9 Prieto de Landázuri Los Dos Son Peores PDF

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TEATRAL D1L PAÍS.


1
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k LOS DOS

SON PEORES.
Comedia en tres actos y en Terso, original
de la Srita^ Doña

SEPAESEHTADA '

Por primera vez en el teatro prin-


cipal de Guadalajara, el 19
de Diciembre de 1861.

GUADAL AJABA.
Tip. del gob., á cargo de Antonio de P. González.
1862.
No puede reimprimirse ni representarse, sin
permiso de la autora.
PERSONAJES.

PEPA.
INÉS.
D . ANTONIO.
D . JUAN.
D . LINDORO.
D . SAMUEL

La escena pasa en Méjico en casa de D. Antonio


año de 1860.
ACTO PRIMERO.

Decoración de una sala común, adornada cun de-


cencia.—Puerta en el fondo que conduce al exte-
rior; laterales que conducen al interior.—Es de
dia.—Al levantar el telón, aparece I N É S en me-
dio de D . LINDORO y D . S A M U E L vestidos, aquel
de una manera chillona, y este con una gravedad
exagerada.

ESCENA PRIMERA.

D . LINDORO, D . S A M U E L , INEB.

LINDORO.

Adiós, pues; mas te suplico


des á la bella P e p i t a
este hermoso ramillete (Le da un ramo
que de flores escogidas, de dahalias).
—8—

h e formado esta mañana


y mi afecto le d e d i c a . . . .
INÉS.
Bueno.
SAMUEL.

Tómese vd., j o v e n ,
la molestia de decirla
que le h e traido este libro (Le da un
gran libro en pergamino).
UTES.

¿Es por ventura la Biblia ? 1

SAMUEL..

Cáii Julii Caesaris


INÉS.

¿Quél
SAMUEL.

Comenlarti
' tiras.
(¡Que fatiga!)
SAMUEL.

De Bello GáZlieo....
. INÉS.

(¡Bueno!
Ya escampa!)
LINDORO.

¿No se te olvida
Inés?
INÉS.

Pierda vd. cuidado.


Pero eso jquá significa? (A Samutí).
SAMUEL.
¿Qué?
INÉS.

Lo de Bello y de Caesaris:
SAMUEL.

Comentarios (¡Inaudita
ignorancia!) dé las guerras
de la Galia.
INÉS.

(¡Y es la misma!).
Ya.
SAMUEL.

Por Cayo Julio C e s a r . . . .


INE9.

Quedo enterada.
LINDORO.

E s t a chica
no entiende el g r i e g o . . . .
—10—

SAMUEL.
¡Qué griego
ni q u é . . . . !
INÉS.

Pero yo querría
saber qué es eso de C o m e n . . . .
¿Comen...qué?
SAMUEL.

¡Por Santa Rita!


no sabe v d . . . .
INÉS.
Yo supongo
que es un libro de cocina.
SAMUEL.

¡Blasfemia atroz!
LINDORO.

Si lo fuera,
para algo le serviría;
mas todos esos l a t i n e s . . . .
INÉS.

/G/aliaf^Cayo! ¡Qué bonitas


palabras!
SAMUEL.

Oiga v d . , joven,
puesto que la luz divina
de la ciencia, atrae á vd.,
aunque ignorante y sencilla,
sepa vd. que es Comentarios
palabra que significa
apuntamientos; y Galia,
la moderna Francia misma.
LINDORO.
D. Samuel, háblele vd.
del modo de hacer camisas,
de arreglar una c o r b a t a . . . .
Yo te enseñaré, hija mia,
las que compré esta m a ñ a n a :
son de moda y m u y bonitas.

SAMUEL.

E n cuanto á Cayo se debe


distinguir....
LINDORO

(¡Pobre Inesilla!)

SAMUEL.

El n o m e n , cognomen..
INÉS.

(¡Ay!)
SAMUEL.

Y agnomen....
INÉS.

(¡Estoy lucida!)
SAMUEL.

S e los romanos. E l n o m e o ,
ó sea..'..
INÉS;

(¿Si se dedica
á explicarme!)
LINDORO.

D . Samuel
no diga vd. t o n t e r í a s . . . .
1

¿Qué le importa á esta muchach


ni lo que h a pasado en China,
ni lo que hicieron los g r i e g o s . . .

SAMUEL.

D. Lindoro, vd. d e l i r a . . . .
¿He hablado de China acaso?
LINDORO.

O de R o m a ó de T u r q u í a ;
es lo mismo.
SAMUEL.

(¡Qué ignorante!)
—13—

LINDOHO.

¡Ocurrencia peregrina!
¡Discurso en latin á Inés!
No comprendo esa manía
de hablar á diestro y siniestro,
de ciencias desconocidas,
y lo que es peor, pasarse
todas las horas del dia,
y las noches muchas veces,
con un libro en las rodillas
descifrando garabatos
y averiguando noticias
de lo que hicieron los otros,
cuando es tan corta la vida
y pudieran ocuparla
de una manera mas digna.

SAMUEL.

¡Mas digna! ¿Y á qué trabajo


mas útil consagraría
la existencia el hombre cuerdo,
que á instruirse'? ¿Qué mas dicha,
que ser sabio? ¿Qué pudiera
compensar esa infinita
serie de goces inmensos
que da el saber?
LINDORO.
U n a linda
muchacha que nos dirije
la mas graciosa sonrisa,
como dulce recompensa
de amable galantería;
euyos ojos brilladores
con su fulgor iluminan
el corazón derretido
que extasiado los admira.
Los b a i l e s . . . .
INÉS.

(¡Viejo mas verde!)


LINDORO.

¡Los bailes! Soñar podría


nada la imaginación,
mas bello, m a s . . . .

INÉS.

(Me fastidia)
LINDORO.

Esas reuniones preciosas


de frescas y hermosas ninfas,
que vagando por la sala
graciosamente vestidas,
el corazón embelesan,
la imaginación fascinan,
la cabeza nos trastornan
y nos deslumhran la vista.
Y bailar
INÉS.

(¡Podrá creerse!)
LINDORO.

i Y bailar! es mi delicia.

SAMUEL.

¡Ligereza!
LINDORO.

E l wals me embriaga;
r»se embelesan las cuadrillas;
me encanta la c o n t r a d a n z a . . . .
¿Hay una cosa mas linda,
que tomar entre las nuestras,
u n a preciosa manita,
cuyos contornos señala
un g u a n t e de cabritilla;
que estrechar en nuestros brazos
algún talle de silfida,
que en el cansancio del baile,
hacia nosotros se inclina
—16—

y nos permite admirar


de mas cerca la sonrisa,
y respirar el aliento
de una boca purpurina?
¡Esto se llama gozar!
INÉS.

(Con cincuenta años encima


y un pico de nueve al menos.
LINDORO.
Pero me voy, Inesilla;
Adiós ¿Vamos D . Samuel?
SAMUEL.

Con lafmayor cortesía


presente vd. mis respetos
á la clásica Pepita,
joven.
LINDORO.

Haz también presente


mi atención á la divina,
á la almibarada P e p a . . . .
SAMUEL.

Quede vd. con Dios


LINDORO.

Y dila
—17—

que vamos á volver luego,


á tener la inmensa dicha
de contemplarla.
INÉS.

Está bien.
LINDOHO.

Adiós pues.
INÉS.

(¡Dios los bendiga!)


(Vanse),

ESCENA SEGUNDA
INES. ('viéndolos h).

INÉS.

Si en artículo de muerte
y para salvar la vida,
me obligaran á escoger
entre estos dos, me inoria
primero. ¡Si son capaces
de volver loca á la misma
cordura, con sus sandeces!
¡Habráse visto m a n í a !
E l uno j o v e n , consume
lo mas bello de su vida
leyendo libracos viejos
que han de acabar con su vista;
que con su juicio hace tiempo
que dieron al traste, y grita
contra la horrible ignorancia
en que se halla sumergida
la sociedad, porque nadie
puede contener la risa
al oir sus latinóles
y sus estrañas salidas;
y le da por hombre serio,
que no comprende ni pizca
de aquello que todo el mundo
admite, alaba ó admira;
y le hace la corte á mi a m a ,
coino si ella joven, rica,
hermosa y llena de gracias,
pudiera en toda su vida,
enamorarse de un libro,
eon anteojos y levita.
Y el otro ¡válgate Diosl
de maneras m u y distintas,
la locura se presenta;
el otro, tierno suspira
al lado de las muchachas;
les dice galanterías,
les ofrece ramilletes,
las adora y las fastidia:
va á los bailes el primero
y baila hasta que es de dii\;
se viste á la última moda
y se acicala, y se riza,
y la echa de jovencito,
cuando tiene ya cumplidas
cincuenta y seis primaveras
¡Si es de morirse de risa!
No toma jamas un libro
porque son majaderías,
de manera que ha olvidado
hasta e l . . . .
PEPA.

(Dentro). Inés.
INÉS.

Señorita.
—20—

ESCENA TERCERA.

I N E S , P E P A [por la derecha].

INÉS.

T o m e vd. aquí han dejado


D. Lindoro y D . Samuel,
este, el libro; el ramo, aquel,
para que sea entregado
á vd. en su mano propia;
v aquí están.
PEPA.

Dame ¡por Dios!'


De cada uno de los dos,
es el obsequio de la copia.
¿Qué lian dicho?
—21—

INÉS.

Q u e volverán
luego á tener el honor
de hablar con vd.
PEPA.

¡Mejor!
Al menos me distraerán.
Coloca en agua las flores....
¿Que haces ? 1

. INÉS.

Me está dando g a n a
de echarlas por la v e n t a n a . . ..-
PEPA.

¡Tal desden á sus amores!


¿Tanto te fastidia?
INÉS.

Sí;
no lo puedo soportar:
es mucho desatinar:
hoy la paciencia perdí.

PEPA.

¿Y el otro?
—22—

INÉS.
E l otro peor:
de entenderlo trato en vano;
N u n c a ha de hablar en cristiano
¡hay disparate mayor!
PEPA.

Muger, ten calma, que al fin....


¿Pero que es esto? j á . . . j á . . .
INÉS.

¿Pues que sucede?


PEPA.

Q u e está
eete libróte en latin.
INÉS.
Así me lo s u p o n í a . . . . >
Habrá llegado á pensar
que vd. pretende estudiar
Medicina ó Teología.
PEPA.

Pero ¡vaya una o c u r r e n c i a . . . . !


¿Quién pudiera s u p o n e r . . . . ?
INÉS.

Todo se puede creer


de semejante demeneia.
—23—

Aunque este misal no abrí,


que apenas con él cargué,
que estaba en griego juzgué
luego que el título oí.
PEPA.
¿Qué título?
INÉS.

¿Qué se
Lea vd, si entre otros dones,
el de descifrar borrones,
el cielo le concedió.
PEPA.

Pienso que harán en venir,


bien; que estoy tan aburrida
que te juro por mi vida
que me van á divertir.
INÉS'.

¡Magnífica diversión!
No la envidio, señorita;
a mí me exalta, me irrita
Solo verlos.
PEPA.

Aprehensión
Déjalos desatinar,
que lo mas sencillo es,
—24—

el lado débil, Iru£,i


del prójimo adivinar;
y en llegando á descubrir
el flaco de cada uno,
puedes sin temor ninguno
á costa suya r e i r . . . .
Lo digo como lo siento.

INÉS.

Pero es q u e . . . .
PEPA.

Fingir, muger,
es el modo de tener
á todo el mundo contentó^
Qpmo á todb digo a m e n
y a^ningunq contradigo,
no hay^persjona qu/é conmigo
no se en\uentre/8iempre bien.
De todo enínufído me rio;
me burlo dfPltodo el mundo,
y un cariñoltarKjprofundo
me toman tddos ¡Djos mió!
Esta maneral de °brar
no m6 d a remordimientos;
si tpdos están! contentos^
¿qué mas puedo desear? *
—52—

INÉS.

Mas debe ser m u y cansado


fingir así todo el d i a . . . .
PEPA.

¡Ay! es que la suerte m i a ,


á fingir me h a condenado.
Mis padres no conocí,
porque mi madre murió
al nacer y o , y la siguió
mi pobre padre ¡ay de mí!
Sola, de mi tio al lado,
triste mi infancia pasé,
y á la j u v e n t u d llegué
sin haber nunca logrado
acostumbrarme á su adusto
carácter, severo y frió,
que contrasta con el mió
y lo hace á veces injusto.
Bien lo sabes, tú, que has si<
de mi niñez compañera,
y su autoridad severa
tantas veces has sufrido.
No es que su preocupación,
su aspereza y gravedad,
perjudiquen la bondad
—26—

de su noble corazón;
no por cierto. Mas ¿pudiera
mi carácter tan jovial,
t a n risueño y natural
como e n otros tiempos e r a . . . .
INÉS.

Y como lo es todavía.
PEPA.

con el suyo convenir?


M e h a sido fuerza fingir
y bien lo siento á fé m i a . . . .
Parece que nunca fué.,
joven, si se ha de j u z g a r
por su modo de apreciar
lo que en los jóvenes v e .
E s al decoro faltar
gustar de fiesta y paseo,
es pernicioso deseo
el deseo de bailar;
u n a niña recatada
que conoce sus deberes,
goza solo en sus quehaceres
y en la vida retirada;
h a l l a cosa m u y sencilla
y fácil de comprender,
que no sueñe la muger
mas gusto que su" almohadilla;
y en su ignorancia completa
de joven inclinación,
me abruma con un sermón
porque me juzga coqueta.
INÉS.

Y ¿es m u y injusto?
PEPA.

Tal v e z . . . .
INÉS.

¿Con la mano en la conciencia


defiende vd. su inocencia
sobre ese punto?
PEPA.

Sé j u e z .
Así me acusas cruel,
sin duda porque no lloro,
escuchando á D. Lindpro
y sufriendo á D . S a m u e l .
¡.Llamas, tú, coquetería,
por v e n t u i a , el aguantar,
solo por no lastimar
su cansada algarabía?
¿Es ser coqueta sufrir
que D . Lindoro m e admire,
y que rendido suspire
y de sus gestos reír?
¿Es ser coqueta escucha 1

sus protestas de ternura,


y su gracia y su frescura
embelesada admirar?
INÉS.

¡Por Dios, señorita!


PEPA.

E n fin,
¿es ser coqueta también;
responder contrita: a m e n ,
si el otro me habla en latin?
Eso no es coquetería;
dale otro nombre, muger:
bien merece, á mi entender,
que lo llames cortesía,
deferencias, que no son,
y pregúntalo á mi tío,
ofensa al decoro mió,
atención...,
INÉS.

¡Áy! ¡qué atención*


PEPA*

Ser a t e n t a , es halagar
como ha poco te decía,
de cada uno la m a m a
y á ninguno c o n t r a r i a r . . . .
Habla el uno embelesado
de bailes y figurines,
suelta el otro mas latines,
que un cura, ó un abogado;
y yo por no lastimar
el orgullo de ninguno,
el idioma de cada uno
estoy aprendiendo á h a b l a r . . . .
—Mas dejemos eso á un lado:
déjame admirar siquiera
la delicada m a n e r a
con que ambos me han obsequiado.
M u y bellas las flores s o n . . . .
INÉS.
¡Eh! las dalias huelen mal;
y por lo que hace al misal,
¡cuan tierna declaración!
Será su dicha completa
si le ocurre á vd. un dia
en prenda de simpatía
regalarle una receta.
¡Se concibe tal simpleza!
PEPA.
P u e s señor, me hace r e i r . . . .
como le pudo o c u r r i r . . . . .
¡No rae cabe e n la cabeza!
INÉS.
Pues si vd. lo hubiera oido
con que admirable sosiego
me lanzó en turco ó en griego
el título consabido;
y luego la traducción
de los C o m e n . . . . ¡ n o se qué!
¡bien enterada quedé!
con su.ojocta esplicacion.
PEPA.

¿Y que hay manuscrito aquí ? 1

está mi nombre.
INÉS.
¡Que gloria
para vd.!
PEPA.
Dedicatoria
es probablemente, s í . . . .
INÉS.
¿Me la va vd. á leer?
PEPA.

Quiero hacerte recordar


el sabio: voy á empezar.
INÉS.
¡Que lástima no entender! (riéndose)
ESCENA CUARTA.

Dichos, D. ANTONIO por el fondo.

D. ANTONIO.

¿De qué os reíais?


INÉS.

Señor... t

D . ANTONIO .

De alguna majadería.
PEPA.

Hablábamos....
D . ANTONIO.

Hija m i a ,
nunca se debe al pudor
faltar en lo mas ligero;
y esa r i s a . . . .
INÉS

(¡Bueno va!)
» . ANTONIO.

Algo que pensar dará


y que piensen mal no quiero.
—32—

j,Se permite por v e n t u r a ,


á una doncella juiciosa
reírse de cualquiera cosa
con tanta desenvoltura?
í n mi tiempo se tenia,
ñas mis tiempos han pasado,
mas j u i c i o . . . .
INÉS.

(¡Dios sea load


D. ANTONIO.

Nunca una niña reia


sin causa sin mas ni mas,
porque estaba persuadida
que una joven bien nacida
no da que decir j a m a s .
Una doncella pensaba
solo en sus obligaciones,
en rezar sus devociones
luego que se levantaba;
en saludar á papá
bajando humilde los ojos,
evitando los antojos
que el ver demasiado d á ;
en componer la despensa,
en disponer un guisado,
—33—

en corregir á un criado
que en lo que hace no piensa;
en hacer esas labores
que honra de su sexo son,
y por grata diversión
en regar después sus flores.
INE3.
(¡Estarían divertidas!)
D. ANTONIO.
Pero n a d a de pensar
e n paseos, en bailar,
porque son horas perdidas
las que se gastan así;
nada de espejo y balcón:
•e distrae la atención....
PEPA.

