Resumen de Los Precedentes Vinculantes
Resumen de Los Precedentes Vinculantes
Resumen de Los Precedentes Vinculantes
Fallo Infundada
Aplicación en el Inmediata
Tiempo
Notas El Tribunal Constitucional en esta sentencia unifica los precedentes
vinculantes establecidos en las sentencias emitidas en los Exps. N. os
10063-2006-PA, 6612-2005-PA, 10087-2005-PA y 00061-2008-PA.
En Lima, a los 13 días del mes de octubre de 2008, el Pleno del Tribunal Constitucional,
integrado por los magistrados Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Landa Arroyo, Beaumont Callirgos, Calle
Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia
I. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Ernesto Casimiro Hernández Hernández
contra la sentencia de la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Ica, de fojas 109, su fecha 31
de enero de 2007, que declara improcedente la demanda de autos.
II. ANTECEDENTES
1. Demanda
Con fecha 18 de noviembre de 2005, el recurrente interpone demanda de amparo contra Rímac
Internacional Compañía de Seguros y Reaseguros solicitando que se le otorgue pensión de invalidez
permanente o renta vitalicia por padecer la enfermedad profesional de neumoconiosis, conforme al Capítulo
VII del Decreto Supremo N.º 003-98-SA, más el pago de las pensiones devengadas. Refiere haber laborado
en la Empresa Minera Shougang Hierro Perú S.A.A., expuesto a la contaminación ambiental del polvo
mineral, razón por la cual en la actualidad padece de neumoconiosis con 80% de incapacidad.
2. Contestación de la demanda
El Primer Juzgado Civil de Ica, con fecha 11 de setiembre de 2006, declara infundadas las excepciones
propuestas y fundada la demanda, por considerar que con el certificado de trabajo obrante en autos se
acredita que el demandante laboró en actividades mineras expuesto a riesgos de toxicidad, y que con el
examen médico presentado se acredita que padece de neumoconiosis en segundo estadio de evolución.
La recurrida, revocando la apelada, declara improcedente la demanda, por estimar que con la
sentencia emitida en el Exp. N.º 2004-1846, se demuestra que el demandante ya se encuentra percibiendo
una pensión de invalidez por la enfermedad profesional que padece.
II. FUNDAMENTOS
Alega que con el informe de evaluación médica de fecha 20 de setiembre de 2003, se encuentra probado
que adolece de neumoconiosis con 80% de incapacidad, razón por la cual tiene derecho a que Rímac le
otorgue una pensión de invalidez por enfermedad profesional conforme a la Ley N.º 26790.
3. Por su parte Rímac aduce que la pretensión planteada en el presente proceso ya ha sido solicitada por
el demandante en un anterior proceso de amparo, en el que se le ordenó a la Oficina de Normalización
Previsional que le otorgue una pensión de invalidez por enfermedad profesional conforme a la Ley N.º
26790. Por lo tanto, el demandante no tiene derecho a una segunda pensión de invalidez por enfermedad
profesional conforme a la Ley N.º 26790, ya que la Oficina de Normalización Previsional se la viene
abonando.
4. Delimitados de este modo los términos del debate, corresponde a este Tribunal determinar si resulta
legítimo que un asegurado pueda percibir por la misma enfermedad profesional dos pensiones vitalicias
conforme al Decreto Ley N.º 18846 o dos pensiones de invalidez conforme a la Ley N.º 26790 o una
pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846 y una pensión de invalidez conforme a la Ley N.º
26790. Ello debido a que la pensión vitalicia fue sustituida por la pensión de invalidez para cubrir las
mismas contingencias (accidentes de trabajo y enfermedades profesionales).
5. Con carácter previo al enjuiciamiento de la cuestión de fondo, es necesario recordar que en las SSTC
10063-2006-PA/TC, 06612-2005-PA/TC, 10087-2005-PA/TC y 00061-2008-PA/TC se han establecido
los criterios vinculantes para la interpretación y aplicación del Seguro por Accidentes de Trabajo y
Enfermedades Profesionales (SATEP) regulado por el Decreto Ley N.º 18846 y el Decreto Supremo N.º
002-72-TR y del Seguro Complementario de Trabajo de Riesgo (SCTR) regulado por la Ley N.º 26790
y el Decreto Supremo N.º 003-98-SA.
Por lo tanto, teniendo en consideración que existen tres sentencias que establecen precedentes
vinculantes respecto del SATEP y del SCTR y una que les sirve de fundamento o ratio decidendi, así
como una prolija jurisprudencia que desarrolla temas no tratados por los precedentes vinculantes, el
Tribunal Constitucional, en virtud de su función de ordenación, considera necesario que dichos criterios
interpretativos queden unificados y establecidos en una sola sentencia, a fin de garantizar la unidad,
predictibilidad y seguridad jurídica, y facilitar el uso por parte de los justiciables y los jueces.
6. Este Tribunal al conocer las controversias referidas a la aplicación del Decreto Ley N.º 18846 o de la
Ley N.º 26790 se ha encontrado con la siguiente problemática:
7. Ahora bien, conviene señalar que para la motivación de los criterios vinculantes que se van a
establecer en la presente sentencia, en algunos temas nos remitiremos a los fundamentos establecidos en
la STC 10063-2006-PA/TC, y en otros se desarrollará la fundamentación correspondiente. De este
modo, en algunos temas hemos de reiterar los precedentes vinculantes establecidos y en otros vamos a
establecer nuevos precedentes vinculantes.
Asimismo, antes de proceder a unificar los criterios vinculantes y establecer nuevos criterios vinculantes,
debe señalarse que la regla procesal que permite a este Tribunal Constitucional establecer precedentes
vinculantes se encuentra reconocida en el artículo 201º de la Constitución y en el artículo VII del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional.
2.2.§ Ámbito de protección del Decreto Ley N.º 18846 y del Decreto Supremo N.º 002-72-TR
10. Respecto al ámbito de protección del Decreto Ley N.º 18846 y del Decreto Supremo N.º 002-72-TR,
nos remitimos a las consideraciones expuestas en los fundamentos 66 y 67 de la STC 10063-2006-
PA/TC.
11. En este sentido, el Tribunal Constitucional reitera su precedente vinculante consistente en que: no se
pierde el derecho a una pensión vitalicia por laborar como empleado, siempre y cuando se haya
laborado antes como obrero en el mismo centro de trabajo y durante la vigencia del Decreto Ley N.º
18846, toda vez que el trabajo desempeñado como empleado no menoscaba el riesgo al que estuvo
expuesta la salud durante el desempeño del trabajo como obrero.
12. Asimismo, también debe reiterarse como precedente vinculante que: los trabajadores empleados que
nunca fueron obreros, o si lo fueron pero no en el mismo centro de trabajo en que se desempeñan como
empleados, se encuentran protegidos por la pensión de invalidez del Decreto Ley N.º 19990 que en su
inciso d) del artículo 25.º señala que el asegurado tiene derecho a una pensión de invalidez cuando se
haya producido por accidente común o de trabajo, o enfermedad profesional, siempre que a la fecha de
producirse el riesgo haya estado aportando, en concordancia con lo previsto por el artículo 29.º del
Decreto Supremo N.º 011-74-TR.
14. Por lo tanto, el Tribunal Constitucional reitera como precedente vinculante que: en los procesos de
amparo referidos al otorgamiento de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846 o pensión
de invalidez conforme a la Ley N.º 26790 la enfermedad profesional únicamente podrá ser acreditada
con un examen o dictamen médico emitido por una Comisión Médica Evaluadora de Incapacidades del
Ministerio de Salud, de EsSalud o de una EPS, conforme lo señala el artículo 26.º del Decreto Ley N.º
19990. Debiéndose tener presente que si a partir de la verificación posterior se comprobara que el
examen o dictamen médico de incapacidad o invalidez es falso o contiene datos inexactos, serán
responsables de ello penal y administrativamente, el médico que emitió el certificado y cada uno de los
integrantes de las Comisiones Médicas de las entidades referidas, y el propio solicitante.
15. Para determinar en qué supuestos resulta compatible e incompatible la percepción simultánea de
pensión vitalicia o pensión de invalidez y remuneración o pensión vitalicia y pensión de invalidez, nos
remitimos a las consideraciones expuestas en los fundamentos 100 a 102, 104 a 105 y 109 de la STC
10063-2006-PA/TC.
16. En este sentido, con relación a la percepción simultánea de pensión vitalicia y remuneración, este
Tribunal ha de reiterar como precedente vinculante que:
a. Resulta incompatible que un asegurado con gran incapacidad perciba pensión vitalicia y
remuneración.
b. Resulta incompatible que un asegurado con incapacidad permanente total perciba pensión
vitalicia y remuneración.
c. Resulta compatible que un asegurado con incapacidad permanente parcial perciba pensión
vitalicia y remuneración.
17. Asimismo, con relación a la percepción simultánea de pensión de invalidez y remuneración, también
ha de reiterarse como precedente vinculante que:
a. Resulta incompatible que un asegurado con gran invalidez perciba pensión de invalidez y
remuneración.
b. Resulta incompatible que un asegurado con invalidez permanente total perciba pensión de
invalidez y remuneración.
c. Resulta compatible que un asegurado con invalidez permanente parcial perciba pensión de
invalidez y remuneración.
18. Finalmente, con relación a la percepción simultánea de pensión vitalicia y pensión de invalidez, ha
de reiterarse como precedente vinculante que: ningún asegurado que perciba pensión vitalicia conforme
al Decreto Ley N.º 18846 puede percibir por el mismo accidente de trabajo o enfermedad profesional o
por el incremento de su incapacidad laboral una pensión de invalidez conforme al Decreto Ley N.º
19990 o a la Ley N.º 26790. Asimismo, ningún asegurado que perciba pensión de invalidez conforme a
la Ley N.º 26790 puede percibir por el mismo accidente de trabajo o enfermedad profesional una
pensión de invalidez conforme al Sistema Privado de Pensiones, ya que el artículo 115.º del Decreto
Supremo N.º 004-98-EF establece que la pensión de invalidez del SPP no comprende la invalidez total o
parcial originada por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales.
2.5.§ La inexigibilidad del subsidio por incapacidad temporal para acceder a una pensión de invalidez
conforme a la Ley N.º 26790
19. A diferencia del SATEP, que no estableció el cumplimiento previo de algún período de
calificación para que los asegurados y ex–asegurados puedan acceder a una pensión vitalicia por
accidente de trabajo o enfermedad profesional, el SCTR sí lo prevé. Así, en los artículos 19.º de la
Ley N.º 26790 y del Decreto Supremo N.º 003-98-SA se establece que el derecho a la pensión de
invalidez se inicia una vez vencido el período máximo de subsidio por incapacidad temporal
cubierto por el Seguro Social de Salud (EsSalud).
En igual sentido, el artículo 25.6, literal c), del Decreto Supremo N.º 003-98-SA señala que el
asegurado para obtener la pensión de invalidez deberá presentar, en el procedimiento de
otorgamiento, el certificado de inicio y fin del goce del subsidio de incapacidad temporal otorgado
por EsSalud. Del mismo modo, el artículo 26.2 del Decreto Supremo N.º 003-98-SA dispone que las
pensiones de invalidez se devengarán desde el día siguiente de finalizado el período de 11 meses y
10 días consecutivos, correspondiente al subsidio por incapacidad temporal que otorga EsSalud.
20. Pues bien, teniendo presente que la normativa que regula el SCTR prevé un período de
calificación previa (subsidio de incapacidad temporal por 11 meses y 10 días consecutivos) para
acceder a una pensión de invalidez, corresponde determinar en qué casos resulta razonable que el
destinatario del derecho fundamental a la pensión pueda exigir el cumplimiento de dicho
requisito.
Al respecto, este Tribunal considera que el goce previo del subsidio de incapacidad temporal como
condición para acceder a una pensión de invalidez constituye un requisito razonable que sólo
puede ser exigido a los asegurados del SCTR que mantengan una relación laboral vigente, mas no
a quienes han terminado su relación laboral, debido a que médicamente es posible que los efectos
del accidente de trabajo o de la enfermedad profesional se manifiesten después del cese laboral.
En este sentido, este Tribunal en la STC 02349-2005-PA/TC ha precisado que “el pago de subsidios
solo procede cuando existe vínculo laboral, de modo tal que resulta imposible exigir su percepción
como condición previa al otorgamiento de la pensión después del cese laboral del asegurado”, pues
su exigencia a quienes han terminado su relación laboral, por ser irrazonable, vulneraría su
derecho fundamental a la pensión.
21. Por ello, ha de establecerse como nuevo precedente vinculante que: La percepción del subsidio
de incapacidad temporal otorgado por EsSalud, no será exigible como condición previa al
otorgamiento de la pensión de invalidez del SCTR, cuando el vinculo laboral del asegurado haya
concluido, se determine que padece de una enfermedad profesional irreversible, y que esta, ha
tenido su origen en la actividad de riesgo que desarrollaba. En el caso de accidentes de trabajo, se
aplicará la misma regla cuando las secuelas del accidente producido durante la relación laboral, se
presenten luego del cese.
23. Para ello, debe tenerse en cuenta que la enfermedad profesional puede presentarse durante la relación
laboral o al término de ésta, ya que existen enfermedades profesionales que pueden manifestarse de
distintas maneras y que no impiden necesariamente seguir realizando la prestación de servicios. Por
ello, cuando la enfermedad profesional se presenta al término de la relación laboral, el responsable de la
pensión de invalidez es la compañía aseguradora o la entidad encargada que mantenía la póliza vigente
cuando se produjo el término de la relación laboral, ya que la invalidez se produjo durante la vigencia de
su póliza.
24. Por lo tanto, el Tribunal ha de reiterar como precedente vinculante que: en los procesos de amparo
cuya pretensión sea el otorgamiento de una pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790, los
emplazados tienen la carga de presentar los exámenes médicos de control anual y de retiro, para poder
demostrar que la denegación de otorgamiento no es una decisión manifiestamente arbitraria e
injustificada. Es más, en aquellos procesos de amparo en los que el demandante sea un extrabajador, los
emplazados deberán presentar el examen médico de retiro, pues si no lo hacen se presumirá que el
demandante a la fecha de su cese se encontraba enfermo y bajo la cobertura de invalidez de la
emplazada. Asimismo, en los procesos de amparo las emplazadas deberán adjuntar los contratos de
SCTR para determinar la vigencia de la póliza y la cobertura de invalidez durante la relación laboral del
demandante.
25. En cuanto a la exigencia de que exista un nexo o relación de causalidad entre la enfermedad
profesional y las labores desempeñadas para acceder a la pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º
18846 o su sustitutoria, la pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790, nos remitimos a las
consideraciones expuestas en los fundamentos 81 y 113 a 114 de la STC 10063-2006-PA/TC.
26. En el caso de las enfermedades profesionales originadas por la exposición a polvos minerales
esclerógenos, ha de precisarse su ámbito de aplicación y reiterarse como precedente vinculante que: en
el caso de la neumoconiosis (silicosis), la antracosis y la asbestosis, el nexo o relación de causalidad en
el caso de los trabajadores mineros que se laboran en minas subterráneas o de tajo abierto, se presume
siempre y cuando el demandante haya desempeñado las actividades de trabajo de riesgo señaladas en el
anexo 5 del Decreto Supremo N.º 009-97-SA, ya que son enfermedades irreversibles y degenerativas
causadas por la exposición a polvos minerales esclerógenos.
27. En el caso de la hipoacusia, al ser una enfermedad que puede ser de origen común o de origen
profesional, ha de reiterarse como precedente vinculante que: para determinar si la hipoacusia es una
enfermedad de origen ocupacional es necesario acreditar la relación de causalidad entre las condiciones
de trabajo y la enfermedad, para lo cual se tendrán en cuenta las funciones qué desempeñaba el
demandante en su puesto de trabajo, el tiempo transcurrido entre la fecha de cese y la fecha de
determinación de la enfermedad, además de las condiciones inherentes al propio lugar de trabajo, es
decir, que la relación de causalidad en esta enfermedad no se presume sino que se tiene que probar, dado
que la hipoacusia se produce por la exposición repetida y prolongada al ruido. Por tanto, los medios
probatorios que el demandante tiene que aportar al proceso de amparo para acreditar que la hipoacusia
que padece es una enfermedad profesional, esto es, para probar que existe un nexo o relación de
causalidad entre la enfermedad y el trabajo que desempeñaba, constituyen requisitos de procedencia.
28. Es doctrina reiterada de este Tribunal que en caso se incremente el grado de incapacidad o invalidez
provocado por el accidente de trabajo o la enfermedad profesional procede el reajuste del monto de la
pensión vitalicia o la pensión de invalidez. Ello debido a que la garantía institucional de la seguridad
social tiene una doble finalidad, por un lado, proteger a la persona frente a las contingencias de la vida;
y, por otro, elevar su calidad de vida.
Para fundamentar la procedencia del reajuste, este Tribunal en la STC 1008-2004-AA/TC, ha señalado
que: a) La improcedencia del reajuste desnaturalizaría la esencia misma del seguro, el cual está
concebido para cubrir la incapacidad laboral, resultando razonable, por lo tanto, que la pensión se
incremente a medida que el grado de incapacidad se incremente; b) El riesgo cubierto –la incapacidad
laboral producto de accidentes de trabajo o enfermedades profesionales– no es estático ni se agota, en
todos los casos, en el momento en que se produce el siniestro o se manifiesta la enfermedad; y c)
Existen accidentes de trabajo y, especialmente, enfermedades profesionales que generan una progresión
degenerativa de la incapacidad laboral y que son incurables, por ejemplo la neumoconiosis (silicosis).
29. Por lo tanto, el Tribunal ha de establecer como nuevo precedente vinculante que: procede el reajuste
del monto de la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 cuando se incremente el grado de
incapacidad, de incapacidad permanente parcial a incapacidad permanente total, o de incapacidad
permanente parcial a gran incapacidad, o de incapacidad permanente total a gran incapacidad.
Asimismo, procede el reajuste del monto de la pensión de invalidez de la Ley N.º 26790 cuando se
incremente el grado de invalidez, de invalidez permanente parcial a invalidez permanente total, o de
invalidez permanente parcial a gran invalidez, o de invalidez permanente total a gran invalidez.
2.10.§ La pensión mínima del Decreto Legislativo N.º 817 y su relación con la pensión vitalicia por
enfermedad profesional
30. Sobre este punto, este Tribunal ha de reiterar las consideraciones expuestas en los fundamentos 87 y
117 de la STC 10063-2006-PA/TC, en el sentido de que los montos de pensión mínima establecido por
la Cuarta Disposición Complementaria del Decreto Legislativo N.º 817 para los regímenes a cargo de la
ONP no son aplicables a la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 ni a su sustitutoria, la pensión
de invalidez de la Ley N.º 26790, básicamente, porque los accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales cubiertos por el Decreto Ley N.º 18846 no están comprendidos en el régimen del Decreto
Ley N.º 19990 y porque es una pensión adicional a la generada por el riesgo de la jubilación (edad y
aportaciones).
31. Por lo tanto, el Tribunal ha de reiterar como precedente vinculante que: los montos de pensión
mínima establecidos por la Cuarta Disposición Complementaria del Decreto Legislativo N.º 817 no son
aplicables a la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 ni a sus sustitutoria, la pensión de invalidez
de la Ley N.º 26790, debido a que ambas prestaciones se encuentran previstas para cubrir riesgos y
contingencias diferentes y se financian con fuentes distintas e independientes.
32. El marco normativo del arbitraje en el SCTR se encuentra previsto y desarrollado únicamente en el
Decreto Supremo N.º 003-98-SA. Así, en su artículo 9.º se establece que:
2.11.1.§. El arbitraje previsto en el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA
33. En cuanto a la regulación del arbitraje prevista en el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-
SA, debe señalarse que este Tribunal Constitucional, en el fundamento 120 de la STC 10063-2006-
PA/TC, ya se ha pronunciado sobre su inconstitucionalidad, por considerar que al normar un arbitraje
obligatorio se contraviene el principio de autonomía de la voluntad y el derecho a la tutela judicial
efectiva, en su vertiente de acceso a la justicia y al juez natural.
34. En este sentido, este Tribunal ha de reiterar como precedente vinculante que: cuando en un proceso
de amparo se demande el otorgamiento de una pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790 y al
Decreto Supremo N.º 003-98-SA, y la emplazada proponga una excepción de arbitraje o convenio
arbitral que tenga como fundamento el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA, el Juez deberá
desestimar bajo responsabilidad la excepción referida, debido a que la pretensión de otorgamiento de
una pensión de invalidez forma parte del contenido constitucionalmente protegido por el derecho a la
pensión, el cual tiene el carácter de indisponible, y porque la pensión de invalidez del SCTR tiene por
finalidad tutelar el derecho a la salud del asegurado que se ha visto afectado por un accidente de trabajo
o una enfermedad profesional, el cual tiene también el carácter de indisponible para las partes.
2.11.2.§. El arbitraje previsto en el artículo 25.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA
35. A diferencia del arbitraje obligatorio previsto en el artículo 9.º, el previsto en el artículo 25.º es un
arbitraje voluntario, que se inicia porque una de las partes está disconforme con el pronunciamiento del
Instituto Nacional de Rehabilitación, y que concluye con la resolución del Centro de Conciliación y
Arbitraje de la Superintendencia de Entidades Prestadoras de Salud.
36. Sobre el particular, debe tenerse presente que este Tribunal Constitucional en la STC 00061-2008-
PA/TC consideró que el arbitraje voluntario goza de la presunción de constitucionalidad debido a que su
inicio tiene como fundamento el principio de autonomía de la voluntad, que constituye la esencia y el
fundamento del proceso arbitral, por cuanto el arbitraje conlleva la exclusión de la vía judicial.
Asimismo, se estableció que el arbitraje voluntario, para que sea considerado constitucional, debe
cumplir con determinados requisitos en el momento de la instalación del órgano arbitral.
37. En este sentido, para que el proceso arbitral instaurado de manera voluntaria sea constitucional, debe
reiterarse como precedente vinculante que: en el momento de la instalación del órgano arbitral el árbitro
o árbitros deberán dejar constancia que informaron:
a. Las ventajas que brinda el arbitraje del Centro de Conciliación y Arbitraje de la
Superintendencia de Entidades Prestadoras de Salud.
b. Que para la resolución de su controversia se aplicará la jurisprudencia y los precedentes
vinculantes establecidos por el Tribunal Constitucional.
c. Que el asegurado o beneficiario, si lo prefiere, puede renunciar al arbitraje y preferir su juez
natural, que es el Poder Judicial.
d. Que contra el laudo arbitral cabe el recurso que prevé la Ley General de Arbitraje.
El arbitraje voluntario será inconstitucional si es iniciado por la Aseguradora Privada o por la Oficina de
Normalización Previsional y el asegurado o beneficiario no desea someterse a él.
38. Asimismo, cabe recordar que contra el laudo arbitral procede la demanda de amparo, siempre que se
haya agotado previamente el recurso que prevé la Ley General de Arbitraje y exista una resolución
judicial firme que resuelva dicho recurso.
39. En cuanto a la fecha en que se genera el derecho a la pensión vitalicia o pensión de invalidez, este
Tribunal en el precedente vinculante dictado en la STC 00061-2008-PA/TC ha precisado que la
contingencia debe establecerse desde la fecha de emisión del dictamen o certificado médico expedido
por una Comisión Médica Evaluadora o Calificadora de Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio de
Salud o de una EPS, que acredita la existencia de la enfermedad profesional, dado que la prestación
deriva justamente del mal que aqueja al demandante, y es a partir de dicha fecha que se debe abonar la
pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 o pensión de invalidez de la Ley N.º 26790 y sus normas
complementarias y conexas.
40. Por lo tanto, este Tribunal ha de reiterar como precedente vinculante que: la fecha en que se genera
el derecho, es decir, la contingencia debe establecerse desde la fecha del dictamen o certificado médico
emitido por una Comisión Médica Evaluadora o Calificadora de Incapacidades de EsSalud, o del
Ministerio de Salud o de una EPS, que acredita la existencia de la enfermedad profesional, dado que el
beneficio deriva justamente del mal que aqueja al demandante, y es a partir de dicha fecha que se debe
abonar la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 o pensión de invalidez de la Ley N.º 26790 y sus
normas complementarias y conexas.
41. Este Tribunal en los fundamentos 124 a 126 de la STC 10063-2006-PA/TC al analizar el artículo 88.º
del Decreto Supremo N.º 009-97-SA advirtió que la cobertura supletoria del SCTR que recae en la ONP,
como ente estatal encargado de la calificación de las pensiones vitalicias o pensiones de invalidez por
riesgos profesionales, solo se circunscribe a los riesgos por invalidez total permanente y pensión de
sobrevivencia, y opera siempre que la entidad empleadora se encuentre inscrita, es decir, que no cubre la
invalidez temporal e invalidez parcial permanente.
42. Pues bien, este Tribunal, con la finalidad de integrar el vacío normativo previsto en el artículo 88.º
del Decreto Supremo N.º 009-97-SA, ha de reiterar como precedente vinculante que: la cobertura
supletoria de la ONP establecida en el artículo 88.º del Decreto Supremo N.º 009-97-SA también
comprende a los riesgos por invalidez temporal e invalidez parcial permanente, si la entidad empleadora
se encuentra inscrita en el Registro de Entidades Empleadoras que desarrollan actividades de riesgo. En
estos casos, la ONP ha de repetir contra la entidad empleadora por el valor actualizado de las
prestaciones.
43. Este Tribunal en los fundamentos 140 y 146 de la STC 10063-2006-PA/TC desarrolló algunas reglas
procesales que deben tenerse presentes en los procesos de amparo cuya pretensión sea el otorgamiento
de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846, o de una pensión de invalidez conforme a
la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA, que requieren de una complementación para un
mejor desarrollo de los procesos constitucionales y la predictibilidad de las sentencias.
44. Como primera regla procesal, tenemos que precisar los efectos que generó establecer en la STC
10063-2006-PA/TC como regla vinculante que sólo los dictámenes o exámenes médicos emitidos por
las Comisiones Médicas Evaluadoras o Calificadoras de Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio de
Salud o de las EPS constituidas según Ley N.º 26790, constituyen la única prueba idónea para acreditar
en los procesos de amparo que una persona padece de una enfermedad profesional, y que, por ende,
tiene derecho a una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846, o a una pensión de invalidez
conforme a la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA.
45. Pues bien, teniendo en cuenta el criterio vinculante referido en el fundamento precedente, este
Tribunal ha de reiterar como precedentes vinculantes que:
a. Los jueces al calificar las demandas de amparo cuya pretensión sea el otorgamiento de
una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846, o de una pensión de invalidez conforme a
la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA, que aún no hayan sido admitidas a tramite,
deberán declararlas inadmisibles, concediéndole al demandante un plazo máximo de 60 días
hábiles para que presente, en calidad de pericia, el dictamen o certificado médico emitido por las
Comisiones Médicas Evaluadoras o Calificadoras de Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio
de Salud o de las EPS, bajo apercibimiento de archivarse el expediente.
b. En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite, y cuya pretensión sea el
otorgamiento de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846 o de una pensión de
invalidez conforme a la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA, los jueces deberán
requerirle al demandante para que presente en el plazo máximo de 60 días hábiles, como pericia,
el dictamen o certificado médico emitido por una Comisión Médica Evaluadora o Calificadora de
Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de una EPS, siempre y cuando el
demandante para acreditar la enfermedad profesional haya adjuntado a su demanda o
presentado durante el proceso un examen o certificado médico expedido por una entidad pública,
y no exista contradicción entre los documentos presentados.
46. Asimismo, resulta conveniente establecer qué sucede en aquellos casos en los que el
demandante no cumple con presentar el dictamen o certificado médico emitido por una Comisión
Médica Evaluadora o Calificadora de Incapacidades dentro del plazo de 60 días hábiles.
En este sentido, la segunda regla procesal que ha de establecerse como nuevo precedente es que:
en los procesos de amparo en que se haya solicitado al demandante como pericia el dictamen o
certificado médico emitido por una Comisión Médica Evaluadora o Calificadora de Incapacidades
y este no haya sido presentado dentro del plazo de 60 días hábiles, contados a partir de la fecha de
recepción del requerimiento, la demanda será declarada improcedente.
47. En cuanto a las reglas procesales reiteradas en el fundamento 45 supra, debe precisarse que
éstas sólo resultan aplicables a las demandas de amparo que se hayan interpuesto antes del 19 de
enero de 2008, pues en dicha fecha se publicaron en el diario oficial El Peruano las SSTC 6612-
2005-PA/TC y 10087-2005-PA/TC, que elevan a precedente vinculante las reglas contenidas en la
STC 10063-2006-PA/TC, que fue publicada en la pagina web de este Tribunal el 6 de diciembre de
2007.
48. En orden a lo indicado, debe establecerse la regla procesal que ha de aplicarse a las demandas
de amparo que sean interpuestas a partir del 19 de enero de 2008. En este sentido, la tercera regla
procesal que ha de establecerse como nuevo precedente vinculante es que:
a. Los jueces al calificar las demandas de amparo interpuestas a partir del 19 de enero de
2008, cuya pretensión sea el otorgamiento de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º
18846, o de una pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-
98-SA, la declararán improcedente si advierten que el demandante no ha adjuntado a su demanda
el dictamen o certificado médico emitido por las Comisiones Médicas Evaluadoras o Calificadoras
de Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de las EPS.
2. Finalmente, debe establecerse como última regla procesal en qué casos resulta válido imponer
sanciones a las partes. En este sentido, la cuarta regla procesal que ha de establecerse como nuevo
precedente vinculante es que: a la ONP y a las compañías de seguros que no apliquen los
precedentes vinculantes se les impondrá las medidas coercitivas previstas en el artículo 22.º del
CPConst. Asimismo, a los demandantes que interpongan demandas de amparo manifiestamente
infundadas por ser contrarias a los precedente vinculantes referidos, se les impondrá el pago de
los costos y costas del proceso por su actuación temeraria. Por otro lado, a los abogados se les
impondrá el pago de una multa, cuando en autos quede demostrado que tenían conocimiento de
que patrocinan procesos cuyas pretensiones son contrarias a los precedentes vinculantes.
3. Sobre la posibilidad de percibir una doble pensión por una misma enfermedad profesional,
debemos remitirnos al precedente vinculante originalmente establecido en la STC 10063-2006-PA,
y reconocido como precedente vinculante mediante las SSTC 6612-2005-PA y 10087-2005-PA, en
cuanto señala que “ningún asegurado que perciba pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º
18846 puede percibir por el mismo accidente de trabajo o enfermedad profesional o por el
incremento de su incapacidad laboral una pensión de invalidez conforme al Decreto Ley N.º 19990
o a la Ley N.º 26790”.
4. Respecto a los elementos de interés para la resolución del presente caso, debe señalarse que con
la Resolución N.º 11, de fecha 24 de mayo de 2005, dictada por la Sala Civil de la Corte Superior
de Justicia de Ica, en el proceso de amparo recaído en el Exp. N.º 2004-1846, obrante en autos
como acompañado, se prueba que a la Oficina de Normalización Previsional se le ordenó que le
otorgue al demandante una pensión de invalidez por enfermedad profesional conforme a la Ley
N.º 26790 y sus normas complementarias y conexas. Asimismo, debe destacarse que en el proceso
referido la demanda de amparo fue declarada fundada porque con el informe de evaluación
médica de fecha 20 de setiembre de 2003, que también ha sido presentado en el presente proceso,
se probó que el demandante adolece de neumoconiosis (silicosis) con 80% de incapacidad.
5. Por lo tanto, advirtiéndose que el demandante se encuentra percibiendo una pensión de invalidez por
enfermedad profesional conforme a la Ley N.º 26790, no resulta legítimo que pueda percibir una
segunda pensión de invalidez por la misma enfermedad profesional que padece, razón por la cual la
demanda debe ser desestimada.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
2. Conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, se reitera como
PRECEDENTES VINCULANTES las reglas contenidas en los fundamentos 9, 11, 12, 14, 16, 17, 18,
24, 26, 27, 31, 34, 37, 40, 42 y 45, que son las siguientes:
b. No se pierde el derecho a una pensión vitalicia por laborar como empleado, siempre y
cuando se haya laborado antes como obrero en el mismo centro de trabajo y durante la vigencia del
Decreto Ley N.º 18846, toda vez que el trabajo desempeñado como empleado no menoscaba el riesgo al
que estuvo expuesta la salud durante el desempeño del trabajo como obrero.
c. Los trabajadores empleados que nunca fueron obreros, o si lo fueron pero no en el mismo
centro de trabajo en que se desempeñan como empleados, se encuentran protegidos por la pensión de
invalidez del Decreto Ley N.º 19990 que en su inciso d) del artículo 25.º señala que el asegurado tiene
derecho a una pensión de invalidez cuando se haya producido por accidente común o de trabajo, o
enfermedad profesional, siempre que a la fecha de producirse el riesgo haya estado aportando, en
concordancia con lo previsto por el artículo 29.º del Decreto Supremo N.º 011-74-TR.
f. Resulta incompatible que un asegurado con gran invalidez perciba pensión de invalidez y
remuneración.
Resulta incompatible que un asegurado con invalidez permanente total perciba pensión de invalidez y
remuneración.
Resulta compatible que un asegurado con invalidez permanente parcial perciba pensión de invalidez y
remuneración.
g. Ningún asegurado que perciba pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846 puede
percibir por el mismo accidente de trabajo o enfermedad profesional o por el incremento de su
incapacidad laboral una pensión de invalidez conforme al Decreto Ley N.º 19990 o a la Ley N.º 26790 .
Asimismo, ningún asegurado que perciba pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790 puede
percibir por el mismo accidente de trabajo o enfermedad profesional una pensión de invalidez conforme
al Sistema Privado de Pensiones, ya que el artículo 115.º del Decreto Supremo N.º 004-98-EF establece
que la pensión de invalidez del SPP no comprende la invalidez total o parcial originada por accidentes
de trabajo o enfermedades profesionales.
h. En los procesos de amparo cuya pretensión sea el otorgamiento de una pensión de invalidez
conforme a la Ley N.º 26790, los emplazados tienen la carga de presentar los exámenes médicos de
control anual y de retiro, para poder demostrar que la denegación de otorgamiento no es una decisión
manifiestamente arbitraria e injustificada. Es más, en aquellos procesos de amparo en los que el
demandante sea un extrabajador, los emplazados deberán presentar el examen médico de retiro, pues si
no lo hacen se presumirá que el demandante a la fecha de su cese se encontraba enfermo y bajo la
cobertura de invalidez de la emplazada. Asimismo, en los procesos de amparo las emplazadas deberán
adjuntar los contratos de SCTR para determinar la vigencia de la póliza y la cobertura de invalidez
durante la relación laboral del demandante.
k. Los montos de pensión mínima establecidos por la Cuarta Disposición Complementaria del
Decreto Legislativo N.º 817 no son aplicables a la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 ni a sus
sustitutoria, la pensión de invalidez de la Ley N.º 26790, debido a que ambas prestaciones se encuentran
previstas para cubrir riesgos y contingencias diferentes y se financian con fuentes distintas e
independientes.
l. Cuando en un proceso de amparo se demande el otorgamiento de una pensión de invalidez
conforme a la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA, y la emplazada proponga una
excepción de arbitraje o convenio arbitral que tenga como fundamento el artículo 9.º del Decreto
Supremo N.º 003-98-SA, el Juez deberá desestimar bajo responsabilidad la excepción referida, debido a
que la pretensión de otorgamiento de una pensión de invalidez forma parte del contenido
constitucionalmente protegido por el derecho a la pensión, el cual tiene el carácter de indisponible, y
porque la pensión de invalidez del SCTR tiene por finalidad tutelar el derecho a la salud del asegurado
que se ha visto afectado por un accidente de trabajo o una enfermedad profesional, el cual tiene también
el carácter de indisponible para las partes.
o. La cobertura supletoria de la ONP establecida en el artículo 88.º del Decreto Supremo N.º
009-97-SA también comprende a los riesgos por invalidez temporal e invalidez parcial permanente, si la
entidad empleadora se encuentra inscrita en el Registro de Entidades Empleadoras que desarrollan
actividades de riesgo. En estos casos, la ONP ha de repetir contra la entidad empleadora por el valor
actualizado de las prestaciones.
p. Los jueces al calificar las demandas de amparo cuya pretensión sea el otorgamiento de una
pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846, o de una pensión de invalidez conforme a la Ley
N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA, que aún no hayan sido admitidas a tramite, deberán
declararlas inadmisibles, concediéndole al demandante un plazo máximo de 60 días hábiles para que
presente, en calidad de pericia, el dictamen o certificado médico emitido por las Comisiones Médicas
Evaluadoras o Calificadoras de Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de las EPS, bajo
apercibimiento de archivarse el expediente.
En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite, y cuya pretensión sea el otorgamiento de
una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º 18846 o de una pensión de invalidez conforme a la
Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-98-SA, los jueces deberán requerirle al demandante para
que presente en el plazo máximo de 60 días hábiles, como pericia, el dictamen o certificado médico
emitido por una Comisión Médica Evaluadora o Calificadora de Incapacidades de EsSalud, o del
Ministerio de Salud o de una EPS, siempre y cuando el demandante para acreditar la enfermedad
profesional haya adjuntado a su demanda o presentado durante el proceso un examen o certificado
médico expedido por una entidad pública, y no exista contradicción entre los documentos presentados.
En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite en los que el demandante haya
presentado un certificado o examen médico emitido por un organismo privado o médico particular para
probar que padece de una enfermedad profesional, los jueces no han de solicitarle la pericia referida,
sino declarar improcedente la demanda, pues los certificados o exámenes médicos referidos no tienen
eficacia probatoria dentro del proceso constitucional de amparo para acreditar que el demandante
padece de una enfermedad profesional.
2. Conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, se establecen
como nuevos PRECEDENTES VINCULANTES las reglas contenidas en los fundamentos 21, 29, 46,
48 y 49, que son las siguientes:
b. Procede el reajuste del monto de la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º 18846 cuando
se incremente el grado de incapacidad, de incapacidad permanente parcial a incapacidad
permanente total, o de incapacidad permanente parcial a gran incapacidad, o de incapacidad
permanente total a gran incapacidad. Asimismo, procede el reajuste del monto de la pensión de
invalidez de la Ley N.º 26790 cuando se incremente el grado de invalidez, de invalidez permanente
parcial a invalidez permanente total, o de invalidez permanente parcial a gran invalidez, o de
invalidez permanente total a gran invalidez.
d. Los jueces al calificar las demandas de amparo interpuestas a partir del 19 de enero de
2008, cuya pretensión sea el otorgamiento de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley N.º
18846, o de una pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 003-
98-SA, la declararán improcedente si advierten que el demandante no ha adjuntado a su demanda
el dictamen o certificado médico emitido por las Comisiones Médicas Evaluadoras o Calificadoras
de Incapacidades de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de las EPS.
Publíquese y notifíquese.
SS.
MESÍA RAMÍREZ
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
BEAUMONT CALLIRGOS
CALLE HAYEN
STC N.° 4762-2007-AA Caso Alejandro Tarazona Valverde
Fallo Fundada
Aplicación en el Inmediata
Tiempo
Notas --
EXP. N.º 04762-2007-PA/TC
SANTA
ALEJANDRO TARAZONA
VALVERDE
En Lima, a los 22 días del mes de setiembre de 2008, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Landa Arroyo,
Beaumont Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Alejandro Tarazona Valverde contra la
sentencia de la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Santa, de fojas 126, su fecha 12 de
julio de 2007, que declara infundada la demanda de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 7 de julio de 2006 el recurrente interpone demanda de amparo contra la Oficina de
Normalización Previsional (ONP), solicitando que se declare inaplicable la Resolución N.° 0000040058-
2005-ONP/DC/DL 19990, de fecha 10 de mayo de 2005; y que en consecuencia se le otorgue pensión de
jubilación conforme al artículo 47.° del Decreto Ley N.º 19990, con el abono de las pensiones devengadas y
los intereses legales correspondientes.
La emplazada contesta la demanda alegando que el demandante no reúne los requisitos establecidos en el
artículo 47.º del Decreto Ley N.º 19990 para tener derecho a una pensión del régimen especial de
jubilación, debido a que no ha nacido antes del 1 de julio de 1931.
El Quinto Juzgado Especializado en lo Civil de Chimbote, con fecha 5 de marzo de 2007, declara
fundada en parte la demanda, por considerar que el demandante ha cumplido con acreditar que cuenta con
los requisitos establecidos en el artículo 44.º del Decreto Ley N.° 19990 para acceder a una pensión de
jubilación adelantada.
La recurrida, revocando la apelada, declara infundada la demanda, por estimar que el demandante
pretende acreditar sus años de aportaciones con unos certificados de trabajo que no resultan idóneos para el
reconocimiento de años de aportaciones conforme al artículo 54.º del Decreto Supremo N.º 011-74-TR.
FUNDAMENTOS
2. El demandante alega que la resolución cuestionada vulnera su derecho fundamental a la pensión, por
cuanto no le reconoce sus aportaciones efectuadas desde el 21 de agosto de 1964 hasta el 22 de mayo de
1992, por Electro Cerámica Chimbote, por lo que solicita que se le reconozca dicho periodo de
aportaciones y que se le otorgue pensión de jubilación conforme al artículo 47.º del Decreto Ley N.º
19990. En consecuencia, su pretensión está comprendida en el supuesto previsto en el fundamento 37.b)
de la citada sentencia, motivo por el cual corresponde analizar el fondo de la cuestión controvertida.
3. Por su parte la ONP aduce que existe la imposibilidad material de acreditar la totalidad de aportaciones
efectuadas desde el 21 de agosto de 1964 hasta el 22 de mayo de 1992, por Electro Cerámica Chimbote,
debido a que de la revisión de sus planillas sólo se ha podido constatar y reconocer las aportaciones de
1971 a 1974, una semana de 1979, y varias semanas entre 1985 y 1992.
4. Delimitados de este modo los términos del debate, este Tribunal Constitucional, dada la recurrencia
creciente de este tema, considera conveniente revisar su jurisprudencia respecto a los medios probatorios
que permiten acreditar periodos de aportaciones que son considerados por la ONP como años de
aportaciones no acreditados, bajo el argumento de que no han sido probados fehacientemente o de que
existe la imposibilidad material de acreditarlos.
Ello porque en un gran número de procesos de amparo que tienen por finalidad la tutela del derecho
fundamental a la pensión, la controversia se centra en determinar si el demandante cuenta con el periodo
de aportaciones que establece la ley para acceder a la pensión solicitada, lo que comporta siempre la
necesidad de evaluar la idoneidad, la probidad y la eficacia de los medios probatorios aportados por las
partes para poder determinar si efectivamente el demandante cumple o no con los años de aportaciones,
ya que el derecho fundamental a la pensión es de configuración legal.
5. Además, debe tenerse presente que el derecho fundamental a la pensión tiene naturaleza de derecho
social, que como tal impone a los poderes públicos la obligación de proporcionar las prestaciones
adecuadas con la finalidad de subvenir las necesidades mínimas y vitales de los pensionistas para
permitirles alcanzar y satisfacer adecuadamente el ejercicio del derecho a una vida digna.
6. La prueba en los procesos constitucionales, como en cualquier otra clase de proceso o de procedimiento,
se orienta a acreditar o a determinar la existencia o inexistencia de hechos controvertidos o litigiosos que
son relevantes para adoptar la decisión. La prueba debe estar orientada hacia la búsqueda de decisiones
que, para ser justas, deban fundarse sobre una determinación verdadera de los hechos afirmados por las
partes en el proceso, que, después de los actos postulatorios (demanda y contestación), resulten
controvertidos y relevantes para adoptar la decisión.
7. Así, en los procesos constitucionales la prueba tiene como función demostrar o acreditar que la amenaza
de vulneración alegada por el demandante es cierta y de inminente realización, o que la vulneración del
derecho fundamental alegado ha sido producida de manera real y efectiva, o que se ha convertido en
irreparable.
Ello con la finalidad de que el Juez en la sentencia, cuando sea estimativa, pueda ordenar la reposición
de las cosas al estado anterior, o disponer que el emplazado no vuelva a incurrir en las acciones u
omisiones que motivaron la interposición de la demanda, y cuando sea desestimativa, pueda condenar al
demandante al pago de costas y costos en caso de que su actuación haya sido manifiestamente temeraria.
8. En tal sentido son las partes las que deben aportar los hechos al proceso. Ello quiere decir que sobre las
partes, recae y se distribuye la carga de probar los hechos controvertidos en el proceso. De este modo el
demandante tiene la carga de probar los hechos afirmados que sustentan su pretensión, mientras que el
demandado tiene la carga de probar los hechos que afirma y los que contradice.
2.1§ La ausencia de etapa probatoria en los procesos constitucionales
9. Conforme al artículo 9.º del Código Procesal Constitucional (CPConst.), en los procesos constitucionales
no existe etapa probatoria. Sólo son procedentes los medios probatorios que no requieren actuación, lo
que no impide la realización de las actuaciones probatorias que el Juez considere indispensables, sin
afectar la duración del proceso.
10. La ausencia de etapa probatoria en el proceso de amparo se deriva de la finalidad y del objeto del
proceso, ya que en él no se dilucida la titularidad de un derecho, como sucede en otros, sino sólo se
restablece su ejercicio ante una afectación manifiestamente arbitraria o irrazonable. Por ello, para que se
pueda emitir un pronunciamiento de fondo, es preciso no solo que no se encuentre en discusión la
titularidad del derecho constitucional que se alega vulnerado, sino, incluso, que quien sostiene que ha
sido afectado en su ejercicio acredite la existencia del acto reclamado. Ello quiere decir que la titularidad
del derecho cuya vulneración o amenaza de vulneración se alega debe ser cierta e indubitable, y no
controvertida o dudosa.
11. De ahí que el amparo constituya un proceso en el que el Juez no tiene, en esencia, que actuar pruebas,
sino solo juzgar la legitimidad o ilegitimidad constitucional del acto reputado como lesivo, pues, en tanto
vía de tutela urgente, este proceso requiere ser rápido, sencillo y efectivo. Por ello, en el proceso de
amparo se está a la prueba de actuación inmediata, instantánea y autosuficiente que se adjunta cuando se
demanda o se contesta.
12. Por ello es que, en los procesos de amparo no pueden dilucidarse pretensiones que tengan como finalidad
la restitución de un derecho fundamental cuya titularidad sea incierta o litigiosa, o que se fundamenten
en hechos contradictorios, o controvertidos, o que requieran la actuación de medios probatorios
complejos. Sin embargo, ello no impide que el Juez pueda solicitar la realización de actuaciones
probatorias complejas cuando las estime necesarias e indispensables para determinar la ilegitimidad o
legitimidad constitucional del acto reputado como lesivo.
13. En cuanto a la responsabilidad de la retención y pago de aportación, debe destacarse que el Decreto Ley
N.º 19990 parte de la premisa de que el empleador actúa como agente de retención, es decir, como el que
procede a retener el aporte que efectúa el trabajador y a entregarlo a la entidad competente. Por ello, el
artículo 11.º del Decreto Ley N.º 19990 establece que:
Los empleadores y las empresas de propiedad social, cooperativas o similares, están obligados a
retener las aportaciones de los trabajadores asegurados obligatorios en el montepío del pago de sus
remuneraciones y a entregarlas a Seguro Social del Perú, conjuntamente con las que dichos
empleadores o empresas deberán abonar, por el término que fije el Reglamento, dentro del mes
siguiente a aquél en que se presto el trabajo. Si las personas obligadas no retuvieren en la
oportunidad indicada las aportaciones de sus trabajadores, responderán por su pago, sin derecho a
descontárselas a estos.
14. Asimismo, debe destacarse que el Decreto Ley N.º 19990 consideraba como periodos de aportación los
días, meses y semanas en que presten o hayan prestado servicios los trabajadores, aun cuando el
empleador no hubiese pagado las aportaciones a la entidad gestora, por tener éste la condición de agente
retención. Así, en la redacción original del primer párrafo del artículo 70.º se establecía que:
Para los asegurados obligatorios son períodos de aportación los meses, semanas o días en que
presten, o hayan prestado servicios que generen la obligación de abonar las aportaciones a que se
refieren los artículos 7 al 13, aún cuando el empleador, o la empresa de propiedad social, cooperativa
o similar, no hubiese efectuado el pago de las aportaciones (subrayado agregado).
Sin embargo, esta redacción original del primer párrafo del artículo 70.º del Decreto Ley N.º 19990 fue
modificada por la Cuarta Disposición Transitoria y Final de la Ley N.º 28991, eliminándose la frase “aun
cuando el empleador, o la empresa de propiedad social, cooperativa o similar, no hubiese efectuado el
pago de las aportaciones”, quedando redactado de la siguiente manera:
Para los asegurados obligatorios son períodos de aportación los meses, semanas o días en que
presten, o hayan prestado servicios que generen la obligación de abonar las aportaciones a que se
refieren los artículos 7 al 13.
15. Pues bien, teniendo en cuenta la nueva redacción del primer párrafo del artículo 70.º del Decreto Ley N.º
19990 se impone determinar si la modificación referida ha suprimido la presunción iuris et de iure de
que se considere aportaciones efectivas a la retención del aporte efectuado por el empleador a la
remuneración del trabajador que no es pagada a la entidad gestora. Para resolver esta cuestión debe
tenerse presente la posición que ocupa el trabajador, el empleador y la entidad gestora en la relación
laboral-previsional de retención y pago de aportaciones al Sistema Nacional de Pensiones.
16. Sobre el particular, este Tribunal considera que la modificación del artículo 70.º del Decreto Ley N.º
19990 en nada afecta la responsabilidad de los empleadores por la retención y pago de las aportaciones
al Sistema Nacional de Pensiones, pues si bien en la nueva redacción se ha eliminado la frase “aun
cuando el empleador, o la empresa de propiedad social, cooperativa o similar, no hubiese efectuado el
pago de las aportaciones”, ello no implica que las aportaciones retenidas y no pagadas sean consideradas
como aportaciones no efectuadas; por el contrario, las aportaciones retenidas y no pagadas por los
empleadores deben ser consideradas como aportaciones efectivas, pues la modificación referida no
enerva la calidad de los empleadores como agentes de retención de las aportaciones de los trabajadores.
17. Asimismo, debe tenerse en cuenta que en la relación de retención y pago de aportaciones al Sistema
Nacional de Pensiones, el trabajador ocupa una posición de desventaja, pues si bien él efectúa la
aportación, es el empleador quien la retiene y la paga efectivamente ante la entidad gestora, es decir, es
el responsable exclusivo de que las aportaciones ingresen al fondo de pensiones. Por su parte el
empleador, al actuar como agente de retención, asume una posición de ventaja frente al trabajador por
recaer en su accionar la posibilidad de que las aportaciones se realicen de manera efectiva, ya que puede
retenerla de la remuneración del trabajador pero no pagarla ante la entidad gestora, pues el trabajador, en
calidad de asegurado obligatorio, ocupa un rol de inacción y, por ello, está liberado de toda
responsabilidad por el depósito de las aportaciones ante la entidad gestora. Ello implica también que la
entidad gestora frente al empleador mantiene una posición de ventaja, ya que le puede imponer una
multa por incumplimiento de pago de aportaciones retenidas o exigirle mediante los procedimientos
legales el cobro de las aportaciones retenidas.
18. Por lo tanto, los asegurados obligatorios del Sistema Nacional de Pensiones nunca se encuentran en la
posibilidad efectiva de realizar directamente el pago de sus aportaciones a la entidad gestora, razón por
la cual las aportaciones retenidas pero no pagadas al Sistema Nacional de Pensiones serán consideradas
para determinar el total de años de aportaciones, pues su pago es responsabilidad exclusiva del
empleador.
19. Ello quiere decir que el incumplimiento de la obligación de abonar las aportaciones por el empleador no
puede perjudicar al trabajador, ya que si existe incumplimiento en este aspecto, la ONP o la entidad
gestora competente debe hacer uso de los procedimientos de cobranza y de las sanciones previstas por la
ley para cobrarle al empleador las aportaciones retenidas y no pagadas. En consecuencia, en todos los
casos en que se hubiera probado adecuadamente la relación de trabajo, deberá equipararse el periodo de
labores como periodo de aportaciones efectivas al Sistema Nacional de Pensiones.
20. Además, debe considerarse que a partir de la fecha de entrada en vigencia de la Ley N.º 27334 y del
Decreto Supremo N.º 039-2001-EF el incumplimiento del pago de las aportaciones constituye un
problema de carácter tributario-laboral entre el ente recaudador de la ONP –ahora, la Superintendencia
Nacional de Administración Tributaria– y el mismo empleador.
Y es que, como lo señala la Defensoría del Pueblo, la no verificación del aporte efectivo es un problema
tributario entre el empleador y la SUNAT, ajeno al trabajador, teniendo la entidad recaudadora sus
propias herramientas para exigir su cobro1[1].
21. Al respecto, el criterio sentado por este Tribunal Constitucional ha sido el de considerar a los certificados
de trabajo presentados en original, en copia legalizada o en copia simple, como medios probatorios
idóneos y suficientes para demostrar periodos de aportaciones que han sido considerados por la ONP
como aportaciones no acreditadas.
Ello debido a que, luego de una interpretación conjunta de los artículos 11.º y 70.º del Decreto Ley N.º
19990 el Tribunal llegó a la conclusión de que, en el caso de los asegurados obligatorios, los meses,
semanas o días en que presten, o hayan prestado servicios que generen la obligación de abonar las
aportaciones, son considerados como periodos de aportaciones efectivas, aunque el empleador no
hubiese efectuado el pago de las aportaciones, debido a que está obligado a retenerlas de los
trabajadores. Es más, dicha argumentación se ha visto reforzada con la cita del artículo 13.º del Decreto
Ley N.º 19990, que dispone que la ONP se encuentra obligada a iniciar el procedimiento coactivo si el
empleador no cumple con efectuar el abono de las aportaciones indicadas.
Esta línea jurisprudencial ha sido reiterada uniformemente por este Tribunal y es la que se reafirma,
luego de la modificación del artículo 70.º del Decreto Ley N.º 19990, tal como se ha sustentado en los
fundamentos precedentes.
22. Sin embargo debe destacarse que a partir de este criterio jurisprudencial, durante el desarrollo de los
procesos de amparo en materia pensionaria este Tribunal ha podido detectar, entre otros casos, algunos
en los cuales se han presentado documentos falsos para acreditar años de aportaciones no reconocidos
por la ONP.
En cuanto al primer certificado de trabajo, debe señalarse que los datos consignados en el no pueden
ser ciertos, puesto que el notario referido fue destituido mediante la Resolución del Consejo del
Notariado N.° 005-93-JUS/CN, de fecha 20 de julio de 1993. Por tanto, el demandante no pudo
trabajar en la notaría referida hasta el 30 de julio de 1995, porque don Daniel Alejandro Céspedes
Marín fue destituido del cargo de notario en el año de 1993.
23. De otro lado, también debe tenerse presente que durante el desarrollo de los procesos de amparo en
materia pensionaria, el Tribunal ha podido detectar otros casos en los cuales el demandante, para
acreditar periodos de aportación, ha presentado certificados de trabajo que han sido expedidos por
terceros o certificados de trabajo que son contradictorios en su contenido.
En la STC 4332-2005-PA/TC, el Tribunal declaró infundada la demanda de amparo interpuesta por don
Heraclio Barranzuela Cienfuegos contra la ONP, debido a que los certificados de trabajo que presentó
para acreditar que contaba con 20 años de aportaciones para acceder a una pensión de jubilación, habían
sido expedidos por terceras personas y eran contradictorios. En tal sentido, para desestimar la demanda
se precisó que:
(...) se advierte a fojas 65 del cuadernillo formado ante este Tribunal, un certificado de trabajo
firmado por Manuel Rangel Castro, sosteniendo ser ex empleado de la oficina de la ex hacienda
Yapatera, la misma que fue de propiedad de la señora Josefina Checa viuda de Mc Donald;
1
certificado donde se afirma que el recurrente trabajó para la referida hacienda desde 1950 hasta
1971; pero también obra en el expediente, a fojas 6, otro certificado de trabajo firmado por Miguel
Torres Carrasco - adjuntado por el recurrente junto con la presente demanda -, que tiene por fecha el
mes de mayo de 2004, quien también afirma ser ex empleado (apuntador general) de la ex hacienda
Compañía Agrícola Yapatera S.A. y que ésta fue de propiedad de la señora Josefa Checa de Mc
Donald. Según este certificado, el recurrente trabajó para la referida hacienda desde 1953 hasta el 30
de diciembre de 1957. Con estos documentos el recurrente pretende acreditar que reúne los 20 años
de aportaciones necesarios para obtener su pensión de jubilación; sin embargo, al estar firmados por
terceros y no por su ex empleador, no podrían ser tomados como medios de prueba para acreditar su
relación laboral. Más aún, se advierte contradicción entre ellos: mientras el documento que obra a
fojas 6 sostiene que el recurrente laboró desde el año 1953 hasta diciembre del año 1957 en la
referida hacienda, el documento que obra a fojas 65 del cuadernillo formado ante este Tribunal,
sostiene que lo hizo desde el año 1950 hasta el año 1971. Es decir, no sólo su validez está en
cuestión, sino también su veracidad, lo que hace imposible acreditar con ellos ni la relación laboral
ni el tiempo efectivamente laborado que determine los años de aportaciones que se le habrían
desconocido al recurrente (...).
24. Finalmente, debe destacarse que durante el desarrollo de los procesos de amparo en materia pensionaria
este Tribunal también ha podido detectar casos en los cuales el demandante solicita el reconocimiento de
años de aportaciones sin que presente algún medio probatorio que los acredite.
Así, en la STC 10465-2006-PA/TC, el Tribunal declaró infundada la demanda de amparo interpuesta por
don Edilberto Dueñas Coronado contra la ONP. En dicha causa, el demandante solicitaba que se le
reconociera un total de 33 años aportaciones, en vez de los 27 años de aportaciones que le había
reconocido la ONP. Al analizar la controversia, el Tribunal desestimó la demanda porque:
(...) para acreditar dichos años de aportaciones, el demandante no ha[bía] adjuntado ningún medio
probatorio (certificados de trabajo, boletas de pago, liquidación de tiempo de servicios, resumen de
aportaciones, entre otros).
(...) no se puede verificar si efectivamente el recurrente tiene acreditado su derecho respecto a dichos
años de aportación por cuanto no ha presentado documentos con los que al menos pruebe la relación
laboral con sus distintos empleadores durante el referido tiempo.
25. Por lo tanto, teniendo presente que el criterio reseñado ha sido aprovechado abusivamente por los
demandantes, el Tribunal Constitucional, en ejercicio de sus funciones de ordenación y de pacificación, y
haciendo uso de la facultad conferida por el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, estima pertinente establecer precedentes de observancia obligatoria respecto de las reglas
que deben observar los jueces que conocen procesos de amparo para la acreditación de periodos de
aportaciones considerados como no acreditados por la ONP.
Cabe destacar que estas reglas particulares que han de seguir los jueces que conozcan procesos de
amparo, para determinar cuándo un demandante ha acreditado fehacientemente periodos de aportaciones,
tiene su razón de ser no solo por la inexistencia de estación probatoria en el proceso de amparo, sino
también porque el criterio referido ha sido utilizado maliciosamente por los demandantes.
b. La ONP, cuando conteste la demanda de amparo, tiene la carga procesal de adjuntar como medio
probatorio el expediente administrativo de otorgamiento de pensión o copia fedateada de éste. Ello con la
finalidad de poder determinar con certeza si la denegación de otorgamiento o el desconocimiento de un
mayor período de aportaciones ha sido arbitraria o se encuentra justificada. Y es que, si se está
cuestionando la presunta violación del derecho a la pensión, corresponde que la autoridad jurisdiccional
tenga a la vista los mismos actuados o, cuando menos, los documentos presentados ante la autoridad
administrativa, y aquellos en los que dicha autoridad funda su pronunciamiento, a fin de determinar si se
produjo o no la violación alegada.
d. En los procesos de amparo que se inicien con posterioridad a la publicación de esta sentencia, la ONP,
cuando conteste la demanda, tiene el deber de cumplir con presentar el expediente administrativo de
otorgamiento de pensión o copia fedateada de éste. En caso de que no cumpla con su carga procesal de
adjuntar como medio probatorio el expediente administrativo, el juez aplicará el principio de prevalencia
de la parte quejosa, siempre y cuando los medios probatorios presentados por el demandante resulten
suficientes, pertinentes e idóneos para acreditar años de aportaciones, o aplicará supletoriamente el
artículo 282.º del Código Procesal Civil.
e. No resulta exigible que los jueces soliciten el expediente administrativo de otorgamiento de pensión o
copia fedateada de éste, cuando se está ante una demanda manifiestamente fundada. Para estos efectos se
considera como una demanda manifiestamente fundada, aquella en la que se advierta que la ONP no ha
reconocido periodos de aportaciones que han sido acreditados fehacientemente por el demandante bajo el
argumento de que han perdido validez; que el demandante ha tenido la doble condición de asegurado y
empleador; y que según la Tabla Referencial de Inicio de Aportaciones por Zonas, establecida por el
antiguo Instituto Peruano de Seguridad Social, en esa zona aún no se empezaba a cotizar.
f. No resulta exigible que los jueces soliciten el expediente administrativo de otorgamiento de pensión o
copia fedateada de éste, cuando se está ante una demanda manifiestamente infundada. Para estos efectos,
se considera como una demanda manifiestamente infundada, aquella en la que se advierta que el
demandante solicita el reconocimiento de años de aportaciones y no ha cumplido con presentar prueba
alguna que sustente su pretensión; cuando de la valoración conjunta de los medios probatorios aportados
se llega a la convicción de que no acreditan el mínimo de años de aportaciones para acceder a una
pensión de jubilación; o cuando se presentan certificados de trabajo que no han sido expedidos por los ex
empleadores sino por terceras personas.
27. Los artículos 47.º y 48.º del Decreto Ley N.º 19990, vigentes antes de la promulgación del Decreto Ley
N.º 25967, constituyen las disposiciones legales que configuran el derecho constitucionalmente
protegido para acceder a la pensión reclamada. En ellos se establece que tienen derecho a pensión del
régimen especial de jubilación los hombres que: a) cuenten 60 años siempre que hayan nacido antes del
1 de julio de 1931; b) hayan estado inscritos en las Cajas de Pensiones de la Caja Nacional de Seguro
Social o del Seguro Social del Empleado; y, c) acrediten, por lo menos, cinco años de aportaciones,
siempre que sean asegurados obligatorios o que, habiéndolo sido, opten por la continuación facultativa.
28. En el caso de autos, según el Documento Nacional de Identidad obrante a fojas 36, el actor nació el 25 de
noviembre de 1949, es decir, con posterioridad a la fecha señalada en el artículo 47.º del Decreto Ley N.º
19990 para tener derecho a adquirir una pensión de jubilación conforme al régimen especial, por lo que
dicho régimen de jubilación no le resulta aplicable.
29. No obstante, este Colegiado considera que en atención al contenido de la resolución cuestionada,
procede la aplicación del principio iura novit curia, consagrado en el artículo VIII del Código Procesal
Constitucional. En consecuencia, en el presente caso la configuración legal del derecho a la pensión del
demandante se analizará según lo dispuesto por las normas que regulan el régimen de jubilación
adelantada establecido en el Decreto Ley N.º 19990, así como por sus modificatorias.
30. Conforme al artículo 44.º del Decreto Ley N.º 19990, para tener derecho a una pensión de jubilación
adelantada se requiere tener, en el caso de los hombres, como mínimo, 55 años de edad y 30 años
completos de aportaciones.
32. Para demostrar la titularidad del derecho a la pensión y el cumplimiento de los requisitos legales que lo
configuran, el demandante ha adjuntado a su demanda dos certificados de trabajo obrantes a fojas 9 y 14,
y dos liquidaciones de beneficios sociales obrantes a fojas 10 y 11, que acreditan que ha trabajado para
Electro Cerámica Chimbote S.A. desde el 21 de agosto de 1964 hasta el 22 de mayo de 1992.
Consecuentemente, en aplicación de los artículos 11.º y 70.º del Decreto Ley N.° 19990, dicho periodo
deberá ser tomado en cuenta como periodo de aportaciones para efectos de otorgarle pensión de
jubilación, aun cuando el empleador no hubiese hecho el pago de las aportaciones correspondientes, toda
vez que la demandada debe efectuar la cobranza de las aportaciones indicadas de acuerdo con las
facultades que le otorga la ley, haciendo uso de los apremios que resulten necesarios para dicho fin.
33. Por tanto, tomando en cuenta la documentación mencionada, el actor acredita 21 años y 4 meses de
aportaciones al Sistema Nacional de Pensiones, los cuales, sumados a los 17 años y 5 meses de
aportaciones reconocidos por la demandada, hacen un total de 38 años y 9 meses de aportaciones.
Asimismo, con el Documento Nacional de Identidad obrante a fojas 36, se acredita que el demandante
nació el 25 de noviembre de 1949, y que cumplió los 55 años el 25 de noviembre de 2004.
34. Siendo así, el demandante reúne todos los requisitos legales exigidos para la percepción de la pensión de
jubilación adelantada; y, consiguientemente, se ha desconocido arbitrariamente el derecho constitucional
a la pensión que le asiste, por lo que la demandada debe abonarle las pensiones devengadas de
conformidad con el artículo 81.º del Decreto Ley 19990, para lo cual deberá tener en cuenta la fecha de
apertura del Expediente N.º 00900037205, en el que consta la solicitud de la pensión denegada.
35. Adicionalmente se debe ordenar a la emplazada que efectúe el cálculo de los devengados
correspondientes desde la fecha del agravio constitucional, así como el de los intereses legales generados
de acuerdo con la tasa señalada en el artículo 1246.º del Código Civil, y que proceda a su pago en la
forma establecida por la Ley N.º 28798.
36. Habiéndose acreditado que la emplazada ha vulnerado el derecho constitucional a la pensión,
corresponde, de conformidad con el artículo 56.º del Código Procesal Constitucional, ordenar a dicha
entidad que asuma los costos procesales, los cuales deberán ser liquidados en la etapa de ejecución de la
presente sentencia.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
2. Ordenar que la emplazada cumpla con otorgarle al recurrente una pensión de jubilación adelantada con
arreglo al artículo 44.º del Decreto Ley N.° 19990, y que le abone las pensiones devengadas e intereses
legales correspondientes, así como los costos procesales en la etapa de ejecución de la sentencia.
3. Declarar que los criterios previstos en el fundamento 26, supra, constituyen precedente vinculante
inmediato de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst.
Publíquese y notifíquese.
En Lima, al 24 días del mes de setiembre de 2008, el Tribunal Constitucional en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Landa Arroyo, Beaumot
Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Alfredo De La Cruz Curasma contra la
sentencia de la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 109, su fecha 16 de marzo
de 2006, que declara fundada en parte la demanda de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 13 de setiembre de 2004 el recurrente solicita que se declare inaplicable la Resolución
0000049744-2004-ONP/DC/DL 19990, de fecha 13 de julio de 2004, y que en consecuencia se le otorgue
pensión de jubilación minera conforme a la Ley 25009. Asimismo solicita el reintegro de los montos dejados
de percibir, por haberse denegado el reconocimiento de su derecho pensionario.
El Segundo Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con fecha 23 de junio de 2005, declara
improcedente la demanda, considerando que para afianzar la validez del certificado de trabajo presentado se
debió acompañar los documentos detallados en el reglamento del Decreto Ley 19990.
FUNDAMENTOS
§ Procedencia de la demanda
4. Por tanto este Tribunal se pronunciará respecto a las aportaciones no reconocidas durante el periodo
1958-1968, para determinar si con éstas el demandante alcanza el mínimo de años de aportaciones
requerido para acceder a la pensión reclamada.
§ Devengados e intereses
5. Antes del análisis de la controversia, este Colegiado considera necesario pronunciarse sobre el
precedente vinculante establecido en el fundamento 15 del Caso Sánchez-Lagomarcino Ramírez (STC
2877-2005-HC), publicado en el diario oficial El Peruano el 11 de julio de 2006.
7. En el literal d) del fundamento 15 se aborda el tema del “pago de accesorios”, detallándose algunos
casos en los que los demandantes acuden al amparo para cuestionar exclusivamente pagos accesorios a
la pensión o presentan un RAC con esta única finalidad, supuestos en los que este Tribunal declaraba
fundada las pretensiones.
8. Al respecto tomando como referencia lo dispuesto en el fundamento 37.g, sobre reajustes pensionarios,
del Caso Anicama (STC 1417-2005-AA), en el párrafo final del fundamento 15 inciso d) se establece
como precedente vinculante, lo siguiente:
10. A partir del precedente vinculante referido en el párrafo que antecede, la Oficina de Normalización
Previsional ha interpuesto RACs cuando en sede judicial se ha estimado el pago de accesorios junto
con la pretensión principal, y por su lado los demandantes han hecho lo propio cuando no se ha
estimado o se ha omitido el pronunciamiento sobre el pago de accesorios en los casos que han logrado
pronunciamiento favorable respecto de la pretensión principal.
11. Así las cosas este Colegiado advierte, luego de la revisión de su propia jurisprudencia en la materia,
que resulta necesario replantear su precedente sobre el pago de accesorios con la finalidad de que los
jueces constitucionales emitan pronunciamientos uniformes respecto de este tema.
12. En consecuencia por la naturaleza restitutoria del amparo, este Tribunal considera que, verificada la
vulneración del derecho fundamental a la pensión, corresponde ordenar la subsanación de tal
vulneración desde la fecha en que se produjo, con el consiguiente reintegro económico de lo dejado de
percibir por concepto de pensiones.
13. Por lo manifestado en el párrafo que antecede este Tribunal, en ejercicio de su función ordenadora y
pacificadora, conviene en precisar el precedente que determinó la improcedencia en la vía
constitucional de las pretensiones sobre pago de intereses y derivados (STC 2877-2005-HC
fundamento 15.d), en los términos que a continuación se indican:
Procederá demandar en la vía constitucional el pago de las pensiones devengadas,
reintegros e intereses, siempre y cuando la pretensión principal esté vinculada directamente
al contenido constitucionalmente protegido del derecho a la pensión –acceso o
reconocimiento, afectación del derecho al mínimo vital, tutela de urgencia o afectación del
derecho a la igualdad con referente válido – delimitado por este Tribunal en el fundamento
37 del Caso Anicama (STC 1417-2005-PA).
14. En consecuencia, en ejercicio de las funciones conferidas a este Colegiado, se establecen las siguientes
reglas:
a. Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201 de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, tiene la facultad para
establecer un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de
cosa juzgada, precisando el extremo de su efecto normativo.
Se procederá de la misma forma señalada en las reglas que anteceden, en los casos que se
demande la afectación del derecho a la igualdad en los términos del fundamento 37.e) del
Caso Anicama.
2. Asimismo, toda vez que el precedente referido en el fundamento 13 que antecede se relacionó con el
fundamento 37.g) del Caso Anicama (STC 1417-2005-PA), este Colegiado considera oportuno precisar
que en esta disposición, a diferencia de las otros supuestos del fundamento 37, se ha señalado prima
facie qué pretensiones no forman parte del contenido constitucionalmente protegido del derecho a la
pensión.
3. Consiguientemente, si bien el amparo no es la vía para reclamar montos dinerarios y/o reajustes
(devengados o reintegros), para determinar la procedencia de estas pretensiones accesorias se deberá
tener en consideración si se está ante un caso de afectación del mínimo vital o de tutela urgente, en
cuyo caso se habrá de analizar el fondo de la cuestión controvertida (pretensión principal) por
encontrarse ésta comprendida en el contenido esencial constitucionalmente protegido del derecho a la
pensión, tal como viene haciendo este Tribunal a partir del precedente establecido en el Caso Anicama.
§ Análisis de la controversia de autos
4. Los artículos 1 y 2 de la Ley 25009, de jubilación minera, preceptúan que la edad de jubilación de los
trabajadores mineros será de 45 años de edad cuando laboren en minas subterráneas, siempre que
hubieren acreditado 20 años de aportaciones, de los cuales 10 años deberán corresponder a trabajo
efectivo prestado en dicha modalidad.
5. Respecto a la edad de jubilación, de la copia del Documento Nacional de Identidad, de fojas 10, se
desprende que el actor cumplió la edad mínima para tener derecho a percibir una pensión de jubilación
minera en la modalidad de mina subterránea (45 años) el 13 de noviembre de 1995.
7. Respecto de la aportaciones de los asegurados obligatorios, los artículos 11° y 70° del Decreto Ley N.°
19990 establecen, respectivamente, que “Los empleadores (...) están obligados a retener las
aportaciones de los trabajadores asegurados obligatorios (...)”, y que “Para los asegurados obligatorios
son períodos de aportación los meses, semanas o días en que presten, o hayan prestado servicios que
generen la obligación de abonar las aportaciones a que se refieren los artículos 7º al 13º, aún cuando el
empleador (...) no hubiese efectuado el pago de las aportaciones”. Más aún, el artículo 13° de esta
norma dispone que la emplazada se encuentra obligada a iniciar el procedimiento coactivo si el
empleador no cumple con efectuar el abono de las aportaciones indicadas. A mayor abundamiento, el
inciso d), artículo 7.° de la Resolución Suprema N.º 306-2001-EF, Reglamento de Organización y
Funciones de la Oficina de Normalización Previsional (ONP), dispone que la emplazada debe
“Efectuar la verificación, liquidación y fiscalización de derechos pensionarios que sean necesarias para
garantizar su otorgamiento con arreglo a Ley”.
10. En cuanto al pago de las pensiones devengadas e intereses, habiéndose precisado el ámbito de
aplicación del fundamento 15 d) del Caso Sánchez-Lagomarcino Ramírez (STC 2877-2005-HC), este
Tribunal ordena el pago de las pensiones devengadas conforme a lo establecido en el artículo 81 del
Decreto Ley 19990 (desde 12 meses anteriores a la presentación de la solicitud a la ONP) y el pago de
los intereses generados conforme a la tasa establecida por el artículo 1246 del Código Civil.
11. Adicionalmente, en atención a lo dispuesto por el artículo 56º del Código Procesal Constitucional, la
entidad demandada deberá cumplir con abonar los costos del proceso.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
4. Dispone que la emplazada cumpla con establecer el monto de las pensiones devengadas desde los 12
meses anteriores a la presentación de la solicitud, liquidar los intereses legales generados desde la
fecha referida y abonarlos en los términos establecidos en la Ley 28798.
5. Conforme a lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional,
los precedentes vinculantes contenidos en los fundamentos 15.d) del Caso Sánchez-Lagomarcino
Ramírez (STC 2877-2005-PA) y 37.g) del Caso Anicama (STC 1417- 2005-PA), quedan precisados tal
como se señala en los fundamentos 13 y 15 de la presente.
Publíquese y notifíquese.
SS.
MESÍA RAMÍREZ
VERGARA GOTELLI
STC N.° 0061-2008-PA, Caso Rímac Internacional
En Lima, a los 28 días del mes de enero de 2008, el Pleno del Tribunal Constitucional, integrado por
los magistrados Landa Arroyo, Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Beaumont Callirgos, Eto Cruz y Álvarez
Miranda, pronuncia la siguiente sentencia
III. ASUNTO
IV. ANTECEDENTES
1. Demanda
Con fecha 16 de octubre de 2006 el recurrente interpone demanda de amparo contra el Primer
Juzgado Especializado en lo Civil de Ica, a cargo del magistrado Freddy Escobar Arquiñego, y contra la
Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Ica, integrada por los magistrados Alejandro Páucar
Félix, César Solís Macedo y Hernando Cáceres Casanova, solicitando que se declare la nulidad de la
sentencia de fecha 14 de junio de 2006, emitida por el Juzgado emplazado, y de la sentencia de fecha 25 de
agosto de 2006, emitida por la Sala emplazada, en el trámite de un anterior proceso de amparo iniciado por
don Ysidoro Altamirano Puppi, en el que se declaró fundada su demanda de amparo, ordenándose que se le
otorgue una pensión vitalicia conforme a la Ley N.º 26790 y sus normas complementarias.
Sostiene que con las sentencias emitidas en el anterior proceso de amparo, recaídas en el Exp. N.º
3141-2005, se han vulnerado sus derechos a la jurisdicción predeterminada por la ley, al debido proceso y a
la tutela jurisdiccional efectiva, toda vez que los magistrados emplazados no han tomado en cuenta que la
pretensión demandada conforme al artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA tenía que ser ventilada
en una etapa conciliatoria, y de ser el caso, en un arbitraje ante la Superintendencia de Entidades Prestadoras
de Salud, debido a que el proceso de amparo por carecer de estación probatoria no constituía la vía idónea
para dilucidar la pretensión del demandante.
La Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Ica, con fecha 8 de noviembre de 2006,
declaró improcedente, in limine, la demanda, por considerar que las sentencias cuestionadas han sido
emitidas dentro de un proceso regular, en donde Rímac Internacional ha hecho uso de los recursos legales
para cuestionarlas e impugnarlas; y que la desestimación de la excepción de convenio arbitral tiene como
sustento la jurisprudencia emitida por el Tribunal Constitucional en la STC 3746-2004-AA/TC.
V. FUNDAMENTOS
§.1. Delimitación del petitorio y de las materias controvertidas
b. La Resolución N.º 9, de fecha 25 de agosto de 2006, dictada por la Primera Sala Civil de la
Corte Superior de Justicia de Ica, en la que se desestima el recurso de apelación interpuesto por
Rímac Internacional y se confirma la parte resolutiva de la sentencia emitida por el Primer Juzgado
Especializado en lo Civil de Ica.
2. En su demanda, Rímac Internacional alega que las sentencias cuestionadas han vulnerado sus
derechos a la jurisdicción predeterminada por la ley, al debido proceso y a la tutela jurisdiccional
efectiva, debido a que:
(...) para tramitar la pretensión ventilada en el proceso de amparo en el cual se han emitido las sentencias
cuya nulidad demandamos, existe un procedimiento regular establecido por la ley de la materia,
específicamente el Art. 09 del D.S. N.º 003-98-SA (...) que dispone una etapa conciliatoria y, de ser el
caso, un arbitraje ante la Superintendencia de Entidades Prestadoras de Salud (...).
3. Pues bien, ha de subrayarse que el presente caso se trata de un proceso de “amparo contra amparo”
donde además existe una estimación total de la pretensión por parte del Poder Judicial en segunda
instancia. Teniendo en cuenta ello, corresponde determinar si la demanda cumple los presupuestos para
la procedencia del “amparo contra amparo” expuestos en el fundamento 39 de la STC 4853-2004-
PA/TC.
6. En tal sentido, se debe determinar si estamos ante una resolución estimatoria ilegítima de segundo
grado emitida por el Poder Judicial en el trámite de un proceso de amparo, donde se haya producido la
violación manifiesta del contenido constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, o que
haya sido dictada sin tomar en cuenta o al margen de la mejor protección de los derechos establecidos en
la doctrina jurisprudencial de este Colegiado, desnaturalizando la decisión sobre el fondo, convirtiéndola
en inconstitucional.
7. Pues bien, para determinar la ilegitimidad de la sentencia de segundo grado y, por ende, de la de
primer grado, debido a que la confirma íntegramente, es necesario, en principio, determinar la
constitucionalidad del arbitraje previsto en el marco normativo del SCTR, ya que las alegaciones de
Rímac Internacional se basan en que las sentencias cuestionadas son ilegítimas porque declararon
infundada la excepción de arbitraje.
9. Pues bien, hecha esta trascripción de los artículos del Decreto Supremo N.º 003-98-TR que regulan
el arbitraje en el SCTR, hemos de determinar si su regulación es constitucional o inconstitucional. Antes
de proceder al examen de la constitucionalidad de los artículos del Decreto Supremo N.º 003-98-TR que
regulan el arbitraje en el SCTR, conviene precisar que la cuestión planteada no consiste en determinar si
el arbitraje, en términos generales, es o no compatible con la Constitución, que sin duda lo es, y así lo
hemos reconocido en la STC 6167-2005-PHC/TC.
§.3.1. El arbitraje previsto en el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA
10. En cuanto a la regulación del arbitraje prevista en el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-
SA, debe señalarse que este Tribunal Constitucional en la STC 10063-2006-PA/TC, cuyas reglas fueron
elevadas a precedente vinculante por las SSTC 6612-2005-PA y 10087-2005-PA, ya se ha pronunciado
sobre su inconstitucionalidad, por considerar que al normar un arbitraje obligatorio se contraviene el
principio de autonomía de la voluntad y el derecho a la tutela judicial efectiva, en su vertiente de acceso
a la justicia y al juez natural. En este sentido, se estableció en el fundamento 120 de la STC 10063-2006-
PA/TC, (caso Padilla Mango):
(...) a los asegurados y beneficiarios del SCTR no se les puede imponer obligatoriamente el arbitraje,
ya que, en principio, el sometimiento a esta jurisdicción alternativa tiene como fundamento el
principio de autonomía de la voluntad, previsto en el artículo 2.°, inciso 24, literal a de la
Constitución. Por lo tanto, el artículo 9.º del Decreto Supremo 003-98-SA en la parte que obliga a los
asegurados y beneficiarios del SCTR a someterse obligatoriamente al arbitraje resulta contrario a la
Constitución, ya que en este caso el convenio arbitral nace ex lege y no a consecuencia de la
autonomía de voluntad de los asegurados y beneficiarios. Es más, al imponérsele obligatoriamente el
arbitraje a los asegurados y beneficiarios del SCTR se les está vulnerando su derecho-regla de acceso
a la justicia y al juez natural.
11. Así pues, el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA establece un arbitraje obligatorio para
los asegurados y beneficiarios del SCTR, eliminándoles la posibilidad de poder acceder a los órganos
jurisdiccionales para solicitar el otorgamiento de una pensión de invalidez conforme a la Ley N.º 26790
y a sus normas complementarias y conexas. De allí que este Tribunal Constitucional en el fundamento 10
de la STC 6167-2005-PHC/TC haya establecido que el arbitraje no puede entenderse como un
mecanismo que desplaza al Poder Judicial, ni tampoco como su sustitutorio, sino como una alternativa
que complementa el sistema judicial puesta a disposición de la sociedad para la solución pacífica de las
controversias.
12. Precedente vinculante 1: El arbitraje previsto en el artículo 9.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA.
§.3.2. El arbitraje previsto en el artículo 25.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA
13. A diferencia del arbitraje obligatorio previsto en el artículo 9.º, el previsto en el artículo 25.º es un
arbitraje voluntario, que se inicia porque una de las partes está disconforme con el pronunciamiento del
Instituto Nacional de Rehabilitación, y que concluye con la resolución del Centro de Conciliación y
Arbitraje de la Superintendencia de Entidades Prestadoras de Salud.
14. En principio, este Tribunal Constitucional considera que el arbitraje voluntario tiene la presunción de
ser constitucional debido a que su inicio tiene como fundamento el principio de autonomía de la
voluntad, que constituye la esencia y el fundamento del proceso arbitral, por cuanto el arbitraje conlleva
la exclusión de la vía judicial. Sin embargo, este Tribunal Constitucional considera que el arbitraje
voluntario para que sea constitucional debe cumplir con determinados requisitos en el momento de la
instalación del órgano arbitral.
15. Precedente vinculante 2: El arbitraje previsto en el artículo 25.º del Decreto Supremo N.º 003-98-SA.
16. Conviene precisar que el ofrecimiento de la prueba que demuestre el cumplimiento de las reglas
referidas en el fundamento precedente le corresponde al Centro de Conciliación y Arbitraje de la
Superintendencia de Entidades Prestadoras de Salud, bajo responsabilidad. Asimismo, debe destacarse
que las reglas establecidas son de aplicación para los procesos arbitrales que se van iniciar y para los que
están en trámite, mas no para los procesos que ya cuentan con un laudo arbitral.
17. En el presente caso, de la revisión de las sentencias cuestionadas obrantes de fojas 26 a 31, se
desprende que los emplazados para desestimar la excepción de arbitraje utilizaron como fundamento lo
señalado por este Tribunal Constitucional en la STC 3746-2004-AA/TC, es decir, que actuaron conforme
lo establece el artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, por lo que no existe
vulneración de algún derecho fundamental; razón por la cual corresponde desestimar la demanda.
18. Finalmente, este Tribunal Constitucional considera oportuno establecer como precedente vinculante
desde cuándo se inicia la contingencia en el SCTR
a. Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y
del artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, tiene la facultad para
establecer un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa
juzgada, precisando el extremo de su efecto normativo.
b. Regla sustancial: En cuanto a la fecha en que se genera el derecho, este Tribunal estima que
la contingencia debe establecerse desde la fecha del dictamen o certificado médico emitido por una
Comisión Médica de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de una EPS, que acredita la existencia de
la enfermedad profesional, dado que el beneficio deriva justamente del mal que aqueja al
demandante, y es a partir de dicha fecha que se debe abonar la pensión vitalicia del Decreto Ley N.º
18846 o pensión de invalidez de la Ley N.º 26790 y sus normas complementarias y conexas.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú, con el fundamento de voto del magistrado Vergara Gotelli.
HA RESUELTO
2. Establecer como precedente vinculante, conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, los fundamentos N.os 12, 15 y 18.
Publíquese y notifíquese.
STC N.° 10087-2005-PA, Caso Alipio Landa Herrera
En Huaura, a los 18 días del mes de diciembre de 2007, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, integrado por los magistrados Landa Arroyo, Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Beaumont
Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia, con el fundamento de
voto de los magistados Mesía Ramírez, Vergara Gotelli y Álvarez Miranda
I. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Alipio Landa Herrera contra la sentencia de la Sala
Civil de Corte Superior de Justicia de Ica, de fojas 124, su fecha 1 de setiembre de 2005, que declaró
improcedente la demanda de amparo de autos.
II. ANTECEDENTES
Con fecha 15 noviembre de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra la aseguradora Rímac
Internacional Compañía de Seguros y Reaseguros, solicitando que se le otorgue renta vitalicia por padecer de
enfermedad profesional conforme al artículo 82º del Decreto Supremo N.º 009-97-SA, Reglamento de la ley
N.º 26790 y el Capítulo VII del Decreto Supremo N.º 003-98-SA. Manifiesta que ha laborado en la Empresa
Minera Shougang Hierro Perú S.A., y que, como consecuencia de sus labores, en la actualidad padece de
neumoconiosis en segundo estadio de evolución, por lo que le corresponde la pensión solicitada.
La emplazada propone la excepción de arbitraje y contesta la demanda alegando que el amparo no es la vía
idónea para solicitar el pago de una pensión por enfermedad profesional, debido a que se requiere la
actuación de medios probatorios para determinar el grado de incapacidad que padece el demandante.
El Segundo Juzgado Especializado en lo Civil de Ica, con fecha 22 de abril de 2005, declara fundada la
excepción de arbitraje en atención a que el artículo 91º del D.S. N.º 009-97-SA se dispone el sometimiento
de los afiliados del Seguro Complementario de Trabajo de Riesgo al reglamento de arbitraje y solución de
controversias de las Entidades Prestadoras de Salud; y, en consecuencia, improcedente la demanda planteada.
La recurrida, confirma la apelada por estimar que, para dilucidar la pretensión, se requiere la actuación de
medios probatorios en un proceso más lato que cuente con la estación de pruebas, de la que carece el proceso
de amparo.
III. FUNDAMENTOS
2. Como puede verse, de conformidad con la disposición antes mencionada, ante una discrepancia sobre
el pronunciamiento del Instituto Nacional de rehabilitación la parte que esté disconforme con ella
puede solicitar la intervención del Centro de Conciliación y Arbitraje de la Superintendencia de
Entidades Prestadoras de Salud, cuya resolución tiene el carácter de cosa juzgada.
3. Al respecto cabe señalar que el Estado social y democrático de Derecho implica que los derechos
fundamentales adquieren plena eficacia vertical –frente a los poderes del Estado– y horizontal –frente
a los particulares–. Ello excluye la posibilidad de que existan actos de los poderes públicos y privados
que estén desvinculados de la eficacia jurídica de los derechos fundamentales, toda vez que éstos no
sólo son derechos subjetivos de las personas sino también instituciones objetivas que concretizan
determinados valores constitucionales –justicia, igualdad, pluralismo, democracia, entre otros–
recogidos, ya sea de manera tácita o expresa, en nuestro ordenamiento constitucional.
4. La Constitución (artículo 1º) establece que “[l]a defensa de la persona humana y el respeto de su
dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. Esta disposición constitucional es la “piedra
angular” de los derechos fundamentales de las personas y, por ende, de todo el ordenamiento jurídico.
La dignidad de la persona humana fundamenta los parámetros axiológicos y jurídicos de las
disposiciones y actuaciones constitucionales de los poderes políticos y de los agentes económicos y
sociales, así como también establece los principios y, a su vez, los límites de los alcances de los
derechos y garantías constitucionales de los ciudadanos y de las autoridades.
8. En el caso concreto se trata del derecho fundamental a la pensión pero en relación con el derecho
fundamental a la vida (artículo 2º inciso 1 de la Constitución) y con el derecho a la salud (artículo 7º de
la Constitución), en la medida en que el demandante afirma padecer de neumoconiosis. Frente a este
supuesto una disposición legal en el sentido que establece el Decreto Supremo N.º 003-98-SA, en
relación con el convenio arbitral, no se condice ni con el carácter fundamental de los derechos
reconocidos en la Constitución ni con su naturaleza de indisponible como es el caso del derecho
fundamental a la salud, contraría, de otro lado, los deberes fundamentales que asume el Estado
(artículo 44º de la Constitución). De ahí que no puede concluirse, bajo interpretación formalista de esta
disposición, que “[e]n el presente caso la vía arbitral ya está predeterminada por ley”.
9. En ese sentido, siendo que en el presente caso están de por medio no sólo el derecho fundamental a la
pensión sino también a la vida y a la salud, su adecuada protección debe ser determinada por un órgano
jurisdiccional y vía el proceso correspondiente, más aún si el artículo 1º de la propia Ley General de
Arbitraje (Ley N.º 26572), contrario sensu, establece que no pueden someterse a arbitraje las
controversias determinadas o determinables sobre las cuales las partes no tienen facultad de libre
disposición. Adicionalmente debe tenerse en cuenta que este Tribunal en casos similares al presente, ha
venido desestimando excepciones de convenio arbitral; así, por ejemplo, tenemos a las sentencias
recaídas en los expedientes 7627-2005-PA, 7641-2005-PA y 10063-2006-PA, entre otras.
10. En el presente caso el demandante solicita que se le otorgue pensión de invalidez conforme a la Ley
N.º 26790 y al Decreto Supremo N.º 009-97-SA, tomando en cuenta que padece de neumoconiosis en
segundo estadio de evolución. En consecuencia, la pretensión del recurrente se encuentra comprendida
en el supuesto previsto en el fundamento 37 de la STC 1417-2005-PA, publicada en el diario oficial El
Peruano el 12 de julio de 2005, en que se ha señalado que forman parte del contenido esencial
directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión, las disposiciones legales que
establecen los requisitos para la obtención de tal derecho.
11. Asimismo en la STC 1008-2004-AA/TC se ha precisado los criterios para otorgar la renta vitalicia por
enfermedad profesional, determinando el grado de incapacidad generado por la enfermedad según su
estadio de evolución, así como la procedencia del reajuste del monto de la renta percibida conforme se
acentúa la enfermedad y se incrementa la incapacidad laboral.
12. Al respecto cabe precisar que el Decreto Ley N.º 18846 fue derogado por la Ley N.º 26790, publicada
el 17 de mayo de 1997, que estableció en su Tercera Disposición Complementaria que las reservar y
obligaciones por prestaciones económicas del Seguro de Accidentes de Trabajo y Enfermedades
Profesionales, regulado por el Decreto Ley N.º 18846, serían transferidas al Seguro Complementario
de Trabajo de Riesgo administrado por la ONP.
13. Mediante el Decreto Supremo N.º 003-98-SA se aprobaron las Normas Técnicas del Seguro
Complementario de Trabajo de Riesgos, cuyo artículo 3º señala que enfermedad profesional es todo
estado patológico permanente o temporal que sobreviene al trabajador como consecuencia directa de la
clase de trabajo que desempeña o del medio en que se ha visto obligado a trabajar.
14. A fojas 3 obra el Examen Médico Ocupacional expedido por el Centro Nacional de Salud Ocupacional
y Protección del Ambiente para la Salud (CENSOPAS) del Ministerio de Salud, de fecha 7 de abril de
2003, en el que consta que el demandante padece de neumoconiosis en segundo estadio de evolución.
Asimismo, debe precisarse que este diagnóstico ha sido corroborado con la historia clínica obrante de
fojas 20 a 23 del Cuaderno del TC.
15. De acuerdo con los artículos 191º y siguientes del Código Procesal Civil, de aplicación supletoria a los
procesos constitucionales, el examen médico-ocupacional que practica la Dirección General de Salud
Ambiental - Salud Ocupacional, del Ministerio de Salud, constituye prueba suficiente y acredita la
enfermedad profesional que padece el recurrente, conforme a la Resolución Suprema N.º 014-93-TR,
publicada el 28 de agosto de 1993, que recoge los Lineamientos de la Clasificación Radiográfica
Internacional de la OIT para la Evaluación y Diagnóstico de la Neumoconiosis, requiriendo el
demandante atención prioritaria e inmediata, por lo que no es exigible la certificación por la Comisión
Médica Evaluadora de Incapacidades de EsSalud.
16. En el referido examen médico no se consigna el grado de incapacidad física laboral del demandante;
sin embargo, en aplicación de la Resolución Suprema N.º 014-93-TR, publicada el 28 de agosto de
1993, que recoge los Lineamientos de la Clasificación Radiográfica Internacional de la OIT para la
Evaluación y Diagnóstico de la Neumoconiosis, este Colegiado interpreta que en defecto de un
pronunciamiento médico expreso, la neumoconiosis (silicosis) en primer estadio de evolución produce,
por lo menos, Invalidez Parcial Permanente, con un grado de incapacidad no menor al 50% y que a
partir del segundo estadio de evolución, la incapacidad se incrementa a más del 66.6% generando una
Invalidez Total Permanente, ambas definidas de esta manera por los artículo 18.2.1 y 18.2.2 del
Decreto Supremo N.º 003-98-SA, Normas Técnicas del Seguro Complementario de Riesgo.
17. Al respecto el artículo 18.2.1 del Decreto Supremo N.º 003-98-SA define la invalidez parcial
permanente como la disminución de la capacidad para el trabajo en una proporción igual o superior al
50%, pero menor a los 2/3 (66.66%), razón por la cual corresponde una pensión de invalidez vitalicia
mensual equivalente al 50% de la Remuneración Mensual. En cambio el artículo 18.2.2 señala que
sufre de invalidez total permanente, en una proporción igual o superior al 66.66%, en cuyo caso la
pensión de invalidez vitalicia mensual será igual al 70% de la Remuneración Mensual del asegurado,
equivalente al promedio de las remuneraciones asegurables de los 12 meses anteriores al siniestro,
entendiéndose como tal al accidente o enfermedad profesional sufrida por el asegurado.
18. Por tanto advirtiéndose de autos que el demandante estuvo protegido durante su actividad laboral por
los beneficios del Decreto Ley N.º 18846, le corresponde gozar de la prestación estipulada por su
norma sustitutoria y percibir una pensión de invalidez permanente parcial equivalente al 70% de su
remuneración mensual, en atención a la incapacidad orgánica funcional que padece a consecuencia de
la neumoconiosis (silicosis) en segundo estadio de evolución.
19. En cuanto a la fecha en que se genera el derecho estimamos que al haberse calificado como prueba
sucedánea idónea el examen médico presentado por el recurrente, en defecto del pronunciamiento de la
Comisión Evaluadora de Incapacidades, la contingencia debe establecerse desde la fecha del
pronunciamiento médico que acredita la existencia de la enfermedad profesional, dado que el beneficio
deriva justamente del mal que aqueja al demandante y es a partir de dicha fecha que se debe abonar la
pensión vitalicia –antes renta vitalicia- en concordancia con lo dispuesto por el artículo 19 del Decreto
Supremo N.º 003-98-SA.
Precedente vinculante 2: Ámbito de protección del Decreto Ley 18846 y del Decreto Supremo 002-72-
TR
21. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que: no se pierde el derecho a una pensión
vitalicia por laborar como empleado siempre y cuando se haya laborado antes como obrero en el
mismo centro de trabajo y durante la vigencia del Decreto Ley 18846, toda vez que el trabajo
desempeñado como empleado no menoscaba el riesgo al que estuvo expuesta la salud durante el
desempeño del trabajo como obrero. Asimismo debe señalarse que: los trabajadores empleados que
nunca fueron obreros, o si lo fueron pero no en el mismo centro de trabajo en que se desempeñan
como empleados, se encuentran protegidos por la pensión de invalidez del Decreto Ley 19990 que en
su inciso d) del artículo 25.º señala que el asegurado tiene derecho a una pensión de invalidez cuando
se haya producido por accidente común o de trabajo, o enfermedad profesional, siempre que a la
fecha de producirse el riesgo haya estado aportando, en concordancia con lo previsto por el artículo
29.º del Decreto Supremo 011-74-TR.
Del mismo modo el Tribunal Constitucional establece como regla sustancial que: ningún asegurado
que perciba pensión vitalicia conforme al Decreto Ley 18846 puede percibir por el mismo accidente
de trabajo o enfermedad profesional o por el incremento de su incapacidad laboral una pensión de
invalidez conforme al Decreto Ley 19990 o a la Ley 26790. Asimismo ningún asegurado que perciba
pensión de invalidez conforme a la Ley 26790 puede percibir por el mismo accidente de trabajo o
enfermedad profesional una pensión de invalidez conforme al Sistema Privado de Pensiones, ya que el
artículo 115.º del Decreto Supremo 004-98-EF establece que la pensión de invalidez del SPP no
comprende la invalidez total o parcial originada por accidentes de trabajo o enfermedades
profesionales.
Precedente vinculante 5: El nexo o relación de causalidad para acreditar una enfermedad profesional
24. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que: en el caso de la neumoconiosis
(silicosis), la antracosis y la asbestosis, el nexo o relación de causalidad se presume siempre y cuando
el demandante haya desempeñado las actividades de trabajo de riesgo señaladas en el anexo 5 del
Decreto Supremo 009-97-SA, ya que son enfermedades irreversibles y degenerativas causadas por la
exposición a polvos minerales esclerógenos. Asimismo, se establece que: para determinar si la
hipoacusia es una enfermedad de origen ocupacional es necesario acreditar la relación de causalidad
entre las condiciones de trabajo y la enfermedad, para lo cual se tendrán en cuenta las funciones qué
desempeñaba el demandante en su puesto de trabajo, el tiempo transcurrido entre la fecha de cese y la
fecha de determinación de la enfermedad, además de las condiciones inherentes al propio lugar de
trabajo, es decir, que la relación de causalidad en esta enfermedad no se presume sino que se tiene
que probar, dado que la hipoacusia se produce por la exposición repetida y prolongada al ruido.
Precedente vinculante 6: La pensión mínima del Decreto Legislativo 817 y su relación con la pensión
vitalicia por enfermedad profesional
25. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que: los montos de pensión mínima
establecidos por la Cuarta Disposición Complementaria del Decreto Legislativo 817 no son
aplicables a la pensión vitalicia del Decreto Ley 18846, debido a que ambas prestaciones se
encuentran previstas para cubrir riesgos y contingencias diferentes y se financian con fuentes distintas
e independientes.
Precedente vinculante 10: Reglas procesales aplicables a todos los procesos de amparo
29. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: Al haberse establecido como criterio vinculante que sólo los dictámenes o
exámenes médicos emitidos por las Comisiones Médicas de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de
las EPS constituidas según Ley 26790, constituyen la única prueba idónea para acreditar que una
persona padece de una enfermedad profesional, y que, por ende, tiene derecho a una pensión vitalicia
conforme al Decreto Ley 18846, o a una pensión de invalidez conforme a la Ley 26790 y al Decreto
Supremo 009-97-SA, este Tribunal estima que en virtud de su autonomía procesal y en atención a su
función de ordenación, debe determinar las reglas procesales que han de ejecutarse para la aplicación
del criterio referido. Así, tenemos que:
i) Los jueces al calificar las demandas de amparo cuya pretensión sea el otorgamiento de
una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley 18846, o de una pensión de invalidez conforme a
la Ley 26790 y al Decreto Supremo 009-97-SA, que aún no hayan sido admitidas a tramite,
deberán declararlas inadmisibles, concediéndole al demandante un plazo máximo de 60 días
hábiles para que presente, en calidad de pericia, el dictamen o certificado médico emitido por
las Comisiones Médicas de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de las EPS, bajo
apercibimiento de archivarse el expediente.
ii) En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite y cuya pretensión sea el
otorgamiento de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley 18846 o de una pensión de
invalidez conforme a la Ley 26790 y al Decreto Supremo 009-97-SA, los jueces deberán
requerirle al demandante para que presente, en el plazo máximo de 60 días hábiles, como
pericia el dictamen o certificado médico emitido por una Comisión Médica de EsSalud, o del
Ministerio de Salud o de una EPS, siempre y cuando el demandante para acreditar la
enfermedad profesional haya adjuntado a su demanda o presentado durante el proceso un
examen o certificado médico expedido por una entidad pública, y no exista contradicción entre
los documentos presentados.
iii) En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite en los que el demandante
haya presentado un certificado o examen médico emitido por un organismo privado o médico
particular para probar que padece de una enfermedad profesional, los jueces no han de
solicitarle la pericia referida sino declarar improcedente la demanda, pues los certificados o
exámenes médicos referidos no tienen eficacia probatoria dentro del proceso constitucional de
amparo para acreditar que el demandante padece de una enfermedad profesional.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú.
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese
SS.
LANDA ARROYO
MESÍA RAMÍREZ
VERGARA GOTELLI
BEAUMONT CALLIRGOS
CALLE HAYEN
ETO CRUZ
ÁLVAREZ MIRANDA
STC N.° 6612-2005-PA Caso Onofre Vilcarima Palomino
En Huaura, a los 18 días del mes de diciembre de 2007 el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, integrado por los magistrados Landa Arroyo, Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Beaumont
Callirgos, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia, con el fundamento de
voto de los magistrados Mesía Ramírez, Vergara Gotelli, Álvarez Miranda
II. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Onofre Vilcarima Palomino contra la sentencia de la
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Ica, de fojas 81, su fecha 12 de abril de 2005 que declara
fundada la excepción de arbitraje e improcedente la demanda de amparo de autos.
III. ANTECEDENTES
Con fecha 15 junio de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra la aseguradora Rímac
Internacional Compañía de Seguros y Reaseguros, solicitando que se le otorgue pensión de invalidez
permanente o renta vitalicia por padecer de una enfermedad profesional. Afirma que trabajó en la empresa
minera Shougang Hierro del Perú S.A.A., desde el 13 de marzo de 1971 hasta el 13 de febrero de 2001,
realizando labores de extracción de hierro en minas a tajo abierto y, como consecuencia de ello, contrajo la
enfermedad profesional de neumoconiosis.
La demandada contesta la demanda proponiendo excepción de convenio arbitral; señala, de otro lado, que
para el goce de una pensión de invalidez es requisito indispensable que el demandante haya percibido el
subsidio por incapacidad temporal que otorga el Seguro Social de Salud. Asimismo, señala que la invalidez
debe ser declarada por el Instituto Nacional de Rehabilitación.
La resolución de primer grado declara fundada la excepción de arbitraje; la misma que fue confirmada por el
mismo fundamento.
IV. FUNDAMENTOS
1. Como puede apreciarse se ha planteado una excepción de convenio arbitral, por lo que antes
de emitir cualquier pronunciamiento sobre el fondo del asunto, es necesario resolver la excepción de
convenio arbitral propuesta por la demandada.
2. Como puede verse, de conformidad con la disposición antes mencionada, ante una discrepancia sobre
el pronunciamiento del Instituto Nacional de rehabilitación la parte que esté disconforme con ella
puede solicitar la intervención del Centro de Conciliación y Arbitraje de la Superintendencia de
Entidades Prestadoras de Salud, cuya resolución tiene el carácter de cosa juzgada.
3. Al respecto cabe señalar que el Estado social y democrático de Derecho implica que los derechos
fundamentales adquieren plena eficacia vertical –frente a los poderes del Estado– y horizontal –frente
a los particulares–. Ello excluye la posibilidad de que existan actos de los poderes públicos y privados
que estén desvinculados de la eficacia jurídica de los derechos fundamentales, toda vez que éstos no
sólo son derechos subjetivos de las personas sino también instituciones objetivas que concretizan
determinados valores constitucionales –justicia, igualdad, pluralismo, democracia, entre otros–
recogidos, ya sea de manera tácita o expresa, en nuestro ordenamiento constitucional.
4. La Constitución (artículo 1º) establece que “[l]a defensa de la persona humana y el respeto de su
dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. Esta disposición constitucional es la “piedra
angular” de los derechos fundamentales de las personas y, por ende, de todo el ordenamiento jurídico.
La dignidad de la persona humana fundamenta los parámetros axiológicos y jurídicos de las
disposiciones y actuaciones constitucionales de los poderes políticos y de los agentes económicos y
sociales, así como también establece los principios y, a su vez, los límites de los alcances de los
derechos y garantías constitucionales de los ciudadanos y de las autoridades.
7. Esto mismo puede predicarse de los denominados derechos sociales, por cuanto éstos no pueden ni
deben ser concebidos como derechos programáticos sino más bien como derechos progresivos. La
diferencia entre uno y otro –que no es para nada irrelevante– radica en que si se asume que los
derechos fundamentales son programáticos el Estado no asume obligación alguna para garantizar su
plena eficacia, mientras que lo progresivo sí comporta la obligación positiva y negativa del Estado de
otorgar en la mayor medida posible –esto es dentro de las posibilidades jurídicas y fácticas– las
condiciones mínimas para el goce de los derechos sociales en general y del derecho a la pensión en
particular.
8. En el caso concreto se trata del derecho fundamental a la pensión pero en relación con el derecho
fundamental a la vida (artículo 2º inciso 1 de la Constitución) y con el derecho a la salud (artículo 7º de
la Constitución), en la medida en que el demandante afirma padecer de neumoconiosis. Frente a este
supuesto una disposición legal en el sentido que establece el Decreto Supremo N.º 003-98-SA, en
relación con el convenio arbitral, no se condice ni con el carácter fundamental de los derechos
reconocidos en la Constitución ni con su naturaleza de indisponible como es el caso del derecho
fundamental a la salud, contraría, de otro lado, los deberes fundamentales que asume el Estado
(artículo 44º de la Constitución). De ahí que no puede concluirse, bajo interpretación formalista de esta
disposición, que “[e]n el presente caso la vía arbitral ya está predeterminada por ley”.
9. En ese sentido, siendo que en el presente caso están de por medio no sólo el derecho fundamental a la
pensión sino también a la vida y a la salud, su adecuada protección debe ser determinada por un órgano
jurisdiccional y vía el proceso correspondiente, más aún si el artículo 1º de la propia Ley General de
Arbitraje (Ley N.º 26572), contrario sensu, establece que no pueden someterse a arbitraje las
controversias determinadas o determinables sobre las cuales las partes no tienen facultad de libre
disposición. Adicionalmente debe tenerse en cuenta que este Tribunal en casos similares al presente, ha
venido desestimando excepciones de convenio arbitral; así, por ejemplo, tenemos a las sentencias
recaídas en los expedientes 7627-2005-PA, 7641-2005-PA y 10063-2006-PA, entre otras.
10. Este Colegiado, en la STC 1008-2004-AA/TC, ha precisado los criterios para otorgar la renta vitalicia
por enfermedad profesional, determinando el grado de incapacidad generado por la enfermedad según
su estadio de evolución, así como la procedencia del reajuste del monto de la renta percibida conforme
se acentúa la enfermedad y se incrementa la incapacidad laboral.
11. Al respecto cabe precisar que el Decreto Ley N.º 18846 fue derogado por la Ley N.º 26790, publicada
el 17 de mayo de 1997, que estableció en su Tercera Disposición Complementaria que las reservas y
obligaciones por prestaciones económicas del Seguro de Accidentes de Trabajo y Enfermedades
Profesionales, regulado por el Decreto Ley N.º 18846, serían transferidas al Seguro Complementario
de Trabajo de Riesgo administrado por la ONP.
12. Mediante el Decreto Supremo N.º 003-98-SA se aprobaron las Normas Técnicas del Seguro
Complementario de Trabajo de Riesgos, cuyo artículo 3.º señala que enfermedad profesional es todo
estado patológico permanente o temporal que sobreviene al trabajador como consecuencia directa de la
clase de trabajo que desempeña o del medio en que se ha visto obligado a trabajar.
13. A fojas 2 obra el Examen Médico Ocupacional expedido por la Dirección General de Salud Ambiente
– Salud Ocupacional del Ministerio de Salud, de fecha 23 de octubre de 2000, en el que consta que el
demandante padece de neumoconiosis en primer estadio de evolución.
14. De acuerdo con los artículos 191.º y siguientes del Código Procesal Civil, de aplicación supletoria a
los procesos constitucionales, el examen médico–ocupacional que practica la Dirección General de
Salud Ambiental – Salud Ocupacional, del Ministerio de Salud, constituye prueba suficiente y acredita
la enfermedad profesional que padece el recurrente, conforme a la Resolución Suprema N.º 014-93-
TR, publicada el 28 de agosto de 1993, que recoge los Lineamientos de la Clasificación Radiográfica
Internacional de la OIT para la Evaluación y Diagnóstico de la Neumoconiosis, requiriendo el
demandante atención prioritaria e inmediata, por lo que no es exigible la certificación por la Comisión
Médica Evaluadora de Incapacidades de EsSalud.
15. En el referido examen médico no se consigna el grado de incapacidad física laboral del demandante;
sin embargo, en aplicación de la Resolución Suprema N.º 014-93-TR, publicada el 28 de agosto de
1993, que recoge los Lineamientos de la Clasificación Radiográfica Internacional de la OIT para la
Evaluación y Diagnóstico de la Neumoconiosis, este Colegiado interpreta que en defecto de un
pronunciamiento médico expreso, la neumoconiosis (silicosis) en primer estadio de evolución produce,
por lo menos, Invalidez Parcial Permanente, con un grado de incapacidad no menor a 50%, y que a
partir del segundo estadio de evolución, la incapacidad se incrementa a más del 66.6%, generando una
Invalidez Total Permanente, ambas definidas de esta manera por los artículos 18.2.1 y 18.2.2. del
Decreto Supremo N.º 003-98-SA, Normas Técnicas del Seguro Complementario de Riesgo.
16. Al respecto el artículo 18.2.1 del Decreto Supremo N.º 003-98-SA define la invalidez parcial
permanente como la disminución de la capacidad para el trabajo en una proporción igual o superior al
50%, pero menor a los 2/3 (66.66%), razón por la cual corresponde una pensión de invalidez vitalicia
mensual equivalente al 50% de la Remuneración Mensual. En cambio el artículo 18.2.2 señala que
sufre de invalidez total permanente quien queda disminuido en su capacidad para el trabajo en forma
permanente, en una proporción igual o superior al 66.66%, en cuyo caso la pensión de invalidez
vitalicia mensual será igual al 70% de la Remuneración Mensual del asegurado, equivalente al
promedio de las remuneraciones asegurables de los 12 meses anteriores al siniestro, entendiéndose
como tal al accidente o enfermedad profesional sufrida por el asegurado.
17. Por tanto advirtiéndose de autos que el demandante estuvo protegido durante su actividad laboral por
los beneficios del Decreto Ley N.º 18846, le corresponde gozar de la prestación estipulada por su
norma sustitutoria y percibir una pensión de invalidez permanente parcial equivalente al 50% de su
remuneración mensual, en atención a la incapacidad orgánica funcional que padece a consecuencia de
la neumoconiosis (silicosis) en primer estadio de evolución.
18. En cuanto a la fecha en que se genera el derecho, este Tribunal estima que al haberse calificado como
prueba sucedánea idónea el examen médico presentado por el recurrente, en defecto del
pronunciamiento de la Comisión Evaluadora de Incapacidades, la contingencia debe establecerse desde
la fecha del pronunciamiento médico que acredita la existencia de la enfermedad profesional, dado que
el beneficio deriva justamente del mal que aqueja al demandante y es a partir de dicha fecha que se
debe abonar la pensión vitalicia –antes renta vitalicia– en concordancia con lo dispuesto por el artículo
19 del Decreto Supremo N.º 003-98-SA, más los intereses legales generados por el pago inoportuno de
la prestación debida.
Precedente vinculante 2: Ámbito de protección del Decreto Ley 18846 y del Decreto Supremo 002-72-
TR
20. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que: no se pierde el derecho a una pensión
vitalicia por laborar como empleado siempre y cuando se haya laborado antes como obrero en el
mismo centro de trabajo y durante la vigencia del Decreto Ley 18846, toda vez que el trabajo
desempeñado como empleado no menoscaba el riesgo al que estuvo expuesta la salud durante el
desempeño del trabajo como obrero. Asimismo debe señalarse que: los trabajadores empleados que
nunca fueron obreros, o si lo fueron pero no en el mismo centro de trabajo en que se desempeñan
como empleados, se encuentran protegidos por la pensión de invalidez del Decreto Ley 19990 que en
su inciso d) del artículo 25.º señala que el asegurado tiene derecho a una pensión de invalidez cuando
se haya producido por accidente común o de trabajo, o enfermedad profesional, siempre que a la
fecha de producirse el riesgo haya estado aportando, en concordancia con lo previsto por el artículo
29.º del Decreto Supremo 011-74-TR.
Del mismo modo el Tribunal Constitucional establece como regla sustancial que: ningún asegurado
que perciba pensión vitalicia conforme al Decreto Ley 18846 puede percibir por el mismo accidente
de trabajo o enfermedad profesional o por el incremento de su incapacidad laboral una pensión de
invalidez conforme al Decreto Ley 19990 o a la Ley 26790. Asimismo ningún asegurado que perciba
pensión de invalidez conforme a la Ley 26790 puede percibir por el mismo accidente de trabajo o
enfermedad profesional una pensión de invalidez conforme al Sistema Privado de Pensiones, ya que el
artículo 115.º del Decreto Supremo 004-98-EF establece que la pensión de invalidez del SPP no
comprende la invalidez total o parcial originada por accidentes de trabajo o enfermedades
profesionales.
Precedente vinculante 5: El nexo o relación de causalidad para acreditar una enfermedad profesional
23. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que: en el caso de la neumoconiosis
(silicosis), la antracosis y la asbestosis, el nexo o relación de causalidad se presume siempre y cuando
el demandante haya desempeñado las actividades de trabajo de riesgo señaladas en el anexo 5 del
Decreto Supremo 009-97-SA, ya que son enfermedades irreversibles y degenerativas causadas por la
exposición a polvos minerales esclerógenos. Asimismo, se establece que: para determinar si la
hipoacusia es una enfermedad de origen ocupacional es necesario acreditar la relación de causalidad
entre las condiciones de trabajo y la enfermedad, para lo cual se tendrán en cuenta las funciones qué
desempeñaba el demandante en su puesto de trabajo, el tiempo transcurrido entre la fecha de cese y la
fecha de determinación de la enfermedad, además de las condiciones inherentes al propio lugar de
trabajo, es decir, que la relación de causalidad en esta enfermedad no se presume sino que se tiene
que probar, dado que la hipoacusia se produce por la exposición repetida y prolongada al ruido.
Precedente vinculante 6: La pensión mínima del Decreto Legislativo 817 y su relación con la pensión
vitalicia por enfermedad profesional
24. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que: los montos de pensión mínima
establecidos por la Cuarta Disposición Complementaria del Decreto Legislativo 817 no son
aplicables a la pensión vitalicia del Decreto Ley 18846, debido a que ambas prestaciones se
encuentran previstas para cubrir riesgos y contingencias diferentes y se financian con fuentes distintas
e independientes.
Precedente vinculante 10: Reglas procesales aplicables a todos los procesos de amparo
28. a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, tiene la facultad para establecer
un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada,
precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: Al haberse establecido como criterio vinculante que sólo los dictámenes o
exámenes médicos emitidos por las Comisiones Médicas de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de
las EPS constituidas según Ley 26790, constituyen la única prueba idónea para acreditar que una
persona padece de una enfermedad profesional, y que, por ende, tiene derecho a una pensión vitalicia
conforme al Decreto Ley 18846, o a una pensión de invalidez conforme a la Ley 26790 y al Decreto
Supremo 009-97-SA, este Tribunal estima que en virtud de su autonomía procesal y en atención a su
función de ordenación, debe determinar las reglas procesales que han de ejecutarse para la aplicación
del criterio referido. Así, tenemos que:
i) Los jueces al calificar las demandas de amparo cuya pretensión sea el otorgamiento de
una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley 18846, o de una pensión de invalidez conforme a
la Ley 26790 y al Decreto Supremo 009-97-SA, que aún no hayan sido admitidas a tramite,
deberán declararlas inadmisibles, concediéndole al demandante un plazo máximo de 60 días
hábiles para que presente, en calidad de pericia, el dictamen o certificado médico emitido por
las Comisiones Médicas de EsSalud, o del Ministerio de Salud o de las EPS, bajo
apercibimiento de archivarse el expediente.
ii) En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite y cuya pretensión sea el
otorgamiento de una pensión vitalicia conforme al Decreto Ley 18846 o de una pensión de
invalidez conforme a la Ley 26790 y al Decreto Supremo 009-97-SA, los jueces deberán
requerirle al demandante para que presente, en el plazo máximo de 60 días hábiles, como
pericia el dictamen o certificado médico emitido por una Comisión Médica de EsSalud, o del
Ministerio de Salud o de una EPS, siempre y cuando el demandante para acreditar la
enfermedad profesional haya adjuntado a su demanda o presentado durante el proceso un
examen o certificado médico expedido por una entidad pública, y no exista contradicción entre
los documentos presentados.
iii) En todos los procesos de amparo que se encuentren en trámite en los que el demandante
haya presentado un certificado o examen médico emitido por un organismo privado o médico
particular para probar que padece de una enfermedad profesional, los jueces no han de
solicitarle la pericia referida sino declarar improcedente la demanda, pues los certificados o
exámenes médicos referidos no tienen eficacia probatoria dentro del proceso constitucional de
amparo para acreditar que el demandante padece de una enfermedad profesional.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú.
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese
SS.
LANDA ARROYO
MESÍA RAMÍREZ
VERGARA GOTELLI
BEAUMONT CALLIRGOS
CALLE HAYEN
ETO CRUZ
ÁLVAREZ MIRANDA
STC N.° 7281-2006-PA, Caso Santiago Terrones Cubas
SANTIAGO TERRONES
CUBAS
En Lima, a los 31 días del mes de abril de 2007, el Tribunal Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional,
con la asistencia de los magistrados Landa Arroyo, Presidente; Gonzales Ojeda, Vicepresidente; Alva
Orlandini, Bardelli Lartirigoyen y Mesía Ramírez, pronuncia la siguiente sentencia
I. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Santiago Terrones Cubas contra la resolución de la
Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 126, su fecha 24 de agosto de 2005, que
declara infundada la demanda de autos.
II. ANTECEDENTES
1. Demanda
Con fecha 14 de enero de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra la Administradora de
Fondos de Pensiones (AFP) Profuturo, en resguardo de su derecho de libre acceso a la seguridad social, con
el objeto de que se disponga su retorno al Sistema Nacional de Pensiones (SNP), administrado por la Oficina
de Normalización Previsional (ONP), se le devuelva los aportes legales que efectuó, con sus intereses
legales, se ordene que se haga entrega de su bono de reconocimiento a la ONP, la cual deberá proceder al
pago de su pensión de jubilación, y se disponga a su favor el pago de costos y costas del proceso.
Manifiesta haber aportado más de cuarenta años al SNP, a la fecha en que celebró el contrato de afiliación, y
que se afilió por la distorsionada información que le dieron los promotores de la AFP.
2. Contestación de la demanda
Con fecha 23 de setiembre de 2004, la emplazada contesta la demanda aduciendo que no existe violación de
derecho constitucional alguno y menos en lo que concierne a supuestos derechos de libre contratación y, en
cuanto a los fundamentos de la pretensión, que se requiere de una etapa probatoria. Asimismo, refiere que se
ha limitado a dar cumplimiento a normas legales expresas, con sustento constitucional, por lo que, en el
fondo, la demanda pretende cuestionar dichas normas.
También refiere que tanto el Tribunal Constitucional (TC) como las cortes superiores y juzgados de primera
instancia ya se han pronunciado de manera reiterada y uniforme respecto a la improcedencia de la demanda
de amparo para declarar la nulidad de afiliación; y que estos pronunciamientos guardan concordancia con la
opinión del Defensor del Pueblo y miembros del Congreso.
Refiere que el demandante decidió incorporarse al Sistema Privado de Pensiones (SPP) libre y
voluntariamente, conforme reconoce en su demanda; prueba de ello es que con fecha 24 de febrero de 1994
se afilió a AFP Horizonte, haciendo uso de su libertad de afiliación, y con fecha noviembre de 1998 se
trasladó a la demandada.
Con fecha 30 de noviembre de 2004, el Cuadragésimo Primer Juzgado Civil de Lima declara fundada la
demanda por considerar que el recurrente ha cumplido con formalizar el pedido de su retorno al SNP y que
se restringe ilegítimamente su libertad de contratación.
Asimismo, precisa que no se requiere de agotamiento de ninguna estación probatoria, como refiere la
demandada, pues resulta suficiente la constatación de lo hechos debatidos, así como el análisis e
interpretación de las normas aludidas. En dicha línea argumentativa, declara inaplicables al demandante las
normas legales que restringen su libertad de libre afiliación y ordena que la AFP Profuturo lo desafilie de su
institución.
Con fecha 24 de agosto de 2005, la Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, revocando la
apelada, declara infundada la demanda, por considerar que los artículos 10° y 11° de la Constitución lo que
garantizan es el derecho a la seguridad social y el libre acceso a las prestaciones de salud y pensiones de sus
ciudadanos, mas no el derecho de resolver libremente los contratos celebrados con las entidades que forman
parte del SPP.
