01 La Muerte Del Último Lector Marcela Rivera Hutinel
01 La Muerte Del Último Lector Marcela Rivera Hutinel
01 La Muerte Del Último Lector Marcela Rivera Hutinel
Alberto Giordano
Universidad Nacional de Rosario/C.O.N.I.C.E.T
Entre los papeles que Ángel Rama dejó al Este rabajo sobre el Dianb
morir, con un destino menos cierto que el de los 197ó-1983 de Ángel Rama
explora los modos en los
ensayos todavía inéditos o el de los libros que la intimidad del
inconclusos, se encont¡aban dos libretas de tapas diarisra (la lnrima distancia
duras, una azul y otra roja, en las que el cítico consigo mismo) se expone
uruguayo había llevado durante casi una década, en el registro de lo
cotidiano más acá de las
con interrupciones de años o meses, su diario
estrategias de
íntimot. Aunque no se puede saber, porque no hay autoffguración que
indicación explícita al respecto, si Rama había apuntan, desde lo privado,
previsto la posibilidad de una edición, la escritura al reconociniento público.
de su intimidad prefigura un espectro amplio de Siguiendo la enunciáción
de lo íntimo, que desborda
lecturas que desbordan los límites, siempre la trama moral y Ia retórica
ilusorios, del diálogo consigo mismo. En quién o de las
quiénes piensa el diarista mientras regisna el autorrepresentaciones
transcurrir de sus días, es una cuestión siempre intelectuales (Rama como
'último intelectual
difícil de dilucidar porque la ficción de desdo-
latinoamericano" y como
blamiento que presupone su acto parece responder "héroe modemo"), la
simultáneamente al deseo de encontrar un inter- lectura se desplaza del
locutor con el que escapar a la soledad, y al de campo del testimonio al,
el siemp¡e equívoco y
profundizar ensimismamiento al malgen de
revelador, de la experiencia
cualquier diálogo2. En qué lector pensaba Rama, si novelesca.
es que pensaba en algún otro además de sí mismo,
es una cuestión tal vez irresoluble, pero supellua a Palttb¡a cl¡uet diaio,
la luz de las múltiples lecturas a las que se abre intimidad, autofizuración,
intelec¡¡al, mo¡alidad.
continuamente su diario cada vez que el gesto de
registrar o testimoniar se subordina a un impulso
secreto que viene de ese lugar en el que las pala-
bras inventan, y no sólo presuponen, su recepción,
de la literatura. Como todos los que al escribir su
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vida en parte la pierden, por amor a la vida que A Few Dms in lv üfe of
pasa a través del lenguaje, Rama se expone en las Angel Rarrla
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de los otros, casi todos los otros que aparecen en el Diario, y al mismo tiempo
definirse como "un racional confiado en la buena fe de los homb¡es" (14-11-
t977).
Los momentos más at¡activos de cualquier diario de escritor suelen ser los
referidos a los encuent¡os del diarista con otros colegas célebres o con
personalidades de mundos afines al suyo. En el de Rama estos encuentros no
quedan consignados bajo la forma de anécdotas o chismes, sino de retratos
espirituales, un género miás afln al temperamento analltico del moralista.
En dos o tres apreciaciones breves y muy penetrantes, Rama esboza el perfil
de Co¡tázar, García Márquez o Vargas Llosa ateniéndose a la superposición de
los aspectos priblicos de sus personalidades con otros menos evidentes y por lo
general secretos. Lo extraordinario de estos ¡et¡atos es que deánen una
imagen con precisión y a la vez capturan su ambigüedad esencial. El perffl se
recorta trazando líneas divergentes que, al superponerse, componen una ffgura
en tensión. Cada modelo aparece como una presencia inepetible porque la
inteligencia y la sensibilidad del retratista ftabaian a partir del hallazgo de sus
desdoblamientos y su falta de identidad. Vargas Llosa es un "personaje
balzaciano", o un "animal al acecho", en el que los buenos modales y la
compostura peÍnanente disimulan, tanto como exhiben, "la energla salvaje
que lo mueve, [su] violencia brutal" (\Tashington, 23 [1980]). Cortáza¡ una
pugna constante e irreductible: "fbdo en él se institucionaliza, y al mismo
tiempo todo en él postula una libe¡ación de las formas, las instituciones, las
prácticas disciplinadas" (26-1,0.197 4). China Zorilla, viejo amor de juventud,
"una mujer sola, indefensa, desamparada, a pesar de su soltura, su humo¡ su
mundanidad" (9-10-1977).