Yo l i o . „ . . (¡Pobre de mí!)
D . ANTONIO.
Esas locas diversiones
que atraen la j u v e n t u d ,
turban solo la quietud,
trastornan los. corazones.
N ó , no es que te acuse á tí
de falta de s e n s a t e z . . . .
¡Dios m e Ubre! t a niñez
6
cuidadoso d i r i j í . . . .
H e procurado educarte
como á la hija de mi hsrmaDa
y la doctrina mas sana
h e tratado de inculcarte;
y como justo tributo
á la verdad, te diré,
que la virtud que sembré
da en tí su brillante, fruto.
— P e r o es charlar demasiados
idos á vuestra labor:
v é , hija niia, lo mejor
es tener s i e m p r e ocupado
el spíritu....
., SEPA.

Veré
que preparen la ensalada.
D . ANTONIO. ,

Sé hacendosa y reservada.
INÉS.

(Vuelve á comenzar á fé). (Yéndose las


dos por la derecha.)
E S C E N A QUINTA.
\

B . ANTONIO.

D. ANTONIO.

E s un modelo acabado
de modestia y de virtud;
pero con la j u v e n t u d
se debe tener cuidado.
Aunque su juicio y razón
no ha desmentido j a m a s ,
n o me parece de mas,
de cuando en cuando un sermón
— P e r o mi espíritu está
preocupado al estremo
disgustos sin cuento temo;
jDios sabe lo q u e vendrá!
Estas c a r t a s . . . . ¡todo cae
sobre mi cabeza ahora!
nueva desconsoladora
cada una de ellas me trae.
Los unos se han apropiado
mi cargamento ¡ay de mí!
y los otros, dice aquí,
—36—

mis peones se h a n llevado.


Y tengo que lamentar
el trabajó interrumpido,
y mi dinero p e r d i d o . . . .
¡Es cosa de renegar!
¡Que á un hombre que ardientemente
trabaja, quieto y honrado,
le quiten lo que ha ganad*
con el sudor de su frente!
¡Y con t a n t a ligereza!
sin decir por atención
pedimos á vd. perdón,
dispense vd. la franqueza
Pues, señor, acabarán
según la toman de prisa
por dejarnos sin camisa
y en la c a l l e . . . . ¡voto á san!
Y para mayor placer,
los plazos se me h a n llegado
de esas letras que he aceptado
y las que satisfacer
no puedo; tal situación
es insoportable á fé.
¿Qué partido tomaré?
Debe mi reputación
quedar intacta; p a g a r
—37—

es necesario al m o m e n t o . . . .
Señor, es mucho tormento
¿qué resolución tomar] (Queda pensa-
tivo) .

E S C E N A SESTA.

"Bicho, D. LINDORO, D. SAMUEL, portel fondo.

D. S A M U E L .

Sí señor, á vd. le gustan


estos tiempos, son de holgorio:
hace vd. m u y bien. Yo estreno
aquellos tiempos dichosos,
de costumbres arregladns,
rígidas....
D. L I N D O R O .

De purgatorio.
D. SAMUEL.

E n que cada cual cumplía


sus deberes religiosos
y todos eran h o n r a d o s . . . ,
—38—

D. LJKDOBO.

¿Porque eran beatos todos?


D. S A M U E L .

E n los que la inquisición,


con los tormentos y el potro,
castigar siempre sabia
al tena» y al revoltoso;
en los que la juventud
obedecía con gozo , -

á preceptos siempre sabios,


repetables, provechosos;
porque al lado del consejo,
como el mas seguro apoyo,
estaba siempre una t r a n c a . . . .

D. L I N D O R O -

¡Razonamiento muy sólido!


D. SAMUEL.

E n que á su padre se hablaba


sin alzar nunca los ojos;
y su merced se decia
porque hablarles de otro modo,
es faltarles al respeto;
en que no quedaban solos
j a m a s , porque no es decente
a n a niña con su novio;
y las jóvenes tenian
mas recato y mas d e c o r o . . . .
I>. LESDOBO.

Y se comía á las doce,


y se cenaba á las ocho;
n o lo olvide vd.; es rasgo
importante.
B. SAMUEL.

D.jLindoro,
vd. lo dice de b u r l a . . . .
ero....
D. LINDORO.

No tal; los elogios


que vd. hace de esos tiempos,
están en todo y por todo
de acuerdo con su carácter;
pero cada cual, supongo,
puede tener su o p i n i ó n . . . .
y es la m i a . . . .
D. S A M U E L . '

(La de u n tonto.)
D. LINDOKO.

Q u e todas esas vejeces


que todos esos engorros,
me cansan y me fastidian.
— 4 0 - ^

sí señor. Yo tengo otros


gustos distintos: yo quiero
la libertad. Me sofoco
cuando recuerdo esos dias,
q u e , por dicha, muy remotos
están y a . ¿Qué mayor bien,
que satisfacer gozosos
nuestros mas raros caprichos,
nuestros mas necios antojos ? 1

La educación de estos tiempos


felices, es bien notorio
que es muy distinta de aquella
de ranciedades y e m b r o l l o s . . . .
Da gusto, por Vida mia,
ver jóvenes de muy pocos ,
años, obrar libremente,
sin que venga un viejo chocho
á ponérseles por medio
con estraños trampantojos.
E n tiempos civilizados,
fuera por cierto, un bochorno,
no abolir esas simplezas,
esos uso3 enojosos
que á la j u v e n t u d tenian
en un puño. No conozco
«ada q u e mas me fastidie,
que esos viejos c a v i l o s o s . . . .
Las jóvenes deben ser
desenvueltas, y los mozos
descarados, calaveras
D. SAMUEL.

Pero, hombre ¡por S. Arabrosiol


« t a vd. desatinando.
D. LINDORO.

Q u e lo diga D . Antonio.
¿Qué dice vd?
D. ANTONIO.

Yo señore»,
á la verdad, no respondo
de hallarme bien enterado
del asunto; dolorosos
motivos me tienen hoy
en tan terrible trastorno,
que apenas he c o m p r e n d i d o . . . .
D. SAMUEL.

Diga vd.
D. LINDORO.

Yo por lo pronto,
con el permiso de vd.
una libertad me tomo,
y es preguntar, si no soy
—42—

indiscreto, jqué penosos


asuntos han afligido
á vd. tanto?
D. ANTONIO.

Los negocios
que están en tan mal e s t a d o . . . .
¡Y no poder poner coto
á estos atropellamientos!
Aquí me escribe mi socio,
lea vd., que se han llevaí"
ini c a r g a m e n t o . . . .

D. LINDORO.

¡Qué oprobio
para los conservadores!
D. ANTONIO.

Aquí dice que los otros


se han llevado, nada menos
que los peones, los mozos
de la hacienda.
D. SAMUEL.

P U P S parece
que no lo hacen mal tampoco
los liberales.
B. ANTONIO.

Estoy
aturdido. Para colmo
de penas, se me han cumplido
unos plazos: es forzoso
pagar ciertas cantidades;
y, al decirlo me sonrojo,
á causa, como ya he dicho,
de todos estos trastornos,
me hallo imposibilidado
de hacerlo ¿No es doloroso
para un hombre como yo?
¿No es para volverse loco
un estado .semejante?
Escuche vd. D. Lindoro,
es uno de los motivos
porque me aflige este ahogo,
mas, el pensar que no_puedo
pagar á vd.
D. U N D O S O

Yo no cobro
á vd.; nada de eso ¡vaya!
no señor, ni por a s o m o . . . .
(Todo queda en la familia; .
porque mucho me equivoco,"
ó Pepita será mia).
D. ANTONIO

Que vd. sea generoso.


no es razón para que pueda
ver yo con serenos ojos
el perjuicio que le hago.
E s para mí vergonzoso,
al estremo haber llegado
á este caso; nadie el ocio, ;

nadie la mala conducta,


podrá nunca echarme en rostro;
ly no es triste para un hombre
que fué siempre honrado y probo,
que no tiene en la conciencia,
ni en su vida un hecho solo
de que avergonzarse pueda;
que este cúmulo azaroso
de penosas circunstancias,
que lo abruman con encono
haga que lo consideren
mañana como un tramposo
y blanco de los sarcasmos
de un mundo maligno y tosco,
su buena reputación,
mire convertida en polvo ?
1

¿Habrá firmeza que baste,


cuando este cuadro espantoso
ia imaginación nos muestra?
¿Habrá angustia, habrá bochorno
«las terrible? Diga v d . . . ' . .
—45—

D. SAMUEL.

Cálmese vd., D. Antonio.


¡Paciencia! Nos dice el sabio,
que en este m n n d o de abrojos,
de lágrimas y pesares,
hay unos t r a g o s . . . .
D. ANTONIO.

Muy gordos:
por esperiencia lo veo.
D. LINDOBO.

Sabe vd. que de mis cortos


haberes, disponer puede
cual si fueran suyos propios.
D. ANTONIO.
Gracias.
D. LINDORO*

(Pues no será malo


asegurar el apoyo
del tio con la muchacha,
cuyo carácter jocoso
me asusta á veces).
I>. SAMUEL.

E l hombre
que conoce lo ilusorio
de los bienes deeste m u n d o ,
—4b—

y sabe que ser dichoso


nadie ha conseguido nunca,
ve con el mayor aplomo
todas las penalidades
que á los caracteres flojos
y débiles, anonadan.
D. ANTONIO.

Es vd. m u y venturoso
en tener tanta firmeza..
D. LINDORO.

( E n los males de los otros).


E n todo aquello en que pueda
ser útil á vd., supongo
q u e no es preciso que diga,
que satisfecho y gozoso
serviré á vd.
D. ANTONIO.

Yo no puedo
esplicar á vd. mi hondo,
mi vivo agradecimiento.
D. LINDORO.

(De esta hecha, soy el novio


admitido de la niña.
Me decian que era un oso
el tal lio, y me parece
que e m p i e z a á amansarse u n p o c o ) .
—47—

D. SAMUEL.

No debe vd. abatirse,


el verdadero filósofo.. . .
D. ANTONIO.

¡Eh! yo lo quisiera ver


sumergido hasta los hombros
en semejante p a n t a n o . . . .
!Si no se daba al demonio!
D. LINDORO.

Repito á vd. que disponga


de mí; que olvide que somos
amigos de nueva fecha.
Vd. sabe cuanto odio
los cumplimientos, yo soy
m u y franco, m u y olicioso..
(El amor hace milagros).
D. SAMUEL.

Sí, todos somos de lodo


frágiles, débiles, cierto;
pero el sabio que estudioso,
logra en la ciencia divina
encontrar un p a t r i m o n i o . . .
D. ANTONIO.

(¡Dale bola con el sabio!)


D. S A M U E L .

E t e r n o , noble, precioso,
cuando las penas lo abruman
mira con desden en torno
suyo....
D . ANTONIO.
D. Samuel, si el sabio
era hombre pundonoroso
que guardar quiso su fama,
siempre limpia como el oro,
toda la ciencia del mundo
no le daria reposo
viéndola espuesta a mancharse
con tan terrible sonrojo.

E S C E N A SÉTIMA.
Dichos, D. J U A N por el fondo.

D. J U A N .

t D . Antonio de Solísl
D. ANTONIO-
Servidor de vd.
D. SAMUEL.

Ignoro \A Lindoro\.
quién es este personage.
D . LINDOBO.

Me sucede á mí lo propio.
D. ANTONIO.

¿Gusta vd. sentarse?


D. JUAN-

Gracias; [Aceptando].
Soy hijo de B. Alfonso
de Aguilar. Vengo de Puebla
á arreglar ciertos negocios
importantes, que mi padre
me recomienda; entre otros,
cual lo dice en esta carta,
me ha e n c a r g a d o . . . .
D. LINDORO.

No es mal moz.o. [./i Samuel].


D. SAMUEL.
¡Frivolidad!
D. J U A N .

Q u e hable á vd.
y arreglemos.....
D . ANTONIO.

(¡Me sofoco!)!
D. JUAN.

U n asunto que quedaba


pendiente....
D. ANTONIO.

Sí, ya supongo.
Con que así, según parece,
¿es vd. aquel pimpollo
de quien mi amigo me hablaba
con tanto fuego?
T>. SAMUEL.

(De tonto
tiene cara).
D. ANTONIO.

¿Con que vd.


es Juan? M u c h o , m u y dichoso
soy, no de haber conocido
á vd., nó señor, que somos
amigos v i e j o s . . . «
D. J U A N .

Me acuerdo.
D. ANTONIO.

¿Se acuerda vd? Hace poco


mas de diez años que vd.
se fué á E u r o p a .
D. LINDORO.

(¡Socorro!
Será algún pedante.)
D. JUAN.
Entonces,
según parece, eran otros
tiempos, y vd. no me hablaba
con ese ceremonioso
estilo.
D.'ANTONIO.

Tienes razón;
y o no sé por que me e n c o j o . . . .
E s que y a estas hecho u n hombre.
D. LINDORO.

(No tiene el aire gracioso,


ni amable)
D . ANTONIO

Presento á ustedes
con el mayor alborozo
á mi querido D . J u a n ,
el hijo de D . Alfonso
de Aguilar, amigo mió.
D. S a m u e l . . . .
D. J U A N .

(¡Que aire tan hosco!)


—52—

D. AHTONIO

de C a r r a n z a . . . .
D. SAMUEL.

Servidor
de v d . j o v e n .
D . ANTONIO.

D . Lindoro
de Ramos de Rosas.
D. J U A N .
(¡Bueno!
¡Qué apellido tan frondoso
y fresco!)
D. ANTONIO.
Con el permiso
de ustedes, (siento un trastorno);
voy á Téér esta caria.
D- L I N D O R O .

E n t r e amigos son ociosos,


son intempestivos siempre
los cumplimientos.
D. S A M U E L .

Conozco
algo á su padre de vd.
estuve en Puebla hace ocho
años.
D. ANTONIO.

(¡Otro nuevo golpe!)


D. LINDORO.

(¿Y Pepita? pues buen modo


de agradecer mis cuidados,
de ocuparse de nosotros.)
D. SAMUEL.

Sí, señor; obra admirable; (A D. Juan).


yo prestaré á vd. el tomo
primero.
D. J U A N .

Gracias.
D. LINDORO.

¿Que obra
es esa? (¡Dios poderoso!
¡Si ahora nos dice un discurso!)
D. SAMUEL.

1N0, pues yo no me conformo


nasta que vd. lea siquiera
una parte. Tiene trozos
magníficos....
D. J U A N .

fío lo dudo.
D. ANTONIO.

ftué tortura y que bochorno!)


—54—

D. SAMUEL.

Cuando vd. l e a . . . .
D. LINDOIIO.

No hablemoí,
por Dios, de libros. No oigo
hablar á vd. de otra c o s a . . . .
D. SAMUEL.

Pues hablaremos de moños,


de peinados. Me parece
que es un asunto precioso
para hombres.
D. L I N D O R O .

Yo no digo
que lo sea; pero hay otros;
y en fin, y en último caso,
lo hallo menos fastidioso,
que hablar de libros en griego,
que no entendiera el demonio.» •
Hablemos de amor.
B. SAMUEL.

Asunto,
á mi entender, muy impropioi
de hombres graves.
D. LINDORO.

De hombretfrave»;
mas, jóvenes cual nosotros,
tenemos ese derecho.
D. JUAN.

(¡Joven! ensueño engañoso


de su mente acalorada)
D. LINDORO

El a m o r . . . .
D. SAMUEL.

E s el mas tonto
de todos los sentimientos.
Nada hay tan empalagoso
como mirar m u y de cerca
aun enamorado bobo,
en ridículo ponerse
con sus gestos a m o r o s o s . . . .
D. LINDORO.

Pero, hombre ¿hay cosa mas dul«e


que beber en unos ojos
divinos la dicha inmensa
que el corazón afectuoso
enagena?
D. ANTONIO.

(No esperaba
esta nueva angustia. ¿Cómo
pagar en estos momentos?)
D. L I N D O R O .

Sí, D. Samuel, m u y dichoso


es el hombre que consigue
ser objeto único y solo
de una ternura sincera;
es de la ventura el colmo
ser amado.
D. ANTONIO

Ya he leído (A D. Juan)
esta carta y me es forzoso
esperar hasta mañana
para arreglar el negocio
de que se trata.
D. JUAN.

No hay prisa:
cuando vd. guste.
D. SAMUEL.

¡Qué hermosos,
rasgos encierra este libro!
¡Qué inapreciable tesoro
de ciencia y sabiduría!
D' LINDORO.

D> Samuel, por S. Crisóstomo,


no quita vd, como dicen,
el dedo.del r e n g l ó n . . . .
D. 6AMTJEI..

Pocos
pueden entenderlo, es cierto;
la ignorancia, el abandono
en instruirse, h a n llegado
á tal e s t r e m o . . . . .
D. JUAIÍ.

(Este prójimo
parece maestro de escuela).
D.LINDOKO.

¡Y queda vd. tan gozoso


con esas majaderías!
D. SAMUEL.

Óigame vd. D . L i n d o r o . . . .

ESCENA OCTAVA.

Dichos, P E P A por la derecha.

PEPA

Mi buen t i o . . . .
D. LINDORO

¡Oh! P e p i t a .
PEPA.

Mire vd. ¡ato! Buenos dias. .(sorprendida)


D. ANTONIO.

Acércate ¿que querías?


D. JUAN.

(¡Qué muchacha tan bonita!)


PEPA.

Una cinta que acabé


para el reloj, v que ahora
traia á vd.
D. X1NB0Í16 .1

(¡Encantadora!)
D. JUAN.

¡Qué joven tan bella! (A D. Samuel).


D. SAMUEL.

¿Eh?
D. ANTONIO.

Yo la recibo con gozo.


(Una perla es la chiquita)
Mi sobrina.
D. JUAN.

Señorita.-...
D. ANTOWIO.

D. J u a n de Aguilar.
PEPA.

(¡Buen mozo!)
B ANTONIO.

Apreciable amigo mió.


D. LINDORO.

¡Qué sea vd. tan ingrata, {Hablando ba-


cuando su ausencia nos mata jo ó Pepa)
que nos deje así!
SEP».. .

Confio
en que no será tan grave
el estrago. Recibí
el ramo de flores.
B. LINDOBO.

iSí?
PEPA.

Y el libro de vd.
D. LINDORO.

(No cabe
en el juicio tal presente.)
D" SAMUEL.

j,Y leyó vd. algo?


—60—

PEPA.

¿Yo-?
(¡Qué idea!) Todavía n ó .
D. LINDORO.

