina gnóstica de los dos dioses. Critica-
ban el orden divino de la creación (Jud 16). Ambas cartas
(J ud 4 y 2 Petr 2,2) les echan en cara la negación de Cristo
como Señor. Esto no es sólo la consecuencia real de su vida de
vicios, que hacía ineficaz la redención de Cristo (2 Petr 2,2),
sino que defendían especiales doctrinas cristológicas. Quizá
explicaban la doctrina cristológica cristiana como mitos sutiles
(2 Petr 1,16). Se presentaban como negadores de Cristo en
cuanto que se burlaban de la espera de su parusía (Jud 18;
2 Petr 3,3s).
La herejía muestra, por consiguiente, poseer los rasgos de
la gnosis, contra la que lucharon decididamente los Santos
326 Excursus. Falsas doctrinas en Jud y 2 Petr

Padres de los siglos n y m. La doctrina teológica y cristoló-


gica, la cosmología, las especulaciones sobre los ángeles, la
negación de la escatología y el abuso de la Escritura convienen
bien al sistema gnóstico. Pero pronto se echa mano de una
doctrina y se utiliza un arma muy importante contra la gnosis
y esta arma es el recurso a la tradición apostólica y a la norma
de la fe (Jud 3; 2 Petr 2,21).
Pero faltan indicaciones precisas sobre el dualismo abso-
luto que defiende el sistema gnóstico. Por eso, Judas y la se-
gunda de Pedro parecen presuponer un estadio primitivo de
la gnosis. Y esto es tanto más probable en cuanto que las
cartas, aunque no sea posible una datación exacta de las mis-
mas, no obstante, difícilmente pueden datarse en la época
del pleno desarrollo de la gnosis, es decir, en el siglo n.
Los falsos doctores todavía no se han separado de la Igle-
sia. Viven aún dentro de la comunidad y pueden difundir
en ella sus doctrinas (Jud 2,4; 2 Petr 2,14). Celebran todavía
banquetes conmunitarios con los demás cristianos (2 Petr 2,13),
celebran incluso en ellos los ágapes (Jud 12). Pero la Iglesia ve
que los falsos doctores provocan separaciones (J ud 19) y here-
jías (2 Petr 2,1). Las cartas se esfuerzan en preservar a los cre-
yentes de la corrupción de los falsos doctores y por tanto, de se-
pararlos de ellos (Jud 22,23). Para la Iglesia no hay duda al-
guna de que los adversarios han abandonado el recto camino
y han negado al Señor (2 Petr 1,15), y se han hecho peores que
cuando estaban en el paganismo (2 Petr 2,20-22). Pero aún no
se ve con claridad que los falsos doctores estén separados de la
Iglesia.
Otros escritos del NT han tenido también que luchar con-
tra falsos maestros, principalmente las cartas de Pablo, el evan-
gelio de Juan y las cartas de Juan. También aquí se delata y
se juzga de lleno a falsos apóstoles y falsos doctores. Pero es-
tos otros escritos bíblicos emprenden y llevan a cabo la tarea
de debelar realmente la falsa doctrina y convencer a los hom-
bres de buena voluntad de lo verdadero y de lo falso. Pablo
en la carta a los Gálatas demuestra que la vuelta a la ley
judía es un error como condición previa y un grave peligro
por sus consecuencias. En la carta a los Colosenses Pablo se
adentra en el sentido de la falsa doctrina, acepta en parte su
terminología y luego la refuta desde su propio campo. Pues
no es difícil demostrar que Pablo toma palabras y conceptos
de la doctrina especial de Colosenses, cuando llama a Cristo
imagen del Dios invisible (Col 1,15) y cuando dice que en Cris-
to habita corporalmente la plenitud de la divinidad (Col 2,9)
Excursus. Falsas doctrinas en Jud y 2 Petr 327

y es cabeza del cuerpo de la Iglesia (Col 1,18) y cabeza de todas


las potestades y virtudes (Col 2,10).
El evangelio de Juan acepta la intelectualidad gnóstica,
reconociendo los anhelos de su tiempo como justificados y
llenos de sentido, para demostrar luego que su realización se
ha efectuado en el que es la verdad, la luz, la vida (J n 14,6) y
el Logos (Jn 1,14). Nuestras cartas no pueden conducir la po-
lémica de esta manera. Tratan de destruir a los adversarios
con fuertes acusaciones, y podemos incluso decir con severas
y acres reprensiones. Los comparan con los peores impíos del
AT para conminarles de esa manera su juicio y separar a la
Iglesia de estos hombres señalados con la marca de la ira de
Dios. Casi parecen olvidar las cartas que el juicio es asunto
divino. En el calor de la lucha, puede suceder a veces que las
acusaciones sobrepasen la medida. Cuando se reprocha a los
adversarios el libertinaje, no hay que olvidar que hasta el pro-.
pio Pablo fue acusado también de libertinaje. Para vencer a
los herejes se recurrió muy pronto y con mucha frecuencia a
la acusación de libertinaje moral. Los textos en que se conduce
la discusión de esta manera nos parecen a veces hallarse fuera
de la actitud del NT. Esto aparece incluso bastante claramente
por el léxico que utilizan, pues son precisamente estos textos
(Judas y 2 Petr) los que contienen más palabras raras o que
no se encuentran en otros pasajes del NT.
Por otra parte, debemos tener en cuenta y comprender la
situación de las cartas. Reclaman incondicionalmente el orden
moral, la mesura y un cierto rigorismo. La continencia sexual
es una de sus principales exigencias. El cristianismo que sólo
pretendiera ser gnosis y pneuma, sería un engaño. Pues es
también esencialmente ética.
Las cartas rechazan la gnosis, porque separa demasiado a
Dios y al mundo, al espíritu y a la materia, al alma y al cuerpo.
La gnosis sólo acepta el espíritu y desprecia al cuerpo. De
aquí podía seguirse en una peligrosa confusión la indiferencia
y la libertad de la sensualidad. Porque de hecho había gnós-
ticos libertinos que afirmaban que el pecado no podía afectar
al espíritu, porque se realiza en la carne. Según esto, todo es-
taría permitido. En contra de esto, nuestras cartas defienden
el derecho, la dignidad y el orden de la creación.
Con nuestras cartas comienza la lucha de la Iglesia contra
la gnosis. Esta lucha no fue fácil. La gnosis era entonces la
filosofía y la visión moderna del mundo. La Iglesia podía es-
forzarse en comprender y reconocer lo que el gnosticismo te-
nía de acertado y válido, como hicieron Clemente Alejandrino,
328 Excursus. Falsas doctrinas en Jud y 2 Petr

Orígenes e Ireneo, pero, no obstante, la Iglesia quedaba anti-


cuada en su crítica del progreso. En nuestro tiempo han in-
tentado comprender el sentido de la gnosis la moderna his-
toria de las religiones, la psicología y la filosofía, y algunos,
como R. Bultmann y H. Jonas, con ayuda de los conceptos de
la filosofía existencial, o C. G. Jung, por medio de la psicología
profunda. Estos estudios nos dicen que la gnosis, entendida
rectamente, era y es un sistema filosófico y religioso fascinante.
Ahora, con la perspectiva de siglos, reconocemos que la Iglesia
condujo entonces la lucha por la claridad de la palabra revelada
y por la autenticidad de la historia contra una mitología que
intentaba invadirlo todo. Y tenemos que reconocer que la Igle-
sia llevó a cabo la lucha y obtuvo la victoria para salvar su
verdadero espíritu con gran seguridad. Nuestras cartas son
l.os más antiguos documentos de esta larga y difícil lucha. Por
eso, deben ser para nosotros documentos preciosos, si que-
remos entender la historia. Obtuvieron una victoria de la que
han participado hasta hoy los siglos siguientes. En nuestras
cartas se oponen a la refinada gnosis simples cristianos. La
desigualdad y la dificultad de la lucha pueden explicar y dis-
culpar ciertas expresiones un tanto duras.
No olvidemos, por fin, que estas cartas nos informan sobre
la Iglesia de la era apostólica. La Iglesia no era todavía la
perfecta una sancta. Era una iglesia en peligro. Peligro interior,
por la debilidad de sus miembros, peligro exterior, por la
opresión de los tiempos. En algunos de sus miembros la iglesia
de aquel tiempo sucumbió al peligro. Era también una iglesia
de pecadores. Y la Iglesia tampoco era entonces una comunidad
ideal. Se encontraba ya amenazada y debilitada por doctrinas
especiales y escisiones. Ya lo sabemos por las cartas de Pablo,
las cartas a los Corintios, a los Gálatas, a los Filipenses, pa-
sando completamente por alto las Cartas Pastorales. Y lo
sabemos también por la oración sacerdotal de Cristo (Jn 17),
en la que pide tan insistentemente por la unidad de la Iglesia
en todos los tiempos. Y esto sucede sin duda, porque la igle-
sia de Juan tuvo que soportar escisiones y separaciones. El NT
nos dice que la Iglesia tuvo que aguantar desde el principio el
peso de la desunión, no por primera vez desde el cisma de
Focio o de la doctrina de Lutero. Y las iglesias que viven hoy
en la desunión no deben echarse la culpa demasiado fácilmente
unas a otras. El sufrimiento y la desgracia son mucho más pro-
fundos.
Justamente estos textos neotestamentarios, que emplean un
lenguaje tan duro, nos ayudan a una mejor comprensión. Li-
2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-18 329

