Sombología Masónica
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RupScience - "Análise das cadeias operatórias, Arqueometria e cronologia de Pinturas Rupestres. Uma aproximação à tecnologia dos materiais em contextos de
Portugal, Espanha e Colômbia". View project
All content following this page was uploaded by José Julio García Arranz on 28 February 2017.
Madrid
2013
© 2013 Turpin Editores S.L.
e-mail: [email protected]
ISBN: 978-84-940720-2-4
Depósito Legal: M-20640-2013
Plenarias
(en orden de exposición)
Ponencias
(en orden alfabético)
A Guy,
excepcional persona, ejemplar maestro
1
En el término freemason –«francmasón»–, que se documenta por vez primera en 1376 en un manuscrito
inglés, se fundamentan las denominaciones de Freemasonry o Franc-maçonnerie que la Orden adquiere en los
ámbitos anglosajón y francófono. No existe acuerdo sobre si el término «francmasones» se refiere a aquellos
obreros que trabajaban la «piedra franca», material noble y resistente utilizado en escultura, o bien el prefijo
«franc» se aplicaba a las personas que gozaban de privilegios o de un estatuto particular, por lo que en nuestro
caso pudiera hablarse de «albañiles libres» que se beneficiaban de ciertas franquicias locales o municipales.
2
Durante la Edad Media y al comienzo de los Tiempos Modernos se desarrolló un complejo sistema orga-
nizativo del trabajo de los operarios y maestros de la construcción documentado a partir del s. XI en los paí-
ses europeos donde se levantaban edificios religiosos. Existían, por una parte, las agrupaciones empresariales
de canteros dedicadas a la erección de una construcción determinada, que se reunían en «logias» particulares
que eran, por esencia, temporales, en función de la duración de la edificación (ya fueran varios decenios
o un siglo). Estas logias o asociaciones, constituidas por asociados voluntarios (el maestro-empresario, los
compañeros obreros cualificados y los aprendices), podían estar agrupadas en organizaciones territoriales
más o menos amplias que podrían considerarse ancestros de las «grandes logias». Esto es lo que se deduce
de ciertos manuscritos ingleses conocidos como Old Charges –más adelante volveremos sobre ellos–, entre
los que cabe destacar los denominados Regius o Manuscrito Real (c. 1390) y Cooke (c. 1400-1410), ambos en
el Museo Británico. Con la finalización de las grandes construcciones góticas y renacentistas, y al menos en
Inglaterra, los canteros, obreros y artesanos vinculados al mundo de la construcción, decididos a mantener
vivo el espíritu de las antiguas cofradías y organizaciones gremiales, fundaron logias sedentarias toleradas
por el poder, detentoras de unas formas incipientes de masonería «operativa». Pero se trataba de asociaciones
poco numerosas, que no podían mantenerse de las simples evocaciones de su glorioso pasado. Ello podría
explicar el fenómeno de que estas logias operativas fueran progresivamente abiertas a los no profesionales:
nobles, eclesiásticos, notarios, burgueses ricos e intelectuales influyentes admitidos a participar en las acti-
vidades de tipo confraternal, sin olvidar el hecho de que éstos podían aportar una contribución financiera
Simbología masónica 61
que resultaba muy interesante para su reactivación. Sin embargo, estos masones «aceptados» irán suplantando
progresivamente a los operarios y artesanos, de modo que, a la larga, la mayor parte de las logias no volverá
a contar más en su seno con profesionales de la construcción. Esta teoría de la conexión directa entre los
constructores de la Edad Media y los masones de los ss. XVII y XVIII, basada en la introducción progresiva
de miembros ajenos a la práctica arquitectónica a unas logias cada vez menos operativas y más simbólicas,
estudiada para el caso escocés por autores como David Stevenson, ha sido rechazada por otros investigadores
que hablan de ruptura total entre ambas agrupaciones, o, al menos, de la imposibilidad de verificar con prue-
bas documentales esa cierta continuidad (Uyttebrouck, 1993: 7-8; Chaboud, 2008: 37-38).
3
En efecto, los primeros francmasones especulativos se reunían en las salas de tabernas, dibujando con
tiza, bajo la figura del sol, un «templo» simbólico. Estas reuniones se prolongaban en forma de banquetes
en los cuales los participantes se prometían obrar en el exterior de acuerdo a las ideas generosas que ha-
bían intercambiado durante el encuentro. Pronto, sus miembros manifestaron el deseo de estructurarse y
unirse, testimoniando una voluntad propia a la masonería de «reunir aquello que está disperso», aunque las
cuatro logias que constituyeron el núcleo inicial de la Gran Logia de Londres conservaron los nombres
de las tabernas donde se reunían: «La oca y la parrilla», «La corona», «El manzano» y «El vaso y las uvas»
(Chaboud, 2008: 38).
4
Así se prescribe en el capítulo 6 de las Constituciones de Anderson. Su visión nada sectaria del Ser Supre-
mo, en contraste con la feroz intolerancia religiosa que caracterizó a este periodo, y la posibilidad de la
existencia de miembros no cristianos, contribuyeron sin duda al éxito del movimiento, y promovieron su
expansión fuera de Inglaterra, como testimonian las numerosas fundaciones de logias documentadas en
toda Europa durante la primera mitad del s. XVIII (MacNulty, 1993: 86).
5
La aparente transición de una masonería puramente operativa hacia otra simbólica, con la progresiva
aceptación de miembros «no operativos», parece ya producirse desde fines del s. XVI, y muy especialmente
a lo largo del XVII, en lo que supondría una larga fase de transición. El último Gran Maestro operativo de
la antigua masonería, el arquitecto Cristopher Wren, director años antes de la construcción de la catedral de
San Pablo de Londres, abandonó el cargo en 1702 por sus opiniones religiosas; este personaje constituyó un
nexo crucial de unión entre la francmasonería especulativa y las guildes operativas durante la reconstrucción
de Londres tras el devastador incendio de 1666 (Baigent y Leigh, 2005: 196-197).
62 José Julio García Arranz
6
A lo largo del s. XX, sin embargo, se observa un desinterés progresivo por la dimensión ritual simbólica de
la masonería, o, al menos, de sus tradiciones y función trascendente, en contraste con una creciente impli-
cación social y benéfica; tal distanciamiento ha podido ser fruto de los continuados conflictos con la Iglesia
–las primeras condenas pontificales se remontan a 1738–, con el consecuente rechazo hacia unos símbolos
y ritos que podrían guardar ciertas conexiones con la liturgia católica, o de las persecuciones producidas
por los regímenes totalitarios en Europa a partir de los años treinta, que obligaron a la práctica clandestina.