¡Qué hombre tan impertinente!


Y con tan raro tragin; [ J i D. Juan].
¿pues no le ocurre creer,
que puede P e p a leer
u n libro viejo en latin
del cual le hizo regalo?
¿Gustaron á vd. las flores? [A Pepa].
D. JUAN.

[Pues son dos adoradores


á lo que parece].
D. SAMUEL.

[¡Malo!
Ya se acerca este moscón!]
D. LINDOEO.

¡Qué linda es vd', Pepita! [bajo á ella].


D' SAMUEL.

[¡Oh! me fastidia, me irrita!]


' D. LINDORO.

¡Siento tan dulce e m o c i ó n ! . . . .


D. SAMUEL.

¿Creerá vd, que á su edad, [Jl D. Juan]


aun está soñando amores,
y le dice á Pepa flores?
¡Es una barbaridad!
PEPA.

Ciertamente he apreciado
ese ramo tan hermoso
como el emblema g r a c i o s o . . . .
[Es guapo el recien llegado].
D. SAMUEL.

Vd. irá comprendiendo,


si lo l e e . . . .
PEPA.

Lo leeré
por supuesto, ¡ya se vé!
[Pues, señor, estoy mintiendo
sin temor y sin conciencia],
D. JUAN.

[¡La muchacha es muy graciosa


y fresca como una rosa!j.
PEPA.

¡Oh! vale tanto la ciencia,


aunque la aprecien tan poco
ios i g n o r a n t e s . . . .
D. LINDOKO,

Pepita;
—62—

¡Qué preciosa manecita!


D. ANTONIO.

[Hoy voy á volverme loco]

[Se acerca D. Lindoro haciendo piruetas & Pepa,


Por el otro lado se acerca á pasos acompasados D.
Samuel. Pepa, ve á uno y otro, con aire burlón sig-
nificativo. D. Juan observa desde una estremidad.
D. Antonio se encuentra en la otra, sumido en sus
pensamientos. Cae el telan.

FIN DEL ACTO PRIMERO.


—63—

ACTO SEGUNDO.
La misma decoración.—Es de dia.

ESCENA PKIMERA.

PEPA, INÉS.

INÉS.

Pero si no es vd. f r a n c a . . . ,
PEPA.

Si lo soy ¡válgate Dios!


¿No te digo que hasta el fondo
del alma me conmovió,
de su fogosa mirada
la apasionada expresión'?
¿No te he dicho que sentía,
al sonido de su voz,
palpitar enagenado
de dicha mi corazón?
Yo que rJpsdeñosa y fria [Con ligereza]
no supe lo que era amor
hasta ahora, siento, Inés,
que esta furiosa pasión,
acabará con mi vida,
cual con mi paz acabó.
INÉS.

Búrlese vd-; yo bien sé


que es el partido mejor
para ocultar fácilmente
una profunda emoción;
búrlese vd. E n t r e tanto
sabp vd. mejor que y o ,
que piensa mas en D, J u a n . . . .

PEPA.

¿Qué en D. Lindoro?
INÉS.

¡Qué horror!
¿Y puede vd. ni un momento
hacer tal comparación?
PEPA.

Pero en fin, ¿qué es lo que quieres?


Estas extraña, p o r D i o s . . . .
Si te hago de mi ternura,
¡a sincera confesión,
—65—

si te digo que una dicha


que nunca el alma probó,
con su fulgor peregrino
ilumina el corazón
al ver á D. J u a n , no quieres
creerme, dices que no
hablo de veras, que quiero
ocultarte mi impresión,
exagerándola: digo
que es un hombre e n c a n t a d c r
D. Lindoro, y cual si hubiera
dicho una blasfemia atroz,
alzas los ojos al cielo,
suspiras y . . . . . ¡qué sé yo!
INÉS.

Yo quiero que vd. me diga


francamente su opinión
sobre D. J u a n ; si le agrada,
si le s i m p a t i z a . . . .
PEPA.

¡Oh!
por supuesto.
INÉS.

Si en el caso
de que cual los otros dos
sintiera algo por vd.
desdeñara vd. su amor,
6 corresponder pudiera
con una tierna pasión
su....
PEPA.

No estambs en el caso.
INÉS.

Quien c a l l a . . . .
PEPA.

Dice que n ó . . . .
INÉS.

Entonces miente el proverbio


sin conciencia, sí señor;
yo habia sabido siempre
que el que calla concedió;
pero no habia caido,
vd. que con tal calor
hace un momento me hablaba
de la dulce sensación
que le causa su p r e s e n c i a . . . .
PEPA.

¿Qué?
INÉS.

Muy pronto lo olvidó;


—67—

y no solo fué una burla


ese pretendido amor,
sino que vd. cree ahora,
que no consiguiera el don
humilde de su cariño,
conmover en su favor
el alma yerta, insensible
de vd.
PEPA.

¿No tengo razón?


Suponiendo que ese j o v e n ,
que no me ha dicho una flor
siquiera, pudiera a m a r m e ,
lo que aquí para entre nos,
bien raro me pareciera.
INÉS.

¿Por qué?
PEPA.

F u e r a muy precoz
y repentino c a r i ñ o . . . ,
INÉS.

Está vd. en un error;


El cariño verdadero,
entra así de sopetón.
PEPA.

¡Ah! Pues bueno; ya supongo


que a m a n t e me consagró
el afecto mas p r o f u n d o . . . •
INÉS.

M u y justa suposición.
PEPA.

En primer lugar, le tengo


al amor un miedo atroz;
y en segundo, que seria
ingratitud, que perdón
no mereciera, pagar
con tan terrible dolor
del amable D. Lindoro
la sincera adoración,
de D. Samuel.la t e r n u r a . . . .
INÉS.

¡Ay! por el amor de Dios,


no me bable vd. de esos hombres,
P E P A .

Es que te causan pavor?


INÉS.

Casi, casi. Por no vét-


ese tieso fantasmón
de D. Samuel, con un traje
del tiempo en que el rey rabió,
ios cabellos en desorden
y ese aire de protección;
siempre hablando de sus libros,
siempre ahuecando la voz
se puede pagar. ¿Y el otrol
con su vestido chillón
con sus eternas piruetas,
con el subido color
de su rollizo semblante,
con sus flores y . . . . su tos,
que no hay agua de borrajas,
pastillas ni lamedor
que aplacársela c o n s i g a n . . . .
¡Si es de dar un sofocón!
PEPA.

Pues no te han caido en gracia.


INÉS.

Ni me caerán nunca. Yo
prefiero al otro.
PEPA.

Parece
que ha ganado tu favor
D. J u a n .
INÉS.

Como que es buen mozo,


amable, joven, y no ,
—70-

una biblioteca andando,


ni un insípido m o s c ó n . . . .
E n t r e un viejo mentecato,
que aun se imagina en la flor
de sn existencia, y un joven
cuya mas dulce ilusión,
es echarse años encima,
no sé cual sea peor.
E l D . J u a n es muy distinto,
m u y guapo ¿uo lo observó
usted?
PEPA.

Si solo ha venido
dos veces; y entre las dos,
no le h e hablado tres palabras.
INÉS.

Pero si no se tapó
vd. los o j o s . . . .
PEPA.

Parece
que t ú . . . .
INÉS.

Seria un dolor .„.«


PEPA.

(Yo no sé por qué me corto


con esta conversación).
INÉS.

Fuera lástima, repito,


que tuviera vd. valor
para no verlo; es buen m o z o . .
PEPA.

INÉS.

Y tiene una expresión


de bondad en el s e m b l a n t e . . .
PEPA.
[Cierto].
•INÉS.

Cuando se acercó
á vd. con tanta franqueza
D . Lindoro, y el feroz
D . Samuel le recitaba
aquella eterna canción,
no le hacia m u c h a g r a c i a . . . .
PEPA.

¿De veras?
INÉS.

Se le n o t ó . .
¡Ay! oigo pasos.
PEPA.

¿Qué tienes?
¿Por qué te asustas?
—72—

INÉS.

Me voy;
que si fuera D. Antonio,
ya tenia yo función
una hora. Me diría
que una doncella no dio
nunca rienda á las locuras
de ociosa conversación;
que es preciso aprovechar
el tiempo que h u y e veloz;
y por final me enviaba
á continuar mi labor. [Vasepor la de
recha].

ESCEHA SEGUNDA

PIMPA.' D . u t N D O E O por el fondo, eon nn Cupido


de cera.

D. UNDOSO.

Traigo á vd, aquí u n obsequio,


que mi a m a n t e corazón,
ofrece á vd. cariñoso,
bella Pepita.
¿PEPA.

¿Una flor'?
D. LINDORO.

Un Cupidito de cera.
PEPA.

[¡Vaya un obsequio!]
D. LINDORO.

que hago ..mal en darlo á vd.


PEPA.

¿Por qué?
D. LINDORO.

Porqne a n i d a a m p r
en esos ojos radiantes,
que ofuscan la luz del sol;
y si hace un sólo Cupido
tanto d a ñ o , ¿qué harán^dos?
PEPA.

Está vd. g a l a n t e .
D, LINDORO.

¿Cómo
no estarlo, si la impresión
—74—

que me causan los encantos


de vd., el abrasador
fuego que enciende en el alma,
la dulce contemplación
de ese semblante divino,
de esa boca que robó
á la rosa la f r e s c u r a . . . .

PEPA.

¿Sí?
D. LINDORO.

Y al carmin el color,
me vuelven l o c o . . . .
PEPA.

[Parece
al menos].
D. LINDORO.

Nada soñó
la imaginación mas bello,
que el celestial resplandor
de esos ojos, esa risa
que ilumina el corazón,
esa frente de alabastro
do la inocencia grabó
su dulce s e l l o . . . .
PEPA.

(No falta
mas que la declaración
con u n a rodilla en tierra,
ya el prólogo concluyó).
D. L I N D O B O .

¿Sabe vd. lo que queria


decirle mi corazón,
al hacerle ese regalo?
PEPA.
¿Qué?
T>. L I N D O B O .

Siendo el dios del amor


Cupido, quise expresarle
con ese tímido d o n ,
mi profundo s e n t i m i e n t o . . ¡ . .
PEPA.

Sí, nunca he dudado yo


de la amistad verdadera
que inspiro á vd; n o s e ñ o r . . ! . .
D. LINDORO.

¿Amistad? pero no h e d i c h o . . . .
PEPA.

Amistad, rayo de sol


que inunda el a l m a . [No sé
lo que d i g o ] .
—76i-

D. L I N D O R O .

P e r o no
me comprende vd.

PEPA.

[No quiero
comprenderte y que es peor J.
D. LINDORO.

O es que mé ésplicó mtiy nial,


ó es que vd. rio rae e n t e n d i ó . . . .
F3.PA.

Agradezco' Vivamente 1

con todb'mi corazoü',


ese afecto vérdkdéro;
esecariñ'ósó ardbr'
con que anhela vd. mi dicha.
(Aunque tenga que hablar hoy
todo el diá, no lo dejo
que se declare)
D. LINDORO.

Por Dios,
escúcheme vd¿ [Se h a visto
taravil'la].. Mi- p a s i ó n , . . : .
PEPA'. •

E s lo mas tierno y mas santo


la amistad divina ¡oh!
á mi me encanta.
D. LINDORO.

Pepita....
PEPA.

E s la mas grata impresión


que puede sentir el alma,
escuchar la dulce voz
de esé afecto delicioso;
; 1

D. :
LINDORO.

P e p i t a . . . . [¿Qué tiene hoy?]


Yo q u i s i e r a . . . .
PEPA.

Peregrino....
D.'LHíBORO.

[No a c a b a . . . . ¡pero es atroz!}

ESCENA TERCERA.

Dichos, D . SAMUEL por el fondo.

D. SAMUEL.

A los pies de vd., P e p i t a . . . .


—78—

[¡Hum! Ya se me adelantó
este z á n g a n o ] .
D. LINDORO.

¡Hola amigo
D. Samuel!
D. SAMUEL.

M u y servidor
de vd.
D. LINDORO.

[¡Ay qué mala cara!]


¿Está vd. enfermo?
D. SAMUEL.

NÓ.
D. LINDORO.

Decididamente el sabio [Bajo ó Pepa],


está de m u y mal humor.
D. SAMUEL.

¿Comenzó vd. á l e e r . . . . (A Pepa).


PEPA.

Sí c o m e n c é . . . . (¡Santo Dios!
¿qué le diré á este hombre?)
D. SAMUEL.

Debe
vd., P e p a á quien dotó,
el cielo de inteligencia
tan d e s p e j a d a . . . .
PEPA.

E s favor
de vd.
D. SAMUEL.

Hallar un gran goce


e n su l e c t u r a . . . .
PEPA.

Sí, y o . . . .
(No sé por qué no me encuentro
ahora en disposición
de soportarlos).
D. LINDORO.

¡Oh Pepa!
Es vd. la hermosa flor
que mi existencia embellece,
que e n c a n t a mi corazón.
D. SAMUEL.

¿Qué tiene vd. en la mano'?


PEPA.

Un regalo del s e ñ o r . . . .
D. SAMUEL.

¿Y qué regalo? ¡Un muñeco!


¿Se puede saber, por Dios,
D. Lindoro, en qué pensaba
vd., cuando le ocurrió
dar ese trasto á Pepita?
D. LINDORO .

¿Le parece á vd. que son


mas útiles, por ventura,
los libros con que o b s e q u i ó . . ' . . ?
E l de griego sobre t o d o . . . .

D. SAMUEL.

H á g a m e vd. el fayor
de no hablar de esa manera,
D. Lindoro.

ID. LINDERO.

[Se picó.
Me alegro mucho; me aburre
con su necia pretensión].

D- SAMUEL.

(Mira á P e p a demasiado).
D. LINDORO.

Cuando este prójimo entró, (Aparte á


estaba vd. ruborosa, ella).
trémula; la agitación
de vd. se manifestaba
bien, en el vivo color
de su s e m b l a n t e . . . .
PEPA.

(¿Qué dice?)
D> LESDOBO.

Cálmese vd.
PEPA.

Pero y o . . . . .
(Si cree que me conmueve
su tierna declaración,
está fresco).
D. LINDORO,

(Cuando pienso
que osa aspirar al amor
de P e p a este m a j a d e r o . . . . )
D. SAMUEL.

¿Y D. Antonio?
PEPA.

Salió.
D. SAMUEL.

Cuando vd. concluya el libro,


si quiere vd. otro, estoy
leyendo una obra sublime,
interesante.
11
—82—

D. LINDORO.

¡Qué horror! (Bajo á Pepa).


Mándelo vd. á paseo
con sus libros, y . . . .
D. SAMUEL.

Veloz
pasa el t i e m p o . . . .
D. LINDORO.

¡Dios nos guarde! (Bajo á Pepa).


Vamos á tener lección
y sabe el cielo en qué i d i o m a . . . .
D. SAMUEL.

Y no creo qué mejor,


pudiera emplearse nunca,
que en adquirir la instrucción,
la ciencia; don saludable,
sublime, c o n s o l a d o r . . . .
L a j u v e n t u d , la belleza,
dotes pasageros son,
que una enfermedad destruye,
que con su mano feroz,
hace pedazos él tiempo
implacable y destructor.
Pero la sabiduría,
la ciencia, P e p i t a , ¡oh!
m a n a n t i a l de eternos g o c e s . . . .
D. MNDORO.

H a g a vd., áDgel de amor, (Aparte á


porque se marche ese necio. Pepa),
PEPA.

¿Para qué?
D. SAMUEL

(Me interrumpió
en lo mas interesante.
Ya me cansa ese señor
coa su eterno cuchicheo).
PEPA.

[Me han fastidiado los dos;


pero el viejo sobre t o d o . . . . ]
D. LINDORO.

(Yo me atrevo) ¡Qué primor


de rnanita!
PEPA,

¡D. Lindoro!
— D . S a m u e l , está vd. hoy
pensativo ¿está vd. malo?
D. JAMUBL.

N ó , Pepita, n ó . (¡Qué voz


tan dulce!)
PEPA.

Me p a r e c í a . . . ,
¿O está vd. de mal humor?
—84—

B. LINDORO.

(¡Cómo m e aburren los sabios!


Parece que se enfadó
porque le quise tomar
una mano. Pues señor,
P e p a tiene algo, no h a y duda).
D. SAMUEL.

(Con qué afectuosa expresión


me habla hoy. Si me atreviera )
PEPA.

¿Ya se siente vd. mejor?


». SAMUEL.

Al lado de vd., P e p i t a . . . .
D. LINDORO.

[¡Y es g a l a n t e el Salomón!]
PEPA-..

(¿No se irán en todo el dia?)


D. SAMUEL.

(¡Si declarara mi amor!)


ESCEÑA CUARTA.
Dichos, D. A N T O N I O por el fondo.

D. ANTONIO.

A m i g o s . . . . ¿Qué haces aquí,


niña?
PEPA.

Dar conversación
á estos señores . . . .
T>. A N T O N I O .

E s falta (Bajo á
de recato y de pudor
en una niña, quedarse
sola con los hombres.
PEPA.

Yo..'..
D. A N T O N I O

M e canso de repetirte
que la buena educación^
manda á una joven que guarde
limpia y pura como el sol,
su fama.
PEPA.

Pero yo, t i o . . . .
—86-

D. ANTONIO.

Y no es el medio mejor
de conservarla, exponerse
por falta de reflexión,
á los pérfidos ataques
de malas l e n g u a s . . . .

PEPA.

Señor,
fué casualidad tan solo.
Cuando D. Lindoro e n t r ó ,
estaba yo concluyendo
de a r r e g l a r . . . .
D. ANTONIO.

¡Sea por Dios!


Q u e no vuelva á suceder.
PEPA.

Nunca, t i o . . . .
D. LINDORO.

[La riñó
el viejo según parece].
D. SAMUEL.

¿Y los negocios!
TEPA.

Me voy.
—87—

(Pero si D. J u a n v i n i e r a . . . .
Yo quiero verlo).
D- LINDORO.

Perdón,
Pepita; mas yo querría
saber si se conmovió
usted....
D. ANTONIO.

Retírate, P e p a .
PEPA.

Voy al m o m e n t o . . . .
D. L I N D O R O .

