Vita Brevis 6-Conanuncios PDF
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ISSN: 2007-9591
D E B AT E
Antropología de la muerte.
Visión de un chamán urbano
Ricardo Paulino Gallardo / Javier Jaimes • 79
Manifestaciones de lo intangible
Alma Delia Flores Delgado • 125
6
Si estás aquí… ¡Manifiéstate!
Jesús R. Campos Hernández • 154
I N S T I T U T O NAC I O NAL D E AN T R O PO LO G ÍA E H I S T O R IA
consejo nacional para la cultura y las artes
Antonio Arellano
José Francisco Lujano Torres Bárbara Mazza
Secretario Administrativo Ethel Herrera Moreno
Félix José Piñerúa Monasterio
Diego Prieto Hernández Gustavo Bureau Roquete
Coordinador Nacional de Antropología José Hernández Prado
Josefina Mansilla
Leticia Perlasca Núñez J. Erik Mendoza Luján
Coordinadora Nacional de Difusión Marta I. Baldini
Sandra Ferreira dos Santos
Benigno Casas Verónica Zárate Toscano
Subdirector de Publicaciones Periódicas Alejandra González Correa
Diseño y edición
imagen de portada Raccorta
La Milagrosa,
Necrópolis de Colón, Corrección
La Habana, Cuba Arcelia Rayón
Fotografía © Erik Mendoza
Soporte electrónico
Moisés Lozano
Vita Brevis, primera época, año 4, núm. 6, enero-junio de 2015, es una publicación semestral editada por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia, Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, Deleg. Cuauhtémoc, México, D.F. Editor
responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: en trámite, ISSN: 2007-9591,
ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización: Moisés
Lozano, Coordinación Nacional de Antropología del inah, Av. San Jerónimo 880, Col. San Jerónimo Lídice, Deleg.
Magdalena Contreras, C.P. 10200, México, D.F. Fecha de última actualización: 31 de agosto de 2015.
Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor. Queda prohibida la
reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin la previa autorización del Instituto
Nacional de Antropología e Historia.
Contacto: [email protected]
Las imágenes de este número que no incluyen pie ni crédito se tomaron de distintos sitios de internet.
Resumen
Ante el cambio vertiginoso en las conductas y formas de pensar de los individuos, la modernidad ha
suscitado transformaciones en las prácticas culturales realizadas en forma cotidiana. Un ejemplo de
esto son los velorios, momentos en los que surge una interacción social entre los miembros de una co-
munidad al despedir a un difunto y en los que se dan muestras de afecto y solidaridad. Mientras que
hoy en día las costumbres funerarias perduran en los pueblos o municipios más tradicionalistas, en las
zonas urbanas o conurbadas se han convertido en situaciones más frías y solitarias, al cambiar de lu-
gar y de contexto.
Abstract
Given the fast-paced changes in the behavior of individuals and their ways of thinking, modernity
has brought about transformations in everyday cultural practices. The present study examines wakes,
special times of social interaction between members of a community as they bid farewell to the de-
ceased and show signs of affection and solidarity. Whereas funerary customs survive nowadays in
small towns and more traditionalist municipalities, in urban zones and greater metropolitan areas
they have become colder and more solitary events as a result of the change in place and context.
La modernidad y los efectos que ocasiona en los velorios, vistos como prácticas culturales
L
a etapa denominada modernidad o posmodernidad suscita cambios no sólo
en la manera de concebir el mundo, sino también en las acciones de los indi-
viduos. Hoy en día la sociedad se ve envuelta por un sinfín de transformacio-
nes en los lazos de unidad existentes entre los integrantes de un grupo o comunidad:
éstos han perdido fuerza debido al individualismo imperante y a consecuencia del ca-
pitalismo que cubre la vida y realidad de las personas.
Tan es así que estas modificaciones han alcanzado muchas actividades y situaciones
cotidianas de índole mortuoria; por ejemplo, en los velorios se observa cómo el merca-
do y el mundo moderno han alterado las prácticas que tienen lugar en éstos. Cuando
se acude a los velorios en los pueblos, como en el caso del municipio de Tepotzotlán, se
llevan a cabo en los hogares de los difuntos o en la casa de algún pariente. Allí se dan
muestras de cooperación y ayuda por parte de los vecinos, amigos y, por supuesto, de
los familiares. En contraparte, al ser partícipe de velorios en el municipio de Naucal-
pan es posible vislumbrar una actitud distinta, con otra dinámica e interacción entre
los asistentes, pues se dan en lugares específicos como los velatorios, ya sean públicos
o privados.
De esta forma existe una lucha entre el mundo moderno y el tradicionalista. En el
segundo se busca perpetuar las costumbres de los miembros del grupo, lo cual define y
caracteriza su identidad, además de cohesionar a la comunidad y brindar representa-
tividad ante otros individuos, mientras que en el mundo moderno ya no se presentan
estos lazos de fraternidad y ayuda: la sociedad se ve fragmentada; existe un desinterés
generalizado por el acontecer del otro; las personas se han individualizado, sumergi-
das en su propio yo, encadenadas a un tiempo finito, y olvidan ciertos eventos impor-
tantes en la existencia de todo ser humano, como la propia muerte.
En la actualidad el ser humano se encuentra en un trance donde no existe la per-
cepción tangible de la muerte. Se trata de un tema tabú, del que no se habla hasta
que se tiene de frente. La gente se cree intocable, inmune, y se piensa que la vida se
puede alargar con los avances de la tecnología y la medicina.
Hoy en día aspectos del orden público se privatizan con frecuencia; se omiten cier-
tas prácticas y tradiciones que se celebraban en conjunto con vecinos y amigos, y aho-
ra se prefiere realizarlos en la intimidad de una capilla privada o bien de aquéllas
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Breve análisis sociológico sobre las transformaciones de los velorios hoy en día debido a la modernidad
para aliviar la fuerte carga emotiva que conllevan tales situaciones. Las fórmulas y ri-
tos convencionales del pasado se siguen utilizando, pero cada vez son más las perso-
nas que encuentran embarazoso servirse de ellas porque se les antojan vacías y triviales
(Elias, 2009: 34).
Al presentarse la muerte de un individuo, surge una gama de sentimientos encontra-
dos, en los que la compañía de los vecinos y amigos aminoran el dolor de la pérdida.
De esta manera los rituales y las prácticas culturales juegan un papel determinante en
momentos de duelo. Los ritos permiten dar continuidad a la vida después de la muer-
te –cuando se tiene la creencia en ésta– o como un momento para despedir al difunto.
No sólo se acompaña al cuerpo yaciente, sino que también se otorga un apoyo moral
y social a los familiares. Bajo tales circunstancias se refleja un mundo repleto de sig-
nificado que se adquiere desde pequeño y que es producto de la sociedad misma. Los
individuos somos seres sociales que continuamente representamos lo que hemos apren-
dido. Así, la biografía expresará el modo de vida y la cosmovisión del grupo al que se
pertenece. Todo lo anterior es puesto en práctica en los velorios según indican las tra-
diciones –los ritos, los rezos– y en conjunto se muestra el sentido de identidad. Sin em-
bargo, en los tiempos actuales ocurren cosas distintas. La rapidez de la cotidianidad, la
presión de vivir atado a un horario determinado y lo efímero de la existencia humana
provoca que pasen inadvertidos algunos momentos de la existencia, como la muerte.
Acaso se deba a un desinterés por el tema, o bien se nos hace tan familiar que no tie-
ne mayor relevancia en nosotros.
Un ritual no sólo es un esquema de significación, sino también una forma de inte-
racción social (Geertz, 1989:150). Cuando se lleva a cabo un velorio, aparte de un ri-
tual para los momentos de duelo y pérdida de un ser querido, es también una forma
de expresión e interacción entre familiares, vecinos y amigos. En estas situaciones se
dan muestras de afecto, de solidaridad, de compañía, de amor hacia los dolientes y el
propio difunto.
En las interacciones que tienen lugar en los municipios estudiados se observan algu-
nas diferencias y características determinadas por el lugar y el contexto en que surgen.
Al analizar el municipio de Tepotzotlán, cuando llegan los vecinos y amigos, a manera
de agradecimiento y apoyo algunos ofrecen productos como café, azúcar, arroz, frijol,
pan, veladoras, hierbas para preparar té, cubiertos y vasos desechables, que en conjun-
to sirven para alimentar a las personas que asisten al entierro al día siguiente o bien pa-
ra los rosarios posteriores al funeral.
Por otro lado, los velorios en el municipio de Naucalpan tienen sus particularidades.
Muchos se llevan a cabo en capillas, ya sean públicas o privadas, que ofrecen sus ser-
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Breve análisis sociológico sobre las transformaciones de los velorios hoy en día debido a la modernidad
vicios para personas con otra dinámica en su vida cotidiana; a falta de espacio en los
departamentos o pequeñas casas, se prefiere la comodidad de una capilla, de manera
que se vuelven más privados, con otras formas de interacción, y se olvidan las prácti-
cas colectivas, en las que se reunía a más personas. Las conductas se tornan más frías,
indolentes y distantes. Las personas se vuelven reacias ante las tradiciones. El mundo
vive a contrarreloj, preocupado por poseer las novedades que ofrece el mercado. Se
piensa que lo viejo y el pasado son cosas vanas e inútiles. ¿Para qué hacerlas? ¿Qué
significado tienen para mí? Ninguno.
Lo anterior da pie para incluir otro punto que surge ante los cambios ocasionados
por el paso de la modernidad. Se va vislumbrando un individualismo más marcado
en las acciones de las personas, que se aíslan de los demás, indiferentes a ciertos he-
chos cotidianos y apáticos a las tradiciones que representan a su grupo. La realidad
que se nos presenta es incierta, cruel, y por ende los individuos actúan conforme a és-
ta, apartados del contexto social. Los personas se deshumanizan, volcadas en una so-
ledad constante, cuyas acciones sólo les atañen a ellas mismas, por lo que dejan a un
lado a su colectividad.
Las ideas acerca de la muerte y los rituales vinculados con éstas se convierten a su
vez en un momento de socialización. Las ideas y ritos comunes unen a los seres hu-
manos; las ideas y ritos diferentes separan a los grupos (Elias, 2009: 12) .
La idea de conservar las tradiciones no sólo implica definir a un grupo, sino tam-
bién perpetuar su forma de vivir y concebir la realidad. Perpetuar la cultura que en-
riquece a una comunidad es transmitir un acervo de conocimientos y experiencias
que marcan la existencia de cada individuo en una colectividad. De aquí la impor-
tancia de los velorios en cuanto a la preservación, continuidad y significado que re-
presentan estas prácticas en un grupo, o bien como característica y diferencia ante
los demás. En el momento que se lleva a cabo un ritual o práctica, se refrendan los
vínculos que unen a las personas de un lugar determinado, y de igual manera se va
moldeando un legado cultural para las generaciones futuras.
Los velorios son formas de expresión mediante las que no sólo se demuestra el ca-
riño por el difunto. También es la manera de rendirle un homenaje a su existencia
y a los familiares que lo recuerdan en su último momento de estar presente, aunque
yaciente en un ataúd.
El individuo desempeña una doble función: cumplir los roles que le son conferi-
dos en su contexto social y llevar a cabo sus decisiones personales; aunque ambos
aspectos van siempre de la mano, lo social afecta a lo individual y viceversa. Esto ge-
nera que los velorios sean un medio por el cual los individuos se reúnen de manera
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Breve análisis sociológico sobre las transformaciones de los velorios hoy en día debido a la modernidad
El habitus es el conjunto de modos de ver, sentir y actuar que, aunque parezcan na-
turales, son sociales. Es decir: están moldeados por las estructuras sociales; se apren-
den (Flachsland, 2003: 53). Los sentidos de pertenencia, al igual que las maneras de
concebir e interpretar la realidad, se van adquiriendo dentro del grupo social. Por
medio de la socialización se insertan en la mente del individuo las formas de actuar,
así como las creencias del grupo. Las tradiciones se van transmitiendo de generación
en generación, con lo cual se aprehenden los significados y lo que representa realizar
un velorio, además de los motivos que tiene despedir a un difunto.
La identidad es el conjunto de repertorios culturales interiorizados –representa-
ciones, valores, símbolos– por medio de los cuales los actores sociales –individuales
o colectivos– demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás actores en una si-
tuación determinada, todo esto en un espacio históricamente específico y socialmen-
te estructurado (Chihu, 2002: 38).
Por ser actores sociales, los individuos tienen como punto de referencia a su gru-
po social, del cual retoman los conocimientos adquiridos a lo largo de su historia. Su
biografía representa y contiene datos recopilados de manera conjunta por sus ante-
pasados y antecesores, lo cual servirá de guía para futuras reflexiones y acciones tan-
to individuales como grupales. Los ritos refuerzan los vínculos sociales tradicionales
entre los individuos. Permiten destacar el modo en que la estructura social de un gru-
po se ve fortalecida y perpetuada por la simbolización ritual o mítica de los valores
sociales subyacentes en que ésta descansa (Geertz, 1989: 131).
Al observar cómo la modernidad ha modificado ciertas actitudes y acciones en
el individuo, al tiempo que la propia sociedad evoluciona de acuerdo con sus nece-
sidades, analizamos el punto respecto a qué tanto perduran las tradiciones ante la
eminente expansión de la modernidad. ¿Cuánto tiempo seguirán vigentes las tradi-
ciones? Con base en las observaciones realizadas, se percibe que existe un cambio
en la manera de concebir la realidad y darle significado a la muerte y cuanto la ro-
dea, como en los velorios. Así surgen estas transformaciones, a consecuencia de los
cambios en los estilos de vida, influidos por el sistema capitalista y la vida ajetreada
que llevan los habitantes de las zonas conurbanas y urbanas del Estado de México.
Además de su contundencia biológica, la muerte constituye una dinámica inapla-
zable de experiencia comparativa y significativa para nuestra cotidianidad en el pre-
sente, para nuestra proyección de futuros y para el rescate, recreación y evaluación
de pasados experimentados, recuperados, supuestos o anhelados (Cuen, 2010: 52).
Durante el desarrollo del ser humano tienen lugar diferentes etapas: se sabe cuán-
do nacerá un nuevo individuo, si está creciendo, si se halla en una fase adulta. Lo
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Breve análisis sociológico sobre las transformaciones de los velorios hoy en día debido a la modernidad
Reflexiones finales
influidas por el mundo de hoy. Los pueblos más tradicionalistas conservan sus cos-
tumbres y la identidad de grupo. Sin embargo, la disputa entre ambos mundos con-
tinuará: el tradicionalista que busca su vigencia y el moderno que desea aniquilar lo
viejo, la tradición, las identidades.
Bibliografía
Acosta Veizaga, Orlando, “La muerte en el contexto uru; el caso Chipaya”, en Chungara. Revista de
Antropología Chilena, julio de 2001, en línea [http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32614413011],
consultado el 19 de marzo de 2014.
Berger, Peter L., La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1968.
Chihu Amparan, Aquiles (coord.), Sociología de la identidad, México, Porrúa, 2002.
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Flachsland, Cecilia, Pierre Bourdieu y el capital simbólico, Móstoles, Campo de Ideas, 2003.
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Loeza Reyes, Laura (coord.), Identidades, subjetividades y actores sociales, México, Centro de Investiga-
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Velorios “de la ropa” y “de la foto”.
Dos casos de muerte adulta
César Iván Bondar / Tatiana Pamela Olmedo
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones,
Conicet, Argentina
Resumen
En este artículo se aborda el contexto de los velorios “de la ropa” y “de la foto” en dos casos de
muerte de adultos en Argentina, uno registrado en Posadas, capital de la provincia de Misiones, y
el otro en Ituzaingó, localidad de la provincia de Corrientes, con cien kilómetros de distancia entre
sí. Se toman como referencia las observaciones directas y entrevistas con informantes clave realiza-
das entre 2010 y 2014. Las primeras consideraciones permiten dar cuenta de una tipología com-
pleja, más allá de la condición insoslayable del “cuerpo presente”, para consolidar esta práctica
funeraria. Ante la ausencia de los restos mortales, los dolientes instrumentan recursos a fin de su-
perar la situación liminal y garantizar la reagregación al nuevo estado, de modo que para la “per-
sonificación” se apela a las pertenencias del difunto o a sus fotografías, que asimismo son objetos
tributarios en el rito de cuerpo presente.
Abstract
This article explores two different types of wakes: “de la ropa” (memorial service with the de-
ceased’s clothing) versus “de la foto” (memorial service with photos), in two cases of adult deaths
in Argentina: one in Posadas, capital of the province of Misiones, and the other about 100 km
away in Ituzaingó, a town in the province of Corrientes. The study is based on direct observa-
tions and interviews conducted with key informants from 2010 to 2014. Preliminary results sug-
gest a complex typology, beyond the unavoidable condition of “body present,” to consolidate this
funerary practice. In the absence of mortal remains, the mourners implement various resources
to overcome the liminal situation and to guarantee reaggregation to the new state, in which the
“personification” phase is replaced by appealing to the belongings of the deceased or to his/her
photos, which are also objects that pay tribute in the rite in which the body is present.
E
n este artículo abordamos los velorios “de la ropa” y de “la foto”, para lo cual
se retoman dos casos, uno de ellos en la ciudad de Posadas, capital de la pro-
vincia de Misiones, Argentina, y el otro en Ituzaingó, localidad de la provin-
cia de Corrientes, ambas en Argentina y con cien kilómetros de distancia entre sí. El
trabajo de campo se realizó entre la población de credo católico entre 2010 y 2014.
Para el tratamiento del tema se llevaron a cabo en profundidad 35 entrevistas con
informantes clave, y se trabajó sobre la base de tópicos conversacionales e instrumen-
tando la entrevista etnográfica, considerando que “los universos culturales […] son
por definición metodológica desconocidos de antemano por el investigador” (Guber,
1991: 313). En los casos en que se citan fragmentos de entrevistas, se consignan el
género y la edad del informante, así como el lugar y el año en que se recopilaron.
Las entrevistas con diferentes grados de participación se hicieron básicamente en
los domicilios de los informantes. A éstas se les anexaron diarios y notas de campo, así
como análisis de fuentes secundarias. Las conjeturas expuestas en este texto forman
parte de un proyecto más amplio que aborda las prácticas, creencias y representacio-
nes sobre la muerte y el morir en el noreste argentino y el sur de la región oriental
de Paraguay.
Las particularidades lingüísticas de la población bajo estudio habilitan la utilización
de algunos términos en lengua guaraní. Por eso, retomando los aportes de González
Torres (2012) para la referencia a ciudades, pueblos o lugares, se conserva la forma
tradicional de escritura de la misma. Para las palabras que no identifiquen lugares,
ciudades, pueblos o no sean citas textuales, se adopta la grafía establecida en el Primer
Congreso de la Lengua Guaraní-Tupí realizado en Montevideo, Uruguay, en 1950.
De allí data un alfabeto de acuerdo con la fonética internacional.
Velorios
Señalamos que todas las sociedades humanas han ideado formas diferenciales de des-
pedir y cuidar a los difuntos, y el velorio resulta una de estas alternativas. Como rito
de paso, en términos de Van Gennep (1986), implica diversas etapas, y si pensamos en
Geertz (1995) y Bordelois (2006) podríamos hablar de encadenados de estados aními-
cos y pasionales, aunque para nada homogéneos y generalizables.
La práctica de los velorios o velatorios remite a la idea de reuniones –o fiestas–.
Esta primera significación implica “estar en vela” y hacer compañía a los invitados en
tertulias festivas destinadas a la faena, celebraciones por el nacimiento, aniversarios y
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Velorios “de la ropa” y “de la foto”. Dos casos de muerte adulta
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Velorios “de la ropa” y “de la foto”. Dos casos de muerte adulta
rituales que la distinguen de otro tipo de encuentros. Él señala que es un hecho muy
rico en el folclore de la región, donde se diferencian varias modalidades rituales.
Así, propone la siguiente tipología de velorios: a) de mayores –o de muerto, ya sea
de cuerpo presente o “de la ropa y de la fotografía”–, b) de niños –o de angelitos y
ángel loro–, c) de la cruz, d) de aniversario y e) de santos. Todos éstos, exceptuando
el velorio de santos, se vinculan con la defunción de algún pariente o conocido.
Por su parte, Salas (2004) expone que en todos los casos referidos abundan per-
sonajes populares, como rezadoras, lloronas y llamadores. Estos últimos se encargan
de comunicar al cuerpo que “ha llegado la hora de llevarlo al cementerio”. Con tres
golpes en el cajón, y a la voz de “¡Vamos [y el nombre del difunto]!”, anuncian al
alma que debe acompañar al cuerpo para no quedar penando por el lugar. Cabe
mencionar que el llamador, las lloronas –denominadas entre la población paraguaya
como ñembo’e ýva–, el luto y el novenario son prácticas exclusivas de la muerte adulta.
Estas formas no se encuentran vinculadas con la muerte de angelitos, ya que se presu-
pone que el niño no necesita purificar su alma con los rezos del novenario; tampoco
necesita lloronas en su velorio ni el llamamiento para seguir su cuerpo al entierro.
En la zona bajo estudio, el velorio y las prácticas vinculadas comparten estas cuali-
dades significantes. La vigencia de estas prácticas, que percibimos muy encarnizadas
en la cotidianidad, incluye aquellas que denominaríamos como preluto o prevelorio.
El conocido como “rezo de agonía” implica la presencia de varias mujeres que, en
el lecho de muerte, rezan por la salvación del alma del futuro difunto. De esta forma
nos encontramos ante un proceso de muerte donde el velorio es una mínima parte de
este complejo encadenado significante. Para abordar la complejidad del velorio en la
zona de estudio, proponemos la exploración de dos casos que consideramos los más
significativos en cuanto a la tipología emic en torno a los velorios. Ambos pertenecen
a velorios domiciliarios.
Este caso corresponde a un registro del año 2010. Los sujetos involucrados residen en
la ribera del río Paraná, que oficia como límite entre Ituzaingó, Argentina, y la loca-
lidad de Ayolas, Paraguay. En esta vivienda, la cual deben abandonar cada vez que el
río aumenta su cauce, habitan dos hermanas solteras de entre 60 y 75 años; asimismo
albergan a una hija y a un nieto. Las mujeres mayores poseen actividades específicas
en lo que corresponde a la “thanato-cultura” de la localidad. Una de ellas es “vestidora
de muertos” y la otra suele oficiar como “rezadora”.
La vestidora se encarga de confeccionar el ajuar mortuorio de los difuntos, una
vez que es solicitada por la familia del muerto. Cose la mortaja y trenza el cordón
que usará el cadáver en el velorio. La rezadora se encarga de orar por la salvación
del alma y la resignación de los dolientes. Al mismo tiempo se les considera como
“especialistas” en el montaje de las capillas ardientes, la confección de flores, el rezo
para el velorio de la cruz, y han protagonizado varios “velorios de la ropa”. En 2010
oficiaron uno que tuvo como protagonista a un familiar directo.
Sobre el velorio de la ropa existen pocos registros y experiencias. Una modalidad
similar a la abordada en este artículo corresponde a una práctica funeraria registrada
en San Pedro de Atacama:
Ocho días después del entierro se pide una misa por el difunto y se organiza un nuevo ve-
lorio, pero esta vez sin cuerpo presente. En la misma sala donde se veló al difunto se pone
su ropa sobre una mesa, esa ropa que él usaba a diario. Se forma el cuerpo y así se vela. El
velorio dura toda la noche y es igual que el velorio de cuerpo presente. Se rezan los mismos
rezos, se cantan los mismos cantos sagrados, se pone el agua bendita, las flores, todo. Pero
no se lleva la cruz (“El velorio…”, s. f.).
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Velorios “de la ropa” y “de la foto”. Dos casos de muerte adulta
En la galería de la casa se montó la capilla ardiente. Sobre una mesa enlutada se dispuso
“una muda de ropa” de la difunta de 30 años. Esta muda reposaba sobre la mesa, faltán-
dole solamente el “relleno” que le podía dar el cuerpo, que se encontraba en Buenos Aires.
Las señoras, vestidas de negro, acomodaron en torno a la ropa jarrones con flores extraídos
del altar de los santos –ya que tienen varios–. Anexaron a esta mesa una foto de la muerta.
Encendieron una amplia cantidad de velas, muchas. Colgaron de la pared, en la cabecera
de la mesa, un crucifijo. La maestra de rezo, la misma que viste angelitos, dirigió el rosario.
A la marcha del “Dios te salve, María”, otra mujer repartió copitas de licor de variados
colores –verde, rojo, marrón–. Sin poder rechazar la paleta de colores, percibí que eran
de menta, frutilla y dulce de leche; pasaron además galletitas dulces y bizcochuelo casero.
Este velorio duró toda la noche. Los parientes que llegaban se quedaban contemplando
la mesa como si el cuerpo estuviese presente; se paraban a su lado como las clásicas imá-
genes de los velorios con ataúd; tocaban la ropa, la besaban y se persignaban; traían flores
y lloraban. Las mujeres no dejaban que las velas se apagaran. Recibieron una llamada
telefónica anunciando que se estaba velando el cuerpo de la joven. Ellas aclararon que
estaban haciendo lo mismo, dieron sus condolencias y luego se rezaron varios avemarías
por la familia y la resignación de los dolientes. Los presentes se fueron yendo de a poco.
Turnándose en la custodia de las velas, las anfitrionas –tres mujeres de avanzada edad,
dueñas de la casa donde se hacía el velorio– permanecieron toda la noche.
Al otro día estas prendas se lavaron con jabón común-blanco, se les dejó secar, se les
prendió fuego y se les enterró próximas al patio de la casa. Este entierro fue sencillo. Un
joven hizo un pequeño pozo. Allí se volcaron los restos de la ropa y se les tapó con tierra.
Se rezaron un padre nuestro y unas avemarías. Se persignaron. Participaron las mujeres
dueñas de la casa y la rezadora, un par de jóvenes sobrinos de estas mujeres, un par de
hijas de éstas y varios niños del barrio que, curiosos, se asomaron –niños que ya habían
aprovechado la oferta del bizcochuelo de la noche anterior–” (registro del diario de campo,
Ituzaingó, Corrientes, 2010).
En lo que respecta a los pasos para concretar el velorio que abordamos en nuestro
registro, luego de la notificación de la muerte se procede a la selección de las prendas
que presiden la mesa negra. Este velorio se anunció entre los familiares de la difunta
y al mismo tiempo se publicó en Servicios a la Comunidad en una fm local con el
texto citado: “Se comunica el fallecimiento de mb. Sus restos son velados en Buenos
Aires. A partir de las 16:00 horas se realizará el velorio de la ropa en su domicilio, en
la bajada del puerto de Ituzaingó” (comunicado, servicio a la comunidad, fm local,
Ituzaingó, 2010).
Las prendas seleccionadas para el velorio son prelavadas, acción que se repite
una vez finalizado el mismo antes de incinerarlas1 y enterrarlas. Ante la pregunta del
porqué del lavado de las prendas, los informantes afirmaron que de esta forma se
liberan de las cargas negativas u “oscuras” que podrían haber quedado en “las ropas
del muerto”.
El lavado se realiza en las aguas del río Paraná, con lo que garantiza, según las
experiencias emic, que “se lleve todo lo malo” y que el río neutralice lo oscuro de la
muerte, aliviando parte del paso y liberación del muerto. Esta misma significación
se le atribuye a la quema de la ropa posvelorio. Si el alma del difunto se siente muy
apegada a sus pertenencias, si siente su aroma, puede quedar atado al mundo de los
vivos en forma de alma en pena o angüé.2
Es de relevancia señalar cómo estas situaciones presentan recurrencias con el
ritual del lavatorio registrado en la cultura andina, así como en las experiencias de
Atacama, donde el lavado se realiza en momentos diferentes pero con significaciones
equivalentes:
1
Sobre esta práctica, los informantes afirman que siempre es recomendable quemar la ropa del muerto,
no solo aquélla con que falleció, sino además la que se usa en velorios de este tipo. El fuego cumpliría la
función de liberador de los apegos terrenales y permitiría un viaje de ultratumba más liviano y prolífero.
Aclaramos que esta práctica se distancia de la significación que posee la cremación del cuerpo entre la
población bajo estudio. Cabe señalar que sobre el lavado y quema de la ropa hallamos algunas referencias
en el culto a los muertos en la tradición andina: “En el lavatorio de ropa, que se realiza al día siguiente
del entierro, se reúnen familiares, amigos y vecinos. Este ritual consiste en lavar toda la ropa perteneciente
al fallecido, además de limpiar dentro de la casa todos los utensilios y elementos usados por él […] También
se procede a limpiar los lugares por donde andaba, porque si no el alma va a andar penando y haciendo
ruido […] Mientras se realizan estas tareas, los familiares pueden invitar comidas y bebidas. La ropa en
desuso se separa para velar en la novena y ser quemada en el despacho. Otras prendas se pueden regalar”
(Solís y Galián, 2008).
2
“Angüé, alma en pena. De angá, alma; güé, adulteración de cue, lo que fue, por eufonía, angüé, alma del
finado que merodeaba por los alrededores de la morada familiar en cumplimiento de un castigo del Cielo.
Yvaga, cielo guaraní, lugar de delicia, donde mora Tupá en compañía de los espíritus puros, inmaculados.
El alma impura de un mortal que en vida ha cometido un crimen o un pecado nefando, no tiene entrada
en el cielo” (“El mito…”, s. f.).
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Velorios “de la ropa” y “de la foto”. Dos casos de muerte adulta
A diferencia de las ropas que visten los familiares –de tonos negro, azul oscuro,
gris o marrón–, las de la difunta son claras y floridas: una pollera con estampas y
una camisa de mangas largas color salmón. Como señalan Finol y Montilla (2010),
la semiosis cromática cumple un rol relevante en los rituales funerarios, y siguien-
do a Bracho (apud idem), podríamos afirmar que en la cultura occidental el luto, al
menos en la muerte de los adultos, se encuentra representado por colores oscuros,
a diferencia de los colores vivos, los cuales se distancian del dolor y la pena por la
pérdida.
Vestida la mesa con un mantel azul oscuro, se disponen las prendas. Las mangas
de la camisa se doblan y se llevan al centro, como si se cruzaran los brazos en cruz.
Allí, en el centro, se disponen un rosario, una palma y algunas flores. Al cuello de
la camisa se adosa la fotografía de la muerta. A diferencia de los velorios de cuerpo
presente, debajo de la mesa no se incluye el recipiente o palangana con agua y pan.3
La mesa queda circunda por sillas y en el piso, por candeleros con algunas velas.
Familiares y conocidos llegan, haciéndose eco del anuncio radiofónico, los cuales
aportan ramos de flores y velas.
De parte de los asistentes ningún tipo de consideración dejaba entrever que esta
modalidad de velorio resultaría una práctica fuera de lo usual. Por el contrario, los
presentes se acercaron a la mesa tocando las prendas, persignándose; algunos las
besaban o dejaban las manos durante algunos minutos sobre ellas, como rezando.
Los comentarios desencadenados, mientras estaban sentados en torno a la mesa,
versaban sobre la vida de la difunta, el modo de su muerte, lo joven y buena que
era: en un tono bajo y pausado, aquello que las mujeres de la casa llamaban “clima
de velorio”.
Este velorio de la ropa se encadenó con el novenario para promover la paz y la
purificación de la difunta. Durante nueve días las mujeres “veladoras” ofrecieron el
rezo a su sobrina fallecida. Actualmente, debido a la ausencia de una tumba en el
cementerio, las velas por el alma de esta muerta se encienden en el altar dedicado a
los santos que poseen en el domicilio, o bien en la cruz mayor del cementerio local,
mientras que el entierro de la ropa en el patio se ha cubierto de vegetación y ahora
es de difícil acceso para estas mujeres de avanzada edad.
3
Se considera que estos elementos evitan que el cuerpo “se hinche o reviente”. Otras versiones sostienen
que elimina los malos olores o bien, si la persona falleció con hambre y sed, su alma se acercará a beber
y comer (López, 2004; González, 2012). Es una práctica observable en velorios domiciliarios y en algunas
casas funerarias que permiten que los deudos intervengan en el montaje de la capilla ardiente.
Los amigos que se encontraban con él en ese momento contaron que el cuerpo
salió dos veces hacia arriba y luego simplemente desapareció en el agua.
Mujer de 45 años, Posadas, barrio A-3-2, 2013
Este caso se registró en 2013 en el barrio Nuestra Señora del Rosario A-3-2, localizado
en el sureste de la ciudad de Posadas, que forma parte de la delegación Miguel Lanús.
El origen del barrio deviene del proyecto de relocalización emprendido por la
Entidad Binacional Yacyretá (eby), atendiendo a la relocalización de los grupos po-
blacionales afectados por el embalse de la represa hidroeléctrica Yacyretá. El Barrio
A-3-2 se construyó entre 1992 y 1998, y está poblado, en su mayoría, por familias
procedentes de los barrios El Chaquito, Villa Urquiza, Villa Blossett, Loma Poi y El
Brete, entre otros de la zona costera del río Paraná.
La población que originalmente habitaba estos asentamientos se componía de mi-
grantes de las zonas rurales del interior de la provincia, así como migrantes de Paraguay
y descendientes de paraguayos que mantenían una fluida relación familiar y económica
con los habitantes de las costas de Encarnación. Según el diagnóstico socioeconómico
realizado entre 1993 y 1994 por la eby, en el barrio Chaquito la mayoría de la pobla-
ción procedía de Paraguay. Iguales características se afirman sobre la población del
barrio Villa Blossett.