terariamente son imperfectos. Si el NT pretendiera afirmar


y defender su rango como obra de arte entre las obras de arte,
sucumbiría. Se encuentra en él más bien el Lagos embiblos
sin figura y también el Lagos ensarkos. Uno y otro arrastran el
escándalo de la cruz 126 •

Exhortaciones finales
(2 Petr 3,14-18)

La última sección de la carta trae, como es costumbre, las


exhortaciones finales. Estas se deducen de la espera de la pa-
rusía, y por eso se encuentran aquí, en parte, conceptos e ideas
expresados en otros pasajes. Pero, por otra parte, son afirma-
ciones nuevas sobre las cartas del apóstol Pablo y su interpre-
tación en la Iglesia.

3,14 Por eso, queridos hermanos, mientras esperáis


estas cosas, procurad que él os halle en paz, sin mancha
e irreprensibles, 15 y entended como salvación esta
paciente espera de nuestro Señor, como también nuestro
querido hermano Pablo, según la sabiduría que le fue
dada, os escribió, 16 como lo hacía en todas las car-
tas, cuando en ellas hablaba de estas cosas. En ellas hay
cosas difíciles de entender, que los indoctos y vacilantes
interpretan torcidamente, como lo hacen con las demás
Escrituras, para su propia perdición. 17 V osotros, pues,
queridos hermanos, que lo sabéis de antemano, guardaos;
no sea que arrastrados por el error de hombres sin ley,
caigáis de vuestra propia firmeza. 18 Creced más bien
en gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador

126 Sobre la concepción anterior a las Epístolas Católicas y el


fundamento de la unidad de la Iglesia frente a la herejía, cf. L. Goppelt,
"Kirche und Hiiresie nach Paulus", en Gedenkschrift für W. Elert
(1955) 9-13; H. Schlier, "Die Einheit der Kirche im Denken des Apos-
te! Paulus", en Die Zeit der Kirche (1956) 287-299. J. Brosch, Das
Wesen der Hiiresie (1936) 69-84, reune los signos distintivos de la
herejía y de los herejes, tal como como aparecen en el juicio de la
época apostólica y postapostólica. Este juicio, originado por la lucha
con los adversarios, era ciertamente muy esquemátko.
330 2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-18

Jesucristo. A él pertenece la gloria ahora y para el día de


la eternidad.

3,14 El nuevo discurso directo -"queridos"- demuestra


que comienza una nueva sección y el OL6 prueba que la conse-
cuencia parenética puede sacarse de lo anterior. Como en el
mundo nuevo habitará la justicia, los que esperan y han de
tomar parte en ese mundo nuevo deben encontrarse sin mancha
e irreprensibles 127 • Esto es lo que significa la frase: "encon-
trarse en paz ante Dios", porque la paz no significa aquí la
disposición subjetiva de la paz del alma, sino el orden histórico-
-salvífico y la relación pacífica de la gracia entre Dios y el mun-
do (véase 1 Petr 1,2 y 2 Petr 2,1,2).

3,15 Repitiendo lo que dijo en 3,9, la carta insiste de nuevo


en que el retraso de Dios 128 es longanimidad que hay que sa-
ber aprovechar para la salvación. El Apóstol alude después
a "su hermano Pablo". Hermano no significa aquí solamente
compañero de fe (como en 1 Petr 2,17 y 2 Petr 1,10), sino
hermano en el cargo (como en 1 Tes 3,2; Ef 6,21; Col 4,7).
Pablo es el hermano querido de Pedro. Han desaparecido ya
las escisiones entre Pedro y Pablo, mencionadas por Gal 2,11-16,
y entre los antiguos apóstoles y Pablo, de las que nos da amplia
noticia el NT. La unión entre los dos apóstoles aparece inme-
diatamente a continuación (3,16).
Pablo les ha escrito lo mismo, tanto en una carta dirigida
a los destinatarios, como sobre todo en sus cartas (3,16). Esto
mismo pudiera ser, según 3,15a, la exhortación a aprovecharse
como medio de salvación de la longanimidad de Dios; según
3,14, la otra exhortación a vivir sin mancha en espera de la
parusía. No es raro que se encuentren en las cartas de Pablo
estas ideas. Como exhortaciones a no desaprovechar la lon-
ganimidad de Dios, pueden aducirse los textos siguientes:
Rom 2,4; 3,25s; 9,22s; ll,22s; como exhortaciones a la pu-

127 Para lio'TÚ..,oc; y &µwµoc;, cf. 1 Petr 1,19 y 2 Petr 2,13. Los
creyentes deben ser lo contrario de los falsos doctores, a quienes se
les llama allí o"JtÍJvoL xa.i µwpoL.
12 8 Puesto que en 3,8,9,10,12,14 'K1Íp~oc; siempre significa Dios, hay
que entender también así la palabra en 3,15, y no entenderla de
Cristo, cosa que sería igualmente posible en el contexto y según el
uso lingüístico del NT.
2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-18 331

reza en espera de la parusía, los siguientes: Rom 13,11-14;


1 Cor 7,29-32; 2 Cor 5,6-10; Ef 4,30s; Fil 2,15s; Col 3,4;
1 Tes 5,4-11; 2 Tim 3,1-5; Tit 2,12-14.
Por difícil que sea saber a qué carta de Pablo en particular
se refiera la afirmación de 2 Petr 3,15b, parece que el autor
alude a una en particular. Si piensa en una carta de Pablo,
dirigida a las comunidades de Asia Menor, pues tanto la 2 Petr
(3,1), como la 1 Petr (1,1) van dirigidas a esas comunidades;
entonces podríamos pensar o en la carta a los Efesios o en la
carta a los Colosenses. Del hecho de que se aluda a una carta
perdida de Pablo, no se deberá sacar la conclusión de que en
tiempo de la 2 Petr no se poseían aún más cartas de las que
hoy están en el canon. ¿O escribe la 2 Petr 3,15 el úµi:'ll [a
vosotros], sin querer referirse precisamente a una en particu-
lar, pensando en la Iglesia universal, a la que ya se conside-
raban dirigidas las cartas de Pablo en su totalidad (3,16a)? 129
Las cartas de Pablo testimonian la sabiduría que le fue
dada. Pablo mismo tiene conciencia de la sabiduría que se le
ha dado (1 Cor 2,6-7; Col 1,28) o de hablar en el espíritu
(1 Cor 2,12s), y reconoce también la gracia especial que se
le ha dado (Gal 2,9). La 1 Clemente 47,3 destaca también la
especial sabiduría de Pablo en la primera· carta a los Corintios;
cf. además, Policarpo, Fil. 3,2. El hecho de subrayar fa espe-
cial sabiduría concedida a Pablo parece demostrar que la Iglesia
posterior admitía la inspiración de sus escritos.