[¡Hombre atroz!]
PEPA.

Con el permiso de ustedes.


D" LINDORO.

¿Y qué, tiene vd. valor


de dejarnos'?
PEPA.

Vuelvo luego. [Fé»áo«eJ.


D LINDORO.

Pero....
D. SAMUEL.

Vaya vd. con D i o s . . . .


ESCENA QUINTA.
Dichos, menos PEPA.

D. SAMUEL.

¿Con que siguen siempre mal


los negocios?
B. ANTONIO.

¡Ay de mí!
Desgraciadamente sí.
U n a suerte bien fatal
es, á la verdad, la mia;
y tener hoy que arreglar
un negocio, y confesar
á Aguilar esta agonía
en que me hallo, es fuerte c o s a . , , ,
D. LINDORO

Terrible, dice vd. bien.


D. ANTONIO.

¿A quién acudir, á quién,


en situación tan penosa?
B. 8AMEUX,

Calma, D . Antonio, calma; [En tono


de nada puede servir magistral).
afligirse.
—89-

D ANTONIO.

De sufrir
y de achicharrarse el a l m a . . . .
D. SAMUEL.

Calma, vd. mismo confiesa


que con gemir y quejarse,
nada puede remediarse;
paciencia, p u e s . . . .

D. LINDORO.

¡Buena es esa!
Predica vd. sin cesar;
paciencia y resignación,
cual si fuera una aflicción,
tan fácil de consolar;
cual si en la cruda violencia
de abrumante desventura,
se tuviera la frescura .
de pensar en la paciencia.
D. SAMUEL.

H o m b r e , ¡por Santa M a r í a ! . . . ,
¡Que siempre haya vd. de abrir
la boca para decir
sandeces!
D. L I N D O R O .

¡Por vida mia!


12
—90—

D. SAMUEL.

Sí, señor; á toda hora


contrariando la experiencia,
desmintiendo de la ciencia
las l u c e s . . . .
D. LINDORO.

Ya me encocora
vd. con su c i e n c i a . . . .
D. SAMUEL.

Sí;
la desventura mayor,
<»8, sumido en el error,
pasar la existencia, así,
sin objeto. ¿Qué es la vida,
de ese modo consagrada
á frivolidades? Nada....
D. LINDOBO.

¡Pues! cosa inútil, perdida


D. SAMUEL.

Para e! mísero ignorante


Gomo vd
D. LINDOBO.

Gracias.
D. SAMUEL.

Q u e pasa
de goces la vida escasa,
sin salir un solo instante
de su insípido sosiego,
no hay ciencia ¿qué ha de saber '
del sol, que no puede ver
el desventurado ciego?
D. ANTONIO.

D. S a m u e l . . . .
D. LINDORO.

No haga vd. caso


•i no sabe lo que d i c e . . . .
D. SAMUEL.

¡Ay! es vd. infelice.


Quien no s a b e . . . .
D. LINDORO.

Si yo paso
en insípido sosjpgo,
la vida ¿qué será él?
Si vd. piensa, D. Samuel,
y piense vd., se lo ruego,
con cachaza, en su manera
ridicula de vivir,
no pudiera vd. decir
lo que me ha dicho.
D. SAMUEL.

¡Quimera!
—92—

D. LINDORO.

Vd. dice que entregado


á mi culpable indolencia,
paso triste la existencia,
de todo goce privado.
¿Qué diré del que se encierra
con librotes todo el dia,
y no se conmovería
ni con un temblor de tierra?
D. SAMUEL.

No sea vd. majadero,


no compare vd., por Dios,
la existencia de los dos.
La de vd. ¿es útil?
D. ANTONIO.

Pero....
D. SAMUEL.

Yo siempre me sé ocupar
de algo interesante.
D. LINDORO.

iEh?
D. SAMUEL.

Y vd. ¿qué sabe?


». LINDORO

Yo s é . . . .
D. SAMUEL.

Decir flores y bailar;


y en edad en que debiera
pensar en cosas maduras,
y olvidar esas locuras
extravagantes.
D. LINDOBo.

¡Quimera!
D. SAMUEL.

¿No queda vd. convencido?


¿No puede vd. entender
lo que quiero hacerle ver?
D. ANTONIO.

Pero s e ñ o r e s . . . .
D. LINDORO.

Ya he oido
con mucha cachaza, á fé,
salidas tan i mj uñosas.
E s preciso ver las cosas
no así como vd. las v e
que es una barbaridad;
sino como el hombre a t e n t o ,
que es adorno y no t o r m e n t o . .
D. SAMUEL.

¿Cómo?
—94-

,D. LINDORO»

De li s o c i e d a d . . . .
Una muger. me imagino,
que preferirá en rigor,
un hombre que hable de amor,
á un libro de pergamino.
Lleno de sabiduría
estará vd., no lo dudo;
pero vd. si no está mudo
dice una majadería.
E n una alegre reunión,
sentado junto á una bella
¿qué cara le pondrá ella
*i le habla vd. de Platón'?
¿Qué muger pudiera, en fin,
pagar su amorosa llama,
si le dice vd. que la a m a
en un discurso en latin?
D. SAMUEL.

Oiga v d . . . .

D. ANTONIO.

(¡Dios nos asista!)


D. SAMUEL.

No comprende vd. que s o y . . , . .


D. LINDORO.

Por no oir á vd. me voy.


— D . Antonio, hasta la vista (Vasepre
cipitado por el fondo).

E S C E N A SESTA.
D. A N T O N I O , D . SAMUEL.

D. SAMUEL.

Perdone vd. D. A n t o n i o ;
tal vez imprudente he sido:
yo creo que me he excedido;
pero me lleva el demonio
cuando oigo desatinar
de ese modo á D. Lindoro
y lo veo así el tesoro
de la ciencia d e s p r e c i a r . . . .
D. ANTONIO. i

Vd. que sabe, tal vez,


mejor q u e yo, que á su edad
no posee, á la verdad, •
—96—

la debida madurez
D . Lindoro, no debiera
ser tan poco t o l e r a n t e . . . .
D. SAMUEL.

¡Si el verlo tan ignorante


es lo que me d e s e s p e r a . . . . !
¿No ve que pasa los dias
en ociosidad penosa,
y que no sabe otra cosa
que decir galanterías?
Por lo mismo que su edad,
es ya seria y respetable,
es doblemente culpable
por tanta frivolidad.
¡Tuviera la discreción
siquiera de conocerlo!
D. ANTONIO.

(Sin comerlo, ni beberlo,


voy á llevar el sermón).
D. SAMUEL.

¡Está el mundo tan perdido!


D. ANTONIO.

Ciertamente.
D. SAMUEL.

¿Quién creyera
que á sus años no tuviera
ni sombra de buen sentido?
D. A3T0NIÓ.

(¡Cuan cierto es aquel refrán, ,


de sabiduría lleno:
vemos en el ojo ageno
la p a j a . . . . ) .
D. iiMÜíá.

¿Cómo podrían
vivir en esa ignorancia?
D. ANTONIO-

Descuidada educación,;
D. SAMUEL.

No siempre los padres son


buenos guias de la i n f a n c i a . . . .
Si yo tuviera algún día
hijos....
0 . ANTONIO.

(Ño quisiera estar


por todo el m u n d o , en lugar
de sus hijos). • '
D. SAMUEL.

Les d a r í a
u n a educación brillante,
81
—98—

y cada uno de ellos fuera


desde que hablar aprendiera,
lo que su padre.
D. A N T O N I O .

(Un pedante).
D. SAMUEL.

P u e s , señor, tengo un t o r m e n t o .
D. ANTONIO.

¿Y cuál es?
D. SAMUEL.

E s , que á pesar,
de lo que me hace rabiar
D . Lindoro, mucho siento
que se h a y a ido enfadado:
es amable c o m p a ñ e r o . . . .
D. ANTONIO.

E s verdad.
X>. S A M U E L .

Y yo lo quiero.
(Pues estoy mortificado!
¿A dónde iría?
D. ANTONIO.

No sé.
Partió )«a r á p i d a m e n t e . . . .
D' SAMUEL

¿Por qué se pica la gente


por tan poco?
D. ANTONIO.

¡Ya se vé . 1

[No tengo cabeza ahora


para oír su algarabía].
D. SAMUEL.

Como tiene la m a n í a
de decir que lo encocora
la ciencia, me desespera
á veces; por lo demás
es m u y amable, jamas
me ha ofendido. Yo quisiera
saber donde puede estar.
D. ANTOKIO.

H a ido á alguna visita


sin duda.
D. SAMUEL.

¿Estará Pepita
visible? Antes de marchar
en busca del fugitivo,
decir á Pepa querría
adiós, c . . P u e s no merecia
¿no es verdad? ese motivo
tan ligero, semejante
arrebato. Se enfadó,
n o me cabe duda; y: yo
no puedo estar u n instante
sin él.
D. ANTONIO.

Pero es, en verdad,


m u y estraño. Yo, creía,
que m u y poca sj.mpatía,-...
D. SAMUEL.

E s una fatalidad
para mí; mas, tiempo hace,,
que estoy tan ac.ostmnbradp
á que esté s i e m p r e , ! m i g a d o .
D.. AjNTOHIO.

[ E s porque te satisface
tener siempre algún oyente
a u n q u e sea un ignorante,
que soporte á cada instante
el insufrible torrente
de tu rancia y fastidiosa
sabiduría].
D. SAMUEL,

A tratar
de convencer y aplacar,
— 101—

voy a h o r a . . . . ¡Es fuerte cosa


que se disgusten así,
por simplezas! Sí s e ñ o r . . . .
H á g a m e vd. el favor
de despedirse por m í ,
de Pepita cortesmente.
Si lo encuentro volveré
m u y pronto. [Vase por el fondo].
D. ANTONIO.

[Lo sentiré.
fQué hombre tan impertinente!]

****** +*ff?rt~

E S C E N A SÉTIMA.
D. ANTONIO.

¡Válgate Dios! ¡qué. cansado


j fastidioso es tener
que soportar una hora.
u n hombre como este! ¿Qué
paciencia resistir puede
el acopio d e sandez,
que por nuestro mal encierra,
—102—

su decantado saber?
Y no se halla mi cabeza
en disposición á fe
de escuchar sus necedades,
ni sus citas en inglés,
y en griego, ó en qué sé yo.
Estoy muy inquieto; bien
que, gracias á D. Lindoro
que genoroso y cortés, >
ha tratado de servirme,
algo mi angustia cruel
ha calmado. Sin embargo
a u n á la verdad, no sé
oomo salir del apuro
de esta situación ¿qué hacer?
A declarar á Aguilar
no sé si me atreveré,
las penosas circunstancias
que me rodean. T a l vez
diferir fuera prudente
esta confesión, y ver
si con la suma que deben
entregarme hoy, podré
pagar, como lo deseo,
esta otra deuda t a m b i é n .
No creía á D . Lindoro,
—103—

por cierto, capaz de ser


tan consecuente, tan ñ n o ;
ni de ver con tal desden,
eual lo ha hecho en este caso,
un negocio de interés.
— V o y á salir un momento.
¿Pero Pepa? La veré.
T e m o haberla lastimado
hace un instante. Ella es
una niña solamente
que entró á la existencia a y e r ;
y dé muy distinto modo,
en su infantil candidez,
de como las ve el anciano,
debe ella las cosas ver.
Pepa....
PEPA.

¿Tio? [Dentro]
D. ANTONIO.

Ven acá,
hija mia.
PEPA.

Mande vd.
ESCENA OCTAVA.
i> ÁNTONIO, PEPA por la derecha.

D. ANTONIO.

¿Qué hacías, hijita?


PEPA.

Estaba [¡Se acerca cor-


toa una pobre miiger tada y con los
que me pedia limosna: ojos bajos].
es viuda y tiene seis
criaturas. L a mas chica
tiene cinco meses; ¡y es
tan bonita y tan graciosa!
D. ANTONIO.

Dios te conserve ese buen


corazón, sobrina mía,
toda tu vida, y te dé
sfernpre, en aliviar las p e n a s ,
el mismo dulce placer.
PEPA.

¿Quería vd. algo, tío?


B. ANTONIO.

¿Ya quieres irte? ¿Por qué?


—105—

PEPA.

Como vd. d e s a p r o b ó . . . .
D. ANTONIO.

Acércate acá, muger.


¿Guardamos rencor ahora
al tío? Eso no está bien.
PEPA.

No señor; pero vd. sabe,


¿no es verdad ? que no intenté
1

jamas causarle un disgusto;


y si pudo vd. c r e e r . . . .
D. ANTONIO.

¡Eh! no digas necedades


¿Soy un chiquillo también
«orno tú, para pensar..!.»
¿Cómo pudieras temer
que quisieras disgustarme?
Ni u n m o m e n t o lo pensé.
H a s obedecido siempre,
atenta, sumisa y fiel,
los preceptos de tu tío,
que solo anhela tu bien.
Eres la última esperanza
do el corazón coloqué;
el consuelo y el apoyo
—106—

de mi cansada vejez;
eres del so 1 de la dicha
el reflejó postrimer,
que puro y brillante dora
la mustia y marchita sien
del anciano que al sepulcro
camina con rapidez....
PEPA.

Mi buen t i o . . . .
D. ANTONIO.

Brusco á veces,
te lastimo sin querer;
otras muchas contrario,
tu inclinación ¡ya se vét
y o estoy al fin de la senda
que tú vas á recorrer,
y los peligros conozco
que en tu ignorancia no ves.
Si el mundo fuera, hija mia,
como nos lo hacen creer,
los peregrinos ensueños
de candorosa niñez;
seria mansión dichosa,
risueño y grato vergel,
donde flores sin espinas
—107—

tan solo alcanzara á ver


nuestra vista deslumbrada
por la dulce brillantez
de una falaz esperanza
que h u y e para no volver.
Pero no es así, por cierto;
el engañoso tropel,
de mentidas ilusiones
que ornan nuestra pura sien
en la aurora de la vida
de rosas y de clavel;
desvanecerse una á u n a ,
triste el corazón las ve,
al soplo del desengaño
que nos arranca cruel,
eon los pedazos del alma
de la existencia la f é . . . .
¿Te asusta esa perspectiva?
¡Pobre niña! ¿qué has de haeer
en tu candida inocencia,
en tu dulce sencillez,
sino afligirte á ese cuadro
que, por desgracia, no es
sino m u y exacto?

, PEPA. ,.,

Tio..,.
—108—

D. ANTONIO.

Por eso siempre temblé


7 tiemblo á la triste idea
de que puedas padecer.
Por eso quiero evitarte,
á todo trance y tal vez
con rudeza, los peligros
á que te puede exponer
tu candorosa ignorancia.
Y por eso cree vd. [Con tierna grave-
í veces que no la quiero, dad].
señorita. •••.
PEPA.

lYoí
D. ANTONIO.

Si, á f é .
PEPA.

jOh, nó! Muy ingrata fuera


ti pudiera suponer,
que vd. no me amaba, tio-,
con tierno afecto^ Yo sé
que h a sido vd. para m í ,
desde mi tierna niñez,
cuanto un padre cariñoso
puede para un hijo ser.
—109^-

Vd. velaba mi sueño,


cuando herida por cruel
enfermedad, á las puertas
del sepulcro me encontré.
V . , tierno y cariñoso,
por calmar mi padecer,
tomaba parte en mis juego?
de niña; y en fin, vd.
para su huérfana amada,
padre y madre á un tiempo fué.
D. ANTONIO.

Y esa flor ozlana y fresca


que bajo el abrigo fiel
de mi paternal cariño
tan bella supo crecer;
esa flor que cuidadoso,
del viento y del sol guardé,
porque el sol puede abrasarla,
y la tempestad romper
su blando tallo, que inclina
del céfiro á la merced;
esa candida paloma
á quien un nido formé
en mi corazón de padre,
queriéndola defender
del astuto gavilán
—110—

y de la traidora red
del cazador; esa n i ñ a . . . .
PEPA.

¡Amado t i o ! . . . .
D. ANTONIO.

Que fué
el mas precioso legado,
el inapreciable bien,
que su padre moribundo
recomendara á mi fé;
esa niña á quien he amado,
cual la hubiera amado él,
¿he de mirar nlgun dia,
abatida padecer?
¿he de verla desolada
y triste, apurar la hiél
de los dolores, que el mundo
malvado sabe ofrecer?
¡Oh! ¡no lo permita Dios!
Por eso rudo me ves
apartar de tú camino,
cuanto me hace temer
algún daño para t í . . . ,

PEPA.

Mi buen tio, ya lo sé.


D. ANTONIO.

Por eso evito que venga


almibarado doncel,
á hacer á tu alma de niña
un afecto conocer
que ofrece en cáliz dorado,
lágrimas, veneno y hiél.
PEPA.

(¡Ay Dios!)
D. ANTONIO.

Y por eso, hija n.ia.


«uando te veo también
algo ligera y c o q u e t a , . . .
PEPA.

¿Yo?
» D. ANTONIO.

Sí; trato de vencer


esa inclinación opuesta
á la dulce sensatez
de una joven recatada,
y que te puede traer,
aunque tu no lo conozcas,
muchos pesares también.
PEPA.

Tio....
—112—

•D. 'ANTONIO.

Mas basta de consejos,


que tengo ahora que hacer.
Voy á salir u n i n s t a n t e . .
PEPA.

¿Ya se va vd.?
D. ATíTONIO.

V olveré
dentro de un momento. Adiós.
¿Ya estás contenta?
PEPA.

¿Y creer
pudo vd., t i o ? . . . .
D. ANTONIO.

Hasta luego.
{¡Qué dulce y amable es!')

ESCENA N O V E N A ,
PEPA.