Explica también que de no ser así, la propia Constitución entraría en contradicción, desde que su artículo 62°
garantiza que las partes pueden pactar válidamente, según las normas vigentes al tiempo de contrato, y
cautela que los términos contractuales no puedan ser modificados por leyes o disposiciones de otra clase.
El presente proceso constitucional de amparo fue iniciado por don Santiago Terrones Cubas contra la AFP
Profuturo. El acto lesivo se habría producido con la negativa de que pueda retornar al SNP, al estar en una
AFP.
B) Reclamación constitucional
El demandante alega afectación de sus derechos constitucionales a la seguridad social (artículo 10°) y al libre
acceso al SNP (artículo 11°). Sobre esta base, solicita lo siguiente:
A lo largo de la presente sentencia, este Colegiado se abocará a responder las siguientes preguntas:
Pese a que la demanda fue plantada cuando estaba aún vigente la Ley N.° 23506, es pertinente resolverla de
acuerdo al Código Procesal Constitucional (Ley N.° 28237), en virtud de la aplicación inmediata que éste
preceptúa en su Segunda Disposición Transitoria. La presente causa, entonces, se dilucidará bajo las
prescripciones de este Código, más aún si su utilización no representa afectación alguna de los derechos del
demandante y demandadas.
IV. FUNDAMENTOS
1. 1. El demandante pretende que el Tribunal Constitucional disponga su retorno al SNP alegando que se
ha vulnerado su derecho fundamental al libre acceso a la pensión, pues los promotores de la AFP, para
que se afilie, le habrían brindado información distorsionada. Asimismo, solicita que se ordene la
devolución de sus aportes e intereses legales y el bono de reconocimiento a la ONP, la cual deberá
proceder al pago de su pensión de jubilación del recurrente; así como el pago de costos y costas del
proceso.
3. 3. Sobre la base del artículo 11º de la Norma Fundamental, que consagra el derecho al libre acceso a
la pensión, este Colegiado estableció que es constitucionalmente razonable el retorno parcial al SNP,
permitiéndose la desafiliación sólo en tres supuestos, los cuales ya se encontraban previstos en la
legislación infraconstitucional sobre la materia (fundamentos 35 y siguientes); a saber:
a) a) Si la persona cumplía los requisitos establecidos para acceder a una pensión en el SNP antes de
trasladarse a una AFP;
b) b) Si se están protegiendo labores que impliquen un riesgo para la vida o la salud; y,
c) c) Si no existió información o si ésta fue insuficiente para que se realizara la afiliación.
4. 4. En cualquiera de estos supuestos este Colegiado precisó que se debía declarar fundada la demanda
correspondiente. Sin embargo, aclaró que el efecto de la sentencia no implicaba la desafiliación
automática, sino que ordenaba el inicio del trámite de desafiliación ante la AFP que corresponda y la
Superintendencia de Banca, Seguros y Administradoras de Fondos de Pensiones (SBS).
Consecuentemente, el pedido de desafiliación inmediata debía ser desestimado por improcedente. Como
puede apreciarse, lo decidido por el TC significaba ordenar a las entidades encargadas del trámite de
desafiliación la habilitación de tal procedimiento.
5. 5. A tal efecto, el Congreso de la República ha expedido la Ley N.º 28991, publicada en el diario
oficial El Peruano el 27 de marzo de 2007, la cual, de conformidad con el artículo 118º, inciso 8) de la
Constitución, será reglamentada. La ley contempla las dos primeras causales establecidas por la
sentencia 1776-2004-AA/TC: el cumplimiento de requisitos está previsto en el artículo 2º, y la
realización de labores de riesgo, en la Primera Disposición Transitoria y Final. La Ley mencionada no
hace referencia, sin embargo, a la falta o insuficiencia de información.
6. 6. Adicionalmente agrega una causal, la misma que está prevista en el artículo 1º:
7. 7. Ahora bien, tanto la ley como la sentencia mencionada coinciden en que lo que ambas posibilitan;
es decir que prevén, como consecuencia, habilitar el inicio del trámite de desafiliación. Quiere ello decir
que, sea por lo resuelto por el Tribunal Constitucional, como por la aplicación de los supuestos previstos
en la mencionada ley, los efectos son los mismos; esto es, el demandante que considere que su caso se
encuentra comprendido en dichos supuestos, podrá iniciar el referido procedimiento a efectos de que, si
le corresponde, alcance la desafiliación que persigue.
“[e]l Estado defiende el interés de los consumidores y usuarios. Para tal efecto
garantiza el derecho a la información sobre los bienes y servicios que se
encuentran a su disposición en el mercado (...)”.
10. 10. Esta causal contemplada expresamente en este dispositivo constitucional permite que las personas
puedan adoptar una decisión informada; lo cual, en el caso del derecho a la pensión, tiene especial
relevancia, dada su vinculación con otros derechos fundamentales como la dignidad de la persona
humana, la vida, la salud, entre otros.
11. 11. Por ello es que, en la medida que la decisión de optar por un sistema de pensiones público o privado
incide en otros derechos fundamentales, el Estado está en la obligación de garantizar, de conformidad
con el artículo 44º de la Constitución, que la información que la persona debe tener previamente para
decidir por uno de los sistemas de pensiones antes mencionados, sea, como ha señalado ya este Tribunal
(STC 3315-2004-AA/TC, fundamento 9), veraz, suficiente, completa y, además, de fácil acceso.
12. 12. En segundo lugar, la causal de falta o insuficiencia de información se deriva de los artículos 10º y
11º de la Constitución, los cuales señalan, respectivamente, que
y que
13. 13. Ello es así porque, como el Tribunal Constitucional ha precisado (STC 0050-2004-AI/TC y otros,
fundamento 107), el contenido esencial del derecho a la pensión está constituido por tres elementos, a
saber: (1) el derecho de acceso a una pensión, (2) el derecho a no ser privado arbitrariamente de ella y
(3) el derecho a una pensión mínima vital.
14. 14. Evidentemente, la causal de desafiliación por falta o deficiencia de información está estrechamente
vinculada con el derecho de acceder a la pensión por cuanto, si bien el contenido esencial del derecho
fundamental a la pensión radica en el libre acceso o retiro de ella, solo será posible realizar este derecho
sobre la base de una decisión razonablemente informada.
(...) Este Tribunal no puede menos que admitir la validez constitucional del
retorno establecido. Y no de otra forma en efecto podía ser, pues, al final de
cuentas, detrás de esa regla establecida por el legislador se esconde una perversa
solución. Efectivamente, la ausencia de información, que induce a una persona a
cambiarse de sistema de pensiones, no sólo comporta un vicio de la voluntad
que afectaría con la sanción de nulidad el acto de traslado mismo, sino que,
además, ello se ha efectuado con violación del derecho fundamental de ser
informados en forma veraz (sentencia 0905-2001-AA/TC), generándose así la
violación del derecho a la pensión (...).
16. 16. En tercer lugar, la causal de desafiliación a la que se viene haciendo referencia, debido a que su
fundamento constitucional directo reposa en los artículos 10º, 11º y 65º de la Constitución, no puede
quedar mediatizada en su cumplimiento por la omisión por parte del legislador. De ser así, el mandato
constitucional que se deriva de las disposiciones constitucionales antes precisadas quedaría librado a la
voluntad del Congreso de la República, lo cual no se condice con el principio de supremacía jurídica de
la Constitución, reconocido en el artículo 51º de Constitución, ni tampoco con la eficacia directa de los
derechos fundamentales.
17. 17. En ese sentido, es evidente que si existe un mandato constitucional expreso y directo concerniente a
la falta o ausencia de información como causal de desafiliación, y el legislador ha omitido regular la
concreción de dicha disposición constitucional, corresponde al Tribunal Constitucional, en su condición
de supremo intérprete y guardián de la Constitución y los derechos fundamentales, asumir un rol activo
de protección del derecho fundamental al libre acceso a la pensión.
18. 18. Y no podría ser de otro modo por cuanto el artículo 139º, inciso 8 de la Constitución reconoce,
precisamente, como uno de los principios de la función jurisdiccional, el de no dejar de administrar
justicia por vacío o deficiencia de la ley. Por ello, frente a la omisión legislativa de la causal de
desafiliación por falta de información o deficiencia de la misma, no se puede dejar de administrar justicia
constitucional, pues en último término es la Constitución la que otorga validez y legitimidad
constitucional a la leyes, y no a la inversa.
19. 19. Estos tres argumentos de sustento constitucional directo, por tanto, son los que fundamentan la
causal de desafiliación por falta o deficiencia de información. No obstante y a mayor abundamiento, no
se puede dejar de señalar que las causales de desafiliación que este Tribunal reconoció en la sentencia
constitucional 1776-2004-AA/TC han estado y están reconocidos en la normatividad infraconstitucional.
20. 20. En el caso de la falta o insuficiencia de información, ésta se previó en el Decreto Ley N.° 25897
(bajo la expresión de ‘creencia equivocada’) e inclusive aún se mantiene vigente la nulidad de afiliación
prevista en el artículo 51°, inciso f) de la Resolución N.° 080-98-EF-SAFP, para el caso en que se brinde
información equivocada, habilitándose también tal posibilidad al órgano administrativo competente
encargado de iniciar el trámite de desafiliación.
21. 21. Adicionalmente, debe tenerse en cuenta que la propia Ley N.º 28991 establece una sanción por
deficiencia de información. En efecto, la Sexta Disposición Transitoria y Final de dicha Ley expresa lo
siguiente:
“La SBS deberá establecer las sanciones que correspondan a las AFP que hayan
inducido a error, por mala información, a los trabajadores en la afiliación al SPP.
Los criterios para determinar el error por mala información serán establecidos
en el reglamento de la presente Ley”.
22. 22. Por tanto, una falla en la información que tanto la AFP como el Estado dispensan al afiliado puede
ser motivo de una desafiliación. En consecuencia, tal como se ha venido explicando, y tomando en
consideración el principio constitucional de cooperación y colaboración que debe guiar la actuación de
los poderes públicos y órganos constitucionales (STC 0004-2004-CC/TC), este Colegiado estima
necesario que la causal mencionada como forma de desafiliación también sea admitida, con el objeto de
que no se vulnere el contenido esencial del derecho fundamental al libre acceso a la pensión.
23. 23. En este entendido, cuando el Tribunal Constitucional precisa el contenido que tiene un derecho
fundamental, por su calidad de supremo intérprete de la Constitución –tal como lo señala el artículo 1º de
la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, Ley N.º 28301–, los jueces, las autoridades administrativas
y las AFPs están obligadas a aplicar los criterios establecidos en la sentencia 1776-2004-AA/TC y en la
Ley N.º 28991 de manera directa, inmediata y obligatoria.
24. 24. Por tales razones, entonces, las demandas en trámite, tanto ante el Poder Judicial como ante este
Colegiado, deberán ser remitidas a la autoridad administrativa competente a fin de que se inicie el
procedimiento de desafiliación establecido por la Ley N.º 28991 y que será desarrollado en su
reglamento, sin desconocer los requisitos establecidos en la ley y en el artículo 65º de la Constitución,
referido a la falta o insuficiencia de la información, de acuerdo a lo señalado en la jurisprudencia de este
Colegiado.
25. 25. Lo contrario importaría que no se proteja adecuadamente los derechos fundamentales de las
personas, máxime si ya se ha pronunciado al respecto tanto el Congreso de la República como el
Tribunal Constitucional. Aún más, esperar más tiempo significaría, por un lado, negar, en el plano
material, la salvaguardia real y oportuna de los derechos fundamentales de la persona; y, por otro,
constituiría una vulneración del artículo 44º de la Constitución, que establece como uno de los deberes
esenciales del Estado el pleno respeto y la vigencia de los derechos fundamentales.
26. 26. Como están claramente establecidos los supuestos y la forma en que se llevará a cabo el inicio del
trámite de desafiliación, si los jueces, las autoridades administrativas y las AFPs desconocen las reglas
emitidas, estará expedita la aplicación de las medidas coercitivas previstas en el segundo párrafo del
artículo 1º del Código Procesal Constitucional.
27. 27. Con tal propósito, el Tribunal Constitucional considera menester establecer, en el presente proceso
constitucional de amparo, precedente vinculante referido a la falta o insuficiencia de información como
causal de desafiliación en el siguiente sentido:
a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, tiene la facultad para
establecer un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa
juzgada, precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que el Estado protege a los usuarios ante la
falta de información o la insuficiencia de la misma (artículo 65º de la Constitución); por lo que
constituye un supuesto jurídico legítimo para que se pueda dar inicio al trámite de desafiliación de
una determinada AFP. En consecuencia, las demandas en trámite, tanto ante el Poder Judicial como
ante este Colegiado, deberán ser remitidas a la autoridad administrativa correspondiente, a fin de que
se inicie el procedimiento de desafiliación.
§4. Relación constitucional entre el presente precedente vinculante y la Ley N.º 28991
28. 28. Visto ello y antes de resolver el caso concreto, el Tribunal Constitucional considera necesario
precisar que los precedentes vinculantes que dicta constituyen también fuente del Derecho, frente a un
supuesto como el presente en el cual legislador no ha previsto en la Ley N.º 28991 una causal de
desafiliación –como la falta o deficiencia de información– establecida por este Colegiado en la sentencia
1776-2004-AA/TC, de modo que la relación que se plantea entre la Ley aludida y el precedente
vinculante que establece ahora este Colegiado en la presente sentencia es una relación de integración
jurídica antes que de jerarquía o de exclusión de una con respecto al otro, y viceversa.
29. 29. Ello porque, como ya se dijo, la causal de desafiliación por falta o deficiencia de información –no
prevista en la Ley pero sí en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional– tiene un sustento
constitucional directo en el artículo 65º de la Constitución, el cual señala que el Estado garantiza el
derecho de las personas a la información sobre los bienes y servicios que se encuentran a su disposición
en el mercado.
30. 30. Siendo así, el hecho de que el legislador haya omitido prever esta causal de desafiliación –prescrita
en el artículo 65º de nuestra Norma Fundamental–, no quiere decir en modo alguno que los poderes del
Estado, órganos constitucionales y entidades administrativas o privadas, puedan sustraerse del
cumplimiento del presente precedente vinculante, en la medida que constituye una concretización de la
disposición constitucional antes mencionada.
31. 31. Por ello, ante el vacío o deficiencia de una disposición legal, los jueces constitucionales no pueden
dejar de administrar justicia, tal como ya se ha señalado, por ser un mandato constitucional establecido
en el artículo 139º, inciso 8 de la Constitución, que prevé como uno de los principios de la función
jurisdiccional constitucional y ordinaria el de
§5. Sobre el procedimiento a seguir para el supuesto de desafiliación por falta o insuficiencia de
información
32. 32. En virtud del artículo 51º de la Constitución, el Tribunal Constitucional debe dejar establecido,
respecto a la sentencia 1776-2004-AA/TC, la forma como ésta deberá ser acatada tanto por la SBS como
por las propias AFPs.
33. 33. Al respecto, si bien no existe aún un procedimiento de desafiliación para el supuesto de falta o
deficiencia de información, este Colegiado estima pertinente precisar que el procedimiento a seguir es el
que reconozca el reglamento de la Ley N.º 28991, el mismo que habrá de ajustarse, tal como lo
contempla el 4º de dicha Ley citada, a los siguientes criterios:
34. 34. Pero hasta ello suceda y en la medida que la eficacia directa de los derechos fundamentales no puede
quedar mediatizada hasta la expedición del Reglamento, es constitucionalmente necesario que se aplique
supletoriamente el procedimiento establecido en el artículo 52º de la Resolución N.º 080-98-EF-SAFP,
en lo que sea pertinente.
35. 35. Aparte de considerarse las precisiones realizadas por este Tribunal en la sentencia 1776-2004-
AA/TC, así como en su resolución aclaratoria, en virtud del deber constitucional de cumplir las
resoluciones judiciales (artículo 118º, inciso 9 de la Constitución) que dicten los jueces constitucionales,
para el inicio del trámite de desafiliación no será necesario presentar solicitud alguna por parte del
afiliado, pues en dicha resolución ya viene contenida dicha petición.
36. 36. Asimismo, la ONP está obligada a reincorporar al trabajador al SNP luego de que la SBS declare
fundado el pedido de desafiliación. No es admisible constitucionalmente, sobre todo a partir de lo
prescrito en los artículos 10º y 11º de la Constitución, que una persona que logra su desafiliación del SPP
no pueda gozar luego de su pensión, si le correspondiera.
37. 37. Atendiendo a ello, este Colegiado considera necesario establecer también como precedente
vinculante las siguientes pautas respecto al procedimiento de desafiliación:
a) a) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, en virtud del artículo 201º de la Constitución y del
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional tiene la facultad para
establecer un precedente vinculante a través de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa
juzgada, precisando el extremo de su efecto normativo.
b) Regla sustancial: El Tribunal Constitucional establece que el procedimiento a ser utilizado en el
trámite de desafiliación debe ser el que el Reglamento de la Ley N.º 28991 determine; mientras ello
suceda, será de aplicación supletoria el procedimiento previsto en el artículo 52º de la Resolución N.º
080-98-EF-SAFP, y teniendo en cuenta lo señalado por este Colegiado en los fundamentos 32 a 36
de la presente sentencia.
38. 38. En el caso de autos, tal como se advierte de la demanda (fojas 21 del Expediente), se ha brindado
una deficiente información al recurrente por parte de los promotores de las AFPs –‘distorsionada
información’–. Por tal razón, debe ser estimada la demanda planteada en el extremo que invoca como
causal de desafiliación la falta o insuficiencia de información, prevista como habilitante para el retorno
parcial al SNP. Sin embargo, como se ha sostenido a lo largo de la presente sentencia, lo que se permitirá
es solamente el inicio del trámite de desafiliación por parte de la AFP demandada y de la SBS, pero no la
desafiliación inmediata.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
4. 4. Ordenar a la SBS, a las AFPs, a la ONP y a todos los jueces de la República cumplir en sus propios
términos los precedentes vinculantes establecidos en los fundamentos 27 y 37 de la presente sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
LANDA ARROYO
GONZALES OJEDA
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
MESÍA RAMÍREZ
STC N.° 9381-2006-PA, Caso Félix Vasi Zevallos
En Lima, a los 26 días del mes de junio de 2006, el Tribunal Constitucional, en sesión del Pleno
Jurisdiccional, con asistencia de los magistrados García Toma, Gonzales Ojeda, Alva Orlandini, Bardelli
Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
1) I. ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Félix Augusto Vasi Zevallos contra la sentencia de la Cuarta
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Lima, de fojas 138, su fecha 28 de enero de 2005, que
declaró improcedente la demanda de amparo de autos.
2) II. ANTECEDENTES
2. a. Demanda
Con fecha 20 de agosto de 2002, el recurrente interpone demanda de amparo contra la Oficina de
Normalización Previsional (ONP), solicitando el recálculo de bono de reconocimiento y que se declare
inaplicable la Resolución N.° 892-2001-DB/ONP, de fecha 21 de febrero del 2001, que desestimó su
recurso de reconsideración, la Resolución N° 1948-2002-GO/ONP de fecha 31 de mayo de 2002 que
desestimó el recurso de apelación y la Resolución Jefatural N.° 029-98-JEFATURA/ONP.
Alega vulneración de sus derechos constitucionales a la seguridad social, la petición y el debido proceso,
al no haber sido contabilizado el aporte realizado por su ex empleador Hansen-Holm, Alonso & Co., por
un lapso de sesentiocho meses, y tan solo han sido aceptados los sesenta aportados por Alicorp S.A.
3. b. Contestación de la Demanda
Con fecha 19 de setiembre de 2002, la emplazada contesta la demanda y solicita su improcedencia, toda
vez que la finalidad que persigue es la declaración de un derecho no adquirido, es decir nuevo, siendo
imposible vulnerarse un derecho aún inexistente.
Sostiene que el demandante está solicitando en el fondo la inconstitucionalidad de la Resolución
Jefatural N.° 029-98-JEFATURA/ONP, tal como lo considera en la demanda, pero no resulta susceptible
de ser conocida en la vía extraordinaria de amparo, al no haber vulneración alguna de derecho
constitucional. Las declaraciones de inaplicabilidad solicitadas encierran un único fin imposible de
darse: el incremento del valor nominal del bono de reconocimiento dado que las evidencias presentadas
por el actor, con posterioridad, no fueron consignadas en la solicitud del bono de reconocimiento.
De conformidad con el artículo 13° de la Ley N.° 25398, existiendo aspectos controvertidos respecto del
incremento en el cálculo del valor de su bono de reconocimiento, por haber efectuado aportaciones
superiores a la ya reconocida, la vía de amparo no resulta la idónea en este caso para dilucidar tal
pretensión, toda vez que este proceso carece de etapa probatoria.
El supuesto acto lesivo fue producido por la falta de aceptación por parte de la demandada de nuevas
pruebas instrumentales presentadas por el recurrente para el reconocimiento de meses de aportes al
Sistema Nacional de Pensiones (SNP) para efectos del cálculo del valor de su bono de reconocimiento.
» Petitorio constitucional
4) IV. FUNDAMENTOS
1. 1. En primer lugar, es de interés de este Colegiado dejar sentado que la Constitución protege
adecuadamente el derecho de toda persona a tener una pensión justa. Esto se ha logrado básicamente a
través de lo dispuesto por el artículo 11º que a la letra dice
Asimismo, también es imperioso admitir, tal como lo hace el artículo 10º de la Norma Fundamental, que
en el país se reconoce el derecho a la seguridad social. Este derecho, que a la vez se concibe como
garantía institucional del derecho a la pensión, otorga a la persona no sólo la capacidad de recibir algún
tipo de monto dinerario para contrarrestar una contingencia, como sucede en el caso de los adultos
mayores. También sirve para que el disfrute de su existencia se realice sobre la base de una búsqueda
real de una elevación de la calidad de vida de las personas.
Ante ello, es pertinente recordar lo señalado en la sentencia del Expediente N.° 1417-2005-PA/TC, la
misma que marca las pautas de procedencia para los procesos de amparo en materia pensionaria. En tal
virtud, lo reclamado en el presente caso no se encuentra dentro de los supuestos del contenido
directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión, y por lo tanto no merece ser visto en
sede constitucional, sino contencioso-administrativa.
Por lo tanto, este Colegiado declara improcedente la demanda en tal extremo, al igual que en lo referido
al derecho a la petición por no estar en juego pedido alguno a la Administración, en los términos del
artículo 2º, inciso 20 de la Constitución. Lo que sí debemos pronunciarnos es en lo referido a la posible
vulneración del derecho al debido proceso, tal como está contemplado en el artículo 139º, inciso 3 de la
Norma Fundamental, básicamente con relación al ámbito sustantivo del derecho, y la congruencia que
debe existir entre los fundamentos de la resolución emitida y la decisión en ella contemplada.
2. 2. En este marco, cabe precisar que el análisis del valor de los bonos de reconocimiento debe ser
realizado tomando en consideración los derechos antes mencionados, y sobre dicho cimiento, determinar
la validez de la normatividad que lo sustenta. Pero ante todo corresponde entender qué es un bono de
reconocimiento.
Es válido mencionar que según el artículo 9º de la Ley N.º 25897, de Creación del Sistema Privado de
Pensiones,
“En el caso de optar el trabajador por dejar el régimen del IPSS e incorporarse al SPP, recibe
un ‘Bono de Reconocimiento’ emitido por el IPSS por el monto correspondiente a los
beneficios del trabajador en función a los meses de sus aportes al IPSS hasta la fecha de
vigencia de presente ley”.
Es más, este bono, según el artículo 2º del Decreto Supremo N.º 180-94-EF, puede ser obtenido en los
siguientes tres supuestos:
“a) Haber estado afiliado a alguno de los sistemas de pensiones administrados por el IPSS
con anterioridad al 6 de diciembre de 1992.
b) Haber aportado a alguno de los sistemas de pensiones administrados por el IPSS durante
los 6 meses inmediatamente anteriores a la fecha de su incorporación al SPP (...).
c) Haber aportado a alguno de los sistemas de pensiones administrados por el IPSS un
mínimo de 48 meses dentro de los 10 años previos al 6 de diciembre de 1992 (...)”.
Sobre todo en la primera de las opciones mostradas, es necesario establecer con claridad cuál es el valor
nominal del bono de reconocimiento que se le asigna a la persona, toda vez que tal análisis es importante
para determinar cuánto es el aporte que ella va a recibir en su traslado del SNP al Sistema Privado de
Pensiones (SPP), y específicamente a la Administradora de Fondo de Pensiones (AFP) a la cual se
adscribió. El valor de dicho bono de reconocimiento es elemento trascendente para que se hubiera
producido dicho traslado.
3. 3. En tal sentido, corresponde definir cuál es la importancia que tiene el trámite del reconocimiento de
dicho bono en el respeto del derecho al debido proceso. Cabe recordar que sólo sobre la base del valor
de dicho monto, la persona podrá recibir la pensión que le corresponde en el SPP.
Pero, ¿por qué la ONP no acepta una variación en el bono de reconocimiento emitido, si lo justo y lógico
parece ser actuar de una manera contraria, admitiendo el cambio? La respuesta puede ser encontrada en
la misma legislación.
Según el artículo 14º del Decreto Supremo N.º 180-94-EF, la emisión de toda norma complementaria a
lo dispuesto para los bonos de reconocimiento se realizará de la siguiente forma:
“La ONP, mediante Resolución Jefatural, dictará las normas complementarias que sean
necesarias para la correcta aplicación del presente dispositivo”.
Es decir, cualquier configuración adicional para la obtención del bono de reconocimiento se pudo
realizar a través de una Resolución Jefatural. Y es justamente una resolución de este tipo (la N.º 029-98-
Jefatura/ONP), la que en un artículo único expresa que
“El actor presentó su solicitud de Bono de Reconocimiento con fecha 4 de junio de 1998,
cuando ya se encontraba en vigencia la Resolución Jefatural N.º 029-98-Jefatura/ONP, del 17
de marzo de 1998, la misma que le exigía establecer el total de sus empleadores”.
Pese al argumento utilizado, el demandante niega tal posición (demanda de amparo, a fs. 17), afirmando
lo siguiente:
Entonces, la cuestión que subyace a este debate es la identificación del respaldo constitucional a una
resolución jefatural como la presentada, siempre observando su coherencia con el respeto del debido
proceso de los administrados.
El Estado, según uno de los deberes impuestos en la Constitución (a través del artículo 44º), debe
Es decir, la propia norma infraconstitucional expresa que inclusive el cálculo del bono de
reconocimiento es una obligación del Estado, a través de la ONP, y ello es trascendente y elemental para
hacer efectivo ese anhelo de justicia que la Constitución ha destacado.
Es importante señalar también que la existencia de dos sistemas pensionarios separados (privado y
público) está reconocida explícitamente a través del artículo 11º de la Constitución, y que si bien el bono
de reconocimiento es una forma de conexión entre ambos (dirección: público → privado), ello no obsta
para que el Estado tenga una función específica respecto a ambos, tal como lo explica el mismo artículo
11º, cuando expresa que es él el que
Es decir, es una obligación del Estado supervisar -y a la vez, efectuar- correctamente el traslado del
sistema público al privado, máxime si existe -mejor dicho, existió- una promoción por parte del Estado
para que las personas se afilien a las AFP.
5. 5. De lo que se puede observar, es lógico asumir que el mecanismo utilizado por el ente estatal (ONP)
es desproporcional para los fines que fueron creados los bonos de reconocimiento.
Este bono es el mecanismo que la propia legislación y la misma Administración establecieron para que
los aportes realizados a favor de las personas en el SNP puedan migrar hacia el SPP. Es válido reparar en
que el Sistema Privado se define como una forma de capitalización y que cada uno de sus integrantes
podrá ser pensionista según los aportes realizados a su cuenta personal, la misma que se contabiliza, en
buena parte para el caso de los que se pasaron al SPP, gracias al bono de reconocimiento aportado.
Y es lógico que, por la información con que cuenta, sea la propia ONP la que tenga la mejor capacidad
para determinar cuál es el bono de reconocimiento que le corresponde a cada persona, tanto así que ésta
es la forma en que se presenta el aludido artículo 1º del Decreto Supremo N.º 180-94-EF.
6. 6. Cuando el artículo 14º de dicho decreto supremo otorga la capacidad a la ONP para dictar las
normas complementarias a dicha reglamentación, ello no puede significar desnaturalizar ni desfigurar lo
que se normó sobre la materia, y menos aún permitir que contravengan los derechos reconocidos
constitucionalmente.
Sin embargo, tal como está propuesta la Resolución Jefatural N.º 029-98-JEFATURA/ONP, lo que está
haciendo es impedir en la práctica que la cuenta de capitalización de afiliados refleje realmente los
aportes efectuados al Sistema Nacional de Pensiones.
¿Quién más que la propia ONP para saber cuánto se aportó para cada uno de sus asegurados? No es que
sea ilógico pedir que sea la propia persona la que haga el pedido para la formulación de un bono de
reconocimiento, ni que en ella consigne el nombre de sus empleadores, pero lo que sí es excesivo e
irrazonable es que la persona se vea impedida de variar los datos estipulados en su solicitud, cuando es la
misma ONP la que está en mejor capacidad de conocer qué empleador realizó aportes o no.
7. 7. Por los argumentos esgrimidos, este Colegiado considera que la Resolución Jefatural N.º 029-98-
JEFATURA/ONP debe ser declarada inaplicable, toda vez que afecta el derecho fundamental a un debido
proceso del recurrente por no tener la capacidad de aportar nuevos datos a su solicitud de bono de
reconocimiento, ni tener la capacidad de interponer recursos contra su denegatoria.
Asimismo, por estar basadas en esta norma, también deben ser declaradas, en el caso concreto, nula la
Resolución N.º 892-2001-DB/ONP, de fecha 21 de febrero de 2001, que desestimó el recurso de
reconsideración, y nula la Resolución N.º 1948-2002-GO/ONP, de fecha 31 de mayo de 2002, que
desestimó el recurso de apelación.
8. 8. De lo expresado queda claro que se debe declarar inaplicables las resoluciones emitidas por la ONP,
pero ello no importa necesariamente que este ente debe aumentar de manera automática el bono de
reconocimiento del recurrente.
Como resultado de haberse estimado la demanda, lo único que posibilita es que no pueda utilizarse, en el
procedimiento de evaluación del bono de reconocimiento, el injusto y atentatorio impedimento para
acceder a la correcta determinación del valor nominal del bono, con todos los aportes de los empleadores
que la persona tuvo durante su vida laboral.
Por tanto, luego de esta sentencia, queda expedito el camino para que en la propia ONP se pueda
reconocer los meses de aporte al SNP, hayan o no estado detallados en la solicitud presentada para la
determinación del bono de reconocimiento.
En consideración de lo expuesto, y de acuerdo al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional y a lo expresado en la sentencia recaída en el Expediente N.º 0024-2003-AI/TC, este
Tribunal considera que las reglas de derecho que se desprenden directamente del caso pueden ser
resumidas en los siguientes términos:
A) A) Regla procesal: El Tribunal Constitucional¸ en virtud del artículo VII del CPC, puede
establecer un precedente vinculante cuando la ONP, en el procedimiento de evaluación de bono
de reconocimiento, no puede rechazar el pedido de determinación del valor nominal del bono
recurriendo a pretensos impedimentos para acceder a tal solicitud.
B) B) Regla sustancial: Queda expedito el derecho de los administrados para que en la ONP se
pueda reconocer los meses de aporte al SNP, hayan o no estado detallados en la solicitud
presentada para la determinación del bono de reconocimiento.
HA RESUELTO
3. 1. Declarar FUNDADA la demanda planteada por afectar el derecho al debido proceso del recurrente,
y en consecuencia, inaplicable, por inconstitucional, la Resolución Jefatural N.º 029-98-
JEFATURA/ONP, nula la Resolución N.º 892-2001-DB/ONP, y nula la Resolución N.º 1948-2002-
GO/ONP.
5. 3. Establecer como PRECEDENTE VINCULANTE, conforme al artículo VII del título Preliminar
del Código Procesal Constitucional, las reglas contenidas en el fundamento 9, supra, de esta sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
LANDA ARROYO
GONZALES OJEDA
En Lima, a los 8 días del mes de enero de 2006, reunido el Tribunal Constitucional en sesión de
Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores magistrados García Toma, presidente; Gonzales Ojeda,
vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia, con
el fundamento de voto del magistrado Alva Orlandini
1. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Jacobo Romero Quispe contra la sentencia de
la Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 168, su fecha 22 de febrero de 2005,
que declaró improcedente la demanda de amparo de autos.
2. ANTECEDENTES
Con fecha 16 de abril de 2004, el recurrente, invocando la violación y amenaza de violación, entre
otros, de sus derechos constitucionales a la dignidad, a no ser discriminado, al honor y la buena reputación,
al trabajo y a la igualdad ante la ley, interpone demanda de amparo contra el Consejo Nacional de la
Magistratura (CNM), a fin de que se declaren inaplicables el Acuerdo del Pleno del Consejo Nacional de la
Magistratura, en la parte que lo declara postulante no apto para el Concurso Nacional para cubrir vacantes de
Vocales y Fiscales Supremos materia de la Convocatoria N.º 002-2003, debido a su condición de magistrado
no ratificado; así como la Resolución N.º 034-2004-CNM, del 23 de enero de 2004, que declaró infundado el
recurso de reconsideración que interpuso contra dicha decisión. Consecuentemente, solicita se le declare apto
para el concurso público para cubrir vacantes de Fiscales Adjuntos Supremos, Vocales y Fiscales Superiores,
Jueces Especializados y Mixtos, Fiscales Adjuntos Superiores, Fiscales Provinciales, Jueces de Paz Letrado y
Fiscales Adjuntos Provinciales, materia de la Convocatoria N.º 001-2004-CNM, así como para las futuras
convocatorias que realice el emplazado. Manifiesta que el demandado convocó a concurso público para
cubrir las plazas de Vocales y Fiscales Supremos (Convocatoria N.º 002-2003-CNM), y que, habiendo
cumplido todos los requisitos, postuló a la plaza de Vocal Supremo; que sin embargo, el demandado lo
consideró no apto debido a que la Resolución N.º 500-2002-CNM no lo ratificó en el cargo de Juez Mixto
del Cono Norte de Lima. Expresa que, interpuesto el recurso de reconsideración, éste fue desestimado
mediante la Resolución N.º 034-2004-CNM, del 23 de enero de 2004, y que, conforme a la reiterada
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, los jueces y fiscales no ratificados sí tienen derecho a postular
nuevamente a la magistratura y, por ende, de acceder a la carrera judicial; que por tanto, no existe
impedimento alguno para ser considerado apto como postulante a la Convocatoria N.º 002-2003-CNM, a la
Convocatoria N.º 001-2004-CNM, así como a futuras convocatorias.
El Procurador Público competente contesta la demanda solicitando que sea declarada infundada. Alega
que de la demanda fluye que no concurren los presupuestos previstos por los artículos 2.º y 3.º de la
Ley N.º 23506; que el acuerdo cuestionado no lesiona derechos fundamentales, pues se sustenta en el
inciso 2) del artículo 154.º de la Constitución y en el artículo 30.º de la Ley Orgánica del Consejo
Nacional de la Magistratura; que las sentencias expedidas por el Tribunal Constitucional no
constituyen precedente vinculante, esto es, que no existe doctrina jurisprudencial vinculante para el
caso materia de litis que lo obligue a su cumplimiento, y que, en todo caso, existe sustracción de la
materia, toda vez que la Convocatoria N.º 002-2003-CNM ya cumplió su finalidad.
El Vigésimo Juzgado Especializado en lo Civil de Lima, con fecha 22 de octubre de 2004, declaró
improcedente la demanda, por estimar que, si bien es cierto el Tribunal Constitucional ha considerado que
los magistrados no ratificados no están impedidos de postular nuevamente, sea al Poder Judicial o al
Ministerio Público, también ha exhortado a una reforma constitucional que defina mejor los contornos de la
institución, lo que implica que el inciso 2) del artículo 154.º de la Constitución conserva su eficacia, por lo
que tal prohibición debe mantenerse mientras no sea reformada. Con respecto a las Convocatorias materia de
autos, considera que los concursos ya concluyeron, de modo que la violación se ha tornado irreparable; y,
con respecto a las convocatorias futuras, estima que no se ha acreditado que la amenaza sea cierta y de
inminente ralización.
2. FUNDAMENTOS
Petitorio de la demanda
6. 1. Conforme aparece de autos (fojas 13), mediante la demanda de amparo incoada el recurrente
persigue, por un lado, que se declaren inaplicables el acuerdo del Pleno del Consejo Nacional de la
Magistratura derivado de la Convocatoria N.º 002-2003-CNM –Concurso Nacional para cubrir vacantes
de Vocales y Fiscales Supremos–, que lo declara postulante no apto en virtud de que anteriormente no
fue ratificado por dicho Colegiado sin motivación alguna –a través de la Resolución N.º 500-2002-CNM,
del 20 de noviembre de 2002–, así como la Resolución N.º 034-2004-CNM, del 23 de enero de 2004,
que declara infundado el recurso de reconsideración que interpuso contra dicha decisión, todo lo cual
considera que constituye una clara violación de los derechos que invoca; por otro lado, como
consecuencia de lo anterior, e invocando la amenaza de violación de sus derechos constitucionales,
pretende se le declare apto para efectos de la Convocatoria N.º 001-2004-CNM, así como para las futuras
convocatorias que realice el emplazado.
Consideraciones Preliminares
7. 2. Según se aprecia de los documentos que corren a fojas 2, 3 y 9 de autos, así como de la contestación
de la demanda (fojas 66, in fine) el recurrente se presentó como postulante a la Convocatoria N.º 002-
2003-CNM para cubrir vacantes de Vocales y Fiscales Supremos, habiendo sido declarado no apto por
ostentar la condición de no ratificado; ante dicha situación, con fecha 19 de enero de 2004 interpuso el
recurso de reconsideración de fojas 4 a 7 de autos, el cual fue desestimado por el Consejo Nacional de la
Magistratura mediante la Resolución N.º 034-2004-CNM, del 23 de enero de 2004 (fojas 9), en
aplicación del inciso 2) del artículo 154º de la Constitución, toda vez que en el año 2002 no fue
ratificado en el cargo de Juez Mixto del Distrito Judicial del Cono Norte sin motivación alguna,
conforme a la Resolución N.º 500-2002-CNM, del 20 de noviembre de 2002.
8. 3. En tal sentido, y en vista de que, según fluye de la parte considerativa de la Resolución N.º 034-
2004-CNM, el Consejo Nacional de la Magistratura declaró al actor no apto en su postulación en virtud
de lo establecido por el artículo 154.2º de la Constitución –argumento que, por lo demás, ha sido
continuamente expuesto por el emplazado, y además ha servido de sustento a las instancias precedentes
para desestimar la demanda– conviene reiterar, mutatis mutandi, lo expuesto en el Fundamento N.º 5 de
la STC N.º 1941-2002-AA/TC, esto es, que en materia de derechos fundamentales, el operador jurídico
no puede sustentar sus decisiones amparándose únicamente en una interpretación literal de uno o más
preceptos constitucionales, ya que, rara vez, la solución de una controversia en este ámbito puede
resolverse apelando a dicho criterio de interpretación. Requiere, por el contrario, de un esfuerzo de
comprensión del contenido constitucionalmente protegido de cada uno de los derechos, principios o
bienes constitucionales comprometidos, para, después de ello, realizar una ponderación de bienes.
Los pronunciamientos de este Tribunal respecto de los alcances del artículo 154.2 de la Constitución
Política del Perú
9. 4. La controversia de autos, respecto de los alcances del artículo 154.º, inciso 2), de la Ley
Fundamental, no es una materia nueva para este Colegiado. En efecto, en las STC N. os 1941-2002-
AA/TC, 1525-2003-AA/TC, 2731-2003-AA/TC, y más recientemente, a través de la STC N.º 3361-
2004-AA/TC, que estableció un nuevo precedente, el Tribunal Constitucional ya ha tenido oportunidad
de pronunciarse sobre el particular.
10.5. Así, este Tribunal ha sostenido que podría afirmarse que la no ratificación judicial es un acto de
consecuencias aún más graves que la destitución por medidas disciplinarias, ya que, a diferencia de esta
última, el inciso 2) del artículo 154.º de la Constitución dispone, literalmente, que "Los no ratificados no
pueden reingresar al Poder Judicial ni al Ministerio Público", mientras que los destituidos por medidas
disciplinarias si pueden reingresar. Al respecto, la Constitución garantiza el derecho a la igualdad y no
discriminación por ningún motivo en el artículo 2.2º, de modo que no cabe el tratamiento discriminatorio
que da a los que fueron destituidos por medida disciplinaria, para quienes no rige tal prohibición, al
menos en la etapa de postulación para el reingreso a la carrera judicial.
11. 6. La no ratificación no implica una sanción, por lo que la posibilidad de aplicar la prohibición de
reingresar a la carrera judicial es incongruente con relación a la propia naturaleza de la institución, ya
que, como se ha expuesto, ésta no constituye una sanción, sino, en todo caso, una potestad en manos del
Consejo Nacional de la Magistratura a efectos de verificar, justificadamente, la actuación de los
magistrados en torno al ejercicio de la función jurisdiccional confiada por siete años.
12.7. Tal es la interpretación que se debe dar a aquella disposición constitucional ("Los no ratificados no
pueden reingresar al Poder Judicial ni al Ministerio Público"), pues, de otra forma, se podría caer en el
absurdo de que una decisión que expresa la manifestación de una potestad constitucional del Consejo
Nacional de la Magistratura, respecto de la forma como se ha desempeñado la función jurisdiccional, sin
embargo, termina constituyendo una sanción con unos efectos incluso más agravantes que los que se
puede imponer por medida disciplinaria; produciendo así un trato desigual injustificado. Por ello, sin
perjuicio de exhortar al órgano de la reforma constitucional a que sea éste el que, en ejercicio de sus
labores extraordinarias, defina mejor los contornos de la institución, permitiendo hacer compatibles los
derechos de los magistrados no ratificados con las funciones que cumple la ratificación, este Colegiado
considera que tales magistrados no están impedidos de postular nuevamente al Poder Judicial o al
Ministerio Público.
13.8. Lo expuesto en los Fundamentos 5 a 7 constituye la posición de este Colegiado respecto de los
alcances del inciso 2) del artículo 154.º de la Constitución. Quiere todo ello decir, en resumidas cuentas,
que si se asume que la no ratificación no representa una sanción, ello no significa, ni puede interpretarse,
como que, por encontrarse en dicha situación, un magistrado no ratificado se encuentra impedido de
reingresar a la carrera judicial a través de una nueva postulación. En efecto, si la no ratificación es un
acto sustentado en la evaluación que, en ejercicio de su potestad constitucional ejerce la institución
emplazada, mal puede concebirse que los no ratificados no puedan volver a postular a la Magistratura
cuando tal prohibición no rige, incluso, para quienes sí son destituidos por medida disciplinaria. Como
tal incongruencia nace de la propia Constitución, y esta norma debe interpretarse de manera que sea
coherente consigo misma o con las instituciones que reconoce, para este Tribunal queda claro que una
lectura razonable del artículo 154.° inciso 2), no puede impedir en modo alguno el derecho del
demandante a postular nuevamente a la Magistratura.
14.9. En tal momento, conviene señalar que en la STC N.º 3361-2004-AA/TC, que estableció un nuevo
precedente jurisprudencial vinculante, el Tribunal Constitucional ya se ha referido en forma, por demás
extensa, a las características y parámetros a seguir, a las funciones constitucionales y a las garantías de la
tutela procesal efectiva en el proceso de ratificación, así como a las consecuencias de la no ratificación.
En ese sentido, no es el objetivo de este Colegiado reiterar lo que ya ha quedado dicho sino, antes bien, y
en vista de los alegatos del Consejo Nacional de la Magistratura, efectuar las precisiones que a
continuación se explican, y que resultan pertinentes a efectos de resolver la controversia de autos.
15.10. En principio, y dado que a fojas 66 de autos el Consejo Nacional de la Magistratura alega que las
sentencias expedidas por este Colegiado no constituyen precedente vinculante, esto es, que no existe
doctrina jurisprudencial vinculante para el caso materia de litis que la obligue a su cumplimiento (sic),
cabe formular algunas precisiones previas.
16.11. Por un lado, en la STC N.º 3741-2004-AA/TC este Colegiado ha establecido las diferencias entre la
llamada jurisprudencia constitucional, presente desde la anterior legislación sobre procesos
constitucionales, y el precedente vinculante, de reciente incorporación en el ordenamiento jurídico
nacional a partir de la entrada en vigencia del Código Procesal Constitucional. Así, las sentencias del
Tribunal Constitucional, dado que constituyen la interpretación de la Constitución del máximo tribunal
jurisdiccional del país, se estatuyen como fuente de derecho y vinculan a todos los poderes del Estado.
En efecto, conforme lo establece el artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional,
y la Primera Disposición General de la Ley N.º 28301, Orgánica de este Tribunal, los jueces y tribunales
interpretan y aplican las leyes y reglamentos conforme a las disposiciones de la Constitución y a la
interpretación que de ellas realice el Tribunal Constitucional a través de su jurisprudencia en todo tipo de
procesos. La jurisprudencia constituye, por tanto, la doctrina que desarrolla el Tribunal en los distintos
ámbitos del derecho, a consecuencia de su labor frente a cada caso que va resolviendo.
17.12. Y, por otro lado, cabe reiterar que en el Fundamento N.º 8 de la STC N.º 3361-2004-AA/TC, que
estableció un precedente jurisprudencial vinculante, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, dejó claramente sentada su posición en el sentido de que “(...) los criterios establecidos
por este Tribunal constituyen la interpretación vinculante en todos los casos de no ratificaciones
efectuadas por el CNM con anterioridad a la publicación de la presente sentencia en el diario oficial El
Peruano. En dichos casos, los jueces están vinculados y deben aplicar la jurisprudencia de este Tribunal
en los términos en que estuvo vigente, toda vez que, hasta antes de la fecha de publicación, la actuación
del CNM tenía respaldo en la interpretación que este Colegiado había efectuado respecto de las
facultades que a tal institución le correspondía en virtud del artículo 154.º, inciso 2), de la Constitución”.
Asimismo, este Colegiado declaró expresamente, en la parte resolutiva, que el susodicho Fundamento
N.º 8 tiene fuerza vinculante.
18.13. Hechas la precisiones, cabe puntualizar, complementariamente a lo establecido por este Tribunal,
tanto en la STC N.º 3361-2004-AA/TC, como en anteriores pronunciamientos, que la posibilidad de
aplicar la prohibición de reingresar a la carrera judicial como consecuencia de la no ratificación
(interpretación literal) implicaría, además, una especie de inhabilitación al magistrado no ratificado, para
siquiera postular, y mucho menos acceder, a la carrera judicial.
19.14. No debe perderse de vista que el proceso de ratificación de magistrados resulta ser un proceso sui
géneris, distinto a un procedimiento administrativo disciplinario, pues conforme lo establece el propio
inciso 2) del artículo 154.º de la Constitución, como el artículo 30.º de la Ley Orgánica del Consejo
Nacional de la Magistratura, dicho proceso es independiente de las medidas disciplinarias. Es, pues, un
proceso de evaluación del desempeño de los magistrados al cabo del período de siete años, que, aunque
bastante particular, reúne las características de un procedimiento administrativo, en el que se analiza su
actuación y calidad de juez o fiscal, así como su conducta e idoneidad en el cargo, criterios que serán
sustentados con los documentos presentados por el propio evaluado, y los recabados a petición del
Consejo Nacional de la Magistratura. Luego, los fundamentos o razones que condujeron a la no
ratificación deberán ser tomados en cuenta para efectos de una nueva postulación, lo cual no puede
implicar una restricción, de plano, de acceso a la magistratura. Evidentemente, entiende este Tribunal,
que la posibilidad de que un magistrado no ratificado pueda postular y, por ende, reingresar a la carrera
judicial, será posible en la medida en que se verifique el cumplimiento de los demás requisitos exigidos
por ley sin que, en cualquier caso, la simple no ratificación se esgrima como único argumento para
rechazar al candidato.
22.17. Consecuentemente y atendiendo al agravio producido, el Tribunal Constitucional no sólo puede, sino
que debe emitir pronunciamiento respecto de la controversia planteada.
24.19. No obstante ello –la irreparabilidad manifiesta– y con arreglo a lo expuesto en los Fundamentos N. os
4 a 14, supra, el Tribunal Constitucional estima que la decisión de declarar al recurrente como no apto
para efectos de la Convocatoria N.º 002-2003-CNM –Concurso Nacional para cubrir vacantes de Vocales
y Fiscales Supremos– debido a su condición de no ratificado, resulta contraria al inciso 2) del artículo 2.º
de la Constitución –derecho a no ser discriminado–, toda vez que, asumida la tesis de que la no
ratificación no representa una sanción, ello no significa, ni puede interpretarse, como que, por
encontrarse en dicha situación, el postulante se encuentre impedido de reingresar a la carrera judicial a
través de una nueva postulación, cuando tal prohibición no rige, incluso, para quienes sí son destituidos
por medida disciplinaria. Como tal incongruencia nace de la propia Constitución, y esta norma debe
interpretarse de manera que sea coherente consigo misma o con las instituciones que reconoce, para este
Tribunal queda claro que una lectura razonable del artículo 154.°, inciso 2), no puede impedir en modo
alguno el derecho del demandante a postular nuevamente a la Magistratura.
25.20. En tal sentido, y al margen de que en el presente extremo de la demanda exista una situación de
irreparabilidad, es necesario, en atención al agravio producido, y de conformidad con el segundo párrafo
del artículo 1.º del Código Procesal Constitucional, declarar fundada la demanda, no con el objeto de
reponer las cosas al estado anterior a la violación de los derechos constitucionales lo cual,
evidentemente, resulta imposible, sino con el propósito de evitar, a futuro, que el hecho de no haber sido
ratificado no se esgrima como causal, impedimento u obstáculo para postular nuevamente al Poder
Judicial o al Ministerio Público y, por ende, para sortear las etapas de eventuales procesos de selección y
nombramiento de magistrados.
La invocada amenaza de violación de los derechos constitucionales : Las futuras convocatorias del
Consejo Nacional de la Magistratura
26.21. De igual manera sucede con la Convocatoria N.º 001-2004-CNM y el correspondiente concurso
público –que al momento de interponerse la demanda de autos aún no se había iniciado– toda vez que, a
la fecha de vista ante este Colegiado, el proceso de selección y nombramiento de magistrados materia de
dicha convocatoria ya ha culminado, con lo cual la amenaza invocada ha devenido en irreparable. Sin
embargo, y conforme a lo anterior (Fundamentos N. os 19 y 20), queda claro que existía una posibilidad
real y concreta de que el recurrente sea declarado no apto por ostentar la condición de no ratificado y, por
ende, una amenaza cierta e inminente de violación de su derecho constitucional a no ser discriminado.
27.22. Por lo demás, el recurrente también manifiesta que, respecto de las futuras convocatorias que efectúe
el Consejo Nacional de la Magistratura, existe una amenaza de violación de sus derechos
constitucionales.
28.23. En tal sentido y, teniendo en cuenta que, como se ha visto anteriormente, el recurrente ya ha sido
descalificado – declarado no apto para el Concurso Público materia de la Convocatoria N.º 002-2003-
CNM– debido a su condición de no ratificado inmotivadamente, el Tribunal Constitucional estima, en
concordancia con lo expuesto a lo largo de la presente sentencia, que resulta evidente la existencia de
una amenaza de violación del derecho constitucional a no ser discriminado, previsto en el inciso 2) del
artículo 2.º de la Constitución Política del Perú, toda vez que, asumida la tesis de que la no ratificación
no representa una sanción, ello no significa, ni puede interpretarse, como que, por encontrarse en dicha
situación, el postulante se encuentre impedido de reingresar a la carrera judicial a través de una nueva
postulación, cuando tal prohibición no rige, incluso, para quienes sí son destituidos por medida
disciplinaria. Como tal incongruencia nace de la propia Constitución, y esta norma debe interpretarse de
manera que sea coherente consigo misma o con las instituciones que reconoce, para este Tribunal queda
claro que una lectura razonable del artículo 154.°, inciso 2), no pude impedir en modo alguno el derecho
del demandante a postular nuevamente a la Magistratura.
El precedente vinculante extraíble en el presente caso
29.24. Con el objeto de conferir mayor predecibilidad a la justicia constitucional, el legislador del Código
Procesal Constitucional también ha introducido la técnica del precedente en el artículo VII del Título
Preliminar, al establecer que “Las sentencias del Tribunal que adquieren la autoridad de cosa juzgada
constituyen precedente vinculante cuando así lo exprese la sentencia, precisando el extremo de su efecto
normativo (...)”. De este modo, y conforme a lo expuesto en la STC N.º 3741-2004-AA/TC, si bien tanto
la jurisprudencia como el precedente constitucional tienen en común la característica de su efecto
vinculante, en el sentido de que ninguna autoridad, funcionario o particular puede resistirse a su
cumplimiento obligatorio, el Tribunal, a través del precedente constitucional ejerce un poder normativo
general, extrayendo una norma a partir de un caso concreto. En ese sentido, el precedente es una técnica
para la ordenación de la jurisprudencia, permitiendo, al mismo tiempo, que el Tribunal ejerza un
verdadero poder normativo con las restricciones que su propia jurisprudencia deberá ir delimitando
paulatinamente.
30.25. Bajo tales precisiones, este Tribunal estima que, sobre la base de lo expuesto a lo largo de la presente
sentencia, las reglas de derecho que se desprenden directamente del caso pueden ser resumidas en los
siguientes términos :
a. a. Regla Procesal : El Tribunal Constitucional, de acuerdo con lo establecido por el artículo VII del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, tiene la facultad jurídica para establecer, a través
de sus sentencias que adquieren la autoridad de cosa juzgada, un precedente vinculante, cuando se estime
una demanda por violación o amenaza de violación de un derecho fundamental, a consecuencia de la
aplicación directa de una disposición de la propia Constitución por parte del Consejo Nacional de la
Magistratura, no obstante ser manifiestamente incongruente con ella misma o con la interpretación que
de ella haya realizado el Tribunal Constitucional (artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional) y que resulte, por ende, vulneratoria de los valores y principios constitucionales, así
como de los derechos fundamentales de los magistrados no ratificados que deseen postular nuevamente a
la magistratura.
b. b. Regla sustancial : El Consejo Nacional de la Magistratura debe tener presente que, el Tribunal
Constitucional, en tanto supremo intérprete de la Constitución, ha integrado el artículo 154.2º, con el
numeral 2.2º, ambos de la Constitución, en el sentido que no se puede impedir en modo alguno el
derecho de los magistrados no ratificados de postular nuevamente al Poder Judicial o al Ministerio
Público, pues el hecho de no haber sido ratificado no debe ser un impedimento para reingresar a la
carrera judicial.
Por estos fundamentos el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
6. 1. Declarar FUNDADA la demanda de amparo en el extremo referido a la Convocatoria N.º 002-
2003-CNM, la Resolución N.º 034-2004-CNM y la Convocatoria N.º 001-2004-CNM, de acuerdo
con lo previsto por el segundo párrafo del artículo 1.º del Código Procesal Constitucional, y
conforme a lo expuesto en los Fundamentos N.os 18 a 21, supra.
8. 3. Declarar, conforme a lo dispuesto por el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, que la presente sentencia y, en particular, los Fundamentos N. os 4 a 14, como las
reglas contenidas en el Fundamento N.º 25, supra, constituyen precedente vinculante.
Publíquese y notifíquese.
En Lima, a los 14 días del mes de noviembre de 2005, reunido el Tribunal Constitucional en sesión
de pleno jurisdiccional, con la asistencia de los señores magistrados Alva Orlandini, presidente; Bardelli
Lartirigoyen, vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la
siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Ramón Hernandp Salazar Yarlenque contra la sentencia
de la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 66, su fecha 30 de enero de 2004,
que declaró infundada la acción de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Aduce el demandante que tras haberle impuesto una multa la entidad emplazada se presentó en la
municipalidad a efectos de impugnar dicha decisión, pero se le exigió previamente el pago de quince nuevos
soles (S/. 15.00) por concepto de tasa impugnación, conforme al TUPA de la referida entidad edil, agregando
que la exigencia de dicho pago vulnera su derecho de petición, así como su derecho de defensa como
elemento del debido proceso que consagra la Constitución.
La emplazada contesta la demanda contradiciendo de modo sustancial sus argumentos. Sostiene que
la Constitución, en su artículo 192.°, inciso 3, reconoce competencia a los municipios para crear, modificar y
suprimir contribuciones, tasas, arbitrios, licencias y derechos municipales, y que sobre dicha base, ha
establecido en su TUPA el pago por los conceptos de presentación de documentos cinco soles y por concepto
de impugnación diez soles, los cuales se encuentran debidamente sustentados en su estructura de costos.
El Sexagésimo Tercer Juzgado Civil de Lima, con fecha 6 de junio de 2003, declara infundada la
demanda considerando que el monto establecido por concepto de impugnación, así como el que se establece
por concepto de recepción de documentos, ascendente en total a la suma de quince nuevos soles, se
encuentra previsto en el TUPA de la municipalidad emplazada. Argumenta también que dicha norma ha sido
expedida conforme al Código Tributario y que, por ello, no se están violando los derechos del recurrente, tal
como este alega.
FUNDAMENTOS
3. Este Tribunal considera que lo que en realidad se está cuestionando por contravenir los derechos de
petición y de defensa, es el concepto referido al cobro por “derecho de impugnación”, consignado en el
rubro 1 del TUPA de la municipalidad emplazada. En consecuencia, este extremo será materia de análisis
por parte de este Colegiado.
4. En primer lugar, resulta pertinente atender que tanto el juez de instancia como el colegiado que atendió
el recurso de apelación no se han referido a la dimensión constitucional de los hechos planteados por el
recurrente, puesto que ambos se han limitado a verificar si la imposición del pago previsto para
impugnar una decisión de la municipalidad emplazada, se ha ajustado a las normas infraconstitucionales
como el Código Tributario o la propia Ordenanza Municipal N.º 084/MDS, que aprobó el TUPA de la
municipalidad demandada, donde, en efecto, se encuentra previsto el cobro de un derecho por concepto
de presentación de recursos impugnatorios. En este sentido, el a quo, luego de verificar que el monto
establecido por concepto de apelación se encuentra regulado en el respectivo TUPA de la municipalidad,
que se enmarca dentro de los parámetros establecidos por el Código Tributario, concluye que “(...) no se
estaría vulnerando (el) derecho a la defensa (del recurrente)”(fundamento jurídico sexto de la sentencia).
5. Un razonamiento en este sentido obliga a este Tribunal a hacer algunas precisiones previas. En primer
lugar, se debe recordar que tanto los jueces ordinarios como los jueces constitucionales tienen la
obligación de verificar si los actos de la administración pública, que tienen como sustento una ley, son
conformes los valores superiores, los principios constitucionales y los derechos fundamentales que la
Constitución consagra. Este deber, como es evidente, implica una labor que no solo se realiza en el
marco de un proceso de inconstitucionalidad (previsto en el artículo 200.º, inciso 4, de la Constitución),
sino también en todo proceso ordinario y constitucional a través del control difuso (artículo 138.°).
6. Este deber de respetar y preferir el principio jurídico de supremacía de la Constitución también alcanza,
como es evidente, a la administración pública. Esta, al igual que los poderes del Estado y los órganos
constitucionales, se encuentran sometida, en primer lugar, a la Constitución de manera directa y, en
segundo lugar, al principio de legalidad, de conformidad con el artículo 51.º de la Constitución. De modo
tal que la legitimidad de los actos administrativos no viene determinada por el respeto a la ley –más aún
si esta puede ser inconstitucional– sino, antes bien, por su vinculación a la Constitución. Esta vinculación
de la administración a la Constitución se aprecia en el artículo IV del Título Preliminar de la Ley del
Procedimiento Administrativo General, el cual, si bien formalmente ha sido denominado por la propia
Ley como «Principio de legalidad», en el fondo no es otra cosa que la concretización de la supremacía
jurídica de la Constitución, al prever que «[l]as autoridades administrativas deben actuar con respeto a la
Constitución, la ley y al derecho (...)» (énfasis agregado).
7. De acuerdo con estos presupuestos, el Tribunal Constitucional estima que la administración pública, a
través de sus tribunales administrativos o de sus órganos colegiados, no sólo tiene la facultad de hacer
cumplir la Constitución –dada su fuerza normativa–, sino también el deber constitucional de realizar el
control difuso de las normas que sustentan los actos administrativos y que son contrarias a la
Constitución o a la interpretación que de ella haya realizado el Tribunal Constitucional (artículo VI del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional). Ello se sustenta, en primer lugar, en que si bien la
Constitución, de conformidad con el párrafo segundo del artículo 138.°, reconoce a los jueces la potestad
para realizar el control difuso, de ahí no se deriva que dicha potestad les corresponda únicamente a los
jueces, ni tampoco que el control difuso se realice únicamente dentro del marco de un proceso judicial.
8. Una interpretación positivista y formal en ese sentido no solo supone el desconocimiento de
determinados principios de interpretación constitucional, como los de unidad de la Constitución y de
concordancia práctica, que ha establecido el Tribunal Constitucional en tanto que supremo intérprete de
la Constitución; sino también daría lugar a una serie de contradicciones insolubles en la validez y
vigencia de la propia Constitución. Así, por ejemplo, una interpretación en ese sentido del artículo 138.º
de la Constitución supondría que el cumplimiento de la supremacía jurídica de la Constitución solo tiene
eficacia en los procesos judiciales y no en aquellos otros procesos o procedimientos de naturaleza
distinta lo cual significaría convertir a la Constitución en una norma legal. Evidentemente, esta forma de
interpretar la disposición aludida contradice abiertamente el artículo 51.º, el cual señala que «La
Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre las demás normas de inferior jerarquía, y así
sucesivamente (...)».
9. Por tanto, el artículo 138.° no puede ser objeto de una interpretación constitucional restrictiva y literal;
por el contrario, la susodicha disposición constitucional debe ser interpretada de conformidad con el
principio de unidad de la Constitución, considerando el artículo 51.º antes señalado, más aún si ella
misma (artículo 38.°) impone a todos –y no solo al Poder Judicial– el deber de respetarla, cumplirla y
defenderla. Es coherente con ello el artículo 102º del Código Tributario, cuando precisa que «[a]l
resolver el Tribunal Fiscal deberá aplicar la norma de mayor jerarquía (...)»; es decir, aquellas
disposiciones de la Constitución que, en este caso, se manifiestan a través de los principios
constitucionales tributarios y de los derechos fundamentales que están relacionados con dichos
principios.
10. En segundo lugar, está de por medio también la eficacia vertical de los derechos fundamentales; es decir,
su eficacia en particular frente a todos los poderes y órganos del Estado, lo que incluye a la
administración pública. Y es que en el marco del Estado constitucional, el respeto de los derechos
fundamentales constituye un imperativo que el Estado debe garantizar frente a las eventuales
afectaciones que pueden provenir, tanto del propio Estado –eficacia vertical– como de los particulares –
eficacia horizontal–; más aún cuando, a partir del doble carácter de los derechos fundamentales, su
violación comporta la afectación no sólo de un derecho subjetivo individual –dimensión subjetiva–, sino
también el orden objetivo de valores que la Constitución incorpora –dimensión objetiva–.
11. Esta incidencia de los derechos fundamentales en el Estado constitucional implica, por otra parte, un
redimensionamiento del antiguo principio de legalidad en sede administrativa, forjado en el siglo XIX en
un etapa propia del Estado liberal. Si antes la eficacia y el respeto de los derechos fundamentales se
realizaba en el ámbito de la ley, en el Estado constitucional, la legitimidad de las leyes se evalúa en
función de su conformidad con la Constitución y los derechos fundamentales que ella reconoce. Por eso
mismo, es pertinente señalar que el derecho y el deber de los tribunales administrativos y órganos
colegiados de preferir la Constitución a la ley, es decir de realizar el control difuso – dimensión objetiva–,
forma parte del contenido constitucional protegido del derecho fundamental del administrado al debido
proceso y a la tutela procesal ante los tribunales administrativos –dimensión subjetiva–.
12. Por ello es intolerable que, arguyendo el cumplimiento del principio de legalidad, la administración
pública aplique, a pesar de su manifiesta inconstitucionalidad, una ley que vulnera la Constitución o un
derecho fundamental concreto. En definitiva, esta forma de proceder subvierte el principio de
supremacía jurídica y de fuerza normativa de la Constitución y la posición central que ocupan los
derechos fundamentales en el ordenamiento constitucional, en el cual «la defensa de la persona humana
y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado» (artículo 1.º).
13. En el Derecho constitucional comparado –es el caso puntual del ordenamiento chileno–, se admite, por
ejemplo, que un órgano constitucional como la Contraloría General de la República realice un control
constitucional de las normas en sede administrativa. El control que realiza esta entidad administrativa
14. Por ello, nada impide –por el contrario, la Constitución obliga– a los tribunales y órganos colegiados de
la administración pública, a través del control difuso, anular un acto administrativo inaplicando una
norma legal a un caso concreto, por ser violatoria de los derechos fundamentales del administrado, tal
como lo dispone el artículo 10° de la Ley del Procedimiento Administrativo General, que sanciona con
nulidad el acto administrativo que contravenga la Constitución, bien por el fondo, bien por la forma;
siempre, claro está, que dicha declaración de nulidad sea conforme a la Constitución y/o a la
interpretación del Tribunal Constitucional, de acuerdo con el artículo VI del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional.
15. En ese sentido, el principio de legalidad en el Estado constitucional no significa simple y llanamente la
ejecución y el cumplimiento de lo que establece una ley, sino también, y principalmente, su
compatibilidad con el orden objetivo de principios y valores constitucionales; examen que la
administración pública debe realizar aplicando criterios de razonabilidad, racionalidad y
proporcionalidad. Esta forma de concebir el principio de legalidad se concretiza, por ejemplo, en el
artículo III del Título Preliminar de la Ley del Procedimiento Administrativo General, cuando señala que
la actuación de la administración pública tiene como finalidad la protección del interés general, pero ello
sólo es posible de ser realizado «(...) garantizando los derechos e intereses de los administrados y con
sujeción al ordenamiento constitucional y jurídico en general» (énfasis agregado).
16. De lo contrario, la aplicación de una ley inconstitucional por parte de la administración pública implica
vaciar de contenido el principio de supremacía de la Constitución, así como el de su fuerza normativa,
pues se estaría otorgando primacía al principio de legalidad en detrimento de la supremacía jurídica de la
Constitución, establecido en los artículos 38.º, 51.º y 201.º de la Constitución; lo cual subvierte los
fundamentos mismos del Estado constitucional y democrático.
17. Sentadas estas premisas, la controversia en el presente caso se centra en determinar si el establecimiento
del pago de derechos por parte de la municipalidad emplazada, como requisito para tramitar la
impugnación de una decisión de la propia entidad, pese a estar plenamente reconocido en el TUPA de la
referida municipalidad, resulta, no obstante, violatorio de los derechos constitucionales al debido proceso
administrativo, a la defensa, a la tutela judicial efectiva y de petición que consagra nuestra Carta
Fundamental.
2 [1]
FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos. «Los derechos fundamentales y el control constitucional». En Revista de Derecho
(Valdivia), Vol. XVII, diciembre, 2004. pp. 113-137. [Versión on line, www.scielo.cl/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=S071809502004000200005&lng=es&nrm=iso>]. Citado el 03 de julio de 2006.
3 [2]
Véase las sentencias emitidas en el Expediente N.º 2050-2002-AA/TC y, más recientemente, en el Expediente N.º 2192-
2004-AA/TC.
19. Entendido como un derecho constitucionalmente reconocido, el debido procedimiento administrativo
comprende, entre otros aspectos, el derecho a impugnar las decisiones de la administración, bien
mediante los mecanismos que provea el propio procedimiento administrativo o, llegado el caso, a través
de la vía judicial, bien mediante el contencioso-administrativo o el propio proceso de amparo. En este
último supuesto, el derecho de impugnar las decisiones de la administración confluye con el derecho de
acceso a la jurisdicción cuando no existan vías propias dentro del propio procedimiento administrativo, o
cuando estas se hayan agotado y causado estado en la decisión final de la administración.
20. El recurrente sostiene, en efecto, que la exigencia del pago previo de una tasa para recibir y dar trámite a
su escrito de apelación contra un acto administrativo que considera contrario a sus intereses, afecta su
derecho de defensa en sede administrativa y, por tanto, vulnera el debido procedimiento administrativo.
Por su parte, al contestar la demanda, la municipalidad emplazada aduce que dicho cobro es por la “(...)
realización de un acto administrativo que deseaba efectuar el actor”, el cual se encuentra plenamente
reconocido en el TUPA y que, por ello, no puede ser inconstitucional. El Tribunal Constitucional no
comparte el argumento de la emplazada, puesto que el hecho de que un acto se sustente en una norma o
reglamento no le otorga necesariamente naturaleza constitucional, ni descarta la posibilidad de que este
Colegiado efectúe el control jurisdiccional. Esta tesis es, en todo caso, contraria al Estado Democrático,
donde rige el principio del control jurisdiccional de la administración y en el que, desde luego, el
parámetro de control, como ya ha quedado dicho, no es la Ley ni el reglamento, sino la Constitución.
21. El debido procedimiento en sede administrativa supone una garantía genérica que resguarda los derechos
del administrado durante la actuación del poder de sanción de la administración. Implica, por ello, el
sometimiento de la actuación administrativa a reglas previamente establecidas, las cuales no pueden
significar restricciones a las posibilidades de defensa del administrado y menos aún condicionamientos
para que tales prerrogativas puedan ser ejercitadas en la práctica.
22. En coclusión, este Tribunal estima que, en el presente caso, el establecimiento de una tasa o
derecho como condición para ejercer el derecho de impugnar la propia decisión de la
Administración, vulnera el debido proceso reconocido en el artículo 139.3 de la Constitución.
23. Íntimamente vinculado a lo anterior está el tema del derecho de defensa del ciudadano frente al ejercicio
del poder de sanción de la administración, sobre todo si se tiene en cuenta que, en el presente caso, se
encuentra regulada una instancia de apelación en el propio procedimiento administrativo, por lo que el
Tribunal estima que, en el caso de autos, el derecho de defensa previsto en el artículo 139.°, inciso 14),
despliega todos sus efectos. Desde luego, el derecho de recurrir una decisión de la administración no
debe confundirse con el derecho al recurso o con el derecho a una doble instancia administrativa, que,
como ya tiene dicho este Colegiado, no logra configurarse como un derecho constitucional del
administrado, puesto que no es posible imponer a la administración, siempre y en todos los casos, el
establecimiento de una doble instancia como un derecho fundamental 4[3]. El derecho de recurrir las
decisiones de la administración comporta la posibilidad material de poderlas enervar, bien en el propio
procedimiento administrativo, cuando la ley haya habilitado un mecanismo bien en todo caso, de
manera amplia y con todas las garantías, ante el Poder Judicial, mediante el proceso contencioso
administrativo o, incluso, a través del propio recurso de amparo cuando se trate de la afectación de
derechos fundamentales.
24. El derecho de defensa garantiza, entre otras cosas, que una persona sometida a una investigación, sea
esta de orden jurisdiccional o administrativa, y donde se encuentren en discusión derechos e intereses
suyos, tenga la oportunidad de contradecir y argumentar en defensa de tales derechos e intereses. Se
4 [3]
Véase en este sentido la Sentencia emitida en el Expediente N.º 2209-2002-AA/TC, de manera más precisa el fundamento
19, donde ha quedado establecido que “(...) no siempre y en todos los casos, es posible extrapolar acríticamente las garantías del
debido proceso judicial al derecho al debido procedimiento administrativo. Así, por ejemplo, si en sede judicial uno de los
contenidos del derecho en referencia lo constituye el de la necesidad de respetarse el juez natural o pluralidad de instancias, en
el caso del procedimiento administrativo, en principio, que el acto haya sido expedido por un órgano incompetente genera un
vicio de incompetencia, pero no la violación del derecho constitucional. Y, en el caso de que no se pueda acudir a una instancia
administrativa superior por haber sido expedido el acto por la última instancia en esa sede, ello, desde luego, no supone, en
modo alguno, que se haya lesionado el derecho a la pluralidad de instancias”.
conculca, por tanto, cuando los titulares de derechos e intereses legítimos se ven imposibilitados de
ejercer los medios legales suficientes para su defensa, o cuando, como ocurre en el presente caso, se
establezcan condiciones para la presentación de los argumentos de defensa.
Evidentemente, no cualquier imposibilidad de ejercer tale medios legales para la defensa produce un
estado de indefensión reprochable constitucionalmente. Esta sólo adquiere tal relevancia cuando la
indefensión se genera en una indebida actuación del órgano que investiga o juzga al individuo o cuando,
como ocurre en autos, se establecen condicionamientos al ejercicio mismo del derecho de defensa. Como
lo ha sostenido el Tribunal Constitucional español, criterio que este Colegiado comparte, esta se produce
“(...) únicamente cuando el interesado, de modo injustificado, ve cerrada la posibilidad de impetrar la
protección judicial de sus derechos e intereses legítimos (...) con el consiguiente perjuicio real y efectivo
para los intereses del afectado (...)” (STC 15/2000), tras la realización de un acto u omisión imputable al
órgano o ente al que se reputa la comisión del agravio.
25. El derecho de defensa en el ámbito del procedimiento administrativo de sanción se estatuye como una
garantía para la defensa de los derechos que pueden ser afectados con el ejercicio de las potestades
sancionatorias de la administración. Sus elementos esenciales prevén la posibilidad de recurrir la
decisión, ya sea al interior del propio procedimiento administrativo o a través de las vías judiciales
pertinentes; la posibilidad de presentar pruebas de descargo; la obligación de parte del órgano
administrativo de no imponer mayores obstrucciones para presentar los alegatos de descargo o
contradicción y, desde luego, la garantía de que los alegatos expuestos o presentados sean debidamente
valorados, atendidos o rebatidos al momento de decidir la situación del administrado.
26. En el presente caso, el Tribunal estima que también se pone en riesgo este derecho constitucional cuando
la municipalidad emplazada solicita el pago de una tasa para ejercer el derecho de impugnar una sanción
administrativa, como lo es la determinación de multa en contra del recurrente. En tal sentido resulta
inconstitucional y, por tanto, inaplicable al recurrente la disposición contenida en la Ordenanza
Municipal N.º 084/MDS, que establece el pago de diez nuevos soles por concepto de recursos
impugnativos, correspondiente a la Unidad Orgánica Oficina de Secretaría General, rubro 1.
§4. La imposición del pago de un derecho por recurrir un acto de la administración incentiva la
arbitrariedad de los actos de poder
27. Al momento de presentar su “expresión de agravios” frente a la decisión del a quo, el recurrente ha
arqüido que “(...) de admitirse como legítima la facultad de la administración para cobrar un derecho
administrativo por recepcionar recursos de impugnación contra las sanciones que impone, se estaría
creando una nueva fuente de recursos financieros municipales sustentados en la arbitrariedad. En tal
caso, ya no importaría si la multa finalmente será pagada, sino que el solo hecho de pretender
impugnarla habrá de constituir un ingreso para la administración”.
28. Si bien debe presumirse que toda actuación de los poderes públicos tiene como marco de referencia la
observancia del principio de buena fe y la defensa del interés general, también debe aceptarse que el
razonamiento del recurrente resulta materialmente plausible. Aun no reconociendo esta posibilidad como
real en el contexto del caso planteado, este Tribunal estima que la presencia de cuotas o derechos por
concepto de impugnación de los propios actos de la administración, en el mejor de los casos, no
incentiva la participación del ciudadano en el control de los actos del poder público y genera una
interferencia cuestionable para el desarrollo del Estado Social y Democrático de Derecho.
En consecuencia, también desde esta perspectiva, el establecimiento del pago de un derecho para
impugnar una decisión de la administración es atentatorio del principio constitucional de interdicción de
la arbitrariedad en el ejercicio del poder público y, además, desde una perspectiva más general, estimula
comportamientos contrarios al espíritu que debe inspirar una práctica administrativa democrática.
30. El derecho de petición ha merecido atención de este Colegiado en más de una oportunidad 5[4]. En la STC.
1042-2002-AA/TC, se ha establecido que este “(...) constituye (...) un instrumento o mecanismo que
permite a los ciudadanos relacionarse con los poderes públicos y, como tal, deviene en un instituto
característico y esencial del Estado democrático de derecho”. (Fundamento jurídico 2.2.2).
31. Un mayor desarrollo del derecho de petición se encuentra en la 27444, Ley del Procedimiento
Administrativo General, 27444, específicamente en los artículos 106.° a 112.°, que bien puede
considerarse una ley de desarrollo del derecho constitucional de petición. Así, en el artículo 106.2, al
referirse al ámbito de actuación de este derecho, se ha incluido el derecho “de contradecir actos
administrativos”. De este modo, el derecho de petición, como cláusula general, comprende:
2. La facultad (derecho) de contradecir las decisiones de la administración. Esta es una dimensión que
difiere de las manifestaciones anteriores, en tanto estamos ante el supuesto de un acto previo de parte
de la administración, iniciado de oficio o a instancia de parte. El legislador nacional ha incluido esta
dimensión del derecho de petición aun a contracorriente de la doctrina, que siempre ha diferenciado
el derecho de queja o el derecho al recurso administrativo del derecho de petición6[5]. En
consecuencia, en el derecho nacional, el derecho de contradicción como un derecho genérico
ejercitable contra los actos de la administración, puede concretarse a través de los recursos
administrativos cuando la legislación así lo establezca, o a través del propio proceso contencioso-
administrativo ante el Poder Judicial.
3. Tratándose del ejercicio de un derecho subjetivo, el derecho de petición impone, al propio tiempo,
una serie de obligaciones a los poderes públicos. Esta obligación de la autoridad competente de
dar al interesado una respuesta también por escrito, en el plazo legal y bajo responsabilidad,
confiere al derecho de petición mayor solidez y eficacia, e implica, entre otros, los siguientes
aspectos: a) admitir el escrito en el cual se expresa la petición, sin poner ninguna condición al
trámite; b) exteriorizar el hecho de la recepción de la petición, extendiendo un cargo de ingreso del
escrito; c) dar el curso correspondiente a la petición; d) resolver la petición, motivándola de modo
congruente con lo peticionado, y e) comunicar al peticionante lo resuelto.
32. Sin duda, en el presente caso, el derecho constitucional de petición también se ha visto afectado en su
dimensión de contradicción del acto administrativo. Ello porque se ha impuesto al recurrente una
condición para el ejercicio de tal derecho, impidiéndosele la presentación de su escrito para oponerse al
acto administrativo que consideraba contrario a sus derechos.
34. En la STC. 2763-2002-AA/TC, este Tribunal declaró que el derecho de acceso a la jurisdicción formaba
parte del contenido esencial del derecho a la tutela jurisdiccional, reconocido por el inciso 3 del artículo
139° de la Constitución. Si bien este aspecto no ha sido invocado por el recurrente, el Tribunal estima
necesario hacer notar que, a la luz de la configuración del sistema jurídico con relación a la tutela
judicial de los derechos, el establecimiento de un pago para dar por agotada la vía administrativa se
convierte, en la práctica, en un obstáculo contrario al derecho constitucional de toda persona de acceder
sin condicionamientos a la tutela judicial.
36. A raíz de la entrada en vigencia del Código Procesal Constitucional, se ha introducido en nuestro sistema
jurídico el concepto de precedente constitucional vinculante. Ello comporta, de manera preliminar, que
el Tribunal Constitucional tiene dos funciones básicas; por un lado resuelve conflictos, es decir, es un
Tribunal de casos concretos; y, por otro, es un Tribunal de precedentes, es decir, establece, a través de su
jurisprudencia, la política jurisdiccional para la aplicación del derecho por parte de los jueces del Poder
Judicial y del propio Tribunal Constitucional en casos futuros. La cuestión que debe esclarecerse, no
obstante, es cuándo el Tribunal debe dictar un precedente.
37. En la clásica tradición del Common Law norteamericano, tres son los presupuestos básicos que tiene en
cuenta la Suprema Corte para dictar un precedente con efectos vinculantes sobre toda la judicatura a la
que por excelencia se dirige el mensaje del precedente jurisdiccional; a saber:
A) En primer lugar, la Corte dicta un precedente con efectos vinculantes cuando evidencie que en los
niveles inferiores de la judicatura se dan distintas concepciones o interpretaciones sobre una
determinada figura jurídica o frente a un caso determinado.
B) La segunda razón que amerita el dictado de un precedente está referida a la necesidad de llenar un
vacío legislativo o una laguna de las leyes. Se trata de hacer frente al caso construyendo una
respuesta a partir de la interpretación constitucional.
C) Finalmente, la tercera razón es la necesidad de desarrollar la jurisprudencia sentando un nuevo
precedente que anula uno anterior (la conocida práctica del overruling).
38. La incorporación de la técnica del precedente constitucional en nuestro derecho comparta la necesidad de
fijar parámetros que respondan a nuestro contexto y a nuestra tradición jurídica. Si bien, prima facie,
pueden asumirse las restricciones que ha desarrollado la Corte Americana para dictar un precedente,
deben tenerse en cuenta, además, algunas particularidades de nuestros procesos constitucionales. Así, por
ejemplo, ocurre que en los procesos constitucionales de la libertad (Hábeas Corpus, Hábeas Data,
Amparo), con frecuencia se impugnan ante este Tribunal normas o actos de la administración o de los
poderes públicos que no solo afectan a quienes plantean el proceso respectivo, sino que resultan
contrarios a la Constitución y, por tanto, tienen efectos generales. Sin embargo, como es sabido, el
Tribunal concluye, en un proceso constitucional de esta naturaleza, inaplicando dicha norma o
censurando el acto violatorio derivado de ella, pero solamente respecto del recurrente, por lo que sus
efectos violatorios continúan respecto de otros ciudadanos.
Se configura, entonces, una situación paradójica: el Tribunal Constitucional, cuya labor fundamental
consiste en eliminar del ordenamiento jurídico determinadas normas contrarias a la Constitución, no
dispone, sin embargo, de mecanismos procesales a su alcance para expurgar del ordenamiento dichas
normas, pese a haber tenido ocasión de evaluar su anticonstitucionalidad y haber comprobado sus efectos
violatorios de los derechos fundamentales en un proceso convencional de tutela de derechos como los
señalados.
39. En el derecho comparado se advierten diferentes mecanismos que permiten que los propios tribunales
puedan autoplantearse, de oficio, un proceso de inconstitucionalidad a efectos de pronunciarse con
efectos generales sobre una ley que ha sido, en principio, impugnada a través de un proceso de tutela de
un derecho fundamental como el amparo. Así, en el caso español, cuyo sistema de jurisdicción
constitucional puede considerarse, prima facie, muy semejante al nuestro, se establece, en el artículo
52.57[6] de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, la llamada “autocuestion de constitucionalidad”
que permite “convertir” un amparo en un proceso de inconstitucionalidad, permitiendo, de este modo, la
emisión de una sentencia con efectos generales que podría eventualmente declarar inválida una ley por
contravenir la Constitución.
40. Si bien en nuestro sistema de jurisdicción constitucional no existe una previsión legal de tal envergadura,
sin perjuicio de que este Colegiado pueda en el futuro analizar su incorporación a través de la
jurisprudencia, la reciente previsión del precedente constitucional a que se refiere el artículo VII del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional constituye una herramienta que podría ayudar a
suplir estas deficiencias legales, permitiendo optimizar la defensa de los derechos fundamentales, labor
que corresponde por excelencia a este Colegiado.
Por tanto, un supuesto adicional a los señalados por la Corte Suprema Americana, para el establecimiento
de un precedente, puede configurarse, en el caso nuestro, a partir de la necesidad de que el Tribunal, luego
de comprobar que una norma que ha sido cuestionada mediante un proceso que no es el de control
abstracto, constate, además, que los efectos dañosos o violatorios de los derechos fundamentales
denunciados afectan de modo general a un amplio grupo de personas; o que el acto impugnado y
declarado contrario a la Constitución por el Tribunal constituye una práctica generalizada de la
administración o de los poderes públicos en general. De este modo, la regla que el Tribunal extraiga a
partir del caso deberá permitir anular los actos o las normas a partir del establecimiento de un precedente
vinculante, no solo para los jueces, sino para todos los poderes públicos. El precedente es de este forma,
una herramienta no solo para dotar de mayor predecibilidad a la justicia constitucional, sino también para
optimizar la defensa de los derechos fundamentales, expandiendo los efectos de la sentencia en los
procesos de tutela de derechos fundamentales.
41. En tal sentido, y desarrollando los supuestos establecidos en la sentencia 0024-2003-AI/TC, este
Colegiado considera que constituyen supuestos para la emisión de un precedente vinculante los
siguientes:
a) La constatación, a partir de un caso que ha sido sometido a la jurisdicción del Tribunal
Constitucional, de la existencia de divergencias o contradicciones latentes en la interpretación de los
derechos, principios o normas constitucionales, o de relevancia constitucional.
b) La constatación, a partir de un caso que ha sido sometido a la jurisdicción del Tribunal
Constitucional, de que los operadores jurisdiccionales o administrativos, vienen resolviendo en
base a una interpretación errónea de una norma del bloque de constitucionalidad; lo cual, a su
vez, genera una indebida aplicación de la misma.
7 [6]
“(...) en el supuesto de que se estime el recurso de amparo porque la Ley aplicada lesiona derechos fundamentales o
libertades públicas, la Sala elevará la cuestión al Pleno, que podrá declarar la inconstitucionalidad de dicha Ley en nueva
sentencia con los efectos ordinarios previstos en los artículos 38 y siguientes (...)”.
d) Cuando en el marco de un proceso constitucional de tutela de los derechos, el Tribunal constata la
inconstitucionalidad manifiesta de una disposición normativa que no solo afecta al reclamante, sino
que tiene efectos generales que suponen una amenaza latente para los derechos fundamentales. En
este supuesto, al momento de establecer el precedente vinculante, el Tribunal puede proscribir la
aplicación, a futuros supuestos, de parte o del total de la disposición o de determinados sentidos
interpretativos derivados del mismo; o puede también establecer aquellos sentidos interpretativos
que son compatibles con la Constitución.
e) Cuando se evidencia la necesidad de cambiar de precedente vinculante.
42. La incorporación del precedente constitucional vinculante, en los términos en que precisa el Código
Procesal Constitucional, genera por otro lado, la necesidad de distinguirlo de la jurisprudencia que emite
este Tribunal. Las sentencias del Tribunal Constitucional, dado que constituyen la interpretación de la
Constitución del máximo tribunal jurisdiccional del país, se estatuyen como fuente de derecho y vinculan
a todos los poderes del Estado. Asimismo, conforme lo establece el artículo VI del Código Procesal
Constitucional y la Primera Disposición General de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, N.º
28301, los jueces y tribunales interpretan y aplican las leyes y reglamentos conforme a las disposiciones
de la Constitución y a la interpretación que de ellas realice el Tribunal Constitucional a través de su
jurisprudencia en todo tipo de procesos. La jurisprudencia constituye, por tanto, la doctrina que
desarrolla el Tribunal en los distintos ámbitos del derecho, a consecuencia de su labor frente a cada caso
que va resolviendo.
43. Por otro lado, con objeto de conferir mayor predecibilidad a la justicia constitucional, el legislador del
Código Procesal Constitucional también ha introducido la técnica del precedente, en su artículo VII del
título preliminar, al establecer que “Las sentencias del Tribunal Constitucional que adquieren la
autoridad de cosa juzgada constituyen precedente vinculante cuando así lo exprese la Sentencia,
precisando el extremo de su efecto normativo (…)”. De este modo, si bien tanto la jurisprudencia como
el precedente constitucional tienen en común la característica de su efecto vinculante, en el sentido de
que ninguna autoridad, funcionario o particular puede resistirse a su cumplimiento obligatorio, el
Tribunal, a través del precedente constitucional, ejerce un poder normativo general, extrayendo una
norma a partir de un caso concreto.
44. De esto se desprende que el precedente es una técnica para la ordenación de la jurisprudencia
permitiendo al mismo tiempo que el Tribunal ejerza un verdadero poder normativo con las restricciones
que su propia jurisprudencia deberá ir delimitando paulatinamente. De modo preliminar puede
establecerse, sin embargo, que una primera restricción está referida a la relación entre caso y precedente.
Como ocurre en los países del Common Law “(...)el valor de precedente de una decisión está
determinado por aquello que un juez decide efectivamente en la sentencia. Mas aquello que es
efectivamente decidido, está determinado con relación al caso (fattispecie) concreto de la controversia
sometida a juicio”8[7] .
45. En este sentido, este Colegiado considera que esta regla también es válida para nuestro sistema, aun
cuando también es verdad que la configuración del caso en nuestro sistema jurídico no siempre se
relacione con hechos concretos sino con la evaluación en abstracto de normas, como ocurre en el caso
del control de constitucionalidad de la Ley, por ejemplo. Ello, no obstante, no hace que el precedente
normativo que este Colegiado externalice, no tenga una directa relación con la cuestión central que deba
decidirse porque así ha sido sometido al Tribunal Constitucional. Esto es así, porque, también tratándose
del precedente normativo, la legitimidad con que actúa este Colegiado para incursionar en el sistema de
fuentes del ordenamiento jurídico está sustentada en la necesidad de dar respuesta a las demandas que
han sido planteadas por los entes legitimados para hacerlo. En otras palabras el Tribunal, también cuando
dicta “normas” a través de sus sentencias no actúa de oficio, sino atendiendo al llamado de los
protagonistas de los procesos constitucionales.
8 [7]
Kauper, Paul G. “La regola del precedente e la sua applicazione nella giurisprudenza costituzionale degli stati uniti”, en
Giuseppino Treves, La dottrina del precedente nella giurisprudenza della Corte Costituzionale, Torino, 1971, p.221
En tal sentido, como ya lo adelantáramos en la sentencia 0024-2003-AI/TC, la emisión de un precedente
normativo vinculante se sustenta en la “Existencia de relación entre caso y precedente vinculante. En
ese sentido, la regla que con efecto normativo el Tribunal Constitucional decide externalizar como
vinculante, debe ser necesaria para la solución del caso planteado. El Tribunal Constitucional no debe
fijar una regla so pretexto de solución de un caso, si en realidad esta no se encuentra ligada
directamente con la solución del mismo”.
46. En segundo lugar, como lo ha señalado la tradición del Common Law, el precedente debe constituir una
regla de derecho y no puede referirse a los hechos del caso, si bien puede perfectamente partir de ellos.
En tercer lugar, aunque parezca obvio, la regla del precedente constitucional no puede constituir una
interpretación de una regla o disposición de la Constitución que ofrece múltiples construcciones; en otras
palabras, el precedente no es una técnica para imponer determinadas doctrinas u opciones ideológicas o
valorativas, todas ellas válidas desde el punto de vista jurídico. Si tal situación se presenta de modo
inevitable, debe ser encarada por el Tribunal a través de su jurisprudencia, en un esfuerzo por crear
consensos en determinados sentidos. El precedente, en estos supuestos, solo aparecerá como resultado de
la evolución favorable de la doctrina jurisprudencial del Tribunal en determinado sentido. Esto último
supone que el Tribunal debe abstenerse de intervenir fijando precedentes sobre temas que son más bien
polémicos y donde las posiciones valorativas pueden dividir a la opinión pública. Esto implica, por otro
lado, una práctica prudente que permite al Tribunal lograr el mayor consenso posible en el uso de esta
nueva herramienta, lo cual le permitirá una verdadera potestad normativa, como ya se ha dicho.
47. Para que una decisión de este Colegiado, planteada en forma de precedente vinculante pueda convertirse
en una herramienta útil en la expansión de los efectos de una sentencia que, en principio, debiera tener
solo efectos inter partes, resulta necesario establecer la distinción entre los efectos del precedente
vinculante emitido por un Tribunal Constitucional, y lo que son los efectos del precedente judicial en los
sistemas del Common Law.
48. Es conocido que el precedente judicial en el sistema del Common Law se ha desarrollado como
precedente vinculante en sentido vertical; es decir, aplicable desde la Corte Suprema (para el caso
norteamericano) hacia las cortes y juzgados inferiores de todo el sistema judicial. Osea, el efecto
vinculante se establece aquí básicamente respecto de los jueces. Cualquiera que invoque un precedente,
para que éste logre sus efectos, deberá acudir ante un juez, quien deberá aplicarlo en un caso concreto.
49. El precedente constitucional en nuestro sistema tiene efectos más generales. La forma como se ha
consolidado la tradición de los tribunales constitucionales en el sistema del derecho continental ha
establecido, desde muy temprano, el efecto sobre todos los poderes públicos de las sentencias del
Tribunal Constitucional9[8]. Esto significa que el precedente vinculante emitido por un Tribunal
Constitucional con estas características tiene, prima facie, los mismos efectos de una ley. Es decir, que la
regla que el Tribunal externaliza como precedente a partir de un caso concreto, es una regla para todos y
frente a todos los poderes públicos; cualquier ciudadano puede invocarla ante cualquier autoridad o
funcionario sin tener que recurrir previamente ante los tribunales, puesto que las sentencias del Tribunal
Constitucional, en cualquier proceso, tienen efectos vinculantes frente a todos los poderes públicos y
también frente a los particulares. Si no fuese así, la propia Constitución estaría desprotegida, puesto que
cualquier entidad, funcionario o persona podría resistirse a cumplir una decisión de la máxima instancia
jurisdiccional.
9 [8]
Véase, por ejemplo, en lo que respecta al Tribunal Federal Alemán, el parágrafo 31.1, BverfGG: “Las sentencias del
Tribunal Constitucional vinculan a los órganos constitucionales de la federación y de los Estados, a todos los tribunales y a todas
las autoridades administrativas”. Cfr. Raúl Bocanegra Sierra, “Cosa juzgada, vinculación, fuerza de ley en las decisiones del
Tribunal Constitucional alemán”, en Revista española de Derecho Constitucional, Vol I, N.° 1, CEC, Madrid, 1981, pág. 235 ss.
50. Hechas estas precisiones conceptuales, el Tribunal considera que, sobre la base de lo expuesto, en el
presente caso, las reglas de derecho que se desprenden directamente del caso pueden ser resumidas en
los siguientes términos:
A) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, de acuerdo con el artículo VII del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional, tiene la facultad jurídica para establecer, a través de sus sentencias
que adquieren la autoridad de cosa juzgada, un precedente vinculante cuando se estime una demanda
por violación o amenaza de un derecho fundamental, a consecuencia de la aplicación directa de una
disposición por parte de la administración pública, no obstante ser manifiesta su contravención a la
Constitución o a la interpretación que de ella haya realizado el Tribunal Constitucional (artículo VI
del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional), y que resulte, por ende, vulneratoria de
los valores y principios constitucionales, así como de los derechos fundamentales de los
administrados.
Regla sustancial: Todo tribunal u órgano colegiado de la administración pública tiene la facultad y el
deber de preferir la Constitución e inaplicar una disposición infraconstitucional que la vulnera
manifiestamente, bien por la forma, bien por el fondo, de conformidad con los artículos 38.º, 51.º y
138.º de la Constitución. Para ello, se deben observar los siguientes presupuestos: (1) que dicho
examen de constitucionalidad sea relevante para resolver la controversia planteada dentro de un
proceso administrativo; (2) que la ley cuestionada no sea posible de ser interpretada de conformidad
con la Constitución.
B) Regla procesal: El Tribunal Constitucional, de acuerdo con el artículo VII del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional, tiene la facultad jurídica para establecer, a través de sus sentencias
que adquieren la autoridad de cosa juzgada, un precedente vinculante, a consecuencia de la
aplicación directa de una norma o cuando se impugnen determinados actos de la administración
pública que resulten, a juicio del Tribunal Constitucional, contrarios a la Constitución y que afecten
no solo al recurrente, sino también, por sus efectos generales, o por ser una práctica generalizada de
la administración pública, a un grupo amplio de personas.
Regla sustancial: Todo cobro que se haya establecido al interior de un procedimiento administrativo,
como condición o requisito previo a la impugnación de un acto de la propia administración pública,
es contrario a los derechos constitucionales al debido proceso, de petición y de acceso a la tutela
jurisdiccional y, por tanto, las normas que lo autorizan son nulas y no pueden exigirse a partir de la
publicación de la presente sentencia.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
2. Establecer como PRECEDENTE VINCULANTE, conforme al artículo VII del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional, las reglas contenidas en los fundamentos 41 y 50, supra, de esta
sentencia.
3. Remitir copia de la presente sentencia a la Presidencia del Consejo de Ministros a efectos de que se
adoptan las medidas necesarias para su fiel cumplimiento en el ámbito de toda la administración del
Estado, conforme a las competencias que le confiere el artículo 119.° de la Constitución.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
STC N.° 3362-2004-PA, Caso Prudencio Estrada Salvador
PRUDENCIANO ESTRADA
SALVADOR
En Arequipa a los 29 días del mes de agosto de 2006, el pleno del Tribunal Constitucional, integrado
por los señores magistrados García Toma, Gonzales Ojeda, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara
Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia, con el fundamento de voto, adjunto, del magistrado
Alva Orlandini
1. ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Prudenciano Estrada Salvador contra la sentencia de la
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Huánuco, de fojas 140, su fecha 13 de julio de 2004, que
declara infundada la demanda de amparo de autos.
2. ANTECEDENTES
a) Demanda
Con fecha 22 de enero de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra el director del
Diario Regional de Huánuco, alegando la violación de su derecho a la rectificación consagrado en el
inciso 7) del artículo 2.° de la Constitución. Solicita, consecuentemente, que se ordene al demandado
publicar la rectificación del día 8 de octubre de 2003, en la forma y términos por él establecidos,
incluida la crónica rectificadora que solicitara mediante carta notarial de fecha 21 de octubre de 2003.
Sustenta su demanda en que con la publicación del titular ‘¡Ex Decano del Colegio de Abogados con
orden de captura!’ en la primera página del Diario Regional, y, con el desarrollo de la noticia en la
segunda página, con el mismo título y acompañada de una fotografía suya, se han vulnerado sus
derechos constitucionales como abogado y dirigente gremial.
Según señala, las afirmaciones realizadas por el diario respecto de su persona y de los hechos que lo
involucran son inexactas y agraviantes. En ese sentido, sostiene que en la querella seguida en su contra
ante el Cuarto Juzgado Penal de Huánuco por el presunto delito de difamación, nunca se dictaminó
orden de captura alguna hacia su persona, sino que a través del Oficio N.° 6612-03-4to.JPHCO, del 2
de octubre de 2003, se requiere a la Policía Nacional para que conduzca mediante la fuerza pública al
querellado y lo ponga a disposición del juzgado para que rinda su declaración instructiva. Tal oficio fue
cursado antes de que la Resolución del 1 de octubre de 2003, que dictamina que se conduzca de grado o
fuerza al demandado, estuviera consentida.
Asimismo, expone que es inexacto que el demandante se haya negado a firmar la notificación de fecha
1 de octubre de 2003, emitida por el titular del Cuarto Juzgado Penal, dado que quien se negó a firmar
fue otra persona.
Alega que el proceso de querella seguido en su contra es un proceso penal de investigación reservada al
que sólo tienen acceso las partes.
También señala que no le autorizó al demandado la publicación del trámite del proceso, así como que
no entregó ninguna resolución judicial. Considera que, dado que el propietario del Diario Regional es
compadre del querellante, la publicación del 8 de octubre de 2003 fue realizada con la finalidad de
hacerle un favor ilegal. De esta manera, califica a la publicación de sensacionalista y de haber sido
posiblemente concertada con el querellante para agraviarlo.
Finalmente, sostiene que ejerció su derecho de rectificación cursando una carta notarial de fecha 21 de
octubre de 2003 al director del Diario Regional, de acuerdo con el artículo 2.° de la Ley N.° 26847
(sic)10[1]. En dicha carta se establecen los términos y el formato en los que el diario debía rectificarse en
el plazo determinado por ley. Sin embargo, señala que el demandado no procedió a publicar una
rectificación antes ni después de los siete días previstos en el artículo 3.° de la mencionada ley y que,
por el contrario, publica el 27 de octubre de 2003, en la página 7 de la sección Política/Gestión, un
comentario a la citada carta notarial y, por segunda vez, emite opiniones y presenta hechos inexactos en
perjuicio de su honor. Por lo tanto, no procedió a la rectificación en la forma y términos por él
requeridos en la carta notarial; es decir, el contenido de la carta notarial no fue observado ni rechazado,
por lo que ésta se encuentra aún en espera de su publicación.
b) Contestación de la demanda
El gerente de prensa del Diario Regional E.I.R.L., don Augusto Noreña Llanos, sostiene que el derecho
para interponer la demanda de amparo ha caducado, puesto que de la fecha en que ocurrió el supuesto
agravio a la fecha de presentación de la demanda transcurrido con exceso el plazo legalmente previsto.
Asimismo, refiere que la publicación de la nota informativa periodística materia de reclamo obedece a
hechos verídicos y que, por tanto, no ha publicado hechos inexactos o agraviantes respecto del
demandante. Ello debido a que la publicación realizada tuvo como base los documentos en los que se
solicita que se conduzca mediante fuerza pública al querellado a rendir su declaración instructiva.
Amparándose en el inciso 4) del artículo 2.° de la Constitución, así como en los tratados internacionales,
sostiene que no estaría obligado a realizar rectificación alguna, debido a que la publicación de su
versión de los hechos es correcta.
.
Alega que el titular del 8 de octubre de dicho año responde al resultado de la interpretación del hecho
noticioso, y que se trata, en consecuencia, de un juicio del valor informativo. Por ello, señala que la
disposición judicial que dictamina que un procesado sea conducido por la fuerza pública implica una
orden de captura y detención. En ese sentido, considera que no tiene la obligación de rectificarse, de
acuerdo con lo establecido en el artículo 6.° de la Ley N.° 26775, y que el demandante ha incurrido en
un abuso de derecho al pretender imponer la forma y términos de la rectificación.
Finalmente, señala que los medios de comunicación están facultados para realizar ese tipo de
publicaciones sin previa autorización, censura ni impedimento alguno y, en consecuencia, solicita que se
declare infundada la pretensión del demandante.
Sobre la excepción de caducidad señala que, a efectos de revisar el cómputo del plazo establecido en el
artículo 37.º de la Ley N.° 23506, debe tenerse en cuenta la huelga del Poder Judicial producida desde el
5 de noviembre hasta el 1 de diciembre del 2003, por lo que se cumplen los requisitos de plazo, en
aplicación del principio pro libertatis a favor del demandante.
10 [1]
Se refiere al artículo 2 de la Ley N.º 26775, que establece el derecho de rectificación de personas afectadas
por afirmaciones inexactas en medios de comunicación social, y que fuera modificada íntegramente por la Ley N.°
26847, por lo que en lo que resta de la sentencia las citas de los artículos de la Ley N.º 26775 corresponden al texto
introducido por la referida ley modificatoria.
Respecto del fondo del asunto, sostiene que el Diario Regional, pese a estar en conocimiento del
proceso de querella interpuesto contra el demandante por la presunta comisión del delito de difamación,
no precisa esto en el titular; además, que estaba en capacidad de prever el impacto que ocasionaría dicha
publicación en la población y opinión pública huanuqueñas. Señala que, efectivamente, no se ha emitido
una orden de captura en el proceso de querella y que ésta sólo está destinada ordinariamente a delitos
cuya gravedad o circunstancias la justifican. Estima que el demandado no cumplió con efectuar la
rectificación pertinente dentro de los siete días siguientes después de recibida la solicitud, limitándose a
publicar un artículo el 27 de octubre de 2003, el cual no cumplía con el requisito de proporcionalidad
requerido por el inciso 7) del artículo 2° de la Constitución. Sin embargo, expresa que la rectificación no
tiene que efectuarse de acuerdo con los términos y formato establecidos por el demandante, por cuanto
dicha obligación no está legalmente prevista.
En consecuencia, revoca la sentencia apelada que declara fundada, en parte, la demanda de amparo y la
declara infundada.
3. DATOS GENERALES
El acto lesivo se habría producido a través de dos hechos: en primer lugar, con la negativa del diario de
rectificarse de la publicación del 8 de octubre de 2003, respecto de afirmaciones inexactas y agraviantes
en relación con el demandante y su situación en un proceso penal por el presunto delito de difamación; y,
en segundo lugar, con la publicación del 27 de octubre de 2003, en la cual, en vez de rectificarse, el
diario señala solamente la posición del demandante respecto de los hechos y añade comentarios
subjetivos que éste califica de falsos, con lo cual se le agravia nuevamente en su derecho al honor y
buena reputación.
» Reclamación constitucional
El demandante ha argumentado la afectación de su derecho constitucional a la rectificación (artículo 2.º,
inciso 7).
Sobre esta base, solicita que se ordene publicar la rectificación de la publicación del día 8 de octubre en
la forma y términos por él establecidos, incluida la crónica rectificatoria solicitada al director del Diario
Regional mediante carta notarial de fecha 21 de octubre de 2003.
¿Qué significa realmente el derecho a la rectificación? Para ello se tendrá que responder lo siguiente:
- ¿De qué manera está reconocido en el ámbito normativo?
- ¿Su validez se relaciona con ser una forma de protección del derecho al honor de las personas?
¿Cuál es la configuración que presenta este derecho fundamental? Por tanto,
- ¿En qué supuestos puede ser pedido?
- ¿Cuáles son los elementos que establecen su ejercicio?
Según la Segunda Disposición Final del Código Procesal Constitucional, que rige desde el 1 de
diciembre del año 2004,
En tal sentido, a efectos del pronunciamiento sobre este caso en concreto, este Tribunal utilizará el
código mencionado, en virtud del principio de aplicación inmediata de las leyes, por no existir
vulneración de los derechos procesales del demandante ni del demandado.
» Precedente vinculante
Esta sentencia adquiere calidad de precedente vinculante, según el artículo VII del Código Procesal
Constitucional, que prescribe que
Es más, según la sentencia del Expediente N.º 0024-2003-AI/TC, se ha rescatado que el precedente
normativo sólo tiene sentido entendiendo la función integradora del Tribunal Constitucional:
Por ende, la presente sentencia será precedente vinculante en virtud de que a través de ésta se van a
desarrollar los conceptos e ideas principales acerca del derecho a la rectificación, que no han sido
desplegados en el ámbito constitucional.
4. FUNDAMENTOS
El mensaje que fue reproducido y expandido a toda la comunidad huanuqueña decía lo siguiente:
Sobre la base de esta noticia supuestamente equívoca, debemos tratar de determinar qué significa la
rectificación en el orden constitucional nacional, para que a partir del caso de autos, esta figura pueda
optimizarse para una mejor protección de los derechos de la persona. Es decir, la sentencia que se está
emitiendo tiene como fin procedibilizar la rectificación de la mejor forma posible, y así cumplir con su
cometido constitucional.
El sentido de la rectificación
2. Las amplias posibilidades de comunicación de hoy plantean mayores retos en referencia a la protección
de los derechos fundamentales de las personas, máxime si se ha reforzado el ejercicio de los derechos
comunicativos12[3]. Ante ello, el mayor intercambio de ideas hace necesario que se ponga una atención
especial sobre aspectos o datos sensibles de la personalidad humana.
11 [2]
Diario Regional, Política/Gestión – 2, del 8 de octubre del 2003 (f. 14-b del Expediente).
12 [3]
La protección de los derechos comunicativos está prevista en el artículo 37, inciso 3), del Código Procesal
Constitucional, que señala que “El amparo procede en defensa de los siguientes derechos: (...) De información,
opinión y expresión”.
aludidos en tales noticias (personas naturales o jurídicas), es tal que se le ha asignado un rango
constitucional.
3. La rectificación, como derecho autónomo, es reconocida en el artículo 2.°, inciso 7), in fine de la
Constitución, en los siguientes términos:
La rectificación así planteada merece protección en el ámbito procesal constitucional a través del
amparo, tal como lo expone el artículo 37.º, inciso 8), del Código Procesal Constitucional:
Sobre este aspecto también es bien claro el artículo 7.º de la Ley N.º 26775, que señala que si no lograse
realizarse la rectificación bajo el parámetro establecido por la Constitución y por la ley, queda expedita la
utilización de la demanda de amparo.
4. Al respecto, como este Colegiado lo ha señalado, la rectificación es un derecho fundamental que, según
lo expresado en el fundamento 5.a de la sentencia emitida en el Expediente N.º 0829-98-AA/TC, está
referido a lo siguiente:
Básicamente este derecho incluirá dos ámbitos: uno positivo y uno negativo. Dentro del primero, se
encuentra la posibilidad de que una persona afectada por un mensaje desatinado respecto a su persona
pueda acceder libremente a un medio de comunicación de masas a fin de que éste se rectifique en mérito
a los derechos comunicativos. Como parte de la esfera negativa, se entiende que es inadecuado que el
medio niegue esta posibilidad a la persona, toda vez que le asiste con el objeto de proteger su honor, y de
presentar la verdad noticiosa; tal negativa se puede producir tanto con no publicar la rectificación
propuesta o, si se realiza, por hacerse con comentarios inexactos o agraviantes adicionales.
7. El fin que cumple en el espectro constitucional hace que el derecho fundamental a la rectificación deba
estimarse como uno meramente relacional, al tratar de entablar una concomitancia entre los derechos
comunicativos y el derecho al honor, y presentándose en una última instancia como forma de protección
de este último, pero únicamente cuando se produce el ejercicio abusivo de los primeros. Partiendo de la
base de la igualdad entre los derechos fundamentales, es la misma Constitución la que permite una
fórmula para equipararlos, pero sólo en caso de que se produzca el avasallamiento de uno de ellos en
detrimento del otro.
Asimismo, retomando la teoría procesal de los derechos fundamentales, podemos observar cómo la
rectificación se exhibe como un mecanismo adecuado de salvaguardia del honor. Una de las maneras en
que el derecho al honor de una persona puede ser amparado es a través de una utilización correcta y
adecuada de la rectificación. Así, en el fundamento 23 de la Opinión Consultiva OC-7/86 de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, del 29 de agosto de 1986, Exigibilidad del Derecho de
Rectificación o Respuesta (Artículos 14.1, 1.1 y 2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos7/86), se ha señalado que
Es así como la rectificación aparece como una vía para hacer valer la responsabilidad ante el ejercicio
abusivo de los derechos comunicativos en desmedro del honor de los demás. Por ello, fluye como un
mecanismo idóneo y adecuado para que el derecho al honor, en un sistema de integración de derechos,
pueda ser protegido ante un derecho comunicativo cuando éste es ejercido de manera inconstitucional, a
través de datos inexactos ofrecidos y que afecten o agravien a las personas.
En tal sentido, aparece como un derecho relacional entre el honor y la información, aunque no por ello
puede dejar de ser reconocido como un pleno derecho fundamental. Asimismo, la función de la
rectificación, como garantía procesal de un derecho como es el honor, hace que la viabilidad de este
último pueda quedar asegurada ante un ataque injustificado.
Por lo tanto, rectificación es, al mismo tiempo, un derecho relacional y una garantía procesal.
8. De esta forma, sólo puede existir derecho a la rectificación relacionado con los derechos
comunicativos. Entonces, sólo habrá rectificación si se manifiesta un exceso en el ejercicio de los
derechos informativos. Respecto a ellos, su reconocimiento se encuentra, aparte de la norma
constitucional (artículo 2.º, inciso 4), en los instrumentos internacionales (básicamente, artículo 19.º de
la Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo IV de la Declaración Americana, artículo 19.2
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y artículo 13.º de la Convención Americana).
Asimismo, como cualquier derecho fundamental, los derechos comunicativos deben resguardar en su
ejercicio los derechos y libertades de los demás (artículo 29.º de la Declaración Universal y artículo
XXVIII de la Declaración Americana). Pero más claro resulta el planteamiento del artículo 19.3 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que señala, refiriéndose a la libertad de expresión,
cuáles son sus límites:
En esta línea, sobre todo tomando en cuenta el acápite a) de la norma del Pacto, queda claro que los
derechos comunicativos encuentran su límite (sobre todo, externo) en el honor de las personas, y es ahí
donde toma fuerza el derecho a la rectificación.
9. De otro lado, cabe recordar que este Colegiado ya ha señalado la ubicación que poseen los derechos
comunicativos en el sistema constitucional. El fundamento 13 de la sentencia del Expediente N.º 2262-
2004-HC/TC ha expresado que
(...) tienen un sólido sustento democrático, e incluso se han propuesto garantías para que la
injerencia a su ejercicio sea lo más limitada posible (...).
En la teoría constitucional de los derechos fundamentales que sigue este Tribunal existe igualdad entre
ellos y no ha de aceptarse ningún tipo de jerarquización entre ellos (lo mismo se aplica para los derechos
comunicativos y el derecho al honor), sino habrá de propiciarse una ponderación a través del principio de
concordancia práctica, tal como se ha señalado en el fundamento 12.b la sentencia del Expediente N.º
5854-2005-PA/TC, según el cual toda aparente tensión entre las propias disposiciones constitucionales
debe ser resuelta ‘optimizando’ su interpretación, es decir, sin ‘sacrificar’ ninguno de los valores,
derechos o principios concernidos.
En igual sentido, el artículo 32.º, inciso 2), de la Convención Americana consagra que el derecho de cada
persona está limitado por el derecho de los demás. En consecuencia, debe procurarse la garantía del justo
equilibrio y la armonización concreta, en cada caso, entre el derecho fundamental al honor y los derechos
comunicativos, por intermedio de un procedimiento que asegure la garantía de los derechos en juego y
que determine el carácter inexacto o agraviante del mensaje emitido, siempre que haya una diferencia
resultante del intento de hacer valer, en un caso o situación concreta, la rectificación.
10. Ahora es menester explicar en qué tipos de medios existe protección para la rectificación. El
mencionado artículo 2.º, inciso 4), de la Constitución señala que el ejercicio de la rectificación ha de ser
realizado a través de los medios de comunicación social, pero para la Convención Americana, a través
del artículo14.1, ha de ser a través de medios de difusión legalmente reglamentados y que se dirijan al
público en general. Es decir, cabría rectificación no sólo respecto a las informaciones vertidas en
aquellos medios de comunicación masiva comúnmente denominados de comunicación social, sino
también en aquéllos que permiten la transmisión de noticias, datos o informes a un alto número
indeterminado de personas, con el rasgo de masivo.
Por eso, una equivocada difusión de informaciones en los medios de comunicación de masas tiene una
gran posibilidad de hacer daño a las personas (como podría suceder con un correo electrónico masivo, en
un portal electrónico o en una página web), cuyos efectos o su divulgación podrían ser tan o más
perjudiciales que los existentes en los ordinariamente llamados medios de comunicación social. Por ello,
a entender de este Tribunal, cabe rectificar los mensajes vertidos por cualquier medio de comunicación
masiva.
11. Sin embargo, la insistencia de nuestra Norma Fundamental en los medios de comunicación social se
debe justamente a la tangible preocupación por la responsabilidad que acarrea su actuación en la
sociedad. Para limitar su poder se les ha reconocido como una institución constitucional, lo cual fluye de
su tratamiento genérico (artículo 2.º, inciso 4, de la Constitución) como de la búsqueda para su
colaboración con el Estado en la educación y en la formación moral y cultural de la nación (artículo 14.º
in fine de la Constitución). Es más, en el artículo II del Título Preliminar de la Ley de Radio y
Televisión, Ley N.º 28278, se reconoce que la prestación de los servicios de radiodifusión, como medio
de comunicación masiva, debe regirse, entre otros, por la defensa de la persona humana y el respeto a su
dignidad, la libertad de información veraz e imparcial, la tutela del orden jurídico democrático, la
promoción de los valores y la identidad nacional, y, claro está, por la responsabilidad social de los
propios medios.
La responsabilidad nos deriva a un autocontrol por parte de los medios de comunicación social, lo cual
no sólo impedirá abusos en su contra, sino también neutralizará los realizados por ellos mismos contra
los demás14[5]. Es así como
Por esta calidad, es realmente importante que se busque neutralizar el ejercicio abusivo de los derechos
ejercidos a través de los medios de comunicación de masas, toda vez que una institución constitucional no
puede verse trastocada, y más bien corresponde a la Constitución proponer la tutela necesaria de sus
derechos fundamentales dotando a las personas comunes y corrientes de los recursos jurídicos pertinentes
para poder reponer las cosas al estado anterior a la violación, es decir, igualarse ante quien informa de
manera negligente con todo el poder que los medios involucran.
13 [4]
LOEWENSTEIN, Karl. Teoría de la Constitución. Barcelona, Ariel, 1979. pp. 415, 416.
14 [5]
RODRÍGUEZ GARCÍA, José Antonio. El control de los medios de comunicación. Madrid, Dykinson, 1998. p. 15.
15 [6]
HOFFMANN-RIEM, Wolfgang. Libertad de comunicación y de medios. Ob. cit. pp. 158, 159.
12. Cuando se informa en el mundo cotidiano, básicamente no hay reciprocidad directa de elementos
noticiosos entre dos o más partes que intercambian sus roles activo y pasivo, porque en el caso del
mensaje vertido a través de los medios de comunicación social, en esencia lo que se produce es una
unidireccionalidad en el envío de la información, toda vez que es una de las partes la que tiene todo el
poder de la noticia y de transmitirla hacia el resto.
En ese sentido, la información periodística tiene una importancia creciente y un poder ahora realmente
digno de resaltar. Basta reconocer que su transmisión genera múltiples cambios por los efectos que
ocasiona o puede ocasionar en la vida pública o privada de las personas e instituciones. Ello acrecienta la
responsabilidad profesional de los periodistas o los medios de comunicación social.
De igual forma, consideramos interesante lo señalado en el artículo II, punto 1 de la Convención sobre el
Derecho Internacional de Rectificación, abierta a la firma por la Asamblea General en su Resolución N.º
630 (VII), de 16 de diciembre de 1952, y entrada en vigor, del 24 de agosto de 1962, la cual expresa lo
siguiente:
En este bosquejo, aparte de que la noticia sea cierta, la actitud del informador debe estar teñida de
libertad. Esta libertad será la mayor y mejor garantía de que se pueda aproximar a la verdad. Ahora bien,
esta autonomía en el ejercicio periodístico no nos puede llevar al libertinaje de la información,
caracterizado por violar la Constitución y/o los derechos fundamentales, sino a una actuación adecuada y
responsable. Libertad y responsabilidad van de la mano, por lo que cuando se informe debe hacerse con
toda la autonomía que corresponde a los encargados de difundir los mensajes periodísticos, pero también
deben ser lo suficientemente éticos y responsables para que cuando se equivocan en el mensaje emitido,
puedan rectificarse, inclusive sin la presión de una carta notarial o de una demanda, como la planteada en
este caso.
13. Aparte de las disposiciones normativas expresadas en el artículo 2.º, inciso 7), in fine de la Constitución
y en el artículo 14º.2 de la Convención Americana, se integrará como parte del bloque de
constitucionalidad, lo señalado por la Ley N.º 26775.
De otro lado, también hay que aceptar lo previsto por la Corte Interamericana a través de los
fundamentos 22 ss. de la Opinión Consultiva OC-7/86, respecto a que, si bien el ordenamiento interno
puede crear un mecanismo de rectificación particular, éste no puede desconocer su tratamiento por la
Convención Americana, según los parámetros explicados supra. Con más razón aún, también lo
dispuesto por dicha ley debe estar acorde con la Norma Fundamental.
§1. Supuestos
14. Sobre la base de los obiter dictum antes desarrollados, es importante para este Colegiado interpretar la
Constitución a fin de configurar el derecho fundamental a la rectificación.
Son dos los supuestos considerados por el constituyente en que puede plantearse un pedido de
rectificación:
a. Información inexacta
Según el artículo 2.º, inciso 7), de la Norma Fundamental, cabe la rectificación por ‘afirmaciones
inexactas’; sin embargo, la Convención Americana, en su artículo 14.º, hace referencia a
‘informaciones inexactas’.
Por eso, consideramos que en este primer supuesto, independientemente del término utilizado, la
remisión directa de la rectificación se da respecto al derecho a la información. Es por ello que la
información periodística requiere un estricto control de veracidad, pues buena parte de su legitimidad
proviene de las certezas y certidumbres contenidas en ella. En el ámbito del ejercicio de este derecho
fundamental, la veracidad está más ligada con la diligencia debida de quien informa, y no con la
exactitud íntegra de lo informado. De hecho, cada uno puede tener su verdad, exponerla o aceptar la
de los otros.
Cabe señalar, además, que el derecho a la rectificación fluye cuando se produce una información
falsa o inexacta. Es decir, sólo se podrá dar cuando la información publicada o difundida no
corresponde en absoluto con la verdad (falsedad) o cuando se ajusta sólo en parte a ella (inexactitud).
Así, la nota será falsa o inexacta si es que no se expresó la verdad o lo hizo a medias, con lo que
incurre en una transgresión voluntaria o involuntaria a la responsabilidad profesional de informar con
sentido de la verdad y con tendencia a la objetividad. La verdad o no de la información se debe
medir en su propio y estricto contexto, constatando las falencias en menor o mayor grado de la
información.
Sin embargo, es posible que pese a toda la diligencia debida que pueda poner un comunicador social,
no transmita una verdad en el sentido puro de la palabra. Por ello, es que el derecho a la
rectificación, en tanto medie una afectación al derecho al honor de las personas, surge como una
forma idónea de contrastar la ‘verdad periodística’ y la ‘verdad real’. Para eso se tiene la posibilidad
de que, tras presentar un error noticioso, éste sea corregido prontamente y en las mismas condiciones
de las expresadas en la publicación o emisión original. Es decir, cuando la información alude a un
sujeto pasivo del ejercicio de este derecho fundamental y éste asevera que lo dicho es falso o
inexacto, se genera una reacción, que es rectificar esa información, independientemente de la
exigencia o no de veracidad en la información. En ese sentido, dicho derecho
(...) más para evitar una agresión, sirve para ofrecer la versión de la persona ofendida (...) o
para suplir las deficiencias informativas de una noticia que se ha demostrado falsa (...). El
derecho a la rectificación no tiene por finalidad principal garantizar la veracidad de una
información de hecho o, en sentido negativo, no es su finalidad excluir las informaciones
falsas, inexactas o incompletas (...)16[7].