3,16 Partiendo de una carta determinada de Pablo, el autor


alude después a una colección mayor de cartas paulinas, en
las que se enseña lo mismo. La colección de cartas de Pablo
mencionada aquí no comprende seguramente todas las cartas
que escribió el Apóstol. Las cartas de Pablo, perdidas para
nosotros (por lo menos dos cartas a los Corintios, una carta a
los de Laodicea, y probablemente otras), ya no las conoció
tampoco el autor de la 2 Petr. Sólo puede prestarse a materia
de discusión el hecho de que estas cartas perdidas de Pablo
hubieran sido conocidas por el autor de la 2 Petr, de modo
que la frase, "todas las cartas", se refiriera a todas las cartas

1 29 Sobre los intentos de nombrar una única carta de Pablo co-


nocida, cf. los comentarios, sobre todo, el de Knopf.
332 2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-18

de Pablo conocidas en la Iglesia, o que esa expres10n presu-


pusiera la opinión de que la Iglesia poseía todas las cartas que
Pablo había escrito. Nosotros no podemos tampoco decir si la
lista de todas las cartas, para el autor de la 2 Petr, comprendía
las 13 (ó 14) cartas de Pablo de nuestro actual NT.
Lo único que es cierto es que las cartas de Pablo habían
sido ya coleccionadas de los archivos de las comunidades en
los que habían estado hasta entonces, y que esto constituye y
ha constituido ya un canon 130 • Las cartas se mencionan junto
con las demás ypmpal [escrituras], son, por consiguiente, parte
de la sagrada Escritura. Estas otras Escrituras deben ser los
escritos del AT, pero probablemente no otros escritos del
canon del NT 131 • Las Escrituras del AT y del NT se contra-
ponen mutuamente (2 Petr 3,2).
Como la predicación de los Apóstoles y las cartas que la
reemplazaban en caso de necesidad tenían una autoridad ab-
soluta en las comunidades, también la tienen ahora en la Igle-
sia las cartas como norma de fe y de vida. Son, en definitiva,
escritos "canónicos". Y valen todas ellas como dirigidas a
toda la Iglesia, cuyo maestro universal es Pablo. El autor ya
no tiene conciencia de que las cartas de Pablo fueron dirigi-
das a comunidades particulares y que cada una pretendía dar
enseñanza e instrucción para una ocasión o momento deter-
minado. El fragmento de Muratori (líneas 47-57) cree que Pablo
tuvo la intención desde el principio de dirigir sus cartas a la
Iglesia universal y a todo el mundo, y las escribió para siete
comunidades, porque el número siete, como número perfecto,
significa la comunidad universal 132 •

1 3° En la colección de las Escrituras del NT de nuestro autor se


encuentran también la 1 Petr (2 Petr 3,1) y la carta de Judas (2 Petr 2).
Conoce, además, la tradición sinóptica (2 Petr 1,17; 3,10), quizá a
través de escritos.
1 31 El término ai ypm¡¡al para indicar las sagradas Escrituras del
AT está en uso desde el judaísmo helenístico (así Filón, Migr. Abr. 236;
Vita Mosis 2,40). Este uso lo sigue también el NT (Mt 22,29; 26,54;
1 Cor 15,3 y frecuentemente). Las sagradas Escrituras del NT reciben
el nombre de ypa<pal por primera vez en 2 Clemente 2,4. Por eso,
esta palabra en 2 Petr 3,16 difícilmente quiere indicar ya el NT;
cf. G. Schrenk, en ThWb 1, 750-754.,
1 3 2 W. Schmitthals, "Zur Abfassung und iiltesten Sammlung der
paulinischen Hauptbriefe", en ZntW 51 (1960) 240-242,
2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-18 333

Para el autor de la 2 Petr, Pablo es el maestro indiscutido


y destacado de toda la Iglesia. Sus cartas ya han sido coleccio-
nadas y continúan actuando en la Iglesia como palabra viva.
Su aprecio es tanto mayor en cuanto que las comunidades del
Oriente fueron perdiendo importancia después de la destruc-
ción de Jerusalén y la ruina del pueblo judío, mientras que las
numerosas y muy importantes comunidades del Occidente
veneraban a Pablo como fundador y su recuerdo era todavía
muy vivo. Para la Iglesia, la doctrina de Pablo, de Pedro y de
todos los Apóstoles es una y es la misma. La segunda carta de
Pedro, lo mismo que la primera, quieren aparecer como escri-
tas desde Roma y dirigidas a una cristiandad alejada (así 1 Petr
1,1). En Roma actuaron unidos Pedro y Pablo y allí murieron,
y esto da a la iglesia de Roma su extraordinario prestigio.
Desde Roma hablan los dos a la Iglesia universal, como dice
la 2 Petr, y como ha entendido siempre la Iglesia. Ya son ve-
nerados como los príncipes de los Apóstoles. Ambos son men-
cionados ya como los apóstoles de la Iglesia de Roma, y se les
nombra unidos y de la misma manera en la l Clemente 5,3-7;
Ignacio, Romanos 4,3; Ireneo, Adv. haer. 3,1,1, y en Dionisio
de Corinto (en Eusebio, Hist. eccle. 2,25,8). En la 2 Petr 3,15
comienza en el NT la Iglesia católica romana, cuyas columnas
y maestros son Pedro y Pablo como príncipes de los Após-
toles 133 •
Si las cartas de Pablo son ya un tesoro inapreciable de la
Iglesia como nuevas Escrituras sagradas, también la Iglesia
comienza desde ahora a llevar el peso de su problemática y la
necesidad de su interpretación. Como Pablo tuvo ya que lamen-
tarse de la errada interpretación de sus palabras (2 Tes 2,2;
l Cor 15,50,53; Rom 3,8; 6,1), así también la 2 Petr conoce
ya una exégesis errónea de sus cartas, según el criterio de la
gran Iglesia. La historia de la Iglesia, a partir ya del siglo n,
presenta ejemplos penosos de esta errónea interpretación. Los
gnósticos se apoyaban en Pablo. Marción funda su iglesia,
apelando a Pablo y a su evangelio. También las demás Escri-
turas se interpretan erróneamente. Según los datos de la 2 Petr
1,20, los falsos doctores interpretan las profecías según su ca-

1 3 3 J. Wagenmann, Die Stellung des Apostels Paulus neben den


Zwolf in den ersten zwei Jahrhunderten (1926) 170-172.
334 2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-IS

pricho. En el siglo n se enfrentan la Iglesia y la gnosis en la


interpretación del evangelio de Juan 134 • El autor de la 2 Petr
3,16 busca conseguir un punto de apoyo en las dificultades de
la interpretación escriturística. La carta admite y propugna
que las cartas de Pablo, como las demás Escrituras, son difí-
ciles de entender y que, por lo tanto, admiten varias posibles
interpretaciones, interpretaciones diversas que desgraciadamen-
te se han dado muchas veces. Los intérpretes que actúan de esta
manera no son totalmente inocentes. Son más bien culpables
de sus propios errores. Pues no quieren aprender (&.µa.i}et:<;
'[indoctos]) nada, no quieren dejarse instruir por uno mejor.
Su actitud moral vacilante (&.a't'1¡ptx't'ot [no firmes]) es tam-
bién causa de su error.
Su interpretación de las Escrituras no es, pues, un error
inculpable, sino que hacen violencia a la Escritura y la inter-
pretan erróneamente con mala intención (rnpE61.oucnv [retuer-
cen]). La culpa recibirá el castigo de la perdición (&.m~A:Ettx.).
El abuso de la Escritura conduce justamente a la perdición
siempre, como toda desobediencia a la voluntad de Dios, pero
sobre todo conduce a la perdición, porque, interpretada falsa-
mente, endurece en la herejía. La recta interpretación que
posee el autor es la de la Iglesia universal, a la que él perte-
nece. Esta Iglesia posee el espíritu infalible de la interpretación
de las Escrituras.
La falsa interpretación es defendida, o por lo menos es
también defendida, por los falsos doctores mencionados en el
cap. 2, contra los que lucha el autor por su duda de la parusía
y por su libertinaje moral. Probablemente intentaban apoyar
sus propias doctrinas en las cartas de Pablo. Podían, por ejem-
plo, afirmar que Pablo había esperado el día de la parusía
como muy próximo (2 Tes 2,2), y que esto había resultado
incierto, o que la resurrección ya está presente, según su en·
señanza (Rom 6,5; Fil 3,11; 2 Tim 2,18). La gnosis posterior
intentó muchas veces probar con el texto de 1 Cor 15,50 su
doctrina espiritualística de la resurrección frente a la corres-
pondiente doctrina materialística de la Iglesia. Los falsos doc-
tores pudieron intentar justificar su libertinaje con palabras