7
En las Old Charges no encontramos rastro alguno de la transferencia de cualidades morales a las herra-
64 José Julio García Arranz
mientas de trabajo, con lo cual, aunque existe cierta controversia al respecto, parece que ese revestimiento
simbólico de los útiles de construcción es una invención exclusivamente especulativa, sin precedentes
claros en la masonería operativa. Indica al respecto Luc Nefontaine (1994: 17) que la «simbolización de la
construcción» o de los útiles, que tiene su origen a principios del s. XVIII, constituye el principal rasgo
distintivo de la masonería moderna respecto a la operativa, factor que origina la ontogénesis del importante
corpus simbólico masón. Lo que sí contienen aquellos reglamentos medievales, como veremos a conti-
nuación, es una especie de historia mítica de su profesión desde los orígenes de la humanidad, repleta de
personajes y hechos que estimularán la imaginación de los primeros masones modernos.
8
«Estas leyendas de la Francmasonería constituyen una parte considerable y muy importante de su ritual.
Sin ellas, la parte más valiosa de la práctica masónica como un sistema científico podría dejar de existir. Es,
de hecho, en las tradiciones y leyendas de la Francmasonería, más incluso que en sus símbolos materiales,
donde vamos a encontrar la profunda instrucción religiosa que la institución se propone inculcar […]. Los
mitos o leyendas que se prestan a nuestra atención en el curso del estudio completo del sistema simbólico
de la Francmasonería pueden considerarse divididos en tres clases:
1. El mito puede estar encaminado a la transmisión de una narración de hechos tempranos y acontecimientos
con un fundamento en la verdad, aunque esta verdad, sin embargo, ha sido en gran medida distorsionada
y pervertida por la introducción de circunstancias y personajes, y de este modo constituye el mito histórico.
2. O puede haber sido inventada y adoptada como medio para enunciar un pensamiento particular, o para
inculcar una cierta doctrina, y es entonces cuando llega a ser un mito filosófico.
3. O, en fin, los elementos verídicos de la historia real pueden predominar en gran medida sobre los
materiales ficticios e inventados del mito, y la narración puede ser, en su parte esencial, construida de
hechos ligeramente coloreados por la imaginación, cuando ello conforma la historia mítica». La trad. es
nuestra a partir de un texto procedente de Mackey (1869: 200 y 204-206). A la hora de aproximarse
a aquellos fundamentos simbólicos de la Masonería moderna, deben disociarse nítidamente los
prolegómenos históricos la Orden –trazados más arriba en líneas muy generales–, o incluso aquellos relatos
complementarios que puedan mantener cierto fundamento histórico, de las numerosas leyendas y mitos
con los que, desde su fundación, se vienen adornando sus supuestos orígenes y fuentes primigenias de
inspiración. Precisamente uno de los principales problemas de una buena parte la abrumadora bibliografía
existente sobre los símbolos y emblemas masónicos reside en su incapacidad –o falta de voluntad– para
separar ambos contextos, que se amalgaman sin ningún tipo de criterio riguroso o crítico.
Simbología masónica 65
Fig. 3. «El duque de Montagu, Gran Maestro de la Fig. 4. Anónimo, Las columnas de los hijos de Lámek
Gran Logia de Londres, entrega las Constituciones y los ‘Noáquidas’, certificado ilustrado de
a su sucesor, el duque de Wharton», frontispicio iniciación del Gran Oriente de Bélgica
grabado de The Constitutions of the Free-Masons, emitido en Amberes, 1867.
Londres, 1723.
De hecho, los primeros reglamentos masónicos se harán eco casi literal de aque-
llos manuales de buena conducta de los antiguos gremios constructores. Las célebres
Constitutions of the Free-Masons o Constituciones de Anderson [fig. 3]9, estatutos de la
Gran Logia de Londres constituida, como dijimos, en 1717, publicados por vez pri-
mera en Londres en 1723, e inspirados esencialmente en el Ms. Cooke, dedican el pri-
mero de sus cuatro apartados a una historia legendaria de la masonería que se remonta
a la Creación, y, el segundo, a un repertorio de obligaciones del masón, todo ello
reescrito de forma bastante literal a partir de las Old Charges10. La primera parte co-
mienza con un elogio de las artes liberales, en especial de la Geometría, justificando la
idea imperante de Dios como Gran Arquitecto del Universo –concepto de demiurgo
ordenador ya expuesto por Platón en Ti 53b, y emparentado con el «Gran Relojero»
de Voltaire–, primer maestro que transmitió los secretos a nuestro padre Adán, forma-
do a su propia imagen. Continúa con la enumeración de un cierto número de perso-
nalidades bíblicas que, de acuerdo con la tradición de los constructores, se encontró
en posesión de aquellos arcanos. Entre ellas se cuentan Túbal-Caín, Lámek y dos de
9
Llamadas así por el apellido de James Anderson, pastor de la iglesia presbiteriana escocesa, que compiló las
distintas aportaciones para el texto y desarrolló una parte importante, aunque no esencial, de su redacción.
10
La tercera parte es un reglamento general de la Gran Logia de Londres, y, la cuarta, la transcripción de
cuatro canciones masónicas. En cuanto a los «deberes», son bastante homogéneos, y los generales consisten
en la fidelidad a Dios y a la santa Iglesia, al rey y a las autoridades locales; respecto a la moral, se resumen
en el amor fraternal entre los afiliados, la obligación de servir a la cofradía y particularmente a la logia, y
practicar la deontología profesional especificada con muchos detalles, a la vez morales y técnicos. Estos tex-
tos han desaparecido en la masonería especulativa, donde ya no tienen cabida, si bien podemos encontrar
aún sus huellas en el compagnonnage.
66 José Julio García Arranz
sus hijos,Yabal y Yubal, que transmitieron, inscrita en dos grandes columnas [fig. 4]11,
aquella ciencia «antediluviana» a los descendientes de Noé o «Noaquitas»: Nemrod,
Moisés, Abraham, David, Salomón y los dos Hiram: el rey de Tiro y aquél, Hiram
Abib, al que los masones consideran gran constructor del primer Templo de Jerusa-
lén, y que adquirirá un protagonismo preponderante en el imaginario y rituales de la
Orden. Aparte de estos patriarcas veterotestamentarios, otros protagonistas habituales
de la trama legendaria masónica son Euclides –considerado discípulo de Abraham–,
Hermes Trismegisto, Pitágoras u otros personajes, no siempre verificados histórica-
mente –Naemus o Naymus Graecus, Charles Martel, san Columbano, san Albán, el
rey anglosajón Athelstán y su hijo Edwin…–, que se ocuparon de mantener vivo el
«conocimiento secreto» durante los siglos medievales.