Rectificar es contradecir, rebatir o impugnar con argumentos o razones lo que otro ha informado. Por
eso se ha dicho de manera contundente que cabe el ejercicio de la rectificación si es que se informa
erróneamente y se afecta a la persona;
(...) en tal caso, ésta debe tener derecho a rectificar tal error, aun cuando no
hubiera dolo o culpa del periodista17[8].
Vale señalar que la exigencia de la rectificación, e incluso su realización, será independiente de las
otras responsabilidades que puedan tener los intervinientes en la propagación de la información. Por
último, queda claro que para que exista rectificación es irrelevante si existe o no diligencia; basta con
16 [7]
AZURMENDI, Ana. Derecho de la información. Guía jurídica para profesionales de la información. Pamplona,
Eunsa, 1997. pp. 119, 123.
17 [8]
EKMEKDJIÁN, Miguel Ángel. Tratado de Derecho Constitucional. Buenos Aires, Depalma, 2000. 2.ª ed. Tom. I,
p. 585.
comprobar que la noticia propagada es falsa. Así, el ejercicio del citado derecho se exhibe como una
excepción a la regla de la diligencia debida exigida para la información en el ámbito constitucional.
b. Honor agraviado
El otro supuesto en que se puede ejercer el derecho a la rectificación se presenta cuando la persona
se ha sentido afectada a través de un agravio, y esto significa una violación de su derecho al honor
(así lo señala también el artículo 14.3 de la Convención Americana), a través de un medio de
comunicación de masas con independencia del derecho comunicativo ejercido. Ésta es la
interpretación adecuada que puede fluir de una correcta lectura del artículo 2.º, inciso 7), de la
Constitución.
Si bien la Norma Fundamental prefiere adscribirse a una postura fáctica del honor (reconocimiento
de honor interno y de honor externo, entendido este último como buena reputación), lo que en el
fondo está admitiendo es la existencia de un derecho único al honor, tal como lo ha hecho también el
artículo 37.º, inciso 8), del Código Procesal Constitucional.
En este marco, se puede considerar que el honor, sobre la base de la dignidad humana, es la
capacidad de aparecer ante los demás en condiciones de semejanza, lo que permite la participación
en los sistemas sociales y corresponde ser establecido por la persona en su libre determinación. Esto
viene a significar que para que haya rectificación debe haberse producido previamente un ataque
injustificado al derecho fundamental al honor.
A entender de este Colegiado, a través del fundamento 3 de la sentencia recaída en el Expediente N.º
0446-2002-AA/TC, el honor forma parte de la imagen del ser humano, ínsita en la dignidad de la
que se encuentra investida, garantizando el ámbito de libertad de una persona respecto de sus
atributos más característicos, propios e inmediatos. Asimismo, se ha señalado en el fundamento 2 de
la misma sentencia que este derecho
(...) forma parte del elenco de derechos fundamentales protegidos por el inciso
7) del artículo 2.° de la Constitución Política, y está estrechamente vinculado
con la dignidad de la persona; su objeto es proteger a su titular contra el
escarnecimiento o la humillación, ante sí o antes los demás, incluso frente al
ejercicio arbitrario de las libertades de expresión o información, puesto que la
información que se comunique, en ningún caso puede resultar injuriosa o
despectiva.
En el caso de la rectificación, para que ella pueda ser ejercida debe existir un elemento afectante del
honor de una persona, y ésta es una condición básica para su disfrute.
La prueba de este hecho, que no requiere una declaración judicial previa, debe basarse en los
elementos objetivos presentados por quien la reclame y que deben ser explicados en el
requerimiento que exhiba ante el medio de comunicación. Esto ha de significar que para hacer el
pedido de una rectificación no es necesario, ni menos aún exigible, que se haya comprobado
previamente el daño al honor de las personas. Basta tan sólo con una apariencia de la vulneración.
15. Habiendo determinado los dos supuestos en los que se puede solicitar la rectificación, sobre todo en lo
relativo a la existencia de un agravio, es necesario que a continuación podamos contrastarlos con lo
sucedido en el caso concreto.
Se puede decir que si bien el recurrente ha sido parte de un proceso penal de investigación reservada, el
cual es un asunto eminentemente personal y no público, cabría preguntarse si la noticia propagada
amerita o no el ejercicio del derecho fundamental a la rectificación de su parte, según los parámetros
establecidos.
16. Tal como ha sido presentado líneas arriba, mediante una carta remitida por el recurrente, éste
manifiesta que no tiene orden de captura alguna. Afirma que lo que existe es una orden de
comparecencia, bajo apercibimiento de ser conducido por la fuerza pública para que rinda su
instructiva en dicho proceso, y que no asistió a la diligencia pues ella no se realizó en la fecha
señalada. En este contexto, ha solicitado, al utilizar el amparo, que se haga efectivo su derecho a la
rectificación, el cual ha sido transgredido cuando
Entonces, en la presente causa se tiene que dilucidar el significado del término ‘orden de captura’ y
determinar si, sobre la base fáctica de la noticia aparecida en el medio de comunicación social, el
accionante se encontraba en los supuestos admitidos por la Constitución para el ejercicio del derecho a
la rectificación.
17. En primer lugar, hay que aceptar o descartar el argumento utilizado por el demandado, y acogido por el
juzgador de segundo grado, respecto al tipo de lenguaje utilizado en la noticia publicada, pues expresa
que
(...) hay que entender que en el lenguaje común no es la misma [sic] la acepción
jurídica del término ‘captura’ y que el término utilizado por el diario emplazado
en todo caso importaría un error de interpretación pero no la publicación de un
hecho alejado de la verdad (...)20[11].
Al respecto, si bien es cierto que existe el Oficio N.º 6612-03-4JPHCO, a través del cual el juzgado
penal requiere al Jefe del Departamento de la Policía Judicial para que conduzca mediante la fuerza
pública para que preste una declaración instructiva al querellado, hoy demandante en el amparo, y sea
puesto a disposición de dicho despacho previa emisión por parte del juez de un auto mediante el cual se
dispone para que preste su declaración, también lo es que, en relación con la información propalada en
el diario el día miércoles 8 de octubre del 2003, debemos tener en cuenta el contexto en que se está
emitiendo tal información.
Al respecto, para la mayoría de las personas que no tienen conocimientos en materia penal, el término
‘orden de captura’ hace mención a un alto nivel de restricción a la libertad personal, semejante a un
mandato de detención, cuya naturaleza no puede ser comparada con una ‘orden de comparecencia’ bajo
apercibimiento de ser conducido por la fuerza pública, en la cual, si la persona citada no concurre a la
diligencia, se hace efectivo el apercibimiento decretado. De esta manera, el director del diario o el que
realizó la investigación periodística no supo transmitir la información exacta de lo sucedido. Si bien es
cierto que el demandante está involucrado en un proceso penal por difamación, el oficio emitido por el
juzgado era para que acuda de forma conminatoria al proceso a prestar su declaración instructiva; en
ningún momento se está limitando abiertamente su libertad personal. Por ello, como ya se ha señalado
18 [9]
Demanda de amparo (ff. 16, 17 del Expediente).
19 [10]
Contestación de demanda (ff. 40, 41 del Expediente).
20 [11]
Sentencia de segunda instancia (ff. 141 del Expediente).
previamente, no pueden asimilarse los conceptos de traslado a un juzgado vía grado o fuerza, que
significa desplazamiento de una persona a un recinto judicial para que declare o se le sentencie, y el de
‘orden de captura’, que comúnmente es entendido como una medida que implica la pérdida de la
libertad personal. Presentar el mencionado apercibimiento como una orden de captura demuestra, a
entender de este Colegiado, un agravio por parte del medio de comunicación. Desde ya se estaría
hablando de un informe incompleto y fuera de todo contexto, con la consiguiente vulneración del
derecho consagrado en el artículo 2.°, inciso 7), de la Constitución.
En conclusión, para este Tribunal, por más que el lenguaje coloquial no se condiga necesariamente con
el jurídico, la actuación del informante debe también reflejar esta diferencia. Si no quiere verse
involucrado en un desliz como el producido en el presente caso, entonces tampoco puede utilizar un
lenguaje que no es el periodístico, como es el hecho de usar el término ‘orden de captura’.
18. De lo expresado, no cabe duda de que la información vertida no es completamente cierta, por lo que
correspondía rectificarla a quien la emitió, independientemente del nivel de diligencia mostrado por el
demandado.
A entender del accionado, y basado en los documentos judiciales y policiales que contenían la
conducción por vía de grado o fuerza, éste se anima a precisar que
(...) Es así que, teniendo como fuente informativa los documentos señalados en
el item anterior, el Diario Regional realiza la mencionada publicación noticiosa
materia de reclamo, cumpliendo su labor informativa constitucionalmente
respaldada (...)21[12].
Ahora bien, el dato objetivo es que existe una afirmación que no cuenta con el grado de exactitud
necesario para que ésta pudiese ser emitida. Sin embargo, al haber sido ya propagada, en pos del respeto
del público, cabría en este caso la existencia de una rectificación, motivo por lo cual la demanda
planteada debe ser declarada fundada.
19. Pero para llegar a una conclusión como la arribada, también ha podido existir una vulneración del honor
del recurrente, y así se estaría incluyendo también el presente caso en el segundo supuesto previsto.
El demandante ha señalado, respecto a la noticia presentada por el encausado, lo siguiente:
De esta forma, debe observarse que una noticia de este tipo también ha llegado a afectar el honor del
peticionante, toda vez que presentarlo de manera pública como un presunto responsable (con orden de
captura) de un delito –del cual tampoco se precisó su tipicidad– le impide presentarse adecuadamente en
la sociedad, máxime si lo han designado en su calidad de ex decano del Colegio de Abogados,
señalamiento totalmente irrelevante para el caso concreto.
21 [12]
Contestación de la demanda (f. 40 del Expediente).
22 [13]
Demanda de amparo (f. 18 del Expediente).
(...) en relación a los requisitos de procedibilidad, este Tribunal Constitucional, de manera
previa ha de señalar que de conformidad con el artículo 2º de la Ley N.º 26847, el ejercicio
del derecho de rectificación deberá canalizarse previamente mediante solicitud cursada por
conducto notarial, la que deberá realizarse dentro de los quince días naturales posteriores a
la publicación o difusión que se proponga rectificar (...).
Por ello, veremos a continuación algunas cuestiones referidas al procedimiento de rectificación que
merecen ser explicadas:
- Gratuidad: La Constitución señala que todo acto de rectificación debe ser completamente
gratuito para quien se ve afectado. Ahora bien, este hecho no impide que la persona realice
algunos pagos en el trámite del pedido (como puede ser la carta notarial que debe enviar), pero
lo que sí no debe abonarse al medio de comunicación es monto alguno por concepto de la
publicación o emisión en sí.
- Momento: La Constitución exige que la rectificación debe darse de manera inmediata, es decir,
en el menor tiempo posible desde que se produjo la afectación. En el artículo 3.º de la Ley N.º
26775 se establece que los responsables deben efectuar la rectificación dentro de los siete días
siguientes después de recibida la solicitud para medios de edición o difusión diaria o en la
próxima edición que se hiciera, en los demás casos. Sabiendo que los medios de comunicación
tienen distinta naturaleza (no pueden ser iguales la radio con un periódico, y menos aún, un
correo electrónico masivo), la rectificación debe realizarse según la manera en que cada medio
difunda el mensaje. Por ello, este Colegiado se ha de preocupar en que la inmediatez de la
rectificación deba ser cumplida, pues ella es una característica esencial y constituyente en el
ejercicio de este derecho fundamental.
- Forma: Lo que siempre habrá de buscarse es que la rectificación sea proporcional con aquel
mensaje que terminó violentando el derecho fundamental al honor de la persona. Tratándose de
una edición escrita, la rectificación deberá publicarse íntegramente, sin intercalaciones, en la
misma página y con características similares a la comunicación que lo haya provocado o, en su
defecto, en un lugar destacado de la misma sección. Cuando se trata de radio o televisión, la
rectificación tendrá que difundirse en el mismo horario y con características similares a la
transmisión que la haya motivado. Por ello, se señala en el artículo 3.º in fine mencionado que,
tras la solicitud de la persona afectada, la rectificación se efectuará el mismo día de la semana y,
de ser el caso, a la misma hora en que se difundió el mensaje que la origina en los medios no
escritos. Lo que en fondo se persigue con la rectificación es que se presente un mensaje
discursivo con el mismo peso periodístico que el original, pero siempre en términos respetuosos
y convenientes.
b. Con relación a los intervinientes: Como todo derecho fundamental, la rectificación posee un titular
y un destinatario.
- Reclamante: La titularidad del derecho alcanza a cualquier persona, natural o jurídica, ofendida
o injustamente aludida por algún medio de comunicación. Es así como el derecho está
reconocido a toda ‘persona’ afectada por afirmaciones inexactas o agraviantes emitidas en su
perjuicio, pudiendo ejercerlo, según lo precisa el artículo 2.º de la Ley N.º 26775, por la misma
afectada o por su representante legal. También estará legitimada activamente para realizar la
solicitud de rectificación, aquella persona que, pese a que el medio se haya rectificado
espontáneamente, no juzgue satisfactoria la misma.
- Obligado: La rectificación se traduce en una obligación que recae, como ya ha sido explicado,
en cualquier medio de comunicación, y que consiste en insertar o difundir gratuitamente las
rectificaciones que les sean dirigidas. Cuando se trata de un medio de comunicación social, el
artículo 2.º de la Ley N.º 26775 señala que será responsable el director del órgano de
comunicación y, a falta de éste, quien haga sus veces. Cabe señalar que según el artículo 14.3 de
la Convención Americana, toda publicación o empresa periodística, cinematográfica, de radio o
televisión tendrá una persona responsable que no esté protegida por inmunidades ni disponga de
fuero especial. En caso de que el responsable no estuviese en un medio de comunicación social,
entonces el responsable será el propio emisor de la información.
c. Con relación al trámite: Este tema ha sido desarrollado a través de la citada Ley N.º 26775,
básicamente a través de los artículos 2.º y 3.º; pero hay aspectos que merecen ser resaltados.
- Solicitud: Se debe hacer un requerimiento al director del medio de comunicación o a las personas
que se presentan como responsables, en el cual se solicite la rectificación. Según el artículo 2.º
de la referida ley, la solicitud será cursada por conducto notarial u otro fehaciente. Es así como
tal carta se configura en una vía previa para la presentación de la demanda de amparo.
- Tramitación: El pedido realizado puede ser realizado hasta quince días naturales posteriores a la
publicación o difusión que se propone rectificar, tal como lo señala el antes mencionado artículo
2.º de la Ley N.º 26775. Este plazo está de la mano con la exigencia de inmediatez explicada.
21. En el caso concreto, es de notar que el recurrente ha exigido al periódico el cambio de titular y de la
noticia que lo explica, alegando no ser objeto de una orden de captura y solo se le ha remitido un oficio,
mediante el cual le piden que asista a la querella de un proceso en curso. De este modo le solicita al
demandado rectificarse bajo sus propios términos y según un formato individual.
Sin embargo, tal como se presentó supra, el demandado no cumplió con permitirle al accionante la
posibilidad de rectificación, no satisfaciendo el pedido realizado. Sobre esta situación, cabe hacer dos
precisiones.
22. La primera de ellas está referida a cómo ha de presentarse una rectificación: Como lo desea el
afectado o como lo plantea el medio. En el caso concreto, el solicitante envía una carta notarial
indicando la forma en que se debía rectificar el diario emplazado.
Por ello, es interesante analizar la forma en que el medio de comunicación social ‘intentó’ satisfacer
la rectificación solicitada pues ésta fue opuesta a lo que la Constitución exige, al agregar
comentarios a extractos de la carta notarial enviada. No fue proporcional de ninguna forma a los
estándares constitucionales del artículo 2.º, inciso 7).
23. La supuesta rectificación realizada por el demandado el día 27 de octubre publicada en la página 7
de Política/Gestión del Diario Regional, incluye un comentario de la carta notarial que le fue dirigida
días antes con el propósito de que se rectifique de la versión emitida por la nota periodística del 8 de
octubre del 2003, sin cumplir el mandato de la ley.
La solicitud enviada por el recurrente al medio señalaba que debía ponerse, como una verdadera
forma de rectificación, en el medio lo siguiente:
Hacer pasar la rectificación como la posición del recurrente dentro de una supuesta investigación
realizada, en la que se insiste en la información ofrecida de manera original, no puede ser ni debió
ser aceptada como rectificación, tal como ocurrió en el presente caso, y que ahora motiva que este
Colegiado esté revisando este proceso constitucional.
24. De lo observado, es necesario determinar la validez de una de las dos posibilidades propuestas para que
la rectificación pueda ser realizada: una es que sea el propio medio el que lo rectifique según sus
parámetros; otra es que el propio afectado proponga la forma en que se produzca la rectificación.
Haciendo una interpretación coherente entre ambas normas, consideramos pertinente aseverar que será
el propio medio el que debe presentar la rectificación, según los lineamientos periodísticos del mismo,
con la salvedad de que el agraviado señale expresamente lo contrario en su solicitud. En el caso de que
la persona haga un pedido intencionado de que se coloque la rectificación según su voluntad, el medio
deberá hacer la rectificación según la petición realizada. Sin embargo, en este último supuesto, el
afectado no podrá hacer un ejercicio abusivo de su derecho. Así lo ha determinado el artículo 5.º de la
Ley N.º 26775, cuando señala que el medio de comunicación social puede rechazar la difusión o
inserción de la rectificación, en el caso de que una información sea inexacta:
a) Cuando no tenga relación inmediata con los hechos o las imágenes que
le aluden o que exceda lo que estima necesario para corregir los hechos
declarados inexactos o perjudiciales para el honor.
b) Cuando sea injuriosa o contraria a las leyes o a las buenas costumbres.
c) Cuando se refiera a tercera persona sin causa justificada.
d) Cuando esté redactada en idioma distinto al de la emisión del programa
o de la edición incriminada.
e) Cuando se vulnere lo dispuesto en el artículo sexto de la citada ley; es
decir, si la rectificación no se limita a los hechos mencionados en la
información difundida o comprende juicios de valor u opiniones.
23 [14]
Carta notarial de rectificación, del 21 de octubre del 2003 (f. 10 del Expediente).
En caso de negativa por parte del medio o si la difusión o inserción de la rectificación no satisface al
afectado, cabría presentar una demanda de amparo por violación del derecho fundamental a la
rectificación, y, en tal caso, será el propio juez constitucional el que determine cuáles son los parámetros
que debe utilizar el medio para la rectificación. En caso de ser injustificada la negativa del medio, cabe
utilizar los apremios con que cuenta el juez, tal como más adelante va a ser desarrollado.
25. Así, en el caso concreto, el demandado debe rectificar la noticia presentada, consignando expresamente
en un titular que el afectado no tuvo orden de captura sino mandato de conducción vía grado o fuerza.
Sobre la base de dicho titular, el accionado deberá explicar cuál fue la verdadera situación jurídica del
recurrente en la querella que se le interpuso en su contra, en un artículo que esté en la misma página
(página 2) y con una dimensión similar a la de la información original, evitando hacer comentarios
agraviantes sobre la noticia, y limitándose a presentar la noticia rectificada, según consta en la carta
notarial que le enviara el accionante.
26. En segundo lugar, lo que se debe determinar es si es o no válida una rectificación que contiene añadidos
por parte del medio (nuevas opiniones o informaciones).
Corresponde salvar esta duda sobre la base de lo que reprodujo el diario demandado en la supuesta
rectificación que realizó de la noticia original del caso de autos. Esto fue lo que publicó:
27. Para este Colegiado, la rectificación debe estar circunscrita al objeto del mensaje inexacto que la motiva,
separada de cualquier discurso agregado. Lo que podrá hacer el medio de comunicación de masas frente
a un pedido realizado por el afectado está limitado a rectificar el mensaje equivocado; es decir, no podrá
insertar en la misma nota rectificatoria, como titular o comentario, nuevas apreciaciones o noticias, pues
al insistir, revertir o poner en duda la rectificación del reclamante, se desvirtuaría la naturaleza de la
rectificación., anulando el contenido esencial de dicho derecho fundamental.
Ello no quiere que el medio de comunicación no pueda emitir opiniones o seguir informando sobre el
tema, pero lo que no puede es, en el acto mismo de rectificación, desdecir el objeto del ejercicio de este
derecho fundamental.
Por tal razón, debe exigirse a los medios de comunicación la mayor responsabilidad profesional y
objetividad en su ejercicio informativo, y, por ende, también en la forma en que debe realizar la
rectificación; léase en la forma publicada o analizada sin calificar ni evaluar el argumento o razones (las
supuestas otras verdades) de quien busca la rectificación.
28. En el caso de autos, el recurrente alega que no se produjo una verdadera rectificación toda vez que
Es decir, el recurrente sostiene que cuando el demandado supuestamente rectificó la noticia, con un
artículo publicado el día 27 de octubre de 2003, emitió opiniones y presentó hechos respecto a su caso.
Frente a tal tesis, el demandado considera que pese a que no estaba obligado a rectificación alguna,
29. A entender de este Colegiado, no puede considerarse proporcional ni adecuada la rectificación realizada
por el accionado. Una utilización de este tipo de rectificación contradice abiertamente los elementos
configuradores que la Constitución le reconoce. Por tal razón, también ha de considerarse fundada la
demanda porque no se realizó adecuadamente la rectificación propuesta.
5. FALLO
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
2. Establecer como precedente vinculante los fundamentos N. os10 (reglas sobre los tipos de medios en los
que se puede solicitar la rectificación), 14 (reglas sobre los requerimientos para el ejercicio del derecho
fundamental a la rectificación), 20 (reglas sobre los elementos configuradores que posee) y 24 y 27
(reglas sobre la forma en que debe ser presentada) de la presente sentencia, de conformidad con el
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
Publíquese y notifíquese.
SS.
GARCÍA TOMA
GONZALES OJEDA
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
25 [16]
Demanda de amparo (f. 21 del Expediente).
26 [17]
Contestación de demanda (f. 40 del Expediente).
STC N.° 3075-2006-PA, CASO ESCUELA INTERNACIONAL DE GERENCIA HIGH SCHOOL OF
MANAGEMENT – EIGER
ESCUELA INTERNACIONAL
DE GERENCIA
HIGH SCHOOL OF
MANAGEMENT-EIGER
En Arequipa, a los 29 días del mes de agosto de 2006, la Sala Primera del Tribunal
Constitucional, con la asistencia de los señores magistrados García Toma, Alva Orlandini y Landa
Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Víctor Manuel Cipriani Nevad, en
representación de Escuela Internacional de Gerencia High School of Management - Eiger, contra la
sentencia de la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 160, su fecha 13 de
setiembre de 2005, que declara improcedente la demanda de autos.
ANTECEDENTES
El Cuadragésimo Primer Juzgado Civil de Lima, con fecha 29 de noviembre del 2004, de plano
declara improcedente la demanda argumentando que la pretensión en el presente caso es la impugnación
de una resolución administrativa emitida por Indecopi, por lo que el reclamo es de orden legal y no
constitucional, encontrándose regulado en la Ley sobre derechos de autor o Decreto Legislativo N.° 822,
no siendo el amparo la vía idónea.
La recurrida confirma la apelada estimando que la pretensión del actor requiere ser discutida en
una etapa probatoria, de la cual el proceso constitucional de amparo carece.
FUNDAMENTOS
Petitorio
1. La demanda tiene por objeto que se disponga la inaplicabilidad tanto de la Resolución N.° 193-
2004/ODA-INDECOPI, emitida con fecha 30 de julio del 2004, por la Oficina de Derechos de Autor del
Indecopi, como de la Resolución N.° 1006-2004-TPI-INDECOPI, emitida con fecha 4 de noviembre del
2004, por el Tribunal de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Intelectual de la misma
institución. Alega el demandante que tales pronunciamientos administrativos vulneran los derechos
constitucionales al debido proceso y de defensa de su representada, y amenaza su derecho a la libertad de
trabajo.
2. De manera preliminar a la dilucidación de la presente controversia, se hace pertinente precisar que aun
cuando en el presente caso se ha producido un rechazo liminar injustificado, habida cuenta de que no se
han configurado de forma manifiesta las causales de improcedencia previstas en la ley procesal
aplicable, este Colegiado considera innecesario declarar el quebrantamiento de forma y la correlativa
nulidad de los actuados, dada la urgente necesidad de tutela que asume el petitorio demandado a la luz de
los hechos que lo sustentan. Dicha perspectiva, por lo demás, resulta plenamente congruente con la idea
de anteponer los fines de todo proceso constitucional a las exigencias de tipo procedimental o formal, tal
cual lo enuncia el tercer párrafo del Artículo III del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional.
3. De lo que aparece descrito en la demanda y de los recaudos que la acompañan se aprecia que lo que
principalmente pretende el recurrente es cuestionar las resoluciones administrativas emitidas por las
dependencias del Indecopi, no solo por la forma como se ha tramitado el procedimiento que culminó con
su expedición, sino por el contenido o los alcances en que han derivado tales resoluciones. En otras
palabras, se trata de una demanda que en lo esencial invoca la defensa del derecho al debido proceso
administrativo, entendiendo que dicho atributo ha sido vulnerado no solo en términos formales, sino
también en términos sustantivos.
4. Como este Colegiado ha tenido oportunidad de señalar mediante uniforme y reiterada jurisprudencia, el
debido proceso es un derecho fundamental de naturaleza procesal con alcances genéricos, tanto en lo que
respecta a los ámbitos sobre los que se aplica como en lo que atañe a las dimensiones sobre las que se
extiende. Con relación a lo primero, queda claro que dicho atributo desborda la órbita estrictamente
judicial para involucrarse o extenderse en otros campos como el administrativo, el corporativo particular,
el parlamentario, el castrense, entre muchos otros, dando lugar a que en cada caso o respecto de cada
ámbito pueda hablarse de un debido proceso jurisdiccional, de un debido proceso administrativo, de un
debido proceso corporativo particular, de un debido proceso parlamentario, etc. Por lo que respecta a lo
segundo, y como ha sido puesto de relieve en innumerables ocasiones, las dimensiones del debido
proceso no solo responden a ingredientes formales o procedimentales, sino que se manifiestan en
elementos de connotación sustantiva o material, lo que supone que su evaluación no solo repara en las
reglas esenciales con las que se tramita un proceso (juez natural, procedimiento preestablecido, derecho
de defensa, motivación resolutoria, instancia plural, cosa juzgada, etc,) sino que también, y con mayor
rigor, se orienta a la preservación de los estándares o criterios de justicia sustentables de toda decisión
(juicio de razonabilidad, juicio de proporcionalidad, interdicción de la arbitrariedad, etc.). Así las cosas,
el debido proceso es un derecho de estructura compleja, cuyos alcances corresponde precisar a la luz de
los ámbitos o dimensiones en cada caso comprometidas. Como ya se anticipó, en el caso de autos, se
trata de un reclamo por la transgresión al debido proceso en sede administrativa, no solo en el ámbito
formal sino también sustantivo. Corresponde, por tanto, a este Colegiado emitir pronunciamiento
respecto de ambos extremos invocados.
5. En lo que respecta a la dimensión estrictamente procedimental del derecho invocado, este Colegiado
considera que la demanda interpuesta resulta plenamente legítima, habida cuenta de que a) El Decreto
Legislativo 822 o Ley de Derechos de Autor establece, en materia de medidas preventivas o cautelares,
diversos criterios que la administración y, dentro de ella, los organismos reguladores como el Indecopi,
necesariamente deben tomar en cuenta. En efecto, conforme lo reconoce el artículo 176 de la citada
norma “Sin perjuicio de lo establecido en el Título V del Decreto Legislativo N.° 807 (que regula las
facultades, normas y organización del Indecopi), los titulares de cualquiera de los derechos reconocidos
en esta ley o sus representantes, sin menoscabo de otras acciones que les corresponda, podrán pedir,
bajo su cuenta, costo y riesgo, el cese inmediato de la actividad ilícita del infractor en los términos
previstos por este Capítulo. Con este fin, la Oficina de Derechos de Autor, como autoridad
administrativa, tendrá la facultad para ordenar medidas preventivas o cautelares rápidas y eficaces
[...]”. El artículo 177, por su parte establece que “Las medidas preventivas o cautelares serán, entre
otras: [...] c) La realización de inspección, incautación o comiso sin aviso previo [...]”. El artículo 179,
a su turno, precisa que “Cualquier solicitante de una medida preventiva o cautelar, debe cumplir con
presentar ante la autoridad administrativa, las pruebas a las que razonablemente tenga acceso y que la
autoridad considera suficientes para determinar que [...] b) El derecho del solicitante está siendo
infringido, o que dicha infracción es inminente [...]”. El artículo 180, de otro lado, prevé que “El
solicitante de medidas preventivas o cautelares debe proporcionar a la autoridad, además de las
pruebas a las que se refiere el artículo anterior, toda información necesaria para la identificación de los
bienes, materia de la solicitud de medida preventiva y el lugar donde estos se encuentran” . Finalmente,
el artículo 181 contempla que “La Oficina de Derechos de Autor tendrá la facultad para ordenar
medidas preventivas o cautelares en virtud del pedido de una sola parte, sin necesidad de notificar
previamente a la otra, en especial cuando haya posibilidad de que cualquier retraso cause daño
irreparable al titular del derecho, o cuando haya un riesgo inminente de que se destruyan las pruebas”;
b) De los dispositivos legales anteriormente mencionados se desprende con toda precisión que si bien la
autoridad administrativa, en este caso la Oficina de Derechos de Autor, tiene la plena facultad de poner
en práctica medidas preventivas o cautelares a efectos de cumplir con su función de tutela o protección
sobre los derechos correspondientes al autor, no puede ejercer dicha responsabilidad de una manera
absolutamente discrecional, sino sujeta a una serie de parámetros mínimos, que no por ser tales dejan de
ser una exigencia a la par que una garantía respecto de las personas o entidades a las que dichas medidas
son aplicadas. Dentro de dicha lógica y aunque es cierto que entre las medidas preventivas o cautelares
se encuentra la diligencia de inspección (artículo 177), esta necesariamente debe ser solicitada por el
interesado y sustentada con un mínimo de elementos probatorios o suficientes en la forma en que
expresamente lo indica el anteriormente citado artículo 179. La exigibilidad de dichas pruebas
elementales no es, por otra parte, un asunto opcional o facultativo, sino plenamente obligatorio,
conforme lo ratifica el también citado artículo 180, lo que significa que no cabe un manejo diferenciado
donde la norma simplemente no lo precisa o no lo habilita. En el contexto descrito, conviene añadir un
detalle sobre en el que posteriormente se incidirá. No existe en el Decreto Legislativo 822 o Ley de
Derechos de Autor norma alguna que habilita una diligencia de variación de inspección. Tampoco se
encuentra prevista dicha facultad en el Decreto Legislativo N.° 807 o Ley Reguladora de las Facultades,
Normas y Organización del Indecopi, lo que supone que su procedencia resulta en el menor de los casos
seriamente cuestionable; c) De lo señalado en los acápites precedentes, y de lo que aparece de la
Solicitud de Inspección formulada por la entidad demandada con fecha 8 de mayo del 2003 (obrante de
fojas 25 a 28 de los autos), se observa que no existe un solo elemento probatorio que sustente dicha
petición; dicho esto, incluso respecto de la denominada Universidad Privada de Tacna sobre quien
originalmente se solicitó dicha medida. En dicho contexto, la simple invocación de normas jurídicas que
realiza la entonces peticionante, no puede servir como argumento para convalidar la procedencia de la
misma, no solo por las razones de insuficiencia probatoria anteriormente precisadas, sino porque incluso
las propias normas citadas (literal f del artículo 169 del Decreto Legislativo N.° 822 y literales a, b y c
del artículo 2 del Decreto Legislativo N.° 807) no suponen excepción alguna, explícita o implícita sobre
los mandatos legales establecidos en la tramitación de toda medida preventiva o cautelar; d) Tampoco se
observa en el posterior escrito de variación de solicitud de inspección, presentado por la actual
demandada con fecha 25 de julio del 2003 (ff. 30-31), que exista respaldo normativo alguno que sustente
jurídicamente dicha medida, sea en base a la Ley de Derechos de Autor o en base a la Ley Reguladora de
las Facultades, Normas y Organización del Indecopi. Por el contrario, este último escrito no solo vuelve
a incurrir en una absoluta y clamorosa insuficiencia probatoria, sino que dicha anomalía resulta hasta
considerativa o argumental, pues no se da una sola razón que justifique o respalde la diligencia de
inspección y ni siquiera la de la consabida y, por demás, irregular solicitud de variación. Lo más saltante
resulta siendo la contradicción evidente que existe entre este último escrito y uno anterior sobre
suspensión presentado por la misma demandada con fecha 15 de julio del 2003 (f. 29), en el cual, y tras
peticionarle a la Oficina de Derechos de Autor del Indecopi suspender temporalmente la diligencia de
inspección en el local de la Universidad Privada de Tacna, ubicado en la ciudad de Tacna, argumenta que
dicha suspensión se realiza a fin de tramitar una variación de solicitud de inspección a llevarse a cabo en
otra entidad ubicada en la misma localidad, cuando, al revés de ello y como se aprecia de los autos, la
consabida medida termina solicitándose y posteriormente ejecutándose en el local de la actual
demandante, ubicado en Lima, esto es, fuera de la localidad para la que supuestamente había sido
prevista dicha variación; e) Ni la tantas veces citada variación ni el escrito que pretende respaldarla
tienen, como se ha señalado precedentemente, fundamento normativo alguno, constituyéndose, por las
consideraciones descritas, en un procedimiento a todas luces irregular, habilitado ipso facto por parte de
la demandada. Este solo hecho, por lo demás, sería suficiente para considerar nula la diligencia de
inspección practicada por la Oficina de Derechos de Autor y cuya acta de fecha 15 de agosto del 2003
obra de fojas 50 a 68 de los autos. Sin embargo, tampoco es el único que merece aquí analizarse; f) A
fojas 83 de los autos obra el escrito mediante el cual la demandada, tras haber formulado recurso de
apelación contra la Resolución N.° 193-2004/ODA-INDECOPI, emitida por la Oficina de Derechos de
Autor del Indecopi, solicita el uso de la palabra, esta vez, ante el Tribunal de Defensa de la Competencia
y de la Propiedad Intelectual del Indecopi ( Sala de Propiedad Intelectual). También obra, a fojas 84, la
Cédula de Notificación que con fecha 29 de septiembre emite la citada Sala de Propiedad Intelectual y en
la cual responde la petición formulada argumentando que “Conforme a lo dispuesto en el artículo 206.°
del Decreto Legislativo N.° 822, Ley de Derecho de Autor, la actuación o denegación de la solicitud del
uso de la palabra quedará a criterio de la Sala de Propiedad Intelectual del Tribunal. En el presente
caso, del análisis de lo actuado y atendiendo a la materia en discusión, la Sala ha determinado
DENEGAR el uso de la palabra solicitado”; g) Considera este Colegiado, sobre este particular, que si
bien el artículo 206 de la citada Ley de Derechos de Autor establece expresamente que en materia de
solicitud de informe oral “[...] La actuación de denegación de dicha solicitud quedará a criterio de la
Sala del Tribunal, según la importancia y trascendencia del caso”, ello no significa el reconocimiento
de una facultad absolutamente discrecional. Aunque tampoco, y desde luego, no se está diciendo que
todo informe oral tenga que ser obligatorio por el solo hecho de solicitarse, estima este Tribunal que la
única manera de considerar compatible con la Constitución el susodicho precepto, es concibiéndolo
como una norma proscriptora de la arbitariedad. Ello, por de pronto, supone que la sola invocación al
análisis de lo actuado y a la materia en discusión no puede ser suficiente argumento para denegar la
solicitud de informe oral, no solo porque no es eso lo que dice exactamente la norma en cuestión (que se
refiere únicamente a la importancia y trascendencia del caso), sino porque no existe forma de acreditar
si, en efecto, se ha analizado adecuadamente lo actuado y si la materia en debate justifica o no dicha
denegatoria. El apelar a los membretes sin motivación que respalde los mismos es simplemente encubrir
una decisión que puede resultar siendo plenamente arbitraria o irrazonable; h) Desde la perspectiva
descrita, considera este Colegiado que, sin necesidad de declarar inaplicable el citado artículo 206 del
Decreto Legislativo 822, procede una lectura de dicho dispositivo de forma que resulte compatible con la
Constitución y con el cuadro de valores materiales que ella reconoce. En el caso de autos, sin embargo,
resulta evidente que la lectura que se ha dispensado a dicho precepto, y que aparece citada en la
mencionada Notificación de fojas 84, no ha reparado en que si del análisis de los actuados aparecen
notorias irregularidades acaecidas desde la etapa de la diligencia de inspección y que han sido
cuestionadas en todo momento, no se puede pretender que ni siquiera procede el derecho de defensa que,
en la forma de informe oral, le asiste a la entidad demandante.
6. Por lo señalado hasta este momento, queda claro que, en el presente caso, no se ha hecho por parte de las
dependencias e instancias del Indecopi una observancia escrupulosa del debido proceso administrativo
entendido en términos formales. Cabe, por consiguiente, recordar que dicho derecho no es simplemente
un conjunto de principios o reglas articuladas referencialmente a efectos de que la administración pueda
utilizarlas o prescindir de las mismas cuando lo considere conveniente. De su objetividad y su respeto
depende la canalización del procedimiento administrativo en una forma que resulta compatible con la
Justicia como valor y la garantía para el administrado de que está siendo adecuada o correctamente
procesado. Constatadas las infracciones descritas, la demanda debe estimarse en este primer extremo.
7. En lo que respecta al contenido mismo de las resoluciones administrativas cuestionadas por la entidad
recurrente, esto es, la Resolución N.° 193-2004/ODA-INDECOPI, del 30 de julio del 2004, y la
Resolución N.° 1006-2004-TPI-INDECOPI, del 4 de noviembre del 2004 (ff. 87-112 de los autos), este
Colegiado estima pertinente puntualizar que, independientemente de que exista una diferenciación en los
aspectos conclusivos en los que desembocan ambos pronunciamientos (uno es más gravoso que el otro),
los mismos adolecen de un vicio de origen, que reside en el hecho de no haber reparado o merituado de
modo adecuado las transgresiones producidas por parte de la administración, al momento de efectuar la
consabida diligencia de inspección e incluso (y esto respecto de la resolución de segunda instancia
administrativa) durante el mismo procedimiento. Tal situación, sin necesidad de que ahora tenga que
merituarse la intensidad de las sanciones aplicadas, conlleva arbitrariedad manifiesta en el proceder, lo
que supone que, cualquiera que sea la conclusión adoptada, esta necesariamente ha devenido en
irrazonable.
8. Entiende este Colegiado que independientemente de las transgresiones producidas respecto del derecho
fundamental al proceso debido, existe correlativamente en el caso de autos, y a la luz del tipo de
sanciones aplicadas (esencialmente pecuniarias), una amenaza cierta e inminente sobre la libertad de
trabajo, concretizada en el hecho de venirse requiriendo a la recurrente, bajo apercibimiento de aplicarse
nuevas sanciones (f. 24 y 24 vuelta del cuadernillo especial), el pago de un monto de dinero como el
fijado en la Resolución N.° 1006-2004-TPI-INDECOPI. Bajo tales consideraciones se hace necesario, de
modo adicional a lo señalado precedentemente, hacer hincapié en la necesidad de que en toda
circunstancia en la que se aplique sanciones de tipo económico se ponderen del modo más adecuado sus
efectos y consecuencias a fin de no perjudicar de modo ostensible la citada libertad.
9. Este Tribunal, por último, deja claramente establecido que el hecho de que tras haberse detectado las
infracciones a las dimensiones del debido proceso aquí señaladas, tenga que disponerse necesariamente
la inaplicabilidad de las resoluciones cuestionadas, no supone que las dependencias competentes del
Indecopi (específicamente su Oficina de Derechos de Autor) no puedan realizar a posteriori una nueva
verificación sobre la entidad recurrente y aun sancionar, de darse el caso. Simplemente la necesidad y, al
mismo tiempo, la advertencia de que en tales ocasiones se proceda con sujeción escrupulosa a la
normatividad aplicable, que, como ya se señaló en su momento, establece criterios imperativos o de
observancia obligatoria. Queda claro, en todo caso, que los actos administrativos que han sido
consecuencia de las resoluciones cuestionadas (entre ellos, el requerimiento de pago anteriormente
señalado) carecen de sustento.
Precedente vinculante
10. Finalmente, y por tratarse en el presente caso de una causa en la que este Colegiado ha dejado
establecida su posición respecto a la interpretación que debe darse a determinadas normas del
ordenamiento jurídico, resulta de aplicación el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, lo que supone que, a partir de la fecha de la publicación de la presente sentencia, todos
los jueces y tribunales del país quedan vinculados por el precedente aquí establecido y principalmente
desarrollado en los acápites a), b) g) y h) de su fundamento 5.
Por los fundamentos precedentes, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú
HA RESUELTO
Dispone inaplicar a la Escuela Internacional de Gerencia High School of Management - Eiger, tanto la
Resolución N.° 193-2004/ODA-INDECOPI, emitida con fecha 30 de julio del 2004, por la Oficina de
Derechos de Autor del Indecopi, como la Resolución N.° 1006-2004-TPI-INDECOPI, emitida con fecha 4
de noviembre del 2004, por el Tribunal de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Intelectual de la
misma institución.
Dispone la incorporación del fundamento 5, acápites a), b) g) y h), a la parte resolutiva de la presente
sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
GARCÍA TOMA
ALVA ORLANDINI
LANDA ARROYO
STC N.° 5189-2005-PA, Caso Jacinto Gabriel Angulo
En Lima, a los 6 días del mes de diciembre de 2005, reunido el Tribunal Constitucional en sesión de
pleno jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli Lartirigoyen,
Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Jacinto Gabriel Angulo contra la sentencia de la
Primera Sala Mixta de la Corte Superior de Justicia de Junín, de fojas 86, su fecha 26 de mayo de
2005, que declaró improcedente la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 14 de setiembre de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra la Oficina de
Normalización Previsional (ONP), solicitando que se declare inaplicable la Resolución N.º 802-
DDPOP-GDJ-IPSS-90, de fecha 23 de diciembre de 1990 y, en consecuencia, se actualice y se nivele
su pensión de jubilación con arreglo a la Ley N.º 23908, debiendo ordenarse el pago de las pensiones
devengadas que correspondan. Considera tener derecho al beneficio establecido en la referida Ley, por
haber adquirido su derecho pensionario antes del 23 de abril de 1996.
La emplazada solicita que la demanda se declare improcedente, señalando que ésta no es la vía
idónea para solicitar el incremento de la pensión, toda ves que no se puede modificar los derechos otorgados
en un proceso que carece de estación probatoria. Agrega que la pensión mínima establecida por la Ley N.º
23908 es un beneficio establecido para aquellos pensionistas que acrediten 30 años de aportaciones, y que,
por expreso mandato de su artículo 3º, no es aplicable a quienes perciben pensiones reducidas de invalidez o
jubilación.
FUNDAMENTOS
31.De acuerdo con los criterios de procedencia establecidos en el fundamento 37 de la STC 1417-2005-PA,
que constituyen precedente vinculante, y en concordancia con lo dispuesto en el artículo VII del Título
Preliminar y los artículos 5º, inciso 1), y 38º del Código Procesal Constitucional, se determina que en el
presente caso, aun cuando la pretensión tiene por objeto cuestionar la suma específica de la pensión que
percibe la parte demandante, resulta procedente que este Colegiado efectúe su verificación, toda vez que
se encuentra comprometido el derecho al mínimo vital.
32.El demandante pretende que se incremente el monto de su pensión de jubilación en aplicación de la Ley
N.º 23908 y se le abonen las pensiones dejadas de percibir por la inaplicación de la dicha norma.
Criterios desarrollados por el Tribunal Constitucional en relación con la Ley N.º 23908
9. La Ley N.º 23908, vigente desde el 8 de setiembre de 1984, fue tácitamente derogada por el
Decreto Ley N.º 25967, publicado el 18 de diciembre de 1992, por lo que el beneficio de la
pensión mínima establecido por la Ley N.º 23908 resulta aplicable a quienes hubieran alcanzado
la contingencia antes de dicha fecha.
10. Respecto del reajuste de las pensiones, señaló que se encuentra condicionado a factores
económicos externos y al equilibrio financiero del Sistema Nacional de Pensiones, y que no se
efectúa en forma indexada o automática. Todo ello, conforme a lo dispuesto en el artículo 79º del
Decreto Ley N.° 19990, que establece que los reajustes de las pensiones otorgadas serán fijados,
previo estudio actuarial, considerando las variaciones en el costo de vida, y que en ningún caso
podrá sobrepasarse el límite señalado en el artículo 78º, por efecto de uno o más reajustes, salvo
que dicho límite sea, a su vez, reajustado.
35.Al establecer el nuevo criterio de aplicación de la Ley N.º 23908, así como la vigencia, aplicación e
interpretación de sus disposiciones, este Tribunal señaló lo siguiente:
10.La Ley N.º 23908 modificó el Decreto Ley N.º 19990, que en su diseño estableció la pensión
inicial como la resultante de la aplicación del sistema de cálculo previsto para las distintas
modalidades de jubilación, creando el concepto de pensión mínima, la que, independientemente
de la modalidad y del resultado de la aplicación de los métodos de cálculo, se convirtió en el
monto mínimo que correspondía a todo pensionista del Sistema Nacional de Pensiones, salvo las
excepciones previstas en la propia norma.
11. La pensión mínima se estableció originalmente en un monto equivalente a tres sueldos mínimos
vitales; pero, posteriormente, las modificaciones legales que regularon los sueldos o salarios
mínimos de los trabajadores la transformaron en el Ingreso Mínimo Legal, el mismo que, sólo a
estos efectos, debe entenderse vigente hasta el 18 de diciembre de 1992.
12.La pensión mínima del Sistema Nacional de Pensiones nunca fue igual a tres veces la
remuneración de un trabajador en actividad; más bien, se determinó utilizando como referente de
cálculo el sueldo mínimo legal, que era uno de los tres componentes de la remuneración mínima
de los trabajadores.
13.El Decreto Ley N.º 25967, vigente desde el 19 de diciembre de 1992, modificó los requisitos del
Decreto Ley N.º 19990 para el goce de las pensiones, entendiéndose que, desde la fecha de su
vigencia, se sustituía el beneficio de la pensión mínima por el nuevo sistema de cálculo,
resultando, a partir de su vigencia –19 de diciembre de 1992–, inaplicable la Ley N.º 23908.
14.Por tanto, la pensión mínima regulada por la Ley N.º 23908 debe aplicarse a aquellos asegurados
que hubiesen alcanzado el punto de contingencia hasta el 18 de diciembre de 1992 (día anterior a
la entrada en vigencia del Decreto Ley N.º 25967), con las limitaciones que estableció su artículo
3º, y sólo hasta la fecha de su derogación tácita por el Decreto Ley N.º 25967.
15.Debe entenderse que todo pensionista que hubiese alcanzado el punto de contingencia hasta antes
de la derogatoria de la Ley N.º 23908, tiene derecho al reajuste de su pensión en un monto
mínimo equivalente a tres sueldos mínimos vitales o su sustitutorio, el Ingreso Mínimo Legal, en
cada oportunidad en que estos se hubieran incrementado, no pudiendo percibir un monto inferior
a tres veces el referente, en cada oportunidad de pago de la pensión, durante el referido periodo.
16.A partir del 19 de diciembre de 1992 resulta de aplicación el Decreto Ley N.º 25967, que
establece el nuevo sistema de cálculo para obtener el monto de la pensión inicial de jubilación del
Sistema Nacional de Pensiones, hasta que el Decreto Legislativo N.º 817 (vigente a partir del 24
de abril de 1996), establece nuevamente un sistema de montos mínimos determinados de las
pensiones, atendiendo al número de años de aportaciones acreditadas por el pensionista.
36.No obstante todo lo precisado, este Colegiado ha tomado conocimiento durante el proceso de evaluación
jurisdiccional de los expedientes que ha revisado, que el cambio jurisprudencial ha generado una
confusión y despropósito en los justiciables y los operadores judiciales:
d) En los demandantes, pues a partir de una inadecuada interpretación de la Ley N.º 23908,
pretenden percibir por concepto de pensión mínima una suma superior a la pensión máxima
vigente. Ello, porque consideran, erróneamente, que la pensión mínima establecida por la Ley
N.º 23908 es el resultado de multiplicar por tres la remuneración mínima de un trabajador;
e) En la Oficina de Normalización Previsional (ONP), entidad que escudándose en el
cumplimiento de las sentencias o con la clara intención de obtener la conclusión de los procesos
de los mismos, ha encontrado la manera de reducir el monto de algunas pensiones por aplicación
de la Ley N.º 23908, expidiendo resoluciones que perjudican económicamente a los pensionistas
cuando la norma sólo se aplica en su beneficio y de ninguna forma en su perjuicio; y,
f) En los operadores judiciales, porque en atención a la incorrecta pretensión de los demandantes,
amparan las mismas ordenando que se reajuste la pensión en el monto mínimo vigente a la fecha
de la contingencia, aun cuando ello importe la reducción del monto de la pensión inicial del
pensionista.
37.Por ello, este Tribunal, en sesión de pleno jurisdiccional, por las consideraciones de hecho y de derecho
antes expuestas, atendiendo a su función ordenadora y pacificadora, y en mérito de lo dispuesto en el
artículo VII del Titulo Preliminar del Código Procesal Constitucional, acuerda precisar los criterios
adoptados en la STC 198-2003-AC para la aplicación de la Ley N.º 23908, durante su periodo de
vigencia, y dispone su observancia obligatoria, en los siguientes términos:
38.Al crearse el Sistema Nacional de Pensiones regulado por el Decreto Ley N.º 19990, se estableció que el
monto de la pensión de jubilación se determinaría efectuando el cálculo establecido en el artículo 73º. El
monto resultante se denominó pensión inicial.
39.El artículo 1º de la Ley N.º 23908 estableció un beneficio con la finalidad de mejorar el monto de inicio –
pensión inicial– de aquellas pensiones que resultasen inferiores a la pensión mínima legal. Es decir, si
efectuado el cálculo establecido en el Decreto Ley N.º 19990 se obtenía un monto inferior a la pensión
mínima legal, se debía abonar ésta última.
40.En los casos en que se debió aplicar, conforme a ley, el beneficio de la pensión mínima legal, ésta
equivalía y sustituía a la pensión inicial.
41.La pensión mínima legal es la base inicial mínima a partir de la cual comienza la percepción de las
pensiones de jubilación e invalidez beneficiadas con la aplicación de la Ley. Es decir, esta base inicial es
aplicable sólo a aquellos pensionistas que, por los ingresos percibidos durante su actividad laboral, no
alcancen, por lo menos, el monto de la pensión mínima legal.
42.La disposición contenida en el artículo 1º de la Ley N.º 23908, supuso el incremento de todas aquellas
pensiones que al 8 de setiembre de 1984, eran inferiores al mínimo legal (equivalente a tres sueldos
mínimos vitales). Consiguientemente, en dicha fecha la pensión mínima quedó establecida en S/.
216,000.00 soles oro (monto resultante de multiplicar tres veces el sueldo mínimo vital, de S/. 72,000.00
soles oro, establecido por el Decreto Supremo N.º 018-84-TR, del 1 de setiembre de 1984).
43.Como el monto de la pensión mínima regulada por la Ley N.º 23908 se determinaba en base a uno de los
tres componentes de la remuneración mínima de los trabajadores (denominado Sueldo Mínimo Vital),
durante su vigencia, su aumento o el aumento de su sustitutorio (el Ingreso Mínimo Legal), suponía el
aumento de la pensión mínima legal y, por tanto, el aumento de todas aquellas pensiones que, por efecto
de dicho incremento, resultaran inferiores al nuevo monto mínimo de la pensión.
44.El beneficio de la pensión mínima legal establecido en la Ley N.º 23908 no resulta aplicable a los
pensionistas que hubieren percibido montos superiores al mínimo legalmente establecido en cada
oportunidad de pago.
45.Conforme al artículo 3º de la Ley N.º 23908, el beneficio de la pensión mínima legal no fue aplicable
para: a) Las pensiones que tuvieran una antigüedad menor de un año, computado a partir de la fecha en
que se adquirió el derecho a la misma, pensiones que se reajustarán al vencimiento del término indicado;
y, b) Las pensiones reducidas de invalidez y jubilación a que se refieren los artículos 28º y 42º del
Decreto Ley Nº 19990, así como las pensiones de sobrevivientes que pudieran haber originado sus
beneficiarios, las que se reajustarán en proporción a los montos mínimos establecidos y al número de
años de aportación acreditados por el pensionista causante.
46.El monto de la pensión mínima legal establecida por la Ley N.º 23908 se incrementó posteriormente,
cuando los Decretos Supremos N.os 023 y 026-85-TR, del 1 de agosto de 1985, aumentaron el sueldo
mínimo vital a S/. 135,000 soles oro, quedando establecida una pensión mínima legal de S/. 405,000 soles
oro, y así sucesivamente hasta que el sueldo mínimo vital fue incorporado y sustituido por el Ingreso
Mínimo Legal.
47.Se deberá tener en cuenta que, cuando la Ley N.º 23908 quedó tácitamente derogada por el Decreto Ley
N.º 25967, la pensión mínima legal vigente era de S/. 36.00 (treinta y seis nuevos soles), importe
equivalente a la suma de tres veces el Ingreso Mínimo Legal (sustitutorio del sueldo mínimo vital)
establecido por el Decreto Supremo N.º 03-92-TR.
48.Entre el 19 de diciembre de 1992 ―fecha de vigencia del Decreto Ley N.º 25967― y el 23 de abril de
1996 ―fecha de publicación del Decreto Legislativo N.º 817―, la pensión inicial retornó a ser el
resultado del cálculo establecido por las disposiciones legales pertinentes según la fecha de contingencia
de la prestación, hasta que, a partir del 24 de abril de 1996, el Decreto Legislativo N.º 817 establece
nuevamente montos mínimos, determinados atendiendo al número de años de aportaciones acreditadas en
beneficio de los pensionistas del Sistema Nacional de Pensiones.
CASO 1 :
Al entrar en vigencia la Ley
Incremento del monto de la pensión percibida al monto mínimo
Pensión comprendida en la Ley N.º 23908 con un monto de S/. 200,000.00 soles oro al 1 de setiembre de
1984
Por efecto de la Ley N.º 23908, la pensión mínina que debía percibir todo asegurado comprendido en el
beneficio era de S/. 216,000.00 soles oro, por lo que la pensión de el pensionista debía incrementarse
hasta el monto mínimo a partir de dicha fecha y, de ser el caso, de la misma manera, luego de los
siguientes incrementos del referente de la pensión mínima legal, salvo que, por efecto de otras
disposiciones legales o administrativas, el monto de la pensión ya hubiera superado la mínima vigente en
cada oportunidad de pago.
CASO 2 :
Al entrar en vigencia la Ley
Inaplicación de la pensión mínima
Pensionista del Sistema Nacional de Pensiones que percibía S/. 300,000.00 soles oro al 1 de setiembre de
1984
Como el monto de la pensión supera el mínimo, el beneficio dispuesto en la Ley N.º 23908 resulta
inaplicable al caso concreto, pues su aplicación importaría la reducción del monto de la pensión.
CASO 3 :
Durante la vigencia de la Ley
Incremento del monto de la pensión percibida
Pensionista que a la fecha de vigencia de la Ley percibía un monto superior al mínimo, por ejemplo de
S/. 350,000.00 soles oro
Como se ha señalado, al caso concreto no era aplicable la pensión mínima porque no beneficiaba al
pensionista; sin embargo, cuando la pensión mínima aumentó a partir del 2 de agosto de 1985 a S/.
405,000.00 soles oro por efecto del incremento del sueldo mínimo vital (Decretos Supremos N. os 023 y
026-85-TR), correspondía aumentar el monto de la pensión, pues a partir de dicho momento resultaba
inferior a la pensión mínima legal, salvo que, por efecto de otras disposiciones legales o administrativas,
el monto de la pensión ya hubiera superado la mínima vigente en cada oportunidad de pago.
50.Al respecto, este Tribunal reafirma lo establecido en los fundamentos 13, 14 y 15 de la STC N.º 198-
2003-AC, en el sentido de que se encuentra condicionado a factores económicos externos y al equilibrio
financiero del Sistema Nacional de Pensiones, y que no se efectúa en forma indexada o automática.
Asimismo, que ello fue previsto de esta forma desde la creación del Sistema Nacional de Pensiones y
posteriormente recogido por la Segunda Disposición Final y Transitoria de la Constitución de 1993, que
establece que el reajuste periódico de las pensiones que administra el Estado se atiende con arreglo a las
previsiones presupuestarias.
51.Por lo tanto, el reajuste trismestral automático de las pensiones comprendidas en el Sistema Nacional de
Pensiones no resulta exigible.
52.En el presente caso de la Resolución N.º N.º 802-DDPOP-GDJ-IPSS-90 se evidencia que: a) se otorgó al
demandante la pensión del régimen especial de jubilación del Sistema Nacional de Pensiones, regulado
por los artículos 47º al 49º del Decreto Ley N.º 19990; b) como fecha de contingencia se estableció el 2
de julio de 1990, día en que cumplió 60 años de edad; c) acreditó 10 años de aportaciones; y, d) el monto
inicial de la pensión otorgada fue de I/m. 1.88 intis millón.
53.Respecto al monto inicial de la pensión, se debe precisar que a la fecha de inicio de la pensión se
encontraba vigente el Decreto Supremo N.º 040-90-TR, que estableció en I/. 700,000.00 intis el sueldo
mínimo vital, por lo que, en aplicación de la Ley N.º 23908, la pensión mínima legal se encontraba
establecida en I/. 2´100,000.00 intis, equivalentes a I/m. 2.1 intis millón, monto que no se aplicó a la
pensión del recurrente.
54.De otro lado, fluye de la resolución cuestionada que, mediante la Carta Normativa N.º 017-DNP-IPSS-90,
por una liberalidad de la entidad encargada del pago de la prestación, estableció el monto de la pensión
mínima vigente en I/. 8´000,000.00 intis, equivalentes a I/m. 8.00 intis millón, importe que tampoco se
aplicó en favor del demandante.
55.Para justificar la inaplicación del monto de la pensión mínima legal, la ONP ha sostenido en la
contestación de la demanda que, conforme a la Ley N.º 23908, dicho beneficio no se aplica al recurrente
por pertenecer al régimen especial de jubilación regulado en los artículos 47º a 49º del Decreto Ley N.º
19990, hasta su derogación tácita por el Decreto Ley N.º 25967.
56.Al respecto, se reitera que, conforme se ha señalado en el fundamento 15 supra, el beneficio de la pensión
mínima legal excluyó expresamente, entre otras, a las pensiones reducidas reguladas en el artículo 42º del
Decreto Ley N.º 19990, pero no a las comprendidas en el régimen especial de jubilación que se encontró
regulado en los artículo 47º a 49º del Decreto Ley N.º 19990.
57.En consecuencia, ha quedado acreditado que se otorgó al demandante la pensión por un monto menor al
mínimo establecido a la fecha de la contingencia, debiendo ordenarse que se regularice su monto con
aquel aprobado institucionalmente, por ser más beneficioso, y se abonen las pensiones devengadas
generadas hasta el 18 de diciembre de 1992, así como los intereses legales correspondientes con la tasa
establecida en el artículo 1246º del Código Civil.
58.De otro lado, conforme a los criterios de observancia obligatoria establecidos en esta sentencia, se precisa
y reitera que, a la fecha, conforme a lo dispuesto por las Leyes N. os 27617 y 27655, la pensión mínima
establecida para el Sistema Nacional de Pensiones está determinada en atención al número de años de
aportaciones acreditadas por el pensionista.
59.En ese sentido y en concordancia con las disposiciones legales, mediante la Resolución Jefatural N.° 001-
2002-JEFATURA-ONP (publicada el 03-01-2002), se dispuso incrementar los niveles de pensión mínima
mensual de las pensiones comprendidas en el Sistema Nacional de Pensiones a que se refiere el Decreto
Ley N.° 19990, en el monto de S/. 346.00 nuevos soles para los pensionistas que acrediten más de 10 pero
menos de 20 años de aportaciones.
Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
LAGOMARCINO RAMÍREZ
En Paramonga, a los 27 días del mes de enero de 2006, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados García Toma, presidente; Gonzales Ojeda, vicepresidente;
Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia, con
el voto singular del magistrado Vergara Gotelli
I. ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Luis Sánchez Lagomarcino Ramírez en contra de la
resolución de la Cuarta Sala Especializada en lo Penal para Procesos con Reos en Cárcel de la Corte Superior
de Justicia de Lima, de fojas 89, su fecha 21 de febrero de 2005, que declara fundada la demanda de hábeas
corpus de autos.
II. ANTECEDENTES
a. Demanda
Con fecha 22 de diciembre de 2004, el recurrente, don Luis Sánchez Lagomarcino Ramírez, interpone
demanda de hábeas corpus contra el magistrado del Cuadragésimo Juzgado Penal de Lima, don Manuel Iván
Miranda Alcántara, por expedir irregularmente la resolución de fecha 17 de diciembre de 2004, en el proceso
judicial signado con el N.° 115-2003. A través de la mencionada resolución fue declarado reo contumaz y se
ordenó su captura.
El actor considera que lo sucedido constituye un acto procesal irregular que amenaza sus derechos
constitucionales a la libertad personal y a la tutela procesal efectiva, garantizados por los artículos 2°, inciso
24, y 139°, inciso 3, de la Constitución. Para fundamentar tal aseveración, señala que el emplazado estaba
impedido de dictar sentencia por encontrarse pendiente de resolver la excepción de prescripción presentada
mediante escrito de fecha 20 de octubre de 2003, la cual se venía tramitando en cuerda separada, y, por tanto,
debía resolverse con antelación al principal, conforme lo establece el artículo 5°, in fine, del Decreto Ley N.°
28117.
Con fecha 23 de diciembre de 2004, el emplazado manifiesta en la investigación sumaria que no se han
vulnerado los derechos constitucionales invocados por el actor y que, además, ha actuado con conciencia e
imparcialidad.
Precisa que, si bien no se ha resuelto la excepción de prescripción, esto es debido a que el Ministerio Público
opinó que carece de objeto pronunciarse sobre la excepción mencionada por haber emitido acusación en el
principal, aunándose a ello que el cuaderno de prescripción fue ingresado al despacho para resolver con
fecha 18 de diciembre de 2004, cuando ya existía acusación fiscal, por lo que, encontrándose para resolver
en ese estado procesal, la excepción debe resolverse conjuntamente con la resolución final.
Asimismo, refiere que luego de señalarse fecha para la lectura de sentencia por dos veces consecutivas, el
recurrente se negó a presentarse ante el juzgado, por lo que fue declarado válidamente como reo contumaz.
c. Resolución de primera instancia
Con fecha 30 de diciembre del 2004, el Decimosexto Juzgado Penal de Lima declara fundada la demanda,
por considerar que se vulneraron los derechos alegados en dos sentidos; el primero respecto a la excepción
de prescripción presentada por el demandante, admitida a trámite, y que no fue remitida a tiempo al fiscal,
por lo cual éste no fundamentó debidamente su dictamen; y el segundo en cuanto a que el juez accionado, de
manera irregular, señaló fecha de lectura de sentencia sin pronunciarse previamente sobre el mérito de la
acción deducida.
Asimismo, no advierte una conducta dolosa para perjudicar al accionante, sino una interpretación equivocada
de las normas procesales, de lo que se desprende que no resulta aplicable lo dispuesto en el artículo 8° del
Código Procesal Constitucional (CPCo).
d. Apelación
Con fecha 5 de enero de 2005, el demandante interpone recurso de apelación contra la sentencia del 30 de
diciembre del 2004, en el extremo del fallo que ‘omite’ (sic) disponer que se remitan los actuados a la
fiscalía provincial penal de turno, tal como lo señala el artículo 8° del CPCo, en caso que exista causa
probable de la comisión de un delito.
Alega que el juez debió remitir al fiscal los actuados para los fines pertinentes, ya que existen pruebas
irrefutables de que el demandado cometió dolosamente los delitos de abuso de autoridad y prevaricato,
previstos en los artículos 316° y 318° del Código Penal.
Con fecha 21 de febrero del 2005, la recurrida confirma la apelada, considerando que el juez incumplió el
procedimiento preestablecido por la ley procesal para el incidente de prescripción, por lo que la declaración
de reo contumaz y la orden de captura son arbitrarias y vulneran el derecho constitucional al debido proceso.
Por otro lado, considera que, al no evidenciarse causa probable de la comisión de algún ilícito penal en el
accionar del demandado, no se debe aplicar lo establecido en el artículo 8° del CPCo.
El vocal Vinatea Vara Cadillo, en voto discordante, señala que debe revocarse la sentencia recurrida que
declara fundada la demanda de hábeas corpus.
f. Agravio constitucional
Con fecha 18 de abril de 2005, el recurrente interpone recurso de agravio constitucional (RAC) contra el
extremo de la resolución judicial N.° 401, de fecha 21 de febrero de 2005, que exime de responsabilidad al
juez demandado.
El recurso tiene como objeto que se aplique el artículo 8° del CPCo, ya que considera que el juez demandado
violentó el principio de legalidad procesal, conducta que fue realizada con conocimiento y voluntad de
causar perjuicio, vulnerando el derecho a la tutela judicial efectiva.
El supuesto acto lesivo fue producido por el juez demandado al expedir una resolución, en el proceso judicial
signado con el N.° 115-2003, no conforme a derecho, debido que se declara al beneficiario reo contumaz y se
ordena su captura.
à Petitorio constitucional
El demandante considera que se han quebrantado sus derechos a la libertad personal (artículo 2°, inciso 24,
de la Constitución) y al debido proceso (artículo 139°, inciso 3, de la Constitución).
§ En la demanda, reclama que se deje sin efecto la resolución cuestionada, y que cese de esta manera la
violación de sus derechos constitucionales.
§ En los recursos impugnatorios (apelación y RAC), pide que se sancione al juez emplazado por existir
pruebas irrefutables de que los demandados cometieron dolosamente los delitos de abuso de autoridad y
prevaricato al emitir la resolución que vulnera los derechos del favorecido.
Sobre la base de la reclamación realizada por el recurrente, este Colegiado considera pertinente desarrollar
algunos aspectos que ayuden a dilucidar la naturaleza del RAC. Por ello, a lo largo de la presente sentencia
se responderán las siguientes inquietudes:
- ¿Qué se entiende por resolución denegatoria de protección constitucional, al ser ella la habilitante de
su presentación?
- En este marco, ¿cómo habrá de entenderse un recurso de este tipo sustentado en la determinación de la
responsabilidad del agresor?
- ¿Cuál es el canon de análisis que se requiere para ingresar al fondo del asunto?
IV. FUNDAMENTOS
1. Antes de resolver el fondo del asunto es necesario determinar la competencia del TC en los casos de
procesos constitucionales de libertad (hábeas corpus, amparo, hábeas data y cumplimento), toda vez que su
oficiosidad sólo será posible admitirla para determinados supuestos y en específicas circunstancias.
Sólo concibiendo con claridad estos conceptos será posible establecer si el RAC interpuesto es pasible de
conocimiento por este Colegiado, pues necesita estar precedido de una resolución denegatoria de protección
de derechos fundamentales, hecho que, además, debe haber quedado acreditado en el transcurso del proceso.
2. Para lograr tal cometido, es imprescindible, en primer término, que, captando la idea de lo que
significan los procesos constitucionales de libertad, se pueda entender qué implica la existencia de medios
impugnatorios, confluencia que, en un ulterior estadio, nos llevará a comprender la idea del RAC.
Sobre esta base se habrá de definir si el pedido de responsabilidad del agresor es materia de un RAC, según
los parámetros que previamente se hayan establecido.
3. En un proceso de libertad debe distinguirse cómo el RAC representa una fórmula específica para
demostrar la supremacía constitucional, prevista en el artículo 51º de la Norma Fundamental. Para establecer
los principios de la intervención del TC en los procesos constitucionales de libertad, especialmente en el
hábeas corpus, el cual es materia de la presente demanda, es necesario que se asienten algunas premisas
respecto al RAC.
La Constitución, como norma fundamental y guía primordial del ordenamiento jurídico, ordena los poderes
del Estado y establece los límites del ejercicio del poder y el ámbito de libertades y derechos fundamentales,
así como los objetivos positivos y las prestaciones que el poder debe cumplir en beneficio de la comunidad.
En virtud del principio de supremacía constitucional, se le considera como la norma jerárquicamente
superior, por encima de las demás normas que posee el ordenamiento jurídico. Al ser lex superior, define el
sistema de fuentes formales del Derecho y aparece como la expresión de una intención fundacional,
configuradora de un sistema entero que en ella se asienta, teniendo así una pretensión de permanencia.
Basándose en tal aseveración, este Colegiado ha venido a señalar explícitamente, en la sentencia recaída en
el Expediente N.o 0050-2004-PI/TC y otros, que nuestro sistema jurídico se encuentra sustentado en la
supremacía constitucional, además del principio de su fuerza normativa. Asimismo, y de forma más
categórica, se manifestó en la sentencia del Expediente N.° 0002-2005-PI/TC lo siguiente:
(...) se da contenido a la praxis del Tribunal Constitucional, en la garantía de las instituciones que subyacen
al cuerpo constitucional y en la defensa extraordinaria de los derechos fundamentales, lo que configura el
parámetro básico de la labor jurídico-política concreta de la justicia constitucional. Así, al afirmarse el
principio jurídico de la supremacía jurídica y valorativa constitucional y el rol del Tribunal Constitucional
como supremo intérprete, se ve reforzado el principio político de la soberanía popular, que es la base
material que da impulso al proceso de maduración democrático-constitucional.
En la sentencia recaída en el Expediente N.° 014-2002-AI/TC, también se ha expresado que
(...) la Constitución adquiere gran importancia al ser la depositaria de las aspiraciones del pueblo expresadas
por el Poder Constituyente, su contenido reviste una ‘pretensión más fuerte de validez’, y aspira a tener una
permanencia o duración indeterminada (...). La Constitución es un instrumento jurídico dirigido a limitar
efectivamente el ejercicio de poder, en particular del poder político, evitando que la concentración del poder
político se reúna en un solo detentador, previendo facultades a órganos constitucionales distintos y
garantizando a través de una lista cerrada o abierta los derechos de las personas.
Merece la pena advertir que el sistema de protección constitucional que ha sido previsto por nuestro CPCo
establece, como parte de su artículo IV del Título Preliminar, que el control de la constitucionalidad está a
cargo tanto del Poder Judicial como del TC, y ambos deben seguir lo que ha sido señalado por la
Constitución.
4. En este sentido, la protección de ciertos derechos importa la necesidad de una tutela rápida, ya que la
afectación o amenaza comprometen la vigencia de la integridad del sistema constitucional (cf. artículo III del
Título Preliminar del CPCo). Por ende, en nuestro ordenamiento se ha creído conveniente que sólo existan
dos grados que se encarguen de dictaminar si ha existido violación de derechos o no, con la salvedad –claro
está– del RAC.
No es adecuado para este tipo de situaciones –a fin de suprimir las conductas agraviantes– el prolongado
tiempo que normalmente duran los procesos de carácter ordinario. Es por ello que se requiere de una tutela
jurisdiccional de urgencia, la cual se expresa mediante procesos más breves y eficaces. De tal forma de
salvaguardia se pueden señalar dos manifestaciones: la tutela de urgencia cautelar, dentro de un proceso
principal, y que está destinada a impedir que el transcurso del tiempo convierta en imposible la realización
del mandato de la sentencia; y la tutela de urgencia satisfactiva, que comporta el uso de remedios
procedimentales breves, bajo el supuesto de la amenaza de un derecho cuya supervivencia depende de la
rapidez con que se brinde la protección jurisdiccional.
Por tanto, los procesos constitucionales de la libertad, previstos por el artículo 200° de la Constitución, están
referidos primordialmente a la tutela de urgencia, ya que buscan proteger, eficaz y ágilmente, los derechos
que cada una de las garantías constitucionales tiene como finalidad.
5. El proceso constitucional tiene como objetivo asegurar el funcionamiento adecuado del orden
constitucional y la vigencia efectiva de los derechos constitucionales, tal como lo ha previsto el artículo II
del Título Preliminar del CPCo, el cual, a la letra, dice:
Son fines esenciales de los procesos constitucionales garantizar la primacía de la Constitución y la vigencia
efectiva de los derechos constitucionales.
De esta manera, el diseño del proceso constitucional se orienta a la tutela de dos distintos tipos de bienes
jurídicos: la eficacia de los derechos fundamentales y la constitucionalidad del derecho objetivo, toda vez
que, por su intermedio, se demuestra la supremacía constitucional. Y es que, gracias a ello, este Colegiado
cumple sus funciones esenciales, tanto reparativas como preventivas (artículo 2° del CPCo).
En el sistema constitucional, cada elemento tiene un espacio determinado, por lo que no puede salirse de ese
lugar sin que el sistema corra peligro de verse desequilibrado. Por eso, es imprescindible en cada Estado
social y democrático de derecho que los derechos fundamentales tengan el verdadero sitial que les
corresponde, máxime si sólo a partir de ello se podrá validar el precepto medular recogido en el artículo 1°
de la Constitución:
La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.
6. Sólo entendiendo el verdadero carácter de los procesos constitucionales es posible determinar que en él
se presentan diversos tipos de medios impugnatorios, aunque básicamente habremos de centrarnos en lo que
se conocen como recursos, descartando para el caso concreto los remedios.
El más clásico de los recursos es aquél por el cual, tras la sentencia de primera instancia, las partes tienen la
posibilidad de apelar la resolución emitida. Pero, más aún, el constituyente consideró otro adicional para el
caso de los procesos constitucionales de libertad, el cual merece ser entendido como parte de la teoría de los
medios impugnatorios: éste es el RAC.
Este tipo de recurso tiene su fundamento en lo señalado por la Norma Fundamental, en el inciso 2) del
artículo 202°, según el cual es una atribución del TC,
Conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas
data, y acción de cumplimiento.
Antes conocido como recurso extraordinario (artículo 41° de la derogada Ley Orgánica del TC, Ley N.°
26435), el RAC, según lo previsto por el artículo 18° del CPCo, es presentado de la siguiente manera:
Contra la resolución de segundo grado que declara infundada o improcedente la demanda, procede recurso
de agravio constitucional ante el Tribunal Constitucional, dentro del plazo de diez días contados desde el día
siguiente de notificada la resolución. Concedido el recurso, el Presidente de la Sala remite al Tribunal
Constitucional el expediente dentro del plazo máximo de tres días, más el término de la distancia, bajo
responsabilidad.
Una presentación de este tipo se ve complementada por el artículo 20° del mismo Código, cuando expresa
con claridad los plazos para su actuación (veinte días para los procesos de hábeas corpus, y treinta para el
resto).
Entonces, es pertinente que este Colegiado revise algunas de las características que adquiere el RAC, en
tanto se presenta como un recurso de los procesos constitucionales. El fundamento de la existencia de los
recursos parte de la premisa de que, en la delicada misión de administrar justicia, no debe descartarse a priori
la existencia del error judicial. La base constitucional de esta aseveración se halla en el artículo 139°, inciso
6) de la Constitución, que garantiza el acceso de los justiciables a la pluralidad de grados como garantía de
justicia. Asimismo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos enumera, en su artículo 8°, las
garantías judiciales a las que tiene derecho toda persona, estableciendo, en el inciso h), el derecho de recurrir
del fallo ante juez o tribunal superior.
7. Al respecto, el TC se ha pronunciado sobre el derecho a la pluralidad de grados y el derecho al acceso a
los recursos, considerándolos como parte de la doctrina procesal de la naturaleza de los medios
impugnatorios. Se ha llegado a establecer, en la sentencia recaída en el Expediente N.° 604-2001-HC/TC,
que
(...) El derecho a la pluralidad de instancias garantiza que los justiciables, en la sustanciación de un proceso,
cualquiera sea su naturaleza, puedan recurrir las resoluciones judiciales que los afectan ante una autoridad
jurisdiccional superior. En la medida que la Constitución no ha establecido cuáles son esas instancias, el
principio constitucional se satisface estableciendo cuando menos una doble instancia; y, en esa medida,
permitiendo que el justiciable tenga posibilidad de acceder a ella mediante el ejercicio de un medio
impugnatorio. La Constitución tampoco ha establecido qué tipo de resoluciones pueden impugnarse. Y
aunque el ordinal ‘h’ del artículo 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos haya establecido
que la pluralidad de instancias sólo comprende al ‘fallo’ (...), considera el Tribunal que el derecho a recurrir
las resoluciones judiciales no sólo comprende a las sentencias, sino también a los autos. Sin embargo, como
sucede con todo derecho constitucional, el derecho de acceso a los medios impugnatorios no es un derecho
cuyo ejercicio pueda considerarse absoluto, pues puede ser objeto de limitaciones, siempre que con ellas se
busque preservar otros derechos, bienes o principios constitucionales, y que las mismas sean razonables.
8. Los recursos, por su naturaleza, pueden tener dos tipos de efectos: los que se deducen de la simple
interposición del recurso, y los que se deducen de la decisión del medio impugnatorio. En esta última
categoría se encuentra el RAC.
Entre los primeros efectos, encontramos que sólo la interposición de los recursos interrumpe la producción
de la cosa juzgada, por lo que la resolución dictada y sometida a impugnación, no adquiere la calidad de
firme. Para profundizar más en el tema de la cosa juzgada vale citar lo dispuesto por este Tribunal en la
sentencia recaída en el Expediente N° 1279-2003-HC/TC, en el que se estableció que
En consecuencia, lo que se establezca en una sentencia o resolución que ponga fin al proceso debe ser
respetado, y no puede ser objeto de nueva revisión, salvo las excepciones previstas. Asimismo, se debe
proteger expresamente el principio de cosa juzgada, así como el correspondiente a la seguridad jurídica y el
derecho a la tutela jurisdiccional efectiva. El artículo 139° de la Constitución establece, por ende, que
Ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional ni interferir en el
ejercicio de sus funciones. Tampoco puede dejar sin efecto resoluciones que han pasado en autoridad de cosa
juzgada, ni cortar procedimientos en trámite, ni modificar sentencias ni retardar su ejecución.
La protección mencionada se concreta en el derecho que corresponde a todo ciudadano de que las
resoluciones judiciales sean ejecutadas o alcancen su plena eficacia en los propios términos en que fueron
dictadas; esto es, respetando la firmeza e intangibilidad de las situaciones jurídicas allí declaradas. Lo
contrario significaría desconocer la cosa juzgada material, privando de eficacia al proceso y lesionando la
paz y seguridad jurídicas.
Precisamente en el proceso constitucional, según el artículo 6° del CPCo, sólo adquiere autoridad de cosa
juzgada la decisión final que verse sobre el fondo de lo controvertido. Y tal como ya se ha venido señalando,
sólo se podrá considerar final una decisión cuando se resuelva, inclusive, el RAC, si es que el demandante
interpuso el recurso extraordinario correspondiente. De ello se desprende que no necesariamente con la
resolución de segunda instancia en la vía judicial existirá cosa juzgada.
9. En el sistema judicial los recursos buscan a corto plazo una revisión de las cuestiones contenidas en
una resolución, que puede ser firme o no, dependiendo de la naturaleza del recurso y la etapa procesal en que
éste se encuentre, así como un examen de los trámites seguidos por el juzgador para su emisión. La
impugnación tiende a corregir la falibilidad del juzgador y, de esta manera, lograr la eficiencia del acto
jurisdiccional.
Este contenido también debe ser traspolado a una categoría como la del RAC, pero siempre tomando en
cuenta lo que significa su introducción a los procesos constitucionales de libertad. En este esquema, si bien
es cierto que un sistema procesal en el que no se permitiese a cada parte –en el caso de los procesos
constitucionales, demandante o demandado–, recurrir las resoluciones judiciales, y así resolver las contiendas
con tremenda rapidez, sería poco menos que inconcebible o injusto, no lo es menos que este servicio podría
comprometer drásticamente el propio contenido de las resoluciones, sacrificando la justicia de la decisión a
su prontitud.
10. Habiendo analizado a grandes rasgos lo que significa el RAC, corresponde, a continuación, observar de
qué manera ha de lograrse o posibilitarse una verdadera tutela de derechos fundamentales, máxime si a partir
de allí se logrará analizar si lo solicitado por el recurrente tiene o no sustento constitucional.
Además, cabe la posibilidad de ir definiendo, con la mayor precisión posible, en qué situaciones se podrá
considerar que una resolución judicial es denegatoria y puede este Colegiado intervenir respecto a un proceso
de tutela de libertad.
11. Al haberse postulado en la novísima legislación procesal constitucional la figura del RAC, se está
reconociendo un mecanismo de control del proceso a fin de tutelar en forma sumaria los derechos invocados
por los demandantes. Este recurso circunscribe sus alcances dentro de la clasificación general de recursos
excepcionales, dado que no puede invocarse libremente y bajo cualquier presupuesto, sino que la ley
procesal constitucional delimita en forma excluyente las materias en las que procede. Al respecto, es muy
claro lo dispuesto por el ya mencionado artículo 18° del CPCo, pero siempre en el supuesto de protección de
los derechos fundamentales.
En la sentencia recaída en el Expediente N.° 1042-2002–AA/TC, este Tribunal ha señalado que estos
derechos constituyen componentes estructurales básicos del conjunto del orden jurídico objetivo. Se ha
reconocido el concepto de garantías para referirse a instrumentos adjetivos para hacer efectivos el ejercicio
de los derechos reconocidos, entre los cuales cuenta, en especial, el proceso. Se les ha considerado como las
seguridades jurídico-institucionales que la propia normatividad señala para posibilitar la vigencia de los
derechos y libertades reconocidos u otorgados, destacando la oponibilidad erga omnes.
No hay que olvidar, además, que el TC, como parte del Estado, también debe cumplir uno de los deberes
primordiales asignados por la Constitución (en su artículo 44°), cual es garantizar la plena vigencia de los
derechos humanos, función que es congruente con el rol específico que el artículo 201° de la propia Norma
Fundamental le ha asignado, en tanto órgano de control de la misma.
De lo expuesto, se tiene que en el país el extraordinario RAC concede a este Colegiado la facultad
excepcional de la jurisdicción negativa de la libertad, toda vez que en ella sí se tiene, bajo las características
ya señaladas, la facultad de la judicial review o derivación judicial de la facultad de control sobre los
procesos constitucionales.
12. En el proceso de tutela de los derechos reconocidos en la Constitución, el TC adquiere, por medio del
RAC, la facultad jurisdiccional para conocer de la pretensión del proceso por violación de derechos, pero
delimitando el derecho de acción al caso en que la pretensión del recurrente haya sido denegada por el
juzgador de segunda instancia. De ahí la denominación de jurisdicción negativa, pues sólo procede ante
denegatorias de la pretensión. Por ende, es conveniente ubicar al RAC en su verdadero sentido como recurso.
Los recursos son susceptibles de clasificación. Según sus efectos, la normatividad ha reconocido distintos
tipos. Aparte de los recursos con efecto no devolutivo (la tramitación y la resolución corresponde al mismo
tribunal que dictó la resolución que se impugna), con efecto diferido (cuando hay pluralidad de imputados o
delitos o cuando se dicte sobreseimiento o cualquier resolución que ponga fin al ejercicio de la acción penal)
y con efecto suspensivo (el tribunal dictará una resolución que sustituirá total o parcialmente la resolución
recurrida), existen también los que gozan de efecto devolutivo. En este último supuesto, corresponde resolver
al tribunal jerárquicamente superior del que dictó la sentencia o resolución, por lo que el inferior devuelve al
ad quem la facultad del fallo para que, en segunda instancia, se encargue del reexamen y emita decisión final;
por este efecto, la causa se eleva del órgano judicial que ha conocido (a quo) a uno jerárquicamente superior,
lo cual provoca un lógico cambio de sede que, a consecuencia de la centralizada estructura jerárquica,
ampliará el territorio jurisdiccional del segundo (ad quem). El RAC es un tipo de esta impugnación, al igual
que la apelación, la queja y la casación.
Sin embargo, a colación del caso concreto, es necesario que se realice una clasificación que atienda al grado
de urgencia y excepcionalidad del proceso, así como a la naturaleza del derecho a protegerse. De esta forma,
se pueden encontrar los recursos ordinarios, los extraordinarios y los excepcionales, los cuales pasamos a
explicar.
Estos recursos son aquellos que no exigen causas específicas para su admisión y, además, no limitan los
poderes de los tribunales ad quem; es decir, se protegen normalmente en el proceso y, para su interposición,
no necesitan motivos determinados por ley. Entre ellos encontramos la apelación, la queja y la reposición.
Respecto a la primera, cabe mencionar que el artículo 18° del CPCo hace referencia indirecta a la misma
cuando señala que el RAC procede ‘contra la resolución de segundo grado’. Más claro aún resulta lo
dispuesto por el artículo 35° respecto al hábeas corpus y el artículo 57° respecto al amparo (y por
supletoriedad, al cumplimiento y al hábeas data), en los cuales se resalta la existencia de apelación en estos
procesos, siempre y cuando sea realizado en el plazo previsto.
Frente a los ordinarios, los recursos extraordinarios son aquéllos que exigen motivos taxativos para su
interposición. Limitan las facultades del tribunal ad quem. Proceden sólo terminado el trámite ordinario y
contra determinadas resoluciones.
El ejemplo más claro de esto es el recurso de casación, que procede únicamente en caso de vicios
procedimentales y que comportan un cierto razonamiento de margen procesal civil, en el análisis de errores
de derecho material sustantivo o formal procesal. Según el artículo 384° del Código Procesal Civil, la
casación tiene por fines esenciales la correcta aplicación e interpretación del derecho objetivo y la
unificación de la jurisprudencia emitida por la Corte Suprema.
Regresando al proceso constitucional, el único recurso que reúne esta cualidad es el RAC, puesto que no
procede contra cualquier resolución; vale decir, tan solo procede cuando existe una denegatoria en segunda
instancia. Únicamente el demandante puede llegar al grado constitucional, nunca del demandado. Por tal
razón, no es ilógico que en el pasado se haya llamado ‘recurso extraordinario’ al RAC, toda vez que ésta es
su naturaleza, aunque ahora se le ha dotado de una denominación específica, lo cual configura un importante
avance normativo.
Por último, se encuentran los recursos excepcionales; es decir, aquellos que se interponen contra resoluciones
judiciales firmes y con calidad de cosa juzgada. La doctrina reconoce al recurso de revisión como uno de los
pocos en esta categoría, ya que la naturaleza de este medio es la de no cuestionar la validez de las sentencias,
sino examinar las circunstancias que no han sido tomadas en cuenta por el juzgador, y ver si a raíz de éstas la
sentencia debe rescindirse por ser manifiestamente injusta, dando lugar, por consiguiente, a una revisión
independiente al proceso, cuya finalidad es rescindir sentencias condenatorias firmes e injustas.
Por su parte, en el proceso constitucional, si bien no existe un recurso excepcional propiamente dicho, por la
imposibilidad de impugnar las resoluciones de este Colegiado, el CPCo ha señalado en el artículo 121° que
en el plazo de dos días, a contar desde su notificación o publicación tratándose de las resoluciones
básicamente recaídas en los procesos de inconstitucionalidad, el Tribunal, ya sea de oficio o a instancia de
parte, puede aclarar algún concepto o subsanar cualquier error material u omisión en que hubiese incurrido.
Por ende, contra las resoluciones emitidas en el TC sólo caben aclaraciones o subsanaciones, pero no
posibilidad de revisión alguna.
13. Tomando en cuenta la atribución asignada al TC respecto al RAC, también es importante rescatar cómo
ello se conjuga con la finalidad concreta que tiene este medio impugnatorio. Una impugnación significa una
alerta o un instante de reflexión frente al impulso de la rapidez de quien resuelve en las primeras instancias,
que nos permita recordar que ello constituye el precio que los ciudadanos deben pagar por la custodia de sus
derechos y deberes.
En todos los casos siempre cabe reclamar, como medida de garantía del derecho del individuo y de respeto al
derecho en sí; la vía impugnativa esté siempre abierta y regulada eficazmente, a fin de garantizar los
derechos que están en juego en el proceso, tema que adquiere una relevancia inusitada para el caso de los
derechos fundamentales y su protección a través de los procesos constitucionales.
La naturaleza de los recursos –y, dentro de ellos, no puede obviarse el RAC– es impugnar una sentencia o
una resolución judicial que, o bien es gravosa para una parte, o bien no se ajusta a normas procesales. Como
fundamentos de los medios de impugnación se tiene que éstos sirven para recurrir el error de las resoluciones
judiciales, si lo que se intenta en este caso es que el órgano judicial pueda reconsiderar su decisión (los
defectos que se denuncian pueden consistir en vicios de la actividad procesal o un error de juicio; vale decir,
una torcida interpretación de una voluntad abstracta de la ley existente), o atender, no tanto al error de las
resoluciones judiciales, sino al gravamen que provoca la resolución judicial.
14. El artículo 18° del CPCo desarrolla la figura del RAC, estatuyéndolo como un recurso impugnativo que
requiere de causales específicas para su interposición.
De otro lado, para los supuestos en los que se deniegue el RAC, el propio CPCo, en su artículo 19°, establece
el recurso de queja, que, según ya fue explicado, es una forma de recurso ordinario. Es necesario señalar que
la posibilidad de interposición de un recurso de queja frente a la denegatoria del RAC implica la
predictibilidad de los supuestos de denegatoria de dicho recurso, y ello es lo que está buscando a través de la
presente resolución.
No es posible, entonces, aceptar el RAC ni desarrollarlo si previamente no se determina con precisión qué se
entiende por una resolución que no protege adecuadamente derechos fundamentales.
El TC ha ido determinando con claridad hasta dónde puede llegar la elucidación de aspectos y materias de un
RAC, por lo que es necesario examinar la línea jurisprudencial seguida hasta el momento. Este Colegiado
considera que el RAC ha servido, entre otras cosas, para lo siguiente:
Un tema como éste puede observarse en la sentencia del Expediente N.° 603-2004-AA/TC, referido a un
proceso constitucional iniciado por la gerente del Grifo Ferraro frente a la Municipalidad Distrital de
Bellavista, y que versa sobre la comisión de un supuesto abuso realizado a través de una resolución de
Alcaldía que daba por finalizado un procedimiento coactivo en contra de la reclamante. Durante el curso del
proceso constitucional, la demandada señaló que carecía de objeto pronunciarse, pues ella misma había
dejado sin efecto la resolución cuestionada, y había ordenado suspender tal procedimiento. Por tal razón, el
juzgador de primera instancia declaró improcedente la demanda, por sustracción de la materia. Sin embargo,
tras la interposición de una apelación por parte de la recurrente, sorpresivamente la municipalidad encausada
consumó la ejecución coactiva, con el cierre del local, retiro, demolición y erradicación del grifo. El ad quem
confirmó la recurrida, pero no por sustracción de la materia, sino porque estimaba que no era posible
suspender un procedimiento ya concluido.
Ante ello, este Colegiado consideró pertinente utilizar, para resolver el caso, lo dispuesto en el artículo 1° del
CPCo, que en su tenor señala que
(...) Si luego de presentada la demanda cesa la agresión o amenaza por decisión voluntaria del agresor, o si
ella deviene en irreparable, el Juez, atendiendo al agravio producido, declarará fundada la demanda
precisando los alcances de su decisión, disponiendo que el emplazado no vuelva a incurrir en las acciones u
omisiones que motivaron la interposición de la demanda, y que si procediere de modo contrario se le
aplicarán las medidas coercitivas previstas en el artículo 22 del presente Código, sin perjuicio de la
responsabilidad penal que corresponda.
En tal sentido, el Tribunal consideró que la demandada, con su actuar, se encontraba evitando un
pronunciamiento en contra de sus intereses, razón por lo cual declaró fundada la demanda y remitió copia de
lo actuado al Ministerio Público para determinar la responsabilidad penal del agresor. Se sustentó la decisión,
tal como se presenta en el fundamento 3.c de la sentencia, en que
(...) el hecho de que la demandada haya utilizado un argumento efectista con el objeto de obtener un
resultado determinado por parte de la jurisdicción, para posteriormente y de motu proprio variar las
circunstancias y enervar su propio argumento, con el propósito de perjudicar de modo permanente a la parte
demandante, representa un acto procesal absolutamente desleal, sobre todo para con la administración de
Justicia Constitucional, que ha confiado preliminarmente en la buena fe y supuesta voluntad de retractación
de la demandada. Es evidente, por otra parte, que de no haberse utilizado tal argumento, el resultado a nivel
de primera instancia, cualquiera que hubiese sido su sentido, habría sido uno distinto a la declaratoria de
sustracción de materia por cese de la afectación, debido a la necesidad en la que habría estado el juzgador
constitucional de pronunciarse sobre el tema de fondo, es decir, determinar si hubo, o no, violación o
amenaza de violación de los derechos constitucionales reclamados (...).
Aparte de este caso, en otro (sentencia emitida en el Expediente N.° 351-96-HC/TC, S-161), se llegó a
determinar que en una extradición que ya había concluido, también era pertinente dejar establecidas algunas
reglas claras respecto al accionar de parte de las autoridades durante el trámite de la misma. Así, en el fallo
se señaló que, si bien carecía objeto pronunciar sentencia sobre el fondo,
(...) no puede soslayarse el hecho de que concluida la etapa preliminar de extradicción con el
pronunciamiento del juez penal, su prosecución en otros niveles burocráticos resulta alarmantemente
prolongada, máxime si un procesado o imputado goza de la universal presunción de inocencia, y siendo la
libertad uno de los más preciados valores del ser humano, su limitación, pese a fundadas razones de orden
legal, implica, particularmente en este caso, cuando menos, una falta de sindéresis funcional que obliga a
este Colegiado a exhortar a los Poderes Judicial y Ejecutivo, en su caso, para que no sólo prioricen la
atención de casos análogos con la celeridad debida, sin perjuicio de desarrollar –de no existir la
infraestructura indispensable que permita custodiar a los extraditables durante su arresto o detención
preventiva– un régimen apropiado a su dignidad personal, bajo la glosada presunción de inocencia; Que,
igualmente, tampoco puede este Tribunal Constitucional dejar de pronunciarse sobre la precaria salud de la
accionante, aspecto que, al parecer, no ha merecido la inmediata aplicación de oficio de las previsiones
contempladas por el Código de Ejecución Penal sobre el particular, presunción que, de ser cierta, hace
indispensable recomendar al Instituto Nacional Penitenciario (INPE) subsane las omisiones en que se habría
incurrido, sin perjuicio de que los Poderes del Estado adopten las medidas legislativas y procedimentales que
eviten dilatadas e innecesarias detenciones que resultan realmente clamorosas e incompatibles con la
penología moderna y los derechos humanos.
Entonces, por más sustracción de la materia que exista, y por más imposible que resulte cautelar la tutela
subjetiva de los derechos de una persona, igual se puede, vía el RAC, proteger la eficacia y respeto de los
derechos fundamentales, situación coincidente con el fin que este recurso posee.
Un aspecto especial de este tipo de proceso se puede encontrar en el paradigmático caso de la sentencia
recaída en el Expediente N.° 2694-2004-AA/TC, promovida por José Silva Vallejo y dirigida contra el
Consejo Nacional de la Magistratura, con el objeto de que se declaren nulos y sin efecto legal los acuerdos
adoptados en contra de su persona. El a quo resolvió declarando fundada la demanda en lo referido a que la
decisión de destitución no fue adoptada por mayoría simple (cuatro votos de los seis miembros que
ingresaron al pleno, sino que lo que se produjo fue un empate, dado que tres votos se pronunciaron por la no
destitución y tres por la destitución) e infundada la demanda en el extremo del pago de remuneraciones
dejadas de percibir. Por su parte, el juzgador de segunda instancia consideró pertinente reclamar de la
demandada que realice un nuevo pronunciamiento.
Aparte del tema de las remuneraciones, y he aquí lo importante en la presente demanda, el recurrente en su
RAC critica la decisión jurisdiccional respecto a que sea el propio Consejo el que deba resolver nuevamente.
Es decir, pese a que se declaró fundada la demanda en ese aspecto, el reclamante consideró preciso acudir al
RAC pues las consecuencias de dicho fallo no se condecían, a su entender, con la protección efectiva de sus
derechos fundamentales.
Ante ello, el TC consideró pertinente aceptar la reclamación realizada, pero decidió declararla infundada,
bajo el argumento expuesto en el fundamento 9:
(...) este Colegiado no encuentra incongruencia entre la reposición y el mandato de que el CNM emita un
nuevo pronunciamiento conforme al artículo 40 de la Ley N.° 26397 y las normas reglamentarias, por
cuanto, con este mandato, la recurrida ha cumplido con la finalidad del proceso de amparo y no ha lesionado
derecho constitucional alguno del recurrente. Este Tribunal Constitucional, estima que la recurrida ha
efectuado una adecuada ponderación entre el derecho constitucional al debido proceso del demandante y la
función disciplinaria que compete al CNM a que se refiere el artículo 154° incisos 2 y 3 de la Constitución.
De lo expuesto, y pese a que en el caso concreto no se le dio la razón al demandante, se desprende el hecho
de que los efectos de una sentencia declarada fundada pueden terminar siendo inapropiados para la
protección de los derechos fundamentales, y como el RAC busca tutelarlos en forma superlativa, sí cabe su
formulación si es presentada y argumentada de forma razonable. Entonces, si el actor alega la incongruencia
entre la declaratoria de fundada y las consecuencias de la misma, tiene claramente expedito el camino de este
medio impugnativo.
En diversos procesos que han llegado a este Tribunal, el RAC ha sido postulado en virtud de la denegatoria
por parte de la judicatura ordinaria de la procedencia de la demanda, toda vez que la demanda planteada tenía
un vicio de caducidad. El caso policial ha sido el más llamativo al respecto. En sentencias de expedientes
como los N.° 0079-2005-PA/TC, N.° 1623-2004-AA/TC o N.° 1098-2004-AA/TC, este Colegiado ha llegado
a ingresar a analizar, en virtud de un RAC, lo referido a esta causal de procedencia. Es decir, no se llegó a
centrar el estudio de la cuestión específicamente en la protección de un derecho fundamental, sino más bien
se consideró pertinente resolverlo respecto a una excepción deducida.
La caducidad planteada (entendida como prescripción, según lo establecido en la sentencia del Expediente
N.° 1049-2003-AA/TC, y claramente decretado para el amparo, el hábeas data y el cumplimiento en el
artículo 44° del CPCo) está referida al plazo existente para interponer la demanda desde el momento en que
el afectado toma conocimiento del acto lesivo. Con respecto al momento de que debe ser resuelta una
excepción, el artículo 10° del CPCo ha sido muy explícito en señalar que es en la sentencia.
Ante ello, sólo cabe mencionar que este Colegiado considera que una lectura amplia y desventajosa de una
excepción por parte de los juzgadores de primera y segunda instancias sí puede terminar vulnerando los
derechos de las personas que acuden a los procesos constitucionales. Por ello, queda claramente habilitada la
vía del RAC para solicitar la protección en este supuesto.
Ahora bien, si la sentencia de segunda instancia es declarada infundada o improcedente pero por una materia
distinta a la de la excepción, y por tal motivo llega a este Colegiado, igualmente se puede declarar fundada la
excepción de prescripción, porque sólo así se estará protegiendo objetivamente el orden constitucional, por
más que ella no haya sido planteada por el recurrente sino más bien por el demandado. Lo contrario
significaría desconocer el substrato de justicia en la labor de nuestra institución.
Sobre la base de la sentencia recaída en el Expediente N.° 0065-2002-AA/TC, se ha señalado que los pagos
pensionarios se realizan no sólo sobre la base del monto de la jubilación correspondiente, sino que, además,
pueden incluir los reintegros e intereses.
Sin embargo, en algunos casos, como lo sucedido en la sentencia del Expediente N.° 1793-2002-AA/TC, el
juzgador de segunda instancia declaró fundada la demanda en lo relativo al pago de una bonificación
especial (sobre la base del Decreto de Urgencia N.° 011-99), pero improcedente respecto a los devengados
solicitados. Frente a ello, el recurrente presentó un recurso extraordinario solicitando exclusivamente el
reembolso de tales devengados. Ante ello, el TC, reconociendo explícitamente el carácter accesorio de tal
pedido, resolvió en el fundamento 2 que:
(...) habiendo la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima expedido sentencia estimatoria
amparando la pretensión principal del demandante, corresponde que se le abonen los devengados que
reclama.
Es decir, declarando fundada la demanda en dicho extremo, se ha llegado a reconocer la posibilidad de ser
analizadas a través de un RAC, materias que aparecen como accesorias a una pretensión principal.
Como se puede observar, el pago de reintegros e intereses fueron considerados por el TC como una materia
que merecía protección, a la luz de los artículos 10° y 11° de la Norma Fundamental. Esto equivale a señalar
que sólo con tales pagos complementarios se podrá proteger integral y correctamente el derecho fundamental
a la pensión.
Sin embargo, en la actualidad, este Colegiado ha venido a estipular en el fundamento 37.g de la sentencia del
Expediente N.° 1417-2005-AA/TC, que
Debido a que las disposiciones legales referidas al reajuste pensionario o a la estipulación de un concreto
tope máximo a las pensiones, no se encuentran relacionadas a aspectos constitucionales directamente
protegidos por el contenido esencial del derecho fundamental a la pensión, prima facie, las pretensiones
relacionadas a dichos asuntos deben ser ventiladas en la vía judicial ordinaria.
Según el artículo 20° del CPCo, el pronunciamiento de este Colegiado sobre el recurso interpuesto tendrá
dos consecuencias distintas, hecho que redundará en la viabilidad del RAC: si el Tribunal considera que la
resolución impugnada ha sido expedida incurriéndose en un vicio del proceso que ha afectado el sentido de
la decisión, la anulará y ordenará se reponga el trámite al estado inmediato anterior a la ocurrencia del vicio;
y, si el vicio incurrido sólo alcanza a la resolución impugnada, el Tribunal la revocará y procederá a
pronunciarse por el fondo.
Con respecto a ello, debe fijarse con claridad cuál es la línea jurisprudencial que se debe seguir. El caso se
refiere a la denegatoria del recurso por causa de vicio procesal por haber sido interpuesto por un abogado que
no tenía la representación de los demandantes; es decir, que no fue éste el que firmó la demanda.
Corresponde, entonces, unificar la jurisprudencia, léase, dejar sentado cuáles son los efectos de la
declaración de denegatoria del RAC. El fallo adecuado es el que prescribe lo siguiente:
Declarar NULO el concesorio del recurso extraordinario, de fojas xxx, IMPROCEDENTE el recurso
extraordinario, NULA la sentencia de fojas xxx y NULO todo lo actuado desde fojas xxx y que se reponga la
causa al estado anterior al vicio procesal.
Esta es la solución que ha sido adoptada en las resoluciones de los Expedientes N° 2558-2004-AC/TC, N°
4396-2004-AA/TC, N° 2595-2004-AC/TC, entre otras.
Sin embargo, en otros casos similares, se ha resuelto de una forma distinta. En algunos casos se declaró
subsistente la sentencia recurrida pero nulo el concesorio, tal como puede observarse en las resoluciones de
los Expedientes N.° 1948-2004-AC/TC, N.° 2376-2004-AC/TC, N.° 2113-2004-AC/TC, N.° 2094-2004-
AC/TC, N.° 2178-2004-AC/TC, N.° 2472-2004-AC/TC y N.° 2634-2004-AC/TC. En otros casos, lo que se
ordena es que, antes de declarar firmes las resoluciones judiciales, se remitan los autos a la Corte Superior
correspondiente, según se puede revisar en las resoluciones de los Expedientes N.° 2027-2004-AC/TC y N.°
2475-2004-AC/TC.
16. Queda claro entonces que el RAC ha ido asumiendo algunos caracteres fijados con propiedad por este
Colegiado, los cuales llegan a configurar aún mejor la naturaleza de este tipo de recurso. Sólo reconociendo
sus cualidades privativas se podrá hacer una defensa apropiada de los derechos fundamentales de las
personas, pues cuando una resolución de segunda instancia impide una adecuada protección, el TC deberá
intervenir para determinar si puede lograr la apropiada y oportuna salvaguardia.
Esto es lo que se busca insistir con la existencia del RAC, toda vez que con los supuestos antes explicados se
puede conseguir la búsqueda real de protección de los derechos fundamentales. Ahora bien, es necesario
determinar cómo, en este marco explicativo, se inserta la alegada determinación de la responsabilidad del
agresor.
17. El recurrente considera viable su RAC tomando en cuenta, según lo expresa a fojas 105 del Expediente,
que el juez involucrado en la demanda pretendió someterlo
(...) a procedimientos distintos a los establecidos en la ley, e incluso violentó el principio de legalidad
procesal penal, conducta procesal que fuera realizada con conocimiento y voluntad de CAUSARME
PERJUICIO.
De ello se desprende que el actor no se encuentra de acuerdo con la sentencia apelada, en el extremo que
exime de responsabilidad al juez demandado en el hábeas corpus, magistrado del Cuadragésimo Juzgado
Penal de Lima, don Manuel Iván Miranda Alcántara. Manifiesta que corresponde que este Colegiado proceda
de acuerdo al artículo 8° del CPCo, referido a la responsabilidad del agresor.
18. El proceso que amerita la presentación del hábeas corpus incluye un incidente de excepción de
prescripción (mostrado a fojas 29 del Expediente), de cuya tramitación se desprende claramente la
vulneración de los derechos alegados, por cuanto dicha excepción fue interpuesta con fecha 20 de octubre de
2003, y admitida a trámite cuatro día después. Luego de ello el juez emplazado, con fecha 5 de febrero de
2004, dispuso que se deje en su despacho para resolver; pero no cumplió con remitir inmediatamente a la
vista del fiscal el cuaderno incidental, para que se emita un dictamen previo sobre la excepción deducida, lo
que no se cumplió, atentándose así contra lo dispuesto, contrario sensu, en el artículo 5° del Decreto
Legislativo N.° 124.
Sobre esta base, el juez de primera instancia declaró fundada la demanda de hábeas corpus, señalando
claramente en la parte considerativa (fojas 50 del Expediente) que
(...) no se advierte en la conducta del magistrado accionado, una conducta dolosa de perjudicar al accionante
(...), sino una interpretación equívoca de las normas procesales, que puede apreciarse desde una óptica
constitucional garantista (...).
A esta misma conclusión llega el ad quem. Justamente, la determinación a la que llegan ambos juzgadores es
la que merece la crítica de parte del recurrente a través del RAC. Pero, sobre la base de los argumentos
vertidos a lo largo de la presente sentencia, es necesario determinar si es factible que a través de este recurso
extraordinario se pueda solicitar la responsabilidad del agresor.
Cuando exista causa probable de la comisión de un delito, el Juez, en la sentencia que declara fundada la
demanda en los procesos tratados en el presente título, dispondrá la remisión de los actuados al Fiscal Penal
que corresponda para los fines pertinentes. Esto ocurrirá, inclusive, cuando se declare la sustracción de la
pretensión y sus efectos, o cuando la violación del derecho constitucional haya devenido en irreparable, si el
Juez así lo considera (...).
Pero, ¿qué se está buscando exactamente con la aplicación del artículo 8° del CPCo? Según la sentencia
emitida en el Expediente N.° 2366-2004-AA/TC, referida a un amparo contra una resolución del Jurado
Nacional de Elecciones, y cuya resolución final concluía en una sustracción de la materia, la responsabilidad
del agresor puede ser aplicada
(...) a fin de que puedan deslindarse, en la vía correspondiente, las responsabilidades a que hubiere lugar.
Por consiguiente, es claro que este Colegiado utiliza la figura de la responsabilidad del agresor para, de
acuerdo con lo dispuesto en el artículo 159°, inciso 1) de la Constitución (función fiscal de promoción de la
acción judicial), determinar si es que se logra establecer un nexo causal entre los hechos investigados en sede
constitucional y la comisión de un delito. No es que el TC considere la existencia de responsabilidad penal
del investigado, sino tan sólo estima pertinente que el accionar del demandado sea analizado a la luz de la
legislación penal.
Es más, así la sentencia en el proceso constitucional no determine la utilización del artículo 8° del CPCo, el
afectado con la conducta antijurídica de un demandado, tiene el camino libre para iniciar las acciones penales
que considere. Asimismo, la investigación fiscal también puede ser realizada de oficio.
El análisis que se realice en sede penal es independiente del efectuado en el ámbito constitucional, aunque
los hechos ya establecidos no podrán ser objeto de cuestionamiento y serán una prueba válida de la posible
responsabilidad del agresor.
20. Después de una extendida explicación de lo que significa el RAC, sólo queda determinar si lo
recientemente desarrollado respecto a la responsabilidad del agresor contribuye, o no, a una protección
superlativa de derechos fundamentales.
Consideramos que permitir o posibilitar que cualquier persona acuda a este Colegiado para solicitar la
aplicación del artículo 8° del CPCo no tiene relación alguna con lo que se busca con el RAC. Con la
salvedad de los supuestos jurisprudenciales explicados supra, sólo es pertinente la utilización del RAC con el
fin de atacar una resolución que sea propiamente denegatoria de protección de derechos fundamentales
(infundada o improcedente) y, en el caso concreto, de la libertad personal.
Como ya se señaló, en el caso de autos la sentencia de segunda instancia declaró fundada la demanda
interpuesta, consiguiendo con ello la salvaguardia real de los derechos del demandante.
Por eso, no es aceptable que el RAC, como bien está expresado en fojas 103 del Expediente, sea dirigido
(...) sólo contra el extremo de la Resolución Judicial N.° 401, de fecha 21-02-2005 referida a que se le exime
de responsabilidad al magistrado del cuadragésimo juzgado penal de Lima (...).
En realidad, lo que se está solicitando es que un recurso extraordinario sea utilizado para otorgar una medida
accesoria al pedido original que ya fue resuelto favorablemente para el accionante; más aún si lo que se
pretende no tiene relación alguna con una protección superlativa de derechos fundamentales.
Asumiendo que no debe admitirse en un Estado social y democrático de derecho el abuso de derecho, según
lo proscribe el artículo 103° de la Constitución, el recurso planteado no puede ser otra cosa que declarado
improcedente. Es más, en próximas oportunidades, los juzgadores de segunda instancia no deberán siquiera
admitir un pedido como el realizado en el presente RAC.
21. Tomando en consideración los criterios vertidos a lo largo de la presente sentencia, es imperativo para
este Colegiado ir determinando la forma en que habrá de intervenir en el futuro respecto a los RAC que
lleguen hasta esta sede.
Como se ha llegado a señalar, los procesos constitucionales tienen como finalidad, tal y como lo establecen
el artículo II del Título Preliminar y el artículo 1° del CPCo, proteger la vigencia efectiva de los derechos
constitucionales y garantizar la primacía de la Constitución. Por tal motivo, constituyen deberes de los jueces
(artículos III, V y VIII del Título Preliminar del CPCo) adecuar la exigencia de las formalidades previstas en
este Código al logro de los fines de los procesos constitucionales, optar –en los supuestos de duda– por la
protección de los derechos fundamentales y aplicar el derecho que corresponda aunque no haya sido
invocado por las partes o lo haya sido erróneamente.
En tal orden de ideas, este Colegiado ha de adecuar su accionar a las pautas que se han ido vertiendo a lo
largo de esta sentencia, con el fin de que la justicia constitucional sea más adecuada, rápida y oportuna. Cabe
resaltar que la carga procesal del TC ha ido en aumento de manera desmesurada desde su creación: de los mil
doscientos veintiocho RAC ingresados en 1996, se ha llegado a diez mil ochocientos dieciséis en el año
2005. Con esta cantidad de expedientes por resolver, cada vez es más complicado brindar a la población una
justicia que pueda considerarse de calidad, objetivo final de nuestra institución.
22. Dentro del esquema que se ha ido presentando, este Colegiado, en tanto órgano constitucional, posee una
autonomía procesal que le permite tener libertad para configurar el proceso constitucional en aquellos
aspectos que no hayan sido intencionalmente regulados por el legislador y que sean necesarios para la
adecuada realización de las funciones que le han sido atribuidas por la Constitución y su Ley Orgánica.
En el presente caso, corresponde ir determinando cuáles son las condiciones de procedencia de los RAC, las
cuales deben verse reflejadas en cambios en el Reglamento Normativo, Resolución Administrativa N.º 095-
2004-P/TC. Se implementarán las disposiciones que no vulneran los principios procesales generales que se
desprenden de la Constitución, del CPCo y de su ley orgánica; y se procederá a regular la forma en que debe
organizarse esta sede con la finalidad de llevar a cabo, de manera más efectiva, su función de control de la
constitucionalidad y protección de los derechos fundamentales.
23. Para cumplir tal finalidad, el TC no puede ser considerado como un ente reconocido en la Norma
Fundamental, aislado y separado del resto de poderes públicos y de la configuración del Estado. La justicia
que imparte el TC no sólo debe ser analizada desde un plano teórico, sino fundamentalmente exige una
aproximación a la práctica de la vida real, al impacto real de sus sentencias en el ámbito social y a las
expectativas de los individuos con respecto a los roles que se le ha asignado, en el marco del Estado
democrático y social de derecho, como garante y supremo intérprete de la Constitución.
La actividad del órgano de justicia constitucional no es libre ni arbitraria, sino que está sometida a la
Constitución, y es imputable a ella. Es una actividad que debe desenvolverse en el marco de un proceso de
interpretación de la norma básica, abierto en el transcurso del tiempo, y con efectos pacificadores del
ordenamiento jurídico. La libertad de actuación del juez constitucional no debe verse arbitrariamente
expandida ni ser utilizada irrazonablemente como canon de interferencia en organismos constitucionales
autónomos. Por lo tanto, debe quedar claro que una sentencia como la que se está emitiendo debe estar
sometida a los límites razonables y proporcionales que la propia naturaleza de las cosas, previstas en la
Constitución, impongan. Todo esto representa una exigencia del pluralismo y los valores democráticos, y la
principal garantía del pleno goce y ejercicio de los derechos fundamentales, y hacia ello debe dirigirse el
nuevo sentido otorgado al RAC.
Para ello, la Constitución debe ser entendida, a la vez, como un documento jurídico, político, económico,
cultural y social, y, en esa medida, está íntimamente ligada a la realidad misma, de donde emerge y se
retroalimenta. Por tal razón, en el fundamento 9 de la sentencia del Expediente N.° 0020-2003-AI/TC, se
establece que
(...) esta integración de la realidad a la norma constitucional se logra mediante la interpretación que efectúa
el Tribunal Constitucional en cada caso particular, y cuyo propósito es que se respete la unidad o núcleo de la
Constitución vigente en el tiempo.
Siguiendo esta lógica limitativa de su actuación, este Colegiado ya ha venido señalando, como lo muestra el
fundamento 1.a de la sentencia del Expediente N.° 2409-2002-AA/TC, que
(...) a diferencia de la actividad jurisdiccional efectuada en sede judicial, el Tribunal Constitucional tiene
como tareas la racionalización del ejercicio del poder, el cual se expresa en los actos de los operadores del
Estado, el mismo que debe encontrarse conforme con las asignaciones competenciales establecidas por la
Constitución (...). Es evidente que el Tribunal Constitucional, por su condición de ente guardián y supremo
intérprete de la Constitución, y mediante la acción hermenéutica e integradora de ella, se encarga de declarar
y establecer los contenidos de los valores, principios y normas consignados en el corpus constitucional. En
ese orden de ideas, el Tribunal Constitucional, en cuanto Poder Constituyente Constituido, se encarga de
resguardar la sujeción del ejercicio del poder estatal al plexo del sistema constitucional, la supremacía del
texto constitucional y la vigencia plena e irrestricta de los derechos esenciales de la persona. De ahí que
formen parte de su accionar, la defensa in toto de la Constitución y de los derechos humanos ante cualquier
forma de abuso y arbitrariedad estatal.
Ello porque, si bien la Constitución nace en un momento específico por voluntad del constituyente, mantiene
su vigencia a través de su conexión con el contexto socio-político, lo cual quiere decir que una Constitución
será actual en tanto sirva de cauce para que los hechos mutables en la historia se vayan adaptando a ella y
ésta logre incorporarlos.
Por ende, este Colegiado considera que el RAC debe significar una forma no exactamente de restringir
arbitrariamente las prerrogativas de intervenir en ciertos procesos constitucionales de la libertad, sino más
bien de compatibilizar correctamente las atribuciones constitucionales y un efectivo resguardo de los
derechos de la población.
24. Hasta aquí, es posible afirmar que, con la finalidad de lograr un óptimo funcionamiento del servicio de
justicia constitucional, antes que efectuar una reducción de las causas que lleguen al TC, es necesario realizar
su reestructuración funcional, con la finalidad de que pueda ejercer su actividad de manera más eficaz.
Para conseguir un objetivo tan ambicioso es necesario recurrir a experiencias comparadas (básicamente,
estadounidenses, hispanas y germánicas), y, tomando en cuenta sus principales aportes, conjugados con las
características propias de nuestro sistema constitucional de protección de derechos, presentar un modelo lo
más acorde posible con las necesidades de la justicia constitucional en el país.
En los Estados Unidos de América se ha venido a proponer la figura del ‘writ of certiorary’, a través de la
cual la Corte Suprema tiene la capacidad de ‘escoger’ las causas que llegan a su conocimiento y,
lógicamente, evitar las que, a su entender, no corresponden a su magistratura. La implementación de esta
figura se produjo a partir de 1925, cuando el Judiciary Act introdujo tal mecanismo con el fin de rechazar
casos, al considerar que no existen razones especiales y de importancia para distraer su tiempo en su
resolución.
Dado que las cuestiones constitucionales son altamente controvertidas, dicho tribunal sólo se considera en
aptitud para resolverlas cuando se encuentren en el momento adecuado para ello. En este sentido, gracias a
su jurisdicción discrecional, puede seleccionar los casos y ‘decidir no decidir’ los casos que no merecen su
atención. A través de sus resoluciones, la Corte Suprema determina qué casos de relevancia van a ingresar a
desarrollar y crear jurisprudencia. Eso sí, cuando no admite una petición, no arguye las razones por las cuales
llega a tal decisión.
Por su parte, en Alemania, la decisión judicial tiene dos funciones, resolver un caso particular, protegiendo
los derechos subjetivos del recurrente, y preservar el derecho constitucional objetivo, ayudando así a su
interpretación y perfeccionamiento; se desarrolla así el doble carácter del proceso constitucional de libertad.
Ello permite el establecimiento de las causales de procedencia de los recursos interpuestos ante el TC
Federal. Es relevante precisar que gran parte de la protección de los derechos la realizan los tribunales
ordinarios, pero siguiendo los precedentes emitidos por el TC.
Por tal motivo, se ha establecido que no todas las demandas de amparo sean admitidas por él. Entre las
causales de inadmisibilidad mencionamos los siguientes supuestos: cuando la Sala ha decidido anteriormente
casos de carácter idéntico, y cuando una cuestión es manifiestamente infundada. Dicha causal tiene como
finalidad la función de realizar un filtro que impida someter al Tribunal cuestiones baladíes o absurdas,
dentro del margen de lo establecido en la Constitución y en la normatividad procesal.
Asimismo, es posible que se admita solamente una parte del recurso o que se limite el alcance de la decisión
que se adopte. El TC Federal alemán tiene autonomía para su reglamentación interna, sin autorización de la
Ley Fundamental ni de la ley debido a que es un órgano constitucional.
En el caso español, al margen del establecimiento de causales de improcedencia precisas, el TC cuenta con
una organización funcional, la cual permite que, de las siete mil doscientos un demandas de amparo
ingresadas en el año 2003, por ejemplo, solamente fueron resueltas mediante sentencia doscientas siete
demandas, y fueron declaradas inadmisibles ciento veintinueve por auto de inadmisión, cinco mil
cuatrocientos veintiocho vía providencia de inadmisión, quinientas catorce por otras causas, y trescientos
ochenta acumuladas con los anteriores. Estas cifras se alejan sustancialmente de las que existen en nuestro
país, donde muy buena parte de las demandas acaban en sentencias.
Para dedicarse a un número reducido de resoluciones que versen sobre el fondo del petitorio, el TC ibérico
ha venido utilizando la siguiente estructura: un Pleno (compuesto por doce magistrados), dos salas
(integradas cada una por seis magistrados) y, para el despacho ordinario y la decisión sobre la admisibilidad
de los recursos, el Tribunal se divide en cuatro secciones, integradas cada una de ellas por tres magistrados.
En ese sentido, el artículo 8° de la Ley Orgánica del TC español, establece que:
Para el despacho ordinario y la decisión sobre la admisibilidad o inadmisibilidad de los recursos, el Pleno y
las Salas constituirán Secciones, compuestas por el respectivo Presidente o quien le sustituya y dos
magistrados.