134 W. von Lowenich, Das Johannesverstiindnis im zweiten /ahr-


hundert (1932) 60-130; 139.
2 Petr. Exhortaciones finales 3,14-18 335

de Pablo mal interpretadas, como las que anuncian la nueva


libertad (2 Cor 3,17; Gal 5,13). Y si ellos se llamaban a sí
mismos pneumáticos, como parece ser que lo hacían los falsos
doctores de la carta de Judas (Jud 19), entonces podían apelar
a muchas palabras de Pablo (como Rom 8,9; 1 Cor 2,13-15).
Quizá Pablo sea defendido en la 2 Petr 3,15-16 y se le pro-
clame Apóstol de la Iglesia precisamente porque la herejía in-
tentaba apoyarse en él 135 •

3,17 La carta termina con una exhortación negativa ante


los falsos doctores (v. 17) y con una positiva a permanecer en
el bien (v. 18). La carta se presenta de nuevo como una pre-
dicción del peligro inmediato que amenaza a la Iglesia (1,15;
2,ls). Los lectores ya conocen de antemano el peligro y pueden
protegerse de los seductores. De nuevo se les describe en su
actuación. Son malvados sin ley (2,7), que, siendo víctimas
de su propio engaño, arrastran a otros 136 (2,15; Jud 11). No
hay que despreciar el peligro. Porque hasta los mismos que se
sienten firmes (l,12), pueden caer de su estado.

3,18 La exhortación a crecer en la gracia y el conocimiento


de Cristo 137 reasume de nuevo el deseo expresado al principio
de la carta (1,2). A Cristo se le llama otra vez Señor y Sal-
vador (2,20). Estilísticamente la carta termina con un anuncio
de la gloria divina en una doxología (cf. Jud 25). Mientras que
la doxología de la carta de Judas, como casi siempre en el NT,
se dirige a Dios, la de la carta de Pedro (3,18) se refiere a
Cristo (así también la 2 Tim 4,18). Puede demostrarse así un
progreso, si no en la doctrina cristológica, sí en las expresiones
cristológicas 138 •
13 5 Sobre la explicación gnóstica de las cartas de Pablo, cf.
W. Bauer, Rechtglaubigkeit und Ketzerei im éiltesten Christentum
(1934) 227; E. Aleith, Paulusverstéindnis in der alten Kirche (1937)
39-44.
136 IIAiá.vr¡ (cf. Jud 11) puede entenderse en sentido activo, como
seducción, o en sentido pasivo, como error. Quizá el autor no ha
querido distinguir expresamente un sentido de otro.
13 7 El genitivo 'IT)crov XptO"tOV, referido a x;á.ptc; es un genitivo
subjetivo, referido a yvwcr~ un genitivo objetivo. Si no se quiere
atribuir al autor una construcción tan forzada de la doble relación,
entonces puede considerarse ev x;ápt-rt sin atributo en genitivo.
13s Son períodos transitorios, si se menciona el nombre de Cristo
en la doxología dirigida a Dios y se incluye en ella (Rom 7,25; 16,27;
336 Excursus. Escatología en 2 Petr

Es especial la expresión e:Lc; fi'µEpt'Xv 1Xtwvoc; [en el día de la


eternidad]. A fjµEprx. [día] habría que añadir xuplou [del Señor]
y entender luego el 't'Xtwvoc; como genitivo epexegético. El sen-
tido sería: el día de Dios, que es eternidad (Eclo 18). Quizá
sea intencionada la afirmación contraria, es decir, que este tan
corto espacio de tiempo es aquí eternidad 139 •

EXCURSUS
LA ESCATOLOGÍA EN LA 2 PEDRO

Los problemas acerca de la espera escatológica se dan cita


muy pronto en el NT. Se explican quizá por el hecho de que
las parábolas que recomiendan la vigilancia cuentan ya con un
retraso de la venida del Señor (Mt 24,48; 25,5). Pablo se vio
obligado a tratar expresamente la cuestión, porque en la igle-
sia de Tesalónica surgieron dudas sobre la suerte de los muer-
tos antes de la parusía (1 Tes 4,13 - 5,6) y luego se formó in-
cluso un exaltado movimiento, que intentaba sacar conclusio-
nes apresuradas y erróneas para la vida ordinaria (2 Tes 2,1-12).
Pablo exhorta a mantenerse en la fe y en la esperanza según
el orden establecido. El autor de la 2 Petr se ocupa más ex-
tensamente de los problemas implicados en el retraso de la
parusía. La carta encontró un motivo para ello, al presentarse
los falsos doctores burlándose abiertamente de la esperanza
escatológica (3,3). El autor puede entablar una discusión fun-
damental y general, basándose en los siguientes argumentos:
A pesar de todos los problemas, que la misma Iglesia tiene
que soportar, la carta defiende la creencia de que los últimos
días y el tiempo final están ahí (3,3: É'lt' foxti't'wv 't'WV nuEpwv).
Ciertamente hay dudas y personas que dudan. Pero han sido
profetizadas para el tiempo final y nadie debe escandalizarse
de ello. Aún más, si estos malvados han sido profetizados para
el tiempo final, su presencia es ya una señal de que estamos
en ese tiempo final (3,2s). Pero los críticos y los malvados
son escarnecedores (3,3). No poseen la ética de la búsqueda

1 Cor 15,57; Ef 3,21; Jud 25; 1 Clemente 50,7; 58,2; 61,3; 64;
65,2).
13 9 H. Sasse, en ThWb 1, 199.
Excursus. Escatología en 2 Petr 337

sincera y no se esfuerzan en penetrar esta cuestión a base de


un estudio más profundo de la tradición, cosa que hace el
autor de la 2 Petr, sino que se burlan de ella, la niegan y sólo
tienen el deseo de destruirla. Se conoce a los falsos doctores
por sus frutos. Se dejan arrastrar por sus pasiones, como lo .
dice con duras expresiones el autor en el cap. 2 de la carta.
La carta trae a continuación las razones bíblico-teológicas.
Frente a la afirmación de que todo ha permanecido igual des-
de el comienzo del mundo y que todo quedará igual, la carta
remite a la historia bíblica veterotestamentaria, afirmando
que ya ha habido una destrucción del mundo. Al fin del mundo
se repetirá otra vez (3,4-6). Pues el mundo no tiene en sí mis-
mo su razón de ser, sino que está sometido a la palabra de
Dios. Su palabra creó el mundo, y su palabra lo juzgará (3,7).
La escatología cristiana tiene su justificación en la persona de
Jesucristo, que vive como el exaltado a la gloria y volverá
con el poder del glorificado (1,12-16). Garantía es la palabra
que Dios pronunció sobre Cristo en su transfiguración (l,17) y
una garantía constituyen los profetas, que desde antiguo pro-
metieron un glorioso cumplimiento. Esta esperanza no puede
engañar (1,19-21). Si Dios pone una demora, no es por des-
cuido, sino que es una gracia (3,8s). Finalmente, la parusía no
sólo debe esperarse con anhelo, sino que es una doctrina de
fe, que debe retenerse como un precepto de Cristo (3,2).
Para describir los acontecimientos del fin del mundo, la
2 Petr se sirve de los datos del A T y de las ideas contempo-
ráneas sobre la conflagración universal (3,10-13). Y si la nueva
creación se describe con la frase totalmente desmitologizada:
habitará allí la justicia (3,13), puede plantearse la cuestión de
si a la carta le importa algo la literalidad de la descripción
apocalíptica precedente.
Después de todas estas reflexiones y pruebas, vuelve a bro-
tar al final la esperanza escatológica con toda su fuerza, al
exhortar el autor a la Iglesia a que acelere la llegada de la
parusía por medio de la santidad (3,12).
Puede suceder que con esto no se hayan tratado, ni mucho
menos resuelto, todos los problemas encerrados en la escato-
logía bíblica. Contiene problemas bíblicos y también teológi-
cos que angustian a la Iglesia hasta hoy. Pero la actitud de
la 2 Petr merece atención como primer intento de apología
de la escatología cristiana, y como apología que se plantea
con seriedad los problemas, reflexiona con profundidad sobre
ellos y llega casi a lograr sistematizarlos, pues incorpora los
CARTAS.-22
338 Excursus. Testimonios apostólico y católico