Este registro corresponde a la muerte por ahogamiento de un joven en las aguas
del río Paraná. Las condiciones del fallecimiento no permitieron el hallazgo del
cuerpo, y en consecuencia se instrumentó un velorio “de la foto” que duró siete días.
Sobre la temática, podemos señalar los aportes de García, al señalar que “el velo-
rio no puede faltar, aun cuando el cuerpo del muerto no esté presente. Tal es el caso
de los que mueren ahogados o lejos de donde vive la familia. En estas oportunidades,
se organiza el velorio con retratos o fotos del difunto. Vienen los vecinos y parientes
y se le ponen flores y velas. Se vela la foto durante nueve días” (García, 1984: 276).
A continuación describimos algunas de las imágenes más relevantes del velorio
que nos convoca. La madre del difunto, a la espera de su hijo, y sin tener el cuerpo
para comenzar el velorio, dispuso un altar sobre la mesa del living comedor, en el
centro de la habitación. La mesa se encontraba cubierta por un mantel blanco y en
el centro una fotografía de Y, solo.
En el altar había varias oraciones y cartas escritas por su madre. Alrededor de la
imagen, a modo de compañía, se dispusieron varias imágenes de santos, así como
20 • Vita Brevis
Velorios “de la ropa” y “de la foto”. Dos casos de muerte adulta
4
El viernes 17 de mayo de 2013 llegó el cuerpo del difunto. Se dio por finalizado el velorio de la foto-
grafía y se inició el velorio a cuerpo presente. Debido al estado de descomposición del cuerpo, se le veló
a cajón cerrado. Sobre el féretro colocaron imágenes suyas, flores y coronas. El velorio se realizó en el
domicilio de la madre. La habitación principal de la casa se vistió de luto; se retiró todo tipo de cuadros,
fotografías familiares y muebles. Horas antes de que finalizara el velorio, los amigos de Y decidieron
homenajearlo con una batucada que duró unos 45 minutos. Esa batucada, a la cual él pertenecía, es
conocida con el nombre de Espiraliña.
5
Por ejemplo, cuando el cuerpo se encuentra en muy mal estado a causa de accidentes o enfermedades
terminales, entre otras razones, el velorio se realiza “a cajón cerrado”, con una fotografía sobre el féretro.
Las acciones que acompañan a este velorio no varían del que posee como centro
la vestimenta del difunto. La distancia se marca al finalizar el rito. Mientras que las
vestimentas se incineran y sepultan, la fotografía sigue otras vías. En primera instancia,
no se recomienda el “entierro de la foto”, pues es una práctica que suelen instrumentar
algunas curanderas en los trabajos o paje para perjudicar al destinatario. Así, finalizado
el rito la foto velada queda ubicada en un altar especialmente diseñado. Si el cuerpo es
hallado, como en este caso, la fotografía se utiliza en la lápida junto al epitafio y antes
preside el velorio de cuerpo presente.
Reflexiones
Queda claro que estas modalidades de velorios no resultan las más observadas y que
ocurren en situaciones donde el cuerpo físico es de difícil acceso o no es hallado. No
podemos dejar de mencionar cómo la noción de “personificación” o “incorpora-
ción” del muerto, trabajada en los estudios sobre velorios partiendo de la categoría
de embodiment del cuerpo planteada por Csordas (2010), halla en los ejemplos analizados
otra alternativa significante o actualizadora. Podríamos realizar las mismas observa-
ciones en torno a la idea del “cuerpo significante” como centro del ritual funerario
en lo que respecta a la problemática de interés.
Una de las constantes es la centralidad del ritual puesta en la imagen del fallecido,
ya sea en forma de vestimenta, de fotografía o combinando ambas. Estos elementos
reciben el mismo tratamiento que el cuerpo físico, pues se presupone, sin lugar a
dudas, que “algo del muerto” está presente y permanece en los objetos velados.
Cabe aclarar que los informantes sostienen con certeza que estos aspectos “no son
el cuerpo”. Empero, traduciendo las experiencias emic, podemos señalar que en estos
velorios el fallecido se ve “personificado”: se halla presente. El uso de la ropa o la foto-
grafía no resulta una metáfora ingenua ni irracional, ya que operan como sustituciones
o equivalencias significantes tributarias del mismo tratamiento que recibe el cuerpo
muerto: se le lava, viste, arregla, adorna, exhibe, vela, llora, reza, despide e inhuma.
Las experiencias nos permiten visualizar cómo en estos velorios “la ropa” y la fo-
tografía permiten “corporeizar” la imagen del difunto, en el sentido de “convertir en
cuerpo”, “volverse cuerpo”. Así, estos velorios nos permiten aproximarnos a formas
alternativas de pensar, percibir y comprender los procesos de la muerte y de morir.
Retomando los aportes de Thomas (1999: 116), en los velorios analizados hallamos
lo que el autor ha llamado las “constantes universales” de las conductas funerarias. Esta
22 • Vita Brevis
Velorios “de la ropa” y “de la foto”. Dos casos de muerte adulta
parientes en Ituzaingó o en su barrio en Posadas. Del mismo modo queda claro có-
mo, siguiendo los aportes de Finol y Montilla, el rito funerario “variará con respecto
a las condiciones sociales, situación y causas de muerte y los diversos contextos donde
muerte, ritual y símbolo se insertan” (Finol y Montilla, 2010: 15).
Este ahondamiento en los velorios, siguiendo los aportes de Atencia Escalante
(2005), pretende arribar a parte de las discriminaciones cualitativas que los agentes
realizan en torno a la problemática, abriendo los sentidos hacia lo considerado como
relevante para el grupo, sin obviar las articulaciones inscritas en marcos morales,
éticos y referenciales más amplios. De este modo habilitamos la posibilidad de dejar
constancia de que las modalidades del velorio en el contexto de trabajo implican
una amplia variabilidad de formas y modos de aproximación a la muerte, interpre-
tación y configuración de las prácticas que no se pueden reducir a significaciones
monológicas.
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Resumen
Abstract
In this article photography is analyzed as a means of remembrance of emigrants and the deceased in
Santa María del Río, San Luis Potosí, from the perspective that both are individuals who are absent
from the place. Death and emigration can be understood as part of the same social structure. They
reproduce the scheme of rites of passage, because both emigrants and the dead are separated from
their community (rites of separation). They remain far away from it for some time (rites of margin)
and they return to it in scheduled fashion to begin the cycle anew (rites of aggregation). In this regard,
one might expect to find symbols that mark the transition between each rite: whether the cross traced
with lime beneath coffins or the “coyotes” (traffickers) who act as “psychopomps” for emigrants.
26 • Vita Brevis
Analogías y contrastes entre las figuras del emigrante y del difunto
Antecedentes
E
ste artículo tiene como antecedente mi memoria de maestría en antropología
social, donde estudié las fotografías que retratan a los emigrantes y difuntos
en varias localidades del municipio de Santa María del Río, San Luis Potosí.
Allí sostuve que la fotografía funciona como medio de rememoración y aun como
sustituto de emigrantes y difuntos con base en que ambos son personajes ausentes de
su comunidad, pero sobre todo debido a la comunicación mediante imágenes entre
las personas que se van y las que se quedan. Al respecto, he identificado cómo varias
de estas fotografías post mortem son enviadas a los familiares y amigos del difunto que
se encontraban laborando en Estados Unidos durante su fallecimiento (imagen 1);
por su parte, los emigrantes envían fotografías que retratan parte de su vida diaria a
sus familiares en Santa María del Río (imagen 2). Hasta este punto he logrado ha-
cer una analogía entre emigrantes y difuntos en Santa María del Río; sin embargo,
quedan preguntas por responder en torno a esta analogía, así como complementar el
uso y significado de la fotografía con otras formas de representación y de la memoria.
Problemática
Interrogantes
Al respecto, es necesario preguntarse a qué se debe este afán por retratar a los emi-
grantes y los difuntos, pero sobre todo cómo se (re)construye la memoria de los habi-
tantes de Santa María del Río a partir de las fotografías de estos seres ausentes: ¿existe
una red por la que transiten imágenes y personas en ambos lados de la frontera, o bien
un esquema de parentesco que dé cuenta de los lazos entre emigrantes y difuntos? Asi-
mismo cabe preguntarse si es posible considerar a la fotografía post mortem como parte
del rito mortuorio que separa a la persona fallecida de su comunidad para ingresar
en otro estatus social, y de ser así, cómo se realiza el retrato de una persona fallecida
y, en particular, cómo interpretan estas imágenes los familiares del difunto.
Hipótesis
a) La emigración como rito de paso. Al analizar esta red de similitudes entre emigrantes
y difuntos, parto del hecho de que la muerte es un fenómeno que debilita el teji-
do social y amenaza su desintegración (Durkheim, 2012); de hecho, la etnografía
concerniente al tema señala al difunto como un personaje peligroso para quienes
lo rodean, ya que puede causar enfermedades que redundan en la muerte misma.
En este sentido, se puede decir que el difunto arrastra tras de sí a sus familiares y
amigos. Para contrarrestar el carácter impuro del fallecido, se realiza un ritual que le
28 • Vita Brevis
Analogías y contrastes entre las figuras del emigrante y del difunto
Imagen 1 Josué González, sin vida, vestido como san José y rodeado de familiares y amigos, Santa María del Río, SLP, 23 de
abril de 2006 Fotografía © Juan Carlos González / Archivo Familia González Pérez
Imagen 2 Antonio Bárcenas cocinando en un restaurante de Estados Unidos, Little Rock, Arkansas, 2006
Fotografía © Autor desconocido / Archivo Guadalupe Evangelista
30 • Vita Brevis
Analogías y contrastes entre las figuras del emigrante y del difunto
b) La fotografía dentro del ciclo de vida. Ahora bien, si se entiende a la emigración como un
rito de paso, es necesario caracterizarla no como una etapa del ciclo biológico, sino so-
cial; en este último caso el emigrante, y en particular el exitoso, adquiere nuevos roles
Metodología
Para comprobar si, efectivamente, los emigrantes y difuntos son personajes que com-
parten los mismos rasgos socioculturales, es necesario realizar un estudio comparativo
32 • Vita Brevis
Analogías y contrastes entre las figuras del emigrante y del difunto
a partir del esquema que ofrece Van Gennep acerca de los ritos de paso: “Dada la
importancia de estas transiciones, considero legítimo distinguir una categoría especial
de ritos de paso, los cuales se descomponen, al analizarlos, en ritos de separación, ritos de
margen y ritos de agregación” (Van Gennep, 2008: 25). En especial, esperaría encon-
trar diferentes elementos simbólicos que den cuenta de la transición entre cada uno
de los ritos antes mencionados (Turner, 2007). Nótese, por ejemplo, cómo los difuntos
son desnudados y colocados en ataúdes en el interior de sus casas, mientras debajo de
ellos se dibuja un cruz de cal que al final del rito será depositada en la cabecera de la
tumba. Por su parte, los “coyotes” parecen actuar como “psicopompos” o guías de los
emigrantes, al facilitar el cruce de la frontera entre México y Estados Unidos.
En cierto sentido, se puede entender a la emigración como un reflejo de la muer-
te; es decir, un símbolo entre los habitantes de Santa María del Río, no sólo porque
comparten una misma estructura ritual, sino también cíclica: tanto emigrantes como
difuntos son separados de su comunidad, permanecen alejados de la misma por al-
gún tiempo y regresan a ella de manera calendarizada para recomenzar así su ciclo,
como se muestra en el siguiente esquema:
Separación
(muerte o
emigración)
Santa
María del Río / Estados Unidos /
comunidad de comunidad de los
los vivos muertos
Retorno
(Día de Muertos o
Día del Paisano)
Marco teórico
Si bien hay una correspondencia entre la figura del emigrante y del difunto, ésta no
es verbalizada por los habitantes de Santa María del Río, pese a que están conscien-
tes de los periodos de ausencia y las fechas de regreso de sus familiares y amigos, más
aún cuando participan en los rituales que marcan el tránsito entre la ausencia y el
retorno de emigrantes y de difuntos.
Sin embargo, antes que una refutación del análisis antropológico que ofrezco al
lector, considero que el vínculo tácito entre la muerte y la emigración debe formar
parte de la interpretación del análisis. En este sentido, concuerdo con Sperber (1988)
y Turner (2007) al considerar que la ausencia de exégesis por parte de nuestros in-
terlocutores es tanto o más importante de estudiar que aquello que hemos tenido la
oportunidad de escuchar de sus propios labios.
El simbolismo que media entre las estructuras rituales de emigrantes y de difun-
tos tiene su fundamento en ese mutismo de la vida diaria, aunque implícito en la
organización social de los habitantes de Santa María del Río. En palabras de Pierre
Bourdieu: “Los símbolos son los instrumentos por excelencia de la ‘integración so-
cial’: en tanto instrumentos de conocimiento y de comunicación, ellos hacen posible
el consensus sobre el sentido del mundo social que contribuye fundamentalmente a la
reproducción del orden social” (Bourdieu, 1977: 408).1
Asimismo, el paralelismo entre el emigrante y el difunto no sólo posibilita el orden
social, sino que también se expresa en el interior de ese mismo orden; es decir, la
1
“Les symboles sont les instruments par excellence de l’ ‘intégration sociale’: en tant instruments de con-
naissance et de communication, ils rendent possible le consensus sur le sens du monde social qui contribue
fondamentalement à la reproduction de l’ordre social” (traducción de Juan Manuel Hernández Almazán).
34 • Vita Brevis
Analogías y contrastes entre las figuras del emigrante y del difunto
estructura sólo cobra sentido al hacer referencia a la relación entre cada una de sus
partes. Nótese la simetría, así como las oposiciones entre categorías de análisis: pre-
sencia/ausencia, comunidad de los vivos/comunidad de los muertos, separación/
retorno. De hecho, podríamos identificar esta misma “simetría inversa” en los ritos de
separación, ritos de margen y ritos de agregación de los emigrantes y los difuntos.
¿Acaso el investigador está proyectando su propia necesidad (obsesión) de or-
den en el terreno de estudio? Al respecto, cabe preguntarse sobre los límites de la
interpretación simbólica; es decir, ¿símbolo para quién? Si bien considero que es
importante no ceñirse en exclusiva a la exégesis de nuestros interlocutores, dado que
el análisis se convertiría en una reproducción intraducible para nuestros propios es-
quemas sociales, tampoco es recomendable imponer una interpretación que no sea
compartida por los actores sociales. En lugar de esto, considero que el sentido de los
símbolos en antropología debe ser operacional; esto es, de acuerdo con el lugar y la
hora en que nuestros interlocutores se expresan y comparten tales expresiones cultu-
rales, esto último con la condición previa de que cada sociedad produce sus propios
símbolos y, en general, sus propias formas de vida.
Bibliografía
Resumen
El presente artículo da cuenta de los resultados principales de una investigación llevada a cabo en
el Servicio Médico Legal de Chile (sml), cuyo objetivo fue describir la representación social entre
la ciudadanía respecto al sml, así como al fenómeno de la muerte y el dolor. Con base en esto se
reflexiona sobre la existencia de un conflicto, una tensión entre el estado judicial y la tradición ri-
tual, vinculada con la propiedad del cadáver en el contexto de un rito de paso mortuorio trunco.
Abstract
This article deals with the results of research conducted in the Legal Medical Service (Servicio Médi-
co Legal or sml) in Chile. Its aim was to discover the social representation between citizens with re-
spect to the sml, as well as to the phenomenon of death and suffering. As a result, reflections are
offered on the existence of a conflict, a tension between the judicial state and ritual tradition, linked
to the propriety of the corpse in the context of an incomplete mortuary rite of passage.
36 • Vita Brevis
Representación social de la muerte y tensiones liminales en la morgue de Santiago, Chile
El dolor evoca de manera vaga la presencia en el ser humano de una muerte que éste
aprehende, y le recuerda la finitud de su condición. Es la marca de su contingencia.
Sufrir es sentir la precariedad de la propia condición personal, en estado puro, sin
poder movilizar otras defensas que las técnicas o las morales. No obstante, aunque
parezca al hombre el acontecimiento más extraño, el más opuesto a su conciencia,
aquel que junto a la muerte le parece el más irreductible, es sin embargo el signo de su
humanidad. Abolir la facultad de sufrir sería abolir su condición humana.
David Le Breton, Antropología del dolor
Introducción
E
n el marco de mis labores como profesional en el Servicio Médico Legal (sml)
de Santiago, me vi enfrentado a abordar la temática de la muerte como foco
de investigación. Para la ciudadanía, el sml de Santiago se vincula con la
muerte: es la morgue1 de la ciudad. A diario la “crónica roja” informa acerca de esto
en los diarios; los noticiarios de televisión y otros medios de comunicación masiva
están atentos afuera de este recinto, para informar acerca de cuanto asesinato, suici-
dio, violaciones y accidentes de tránsito ocurren en Santiago; esta institución también
converge con otros hitos de impacto nacional, como la problemática generada con la
identificación de restos humanos relacionados con la violación de los derechos huma-
nos durante la dictadura, así como con otros episodios judiciales de alta connotación
pública. Sumado a lo anterior, la ubicación de esta institución forense, junto a dos
cementerios, el hospital psiquiátrico de la ciudad y otros hospitales públicos, construye
un espacio que, intencionadamente o no, ha ido conformando un barrio temático, en
el norte de la ciudad, donde se concentran instituciones sensibles para nuestra socie-
dad, que por sí solas o en conjunto refieren a dimensiones humanas que tienen que ver
con el sufrimiento, la pérdida y el dolor. Así, la percepción de la ciudadanía respecto
al sml2 no está lejos de la realidad y me parece que se ha construido un imaginario
social que no sólo lo vincula con la muerte, sino también con la violencia en Chile.
1
El significado de morgue es “depósito de muertos”. Se trata de un concepto del siglo xvii, referente al
lugar donde los presos debían identificarse en la prisión de Francia. Tiempo después el concepto se asoció
para denominar al Instituto Legal de París, donde se exponían los cadáveres no reclamados.
2
En efecto, la misión del Servicio Médico Legal (sml) como organismo del Estado es otorgar un servicio
altamente calificado en materias médico legales y forenses a los órganos de la administración de justicia y
la ciudadanía en general, por medio de la realización de pericias médico legales. Esto trae consigo que las
personas que llegan a esta institución lo hacen necesariamente por su vinculación con causas judiciales,
Las estadísticas nos indican que de las 98 059 defunciones que ocurrieron en 2010
en Chile, según las cifras del Registro Civil –de acuerdo con la Unidad de Estadística
del sml de Chile–, 12 303 correspondieron a personas que debieron ser ingresadas a
las salas de autopsia del sml. De éstas, 7 915 correspondieron a cadáveres sometidos
al proceso pericial en el sml de Santiago. Esta cifra representó 64.33% de los cuer-
pos a los que se realizó la autopsia en el sml en 2010 a escala nacional. La mayoría
fueron casos de personas fallecidas que por orden de un juez o un fiscal quedaron
sujetas a un procedimiento pericial, para que luego sus deudos acudieran a realizar
una serie de trámites administrativos que les permitieran retirar el cuerpo y ejecutar
el rito mortuorio conforme al ideario cultural y religioso. No obstante, el sml es más
que la práctica de autopsias y la entrega de cadáveres a sus deudos. Su identidad y
cultura organizacional también se compone de otros elementos que conforman la
función pericial de este organismo auxiliar de la justicia, muchos de los cuales pare-
cieran invisibilizados para el colectivo de la sociedad: peritajes de lesiones, sexología,
psiquiatría forense, tránsito, responsabilidad médica, tanatológicos y exámenes de
laboratorio (alcoholemias, bioquímicos, toxicológicos, adn e histológicos).
En virtud de lo anterior surgió la necesidad de conocer y observar cómo la ciuda-
danía mira al sml, cuáles son sus percepciones, opiniones y expectativas respecto a
esta institución, a modo de evaluarlas y calificarlas con miras a mejorar esta imagen,
desmitificar los mitos construidos sobre su quehacer y elaborar las políticas y acciones
pertinentes orientadas a rectificar u optimizar una imagen que pareciera unívoca.3 Con
lo que sin duda da una alta significación identitaria a esta institución, al relacionarla con aspectos de la
vida cotidiana que podríamos calificar como “poco agradables”. Uno de los productos más reconocidos y
claramente asociado con el quehacer de esta institución se vincula en forma directa con el Departamento
Técnico de Tanatología en lo que corresponde a la práctica de autopsias, cuya finalidad es esclarecer la
causa de muerte de las personas fallecidas que son ingresadas al sml por orden de la autoridad compe-
tente, ya sea el fiscal o el juez.
3
La importancia del estudio de la representación social que los usuarios del sml han autoconstruido
respecto a esta institución, la cual involucra a su vez percepciones y expectativas de parte de ellos, se
convierte en un hecho particular con una injerencia o impacto directos en el desarrollo de elementos o
acciones de mejora que la institución puede ejecutar a fin de mejorar la calidad en la entrega de sus va-
riados servicios a sus usuarios. Esta razón de mejora continua se enmarca en el proceso de modernización
del Estado que diversos gobiernos han buscado, generado y conducido en el desarrollo del quehacer de
los servicios públicos. Así pues, en un mundo globalizado, el tema de la calidad de la atención, gestión
y de la producción o prestación de servicios constituye hoy en día un imperativo esencial; por ende, ob-
tener información crítica sobre los ciudadanos, que al fin y al cabo son los demandantes de los bienes y
servicios públicos que provee el sml, nos parece fundamental para la mejora de la calidad en la entrega
de estas prestaciones.
38 • Vita Brevis
Representación social de la muerte y tensiones liminales en la morgue de Santiago, Chile
Materiales y métodos
niveles de variable
# objetivos específicos variables
análisis temporal
Información
Describir el imaginario (conforme previa sobre
a la memoria) que posee el grupo el sml
de usuarios observado respecto al Atención del
1 Antes
sml en su relación con la muerte sml
(morgue) antes de hacer uso Expectativas
de sus servicios. Muerte
(morgue)
Experiencia
Describir el imaginario que posee Información
el grupo de usuarios observado Percepciones previa
respecto al sml en su relación con Atención del
2 la muerte (morgue) después de haber Expectativas sml Después
hecho uso de sus servicios, teniendo Expectativas
una aproximación real Conocimiento Muerte
a la institución. (morgue)
Resultados
La rsde la ciudadanía respecto al sml. Para conocer la opinión del usuario acerca del
sml fue necesario enfocar el análisis en las fuentes informativas que éste tenía sobre
esta institución pública, dar cuenta del conocimiento que manejaba antes de llegar y
acceder a los conceptos que vinculan al sml, entre otros. Con este objetivo se apeló a
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la memoria, a las palabras vinculadas con una imagen que se elabora y que más tarde
se reconstruye con base en la experiencia propia desde el tiempo presente.
Se estableció así un acento relevante en el discurso: que el sml es un lugar donde se
hacen autopsias y, por ende, se desarrolla una labor científica y legal, en el marco de la
aplicación de justicia en el país. También se constató que el sml les resultaba conocido
por los medios de comunicación. Todos los entrevistados compartieron la idea de que
el lugar se relaciona con la muerte, sobre todo por las noticias de cierta connotación
nacional. A propósito, se observó que los usuarios veían como lejana la posibilidad de
involucrarse de manera personal con la institución, experimentando cierta distancia,
lejanía y marginalidad.
También quedó de relieve la imagen del sml cuando se paralizan las actividades;
una opinión generada a través de los medios de comunicación, donde se configura un
servicio público adherido a las movilizaciones sindicales y cuya participación incide
negativamente en la sensibilidad de la sociedad: una de las ideas más comunes de los
discursos se relacionó con la demora en la entrega de los cadáveres cuando las activi-
dades se detienen. Esto genera la concepción preconcebida de un servicio integrado
por personas insensibles, inhumanas, incapaces de mostrar empatía y de ponerse en
el lugar de los deudos.
Asimismo se le vinculó con la idea de que es una institución del Estado y, por ende,
presenta las características “propias” de las mismas, sobre todo las relacionadas con la
salud: demora en los trámites, largas filas para solicitar algún antecedente o sacar cita,
infraestructura precaria, mala atención, servicio de poca calidad, sueldos bajos, condi-
ciones higiénicas deficientes, entre otras. Muy asociado con lo anterior, sobre todo en
los últimos años, se le relacionó con la corrupción en el servicio público, en particular
con la adulteración de resultados periciales. A esto se sumó la creencia de que el sml se
encuentra ligado con las causas de los derechos humanos y se recordó cómo, también
a través de los medios de comunicación, la institución reconoció que cometió errores
de identificación en los cuerpos de detenidos y desaparecidos exhumados en el patio
29 del cementerio general.
La rs del sml a partir de la experiencia del usuario. La opinión de los usuarios, tras recibir
atención o ser sujetos a exámenes periciales, se fundó en las valoraciones establecidas
por cada persona según su propia experiencia e historia individual. Sin duda esto
se vincula con el concepto de muerte, absolutamente transversal durante el estudio
realizado. Se observó que, si antes el sml era un lugar exclusivamente vinculado con
la muerte, el depósito y la entrega de cuerpos, tras la experiencia y visita se abrió el
abanico de actividades que se realizan allí, con lo cual se amplió también la percep-
ción sobre la labor institucional.
En el caso de los usuarios del Departamento de Tanatología, el contexto de su pre-
sencia en estas instalaciones públicas es particular, en el sentido de que están pasando
por una experiencia traumática, una situación de luto, de pérdida y dolor, y se encuen-
tran bajo atenuantes psicológicos de muchos estrés. Por lo tanto, el recuerdo acerca de
su experiencia obedece o se enmarca bajo estas circunstancias. En otras palabras, cons-
truyeron discursivamente una representación social de la institución. En estos términos
se observó que para todos ellos el hecho de convertirse en usuarios del sml implicó
cierta sensación de bautismo, de “ser primerizos”, no por el hecho de jamás haberse
acercado antes a este lugar, sino porque la condición de deudo siempre pareciera que
se asume por primera vez, debido a que es algo para lo que nunca se está preparado.
De cierta manera esta condición de primerizo se asocia con la incertidumbre, con
vivir una experiencia traumática –de shock–, con la desorientación y confusión en los
trámites. En fin, la persona se encuentra en un estado particular que ciertamente
no se inició en el sml, sino en el momento de la muerte del familiar, ya fuera en la
vía pública o en un hospital, en las gestiones con carabineros o con doctores y en su
previa relación con la funeraria. Así, el sml sólo representa un paso más: una parte
de un proceso que siempre se vivirá como una primera vez.
En función de esto, la construcción del imaginario colectivo sobre este lugar se
centra en las opiniones respecto a la atención recibida, las cuales sedimentan una
memoria significativa sobre la institución a partir de su rol como usuarios.
Una primera aproximación se relaciona con la atención recibida por parte de los
funcionarios. En el caso del Departamento de Tanatología, algunos discursos consi-
deraron un elemento importante el trato y la empatía recibidos, sobre todo porque la
comunicación ocurre bajo circunstancias especiales y en un espacio donde el vínculo se
establece a consecuencia de la muerte de un ser querido. En este sentido, la mayor parte
de los discursos coincidieron en el hecho de que, pese a las circunstancias apremiantes,
la atención recibida fue muy bien evaluada. Sin embargo, también se coincidió en que
el trato del funcionario resultó frío, e incluso algunos lo llegaron a considerar como in-
humano. Se da por sentado que este acento discursivo se correlaciona en las dicotomías
vida/muerte, persona/no persona, humano/no humano, caliente/frío, cocido/crudo,
lo cual indicaría que en este lugar el espacio de atención se vincula con la muerte, el
frío, lo inhumano, lo crudo, proporcionado por “no personas”.
Esta dualidad discursiva, donde por un lado se perciben amabilidad y empatía y
por el otro frialdad e inhumanidad, se puede entender porque el proceso de atención
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en este departamento tiene dos espacios diferentes: la oficina 43, donde se procesan
los trámites legales y administrativos, y la sala de reconocimiento de los fallecidos,
donde se establece un nexo cercano con el cuerpo por ser el último momento en que
se está con el difunto.
Asimismo se apreció una tendencia a considerar el trabajo pericial como una labor
profesional, donde subyacen el respeto y la admiración por la labor desempeñada. En
general se apreciaron dos ideas respecto a las tareas de los funcionarios: por un lado,
que éstos efectúan un labor que no tiene nada de especial y que sólo requiere tiempo
para acostumbrarse, y por otro lado, que para trabajar en este tipo de empleos –aso-
ciados con la muerte– el funcionario debe contar con cierto tipo de carácter: “tener
guata”. Ambas modalidades reflejan un ejercicio de empatía con los funcionarios y la
labor que realizan, en la medida que, por la naturaleza del lugar, deben mostrar em-
patía, tolerancia y vocación. Un eje de este discurso irrumpió tenuemente en cuanto
al trato recibido, pues algunos consideraron que es un trabajo particularmente difícil
que requiere una preparación especial para atender a los usuarios.
Otro punto de atención se relacionó con el contexto material, de infraestructura
y espacial donde se desarrolla la interacción entre funcionario y usuario. Esto cobró
una relevancia particular en el discurso de los usuarios en la medida que se sintieron
acogidos o no de buena manera. En este sentido, las opiniones y valoraciones pusie-
ron de relieve el olor, las condiciones de los baños, el tamaño de la sala de espera y
las condiciones precarias de la espera en las inmediaciones del sml. La falta de un
lugar físico de permanencia y comodidad indicaría para muchos individuos una falta
de deferencia con el usuario. Llama la atención la temática de la higiene, que pareció
sorprender a todos, pues en su mayoría se llega con la preconcepción de que, por
ser un lugar de muertos, se trataría también de un lugar sin higiene, sucio, oscuro y
desordenado.
Otra distinción, también en relación con la espacialidad y la infraestructura, fueron
los tiempos de espera para ser atendidos. Al respecto, las opiniones difirieron según el
departamento técnico al que se haya concurrido, ya fuera para el proceso pericial,
el reconocimiento de fallecidos o el retiro de un cuerpo. Es cierto que en el Depar-
tamento de Tanatología la demora es bastante más larga que en el de Clínica. Esto
nos indica que, bajo el prisma de la experiencia, efectivamente se trata de elementos
preconcebidos por un imaginario colectivo, según el cual los tiempos de espera serían
largos, el olor nauseabundo y la infraestructura precaria.
El siguiente diagrama expone los principales ejes discursivos obtenidos mediante
el estudio realizado.
La muerte como un hecho traumático. Se apreció que la experiencia del deudo al hacer el
reconocimiento de un fallecido, familiar o amigo se traduce en gestionar administra-
tivamente las contingencias propias del proceso y rito funerario; constituye una de las
experiencias que más nos acercan a la muerte y, dadas las características de los fallecidos
que llegan al sml –en su mayoría suicidios, asesinatos y accidentes de tránsito–, suele
ser muy traumática, poco acogedora y, lo más común para todos, en extremo dolorosa.
Un primer sentimiento que aflora en el proceso ritual es el sentido de pertenencia
–es decir, de tener el cuerpo– y de incredibilidad por lo que está sucediendo. Se trata
de un hecho inesperado y sorpresivo que exige una constatación empírica: ver y estar
con el cuerpo, pues sólo así es posible lograr una primera aceptación del hecho y,
claro está, de la pérdida, para dar inicio al proceso fúnebre y de luto. Por esta razón
se encuentra tan presente en la memoria colectiva la paralización de actividades del
sml cuando no se entregaron los cuerpos a sus familiares y, en consecuencia, éstos
ingresaron a la fuerza al recinto y llegaron hasta las cámaras de conservación.
Otra apreciación respecto al rol del sml en el proceso funerario y peritaje que lle-
va a cabo con cada fallecido es que los familiares o amigos de los difuntos coinciden
en que la demora en la espera del cuerpo aumenta el dolor. En esos momentos sólo
se desea completar los pasos del ritual funerario, el último de los cuales es el entierro
y la despedida definitiva del deudo con su ser querido.
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Según la edad del fallecido, la experiencia que se vive y el proceso del luto en los
familiares se hace más o menos llevadera. Así, la muerte de un hijo es diferente a la de
un padre. Esto tiene sentido con la idea de que la representación social de la muerte
se vincula con el ciclo de vida humano, sobre todo por la manera en que se represen-
ta en nuestra sociedad a la vejez. Se podría plantear entonces la ecuación de que la
muerte de un anciano causaría menos dolor que la de un niño. Estamos de acuerdo
con Van Gennep (1986: 207), quien notó los aspectos sociales del ritual y de las aflic-
ciones, cuando expresa que “la longitud del periodo de luto aumenta con la cercanía
del lazo social al difunto y con la categoría social más alta de la persona muerta. Si el
muerto fuera un jefe, la suspensión afectaría a la sociedad entera”;4 posiblemente en
otras sociedades la experiencia y la vejez se valoren de otra manera y el final de sus
vidas resulte más traumático.
4
Van Gennep (1986) escribe que “durante el luto, la vida social queda suspendida para todos los afectados,
y durante tanto más tiempo: a) cuanto más estrecho sea el vínculo natural con el muerto (viudos, parientes);
b) cuanto más elevada sea la posición social del muerto. Si el muerto era un jefe, dicha suspensión afecta
a la sociedad entera”.
La muerte como tabú y la búsqueda de respuestas: entre lo religioso y lo secular. Desde la pers-
pectiva de los participantes, existe consenso en que la muerte en nuestro país es un
tema tabú, en la medida que no es digno de tratarse abiertamente. Se le ve como
algo lejano, tenebroso, espantoso e irreversible. Es un hecho que nuestra sociedad no
enseña a enfrentarla, negándole su existencia como parte integral de la vida misma.