En los desdoblamientos y las zonas de ambigüedad que desmienten o al
menos perturban la apariencia pública del retratado, Rama entrevé,
fundamentalmente, faltas morales: la pérdida de autenticidad y el abandono
al conformismo en Cortázar (23-12.1977\, o la sustitución de la actitud
analítica por una aproximación afectiva e interesada frente a las coyunturas de
la polftica cubana en García Márquez (10-6-1980). No hay retrato que en
algún punto, o en su totalidad, no sea una crítica severa del retratado, pero
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son las mismas que le penniten desconocer en parte los impulsos que
gobieman su necesidad de ffjar lo existente a t¡avés de un juicio. Cuando
Rama se define como alguien que "entre el 'yo'y el 'super ego'puestos en
pugna", cree "haber seguido a éste y no al primero" (3-10-197 4), aunque duda
con su acostumbrada lucidez de las razones por las que tomó tal decisión
("iexcesiva fe o respeto de las coordenadas sociales que rigen los valores? io
por lo mismo desconfianza, temor o vergüenza de lo que el primero pedía/") se
preserva del encuentro con lo incierto o equívoco de sí mismo porque
reflexiona anclado a un presupuesto axiológico exigente pero tranquilizador:
la creencia en que el yo y el super-y son los términos de una alternativa moral
que se le ofiece a la conciencia para que deffna su rumbo, una altemadva en
la que el super-1o representa el polo positivo y el lo los impulsos egoístas a los
que se debe renunciar. Haber elegido uno, no importa por qué razones, es no
haber elegido el otro. A cambio del estuerzo intelectual y los sacriffcios
subjetivos que le exigen los constantes mandatos de equilibrio y obietividad,
Rama gana no sólo un arma poderosa para enjuiciar la conducta de los demás
con altísimas probabilidades de encontrarlá inconveniente, sino, lo que es más
importante, la posibilidad de desentenderse de la ambigüedad constitutiva de
sus elecciones y sus actos. Que el yo y el sr.rper-yo son ñ.rerzas que coexisten en
tensión, sin que la conciencia pueda gobemar, y a veces ni siquiera percibir sus
intercambios; que se le puede dar al lo lo que pide, un espacio imaginario para
que el egocentrismo se expanda y fortalezca, incluso siguiendo los dictados del
slper-yo; éstas son verdades simples que el moralista no reconoce ni en la
intimidad de su diário, aunque a veces la escritura de lo íntimo las expone con
claridad.
Los últimos meses de 19?? son para Rama de los peores de su exilio
venezolano. Vive con la continua sensación del acosado, sin esperanzas de que
la situación mejore, ni de que pueda consolarse de lo que lo han hecho
padecer. "Es cuando su diario asume la función de 'memorial de agravios' y
aun de 'documentos justiffcativos para la historia', dos de las funciones que él
atibuía a los papeles íntimos de Blanco Fombona" (Pelrou en Rama, 2001:
23)s. Er ,^trlb Un cuando la presión que los fantasmas ejercen sobre el
razonamiento alcanza su mayor potencia y se transmite directamente a la
escritura. En la entrada del 30 de octubre, Rama anota las altemativas del
"implacable insomnio" en el que cae preso la noche anterior, insoportable no
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tanto porque le impide dormir, sino por "la pérdida de dominio de la actividad
psíquica que [o] lleva a presencia¡ sin fuerzas para contenerla, una sucesión
ftenética de imágenes". Cuando la imaginación del malquerido se desprende
del control al que la someten en la ügilia los effcaces "¡azonamientos
sociológicos", la conciencia se transforma en una pantalla sobre la que se
proyecta (idesde dónde?) una y ofta vez, con ligeras correcciones, la misma
escena de lucha. El héroe perseguido se enfrenta a unos villanos poderosos,
"los seudos intelectuales (borrachos y xenófobos, incapaces de toda digna
tarea intelectual) que han dominado y prostituido la vida cultural del país y se
han ensañado con nosotros"; responde a las ofensas con argumentos precisos
y otras ofensas más elocuentes que confunden al enemigo; ffnalmente, triunfa.
Las fantasías compensatorias de Rama son mcbdra rur intelectuales, con su
característica distribución axiológica de base, en los que la virtud termina
venciendo sobre el mal después de padecer persecución y, lo que es peor, ser
ignorada. Como no hay melodrama sin el reconocimiento apoteósico de la
virtud encamada en el vencedo¡ en estas fantaslas que el insomnio vuelve
visibles el combate retórico se desarrolla "ante un necesario público que
convalida y certifica el triunfo, prestándole al combatiente un cálido apoyo,
como un bálsamo a sus heridas".
El 30 de octubre de 1977, tal vez por la mañana, al comenzar el día de
trabajo, Rama escribió los recuerdos de sus fantasías insomnes para
desprenderse de ellas, para conjurar la persistencia de su influjo y olvidar que
la "sucesión íienética de imágenes" entrañaba quizá más verdades sobre su
vida que las que estaba dispuesto a reconocer. Acaso presintió un secreto
parentesco entre sus modos diumos de intervenh en los debates intelectuales
y los excesos morales de esos melodramas en los que el arte de la ¡etórica viene
a sustituir el de la esgrima y un cltico puede ser un paladín. iCuántas veces
en [a vigilia, despierto y en pleno dominio de sus facultades, habrá confundido
la de un héroe virtuoso e
su posición dentro de un combate de ideas con
injustamente rechazado? lCuántas veces habrá creído que sus razones
encamaban la Razón y que como tal debían ser reconocidas unánimemente?