Si bien aquellas Old Charges abastecieron a las nuevas hermandades masónicas de
abundantes narraciones legendarias, carecían, sin embargo, de descripciones ceremo-
niales complejas12, por lo que la masonería moderna se vio obligada a «reconstruir»
una trama ritual y una escenografía supuestamente inspiradas en el espíritu de la vieja
tradición. Sabemos que durante el s. XVII el «trabajo» de las logias respondía a un ritual
muy sencillo, que se desarrollaba en torno a una mesa, y consistía fundamentalmente,
además de la oración inicial y final, en la recepción de nuevos miembros, las deno-
minadas Lecturas –principal forma de instrucción basada en una especie de catecismo
que incluía la explicación de los símbolos propios, la transmisión de unos principios
éticos y una historia mítica referida a los antiguos constructores13–, la comunicación
de ciertas palabras y signos de reconocimiento, la enumeración y compromiso jurado
de cumplimiento de las obligaciones, y las actividades de tipo confraternal, entre las
que los banquetes desempeñaban un papel central. Este ritual se irá complicando con
posterioridad a la unificación y regularización de las logias, de modo que el peso del
mismo basculó de las Lecturas a un sistema ya iniciático de grados comparables a los
actuales de aprendiz y compañero. En la tercera década del s. XVIII muchas logias eu-
ropeas ya seguían un rito que incluía los tres grados básicos de la forma común que se
11
Las versiones sobre estas dos columnas o pilares, uno de piedra y otro de ladrillo, que contenían todo
el conocimiento de las artes y las ciencias amasado hasta ese momento, varían según los ritos. Para unos
fueron erigidos por Seth, el nieto de Adán; otros, sin embargo, reclaman que los pilares fueron construidos
por Henoch, cinco generaciones después de Seth.
12
En aquellos documentos, en los que ya se establece una discriminación laboral entre maestros, compa-
ñeros y aprendices, tan sólo encontramos referencias al secreto que se debe tener sobre las deliberaciones
mantenidas en la logia o taller, un juramento respecto al reglamento de su oficio, y trazas de una ceremonia
de aceptación –no aún de iniciación– en el gremio de los constructores (Nefontaine, 1994: 12).
13
Robert Macoy (1872: 680) ponía así de manifiesto la importancia de las «Lecturas simbólicas»: «Las for-
mas, símbolos, y ornamentos del Arca Real de la Masonería, así como los ritos y ceremonias que en el pre-
sente se encuentran en uso entre nosotros, fueron adaptados por nuestros predecesores en la construcción
del segundo templo. De este modo, para preservar en nuestras mentes los significados providenciales por
medio de los cuales ese gran descubrimiento fue efectuado, así como en nuestros corazones la lección de
esa elevada moralidad, nosotros, como miembros de este exaltado grado, gracias a la práctica, disponemos
del recurso a las explicaciones de la lectura simbólica» (la trad. es nuestra).
Simbología masónica 67
14
Se considera –sin fundamento histórico contrastado– que algunos de los miembros más cultos de esta
escuela romana que dirigía la actividad de la construcción pudieron interesarse por las especulaciones filo-
sóficas vinculadas al contexto de su ocupación, y tal vez entre ellos pudo ponerse en práctica y preservarse
algún «antiguo misterio» sobre geometría sagrada, que se supone heredado directamente del pensamiento
pitagórico, orientado hacia la arquitectura (MacNulty, 1993: 8).
15
Añade W. Kirk MacNulty (1993: 8-9) que tan sólo existen especulaciones sobre el modo en que este
conocimiento esotérico se transmitió a través de la Cristiandad, y en particular a Inglaterra, donde sabemos
que tuvo origen la masonería especulativa. Frente a la teoría poco rigurosa de una transmisión directa de
esta línea de pensamiento esotérico desde las escuelas romanas hasta las primeras cofradías medievales de
68 José Julio García Arranz
Francia e Inglaterra, nosotros refrendamos la opinión de un fenómeno inverso: al tiempo que se consolida
la masonería especulativa, se comienzan a buscar y estudiar corrientes de pensamiento, antiguos misterios
y rituales, relatos legendarios o restos arqueológicos que muestren alguna coincidencia con el ritual e
imaginario masónicos que empiezan a fraguarse desde principios del s. XVIII, alimentados en buena parte,
precisamente, por el aporte progresivo de todas aquellas tradiciones ancestrales.
16
Una pequeña agrupación británica fue representativa de esta moda: la Orden hermética del Alba Dora-
da, sociedad secreta fundada a finales del s. XIX por ocultistas y algunos masones, que supone una mezco-
lanza de teosofía, mitos masónicos y alquímicos. Numerosos escritores y artistas frecuentaron esta sociedad,
como Bram Stoker, Arthur Machen, y masones como Annie Besant, Oscar Wilde o Arthur Conan Doyle,
este último ferviente apasionado del espiritismo.
17
Tal secreto podría estar referido, de forma genérica, a las narraciones míticas que trascienden signos y ri-
tuales, o, en ocasiones, de manera más precisa, de acuerdo con el relato cripto-bíblico del arquitecto Hiram,
sobre el que más adelante volveremos, a ciertas palabras o signos de reconocimiento propios del grado de
maestro. En la actualidad se entiende que el secreto es un concepto de naturaleza espiritual –así se refleja
en el reglamento de la Gran Logia de Francia–, que alude a las emociones incomunicables e intransferibles
que el aspirante experimenta durante el proceso de iniciación.
Simbología masónica 69
18
De acuerdo con la tradición masónica, Pitágoras fue, junto con el legendario Hermes Trismegisto –
personalidad esta última omnipresente en el origen de toda corriente esotérica que se precie–, uno de los
fundadores míticos de la Orden. De acuerdo con una de sus leyendas, ambos personajes se encontraron
con las columnas en las que Lamec y sus dos hijos inscribieron, antes del gran Diluvio bíblico, los princi-
pios de la ciencia primordial transmitida a la humanidad desde sus orígenes. Ambas columnas –asimiladas
posteriormente a las columnas J y B del templo masónico–, constituyen los fundamentos ideológicos de
la Orden: el hermetismo que se confiere a su naturaleza iniciática en busca de la luz y la sabiduría, y el
pitagorismo, que proporciona los elementos aritméticos y geométricos necesarios que reclama el simbolis-
mo constructivo; se considera que ambas corrientes son directa o indirectamente de origen egipcio, en un
70 José Julio García Arranz
19
Ya desde 1724 tenemos noticia de sistemas de gestos como el Gutural, Pectoral, Manual o Pedal –o
Pedestal– referido a las distintas partes del cuerpo.
72 José Julio García Arranz
significación y valor. De este modo, los útiles son insertados en un sistema coherente,
el de la iniciación masónica, donde adquieren una dimensión suplementaria: cada uno
de ellos, a partir de su utilidad práctica propia –pues no dejan de ser los objetos físicos
que emplea el artesano para realizar su trabajo, cuyo uso requiere una gran destreza–,
proporciona una enseñanza al neófito que le permitirá conocerse mejor a sí mismo y
avanzar en la armonía con sus hermanos [fig. 8]. En su trasposición del trabajo operativo
al especulativo, las herramientas representan las capacidades psicológicas con las que el
masón debe identificarse, dominar y después utilizar en su vida cotidiana, y su familia-
ridad con ellas resulta necesaria para su adecuada progresión20. Así, en el primer viaje,
cincel y martillo sirven al profano para desbastar su «piedra bruta», esto es, su propia
persona, y liberarla así de sus imperfecciones, tarea básica en el grado de aprendiz. Pero,
en su transición al grado de compañero, debe aprender igualmente a servirse de otros
utensilios: en el segundo viaje, la escuadra y el compás le procurarán el conocimiento de
la Geometría; la regla y la palanca, en el tercer viaje, permiten al futuro compañero saber
combinar el espíritu y la fuerza; la enseñanza de la plomada y del nivel está reservada al
cuarto viaje; a lo largo del último viaje, en fin, la paleta viene a rematar el trabajo para
que quede acabado y perfecto el edificio del conocimiento (Morata, s. a.: 19)21.