De una u otra forma, los discursos coinciden en que la muerte de un cercano genera
preguntas obligadas, no tanto vinculadas con el difunto, sino con la propia vida. Aquí
el mundo, aquello que nos rodea, es sólo el contexto del vínculo entre vida y muerte.
La muerte muchas veces se relaciona con sistemas particulares de creencias,
muchas de las cuales comparten la idea central de que una vez ocurrida el camino
apunta hacia un lugar no terrenal, al cual se llega tras un largo viaje y donde el que
el ser querido –su alma–5 estará en mejores condiciones. Por lo tanto, todo sistema de
creencias contaría con modelos de respuestas concretas ante diversas situaciones de la
vida, incluida la muerte.
Una de las preguntas entre los deudos durante del rito funerario y en general du-
rante el proceso del luto consiste en saber la razón del fallecimiento, del abandono.
Según las creencias y convicciones culturales o religiosas, esto puede ser visto como
un castigo o como la realización de la voluntad de Dios. Del mismo modo, en el
5
No puedo dejar aquí de referirme a James George Frazer, quien en su libro La rama dorada, al referirse
al alma, describe la historia de “un misionero europeo [que] dirigiéndose a unos negros australianos, les
dijo: ‘Yo no soy uno, como ustedes piensan, sino dos’. Al oír esto, se rieron. ‘Pueden reírse lo que gusten’,
continuó el misionero; ‘yo les digo que soy dos en uno: este cuerpo grande que ven, es uno; dentro hay
otro pequeñito que no es visible. El cuerpo grande muere y es enterrado, pero el cuerpo pequeño vuela
y se aleja cuando el grande muere’. A esta relación algunos de los negros replicaron asintiendo: ‘Sí, sí.
Nosotros también somos dos; nosotros también tenemos un cuerpecito dentro del pecho’. Cuando les
preguntó adónde se iba el cuerpecito después de la muerte, unos dijeron que al bosque, otros que al mar
y uno contestó que no lo sabía” (Frazer, 1890: 218).
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proceso de luto los sistemas de creencias particulares muchas veces hacen de estas
experiencias procesos demasiado dolorosos, de abandono, depresión, tristeza y ena-
jenación, entre otros estados personales.
Por otro lado, cuando existe una arreligiosidad en el interior de la familia, la muer-
te es vista de modo más pragmático: el dolor es llevado de otra forma y la ritualidad
funeraria se rige con otros tiempos y espacios. Aquí los deseos del fallecido, el testa-
mento, la promesa en vida cobran un sentido casi literario en el destino de los restos
mortuorios. Algunos familiares con menor carga religiosa observan la muerte desde
una perspectiva práctica y utilitaria, como un trámite que, si bien es doloroso por lo
que significa vivir el proceso de la muerte en una institución pública, se aminora con
el hecho de que el difunto se preocupó en vida por dejar arreglados los trámites de
su fallecimiento. Esto indicaría que para algunos la muerte es una preocupación más
bien económica, social o familiar, la cual se experimenta en vida: tener una tumba
pagada, un testamento definido y papeles legales al día, entre otros.
Ambas percepciones de la muerte son el reflejo de los cambios acaecidos en el
último siglo, del vertiginoso proceso de modernidad y modernización, de los cambios
estructurales del campo chileno, el crecimiento de las ciudades, la instauración de
economías de mercado, la impersonalidad de las relaciones ante los grandes avances
de la tecnología, entre otras. Todo esto ha configurado modelos diferentes de pensar y
prepararse para la muerte, desde ritos conservadores y tradicionalistas y absolutamen-
te normativos, hasta otros vinculados más con los sistemas de créditos para sepelios y
tumbas, categorías de cementerios, precios de los ataúdes, costo del velatorio, etcétera.
En este sentido, la memoria y experiencia caracterizan un discurso elaborado,
muchas veces pensado y repensado, comunicado y recomunicado: un discurso sedi-
mentado que se elabora y cobra sentido en los contextos comunicativos, los cuales
plantean patrones colectivos de representación de la experiencia. Como refieren
Pinazo y Bueno (2004), para las personas la muerte puede adquirir muchos signifi-
cados diferentes. Y de acuerdo con Kalish (1991) se le puede considerar como “un
hecho biológico, un rito de traspaso, algo inevitable, un hecho natural, un castigo, la
extinción, la realización de la voluntad de Dios, el absurdo, la separación, la reunión,
una causa razonable de enfado, de depresión, de negación, de represión, de culpa,
de frustración, de alivio”.
Una de las cosas que nos enseña la tanatología –el estudio de la muerte– es que,
aunque a todos nos llega, las percepciones que tenemos sobre ella varían demasiado.
En muchas culturas, tanto del pasado como del presente, se ha considerado que el
fallecimiento es un momento de marcado carácter social, del que toda la comunidad
es testigo y copartícipe. Si bien las formas de afrontarlo son únicas en cada sujeto,
encontramos respuestas recurrentes y percepciones similares.
Tan importante es llevar a cabo el rito fúnebre, que Eliade advierte que entre cier-
tos pueblos el entierro ritual es el que confirma la muerte: aquel que no sea enterrado
según la costumbre, no está muerto. Por lo demás, no se da por válida la muerte de
nadie hasta después del cumplimiento de las ceremonias funerarias o cuando el alma
ya fue conducida ritualmente a su nueva morada, en el otro mundo, y admitida entre
la comunidad de los muertos (Eliade, 2001: 100). Ciertamente, entre las sociedades más
modernas, urbanas y secularizadas ha pasado a ser un evento que sólo capta el interés
del individuo y su familia, por lo que en apariencia este rito de tránsito ha perdido
su carácter ritual. Como añade Eliade, esto no significa otra cosa que lo que muestra
el acta de un fallecimiento; sin embargo, también plantea (ibidem: 105) que incluso la
arreligiosidad en la vida social se encuentra muy rara vez en estado puro, incluso en las
sociedades más secularizadas. Por eso, si bien en el mundo profano existe una secula-
rización radical de la muerte, del matrimonio y del nacimiento, también es cierto que
subsisten vagos recuerdos y nostalgias de comportamientos religiosos abolidos. En este
sentido, mientras el cuerpo está en custodia del sml, allí se desarrolla un acto sagrado
y arquetípico de la tradición fúnebre.
Debemos añadir que, según la visión del mundo que se tenga o la adhesión a al-
guna religión por parte del fallecido o sus familiares, el rito mortuorio llevado a cabo
en nuestras ciudades muestra ciertas regularidades que permanecen en el tiempo,
subsisten invariablemente y de una u otra manera nos vuelven hacia nosotros mis-
mos, a la tierra, a la fragilidad, a lo incontrarrestable, entre muchos conceptos más
que aluden al destino y a un final. Lo relevante para nuestra reflexión es que el sml,
como institución estatal, es partícipe de este rito tradicional.
Discusión
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El rito de tránsito truncado (sacro, significativo y mítico). Para llevar el análisis a los sentidos
culturales del rito funerario, desde la perspectiva antropológica todo culto funerario
considera una serie de acciones orientadas a ocuparse del cuerpo, limpiarlo, vestirlo
y disponerlo para que sea visto como una forma de rendirle homenaje. También im-
plica el depósito de ofrendas en forma de flores o alimentos, así como rezar junto a la
tumba. Todo esto es un conjunto de prácticas ceremoniales asociado con la despedi-
da y el mantenimiento del recuerdo de los difuntos. De esta manera se constata que
el reconocimiento de fallecidos y el retiro del cuerpo del sml hace de esta institución
participe del culto funerario y, por ende, de un rito de paso, de tránsito, con carac-
terísticas míticas y sagradas. Pero no sólo participa; también lo trunca en su origen.
Por tal motivo, la estadía del cuerpo en una institución del Estado atenta contra la
eficacia simbólica del rito, en la medida que toda ceremonia fúnebre se debe conce-
bir como un rito de paso, significativo y mítico, que conlleva una eficacia simbólica.
Eliade afirma que “los rituales y los actos profanos significativos sólo poseen el sentido
que se les da porque repiten deliberadamente tales hechos planteados ab origine por
dioses, héroes o antepasados” (ibidem: 9). Para el autor, “no sólo los rituales tienen su
modelo mítico, sino que cualquier acción humana adquiere su eficacia en la medida
que repite exactamente una acción llevada a cabo en el comienzo de los tiempos por
un dios, un héroe o un antepasado” (ibidem: 19). Conforme repite el sacrificio arque-
típico, el sacrificante, en plena operación ceremonial, abandona el mundo profano
de los mortales y se incorpora al mundo divino de los inmortales (ibidem: 27). Por lo
anterior, la muerte es un “rito de tránsito”:6 para los “primitivos”, siempre se muere
para algo que no era esencial; se muere sobre todo para la vida profana. La muerte es
una iniciación, el comienzo de una nueva existencia espiritual. El nacimiento-muerte-
renacimiento son tres momentos de un mismo misterio, y todo el esfuerzo espiritual
6
“El rito de tránsito por excelencia lo representa la iniciación de la pubertad. Pero hay también un rito
de tránsito al nacimiento, al matrimonio y a la muerte, y podría decirse que en cada uno de estos casos
se trata siempre de una iniciación, pues siempre interviene un cambio radical de régimen ontológico y
de estatuto social” (Eliade, 2001: 113).
del hombre primitivo se enfoca en demostrar que entre estos momentos no debe exis-
tir ruptura. Uno no puede detenerse en ninguno de estos tres momentos. Se rehace
infatigablemente la cosmogonía para estar seguros de que se hace bien cualquier cosa
(ibidem: 113).
Bajo esta modalidad de rito trunco, el cuerpo en el sml no permite dar cuenta ni
expresar ritualmente la importancia social y pública del muerto, algo propio del rito
como expresión societal. Turner afirma que existen los ritos de crisis vitales:
Aquéllos en que el sujeto, o sujetos, del ritual pasa –como dice Lloyd Warner (1959)– desde
una ubicación placentaria fija en el útero de la madre, a su muerte e instalación definitiva
en el ataúd, con el encierro final en una sepultura como organismo muerto. Este proceso
presenta una serie de momentos críticos de transición que todas las sociedades ritualizan y
señalan públicamente con ceremonias apropiadas para inculcar la importancia del indivi-
duo y del grupo entre los miembros vivos de la comunidad. Dichos momentos importantes
son el nacimiento, la pubertad, el matrimonio y la muerte (Turner, 1988: 172, 303).
Del mismo modo, esta situación anómala, de no darse un ritual público, expresa
también la imposibilidad de expresar la emocionalidad y hacer del rito un fenómeno
que refuerza los vínculos societales. Para Paul Irion (s.f.):
El ritual empieza como respuesta espontánea a una situación dada, para satisfacer nece-
sidades que la gente no puede verbalizar. Ésa es la razón por la que los rituales son tan
importantes en situaciones de crisis en las cuales la cuestión de la significación se origina
inicialmente en factores emocionales más que en aspectos racionales […] Es a través del
ritual público que la experiencia del duelo y sus emociones son aceptadas y atendidas por
la sociedad.
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parentesco con el fallecido. Las estipulaciones del luto también dependen del grado
de parentesco y se sistematizan conforme a la modalidad especial de cada pueblo de
contar dicho parentesco –paternal, maternal, de grupo, etc.–. En esta fase la vida so-
cial queda suspendida para todos los afectados, y durante tanto más tiempo: 1) cuanto
más estrecho sea el vínculo natural con el muerto (viudos, parientes) o 2) cuanto más
elevada sea la posición social del muerto (ibidem: 206-207).
En fin, ante la muerte sobreviene una reacción emocional, física y subjetiva llamada
“duelo”: un estado objetivo de privación, de despojo, fenómeno complejo y variable
en cuya evolución inciden múltiples factores. La disposición del cadáver en la sociedad
humana se ha rodeado de actos rituales en torno al cuerpo, los funerales y, en general,
de carácter conmemorativo para favorecer el trámite del proceso de duelo.
Desde esta perspectiva, los usuarios del sml se encuentran en un estado de separa-
ción –liminal–, con el que se comienza a formar parte de un rito de reintegración a la
sociedad. El deudo está en condiciones emocionales muy fuertes: es un ser despojado.
Como el cadáver se halla en custodia de la institución, no puede ser dispuesto para
la realización de los actos rituales ceremoniales en torno al cuerpo. Si asumimos lo
analizado en las páginas anteriores, podemos establecer el siguiente modelo analítico:
ritualidad
rol del sml en el proceso formalidad
del rito funerario
muerte sml
f
f f j u
a d u m u n
m disponerlo a s recoger disponerlo c
o n n i
i preparar t
l c d el cuerpo o
i el cuerpo vestirlo i vestirlo
l o i a c n
homenaje t autopsia a
i r ó i
a limpiarlo
n
o a médico-legal limpiarlo r
i
o
entrega del cuerpo s
depósito de ofrendas depósito de ofrendas
c
s r
i e deseos de buen viaje
s e
t n cortejo fúnebre
e c
m i
a a entierro
s
despedida
luto
Bajo este esquema apreciamos que el sml se convierte en una parte integral de la
primera parte del rito, vinculada con los actos de recoger el cuerpo, la realización de
la autopsia médico legal y la entrega a los familiares. En un caso normal, los actos
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Representación social de la muerte y tensiones liminales en la morgue de Santiago, Chile
Conclusión
Como comentaba con un amigo, el antropólogo mexicano Edgar Gaytán, quien tuvo
la gentileza de leer este artículo, se debe enfatizar en la existencia de cierta ortodoxia
en los procedimientos institucionales, los cuales muchas veces incurren en prácticas
“antinaturales” para las necesidades psicosociales y culturales de la gente. Esta secula-
rización, muchas veces innecesaria, por lo general responde a políticas y procedimien-
tos contingentes y en ocasiones obsoletos, mediante los cuales la institución se apropia
de manera autoritaria del cuerpo, transgrediendo vínculos y valores socioculturales.
Como parte de los procedimientos internos del sml, los funcionarios que trabajan
en la Sala de Entrega de Fallecidos del Departamento de Tanatología juegan un rol en
el proceso ritual fúnebre. Ciertamente es poco probable que los familiares, amigos o
deudos participen en la fase inicial del rito mortuorio en el interior del sml, es decir, en
la preparación y limpieza, ya que el cadáver está en custodia de los órganos de justi-
cia del Estado chileno desde el momento del fallecimiento. Así, el cuerpo no puede
ser devuelto a los familiares hasta que el fiscal que lleva la causa judicial así lo deter-
mine. En cuanto llegan a esta institución, los deudos o dolientes buscan ver, tocar,
tener el cuerpo: hacer el reconocimiento y que éste sea entregado a la brevedad. Es
decir, vienen a “rescatarlo”, a recuperar lo perdido.
En consecuencia, y para llevar el análisis a un contexto más amplio, lo que se
observa en este espacio de interacción es la centralidad del cuerpo cadavérico, me-
diado por un conflicto entre la norma del Estado judicial y la norma consuetudinaria
del rito, que no hacen más que revelar la tensión entre modernidad y tradición. La
fachada del sml se convierte en el límite físico y simbólico entre el Estado y la socie-
dad, lo moderno y lo tradicional, lo secular y el sistema de creencias. La frontera es
ritual y formal: una frontera que divide y concreta una tensión, que sólo explota y
encuentra su cauce cultural una vez que el cuerpo ha sido entregado y la ceremonia
fúnebre prosigue su curso normal.
Bibliografía
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Los abatidos al patíbulo: disciplina
y control de la muerte durante el
bandolerismo en Brasil
Juan Camilo Riobó Rodríguez
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia
Resumen
En este trabajo se realiza un análisis semiótico del fenómeno del bandolerismo en Brasil por medio
de la masacre de Angico, en el noreste brasileño, episodio central en el ocaso de los cangaçeiros o
bandidos nordestinos. Perpetrada en junio de 1938, allí se dio muerte a Virgulino Ferreira, alias
Lampião, a su compañera María Bonita y a nueve de sus lugartenientes. El artículo indaga en una
fotografía tras las ejecuciones como situación de etiqueta social, así como en la significación de
los recursos empleados por la fuerza pública para mitigar los efectos políticos de las cuadrillas
bandoleras en el noreste brasileño. Una de estas prácticas consistió en la exposición de los cuerpos
abatidos, en aras de construir una imagen palpable de poderío y efectividad militar, a partir de la
glorificación de la justicia y su valor correctivo.
Abstract
In this work a semiotic analysis is conducted on the phenomenon of bandolerismo (banditry) in Bra-
zil vis-à-vis the massacre of Angico in the country’s Northeast, a central episode in the decline of
the cangaçeiros or northeastern outlaws. In June 1938 the massacre took the lives of Virgulino Fer-
reira, alias Lampião, his partner María Bonita, and nine members of their band. The article delves
into a photo taken after the executions as a situation of social etiquette and into the significance
of the resources employed by law enforcement to mitigate the political effects of bandit gangs in
northeastern Brazil. One of these practices was to display the bodies of those killed to construct
a palpable image of power and military effectiveness, based on the glorification of justice and its
corrective value.
L
a semiología como ciencia estudia la vida de los signos lingüísticos en su fun-
ción social (Guiraud, 1999: 107-133). Para Saussure, el signo es definido como
un código formal de la comunicación y emerge en forma de rito ceremonial,
fórmulas de cortesía, rituales sociales y saludos, entre otros. La comunicación que dota
el signo en la trasmisión de ideas y mensajes se estructura en un sistema de códigos que
la conforman: objeto, referente, código de transmisión y destinatario. Su función co-
municativa es la emotividad entre el mensaje y el emisor, lo connotativo con la reacción
del receptor cuando recibe el mensaje, la poética en la función estética del mensaje, su
transformación en un objeto y, finalmente, la función fáctica que afirma la comunica-
ción en las relaciones sociales por medio de los procesos que dotan de significación a
los signos (ibidem: 13). Estas funciones distinguen un signo lógico y otro expresivo que
constituyen el sentido de información del círculo transmisor de comunicación, con lo
cual se distingue la socialización del lenguaje en los sistemas culturales (idem).
Para John Deely (1996: 53-77), el rol del signo debe estudiarse con un método que
profundice la reflexión sobre las capas de intensidad de la marca comunicativa en la
sociedad y una actividad semiótica que brinde un punto de vista de prelación entre
los elementos constitutivos del acontecimiento dentro del signo. Deely apuesta por
concertar, en la semiosis, la concentración del signo en cualquier actividad humana y
la revelación del método semiótico por sus partes intertextuales, enfocado en las pers-
pectivas objetuales de su significado y sus impactos en los roles ceremoniales sociales
y culturales. Es en parte la búsqueda de un método de interpretación la que distingue
las construcciones del lenguaje, las señales, los códigos; en definitiva, los espacios en
que circula su producción semántica como un todo de sentido y significación.
Ejemplo de estos lugares de movilización del signo, en el cual ceremonia y ritua-
lidad son participantes, es el estudio del Baile de los negritos, en Uruapan, por parte
de Jorge Amos Martínez (2002: 95-122), quien señala cómo estas danzas son textos
culturales de identidad que agrupan una serie de signos en máscaras, kinemas, baila-
rines, etc., y que otorgan un vaso comunicante con los asistentes al baile. Asimismo
menciona que las fiestas durante la Colonia servían para mantener las estructuras de
castas. Con el tiempo, las sociedades negras e indígenas vieron en estas festividades la
posibilidad de recrear sus propias culturas, hasta que los signos del baile trascendieron
en la identidad étnica, que luego se integró al resto de la población (ibidem: 116). Este
ejemplo nos permite acercarnos a las dinámicas del signo en la comunicación, en el
mismo lugar que la cultura traza sus propias maneras de sentido e interpretación;
para este caso particular, el baile demuestra la importancia del análisis textual de los
fenómenos y sus roles en el contacto con la actividad humana.
56 • Vita Brevis
Los abatidos al patíbulo: disciplina y control de la muerte durante el bandolerismo en Brasil
A raíz del valor del signo en la sociedad, es importante analizar situaciones que
contribuyan a visibilizar la relación del signo en el acontecimiento. En este sentido, la
perspectiva analítica de interpretar la semiótica del comportamiento humano, como
lo hace Civ’jan (1979: 173-187) con la etiqueta de los actos protocolarios, identifica el
alcance del signo en las relaciones sociales por medio de los actos de ritualización y ce-
remonia. Se trata de situaciones de etiqueta que profundizan las dinámicas de acción
de los símbolos en sus vínculos con la sociedad, en concreto la inserción de los signos
en complejos sistemas de representación con un significado preciso de desplazamiento
entre emisor y receptor, significante movilizado por una necesidad de comunicación
inherente a la operación sociopolítica de las personas con su medio. El autor señala
que en cualquier puesta en escena, como una reunión familiar, una cena de trabajo, el
entierro de un difunto o la celebración de una festividad, entre otras formas de vínculo
y contacto entre grupos, existen actos de trascendencia que implican una intención
de comunicar, así como roles que posibilitan la salida y llegada del mensaje deseado.
Para el siguiente ejercicio de etiqueta se utiliza una imagen que retrata el ocaso
del bandolerismo en Brasil, con el asesinato de Virgulino Ferreira da Silva, alias
Lampião, en el marco de la recordada masacre de Angico, en el noreste de ese país.
El análisis se centra en una fotografía de la escena del “asesinato”,1 en la que se ob-
servan 11 cabezas superpuestas en una escalera, así como en la serie de objetos que
las rodean, como armas, cananas, sombreros, bolsos y unas máquinas de coser, entre
otros elementos. La imagen imita una estructura piramidal que recopila una muestra
característica de objetos comunes de los forajidos nordestinos en el siglo xx, repre-
sentación barroca de lo que podemos denominar a priori como una teatralización
del castigo frente a los criminales: acto mortuorio que marca la historia del final del
bandolerismo en Brasil con la muerte del célebre Lampião.
La fotografía retrata una situación de etiqueta social, ya que implica una organiza-
ción simbólica en la transmisión de un mensaje, comunicación integrada a un móvil
de expresión que condensa signos para su difusión. Este tipo de función acentúa el
proceso comunicativo del binomio emisor-receptor; es decir, existe una instancia orga-
nizativa que produce el sentido, en este caso la presencia del terror y la afirmación del
poder en una situación de sometimiento; en concreto, la teatralización de la muerte
1
La fotografía tuvo un papel importante en la difusión del mito bandolero. Los “Robin Hood” del pa-
sado quedaron retratados para la posteridad. Así se creó toda una iconografía romántica y fantástica en
blanco y negro que, con la popularización del retrato fotográfico, propagaría la figura de estos singulares
personajes (véase Marco, 2001: 190).
por parte del emisor para la propagación de un mensaje correctivo dirigido a los re-
ceptores: “cabezas cortadas”, signo inmerso en un contexto de inestabilidad política y
visibilidad de figuras indisciplinadas en una región agreste y conflictiva.
El desarrollo de la inestabilidad política derivada en la emergencia del fenómeno
del bandolerismo en el noreste de Brasil, en lo que se conoce como el “sertón”,2
incluyó tres ciclos históricos: emergió y tuvo su auge en la época imperial (1822-
1889); llegó a su apogeo durante la primera república, la Velha (1889-1930), con el
nacimiento del cangaço independiente, y se derrumbó con el Estado Novo de Getúlio
Vargas, en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Este panorama, bajo el últi-
mo ciclo de expansión, brindaría los sucesos correspondientes a la masacre, donde
bandas armadas paralelas a la fuerza pública irrumpían en los caminos para robar y
tomar el control de las principales rutas de acceso a la población; una lucha animada
por las fuertes sequías que acompañan la zona y sus altos índices de pobreza.
En pleno siglo xx, esta situación acusaba el nacimiento de la república brasileña
y la liquidación de sus lazos coloniales, en una crisis social que enfrentaba la mo-
dernización industrial en el sur con las ciudades de Río de Janeiro y São Paulo, y la
pauperización de los estados del noreste como Minas Gerais, Bahía y Pernambuco
(Pereira, 1992: 94). La inestabilidad del antiguo régimen resultó fecunda para el pro-
yecto económico del presidente Getúlio Vargas, quien combatió con medios represi-
vos cualquier brote de oposición a su sistema de industrialización.
Entre los actores sometidos a la represión de Vargas, los cangaçeiros o bandoleros
del sertón fueron un objetivo puntual de la nueva república. Como representantes de
la indisciplina del cuerpo social, actuaban en cuadrillas robando a los visitantes, en
numerosas ocasiones protegidos por las elites regionales y figuras eclesiásticas. Entre
estos sublevados destaca la figura de Virgulino Ferreira da Silva, nombre de pila del
famoso bandolero brasileño Lampião (“lámpara”), quien a raíz de una vieja rencilla
de sangre tras el asesinato de su padre organizó su propia cuadrilla bandolera y fra-
guó sus planes vengativos. Tras azotar el noreste brasileño con sus compañeros de
escuadra, murió envenenado el 29 de julio de 1938 en Angico. Como ninguna otra
2
Región reconocida por sus luchas mesiánicas y de resistencia contra la república en el siglo xix. El
levantamiento fue alentado por el reconocido líder mesiánico Antonio Conselheiro y sus seguidores, quie-
nes desafiaron al ejército brasileño en una confrontación de tintes religiosos en lo que se conoce como
la Guerra de los Canudos, entre 1896 y 1897. Después de la sublevación religiosa de Conselheiro, que
culminó con la destrucción total de la ciudad de Monte Santo, el sertón o “región agreste” se convirtió en
sinónimo de resistencia contra los diferentes proyectos de gobierno que buscaban instaurar la república
en todo el país (véase Da Cunha, 2005).
58 • Vita Brevis
Los abatidos al patíbulo: disciplina y control de la muerte durante el bandolerismo en Brasil
figura de los cangaçeiros, Lampião es el proscrito más recordado por los brasileños. Su
trágico deceso y su eterno amor por su compañera Maria Bonita es una explicación
oportuna para comprender la psique de su popularidad.
La indisciplina promovida por Lampião y sus lugartenientes, sumada a la inestabili-
dad de la zona del sertón, así como las intenciones de “progreso” de Getúlio Vargas,
empujaron a poner un punto final a las correrías delictivas de estos personajes, tarea
que consistió en eliminar su papel de benefactores entre la población, al romper su
cadena sanitaria con sus precursores y la posible reproducción de su símbolo de “inesta-
bilidad”. Como eliminar este remoquete de cangaçeiros a traición resultaba peligroso, las
acciones de control necesitaban ser precisas y elaboradas: no se asistía a la eliminación
física de un bandido, ya que en síntesis se trataba de contrarrestar los efectos políticos
de una figura que gozaba del monopolio de la fuerza y la identidad regional.
Así, en junio de 1938 el cabo João Bezerra, adscrito al batallón segundo de la
policía, detuvo al comerciante Pedro Cândido, de la villa alagoana de Piranhas, bajo
la sospecha de sostener vínculos con Lampião. Sometido a penosas torturas, el comer-
ciante terminó confesando su relación con el proscrito y declaró que los cangaçeiros se
encontraban escondidos en una pequeña cueva de la selva de Angico. Al parecer, los
militares obligaron a Cândido a dirigirse al lugar y confirmaron esta información.
Tras detectar a plenitud el sector y acordonar el lugar en plena noche, el cabo Be-
zerra obligó a Cândido a regresar a la cueva, esta vez con la misión –aprovechando
la complacencia de la oscuridad– de envenenar el café que tomarían por la mañana
los bandoleros. La acción surtió efecto en las primeras horas del día: los 11 cuerpos
yacían durmientes, muertos por efecto del veneno suministrado (ibidem: 301).
Más tarde Bezerra registró la zona con una orden de fuego cruzado, sin importar
que sus rivales ya hubieran perecido. El cabo ordenó el registro de los cuerpos de los
abatidos, situación aprovechada por los soldados para saquear los objetos de valor.
Luego de estas acciones, con la plena identificación del cuerpo de Lampião, el soldado
Sebastián Vieira Sandes recibió de sus superiores la orden de cortar la cabeza del
proscrito; con igual misión, el soldado Antonio Bertoldo da Silva hizo lo propio con
Maria Bonita. Los demás personajes corrieron la misma suerte: tras ser decapitados,
los cuerpos fueron arrojados al fondo de un río, pero las cabezas quedaron colgadas
en latas de queroseno llenas de salmuera.
La escena no concluyó con la reprimenda de cercenar las cabezas. Finalmente,
los oficiales simularon un combate: asesinaron al soldado Adrião Pedro de Souza y
dispararon en una pierna al cabo João Bezerra, situación que demuestra la intención
de construir un escenario de heroísmo por parte de los soldados, a modo de evitar
suspicacias e incredulidad entre los pobladores del sertón. Esta última medida inten-
taba contrarrestar el sentimiento de imbatibilidad “natural” de Lampião, así como
comunicar a los nordestinos la victoria punitiva de los soldados y el mensaje de vic-
toria militar del presidente Vargas, con la espectacularidad del combate fabricado y
su reproducción de justicia como telón de fondo.
Pero aún quedaba incompleta la transmisión del mensaje correctivo y de justicia,
pues se requería de un dispositivo exterior que hiciera entrar a los pobladores en
contacto íntimo con la muerte del enemigo, propiciando otro canal de escenificación
para cerrar el ciclo de victoria militar. Favorecidos por la posesión de las cabezas,
los receptores del mensaje –los militares–, decidieron exteriorizar su glorificación:
la exposición pública de las 11 cabezas a modo de prácticas patibularias. Para este
fin utilizaron las escaleras de la iglesia de la parroquia –localizada en la Praça do
Monumento– y allí las expusieron ante los ojos de la comunidad, en especial de los
feligreses.
De manera paralela, escenificaron la cotidianidad de los proscritos al exponer, en
torno a las cabezas, las pertenencias encontradas en la cueva: sombreros de cuero sin
curtir, con tres estrellas de oro y ocho monedas de oro en la testeira; dos sortijas: una
conmemorativa de un grado en medicina y la otra, una argolla de compromiso en
oro, grabada con el nombre de Satinha, además de unas máquinas de coser propie-
dad de Maria Bonita; dos puñales de mango de plata y nácar; un fusil modelo 1908
y morrales militares de variados colores.
Esta escena pública llamo la atención de los vecinos de todo el estado de Aloagas,
que acudieron en masa a observar los “difuntos” en su última morada. Para los asis-
tentes a tal patíbulo, Lampião era invulnerable: no le entraba ninguna bala, solo podía
morir por efectos de la naturaleza y tenía parte con Dios y con el Diablo (Pereira,
1992: 164-168).
Sin embargo, ahora se hallaban ante su cabeza; su cuerpo había sido extirpado del
mismo modo que su inmortalidad. Quedaba ante los ojos de los testigos el regocijo
militar del triunfo por la vía armada y la autoridad económica del Estado Novo. Desde
ese momento, la vulnerabilidad del castigo era inminente: suplicio público constituido
por una gramática del terror y el aplacamiento de las figuras míticas al orden natural
de la muerte sobre el crimen.
Esta gramática se repetiría en todos sus niveles de terror en Maceió, donde las
11 testas llegaron el 31 de julio para ser exhibidas en el cuartel de la policía hasta el
día siguiente, depositadas a las 10 de la noche en el anfiteatro de la Santa Casa de
la Misericordia. Este manejo patibulario demuestra el interés de las autoridades en
60 • Vita Brevis
Los abatidos al patíbulo: disciplina y control de la muerte durante el bandolerismo en Brasil
Fuente http://agroecologianews.com.br/hoje-e-o-dia-do-agricultor
María Bonita
Escenografía
Objetos
Lampião Punto de fuga
La imagen representa una situación de etiqueta, ya que los cuerpos de los ban-
doleros se utilizaron como acto protocolario para que los efectivos militares y las
autoridades locales mostraran su colaboración con el gobierno del presidente Getúlio
Vargas, con miras a la instauración del Estado Novo; en el fondo, representaba la ne-
cesidad implícita de un proceso de pacificación para el noreste brasileño, reconocido
por su histórica y milenaria rebeldía e ingobernabilidad.
Así, la muerte de Lampião y la exposición del cuerpo sirvió como acto disciplinario
y castigo para los pobladores, pero también representaba una etiqueta protocolaria
que saludaba a Getúlio Vargas y su lucha por la industrialización en Brasil. Aquí es
importante mencionar que, entre 1936 y 1945, durante el Estado Novo, el contexto
brasileño se orientó hacia la intervención estatal en la economía y el nacionalismo
político bajo la figura de Vargas, que adoptó una centralización administrativa y la
eliminación de cualquier reducto que impidiera la expansión económica. Por esta
razón, el noreste fue uno de los principales objetivos de la pacificación.
El acto protocolario se inició con la organización de las 11 cabezas, envueltas en
salmuera, y en la selección del lugar para su exposición, en la parroquia citada. Una
vez definido el sitio, los policías, capitaneados por el cabo João Bezerra, ubicaron las
cabezas en las escaleras que conducían a la entrada principal del recinto, con lo que
facilitaron la jerarquización que distingue Civ’jan (1979: 173-180).