Asimismo, el acápite Uno del artículo 50° de la misma norma, establece la posible inadmisión del recurso en
los siguientes supuestos:
La Sección, por unanimidad de sus miembros, podrá acordar mediante providencia la inadmisión del recurso
cuando concurra alguno de los siguientes supuestos: a) Que la demanda incumpla de manera manifiesta e
insubsanable alguno de los requisitos (...). b) Que la demanda se deduzca respecto de derechos o libertades
no susceptibles de amparo constitucional. c) Que la demanda carezca manifiestamente de contenido que
justifique una decisión sobre el fondo de la misma por parte del Tribunal Constitucional. d) Que el Tribunal
Constitucional hubiera ya desestimado en el fondo un recurso o cuestión de inconstitucionalidad o un recurso
de amparo en supuesto sustancialmente igual, señalando expresamente en la providencia la resolución o
resoluciones desestimatorias.
De esta manera, las secciones han sido creadas con la finalidad de ser órganos que se aboquen a realizar un
filtro de las demandas que llegan al TC, de tal manera que solamente sean resueltos mediante sentencia
aquellos casos que hayan pasado este filtro.
25. El TC peruano, ante la situación de tensión –también presente a veces en otros tribunales, inclusive
como los nombrados–, entre una protección óptima de los derechos fundamentales y una permanente
sobrecarga de trabajo, requiere de una reorganización funcional en la prestación del servicio de justicia
constitucional, de manera que ésta sea lo más efectiva posible y que cumpla, a su vez, con el propósito de
garantizar el derecho de acceso a la justicia.
Para ello, tomando en cuenta cómo está dividido actualmente nuestro TC, se propone que una de las Salas
que lo integran se encargue de revisar y determinar la procedencia de los RAC interpuestos. Los magistrados
del TC constituidos en Sala o Pleno revisarán los recursos respecto de los cuales exista duda, discordancia o
impliquen un caso difícil, así como los casos que merezcan un pronunciamiento sobre el fondo, y aquellos
recursos que fundamenten fáctica y jurídicamente la necesidad de una variación del precedente vinculante
vigente. Las Salas o el Pleno resolverán, en consecuencia, solamente aquellos recursos que hayan pasado por
este nuevo filtro de procedencia.
Este nuevo funcionamiento del Tribunal no implicará un gasto mayor considerable por parte del Estado ni
implicará un incumplimiento del artículo 5° de la Ley Orgánica, respecto del quórum requerido para el
conocimiento de los procesos de hábeas corpus, amparo, hábeas data y de cumplimiento, toda vez que el auto
que se emita será validado por la Sala que esté a cargo de este examen.
En esta línea, es conveniente resaltar lo presentado por el artículo 5° del CPCo, el cual establece las causales
de improcedencia de los procesos constitucionales. Entre ellas, es relevante hacer mención de las siguientes:
que los hechos y petitorio de la demanda no refieran directamente al contenido constitucionalmente
protegido del derecho invocado; que existan vías igualmente satisfactorias para su protección, salvo cuando
se trate del proceso de hábeas corpus; y, que a la presentación de la demanda haya cesado la amenaza o
violación de un derecho constitucional o se haya convertido en irreparable.
Al respecto, el primero de estos acápites guarda concordancia directa con lo establecido en el artículo 38° de
dicho Código que postula, aunque exclusivamente para el proceso de amparo, que no procede
(...) en defensa de un derecho que carece de sustento constitucional directo o que no está referido a los
aspectos constitucionalmente protegidos del mismo.
De tal forma, consideramos que sólo podrá admitirse una intervención de este Colegiado si es que lo que está
en juego es la búsqueda real de protección del ámbito constitucionalmente protegido de un derecho
fundamental, y hacia ello debe estar orientada nuestra actuación.
27. Las causales de admisibilidad y procedencia del RAC han sido explicadas someramente en el artículo
18º del CPCo, el cual señala que tal recurso debe ser interpuesto por el demandante; dirigido contra la
resolución de segundo grado que declare infundada o improcedente la demanda; y presentado en el plazo de
diez días contados desde el día siguiente de notificada la resolución.
Dado que ni la Constitución ni las leyes han establecido, más allá del reconocimiento de la protección del
contenido constitucionalmente protegido, excepciones o limitaciones en cuanto a la procedencia de las
solicitudes de salvaguardia de los derechos, este Tribunal considera que es necesario determinar, sobre la
base de los criterios que se han ido estableciendo supra, cuándo le corresponde intervenir. Así, a partir de la
jurisprudencia y las disposiciones del CPCo mencionadas, puede inferirse que el contenido
constitucionalmente protegido de los derechos es un requisito de procedencia de la demanda, pero también
del RAC.
28. Entonces, aparte de las prescripciones formales precisadas por el artículo 18°, este Colegiado considera
importante que la Sala encargada del análisis de procedencia pueda actuar sobre la base de nuevos cánones
de análisis ex ante de los RAC, estableciendo si cumplen con el fin para el cual se encuentran reconocidos.
Entonces, para que este Colegiado pueda ingresar a estudiar el fondo del asunto debe existir previamente una
clara determinación respecto a la procedencia de los RAC presentados. En ella se insistirá en los siguientes
aspectos, con la posible acumulación de casos idénticos:
· Evaluación de los casos en los que ya se haya reconocido la tutela del derecho cuya protección fue
solicitada en la demanda y respecto de los cuales se haya declarado improcedente o infundado el pedido de
reparación o restablecimiento del agraviado en el pleno goce de sus derechos constitucionales.
Debe tenerse cuidado de no declarar manifiestamente improcedentes cuestiones que, en realidad, deban
requerir un análisis más profundo, pues cuando exista duda razonable al respecto, debe ser declarada la
procedencia. Para la viabilidad de la reorganización propuesta se requieren de algunos presupuestos que este
Colegiado debe ir determinando normativa y jurisprudencialmente.
Gráfico N.º 1
29. Asimismo, debe perseverarse en el sentido del primero de los criterios explicados en el párrafo anterior.
En el fundamento 10 de la sentencia del Expediente N.° 1417-2005-AA/TC, se ha determinado que un
derecho tiene sustento constitucional directo cuando la Constitución reconoce, explícita o implícitamente, un
marco de referencia que delimita nominalmente el bien jurídico susceptible de protección, motivo por lo
cual, en un marco garantista, existe una escala de tutela que transita desde la delimitación más abierta a la
más precisa.
El sustento constitucional directo de un derecho no se reduce a una tutela normativa del texto constitucional
formal, sino que alude a una protección de la Constitución en sentido material (pro homine) en la que se
integra la Norma Fundamental con los tratados de derechos humanos y las disposiciones legales que
desarrollan directamente el contenido esencial de los derechos fundamentales que así lo requieran y que
conforman el bloque de constitucionalidad (artículo 79° del CPCo).
A colación de ello este Colegiado debe analizar, para determinar si interviene en un caso concreto, si lo que
está siendo demandado por el recurrente es o no parte del contenido esencial del ámbito constitucionalmente
protegido del derecho, tal como no ocurrió en el caso de autos. Para ello, habrá de utilizar una concepción de
contenido esencial como el desarrollado en la sentencia de los Expedientes N.° 0050-2004-PI/TC y otros.
Además, la referida sentencia del Expediente N.° 1417-2005-AA/TC, en el fundamento 21, expresa que
(...) todo ámbito constitucionalmente protegido de un derecho fundamental se reconduce en mayor o menor
grado a su contenido esencial, pues todo límite al derecho fundamental sólo resulta válido en la medida de
que el contenido esencial se mantenga incólume.
Ésta debe ser la base para que el TC pueda aceptar un RAC. Sólo cuando se alegue que el derecho
involucrado está siendo vulnerado en el contenido esencial de su ámbito constitucionalmente protegido, se
podrá llegar a analizar el fondo de lo pedido. Ante ello, es necesario tener en cuenta lo que establece el CPCo
respecto a la procedencia del recurso.
Por ello consideramos pertinente recordar que, en algunas áreas, este Colegiado ha ido señalando cuál es el
ámbito constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, estableciendo con claridad algunos
espacios que no merecen salvaguardia en sede constitucional, aunque en estos casos su utilización comenzara
desde la sentencia. Así, se pueden reconocer sentencias como las siguientes, que van en esa línea:
· Expediente N.° 1417-2005-PA/TC, publicada el 12 de julio de 2005, respecto a las materias del
derecho a la pensión que pueden ser tuteladas en un proceso de amparo.
· Expediente N.° 0168-2005-PC/TC, publicada el 10 de octubre de 2005, respecto al ámbito del derecho
a la pensión que puede ser tutelado en un proceso de cumplimiento.
· Expediente N.° 0206-2005-PA/TC, publicada el 14 de diciembre de 2005, respecto a las materias del
derecho al trabajo que pueden ser tuteladas en un proceso de amparo, tanto en el régimen privado como en el
público.
Con estas sentencias, este Colegiado demuestra su vocación de ir circunscribiendo correctamente su espacio
de actuación y, de esta forma, determinar la validez del RAC.
31. En conclusión, el RAC, en tanto recurso impugnativo dentro de un peculiar proceso, como es el
constitucional, debe ser utilizado como un mecanismo procesal especializado que permita que el TC
intervenga convenientemente.
Aparte de los requisitos formales para su interposición, se requerirá que el RAC planteado esté directamente
relacionado con el ámbito constitucionalmente protegido de un derecho fundamental; que no sea
manifiestamente infundado; y que no esté inmerso en una causal de negativa de tutela claramente establecida
por el TC.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
STC N.° 1257-2005-HC, Caso Enrique José Benavides Morales
En Lima, a los 13 días del mes de abril de 2005, el Tribunal Constitucional en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Gonzales Ojeda, García
Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia.
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Sergio Chávez Jáuregui contra la resolución
de la Segunda Sala Penal para Procesos con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas
167, su fecha 5 de octubre de 2004, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 30 de abril de 2004, el recurrente interpone demanda de hábeas corpus a favor de don
Enrique José Benavides Morales, alegando que el proceso de extradición que se sigue en su contra vulnera
sus derechos de defensa y al debido proceso. Manifiesta que la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema
de Justicia de la Repúbica declaró, con fecha 9 de diciembre de 2003, procedente la extradición sin cumplir
con notificar a su abogado defensor de la vista de la causa, a pesar de haberse apersonado a instancia. Señala
además que el beneficiario tampoco fue notificado para vista de causa alguna por la Sala Penal Transitoria de
la Corte Suprema, la que mediante resolución de fecha 17 de febrero de 2004 integró la resolución antes
mencionada.
El Octavo Juzgado Penal de Lima, con fecha 10 de junio de 2004, declaró improcedente la
demanda, por considerar que el cuestionado es un proceso penal regular.
FUNDAMENTOS
1. 1. Antes de determinar si la pretensión resulta fundada, este Colegiado considera pertinente hacer
notar, como ya lo señaló anteriormente [Exp. N.º 3966-3004-HC/TC], que la extradición “(...) es un
instituto jurídico que viabiliza la remisión de un individuo por parte de un Estado, a los órganos
jurisdiccionales competentes de otro, a efectos que sea enjuiciado o cumpla con una condena señalada”.
Los Estados recurren a tales procedimientos en el caso de que un imputado se sustraiga de la acción de la
justicia, ocultándose en un país distinto del suyo. El sustraerse de la acción de la justicia constituye,
evidentemente, una conducta obstruccionista del proceso, tanto más si ello implica salir del territorio del
país, obligando así a las autoridades judiciales a recurrir al procedimiento de extradición. Dicha conducta
debe ser tomada en cuenta al momento de determinar el plazo razonable del proceso y de la detención,
conforme a los criterios expuestos por este Tribunal en la sentencia recaída en el expediente N.º 2915-
2004-HC/TC.
3. 3. Es preciso indicar que la extradición del accionante ya ha sido anteriormente cuestionada mediante
hábeas corpus, alegándose, al igual que el presente proceso, afectación del debido proceso y del derecho
de defensa. En tales casos, este Tribunal ya ha declarado infundada la pretensión [Exps. N os 3966-2004-
HC/TC y 3001-2004-HC/TC], señalándose, además, expresamente, que no se omitió notificar a la
defensa del accionante: “(...)con fecha 16 de octubre de 2003, se apersonó su hermano Óscar Emilio
Benavides Morales, ostentando poder especial dado por el accionante, designando como defensor al
letrado que autoriza y señalando un domicilio procesal al cual se le enviaron las notificaciones del
proceso, tal como consta en autos”. [Exp. N.º 3001-2004-HC/TC].
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
Declarar INFUNDADO el hábeas corpus de autos.
STC N.° 4635-2004-PA, Caso Sindicato de Trabajadores de Toquepala
En Lima, a los 17 días del mes de abril de 2006, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Constitucional, con la asistencia de los señores magistrados García Toma, Presidente; Gonzales Ojeda,
Vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la
siguiente sentencia.
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Guillermo Panca Caya y don Clemente Trujillo Masco,
secretarios General y de Defensa del Sindicato de Trabajadores de Toquepala y Anexos, respectivamente,
contra la sentencia de la Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Tacna, de fojas 367, su fecha 21 de
octubre de 2004, que declara improcedente la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 17 de octubre de 2003, los recurrentes interponen demanda de amparo contra la Empresa
Southern Perú Copper Corporation, solicitando que se dejen sin efecto las jornadas obligatorias de doce
horas diarias de trabajo durante cuatro días seguidos por tres de descanso impuestas por la demandada en sus
diferentes secciones; y que, en consecuencia, se ordene la restitución de la jornada de trabajo de ocho horas
diarias y la colocación, en todas las secciones o departamentos de la empresa, del cartel indicador de la
jornada de trabajo de ocho horas, incluido el refrigerio de treinta minutos.
Manifiestan que desde el 10 de abril de 2000, la emplazada implantó jornadas obligatorias de doce
horas diarias en sistemas de 4 x 2 y 4 x 3; que, sin embargo, mediante la cláusula 22.º de la Convención
Colectiva de fecha 10 de mayo 2001(período 2001-2007), celebrada por el recurrente y la demandada, se
acordó que la jornada de trabajo ordinaria sería de ocho horas diarias, incluyéndose treinta minutos de
refrigerio; no obstante lo cual, hasta la fecha, no se ha respetado la jornada de trabajo ordinaria establecida
convencionalmente. Consideran que estos hechos violan el derecho a la dignidad de la persona y de los
trabajadores, a la igualdad ante la ley, al carácter irrenunciable de los derechos laborales y a la fuerza
vinculante de la convención colectiva.
El Juzgado Mixto de Jorge Basadre, con fecha 9 de febrero de 2004, declaró infundadas las
excepciones deducidas e improcedente la demanda, por considerar que la pretensión planteada ha sido
resuelta mediante la STC N.° 1396-2001-AA/TC, recaída en el proceso que fue seguido por las mismas
partes, estableciéndose que los sistemas cuestionados no son contrarios a la Constitución. por lo que la
emplazada está en la facultad de modificar el número de horas, siempre que no supere el límite que establece
el artículo 25.º de la Constitución.
La recurrida confirmó la apelada, por estimar que el proceso de amparo no es la vía idónea para
solicitar el cumplimiento del horario de trabajo pactado en el convenio colectivo, correspondiendo a los
jueces laborales la solución de este tipo de controversias.
FUNDAMENTOS
I.- Petitorio
61.1. El Sindicato recurrente cuestiona la aplicación del sistema acumulativo de las horas de trabajo que
obliga a los obreros mineros de Toquepala a trabajar doce horas diarias durante cuatro días seguidos por
tres días de descanso. Estiman que la imposición del sistema acumulativo constituye una violación de los
siguientes derechos reconocidos en la Constitución: dignidad de la persona (artículo 1.º), a la igualdad
(artículo 2.º, inciso 2.º), al carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la Constitución y la ley
(artículo 26.º, inciso 2.º) y a la fuerza vinculante de la convención colectiva (artículo 28.º, inciso 2.º).
62.2. Por su parte, la empresa alega que las normas laborales vigentes, así como los artículos 209.º y 212.º
inciso a) del Decreto Supremo N.º 003-94-EM (Reglamento de Diversos Títulos del TUO de la Ley
General de Minería) permiten instaurar esta modalidad de trabajo. Asimismo, que la cláusula 2.c) de la
Convención Colectiva 2001-2007, celebrada por el Sindicato y la empresa, faculta a éste última para que,
con el objeto de incrementar la productividad, en casos debidamente justificados o de emergencia, pueda
establecer o modificar el número de horas, turnos, horarios o sistemas de trabajo de acuerdo a sus
necesidades. Finalmente, añade que el Tribunal Constitucional, a través del fallo recaído en el Exp. N.°
1396-2001-AA/TC, seguido por las mismas partes, estableció que los sistemas cuestionados no son
contrarios a la Constitución.
63.3. En virtud de tales alegatos, para resolver el presente caso el Tribunal Constitucional procederá a:
II.- Contexto en el que se desarrolla la actividad de los trabajadores mineros: condiciones de trabajo,
seguridad y salud ocupacional en la actividad minera
64.4. Dada la importancia de la materia controvertida, y previamente al análisis de fondo que deberá
efectuar el Tribunal Constitucional para determinar si las jornadas atípicas o acumulativas, que se aplican
en el presente caso a los trabajadores mineros afiliados al Sindicato recurrente, son compatibles con los
derechos constitucionales invocados por el demandante y con aquellos que el Tribunal estima aplicables,
es necesario tener en cuenta el contexto concreto en el que se desarrolla el trabajo en el sector minero del
Perú. Para ello, recurriremos al Informe sobre las Condiciones de Trabajo, Seguridad y Salud
Ocupacional en la Minería del Perú elaborado por el Equipo Técnico Multidisciplinario para los Países
Andinos de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) del año 2002.
65.5. La minería es considerada como una actividad de alto riesgo para la seguridad y salud de los
trabajadores. Al respecto, el referido informe establece que:
Esta calificación puede ser tanto consecuencia de los procesos tecnológicos que
se utilizan, como por las características geográficas y el medio ambiente en el
que se ubican los emplazamientos de los yacimientos, los modos operativos en
que se planifica y ejecuta el trabajo (tales como la duración y forma en que se
organizan las jornadas o los turnos laborales), o aún por otros factores
biológicos y psicosociales concomitantes. Por unas u otras razones, la vida, la
seguridad y la salud de los mineros requieren de medidas especiales destinadas
a protegerlos. 27[1]
Corresponde, al Estado, en primer lugar, adoptar tales medidas. En ese sentido, el Tribunal
Constitucional, como órgano constitucional del Estado peruano, no puede dejar de considerar dicha
obligación, que también incumbe a los empleadores, para los efectos de la resolución del presente caso.
66.6. El citado Informe de la OIT hace referencia a una serie de factores que justifican medidas especiales
a tener en cuenta al momento de abordar la regulación jurídica del trabajo minero en el Perú. Por
ejemplo, respecto de las condiciones básicas de vida, se destaca la diferencia de la vida en soledad o con
familia en el campamento. Los campamentos, en su mayoría, solo otorgan alojamiento a los trabajadores.
Con la implantación de los sistemas acumulativos de trabajo, el trabajador, en esas circunstancias
Esta situación, preliminarmente, impone ser revertida, a fin de hacerla compatible con el inciso 1.º del
artículo 2.º de la Constitución, que reconoce el derecho de toda persona a su integridad moral y psíquica.
67.7. De otro lado, el mismo Informe concluye que la alimentación en la mayoría de trabajadores mineros
es, por muchas causas, deficiente. La siguiente descripción es ilustrativa de esta realidad en el Perú:
En el desayuno, gran parte de los trabajadores ingiere una taza o jarro de café, o
una infusión de hierbas, o a veces una taza de avena o leche, acompañadas de
dos panes solos o con mantequilla o queso. El almuerzo es una porción de
caldo, con papas, fideos, algunas verduras y a veces un pedazo de carne; un
plato con arroz, habas, mote o pan o maíz tostado, complementado con una taza
o jarra de infusión de hierbas. La comida es similar al almuerzo. El horario de
trabajo y la distancia del centro de trabajo respecto de los hogares hacen más
difícil la alimentación del minero, debiendo éste comer fuera de su casa
alimentos fríos y a deshora. El déficit alimentario en cantidad y calidad
(especialmente en proteínas, grasas, vitaminas y otros elementos indispensables)
hace que el número de calorías aportadas a la dieta sea cubierto casi en su
totalidad por carbohidratos. En consecuencia, la realidad de la dieta del
trabajador minero peruano es deficitaria en términos de rendimiento energético
(...) Esta realidad se agrava aún más si constatamos que muchos trabajadores
(...) trabajan hasta 12 horas diarias. 29[3]
Evidentemente, la dieta descrita es insuficiente para desarrollar trabajos que demandan un alto esfuerzo
físico.
69.9. Con relación a la jornada de trabajo en el sector minero, el Informe añade que, hasta el año 2002,
“De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Trabajo y Promoción Social (...) el promedio de horas de
trabajo en la minería supera las 48 horas semanales (el rango de 48 horas a más representa el 91.6
%).”32[6] En el mismo documento se cita información referida a que la mayor parte de las empresas
mineras adecuan su sistema al denominado 14 x 7, es decir: 14 días continuos de trabajo con doce horas
diarias de labor, por siete de descanso, después del cual se retoma el siguiente período (de 14 x 7).
Menos común pero también aplicado es el sistema 20 x 12.
71.11. Efectuada la descripción del contexto donde se desarrolla el trabajo minero en el Perú, corresponde
ahora determinar el parámetro constitucional de derechos para evaluar el presente caso concreto.
72.12. El Sindicato considera que la imposición, a los trabajadores mineros, de una jornada mayor a las
ocho horas los expone a mayores riesgos de adquirir enfermedades profesionales por la asimilación
diaria de los tóxicos minerales, poniendo en riesgo su salud y sus vidas. Estiman que este hecho vulnera
la dignidad de los trabajadores.
30[4]
OIT, Op. Cit., págs. 77, 99 a 107 y 118.
31[5]
Otras minas en el Perú se encuentran por encima de los 4,000 m.s.n.m. (Por ejemplo en Pasco, Huancavelica y
Junín).
32[6]
OIT, Op. Cit., p. 91.
(...) si bien el reconocimiento positivo de los derechos fundamentales
(comúnmente, en la Norma Fundamental de un ordenamiento) es presupuesto
de su exigibilidad como límite al accionar del Estado y de los propios
particulares, también lo es su connotación ética y axiológica, en tanto
manifiestas concreciones positivas del principio-derecho de dignidad humana,
preexistente al orden estatal y proyectado en él como fin supremo de la
sociedad y del Estado (artículo 1º de la Constitución).33[7]
73.13. El artículo 25.º de la Constitución Política del Perú prescribe expresamente, que la jornada de trabajo
es de ocho horas diarias o cuarenta y ocho horas semanales como máximo, y que en, caso de jornadas
acumulativas o atípicas, el promedio de horas trabajadas en el período correspondiente no puede superar
dicho máximo.
74.14. Al respecto, la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución y el artículo V del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, disponen que el contenido y alcances de los derechos y
libertades que la Constitución reconoce se interpretan de conformidad con la Declaración Universal de
los Derechos Humanos y los tratados internacionales sobre la misma materia ratificados por el Perú. En
ese sentido, a fin de configurar adecuadamente el derecho reconocido en el artículo 25.º de la
Constitución, debe tener presente que:
a) a) El artículo 2.º del Convenio N.º 1 (1919) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
por el que se limitan a ocho horas diarias las horas de trabajo en las empresas industriales, dispone
que en todas las empresas industriales públicas o privadas, o en sus dependencias, cualquiera que sea
su naturaleza, la duración del trabajo personal no podrá exceder de ocho horas por día y de cuarenta
y ocho por semana.
b) b) El literal c) del artículo 2.º del convenio mencionado dispone que cuando los trabajos se
efectúen por equipos, la duración del trabajo podrá sobrepasar de ocho horas al día, y de cuarenta y
ocho por semana, siempre que el promedio de horas de trabajo, calculado para un período de tres
semanas, o un período más corto, no exceda de ocho horas diarias ni de cuarenta y ocho por semana.
c) c) El mismo Convenio, en su artículo 4.º, establece que podrá sobrepasarse el límite de horas de
trabajo establecido por el artículo 2º, en los trabajos cuyo funcionamiento continuo, por razón de la
naturaleza misma de trabajo, deba ser asegurado por equipos sucesivos, siempre que el promedio de
horas de trabajo no exceda de cincuenta y seis por semana.
d) d) El artículo 24.º de la Declaración Universal de Derechos Humanos dispone que toda persona
tiene el derecho a una limitación razonable de la duración del trabajo.
f) f) El artículo 7.º, literal g) del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre derechos
humanos en materia de derechos económicos, sociales y culturales, establece que los Estados
garantizarán la limitación razonable de las horas de trabajo, tanto diarias como semanales, y que las
jornadas serán de menor duración cuando se trate de trabajos peligrosos, insalubres o nocturnos.
75.15. De las disposiciones citadas, que constituyen el parámetro constitucional que debe emplearse para la
configuración del derecho a la jornada laboral de ocho horas diarias, conforme a la Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución, se desprende que:
a) a) Las jornadas de trabajo de ocho horas diarias y de cuarenta y ocho semanales son prescritas
como máximas en cuanto a su duración.
b) b) Es posible que bajo determinados supuestos se pueda trabajar más de ocho horas diarias y de
cuarenta y ocho por semana, siempre que el promedio de horas de trabajo, calculado para un período
de tres semanas, o un período más corto, no exceda de ocho horas diarias ni de cuarenta y ocho por
semana. Este supuesto dependerá del tipo de trabajo que se realice.
d) d) Las jornadas serán de menor duración cuando se trate de trabajos peligrosos, insalubres o
nocturnos.
e) e) En el caso de nuestro país, la Constitución impone la jornada máxima de trabajo de
cuarentiocho horas semanales, de modo que, siendo ésta la norma más protectora, prevalecerá sobre
cualquier disposición convencional que imponga una jornada semanal mayor; (por ejemplo, el
artículo 4.º del Convenio N.º 1 (1919) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
76.16. Precisado ya el parámetro constitucional descrito sobre el cual se asienta la jornada laboral de ocho
horas, el Tribunal Constitucional no puede dejar de destacar que las citadas disposiciones de los Tratados
de Derechos Humanos, que deben ser aplicadas obligatoriamente para interpretar los derechos y
libertades que la Constitución reconoce, se refieren al concepto de limitación razonable de las horas de
trabajo. Es decir, si bien nuestra Constitución impone un máximo para la jornada de trabajo (diaria y
semanal), tampoco no obliga a que siempre y en todas las actividades laborales se establezca dicho
máximo (8 horas diarias y 48 semanales), Piénsese, a modo de ejemplo, en amplios sectores de la
administración pública y del sector privado que no llegan a trabajar 48 horas semanales, así como
también en aquellas actividades laborales que, por su esfuerzo físico, justifican una jornada menor a la
máxima.
77.17. Las disposiciones que permiten trabajar más de ocho horas diarias y cuarenta y ocho horas
semanales, siempre que la media de horas trabajadas en un período de tres semanas no exceda de
cuarenta y ocho horas, constituyen una excepción que deberá aplicarse razonable, justificada y
proporcionalmente, según el tipo de trabajo de que se trate y respetando los derechos reconocidos en la
Constitución y en los Tratados Internacionales de Derechos Humanos. En estos casos será indispensable
el pago de horas extras, conforme a ley. Ello porque, sentido, si bien los tratados de derechos humanos
constituyen el estándar mínimo de derechos humanos, cuando existan normas internas más protectoras,
éstas deben prevalecer puesto que otorgan una mayor protección. Como ya se anotó, ese es el caso del
artículo 4º del Convenio N.º 1 de la OIT, frente al cual el artículo 25.º de la Constitución otorga una
mayor protección al fijar la jornada semanal en cuarenta y ocho horas como máximo.
78.18. El mismo artículo 25.º de la Constitución establece que los trabajadores tienen derecho a descanso
semanal y anual remunerados. Su disfrute y compensación se regulan por ley o por convenio. A su turno,
el artículo 2.º, inciso 22.º de la Constitución, dispone que toda persona tiene derecho al disfrute del
tiempo libre y al descanso.
79.19. Conforme a la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución y al artículo V del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, la interpretación de los derechos reconocidos en el
artículo 25.º y en el artículo 2.º inciso 22 de la Constitución, debe tener presente que:
a) a) El artículo 24.º de la Declaración Universal de Derechos Humanos dispone que toda persona
tiene el derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre.
b) b) El artículo 7.º literal d) del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
reconoce el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias
que le aseguren en especial el disfrute del tiempo libre.
c) c) El artículo 7.º literal h) del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre derechos
humanos en materia de derechos económicos, sociales y culturales, reconoce el derecho al descanso
y al disfrute del tiempo libre.
a) a) La jornada laboral, para ser compatible con el artículo 25.º de la Constitución, deberá
considerar que las personas tienen derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre; y,
b) b) El disfrute y compensación del descanso semanal y anual remunerados se regulan por ley o por
convenio, conforme al parámetro constitucional descrito.
80.20. Es evidente que el ejercicio del derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre guarda estrecha
relación con la implantación de una jornada de trabajo razonable. Entonces, la jornada de trabajo no
puede ser un impedimento para el adecuado ejercicio del mencionado derecho o convertirlo en
impracticable. Es válido por ello concluir, también, en que las jornadas atípicas deberán ser razonables y
proporcionadas según el tipo de actividad laboral, a fin de que el derecho al descanso diario sea posible.
A su turno, el artículo 10.° del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre derechos humanos
en materia de derechos económicos, sociales y culturales, establece que:
Toda persona tiene derecho a la salud entendida como el disfrute del más alto
nivel de bienestar físico, mental y social.
Con relación al artículo citado, el Tribunal Constitucional ha establecido que el derecho a la salud:
82.22. El artículo 26.º, inciso 1.º de la Constitución dispone que en la relación laboral se debe respetar la
igualdad de oportunidades sin discriminación. Al respecto, el Tribunal ha precisado que:
35[9]
Caso Azanca Meza García, Exp. N.º 2945-2003-AA/TC, fundamento 30.
La igualdad de oportunidades –en estricto, igualdad de trato– obliga a que la
conducta ya sea del Estado o los particulares, en relación a las actividades
laborales, no genere una diferenciación no razonable y, por ende, arbitraria.
En ese sentido, la discriminación en materia laboral aparece cuando se afecta al
trabajador en sus características innatas como ser humano (lo propio y privativo
de la especie), o cuando se vulnera la claúsula de no discriminación prevista por
la Constitución.36[10]
83.23. El artículo 26.º, inciso 2.º de la Constitución dispone que en la relación laboral se debe respetar el
carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la Constitución y la ley. Al respecto, este mismo
Colegiado ha establecido que el principio en cuestión:
84.24. El inciso 2.º del artículo 28° de la Constitución señala que las convenciones colectivas tienen fuerza
vinculante en el ámbito de lo concertado. En tal sentido, el Tribunal Constitucional ha establecido que la
fuerza vinculante en el ámbito de lo concertado obliga:
86.26. Con relación a la alegada vulneración de los derechos a una jornada laboral ordinaria de ocho horas, a
una jornada razonable y al disfrute del tiempo libre y del descanso, debe precisarce lo siguiente:
En el presente caso, obra en autos (fojas 94 a 98) la inspección especial practicada por el Inspector de
Trabajo de la Sub Dirección de Inspección, Higiene y Seguridad Ocupacional - Dirección Regional y
Promoción Social de Tacna- del Ministerio de Trabajo y Promoción Social, de fecha 15 de marzo de
2002, con la intervención de las partes que, en el área de operaciones mina del asentamiento minero de
Toquepala, constata lo siguiente:
36[10]
Caso Ley Marco del Empleo Público, Exp. N.º 0008-2005-AI/TC, fundamento 23.
37[11]
Caso Ley Marco del Empleo Público, Exp. N.º 0008-2005-AI/TC, fundamento 24.
38[12]
Caso Ley Marco del Empleo Público, Exp. N.º 0008-2005-AI/TC, fundamento 33.
39[13]
Cabe precisar que el sistema 4 x 2, que en rigor sería 5 x 2, así denominado por los recurrentes, consiste en
trabajar 4 días seguidos durante 12 horas diarias, más un día tomado de los tres de descanso, con lo cual el trabajador
termina trabajando 5 días en total por 12 horas diarias y descansando sólo 2 días. Si bien el quinto día es pagado con
una sobretasa de 100 %, el hecho concreto es que si esta situación se prolonga por tres semanas, entonces el trabajador
termina trabajando por encima del máximo que establece el artículo 25.º de la Constitución y por encima de la media
que prevé el inciso c) del artículo 2.º del Convenio N.º 1 de la OIT.
a) a) En el Departamento de operaciones, secciones de operaciones 1, 2 y 3, se aplica un sistema
especial de trabajo consistente en 4 días de trabajo, en dos turnos: diurno, de 7:30 a 19:30 horas, y
nocturno, de 19:30 horas a 7:30 horas, con refrigerio de 30 minutos y descansos por secciones de
tres días a la semana (4 x 3).
87.27. Los hechos reseñados demuestran que la demandada aplica los sistemas 4 x 3 y 5 x 2, a través de
turnos diarios y nocturnos, en el asentamiento minero de Toquepala. Conforme al parámetro
constitucional descrito, la jornada laboral de ocho horas diarias y cuarenta y ocho horas semanales es
tenida como máxima. Asimismo, que debe limitarse razonablemente la jornada laboral diaria a fin de que
sea compatible con el ejercicio del derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre, situación que se ve
seriamente restringida durante los cuatro días en que el trabajador minero debe laborar durante 12 horas
seguidas. En ese sentido, dado que los trabajadores mineros desarrollan trabajos peligrosos, insalubres y
nocturnos, deberán tener una jornada laboral de duración menor a las doce horas.
88.28. Consecuentemente, el Tribunal Constitucional estima que, en el caso particular de los trabajadores
mineros, la jornada razonable de trabajo no puede ser mayor de ocho horas diarias y debe considerar una
jornada semanal razonable, atendiendo a las específicas condiciones laborales de los trabajadores
mineros, que han sido descritas a lo largo de la presente sentencia; y que, en este caso concreto, se
caracterizan por un despliegue mayor de fuerza física, esto es, doce horas durante 4 días seguidos y en
algunos casos hasta 5 días, en un contexto de alto riesgo para su salud, de trabajo físico a más de 3,500
m.s.n.m., de alimentación deficiente y mayor exposición a los polvos minerales, con el consiguiente
deterioro de la esperanza de vida.
89.29. Tratándose de jornadas atípicas, en cualquier tipo de actividades laborales, no pueden superar el
promedio de ocho horas diarias ni de cuarenta y ocho por semana, ya sea que se trate de un período de
tres semanas, o de un período más corto, como lo dispone la Constitución y el Convenio N.º 1 de la OIT.
Considerando que el artículo 25º de la Constitución impone la jornada máxima de trabajo de
cuarentiocho horas semanales, ésta prevalecerá sobre cualquier disposición internacional o interna que
imponga una jornada semanal mayor, puesto que se trata de una norma más protectora.
90.30. Respecto de la vulneración del principio de la dignidad de la persona y del derecho a la salud y a la
protección del medio familiar, el Tribunal Constitucional no puede dejar de anotar que la realidad
alimentaria de los trabajadores mineros descrita en el Informe de la OIT se confirma en el presente caso.
En efecto, la cláusula 22 del Convenio Colectivo 2001 a 2007, establece “un refrigerio de 30 minutos”,
mientras que la cláusula 25 del mismo convenio, referida a la alimentación por las 4 horas adicionales
para completar las doce horas diarias de trabajo, les otorga “una gaseosa de ½ litro, dos paquetes de
galleta, una lata de filete de atún, una lata de salchicha en conserva de 450 gr. o un pago sustitutorio de
S/. 8.44 por cada ración, a elección del trabajador”. Es evidente que los componentes de la ración
otorgada a los trabajadores no constituyen una alimentación balanceada con alto contenido de nutrientes
y en las cantidades adecuadas indispensables y acordes con el desgaste físico de 12 horas de trabajo
continuo, que requiere el trabajo minero exigido por la demandada y que se debe realizar a más de 3,500
m.s.n.m.
91.31. Para este Colegiado son manifiestas las especiales condiciones de riesgo para la salud y la seguridad
que comporta el trabajo en las minas del Perú y que, indudablemente, no se dan en otros sectores
laborales de nuestro país. En efecto, las condiciones laborales descritas para el trabajo en las minas, entre
las que destacan laborar en altura (esfuerzo físico mayor), horario de trabajo diario por encima del
máximo ordinario (8 horas), que requiere también más trabajo físico e impide un descanso diario
adecuado, aunadas a una dieta alimenticia deficiente y a una exposición permanente a sustancias tóxicas
(acumulación de polvos minerales en los pulmones) 40[14], que determina una mayor predisposición a
contraer alguna de las 30 enfermedades profesionales a que están expuestos los trabajadores mineros,
constituyen factores de riesgo que reducen ostensiblemente su esperanza de vida.
92.32. En definitiva, desde la perspectiva del derecho a la salud, el problema central de los trabajadores
mineros es la reducción de su esperanza de vida. Es por ello que dichos trabajadores tienen derecho a
jubilarse entre los 45 y 55 años conforme a los supuestos de la Ley N.º 25009; y por ello, también que
gozan del seguro complementario de trabajo de riesgo (Decreto Ley N.º 18846 y Decreto Supremo N.º
003-98-SA sobre renta vitalicia). Consiguientemente, tomando en cuenta las especiales condiciones de
trabajo en las minas, el permanente riesgo de la disminución de la esperanza de vida a que están
expuestos los trabajadores mineros, así como el constante deterioro de la salud de este grupo de
trabajadaores, este Colegiado estima que la jornada laboral de doce horas seguidas es incompatible con
los derechos mencionados.
93.33. Es indudable que una mayor exposición de los trabajadores mineros a los polvos minerales, que se
producirá si la jornada de trabajo es mayor y constante, generará una mayor incidencia y acelerará la
adquisición de alguna de las enfermedades descritas, lo cual demandará una mayor atención y gasto del
Estado a través de sus servicios de salud (Ministerio de Salud y EsSalud).
94.34. Atendiendo a ello, es indispensable desarrollar medidas, a cargo del Estado, de las empresas mineras,
de los sindicatos y los propios trabajadores, que permitan prevenir y disminuir, lo más que se pueda, la
adquisición de este tipo de enfermedades. Por lo demás, la obligación de prevenir tales enfermedades se
encuentra reconocida en el inciso c) del numeral 2) del artículo 12.º del Pacto Internacional de los
derechos económicos, sociales y culturales y en el inciso d) numeral 2) del artículo 10.º del Protocolo
Adicional a la Convención Americana sobre derechos humanos en materia de derechos económicos,
sociales y culturales.
95.35. Un sistema de turnos de trabajo como el implementado por la demandada no es compatible con el
parámetro constitucional descrito, puesto que afecta la dignidad de las personas, principio-derecho que
reconoce el artículo 1.º de la Constitución, y constituye, en el mediano plazo, una acelerada disminución
de la esperanza de vida y una amenaza del derecho a la vida de los trabajadores mineros. Esto se torna
especialmente incompatible con la obligación constitucional de todos – Estado, Empresas y personas- de
defender y promover el derecho fundamental a la vida, reconocido en el artículo 2.º inciso 1.º de la
Constitución41[15]. Adicionalmente, la jornada laboral cuestionada tampoco es compatible con el derecho
a la protección del medio familiar.
40[14]
Las neumoconiosis pueden clasificarse en neumoconiosis no específicas, en las que el polvo inhalado no produce
fibrosis progresiva ni enfisema y, por lo tanto, no produce incapacidad (siderosis, estañosis, baritosis, etc.); y
neumoconiosis específicas, que provocan fibrosis, enfisema, incapacidad y muerte (silicosis, asbestosis). OIT,
Condiciones de trabajo, seguridad y salud ocupacional en la Minería del Perú, Op. Cit., págs. 77, 99 a 107 y 118.
41[15]
Respecto del Derecho a la vida la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado “... El derecho a la vida
es un derecho humano fundamental, cuyo goce es un prerrequisito para el disfrute de todos los demás derechos
humanos. De no ser respetado, todos los derechos carecen de sentido. En razón del carácter fundamental del derecho a
la vida, no son admisibles enfoques restrictivos del mismo. En esencia, el derecho fundamental a la vida comprende, no
sólo el derecho de todo ser humano de no ser privado de la vida arbitrariamente, sino también el derecho a que no se le
impida el acceso a las condiciones que le garanticen una existencia digna...”. Caso Villagrán Morales y otros (niños de
la Calle) contra Guatemala, sentencia de fondo, fundamento 144.
96.36. La jornada laboral de doce horas para los trabajadores mineros tampoco es compatible con el
concepto de trabajo decente adoptado por la Organización Internacional del Trabajo desde hace varios
años y que, en palabras de su Director General, 42[16]consiste en promover oportunidades para que las
mujeres y los hombres obtengan el trabajo decente y productivo, en condiciones de libertad, equidad,
seguridad y dignidad humanas. Por ello, las normas, principios y derechos fundamentales del trabajo
establecen criterios que definen elementos esenciales del trabajo decente. 43[17]
97.37. Respecto a la vulneración del principio que reconoce la fuerza vinculante de los convenios
colectivos, y a los derechos de igualdad en la relación laboral y al carácter irrenunciable de los derechos
laborales, debe tenerse en cuenta la cláusula 22 de la Convención Colectiva celebrada con la demandada
para el período 2001 – 2007, que prevé lo siguiente: “La jornada de trabajo ordinaria es de ocho (8)
horas, que significa laborar desde el inicio hasta el término de la jornada en el puesto de trabajo y/o
equipo. En jornadas de trabajo continuo y en aquellas que ya lo tengan establecido, dentro de la jornada
de trabajo se incluyen los 30 minutos para tomar refrigerio.” Al respecto, la empresa demandada
manifiesta que el numeral 22.º de la referida convención colectiva es una “cláusula convencional
declarativa”.
98.38. El Tribunal Constitucional no comparte tal afirmación, según la cual el acuerdo de respetar la jornada
de ocho horas, establecida en el artículo 22.º del Convenio Colectivo celebrado por el demandante y el
demandado para el período 2001 a 2007, es una mera “cláusula convencional declarativa”. El derecho a
la jornada de ocho horas diarias, reconocido y garantizado por la Constitución en su artículo 25.º, y en
los Tratados Internacionales de Derechos Humanos, no es un enunciado declarativo e inane, mera
declaración, (más aún cuando integra el estándar mínimo de derechos que el Estado Peruano se ha
comprometido a respetar y garantizar), sino una disposición jurídica del más alto rango y cuya fuerza
jurídica vincula no sólo a los poderes públicos y a la Administración, sino también a los particulares.
Cuando las partes pactan respetar dicha jornada en un convenio colectivo que, conforme al inciso 2.º del
artículo 28.º de la Constitución, tiene fuerza vinculante en el ámbito de lo concertado, en modo alguno se
puede considerar que tales derechos no vinculen a las partes que celebraron tal convenio colectivo.
99.39. Con relación al convenio colectivo, es pacífico, y así se ha sostenido en el Exp. N.º 0008-2005-
PI/TC, fundamento 31, que éste prevalece sobre el contrato individual de trabajo cuando el convenio es
más favorable al trabajador. Debe tenerse presente que cuando la Constitución y los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos fijan un estándar mínimo (por ejemplo, el derecho a la jornada de
ocho horas y el derecho a una jornada razonable de trabajo), entonces los convenios colectivos y los
contratos de trabajo no pueden contradecir dicho estándar mínimo, bajo sanción de nulidad por
contravenir derechos fundamentales. Consiguientemente, la presente sentencia tiene plenos efectos
incluso en los supuestos en que los afiliados al sindicato recurrente hubiesen pactado individualmente
una jornada diaria mayor a las ocho horas.
100. 40. Tampoco es sostenible el argumento de la demandada en el sentido de que la cláusula 2.c) de la
misma Convención Colectiva 2001 a 2007 justificaría el establecimiento o modificación del número de
horas, turnos, horarios o sistemas de trabajo de acuerdo a sus necesidades, con el objeto de incrementar
la productividad, en casos debidamente justificados o de emergencia y de acuerdo a sus necesidades. El
Tribunal Constitucional considera que tales cambios son excepcionales y temporales y no pueden
sobrepasar el máximo ordinario de ocho horas diarias para los trabajadores mineros.
101. 41. Esas variaciones no pueden convertirse en la regla del trabajo minero, como ocurre en el
presente caso, en que un sistema excepcional se ha convertido en la regla durante más de cinco años,
imponiendo a los trabajadores mineros jornadas de 12 horas diarias que reducen ostensiblemente su
expectativa de vida y afectan su derecho al descanso diario, vulnerando de esta manera el carácter
inrrenunciable de los derechos, precepto basilar reconocido por la Constitución. En tal sentido, los
artículos 209.º, 210.º, 211.º y 212.º del Decreto Supremo N.º 003-94-EM (Reglamento de Diversos
Títulos del TUO de la Ley General de Minería), que permiten instaurar la modalidad de trabajo
acumulativo y fijan obligatoriamente como mínimo 4 días para este tipo de jornada laboral, también
resultan incompatibles con el parámetro constitucional descrito en la presente sentencia.
42[16]
Juan Somavía, Director General de la OIT, Conferencia Internacional del Trabajo, 87ª reunión 1999.
43[17]
Objetivo estratégico 1 sobre el Trabajo Decente de la OIT.
102. 42. La imposición de una jornada superior a las ocho horas, sólo para los obreros y empleados de la
sección de operaciones de la mina, a diferencia de otros trabajadores del asentamiento minero que
laboran la jornada ordinaria de ocho horas, comporta una trato desigual, puesto que precisamente quienes
están sujetos a tóxicos y a condiciones insalubres de trabajo requieren de mayor protección a través de
una jornada razonable y menor de doce horas.
103. 43. Si bien hasta la fecha los criterios de la jurisdicción constitucional consideraron que el sistema
acumulativo 4 x 3 y 4 x 2 (5 x 2) podía ser compatible con el artículo 25.º de la Constitución (Exp. N.°
1396-2001-AA/TC), a partir del presente caso y considerando el contexto del trabajo que realizan los
trabajadores mineros, así como el parámetro constitucional descrito en los fundamentos precedentes; y
teniendo en cuenta que un sistema excepcional y temporal no puede convertirse en permanente, así como
la dimensión objetiva de los derechos fundamentales –que en el presente caso se manifiesta en el respeto
a una jornada de ocho horas diarias como máximo, a una jornada semanal razonable de trabajo y al
derecho al descanso– y los fines de los procesos constitucionales (artículo II del Código Procesal
Constitucional), el criterio del Tribunal Constitucional, en adelante, será el expuesto en la presente
sentencia, y que establece que para los trabajadores mineros el máximo de duración de la jornada laboral
será de ocho horas diarias.
104. 44. Por tanto, la jornada de 12 horas diarias para los trabajadores mineros, los artículos 209.º, 210.º,
211.º y 212.º del Decreto Supremo N.º 003-94-EM y toda aquella disposición que imponga una jornada
diaria mayor a la ordinaria de ocho horas para los trabajadores mineros, es incompatible con los artículos
1.º, 2.º (inciso 22.), 7.º, 25.º 26.º (incisos 1 y 2) de la Constitución, y con los artículos 7.° literal d) del
Pacto Internacional de los derechos económicos, sociales y culturales, y 7.º, incisos g) y h) del Protocolo
Adicional a la Convención Americana sobre derechos humanos en materia de derechos económicos,
sociales y culturales, (Protocolo de San Salvador), puesto que vulneran la dignidad de la persona, el
derecho a una jornada razonable de trabajo, el derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre, y el
derecho a la salud y a la protección del medio familiar, reconocidos en la Constitución y en los tratados
internacionales de derechos humanos ratificados por el Perú, y a los cuales se ha hecho copiosa
referencia.
105. 45. Por ello, de conformidad con lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, los criterios establecidos en los fundamentos 28, 29, 35, 39 y 41, supra,
constituyen precedente vinculante para resolver todos los procesos de amparo que guarden similitud con
el ahora resuelto. La eficacia vinculante de tales criterios radica en que serán indispensables para
determinar la procedencia de la vía del proceso constitucional de amparo.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
de Perú
HA RESUELTO
2. 2. Ordena que la demandada restituya la jornada laboral de ocho horas diarias considerando una
jornada semanal razonable en el asentamiento minero de Toquepala, conforme a los fundamentos 28 a 44
expuestos en esta sentencia.
3. 3. Declara que los artículos 209.º, 210.º, 211.º y 212.º del Decreto Supremo N.º 003-94-EM
(Reglamento de Diversos Títulos del TUO de la Ley General de Minería), son incompatibles con la
Constitución.
4. 4. Declara que los criterios previstos en los fundamentos 28, 29, 35, 39 y 41, supra, constituyen
precedente vinculante inmediato, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst.;
motivo por el cual, regirán a partir del día siguiente de la publicación de la presente sentencia en el diario
oficial El Peruano.
Publíquese y notifíquese.
SS.
SENTENCIA
DEL PLENO DEL
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Del 2 de febrero de 2006
Más del 25% del número legal de miembros del Congreso de la República (demandantes) c. Congreso de la
República (demandado)
Asunto:
Demanda de inconstitucionalidad interpuesta por más del 25% del número legal de
miembros del Congreso de la República contra la Ley N.º 28617 —Ley que establece la
Barrera Electoral—.
Magistrados firmantes:
GARCÍA TOMA
GONZALES OJEDA
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
En Lima, a los 2 días del mes de febrero de 2006, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, integrado por los magistrados García Toma, presidente; Gonzales Ojeda, vicepresidente;
Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, con el fundamento de voto del
magistrado Alva Orlandini, pronuncia la siguiente sentencia
I. ASUNTO
Demanda de inconstitucionalidad interpuesta por más del 25% del número legal de miembros del Congreso
de la República contra la Ley N.º 28617, que modifica los artículos 20º y 87º de la Ley N.º 26859 —Ley
Orgánica de Elecciones—, y el artículo 13º, inciso a), de la Ley N.º 28094 —Ley de Partidos Políticos—.
Petitorio:
Que se declare la inconstitucionalidad de la Ley N.º 28617, que modifica los artículos 20º y 87º de la
Ley Orgánica de Elecciones y el artículo 13º de la Ley de Partidos Políticos. Asimismo, que, por
conexión o consecuencia, se extienda la declaración de inconstitucionalidad a las demás normas legales
que se relacionen con la norma impugnada y se dicten después de interpuesta la demanda.
Artículo 1º.- Modifícanse los artículos 20º y 87º de la Ley Orgánica de Elecciones, los mismos que
quedarán redactados de la siguiente manera:
Artículo 20º.- Las Elecciones para Congresistas se realizan conjuntamente con las elecciones
para Presidente y Vicepresidentes de la República.
Artículo 87º.- Los partidos políticos y las alianzas que para el efecto se constituyan pueden
presentar fórmulas de candidatos a Presidente y Vicepresidentes, y listas de candidatos a
congresistas en caso de Elecciones Generales, siempre que estén inscritos o tengan inscripción
vigente en el Jurado Nacional de Elecciones. Se considera vigente la inscripción de los
partidos políticos y alianzas de partidos que hayan obtenido representación parlamentaria en el
último proceso de Elecciones Generales.
Artículo 2º.- Modifícase el artículo 13º de la Ley de Partidos Políticos, que quedará redactado como
sigue:
DISPOSICIÓN TRANSITORIA ÚNICA.- Para las elecciones presidenciales y parlamentarias del año
2006 se entenderá que el número de parlamentarios previsto en la modificatoria del artículo 20 de la Ley
Orgánica de Elecciones será de cinco (5) y el porcentaje de los votos válidos a nivel nacional será de
cuatro por ciento (4%).
Igualmente para el mismo proceso electoral relacionado en esta Disposición Transitoria se entenderá
que el número de parlamentarios previsto en la modificatoria del inciso a) del artículo 13 de la Ley de
Partidos Políticos será de cinco (5) y el porcentaje de los votos válidos a nivel nacional será de cuatro
por ciento (4%).
IV. ANTECEDENTES
1. 1. Demanda
2. 2. Contestación de la demanda
Con fecha 11 de enero de 2006, el apoderado del Congreso de la República contesta la demanda solicitando
que sea declarada infundada, por los siguientes fundamentos:
a) a) La Ley dificulta a los partidos pequeños el acceso a las curules, fomenta las alianzas y coaliciones
partidarias, y disuade la proliferación de pequeños partidos. Evita la dispersión electoral que debilita la
gobernabilidad y la estabilidad del sistema político nacional. Favorece el sistema de partidos políticos.
b) b) No existe afectación del artículo 176º de la Constitución, pues lo que los demandantes entienden
como “la expresión fiel de la voluntad de la ciudadanía reflejada en las urnas”, de ninguna manera puede
entenderse como la adopción de una determinada técnica electoral para traducir los votos en escaños.
Corresponde al legislador, a través de las normas electorales, elegir o modificar los mecanismos, técnicas
y métodos para convertir los votos en escaños, sin más límites que los que el marco constitucional ha
dispuesto.
c) c) No es cierto que la Ley priorice el interés de un partido político al interés del pueblo, porque lo que
prioriza es la gobernabilidad y el desempeño adecuado del órgano parlamentario, representante de la
voluntad popular.
d) d) No solamente la Constitución establece los requisitos o condiciones para ser elegido congresista,
sino que también lo hace, por encargo de ella misma (artículos 2º, inciso 17, y 31º), la LOE.
e) e) Le corresponde a la ley y no a la Constitución —según establecen los artículos 2º, inciso 17; 31º;
176º, y 187º— definir la forma de convertir los votos en escaños. De manera tal que estas leyes
pertenecen al bloque de constitucionalidad, razón por la cual resulta errónea la afirmación de que la Ley
incoada vulnere el derecho fundamental a elegir y ser elegido.
f) f) En el hipotético y negado caso de que nos halláramos ante una excesiva intervención del Estado
con respecto al derecho fundamental al sufragio, la norma no vulnera el principio de proporcionalidad,
pues tiene un fin constitucional (reforzar el Estado democrático) y es una medida idónea para alcanzarlo.
A lo que se agrega que el legislador debe disponer de libertad de apreciación de la realidad, a efectos de
definir qué medida es necesaria en aras de alcanzar un determinado fin constitucional.
g) g) Un gobierno democrático no se caracteriza únicamente por dotar de facultades efectivas a sus
ciudadanos para ejercitar sus derechos fundamentales, como el de sufragio, sino que además debe contar
con instituciones jurídicas que permitan hacer efectiva la democracia.
h) h) El carácter personal del voto (artículo 31º de la Constitución), no es vulnerado por la “barrera
electoral”, pues dicha cualidad implica que éste sea ejercido por el ciudadano mismo sin representante
alguno.
i) i) No es cierto afirmar que los 120 parlamentarios electos son aquellos 120 candidatos que
obtuvieron el mayor número de votos, pues nuestro sistema electoral emplea el mecanismo de la cifra
repartidora que, inevitablemente, lleva a que algunos miembros de un partido no lleguen al Parlamento
pese a haber obtenido más votos preferenciales que los de otro partido.
j) j) La Ley impugnada no niega el derecho de participación política de los ciudadanos, ni desconoce la
importancia de los partidos políticos, sino que, por el contrario, reconociendo su gravitante finalidad (ser
intermediarios entre la población y el Estado), les asigna un tratamiento complementario. Resulta de
esencial importancia la consolidación de un sistema de partidos en el país, y para ello es necesario tomar
medidas que atenúen la fragmentación y la polarización del mismo.
k) k) Los partidos políticos deben tener presencia y organización nacional, motivo por el cual se les
exige un mínimo de representación parlamentaria o votación a nivel nacional. Uno de los objetivos de la
Ley cuestionada es, precisamente, no mantener vigente la inscripción de organizaciones políticas que no
sean representativas y que no puedan cumplir con aquella labor esencial de ser canalizadoras de la
voluntad popular. Los partidos políticos son personas jurídicas de derecho privado, pero con una función
pública. La existencia de numerosos grupos de representación pequeños imposibilita la consecución de
los intereses e ideales de la Nación y de los ciudadanos que la conforman.
V. MATERIAS CONSTITUCIONALES RELEVANTES
1. 1. Determinar el rol del principio democrático en el Estado social y democrático de derecho. Para
tales efectos, deberán abordarse las siguientes materias:
1.1 1.1 La democracia representativa.
1.2 1.2 El principio democrático como fundamento del Estado social y democrático de derecho.
1.3 1.3 El principio democrático como principio articulador en el Estado social y democrático de
derecho.
2. Determinar si la ley vulnera el derecho fundamental a ser elegido representante. Para tales efectos
deberán abordarse las siguientes materias:
2.2 2.2 El derecho fundamental a ser elegido representante y la unidad de la Constitución.
2.3 2.3 El derecho a ser elegido representante como derecho de configuración legal.
3. Determinar si la ley afecta el sistema de representación proporcional. Para tales efectos deberán
abordarse las siguientes materias:
3.1 3.1 Principio de representación por mayoría.
3.2 3.2 Principio de representación proporcional.
3.3 3.3 Finalidad de la “barrera electoral”.
4. Determinar si la ley vulnera el derecho fundamental de los ciudadanos a elegir a sus representantes.
IV. FUNDAMENTOS
Dicha Ley consta de dos artículos y una disposición transitoria. Los demandantes no han especificado qué
cláusulas son las inconstitucionales. Sin embargo, del tenor de la demanda es posible advertir que, en
concreto, consideran inconstitucional su artículo 1º en el extremo que, modificando el artículo 20º de la
Ley N.º 26859 —Ley Orgánica de Elecciones (LOE)—, establece que:
Asimismo, consideran inconstitucional ese mismo artículo 1º, en el extremo que, modificando el artículo
87º de la LOE, establece que:
Los partidos políticos que no hayan obtenido representación parlamentaria mantendrán vigencia
temporalmente por espacio de un (1) año, al vencimiento del cual se cancelará su inscripción.
Por otra parte, consideran inconstitucional su artículo 2º, en el extremo que, modificando el artículo 13º,
inciso a), de la Ley N.º 28094 —Ley de Partidos Políticos (LPP)—, dispone que:
Al cumplirse un año de concluido el último proceso de elección general, si no hubiese alcanzado al
menos seis (6) representantes al Congreso en más de una circunscripción electoral, es decir el cinco
por ciento (5%) del número legal de miembros del Congreso o haber alcanzado al menos el cinco por
ciento (5%) de los votos válidos a nivel nacional.
Para las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2006 se entenderá que el número de
parlamentarios previsto en la modificatoria del artículo 20º de la Ley Orgánica de Elecciones será de
cinco (5) y el porcentaje de los votos válidos a nivel nacional será de cuatro por ciento (4%).
Igualmente, para el mismo proceso electoral relacionado en esta Disposición Transitoria, se
entenderá que el número de parlamentarios previsto en la modificatoria del inciso a) del artículo 13º
de la Ley de Partidos Políticos será de cinco (5) y el porcentaje de los votos válidos a nivel nacional
será de cuatro por ciento (4%).
Si bien los demandantes no han realizado referencia alguna a esta disposición, es evidente que, en tanto
ella se limita a reducir mínimamente —para las elecciones parlamentarias del año 2006— el margen de la
“barrera electoral”, establecida en las normas que son objeto de impugnación, también se encuentra
siendo cuestionada.
Sin embargo, es precisamente esta esencial vinculación entre la Disposición Única Transitoria y los
artículos incoados, la que exige precisar que en el juicio de constitucionalidad que se realizará sobre
éstos, implícitamente, se estará enjuiciando también la constitucionalidad de aquélla.
De ahí que exista la necesidad, ante todo, de establecer el rol y las manifestaciones del principio
democrático representativo en nuestro Estado social y democrático de derecho, así como las relaciones de
dicho principio con la gobernabilidad.
Fue el propio Rousseau quien, en su Contrato Social, sostuvo —bajo la premisa de que la soberanía del
pueblo no podía ser representada (convencido de que ello devendría en su pérdida y la consecuente
sumisión popular a la voluntad de los representantes)— que, dada la diversidad de condiciones necesarias
para conseguirla, jamás existiría una verdadera democracia. Incluso hoy se acepta que dada la
complejidad del Estado moderno, es imposible que éste pueda desenvolverse, exclusivamente, a través de
mecanismos de democracia directa. Considerar que en las sociedades modernas los ciudadanos tienen la
capacidad de deliberar y decidir sobre la cosa pública, sin la participación de intermediarios elegidos para
tal efecto, es simple ficción.
El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y
responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen (...).
De esta manera, son notas distintivas de la democracia representativa, de un lado, que los representantes
no son meros portavoces de sus representados, sino conformantes de un órgano con capacidad autónoma
e independiente de decisión, previa deliberación; y de otro, que lo son no de simples intereses particulares
(policys), sino generales (politics).
44[1]
DE VEGA, Pedro. “Democracia, representación y partidos políticos”. En: Pensamiento Constitucional. N.º 2, 1995,
p.17
9. 9. La democracia representativa es la que, en definitiva, permite la conjugación armónica del
principio político de soberanía popular con un cauce racional de deliberación que permita atender las
distintas necesidades de la población. Empero, dicha deliberación racional y, en suma, la gobernabilidad
del Estado, pueden situarse en serio riesgo si a la representación no se le confiere las garantías para que
pueda “formar voluntad”. La representación indebidamente comprendida y articulada, es la matriz
potencial de un desequilibrio que, si no es adecuadamente conjurado, puede impedir que el Estado atienda
su deber primordial de “promover el bienestar general que se fundamenta en la justicia y en el desarrollo
integral y equilibrado de la nación” (artículo 44º de la Constitución), y con ello, desencadenar el colapso
del sistema representativo en su conjunto, y con él, el del propio Estado social y democrático de derecho.
Tales peligros son descritos a continuación.
10. 10. Dejada de lado la idea de que en la sociedad reside una única verdad homogénea susceptible de
ser descubierta por la razón, se comprende que, por el contrario, a la sociedad es inherente una
fragmentación de distintas dimensiones, desencadenante, a su vez, de un pluralismo materializado en
distintos ámbitos. De esta forma, a diferencia de lo que pudo haber concebido el primer liberalismo,
puede afirmarse que a las sociedades contemporáneas no es inherente la uniformidad, sino, por el
contrario, el pluralismo.
Aunque utilizando como ejemplo a la sociedad italiana, Norberto Bobbio explica en estos términos la
realidad internamente heterogénea de las sociedades contemporáneas, singularmente descriptiva, por
cierto, de la realidad social peruana:
[s]e trata de una sociedad articulada en grupos diferentes y contrapuestos, entre los cuales anidan
tensiones profundas, se desencadenan conflictos lacerantes y se desarrolla un proceso constante de
composición y descomposición. Existe el pluralismo en el nivel económico allí donde todavía hay
en parte una economía de mercado, muchas empresas en competencia, un sector público diferente
del sector privado, etc.; pluralismo político, porque hay muchos partidos o muchos movimientos
políticos que lucha entre ellos, con votos o con oros medios, por el poder en la sociedad y en el
Estado; pluralismo ideológico, desde el momento en que no existe una sola doctrina de Estado, sino
diferentes corrientes de pensamiento, diversas versiones del mundo, diferentes programas políticos
que tienen una libre actividad y que dan vida a la opinión pública heterogénea variada y
polifacética45[2].
11. 11. Bien puede decirse que hemos ingresado —hace tiempo ya— a un escenario de
“democratización de la sociedad” en el que, si bien cobran singular protagonismo los mecanismos de
democracia directa, un primer peligro consistiría en creer que lo hacen como si fueran la antítesis de la
democracia representativa, cuando no son más que su natural complemento.
No puede olvidarse que la defensa cerrada de los mecanismos de democracia directa en contraposición a
los supuestos perjuicios generados por la democracia representativa, ha sido, finalmente, el recurrente
argumento de las dictaduras para pretender fundamentar la supuesta validez de sus organizaciones
totalitarias de partido único, en las que por vía de la argucia de una aparente mayor participación
ciudadana en los asuntos públicos, en los hechos y las decisiones terminan siendo monopolio del dictador,
en la mejor muestra recreada de la fórmula hobbesiana: Auctoritas, non veritas facit legem (La autoridad
—no la verdad— hace la ley).
12. 12. Siendo el pluralismo ideológico y social una constatación fáctica de las libertades políticas y de
expresión, es sencillo advertir que no se trata de un pluralismo institucional, sino atomizado o
fragmentario. En su estado puro, dicho pluralismo no es más que la suma de intereses particulares
urgidos por traducir el margen de control social alcanzado en control político. De ahí que los partidos y
movimientos políticos tengan la obligación de ser organizaciones que “concurran en la formación y
45[2]
BOBBIO, Norberto. El futuro de la democracia. México D.F: Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 68 y 69.
manifestación de la voluntad popular”, tal como lo exige el artículo 35º de la Constitución. Es decir,
tienen la obligación de ser un primer estadío de institucionalización en el que la fragmentación resulte
sustancialmente aminorada y encausada, a afectos de generar centros de decisión que puedan proyectar
una voluntad institucionalizada de la sociedad al interior del Parlamento, que, aunada a otras, permita
concurrir en el consenso, asegurando la gobernabilidad y racionalidad en la composición, organización y
decisiones parlamentarias.
13. 13. Los partidos políticos, tienen por función, entre otras, evitar que la legitima pero atomizada
existencia de intereses, al interior de la sociedad, se proyecte en igual grado de fragmentación al interior
Congreso de la República, pues, si ello ocurre, resultará minada la capacidad deliberativa y, con ella, la
posibilidad de adoptar oportuna y consensuadamente decisiones para afrontar los distintos problemas
políticos, sociales y económicos del país.
14. 14. De esta manera, siendo el pluralismo y la democracia dos valores inherentes y consustanciales
del Estado social y democrático de derecho, es imprescindible que sean debidamente articulados, pues de
ello depende la gobernabilidad en el sistema representativo. Por ello, con razón manifiesta se ha
afirmado que
La fragmentación [llevada al Parlamento] produce competencia entre los poderes y termina por
crear un conflicto entre los mismos sujetos que deberían resolver los conflictos, una especie de
conflicto a la segunda potencia. Mientras el conflicto social dentro de ciertos límites es fisiológico,
el conflicto entre poderes es patológico, y termina también por hacer patológica, exasperándola, la
conflictualidad social normal46[3].
15. 15. El hecho de que la gobernabilidad implique la generación de consensos no significa que en la
democracia resulte proscrito el disenso. Por el contrario, la democracia implica el consenso de las
mayorías, con pleno respeto frente al disenso de la minoría. Aunque el gobierno democrático es un
gobierno de mayorías, éste pierde sustento constitucional si no se encuentran plenamente garantizados
los derechos fundamentales de las minorías. De ahí la necesidad del establecer distintos mecanismos de
control al gobierno que, inevitablemente, se presentan como vías, por así decirlo, “contramayoritarias”.
Sólo así se encuentra plenamente asegurada la libertad (en igualdad) de todas las personas al interior del
Estado social y democrático de derecho.
La tolerancia ha sido reconocida por este Tribunal como “valor superior y principio rector de un sistema
democrático”47[4], en la medida que
[e]l poder ejercido por la mayoría debe distinguirse de todo otro en que no sólo presupone
lógicamente una oposición, sino que la reconoce como legítima desde el punto de vista político, e
incluso la protege, creando instituciones que garantizan un mínimo de posibilidades de existencia y
acción a distintos grupos religiosos, nacionales o económicos, aun cuando sólo estén constituidos
por una minoría de personas; o, en realidad, precisamente por constituir grupos minoritarios. La
democracia necesita de esta continuada tensión entre mayoría y minoría, entre gobierno y
oposición, de la que dimana el procedimiento dialéctico al que recurre esta forma estatal en la
elaboración de la voluntad política. Se ha dicho, acertadamente, que la democracia es discusión.
Por eso el resultado del proceso formativo de la voluntad política es siempre la transacción, el
compromiso. La democracia prefiere este procedimiento a la imposición violenta de su voluntad al
adversario, ya que de ese modo se garantiza la paz interna 48[5].
46[3]
BOBBIO, Norberto. Liberalismo y democracia. México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 106.
47[4]
STC 0042-2004-AI, Fundamento 3.
48[5]
KELSEN, Hans. Esencia y valor de la democracia. Barcelona: Editorial Labor, 1977. p. 141.
16. 16. Sin duda, la democracia representativa es una democracia pluralista, pues la representación
encuentra en la soberanía popular a su fuente de poder y debe ser seno de contrapesos y controles mutuos
entre las distintas fuerzas políticas. Pero no puede ser una democracia fragmentaria en la que no exista
posibilidad de generar consensos entre las mayorías y minorías parlamentarias. En otras palabras, no
cabe que so pretexto de identificar matemáticamente a la democracia representativa con la
representación “de todos”, se termine olvidando que, en realidad, de lo que se trata es que sea una
representación “para todos”.
17. 17. En ese sentido, se puede decir que el gobierno representativo está inspirado por cuatro
principios49[6], a saber: la elección de representantes a intervalos regulares, la independencia parcial de
los representantes, la libertad de la opinión pública y la toma de decisiones tras el proceso de discusión.
18. 18. Así pues, al evaluarse la constitucionalidad de la “barrera electoral”, deberá tenerse en cuenta,
por un lado, que la gobernabilidad exige la participación política plural, pero también que una
representación atomizada elimina la posibilidad de gobernar o, cuando menos, la posibilidad de hacerlo
eficientemente.
2.2 El principio democrático como fundamento del Estado social y democrático de derecho
19. 19. El artículo 43º establece que la República del Perú “es democrática”. La democracia,
etimológica y coloquialmente entendida como el “gobierno del pueblo”, mal podría ser concebida como
un atributo o característica más del Estado social y democrático de derecho, pues, en estricto, Norma
Constitucional y Democracia, son dos factores que se condicionan de modo recíproco, al extremo de que
con verdad inobjetable se ha sostenido que la Constitución bien podría ser definida como la
juridificación de la democracia50[7]. En efecto, la Constitución es la expresión jurídica de un hecho
político democrático, pues es la postulación jurídica de la voluntad del Poder Constituyente, como un
totus social en el que subyace la igualdad.
20. 20. Lo expuesto, desde luego, no significa que en el Estado social y democrático de derecho exista
algún soberano. Por el contrario, como ha tenido oportunidad de referir este Colegiado,
[u]na vez expresada la voluntad del Poder Constituyente con la creación de la Constitución del Estado, en
el orden formal y sustantivo presidido por ella, no existen soberanos, poderes absolutos o autarquías.
Todo poder [deviene] en un poder constituido por la Constitución y, por consiguiente, limitado e
informado, siempre y en todos los casos, por su contenido jurídico-normativo. 51[8]
Ocurre, sin embargo, que siendo la Constitución la expresión jurídica de la soberanía popular, ésta
otorga a aquélla su fundamento y razón de existencia, por lo que una Constitución sólo es identificable
como tal en la medida de que se encuentre al servicio de los derechos fundamentales del pueblo. Ello ha
llevado a Rubio Llorente a sostener, con atino que
[n]o hay otra Constitución que la Constitución democrática. Todo lo demás es (...) simple
despotismo de apariencia constitucional.52[9]
49[6]
MANIN, Bernard. Los principios del gobierno representativo. Madrid: Alianza Editorial. p. 242.
50[7]
ARAGÓN Reyes, Manuel. “Estado y democracia”. En: AA. VV. El derecho público de finales de siglo. Una
perspectiva iberoamericana. Madrid: Civitas, 1997, pp. 31-45.
51[8]
STC 5854-2005-PA, Fundamento 3.
52[9]
“La Constitución como fuente de derecho”. En: La forma del poder. Madrid; Centro de Estudios Constitucionales,
1993, p. 83.
De este modo, la voluntad política que da origen al Estado social y democrático de derecho se proyecta
en éste, no ya como un poder supremo, sino como el contenido material del constitucionalismo
concretizado en la necesidad de respetar, garantizar y promover los derechos fundamentales de cada
persona. El pueblo, como Poder Constituyente, deposita su voluntad en la Constitución, se inserta en el
Estado social y democrático de derecho, y deja de ser tal para convertirse en un poder constituido. La
democracia episódica, fáctica, no reglada y desenvuelta en las afueras del Derecho, da lugar a una
democracia estable, jurídica y, consecuentemente, reglada y desarrollada conforme a los límites
establecidos en la Constitución; da lugar, en otros términos, a la democracia constitucional.
Tales límites, por vía directa o indirecta, se reconducen a asegurar el respeto, promoción y plena
vigencia de los derechos fundamentales.
Por ello el artículo 44º establece como uno de los deberes primordiales del Estado
[e]n realidad, (...) no hay dos objetivos que la Constitución deba cumplir, sino uno, puesto que sólo
de una manera (mediante el Estado Constitucional) puede el poder organizarse para preservar la
libertad. El único fin de la Constitución es, pues, la libertad (la libertad en igualdad); la división de
poderes es sólo una forma de asegurarla. 53[10]
21. 21. Que los derechos fundamentales son la materialización del principio democrático en su faz
fundacional al interior del Estado social y democrático de derecho, queda evidenciado cuando, sin
perjuicio del reconocimiento expreso de una amplia gama de derechos fundamentales, el artículo 3º de la
Constitución, además de la dignidad humana, reconoce a la soberanía popular y al Estado democrático
como sus fuentes legitimadoras.
2.3 El principio democrático como principio articulador en el Estado social y democrático de derecho
22. 22. Sin embargo, tal como ha tenido ocasión de sostener este Tribunal 54[11], el principio
democrático, inherente al Estado social y democrático de derecho, alude no sólo al reconocimiento de
que toda competencia, atribución o facultad de los poderes constituidos emana del pueblo (principio
político de soberanía popular) y de su voluntad plasmada en la Norma Fundamental del Estado
(principio jurídico de supremacía constitucional), sino también a la necesidad de que dicho
reconocimiento originario se proyecte como una realidad constante en la vida social del Estado, de
manera tal que, a partir de la institucionalización de los cauces respectivos, cada persona, individual o
colectivamente considerada, goce plenamente de la capacidad de participar de manera activa “en la vida
política, económica, social y cultural de la Nación”, según reconoce y exige el artículo 2º, inciso 17, de
la Constitución.
La democracia se fundamenta pues, en la aceptación de que la persona humana y su dignidad son el inicio
y el fin del Estado (artículo 1º de la Constitución), por lo que su participación en la formación de la
voluntad político-estatal es presupuesto indispensable para garantizar el máximo respeto a la totalidad de
sus derechos constitucionales.
53[10]
ARAGÓN Reyes, Manuel. “La Constitución como paradigma”. En: AA.VV. El significado actual de la
Constitución. México D.F: UNAM, 1998, p. 21.
54[11]
Vid. STC 4677-2004-PA, Fundamento 12.
Consustancial a tal cometido es el reconocimiento de un gobierno representativo (artículo 45º de la
Constitución) y del principio de separación de poderes (artículo 43º de la Constitución), de mecanismos
de democracia directa (artículo 31º de la Constitución), de organizaciones políticas (artículo 35º de la
Constitución), del principio de alternancia en el poder y de tolerancia; así como de una serie de derechos
fundamentales cuya vinculación directa con la consolidación y estabilidad de una sociedad democrática
hace de ellos, a su vez, garantías institucionales de ésta. Entre éstos se encuentran los denominados
derechos políticos, enumerados en los artículos 2º, inciso 17 y 30º a 35º (entre ellos destaca, de modo
singular, el derecho de los ciudadanos a ser elegidos y de elegir libremente a sus representantes, de
acuerdo con las condiciones y procedimientos determinados por ley orgánica), los derechos a las
libertades de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento mediante la palabra oral o
escrita o la imagen (artículo 2º, inciso 4), de acceso a la información pública (artículo 2º, inciso 5), de
reunión (artículo 2º, inciso 12) y de asociación (artículo 2º, inciso 13).
23. 23. Así pues, el principio democrático se materializa a través de la participación directa, individual
o colectiva, de la persona como titular de una suma de derechos de dimensión tanto subjetiva como
institucional (derecho de voto, referéndum, iniciativa legislativa, remoción, o revocación de autoridades,
demanda de rendición de cuentas, expresión, reunión, etc.), así como en su participación asociada, a
través de organizaciones orientadas a canalizar el pluralismo político. Tales organizaciones son los
partidos y movimientos políticos, reconocidos en el artículo 35º de la Constitución.
§3. La Constitución como unidad y el derecho fundamental de los ciudadanos a elegir a sus
representantes como derecho de configuración legal
24. 24. El argumento sobre el que gira toda la argumentación de los recurrentes reside en una supuesta
afectación de los derechos fundamentales de los ciudadanos a elegir y ser elegidos representantes
(artículo 31º), en este caso, al Congreso de la República.
Se trata de dos derechos en correspondencia recíproca. Empero, en atención a que el artículo 1º de la Ley
impugnada, en el extremo que modifica el artículo 20º de la LOE, se refiere directamente a la necesidad
de superar una determinada “valla” a efectos de poder acceder al procedimiento de distribución de
escaños del Congreso, este Tribunal considera pertinente, en primer lugar, centrar su análisis en la
eventual vulneración de derecho fundamental a ser elegido.
25. 25. Luego de precisar lo señalado por los artículos 90º 55[12] y 91º56[13] de la Constitución, los
recurrentes fundamentan así la supuesta afectación del derecho fundamental a ser elegido representante:
[e]xiste una manifiesta incompatibilidad entre el texto constitucional y el texto legal, en tanto la
Constitución ha establecido los parámetros dentro de los cuales cualquier ciudadano puede ocupar
el cargo de Congresista (...). El hecho de condicionar el acceso al cargo de Congresista, a un
mínimo de representantes de un partido político (...) vulnera directamente los artículos
constitucionales reseñados, ya que la Constitución, en ningún ámbito, señala que es impedimento
para ocupar un escaño congresal la participación porcentual de un partido político en el resultado
de las elecciones. (...). Así las cosas, el condicionamiento apuntado excede categóricamente los
límites que ha establecido la Constitución para ser elegido Congresista, porque vulnera
directamente el derecho de todo ciudadano a ser elegido representante y a la vez, establece
requisitos que sobrepasan los límites establecidos en la Constitución para alcanzar un escaño del
Congreso. (...).
26. 26. En estas afirmaciones subyace una equívoca comprensión, de un lado, de los criterios de
interpretación constitucional y, de otro, de la relación entre Constitución y ley.
[l]a interpretación de la Constitución debe estar orientada a considerarla como un `todo´ armónico y
sistemático, a partir del cual se organiza el sistema jurídico en su conjunto. 57[14]
Por otra parte, los demandantes conciben implícitamente a la Constitución como una norma reglamentaria
y, consecuentemente, acabada en su contenido dispositivo. En efecto, parecen entender la Carta
Fundamental sólo desde una óptica positivista, de modo tal que las relaciones entre la Constitución y las
leyes queden reducidas a un juicio de validez e invalidez, bajo el umbral exclusivo del principio de
jerarquía, sin tener en cuenta que, en una multiplicidad de casos, la ley es complemento necesario de las
cláusulas constitucionales. Así sucede de modo evidente, por ejemplo, en el caso de los derechos
fundamentales de configuración legal.
55[12]
“Artículo 90º de la Constitución.- (...) Para ser elegido congresista se requiere ser peruano de nacimiento, haber
cumplido veinticinco años y gozar del derecho de sufragio.”
56[13]
“Artículo 91º de la Constitución.- No pueden ser elegidos miembros del Parlamento Nacional si no han renunciado
al cargo seis (6) meses antes de la elección:
1. 1. Los ministros y viceministros de Estado, el Contralor General.
1. 2. Los miembros del Tribunal Constitucional, del Consejo Nacional de la Magistratura, del Poder Judicial, del
Ministerio Público, del Jurado Nacional de Elecciones, ni el Defensor del Pueblo.
2. 3. El Presidente del Banco Central de Reserva, el Superintendente de Banca, Seguros y Administradoras
Privadas de Fondos de Pensiones, y el Superintendente Nacional de Administración Tributaria.
3. 4. Los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional en actividad, y
4. 5. Los demás casos que la Constitución prevé."
57[14]
STC 5854-2005-PA, Fundamento 12.
La noción de “sustento constitucional directo” a que hace referencia el artículo 38º del CPConst.,
no se reduce a una tutela normativa del texto constitucional formal. Alude, antes bien, a una
protección de la Constitución en sentido material (pro homine), en el que se integra la Norma
Fundamental con los tratados de derechos humanos, tanto a nivel positivo (artículo 55º de la
Constitución), como a nivel interpretativo (Cuarta Disposición Final y Transitoria de la
Constitución); y con las disposiciones legales que desarrollan directamente el contenido esencial de
los derechos fundamentales que así lo requieran. Tales disposiciones conforman el denominado
canon de control constitucional o “bloque de constitucionalidad.
27. 27. Las erróneas premisas en la argumentación de los demandantes les han llevado a olvidar dos
cuestiones que resultan cruciales a efectos de determinar la constitucionalidad o no de la ley impugnada:
Desde luego, que el referido derecho fundamental sea de configuración legal, no implica que la ley
llamada a precisar determinadas delimitaciones a su contenido protegido se encuentre exenta de un
control de constitucionalidad. Significa, tan sólo, que el constituyente ha querido dotar al legislador
de un margen amplio de apreciación en la determinación del ámbito normativo del referido derecho,
58[15]
STC 1417-2005-AA, Fundamentos 9 y 10.
lo que debe ser tenido en cuenta por la jurisdicción constitucional al momento de valorar la validez o
invalidez constitucional de su actuación.
28. 28. Estas premisas son de singular relevancia a efectos de evaluar la constitucionalidad de la Ley
impugnada, motivo por el cual corresponde ahora ingresar en la evaluación de los alcances del artículo
187º de la Constitución que exige que las elecciones pluripersonales se rijan por el principio de
representación proporcional, y las implicancias generadas por el hecho de que el derecho fundamental a
ser elegido representante sea de configuración legal.
Pero desde una óptica más restringida, que es la que interesa ahora destacar, el sistema electoral es
concebido como
[e]l modo según el cual el elector manifiesta por medio del voto el partido o candidato de su
preferencia, y según el cual esos votos se convierten en escaños. 59[16]
30. 30. Dicha representatividad puede lograrse a través de dos principios de distintos alcances y
finalidades: el principio mayoritario y el principio proporcional. En el caso del principio mayoritario, la
adjudicación de los escaños es dependiente de que un candidato o partido haya alcanzado la mayoría
absoluta o relativa de los votos. De conformidad con esta fórmula sólo se determina al vencedor a
vencedores, a partir de un simple conteo de votos regido por la regla de la mayoría.
Por su parte, en el caso de la fórmula proporcional, la adjudicación de escaños resulta del porcentaje de
votos que obtienen los distintos partidos, procurando, proporcionalmente, la representación de diversas
fuerzas sociales y grupos políticos en el Parlamento.
Cierto es que difícilmente en los distintos ordenamientos electorales encontraremos alguna de estas
fórmulas en estado “puro”. Usualmente, se suelen presentar ciertos rasgos del sistema proporcional en
sistemas predominantemente mayoritarios y viceversa. Sin embargo, como bien afirma Dieter Nohlen,
aún cuando los sistemas electorales combinen elementos técnicos que a menudo se encuentran en
sistemas mayoritarios (por ejemplo, circunscripciones uninominales, candidaturas uninominales, regla o
fórmula de decisión mayoritaria) con elementos técnicos que suelen hallarse en sistemas proporcionales
(circunscripciones plurinominales, candidaturas por lista, regla o fórmula de decisión proporcional), el
sistema electoral en su conjunto sólo puede asignarse a uno de los principios de representación: la
representación por mayoría o la representación proporcional 60[17].
59[16]
NOHLEN, Dieter. Sistemas Electorales y Partidos Políticos. México D.F: Fondo de Cultura Económica, 2004, p.
34.
60[17]
NOHLEN, Dieter. “Sistemas electorales parlamentarios y presidenciales”. En: AA. VV. Tratado de Derecho
Electoral Comparado en América Latina. México: Instituto Interamericano de Derechos Humanos / Universidad de
31. 31. Como quedó dicho, el artículo 187º de la Constitución exige que las elecciones pluripersonales
—como lo es la elección al Congreso— se rijan por la fórmula proporcional y no por la de la mayoría,
derivando a la ley la configuración concreta del sistema proporcional que se adopte. De este modo, en
criterio del Tribunal Constitucional, la inconstitucionalidad del artículo 1º de la Ley cuestionada (en
cuanto modifica el artículo 20º de la LOE, estableciendo la “barrera electoral”) sólo podría verificarse en
el caso de que: a) desvirtúe el principio de representación proporcional previsto en el artículo 187º de la
Constitución, o b) carezca de finalidad constitucionalmente válida.
32. 32. La regulación concreta del sistema proporcional puede variar dependiendo de distintos factores,
como por ejemplo, la fórmula de cálculo utilizada. Así, el método D´Hondt y el de la cifra repartidora
(que se fundamenta en el método de D´Hondt), buscan fortalecer a los partidos o agrupaciones que hayan
obtenido mayor votación. El método Saint Lague, favorece a los partidos de menor representatividad. Y
el método Hare o de cuociente electoral, favorece a los partidos situados entre ambos extremos. Todos,
sin embargo, respetan el principio de representación proporcional, por lo que resultan plenamente
constitucionales.
33. 33. El artículo 30º de la LOE ha recogido la fórmula de la cifra repartidora. En efecto, dicho artículo
establece:
b) El total de votos válidos obtenidos por cada lista se divide, sucesivamente, entre 1, entre
2, entre 3, etc. según sea el número total de Congresistas que corresponda elegir;
c) Los cuocientes parciales obtenidos son colocados en orden sucesivo de mayor a menor,
hasta tener un número de cuocientes igual al número de los Congresistas por elegir; el cuociente
que ocupe el último lugar constituye la Cifra Repartidora;
d) El total de votos válidos de cada lista se divide entre la Cifra Repartidora, para establecer
el número de Congresistas que corresponda a cada una de ellas;
e) El número de Congresistas de cada lista está definido por la parte entera del cuociente
obtenido a que se refiere el inciso anterior. En caso de no alcanzarse el número total de
Congresistas previstos, se adiciona la unidad a quien tenga mayor parte decimal ; y,
f) El caso de empate se decide por sorteo entre los que hubieran obtenido igual votación.
34. 34. Corresponde entonces preguntarse si la “barrera electoral” establecida en el artículo 1º de la Ley
cuestionada, desvirtúa la regla de la representación proporcional que, de conformidad con el artículo
187º de la Constitución, ha sido regulada en el artículo 30º de la LOE.
Dicha barrera impide que quienes hayan alcanzado cierto mínimo de representatividad en las elecciones
congresales ingresen al procedimiento de reparto de escaños. Por ende, sólo podríamos llegar a una
Heidelberg / Tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación / Instituto Federal Electoral / Fondo de Cultura
Económica, 1998, p. 156.
respuesta afirmativa a la pregunta planteada si acaso este Colegiado entendiera que tras la regla de
proporcionalidad subyace el principio conforme al cual absolutamente todos los partidos intervinientes en
las elecciones, por el sólo hecho de participar en ellas, tienen derecho a obtener, cuando menos, un escaño
parlamentario.
Es por ello que, con relación a una supuesta identidad entre el sistema de representación proporcionalidad
y un sistema de correspondencias proporcionales exactas, o lo que podría denominarse un sistema “puro”
de proporcionalidad, el Tribunal Constitucional español ha señalado, en criterio que este Colegiado
comparte plenamente, que
[s]i con tal expresión se entiende que la única opción constitucionalmente válida sería la que
atribuyese, sin desviaciones, los escaños de modo exactamente proporcional al porcentaje de votos
conseguidos, debe decirse que semejante sistema ni existe entre nosotros, desde luego, ni en el
Derecho comparado en parte alguna, ni acaso en sistema imaginable. La proporcionalidad es más
bien una orientación o criterio tendencial, porque siempre, mediante su puesta en práctica, quedará
modulada o corregida por múltiples factores del sistema electoral, hasta el punto que puede
afirmarse que cualquier concreción o desarrollo normativo del criterio, para hacer viable su
aplicación, implica necesariamente un recorte a esa “pureza” de la proporcionalidad abstractamente
considerada.61[18]
35. 35. Así las cosas, siendo que la “barrera electoral” en modo alguno puede considerarse, en sí misma,
contraria al sistema de representación proporcional, sino simplemente una variante más de dicho sistema,
queda tan sólo por analizar si ella se encuentra orientada a cumplir fines constitucionalmente válidos.
36. 36. En criterio de este Colegiado, el establecimiento de una “barrera electoral” resulta plenamente
compatible con la Carta Fundamental, pues se encuentra orientada a:
A) A) Evitar el acceso al Congreso de la República de agrupaciones políticas cuya mínima o nula
representatividad impida el cumplimiento de la finalidad que la Constitución les encomienda en su
artículo 35º; es decir, “concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular”,
institucionalizando la representación de intereses que en los hechos aparecen atomizados a nivel
social. En efecto, en criterio de este Tribunal, el rol de los partidos políticos se dirige a generar un
margen de representatividad objetiva y no un mero interés de grupo, incapaz, por su nimia
significancia, de ser considerado como parte de la voluntad general, sino, simplemente, como una
suerte de portavoz de intereses particulares o personales.
B) B) Conseguir que todos los partidos y movimientos políticos gocen siquiera de la mínima
representatividad que viabilice su trascendencia institucional en la vida política del país, de modo tal
que se establezcan las bases para la configuración de un verdadero sistema de partidos, entendido
como aquel en el que —vía competencia, articulación e interacción— cada partido o movimiento es,
en cierto modo, dependiente de la función que los otros desempeñan en el escenario político.
El sistema de partidos es parte de la vis externa del “funcionamiento democrático”, que les exige el
artículo 35º de la Constitución, frente a la vis interna de ese mismo funcionamiento, constituida por
su estructura y acción organizacional interna.
61[18]
Sentencia del Tribunal Constitucional español N.º 75/1985, Fundamento 5.
C) C) Evitar una fragmentación en la representatividad congresal que obstaculice la gobernabilidad; el
consenso entre las mayorías y minorías, y la toma de decisiones oportunas y trascendentes en la vida
política, social y económica del país, pues, según quedó expuesto en los Fundamentos 4 a 18 supra,
todos ellos son elementos vitales para la estabilidad de la democracia representativa, reconocida en el
artículo 45º de la Constitución.
D) D) Impedir que, como consecuencia de la referida fragmentación, una mayoría simple pueda
resultar sustancialmente beneficiada por la ausencia de contrapesos significativos en el Congreso.
40. 40. La Constitución es la norma jurídica suprema del Estado, tanto desde un punto de vista objetivo-
estructural (artículo 51º), como desde el subjetivo-institucional (artículos 38º y 45º). Consecuentemente,
es interpretable, pero no de cualquier modo, sino asegurando su proyección y concretización, de manera
tal que los derechos fundamentales por ella reconocidos sean verdaderas manifestaciones del principio-
derecho de dignidad humana (artículo 1º de la Constitución).
41. 41. En consecuencia, pretender que la Constitución no puede ser interpretada, no sólo negaría su
condición de norma jurídica –en directa contravención de sus artículos 38º, 45º y 51º–, sino que
desconocería las competencias inherentes del juez constitucional como operador del Derecho, y sería tan
absurdo como pretender que el juez ordinario se encuentre impedido de interpretar la ley antes de
aplicarla.
43. 43. De ahí que el artículo 38º prevea el poder-deber de los jueces de preferir la Constitución a las
leyes, en caso de que exista incompatibilidad insalvable entre ambas (control difuso); y de ahí que los
artículos 200º, inciso 4; 201º; 202º, inciso 1; 203º, y 204º hayan regulado el proceso de
inconstitucionalidad ante el TC, confiriendo a éste la capacidad de expulsar del ordenamiento jurídico las
leyes viciadas de inconstitucionalidad, cuando no sea posible interpretarlas de conformidad con la
Constitución (control concentrado). Las sentencias emitidas en este proceso tienen efectos generales,
vinculan a todos los poderes públicos y adquieren calidad de cosa juzgada (artículos 81º y 82º del
CPConst.).
44. 44. De este modo, la jurisdicción constitucional es el elemento de equilibrio que garantiza el no
retorno al absolutismo parlamentario, en el que, so pretexto de representar a "la mayoría", se culmina por
instaurar el dominio autocrático frente a quienes, ajenos al poder, no participan de los idearios del
gobierno de turno.
45. 45. Este poder de la jurisdicción constitucional (control difuso y concentrado de las leyes) conlleva
el deber de los jueces de comprender el mensaje normativo, tanto de la Constitución como de las leyes, a
través de la interpretación, a efectos de determinar la compatibilidad o incompatibilidad entre ambas.
5.3 ¿Por qué el artículo 1º de la LOTC establece que el Tribunal Constitucional es el supremo intérprete
de la Constitución?
46. 46. Si bien entre los órganos constitucionales no existe una relación de jerarquía, al interior del
Poder Jurisdiccional sí existe una jerarquía constitucional, pues aún cuando todo juez se encuentra
obligado a preferir la Constitución frente a las leyes (artículo 138º de la Constitución) y,
consecuentemente, facultado a interpretarlas, el Poder Constituyente ha establecido que el contralor, por
antonomasia, de la constitucionalidad es el Tribunal Constitucional (artículo 201º de la Constitución).
47. 47. Es por ello que así lo tiene estipulado actualmente el artículo 1º de su Ley Orgánica —Ley N.º
28301— y el artículo 1º del Reglamento Normativo del TC. Y es por ello que el artículo VI del Título
Preliminar del CPConst., luego de recordar el poder-deber de los jueces de inaplicar las leyes contrarias a
la Constitución (artículo 138º de la Constitución), establece que no pueden dejar de aplicar una norma
cuya constitucionalidad haya sido confirmada por este Colegiado en un proceso de inconstitucionalidad,
y que deben interpretar y aplicar las leyes o toda norma con rango de ley y los reglamentos, según los
preceptos y principios constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las
resoluciones dictadas por el Tribunal Constitucional. Éstas no son creaciones ex novo del legislador del
CPConst., sino concretizaciones de una interpretación conjunta de los artículos 138º, 201º y 203º de la
Constitución.
48. 48. Desde luego, cuando se establece que determinados criterios dictados por este Tribunal resultan
vinculantes para todos los jueces, no se viola la independencia y autonomía del Poder Judicial,
reconocidas en el artículo 139º, inciso 2, de la Constitución, sino que, simplemente, se consolida el
derecho a la igualdad en la aplicación del ordenamiento jurídico (artículo 2º, inciso 2); máxime, si es a
partir del reconocimiento de su supremacía normativa que la Constitución busca asegurar la unidad y
plena constitucionalidad del sistema jurídico y su consecuente aplicación (artículos 38º, 45º y 51º de la
Constitución). Debe recordarse que ninguna garantía conferida a un órgano constitucional tiene su última
ratio en la protección del poder público en sí mismo, sino en asegurar la plena vigencia de los derechos
fundamentales como manifestaciones del principio-derecho de dignidad humana (artículo 1º de la
Constitución).
49. 49. De esta manera, deriva de la propia Constitución que al Tribunal Constitucional corresponda la
interpretación suprema de la Constitución, pues es la única forma de asegurar, de un lado, la garantía
jurisdiccional (artículo 200º) que es inherente a su condición de norma jurídica suprema (artículos 38º,
45º y 51º), y, de otro, el equilibrio necesario a efectos de impedir que los otros órganos constitucionales
—en especial, el Congreso de la República—, se encuentren exentos de control jurisdiccional, lo que
tendría lugar si pudiesen desvincularse de las resoluciones dictadas en el proceso que tiene por objeto,
justamente, controlar la constitucionalidad de su producción normativa.
5.4 Fundamento constitucional y legitimidad de las sentencias interpretativas del Tribunal Constitucional
50. 50. Al comprender que la Constitución es la norma jurídica suprema y que, como tal, puede ser
interpretada, se comprende también que la jurisdicción constitucional no es solamente la negación o
afirmación de la legislación, sino también su necesario complemento. Dicho de otro modo, la
jurisdicción constitucional es una colaboradora del Parlamento, no su enemiga.
51. 51. El principio de separación de poderes, recogido en el artículo 43º de la Constitución, busca
asegurar que los poderes constituidos desarrollen sus competencias con arreglo al principio de corrección
funcional; es decir, sin interferir con las competencias de otros, pero, a su vez, entendiendo que todos
ejercen una función complementaria en la consolidación de la fuerza normativa de la Constitución, como
Norma Suprema del Estado (artículos 38º, 45º y 51º).
52. 52. Dado que el artículo 201º de la Constitución establece que el Tribunal Constitucional “es
independiente y autónomo” en el ejercicio de sus competencias, como intérprete supremo de la
Constitución (artículo 201º, 202º de la Constitución y 1º de la LOTC) goza de un amplio margen en la
determinación de los métodos interpretativos e integrativos que le sean útiles para cumplir de manera
óptima su función de “órgano de control de la Constitución” (artículo 201º de la Constitución). Todo
ello, claro está, con pleno respeto por los límites que de la propia Norma Fundamental deriven.
53. 53. Cada una de las distintas clases de sentencias interpretativas e integrativas (Vid. STC 0004-
2004-CC, Fundamento 3.3), según se expone a continuación, encuentran su fundamento normativo en
diversas disposiciones constitucionales.
Dado que al Parlamento asiste legitimidad democrática directa como representante de la Nación (artículo
93º), el juez tiene el deber de presumir la constitucionalidad de las leyes, de modo tal que sólo pueda
inaplicarla (control difuso) o dejarla sin efecto (control concentrado), cuando su inconstitucionalidad sea
manifiesta; es decir, cuando no exista posibilidad alguna de interpretarla de conformidad con la
Constitución. De esta manera, el fundamento constitucional de las sentencias interpretativas propiamente
dichas se encuentra en los artículos 38º, 45º y 51º de la Constitución, que la reconocen como norma
jurídica (suprema); ergo, interpretable; así como en el principio de presunción de constitucionalidad de
las leyes, derivado del artículo 93º de la Constitución.
54. 54. Por otra parte, el Tribunal Constitucional tiene la obligación, de conformidad con el artículo 45º
de la Constitución, de actuar con las responsabilidades que ésta exige. Por ello, advertido el vacío
normativo que la declaración de inconstitucionalidad de una norma puede generar, y la consecuente
afectación de los derechos fundamentales que de ella puede derivar, tiene el deber —en la medida de que
los métodos interpretativos o integrativos lo permitan— de cubrir dicho vacío normativo a través de la
integración del ordenamiento pues, según reza el artículo 139º, iniciso 8, de la Constitución, los jueces
no pueden dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de la ley.
De otro lado, dado que en la generalidad de los casos las sentencias aditivas e integrativas, buscan reparar
la desigualdad derivada de aquello que se ha omitido prescribir en la disposición sometida a control, el
fundamento normativo para declarar la inconstitucionalidad de la omisión descrita, a efectos de entender
incluido en el supuesto normativo de la disposición al grupo originalmente discriminado, se encuentra en
el artículo 2º, iniciso 2, de la Constitución, que proclama la igualdad ante la ley y proscribe todo tipo de
discriminación, en su artículo 200º in fine, que reconoce el principio de razonabilidad (principio que
transita y se proyecta a la totalidad del ordenamiento jurídico), y en el artículo 51º, que exige la unidad
constitucional del ordenamiento jurídico.
55. 55. Sin duda, la jurisdicción no puede legislar desde un punto de vista formal; es decir, no tiene la
capacidad de creación jurídica ex novo dentro del marco constitucional, pues dicha competencia ha sido
reservada constitucionalmente al Congreso (artículos 90º y 102º 1) y, en su caso, al Poder Ejecutivo, a
través del dictado de decretos legislativos (artículo 104º) o decretos de urgencia (artículo 188º, inciso
19). Sin embargo, dado que la sentencia constitucional conlleva una función interpretativa
(concretizadora) de la Constitución y las leyes, es también fuente de derecho, pues permite definir con
carácter vinculante y efectos generales los alcances normativos de sus disposiciones. Por ello, cuando los
artículos 138º, 201º, 202º, inciso 1, y 204º, establecen el control difuso y concentrado de
constitucionalidad de las leyes, no reservan a la jurisdicción constitucional solamente garantizar el
respeto por la Constitución, sino también, en el marco del proceso constitucional, promocionar y
proyectar su postulado normativo (artículos 38º y 45º de la Constitución).
56. 56. De otro lado, las sentencias exhortativas propiamente dichas, en las que el Tribunal
Constitucional modula los efectos en el tiempo de sus sentencias de manera tal que el Congreso de la
República pueda, por vía legal, adoptar las medidas que eviten las consecuencias inconstitucionales que
puedan derivarse de la expulsión de una ley del ordenamiento, no sólo tienen sustento constitucional en
el artículo 45º, que exige a este Tribunal medir resposablemente las consecuencias de sus decisiones,
sino también en la fuerza de ley de dichas sentencias, prevista en el tercer párrafo del artículo 103º de la
Constitución, y, en consecuencia, en los distintos efectos temporales que aquellas pueden alcanzar,
sobretodo cuando versan sobre materias específicas, como la tributaria (artículo 74º) y penal (artículo
103º).
57. 57. Es indudable que si el TC no procediera de la forma descrita y, por el contrario, se limitara a
declarar la inconstitucionalidad de la norma, sin ningún tipo de ponderación o fórmula intermedia, como
la que ofrecen las referidas sentencias, el resultado sería manifiestamente inconstitucional y entonces nos
encontraríamos en el escenario de un Tribunal que, con sus resoluciones, fomentaría un verdadero clima
de inseguridad jurídica, en nada favorable al Estado social y democrático de derecho. Basta con
imaginarse el drama en el que se hubiera situado al Congreso de la República y al propio Poder Judicial
si —sin ningún criterio interpretativo o de modulación de efectos en el tiempo— este Tribunal hubiese
declarado inconstitucionales, por ejemplo, las normas que, años atrás, regulaban los procesos seguidos
contra el terrorismo (STC 0010-2002-AI) o ante la jurisdicción militar (STC 0023-2003-AI).
58. 58. La Constitución normativa no sólo se hace efectiva cuando se expulsa del ordenamiento la
legislación incompatible con ella, sino también cuando se exige que todos los días las leyes deban ser
interpretadas y aplicadas de conformidad con ella (sentencias interpretativas); cuando se adecua (o se
exige adecuar) a éstas a la Constitución (sentencias sustitutivas, aditivas, exhortativas); o cuando se
impide que la Constitución se resienta sensiblemente por una declaración simple de inconstitucionalidad,
no teniéndose en cuenta las consecuencias que ésta genera en el ordenamiento jurídico (sentencias de
mera incompatibilidad).
59. 59. El reconocimiento de que al Parlamento asiste la legitimidad directa del pueblo (artículo 93º de
la Constitución), el deber de concebir al ordenamiento jurídico como una proyección unitaria y armónica
de los valores constitucionales (artículo 51º de la Constitución) y el deber de la jurisdicción
constitucional de actuar “con las limitaciones y las responsabilidades que la Constitución y las leyes
establecen” (artículo 45º de la Constitución), exigen que la sentencia constitucional, no sólo pueda ser
una afirmación o negación de la ley, sino también su complemento, de modo tal que, por vía de la
interpretación constitucional, se evite, en la medida de lo posible, la expulsión de la ley del
ordenamiento, si de ello se pueden derivar inconstitucionalidades mayores a aquella en la que incurre.
61. 61. Así como la fuerza normativa de la Constitución (artículo 51º) y las responsabilidades
constitucionales con las que deben actuar los poderes públicos (artículo 45º de la Constitución) son las
que, en última instancia, otorgan fundamento constitucional al dictado de las sentencias interpretativas e
integrativas del Tribunal Constitucional, son, a su vez, las que limitan los alcances y oportunidad de su
emisión. De esta manera, y sin ánimo exhaustivo, los límites al dictado de las sentencias interpretativas o
integrativas denominadas “manipulativas” (reductoras, aditivas, sustitutivas, y exhortativas) son, cuando
menos, los siguientes:
c) c) Sólo cabe dictarlas con las responsabilidades exigidas por la Carta Fundamental (artículo 45º de
la Constitución). Es decir, sólo pueden emitirse cuando sean imprescindibles a efectos de evitar que la
simple declaración de inconstitucionalidad residente en la ley impugnada, genere una
inconstitucionalidad de mayores alcances y perversas consecuencias para el Estado social y
democrático de derecho.
d) d) Sólo resultan legítimas en la medida de que este Colegiado argumente debidamente las razones
y los fundamentos normativos constitucionales que, a luz de lo expuesto, justifiquen su dictado; tal
como, por lo demás, ha ocurrido en las contadas ocasiones en las que este Tribunal ha debido acudir a
su emisión (STC 0010-2002-AI, 0006-2003-AI, 0023-2003-AI, entre otras). De este modo, su
utilización es excepcional, pues, como se dijo, sólo tendrá lugar en aquellas ocasiones en las que
resulten imprescindibles para evitar que se desencadenen inconstitucionales de singular magnitud.
Estos criterios constituyen precedentes vinculantes para todos los poderes públicos, de conformidad con
lo establecido en el artículo VII del Código Procesal Constitucional.
63. 63. El derecho fundamental de sufragio activo se manifiesta a través del voto (tercer y cuarto
párrafos del artículo 31º de la Constitución), y su titularidad se encuentra reservada a los ciudadanos, es
decir, a los mayores de 18 años, y siempre que dicha ciudadanía se encuentre inscrita en el registro
electoral correspondiente (artículo 30º de la Constitución). Es así que la suspensión de la ciudadanía por
cualquiera de las causales previstas en el artículo 33º de la Norma Fundamental, da lugar a la suspensión
del ejercicio del derecho de voto.
64. 64. De conformidad con el artículo 31º de la Constitución, el derecho de voto goza de las siguientes
garantías inherentes a la delimitación de su contenido protegido:
a) a) Es personal: Debe ser ejercido directamente y, en ningún caso, a través de interpósita persona.
[t]iene naturaleza personal, no [es] posible (...) que un derecho con tales alcances pueda
convivir con una ley que establezca un condicionamiento respecto de la participación de un
determinado partido político del Congreso. (sic).
La manifiesta ausencia de nexo lógico entre aquello que protege el requerimiento constitucional de
que el voto sea personal, y este alegato de los demandantes, releva a este Tribunal de mayor análisis
sobre el particular.
b) b) Es igual: Esta característica deriva del mandato previsto en el artículo 2º, iniciso 2, de la
Constitución, conforme al cual ninguna persona puede ser discriminada por motivo de origen, raza,
sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.
Siendo el derecho de voto una garantía institucional para la estabilidad y la convivencia armónica en
una sociedad democrática, en modo alguno puede justificarse la restricción en su ejercicio por causas
carentes de objetividad, razonabilidad y proprcionalidad. Por el contrario, dichas restricciones deben
ser en todos los casos valoradas bajo el imperio del principio pro homine, de manera tal que toda
interpretación debe encontrarse orientada a procurar el ejercicio pleno del derecho.
c) Es libre: Esta característica del derecho de voto merece un análisis conjunto con su obligatoriedad
hasta los setenta años. La libertad inherente al derecho de voto debe ser comprendida en el sentido de
que a nadie pueda conminarse a que se manifieste en un determinado sentido, de manera tal que su
orientación sea consecuencia de una meditación personalísima, “espontánea” (artículo 176º) y
responsable entre las distintas opciones posibles. La “decisión”, consiguientemente, jamás puede ser
consecuencia de algún grado de incidencia previa sobre la libertad de conciencia (artículo 2º, inciso
3) ni menos aún sobre la integridad física, psicológica o moral (artículo 2º, inciso 1).
Sin embargo, en aras de forjar una identidad ciudadana con los principios consubstanciales a la
participación política y la democracia, el constituyente no solamente ha estatuido el voto como un
derecho, sino como un deber, de modo tal ha optado por estatuir el voto obligatorio, dando lugar a
que, sin perjuicio de lo expuesto, ante la ausencia de causas justificadas, pueda derivarse alguna
sanción administrativa por no acudir a las urnas.
d) d) Es secreto: Nadie puede ser obligado a revelar, sea con anterioridad o posterioridad al acto
de sufragio, el sentido del voto. Este componente del derecho al voto deriva, a su vez, del derecho
fundamental de toda persona a mantener reserva sobre sus convicciones políticas (artículo 2º, inciso
18), y constituye una garantía frente a eventuales intromisiones tendentes a impedir que se forje una
elección libre y espontánea.
65. 65. Pues bien, expuestos así los ámbitos protegidos por el derecho fundamental de todo ciudadano a
elegir a sus representantes, resulta evidente que el artículo 1º de la Ley impugnada, al establecer la
“barrera electoral”, no resulta contrario a este derecho. En efecto, dicha disposición no impide el
ejercicio personal del voto. Tampoco genera discriminación de ningún tipo entre los votantes o entre los
partidos o movimientos participantes, pues absolutamente a todos les serán aplicables las mismas reglas
constitucionales y legales. No impide acudir libremente a las urnas. Menos aún, exige revelar la
identidad del candidato, partido, movimiento, alianza o lista a la que se ha decidido apoyar.
66. 66. Los demandantes justifican así la razón por la que consideran afectado el referido derecho
fundamental:
67. 67. En tal sentido, no sólo resulta que los demandantes erróneamente consideran que nuestro
sistema electoral se encuentra regido por el principio de la mayoría, conforme al cual quienes mayor
cantidad de votos han alcanzados excluyen, necesariamente, al resto (sin ninguna consideración de
proporcionalidad entre las fuerzas políticas participantes), sino que parecen sugerir que pertenece al
contenido protegido del derecho al voto, tener la garantía de que el candidato por el que se ha votado,
ocupe necesariamente un escaño en el Congreso, lo que a todas luces constituye un despropósito;
máxime si se tiene en cuenta que una vez elegidos, todos los congresistas representan a la Nación
(artículo 93º de la Constitución).
§7. Los requisitos para mantener vigente la inscripción de los partidos y movimientos políticos
68. 68. Por otra parte, los demandantes también han cuestionado la constitucionalidad del artículo 1º de
la Ley N.º 26859, en el extremo que, modificando el artículo 87º de la LOE, dispone que
[l]os partidos políticos que no hayan obtenido representación parlamentaria mantendrán vigencia
temporalmente por espacio de un (1) año, al vencimiento del cual se concelará su inscripción.
Asimismo, cuestionan la constitucionalidad del artículo 2º de la Ley N.º 26859, que, modificando el
artículo 13º a) de la Ley N.º 28094, dispone:
69. 69. Sobre el particular, los demandantes sostienen que resultan inconstitucionales los artículos
citados, pues con ellos
70. 70. El Tribunal Constitucional no comparte tal criterio. En efecto, resulta evidente que los reseñados
artículos se encuentran orientados a cumplir similares finalidades a las que cumple la “barrera electoral”,
puesto que aún cuando la democracia exija un gobierno de las mayorías con pleno respeto de los
derechos fundamentales de las minorías, tales minorías y, en concreto, las minorías partidarias, sólo
pueden ser consideradas relevantes en la formación y manifestación de la voluntad general que permita
la gobernabilidad y el consenso (artículo 35º de la Constitución) en la medida de que gocen de un
mínimo de institucionalidad representativa, y la ausencia de ello queda evidenciado cuando no se tiene
representación parlamentaria, o se tiene una representatividad ínfima a nivel nacional.
71. 71. Es por ese mismo motivo que la inscripción de los partidos, movimientos y agrupaciones
políticas en el Perú siempre se ha encontrado sujeta a cumplir con una determinada cantidad de firmas de
adherentes62[19].
72. 72. Por lo demás, la norma resulta acorde con el principio de proporcionalidad (artículo 200º de la
Constitución), en la medida de que otorga al partido el plazo de un año para reestructurar sus bases y
adoptar las medidas necesarias para poder lograr a futuro una representatividad institucional que
justifique su presencia en el escenario del consenso político.
73. 73. Por todo lo dicho, el Tribunal Constitucional considera plenamente constitucionales los
extremos impugnados de los artículos 1º y 2º de la Ley N.º 28617; y, consecuentemente, dada su esencial
62[19]
El Decreto Ley 11172, del 30 de setiembre de 1949, exigía 20 mil firmas de adherentes para la inscripción del partido (2.57% del electorado
aprox). La misma cantidad de firmas fue exigida por los Decretos Leyes 13713 Decreto Ley 14250, este último del 5 de diciembre de 1962. El
Decreto Ley 21995, del 15 de noviembre de 1977, que rigió sólo para las elecciones de la Asamblea Constituyente de ese entonces, modificó la cifra
exigiendo 40 mil adherentes (0.59% del electorado aprox.). El Decreto Ley 22652, del 27 de agosto de 1979, mantuvo la cifra. El 24 de agosto de
1984, se expidió la Ley 23903, que elevó la valla hasta 100 mil firmas (1.19% del electorado aprox). La Ley 25684, del 21 de agosto de 1992,
mantuvo la vaya de 100 mil firmas (0.99% del electorado aprox). La Ley 26859, del 29 de setiembre de 1997, establece el requisito de 4% de firmas
de adherentes (500 mil electores aprox). La Ley 27369, del 17 de noviembre de 2000, disminuye la valla al 1% de firmas de los votantes del último
proceso electoral (120 mil electores aprox). Finalmente, la Ley 28094, Ley de Partidos Politicos, en concordancia con la Ley Orgánica de Elecciones
establece el 1% de firmas de los votantes del ultimo proceso electoral (120 mil electores aprox).
vinculación con la Disposición Transitoria Única de la misma Ley (a la que se hizo alusión en el
Fundamento 2 supra), este Colegiado también considera constitucional dicha disposición.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú,
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
GARCÍA TOMA
GONZALES OJEDA
ALVA ORLANDINI
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
STC N.° 4227-2005-PA, Caso Royal Gaming S.A.C
En Lima, a los 2 días del mes de febrero de 2006, reunido el Tribunal Constitucional en sesión de
Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores magistrados García Toma, Presidente; Gonzales Ojeda,
Vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la
siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por Royal Gaming S.A.C. contra la sentencia de la
Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 692, su fecha 17 de enero de 2005, que
declaró infundada la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 9 de enero de 2004, Royal Gaming S.A.C. interpone demanda de amparo contra la
Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT), el Ministerio de Comercio Exterior y
Turismo (MINCETUR), el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Tribunal Fiscal, a fin de que se
dejen sin efecto : a) la Resolución N.º 05641-5-2003, expedida por el Tribunal Fiscal; b) las órdenes de pago
N.os 011-001-0006177 a 011-001-0006181 y 011-001-0005593, por ampararse en normas incompatibles con
la Constitución, al estar referidas a la aplicación retroactiva de la base imponible del impuesto al juego de
casino y máquinas tragamonedas, así como la autodelegación legislativa y la fijación por parte de la SUNAT
del límite del 0.05% como monto máximo de descuento de gastos. Como consecuencia de su pretensión
principal, y como pretensión accesoria, solicita que se declaren inaplicables al caso concreto : c) el artículo
17° de la Ley N.° 27796, que sustituye el artículo 38° de la Ley N.° 27153; d) la Tercera y Décima
Disposiciones Transitorias de la Ley N.° 27796; e) la Tercera Disposición Complementaria y Final del
Reglamento de la Ley N.º 27796, Decreto Supremo N.º 009-2002-MINCETUR; f) la Primera, Segunda y
Tercera Disposiciones Finales de la Resolución de Superintendencia N.° 014-2003/SUNAT; y, g) la
Resolución de Superintendencia N.° 052-2003/SUNAT. Pretende, además, que no se le determine, acote,
exija, cobre o embargue el impuesto a los juegos de casinos y máquinas tragamonedas por ningún período
fiscal.
Alega que la vigencia y aplicación de dichas normas vulnera sus derechos constitucionales a la
propiedad, de iniciativa privada y libertad de empresa, y los principios constitucionales de no
confiscatoriedad, de irretroactividad de la ley, de legalidad y de facultad de delegación en materia legislativa.
Manifiesta que la Ley N.º 27796 es incompatible con la Constitución y contraria a lo resuelto por el Tribunal
Constitucional en la STC N.º 009-2001-AI/TC y su resolución aclaratoria, toda vez que para la
determinación de la base imponible sólo permite deducir como gasto aquel que corresponde exclusivamente
a los gastos por mantenimiento de máquinas tragamonedas y juegos de casino, sin considerar como gasto
deducible todos aquellos que inciden directamente en la generación del ingreso, tales como gastos de luz,
agua, teléfono, alquiler y mantenimiento de locales, atención a clientes, entre otros, los cuales son aceptados
y reconocidos por normas internacionales de contabilidad. Expresa que para la deducción de los gastos de
mantenimiento, éstos no deben exceder del 2% del ingreso neto mensual, lo cual constituye una arbitrariedad
que grava el patrimonio y no el resultado derivado de la explotación de las máquinas. Señala, además, que la
alícuota del 12% aplicada sobre una base imponible establecida casi sobre los ingresos brutos, determina que
el monto a pagar resulte excesivo y carente de razonabilidad, y que la Ley N.º 27796 contraviene el principio
de irretroactividad de las normas, ya que permite que se aplique el impuesto del 12% sobre obligaciones
tributarias devengadas con anterioridad a su entrada en vigencia; es decir, antes del 27 de julio del 2002.
Asimismo, refiere que se ha delegado a la SUNAT la facultad de legislar y fijar el monto máximo de
deducción de gastos de atención, el cual fue fijado en 0.05%, lo cual no tiene sustento técnico y vulnera el
principio de legalidad, pues en materia tributaria sólo puede legislarse mediante normas con rango de ley.
La Procuradora Pública Ad Hoc para los procesos judiciales relacionados con los Casinos de Juego y
Máquinas Tragamonedas propone la excepción de litispendencia y contesta la demanda solicitando que sea
desestimada. Expresa que la Ley N.º 27796 ha sido expedida conforme a las recomendaciones efectuadas por
el Tribunal Constitucional, subsanando los vicios de inconstitucionalidad que afectaban la Ley N.º 27153,
resultando válido exigir y acotar el tributo que grava la actividad de conformidad con lo dispuesto por la
Tercera Disposición Transitoria de la Ley N.º 27796. Alega, además, que la SUNAT se encuentra facultada
para actuar mediante remisión normativa, por lo que la Décima Disposición Transitoria de la Ley N.º 27796
no atenta contra el principio de legalidad.
El Procurador Adjunto a cargo de los asuntos judiciales del Ministerio de Economía y Finanzas
propone las excepciones de incompetencia, de falta de legitimidad para obrar, de litispendencia y de
prescripción, y contesta la demanda manifestando, por un lado, que ésta resulta improcedente, en tanto se
cuestiona en abstracto diversos dispositivos de la Ley N.° 27796; y, de otro, porque la materia controvertida
ya ha sido dilucidada por el Tribunal Constitucional, circunscribiéndose dicha ley a lo resuelto por el
Supremo Tribunal.
El Cuadragésimo Cuarto Juzgado en lo Civil de Lima, con fecha 27 de mayo de 2004, desestimó las
excepciones propuestas, declaró fundada, en parte, la demanda, y en consecuencia, inaplicables al caso
concreto el numeral 38.2, inciso b) del artículo 38º de la Ley N.º 27153, sustituido por el artículo 17° de la
Ley N.° 27796; las órdenes de pago N. os 011-001-0006177, 011-001-0006178, 011-001-0006179, 011-001-
0006180, 011-001-0006181 y 011-001-0005593, las cuales deja sin efecto, así como la Resolución del
Tribunal Fiscal N.º 05641-5-2003, del 1º de octubre de 2003, y dispone que a la recurrente no se le exija,
cobre o embargue en base a las referidas órdenes de pago. Asimismo y respecto de la pretensión de que se
declaren inaplicables la Décima Disposición Transitoria de la Ley N.º 27796, la Primera, Segunda y Tercera
Disposiciones Finales de la Resolución de Superintendencia N.º 014-2003/SUNAT, y la Resolución de
Superintendencia N.º 052-2003/SUNAT, tal extremo de la demanda resulta improcedente, toda vez que no
han sido aplicadas al caso concreto, careciendo de objeto pronunciarse respecto de la vulneración de los
principios de legalidad y facultad de delegación en materia legislativa.
La recurrida, revocando la apelada, declaró infundada la demanda en todos sus extremos, por
estimar que ninguna de las disposiciones cuestionadas por la recurrente, y en particular la Ley N.º 27796,
implica la afectación de los derechos constitucionales invocados, ni es contraria a lo resuelto por el Tribunal
Constitucional en la STC N.º 009-2001-AI/TC y su resolución aclaratoria; porque las reglas contenidas en el
artículo 17º de la Ley N.º 27796 no convierten al impuesto en confiscatorio, sino que representan formas
legítimas para desalentar una actividad considerada no estratégica por el Estado, y porque la Primera,
Segunda y Tercera Disposiciones Finales de la Resolución de Superintendencia N.º 014-2003-/SUNAT, así
como la Resolución de Superintendencia N.º 052-2003/SUNAT, no han sido aplicadas al caso concreto.
FUNDAMENTOS
Consideraciones Preliminares
106. 1. La potestad tributaria del Estado, regulada en el artículo 74° de nuestro Texto Constitucional, se
constituye como un ámbito reservado al legislador para crear tributos mediante leyes o decretos
legislativos, encontrándose dicha facultad sujeta al respeto de los principios de reserva de ley, igualdad y
los derechos fundamentales de la persona; encontrándose proscrita la confiscatoriedad tributaria.
107. 2. De otro lado, como lo ha sostenido este Tribunal en el FJ. N.° 27 de la STC N.° 0004-2004-
AI/TC, “[n]uestra Carta Política no ha constitucionalizado (o a su turno, prohibido) ningún impuesto.
Tampoco ha determinado qué tipo de actividades económicas puedan ser, o no, objeto de regulaciones
fiscales”. Así, siempre y cuando el legislador conserve los lineamientos establecidos en la Constitución,
podrá gravar determinadas manifestaciones o fuentes de riqueza sustentando para ello la naturaleza,
medios y fines del tributo.