Ya adelantamos que la iconografía de los útiles se encuentra estrechamente rela-
cionada con diversas formas y figuras geométricas. En las viejas Old Charges se ponía
de manifiesto la gran importancia de la Geometría –disciplina sagrada, empleada por
el Gran Arquitecto en la creación del Universo, y adoptada por filósofos herméticos
y constructores para la propuesta de una Cosmogonía concebida como Architectura o
Harmonia mundi (Ariza, 2007: 12)– en relación con las demás Artes Liberales22. No faltan
en el imaginario masónico, por tanto, diversas formas geométricas, recuperadas de re-
motas corrientes filosóficas –esencialmente la pitagórica–, que se revisten de complejos
ropajes místicos y cosmogónicos.Tal vez la figura más habitual sea el delta luminoso –a
20
Dependiendo de los textos, la interpretación que se hace de la lectura interpretativa y reflexiva de estas
herramientas puede evolucionar desde lo más elemental, hasta unas complejas implicaciones místicas y
filosóficas que, de nuevo, nos devuelven a la vertiente más legendaria y mitificada de la masonería.
21
En tanto para el primer Grado se presentan al aspirante herramientas de medida y preparación –escuadra
y compás, plomada y nivel, martillo y cincel–, necesarias para que una persona empiece a conocer su ofi-
cio, en el segundo Grado encontramos ya los útiles de un trabajador cualificado –los anteriores, más regla
graduada y palanca– y, en el tercer Grado –sus herramientas propias son el lápiz, el compás y el skirret–, ya
se suministra el equipamiento propio de un arquitecto.
22
En el Ms Regius se indica que el gran geómetra Euclides fue el creador de las «siete ciencias», y en el Ms
Cooke leemos: «No debe maravillar lo que dije de que todas las Ciencias existen únicamente en la Ciencia
de la Geometría. Pues no hay objeto artificial o manual que pueda ser creado por las manos del hombre,
pero sí por la Geometría.Y hay una notable razón para ello: pues si un hombre trabaja con sus manos, éste
trabaja con cierto tipo de herramienta: y no hay instrumento en este mundo material que no proceda de la
naturaleza de la tierra, y que a la tierra no regrese.Y no hay instrumento, es decir, herramienta de trabajo,
que no tenga cierta proporción, y la mayor o menor proporción es medida, y la herramienta o instrumento
es tierra, y la Geometría es definida como ‘la medida de la tierra’. De este modo puedo decir que el hombre
vive en su totalidad por la Geometría, pues todos los hombres en este mundo presente deben vivir gracias al
trabajo de sus manos» –la trad. es nuestra a partir del texto inglés reproducido en Moore (2009: 131-133)–.
Simbología masónica 73
veces, con la imagen del ojo interior, o los caracteres hebraicos del tetragrama sagrado,
conforme a su concepción trinitaria cristiana– así como la estrella de 5 puntas –pen-
tagramática o pentalfa– o estrella flamígera, ambos presentados como símbolos respectivos
del Gran Arquitecto y de la luz de la razón y de la inteligencia humanas que han de pre-
sidir las actividades de la logia. Normalmente, en el interior de la estrella de cinco puntas
encontramos inscrita la letra «G», que ocupa una posición central y significativa en todos
los templos como llamada al ideal superior hacia el que deben tender los esfuerzos de
todos los adeptos; puede hacer referencia a
Dios, de acuerdo con su denominación en
los países anglogermánicos –God, Gott–,
como Gran Arquitecto o Gran Geómetra,
a la propia Geometría como fundamento
de las restantes artes y ciencias, a concep-
tos como gnosis, gravitación, generación,
género humano, genio…, o sencillamente
aludir a la letra griega gamma, cuya grafía
es similar a la de una escuadra (Moore,
2009: 144-145) [fig. 9].
Otras figuras geométricas frecuentes
son la transcripción visual del teorema
de Pitágoras sobre el triángulo rectángu-
lo de lados 3-4-5, o el círculo con un
punto central dispuesto entre dos líneas
verticales paralelas. Este último signo,
frecuente en los cuadros de logia, es una
composición basada en la proporción di-
vina o número de oro. Su figura, sobre la Fig. 9. Anónimo, «Cámara media del templo», en
que suele descansar el Libro Sagrado y Jeremy L. Cross, The True Masonic Chart or
Hieroglyphic Monitor, Nueva York, 1851.
sobre él, a su vez, la escala ascendente de
Jacob, representa en sus dos líneas rectas
a las columnas B y J del acceso al templo, que, a su vez, aluden simbólicamente a los
patrones cristianos de la Masonería –heredados de su vertiente operativa–, los dos
santos Juanes, si bien, con la de-cristianización del s. XIX, ambas líneas cambiaron su
denominación por la de Moisés y el rey Salomón, personajes más fácilmente acep-
tables para otras creencias religiosas. Si pensamos en el círculo como el mundo creado
por la divinidad, por el cual tenemos que circular a lo largo de nuestra vida, el hombre
se encuentra en el centro del mismo, con su conducta regulada por la sabiduría que
emana de las dos paralelas y el libro de la Ley Sagrada.
23
Según la leyenda, las grandes obras del Templo de Jerusalén atrajeron a tres nuevos operarios (Abiram,
Romvel y Gravelot, o Habben, Schterke y Austersfurth, o Jubelas, Jubelos, y Jubelum, etc.). Deseosos del
salario que iban a percibir, pero sobre todo impacientes por acceder al grado de maestros de la construcción,
se decidieron a obligar al arquitecto Hiram a revelarles, por la fuerza si era necesario, las palabras sagradas
de la maestría. Sabiendo que Hiram acostumbraba a pasearse por el edificio, los tres compañeros acordaron
apostarse en las tres puertas del templo y esperar la llegada de su maestro. Al traspasar la puerta sur, Hiram
se encuentra con el primero, que le demanda que le revele sus secretos; Hiram se niega y el compañero,
furioso, le golpea en la garganta con una regla. Herido, Hiram se retira hacia la otra puerta, donde se repite
la escena, y el segundo compañero le golpea con una escuadra en el lado izquierdo del pecho. Casi muerto,
el arquitecto se dirige a la tercera puerta, donde el tercer obrero, ante la misma negativa, acaba con él de un
golpe de martillo en la frente. A continuación, los tres compañeros entierran sus despojos a las afueras de la
ciudad, y plantan sobre la tumba una rama de acacia. Todo este mito gira en torno al rito de la muerte y la
resurrección, puesto que, por medio de los tres golpes, se simboliza la muerte física, la muerte emocional
y la muerte mental. Hiram renace a la vez en un cuerpo, un corazón y un espíritu mejores. La leyenda de
Hiram puede ser representada, parcialmente o mediante sus símbolos, sobre los mandiles de maestros o en
los altos grados, pero también en los tableros de la logia de maestro, como veremos.