más variados aspectos con un estudio particularizado de los


mismos 140 •

EXCURSUS

EL TESTIMONIO APOSTÓLICO
TARDÍO Y CATÓLICO PRIMITIVO

Recientemente se afirma cada vez con más insistencia que


el NT ya testimonia ideas y pensamientos católicos primitivos;
o que contiene incluso fragmentos católicos primitivos 141 • Si
esto es verdad, entonces pertenecerían a ellos sobre todo tex-
tos de la carta de Judas y de la segunda carta de Pedro 142 ,
que se hallan precisamente entre los textos más tardíos del
NT. De hecho, las dos cartas desarrollan puntos de vista y
contienen afirmaciones que parecen estar al final del NT y
entre la época apostólica, postapostólica y católica primitiva.
Las cartas mismas dicen que ya han pasado generaciones
de la Iglesia. Los padres han muerto (2 Petr 3,4). Han brotado
de la Iglesia falsas doctrinas y falsos doctores Oud 4; 2 Petr
2,1,21). Algunos ya han abandonado la Iglesia (2 Petr 2,20-22).
La Iglesia tiende hacia la liberación y perfección. Entiende el
retraso como paciencia de Dios (2 Petr 3,15). Y tiene que re-
conocer que en el tiempo de Dios, mil años son como un día
(2 Petr 3,8). Entre las virtudes necesarias ahora está la perse-
verancia (unoµov1J; 2 Petr 1,6) 143 •

1 4 0 E. Kasemann, "Eine Apologie der urchristlichen Eschatologie",


en Exegetische Versuche und Besinnungen 1 (1960) 135-157, llega a
otra conclusión. Piensa "que esta apología desacredita su propio
objeto".
141 F. Mussner, "Frühkatholizismus'', en TrThZ 68 (1959) 237-245.
142 Así juzga a la 2 Petr E. Kasemann, "Eine Apologie der ur-
christlichen Eschatologie", en Exegetische Versuche und Besinnun-
gen 1 (1960) 135-157; W. Marxsen, Der Frühkatholizismus im NT (1958)
7-2L
143 Con razón reconoce H. Conzelmann, Die Miite der Zeit (3 1960)
217-219 (hay trad. española El centro del tiempo "Actualidad Bíbli-
ca" 34 Fax) en el concepto de v1toµov1¡ en Lucas una expresión significa-
tiva para la perseverancia de la Iglesia en la espera de la parusía;
cf. además, O. Knoch, Die eschatologische Konzeption des 1.Clemens-
briefes (1959) 221-233.
Excursus. Testimonios apostólico y católico 339

Que la edad apostólica se ha cerrado y queda atrás, lo de-


muestran en estas dos cartas indicios reales. La enseñanza de
los Apóstoles es una posesión de que dispone la Iglesia, que
utiliza y desarrolla. Los cristianos recuerdan las enseñanzas
de los Apóstoles propuestas en tiempos pasados (Jud 17). El
precepto de su Señor y Salvador, la Iglesia lo posee en la for-
ma en que lo recibió en la predicación de los Apóstoles y por
mediación de ellos (2 Petr 3,2). El autor de la 2 Petr se apoya
por eso en la autoridad de los Apóstoles, utiliza sus escritos
y emprende la tarea de instruir a la Iglesia, basándose en la
herencia apostólica. Por eso pone su carta bajo el nombre del
apóstol Pedro (2 Petr 1,1,18; 3,1). En el cap. 2 se sirve de la
carta de Judas, que es para él un escrito apostólico. Final-
mente, se coloca a sí mismo junto a Pablo y subraya la coinci-
dencia con sus cartas. Pedro y Pablo aparecen aquí como los
dos Apóstoles, que enseñan y juzgan a la Iglesia y al mundo.
Ellos son las columnas de la Iglesia romana (1 Petr 5,13) y de
la Iglesia universal (2 Petr 3,15-16).
Las cartas de los Apóstoles constituyen una posesión se-
gura de la Iglesia. Pero aquí se pasa por alto que el medio ori-
ginal de la actuación de los Apóstoles fue la palabra viva, no
la carta escrita, que sólo intentaba ser un sustitutivo de la
palabra en caso de necesidad. Un apóstol se presenta con la
intención de dejar una carta a las futuras generaciones como
testimonio y documento de su enseñanza (2 Petr 1,15). Ya no
se tiene conciencia de que las cartas de los Apóstoles sólo
servían originariamente a una determinada comunidad en un
momento determinado. Ahora se piensa que van dirigidas a
toda la Iglesia (2 Petr 3,2,16). Las epístolas de Pablo, el prin·
cipal escritor de cartas entre los Apóstoles, ya se han coleccio-
nado (2 Petr 3,15-16). Fuera de estas cartas, el autor de la
2 Petr (3,1) conoce la primera carta de Pedro y la de Judas y
posiblemente la tradición sinóptica, transmitida igualmente por
escrito (2 Petr 1,16-18).
Ya se va formando así la colección del NT. Profetas y Após-
toles, Antiguo y Nuevo Testamento están frente a frente (2 Petr
3,2,16). Forman todos juntos la sagrada Escritura (2 Petr 3,16).
Como el Antiguo Testamento necesitó desde siempre la in-
terpretación (2 Petr 1,20), así también la necesitan ahora los
nuevos escritos. Las cartas de los Apóstoles ya no hablan ni
pueden hablar directamente a los lectores y oyentes. Por eso
necesitan también ellas una interpretación, aún más, la Iglesia
ya está sometida a la prueba y abrumada con la desgracia de
una interpretación discrepante (2 Petr 3,15-16). La Iglesia
340 Excursus. Testimonios apostólico y católico

ejercita ya una reflexión hermenéutica penetrante y general,


que abarca el Antiguo y el Nuevo Testamento, y el verda-
dero sentido de la Escritura debe obtenerse mediante reglas
apropiadas (2 Petr 1,20-21). En lugar de la palabra viva se
encuentra ahora la palabra escrita, el Libro. La Iglesia a tra-
vés de su instrucción reproduce la palabra escrita en la pre-
dicación viva.
El depósito de la fe se aclara y se hace firme. Tiene unos
límites, impuestos por una tradición susceptible de una sola
interpretación (2 Petr 2,21). La tradición se cerró de una vez
para siempre (Jud 3). En ella se halla presente la verdad en la
Iglesia y está a su disposición (2 Petr 1,12). Hay que aceptarla
con fe. La palabra y el concepto de la fe significan también la
creencia personal (fides qua creditur; 2 Petr 1,5). Pero la fe
es ante todo el depósito de la fe, la norma de la fe y la con-
fesión de la fe (fides quae creditur; Jud 3; 2 Petr 1,1; 2,21).
Esta es "la fe santísima" (Jud 20). La fe se ha dado a la pose-
sión consciente de los cristianos. Por eso, toda instrucción y
predicación de la Iglesia tiene por misión recordar a los cre-
yentes lo que tienen en su poder (Jud 5,17; 2 Petr 1,12-13,15;
3,1-2).
Las circunstancias internas de la Iglesia nos permiten sa-
ber que la seriedad de la primera conversión y el tiempo del
primer celo ya han pasado. La unidad se ve en peligro por las
escisiones, incluso es destruida (Jud 19; 2 Petr 2,1). La cena
comunitaria, es decir, el sacramento y el culto, son incluso
escarnecidos (Jud 12; 2 Petr 2,13). Hay en las iglesias falsos
doctores. Su grave inmoralidad y la de sus adeptos se repren-
de duramente (Jud 4,8,12,18,19,22,23; 2 Petr 2,21-22) y a la
impiedad de estas gentes se le conminan los más severos cas-
tigos (Jud 4) w.
La espera de la parusía, que hasta ahora había sido fuerza
y esencia de la Iglesia, recibe en no pocos una grave sacudida
y se burlan de ella (2 Petr 3,3). La escatología, aun reteniendo
la espera cósmica (2 Petr 3,10-13), se convierte en algo indi-
vidual psicológico ("en vuestros corazones", 2 Petr 1,19). Los
novísimos no sólo se aguardan con anhelante esperanza, sino
que son además una doctrina de fe, que hay que admitir como
un precepto de Cristo (2 Petr 3,2). La segunda carta de Pedro