PEPA.
¡Pobre tio! E s , en ¡verdad,
excelente pMÍMB,, fi
—113—

y me quiere mucho, sí;


pero su severidad
me inspira á veces tal miedo,
que por mucho que me afano
es todo mi esfuerzo vano
y dominarlo no puedo.
Es fuerza disimular,
ocultarle lo que siento,
y me da remordimiento
cuado lo oigo expresar
de ese modo su t e r n u r a . . . .
¿Porqué no ha de comprender
que soy joven y mugér,
que lo que él llama locura,
es cosa m u y natural?
y no soñarme en su anhelo
de perfecciones un cielo;
y encontrarlo todo mal
¿Que culpa tengo en hallar
en cualquiera niñería,
goce, contento, alegría?
No lo puedo remediar.
Burlarme de D. Lindoro
y reir de D. Samuel:
si este predica, y si aquel
me suspira un ' ' y o te aUoYo;"
—134—

es m u y grata diversión;
y que perdone mi tio
que lo llama desvarío,
me refresca el corazón.
¡Hacen tan triste figura,
el uno con sus sermones,
y el otro con sus canciones
de pasión y de ternura!
Y se queda tan creído
por su lado cada cual,
que es el dichoso mortal
que mi pe'cho ha conmovido;
que preciso fuera ser
para quedarme serena,
una santa, y soy con pena
solo una pobre muger.
Porque se pone tan feo,
cuando asuntos de amor toca,
D. Lindoro, me sofoca
la risa cuando lo veo.
¡Ay! él ine llama cruel
con m\\ variados acentos;
mas creo en esos momentos,
que pañero á D. Samuel,
con su levita anticuada,
»u enmarañado cabello,
—115—

y los picos de so cuello,


y su ciencia desdichada

ESCENA DÉCIMA.

P E P A , D" J U A N , de3pues INES por el fond»

D. JUAN.

Señorita
PEPA.

(¡Ay!¡Aguilar!)
D. J U A N .

¿D. Antonio'?
PEPA.

De salir
acaba.
D. JUAN.

(¿Me debo ir ? 1

O....)
PEPA.

¿No gusta vd.-^B- pasad


D. J U A N .

Yo
-^116—

PEPA.

Dijo que volvería


al instante.
D. JUAN.

Esperaré. (Sentándose).
(Es linda y graciosa á fé
como un ángel). Yo creía
encontrarlo; me citó
para un negocio importante.
PEPA.

Estuvo hablando un instante


conmigo y después salió.
INÉS.

¿Señorita? (Por la izquierda le habla


bajo).
JPEPA.

T e n cuidado,
no te separes de aquí
si viene mi t i o . . . ' .
INÉS.

Sí;
ya. ,t (Vase por el mismo punto).
PEPA.

Q u e te encuentre á mi l a d o . . . . .
—117—

—¿Y qué tal le ha parecido


á v d . Méjico?
D. JUAN.

Me agrada,
aunque aun no he visto nada
particular. H e salido
m u y pocas veces.
PEPA.

j,Por qué?
D. JUAN..

He tenido que arreglar


papeles y que esperar
las personas que cité
para un negocio. Ademas,
como estoy recien llegado,
sin r e l a c i o n e s . . . .
PEPA.

H a hallado
vd. inútil quizás
admitir. . 1 . .
D. JUAN

N ó , ciertamente.
Mañana en la noche iré
á una tertulia, y haré
queun amigo m e presente
— 118—

á otras personas. T e n i e n d o
relaciones a m i s t o s a s . . . .
PEPA.

H a y jóvenes muy hermosas:


verá vd.
D. JUAN.

Ya lo estoy viendo.
PEPA.

(}Ah! es galante).
D. JUAN.

(Está cortada).
PEPA.

(No sé qué hablar). No sabia,


hasta este instante, que habia
tertulia. '
D. JUAN.

Sí, y destinada
á celebrar la ventura,
según dicen, el c o n t e n t o . . . .
y yo digo que el tormento
de una pobre criatura.
PEPA.

Q u e . «>..
D. JUAN..

T i e n e lugar mañana
—119—

la ceremooia nupcial
que une en lazu faial
á mi entender, á la h e r m a n a
de un amigo mió, Antonio
de....
PEPA.

¿Tiene vd., pues, la idea


de que es difícil que sea
venturoso un matrimonio'?
D. JUAN.

Lo digo porque él futuro


es muy tonto, viejo y feo,
y en tal unión solo veo
el infortunio seguro
de la muchacha. Si fuera
otro el D O V Í O á la v e r d a d , . . »
PEPA.

¿Mayor probabilidad
de felicidad, creyera
vd. entonces que habría'?
D. JUAN.

Por supuesto. Q u e ¿vd. nó?


PEPA.
Mal voto puedo ser y o .
Pero á m í me parecía,
—120—

que ni viejo, ni galán


hay hombre que pueda hacer
la dicha de una muger.
D. JUAN.

Gracias.
PEPA.

Yo no hablo, D . J u a n
por vd.
». JUAN.

N ó , no ha nombrado
vd. personas, me toca
de rechazo, a s í . . . . [¡Qué boca
tan graciosa!]
PEPA.

No he i n t e n t a d o . . .
D. juan.

tinados descorazones
por una inmensa ternura,
la felicidad mas p u r a . . . .
pepa.

j,No se hace vd. ilusiones?


D. JUAN.

Si el justo temor de ser


indiscreto, n a tuviera
yo....
PEPA.

¿Qué?
D. JUAN.

U n a pregunta hiciera.
PEPA.

Bien la puede vd. hacer.


D. JUAN.

¿No h a amado vd. nunca?


PEPA.

Nó.
D. JUAN.

Ignora vd. el e n c a n t o . . . .
PEPA.

N i creo que querer tanto


sea m u y divertido.
B. JUAN.

¡Oh!
PEPA.

No nací para llorar,


ni me agrada un sentimiento,
que en vez de darnos c o n t e n t a
nos h a g a desesperar.
D. JUAN.

¿No cree v d . que el amor


pueda lá ventura dar?
¿No cree vd. q u e es a m a r . . . .
—122—

PEPA.

Pero....
P. JUAN.

L a dicha mayor ? 1

PEPA.

Si el justo temor de ser


indiscreta, no tuviera,
la misma pregunta hiciera
que temia vd. hacer.
¿No ha amado vd. nunca?
D. JUAN.

¿Yo?..
E s difícil contestar.
A veces se cree a m a r
y solo
PEPA.

¿Y no se ama?
D. JUAN.

Nó.
Cuando entrando, á la existencia,
sueña nuestro corazón
. de: una dorada ilusión
con la hechicera demencia,
y todo lo que miramos
bajo su tinta engañosa
lo vemos color de rosa,
creemos, P e p a , que a m a m o s .
—123—

PEPA.

[¡Pepa! Pues me agrada mas


que me llame de ese modo:
T i e n e este hombre para todo,
mas gracia que los d e m á s ] .
D. JUAN.

Y cuando en el ciego error


en que extasiados vivimos,
todo aquello que sentimos
lo tomamos por amor;
cuando la dulce mirada
de dos ojos brilladores,
en mil ensueños de amores
pierde la m e n t e exaltada;
y extasiado de placer,
late el corazón novicio
y le hace perder el juicio
la risa de una muger;
ese dulce sentimiento
de la existencia ventura,
es la fuente de a m a r g u r a ,
el manantial de tormento
de que hablaba vd. h á p o c o .
PEPA.

Pero no comprendo á vd.


—124—

D. JUAN.

Cuando de amor tiene sed


el corazón ciego y loco,
sigue perdido la huella
de lo que amor ha j u z g a d o ,
y en un sentimiento errado
se despedaza y estrella.
Esto no se llama a m a r ,
que no se puede decir,
que es en realidad sentir
que se siente imaginar.
PEPA. -

Así, pues, en realidad


j h a y dos clases de ternura'?
D. JUAN.

H a y quien amar se figura


y quien a m a de verdad.
PEPA.

¿Yvd?
D. JUAN.

•¿Yol quien á ese error,


el nombre de afecto d é ,
sin duda dirá que a m é .
PEPA.

(¡Ah!)
—125—

D. JUAN.

Pero eso no es amor.


PEPA.

Pues en verdad saber quiero


de esa alta sabiduría,
cómo distinguir podría
un cariño verdadero;
que si de dos corazones,
unidos por la ternura,
él uno amar se.figura
en sus necias ilusiones,
y da la casualidad,
que por su adverso destino,
el otro en mejor camino
le ocurre amar de verdad;
al despertar el que erró
del sueño desengañado,
no será tan desdichado
como el que no se engañó.

D. JUAN.

No es el verdadero amor
el que el alma inquieta siente
porque embelesó la mente
de dos ojos el fulgor;
no es cariño verdadero
—126—

ai verdadera pasión,
lo que siente el corazón
al ver un rostro hechicero;
ni el nombre de amor daré
al que antes sintiera ufano
al ver una linda m a n o ,
ó un mono y pequeño p i é :
que si el tiempo despiadado
que todo marchita y aja,
arrebata una ventaja
de las que á vd. he citado,
queda al a m a n t e fogoso
que tan vivo amor sentía,
la impresión amarga y fria
de un desengaño penoso.
E s verdarera pasión
la que en el alma se enciende,
cuando el corazón comprende
las dotes de un corazón:
cuando el eco cariñoso
de lo que nuestra a l m a siente,
nos despierta derrepente
de un letargo doloroso:
cuando á otros labios oímos,
cuando y a nada esperamos,
repetir lo que,pensamos,
—127—

expresar lo que sentimos;


cuando el alma, á quien insana
y mortal duda roía,
se encuentra feliz un dia
al lado de una alma hermana.
PEPA.

(¡Ah!)
D. JUAN.

Perdone vd.
PEPA.

¿Por qué ? 1

(Se expresa bien e n verdad).


D. JUAN.

Toqué por casualidad


esa cuerda, y me dejé
de mi entusiasmo llevar,
pudiendo importuno ser.
PEPA.

¿Y lo pudo vd. creer ? 1

Hace vd. m a l , Aguilar.


D. JUAN.

(Linda como un querubip).


PEPA.

(¡Se expresa con tanto fuego!,


¿Cómo podré sufrir luego
— 128—

de D . S a m u e l el latín,
a iosulsa galantería
Je ese pobre majadero
de D. Lindoro?)
D. J U A N .

(No quiero
irme y tal vez d e b e r í a ) . . . .

ESCENA UNDÉCIMA.

Bichos, iNEs|por la izquierda, luego D . ANTONIO

por el fondo.

INÉS.

Señorita, D . Antonio (En voz baja á


sube ya por la escalera. ella).
Acabo de oir su v o z . . . . .
PEPA.

Q u é d a t e , pues, aquí cerca


de m í .
D. JUAN.

Demasiado tiempo
he i n t e r r u m p i d o . . . .
PEPA.' ' '

¡Que idea!
D. ANTONIO.
Hija m í a . . . .
D. JUAN.
(Si se enfada
ahora el tío).
D. ANTONIO.
¡Qué cabeza
la raía! ¿Tú aquí esperando,
Juan?
D. JUAN.
Sí, señor; corno era
la hora de la cita, v i n e . . . . .
D. ANTONIO.
(Mucho me alegro que P e p a
no h a y a estado sola). Bien, [Bajo á ella)
hija mia, bien; respetas
mis consejos como debes.
*PEPA. •

(Me remuerde la conciencia,


pero si le tengo miedo).
ANTONIO.

(¡Es una alhaja! ¡Tan buena!


¡ T a n obediente y sumisa!)
17
D. JUAN.
H e causado la molestia
á esta s e ñ o r i t a . . . .
D. A N T O N I O .

¡Cómo!
D. JUAN.
De esperar á v d . . . .
D. ANTONIO.
No seas
niño. E l hijo de mi amigo,
en cualquier tiempo que venga,
será bien venido siempre.
D. JUAN.
Gracias. -
D. ANTONIO
Cuando una doncella (Bajo á ella).
es, como tú, recatada
y juiciosa, y circunspecta,
puede recibir visitas,
no estando s o l a . . . . «
PEPA.
(¡Qué p e n a
me da engañarlo!)
D. JUAN.
, ..
; (Permite
—131—

según parece, que-vuelva;


y no sé porque m e alegro).
PEPA.

(¿Se irá tan pronto?)


D. ANTONIO.

Son cerca {Viendo el reloj).


de las dos, y ai tú, quieres
pasaremos....
D. JUAN. '

(No quisiera).
D. ANTONIO.

A mi escritorio. Veremos
cómo se hallan ciertas cuentas.
Hablaremos del negocio.
D. JUAN.
Como vd. guste.
D. ANTONIO.

[No deja
de i n q u i e t a r m e . . . . . ]
INÉS.

¿Qué me dice
vd. ahora? [Bajo á Pepa].
PEPA.

No c r e a s . . . . [ídem].
—132—

D. ANTONIO.

Adentro p u e s . . . . [Adelantándose a

la derecha].
D. J U A N .

Señori t a . . . . [Saludando].
D. ANTONIO.

Poco á p o c o , que a u n no llega


de despedirse la hora.
Vendrá luego. [A Pepa y tornando la
mano de D. Juan, lle-
vándole al escritorio].
PEPA.

[¡Si volviera!]
Pepa corresponde el saludo de D. Juan: se detie-
ne vacilante y dice el aparte; se dirije luego á la iz-
quierda.—Cae el telón.

F I N D E L ACTO SEGUNDO.
ACTO TERCERO.

La misma decoración.—Es de dia.

E S C E N A PRIMERA.

D. ANTONIO.— INÉS.

D. ANTONIO.

T e digo que sou locuras,


te repito que no sabes
cómo debe una doncella
recatada, comportarse..
A. las seis de la mañana,
cuando apenas el so! sale
y á dar al viento comienzan
su dulce canto las aves,
¡asomada á los balcones!
¿Qué dirá todo el que pase?
¿Qué sospechará de tí?
INÉS.
Pero, señor, ¿es tan grave
pecado, que deseosa
de tomar un poco el aire
—134—

tan fresco de la mañana,


rae asomara un solo instante
al balcón?
\
D. ANTONIO.

¿Y por ventura
un letrero colocaste
en tu frente, que explicara
tuá motivos? No te canses;
la fama de una doncella,
como te lo he dicho antes,
es una prenda preciosa,
es un bien inapreciable,
que hasta de la sombra, debe,
de una sospecha, guardarse:
terso cristal, que es preciso
cuidar de que n o lo e m p a c °
ni aun el soplo mas ligero;
á quien hace un daño grave
de este m u n d o maldiciente,
los necios tiros mordaces,
de la implacable calumnia
los venenosos ataques.
INÉS.

P e r o , señor, yo no s i
qué pudieran figurarse
por qué estaba en el balcón.
—135—

Si hubiera sido en la calle


y sola, tal vez seria
mal visto; p e r o . . . .
B. ANTONIO.

No andes
con disculpas. Q u é ¿no puedo
hacerte entender ¡qué diantre!
que el mundo es muy malicioso
y que no h a y nada, ni nadie
sagrado para él? Lo menos
| ,¿7- < 3 l.-?" • /
que pensara algún -JMOgaMMe^
seria que te asomabas
á una cita.
INÉS.

¡Dios me guarde!
D. ANTONIO.

¿Y te imaginas, acaso,
que fuera recomendable
para una joven juiciosa,
suposición semejante?
U n a joven que conoce
sus deberes, y que sabe
cumplir con ellos, no tiene
nunca citas de esa clase.
INÉS.
Pero, señor, no es posible
que vd. crea ni un i n s t a n t e . . .
—136—

D. ANTONIO.

A. las seis de la mañana


á la ventana asomarse,
tal vez para ver pasar
alguno de esos galanes,
que inquietan á las doncellas
con las protestas falaces
de un cariño que no s i e n t e n ,
es locura imperdonable.
¡Si supieran las mugeres,
cuánto én la opinión las hace
perder de un hombre, ligeras
hasta ese punto mostrarse!
¡Si comprendieran que son
las prendas mas a precia bles,
el pudor y la modestia
en una doncella!
INÉS.

[¡Y dale!]
D. ANTONIO.

A los hombres, hija mia,


en general nos atrae,
hallar en lo que ejriprendemo»
trabas y dii.cultades.
M,as de uno conozco y o ,
—137—

que tierno, atento, constante


mientras la muger consigue
su preferencia ocultarle,
necesita solamente
para cambiar y enfriarse,
la confesión de un afecto
que solicitaba a m a n t e . . . .
INÉS.

Vd. sabe bien que n u n c a . . . ,


[No hay esperanzas que acabe].
D. ANTONIO.

Esos locos amorcillos


de paseos por la calle,
de guiños y de miradas,
son el perjuicio mas grande.
Las jóvenes desatienden
sus labores, y no hacen
mas que estarse en el balcón,
de la mañana á la tarde,
y no se acuerdan de nada,
porque el mozuelo las trae
con la cabeza p e r d i d a . . . .
INBS.

E n cuanto á m í . . . <
D. ANTONIO.

Y es en valde
18
—138—

que una persona sensata


en aconsejarlas gaste
sus palabras y su t i e m p o . . . .
INÉS.

Me conoce vd. b a s t a n t e . . . .
D. ANTONIO.

¡Válgate Dios! ¡cómo pasa


el tiempo! E s indispensable
que concluya de escribir.
INÉS.

[¡Qué dicha!]
D. ANTONIO.
No te separes
de P e p a , si viene g e n t e .
Trabajad j u n t a s . No le hables
mas que de algo de provecho.
Todas esas necedades
de amores y devaneos,
m u y mal en los labios caen
de una j o v e n . . . .
INÉS.

Sí señor.
D. ANTONIO.
Si viene alguno á buscarme,
solo en caso de que sea
—139—

negocio m u y importante
y no u n a majadería,
¿entiendes!]
MBS.

Sí.
D. ANTONIO.

Q u e m e llamen. [ Vate
\por la derecha].

ESCENA SEGUNDA.

INES.—Después D . L I N D O R O .

INÉS.

¡Ay! L a cabeza m e duele,


yo no sé si de callarme,
ó de sufrir tanto tiempo
el discurso venerable
de mi señor ¡Dios me valga!
Ya n o h a y paciencia ni aguante.
¡Peluca á cada momento
sobre el mismo terna! Nadie
—140—

por mas que yo diga y haga,


prodrá nunca figurarse,
lo que me cansa y fatiga,
la impresión desagradable
que escucharlo me p r o d u c e . .
T e n e r que tomar un aire
de necia gazmoñería,
que ciertamente me cae
muy mal; hacerle creer
que apruebo sus ranciedades,
cuando me riñe por cosas,
á la verdad, tan triviales.
D. LINDORO.