24
En I R 4, 14-18 se menciona igualmente a Adoniram como prefecto de todos los obreros; en él se
pretende ver al mismo personaje revestido de funciones distintas.Ver Ariza (2007: 160, nota 6).
25
«Los usos y costumbres de los Masones se han correspondido siempre con aquéllos de los antiguos Egip-
cios; con los cuales, además, guardan una cercana afinidad. Esos filósofos, celosos de exponer sus misterios
a los ojos del vulgo, encubrieron sus particulares dogmas y principios de política y filosofía bajo figuras
jeroglíficas; y expresaron sus nociones de gobierno mediante signos y símbolos, los cuales ellos tan sólo
comunicaron a sus Magos, quienes eran obligados mediante juramento a nunca revelarlos» (Preston, 1829:
76 José Julio García Arranz
Fig. 11. Templo masónico concebido como Fig. 12. Mandil con caballero, virtudes teologales
templo egipcio, mandil «Retorno de Egipto», y símbolos rosacruces. Dibujo a mano mediante
finales del s. XVIII. Pintura azul sobre seda blanca. patrones sobre piel, de la casa Guérin (finales del s.
Col. Gran Oriente de Francia, París. XVIII). Col. Gran Oriente de Francia, París.
27
Valgan los ejemplos de Robert Moray (c. 1600-1673) o Elias Ashmole (1617-1692). Ambos, que se
cuentan entre los primeros masones aceptados conocidos, testimonian un temprano interés de la masonería
por el Hermetismo, la Cábala o los templarios. Los dos fueron miembros fundadores de la Royal Society,
creada en 1660 en Oxford, que reagrupó a la élite intelectual de su país; 24 de sus componentes –con John
Locke– figuran entre los masones que fundaron la Gran Logia de Londres (Yates, 2008: 264 y ss.; Baigent
y Leigh, 2005: 190-193).
28
Además de las Constituciones de 1723, uno de los textos más influyentes en el pensamiento y simbología
masónicos modernos son los Discours de Ramsay de 1736. En este tratado se propone un origen templario
y escocés de la «confraternidad» de los francmasones, y se insiste en el carácter caballeresco de la Orden.
Este texto se inscribe en un momento de proliferación descontrolada de Altos Grados, y da lugar a un
simbolismo particular que va a llenar sus templos de caballeros, espadas, estandartes y armaduras medievales.
29
Denominado Soberano Príncipe Masón, o Caballero del Águila o del Pelícano, el Caballero Rosacruz
se corresponde al 18º grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y al 7º grado del cuarto orden del rito
francés. Para un exhaustivo análisis de la historia, ritos y símbolos de los Altos Grados de las distintas obe-
diencias, ver J.-P. Bayard (2008).
30
Salvator Farina (2007) reproduce y comenta los emblemas heráldicos de los tres grados básicos o «grados
azules», junto con los correspondientes a los restantes treinta Altos Grados del Rito Escocés.
78 José Julio García Arranz
Robert Macoy (1872: 680-681) define a la Masonería como un «sistema de verdad», incorporado al plan
31
original de la divina creación, que fue revelado por Dios al primer hombre, e impregnó la primitiva Orden
masónica, «velada por medio de la alegoría, e ilustrada con símbolos».
Simbología masónica 79
32
La trad. es nuestra.
33
Las reflexiones sobre el simbolismo masón insisten frecuentemente en la idea, de evocaciones jungianas,
de que esas «formas y estructuras simbólicas» pretenden responder «a unos arquetipos universales, a unos
principios que son coetáneos con cualquier tiempo o circunstancia histórica o personal, por lo que pueden
ser actualizados en cualquier momento».
80 José Julio García Arranz
Es un rectángulo orientado hacia la infinitud de los cuatro puntos cardinales –los lados cortos a Oriente
34
y Occidente, y los largos al Mediodía y Septentrión–, cuya «altura» simbólica se entiende es la que media
entre la superficie de la tierra y los Cielos, y cuya «profundidad» es la que distancia la superficie del centro
de la tierra (nadir), en una interpretación espacial de la universalidad de la Masonería. Conforma el interior
del edificio, por tanto, una imaginaria cruz tridimensional, cuyos ejes de coordenadas conformarían la
estructura interna de la logia a imagen misma del Cosmos.
Simbología masónica 81
35
A veces la piedra cúbica presenta también una rica decoración a base de complejos diagramas. En
algunos manuales masónicos se mantiene la terminología «salomónica» para referirse a las distintas partes
del templo: el extremo oriental o Sanctasanctorum recibe el nombre de Debir; Hikal es el espacio de la nave
entre la cabecera y el pórtico de entrada o vestíbulo, recibiendo este último la denominación de Ulam –1
R 6, 1s; 2 Cro 3, 1s; Ez 40, 48s–.
36
De manera generalizada este pavimento ajedrezado, junto con la estrella flamígera y la «Cadena de
unión» que rodea el interior del Templo a la altura del friso, son los denominados «tres ornamentos de la
Logia».
37
Estas tres columnas o pilares, en ocasiones identificados con deidades de la mitología clásica (Sabiduría =
Minerva; Fortaleza = Hércules; Belleza = Venus), suelen rematarse con capiteles distintos correspondientes
a los principales órdenes clásicos, que a su vez se asocian a diversas cualidades: la columna corintia
(Belleza) es un agente activo, exuberante, creativo y expansivo; la dórica (Fortaleza) es un agente pasivo,
reflexivo, tradicional y restrictivo; la jónica (Sabiduría), es, finalmente, un agente equilibrado, consciente
y coordinado, cuya obligación es mantener a los otros dos en un equilibrio dinámico. Se considera, del
mismo modo, que constituyen las Tres Pequeñas Luces de la Masonería. En lo alto de cada uno de ellos
se dispone una vela que es encendida con la apertura de los trabajos, y apagada inmediatamente antes de
su clausura –en las ilustraciones del Rito Francés vemos sencillamente candeleros en lugar de columnas–.
De este modo, además de las «ideas» rectoras que han de presidir los trabajos de la logia, estos soportes
representan la iluminación del interior del templo, apartando las tinieblas en que se encontraba sumido
antes de su apertura, acto que suele vincularse a ritos cosmogónicos de fundación o creación de un espacio
y un tiempo autónomos de la realidad circundante.