108. 3. En el presente caso, conforme a lo establecido por este Colegiado mediante la STC N.° 0009-
2001-AI/TC, el Impuesto a la explotación de los juegos de casinos y máquinas tragamonedas resultaba
inconstitucional en cuanto a la forma de determinación de la alícuota establecida en los artículos 38.1° y
39° de la Ley N.º 27153, pues gravaba el 20% de la base imponible constituida por la ganancia bruta
mensual, resultante entre el ingreso total percibido en un mes de apuestas o dinero destinado al juego y el
monto total de los premios otorgados en dicho mes, sin incluir la deducción de los gastos realizados para
la obtención de las utilidades, como pago a cuenta del impuesto a la renta.
109. 4. Dicha situación fue modificada mediante los artículos 17° y 18° de la Ley N.° 27796, publicada
el 26 de junio del 2002, variándose de este modo la base imponible del citado tributo, reduciéndose la tasa
de la alícuota de 20% al 12%, e incorporándose la posibilidad de deducir gastos de mantenimiento,
adecuándose a los criterios sentados por este Tribunal.
110. 5. La recurrente cuestiona el artículo 17° de la Ley N.° 27796 –que sustituye el artículo 38° de la
Ley N.° 27153– y establece la base imponible del impuesto a la explotación de los juegos de casino y
tragamonedas, así como la Tercera Disposición Transitoria de la Ley N.° 27796, que establece que la tasa
del 12% será de aplicación desde la fecha de vigencia de la Ley N.° 27153. Alega que no existe norma
legal ni constitucional que permita la aplicación retroactiva de la ley tributaria, por lo que la actuación de
la administración respecto de la aplicación de la nueva base y tasa del impuesto contenidas en la Ley N.º
27796 resulta inconstitucional e ilegal, ya que viola los principios de irretroactividad y de temporalidad
de la ley. Expresa, además, que en virtud del principio de irretroactividad de las leyes tributarias, así como
de lo dispuesto por el artículo 204º de la Constitución, las sentencias de este Tribunal que declaran la
inconstitucionalidad, en todo o en parte, de una norma legal, carecen de efectos retroactivos, por lo que
dicho principio no puede ser soslayado a través de un pronunciamiento del Tribunal Constitucional
amparado en una norma legal de inferior jerarquía que la Constitución; por tanto, la aplicación retroactiva
de la nueva base imponible y tasa del impuesto prevista por la Ley N.º 27796 deviene inconstitucional e
ilegal.
[l]a tasa establecida en el artículo 39°, modificado por la presente Ley, será de
aplicación desde la fecha de vigencia de la Ley 27153, quedando sin efecto la tasa del
20% del impuesto establecido anteriormente. Los montos pagados o devengados en
aplicación de la tasa anterior serán afectados por la nueva tasa y nueva base imponible.
Las deudas acumuladas serán calculadas con la tasa vigente a partir de la vigencia de
la presente Ley y los pagos efectuados constituirán créditos para la aplicación de la
nueva tasa [...].
112. 7. Sobre el particular, importa señalar que, si bien es cierto que, mediante la STC N.º 009-2001-
AI/TC, el Tribunal Constitucional declaró inconstitucionales los artículos 38.1° y 39° de la Ley N.º
27153, sin embargo, ello no implica que la recurrente se encuentre exonerada del pago del tributos, sino
que los mismos deben regularse en función a una nueva base imponible y alícuota del impuesto.
113. 8. Es así que, mediante la resolución de aclaración recaída en la mencionada sentencia, este
Colegiado dispuso, en el tercer considerando, que
[v]isto el vacío, del cual este Tribunal no es responsable, las empresas dedicadas a la
explotación de los juegos de casino y tragamonedas deberán sujetarse a lo que –mientras
no entre en vigencia la ley definitiva– el Congreso establezca en una norma transitoria y,
en su defecto, deberán seguir entregando al ente recaudador –hasta el 31 de diciembre
del 2002- un monto igual al del impuesto de la Ley 27153, precisando, sin embargo, que
dicha entrega no constituye pago en su totalidad, ni surte los efectos del pago respecto al
integro del monto entregado, pues este deberá regularizarse conforme a las reglas
establecidas en el Fundamento 16 de la sentencia, una vez promulgada la nueva ley”.
115. 10. Evidentemente, como quiera que al día siguiente de la publicación de la STC N.º 009-
2001-AI/TC no existía aún en el ordenamiento jurídico norma alguna que regulara el pago del referido
impuesto en base a las nuevas reglas constitucionales, se produjo una vacatio legis, que justificó lo
dispuesto en la resolución aclaratoria del Tribunal Constitucional, a la que se ha hecho referencia en el
Fundamento N.º 8, supra; y que, en virtud al carácter vinculante, fuerza de ley y cosa juzgada de las
sentencias de inconstitucionalidad, debía ser cumplida en dichos términos por todos los poderes públicos.
Asimismo, importa señalar que, de acuerdo al artículo 204º de la Constitución, la norma declarada
inconstitucional queda sin efecto a partir del día siguiente de su publicación, salvo en el caso de materia
tributaria, permitiéndose la declaratoria con efecto retroactivo, en concordancia con lo dispuesto en el
último párrafo del artículo 74º de la propia Constitución y el artículo 81º del Código Procesal
Constitucional –antes, artículos 36º y 40º de la Ley Orgánica de este Colegiado–. En consecuencia,
tratándose de la declaratoria de inconstitucionalidad de normas tributarias por transgresión del artículo
74º de la Carta Magna, el Tribunal Constitucional se encuentra habilitado para modular los efectos de sus
sentencias en el tiempo, conforme lo dispuso en la STC N.º 009-2001-AI/TC, de manera que carece de
sustento el cuestionamiento hecho por la recurrente respecto al ejercicio de tal facultad.
116. 11. De otro lado, conforme a lo expuesto en el fundamento 4 supra, mediante los artículos
17º y 18º de la Ley N.º 27796 se modificó la base imponible y se redujo la alícuota del 20% al 12% del
impuesto materia de análisis, incorporando la posibilidad de deducir gastos por mantenimiento
ascendentes al 2% del ingreso mensual, de conformidad con lo dispuesto en la STC N.º 009-2001-AI/TC.
117. 12. Al respecto, la recurrente expresa que el artículo 17º de la Ley N.º 27996 es
incompatible con la Constitución, por cuanto sólo permite deducir como gasto aquel que corresponde
exclusivamente a los gastos por mantenimiento de las máquinas tragamonedas y juegos de casino, sin
considerar como gastos deducibles todos aquellos que inciden directamente en la generación del ingreso,
tales como gastos de luz, agua, teléfono, alquiler y mantenimiento de locales, atención al cliente, entre
otros. Asimismo, alega que el límite del 2% del ingreso neto mensual para la deducción de los gastos por
mantenimiento de las máquinas tragamonedas y medios de juego de casinos resulta arbitrario.
118. 13. Sobre el particular, cabe precisar que lo que la recurrente solicita es la evaluación en
abstracto de tal disposición, lo cual no es posible mediante el proceso de amparo, destinado a la
protección de derechos constitucionales y en el que la demandante debe, mínimamente, demostrar ejercer
la titularidad de los derechos cuya vulneración invoca.
119. 14. En ese sentido, conforme se observa de autos, la recurrente no ha demostrado de manera
fehaciente que, a consecuencia de las disposiciones que cuestiona, se hayan vulnerado sus derechos
constitucionales. En efecto, carece de sustento sostener afectación de derecho constitucional alguno sobre
la base del sistema de deducciones y el límite que al mismo ha dispuesto el legislador para el caso del
impuesto a la explotación de los juegos de casinos y máquinas tragamonedas, ya que las deducciones
permitidas para cada tipo de impuestos deben guardar razonable relación con la particular naturaleza
del mismo.
120. 15. De modo que no puede pretenderse que un impuesto a la explotación, como en el
presente caso, deba recibir exactamente el mismo trato respecto de las deducciones admitidas para el caso
del impuesto a la renta, las cuales, respondiendo al principio de causalidad, permiten la deducción de
aquellos gastos necesarios para producir y mantener la fuente, esto es, la actividad generadora de renta,
conforme expresamente lo dispone el artículo 37º de la Ley de Impuesto a la Renta. En otras palabras, lo
que finalmente pretende la empresa demandante es recibir doblemente el beneficio de la deducción de los
gastos de luz, agua, teléfono, alquiler y mantenimiento de locales, que ya le son permitidos para el caso
del impuesto a la renta.
121. 16. Así, de fojas 5 a 9, y 11 de autos se comprueba que las órdenes de pago cuestionadas
fueron calculadas conforme a la nueva tasa regulada en el artículo 39º de la Ley N.º 27153, modificada
por la Ley N.º 27796, lo cual resulta acorde con lo dispuesto por el Tribunal Constitucional en la STC N.º
009-2001-AI/TC, así como en su resolución aclaratoria.
122. 17. Dicha disposición establece que, para efectos del impuesto a la renta, la SUNAT
determinará el porcentaje máximo de deducción en que incurra el operador de los juegos de casinos y
máquinas tragamonedas en los gastos de alimentos, cigarrillos y bebidas alcohólicas que de manera
gratuita entregue a los clientes.
123. 18. La recurrente alega que se ha delegado a la SUNAT la facultad de legislar y fijar el
monto máximo de deducción de gastos de atención, el cual fue fijado en 0.05%, lo cual no tiene sustento
técnico y vulnera el principio de legalidad, toda vez que en materia tributaria sólo puede legislarse
mediante normas con rango de ley.
124. 19. Este Tribunal ya se ha referido, en reiterada jurisprudencia, a las relaciones ley y
reglamento, y ha establecido que es completamente permisible la regulación por remisión, siempre y
cuando lo determine la propia Ley y no exceda lo dispuesto en ella. Se trata, pues, de una relación de
integración y coherencia normativa entre ambas.
125. 20. De este modo, tal y como se señaló en el Fundamento N.º 19 de la STC N.º 1907-2003-
AA/TC,
126. 21. Por otro lado, y en cuanto a la materia tributaria se refiere, en la STC N.º 2762-2002-
AA/TC también se ha establecido que la reserva de ley en materia tributaria no afecta por igual a todos
los elementos integrantes del tributo; el grado de concreción es máximo cuando regula el hecho
imponible y menor cuando se trate de regular otros elementos. De esa manera, se reconoce con ello la
flexibilización de la reserva en determinadas situaciones y la importancia del análisis de concreción de la
misma, en cada caso específico.
127. 22. En el caso de autos, y en cuanto a la remisión reglamentaria dispuesta por la Décima
Disposición Transitoria de la Ley N.º 27796 se refiere, este Tribunal estima que no afecta el principio de
reserva de ley, toda vez que los límites y porcentajes a deducir, en el caso específico, forman una parte del
sistema integral de deducciones para llegar a la renta neta imponible establecida en la Ley (esto es, gastos
necesarios para obtener la renta, depreciaciones y amortizaciones, así como previsiones y reservas); vale
decir que es sólo parte del proceso para su determinación, de modo que, en tanto el conjunto de los
mecanismos de cálculo esté dispuesto en la Ley, no resulta prohibida la colaboración excepcional al
reglamento en casos particulares como el expuesto, debido a la naturaleza misma de la actividad; más
aún, cuando es razonable que determinadas deducciones deban ser limitadas a fin de evitar un uso
arbitrario y desproporcionado de las mismas.
128. 23. En el caso, aún con las modificaciones a que se ha hecho referencia en el Fundamento
N.º 11, supra, la recurrente considera que el impuesto tiene efectos confiscatorios, alegato que,
evidentemente, debe probarlo de manera fehaciente.
129. 24. En la STC N.° 2302-2003-AA/TC, este Tribunal ha establecido que para acreditar la
confiscatoriedad en cada caso, es necesario probar la afectación real al patrimonio empresarial de la
persona jurídica, como en el caso de autos. Y es que no podría ser de otra manera cuando se alega
afectación exorbitante a la propiedad privada.
130. 25. Si bien es cierto que el artículo 9º del Código Procesal Constitucional ha establecido la
inexistencia, en los procesos constitucionales, de una etapa probatoria, sin embargo, también prevé la
procedencia de medios probatorios que no requieran de actuación y a los que el juez considere
indispensables, pero siempre que ello no afecte la duración del proceso.
131. 26. No obstante, en los casos que se alegue confiscatoriedad, es necesario que la misma se
encuentre plena y fehacientemente demostrada, lo cual no ha ocurrido en el caso de autos, como se
explicará a continuación. De lo contrario, corresponderá atender este tipo de procesos en otra vía, donde
sí puedan actuarse otros medios de prueba y proceda la intervención de peritos independientes que
certifiquen las afectaciones patrimoniales a causa de impuestos.
132. 27. En efecto, a fojas 235 a 242; 243 a 253, y 254 a 268, la recurrente adjunta, para
demostrar la alegada confiscatoriedad, copia simple del Informe elaborado por el Estudio de Abogados
Echandía, Manini, Padrón & Asociados, del 22 de agosto de 2003; el Informe elaborado por el Estudio de
Abogados Muñiz, Forsyth, Ramírez, Pérez-Taimán & Luna Victoria, de fecha 26 de agosto de 2003, así
como la ampliación de sus conclusiones de fecha 27 de octubre de 2003, referidos a la nueva base
imponible a la explotación de los juegos de casinos y máquinas tragamonedas prevista por el artículo 17°
de la Ley N.º 27796, así como el Informe respecto de la verificación contable de los ingresos y gastos
relacionados con la actividad generadora de renta por el período comprendido entre el 1 de octubre del
2002 y el 30 de setiembre del 2003, elaborado por la firma de contadores públicos Panez, Chacaliaza,
Barreda & Asociados S.C., del 11 de noviembre de 2003.
133. 28. A juicio de este Colegiado, tales documentos no pueden ser admitidos de ninguna manera
como pruebas fehacientes para demostrar la alegada consficatoriedad de tributos y acreditar la situación
económica de la empresa; en primer lugar, porque no pueden admitirse como medios probatorios válidos
aquellos que representan autoliquidaciones del propio contribuyente o, como sucede en el caso de autos,
informes elaborados a su petición, pues restan imparcialidad a lo declarado y, en todo caso, están sujetos a
revisión.
134. 29. Al respecto, cabe señalar que los informes elaborados por los estudios jurídicos
anteriormente mencionados se basan en el análisis en abstracto de la nueva base imponible del impuesto
materia de autos, en concordancia con el pronunciamiento de este Tribunal en dicha materia, sin sustentar
sus opiniones en la realidad económica y financiera de la recurrente. Asimismo, y en cuanto al documento
elaborado por la firma de contadores públicos citada, importa señalar que dicho documento se limita a
indicar cifras, pero no certifica la certeza de las mismas, ni demuestra en realidad a cuánto ascienden los
gastos de la empresa, pues para que ello quede fehacientemente acreditado no basta con su mera
alegación, sino que deben adjuntarse los documentos que acrediten la manera cómo se llega a dichos
montos.
135. 30. Consecuentemente, tal extremo de la demanda debe ser desestimado por no haberse
acreditado la confiscatoriedad alegada por la recurrente.
136. 31. En principio, cabe señalar que la recurrente no ha precisado en qué medida la referida
disposición vulnera sus derechos constitucionales, tanto más, cuando de las órdenes de pago cuestionadas
no se advierte su aplicación en forma concreta, por lo que tal extremo de la demanda no puede ser
estimado.
137. 32. Sin perjuicio de lo expuesto, del análisis de dicha disposición fluye que la misma
establece los criterios aplicables para la regularización del pago del impuesto a la explotación de los
juegos de casinos y máquinas tragamonedas, referentes a la nueva tasa prevista en el artículo 18º de la
Ley N.º 27796, en cumplimiento de la STC N.º 009-2001-AI/TC y su resolución aclaratoria, pautas que
establecen su recálculo y determinación, así como la oportunidad de su pago, lo cual no puede ser alegado
como violatorio de derecho constitucional alguno, ya que el Estado tiene la facultad de establecer las
características del sistema de recaudación de tributos en ejercicio de su potestad tributaria.
139. 34. De otro lado, la también cuestionada Tercera Disposición Final de la resolución in
commento dispone que “Para efectos de lo dispuesto en la Décima Disposición Transitoria de la Ley N.°
27796, a fin de determinar la renta neta de la tercera categoría del Impuesto a la Renta, se deducirán los
gastos de alimentos, cigarrillos y bebidas alcohólicas que, de manera gratuita, el Sujeto del Impuesto
entregue a los clientes en las salas de Juegos y Casino y/o Máquinas Tragamonedas, en la parte que, en
conjunto, no excedan del 0.05% de los ingresos brutos de rentas de tercera categoría, con un límite
máximo de cuarenta (40) Unidades Impositivas Tributarias (UIT)”. Asimismo, la Décima Disposición
Transitoria de la Ley N.° 27796 dispone que “Para efectos del Impuesto a la Renta, la SUNAT
determinará el porcentaje máximo de deducción en que incurra el operador de los juegos de casino y
máquinas tragamonedas en los gastos de alimentos, cigarrillos y bebidas alcohólicas, que de manera
gratuita entregue a los clientes”.
140. 35. Respecto de dicha disposición, la recurrente alega que no permite a los contribuyentes
del impuesto al juego descontar los gastos de atención a los clientes.
141. 36. Este Tribunal no comparte la posición de la demandante, pues, si bien es cierto que en
dicho dispositivo se hace referencia a la forma de cálculo de la renta neta de tercera categoría, ésta no
implica modificación o alteración de la base imponible de dicho tributo, ya que mediante la norma
cuestionada se ha dispuesto una deducción adicional aplicable sólo al rubro de casinos y tragamonedas,
dentro de las deducciones que dispone el Texto Único Ordenado de la Ley del Impuesto a la Renta,
Decreto Supremo N.° 179-2004-EF –publicado el 8 de diciembre del 2004–, por concepto de gastos de
alimentos, cigarrillos y bebidas alcohólicas, que de manera gratuita se entregan a las personas que asisten
a los locales donde se explotan los juegos de casinos y tragamonedas.
142. 37. Como ya se ha expresado, al declararse la inconstitucionalidad de los artículos 38° y 39°
de la Ley N.° 27153 –mediante la STC N.° 009-2001-AI/TC–, por ser contrarios al principio de no
confiscatoriedad tributaria, al no haberse incluido como deducción del impuesto a la renta los gastos
realizados por la entrega gratuita de alimentos, cigarrillos y bebidas alcohólicas, es precisamente que en
cumplimiento de dicho precedente, el legislador expidió la Ley N.° 27796, incluyendo dicho concepto
como deducción del impuesto a la renta de tercera categoría, aplicable para los contribuyentes del rubro
de casinos y tragamonedas disponiendo, en su Décima Disposición Transitoria, la delegación de
facultades a la SUNAT, a fin de que establezca el porcentaje correspondiente.
143. 38. Así, en cumplimiento de dicha delegación, se fijó el porcentaje de deducción por el
referido concepto, hecho que no implica afectación de derecho constitucional alguno, sino la adecuación a
lo expresado en el pronunciamiento emitido por el Tribunal Constitucional en la revisión de la
constitucionalidad de la Ley N.° 27153, por lo que el hecho de haberse fijado un parámetro de deducción
del 0.05% de los gastos por bocaditos y aperitivos, constituye sólo el ejercicio legítimo –aunque por
delegación– de la facultad de normar con la que cuenta la SUNAT, en aplicación de la Décima
Disposición Transitoria de la Ley N.º 27796.
145. 40. Por lo demás, y conforme a lo expuesto en la STC N.° 2302-2003-AA/TC, y en la propia
STC N.° 0009-2001-AI/TC, para el Tribunal Constitucional parece absolutamente necesario reiterar que
el ocio que promueve el Estado mediante la cultura, recreación y el deporte es distinto al que tolera
mediante la explotación de los juegos de apuesta, que pueden generar adicción –ludopatía– con efectos
económicos y sociales perjudiciales para el jugador y su familia, lo cual resulta incompatible con la
preservación y defensa de otros bienes y principios constitucionales y, en particular, con la protección de
la moralidad y seguridad públicas.
146. 41. Por tales razones, la Ley N.° 27796 ha creado una Comisión Nacional de Prevención y
Rehabilitación de Personas Adictas a los Juegos de Azar, dependiente del Ministerio de Salud, con el fin
de preservar y proteger a la ciudadanía de los posibles perjuicios o daños que afectan la salud pública, y
cuyas funciones están orientadas a la elaboración y ejecución de campañas publicitarias de sensibilización
dirigidas al público en general y especialmente a los jóvenes, respecto de los efectos perniciosos que el
abuso excesivo de esta actividad puede generar en la salud, y el impacto socioeconómico que produce el
juego de azar en las personas y su entorno familiar.
Precedente Vinculante
147. 42. El Tribunal Constitucional no puede dejar de expresar su preocupación por el hecho de
que, según se advierte de los recaudos anexados al escrito presentado con fecha 11 de agosto de 2005 por
la propia recurrente, en sede judicial se vienen dictando sentencias –que han adquirido la calidad de
firmes– en materia del impuesto a la explotación de los juegos de casino y máquinas tragamonedas, que
infringen el segundo párrafo del artículo VI del Código Procesal Constitucional y la Primera Disposición
General de la Ley Orgánica de este Tribunal, en virtud de los cuales los jueces y tribunales tienen la
obligación de interpretar y aplicar las leyes y toda norma con rango de ley, y los reglamentos respectivos,
según los preceptos y principios constitucionales, conforme a la interpretación de los mismos que resulte
de las resoluciones dictadas por este Colegiado en todo tipo de procesos, bajo responsabilidad.
148. 43. En tal sentido, y de conformidad con lo establecido por el artículo VII del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, este Tribunal declara que la presente sentencia, que
adquiere la autoridad de cosa juzgada, constituye precedente vinculante. En consecuencia, al haberse
confirmado la constitucionalidad del artículo 17º, y la Tercera y Décima Disposiciones Transitorias de la
Ley N.º 27796; de la Tercera Disposición Complementaria y Final del Decreto Supremo N.º 009-
2002/MINCETUR; de la Primera, Segunda y Tercera Disposiciones Finales de la Resolución de
Superintendencia N.º 014-2003/SUNAT, y de la Resolución de Superintendencia N.º 052-2003/SUNAT,
en aplicación del primer párrafo del artículo VI del Código Procesal Constitucional –que resulta también
de aplicación en aquellos casos en los que este Colegiado desestima la solicitud de ejercer el control
difuso contra norma, por no encontrar en ella vicio alguno de inconstitucionalidad–, dichos preceptos
resultan de plena aplicación en todo tipo de procesos, quedando proscrita su inaplicación por parte de los
jueces en ejercicio del control difuso de constitucionalidad de las normas.
149. 44. Ordena a todos los poderes públicos y, en particular, a las Cortes Judiciales del país, bajo
responsabilidad, cumplir en sus propios términos lo resuelto por este Tribunal en materia del impuesto a
la explotación de los juegos de casino y máquinas tragamonedas.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
18.2. Declarar que la presente sentencia constituye precedente vinculante, de conformidad con lo expuesto
en el Fundamento N.° 43, supra. En consecuencia, al haberse confirmado la constitucionalidad del
artículo 17º, y la Tercera y Décima Disposiciones Transitorias de la Ley N.º 27796; de la Tercera
Disposición Complementaria y Final del Decreto Supremo N.º 009-2002/MINCETUR; de la Primera,
Segunda y Tercera Disposiciones Finales de la Resolución de Superintendencia N.º 014-2003/SUNAT, y
de la Resolución de Superintendencia N.º 052-2003/SUNAT, en aplicación del primer párrafo del artículo
VI del Código Procesal Constitucional –que resulta también de aplicación en aquellos casos en los que
este Colegiado desestima la solicitud de ejercer el control difuso contra norma, por no encontrar en ella
vicio alguno de inconstitucionalidad–, dichos preceptos resultan de plena aplicación en todo tipo de
procesos, quedando proscrita su inaplicación por parte de los jueces en ejercicio del control difuso de
constitucionalidad de las normas.
Publíquese y notifíquese.
STC N.° 4677-2004-PA, Caso Confederación General de Trabajadores del Perú – CGTP
En Lima, a los 7 días del mes de diciembre de 2005, la Primera Sala del Tribunal Constitucional,
integrada por los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Gonzales Ojeda y Landa Arroyo, pronuncia la
siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por la Confederación General de Trabajadores del Perú
(CGTP) contra la sentencia de la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 137, su
fecha 26 de abril de 2004, que declaró infundada la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
El Décimo Cuarto Juzgado Civil de Lima, con fecha 28 de abril de 2003, declaró infundada la
demanda, por considerar que la norma cuestionada se sustenta en el literal f) del artículo 132º de la
Ordenanza 062, del 18 de agosto de 1994, que prohibe las concentraciones masivas de personas que cierren
las vías públicas en el centro histórico de la ciudad de Lima, y en el literal b) del artículo 1º de la misma
Ordenanza, que establece que el centro histórico merece un tratamiento especial con el fin de reducir
drásticamente la presión del tránsito automotor, el comercio en la vía pública y los usos incompatibles y la
concentración de actividades que ocasionalmente causen su deterioro.
La recurrida confirma la apelada, por los mismos fundamentos, agregando que la UNESCO ha
declarado al centro histórico de Lima como Patrimonio Cultural de la Humanidad, haciendo necesario el
dictado de normas que permitan su conservación, de conformidad con el artículo 21º de la Constitución.
FUNDAMENTOS
1. 1. La recurrente solicita que se declare inaplicable el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, que declara
zona rígida para cualquier tipo de concentración pública el sector de máxima protección dentro del
centro histórico de Lima, delimitado por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay,
sin incluir éstas, pues considera que vulnera sus derechos fundamentales de reunión y de participación
política.
Se trata de una demanda de amparo interpuesta directamente contra una norma, motivo por el cual,
tomando en cuenta lo establecido por el artículo 200º 2 de la Constitución (“No procede [la demanda de
amparo] contra normas legales.”), es preciso que este Tribunal se pronuncie con relación a si dicho
precepto exige la declaración de improcedencia de la demanda, sin posibilidad de ingresar a evaluar el
fondo del asunto planteado.
2. 2. Una lectura literal de la parte pertinente del artículo 200º 2 de la Constitución, permitiría sostener
que no resulta aplicable al caso de autos. Y es que mientras la referida disposición constitucional alude a
la imposibilidad de plantear amparos contra “normas legales”, la disposición cuestionada en el presente
caso no es una norma legal o de rango legal, sino reglamentaria y, consecuentemente, infralegal. En
efecto, tal como lo dispone el artículo 42º de la Ley N.º 27972 –Ley Orgánica de Municipalidades
(LOM)–:
“Los decretos de Alcaldía establecen normas reglamentarias y de aplicación de las ordenanzas,
sancionan los procedimientos necesarios para la correcta y eficiente administración municipal y
resuelven o regulan asuntos de orden general y de interés para el vecindario, que no sean de
competencia del concejo municipal.”
Sin embargo, este Colegiado aprecia, tras una interpretación teleológica del aludido artículo 200º 2 de la
Carta Fundamental, que esta disposición tiene por propósito evitar que el proceso constitucional de
amparo se convierta en una vía en la que pueda enjuiciarse, en abstracto, la validez constitucional de la
generalidad de las normas (no sólo las legales), con el propósito de, determinada su
inconstitucionalidad, expulsarlas del ordenamiento jurídico, pues dicho cometido ha sido reservado
constitucionalmente al proceso de inconstitucionalidad (artículo 200º 4) –en lo que a las normas de
rango legal respecta–, y al proceso de acción popular (artículo 200º 5) –en lo que a las normas de rango
infralegal se refiere–63[1].
Así las cosas, siendo el presente un proceso de amparo, no es posible evaluar la constitucionalidad del
decreto de alcaldía cuestionado desde una perspectiva abstracta.
3. 3. Empero, tal como tiene establecido este Tribunal en uniforme y reiterada jurisprudencia 64[2], la
improcedencia del denominado “amparo contra normas”, se encuentra circunscrita a los supuestos en los
que la norma cuya inconstitucionalidad se acusa sea heteroaplicativa, es decir, aquella cuya aplicabilidad
no es dependiente de su sola vigencia, sino de la verificación de un posterior evento, sin cuya existencia,
63[1]
Cfr. STC 0830-2000-AA, Fundamento 2; STC 1311-2000-AA, Fundamento 1; RTC 2308-2004-AA, Fundamentos 4
y 5; entre otras.
64[2]
Además de las citadas precedentemente, Cfr. STC 0504-2000-AA, Fundamento 2; STC 0300-2002- AA y otros
(acumulados), Fundamento 1; STC 2670-2002-AA, Fundamento 2; STC 0487-2003-AA, Fundamento 2; STC 2302-
2003-AA, Fundamento 7; entre otras.
la norma carecerá, indefectiblemente, de eficacia, esto es, de capacidad de subsumir, por sí misma, algún
supuesto fáctico en su supuesto normativo.
Es evidente que en tales casos no podrá alegarse la existencia de una amenaza cierta e inminente de
afectación a los derechos fundamentales, tal como lo exige el artículo 2º del Código Procesal
Constitucional (CPConst.), ni menos aún la existencia actual de un acto lesivo de tales derechos. De ahí
que, en dichos supuestos, la demanda de amparo resulte improcedente.
4. 4. Distinto es el caso de las denominadas normas autoaplicativas, es decir, aquellas cuya aplicabilidad,
una vez que han entrado en vigencia, resulta inmediata e incondicionada. En este supuesto, cabe
distinguir entre aquellas normas cuyo supuesto normativo en sí mismo genera una incidencia directa
sobre la esfera subjetiva de los individuos (v.g. el artículo 1º del derogado Decreto Ley N.º 25446:
“Cesar, a partir de la fecha, a los Vocales de las Cortes Superiores de los Distritos Judiciales de Lima y
Callao que se indican, cancelándose los Títulos correspondientes: (...)”), y aquellas otras que
determinan que dicha incidencia se producirá como consecuencia de su aplicación obligatoria e
incondicionada (v.g. el artículo 2º del Decreto Ley N.º 25454: “No procede la Acción de Amparo
dirigida a impugnar directa o indirectamente los efectos de la aplicación del Decretos Leyes Nºs. 25423,
25442 y 25446.”). En el primer caso, el amparo contra la norma procederá por constituir ella misma un
acto (normativo) contrario a los derechos fundamentales. En el segundo, la procedencia del amparo es
consecuencia de la amenaza cierta e inminente a los derechos fundamentales que representa el contenido
dispositivo inconstitucional de una norma inmediatamente aplicable.
En tal sentido, sea por la amenaza cierta e inminente, o por la vulneración concreta a los derechos
fundamentales que la entrada en vigencia que una norma autoaplicativa representa, la demanda de
amparo interpuesta contra ésta deberá ser estimada, previo ejercicio del control difuso de
constitucionalidad contra ella, y determinándose su consecuente inaplicación.
6. 6. Así las cosas, corresponde evaluar qué clase de norma, desde el punto de vista de su eficacia, es el
decreto de Alcaldía impugnado, pues sólo en caso de que se trate de una norma autoaplicativa, este
Colegiado podrá ingresar a merituar el fondo del asunto.
7. 7. El Decreto de Alcaldía N.º 060-2003 es una norma autoaplicativa, pues no sólo resulta —tal como
quedó dicho en el Fundamento 2, supra— que se trata de una norma reglamentaria (prima facie,
ejecutiva), sino que, dentro de esta categoría, se trata de un reglamento secundum legem. Y tal como
tiene expuesto este Colegiado,
“los llamados reglamentos secundum legem, de ejecución, o reglamentos ejecutivos de las leyes, (...)
están llamados a complementar y desarrollar la ley que los justifica y a la que se deben” 65[3],
generando, por lógica consecuencia, una incidencia directa sobre la esfera subjetiva de las personas a las
que haya de extenderse su ámbito normativo.
65[3]
Vid. STC 0001-2003-AI / 0003-2003-AI (acumulados), Fundamento 15.
En efecto, de una simple lectura de los cuatro artículos del decreto de alcaldía, se aprecia que su
objetivo consiste en reglamentar la Ordenanza Municipal N.º 062-MML, expedida por la Municipalidad
Metropolitana de Lima (MML), el 18 de agosto de 1994, en lo que respecta a la regulación de las
concentraciones masivas en el Centro Histórico de Lima:
“Artículo Primero.- Precisar que es de competencia de la Municipalidad Metropolitana de
Lima, la autorización a que se refiere el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza N.º 062-
MML, Reglamento de la Administración del Centro Histórico de Lima.
Artículo Segundo.- Declarar Zona rígida para cualquier tipo de concentración pública el
sector de máxima protección reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la
UNESCO dentro del Centro Histórico de Lima, delimitado por el río Rímac, las avenidas
Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir éstas, de acuerdo al plano adjunto que forma
parte del presente Decreto y dentro de los alcances de la Ordenanza Nº 062-MML,
Reglamento de la Administración del Centro Histórico de Lima y la Ley de Amparo al
Patrimonio Cultural de la Nación Nº 24047.
Artículo Tercero.- Encargar el cumplimiento de la presente disposición a PROLIMA en
coordinación con las Direcciones Municipales de Desarrollo Urbano, Educación y Cultura,
Seguridad Ciudadana, Comercialización y Defensa al Consumidor, Fiscalización y Control,
Servicios a la Ciudad y el Comité de Defensa Judicial de la Municipalidad Metropolitana de
Lima.
Artículo Cuarto.- Invocar a las autoridades del Ministerio Público, Policía Nacional y
Prefectura de Lima, para que dentro de su competencia, presten el apoyo necesario para el
cumplimiento del presente Decreto de Alcaldía.”66[4]
§5. Competencia para evaluar la constitucionalidad del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza
Municipal N.º 062-MML
9. 9. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que no siempre la reglamentación de una ley o norma con
rango de ley, implica la naturaleza heteroaplicativa de ésta, puesto que el reglamento puede simplemente
haber incidido, ejecutivamente, en la precisión o complementación de algún supuesto normativo que, no
obstante, en sí mismo, resultaba ya autoaplicativo.
10. 10. Tal es el caso del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML en su relación
con el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003. En efecto, el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza
Municipal N.º 062-MML, establece:
“Artículo 132º.- Para regular el tránsito y garantizar la seguridad vial, se deben tomar en
cuenta las siguientes medidas: (...) f) No se permiten, las concentraciones masivas de personas
o equipos que cierren las vías públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se trate de eventos
tradicionales debidamente autorizados. En tal caso se propondrán vías alternativas.”
66[4]
Decreto del Alcaldía N.º 060, publicado en el diario oficial El Peruano el 23 de enero de 2003.
11. 11. En consecuencia, dada la inmediata vinculación (conexidad) entre ambas normas (el inciso f del
artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003) y su
naturaleza autoaplicativa, este Tribunal es competente para ingresar a evaluar la constitucionalidad de
ambas.
12. 12. En reiteradas ocasiones, este Tribunal ha destacado que, tal como se desprende del artículo 43º de la
Constitución, el Estado peruano es un Estado social y democrático de derecho.
13. 13. Concretamente, la recurrente ha alegado la afectación del derecho fundamental de reunión. Dicho
derecho se encuentra reconocido en el artículo 2º 12 de la Constitución, conforme al cual
“Artículo 2º.- Toda persona tiene derecho: (...) 12) A reunirse pacíficamente sin armas. Las
reuniones en locales privados o abiertos al público no requieren aviso previo. Las que se
convoquen en plazas o vías públicas exigen anuncio anticipado a la autoridad, la que puede
prohibirlas solamente por motivos probados de seguridad o de sanidad públicas.”
14. 14. El derecho de reunión puede ser definido como la facultad de toda persona de congregarse junto a
otras, en un lugar determinado, temporal y pacíficamente, y sin necesidad de autorización previa, con el
67[5]
La tolerancia ha sido reconocida por este Tribunal como “valor superior y principio rector de un sistema democrático” (STC 0042-2004-AI,
Fundamento 3), en la medida que “el poder ejercido por la mayoría debe distinguirse de todo otro en que no sólo presupone lógicamente una
oposición, sino que la reconoce como legítima desde el punto de vista político, e incluso la protege, creando instituciones que garantizan un mínimo
de posibilidades de existencia y acción a distintos grupos religiosos, nacionales o económicos, aun cuando solo estén constituidos por una minoría de
personas; o, en realidad, precisamente por constituir grupos minoritarios. La democracia necesita de esta continuada tensión entre mayoría y minoría,
entre gobierno y oposición, de la que dimana el procedimiento dialéctico al que recurre esta forma estatal en la elaboración de la voluntad política. Se
ha dicho, acertadamente, que la democracia es discusión. Por eso el resultado del proceso formativo de la voluntad política es siempre la transacción,
el compromiso. La democracia prefiere este procedimiento a la imposición violenta de su voluntad al adversario, ya que de ese modo se garantiza la
paz interna” (Kelsen, Hans. Esencia y valor de la democracia. Barcelona: Editorial Labor, 1977. p. 141).
propósito compartido de exponer y/o intercambiar libremente ideas u opiniones, defender sus intereses o
acordar acciones comunes.
En tal sentido, aunque (como luego podrá observarse con nitidez) los elementos que configuran el
derecho de reunión, determinan, sin lugar a dudas, que la libertad de expresión y la libertad de reunión,
strictu sensu, gocen de un contenido constitucionalmente distinto 68[6], la estrecha relación reunión-
manifestación, genera una singular vinculación entre ambos, al extremo de que el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (TEDH), ha destacado una instrumentalidad mutua, por así decirlo, “de ida y
vuelta”. En efecto, en el caso Rekvényi, el referido Tribunal sostuvo que
“la libertad de expresión constituye uno de los medios principales que permite asegurar el
disfrute efectivo del derecho a la libertad de reunión y de asociación.” 69[7]
Para luego señalar, en el caso Stankov, que
“la protección de las opiniones y de la libertad de expresarlas constituye uno de los objetivos
de la libertad de reunión.”70[8]
15. 15. El contenido constitucionalmente protegido del derecho viene configurado por la conjunción de una
serie de elementos:
a) a) Subjetivo: Se trata de un derecho individualmente titularizado, pero sólo susceptible de
ejercitarse de manera colectiva. Lo ejercita una agrupación de personas con fines o propósitos, en
esencia, comunes. La identidad básica de la intención de quienes se congregan, es decir, el factor
volitivo común de los agrupados, es el que permite distinguir la reunión constitucionalmente
protegida por el artículo 2º 12 de la Constitución, de aquellas meras aglomeraciones casuales de
individuos a quienes no asiste tal identidad. Por ello, buenos ejemplos del ejercicio del derecho de
reunión son el encuentro de los miembros sindicalizados para protestar por un hacer o no hacer de su
empleador o empleadores, las marchas de los colectivos a quienes une el sentimiento de repudio
frente a una medida adoptada por un poder público, las procesiones organizadas por los miembros de
un determinado credo, los mítines coordinados por las agrupaciones políticas, etc.
c) c) Finalista: Es requisito fundamental para el válido ejercicio del derecho de reunión que su
finalidad sea lícita. Dicha licitud no sólo debe ser predicable del propósito último de la reunión, sino
de los medios cómo éste pretende ser alcanzado. Y es que cuando el artículo 2º 12 de la Constitución
alude a que el modus de la reunión se materializa “pacíficamente sin armas”, hace referencia a un
requisito que atañe al contenido esencial del derecho, de manera tal que, desde el mismo instante en
el que se manifiesta algún elemento objetivo que permita apreciar la intencionalidad o concreta
actividad violenta durante la congregación, el o los individuos involucrados en el evento, dejan de
encontrarse inmersos en el ámbito protegido del derecho, pudiendo ser reprimidos de forma
inmediata, mediante medidas razonables y proporcionales, por la autoridad pública. De esta manera,
resulta manifiesto que el mínimo daño intencionalmente provocado a los bienes o personas, no
forma parte del ejercicio válido del derecho.
68[6]
El contenido constitucionalmente protegido del derecho a la libertad de expresión ha sido desarrollado por este Tribunal, fundamentalmente, en la
STC 0905-2001-AA.
69[7]
Sentencia del TEDH, caso Rekvényi, del 20 de mayo de 1999, párrafo 58.
70[8]
Sentencia del TEDH, caso Stankov, del 13 de febrero de 2003, párrafo 85.
la congregación es vital para el libre ejercicio del derecho, puesto que muchas veces éste sólo puede
alcanzar su propósito en atención a la proximidad física de los reunidos con aquellas personas o
entidades destinatarios de las ideas, reclamos, pedidos, loas, etc. En otras ocasiones, el lugar
escogido es representativo de la expresión o manifestación misma a la que la reunión sirve de
instrumento. Resulta claro, sin embargo, que la elección del lugar no siempre puede quedar a
discreción de la voluntad del celebrante, pues, en ocasiones, es el lugar escogido el que determina,
ante el objetivo riesgo de afectación de determinados bienes constitucionalmente protegidos, la
aparición de una causa objetiva y suficiente para restringir o prohibir la reunión.
e) e) Eficacia inmediata: El hecho de que, a diferencia de las reuniones en locales privados o abiertos
al público, el artículo 2º 12 de la Constitución exija un anuncio previo a la autoridad para realizar
reuniones en plazas y vías públicas, puede llevar a la errónea impresión de que para el ejercicio de
este último tipo de reuniones es imprescindible la autorización previa de algún representante
gubernativo, siendo, en consecuencia, un derecho mediatizado en su manifestación a la anticipada
aquiescencia expresa de la autoridad pública.
Pues nada escapa de manera más evidente a la constitucional configuración del derecho sub examine.
En efecto, el derecho de reunión es de eficacia inmediata y directa, de manera tal que no requiere de
ningún tipo de autorización previa para su ejercicio.
Lo que ocurre es que, en el caso específico de las reuniones convocadas en plazas o vías públicas, el
constituyente ha establecido un instrumento expreso de armonización entre su ejercicio y las
eventuales restricciones a otros derechos que éste represente, de manera tal que ordena que la
autoridad tome noticia del evento con antelación suficiente a efectos de que tome las providencias
necesarias para que el derecho al libre tránsito (artículo 2º 11 de la Constitución) no se vea limitado
más allá de lo estrictamente necesario, habilitando vías alternas de circulación, además de adoptar las
medidas necesarias para proteger a los manifestantes y asumir una conducta vigilante y, de ser el
caso, proporcionalmente represiva, frente a las eventuales afectaciones a la integridad personal de
terceros o de los bienes públicos o privados.
Así las cosas, no cabe confundir la exigencia de aviso previo, con un supuesto sometimiento del
derecho de reunión a la necesidad de una autorización previa de la autoridad administrativa, la cual,
de ser exigida, resultará manifiestamente inconstitucional 71[9].
16. 16. El derecho de reunión, sin embargo, como todo derecho fundamental, no es un derecho absoluto o
ilimitado. Así lo tiene expuesto el propio artículo 2º 12 de la Constitución, cuando permite a la autoridad
prohibir su materialización “por motivos probados de seguridad o de sanidad públicas”. Desde luego,
cuáles sean esos concretos “motivos probados” o los alcances específicos de lo que deba entenderse por
“seguridad pública” o “sanidad pública”, deberá ser evaluado a la luz de cada caso concreto. Empero,
ello no es óbice para que este Tribunal pueda desarrollar algunas pautas sobre los límites del derecho de
reunión.
9.1 Los límites del derecho de reunión a la luz de la Convención Americana de Derechos Humanos
17. 17. En primer término, dado que toda disposición constitucional que reconozca un derecho fundamental
debe ser interpretada a luz de los tratados internacionales sobre derechos humanos (Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución), debe tenerse en cuenta, de modo particular, el artículo 15º de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos72[10], que establece:
71[9]
Sobre el particular, debe recordarse cómo —tal como lo exhortara la Defensoría del Pueblo es su Resolución Defensorial N.º 039-DP-2000, que
aprobó el informe defensorial sobre el derecho de reunión y manifestación en forma pacífica, con antelación a la realización de la denominada
“Marcha de los cuatro suyos”, realizada el 28 de julio de 2000—, mediante Resolución Ministerial N.º 0180-2001-IN-0102, de fecha 10 de febrero de
2002, se modificó el item 5 del Texto Único de Procedimientos Administrativos del Ministerio del Interior en lo relativo a la Dirección General de
Gobierno Interior (Sede Central, Prefecturas, Subprefecturas y Gobernaciones), aprobado por Decreto Supremo N.º 001-2000-IN, que,
inconstitucionalmente, sometía a una previa autorización el ejercicio del derecho de reunión.
72[10]
Sin que por ello deban desatenderse los artículos de los otros tratados internacionales sobre derechos humanos que se ocupan del derecho in
comento; a saber: el artículo 20º de la Declaración Universal de Derechos Humanos; el artículo 27º de la Declaración Americana de los Derechos y
“Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de tal derecho sólo puede
estar sujeto a las restricciones previstas por la ley, que sean necesarias en una sociedad
democrática, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para
proteger la salud o la moral públicas o los derechos o libertades de los demás.”
Cabe, por tanto, concluir que la “seguridad pública” prevista en el artículo 2º 12 de la Constitución
como límite del derecho de reunión, no sólo queda referida a la seguridad ciudadana, sino también, en
los términos de la Convención, a la seguridad nacional. Asimismo, en el ámbito de la sanidad pública a
la que hace alusión la Constitución, debe incorporarse la protección de la salud pública, en los concretos
alcances que vengan justificados por las circunstancias específicas de cada caso. Y, finalmente, a partir
de una interpretación sistemática de los preceptos internos e internacionales sobre la materia, queda
claro que los límites susceptibles de oponerse al derecho de reunión alcanzan a las razones de orden
público y al respeto de los derechos y libertades fundamentales de terceros; como, por lo demás, viene
impuesto a partir de una interpretación unitaria de la propia Carta Fundamental (principio de unidad de
la Constitución).
En tal sentido, debe tenerse presente que la prohibición debe ser la última ratio a la que puede apelar la
autoridad administrativa para limitar el derecho, debiendo optar, de ser posible, por medidas
simplemente restrictivas, tales como proponer la modificación del lugar, fecha, hora, duración o
itinerario previsto.
De ahí que los alcances de los límites a este derecho fundamental, deberán resultar particularmente
restringidos en tiempos de elecciones, pues son épocas en las que la necesidad de la expresión e
intercambio de ideas, tanto de las agrupaciones políticas, en particular, como de la ciudadanía, en
general, alcanza su punto más elevado. Las primeras (agrupaciones políticas), actúan en procura de
materializar su legítimo derecho pasivo de elección y dar lugar a la alternancia en el poder, y la segunda
Deberes del Hombre y el artículo 21º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
73[11]
Sentencia del Tribunal Constitucional español. N.º 195/2003, Fundamento 7.
74[12]
Resolución Defensorial N.º 039-DP-2000, Considerando Primero.
(ciudadanía), con el ánimo —imprescindible por cierto en una sociedad democrática— de apoyar a su
alternativa eleccionaria o, en su caso, de transmitir su disconformidad, parcial o total, con la gestión del
gobierno saliente, exponiendo, de esta manera, los cambios que juzga prudentes.
20. 20. No en vano han sido las leyes orgánicas de elecciones las que se han ocupado expresamente del
derecho de reunión. Tal es el caso, por ejemplo, de los artículos 358º y 359º de la Ley N.º 26859 —Ley
Orgánica de Elecciones—:
“Artículo 358º.- El derecho de reunión se ejercita de manera pacífica y sin armas, conforme a
las siguientes normas:
a) a) En locales cerrados, sin aviso alguno a la autoridad.
a) b) En lugares de uso público, mediante aviso dado por escrito con cuarenta
y ocho horas de anticipación a la autoridad pública respectiva, indicando el lugar, el
recorrido, la hora y el objeto de la reunión o del desfile, en su caso, para el mantenimiento de
las garantías inherentes al orden público.
(...)
Artículo 359.- Está prohibido realizar, simultáneamente, más de una manifestación en lugares
públicos de una misma ciudad, salvo que se realicen en sectores separados, por más de un
kilómetro de distancia. La decisión corresponde a la autoridad política respectiva, la que
establece la preferencia de acuerdo con el orden en que se hayan recibido los avisos.”
Se trata de medidas que, por razonables y proporcionales, este Colegiado juzga constitucionales.
21. 21. Es sobre la base de estas premisas que el Tribunal Constitucional ingresa a evaluar la
constitucionalidad o inconstitucionalidad del inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza N.º 062-MML y
del Decreto de Alcaldía N.º 060-2003.
§10. Análisis de constitucionalidad del inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-
MML
22. 22. Como quedó dicho, el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza N.º 062-MML, establece:
“No se permiten las concentraciones masivas de personas o equipos que cierren las vías
públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente
autorizados. En tal caso se propondrán vías alternativas.”
El área comprendida por el denominado Centro Histórico se encuentra descrita en el artículo 25º de la
Ordenanza N.º 062-MML.
23. 23. La razón fundamental alegada por la MML para justificar la proscripción de cualquier tipo de
congregación de personas en el Centro Histórico de Lima (con la excepción prevista en el artículo 25º:
“salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente autorizados” [sic]), es su declaración como
patrimonio cultural de la humanidad (UNESCO: 12 de diciembre de 1991). En tal medida, sostiene que
la disposición se encuentra amparada por el artículo 21º de la Constitución 75[13].
24. 24. Este Tribunal ha tenido ocasión de resaltar la vital importancia de la Constitución cultural, de los
derechos culturales y del patrimonio cultural 76[14]. En efecto, se ha destacado que el artículo 21º de la
Constitución, junto con su artículo 1º (que reconoce el respeto por la dignidad humana como el fin
75[13]
Artículo 21º de la Constitución.- “Los yacimientos y restos arqueológicos, construcciones, monumentos, lugares, documentos bibliográficos y de
archivo, objetos artísticos y testimonios de valor histórico, expresamente declarados bienes culturales, y provisionalmente los que se presumen como
tales, son patrimonio cultural de la Nación, independientemente de su condición de propiedad privada o pública. Están protegidos por el Estado.
La ley garantiza la propiedad de dicho patrimonio.
Fomenta conforme a ley, la participación privada en la conservación, restauración, exhibición y difusión del mismo, así como su restitución al país
cuando hubiere sido ilegalmente trasladado fuera del territorio nacional.”
76[14]
Cfr. STC 0042-2004-AI, Fundamentos 1 a 5; y STC 0020-2005-AI / 0021-2005-AI (acumulados), Fundamentos 81 a 111.
supremo de la sociedad y del Estado) y 2º 19 (que reconoce el derecho fundamental a la identidad étnica
y cultural),
“constituyen la dimensión principal del contenido cultural de nuestra Constitución, es decir, el
conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan a una sociedad o a un grupo social; el cual abarca, además de las artes y las letras,
los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y
creencias.”77[15]
En atención a ello, no puede caber la menor duda de la necesidad de brindar a nuestro patrimonio
cultural (material e inmaterial) la máxima protección necesaria, a efectos de que quede garantizado no
sólo su valor histórico, sino también el valor intrínseco que, en comunión con otros factores, dota de
identidad y unidad a nuestra nación.
25. 25. Sin embargo, como no podría ser otro modo, con el mismo énfasis, este Colegiado ha sostenido que
la obligación de respetar, reafirmar y promover las manifestaciones culturales (incluyendo, desde luego,
el patrimonio cultural), debe desarrollarse siempre
“dentro del marco de respeto a los derechos fundamentales, los principios constitucionales y
los valores superiores que la Constitución incorpora.” 78[16]
En tal sentido, no puede permitirse que so pretexto de relevar ámbitos protegidos por nuestra Carta
Fundamental, se sacrifique el contenido constitucionalmente protegido de algún derecho fundamental.
Hacerlo, implicaría generar un desequilibrio repudiado por la configuración unitaria de nuestro orden
constitucional, que reclama la consecución de todo fin constitucional bajo el máximo respeto del
principio interpretativo de concordancia práctica 79[17].
Esto, que es exigible a la generalidad de las personas (artículo 38º de la Constitución 80[18]), lo es, sin
duda, en mayor grado, a quienes ejercen el poder que emana del pueblo (artículo 45º de la
Constitución81[19]).
26. 26. Así las cosas, no se encuentra en tela de juicio el poder-deber de la MML de adoptar todas las
medidas necesarias para preservar el Centro Histórico de Lima como Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Ocurre, sin embargo, que si dichas medidas restringen desproporcionadamente los derechos
fundamentales, deberán ser declaradas inconstitucionales.
Los principios de razonabilidad y proporcionalidad, previstos en el último párrafo del artículo 200º de la
Constitución son pues el parámetro de determinación de validez de los actos (normativos y no
normativos) que establezcan límites a los derechos fundamentales.
27. 27. Siendo una norma de alcance general, cuando el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza N.º 062-
MML, establece que “[n]o se permiten, las concentraciones masivas de personas o equipos que cierren
las vías públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente
autorizadas”, parte de la idea, per se, de que toda reunión en el Centro Histórico, con excepción de los
eventos tradicionales, constituyen una amenaza cierta a su integridad monumental, y consecuentemente,
a la regla de orden público representada en la necesidad de preservar los bienes públicos, máxime si
77[15]
Vid. STC 0042-2004-AI, Fundamento 1.
78[16]
Idem, Fundamento 2.
79[17]
Vid. STC 1797-2002-HD, Fundamento 11; STC 2209-2002-AA, Fundamento 25; STC 0001-2003-AI /0003-2003-AI, Fundamento 10; STC
0008-2003-AI, Fundamento 5; STC 1013-2003-HC, Fundamento 6; 1076-2003-HC, Fundamento 7; STC 1219-2003-HD, Fundamento 6; STC 2579-
2003-HD, Fundamento 6; STC 0029-2004-AI, Fundamento 15; STC 5854-2005-AA, Fundamento,
12.
80[18]
Artículo 38º de la Constitución.- “Todos los peruanos tienen el deber de (...) respetar, cumplir y defender la
Constitución (...).”
81[19]
Artículo 45º de la Constitución.- “El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades
que la Constitución y las leyes establecen. (...).”.
constituyen patrimonio cultural material, cuyo respeto conlleva, a su vez, el respeto al derecho
fundamental a la cultura en su faz subjetiva y objetiva (artículo 2º 8 de la Constitución).
¿Puede llegarse a esa conclusión sin tener en cuenta los antecedentes y capacidad organizativa de las
personas o entidad celebrante, las garantías que ofrece, la cantidad aproximada de personas que
participarán, el itinerario o lugar específico en el que se llevará a cabo, la fecha y hora de celebración,
su objeto, etc.?
El Tribunal Constitucional considera que la respuesta es negativa. Y es que resulta evidente que la
norma no supera el test de proporcionalidad82[20], puesto que si bien persigue un fin constitucionalmente
válido (proteger el Centro Histórico como patrimonio cultural) y utiliza un medio idóneo para ello
(prohibir las reuniones en el área que lo configura), sin embargo, al proscribir en abstracto toda reunión
en el Centro Histórico de Lima (con la salvedad hecha de los eventos tradicionales), incurre en una
medida absolutamente innecesaria, puesto que el mismo objetivo podría alcanzarse evaluando, caso por
caso, las razones objetivas, suficientes y fundadas que puedan justificar la adopción de medidas
restrictivas del ejercicio del derecho de reunión, siendo la prohibición la última ratio a la que debe
acudir la autoridad administrativa.
28. 28. Este Colegiado comparte la preocupación de la MML de proteger el Centro Histórico, y comprende
que la prohibición general de permitir reuniones en dicha área sea quizá, junto con otros factores, una de
las medidas más sencillas para lograr tal cometido. Sucede, sin embargo, que es tan sencilla como
inválida. Pues su adopción olvida que todo límite a los derechos fundamentales, por tratarse de tales, no
debe superar, por así llamarlo, el “límite de los límites”, es decir, los principios de razonablidad y
proporcionalidad, manteniendo incólume, en todo caso, el contenido esencial de dichos derechos. Olvida
el deber especial de protección de los derechos fundamentales que orienta la actuación de todo poder
(público o privado)83[21]. Olvida, en fin, que fue el derecho de reunión ejercido, justamente, en el Centro
Histórico de Lima, por quienes conocen la manifestación pacífica que le es inherente, el que, de la mano
del resurgimiento de otros valores constitucionales, permitió derrocar las dictaduras, incluyendo la de la
década pasada.
10.3 Las vías públicas como sede constitucionalmente reconocida para el ejercicio del derecho de
reunión y la inconstitucionalidad del requisito de autorización previa
29. 29. Al expedir el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML no se ha tenido en
cuenta que la declaración como patrimonio cultural del Centro Histórico no ha relevado a sus calles y
avenidas de la condición de vías públicas, expresamente reconocidas por el constituyente como lugares
habilitados para el válido ejercicio del derecho de reunión.
30. 30. Sobre el particular, no escapa a la consideración de este Colegiado que las vías públicas, son
también, por antonomasia, áreas destinadas al ejercido de otro derecho fundamental: el de libre tránsito
(artículo 2º 11 de la Constitución). Empero, la inevitable restricción a éste que una congregación llevada
a cabo en una vía pública generará, en ningún caso, por si sola, podrá considerarse causa suficiente para
prohibir el ejercicio del derecho de reunión. Y es que, tal como tiene expuesto el Tribunal Constitucional
español, en criterio que este Colegiado comparte,
“En una sociedad democrática, el espacio urbano no es sólo un ámbito de
circulación, sino también un espacio de participación.” 84[22]
31. 31. Adicionalmente, no es posible soslayar que incluso al supuesto exceptuado de la prohibición
absoluta de reuniones en el Centro Histórico (los eventos tradicionales), se le ha sometido al requisito de
autorización previa, a pesar de que, tal como se ha sostenido en el Fundamento 15 e), supra, el derecho
de reunión es de eficacia inmediata y, por consiguiente, no está supeditado a la autorización antelada de
82[20]
Vid. STC 0016-2002-AI, Fundamentos 6 a 10; STC 0001-2003-AI / 0003-2003-AI (acumulados), Fundamento 4; STC 0008-2003-AA,
Fundamentos 51 a 55; STC 0017-2004-AI, Fundamentos 6 a 8; STC 0019-2005-AI, Fundamentos 43 a 50; STC 0708-2005-AI, Fundamentos 9 a 11;
entre otras.
83[21]
Vid. STC 0858-2003-AA, Fundamento 5 y ss.; STC 1219-2003-HD, Fundamento 11 y ss.; entre otros.
84[22]
Sentencias del Tribunal Constitucional español Nros. 66/1995, Fundamento 3; 195/2003, Fundamento 9.
ninguna autoridad, sin perjuicio de la posibilidad de prohibir su ejercicio por razones
constitucionalmente justificadas.
32. 32. Por todos estos motivos, el Tribunal Constitucional considera inconstitucional el inciso f) del
artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML, motivo por el cual, en ejercicio del control
difuso de constitucionalidad de las normas, previsto en el artículo 138º de la Constitución, lo declara
inaplicable.
34. 34. Empero, más allá de esta incomprensible contradicción, aquí el problema constitucional es otro. Y es
que el referido artículo 1º se ampara en una disposición que, como quedó dicho, resulta manifiestamente
inconstitucional, entre otros motivos, por someter a un requisito de autorización previa el derecho
fundamental de reunión. En tal sentido, desde luego, el vicio de inconstitucionalidad del inciso f) del
artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML, se extiende al artículo 1º del Decreto de
Alcaldía N.º 060-2003, por lo que corresponde su inaplicación.
35. 35. Por otra parte, de conformidad con los artículos 2º y 3º de la Decreto Legislativo N.º 370 —Ley del
Ministerio del Interior—, dicho Ministerio es el Organismo Público Rector, entre otras, de las
actividades de gobierno interno y de seguridad interna. Entre las autoridades políticas de la Dirección
General de Gobierno Interior (órgano ejecutivo del Ministerio del Interior), encargadas de representar al
Poder Ejecutivo en el ámbito de su jurisdicción, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes, y
velar por el orden interno, con el apoyo de las Fuerzas Policiales (artículo 24º del Decreto Legislativo
N.º 370), se encuentran los Prefectos, quienes tal como lo dispone el inciso 4) del artículo 17º del
Decreto Supremo N.º 004-91-IN —Reglamento de Organización y Funciones de las Autoridades
Políticas—, tienen por función:
“Autorizar la realización de concentraciones públicas”.
Tal como se aprecia, esta norma (el inciso 4 del artículo 17º del Decreto Supremo N.º 004-91-IN),
incurre también en un vicio de inconstitucionalidad al pretender que el derecho de reunión sea sometido
a un requisito de autorización previa, razón por la cual este Tribunal se encuentra facultado para declarar
también su inaplicación. Empero, se abstiene de hacerlo a efectos de evitar la ausencia de una autoridad
competente para conocer los avisos previos de celebración de reuniones en plazas o vías públicas.
Sin embargo, este Colegiado ordena al Ministerio del Interior la inmediata reforma de dicha disposición,
la cual, entretanto, deberá ser interpretada, de conformidad con la Constitución, esto es, en el sentido de
que es competencia de la Prefectura restringir o prohibir el derecho de reunión, sólo cuando existan
causas objetivas, suficientes y fundadas que lo justifiquen, de conformidad con los lineamientos de esta
sentencia.
Así las cosas, no cabe más que aplicar, mutatis mutandis, idéntico razonamiento al que fue expuesto en
los Fundamentos 27 a 30, supra, con relación al inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal
N.º 032-MML, y declarar inaplicable, por inconstitucional, el artículo 2º del Decreto de Alcaldía N.º
060-2003; así como sus artículos 3º y 4º, por conexión.
§12. Posibilidad de prohibir o restringir el ejercicio del derecho de reunión en el Centro Histórico
de Lima evaluando las circunstancias concretas de cada caso
37. 37. Lo expuesto, desde luego, no significa que atendiendo a las particulares circunstancias de cada caso,
el derecho de reunión en el Centro Histórico, no pueda ser restringido o, en su caso, prohibido, máxime
teniendo en cuenta su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Estas medidas preventivas,
por ejemplo, podrían tener lugar si existen objetivas pruebas (no meras sospechas) de la tendencia
violentista de las personas o dirigentes de la entidad organizadora 85[23]; si existe otra reunión programada
en un lugar próximo en la misma fecha86[24]; si distintas reuniones son convocadas reiteradamente en un
mismo lugar, comprometiendo, objetivamente, su preservación y su ornato; si la cantidad de gente
convocada, con certeza, superará la capacidad del lugar o de las vías propuestas como itinerario; entre
otros.
38. Por otra parte, tomando en cuenta la estrechez de diversas calles pertenecientes al área del Centro
Histórico, la congestión vehicular que, en determinadas horas, le es característica, y los diversos locales
comerciales que en él existen, resultaría plenamente constitucional que la autoridad administrativa
restrinja los horarios específicos en los que el derecho de reunión pueda ser ejercido en el referido
Centro, de manera tal que en aras de optimizar la protección de este derecho no se culmine por afectar
desproporcionadamente otros derechos fundamentales, como la libertad de tránsito, la de empresa, entre
otros.
39. Asimismo, la Policía Nacional puede adoptar las medidas represivas estrictamente necesarias, frente a
aquellas reuniones en plazas o vías públicas en las que los celebrantes no hayan cumplido con el
requisito de avisar previamente a la autoridad competente el objeto, lugar o recorrido, fecha u hora de la
misma. Pues no puede olvidarse que dicho aviso es el requisito imprescindible para que las autoridades
asuman todas las medidas necesarias, desplegando su máximo esfuerzo, para prevenir y, de ser el caso
reprimir, razonable y proporcionalmente, la afectación de bienes públicos o privados o la afectación de
los derechos fundamentales de terceros o de los propios celebrantes.
40. También cabría restringirse la reunión si ésta afecta, manifiestamente, las normas administrativas
encargadas de regular los niveles máximos permitidos de incidencia acústica 87[25], con la consecuente
afectación del derecho fundamental a la tranquilidad y a gozar de un medio adecuado al desarrollo de la
vida (artículo 2º 22 de la Constitución).
41. Por otra parte, deberá procederse a la inmediata detención de toda persona que atenta contra la
integridad física de las personas y/o mediante violencia causa grave daño a la propiedad pública o
85[23]
Para tales efectos debe tenerse en cuenta la Ley N.º 27686, en su artículo 4º, establece que “[l]os registros fotográficos y/o fílmicos auténticos de
manifestaciones públicas en las que puede individualizarse a los autores de actos de violencia, lesiones o daño a la propiedad privada y/o pública,
constituyen elemento probatorio.”
86[24]
Vid. el artículo 359º de la Ley N.º 26859: “Está prohibido realizar, simultáneamente, más de una manifestación en lugares públicos de una misma
ciudad, salvo que se realicen en sectores separados por más de un kilómetro de distancia. La decisión corresponde a la autoridad política respectiva, la
que establece la preferencia de acuerdo con el orden en que se hayan recibido los avisos.”
87[25]
Vid., entre otras normas, el Decreto Supremo N.º 085-2003-PCM, que aprueba el reglamento de estándares nacionales de calidad
ambiental para ruido.
privada (artículo 315º del Código Penal); la que, públicamente, hace la apología de un delito o de la
persona que haya sido condenada como su autor o partícipe (artículo 316º del Código Penal); la que
atenta contra el transporte público (artículo 280º del Código Penal); la que impide, estorba o entorpece el
normal funcionamiento de los transportes en una vía pública ajena al lugar o recorrido programado para
la reunión (artículo 283º del Código Penal); y, en fin, la que incurra en cualquier atentado contra el orden
público, los bienes o las persones, que se encuentre tipificado como delito.
En el caso específico del Centro Histórico, al haber sido declarado Patrimonio Cultural de la
Humanidad, debe tenerse en cuenta que el artículo 230º del Código Penal establece:
“El que destruye, altera, extrae del país o comercializa, sin autorización, bienes culturales
previamente declarados como tales, distintos a los de la época prehispánica, o no los retorna al
país de conformidad con la autorización que le fue concedida, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cinco años y con noventa a ciento ochenta
días-multa.”
42. Finalmente, no debe olvidarse tampoco que el artículo 166º del Código Penal establece una pena
privativa de libertad no mayor de un año y con sesenta días-multa a quien, con violencia o amenaza,
impide o perturba una reunión pública lícita; que el artículo 167º dispone que el funcionario público que
abusando de su cargo no autoriza, no garantiza, prohibe o impide una reunión pública, lícitamente
convocada, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cuatro años e
inhabilitación de uno a dos años conforme el artículo 36º, incisos 1, 2 y 3 del Código Penal; y que el
artículo 3º de la Ley N.º 27686, estipula —como, por lo demás, se desprende del propio artículo 166º de
la Constitución—, que la Policía Nacional está obligada a garantizar el ejercicio del derecho
constitucional de reunión, así como de impedir la perturbación del orden público o restablecerlo,
respetando plenamente los derechos humanos y las leyes de la República.
43. Las leyes penales, por tanto, asumen un equilibrio entre los bienes constitucionales comprometidos, del
que se aleja el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el Decreto de
Alcaldía N.º 060-2003.
44. Sin perjuicio de lo expuesto, es necesario que se expida, en breve plazo, una ley encargada de regular el
ejercicio del derecho de reunión, la autoridad competente para conocer los avisos previos en los
supuestos de reuniones celebradas en plazas y vías públicas, los plazos para notificar las causas fundadas
para restringir o prohibir la celebración del evento, sus límites, etc.; motivo por el cual, de conformidad
con lo establecido en el artículo 107° de la Constitución, este Tribunal propone al Congreso de República
dictar la ley respectiva, teniendo en cuenta los fundamentos de esta sentencia.
45. Mientras ello no ocurra, sin perjuicio de tener presentes los criterios expuestos en esta sentencia, este Colegiado
considera que cabe una interpretación contextualmente extensiva de los artículos 358° y 359° de la Ley N.° 26859
–Ley Orgánica de Elecciones–88[26], y considerar que no sólo resultan aplicables en el período electoral, sino,
incluso, en épocas no electorales.
Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú,
HA RESUELTO
1. 1. De conformidad con los Fundamentos 22 a 36, supra, en aplicación del control difuso de
constitucionalidad de las normas, previsto en el artículo 138º de la Constitución, declarar inaplicables,
por inconstitucionales, el inciso f) del artículo 132º de la Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el
Decreto de Alcaldía N.º 060-2003.
88[26]
Cfr. Fundamento 20, supra.
Ordenanza Municipal N.º 062-MML y el Decreto de Alcaldía N.º 060-2003, pudiendo restringir o
prohibir el ejercicio del derecho de reunión, sólo si, de conformidad con los fundamentos de esta
sentencia, en atención a las circunstancias concretas de cada caso, existen razones objetivas, suficientes y
fundadas para ello.
3. 3. Declarar que, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst., constituye
precedente vinculante el criterio conforme al cual, en ningún caso el ejercicio del derecho de reunión,
previsto en el artículo 2º 12 de la Constitución, puede ser sometido al requisito de autorización previa
por parte de la autoridad administrativa (Fundamentos 15 e. y 18), la cual sólo podrá restringirlo o
prohibirlo atendiendo a las concretas circunstancias de cada caso y sólo por razones objetivas, suficientes
y fundadas, según ha quedado expuesto en los fundamentos de esta sentencia.
4. 4. De conformidad con el Fundamento 35, supra, se ordena al Ministerio del Interior la inmediata
reforma del inciso 4) del artículo 17º del Decreto Supremo N.º 004-91-IN, el cual, entretanto, deberá ser
interpretado de conformidad con la Constitución; esto es, en el sentido de que es competencia de la
Prefectura restringir o prohibir el derecho de reunión, sólo cuando existan causas objetivas, suficientes y
fundadas que lo justifiquen, en atención a los lineamientos de esta sentencia.
5. 5. En observancia del artículo 107° de la Constitución, y tal como ha quedado dicho en el Fundamento
44, supra, este Tribunal propone al Congreso de República expedir una ley encargada de regular el
ejercicio del derecho de reunión, la autoridad competente para conocer los avisos previos en los
supuestos de reuniones celebradas en plazas y vías públicas, los plazos para notificar las causas fundadas
para restringir o prohibir la celebración del evento, sus límites, etc., teniendo en cuenta los fundamentos
de esta sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
STC N.° 3361-2004-AA, Caso Jaime Amado Álvarez Guillén
En Ica, a los 12 días del mes de agosto de 2005, el Tribunal Constitucional, e sesión de Pleno Jurisdiccional,
con la asistencia de los señores magistrados Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda, García
Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
5. I. ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Jaime Amado Álvarez Guillén contra la Resolución de la Cuarta
Sala Superior Mixta de la Corte Superior de Justicia de Chincha, de fojas 235, su fecha 29 de marzo de 2004,
que declara infundada la demanda de amparo de autos.
6. II. ANTECEDENTES
7. a. Demanda
Con fecha 21 de agosto de 2002, el recurrente interpone demanda de amparo contra el Consejo Nacional
de la Magistratura (CNM), en las personas de los consejeros señores Ricardo La Hoz Lora, Jorge Angulo
Iberico, Teófilo Idrogo Delgado, Daniel Caballero Cisneros, Fermín Chunga Chávez, Luis Flores
Paredes y Jorge Lozada Stambury, con notificación a la Procuradoría General de los asuntos del
Ministerio de Justicia y del CNM, solicitando que se deje sin efecto y sin valor legal el acuerdo del Pleno
del CNM expresado en la Resolución N.° 381-2002-CNM, de fecha 17 de julio de 2002, publicado el 19
de julio, que decide no ratificarlo en el cargo de vocal superior, deja sin efecto su nombramiento y
dispone la cancelación de su título; y, en consecuencia, que se disponga su inmediata reposición con el
pago de los haberes dejados de percibir por el tiempo que dure su incorporación, más los intereses
legales que se generen. Alega que el motivo de su no ratificación se sustenta en sus votos singulares
como Presidente de la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Lima.
Sostiene, asimismo, que la resolución o el acto que decide su no-ratificación no cuenta con motivación
alguna, fundamentación que no está proscrita en la Constitución ni en el Reglamento del Proceso de
Evaluación y Ratificación, aprobado mediante la Resolución N.° 241-2002-CNM, del 13 de abril,
vigente en el momento de los hechos; por el contrario, el artículo 139°, inciso 5) de la Constitución,
prescribe que todas las resoluciones judiciales deben tener motivación escrita. Añade que se ha
vulnerado su derecho a la defensa y el principio de la inamovilidad de los jueces; y que una correcta
interpretación del artículo 142° de la Constitución, respecto a la irrevisabilidad de las resoluciones del
CNM, no invalida la interposición de acciones de garantía.
Con fecha 16 de setiembre de 2002, la Procuraduría demandada solicita que la demanda interpuesta sea
declarada improcedente o infundada, alegando que el procedimiento de ratificación fue realizado de
manera regular; que la resolución del CNM es irrevisable según la propia Constitución; y que en la no
ratificación del magistrado no ha existido afectación alguna del derecho a la defensa o a las garantías del
debido proceso.
9) i. Que, tomando en cuenta el debido proceso material, sí puede ser materia de un amparo la
resolución de ratificación o no ratificación de un magistrado establecida en el artículo 142.° de la
Constitución, en caso de no haberse realizado dentro del marco constitucional de la función del
CNM.
10) ii. Que no se vulnera el derecho constitucional a la permanencia en el cargo por el hecho de
someter al demandante a un procedimiento de ratificación, figura claramente establecida en la
Constitución.
11) iii. Que, respecto al derecho a la defensa y a la motivación, pese a que en el caso concreto no
existe fundamentación en la no ratifcación, su exigencia no puede ser tomada en el mismo sentido
que una destitución, pues ambas son de distinto carácter.
Con fecha 10 de mayo de 2004, la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima resuelve
confirmar la sentencia del a quo por los siguientes motivos:
150. i. Que el derecho al servicio judicial con permanencia tiene límites constitucionales. Uno de
ellos es de carácter temporal, debido a que el derecho de permanecer en el servicio es por siete años,
cumplidos los cuales se requiere una ratificación por parte del CNM, tal como ha sucedido en el
presente caso.
151. ii. Que no se ha vulnerado el derecho a la defensa, por no ser la ratificación un acto de
control disciplinario ante una falta cometida por el magistrado, sino un voto de confianza sobre la
manera como se ha ejercido el cargo, por lo que no puede estar sujeto a las reglas de examen de
faltas cometidas.
152. iii. Que en el procedimiento de ratificación tampoco se requiere fundamentación, pues esta ha
sido excluida ex profesamente por los constituyentes, estando, por tanto, la no motivación
constitucionalizada.
La Sala, para llegar a esta conclusión, asume los criterios vertidos por el Tribunal Constitucional en la
sentencia del Expediente N.° 1941-2002-AA/TC, que es de observancia obligatoria.
Este proceso constitucional de amparo fue presentado por don Jaime Amado Álvarez Guillén y la dirige
contra el CNM y los consejeros Ricardo La Hoz Lora, Jorge Angulo Iberico, Teófilo Idrogo Delgado,
Daniel Caballero Cisneros, Fermín Chunga Chávez, Luis Flores Paredes y Jorge Lozada Stambury.
El acto lesivo denunciado es la Resolución N.° 381-2002-CNM, Acuerdo del Pleno del CNM, por la cual
se decide no ratificar al demandante en el cargo de vocal superior, dejando sin efecto su nombramiento y
disponiendo la cancelación de su título.
➢ ➢ Petitorio constitucional
El demandante alega la afectación de sus derechos constitucionales al debido proceso (artículo 139.°,
inciso 3), en lo referido a la motivación de las resoluciones (artículo 139.°, inciso 5), de defensa (artículo
139.°, inciso 14) y a la independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional (artículo 139,°, inciso
2), así como el principio de la inamovilidad de los jueces (artículo 146.°, inciso 2).
Por la comisión de esta vulneración, solicita lo siguiente:
- Que se deje sin efecto y sin valor legal la Resolución N.° 381-2002-CNM.
- Que se disponga su inmediata reposición en el cargo.
- Que se ordene el pago de los haberes dejados de percibir por el tiempo que dure su incorporación,
con los intereses legales que generen.
Varias son las cuestiones que debe dilucidar este Colegiado en el presente caso, muchas de las cuales
pasan por un reexamen de su propia jurisprudencia sobre el tema de las ratificaciones de los magistrados;
esto debido, entre otras cuestiones, a la vigencia de un nuevo Reglamento del Proceso de Evaluación y
Ratificación de Jueces del Poder Judicial y Fiscales del Ministerio Público, aprobado por la Resolución
N.° 1019-2005-CNM, y a la posibilidad –esta vez expresa– prevista en el artículo 5.°, inciso 7), del
Código Procesal Constitucional, Ley N.° 28237 (CPC), que permite impugnar, mediante el proceso de
amparo, una decisión del CNM cuando ha sido emitida sin una debida motivación o sin una previa
audiencia del magistrado no ratificado.
8. IV. FUNDAMENTOS
A. A. CUESTIONES PRELIMINARES
11.1. Antes de ingresar a los temas de fondo, conviene analizar brevemente el contexto en que tiene lugar
este pronunciamiento, así como las respuestas que este Colegiado ha venido dando sobre el tema de las
ratificaciones judiciales por parte del CNM. Ello es así porque el Tribunal, luego de analizar
detenidamente los cambios legislativos producidos a la fecha con relación a las ratificaciones judiciales,
el debate suscitado en torno al tema por parte de los distintos actores sociales y el desarrollo de su propia
jurisprudencia y sus efectos en la actuación del CNM, considera que ha llegado el momento de hacer
evolucionar la jurisprudencia constitucional en torno al tema, a efectos de lograr una mayor protección y
desarrollo de los derechos constitucionales involucrados, y de armonizar estos cambios legislativos con
nuestra jurisprudencia.
12.2. Desde el 1 de diciembre de 2004 se encuentra vigente el CPC, el cual, en su artículo 5.°, inciso 7),
señala que
“No proceden los procesos constitucionales cuando se cuestione resoluciones definitivas del Consejo
Nacional de la Magistratura en materia de destitución y ratificación de jueces y fiscales, siempre que
dichas resoluciones hayan sido motivadas y dictadas con previa audiencia al interesado”.
De este modo puede deducirse, contrario sensu, que sí proceden los procesos constitucionales respecto
de resoluciones definitivas del CNM, cuando estas sean inmotivadas y/o cuando hayan sido emitidas sin
audiencia del interesado.
13.3. Tal como se observará infra, en reiterada línea jurisprudencial este Colegiado, respecto de la
ratificación de jueces y fiscales, ha precisado que las resoluciones de ratificación del CNM constituyen
un dictamen sobre la confianza, o no, al ejercicio funcional de un juez o fiscal sometido a evaluación.
Es por ello que se ha venido sosteniendo, como parte del fundamento 13 de la sentencia recaída en el
Expediente N.° 1941-2002-AA/TC, caso Luis Felipe Almenara Bryson, que
Es importante hacer notar, además, que en la sentencia emitida en el Expediente N.° 2409-2002-AA/TC,
caso Diodoro Antonio Gonzales Ríos, este Colegiado ya ha expresado su posición respecto del control de
la actuación del CNM, al establecer que esta institución, como órgano del Estado, tiene límites en sus
funciones, por estar sometido a la Constitución, y sus resoluciones no pueden contravenir, en forma
alguna, su contenido.
De este modo, se estableció que cuando tal actuación no se enmarca dentro de estos presupuestos, no
existe ni puede existir ninguna razón que invalide o deslegitime el control constitucional confiado a este
Tribunal.
14.4. Vistas las consideraciones anteriores, es palmaria la necesidad de reformar la jurisprudencia de este
Colegiado sobre la materia, a efectos de hacerla compatible con el nuevo marco normativo que regula las
ratificaciones y, al mismo tiempo, de optimizar el desarrollo y defensa de los derechos constitucionales
involucrados en esta materia.
15.5. De este modo, aun en los sistemas donde el precedente es la fuente principal de organización de su
sistema jurídico, se han previsto mecanismos no sólo para ‘evadir’ sus efectos mediante la técnica del
distinguishing en el caso de los tribunales inferiores; sino incluso para ‘cambiarlo’ por un nuevo
precedente, en el caso del propio Tribunal que lo ha establecido con efecto vinculante.
Con relación al overruling, dentro del sistema del common law norteamericano (Juez Kennedy, en la
sentencia Patterson v. Malean Credit Union, 1989, 172), se ha sostenido lo siguiente:
Nuestros precedentes no son sacrosantos, porque nosotros hacemos Overruling respecto de
decisiones previas cuando la necesidad y prioridad así lo establecen. No obstante, hemos sostenido
que, “cualquier salida de la doctrina de stare decisis demanda una especial justificación”.
En este sentido, la técnica del overruling permite cambiar un precedente en su ‘núcleo normativo’
aplicando el nuevo precedente, ya sea al caso en análisis (eficacia retrospetiva) o, en la mayoría de los
supuestos, a casos del futuro (prospective overruling). Precisamente, la técnica del prospective
overruling se utiliza cuando un juzgador advierte a la población del inminente cambio que va a realizar
de sus fallos, sin cometer la injusticia ínsita en una modificación repentina de las reglas que se
consideraban como válidas.
El cambio de precedente es también una práctica habitual en los Tribunales Constitucionales de los
sistemas del civil law.
16.6. La técnica del prospective overruling ha sido ya asumida en un caso anterior resuelto por este
Colegiado. En la sentencia del Expediente N.° 0090-2004-AA/TC, caso Juan Carlos Calleghari Herazo,
se decidió cambiar la jurisprudencia con relación al tema de los pases al retiro de los Oficiales de las
Fuerzas Armadas y Policía Nacional, pues se realizó una nueva interpretación de las prerrogativas
conferidas al Presidente de la República, contenidas en el artículo 167° de la Constitución. En dicha
oportunidad se sostuvo además, de modo expreso que
(...) dicho cambio sólo deberá operar luego de que los órganos involucrados con las referidas
acciones de personal puedan conocer los alcances del mismo y adopten las medidas que fueren
necesarias para su cabal cumplimiento, sin que, además, se afecte lo institucionalmente decidido
conforme a la jurisprudencia preexistente.
7. 7. Este Tribunal, consciente de la necesidad imprescindible del cambio que debe efectuarse a la
jurisprudencia anterior con relación a los procesos de evaluación y ratificación de magistrados llavados a
cabo por el CNM, considera que, en el presente caso, la técnica del prospective overruling es la que debe
ser adoptada. En consecuencia, debe anunciar que, en lo sucesivo y conforme a lo que se establezca en el
fallo de esta sentencia, los criterios asumidos en este caso deberán respetarse como precedente
vinculante conforme al artículo VII del Título Preliminar del CPC, tanto a nivel judicial como también
por el propio CNM. Es decir, en los fututos procedimientos de evaluación y ratificación, el CNM debe
utilizar las nuevas reglas que se desarrollarán en la presente sentencia.
8. 8. En ese orden de ideas, los criterios establecidos por este Tribunal constituyen la interpretación
vinculante en todos los casos de no ratificaciones efectuadas por el CNM con anterioridad a la
publicación de la presente sentencia en el diario oficial El Peruano. En dichos casos los jueces están
vinculados y deben aplicar la jurisprudencia de este Tribunal en los términos en que estuvo vigente, toda
vez que, hasta antes de la fecha de publicación, la actuación del CNM tenía respaldo en la interpretación
que este Colegiado había efectuado respecto de las facultades que a tal institución le correspondía en
virtud del artículo 154.º inciso 2) de la Constitución.
Hechas estas precisiones preliminares, es momento de ingresar al análisis de las cuestiones planteadas en
el caso de autos.
10. 10. Según la doctrina constitucional, el concepto de independencia se ha caracterizado por ser uno
referencial, relativo e instrumental, ya que la concreción jurídica de los factores o elementos a los que el
juez, en el ejercicio de la función judicial, no puede someterse, tiene por objeto lograr que su actuación
sea imparcial y con plena sujeción a la ley. Por su lado, la jurisprudencia constitucional contempla que la
independencia judicial no aparece ni puede ser definida claramente por la Constitución, por integrar un
complejo estatuto jurídico del personal jurisdiccional y un conjunto de garantías del juez frente a las
partes, la sociedad, el autogobierno y los demás poderes del Estado.
Ante tal dificultad, se puede afirmar que sus fundamentos son los mismos que legitiman la jurisdicción:
verdad y libertad; razón por la cual ella debe estar asegurada tanto para la magistratura, como
organización desligada de condicionamientos externos, como para el magistrado en calidad de individuo
frente a las jerarquías internas de la propia organización, representando un contenido de soberanía. Es
por ello que se ha llegado a señalar que la soberanía se sustenta en la importancia constitucional del
propio PJ, especialmente de la Corte Suprema, así como del MP. Esta cuestión, por tanto,
(...) no se trata de un hecho, de algo que concurra o no, sino de la cualificación de un hecho: dado el
hecho del ordenamiento eficaz, se trata de determinar si lo consideramos soberano o no, y para ello
no examinaremos hechos, sino relaciones jurídicas entre ordenamientos (...). 1
Por esta independencia debe entenderse, entonces, la ausencia de mecanismos de interferencia, tanto
internos como externos, en el ejercicio de la función jurisdiccional. En el primer caso se hace alusión a la
organización jerarquizada de la judicatura, impidiendo que dicha estructura permita que algún
magistrado de los niveles superiores pretenda influenciar o ponga en peligro la imparcialidad de los
jueces de los niveles inferiores. La independencia externa, en cambio, supone una garantía política que si
bien alcanza al juez como funcionario individual, tiene mayores implicancias en cuanto a la corporación
judicial, entendida como PJ.
En este sentido, por un lado se expresa como independencia frente a las partes del proceso y a los
intereses de las mismas; y, por otro, como independencia respecto de los otros poderes constitucionales.
En este caso se trata de
11. 11. La independencia judicial fue adquirida en el moderno Estado de Derecho y disfruta de un origen en
clave liberal, como componente lógico del principio de separación y ponderación entre las instituciones
1
De Otto y Pardo, Ignacio. Lecciones de Derecho Constitucional. Oviedo, 1980. pp. 210, 211.
2
Rebuffa, Giorgio. La funzione judiziaria. Torino, 1993, 3a ed. pp. 85, 86.
constitucionales. Este tema ha sido materia de interés por parte de este Colegiado, y recientemente ha
señalado en el fundamento 35.º de la Sentencia del Expediente N.° 0023-2003-AI, a propósito de un
proceso de inconstitucionalidad interpuesto por la Defensoría del Pueblo contra diversas normas de la
Ley Orgánica de Justicia Militar, relacionando independencia con inamovilidad, que
(...) la garantía de la inamovilidad de los jueces durante su mandato no sólo determina el status
jurídico de los jueces, sino que debe entenderse, a su vez, como una garantía de justicia para el
administrado, indispensable para reforzar la independencia judicial en un Estado Democrático. Es
por ello que, importa tomar en cuenta dos aspectos: a) Prohibición de separación de la carrera
judicial, salvo proceso sancionatorio y/o sometimiento a la ratificación judicial. b) Prohibición de
traslados forzosos de un puesto judicial a otro. Con ello, se busca la estabilidad del juez en el cargo y
que la carrera judicial esté exenta de cualquier influencia política, conservando la debida
especialidad y conocimiento que amerita el cargo, finalidad que no podría verificarse con las
separaciones o traslados no justificados ni establecidos en norma alguna, y mucho más cuando
provengan de un órgano distinto, como el Poder Ejecutivo (...).
En fin, la independencia judicial se presenta como una exigencia política del Estado constitucional,
componente esencial de la noción de Estado de Derecho y principio estructural. En tal sentido, y también
por ser considerada una garantía, se exhibe como un conjunto de mecanismos jurídicos tendentes a la
salvaguardia y realización del valor del ordenamiento en su conjunto y, por tal virtud, aparece como un
precepto instrumental según el cual los jueces no están sujetos en el ejercicio de su cargo a órdenes o
instrucciones, ni tampoco pendientes de si sus sentencias agradan o no desde que le está encomendada la
función de tutela de la normatividad del Estado, que está sometida al sistema jurídico.
12. 12. Presentada la independencia de esta manera, se recalca que sólo puede prescindirse de este
impedimento de separación –o no ratificación– si existiese una causa justa para ello. Sin embargo, surge
la cuestión de si la ratificación puede terminar siendo un procedimiento contrario a una causa justa para
la inamovilidad de los jueces, prevista en el artículo 146.°, inciso 3), de la Constitución, que señala que
el Estado garantiza a los magistrados judiciales la permanencia en el servicio siempre que observen
conducta e idoneidad propios de su función.
Por ello, la imposibilidad de la separación inmotivada de la carrera judicial aparece como uno de los
aspectos primordiales y cardinales de la inamovilidad de los jueces, y ésta como una consecuencia lógica
de la independencia judicial. En ese sentido, la inamovilidad debería, en principio, tener carácter
absoluto, en virtud de que no se refiere sólo a la carrera y a la categoría, sino que incluye el concreto
puesto de trabajo, además de que no tiene duración temporal, siendo permanente hasta la jubilación
forzosa por edad3. Sin estabilidad en la función, el juez no tendría seguridad para ejercer su cometido de
modo imparcial, pues inamovilidad significa que nombrado o designado un juez o magistrado conforme
a su estatuto legal, y de acuerdo a la estabilidad laboral absoluta obtenida gracias a su nombramiento, no
puede ser removido del cargo sino en virtud de causas razonables, tasadas o limitadas, y previamente
determinadas. Por tanto, a través de esta estabilidad 4 se garantiza su permanencia en el servicio judicial
mientras observe la conducta e idoneidad propias de su función.
13. 13. Como se ha podido advertir, tanto la independencia como la inamovilidad tienen un mismo fin: la
independencia judicial. Sin embargo, las formas como se presentan en la realidad son diametralmente
opuestas, tanto así que la inamovilidad aparece claramente como un límite constitucional a la
3
Montero Aroca, Juan. Independencia y responsabilidad del juez. Madrid. Civitas, 1990. p. 169.
Sobre el tema, también Bergalli, Roberto. Estado democrático y cuestión judicial. Ob.cit., p.56; y la Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, de 22 de Junio de 1989, Caso Langborger.
4
Según normas administrativas aplicables al régimen de la magistratura: artículos 24°, acápite b de la Ley de Bases para la Carrera Administrativa y
de Remuneraciones del Sector Público, Decreto Legislativo N.º 276; y, 34º del Reglamento de la Carrera Administrativa, Decreto Supremo N.º 005-
90-PCM.
independencia. Por tanto, no es correcto afirmar que la inamovilidad afecta la independencia;
simplemente es un límite. La correspondencia entre ambos puede encontrarse claramente al entenderlos
en el sentido de derecho-regla en la teoría argumentativa. Es decir, como una relación que se supera
únicamente a través de restricciones y excepciones 5.
No obstante, esta separación de funciones entre estas instituciones constitucionales no puede quedarse en
lo que la visión hermenéutica nos presenta, sino que debe llegar al uso de los principios interpretativos
institucionalistas, al exteriorizarse como una orientación interpretativa que reivindica el carácter
vinculante de la norma con la realidad constitucional, obligándose el intérprete a hacer su trabajo a partir
de la situación concreta y encaminarla hacia la norma constitucional, y no ir en sentido inverso.
14. 14. El Tribunal Constitucional ha expresado en el fundamento 10 de la Sentencia del Expediente N.°
1941-2002-AA/TC que la inamovilidad judicial tiene dos límites constitucionales precisos: uno interno,
que se traduce en el derecho de permanecer en el servicio entre tanto se observe conducta e idoneidad
propias o acordes con la investidura de la función que se ejerce; y otro externo, de carácter temporal,
puesto que el derecho de permanecer en el servicio no es cronológicamente infinito o hasta determinada
edad, sino que está prefijado en el tiempo; esto es, por siete años.
15. 15. La correlación en el binomio independencia y responsabilidad debe ser tratada con ecuanimidad, e
impone la búsqueda de límites que determinen su exigencia de modo efectivo y sobre aspectos
relacionados exclusivamente con el ejercicio de la función judicial y fiscal, sin ir más allá.
La independencia judicial no puede desembocar en una irresponsabilidad del magistrado que, por otra
parte, resultaría incompatible con el principio democrático del Estado de derecho, por la simple razón de
que todos los Poderes estatales deberán responder por el ejercicio de sus funciones, según fluye del
equilibrio constitucional subyacente. Por eso, es allí donde aparece la ratificación como forma en que la
responsabilidad del juez debe verse constitucionalmente definida.
16. 16. Justamente, para lograr tal objetivo, la ratificación cumple diversas funciones constitucionales, las
cuales pasamos a explicar a continuación:
Se suele distorsionar el concepto de independencia cuando se la asocia con la simple autonomía orgánica
del PJ (así como la del MP); los jueces no son más independientes por que se autogobiernen o porque
decidan ‘soberanamente’ desde su interioridad subjetiva las causas que la sociedad les plantea. Por tal
motivo es que tampoco la inamovilidad a secas garantiza al ciudadano una magistratura independiente.
Es la labor en los casos diarios lo que permite constatar si dichas garantías pueden objetivarse, otorgando
de este modo legitimidad al juez en el ejercicio de sus funciones. Por ello es que es un error calificar la
actuación de un magistrado dentro de un sistema jurídico “(...) a partir exclusivamente de tomar en
consideración sus poderes, ignorando sus deberes (...)” 6, puesto que son las razones de sus decisiones, su
conducta en cada caso y su capacidad profesional expuesta en sus argumentos, lo que permite a todo juez
dar cuenta pública de su real independencia.
En tal sentido, es fácil persuadirse de que la ratificación ejercida dentro del marco de la Constitución,
puede servir en el Estado Democrático para que la magistratura dé cuenta periódica del ejercicio de su
independencia con responsabilidad cada siete años. Que dicha potestad haya sido entregada a un órgano
como el CNM, genera desde luego una garantía de que en tales proceso es menos probable la influencia
política o los móviles subjetivos que puedan poner en riesgo la garantía institucional de la
independencia, a condición de que tales atribuciones sean ejercidas, desde luego, con las mínimas
garantías a las que de inmediato nos referiremos. De este modo, antes que colisionar con el principio de
independencia o el de permanencia en el cargo, el instituto de la ratificación puede servir precisamente
para fortalecer la independencia funcional del magistrado, que tiene en el proceso de ratificación la
oportunidad para dar cuenta, cada cierto tiempo, de su ejercicio en el del poder que por delegación
ostenta como magistrado.
El ejercicio de la función pública requiere para su óptimo desempeño de un mecanismo que permita al
funcionario un mínimo control por parte de los entes instituidos con tal propósito. En el caso de la
magistratura, este poder de control de la actividad funcional del magistrado es el CNM, que la ejerce en
los procesos disciplinarios, pero también de manera regular en los procesos de ratificación. De este
modo, el Estado comparte responsabilidades y roles entre distintos entes a efectos de lograr un justo
balance entre los poderes y atribuciones comprometidas.
17. 17. Las nuevas circunstancias habilitantes para un cambio jurisprudencial como el explicado, permiten
que este Colegiado efectúe un reexamen de los principios vertidos sobre la materia.
18. 18. Es correcto que el consejero vote por la ratificación o no de un magistrado con un alto grado de
valor intrínseco, pero su decisión debe sustentarse en la apreciación obtenida en la entrevista realizada;
en los datos proporcionados por el mismo evaluado; y en los informes recolectados de instituciones
como las oficinas de control interno, la Academia de la Magistratura y otras entidades públicas, así como
la proveniente de la participación ciudadana.
Al respecto, hay varios puntos a destacar, justamente a partir del nuevo parámetro brindado por el nuevo
Reglamento de Evaluación y Ratificación de Jueces del Poder Judicial y Fiscales del Ministerio Público,
aprobado mediante la Resolución del CNM N.° 1019-2005-CNM –básicamente artículos 20.° y 21.°–, lo
cual comporta a un mérito mucho más estricto de quien se somete a evaluación por parte de la Comisión:
Solamente utilizando dichos criterios el CNM logrará realizar una evaluación conforme a la
Constitución, respetuosa de la independencia del PJ y del MP, y plenamente razonada; y, a su vez,
criticable judicialmente cuando no se haya respetado el derecho a la tutela procesal efectiva en el
procedimiento desarrollado.
19. 19. Dejando atrás el carácter subjetivo que ha llegado a estar consignado como forma de actuación, lo
que se requiere, a partir de ahora, es una decisión con un alto componente objetivo. El consejero ya no
puede determinar, a su libre albedrío, qué juez o fiscal no continúa en el cargo, sino que, para hacerlo,
deberá basarse en los parámetros de evaluación antes señalados.
(...) El test de razonabilidad es un análisis de proporcionalidad que está directamente vinculado con
el valor superior justicia; constituye, por lo tanto, un parámetro indispensable de constitucionalidad
para determinar la actuación de los poderes públicos, sobre todo cuando ésta afecta el ejercicio de los
derechos fundamentales. Para que la aplicación del test sea adecuada, corresponde utilizar los tres
principios que lo integran (...).
Los procesos concluyen con una resolución motivada, en la que se deben expresar los fundamentos
por los cuales se adopta la decisión de ratificación o de no ratificación, la que se materializa
mediante votación nominal en la sesión convocada para tal efecto.
20. 20. Con todo lo expuesto, y con una interpretación como la mostrada, la justificación del por qué está
autorizado el CNM para realizar esta actividad correctora podría concretarse en que ésta realiza a través
de un control interorgánico de los consejeros respecto a los jueces, basado en que la actuación indebida
de estos últimos termina afectando claramente la potestas del Estado y, consecuentemente, de la
población.
En este marco, este Tribunal considera que los datos objetivos que ahora se exigen a los consejeros
imprimen al proceso de evaluación de magistrados un mejor margen para la motivación de sus
resoluciones, lo que guarda coherencia con el respeto de los derechos fundamentales de los sometidos a
la ratificación. El avance normativo sobre la materia es digno de resaltar.
21. 21. Luego de analizar la naturaleza del acto de ratificación, este Colegiado considera pertinente precisar
cuáles son los efectos que tiene esta figura en el ámbito constitucional.
En principio, debe quedar claro que cuando la ratificación no se logra producir, no se está ejerciendo la
potestad disciplinaria del CNM, pues, como bien lo señala la Constitución en su artículo 154.°, inciso 2
(disposición reproducida por el artículo 30.° de la Ley Orgánica del CNM), “[E]l proceso de ratificación
es independiente de las medidas disciplinarias” 8.
Al respecto, en una normatividad particular (artículo 2.° del Reglamento de Procesos Disciplinarios del
CNM, aprobado mediante la Resolución N.º 030-2003-CNM), se señala que para poder sancionar por
indisciplina, debe existir previamente una imputación al vocal o fiscal supremo de la comisión de hecho,
acto o conducta considerados como causales de destitución previstas en la Ley Orgánica del CNM,
respetándose, en concordancia con lo establecido por el artículo 1.º del citado reglamento, los principios
de legalidad, inmediación, celeridad, imparcialidad, publicidad y presunción de inocencia; siendo esta
responsabilidad una estrictamente profesional, de control genérico de su actividad, orientada a que en el
ejercicio de sus potestades, los jueces y fiscales no infrinjan normas que pudieran llegar a causar
detrimento en los derechos de las personas sometidas a su jurisdicción, por estar encaminada a la
7
Prieto Sanchis, Luis. Derechos fundamentales, neoconstitucionalismo y ponderación judicial. Lima, Palestra, 2002. p. 137.
8
Sobre este tema ha incidido el TC cuando señala que “la decisión de no ratificar a un magistrado en el cargo que venía desempeñando no
constituye un sanción disciplinaria” [Sentencia del Expediente N.° 1941-2002-AA/TC, Caso Luis Felipe Almenara Bryson, fund. 13]. Para tales
efectos, el Consejo “lleva un registro de los resultados obtenidos en los procesos de evaluación para el nombramiento, ratificación y destitución de
los Magistrados del Poder Judicial” [artículo 42.° de la Ley Orgánica del CNM].
garantía de las obligaciones estatutarias y fundada en unos criterios de orden relacionados con la
observancia de determinados deberes u obligaciones inherentes al cargo judicial, cuyo incumplimiento
implica la comisión de unos ilícitos disciplinarios y, por ende, la posibilidad de ser sancionados.
Igualmente, el artículo 201.° de la Ley Orgánica del PJ establece que los jueces sólo serán sancionados
por indisciplina en los casos de infracción a los deberes y prohibiciones contempladas en la referida ley
orgánica; cuando se atente públicamente contra la respetabilidad del PJ; o por notoria conducta irregular,
vicios y costumbres que menoscaban el decoro y respetabilidad del cargo, entre otros supuestos.
22. 22. De otro lado, es necesario definir cuál es la consecuencia accesoria, no por ello menos trascendente,
que trae consigo la no ratificación. Según el propio texto constitucional, en su artículo 154.°, inciso 2,
luego de la evaluación del magistrado, los que no sean ratificados no podrán reingresar al PJ ni al MP.
Al respecto, de la forma como está prevista en la Constitución, se debe considerar que la no ratificación
es un acto más trascendente que la propia potestad disciplinaria, lo cual, de suyo, exige más acuocidad a
los consejeros en su función, por más que la normatividad tenga un sentido contrario, tal como lo ha
advertido ya este Colegiado en el fundamento 22.º de la sentencia expedida en el Exp. N.º 1941-2002-
AA, en el cual, intentando dar un sentido al contenido normativo de la Constitución, estimó que, al no
ser sanción, la prohibición de reingreso a la carrera judicial o fiscal es incongruente con la Constitución,
pues sería absurdo que los efectos de una no ratificación puedan ser más drásticos que la de una medida
disciplinaria, motivo por el que consideró que los magistrados no ratificados no están impedidos de
postular al PJ o al MP.
.
Abundando sobre esta materia, este Tribunal también ha precisado, en el fundamento 17 de la Sentencia
del Expediente N.° 1550-2003-AA/TC, caso Clara Aurora Perla Montaño, que dicha incongruencia
(impedimento) no sólo afecta la misma naturaleza de la ratificación sino también el principio de
legalidad sancionador [artículo 2.°, inciso 24, literal d) de la Constitución].
23. 23. La protección de este derecho fundamental nace de la necesidad de rescatar al proceso de la
pretendida autonomía en la cual lo subsume la práctica judicial, y que lo ha llevado a desnaturalizar la
vigencia de los derechos fundamentales, ante las exigencias del positivismo jurídico, de aplicación de
normas procesales autónomas, neutrales y científicas. Precisamente, por ser un derecho fundamental, se
presenta como
(...) la conditio sine qua non del Estado constitucional democrático, puesto que no pueden dejar de
ser pensados sin que peligre la forma de Estado, o se transforme radicalmente 9,
(...) el derecho de toda persona a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley,
en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada en su contra o para la determinación de
sus derechos de carácter civil, laboral, fiscal u otro cualquiera.
24. 24. El derecho a la tutela procesal efectiva no sólo tiene un ámbito limitado de aplicación, que se reduce
a sede judicial. Se emplea en todo procedimiento en el que una persona tiene derecho al respeto de
resguardos mínimos para que la resolución final sea congruente con los hechos que la sustenten.
9
SCHNEIDER, Hans-Peter. Peculiaridad y función de los derechos fundamentales en el Estado constitucional
democrático. En: Revista de Estudios Políticos. Madrid, Nº 7 (1979). p. 51.
(...) está concebido como el cumplimiento de todas las garantías, requisitos y normas de orden
público que deben observarse en las instancias procesales de todos los procedimientos, incluidos los
administrativos, a fin de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente sus
derechos ante cualquier acto del Estado que pueda afectarlos (...),
tema que también ha sido recogido por la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, según lo expresa el párrafo 104 de la Sentencia del 6 de febrero del 2001, Caso Ivcher.
25. 25. Al respecto, la posición inicial de este Colegiado fue un reconocimiento limitado de este derecho
fundamental en el procedimiento evaluativo, cuando señaló en el fundamento 17 de la Sentencia del
Expediente N.° 1941-2002-AA/TC que, al no ser aplicable de manera genérica a todo tipo de
procedimiento administrativo,
(...) significa que, forzosamente, se tenga que modular la aplicación -y titularidad- de todas las
garantías que comprende el derecho al debido proceso, y reducirse ésta sólo a la posibilidad de la
audiencia.
Este fue un primer paso interpretativo. Sin embargo, este Tribunal considera pertinente avanzar un poco
en este extremo pues, al considerar que la apreciación de los consejeros ya no es exclusivamente
subjetiva, el control de la tutela procesal efectiva debe sustentarse en la parte objetiva.
(...) que un acto administrativo dictado al amparo de una potestad discrecional legalmente
establecida resulta arbitrario cuando sólo expresa la apreciación individual de quien ejerce la
competencia administrativa, o cuando el órgano administrativo, al adoptar la decisión, no motiva o
expresa las razones que lo han conducido a adoptar tal decisión.
Por lo tanto, y de modo congruente con lo que hasta ahora se ha expuesto, también se debe considerar
como parte de la tutela procesal efectiva el derecho al acceso a la información del procedimiento, y a la
independencia del examinador. Paralelamente, es necesario explicar que se puede ir configurando en la
jurisprudencia de este Tribunal lo que es la motivación de las resoluciones y la pluralidad de instancias
en el procedimiento, cada una de ellas con un carácter especial para el caso concreto.
26. 26. Según la Constitución (artículo 139.°, incisos 4 y 15), el derecho a la información procesal se puede
inferir del principio de ‘publicidad en los procesos’ y del ‘derecho a la información’ (con inmediatez y
por escrito) atribuirle a toda persona para que se le informe de las causas o razones de su detención.
Así, el derecho a la información procesal es aquél según el cual el justiciable está en la capacidad de
tener acceso a los documentos que sustentan una resolución, tanto para contradecir su contenido como
para observar el sustento del juzgador al emitir su fallo.
27. 27. Ahora bien, como parte de la tutela procesal efectiva, toda la información recibida por el CNM debe
ser manejada con la mayor reserva posible, a fin de cautelar el derecho a la vida privada de jueces y
fiscales, previéndose en el artículo 28° de la Ley Orgánica del CNM y en la V Disposición General del
Reglamento del Proceso de Evaluación y Ratificación (tanto en el antiguo como en el nuevo), que no
sólo los consejeros, sino también el personal de apoyo del CNM, habrán de guardar reserva respecto a
las informaciones que reciben y deliberaciones que realicen. Pero donde el derecho adquiere una
importancia inusitada es cuando se analiza si esta confidencialidad debe ser respetada con relación a los
propios magistrados.
28. 28. Este Colegiado ha ido determinando el carácter efectivo del derecho al acceso a la información. En
el fundamento 5 de la Sentencia del Expediente N.° 0950-2000-HD/TC, caso Asociación de Pensionistas
de la Fuerza Armada y la Policía Nacional, se ha considerado que al ser una facultad de toda persona de
solicitar y recibir información de cualquier entidad pública, no debe existir
(...) entidad del Estado o entidad con personería jurídica de derecho público que resulte excluida de
la obligación de proveer la información solicitada (...).
También se debe destacar la relación entre este derecho y el régimen democrático. Al respecto, este
Colegiado ha señalado, en el fundamento 11 de la Sentencia recaída en el Expediente N.° 1797-2002-
HD/TC, caso Wilo Rodríguez Gutiérrez, que el acceso a la información pública,
(...) no sólo constituye una concretización del principio de dignidad de la persona humana (art. 1° de
la Constitución), sino también un componente esencial de las exigencias propias de una sociedad
democrática, ya que su ejercicio posibilita la formación libre y racional de la opinión pública.
29. 29. No obstante, el CNM ha sustentado su negativa a entregar la información a los magistrados en lo
dispuesto en su Ley Orgánica, básicamente en sus artículos 28.°, 42.° y 43.°, siendo, a juicio de este
Tribunal, solamente el último de ellos, antes de su modificación, el que podría sustentar una denegación
permisible. Al respecto, el referido artículo 43.º señalaba, antes de ser modificado por la Ley N.º 28489,
publicada en el diario oficial El Peruano el 12 de abril de 2005, que estaba prohibido expedir
certificaciones o informaciones de cualquier género a particulares o autoridades respecto a los datos
contenidos en el registro. Dicho artículo, luego de su modificación, dispone que el CNM debe garantizar
(...) a la ciudadanía en general, a través de su portal web, el acceso a la información del registro, con
las reservas del derecho de los postulantes y magistrados al honor, a su buena reputación y a su
intimidad personal y familiar, conforme a ley.”
30. 30. Así, para poder determinar el verdadero límite existente entre confidencialidad e información
pública, este Colegiado señaló, como parte del fundamento 20 de la Sentencia del Expediente N.° 1941-
2002-AA/TC, la existencia de este derecho para todos los magistrados sujetos al proceso de ratificación,
y subrayando el ineludible deber de entregar toda la información disponible sobre la materia, por parte
del CNM, dentro de los parámetros señalados.
(...) cabe deslindar si dentro de los sujetos a los cuales está destinada la restricción no se encuentra el
titular de los datos que se mantienen en el registro. La restricción ha de entenderse, en efecto, sobre
‘los particulares o autoridades’ distintos del titular de los datos, no pudiéndose realizar una
interpretación extensiva del concepto ‘particulares’, utilizado por el artículo 43° de la LOCNM, y
comprender, dentro de él, al sometido al proceso de ratificación (...).
De esta argumentación genérica se desprende que todo magistrado sujeto a ratificación tiene derecho al
acceso de: a) la copia de la entrevista personal, por ser la audiencia de carácter público, a través del acta
del acto público realizado, y no únicamente el vídeo del mismo; b) la copia de la parte del acta del Pleno
del CNM que contiene la votación y acuerdo de no ratificación del magistrado evaluado; y, c) la copia
del Informe de la Comisión Permanente de Evaluación y Ratificación. Similar es el criterio adoptado por
el nuevo Reglamento de Evaluación y Ratificación de Jueces del Poder Judicial y Fiscales del Ministerio
Público, al establecer, en su exposición de motivos y en su tercera disposición complementaria y final,
que el magistrado puede solicitar copias de las piezas del expediente y del informe final.
31. 31. El funcionamiento adecuado de todo órgano calificador y examinador es otro elemento esencial para
prevenir el abuso de poder por parte del Estado, y por ende, para proteger los derechos de la persona. En
efecto, el corolario fundamental de su existencia es la posibilidad de acudir ante los órganos con el fin de
asegurar la efectividad de los derechos. Es más, para que un órgano con capacidad vigilante pueda servir
de manera efectiva como órgano de control –garantía y protección de los derechos– no sólo se requiere
su existencia formal sino, además, su independencia e imparcialidad, pues, como bien se ha señalado
para el caso judicial, debe procurarse, según lo expresa el artículo 139.°, inciso 2), de la Constitución, la
independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional.
Esta exigencia aplicada a los consejeros debe ser considerada como un requisito de idoneidad para
participar en la evaluación de un magistrado. Los miembros del Consejo no deben tener una posición
predeterminada respecto a los magistrados, a fin de que en su ámbito de actuación según conciencia,
deban ser lo más neutrales posible.
32. 32. Según el demandante, luego de que se pronunciara como presidente de la Sexta Sala Civil a favor de
diversos ex magistrados que habían recurrido en amparo, se percató que los integrantes del CNM no lo
iban a ratificar. Como prueba de ello abunda en que
Por ello, consideró que con las declaraciones públicas formuladas, se le llegó a descalificar
anteladamente como magistrado y como profesional en Derecho.
33. 33. La normatividad específica sobre el tema de la ratificación señalaba, en el artículo VI del antiguo
Reglamento del Proceso de Evaluación y Ratificación de Jueces del PJ y Fiscales del MP, vigente al
momento de interponer la demanda, y que se mantiene con una redacción similar en el actual, con
claridad que
Los miembros del Consejo no pueden ser recusados por realizar la función de ratificación de jueces o
de fiscales. Los consejeros, bajo responsabilidad personal, deben abstenerse cuando en el
conocimiento del acto de ratificación de algún juez o fiscal se encuentren incursos en cualquiera de
las causales de impedimento que establece la ley.
Por tanto, se debe observar si un consejero se abstuvo, o no, de actuar en un caso concreto, debido a que,
en principio, ningún magistrado puede ser recusado. Al respecto, como bien lo ha señalado este Tribunal
en el fundamento 112 de la Sentencia del Expediente N.° 0010-2002-AI,
Por otro lado, en el artículo 305.° del Código Procesal Civil se señala que un juzgador está impedido de
dirigir un proceso cuando haya sido parte en éste; si un familiar o un representado está interviniendo; si
ha recibido personalmente o por familiares, beneficios o dádivas de alguna de las partes, antes o después
de empezado el proceso; o si ha conocido el proceso en otra instancia.
1 0
Acápite 2.3 de la demanda (fs. 24 del Expediente). De esta forma se configura lo que el propio demandante ha
considerado: el haber sido “(...) objeto de la campaña de desprestigio de parte de la demandada (...)” [Solicitud para
que se dicte sentencia de parte del demandante (fs. 113 del Expediente)].
Asimismo, según el artículo 313.° del referido código adjetivo, también puede excusarse por decoro.
Igualmente, en el novedoso sistema procesal penal –artículo 53.°, inciso 1), del nuevo Código Procesal
Penal, Decreto Legislativo N.° 957, aún en vacatio legis–, se establece que los jueces deberán inhibirse
cuando directa o indirectamente tuviesen interés en el proceso o lo tuviere un familiar; cuando tenga
amistad notoria, enemistad manifiesta o un vínculo de compadrazgo con el imputado o la víctima;
cuando fueren acreedores o deudores del imputado, víctima o tercero civil; cuando hubieren intervenido
anteriormente en el proceso; o cuando exista cualquier otra causa, fundada en motivos graves, que afecte
su imparcialidad.
Es decir, en el ordenamiento son diversas las disposiciones que tratan el tema de la inhibitoria por parte
de quienes deben resolver. Lógicamente, en el caso de los consejeros, estas exigencias deben limitarse
por razón de lo especial de su cometido, siendo así como la posibilidad de recusación se ve restringida.
En primer lugar, porque no fue el recurrente quien no ratificó al ahora consejero Idrogo Delgado,
sino la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia de la República, como se desprende del
documento obrante a fojas 45 y siguientes del cuaderno principal. En segundo lugar, no es exacto
que el proceso judicial iniciado por el actual consejero Idrogo Delgado se haya promovido contra el
recurrente, y que de esa manera exista entre ellos un conflicto de intereses, que comprometa su
imparcialidad, pues se trata de un proceso judicial promovido contra el Poder Judicial en cuanto
órgano, por no haber sido ratificado (...). En consecuencia, (...) no puede sostenerse que se haya
violado el derecho de ser juzgado por un órgano imparcial.
De esta forma, sin estar expresamente reconocida, este Colegiado entró a analizar si existía o no
independencia por parte de los consejeros, admitiendo implícitamente un derecho-regla más para los
magistrados, en el ámbito del derecho-principio de la tutela procesal efectiva.
35. 35. Ahora, es pertinente observar en el presente proceso constitucional si se configura alguna afectación
al derecho de los magistrados a la independencia de los consejeros. De las pruebas documentales
presentadas por la parte demandante, no se observa en ningún extremo adelanto de opinión de parte de
los consejeros. Tal como se puede observar, simplemente se ha señalado periodísticamente que
El Presidente del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) Ricardo La Hoz Lora, dijo que es
anticonstitucional que el Poder Judicial acoja las acciones de amparo de los 26 magistrados (jueces y
fiscales), quienes pretenden retornar a la administración de justicia. La Hoz señaló, sin embargo, que
si el Poder Judicial repone a éstos nada podrá hacer 11, (...).
(...) solicitó ayer al presidente de la Sala Suprema, Óscar Alfaro, le informe las razones por
las cuales la Sexta Sala Civil decidió admitir una demanda de reposición interpuesta por el
no ratificado vocal supremo Mario Urrelo12, (...).
1 1
Entrevista aparecida en el diario La República, del 9 de mayo del 2002. Consta como Anexo V de la demanda (fs. 12
del Expediente).
1 2
Entrevista aparecida en el diario La Razón, del 8 de mayo del 2002. Consta como Anexo V de la demanda (fs. 15 del
Expediente). Además, se presenta una transcripción de lo explicado por el referido consejero: “Quienes no quieren
cumplir con la Constitución, siendo jueces, tendrán que asumir su responsabilidad, no ante nosotros sino ante la
Adicionalmente, las otras pruebas presentadas por el demandante no se refieren a declaraciones de
consejero alguno, por lo que no pueden ser materia de revisión para el presente caso.
36. 36. De tal análisis se pueden extraer algunas conclusiones. En primer lugar, no puede haberse solicitado
la inhibición de todos los consejeros, si las declaraciones presentadas por el demandante únicamente se
refieren a uno de ellos. Por lo tanto, no es lógico que se haya presentado un pedido de abstención al
Pleno, si de las pruebas mostradas tan solo se ponía en tela de juicio la actuación de uno de sus
miembros. En segundo término, de los medios probatorios presentados, no se colige con claridad la
relación entre las expresiones vertidas por el consejero La Hoz y un adelanto claro de opinión. Es verdad
que el entonces presidente del Consejo criticó la actuación de la Sala a la que pertenecía el recurrente,
pero lo hizo en el marco constitucional [artículo 139.°, inciso 20), de la Constitución] del derecho de
toda persona de formular análisis y críticas de las resoluciones y sentencias judiciales, con las
limitaciones de ley, sin llegar a demostrarse un ataque personal al demandante. Lo que no parece
coherente con su función jurisdiccional, es tratar de atribuir responsabilidades al consejero por no
haberlo defendido ante la opinión de los periodistas o de otras autoridades. De ello, por tanto, se
desprende que no hubo afectación alguna al derecho del demandante.
37. 37. La certeza judicial es el derecho de todo procesado a que las sentencias o resoluciones estén
motivadas, la exposición de un razonamiento jurídico explícito entre los hechos y las leyes que se
aplican. Esta figura es acorde con la Constitución, cuando señala en su artículo 139.°, inciso 5), que es
un principio de la función jurisdiccional,
(...) la motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias, excepto los decretos
de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable y de los fundamentos de hecho en que se
sustentan.
38. 38. En la demanda de amparo, el recurrente alega que, aparte que existe un derecho a la motivación de
toda resolución, el Reglamento de Evaluación y Ratificación (se hacía referencia al ya modificado),
Tras la crítica realizada por el demandante respecto a la falta de fundamentación de la resolución del
CNM, es imperioso establecer cómo debe observarse esta garantía del derecho al debido proceso en el
caso de una no ratificación.
39. 39. La motivación es una exigencia que si bien es parte de las resoluciones judiciales, debe ser
observada en todo tipo de procedimiento, a la luz del artículo 139.°, inciso 5) de la Constitución, como
una ‘motivación escrita’, pues, como lo prescribe el artículo 12° de la Ley Orgánica del PJ, todas las
resoluciones, con exclusión de las de mero trámite, son motivadas, bajo responsabilidad, es decir, han de
incluir expresión de los fundamentos en que se sustentan.
En ese sentido, toda resolución debe ser congruente a fin de calibrar en ella la debida correlación entre
los hechos presentados y la base normativa (debe ceñirse al in dubio pro reo, es decir, la interpretación
de las normas debe ser a favor del procesado), que sustentan la decisión final y lo que ésta determina. Y
es justamente la motivación la que permitirá medir la congruencia en medida adoptada, por constituir un
comunidad” [Entrevista, aparecida en el diario La República, del 6 de mayo del 2002. Consta como Anexo V de la
demanda (fs. 16 del Expediente)].
1 3
Acápite 3.1 de la demanda (fs. 24 del Expediente). Por esta razón, se debe señalar que “(...) la falta de motivación de
una resolución, aun administrativa, es una transgresión al derecho de defensa (...)” [Solicitud para que se dicte
sentencia de parte del demandante (fs. 116 del Expediente)].
medio eficaz de control sobre la actividad del juzgador que permite la verificación pública de su
convencimiento último14.
La motivación servirá básicamente por dos razones: para la eficacia del control jurisdiccional ex post y
para lograr el convencimiento del juez respecto a la corrección y justicia de la decisión del CNM sobre
sus derechos como ciudadano. Por tanto, la resolución congruente, sustentada en la motivación, descubre
su pedestal en su articulación con el criterio de razonabilidad, a fin de regular adecuadamente el “margen
de apreciación” que tiene el consejero para resolver de manera final, pese a la sensatez y la flexibilidad
que se le ha impuesto en el ejercicio de sus funciones.
40. 40. Dando un importante paso normativo, el propio CPC ha precisado con claridad que la motivación es
parte esencial de las resoluciones del CNM, lo cual ha causado, según se ha venido señalando, la
existencia de un cambio jurisprudencial sobre la materia. Sobre esta base, es imprescindible ingresar a
una nueva lógica de intervención del Tribunal Constitucional sobre la materia, de acuerdo al artículo 5.°,
inciso 7), del CPC, el cual establece que cuando las resoluciones del CNM no han sido motivadas o
dictadas sin previa audiencia al interesado, sí proceden los procesos constitucionales cuestionando las
resoluciones en principio definitivas.
Por eso es importante que la Defensoría del Pueblo haya señalado que la falta de motivación de la
ratificación
Es pertinente señalar que este tema tampoco es novedoso para este Colegiado. En el caso de los pases al
retiro por la causal de renovación de los oficiales de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, ha
señalado, en el fundamento 15 de la Sentencia del Expediente N.° 0090-2004-AA que, para evitar
considerar a los actos discrecionales de la Administración como arbitrarios, estos han de ser motivados y
basarse necesariamente en razones, esto es, que no constituyan una mera expresión de la voluntad del
órgano que los dicte. Este análisis es el que habrá de realizar este Colegiado respecto a las resoluciones
del CNM.
Más aún, una interpretación literal del artículo 154.°, inciso 2), de la Constitución, no impide la
motivación resolutoria. Que explícitamente se haya requerido la fundamentación en las sanciones
disciplinarias a imponer [artículo 154.°, inciso 3)], no implica –en ningún supuesto– que para la
ratificación no pueda exigirse también este derecho-regla como garantía de los magistrados. Se plantea,
entonces, una interpretación del precitado dispositivo, conforme a la Constitución, utilizando los
principios de unidad constitucional y eficacia práctica e integradora, sólo con el fin de reconocer la
eficacia de la tutela procesal efectiva en la ratificación de jueces y fiscales.