A propósito de sus niveles de jerarquía, las cabezas se organizaron de la siguiente
manera: Virgulino Ferreira (abajo), Maria Bonita (segundo cajón, al centro), cinco
escoltas (segundo y tercer cajones) y, en el último cajón, cuatro lugartenientes. Llama
62 • Vita Brevis
Los abatidos al patíbulo: disciplina y control de la muerte durante el bandolerismo en Brasil
la atención la manera poco usual en que se dispuso la jerarquía: hacia abajo, ubican-
do a Lampião en el último lugar de los escalones. Este tratamiento jerárquico tenía la
intención de transmitir a los visitantes la manera en que el invencible ocupaba ahora
los últimos lugares en la pirámide social: analogía mortuoria que interioriza en el
receptor la disminución del poder mágico del forajido, desplazado en solitario por la
línea inferior del crimen y alejado de su compañera Maria Bonita.
Para profundizar en el registro, el punto focal de la toma se localiza en la cabeza de
Maria Bonita como línea de fuga y foco central, acaso por la manifestación de sorpre-
sa del fotógrafo ante la presencia de la mujer. Precisamente uno de los símbolos distin-
tivos de los cangaçeiros fue el idilio amoroso entre Maria y Lampião. Tal vez, al organizar
la etiqueta, los militares buscaron asimismo la destrucción simbólica de la pareja y por
eso no los ubicaron juntos, sino que les
asignaron plazas distintas en la pirámide
pública, con la intención de desnaturali-
zar el amor criminal y destruir cualquier
mito escatológico de relaciones sexuales
que pudieran infundir. Curiosamente, el
jefe bandolero no ocupa el objeto central
de la lente, sino su compañera. Esto mi-
nimiza al primero en la situación mon-
tada y lo disminuye en su configuración
simbólica, pues si la foto se observa con
distracción, el rey del cangaço pasa inad-
vertido dada su ubicación inferior.
Tras jerarquizar las cabezas, el acto protocolario prosiguió con una pequeña lista
de participantes colocada en una tablilla ubicada del lado izquierdo de las cabezas.
La lista contenía el nombre de los abatidos, quienes hacían la veces de “invitados”:
los únicos convidados. Esto tendría el objetivo patibulario de infundir la atención del
número de logros militares y el conteo específico de los criminales disciplinados con la
muerte, reducidos mediante el poder militar y la ponderación de la fuerza “legal” sobre
los ilegalismos populares (Castro, 2011: 205). Esta última forma de ilegalidad ponía en
peligro la riqueza de las elites cercanas al presidente Vargas, una amenaza que afecta-
ba la propiedad burguesa por medio de delitos como el robo, el pillaje y el abigeato,
cometida por los actores descritos en la tablilla. Al asegurar los nombres y alias de
estos individuos peligrosos, en su escritura se garantizaba la afirmación del exterminio
y la pacificación de los actores desestabilizadores; la denominación del nombre daba
64 • Vita Brevis
Los abatidos al patíbulo: disciplina y control de la muerte durante el bandolerismo en Brasil
Conclusión
El asesinato de Lampião desencadenó una muestra del poder de las fuerzas oficiales
brasileñas, que al abatir al bandolero encontraron un medio para producir una
secuencia de contenido significado y forma significante (Civ’jan, 1979: 186), asu-
miendo una posición connotativa de poder que debía superar la victoria oculta del
envenenamiento y buscar la comunicación del heroísmo en el combate. Bajo este
aspecto, falsearon la contienda como medida preliminar para poner su victoria en
un horizonte simbólico, sirviendo al populismo de Vargas en contraposición con el
ambiente de ingobernabilidad del noreste. Estos sucesos generarían una simbiosis con
la decapitación y su gramática de terror, herencia del castigo-justicia en el antiguo
régimen y artefacto mortuorio que, en la escenificación pública, concretaría el camino
significativo deseado. En otras palabras, la creación de una etiqueta social en el acto
de mostrar las cabezas. El lugar, las escaleras de una iglesia. El tiempo, 8 de junio de
1938. Y el género, abierto para todo el público. Todo esto con la función de comuni-
car la “nueva” ley y su castigo.
En este caso, la etiqueta se realizó con restos humanos: un forzoso acto proto-
colario que pretendía, por medio de lo dicho –“Mira quién está aquí, mira quién
te trajo por aquí” (ibidem: 187)–, ofrecer una reverencia al Estado Novo de Getúlio
Vargas y despedir el mito de inmortalidad e imbatibilidad de Lampião y su cuadrilla.
En esta ceremonia coexistió una dosis de respeto y unanimidad por los salteadores
del camino, pues no bastó con envenenar y acribillar sus cuerpos, sino que también
se requirió de una ceremonia de despedida para sepultar su significado y evitar la
pululación del mito entre los inconformes. Pese a la construcción del sentido de vic-
toria por parte de los militares, las emociones del patíbulo salieron a relucir desde los
primeros visitantes (Foucault, 2005: 40-55), que implicaron el heroísmo del personaje
y su valor en la reproducción de una identidad regional.
En el análisis de esta situación simbólica se concluye que el cuerpo de otros se usa
con fines protocolarios. Pese a que los participantes ya estaban muertos, la situación
ceremonial no cambió el sentido del mensaje transmitido por los militares al presidente
Vargas. Por eso se intentó, con el mayor tino posible, ajustar la escena con los accesorios
correspondientes: textos de sentido victorioso que facilitaron la consumación de esa
etiqueta social y cultural. Más allá de que el acto protocolario se erigiera como punto
de control en esta conflictiva región, fue un profundo giro comunicativo en las instan-
cias culturales del cangaço ante el sometimiento militar y el ocaso en sus relaciones con
hacendados, elites regionales y círculos políticos, ahora abiertos al Brasil industrializado.
Bibliografía
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66 • Vita Brevis
La Santa Muerte en la vida cotidiana
de una familia de la colonia Ajusco
Sergio G. de la Fuente Hernández
Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen
En la colonia Ajusco, en el sur de la ciudad de México, se encuentra la Casa Esotérica de los Santos, la
cual destaca por los servicios que ofrece, como lectura de veladoras, trabajos para el amor, la salud y el
dinero, venta de artículos relacionados con la Santa Muerte y, en especial, por tratarse de un espacio
de devoción familiar, en ese lugar dos creyentes de la también llamada Niña Blanca desarrollan
la mayor parte de sus actividades, junto con sus hijos. Un aspecto fundamental para comprender
este culto son sus devotos, por lo que el objetivo de este artículo consiste en mostrar, a partir de su
narrativa, cómo esta pareja ha incorporado a la Santa Muerte en su vida cotidiana de modo que
oriente sus acciones y defina su visión del mundo.
Palabras clave: Santa Muerte, Dios, culto, vida cotidiana, prácticas devocionales, altares, percepción de
sí, universo sagrado católico.
Abstract
The Casa Esotérica de los Santos (Esoteric House of Saints) is located in the Ajusco neighborhood
in southern Mexico City. It stands out for the services it offers, such as reading votive candles, spells
for love, health, and money, and the sale of items related to Santa Muerte (Saint Death). It especially
serves as a space for family devotion, for here two believers in the same tradition, which is also known
as the Niña Blanca (White Girl), perform most of their activities, together with their children. A fun-
damental aspect in the understanding of this veneration are its devotees, so the aim of this article is
to show, on the basis of their story, how this couple has incorporated Santa Muerte into their daily
lives so that it guides their actions and defines their vision of the world.
Keywords: Santa Muerte, God, veneration, daily life, devotional practices, altars, self-perception,
Catholic sacred universe.
Presentación
E
sta investigación1 se sustenta en el oficio etnográfico, el cual implica un es-
fuerzo intelectual al que Clifford Geertz llama “descripción densa”, pues se
asemeja más a la escritura y posterior interpretación de un texto (Geertz,
1990: 21). Para este autor, la etnografía tiene como objeto de estudio estructuras sig-
nificativas producidas, percibidas e interpretadas por agentes sociales (ibidem: 22).
Los seres humanos son agentes intencionales cuyas acciones obedecen a razones;
por lo tanto, son capaces de explicar, si se les cuestiona, su modo de actuar, así como
sus motivos, e incluso mentir. Esto implica una capacidad reflexiva, que no sólo se
debe entender como una “autoconciencia”, sino también como “el carácter regis-
trado del fluir corriente de una vida social” (Giddens, 2003: 40). Anthony Giddens
entiende que “el registro reflexivo de la actividad es un rasgo permanente de la ac-
ción cotidiana” (ibidem: 43); es decir, los actores registran el flujo de sus actividades,
así como aspectos sociales y físicos de los contextos en que se desenvuelven, de tal
forma que racionalizan sus acciones. Esta racionalización implica una “comprensión
teórica” continua sobre los fundamentos de su actividad (idem).
La actividad etnográfica, como apunta Geertz, supone observar las cosas desde
el punto de vista del actor; es decir, las descripciones culturales se interesan en las in-
terpretaciones que hacen de su experiencia personas de un grupo específico, porque
describen tales interpretaciones, y son antropológicas porque las realizan antropólogos
(Geertz, 1990: 28). Es el caso de este documento, donde la parte fundamental es la voz
del devoto a la Santa Muerte, pues me interesa la conducta humana como producto del
modo en que los seres humanos definen su mundo (Taylor y Bogdan: 1984: 23). En
cuanto a este culto, mi objetivo es presentar el punto de vista de los fieles para describir
y explicar su realidad, su devoción, tal como ellos la experimentan.
1
Este trabajo se basa en mi tesis de maestría en estudios políticos y sociales, titulada “La construcción
social del culto a la Santa Muerte. Estudio etnográfico en la colonia Ajusco”, México, Programa de
Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales-unam.
68 • Vita Brevis
La Santa Muerte en la vida cotidiana de una familia de la colonia Ajusco
Carlos tiene 40 años y está divorciado. Estudió periodismo en la escuela Carlos Sep-
tién García, así como fotografía. Es católico porque así se lo inculcaron, aunque no
comparte muchos aspectos de esta religión, como la figura de los curas, pues considera
que éstos siempre se enriquecen a costa de la fe de la gente. Cree en los santos, pero
no les tiene devoción, aunque en ocasiones, según sus necesidades, le pide a la Virgen
de Guadalupe, a san Charbel o a san Judas. La primera vez que vio a la Santa Muerte
fue en una imagen que su mamá compró tras confundirla con la de otra santidad, de
modo que cree en la Flaquita desde hace poco más de 30 años. Fortaleció su devoción
al trabajar en una editorial que abordaba distintos temas, entre ellos el esoterismo.
Ahí comenzó haciendo reportajes sobre la Santa Muerte, hace ya 16 años. A partir de
entonces la integró a su vida cotidiana, al dedicarle más tiempo para escribir sobre ella
y recabar experiencias de la gente. Algunos años después se empleó en otra editorial,
donde fotografiaba altares de diversas zonas de la ciudad para las revistas Altares de la
Santa Muerte y La Santísima, una Religión. Incluso llegó a escribir en ellas, principalmente
sobre las vivencias que le compartían los fieles.
Cuando eran novios, Carlos le propuso a Youalli que pusieran como negocio una
“casa esotérica”, pues debían aprovechar sus cualidades y su afinidad como creyen-
tes de la Santa Muerte. Ella estuvo de acuerdo, por lo que primero abrieron una en
Ciudad Satélite y después se cambiaron a la avenida Aztecas, en la colonia Ajusco,
donde permanecieron seis años. Más tarde instalarían la Casa Esotérica de los San-
tos, donde llevan más de cuatro años.
Youalli estudió para estilista porque su ex esposo le pagó un curso, pero no se
sentía conforme con esa actividad, pues su vocación es ayudar a la gente. Esto la satis-
face mucho, pues percibe como las personas se van muy contentas por los beneficios
recibidos. Además, recuerda que desde niña le ha gustado todo lo relacionado con el
esoterismo. Su actividad en la Casa Esotérica de los Santos consiste en preparar las
veladoras y leerlas; por medio de ellas explica a la gente qué es lo que tiene, qué está
mal y qué necesita para resolver el problema. A ella y a Carlos nadie les ha enseñado
a sanar: se han ido formando en la práctica, pues ya tenían el don de curar.
Carlos y Youalli tienen tres hijos: uno de 17, otro de seis y uno de tres.2 Cuando
era pequeño, al mayor le daba miedo la Santa Muerte, pero Youalli le explicó que no
debía temerle, pues ella los cuida tanto a ellos como al resto de la gente. Además, los
trabajos que realizan son para ayudar. Actualmente éste quiere auxiliarlos a preparar
las veladoras y leerlas; le interesa dedicarse a lo mismo que su padre y su madre. A
Youalli no le preocupa que su hijo siga sus pasos, pues si ella lo hizo: “¿Por qué él no?”.
Por su parte, Carlos no piensa inculcarle el culto a sus hijos. Comenta que el mayor
–de su anterior matrimonio, de 22 años– no cree en la Santísima, pero el de 17 sí, y
cada vez participa más en algunas actividades del negocio. En cuanto al de seis años:
2
No incluyo los nombres de los hijos. Carlos me solicitó que no los pusiera debido a que, en la actividad
que realiza, existen muchas envidias y alguna persona malintencionada podría hacerles daño. Esta creen-
cia se encuentra presente entre varias de las personas que se dedican a las prácticas de sanación, por lo
que son muy cuidadosos en cuanto a nombres o fotografías.
70 • Vita Brevis
La Santa Muerte en la vida cotidiana de una familia de la colonia Ajusco
“Le digo: ‘Despídete de la Santita’. Entonces ahora sí que le hace como si estuviera
viva. Le choca su mano como de ‘chócalas’ y le da un beso en el cráneo. Entonces…
o sea, yo no les voy a inculcar… ‘Ten el libro, léelo y rézale’: no. Si él me ve y me
pregunta, pues yo lo oriento”.
Carlos, Youalli y sus hijos perciben a la Santita, como cariñosamente la llaman,
como parte de la familia, pues conviven con ella prácticamente durante todo el día,
tanto en el negocio como en su casa.
Carlos reza a diario, por la mañana y por la tarde, con una oración que le “sale del
corazón”. Mantiene su fe a partir de la retroalimentación que obtiene de las personas
que acuden con él. Ha participado en peregrinaciones como la que se realiza cada
año, en agosto, a Tepatepec, Hidalgo.
La Santa Muerte también está presente cuando abre su negocio. La saluda como
si fuera una amiga a la cual le pidiera ayuda para tener buenas ventas: “Oye, Santita,
échame la mano”. Cuando no vende, se enoja con ella y le pregunta: “¿Qué onda?”.
Youalli reza todos los días a la Santa Muerte con una oración muy “suya”, pues
cree que de esa forma la Santita sabe que está junto a ella. Por eso no emplea las
oraciones que aparecen en las revistas o libros dedicados al culto. Además, siente que
la santa sí la escucha y que Dios no. A Él lo siente más lejano y a la Santísima más
cercana, porque la ha ayudado en momentos difíciles, lo cual ha consolidado su fe.
Hace tiempo llegó a sufrir mucho. Le pedía a Dios que la ayudara, pero no recibió
alivio. Incluso llegó a padecer más. En cambio, la Santita sí la auxilió. Por eso la
considera muy milagrosa y confía más en ella:
Como que la Santa Muerte sabe que la tengo ahí, que la tenemos ahí, que estamos más
con ella. Por eso no se me da el rezarle las oraciones de ella. Y con Dios no, o sea, con
Diosito… Diosito está más lejos. O sea, yo siento como que Diosito no me escucha igual
que la santa […] Porque vi que la santa me hacía milagros y todo eso. O sea, haz de
cuenta que yo sí sufrí mucho. Entonces, veo que por más que le pedía a Diosito y todo
eso, no me ayudó; al contrario, como que yo veía más sufrimiento, y con la santa no. O
sea, por más que le pido, me ayuda; por eso digo como que: “¡Ah! Sí es milagrosa…”.
Así pasa, ¿no? Si no te ayuda un santo y otro santo te ayuda… pues le pides al santo
que te apoya más.
Cuando el hijo mayor de Carlos tenía cinco años, recibió un fuerte golpe en la cabeza
y permaneció “dormido” durante tres días. En un principio no le dio importancia y
pensó que fingía para no ir a la escuela. Al tercer día su ex esposa lo llevó al Hospital
Ángeles, donde le realizaron una tomografía. El resultado indicaba que tenían que dre-
narle líquido del cerebro; de no hacerlo, moriría. Lo llevaron al Hospital Infantil, y du-
rante el camino le prometió a la Santa Muerte ponerle un altar si lo salvaba: “Entonces
yo, cuando llegué, pues lo que vi fue un niño sano. Estaba despierto, estaba consciente,
estaba lúcido. No le dije a la mamá de mi hijo, pues no cree en la santa, ni le dije a mi
hijo. Nada más yo, pues: ‘Gracias, te agradezco’. Y así puse su altar”.
Primero lo instaló en el negocio de Satélite, luego en un local que también rentaba
a un lado de su negocio, sobre avenida Aztecas. Al montarlo pensó que le ayudaría a
atraer clientes. También consideró que, conforme las personas se acercaran, pues tam-
bién era para el resto de la gente, crecería, pues esperaba que le pusieran limosna con
la cual le haría una vitrina. Pero no fue así: “Entonces yo no le invertía al altar, porque
llegaba un cuate que dice: ‘No, pues voy a ponerte un barandal y todo bien padre’.
‘Tráelo si quieres.’ Y nunca lo llevó. Otro cuate que iba a poner la cancelería tampoco
la puso. Entonces ahí fue donde yo me di cuenta de que la gente a veces nada más
quiere llegar a un lugar y nada más utilizarlo, usarlo, pero no procurarlo”.
Lo mantuvo abierto al público durante un tiempo, pero lo cerró porque algunas
personas iban allí a hacer “limpias”. Carlos les decía: “No se puede, cómprate tu
local, réntate tu local”. Considera que muchas personas no ponen altares por hipo-
cresía, porque se preocupan de lo que pensarán de ellas.
Yo siento que la misma gente es la que se limita en ese aspecto por el “qué dirán”, por
el “qué pensarán”, pero va enfocada en lo mismo. Lo enredan todo. No es porque les dé
miedo, porque mucha gente dice: “Pues yo te traigo aquí atrás”. Tiene mucha razón. Por
ejemplo, yo puedo amar a mi papá y no traigo una foto diario para enseñársela a todo
72 • Vita Brevis
La Santa Muerte en la vida cotidiana de una familia de la colonia Ajusco
mundo. No tiene la gente por qué saber que lo quiero. Yo lo traigo y sé que lo amo. No por
no mostrarlo dejo de quererlo; igual con la santa. La traigo debajo de mi camisa, la traigo
en mi cartera o la traigo pintada, por así decirlo. Es muy mi manera de demostrarle que la
quiero, pero también es lo que no entiende la gente: ¿por qué cerrar la calle para hacerle
un rosario y demostrarle a los demás que la quieres?
Sin embargo, aprecia mucho a aquellos que se atreven a poner su altar. Cuando
trabajaba en la revista, visitó muchos, por lo general con un común denominador:
fueron instalados a raíz de un milagro, de una promesa. Piensa que también se hace
para difundir la devoción, para que la gente crea y se acerque a rezar: para compar-
tir. Por eso valora a la gente que busca demostrar que la Santa Muerte es milagrosa
y que no actúa como los católicos, que colocan un altar a la Virgen de Guadalupe en
una esquina y luego ahí se orinan o tiran basura.
Actualmente Carlos y Youalli no tienen un altar en su casa, pues carecen del espacio
suficiente para hacerlo. En el negocio tampoco lo han hecho: tan sólo cuentan, afuera,
con la imagen de bulto de la Santa Muerte, a tamaño natural y de color dorado, forra-
da con dólares de papel. Carlos se la compró a un amigo que las fabrica en el Estado
de México y le tiene un gran afecto:
Pero sí se llega a encariñar uno… Se rompió y lo más fácil para mí era comprar otra. Y
no, la tuve que reparar ahí como pude y ya quedó más o menos. Pero se destartaló. Parecía
rompecabezas. Por eso disfracé a mi Santita de dólares, para que no se viera tan mal. Hay
gente que, cuando la puse, recién llegado, estaba de siete colores. Y sí, se pasaba por acá,
se hacía a un lado y la rodeaba. Pero ya no cuando estaba con dólares: hasta los niños se
acercaban y preguntaban: “Oye, ¿son de verdad?” “No, son de fantasía”.
Para Carlos, Dios es primero: Él y la Santísima son su protección y donde deposita su fe.
Mediante Dios se ha dado difusión a la Santa Muerte y se le ha perdido el miedo que
algunos malos creyentes inculcaron para obtener beneficios, así como por la mala infor-
mación propagada por quienes desconocen el culto, como que se lleva a seres queridos
de los devotos, lo cual es falso: “La santa no hace cosas malas… Tú le puedes pedir lo
que quieras malo, pero realmente no te lo va a conceder… No es mala, porque se supo-
ne que ella es la que por mandato de Dios se lleva a la gente. Entonces no haría mal”.
Youalli cree en la Santísima, en Dios y todos los santos. Empezó a creer porque le
hablaban mucho de ella, aunque reconoce que al principio la impactaba. Tenía 16
años cuando le hablaron de la santa por primera vez. Una amiga fue quien la inició;
le dijo que era milagrosa y no era mala. Reconoce que hay gente que usa a la Santa
Muerte para realizar actividades negativas, lo cual le desagrada, pues un buen devoto
debe hacer cosas positivas, cosas buenas; debe tenerle su altar bonito, encomendarle
a su familia, pedirle trabajo.
Les han solicitado trabajos para matar, pero los han rechazado, pues su labor es
ayudar, en vez de perjudicar. “La santa no cumple caprichos”, dice Youalli. Como
tiene hijos, a ella no le gustaría que les hicieran daño; por lo tanto, tampoco está de
acuerdo en que la gente utilice a la Santa Muerte para el mal, pues está para aspectos
positivos como cuidar a la familia y obtener trabajo, entre otras cosas.
Para Carlos, la Santa Muerte está dentro del círculo religioso, y lo explica así: “Aun-
que no la quieran dentro de la casa, por decirlo de alguna manera, para mí es parte
de la casa. Me refiero a la casa católica o religiosa, o como quieran ponerle. A mí se
me hace como que es un integrante de la familia. La tienen afuera de la puerta, pero
nació dentro de la casa. Ésa sería la idea”. Por su experiencia, afirma que la mayoría
de la gente que se acerca a la Santa Muerte lo hace porque ya acudió a todos los
santos y no le resolvieron su problema:
Llegué a ir altares en casas donde tenían, por ejemplo, 30 santos, ¿no?, y aparte tenían a su
santita. Yo les preguntaba por qué. Dicen ellos: “Es que éstos 30 no me ayudaron y la santa
sí. Me la pasé pa’cá”. O sea, fue como su premio a la santa por haberlos ayudado. Pero,
fíjate, después de recorrer los 30 […] yo tengo la firme creencia en eso de que la santa es
como que el último santo al que recurren cuando los otros no los han ayudado. Y me pasó
en varios altares que era lo mismo.
Considera que hay muchos malos creyentes católicos. Lo ejemplifica con la devoción
a san Judas, que se ha vuelto una “moda chola”. Asimismo, señala que hay creyentes
de la Santa Muerte que asustan a otros, al decirles que le van a pedir que los castigue,
lo cual no es cierto. Para él un buen creyente es quien realiza cosas para bien, nunca
para mal; alguien que tiene fe, que está bien consigo mismo, en paz; no molesta a
74 • Vita Brevis
La Santa Muerte en la vida cotidiana de una familia de la colonia Ajusco
nadie, ni a sus hijos, ni a los vecinos; trata de ayudar en la medida de sus posibilidades
y realiza acciones positivas, pues la fe consiste en actuar: “La Santa Muerte es como
si fuera de tu familia, y lo que menos quieres es fallarle a la persona que quieres, ¿no?
Si tú quieres a tu mamá, pues haces cosas para agradarle, no para desagradarle. Igual
con la Santa… uno hace cosas para agradarle, no para desagradarle”.
Carlos opina que, por lo regular, las personas más necesitadas son las que tienen fe.
Sin embargo, la Santa Muerte no es exclusiva de ellas, ya que el catolicismo también
suele concentrar a gente con un poder adquisitivo menor, aunque también la haya
con un nivel cultural mayor y un gran poder adquisitivo que no tiene relación con la
maldad ni lo marginal, como empresarios o del medio artístico o político. No todo
aquel que porta una Santa Muerte es delincuente. Para él siempre es más fácil hablar
mal que bien de algo, y los medios se han encargado de la poca información, así co-
mo los morbosos, aquellos que difaman, que inventan, que creen que todo está bien:
“Todo mundo sabe que la santa dejó de ser lo que era o lo que se pensaba que era,
más bien un culto para gente tramposa, gente delincuente, gente ratera. Entonces es
la idea que se va forjando la gente de cosas que realmente no son”.
Carlos describe a su Santa Muerte como la imagen de bulto de las siete potencias, la
de siete colores, con un rostro un poco distinto, pero “a fin de cuentas esquelético”,
en el cielo o en el universo, pero blanco, flotando. La ve como protectora, tierna,
comprensiva, milagrosa, auxiliadora: como una herramienta de Dios que vela por el
mundo y ayuda a tener al mundo en equilibrio.
Para él la santa es como cualquier otro santo y no castiga como las demás santida-
des. Por eso no se le debe chantajear. Además, se le deben pedir cosas congruentes con
la realidad. Opina que la Santa Muerte es la misma, independientemente de su color,
aunque haya gente que no piensa de la misma manera, como sus clientes, que si no
usan la roja para el amor creen que no obtendrán buenos resultados, o que si no em-
plean la amarilla para el dinero no lo conseguirán. Para ellos, el color de la imagen ya
está muy interiorizado.
El que tiene un negocio con la Santa Muerte, pues hace negocio porque eso es lo que estás
haciendo; pero sí puedes dividir una cosa con la otra. O sea, puedes tener tu negocio, pero,
por ejemplo, yo si no vendo algo de la Santa Muerte en todo el día, pues no hay bronca,
puedo vender de otra cosa. Al final de cuentas tiene que ver con una imagen. Entonces
sí haces negocio… Es que suena muy curioso. O sea, la palabra correcta sería más o menos
“haces negocio con la fe”, pero no que le estés lucrando o viéndole la cara al que compra,
sino que tú, cuando preparas o vendes algo, lo haces con fe, pensando en ayudar a esa
76 • Vita Brevis
La Santa Muerte en la vida cotidiana de una familia de la colonia Ajusco
persona que también tiene fe al venir. Entonces yo discrepo del concepto de lucrar con la
fe en ese sentido […] Lo que tú tratas de hacer al vender lo que quieras vender es ayudar
a la gente. Ése es el sentido del negocio. En el sentido de la fe, independiente al negocio,
también como que tratas de ayudar a la gente, o sea, el que más tiene, pues qué padre que
tenga, pero el que no tiene, pues también como que hay que ayudarlo un poco.
Para él, los líderes –o quienes pretenden serlo– son como predicadores que se sienten
“tocados” por el manto de la Santa Muerte: “Traen una visión distorsionada, enfer-
ma. Porque si platicas con ellos dicen una de tonterías… Mucha gente empieza con
ellos y termina fuera de ellos porque se dan cuenta realmente de cómo son y no se
quedan ahí por mucho tiempo”. Por tal motivo no coincidía con el “padre” Romo:
“No me cae mal como padre y como persona que quiere dar a conocer el culto, lo
que sí no comparto con él es como que quiere ser el eje central de algo que no es
suyo… Y ya tenía un negocio descarado con su iglesia, pues cobraba por todo”.
A su parecer, el conflicto que existía entre doña Queta y el padre Romo era porque
peleaban por la “exclusividad” del culto; es decir, demostrar quién tenía el derecho de
ser el iniciador del culto a la Santa Muerte, aunque ya tuviera tiempo de existir. Para
Carlos, la Santa Muerte es amor, armonía, comprensión, milagros: “No es secuestrar
a la gente, sacar ventaja, hacer dinero”. Por eso afirma que Romo estaba lucrando y
no respetaba la devoción de la gente:
Yo me acuerdo que lo entrevisté hace como siete años, y desde esa vez ya le habían donado
un terreno en el Ajusco […] Según él estaba recabando fondos. Y luego le donaron otro
terreno no sé en donde y luego otro… Y así fueron donándole y pues nunca hizo nada y
ve dónde acabó […] Él se sintió protegido por algo que no lo iba a proteger porque él obró
mal y todo en esta vida se paga. Entonces el culto no es él.
Para Carlos ese tipo de líderes no hace falta, sino alguien que guíe, porque no se pue-
de andar con desconocimiento total de lo que significa la devoción a la Santa Muerte.
Numerosos creyentes andan dispersos y muchas veces su fe es como la de muchos
católicos: sólo la viven en su casa y no asisten a un templo, porque la Iglesia católica
se ha encargado de eso, de alejar a la gente de las iglesias. Por tal motivo se necesita
de un líder que en verdad difunda el culto, uno que lo conduzca, lo explique, que se
mantenga lejos de intereses personales, que no sea como Romo, quien “quemó a la
Santa Muerte”, sino alguien “que tenga un historial de la santa, aunque sea de libro.
Estaría padre, porque así la gente empezaría a concentrarse en un lugar”.
Reflexión final
La Casa Esotérica de los Santos es más que un negocio. No sólo constituye una exten-
sión del hogar, sino una habitación funcional donde Carlos y su familia desempeñan la
mayoría de sus actividades cotidianas: comer, trabajar, descansar, convivir con la Santa
Muerte. Así, se trata del espacio donde, con sus capacidades de sanación y su devoción
a la Santa Muerte y a Dios, han construido su cosmos sagrado –como diría Mircea
Eliade–, en el cual, por medio de diversos rituales, enfrentan los males que aquejan a
sus clientes, sobre todo los relacionados con enfermedades, falta de empleo y de amor.
La tienda es santificada a diario cuando Carlos y Youalli se persignan y rezan a
la Santísima para tener un buen día de ventas. Se consagra cada vez que agregan fe
a las veladoras y pociones que realizan. Es una morada que “comporta un aspecto
sagrado y que por esto mismo refleja el mundo” (Eliade, 1998: 44). A semejanza de
los pueblos primitivos árticos, norteamericanos y norasiáticos (idem), el poste central
de la tienda –que se asimila con el axis mundi que une la Tierra con el cielo, lo profa-
no con lo sagrado– es la Santa Muerte, la cual da sentido a la vida cotidiana de sus
inquilinos y los orienta en su visión y forma de experimentar su devoción.
Bibliografía
78 • Vita Brevis
Antropología de la muerte.
Visión de un chamán urbano
Ricardo Paulino Gallardo / Javier Jaimes
Universidad Autónoma del Estado de México
Resumen
La antropología es una ciencia enfocada en el estudio del ser humano, tanto vivo como muerto.
En algún momento de la existencia enfrentamos la posibilidad de morir, lo cual genera diversas
emociones, entre las que destacan la angustia y el miedo. A partir de la cultura es posible expresar
diversas perspectivas de la muerte; por ejemplo, la visión del chamán y su cosmovisión, los sacerdotes
con sus religiones –mitos y ritos–, la familia y el modo de vivir la muerte, el duelo, el negocio de las
funerarias y la parafernalia que le ha dado significado económico al acto de morir. En la historia de
la humanidad, el chamán fue el primero en explicar qué es la muerte y qué ocurre con los difuntos,
según cada cosmovisión. En este artículo se presenta la opinión de un “chamán urbano” sobre la
muerte y el destino del alma, así como el fallecimiento como iniciación chamánica, para concluir con
comentarios y detalles en torno al deceso humano.
Abstract
Anthropology is a science that focuses on the study of the human being, both living and dead. At
some moment of existence, we face the possibility of death, which stirs diverse emotions, includ-
ing anguish and fear. Based on culture it is possible to express diverse perspectives of death; for ex-
ample, the shaman’s vision and his worldview, priests with their religions—myths and rites—fami-
lies and the way death is experienced, mourning, funeral parlor businesses, and the paraphernalia
that has given the act of dying an economic significance. In humanity’s history, the shaman was the
first to explain what death was and what happened to the dead, depending on each worldview. This
article presents an “urban shaman’s” opinion of death and the soul’s destination, as well as death
as a shamanic initiation rite, to conclude with comments and details surrounding human death.
Y lo llamaron Teotihuacán, porque era el lugar donde se enterraban los señores. Pues se-
gún decían: “Cuando morimos, no en verdad morimos, porque vivimos, resucitamos, segui-
mos viviendo, despertamos. Esto nos hace felices”. Decían: “Se hizo allí dios”, quiere decir
que allí se murió.
Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, 1558 o 1559, Tepepolco
L
a antropología es la ciencia que se enfoca en el estudio del ser humano, tanto
del vivo como del muerto. Esto sin duda deviene en el interés por los estudios
propios de lo que hace o deja de hacer el humano ante las expectativas de la
vida y lo que puede suceder en la muerte o incluso más allá de la misma. Así, en algún
momento de su existencia el ser humano se enfrenta con la posibilidad de morir, lo cual
le genera las más angustiosas emociones en cuanto a “qué me sucederá cuando muera”.
Ante la inminencia de la muerte, decide en vida qué deberá hacerse con su cuerpo, con
su alma –rituales encaminados para “vivir eternamente en el cielo o el infierno”–, así
como con sus posesiones, lo cual generará en el ámbito familiar diversas acciones: unas
encaminadas a cumplir la “última decisión del finado”, en otros casos para sacar pro-
vecho por medio de las herencias y, finalmente, a realizar los rituales propios ante este
suceso, lo cual origina la enorme diversidad de mitos en torno al tema.