82 José Julio García Arranz
las «Tres Grandes Luces»: el libro de la «ley sagrada» –libro sagrado, las Constituciones,
o sencillamente un volumen en blanco–, la escuadra y el compás, cuya diferente
superposición puede aludir a uno u otro grado; es en torno a él que la fraternidad
efectúa sus ritos, y en su presencia se pronuncian los compromisos y «alianzas» que se
contraen con la Orden y el Espíritu que la vivifica.
El sol y la luna simbolizan el dualismo del día y la noche, así como los principios
activos y pasivos: el sol = fuego = acción, trabajo; la luna = agua = reflexión, imagina-
ción. Estas dos luminarias son situadas al fondo del edificio, la una a la derecha, la otra
a la izquierda, según los ritos. A oriente, sobre la cátedra del Venerable, se dispone un
delta luminoso, cuya significación se vincula al simbolismo tradicional de la Trinidad
cristiana; el ojo en el centro del triángulo simboliza el sol visible, pero también el ver-
bo, el principio creador, en ocasiones reemplazado por el tetragrama sagrado IEVE, a
partir de las letras hebraicas (Iod, He, Vau y He), nombre inefable del Gran Arquitecto.
Los rituales que se desarrollan en el espacio del templo, como escenificación
de los desarrollos iniciáticos, producen desplazamientos en su interior conforme a
una circulación en torno al pavimento de mosaico, en un sentido u otro según la
orientación simbólica. Ello propicia una visión dinámica del interior del edificio,
potenciada por la cadena o cuerda anudada ininterrumpida que rodea todo en su
friso interior, y mediante las doce columnas o pilares que enmarcan el recinto –para
algunos, representación de los doce signos zodiacales: cinco a septentrión, cinco más
a mediodía, y las dos restantes (columnas J y B) a occidente, en el Pórtico de la en-
trada–; todo ello sugiere un cierto movimiento cíclico que, de acuerdo con ciertas
visiones macrocósmicas del templo masón, se equipara a la rotación de los planetas y
demás estrellas y constelaciones, e influye en el cambio alternativo de las estaciones y
el mantenimiento y renovación de la vida, maquinaria perfectamente diseñada por el
Gran Arquitecto universal cuya interpretación nos sirve de aprendizaje, puesto que el
hombre fue hecho a imagen del Cosmos.
38
Existe un interesante testimonio de que, al menos durante el s. XVIII, existieran cuadros de logia tanto
para los tres grados básicos, como para otros Altos Grados: se trata del conjunto de 17 espléndidas tablas
realizadas entre 1763 y 1770 para la logia de La Perfecta Armonía –hoy de la Perfecta Unión– de Mons
(Bélgica), publicadas por Debusschere (2000).
84 José Julio García Arranz
operativa, larga pieza de cuero o piel de cordero empleada por los canteros para
proteger el cuerpo de las lascas de la labra de la piedra y de los golpes de los útiles.
Es por tanto un instrumento de trabajo que el aprendiz recibe, junto con un par
de guantes blancos, en el primer día de su iniciación. En el s. XVIII se redujeron
sus dimensiones en aras de la elegancia, y en el s. XIX e inicios del XX se fijaron
definitivamente sus proporciones –unos 35/40 cm de altura por otros tantos de
ancho– y su diseño definitivo: forma trapezoidal, compuesta de un pentágono trun-
cado doblado y bordado, que presenta esencialmente tres partes: un rectángulo, un
repliegue superior triangular y una cintura. Su función esencial es la indicación del
grado de quien lo porta, y si bien en la actualidad se caracterizan por su simplicidad
y austeridad decorativa39, durante los ss. XVIII y XIX fueron soporte esencial del
imaginario masónico, como veremos40.
Al mandil se le fue progresivamente incorporando un cierto número de piezas
e insignias de aparato, tales como objetos de ceremonia (cordones, collares, bandas y
cinturas, guantes, mazos, medallas, armas, bastones, estandartes, sellos…, todos ellos
con atributos rituales) y otros elementos decorativos complementarios (vajillas, relo-
jes, cajas…)41. Al comienzo, las decoraciones respetaban la línea filosófica de la Orden,
que, inspirada por un sentimiento de simplicidad y humildad, demandaba un cierto
rechazo de todo aquello que resultara superficial; de este modo, los objetos respondían
a una factura rudimentaria, simple, y sin apenas ornamentos. El s. XVIII insufla el
gusto por el refinamiento, las decoraciones bellas y esmeradas, y los ornamentos del
«arte masónico». La decoración masónica francesa asume así las consecuencias de las
rivalidades internas a la Orden, entre nobles y plebeyos, que se saldarán con una hi-
perinflación de las decoraciones y los atributos de los grados. Como consecuencia de
este fenómeno, se desarrolla una verdadera pequeña industria que, desde el s. XVIII,
provee al francmasón de auténticos catálogos que le permiten elegir entre una gran
diversidad de artículos. Es por ello que, a fines del s. XVIII y comienzos del XIX, los
símbolos masónicos gozaron de una gran popularidad como motivos decorativos, y
los objetos personales y domésticos solían tener este tipo de diseños, sobre todo en los
Estados Unidos, donde su uso se encontraba estrechamente asociado a la ostentación
de los iconos patrióticos norteamericanos. Durante el s. XIX e inicios del XX los
actos públicos –banquetes, actos conmemorativos, ceremonias comunitarias–, anun-
39
Los mandiles de aprendiz y de compañero son tradicionalmente idénticos, de color blanco y elaborados
con piel de cordero, carentes de toda decoración –tan sólo se admiten elementos sumarios, como un borde
rojo, o unas rosetas azules–; por contraste, el mandil de los maestros es en piel o en tela satinada, bordado de
rojo, verde o azul, y ornado con las letras «M» y «B» (que significan Mac Benac o Mak-Benak, nombre secreto
de los maestros: «la carne abandona los huesos») o bien con tres rosáceas del mismo color que los bordes.
40
El catálogo Le Franc-Maçon en habit de Lumière. Sprit & matière (Tours, 2002), editado con ocasión de
la exposición que tuvo lugar en 2002 en el Chatêau de Tours (Francia), ofrece un exhaustivo muestrario
ilustrado de mandiles de los ss. XVIII y XIX, entre otros objetos decorados.
41
Un completo catálogo ilustrado y comentado de la indumentaria y utillaje masónicos puede contem-
plarse en Morata (s. a.: 33 y ss.).
Simbología masónica 85
ciados mediante invitaciones grabadas con figuras alegóricas, eran la ocasión para que
los masones pudieran lucir sus más distinguidos atributos (MacNulty, 1993: 90-91).
La trad. es nuestra.
42
86 José Julio García Arranz
Fig. 16. Anónimo, representación de tablero de logia Fig. 17. Anónimo, Tablero de logia del grado de
del grado de aprendiz. 1: columnas B y J con grana- aprendiz con representación de la escalera
das superpuestas; 2: puerta del templo; 3: escalones o de Jacob con las tres virtudes teologales
gradas del templo; 4: piedra cúbica; 5: piedra bruta; entre otros símbolos (1819).