Inesilla.
INÉS.
D . Lindoro
D. LINDORO.

¡Siempre tan bella!


INÉS.

¡Qué amable
está vd. hoy!
D. LINDORO.

Como siempre.
INÉS.

E n efecto ¡Y qué elegante!


—141—

D. LINDORO.

¿Te parece?
INÉS.

Por supuesto.
¿Hoy estrenó vd. el trage?
D. LINDORO.
¡Vaya!
INÉS.

Y ¿se puede saber


qué motivo interesante
hace á vd. poner tan g u a p o ? . . . *
D. LINDORO. -

No creas, pues, tengo uu grave


asunto entre manos.
INÉS

¡Sí!
¿Es que va vd. á casarse?
D. L I N D O R O i

Q u e te q u e m a s . . . .
INÉS.

¿Va vd. hoy


á pedir la novia?
D. LINDORO.

¡Diantre!
por poco aciertas.
—142-

INÉS.

Parece
vd. en e f e c t o . . . . (alcalde
de pueblo).
D. LINDORO.

Escucha, Inesilla.
¿Estará visible ese ángel
de hermosura y de inocencia?
INÉS.
¿Quién?
D. LINDORO

La linda P e p a .
INÉS

¡Calle!
¿Con que mi a m a es el o b j e t o . .
\
X>. LINDORO.

Dámi adoración constante,


de mi profunda t e r n u r a - . . . .
Pues ¿qué no lo adivinaste?
INÉS.
Nó.
D. LINDORO.
Como eres tú tan candida
también....
—143—

INÉS.
Cierto.
D. LINDORO.

Mira, h a z m e
el favor de ir á decirle
que aquí la espero. No tardes,
que mi a m a n t e corazón,
ansioso, ardiente, a n h e l a n t e . . . .
INÉS
Voy al m o m e n t o .
D . LINDORO.

Sí, vuela.
INÉS.

(Ha de ser cosa de ahogarse


de risa. ¡Si yo pudiera
oir cuando se declare!) (Vase por la iz
quierda).
D. LINDORO.

¿Por dónde empezar ahora ? 1

¡Mi memoria es tan infame!


T e n g o un iibrito dé cartas [Se acerca
amorosas y galantes; al espejo y
pero m e ha sido imposible, se contem-
por mas que he hecho, acordarme pía
—144—

de ningún trozo, y seria con satis-


necedad imperdonable, facción.]
manifestar mi ternura
con expresiones v u l g a r e s . . . .
Pues puede ser que me a c u e r d e . . . .
Oigo pasos. Que me ampara
Cupido, es ella sin duda.
Vamos, no hay que ser c o b a r d e . . . .

E S C E N A TERCERA.

D. U N D O S O . — P E P A por la derecha.

PEPA.

D. L i n d o r o . . . .
D. LINDORO.

¡Hermosa!
PEPA,

[¡Qué compuesto está!]


D. LINDORO.

¿Dijo á vd. Inés


que deseaba hablar
—145—

un instante á solas
con vd?
PEPA..

No tal.
Dijo que acababa
vd. de llegar:
que estaba vd. s o l o . . . .
D. LINDORO.

P u e s hizo m u y m a l .
Cual se lo rogué,
debia explicar
á vd. que a n h e l a b a . . ...
PEPA.

(Vamos. ¿Qué querrá?),


D. LINDORO.

T e n e r un momento
,de particular
conversación.....
PEPA.

(¡Bueno!)
D» LINDORO-,

Pero ¿es que podrán


mis trémulos labios,
hermosa, expresar
el fuego terrible,.
—146—

la llama voraz
que abrasa y c o n s u m e . . . „ [Tose].
PEÍPÁ.

¿Se siente vd. m a l í


Yo tengo unas gotas
que suelen calmar
las ansias que causan
cual sucederá
con vd. sin duda,,
esa tos tenaz.
D. LINDORO;

[Mire vd. por donde


la ha ido á t o m a r ] ,
¿Qué bálsamo ¡oh Pepa!
1

aliviar podrá
los estragos que hace
el feroz volcan,
en que el alma toda
se siente abrasar? [Vuelve á toser],
PEPA.
¡Ay! Cállese vd.,,
por Dios, que en¡ verdad,
si vd. continúa,
va á hacerme l l o r a r . . . .
D. LINDOKO,

¿Por qué, vida mia?


—147—

PEPA.

[¡Cuan aprisa va!]


Todos esos fuegos
y llamas me dan •
un miedo terrible.
Siempre que oigo hablar
de incendios, me duele
la cabeza.
D.-LINDOBO.

¡Ah!
E s que las palabras
nunca pueden dar
una exacta idea,
divina d e i d a d ,
del loco delirio
do puede arrastrar
mi inmensa ternura
que no tiene igual.
Las horas se pasan
e n constante afán,
con ese amor ciego,
furioso, f a t a l . . . .
[Me voy acordando],
que hace delirary
que nos vuelve,Jopos»...
—148—

PEPA.

T e n g a vd. piedad
de mí, D . Lindbro.
Hace vd. pasar
por mi vista, cuadros
tan tristes, que y a
siento apoderarse
de mí un m a l e s t a r . . . .
Cuando del aspecto
tremendo, infernal,
de u n incendio horrible
que pavor me da,
mi vista un instante
consigo apartar,
casi al mismo punto
y sin mas ni mas,
á una bartolina
m e hace vd. entrar,
y por cierto, hablando
con sinceridad,
n o sé por qué tiene
vd. tal afán.

D. U N D O S O .

Q u e vd. no me entienda
¿qué extraño será,
— 149—

cuando yo no puedo
palabras hallar,
que expresar cons'gan
mi angustia mortal?
PEPA»

Eso es otra cosa,


Sin reflexionar
T a l vez he o f e n d i d o . . . .
•D. L I N D O R O *

¿Vd? ¡oh! j a m a s . . . .
PEPA.

Si alguna desgracia,
cual lo hace, pensar
su acento quejoso,
lo a f l i g e . . . .
D. LINDORO.

¿Qué mas
desgracia?....
PEPA.
Seguro
puede vd. estar
de que yo lo siento
con el a l m a .
D. LINDORO.

Ya
—lóO-
lo creo ¡Oh divina
flor angelical!
PEPA.
(¡Oh qué hombre, que nunca
se haya de censar
de decir sandeces!)
D. LINDORO.

Celeste beldad,
(creo que así comienza);
es vd. imán
de mi alma, el ensueño
de dicha y de paz
que el corazón llena
de luz celestial.
Yo amo á vd. ¡Oh Pepa!
y á esos p i e s . . . .
PEPA.
[Capaz
será de arrojarse
al suelo, y hará
bien linda figura].
D. LINDORO.

jNo puedo esperar,


serafín divino,
de tanta bondad
—151—

como encierra esa alma


pura y virginal,
que mi amor inmenso
la llegue á ablandar?
PEPA.
¿Ablandar? y . . . . ¿qué
D. LINDORO.

La roca ¡oh ufan!


que encierra ese cuerpo
tan lleno de sal,
ese corazón
do anhelo reinar,
que duro, insensible,
me roba la paz
y lágrimas solo
en cambio me da.
PEPA.

¡Vaya! vd. me asusta.


¿Tengo yo en lugar
de alma, por ventura,
algún pedernal?
Quien oyera á vd.
pudiera pensar,
que soy una especie
de monstruo voraz
—152—

qus aun los tiernos goces


de la caridad
despiadada ignoro . . .
D. U N D O S O .

¡Dicha sin igual!


Así ¿vd. me alienta,
así vd. me da
dulces esperanzas!
¡Oh felicidad!
¿Conque me a m a vd!?
PEPA.

Yo no he dicho tal.
[Este homhre está loco].
Venga vd. a c á . . . .
D. LINDORO-.

¿Conque no es un sueño
celeste y falaz?
PEPA.

Por Dios D. L i n d o r o . . . .
D. L I N D O R O .

No esperé jamás
dicha tan sublime.
PEPA.

Y hace vd. muy mar


de esperarla ahora.
[¡Cuánta necedad!]
D. UNDOSO.

¡Oh Pepa! ¡Oh encanto!


PEPA.

(Si me apura mas


sin mas cumplimientos
lo envió á pasear).

ESCENA CUARTA.

Dichps, D. S A M U E L por el fondo

D. SAMUEL.

Yo no esperaba, Pepita,
encontrar á vd. aquí.
(¡Sola con este vejete!)!
D. LINDORO.

[¡Ay! ¡el amante en l a t i n ! . . . * ;


D. SAMUEL.

¡Ha salido D . Antpmo?


* 20
—154—

PEPA.

Hoy no pensaba salir;


está escribiendo, sin d u d a . . . .
¿Desea vd. verlo?
* D. SAMUEL.

Sí;
pero dentro de un instante.
D. LINDORO.

[Que me venga á interrumpir


este necio, cuando iba,
de sus labios de rubí,
á escuchar la confes-ion
de su afecto]. ¡Qué feliz [Bajo á Pepa\.
debe ser el hombre que haga
ese corazón latir!
PEPA.

¿Cierto? Pues me alegro mucho [Id],


que lo crea vd. así.
D. SAMUEL.

Pasado mañana mismo, *


h e pensado concluir
el l i b r o . . . . ¿Leyó vd. algo
de aquella o b r a . . , , ?
—155—

PEPA.

[¡ Ay de mí![
Sí; ya estoy a d e l a n t a d a . . . .
D. L I N D O R O .

Delicioso querubín: [Bajo á ella].


¿quién al ver á vd. tan bella
no se sintiera morir
de amor!
PEPA. •

¿Le parece á val (Id).


D. LINDORO.

¡Hermosa!.... [Id].
V. SAMUEL.

Siempre creí
que sería interesante
para vd., el conseguir
uua obra tan i n s t r u c t i v a . . . -
PEPA.

Por supuesto.
D. SAMUEL.'

Para mí
es un tesoro sin precio.
PEPA.

Lo creo.
—156—

D . LINDORO.

[Tendré que ¡r
á concluir mi negocio,
porque no se va de aquí
este p r ó j i m o . . . . ]
D. SAMUEL.

(Quisiera
poder á este hombre decir,
que me dejara un momento
solo con P e p a ) .
PEPA.

Por fin
¿está vd. mejor ahora?
D. LINDOBO.

[Si vendrá á comer a q u í ] ,


D. SAMUEL.

E s m u y extraño en efecto,
que en esa edad •juvenil
de locura y ligereza,
pueda vd. P e p a , sentir
tanto gusto en i n s t r u i r s e . . . .
D. LINDORO.

Por supuesto. [¡Qué tragin


trae este hombre con los libros!]
—157—

PEPA.

[¡Si Aguilar fuera á venir!]


D. LINDORO.

¡Oh flor que en una mañana [Bajo á


del fresco y florido Abril, Pepa].
robaste á las otras flores
su fragancia y su matiz!
PEPA.

[¡Bueno! y me tutea a h o r a ] .
D. SAMUEL.

[Si pudiera c o n s e g u i r . . . . ]
D. LINDOBO.

Flor que trasplantar quisiera [id],


al perfumado jardió
de mi amor y . . . . de mi afecto
y . . . . [¡Vamos, ya mé perdí].

PEPA.
[No se van, y y á paciencia
me falta para sufrir
estos dos posmas].
D. SAMUEL

[Ya es tiempo
de que me declare; s í ] .
—158-

D. LINDORO.
¡Qué ojos que el alma me roban!
¡Qué gracioso sonreír!
¡Qué preciosa manecita!
¡Qué talle de serafín!
¡Qué piececitos tan monos!
PEPA.

[¡Dios tenga piedad de mí!]


D. LINDORO.
Parecen dos corderitos,
que sobre el verde tapiz
de la pradera, retozan
con travesura infantil.
PEPA.

¡Qué comparación tan bella!


solo á vd. pudo ocurrir:
no todos los hombres tienen
un ingenio tan sutil.

D. LINDORO.
[Me voy porque no me deja
este hombre á P e p a decir
todo lo que siente el a l m a ] .
PEPA.

¡ C ^ p ! iSe va vd. así?


—159-

D. LINDORO.

¿D. Antonio está en su cuarto?


PEPA.
Sí.
D. LINDORO.

Volveré á hablarle.
D. SAMUEL.

(¡Al fin!)
D. LINDORO.

Volveré. (Se va por el fondo).


D. S A M U E L .

[¡Dios no lo quiera!]
PEPA.

[De mucho me va á servir


que el uno de ellos se vaya,
si el otro se queda a q u i ] .

ESCENA QUINTA.

D. S A M U E L , P E P A .

D. SAMUEL. ( \ . ,

Gracias á Dios que al fin un « A i instante


—160—

solo Pepita con vd. me veo.


H a sido ahora toda la mañana
mi mas ardiente, irresistible anhelo.
PEPA.

¿Tiene vd. que explicarme alguna cosa


de la obra interesante que leemos?
D. SAMUEL.

No, Pepita, un asunto m u y u r g e n t e . . . .


PEPA.

¿Mas que la ciencia?


D. SAMUEL.,

Delicado y serio,
ha hecho nacer en mi alma el ansia viva
de hablar á vd. á solas un momento.
PEPA.

¿Y se puede s a b e r . . . . ?
t). SAMUEL.

Tras la ventura
el hombre corre desolado y ciego
por sus locas pasiones arrastrado,
sin contenerlas con el fuerte freno
de la razón, que poderosa y sabia,
nos puede dirijir.
PEPA.

(¿A qué vendrá esto?)


i). SAMUEL.

Es lá felicidad preciosa perla,


que no se encuentra en el mundano cieno
donde la busca en su ignorancia loca,
en su estúpido afán, el hombre necio.
Quién de ambición frenética llevado,
hallarla quiere en elevados puestos!
Quién en goces insípidos, pueriles,
y quién en criminales devaneos!
PEPA.

¡¡Magnífico discurso! A lo que viene,


es, en verdad, lo que saber no puedo).
D. SAMUEL.

¡Quién del amor en la furiosa llama,


arder su débil corazón sintiendo,
cifra la dicha de su vida toda
¡mezquina pretensión! en un a f e c t o . . . , !
¿Qué resultados venturosos puede
dar tan ruin y delirante empeño?
Desengaños Un solo; equivocando,
en su error el camino verdadero
que conduce á la dicha, á cada paso
encuentran una espina y un t r o p i e z o . . . .
PEPA.

[¿Adonde irá á parar?]


21
—162—

D. SAMUEL.

De estas desgracias
nos presenta la historia mil ejemplos.
¿Qué perdió á Napoleón? Su ambición loca;
esa sed de conquistas que lo hicieron
bajar al fin del elevado trono,
do reinaba señor del universo
é ir á morir tan triste y desvalido
en el odioso suelo del destierro,
después de haber regado con su llanto
el miserable pan del prisionero.
¿Qué perdió á Marco Antonio?
PEPA.

[Poco é poco,
si Dios no lo remedia, llegaremos
á nuestro padre Adán).
D. SAMUEL.

Esa ternura
tan indigna del hombre sabio y recto
que esclavo ¡ay! de una muger lo hizo,
aniquilando su valor, su esfuerzo,
que tan oscura y vergonzosa muerte
le dio en lugar de lauros y t r o f e o s . . . .
¿Qué diré de Sansón?
PEPA;

(¡Dios nos socorra!)


—163—

D. SAMUEL.

El fuerte, el valeroso juez hebreo,


á la traidora red que le tendiera
la pérfida Dalila, sucumbiendo,
perdió por ese amor desordenado
su fuerza y su poder con sus cabellos.
Y del hombre que busca en ruines goces,
la dicha de la vida ¿qué diremos?
Arrastrando una inútil existencia,
sin fé, sin ilusiones, sin contento,
lleva con pena la pesada carga
de un corazón desalentado y seco. • - ^
PEPA.

¿No se encuentra, pues, nunca esa ventura,


del corazón encantador ensueño?
D. SAMUEL.

Sí, Pepita, en la ciencia, en el estudio,


único bien satisfactorio y cierto,
que eleva el alma y que la mente inunda
con su grandioso y eternal destello;
legítima ambición, única y sola,
que abriga el corazón honrado y recto.
¿Dónde hay dicha mayor que la del sabio?
¿Dónde hay goce mas puro y verdadero?
¡El sabio! el mas dichoso de los hombres
—164—

9ÍD disputa tnmbieti, él mas perfecto.


Dígalo Salomón, el rey dichoso,
el sabio de los sabios.
PEPA..

(No tenemos
cuando acabar).
D. SAMUEL.

E l hombie que comprende


su divina misión, el alto empleo,
á que Dios destinó sus facultades..
¿Está vd. bostezando?
PEPA.

(Ya me duermo N

Nó, no lo crea vd.


D. SAMUEL.

J a m a s Sf\ deja
dominar por un loco sentimiento
PEPA

(Nó, por lo que hace á vd., no hay que te


híerse).
í>. SAMUEL.

E l amor entre otros, por ejemplo.


E l amor cual se debe comprendido,
'o siente el sabio, como yo lo siento
Pepita, por vd.
165

(¡Santa María!)
D. SAMUEL.

Un cariño prudente, circunspecto.


El sabio busca en la muger que elige
para su tierna esposa, no el objeto
de una loca pasión, de un desvarío,
sino el apoyo de su hogar modesto;
la muger hacendosa, inteligente,
que siguiendo sumisa los ejemplos
de la muger de Abraham, y otras matronas,
dignas de elogio, del pasado tiempo,
prepare por sí misma lo.s manjares,
y los sirva á su esposo con esmero, .
el arreglo vigile de su c a s a . . . .
PEPA.

(Y limpie el polvo de sus libros viejos).


D. SAMUEL.

Obedezca á su esposo, siempre humilde,


y lo cuide paciente, si está enfermo.
L a educación que D. Antonio ha dado
á vd., se encuentra en todo tan de acuerdo
con mis ideas, que nacer en mi alma
un vivo afecto por vd. ha hecho.
PEPA.

(¡Misericordia!)
—166—

D. SAMUEL.

Y á pedir su mano
voy ahora á D. Antonio
PEPA.

(¡Santo Cielo!)
D. SAMUEL.