La muerte plantea las más diversas cuestiones, controversias y aporías. Todo de-
pende del concepto de ser humano que se proponga y acepte. Para la ciencia médica
es una dualidad cuerpo-mente, en la que, al presentarse el cese de las funciones vita-
les o la muerte cerebral, la muerte corporal se hace una realidad científica. Y muer-
to el cuerpo, también la mente muere.
Sin duda el concepto de muerte cerebral se ha convertido, desde el punto de vista
legal, en el diagnóstico que determinará el fallecimiento del humano. Ante esta cir-
cunstancia nada sobrevive a la muerte humana y, por ende, no hay a quien rendirle
recuerdo ni culto transmortal. Nada ni nadie sobrevive al suceso. Éste es el concep-
to propuesto por la ciencia médica, que considera el binomio cuerpo-mente para li-
mitar la existencia humana.
80 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
Desde la interculturalidad se propone el concepto del ser humano que plantea cuer-
po-mente-espíritu, como unidad holística, donde cada elemento cumple funciones dife-
rentes y la muerte implica la ausencia del espíritu. Con esto muere el cuerpo y la mente
devendría elemento constitutivo del alma, aquella con los recuerdos sobre lo que fue la
persona en vida. En este caso se supone la existencia de una vida transmortal definida
por la supervivencia del alma-mente, por decirlo de alguna manera. El alma sobrevive
a la muerte del cuerpo y se convierte en una entidad que “vigilará” las acciones fami-
liares y obligará a los que continúan vivos a seguir un buen camino; en caso contrario,
podría convertirse en un elemento “de intranquilidad” que requiera de rituales para su
“eterno descanso”.
Para apaciguar a la muerte y que el alma no sufra ni viva penurias –en el sitio don-
de se encuentre–, los humanos han desarrollado cosmovisiones, cosmogonías, rituales
y mitos sobre la existencia de seres divinos que influyen en su vida –ángeles, serafines,
arcángeles, demonios, fantasmas, entre otros– y determinan su muerte. Además, ha
dado la pauta para que todas las religiones se preocupen por la vida-muerte humana.
Ante estas dos concepciones, la muerte del ser humano se complica, pues la visión
diferente difícilmente permite llegar a acuerdos que proporcionen una explicación
más o menos coherente al respecto. La muerte, como ya dije, implica cambio, cesa-
ción de lo vivo y la vida. El cambio determina la vida de todos los seres en los diversos
reinos de la naturaleza; unos deben morir y otros nacerán en un circuito determina-
do por el tiempo que dura la vida individual, personal y cósmica.
La visión antropológica de la muerte abarca una infinidad de detalles implícitos
desde la diversidad cultural –interculturalidad y multiculturalidad– y a lo largo de la
historia de la humanidad. Así, la muerte se debe presentar con una visión total y, en
vez de unívoca, analógica: total, porque todos los seres de la naturaleza morimos, y
analógica porque incluye diversas perspectivas que podemos englobar desde la cul-
tura y la ciencia.
Muerte y cultura
mismo orden de ideas, consideramos a las diversas formas de morir y todas las po-
sibilidades de enfrentarlas: en el domicilio, en el hospital, en la calle, así como la ga-
ma de alternativas para dejar de existir: muerte “natural”, por enfermedad, a causa
de la violencia, por voluntad propia o algún otro motivo. Todo esto ha dado lugar
para que se especifique el destino del cadáver y el resto de las posibilidades para man-
tener el recuerdo del familiar, generando así diversas formas de pensamiento. Lo ante-
rior ha llevado a planear los espacios donde el cadáver “descansará” eternamente, así
como a considerar la finitud e inmortalidad humanas como esperanza y la posibilidad
de buscar la bondad de la vida ante la muerte, la resurrección, la reencarnación y
el destino final del alma.
Los criterios y conceptos propuestos por los chamanes para el manejo de su cos-
movisión, así como su idea sobre las entidades anímicas y las funciones realizadas en
el contexto del grupo de pertenencia, determina el drama del alma humana en su pe-
regrinar hacia el mundo de los muertos. Algunas coincidencias culturales propias de
las religiones-Iglesias en las que se tiene un espacio hacia arriba son las siguientes: un
“cielo”, que es el lugar reservado para los dioses y más tarde se convierte en el sitio pa-
ra la vida eterna de las “almas buenas”, en tanto que el infierno, inframundo, Hades
o hell es el espacio hacia abajo, el cual tiene dos acepciones: en primer lugar la cha-
mánica, como el lugar al que de modo invariable llegan las almas de los muertos, in-
dependientemente de sus conductas durante la vida terrestre, y en segundo término
las iglesias, que lo proponen como el sitio donde las almas recibirán su respectivo casti-
go según las conductas malas o negativas de los humanos fallecidos. De manera seme-
jante destaca la existencia de entidades anímicas: unas que castigan a las almas de los
muertos, otras que son las almas de los propios muertos y una más que corresponde a
los seres que viven en tales espacios y de los que ignoramos su origen: demonios, dia-
blos, “alebrijes” y varios más.
Muerte y chamanismo
82 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
tasis”, porque mediante sus métodos –el ayuno, el ritmo del tambor o de la sonaja, el
consumo de plantas psicotrópicas o con la sola voluntad (éxtasis)– ingresaban a los lla-
mados “estados alternativos de conciencia” (eac) en los que describen “realidades no
ordinarias”, en las cuales explicitan un lugar habitado por las entidades anímicas –es-
píritus, ancestros muertos, animales acompañantes y dioses–, en un espacio y tiempo
diferentes a esta realidad tridimensional.
De acuerdo con el chamán, el ser vivo ingresa al cielo o al inframundo durante el
sueño o eac para encontrarse con los ancestros muertos o las entidades anímicas, en
algunos casos en busca de aprendizajes, en otros “regaños” y en otros más para soli-
citarles favores o incluso luchar contra ellos. Los rituales cumplen la función de ofren-
dar a cambio de algún beneficio o para evitar maleficios contra la sociedad tribal. Sin
que tengan la connotación de bueno y malo, describen al cielo y el inframundo co-
mo los espacios habitados por los dioses que les enseñan maneras para sobrevivir, ca-
zar, curarse de las enfermedades, prevenir catástrofes u otras actividades relacionadas
con el mundo de la magia, incluso devolver la vida a los muertos.
Desde el Paleolítico superior, el chamán describe mundos alternos a esta realidad.
Una de esas alteridades es el mundo de los muertos, espacio por el que éstos deam-
bulan y que, de acuerdo con las culturas mesoamericanas, se ubicaba más allá, en el
Mictlán. Por primera vez en la historia de la humanidad, el chamán explica qué es
la muerte y qué ocurre con los muertos.
Francisco Plata Silva, chamán urbano, amplia el concepto de este modo:
Al cielo y al infierno van los vivos durante su existencia en el sueño o en éxtasis. Cielo, es-
pacio reservado a los dioses; al que van sólo aquellas almas de hombres y mujeres muertos
en situaciones extraordinarias como en la cosmovisión náhuatl.
El vivo, cuando muere, se convierte en cadáver. El alma tiene memorias y desciende por
el inframundo como una sombra.
Al infierno van los muertos –alma-sombra–, que tienen recuerdos de cuando vivían y
deben descender los “nueve pisos” para trascender al mundo de los muertos. Y para llegar
a tal espacio, los dioses-demonios que viven en el inframundo les “devoran esa conciencia-
memorias-pecados” para que desciendan hasta el mundo de los muertos, donde podrán re-
nacer sin el recuerdo de lo que fue la persona –no es resurrección.
El espíritu humano se reintegra al universo. Es “devorado por el ‘pico curvado del cie-
lo’”, se reintegra a su creador, a Dios, al ser, al Universo. El espíritu, cuando se separa del
cuerpo tras la muerte, viaja hacia el cielo como una “motita de colores” que cumple su re-
torno a su creador.
Veneración a los muertos. Se sabe que el humano primitivo no tenía un sitio específico
para depositar a sus muertos. Antes bien, éstos lo acompañaban en su peregrinaje
como nómada. Les colocaba en el rostro máscaras mortuorias y cargaba con ellos
por los diferentes rumbos por donde iba cazando y recolectando. Debió de ser cuan-
do se tornó en sedentario cuando buscó un lugar para el depósito comunitario de
sus muertos, lo cual se hacía en la superficie de la tierra, cubriéndolos con piedras.
Posteriormente se idearon los enterramientos. En un inicio éstos fueron colectivos
y más tarde, conforme se desarrolló culturalmente la importancia social del difun-
to, se hicieron de manera individual, en espacios semejantes a una casa. Con el paso
de los años se comenzaron a hacer ofrendas. Básicamente el desarrollo de la artesa-
nía transformó en una costumbre la colocación de ofrendas en las tumbas o altares
dedicados a los muertos. Así es como los objetos personales se depositaban en la ca-
sa que serviría como tumba.
En torno al animismo –postura filosófica que se refiere a la existencia del espíritu
de los muertos–, éste fue muy importante en la tradición religiosa mesoamericana, en
la que teóricamente cualquier espacio natural, elementos de la naturaleza, objetos co-
munitarios o personales tenían un alma a la que había que venerar o adorar median-
te diversos rituales. Para contextualizarlo en esta idea, el espíritu de los muertos y de
los ancestros serían las entidades espirituales que cuidarían, enseñarían, guiarían, cu-
rarían a sus creyentes y seguidores por medio de un sistema de ofrendas-sacrificios.
Sin embargo, la concepción indígena desde la cosmovisión propone un remoto pa-
radigma mitológico que da sentido a la creencia relacionada con prácticas mágicas,
donde la existencia del mundo de los espíritus y el mundo de los muertos se convierte
en una realidad subjetiva y al mismo tiempo otorga las posibilidades para desarrollar
una serie de creencias en torno a la muerte, palpable en diversas manifestaciones cul-
turales de los pueblos mesoamericanos, que abarcaron pinturas, esculturas, ofrendas
y máscaras, entre otros objetos que hoy fácilmente pueden encontrarse en museos, li-
bros y revistas especializadas.
Los antiguos magos se enfrentaron a las más diversas criaturas del mundo, tratando
a las entidades anímicas –elementos de la naturaleza a los que les otorgaban categoría
84 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
de espíritus– como si fueran personas. Así ocurría, por ejemplo, con el agua, fuego, tie-
rra, vientos, luciérnagas, metal, tabaco, medicinas, animales dañinos, plantas domés-
ticas, peces, abejas, entre otros, los cuales se convertían en los factores que promovían
las tareas del chamán como adivinador, mago, curador, vidente o sacerdote. Desarro-
llaron un sinfín de actividades relacionadas con la caza, pesca, guerra, recolección, cul-
tivo, producción de manufacturas, viajes, curación, hasta daños contra el enemigo y
rituales relacionados con la muerte.
Chávez Balderas (2009) se ocupa de los rituales funerarios al señalar que son ne-
cesarios en todas las culturas, porque permiten a los deudos asumir las ausencias, re-
configurar los patrones sociales y seguir adelante. La resolución del duelo implica la
realización de diversos rituales en los que se ofrendan diferentes elementos con los
que se busca un destino feliz para la vida eterna del alma-sombra del difunto. Sin
embargo, en realidad los rituales relacionados con la muerte cumplen la función de
“tranquilizar” a los deudos, a los sobrevivientes. El mito sugiere que de esa manera se
garantiza el destino del muerto, para que no regrese a causar problemas a los vivos.
Los rituales funerarios tienen dos funciones: una práctica y otra simbólica. La pri-
mera se refiere a la manera de disponer el cadáver –materia pesada–, en tanto que la
simbólica y sutil se enfoca en la idea de que el alma-sombra cumpla con su destino
final. Con base en la idea mexica, el ser humano está conformado por dos tipos de
materia: pesada y sutil. La segunda tiene presentes tres entidades anímicas que cum-
plen diversas funciones, cada una con características distintas y localizadas en zonas
específicas del cuerpo. Así, consideramos que la ausencia de la teyolia o “alma”, ubi-
cada en el corazón, determina la muerte del humano; el tonalli, localizado en la parte
más alta de la cabeza, se ausenta durante el sueño, la embriaguez y el coito; el ihiyotl
se halla bajo el diafragma, en el hígado, y determina el poder del brujo –o nahual–,
por lo cual corresponde al inframundo. Así, ante la muerte el destino de los tres es
diferente: tonalli e ihiyotl se dispersaban en la tierra y el teyolia tenía un destino según
la forma de morir, como se observa en el cuadro 1.
Los rituales y ofrendas del mundo mesoamericano son necesarios para que el dra-
ma de la materia simbólica (alma-sombra) se manifieste en el inframundo o los cie-
los. De acuerdo con su manera de morir será el destino que le corresponda, ya sea
el descenso por el inframundo para llegar al Mictlán, la llegada al Tlalocan o que
acompañe al Sol en su camino por el cielo.
Para la realización de un funeral mexica era necesaria la preparación del cuerpo
y los ritos para el mismo: disposición del cadáver, solemnidades en el sepulcro y cere-
monias subsecuentes. Para esto se disponía de elementos como música fúnebre, dan-
Se convertían en Cihuateteo
El cadáver se lavaba, se le colocaba un atavío, se le
Mujeres que y acompañaban al Sol desde
recogía el cabello y se le enterraba en el patio del templo
fallecían en el cenit hasta su ingreso al
de Cihuapipiltin. El cuerpo era cuidado cuatro noches,
el parto. inframundo, durante el
pues era codiciado por los guerreros y los ladrones.
ocaso.
Los dioses de la muerte. Entre los mexicas, el universo era dual. Vivían en una oposición
eterna, sustentada en la cultura y con base en la relación de las ideas de noche-tie-
rra-muerte con las de luz-cielo-vida. Esta contradicción quedó representada en innu-
merables elementos culturales que pueden englobarse en el concepto de cosmovisión,
de donde se originó el mito del cielo y del inframundo, así como de los seres que ha-
bitan tales espacios, como se describe a continuación:
Cielo. Allí vive Ometéotl como dualidad generadora y sostén universal en las advocaciones de
Ometecuhtli y Omecíhuatl –masculino y femenino–, considerados los dioses creadores, quie-
86 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
Cuadro 2 Manera de morir entre los antiguos nahuas y lugar al que estaban destinados
nes habitan el espacio del cielo más alto, el “cielo doble” conocido como Omeyocan. Se con-
sidera que es un espacio hacia arriba y en número de 13.
Inframundo. Denominación del Mictlán como el lugar habitado por Mictlantecuhtli y Micte-
cacíhuatl, dioses especiales del mundo subterráneo, del lugar a donde va el alma de los muer-
tos. Es un espacio hacia abajo. Las almas deben pasar el río Chignahuapan, ayudados por
un perro amarillo. Para descender, deben llevar amuletos que les son colocados en los entie-
rros. Descienden nueve pisos por la región de los muertos para llegar al mundo de los muer-
tos. Los “patrones del tonalpohualli” –calendario civil– son Yohualteuctin, que corresponde a
los “nueve señores de la noche” y se asociaban con el inframundo, en tanto que entre las dio-
sas con asociaciones macabras se tenía a las Cihuateteo o Cihuapipiltin, que se relacionaban
con los cinco días negros del tonalpohualli.
significado y
paraíso región lugar para
símbolo
Inframundo o
Norte infierno. Las almas padecen una serie de pruebas para
De los muertos.
Mictlán Pedernal (frío y trascender al mundo de los muertos.
desierto).
Para los mexicas, cada forma de morir implicaba un espacio diferente para el alma
del difunto, en el cual desarrollaría alguna actividad relacionada con su muerte y la
actividad desempeñada en vida. No se consideraban los actos morales durante la vi-
da en la Tierra. Así, los guerreros muertos en combate y en los sacrificios acompaña-
ban al Sol durante su nacimiento –amanecer– en el oriente, en tanto que las mujeres
muertas en el primer parto –cihuateteo– lo hacían en el cenit, hasta que se ocultaba en
el poniente, para dejarlo a su entrada al inframundo, como se detalla en el cuadro 3.
Francisco Plata comenta que, cuando estamos vivos, vamos al inframundo; es de-
cir, tenemos cuerpo-mente-espíritu para realizar ese viaje chamánico. Cuando mori-
mos, el viaje carece de sentido para el humano. Ahora es el alma-mente la que vive
este drama, si bien ya no tiene conciencia de que está descendiendo por el inframun-
do; simplemente la sombra se expone a que sus memorias sean devoradas por los
habitantes del mundo subterráneo para que alcance el mundo de los muertos o el
Mictlán de las culturas prehispánicas.
Los ciclos del tiempo, el destino y la muerte. Para los antiguos nahuas, el destino “ha sido di-
cho, ha sido hecho sobre nosotros, en el cielo, en el mundo de los muertos”. El desti-
no se hacía presente como tiempo, y el tiempo eran los dioses mismos, que en viajes
cíclicos bañaban, invisibles, la superficie de la Tierra para transformarlo todo. El rit-
mo de llegada de los dioses era cíclico, dictado por los ritmos calendáricos. El ciclo
88 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
más espectacular era el de la lucha entre los poderes subterráneos de la lluvia y el ver-
dor, y los poderes celestes del dorado calor solar. La alternancia de las temporadas de
lluvias y secas se concebía como una eterna lucha en la cual el equipo victorioso go-
bernaba la mitad del año. Así, se tenían dos ciclos: el de la lluvia, relacionada con el
verdor, la abundancia y la vida, y el de secas, en el que prácticamente la Tierra esta-
ba “muerta”, determinada por la escasez. Por lo tanto, en esos dos ciclos tenemos la
dualidad de la vida y la muerte, la primera representada por el verdor del campo y
la abundancia de alimentos, en tanto que la muerte corresponde a la época de secas,
cuando se carece de los mismos.
debe ser, pues mientras “siga apegado” física y emocionalmente a los otros, la ago-
nía se hará prolongada.
En el devenir de su historia, el ser humano ha construido el concepto de muerte,
así como las diversas conductas ante la inminencia del hecho. Líneas atrás se comen-
tó que el primer humano en describir el destino de los muertos fue el chamán –con
todos sus significados y símbolos propios de su cosmovisión–; posteriormente, deri-
vados del chamanismo, aparecieron los sacerdotes y las religiones, que explicaron la
muerte como un castigo divino, como en el caso de las religiones judeocristianas. Ac-
tualmente estas ideas no han hecho mayores aportaciones que las derivadas del cha-
mán y sus propuestas originales.
Vale la pena comentar la existencia de doctrinas que supuestamente contactan
con el “espíritu de los muertos”, como el espiritismo, que establece una serie de con-
ceptos sobre la habilidad de ciertas personas o médiums para contactar al espíritu de
los muertos; sin embargo, no proporcionan una idea precisa acerca del destino del
muerto y recurren a las religiones para dar cauce a su ideología, que por lo general
consiste en informar cómo se encuentran los difuntos en esa “otra vida”.
La representación y las actitudes del ser humano ante la muerte –costumbres, mi-
tos, creencias y ritos– han sido muy diferentes en cada época y sociedad. En nues-
tra cultura existen diferentes creencias en torno a la muerte. Por ejemplo, la muerte
en un hospital es totalmente diferente a la que ocurre en el domicilio, como se deta-
lla en el cuadro 4.
Sin duda la construcción social de la muerte implica una serie de hechos con los
que se han elaborado conductas y actitudes en torno al fallecimiento. De este modo
se han creado mitos y ritos, y se ha diseñado toda una parafernalia que le da signifi-
cado en el contexto cultural y social. Ante cada muerte se valida la forma de pensa-
miento en el seno del grupo de pertenencia, planteándose dos posibilidades:
Muerte en el ámbito de la ciencia. El destino del muerto se sustenta en el positivismo.
Es decir, no hay espíritu ni alma, pues todo muere al extinguirse la vida en el cuerpo.
Muerte en el ámbito social. Se expresa por los ritos, mitos, usos y costumbres. Se obser-
va una franca mescolanza de ideas y actitudes religiosas con las propias del lugar de
pertenencia o nacimiento. Es decir, la visión cultural de la muerte y su parafernalia.
Así, la construcción de la muerte se inicia cuando el ser vivo, en este caso el huma-
no, es “tocado por la muerte”. La vida se pierde de manera absoluta e irreversible y
ahora sólo queda un cadáver, cuyos sobrevivientes han diseñado mitos y ritos, así co-
mo toda una parafernalia para “despedir” o “dar el último adiós” al cuerpo, ahora
sin vida.
90 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
Fuente Observación participante en diversos velorios y sepelios en la ciudad de Toluca y sus alrededores, así como
en los estados de Querétaro y Zacatecas, 2009
Funeral: ceremonia
La familia realiza el funeral en el Existe un espacio rentado para la
que se lleva a cabo
domicilio, en un espacio apropiado, ceremonia. Se pronuncian discursos para
para despedir a un
que puede ser una habitación grande, elogiar las características del difunto.
cadáver.
un patio con un techo provisional o Hay maestros de ceremonias que dirigen
Exequias: actos
cualquier otro de la casa del difunto. la etiqueta propia del funeral e incluso
litúrgicos dan
Los asistentes llevan flores, veladoras, se ubica el espacio de acuerdo con la
un sentido de
velas y algunos, coronas de flores con importancia social de los presentes. Se
continuidad a la
listones distintivos, en alusión a quien las envían flores y coronas de flores con
vida y fomentan
haya enviado. Pueden hacerse misas de listones distintivos en alusión a quien
la pertenencia al
“cuerpo presente” antes de salir rumbo al las mandó. Por lo general se hacen
pueblo de Dios.
cementerio. Rara vez se hacen “guardias” misas de “cuerpo presente”. Se realizan
A su vez, facilitan
ante el cadáver por parte de los niños y “guardias” ante el cadáver para mostrar
la elaboración del
adultos masculinos. Los ataúdes son de la importancia social del difunto, por lo
duelo.
madera, forrados con telas grises. Suele general por parte de los hombres. Los
Exequias, honras
quemarse incienso o copal en incensarios ataúdes son de maderas finas, metal y de
fúnebres, pompas
con carbón al rojo vivo. diversos colores.
fúnebres.
Se intercambian frases en voz baja, la mayoría de las veces inaudibles para los
Pésame. familiares del difunto, obviamente en alusión a la relación que cada asistente tenía
con el fallecido.
92 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
Duelo: estado Afrontar la realidad de la muerte sin negarla u ocultarla. Exteriorizar la pena
emocional que el liberando las emociones. Reavivar la fe y la esperanza en el presente –aquí y ahora–.
doliente presenta La comunidad despide a uno de sus integrantes. Extender a la comunidad la ayuda
ante la pérdida. de los deudos. Reflexionar sobre la muerte evangelizando la vida.
Otras costumbres
para el anuncio de Esquelas en el periódico y esquelas personales con motivo de los aniversarios.
la muerte.
Difunto, se defundió, sale con los tenis pa’ delante, ya caminó, se lo cargó cacles, marchó,
se fue, ya no está, murió, falleció, sueño eterno, sueño de los justos, dormido para
Sinónimos de la
siempre, se lo cargó el payaso, está calacas, se fue a calacas, se fue al infierno o al averno,
muerte: lo mismo
está con Dios, se fue al cielo, se convirtió en angelito, ya peló gallo, se fue de minero, está
se refieren a la
tres metros bajo tierra, falleció, chupó faros, la liberadora, entregó el equipo. Además, “la
muerte y a morir.
Siquirisiaca, la canaca, la flaca, la hora suprema, la chingada, la democrática, patas de
catre, la hora de la hora, doña Huesos, la mera hora” (Luna, 2010).
Entrevista con Francisco Plata Silva en relación con su experiencia de muerte-resurrección. Antropo-
logía de la muerte: la visión de un neochamán
Mi visión de la muerte es muy pragmática. Los investigadores, los religiosos y los filóso-
fos tienen ideas muy elaboradas; generalmente investigan, hacen recopilaciones de lo que
les ha sucedido a otros y de ahí infieren sus conceptos. Hacen juicios sin experiencias. Los
chamanes no: tenemos una visión pragmática de la vida y la muerte. No hacemos deduc-
ciones; no hacemos inferencias ni preguntas. Tomamos las cosas como se viven. Tenemos
las experiencias de nuestras propias visiones. [Los chamanes] lo toman como lo vieron.
Por ejemplo, yo tengo ciertos conceptos que pueden parecer encontrados, que no son
congruentes uno con el otro. Lo tomas como lo vives. Es a través de visiones, de viven-
cias directas.
94 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
Mi informante continúa:
Sin embargo, hay fenómenos que no pueden explicarse del todo. Por ejemplo, en mi familia
había la historia de que, cuando se aparecía el que había muerto antes en la línea, pues era
seguro que esa persona a la que se le apareció muriera. Esto me sucedió a mí. Mi papá se me
apareció. Lo vi y sabía que ya me tocaba. Me encontraba leyendo en mi cama y de reojo vi
una sombra que cruzó. No fue alucine. No fue sueño: fue en vivo y a todo color. Estaba recostado
en mi cama, leyendo. Sabía que no había nadie en la casa. Serían como las tres de la tarde y
veo que pasa mi papá, se regresa y me ve. Trae un costal colgando en el hombro y me dice:
“Ándale, ya vámonos”. Ése es el aviso tradicional de que ya te toca –entonces ya pintaste tu
raya–. Éste es un fenómeno que no me puedo explicar. Ésta es la tradición en mi familia. Así
funciona y así pasa. El chamán lo toma como viene; o sea, te dan el aviso y ya sabes que pue-
des prepararte o no prepararte, según como vas a encarar a la muerte.
Entonces el asunto fue que a los pocos días, una o dos semanas después, fue cuando mo-
rí. En el momento de morir para mí era un evento de lo más interesante ¿Qué posibilida-
des tenemos de experimentar eso? Una vez en la muerte, es el evento más trascendental en
la vida de un ser humano. Todos podemos ser diferentes, todos podemos ser de una mane-
ra u otra, pero hay una sola cosa que nos hace iguales, que nos allana: todos vamos a mo-
rir. Y no hay manera de evadirlo. Tarde o temprano vamos a morir.
Yo estaba muy emocionado. Voy a saber que significa, voy a saber el misterio. Yo es-
taba tomando una siesta, en un sillón, y debieron de haber sido como las tres o cuatro de
la tarde –ya había comido y me recosté en el sillón–. Entonces entré en esa fase que no es
sueño profundo. Esa fase entre la vigilia y el sueño. Esa fase que algunos llaman hipnóge-
na. Estás alerta de lo que sucede a tu alrededor. Inclusive tienes visiones, aunque tengas los
ojos cerrados. Y en ese momento vi frente a mí a la muerte. Yo había visto la muerte varias
veces antes, sobre todo en cuestiones de sumo peligro. Cuando he tenido riesgos de salud,
cuando he estado muy enfermo, había percibido la muerte, y entonces para mí la muerte
era como un rectángulo enorme, gigante y negro frente a mí –tal vez influencia de 2001:
odisea del espacio, ve tú a saber, que vi cuando era chamaco.
Entonces vi ese rectángulo negro que se venía sobre mí, y como yo había tenido el avi-
so de ver a mi papá, pues entonces pensé: “Aquí pinté mi raya”. Pero era esa emoción de
ver ese misterio –“qué buena onda: voy a conocer el misterio”.
Yo había tenido investigación bibliográfica sobre qué es el infierno. Pues entonces pen-
sé: “Ya vas a saber qué es eso”. Pero no, no fue por ahí. En el momento que sentí la muer-
te, mi ser comenzaba a disgregarse, me separaba en miles de “yos”, y al mismo tiempo
brincaron los cuasirecuerdos –son las visiones que tuve de niño–, recuerdos de aparentes
96 • Vita Brevis
Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
vidas anteriores. Eran cientos, miles. Tenía recuerdos de lo que yo consideraba vidas an-
teriores. Hasta ahí creía en la reencarnación. Y de pronto, al sentir la muerte, siento que
me disgrego, que me separo; veo la muerte de todos esos personajes. Mi muerte, su muerte
y la muerte eran una sola cosa. Esos “yos” se separan y ves la muerte de todos los que es-
tán muriendo en ese momento. Es lo que decía don Juan que es la “alineación”: tú te ali-
neas con alguien y sientes como la otra persona. ¿Entonces cómo diablos no se va a creer
en la reencarnación?
Por eso se cree en la reencarnación, porque ves la muerte de miles de personas al mis-
mo tiempo. La muerte multiplicada. Era muy interesante el efecto, y después eso cambia
y aparece el famoso túnel, viajas rapidísimo a través del túnel y la luz blanca al final. Mu-
cha gente dice que ve a sus familiares; ve a Jesús, a Buda, de acuerdo con su formación.
Yo sólo vi esa luz blanca. Esto yo ya lo había visto en “estados alterados de conciencia”.
Pasas a través de la luz y de pronto estás flotando en el universo, en lo que decía don Juan
Matus: en las “emanaciones del águila”. Ves al Creador y la creación: todo el universo. Es
un conjunto de luces en movimiento. Uno es una “motita” de color en el universo, infinita-
mente pequeña, despreciable, sin influencia alguna, como un granito de polvo flotando en
la inmensidad. Es inmensidad, es armonía, es luz, es fantástica, es maravillosa, una luz be-
llísima. ves una de las caras del Creador.
Los chamanes tienen cuatro vislumbres del Creador, y en el momento de la muerte perci-
bes una de sus caras: es una especie de arco gigantesco que cubre, abarca todo el univer-
so, absorbe todas las conciencias y es curvado. Por eso los antiguos decían que es el “pico
del cuervo o del águila”. Es el “pico curvado del cielo” y eres atraído como motita y sabes
que ya se acabó tú tiempo, y todo es tan real, pero nada se compara con ello. Es padrísi-
mo. Una felicidad eterna, y vas atraído hacia allá. Sabes que ya pintaste tu raya y lo acep-
tas, no hay problema. Tan tan. Haces un bello mutis.
Pero de pronto hay una conmoción y de pronto estoy entrando, regresando al cuerpo.
Yo ya había muerto; ya había pasado. Además, el retorno es doloroso; no en un sentido fí-
sico, sino en un sentido eterno. Otra vez estás aquí. No tienes duda sobre lo sucedido, por-
que lo estás experimentando.
Hasta aquí los conceptos relacionados con la muerte del humano explicadas desde la
cosmovisión de Francisco. Él continuó intercambiando ideas y se enfocó en comen-
tar algunos conceptos necesarios para entender la muerte desde la visión del chaman:
El chamán no tiene fe. Simplemente vive el momento como un guerrero, como si fuera el
último momento. Esto es el ser impecable. El chamán sólo se tiene a sí mismo. Ha trascen-
dido el bien y el mal a través de la iniciación de la muerte
El “efecto de Santa Claus” se refiere a que el humano debe tener fe en lo que le enseña
el adulto para construir el mundo, como una fantasía, hasta que crece y se da cuenta có-
mo es la realidad. Pero en ese momento debe enseñar a otros niños cómo es la realidad y
continúa con la fantasía, convirtiéndose ahora en Santa Claus. Es un concepto aplicable a
las creencias. El chamán ha roto con este esquema. Ya no le es necesario.
En el “efecto a sabor a pollo” los humanos nos pasamos discutiendo sobre diversos te-
mas, en lugar de actuar; hablamos como expertos sobre tal o cual cosa sin haberla probado
ni experimentado. Investigadores, filósofos, antropólogos y otros estudiosos hablan acerca
de la muerte, del chamán o del chamanismo sin haber vivido una experiencia de esa mag-
nitud. Les han platicado y hacen coincidir versiones de quienes sí las han vivido y a eso le
llaman investigación. No: deben de vivir la experiencia.
La “apertura” es otro concepto que se expresa de esta manera: “Ruptura de la continui-
dad del mundo, se rompe la continuidad del tonal y eso se logra por el deseo del chamán.
Experiencias traumáticas. Efecto de plantas psicotrópicas”.
“Cielo” e “inframundo” son dos ideas en las que los religiosos se han “hecho bolas”:
igual hablan de lo que no han experimentado. Al cielo subes porque ésa es la sensación que
tienes cuando “viajas a esa realidad no ordinaria”, y vas a encontrar ángeles, serafines, ar-
cángeles. En fin, seres que te ayudan y enseñan, sin que tenga que ver con lo bueno. Igual,
cuando viajas al inframundo lo haces mientras estás vivo. Porque muerto, ¿ya para qué?
Estando vivo desciendes y te encuentras diablos, alebrijes, demonios que igual te ayudan y
te enseñan, sin que tenga que ver con la maldad.
Las festividades del Día de Muertos nosotros las realizamos en noviembre porque, con
la invasión española, los religiosos trajeron las ideas propias de los europeos: Walpurgis y
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Antropología de la muerte. Visión de un chamán urbano
aquelarres, Todos Santos y Día de Muertos. Las celebraciones que se hacían en el Méxi-
co prehispánico eran aproximadamente en el mes de agosto y su objetivo no era celebrar
a los muertos, sino cómo las “sombras” de los muertos vagan entre nosotros. El ritual sir-
ve para tranquilizarlas, para tenerlos quietos y que no nos molesten.
Respecto a lo “bueno” y “malo”, el chamán ha trascendido estos conceptos, que son re-
lativos a la cultura. No hay acciones buenas ni malas con ir al cielo o al inframundo. A es-
tas realidades no ordinarias vas mientras estás vivo, porque muerto, ¿ya para qué?