6: escuadra; 7: compás; 8: perpendicular; 9: nivel; 10: Col. Gran Logia Unida
martillo; 11: cincel; 12: plancha de dibujo; 13: luna; de Inglaterra,
14: sol; 15: ventanas; 16: cuerda de 7 nudos. Londres.
43
Nos referimos a la unión que se produjo en 1813 de las dos principales logias inglesas, la Primera Gran
Logia, fundada en 1717, y llamada de los «Modernos» por las innovaciones que introdujeron, y «La más
Antigua y Honorable Sociedad de Masones Aceptados y Libres», los «Antiguos», que reunió en 1751 a las
diversas logias independientes. Tras décadas de enconadas rivalidades, ambas se asociaron para formar la
Gran Logia Unida de Inglaterra.
44
Nacido con el desarrollo de los altos grados en el s. XVIII, es posiblemente el más practicado en el
mundo; el Rito Francés en una adaptación del «escocés», donde se practican sus altos grados, con el añadido
de algunos específicos.
45
Gestionado por la Gran Logia Unida de Inglaterra, y extendido especialmente en el ámbito anglosajón,
se postula próximo a los textos fundadores, y se practica con gran rigor.
88 José Julio García Arranz
el caso de que, según las fraternidades, los objetos representados puedan ser en algunos
casos distintos, o distribuidos conforme a criterios diferentes46.
Una parte esencial del contenido iconográfico de estos tableros son, una vez más,
los útiles o herramientas vinculadas a la práctica arquitectónica. Como ya indicamos,
todos ellos se encuentran integrados en un sistema iniciático que les confiere cohe-
rencia, y que les proporciona una dimensión suplementaria a la función que les es
propia, pues cada uno, conforme a su mensaje conceptual y edificante, proporciona
una enseñanza al neófito dirigida a su mejora material y espiritual. Los útiles cobran
especialmente importancia en dos momentos clave de la iniciación de los adeptos:
en los «viajes» puramente simbólicos que desarrolla a lo largo de su proceso de for-
mación, a los que ya nos hemos referido con anterioridad, y en la explicación de los
tableros de los diferentes grados. En estos últimos, los útiles suelen aparecer agrupados
de dos en dos, según el principio activo-pasivo47 –compás y escuadra, martillo y cincel,
regla y palanca, plomada y nivel–, a excepción de la paleta, que figura solitaria por su
carácter polivalente.
46
Un caso llamativo es el de las tres columnas o pilares de órdenes diferentes que se disponen en torno al
pavimento de mosaico: utilizados como soporte para sujetar las velas con las que se ilumina ritualmente
el interior del templo, adquieren gran protagonismo visual en los tableros ingleses, pero son sustituidos en
los tableros de Francia o Bélgica por tres ventanas que parecen aludir al mismo principio de iluminación.
De igual modo, en los cuadros anglosajones, adquiere gran importancia el tema de la escalera de Jacob
con las personificaciones –o atributos– de la Fe, Esperanza y Caridad ascendiendo por ella, en tanto en el
contexto continental se evita esa composición, y se concede mayor importancia a la recreación del templo
de Salomón elevado sobre 3 o 5 escalones o gradas, según el caso.
47
El principio activo corresponde al espíritu, y el pasivo a la materia. Este sistema puede definirse como
de «evolución armónica», en el sentido de que deviene en un equilibrio creativo que permite un cono-
cimiento de sí mismo y del mundo sin que las fuerzas se opongan, se anulen y finalmente se destruyan.
Simbología masónica 89
En el cuadro del primer Grado, bajo la luna creciente48 y el sol –principios hú-
medo y cálido de la alquimia, complementariedad necesaria para la fecundidad; el
sol manifiesta a los iniciados que todo es verdad dentro del templo, manteniendo
fuera las «tristes sombras del mal»–, un elemento esencial de esta tabla es el Templo
de Jerusalén con sus tres puertas, elevado sobre tres escalones, y flanqueado por las
columnas B y J, motivo sustituido en los cuadros anglosajones por los tres pilares de
la Sabiduría –orden jónico–, la Fuerza –dórico– y la Belleza –corintio49–. También
en los tableros de influencia inglesa suele representarse la escalera de Jacob, y sobre
sus escalones suelen aparecer representadas las virtudes teologales cristianas de la Fe,
Esperanza y Caridad, portando o no sus atributos, escala que descansa en el volumen
de la ley sagrada, y alcanza los cielos, que se pierden entre nubes. Bajo la escalera de
Jacob, como soporte del Libro Sagrado, suele disponerse el círculo con un punto inte-
rior entre dos trazos paralelos, al que ya nos hemos referido con anterioridad. El resto
del espacio disponible es ocupado por los útiles masones, la piedra bruta y la piedra
cúbica. El conjunto se rodea con una cuerda con tres o siete nudos.
En cuanto al cuadro del segundo grado, o de compañero, en el caso de los ejem-
plares franceses, encontramos prácticamente los mismos elementos que en el primer
cuadro, y en una disposición similar; tan sólo se incorporan la estrella flameante ilu-
minando con su luz el templo, que ahora se eleva sobre cinco o siete escalones, el
pavimento de mosaico, y algunas herramientas nuevas, como la regla graduada y la
palanca. En el caso de los tableros ingleses, el motivo de la escalera de Jacob –avenida
de comunicación interior entre el cielo y el ser humano–, que ya aparecía en el cuadro
anterior, adquiere aquí pleno protagonismo y desarrollo: conforme a una orientación
de este a oeste, aparece ahora como una escalera de caracol inserta dentro del Templo de
Jerusalén –habitualmente con siete escalones–, y que conduce hacia su interior como
espacio más sagrado, generalmente cubierto con una cortina o velo, y caracterizado
visualmente con alusiones a la divinidad. Representa una escala interior simbólica que
el individuo debe ascender cuando aparte su atención del mundo físico –representado
como un ameno paraje campestre– para examinar la naturaleza de su alma y los trabajos
de su propio progreso interior. Su arquitectura se decora con todo lujo y esplendor, y se
enriquece con figuras y herramientas propias del oficio, y las dos monumentales colum-
nas del pórtico de entrada, rematadas, respectivamente, con el globo terrestre –delineado
con la trama de paralelos y meridianos– y celeste –caracterizado por la eclíptica, o banda
zodiacal–. El cuadro suele rodearse de una cuerda con 5 o 9 nudos.
El tablero del Tercer Grado, inspirado en el relato de Hiram, alude a un proceso
análogo al de la muerte, por el cual el individuo puede trascender las limitaciones de
la vida humana corriente y conseguir un potencial interior más rico. En el interior
48
Alrededor de la luna, las estrellas pueden distribuirse conforme a un orden aleatorio, o recreando la
constelación de la Osa Mayor, para subrayar la noción de fertilidad.