Me guardaré muy bien de preguntarle


á vd., como lo haría algún mancebo
ocioso é ignorante, lo que piensa
sobre el particular: no debo hacerlo.
No es vd. la que debe dar su voto
sobie asunto tan grave.
PEPA.

(Por supuesto).
D. SAMUEL.

Hablaré á D. Antonio en el instante,


y presente le haré lo que pretendo;
sabré su voluntad, que es lo preciso,
porque una joven como vd., modelo
de virtudes domésticas, no tiene
voluntad propia n u n c a .
PEPA.

(¡Dios eterno!) 1

D. SAMUEL.

Sabiendo vd. el voto de su tio,


—167—

si es favorable para mi, cual creo,


D O es necesario m a s . . . .
PEPA.

(¿Quién me defiende
de estos locos? ¡Señor! es mucho 6uento....)
D . SAMUFL,

Para que vd. acepte complacida


mi m a n o . . . . •
PEPA.

(¡Virgen pura!)
D. SAMUEL.
i
Con mi afecto
¡Que dicha espera á vd! ¡Qué dulces goces!
¡Qué deliciosa paz!
PEPA.
(Pues va á creerlo).

ESCENA SESTA.

Dichos, D. J U A N por elfondo.

». JUAN.

Pepita á los pies de v d . . . .


D.Samuel....
— 168—

D. S A M U E L .

[Pues á buena hora


viene este señor a h o r a . . . . ]
PEPA.

[No me hace poca merced


en venir, que estaba ya
mi paciencia c o n c l u y e n d o . . . , ]
D. J U A N .

¿Y D . Antonio ? 1

PEPA.

Escribiendo
en su cuarto: ya vendrá.
D. JUAN.

[¡Que graciosa es!] P e p i t a . . . .


D. SAMEUL.

[¡Hum! Poco me agrada á fé


que se acerque tanto. ¡Qué
manía!]
D. J U A N .

U n a visita
me impidió venir temprano
corno estaba convenido
con D . Antonio.
©. SAMUEL.

[Habría, sido
—169—

mas saludable y h u m a n o ,
de parte de ese sujeto,
tenerlo allí todo el día].
PEPA.

Espérelo vd.
D. J U A N .

Podría....
PEPA*

¿No quiere vd?


' "'Í).-JTS>AK.
Í; :

Me someto, (sentándose).
Pepita, á la voluntad
de vd.
PEPA.

N ó , yo no quisiera
que por cumplimiento fuera.
D. JUAN.

¿Lo cree vd, e n verdad?


D. SAMUEL.

(Pues, se sienta esté babieca.


¡Vamos! y no sé qué hacer.
Lo mejor á mi entender,
es ir á la biblioteca,
hasta que martehe esté amigo
22
—Ho-
que no puedo soportar,
y ver si al fia encontrar
aquella obra consigo). (Vaseporla

derecha).

ESCENA SÉTIMA.

D.JUAN, PEPA.

PEPA.

¡Gracias á Dios! ¡Qué pesado


es el nombre!
D. JUAN.

j,Se podria
saber lo que le decia
á vd. tan entusiasmado,
sobre la felicidad
y los g o c e s . . . .1
PEPA.

¿Qué sé yó"?
todo lo que le o c u r r i ó . . . .
la mayor b a r b a r i d a d . . . .
—171—

D. JUAN

Tal vez será indiscreción


preguntar; mas parecía
por las trazas, que le hacia
á vd. la d e c l a r a c i ó n . . . .
PEPA.

Creo que s í . . . .
D. JUAN.
¿Por v e n t u r a ,
no está vd. cierta?
PEPA.

Nó á fé.
Mucho m e habló, mas n o sé
si su ciencia ó su ternura
quiso hacerme conocer. . 1 . .
Pudo ser d e c l a r a c i ó n , . . .
E l m e habló de Salomón,
de Abraham y de su muger,
de Cleopatra y Marco Antonio,
Nopoleon y , ¡qué s° yó!
y por fin, m e declaró
que á pedirme en matrimonio,
iba al instante á mi tio;
y si favorable le era
su o p i n i o n . . i . .
—172-^

D. JUAN.
¡Dios no lo quiera!
PEPA,

(¡Ay!)
D. JUAN.

No puede ser, c o n f i o . . . .
PEPA.

Creia cosa escudada


consultar mi voluntad,
que no la tiene en verdad
una niña recatada.

. D. JUAN.
Pero es la mayor locura,
en ese hombre, pretender,,
que sea v d . s u ¡ m u g e r .
PEPA.

¡Me promete tal ventura!


D. JUAN.

La que podría yo hallar


por el fastidio abrumado,
leyendo un libro cansado
que me hiciera bostezar.... „
PEPA.

E s mucha s e v e r i d a d . . . .
—173—

D. J U A N .

Merecida.
PEPA.

Pero é l . . . .
D. J U A N .

¡Casarse con D. Samuel!


Pero es una atrocidad.
PEPA.

Si vd •
D. JUAN.

No solo por necio,


que en su rancia ciencia hundido
un tesoro se ha creído,
y ve á todos con desprecio:
aunque ese sabio señor,
mil virtudes poseyera,
aun digno no lo creyera
de la mano y del amor
de vd.
PEPA.

(¡Cuan nthable es!)


D. JUAN.

No extrañe vd. que hable así.


Desde que la conocí,
me inspiró vd. interés;
y verla feliz (¡Que hermosa!)'
^ —174—

con viveza el alma a n s i a . . . .


mi felicidad daría
por ver á vd. venturosa.
PEPA.

Gracias.
D. JUAN.

No es u n cumplimiento:
si vd. lo toma por tal,
hace vd., Pepita, mal,
porque digo lo que siento.
PEPA.

Perdone vd.
D. JUAN.

N o es extraño
que vd. lo crea, en verdad,
pues pasa la sociedad
por esa especie de e n g a ñ o ;
y acostumbrados á oír
cumplimientos por do quiera,
u n a palabra sincera,,
dudamos en admitir.
Yo que tanto h e padecido
con amargas decepciones,
infinidad de ocasiones
de comprenderlo he tenido»
—175—

Todo es mentira en el m u n d o
las protestas de amistad,
no expresan en realidad
un sentimiento profundo:
no son manifestación
de un cariño verdadero,
ni el puro acento sincero
que parte del corazón;
son la moneda corriente
que á todos se puede dar,
sin que pretenda expresar
lo que en el alma se siente;
son una fórmula vana
que se dirije á cualquiera,
que el que hoy á vd. la dijera
la dice á otro m a ñ a n a ;
y eso sin darle valor,
como decirse podria
alguna g a l a n t e r í a ,
lo que llaman una flor.
Si el alma noble y sincera
que nunca supo engañar,
puede un instante tomar
por verdad esa quimera;
¿comprende vd. cuanta h i é l . .
Dispense vd., se diría,
— 176—

que he tornado la manía


del insigne D . S a m u e L . i . .
Y adoptando sus sermones
con otro tema, es verdad,
imito su n e c e d a d . . . .
Le pido á vd. mil perdones.
PEPA*

No debia v d . temer
molestarme ni un m o m e n t o . . . .
No es tampoco cumplimiento:
bien lo puede v d . c r e e r . . . .
D. JUAN.

¡Es porque es vd. tan buena!


PEPA.

Dígame vd. señor j u e z ,


¿nunca, ni una sola vez,
esa falta que condena
con tanta severidad,
ha cometido vd?
D. JUAN.

NÓ.
Créame vd., P e p a , yo
digo siempre la verdad.
E l llamar á v d . hermosa,,
no es una galantería;
—177—

n u n c a decirlo podría
si pensara yo otra cosa.
E s cierto que si no viera
'esa atractiva h e r m o s u r a ,
esa expresión de dulzura,
preciso es que ciego fuera.
PEPA.

¡Vaya! y no es vd. galante.


D. JUAN.

N ó , por cierto.
PEPA.

Esos p r i m o r e s . . . .
D. JUAN.

Llamar bellas á las flores


y llamar al sol brillante,
es tan solo ser sincero;
¿no es verdad?
PEPA.

Sí. (Pues señor,


continúa, y lo peor
es que me corto y no quiero
que n o t e . . . , )

D. J U A N .

Cuan triste es
—178+

para una alma generosa


esa expresión engañosa
de cariño ó interés;
otro tanto al corazón
cariñoso satisface,
cuando de su nifecto hace
tierna manifestación:
cuando con una palabra,
llena de dulce ternura
la mas completa ventura
de otro corazón se labra:
oiiando en un dulce momento
de divina exaltación
nos permite la emor.idn
expresar un sentimiento:
cuando lo mas seductor
y divino de la tierra,
para nosotros se encierra
en un acento de amor.
PEPA.

(¡Ab!)
D. JEXTAIf.

¡El amor! Un sentimiento


que el a l m a llena y embriaga,
con la melodía vaga
de un apasionado a c e n t o ,
—ITft-

y que nos hace soñar


c u a n d o e l corazón a g i t a
u n a ventura infinita . . , t

PEPA.

¿ Q u e nadie logra Alcanzar ? 1

j>. Juan.

¿Por q u é esa desconfianza


se i n t r o d u c e a m a r g a y fiera
e n el alma,, que debiera
v i v i r solo de esperanza?
¿Por qué dudar del a m o r ,
Guando es la l u z de l a v i d a ,
nuestra ilusión mas q u e r i d a ,
del a l m a p u r a l a flor?

PEPA
(¡Ab!)

¿Nada sentir podría


vd. Pepa,;si la amara
u n c o r a z ó n que apreciara
todo lo que v d . valia?
¿Será v d . indiferente
á u n cariño verdadero?
¿No a m a r á v d . - m i n e a ?
PEPA,
Pero..
D. JUAN.

D í g a m e vd. lo que s i e n t e . . . .
PEPA.
(Si no sé qué responder;
H a b l a con tal expresión).
D . JUAN.
¿No h a y afecto, no h a y pasión
que pudieran conmover
á vd?
PEPA.
(No sé lo que siento).
D. JUAN.

(Es necesario valor).


H á g a m e vd. el favor
de oirme, P e p a , un momento.
E l alma que no sabia
lo que era amor hasta ahora,
un sentimiento atesora,
que es su vida y su alegría.
Puro y desinteresado,
á un grado que no pudiera !

apagarse, a u n cuando fuera


— 181—

con frialdad rechazado


por vd.
PEPA.

(¿Que está diciendo?)


Aguilar...
D. JUAN.

¿Por qué callar?


Déjeme vd. expresar,
P e p a , lo que está siutiendo
mi corazón que la adora;
déjeme vd. r e p e t i r . . . .
PEPA.
(¿Cómo le voy á decir
que lo amo también, ahora?)
D. JUAM
¿No podré nunca esperar
que me ame vd?
PEPA.
Y o . . ¡ D i o s mió....!
—¡Ay! los pasos de mi tio.
Si viene s¡- va á enfadar. (Vase precipi .
todamente por
la derecha).
182—

ESCENA. O C T A V A .

D. JÜAN,. D. ANTONIO, por l» izquierda.

D. ANTONIO.

¡Juan! Aquí solo ¿qué es esto?


D. JUAN.

D. Antonio ...
D. ANTONIO.

Pues es una
falta de confianza ¡vamos!
que condena nuestra mutua
amistad ¿Por qué no entrabas?
Los negocios que me abruman,
me ban tenido todo el día
escribiendo...
D. JUAN.

Y en la duda
d a si vd, podría ó nó
lwibiítae...
» . ANTONIO.

No me gustan
todos esos cumplimientos.
—183—

¡En lugar de ir en mi busca


permanecer aquí solo!
Si no es creíble.
D. JUAN

(¡Qué angustia!
Si sabe que estaba P e p a . . . . )
D. ANTONIO.

J u a n , cuando se tiene alguna


amistad por las pprsonas;
cuando se aprecian, no se usan
esas ceremonias necias. -
No esperara de ti n u n c a . . . .
D. JUAN.

Perdone vd. D. Antonio.


(¡Ay! ¡Si seria muy brusca
mi declaración! ¡Se ha ido
tan pronto!)
D. ANTONIO.

Tendremos una
conferencia decisiva
esta tarde. (¡Cuál fluctúa
mi espíritu entre temores!)
D. JUAN.

(¿Habré hecho una locura? .


¡Si se ha ofendido Pepita!
¿Pudiera ser (an injusta?)
— 184—

ESCENA NOVENA.
Dichos, D. S A M Ü E L por la derecha.

D. SAMUEL.

¡Qué sublimidad de estilo! (absortó).


¡Cuánto fuego! ¡Qué profunda
sabiduría!
D. J U A N .

¿Qué dice?
D. SAMUEL.

¡Cuan grato en las amarguras


de la vida es un buen libro,
que á soportarnos ayuda
todos los padecimientos!
¡Ciencia! ¡Ciencia!
D. ANTONIO.

!Qué fortuna,
cual decia D. Lindoro,
que tan cansada locura
no nos ataque;.
D. J U A N .

Aseguro
que por lo que á él toca, nunca
se verá expuesto á ese riesgo.
—185—

D. ANTONIO.

¿Algún pesar atribula


á vd., D . S a m u e l , y puedo
serle útil en algo?
D. SAMUEL.

Pura
luz de la ciencia, que el alma
de dulces goces i n u n d a s . . . ,
¡Dichoso el que te posee!
¡Infeliz el que en la oscura
noche de torpe ignorancia,
se h a y a hundido por su culpa!
D. ANTONIO

(¡Pues habla que se las pela!)


D. Samuel ¿de qué se ocupa
vd., que en lugar de hablarnos,
ella, entre dientes, murmura
no sé qué cosa?
D. SAMUEL.

¿Eh? ¡Qué autor!


hombre, ¡qué autor!
D. ANTONIO.

¡Qué tortura (Bajo á Juan).


será vivir con un sabio!
No hay cosa que mas me aburre.
23
—186—

0 . SAMUEL.

Desde que el. sol con su luz


esplendente nos alumbra,
hasta la callada noche,
¡cuan grato es á las dulzuras
entregarse del estudio!
D. JUAN.

(¿Pensará irse ahora?)


D. ANTONIO.

Escucha:
para hablar con libertad,
sin que ninguno interrumpa
nuestra conferencia, debes
comer hoy conmigo.
D. JUAN.

Es mucha
b o n d a d . . . . y o . . . . (No sé que digo.
¡Voy á verla!)
D. SAMUEL.

¿Quién apura
el cáliz del sufrimiento,
y su consuelo no busca
en este inmenso tesoro
de consuelos y ventura,
en la instrucción, en.la c i e n c i a . . . .
—187—

Di, ANTONIO.

D . Samuel, por Santa Úrsula,


sea vd. tratable. ¡Qué hombre!
D. SAMUEL.

tM e hablaba vd? [¡Qué importuna


es esta gente!]

D. ANTONIO.

Hace al menos
media hora; mas se encumbra
vd. t a n t o . . . .

D. J U A N .

(Me parece
que estaba inquieta y c o n f u s a . . , .
¡Si me amara!)
D. SAMUEL.

E l hombre sabio.
D. ANTONIO.

(¡Bueno! ya empieza).
D. SAMUEL

Procura
perder de vista este mundo,
• esta sociedad insulsa
que comprenderlo no sabe.
—188—

D. JUAN.
(Se pone por las espumas.
¡Qué modestos son los sabios!)
D. SAMUEL.
Su inteligencia robusta
busca mejor alimento
en otra región mas pura.

D. ANTONIO.
Estamos peor ahora. {Bajo ó Juan),
No fué ocurrencia oportuna
hacerle bajar del cielo,
donde se hallaba en consulta
con todos sus amigotes.
D. SAMUEL.

¡Oh! ¡Qué falta de cordura


la juventud manifiesta,
cuando ignorante é inculta,
pensando solo en placeres,
de la instrucción hace burla!
D. JUAN.
Tiene vd. razón.
D. SAMUEL
¡Oh joven!
vd. merece á la altura
—189—

de la instrucción elevarse;
salir de la negra tumba
de la ignorancia.
D. JUAN.
Mil gracias.
D. SAMUEL.
Dedicarse á la lectura
de esos libros p r o v e c h o s o s . . . .
D. ANTONIO.
(¡Pobre Juan!) Cuando concluya {Bajo
quedarás con un dolor á Juan
de cabeza atroz.
D.JUAN
No hay duda (ídem).

ESCENA DÉCIMA.

Dichos, D. LINDORO precipitadamente por til fondo.

D. LINDORO.

Q u e se entone a l e g r e cántico,
que se alcen voces frenéticas,
—190—

mostrando el radiante júbilo


que nos llena el corazón.
Un vaso de a g n a . . . . n ó , un Cántaro,
porque este placer tan súbito
está casi sofocándome.
E s dañosa la emoción.
D. ANTONIO.
D. L i n d o r o . . . .
D. LINDORO.

¡Triunfo espléndido!
¡Viva! De flores simpáticas
D. ANTONIO.

Pero....
D. L I N D O R O .

De telas magníficas,
debemos todos sembrar
la senda por donde el célebre
vencedor, con rostro plácido,
en medio á vivas unánimes
debe triunfante p a s a r .
ID. . J U A N .

(¡Si estará loco este prójimo!)


D. LINDORO.

A u n q u e ¡hombre honrado y pacífico,


todo este .aparato,bélico
—mi-
me enagena ríe placen
¡Viva! ¡Viva! (Palmoteando).
D. JUAN.

(¡Qué estrambótico!)
D. ANTONIO.

Pero ¿qué dice este bárbaro


en tan retumbantes términos'.
D. LINDOBO.

Esto se llama vencer.


Un a b r a z o . . . . [Abraza á D. Anta
nio),
D. ANTONIO.

(¡San Carpóforo!
¿He de abracar á un maniático
que entre sus garras cogiéndome
intente ahogarme tal vezl]
D. LINDORO.

¡Oh dicha indecible y férvida!


¡Oh paz deliciosa y candida
que nos cobijas b e n é f i c a ! , . . .
D. ANTONIO.

Pero ¡es de llamar al juez!


¡Hombre ó diablo!.. .¿
D. LIN-DOKO.

¡Cuan impávidas!
—192—

¡Coa que semblantes tan tétricos,


estas noticias explícitas
oyen vdes!
D. ANTONIO.