A manera de análisis, debe comentarse que las iniciaciones chamanísticas tienen ese
contexto de muerte-renacer. El aprendiz será iniciado bajo el efecto del tambor, las so-
najas, el dolor, el sueño, las plantas psicotrópicas, la oscuridad, el silencio: éstas y otras
son diversas formas de deprivación sensorial que invariablemente conducen a la frac-
tura de la realidad cotidiana y llevan al discípulo a vivir “realidades alternas” a través
de los llamados “estados alternativos de conciencia”. Suelen presentar un estado se-
mejante a la muerte, y su mente-alma-tonalli-sombra desciende al inframundo, donde
la cogen los demonios, la descuartizan y la cuecen en un perol, para que después la
saquen y lo vuelvan a armar, con lo que le otorgan algún “don” que le dará poder en
el seno de la comunidad. Francisco comenta que esta última es la mejor y más pode-
rosa de las iniciaciones. Agrega que, durante los sueños, el tonalli –el alma– viaja por el
inframundo, de modo que cada noche vivimos una experiencia que no sabemos valo-
rar y que en el esquema cotidiano solemos identificar como pesadillas o malos sueños.
Objetivos. Dar de comer a los ancestros muertos para calmarlos y que no nos molesten.
tos, flores, incienso, copal y cánticos ofrecidos con la intención de que no molesten a
los vivos el resto del año.
Descripción del espacio. En la puerta de la casa del chamán se encontraba un letrero que
decía: Bienvenidos al Mictlán. Se trataba de un espacio vacío con sillas cerca de la
pared. En un rincón de la sala había una mesa-altar con cráneos y figuras de piedras.
Tenía dos escalones, con una superficie de aproximadamente 70 cm cada uno y con
espacios a ambos lados. En el escalón superior se habían colocado, de izquierda a de-
recha y en dos filas, los siguientes elementos (figura 1):
• Fila posterior: cráneo de venado y cráneo humano con adornos negros, verdes y blan-
cos; una réplica de la Piedra del Sol, como de 50 cm de diámetro; una piedra verde y
otra negra.
• Fila anterior: bracerito, campana de bronce, paliacate rojo y negro envolviendo un pu-
ñal de obsidiana, copa de vidrio, espejo con marco de madera, representación del Sol y
vela roja.
• Abajo, a la derecha: sahumador.
• Escalón inferior: se dispuso de un espacio para las velas, veladoras y ofrendas llevadas
por los asistentes.
• Saludo –armonización.
• Velación.
• Construcción de la Santa Forma.
• Construcción del Santo Xúchitl.
• Vestimenta del bastón de mando.
• Limpia a cada uno de los asistentes.
Desarrollo. El chamán comienza a armonizar al grupo, prendiendo una vela roja y ha-
ciendo una reverencia hacia cada punto cardinal. Comienza con el Oriente, girando
siempre hacia la izquierda hasta finalizar con el sur. En cada estación traza una cruz en
el aire y hace giros con la mano que sostiene la vela, a la derecha y la izquierda.
La ceremonia se desarrolla frente a una mesa que simboliza al universo, en la que
se encuentran los siguientes elementos: cráneo de venado, cráneo humano adorna-
do, un disco de obsidiana, una piedra verde, una piedra negra, braceros, una cam-
pana, un paliacate rojo y negro doblado cuidadosamente y que contiene un puñal de
obsidiana, una copa de vidrio, un espejo con marco de madera y ocho puntas, velas
y dos maderos de unos 80 cm de longitud y tres de diámetro, uno de cuyos extremos
está rematado por la cabeza de un reptil –bastones de mando.
Las velas deben permanecer encendidas durante toda la ceremonia de velación y
se designa a una mujer para que esté pendiente de que en ningún momento se apa-
gue una vela –si alguna se consume, con la misma luz enciende otra y así sucesiva-
mente, hasta concluir.
Constantemente se usa un incensario, en cuyo extremo tiene una cara de coyote
con el hocico abierto: es el sitio por donde se sopla para que se mantenga encendido
el copal, que se quema toda la noche.
zar el tendido del Santo Xúchitl, se sahúma con copal. Todo el ritual es una activi-
dad que dura alrededor de tres horas.
Cabe destacar que cada vez que se van a colocar flores en el tendido de la forma,
las flores de cempasúchil se sahúman y se van colocando para construirla.
En esta parte de la ceremonia, al terminar de tender la forma, se hace un silen-
cio para que cada uno de los asistentes realice una oración por sus muertos. Después
se hace un receso de 10 minutos, durante los cuales las mujeres arrancan los péta-
los de las flores.
Los bastones de mando (figuras 4 y 5) representados en los brazos de la forma co-
rresponden al poder del tlatoani y Quetzalcóatl.
La frase que predomina a lo largo la ceremonia y ante cualquier acción realiza-
da es: “¡Él es dios!”.
A las tres de la madrugada se reinicia la ceremonia de velación: se “levanta la for-
ma”, para lo cual se sahúma el “tendido de la forma”. De la mesa se toma el sím-
bolo que representa al Sol –el espejo colocado en un marco circular de madera, del
que se desprenden ocho maderos cilíndricos, de 1.5 cm de diámetro por entre 60 y
80 de longitud.
Para levantar la forma, en el símbolo del sol se colocan las flores, que se van su-
jetando con hilo hasta cubrirlo completamente. Mientras tanto se cantan alabanzas
por parejas. Al concluir de forrar los rayos del sol con las flores de cempasúchil, se
comienzan a cubrir los bastones de mando. Previamente todo se sahúma.
El “sol amarillo” se coloca en el altar y con los bastones de mando se procede
a realizar una “limpia” a los asistentes, moviendo los bastones en la forma ritual
acostumbrada.
Los bastones de mando, que son de madera, tienen tallada al final una cabeza de
serpiente. En las figuras 4 y 5 se muestra cómo son antes y después de quedar cu-
biertos de flores.
Desenlace. A las 5:15 horas se termina de cubrir de flores el símbolo del sol y los bas-
tones de mando.
El sol amarillo se coloca en el oratorio y con los bastones de mando se realiza una
“limpia” a cada asistente. Esta labor la realiza Francisco, mientras se cantan alaban-
zas y se arrojan pétalos de cempasúchil a la persona que se está limpiando. El último
en recibir la “limpia” es el propio Francisco.
La alabanza que se entona dice así: “¡Recibe estas flores con gusto y anhelo, que
son escalones que suben al cielo!”.
Al concluir de “limpiar” a los presentes, Francisco se hinca con una rodilla en tierra
y entona una alabanza de agradecimiento. Luego todos se arrodillan orientados hacia el
Oriente. Para terminar la ceremonia de velación, las personas que ocuparon algún cargo
“devuelven la palabra”, agradeciendo a las ánimas y a los cuatro vientos por permitirles
realizar su labor. La ceremonia concluyó a las seis de la mañana: “¡Él es dios!”.
Como comentario adicional, se pueden destacar los siguientes elementos esencia-
les en el ritual de conmemoración del Día de Muertos:
El objetivo es dar de comer a los muertos.
Los participantes son personas de lo cotidiano que asumen papeles como “sargen-
to de palabra”, “compadritos y comadritas” y el “pueblo”. Obviamente, quien or-
questa el contexto del ritual es un chamán.
En la mesa, sobre un mantel que representa el Códice Fejérváry-Mayer, se disponen
los siguientes objetos que significan la muerte: símbolo solar, bastones de mando, flo-
res de cempasúchil, instrumentos musicales –huéhuetl, mandolina, sonajas y huesos
de fraile–, velas de color blanco y rojo, así como una ofrenda de frutas y comida de
la llamada prehispánica –chapulines y acociles, entre otros.
El contexto es de rezos, oraciones, cantos, limpias e invocaciones a las entidades
anímicas. Todo esto se combina en un tiempo y espacio precisos para dar pauta al
desarrollo de la ceremonia de velación.
Ritual con motivo del Día de Muertos, para otorgar una ofrenda a los espíritus de la naturaleza
plantea un círculo en el centro, a partir del cual se construye una cruz, a partir de
cuyo segmento horizontal se van construyendo los círculos concéntricos hasta con-
cluirlo con seis vueltas y el centro. En este espacio se colocan cuatro piedras de su-
perficie plana y orientadas hacia el noreste. En la entrada se construye un arco con
flores blancas y amarillas y se entierra una piedra de superficie plana, en la que los
participantes deben hincar la rodilla para ingresar.
2. Para el diseño de la ofrenda, los participantes llevan dulces de alfeñique que se-
mejan calaveras, borregos, cerdos y venados, así como dulces de la temporada. Con
éstos se construye un mandala –representación simbólica de un espacio sagrado–
previamente dibujado sobre un cartón blanco. El centro es ocupado por un cráneo
de dulce de alfeñique y se distribuye el resto de los dulces de acuerdo con su núme-
ro, a modo de formar círculos concéntricos, orientando las figuras hacia los cuatro
puntos cardinales.
3. La ofrenda se lleva al laberinto y los asistentes se forman, con Francisco a la ca-
beza, intercalados por un hombre y una mujer. Al frente de la fila, dos discípulos car-
gan, seguidos por el resto de los participantes. Para entrar al laberinto todos hincan
la rodilla en la piedra de la entrada. El recorrido se hace varias veces y finalmente
los asistentes se ubican en el círculo del centro. Francisco y Marisol se colocan cer-
ca de las piedras para consagrar el espacio y realizan diversos movimientos con las
manos para llamar a los vientos y entregar la ofrenda. Con esto, todo mundo desan-
da el laberinto y los que así lo deseen regresan al centro para consagrar algunos ob-
jetos o meditar.
Fin del ceremonial.
Conclusión
nos, pero que social y culturalmente los separa de otros. La historia de la humanidad
ha escrito páginas maravillosas en las que se estudia a la muerte: el chamán, la cosmo-
visión, los dioses –incluyendo a los demonios–, el quehacer con el cadáver –enterrarlo,
incinerarlo, congelarlo, extraer órganos para donación–, las exequias y la parafernalia
correspondiente, como los ritos de paso y los duelos. No podemos dejar de lado sus re-
presentaciones plásticas, que en ciertas épocas del año son motivo de comercio…
En fin, la muerte es un negocio de los vivos.
Bibliografía
Resumen
El tema del destino eterno atrapa el pensamiento humano porque implica experimentar el dolor
de la muerte como pérdida de la vida. Frente al ser querido inanimado surge una pregunta:
¿dónde será su siguiente morada?, a partir de la cual se generan explicaciones sobre diversos
destinos, como el purgatorio, el infierno y el paraíso, así como sus vías de acceso, peligros, climas
y sentires, todo esto reunido en la enigmática geografía del “más allá”. En este artículo se estudia
El jardín de las delicias, de El Bosco, tríptico al óleo pintado en 1500 a modo de visión del mundo
de los muertos, con representaciones del jardín del Edén, el jardín de las delicias y un paseo por
los castigos del infierno. Este rico material iconográfico de finales de la Edad Media simboliza el
espacio etéreo donde se proyectaban los sueños y miedos de una época en que el ser humano y su
trascendencia dependían del comportamiento terrenal y espiritual.
Abstract
The subject of eternal rest captures human thought because it implies experiencing the pain of death
as the loss of life. Faced with the loved one bereft of life the question arises: where will it go? This leads
to explanations of diverse destinations, such as purgatory, hell, and paradise, as well as the paths to
be traveled, the dangers, atmospheres, and feelings, all in the enigmatic geographic of the “beyond.”
This article focuses on Hieronymus Bosch’s Garden of Earthly Delights, an oil triptych painted in 1500 as
if a vision of the world of the dead, with representations of the Garden of Eden, the garden of earth-
ly delights, and a journey to the punishments of hell. This rich iconographic material from the end
of the Middle Ages symbolizes the ethereal place where the dreams and fears of an era were project-
ed and in which human beings and their transcendence depended on earthly and spiritual behavior.
Introducción
R
ealizaremos un viaje por la memoria colectiva del ser humano cuyas ma-
nifestaciones culturales heredan pensamientos relacionados con la muerte
y la trascendencia del alma a otros planos existenciales. Para esto se revisa-
rán cuatro principales religiones del mundo a modo de referente sobre el origen de
aquellas estancias de paz y beatitud, mortificación y purificación, así como el dolor
eterno, resumido en una palabra por el cristianismo: “escatología”.
El análisis de la obra El jardín de las delicias, de finales de la Edad Media, conduce a
un testimonio del pensamiento cristiano como una advertencia sobre las moradas a las
cuales se expone el alma humana según su conducta. Se han tomado dos obras: el Ca-
tecismo de la Iglesia católica, para conocer sus preceptos, y el “Infierno”, primera parte de
la Divina comedia de Dante Alighieri, como referente para la comprensión iconográfica
e iconológica de esta obra, cuyo recorrido nos deleitará por la belleza del paraíso y sus
tentaciones, seguido del jardín de las delicias, con sus seducciones vacías, y por último el
sufrimiento en los círculos del infierno, donde los pecadores experimentan terribles sole-
dades, inmersos en aridez, oscuridad, frío, sangre, hambre, dolor y la verdadera muerte.
Una vez realizado este análisis, reflexionaremos si aquellas concepciones se tratan
de “un lugar o un estado de vida”, sin importar cuál: tan sólo es una invitación a la
“experiencia profunda” del ser o no ser, hacer o dejar de hacer, para interiorizar si en
nuestra existencia está la armonía vital para experimentar una buena muerte.
La religión es un medio por la cual el ser humano une su pensamiento o estado etéreo
con la creación y el creador; así fortalece su ánima y emprende su camino hacia la
iluminación, evolución, restauración y trascendencia, ya que éste no sólo es cuerpo,
sino también esencia. La misión es integrarse con orden en intenciones, acciones, y
por ende, con la conquista de la plenitud no sólo existencial, sino también espiritual.
Nuestro viaje comienza con un regreso en el tiempo y el espacio. Cerca del año
500 000 a.C., el Homo erectus, también conocido como “hombre de Pekín”, empezó
a crear una dimensión religiosa con el tratamiento ritual de los cráneos. Tomamos
el rumbo hacia 75 000 a.C. para encontrar pruebas de los primeros enterramientos
humanos. Aproximadamente en 30 000 a.C. el arte rupestre nos sorprende por su
sentido religioso, lleno de misterio entre recolectores y aborígenes (Smart, 2000:
17). Más tarde, hacia 3500 a.C., en Mesopotamia, Egipto, China y la India surgen
templos, mitos, rituales y festividades, con personajes sagrados, teologías y escrituras
que definen las experiencias personales de vida, sufrimiento y muerte, e incluso de
la vida trascendente.
La geografía religiosa nos permite llegar hasta los siglos vi y v a.C., en la región
del Mediterráneo, donde se desarrollan las religiones clásicas; por ejemplo, Grecia
aporta la filosofía; en Persia, Zaratustra deja su legado al judaísmo durante la cautivi-
dad babilónica, en tanto los hebreos de tradición profética proponen el monoteísmo.
La India experimenta su propuesta con el ciclo de la reencarnación, y en China
Confucio crea el taoísmo como una forma de vida dentro del humanismo ético.
Todas estas creencias prepararon el terreno a las grandes religiones universales,
como el hinduismo, budismo, judaísmo y cristianismo, cuyo fin último se encuentra
más allá de este mundo, en el cielo, el nirvana y otros espacios de espiritualidad y
trascendencia, aunque con admirables diferencias. Iniciemos, pues, nuestro recorrido
por aquellos senderos desconocidos.
Camino de bhakti. Cada hogar tiene una deidad conservada en un altar; debe mostrar “de-
voción amorosa” a través de himnos cantados, relatos de sus historias, danzas y festivales.
Camino del karma. Es la ley moral de la existencia, que consiste en buenas acciones que
rindan buenos frutos, y las malas, resultados maléficos, medidos por la ley de “causa y
efecto”. Aquello que cada persona lleve en su vida afectará la forma en que regrese a la
siguiente. La invitación consiste en realizar acciones que aligeren el buen karma.
Camino del jñana. Es uno de los más complicados senderos de salvación, ya que implica la
guía de un gurú espiritual que ayude a desarrollar la habilidad para la interpretación de las
sagradas escrituras, a fin de liberarse del arraigo a este mundo, ejerciendo con el ejemplo.
Camino del yoga. Se trata de una disciplina espiritual de ejercicios físicos y mentales para
lograr el control del cuerpo y la mente, sujetos a los deseos. Esa fortaleza se logra me-
diante el autocontrol, evitando la violencia y los apegos, practicando la sinceridad y la
castidad, entre otras acciones. La concentración también se consigue mediante mantras
para elevar la conciencia en unidad con el espíritu.
La muerte: judaísmo
Los judíos consideran que “la vida es un don de Dios y la muerte es la inevitable
conclusión de la vida” (ibidem: 57). Cuando alguien se encuentra agonizante, es cui-
dado por un grupo de hombres y mujeres que se distinguen por su santidad, como
una acción denominada mitsvá, con la cual no se espera recibir recompensa alguna.
El cuerpo se envuelve en el tallit con el que ha orado desde su bar mitzvah y después
se coloca en su ataúd de madera para que su cabeza descanse sobre la “tierra santa”.
Cuando el cadáver es llevado a la tumba, es cargado por personas que se detienen
siete veces, como recordatorio de los siete pecados capitales citados en el Eclesiastés.
Al llegar al cementerio lo bajan de forma definitiva y desde ese momento el difunto
“comienza su viaje a la eternidad”.
La celebración comienza al anochecer. El shofar, un cuerno de carnero, se utiliza
como instrumento que se toca durante la plegaria matutina, a modo de llamado a la
meditación y el autoanálisis para retomar el camino de la justicia o teshuvá. Son días
de introspección, de poner en balance los actos realizados. Se realizan plegarias para
sensibilizarse y el día termina con el perdón conocido como Yom Kippur.
En cuanto a la redención –el Yom Kippur–, ésta da comienzo al año judío. Por
tradición, se abren tres libros en el cielo: el primero enlista a los “justos”, aquellos
que serán recompensados por sus buenas acciones. El segundo, a los que tienen 10
días para demostrar que merecen el cielo –duración del año nuevo espiritual o Rosh
Hashanah– y Yom Kippur; el tercero revela a los malvados a los que se castigará. Du-
rante estas fiestas los judíos realizan ayunos por 25 horas en busca del perdón divino.
Las cuatro verdades del credo budista postuladas por Siddhartha Gautama se diseña-
ron con el objetivo de retroalimentar la “comprensión o entendimiento de la sencillez
de la vida para alcanzar la armonía, serenidad, desapego y conciencia por los seres
vivos” (ibidem: 74):
Todo en la vida es sufrimiento. Se trata de un concepto que ayuda a las personas a ejercer la
ayuda para el entendimiento y la superación. De ese modo no sólo se sensibilizan ante
los problemas personales, sino globales, donde una acción repercute en menor o mayor
medida en el trazo de la historia y el universo.
El origen del sufrimiento. Es el apego a la vida, al placer y al dinero; la sublimación de los
deseos.
Eliminar el sufrimiento. Éste se extingue si se elimina la causa.
Extinguir la causa del sufrimiento. El camino intermedio se comprende mediante el “óctuple
sendero”. En otras palabras, el cese del sufrimiento es el nirvana –o camino intermedio.
Para explicar el “óctuple sendero”, Buda dio a sus seguidores un ejemplo: el camino
intermedio es un tanque de agua para los que tienen sed, un fuego que calienta para
quienes tienen frío, una prenda que cubre a los que están desnudos, así como una
lámpara que alumbra a los que están en la oscuridad (ibidem: 75). Es decir, todos los
recursos a la mano deben ser tomados en su justa medida, para lo cual es necesario no
perder la sencillez de la vida. Esto se simboliza con la rueda del dharma, que es como
un timón de ocho brazos unidos por el centro y un círculo que los enlaza. Se trata
de la forma de representar el valor propio de cada persona, que se va fortaleciendo
al unirse con los demás para alcanzar el entendimiento, amar todas las formas de
vida, realizar acciones éticas y estéticas, expresar palabras positivas, puras y nobles
que guíen buenas intenciones, ganarse la vida sin ejercer la violencia, esforzarse por
los pensamientos positivos y anular los negativos, tener una mayor conciencia ante
las necesidades de los demás y concentrarse por medio de la meditación para estar
tranquilo, en paz consigo mismo y con el mundo. Aquel que unifique esos valores será
sensible a la vida y el amor que conduce a la paz.
En primer lugar, demos una ojeada a las escrituras para comprender como está in-
tegrado el ser humano:
363-367. Corpore et anima unus. El hombre creado a imagen de Dios es un ser corporal y un ser
espiritual. El alma significa el principio espiritual del hombre. El cuerpo está animado por el
alma espiritual, es el templo del espíritu y está destinada a ser, en el cuerpo de Cristo, el tem-
plo del Espíritu. Por lo tanto, no le es lícito al hombre despreciar la vida y es un deber mante-
ner su dignidad. Cada alma espiritual es creada por Dios y es inmortal. No perece cuando se
separa del cuerpo y se unirá al nuevo cuerpo en la resurrección final. Alma y cuerpo confor-
man el ser entero del espíritu. “Espíritu” significa que el alma esté ordenada. El cuerpo puede
ser elevado gratuitamente a la comunidad de Dios. (Catecismo…, 2008: 103-104).
1763-1766. Actos pasionales del hombre. Son impulsos que inclinan a hacer o no hacer, asegu-
ran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu. El amor causa el deseo del bien.
Las pasiones se convierten en buenas o malas cuando pasan por la moral. La voluntad
recta ordena al bien y la voluntad mala, a las pasiones desordenadas. La aprehensión del
mal causa el odio. La aversión y el temor propician la tristeza y la ira se opone al bien. “Las
pasiones son malas si el amor es malo, buena si es bueno” (ibidem: 491-492).
1767. Conciencia moral. Es lo más profundo del hombre. Descubre una ley que éste no se da a
sí mismo, pues resuena en su corazón y viene de Dios. Es la moral natural (ibidem: 492).
1
Los números de la derecha indican el párrafo del texto como aparece en el Catecismo de la Iglesia católica; los textos se presentan
de forma parcial, destacando solamente los puntos relevantes para esta obra.
2709-2719. Oración contemplativa. Santa Teresa de Jesús la concibe como un lazo de amistad,
como cuando se trata de estar a solas con quien nos ama. Se busca la fe pura de donde
se ha emanado a modo de volver al origen. Consiste en el recogimiento del corazón, ser
ofrenda para purificar y transformar la morada del Señor y nuestro corazón. La oración
contemplativa es silenciosa y visible a la luz de los hechos y alimenta el fuego del amor. Es
la forma de participar en el misterio de Dios, portadora de vida (ibidem: 714-717).
1022. Retribución. Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribu-
ción eterna en un juicio particular, bien a través de una purificación, bien para entrar de
inmediato en la bienaventuranza del Cielo, bien para condenarse inmediatamente para
siempre (ibidem: 287).
1023-1029. Cielo. Se encuentra destinado para aquellos que mueren en la gracia y la amis-
tad de Dios, los cuales viven y pueden ver directamente la gloria del Padre. Esta vida se
consigue mediante una buena vida y el amor. Se convive en comunión con la Santísima
Trinidad, la corte celestial y los bienaventurados que habitan en el cielo. Ahí se encuentra
la verdadera identidad que sobrepasa toda comprensión y ahí reinarán por los siglos de los
siglos (ibidem: 288-288).
1030-1032. Purificación final y purgatorio. Allí residen los que mueren en la gracia y amistad
de Dios, pero imperfectamente purificados, a fin de obtener la santidad necesaria. La
iglesia llama “purgatorio” a esta expiación, explicado como un fuego purificador, apoya-
do también por la oración a los difuntos a fin de gozar los frutos de la redención (ibidem:
289-290).
1033-1037. Infierno. La libertad del hombre le permite amar o no a Dios. Quien no ama
permanece en la muerte. Toda acción negativa mata el amor y se vive en un fuego que
nunca se apaga, convirtiéndose así en autores de iniquidad. Las almas que mueren en
estado de pecado mortal descienden a los infiernos para sufrir penas. Se le considera “un
llamamiento a la responsabilidad” (ibidem: 290-292).
1038-1041. Juicio Final. La resurrección de todos los muertos, “justos y pecadores”, prece-
derá al Juicio Final. Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan
hecho el mal, para la condenación. La verdad será puesta al desnudo. Los que mueren en
la gracia y amistad de Dios, pero imperfectos, serán purificados después de su muerte, a
fin de obtener la santidad (ibidem: 292-293).
1056-1057. Muerte eterna. A la realidad de la muerte eterna se le llama “infierno”. La pena
principal del mismo consiste en la separación eterna de Dios, quien da vida y felicidad.
Escatología
La escatología –de escaton, “último”, y logos, “tratado”, que significa “estudio de las
realidades últimas”– es el conjunto de creencias religiosas que se ocupan del destino
final de la humanidad y se divide en dos: escatología individual o posmortuoria, que
trata del destino del ser humano después de la muerte, y escatología general, referen-
te al destino que le espera a la humanidad en su conjunto (Villasana, s.f.).
La escatología se apoya en la teología para ocuparse del hombre y su capacidad
ante Dios mediante el estudio de las Escrituras, el magisterio y la tradición. Otro
elemento que retoma es la filosofía para demostrar la existencia de Dios mediante la
razón, a fin de alcanzar la idea de que la “muerte es una meta a la cual se debe llegar
en un estado de plenitud”.
Estamos ya en el entendido del libre albedrío del hombre, cuyas acciones serán pa-
sadas por una especie de “escáner” espiritual, por lo que recibirá su justa retribución
para habitar el cielo, el purgatorio o la muerte paulatina de su alma en el infierno.
Con esta aportación tenemos ya la base que dará sentido a la obra que será anali-
zada aquí. Nuestro siguiente paso es conocer los diferentes niveles del infierno.
Alegoría de la selva oscura. En medio del camino de nuestra vida nos podemos encontrar
en una “selva oscura” (Alighieri, 2013: 5) cuya naturaleza cerrada genera angus-
tia; un valle oscuro donde se percibe el retiro y la soledad como espacio perfecto
para dejar fluir la razón y la filosofía, y donde nuestra conciencia se enfrenta a sus
miedos, al dominio de los impulsos, y busca en su fuerza el hilo de la templanza y
la sabiduría. Al estar ante las fieras, Dante es salvado por el elocuente Virgilio por
encargo de Beatriz, para que sea su guía por los vados del inframundo. Este último
hace énfasis en que las virtudes y la fortaleza cultivadas en vida serán el soporte para
vencer los miedos que surjan durante su travesía por el infierno. Beatriz llegó por
causa del amor.
Río Aqueronte. Carón o Caronte guía la barca para cruzar al otro lado, donde están las
eternas tinieblas, fuego y hielo. Las almas esperan en la orilla, desnudas y fatigadas,
mientras se escuchaba el rechinar de sus dientes (ibidem: 28). Se trata de un horrible
espacio de aguas negras invadido de tristeza y llanto. El viento es denso. Se observan
relámpagos que trastornan la conciencia y hacen perder el sentido. Se cae en un sue-
ño profundo, hasta que por otro trueno se advierte la llegada a aquel valle abismal.
Primer círculo. Limbo. Es el círculo más externo del infierno. Densas son sus tinieblas.
Se escuchan suspiros y lamentos, aullidos lastimeros que conmueven en lo profundo,
maldiciones, gemidos, gritos de dolor y rabia. A lo lejos se percibe un torbellino que
golpea lo que encuentra a su paso (ibidem: 21). En el penan las almas que han perdido
la “gracia de la inteligencia”. Es el lugar de los “paganos virtuosos”. Allí están Home-
ro, Ovidio, Horacio y Lucano, entre otros, así como “los no bautizados, aquí habitan
ángeles tibios que no se atrevieron a rebelarse contra Dios pero tampoco le fueron
fieles sino que permanecieron en la indecisión”, cuya condena es mirar con envidia
a cualquiera que tome decisiones en la vida. La justicia divina los condena al olvido.
Tercer círculo. El Cerbero. Los glotones. Allí cae una lluvia helada y pertinaz que se precipita
como aluvión de agua mezclada con granizo y una nieve negruzca y fétida que apesta
la tierra que la recibe (ibidem: 44). Es el destino de aquellos torturados que comieron
demasiado (gula). Tan sólo imaginemos la figura monstruosa del Cerbero, famoso por
su extrema crueldad, con tres hocicos, ojos encendidos como fuego, barba negra y
grasienta, largas uñas en las patas, con las que desgarra, desuella y despedaza. Pobres
de las almas infelices que ahí se encuentran. Entre tremendos dolores aúllan como
perros y se revuelcan sobre sí mismos. Cada uno vagará hasta encontrar su tumba y
escuchar su juicio final.
Cuarto círculo. Los avariciosos. Éstos son recibidos por grandes olas de cuerpos chocando
unos contra otros. Con sus pechos golpeados expresan alaridos por el esfuerzo. Aquí
se castiga a los que se dedicaron a gastar sin moderación lo que tenían, en cuya vida
predominaron la soberbia y la envidia. Los que llevan rapada la cabeza son sacerdotes
e incluso papas y cardenales. Tal es el resultado del triunfo de su avaricia (ibidem: 53).
Quinto círculo. Laguna Estigia. Los coléricos. De aguas cenagosas, con almas completa-
mente desnudas, semblantes con expresiones de furia, los destinados a este círculo
se golpean con lo que pueden, con la cabeza, los pies, los puños, para desgarrarse
unos a otros, pues justamente están dominados por la ira. También son notorias las
burbujas del fango, que no son sino el suspiro de un espíritu melancólico.
La ciudad de Dite. Estas murallas dividen el alto del bajo infierno. Se aprecian mezquitas,
rojas y brillantes como si estuvieran hechas de fuego (ibidem: 62). Se encuentra entre
honduras infernales y circundada por fosos profundos. Allí reina el desconsuelo, en
medio de la fétida laguna. De aquí se desprenden las tres furias infernales con aspecto
de mujeres, con sangre, musgo y serpientes en la cabeza, conocidas como las Erinias:
Megera, Aleto y Tersifone. Es la residencia de Medusa, cuyo trabajo consiste en espe-
sar el ambiente y cuya sola presencia ocasiona la huida de mil almas. El paisaje es
de cientos de tumbas cuyas llamas despiden el calor más fuerte, de donde salen gritos
lastimeros. Ahí yacen los herejes y seguidores de sectas profanas, que sufren el dolor
del fuego eterno.
Sexto círculo. Los herejes. De pestilente hedor, aquí se encuentran los que voluntariamen-
te ignoraron o contradijeron los dogmas y la autoridad de la Iglesia.
Séptimo círculo. Los violentos. Sede del minotauro, lleno de espíritus malditos, aquellos
que produjeron muertes o heridas dolorosas, que destruyeron, robaron o incendia-
ron. También se incluye a los suicidas y los blasfemos. El Flegetonte es un río de
sangre hirviente en el que se encuentran sumergidos todos aquellos que ejercieron la
violencia. Otros paisajes son un bosque cuyas almas se encuentran paralizadas como
troncos de árbol, sepultados en la espesa arena de un desierto ardiente.
Octavo círculo. Los fraudulentos. Los que perjudican a otros, ofenden a Dios, pues lo
hacen con conciencia. Aquí permanecen los aduladores, corruptos, ladrones y falsos
profetas, entre varios más, sometidos a terribles torturas (ibidem: 87), sacudidos por el
viento y atormentados por la lluvia, ya que actuaron con malicia. La vida debe ser
un camino de progreso. Por el contrario, el usurero desprecia la naturaleza y el arte
humano, al poner sus esperanzas en otras cosas. En Malebolge existen 10 pozos, la-
berintos, rocas negras, puentes, demonios dotados de cuernos blandiendo largos láti-
gos. Las paredes están cubiertas de moho. La gente se halla sumida en un estercolero
compuesto de heces humanas. Tanto clérigos como seglares se encuentran cubiertos
de inmundicias. En otras partes hay agujeros de roca donde los pecadores son ator-
mentados, inmovilizados hasta las pantorrillas, para hacer arder las plantas de sus pies.
Noveno círculo. Los traidores. Rodeado de gigantes clásicos, se encuentra el inmenso lago
congelado de Cocito. Allí tienen su hogar y son inmersos los traidores como Bruto y
Judas, quienes acompañan al mismísimo Lucifer.
Una de las obras más conocidas del artista holandés Hieronymus Bosch, conocido
como El Bosco, es El jardín de las delicias. Se trata de un bello tríptico realizado entre los
años 1500 y 1505, pintado al óleo sobre una tabla de 220 por 389 cm –el panel cen-
tral–, y los laterales de 220 x 97 cm (La guía, 2009: 320).
En cuanto al estilo, las tres escenas parecieran de una censura implacable, si bien su
inacabable fantasía y el encuadre poético los hace, pese a todo, divertidos y optimistas,
cuya ironía y burla del mundo se contraponen al realismo hierático de Jan van Eyck,
otro pintor flamenco de la época.
El objetivo parece ser el de moralizar con base en críticas ácidas, pues en la tradición
medieval se hacía uso de la deformación y la caricatura para revelar la malicia de sus
personajes. Son imágenes que dejan ver las intenciones internas del hombre; un libro
de prudencia y artificio.
El tríptico cerrado. La creación del mundo (óleo sobre tabla, 220 x 195 cm). El pintor representó
nuestro planeta con una transparencia cristalina, como en el momento exacto en que
fue creado, dotado de naturaleza vegetal y mineral, en una bella escala de grises sólo
iluminada por la luz del universo. Sin lugar a dudas es una mirada al tiempo en que
ninguna forma de vida habitaba aún el cuerpo celeste. Probablemente se trate del ter-
cer día de la creación, un número que iconográficamente encierra el principio y el fin.