49
Ya dijimos más arriba que, en el contexto francófono, los pilares son sustituidos por tres ventanas distribui-
das aproximadamente conforme a la posición que las tres velas deben tener en torno al pavimento de mosaico.
90 José Julio García Arranz
de un ataúd que ocupa prácticamente todo el cuadro, el cráneo y las tibias representan
la muerte física de Hiram; el paño negro es símbolo de duelo; las lágrimas de plata
simbolizan los rayos lunares que deben permitir abstraerse de la influencia «solar» –
material–; la cruz latina dirigida hacia oriente significa la inmortalidad; el compás y la
escuadra representan, según la leyenda, el cuerpo de Hiram que fue encontrado entre
el compás y la escuadra; la rama de acacia simboliza la metamorfosis, el renacimiento
e inmortalidad del alma, y las tres huellas o pasos son emblemáticos de los tres prin-
cipales estados de la vida humana: Juventud, Madurez y Senectud50.
Ya dijimos que un buen número de emblemas de la Orden procede del contex-
to bíblico. Hemos hablado antes de
temas como la leyenda de Hiram y el
Templo de Salomón, cuyas alusiones
simbólicas salpican tableros y mandiles.
También mencionamos otros dos mo-
tivos veterotestamentarios, vinculados
al tema vertebral de la construcción y
de la masonería operativa: la Torre de
Babel y el Arca de Noé; ambos resul-
tan frecuentes, por ejemplo, en los man-
diles del rito de adopción del s. XVIII,
flanqueando sendos motivos al árbol del
bien y del mal del Edén, con la serpiente
enroscada alrededor de su tronco, entre
otros símbolos místicos –pozo, escale-
ra, arco iris, corazón ardiente, granada51,
sol y luna…– [fig. 18]. Si bien el Arca
de Noé es motivo habitual en las ilus-
traciones del s. XVIII, las referencias al
patriarca en los textos y constituciones
Fig. 19. Anónimo, Tablero de logia del grado de masónicas no suelen asociarse tanto al
maestro (1819). Col. Gran Logia Unida
de Inglaterra, Londres.
Arca y al diluvio, como a los dos grandes
pilares en los que se inscribieron las siete
artes liberales y las ciencias. En las Constituciones de Anderson se hace referencia a los
masones como «descendientes de Noé». En algunos casos se combina el Arca con el
ancla, emblemas de una esperanza bien fundada en una vida moderada y virtuosa.
Otros motivos también inspirados en el Antiguo Testamento, menos frecuentes pero
difundidos a partir de su inclusión en la heráldica de los Altos Grados, son las ta-
50
Para la descripción y significado de los símbolos de los tableros non hemos guiado esencialmente por
Morata (s. a.: 16-17 y 28), con el auxilio de otras fuentes.
51
Abierta, la granada es una llamada a la unidad de los masones, hermanados por un fin común y difícil
–estrechez del fruto– dentro de una corteza que recuerda el mal exterior y las dificultades; cerrada, suele
aparecer como referencia a la Caridad.
Simbología masónica 91
52
En este sentido, alguno de esos elementos –cráneo, reloj de arena, guadaña– suelen aparecer representados
en la Cámara de Reflexión –lugar cerrado y aislado donde el aspirante a masón se sienta totalmente solo
y escribe las razones por las que desea entrar en la Orden; sólo después de que sus motivos hayan sido
revisados por la hermandad, es aceptado como candidato–, donde comparten su espacio con otros motivos
significativos, como una jarra de agua, un trozo de pan, el gallo –que se refiere a su significado tradicional
de vigilancia–, y otros iconos de origen alquímico (como copas o recipientes con azufre, mercurio y sal, o
las siglas VITRIOL («Visita el interior de la tierra, rectificando hallarás (invenies) la piedra (lapidem) oculta»).
53
En la imagen tradicional de la Caridad, representación de una madre en actitud protectora hacia los
hijos que la rodean, suele hacerse común alusión a las viudas y huérfanos mantenidos por la beneficencia
masónica.
Simbología masónica 93
tabla termina con la mención de las cuatro teselas orientadas hacia las cuatro esquinas
de la logia, que simbolizan esas cuatro personificaciones. Éstas serán las alegoriza-
ciones más habituales, junto a otras más concretas como la Verdad, mostrada vestida
o desnuda, en ocasiones surgiendo de un pozo –las tinieblas de la ignorancia–, pero
siempre manteniendo en alto un espejo que refleja la luz de la divinidad y la proyecta
sobre nosotros [fig. 20], o las representaciones de la propia Masonería, entre otras
figuras –emblematización de los continentes, imagen de la Masonería universal– o
virtudes propias del compromiso masón, frecuentes en numerosos frontispicios de
libros o diplomas de logia.
Para concluir este rápido itinerario visual, mencionemos que también se recurrió
con frecuencia a atributos de determinados conceptos empleados en sustitución de la
personificación completa. Entre los casos más frecuentes se encuentra el ancla –emble-
ma de una esperanza firmemente fundada surgiendo de una vida correcta– junto con
la cruz y el cáliz y un corazón, que pueden aparecer en los viejos tableros del primer
grado como alusión a las virtudes –Fe y Caridad– a las que representan. Esto nos remite
a un momento en el imaginario de la Orden en el que aún se mantenía una inspira-
ción esencialmente cristiana, de modo que esta combinación de símbolos desapareció
después de la Unión de 1813. En la misma línea podemos encontrar la llave –símbolo
del silencio, que impide, por ejemplo, revelar el secreto que, a imitación de Hiram, el
maestro promete mantener hasta la muerte, hablar mal de un hermano de Orden, o
desvelar cosas inapropiadas–, la balanza y los dos platos –símbolo común de la Justicia,
que recuerda al masón que sus acciones, buenas o malas, serán un día pesadas en el
Juicio Final (Dn 5, 27)–, o la Colmena, elemento habitual en multitud de artefactos,
tableros y vestimentas masónicas como símbolo de la Industria práctica, y recordatorio
del adecuado empleo que debe hacerse del tiempo dedicado a nuestra formación.
El corpus de motivos es, en fin, inabarcable y muy diverso, pero de indudable
interés por cuanto constituye uno de los principales canales por los que la cultu-
ra emblemática y alegórica moderna se abrió paso hasta el mundo contemporáneo
gracias a la capacidad de asimilación por parte de la masonería especulativa de todos
aquellos materiales simbólicos que pudieran convenir a sus propósitos. Adaptados,
entonces, a otras circunstancias y a otros tiempos muy diferentes, los viejos emblemas
y personificaciones, unidos a otros repertorios icónicos más o menos afines, supieron
conservar su apariencia formal y, más aún, buena parte de su propósito original: el de
la educación dirigida a través de lo visual, donde el resorte enigmático es ahora reem-
plazado por el iniciático, y donde los contenidos moralizadores del antiguo régimen
se han transformado en nuevas directrices de autoformación y perfeccionamiento
personal y colectivo.
94 José Julio García Arranz
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