144 La descripción de los graves defectos morales recuerda las re-


prensiones que el Apc 2,1 - 3,22 debe hacer a las iglesias de Asia Me-
nor hacia finales del siglo r.
Excursus. Testimonios apostólico y católico 341

es casi el primer intento de una teología sistemática general


de la enseñanza escatológica tradicional (véase antes, pp. 336ss).
El desarrollo de la doctrina permite asimismo reconocer un
tiempo posterior. La cristología ha progresado en nuevas for-
mulaciones, más plenas y concretas, cuando se da a Cristo el
título de "Señor y Salvador" (2 Petr 1,11; 3,2) o "Dios y Sal-
vador" (2 Petr 1,1). La doxología, que ordinariamente se refie-
re a Dios, según la costumbre del A T (esto sucede aún en
Jud 25), se aplica aquí a Cristo (2 Petr 3,18). Por otra parte,
se niega ya expresamente la soberanía de Cristo (J ud 4; 2 Petr
2,1). El desarrollo de la doctrina se encuentra con las formu-
laciones contrarias. Cristo es el Señor de la realeza escatológi-
ca, realeza que en los escritos primitivos del NT es fundamen-
talmente propiedad de Dios. Por eso, ya no se dice, como an-
tes, que este reino vendrá en el tiempo presente, sino que el
hombre entrará en él como en la bienaventuranza del cielo
(2 Ptr 1,11). Aparece también el orden trinitario: Dios, Cristo
y el Espíritu (J ud 20-21).
En las cartas apostólicas tardías el amor de Dios es también
el comienzo de la existencia cristiana (Jud 21). Su poder debe
dar todo para la vida y para la piedad (2 Petr 1,3), y al final,
la entrada en el reino eterno (2 Petr 1,11). Pero se subraya con
todo cuidado la necesidad de la acción moral en la concepción
cristiana de la vida y de la persona. La existencia creyente no
se concibe tanto como don, cuanto como mandamiento san-
to (2 Petr 2,21; 3,2). Se exige expresamente la conducta mo-
ral. Aunque esto ya se encuentra evidentemente en el NT des-
de el principio, no obstante hay que decir que los escritos neo-
testamentarios más antiguos quizá no afirmarían tan rotunda-
mente que el hombre puede hacer más firme su vocación y su
lección por medio de sus obras, puede obtener la firmeza y al-
canzar la entrada en el reino eterno (2 Petr 1,10-11).
La parénesis se encuentra aquí abierta al lenguaje y a los
conceptos de la religión griega de una manera que supera las
posibilidades anteriores del NT. Esto sucede probablemente
en la controversia con la gnosis, pues ahora se subraya la
importancia de la auténtica yvwcnc; y ETilyvwcnc; (2 Petr
1,2,3,6,8). El uso de palabras propias de la ética filosófica y de
la mística griegas sube de punto, cuando se exigen la virtud
(ápe't'Í); 2 Petr 1,5) y la piedad (EÚO"É6eta.; 2 Petr 1,3,6,7) y
cuando la vida piadosa y moral se describe, por una parte,
como "participación en la naturaleza divina", y, por otra,
"como huida de la corrupción existente en el mundo por la
concupiscencia" (2 Petr 1,4).
342 Excursus. Testimonios apostólico y católico

No puede ponerse en duda que en las palabras y frases


mencionadas se descubre ya la edad apostólica tardía en el
NT y se hacen visibles las fronteras entre el NT y la edad de
los Padres de la Iglesia. Las tendencias que aparecen aquí en
estos escritos neotestamentarios tardíos, se ven aún más clara-
mente en los Padres Apostólicos y en los Padres posteriores.
Ante este hecho, E. Kasemann 145 se pregunta: "¿Qué hay
sobre el canon, en el que ocupa un lugar la segunda carta de
Pedro como el testimonio más claro del catolicismo primitivo?".
El autor da él mismo la respuesta, asegurando que la Escritura
no debe atenerse a la letra en la ortodoxia, sino que la pala-
bra viva debe ser oída y recibida del testimonio del canon "y
conocida también con y frente al canon neotestamentario" 146 •
Concordando sustancialmente con él, E. Kümmel 147 propugna
utilizar el anuncio central de Cristo del NT como norma de
las Escrituras que están en el canon. Propugna un canon inter-
no como norma del canon externo, transmitido desde la anti-
güedad, es decir, un canon en el canon. Si la iglesia de la re-
forma admite la Escritura sola, esto significa, en consecuencia,
no toda la Escritura.
A la vista de esto, ¿quién puede establecer una tal norma
del canon? 148 • Para Lutero, la norma, a partir de la cual juz-
gaba todo, era Pablo, o, más estrictamente, su doctrina sobre
la justificación. Por otra parte, para Lutero, el evangelio de Juan
era "das einige zarte rechte Hauptevangelium". F. Schleier-
macher juzgaba y defendía de igual modo este mismo evange-
lio, tomándolo como el evangelio esencial, por su contenido
espiritual. En la teología histórico-crítica del comienzo de nues-
tro siglo, la norma de lo auténtico eran las palabras del Señor
contenidas en los sinópticos. Para R. Bultmann el evangelio de
Juan es el testimonio del evangelio valedero en cuanto evange-
lio de la palabra de la sola decisión existencial actual, si se le
quitan algunos aditamentos eclesiásticos posteriores sobre los
sacramentos y la escatología futura. ¿No se debería, más bien
que medir el NT a partir de una tal norma, medir la norma

14 ·5 E. Kasemann, "Eine Apologie der urchristlichen Eschatologie",


en Exegetische Versuche und Besinnungen 1 (1960) 157.
146 E. Kasemann, "Begründet der ntl. Kanon die Einheit der
Kirche?", en Exegetische Versuche und Besinnungen 1 (1960) 214-223.
1 4 7 W. H. Kümmel, "Notwendigkeit und Grenze des ntl. Kanons",
en ZThK 47 (1950) 277-313.
148 A esta aporía remite también W. Marxsen, "Das Problem des
ntl. Kanons aus der Sicht des Exegeten", en Neue Zeitschr. für system.
Theol. 2 (1960) 137-150.
Excursus. Pseudoepigrafía bíblica 343

crítica por la riqueza del NT y reconocerle después en todo


caso un relativo derecho?
La teología católica, naturalmente, valorará los testimonios
del catolicismo primitivo en el NT de manera fundamental-
mente distinta de la teología protestante. ¿Es posible delimitar
el verdadero mensaje del NT a un momento o casi a un ins-
tante matemático, por ejemplo, de la carta a los Romanos o
del evangelio (desmitologizado) de Juan? El NT en su tota-
lidad es testimonio de la verdad completa, es decir, católica
en su plenitud. Hacer que sólo tenga valor una parte es elec-
ción, es decir, herejía. Y cuando este NT pasa al catolicismo
primitivo en sus últimos escritos, entonces la exégesis católica
debe esforzarse en demostrar que en una intelección histórica
verdadera no hay trasformación errónea de lo original y
verdadero, sino auténtico y válido desarrollo. Esto no obstará
a que se compare lo tardío con lo primitivo y medir aquello
por esto, como se esfuerza en hacer toda teología auténtica-
mente crítica: incluso católica.