La impresión de que Rama entredice en algunos momentos del Diario
aspectos de su intimidad que difícilmente hubiese podido abordar en forma
directa sin desprenderse antes de algunas supersticiones morales, se vuelve
más intensa con la lectura de lo que escribe algunos días después, en la entrada
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Jean Franco recuerda que al término de una visita que le hizo en Pafs, lo
último que oyó mientras se retiraba del departamento de Rama fue el tecleo
incesante de su máquina de escribir, acompañado en fervorosa sonoridad por
el de su muje¡ Marta Jiabas. Esta imagen feliz del matrimonio como un
compañerismo en el trabajo y el placer reaparece continuamente en el D¡¿rn
y remite a uno de los modos, el más apacible, en los que se realiza el amor en
la vida del diarista. "Dfícil pensar mi üda sin Marta. Me acostumbraría, como
a tantos estados ásperos, pero sólo extemamente. Estoy hecho con ella y sólo
con ella me entiendo. En la pieza helada del hostal, metidos en la cama,
conversando, haciendo el amor, leyendo juntos, es nuestra mutua presencia la
que nos completa. A veces puede incomodamos y podemos disputar, pero
como una variante dentro de una necesidad constante de comunicación" (18-
l-19i8). El amor como una forma de comunicación plena, fuente inagotable
de entendimiento y complementariedad. El amor definitivo, para siempre,
porque está hecho de "entrega", "necesidad", "honestidad" y "paciencia"
$ueves 27 [1980]). Gracias a la presencia 6.rme y continua de esta forma de
amor en los años del exilio, Rama pudo resistir las dificultades y las angustias
del desarraigo sin perder el equilibrio, su condición más preciada. En Caracas
y en Barcelona, en rüTashington y en Pafs, la proximidad de Marta le permitió
mantener siempre algo de sí al abrigo de las humillaciones profesionales, el
acoso ideológico y los fantasmas de la malquerencia.
El Diüio testimonia con abundancia y elocuencia cuántos y cuán intensos
fueron los placeres y los cuidados amorosos que poblaron esa convivencia
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muchas veces exitosos, de Rama por controlar los desequilibrios que provocan
en su ánimo los sacudones afectivos. La pericia con la que opera la inteligencia
a través de la reflexión le permite al mismo tiempo enfrentar lo que lo inquieta
y sustraerse a su presencia intratable, nombra¡ e incluso analizar lo que le
ocurre desde fuera de su acontecer. Así, la sobriedad y la templanza
envidiables con la que suele referirse a sus estados de angustia, más que un
modo de comunicarlos con objetividad, pafece un recurso para tratar de
contener esa angustia dentro de los límites del yo, de restituirle al yo,
amenazado de disolución, la función de sujeto.
A las frecuentes crisis de inseguridad que intranquilizan su vida en el exilio,
Rama les da un nombre un tanto excesivo, las llama "derrumbes" o "derrumba-
mientos". La radicalidad de tal designación suele quedar seriamente
connariada por la ffrmeza del lugar en el que él mismo se sostiene cuando
evalúa los alcances de esas catástrot-es psíquicas y analiza ordenadamente sus
causas posibles. Sobre este horizonte de estrategias defensivas se recorta un
momento excepcional del Dr¿rio, el único tal vez en el que el derrumbe es no
sólo el tema de la escritura sino también la fuerza dominante en su
enunciación. Entre el lunes 24 y el jueves 27 de marzo de 1980, las entradas
registran el auténtico y vertiginoso desmoronamiento anímico que
desencadena en Rama la noticia del cáncer que amenaza la r'.. de Marta.
Esas cinco páginas "son las más estremecedoras del Di¿río, las que revelan con
más crudeza su íntimo desamparo" (Peyrou en Rama, 2001:24), Son también
las más literarias, porque en ellas la relación entre experiencia y escritura
íntima da un vuelco total: el diario ya no es sólo ¡egistro, sino también medio
en el que se realiza la experiencia.
Lunes 24: en una llamada telefónica desde Bogotá, Marta le anuncia que
tiene que operarse el próximo miércoles para que le extirpen un bulto que
acaban de descubrirle en un seno. Aunque recibe la noticia con calma, a lo
largo del día se ennegrece: "Por un momento cedl a las malas aprensiones y
pensé con honor en mi üda sin ella". Antes de que se vuelva ingobemable,
interrumpe bruscamente la ronda de las fantasías con una convicción que
debe su fuerza más a la denegación del miedo que a la conffanza en lo que
vendrá: "No pasará nada malo. No pasará". Los dos párrafos restantes de la
entrada, sobre cuestiones referidas a su futuro profesional, lo muestran
(intentan mostrarlo ante sl mismo) dorninando el temor.
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los que están realmente'en la cosa"'. Habría que ver hasta qué punto esta
consideración, que Rama desprende de haber sido presentado como un o¿¡si&r a
la manera de Fredric Jameson, no es oÍo slntoma de la susceptibilidad siempre
alerta del malquerido.
? C{i. las entradas del5-9-1974, del23-12-1977 y, sobre todo, del 2-5-1980.
s Citado por Tomás Eloy Martínez en "Ángel Rama o el placer de la crítica".
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