En la esquina superior izquierda aparece una pequeña imagen de Dios, con una tiara
y la Biblia en las rodillas (figura 2).
expresa la imagen del paraíso en su último día de la creación, con Eva y Adán. En el
central se figura la locura desatada: la lujuria, el acto sexual como un descubrimiento
de todo tipo de placeres carnales, prueba refutable de que el hombre perdió la gra-
cia. Por último tenemos la tabla de la derecha, donde se representa la condena en el
infierno. Allí el pintor muestra un escenario frenético y cruel donde el ser humano es
condenado por su pecado.
En sí, la estructura de la obra tiene un
encuadre simbólico: al abrirse, en rea-
lidad se cierra, porque en su contenido
está el principio y el fin de la humanidad:
en la primera tabla, el principio, repre-
sentado por el Génesis y el paraíso, y
en la tercera, el fin, representado con el
infierno. Se cumple así el ciclo de la vida
según las leyes naturales, donde lo único
en nuestras manos es ser arquitectos de
nuestro destino, tanto presente, como
futuro y final (figura 3).
que se aproxima a la idea de paz y sosiego, un paisaje idílico donde se debe estar alerta
ante las tentaciones, figuradas aquí por los animales, en cuyas conductas es notorio
el reflejo de la caza, el hostigamiento, la persecución, la violencia: situaciones que sin
duda representan la adversidad a que se expone el ser humano. El reto es enfrentarlas
y vencerlas con sabiduría, haciendo el menor daño posible a la creación (figura 4).
Panel central. El jardín de las delicias. La tabla central, de 220 por 195 cm, representa un
paisaje que sobrepasa la realidad, pues figura lo efímero de las tentaciones humanas
en que todos caemos. Allí se sucumbe al pecado de la lujuria, donde vistosos frutos
–cerezas, frambuesas, fresas, uvas, madroños– son compartidos en alusión a los pla-
ceres carnales. Predomina la relajación corpórea entre los amantes desinhibidos. A
final de cuentas es algo fugaz.
Se observan hombres montados en seres fantásticos –leopardos, panteras, leones,
osos, unicornios, ciervos, asnos, grifones–, símbolos de la lujuria desenfrenada, desca-
rriada y sin límites, hasta llegar a los estanques para culminar su adulterio. Los peces
y mejillones son el nido de los necios, quienes ocultan sus rostros: clara muestra de
los amantes ejerciendo el acto de infidelidad. Las aves simbolizan el alma humana a
la espera de viajar al más allá, en una travesía que no se sabe cómo terminará.
Tanto hombres como mujeres aparecen desnudos, con distintos colores de piel. Se
muestra todo tipo de relaciones sexuales y escenas eróticas, sobre heterosexuales, pe-
ro también homosexuales y onanistas, además de relaciones eróticas entre animales
e incluso entre plantas. Es un falso paraíso donde la humanidad ya ha sucumbido en
pleno al pecado, en especial a la lujuria, y se dirige a su perdición. Las claves de esas
decenas de símbolos apenas logran sospecharse, pobladoras de un espacio opresivo y
angustioso donde la locura se ha apoderado del mundo (figura 5).
Panel derecho. El infierno. En el último panel, de 220 por 97.5 cm, se representa al infier-
no, situado, como ya vimos, en las profundidades de la Tierra. En la época medieval
se le concibió como un embudo poblado de demonios y castigos. Es la concepción
cristiana que resultó de las influencias religiosas griegas, como el Hades, y del Sheol
judaico. Para el cristiano tiene una acepción negativa, como destino de los condenados
por su malicia, entendido como un lugar de condena eterna dominada por Lucifer
(Giorgi, 2004: 14). El solo color es deprimente: desde la aplicación de ocres que aluden
al olor pestilente hasta la oscuridad negra e impenetrable de los confines más lejanos.
La geografía infernal está inmersa en fuego y torturas. Las arquitecturas tienen ilu-
minaciones rojizas, como las describió Dante: un incendio eterno que pone a la ciudad
Conclusión
Bibliografía
Resumen
Ubicado en las faldas del Iztaccíhuatl, estado de Puebla, el valle de Tetzmollocan fue en tiempos
prehispánicos el asentamiento principal del área norte de Huejotzingo, constituido por diversas
comunidades, entre las cuales están dos de los actuales municipios cercanos a la región boscosa:
San Felipe Teotlalcingo y San Salvador el Verde. En esta región el mundo se divide en terrenal,
es decir, el de los seres humanos, y el intangible, perteneciente a los seres mágicos y divinos. No
obstante esta separación, ambos coexisten y se encuentran en contacto con el mundo terrenal,
en una relación que se manifiesta de diferentes maneras. Por ejemplo, con la presencia de entes
inmateriales –como el “muerto”– en lugares, tiempos y circunstancias específicas: los caminos, la
noche, los rituales fúnebres, los sueños premonitorios, la presencia de animales como los coyotes
o el aullido de los perros.
Abstract
The valley of Tetzmollocan was the main settlement in the area north of Huejotzingo in pre-His-
panic times in the foothills of Iztaccíhuatl, state of Puebla. It was composed of diverse communi-
ties, including two of the modern-day municipalities near the forest region: San Felipe Teotlalcin-
go and San Salvador el Verde. In this region the world is divided into earthly, in other words of hu-
man beings, and the intangible, belonging to magical and divine beings. Despite this separation,
both coexist and are in contact with the earthly world in a relationship that is expressed in different
ways. For example, with the presence of immaterial entities—such as the “dead”—in specific plac-
es, times and circumstances: paths, nighttime, funeral rituals, premonitory dreams, and the pres-
ence of animals such as coyotes or howling dogs.
Introducción
E
l entorno físico es parte fundamental en la vida del ser humano no sólo por los
recursos alimenticios o de subsistencia, sino por lo que representa; es decir, la
simple observación de la naturaleza genera la búsqueda constante de respues-
tas en esta continua relación en el devenir del tiempo. Esta relación conforma la cos-
movisión de los grupos humanos: la visión del conjunto del universo.
En la cosmovisión del valle de Texmelucan el mundo se divide en terrenal, que es
el mundo de los hombres, y el intangible, perteneciente a los seres mágicos, espíritus,
fantasmas, entre otros. Aunque divididos, ambos coexisten y pueden tener contacto
en el mundo terrenal. Esta relación se manifiesta de diferentes maneras, como la
presencia de entes inmateriales en lugares, tiempos y circunstancias específicos, como
los caminos, las haciendas, las ruinas, la noche, los rituales fúnebres, los sueños, la
presencia de animales, el monte y las barrancas.
En el mundo terrenal, donde habita el ser humano, se manifiesta el deceso o la
muerte, el cual abre un vínculo entre el más allá y el mundo de los vivos. Sin embargo,
cuando el alma no logra llegar a su destino final o aún se encuentra en el proceso, con
vive con los vivos de manera inoportuna, en ocasiones benéfica y en otras provocando la
muerte de las personas de manera inesperada. Este contacto también es aprovechado
por aquellos que saben cómo utilizarlo en su beneficio.
Ubicación
Cosmovisión
histórico y colectivo que se construye y reconstruye a lo largo del tiempo y posee con-
tradicciones internas.
Una vez vestido el cuerpo, se colocan en el féretro dos “bolsitas de tela de manta”:
una con tortillas o gorditas de masa con sal y manteca para que se alimente durante
el camino, aunque también “se les da de comer a los perros” para que ayuden al
espíritu a cruzar un río; en la otra bolsa van 13 monedas, para que pague sus culpas,
además de una varita de rosa de castilla, tejocote o trompillo –esta última se consi-
gue en el “monte”–, de preferencia con espinas, a modo de que se defienda durante
el viaje, en el cual podría encontrarse con algún animal u otro peligro. También se
incluyen unos huaraches nuevos o de cartón con listones blancos para amarrarlos a
los pies, que son los que usará para caminar.
Una vez seleccionada una habitación para colocar el féretro, por lo general frente
a un altar familiar, se ponen cuatro ceras en las cuatro esquinas de la caja, flores alre-
dedor, un chilacayote partido a la mitad con vinagre bajo el ataúd, una cruz de arena
en el suelo, bajo la caja, y una cruz en la cabecera. A los pies se coloca un sahumerio
con incienso y una veladora.
Para prevenir el “mal aire” entre los niños y adultos, ya sea en el primer día o al
siguiente, cuando se irá al panteón, se utiliza una planta llamada “ruda”, colocada
en las orejas o el cabello de la persona. En caso de contraer este mal, caracterizado
por dolor de cabeza y llanto constante en los niños, se recurre al humo del cigarro, el
cual se sopla en la cara para curarlo, o bien a la limpia con un huevo, alcohol y ruda.
A medianoche, en el caso de los niños y solteros, “se baila la coronita” con una pieza
de música llamada maxochitl en el cuarto de velación o en la patio. La coronita la llevan
una niña y un niño. Al final la coronita se pone en la cabeza del difunto.
De manera opcional, a las personas que se casaron por la Iglesia se les puede
vestir como carmelitas, para las mujeres, o franciscanos, para los hombres, o según
el gusto de la familia, con la ropa habitual. Como atención, se puede incluir dentro
del féretro una cajetilla de cigarros o vino. También se pone un vaso con agua sobre
un plato, acompañado de un pan, ya sea en la cama o en algún lugar de la recámara.
Al día siguiente del velorio se lleva la caja a la iglesia, cargada por cuatro personas
del género masculino, los cuales no deben pertenecer a la familia del difunto, pues se
cree que si algún familiar directo la transporta, el fallecido se llevará también a esta
persona, aunque todavía no “le toque irse” –tan sólo por tener contacto–. Otra ver-
sión señala que los familiares no deben llevar la caja al panteón porque se interpreta
como si “quisieran deshacerse de la persona”, y por lo tanto no es lo ideal. Cuando
la caja pesa demasiado, explican que se debe a que todavía no era su tiempo o no se
quieren ir, y que cuando la tierra no queda pareja una vez enterrado, es señal de que
la misma no lo acepta y tampoco era su tiempo.
No sólo cuando ocurre la muerte y se llevan a cabo los funerales se puede tener
contacto con el mundo intangible debido al puente que se abre hacia este destino;
también las prácticas mágicas y los espacios físicos, como el monte o campo, así
como la noche, son indicativos de la existencia de otro plano que se manifiesta en el
entorno físico de distintas maneras, al tener un acercamiento con los seres humanos.
Sin embargo, esta proximidad puede ser negativa, ya que llega a provocar la muerte
de manera inesperada.
La explicación que se da sobre la existencia de espíritus que penan o rondan por
las noches es que son aquellos que han muerto a causa de alguna desgracia y que no
recibieron el ritual apropiado para su sepelio, como en el caso de los que murieron
durante la Revolución. Asimismo se recomienda no llorar ni lamentarse demasiado
por una persona fallecida, porque en vez de irse a su destino final, se quedará entre
los vivos. De igual modo ocurrirá con aquellas que dejaron asuntos sin resolver.
Apariciones
Tiempo atrás, en San Salvador el Verde tiraron una casona vieja y se encontró
dinero. El espíritu que cuidaba ese dinero se le apareció al peón que lo había halla-
do, y mandó con éste un mensaje para el dueño de la casona, a fin de comunicarle
que debía construir una capilla. Aunque el dueño era rico, no podía hacerla con
dinero propio ni con el que se había encontrado, sino que éste debía ser donado por
la gente.
Una noche, como a las ocho, el peón estaba tomando cerveza con sus amigos
cuando el espíritu lo comenzó a golpear porque no había cumplido con lo encomen-
dado. Sin embargo, nadie más veía al espíritu. Más tarde comenzaron a construir
la capilla, pero con dinero del dueño, por lo que al día siguiente encontraban todo
“tirado”. Así, el dueño tuvo que recaudar los fondos tal como se le había indicado.
Finalmente, la capilla quedó construida y el espíritu ya no los molestó.
Por las noches, en la barranca entre El Verde y San Miguel Tianguistenco, cuan-
do pasan las personas, en especial mujeres, se ve allí una casa grande, lujosa y muy
atractiva. Sin embargo, durante el día no hay nada. En ese lugar se ha encontrado a
mujeres muertas y a un menor número de hombres.
En la comunidad de San Felipe se narra que en los parajes que rodean las tierras
de cultivo se aparece por las noches un charro negro con un caballo, por lo que no se
recomienda andar solo por el “campo” a altas horas de la madrugada. Se cuenta que el
charro negro era un carrancista capturado por los zapatistas, quienes lo colgaron en un
árbol de capulín, en el paraje del llano de San Felipe. Se aparece en esa zona porque no
descansa en paz. Así, durante la noche o incluso antes de oscurecer una persona puede
encontrarse con algún jinete o charro negro. También se dice que en la ex hacienda
de Chautla, en San Lucas el Grande, se aparece por las noches un charro negro en su
caballo, el cual puede llevarte a una barranca, donde puedes morir.
En la comunidad de Analco se narra que hay un señor que engorda animales
y los desaparece; es decir, los lleva a una barranca entre los límites de Analco y El
Verde, aunque no se sabe a quién se los lleva. Y en los parajes de San Felipe, San
Matías y otros, la entrada a una barranca se relaciona con la aparición o presencia
de seres malignos, los cuales ofrecen dinero u otra cosa a las personas a cambio de
ser alimentados o atendidos.
Otro espacio que se tiene en consideración es el panteón, el cual alberga los cuerpos
de las almas que se han ido a otro mundo. Allí se ha visto algunas noches fuego saliendo de
las tumbas, que es explicado como las almas en su penar. Pero no todas causan daño
a los vivos, ya que también pueden dar un buen consejo mediante lo sueños.
En El Verde hay una fábrica que aún funciona. Sin embargo, ahí hubo muchos
muertos durante la Revolución, por lo que algunos obreros, cuando no hay luz o se
encuentran solos en las naves, han visto a las almas vagando por el lugar.
El hecho de que algunas personas sean más susceptibles a este tipo de encuentros
con otros seres se explica porque tienen “sombra”, lo cual es una característica con
que se nace y les permite ver con mayor facilidad a las personas fallecidas y que
siguen entre los vivos.
En caso de encontrarse con seres extrasensoriales, los cuales se manifiestan de di-
versas formas –visual, ruidos desacostumbrados u objetos que caen de los muebles–,
es recomendable ponerles una veladora, rezarles una oración e incluso dedicarles una
misa para que sus almas encuentren paz y logren partir de este mundo.
Brujas
El muerto
La figura del muerto representa a los espíritus que penan por las noches. En las co-
munidades se narra que por las noches se escucha “chillar al muerto”; es decir, un
quejido de dolor, el cual, si se oye cerca, indica que se encuentra lejos, pero si suena
lejano es que se encuentra demasiado cerca. Asimismo, si una persona que duerme
por la noche se despierta de repente y tiene el cuerpo rígido, la explicación que se
da es que se sube el muerto encima del durmiente, el cual debe recurrir a insultos y
groserías para el muerto se levante y se vaya.
Nahuales
Es bien sabido que los nahuales son personas que se convierten en animales –por
ejemplo, un perro grande y bonito– con la habilidad de robarse a otros animales de
crianza, como los cochinos, que son propiedad de algún vecino.
En los bailes públicos, cuando asisten hombres que son nahuales, si una mujer los
desprecia para bailar o no acepta ser cortejada, avanzada la noche “sacan a la dama
dormida de su casa y se la llevan al campo o a las ruinas de las haciendas para estar
con ellos”.
En la comunidad de San Andrés Hueyacatitla, Enrique Martínez, quien falleció
hace más de 20 años, era una persona muy conocida por ser un nahual, el cual se
convertía en perro o burro para rondar “a las muchachas o señoras por las noches”.
Enrique tenía dos esposas. Una vez fue con otro “señor de parranda, pero lejos, en
otra parte que no era San Andrés”. Como su acompañante ya quería regresar por-
que era muy tarde, don Enrique le dijo: “Tú no te preocupes, ahorita nos vamos”.
Lo tomó del brazo, sintió un remolino y, cuando reaccionó, ya estaban en el lugar
donde querían estar, es decir, de regreso.
Para evitar que los nahuales o seres extraños se acerquen a las casas, se suele pintar
una cruz de cal blanca en las paredes de las mismas.
La Llorona
Los relatos acerca de la Llorona en esta zona se ubican en los caminos de labranza o
en aquellos que conectan entre sí a las poblaciones circunvecinas. La Llorona es una
mujer joven, vestida de blanco, que en ocasiones, después de la medianoche, se les
aparece a los hombres infieles o borrachos que caminan solos de regreso a su casa.
Una vez que la han visto de cerca, no recuerdan qué sucedió después. Algunos han
aparecido en el fondo de una barranca y otros han despertado en una comunidad
que no es la suya.
Animales
La cercanía con la región boscosa del Iztaccíhuatl no sólo permite el uso de recursos
naturales para los pobladores, pues también existe una relación simbólica con la mis-
ma, como dadora de vida y lugar que alberga diversos misterios. En épocas pasadas,
quizá unos 20 años o acaso todavía, cuando nacía un niño se solía enterrar su cordón
umbilical en el monte.
Durante la noche se suelen escuchar allí ruidos poco comunes que remiten a la
existencia de seres desconocidos o malos, por lo que hay que tener cuidado si “anda
la gente por allá”.
El coyote es un animal de caza que posee propiedades curativas. Incluso se ha uti-
lizado en la comunidad para uso medicinal, como ungüento. Por otra parte, al lobo
se le ve como un ser maligno, pues cuando se fallece y el alma o espíritu inicia su
viaje al más allá, puede encontrarse en su camino con este ser; para defenderse de sus
ataques es importante que en la caja del fallecido se coloque una vara de trompillo o
una vara con espinas, a modo de alejarlo.
En cuanto al perro, quizá por su mayor cercanía con el ser humano –puesto que
“en algunas casas hay más perros que personas”–, se trata de un animal con una ma-
yor percepción que el ser humano, puesto que “los perros huelen, sienten o ven a las
almas”. Este mamífero no sólo existe en el mundo terrenal, sino también en el más allá.
Según Alfonso Caso, cuando las almas llegan al Mictlán, que es el primero de los nueve
niveles antes de llegar al destino final –según la causa de muerte–, éstas deben atravesar
un río caudaloso; por tal motivo se enterraba al difunto con un perro, para que lo ayu-
dara a cruzar. En la comunidad, cuando estos animales fallecen por causas naturales
son enterrados en los campos de cultivo, en la misma casa o arrojados a barrancas.
Consideraciones finales
Mediante la tradición oral de la comunidad, los relatos, las creencias y los rituales
fúnebres transmiten información acerca de la forma de explicarse el mundo y su
funcionamiento; no sólo el físico, sino también el intangible, con el que se convive de
manera cotidiana, e incluso los espacios aparentemente desconocidos.
La muerte no es en sí el final de la vida, sino una transición a otro plano. El que mue-
re es el cuerpo, que es llevado al cementerio; sin embargo, cuando el alma no encuentra
su camino, se queda en el mundo terrenal y mantiene el contacto con las personas.
Los rituales deben realizarse en forma debida para que el alma tenga un buen
viaje y descanse. Además, es necesario asegurarse de que los vivos no sufran daño
alguno por este contacto, el cual podría traducirse, por ejemplo, en que el muerto se
“lleve a alguna persona que aún no lo toca irse” o se contraiga alguna enfermedad.
De igual manera, es peligroso estar demasiado cerca del cuerpo exánime o pedirle
que “lo lleve con él”, aunque aún no sea el momento de partir. Otra precaución que se
toma es que el difunto, en su féretro, “entre de pies” por la puerta principal del panteón;
de lo contrario, éste se llevara a más personas a las que aún “no les toca irse”.
La muerte es vista como algo inevitable y cada persona tiene destinado un mo-
mento, elegido por Dios, para su fallecimiento, lo cual se refleja en la siguiente frase:
“Cuando te toca, aunque te quites, y cuando, no aunque te pongas”.
Por otra parte, el entorno físico adquiere un papel determinado en la cosmovisión;
por ejemplo, la noche es vista como un espacio que permite la circulación de seres
extrasensoriales, durante la cual, preferentemente después de las doce, se abre un
puente para la manifestación de las almas en pena y los seres con propiedades má-
gicas, como brujas o nahuales. Aunque éstos causan cierto perjuicio a la población,
se sabe de su existencia y simplemente se convive con ellos, ya que son parte del
entorno. Los seres ultraterrenos requieren de los favores de los seres humanos para
cumplir la misión que tengan encomendada o incluso para subsistir.
Las barrancas, por su parte, son vistas como entradas a otros mundos, así como
las ruinas de casonas o cascos de ex haciendas abandonadas, donde se puede entrar
o salir a otro plano o incluso realizar un viaje.
Hechos históricos como la Revolución perviven en la memoria y se les recuerda en
los relatos. Sin duda ésta causó un impacto en todos los aspectos de la vida social de las
comunidades de las faldas del Iztaccíhuatl. En este sentido, los relatos sobre espíritus
en torno a los cascos de ex haciendas son recurrentes, pues muchas fueron quemadas
y sus pobladores, además de algunos militares, murieron asesinados en ellas.
Los sueños permiten la premonición del futuro inmediato; por ejemplo, son vehícu-
los para anunciar la muerte de una persona –como la caída de un diente o las cruces–.
Asimismo permiten entablar contacto con los seres queridos que se adelantaron, que si
bien ya están en otro plano todavía pueden comunicarse con sus familiares.
Para concluir, podemos afirmar que el día, al igual que la vida misma, pertenece
a los seres humanos, puesto que en ese periodo se lleva a cabo todo tipo de activida-
des, mientras que la noche es del plano metafísico, en la cual se manifiestan los seres
mágicos. Las barrancas, los bosques y los montes poseen un simbolismo propio, así
como un carácter mágico y misterioso, herencia de la tradición prehispánica.
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Resumen
Abstract
The Coaibai represents the superimposition of two planes: life and death. Likewise, it is the point
where two opposed perceptions—the European and the Amerindian—of the world collide. More-
over, it points to other core issues on the subject: the distinction between the dead and ghosts as
kingdoms independent in time and space, in addition to the crucial function of food as a method
of containment, as a means of obtaining substantive information, and as a means of retribution
between both worlds.
M
uchas obras de la humanidad han sido engullidas por el silencio del tiem-
po. Desafortunadamente, qué se conserva y qué no es una cruel decisión
del azar. En la historia de la literatura, de seguro el número de textos per-
didos supera por mucho al de los que han llegado hasta nuestras manos. A pesar de
esto, el eco de algunas obras se aferra con sus garras para no desaparecer en las fau-
ces fantasmales del olvido. De algún modo logran asomar sus rostros transparentes,
infiltrándose en las páginas de otras creaciones que sí han logrado preservarse.
Entre tantos ejemplos posibles me viene a la mente el de Protesilao, tragedia escrita
por Eurípides, que fue rescatada de la extinción –al menos su argumento– al quedar
fosilizada en los Comentarios de Arístides de Atenas en el siglo ii d.C. (Roscher, 1978:
671). Esta afortunada supervivencia arroja datos inusuales que no siempre fueron
transmitidos por el resto de la tradición clásica, como el nombre y vida del primer
héroe caído al invadir Troya o el descontento general de los pueblos helenos para
marchar en contra de los teucros.
La aparición de esta información privilegiada puede replantear la interpretación
no sólo de una obra literaria, sino también la de una etapa histórica entera. Dos mil
años después y del otro lado del mundo, Hernando Colón tuvo el buen juicio de
cobijar en la Historia del almirante (1991: LXII) un resumen de la Relación acerca de las
antigüedades de los indios,1 escrita por fray Ramón Pané, un ermitaño de la orden de
San Jerónimo que dominaba la lengua de los indígenas del Caribe y que la redactó
por mandato de Cristóbal Colón. Este documento, cuyo contenido antropológico,
etnográfico y literario es invaluable, no sólo contiene la teogonía y antropogénesis,
sino también un extraordinario monumento a las creencias en torno a la muerte de
los pueblos del Caribe. Sus características son tan peculiares que es posible suponer la
existencia de una tradición amerindia respecto a los estados post mortem independiente
de las del resto del mundo.
Pero ¿cómo distinguir una línea de tradición nueva cuando ésta ha sido descrita
por un cronista occidental que a su vez refiere la obra perdida de otro? Considero
que, cotejándola con otras líneas de tradición literaria, es posible discernir elementos
inusuales e innovadores.
1
Hacia 1498 entregó a Colón sus apuntes en español, con el título “Relaciones acerca de las antigüedades de
los indios”; el material llegó a Sevilla, donde Pedro Mártir de Anglería (1455-1526), miembro del Consejo de
Indias y primer historiador general de las Indias, publicó –en latín– un resumen de su contenido en Décadas del
Nuevo Mundo, y Bartolomé de las Casas extrajo algunos fragmentos, agregándoles comentarios propios para su
edición de Apologética historia de las Indias.
Locación espacial
El Coaibai, valle donde habitan todos los difuntos, es el único lugar que se sitúa en
idéntico plano espacial que el mundo de los vivos. No hay que emprender temibles
travesías iniciáticas, a gran profundidad ni a gran altura; tampoco es necesario atravesar
inmensos mares brumosos: tan sólo se requiere viajar un mínimo trayecto horizontal,
al norte de la isla –Soraya era el nombre de esa región de la isla La Española–, para
encontrarlo. Por si fuera poco, “afirman que allí encuentran a sus padres y a sus ante-
cesores; que comen, tienen mujeres y se dan a placeres y solaces” (Colón, 1991: LXII).
Después de leer la aparente simplicidad con que se explicaban el Coaibai, supuse
que en otras fuentes antiguas encontraría referentes similares. Así advertiría si Her-
nando Colón, al transcribir la obra perdida del fraile ermitaño de la orden de San
Jerónimo, vertió consciente o inconscientemente características de otras líneas de
tradición literaria respecto a las regiones de los muertos.
Al igual que en el pensamiento insular amerindio, los referentes occidentales y
orientales más antiguos reúnen en un mismo lugar, sin que medie aún distinción
2
El estudio se refiere a la isla La Española cuyo nombre autóctono era Haití, en tanto que las otras islas del
Caribe eran llamadas Bohío.
moral alguna, a todos los muertos. En cuanto a la localización exacta de este lugar, la
situación no es tan clara como la del Coaibai. En las tradiciones acadias y sumerias de
Oriente Medio, dos mil años antes de nuestra era, el mundo de los muertos se situaba
en línea vertical. Sirva el ejemplo de Gilgamesh, quien debe cavar un agujero para
acceder a él y consultar al alma de su desafortunado amigo Enkidú, si bien nunca se
aclara el lugar donde debe ser cavado tal agujero. La información que recibe es nada
alentadora: se trata de un mundo perpetuo de polvo y tiniebla, donde su cuerpo es
roído por la polilla (Pritchard apud Minois, 1994: 21). Dista mucho de ser el lugar
placentero de esparcimiento del valle haitiano de Saroya.
Alrededor de mil años después, el mito mesopotámico del Irkalla, “la tierra sin
retorno”, es también un lugar subterráneo cuyo acceso parece más elaborado que
un simple hoyo en la tierra. Da cuenta de ello el descenso de Inanna, quien debe
franquear siete murallas con puertas y cerrojos herrumbrosos y empolvados (Leick,
2002: 84). Adentro se presenta un escenario completamente lúgubre. Irkalla es
también llamada “la casa oscura, cuyos moradores están privados de luz” (Minois,
1994: 25).
En otro mito mesopotámico, todavía más evolucionado, el del Aralú, hay que
recorrer una larga travesía hacia el sol poniente, luego sortear desiertos y lagos de
aguas negras,3 hasta llegar a una cueva por la que se desciende (Jastrow, 2006). En
los dos últimos casos, la locación de estos inframundos es más compleja, pues implica
recorrer dos planos, uno horizontal y otro vertical.
El Seol hebreo4 es otro ejemplo de oscuridad y descenso en la imaginaria infernal
antigua. El término, al parecer, proviene del verbo hebreo scha-‘á: “pedir”, “solici-
tar”. ¿Deriva acaso su nombre de la insaciabilidad de la sepultura, que siempre está
pidiendo más muertos, o bien es el reclamo de los muertos hacia los vivos, exigiendo
un hálito de vida a través de una ofrenda o libación? Porque el Seol es un terrible
recinto estéril,5 vago y difuso al que van sin distinción buenos y malos, y permanecen
allí en una especie de letargo eterno.
En la literatura de la India védica, el lugar de todos los muertos era el Karta,
que literalmente significa “hoyo”. Ahí, en calidad de sombras fantasmales, yacían
3
De acuerdo con Durand (2012: 100), el agua sombría es la epifanía de la muerte.
4
Génesis 37:35: “Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir con-
suelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol, y lo lloró su padre”.
5
Proverbios 30:16: “El Seol, la matriz estéril, La tierra que no se sacia de aguas, Y el fuego que jamás dice:
¡Basta!”.
los petras o difuntos, a modo del Seol hebreo. La diferencia crucial es que los petras
podían salir de Karta de vez en tanto para hostigar a los vivos en forma de fantasmas
vengativos (Doniger, 2005: 56).
La enorme maquinaria de los infiernos grecorromanos tiene un punto en común:
para alcanzarlo hay que realizar un viaje vertical hasta sus entrañas. Previo al des-
censo debe recorrerse un trayecto hacia el Poniente. Igual que en los mitos mesopo-
támicos, el viaje implica dos planos. Odiseo navega más allá del horizonte occidental
para encontrar la entrada (Homero, 2002: XI). Hermes conduce a las almas de los
pretendientes hacia las puertas del Sol, después del río Océano, y sólo entonces pue-
den ingresar a través de los hoyos en el suelo (ibidem: XXIV).
En la Ilíada se le sitúa en las más ocultas profundidades de la tierra (Homero, 1997:
XX, XXII). Y al igual que Homero, Hesíodo lo describe como una caverna húmeda
y con olor a moho. Otro importante escritor que hizo una geografía del inframundo
fue Virgilio. Él hizo descender a Eneas al reino de los muertos por el Averno (Virgilio,
1962: VI), un cráter cercano a Cumas entre Miseno y Dicearquia, antigua colonia
samia. El Averno era un lago dentro de un cráter que emanaba gases tóxicos, y que
por esa razón las aves evitaban sobrevolar; de allí la etimología a ornos, “sin aves” en
griego, y que por asimilación derivó en latín de avornus a avernus. Por su parte, Pau-
sanias (1994: X, 27) y Tito Livio (1998: XXIX) localizan el Hades en idéntico plano
subterráneo.
El Hel germano se corresponde con muchas de las tradiciones descritas con an-
terioridad. En éste no existe una distinción moral de sus habitantes y es una región
oscura y fría. El modo de alcanzarlo es mediante un viaje marítimo, lleno de prue-
bas. Existen dos etapas de creencias en torno a la localización y acceso al Hel: el
periodo de tumbas comunitarias o túmulos y el periodo de tumbas individuales. El
primero sitúa la entrada en el Norte, y en el segundo se localiza en el Este (Hubert,
1988: 272). La relación entre el Norte de la etapa de túmulos y el Este de la etapa
de tumbas individuales apunta hacia una evolución en el pensamiento germánico
en torno a la localización de la región de los difuntos, tal vez debido a la influencia
de las tradiciones romanas.
Lo mismo ocurre en el caso de los celtas y escandinavos. Un primer grupo de hé-
roes (Bran, Chuchulain, Connla y Oisin) que se aventura en la búsqueda del rey de los
muertos, Mannanán, lo hace por mar. El segundo grupo de héroes (Conn o Nera) sigue
itinerarios subterráneos. En estos mundos tampoco hay distinción de orden moral.
El conjunto de tales mitos tendría una influencia determinante en la época cris-
tiana, como en los viajes de Maldeuin, los de san Brandán y el sueño de san Patricio
(Minois, 1994: 37), que al igual que los héroes nórdicos son capaces de ir a la región
de los muertos, incluso dormidos.
Después de esta revisión es posible aventurar varias conclusiones: no hay paralelos
en la literatura occidental u oriental sobre el infierno que se equiparen con la concep-
ción insular amerindia. En ningún caso la región de los muertos estuvo tan cercana
físicamente en el imaginario de los pueblos como en el de las islas del Caribe.
Es posible formular entonces la siguiente hipótesis: a menor conocimiento de
su entorno geográfico, una cultura tiene una mayor cercanía con los muertos. Por
consiguiente: a mayor conocimiento de su entorno geográfico, las culturas tienden
a alejar más y más su contacto con los muertos, ubicando su reino en lugares suma-
mente lejanos e inaccesibles: del otro lado del mundo conocido, de mares brumosos
e intransitados, de ríos salvajes y sobrenaturales, y el lugar que representa más de
90% de los casos, donde los vivos simple y sencillamente no son capaces de respirar:
debajo de la tierra.
Locación temporal
Los habitantes del valle del Soraya, en la isla caribeña de La Española, transitan sin
restricción alguna durante la noche, todas las noches de todos los años de todos los
siglos…
Es verdad que la noche es el primer símbolo del tiempo (Durand, 2012: 95). Pa-
ra los pueblos del Caribe, la dicotomía entre día y noche era la única frontera que
dividía la fragilidad de la vida con la potencia de la muerte. Y ya que el valle de los
muertos estaba tan cerca espacialmente, por lo menos había un modo de contener
su presencia continua: la luz.
Cuando el sol decae, la noche es rasgada y entra como torrente el ejército de los
muertos.