EXCURSUS
PSEUDOEPIGRAFÍA BÍBLICA

Cuando tratábamos la cuestión del autor de las tres cartas


comentadas aquí, se aludió en todas ellas a la eventualidad
de que se tratara de una pseudoepigrafía. Vamos a exponer
ahora el problema en su totalidad de una manera más com-
pleta y sistemática 149 •
En la época en que se escribieron estas cartas existía una
amplia literatura pseudoepigráfica, tanto de origen helenístico
como judío. Los comienzos se remontan a muy antiguo. En el
mundo de entonces estaban en circulación y se usaban libros y
colecciones de escritos de contenido profético y religioso, que
1 49 F. Torm, Die Psychologie der Pseudonymitiit im Hinblick
auf die Literatur des Urchristentums (1932); A. Mayer, "Religiose
Pseudoepigraphie als ethisch-religioses Problem'', en ZntW 35 (1936)
262-279; E. J. Goodspeed, "Pseudonymity in the Early Christian Li-
terature", en New Chapters in NT Study (1937) 168-188; J. A. Sint,
Pseudonymitiit im Altertum (1960), da una visión completa del ma-
terial y una explicación pertinente de los motivos de la antigua pseu-
donimia, pero sólo nos proporciona algunas referencias del AT, y casi
ninguna del NT.
344 Excursus. Pseudoepigrafía bíblica

se atribuían a escritores o maestros míticos, como los libros


órficos o los oráculos sibilinos o los escritos herméticos. Esta
literatura iba creciendo a medida que se aplicaban los antiguos
oráculos a los nuevos tiempos y se hacía su exégesis. Todo esto
podía suceder frente al héroe en un modo de pensar auténtica-
mente mítico o en la entrega religiosa. Todo se realizó ante la
clara luz de la historia.
A partir de Tucídides pertenece al estilo histórico el que las
personas que actúan en la historia expresen sus opiniones sobre
la situación política o militar en largos discursos. El propio
Tucídides dice que estos discursos no se han conservado en la
realidad, sino que permitía a cada uno manifestar lo que
le parecería a él más conveniente. En la escuela de los retóricos
pertenecía a los temas y ejercicios la confección de discursos,
tal como se creía que los habían pronunciado hombres famosos
del pasado o la escritura de cartas, tal como aquellos hombres
las habrían escrito. Estos escritos se publicaron en forma de
libros, como muestra de ejercicios estilísticos.
Hay que recordar también la vida y las enseñanzas de las
antiguas escuelas filosóficas. En estas escuelas había una íntima
relación entre maestros y alumnos y así podía suceder que los
alumnos publicaran sus obras con el nombre de sus maestros.
Con esto no querían engañar a nadie, sino que intentaban ex-
presar únicamente que debían sus enseñanzas al fundador de
la escuela o al maestro y que querían responder a los proble-
mas planteados, siguiendo la tradición de sus maestros. Yám-
blico, el neoplatónico del tiempo de Constantino, alaba en su
obra "Vida de Pitágoras" a los discípulos de Pitágoras por
haber escrito las enseñanzas orales de su maestro y haberlas
publicado bajo su nombre, e incluso publicaban sus propias
obras bajo el nombre de su maestro, para anunciar pública-
mente que todo eso era propiedad del maestro y que ellos no
deseaban ninguna gloria para sí mismos 150 •
En la literatura judía contemporánea del NT había también
no pocas obras pseudoepigráficas. Los comienzos de tales es-
critos se remontan al AT. En los cinco libros de Moisés se
ponen bajo su nombre todas las tradiciones legales, incluso las
añadiduras y amplificaciones de los siglos posteriores. Esto te-
nía su razón de ser, si toda ley y cuando toda ley podía con-
siderarse como un desarrollo de la legislación propuesta por
Moisés. De la misma manera se puso bajo el nombre de Salo-

15 º W. Bousset, "Jüdisch-christlicher Schulbetrieb in Alexandrien


und Rom'', en FRLANT, NF 6 (1915) 4s.
Excursus. Pseudoepigrafía bíblica 345

món la literatura sapiencial y la de los proverbios de épocas


posteriores a Salomón.
En la época neotestamentaria se leían en Israel libros pseu-
doepigráficos, transmitidos muchas veces bajo el nombre de
grandes antepasados, de quienes hablaban esos libros o que se
decía expresamente que habían sido escritos por ellos. A esta
categoría pertenecen el 4.º de Esdras, los Apocalipsis de Abra-
ham, Baruc, Elías, Henoc, Moisés, los Testamentos de los Doce
Patriarcas, de Moisés, de Jacob, los Salmos y Odas de Salomón
y la Carta de Aristeas. En todos estos casos se intenta dar
una respuesta a los nuevos problemas, recurriendo a la antigua
tradición y a su espíritu. Los autores estaban convencidos de
que los antiguos habrían hablado ahora como ellos lo hacen.
Por eso, los nuevos escritos se pusieron bajo el nombre de
los antiguos.
Los escritos neotestamentarios se completaron también con
obras pseudoepigráficas, algunas de las cuales se conservan,
como el Evangelio de Pedro, el Evangelio de los Doce, el Evan-
gelio de Tomás, descubierto recientemente, el Protoevangelio
de Santiago, el Evangelio de la infancia, de Tomás, el Kerigma
de Pedro, el Apocalipsis de Pedro, la Carta de Pablo a los de
Laodicea.
La aceptación de una obra en el canon neotestamentario
no implica la cuestión de la autenticidad 151 • No puede excluir-
se a priori la posibilidad de que también el NT emplee la for-
ma literaria de la pseudoepigrafía 152 • La cuestión se nos pre-
sentó al explicar cada una de las tres cartas que entran en
este comentario. La canonicidad, que se decide a través de un
juicio doctrinal dogmático, no se ve afectada por ello. De he-
cho, la canocididad de las tres cartas fue decidida ya desde
la antigüedad a través del magisterio universal de la Iglesia y

15 1 "A decretis (ecclesiasticis) igitur, quae de rebus cum fide


cohaerentibus agunt ac proinde firma manent, distinguenda sunt
decreta, quae quaestiones cum fide nullo modo conexas tractant ideo-
que libertatem non tollunt... Inter ea sunt praesertim illa quae ad
criticam litterariam i.e. ad authenticitatem (genuinitatem) seu iden-
titatem auctorum inspiratorum spectant. Data sunt quidem ad fidem
defendendam, sed hodie hae quaestiones sub novo aspectu apparent,
cum iam clarius perspicitur inspirationem alicuius textus biblici om-
nino salvam manere, quicumque fuerit eius auctor humanus" (E. Vogt,
"De decretis Commissionis Biblicae distinguendis", en Biblica 36
(1959) 564s.
15 2 "Pues no es ajena a los Libros Sagrados ninguna de aquellas
formas de hablar de que se servía el lenguaje humano entre los an-
tiguos, principalmente en el Oriente, para expresar los propios pen-
samientos" (Ene. Divino afflante Spiritu).
346 Excursus. Pseudoepigrafía bíblica

luego definida explícitamente en el concilio Tridentino (se-


sión IV).
Dado que la forma literaria de la pseudoepigrafía no es
ningún engaño ni falsificación, no puede decirse que el carácter
de la inspiración, que implica la ausencia de error, excluya la
pseudoepigrafía 153 • Y si para la aceptación en el canon era
decisiva la cuestión de la apostolicidad, no era necesario, por
otra parte, que los hagiógrafos hubieran pertenecido al redu-
cido círculo de los doce apóstoles. Prescindiendo de la cues-
tión de la apostolicidad de Pablo, fueron recibidos en el canon
los evangelios de Lucas y de Marcos, a pesar de que sólo eran
discípulos de los Apóstoles. Y como quiera que se resuelva
la cuestión de la autenticidad de la carta de Santiago y de la
de Judas, cabe, no obstante, la posibilidad de que ninguno de
los dos haya pertenecido al colegio de los Doce, manteniendo
los nombres de Santiago y de Judas como los nombres de los
autores de esas cartas 154 ,