¡Ay Dios!
D. LINDORO.

D . Samuel que es un fanático,


que tendrá que verse prófugo,
tiene razón; m a s . . . .
D. SAMUEL.

¡Estúpido!
D. ANTONIO.

Pero.....
D. LINDOBO.

¡Mas los otros dos!


D. ANTONIO.

Déjese vd. de preámbulos,,, ,„


D. LINDORO.

Los liberales intrépidos,


han derrotado terríficos
las tropas de Miramon.
D. ANTONIO.

¿Cómo?
-193—

0. JÜAN.

¿Cierto? .
D. LINDORO,

Sí, ciertísimo.
T>. SAMUEL.

¡Cielos! ¡Noticia maléfica,


que de urja angustia tiránica'
me llenas el corazón!
D. JUAN.

¡Dios sea loado!


D. LINDORO.

¿Con lágrimas
recibe v d . . . .
D. SAMUEL.

¡Hombre díscolo!
D. LINDORO.

E s t a noticia tan plácida?


D. SAMUEL.

¡Eh! Déj eme" vd. rabiar.


D. J U A N .

¿Y no cabe duda?
D. ; A N T O N I O .

Cálmese
vd. por D i o s . . . .
25
—194—

D. SAMUEL.
¡Ay!
D. ANTONIO.

Y explíquenos....
D. LINDORO.
Acaban ahora de entrar
Miramon y sus satélites.
D. SAMUEL.
¡Eh! Déjese vd. de epítetos.
D. LINDORO.
¿Se enfada vd?
D. SAMUEL.
¡Voto al Chápiro!
D. LINDORO.
¡El pobre tiene r a z ó n ! . . . .
D. SAMUEL.
Todo está perdido ¡ay mísero!
Huyeron los dias rápidos
de nuestra ventura f ú l g i d a . . . .
Acabó la religión.
D. ANTONIO.

¿Con que h a triunfado el ejército


liberal?
—195—

D. LINDOHO.

¡Oh! sí.
D.SANUEL.

¡Qué escándalo!
D. ANTONIO.

¡Tendremos u n a p a z sólida
al fin!
D. JUAN.
Se debe esperar.
Ya cesarán los obstáculos.
D. ANTONIO.

¡Gracias á Dios!
D. SAMUEL.
¡Que esos picaros
nos venzan!
D. ANTONIO.
Podré, por último,
mis negocios arreglar.
D. SAMUEL.
Llorar debemos las víctimas
de las pasiones i n d ó m i t a s . . . .
D. UNDOSO.

¡Eh! D . Samuel, es ridicula


por.ahora esa canción.
D. SAMUEL.
¿Habrá heridos'?
D. LINDORO.

Impolítico
¿es el cañón y . . . .
D. SAMUEL.

i¡ Ahora sátiras!
¿Y prisioneros?
D. LINDORO.

Ni el cálculo
se puede hacer, tantos son.
P. SAMUEL. •

¡Ay!¡ay!¡ay!
D. LINDORO.

Vaya hombre ¡ á n i m o ! . .
— Q u e llamen á la bellísima
P e p a , cuyos ojos lánguidos
y sonrisa c e l e s t i a l . . . .
D. ANTONIO.

Si auriidudo.
iD. SAMUEL.

¡Destino pérfido!
¡Ay!
P. LINDORO.

Me elevan al pináculo
de dicha ínmeasa.»
—197-

D. SAMUEL.

¡Hombre incomode
D. LINDORO.

¿Se está vd. sintiendo mal ? 1

— Q u e llamen á P e p a , en débilee
acentos que el alma e x t á t i c a . . . .
D. JUAN.

(¡Pues está el hombre poético!)


D. LINDORO.

Consiga al fin e x h a l a r . . . .
U n negocio importantísimo
de donde pende mi próxima
dicha, al respetable círculo
pretendo comunicar.
D. ANTONIO.

Diga vd.
D. JUAN.

Vamos.
D. LINDpEO).

E n plática
confidencial...
D. SAMUEL.
¡Ay! ¡Exánime
estoy!
-198-

D. JUAN.
Comience vd.
D. LINDORO.

¡Cáspita!
Van ustedes por v a p o r . . .
Espero al divino ídolo ..
D. ANTONIO.

¿Qué dice?
D. WNDORO.

La Virgen diáfana
que de una ventura c é l i c a . . . ,
D. JUAN.
(¿Va á declararnos su amor?)

E S C E N A UNDÉCIMA.

Dichos, PEPA é INES por la derecha.

D. LINDORO.
¡Divina P e p a ! . . . . (Adelantando'
se á ella).
—199—

D; ANTONIO.

Hija mia,
acércate
». LINDORO'

[¡Qué mujer!]
D. JUAN.
¿Y se puede ya saber
que era lo que vd. tenia
que decir?
PEPA.

(Estoy cortada.
No me atrevo á levantar
los ojos).
D. LINDORO*

Voy á e m p e z a r . . . .
¿Se ha puesto vd. colorada?
PEPA.

iYo?
D. L I N D O R O .

La mayor atención
présteme vd., fresca rosa,
virgen tímida y graciosa
que encanta mi corazón.
Con un acento meloso
como esos labios de grana,
—200—

pintara de bueña gana 1

mi ardiente afecto amoroso..,. >


I). ANTONIO.

(¿Qué dice este majadero?)


D. LINDORO.

Mas por mucho que digera,


pintar á vd. no pudiera
¡oh Pepa! cuánto la quiero.
D. ANTONIO.

¿Está loco? D. Li'ndoro....


D. LINDORO.

¡Querer! palabra bien fria;


mejor decir d e b e r í a . .
D. JUAN,

(¡Qué necio!)
D. LINDORO.

¡Cuánto te adoro!
¡Oh! sí, te adoro y p o s t r a d o . . . . (12-
cMndose á los pies de Pepa)-
D. ANTONIO.

Pero ¡hombre de B e l c e b ú i . . : . .
INÉS.
(¡Vamos! continúa él t ú .
Parece qué le ha gustado).
—201---

D. ANTONIO.

Alce vd.
D. LINDOBO.

¡Amor tirano! {Levantándose


Aquí sumiso, rendido.... bTuscametnte y
—Con el respeto debido dirijiéndose 6
pido á vd. la bella mano D. Antonio].
de P e p i t a .
D. JUNA.

¿Cómo ? 1

D. A N T O N I O .

¿Quién
pensara....?
D. LINDOBO.

¡Radiante estrella!
Yo la idolatro.
O. ANTONIO.

¿Pero ella?
D. LINDOBO.

¡Oh! debe a m a r m e también.


E s lo justo.
INÉS.

(¡Por supuesto!)
PEPA,

(¡Ay! ¿qué pensará Aguilar?)


26
—202—

D. U N D O S O .

¿No me quiere vd. mirar?


D. ANTONIO.

¿Qué quiere decir todo esto?


Sobrina ¿tú le amas?
PEPA.

Tío..,..
D. ANTONIO.

Vamos, responder te toca.


Habla.
PEPA.

¿Me cree vd. loca?


¡Yo amar á ese hombre, Dios mió! (Bajo
a D. Antonio).
p. JUAN.

(Si pudiera c o n s e n t i r . . . . )
D. LINDOBO.

Diga vd. ¿puedo e s p e r a r . . . ?


D. ANTONIO.

Yo no me voy á casar,
ella debe decidir;
porque, aunqne es de mi deber
advertirla, aconsejaría,
á que quiera á vd., forzaarla
ni quiero ni puede ser.
—203*^

D. JUAN.

(Respiro).
D. ANTONIO.

Habla tú, hija mia.


PEPA.

Yo de ninguna manera (Ji D. Lindoro).


ofender á vd. quisiera;
m u y penoso me seria.
E n c u e n t r o en esa pasión
que expresa vd. embebido,
algo de tierno y florido
que refresca el Gorazon;
Nadie, á la verdad,,le. g a n a
en esa expresión, donosa
Gon que me llama vd. rosa
y estrella de la m a ñ a n a .
D. LINDORO.
¡Pepita!
PEPA.

Pero á pesar
de prendas, que aunque quisiera ,
negarlas, no las pudiera
un solo instante negar;
«on él mas vivo dolor,
con una pena indecible,
digo que m e es imposible
corresponder á<es^ a m o r . .>..
—204—

D, LINDORO.

¡Como!.... ¿es cierto ?.... ¿qué he escu-


1

chado ? 1

D. ANTONIO

(Va á hacerme este hombre reir).


D. LINDORO.

Acaba v á . de decir
que i . . . .
PEPA.

L o que siempre he pensado.


D. MNDORO.

¿Vd. no me ama?
PEPA.

No tal.
D. LINDOBO.
¿Vd. no me ama? ¡Oh impía!
Y yo que jurado h a b r i a . . . . .
PEPA.

Hubiera vd. hecho mal.


D. SAMUEL.

Joven de tanta instrucción, (adelantan


joven de talento tanto, dose.con gra-
que es de nuestro sexo encanto vedad).
y del suyo admiración;
—205—

mal corresponder podría


a un hombre, que como vd.,
no tiene esa noble sed
de ciencia y s a b i d u r í a . . . .
D. LINDORO.
¡Eh! vaya vd. á p a s e o . . , .
D. SAMUEL.

Lo d i g o . . . .
D. LINDORO.
No es ocasión
de venirme con sermón.
(¡Todavía no lo creo!
¡Ay!)
D. SAMUEL.

Mas digno pretendiente,


en medio de su tristura,
viene á ofrecer su ternura
de un modo mas conveniente.
J.NKS.

(¿Va á declararse por fin'!)


D. S A M U E L . (

¡Oh! Pepita, yo quisiera


que D . Antonio supiera,
cómo vd. y y o , el latín.
—206—

PEPA.

(¿Como yol Pues estaría


adelantado).
B. ANTONIO.

Suplico...
D. SAMUEL.

E n un idioma mai rico


mi amor manifestaría;
mas si el destino tirano
me niega tal pretensión,
haré mi declaración
aunque sea en castellano.
Yo arrío á Pepa.
B. ANTONIO.

(¡Qué demonio!
¡También este!)
D. SAMUEL.

Y convencido
de su obediencia, la pido
hoy á vd. en matrimonio. (A D. Jin
Será P e p a en él quebranto tonifi).
de esta derrota cruel,
paño de lagrimas fiel
en que enjugaré mi l l a n t o . .
Escuche yo de ese labio,
si puede esperar mi a m o r . .
-207-

LNE8.

Diga vd. cual es peor, [Bajo á Pepa).


¿el petimetre ó el sabio?
PEPA.

¡Qué sé yo! Cou sus ameres


me han puesto ambos en un potro (Id.)
INÉS.
Pues yo digo lo que el otro. (Id).
PEPA.

¿Qué? (Id).
INÉS

Que los dos son peores. (Id).


D. ANTONIO.

Lo mismo que le advertí [A D. Sa-


á D. Lindoro, le advierto muel].
á vd. (De este estoy bien cierto
que no ha de decir que s í , . . , )
Si ella c o n s i e n t e . . . .
D. SAMUEL.

¿Qué dice
vd?
PEPA.

Con gran sentimieuio


digo á vd, que solo siento
por v d . . . ,
D. LINDORO.

¡ Ay infelice!
—208—

PEPA.

Gran aprecio; y pues mi tio


me ha dejado en su bondad
en entera libertad
de o b r a r . . . .
D. SAMUEL.

Así yo confío
que v d . , . .
PEPA .

Me repito en vano
que me hace vd. gran f a v o r . . . . .
No siendo suyo mi amor,
no puedo darle mi mano.
!>.. SAMUEL.

¿Qué dice?
D. LINDORO.

Pues es bien claro [Con satisfac-


Que no ama á vd. ¡Oh v e n t u r a ! . . don,
dándole una pal-
madila en el hom,-
bro].
D. SAMUEL.
Pero es la mayor locura....
PEPA.

¿Qué quiere vd? Genio r a r o . .


D. JUAN.
(Si me atreviera).
-209—

D. ANTONIO.

Hija mia,
m u y satisfecho he q u e d a d o . . . ,
Con el juicio te has portado
que esperar de tí debia.
No ha conseguido el amor
con su pernicioso acento,
turbar un solo momento
de tu alma limpia el candor.
D. SAMUEL.

¿Tendré, pues, que desistir ? 1

D. J U A N .
Pepa ¿no debo esperar? (Bajo á ella).
PEPA.

Que á ellos no los pueda amar.... (A


D. Antonio).
D. ANTONIO.
¿Qué?
PEPA.

N ó . . . . n o quiere decir (Bajan-


do los ojos).
D. J U A N .

(¿Si me amará?)
PEPA.
Yo no s é . . . .
D, ANTONIO.
¿Qué tienes, hija?
PEPA.

Yo t i o . . . .
ST
—2 l O -

no loa a m o ; mas no fío (Levantando los


que á algún otro no amaré, ojos y vien-
do á D. Juan).
JUAN.

¡Pepa! [Dirijiéndose á ella con


arrebato y tomándole una
mano\.
D. ANTONIO.

¿Qué es esto?
PEPA.

¡ Aguilar!..'.. [Contestándole
con un movimiento
igual].
D. A N T O N I O .

¿Qué s i g n i f i c a . . . . ?
D . JUAN.
Yo.... [ Cortándose y vol-
viendo sobre sí. Igual
movimiento en Pepa].
PEPA.
Yo....
D. LINDORO.
[¡Mire vd. lo que salió,
ya lo debia esperar!]
D. ANTONIO.

Pero ¿qué es esto?


D. J U A N 1

Perdón....
Amo á P e p a . . . .
—211—

D. ANTONIO.
¿Qué le ha darlo
á esta gente?
D. JUAN.
Si h e logrado
conmover su c o r a z ó n . . . .
D. ANTONIO.
¡Esto me faltaba á mí!
¿Qué plaga nos ha caido?
¿Le amas? No hubiera creído.
¿Le amas?
PEPA.
Y o . . . .creo que s í . . . . [Cortada].
D. ANTONIO.
Déjame.... [ Volviéndole la espalda].
PEPA.

Querido t i b . . . . [Se apresura


y se echa en sus
brazos],
D. ANTONIO.
¡Tal desengaño!
D. JUAN.
Señor.... [Tomándole una
mano, trata de apla
cario],
PEPA.

No es un delito el a m o r . . . . [Con
candor[.
—212—

D.JUAN.
Perdone vd
PEPA.

Padre mió,
¿Se enfada vd.? [Con coquetería],
D . ANTONIO.
[¡Zalamera!]
No lo esperaba de tí. [Lucha del enojo
y la ternura],
PEPA.
¿Ya no me ama vd ? 1

D. ANTONIO.
Y o . . . . sí.
No seré nunca quien quiera [Haciendo
dejarte. un esfuerzo sobre si] •
PEPA.

¿Y yo? Suponer
pudo v d . . . . » [Con dulzura],
D. ANTONIO.
¡Ingrata! [Reproche],
PEPA.

jNó! [Renovando sus caricias],


D. JUAN.
T a l vez he tenido yo
la desgracia de ofender
á vd.
D. ANTONIO.
Nó, Juan. [Con cierta sequedad].
—213—

D. JUAN.
Bien comprenda
que al pedirle por esposa
á P e p a , la mas preciosa
j o y a esto}' á vd. pidiendo;
mas juro á vd. por mi honor,
que si logro tal ventura,
me hará digno mi ternura
de tan insigne f a \ j o r . . . .
¿No se digna vd. pensar?
D. ANTONIO.
[Es sincero su cariño;
le conozco desde niño;
es el hijo de Aguilar,
de mi a m i g o . . . . ]
PEPA.
¡Amado tio!
D. ANTONIO.
[Es mi resistencia v a n a j .
E s la hija de mi h e r m a n a : [Cediendo co-
sa ventura te confio, moa pesar suyo],
D. LINDORO.
Se c a s a . . . . (A Samuel con
aire socarrón).
D. SAMUEL.

¡Suerte cruel! (Con aire deso-


Ya lo veo. lado).
—214—
D. LINDORO,

¡Suerte impía! [Con desespera-


ción cómica].
[Mas no pudiendo ser mia, [Transi-
me alegro, por D . S a m u e l , ] don].
INÉS.

¡Ay, qué gozo, señorita! [Palmotsando].


D. ANTONIO.

¿Qué te pasa?
INES.

Q a e tendremos
fiesta, y boda, y b a i l a r e m o s . . . .
D. ANTONIO.
Calla, loca.
INÉS.

¡Qué bonita [APepa].


va á estar vd!
D SAMUEL.

¡Qué i m p r e s i ó n ! . . . .
Mas un sabio no se deja (Con gravedad
abatir: nunca se queja. cómica).
¡Heroica resignación
que da la sabiduría,
ven en m i auxilio! ¿Por qué
en e,tra parte busqué,
lo que en mis libros tenia?
• BEFA,
YODO creo, á la verdad, ^A D. Samue l
—215—

que lo que ha pasado debe yáDLin-


disminuir en lo mas leve doro].
nuestra afectuosa amistad.
Soy la amiga verdadera
de los dos, y no q u e r r í a . . . .
INES.

Boda, baile; ¡qué alegría!


PEPA.
Q u e ninguno se creyera
ofendido.
D. LINDORO.
Pues por mí,
no debe vd. temer nada.
PEPA.
Gracias,
INÉS.

¡Señora casada!
Todo va á, qambiar aquí.
PEPA.

Deben ustedes pensar,


que en cualquier tiempo seré
la misma, porque no sé
y no me agrada cambiar.
Con la misma confianza [Jl D. Lindoro]
que hasta aquí, conversaremos
de modas, y bailaremos
la primera contradanza
—216—

como siempre.—D. Samuel,


verá vd. que siempre soy,
como lo he sido hasta hoy,
uoa discípula riel.
D. JUAN.
¡Qué sencilla y que graciosa!
¡Con qué acento seductor
sabe vd. darle valor
á la mas ligera cosa!
D . A N T O N I O .

Das á todos á porfía,


consuelos; y ¿á mí? Q u i s i e r a . . . .
PEPA.

¿A vd? Si posible fuera [Precipitándose


le amara mas todavía, en sus brazos].

[CAE EL TELÓN]

FIN.

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