41. 41. Y si bien se presenta como claro e interesante que exista una discrecionalidad en la actividad de los
consejeros (como la tiene cualquier juzgador), ello no puede servir como base para la vulneración de los
derechos de los jueces y fiscales; antes bien, sus resoluciones deben estar sometidas a criterios jurídicos
que reflejen los valores, principios y derechos que la Constitución reconoce.
Este Colegiado concluye en que el control de constitucionalidad de los actos dictados al amparo de
una facultad discrecional no debe ni puede limitarse a constatar que el acto administrativo tenga una
motivación más o menos explícita, pues constituye, además, una exigencia constitucional evaluar si
1 4
En doctrina se señala que la motivación representa propiamente el razonamiento del juez respecto al juicio de
razonamiento previo a toda decisión [TARUFFO, Michele. La motivazione della sentenza civile. Padova, Cedam,
1975. p. 119].
1 5
DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Conclusiones de la Resolución Defensorial N° 038-2002/DP, de 28 de noviembre
de 2002.
la decisión finalmente adoptada observa los principios de razonabilidad y proporcionalidad con
relación a la motivación de hechos, ya que una incoherencia sustancial entre lo considerado relevante
para que se adopte la medida y la decisión tomada, convierte a esta última también en una
manifestación de arbitrariedad.
La línea que se acaba de mostrar no es novedosa en jurisprudencia comparada. Según la Sentencia Diez
c/ Catán, 310: 1698, de la Corte Suprema estadounidense, las resoluciones
(...) con apoyo en razones subjetivas (...) llevan ínsito un claro voluntarismo sobre el tema, que
permite descalificar las conclusiones a tenor de la doctrina de la arbitrariedad.
De esta manera, se ha llegado a señalar que una discrecionalidad demasiado fuerte puede llegar a la pura
arbitrariedad.
42. 42. Frente a lo que venía señalando el CNM respecto a esta materia, en una reciente norma, que se ha
mencionado anteriormente, se ha cambiado el parámetro de actuación sobre la materia. Así, se puede
observar en el artículo 29° del nuevo Reglamento de Evaluación y Ratificación de Jueces del PJ y
Fiscales del MP, lo siguiente:
(...) el Pleno del Consejo, en sesión reservada, mediante votación nominal, decide renovar o no la
confianza al magistrado evaluado, la que se materializa en una resolución de ratificación o de no
ratificación, según sea el caso, debidamente motivada (...).
Es decir, toda decisión expedida por el CNM debe estar motivada. No se dice mucho al respecto, por lo
que es conveniente que este Colegiado realice una interpretación conforme a la Constitución sobre este
aspecto.
43. 43. Como ahora está sujeto a un análisis de datos concretos, el consejero está en el deber de tomar una
decisión sobre la base de los documentos e informes presentados. Es decir, debe sustentar su decisión en
los medios que considera pertinentes. De lo expuesto, se desprende lo siguiente:
1) - Antes de emitirse el voto, debe existir discusión para cada caso concreto.
2) - Cuando realicen sus votos, los consejeros deben enumerar todos los datos que a su entender
sustentan su posición, pero no tienen la obligación de explicar cuál es el razonamiento utilizado para
llegar a tal determinación del voto.
3) - Esta fundamentación no es exigible a cada consejero, más si al órgano que está decidiendo la
ratificación de un magistrado.
Este es el sentido que debe otorgar a la motivación para el caso de la ratificación, en la cual debe tenerse
en cuenta tanto la razonabilidad y proporcionalidad resolutiva. Es decir, puede retomarse para este caso
la razonabilidad exigida para resolver los procesos disciplinarios, establecida por el artículo 3.° del ya
citado Reglamento de Procesos Disciplinarios del CNM, que señala que
[l]os Consejeros valoran los medios probatorios en forma conjunta, utilizando su apreciación
razonada, independencia e imparcialidad,
y que ha sido entendido por este Colegiado (fundamento 35 de la Sentencia del Expediente N.° 0090-
2004-AA) al considerar que la razonabilidad comporta una adecuada relación lógico-axiológica entre la
circunstancia motivante, el objeto buscado y el medio empleado, motivo por lo cual se habrá de exigir la
existencia indubitable de una conexión directa, indirecta y relacional entre causa y efecto. Esto quiere
decir que debe existir relación directa entre los fundamentos utilizados por los consejeros y la decisión
de ratificar, o no, a un magistrado.
44. 44. Sobre la base del artículo 142° de la Constitución, en el enunciado normativo del artículo 5.°, inciso
2, del CPC, que motiva el overruling, se puede observar que la improcedencia del amparo está referida a
las resoluciones definitivas del CNM. Es decir, pueden existir resoluciones que no tengan el carácter de
definitivas. Sin embargo, solamente han de ser recurridas, a través de un proceso constitucional, las que
sí lo tengan, en la medida en que carezcan de motivación o hubieran sido dictadas sin audiencia del
interesado.
Siendo ello así, puede aseverarse la necesidad de reconocer una instancia plural. Este derecho es el
fundamento a recurrir razonablemente las resoluciones ante las instancias superiores de revisión final,
más aún si se ha reconocido este derecho en la Constitución, en su artículo 139.°, inciso 6, cuando señala
que debe existir la pluralidad de instancias.
El recurso no debe tener una nomenclatura determinada, pero debe suponer una revisión integral de la
recurrida, fundada en el derecho.
45. 45. Conforme se aprecia de la norma constitucional respecto a la ratificación, no existe prohibición
alguna a la pluralidad de instancia, cuyo fin evidentemente, controlar de la mejor manera la actuación del
CNM, más aún si existe motivación en sus resoluciones.
Debe tomarse en cuenta que las graves consecuencias que puede acarrear el procedimiento de
evaluación, exige su revisión por un órgano superior al que dicte la resolución en un primer nivel. Ello es
necesario, básicamente, por dos motivos esenciales:
46. 46. Por lo tanto, es indispensable que se cree algún mecanismo de segunda instancia dentro del propio
CNM, atendiendo a la naturaleza del órgano y a la mejor forma de proteger a la persona. Al respecto, de
la propia normatividad del CNM (artículo 41.° de su Ley Orgánica) se puede advertir que esta institución
actúa en plenario y en comisiones.
Entonces, es perfectamente permisible que dentro de este órgano constitucional se pueda instaurar una
doble instancia que permita, por un lado, una decisión correcta, y, de otro, una mejor protección a los
derechos de los magistrados. Es decir, que sea una comisión la que resuelva en primera instancia –lo
lógico sería que sea la Comisión Permanente de Evaluación y Ratificación de magistrados– y el plenario
en segunda, figura que tranquilamente puede ser desarrollada por el CNM con detenimiento, y
atendiendo a su práctica.
47. 47. Las funciones del CNM son totalmente compatibles con el espíritu constitucional de la democracia y
el rol de los órganos constitucionales. Al ser la Constitución de aplicación directa (artículo 51° de la
Constitución), su vinculación también debe ser inmediata y continua. No obstante, la práctica de este
órgano muchas veces ha soslayado los cometidos asignados, y se ha llegado a invadir el espacio
destinado a los derechos de los jueces y fiscales, en tanto administradores de justicia.
En tal sentido, es pertinente remitirse a lo que la experiencia gala del bloc de la constitutionnalité nos
presenta, y que la Constitución en su conjunto, con los valores que ésta encierra (jurídicos y positivos),
sirva como parámetro para entenderla, utilizando al Tribunal Constitucional como elemento trascendente
para lograr la pacificación del ordenamiento jurídico y de la vida estatal. Este bloque es un conjunto
normativo que contiene disposiciones, principios o valores materialmente constitucionales, fuera del
texto de la Constitución formal, figura a partir de la cual surge la fuerza normativa de la Constitución,
que irradia a todo el ordenamiento jurídico.
§1. La consecuencia de una correcta interpretación de la ratificación como función del CNM
48. 48. Como se señalara supra, una visión global de la Constitución permite que ésta sea considerada no
como algo estático, sino como algo ágil y eficaz (vivo, cambiante y mutable). Los principios que guían
nuestra Norma Fundamental podrán encarrilar la existencia de órganos cuya vigencia esté de la mano
con el contrapeso entre sus funciones.
De esta forma, derechos básicos de los jueces y fiscales, como poder recurrir una resolución en sede
judicial o esperar la motivación de su separación del cargo o, de hecho, la misma imposibilidad de ser
expulsados de su función jurisdiccional sin demostración alguna de su incapacidad, terminará
apareciendo como una infracción a sus derechos.
(...) una intervención justificada a la luz de algún bien que opere como título de cobertura de la
acción legislativa y, al propio tiempo, como frontera delimitadora del derecho (...) 16.
49. 49. Queda entonces, como tarea básica del Tribunal Constitucional, encontrar los verdaderos contornos
que se presenten en una sentencia que se refiera a un procedimiento de evaluación de los magistrados. En
vista de ello, la parte resolutiva de esta sentencia debe recoger un análisis concienzudo de la realidad,
más allá de meros formulismos legalistas que pueden terminar disfrazando las conclusiones a las cuales
se arriben.
Este Colegiado siempre debe actuar con un parámetro determinado dentro de un Estado social y
democrático de derecho; ello comporta reconocer su pertenencia a un sistema constitucional en el que el
Estado debe estar dirigido hacia el bien común de las personas, lo que significa, por lo menos, el respeto
de su tutela procesal efectiva.
(...) que una decisión sancionatoria, como la aplicada inobjetablemente, desnaturaliza la idea de un
debido proceso, entendido ya no sólo en términos formales, sino también sustantivos (...).
Esta idea atiende los contenidos esenciales, más que a las formas, permitiendo ingresar al fondo de los
pronunciamientos y examinarlos aplicando el test de razonabilidad, no sólo por la mera observancia de
reglas puramente adjetivas, sino por la compatibilidad o no que hayan podido demostrar en relación con
el valor justicia y sus elementos esenciales.
50. 50. Queda claro que lo que se expone en esta sentencia significa que la responsabilidad de los jueces y
fiscales por su mal desempeño debe encausarse de acuerdo a los cánones constitucionales y con las
convenientes revisiones, y eso también puede encargársele al CNM. Ante ello se sugiere que, como parte
de la ‘legitimación democrática material’, podrá existir
1 6
PRIETO SANCHÍS, “La limitación de los derechos fundamentales y la norma de clausura del sistema de libertades”. En: ALZAGA
VILLAAMIL. Óscar. Constitución española de 1978. Madrid, 1984. p. 69. Para el Tribunal Constitucional alemán, todo proceso debe estar
‘coinfluenciado’ por la configuración de tales normas [Estatutos 1, 87 (89)].
(...) una responsabilidad sancionada democráticamente, con los controles correspondientes, y
adecuada para el tipo de tareas asumidas17.
Esto significa que una resolución como la que es materia de este amparo, según este Colegiado
(fundamento 7 de la Sentencia del Expediente N.° 1411-2004-AA/TC, caso Julio César Fernández
Urday), se considereará como vulneratoria del
1) VI. FALLO
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere el artículo 201° de la
Constitución Política del Perú
HA RESUELTO
Por tanto:
2. 2. Se declara que tienen fuerza vinculante los argumentos vertidos respecto a la aplicación de los
criterios establecidos en la presente sentencia a los casos futuros (fundamentos 7 y 8); al nuevo carácter
de la evaluación y ratificación de los jueces del Poder Judicial y fiscales del Ministerio Público
(fundamentos 17 a 20); y a los derechos-reglas contenidos en el derecho-principio a la tutela procesal
efectiva (fundamentos 26 a 43).
Publíquese y notifíquese.
1 7
BÖCKENFÖRDE, Ernst Wolfgang. Estudios sobre el Estado de Derecho y la democracia. Madrid, Totta, 2000. p. 62.
Fecha de 22 de diciembre del 2005
Publicación en El
Peruano
Fundamentos 7 a 25 y 35 a 38.
Vinculantes
Contenido del 1. Procedencia del amparo en controversias relacionadas con
Precedente trabajadores del régimen laboral privado (fundamentos 7 a
16).
2. Improcedencia del amparo en controversias relacionadas
con trabajadores del régimen laboral privado
(fundamentos 17 a 20).
3. Improcedencia del amparo en controversias relacionadas
con trabajadores del régimen laboral público
(fundamentos 21 a 25).
4. Procedencia del amparo en controversias relacionadas con
trabajadores del régimen laboral público (fundamentos
24).
En Lima, a los 28 días del mes de noviembre de 2005, el Tribunal Constitucional en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli Lartirigoyen,
Vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente
sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don César Antonio Baylón Flores contra la
sentencia de la Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Huaura, de fojas 461, su fecha 9 de diciembre
de 2005, que declaró infundada la acción de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 21 de abril de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra la E.P.S. EMAPA
HUACHO S.A. y don Víctor Manuel Hacen Bernaola, en su calidad de Gerente General de la citada
empresa, solicitando que se declaren inaplicables la carta notarial de imputación de cargos de fecha 3 de
marzo de 2004 y la carta notarial de despido de fecha 17 de marzo de 2004; y que, por consiguiente, se lo
reponga en el puesto de asistente de control patrimonial, con el pago de sus remuneraciones dejadas de
percibir. Asimismo, solicita que los demandados le paguen una indemnización de daños y perjuicios
equivalente a 10,000.00 nuevos soles y que se disponga la apertura de instrucción al Gerente General por ser
responsable de la agresión sufrida.
Manifiesta haber sido despedido debido a que, con posterioridad a la época en que ocupó el cargo de
Jefe del Equipo de Facturación, se detectaron una serie de irregularidades con motivo del “Examen especial
sobre presuntas irregularidades efectuadas en la manipulación del sistema SICI” llevado a cabo por el órgano
de control de la empresa. Al respecto, refiere que no se hizo una adecuada calificación de la causa justa de
despido y que no se observó el principio de inmediatez, contemplado en el artículo 31.º del Decreto Supremo
N.º 003-97-TR, TUO de la Ley de Productividad y Competitividad Laboral, toda vez que el despido se
produjo mucho tiempo después de la fecha en que ocurrieron los hechos por los cuales fue despedido.
Agrega que tales actos vulneran sus derechos constitucionales su derecho constitucional al trabajo, a la
adecuada protección contra el despido arbitrario y al debido proceso.
E.P.S. EMAPA HUACHO S.A. propone la excepción de incompetencia por razón de la materia,
aduciendo que la vía del amparo no resulta idónea para este tipo de casos, pues existe una vía laboral donde
se puede dilucidar mejor la controversia con el despliegue de una amplia actuación de material probatorio.
Sostiene que en el caso del actor se procedió a su despido por la gravedad de las faltas cometidas,
respetándose, en todo momento, el debido proceso y sus derechos constitucionales, por lo que solicita que la
demanda sea declarada infundada.
El codemandado Víctor Manuel Hacen Bernaola solicita que la demanda sea declarada infundada,
alegando que no le une vínculo alguno con el actor y que la sanción impuesta se debió única y
exclusivamente a la configuración de una falta grave cometida por el recurrente. Manifiesta que el proceso
de despido del demandante se realizó sin mala fe, dolo y arbitrariedades.
El Tercer Juzgado Civil de Huaura, con fecha 5 de julio de 2004, declara infundada la excepción
propuesta considerando que el proceso de amparo tiene carácter alternativo, es decir, que ante la violación de
un derecho constitucional, el demandante puede escoger dicha vía para defender sus derechos
constitucionales; e, infundada la demanda argumentando que el actor cometió las faltas graves que se le
imputan, observándose para su despido el debido proceso que establece la ley.
La recurrida confirma la apelada, por los mismos fundamentos.
FUNDAMENTOS
1. 1. En el caso sobre la Ley Marco del Empleo Público, Exp. N.º 0008-2005-PI/TC, (Fundamentos 17 a
42), este Tribunal precisó una serie de criterios jurisprudenciales relativos a los principios laborales
constitucionales, tales como indubio pro operario, la igualdad de oportunidades, la no discriminación en
materia laboral y la irrenunciabilidad de derechos. Igualmente, en el citado caso, se hizo referencia a los
derechos colectivos de los trabajadores que reconoce la Constitución, entre los que destacan de libertad
sindical, de sindicación, de negociación colectiva y de huelga. Al respecto, se sostuvo que tales
disposiciones, con las particularidades y excepciones que ella misma prevé, se aplican tanto al régimen
laboral privado como al público. El Tribunal Constitucional se ratifica en tales criterios y reitera su
carácter vinculante para la resolución de los casos en materia laboral que se resuelvan en sede
constitucional u ordinaria.
Vía procedimental igualmente satisfactoria para la protección del derecho al trabajo y derechos conexos
en el régimen laboral privado
3. 3. La vigencia del Código Procesal Constitucional supone un cambio en el régimen legal del proceso
de amparo ya que establece, entre otras cosas, la subsidiariedad para la procedencia de las demandas de
amparo. Con ello se cambia el anterior régimen procesal del amparo que establecía un sistema
alternativo. En efecto, conforme al artículo 5.°, inciso 2 del Código Procesal Constitucional, no
proceden las demandas constitucionales cuando existan vías procedimentales específicas,
igualmente satisfactorias, para la protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado.
4. 4. Al respecto, este Colegiado precisó que “(...) tanto lo que estableció en su momento la Ley N.°
23506 y lo que prescribe hoy el Código Procesal Constitucional, respecto al Amparo Alternativo y al
Amparo Residual, ha sido concebido para atender requerimientos de urgencia que tienen que ver con la
afectación de derechos directamente comprendidos dentro de la calificación de fundamentales por la
Constitución Política del Estado. Por ello, si hay una vía efectiva para el tratamiento de la temática
propuesta por el demandante, esta no es la excepcional del Amparo que, como se dijo, constituye un
mecanismo extraordinario”. (Exp. N.° 4196-2004-AA/TC, Fundamento 6).
6. 6. Consecuentemente, solo en los casos en que tales vías ordinarias no sean idóneas, satisfactorias o
eficaces para la cautela del derecho, o por la necesidad de protección urgente, o en situaciones especiales
que han de ser analizadas, caso por caso, por los jueces, será posible acudir a la vía extraordinaria del
amparo, correspondiendo al demandante la carga de la prueba para demostrar que el proceso de amparo
es la vía idónea y eficaz para restablecer el ejercicio de su derecho constitucional vulnerado, y no el
proceso judicial ordinario de que se trate.
9. 9. Con relación al despido nulo, si bien la legislación laboral privada regula la reposición y la
indemnización para los casos de despido nulo conforme a los artículos 29.º y 34.º del Decreto Supremo
N.º 003-97-TR, TUO del Decreto Legislativo N.º 728, Ley de Productividad y Competitividad Laboral,
el Tribunal Constitucional ratifica los criterios vertidos en el caso Eusebio Llanos Huasco, en el punto
referido a su competencia para conocer los casos de urgencia relacionados con la violación de los
derechos constitucionales que originan un despido nulo, dadas las particularidades que reviste la
protección de los derechos involucrados.
10. 10. En efecto, la libertad sindical y el derecho de sindicación reconocidos por el artículo 28.º, inciso 1 de
la Constitución (Exp. N.º 0008-2005-PI/TC, fundamentos 26, 27 y 28), e interpretados conforme a la
Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución y al artículo V del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, imponen la obligación estatal de adoptar las medidas necesarias y apropiadas
para garantizar a los trabajadores y empleadores el libre ejercicio del derecho de sindicación e impedir
todo acto de discriminación tendiente a menoscabar la libertad sindical, tales como condicionar el
empleo de un trabajador a que no se afilie o a que deje de ser miembro de un sindicato; o despedir a un
trabajador o perjudicarlo en cualquier forma a causa de su afiliación sindical o a su participación en
actividades sindicales fuera de las horas de trabajo o, con el consentimiento del empleador, durante las
horas de trabajo (artículo 11.º del Convenio N.º 87 de la OIT, sobre libertad sindical y protección del
derecho de sindicación, artículo 1.º del Convenio N.º 98 de la OIT, relativo a la aplicación de los
principios del derecho de sindicación y de negociación colectiva).
11. 11. En la misma línea argumentativa, en el citado Exp. N.° 0008-2005-PI/TC, se dejó establecido que la
libertad sindical no sólo tiene una dimensión individual, relativa a la constitución de un sindicato y a su
afiliación, sino también una dimensión plural o colectiva que se manifiesta en la autonomía sindical y en
su personería jurídica (Fundamento 26). Esta dimensión de la libertad sindical se justifica por cuanto el
artículo 3.1. del Convenio N.° 87 de la OIT, anteriormente citado, precisa que las organizaciones de
trabajadores tienen el derecho de elegir libremente a sus representantes, de organizar su administración y
sus actividades y formular su programa de acción, en tanto que el artículo 1.2. del Convenio N.° 98 de la
OIT, como ya se dijo, establece la protección a los trabajadores sindicalizados contra todo acto que tenga
por objeto despedirlo o perjudicarlo de cualquier otra forma a causa de su afiliación sindical o por su
participación en actividades sindicales.
12. 12. Por tanto, debemos considerar que la libertad sindical, en su dimensión plural o colectiva, también
protege la autonomía sindical, esto es, que los sindicatos funcionen libremente sin injerencias o actos
externos que los afecten. Protege, asimismo, las actividades sindicales que desarrollan los sindicatos y
sus afiliados, así como a los dirigentes sindicales, para garantizar el desempeño de sus funciones y que
cumplan con el mandato para el que fueron elegidos. Sin esta protección no sería posible el ejercicio de
una serie de derechos y libertades, tales como el derecho de reunión sindical, el derecho a la protección
de los representantes sindicales para su actuación sindical, la defensa de los intereses de los trabajadores
sindicalizados y la representación de sus afiliados en procedimientos administrativos y judiciales. Del
mismo modo, no sería posible un adecuado ejercicio de la negociación colectiva y del derecho de huelga.
13. 13. Es por ello que, a criterio del Tribunal Constitucional, la dimensión plural o colectiva de la libertad
sindical garantiza no sólo la protección colectiva de los trabajadores sindicalizados (como fue
reconocido por este Colegiado en el Exp. N.° 1124-2001-AA/TC, Fundamento 11), sino que también
reconoce una protección especial para los dirigentes sindicales, toda vez que estos últimos, libremente
elegidos, detentan la representación de los trabajadores sindicalizados a fin de defender sus intereses.
Consecuentemente, todo acto lesivo, no justificado e irrazonable, que afecte a los trabajadores
sindicalizados y a sus dirigentes y que haga impracticable el funcionamiento del sindicato, deberá ser
reparado.
14. 14. Este Tribunal Constitucional, en opinión coincidente con el Tribunal Constitucional Español, estima
que las garantías descritas se justifican por cuanto los sindicatos son formaciones con relevancia social
que integran la sociedad democrática (STC 292/1993, fundamento 5, del 9 de noviembre de 1993),
añádase, para la protección y promoción de sus intereses (artículo 8.1.a. del Protocolo Adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales o
Culturales o “Protocolo de San Salvador”). Consiguientemente, los despidos originados en la lesión a la
libertad sindical y al derecho de sindicación siempre tendrán la tutela urgente del proceso de amparo, aun
cuando las vías ordinarias también puedan reparar tales derechos.
15. 15. Del mismo modo, los despidos originados en la discriminación por razón de sexo raza, religión,
opinión, idioma o de cualquier otra índole, tendrán protección a través del amparo, así como los despidos
producidos con motivo del embarazo, toda vez que, conforme al artículo 23° de la Constitución, el
Estado protege especialmente a la madre. Deber que se traduce en las obligaciones estatales de adoptar
todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la esfera del empleo,
prohibiendo, en especial, bajo pena de sanciones, el despido por motivo de embarazo o licencia de
maternidad, así como la discriminación sobre la base del estado civil y prestar protección especial a la
mujer durante el embarazo (artículo 11 numerales 1 y 2 literales a y d de la Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de Naciones Unidas).
Igualmente, el proceso de amparo será el idóneo frente al despido que se origina en la condición de
impedido físico mental, a tenor de los artículos 7° y 23° de la Constitución que les garantiza una
protección especial de parte del Estado. En efecto, conforme al artículo 18° del Protocolo adicional a la
Convención Americana de Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales o “Protocolo de San Salvador”, sobre protección de los minusválidos, toda persona afectada
por una disminución en sus capacidades físicas o mentales tiene derecho a recibir una atención especial
con el fin de alcanzar el máximo desarrollo de su personalidad.
16. 16. Por tanto, cuando se formulen demandas fundadas en las causales que configuran un despido nulo, el
amparo será procedente por las razones expuestas, considerando la protección urgente que se requiere
para este tipo de casos, sin perjuicio del derecho del trabajador a recurrir a la vía judicial ordinaria
laboral, si así lo estima conveniente.
17. 17. Por otro lado, la Ley Procesal del Trabajo, N.º 26636, prevé en su artículo 4.º la competencia por
razón de la materia de las Salas Laborales y Juzgados de Trabajo. Al respecto, el artículo 4.2 de la misma
ley establece que los Juzgados de Trabajo conocen, entre las materias más relevantes de las pretensiones
individuales por conflictos jurídicos, las siguientes:
18. 18. A su turno, el artículo 30.º del Decreto Supremo N.º 003-97-TR, TUO del Decreto Legislativo N.º
728, Ley de Productividad y Competitividad Laboral, considera que constituyen actos de hostilidad:
Consecuentemente, los amparos que se refieran a la materias descritas (fundamentos 17 y18), que por
mandato de la ley son competencia de los jueces de trabajo, serán declaradas improcedentes en la vía del
amparo.
19. 19. De otro lado, conforme a la línea jurisprudencial en materia de derechos laborales de carácter
individual (por todas Exp. N.º 2526-2003-AA), se ha establecido que el amparo no es la vía idónea para
el cuestionamiento de la causa justa de despido imputada por el empleador cuando se trate de hechos
controvertidos, o cuando, existiendo duda sobre tales hechos, se requiera la actuación de medios
probatorios a fin de poder determinar la veracidad, falsedad o la adecuada calificación de la imputación
de la causa justa de despido, que evidentemente no pueden dilucidarse a través del amparo. En efecto, es
claro que, en este supuesto, para que se produzca certeza en el juzgador, respecto de los puntos
controvertidos, y pueda así sustentar su fallo en determinado sentido, necesariamente tendrá que
desarrollar la actividad probatoria a través de sus diversas etapas, en particular respecto de la actuación y
valoración de la prueba que, entre otras muchas, se relacionarán con declaraciones de parte, testigos,
documentos (libros de planillas, informes), peritajes y, especialmente, las pruebas de oficio.
20. 20. Por tanto, aquellos casos que se deriven de la competencia por razón de materia de los jueces de
trabajo, los actos de hostilidad y aquellos derivados del cuestionamiento y calificación del despido
fundado en causa justa que se refieran a hechos controvertidos, mencionados en los puntos precedentes,
no serán tramitados en el proceso de amparo, sino en el proceso laboral de la jurisdicción laboral
ordinaria, a cuyos jueces corresponde, en primer lugar, la defensa de los derechos y libertades
constitucionales y de orden legal que se vulneren con ocasión de los conflictos jurídicos de carácter
individual en el ámbito laboral privado. Sólo en defecto de tal posibilidad o atendiendo a la urgencia o a
la demostración objetiva y fehaciente por parte del demandante de que la vía laboral ordinaria no es la
idónea, corresponderá admitir el amparo.
Vía procedimental igualmente satisfactoria para la protección del derecho al trabajo y derechos conexos
en el régimen laboral público
21. 21. Con relación a los trabajadores sujetos al régimen laboral público, se debe considerar que el Estado
es el único empleador en las diversas entidades de la Administración Pública. Por ello, el artículo 4.º
literal 6) de la Ley N.º 27584, que regula el proceso contencioso administrativo, dispone que las
actuaciones administrativas sobre el personal dependiente al servicio de la administración pública son
impugnables a través del proceso contencioso administrativo. Consecuentemente, el Tribunal
Constitucional estima que la vía normal para resolver las pretensiones individuales por conflictos
jurídicos derivados de la aplicación de la legislación laboral pública es el proceso contencioso
administrativo, dado que permite la reposición del trabajador despedido y prevé la concesión de medidas
cautelares.
22. 22. En efecto, si en virtud de la legislación laboral pública (Decreto Legislativo N.º 276, Ley N.º 24041
y regímenes especiales de servidores públicos sujetos a la carrera administrativa) y del proceso
contencioso administrativo es posible la reposición, entonces las consecuencias que se deriven de los
despidos de los servidores públicos o del personal que sin tener tal condición labora para el sector
público (Ley N.º 24041), deberán dilucidarse en la vía contenciosa administrativa por ser la idónea,
adecuada e igualmente satisfactoria, en relación al proceso de amparo, para resolver las controversias
laborales públicas.
23. 23. Lo mismo sucederá con las pretensiones por conflictos jurídicos individuales respecto a las
actuaciones administrativas sobre el personal dependiente al servicio de la administración pública y que
se derivan de derechos reconocidos por la ley, tales como nombramientos, impugnación de adjudicación
de plazas, desplazamientos, reasignaciones o rotaciones, cuestionamientos relativos a remuneraciones,
bonificaciones, subsidios y gratificaciones, permisos, licencias, ascensos, promociones, impugnación de
procesos administrativos disciplinarios, sanciones administrativas, ceses por límite de edad, excedencia,
reincorporaciones, rehabilitaciones, compensación por tiempo de servicios y cuestionamiento de la
actuación de la administración con motivo de la Ley N.º 27803, entre otros.
24. 24. Por tanto, conforme al artículo 5.°, inciso 2.° del Código Procesal Constitucional, las demandas de
amparo que soliciten la reposición de los despidos producidos bajo el régimen de la legislación laboral
pública y de las materias mencionadas en el párrafo precedente deberán ser declaradas improcedentes,
puesto que la vía igualmente satisfactoria para ventilar este tipo de pretensiones es la contencioso
administrativa. Sólo en defecto de tal posibilidad o atendiendo a la urgencia o a la demostración objetiva
y fehaciente por parte del demandante de que la vía contenciosa administrativa no es la idónea,
procederá el amparo. Igualmente, el proceso de amparo será la vía idónea para los casos relativos a
despidos de servidores públicos cuya causa sea: su afiliación sindical o cargo sindical, por
discriminación, en el caso de las mujeres por su maternidad, y por la condición de impedido físico o
mental conforme a los fundamentos 10 a 15 supra.
25. 25. El Tribunal Constitucional estima que, de no hacerse así, el proceso de amparo terminará
sustituyendo a los procesos judiciales ordinarios como el laboral y el contencioso administrativo, con su
consiguiente ineficacia, desnaturalizando así su esencia, caracterizada por su carácter urgente,
extraordinario, residual y sumario.
26. 26. El recurrente fue despedido el 17 de marzo de 2004, previo procedimiento de despido,
imputándosele las faltas graves previstas en los incisos a) y c) del artículo 25.º del Decreto Supremo N.º
003-97-TR, concordadas con los incisos a), d) y f) del artículo 74.º del Reglamento Interno de Trabajo de
la E.P.S. EMAPA HUACHO S.A. A tal efecto, en autos se advierte que se le cursó la carta de pre aviso y
que pudo efectuar sus descargos; de manera que la empleadora cumplió con la ley laboral atinente a este
tipo de procesos. Consiguientemente, no se advierte vulneración del debido proceso.
27. 27. De otro lado, el demandante sostiene que se habría vulnerado el principio de inmediatez. Sobre este
punto debe precisarse que la causa de despido se origina en el Informe N.º 009-2003 EPS EMAPA-
HUACHO-OCI “Examen especial: sobre presuntas irregularidades efectuadas en la manipulación del
SICI”, sistema informático comercial integrado, llevado a cabo por el órgano de control interno de la
empresa demandada, en el que se concluyó que se favoreció a terceras personas en la facturación del
servicio de agua en perjuicio de la empresa. Dicho informe determinó la responsabilidad administrativa
del recurrente, así como la de otros empleados.
28. 28. Si bien es cierto que los hechos se produjeron durante el periodo 2002-2003, en que el demandante
ocupó el cargo de Jefe del Equipo de Facturación, no lo es menos que las responsabilidades por las
irregularidades sólo se pudieron conocer una vez que culminó el informe llevado a cabo por el órgano de
control de la empresa, y que fue comunicado a la alta dirección en enero de 2004, previa investigación en
la que el recurrente también ejerció su derecho de defensa. Consiguientemente, el Tribunal
Constitucional estima que el procedimiento de despido, recomendado por el asesor legal externo, no
vulneró el principio de inmediatez, toda vez que se inició dentro de un plazo razonable (Exp. N.º 0585-
2003-AA). Por tal razón, este extremo de la demanda también debe desestimarse.
29. 29. Asimismo, el recurrente cuestiona los hechos que se invocan como causas justas de despido. Entre
otros, que la demandada, apoyándose en el informe del órgano de control interno de la empresa,
concluye que el demandante concedió, de manera irregular, rebajas al usuario Línea Interprovincial de
Transportistas S.A.-LITSA; que se emitieron facturas a la empresa EMSAL cuando tales servicios ya
habían sido cancelados, con su consiguiente ingreso en el registro de ventas de la empresa; que se hizo
una rebaja en el cobro del servicio al señor Estanislao Loyola Hurtado; y que se cometieron
irregularidades en la facturación del cliente Molitalia S.A. por la instalación de un medidor y la conexión
de agua.
30. 30. El recurrente niega tales imputaciones y afirma que se deben a los defectos del sistema informático;
asimismo, refiere que a nivel de la Fiscalía se decidió archivar la denuncia penal por los mismos hechos,
puesto que no se comprobó responsabilidad penal alguna. Independientemente de las responsabilidades
civiles o penales, el Tribunal Constitucional estima que, en el presente caso, de los actuados se advierte
la existencia de hechos controvertidos, relativos a la declaración de responsabilidad del demandante en la
causa justa de despido, cuya dilucidación no es posible en el proceso de amparo por su anotado carácter
sumario. Por tanto, este extremo de la demanda debe declararse improcedente.
31. 31. Con relación a los pedidos de pago de remuneraciones dejadas de percibir y de indemnización por
daños y perjuicios, deben ser declarados improcedentes, pues el amparo no es la vía idónea para resolver
tales reclamos. Lo mismo debe declararse sobre la solicitud de que se denuncie penalmente al gerente
general de la demandada.
Precedente vinculante
32. 32. Hasta la fecha de dilucidación del presente caso los criterios de la jurisdicción constitucional habían
sido sumamente flexibles y amplios en la evaluación de una gran variedad de controversias laborales de
carácter individual, sea en el ámbito laboral privado o en el público, sobre la base del carácter alternativo
del proceso constitucional del amparo. Sin embargo, y dentro del marco de la función de ordenación del
Tribunal Constitucional, se hace indispensable, para los casos de materia laboral individual, privada o
pública, tramitados en la vía del proceso de amparo, la aplicación de los criterios establecidos en el
presente caso, con relación al carácter residual del proceso de amparo y de los criterios jurisprudenciales
sustantivos relativos a los derechos laborales desarrollados a través de la jurisprudencia de este Tribunal
Constitucional, a fin de no desnaturalizar el carácter extraordinario, breve y expeditivo del proceso de
amparo.
33. 33. Por ello, de conformidad con lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, los criterios contenidos en los fundamentos 7 a 25 supra, constituyen
precedente vinculante, puesto que son indispensables para determinar la procedencia de la vía del
proceso constitucional de amparo.
34. 34. Con ello el Tribunal Constitucional busca perfeccionar el proceso de amparo a fin de que sea
realmente eficaz y expeditivo. Por tanto, el precedente establecido será de vinculación inmediata a partir
del día siguiente de su publicación en el diario oficial El Peruano, de modo que toda demanda que sea
presentada y que no reúna las condiciones del precedente, o las que se encuentren en trámite e
igualmente no reúnan tales condiciones, deberán ser declaradas improcedentes.
Vía procedimental específica y reglas procesales aplicables a los procesos de amparo en materia laboral
en trámite
35. 35. A partir de la expedición de la sentencia del caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-
AA/TC), el Tribunal Constitucional estableció los casos de materia pensionaria que conocería,
encausándose a la vía contenciosa administrativa las demandas que, por tal razón, se declarasen
improcedentes.
36. 36. Consecuentemente, y por la aplicación de similares criterios respecto a la reconducción de procesos,
las demandas de amparo que sobre las materias laborales de carácter individual, sean del régimen laboral
público o privado descritos en la presente sentencia, deberán ser encausadas a través de las vías
igualmente satisfactorias para resolver las controversias individuales de carácter laboral, privadas o
públicas, y que son:
17. a) El proceso laboral ordinario, para las controversias de carácter laboral individual
privado.
18. b) El procedimiento especial contencioso administrativo (artículos 4.º inciso 6 y 25 de la
Ley N.° 27584), para las materias de carácter laboral individual de carácter público).
37. 37. Por lo tanto, haciendo uso de las funciones de ordenación y pacificación inherentes a este Tribunal
Constitucional, se dispone que las demandas de amparo sobre materia laboral, que en aplicación de los
criterios previstos en los fundamentos 21 a 25 supra, de la presente sentencia, sean declaradas
improcedentes, deberán seguir las reglas procesales establecidas en los fundamentos 53 a 58 y 60 a 61
del caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-AA/TC), con las adaptaciones necesarias a la
materia laboral pública.
38. 38. Para los casos de procesos de amparo en materia laboral individual privada, fundamentos 7 a 20
supra, los jueces laborales deberán adaptar tales demandas conforme al proceso laboral que corresponda
según la Ley N.º 26636, observando los principios laborales que se hubiesen establecido en su
jurisprudencia laboral y los criterios sustantivos en materia de derechos constitucionales que este
Colegiado ha consagrado en su jurisprudencia para casos laborales.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
2. 2. Declararla IMPROCEDENTE en los demás extremos, por cuanto el amparo no es la vía idónea
para esclarecer hechos controvertidos sometidos a probanza no para determinar montos por daños y
perjuicios.
3. 3. Declarar que los criterios de procedibilidad de las demandas de amparo en materia laboral,
previstos en los fundamentos 7 a 25, supra, constituyen precedente vinculante inmediato de
conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst.; motivo por el cual, a partir del día
siguiente de la publicación de la presente sentencia en el diario oficial El Peruano, toda demanda de
amparo que sea presentada o que se encuentre en trámite y que no cumpla con tales condiciones, debe
ser declarada improcedente.
4. 4. Declarar que las reglas procesales de aplicación a las demandas de amparo en materia laboral
pública que a la fecha de publicación de esta sentencia se encuentren en trámite, serán las previstas en
los fundamentos 53 a 58 y 60 a 61 del caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-AA/TC),
de modo que serán vinculantes tanto para los jueces que conocen los procesos de amparo, como para los
jueces que resulten competentes para conocer las demandas contencioso administrativas a que se refiere
la Ley N.° 27584.
5. 5. Declarar que las demandas de amparo de materia laboral individual privada, precisadas en los
fundamentos 7 a 20 supra, deberán ser adaptadas al proceso laboral que corresponda según la Ley N.º
26636 por los jueces laborales conforme a los principios laborales que han establecido en su
jurisprudencia laboral y a los criterios sustantivos en materia de derechos constitucionales que este
Colegiado ha establecido en su jurisprudencia para casos laborales.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
STC N.° 2802-2005-PA, Caso Julia Benavides García
En Lima, a los 14 días del mes de noviembre de 2005, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda,
García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por doña Julia Mabel Benavides García contra la sentencia
expedida por la Segunda Sala Especializada en lo Civil de la Corte Superior de Justicia de Piura, de fojas 86,
su fecha 10 de febrero de 2005, que declaró infundada la demanda de autos.
ANTECEDENTES
La Municipalidad Provincial de Piura contesta la demanda solicitando que sea declarada infundada,
alegando que el local de la recurrente fue clausurado por carecer de la autorización municipal de
funcionamiento, de acuerdo al Reglamento de Aplicación de Sanciones aprobado mediante Ordenanza N.º
026-2004-C/CPP.
El Tercer Juzgado Especializado en lo Civil de Piura, con fecha 24 de noviembre de 2004, declara
infundada la demanda, por considerar que la recurrente no acredita contar con licencia municipal de
funcionamiento, y que la vía del amparo no es la adecuada para otorgar derechos, pues solo protege los
ya existentes, agregando que de lo actuado se advierte, que la municipalidad demandada ha actuado en
ejercicio de sus funciones, desvirtuándose toda arbitrariedad.
La recurrida confirma la apelada, por considerar que la clausura cuestionada en el presente proceso
constituye una sanción administrativa por el incumplimiento de disposiciones municipales, y que, en ese
sentido, estas debieron previamente impugnarse.
FUNDAMENTOS
4. 4. La libre voluntad de crear una empresa es un componente esencial del derecho a la libertad de
empresa, así como el acceso al mercado empresarial. Este derecho se entiende, en buena cuenta, como la
capacidad de toda persona de poder formar una empresa y que esta funcione sin ningún tipo de traba
administrativa, sin que ello suponga que no se pueda exigir al titular requisitos razonablemente
necesarios, según la naturaleza de su actividad. En ese aspecto, por ejemplo, las municipalidades son
competentes, según lo señala la Constitución en su artículo 195.º, inciso 8), concordante con el inciso 4)
del citado artículo, para “(d)esarrollar y regular actividades y/o servicios en materia de educación, salud,
vivienda, saneamiento, medio ambiente, sustentabilidad de los recursos naturales, transporte colectivo,
circulación y tránsito, turismo, conservación de monumentos arqueológicos e históricos, cultura,
recreación y deporte, conforme a ley”; es decir, en el ámbito municipal, la libertad de empresa deberá
ejercerse sobre dicha base constitucional, de lo que se concluye que el desenvolvimiento del derecho a la
libertad de empresa estará condicionado a que el establecimiento tenga una previa permisión municipal.
5. 5. En ese sentido, teniendo en cuenta la naturaleza accesoria del derecho a la libertad de trabajo, este
Supremo Tribunal en la citada sentencia N.º 3330-2004-AA/TC, estimó que, en los casos vinculados al
otorgamiento de licencias municipales de funcionamiento de establecimiento, se vulnerará la libertad de
trabajo “(...) si es que no se (...) permite ejercer [el] derecho a la libertad de empresa. Es decir, si al
demandante no se le estaría permitiendo abrir su discoteca, tampoco se le estaría permitiendo trabajar
(...).”. La sentencia precisaba, además, que para poder determinar si se afecta la libertad de trabajo,
tendrá que esclarecerse previamente la vulneración del derecho a la libertad de empresa. Asimismo,
enfatizaba que para poder reconocer el derecho a la libertad de empresa, debe acreditarse contar con la
licencia de funcionamiento correspondiente de parte de la autoridad municipal; caso contrario, no puede
asumirse la afectación de dicho derecho fundamental; concluyendo que si un derecho fundamental no
asiste a la parte demandante, la demanda deberá ser declarada necesariamente improcedente, en virtud de
que, según el artículo 38.º del Código Procesal Constitucional, “(...) no procede el amparo en defensa de
un derecho que carece de sustento constitucional directo o que no está referido a los aspectos
constitucionalmente protegidos del mismo”.
6. 6. Asimismo, este Tribunal consideró, en concordancia con lo establecido por el artículo 9.º del
Código Procesal Constitucional, que si existen dudas acerca de la actuación de los gobiernos locales al
momento del otorgamiento o denegatoria de las licencias de funcionamiento, la parte afectada debe
recurrir a la vía contencioso-administrativa, la cual cuenta con una adecuada estación probatoria. Es
decir, sólo en los casos en que se sustente con claridad la afectación de un derecho fundamental, se podrá
analizar el fondo de la controversia planteada en una demanda de amparo.
9. 9. En consecuencia, este Tribunal Constitucional considera que siempre que en los casos reseñados en
el fundamento N.º 8, supra, se alegue la vulneración de los derechos fundamentales a la libertad de
empresa y/o a la libertad de trabajo, y el demandante no cuente con la autorización municipal
correspondiente –y de los actuados no se constante una manifiesta arbitrariedad en el accionar de la
Administración, que vulnere algún derecho fundamental del administrado–, serán aplicables, mutatis
mutandis, los criterios vertidos en los fundamentos N. os 4 a 8, supra. Dichos criterios serán también
aplicables a las demandas en las que se solicite la inaplicación, suspensión o nulidad de cualquier
sanción o procedimiento administrativo o coactivo, derivadas de la falta de la correspondiente
autorización municipal.
10. 10. Con relación a la presunta afectación del derecho a la libertad de trabajo de la recurrente, según ella
misma lo reconoce expresamente en su escrito de demanda, su local comercial no cuenta con licencia de
funcionamiento expedida por la autoridad municipal; en consecuencia, en concordancia con lo expuesto
en el fundamento N.º 6, supra, y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 38.º del Código Procesal
Constitucional, la presente demanda deviene en improcedente en dicho extremo.
11. 11. En cuanto a la alegada vulneración del derecho de petición, debe tenerse en cuenta que en la STC
N.° 1042-2002-AA/TC, este Colegiado subrayó que su contenido esencial está conformado por dos
aspectos que aparecen de su propia naturaleza y de la especial configuración que le ha dado la
Constitución al reconocerlo: el primero es el relacionado estrictamente con la libertad reconocida a
cualquier persona para formular pedidos escritos a la autoridad competente; y, el segundo, unido
inevitablemente al anterior, está referido a la obligación de la referida autoridad de otorgar una respuesta
al peticionante.
12. 12. Al respecto, este Tribunal considera que de lo actuado no se acredita fehacientemente que la
administración municipal se haya negado a otorgar una respuesta a la solicitud de la recurrente, debido a
que no ha adjuntado el documento que acredite la petición realizada, pues la fotocopia de la solicitud
para licencia municipal presentada como anexo del escrito de demanda, obrante a fojas 15 de autos, se
encuentra sin llenar; no contiene, por tanto, dato alguno referente a la recurrente. Por tal motivo, en
cuanto a la invocada vulneración del derecho de petición de la recurrente, la demanda también debe
declararse improcedente.
13. 13. Por otro lado, la demandante sostiene que la municipalidad emplazada ha vulnerado su derechos
fundamentales a la tutela jurisdiccional efectiva, de defensa y al debido proceso, aduciendo que ha
clausurado su establecimiento sin que exista una resolución expedida por el órgano correspondiente
dentro de un proceso administrativo. Al respecto, previamente este Colegiado considera pertinente
recordar que el inciso 3) del artículo 139.º de la Constitución establece, como principio de la función
jurisdiccional, la observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional, criterio que no sólo se limita a
las formalidades propias de un procedimiento judicial, sino que se extiende a los procedimientos
administrativos. Este enunciado ha sido recogido por el artículo 4.° del Código Procesal Constitucional,
que define la tutela procesal efectiva como aquella situación jurídica de una persona en la que se
respetan, sus derechos de libre acceso al órgano jurisdiccional, a probar, de defensa, al contradictorio y a
la igualdad sustancial en el proceso; a no ser desviada de la jurisdicción predeterminada ni sometida a
procedimientos distintos de los previos por la ley; a la obtención de una resolución fundada en derecho, a
acceder a los medios impugnatorios regulados, a la imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la
actuación adecuada y temporalmente oportuna de las resoluciones judiciales y a la observancia del
principio de legalidad procesal penal. En consecuencia, el debido proceso forma parte de la concepción
del derecho de toda persona a la tutela jurisdiccional efectiva, y se concreta en las denominadas garantías
que, dentro de un íter procesal diseñado en la ley, están previstas en la Constitución.
14. 14. Según se desprende del acta de clausura de establecimiento obrante a fojas 14 de autos, el 16 de
octubre de 2004, fecha en que se produjo, el demandante no contaba con licencia de funcionamiento,
razón por la cual le era perfectamente aplicable la Ordenanza N.° 026-2004-C/CPP de fecha 27 de agosto
de 2004. La mencionada ordenanza, que aprueba el Reglamento de Aplicación de Sanciones, establece la
sanción de clausura a aquellos locales que no cuenten con la autorización de funcionamiento
correspondiente (artículo 36.º). Asimismo, el artículo 16.º de la referida ordenanza dispone que no
ameritan notificación previa las infracciones cometidas por omisión de trámites que son de conocimiento
general, como es el caso de la autorización municipal, la cual debe obtenerse antes de abrir un
establecimiento comercial.
15. 15. Por lo expuesto, este Colegiado concluye que la recurrente tampoco ha acreditado en autos que la
actuación de la emplazada haya vulnerado sus derechos a la tutela jurisdiccional efectiva, de defensa y al
debido proceso, definidos en el fundamento N. o 13, supra; razón por cual la demanda también resulta
improcedente en dichos extremos.
16. 16. Sin perjuicio de lo antes señalado, y teniendo en cuenta que la recurrente alega haber cumplido con
todos los requisitos para obtener la licencia de funcionamiento solicitada, y que, pese a ello, la
administración edil de manera arbitraria no expide dicho documento, este Colegiado considera, de
conformidad con el criterio vertido en el fundamento N.º 7, supra, que la presente demanda debe ser
encausada a la vía contencioso-administrativa, la cual, para dirimir la controversia, cuenta con una
adecuada estación para actuar los elementos probatorios presentados por las partes.
17. 17. Por lo tanto, tomando en consideración que la demanda debe derivarse a la vía contencioso-
administrativa, son aplicables al presente caso, mutatis mutandis, las reglas procesales establecidas en los
fundamentos N.os 53 a 58 de la STC N.º 1417-2005-PA, publicada en el diario oficial El Peruano el 12 de
julio de 2005.
§ 5. Precedente vinculante
18. 18. De conformidad con lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, los criterios contenidos en los fundamentos N. os 4 a 17, supra, constituyen precedente
vinculante, puesto que son indispensables para determinar la vía en la que corresponderá que se atiendan
las acciones de amparo comprendidas en los suúestos de improcedencia, siendo de aplicación inmediata
a partir del día siguiente de la publicación de la presente sentencia en el diario oficial El Peruano, de
modo que toda demanda que sea presentada y que no reúna las condiciones del precedente, o las que se
encuentren en trámite y adolezcan de ellos, deberán ser declaradas improcedentes, debiendo ser
encausadas, conforme a los criterios expuestos, en la vía contencioso-administrativa
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
155. 3. Declarar que la presente sentencia asume la eficacia de precedente vinculante respecto de los
fundamentos N.os 4 a 17, conforme a lo señalado en el fundamento N.º 18, supra.
Publíquese y notifíquese.
SS.
En Lima, a los 8 días del mes de noviembre de 2005, el Tribunal Constitucional en sesión de
Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli
Lartirigoyen, Vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo,
pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Pedro Andrés Lizana Puelles contra la sentencia
de la Segunda Sala Especializada en lo Civil de la Corte Superior de Justicia de Piura, de fojas 182, su
fecha 28 de junio de 2005, que declaró infundada la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 27 de diciembre de 2004, el recurrente interpone demanda de amparo contra el Jurado
Nacional de Elecciones (JNE), con el objeto de que se declare la nulidad de la Resolución N.º 315-2004-
JNE, de fecha 17 de noviembre de 2004, por considerar que vulnera el derecho fundamental al debido
proceso.
El Procurador adjunto a cargo de los asuntos judiciales del JNE contesta la demanda manifestando que el
literal u) del artículo 5º de la Ley N.º 26486 —Ley Orgánica del JNE—, en desarrollo del inciso 6) del
artículo 178º de la Constitución, dispone que es competencia del JNE declarar la vacancia de los cargos
elegidos mediante sufragio directo; que, conforme al artículo 23º de la LOM, el JNE debe resolver el
recurso de apelación interpuesto contra el acuerdo del Concejo Municipal que declara o rechaza la
vacancia solicitada; y que los actos de nepotismo que determinaron declarar vacante el cargo de Alcalde
que ejercía el recurrente quedaron plenamente acreditados en sede del JNE, motivo por el cual se
resolvió declarar fundado el recurso de apelación interpuesto. En suma –agrega-, la resolución del JNE
ha sido expedida con plena observancia del derecho fundamental al debido proceso. Finalmente, sostiene
que, sin perjuicio de lo expuesto, al pretenderse vía amparo dejar sin efecto una resolución emitida por el
JNE, se afectan los artículos 142º y 181º de la Constitución que establecen que contra las resoluciones
dictadas por el JNE, no procede recurso alguno.
El Quinto Juzgado Civil de Piura, con fecha 14 de marzo de 2005, declaró infundada la demanda, por
considerar que el JNE ha actuado de conformidad con el artículo 23º de la LOM y sin afectar el derecho
al debido proceso. Añade que la decisión jurisdiccional del JNE ha respetado la tutela procesal efectiva a
la que hace referencia el inciso 8) del artículo 5º del Código Procesal Constitucional.
4. 2. El asunto controvertido, exige, ante todo, que el Tribunal Constitucional determine (no por primera
vez -Cfr., por todas, la STC 2366-2003-AA/TC-), si los artículos 142º y 181º de la Constitución,
instituyen a una resolución del JNE como una zona exenta de control constitucional y,
consecuentemente, exceptuada de ser sometida a una evaluación de validez constitucional mediante el
proceso de amparo previsto en el inciso 2) del artículo 200º de la Constitución.
Es decir, significó superar la concepción de una pretendida soberanía parlamentaria, que consideraba a la
ley como la máxima norma jurídica del ordenamiento, para dar paso -de la mano del principio político de
soberanía popular- al principio jurídico de supremacía constitucional, conforme al cual, una vez
expresada la voluntad del Poder Constituyente con la creación de la Constitución del Estado, en el orden
formal y sustantivo presidido por ella no existen soberanos, poderes absolutos o autarquías. Todo poder
devino entonces en un poder constituido por la Constitución y, por consiguiente, limitado e informado,
siempre y en todos los casos, por su contenido jurídico-normativo.
6. 4. A partir de entonces, el asunto se hizo bastante elemental y se tiene expuesto así desde hace más de
200 años:
“¿Qué sentido tiene que los poderes estén limitados y que los límites estén escritos, si aquellos
a los que se pretende limitar pudiesen saltarse tales límites? La distinción entre un Gobierno
con poderes limitados y otro con poderes ilimitados queda anulada si los límites no
constriñesen a las personas a las que se dirigen, y si no existe diferencia entre los actos
prohibidos y los actos permitidos. (...). Está claro que todos aquellos que han dado vida a la
Constitución escrita la han concebido como el Derecho fundamental y supremo de la nación.
(...). Quienes niegan el principio de que los Tribunales deben considerar la Constitución como
derecho superior, deben entonces admitir que los jueces deben cerrar sus ojos a la Constitución
y regirse sólo por las leyes.”89[1]
7. 5. La Constitución es, pues, norma jurídica y, como tal, vincula. De ahí que, con acierto, pueda
hacerse referencia a ella aludiendo al “Derecho de la Constitución” 90[2], esto es, al conjunto de valores,
derechos y principios que, por pertenecer a ella, limitan y delimitan jurídicamente los actos de los
poderes públicos.
En efecto, afirmar que existen actos de alguna entidad estatal cuya validez constitucional no puede ser
objeto de control constitucional, supone sostener, con el mismo énfasis, que en tales ámbitos la
Constitución ha perdido su condición de norma jurídica, para volver a ser una mera carta política
referencial, incapaz de vincular al poder.
Pretender que el Tribunal Constitucional se adhiera a esta tesis, equivale a pretender que abdique del rol
de guardián de la Constitución que el Poder Constituyente le ha confiado (artículo 201º de la
Constitución). Tentativa que, como será sencillo de entender, jamás será de recibo en sede de este
Colegiado.
89[1]
Sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el Caso Marbury v. Madison (1803). Texto tomado de:
Beltrán de Felipe, Miguel y Gonzáles García, Julio. Las sentencias básicas del Tribunal Supremo de los Estados de
América. Madrid: Boletín Oficial del Estado / Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005, pp. 111-112.
90[2]
Concepto al que acude con frecuencia la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Costa Rica ( Vid. Res. 2004-
09992, de fecha 8 de septiembre de 2004, recaída en el Exp. 03-004485-0007-CO, mediante la cual se declara la
inconstitucionalidad del acuerdo del Poder Ejecutivo de brindar apoyo a la “Coalición” de países que incurrió en
acciones bélicas en Iraq), cuyas competencias materiales resultan sustancialmente idénticas a las de un Tribunal
Constitucional.
91[3]
Artículo 51º de la Constitución.- La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre las normas de
inferior jerarquía, y así sucesivamente. (...).
92[4]
Artículo 45º de la Constitución: El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las
limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen. (...).
93[5]
Artículo 38º de la Constitución.- Todos los peruanos tienen el deber de... respetar, cumplir y defender la
Constitución (...).
94[6]
Kaegi, Werner. Die Verfassung als rechtliche Grundordnung des Staates, Zürich, 1945, p. 147.
10. 8. A todo derecho, valor o principio constitucional, corresponde un proceso constitucional que le
protege (artículo 200º de la Constitución). La judicialización de la Constitución o, para ser más exactos,
la de todo acto que a ella contravenga, es la máxima garantía de que su exigibilidad y la de los derechos
fundamentales reconocidos, no está sujeta a los pareceres de intereses particulares; por el contrario, todo
interés individual o colectivo, para ser constitucionalmente válido, debe manifestarse de conformidad
con cada una de las reglas y principios, formales y sustantivos, previstos en la Carta Fundamental.
11. 9. Es este marco, corresponde al Tribunal Constitucional dirimir en última o única instancia los
procesos constitucionales (artículo 202º de la Constitución). A través de sus sentencias, en su condición
de supremo intérprete de la Constitución (artículo 201º de la Constitución y 1º de la Ley N.º 28301 —
Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC)—), no sólo cumple una función de valoración, sino
también pacificación y ordenación.
13. 11. El Tribunal Constitucional aprecia que los problemas suscitados con relación a los artículos 142º y
181º de la Constitución, se encuentran en estrecha vinculación con su interpretación. Por ello, considera
pertinente abordar algunos puntos relacionados con los métodos de interpretación constitucional y su
objeto.
95[7]
STC 0048-2004-AI, Fundamentos 2 y 3.
96[8]
Cfr. Hesse, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional. Traducción de Pedro Cruz Villalón. 2da. Ed. Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales, 1992, pp. 45-47.
97[9]
Vid. STC 1091-2002-HC, Fundamento 4; STC 0008-2003-AI, Fundamento 5; STC 0045-2004-HC, Fundamento 3.
98[10]
Vid. STC 1797-2002-HD, Fundamento 11; STC 2209-2002-AA, Fundamento 25; STC 0001-2003-AI /0003-2003-AI, Fundamento 10; STC
0008-2003-AI, Fundamento 5; STC 1013-2003-HC, Fundamento 6; 1076-2003-HC, Fundamento 7; STC 1219-2003-HD, Fundamento 6; 2579-2003-
HD, Fundamento 6; STC 0029-2004-AI, Fundamento 15.
“Constitución orgánica” se encuentran reconducidos a la protección de los derechos fundamentales,
como manifestaciones del principio-derecho de dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin
supremo de la sociedad y el Estado (artículo 1º de la Constitución).
c) c) El principio de corrección funcional99[11]: Este principio exige al juez constitucional que, al
realizar su labor de interpretación, no desvirtúe las funciones y competencias que el Constituyente
ha asignado a cada uno de los órganos constitucionales, de modo tal que el equilibrio inherente al
Estado Constitucional, como presupuesto del respeto de los derechos fundamentales, se encuentre
plenamente garantizado.
d) d) El principio de función integradora100[12]: El “producto” de la interpretación sólo podrá ser
considerado como válido en la medida que contribuya a integrar, pacificar y ordenar las relaciones
de los poderes públicos entre sí y las de éstos con la sociedad.
e) e) El principio de fuerza normativa de la Constitución 101[13]: La interpretación constitucional debe
encontrarse orientada a relevar y respetar la naturaleza de la Constitución como norma jurídica,
vinculante in toto y no sólo parcialmente. Esta vinculación alcanza a todo poder público
(incluyendo, desde luego, a este Tribunal) y a la sociedad en su conjunto.
Es en base a estos criterios que debe llevarse a cabo la interpretación de los referidos artículos 142º y 181º
de la Constitución.
16. 14. Las sentencias 0010-2002-AI —expedida en el caso sobre la legislación antiterrorista—; 0023-2003-
AI, —expedida en el caso sobre la Ley Orgánica de la Justicia Militar y el Código de Justicia Militar—;
0004-2004-CC —sobre el conflicto de competencias surgido entre el Poder Judicial y el Congreso de la
República—; 0019-2005-HC — sobre la “ley de arresto domiciliario”—; 0020-2005-AI / 0021-2005-AI
—sobre el conflicto de competencias suscitado entre el Poder Ejecutivo y los Gobiernos Regionales de
Cusco y Huánuco—, son sólo algunas muestras, entre las muchas existentes, con las que este Colegiado
ha demostrado que a los métodos jurídicos y de argumentación constitucional (función de valoración),
acompaña una cabal conciencia de la realidad social, buscando aliviar los conflictos intersubjetivos e
interinstitucionales (funciones de ordenación y pacificación).
Por ello no puede escapar a la consideración de este Tribunal que la pregunta planteada es el resumen fiel
de la preocupación expuesta por algún sector. Y por ello, es consciente de que, si pretende desvirtuarla,
debe hacerlo en términos que no sólo pueda comprender el técnico en Derecho, sino el propio ciudadano.
17. 15. La Constitución del Estado está plagada de disposiciones entre las que existe una “aparente”
contradicción. Así, por ejemplo, mientras en el inciso 1) del artículo 2º se reconoce que toda persona
tiene derecho a la vida, en el artículo 140º se regula la pena de muerte; mientras en el inciso 2) del
artículo 2º se reconoce el principio-derecho a la igualdad ante la ley, el artículo 103º establece que
pueden expedirse leyes especiales cuando así lo exija la naturaleza de las cosas; mientras el inciso 24)
del artículo 2º reconoce el derecho a la libertad personal, el literal f) del mismo inciso justifica que la
autoridad policial prive a la persona de ésta en caso de flagrante delito; mientras el inciso 2) del artículo
139º, refiere que ninguna autoridad puede dejar sin efecto resoluciones judiciales que han pasado en
autoridad de cosa juzgada, empero, el inciso 2) del artículo 200º de la Constitución establece que el
99[11]
Este principio se presenta en cada ocasión en la que este Tribunal delimita las competencias que la Constitución ha
conferido a los distintos órganos constitucionales (vg. la reciente STC 0020-2005-PI / 0021-2005-PI —acumulados—).
100[12]
Vid. STC 0008-2003-AI, Fundamento 5;
101[13]
Vid. STC 0976-2001-AA, Fundamento 5; STC 1124-2001-AA, Fundamento 6.
amparo contra esta resolución procede si emana de un proceso irregular, es decir, de un proceso en el que
no se hayan respetado los derechos fundamentales de la persona.
18. 16. Pues bien, resulta evidente que luego de la lectura aislada de alguna de estas disposiciones, se
llegará a resultados inconsecuentes con el postulado unitario o sistemático de la Constitución. De ahí que
nunca ha sido ni será válido interpretar las disposiciones constitucionales de manera aislada. Es
indiscutible que esta es una lectura más sencilla; sí, tan sencilla como ilegítima.
19. 17. Qué duda cabe de que una interpretación literal y aislada de los artículos 142º y 181º de la
Constitución, concluirá en que, sin ingresar en consideración adicional alguna, una resolución en materia
electoral expedida por el JNE, es inatacable jurisdiccionalmente; es decir, incluso en aquellos supuestos
en los que afecten los derechos fundamentales de la persona. Empero, el resultado de esta interpretación
¿es sustentable constitucionalmente?
20. 18. Son distintas las razones que permiten al Tribunal Constitucional sostener que tal interpretación
resulta manifiestamente inconstitucional. En primer lugar porque, lejos de optimizar el contenido
constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, desconoce la limitación que dicho
contenido representa para los actos llevados a cabo por todo poder público, incluyendo, desde luego, los
que efectúe el JNE.
Si bien es cierto que esta entidad es el máximo órgano de administración de justicia electoral del país, no
lo es menos que, como cualquier otro poder público, se encuentra obligado a respetar los derechos
fundamentales, en el marco del respeto al derecho al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva
(artículo 139° de la Constitución); por cuanto, si así no ocurriese, será nulo y punible todo acto que
prohíba o limite al ciudadano el ejercicio de sus derechos, de conformidad con el artículo 31°, in fine, de
la Carta Fundamental.
En otras palabras, el “producto” resultante de realizar una interpretación aislada de los artículos 142º y
181º de la Constitución, viola los más elementales principios de interpretación constitucional (unidad de
la Constitución y concordancia práctica), pues pretendiendo auspiciar la seguridad jurídica que debe
informar a todo proceso electoral, “sacrifica” los derechos fundamentales, ya que los despoja de toda
garantía jurisdiccional de protección.
21. 19. La interpretación aislada de los artículos constitucionales bajo análisis resulta manifiestamente
contraria al principio de fuerza normativa de la Constitución y al de corrección funcional, ya que
desconoce, por un lado, el carácter jurídico-vinculante de la Constitución y, por otro, la función de
contralor de la constitucionalidad conferida al Tribunal Constitucional (artículo 201º de la Constitución).
En efecto, dicha interpretación confunde la autonomía que ha sido reconocida constitucionalmente al
JNE (artículo 177º de la Constitución) con autarquía, pues pretende que sus resoluciones no sean objeto
de control constitucional en aquellos casos en los que resulten contrarias a los principios y derechos
fundamentales reconocidos en la Carta Fundamental. Lo que equivaldría a sostener que para el JNE,
tales principios y derechos no resultan vinculantes.
Es preciso tener presente que, de conformidad con el principio de corrección funcional, el JNE, bajo las
responsabilidades de ley, se encuentra impedido constitucionalmente de desconocer las decisiones
vinculantes que los otros órganos constitucionales expiden en el ejercicio de sus funciones
constitucionalmente previstas. Así, por ejemplo, el JNE se encuentra impedido de desconocer una
resolución adoptada por el Congreso de la República que inhabilita a una persona para el ejercicio de la
función pública, de conformidad con el artículo 100º de la Constitución; máxime si la validez
constitucional de dicha resolución ha sido plenamente confirmada a través de una sentencia del Tribunal
Constitución, supremo intérprete de la Constitución (artículo 201º de la Constitución y artículo 1º de la
LOTC)102[14].
102[14]
Vid. STC 3760-2004-AA; STC 3238-2004-AA y STC 2791-2005-PA
22. 20. Al referir que las resoluciones del JNE en materia electoral se dictan en última instancia y no pueden
ser objeto de control constitucional en sede jurisdiccional, los artículos 142º y 181º de la Constitución,
tienen por propósito garantizar que ningún otro órgano del Estado se arrogue la administración de
justicia sobre los asuntos electorales, pues en esta materia técnico-jurídica, el JNE es, en efecto, instancia
definitiva. Así lo ordena la Constitución y bajo el principio de corrección funcional ese fuero debe ser
plenamente respetado por todo poder constituido, incluyendo, desde luego, a este Tribunal.
Asunto distinto se presenta cuando el JNE ejerce funciones excediendo el marco normativo que la
Constitución le impone. Ello tendría lugar, claro está, si se expide una resolución contraria a los
derechos fundamentales. En tales supuestos, el criterio del JNE escapa a los asuntos técnico-jurídicos de
carácter estrictamente electoral, siendo de inmediata aplicación el inciso 2) del artículo 200º de la
Constitución que dispone que el proceso de amparo “procede contra el hecho u omisión, por parte de
cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o amenaza los (...) derechos reconocidos por la
Constitución”. En otras palabras, en tales casos, la jurisdicción constitucional se torna inmediatamente
en el fuero competente para dirimir la litis circunscrita a si existió o no violación de la Carta
Fundamental. Sin que pueda caber aquí, desde luego, una subrogación en las funciones reservadas
constitucionalmente al JNE.
Sería, por ejemplo, absurdo sostener que porque el Tribunal Constitucional tiene competencia para
declarar la nulidad de una sentencia expedida por un juez penal o civil que contravenga los derechos
fundamentales, tiene capacidad de administrar justicia penal o civil. Es evidente que en tales supuestos
el Tribunal Constitucional se limita a administrar justicia constitucional, reponiendo las cosas al estado
anterior al momento en que tuvo lugar la afectación del derecho fundamental (primer párrafo del
artículo 1º del Código Procesal Constitucional), para que luego el proceso continúe siendo resuelto por
su respectivo juez competente. La secuencia es idéntica en los supuestos de resoluciones expedidas por
jueces que administran justicia electoral.
Así pues, no se trata de una superposición de funciones, sino de delimitar clara y correctamente las
competencias que la Constitución ha conferido a cada uno de los órganos constitucionales (principio de
corrección funcional).
23. 21. De conformidad con el artículo 93º de la Constitución, los Congresistas de la República no están
sujetos a mandato imperativo. No obstante, las leyes expedidas por el Congreso, órgano independiente y
autónomo, son susceptibles de control constitucional, mediante el proceso de inconstitucionalidad
(artículo 200º 4).
Incluso, existe también una disposición constitucional que expresamente establece que “ninguna
autoridad (...) puede dejar sin efecto resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada”
(artículo 139º 2) y, sin embargo, hoy en día a nadie se le ocurre sostener que las resoluciones firmes
emanadas de un proceso en el que han existido violaciones a los derechos fundamentales, están
exceptuadas de control constitucional mediante los procesos de amparo o hábeas corpus. Son los
principios de unidad de la Constitución, de concordancia práctica y de fuerza normativa de la
Constitución, los que han permitido que esta última tesis se consolide sin reparo (artículo 4º del Código
Procesal Constitucional).
Lo propio se podría señalar en torno a la justicia militar, cuya excepcionalidad y autonomía del Poder
Judicial está reconocida en los artículos 139º 1 y 173º; sin embargo, no se encuentra exceptuada del
control constitucional, a través de los procesos de amparo o hábeas corpus.
No existe, pues, justificación constitucional alguna para que el JNE se encuentre relevado de dicho
control; es decir, cuando no respete los derechos fundamentales en el marco del debido proceso y la
tutela jurisdiccional efectiva.
§6. Los tratados sobre derechos humanos y las decisiones de los tribunales internacionales de derechos
humanos como Derecho Interno
24. 22. Tal como lo dispone el artículo 55º de la Constitución, los tratados celebrados por el Estado y en
vigor forman parte del derecho nacional. De esta manera, los tratados sobre derechos humanos
ratificados por el Estado peruano, por pertenecer al ordenamiento jurídico interno, son Derecho válido,
eficaz y, en consecuencia, inmediatamente aplicable al interior del Estado.
25. 23. Los derechos fundamentales reconocidos por nuestra Constitución, deben ser obligatoriamente
interpretados de conformidad con los tratados y los convenios internacionales sobre derechos humanos
ratificados por el Perú y en concordancia con las decisiones adoptadas por los tribunales internacionales
sobre derechos humanos constituidos según tratados de los que el Perú es parte (Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución y artículo V del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional).
En tal sentido, el ejercicio interpretativo que realice todo órgano jurisdiccional del Estado (o que
desempeñe funciones materialmente jurisdiccionales), para determinar el contenido constitucionalmente
protegido de los derechos fundamentales, debe estar obligatoriamente informado por las disposiciones
de los tratados internacionales de derechos humanos y por la interpretación de las mismas realizada por
los tribunales internacionales sobre derechos humanos a través de sus decisiones.
26. 24. De ahí que el derecho fundamental de acceso a la justicia frente a toda vulneración de los derechos
humanos, como manifestación del derecho al debido proceso reconocido en el inciso 3) del artículo 139º
de la Constitución, no sólo se reduce al acceso a los tribunales internos, sino también a los
internacionales, tal como se tiene previsto en el artículo 205º de la Constitución:
Es también en base a estas consideraciones que debe ser analizada la aplicación aislada de los artículos
142º y 181º de la Constitución, según la cual las resoluciones del JNE en materia electoral no pueden ser
objeto de control constitucional, incluso en los supuestos en los que resulten contrarias a los derechos
fundamentales.
27. 25. En criterio de este Tribunal, resulta manifiesto que dicha aplicación se opone a una interpretación de
los derechos y libertades reconocidos por la Constitución de conformidad con la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, los tratados sobre derechos humanos ratificados por el Estado peruano y las
decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos humanos, constituidos según
tratados de los que el Perú es parte, tal como lo exigen la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la
Constitución y el Artículo V del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional (CPConst.).
“Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella,
o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de
cualquier otra índole.”
a) a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado
decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga el recurso;
"(...) el artículo 25.1 de la Convención es una disposición de carácter general que recoge la
institución procesal del amparo, como procedimiento sencillo y breve que tiene por objeto la
tutela de los derechos fundamentales. Establece este artículo, igualmente, en términos amplios,
la obligación a cargo de los Estados de ofrecer, a todas las personas sometidas a su
jurisdicción, un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus derechos
fundamentales. Dispone, además, que la garantía allí consagrada se aplica no sólo respecto de
los derechos contenidos en la Convención, sino también de aquéllos que estén reconocidos por
la Constitución o por la ley.”103[15]
"los Estados Partes se obligan a suministrar recursos judiciales efectivos a las víctimas de
violación de los derechos humanos (Art. 25°), recursos que deben ser sustanciados de
conformidad con las reglas del debido proceso legal (Art. 8.1°), todo ello dentro de la
obligación general a cargo de los mismos Estados, de garantizar el libre y pleno ejercicio de
los derechos reconocidos por la Convención a toda persona que se encuentre bajo su
jurisdicción.”104[16]
27. Asimismo, en el Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, la Corte ha referido:
“El respeto a los derechos humanos constituye un límite a la actividad estatal, lo cual vale para
todo órgano o funcionario que se encuentre en una situación de poder, en razón de su carácter
oficial, respecto de las demás personas. Es así, ilícita, toda forma de ejercicio del poder
público que viole los derechos reconocidos por la Convención. (...).
De conformidad con la separación de los poderes públicos que existe en el Estado de derecho,
si bien la función jurisdiccional compete eminentemente al Poder Judicial, otros órganos o
autoridades públicas pueden ejercer fucniones del mismo tipo. Es decir que cuando la
Convención se refiere al derecho de toda persona a ser oída por un `juez o tribunal competente
´ para la `determinación de sus derechos, esta expresión se refiere a cualquier autoridad
pública, sea administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones determine
derechos y obligaciones de las personas. Por la razón mencionada, esta Corte considera que
cualquier órgano del Estado que ejerza funciones de carácter materialmente jurisdiccional,
103[15]
Opinión Consultiva OC-9/87, párrafo 23.
104[16]
Casos Velásquez Rodríguez, Fairén Garbi y Solís Corrales y Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, Sentencias
del 26 de junio de 1987, párrafos 90 y 92, respectivamente.
tiene la obligación de adoptar resoluciones apegadas las garantías del debido proceso legal en
los términos del artículo 8º de la Convención Americana.” 105[17]
28. 28. Es en base a tales premisas que el Tribunal Constitucional ha tenido oportunidad de referir (entre
otras, en la STC 2409-2002-AA) que detrás del establecimiento de los procesos constitucionales de la
libertad, se encuentra implícito el derecho a la protección jurisdiccional de los derechos o, lo que es lo
mismo, el derecho a recurrir ante un tribunal competente frente a todo acto u omisión que lesione una
facultad reconocida en la Constitución o en los instrumentos internacionales en materia de derechos
humanos. De conformidad con la jurisprudencia vinculante de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, dicho derecho constituye parte del núcleo duro de la Convención Americana de Derechos
Humanos y, en ese sentido, no puede obstaculizarse irrazonablemente su acceso o simplemente
impedirse su cabal goce y ejercicio.
29. 29. Debe recordarse, asimismo, que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha tenido
oportunidad de condenar y sancionar a Estados que han ratificado la Convención Americana de Derechos
Humanos, justamente, por permitir que sus máximos órganos jurisdiccionales electorales se encuentren
exentos de un control jurisdiccional frente a aquellas decisiones que contravengan los derechos
fundamentales de las personas.
En efecto, en el Caso Yatama vs. Nicaragua (sentencia del 23 de junio de 2005) la Corte Interamericana
expuso:
“Si bien la Constitución de Nicaragua ha establecido que las resoluciones del Consejo
Supremo Electoral en materia electoral no son susceptibles de recursos ordinarios o
extraordinarios, esto no significa que dicho Consejo no deba estar sometido a controles
judiciales, como lo están los otros poderes del Estado. Las exigencias derivadas del principio
de independencia de los poderes del Estado no son incompatibles con la necesidad de
consagrar recursos o mecanismos para proteger los derechos humanos.
Independientemente de la regulación que cada Estado haga respecto del órgano supremo
electoral, éste debe estar sujeto a algún control jurisdiccional que permita determinar si sus
actos han sido adoptados al amparo de los derechos y garantías mínimas previstos en la
Convención Americana, así como los establecidos en su propia legislación, lo cual no es
incompatible con el respeto a las funciones que son propias de dicho órgano en materia
electoral. Este control es indispensable cuando los órganos supremos electorales, como el
Consejo Supremo Electoral en Nicaragua, tienen amplias atribuciones, que exceden las
facultades administrativas, y que podrían ser utilizados, sin un adecuado control, para
favorecer determinados fines partidistas. En este ámbito, dicho recurso debe ser sencillo y
rápido, tomando en cuenta las particularidades del procedimiento electoral.
Por todo lo expuesto, la Corte concluye que el Estado violó el derecho a la protección judicial
consagrado en el artículo 25.1 de la Convención Americana (...).” 106[18]
30. 30. Las similitudes con el caso peruano son manifiestas. El artículo 173º de la Constitución
nicaragüense es sustancialmente análogo a los artículos 142º y 181º de la Constitución peruana. Y el
Consejo Supremo Electoral de Nicaragua tiene en el JNE peruano a su homólogo.
Insistir en una interpretación aislada de los artículos 142º y 181º de la Constitución, pretendiendo que
las resoluciones del JNE en materia electoral están exceptuadas de control constitucional a través del
proceso constitucional de amparo, supondría incurrir en una manifiesta irresponsabilidad, ya que
situaría al Estado peruano ante la cierta e inminente condena por parte de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos al violar el artículo 25.1 de la Convención. No sólo es facultad, sino deber de este
105[17]
Caso Tribunal Constitucional, Etapa de fondo, Sentencias del 24 de septiembre de 1999, párrafos 68 y 71.
106[18]
Caso Yatama vs. Nicaragua, Etapa de fondo, Sentencia del 23 de junio de 2005, párrafos 174, 175 y 176.
Tribunal y del Poder Judicial impedir ello, mediante una adecuada interpretación de los referidos
preceptos, de conformidad con la Constitución y los tratados y las decisiones de los tribunales
internacionales sobre derechos humanos constituidos según tratados de los que el Perú es parte.
31. 31. Así las cosas, una interpretación aislada de los artículos constitucionales sub exámine, resulta
incompatible con el artículo 8º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; el artículo 2º del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; el artículo XVIII de la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre; y los artículo 8º 1 y 25º de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.
32. 32. Son, justamente, aplicaciones literales de los artículos 142º y 181º de la Constitución, las que han
ocasionado que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sostenga lo siguiente:
“En el presente caso, las disposiciones del ordenamiento jurídico peruano (artículos 181
constitucional y 13 de la Ley Orgánica Electoral) tal y como han sido interpretadas por el JNE
en su decisión del 18 de enero de 1995 (Oficio N.º 188-95-SG/JNE), implican que cualquier
decisión adoptada por el JNE y que pueda afectar los derechos políticos consagrados en la
Convención, no son revisables y por tanto, no protegibles en el Derecho Interno.” 107[19]
“Adoptar las medidas tendientes a modificar las disposiciones de los artículos 181 de la
Constitución de 1993, y 13 de la Ley Orgánica Electoral, posibilitando un recurso efectivo y
sencillo, en los términos del artículo 25º (1) de la Convención, contra las decisiones del JNE
que vulneren la garantía a la participación política por parte de los ciudadanos.” 108[20]
Cabe señalar que en este Informe la Comisión Interamericana de Derechos Humanos expresa que en
reiteradas comunicaciones el Estado peruano puso en su conocimiento la existencia de diversas iniciativas
de modificación de la legislación electoral, allanándose a la denuncia planteada en su contra, a pesar de lo
cual, hasta la fecha de la publicación del Informe, ninguna había sido adoptada. 109[21]
33. 33. El Tribunal Constitucional considera, sin embargo, que, tal como ocurriera en su oportunidad con el
artículo 173º de la Constitución (relacionado a las competencias de la jurisdicción militar 110[22]), la
reforma de los artículos 142º y 181º resulta innecesaria, pues por vía de una interpretación constitucional
adecuada, su contenido normativo es susceptible de compatibilizarse con los tratados sobre derechos
humanos ratificados por el Estado peruano y las decisiones y recomendaciones de los organismos
internacionales relacionados con la materia.
34. 34. Por lo demás, debe enfatizarse que la imposibilidad de optar por una lectura aislada del artículo 142º
del la Constitución no sólo ha sido establecida por este Tribunal en lo que al control de
constitucionalidad de las resoluciones del JNE en materia electoral se refiere (STC 2366-2003-AA), sino
también en lo que respecta a las resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en materia de
evaluación y ratificación de jueces, las cuales, al amparo de dicha aislada interpretación, tampoco serían
susceptibles de ser objeto de control constitucional en sede jurisdiccional.
35. 35. En tal sentido, sin perjuicio de lo que luego se sostendrá, llegado a este punto, el Tribunal
Constitucional se encuentra en condiciones de afirmar que toda interpretación de los artículos 142º y
181º de la Constitución que realice un poder público, en el sentido de considerar que una resolución del
JNE que afecta derechos fundamentales, se encuentra exenta de control constitucional a través del
proceso constitucional de amparo, es una interpretación inconstitucional. Consecuentemente, toda vez
que el JNE emita una resolución que vulnere los derechos fundamentales, la demanda de amparo
planteada en su contra resultará plenamente procedente.
En aplicación del artículo VII del Título Preliminar del CPConst., este criterio normativo constituye
precedente vinculante para todos los poderes públicos.
Todo juez y tribunal de la República -sea que realice funciones estrictamente jurisdiccionales o
materialmente jurisdiccionales-, se encuentra vinculado por este criterio, bajo responsabilidad (artículo
VI del Título Preliminar del CPConst. y Primera Disposición Final de la LOTC).
§7. Criterios para un oportuno control constitucional de las resoluciones jurisdiccionales del JNE
36. 36. Como quedó dicho en el Fundamento 33, supra, en criterio del Tribunal Constitucional, el conflicto,
strictu sensu, no reside en las disposiciones 142º y 181º de la Constitución, sino en la inconstitucional
interpretación y consecuente aplicación literal y aislada que de ellas pretenda hacerse. Por ello, no
corresponde concentrar el análisis en si pueden o no ser objeto de control constitucional las resoluciones
del JNE en materia electoral que violen derechos fundamentales, pues no cabe duda de que lo son, sino
en determinar cómo debe operar dicho control constitucional.
37. 37. De conformidad con los tratados y la jurisprudencia internacional sobre derechos humanos, y con el
criterio sostenido en la STC 2366-2003-AA, en el que este Colegiado se reafirma, el inciso 8) del
artículo 5º del CPConst., establece que son objeto de control constitucional las resoluciones del JNE que
violen la tutela procesal efectiva. El artículo 4º de la misma norma, refiere que:
“Se entiende por tutela procesal efectiva aquella situación jurídica de una persona en la que se
respetan, de modo enunciativo, sus derechos de libre acceso al órgano jurisdiccional, a probar,
de defensa, al contradictorio e igualdad sustancial en el proceso, a no ser desviado de la
jurisdicción predeterminada ni sometido a procedimientos distintos de los previstos por la ley,
a la obtención de una resolución fundada en derecho, a acceder a los medios impugnatorios
regulados, a la imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la actuación adecuada y
temporalmente oportuna de las resoluciones judiciales y a la observancia del principio de
legalidad procesal penal.”
Consecuentemente, la posibilidad de ejercer control constitucional a las resoluciones del JNE que resulten
contrarias a los derechos fundamentales no sólo emerge de una adecuada interpretación de la Carta
Fundamental, sino que se encuentra expresamente concretizada en una disposición del CPConst.
38. 38. Sin embargo, no es menos cierto que la seguridad jurídica —que ha sido reconocida por este
Tribunal como un principio implícitamente contenido en la Constitución 111[23]—, es pilar fundamental de
todo proceso electoral. En efecto, siendo que los procesos electorales ostentan plazos perentorios y
preclusivos, y que una de las garantías para la estabilidad democrática es el conocimiento exacto y
oportuno del resultado de la voluntad popular manifestada en las urnas (artículo 176º de la Constitución),
no es factible que, so pretexto del establecimiento de garantías jurisdiccionales de los derechos
fundamentales, se culmine por negar la seguridad jurídica del proceso electoral, y con ella, la estabilidad
y el equilibrio del sistema constitucional en su conjunto (principio de interpretación constitucional de
concordancia práctica).
39. 39. En tal virtud, este Colegiado considera necesario precisar los siguientes aspectos:
b) b) En atención a la seguridad jurídica que debe rodear todo proceso electoral y a las especiales
funciones conferidas a los órganos del sistema electoral en su conjunto (JNE, ONPE, RENIEC —
artículos 178º, 182º y 183º de la Constitución—), en ningún caso la interposición de una demanda de
amparo contra el JNE suspende el calendario electoral, el cual sigue su curso inexorable. Toda
afectación de los derechos fundamentales en la que incurra el JNE, devendrá en irreparable cada vez
que precluya cada una de las etapas del proceso electoral o que la voluntad popular, a la que hace
alusión el artículo 176º de la Constitución, haya sido manifestada en las urnas. En dichos supuestos
el proceso de amparo sólo tendrá por objeto determinar las responsabilidades a que hubiera lugar, de
conformidad con el artículo 1º del CPConst.112[24].
c) c) Este Colegiado considera, sin embargo, que es preciso incrementar las garantías que aseguren
la celeridad y seguridad jurídica que deben caracterizar a todo proceso electoral, sin que con ello se
afecte el plausible control constitucional de una resolución del JNE en materia electoral que
contravenga derechos fundamentales. Debe recordarse que con el mismo énfasis con el que la Corte
Interamericana ha señalado que todo órgano supremo electoral,
“debe estar sujeto a algún control jurisdiccional que permita determinar si sus actos han sido
adoptados al amparo de los derechos y garantías mínimas previstos en la Convención
Americana, así como los establecidos en su propia legislación” 113[25],
ha establecido que
“dicho recurso debe ser sencillo y rápido, tomando en cuenta las particularidades del
procedimiento electoral”114[26].
Resulta evidente que esta previsión de la Corte Interamericana, no sólo apunta a que no corra riesgo
el cronograma electoral, sino también a evitar en lo posible que las eventuales afectaciones a los
derechos fundamentales en las que incurran los órganos encargados de administrar justicia electoral
no se tornen irreparables.
Estas medidas no sólo garantizarán la seguridad jurídica del proceso electoral, sino que también
permitirán la oportuna protección de los derechos fundamentales. Debe recordarse cómo, por
ejemplo, a pesar de haberse acreditado la manifiesta afectación por parte del JNE del derecho a la
presunción de inocencia (artículo 2º 24 e. de la Constitución) de un ciudadano y, como consecuencia
de ello, la afectación de su derecho político a ser candidato a un cargo público (artículos 2º 17, 31º y
35º de la Constitución), la ausencia de plazos perentorios en los procesos de amparo orientados a la
protección de derechos fundamentales políticos, el debido proceso y la tutela jurisdiccional efectiva,
determinó la imposibilidad de reponer las cosas al estado anterior, al haber devenido dichas
afectaciones en irreparables115[27].
En otras palabras, acusa una supuesta afectación de su derecho fundamental al debido proceso, pues
considera que el JNE era incompetente para pronunciarse sobre el asunto.
41. 41. La pretensión del recurrente carece de todo sustento constitucional. En efecto, sucede que en
desarrollo del inciso 6) del artículo 178º de la Constitución, el artículo 23º de la LOM, establece que los
recursos de apelación contra los Acuerdos de Concejo Municipal que resuelven la reconsideración
planteada contra una decisión del propio Concejo en relación con una solicitud para vacar al Alcalde, son
resueltos por el JNE.
De este modo, el JNE resultaba plenamente competente para conocer el asunto, lo que, por lo demás,
está reafirmado por el artículo 5º u. de la Ley N.º 26486 —Ley Orgánica del Jurado Nacional de
Elecciones—.
42. 42. Al conocer el caso, el JNE encontró plenamente acreditada la causal de nepotismo que determinaba
la vacancia del demandante en el cargo de Alcalde, tal como se encuentra previsto en el inciso 8) del
artículo 22º de la LOM.
43. 43. En tal sentido, lejos de acreditar la afectación de derecho fundamental alguno, el recurrente pretende
que este Colegiado se subrogue en una interpretación de la legislación electoral acorde con la
Constitución, es decir, en la administración de justicia electoral que el inciso 4) del artículo 178º de la
Constitución confía al JNE, lo que, a todas luces, resulta inaceptable. Por tanto, la demanda debe ser
desestimada.
115[27]
Vid. STC 2366-2003-AA.
§9. El Informe Técnico de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional de Derechos Humanos del
Ministerio de Justicia
44. 44. Conforme al artículo 4º de la Ley Orgánica del Sector Justicia, corresponde al Ministerio de Justicia
“velar por la vigencia del imperio de la Ley, el derecho y la justicia.”
45. 45. Mediante Oficio N.º 1209-2005-JUS/DM, de fecha 7 de noviembre de 2005, el señor Ministro de
Justicia ha remitido a este Tribunal el Informe N.º 145-2005-JUS/CNDH-SE/CESAPI, de la Secretaría
Ejecutiva del Consejo Nacional de Derechos Humanos.
En dicho Informe, luego de efectuarse un extenso análisis respecto a los alcances del artículo 25.1 de la
Convención, que reconoce el derecho de toda persona “a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando
tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”, y a la
interpretación de mismo realizada a través de sus sentencias y opiniones consultivas por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (recogida, en su mayoría, en el punto §6 de esta sentencia), se
concluye en que:
46. 46. El Tribunal Constitucional comparte plenamente el criterio del Consejo Nacional de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia, en el sentido de que, tal como lo ha establecido la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, no cabe, en ninguna circunstancia (ni aun durante los estados de
excepción), desconocer el derecho de toda persona a recurrir a los procesos constitucionales de amparo y
hábeas corpus frente a toda vulneración de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución
del Estado, como manifestación concreta, a nivel interno, del derecho humano de toda persona “a un
recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que
la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o
la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de
sus funciones oficiales”, en los términos del artículo 25º de la Convención Americana de Derechos
Humanos.
47. 47. De otra parte, si bien es cierto que aún no existe una sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos contra el Estado peruano por el eventual impedimento de la procedencia de una
demanda de amparo contra una resolución del JNE en materia electoral que afecte derechos
fundamentales, sus sentencias vinculadas con la violación del artículo 25 de la Convención (en particular
la expedida en el Caso Yatama vs. Nicaragua) y sus opiniones consultivas sobre el particular, son
muestras evidentes de que dichas condenas serán inminentes si el Estado peruano obra en dicho sentido.
En consecuencia, es deber del Estado regular un proceso constitucional sumario de amparo contra las
resoluciones del JNE que violen derechos fundamentales.
HA RESUELTO
20.2. De acuerdo con los artículos 201° de la Constitución y 1° de la LOTC, este Tribunal, en su calidad de
supremo intérprete de la Constitución, según ha quedado dicho en el Fundamento 35, supra, establece que
toda interpretación de los artículos 142º y 181º de la Constitución que realice un poder público en el
sentido de considerar que una resolución del JNE que afecta derechos fundamentales, se encuentra exenta
de control constitucional a través del proceso constitucional de amparo, es una interpretación
inconstitucional. Consecuentemente, cada vez que el JNE emita una resolución que vulnere los derechos
fundamentales, la demanda de amparo planteada en su contra resultará plenamente procedente.
En aplicación del artículo VII del Título Preliminar del CPConst., este criterio normativo constituye
precedente vinculante para todos los Poderes Públicos.
Todo juez y tribunal de la República -sea que realice funciones estrictamente jurisdiccionales o
materialmente jurisdiccionales- se encuentra vinculado por este criterio, bajo responsabilidad (artículo VI
del Título Preliminar del CPConst. y Primera Disposición Final de la LOTC).
21.3. De conformidad con el Fundamento 39 b), en ningún caso la interposición de una demanda de
amparo contra el JNE suspende el calendario electoral, el cual sigue su curso inexorable. Toda afectación
de los derechos fundamentales en que incurra el JNE, devendrá en irreparable cada vez que precluya cada
una de las etapas del proceso electoral o en que la voluntad popular, a la que hace alusión el artículo 176º
de la Constitución, haya sido manifestada en las urnas. En dichos supuestos, el proceso de amparo sólo
tendrá por objeto determinar las responsabilidades a que hubiera lugar, de conformidad con el artículo 1º
del CPConst.
22.4. En observancia del artículo 107° de la Constitución, y tal como ha quedado dicho en el Fundamento
39 c), supra, este Tribunal propone al Congreso de República introducir en el CPConst, en el más breve
plazo posible, las modificaciones conducentes a:
Reducir sustancialmente el plazo de prescripción para interponer una demanda de amparo
contra una resolución del JNE en materia electoral.
Que las demandas de amparo contra una resolución del JNE en materia electoral se
presenten ante la Sala Constitucional y Social de la Corte Suprema; y cuyas resoluciones
denegatorias, emitidas en un plazo sumarísimo, puedan ser conocidas por el Tribunal
Constitucional, mediante la interposición de un recurso de agravio constitucional a ser resuelto
también en tiempo perentorio.
23.5. Poner en conocimiento del Congreso de la República y del JNE la presente sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
STC N.° 3482-2005-HC, Caso Augusto Brain Delgado
En Lima, a los 27 días del mes de junio del 2005, la Sala Primera del Tribunal Constitucional,
integrada por los magistrados Alva Orlandini, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente
sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Luis Augusto Brain Delgado contra la
resolución emitida por la Tercera Sala Penal con Reos en Cárcel, de fojas 171, su fecha 11 de Febrero del
2005, que declara infundada, en todos sus extremos, la demanda de hábeas corpus de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 16 de noviembre de 2004, don Luis Augusto Brain Delgado interpone demanda de hábeas
corpus a su favor, y en beneficio de su esposa, doña Julia Patricia Barrientos Alcántara, y de su menor hijo,
Sebastián Brain Barrientos; y la dirige contra Ricardo Lublin Frydman y Mirtha Salazar Becerra, presidente
y secretaria, respectivamente, de la Junta de Vecinos del Parque Malpica, sito en la calle N.° 1 de la
urbanización Monterrico Chico, en el distrito de Santiago de Surco; así como contra los vigilantes
particulares René Gonzales Romero y Aníbal Suárez Gómez, solicitando que se disponga el retiro de las rejas
que se han instalado en el referido parque y sus alrededores, donde se encuentra su domicilio, impidiendo el
libre ingreso y tránsito vehicular y peatonal.
Manifiesta que si bien la citada Junta de Vecinos cuenta con autorización municipal para efectuar el
enrejado de la calle N.° 1, de conformidad con la Resolución de Alcaldía N.° 4821, del 20 de agosto de 1992,
de acuerdo con la misma norma, las citadas rejas, cuyo propósito es el control vehicular y proteger la
seguridad ciudadana, deben permanecer abiertas entre las 7:00 horas. y las 20:00 horas, lo que, en el presente
caso, no se viene cumpliendo. Refiere que desde el año 2000 reside en la calle 1, N.° 191, de la urbanización
Monterrico Chico, fecha desde la cual empezó a aportar un monto de S/. 30.00 a la Junta de Vecinos, que el
sistema de seguridad administra; pero que, a raíz de haber sido víctima de un robo en su vehículo y ante la
indiferencia de la citada junta frente a sus reclamos, decidió dejar de aportar la cuota mensual, habiéndose
producido desde entonces una actitud hostil hacia su persona por parte de los miembros de la junta y de los
vigilantes, la misma que se ha manifestado en la retención indebida de su correspondencia o en no entregarla
en su domicilio; en la obstaculización del paso de su vehículo y el de su familia y de vehículos de terceros
que se dirigen hacia su domicilio (incluyendo una ambulancia que en determinado momento debió atender a
su hijo); y, finalmente, en agresiones verbales hacia él y su esposa por parte de los vigilantes, quienes le han
manifestado que, por no aportar sus cuotas, no tiene derecho alguno de reclamar. Reitera que las rejas
permanecen cerradas todo el día y que cuando ingresan los que aportan a la Junta de Vecinos, el tránsito
fluye sin ningún inconveniente, añadiendo que, al no permitirle ingresar diariamente, se ve obligado a bajar
de su vehículo y abrir personalmente la reja, ya que los vigilantes aducen seguir órdenes expresas de la junta
de impedirle el ingreso.
Practicadas las diligencias de ley se reciben las declaraciones de los demandantes (el recurrente y su
esposa), quienes se ratifican en su dicho. Asimismo, se reciben las declaraciones de los demandados Daniel
Lublin Frydman y Mirtha Margarita Salazar Becerra de Roca, en su condición de directivos de la Junta de
Vecinos, quienes coinciden en señalar que la reja en cuestión permanece semiabierta, no existiendo
restricciones o impedimentos contra el demandante para desplazarse con su vehículo. En todo caso, señalan,
no se le brinda a este el servicio de seguridad y vigilancia porque no paga sus cuotas de mantenimiento; y ha
presentado ante la Municipalidad una queja contra la Junta de Vecinos a fin de que retiren el enrejado.
Finalmente, también se reciben las declaraciones de René Gonzales Romero y Aníbal Suárez Gómez, en su
calidad de vigilantes, quienes señalan que, a raíz de que el demandante dejó de pagar sus cuotas, se procedió
a recortarle los servicios de vigilancia, mas que en ningún momento se le ha restringido, ni a él, ni a sus
familiares o sus trabajadores, el libre tránsito; tampoco se ha impedido que su correspondencia llegue a su
domicilio. Agrega que anteriormente se recepcionaba dicha correspondencia por indicación del propio
recurrente, pero, posteriormente, y a su solicitud, esta ya no se recepciona, permitiéndose el ingreso del
mensajero en su domicilio.
El Cuadragésimo Tercer Juzgado Penal de Lima, con fecha 17 de diciembre de 2004, declara
infundada la demanda en el extremo referido al retiro de rejas y fundada en el extremo referido al libre
tránsito sin ningún tipo de restricciones. Tales consideraciones se sustentan en que no ha quedado acreditado
que las rejas instaladas impidan el tránsito peatonal, ya que estas se encuentran abiertas y, por otra parte,
están debidamente autorizadas; y que, sin embargo, sí se ha demostrado que el demandante tiene que bajar de
su vehículo para abrir por completo la reja debido a que el personal de vigilancia no le brinda ni a él ni a su
familia dicho servicio.
FUNDAMENTOS
Petitorio
1. La demanda tiene por objeto solicitar el retiro de las rejas ubicadas en la Calle N° 1 S/N de la
urbanización Monterrico Chico, en el distrito de Santiago de Surco, y que se disponga el libre ingreso del
vehículo del recurrente y su familia, sin ningún tipo de restricciones. Se alega que el sistema de control
implementado por la Junta de Vecinos de dicho lugar atenta contra el derecho constitucional al libre
tránsito.
4. Conviene precisar que en los hábeas corpus del tipo señalado, aun cuando no esté de por medio una
medida de detención, no quiere ello decir que la discusión o controversia a dilucidar resulte un asunto de
mera constatación empírica. En estos casos, como en otros similares, es tan importante verificar la
restricción a la libertad que se alega como lo señalado por las partes que participan en el proceso, además
de merituar las diversas instrumentales que puedan haber sido aportadas. Al margen de la sumariedad del
proceso, es necesario evaluar con algún detalle lo que se reclama y el elemento probatorio con el que se
cuenta.
Los alcances genéricos de la libertad de tránsito o derecho de locomoción y la existencia de límites a su
ejercicio
5. La libertad de tránsito o derecho de locomoción es, dentro del catálogo de atributos susceptibles de
tutela por mediante el hábeas corpus, de los más tradicionales. Con el mismo se busca reconocer que
todo nacional o extranjero con residencia establecida pueda circular libremente o sin restricciones por el
ámbito de nuestro territorio patrio, habida cuenta de que, en tanto sujeto con capacidad de
autodeterminación, tiene la libre opción de disponer cómo o por dónde decide desplazarse, sea que dicho
desplazamiento suponga facultad de ingreso hacia el territorio de nuestro Estado, circulación o tránsito
dentro del mismo, o simplemente salida o egreso del país. Dicho atributo, por otra parte, se encuentra
también reconocido en los artículos 12 ° y 13° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y
en el artículo 22° de la Convención Americana de Derechos Humanos, constituyendo uno de los
derechos de mayor implicancia en el ámbito de la libertad personal.
6. Siendo el derecho de tránsito o de locomoción un atributo con alcances bastante amplios, se encuentra,
sin embargo, por mandato expreso de la propia Constitución y conforme a los criterios recogidos por los
instrumentos internacionales antes referidos, sometido a una serie de límites o restricciones en su
ejercicio. Dichas restricciones, por de pronto, pueden ser de dos clases: explícitas o implícitas.
7. Las restricciones calificadas como explícitas se encuentran reconocidas de modo expreso y pueden
estar referidas tanto a supuestos de tipo ordinario, como los enunciados por el inciso 11) del artículo 2°
de la Constitución (mandato judicial, aplicación de la ley de extranjería o razones de sanidad), como a
supuestos de tipo extraordinario (los previstos en los incisos 1 y 2 del artículo 137° de la Constitución,
referidos a los estados de emergencia y de sitio, respectivamente).
8. El primer supuesto explícito implica que ninguna persona puede ser restringida en su libertad
individual, salvo que exista un mandato formal emitido por autoridad judicial. En dicho contexto, y
aunque toda persona tiene la opción de decidir el lugar al cual quiere desplazarse y el modo para llevarlo
a efecto, queda claro que cuando ella es sometida a un proceso, sus derechos, en buena medida, pueden
verse afectados a instancias de la autoridad judicial que lo dirige. Aunque tal restricción suele rodearse
de un cierto margen de discrecionalidad, tampoco puede o debe ser tomada como un exceso, ya que su
procedencia, por lo general, se encuentra sustentada en la ponderación efectuada por el juzgador de que,
con el libre tránsito de tal persona, no puede verse perjudicada o entorpecida la investigación o proceso
de la que tal juzgador tiene conocimiento. En tales circunstancias no es, pues, que el derecho se torne
restringido por un capricho del juzgador, sino por la necesidad de que el servicio de Justicia y los
derechos que ella está obligada a garantizar, no sufran menoscabo alguno y, por consiguiente, puedan
verse materializados sin desmedro de los diversos objetivos constitucionales.
9. El segundo supuesto, mucho más explicable, y en parte advertido desde la propia idea que el derecho
de locomoción solo le corresponde a los nacionales o extranjeros con residencia establecida, supone que
quien, sin pertenecer a nuestro Estado, pretende ingresar, transitar o salir libremente de su territorio, se
expone a ser expulsado bajo las consideraciones jurídicas que impone la Ley de Extranjería. La
justificación de dicho proceder se sustenta en que si bien los derechos fundamentales son reconocidos
universalmente, cuando se trata de aquellos cuyo ámbito de ejecución trastoca principios esenciales,
como la soberanía del Estado o la protección de sus nacionales, el ordenamiento jurídico, sobre la base
de una equilibrada ponderación, puede hacer distingos entre quienes forman parte del mismo (del
Estado) y aquellos otros que carecen de tal vínculo. En tales circunstancias, no es que se niegue la
posibilidad de poder gozar de un derecho a quienes no nacieron en nuestro territorio o no poseen nuestra
nacionalidad, sino que resulta posible o plenamente legítimo imponer ciertas reglas de obligatorio
cumplimiento a efectos de viabilizar el goce de dichos atributos. Supuesto similar ocurre, en el ámbito de
loa derechos políticos, donde el Estado se reserva el reconocimiento y la obligación de tutela de derechos
fundamentalmente para el caso específico o preferente de los nacionales, sin que con ello se vea
perturbada o desconocida la regla de igualdad.
10. El tercer supuesto explícito tiene que ver con otra situación perfectamente justificada. Como resulta
evidente, por razones de sanidad también puede verse restringido el derecho de tránsito, esencialmente
porque, en tal caso, de lo que se trata es de garantizar que el ejercicio de dicho atributo no ponga en
peligro derechos de terceros o, incluso, derechos distintos de los derechos de la persona que intenta el
desplazamiento. Tal contingencia, de suyo, podría ocurrir en el caso de una epidemia o grave enfermedad
que pudiese detectarse en determinada zona o sector del territorio del país. En tales circunstancias, la
restricción al derecho de tránsito se vuelve casi un imperativo que el ordenamiento, como es evidente,
está obligado a reconocer y, por supuesto, a convalidar.
11. Un cuarto supuesto explícito, aunque este último de naturaleza extraordinaria, se relaciona con las
situaciones excepcionales que la misma norma constitucional contempla bajo la forma de estados de
emergencia o de sitio y que suelen encontrarse asociados a causas de extrema necesidad o grave
alteración en la vida del Estado, circunstancias en las que es posible limitar en cierta medida el ejercicio
de determinados atributos personales, uno de los cuales es el derecho de tránsito o de locomoción. En
dicho contexto, lo que resulta limitable o restringible no es el ejercicio de la totalidad del derecho o los
derechos de todos los ciudadanos, sino de aquellos aspectos estrictamente indispensables para la
consecución de los objetivos de restablecimiento a los que propende el régimen excepcional, para cuyo
efecto ha de estarse a lo determinado por referentes tan importantes como la razonabilidad y la
proporcionalidad.
12. Las restricciones implícitas, a diferencia de las explícitas, resultan mucho más complejas en cuanto a su
delimitación, aunque no, por ello, inexistentes o carentes de base constitucional. Se trata, en tales
supuestos, de vincular el derecho reconocido (en este caso, la libertad de tránsito) con otros derechos o
bienes constitucionalmente relevantes, a fin de poder determinar, dentro de una técnica de ponderación,
cuál de todos ellos es el que, en determinadas circunstancias, debe prevalecer. Un caso específico de
tales restricciones se da precisamente en los supuestos de preservación de la seguridad ciudadana, en los
cuales se admite que, bajo determinados parámetros de razonabilidad y proporcionalidad, es posible
limitar el derecho aquí comentado.
13. Aunque no existe una aproximación conceptual precisa en cuanto a lo que para la Constitución
representa la seguridad ciudadana, sino, básicamente, un conjunto de características o elementos que
permiten integrar lo que sería su contenido, esta puede ser catalogada como un estado de protección que
brinda el Estado y en cuya consolidación colabora la sociedad, a fin de que determinados derechos
pertenecientes a los ciudadanos puedan ser preservados frente a situaciones de peligro o amenaza o
reparados en caso de vulneración o desconocimiento. Derechos como la vida, la integridad, la
tranquilidad, la propiedad o la libertad personal suelen ser los principales referentes que integran el
contenido de la seguridad ciudadana en atención a lo que del Estado y la colectividad se espera, siendo
evidente que, por sus alcances, se trata fundamentalmente de un bien jurídico de relevancia antes que de
un atributo o libertad a título subjetivo.
14. De alguna forma la idea de los bienes jurídicos relevantes se encuentra, pues, asociada al interés general,
mientras que el concepto de derechos se asocia al interés subjetivo particular de quien reclama por su
defensa. Lo dicho cobra especial importancia si se parte del supuesto que la ciudadanía ve
cotidianamente arriesgada su seguridad como resultado del entorno conflictivo y antisocial, cuando no de
la criminalidad mayoritariamente presente en las ciudades con abundante población y tráfico económico
y, frente a lo cual se hace necesaria una específica política de seguridad en favor de la colectividad. En el
Estado social de derecho, por otra parte, es incuestionable la existencia de roles vitales en relación con la
consecución de grandes objetivos. Vista la seguridad ciudadana como uno de esos roles en los que todo
Estado se compromete, no cabe discusión alguna respecto del papel relevante que le toca cumplir y la
especial posición que el ordenamiento constitucional le suele otorgar.
15. Cabe precisar que cuando se trata de bienes jurídicos como los aquí descritos, no resulta extraño, sino
perfectamente legítimo que, en determinadas circunstancias, y como se anticipó anteriormente, los
derechos puedan verse restringidos en determinados ámbitos de su contenido, a fin de compatibilizar los
objetivos sociales propios de todo bien constitucional con los intereses individuales correspondientes a
todo atributo o libertad. Naturalmente, no es que los derechos se encuentren posicionados por debajo de
los bienes juridicos y ni siquiera a un mismo nivel o jerarquía, pero es evidente que ante la existencia de
ambas categorías al interior del ordenamiento se hace imperioso integrar roles en función de los grandes
valores y principios proclamados desde la Constitución. En ese gran reto ponderativo el juez
constitucional ocupa un papel gravitante.
Las vías de tránsito público y el establecimiento de rejas como medida de seguridad vecinal
16. Exceptuados los ámbitos de lo que constituye el dominio privado, todo aquel espacio que desde el
Estado haya sido estructurado como referente para el libre desplazamiento de personas puede ser
considerado una vía de tránsito público. Dentro de tales espacios (avenidas, calles, veredas, puentes,
plazas, etc.), no existe, en principio, restricción o limitación a la locomoción de los individuos, esto es,
no existe la necesidad de pedir autorización alguna ni ante el Estado ni ante particular alguno, pues se
presume que la vía pública pertenece a todos y no a determinada persona o grupo de personas en
particular.
17. Las vías de tránsito público, por otra parte, sirven no solo para permitir el desplazamiento peatonal, sino
para facilitar otros ámbitos de su autodeterminación o el ejercicio de una diversidad de derechos
constitucionales (trabajo, salud, alimentación, descanso, etc.); y como tales, se constituyen en un
elemento instrumental sumamente importante del cual depende la satisfacción plena o la realización de
una multiplicidad de objetivos personales.
18. Siendo las vías de tránsito público libres en su alcance y utilidad, pueden sin embargo, y en
determinadas circunstancias, ser objeto de regulaciones y aun de restricciones. Cuando estas provienen
directamente del Estado, se presumen acordes con las facultades que el propio ordenamiento jurídico
reconoce en determinados ámbitos (como ocurre, por ejemplo, con las funciones de control de tránsito
efectuadas por los gobiernos municipales); cuando provienen de particulares, existe la necesidad de
determinar si existe alguna justificación sustentada en la presencia, o no, de determinados bienes
jurídicos.
19. Justamente en la existencia o reconocimiento del bien jurídico seguridad ciudadana, se encuentra lo que,
tal vez, constituya la más frecuente de las formas a través de la cual se ven restringidas las vías de
tránsito público. Tras la consabida necesidad de garantizar que la colectividad no se vea perjudicada en
sus derechos más elementales frente al entorno de inseguridad recurrente en los últimos tiempos, se ha
vuelto una práctica reiterada el que los vecinos o las organizaciones que los representan opten por
colocar rejas o mecanismos de seguridad en las vías de tránsito público. Aunque queda claro que no se
trata de todas las vías (no podría implementarse en avenidas de tránsito fluido, por ejemplo) y que sólo
se limita a determinados perímetros (no puede tratarse de zonas en las que el comercio es frecuente), es
un hecho incuestionable que la colocación de los citados mecanismos obliga a evaluar si el
establecimiento de todos ellos responde a las mismas justificaciones y si puede asumir toda clase de
características.
20. Este Colegiado ha tenido la oportunidad de precisar, en ocasiones anteriores, que la instalación de rejas
como medidas de seguridad vecinal no es, per se, inconstitucional, si se parte de la necesidad de
compatibilizar o encontrar un marco de coexistencia entre la libertad de tránsito como derecho con la
seguridad ciudadana como bien jurídico. Lo inconstitucional sería, en todo caso, que el mecanismo
implementado o la forma de utilizarlo resulte irrazonable, desproporcionado, o simplemente lesivo de
cualquiera de los derechos constitucionales que reconoce el ordenamiento. Como lo ha sostenido la
Defensoría del Pueblo en el Informe Defensorial N° 81 sobre “Libertad De Tránsito y Seguridad
Ciudadana. Los enrejados en las vías públicas de Lima Metropolitana”, emitido en el mes de enero del
2004, pp. 42, “No se puede admitir un cierre absoluto de una vía pública ya que ello afectaría el
contenido esencial del derecho al libre tránsito. Consecuentemente, se debe garantizar que los enrejados
no sean un obstáculo para el ejercicio del derecho al libre tránsito, sino sólo una limitación razonable y
proporcional. Ello quiere decir que dicha medida tiene que estar justificada por los hechos que le han
dado origen, el crecimiento de la delincuencia; por la necesidad de salvaguardar un interés público
superior, la protección del bien jurídico seguridad ciudadana; y debe ser proporcionada a los fines que se
procuran alcanzar con ella”.
El caso planteado
21. Como ya se ha precisado, el demandante cuestiona la colocación de rejas en la vía de acceso al lugar
donde reside, debido a que, según afirma él y su familia, vienen siendo objeto de restricciones en su
derecho de tránsito, a lo que se han añadido otras restricciones, como el no facilitarle el ingreso o salida
normal, viéndose obligado a bajar de su automóvil y abrir él mismo las rejas; no recibir su
correspondencia en su domicilio; y tener que soportar que terceros que lo visitan no puedan ingresar.
22. Merituados los argumentos de las partes así como las instrumentales obrantes en el expediente, este
Colegiado considera que la demanda interpuesta resulta legítima sólo en parte, habida cuenta de que: a)
la instalación de las rejas en la Calle N° 1 de la urbanización Monterrico Chico no vulnera los derechos
invocados, pues ello obedece a razones de seguridad vecinal, de conformidad con la Resolución de
Alcaldía N.° 4821, emitida con fecha 20 de agosto de 1992, obrante a fojas 16 de los autos. Dicha
resolución, cabe precisar, es de fecha anterior al momento en que el demandante empezó a residir en la
citada urbanización, conforme se reconoce en el mismo texto de su demanda; b) no ha quedado
acreditado en el caso de autos, según se desprende del Acta de Inspección Judicial y Constatación de
fojas 97, que las rejas cuestionadas se encuentren cerradas; es decir, que exista impedimento de tránsito
absoluto por el hecho de que no haya puertas en las referidas rejas o que, existiendo estas, se encuentren
totalmente cerradas impidiendo el ingreso o salida de personas o vehículos; c) tampoco ha quedado
acreditado que el demandante tenga restricciones actuales en la recepción de su correspondencia, pues
aun cuando de las instrumentales de fojas 84 a 86 aparece que la correspondencia del demandante, en
algún momento, era recepcionada por la vigilancia ubicada junto a la reja cuestionada, dicha situación se
produjo muchos meses antes de promoverse la presente demanda (entre febrero y abril del 2004),
debiendo estarse a la versión proporcionada por los vigilantes emplazados en sus declaraciones de fojas
75 a 75 vuelta y 93 a 93 vuelta, en el sentido de que el demandante optó a posteriori por solicitar a la
vigilancia del lugar que sus comunicaciones le fueran directamente cursadas a su domicilio, hecho que
evidentemente puede presumirse por no haberse presentado instrumentales que acrediten afectaciones
recientes; d) no ha quedado acreditado, por último, que la familia del recurrente o terceros relacionados a
él se hayan visto afectados en el derecho de tránsito, pues no existen instrumentales o diligencias que
respalden lo señalado en la demanda. Tampoco, se ha probado que la esposa del recurrente haya sido
víctima de maltratos o comportamientos análogos por parte del personal de vigilancia; e) en todo caso,
donde sí existe una evidente controversia es con relación a la situación descrita por el recurrente en el
sentido de que, a diario, debe bajarse de su vehículo para terminar de abrir las puertas de la reja, sin que
la vigilancia lo apoye o le facilite el libre tránsito. Respecto de este extremo, aceptado por lo demás por
la propia parte emplazada, conforme aparece de las declaraciones obrantes de fojas 91 a 92 vuelta, cabe
precisar que, aunque el hecho de que la vigilancia no quiera brindarle al recurrente ningún tipo de
servicio responde a su condición de renuente en el pago de las cuotas destinadas al mantenimiento del
sistema de seguridad y la vigilancia que lo acompaña, ello no quiere decir que sea legítimo que las
dificultades o contratiempos que entraña el sistema implementado tengan que cargársele a quien, por
determinadas razones, no opta por mantener dicho sistema; f) quiérase o no, resulta evidente que, al
implementar el sistema de enrejado, se incorporan determinadas limitaciones al derecho de tránsito o
locomoción. Precisamente para reducir al mínimo las molestias que se ocasionan con dicha limitación, el
personal de seguridad, tomando en cuenta que las rejas se encuentran semiabiertas o juntas, participa
abriéndolas en su totalidad, sobre todo en el supuesto de los que transitan con su vehículo. Sin embargo,
si por el hecho de no estar al día en las cuotas como integrante de la Junta de Vecinos o no pertenecer a
ella, todo conductor de un vehículo va a tener que bajarse a terminar de abrir las rejas sin que el personal
de vigilancia se tome la elemental molestia de colaborar, el mencionado sistema termina convirtiéndose
en un mecanismo de entorpecimiento antes que en un sistema mínimamente eficiente; g) este Colegiado
considera que la versión proporcionada por los emplazados, según la cual no se restringe su libertad
porque la reja se encuentra semiabierta, no es aceptable si existe, como en el presente caso, un elemento
facilitador representado por el personal de seguridad. No es razonable ni equitativo que, si al resto de
vecinos e incluso a quien llega desde afuera sin pertenecer a la vecindad, se le facilitan las condiciones
de tránsito, al recurrente, por el contrario, se le entorpezcan las cosas y tenga que ser él mismo el que se
baje de su vehículo para poder transitar. Los demandados confunden lo que es el servicio de vigilancia o
seguridad, que ciertamente no se está pretendiendo imponer aquí con carácter gratuito, con lo que
representa la obligación de facilitar el tránsito, dadas las características del sistema. Así como no podría
pretenderse imponer a la Junta Vecinal que brinde gratuitamente los servicios de seguridad a quien no los
sufraga, tampoco es razonable imponer molestias al vecino que debe transitar como lo hace cualquier
ciudadano en una vía pública. Facilitar el tránsito, en otras palabras, no forma parte del sistema de
vigilancia o seguridad, sino que es obligación correlativa impuesta como carga sobre quienes apelan a tal
sistema. No entenderlo de eso modo significaría privar al recurrente de determinadas garantías a las que
sí tiene derecho como cualquier ciudadano que transita por la vía pública.
23. Por consiguiente, habiéndose acreditado, en el presente caso, que existe una parcial restricción a la
libertad de tránsito, la presente demanda deberá declararse fundada en el extremo que invoca el libre
ingreso del vehículo del recurrente y de los miembros de su familia, sin obstáculos, lo que se traduce en
que el personal encargado de la seguridad frente a las rejas no obstaculice el libre tránsito, por las vías
respectivas, del demandante, sus familiares y terceros que acudan a ellos, conforme a los términos
precedentes.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
2. Ordena que la Junta de Vecinos de la urbanización Monterrico Chico, del Distrito de Santiago de Surco,
de la Provincia de Lima o quienes la representen, así como sus dependientes, cumplan con la presente
sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
STC N.° 2616-2004-AC Caso Amado Santillán Tuesta
AMADO NELSON
SANTILLAN TUESTA
En Lima, a los 12 días del mes de setiembre de 2005, el pleno del Tribunal Constitucional, con
asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli Lartirigoyen, Vicepresidente; Gonzales
Ojeda, García Toma y Vergara Gotelli, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Amado Nelson Santillán Tuesta contra la sentencia de la
Sala Mixta de la Corte Superior de Justicia de Amazonas, de fojas 120, su fecha 14 de junio de 2004, que
declara infundada la acción de cumplimiento de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 5 de enero de 2004, el recurrente interpone acción de cumplimiento contra el Director
Regional de Educación del Consejo Transitorio de Administración Regional de Amazonas, solicitando el
cumplimiento de la Resolución de Gerencia General Regional N.º 118-2003-GGR, de fecha 8 de setiembre
de 2003, mediante la cual se establecen los criterios de aplicación y ejecución del pago de la bonificación
dispuesta por el Decreto de Urgencia N.º 037-94.
El Juzgado Mixto de Chachapoyas, con fecha 26 de enero de 2004, declara fundada la demanda, por
considerar que la resolución cuyo cumplimiento se solicita, ha quedado firme, conservando su eficacia al no
haberse declarado su invalidez en un proceso contencioso-administrativo.
FUNDAMENTOS
1. 1. La demanda tiene por objeto que se otorgue la bonificación prevista en el Decreto de Urgencia 037-
94. Este Tribunal ha venido pronunciándose al respecto, teniendo en cuenta diversos criterios que en
función de cada caso concreto, sin embargo, han creado confusión, tanto a los operadores de justicia
como a los justiciables; por lo tanto, es conveniente unificar las consideraciones y emitir un
pronunciamiento que permita esclarecer el tema.
& Criterios desarrollados por el Tribunal Constitucional en relación con el Decreto de Urgencia 037-94
3. 3. Posteriormente, el Tribunal estimó que sólo debían ser favorecidos con la bonificación del Decreto
de Urgencia N.º 037-94 aquellos servidores que hubieran alcanzado el nivel directivo o jefatural de la
Escala N.º 11 del Decreto Supremo N.º 051-91-PCM, puesto que esta era la condición de la propia
norma para no colisionar con la bonificación dispuesta por el Decreto Supremo N.º 019-94-PCM, criterio
establecido en la sentencia recaída en el expediente N.º 3149-2003-AA/TC.
4. 4. El último criterio responde a una interpretación más favorable al trabajador, pues se estimó que
debido a que los montos de la bonificación del Decreto de Urgencia N.º 037-94 son superiores a los
fijados por el Decreto Supremo N.º 019-94-PCM, correspondía que sea la bonificación mayor y más
beneficiosa la que se otorgue a todos los servidores públicos, incluyéndose a aquellos que venían
percibiendo la bonificación del Decreto Supremo N.º 019-94-PCM, disponiéndose al efecto que se
proceda a descontar el monto otorgado por la aplicación de la norma mencionada, tal como se ordenó en
la sentencia N.º 3542-2004-AA/TC.