15 3 "Antes de hablar de falsificaciones, tendríamos que hablar de


una antigua forma de la fuerza creadora poética, que intenta presen-
tar a las personas como hablando de nuevo, y de una manera tan
real y eficaz como le es posible, de modo que la verdad encuentre hoy
como ayer una lengua digna y una defensa eficaz" (A. Mayer, "Reli-
giOse Pseudoepigraphie als ethisch-religii:ises Problem", en ZntW 35
[1936] 279). Pero si la pseudoepigrafía en el NT pudiera aparecer
como imperfecta, y hasta como difícilmente inteligible, ante las exi-
gencias de la verdad reclamadas aquí, podría quizá decirse entonces
que Dios ha echado todo el peso sobre el Logos sin pecado (2 Cor 5,21;
1 Petr 2,24), tanto sobre el Logos ensarkos, como sobre el Logos em-
biblos. En todo caso, Dios siempre puede decir su palabra verdadera
a través de las deficiencias de la palabra humana.
15 4 Según el Vaticano (sesión 11, cap. 11), el fundamento de la
canonicidad (no de la apostolicidad, sino) es la inspiración de la sa-
grada Escritura: "Eos libros Ecclesia pro sacris et canonicis habet ...
propterea quod Spiritu Sancto inspirante conscripti, Deum habent
auctorem, atque ut tales ipsi Ecclesiae traditi sunt".
INDICE DE CONCEPTOS

Amor (véase también áycbtr¡) 97 105ss 121 125 127s 141s


54s 74 97 132s 164s 206 268 159 171 188 203ss 2lls 235ss
308 241ss 250ss 254s 260 287 305s
Amor fraterno, Nombre de her- 329ss
manos 6 73ss 107 130s 184ss Catálogo de pecados, Catálogo de
267ss vicios 77. 160s 173
Angeles, Potencias, Diablo 6ls Catálogo de virtudes 130s 238
148s 153s 183 216s 220s 296s 267ss
325 Colecciones de testimonios 10 88
Antiguo Testamento (interpreta- Cristo, Pasión 7 10 13 33s 57s
ción del) 56ss 86ss 92s 115 69ss 86s 114ss 142ss 156ss
126ss 133 140 151 164 175 169s 177s
214ss 250 253 28ls 29lss 302s Cristología 54s 58ss 69ss 73ss
315ss 323s 332ss 339s 86ss 116s 140 144ss 154ss
Antropología 55 96ss 124ss 159s 180s 204s 212s 220 238 245
Apóstol 27s 37 176s 193 232ss 253s 261 27ls 276ss 28ls 287
254s 259s 276s 308s 312ss 332s 296 306ss 312 325 335 340ss
338ss Culto 7ss 33 65s 82s 154ss 340

Bautismo 7s 41 44 152 159 270 Doctrina sobre Dios 3ls 40 67


309 174ss 204s 242ss 265ss 318ss
Doxología 167ss 184 24lss 335
Cargo (ministerial), Sacerdocio 6s 341
66 82 90ss 120s 13ls 176ss
Carta de Santiago 10 165 181 Epistolar (forma, estilo) 6s 27s
196 204 39 185s 203ss 215 259s 273
Cartas de Pablo, Paulinismo lOss 290 313
28 31 35s 39 41 44 60s 87s 93 Escatología 47s 52 56s 63ss 71
348 Indice de conceptos

87 101 133 151s 161ss 171 LLamada, Elección 27ss 30s 36s
174s 180ss 233s 237s 242 249 43s 90s 135s 204s 269ss
251ss 266 276 281ss 286s 298
31lss 329ss 336s 340s Misterios (véase Religiones mis-
Esperanza 7 41 45s 64 72 126 téricas)
140
Espíritu Santo 32 55 60s 125s Nuevo nacimiento 39ss 76ss
172 236 283s
Etica 6s 29 114 119s 134ss 308s Obediencia, Desobediencia 33 64
327 73 85 127
Falsos doctores 192 207ss 249 Palabra de Dios 44 51s 65 75s
278 284ss 315 324ss 333ss 85 126 167 175 273s 280 317
340 Palabra de la Iglesia, Anuncio
Fe, Incredulidad 7 13s 33 42 47 9ls 153 167 233ss 249s 274
51ss 71ss 81 140 176 193 209s Parénesis 8ss 31 57 62ss 66ss
236s 255 259s 267 307s 313 95ss 105 133 164 169ss 186
341 210s 340s
Peregrinación 7 14 28 36 68 96
Gnosis 192 213 220 222 231 236 Predestinación 85
243s 250 252 262 269 277s Profetas, Profecía 55ss 228 249s
296s 306s 324ss 333s 341 282ss 314ss 333s
Gracia y obras 7 67 100 113 166
205s 237s 243 263 265 270s
Religiones mistéricas 8 42ss 48
308s 341 78ss 266s 277s
Resurrección 41 82 145s 153
Helenismo, Paganismo 5 12ss 43s
Revelación 60s 64 74 171
48 64s 70 92s 99s 106s
Roma (Iglesia de) 3 17s 185ss
131 134ss 142 160 19ls 209ss
275 333
243s 250 254 262ss 304s 318
Roma (Estado de) 6 10 13 50
326 34ls
102ss 108 136s 186s
Historia misional 4s 48s 85 212
Santificación, Santidad 32s 36s
Iglesia 36s 5ls 66 71 86ss 90ss
65 73s 91 126 140 236 308
101 137 161 166s 172 175 215
Símbolo 60 72s 114ss 143ss
227 232 236 260s 273 284ss
154ss 186
297 308 326ss 332s 337ss
Sufrimiento, Persecuciones 7 12ss
Israel, Judaísmo 3s 13s 27ss 90s
192 209s 244 250 266s 50ss 69 99ss 139 159s 169ss
182ss 253
Juicio de Dios 7 66s 150ss 161
205 213s 217 223 289s 294ss Temor 66ss 107s 111 124 141
305 Tradición eclesiástica 209s 250
Justicia 10 120 175 237s 261 272s 308 313 338ss
292s 307s 323s - - sinóptica 11 21 86ss 139
164s 171ss 233s 271 301s 307
Libertad 105ss 212 289 304ss 313 320 332
324s Trinidad 35s 238 341
INDICE DE LOS PRINCIPALES
TERMINOS GRIEGOS

iiyám¡, iiya'ltr¡i:6i; 97 188 205s A.oy1x6i; 79s


208 225 268 301 A, U"t' poüo-frat 69
iiyaJ,J.1fi17fJa1 49 53s 242 1tapou<7la 196s 315 322
alpe:<7t<; 286s m•e:iíµa 144s 147 162s (véase Es-
O;).1¡fJna 73 273 288 píritu Santo)
iipei:1¡ 9 ls 265 267 341 <7áp~ 97s 144s 16lss 240s 304s
o6~a 52 168 172 220 242s 280 17UVe:loY¡l7L<; 112 141 152
elp1¡vr¡ 34s 188 206 330 <7wi:1¡p, <7W"t'YJpla 47ss 55 80 209
EV Xp~17i:0 10 141 188 261
E'lttfluµla 64 97s 160 232 234 267 xáp1i;, xáp~17µ1a 34s 56 113 129
296 304 166s 185s 212 263
e:u<7ÉBwi, e:u<7e:B1¡i; 264s 267ss 321 ljiux1¡, ljiux1x6i; 55 98 176 235s
341 294

Nihil obstat: Francisco Pinero Jiménez. Madrid, 6 de febrero de 1974.


Imprímase: Dr. José M.ª Martín Patino. Pro-Vicario General.
Actualidad Bíblica
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l. Bernard Rey. De la fe en Yahvéh a la fe en la Tri-


nidad.
2. C. H. Dodd. La predicación apostólica y sus des-
arrollos.
3. Antonio Salas. La Biblia ante el "más allá". ¿In-
mortalidad o resurrección?
4. "Kittel": Rudolf Bultmann y Artur W eiser. Fe.
5. /oachim /eremias. La promesa de Jesús para los
paganos.
6. Francisco de la Calle. Respuesta bíblica al dolor
de los hombres.
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ridad.
10. Alan Richardson. Las narraciones evangélicas so-
bre milagros.

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