En la noche se despiertan todos los miedos. Éstos pertenecen a las sombras,
porque la oscuridad siempre se ha vinculado con lo muerto: “Los muertos no se les
aparecen de día, sino siempre de noche; y por ello no sin gran miedo se atreve algún
indio a ir solo de noche” (Colón, 1991: LXII). Pero aun en la seguridad de las casas
los operitos, como se llamaba a los difuntos, podían infiltrarse, y la única manera de
descubrirlos era palpándoles el vientre, porque carecían de ombligo.
Esta convivencia inusual me resultaba completamente nueva, así que de la misma
forma en que había indagado la relación espacial de los muertos con los vivos, era
menester averiguar ahora si existía esa misma relación temporal en el pensamiento
de otras culturas.
Lo que he identificado es que, entre más lejos se sitúe la región de los muertos,
el contacto temporal con los vivos se restringe a un par de días al año, dejando al
Coaibai de nuevo como un caso único en la literatura.
Expongo algunos ejemplos de los días de liberación de los difuntos en varias líneas
de las tradiciones literarias. Lo importante para el caso es resaltar que la libertad
de los muertos coincide con festividades de cosecha y fertilidad, que los días en que
se festejan pueden ser movibles y, lo más importante, que la restricción temporal es
impuesta por los vivos.
En Grecia, los días en que la relación entre vivos y muertos se restablecía eran
conocidos como Antesterias (τό ἄνθος,ους, “flor”), celebrados el 11, 12 y 13 del mes
Antesterion (febrero), en honor del dios Dioniso. El primer día los Pithoigía (ὁ πίθος,
ου, “jarrón”) era la representación de la apertura del inframundo –como lo describe
Hesíodo (2006), donde una gran tinaja de barro era metida en la tierra, a la vez que
se destapaban enormes jarras de vino–. A través de éste se evocaba la salida colec-
tiva de los muertos del mundo subterráneo y servía a modo de canal o paso directo
entre los dos mundos. El vino a su vez representa uno de los símbolos nictomorfos
plasmado por Heráclito: el devenir hídrico es la invitación al viaje sin regreso, la
figura de lo irrevocable.
Este mismo símbolo es el que distingue al dios terrorífico del panteón mesoame-
ricano: Tezcatlipoca. El agua, al tiempo que es líquido, constituye el primer espejo
estancado y oscuro; es la encrucijada, el devenir (Durand, 2012: 100). El segundo día
el khoaí (ἡ χοή,ῆς, libación) o libación en honor a los muertos consistía en verter una
mayor cantidad de vino, provocando la llegada del dios y de su epifanía. Se repre-
sentaba a Dionisio viniendo del mar sobre una barca, dato que constata el lugar por
el que se iba y se llegaba del inframundo, tal como se describe en la Ilíada y la Odisea.
El tercer día, el de “las marmitas”, khýtroi (ὁ χύτρος, ου., “marmitas”), dedicado a
Hermes, por ser el guía de las almas, todos participaban de un banquete que ofrecían
a los muertos en las vasijas de barro que dan nombre al día. Tras alimentarlos, se les
Se suelen
Tienen libre
confinar en Dan información crucial a quienes no pueden ir a
Locativa tránsito en
regiones alejadas los inframundos a obtenerla.
ambos mundos.
de los vivos.
Sólo tienen
Salta sin
acceso al mundo Esta cualidad determina y explica la relación entre
restricción entre
Temporal de los vivos un el tiempo narrativo y la función de los fantasmas
pasado, presente
par de días al en los relatos.
y futuro.
año.
Como modo de
contención.
Cómo sacian
Como modo de Generan personajes inusuales en las tramas,
el hambre Los fantasmas
obtención. aspecto ligado con la ausencia de alimentación en
(funciones no comen.
Como modo de los fantasmas.
del alimento)
retribución a los
vivos.
y fantasmas. Los muertos sólo pueden salir del Coaibai durante la noche; sin embargo,
los fantasmas no tienen restricción temporal. Por ejemplo, pueden salir a tener un trato
íntimo con los vivos tan pronto como les plazca. En el resto de los casos analizados los
muertos se encuentran separados física y temporalmente de los vivos, y sólo tienen un
breve contacto al año.
Los fantasmas, sin embargo, no tienen restricción alguna, espacial ni temporal. Pue-
den aparecer donde sea y cuando sea, invocados o por su propia decisión. No importa
cuánto una cultura restrinja en el tiempo y el espacio a sus hordas de muertos: los fantas-
mas se erigen como los conductores entre esta vida y la muerte.
Respecto a cómo los muertos sacian el hambre, el trabajo ha resultado arduo. Ha sido
necesario constatar mi hipótesis no sólo en fuentes amerindias, sino también en otras
literaturas antiguas. La creencia en que los muertos siguen estando vivos a pesar
de la tumba y el temor a que éstos regresen de ella es algo que ha ocupado la mente de
muchas civilizaciones. Una manera general de contenerlos –entiéndase: mantenerlos
contentos– ha consistido en otorgarles agua y comida. Es un modo de protección, de
proporcionarles lo necesario para el largo viaje que deben emprender a los distintos
reinos de los muertos, a fin de mantenerlos bien lejos y evitar que regresen a atormentar
o a causar algún daño en el mundo de los vivos. Este temor ha generado un culto a los
ancestros. Honor y alimento es lo que los mantiene satisfechos.
Ninguna civilización tan elaborada en este aspecto como la china, que pensaba que
existían dos almas: po y hun. La primera se originaba por el esperma en el momento
de la concepción; la otra, por el aire que se respiraba en el momento del nacimiento.
Después de que alguien moría, el alma po se disolvía junto con la tierra, pero el alma
hun debía ser alimentada por sus descendientes en su travesía hacia el mundo inferior.
De no ser así, se tornaba en un ente sumamente peligroso (Canetti, 2002: 320).
Entre griegos y romanos también estaba ampliamente difundida la idea de que los
muertos –aun enterrados– seguían vivos de cierto modo. Para prevenir posibles apa-
riciones se practicaban complejos procesos de exorcismos: se llamaba por su nombre
al difunto tres veces y se agregaba la fórmula “Que te sea leve la tierra”,6 pero la
más importante era la introducción de un largo tubo que iba directo al fondo de
la sepultura. De esa manera los deudos podían verter sin complicaciones líquidos y
alimentos especiales durante el aniversario luctuoso del difunto (Toynbee, 1971: 201).
En la región sudamericana de Demerara –la actual Guyana holandesa– vivió un
pequeño niño que había adquirido el terrible hábito de comer arena y murió a causa
de eso. Sus padres y abuelos lo conminaron a que no regresara a buscarlos, y por eso
le pusieron un saquito de arena en su tumba, para que comiera (Canetti, 2002: 320).
6
Sit tibi terra levis y variantes (Marcial, 2001: V, 34, 10; VI, 52; IX, 29, 11).
El alimento no sólo contiene a los muertos en sus tumbas. También es el medio más
efectivo de trueque para obtener información sustantiva sobre el rumbo de una civi-
lización e incluso de la propia humanidad.
Es muy importante aclarar que sólo los héroes iniciados o los dioses poseen la po-
sibilidad de convertirse en héroes buscadores que bajan a los distintos inframundos
para conseguir información. Ningún ser humano normal goza de semejante privi-
legio. Basta mencionar el caso de Odiseo, quien ofrenda sangre al alma de Tiresias
a cambio de la información que le permita regresar a Ítaca (Homero, 2002: XI) y
convertirse en uno de los héroes con mayor fama no sólo de todas las literaturas, sino
de todos los tiempos. Asimismo es posible citar a tantos héroes más: Orfeo, Eneas,
Heracles…
En los mitos asirios, la diosa Ishtar no sólo baja por información crucial, sino por
un objeto maravilloso: el agua de la vida, que será indispensable para resucitar al dios
Damuzu (Mauss, 1970: 23).
En la mitología mesoamericana está contenido el ejemplo claro de cómo los muer-
tos poseen información determinante, en este caso el surgimiento de la humanidad. En
la leyenda de los soles, Quetzalcóatl camina a Mictlán para consultar a Mictlantecuhtli
sobre cómo formar a los macehuales, que somos todos los seres humanos (Westheim,
1985: 33). Y no sólo eso: una vez formados, viajará de nuevo al inframundo para saber
cómo alimentarnos. Otra vez la presencia del dios o héroe cultural, al igual que en
otros mitos, ha de buscar a través de su astucia el destino común.
Los muertos del Soraya no están interesados en revelar información sustantiva
alguna a los vivos: los medios alimenticios de persuasión de los seres humanos los
tienen sin cuidado.
Los muertos no son sólo proveedores de información ni entes que requieren ser con-
tenidos: constituyen la materia de la que se han conformado y se conformarán todas
las cosas; son el alimento del pasado y el futuro: su certeza.
Quetzalcóatl conforma a los humanos a partir de los huesos de los muertos. Los
lleva al Tamoanchan, el “lugar del origen”, donde son molidos en el metate por la
diosa de la tierra. Quetzalcóatl y Tezcatlipoca fecundan la masa que echan en un
lebrillo con sangre que se sacan de todas las partes del cuerpo (idem). Los muertos son
los responsables de la antropogénesis. Tezcatlipoca tiene un muñón sangriento en vez
de pierna. Cipactli, símbolo de la Tierra, tiene en el hocico el pie que, al ponerse el
Sol, le arrancó al dios de un mordisco. Del pie muerto, hundido en el vientre de la
tierra –el inframundo–, surge una planta de maíz. Junto a ella se encuentra el tecpatl,
cuchillo de pedernal, alusión al hecho de que el grano de maíz debió morir primero
y que el brote de la mata es su resurrección (Códice Fejérváry-Meyer, lám. 14).
En el mito peruano, el Ukju-Pacha, el mundo inferior es donde estaban guarda-
dos los gérmenes de la vida, las semillas y las raíces de las plantas. Y eran los muertos
los mensajeros para pedir alimento y que los hombres y las plantas y los animales
pudieran subsistir (Valcárcel apud Westheim, 1985: 31).
Los muertos son también la fuente para la generación de almas:7 “El que moría
muy niñito y era aún una criatura que estaba en la cama se decía que no iba allá
al mundo de los muertos, sólo iba allá al Xochatlapán” (Sahagún, 1977: cap. III).
También se conoce a este lugar como Chihihuacuauhco. Ahí los niñitos maman de
un árbol nodriza y pueden reencarnar (Códice Vaticano, A3738).
En el imaginario del Caribe hubo un ser llamado Maquetaurie Guayaba (Colón,
1991: LXI, cap. 12). Él fue el primer habitante del Coaibai y se transformó no sólo en
su regente, sino también en la materia de la que se nutre su población: las guayabas.
Los muertos consumían estos aromáticos y exóticos frutos, cuyo interior, al igual que
el de la Tierra, está atiborrado de semillas. Es su vínculo con la vida. Los muertos son
capaces de transformar su carne en carne jugosa. Pueden transmutarse durante la
noche en dulce fruta para ser ingeridos por los vivos, infiltrándose en su interior pal-
pitante. El fruto es alegoría del punto donde convergen la luz amarilla de sol y su fer-
tilidad con la sustancia oscura de la muerte. En verdad no hay lugar de bienestar en
esa isla. Hasta ese grado se superponen los espacios donde residen muertos y vivos.
Movilidad espacial y temporal. A diferencia de los muertos, los fantasmas operan de mane-
ras muy distintas. No poseen sujeción alguna temporal ni espacial. Tienen libre trán-
sito por ambos mundos y saltan sin restricción entre pasado, presente y futuro. Esta
cualidad determina y explica la relación entre el tiempo narrativo y las funciones de
los fantasmas en los relatos. Así se pueden compendiar en tres tipos: los fantasmas
vinculados con hechos pasados, los vinculados con hechos presentes y los vinculados
con hechos futuros. Todo en relación con el tiempo narrativo de la trama.
Los vinculados con el pasado aparecen para delatar a sus asesinos, solicitar exe-
quias, consumar venganzas y yacer con los vivos.
Los vinculados con el presente alertan sobre acontecimientos potencialmente
mortales que se están desarrollando a la par en que se genera la historia.
Los vinculados con el futuro anticipan acontecimientos que se generarán en un
tiempo posterior respecto al que se está narrando.
7
“La masa de los muertos es el arca de agua de la que surgen las almas de los nuevos vástagos,” dice Canetti
(2002: 75). En la Eneida (libro VI), Virgilio (1962) también hace referencia sobre los muertos, que han de ser las
nuevas almas de los seres humanos.
Cómo sacian el hambre. Debido a su completa movilidad espacial y temporal, los fantas-
mas no pueden ser contenidos con alimentos. Por lo tanto, no comen ni les interesa
hacerlo. Existe un aspecto estrechamente ligado a la ausencia de alimentación en los
fantasmas: la generación de nuevos personajes en las tramas.
Debido a que los fantasmas no comen, tampoco requieren de un trueque alimenti-
cio con los vivos para otorgarles información. Por lo tanto, los humanos no necesitan
ser héroes iniciados ni dioses. Tampoco necesitan emprender travesías imposibles al
inframundo para ganar el acceso al conocimiento que poseen los muertos. Los fan-
tasmas son el acceso directo. Esto implica que en una trama se generan, aquí, en la
Tierra, héroes buscadores tan pronto como el fantasma irrumpe en escena.
Los fantasmas poseen información particular y generalizada sobre la humanidad.
Por eso los héroes culturales han dejado de ser imprescindibles en los relatos. Nadie
los requiere para viajar a las moradas de los difuntos solicitando información crucial,
porque se erigen como agentes indiscutibles de la comunicación entre los vivos y los
muertos.
Hasta el momento ha sido descrito el carácter único de las creencias caribeñas
respecto a la muerte. Hay otros elementos que reafirman esta singularidad. Sólo en el
documento de fray Ramón Pané –y no en el resto de las crónicas de Indias– aparecen
fantasmas amorosos y fantasmas vengativos. No brotan del valle de Soraya, porque se
presentan durante el día; no son muertos ni operitos, como ellos los llamaban, ya que
viven en un plano diferente.
En las páginas de los testimonios caribeños es posible leer que los aldeanos eran
sorprendidos de repente por mujeres que yacían con ellos. Sin embargo, cuando
les palpaban el vientre no tenían ombligo y se esfumaban de entre sus brazos como
si fueran de humo, cualidades atribuibles a los fantasmas más que a los muertos.
Además, estos encuentros se suscitaban de día, por lo que esas mujeres no formaban
parte de las huestes del Coaibai: la luminosidad no representaba restricción alguna
para ellas (idem).
A pesar de que en otras literaturas antiguas hay reportes de fantasmas amorosos,
siempre se materializan con todos los atributos de alguien normal. Carecer de om-
bligo no forma parte de ninguna otra tradición conocida.
Ni siquiera en las osadas anécdotas de los paradoxógrafos griegos, como Flegón de
Trales, del siglo ii d.C., existe algo similar: Filinión fue una jovencita que regresó
del sepulcro para tener un trato íntimo con Macates, un huésped familiar. Sin embar-
go, de espectral nada tenía: era bella, sutil, de piel tersa y nada inusual la distinguía.
Tampoco en el excéntrico caso narrado por Heródoto en el siglo v a.C.: Astrabaco,
muerto en batalla, regresa coronado de laureles a su hogar, yace con su esposa y de esa
antinatural unión nace un hijo (Heródoto, 1976: VI, 69).
Mucho menos en las literaturas contemporáneas, donde los fantasmas, producto
de la imaginación pura, son arrojados al mundo como creaciones estéticas de sus
autores: Washington Irving publicó en 1824 Los cuentos de un viajero, libro en el que
incluyó “El estudiante alemán” (Dorestes, 1990), efectiva y contundente elaboración
de la leyenda de la novia muerta tratada por primera vez en las Mirabilia del ya men-
cionado Flegón de Trales, luego por Goethe (Varios autores, 1996) en “La novia de
Corinto”, de 1797, y posteriormente por Théophile Gautier (Varios autores, 1972),
en “La muerta enamorada”, de 1863.
Los fantasmas vengativos del Caribe son también especímenes únicos en las letras
antiguas. Se trata de espectros que retornan para desfogar su ira contra los vivos.
A diferencia de otras fuentes arcaicas, están ligados estrechamente con una magia
oscura y endémica de las islas, en lo absoluto relacionada con el enorme aparato de
la magia importado por las oleadas de esclavos de África. El bahique era un médico
nigromante. Si fallaba en la curación de algún paciente y éste moría, los familiares
del deudo podían matarlo a palazos. Si esto ocurría, todas las serpientes del monte
acudían a lamerlo hasta que su alma u opía regresaba para asediar a sus asesinos
(Colón, 1991: LXII, cap. XVI).
En los registros de necromancia que se vinculan con fantasmas vengativos, como
en el caso del espectro de Samuel (28: 8-18) reportado en el Antiguo Testamento, o las
referencias egipcias brillantemente satirizadas por Apuleyo (1972) en las Metamorfosis,
tampoco figura la resurrección de ningún mago gracias a la acción de las serpientes.
Después de todo lo dicho en estas páginas, sigue resultando intrigante cómo, de
algún modo, esas islas caribeñas poseían las cualidades necesarias para que tres di-
mensiones cohabitaran. En el centro se erigía el Coaibai, vórtice donde los espacios
imaginarios se intersectaban: el reino de los muertos, el reino de los fantasmas y el
reino de los vivos.
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Resumen
En el siglo xix, inspirados por las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de la Ilustración, los
Estados-nación de Occidente experimentaron una relajación en el plano religioso. En México, desde la
década de 1870 se abrieron las puertas a la libertad de cultos, lo cual implicó debates y posturas de
intelectuales, políticos y ciudadanos –tanto de los llamados liberales como de los conservadores–,
a fin de evaluar los matices, beneficios y perjuicios ante la entrada de distintos credos en el país.
Una de estas doctrinas fue el espiritismo, cuyos postulados estridentes y polémicos levantaron más
de una ceja al proponer el contacto con el “más allá”. ¿Cuál fue su impacto entre la sociedad
mexicana de aquellos años? ¿Qué implicaciones tuvo en México la doctrina de Allan Kardec en la
forma de mirar ese más allá, monopolizado durante años por el catolicismo?
Abstract
Inspired by the Enlightenment ideas of liberty, equality, and fraternity in the 19th century, nation-
states in the West witnessed greater slack in the Church’s grip on them. In Mexico from the 1870s the
doors were opened to freedom of worship, which implied debates and the positions of intellectuals,
politicians, and citizens—of both the so-called liberals and the conservatives—aimed at evaluating
the nuances, benefits, and prejudices concerning the entry of different creeds into the country. One
of these doctrines was Spiritism; its strident and controversial postulates raised many an eyebrow by
proposing contact with the “beyond.” How did it impact Mexican society at that time? What were the
implications of Allan Kardec’s doctrine in Mexico in terms of that way of seeing the beyond, which
had been effectively monopolized for years by Catholicism?
E
l espiritismo como secta surgió en la primera mitad del siglo xix, específica-
mente en 1848, con las hermanas Fox, en el condado de Hydesville, Nueva
York, Estados Unidos. Tras varios eventos extraordinarios, éstas implantaron
de manera espontánea una serie de elementos de comunicación con los espíritus que
las asediaban. El método basado en los raps (golpes) para establecer una serie de pre-
guntas al espíritu se difundiría con rapidez y se sistematizaría con la tabla de la oui-
ja para establecer otro tipo de preguntas cuya respuesta no se podía articular con un
simple sí o no (Rivas, 2009).
Este tipo de prácticas incidieron en Europa, en especial en Francia, donde se
fueron incluyendo más elementos –como las mesas giratorias– y fueron todo un
boom del divertimento de la sociedad. Sin embargo, hubo personas que se tomaron
muy enserio este tipo de comunicación. El máximo representante de este grupo fue
Hippolite-Léon Denizard Rivail, mejor conocido con el seudónimo de Allan Kardec,
quien fundaría la doctrina espírita. Él escribió los libros pilares de esta doctrina: El
libro de los espíritus, El libro de los médiums y El evangelio según el espiritismo, entre otros.
En 1858 editó la Revue Spirite y ese mismo año fundó la primera sociedad espírita: la
Société Parisienne des Études Spirites (Infante, 2004).
La doctrina espírita proponía la comunicación entre los vivos y los muertos con
base en una serie de pasos fundamentados en el método intuitivo racional, los cuales
sistematizaban la presunta comunicación. Las sesiones espíritas estaban guiadas por
un especialista en este tipo de contactos, llamado médium. A través de él el espíritu
podía contactarse con los otros miembros de la mesa. Por primera vez en la historia
de Occidente se racionalizaba el presunto contacto con el más allá y los aparecidos,
del cual había tenido el monopolio la religión y cuyo objetivo consistía en reafirmar el
sentimiento de vida después de la muerte. Los aires seculares y racionales de la época
influyeron notablemente en la explicación de la eterna pregunta de las sociedades:
¿qué pasa después de la muerte?
Los avances tecnológicos se ocuparon en el espiritismo: magnetismo, darwinismo,
electricidad, astronomía y psicología. Sin embargo, el más útil para su propagación fue
la fotografía espírita. Ya en 1850 los accidentes fotográficos se atribuían a manifestacio-
nes de fantasmas, y con el paso del tiempo poco a poco se transformaron en una aplica-
ción. La superposición de imágenes en las fotos eran difundidas de manera deliberada
y con fines de lucro (Chéroux, 2004). Las figuras fantasmales representadas allí fueron
retomadas del romanticismo, el cual difundió la imagen arquetípica del fantasma y
el resucitado con un manto largo y blanco, y serían parte del discurso fotográfico (ibidem).
Esta imagen influyó en el imaginario no sólo de la época, sino que se conserva hasta
nuestros días. Aunque en algunos casos la fotografía de fantasmas fue difundida con
fines de ocio y diversión, durante el siglo xix fue considerada como parte del progreso
científico y tecnológico, cosa que la vestía con un aura de veracidad. Por eso la fotogra-
fía espírita sirvió para esta doctrina como registro visual de encuentros con espíritus y
se difundió como una auténtica evidencia de la posibilidad de establecer contactos con
ellos por medio del método establecido por esta doctrina.
Aparte de esto, diversos personajes de la época ligados con la ciencia y la literatura
se unieron a la doctrina espiritista, en especial la vertiente del espiritismo científico.
Tal fue el caso de Cesare Lombroso, sir William Crookes, sir Arthur Conan Doyle y
Victor Hugo, entre otros. El espiritismo afectó en particular a las clases letradas de
la época, que encontraban un nuevo campo de estudio en esta doctrina, en principio
llamada metapsíquica y posteriormente parapsicología. En suma, llegó a tener la
popularidad y el respeto de otro tipo de doctrinas filosóficas, como el positivismo, por
citar un ejemplo.
Para el caso mexicano, la doctrina espírita conocida en el país desde 1858 fue
aceptada con rapidez por grupos sociales laicos y religiosos, asociaciones y publica-
ciones periódicas. Las ideas de estos grupos formaban parte de la Ilustración Espírita,
periódico que difundía esta doctrina en la ciudad de México, fundada y gestionada
por Refugio Indalecio González entre 1872 y 1879 y luego por su hijo Moisés In-
dalecio González, entre 1888 y 1892. Entre los espiritistas afamados de la época
encontramos a José María Vigil, Rafael Reyes Spindola, Juan de Dios Peza, Santiago
Sierra, Pedro Castera, José Martí y, el más conocido, Francisco I. Madero, entre
muchos más (Infante, 2004). Los círculos espíritas eran ampliamente difundidos y
acreditados entre la sociedad mexicana decimonónica.
En gran parte de la sociedad la doctrina espiritista tuvo una gran aceptación no
sólo por el hecho de sistematizar racionalmente las apariciones, sino por la moral
que proponía a sus miembros, que empataba con la idea de ciudadano moderno y
civilizado de la época. El espiritismo proponía esta conjunción entre moral y ciencia.
Algunos de los liberales de la época estaban de acuerdo con los siguientes 12 desig-
nios de la doctrina espírita:
5. Ley de conservación. Manifestaba la riqueza y el vivir bien como parte del acercamiento
a Dios.
6. Ley de destrucción. Hace referencia al ciclo de la vida como parte del perfeccionamiento
de la humanidad.
7. Ley de sociedad. Habla de la importancia del ser humano para conservar el orden y la
armonía basados en la idea de civilización.
8. Ley del progreso. Establecía un equilibrio entre civilización y naturaleza.
9. Ley de igualdad. Establecía la igualdad de inteligencia entre hombres y mujeres.
10. Ley de libertad. Se refería a la libre acción de pensar, decir y actuar.
11. Ley de justicia, amor y caridad. Las máximas virtudes que el hombre debe perseguir.
12. Ley de perfección moral. Establecía al egoísmo como el vicio más terrible. El combate cons-
tante del humano ante el mismo era de suma importancia, ya que impedía que el humano
tuviera la humildad de creer en el mundo metafísico (Leyva, 2005).
Como vemos, los edictos se emparentaban con las ideas de progreso y civilidad pro-
pias de la época. El espiritismo apareció como una propuesta de equilibrio entre lo
espiritual y el científico, de ahí que podamos comprender cómo parte de los grupos
sociales altos coincidieron y adoptaron esta doctrina con buenos ojos.
Otro punto a destacar es que los edictos espíritas, aunque se pronunciaban aparte
de las religiones establecidas, a su vez empataban, paradójicamente, creencias religio-
sas como la católica, ya que parten de la existencia de un Dios único, creador de todo
lo material e inmaterial. Compartían asimismo la idea de trascendencia del alma
después de la muerte, con una clasificación del mundo de los espíritus: imperfectos
que tendían a acciones malas dado que la materia se anteponía al espíritu; los bue-
nos, caracterizados por su tendencia a hacer el bien y porque el espíritu predominaba
sobre la materia, y los puros, donde la influencia de la materia es nula y existe una
superioridad moral absoluta (Leyva, 2005).
Como en todo, algunos grupos de materialistas y positivistas, al escuchar lo de las
mesas parlantes y los espíritus en las sesiones, comenzaron a burlarse y a desacreditar
este tipo de contactos como ciertos. Hubo caricaturas acerca de los espiritistas y debates
enconados entre positivistas, materialistas y espiritistas sobre el tema, los cuales tuvie-
ron lugar principalmente en la prensa, si bien algunos ocurrieron en reuniones, como
aquel en el Liceo Hidalgo el 5 de abril de 1875, donde aparecieron personajes de la
talla de José María Vigil, José Martí y Santiago Sierra para defender al espiritismo, en
tanto que Augusto Pimentel y Gustavo Baz se presentaron por parte de los positivistas
(Leyva, 2005).
De saber tienes, ¡oh cristiano lector!, que esto que te voy a referir es cuento, por que me lo
contaron, como verás más adelante, pero tiene visos de verdad, que era persona verídica el
narrador; y si tu curiosidad te lleva a seguirme, verás maravillas, que tales me propongo a
narrarte, que nos oirán los sordos, con tal de que sepan leer, y se suscribirán a la orquesta
terminó la obertura (Riva Palacio, 2004).
Acto seguido, cambia la voz narrativa del cuento a primera persona y comienza a
describir la obsesión del personaje con el espiritismo. Estereotipa al espiritista, que
lejos de estar en constante retrospección sobre los actos de su vida, busca en cada
momento la aparición de algún ser del más allá:
Hace ya muchos años que me había yo dado con todo el corazón al estudio del espiritismo; y
tanto me calentaba la cabeza, y tal ir y venir tenía yo con los escépticos, las transmigraciones,
las reencarnaciones, los espíritus burlones, los médiums, el padre Esteban Regnier, la revista
espírita, y otras mil cosas por el estilo, que empezaba yo a esperar de un momento a otro
manifestaciones y demás fenómenos de la ciencia. (idem).
Resulta interesante la construcción del espiritista en el cuento del general Riva Pa-
lacio, que refleja la época de oro del espiritismo en México y nos brinda elementos
comunes respecto a lo que un sector de la población pensaba que era un espiritista.
También la poesía fue tocada por el espiritismo. El ejemplo más significativo fue
el de Salvador Díaz Mirón (1999), que en los años finales del Porfiriato publicó su
poema El fantasma, el cual proyecta la figura difundida por el espiritismo: un ser del
más allá más ligado con la tradición europea del fantasma de manto largo y el casi
transparente difundido por el romanticismo:
Por último, la idea social del espiritista como el nuevo especialista en el mundo del
más allá y los aparecidos se reflejaría en las memoratas de la prensa de la época. En
“¡La aparición de un espíritu en la primera calle de la Amargura núm. 10. Sensacio-
nal noticia!”, publicada en 1903, se comentaba: “La vivienda núm. 10 de la misma
se haya habitada por la familia Gambino, compuesta de cuatro personas que son, con
Luis Gambino, su hijo José Rosario, Mariano Pérez, pariente, y Dolores Gambino
de Gil, viuda y hermana de D. Luis. Desde hace muchos años esta señora profesa las
doctrinas espíritas, no obstante la oposición de toda su familia” (Quiñónez, 1990).
Es de destacar que la familia se opusiera a que la señora practicara esta doctrina,
de lo cual podemos suponer que no era muy bien visto entre las clases populares.
Después, la memorata cuenta la aparición de un fraile al joven José Rosario con
tintes chuscos y aire policiaco; lo destacable de este relato es el momento en que la
familia ve la figura del fraile: “Al verle todos sintieron el extraño calosfrío del pavor,
a excepción de la señora Dolores G. de Gil, que manifestó verdadera calma: después
todos los de la familia, pretendiendo hacer acopio del valor, preguntaron a la apari-
ción el objeto que ahí le llevaba. El espíritu no contestó” (idem).
Bibliografía
a) Los artículos deben ser el resultado de investiga- j) La bibliografía sólo debe incluir las obras citadas y
ciones de alto nivel académico, aportar conocimien- presentarse según el siguiente modelo:
to original y ser inéditos en español.
b) La extensión y el formato deben ajustarse a lo si- Libros
guiente: el título debe ser descriptivo y correspon- Foucault, Michel, Vigilar y castigar. Nacimiento de
der con el contenido, con una extensión máxima de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI, 1989.
65 caracteres. Para las secciones Debate y Varia la ex- Capítulos de libro
tensión máxima es de 8 mil palabras, incluyendo Aguilar Villanueva, Luis, “Estudio introduc-
cuadros, notas y bibliografía. Para la sección Reseña, torio”, en El estudio de las políticas públicas, Mé-
la extensión será de entre 5 y 8 cuartillas (1 800 ca- xico, Porrúa, 1994, pp. 59-99.
racteres con espacio por cuartilla). El artículo debe Artículos de revistas
presentarse en archivo electrónico, tamaño carta a Oliveira, Francisco, “La economía brasileña: crí-
doble espacio, letra Times New Román de 12 pun- tica a la razón dualista”, en El Trimestre Econó-
tos, en procesador de textos Word 2010 o menor. Se mico, núm. 17, México, 1979, pp. 17-28.
deben incluir resúmenes en español y en inglés de
máximo 10 renglones cada uno, con entre 6 y 8 pa- k) La bibliografía irá al final del artículo, incluyendo,
labras clave. en orden alfabético, todas las obras citadas en el
c) Las fotografías e imágenes se presentarán en archi- texto y en los pies de página. El autor debe re-
vos .tif o .jpg, en resolución de 300 dpi y al menos en visar cuidadosamente que no haya omisiones ni
tamaño media carta, identificadas con toda claridad inconsistencias entre las obras citadas y la biblio-
respecto a su aparición en el texto. grafía. Se enlistará la obra de un mismo autor en
d) Los trabajos se recibirán por correo electrónico orden descendente por fecha de publicación (2000,
en la siguiente dirección: [email protected] 1998, 1997…).
e) Es necesario anexar una página con los siguien- l) Se recomienda evitar el uso de palabras en idiomas
tes datos: nombre del autor, grado académico, insti- distintos al español y de neologismos innecesarios. Si
tución donde labora, domicilio, teléfono, dirección es inevitable emplear un término en lengua extranje-
electrónica y fax. ra (por no existir una traducción apropiada), se debe
f) Los cuadros y gráficas deben enviarse en archi- anotar, entre paréntesis o como nota de pie de pá-
vo aparte y en el programa o formato en que fue- gina, una breve explicación o la traducción aproxi-
ron creados. mada del término.
g) La primera vez que aparezca una sigla o un acró- m) El Comité Editorial se reserva el derecho de rea-
nimo, se escribirá completa, con el acrónimo o si- lizar la corrección de estilo y los cambios editoriales
glas entre paréntesis y en versalitas. que considere necesarios para mejorar el trabajo. No
h) Las notas o citas se deben incluir al final del ar- se devolverán originales.
tículo con llamadas numéricas consecutivas que só- n) Las colaboraciones que se ajusten a estos linea-
lo lleven la instrucción de superíndice, en vez de mientos y sean aprobadas por el Comité Editorial
integrarlas mediante alguna instrucción del proce- serán sometidas a doble dictaminación por parte de
sador de palabras. especialistas. Durante este proceso, la información
i) Las citas bibliográficas en el texto deben ir en- sobre autores y dictaminadores se guardará en es-
tre paréntesis, indicando el apellido del autor, fecha tricto anonimato.
de publicación y páginas. Por ejemplo: (Habermas, Nota importante: es inútil presentar cualquier colabo-
1987: 361-363). ración si no cumple con los requisitos mencionados.
La revista electrónica VITA BREVIS es una publicación
semestral del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
editada a través de la Coordinación Nacional de Antropología,
la Dirección de Antropología Física y el proyecto institucional
Antropología de la Muerte, que reúne a diversos investigadores
que tratan el tema de la muerte.