& Ámbito de aplicación del Decreto Supremo N.º 019-94-PCM y del Decreto de Urgencia N.º 037-94
6. 6. El Decreto de Urgencia Nº. 037-94, publicado el 21 de julio de 1994, en su artículo 2º, dispone que
“(...) a partir del 1 de julio de 1994, se otorgará una bonificación especial a los servidores de la
Administración Publica ubicados en los niveles F-2, F-1, profesionales, técnicos y auxiliares, así como
al personal comprendido en la Escala N.º 11 del Decreto Supremo N.º 051-91-PCM que desempeña
cargos directivos o jefaturales, de conformidad con los montos señalados en el anexo que forma parte del
presente Decreto de Urgencia (...)”.
7. 7. Por su parte, el Decreto Supremo N.º 051-91-PCM, publicado el 6 de marzo de 1991, regula en
forma transitoria las normas reglamentarias orientadas a determinar los niveles remunerativos de los
funcionarios, directivos, servidores y pensionistas del Estado en el marco del Proceso de Homologación,
Carrera Pública y Sistema Único de las Remuneraciones y Bonificaciones.
8. 8. Con el propósito de realizar una interpretación conforme el artículo 39º de la Constitución Política
del Perú de la aplicación del Decreto Supremo N.º 019-94-PCM y del Decreto de Urgencia N.º 037-94,
es necesario concordarlo con el Decreto Supremo N.º 051-91-PCM, dispositivo al que se remite el
mismo decreto de urgencia. En ese sentido, cuando el Decreto de Urgencia N.º 037-94 otorga una
bonificación a los servidores de la Administración Pública ubicados en los niveles F-2, F-1,
profesionales, técnicos y auxiliares, no se refiere a los grupos ocupacionales determinados en el Decreto
Legislativo N.º 276, Ley de Bases de la Carrera Administrativa y de Remuneraciones del Sector Público,
sino que hace referencia a las categorías remunerativas-escalas, previstas en el Decreto Supremo N.º
051-91-PCM. Así, el decreto supremo referido determina los siguientes niveles remunerativos:
- Escala 3: Diplomáticos
- Escala 5: Profesorado
- Escala 7: Profesionales
- Escala 8: Técnicos
- Escala 9: Auxiliares
& Servidores públicos comprendidos en el Decreto Supremo N.º 019-94-PCM y Decreto de Urgencia
N.º 037-94, en concordancia con las escalas señaladas en el Decreto Supremo Nº 051-91-PCM
9. 9. Habiéndose realizado el análisis de cada una de las normas legales pertinentes y elaborado la tabla
comparativa de las escalas remunerativas, se llega a establecer que se encuentran comprendidos en los
alcances del Decreto Supremo N.º 019-94-PCM aquellos servidores públicos:
a) a) Que se encuentren ubicados en la Escala Remunerativa N.º 4, esto es, los docentes
universitarios.
c) c) Que se encuentren comprendidos en la Escala Remunerativa N.º 6, esto es, los profesionales
de Salud.
d) d) Que se encuentren comprendidos en la Escala Remunerativa N.º 10, esto es, los
escalafonados del Sector Salud.
10. 10. En virtud del Decreto de Urgencia N.º 037-94, corresponde el otorgamiento de la bonificación
especial a los servidores públicos:
b) b) Que ocupen el nivel remunerativo incluido en la categoría del grupo ocupacional de los
profesionales, es decir, los comprendidos en la Escala N.º 7.
c) c) Que ocupen el nivel remunerativo incluido en la categoría del grupo ocupacional de los
técnicos, es decir, los comprendidos en la Escala N.º 8.
d) d) Que ocupen el nivel remunerativo incluido en la categoría del grupo ocupacional de los
auxiliares, es decir, los comprendidos en la Escala N.º 9.
e) e) Que ocupen el nivel remunerativo en la Escala N.º 11, siempre que desempeñen cargos
directivos o jefaturales del nivel F-3 a F-8, según anexo del Decreto de Urgencia N.º 037-94.
11. 11. No se encuentran comprendidos en el ámbito de aplicación del Decreto de Urgencia N.º 037-94, los
servidores públicos que regulan su relación laboral por sus respectivas leyes de carrera y tienen sus
propias escalas remunerativas, que son los ubicados en:
12. 12. Del análisis de las normas mencionadas se desprende que la bonificación del Decreto de Urgencia
N.º 037-94 corresponde que se otorgue a los servidores públicos ubicados en los grupos ocupacionales
de los técnicos y auxiliares, distintos del Sector Salud, en razón de que los servidores administrativos de
dicho sector se encuentran escalafonados y pertenecen a una escala distinta, como es la Escala N.º 10.
Cabe señalar que a los servidores administrativos del sector Salud, desde el inicio del proceso de
aplicación del Sistema Único de Remuneraciones, Bonificaciones y Pensiones de los Servidores del
Estado, se les estableció una escala diferenciada.
13. 13. En el caso de los servidores administrativos del sector Educación, así como de otros sectores que no
sean del sector Salud, que se encuentren en los grupos ocupacionales de técnicos y auxiliares de la
Escala N.os 8 y 9 del Decreto Supremo N.º 051-91-PCM, por no pertenecer a una escala diferenciada, les
corresponde que se les otorgue la bonificación especial del Decreto de Urgencia N.º 037-94, por ser
económicamente más beneficiosa, pues la exclusión de estos servidores conllevaría un trato
discriminatorio respecto de los demás servidores del Estado que se encuentran en el mismo nivel
remunerativo y ocupacional y que perciben la bonificación otorgada mediante el Decreto de Urgencia Nº
037-94.
14. 14. El Tribunal Constitucional, en sesión de pleno jurisdiccional, por las consideraciones de hecho y de
derecho antes expuestas, y en mérito de lo dispuesto en el artículo VII del Titulo Preliminar del Código
Procesal Constitucional, acuerda apartarse de los precedentes emitidos con anterioridad respecto al tema
sub exámine, y dispone que los fundamentos de la presente sentencia son de observancia obligatoria.
15. 15. En el presente caso, de autos se acredita que mediante el artículo 1º de la Resolución de Gerencia
General Regional N.º 118-2003-GOBIERNO REGIONAL AMAZONAS /GGR, de fojas 17, se
estableció la validez de las resoluciones de la Dirección Regional Sectorial N. os 0646 y 0835-2001-
CTAR-AMAZONAS/ED, de fojas 21 y 22, mediante las cuales se otorgó al recurrente la bonificación
especial prevista en el Decreto de Urgencia Nº 037-94, con deducción de lo percibido por concepto de la
bonificación otorgada por el Decreto Supremo Nº 019-94-PCM. Siendo así, la resolución cuyo
cumplimiento se solicita, contiene derechos reconocidos a favor del demandante, y tiene la calidad de
cosa decidida al haber quedado consentida, resultando, por ende, de cumplimiento obligatorio.
16. 16. El demandante acredita haber cesado en el cargo de Técnico de Personal II, con el nivel de
administrativo VIII, Servidor Técnico A; es decir, que pertenece al Escalafón N.º 8, establecido por el
Decreto Supremo N.º 051-91-PCM; consecuentemente, se encuentra entre los servidores comprendidos
en el Decreto de Urgencia N.º 037-94, y, por ello, procede que se le otorgue dicha bonificación con la
deducción de los montos que se le hayan otorgado en virtud del Decreto Supremo N.º 019-94-PCM.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú,
HA RESUELTO
2. 2. Ordena que la Dirección Regional de Educación del Gobierno Regional de Amazonas cumpla con
la Resolución de Gerencia General Regional Nº 118-2003-GOBIERNO REGIONAL
AMAZONAS/GGR, abonando al demandante la bonificación especial prevista en el Decreto de
Urgencia Nº 037-94, con deducción de lo percibido por concepto de la bonificación otorgada por el
Decreto Supremo N.º 019-94-PCM.
3. 3. Ordena que los operadores judiciales cumplan con lo dispuesto en el fundamento 14 supra, y que
tengan en consideración que a los servidores y cesantes que corresponde la bonificación dispuesta en el
Decreto de Urgencia Nº.037-94 son los mencionados en el fundamento 10 de la presente sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍATOMA
VERGARA GOTELLI
STC N.° 0168-2005-PC, Caso Maximiliano Villanueva Valverde
En Lima, a los 29 días del mes de setiembre de 2005, el Tribunal Constitucional en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli Lartirigoyen,
Vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente
sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Maximiliano Villanueva Valverde contra la sentencia de
la Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Santa, de fojas 110, su fecha 4 de noviembre de 2004, que
declaró improcedente la demanda de cumplimiento de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 1 de octubre de 2003, el recurrente interpone acción de cumplimiento contra la Oficina de
Normalización (ONP) solicitando que se cumpla con determinar y ejecutar el pago de su pensión inicial de
conformidad con lo dispuesto por la Ley N.° 23908, que establece una pensión mínima no menor de tres
remuneraciones mínimas vitales, así como que se ordene el reintegro de las pensiones devengadas y sus
respectivos intereses legales.
La ONP contesta la demanda solicitando que sea declarada improcedente. Alega que la Ley N.º 23908
estableció el monto mínimo de la pensión en tres sueldos mínimos vitales, pero no dispuso que fuera,
como mínimo, tres veces más que el básico de un servidor en actividad, el cual nunca llegó a ser igual al
Ingreso Mínimo Legal, que estaba compuesto por el Sueldo Mínimo Vital más las bonificaciones por
costo de vida y suplementaria. Añade que dicha norma fue derogada.
El Primer Juzgado Civil de la Corte Superior del Santa, con fecha 5 de abril de 2004, declaró
fundada la demanda estimando que el recurrente adquirió los derechos reconocidos por la Ley N.° 23908,
puesto que se encontraba vigente cuando aquél obtuvo su pensión.
FUNDAMENTOS
1. 1. Considerando que, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, mediante el presente caso el Tribunal Constitucional establecerá precedentes de carácter
obligatorio para la procedencia de los procesos de cumplimiento, con carácter previo a la resolución del
caso concreto se fundamentarán las razones que sustentan la adopción de los nuevos criterios que se
tomarán en cuenta a partir de la fecha.
2. 2. Desde el punto de vista doctrinario, es posible considerar que existen temas de naturaleza
propiamente constitucionales y otros que, sin tener tal condición, son incorporados a la Constitución por
el constituyente. Sin embargo, desde la perspectiva de la justicia constitucional, que es la que le compete
al Tribunal Constitucional, y a fin de preservar la supremacía jurídica de la Constitución, con arreglo a
los artículos 45.° y 51.° de la Carta Magna, es indispensable reiterar el carácter normativo de la
Constitución en su conjunto que, obviamente, abarca todas las materias que ella regula.
3. 3. La Constitución es un ordenamiento que posee fuerza normativa y vinculante; por ende, la materia
constitucional será toda la contenida en ella, y “lo constitucional” derivará de su incorporación en la
Constitución. Así lo ha entendido el Tribunal Constitucional, a lo largo de su funcionamiento, en la
resolución de los diferentes casos que ha tenido oportunidad de conocer (no sólo en los procesos de
inconstitucionalidad y en los procesos competenciales, sino también en los procesos constitucionales de
protección de los derechos fundamentales), donde ha evaluado vulneraciones a la Constitución de la más
diversa índole y en las cuales el único requisito para tal examen consistía en que la controversia se
fundara en una violación de algún principio, valor o disposición de la Constitución.
4. 4. Atendiendo a las consideraciones expuestas es que debemos interpretar las normas contenidas en el
Título V de la Constitución, relativas a las garantías constitucionales o procesos constitucionales. En
efecto, el planteamiento descrito líneas arriba se confirma con el artículo I del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional, relativo a los alcances de dicho cuerpo legal, que señala que tal Código
“(...) regula los procesos constitucionales de hábeas corpus, amparo, hábeas data, cumplimiento,
inconstitucionalidad, acción popular y los conflictos de competencia, previstos en los artículos 200 y 202
inciso 3) de la Constitución”. Consiguientemente, el Código Procesal Constitucional acatando el
mandato constitucional, reconoce al proceso de cumplimiento su carácter de proceso constitucional.
5. 5. Ahora bien, conforme al artículo II del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, los
procesos constitucionales tienen, entre sus fines esenciales, los de garantizar la supremacía de la
Constitución y la vigencia efectiva de los derechos constitucionales que son posibles, o se concretizan, a
través de las finalidades específicas de cada uno de los procesos constitucionales. Por tanto, para
configurar el perfil exacto del proceso de cumplimiento, garantizando la autonomía de cada uno de los
procesos constitucionales que protegen derechos constitucionales (amparo, hábeas corpus y hábeas data),
debemos precisar, dentro del marco del artículo II del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, como es que mediante el proceso de cumplimiento se alcanzan los fines comunes a los
procesos constitucionales.
6. 6. Para ello, es necesario tener presente que el artículo 3.°, concordante con el artículo 43.° de la
Constitución, dispone que la enumeración de los derechos establecidos en su capítulo I del Título I no
excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la
dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y
de la forma republicana de gobierno. (Véase Exp. N.° 2488-HC, fundamento 12).
7. 7. En efecto, conforme a los principios de soberanía del pueblo (artículo 45.° de la Constitución) y de
forma republicana de gobierno, al carácter social y democrático de nuestro Estado (artículo 43.° de la
Constitución), y al principio de jerarquía normativa (artículo 51.° de la Constitución), el respeto al
sistema de fuentes de nuestro ordenamiento jurídico, donde se incluyen las decisiones de este Tribunal
Constitucional, constituye uno de los valores preeminentes de todo sistema democrático por donde los
poderes públicos y los ciudadanos deben guiar su conducta por el derecho.
8. 8. Por tanto, el control de la regularidad del sistema jurídico en su integridad constituye un principio
constitucional básico en nuestro ordenamiento jurídico nacional que fundamenta la constitucionalidad de
los actos legislativos y de los actos administrativos (ambos en su dimensión objetiva), procurándose que
su vigencia sea conforme a dicho principio. Sin embargo, no sólo basta que una norma de rango legal o
un acto administrativo sea aprobado cumpliendo los requisitos de forma y fondo que le impone la
Constitución, las normas del bloque de constitucionalidad o la ley, según sea el caso, y que tengan
vigencia; es indispensable, también, que aquellas sean eficaces.
9. 9. Es sobre la base de esta última dimensión que, conforme a los artículos 3.°, 43.° y 45.° de la
Constitución, el Tribunal Constitucional reconoce la configuración del derecho constitucional a asegurar
y exigir la eficacia de las normas legales y de los actos administrativos. Por tanto, cuando una autoridad
o funcionario es renuente a acatar una norma legal o un acto administrativo que incide en los derechos de
las personas o, incluso, cuando se trate de los casos a que se refiere el artículo 65.° del Código Procesal
Constitucional (relativos a la defensa de los derechos con intereses difusos o colectivos en el proceso de
cumplimiento), surge el derecho de defender la eficacia de las normas legales y actos administrativos a
través del proceso constitucional de cumplimiento.
10. 10. En efecto, el inciso 6.° del artículo 200.° de la Constitución establece que el proceso de
cumplimiento procede contra cualquier autoridad o funcionario renuente a acatar una norma legal o un
acto administrativo, sin perjuicio de las responsabilidades de ley. Como hemos expuesto
precedentemente, el acatamiento de una norma legal o un acto administrativo tiene su más importante
manifestación en el nivel de su eficacia. Por tanto, así como el proceso de hábeas data tiene por objeto
esencial la protección de los derechos a la intimidad, acceso a la información pública y
autodeterminación informativa, el proceso de cumplimiento tiene como finalidad proteger el derecho
constitucional de defender la eficacia de las normas legales y actos administrativos.
11. 11. Con este proceso constitucional el Estado social y democrático de derecho que reconoce la
Constitución (artículos 3.° y 43.°), el deber de los peruanos de respetar y cumplir la Constitución y el
ordenamiento jurídico (artículo 38.°) y la jerarquía normativa de nuestro ordenamiento jurídico (artículo
51.°) serán reales, porque, en caso de la renuencia de las autoridades o funcionarios a acatar una norma
legal o un acto administrativo, los ciudadanos tendrán un mecanismo de protección destinado a lograr su
acatamiento y, por ende, su eficacia.
Requisitos comunes de la norma legal y del acto administrativo para que sean exigibles a través del
proceso de cumplimiento
12. 12. Es así que desde la línea argumental descrita en el artículo 66.° del Código Procesal Constitucional,
el objeto de este tipo de procesos será ordenar que el funcionario o autoridad pública renuente: 1) dé
cumplimiento, en cada caso concreto, a una norma legal, o ejecute un acto administrativo firme; o 2) se
pronuncie expresamente cuando las normas legales le ordenan emitir una resolución o dictar un
reglamento. En ambos casos, el Tribunal Constitucional considera que para la procedencia del proceso de
cumplimiento, además de acreditarse la renuencia del funcionario o autoridad pública, deberán tenerse
en cuenta las características mínimas comunes del mandato de la norma legal, del acto administrativo y
de la orden de emisión de una resolución o de un reglamento, a fin de que el proceso de cumplimiento
prospere, puesto que de no reunir tales características, además de los supuestos contemplados en el
artículo 70.° del Código Procesal Constitucional, la vía del referido proceso no será la idónea.
13. 13. Sobre las características mínimas comunes de la norma legal o del acto administrativo cuyo
cumplimiento se exige, este Colegiado ha afirmado que “(...) debe tratarse de un mandato que sea de
obligatorio cumplimiento, que sea incondicional y, tratándose de los condicionales, que se haya
acreditado haber satisfecho las condiciones; asimismo, que se trate de un mandato cierto o líquido, es
decir, susceptible de inferirse indubitablemente de la ley o del acto administrativo que lo contiene y, (...)
que se encuentre vigente”. (Exp. N.° 0191-2003-AC, fundamento 6).
14. 14. Para que el cumplimiento de la norma legal, la ejecución del acto administrativo y la orden de
emisión de una resolución sean exigibles a través del proceso de cumplimiento, además de la renuencia
del funcionario o autoridad pública, el mandato contenido en aquellos deberá contar con los siguientes
requisitos mínimos comunes:
Adicionalmente, para el caso del cumplimiento de los actos administrativos, además de los requisitos
mínimos comunes mencionados, en tales actos se deberá:
15. 15. Estos requisitos mínimos se justifican porque el proceso de cumplimiento, diseñado por nuestra
Constitución y el Código Procesal Constitucional, dado su carácter sumario y breve, no es el adecuado
para discutir los contenidos de normas generales cuyos mandatos no tienen las características mínimas a
que hemos hecho referencia, o de normas legales superpuestas que remiten a otras, y estas a su vez a
otras, lo cual implica una actividad interpretativa compleja que, en rigor, debe llevarse a cabo a través de
las vías procedimentales específicas.
16. 16. Del mismo modo, en este tipo de procesos el funcionario o autoridad pública tiene un deber absoluto
de acatamiento de la norma legal o del acto administrativo, no siendo posible ningún tipo de
discrecionalidad de su parte. Asimismo, en ellos los derechos del demandante son prácticamente
incuestionables, de modo que, comprobada la renuencia y el incumplimiento de la norma legal o el acto
administrativo conforme a las pautas descritas, de ineludible cumplimiento, corresponderá amparar la
demanda.
17. 17. De no ser así, el proceso de cumplimiento terminaría convirtiéndose en un proceso declarativo, o de
conocimiento, con abundancia de medios probatorios y en cuyo seno se discutan controversias propias
de este tipo de procesos. Por el contrario, si tal proceso conserva su carácter especial (ser un proceso de
condena, de ejecución, breve, sumario, donde la actividad probatoria es mínima), bastará que se acredite
el incumplimiento de la norma legal, la inejecución del acto administrativo, el incumplimiento de la
orden de emisión de una resolución o de un reglamento y la renuencia, consiguiéndose un proceso rápido
y, sobre todo, eficaz.
18. 18. Por tanto, para el Tribunal Constitucional las características básicas del proceso de cumplimiento
diseñado por la Constitución y el Código Procesal Constitucional, son las reseñadas precedentemente.
19. 19. En el caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-AA/TC), este Colegiado estableció
que “(...) los criterios uniformes y reiterados contenidos en las sentencias expedidas por el Tribunal
Constitucional en materia pensionaria, mantienen sus efectos vinculantes. En consecuencia, a pesar de
que determinadas pretensiones sobre la materia no puedan en el futuro ser ventiladas en sede
constitucional, la judicatura ordinaria se encuentra vinculada por las sentencias en materia pensionaria
expedidas por este Colegiado”. (Fundamento 60).
20. 20. En tal sentido, es claro que los criterios interpretativos que bajo el marco de la Constitución
establecimos para la aplicación de la Ley N.° 23908, deben servir para resolver los casos originados por
dicha ley en la vía jurisdiccional ordinaria y en la vía administrativa. Del mismo modo debe procederse
respecto a los criterios relativos a otras normas legales sobre pensiones. Por ejemplo, los criterios
interpretativos desarrollados en el caso Briones Vigo (Exp. N.° 0198-2003-AC/TC), fundamentos 2 a 15,
relacionados con la aplicación de la Ley N.° 23908, constituirán precedentes de observancia obligatoria
para las controversias derivadas de tal ley.
21. 21. En dicha sentencia se precisó que “El Decreto Ley N.º 25967, vigente desde el 19 de diciembre de
1992, modificó los requisitos del Decreto Ley N.º 19990 para el goce de las pensiones, entendiéndose
que, desde la fecha de su vigencia, se sustituía el beneficio de la pensión mínima por el nuevo sistema de
cálculo, resultando, a partir de su vigencia –19 de diciembre de 1992–, inaplicable la Ley N.º 23908 (...).
Por tanto, la pensión mínima regulada por la Ley N.º 23908 debe aplicarse a aquellos asegurados que
hubiesen alcanzado el punto de contingencia hasta el 18 de diciembre de 1992 (día anterior a la entrada
en vigencia del Decreto Ley N.º 25967), con las limitaciones que estableció su artículo 3º, y solo hasta la
fecha de su derogación tácita por el Decreto Ley N.º 25967”. (Caso Briones Vigo, Exp. N.° 0198-2003-
AC/TC, fundamento 10).
Precedente vinculante
23. 23. La resolución del presente caso en la vía de cumplimiento, teniendo como base los precedentes del
Caso Briones Vigo (Exp. N.° 0198-2003-AC/TC, fundamento 10), demuestra cómo hasta ahora los
criterios de la jurisdicción constitucional han sido bastante flexibles y amplios para evaluar normas
legales y actos administrativos cuyo cumplimiento se exige en la presente vía constitucional. Sin
embargo, y dentro del marco de la función de ordenación del Tribunal Constitucional, se hace
indispensable, para los casos futuros que se tramiten en la vía del proceso de cumplimiento, la aplicación
estricta de los requisitos mínimos comunes a los mandatos contenidos en las normas legales y actos
administrativos cuyo cumplimiento se exige, que han sido desarrollados a través de la jurisprudencia de
este Tribunal Constitucional y que se resumen en la presente sentencia, a fin de no desnaturalizar el
carácter breve y expeditivo del proceso de cumplimiento.
24. 24. Por ello, de conformidad con lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, los criterios contenidos en los fundamentos 14, 15 y 16, supra, constituyen
precedente vinculante para todos los procesos de cumplimiento, puesto que son indispensables para
determinar la procedencia de la vía del proceso constitucional de cumplimiento.
25. 25. Con ello el Tribunal Constitucional busca perfeccionar el proceso de cumplimiento a fin de que sea
realmente eficaz y expeditivo. Por tanto, el precedente establecido en el párrafo anterior será de
vinculación inmediata a partir del día siguiente de su publicación en el diario oficial El Peruano, de
modo que toda demanda que sea presentada y que no reúna las condiciones del precedente, o las que se
encuentren en trámite y adolezcan de ellos, deberán ser declaradas improcedentes.
Vía procedimental específica y reglas procesales aplicables a los procesos de cumplimiento en trámite que
no cumplan con los requisitos
26. 26. A partir de la expedición de la sentencia del caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-
AA/TC), el Tribunal Constitucional estableció que los derechos pensionarios de orden legal, entre otros,
por ejemplo los derivados de la Ley N.° 23908, deberán ser conocidos en la vía del contencioso
administrativo y no mediante el proceso de amparo, salvo las excepciones que se establecieron en la
misma sentencia, encauzándose las demandas que se declarasen improcedentes, conforme a los nuevos
criterios, a la vía contenciosa administrativa.
27. 27. Consecuentemente, y aplicando similares criterios, las demandas de cumplimiento que no cumplan
con los requisitos de procedibilidad descritos en la presente sentencia, deberán tramitarse por la vía
específica para las controversias derivadas de las omisiones de la administración pública sobre materia
pensionaria que, conforme a los artículos 4° (inciso 2) y 24° (inciso 2) de la Ley N.° 27584, será el
proceso contencioso administrativo a través de la vía sumarísima.
28. 28. Por lo tanto, a la luz de las funciones de ordenación y pacificación inherentes a este Tribunal
Constitucional las demandas de cumplimiento sobre materia pensionaria que, en aplicación de los
criterios de procedibilidad previstos en los fundamentos 14, 15, 16 supra de la presente sentencia sean
declaradas improcedentes, deberán seguir las reglas procesales establecidas en los fundamentos 53 a 58 y
60 del caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-AA/TC), con las adaptaciones necesarias
relativas al proceso sumarísimo a que se refiere el artículo 24°, inciso 2 de la Ley N.° 27584.
Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú
HA RESUELTO
2. 2. Declarar que los criterios de procedibilidad de las demandas de cumplimiento, previstos en los
fundamentos 14, 15 y 16, supra, constituyen precedente vinculante inmediato, de conformidad con el
artículo VII del Título Preliminar del CPConst.; motivo por el cual, a partir del día siguiente de la
publicación de la presente sentencia en el diario oficial El Peruano, toda demanda de cumplimiento que
sea presentada o que se encuentre en trámite y que no cumpla con tales condiciones, debe ser declarada
improcedente.
Declarar que las reglas procesales de aplicación a las demandas de cumplimiento que a la fecha de
publicación de esta sentencia se encuentren en trámite, serán las previstas en los fundamentos 53 a 58 y
60 del caso Manuel Anicama Hernández (Exp. N.° 1417-2005-AA/TC), de modo que serán vinculantes
tanto para los jueces que conocen los procesos de cumplimiento, como para los jueces que resulten
competentes para conocer las demandas contencioso administrativas, en la vía del proceso sumarísimo a
que se refiere el artículo 24°, inciso 2 de la Ley N.° 27584.
Publíquese y notifíquese.
STC N.° 1966-2005-HC, Caso César Augusto Lozano Ormeño
En Lima, a los 26 días del mes de mayo 2005, la Sala Segunda del Tribunal Constitucional, integrada
por los magistrados Gonzales Ojeda, García Toma y Vergara Gotelli, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don César Augusto Lozano Ormeño contra la
resolución de la Sala Mixta Descentralizada de Puerto Maldonado de la Corte Superior de Justicia de Madre
de Dios, de fojas 17, su fecha 16 de febrero de 2005, que declara improcedente la demanda de hábeas corpus
de autos.
ANTECEDENTES
El recurrente, con fecha 17 de enero de 2005, interpone demanda de hábeas corpus contra el Jefe del
Registro Nacional de Identidad y Estado Civil (RENIEC) de Puerto Maldonado, solicitando que se ordene la
expedición de su Documento Nacional de Identidad (DNI). Refiere que desde el 16 de mayo de 2004 en que
acudió a las oficinas del RENIEC – Puerto Maldonado con la finalidad de tramitar el canje de su libreta
electoral por el DNI, el funcionario encargado no cumple con hacerle entrega de dicho documento,
argumentando que en la base de datos no aparece registrado su nombre. Sostiene que para obtener su libreta
electoral satisfizo todos los requisitos exigidos por el ente estatal, por lo que portó dicho documento de
identidad en los últimos años e hizo ejercicio de todos sus derechos civiles, y que por ello es inconcebible
que ahora se le exija presentar nuevamente su partida de nacimiento como condición para la entrega de su
DNI.
El Primer Juzgado Mixto de Tambopata, con fecha 17 de enero de 2005, declaró improcedente la
demanda, por considerar que no se ha afectado derecho constitucional alguno del recurrente, pues éste debe
cumplir con subsanar la observación realizada por la entidad emplazada, y que un eventual mandato al
órgano jurisdiccional para que tramite el canje de la libreta electoral por el DNI omitiendo la presentación de
los documentos solicitados significaría un peligro para el Estado, pues no se cumpliría la identificación plena
y legal de sus ciudadanos.
FUNDAMENTOS
1. 1. En concreto, el objeto del hábeas corpus es que se ordene al Registro Nacional de Identificación y
Estado Civil (RENIEC) de Puerto Maldonado expedir el DNI del demandante.
3. 3. De conformidad con lo dispuesto por los artículos 177.º y 183.º de la Constitución, el RENIEC es
un organismo constitucionalmente autónomo, encargado de manera exclusiva y excluyente de organizar
y actualizar el Registro Único de Identificación de las Personas Naturales y, entre otras funciones, de
emitir los documentos que acrediten su identidad.
4. 4. De otro lado, según lo establecido por los artículos 6.º y 7.º de su Ley Orgánica –N.º 26497–,
RENIEC planea, organiza, dirige, controla, norma y racionaliza las inscripciones de su competencia;
igualmente, mantiene el registro único de identificación de las personas naturales y emite el documento
único que acredita su identidad personal. Asimismo, el artículo 26.º de la referida norma establece que el
Documento Nacional de Identidad es público, personal e intransferible; constituye la única cédula de
identidad personal para todos los actos civiles, comerciales, administrativos, judiciales y, en general, para
todos aquellos casos en que, por mandato legal, deba ser presentado; y constituye también el único título
de derecho al sufragio de la persona a cuyo favor ha sido otorgado.
5. 5. En cuanto al fondo del asunto controvertido, este Colegiado considera que la decisión de la entidad
emplazada no vulnera el derecho constitucional a no ser privado de DNI, pues de autos se tiene que el
trámite administrativo de expedición de dicho documento de identidad fue observado debido a que se
detectó que el apellido materno del solicitante, consignado en la boleta y en el libro Registro de
Inscripción, se encontraba enmendado, motivo por el cual se le requirió para que presente su partida de
nacimiento y efectúe una prueba decadactilar, a fin de procesar los datos actualizados. La expedición del
DNI no es un trámite automático, y es facultad del RENIEC el formular observaciones como en el
presente caso, acorde con su obligación de verificar la identidad personal de los ciudadanos para
garantizar que se encuentren debidamente identificados e inscritos en el Registro Único de Identificación
de Personas Naturales.
6. 6. Sin embargo, y sin perjuicio de lo señalado, el Tribunal Constitucional considera que la entidad
emplazada sí ha vulnerado el derecho fundamental del recurrente al debido proceso en sede
administrativa, si bien no invocado formalmente en la demanda, pero respecto del cual considera
imprescindible pronunciarse.
7. 7. El iura novit curia constitucional, contemplado en el artículo VIII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, establece que “(...) el órgano jurisdiccional competente debe aplicar el derecho
que corresponda al proceso, aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente”.
Respecto a dicho principio y a sus relaciones con el principio de congruencia de las sentencias o, a su
turno, con la necesidad de que se respete el contradictorio, este Colegiado, en el fundamento N.º 4 de la
STC N.º 905-2001-AA/TC, aplicable mutatis mutandis al caso de autos, ha establecido que no considera
que estos resulten “(...) afectados por el hecho de que el juez constitucional se pronuncie por un derecho
subjetivo no alegado por la demandante, pues una de las particularidades de la aplicación del principio
iura novit curia en el proceso constitucional es que la obligación del juzgador de aplicar correctamente el
derecho objetivo involucra, simultáneamente, la correcta adecuación del derecho subjetivo reconocido en
aquel. Y ello es así, pues sucede que el derecho subjetivo constitucional está, a su vez, reconocido en una
norma constitucional, norma ésta, como la del inciso 7) del artículo 2.° de la Constitución, que es
indisponible para el Juez Constitucional y que, en consecuencia, aunque no haya sido invocada, debe
aplicarse. Además, no puede olvidarse que el contradictorio en el amparo, por lo general, no se expresa
de manera similar a lo que sucede en cualquier otro ámbito del derecho procesal, en particular, si se tiene
en cuenta la posición y el significado de la participación de las partes (sobre todo, la demandada) en el
presente proceso; de manera que la comprensión y respeto del contradictorio en el amparo ha de
entenderse, no conforme a lo que se entiende por él en cualquier otro proceso, sino en función de las
características muy particulares del proceso constitucional”.
10. 10. Según el Reglamento de Inscripciones del RENIEC, aprobado por el Decreto Supremo N.º 015-98-
PCM, el Sistema Registral es el “(...) conjunto de órganos y personas del Registro que tienen a su cargo
la ejecución de los procedimientos administrativos de inscripción a que hacen referencia la Ley y el
presente Reglamento, así como los órganos de apoyo, asesoramiento y control del Registro”; el Archivo
Único Centralizado es la oficina encargada de recopilar, centralizar, ordenar y custodiar los Títulos
Archivados (documentos que posee el Registro, los cuales sustentan los hechos inscritos), así como de
proporcionar la información necesaria a los diversos órganos del sistema registral; y el Archivo Personal
es aquel que contiene la información sumaria de los hechos inscritos relativos a cada persona natural.
11. 11. De igual manera, según lo dispuesto por el artículo 8.º de la Ley N.º 26497, para el ejercicio de sus
funciones, el RENIEC mantiene estrecha y permanente coordinación, entre otras entidades, con las
municipalidades provinciales, distritales y de centros poblados menores. Asimismo, la Primera
Disposición Complementaria de la referida norma dispone que el personal y acervo documentario de las
oficinas del registro civil de los gobiernos locales se incorporan al RENIEC.
12. 12. Por otro lado, en el orden administrativo, todo procedimiento administrativo debe regirse
fundamentalmente por los principios contemplados en la Ley N.º 27444 del Procedimiento
Administrativo General, entre los cuales es pertinente resaltar a los siguientes:
q Principio de impulso de oficio. Por el cual las autoridades administrativas deben dirigir e
impulsar de oficio el procedimiento, así como ordenar la realización o práctica de los actos que
resulten convenientes para el esclarecimiento y resolución de las cuestiones necesarias. Este
principio también es recogido por el artículo 145.º del citado cuerpo legal, que dispone que la
autoridad administrativa, aun sin pedido de parte, debe promover toda actuación que fuese
necesaria para su tramitación y superar cualquier obstáculo que se oponga a ello, así como
evitar el entorpecimiento o demora a causa de diligencias innecesarias o meramente formales,
adoptando las medidas oportunas para eliminar cualquier irregularidad producida.
13. 13. Asimismo, la Ley N.º 27444, en su artículo 165.º señala que no deberá actuarse prueba respecto a
hechos alegados por las partes cuya prueba consta en los archivos de la entidad, sobre los que se haya
comprobado con ocasión del ejercicio de sus funciones, o que estén sujetos a la presunción de veracidad,
sin perjuicio de su fiscalización posterior. De manera complementaria, su artículo 167°, inciso 1) dispone
que “(...) la autoridad administrativa a la que corresponde la tramitación del asunto recabará de las
autoridades directamente competentes los documentos preexistentes o antecedentes que estime
conveniente para la resolución del asunto, sin suspender la tramitación del expediente”.
14. 14. En el caso de autos se advierte que el demandante inició un procedimiento administrativo ante
RENIEC que fue observado debido a que se constató que en la boleta y en el libro Registro de
Inscripción su apellido materno se encontraba enmendado, motivo por el cual se le requirió para que
presentara su partida de nacimiento y se haga una prueba decadactilar. Dicha enmendadura se presenta
en documentos en los cuales la consignación de datos –y por tanto lo errores en que se haya incurrido–
es de exclusiva responsabilidad del ente administrador; documentos que, por lo demás, obran
actualmente en su poder. De otro lado, es responsabilidad y competencia del RENIEC la custodia de los
documentos que sustentan los hechos inscritos (Títulos Archivados), los mismos que, en el caso de autos,
deberán servir para verificar los datos del Registro.
15. 15. En caso no se cuente con el título archivado requerido –por haber desaparecido, haber sido mutilado
o destruido a consecuencia de negligencia propia, hechos fortuitos o actos delictivos–, también es
responsabilidad del RENIEC, a fin de verificar datos que pudieran estar observados, gestionar de oficio
dichos documentos, solicitándolos a las entidades correspondientes, más aún si se trata de oficinas
registrales que forman parte del sistema registral o de municipalidades con las cuales tiene estrecha y
permanente vinculación por mandato de su propia ley orgánica. En el presente caso es evidente que la
actuación de RENIEC no se ha sujetado a tales prescripciones, de modo que ha inobservado los
principios de impulso de oficio, celeridad y simplicidad, vulnerando el derecho constitucional del
demandante al debido proceso en sede administrativa, al causar una demora innecesaria en la expedición
de su Documento Nacional de Identidad.
16. 16. Por lo expuesto, este Colegiado considera necesario disponer que el RENIEC, en un plazo máximo
de cinco días útiles de notificada la presente demanda, gestione ante la oficina registral o entidad
correspondiente la expedición de la partida de nacimiento del recurrente, quien, por su parte, deberá
cumplir con registrar sus huellas decadactilares, a fin de culminar el trámite de canje de libreta electoral
por el DNI.
17. 17. Esta sentencia constituye precedente vinculante respecto de los fundamentos jurídicos N. os 14, 15, y
16, supra, conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú,
HA RESUELTO
2. 2. Disponer que el Jefe del Registro Nacional de Identidad y Estado Civil –RENIEC– de Puerto
Maldonado gestione la expedición de la partida de nacimiento del demandante, conforme a lo
señalado en el fundamento jurídico N.º 16, supra.
Publíquese y notifíquese.
SS.
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
STC N.° 349-2004-PA/TC Caso María Elena Cotrina Aguilar
En Lima, a los 4 días del mes de Julio de 2005, la Sala Primera del Tribunal Constitucional, con
asistencia de los señores magistrados Alva Orlandini, Presidente; Gonzales Ojeda y García Toma,
pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por doña María Elena Cotrina Aguilar contra la sentencia de la
Segunda Sala Especializada en lo Civil de la Corte Superior de Justicia del Cono Norte de Lima, de fojas
105, su fecha 27 de octubre de 2003, que declara improcedente la acción de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 14 de febrero de 2003, la recurrente interpone acción de amparo contra el Alcalde de la
Municipalidad Distrital de Los Olivos, solicitando que se suspenda la instalación de rejas metálicas en la
intersección de la cuadra 74 del jirón Manco Cápac con la avenida Venus, en la urbanización El Trébol,
2.a etapa, distrito de Los Olivos, la cual se encuentra a 30 metros de su vivienda, por considerar que con
tal proceder se vulneran sus derechos constitucionales al libre tránsito y a los transportes.
Manifiesta la recurrente que en la citada urbanización existe un grupo de personas que con el apoyo del
burgomaestre demandado se encuentran avocadas a instalar rejas metálicas en la vía pública
argumentando que se necesitan medidas de seguridad para hacer frente a los supuestos robos que ocurren
en el vecindario; y que no obstante que el emplazado ha sido advertido de que el enrejado es ilegal, sigue
permitiendo la invasión de la vía pública. Agrega que la situación descrita produjo un primer incidente el
23 de enero de 2003, cuando un grupo de vecinos dirigidos por los ciudadanos Elsa Verano, Grisela
Juana Caro Rosales y Julio W. Bueno Tirado tomaron posesión de la intersección de la cuadra 74 del Jr.
Manco Cápac con Av. Venus a fin de instalar una reja de metal; que en tales circunstancias, y ante su
pedido telefónico, se apersonó la Unidad N.° 003 del Serenazgo de Los Olivos, junto con la arquitecta
Aranda, jefa de la Oficina de Servicios Urbanos de la municipalidad demandada, la cual indicó mediante
Oficio N.° 119-2003-MDLO/DSU-LC-TP, de fecha 5 de febrero de 2004, párrafo primero, que la
pretendida instalación de rejas de metal era ilegal, pero en su párrafo segundo anunciaba que se emitiría
una ordenanza municipal que legalizaría la instalación de rejas en la vía pública, con lo que se estaría por
cometer un abuso de la autoridad municipal. Manifiesta también que ha recurrido a la autoridad
municipal presentando quejas y solicitudes para denunciar el enrejado de la vía pública, y que no se han
atendido sus reclamos. Añade que el alcalde demandado viene autorizando de forma verbal la
instalación de rejas metálicas, ya que la municipalidad emplazada no cuenta con ordenanza que regule
este hecho.
La emplazada contesta la demanda solicitando que se la declare infundada alegando que no existe
vulneración del derecho constitucional al libre tránsito, toda vez que la demandante no ha señalado la
forma en que la municipalidad estaría apoyando o autorizando la colocación del citado enrejado, y que,
por el contrario, la propia recurrente señala en su escrito de demanda que han sido los mismos
funcionarios de dicha comuna quienes han requerido a los vecinos que colocaban las rejas para que
desistan de su iniciativa, lo que, en efecto, se ha producido conforme se desprende del Oficio N.° 105-
2003-MDLO/DSU-LC-TP, que oportunamente les fue cursado. Agrega que no existe ordenanza alguna
que viole el derecho constitucional invocado; que el amparo no procede contra normas legales, salvo las
de carácter auoaplicativo, y que se encuentra acreditado con copia simple de la sentencia de hábeas
corpus emitida por el Sexto Juzgado Penal de la Corte Superior de Justicia del Cono Norte, con fecha 18
de febrero de 2003, que el enrejado que se habría colocado no vulnera derecho constitucional alguno.
El Tercer Juzgado Civil del Cono Norte de Lima, con fecha 21 de julio de 2003, declara fundada la
demanda por considerar que la demandada, pese a haber recibido innumerables solicitudes para la
colocación de dispositivos de seguridad en la vía pública y otros pedidos en contra de tal proceder, sigue
permitiendo la instalación de rejas. Añade que la seguridad de los vecinos tampoco puede anteponerse al
ejercicio del derecho fundamental invocado por la recurrente.
FUNDAMENTOS
Petitorio
37. 1. La demanda tiene por objeto que la Municipalidad Distrital de Los Olivos suspenda la instalación
de rejas metálicas por parte de particulares en la intersección de la cuadra 74 del jirón Manco Cápac con
avenida Venus, de la urbanización El Trébol, 2. a etapa, distrito de Los Olivos, que se encuentra a 30
metros de la vivienda de la demandante. La actora alega que con ello se vulneran sus derechos
constitucionales al libre tránsito y a los transportes, razón por la cual solicita que se disponga el retiro de
los cercos instalados en la zona señalada así como de aquellos otros que también han sido colocados en
otras intersecciones cercanas, tales como las ubicadas en: a) la cuadra 71 del Jr. Manco Cápac con Av.
Venus; b) la cuadra 71 del Jr. Manco Cápac con la Av. Angélica Gamarra; c) el Jr. Mayta Cápac con Av.
Venus; d) el Jr. Atahualpa con Av. El Trébol (frente al Colegio Alfredo Rebaza); e) el Jr. Huiracocha con
Av. El Trébol (también frente al Colegio Alfredo Rebaza); f) el Jr. Condorcanqui con las cuadras 3 y 4 de
la Av. Angélica Gamarra; g) la Calle Apolo XI, entre Jr. Manco Cápac y Jr. Newton; y h) el Jr. Saturno,
entre Jr. Manco Cápac y Jr. Newton (Panadería Sambor’s).
38. 2. Aun cuando la demanda trata de un asunto vinculado con la libertad de tránsito y, en tal sentido,
sería pertinente la vía procesal del hábeas corpus antes que la vía procesal del amparo, este Colegiado
considera innecesario declarar la existencia de un vicio de procedimiento y disponer una correlativa
nulidad de los actuados, pues el resultado del proceso, a tenor de lo que aparece de los autos, no va a
variar por una eventual modificación de la vía procesal utilizada. Por otra parte, dada la importancia que
exige la atención de causas como la presente y la trascendencia que impone la definición de las materias
como la que la libertad de tránsito presupone, se hace imperioso un pronunciamiento inmediato sobre el
fondo de la controversia.
39. 3. Conviene dejar establecido que, aunque en el presente caso, se ha alegado la sustracción de materia
justiciable por el hecho de que existe una sentencia judicial estimatoria, derivada de un proceso de
hábeas corpus interpuesto por la misma recurrente contra los particulares que instalaron el sistema de
rejas que se cuestiona mediante el presente proceso constitucional (Exp. N.° 2003-373), este Colegiado
considera que tal argumento no es estrictamente correcto. Tal aseveración se sustenta en lo siguiente: a)
el proceso de hábeas corpus que efectivamente conoció el Poder Judicial y cuyas resoluciones obran de
fojas 25 a 31 y de fojas 43 a 44 vuelta de los presentes actuados, no fue planteado contra la
Municipalidad Distrital de Los Olivos, sino contra los particulares que instalaron el sistema de rejas
cuestionado. Este Tribunal, por consiguiente, no va a evaluar, en este caso, el comportamiento de dichos
particulares, que, por lo demás, ya fue definido en su día por el Poder Judicial, sino el de la
municipalidad demandada; b) independientemente de que resulte, cierto, o no, lo que afirma la
recurrente respecto de que la citada comuna es corresponsable en la instalación referida (asunto que
todavía se analizará más adelante), es un hecho que, por las características de lo que se reclama en el
contenido de la demanda, esta parece sustentarse en el cuestionamiento de determinadas conductas
omisivas que afectarían sus derechos, lo que evidentemente impone merituarse en forma adecuada y no
eludirse facilistamente, como aparentemente ha ocurrido en las instancias judiciales que, con
anterioridad, han conocido del presente proceso de amparo.
41. 5. La libertad de tránsito o derecho de locomoción es, dentro del catálogo de atributos susceptibles de
tutela procesal constitucional, de los más tradicionales. Con el mismo se busca reconocer que todo
nacional o extranjero con residencia establecida pueda circular libremente o sin restricciones por el
ámbito de nuestro territorio patrio, habida cuenta de que, en tanto sujeto con capacidad de
autodeterminación, tiene la libre opción de disponer cómo o por dónde decide desplazarse, sea que dicho
desplazamiento suponga facultad de ingreso hacia el territorio de nuestro Estado, circulación o tránsito
dentro del mismo, o simplemente salida o egreso del país. Dicho atributo, por otra parte, se encuentra
también reconocido en los artículos 12 ° y 13° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
así como en el artículo 22° de la Convención Americana de Derechos Humanos, constituyéndose en uno
de los derechos de mayor implicancia en el ámbito de la libertad personal perteneciente a cada individuo.
42. 6. Siendo el derecho de tránsito o de locomoción un atributo con alcances bastante amplios, sin
embargo, por mandato expreso de la propia Constitución Política, y conforme a los criterios recogidos
por los instrumentos internacionales antes referidos, se encuentra sometido a una serie de limites o
restricciones en su ejercicio. Dichas restricciones, en términos generales, pueden ser de dos clases:
explícitas e implícitas.
43. 7. Las restricciones explícitas se encuentran reconocidas de modo expreso y pueden estar referidas
tanto a supuestos de tipo ordinario, como los enunciados por el inciso 11) del artículo 2° de la
Constitución (mandato judicial, aplicación de la ley de extranjería o razones de sanidad), como a
supuestos de tipo extraordinario (los previstos en los incisos 1 y 2 del artículo 137° de la Constitución,
referidos a los estados de emergencia y de sitio, respectivamente).
44. 8. El primer supuesto explícito supone que ninguna persona puede ser restringida en su libertad
individual, salvo la existencia de un mandato formal emitido por autoridad judicial. En dicho contexto, y
aunque toda persona tiene la opción de decidir el lugar a donde quiere desplazarse y los mecanismos de
los que se vale a tal efecto, queda claro que cuando ella es sometida a un proceso, sus derechos, en buena
medida, pueden verse afectados a instancias de la autoridad judicial que dirige tal proceso. Aunque tal
restricción suele rodearse de un cierto margen de discrecionalidad, tampoco puede o debe ser tomada
como un exceso, ya que su procedencia, por lo general, se encuentra sustentada en la ponderación
efectuada por el juzgador de que, con el libre tránsito de tal persona, no pueda verse perjudicada o
entorpecida la investigación o proceso de la que tal juzgador tiene conocimiento. En tales circunstancias,
no es, pues, que el derecho se restrinja por un capricho del juzgador, sino por la necesidad de que la
administración de justicia y los derechos que ella está obligada a garantizar, no sufran menoscabo alguno
y, por consiguiente, puedan verse materializados sin desmedro los diversos objetivos constitucionales.
45. 9. El segundo supuesto, mucho más explicable y en parte advertido desde la propia idea que el
derecho de locomoción solo le corresponde a los nacionales o extranjeros con residencia establecida,
supone que aquel que, sin pertenecer a nuestro Estado, pretende ingresar, transitar o salir libremente de
su territorio, se expone a ser expulsado del mismo bajo las consideraciones jurídicas que impone la ley
de extranjería. La justificación de dicho proceder se sustenta en que si bien los derechos fundamentales
son reconocidos universalmente, cuando se trata de aquellos cuyo ámbito de ejecución trastoca
principios esenciales, como la soberanía del Estado o la protección de sus nacionales, el ordenamiento
jurídico, sobre la base de una equilibrada ponderación, suele hacer distingos entre quienes forman parte
del mismo y aquellos otros que carecen de tal vínculo. En tales circunstancias, no es que se niegue la
posibilidad de poder gozar de un derecho a quienes no nacieron en nuestro territorio o no poseen nuestra
nacionalidad, sino que resulta posible o plenamente legítimo imponer ciertas reglas de obligatorio
cumplimiento a efectos de poder viabilizar el goce de dichos atributos. Supuesto similar ocurre en el
ámbito de los derechos políticos, donde el Estado se reserva el reconocimiento y obligación de tutela de
derechos fundamentalmente para el caso específico o preferente de los nacionales, sin que con ello se
vea perturbada o desconocida la regla de igualdad.
46. 10. El tercer supuesto explícito tiene que ver con otra situación perfectamente justificada. Como resulta
evidente, por razones de sanidad también puede verse restringido el derecho de tránsito, esencialmente
porque, en tal supuesto, de lo que se trata es de garantizar que el ejercicio de dicho atributo no ponga en
peligro derechos de terceros o, incluso, derechos distintos de la misma persona que intenta el
desplazamiento. Tal contingencia, de suyo, podría ocurrir en el caso de una epidemia o grave enfermedad
que pudiese detectarse en determinada zona o sector del territorio del país. En tales circunstancias, queda
claro que la restricción al derecho de tránsito se vuelve casi un imperativo que el ordenamiento, como es
evidente, está obligado a reconocer y, por supuesto, a convalidar.
47. 11. Un cuarto supuesto explícito, aunque este último de naturaleza extraordinaria, se relaciona con las
situaciones excepcionales que la misma norma constitucional contempla bajo la forma de estados de
emergencia o de sitio y que suelen encontrarse asociados a causas de extrema necesidad o grave
alteración en la vida del Estado, circunstancias en las que resulta posible limitar en cierta medida el
ejercicio de determinados atributos personales, uno de los cuales es el derecho de tránsito o de
locomoción. En dicho contexto, cabe naturalmente precisar que lo que resulta limitable o restringible no
es el ejercicio de la totalidad del derecho o los derechos de todos los ciudadanos, sino aquellos aspectos
estrictamente indispensables para la consecución de los objetivos de restablecimiento a los que propende
el régimen excepcional, para lo cual ha de estarse a lo determinado por referentes tan importantes como
la razonabilidad y la proporcionalidad.
48. 12. Las restricciones implícitas, a diferencia de las explícitas, resultan mucho más complejas en cuanto a
su delimitación, aunque no por ello inexistentes o carentes de base constitucional. Se trata, en tales
supuestos, de vincular el derecho reconocido (en este caso, la libertad de tránsito) con otros derechos o
bienes constitucionalmente relevantes, a fin de poder determinar, dentro de una técnica de ponderación,
cuál de todos ellos es el que, bajo determinadas circunstancias, debe prevalecer. Un caso específico de
tales restricciones opera precisamente en los supuestos de preservación de la seguridad ciudadana, en los
cuales se admite que, bajo determinados parámetros de razonabilidad y proporcionalidad, sea posible
limitar el derecho aquí comentado.
49. 13. Aunque no existe una aproximación conceptual precisa en cuanto a lo que, para la Constitución
representa la seguridad ciudadana, sino, básicamente, un conjunto de características o elementos que
permiten integrar lo que sería su contenido, esta puede ser catalogada como un estado de protección que
brinda el Estado y en cuya consolidación colabora la sociedad, a fin de que determinados derechos
pertenecientes a los ciudadanos puedan ser preservados frente a situaciones de peligro o amenaza, o
reparados en caso de vulneración o desconocimiento. Derechos como la vida, la integridad, la
tranquilidad, la propiedad o la libertad personal, suelen ser los principales referentes que integran el
contenido de la seguridad ciudadana en atención a lo que del Estado y la colectividad se espera, siendo
evidente que, por sus alcances, se trata fundamentalmente de un bien jurídico de relevancia antes que de
un atributo o libertad a título subjetivo.
50. 14. De alguna forma la idea de los bienes jurídicos relevantes se encuentra, pues, asociada al interés
general, mientras que el concepto de los derechos se asome al interés subjetivo particular de quien
reclama por su defensa. Lo dicho cobra especial importancia si se parte del supuesto de que la ciudadanía
ve cotidianamente arriesgada su seguridad como resultado del entorno conflictivo y antisocial, cuando no
de la criminalidad mayoritariamente presente en las ciudades con abundante población y tráfico
económico y, frente a la cual, se hace necesaria una específica política de seguridad en favor de la
colectividad. En el Estado social de derecho, por otra parte, es incuestionable la existencia de roles
vitales para la consecución de grandes objetivos. Vista la seguridad ciudadana como uno de esos roles en
los que todo Estado se compromete, no cabe discusión alguna respecto del papel relevante que le toca
cumplir y la especial posición que el ordenamiento constitucional le suele otorgar.
51. 15. Cabe precisar que, cuando se trata de bienes jurídicos como los aquí descritos, no resulta extraño,
sino perfectamente legítimo el que, bajo determinadas circunstancias; y como se anticipó anteriormente,
los derechos puedan verse restringidos en determinados ámbitos de su contenido, a fin de compatibilizar
los objetivos sociales propios de todo bien constitucional con los intereses individuales correspondientes
a todo atributo o libertad. Naturalmente, no es que los derechos se encuentren posicionados por debajo
de los bienes jurídicos y ni siquiera a un mismo nivel o jerarquía, pero es evidente que, ante la existencia
de ambas categorías al interior del ordenamiento, se hace imperioso integrar roles en función de los
grandes valores y principios proclamados desde la Constitución. En ese gran reto ponderativo, el juez
constitucional ocupa un papel gravitante.
Las vías de tránsito público y el establecimiento de rejas como medida de seguridad vecinal
52. 16. Exceptuados los ámbitos de lo que constituye el dominio privado, todo aquel espacio que desde el
Estado haya sido estructurado como referente para el libre desplazamiento de personas, puede ser
considerado una vía de tránsito público. Dentro de tales espacios (avenidas, calles, veredas, puentes,
plazas, etc.) no existe, en principio, restricción o limitación a la locomoción de los individuos, esto es, no
existe la necesidad de pedir autorización alguna ni ante el Estado ni ante particular alguno,
presumiéndose que su pertenencia le corresponde a todos y no a determinada persona o grupo de
personas en particular.
53. 17. Las vías de tránsito público, por otra parte, sirven no solo para permitir el desplazamiento de las
personas, sino para facilitar otros ámbitos de su autodeterminación o el ejercicio de una diversidad de
derechos constitucionales (trabajo, salud, alimentación, descanso, etc.). Como tales se constituyen en un
elemento instrumental sumamente importante del cual depende la satisfación plena o la realización de
una multiplicidad de objetivos personales.
54. 18. Siendo las vías de tránsito público libres en su alcance y utilidad, pueden, sin embargo, y en
determinadas circunstancias, ser objeto de regulaciones y aun de restricciones. Cuando estas provienen
directamente del Estado, se presumen acordes con las facultades que el propio ordenamiento jurídico
reconoce en determinados ámbitos (como ocurre, por ejemplo, con las funciones de control de tránsito
efectuadas por los gobiernos municipales); cuando provienen de particulares, existe la necesidad de
determinar si existe alguna justificación sustentada en la presencia, o no, de determinados bienes
jurídicos.
55. 19. Justamente en la existencia o reconocimiento del bien jurídico seguridad ciudadana, se encuentra lo
que, tal vez, constituya la más frecuente de las formas a través de la cual se ven restringidas las vías de
tránsito público. Tras la consabida necesidad de garantizar que la colectividad no se vea perjudicada en
sus derechos más elementales frente al entorno de inseguridad recurrente en los últimos tiempos, se ha
vuelto una práctica reiterada el que los vecinos o las organizaciones que los representan, opten por
colocar rejas o instalar mecanismos de seguridad en las vías de tránsito público. Aunque queda claro que
no se trata de todas las vías (no podría implementarse en avenidas de tránsito fluido, por ejemplo) y que
solo se limita a determinados perímetros (no puede tratarse de zonas en las que el comercio es frecuente),
es un hecho incuestionable que la colocación de los citados mecanismos obliga a evaluar si el
establecimiento de todos ellos responden a las mismas justificaciones y si pueden asumir toda clase de
características.
56. 20. Este Colegiado ha tenido la oportunidad de precisar en ocasiones anteriores que el establecimiento
de rejas como medidas de seguridad vecinal no es per se inconstitucional, si se parte de la necesidad de
compatibilizar o encontrar un marco de coexistencia entre la libertad de tránsito como derecho y la
seguridad ciudadana como bien jurídico. Lo inconstitucional sería, en todo caso, que el mecanismo
implementado o la forma de utilizarlo resulte irrazonable, desproporcionado o, simplemente, lesivo de
cualquiera de los derechos constitucionales que reconoce el ordenamiento. Como lo ha sostenido la
Defensoría del Pueblo en el Informe Defensorial N.° 81 sobre “Libertad de Tránsito y Seguridad
Ciudadana. Los enrejados en las vías públicas de Lima Metropolitana”, emitido en el mes de enero del
2004, p. 42, “No se puede admitir un cierre absoluto de una vía pública, ya que ello afectaría el
contenido esencial del derecho al libre tránsito. Consecuentemente, se debe garantizar que los enrejados
no sean un obstáculo para el ejercicio del derecho al libre tránsito, sino sólo una limitación razonable y
proporcional. Ello quiere decir que dicha medida tiene que estar justificada por los hechos que le han
dado origen, el crecimiento de la delincuencia; por la necesidad de salvaguardar un interés público
superior, la protección del bien jurídico seguridad ciudadana; y debe ser proporcionada a los fines que se
procuran alcanzar con ella”;
El caso planteado
57. 21. Como ya se ha precisado, lo que la demandante cuestiona en el presente caso es la instalación de
rejas principalmente en la intersección de las calles que dan acceso a su vivienda (cuadra 74 del Jr.
Manco Cápac con Av. Venus), así como la instalación de rejas en una serie de intersecciones cercanas al
lugar donde reside, por considerar que tal sistema de seguridad resulta violatorio de su libertad de
tránsito. Aunque reconoce que quienes directamente han colocado dichas rejas son un grupo de
particulares (vecinos del lugar en realidad), objeta el proceder de la Municipalidad Distrital de Los
Olivos argumentando que, con la pasividad con la que se viene encarando el problema suscitado, se
pretende convalidar las transgresiones de las que viene siendo objeto.
58. 22. Merituados los argumentos de las partes, así como las instrumentales obrantes en el expediente, este
Colegiado considera que la demanda interpuesta resulta legítima, pero solo en parte, habida cuenta de
que a) está demostrado, conforme aparece de las instrumentales de fojas 2, 32 y 33 de los autos, que la
instalación de rejas en todas y cada una de las intersecciones de las vías que dan acceso al domicilio de la
recurrente fue realizada de manera absolutamente unilateral y sin contar con el permiso municipal
correspondiente, incluso sin justificar las razones objetivas en la implementación de tal sistema de
seguridad; b) aunque no es inconstitucional el que los vecinos de un determinado lugar opten por un
determinado sistema de enrejado o vigilancia destinado a preservar la seguridad de quienes residen en
determinado lugar, no puede tomarse dicha decisión sin el conocimiento de todos los involucrados ni
mucho menos de espaldas a la autoridad municipal, lo que, en todo caso, es la que debe autorizar, previa
evaluación del caso, la implementación del sistema solicitado. En dicho contexto, es irrelevante, en el
presente caso, que las rejas puedan encontrarse abiertas, semiabiertas o simplemente cerradas, pues lo
esencial es que han sido instaladas sin ningún tipo de permiso o autorización, contraviniendo el carácter
público de toda vía de tránsito o desplazamiento a la par que imponiendo los derechos de un grupo de
ciudadanos por encima de los correspondientes a otros; c) si bien la demandante alega que la corporación
edil demandada viene actuando en complicidad con los vecinos que implementaron el sistema
cuestionado, dicha afirmación no es rigurosamente cierta. La Municipalidad Distrital de Los Olivos, en
todo momento, ha reconocido el carácter ilegal de las rejas instaladas. Prueba de ello lo constituyen los
Oficios N.os 118-2003-MDLO/DSU-LC-TP y 119-2003-MDLO/DSU-LC-TP, emitidos con fecha 5 de
febrero del 2003, por la Jefatura de la División de Servicios Urbanos de dicha comuna, en los que se deja
claramente establecida la inexistencia de autorización alguna en favor de los vecinos del lugar; d)
aunque es un hecho que la autoridad edil no tiene la responsabilidad de coparticipación que alega la
recurrente en la instalación de las rejas, no deja de ser cierto, y en ello sí debe puntualizar este
Colegiado, que su actitud resulta excesivamente pasiva, pues si, como se señala en sus mismos oficios, el
sistema de seguridad implementado es absolutamente ilegal y ni siquiera existe documento alguno
mediante el cual se solicite la instalación del mismo, es inconcebible que la comuna demandada se limite
a una simple exhortación de buena voluntad, como la que aparece en la última parte de sus
comunicaciones a fin de que sean los mismos vecinos los que motu proprio se encarguen de arreglar sus
propios problemas. Tal renuncia al principio de autoridad constituye un despropósito que, efectivamente,
puede considerarse lesivo del derecho de la recurrente, si se parte del supuesto que implica ignorar los
reclamos en torno de su libertad de tránsito y la evaluación que impostergablemente debería hacerse
frente al sistema implementado. En dicho contexto, no es justificación la carencia de normativa sobre el
tema en el distrito de Los Olivos, pues dentro de sus funciones y para la fecha en que se planteó el
presente problema, bien pudo optarse por una normativa especial vía ordenanza; e) este Tribunal,
ciertamente, no pretende, con la presente sentencia, que la municipalidad demandada adopte
comportamientos verticales o autoritarios frente al problema descrito, pero sí que asuma las obligaciones
que le imponen sus propias normas, tanto más cuanto que de las mismas depende la eficacia y respeto de
los derechos constitucionales pertenecientes a los vecinos. Su actuación, en tal sentido, y por lo que
aparece de los actuados, constituye una omisión inconstitucional intolerable que debe ser corregida
inmediatamente. En dicho contexto, sus obligaciones son evaluar el sistema de seguridad implementado,
manteniéndolo solo en el supuesto de que cumpla los requisitos, hoy en día establecidos para toda la
Provincia de Lima mediante la Ordenanza N.° 690 o, en su defecto, proceder a retirarlo
indefectiblemente, en el caso de que no se ajuste a lo establecido por dicha normativa y, sobre todo, a lo
expresamente reconocido por la Constitución.
59. 23. Por consiguiente, habiéndose acreditado que, en el presente caso, existe una notoria omisión por
parte de la municipalidad demandada que incide en los derechos invocados por la recurrente, aunque no
un comportamiento de coparticipación con quienes instalaron el sistema de seguridad cuestionado, la
presente demanda deberá estimarse en forma parcial, dentro de los terminos establecidos por la presente
sentencia.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confieren la Constitución
Política del Perú y su Ley Orgánica
HA RESUELTO
157. 2. Ordena que la Municipalidad Distrital de Los Olivos proceda, de conformidad con la
Ordenanza N.° 690, a la evaluación inmediata del sistema de seguridad implementado en la intersección
de la cuadra 74 del jirón Manco Cápac con avenida Venus, de la urbanización El Trébol, 2. a etapa,
distrito de Los Olivos, así como de las intersecciones aledañas ubicadas en: a) la cuadra 71 del Jr. Manco
Cápac con Av. Venus; b) la cuadra 71 del Jr. Manco Cápac con la Av. Angélica Gamarra; c) el Jr. Mayta
Cápac con Av. Venus; d) el Jr. Atahualpa con Av. El Trébol (frente al Colegio Alfredo Rebaza); e) el Jr.
Huiracocha con Av. El Trébol (también frente al Colegio Alfredo Rebaza); f) el Jr. Condorcanqui con las
cuadras 3 y 4 de la Av. Angélica Gamarra; g) la Calle Apolo XI, entre Jr. Manco Cápac y Jr. Newton, y h)
el Jr. Saturno, entre Jr. Manco Cápac y Jr. Newton (Panadería Sambor's).
158. 3. Ordena que se proceda al retiro inmediato del sistema de seguridad anteriormente descrito, solo
en el caso de que no se cumpla lo establecido por la Ordenanza N.° 690 y la Constitución Política del
Perú.
Publíquese y notifíquese.
SS.
STC N.° 1417-2005-PA, Caso Manuel Anicama Hernández
En Lima, a los 8 días del mes julio de 2005, el Tribunal Constitucional, en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli
Lartirigoyen, Vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo,
pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Manuel Anicama Hernández, contra la sentencia
de la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 148, su fecha 6 de octubre de
2004, que declaró improcedente la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 6 de mayo de 2003, el recurrente interpone demanda de amparo contra la Oficina de
Normalización Previsional (ONP), con el objeto que se declare la nulidad de la Resolución N.º
0000041215-2002-ONP/DC/DL 19990, de fecha 2 de agosto de 2002, por considerar que vulnera su
derecho fundamental a la pensión, toda vez que resolvió denegar su solicitud de pensión de jubilación
adelantada.
Manifiesta que cesó en sus actividades laborales el 25 de mayo de 1992 contando con más de 20 años de
aportaciones, luego de que la Autoridad Administrativa de Trabajo autorizó a su empresa empleadora a
reducir personal; sin embargo, al calificar su solicitud de pensión de jubilación, la entidad demandada
consideró que las aportaciones efectuadas durante los años 1964 y 1965 habían perdido validez conforme
al Reglamento de la Ley N.º 13640, por lo que, incluso si realizara la verificación de las aportaciones
efectuadas desde 1973 a 1992 no reuniría los 20 años de aportación al Sistema Nacional de Pensiones
que se requieren como mínimo para obtener el derecho a la pensión de jubilación por reducción de
personal. Agrega que el Tribunal Constitucional en reiterada jurisprudencia ha señalado que los períodos
de aportación no pierden validez, y que sumados sus períodos de aportaciones, acredita los exigidos por
la legislación vigente, razón por la que solicita el reconocimiento de su derecho a la pensión, así como
los devengados e intereses generados desde la vulneración de su derecho fundamental.
El Décimo Cuarto Juzgado Civil de Lima, con fecha 8 de enero de 2003, declaró fundada la demanda en
el extremo en que se solicita la validez de las aportaciones efectuadas en los años 1964 y 1965,
ordenando su reconocimiento y la verificación del periodo de aportaciones de 1973 a 1992, respecto del
cual no se ha emitido pronunciamiento administrativo.
La recurrida reformó la apelada declarándola improcedente, por estimar que es necesario que la
pretensión se ventile en la vía judicial ordinaria, toda vez que el proceso de amparo carece de estación
probatoria.
FUNDAMENTOS
60. 1. El inciso 2) del artículo 200º de la Constitución, establece que el proceso de amparo procede contra
el acto u omisión, por parte de cualquier persona, que vulnera o amenaza los derechos reconocidos por la
Constitución, distintos de aquellos protegidos por el hábeas corpus (libertad individual y derechos
conexos) y el hábeas data (acceso a la información y autodeterminación informativa). En tal sentido, es
presupuesto para la procedencia del proceso de amparo (y en general, de cualquier proceso
constitucional) que el derecho que se alegue afectado sea uno reconocido directamente por la
Constitución.
1. 3. Es por ello que el Capítulo I del Título I de la Constitución, denominado “Derechos Fundamentales de
la Persona”, además de reconocer al principio-derecho de dignidad humana como el presupuesto jurídico
de los demás derechos fundamentales (artículo 1º) y de enumerar a buena parte de ellos en su artículo 2º,
prevé en su artículo 3º que dicha enumeración no excluye los demás derechos reconocidos en el texto
constitucional (vg. los derechos fundamentales de carácter social y económico reconocidos en el Capítulo
II y los políticos contenidos en el Capítulo III),
“ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o en los
principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma
republicana de gobierno”.
1. 5. Así, por ejemplo, con relación al derecho a la verdad el Tribunal Constitucional ha sostenido que
“[n]uestra Constitución Política reconoce, en su artículo 3º, una `enumeración abierta´ de
derechos fundamentales que, sin estar en el texto de la Constitución, surgen de la dignidad
del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho
o de la forma republicana de gobierno.
Así, el derecho a la verdad, aunque no tiene un reconocimiento expreso en nuestro texto
constitucional, es un derecho plenamente protegido, derivado (...) de la obligación estatal de
proteger los derechos fundamentales y de la tutela jurisdiccional. (...) [E]l Tribunal
Constitucional considera que, en una medida razonablemente posible y en casos especiales y
novísimos, deben desarrollarse los derechos constitucionales implícitos, permitiendo así una
mejor garantía y respeto a los derechos del hombre, pues ello contribuirá a fortalecer la
democracia y el Estado, tal como lo ordena la Constitución vigente.
El Tribunal Constitucional considera que si bien detrás del derecho a la verdad se encuentran
comprometidos otros derechos fundamentales, como la vida, la libertad o la seguridad
personal, entre otros, éste tiene una configuración autónoma, una textura propia, que la
distingue de los otros derechos fundamentales a los cuales se encuentra vinculado, debido
tanto al objeto protegido, como al telos que con su reconocimiento se persigue alcanzar”
(STC 2488-2002-HC/TC, Fundamentos 13 a 15).
2. 6. Por su parte, los derechos fundamentales, como objetivo de autonomía moral, sirven para
“designar los derechos humanos positivizados a nivel interno, en tanto que la fórmula
derechos humanos es la más usual en el plano de las declaraciones y convenciones
internacionales” (Pérez Luño, Antonio. Derechos Humanos. Estado de Derecho y
Constitución. 4ta. ed. Madrid: Tecnos, 1991, p 31)
1. 7. A lo cual cabe agregar que, según la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución, los
derechos fundamentales reconocidos en la Constitución, deben ser interpretados de conformidad con los
tratados sobre derechos humanos ratificados por el Perú.
Este presupuesto procesal, consustancial a la naturaleza de todo proceso constitucional, ha sido advertido
por el legislador del Código Procesal Constitucional (CPConst.), al precisar en el inciso 1) de su artículo
5º que los procesos constitucionales no proceden cuando
Asimismo, y con relación al proceso de amparo en particular, el artículo 38º del CPConst., establece que
éste no procede
“en defensa de un derecho que carece de sustento constitucional directo o que no está
referido a los aspectos constitucionalmente protegidos del mismo”.
En estricto, pues, con los dispositivos citados, el legislador del CPConst. no ha incorporado al
ordenamiento jurídico una nueva regla de procedencia para los procesos constitucionales de la libertad.
Tan sólo ha precisado legislativamente determinados presupuestos procesales que son inherentes a su
naturaleza. En efecto, en tanto procesos constitucionales, el hábeas corpus, el amparo y el hábeas data,
sólo pueden encontrarse habilitados para proteger derechos de origen constitucional y no así para
defender derechos de origen legal.
Sin embargo, es preciso que este Tribunal analice, de un lado, el sustento constitucional directo del
derecho invocado, y de otro, el contenido constitucionalmente protegido del derecho, como presupuestos
procesales del proceso de amparo.
La noción de “sustento constitucional directo” a que hace referencia el artículo 38º del CPConst., no se
reduce a una tutela normativa del texto constitucional formal. Alude, antes bien, a una protección de la
Constitución en sentido material (pro homine), en el que se integra la Norma Fundamental con los
tratados de derechos humanos, tanto a nivel positivo (artículo 55º de la Constitución), como a nivel
interpretativo (Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución); y con las disposiciones legales
que desarrollan directamente el contenido esencial de los derechos fundamentales que así lo requieran.
Tales disposiciones conforman el denominado cánon de control constitucional o “bloque de
constitucionalidad”.
10.Un derecho tiene sustento constitucional directo, cuando la Constitución ha reconocido, explícita o
implícitamente, un marco de referencia que delimita nominalmente el bien jurídico susceptible de
protección. Es decir, existe un baremo de delimitación de ese marco garantista, que transita desde la
delimitación más abierta a la más precisa.
Correspondiendo un mayor o menor desarrollo legislativo, en función de la opción legislativa de
desarrollar los derechos fundamentales establecidos por el constituyente.
1. 12. Los derechos fundamentales cuya configuración requiera de la asistencia de la ley no carecen de un
contenido per se inmediatamente exigible a los poderes públicos, pues una interpretación en ese sentido
sería contraria al principio de fuerza normativa de la Constitución. Lo único que ello implica es que, en
tales supuestos, la ley se convierte en un requisito sine qua non para la culminación de la delimitación
concreta del contenido directamente atribuible al derecho fundamental.
Y es que si bien algunos derechos fundamentales pueden tener un carácter jurídico abierto, ello no
significa que se traten de derechos “en blanco”, es decir, expuestos a la discrecional regulación del
legislador, pues el constituyente ha planteado un grado de certeza interpretativa en su reconocimiento
constitucional directo.
Aquí se encuentra de por medio el principio de “libre configuración de la ley por el legislador”,
conforme al cual debe entenderse que es el legislador el llamado a definir la política social del Estado
social y democrático de derecho. En tal sentido, éste goza de una amplia reserva legal como instrumento
de la formación de la voluntad política en materia social. Sin embargo, dicha capacidad configuradora se
encuentra limitada por el contenido esencial de los derechos fundamentales, de manera tal que la
voluntad política expresada en la ley debe desenvolverse dentro de las fronteras jurídicas de los
derechos, principios y valores constitucionales.
13. De esta manera, la distinta eficacia que presentan los derechos fundamentales entre sí, no sólo reposa
en cuestiones teóricas de carácter histórico, sino que estas diferencias revisten significativas
repercusiones prácticas. En tal sentido, cabe distinguir los derechos de preceptividad inmediata o
autoaplicativos, de aquellos otros denominados prestacionales, de preceptividad diferida, progresivos
o programáticos (STC 0011-2002-AI, Fundamento 9).
A esta última categoría pertenecen los derechos fundamentales económicos, sociales y culturales (DESC)
que, en tanto derechos subjetivos de los particulares y obligaciones mediatas del Estado, necesitan de un
proceso de ejecución de políticas sociales para que el ciudadano pueda gozar de ellos o ejercitarlos de
manera plena. Tal es el sentido de la Undécima Disposición Final y Transitoria (UDFT) de la
Constitución, al establecer que
“[l]as disposiciones de la Constitución que exijan nuevos y mayores gastos públicos se aplican
progresivamente”.
14. Si bien los DESC son derechos fundamentales, tienen la naturaleza propia de un derecho público
subjetivo, antes que la de un derecho de aplicación directa. Lo cual no significa que sean “creación” del
legislador. En tanto derechos fundamentales, son derechos de la persona reconocidos por el Estado y no
otorgados por éste.
Sin embargo, su reconocimiento constitucional no es suficiente para dotarlos de eficacia plena, pues su
vinculación jurídica sólo queda configurada a partir de su regulación legal, la que los convierte en
judicialmente exigibles. Por ello, en la Constitución mantienen la condición de una declaración jurídica
formal, mientras que la ley los convierte en un mandato jurídico aprobatorio de un derecho social.
1. 15. Lo expuesto significa que en determinadas circunstancias los DESC no pueden ser objeto de una
pretensión susceptible de estimación al interior del proceso de amparo (vg. la exigencia judicial al Estado
de un puesto de trabajo o una prestación de vivienda). Ello, sin embargo, no puede ser considerado como
una regla absoluta.
En efecto, tal como se ha precisado en otro momento, el principio de progresividad en el gasto a que hace
alusión la UDFT de la Constitución,
“no puede ser entendido con carácter indeterminado y, de este modo, servir de alegato
frecuente ante la inacción del Estado, pues para este Colegiado la progresividad del gasto no
está exenta de observar el establecimiento de plazos razonables, ni de acciones concretas y
constantes del Estado para la implementación de políticas públicas”. (STC 2945-2003-AA,
Fundamento 36).
En esa perspectiva, entre los deberes del Estado previstos en el artículo 44º de la Constitución, no sólo se
encuentra el garantizar la plena vigencia de los derechos fundamentales, sino también
“promover el bienestar general que se fundamenta en la justicia y en el desarrollo integral y
equilibrado de la Nación”.
1078. 16. Por ello, si bien es cierto que la efectividad de los DESC requiere la actuación del Estado a
través del establecimiento de servicios públicos, así como de la sociedad mediante la contribución de
impuestos, ya que toda política social necesita de una ejecución presupuestal, también lo es que estos
derivan en obligaciones concretas por cumplir, por lo que los Estados deben adoptar medidas constantes
y eficaces para lograr progresivamente la plena efectividad de los mismos en igualdad de condiciones
para la totalidad de la población.
17.17. Los DESC cumplen efectos positivos, vinculando al Estado y a los particulares en la promoción de
las condiciones para su cabal eficacia. Asimismo, generan efectos negativos, al proscribir toda conducta
gubernamental o particular que niegue u obstaculice su goce y ejercicio.
19.19. Así las cosas, en el Estado social y democrático de derecho, la ratio fundamentalis no puede ser
privativa de los denominados derechos de defensa, es decir, de aquellos derechos cuya plena vigencia se
encuentra, en principio, garantizada con una conducta estatal abstencionista, sino que es compartida
también por los derechos de prestación que reclaman del Estado una intervención concreta, dinámica y
eficiente, a efectos de asegurar las condiciones mínimas para una vida acorde con el principio-derecho de
dignidad humana.
21.21. Así las cosas, todo ámbito contitucionalmente protegido de un derecho fundamental se reconduce en
mayor o menor grado a su contenido esencial, pues todo límite al derecho fundamental sólo resulta
válido en la medida de que el contenido esencial se mantenga incólume.
Este Tribunal Constitucional considera que la determinación del contenido esencial de los derechos
fundamentales no puede efectuarse a priori, es decir, al margen de los principios, los valores y los demás
derechos fundamentales que la Constitución reconoce. En efecto, en tanto el contenido esencial de un
derecho fundamental es la concreción de las esenciales manifestaciones de los principios y valores que lo
informan, su determinación requiere un análisis sistemático de este conjunto de bienes constitucionales,
en el que adquiere participación medular el principio-derecho de dignidad humana, al que se reconducen,
en última instancia, todos los derechos fundamentales de la persona.
En tal sentido, el contenido esencial de un derecho fundamental y los límites que sobre la base de éste
resultan admisibles, forman una unidad (Häberle, Peter. La libertad fundamental en el Estado
Constitucional. Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 1997, p. 117); por lo que, en la ponderación que
resulte necesaria a efectos de determinar la validez de tales límites, cumplen una función vital los
principios de interpretación constitucional de “unidad de la Constitución” y de “concordancia práctica”,
cuyo principal cometido es opmitimizar la fuerza normativo-axiológica de la Constitución en su
conjunto.
22.22. Si bien es cierto que la exactitud de aquello que constituye o no el contenido protegido por parte de
un derecho fundamental, y, más específicamente, el contenido esencial de dicho derecho, sólo puede ser
determinado a la luz de cada caso concreto, no menos cierto es que existen determinadas premisas
generales que pueden coadyuvar en su ubicación. Para ello, es preciso tener presente la estructura de
todo derecho fundamental.
§2.5 La estructura de los derechos fundamentales: las disposiciones, las normas y las posiciones de derecho
fundamental
23. 23. Tal como expresa Bernal Pulido, siguiendo la doctrina que Robert Alexy expone en su Teoría
de los derechos fundamentales. (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1997),
“todo derecho fundamental se estructura como un haz de posiciones y normas, vinculadas
interpretativamente a una disposición de derecho fundamental” (Bernal Pulido, Carlos. El
principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales. Madrid: Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2003, pág. 76).
De esta forma cabe distinguir entre las disposiciones de derecho fundamental, las normas de derecho
fundamental y las posiciones de derecho fundamental.
24.24. Las disposiciones de derecho fundamental son los enunciados lingüísticos de la Constitución que
reconocen los derechos fundamentales de la persona. Las normas de derecho fundamental son los
sentidos interpretativos atribuibles a esas disposiciones. Mientras que las posiciones de derecho
fundamental, son las exigencias concretas que al amparo de un determinado sentido interpretativo
válidamente atribuible a una disposición de derecho fundamental, se buscan hacer valer frente a una
determinada persona o entidad.
Por ello, cabe afirmar que las posiciones de derecho fundamental, son los derechos fundamentales en
sentido estricto, pues son los concretos atributos que la persona humana ostenta al amparo de las normas
(sentidos interpretativos) válidas derivadas directamente de las disposiciones contenidas en la
Constitución que reconocen derechos.
1. 26. Estas atributos que, como se ha dicho, vinculan a todas las personas y que, por tanto, pueden ser
exigidas al sujeto pasivo, se presentan en una relación jurídica sustancial, susceptibles de ser proyectadas
en una relación jurídica procesal en forma de pretensiones al interior de los procesos constitucionales de
la libertad (sea el amparo, el hábeas corpus o el hábeas data).
1. 27. Así las cosas, la estimación en un proceso constitucional de las pretensiones que pretendan hacerse
valer en reclamo de la aplicación de una determinada disposición que reconozca un derecho
fundamental, se encuentran condicionadas, cuando menos, a las siguientes exigencias:
j) a) A que dicha pretensión sea válida, o, dicho de otro modo, a que sea consecuencia de un sentido
interpretativo (norma) que sea válidamente atribuible a la disposición constitucional que reconoce un
derecho.
Por ejemplo, no sería válida la pretensión que amparándose en el derecho constitucional a la libertad
de expresión, reconocido en el inciso 4) del artículo 2º de la Constitución, pretenda que se reconozca
como legítimo el insulto proferido contra una persona, pues se estaría vulnerando el contenido
protegido por el derecho constitucional a la buena reputación, reconocido en el inciso 7º del mismo
artículo de la Constitución.
k) b) A que en los casos de pretensiones válidas, éstas deriven directamente del contenido esencial de
un derecho protegido por una disposición constitucional. En otras palabras, una demanda planteada
en un proceso constitucional de la libertad, resultará procedente toda vez que la protección de la
esfera subjetiva que se aduzca violada pertenezca al contenido esencial del derecho fundamental o
tenga una relación directa con él. Y, contrario sensu, resultará improcedente cuando la titularidad
subjetiva afectada tenga su origen en la ley o, en general, en disposiciones infraconstitucionales.
En efecto, dado que los procesos constitucionales de la libertad son la garantía jurisdiccional de
protección de los derechos fundamentales, no pueden encontrarse orientados a la defensa de los
derechos creados por el legislador, sino sólo aquellos reconocidos por el Poder Constituyente en su
creación; a saber, la Constitución.
En consecuencia, si bien el legislador es competente para crear derechos subjetivos a través de la ley,
empero, la protección jurisdiccional de éstos debe verificarse en los procesos ordinarios. Mientras
que, por imperio del artículo 200º de la Constitución y del artículo 38º del CPConst., a los procesos
constitucionales de la libertad es privativa la protección de los derechos de sustento constitucional
directo.
Sin embargo, es preciso tener presente que prima facie las posiciones jurídicas que se deriven
válidamente de la ley y no directamente del contenido esencial de un derecho fundamental, no son
susceptibles de ser estimadas en el proceso de amparo constitucional, pues ello implicaría pretender
otorgar protección mediante los procesos constitucionales a derechos que carecen de un sustento
constitucional directo, lo que conllevaría su desnaturalización.
Y si bien la distinción concreta entre aquello regulado por la ley que forma parte de la delimitación
del contenido directamente protegido por un derecho fundamental y aquello que carece de relevancia
constitucional directa no es una tarea sencilla, los criterios de interpretación que sirvan a tal cometido
deberán encontrarse inspirados, en última instancia, en el principio-derecho de dignidad humana,
pues, como ha señalado Ingo Von Münch, si bien resulta sumamente difícil determinar de modo
satisfactorio qué es la dignidad humana,
“manifiestamente sí es posible fijar cuándo se la está vulnerando” (Von Münch, Ingo. La
dignidad del hombre en el derecho constitucional. En:
Revista Española de Derecho Constitucional. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
Año 2, Nro. 5, mayo – agosto, 1982, pág. 21).
Por su parte, el artículo 11º constitucional, estipula la obligación del Estado de garantizar y supervisar
eficazmente el libre acceso a prestaciones de salud y a pensiones, a través de entidades públicas,
privadas o mixtas.
La seguridad social
“es un sistema institucionalizado de prestaciones individualizadas, basado en la prevención del
riesgo y en la redistribución de recursos, con el único propósito de coadyuvar en la calidad y
el proyecto de vida de la comunidad. Es de reconocerse el fuerte contenido axiológico de la
seguridad social, cuyo principio de solidaridad genera que los aportes de los trabajadores
activos sirvan de sustento a los retirados mediante los cobros mensuales de las pensiones”
(STC 0011-2002-AI, Fundamento 14).
El Tribunal Constitucional español, en criterio mutatis mutandis aplicable al contexto constitucional peruano,
ha señalado que la seguridad social es una garantía institucional
“cuya preservación se juzga indispensable para asegurar los principios constitucionales
estableciendo un núcleo o reducto indisponible por el legislador (...), de tal suerte que ha de
ser preservado en términos reconocibles para la imagen que de la misma tiene la conciencia
social en cada tiempo y lugar” (STC 37/1994, Fundamento 3).
ఀ㌀ఀ㐀ఀ㔀ఀ㘀ఀ㜀ఀ參拾貳ఀ㤀ఀ㨀ఀ㬀ఀ㰀ఀ㴀ఀ㸀ఀ㼀ఀ䀀ఀ䄀ఀ䈀ఀ䌀ఀ䐀
ఀ䔀ఀ䘀ఀ䜀ఀ䠀ఀ䤀ఀ䨀ఀ䬀ఀ䰀ఀ䴀ఀ一ఀ伀ఀ倀ఀ儀ఀ刀ఀ匀ఀ吀ఀ唀ఀ嘀ఀ
圀ఀ堀ఀ夀ఀ娀ఀ嬀ఀ尀ఀ崀ఀ帀ఀ开ఀ怀ఀ愀ఀ戀ఀ挀ఀ搀ఀ攀ఀ昀ఀ最ఀ栀ఀ椀ఀ
樀ఀ欀ఀ氀ఀ洀ఀ渀ఀ漀ఀ瀀ఀ焀ఀ爀ఀ猀ఀ琀ఀ甀ఀ瘀ఀ眀ఀ砀ఀ礀ఀ稀ఀ笀ఀ簀ఀ
紀ఀ縀ఀ缀ఀ耀ఀ脀ఀ舀ఀ茀ఀ萀ఀ蔀ఀ蘀ఀ蜀ఀ蠀ఀ褀ఀ言ఀ謀ఀ谀ఀ贀ఀ踀ఀ輀ఀ
退ఀ鄀ఀ鈀ఀ錀ఀ鐀ఀ销ఀ阀ఀ需ఀ頀ఀ餀ఀ騀ఀ鬀ఀ鰀ఀ鴀ఀ鸀ఀ鼀ఀꀀఀꄀఀꈀఀ
ఀ ꔀ ꘀ
ꌀఀꐀఀఀఀఀఀఀఀఀ 가ఀ관ఀ글ఀ꼀ఀ뀀ఀ넀ఀ눀ఀ대ఀ됀ఀ딀ఀ똀
ఀ뜀ఀ렀ఀ뤀ఀ먀ఀ묀ఀ밀ఀ봀ఀ븀ఀ뼀ఀ쀀ఀ섀ఀ숀ఀ쌀ఀ쐀ఀ씀ఀ였ఀ윀ఀ저ఀ
준ఀ쨀ఀ쬀ఀ찀ఀ촀ఀ츀ఀ케ఀ퀀ఀ턀ఀ툀ఀ팀ఀ퐀ఀ픀ఀ혀ఀ휀ఀ 32. El
Tribunal Constitucional ha referido que el derecho fundamental a la pensión
“tiene la naturaleza de derecho social -de contenido económico-. Surgido históricamente en
el tránsito del Estado liberal al Estado social de Derecho, impone a los poderes públicos la
obligación de proporcionar las prestaciones adecuadas a las personas en función a criterios y
requisitos determinados legislativamente, para subvenir sus necesidades vitales y satisfacer
los estándares de la ‘procura existencial’. De esta forma se supera la visión tradicional que
suponía distintos niveles de protección entre los derechos civiles, políticos, sociales y
económicos, atendiendo al principio de indivisibilidad de los derechos fundamentales y a que
cada uno formaba un complejo de obligaciones de respeto y protección -negativas- y de
garantía y promoción -positivas- por parte del Estado.” (STC 0050-2004-AI / 0051-2004-AI /
0004-2005-AI / 0007-2005-AI / 0009-2005-AI, acumulados, Fundamento 74)
“Este derecho es una concreción del derecho a la vida, en su sentido material, en atención al
principio de indivisibilidad de los derechos fundamentales y al telos constitucional orientado
a la protección de la dignidad de la persona humana, consagrado en el artículo 1 de la
Constitución Política, en los siguientes términos:
'(...) la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la
sociedad y del Estado'.
De esta forma, nuestro texto constitucional consagra la promoción de una digna calidad de
vida entre sus ciudadanos como un auténtico deber jurídico, lo que comporta al mismo
tiempo una definida opción en favor de un modelo cualitativo de Estado que encuentre en la
persona humana su presupuesto ontológico, de expreso rechazo a una forma de mero
desarrollo social y económico cuantitativo.
34.34. Referir que el derecho fundamental a la pensión es uno de configuración legal, alude a que la ley
constituye fuente normativa vital para delimitar el contenido directamente protegido por dicho derecho
fundamental y dotarle de plena eficacia.
Por otra parte, es preciso tener en cuenta que no todas las disposiciones de la legislación
ordinaria que tienen por objeto precisar los beneficios o prestaciones relacionadas con
materia previsional, dotan de contenido esencial al derecho fundamental a la pensión. Sólo
cumplen dicha condición aquellas disposiciones legales que lo desarrollan de manera directa
(tal como ocurre, por ejemplo, con las condiciones para obtener una pensión dentro de un
determinado régimen). Por el contrario, las condiciones indirectas relativas al goce efectivo
de determinadas prestaciones, como por ejemplo, asuntos relacionados al monto de la
pensión (en la medida que no se comprometa el mínimo vital), topes, mecanismos de
reajuste, entre otros, no podrían considerarse como componentes esenciales del derecho
fundamental referido, sino como contenidos no esenciales y, en su caso, adicionales, y, en tal
medida, tampoco como disposiciones legales que lo configuran.” (STC 0050-2004-AI /
0051-2004-AI / 0004-2005-AI / 0007-2005-AI / 0009-2005-AI, acumulados, Fundamento
120).
35.35. Así las cosas, cuando el inciso 20) del artículo 37º del CPConst. establece que el amparo procede en
defensa del derecho a la pensión, ello no supone que todos los derechos subjetivos que se deduzcan de
las disposiciones contenidas en el régimen legal relacionado al sistema previsional público o privado,
habilitan un pronunciamiento sobre el fondo en un proceso de amparo, pues un razonamiento en ese
sentido apuntaría a una virtual identidad entre derecho legal y derecho constitucional de configuración
legal, lo que a todas luces resulta inaceptable.
37.37. En base a dicha premisa, sobre la base de los alcances del derecho fundamental a la pensión como
derecho de configuración legal y de lo expuesto a propósito del contenido esencial y la estructura de los
derechos fundamentales, este Colegiado procede a delimitar los lineamientos jurídicos que permitirán
ubicar las pretensiones que, por pertenecer al contenido esencial dicho derecho fundamental o estar
directamente relacionadas a él, merecen protección a través del proceso de amparo:
l) a) En primer término, forman parte del contenido esencial directamente protegido por el derecho
fundamental a la pensión, las disposiciones legales que establecen los requisitos del libre acceso al
sistema de seguridad social consustanciales a la actividad laboral pública o privada, dependiente o
independiente, y que permite dar inicio al período de aportaciones al Sistema Nacional de
Pensiones. Por tal motivo, serán objeto de protección por vía del amparo los supuestos en los que
habiendo el demandante cumplido dichos requisitos legales se le niegue el acceso al sistema de
seguridad social.
m) b) En segundo lugar, forma parte del contenido esencial directamente protegido por el derecho
fundamental a la pensión, las disposiciones legales que establecen los requisitos para la obtención
de un derecho a la pensión. Así, será objeto de protección en la vía de amparo los supuestos en los
que, presentada la contingencia, se deniegue a una persona el reconocimiento de una pensión de
jubilación o cesantía, a pesar de haber cumplido los requisitos legales para obtenerla (edad
requerida y determinados años de aportación), o de una pensión de invalidez, presentados los
supuestos previstos en la ley que determinan su procedencia.
Tal como ha tenido oportunidad de precisar la Corte Constitucional colombiana, en criterio que este
Colegido comparte, el derecho a la pensión
"adquiere el carácter de fundamental cuando a su desconocimiento sigue la vulneración o la
amenaza de derechos o principios de esa categoría y su protección resulta indispensable
tratándose de la solicitud de pago oportuno de las pensiones reconocidas, ya que la pensión
guarda una estrecha relación con el trabajo, principio fundante del Estado Social de Derecho,
por derivar de una relación laboral y constituir una especie de salario diferido al que se
accede previo el cumplimiento de las exigencias legales.” (Cfr. Corte Constitucional
colombiana. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-608 del 13 de noviembre de 1996. M.P.
Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz).
n) c) Por otra parte, dado que, como quedó dicho, el derecho fundamental a la pensión tiene una
estrecha relación con el derecho a una vida acorde con el principio-derecho de dignidad, es decir,
con la trascendencia vital propia de una dimensión sustancial de la vida, antes que una dimensión
meramente existencial o formal, forman parte de su contenido esencial aquellas pretensiones
mediante las cuales se busque preservar el derecho concreto a un `mínimo vital´, es decir,
“aquella porción de ingresos indispensable e insustituible para atender las necesidades
básicas y permitir así una subsistencia digna de la persona y de su familia; sin un ingreso
adecuado a ese mínimo no es posible asumir los gastos más elementales (...) en forma tal
que su ausencia atenta en forma grave y directa contra la dignidad humana.” (Cfr. Corte
Constitucional colombiana. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-1001 del 9 de diciembre
de 1999. M.P. José Gregorio Hernández Galindo).
En tal sentido, en los supuestos en los que se pretenda ventilar en sede constitucional pretensiones
relacionadas no con el reconocimiento de la pensión que debe conceder el sistema previsional
público o privado, sino con su específico monto, ello sólo será procedente cuando se encuentre
comprometido el derecho al mínimo vital.
Por ello, tomando como referente objetivo que el monto más alto de lo que en nuestro ordenamiento
previsional es denominado “pensión mínima”, asciende a S/. 415,00 (Disposición Transitoria de la
Ley N.º 27617 e inciso 1 de la Cuarta Disposición Transitoria de la Ley N.º 28449), el Tribunal
Constitucional considera que, prima facie, cualquier persona que sea titular de una prestación que
sea igual o superior a dicho monto, deberá acudir a la vía judicial ordinaria a efectos de dilucidar en
dicha sede los cuestionamientos existentes en relación a la suma específica de la prestación que le
corresponde, a menos que, a pesar de percibir una pensión o renta superior, por las objetivas
circunstancias del caso, resulte urgente su verificación a efectos de evitar consecuencias irreparables
(vg. los supuestos acreditados de graves estados de salud).
o) d) Asimismo, aún cuando, prima facie, las pensiones de viudez, orfandad y ascendientes, no
forman parte del contenido esencial del derecho fundamental a la pensión, en la medida de que el
acceso a las prestaciones pensionarias sí lo es, son susceptibles de protección a través del amparo
los supuestos en los que se deniegue el otorgamiento de una pensión de sobrevivencia, a pesar de
cumplir con los requisitos legales para obtenerla.
q) f) Adicionalmente, es preciso tener en cuenta que para que quepa un pronunciamiento de mérito
en los procesos de amparo, la titularidad del derecho subjetivo concreto de que se trate debe
encontrarse suficientemente acreditada. Y es que como se ha precisado, en el proceso de amparo
“no se dilucida la titularidad de un derecho, como sucede en otros, sino sólo se restablece
su ejercicio. Ello supone, como es obvio, que quien solicita tutela en esta vía
mínimamente tenga que acreditar la titularidad del derecho constitucional cuyo
restablecimiento invoca, en tanto que este requisito constituye un presupuesto procesal,
a lo que se suma la exigencia de tener que demostrar la existencia del acto [u omisión]
cuestionado”. (STC 0976-2001-AA, Fundamento 3).
r) g) Debido a que las disposiciones legales referidas al reajuste pensionario o a la estipulación de
un concreto tope máximo a las pensiones, no se encuentran relacionadas a aspectos constitucionales
directamente protegidos por el contenido esencial del derecho fundamental a la pensión, prima
facie, las pretensiones relacionadas a dichos asuntos deben ser ventiladas en la vía judicial ordinaria.
41.41. Este Tribunal ha precisado en reiteradas ejecutorias, que constituyen precedentes de observancia
obligatoria, que para la calificación de las pensiones se debe tener en cuenta que:
a) a) A tenor del artículo 57º del Decreto Supremo N.º 011-74-TR, Reglamento del Decreto Ley N.º
19990, los períodos de aportación no pierden su validez, excepto en los casos de caducidad de las
aportaciones declaradas por resoluciones consentidas o ejecutoriadas con fecha anterior al 1 de mayo
de 1973. En ese sentido, la Ley N.º 28407, vigente desde el 3 de diciembre de 2004, recogió este
criterio y declaró expedito el derecho de cualquier aportante para solicitar la revisión de cualquier
resolución que se hubiera expedido contraviniendo lo dispuesto en los artículos 56º y 57º del decreto
supremo referido, Reglamento del Decreto Ley N.º 19990.
b) b) En cuanto a las aportaciones de los asegurados obligatorios, los artículos 11° y 70° del Decreto
Ley N.° 19990 establecen, respectivamente, que “Los empleadores (...) están obligados a retener las
aportaciones de los trabajadores asegurados obligatorios (...)”, y que “Para los asegurados obligatorios
son períodos de aportación los meses, semanas o días en que presten, o hayan prestado servicios que
generen la obligación de abonar las aportaciones a que se refieren los artículos 7º al 13º, aún cuando
el empleador (...) no hubiese efectuado el pago de las aportaciones”. Más aún, el artículo 13° de esta
norma dispone que la emplazada se encuentra obligada a iniciar el procedimiento coactivo si el
empleador no cumple con efectuar el abono de las aportaciones indicadas. A mayor abundamiento, el
inciso d), artículo 7.° de la Resolución Suprema N.º 306-2001-EF, Reglamento de Organización y
Funciones de la Oficina de Normalización Previsional (ONP), dispone que la emplazada debe
“Efectuar la verificación, liquidación y fiscalización de derechos pensionarios que sean necesarias
para garantizar su otorgamiento con arreglo a Ley”.
42.42. En ese sentido, para acreditar la titularidad de derecho a la pensión y el cumplimiento de los
requisitos legales que configuran el derecho, el demandante ha acompañado una serie de documentos,
respecto de los cuales este Tribunal determina los siguiente:
42.1. Edad
16) 1) Copia de su Documento Nacional de Identidad, con el cual se constata que nació el 16 de junio
de 1945, y que, por tanto, cumplió la edad requerida para la pensión reclamada el 16 de junio de 2000.
43.43. En consecuencia, el Tribunal Constitucional considera que aun cuando en el proceso de amparo no se
encuentra prevista una etapa probatoria, el demandante ha presentado suficiente medios probatorios que
no requieren actuación (artículo 9º del CPConst.), que demuestran: i) que cumple con el requisito de
edad exigido para obtener la pensión solicitada; ii) que fue cesado en el empleo por causal de reducción
de personal; y, iii) que teniendo en cuenta su tiempo de servicios en Motor Perú S.A. –corroborados
previamente por la Autoridad de Trabajo– y las aportaciones realizadas durante el período cuya validez
indebidamente no se reconoció, acredita por lo menos 20 años de aportaciones al Sistema Nacional de
Pensiones.
En tal sentido, ha acreditado que reúne todos los requisitos legales exigidos para la percepción de la
pensión de jubilación adelantada por reducción de personal reclamada, y consiguientemente, que se ha
desconocido arbitrariamente el derecho constitucional a la pensión que le asiste, por lo que la demandada
debe reconocer su derecho a la pensión de jubilación y disponer su percepción desde la fecha en que se
verifica el agravio constitucional, es decir, en la fecha de la apertura del expediente N.º 01300311802 en
el que consta la solicitud de la pensión denegada.
Adicionalmente, se debe ordenar a la ONP que efectúe el cálculo de los devengados correspondientes
desde la fecha del agravio constitucional, así como el de los intereses legales generados de acuerdo a la
tasa señalada en el artículo 1246.º del Código Civil, y proceda a su pago, en la forma y modo establecido
por el artículo 2.º de la Ley N.º 28266.
§7. Precedente vinculante
44. 44. Es evidente que con relación al derecho fundamental a la pensión reconocido en el artículo 11º
de la Constitución, en la jurisprudencia de este Tribunal ha existido un criterio de procedibilidad
más flexible que aquel desarrollado en el Fundamento 37 supra. Ello, en su momento, se
encontraba plenamente justificado en aras de proyectar desde la jurisprudencia de este Colegiado
las pautas de interpretación que permitan convertir al sistema de seguridad social, y,
concretamente, al derecho fundamental a la pensión, en uno plenamente identificado con los
principios constitucionales que lo informan (dignidad, igualdad y solidaridad).
45.45. Las materias que son competencia de la jurisdicción constitucional no se desarrollan sobre un
espectro rígido e inmutable. Por el contrario, la incuestionable ligazón existente entre realidad
social y Constitución en los Estados sociales y democráticos de derecho, imponen un margen de
razonable flexibilidad al momento de decidir las causas que merecen un pronunciamiento por
parte de la jurisdicción constitucional, sobre todo en aquellas latitudes en las que ésta tiene
reciente data. Sólo así es posible sentar por vía de la jurisprudencia las bases mínimas para una
verdadera identidad constitucional en cada uno de los ámbitos del derecho, y sólo así es posible que
este Tribunal mantenga incólumes sus funciones de valoración, ordenación y pacificación.
46.46. El Tribunal Constitucional considera que dicho cometido ha sido cubierto con la abundante
jurisprudencia emitida en materia pensionaria, motivo por el cual considera pertinente, a partir de la
presente sentencia, restringir los criterios de procedibibilidad en dicha materia sobre la base de pautas
bastante más identificadas con la naturaleza de urgencia del proceso de amparo.
47.47. En tal sentido, este Tribunal advierte que los criterios jurídicos contenidos en el Fundamento 37
supra para determinar la procedencia de demandas de amparo en materia pensionaria, a partir de la
determinación del contenido esencial del derecho fundamental a la pensión, reconocido en el artículo 11º
de la Constitución, constituyen precedente vinculante, de conformidad con lo dispuesto en el artículo VII
del Título Preliminar del CPConst.
48.48. Por lo demás, dicho cambio de precedente se encuentra amparado por el principio de autonomía
procesal que informa a las funciones de valoración, ordenación y pacificación de este Tribunal, conforme
al cual, dentro del marco normativo de las reglas procesales que le resultan aplicables, éste goza de un
margen razonable de flexibilidad en su aplicación, de manera que toda formalidad resulta finalmente
supeditada a la finalidad de los procesos constitucionales: la efectividad del principio de supremacía de
la Constitución y la vigencia de los derechos fundamentales (artículo II del Título Preliminar del
CPConst.).
El artículo III del Título preliminar del CPConst. establece la obligación del juez constitucional de
“adecuar la exigencia de las formalidades previstas en éste Código al logro de los fines de los
procesos constitucionales”,
por lo que goza de cierto grado de autonomía para establecer determinadas reglas procesales o interpretar
las ya estipuladas, cuando se trate de efectivizar los fines de los procesos constitucionales.
En efecto, mediante su autonomía procesal el Tribunal Constitucional puede establecer reglas que tengan
una pretensión de generalidad y que puedan aplicarse posteriormente a casos similares, siempre que estas
reglas tengan como finalidad perfeccionar el proceso constitucional, y se encuentren limitadas por el
principio de separación de poderes, la ya mencionada vigencia efectiva de los derechos fundamentales y
los principios de razonabilidad y proporcionalidad.
49.49. El precedente sentado es de vinculación inmediata, motivo por el cual a partir del día siguiente de la
publicación de la presente sentencia en el diario oficial El Peruano, toda demanda de amparo que sea
presentada o que se encuentre en trámite y cuya pretensión no verse sobre el contenido constitucional
directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión (Fundamento 37 supra), debe ser
declarada improcedente.
§8. Vía jurisdiccional ordinaria para la dilucidación de asuntos previsionales que no versen sobre el
contenido directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión
50.50. No obstante, en atención a su función de ordenación, el Tribunal Constitucional no puede limitarse a
precisar los criterios que procedibilidad del amparo constitucional en materia pensionaria, sino que, a su
vez, debe determinar la vía judicial en las que deban ventilarse la pretensiones sobre dicha materia que
por no gozar de protección constitucional directa, no son susceptibles de revisarse en sede constitucional.
Asimismo, debe determinar las reglas necesarias para encausar las demandas de amparo en trámite cuya
improcedencia debe ser declarada tras la publicación de la presente sentencia en el diario oficial El
Peruano.
51.51. La vía idónea para dilucidar los asuntos pensionarios que no versen sobre el contenido directamente
protegido por el derecho fundamental a la pensión, es el proceso contencioso administrativo. En efecto,
en tanto que es la Administración Pública la encargada de efectuar el otorgamiento de las pensiones
específicas una vez cumplidos los requisitos previstos en la ley, es el proceso contencioso administrativo
la vía orientada a solicitar la nulidad de los actos administrativos que se consideren contrarios a los
derechos subjetivos que a pesar de encontrarse relacionados con materia previsional, sin embargo, no
derivan directamente del contenido constitucionalmente protegido por el derecho fundamental a la
pensión. Así lo estipula el artículo 1º de la Ley N.º 27584.
“La acción contencioso administrativa prevista en el Artículo 148 de la Constitución
Política tiene por finalidad el control jurídico por el Poder Judicial de las actuaciones de
la administración pública sujetas al derecho administrativo y la efectiva tutela de los
derechos e intereses de los administrados. (...)”
52.52. Por ende, en los supuestos en los que se pretenda la estimación en juicio de pretensiones que no se
encuentren relacionadas con el contenido directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, los justiciables deberán acudir el proceso contencioso administrativo a efectos de dilucidar el
asunto controvertido.
En tal perspectiva, el artículo 3º de la Ley N.º 27584 establece, de conformidad con el principio de
exlusividad, lo siguiente:
“las actuaciones de la administración pública sólo pueden ser impugnadas en el
proceso contencioso administrativo, salvo en los casos en que se pueda recurrir a los
procesos constitucionales”,
es decir, salvo en los casos en los que la actuación (u omisión) de la Administración Pública genere la
afectación del contenido directamente protegido por un derecho constitucional.
53.53. De conformidad con los artículos 8º y 9º de la Ley N.º 27584 es competente para conocer la demanda
el Juez Especializado en lo Contencioso Administrativo (o el Juez Civil o Mixto en los lugares en que no
exista Juez Especializado en lo Contencioso Administrativo), del lugar del domicilio del demandado o
del lugar donde se produjo la actuación impugnable, a elección del demandante.
§9. Reglas procesales aplicables a las demandas de amparo en trámite que sean declaradas
improcedentes como consecuencia del precedente vinculante contenido en esta sentencia
54.54. Las demandas de amparo en trámite que, en aplicación de los criterios de procedibilidad previstos en
el Fundamento 37 supra, sean declaradas improcedentes, deberán ser remitidas al juzgado de origen
(Juez Civil encargado de merituar el proceso de amparo en primera instancia), quien deberá remitir el
expediente judicial al Juez Especializado en lo Contencioso Administrativo (en los lugares en los que
éstos existan) o deberá avocarse al conocimiento del proceso (en los lugares en los que no existan Jueces
Especializados en lo Contencioso Administrativo).
Una vez que el Juez competente del proceso contencioso administrativo se avoque al conocimiento de la
causa, deberá entenderse presentada y admitida la demanda contencioso administrativa, y, en aplicación
del principio de suplencia previsto en el inciso 4) del artículo 2º de la Ley N.º 27584, se otorgará al
demandante un plazo razonable a efectos de que adecúe su demanda conforme a las reglas previstas para
la etapa postulatoria del proceso contencioso administrativo. Transcurrido dicho plazo sin que el
demandante realice la respectiva adecuación, procederá el archivo del proceso.
Estas reglas son dictadas en virtud del principio de autonomía procesal del Tribunal Constitucional al que
se ha hecho alusión en el Fundamento 48 supra.
55.55. Por otra parte, en aplicación del principio pro actione que impone al Juez intepretar los requisitos de
admisibilidad de las demandas en el sentido que más favorezca el derecho de acceso a la jurisdicción, en
los supuestos en los que en el expediente de amparo obre escrito en el que la Administración contradiga
la pretensión del recurrente, el Juez del contencioso administrativo, no podrá exigir el agotamiento de la
vía administrativa.
56.56. Por el contrario, los expedientes de amparo en los que no sea posible verificar si la Administración se
ha o no ratificado en torno a la supuesta validez del acto considerado atentatorio de los derechos
previsionales que no configuran el contenido directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, no serán remitidos al Juez del contencioso administrativo, pues dado que en estos supuestos es
plenamente exigible el agotamiento de la vía administrativa prevista en el artículo 18º de la Ley N.º
27584, los recurrentes deberán agotarla para encontrarse habilitados a presentar la demanda contencioso
administrativa.
57.57. En todo caso, es deber del Juez del contencioso administrativo, aplicar el principio de favorecimiento
del proceso, previsto en el inciso 3) del artículo 2º de la Ley N.º 27584, conforme al cual:
“Principio de favorecimiento del proceso.- El Juez no podrá rechazar liminarmente la
demanda en aquellos casos en los que por falta de precisión del marco legal exista
incertidumbre respecto del agotamiento de la vía previa.
Asimismo, en caso de que el Juez tenga cualquier otra duda razonable sobre la procedencia o
no de la demanda, deberá preferir darle trámite a la misma.”
58.58. Por otra parte, dado que en los asuntos previsionales, es la Administración o, en su caso, la entidad en
la que prestó servicios el ex trabajador, las que se encuentran en mayor capacidad de proveer al Juez de
los medios probatorios que coadyuven a formar convicción en relación con el asunto controvertido, el
hecho de que el recurrente no haya presentado los medios probatorios suficientes que permitan acreditar
su pretensión, en principio, no puede considerarse como motivo suficiente para desestimar la demanda.
En tales circunstancias, es obligación del Juez recabar de oficio los medios probatorios que juzque
pertinentes; máxime si el artículo 22º de la Ley N.º 27584, establece que:
“Al admitir a trámite la demanda el Juez ordenará a la entidad administrativa que remita el
expediente relacionado con la actuación impugnable.
Si la entidad no cumple con remitir el expediente administrativo el órgano jurisdiccional
podrá prescindir del mismo o en su caso reiterar el pedido bajo apercibimiento de poner el
hecho en conocimiento del Ministerio Público para el inicio del proceso penal
correspondiente (...).
El incumplimiento de lo ordenado a la entidad administrativa no suspende la tramitación del
proceso, debiendo el juez en este caso aplicar al momento de resolver lo dispuesto en el
Artículo 282 del Código Procesal Civil.”
§10. Vulneración continuada y ausencia de plazos de prescripción en asuntos que versen sobre materia
pensionaria
59.59. Todos los poderes públicos, incluida la Administración Pública, deberán tener presente, tal como lo
ha precisado este Colegiado de manera uniforme y constante —en criterio que mutatis mutandis es
aplicable a cualquier proceso judicial o procedimiento administrativo que prevea plazos de prescripción
o caducidad— que las afectaciones en materia pensionaria tienen la calidad de una vulneración
continuada, pues tienen lugar mes a mes, motivo por el cual no existe posibilidad de rechazar reclamos,
recursos o demandas que versen sobre materia previsional, argumentando el vencimiento de plazos
prescriptorios o de caducidad.
En tal sentido, en los casos de demandas contencioso administrativas que versen sobre materia
pensionaria, el Juez se encuentra en la obligación de considerar el inicio del cómputo de los plazos de
caducidad previstos en el artículo 17º de la Ley N.º 27584, a partir del mes inmediatamente anterior a
aquel en que es presentada la demanda, lo que equivale a decir, que, en ningún caso, podrá declararse la
improcedencia de tales demandas por el supuesto cumplimiento del plazo de caducidad.
61.61. Finalmente, el Tribunal Constitucional exhorta al Poder Judicial a aumentar el número de Juzgados
Especializados en lo Contencioso Administrativo en el Distrito Judicial de Lima y a crearlos en el resto
de Distritos Judiciales de la República, a efectos de atender con diligencia y celeridad las pretensiones
que correspondan ser dilucidadas por la jurisdicción ordinaria, como consecuencia de la expedición de la
presente sentencia.
HA RESUELTO
26.3. Ordena que la entidad demandada cumpla con reconocer la pensión de jubilación adelantada por
reducción de personal que corresponde al demandante, y abone las pensiones devengadas, reintegros e
intereses legales correspondientes, conforme a los Fundamentos 40 a 43 supra.
27.4. Declarar que los criterios de procedibilidad de las demandas de amparo que versen sobre materia
pensionaria, previstos en el Fundamento 37 supra, constituyen precedente vinculante inmediato, de
conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst.; motivo por el cual, a partir del día
siguiente de la publicación de la presente sentencia en el diario oficial El Peruano, toda demanda de
amparo que sea presentada o que se encuentre en trámite y cuya pretensión no verse sobre el contenido
constitucional directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión, debe ser declarada
improcedente.
28.5. Declarar que las reglas procesales de aplicación a las demandas de amparo que a la fecha de
publicación de esta sentencia se encuentren en trámite, previstas en los Fundamentos 54 a 58 supra,
resultan vinculantes tanto para los Jueces que conocen los procesos de amparo, como para los Jueces que
resulten competentes para conocer las demandas contencioso administrativas.
29.6. Se EXHORTA al Poder Judicial, para que, de conformidad con el Fundamento 61 supra, aumente el
número de Juzgados Especializados en lo Contencioso Administrativo en el Distrito Judicial de Lima y
los cree en el resto de Distritos Judiciales de la República.
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO
STC N.° 2302-2003-AA, Caso Inversiones Dreams S.A.
En Lima, a los 13 días del mes de abril de 2005, el Pleno Jurisdiccional del Tribunal Constitucional,
integrada por los señores magistrados Alva Orlandini, Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y
Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
I. ASUNTO
Recurso Extraordinario interpuesto por Inversiones Dream S.A. contra la sentencia de la Primera
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 472, su fecha 27 de enero de 2003, que declara
infundada la demanda de autos.
II. ANTECEDENTES
1. 1. Demanda
Con fecha 17 de septiembre de 2001, la recurrente interpone acción de amparo contra la Municipalidad
Distrital de Jesús María, la Superintendencia Nacional de Aduanas - Lima y el Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF), por considerar que se vienen vulnerando sus derechos fundamentales a la igualdad ante la
ley, a la propiedad, a la iniciativa privada, a la no confiscatoriedad de los tributos y al respeto del principio de
legalidad; y, en consecuencia, solicita que se declaren inaplicables a su caso los artículos 48º al 53º del
Decreto Legislativo N.º 776, referido al Impuesto a los Juegos; y, el artículo 9º inciso a) del Decreto
Supremo N.º 095-96-EF, Reglamento del Impuesto Selectivo al Consumo a los juegos de azar y apuestas..
Señala que la empresa presenta pérdidas, y el pago de ambos tributos resulta confiscatorio al gravar
doblemente a una misma actividad comercial, por esta razón, no pueden pagar los tributos establecidos en
dichas normas, para lo cual, se verían obligados a destinar sus activos, es decir, sustrayendo su propiedad.
Asimismo, alegan que el Decreto Supremo N.º 095-96-EF, al establecer la alícuota del impuesto vulnera el
principio de legalidad del artículo 74° de la Constitución, según el cual, sólo por ley se pueden crear tributos,
lo que implica que todos sus elementos esenciales, siendo uno de ellos la tasa del Impuesto, sean fijados por
ley y no por norma infralegal como en el presente caso.
2. 2. Contestación de la demanda
El Procurador Público encargado de los Asuntos Judiciales del MEF deduce las excepciones de falta
de legitimidad para obrar del demandado, de incompetencia, de falta de agotamiento de la vía previa y de
caducidad; y, solicita que se la declare improcedente o infundada, por estimar, que la demandante no ha
señalado un acto concreto de afectación de sus derechos constitucionales y que la acción de amparo no es la
vía idónea para cuestionar la validez de normas legales emitidas con sujeción a la ley.
La SUNAT deduce las excepciones de falta de legitimidad del demandado, indebida acumulación de
pretensiones y caducidad; y contesta la demanda solicitando que se la declare infundada o improcedente,
alegando que la acción de amparo no es la vía idónea para impugnar la validez de una norma jurídica, en
cuyo caso, la vía correspondiente es la acción de inconstitucionalidad.
El Sexagésimo Quinto Juzgado Especializado en lo Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con
fecha 1 de abril de 2002, declaró fundada la excepción de falta de legitimidad para obrar, respecto del MEF,
infundadas las excepciones de falta de legitimidad para obrar respecto a la SUNAT, de incompetencia, de
falta de agotamiento de la vía administrativa y de caducidad, e infundada la demanda, por considerar que en
autos no existe medio probatorio alguno que demuestre el daño sufrido, máxime cuando no es posible
determinar la situación de pérdida que la demandante alega, no siendo suficiente para ello el estado de
pérdidas y ganancias que consta en autos. En consecuencia, es necesario que la presente causa sea vista en
una vía que cuente con estación probatoria, donde se puedan merituar mayores elementos de juicio.
La recurrida confirmó la apelada por las mismas consideraciones, debido a que no se ha acreditado el
estado de pérdidas alegado, siendo insuficientes los documentos probatorios presentado por la empresa
demandante.
Habiendo sido cuestionados por las partes, materias constitucionales respecto a la forma y el fondo, es
necesario que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre cada uno de ellos y establezca los criterios
vinculantes en cada caso. En tal sentido, corresponde desarrollar los siguientes temas:
IV. FUNDAMENTOS
1. Conforme se aprecia de los escritos presentados por las partes, existe controversia sobre si en el
presente caso es necesario agotar la vía administrativa. Así tenemos que, según el alegato de la
empresa demandante, la necesidad de agotar la vía administrativa en estos casos, se encuentra
exceptuada por tratarse de normas autoaplicativas, y, a su vez, porque así lo ha establecido diversa
jurisprudencia del Tribunal, en los casos en que una norma tributaria establece vía Decreto Supremo
la configuración de algún elemento esencial del tributo, como se aprecia de las STC 489-2000-
AA/TC, STC 930-2001-AA/TC, STC 323-2001-AA/TC.
Por su parte, los emplazados coinciden en que los demandantes debieron agotar la vía previa y que
las normas cuestionadas no son normas autoaplicativas, por lo que, se encontraban obligados a
acreditar las vulneraciones concretas a sus derechos y no simplemente alegar las supuestas
afectaciones.
En efecto, en diversa jurisprudencia –invocada por el recurrente– hemos señalado que “...no será
exigible el agotamiento de la vía previa si esta no se encuentra regulada. En el presente caso, no se
encuentra normado en la ley, recurso administrativo alguno que revierta los efectos de un Decreto
Supremo que ha sido dictado contraviniendo lo dispuesto en el artículo 74º de la
Constitución...”(STC 489-2000-AA/TC, STC 930-2001-AA/TC, STC 323-2001-AA/TC, STC 022-
2000-AA/TC).
3. Al respecto, frente a un caso de doble criterio sobre el agotamiento de la vía previa, plausible de
generar dudas en el recurrente, –como se aprecia de autos–, corresponde en principio, aplicar el
principio pro actione del artículo 45º del Código Procesal Constitucional, aprobado por Ley 28237,
según el cual, en caso de duda se preferirá dar trámite a la demanda de amparo.
Según el principio pro actione, invocado por este Tribunal en anteriores oportunidades, se impone a
los juzgadores la exigencia de interpretar los requisitos y presupuestos procesales en el sentido más
favorable a la plena efectividad del derecho a obtener una resolución válida sobre el fondo, con lo
cual, ante la duda, la decisión debe dirigirse por la continuación del proceso y no por su extinción.
(STC 1049-2003-AA/TC)
4. No obstante, la aplicación para el caso de autos de la regla impuesta por el artículo 45 del Código
Procesal Constitucional, el Tribunal Constitucional, en esta oportunidad debe establecer el criterio
que deberá ser aplicable a las controversias similares que se presenten en el futuro.
5. En primer lugar, nos apartamos del criterio mediante el cual, afirmamos que la vía previa no se
encuentra regulada, y, por lo tanto no es exigible, cuando se cuestionan los efectos de un Decreto
Supremo que ha sido dictado contraviniendo lo dispuesto en el artículo 74 de la Constitución. (STC
489-2000-AA/TC, STC 930-2001-AA/TC, STC 323-2001-AA/TC, STC 022-2000-AA/TC); por dos
razones fundamentales:
2. En consecuencia, cuando se cuestione los actos de aplicación de un Decreto Supremo como norma
reglamentaria en materia tributaria, estamos en principio frente a un problema de conformidad con la
Ley, para lo cual, debe agotarse la vía administrativa hasta llegar al recurso de apelación ante el
Tribunal Fiscal. Cabe advertir sin embargo, un inconveniente a esta regla: los casos de normas
autoaplicativas.
3. En diversa jurisprudencia, este Colegiado ha señalado, que no procede el amparo directo contra
normas cuando se trata de normas heteroaplicativas, es decir, que tienen su eficacia condicionada a la
realización de actos posteriores; contrario a ello, si procede cuando el acto lesivo es causado por
normas autoapliactivas, esto es, cuando no requieren de un acto posterior de aplicación sino que la
afectación se produce desde la vigencia de la propia norma (STC 1314-2000-AA/TC, 504-2000-
AA/TC, 0830-2000-AA/TC, 2670-2002-AA/TC, 487-2003-AA/TC).
4. Cabe preguntarse entonces, si las normas tributarias cuestionadas en autos, son normas
autoaplicativas. En la STC 1311-2000-AA/TC cuando se cuestionó la conformidad con el principio
de legalidad, del Decreto Supremo Nº 158-99-EF, señalamos que “...si bien parece que el acto lesivo
no se había producido al interponerse la demanda, pues no constaba en autos prueba de que el
impuesto había sido aplicado o cobrado al accionante, es opinión de este Tribunal que el hecho de
que el Decreto Supremo Nº 158-99-EF no requiera de acto posterior alguno para su obligatoriedad,
lo cual hace un dispositivo legal de eficacia inmediata, imperativo frente a los sujetos pasivos del
impuesto, por lo que no puede negarse su naturaleza autoaplicativa o de acto aplicatorio, es decir,
con mayor certeza de ocurrencia que la amenaza de violación del derecho (...) y por ende, procedía
esta acción de amparo, aún cuando en la prática no se hubiera realizado todavía el acto de
aplicación p cobranza del impuesto...”.
5. En efecto, estas normas tributarias son del tipo autoaplicativas, pues en la medida que el demandante
sea sujeto pasivo del tributo y se configure en su caso el hecho imponible de la norma, la misma ya
le es exigible, es decir, ya se encuentra obligado al pago sin esperar que la administración
desemboque su actuación administrativa para ejercer la cobranza de la deuda. Este será un caso de
excepción para a la regla del agotamiento de la vía previa.
6. El petitorio de la demanda es que se declare inaplicables a su caso, los artículos 48° al 53° del
Decreto Legislativo 776, referido al Impuesto a los Juegos; así como, el inciso a) del artículo 9 del
Decreto Supremo 095-96-EF, referido al Impuesto Selectivo al Consumo de los juegos de azar y
apuestas, porque en conjunto son confiscatorios en su caso, y, porque el último al vulnerar el
principio de legalidad en materia tributaria estableciendo la tasa del impuesto mediante Decreto
Supremo, afecta sus derechos como contribuyente.
7. En ese sentido, una vez desvirtuada la cuestión de forma y establecido el criterio aplicable,
corresponde efectuar el análisis sobre la supuesta afectación a los derechos constitucionales a la
propiedad, a la no confiscatoriedad y el respeto al principio de legalidad en materia tributaria,
invocados por el recurrente.
8. 12. El artículo 74º de la Constitución Peruana, establece como uno de los límites al ejercicio de la
potestad tributaria, el principio de no confiscatoriedad de los tributos. Este principio constitucional,
ha adquirido contenido a través de nuestra jurisprudencia, mediante la cual, hemos señalado que “
(...) se transgrede el principio de no confiscatoriedad de los tributos cada vez que un tributo excede
el límite que razonablemente puede admitirse como justificado en un régimen en el que se ha
garantizado constitucionalmente el derecho subjetivo a la propiedad y, además ha considerado a
esta como institución, como uno de los componentes básicos y esenciales de nuestro modelo de
constitución económica” (STC N.° 2727-2002-AA/TC).
9. 13. En la misma sentencia bajo comentario, señalamos que el principio de no confiscatoriedad tiene
la estructura propia de lo que se denomina un ‘concepto jurídico indeterminado’. Es decir, su
contenido constitucionalmente protegido no puede ser precisado en términos generales y abstractos,
sino que debe ser analizado y observado en cada caso, teniendo en consideración la clase de tributo
y las circunstancias concretas de quienes estén obligados a sufragarlo. No obstante, teniendo en
cuenta las funciones que cumple en nuestro Estado democrático de Derecho, es posible afirmar, con
carácter general, que se transgrede el principio de no confiscatoriedad de los tributos cada vez que un
tributo excede el límite que razonablemente se admite para no vulnerar el derecho a la propiedad.
10. 14. Asimismo, conforme se estableció en la STC N.° 0004-2004-AI/TC (acumulados), es preciso
distinguir la eventual inconstitucionalidad de un tributo en atención a su incidencia concreta en las
circunstancias particulares en las que se encuentre cada uno de los obligados a sufragarlo, y la
inconstitucionalidad en la que pueda incurrir la ley que lo regula, la cual sólo podría ser determinada,
en sentido abstracto, analizando los elementos constitutivos del tributo, y particularmente la materia
imponible y la alícuota, cuyos contenidos o dimensiones podrían ser muestras evidentes de un
exceso de poder tributario.
11. En el presente caso, la parte demandante alega confiscatoriedad por doble imposición sobre un
misma actividad comercial, señalando además, que en el ejercicio 2000/2001, este hecho les ha
generado pérdidas, como se advierte del estado de ganancias y pérdidas que adjuntan, como medio
probatorio a fojas 78. Refieren, que al ser gravados por el Impuesto a los Juegos (administrado por la
Municipalidad), y, el Impuesto Selectivo al Consumo a los juegos de azar y apuestas (administrado
por la SUNAT), se encuentran tributando dos veces por la misma actividad, convirtiendo en
deficitaria su actividad comercial.
Así las cosas, a fojas 206, sostienen que no podrán cumplir con la distribución legal de la renta, es
decir, con la participación que se otorga a los trabajadores equivalente al 6%. Tampoco se podrá
cumplir con el Estado peruano con el pago al Impuesto a la Renta.
12. Antes de nuestro pronunciamiento sobre si el estado de confiscatoriedad que alegan se encuentra
válidamente acreditado en autos, merece aclarar algunos temas discutidos por el demandante. El
primero de ellos, referido a la confiscatoriedad por sumatoria de tributos, el segundo sobre el no
pago de sus obligaciones con el Estado respecto al impuesto a la renta.
13. Para que pueda apreciarse una relación de compatibilidad entre la tributación y el derecho de
propiedad, es necesario que las afectaciones a la última sean razonables y proporcionadas, de modo
tal, que no constituyan una apropiación indebida de la propiedad privada. Ahora bien, las
afectaciones a la propiedad son razonables cuando tienen por objeto contribuir al sostenimiento de
los gastos públicos, para lo cual, necesariamente debe hacerse en la medida y proporción de la
capacidad contributiva de cada persona o empresa.
Así lo señalamos en la STC 033-2004-AI/TC cuando sostuvimos que “la capacidad contributiva
tiene un nexo indisoluble con el hecho sometido a imposición; es decir, que siempre se establezca un
tributo, este deberá guardar íntima relación con la actividad económica de los sujetos obligados, ya
que solo así se respetará la aptitud del contribuyente para tributar...”.
Es cierto que se excede el limite de la capacidad contributiva y, por ende, un tributo se vuelve
confiscatorio, sea a consecuencia de un solo tributo exorbitante, o por vía de diversas cargas
tributarias que siendo moderadas, en su conjunto traen el mismo efecto y presión sobre el
contribuyente. Sin embargo, este es una situación que requerirá de un peritaje especial para su
comprobación.
14. En el caso de autos estamos frente a dos impuestos, el Impuesto a los Juegos, regulados por el
Decreto Legislativo 776; y el Impuesto Selectivo al Consumo, a los juegos de azar y lotería. El
primero es recaudado y administrado por y a favor de las Municipalidades, mientras que el segundo,
es administrado por la SUNAT, siendo un caso típico de impuesto que, además de su función
recaudadora, sirve al Estado, a su vez, para cumplir una finalidad extrafiscal.
Ya nos hemos pronunciado al respecto cuando indicamos que: “...Las restricciones a la libertad de
empresa en un sector incentivado por el Estado no son, ni pueden ser, los mismos de aquellas que el
Estado legítimamente ha decidido desalentar, como sucede con la explotación de los juegos de
casino y máquinas tragamonedas” (Fd. 2, STC 009- 2001-AI/TC).
Ello es así, en la medida que el ocio que promueve el Estado mediante la cultura, recreación y el
deporte es distinto al que tolera como al de los juegos de apuesta que pueden generar adicción
-ludopatía- con efectos económicos y sociales perjudiciales para el jugador y su familia.
15. Ahora bien, ¿se vulnera el principio de no confiscatoriedad de manera automática, si una misma
actividad sirve de base para gravar dos impuestos distintos?. La respuesta es negativa. Y es que, la
capacidad contributiva de una persona es una sola (cuestión distinta a su expresión en diversas
manifestaciones), y todos los tributos que recaen en el mismo contribuyente afectan un mismo
patrimonio. En ese sentido, la confiscatoriedad no se configura por si misma si un mismo ingreso
económico sirve de base imponible para dos impuestos, sino más bien, en estos casos, lo que deberá
analizarse es si, a consecuencia de ello, se ha originado una excesiva presión tributaria sobre el
contribuyente, afectando negativamente su patrimonio.
Para determinar esta afectación excesiva de la propiedad privada, es claro que se requiere de un
minucioso examen de la contabilidad de la empresa para establecer si realmente, tal afectación, tiene
su origen en la presión tributaria impuesta a su actividad.
16. Como se aprecia, y siguiendo lo expuesto en nuestro fundamento 12 supra, las alegaciones de
confiscatoriedad sea por un tributo excesivo o por doble o múltiple imposición, no son
inconstitucionales por sí mismas; y, en cada caso, su afectación deberá evaluarse dependiendo de la
situación económica de cada contribuyente. Es por ello, que no pueden aceptarse como válidas,
aquellas afirmaciones del contribuyente, mediante las cuales, se considera exento del pago del
impuesto a la renta y de la repartición de utilidades a los trabajadores debido a la doble tributación a
los juegos.
El Impuesto a la Renta, presenta distintas características, así como, un sistema de cálculo y
deducciones propio, en el que además, de acuerdo al inciso b) del artículo 37 de la Ley del Impuesto
a la Renta, entre las deducciones para llegar a la renta neta, se consideran los tributos que recaen
sobre bienes o actividades productoras de rentas gravadas. Con lo cual, únicamente el contribuyente
está exento de pago cuando en un periodo fiscal, no se ha producido renta y de acuerdo a los
términos de la propia ley y su reglamento.
En todo caso, como se viene señalando, de tratarse de afectaciones a la propiedad por sumatoria de
tributos, tales alegaciones, están sujetas a su comprobación mediante material probatorio.
17. Hemos venido señalando que para acreditar la confiscatoriedad en cada caso, es necesario acreditar
la afectación real al patrimonio empresarial de la persona jurídica, como en el caso de autos. Y es
que, no podría ser de otra manera cuando se alega afectación exorbitante a la propiedad privada.
Ese ha sido justamente el criterio seguido tanto por el a quo y el a quem para desestimar la demanda,
al considerar que los documentos presentados por el demandante no constituyen prueba suficiente
para demostrar la situación de pérdida alegada. Este criterio es compartido por este Tribunal en este
extremo de la demanda.
18. En efecto, a fojas 78, la empresa demandante anexa como medio probatorio para demostrar la
confiscatoriedad en su caso, “un estado de ganancias y pérdidas comparativo” elaborado por la
propia empresa, bajo la responsabilidad del contador Marco Quintana, quien firma y da valor al
documento.
19. A nuestro juicio, el referido documento no puede ser admitido de ninguna manera como prueba
fehaciente para acreditar la situación económica de la empresa y, por consiguiente, para demostrar la
consficatoriedad de tributos; en primer lugar, porque no pueden admitirse como medios probatorios
válidos aquellos que representan autoliquidaciones del propio contribuyente, pues restan
imparcialidad a lo declarado, en todo caso, están sujetos a revisión. Este es justamente el criterio
bajo el cual, este Tribunal desestima como elementos probatorios válidos, las declaraciones juradas.
20. Adicionalmente y con mayor gravedad, el referido documento únicamente se limita a indicar cifras,
pero no certifica la certeza de las mismas, ni demuestra en realidad a cuánto ascienden los gastos de
la empresa, pues para que ello quede fehacientemente acreditado, no basta con su mera alegación
sino que deben adjuntarse los documentos que acredite la manera como se llega a dichos montos.
21. Otra dificultad advertida –que no ha sido considerada por la demandante– es la demostración de la
confiscatoriedad en el caso de los impuestos indirectos como el caso del Impuesto Selectivo al
Consumo. Así, la doctrina y jurisprudencia comparada, coinciden en considerar improcedente la
confiscatoriedad en estos casos, primero por los fines extrafiscales de los impuestos al consumo, y,
segundo porque los impuestos indirectos se trasladan al consumidor, quien es quien soporta la
carga del impuesto116[1].
Los impuestos son abstractos y objetivos de modo que no tienen una vocación confiscatoria de
origen ni de resultado; sino que, dada a veces la incapacidad productiva o de servicios eficientes que
presta una empresa, no genera los ingresos o rentas razonablemente esperados para cumplir con sus
116 [1]
GARCIA BELSUNCE, Horacio. Estudios de Derecho Constitucional Tributario. Buenos Aires: Ediciones de
Palma, 1994. p. 251.
117 [2]
CALVO ORTEGA, R. Curso de Derecho Financiero. Derecho Tributario I (parte General). Madrid: Civitas.
p. 92.
obligaciones tributarias. Por ello, el Estado está prohibido de subsidiar indirectamente la actividad
empresarial privada ineficiente.
22. La razón expuesta, constituye una adicional, que a nuestro juicio afianza la necesidad de mayores
pruebas en estos casos, lo cual, desde ya, resulta dificultoso para un proceso sumario como es el
amparo, que carece de etapa probatoria. Ello, más aún, porque consideramos que una excepción a
esta regla en los impuestos indirectos, sería la demostración de que en el caso del contribuyente, el
impuesto no fue trasladado, es decir, que él asumió la carga del mismo, y, además, siendo así, le trajo
perjuicios a la economía de la empresa, lo cual, claro está, debe ser acreditado.
23. En consecuencia, si bien es cierto que el Código Procesal Constitucional (artículo 9) ha establecido
la inexistencia, en los procesos constitucionales, de una etapa probatoria, también lo es que prevé la
procedencia de medios probatorios que no requieren actuación y de los que el juez considere
indispensables, pero siempre que ello no afecte la duración del proceso.
Sin embargo, en los casos que se alegue confiscatoriedad, es necesario que la misma se encuentre
plena y fehacientemente demostrada. De lo contrario, corresponderá atender este tipo de procesos en
otra vía, donde sí puedan actuarse otros medios de prueba y proceda la intervención de peritos
independientes que certifiquen las afectaciones patrimoniales a causa de impuestos.
24. Por consiguiente, en este extremo, la demanda debe ser desestimada por no haberse acreditado la
confiscatoriedad alegada por la empresa recurrente.
25. El segundo extremo del petitorio está referido a la inaplicación del inciso a) del artículo 9° del
Decreto Supremo 095-96-EF, Reglamento del Impuesto Selectivo al Consumo a los juegos de azar y
apuestas, que establece que: “ la tasa aplicable a los juegos de azar y apuestas, tratándose de
loterías, bingos, rifas y sorteos es 10% (inciso a)”.
Aducen que se vulnera el principio de reserva de ley, pues se fija la tasa del Impuesto mediante
norma reglamentaria, como es el Decreto Supremo, y no por Ley, conforme lo establece la
Constitución en el artículo 74°. Asimismo, a fojas 490, el recurrente presenta recurso extraordinario
contra la sentencia apelada, cuestionando la falta de pronunciamiento en este extremo.
26. En efecto, los jueces de primera y segunda instancia han obviado pronunciarse en este extremo.
Sobre el particular debe señalarse que la tutela judicial efectiva (artículo 139, inciso 3), no se limita a
garantizar el acceso a la jurisdicción, sino también a que los Tribunales resuelvan sobre las
pretensiones ante ellos formuladas118[3]. Se parte, pues, del principio de congruencia judicial, que
exige al juez que, al pronunciarse sobre una causa, no omita, altere o exceda las peticiones
contenidas en el proceso a resolver.
Sin embargo, como ya se ha visto, existen casos en los cuales la pretensión no resulta clara y
evidente, o está planteada de manera incorrecta, o se ha invocado erróneamente la norma de derecho
aplicable, frente a lo cual el juez constitucional, de acuerdo con el principio de dirección judicial del
proceso (artículo III del Código Procesal Constitucional) y del principio iura novit curia (artículo
VIII), luego del análisis fáctico, tiene el deber de reconocer el trasfondo o el núcleo de lo solicitado y
pronunciarse respecto de él, sin que esto represente una extralimitación de sus facultades (Fd. 15 de
la STC 0569-2003-AC/TC)
118 [3]
DIEZ PICAZO GIMÉNEZ, Ignacio. “Reflexiones sobre algunas facetas del derecho dentro de esta línea de
acción, fundamental a la tutela judicial efectiva”. En: Cuadernos de Derecho Público, mayo-agosto, INAP, 2000. p.
23.
27. El primer párrafo del artículo 74° de la Constitución establece que «los tributos se crean, modifican
o derogan, o se establece una exoneración, exclusivamente por ley o decreto legislativo en caso de
delegación de facultades, salvo los aranceles y tasas, los cuales se regulan mediante decreto
supremo. Los gobiernos locales pueden crear, modificar y suprimir contribuciones y tasas, o
exonerar de éstas, dentro de su jurisdicción y con los límites que señala la ley».
La potestad tributaria del Estado debe ejercerse, antes que en función de la ley, en función de la
Constitución –principio jurídico de supremacía constitucional (artículo 51 de la Constitución)– y de
los principios que ella consagra y que informan, a su vez, el ejercicio de tal potestad. Dichos
principios, por otra parte, constituyen una garantía para los contribuyentes, en tanto impone que no
se puede ejercer la potestad tributaria en contra de la Constitución ni de modo absolutamente
discrecional o arbitrariamente.
En tal sentido, la potestad tributaria del Estado, antes que someterse al principio de legalidad, está
supeditado a la Constitución. Es en función de ella que el principio de legalidad tiene validez y
legitimidad.
28. 32. Ahora bien, es bastante frecuente la confusión que existe entre el principio de legalidad y el de
reserva de ley.
Se debe partir de señalar que no existe identidad entre ellos. Así, mientras que el principio de
legalidad, en sentido general, se entiende como la subordinación de todos los poderes públicos a
leyes generales y abstractas que disciplinan su forma de ejercicio y cuya observancia se halla
sometida a un control de legitimidad por jueces independientes; la reserva de ley, por el contrario,
implica una determinación constitucional que impone la regulación, sólo por ley, de ciertas materias.
Así, «mientras el Principio de legalidad supone una subordinación del Ejecutivo al Legislativo, la
Reserva no sólo es eso sino que el Ejecutivo no puede entrar, a través de sus disposiciones generales,
en lo materialmente reservado por la Constitución al Legislativo. De ahí que se afirme la necesidad
de la Reserva, ya que su papel no se cubre con el Principio de legalidad, en cuanto es sólo límite,
mientras que la Reserva implica exigencia reguladora» 119[4].
En materia tributaria, el principio de legalidad implica, pues, que el ejercicio de la potestad tributaria
por parte del Poder Ejecutivo o del Poder Legislativo, debe estar sometida no sólo a las leyes
pertinentes, sino, y principalmente, a lo establecido en la Constitución.
29. A diferencia de este principio, la reserva de ley significa que el ámbito de la creación, modificación,
derogación o exoneración –entre otros– de tributos queda reservada para ser actuada mediante una
ley. El respeto a la reserva de ley para la producción normativa de tributos tiene como base la
fórmula histórica “no taxation without representation” – es decir, que los tributos sean establecidos
por los representantes de quienes van a contribuir.
Así, conforme se establece en el artículo 74° de la Constitución, la reserva de ley, es ante todo una
cláusula de salvaguarda frente a la posible arbitrariedad del Poder Ejecutivo en la imposición de
tributos120[5].
30. 34. De acuerdo con estas precisiones, tal distinción en el ámbito tributario no puede ser omitida,
pues las implicancias que generan tanto el principio de legalidad, así como la reserva de ley no son
irrelevantes. Ello es así en la medida que la Constitución ha otorgado tanto al Poder Legislativo así
como al Poder Ejecutivo la posibilidad de ejercer la potestad tributaria del Estado. En el primer caso,
el ejercicio se realiza mediante una ley en sentido estricto, mientras que en el caso del Poder
Ejecutivo sólo puede realizarlo mediante decreto legislativo.
119 [4]
DE CABO MARTÍN, Carlos. Sobre el concepto de Ley. Madrid: Trotta, 2000. p. 69.
120 [5]
ALGUACIL MARI, Pilar. Discrecionalidad técnica y comprobación tributaria de valores. Valencia: Diálogo
S.L. p. 27.
31. Ahora bien, respecto a los alcances de este principio, hemos señalado que la reserva de ley en
materia tributaria es una reserva relativa, ya que puede admitir excepcionalmente derivaciones al
Reglamento, siempre y cuando, los parámetros estén claramente establecidos en la propia Ley.
Asimismo, sostuvimos que el grado de concreción de los elementos esenciales del tributo en la Ley,
es máximo cuando regula el hecho imponible y menor cuando se trata de otros elementos; pero, en
ningún caso, podrá aceptarse la entrega en blanco de facultades al Ejecutivo para regular la materia.
La regulación del hecho imponible en abstracto –que requiere la máxima observancia del principio
de legalidad–, comprende la descripción del hecho gravado (aspecto material), el sujeto acreedor y
deudor del tributo (aspecto personal), el momento del nacimiento de la obligación tributaria (aspecto
temporal), y el lugar de su acaecimiento (aspecto espacial). (STC 2762-2002-AA/TC, y, STC 3303-
2003-AA/TC).
32. El cuestionado inciso a) del artículo 9° del Decreto Supremo 095-96-EF, Reglamento del Impuesto
Selectivo al Consumo a los juegos de azar y apuestas, fija la tasa de este impuesto, por derivación
del artículo 61° del TUO de la Ley del Impuesto General a las Ventas e Impuesto Selectivo al
Consumo, que a tenor señala que: “ Por Decreto Supremo refrendado por el Ministro de Economía y
Finanzas, se podrán modificar las tasas y/o montos fijos...”.
33. Al respecto, en el Fd. 20 de la STC 2762-2002-AA/TC, nos pronunciamos sobre este punto, y
señalamos que es evidente que el artículo 61°, en este extremo, ha excedido los límites que derivan
de la propia Constitución en materia de reserva de ley, pues el legislador, dando carta abierta al
Ejecutivo, ha establecido -sin ningún parámetro limitativo como, por ejemplo, fijar topes– que sea
este el que disponga las modificaciones a las tasas; lo que se presenta como una remisión normativa
en blanco o deslegalización, permitiendo que sea la Administración la que finalmente regule la
materia originalmente reservada a la ley, vulnerando con ello, además, el principio de jerarquía
normativa.
En aquella oportunidad se amparó la demanda, dejándose sin efecto los actos concretos de aplicación
que hayan derivado del Decreto Supremo irregular. Este es el criterio que corresponde aplicar en el
presente caso, y, en consecuencia, dejar sin efecto aquellas cobranzas que constan en autos y que
hayan sido derivadas de los efectos de la aplicación del inciso a) del artículo 9° del Decreto Supremo
095-96-EF, Reglamento del Impuesto Selectivo al Consumo a los juegos de azar y apuestas.
Ello es así, en la medida que la alícuota también forma parte esencial del hecho imponible; debido a
que el quantum del impuesto está directamente relacionado con el carácter no confiscatorio del
impuesto. Elemento que sólo puede estar regulado de manera clara y precisa en la ley. Lo que no
obsta a que el Decreto Supremo pueda complementar al mismo, en el marco, por ejemplo, de topes
máximos y mínimos que hubiera establecido la ley o de la forma de determinación del monto.
V. FALLO
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
Publíquese y Notifíquese.
SS.
STC N.° 2791-2005-PA Caso Julio Soberón Márquez y
En Tacna, a los 10 días del mes de junio de 2005, la Sala Primera del Tribunal Constitucional, con
asistencia de los magistrados Alva Orlandini, García Toma y Vergara Gotelli, pronuncia la siguiente
sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Julio Soverón Márquez y don Gastón Ortiz Acha contra
la sentencia de la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 21, su fecha 25 de
noviembre de 2004, que, confirmando la apelada, declara improcedente la acción de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 14 de junio de 2004, los recurrentes interponen acción de amparo a favor de don Alberto
Fujimori Fujimori contra el Congreso de la República, solicitando que se declare inaplicable al beneficiario
la Resolución Legislativa N.º 018-2000-CR, de fecha 23 de febrero de 2001, mediante la cual se lo inhabilita
para ejercer funciones públicas por un período de diez años. Sostienen los recurrentes que el ex presidente
Fujimori no fue notificado de ninguna forma de las denuncias interpuestas en su contra, impidiendo el
ejercicio de su defensa por sí mismo y con la asistencia de abogado, conforme lo manda el segundo párrafo
del artículo 100.º de la Constitución Política, omisión que vulnera sus derecho constitucional a un debido
proceso.
La recurrida confirma la apelada argumentando que los recurrentes no han cumplido con acreditar
que la ausencia del presunto afectado sea producto de una situación no deliberada por este.
FUNDAMENTOS
3. 3. Sin perjuicio de lo antes señalado, debe reiterarse que la Resolución Legislativa N.º 018-2000-CR
ha sido expedida por el Congreso de la República de conformidad con el artículo 100.º de la
Constitución Política del Perú y, por lo tanto, el ciudadano Alberto Fujimori Fujimori está inhabilitado
para ejercer toda función pública durante diez años, computables a partir del día siguiente a la
publicación de la referida norma legal. Dicha inhabilitación es consecuencia de un juicio político y es
distinta de la inhabilitación judicial. La primera opera por decisión del Congreso de la República y tiene
los efectos de inhabilitación para el ejercicio de toda función pública. La segunda es consecuencia de una
sentencia judicial que suspende el ejercicio de la ciudadanía, de acuerdo con el artículo 33.º de la
Constitución Política del Perú.
4. 4. La inhabilitación política no puede extenderse más allá de lo dispuesto en nuestra Carta Política, en
los tratados internacionales sobre derechos humanos y la legislación vigente. En efecto, el artículo 29.º
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948, aprobada por
Resolución Legislativa N.º 13282, indica que “En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus
libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el
único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de
satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad
democrática”. Igualmente, el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 16
de diciembre de 1966, aprobado por Decreto Ley N.º 22128, reconoce que “1) Nadie podrá ser
molestado a causa de sus opiniones; 2) Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este
derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier
otro procedimiento de su elección, y 3) El ejercicio del derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo
entraña deberes y responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas
restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a)
Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás; b) La protección de la seguridad
nacional, el orden público o la salud o la moral públicas”. Finalmente, el artículo 13. de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, aprobada por Decreto Ley N.º 22231, indica que la libertad de
pensamiento y de expresión debe ser ejercida, sin censura previa, pero sujeta a responsabilidades
ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley, y con respeto a los derechos o a la
reputación de los demás.
Es, pues, evidente que, como todos los derechos y libertades, la libertad de expresión no es de naturaleza
absoluta, y su ejercicio debe estar sujeto a la regulación legal.
5. 5. Por otro lado, este Colegiado destaca que el artículo 35.º de la Constitución Política del Perú
declara que los ciudadanos pueden ejercer sus derechos individualmente o a través de organizaciones
políticas como partidos, movimientos o alianzas, conforme a ley, las que concurren a la formación de la
voluntad popular y gozan de personalidad jurídica desde su inscripción en el registro correspondiente;
pero también señala que la ley establece normas orientadas a asegurar el funcionamiento democrático de
los partidos políticos, y la transparencia en cuanto al origen de sus recursos económicos y el acceso
gratuito a los medios de comunicación social de propiedad del Estado en forma proporcional al
último resultado electoral general.
6. 6. Al respecto, es por Ley N.º 28094, de 31 de octubre de 2003, que se regula la actividad de los
partidos políticos y se declara entre los fines y objetivos de los partidos políticos: (a) asegurar la vigencia
y defensa del sistema democrático, y (b) contribuir a la preservación de la paz, la libertad y la vigencia
de los derechos humanos consagrados por la legislación peruana y los tratados internacionales a los que
se adhiere el Estado (artículo 2.º). Asimismo, de acuerdo con el artículo 14.º de dicha ley, solo puede
declararse la ilegalidad de una organización política por la Corte Suprema de la República, a pedido del
Fiscal de la Nación o del Defensor del Pueblo, en los siguientes casos taxativamente señalados en ese
precepto: cuando se vulneran sistemáticamente las libertades y los derechos fundamentales,
promoviendo, justificando o exculpando los atentados contra la vida o la integridad de las personas o la
exclusión o persecución de personas por cualquier razón, o legitimando la violencia como método para la
consecución de objetivos políticos; complementar y apoyar políticamente la acción de organizaciones
que, para la consecución de fines políticos, practiquen el terrorismo, o que con su prédica contribuyan a
multiplicar los efectos de la violencia, el miedo y la intimidación que el terrorismo genera, y apoyar la
acción de organizaciones que practican el terrorismo y/o el narcotráfico.
7. 7. Consecuentemente, la inhabilitación del ciudadano Alberto Fujimori Fujimori para ejercer toda
función pública, no impide que pueda ejercer su derecho constitucional de libertad de expresión, sujeto a
la regulación legal sobre la materia. En torno a ello, si bien es cierto que, conforme aparece de las
publicaciones en el diario oficial “El Peruano”, se sigue contra el ciudadano Alberto Fujimori Fujimori
numerosos procesos penales por delitos de genocidio, desaparición de personas, corrupción de
funcionarios y otros ilícitos, no existe aún sentencia en ninguno de ellos, por estar prófugo del país,
razón por la cual es aplicable la presunción a que se refiere el inciso e) del numeral 24.º del artículo 2.º
de la Constitución Política del Perú. El artículo 41.º de la Ley N.º 28094, empero, permite a los partidos
políticos el uso de los medios de comunicación de propiedad del Estado, en período no electoral, “(...)
para la difusión de sus propuestas y planteamientos (...)”, de manera que cualquier contenido distinto
debe ser diferido por los órganos competentes para su difusión en el período señalado por el artículo 37.º
de la ley referida. En ese sentido, en ningún caso, los partidos políticos, ni sus integrantes, pueden usar
los medios de comunicación social para realizar la apología de algún delito, sin incurrir los autores en el
ilícito previsto en el artículo 316.º del Código Penal. El Ministerio Público, bajo la responsabilidad que
la ley establece, debe, en tal supuesto, ejercer las atribuciones previstas en el artículo 159.º de la
Constitución Política del Perú y en su Ley Orgánica.
8. 8. En ese mismo orden de ideas, el Congreso de la República debe dictar una ley que impida a los
partidos políticos el uso indebido de los espacios en radio y televisión de propiedad del Estado.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución
Política del Perú
HA RESUELTO
2. 2. Exhorta al Congreso de la República a que dicte la ley, conforme a los fundamentos 4 y 8 supra.
3. 3. Exhorta al Ministerio Público a que ejerza sus atribuciones, conforme al fundamento 7, supra.
Publíquese y comuníquese.
SS.
STC N.° 2496-2005-HC, Caso Eva Valencia Gutiérrez
En La Oroya, a los 17 días del mes de mayo de 2005, la Sala Primera del Tribunal Constitucional,
con asistencia de los señores magistrados Alva Orlandini Presidente, Bardelli Lartirigoyen, y Landa Arroyo,
pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Eva Rosario Valencia Gutierrez, contra la
resolución de la Primera Sala Especializada en lo Penal para Procesos con Reos en Cárcel de la Corte
Superior de Justicia de Lima, de fojas 203, su fecha 16 de febrero de 2005, que declara improcedente la
acción de hábeas corpus de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 30 de setiembre de 2004, la recurrente interpone acción de hábeas corpus contra la Sala
Nacional de Terrorismo, solicitando su inmediata excarcelación. Manifiesta encontrarse recluida desde el 14
de mayo de 1993, habiendo sido procesada por el supuesto delito de terrorismo en agravio del Estado; que
fue condenada por jueces “sin rostro” a 30 años de pena privativa de libertad, proceso que fue anulado al
declararse la inconstitucionalidad de los dispositivos legales aplicados, ordenándose la tramitación de un
nuevo proceso. Agrega que se han vulnerado sus derechos constitucionales, dado que hasta la fecha no se ha
resuelto su situación jurídica, pese a haber transcurrido más de 10 años de reclusión, periodo que excede el
máximo del plazo establecido en el artículo 137.º del Código Procesal Penal, por lo que al no existir
mandato judicial que ordene su detención esta ha devenido en arbitraria.
El Procurador Adjunto a cargo de los Asuntos Judiciales del Poder Judicial, con fecha 10 de setiembre
de 2004, se apersona al proceso, solicitando se declare improcedente la demanda por tratarse de un
proceso regular, ante el cual el hábeas corpus no puede ser eficaz .
El Cuadragésimo Sétimo Juzgado Penal de Lima, con fecha 14 de setiembre de 2004, declara
improcedente la demanda, por considerar que no se acredita el alegado exceso de detención, puesto que,
encontrándose el actor sujeto a instrucción por el delito de terrorismo, el cómputo del plazo de detención
establecido en el artículo 137.º del Código Procesal Penal se inicia a partir de la resolución que declara la
anulación.
FUNDAMENTOS
1. 1. La demanda tiene por objeto que se ordene la inmediata libertad del demandante. Se alega que no
se dictó auto de apertura de instrucción y que el plazo límite de detención preventiva, establecido por el
artículo 137.° del Código Procesal Penal, ha fenecido.
3. 3. En reiterada jurisprudencia, este Colegiado ha sostenido que el proceso de hábeas corpus no tiene
por objeto proteger en abstracto el derecho al debido proceso. En el presente caso, habida cuenta de que
se han establecido judicialmente restricciones al pleno ejercicio de la libertad locomotora, tras la
imposición de la medida cautelar de detención preventiva, el Tribunal Constitucional tiene competencia,
ratione materiae, para evaluar la legitimidad de los actos judiciales considerados lesivos.
(a) (a) Si se ha lesionado el derecho que tiene el recurrente al ejercicio pleno de las facultades que
sobre la impartición de justicia, consagra la Constitución Política del Perú
(b) (b) Si por el tiempo transcurrido en detención preventiva se ha terminado afectando la libertad
personal del demandante
Por ello, los límites a los derechos pueden ser impuestos por la misma norma que reconoce el derecho;
por el ejercicio de uno o más derechos constitucionales, o por el ejercicio de uno o varios bienes jurídicos
constitucionales
6. El caso de autos se encuentra comprendido en el primer tipo de límites. En efecto, conforme al artículo
2, inciso 24, literal b), de la Constitución, no se permite forma alguna de restricción de la libertad
personal, salvo en los casos previstos por la ley. Por tanto, para esclarecer la controversia, debe
establecerse si el periodo de detención preventiva que cumple el demandante constituye una restricción
del derecho a la libertad previsto en la ley y la Constitución.
§. De la detención preventiva
7. El artículo 9.º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece que toda persona detenida
o presa a causa de una infracción penal será llevada sin demora ante un juez u otro funcionario autorizado
por la ley para ejercer funciones judiciales, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o
a ser puesta en libertad. La prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la
regla general, pero su libertad podrá estar subordinada a garantías que aseguren la comparecencia del
acusado en el acto del juicio, o en cualquier momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la
ejecución del fallo
8. De cuyo contenido se infiere que la detención preventiva constituye una de las formas constitucionales de
garantizar que el procesado comparezca a las diligencias judiciales .
121[1]
STC Nº Caso 1230-2002-HC Caso Tineo Cabrera
§. La legislación penal en materia antiterrorista
9. El Decreto Legislativo N.º 926, que norma la nulidad de los procesos por delito de terrorismo seguidos
ante jueces y fiscales con identidad secreta, dispone, en su Primera Disposición Final y Complementaria,
que el plazo límite de detención conforme al artículo 137º del Código Procesal Penal, en los procesos en
que se aplique tal norma, se computará desde la fecha de expedición de la resolución que declare la
anulación.
De otro lado, en su artículo 4.º precisa que la anulación no tendrá como efecto la libertad de los
imputados ni la suspensión de las requisitorias existentes.
10. En tal sentido de autos se advierte que el recurrente fue procesado y condenado por el delito contra la
tranquilidad pública en la modalidad de terrorismo, juzgamiento que estuvo a cargo de jueces “sin
rostro”; que al expedir este Tribunal la STC N.º 10-2003-AI, dicho proceso se anuló; conforme se
acredita con la resolución expedida por la Sala Nacional de Terrorismo, que dispone declarar nula la
sentencia, nula la Ejecutoria Suprema e insubsistente el Dictamen Fiscal Superior.
De lo cual se colige que la nulidad declarada alcanza a los actos procesales mencionados, quedando
subsistentes y surtiendo plenos efectos jurídicos los actos procesales precedentes; en consecuencia, el
auto que dispone la apertura de instrucción contra el demandante sigue vigente.
11. Por consiguiente, el accionante se encuentra detenido por mandamiento escrito y motivado del juez,
contenido en el auto que apertura la instrucción que se tramita en su contra
12. Con relación a la aplicación de las normas penales, este Tribunal ha manifestado, en reiterada
jurisprudencia, que en la aplicación de normas procesales penales rige el principio tempus regit actum,
que establece que la ley procesal aplicable en el tiempo es la que se encuentra vigente al momento de
resolverse122[2].
13. Siendo ello así, resulta de aplicación al caso de autos, el artículo 1º de la Ley N.º 27553, que desde el
13 de noviembre de 2001 modifica el artículo 137.º del Código Procesal Penal, estableciendo que el
plazo de detención en el proceso penal ordinario tiene una duración máxima de 18 meses; que se
duplicará en caso de que el proceso sea por los delitos de terrorismo, tráfico de drogas, espionaje u otro
de naturaleza compleja seguido contra más de diez imputados.
14. En tal sentido de las copias certificadas que obran en autos, consta que la resolución que declara la
anulación del proceso fue expedida el 16 de mayo de 2003, fecha en la cual se inicia el cómputo del
plazo al que se refiere el artículo 137.º del Código Procesal Penal, el mismo que tratándose de un
proceso por el delito de terrorismo, es de 36 meses, los que a la fecha no han transcurrido, por
consiguiente, a la fecha aún no ha vencido tal plazo. En consecuencia, al no acreditarse la vulneración
constitucional que sustenta la demanda resulta de aplicación el artículo 2.º del Código Procesal
Constitucional, Ley N.º 28237 contrario censu .
15. 15. De conformidad con el artículo VII del Código Procesal Constitucional, “Las sentencias del
Tribunal Constitucional que adquieren la calidad de cosa juzgada constituyen precedente vinculante
cuando así lo exprese la sentencia, precisando el extremo de su efecto normativo”.
16. En aplicación de la citada norma, son vinculantes para todos los operadores jurídicos los criterios de
interpretación contenidos en los fundamentos jurídicos Nos. 3, 5, 7, 8, 12, y 13.
FALLO
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
122[2]
STC N.° 1593-2003-HC, Caso Dionicio Llajaruna Sare.
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
LANDA ARROYO
STC N.° 1150-2004-AA, Caso Banco de la Nación
En Lima, a los 29 días del mes de abril de 2005, el pleno jurisdiccional del Tribunal Constitucional, con
la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Presidente; Bardelli Lartirigoyen, Vicepresidente;
Revoredo Marsano, Gonzales Ojeda y García Toma, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por el Banco de la Nación, representado por don Héctor Manuel
Rodríguez Mundaca, contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte
Suprema de Justicia de la República, de fojas 116, su fecha 26 de setiembre de 2003, que declara
improcedente la demanda de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 26 de febrero de 2002, el recurrente interpone demanda de amparo contra EsSalud y
contra la titular del Quincuagésimo Segundo Juzgado “A” Civil Corporativo de Lima, doctora Mariella
Chiriboga Mendoza, solicitando que se deje sin efecto la Resolución N.° 581, de fecha 28 de diciembre de
2001, por considerar que se han vulnerado sus derechos constitucionales al debido proceso y a la tutela
jurisdiccional efectiva.
Alega que no ha sido ni es parte en el proceso judicial seguido por la Asociación de Trabajadores
Renunciantes del Instituto Peruano de Seguridad Social (ATRIPPS) con el Instituto Peruano de Salud (IPSS),
ahora EsSalud, sobre Pago de Reintegros y Remuneraciones Insolutas, en el que se dictó la Resolución
N.°581, en virtud de la cual se le ordenó el pago de intereses de un cheque girado a favor del IPSS. Sostiene,
además, que existe prohibición legal expresa para dicho abono, conforme lo establece el artículo 181º de la
actual Ley de Títulos Valores N.° 27287.
La Procuradora Pública encargada de los asuntos judiciales del Poder Judicial contesta la demanda
solicitando que se la declare infundada por carecer de verosimilitud y de fundamentos de hecho y de derecho
que sustenten su pretensión, agregando que el demandante no ha demostrado, fehacientemente, la alegada
violación de sus derechos, y que el proceso de amparo no es la vía idónea para declarar la nulidad de
resoluciones judiciales, como pretende el demandante.
EsSalud, por otra parte, afirma que en el proceso civil en que se expidió la resolución cuestionada no
se exigió el pago de intereses de un cheque o título valor, sino el pago de intereses por los cinco años durante
los cuales su depósito de dinero fue usufructuado por el Banco de la Nación.
La Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con fecha 30 de setiembre de 2002,
declara infundada la excepción de caducidad e improcedente la demanda, estimando que no se violó el
derecho constitucional al debido proceso, ya que el demandante fue correctamente notificado con la
Resolución N.° 581, no obstante lo cual interpuso su recurso de apelación fuera del plazo de ley, razón por la
cual fue declarado improcedente.
La recurrida confirma la apelada argumentando que las acciones de garantía no proceden contra
resoluciones judiciales o arbitrales emanadas de proceso regular.
FUNDAMENTOS
2. 2. La resolución que se alega como vulneratoria de derechos, y que da origen al presente proceso de
amparo, fue expedida por el Quincuagésimo Segundo Juzgado “A” Civil Corporativo de Lima, en los
seguidos por la Asociación de Trabajadores Renunciantes del IPSS con el Instituto Peruano de
Seguridad Social, sobre pago de reintegros y remuneraciones insolutas, proceso en el cual, se dispuso
trabar embargo sobre las cuentas de propiedad de la demandada.
3. 3. Ejecutada la medida de embargo sobre una cuenta que poseía el IPSS en una entidad bancaria, el
dinero fue depositado en el Banco de la Nación, el cual, como consecuencia de dicho acto procesal,
adquirió la condición de depositario. El Juzgado, posteriormente, en cumplimiento de una resolución de
la Corte Suprema de la República, dispuso la devolución del dinero objeto del depósito, notificando al
Banco de la Nación para que procediera conforme a lo resuelto por dicho órgano jurisdiccional.
4. 4. Es en esta etapa del referido proceso en que se involucra al Banco de la Nación, que, como
depositario, no es parte de la relación jurídico procesal establecida originalmente entre ATRIPPS - IPSS.
En efecto, el juzgado dispuso, a pedido del IPSS y en mérito de la resolución de fecha 28 de diciembre
de 2001, cuestionada en este proceso de amparo, no sólo la restitución de los fondos embargados, sino
también el pago de los intereses que considera se han devengado en su favor. La resolución aludida no es
consecuencia de la sentencia dictada en tales autos, razón por la cual el Banco de la Nación ha
impugnado la obligación de pago que se le exige.
5. 5. Este Colegiado considera que la obligación de pago de intereses exigido por el IPSS, actualmente
ESSALUD, debe ser necesariamente materia de un proceso en el que sea debidamente emplazado el
Banco de la Nación y en el que se determine, mediante sentencia firme, la procedencia de dicha
obligación.
6. 6. Uno de los derechos constitucionales que forman parte del debido proceso es el derecho de
defensa, reconocido en el inciso 14) del artículo 139° de la Constitución. El Tribunal ha declarado que
“El debido proceso está concebido como el cumplimiento de todas las garantías y normas de orden
público que deban aplicarse a todos los casos y procedimientos existentes en el Derecho” (STC 071-
2002-AA/TC), y que “Por virtud de él se garantiza que las personas, en la determinación de sus
Derechos y Obligaciones cualquiera [que] sea su naturaleza (civil, mercantil, penal, laboral etc.), no
queden en estado de indefensión” (STC 1230-2002-AA/TC). Dicho derecho garantiza, entre otras cosas,
que las personas que intervienen en un proceso tengan la posibilidad de poder presentar las pruebas
necesarias para acreditar los hechos que sirven de base a su pretensión.
7. 7. Marcial Rubio Correa comenta que “Para el Tribunal Constitucional el debido proceso, por
consiguiente, incluye todas las normas constitucionales de forma y de fondo aplicables, así como las
principales disposiciones de legislación de jerarquía inferior que contribuyen a garantizar la aplicación
de los derechos constitucionales. No es un concepto restrictivo sino extensivo.” (“La Interpretación de la
Constitución según el Tribunal Constitucional”, PUCP, Fondo Editorial, pag. 315).
8. 8. En ese sentido, este Tribunal estima que se ha producido una violación del derecho de defensa.
9. 9. Esta sentencia constituye precedente vinculante respecto de los fundamentos 1, 5 y 6, conforme al
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional con la autoridad que le confiere la Constitución
Política de Perú
HA RESUELTO
Declarar FUNDADA la demanda de amparo; en consecuencia, nula la resolución N.º 581, de fecha 28 de
diciembre de 2001, y nulo todo lo actuado respecto a la liquidación y pago de intereses a cargo del
Banco de la Nación, dejando a salvo el derecho que pueda corresponder a EsSalud para que lo haga
valer conforme a ley.
Publíquese y notifíquese.
STC N.° 3760-2004-AA, Caso Gastón Ortiz Acha
En Ica, a los 18 días del mes de febrero de 2005, el Pleno del Tribunal Constitucional, con la asistencia de los
señores magistrados, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y
Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia.
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por don Gastón Ortiz Acha contra la resolución de la Tercera Sala Civil
de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 43, su fecha 24 de junio de 2004, que declaró improcedente
la acción de amparo de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 2 de febrero de 2004, el recurrente interpone acción de amparo en favor de Alberto Fujimori
Fujimori y la dirige contra el Congreso de la República. Refiere que la Resolución Legislativa N.º 018-2000-
CR de fecha 23 de febrero de 2001, mediante la cual se inhabilita a Alberto Fujimori Fujimori para ejercer
funciones públicas por un período de diez años, resulta atentatoria a los derechos fundamentales de participar
en la vida pública de la Nación, de elegir y ser elegido y de la presunción de inocencia. Señala, también, que
según el artículo 33° de la Constitución el ejercicio de la ciudadanía sólo puede suspenderse mediante
sentencia judicial condenatoria con inhabilitación de derechos políticos.
Alega que la referida resolución carece de sustento jurídico, toda vez que mediante Resolución Legislativa
N.º 0-009-2000-CR de fecha 21 de noviembre de 2000 se declaró la vacancia de la Presidencia de la
República, por lo que no le era aplicable la inhabilitación, pues según lo dispuesto en el artículo 100° de la
Constitución, dicha sanción se aplica a determinados funcionarios señalados en el artículo 99° de la
Constitución, entre los cuales encuentra el Presidente de la República. Sin embargo, señala que al momento
de ser sancionado, Fujimori ya no contaba con dicha condición, al haber sido vacado de la presidencia de la
República.
El 44º Juzgado Civil de Lima, con fecha 3 de febrero de 2004 declaró improcedente la acción de amparo por
considerar que ha operado el plazo de 60 días hábiles para accionar, previsto en el artículo 37° de la Ley N.º
23506.
FUNDAMENTOS
2. Si bien es cierto que el presunto afectado se encuentra prófugo de la justicia del país, lo que habilita
la interposición de la acción de amparo por terceras personas sin la exigencia de un poder expreso
para ello, es necesario señalar que la ausencia del presunto afectado se debe única y exclusivamente
a su voluntad, no existiendo, como ciudadano, impedimento legal alguno para que retorne al Perú;
por el contrario, existe el requerimiento judicial y congresal para que se apersone al país para
cumplir con sus obligaciones constitucionales y legales.
2. La acusación constitucional contra el ex Presidente Alberto Fujimori Fujimori
3. Como se recordará, el ex Presidente de la República, con fecha 13 de noviembre del año 2000 partió
rumbo a Brunei y Panamá, para participar en la Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Asia
Pacífico (APEC) y en la Décima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, respectivamente.
Ello, además de ser un asunto de público conocimiento, consta en la Resolución Suprema N.º 509-
2000-PCM, publicada en el Diario Oficial El Peruano con fecha 14 de noviembre del año 2000,
mediante la cual se resolvió encargar el despacho de la Presidencia de la República al Vicepresidente
entre los días 13 y 18 de noviembre de 2000.
4. Ante estos hechos, doce congresistas de la República presentaron, el 30 de noviembre de 2000, una
denuncia contra el ex Presidente de la República, Alberto Fujimori Fujimori, por infracción de los
artículos 38º y 118º inciso 1) de la Constitución e incumplimiento de la Ley N.° 26656 y la
Resolución Legislativa 27355.
Asimismo, el congresista Henry Pease García, el 18 de enero de 2001, interpuso, también, denuncia
constitucional contra el referido ex Presidente de la República por infracción a los artículos 45º y 97º
de la Constitución del Estado y la comisión de los delitos de usurpación de funciones, abandono del
cargo. Dichas denuncias fueron acumuladas en un solo proceso.
5. En el proceso constitucional se estableció que el ex Presidente, don Alberto Fujimori Fujimori, el día
11 de noviembre de 2000 salió del país con destino a Brunei, para participar en la Cumbre de Líderes
del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, la cual se realizaría entre el 15 y 16 de
noviembre. Luego tendría que dirigirse a Panamá para participar en la Décima Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado. A esta reunión nunca llegó.
7. Comprobados los hechos de Alberto Fujimori Fujimori, tanto de su viaje ilegal al Japón así como la
decisión de no regresar al Perú –que se confirma hasta la fecha–, y el abandono del cargo de
Presidente de la República desde dicho país oriental, la Comisión Investigadora del Congreso
concluyó que el ex Presidente incurrió en infracción de la Constitución en sus artículos 38º y 118º y
en la comisión de delitos tipificados en los artículos 377° y 380° del Código.
A este respecto, el Tribunal Constitucional considera que mientras no sea derogada por el Congreso,
o declarada la inconstitucionalidad de dicha Resolución Legislativa, ésta produce plenos efectos.
9. En cuanto al fondo del asunto, el accionante fundamenta su pretensión alegando que el beneficiario
de la presente acción no podía ser pasible de la sanción de inhabilitación por cuanto al momento de
ser sancionado ya no contaba con la calidad de Presidente de la República, toda vez que mediante la
Resolución Legislativa N.º 0-009-2000-CR ya se había declarado la vacancia de la Presidencia de la
República y, en consecuencia, no podía ser pasible de inhabilitación.
10. Este Colegiado considera que, si bien es cierto constituye un requisito indispensable para ser pasible
de la sanción de inhabilitación, prevista en el artículo 100° de la Constitución, el ser uno de los
funcionarios previstos en el artículo 99° de la Constitución, ello no implica, necesariamente, que el
funcionario acusado deba encontrarse en ejercicio de sus funciones, sino que los delitos de función y
la infracción constitucional que son materia de acusación hayan tenido lugar con ocasión de haber
ocupado el cargo público.
Ello es aún más evidente en el caso del Presidente de la República, pues, de acuerdo con el artículo
117° de la Constitución, el Presidente de la República sólo puede ser acusado, durante su mandato,
por traición a la patria, por impedir las elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales o
municipales, por disolver el Congreso, salvo en los casos previstos en el artículo 134° de la
Constitución, y por impedir su reunión o funcionamiento, o los del Jurado Nacional de Elecciones y
otros organismos del sistema electoral.
Por tanto, las acusaciones que se fundamentan en la comisión de otros delitos e infracciones
constitucionales tendrán lugar, evidentemente, una vez que el Presidente de la República ha
concluido su mandato constitucional o cuando se declara la vacancia de la Presidencia de la
República de acuerdo con el artículo 113° de la Constitución Política.
11. El ex Presidente Alberto Fujimori Fujimori tiene la calidad de inculpado en numerosos procesos
penales y se ha solicitado, en alguno de ellos, su extradición judicial. Debe retornar al Perú no sólo
para ejercitar su defensa, con las garantías del debido proceso y la tutela jurisdiccional que le
concede el Estado Democrático y Social de Derecho, en el que hay separación de poderes, sino para
ratificar la demanda de amparo materia de este proceso.
12. 12. Una de las funciones esenciales de los Parlamentos contemporáneos es la función de control
político. Para ello, el Congreso de la República cuenta con diversos mecanismos que le permiten
realizar dicho control. Precisamente, uno de esos instrumentos es el juicio político, el cual está
previsto en el artículo 100° de la Constitución Política de 1993.
13. 13. En efecto, el artículo 100° establece que “Corresponde al Congreso de la República, sin
participación de la Comisión Permanente, suspender o no al funcionario acusado o inhabilitarlo para
el ejercicio de la función pública hasta por diez años, o destituirlo de su función sin perjuicio de
cualquiera otra responsabilidad”.
14. 14. Del mismo modo, el artículo 89° del Reglamento de Congreso de la República desarrolla el
procedimiento para realizar el juicio político, pudiendo el Pleno del Congreso de la República
acordar la sanción de “suspensión, inhabilitación o destitución por infracción constitucional”.
15. 15. Tanto del artículo 100° de la Constitución como del artículo 89° del Reglamento del Congreso
se infiere que el Congreso de la República puede imponer, luego de realizado el procedimiento de
acusación constitucional, sanciones políticas que pueden manifestarse de tres formas: 1) la
suspensión, 2) la inhabilitación o 3) la destitución del funcionario público.
16. 16. En lo que respecta al presente informe, es del caso señalar que corresponde analizar,
propiamente, el contendido de la sanción de inhabilitación política que impone el Congreso a un
funcionario público. En este sentido es del caso analizar cuál es el contenido de esta sanción y cuáles
son sus alcances.
17. 17. En principio cabe señalar que la inhabilitación política es una sanción política discrecional pero
sujeta a criterios de razonabilidad constitucional, que impone el Congreso de la República. Esto lo
hace distinta, precisamente por su naturaleza, a la inhabilitación penal (prevista en el artículo 36° del
Código Penal) y a la inhabilitación administrativa (según establece el artículo 30 de la Ley de la
Carrera Administrativa, el artículo 159° de su Reglamento y la Ley Marco del Empleo Público), las
cuales son de carácter estrictamente jurídicos.
18. 18. En tal sentido la inhabilitación política es una sanción política que impone el Congreso de la
República a los más altos funcionarios del Estado comprendidos en el artículo 99° de la Constitución
por infracción a la Constitución y por los delitos competidos en el ejercicio de sus funciones, los
mismos que sólo comportan una restricción en el ejercicio de los derechos políticos del funcionario
que sea sancionado.
19. 19. La inhabilitación política despliega sus efectos sobre los derechos políticos que son aquellos
mediante los cuales los ciudadanos participan en la formación y dirección de las actividades del
Estado; son, por tanto, derechos que permiten a los ciudadanos participar en la vida política y
pública.
20. 20. Ahora bien, la inhabilitación política incide sobre estos derechos en dos ámbitos: material y
temporal. En el aspecto sustantivo, los efectos de la inhabilitación impiden al funcionario público
sancionado ejercer el derecho de sufragio (elegir y ser elegido), el derecho de participación y el
derecho a fundar, organizar, pertenecer o representar a una organización o partido político,
movimiento o alianza.
21. 21. Dentro del ámbito temporal, el Congreso de la República puede inhabilitar al funcionario
público “hasta por diez años”(artículo 100° de la Constitución), lo cual implica que el Congreso
tiene discrecionalidad, dentro de los límites que establece la Constitución y el Reglamento del
Congreso, para definir el tiempo durante el cual el funcionario quedará inhabilitado para ejercer sus
derechos políticos.
Para el Tribunal Constitucional, esta limitación en el ejercicio de toda función pública no afecta al
contenido constitucionalmente protegido de dicho derecho, porque su imposición es razonable y
proporcional al daño constitucional cometido. Atribución que el poder constituyente le otorga al
Congreso de la República en la Constitución Política, en tanto que él ocupa, dentro del ordenamiento
constitucional, una función de tutela de los principios y valores democráticos.
22. 22. La Resolución Legislativa N.º 018-2000-CR dispone una inhabilitación del ex Presidente de la
República, don Alberto Fujimori Fujimori, por el tiempo de diez años, para el ejercicio de “toda
función pública”, y restringe, por ese lapso, el ejercicio de su derecho de acceso a los cargos
públicos. Tal restricción ha de operar tanto por lo que se refiere al acceso a los cargos públicos
derivados de elección, como al de acceso mediante concurso público o de designación; en
consecuencia, se encuentra inhabilitado para postular, concursar y en general acceder a cualquier
cargo o función pública durante el período a que se refiere la resolución legislativa ya referida.
23. 23. Dentro del marco del principio de división de poderes se garantiza la independencia y autonomía
de los órganos del Estado. Ello, sin embargo, no significa en modo alguno que dichos órganos actúan
de manera aislada y como compartimentos estancos; si no que exige también el control y balance
(check and balance) entre los órganos del Estado.
24. 24. En tal sentido, la facultad de imponer sanciones políticas por parte del Congreso es una facultad
privativa y discrecional de él; pero, tal discrecionalidad es posible sólo dentro de los límites que se
derivan de la propia Constitución y del principio de razonabilidad y proporcionalidad.
25. 25. De ahí que, como ningún poder constituido esta por encima del poder constituyente que se
expresa jurídicamente en la Constitución, sea posible el control jurisdiccional de los actos que realiza
el Parlamento para imponer sanciones, cuando de ellos devenga una afectación al debido proceso
parlamentario y la violación de los derechos fundamentales.
26. 26. Si bien este Tribunal mediante sentencia recaída en el proceso de inconstitucionalidad N.º 006-
2003-AI/TC ha hecho precisiones sobre el sentido de los artículos 99° y 100° de la Constitución,
referidos al antejuicio y al juicio político, no es posible extender tales criterios a supuestos acaecidos
antes de la referida sentencia.
27. 27. En efecto, mediante Resolución aclaratoria de fecha 9 de diciembre de 2003 este Tribunal
precisó que no es posible deducir que la aplicación en el pasado de los artículos 99° y 100° de la
Constitución en un sentido distinto a los criterios expuestos en la referida sentencia, sea
inconstitucional, puesto que dicha aplicación, strictu sensu, no era contraria a ninguna de las
disposiciones constitucionales.
Tal como lo señaló este Tribunal “Lo que ocurre es que por virtud de la sentencia, debe entenderse
que se ha operado una mutación constitucional en la interpretación de los artículos 99° y 100° de la
Constitución, quedando en el futuro proscrita su aplicación en un sentido distinto del que surge de la
sentencia, bajo sanción de reputársele inconstitucional”. Asimismo, tal como lo señala este Tribunal
en la referida resolución “(...) la sentencia materia de la presente resolución, no puede deducirse
efecto retroactivo de ningún orden, puesto que en la misma no se ha declarado la
inconstitucionalidad de norma legal alguna”.
28. Esta sentencia tiene efectos jurídicos vinculantes para todos los poderes y organismos públicos, de
acuerdo al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
FALLO
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que la Constitución Política del Perú le
confiere,
HA RESUELTO
SS
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
STC N.° 3771-2004-HC, Caso Miguel Cornelio Sánchez Calderón
En Lima, a los 29 días del mes de diciembre de 2004, la Sala Primera del Tribunal
Constitucional, con asistencia de los magistrados Alva Orlandini, García Toma y Vergara
Gotelli, pronuncia la siguiente sentencia
ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por Miguel Cornelio Sánchez Calderón contra la sentencia de la
Segunda Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura, de fojas 96, su fecha 20 de octubre de 2004,
que declara improcedente la acción de hábeas corpus de autos.
ANTECEDENTES
Con fecha 27 de setiembre de 2004, el recurrente interpone acción de hábeas corpus contra la
Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura, solicitando su inmediata excarcelación.
Manifiesta que fue detenido por la Policía Nacional el 1 de junio de 1995, posteriormente procesado por la
comisión del delito de terrorismo y condenado a la pena de cadena perpetua. Agrega que dicho proceso fue
anulado, lo mismo que la sentencia, y que se le instauró un nuevo proceso con mandato de detención,
cumpliendo hasta la fecha más de 111 meses de reclusión en el Establecimiento Penal de Río Seco de Piura,
habiendo transcurrido en exceso el plazo máximo de detención que establece el artículo 137º del Código
Procesal Penal, sin haberse expedido sentencia en primera instancia, por lo que la privación judicial de su
libertad ha devenido en arbitraria e inconstitucional.
Realizada la investigación sumaria, el juez investigador toma la declaración del accionante, quien se
ratifica en los términos de la demanda. Por su parte, Luis Alberto Cevallos Vega, vocal de la Sala Penal
demandada, rinde su declaración explicativa manifestando que un anterior juzgamiento del demandante fue
declarado nulo en virtud de una sentencia del Tribunal Constitucional, pero que se le abrió un nuevo proceso
penal con mandato de detención con fecha 16 de mayo de 2003, conforme al Decreto Legislativo N.° 922,
añadiendo que a partir de dicha fecha corre el plazo de detención de 36 meses establecido para los delitos de
terrorismo, el mismo que aún no ha vencido.
El Octavo Juzgado Penal de los Módulos Penales de Piura, con fecha 1 de octubre de 2004, declara
infundada la demanda, por estimar que, de conformidad con el artículo 4º del Decreto Legislativo N.º 922, el
plazo máximo para aplicar el artículo 137º del Código Procesal Penal se cuenta a partir del auto de apertura
de instrucción, que, en el caso de autos, es el 16 de mayo de 2003, siendo el plazo máximo de detención para
el delito de terrorismo de 36 meses, el mismo que no ha transcurrido en exceso en el caso del accionante.
FUNDAMENTOS
1. 1. La demanda tiene por objeto que se ordene la inmediata excarcelación del accionante por haber
cumplido más de 111 meses de detención judicial, sobrepasando en exceso el plazo máximo de
prisión preventiva previsto en el artículo 137º del Código Procesal Penal (CPP), sin haberse dictado
sentencia en primera instancia.
§ 2. Sobre la aplicación del Código Procesal Constitucional (Ley
N.° 28237)
2. 2. Debe señalarse que, hallándose la causa en sede del Tribunal Constitucional, en el estado de
absolverse el grado del recurso extraordinario, con fecha 1 de diciembre de 2004,entró en
vigencia el Código Procesal Constitucional (Ley N.° 28237), que regula los procesos
constitucionales, entre ellos el hábeas corpus.
3. 3. Este corpus normativo establece, en su Segunda Disposición Final, que “las normas
procesales previstas por el presente Código son de aplicación inmediata, incluso a los procesos
en trámite. Sin embargo, continuarán rigiéndose por la norma anterior: las reglas de
competencia, los medios impugnatorios interpuestos, los actos procesales con principio de
ejecución y los plazos que hubieran empezado”.
4. 4. Es necesario precisar que si bien de la citada disposición legal se puede interpretar que un
proceso constitucional en curso, como el de autos, puede comenzar a ser regido por una nueva ley
procesal, ello solo será posible siempre que la aplicación de la referida norma garantice la
vigencia del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, lo que debe ser apreciado atendiendo a las
particularidades del caso en concreto.
7. 7. Por la misma razón (la presunción de inocencia), tampoco podrá prolongarse más de lo
estrictamente indispensable para que el proceso se desenvuelva y concluya con una sentencia
definitiva, mediante una actividad diligente de los órganos jurisdiccionales especialmente estimulada
por la situación de privación de la libertad de un presunto inocente, y sin que pueda pretenderse la
ampliación de aquel término argumentándose que se mantienen los peligros para los fines del
proceso o la concurrencia de cualquier clase de inconvenientes prácticos (todos los imaginables
deben estar comprendidos en el término límite), ni mucho menos con argumentos que encubran o
pretendan justificar la incuria o displicencia de los funcionarios responsables.
9. 9. La interpretación que permite a este Tribunal reconocer la existencia implícita del referido
derecho en la Constitución, se encuentra plenamente respaldada por su Cuarta Disposición Final y
Transitoria, que exige que las normas relativas a los derechos y las libertades que la Constitución
reconoce se interpreten de conformidad con los tratados sobre derechos humanos ratificados por el
Perú.
10. 10. Al respecto, debe señalarse que en el ordenamiento supraestadual existen diversos tratados en
materia de derechos humanos ratificados por el Estado que sí reconocen expresamente este derecho.
Tal es el caso del artículo 9°,3, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que establece
que “[t]oda persona detenida (...) tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser
puesta en libertad”. Por su parte, el artículo 7°5 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos reconoce el derecho de “[t]oda persona detenida o retenida (...) a ser juzgada dentro de
un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso”.
11. 11. En consecuencia, el derecho de que la detención preventiva no exceda de un plazo razonable
forma parte del núcleo mínimo de derechos reconocidos por el sistema internacional de protección
de los derechos humanos y, por tanto, no puede ser desconocido.
12. 12. Como respuesta al problema de duración de la prisión preventiva, coexisten en el derecho
comparado dos sistemas: un sistema de limitación temporal de la prisión preventiva en términos de
exigir la razonabilidad del periodo de vigencia, pero sin prever plazos máximos, y otro sistema, en el
que se fijan unos plazos máximos de duración de la prisión provisional.
13. 13. Este segundo sistema es el adoptado por nuestro ordenamiento jurídico penal. Al respecto, si
bien el artículo 2º, 24, h ha previsto plazos constitucionales aplicables solo a la detención preliminar
–la misma que opera en sede extrajudicial–, ello no es óbice para afirmar que de una interpretación
sistemática del artículo 2°, 24, b, que establece: “No se permite forma alguna de restricción de la
libertad personal, salvo en lo casos previstos por la ley”, se pueda admitir la concesión de una
norma permisiva al legislador para que estipule plazos efectivos de duración, lo cual ha sido
precisado en el artículo 137° del Código Procesal Penal.
14. 14. Nuestro sistema normativo penal, entonces, dispone de una regulación que sirve de parámetro
para el enjuiciamiento de un caso concreto en el que se haya ordenado la medida.
15. 15. Esta postura normativa coincide con lo reconocido por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, cuando afirma que “La Comisión ha mantenido siempre que para determinar si una
detención es razonable, se debe hacer, inevitablemente, un análisis de cada caso. Sin embargo, esto
no excluye la posibilidad de que se establezca una norma que determine un plazo general más allá
del cual la detención sea considerada ilegítima prima facie, independientemente de la naturaleza
del delito que se impute al acusado o de la complejidad del caso. Esta acción sería congruente con
el principio de presunción de inocencia y con todos los otros derechos asociados al debido proceso
legal” (Informe N.° 12/96, párrafo 70).
16. 16. En líneas generales, dentro del sistema interamericano de protección de los derechos humanos,
dicha regulación es vista como “una muestra inequívoca de buena voluntad” por parte de los
Estados, al autovincularse a parámetros previamente establecidos (Informe N.° 2/97, párrafo 56).
17. 17. Tal situación se aprecia en nuestro ordenamiento jurídico penal, pues el artículo 137° del Código
Procesal Penal que egula el plazo máximo de la detención judicial, que en lo establece que dichos
plazos máximos fijados por el legislador integran el contenido esencial del derecho fundamental a la
libertad personal, puesto que el mantenimiento de la situación de prisión preventiva por un tiempo
excesivo al previsto lesiona el derecho a la libertad personal.
18. 18. Los parámetros legales, si bien son válidos para el enjuiciamiento de un caso concreto en el que
haya sido dispuesta la medida, sin embargo, no agotan el contenido de dicho derecho fundamental,
de modo que ni todo el plazo máximo legal es per se razonable, ni el legislador es totalmente libre en
su labor de establecer o concretar los plazos máximos legales. Aunque no haya transcurrido todavía
el plazo máximo legal, puede lesionarse el derecho a la libertad personal si el imputado permanece
en prisión provisional más del plazo que, atendidas las circunstancias del caso, excede de lo
razonable. Su duración debe ser tan solo la que se considere indispensable para conseguir la
finalidad con la que se ha decretado la prisión preventiva; por lo tanto, si la medida ya no cumple los
fines que le son propios, es preciso revocarla de inmediato.
19. 19. En efecto, para valorar si la duración de la detención judicial ha excedido, o no, el plazo
máximo, este Tribunal, integrando el concepto de plazo razonable, se refirió a los criterios sentados
por la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) cf. Caso Berrocal Prudencio,
Exp. N.º 2915-2004-HC/TC, que en síntesis son los siguientes: 1. La naturaleza y complejidad de la
causa. Es menester tomar en consideración factores tales como la naturaleza y gravedad del delito
(Caso Tomasi. Sentencia del TEDH, del 27 de agosto de 1992), los hechos investigados, los alcances
de la actividad probatoria para el esclarecimiento de los eventos delictivos, la pluralidad de
agraviados o inculpados, o algún otro elemento que permita concluir, con un alto grado de
objetividad, que la dilucidación de una determinada causa resulta particularmente complicada y
difícil. 2. La actitud de los protagonistas del proceso: por una parte, la inactividad o, en su caso, la
actividad desplegada por el órgano judicial, esto es, analizar si el juez penal ha procedido con
diligencia especial y con la prioridad debida en la tramitación del proceso en que el inculpado se
encuentre en condición de detenido, y, por otra, la propia actividad procesal del detenido, a efectos
de determinar la razonabilidad del plazo, distinguiendo el uso regular de los medios procesales que
la ley prevé y la falta de cooperación mediante la pasividad absoluta del imputado (muestras, ambas,
del ejercicio legítimo de los derechos que el Estado constitucional permite), de la denominada
defensa obstruccionista (signo inequívoco de la mala fe del procesado y, consecuentemente, recurso
repudiado por el orden constitucional).
20. 20. Es necesario precisar que una de las formas en que opera la libertad procesal –que es un derecho
del encausado de obtener la aplicación de una medida cautelar menos gravosa que la detención
preventiva–, es al vencimiento del plazo legal establecido en el artículo 137° del Código Procesal
Penal, y cuando el procesado no hubiese ejercido una defensa que afecte el principio de celeridad
judicial, y que tampoco se hubiese dictado sentencia en primera instancia, de ahí que la doctrina y la
jurisprudencia comparada califiquen dicha situación como arbitraria.
21. 21. En otras palabras, los presupuestos materiales que configurarían la libertad procesal serían los
siguientes: a) vencimiento del plazo de duración de la detención preventiva; b) inexistencia de una
sentencia en primera instancia; c) conducta procesal regular del encausado en la tramitación de la
causa; vale decir, no incurrir en una defensa que entorpezca y atente contra la celeridad judicial.
22. 22. La libertad procesal supone la existencia previa de negligencia jurisdiccional, al haberse negado
o no haberse podido juzgar al encausado dentro del plazo legal establecido en el artículo 137° del
Código Procesal Penal. En consecuencia, la vulneración del plazo razonable para sentenciar es
atribuible exclusivamente al juzgador.
23. 23. Las particularidades de la presente causa permiten afirmar que la reclamación del demandante
no se condice con las consideraciones antes señaladas, por lo siguiente: a) el accionante fue juzgado
por el delito de traición a la patria, regulado por el Decreto Ley N.° 25659, y ante tribunales
militares, proceso que fue declarado nulo al hallarse comprendido en los alcances de la STC 010-
2002-AI/TC; b) en dicha sentencia, este Tribunal declaró inconstitucional el delito de traición a la
patria, definido y regulado por el Decreto Ley N.° 25659, así como la autorización que otorga para
que el juzgamiento correspondiente se ventile en el fuero militar. Sin embargo, en la misma
sentencia (fundamentos 229-230) se dispuso que la eventual realización de nuevos juicios para los
procesados por el delito de traición a la patria debería efectuarse conforme a las normas que dictara
el Congreso de la República, en un plazo razonable; c) el Congreso de la República promulgó el
Decreto Legislativo N.° 922, que, de acuerdo con la STC 010-2002-AI/TC, regula la nulidad de los
procesos por el delito de traición a la patria y, además, establece normas sobre el proceso penal
aplicable; d) el artículo 4º del Decreto Legislativo N.º 922 prevé, en cuanto al plazo límite de la
detención a efectos del artículo 137º del Código Procesal Penal, que este se cuenta a partir del auto
de apertura de instrucción del nuevo proceso; e) al accionante se le abrió nuevo proceso penal, con
mandato de detención, por auto de fecha 16 de mayo de 2003, por la presunta comisión del delito de
terrorismo, por lo que dada la naturaleza del citado delito y a que este se sustancia en la vía de
procedimiento ordinario, el plazo máximo de detención es de 36 meses, el cual no ha sido
sobrepasado.
24. 24. En consecuencia, no resulta acreditada la reclamación de excarcelación por exceso de detención,
pretensión que, en todo caso, queda supeditada a los medios procesales que la ley prevé y que
puedan ser articulados en el nuevo proceso penal, por lo que la presente demanda debe ser
desestimada.
25. 25. Ahora bien, considerando que el caso sub exámine plantea el problema de la razonabilidad del
plazo de la detención preventiva, precisamente, por ello, su duración se encuentra en función de la
duración del proceso penal principal, cuyo objeto tiende a asegurar.
26. 26. No cabe duda de que con la previsión legal del plazo máximo de duración de la detención
judicial, el afectado por la medida cautelar puede conocer hasta qué momento puede durar la
restricción de su derecho fundamental a la libertad. No obstante, como viene ocurriendo
reiteradamente en el panorama judicial nacional, el hecho de que no se decrete la libertad inmediata
de un procesado tras la culminación del plazo máximo de detención, obligándole, por el contrario, a
que permanezca detenido ad infinitum, so pretexto de un equivocado concepto de la tramitación
procesal, solo puede significar que se han transgredido todas las previsiones jurídicas que garantizan
un proceso debido o regular, y que dicha situación ha comprometido, en particular, la eficacia o
existencia de uno de aquellos derechos innominados constitucionalmente, pero, a la par,
consustanciales a los principios del Estado democrático de derecho y al derecho a la dignidad de la
persona reconocidos en el artículo 3° de la Constitución Política del Estado, como lo es, sin duda, el
derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
§ 7. Las dilaciones indebidas como praxis punible cometida por los órganos del Poder Judicial
27. 27. Esta mala praxis judicial debe ser totalmente erradicada, por cuanto genera un injustificable
retardo en la administración de justicia que no está en consonancia con la misión que le está confiada
al Poder Judicial, la misma que no se agota en el aseguramiento de la legalidad formal, sino que la
trasciende en tanto se afinca en la observancia de los principios inherentes a la mejor y más correcta
administración de justicia, siendo uno de ellos –contrario a la inaceptable morosidad judicial– que la
decisión final sea dictada en tiempo útil y razonable.
28. 28. Frente a la endémica morosidad que caracteriza a buena parte de los jueces y superiores
tribunales de justicia nacionales y el abuso de jurisdicción que ello podría suponer, no se puede
seguir apelando al consabido sentido de responsabilidad de los magistrados del Poder Judicial, sino
que deben ser pasibles de la responsabilidad penal que les corresponda, por sus conductas
jurisdiccionales inadecuadas que propician el retardo judicial.
29. 29. Por ello, tratándose de dilaciones indebidas que inciden sobre el derecho a la libertad, es
exigible un especial celo a todo juez encargado de un proceso en el que se encuentra inmerso un
preso preventivo, pues la libertad es un valor constitucional informador de todo el ordenamiento
jurídico. De otro modo, y por aplicación del artículo 2º,24, de la Constitución, procedería acordar la
puesta en libertad.
30. 30. Si bien puede sostenerse que la excesiva sobrecarga que padecen la mayoría de los tribunales, no
solo el Constitucional sino también los de otras latitudes, puede excusar la mora en las decisiones
judiciales, máxime si se presenta un desbordante flujo de recursos razonablemente imposibles de
atender, esta justificación es inaceptable si el órgano judicial no observa una conducta diligente y
apropiada para hacer justicia, siendo uno de sus aspectos cardinales la expedición oportuna de las
resoluciones decisorias.
31. 31. Por ello, es deplorable que en los casos de crímenes no convencionales los agentes detenidos por
los delitos de terrorismo, tráfico ilícito de drogas, violaciones de derechos humanos, corrupción de
funcionarios, en vista de que los órganos judiciales competentes no han sentenciado antes de vencido
el plazo máximo de detención previsto por la ley (Código Procesal Penal: art. 137°), resultan
favorecidos en virtud de ello, lo que permite en numerosos casos, la excarcelación inmediata de
prontuariados enemigos públicos de la sociedad, situación que, además, implica riesgo de fuga.
32. 32. Desde esta perspectiva, el Tribunal Constitucional considera que el hecho de no dictaminar o
sentenciar, intencionalmente, dentro de los plazos legales establecidos, con las consecuencias que
ello conlleva y que ha puesto en tela de juicio la capacidad punitiva del Estado, merece sanción
penal, la que deberá ser determinada por el legislador en el marco del Código Penal.
33. 33. De conformidad con el artículo VII del Código Procesal Constitucional, “Las sentencias del
Tribunal Constitucional que adquieren la calidad de cosa juzgada constituyen precedente
vinculante cuando así lo exprese la sentencia, precisando el extremo de su efecto normativo”.
34. 34. En aplicación de la citada norma, son vinculantes para todos los operadores jurídicos los
criterios de interpretación contenidos en los fundamentos jurídicos Nos. 2, 3, 4, 6, 7, 8, 9, 10,
11, 15, 17, 18, 19 y 26.
Por los fundamentos precedentes, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la
Constitución Política del Perú
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
ALVA ORLANDINI
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
STC N.° 4853-2004-PA, Caso Dirección General de Pesquería de La Libertad
En Lima, a los 19 días del mes de abril de 2007, el Pleno del Tribunal Constitucional, integrado por los
magistrados Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa
Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia
I. ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por la Dirección Regional de Pesquería de La Libertad, representada por
su director, don Rolando Coral Giraldo, contra la resolución expedida por la Sala de Derecho Constitucional
y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fojas 38 del cuaderno de apelación, su fecha 7
de setiembre de 2004, que declara improcedente la demanda de amparo de autos.
II. ANTECEDENTES
9. 1. Demanda
Con fecha 17 de octubre de 2003, el recurrente interpone demanda de amparo contra los magistrados de la
Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Trujillo, así como contra el Juez del Primer Juzgado
Especializado en lo Civil de Trujillo, a fin de que se deje sin efecto la Resolución N.° 25, de fecha 30 de
junio de 2003, expedida por la Sala emplazada en el trámite de un anterior proceso de amparo, seguido
contra el Presidente del Consejo Transitorio de Administración Regional y otros.
Solicita asimismo que se deje sin efecto todos los actos posteriores a la referida sentencia, los mismos que
están en etapa de ejecución. Sostiene que, en el referido proceso (expediente N.º 1954-02), luego de apelar la
resolución de primer grado, sólo se habría dado respuesta a una de las apelaciones; la planteada precisamente
por la Dirección Regional de Pesquería, mas no se hace referencia alguna al recurso interpuesto por el
Gobierno Regional de La Libertad. De este modo, según argumenta, se habrían violado sus derechos a la
tutela judicial efectiva, al debido proceso y de defensa.
Mediante Resolución de fecha 5 de enero de 2004, la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de La Libertad
rechazó liminarmente la demanda, tras considerar que en el presente caso resultaba de aplicación el artículo
10 de la Ley N° 25398, Ley Complementaria de la Ley de Amparo y Hábeas Corpus, la misma que establece
que las anomalías que pudieran presentarse dentro de un procedimiento regular, deben resolverse al interior
del mismo proceso, no siendo el proceso de amparo la vía adecuada para dicho propósito.
A fojas 38 del cuaderno de apelación, la Sala Constitucional y Social de la Corte Suprema confirmó la
apelada, tras considerar que no se había violado el derecho al debido proceso, ya que el demandante había
reconocido que la Sentencia cuestionada sí se pronunció sobre los puntos contenidos en su recurso de
apelación.
III. FUNDAMENTOS
61. 1. El recurrente solicita, concretamente, que se deje sin efecto la sentencia de fecha 30 de junio de
2003, mediante la cual la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Trujillo declaró fundada
en parte una demanda de amparo contra el Gobierno Regional de La Libertad, ordenando, en su parte
resolutiva, que la emplazada cumpliera con reincorporar a don José Luis Castillo Cava en el puesto de
chofer de la Dirección Regional de Pesquería de La Libertad, tras constatar que se habían vulnerado sus
derechos al trabajo y al debido proceso. Se trata en consecuencia, de un proceso de “amparo contra
amparo” donde además existe una estimación parcial de la pretensión por parte del Poder Judicial en
segunda instancia.
§2. Las reglas del “amparo contra amparo” antes de la entrada en vigencia del Código Procesal
Constitucional
63. 3. En la sentencia recaída en el expediente N.º 200-2002-AA/TC se establecieron cinco reglas para
restringir el uso del amparo como medio para cuestionar lo resuelto en otro proceso de amparo. No se
trataba en aquella ocasión de prohibir la procedencia de procesos constitucionales contra procesos
constitucionales sino de su aceptación, si bien sujeta a específicas situaciones. Así se dijo que sólo es
posible admitir un “amparo contra amparo”:
a) a) Cuando la violación al debido proceso resulte manifiesta y esté probada de modo fehaciente por
el actor;
b) b) Cuando se hayan agotado todos los recursos al interior del proceso que se cuestiona y aquellos
hayan resultado insuficientes para el propósito corrector;
c) c) Cuando lo solicitado no se encuentre relacionado con lo decidido sobre el fondo, puesto que con
el segundo amparo sólo se puede poner en tela de juicio cuestiones estrictamente formales;
d) d) Cuando el nuevo proceso de amparo no intenta revertir una sentencia definitiva estimatoria, ya
que de lo contrario se contravendría el principio de inmutabilidad de la cosa juzgada; y
e) e) Cuando se trate de resoluciones emitidas por el Poder Judicial, mas no de aquellas emanadas del
Tribunal Constitucional.
64. 4. Toda vez que las reglas mencionadas fueron elaboradas por la jurisprudencia constitucional en el
marco de la legislación anterior a la vigencia del Código Procesal Constitucional, el Tribunal
Constitucional considera imperioso evaluar si las mismas reglas deben ser convalidadas en el marco de
la nueva legislación sobre los procesos constitucionales; o si, por el contrario, resulta oportuno realizar
un redimensionamiento del “amparo contra amparo” o, eventualmente, limitar sus posibilidades a los
extremos en que sea absolutamente necesario para restablecer el ejercicio de los derechos fundamentales
que hayan sido arbitrariamente violados en el trámite del proceso judicial.
65. 5. En principio conviene destacar que, conforme se desprende del artículo 5.6 del Código Procesal
Constitucional, en el marco de la regulación actual, ya no sería posible iniciar una demanda de amparo
para cuestionar “(...) una resolución firme recaída en otro proceso constitucional (...)”.
No obstante, este Colegiado ha establecido al respecto que “(...) la posibilidad del “amparo contra
amparo” tiene fuente constitucional directa en el segundo párrafo del artículo 200.2 de la propia
Constitución, donde se establece que el Amparo “(...) No procede contra normas legales ni contra
resoluciones judiciales emanadas de procedimiento regular”. A partir de esta consideración, el Tribunal
ha precisado que “(...) cuando el Código Procesal Constitucional se refiere en su artículo 5, inciso 6), a la
improcedencia de un proceso constitucional que cuestiona una resolución judicial firme recaída en otro
proceso constitucional, esta disposición restrictiva debe entenderse referida a procesos donde se han
respetado de modo escrupuloso el debido proceso y la tutela procesal efectiva en sus distintas
manifestaciones, conforme al artículo 4 del mismo Código Procesal Constitucional(...)”. (Caso
Municipalidad Provincial de San Pablo, Exp. N.º 3846-2004-PA/TC).
§4. El “amparo contra amparo”: su naturaleza excepcional
66. 6. Aceptada la tesis de la procedencia del “amparo contra amparo”, debe precisarse de inmediato que
ello sólo es admisible de manera excepcional. Se debe tratar de una transgresión manifiesta del contenido
constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, por acciones u omisiones de los órganos
judiciales que permitan al Tribunal Constitucional constatar fácilmente que dichos actos u omisiones
trascienden el ámbito de la legalidad y alcanzan relevancia constitucional, de modo que su uso no puede
habilitarse para cuestionar deficiencias procesales de naturaleza legal o, eventualmente, para suplir
negligencias u omisiones en la defensa de alguna de las partes. Se debe tratar, en consecuencia, de
violaciones acreditadas fehacientemente a consecuencia de la actuación de los órganos judiciales durante
el trámite de un proceso constitucional y que tengan directa vinculación con la decisión final de las
instancias judiciales.
67. 7. Dada la naturaleza excepcional de los procesos constitucionales el “amparo contra amparo” se
configura como una excepción dentro de la excepción, por lo que los jueces deben valorar la intensidad
de la afectación y el nivel de acreditación que se presente a efectos de no permitir que cualquier
alegación pueda merecer una nueva revisión de los procesos constitucionales. Este Colegiado considera
pertinente dejar establecido que su uso excepcional sólo podrá prosperar por única vez y conforme a las
reglas que se desarrollan más adelante. Varias son las razones de orden jurídico e institucional que
respaldan esta tesis:
68. 8. Una de las reglas que se estableció en el expediente N.° 200-2002-AA/TC, para la procedencia del
“amparo contra amparo”, señalaba que sólo ha de proceder contra sentencias constitucionales definitivas,
siempre que aquellas no tengan carácter favorable para la parte actora, ya que de lo contrario se
contravendría el principio de inmutabilidad de la cosa juzgada. Ésta fue una regla elaborada conforme a
lo dispuesto en el artículo 8 de la Ley N.º 23506, que establecía que “la resolución final constituye cosa
juzgada únicamente si es favorable al recurrente”.
69. 9. Al respecto el Tribunal considera necesario adecuar esta regla a efectos de optimizar la defensa del
contenido constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales que pudieran verse afectados a
consecuencia de la actuación de los órganos judiciales en un determinado proceso. En efecto, la
estimación de una pretensión en un proceso constitucional no puede llevar a suponer, sin más, que en la
tramitación de este haya desaparecido por completo cualquier posibilidad de afectación a los derechos
fundamentales, generándose de esta manera un ámbito exento de control por parte del Tribunal
Constitucional. En otras palabras, el “amparo contra amparo” no debe habilitarse en función de que el
fallo en el primer amparo sea estimatorio o desestimatorio, sino en función de si puede acreditarse o no
un agravio manifiesto a los derechos constitucionales a consecuencia de la actuación de los propios
jueces constitucionales y cuya intensidad sea tal que desnaturalice la propia tutela que deba prestarse a
través de su actuación.
70. 10. De este modo en principio es razonable que tratándose de una sentencia estimatoria de segundo
grado, cuando se acredite que en la tramitación se haya producido una violación manifiesta a un derecho
constitucional, el “amparo contra amparo” resulta una opción válida a efectos de optimizar la defensa de
los derechos fundamentales a través de los procesos constitucionales, sin que su uso pueda suponer,
paradójicamente, una nueva afectación. No obstante, conviene aquí analizar si el “amparo contra
amparo” es la única vía posible para el control constitucional de las decisiones estimatorias de segundo
grado que resulten lesivas de los derechos fundamentales o que desconozcan la doctrina constitucional o,
llegado el caso, los propios precedentes del Tribunal Constitucional. El Tribunal abordará en los
fundamentos siguientes los supuestos en los que cabe un nuevo amparo, para luego y a partir de la
interpretación del artículo 202.2 de la Constitución explorar las posibilidades del propio recurso de
agravio como mecanismo más efectivo para el control de las decisiones estimatorias de segundo grado
que son dictadas en desacato directo a un precedente constitucional.
§5.1. Primer supuesto: sentencias estimatorias de segundo grado que afectan derechos fundamentales
71. 11. Conforme ha quedado establecido hasta este punto, en el trámite de los procesos constitucionales, las
decisiones estimatorias de segundo grado pueden también, eventualmente, ser dictadas con manifiesto
agravio a algunos de los derechos constitucionales protegidos a través del proceso de amparo. En este
caso, el hecho de que se haya dictado una sentencia de segundo grado estimando la pretensión contenida
en la demanda de amparo, no la hace per se inimpugnable a través de un nuevo proceso de amparo.
72. 12. En consecuencia el primer supuesto en el que se plantea la necesidad de un nuevo proceso de
amparo es la invocación y consiguiente acreditación de un agravio manifiesto en el ámbito del contenido
constitucionalmente protegido de un derecho constitucional, producido en el trámite de un proceso de
amparo. Tal afectación debe ser de tal intensidad que desnaturalice la propia decisión estimatoria,
volviéndola inconstitucional y por tanto, carente de la condición de cosa juzgada en la que formalmente
se pueda amparar.
73. 13. En este punto conviene precisar que conforme tiene establecido este Tribunal (Exp. N.° 3179-2004-
AA/TC), la protección de los derechos fundamentales vía un nuevo proceso de amparo no se agota en los
aspectos formales, toda vez que el “amparo contra amparo” comparte el mismo potencial reparador
cuando se trata de la afectación de cualquier derecho fundamental; esto es,“(...) comprender
residualmente la protección de todos los derechos constitucionales no protegidos por los otros procesos
de tutela de los derechos fundamentales (hábeas corpus y hábeas data)” 123[1]. De este modo un proceso
judicial resulta tanto irregular si viola el debido proceso formal y la tutela judicial efectiva, como cuando
penetra de forma arbitraria o irrazonable en el ámbito constitucionalmente protegido de cualquier otro
derecho fundamental.
74. 14. Sólo así los derechos fundamentales alcanzan verdadera eficacia normativa vertical, vinculando a
todos los poderes del Estado, incluidos los órganos del Poder Judicial. Esto además en el entendido de
que el ámbito de protección del proceso constitucional de amparo no se limita solamente a la tutela del
derecho al debido proceso, sino que se extiende de conformidad con el artículo 200.2 de la Constitución
a todos aquellos derechos fundamentales que no son objeto de tutela por el proceso constitucional de
hábeas corpus y hábeas data. Nada justifica por tanto, que el objeto de protección en el “amparo contra
amparo” se reduzca sólo a los aspectos formales del debido proceso.
§5.2. Segundo supuesto: sentencias estimatorias que desconocen la doctrina constitucional establecida en
la jurisprudencia del Tribunal Constitucional
75. 15. Asimismo resulta razonable el uso de un segundo proceso constitucional para restablecer el orden
jurídico constitucional y el ejercicio de los derechos fundamentales que pueda verse afectado con una
estimatoria de segundo grado, cuando las instancias judiciales actúan al margen de la doctrina
constitucional establecida en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Por doctrina constitucional
123[1]
Fundamento Jurídico N.° 12
debe entenderse en este punto: a) las interpretaciones de la Constitución realizadas por este Colegiado,
en el marco de su actuación a través de los procesos, sea de control normativo o de tutela de los derechos
fundamentales; b) las interpretaciones constitucionales de la ley, realizadas en el marco de su labor de
control de constitucionalidad. En este caso, conforme lo establece el artículo VI del Título preliminar del
Código Procesal Constitucional, una ley cuya constitucionalidad ha sido confirmada por el Tribunal, no
puede ser inaplicada por los jueces en ejercicio del control difuso, a menos, claro está, que el Tribunal
sólo se haya pronunciado por su constitucionalidad formal; c) las proscripciones interpretativas, esto es
las “anulaciones” de determinado sentido interpretativo de la ley realizadas en aplicación del principio de
interpretación conforme a la Constitución. Se trata en este supuesto de las sentencias interpretativas, es
decir las que establecen que determinado sentido interpretativo de una disposición legislativa resulta
contrario a la Constitución, por lo que no debe ser usado por los jueces en el ejercicio de la función
jurisdiccional que les corresponde.
76. 16. Todo lo anterior no excluye, en todo caso, que los jueces del Poder Judicial, que también son jueces
de la Constitución, en la medida en que deben aplicarla como norma suprema del Estado en los casos
que conocen, puedan también participar en esta labor de integración e interpretación en aras de dar una
mayor y más amplia protección a los derechos fundamentales. En cualquier caso, las relaciones entre la
interpretación del Tribunal Constitucional y la que realice el juez ordinario deben orientarse, en estos
casos, por el principio de mayor protección y más amplia cobertura que pueda brindar determinada
interpretación en un caso concreto. De este modo, las decisiones del Tribunal Constitucional alcanzan el
máximo grado de vinculación cuando ofrecen una mejor protección a los derechos en cuestión, mientras
que, si es posible que en un caso concreto la interpretación realizada por el Tribunal puede ser
optimizada con la intervención de los jueces del Poder Judicial, el grado de vinculación disminuye a
efectos de incorporar la mejor interpretación que objetivamente ponga de manifiesto la mayor protección
que pueda brindar a un bien constitucional determinado.
§5.3. Tercer supuesto: decisiones denegatorias de segundo grado que afectan derechos de terceros que no
han intervenido en el proceso y del recurrente que no ha tenido ocasión de interponer el respectivo
recurso de agravio.
77. 17. Conforme se ha sostenido, uno de los argumentos que respaldan la posibilidad de interponer una
nueva demanda de amparo contra las resoluciones estimatorias de segundo grado, provenientes de otro
proceso de amparo, se sustenta en el mandato constitucional (arts. 201 y 202) que habilita al Tribunal
como contralor último de la Constitución y defensor “definitivo” de los derechos fundamentales. Tales
prerrogativas se concretan a través de un nuevo proceso de amparo siempre que se observen los
presupuestos constitucionales que para ello se establecen en la presente sentencia.
78. 18. No obstante, si bien es cierto que, tratándose de resoluciones desestimatorias siempre está abierta la
posibilidad de interponer un recurso de agravio constitucional (artículo 18 del Código Procesal
Constitucional), permitiendo en estos casos que sea el Tribunal Constitucional quien se pronuncie en
última y definitiva instancia, también lo es que los terceros que resulten afectados ilegítima y
directamente por dichas resoluciones no tendrían tal posibilidad en la medida en que su actuación como
parte en el proceso haya sido denegada o simplemente no haya podido ser acreditada por
desconocimiento de dicho trámite judicial. En consecuencia, el “amparo contra amparo” abre la
posibilidad, en estos supuestos, de que las alegaciones de violación de derechos puedan ser evaluadas en
un nuevo proceso constitucional y, de este modo, se pueda acceder a un pronunciamiento final y
definitivo por parte del supremo intérprete y guardián de la Constitución y de los derechos
fundamentales, si la pretensión es denegada en las instancias judiciales.
79. 19. En este sentido el “amparo contra amparo” habilita al tercero afectado, cuya participación haya sido
rechazada en el primer amparo, o cuando, por desconocimiento probado, éste no haya tenido ocasión de
solicitar su intervención en el trámite del primer proceso. En estos supuestos, dentro del plazo que
establece el artículo 44 del Código Procesal Constitucional para el caso del amparo contra resoluciones
judiciales, el tercero afectado en el ejercicio de sus derechos fundamentales a consecuencia de la
decisión desestimatoria, puede presentar un nuevo amparo cuestionando dicha decisión, siempre que esta
no haya sido confirmada por el Tribunal Constitucional, tras haberse interpuesto el respectivo recurso de
agravio constitucional.
80. 20. Por ello se puede admitir un nuevo amparo frente a una resolución desestimatoria de segundo grado
en los siguientes supuestos: (1) el caso del tercero que no ha participado en el primer proceso, bien por
no haber sido admitido como parte en el primer amparo, pese a contar con los presupuestos procesales
para ello, bien por desconocimiento del trámite al no habérsele notificado como correspondía en su
calidad de litisconsorte necesario. En este supuesto, la decisión desestimatoria de segundo grado le ha
producido agravio sin que pueda ejercer su derecho de defensa; y (2) el caso de quien, habiendo sido
parte en el proceso, no ha podido interponer el recurso de agravio en su oportunidad, sea por no
habérsele notificado oportunamente la sentencia desestimatoria o porque, pese a haber sido notificado,
no ha podido conocer de su contenido por alguna imposibilidad material debidamente acreditada.
81. 21. Hasta aquí el “amparo contra amparo” ha sido presentado como un medio excepcional que debe
admitirse por única vez con el propósito de que, tras el manto de la cosa juzgada o de la firmeza de una
decisión de segundo grado, no se cobijen violaciones más perjudiciales a los derechos de alguna de las
partes del proceso o, incluso de terceros, en los términos expuestos supra. Asimismo, hemos señalado
que procede también un nuevo amparo cuando mediante decisiones estimatorias se desconozca la
doctrina constitucional de este Colegiado en su rol de defensa de la supremacía constitucional y la tutela
de los derechos fundamentales. Resta por analizar la forma en que debe asumirse la defensa del orden
constitucional o la restitución en el ejercicio de los derechos fundamentales a consecuencia de una
sentencia estimatoria de segundo grado que haya sido dictada en desacato flagrante a un precedente
constitucional establecido por este Colegiado en su actuación como Tribunal de Precedentes, al amparo
del artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
§6. El recurso de agravio constitucional contra sentencias estimatorias de segundo grado que violan el
orden jurídico constitucional
82. 22. La defensa de los derechos fundamentales así como del orden jurídico constitucional que
corresponde en última instancia al Tribunal Constitucional, requiere de mecanismos procesales efectivos
para que éste actúe oportunamente en los procesos constitucionales. La autonomía procesal de que se ha
venido dotando este Colegiado a través de su propia jurisprudencia (Cfr. entre otros: Exp. 045-2004-
AI/TC, 025-2005-AI/TC, Auto de admisibilidad), refleja la necesidad de consolidar una serie de
instrumentos y mecanismos procesales que permitan una mayor protección de los derechos a través de
los procesos constitucionales. A este respecto, conviene ahora analizar si un nuevo proceso de amparo es
un medio efectivo para controlar la posibilidad de violación del orden jurídico constitucional que se haya
producido a consecuencia de una decisión estimatoria de segundo grado, dictada en abierto desacato a un
precedente constitucional vinculante expresado en los términos del artículo VII del Código Procesal
Constitucional.
83. 23. El Tribunal considera que, si bien hasta la fecha la jurisprudencia constitucional ha venido
interpretando que una decisión “denegatoria” es aquella que declara infundada o improcedente en
segundo grado un proceso constitucional, tal interpretación se venía realizando en un contexto en el que
no existía una disposición como la que ahora se recoge en el artículo VII del Título Preliminar del
C.P.Const., que establece el carácter de precedente constitucional vinculante a determinadas decisiones
del Tribunal Constitucional, las que no pueden ser desconocidas bajo ningún supuesto por el Poder
Judicial, al disponer que su modificación o variación sólo corresponde al propio Tribunal.
84. 24. Es en este contexto donde se aprecia con mayor claridad la necesidad de optimizar la defensa del
orden jurídico constitucional a través de los procesos constitucionales, en especial a través del propio
recurso de agravio constitucional de modo que una decisión estimatoria de segundo grado, emitida en el
marco de un proceso constitucional, no pueda convertir en “cosa juzgada” una decisión judicial emitida
en abierto desacato a un precedente constitucional vinculante de este Colegiado, infringiéndose de este
modo el propio carácter de norma suprema que corresponde a la Constitución y cuya interpretación final
está a cargo de este Colegiado.
85. 25. El Tribunal considera que una decisión judicial emitida sin tomar en cuenta los precedentes
vinculantes del supremo intérprete de la Constitución aplicables al caso, viola el orden constitucional y
debe ser controlado por este Colegiado a través del propio recurso de agravio, que debe habilitarse en
este supuesto como el medio procesal más eficaz e idóneo para restablecer la supremacía de la
Constitución, alterada tras una decisión judicial estimatoria de segundo grado en un proceso
constitucional. Este Colegiado estima por tanto que debido a la naturaleza del agravio y la objetividad de
su constatación, en la medida en que los precedentes son reglas precisas y claras que no admiten un
juego interpretativo por parte de los jueces, relegar su control al trámite de un nuevo proceso de amparo
resultaría en el mejor de los casos inadecuado.
86. 26. Si bien el artículo 202.2 de la Constitución establece que corresponde al Tribunal Constitucional
“conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones denegatorias de hábeas corpus, amparo,
hábeas data y acción de cumplimiento”, una interpretación literal de dicha disposición puede generar en
el actual contexto de desarrollo de la justicia constitucional algunas distorsiones en la interpretación y
defensa de los derechos constitucionales que corresponde, en última instancia, al Tribunal Constitucional
conforme al artículo 201 de la Constitución y al artículo 1 de su propia Ley Orgánica (Ley N.° 28301).
87. 27. Como ya ha quedado establecido supra, una decisión judicial estimatoria de segundo grado en un
proceso constitucional afecta los derechos fundamentales y el propio orden jurídico constitucional
cuando es emitida contra la expresa interpretación constitucional que haya realizado este Colegiado de
los derechos fundamentales a través de su jurisprudencia, o también, como ya ha ocurrido 124[2] cuando es
emitida en abierto desacato a un precedente constitucional vinculante. Respecto de las afectaciones de
los derechos fundamentales en general (incluido los terceros), así como respecto del eventual desacato a
las interpretaciones de este Colegiado contenidas en su doctrina jurisprudencial, este Tribunal ha
sostenido que debe habilitarse para ello la interposición por única vez de un segundo amparo. Esto
porque la invocación de tales vulneraciones requieren siempre de un contencioso mínimo donde puedan
acreditarse los alegatos escuchando al órgano judicial emplazado y permitiendo, al propio tiempo, una
nueva evaluación de la decisión por parte del propio Poder Judicial en sus dos instancias. Sin embargo
este Tribunal entiende que no es necesario dicho trámite contradictorio cuando la alegación esté referida
al desacato manifiesto y claro a un precedente vinculante, establecido en tales términos por el propio
Tribunal.
§6.1. Sobre la interpretación constitucional del término “denegatorio” del artículo 202.2 de la
Constitución
88. 28. La concepción de la Constitución como norma jurídica vinculante trae consigo el carácter, también
vinculante, de su interpretación por parte del Tribunal. El problema de la interpretación constitucional se
configura de este modo como un problema relativo a la fuerza vinculante de los contenidos de la
Constitución. Dichos contenidos, es sabido, dada la naturaleza pluralista de la sociedad democrática de la
que intenta ser reflejo la Constitución, son en muchos casos ambiguos, indeterminados, vagos, abiertos.
En suma, la interpretación constitucional es, en este sentido, una labor de “concretización” y también de
intermediación entre el momento constituyente y el momento de aplicación de las disposiciones
constitucionales. No hay interpretación fuera del tiempo. El contexto y sus múltiples manifestaciones
dan sentido y objetividad a la interpretación, que es ante todo una actividad humana que partiendo del
texto de la Constitución, debe sin embargo ser capaz de incorporar otros elementos de la vida cultural,
social y anímica del momento en que la sociedad, a través del proceso, solicita la “ejecución” de
determinada cláusula constitucional.
89. 29. Como actividad racional la interpretación constitucional se orienta por una serie de métodos y
estrategias que deben coadyuvar a su corrección. Sobre el particular este Colegiado ha precisado una
124[2]
Así por ejemplo, en el caso de la constitucionalidad de las Leyes N.os 25153 y 27796, existen
varios pronunciamientos realizados por el Tribunal Constitucional en las SSTC N. os 9165-2005-
PA/TC, 4227-2005-PA/TC y 1436-2006-PA/TC; estas decisiones han venido siendo desatendidas
por las instancias judiciales, lo que ha generado pronunciamientos vía amparo para restablecer las
violaciones producidas. Cfr. por todos la decisión de este Colegiado en el Expediente N.° 04245-
2006-AA/TC
serie de principios que deben permitir establecer los contenidos correctos de la Constitución, a saber: a)
el principio de unidad de la Constitución en su interpretación; b) el principio de concordancia práctica; c)
el principio de corrección funcional; d) el principio de función integradora; e) el principio de fuerza
normativa de la Constitución; f) el principio de irreversibilidad de la tutela que otorga la Constitución;
entre otros.
90. 30. Especialmente relevantes para lo que aquí interesa son los principios de concordancia práctica y
corrección funcional. Mediante el primero “(...)toda aparente tensión entre las propias disposiciones
constitucionales debe ser resuelta “optimizando” su interpretación, es decir, sin “sacrificar” ninguno
de los valores, derechos o principios concernidos, y teniendo presente que, en última instancia, todo
precepto constitucional, incluso aquellos pertenecientes a la denominada “Constitución orgánica” se
encuentran reconducidos a la protección de los derechos fundamentales, como manifestaciones del
principio-derecho de dignidad humana, cuya defensa y respeto es el fin supremo de la sociedad y el
Estado (artículo 1 de la Constitución)”.
En cambio mediante el principio de corrección funcional se exige que el juez constitucional, “(...) al
realizar su labor de interpretación no desvirtúe las funciones y competencias que el Constituyente ha
asignado a cada uno de los órganos constitucionales, de modo tal que el equilibrio inherente al Estado
Constitucional, como presupuesto del respeto de los derechos fundamentales, se encuentre plenamente
garantizado”125[3].
91. 31. Son precisamente estos principios los que deben ayudarnos ahora a concretar los alcances de lo que
debe entenderse por el término “resoluciones denegatorias” a tenor del artículo 202.2 de la Constitución.
Dicha disposición interpretada en forma literal como se ha venido haciendo en la jurisprudencia y
también en la doctrina, genera, como se ha adelantado, la posibilidad de que los jueces del Poder Judicial
puedan eventualmente estimar una demanda de amparo al margen de los precedentes de este Colegiado,
sin que ello pueda ser objeto de control constitucional, lo que en última instancia supone desatender el
carácter vinculante de la propia Constitución. De este modo mientras que el principio de concordancia
práctica permite buscar un significado de la norma fundamental que optimice tanto la defensa de los
derechos como la supremacía de la Constitución, el principio de corrección funcional por su parte nos
recuerda que una interpretación literal de tal disposición impediría que este Colegiado pueda ejercer
precisamente la función que constitucionalmente le corresponde, esto es, asumir su rol de intérprete
supremo de la Constitución y ser “definitiva instancia” en materia de tutela de los derechos
fundamentales.
92. 32. Por ello, cuando el artículo 202.2 de la Constitución señala que el Tribunal Constitucional conoce en
ultima y definitiva instancia de las “denegatorias” en los procesos constitucionales ello no debe ser
interpretado como que está proscrita por la Constitución la revisión por este Colegiado, vía recurso de
agravio constitucional, de una decisión estimatoria de segundo grado cuando ésta haya sido dictada en
desacato de algún precedente constitucional vinculante, emitido por este Colegiado. El concepto
“denegatorio” requiere pues de un nuevo contenido a la luz de los principios de interpretación
constitucional y de la doble dimensión que expresan los derechos fundamentales y su tutela por parte de
este Colegiado en el contexto del actual Estado Social y Democrático de Derecho.
93. 33. Como ha precisado este Colegiado, “(...)en el estado actual de desarrollo del Derecho procesal
constitucional, los procesos constitucionales persiguen no sólo la tutela subjetiva de los derechos
fundamentales de las personas, sino también la tutela objetiva de la Constitución. La protección de los
derechos fundamentales no sólo es de interés para el titular de ese derecho, sino también para el propio
Estado y para la colectividad en general, pues su transgresión también supone una afectación del propio
ordenamiento constitucional. Por ello, bien puede decirse que, detrás de la constitucionalización de
procesos como el de hábeas corpus, amparo, hábeas data y cumplimiento, nuestra Constitución ha
reconocido la íntima correspondencia entre la doble naturaleza (subjetiva-objetiva) de los derechos
125[3]
cf. STC. 5854-2005-AA/TC, FJ 12.
fundamentales y la doble naturaleza (subjetiva-objetiva) de los procesos constitucionales, siendo que las
dos vocaciones del proceso constitucional son interdependientes y se hacen necesarias todas las veces en
que la tutela primaria de uno de los dos intereses (subjetivo y objetivo) comporte la violación del otro”.
(Exp. 023-2005-AI/TC FJ 11)
94. 34. Esta doble dimensión y finalidad en que se expresan y a la que sirven los procesos constitucionales
debe también servir como premisa metodológica o conceptual a la hora de interpretar el artículo 202.2
que habilita la competencia del Tribunal Constitución vía el recurso de agravio constitucional a que se
refiere el artículo 18 del C.P.Const. En tal sentido lo denegatorio a que hace referencia la disposición
constitucional no debe entenderse sólo en su dimensión subjetiva, esto es, referido sólo y puntualmente a
la pretensión de quien interpone la demanda de amparo, puesto que también resulta denegatoria de
tutela constitucional una decisión que respondiendo de manera estimatoria la pretensión contenida en la
demanda de amparo, sin embargo desconoce abiertamente el propio orden jurídico constitucional
aplicable al caso concreto, orden a los que corresponden en su máxima jerarquía los precedentes
vinculantes de este Colegiado. Como sostiene Peter Häberle 4, “(...)la función de la Constitución en la
dirección de los derechos fundamentales individuales (subjetivos) sólo es una faceta del recurso de
amparo”; otra faceta tan o más importante es la referida a la tutela del propio orden objetivo de valores y
del orden constitucional en su conjunto, esto es “asegurar el derecho constitucional objetivo y servir a su
interpretación ¡y perfeccionamiento!´”. De este modo los procesos constitucionales no sólo tienen como
finalidad la respuesta a concretas demandas de las partes, sino también la tutela del orden jurídico
constitucional cuya interpretación definitiva corresponde a este Tribunal.
95. 35. En consecuencia cuando el artículo 202.2 de la Constitución no hace expresa referencia a la
competencia de este Tribunal para conocer el caso de las sentencias estimatorias de segundo grado, tal
silencio sólo supone una presunción iuris tantum a favor de la constitucionalidad de dichas decisiones,
mas no su imposibilidad de control vía el recurso de agravio constitucional cuando se haya dictado al
margen del orden jurídico constitucional, desacatando un precedente vinculante. De ahí que la precisión
establecida en el artículo 18 del Código Procesal Constitucional, en el sentido de que el recurso de
agravio procede contra “la resolución de segundo grado que declara infundada o improcedente la
demanda”, en la medida en que sólo hace referencia a la dimensión subjetiva del concepto de decisión
judicial “denegatoria” (esto es referido a la pretensión contenida en la demanda) y no a la dimensión
objetiva (esto es referida al respeto de los derechos fundamentales y el orden constitucional en su
conjunto); no puede decirse que limita las posibilidades del recurso de agravio, también tratándose de
decisiones estimatorias que sean abiertamente ilegítimas, por desconocer el carácter de órgano supremo
de control de constitucionalidad de este Colegiado (art. 201 de la Constitución y 1 de su Ley Orgánica),
así como la consecuente potestad de dictar precedentes vinculantes reconocida en el artículo VII del
título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
96. 36. En cualquier caso el Tribunal considera que tal disposición del Código Procesal Constitucional debe
ahora complementarse con la interpretación constitucional que con carácter vinculante realiza este
Colegiado en la presente sentencia, con ánimo de no generar zonas de intangibilidad a la labor de control
de parte del máximo intérprete de la Constitución y, al mismo tiempo, en el entendido de que una
interpretación como la planteada optimiza de mejor forma la protección de los derechos constitucionales
tal como exige el artículo IX del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, que dispone que
cuando se generen vacíos o defectos en la interpretación de dicha norma, estos deben ser solucionados
aplicando supletoriamente otros Códigos Procesales afines “siempre que no contradigan los fines de los
procesos constitucionales y los ayuden a su mejor desarrollo”.
97. 37. Cabe señalar que además de los argumentos aducidos, la posibilidad de habilitar vía interpretación
constitucional el recurso de agravio en el caso de desacatos a los precedentes constitucionales
vinculantes establecidos por este Colegiado, concretados a través de una decisión judicial estimatoria de
segundo grado, se apoya en los siguientes fundamentos:
4
Häberle, Peter. «El Recurso de Amparo en el Sistema Germano-Federal de Jurisdicción
Constitucional». En Domingo García Belaunde y Francisco Fernández Segado (Coordinadores). La
Jurisdicción Constitucional en Iberoamérica. Madrid, Dykinson, 1997, p. 257.
j) a) En primer lugar, la posición del Tribunal Constitucional como supremo intérprete y guardián
de la Constitución y de los derechos fundamentales. Una interpretación literal y restrictiva del
artículo 202.2 de la Constitución impediría que frente a un desacato a los precedentes vinculantes del
máximo intérprete constitucional éste pueda intervenir a través del recurso natural establecido con tal
propósito, como es el recurso de agravio.
l) c) En tercer lugar, la interpretación propuesta al no optar por un nuevo proceso para reivindicar el
carácter de intérprete supremo y Tribunal de Precedentes que ostenta este Colegiado (art. 1 de su Ley
Orgánica y art. VII del C.P.Const.), ha optado por la vía más efectiva para la ejecución y vigencia de
sus propios precedentes. El Tribunal actúa de este modo, como lo manda la propia Constitución (art.
201), en su calidad de máximo intérprete constitucional, con autonomía e independencia para hacer
cumplir sus precedentes como parte indispensable del orden jurídico constitucional.
98. 38. De este modo y en definitiva la actuación del Tribunal Constitucional, vía el recurso de agravio,
tiene por finalidad restablecer los principios de supremacía jurídica de la Constitución y de respeto de los
derechos fundamentales, los que se verían transgedidos si un juez desconoce, de modo manifiesto, los
precedentes vinculantes de este Colegiado que, conforme al artículo 1 de su Ley Orgánica, es el supremo
intérprete de la norma fundamental del Estado y de los derechos fundamentales. Se trata en definitiva del
recurso de agravio a favor de la protección y de la interpretación constitucional de los derechos que
realiza, en última y definitiva instancia, el Tribunal Constitucional, de acuerdo con el artículo 202.2) de
la Constitución, labor que se concreta de manera objetiva en sus precedentes vinculantes.
99. 39. Sentado lo anterior resulta necesario establecer las reglas procesales y sustantivas del precedente
vinculante para la procedencia, tanto del “amparo contra amparo” como también respecto del recurso de
agravio constitucional a favor del precedente. Estas reglas deben ser interpretadas siempre atendiendo a
los principios constitucionales pro homine y pro actione, a fin de que el proceso constitucional cumpla
su finalidad de tutelar la supremacía jurídica de la Constitución y los derechos fundamentales.
D) B) Regla sustancial: Para la procedencia, por única vez, de una demanda de “amparo contra
amparo”, el juez constitucional deberá observar los siguientes presupuestos:
c) c) En ningún caso puede ser objeto de una demanda de “amparo contra amparo” las
resoluciones del Tribunal Constitucional, en tanto instancia de fallo última y definitiva en los
procesos constitucionales.
(2) (2) Pretensión.– El nuevo amparo podrá incluir como pretensión lo que ha sido objeto del
primer amparo sólo si la violación del contenido constitucionalmente protegido del derecho
fundamental es de tal intensidad que desnaturaliza la decisión misma y la convierte en
inconstitucional; caso contrario, no procederá el “amparo contra amparo” por haberse
configurado la cosa juzgada constitucional. También puede invocarse como pretensión en el
nuevo amparo el desacato manifiesto de la doctrina jurisprudencial de este Tribunal, conforme a
los supuestos establecidos en el fundamento 17 de esta sentencia.
(3) (3) Sujetos legitimados.– Las personas legitimadas para interponer una demanda de “amparo
contra amparo” son las siguientes:
a) a) Frente a la resolución estimatoria ilegítima de segundo grado, emitida por el Poder Judicial
en el trámite de un proceso de amparo, donde se haya producido la violación del contenido
constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, o se haya desconocido la doctrina
jurisprudencial de este Colegiado, desnaturalizando la decisión sobre el fondo, convirtiéndola en
inconstitucional; podrán interponer una demanda de “amparo contra amparo” los directamente
afectados, siempre que tal afectación haya sido debidamente denunciada al interior del primer
proceso de amparo y no haya sido respondida por el órgano judicial o lo haya sido de forma
insuficiente. También están legitimados los terceros afectados por lo resuelto en el primer
amparo que no hayan sido emplazados o no se les haya permitido ejercer su derecho de defensa
al interior del primer amparo.
(4) (4) Juez competente.– A efectos de obtener un pronunciamiento de conformidad con el valor
superior justicia y con el derecho fundamental a un juez imparcial, el juez de primer y segundo
grado no deberá haber conocido la primera demanda de amparo.
A) A) Regla procesal: El órgano judicial correspondiente deberá admitir de manera excepcional, vía
recurso de agravio constitucional, la revisión por parte de este Colegiado de una decisión estimatoria
de segundo grado cuando se pueda alegar, de manera irrefutable, que tal decisión ha sido dictada sin
tomar en cuenta un precedente constitucional vinculante emitido por este Colegiado en el marco de
las competencias que establece el artículo VII del C.P.Const. En cualquier caso, el Tribunal tiene
habilitada su competencia, ante la negativa del órgano judicial, a través del recurso de queja a que se
contrae el artículo 19 del Código Procesal Constitucional.
B) B) Regla sustancial: El recurso de agravio a favor del precedente tiene como finalidad restablecer
la violación del orden jurídico constitucional producido a consecuencia de una sentencia estimatoria
de segundo grado en el trámite de un proceso constitucional. El recurso puede ser interpuesto por la
parte interesada o por un tercero afectado directamente y que no haya participado del proceso, sea
por no haber sido emplazado o porque, tras solicitar su incorporación, le haya sido denegada por el
órgano judicial respectivo. El Tribunal resuelve en instancia final restableciendo el orden
constitucional que haya resultado violado con la decisión judicial y pronunciándose sobre el fondo
de los derechos reclamados.
101. 41. Por lo tanto las reglas desarrolladas en la presente sentencia y declaradas en el fallo como
precedente vinculante, conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, deberán ser aplicadas por los jueces constitucionales, incluso a los procesos en trámite,
por mandato de la Segunda Disposición Final del mismo cuerpo normativo, una vez que la misma haya
sido publicada conforme a Ley.
102. 42. En el presente caso la resolución judicial impugnada es precisamente una resolución estimatoria
en un proceso de amparo. Esto permite, en primer término, advertir que, conforme a las reglas
establecidas por este Tribunal en la sentencia del expediente 200-2001-AA/TC, la demanda debe ser
declarada improcedente, debido a que, de acuerdo con una de las reglas establecidas en dicha ejecutoria,
no era posible cuestionar mediante un nuevo proceso de amparo una sentencia estimatoria.
103. 43. El Tribunal Constitucional considera no obstante que la aplicación de las nuevas reglas al
presente caso no alterarán sustancialmente la respuesta que deba dar este Colegiado al caso planteado,
permitiendo, por otro lado, ingresar a analizar el fondo de la pretensión a fin de que se establezca como
precedente vinculante, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional.
104. 44. Se aprecia de autos que si bien no se ha adjuntado al expediente las piezas procesales que
permitan establecer, de modo fehaciente, que el recurrente denunció en su oportunidad las presuntas
violaciones de sus derechos constitucionales, dicha falencia puede suplirse en este caso, en la medida en
que según manifiesta dicha afectación habría ocurrido precisamente al tramitarse la apelación, donde
según menciona, “de manera totalmente irregular, arbitraria e ilícita, no se da trámite al recurso de
apelación que se interpuso, contra la sentencia, el Gobierno Regional de la Libertad, corriendo en autos
únicamente el recurso de apelación interpuesto por José Teutico León Colonia, abogado de la Dirección
Regional de Pesquería de La Libertad”.
105. 45. La presunta afectación que reclama en este caso no se habría perpetrado en contra del recurrente
de este segundo proceso de amparo, sino, en el mejor de los casos, en contra del Gobierno Regional de
La Libertad, puesto que, según su propia afirmación, el recurrente no habría recibido respuesta respecto
de su recurso de apelación en el proceso de amparo cuestionado. Sin embargo, a fojas 3 del expediente
obra la respuesta que da el órgano jurisdiccional a un pedido de nulidad de la Sentencia del primer
amparo, de donde se desprende que incluso el Gobierno Regional de La Libertad habría formulado no
sólo un recurso de apelación sino que la mencionada resolución constituye la respuesta a un pedido de
nulidad del mencionado Gobierno Regional, rechazándolo por intentar cuestionar la decisión de fondo de
la sentencia. En consecuencia, no se aprecia violación alguna del contenido constitucionalmente
protegido de los derechos que invoca el recurrente.
Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política
del Perú
HA RESUELTO
4. 2. Establecer como precedente vinculante, conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional, los presupuestos para la procedencia del “amparo contra amparo” expuestos en
el fundamento N.° 39, así como las reglas indicadas para la admisión del recurso de agravio a favor del
precedente a que se refiere el fundamento N.° 40 de la presente sentencia.
Publíquese y notifíquese.
SS.
LANDA ARROYO
GONZALES OJEDA
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI