Variable Compleja - Rafael Paya Albert - UG PDF
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Números complejos
Como primer paso para el estudio de las funciones de variable compleja, debemos presentar
el cuerpo de los números complejos. De entre los muchos métodos que permiten introducirlo,
usaremos el más directo, aunque no sea el más intuitivo. Estudiaremos entonces la definición y
las propiedades básicas del módulo y los argumentos de un número complejo.
λ ( x , y) = ( λ x , λ y ) ∀ λ, x, y ∈ R (2)
Olvidando por un momento el producto por escalares, vemos R2 como un grupo aditivo, en
el que definimos una segunda operación, llamada producto y denotada por yuxtaposición:
1
1. Números complejos 2
Así pues, C y R2 son el mismo conjunto, lo que los diferencia es la estructura que en dicho
conjunto consideramos. Cuando lo vemos como un espacio vectorial, y sus elementos como
vectores, estamos pensando en R2 , mientras que cuando lo vemos como un cuerpo, estamos
pensando en C , cuyos elementos son los números complejos.
Pensemos ahora en la aplicación x 7→ (x, 0) , de R en C , que claramente es inyectiva.
Es evidente que esta aplicación conserva sumas y productos, luego es un monomorfismo de
cuerpos. Por tanto, su imagen es un subcuerpo de C isomorfo a R . Podemos pues, para cada
x ∈ R , identificar x con (x, 0) y ver cada número real como un número complejo. Así lo
haremos siempre a partir de ahora, entendiendo por tanto que R ⊂ C . Esto hace que para x ∈ R
y z ∈ C tengan sentido x + z y x z como suma y producto de números complejos.
Recuperemos ahora el producto por escalares en R2 : λ(x, y) es el producto del escalar
λ ∈ R por el vector (x, y) ∈ R2 , pero acabamos de identificar λ con el número complejo (λ, 0) ,
que podemos multiplicar por el número complejo (x, y) . Observamos que ambos productos
coinciden:
(λ, 0)(x,y) = (λx, λy) = λ(x, y)
Así pues, asumida la inclusión R ⊂ C , el producto por escalares definido en (2) queda como
caso particular del producto de números complejos definido en (3). Enseguida aprovechamos
esta idea para conseguir una descripción más cómoda de los números complejos, que también
permite recordar fácilmente la definición del producto en C .
Los vectores (1, 0) y (0, 1) forman, como bien sabemos, una base de R2 . La expresión de
cada vector (x, y) ∈ R2 como combinación lineal de los elementos de esa base es bien obvia.
Para traducirla al lenguaje de los números complejos, pensemos que el número complejo (1, 0)
se ha identificado con el número real 1 y pongamos i = (0, 1) . Tenemos por tanto que cada
número complejo z = (x, y) se expresa de manera única en la forma
z = (x, y) = x(1, 0) + y(0, 1) = x1 + yi = x + iy
con x, y ∈ R . Lo interesante es que, en el último miembro de esta igualdad, sólo aparecen las
operaciones del cuerpo C . El resultado era bastante evidente, pero nos da la descripción cómoda
de los números complejos que buscábamos. Además nos da pie para introducir el nombre con
el que se designan las dos componentes de cada número complejo.
Operando con un número complejo y su conjugado, obtenemos sus partes real e imaginaria,
pues para todo z ∈ C , se tiene claramente:
z+ z z− z
Re z = Re z = y Im z = − Im z =
2 2i
Comprobamos fácilmente varias propiedades de la conjugación, la aplicación z 7→ z , de C
en C , que geométricamente es, como hemos dicho, la simetría respecto del eje real. Se trata de
un automorfismo involutivo del cuerpo C , es decir, para cualesquiera z, w ∈ C , se tiene:
z+w = z + w, zw = z w , z =z
Para z ∈ C tenemos que z z = (Re z)2 + (Im z)2 es un número real no negativo, cuya raíz
cuadrada recibe el nombre de módulo del número complejo z y se denota por | z | . Así pues,
1/2 1/2
|z| = z z = (Re z)2 + (Im z)2 ∀z ∈ C
1. Números complejos 4
Nótese que el módulo de un número real coincide con su valor absoluto, así que la notación
que usamos para el módulo de un número complejo es coherente con la inclusión R ⊂ C .
Resumimos en un sólo enunciado las principales propiedades del módulo:
Las cuatro primeras afirmaciones son propiedades bien conocidas de la norma euclídea en R2 .
Resaltamos (v) , que involucra el producto de números complejos y refuerza la similitud del
módulo de un número complejo con el valor absoluto de un número real. Su demostración es
inmediata, usando una propiedad de la conjugación:
| z w |2 = z w z w = z w z w = | z |2 | w |2
1.3. Argumentos
De las dos coordenadas polares de un punto de R2 , hemos discutido ya el radio polar,
que es el módulo del correspondiente número complejo. Consideramos ahora el ángulo polar,
excluyendo lógicamente el origen de coordenadas. En lo sucesivo escribiremos:
C ∗ = C \ {0} = {z ∈ C : z 6= 0}
Re z Im z
θ ∈ Arg z ⇐⇒ cos θ = y sen θ =
|z| |z|
La periodicidad del seno y el coseno nos dice que, si θ ∈ Arg z , entonces θ + 2kπ ∈ Arg z
para todo k ∈ Z . Recíprocamente, si θ, ϕ ∈ Arg z , la fórmula de adición para el coseno nos da
pero el coseno sólo toma el valor 1 en los múltiplos enteros de 2 π , luego ϕ = θ + 2 k π con
k ∈ Z . Así pues, tendremos todas las soluciones de (4) tan pronto como encontremos una.
Para buscarla, es lógico pensar en ψ = arc cos a , que es solución de la primera ecuación,
pero entonces, para la segunda ecuación sólo tendremos sen2 ψ = b 2 , es decir, | sen ψ | = | b | .
Como ψ ∈ [0, π] , tenemos también sen ψ > 0 , luego ψ es solución de (4) cuando b > 0 . Si
b < 0 , tendremos sen ψ = −b , la imparidad del seno nos dice que sen (−ψ) = b y la paridad
del coseno que cos (−ψ) = a , luego en este caso la solución buscada es −ψ . En cualquier caso
tenemos una solución del sistema (4) , dada por
Arg z = {arg z + 2 k π : k ∈ Z} ∀ z ∈ C∗
Tenemos 0 < arg z < π cuando Im z > 0 (semiplano superior) y −π < arg z < 0 cuando
Im z < 0 (semiplano inferior). En el eje real es arg x = 0 para x ∈ R+ y arg x = π para
x ∈ R− . Todo ello es muy acorde con la intuición geométrica.
Para estudiar las propiedades de los argumentos, conviene observar que el conjunto 2 π Z ,
de los múltiplos enteros de 2 π , es un subgrupo del grupo aditivo abeliano R , que da lugar
al grupo cociente R / 2 π Z . Para cada z ∈ C ∗ , es claro que Arg z ∈ R / 2 π Z , concretamente
Arg z es la clase de equivalencia a la que pertenece el argumento principal arg z , o cualquier
otro argumento de z . Podemos por tanto pensar en la aplicación z 7→ Arg z , de C ∗ en R / 2 π Z ,
cuya propiedad clave es la siguiente:
Re z Re w Im z Im w Re ( z w )
cos (θ + ϕ) = cos θ cos ϕ − sen θ sen ϕ = − =
|z| |w| |z| |w| |z| |w|
Re z Im w Im z Re w Im ( z w )
sen (θ + ϕ) = sen θ cos ϕ + cos θ sen ϕ = + =
|z| |w| |z| |w| |z| |w|
Conviene resaltar que todos los resultados anteriores dejan de ser válidos si, en vez del
conjunto de todos los argumentos, usamos el argumento principal. Tomando z = w = −1 , es
claro que arg ( z w ) = 0 6= 2 π = arg z + arg w y también que arg (1/z) 6= − arg z . Se podría
pensar que este problema se debe a una errónea elección del argumento principal, pero no es
así. No podemos elegir un argumento de cada z ∈ C∗ de forma que se cumplan las propiedades
algebraicas que hemos probado para el conjunto de todos los argumentos. Más concretamente,
si una aplicación ϕ : C ∗ → R verifica que ϕ(z) ∈ Arg z para todo z ∈ C ∗ , entonces ϕ no puede
verificar la igualdad ϕ( z w ) = ϕ(z) + ϕ(w) para cualesquiera z, w ∈ C ∗ , pues en tal caso,
tomando w = 1 tendríamos ϕ(1) = 0 , pero tomando entonces z = w = −1 , obtendríamos
que 0 = ϕ(−1) ∈ Arg (−1) , lo cual es absurdo.
1. Números complejos 7
1.4. Ejercicios
1. Probar que el conjunto de matrices
a b
M= : a, b ∈ R
−b a
√ !8
1+i 3
9. Calcular las partes real e imaginaria del número complejo
2
Los abiertos de C son las uniones (arbitrarias) de discos abiertos. Recordemos también el
interior de un conjunto A ⊂ C . Para z ∈ C , se tiene
z ∈ A◦ ⇐⇒ ∃ r ∈ R+ : D(z, r) ⊂ A
Entonces, un conjunto Ω ⊂ C es abierto si, y sólo si, coincide con su interior:
Ω abierto ⇐⇒ Ω = Ω◦ ⇐⇒ ∀ z ∈ Ω ∃ r ∈ R+ : D(z, r) ⊂ Ω
9
2. Topología del plano 10
Estas desigualdades también nos dicen que una sucesión de números complejos {zn } es de
Cauchy si, y sólo si, tanto {Re zn } como {Im zn } son sucesiones de Cauchy de números reales.
Del teorema de complitud de R deducimos la principal propiedad de C como espacio métrico:
A acotado ⇐⇒ ∃ M ∈ R : | z | 6 M ∀ z ∈ A
Recordamos también que una sucesión de números complejos {zn } está acotada cuando lo está
el conjunto de sus términos:
{zn } acotada ⇐⇒ ∃ M ∈ R : | zn | 6 M ∀n ∈ N
De las desigualdades (2) deducimos que una sucesión de números complejos {zn } está
acotada si, y sólo si, las sucesiones de números reales {Re zn } y {Im zn } están acotadas. Esto
permite probar fácilmente para C el teorema de Bolzano-Weierstrass, que de hecho es válido
en RN para todo N ∈ N . Así pues,
Toda sucesión acotada de números complejos admite una sucesión parcial convergente.
Recordemos ahora que un subconjunto K de un espacio métrico E es compacto si, y sólo si,
toda sucesión de puntos de K admite una sucesión parcial que converge a un punto de K. Esto
implica siempre que K está acotado y es un subconjunto cerrado de E. En el caso E = C , como
ocurre en general en RN , usando el teorema de Bolzano-Weierstrass, obtenemos fácilmente el
recíproco. Por tanto:
En particular los discos cerrados son compactos, y obtenemos otra propiedad topológica
clave de C : es un espacio topológico localmente compacto, es decir, todo punto de C tiene un
entorno compacto.
Comentemos ahora brevemente la noción de divergencia. Una sucesión {zn } de números
complejos es divergente, cuando la sucesión de números reales {| zn |} diverge positivamente,
en cuyo caso escribimos {zn } → ∞ :
{zn } → ∞ ⇐⇒ | zn | → +∞ ⇐⇒ ∀ M ∈ R ∃ m ∈ N : n > m ⇒ | zn | > M
Es claro que entonces, toda sucesión parcial de {zn } también diverge. Como en R , del teorema
de Bolzano-Weierstrass deducimos que una sucesión de números complejos es divergente si, y
sólo si, no admite ninguna sucesión parcial convergente.
Conviene resaltar que una sucesión de números complejos {zn } puede ser divergente, sin
que lo sea ninguna de las sucesiones {Re zn } y {Im zn } . Por ejemplo, tomando
nπ nπ
z n = n cos + i sen ∀n ∈ N
2 2
tenemos | zn | = n para todo n ∈ N , luego {zn } → ∞ , pero Re z2n−1 = 0 = Im z2n para todo
n ∈ N , luego {Re zn } no es divergente, como tampoco lo es {Im zn } .
Indicamos en cada caso una igualdad o desigualdad de comprobación evidente, válida para
todo n ∈ N , de la que se deduce con facilidad el resultado, bien directamente, o bien usando
resultados anteriores:
(i) | zn | − | z | 6 | zn − z |
(ii) (zn + wn ) − ( z + w ) 6 | zn − z | + | wn − w |
(iii) | zn + wn | > | zn | − sup | wk | : k ∈ N
(iv) | zn wn | 6 | zn | sup | wk | : k ∈ N
(v) zn wn − z w = ( zn − z ) wn + z ( wn − w )
(vi) | zn wn | > | wn | | z | − | z − zn |
(vii) | zn wn | = | zn | | wn |
1 1 | w − wn |
(viii) − =
w w | wn | | w |
n
1
(ix) = 1
wn | wn |
Las operaciones del cuerpo C se trasladan de forma natural a F(A) . Concretamente, para
dos funciones f , g ∈ F(A) definimos su suma f + g y su producto f g por
f + g (z) = f (z) + g(z) y f g (z) = f (z) g(z) ∀ z ∈ A
Estas dos operaciones convierten F(A) en un anillo conmutativo con unidad que, salvo en el
caso trivial de que A se reduzca a un punto, tiene divisores de cero, luego no es un cuerpo. No
obstante, si g(A) ⊂ C ∗ , tenemos la función cociente f /g ∈ F(A) definida por
f f (z)
(z) = ∀z ∈ A
g g(z)
Como caso particular del producto de funciones, cuando una de ellas es constante, obtenemos
un producto por escalares complejos. Concretamente, para λ ∈ C y F(A) escribimos
λ f (z) = λ f (z) ∀z ∈ A
Con la suma antes definida y este producto por escalares, F(A) es un espacio vectorial sobre el
cuerpo C , esto es, un espacio vectorial complejo.
Usaremos a menudo la composición de funciones. Si f ∈ F(A) , f (A) ⊂ B ⊂ C y g ∈F(B) ,
la composición de f con g es la función g ◦ f ∈ F(A) dada por g ◦ f (z) = g f (z) para
todo z ∈ A . Componiendo una función f ∈ F(A) con las funciones parte real, parte imaginaria,
conjugación y módulo, definidas en todo C , obtenemos las funciones Re f (parte real de f ),
Im f (parte imaginaria de f ), f (conjugada de f ) y | f | (módulo de f ). Así pues, para todo
z ∈ A tenemos
Re f (z) = Re f (z) , Im f (z) = Im f (z) , f (z) = f (z) y | f |(z) = | f (z) |
Mencionamos relaciones obvias entre estas funciones:
f+ f f− f
f = Re f + i Im f , f = Re f − i Im f , Re f = , Im f = (3)
2 2i
1/2 1/2
= (Re f )2 + (Im f )2
|f|= f = f f
f ∈ C(A) ⇐⇒ ∀V ∈ T ∃U ∈ T : f −1 (V ) = U ∩ A
El carácter local de la continuidad, ahora en todo el conjunto A , suele usarse como sigue:
[
Supongamos que A = Aλ donde Λ es un conjunto arbitrario y , para cada λ ∈ Λ ,
λ∈Λ
Aλ es un abierto (relativo) de A . Para f ∈ F(A) se tiene que f ∈ C(A) si, y sólo si,
f |Aλ ∈ C(Aλ ) para todo λ ∈ Λ .
2. Topología del plano 15
La estabilidad por diversas operaciones de la continuidad en un punto, nos hace ver que
C(A) es un subanillo y también un subespacio vectorial de F(A) . También que para f , g ∈ C(A)
con g(A) ⊂ C ∗ , se tiene f /g ∈ C(A) , así como que si f ∈ C(A) y g ∈ C(B) con f (A) ⊂ B ,
entonces g ◦ f ∈ C(A) . Con respecto a la función conjugada, las partes real e imaginaria, o el
módulo de una función, para f ∈ F(A) tenemos claramente que
f ∈ C(A) ⇐⇒ Re f , Im f ∈ C(A) ⇐⇒ f ∈ C(A)
y también que f ∈ C(A) ⇒ | f | ∈ C(A) , siendo falsa la implicación recíproca.
Pasamos ahora a comentar las propiedades clave de las funciones continuas, que usaremos
muy a menudo. Las agrupamos en un sólo enunciado, que incluye las versiones para funciones
complejas de los teoremas de Weierstrass, de Heine y del valor intermedio. No son más que
casos particulares de resultados válidos para funciones continuas entre espacios métricos:
Comentamos brevemente las dos nociones que han aparecido en el enunciado anterior.
Recordamos que f ∈ F(A) es uniformemente continua cuando
∀ ε > 0 ∃ δ > 0 : z, w ∈ A , | z − w | < δ =⇒ | f (z) − f (w) | < ε
y es evidente que entonces f ∈ C(A) , pero en general el recíproco no es cierto, de ahí el interés
del teorema de Heine.
Recordemos una condición suficiente para la continuidad uniforme. Decimos que f ∈ F(A)
es lipschitziana cuando existe una constante M ∈ R+ tal que
| f (z) − f (w) | 6 M | z − w | ∀ z, w ∈ A
La mínima constante que verifica la desigualdad anterior es la constante de Lipschitz de f , que
claramente viene dada por
| f (z) − f (w) |
M0 = sup : z, w ∈ A , z 6= w
|z − w|
Las funciones parte real, parte imaginaria y módulo, son lipschitzianas con constante M0 = 1.
En general, es obvio que toda función lipschitziana es uniformemente continua, pero sabemos
que el recíproco es falso.
La otra noción que ha aparecido en el teorema anterior es la conexión de un subconjunto de
C , que desde luego es caso particular de la noción de espacio topológico conexo. Para A ⊂ C ,
sabemos que A es conexo cuando no se puede expresar como unión de dos abiertos relativos,
no vacíos y disjuntos. Ello equivale claramente a que 0/ y A sean los únicos subconjuntos
simultáneamente abiertos y cerrados relativos de A . Así pues, denotando por TA a la topología
inducida en A por la topología de C , tenemos:
A conexo ⇐⇒ U , V ∈ TA , A = U ∪ V , U ∩ V = 0/ ⇒ U = 0/ o bien V = 0/ ]
⇐⇒ U ∈ TA , A \U ∈ TA ⇒ U = 0/ o bien U = A
2. Topología del plano 16
Consideremos el conjunto Z de los números enteros, aunque cualquier otro espacio con la
topología discreta podría servir. Si A ⊂ C es conexo y f ∈ C(A) verifica que f (A) ⊂ Z , el
teorema anterior nos dice que f (A) es un subconjunto conexo de Z , es decir, f es constante.
Recíprocamente, supongamos que toda función continua de A en Z es constante, para probar
que A es conexo. Dado U ∈ TA tal que A \U ∈ TA , la función característica de U, definida por
f (z) = 1 para todo z ∈ U y f (z) = 0 para todo z ∈ A \U, que es continua por el carácter local
de la continuidad, ha de ser constante, lo que claramente implica que U = 0/ , o bien, U = A .
Hemos comprobado la siguiente caracterización de los subconjuntos conexos de C , que a poco
que se piense, es válida para cualquier espacio topológico:
Es evidente que lı́m f (z) = L si, y sólo si, lı́m | f (z) − L | = 0 . En particular, tomando
z→α z→α
L = 0 tenemos que lı́m f (z) = 0 si, y sólo si, lı́m | f (z) | = 0 .
z→α z→α
También relacionamos claramente el límite de una función compleja con los de su parte real
e imaginaria:
Las reglas para el cálculo de límites, o el estudio de la divergencia de funciones, son análogas
a las que teníamos para sucesiones, y de hecho se deducen rutinariamente de ellas. Las reunimos
en un enunciado:
2.9. Ejercicios
1. Estudiar la continuidad de la función argumento principal, arg : C ∗ → R .
3. Probar que no existe ninguna función ϕ ∈ C(C ∗ ) tal que ϕ(z) ∈ Arg z para todo z ∈ C ∗ ,
y que el mismo resultado es cierto, sustituyendo C ∗ por T = {z ∈ C : | z | = 1} .
f (z) − f (a)
fa (z) = ∀ z ∈ A \ {a}
z−a
0
Puesto que a ∈ A \ {a} , tiene sentido preguntarse si fa tiene o no límite en a . Pues bien,
se dice que f es derivable en el punto a cuando la función fa tiene límite en a . Dicho límite,
que es un número complejo, recibe el nombre de derivada de la función f en el punto a , y se
denota por f 0 (a).
19
3. Funciones holomorfas 20
Dos observaciones inmediatas deben estar claras desde el principio. En primer lugar, de la
derivabilidad de una función en un punto se deduce su continuidad en dicho punto:
Como f (z) = f (a) + fa (z) ( z − a ) para todo z ∈ A \ {a} , cuando fa tiene límite en el punto
a tenemos lı́m f (z) = f (a) . De hecho, bastaba la acotación de fa en un entorno de a .
z→a
pero nótese, para evitar malentendidos, que este paso ha sido posible porque t − a ∈ R .
Deducimos que fa tendrá límite en el punto a si, y sólo si, lo tienen (Re f )a y (Im f )a , en
cuyo caso la relación entre los tres límites es clara. Hemos probado:
f (z) − f (z0 ) − λ (z − z0 )
lı́m =0
z → z0 z − z0
o lo que es lo mismo,
| f (z) − f (z0 ) − λ (z − z0 ) |
lı́m =0 (1)
z → z0 | z − z0 |
en cuyo caso se tiene f 0 (z0 ) = λ .
Por otra parte, sabemos que f es diferenciable (en sentido real) en el punto z0 si, y sólo si,
existe una aplicación lineal L : R2 → R2 tal que:
Por tanto, si λ ∈ C verifica (1) , tomando como L la multiplicación por λ tenemos (2) .
Además, la matriz que representa 2
a Len la base usual de R , es decir, la matriz jacobiana de f
α −β
en el punto z0 , es la matriz donde α = Re λ y β = Im λ .
β α
Perorecíprocamente,
si se verifica (2) y la matriz jacobiana de f en el punto z0 tiene la
α −β
forma con α, β ∈ R , tomando λ = α + i β tenemos claramente (1) .
β α
A la hora de enunciar el resultado obtenido, con el fin de aludir más cómodamente a la
diferenciabilidad de f en sentido real, para cada z ∈ A escribimos z = ( x , y ) con x, y ∈ R y en
particular z0 = ( x0 , y0 ) , con lo que queda claro que vemos f como función de dos variables
reales. Pero también estamos viendo f como función con valores en R2 , lo que se clarifica
considerando sus componentes, que denotaremos por u y v . Son las partes real e imaginaria de
f , consideradas como funciones reales de dos variables reales.
Sabemos que la diferenciabilidad en sentido real de f en el punto ( x0 , y0 ) equivale a la de
u y v , en cuyo caso la matriz jacobiana de f en dicho punto es:
∂u ∂u
∂x (x0 , y0 ) ∂y (x0 , y0 )
∂v ∂v
(x0 , y0 ) (x0 , y0 )
∂x ∂y
Hemos probado por tanto el siguiente resultado:
u(x, y) = Re f (x + i y) y v(x, y) = Im f (x + i y)
Puede resultar sorprendente que en (4) sólo aparezcan las derivadas parciales de u y v con
respecto a la primera variable. En realidad, usando (3) tenemos otras tres expresiones de la
derivada compleja, en las que aparecen las dos derivadas parciales de u , las dos de v , o las de
u y v con respecto a la segunda variable. Concretamente:
∂u ∂u ∂v ∂v ∂v ∂u
f 0 (z0 ) = −i = +i = −i (5)
∂x ∂y ∂y ∂x ∂y ∂y
∂u ∂v ∂u ∂v
= y =−
∂x ∂y ∂y ∂x
∂u ∂v
(x, y) = 1 6= 0 = (x, y) ∀ (x, y) ∈ R2
∂x ∂y
Se trata de la función exponencial que pronto estudiaremos a fondo. En este caso, para x, y ∈ R
tenemos
u(x, y) = e x cos y y v(x, y) = e x sen y
∂u ∂v ∂u ∂v
=u= y = −v = −
∂x ∂y ∂y ∂x
∂u ∂v
f 0 (z) = (x, y) + i (x, y) = u(x, y) + i v(x, y) = f (z)
∂x ∂x
3. Funciones holomorfas 24
g(w) − g(b)
Φ(w) = ∀ w ∈ B \ {b} y Φ(b) = g 0 (b)
w−b
Por ser g derivable en b , tenemos que Φ es continua en b y claramente verifica que
Las reglas de derivación nos dicen que H(Ω) es un subanillo y un subespacio vectorial
de C(Ω) . Además, si f , g ∈ H(Ω) y g(Ω) ⊂ C ∗ , entonces f /g ∈ H(Ω) . Por tanto, H(Ω)
contiene al conjunto R(Ω) formado por todas las funciones racionales en Ω , que a su vez
contiene al conjunto P(Ω) formado por todas las funciones polinómicas en Ω . Tenemos por
tanto la cadena de inclusiones
Sin embargo, no todo está perdido, no tenemos un teorema de Rolle, ni un teorema del
valor medio, pero sí vamos a poder probar alguna consecuencia importante. Concretamente, un
corolario del teorema del valor medio nos dice que, si I ⊂ R es un intervalo abierto no vacío
y f : I → R es derivable en I con f 0 (t) = 0 para todo t ∈ I , entonces f es constante. Pues
bien, vamos a establecer el resultado análogo para funciones holomorfas en un abierto de C ,
que obviamente deberá ser conexo. Para abreviar, usamos la siguiente definición: un dominio
será un subconjunto no vacío, abierto y conexo, de C .
Así pues, una función holomorfa en un dominio queda determinada por su función derivada,
salvo una constante aditiva. Aprovechando ahora que la derivada puede obtenerse a partir de
la parte real o la parte imaginaria de la función de partida, deducimos otras condiciones que
obligan a una función holomorfa en un dominio a ser constante:
3. Funciones holomorfas 28
∂u ∂u
f 0 (z) = (x, y) − i (x, y) = 0
∂x ∂y
∂u ∂v ∂u ∂v
u +v =0 y u +v =0
∂x ∂x ∂y ∂y
∂u ∂u ∂u ∂u
u −v =0 y u +v =0
∂x ∂y ∂y ∂x
de donde
∂u ∂u ∂u ∂u ∂u
0=u u −v +v u +v = ρ2
∂x ∂y ∂y ∂x ∂x
y de manera similar,
∂u ∂u ∂u ∂u ∂u
0 = −v u −v +u u +v = ρ2
∂x ∂y ∂y ∂x ∂y
Como ρ 6= 0 , deducimos que ∂u/∂x = ∂u/∂y = 0 . Basta ahora razonar como en (i) para
concluir que f 0 (z) = 0 para todo z ∈ Ω .
3.6. Ejercicios
1. En cada uno de los siguientes casos, estudiar la derivabilidad de la función f : C → C
definida como se indica:
(a) f (z) = z (Re z)2 ∀z ∈ C
x2
3 3
(b) f (x + iy) = x − y + i y + ∀ x, y ∈ R
2
x3 + i y3
(c) f (x + i y) = 2 ∀ (x, y) ∈ R2 \ {(0, 0)} , f (0) = 0
x + y2
3. Funciones holomorfas 30
Re f ( x + i y ) = x 4 − 6 x 2 y 2 + y 4 ∀ x, y ∈ R
Re f ( x + i y ) = a x 2 + b x y + c y 2 ∀ x, y ∈ R
115
10. Funciones armónicas 116
Sabemos que f ∈ H(Ω) si, y sólo si, u y v son funciones diferenciables en Ω que verifican
las ecuaciones de Cauchy-Riemann,
∂u ∂v ∂u ∂v
= y =−
∂x ∂y ∂y ∂x
en cuyo caso la derivada de f se puede obtener a partir de u y v de diversas formas entre las
que destacaremos sólo una, escrita en la forma que más nos interesa. Concretamente, tenemos
∂u 0 ∂u
= Re f y = − Im f 0 = Re (i f 0 ) (1)
∂x ∂y
donde para las derivadas parciales de u estamos usando el mismo convenio que antes hemos
explicado para u : también podemos verlas como funciones reales de una variable compleja.
En uno de los dos sentidos, es decir, tomando como hipótesis que f ∈ H(Ω) , podemos ahora
mejorar mucho la información que sobre las funciones u y v , por separado, nos da el teorema
anterior. Basta para ello usar (1) , teniendo en cuenta lo que ahora sabemos: f 0 ∈ H(Ω) . Puesto
que v = Im f = Re (−i f ) y la función −i f es tan holomorfa como f , cualquier propiedad que
obtengamos sobre u se aplica automáticamente a v , luego no perdemos información trabajando
sólo con u .
Como es habitual, para n ∈ N denotamos por C n (Ω) al conjunto de todas las funciones de
clase C n en Ω , esto es, funciones de Ω en R que admiten derivadas parciales hasta las de
orden n en todo punto de Ω , siendo todas esas derivadas parciales, funciones continuas en Ω .
Denotamos entonces por C ∞ (Ω) al conjunto de todas las funciones de clase C ∞ en Ω , es decir,
las funciones que son de clase C n en Ω para todo n ∈ N .
Demostración. En primer lugar, como f 0 ∈ H(Ω) , sabemos que ∂ u/∂ x y −∂ u/∂y son
diferenciables en Ω y verifican la primera ecuación de Cauchy-Riemann, es decir, se verifica la
igualdad
∂ 2u ∂ 2u
∂ ∂u ∂ ∂u
= = − = −
∂x 2 ∂x ∂x ∂y ∂y ∂y 2
en todo punto de Ω . Esto ya prueba que u es solución de la ecuación de Laplace. Pero además,
hemos visto que ∂ u/∂ x y ∂ u/∂y son continuas, luego u es de clase C 1 : u ∈ C 1 (Ω) . Esto sirve
como etapa base para una inducción que es muy sencilla si se plantea adecuadamente.
Fijado n ∈ N , supongamos ya demostrado que la parte real de cualquier función holomorfa
en Ω es una función de clase C n en Ω , y probemos la misma afirmación para el número natural
n+1 . Dadas f ∈ H(Ω) y u = Re f , aplicamos la hipótesis de inducción, no a la función f , sino
a las funciones f 0 , i f 0 ∈ H(Ω) , y en vista de (1) obtenemos que las dos derivadas parciales
de u son funciones de clase C n en Ω , es decir que u ∈ C n+1 (Ω) como queríamos ver.
Por inducción tenemos, para cualquier f ∈ H(Ω) , que u = Re f ∈ C n (Ω) para todo n ∈ N ,
es decir, u ∈ C ∞ (Ω) , como queríamos demostrar.
10. Funciones armónicas 117
El estudio de las funciones armónicas tiene gran interés en Física, de hecho la ecuación de
Laplace es una de las tres que, por su utilidad se conocen como las ecuaciones clásicas de la
Física Matemática: la ecuación del calor, la de ondas y la de Laplace, también llamada ecuación
del potencial. La razón es que, ciertos campos vectoriales en Rn que tienen interés en Física,
como el campo gravitatorio o el campo eléctrico, se obtienen como el campo de gradientes de un
campo escalar llamado potencial, que es una función armónica. Los casos más interesantes se
presentan obviamente cuando n = 2 o n = 3 y, aunque pueda parecer sorprendente, el segundo
caso es bastante más fácil de estudiar que el primero, del que aquí nos vamos a ocupar.
∂2 u ∂2 u
∆u = + =0
∂x2 ∂ y2
Denotaremos por A(Ω) al conjunto de todas las funciones armónicas en Ω , que obviamente es
un espacio vectorial sobre R , el núcleo del laplaciano en Ω . El teorema anterior nos dice que
Cabe preguntarse hasta qué punto es cierto el recíproco. Esta pregunta tiene interés en sí
misma, pues conviene saber hasta qué punto el teorema anterior incluye toda la información
que podemos obtener sobre la parte real de una función holomorfa. Desde el punto de vista de
las aplicaciones, también es interesante saber si todas las soluciones de la ecuación de Laplace
se obtienen como partes reales de funciones holomorfas. Veremos que la respuesta depende del
abierto Ω , es afirmativa en ciertos casos, pero no siempre.
∂u ∂u
ϕ(z) = (x, y) − i (x, y)
∂x ∂y
∂2 u ∂2 u
∂ ∂u ∂ ∂u
= =− 2 = −
∂x ∂x ∂x2 ∂y ∂y ∂y
Para la segunda usamos el teorema de Schwartz (igualdad de las derivadas parciales segundas
cruzadas), que es aplicable por ser u ∈ C 2 (Ω) , obteniendo:
∂2 u ∂2 u
∂ ∂u ∂ ∂u
= = =− −
∂y ∂x ∂y ∂x ∂x ∂y ∂x ∂y
∂ u0 ∂u ∂ u0 ∂u
= y =
∂x ∂x ∂y ∂y
Así pues, u − u0 es una función diferenciable en Ω cuya diferencial es idénticamente nula.
Como Ω es conexo, el teorema del valor medio para funciones reales de dos variables reales nos
dice que u − u0 es constante: existe c ∈ R tal que u(x, y) = u0 (x, y) + c para todo (x, y) ∈ Ω .
Tomando entonces f = f0 + c tenemos claramente f ∈ H(Ω) y Re f = u .
10. Funciones armónicas 119
La principal utilidad del resultado anterior consiste en que podemos aplicarlo “localmente”,
por ser válido en todo disco abierto. Cualquiera que sea el abierto Ω , y dada u ∈ A(Ω) , para
cada a ∈ Ω podemos tomar δ ∈ R+ de forma que D(a, δ) ⊂ Ω y aplicar el resultado anterior al
dominio estrellado D(a, δ) , obteniendo que la restricción de u a dicho disco es la parte real de
una función holomorfa. Por eso se dice a veces que toda función armónica es “localmente” la
parte real de una función holomorfa. Como consecuencia, cualquier propiedad local que tenga
la parte real de una función holomorfa la tendrán todas las funciones armónicas. Por ejemplo,
ser de clase C ∞ es una propiedad local, luego:
Tenemos aquí un buen ejemplo para ilustrar una afirmación que se atribuye a Hadamard: el
camino más corto entre dos verdades en el mundo real, pasa a menudo por el mundo complejo.
Enseguida veremos otra importante propiedad de las funciones armónicas que también se
deduce de la análoga para funciones holomorfas. Pero veamos antes que no siempre se puede
asegurar que una función armónica sea “globalmente” la parte real de una función holomorfa.
Ejemplo. Una función armónica en un dominio, que no es la parte real de ninguna función
holomorfa. Sea Ω = C ∗ y consideremos la función u : Ω → R definida por
p 1
u(x, y) = log x 2 + y 2 = log (x 2 + y 2 ) ∀ (x, y) ∈ R2 \ {(0, 0)}
2
o lo que es lo mismo, u(z) = log | z | para todo z ∈ C ∗ .
Es obvio que u ∈ C 2 (Ω) y se comprueba sin dificultad que u verifica la ecuación de Laplace,
pero no es necesario hacer ningún cálculo. Basta tener en cuenta que, ser una función armónica,
es una propiedad local. Concretamente, para cada a ∈ C ∗ podemos pensar que en el disco
Da = D(a, | a |) ⊂ Ω existe un logaritmo holomorfo, es decir una función fa ∈ H(Da ) tal que
fa (z) ∈ Log z , y en particular Re fa (z) = u(z) , para todo z ∈ Da . Así pues, la restricción de
u al disco Da es una función armónica, por ser la parte real de una función holomorfa. Como
esto ocurre para todo a ∈ C ∗ , deducimos claramente que u ∈ A(C ∗ ) .
La idea recién usada hace sospechar por qué no puede existir una función holomorfa en C ∗
cuya parte real sea u : obtendríamos fácilmente un logaritmo holomorfo en C ∗ , que sabemos
no existe. Supongamos, por reducción al absurdo, que f ∈ H(C ∗ ) y Re f = u . Entonces,
∀ z ∈ C∗
f (z)
e = e u(z) = | z |
Nótese que escribimos la función armónica u como función de variable compleja, porque
es más cómodo, pero (3) se puede escribir de forma que no aparezcan números complejos. Si
a = x0 + i y0 con x0 , y0 ∈ R , tenemos
1 π
Z
u(x0 , y0 ) = u (x0 + r cos t , y0 + r sen t) dt
2 π −π
Tenemos de nuevo un resultado de Análisis real cuya demostración pasa por el cuerpo complejo.
Para sacar partido al teorema anterior, es natural ponerse en una situación que asegure la
existencia de un máximo:
acotado y f : Ω
Sea Ω un dominio → C una
función continua en Ω y holomorfa en Ω .
Entonces: máx | f (z) | : z ∈ Ω = máx | f (z) | : z ∈ Fr (Ω) .
Nótese que ambos máximos existen, pues Ω y Fr (Ω) son compactos. Dado a ∈ Ω tal que
| f (a) | = máx | f (z) | : z ∈ Ω , caben dos posibilidades. Si a ∈ Fr (Ω) , la igualdad buscada
es evidente. En otro caso tenemos a ∈ Ω y podemos aplicar el teorema anterior a la restricción
de f a Ω , cuyo módulo tiene un máximo absoluto en a , obteniendo que f es constante en Ω .
Por continuidad, f es constante en Ω y la igualdad buscada vuelve a ser evidente.
Así pues, para una función en las condiciones del enunciado anterior, cualquier acotación
de su módulo que consigamos en la frontera de Ω , es también válida en Ω . Como ejemplo,
probamos un resultado nada trivial sobre sucesiones de funciones holomorfas:
Principio del módulo mínimo. Sea Ω un dominio y f ∈ H(Ω) . Supongamos que | f | tiene
un mínimo relativo en un punto a ∈ Ω . Entonces, o bien f (a) = 0 , o bien f es constante.
Demostración. Por hipótesis, existe δ > 0 tal que D(a, δ) ⊂ Ω y | f (z) | > | f (a) | para todo
z ∈ D(a, δ) . Suponiendo que f (a) 6= 0 , probaremos que f es constante. Por continuidad, existe
η > 0 tal que D(a, η) ⊂ D(a, δ) y f (z) 6= 0 para todo z ∈ D(a, η) . Esto nos permite considerar
la función g : D(a, η) → C dada por g(z) = 1/ f (z) para todo z ∈ D(a, η) , holomorfa en el
dominio D(a, η) , cuyo módulo tiene un máximo absoluto en el punto a . Por el principio del
módulo máximo, g es constante, luego f es constante en D(a, η) , y basta aplicar el principio
de identidad.
Nótese que este principio es más débil que el del módulo máximo, pero ha quedado claro
que es lo mejor que podíamos esperar. Los dos principios pueden usarse conjuntamente para
encontrar ceros de una función, es decir, para probar que ciertas ecuaciones tienen solución.
Si | f | fuese constante
en Ω , f sería constante.
Como Ω es compacto,
existen a, b ∈ Ω tales
que | f (a) | = mı́n | f (z) | : z ∈ Ω < máx | f (z) | : z ∈ Ω = | f (b) | . Por el principio del
módulo máximo, tenemos b ∈ Fr (Ω) y, puesto que | f | es constante en Fr (Ω) , deducimos que
a ∈ Ω . El principio del módulo mínimo nos dice entonces que f (a) = 0 .
Nótese que, como A es abierto, existe r ∈ R+ tal que D(a, r) ⊂ A , pero en principio no
sabemos si podemos tomar r = R , así que trabajamos con r < R . En el dominio estrellado
D(a, R) , las funciones armónicas u y v coinciden con las partes reales de sendas funciones
holomorfas f y g . Entonces, la restricción de f −g al dominio D(a, r) es holomorfa, y su parte
real es idénticamente nula, luego f y g coinciden en D(a, r) . Puesto que obviamente D(a, r)
tiene puntos de acumulación en D(a, R) , el principio de identidad para funciones holomorfas
nos dice que f y g coinciden en D(a, R) , luego lo mismo les ocurre a u y v . Como D(a, R) es
abierto, concluimos que D(a, R) ⊂ A , como queríamos.
Sea ahora z ∈ A ∩ Ω y tomemos R ∈ R+ tal que D(a, 2R) ⊂ Ω . Existe entonces a ∈ A tal
que | z − a | < R , con lo que D(a, R) ⊂ D(z, 2R) ⊂ Ω . Usando (5) deducimos que D(a, R) ⊂ A
y, en particular, z ∈ A . Esto prueba que A es un subconjunto cerrado de Ω , lo que concluye la
demostración.
Podemos ya trabajar con funciones armónicas igual que hicimos con las holomorfas, con la
ventaja de que ahora nos da igual que tengamos un máximo o un mínimo relativo.
Demostración. Basta considerar el caso de que u tenga un máximo relativo, es decir, que
existan a ∈ Ω y δ > 0 tales que D(a, δ) ⊂ Ω y u(z) 6 u(a) para todo z ∈ D(a, δ) . Entonces la
restricción de u a D(a, δ) es subarmónica y tiene un máximo absoluto en a , luego es constante.
Como D(a, δ) tiene interior no vacío, al principio de identidad para funciones armónicas nos
dice que u es constante.
De nuevo podemos fácilmente asegurarnos la existencia de extremos, usando la compacidad.
El razonamiento es exactamente el mismo que hicimos para funciones holomorfas, con una
conclusión más clara:
Este resultado generaliza claramente otros que habíamos deducido de las ecuaciones de
Cauchy-Riemann. Si Ω es un dominio y f ∈ H(Ω) no es constante, el conjunto f (Ω) es
abierto, luego no puede estar contenido en una recta ni en una circunferencia, y en particular,
ninguna de las funciones Re f , Im f y | f | puede ser constante.
También vemos fácilmente que el principio del módulo máximo se deduce a su vez del
teorema anterior. Si | f | tuviese un máximo relativo
en un punto a ∈ Ω , existiría un δ > 0 tal
que D(a, δ) ⊂ Ω y el conjunto abierto f D(a, δ) estaría contenido en D 0 , | f (a) | , pero
entonces tendríamos f D(a, δ) ⊂ D(0, | f (a) |) , lo cual es absurdo. Por tanto, el principio del
módulo máximo y el teorema de la aplicación abierta son resultados equivalentes.
10. Funciones armónicas 126
10.9. Ejercicios
1. Dado un abierto Ω del plano, encontrar la condición necesaria y suficiente que deben
cumplir dos funciones u, v ∈ A(Ω) , para que se tenga u v ∈ A(Ω) .
5. Sea f ∈ H D(0, 1) y supongamos que existe n ∈ N tal que, para todo r ∈ ] 0, 1 [ se tiene
máx | f (z) | : | z | = r = r n
| f (z) | 6 | f (z 2 ) | ∀ z ∈ D(0, 1)
7. Sea Ω un dominio y u, v ∈ A(Ω) tales que u(z)v(z) = 0 para todo z ∈ Ω . Probar que, o
bien u(z) = 0 para todo z ∈ Ω , o bien v(z) = 0 para todo z ∈ Ω .
Tema 4
Funciones analíticas
Vamos a analizar un importante método para construir funciones holomorfas, como límites
de sucesiones de funciones polinómicas. Previamente discutimos la convergencia de series de
números complejos, así como la de sucesiones y series de funciones complejas. Nos interesa un
tipo muy particular de series de funciones, llamadas series de potencias, cuyas sumas parciales
son funciones polinómicas de forma muy concreta. Tras estudiar la convergencia de una serie
de potencias complejas y definir su dominio de convergencia, probamos que su suma es una
función holomorfa, de hecho indefinidamente derivable, en dicho dominio. Llegamos así al
concepto de función analítica en un abierto del plano.
Está claro que entonces la sucesión {zn } , el término general de la serie, converge a cero:
lı́m zn = lı́m Sn+1 − Sn = 0
n→∞ n→∞
31
4. Funciones analíticas 32
de donde deducimos que la serie de números complejos ∑ zn es convergente si, y sólo si, las
n>0
series de números reales ∑ Re zn y ∑ Im zn convergen, en cuyo caso se tiene
n>0 n>0
∞ ∞ ∞
∑ zn = ∑ Re zn + i ∑ Im zn
n=0 n=0 n=0
Así pues el estudio de la convergencia de una serie de números complejos se reduce a estudiar
dos series de números reales. Sin embargo, frecuentemente no es necesario usar esta idea, como
vamos a ver.
Se dice que la serie de números complejos ∑ zn es absolutamente convergente cuando
n>0
la serie de números reales no negativos ∑ | zn | es convergente. Razonando como en R , pero
n>0
usando el teorema de complitud de C en lugar del de R , o bien considerando las series de
partes reales e imaginarias y aplicando el criterio de comparación para series de términos no
negativos, comprobamos el siguiente resultado clave:
Tomando por ejemplo ε = 1 obtenemos p ∈ N tal que para n > p la función fn − f está acotada
en B . Entonces, para cualquier ε > 0 , en (3) siempre podemos tomar m > p , con lo que (3)
resulta equivalente a
∀ ε > 0 ∃ m ∈ N : n > m ⇒ sup | fn (z) − f (z) | : z ∈ B < ε
Esto equivale a que {αn } → 0 , donde αn = sup {| fn (z) − f (z) | : z ∈ B} para n > p , sin
que obviamente sea necesario especificar el valor de αn para n < p . Obtenemos así un criterio
útil para probar la convergencia uniforme, siempre que conozcamos la función f :
Este criterio se puede reformular de una manera que tiene especial utilidad cuando queremos
probar que la convergencia no es uniforme:
(i) ⇒ (ii) . Fijamos una sucesión {zn } de puntos de B . Para cada ε > 0 existe m ∈ N tal que,
si n > m se tiene | fn (z) − f (z) | < ε para todo z ∈ B y, en particular, | fn (zn ) − f (zn ) | < ε .
(ii) ⇒ (i) . Fijado n ∈ N , si la función fn − f no está acotada en B , existe zn ∈ B tal que
| f (zn ) − f (zn ) | > n , y en otro caso podemos tomar zn ∈ B de forma que
1
sup | fn (z) − f (z) | : z ∈ B < | fn (zn ) − f (zn ) | + (5)
n
Por (ii) tenemos { fn (zn ) − f (zn )} → 0 , con lo que el conjunto {n ∈ N : | fn (zn ) − f (zn ) | > n}
ha de ser finito, luego existe p ∈ N tal que, para n > p la función fn − f está acotada en B
y se verifica (5) . Pero entonces es claro que también se cumple (4) , luego { fn } converge
uniformemente a f en B .
Ejemplo. Para ilustrar los criterios anteriores, consideremos la sucesión { fn } dada por
fn (z) = z n ∀z ∈ C ∀n ∈ N
Nótese que la convergencia puntual tendría perfecto sentido para sucesiones de funciones
definidas en un conjunto no vacío A totalmente arbitrario, con valores en cualquier espacio
topológico. Para la convergencia uniforme, el conjunto de definición puede ser arbitrario, pero
las funciones deben tomar valores en un espacio métrico. Cuando dicho espacio métrico es
completo, como le ocurre a C , tenemos un criterio de Cauchy para la convergencia uniforme.
Su utilidad estriba, como ocurre con todos los criterios de este tipo, en que nos permite probar
la convergencia uniforme de una sucesión de funciones, sin conocer la función límite, como
ocurre sobre todo cuando trabajamos con series de funciones.
4. Funciones analíticas 35
| f p (z) − f p+n (z) | < ε/2 ∀ n ∈ N , luego | f p (z) − f (z) | 6 ε/2 < ε
Esta última desigualdad es válida para todo z ∈ B siempre que se tenga p > m , y está claro
que m no depende de z , luego { fn } converge uniformemente a f en B . Hemos probado:
Fijado ε > 0 , la convergencia uniforme nos da un m ∈ N tal que, para n > m se tiene
Por otra parte, la función fm es continua en el punto z , luego existe δ > 0 tal que
donde fn ∈ F(A) para todo n ∈ N ∪ {0} . Es claro que dicha serie converge puntualmente en
un conjunto B ⊂ A cuando, para cada z ∈ B , la serie de números ∑ fn (z) es convergente.
n>0
Definimos entonces en B la suma de la serie, que es la función f ∈ F(B) dada por
∞
f (z) = ∑ fn(z) ∀z ∈ B
n=0
Es claro que la convergencia puntual de esta nueva serie, en cualquier conjunto B ⊂ A , equivale
a la de la serie que aparece en (7) , en cuyo caso tendremos
∞ p−1 ∞
∑ fn (z) = ∑ fn (z) + ∑ fn (z) ∀z ∈ B (9)
n=0 n=0 n=p
Esto implica claramente que para n > m se tiene | fn (z) | < 2 ε para todo z ∈ B . Por tanto:
Por comparación con una serie convergente de números reales positivos, conseguimos a la
vez la convergencia absoluta y la uniforme de una serie de funciones. Este es el criterio de
convergencia para series de funciones que siempre vamos a usar:
fn (z) = αn (z − a)n ∀z ∈ C
con αn ∈ C . Dicha serie se denota simplemente por ∑ αn (z − a)n , notación que no nos debe
n>0
confundir: no hemos fijado z ∈ C para tener una serie de números complejos, sino que z es
variable y tenemos una serie de funciones, la sucesión de funciones polinómicas dada por
n−1
Sn (z) = ∑ αk (z − a)k ∀z ∈ C ∀n ∈ N
k=0
Λ = ρ ∈ R+ : {| αn | ρ n } está mayorada
y cabe distinguir tres casos, en cada uno de los cuales vamos a definir el radio de convergencia
de nuestra serie de potencias, que denotaremos por R.
4. Funciones analíticas 39
Comentemos las preguntas que no tienen una respuesta general, conociendo sólo el radio de
convergencia de una serie de potencias. En el caso R = ∞ cabe preguntar si la serie converge
uniformemente en C . Cuando R ∈ R+ , nada hemos dicho sobre el comportamiento de la serie
en la circunferencia de centro a y radio R , y también cabría preguntarse si hay convergencia
uniforme en D(a, R) o incluso en D (a, R) . Veremos con ejemplos que estas preguntas no tienen
una respuesta general, habría que estudiarlas en cada caso concreto.
Concluimos el estudio de la convergencia de una serie de potencias, dando un método muy
expeditivo para calcular el radio de convergencia.
z ∈ C tenemos claramente p
lı́m sup n | αn z n | } = λ | z |
El criterio de la raíz nos dice que la serie de potencias converge absolutamente en el punto z
cuando | z | < 1/λ , y no lo hace cuando | z | > 1/λ , luego R = 1/λ .
Ha quedado claro que siempre se presenta uno, y sólo uno, de los tres casos del enunciado,
luego las tres implicaciones dadas son en realidad equivalencias. La igualdad (11) es la fórmula
de Cauchy-Hadamard y se puede entender que el radio de convergencia siempre viene dado por
dicha fórmula. Concretamente, en el caso (i) podemos entender que el límite superior es +∞
y que R = 1/ + ∞ = 0 , mientras en el caso (ii) podemos entender que R = 1/0 = ∞ .
p
Naturalmente, a la hora de estudiar la sucesión n | αn | , puede ser útil el criterio de la
raíz para sucesiones de números positivos, que nos da directamente lo siguiente:
Vamos a comentar algunos ejemplos, en los que calculamos el radio de convergencia de una
serie de potencias y contestamos algunas preguntas adicionales.
zn
Como primer ejemplo sencillo, la serie ∑ n tiene obviamente radio de convergencia ∞ .
n>1 n
Es fácil ver que su término general no converge uniformemente en C , luego la serie tampoco.
Invirtiendo sus coeficientes obtenemos la serie ∑ n n z n , que tiene radio de convergencia cero.
n>1
n
Consideremos la serie geométrica ∑z , que obviamente tiene radio de convergencia 1.
n>0
Su suma se calcula exactamente igual que cuando la razón es un número real. Concretamente,
para todo n ∈ N y z ∈ C se tiene
n−1 n−1 n−1 n n−1
(z − 1) ∑ z k = ∑ z k+1 − ∑ z k = ∑ z k − ∑ z k = z n − 1
k=0 k=0 k=0 k=1 k=0
4. Funciones analíticas 41
zn
Para z ∈ D(0, 1) tenemos → 0 y deducimos que
∞
1
∑ zn = 1−z
∀ z ∈ D(0, 1)
n=0
Para que tal afirmación tenga sentido, el dominio de convergencia de esta nueva serie deberá
contener a Ω . Empezamos viendo que, de hecho, coincide con Ω .
Λ = ρ ∈ R+ : {| αn | ρ n } mayorada
y
+ n
Λ1 = ρ ∈ R : {(n + 1)| αn+1 | ρ } mayorada
ρ ∈ Λ1 =⇒ ρ ∈ Λ =⇒ ] 0 , ρ [ ⊂ Λ1
∞
g(w) = ∑ αn w n ∀ w ∈ Ω0
n=0
Tenemos claramente f (z) = g(z − a) para todo z ∈ Ω , luego trabajamos con g , para luego
aplicar la regla de la cadena. Nótese que se tiene Ω0 = C , o bien Ω0 = D(0, R) con R ∈ R+ ,
según sea Ω = C , o bien Ω = D(a, R) respectivamente.
Fijamos b ∈ Ω0 para probar que g es derivable en b y calcular g 0 (b) . Observamos que
existe δ > 0 tal que | b | + δ ∈ Ω0 y D (b, δ) ⊂ Ω0 . Si Ω0 = C , δ puede ser arbitrario, y en
otro caso tenemos Ω0 = D(0, R) con 0 6 | b | < R , luego basta tomar 0 < δ < R − | b | , pues
entonces es obvio que | b | + δ ∈ D(0, R) y que para w ∈ D (b, δ) se tiene | w | 6 | b | + δ < R .
Por el lema anterior, el dominio de convergencia de la serie ∑ (n + 1) αn+1 w n es Ω0 ,
n>0
luego dicha serie converge absolutamente en el punto | b | + δ . Anotemos este hecho:
n
la serie ∑ (n + 1) | αn+1 | | b | + δ converge (12)
n>0
la igualdad (13) nos dice que la serie ∑ Pn converge puntualmente en Ω0 \ {b} a la función
n>0
gb cuyo límite en el punto b pretendemos calcular. Estudiemos pues dicha serie con más detalle.
Para cualesquiera w ∈ D (b, δ) y n ∈ N ∪ {0} tenemos
n n n−k k
| Pn (w) | 6 | αn+1 | ∑ | w | n−k | b | k 6 | αn+1 | ∑ |b| + δ |b| + δ
k=0 k=0
n
= (n + 1) | αn+1 | | b | + δ
En vista de (12) , el test de Weierstrass nos dice que la serie ∑ Pn converge uniformemente
n>0
en D (b, δ) . Consideremos la suma de dicha serie, es decir, la función ϕ : D (b, δ) → C definida
por
∞
ϕ(w) = ∑ Pn(w) ∀ w ∈ D (b, δ)
n=0
La siguiente observación cae por su peso: la función derivada f 0 ha resultado ser la suma
de una serie de potencias cuyo dominio de convergencia sigue siendo Ω , luego el teorema
anterior puede aplicarse a f 0 , y así sucesivamente. Ha llegado pues el momento de comprobar
que la definición de las derivadas sucesivas de una función compleja de variable compleja no
tiene ninguna dificultad. Se hace por inducción, exactamente igual que para funciones reales de
variable real.
4. Funciones analíticas 45
Por tanto, cuando A ⊂ A 0 , tenemos que f es indefinidamente derivable en A si, y sólo si, lo
son Re f y Im f , verificándose la igualdad anterior para todo t ∈ A y para todo n ∈ N .
Pero vayamos ya al caso que más nos interesa: A = Ω es el dominio de convergencia de una
serie de potencias no trivial y f es la suma de dicha serie. Como ya hemos adelantado, a partir
del teorema que nos dio la holomorfía de f obtenemos fácilmente que f es indefinidamente
derivable en Ω y que las derivadas sucesivas de f se obtienen derivando término a término la
serie usada para definir f , manteniéndose constante el radio de convergencia.
Enunciamos explícitamente el resultado, que sólo tiene un interés provisional, pues más
adelante probaremos algo mucho más general:
4. Funciones analíticas 46
∞ ∞
(k) (n + k) ! n!
f (z) = ∑ αn+k (z − a)n = ∑ (n − k) ! αn (z − a)n−k ∀z ∈ Ω
n=0 n! n=k
(n + 1 + k) ! (n + k + 1) !
∑ (n + 1) αn+1+k (z − a)n = ∑ αn+k+1 (z − a)n
n>0 (n + 1) ! n>0 n!
tiene dominio de convergencia Ω . Usando otra vez la hipótesis de inducción, que nos da f (k)
como suma de una serie de potencias con dominio de convergencia Ω , el último teorema nos
dice que f (k) ∈ H(Ω) , luego f es k + 1 veces derivable en Ω , y para todo z ∈ Ω se tiene
∞ ∞
(n + 1 + k) ! (n + k + 1) !
f (k+1) (z) = ∑ (n + 1) αn+1+k (z − a)n = ∑ αn+k+1 (z − a)n
n=0 (n + 1) ! n=0 n !
La última igualdad del enunciado anterior tiene interés, pues nos dice que la función f
determina de forma única a la serie de potencias usada para definirla, concretamente:
f (n) (a)
∑ αn (z − a)n = ∑ n!
(z − a)n
n>0 n>0
Es natural decir que esta serie de potencias es la serie de Taylor de la función f centrada en
el punto a . En vista del carácter local del concepto de derivada, que se transmite claramente a
las derivadas sucesivas, para conocer esta serie basta conocer f en un entorno de a . Tenemos
por tanto el siguiente resultado, conocido como principio de identidad para series de potencias.
Permite identificar los coeficientes de dos series de potencias, igual que podemos identificar los
coeficientes de dos polinomios que coincidan en suficientes puntos:
4. Funciones analíticas 47
Si f ∈ H(Ω1 ) y g ∈ H(Ω2 ) son las sumas de las respectivas series, sabemos que f y g
coinciden en un entorno de a , luego el carácter local de las sucesivas derivadas nos dice que
f (n) (a) = g (n) (a) para todo n ∈ N ∪ {0} , con lo que basta usar el resultado anterior.
Conviene resaltar que, para la suma de una serie de potencias no trivial, digamos f , no
hemos probado que f sea analítica en el dominio de convergencia Ω de la serie. Si Ω = D(a, R)
con a ∈ C y R ∈ R+ , para probarlo deberíamos expresar f como suma de una serie de potencias
centrada en cada punto b ∈ Ω , cosa que en principio sólo sabemos para b = a , y a poco que
se piense, esto no es del todo fácil. No vamos a profundizar en el estudio de las funciones
analíticas, por una sencilla razón: como resultado fundamental de la teoría local de Cauchy,
que vamos a desarrollar más adelante, probaremos que toda función holomorfa en un abierto
del plano, es analítica, y en particular indefinidamente derivable, en dicho abierto.
4.8. Ejercicios
1. Calcular el radio de convergencia de las siguientes series de potencias:
n! n
(a) ∑ nn zn (b) ∑ z 2n (c) ∑ 2n zn! (d) ∑ 3 + (−1)n zn
n>1 n>0 n>0 n>0
2
(e) ∑ (n + a n) z n (a ∈ R+ ) (f) ∑ an z n (a ∈ C)
n>0 n>0
αn
(a) ∑ n k αn z n (k ∈ N fijo) (b) ∑ n ! zn
n>0 n>0
A continuación estudiamos algunos ejemplos de funciones holomorfas que, junto con las
racionales, forman la familia de las llamadas funciones elementales de variable compleja. Son
extensiones naturales de las funciones reales de variable real que llevan el mismo nombre.
Empezamos con el ejemplo más importante, la función exponencial compleja. Se trata de
una función entera que extiende a la exponencial real y comparte con ella algunas propiedades,
entre las que destaca la fórmula de adición, pero difiere en un aspecto esencial: toma todos los
valores complejos no nulos y, no sólo no es inyectiva, sino que es periódica.
En consecuencia, cada número complejo no nulo tiene infinitos logaritmos, que calculamos
explícitamente, encontrando una correspondencia biunívoca entre logaritmos y argumentos. Al
argumento principal corresponde el logaritmo principal, una extensión natural del logaritmo
real. Planteamos, y analizamos de forma preliminar, el problema clave a la hora de trabajar
con logaritmos complejos: la posibilidad de definir un logaritmo de una función holomorfa, de
forma que se obtenga a su vez una función holomorfa.
A partir de la exponencial y el logaritmo se definen fácilmente el resto de las funciones
elementales: potencias, raíces y funciones trigonométricas e hiperbólicas. Las mencionamos
brevemente, comentando algunas de sus propiedades.
5.1. La exponencial
Partimos del desarrollo en serie de Taylor de la función exponencial real:
∞
xn
exp x = e x = ∑ ∀x ∈ R
n=0 n!
zn
Es claro que la serie de potencias∑ tiene radio de convergencia infinito, luego su suma
n>0 n !
nos da una función definida en todo el plano, que extiende a la exponencial real, por lo que
podemos denotarla de la misma forma.
49
5. Funciones elementales 50
E.3. Si f ∈ H(C) verifica que f 0 (z) = f (z) para todo z ∈ C , entonces existe una constante
λ ∈ C tal que f (z) = λ e z para todo z ∈ C .
Basta definir h ∈ H(C) por h(z) = f (z) e −z para todo z ∈ C y observar que
h 0 (z) = f 0 (z) e −z − f (z) e −z = 0 ∀z ∈ C
Por tanto, existe una constante λ ∈ C tal que h(z) = λ para todo z ∈ C , de donde deducimos
que f (z) = f (z) e −z e z = h(z) e z = λ e z , también para todo z ∈ C .
Si en el resultado anterior queremos conseguir f (z) = e z para todo z ∈ C , bastará suponer
adicionalmente que f (0) = 1. Como otra consecuencia de la fórmula de adición, tenemos:
5. Funciones elementales 51
Veamos ahora la importante relación que guarda la exponencial compleja con las funciones
trigonométricas reales:
Por tanto h(t) = h(0) para todo t ∈ R , pero de g(0) = 1 deducimos claramente que h(0) = 0 ,
luego h es idénticamente nula, esto es, ϕ(t) = cos t y ψ(t) = sen t para todo t ∈ R .
Arg z = θ ∈ R : z = | z | e i θ ∀ z ∈ C∗
Por otra parte, el seno y el coseno que, como funciones reales de variable real, no guardan
relación alguna con la exponencial real, se obtienen fácilmente a partir de la compleja, De la
fórmula de Euler deducimos claramente que, para todo t ∈ R se tiene e −it = cos t − i sen t ,
luego
e it + e −it e it − e −it
cos t = y sen t =
2 2i
Estas igualdades nos permitirán más adelante extender fácilmente el seno y el coseno para
obtener funciones enteras.
5. Funciones elementales 52
Las fórmulas de adición y de Euler nos permiten escribir la exponencial en la forma que ya
habíamos manejado con anterioridad:
e z = e Re z e i Im z = e Re z cos(Im z) + i sen(Im z)
∀z ∈ C
Log z = w ∈ C : ew = z = ln | z | + i θ : θ ∈ Arg z
log z = ln | z | + i arg z ∀ z ∈ C∗
Decimos también que la función log : C∗ → C es el logaritmo principal, pues no hay peligro
de confusión. Esta función es una extensión del logaritmo real: log x = ln x para todo x ∈ R+ .
La propiedad algebraica de la que gozaba el conjunto de todos los argumentos se transmite
claramente al conjunto de todos los logaritmos pero, para los logaritmos, podemos deducirla
directamente de la fórmula de adición para la exponencial, como vamos a ver.
La exponencial es un epimorfismo del grupo aditivo C sobre el grupo multiplicativo C∗ ,
∗
cuyo núcleo es Log 1 = 2 π iz Z , luego induce un isomorfismo de grupos E : C/2 π i Z → C
dado por E z + 2 π i Z = e para todo z ∈ C . Teniendo en cuenta que Log z ∈ C/2 π i Z para
todo z ∈ C ∗ , es obvio que la aplicación inversa E −1 no es otra que Log : C ∗ → C/2 π i Z . Por
tanto, Log también es un isomorfismo de grupos:
ew − eb
Φ(w) = ∀ w ∈ C \ {b} y Φ(b) = e b
w−b
que evidentemente verifica
e w − e b = Φ(w) (w − b) ∀w ∈ C
Además, por ser f (a) 6= 0 podemos encontrar un δ > 0 tal que, para z ∈ A con | z − a | < δ ,
se tenga Φ g(z) 6= 0 . De (2) deducimos entonces que
El lema anterior sugiere dos ideas importantes en relación con el problema que habíamos
planteado. Por una parte, podemos verlo como una cuestión topológica: dado un abierto Ω ⊂ C
y una función f ∈ H(Ω) con f (Ω) ⊂ C ∗ , para tener un logaritmo holomorfo de f bastará
conseguir un logaritmo continuo, lo que equivale a encontrar un argumento continuo de f .
Pero por otra parte, podemos enfocar el problema desde un punto de vista más analítico. Si
Ω es un abierto de C y h ∈ F(Ω) , es natural llamar primitiva de h a toda función g ∈ H(Ω) tal
que g 0 = h . Pues bien, si g es un logaritmo holomorfo de una función f ∈ H(Ω) , el resultado
anterior nos dice que g ha de ser una primitiva de la función f 0 / f . Recíprocamente, vamos a
ver ahora que, a partir de una primitiva de f 0 / f , es bien fácil conseguir un logaritmo holomorfo
de f , luego nuestro problema puede verse como una cuestión de cálculo de primitivas.
Demostración. Definiendo h(z) = f (z) e−g(z) para todo z ∈ Ω , tenemos h ∈ H(Ω) con
Resumimos todas las ideas comentadas sobre el problema del logaritmo holomorfo, en el
siguiente enunciado, que lo reformula de tres maneras equivalentes:
Para un abierto no vacío Ω ⊂ C y una función f ∈ H(Ω) con f (Ω) ⊂ C ∗ , las siguientes
afirmaciones son equivalentes:
(i) f tiene un argumento continuo
(ii) f tiene un logaritmo continuo
(iii) f tiene un logaritmo holomorfo
(iv) f 0 / f tiene una primitiva
5. Funciones elementales 56
∀ z ∈ C∗
arg z = sgn Im z arc cos Re z / | z |
Ahora, en el disco D(a, | a |) es bien fácil encontrar una primitiva de la función z 7→ 1/z ,
que usando el Lema 2 nos dará un logaritmo holomorfo en dicho disco. Basta pensar en una serie
de potencias cuya derivada término a término sea la serie que acaba de aparecer. Concretamente,
(−1)n (z − a)n+1
la serie ∑ n+1 también tiene radio de convergencia | a | y su suma,
n>0 a n+1
∞
(−1)n (z − a)n+1 ∞
(−1)n+1 n
h(z) = ∑ n+1 = ∑ n
(z − a) ∀ z ∈ D a, | a |
n=0 a n+1 n=1 n a
Dado a ∈ C ∗ , definiendo
∞
(−1)n+1
∑ n a n (z − a)n
g(z) = log a + ∀ z ∈ D a, | a |
n=1
w
z = exp w Log z = exp( w λ ) : λ ∈ Log z
Destacamos un elemento de este conjunto: exp ( w log z ). Antes de darle nombre y notación
adecuados, consideremos los casos en que dicho número p ya nos es familiar. Si w = p ∈ Z , la
fórmula de adición nos da exp(p log z) = exp(log z) = z p para todo z ∈ C ∗ . Además, si
z = x ∈ R+ y w = y ∈ R , tenemos exp(y log x) = e y ln x = x y . Finalmente, si z = e , es claro
que exp(w log e) = e w para todo w ∈ C . En resumen, la igualdad e w log z = z w se verifica en
todos los casos en los que el segundo miembro tiene ya sentido. Por tanto, podemos usar dicha
igualdad como definición del segundo miembro, englobando todos los casos conocidos.
Para z ∈ C ∗ y w ∈ C definimos la potencia principal de base z y exponente w como el
número complejo no nulo z w dado por
z w = exp w log z
No debemos pensar que este conjunto es siempre infinito, ya que la exponencial es periódica.
Por ejemplo, si w ∈ Z , es claro que [ z w tiene un solo elemento, para todo z ∈ C ∗ .
En general, será fácil saber si una potencia es un conjunto finito y en tal caso conocer su
número de elementos. La igualdad anterior deja claro que esto no dependerá w de la base, sino
∗
solamente del exponente, pues nos dice que, para todo z ∈ C , el conjunto z es equipotente
a e 2 k π i w : k ∈ Z . Usaremos varias veces una observación inmediata: para cualesquiera
α , β ∈ C se tiene
e 2 π i α = e 2 π i β =⇒ α − β ∈ Z (4)
pues de e 2 π i (α − β) = 1 deducimos 2 π i (α − β) = 2 π i m con m ∈ Z , luego α − β = m ∈ Z .
Dado w ∈ C , si k, h ∈ Z verifican e 2 k π i w = e 2 h π i w , deducimos que (k − h) w ∈ Z , lo que
implica que k = h , o bien w ∈ Q . Por tanto:
Para ver lo que ocurre cuando el exponente es un número racional, empezamos por el caso
w = 1/n con n ∈ N . Para cada k ∈ Z , el algoritmo de la división euclídea nos permite escribir
k = q n + r donde q, r ∈ Z y 0 6 r < n . Entonces e 2 k π i / n = e 2 q π i e 2 r π i / n = e 2 r π i / n , luego,
para todo z ∈ C ∗ , el conjunto z 1/n es finito y tiene a lo sumo n elementos. Además, si r, s ∈ Z
verifican que 0 6 r, s < n , de e 2 r π i / n = e 2 s π i / n usando
(4) deducimos que (r − s)/n ∈ Z ,
pero −1 < (r − s)/n < 1 , luego r = s . Por tanto, z 1/n tiene exactamente n elementos. Por
otra parte, para v ∈ z 1/n tenemos v = e (1/n) log z e 2 k π i / n con k ∈ Z y la fórmula de adición
para la exponencial nos dice claramente que v n = e log z e 2 k π i = z . Así pues, los n elementos de
z 1/n son soluciones de la ecuación v n = z , que obviamente no puede tener más soluciones.
Hemos probado:
Para concluir que este conjunto tiene exactamente n elementos, supongamos por el contrario
que e 2 r π i p / n = e 2 s π i p / n con r, s ∈ Z y 0 6 r < s < n . Usando de nuevo (4) vemos que
(s − r) p/n ∈ Z , es decir, (s − r) w ∈ Z , lo que contradice la definición de n , ya que s − r ∈ N
y s−r 6 s < n.
z w = v p : v ∈ z 1/n ∀ z ∈ C∗
5. Funciones elementales 60
propiedades deseables, tanto desde el punto de vista analítico, es una función entera, como
desde el algebraico, es un epimorfismo del grupo aditivo C sobre el grupo multiplicativo C ∗ :
Como ocurría en el caso real, esta gama de funciones no aporta nada nuevo, su estudio se
reduce al de la función exponencial por antonomasia: expe = exp . Nótese que han aparecido
funciones exponenciales cuya base es un número real negativo, por ejemplo : (−1) z = e i π z
para todo z ∈ C . A título de curiosidad, la igualdad a z + w = a z a w , donde el segundo
miembro
z se entiende
lógicamente como el conjunto de todos los productos de los elementos de
a por losde a w , no es cierta
en general. Por ejemplo,para a = −1 y z = 1/2 = −w se
z + w = {1} pero a = a = {i, −i} , luego a z a w = {1, −1} .
z w
tiene a
Con las funciones potencia va a ocurrir lo contrario que con las exponenciales. Fijado α ∈ C ,
∗ debemos optar entre z α y z α . Nótese que si α ∈ Z , z α es el único elemento
para z
∈ C
α potencia z → z no ofrece ningún problema, es una función racional. En
de z α y la función α
ϕn (z) = e g(z)/n ∀z ∈ Ω
A continuación vamos a obtener una respuesta negativa al problema de existencia de una raíz
cuadrada holomorfa. Cuando el abierto Ω contiene una circunferencia centrada en el origen,
veremos que no existe en Ω una raíz cuadrada continua, luego tampoco holomorfa. El resultado
anterior nos permitirá entonces contestar también negativamente algunas otras preguntas que
nos hemos ido haciendo.
Supongamos, por reducción al absurdo, que ϕ es una raíz cuadrada continua en S . Por otra
parte sea ψ la restricción a S de la raíz cuadrada principal, es decir ψ(z) = z 1/2 = e (1/2) log z
para todo z ∈ S , que sabemos es una función continua en S0 = S \ {−r} = S ∩ (C ∗ \ R− ), pero
del comportamiento del logaritmo principal en R− se deduce que ψ no tiene límite en −r . De
hecho, si para cada n ∈ N tomamos zn = −r e i θn ∈ S0 con θn = (−1)n /n , tenemos {zn } → −r
y es fácil comprobar que {ψ(z2n )} → −i r1/2 mientras que {ψ(z2n−1 )} → i r1/2 .
Ambas funciones son continuas en S0 y verifican que ϕ(z)2 = ψ(z)2 = z 6= 0 para todo
z ∈ S0 luego ψ/ϕ es una función continua en S0 que sólo toma los valores 1 y −1 . Ahora
bien, S0 es conexo, por ser la imagen del intervalo ] − π, π [ por la función continua t 7→ r e it .
Por tanto, o bien ψ(z) = ϕ(z) para todo z ∈ S0 , o bien ψ(z) = −ϕ(z) para todo z ∈ S0 . En
ambos casos llegamos a contradicción, pues ϕ tiene límite en −r pero ψ no lo tiene.
Nótese que, para preguntar si en un abierto no vacío Ω existe una raíz cuadrada holomorfa,
no parecía en principio necesario suponer que Ω ⊂ C ∗ , pero si 0 ∈ Ω , existe r ∈ R+ tal que
D (0, r) ⊂ Ω y el resultado recién probado nos da respuesta negativa.
Anotemos finalmente la respuesta negativa a las preguntas más naturales que nos hemos
venido haciendo:
No hay una raíz cuadrada holomorfa en C ∗ . Por tanto, no existe un logaritmo holomorfo
en C ∗ , o equivalentemente, la función z 7→ 1/z , de C ∗ en C , no tiene primitiva.
5. Funciones elementales 62
e i z + e −i z e i z − e −i z
cos z = y sen z =
2 2i
que claramente verifican sen 0 z = cos z y cos 0 (z) = − sen z para todo z ∈ C . Nótese que
seguimos teniendo e i z = cos z + i sen z para todo z ∈ C , pero obviamente esto ya no implica
que cos z y sen z sean la parte real e imaginaria de e i z .
Usando la definición de la exponencial es fácil expresar el seno y el coseno como sumas de
series de potencias convergentes en todo el plano. Para todo z ∈ C tenemos:
∞
(−1)n 2n ∞
(−1)n
cos z = ∑ z y sen z = ∑ (2n + 1)! z 2n+1
n=0 (2n)! n=0
Como se puede adivinar, todas las propiedades del seno y el coseno, que generalizan las de
sus restricciones a R , se deducen fácilmente de las propiedades de la exponencial compleja.
Repasaremos algunas de ellas, cuya comprobación es siempre rutinaria.
Es obvio que el coseno es una función par y el seno es una función impar, es decir, para
todo z ∈ C se tiene cos (−z) = cos z y sen (−z) = − sen z . Para cualesquiera z, w ∈ C , la
fórmula de adición de la exponencial nos permite escribir
cos (z + w) + i sen (z + w) = cos z + i sen z cos w + i sen w y
cos (z + w) − i sen (z + w) = cos z − i sen z cos w − i sen w
de donde claramente deducimos las fórmulas de adición para el seno y el coseno
cos z + (π/2) = − sen z = cos 0 (z) y sen z + (π/2) = cos z = sen 0 (z)
sen 2 z + cos 2 z = 1 ∀z ∈ C
pero es un error pensar que, como ocurría en R , las funciones seno y coseno estén acotadas.
5. Funciones elementales 63
Para tener expresiones cómodas de la parte real e imaginaria del coseno y el seno, conviene
introducir las funciones coseno hiperbólico y seno hiperbólico, que son las funciones enteras
ch y sh definidas, para todo z ∈ C , por
e z + e −z e z − e −z
ch z = y sh z =
2 2
Esta vez, para todo z ∈ C tenemos claramente
ch 0 (z) = sh z , sh 0 (z) = ch z y ch 2 z − sh 2 z = 1
cos z = ch (i z) y sen z = −i sh (i z)
Ahora las fórmulas de adición nos dicen que para z = x + i y con x, y ∈ R se tiene
Puesto que el seno y coseno hiperbólico, al igual que los trigonométricos, toman valores reales
en el eje real, las anteriores igualdades nos dan la parte real e imaginaria del seno y coseno.
También podemos calcular fácilmente su módulo
cos z = w ⇔ e i z − 2 w = − e −i z ⇔ e2 i z − 2 w e i z = −1
2
e i z − w = w 2 − 1 ⇔ e i z − w ∈ (w 2 − 1)1/2
⇔
1/2
Para todo w ∈ C , es claro que w ± w 2 − 1 6= 0 , luego la última ecuación tiene infinitas
soluciones, que pueden describirse de la siguiente forma
Tenemos aquí calculados todos los valores del arco-coseno y podríamos hacer un estudio del
mismo como función compleja de variable compleja, similar al del logaritmo y directamente
relacionado con él. Preferimos estudiar con más detalle el arco-tangente.
5. Funciones elementales 64
Nos encontramos con la grata sorpresa de que el coseno complejo no tiene más ceros que los
del coseno real, podemos definir la tangente en todo punto de C \ R .
Consideramos por tanto el dominio Ω = C \ {(2k + 1)π/2 : k ∈ Z} y definimos en él la
función tangente por
sen z
tg z = ∀z ∈ Ω
cos z
Tenemos claramente tg ∈ H(Ω) con tg 0 (z) = 1 + tg 2 z para todo z ∈ Ω . También es claro
que {z + π : z ∈ Ω} = Ω y tg (z + π) = tg z para todo z ∈ Ω , luego π es un periodo de la
tangente. Para calcular su imagen, dados w ∈ C y z ∈ Ω , tenemos claramente
tg z = w ⇔ e i z − e −i z = i w e i z + e −i z ⇔ e i z 1 − i w = e −i z 1 + i w
Cuando w = ±i la última igualdad es imposible puesto que uno de sus miembros se anula y el
otro no. Para w ∈ C \ {i, −i} tenemos claramente (1 + iw)/(1 − iw) 6= 0 y concluimos que
2iz 1 + iw 1 1 + iw
tg z = w ⇔ e = ⇔ z ∈ Log
1 − iw 2i 1 − iw
Por tanto, la imagen de la tangente es C \ {i, −i} y para cada w en dicho conjunto, tenemos
calculados los puntos en los que la tangente toma el valor w , que lógicamente serán todos los
valores del arco tangente.
Cambiando la notación para usar siempre z como variable, para z ∈ C \ {i, −i} definimos
el conjunto arco-tangente de z por
1 1 + iz
Arc tg z = Log
2i 1 − iz
Naturalmente, la función arco-tangente principal se define usando el logaritmo principal:
1 1 + iz
arc tg z = log ∀ z ∈ C \ {i, −i}
2i 1 − iz
Se puede deducir directamente de la definición que esta función extiende al arco-tangente real,
lo que justifica la notación, pero lo comprobaremos de otra forma más adelante.
/ R− . Es
Vemos que arc tg es derivable en z ∈ C \ {i, −i} si, y sólo si, (1 + iz)/(1 − iz) ∈
claro que (1 + iz)/(1 − iz) 6= −1 , mientras que para ρ ∈ R+ \ {1} tenemos
1 + iz 1+ρ
= −ρ ⇔ z = i ⇔ z = i y con y ∈ R , | y | > 1
1 − iz 1−ρ
5. Funciones elementales 65
Tenemos claramente h ∈ H D(0, 1) con h 0 (z) = 1/(1+z 2 ) = arc tg 0 (z) para todo z ∈ D(0, 1) .
Por tanto, en el dominio D(0, 1) , tenemos que h y el arco-tangente principal difieren en una
constante. Como h(0) = 0 = arc tg 0 , concluimos que
∞
(−1) n 2 n + 1
arc tg z = ∑ z ∀ z ∈ D(0, 1)
n=0 2n + 1
5.10. Ejercicios
1. Sea f : C → C una función verificando que
f (z + w ) = f (z) f (w) ∀ z, w ∈ C
Probar que, si f es derivable en algún punto del plano, entonces f es entera. Encontrar
todas las funciones enteras que verifiquen la condición anterior. Dar un ejemplo de una
función que verifique dicha condición y no sea entera.
2. Calcular la imagen por la función exponencial de una banda horizontal o vertical y del
dominio cuya frontera es un rectángulo de lados paralelos a los ejes.
3. Dado θ ∈ ] − π, π ] , estudiar la existencia del límite en +∞ de la función ϕ : R+ → C
definida por ϕ(r) = exp (r e iθ ) para todo r ∈ R+ .
4. Probar que si {zn } y {wn } son sucesiones de números complejos, con zn 6= 0 para todo
n ∈ N y {zn } → 1 , entonces
w
wn (zn − 1) → λ ∈ C =⇒ zn n → e λ
5. Funciones elementales 66
2
5. Estudiar la convergencia puntual, absoluta y uniforme de la serie de funciones ∑ e −n z .
n>0
7. Sea Ω un subconjunto abierto no vacío de C ∗ y ϕ ∈ C(Ω) tal que ϕ(z) 2 = z para todo
z ∈ Ω . Probar que ϕ ∈ H(Ω) y calcular su derivada.
10. Sean α, β ∈ [−π, π ] con α < β y consideremos el dominio Ω = {z ∈ C ∗ : α < arg z < β} .
Dado ρ ∈ R+ tal que ρα, ρβ ∈ [−π, π ] , probar que definiendo f (z) = z ρ para todo
z ∈ Ω , se obtiene una biyección de Ω sobre el dominio Ωρ = {z ∈ C ∗ : ρα < arg z < ρβ},
tal que f ∈ H(Ω) y f −1 ∈ H(Ωρ ) .
11. Probar que el seno, el coseno y la tangente son funciones simplemente periódicas.
sen(n z)
12. Estudiar la convergencia de la serie ∑
n>0 2n
13. Sea Ω = C \ {x ∈ R : | x | > 1} . Probar que existe f ∈ H(Ω) tal que cos f (z) = z para
todo z ∈ Ω y f (x) = arc cos x para todo x ∈] − 1, 1 [. Calcular la derivada de f .
Iniciamos aquí el desarrollo de la teoría local de Cauchy, cuyo resultado más llamativo será
la equivalencia entre analiticidad y holomorfía. La herramienta imprescindible en esta teoría es
una integral muy concreta para funciones complejas, llamada integral curvilínea. Como paso
previo, extendemos la integral de Cauchy al caso en que el integrando toma valores complejos.
Las propiedades básicas de la integral curvilínea nos permitirán probar el primer resultado de la
teoría de Cauchy, una caracterización de la existencia de primitiva, que puede entenderse como
la versión compleja del teorema fundamental del Cálculo.
Las dos primeras propiedades de esta integral, describen su dependencia con respecto al
integrando y se comprenden mejor si pensamos en la integral como una aplicación que, a cada
función continua en el intervalo [ a, b ] , hace corresponder un número complejo. Concretamente,
consideramos el espacio de Banach complejo C [ a, b ] de todas las funciones continuas de [ a, b ]
en C , cuya norma viene dada por
def
k f k∞ = máx | f (t) | : t ∈ [ a, b ] ∀ f ∈ C [ a, b ]
Podemos entonces pensar en la integral como el funcional Φ : C[ a, b ] → C definido por
Z b
Φ( f ) = f (t) dt ∀ f ∈ C[ a, b ]
a
y comprobaremos fácilmente que Φ es lineal y continuo.
67
6. Integral curvilínea 68
Sabiendo que esta igualdad es cierta cuando λ, µ ∈ R y f , g toman valores reales, basta hacer
la siguiente observación. Para f ∈ C [ a, b ] , escribiendo u = Re f y v = Im f , se tiene:
Φ(i f ) = Φ(−v + i u) = −Φ(v) + i Φ(u) = i Φ(u) + i Φ(v) = i Φ( f )
La aditividad de la integral, conocida para funciones con valores reales, se extiende obviamente
al caso general:
Comprobamos también de forma rutinaria que el teorema fundamental del Cálculo es válido
para funciones con valores complejos.
6. Integral curvilínea 69
Destacamos finalmente las dos consecuencias del teorema anterior que más nos interesan.
Se pueden deducir del teorema exactamente igual que se hace para funciones con valores reales,
o también deducirlas directamente del caso particular conocido, igual que se ha hecho con todas
las propiedades anteriores de la integral.
ϕ ∗ = ϕ(t) : t ∈ [ a, b ]
6. Integral curvilínea 70
Si γ : [ a, d ] → C es una curva,
cada punto
intermedio b ∈] a, d [ permite expresar γ como
una suma de curvas: γ = γ [ a,b ] + γ [ b,d ] .
Veamos otra operación muy intuitiva que podemos hacer con una sola curva ϕ : [ a, b ] → C .
Concretamente, llamamos curva opuesta de ϕ a la curva −ϕ : [ a, b ] → C definida por
(−ϕ)(t) = ϕ(a + b − t) ∀ t ∈ [ a, b ]
Cuando t recorre el intervalo [ a, b ] , vemos que a + b − t lo recorre en sentido opuesto, desde
b hacia a , luego (−ϕ)(t) recorre el conjunto ϕ ∗ en sentido opuesto al de ϕ . En particular,
(−ϕ) ∗ = ϕ ∗ , el origen de −ϕ es el extremo de ϕ y el extremo de −ϕ es el origen de ϕ .
Intuitivamente podríamos decir que −ϕ describe el movimiento que consiste en “desandar”
el movimiento descrito por ϕ . Obsérvese que las sumas ϕ + (−ϕ) y (−ϕ) + ϕ tienen sentido,
y ambas son curvas cerradas, pero son distintas. La conmutatividad de la suma de curvas no
siempre tiene sentido, pero incluso cuando lo tiene, puede no verificarse.
6. Integral curvilínea 72
σ(t) = (1 − t) z + t w ∀ t ∈ [ 0, 1 ]
(−σ)(t) = σ(1 − t) = t z + (1 − t) w ∀t ∈ [ 0, 1 ]
ϕ(t) = z + r e it ∀ t ∈ [−π, π ]
Vemos que ϕ 0 (t) = i r e it para todo t ∈ [−π, π] . La imagen del arco ϕ = C(z, r) es también la
“circunferencia” de centro z y radio r , que ahora estamos entendiendo como un subconjunto
del plano: ϕ ∗ = C(z, r)∗ = {w ∈ C : | w − z | = r}.
Para estudiar la integral curvilínea no sólo usaremos arcos, sino también sumas de arcos,
y el problema es que la suma de dos arcos puede no ser un arco, como veremos enseguida. Si
ϕ : [ a, b ] → C y ψ : [ c, d ] → C son arcos, es claro que la curva suma γ = ϕ + ψ , definida en
el intervalo J = [ a, b + d − c ] como se hizo en (1) , es de clase C 1 en J \ {b} , pero puede no
ser derivable en b . De hecho γ tiene derivadas laterales γ 0 (b−) = ϕ 0 (b) y γ 0 (b+) = ψ 0 (c) ,
luego γ es un arco si, y sólo si, ϕ 0 (b) = ψ 0 (c) . Pronto aparecerán abundantes ejemplos en los
que esto no ocurre. La forma de resolver este pequeño inconveniente consiste en considerar una
familia de curvas que contenga a los arcos y sea estable por sumas, cosa que no es difícil.
6. Integral curvilínea 73
n
(i) ⇒ (ii) . Escribiendo γ = ∑ σk , como una suma de arcos, sabemos que existe una partición
k=1
P = {a = t0 < t1 < . . . < tn =b} del intervalo [ a, b ] tal que, para cada k ∈ {1, 2, . . . , n} la
restricción de γ al intervalo [tk−1 , tk ] tiene la forma σk ◦ τk donde τk es una traslación, luego
es una función de clase C 1 , pues tanto τk como σk lo son.
n
(ii) ⇒ (i) . Basta escribir γ = ∑ γ [t ,t ] para tener γ expresada como suma de arcos.
k−1 k
k=1
Es claro que tenemos un camino cerrado si, y sólo si, z0 = zn . Naturalmente, la nomenclatura
está inspirada en los vértices de un polígono. Por ejemplo, suele decirse que la poligonal cerrada
[ z0 , z1 , z2 , z0 ] = [ z0 , z1 ] + [ z1 , z2 ] + [ z2 , z0 ] es un triángulo.
Obsérvese que en el segundo miembro tenemos una integral que hemos estudiado con detalle,
la integral de Cauchy de una función continua en el intervalo [ a, b ] con valores complejos,
concretamente la función ( f ◦ σ) σ 0 .
Para hacer la misma definición en el caso de un camino γ y una función continua f : γ ∗ → C ,
la función f ◦ γ sigue siendo continua, pero el problema es que γ 0 puede no estar siquiera
definida en un subconjunto finito de [ a, b ] . La solución podría consistir en usar una integral
más general que la de Cauchy, teniendo en cuenta que ( f ◦ γ) γ 0 puede verse como una función
acotada de [ a, b ] en C que es continua salvo en un conjunto finito de puntos. El propio Cauchy
se ocupó de extender la definición de su integral para poderla aplicar a este tipo de función.
Alternativamente podemos pensar en la integral de Riemann o incluso en la de Lebesgue, para
funciones con valores complejos, pues nuestra función es integrable en cualquiera de los dos
sentidos. Sin embargo, para mantener nuestra exposición a un nivel completamente elemental,
haremos una definición de la integral sobre un camino que, aunque sea algo más laboriosa, sólo
involucra la integral de Cauchy tal y como la hemos estudiado, sin necesidad de usar ninguna
integral más general.
Sea pues γ : [ a, b ] → C un camino y P = {a = t0 < t1 < . . . < tn = b} una partición del
intervalo [ a, b ] tal que la función γk = γ [t ,t ] sea de clase C 1 para todo k ∈ {1, 2, . . . , n} .
k−1 k
Dada una función continua f : γ ∗ → C , para cada k ∈ {1, 2, . . . , n} , la función fk = ( f ◦ γk ) γk0
es continua en el intervalo [tk−1 ,tk ] y podemos considerar la suma siguiente:
n Z tk n Z tk
f γk (t) γk0 (t) dt
Σ( f , P) = ∑ fk (t) dt = ∑
k=1 tk−1 k=1 tk−1
Pretendemos definir la integral de f sobre γ como esta suma, extendiendo así la definición
hecha en el caso de un arco, pero para ello debemos comprobar que la suma Σ( f , P) no depende
de la partición P que hayamos usado, pues evidentemente P no es única. Pasamos pues a hacer
esa comprobación, considerando cualquier otra partición Q del intervalo [ a, b ] que cumpla la
misma condición que P , es decir, tal que la restricción de γ a cada uno de los subintervalos
determinados por Q sea una función de clase C 1 .
Consideremos primeramente el caso en que Q = P ∪ {c} se obtiene añadiendo a P un punto
c ∈ [ a, b ]\P que cumplirá tk−1 < c < tk para algún k ∈ {1, 2, . . . , n} . La aditividad de la integral
de Cauchy nos da entonces la igualdad buscada:
Z tk Z c Z tk
Σ( f , P) − Σ( f , Q) = fk (t) dt − fk (t) dt − fk (t) dt = 0
tk−1 tk−1 c
Mediante una obvia inducción obtenemos que Σ( f , P) no varía cuando añadimos a la partición
P cualquier conjunto finito de puntos, es decir, que Σ( f , P) = Σ( f , Q) siempre que se tenga
P ⊂ Q . Finalmente, en el caso general basta usar la partición P ∪ Q pues, por lo ya demostrado,
se tiene Σ( f , P) = Σ( f , P ∪ Q) = Σ( f , Q) . Podemos ya hacer la siguiente definición.
6. Integral curvilínea 75
donde P = {a = t0 < t1 < . . . < tn = b} es cualquier partición del intervalo [ a, b ] tal que
la función γk = γ [t ,t ] sea de clase C 1 para todo k ∈ {1, 2, . . . , n} . La forma de elegir la
k−1 k
partición P hace que todas las integrales que aparecen en el segundo miembro de (3) sean
integrales de Cauchy de funciones continuas y, según hemos comprobado previamente, su suma
no depende de la partición P que hayamos elegido. Es claro que esta definición generaliza la
que hicimos en (2) para el caso de un arco.
Hemos salvado, de la forma más elemental posible, el obstáculo que había para definir la
integral sobre un camino, pero queda un detalle por aclarar. En la práctica un camino suele
aparecer como suma de arcos definidos en intervalos no consecutivos, en cuyo caso la igualdad
(3) no resulta cómoda para calcular la integral, es preferible usar la siguiente observación:
n
Sea γ = ∑ σk un camino expresado como suma de arcos. Entonces, para toda función
k=1
continua f : γ ∗ → C se tiene:
Z n Z
f (z) dz = ∑ f (z) dz (4)
γ k=1 σk
n
∗
σk∗ , la
[
Nótese que las integrales del segundo miembro tienen sentido, porque al ser γ =
k=1
función f es continua en σk∗ para todo k ∈ {1, 2, . . . , n} .
Si para cada k ∈ {1, 2, . . . , n} el arco σk está definido en un intervalo [ ak , bk ] y el camino
γ lo está en [ a, b ] , sabemos que existe una partición P = {a = t0 < t1 < . . . < tn = b} de
[ a, b ] tal que, para cada k ∈ {1, 2, . . . , n} , la restricción de γ al intervalo [tk−1 , tk ] tiene la
forma γk = σk ◦ τk , donde τk es la traslación que lleva [tk−1 ,tk ] a [ ak , bk ] . También para cada
k ∈ {1, 2, . . . , n} , la fórmula de cambio de variable para la integral de Cauchy nos dice que
Z Z bk 0 Z tk
f (σk ◦ τk )(t) (σk ◦ τk )0 (t) dt
f (z) dz = f σk (s) σk (s) ds =
σk ak tk−1
Z tk
f γk (t) γk0 (t) dt
=
tk−1
donde hemos usado el cambio de variable s = τk (t) teniendo en cuenta que s = ak para t = tk−1
y s = bk para t = tk , así como que τk0 (t) = 1 para todo t ∈ [tk−1 ,tk ] . Puesto que la partición P es
adecuada para calcular la integral de f sobre γ , al sumar miembro a miembro las n igualdades
anteriores, obtenemos (4) .
La igualdad (4) explica la razón por la que llamamos “suma” a la operación con arcos que
venimos manejando: lo hacemos para resaltar que a la suma de arcos corresponde la suma de
integrales.
6. Integral curvilínea 76
La ventaja de (4) con respecto a (3) es que permite olvidar la definición de la suma de
arcos, recordando sólo la condición para que tenga sentido. Para k ∈ {1, 2, . . . , n} , la integral de
f sobre el arco σk se calcula mediante la definición de σk en el intervalo [ ak , bk ] , y entonces la
integral sobre el camino γ se calcula usando (4) . Al estudiar las propiedades de la integral, casi
siempre las probaremos primero para un arco, y usaremos (4) para extenderlas al caso general.
La linealidad de la integral de Cauchy nos hace ver claramente que el funcional Λk es lineal
para todo k ∈ {1, 2, . . . , n} , luego Λ es lineal, como suma de aplicaciones lineales.
La última integral es, por definición, la longitud del arco σk . Así pues, para decirlo en
general, la longitud de un arco σ : [ c, d ] → C se define por
Z d
l(σ) = | σ 0 (t) | dt
c
6. Integral curvilínea 77
No vamos a detenernos a explicar que esta definición es coherente con la idea intuitiva de
longitud. Simplemente comprobamos que la longitud de un segmento y la de una circunferencia
son las que cabe esperar. Para cualesquiera z, w ∈ C y r ∈ R+ es claro que:
l [ z, w ] = | w − z | y l C(z, r) = 2 π r
y es natural definir la longitud de un camino γ como la suma de las longitudes de los arcos
cuya suma es γ :
n
l(γ) = ∑ l(σk ) (7)
k=1
Razonando como se hizo con la integral, se puede comprobar que esta definición es correcta,
es decir, que l(γ) no depende de la forma de expresar γ como suma de arcos, pero no habrá
necesidad de usar este hecho. Podemos simplemente entender la igualdad (7) como un convenio
de notación. Resaltemos, eso sí, la continuidad del funcional Λ , que aparece en (6) :
En la práctica no suele ser necesario calcular con exactitud la norma de f , basta usar una
clara consecuencia de (8) . Para M ∈ R+ 0 se tiene:
Z
∗
| f (z) | 6 M ∀ z ∈ γ =⇒ f (z) dz 6 l(γ) M
γ
Vamos con la tercera propiedad importante de la integral curvilínea, que describe la forma
en que depende del camino sobre el que se integra:
6. Integral curvilínea 78
Z Z Z
f (z) dz = f (z) dz + f (z) dz (9)
γ+ϕ γ ϕ
Para la igualdad (9) expresamos ϕ como suma de arcos, que numeramos consecutivamente a
n+m
los que teníamos para γ , es decir, ϕ = ∑ σk . Por hipótesis, el extremo de γ , que es el de
k=n+1
σn , coincide con el origen de ϕ que es el de σn+1 , luego es bien fácil expresar γ + ϕ como
n+m
suma de arcos: γ + ϕ = ∑ σk . Al aplicar la igualdad (4) a los tres caminos involucrados,
k=1
obtenemos claramente (9) .
Para probar (10) sí usaremos la definición que hicimos en (3) de la integral sobre un
camino. Sea {a = t0 < t1 < . . . < tn = b} una partición de [ a, b ] tal que γk = γ [t ,t ] sea
k−1 k
1
de clase C para todo k ∈ {1, 2, . . . , n} . Tomando sk = a + b −tn−k para todo k ∈ {0, 1, . . . , n}
tenemos otra partición {a = s0 < s1 < . . . < sn = b} de [ a, b ] , que es adecuada para calcular
la integral sobre el camino −γ . En efecto, fijado k ∈ {1, 2, . . . , n} , debemos comprobar que
la función ψk = (−γ)|[ sk−1 , sk ] es de clase C 1 . Ahora bien, para s ∈ [ sk−1 , sk ] se tiene que
a + b − s ∈ [tn−k ,tn−k+1 ] , luego ψk (s) = γ(a + b − s) = γn−k+1 (a + b − s) ; como γn−k+1 era
de clase C 1 , vemos que efectivamente ψk es de clase C 1 , y que ψk0 (s) = −γn+k−1 0 (a + b − s)
para todo s ∈ [ sk−1 , sk ] .
Ahora, de nuevo para cada k ∈ {1, 2, . . . n}, la fórmula de cambio de variable para la integral
de Cauchy nos permite escribir
Z sk Z sk
f ψk (s) ψk0 (s) ds = −
0
f γn−k+1 (a + b − s) γn−k+1 (a + b − s) ds
sk−1 sk−1
Z tn−k+1 0
=− f γn−k+1 (t) γn−k+1 (t) dt
tn−k
Además de reencontrar la razón por la que la suma de caminos se llama así, ahora vemos
también la razón por la que el camino opuesto de γ se denota por −γ .
Pasamos a probar la propiedad de la integral curvilínea que la hace útil para el problema que
nos interesa: construir, cuando sea posible, primitivas de una función.
Sumaremos miembro a miembro las n igualdades anteriores, pero teniendo en cuenta algo
que ahora es importante:
γ(a) = σ1 (a1 ) , γ(b) = σn (bn ) y σk (bk ) = σk+1 (ak+1 ) ∀ k ∈ {1, 2, . . . , n − 1}
Concluimos entonces que
Z n Z n
f (z) dz = ∑ f (z) dz = ∑ F σk (bk ) − F σk (ak )
γ k=1 σk k=1
n−1 n
= ∑F σk (bk ) − ∑F σk (ak ) + F σn (bn ) − F σ1 (a1 )
k=1 k=2
n−1 n
= ∑ F σk+1(ak+1) − ∑F σk (ak ) + F γ(b) − F γ(a)
k=1 k=2
= F γ(b) − F γ(a)
como queríamos demostrar.
Demostración. Ya sabemos que (i) ⇒ (ii) y, para probar el recíproco, empezamos por
reducir el problema al caso en que Ω es un dominio.
(a). Supongamos demostrado el teorema para dominios. Sea entonces Ω abierto y supongamos
que f ∈ C(Ω) verifica (ii) . Para cada componente conexa U de Ω sabemos que U es un
dominio y es claro que la restricción f U verifica también (ii) , puesto que todo camino cerrado
en U es un camino cerrado en Ω . Por tanto existirá FU ∈ H(U) tal que FU0 (z) = f (z) para todo
z ∈ U . Para cada z ∈ Ω definimos entonces F(z) = FU (z) donde U es la única componente
conexa de Ω tal que z ∈ U . Tenemos así F U = FU para toda componente conexa U de Ω .
Por el carácter local del concepto de derivada deducimos que F ∈ H(Ω) con F 0 (z) = f (z)
para todo z ∈ Ω . Así pues, suponemos a partir de ahora que Ω es un dominio.
(b). Fijamos en lo que sigue un punto α ∈ Ω , pues la idea es construir la función F integrando
f sobre caminos con origen en α que nos lleven a cualquier punto de Ω . Nuestro próximo
paso es probar que efectivamente podemos llegar desde α a cualquier punto de Ω mediante un
camino, de hecho mediante una poligonal. Comprobamos por tanto que Ω verifica la siguiente
forma fuerte de conexión:
Para todo z ∈ Ω existe un camino γz en Ω con origen α y extremo z .
Para probarlo consideramos el conjunto A ⊂ Ω de los puntos que verifican la propiedad buscada.
Es obvio que A 6= 0/ luego bastará probar que A es abierto y también que es cerrado relativo a
Ω , para concluir que A = Ω como queremos.
Dado a ∈ A tomamos r ∈ R+ tal que D(a, r) ⊂ Ω . Por hipótesis tenemos un camino γa en Ω
con origen α y extremo a . Para cada z ∈ D(a, r) podemos entonces tomar γz = γa + [ a, z ] ,
suma que está bien definida pues el extremo de γa coincide con el origen de [ a, z ] . Además
tenemos γa∗ ⊂ Ω y [ a, z ]∗ ⊂ D(a, r) ⊂ Ω luego γz es un camino en Ω con origen en α y
extremo en z . Esto prueba que z ∈ A , luego D(a, r) ⊂ A y A es abierto.
Sea ahora z ∈ A ∩ Ω que es el cierre de A relativo a Ω . Tomamos otra vez r ∈ R+ tal que
D(z, r) ⊂ Ω y encontramos a ∈ A ∩ D(z, r) . De nuevo existe un camino γa en Ω con origen
α y extremo a , y de nuevo tomamos γz = γa + [ a, z ] que es un camino en Ω con origen α y
extremo z . Esto prueba que z ∈ A , luego A es cerrado relativo a Ω .
Nótese que en los dos razonamientos anteriores, γz es una poligonal cuando γa lo es. Por tanto,
la misma prueba nos dice que, para cada z ∈ Ω existe de hecho una poligonal en Ω con origen
α y extremo z .
6. Integral curvilínea 81
como queríamos comprobar. Así pues la función F está bien definida en todo punto z ∈ Ω .
Para probar que F es una primitiva de f sólo usaremos ya la propiedad de F recién obtenida.
Como quiera que más adelante nos encontraremos en situaciones análogas, recogemos el resto
de la demostración en forma de lema, que podremos usar cuando sea conveniente, sin tener que
repetir el razonamiento.
donde, para la última igualdad, hemos usado la regla de Barrow, pues la función constantemente
igual a f (a) tiene, en todo el plano, una primitiva obvia: w 7→ f (a) w .
6. Integral curvilínea 82
El teorema anterior puede verse, no sólo como la versión compleja del teorema fundamental
del Cálculo, sino como una auténtica generalización del mismo. Aplicándolo formalmente a
funciones reales de variable real, este teorema nos diría que una función continua f : Ω → R ,
donde Ω es un abierto de R , admite una primitiva si, y sólo si, su integral sobre cualquier
camino cerrado γ en Ω se anula. Ocurre que un camino cerrado en Ω ha de ser “trivial”, en
el sentido de que sólo puede ser una suma de segmentos que se recorren en ambos sentidos.
Entonces, la integral de cualquier función continua sobre tal camino ha de anularse, luego toda
función continua en un abierto de R admite una primitiva, que es lo que nos asegura el teorema
fundamental del Cálculo para funciones reales de variable real.
6.7. Ejercicios
Z Z r
1. Sean α ∈ C y r ∈ R+ . Probar que f (z) dz = f (α + s) ds para cualquier
[ α,α+r ] 0
función f ∈ C [ α, α + r ]∗ . ¿Cual es la igualdad análoga para un segmento vertical?
z dz z2 ez
Z Z
2. Para r ∈] 1, +∞ [ se define I(r) = 3
y J(r) = dz donde γr = C(0, r)
γr z + 1 σr z + 1
y σr = [−r, −r + i ] . Probar que lı́m I(r) = lı́m J(r) = 0 .
r→+∞ r→+∞
log (1 + z) π
Z Z
3. Probar que dz = 0 y deducir que log (1 + r 2 + 2r cos t) dt = 0 ,
C(0 , r) z 0
para todo r ∈ ] 0, 1 [ .
4. Sea f ∈ H D(0, 1) verificando que | f (z) − 1 | < 1 para todo z ∈ D(0, 1) . Admitiendo
f 0 (z)
Z
0
que f es continua, probar que dz = 0 para todo r ∈ ] 0, 1 [ .
C(0 , r) f (z)
5. Sean Ω = C \ {i, −i} y f ∈ H(Ω) dada por f (z) = 1/(1 + z 2 ) para todo z ∈ Ω . Probar
que f no admite una primitiva en Ω .
dz
Z
6. Probar que 2
= 0 , donde σ(t) = cos t + (i/2) sen t para todo t ∈ [ 0, 2 π ] .
σ 1+z
Tema 7
Teorema local de Cauchy
83
7. Teorema local de Cauchy 84
7.1. Preliminares
Usaremos reiteradamente un hecho sencillo, acerca de lo que ocurre con la integral sobre un
segmento cuando lo descomponemos en dos, usando un punto intermedio:
Sean z0 , z2 ∈ C , α ∈ ] 0 , 1 [ y z1 = ∗ ∗
∗
(1 − α)z0 + α z2 . Entonces, [ z0 , z1 , z2 ] = [ z0 , z2 ] y
para toda función f ∈ C [ z0 , z2 ] se tiene:
Z Z Z
f (z) dz + f (z) dz = f (z) dz (1)
[ z0 ,z1 ] [ z1 ,z2 ] [ z0 ,z2 ]
[ z0 , z1 ]∗ = (1 − t) z0 + t z1 : t ∈ [ 0 , 1 ] = (1 − αt) z0 + αt z2 : t ∈ [ 0 , 1 ]
= (1 − s) z0 + s z2 : s ∈ [ 0 , α ]
[ z1 , z2 ]∗ = (1 − t) z1 + t z2 : t ∈ [ 0 , 1 ]
= (1 − t)(1 − α) z0 + α + (1 − α)t z2 : t ∈ [ 0 , 1 ]
= (1 − s) z0 + s z2 : s ∈ [ α , 1 ]
[ z0 , z1 , z2 ]∗ = [ z0 , z1 ]∗ ∪ [ z1 , z2 ]∗ = (1 − s) z0 + s z2 : s ∈ [ 0 , 1 ] = [ z0 , z2 ]∗
Por otra parte usaremos algunas cuestiones básicas sobre triángulos en el plano. Dados
a, b, c ∈ C , vamos a trabajar con la poligonal cerrada γ = [ a, b, c, a ] , y nos interesa la unión
de su imagen γ ∗ con el conjunto de puntos rodeados por ella, que es el triángulo de vértices
a, b, c , dado por
[ a, z ]∗
[
∆(a, b, c) = (2)
z∈ [ b,c ]∗
Por otra parte, es claro que 0 = I(c 0 , b 0 ) + I(b 0 , c 0 ) + I(a 0 , c 0 ) + I(c 0 , a 0 ) + I(b 0 , a 0 ) + I(a 0 , b 0 ).
Sumando miembro a miembro ambas igualdades y agrupando debidamente, obtenemos
I = I(a, c 0 ) + I(c 0 , b 0 ) + I(b 0 , a) + I(b, a 0 ) + I(a 0 , c 0 ) + I(c 0 , b)
4 Z 4
= ∑ f (z) dz = ∑ Jk
k=1 ϕk k=1
Sumando miembro a miembro estas tres igualdades obtenemos l(γ1 ) = (1/2) l(γ) , mientras
que al igualar el máximo de los tres primeros miembros con el máximo de los tres segundos,
obtenemos diam ∆1 = (1/2) diam ∆ .
Resumimos lo conseguido hasta ahora. A partir de los puntos iniciales a, b, c hemos obtenido
puntos a1 , b1 , c1 tales que la terna I1 , γ1 , ∆1 dada por
Z
γ1 = [ a1 , b1 , c1 , a1 ] , I1 = f (z) dz y ∆1 = ∆(a1 , b1 , c1 ) verifica:
γ1
l(γ) diam ∆
| I | 6 4 | I1 | , l(γ1 ) = , ∆1 ⊂ ∆ y diam ∆1 =
2 2
(b) . El siguiente paso consiste en iterar lo hecho hasta ahora, razonando por inducción. Para
n ∈ N , suponemos construidos puntos an , bn , cn ∈ C , tales que, escribiendo
Z
γn = [ an , bn , cn , an ] , In = f (z) dz y ∆n = ∆(an , bn , cn ) (6)
γn
se tiene
l(γ) diam ∆
| I | 6 4 n | In | , , ∆n ⊂ ∆n−1 y diam ∆n =
l(γn ) =
n
(7)
2 2n
Nótese que esto es exactamente lo que sabíamos para n = 1 , entendiendo que ∆ 0 = ∆ .
Entonces, aplicando a los puntos an , bn , cn el mismo razonamiento que hemos usado para
a, b, c , obtenemos puntos an+1 , bn+1 , cn+1 ∈ C tales que, la terna In+1 , γn+1 , ∆n+1 dada por
Z
γn+1 = [ an+1 , bn+1 , cn+1 , an+1 ] , In+1 = f (z) dz y ∆n+1 = ∆(an+1 , bn+1 , cn+1 )
γn+1
l(γn ) diam ∆
| In | 6 4 | In+1 | , l(γn+1 ) = , ∆n+1 ⊂ ∆n y diam ∆n+1 =
2 2
Deducimos claramente que se verifica (7) para n + 1 en lugar de n . Así pues, por inducción
hemos construido sucesiones {an } , {bn } y {cn } tales que, para todo n ∈ N , la terna In , γn , ∆n ,
definida en (6) , verifica (7) .
(c) . Ahora aplicamos en C una propiedad que caracteriza a los espacios métricos completos:
la intersección de toda sucesión decreciente de cerrados no vacíos, cuyos diámetros convergen
a cero, tiene exactamente un elemento. Como para todo n ∈ N tenemos 0/ 6= ∆n+1 ⊂ ∆n = ∆n ,
y claramente {diam ∆n } → 0 , existe z0 ∈ C tal que
∞
\
∆n = {z0 }
n=1
7. Teorema local de Cauchy 88
Fijamos n ∈ N tal que diam ∆n < δ . Entonces, para z ∈ γn∗ tenemos | z − z0 | 6 diam ∆n < δ y
podemos usar la desigualdad anterior, obteniendo que
ε diam ∆ (8)
6 ε diam ∆n =
2n
Pretendemos usar la desigualdad anterior para acotar la integral In , pero hay que modificar
el integrando. La función polinómica z 7→ f (z0 ) + f 0 (z0 )(z − z0 ) admite una primitiva en C ,
luego su integral sobre el camino cerrado γn se anula y podemos escribir
Z
f (z) − f (z0 ) − f 0 (z0 )(z − z0 ) dz
In =
γn
El teorema anterior sigue siendo cierto si, en lugar de f ∈ H(Ω) , sólo sabemos que
existe un punto z0 ∈ Ω tal que f ∈ H Ω \ {z0 } y f es continua en el punto z0 .
La mayor generalidad de este planteamiento es sólo aparente. Veremos más adelante que una
función derivable en un abierto salvo en un punto y continua en ese punto, también es derivable
en ese punto. Sin embargo, para no caer en un círculo vicioso, necesitamos el teorema en esta
forma, aparentemente más general, así que procedemos aprobarlo. Usando la misma notación
que en el teorema, suponemos ahora que f ∈ H Ω \ {z0 } es continua en z0 y que a, b, c ∈ Ω
verifican que ∆ = ∆(a, b, c) ⊂ Ω , para probar que I = 0 , donde I es la integral de f sobre la
poligonal γ = [ a, b, c, a ] .
7. Teorema local de Cauchy 89
(0) . No hay nada que demostrar cuando z0 ∈ / ∆ , pues entonces ∆ ⊂ Ω \ {z0 } y aplicamos el
teorema al abierto Ω \ {z0 } en el que sabemos que f es holomorfa.
Cuando z0 ∈ ∆ , distinguimos tres casos, según que z0 sea un vértice del triángulo ∆ , esté
en uno de sus lados, o se tenga z0 ∈ ∆◦ .
(1) . Cuando z0 es un vértice de ∆ , es claro que podemos suponer sin perder generalidad que
z0 = a . La igualdad buscada es evidente cuando a ∈ [ b, c ]∗ , pues entonces tenemos
/ [ b, c ]∗ , fijamos ε ∈ ] 0 , 1 [ y escribimos
Suponemos por tanto que a ∈
bε = (1 − ε) a + ε b ∈ [ a, b ]∗ y cε = (1 − ε) a + ε c ∈ [a, c]∗
Por otra parte es evidente que 0 = I(bε , cε ) + I(cε , bε ) + I(bε , c) + I(c, bε ). Sumando miembro
a miembro y agrupando debidamente, obtenemos
Z Z Z
I= f (z) dz + f (z) dz + f (z) dz (9)
[ a,bε ,cε ,a ] [ bε ,b,c,bε ] [ c,cε ,bε ,c ]
a = α bε + β b + ρ c = α(1 − ε) a + (α ε + β) b + ρ c
αε+β ρ
a= b+ c = λb + µc
1 − α(1 − ε) 1 − α(1 − ε)
αε+β+ρ αε+1−α
donde λ, µ ∈ R+
0 verifican que λ + µ = = = 1. Esto prueba que
1 − α(1 − ε) 1 − α(1 − ε)
a ∈ [ b, c ]∗ , contradiciendo la suposición que habíamos hecho.
(2) . Supongamos ahora que z0 está en uno de los lados del triángulo ∆ , sin perder generalidad,
z0 ∈ [ b, c ]∗ . Tenemos entonces
I = I(a, b) + I(b, z0 ) + I(z0 , c) + I(c, a)
= I(a, b) + I(b, z0 ) + I(z0 , a) + I(a, z0 ) + I(z0 , c) + I(c, a)
Z Z
= f (z) dz + f (z) dz
[ a,b,z0 ,a ] [ a,z0 ,c,a ]
Por lo probado en el caso (1) , las dos últimas integrales se anulan, ya que z0 es un vértice de
los triángulos ∆(a, b, z0 ) y ∆(a, z0 , c) . Por tanto, tenemos I = 0 también en este caso.
Bastará comprobar que F verifica la hipótesis del lema de construcción de primitivas. Dado
a ∈ Ω , tomamos r ∈ R+ tal que D(a, r) ⊂ Ω , y fijamos también z ∈ D(a, r) . Para w ∈ [ a, z ]∗
tenemos w ∈ D(a, r) ⊂ Ω , luego [ α, w ]∗ ⊂ Ω . Deducimos que
[ α, w ]∗ ⊂ Ω
[
∆(α, a, z) =
w∈ [ a,z ]∗
o lo que es lo mismo, Z
F(z) = F(a) + f (w) dw
[ a,z ]
Como esto es válido para todo z ∈ D(a, r) y a ∈ Ω era arbitrario, podemos aplicar el lema de
construcción de primitivas para concluir que F es una primitiva de f .
teorema para obtener una primitiva. Hacemos por tanto la siguiente observación:
en el punto z0 . Entonces Z
f (z) dz = 0
γ
para todo camino cerrado γ en Ω .
dw
Z
Para a ∈ C , r ∈ R+ y z ∈ D(a, r) se tiene: = 2πi
C(a,r) w − z
1 1 1/(w − a) ∞
(z − a)n
= = = ∑ n+1
(10)
w−z (w − a) − (z − a) 1 − (z − a)/(w − a) n=0 (w − a)
Además, la serie converge uniformemente en C(a, r)∗ , ya que la serie geométrica converge
uniformemente en cada compacto contenido en D(0, 1) .
Alternativamente, la convergencia uniforme se puede deducir del test de Weierstrass, ya que
n
(z − a)n
= 1 |z−a| ∀ w ∈ C(a, r)∗ , ∀ n ∈ N ∪ {0}
(w − a)n+1 r r
dw dw i r e it dt
Z Z Z π
En vista de (11) , concluimos que: = = = 2πi.
C(a,r) w − z C(a,r) w − a −π r e it
1 f (w)
Z
f (z) = dw ∀ z ∈ D(a, r) (12)
2πi C(a,r) w − z
Para todo w ∈ C \ Ω se tiene | w − a | > R , luego D(a, R) ⊂ Ω , y bastará ver que r < R .
Ello se debe a que, por ser C \ Ω cerrado, el ínfimo que define a R es un mínimo. En efecto,
consideramos por ejemplo el conjunto K = (C \ Ω) ∩ D (a, R + 1) que es compacto y no vacío,
luego la función continua w 7→ | w − a | tendrá un mínimo en K , es decir, existe w0 ∈ K tal que
| w0 − a | 6 | w − a | para todo w ∈ K , pero entonces es claro que | w0 − a | 6 | w − a | para todo
w ∈ C \ Ω , pues si w ∈ C \ Ω y w ∈ / K , se tiene | w − a | > R + 1 > | w0 − a | . Tenemos por
tanto w0 ∈ C \ Ω tal que | w0 − a | = R , lo que implica que R > r , pues en otro caso se tendría
w0 ∈ D (a, r) ⊂ Ω , una contradicción.
Fijado z ∈ D(a, r) , el paso clave de la demostración consistirá en aplicar el teorema local de
Cauchy en el dominio estrellado D(a, R) , a la función g : D(a, R) → C definida por
f (w) − f (z)
g(w) = ∀ w ∈ D(a, R) \ {z} y g(z) = f 0 (z)
w−z
sobre C(a, r) , que es un camino cerrado en D(a, R) , se anula. Tenemos por tanto,
f (w) − f (z) f (w) dw
Z Z Z Z
0= g(w) dw = dw = dw − f (z)
C(a,r) C(a,r) w−z C(a,r) w − z C(a,r) w − z
En segundo lugar, y mucho más importante, para conocer el segundo miembro de la igualdad
(2) basta conocer la función f en la circunferencia C(a, r)∗ , y entonces la fórmula nos permite
conocer f en todo el disco abierto D(a, r) . Dicho de forma más llamativa, si dos funciones
holomorfas en un abierto que contenga al disco cerrado D (a, r) , coinciden en C(a, r)∗ , han
de coincidir en D(a, r) . Más adelante sacaremos mucho partido de esta clara consecuencia
de la fórmula de Cauchy. Para resaltar su importancia, basta pensar lo que sería un resultado
análogo en variable real: para una función f derivable en un abierto de R que contenga al
intervalo [ a − r, a + r ] , conociendo f (a − r) y f (a + r) , podríamos calcular f (x) para todo
x ∈] a − r, a + r [ , afirmación que sólo es cierta cuando f es un polinomio de primer orden.
La tercera idea clave que encierra la fórmula de Cauchy se explicará en el próximo tema,
porque es la que permitirá probar la equivalencia entre analiticidad y holomorfía.
7. Teorema local de Cauchy 94
7.5. Ejercicios
1. Sean a ∈ C y r ∈ R+ . Probar que para z ∈ C con | z − a | > r se tiene
dw
Z
=0
C(a,r) w − z
1 f (w)
Z
f (z) = dw ∀ z ∈ D(a, R)
2πi C(a,R) w − z
C(a,r) (z − b)(z − c)
Estamos ya en condiciones de probar algo que hemos anunciado varias veces: toda función
holomorfa en un abierto del plano es de hecho analítica, es decir, admite un desarrollo en serie
de potencias centrado en cada punto de dicho abierto. La demostración es una consecuencia
fácil de la fórmula de Cauchy y, por la forma concreta en que se obtiene el desarrollo en serie
de una función holomorfa, o desarrollo en serie de Taylor, el resultado tiene utilidad incluso
cuando se aplica a una función para la que ya sabemos que es analítica. En particular, veremos
que toda función entera es la suma de una serie de potencias con radio de convergencia infinito,
y análogamente, toda función holomorfa en un disco abierto es la suma de una serie de potencias
que converge en dicho disco.
Probamos también la llamada fórmula de Cauchy para las derivadas, una representación
integral para las sucesivas derivadas de una función holomorfa. Finalmente aclaramos una
cuestión que tenemos pendiente, probando que una función holomorfa en un abierto, salvo
en un punto donde sólo sabemos que es continua, es también derivable en ese punto. De hecho
probamos un resultado más fuerte que se conoce como teorema de extensión de Riemann.
Pensemos en el integrando del segundo miembro como una función definida en D(a, r) , es
decir, la función z 7→ f (w)/(w − z) con w ∈ C(a, r)∗ fijo. Se trata de una función racional que
podemos desarrollar fácilmente en serie de potencias, luego si conseguimos permutar la integral
con la suma de la serie, tendremos la función f expresada como suma de una serie de potencias.
Este desarrollo será válido en un entorno de cada punto del abierto Ω en el que f es holomorfa
y habremos probado que f es analítica en Ω . Esto explica por adelantado la forma de obtener
el siguiente resultado fundamental.
95
8. Equivalencia entre analiticidad y holomorfía 96
f n (a)
(ii) Si Ω 6= C y para cada a ∈ Ω tomamos Ra = d(a, C \ Ω) , la serie ∑ (z − a)n
n>0 n!
tiene radio de convergencia mayor o igual que Ra y se verifica que:
∞
f (n) (a)
f (z) = ∑ (z − a)n ∀ z ∈ D(a, Ra ) (2)
n=0 n!
y la serie converge uniformemente en C(a, r)∗ , pues tomando M = máx {| f (w) | : w ∈ C(a, r)∗ },
aplicamos el test de Weierstrass:
n
f (w) (z − a)n
M | z − a |
(w − a)n+1 6 r
∀ w ∈ C(a, r)∗ , ∀ n ∈ N ∪ {0}
r
Resaltamos que las integrales del segundo miembro no dependen del punto z ∈ D(a, r) fijado,
escribiendo
1 f (w)
Z
αn (a, r) = dw ∀ n ∈ N ∪ {0}
2 π i C(a,r) (w − a)n+1
Entonces, como z ∈ D(a, r) era arbitrario, hemos probado que
∞
f (z) = ∑ αn(a, r) (z − a)n ∀ z ∈ D(a, r) (5)
n=0
Así pues, en D(a, r) , la función f coincide con la suma de una serie de potencias, cuyo radio de
convergencia será mayor o igual que r , pues sabemos que la serie converge en D(a, r) . Como
a ∈ Ω también era arbitrario, hemos probado que f es analítica en Ω .
8. Equivalencia entre analiticidad y holomorfía 97
Para probar las afirmaciones (i) y (ii) basta aprovechar la libertad en la elección de r .
Aparentemente, los coeficientes de la serie de potencias obtenida en (4) o (5) dependen de r ,
pero enseguida nos damos cuenta de que esto no es así. En efecto, el teorema de holomorfía de
la suma de una serie de potencias nos permite deducir que
Esto deja claro que los coeficientes no dependen de r , siempre que se tenga D (a, r) ⊂ Ω .
Concretamente tenemos:
∞
f (n) (a)
f (z) = ∑ (z − a)n ∀ z ∈ D(a, r) (7)
n=0 n!
Ni que decir tiene, lo más útil del teorema anterior es la equivalencia entre analiticidad y
holomorfía. Para muchas aplicaciones de la teoría local de Cauchy, esto será más que suficiente,
pero hay en el teorema más información que conviene resaltar, porque es útil aunque sepamos
de entrada que nuestra función es analítica.
Empezando por el caso Ω = C , el teorema anterior nos dice que, por el procedimiento que
ya conocíamos, sumar series de potencias con radio de convergencia infinito, obtenemos todas
las funciones enteras. Para entender mejor esta idea, consideremos el conjunto
n! f (w)
Z
(n)
f (a) = n+1
dw ∀ n ∈ N ∪ {0} (10)
2πi C(a,r) (w − a)
Comparemos este resultado con la fórmula de Cauchy que, con las mismas hipótesis, nos da
1 f (w)
Z
f (z) = dw ∀ z ∈ D(a, r) (11)
2πi C(a,r) w − z
Está claro que, si en (11) tomamos z = a , obtenemos (10) para n = 0 . Para n ∈ N , sabemos
que f (n) ∈ H(Ω) , luego podemos por supuesto aplicarle la fórmula de Cauchy, obteniendo
1 f (n) (w)
Z
f (n) (z) = dw ∀ z ∈ D(a, r) (12)
2πi C(a,r) w−z
Podríamos decir que aquí no hay nada nuevo, simplemente ahora podemos aplicar a f (n) la
fórmula de Cauchy, como a cualquier otra función holomorfa en Ω . Si en (12) tomamos z = a ,
obtenemos f (n) (a) como una integral que no es la que tenemos en (10) , pues en el integrando
aparece f (n) y no f , aparte de que los denominadores tampoco coinciden. El interés de (10)
estriba en que obtenemos f (n) (a) directamente a partir de la función f , sin calcular ninguna
derivada, por así decirlo. Sin embargo, las igualdades (10) tienen un claro inconveniente: para
cada n ∈ N , sólo nos dan el valor de f (n) en el punto a , y no en todo punto z ∈ D(a, r)
como ocurre en (11) y (12) . Pues bien, vamos a probar que las igualdades (10) siguen siendo
válidas al sustituir a por un z ∈ D(a, r) arbitrario, obteniendo un resultado general que, para
z = a es (10) , y para n = 0 es (11) . Esto es lo que se conoce como fórmula de Cauchy para
las derivadas, y no (12) como en principio podría pensarse.
k! f (w)
Z
(k)
f (z) = k+1
dw ∀ z ∈ D(a, r) , ∀ k ∈ N ∪ {0}
2πi C(a,r) (w − z)
Ahora leemos esta igualdad de forma diferente: fijado w ∈ C(a, r)∗ , tenemos la función
racional z 7→ f (w)/(w − z) , expresada en el disco D(a, r) como suma de una serie de potencias.
Ello nos permite calcular la k-ésima derivada de dicha función, derivando término a término la
serie de potencias en cuestión, obteniendo que, para todo z ∈ D(a, r) se tiene:
∞
k ! f (w) n! f (w)
= ∑ (n − k) ! n+1
(z − a)n−k (13)
(w − z)k+1 n=k (w − a)
Pero esto es cierto para todo w ∈ C(a, r)∗ , lo que permitirá cambiar otra vez el punto de vista.
Fijado z ∈ D(a, r) , la igualdad anterior nos da la función w 7→ f (w)/(w − z)k+1 como suma
de una serie de funciones continuas en C(a, r)∗ . Veamos que la serie converge uniformemente
en C(a, r)∗ , usando el test de Weierstrass. Escribiendo M = máx {| f (w) | : w ∈ C(a, r)∗ } , para
todo w ∈ C(a, r)∗ y todo n ∈ N con n > k , tenemos
n
n! f (w) n−k
M n ! | z − a |
(n − k) ! (w − a)n+1 (z − a) 6 r | z − a | k (n − k) ! = Mn
r
donde Mn viene definido por la última igualdad. Bastará pues comprobar que la serie ∑ Mn
n>k
es convergente, pero esto se deduce fácilmente del criterio del cociente, ya que
Mn+1 (n + 1) | z − a | |z−a|
lı́m = lı́m = <1
n→∞ Mn n→∞ (n + 1 − k) r r
Así pues, usando la continuidad de la integral curvilínea, deducimos de (13) que
∞
k! f (w) n! 1 f (w)
Z Z
dw = ∑ n+1
dw (z − a)n−k (14)
2 π i C(a,r) (w − z)k+1 n=k (n − k) ! 2 π i C(a,r) (w − a)
y esta igualdad es válida para todo z ∈ D(a, r) .
Por otra parte recordamos el desarrollo en serie de Taylor de f tal y como se obtuvo por
primera vez en (4) ,
∞
1 f (w)
Z
f (z) = ∑ n+1
dw (z − a)n ∀ z ∈ D(a, r)
n=0 2 π i C(a,r) (w − a)
y lo usamos para calcular la k-ésima derivada de f , obteniendo
∞
n! 1 f (w)
Z
(k)
f (z) = ∑ n+1
dw (z − a)n−k ∀ z ∈ D(a, r) (15)
n=k (n − k) ! 2 π i C(a,r) (w − a)
Destacamos el interés del teorema anterior, que incluye la fórmula de Cauchy (caso k = 0 ),
aunque se ha deducido de ella. Conociendo la función f en la circunferencia C(a, r)∗ nos
permite obtener todos los valores en el disco abierto D(a, r) , no sólo de la función f , sino de
todas sus derivadas.
Tenemos también una nueva fórmula, útil para calcular integrales. Un ejemplo sencillo:
cos z 2πi πi
Z
5
dz = cos (4) (0) =
C(0,1) z 4! 12
8. Equivalencia entre analiticidad y holomorfía 101
Demostración. Por lo ya comentado, basta probar que (iv) ⇒ (i) . Definimos una función
F : Ω → C de la siguiente forma:
8.4. Ejercicios
1. Sea γ un camino y ϕ : γ ∗ → C una función continua. Se define f : C \ γ ∗ → C por
Z
ϕ(w)
f (z) = dw ∀ z ∈ C \ γ∗
γ w−z
Probar que f es una función analítica en C \ γ ∗ y que
Z
ϕ(w)
f (k)
(z) = k ! dw ∀ z ∈ C \ γ∗ , ∀ k ∈ N
γ (w − z) k+1
8. Equivalencia entre analiticidad y holomorfía 103
2. Para α ∈ C se define:
n−1
α α 1 α(α − 1) . . . (α − n + 1)
0
=1 y
n
=
n! ∏ (α − j) = n!
∀n ∈ N
j=0
Probar que ∞
α α n
(1 + z) = ∑ z ∀ z ∈ D(0, 1)
k=0 n
4. Dado α ∈ C∗ \ N , probar que existe una única función f ∈ H D(0, 1) , verificando que
1
z f 0 (z) − α f (z) = ∀ z ∈ D(0, 1)
1+z
5. Probar que existe una única función f ∈ H D(0, 1) , verificando que f (0) = 0 y
exp − z f 0 (z) = 1 − z
∀ z ∈ D(0, 1)
7. En cada uno de los siguientes casos, decidir si existe una función f ∈ H(Ω) verificando
que f (n) (0) = an para todo n ∈ N :
(a) Ω = C , an = n (b) Ω = C , an = (n + 1) !
(c) Ω = D(0, 1) , an = 2 n n ! (d) Ω = D(0, 1/2) , an = n n
dz
Z
k
C(0,r) (z − a) (z − b)
8. Equivalencia entre analiticidad y holomorfía 104
e z dz
Z
9. Calcular la integral , para γ = C(1/4, 1/2) , γ = C(1, 1/2) y γ = C(0, 2) .
γ z 2 (z − 1)
10. Dado n ∈ N , calcular las siguientes integrales:
12. Usar el resultado del ejercicio anterior para calcular las siguientes integrales:
dz dz
Z Z
(a) 2 2
(b)
C(0,2) z (z − 1) C(0,2) (z − 1)2 (z + 1)2 (z − 3)
Tema 9
Ceros de las funciones holomorfas
105
9. Ceros de las funciones holomorfas 106
1
g(z) = ∀z ∈ C
f (z) − w
obtenemos una función g ∈ H(C) que está acotada, pues | g(z) | 6 1/δ para todo z ∈ C . Por
la primera parte de la demostración, g es constante, luego lo mismo le ocurre a f .
n
luego basta usar que z n → ∞ (z → ∞) y lı́m
z→∞
∑ αk z k−n = an ∈ C∗ .
k=0
Demostración. Supongamos que P(z) 6= 0 para todo z ∈ C , para llegar a una contradicción.
1
Basta para ello definir f (z) = para todo z ∈ C , obteniendo una función f ∈ H(C) . Por
P(z)
la observación hecha antes del enunciado, tenemos lı́m f (z) = 0 y esto implica claramente
z→∞
que f está acotada. Así pues, f es una función entera y acotada pero no es constante, lo que
contradice el teorema de Liouville.
(a) Orden de un cero. Para cada a ∈ Z( f ) existe n ∈ N tal que f (n) (a) 6= 0 . Se dice que el
número natural m = mı́n{ n ∈ N : f (n) (a) 6= 0} es el orden del cero de f en el punto a .
(b) Caracterización del orden. La función f tiene un cero de orden m ∈ N en el punto a ∈ Ω
si, y sólo si, existe g ∈ H(Ω) tal que g(a) 6= 0 y f (z) = (z − a)m g(z) para todo z ∈ Ω .
(c) Principio de los ceros aislados. Para cada a ∈ Z( f ) existe un δ > 0 tal que D(a, δ) ⊂ Ω
y f (z) 6= 0 para todo z ∈ D(a, δ) \ {a} . Por tanto, Z( f ) no tiene puntos de acumulación
en Ω , es decir: Z( f )0 ∩ Ω = 0/ .
Demostración. La idea clave es pensar que el desarrollo en serie de Taylor permite en gran
medida trabajar localmente con la función f como si fuese un polinomio.
(a). Se trata obviamente de probar que A = 0/ , donde
∞
A = a ∈ Ω : f (n) (a) = 0 ∀ n ∈ N ∪ {0} } = Z f (n)
\
n=0
Para ello, empezamos observando que, para cada n ∈ N ∪ {0} , Z f (n) es un subconjunto
cerrado de Ω , por ser f (n) continua. Deducimos que A también es un cerrado relativo a Ω ,
como intersección de cerrados.
Por otra parte, comprobamos que A es abierto. Dado a ∈ A , tomamos r ∈ R+ tal que
D(a, r) ⊂ Ω y usamos el desarrollo en serie de Taylor de f centrado en a , obteniendo que
∞
f (n) (a)
f (z) = ∑ (z − a)n = 0 ∀ z ∈ D(a, r)
n=0 n!
Deducimos claramente que f (n) (z) = 0 para todo z ∈ D(a, r) y para todo n ∈ N ∪ {0} , luego
D(a, r) ⊂ A y esto prueba que A es abierto. Como hemos supuesto que f no es idénticamente
nula, tenemos A 6= Ω , luego al ser Ω conexo no queda más salida que A = 0/ .
Usando la buena ordenación de los naturales, podemos pues definir el orden m de cada cero
a ∈ Z( f ) como el orden de la primera derivada de f que no se anule en el punto a , así que m
queda determinado por: f (a) = f 0 (a) = . . . = f (m−1) (a) = 0 y f (m) (a) 6= 0 .
(b). Supongamos que f tiene un cero de orden m ∈ N en un punto a ∈ Ω . Fijado r ∈ R+ tal
que D(a, r) ⊂ Ω , el desarrollo en serie de Taylor de f centrado en a tendrá la forma
∞
f (n) (a) ∞
f (m+n) (a)
f (z) = ∑ (z − a)n = (z − a)m ∑ (z − a)n ∀ z ∈ D(a, r) (2)
n=m n! n=0 (m + n)!
9. Ceros de las funciones holomorfas 109
De esta forma es obvio que f (z) = (z − a)m g(z) para todo z ∈ Ω , así como que g(a) 6= 0 .
También es evidente que g ∈ H Ω \ {a} , pero la restricción de g al disco abierto D(a, r)
coincide con la suma de una serie de potencias, concretamente
∞
f (m+n) (a)
g(z) = ∑ (z − a)n ∀ z ∈ D(a, r)
n=0 (m + n)!
Para z ∈ D(a, r) \ {a} , esta igualdad se deduce de (2) , mientras que para z = a , es la definición
de g(a) . Por tanto g es derivable en el punto a , luego g ∈ H(Ω) , como queríamos.
Recíprocamente, supongamos que existe g ∈ H(Ω) verificando
Fijado de nuevo r ∈ R+ con D(a, r) ⊂ Ω , usamos (3) junto con el desarrollo en serie de
Taylor de g centrado en a para obtener el de f :
∞
g (n) (a) ∞
g (n−m) (a)
f (z) = (z − a)m ∑ n ! (z − a)n = ∑ (n − m) ! (z − a)n ∀ z ∈ D(z, r)
n=0 n=m
Deducimos claramente que f (n) (a) = 0 para 0 6 n < m , mientras que f (m) (a) = m ! g(a) 6= 0 .
Esto demuestra que f tiene un cero de orden m en el punto a .
de donde deducimos δ(x1 ) − d(x1 , x2 ) 6 δ(x2 ) , es decir, δ(x1 ) − δ(x2 ) 6 d(x1 , x2 ) . Pero ahora
podemos intercambiar los papeles de x1 y x2 , para obtener que de hecho δ es lipschitziana,
más concretamente, | δ(x1 ) − δ(x2 ) | 6 d(x1 , x2 ) para cualesquiera x1 , x2 ∈ X .
La siguiente es una útil propiedad topológica de todos los abiertos del plano. De hecho es
válida para abiertos de Rn , cualquiera que sea n ∈ N .
Todo abierto Ω del plano es unión numerable de conjuntos compactos, es decir, existe
una sucesión {Kn } de conjuntos compactos, cuya unión es Ω .
Si Ω = C , basta tomar Kn = D (0, n) para todo n ∈ N . En otro caso, para cada n ∈ N tomamos
Kn = D (0, n) ∩ z ∈ C : d(z, C \ Ω) > 1/n
∞
[
Escribimos Ω = Kn donde Kn es compacto para todo n ∈ N . Fijado n ∈ N , el conjunto
n=1
An = A ∩ Kn verifica que An0 ⊂ A 0 y, por ser Kn cerrado, tenemos también An0 ⊂ Kn ⊂ Ω , luego
An0 ⊂ A 0 ∩ Ω = 0/ . Por ser Kn un espacio métrico compacto, esto implica, según hemos visto,
que An es finito. Finalmente tenemos
!
∞
[ ∞
[ ∞
[
A = A∩Ω = A ∩ Kn = (A ∩ Kn ) = An
n=1 n=1 n=1
así que A es numerable por ser una unión numerable de conjuntos finitos.
Volviendo al conjunto de los ceros de una función holomorfa tenemos claramente:
9.5. Ejercicios.
1. Sea f ∈ H D(0, 1) tal que
1
| f (z) | 6 ∀ z ∈ D(0, 1)
1−|z|
2. Sea f una función entera verificando que existen constantes α, β, ρ ∈ R+ tales que
z ∈ C , | z | > ρ =⇒ | f (z) | 6 α | z |β
f (z) = f (z + 1) = f (z + i) ∀z ∈ C
5. En cada uno de los siguientes casos, decidir si existe una función f , holomorfa en un
entorno del origen, y verificando que f (1/n) = an para todo n ∈ N suficientemente
grande:
(a) a2n = 0 , a2n−1 = 1 ∀ n ∈ N
1
(b) a2n = a2n−1 = ∀n ∈ N
2n
n
(c) an = ∀n ∈ N
n+1
6. Enunciar y demostrar un resultado referente al orden de los ceros de una suma, producto
o cociente de funciones holomorfas.
7. Dado un abierto Ω del plano, probar que el anillo H(Ω) es un dominio de integridad si,
y sólo si, Ω es conexo.
8. ¿Qué se puede afirmar sobre dos funciones enteras cuya composición es constante?
9. Sea f una función entera verificando que f (z) → ∞ (z → ∞) . Probar que f es una
función polinómica.
10. Sea f una función entera verificando que f (T) ⊂ T . Probar que existen un α ∈ T y un
n ∈ N ∪ {0} tales que f (z) = α z n para todo z ∈ C .
Tema 10
Teorema de Morera y sus consecuencias
Abordamos en este tema una segunda tanda de aplicaciones de la teoría local de Cauchy, que
se inicia con el teorema de Morera, debido al matemático italiano G. Morera (1856-1909). Se
trata, ni más ni menos, que del recíproco del teorema de Cauchy para el triángulo, luego da una
útil caracterización de las funciones holomorfas. De ella deducimos dos importantes métodos
para la construcción de funciones holomorfas. El primero se basa en el teorema de convergencia
de Weierstrass, que asegura la holomorfía del límite de una sucesión de funciones holomorfas
en un abierto, siempre que la convergencia sea uniforme en cada subconjunto compacto de
dicho abierto. Por otra parte, el teorema de Morera permite probar, con las hipótesis adecuadas,
la holomorfía de una integral dependiente de un parámetro.
Teorema de Morera. Sea Ω un abierto no vacío del plano y f una función continua en Ω ,
verificando que
Z
f (z) dz = 0
[ a,b,c,a ]
113
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 114
Hemos comprobado como queríamos que, para cada a ∈ D(α, R) existe r ∈ R+ tal que
D(a, r) ⊂ D(α, R) y
Z
F(z) = F(a) + f (w) dw ∀ z ∈ D(a, r)
[ a,z ]
El lema de construcción de primitivas nos dice que F ∈ H D(α, R) con F 0 (z) = f (z) para
Aunque pueda parecer engorrosa, la hipótesis del teorema anterior se comprueba fácilmente
en ciertas situaciones, con lo que el teorema nos da un criterio útil para comprobar que una
función es holomorfa, como vamos a ver enseguida.
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 115
(k)
Entonces f ∈ H(Ω) y, para cada k ∈ N , se tiene que la sucesión { fn } de las k-ésimas
derivadas, converge a la derivada k-ésima f (k) , uniformemente en cada subconjunto compacto
de Ω , en particular:
(k)
f (k) (z) = lı́m fn (z) ∀z ∈ Ω, ∀k ∈ N
n→∞
Puesto que esta igualdad es válida siempre que el triángulo ∆(a, b, c) esté contenido en Ω , el
teorema de Morera nos dice que f ∈ H(Ω) .
(k)
Fijamos ahora k ∈ N para probar que la sucesión { fn } converge a f (k) , uniformemente
en cada subconjunto compacto de Ω . Fijamos también a ∈ Ω y r ∈ R+ tal que D (a, 2r) ⊂ Ω .
Para cualesquiera n ∈ N y z ∈ D (a, r) , podemos aplicar la fórmula de Cauchy para la derivada
k-ésima a la función fn − f ∈ H(Ω) obteniendo:
k! fn (w) − f (w)
Z
(k)
fn (z) − f (k) (z) = dw
2πi C(a,2r) (w − z)k+1
Ahora acotamos esta integral usando de nuevo la continuidad de la integral curvilínea. Para
w ∈ C(a, 2r)∗ tenemos claramente | w − z | > | w − a | − | z − a | > r . Por otra parte, escribimos
Mn = máx | fn (w) − f (w) | : w ∈ C(a, 2r)∗ y obtenemos
(k) k ! Mn 2k!
| fn (z) − f (k) (z) | 6 k+1
4 π r = k Mn
2π r r
Como esto es cierto para todo z ∈ D (a, r) , deducimos que
(k) 2k!
máx | fn (z) − f (k) (z) | : z ∈ D (a, r) 6 k Mn
r
y esta desigualdad es válida para todo n ∈ N . Como { fn } converge uniformemente a f en el
(k)
compacto C(a, 2r)∗ ⊂ Ω , tenemos {Mn } → 0 y la desigualdad anterior nos dice que { fn }
converge a f (k) uniformemente en D (a, r) . Como a ∈ Ω era arbitrario, hemos probado que
(k)
{ fn } converge a f (k) uniformemente en un entorno de cada punto de Ω . De esto se puede
deducir la convergencia uniforme en cada subconjunto compacto de Ω , como vamos a ver.
(k)
Para abreviar escribimos gn = fn y g = f (k) y fijamos un compacto K ⊂ Ω . Para cada
punto de K sabemos que existe un disco abierto centrado en dicho punto y contenido en Ω , en
el que {gn } converge uniformemente a g , luego tenemos un recubrimiento de K por abiertos
del que, por ser K compacto, podemos extraer un subrecubrimiento finito. Existen por tanto
p ∈ N , a1 , a2 , . . . , a p ∈ K y r1 , r2 , . . . r p ∈ R+ tales que
p
[
K⊂ D(a j , r j ) ⊂ Ω
j=1
Conviene también recordar que, para funciones reales de variable real, no hay nada parecido
al teorema anterior, incluso la convergencia uniforme en todo un abierto, de una sucesión de
funciones derivables, no garantiza que la función límite sea derivable en dicho abierto. Como
ejemplo ilustrativo podemos considerar la sucesión { fn } de funciones de R en R definida por
1p
fn (x) = 1 + n2 x2 ∀x ∈ R, ∀n ∈ N
n
Es claro que fn es derivable en R para todo n ∈ N y comprobamos fácilmente que { fn }
converge uniformemente en R a la función valor absoluto, f (x) = | x | para todo x ∈ R , que
no es derivable en el origen. Basta observar que, para cualesquiera x ∈ R y n ∈ N se tiene
1 p 1 1 1
| fn (x) − f (x) | = 1 + n2 x2 − n | x | = √ 6
n n 1 + n2 x2 + n | x | n
Por último, resaltamos que el teorema anterior puede obviamente usarse para series:
∞
f (z) = ∑ fn(z) ∀z ∈ Ω
n=0
(k)
Entonces f ∈ H(Ω) y, para todo k ∈ N , la serie ∑ fn converge uniformemente en
n>0
cada subconjunto compacto de Ω , con
∞
(k)
f (k) (z) = ∑ fn (z) ∀z ∈ Ω ∀k ∈ N
n=0
Como caso particular, podemos considerar la suma de una serie de potencias no trivial
f (z) = ∑ αn (z − a)n para todo z ∈ Ω , donde Ω es el dominio de convergencia de la serie,
n>0
pues sabemos que la serie converge uniformemente en cada subconjunto compacto de Ω .
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 118
Así pues, el teorema que nos dio la holomorfía de la suma de una serie de potencias queda ahora
como caso muy particular del teorema de convergencia de Weierstrass.
y análogamente,
Z
f (a) = φ(w) dw donde φ(w) = Φ(w, a) ∀ w ∈ γ∗
γ
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 119
La igualdad de las dos integrales iteradas que han aparecido es consecuencia del teorema de
Fubini, pues ambas coinciden con la integral doble, sobre el rectángulo [a, b] × [c, d] de la
función continua F , definida en dicho rectángulo por
F(t, s) = Φ γ(t), ϕ(s) γ 0 (t) ϕ 0 (s)
∀ (t, s) ∈ [a, b] × [c, d]
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 120
Ciertamente F toma valores complejos, pero eso no supone ninguna dificultad, el teorema
de Fubini se aplica a las partes real e imaginaria de F que son funciones continuas con valores
reales. Nótese también que aplicamos la versión más elemental del teorema de Fubini, para una
función continua en un rectángulo compacto, que ni siquiera requiere conocer la integral de
Lebesgue. En algunos textos, a esta versión del teorema se la conoce como el “fubinito”.
Probado el lema en el caso de dos arcos, el caso general es pura rutina. Escribimos los
n m
caminos γ y ϕ como suma de arcos: γ = ∑ γk y ϕ = ∑ ϕ j . Entonces, usando la aditividad
k=1 j=1
y la linealidad de la integral curvilínea tenemos por una parte:
!
Z Z m Z n Z m n Z Z
Φ(w, z) dw dz = ∑ ∑ Φ(w, z) dw dz = ∑∑ Φ(w, z) dw dz
ϕ γ j=1 ϕ j k=1 γk j=1 k=1 ϕ j γk
y análogamente
Z Z n m Z Z
Φ(w, z) dz dw = ∑∑ Φ(w, z) dz dw
γ ϕ k=1 j=1 γk ϕj
Basta por tanto aplicar lo ya probado en el caso de dos arcos para concluir la demostración.
Usando los dos lemas anteriores, podemos ya deducir del teorema de Morera un segundo
método muy útil para construir funciones holomorfas:
Para cada w ∈ γ ∗ tenemos por hipótesis Φw ∈ H(Ω) , lo que nos permite aplicar el teorema de
Cauchy para el triángulo, obteniendo:
Z
Φw (z) dz = 0 ∀ w ∈ γ ∗
ϕ
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 121
Z
En vista de (2) , tenemos f (z) dz = 0 y basta aplicar el teorema de Morera.
ϕ
Para calcular las sucesivas derivadas de f usaremos la fórmula de Cauchy para las derivadas.
Fijamos k ∈ N , un punto a ∈ Ω y tomamos r ∈ R+ tal que D(a, r) ⊂ Ω . Para w ∈ γ ∗ , como
Φw ∈ H(Ω) , tenemos
k! Φ(w, z)
Z
(k)
Φw (a) = dz
2 π i C(a,r) (z − a)k+1
k ! Φ(w, z)
Ψ(w, z) = ∀ (w, z) ∈ γ ∗ ×C(a, r)∗
2 π i (z − a)k+1
es continua, como cociente de dos funciones continuas, lo que nos permite aplicar el Lema 1.
Nótese que esta vez integramos sobre el camino C(a, r)∗ , la variable de integración es z y es
la variable w ∈ γ ∗ la que hace el papel de parámetro. Deducimos que la función ψ : γ ∗ → C
definida por
Z
(k)
ψ(w) = Φ(w, z) dz = Φw (a) ∀ w ∈ γ∗
C(a,r)
Por otra parte, aplicando también a f la fórmula de Cauchy para las derivadas tenemos
k! f (z) k!
Z Z Z
(k)
f (a) = k+1
dz = Φ(w, z) dw dz
2πi C(a,r) (z − a) C(a,r) 2 π i (z − a)k+1 γ
Z Z
= Ψ(w, z) dz dw
C(a,r) γ
∂k Φ
Z
(k)
f (z) = k
(w, z) dw ∀z ∈ Ω, ∀k ∈ N
γ ∂z
10. Teorema de Morera y sus consecuencias 122
10.4. Ejercicios
1. Sea { fn } una sucesión de funciones continuas en un abierto Ω del plano, y sea f : Ω → C
otra función continua. Probar que las siguientes afirmaciones son equivalentes:
(i) { fn } converge uniformemente a f en cada subconjunto compacto de Ω .
(ii) Para toda sucesión {zn } de puntos de Ω que converja a un punto z ∈ Ω se tiene que
{ fn (zn )} → f (z) .
2. Sea { fn } la sucesión de funciones enteras definida por fn (z) = z exp − n2 z2 / 2 para
En la última serie de aplicaciones de la teoría local de Cauchy que vamos a estudiar, sacamos
partido a un aspecto clave de la fórmula de Cauchy, que se comentó en su momento pero aún
no hemos aprovechado a fondo: la fórmula nos da los valores de una función holomorfa en
un disco abierto a partir de los valores en la circunferencia. Como caso muy particular de esta
idea, obtendremos la llamada propiedad de la media, afirmando que el valor de una función
holomorfa en el centro de una circunferencia es la media de sus valores en la circunferencia. De
aquí deducimos fácilmente el principio del módulo máximo, que nos da una de las propiedades
más útiles e importantes de las funciones holomorfas. Dicho principio resulta ser equivalente a
otro resultado muy llamativo, como es el teorema de la aplicación abierta. De él se deduce a
su vez la versión para funciones holomorfas del teorema de la función inversa, afirmando que
toda función holomorfa es localmente inversible en cada punto donde la derivada no se anule.
Estudiaremos también cómo se comporta una función holomorfa en el entorno de un cero de
su derivada. De esta forma tenemos una descripción del comportamiento local de una función
holomorfa, mucho más completa que la que nos da el cálculo en dos variables para funciones
diferenciables en sentido real.
En gran medida, todos los resultados que siguen se basan en una observación muy sencilla:
1
Z π
f a + r e it dt
f (a) = (1)
2π −π
123
11. Comportamiento local de una función holomorfa 124
Para sacar partido al teorema anterior, es natural ponerse en una situación que asegure la
existencia de un máximo, como hacemos a continuación.
11. Comportamiento local de una función holomorfa 125
Nótese que ambos máximos existen, pues Ω y Fr (Ω) son compactos. Dado a ∈ Ω tal que
| f (a) | = máx | f (z) | : z ∈ Ω , caben dos posibilidades. Si a ∈ Fr (Ω) , la igualdad buscada
es evidente. En otro caso tenemos a ∈ Ω y podemos aplicar el teorema anterior a la restricción
de f a Ω , cuyo módulo tiene un máximo absoluto en a , obteniendo que f es constante en Ω .
Por continuidad, f es constante en Ω y la igualdad buscada vuelve a ser evidente.
Así pues, para una función en las condiciones del enunciado anterior, cualquier acotación
de su módulo que consigamos en la frontera de Ω , es también válida en Ω . Usando esta idea,
probamos un resultado nada trivial sobre sucesiones de funciones holomorfas:
En otro orden de ideas, es claro que en el principio del módulo máximo, si en lugar de un
máximo relativo, suponemos un mínimo relativo, o incluso absoluto, no podemos llegar a la
misma conclusión. En efecto, si una función holomorfa en un dominio se anula en un punto, es
claro que su módulo tiene un mínimo absoluto en dicho punto y eso no puede implicar que la
función sea constante. Sin embargo, vamos ahora a comprobar que, descartado el caso trivial de
que la función sea constante, sus ceros son los únicos puntos en los que el módulo de la función
puede tener un mínimo absoluto, o incluso relativo.
Principio del módulo mínimo. Sea Ω un dominio y f ∈ H(Ω) . Supongamos que | f | tiene
un mínimo relativo en un punto a ∈ Ω . Entonces, o bien f (a) = 0 , o bien f es constante.
Nótese que este principio es más débil que el del módulo máximo, pero ha quedado claro
que es lo mejor que podíamos esperar. Los dos principios pueden usarse conjuntamente para
encontrar ceros de una función, es decir, para probar que ciertas ecuaciones tienen solución.
Si | f | fuese constante
en Ω , f sería constante.
Como Ω es compacto,
existen a, b ∈ Ω tales
que | f (a) | = mı́n | f (z) | : z ∈ Ω < máx | f (z) | : z ∈ Ω = | f (b) | . Por el principio del
módulo máximo, tenemos b ∈ Fr (Ω) y, puesto que | f | es constante en Fr (Ω) , deducimos que
a ∈ Ω . El principio del módulo mínimo nos dice entonces que f (a) = 0 .
Este resultado generaliza claramente otros que habíamos deducido de las ecuaciones de
Cauchy-Riemann. Si Ω es un dominio y f ∈ H(Ω) no es constante, el conjunto f (Ω) es
abierto, luego no puede estar contenido en una recta ni en una circunferencia, y en particular,
ninguna de las funciones Re f , Im f y | f | puede ser constante.
También vemos fácilmente que el principio del módulo máximo se deduce a su vez del
teorema anterior:
Sea Ω un dominio y f ∈ H(Ω) verificando que | f | tiene un máximo relativo en un punto
a ∈ Ω , es decir, que
existe δ > 0 tal que D(a, δ) ⊂ Ω y el conjunto f D(a, δ) está contenido
en D 0 , | f (a) | . Si f no fuese constante, el teorema anterior nos diría que f D(a, δ) es
abierto, pero entonces tendríamos f D(a, δ) ⊂ D(0, | f (a) |) y, en particular, | f (a) | < | f (a) |
lo cual es absurdo. Por tanto, f es constante, como queríamos demostrar.
Así pues, el principio del módulo máximo y el teorema de la aplicación abierta pueden verse
como resultados equivalentes. Nótese sin embargo que, para deducir el teorema de la aplicación
abierta del principio del módulo máximo, el razonamiento es laborioso y requiere el principio de
identidad, mientras que en sentido recíproco las cosas son mucho más fáciles, como acabamos
de comprobar.
Para conseguir la inyectividad local que buscamos, podríamos usar el teorema de la función
inversa para funciones diferenciables en sentido real, pero es más sencillo usar argumentos
propios del plano complejo. Concretamente nos basamos en el siguiente resultado, que volverá
a ser útil más adelante:
Entonces Φ es continua.
Demostración. La continuidad separada de Φ en cada variable está muy clara, pero se trata
de probar su continuidad en las dos variables, es decir, que Φ es continua
considerando en
Ω × Ω la topología producto. El conjunto U = (w, z) ∈ Ω × Ω : w 6= z es abierto y ΦU
es continua, como cociente de funciones continuas, luego Φ es continua en U. Fijado a ∈ Ω
bastará pues probar que Φ es continua en el punto (a, a) .
Dado ε > 0 , la continuidad de f 0 en el punto a nos da un δ > 0 tal que D(a, δ) ⊂ Ω y
| f 0 (ξ) − f 0 (a) | < ε ∀ ξ ∈ D(a, δ) (4)
Basta claramente probar que | Φ(w, z)−Φ(a, a) | < ε para cualesquiera w, z ∈ D(a, δ) . Si w = z ,
la desigualdad buscada es la que aparece en (4) , sin más que tomar ξ = z . Suponiendo entonces
que w 6= z , tenemos
f (w) − f (z) 1
Z
− f 0 (a) = f 0 (ξ) − f 0 (a) dξ
Φ(w, z) − Φ(a, a) =
w−z w−z [ z,w ]
donde hemos usado la regla de Barrow para la integral curvilínea, puesto que evidentemente,
f 0 es una primitiva de f mientras que la función constantemente igual a f 0 (a) tiene también
una primitiva obvia.
Basta ya acotar la integral que aparece en la igualdad anterior. Para ξ ∈ [ z, w ] ∗ ⊂ D(a, δ)
usamos (4) y obtenemos claramente:
Φ(w, z) − Φ(a, a) < 1
l [ z, w ] ε = ε
|w−z|
Sea Ω un dominio estrellado y f ∈ H(Ω) tal que f (z) 6= 0 para todo z ∈ Ω . Entonces
f admite un logaritmo holomorfo en Ω , es decir, existe g ∈ H(Ω) tal que f (z) = e g(z)
para todo z ∈ Ω . Por tanto, para cada m ∈ N , la función f admite
m una raíz m-ésima
holomorfa en Ω , es decir, existe h ∈ H(Ω) tal que f (z) = h(z) para todo z ∈ Ω .
11. Comportamiento local de una función holomorfa 130
En efecto, f 0 / f es una función holomorfa en Ω que, por el teorema local de Cauchy, admite
una primitiva g0 ∈ H(Ω) . Basta ahora recordar cómo, a partir de g0 se obtiene fácilmente un
logaritmo holomorfo de f . Sabemos que existe λ ∈ C tal que e λ+g0 (z) = f (z) para todo z ∈ Ω ,
luego g = λ + g0 es el logaritmo buscado. Fijado m ∈ N definimos entonces h(z) = e g(z)/m
para todo z ∈ Ω , obteniendo evidentemente una raíz m-ésima holomorfa de f .
U = D( a, δ) ∩ ψ−1 D(0, ρ) ε = ρm
y
(iii). Fijado w ∈ D(b, ε) \ { f (a)} , denotemos por w1 , w2 , . . . , wm a las raíces m-ésimas del
número complejo no nulo w − b , que sabemos son todas distintas, es decir, la igualdad wk = w j
con k, j ∈ {1, 2, . . . , m} sólo es posible cuando k = j .
Para k ∈ {1, 2, . . . , m} , tenemos | wk |m = | w − b | < ρ m , luego wk ∈ D(0, ρ) = ψ(U) lo
que nos permite escribir wk = ψ(z k ) , con z k ∈ U . De (5) deducimos que f (zk ) = w para todo
k ∈ {1, 2, . . . , m} y los puntos z1 , z2 , . . . , zm son todos distintos, puesto que de ser z k = z j con
k, j ∈ {1, 2, . . . , m} deducimos que wk = ψ(z k ) = ψ(z j ) = w j , luego k = j .
Así pues, la ecuación f (z) = w tiene ya m soluciones z1 , z2 , . . . , zm ∈ U . Es fácil ver que
no hay más, pues si z ∈ U verifica que f (z) = w , de (5) deducimos que ψ(z)m = w − b , luego
ψ(z) = wk para algún k ∈ {1, 2, . . . , m y, al ser ψ inyectiva en U tenemos z = zk .
Como una consecuencia relevante del teorema anterior, obtenemos que la condición de que
la derivada no se anule, no sólo es suficiente, sino también necesaria para la inyectividad local:
Cuando f 0 (a) 6= 0 , el teorema de la función inversa local nos asegura la existencia de un entorno
de a en el que f es inyectiva. Para el recíproco, sea r ∈ R+ verificando que D(a, r) ⊂ Ω y
que f es inyectiva en D(a, r) . Si fuese f 0 (a) = 0 , podríamos aplicar el teorema anterior a la
restricción de f al dominio D(a, r) . Como la función z 7→ f (z) − f (a) tendría en el punto a
un cero de orden m > 2 , obtendríamos un abierto U contenido en D(a, r) , tal que f no es
inyectiva en U , lo cual es una contradicción.
El resultado anterior no tiene un análogo para funciones de una o varias variables reales.
La función x 7→ x 3 , de R en sí mismo, es inyectiva, pero su derivada se anula en el origen.
Análogamente, (x, y) 7→ (x 3 , y 3 ) es una función inyectiva de R2 en sí mismo, cuya diferencial
en el origen es idénticamente nula. Para funciones holomorfas, la ventaja de la equivalencia se
pone de manifiesto en el siguiente resultado:
Teorema (de la función inversa global). Sea U un dominio y f ∈ H(U) una función
inyectiva. Entonces V = f (U) es un dominio y f −1 ∈ H(V ) con
0 1
f −1
f (z) = 0 ∀z ∈ U
f (z)
Demostración. Que V es abierto se deduce del teorema de la aplicación abierta, y está claro
que V es conexo, puesto que U es conexo y f es continua. Por el resultado anterior, como f
es inyectiva en un entorno de cada punto de U , tenemos que f 0 (z) 6= 0 para todo z ∈ U , y todo
lo que queda es aplicar el teorema de la función inversa local. Para cada z ∈ U , dicho teorema
nos da dos abiertos U0 y V0 , con z ∈ U0 ⊂ U y f (z) ∈ V0 ⊂ V , tales que si llamamos f0 a la
restricción de f a U0 , entonces f0 es una biyección de U0 sobre V0 y f0−1 es derivable en
0
el punto f (z) con f0−1 f (z) = 1/ f 0 (z) . Como de hecho f es inyectiva, está claro que la
inversa local f0−1 ha de coincidir con la restricción a V0 de la inversa global f −1 . Por tanto
0
f −1 es derivable en el punto f (z) con f −1 f (z) = 1/ f 0 (z) . Como esto es válido para
11.4. Ejercicios
1. Sea R ∈ R+ y f ∈ H D(0, R) , no constante. Probar que la función M : ] 0, R [→ R
definida por
M(r) = máx | f (z) | : z ∈ C(0, r)∗
∀ r ∈ ] 0, R [
es estrictamente creciente.
2. Sea Ω = {z ∈ C : | z | > 1} y f : Ω → C una función continua en Ω y holomorfa en
Ω , que tenga límite en ∞ . Probar que | f | tiene un máximo absoluto en un punto de T .
Suponiendo que f no es constante, probar que la función M : [1, +∞ [→ R definida por
M(r) = máx | f (z) | : z ∈ C(0, r)∗
∀ r ∈ ] 1, +∞ [
es estrictamente decreciente.
3. Sea P un polinomio de grado n ∈ N y M = máx{| P(z) | : z ∈ T} . Probar que
z ∈ C , | z | > 1 =⇒ | P(z) | 6 M | z | n
máx | f (z) | : | z | = r = r n
| f (z) | 6 | f (z 2 ) | ∀ z ∈ D(0, 1)
Probar que f es constante.
7. Mostrar que el teorema fundamental del Álgebra se deduce directamente del principio del
módulo mínimo.
8. Sea Ω un dominio y f ∈ H(Ω) . Probar que, si la función Re f tiene un extremo relativo
en un punto de Ω , entonces f es constante.
9. Sea f : D (0, 1) → C una función continua en D (0, 1) y holomorfa en D(0, 1) , tal que
Im f (z) = 0 para todo z ∈ T . Probar que f es constante.
10. Sea Ω un abierto de C y f ∈ H(Ω) una función inyectiva. Dados a ∈ Ω y r ∈ R+ tales
que D (a, r) ⊂ Ω , calcular, para cada z ∈ D(a, r) , la integral
w f 0 (w)
Z
dw
C(a,r) f (w) − f (z)
Tema 12
El teorema general de Cauchy
La teoría local de Cauchy, cuyos dos resultados básicos fueron el teorema de Cauchy para
dominios estrellados y la fórmula de Cauchy para una circunferencia, nos ha permitido probar
numerosas propiedades de las funciones holomorfas. Nuestro próximo objetivo es completar
dicha teoría, encontrando la forma más general posible de esos dos resultados iniciales. Con
respecto al teorema local de Cauchy, es natural preguntarse cuales son los abiertos del plano en
los que toda función holomorfa admite una primitiva. Es fácil dar ejemplos de dominios con
esta propiedad que no son estrellados. Con respecto a la fórmula de Cauchy, cabe preguntarse
lo que ocurre al sustituir la circunferencia por otros caminos cerrados.
Veremos que ambas preguntas están íntimamente ligadas, en cierto modo son equivalentes,
y abordaremos su estudio empezando por la segunda. Un breve análisis de la fórmula de Cauchy
motivará la noción clave que marca la transición de la teoría local de Cauchy ya conocida, a la
teoría global que ahora iniciamos. Se trata del índice de un punto con respecto a un camino
cerrado, una noción que formaliza rigurosamente la idea intuitiva del número de vueltas que da
un camino cerrado alrededor de un punto.
Por otra parte, introducimos un formalismo que nos permitirá liberarnos de la condición que
deben cumplir dos caminos para poder considerar su suma. Basta para ello considerar sumas
formales de caminos arbitrarios, que reciben el nombre cadenas, y en particular sumas formales
de caminos cerrados, que llamaremos ciclos. Son nociones propias de una teoría muy general,
llamada Álgebra Homológica, que tiene sus raíces en el teorema de Cauchy. Comprobaremos
rutinariamente que la integral de una función continua sobre una cadena conserva las mismas
propiedades que tenía la integral sobre un camino: linealidad, continuidad y aditividad.
Con los preparativos comentados, podremos probar la forma general del teorema de Cauchy
y de la fórmula integral de Cauchy, dos resultados equivalentes en los que se fundamenta la
teoría global. Haremos la demostración publicada por el matemático canadiense John D. Dixon
en 1971, históricamente la primera que puede considerarse bien formalizada, por usar sólo
argumentos analíticos, evitando las consideraciones geométricas más o menos intuitivas que
aparecían en las demostraciones previamente conocidas.
133
12. El teorema general de Cauchy 134
así que, el primer miembro de la igualdad anterior indica si la circunferencia C(a, r)∗ rodea
o no al punto z . Cabe preguntarse qué ocurrirá en general si, en vez de una circunferencia,
consideramos un camino cerrado arbitrario. Ello motiva la definición que sigue.
Si γ es un camino cerrado y z ∈ C \ γ ∗ , el índice del punto z respecto al camino γ , que
se denota por Ind γ (z) , viene definido por:
1 dw
Z
Ind γ (z) =
2πi γ w−z
Nos preguntábamos si, como en el caso particular de una circunferencia, Ind γ (z) nos informa de
la posición relativa del punto z con respecto al camino γ . Enseguida observamos, con ejemplos
sencillos, que el índice es un concepto más refinado:
Si γ = C(a, r) +C(a, r) , recorremos dos veces C(a, r)∗ en sentido positivo, y tenemos
(
2 si | z − a | < r
Ind γ (z) =
0 si | z − a | > r
Estos ejemplos nos hacen sospechar que la información contenida en el índice Ind γ (z)
no es la posición relativa de z respecto de γ ∗ , sino más bien el número de vueltas que da
el camino γ alrededor del punto z . De hecho, hay que entender que las vueltas se cuentan
positiva o negativamente según el sentido de giro, y que las vueltas en sentidos contrarios se
compensan, para obtener lo que podríamos llamar un número neto de vueltas. Las propiedades
del índice que vamos a ir probando permiten convencerse de que, efectivamente, la definición
de índice formaliza la idea intuitiva de número de vueltas que hemos explicado. Para empezar,
veremos que el índice es siempre un número entero, cosa que no está nada clara si miramos a su
definición. Para probarlo, empezamos considerando el caso de un arco, pero un camino cerrado
puede ser suma de arcos no cerrados, luego debemos trabajar con arcos arbitrarios.
12. El teorema general de Cauchy 135
La función ϕ buscada ha de ser una primitiva de τ 0 /τ , lo que la determina salvo una constante
aditiva. Como ϕ(a) debe ser un logaritmo de τ(a) , la forma de definir ϕ está clara:
Z t 0
τ (s)
ϕ(t) = log τ(a) + ds ∀t ∈ [ a, b ]
a τ(s)
Por el teorema fundamental del Cálculo para la integral de Cauchy, ϕ es derivable en [ a, b ] con
τ 0 (t) σ 0 (t)
ϕ 0 (t) = = ∀t ∈ [ a, b ] (2)
τ(t) σ(t) − z
Para comprobar que ϕ es el logaritmo buscado, definimos h : [ a, b ] → C por
donde hemos usado (2) . Aplicando el teorema del valor medio a la partes real e imaginaria
de h obtenemos que h es constante. Como e ϕ(a) = τ(a) , tenemos h(a) = 1 , luego h(t) = 1
para todo t ∈ [ a, b ] . Usando la definición de h obtenemos que ϕ es el logaritmo buscado:
τ(t) = e ϕ(t) para todo t ∈ [ a, b ] .
Finalmente, lo demostrado sobre ϕ nos lleva directamente a (1) :
σ 0 (t)
Z b Z b
dw σ(b) − z
Z
0
= dt = ϕ (t) dt = ϕ(b) − ϕ(a) ∈ Log
σ w−z a σ(t) − z a σ(a) − z
Con la misma notación, supongamos que el arco σ es cerrado, con lo que τ(a) = τ(b) .
Entonces ϕ(a) y ϕ(b) son logaritmos del mismo número, luego tienen la misma parte real. En
vista de (1) , para calcular el índice Ind σ (z), sólo nos interesa la parte imaginaria θ = Im ϕ ,
que es un argumento continuo de τ , es decir, una función continua θ : [ a, b ] → R tal que
θ(t) ∈ Arg τ(t) para todo t ∈ [ a, b ] . A partir de (1) obtenemos
ϕ(b) − ϕ(a) θ(b) − θ(a)
Ind σ (z) = = (3)
2πi 2π
Como θ(a) y θ(b) son argumentos del mismo número complejo, difieren en un múltiplo entero
de 2 π , luego Ind σ (z) ∈ Z . Probaremos lo mismo para cualquier camino cerrado, pero antes
conviene resaltar que el argumento continuo θ aclara la interpretación intuitiva del índice.
12. El teorema general de Cauchy 136
Suponiendo que el arco τ describe un movimiento, que no pasa por el origen, Arg τ(t) es
el ángulo orientado entre el semieje real positivo y el vector de posición del móvil en cada
instante t ∈ [ a, b ] . Intuitivamente, la continuidad de τ hace que este ángulo varíe de manera
continua, luego no es de extrañar, aunque tampoco sea matemáticamente evidente, que podamos
elegir para cada instante t ∈ [ a, b ] un número real θ(t) que mide dicho ángulo, obteniendo una
función continua.
Nuestro argumento continuo aumenta o disminuye según que el vector de posición gire en
sentido positivo o negativo. Por tanto, la diferencia θ(b) − θ(a) , entre los valores final e inicial
del argumento, se interpreta como el ángulo neto barrido por el vector de posición en todo el
movimiento. Por cada vuelta completa que da el móvil alrededor del origen, en sentido positivo,
el ángulo barrido aumenta 2 π , mientras que cada vuelta en sentido negativo lo hace disminuir
2 π . En vista de (3) , al dividir por 2 π , vemos que Ind σ (z) es el número neto de vueltas que
da nuestro móvil, o si se quiere el arco cerrado τ , alrededor del origen. Cuando trasladamos el
origen al punto z , el arco τ se convierte en σ , luego el número de vueltas que da σ alrededor
del punto z coincide con el número de vueltas que da τ alrededor del origen, que era Ind σ (z) .
Aunque sólo la hemos explicado en el caso de un arco, la anterior interpretación intuitiva del
índice puede hacerse para un camino cerrado, porque sigue existiendo el argumento continuo
(aunque ya no derivable) θ , y la igualdad (3) sigue siendo cierta. De hecho (3) sugiere la
forma de definir el índice de un punto respecto a una curva cerrada arbitraria, para que siga
teniendo la misma interpretación, aunque ya no se exprese como una integral curvilínea. De
esta forma se generaliza la noción de índice, que aquí sólo usaremos para caminos cerrados,
obteniendo de hecho un concepto básico y muy útil en Topología Algebraica.
Probemos ya, para caminos cerrados, las tres propiedades clave del índice:
(i) . Sea a = t0 < t1 < . . . < tn = b una partición del intervalo [ a, b ] en el que γ esté definido,
verificando que, para cada k ∈ {1, 2, . . . , n} , la restricción de γ al intervalo [tk−1 ,tk ] es un arco,
que denotaremos por γk . Fijado z ∈ C \ γ ∗ , y k ∈ {1, 2, . . . , n} , tenemos z ∈ C \ γk∗ y podemos
aplicar el resultado probado previamente para arcos, obteniendo que
dw γ(tk ) − z
Z
∈ Log ∀ k ∈ {1, 2, . . . , n}
γk w − z γ(tk−1 ) − z
La propiedad clave de los logaritmos de un número complejo nos dice que
!
n Z n
dw dw γ(tk ) − z γ(b) − z
Z
= ∑ ∈ Log ∏ = Log = Log 1
γ w−z k=1 γk w − z k=1 γ(tk−1 ) − z γ(a) − z
1
Φ(w, z) = ∀ (w, z) ∈ γ ∗ × G
w−z
es continua. Por tanto, el lema de continuidad de la integral dependiente de un parámetro nos
dice que la función Ind γ , que claramente verifica
1
Z
Ind γ (z) = Φ(w, z) dw ∀z ∈ G
2πi γ
(iii) . Veamos previamente que G tiene una única componente conexa no acotada. Como γ ∗
está acotado, sea R ∈ R+ tal que γ ∗ ⊂ D(0, R) . Entonces C \ D(0, R) está contenido en G y es
conexo, luego C \ D(0, R) ⊂ U donde U es una componente conexa de G , que no está acotada.
Si V es otra componente conexa de G , V 6= U , se tiene V ∩ C \ D(0, R) ⊂ V ∩ U = 0/ ,
así que V ⊂ D(0, R) y V está acotada. Nótese que el mismo razonamiento puede usarse para
cualquier conjunto acotado A ⊂ C , obteniendo que C \ A tiene una única componente conexa
no acotada.
Pues bien, usando (ii) sea m ∈ Z tal que Ind γ (z) = m para todo z ∈ U . Tomando de nuevo
R ∈ R+ de forma que γ ∗ ⊂ D(0, R) tenemos como antes que C \ D(0, R) ⊂ U . Por tanto, para
z ∈ C con | z | > R podemos escribir
Z
1 dw l(γ)
| m | = | Ind γ (z) | = 6
2π γ w−z
2π |z| − R
l(γ)
| m | 6 lı́m =0
z→∞ 2π |z| − R
Comentemos finalmente que todas las propiedades anteriores eran claramente esperables a
la vista de la interpretación intuitiva del índice. El número de vueltas que da un camino cerrado
γ alrededor de un punto z ∈ G debía ser un número entero. Al desplazar ligeramente z , dicho
número de vueltas no debía cambiar, luego la función Ind γ tenía que ser constante en un entorno
de cada punto de G , y por tanto continua, es decir, constante en cada componente conexa de
G . Por último, la componente conexa no acotada U contiene claramente puntos que no pueden
estar rodeados por γ , luego el índice tenía que anularse en U .
12. El teorema general de Cauchy 138
que como en el caso de una curva, es compacto, pero ahora puede no ser conexo. Usaremos
también la longitud de la cadena Γ , que se define como la suma de las longitudes de los caminos
que la forman:
n
l(Γ) = ∑ l(γ k )
k=1
m
Si ahora Σ = ∑ σ k es otra cadena cualquiera, definimos la suma de las cadenas Γ y Σ como
k=1
una simple yuxtaposición de sumas formales:
Γ + Σ = γ1 + γ2 + . . . + γn + σ1 + σ2 + . . . + σm
Las propiedades básicas de la integral sobre un camino se extienden obviamente a esta situación
formalmente más general. La integral sobre Γ es una aplicación lineal y continua de C(Γ ∗ )
en C . Concretamente, es claro que
Z
∀ f ∈ C(Γ ∗ )
f (z) dz 6 l(Γ) k f k
Γ
Llamaremos ciclo a toda suma formal de caminos cerrados. Se trata obviamente de un tipo
particular de cadena, así que todo lo dicho anteriormente sobre cadenas se aplica en particular
a los ciclos. Es claro que la suma de dos ciclos es un ciclo, así como que la cadena opuesta de
un ciclo también es un ciclo.
También está clara la forma de extender la noción de índice respecto de un camino cerrado,
n
definiéndola para ciclos. Si Γ = ∑ γ k es un ciclo, y z ∈ C \ Γ ∗ , tenemos z ∈ C \ γ ∗k para todo
k=1
k = 1, 2, . . . , n , luego podemos definir el índice del punto z respecto al ciclo Γ por
n n
1 dw 1 dw
Z Z
Ind Γ (z) = = ∑ 2πi = ∑ Ind γ k (z)
2πi Γ w−z k=1 γk w−z k=1
Comprobamos fácilmente que el índice respecto a un ciclo tiene la tres propiedades clave que
tenía para caminos cerrados:
Como esto no siempre es cierto, cada teorema tiene una hipótesis adicional, que puede referirse
a la función f , al ciclo Γ o al abierto Ω , dando lugar a tres tipos de teorema.
Para abordar la forma general del teorema de Cauchy, es natural preguntarse cual es la
hipótesis más general posible sobre la función f , sobre el ciclo Γ o sobre el abierto Ω . Ahora
bien, la condición suficiente más general para que se verifique una afirmación es siempre la que
sea a la vez necesaria y suficiente, luego la forma más general de cada tipo de teorema siempre
será una equivalencia, o si se quiere, una caracterización. Tenemos por tanto tres problemas
diferentes, que vamos a ir analizando:
Dado un abierto Ω del plano, caracterizar las funciones f ∈ H(Ω) que verifican (5)
para todo ciclo Γ en Ω .
Dado un abierto Ω del plano, caracterizar los ciclos Γ en Ω que verifican (5) para
toda f ∈ H(Ω) .
Sobre este problema tenemos aún poca información. El teorema de Cauchy para el triángulo
nos da ciclos muy concretos que verifican la condición requerida: los del tipo Γ = [a, b, c, a] ,
siempre que todo el triángulo ∆(a, b, c) esté contenido en Ω . Podríamos mejorar fácilmente el
resultado, encontrando otras poligonales con la misma propiedad, pero no merece la pena, ya
que vamos a resolver completamente el problema, en la forma que pasamos a explicar.
Partimos de una condición claramente necesaria: si Γ verifica (5) para toda f ∈ H(Ω) ,
fijado w ∈ C \ Ω , podemos tomar f (z) = 1/(z − w) para todo z ∈ Ω , y obtenemos que
Ind Γ (w) = 0 . Demos un nombre a los ciclos que verifican esta condición:
Si Ω es un abierto del plano y Γ un ciclo en Ω , se dice que Γ es nul-homólogo con
respecto a Ω , cuando verifica que Ind Γ (w) = 0 para todo w ∈ C \ Ω . Por ejemplo, es claro
que todo ciclo es nul-homólogo con respecto a C .
12. El teorema general de Cauchy 141
Esta nomenclatura viene del Álgebra Homológica. En realidad, se dice que dos ciclos en
Ω son homólogos con respecto a Ω cuando todos los puntos de C \ Ω tienen el mismo índice
respecto a ambos. Se trata claramente de una relación de equivalencia en el conjunto de todos
los ciclos en Ω y es fácil ver que la operación de suma de ciclos permite convertir el conjunto
cociente en un grupo abeliano, que es el grupo de homología del abierto Ω . Claramente un
ciclo es nul-homólogo con respecto a Ω cuando su clase de equivalencia es el elemento neutro
(el cero) de dicho grupo.
Pues bien, la forma general del teorema de Cauchy nos dirá que la condición de que un
ciclo Γ en Ω sea nul-homólogo con respecto a Ω , que según hemos visto, es necesaria para
que se verifique (5) para toda f ∈ H(Ω) , también es suficiente, consiguiendo la caracterización
buscada. La diferencia clave con la respuesta dada al primer problema estriba en que, gracias
a la interpretación del índice como número de vueltas, prácticamente podemos saber a simple
vista si un ciclo en Ω es o no nul-homólogo con respecto a Ω . Así pues, tenemos una respuesta
satisfactoria al segundo problema planteado, de la que se deducirá como veremos una respuesta
también satisfactoria al tercero. Se comprende por tanto que este resultado se conozca como
forma general del teorema de Cauchy. Pasemos ya al tercer problema:
Caracterizar los abiertos Ω del plano que verifican (5) para todo ciclo Γ en Ω y para
toda f ∈ H(Ω) .
Este problema parece el más ambicioso de los tres, pero en realidad se reduce a cualquiera de los
otros dos. Por una parte, usando la respuesta al primer problema, vemos que un abierto Ω tiene
la propiedad pedida si, y sólo si, toda función holomorfa en Ω admite una primitiva. De nuevo
esta respuesta no es satisfactoria, lo que nos gustaría es tener una caracterización más sencilla.
Hasta ahora sólo tenemos una respuesta parcial, la que nos da el teorema local de Cauchy:
todo dominio estrellado verifica la condición requerida. Usando la solución ya anunciada del
segundo problema, obtenemos una respuesta al tercero mucho más prometedora: los abiertos
que nos interesan son los que pasamos a definir.
Se dice que un abierto del plano es homológicamente conexo, cuando todo ciclo en Ω
es nul-homólogo con respecto a Ω . Esto es tanto como decir que el grupo de homología de
Ω es trivial: se reduce al elemento neutro. Nótese también que en realidad basta considerar
los ciclos que constan de un sólo camino cerrado. Es obvio que, si todo camino cerrado en
Ω es nul-homólogo con respecto a Ω , todo ciclo en Ω también lo será. Conviene finalmente
resaltar que, para un abierto del plano, ser homológicamente conexo no guarda relación con ser
conexo. Es claro que existen dominios que no son homológicamente conexos, como C ∗ sin
ir más lejos, mientras que, por ejemplo la unión de dos discos abiertos disjuntos es un abierto
homológicamente conexo que no es conexo. En realidad, es fácil ver que un abierto del plano
es homológicamente conexo si, y sólo si, lo son todas sus componentes conexas.
La respuesta a este tercer problema es satisfactoria por la misma razón que la del segundo:
prácticamente podemos adivinar a simple vista si un abierto Ω es homológicamente conexo.
Si no lo es, existe un camino cerrado γ en Ω y un punto w ∈ C \ Ω tales que Ind γ (w) 6= 0 .
Intuitivamente, esto significa que el punto w está rodeado por puntos de Ω , los puntos de γ ∗ ,
pero no pertenece a Ω , luego Ω tiene un “agujero”. Así pues, hablando intuitivamente, los
abiertos homológicamente conexos son los que no tienen “agujeros”.
12. El teorema general de Cauchy 142
f (w) − f (z)
Z
dw = 0 ∀ z ∈ Ω \ Γ∗ (6)
Γ w−z
Por la linealidad de la integral y la definición de índice, esta igualdad equivale a
1 f (w)
Z
= Ind Γ (z) f (z) ∀ z ∈ C \ Γ∗ (7)
2πi Γ w−z
Esta es la forma general de la fórmula de Cauchy. Nótese que la condición D (a, r) ⊂ Ω equivale
precisamente a que la circunferencia C(a, r) sea un ciclo en Ω , nul-homólogo con respecto a
Ω , luego ahora tenemos una versión mucho más general de la fórmula, al haber sustituido la
circunferencia C(a, r) por un ciclo arbitrario que cumpla la misma hipótesis.
Así pues, la versión general del teorema de Cauchy ya anunciada, permitiría generalizar
también la fórmula de Cauchy, con análogo razonamiento al usado para las versiones locales. La
primera idea de Dixon fue probar ambos resultados en orden inverso, empezando por generalizar
la fórmula, pues luego el teorema es una consecuencia inmediata, como veremos. Así pues,
en sus versiones generales, ambos resultados son equivalentes. Se trata por tanto de probar
directamente (7) , o lo que es lo mismo (6) , y aquí viene la segunda gran idea de Dixon:
observar que el primer miembro de (6) es una función holomorfa, en principio definida para
z ∈ Ω \ Γ ∗ , y extenderla para obtener una función entera que, gracias al teorema de Liouville,
acaba siendo idénticamente nula.
1 f (w)
Z
(i) Ind Γ (z) f (z) = dw ∀ z ∈ Ω \ Γ∗
2πi Γ w−z
Z
(ii) f (w) dw = 0
Γ
12. El teorema general de Cauchy 143
Como lema previo al teorema de la función inversa se probó en su momento que Φ es continua,
luego también lo es su restricción a Γ ∗ × Ω . Además, fijado w ∈ Γ ∗ , la función Φw : Ω → C
dada por
f (w) − f (z)
Φw (z) = Φ(w, z) = ∀ z ∈ Ω \ {w} y Φw (w) = f 0 (w)
w−z
es claramente holomorfa en Ω \ {w} y continua en el punto w . Por el teorema de extensión de
Riemann, Φw ∈ H(Ω) para todo w ∈ Γ ∗ . El teorema de holomorfía de la integral dependiente
de un parámetro nos dice que ϕ ∈ H(Ω) donde
Z
ϕ(z) = Φ(w, z) dw ∀z ∈ Ω
Γ
A decir verdad, el teorema se refiere a la integral sobre un camino, pero el ciclo Γ es suma
formal de caminos, luego ϕ es una suma de funciones a las que sí se aplica literalmente el
teorema. El próximo paso será extender ϕ para tener una función entera.
Repetimos el razonamiento hecho para Φ , con otra función de dos variables, muy similar
∗
pero más sencilla. Concretamente consideramos, el conjunto U = z ∈ C\Γ : Ind Γ (z) = 0 ,
que es abierto por ser una unión de abiertos, las componentes conexas de C \ Γ ∗ en las que el
índice se anule. Definimos entonces Ψ : Γ ∗ ×U → C por
f (w)
Ψ(w, z) = ∀ (w, z) ∈ Γ ∗ ×U
w−z
y esta vez es obvio que Ψ es continua, así como que, fijado w ∈ Γ ∗ , la función z 7→ Ψ(w, z) es
holomorfa en U , pues se trata de una función racional. Aplicando de nuevo la holomorfía de la
integral dependiente de un parámetro, tenemos ψ ∈ H(U) donde
Z
ψ(z) = Ψ(w, z) dw ∀z ∈ U
Γ
El carácter local de la holomorfía nos asegura que h es una función entera, pero acabaremos
viendo que h es idénticamente nula.
Si R = máx{| w | : w ∈ Γ ∗ } , el conjunto C \ D (0, R) está contenido en la componente
conexa no acotada de C \ Γ ∗ , y por tanto en U . Si además M = máx{| f (w) | : w ∈ Γ ∗ } , para
todo z ∈ C que verifique | z | > R se tendrá
Z
f (w) M l(Γ)
| h(z) | = | ψ(z) | =
dw 6
Γ w−z |z| − R
Deducimos que lı́m h(z) = 0 y en particular h está acotada. Por el teorema de Liouville, h es
z→∞
constante, luego es idénticamente nula. Para z ∈ Ω \ Γ ∗ tenemos entonces
g(w) = (w − z) f (w) ∀w ∈ Ω
1 g(w) 1
Z Z
0 = Ind Γ (z) g(z) = dw = f (w) dw
2πi Γ w−z 2πi Γ
Teorema. Para un abierto Ω del plano, las siguientes afirmaciones son equivalentes:
(i) Ω es homológicamente conexo, es decir, Ind Γ (w) = 0 para todo ciclo Γ en Ω y todo
w ∈ C\Ω Z
(ii) Para todo ciclo Γ en Ω y toda f ∈ H(Ω) se tiene que f (z) dz = 0
Γ
(iii) Toda función holomorfa en Ω admite una primitiva, es decir, para cada f ∈ H(Ω) existe
F ∈ H(Ω) tal que F 0 (z) = f (z) para todo z ∈ Ω
(iv) Toda función holomorfa en Ω , que no se anule, admite un logaritmo holomorfo, es decir,
para cada f ∈ H(Ω) con f (Ω) ⊂ C ∗ , se puede encontrar g ∈ H(Ω) tal que f (z) = e g(z)
para todo z ∈ Ω
12. El teorema general de Cauchy 145
Demostración. Las implicaciones (i) ⇒ (ii) ⇒ (iii) son, respectivamente, la forma general
del teorema de Cauchy y la caracterización de la existencia de primitiva.
z − w = e g(z) ∀w ∈ Ω
Así pues, la función z 7→ 1/(z − w) admite una primitiva en Ω , luego su integral sobre
cualquier camino cerrado en Ω es cero. Esto implica claramente que Ind Γ (w) = 0 para todo
ciclo Γ en Ω , como queríamos demostrar.
Como ya quedó explicado, las equivalencias del teorema anterior pueden entenderse como
respuesta satisfactoria a todos los problemas que en él aparecen, pues en la práctica, es bien
fácil saber si un abierto Ω del plano es homológicamente conexo. Intuitivamente, esto significa
que Ω no tiene “agujeros”, y una manera fácil de formalizar esta idea consiste en definir los
“agujeros” de Ω como las componentes conexas acotadas de C \ Ω . Es fácil entonces probar
una implicación:
Aunque no vamos a demostrarlo, conviene saber que el recíproco del enunciado anterior
también es cierto. Por tanto, un abierto Ω del plano es homológicamente conexo si, y sólo si,
C \ Ω no tiene componentes conexas acotadas. Se tiene así una caracterización topológica de
los abiertos homológicamente conexos del plano, aunque no mediante una propiedad intrínseca
al abierto Ω con el que trabajamos, pues se trata de una propiedad topológica de C \ Ω . Se
puede argumentar que la acotación no es una propiedad topológica, pero en nuestro caso sí lo
es: un conjunto V ⊂ C \ Ω está acotado si, y sólo si, su cierre relativo a C es compacto y, puesto
que C \ Ω es cerrado en C , el cierre de V en C es el mismo que en C \ Ω .
12. El teorema general de Cauchy 146
12.6. Ejercicios
1. Enunciar con detalle y demostrar que el índice de un punto respecto a un camino cerrado
se conserva por giros, homotecias y traslaciones.
4. Sea α : R+
0 → C una función continua, tal que:
y sea Ω = C \ α(R+0 ) . Probar que Ω es abierto y que existe f ∈ H(Ω) tal que e
f (z) = z
para todo z ∈ Ω .
5. Sea Ω un abierto homológicamente conexo del plano tal que R+ ⊂ Ω ⊂ C ∗ . Probar que
existe f ∈ H(Ω) tal que
f (x) = x x ∀ x ∈ R+
Tema 13
Singularidades
Del mismo modo que la fórmula de Cauchy para una circunferencia nos permitió obtener el
desarrollo en serie de potencias de una función holomorfa, la versión general de la fórmula da
lugar a desarrollos o métodos de aproximación más generales, entre los que vamos a estudiar el
más sencillo, que se conoce como desarrollo en serie de Laurent.
Estas series de Laurent permiten construir explícitamente todas las funciones holomorfas en
un anillo, es decir, el dominio comprendido entre dos circunferencias concéntricas, admitiendo
los casos extremos en que el radio interior es nulo, el exterior es infinito, o ambas cosas. Así
aumentamos, de forma muy notable, la familia de los abiertos del plano para los que podemos
dar una descripción explícita de todas las funciones holomorfas en cada uno de ellos. Hasta
ahora, esto sólo sabíamos hacerlo para el plano y para un disco abierto.
Además, el desarrollo en serie de Laurent facilita el estudio de las posibles singularidades
de una función holomorfa. Se trata de clasificar con detalle los diferentes comportamientos que
puede presentar en un punto, una función que sea holomorfa en un entorno reducido del mismo.
147
13. Singularidades 148
Podemos decir que, pasar de las series de potencias a las de Laurent es admitir potencias
cuyos exponentes son enteros negativos. Observemos la serie de Laurent recién definida como
sucesión de funciones, es decir, veamos cómo son las sumas parciales. Si para cada n ∈ N ,
n−1
X
escribimos Sn = fk , es claro que, para todo z ∈ C \ {a} y todo n ∈ N se tiene
k=0
n
X n
X
k −k
ck (z − a)k
Sn+1 (z) = c0 + ck (z − a) + c−k (z − a) =
k=1 k=−n
Esta expresión refuerza la idea intuitiva de que estamos intentando sumar, ordenadas de cierta
forma, todas las potencias enteras de la función z 7→ z − a , afectada cada una de ellas por su
correspondiente coeficiente. Vemos que las sumas parciales de una serie de Laurent, centrada
en a ∈ C , son funciones racionales cuyos denominadores sólo pueden anularse en el punto a .
Resaltando la similitud con las series de potencias, la serie de Laurent definida en (1) se
denota por X
cn (z − a)n (2)
n∈Z
Esto es sólo una notación sugerente, debe quedar claro que una serie de Laurent no es más que
un tipo particular de serie de funciones, y su suma, cuando converge, se define exactamente
igual que la de cualquier otra serie de funciones.
Por supuesto, la situación más natural se presenta cuando 0 < r < R < ∞ y A(a ; r, R)
es el dominio comprendido entre dos circunferencias, pero resaltemos los casos extremos, con
el convenio que acabamos de hacer:
Pasamos a estudiar la convergencia de la serie de Laurent que aparece en (2) , definida más
explícitamente en (1) . Ello se reduce en gran medida a estudiar dos series de potencias, salvo
que en una de ellas hacemos un cambio de variable. Concretamente, podemos escribir
X X X
cn (z − a)n = fn = (gn + hn ) (3)
n∈Z n>0 n>0
1 1
R+ = p y R− = p
lı́m sup n
| cn | lı́m sup n
| c−n |
entendiendo que el límite superior de una sucesión de números reales no mayorada es ∞ , así
como que 1/∞ = 0 y 1/0 = ∞ , convenios que también mantendremos en todo lo que
sigue. Para cualquier serie de Laurent con la que estemos trabajando, denotaremos siempre por
R+ y R− a sus radios de convergencia, recién definidos.
Se adivina claramente que la condición natural para asegurarse la convergencia de nuestra
serie de Laurent en un punto z ∈ C\{a} es que se tenga por una parte | z−a | < R+ , y por otra
1 1
< R− , lo que claramente equivale a − < | z − a | . Esto motiva las definiciones
|z − a| R
que siguen.
13. Singularidades 150
X 1
Diremos que cn (z − a)n es una serie de Laurent no trivial, cuando−
< R+ , lo que
n∈Z
R
en particular implica que R > 0 y R > 0 . Entonces diremos también que A(a ; 1/R− , R+ )
− +
es el anillo de convergencia de la serie. El siguiente resultado muestra que este anillo hace el
mismo papel que tenía el dominio de convergencia de una serie de potencias no trivial. De
paso vemos que las series de Laurent nos dan un método muy efectivo para construir funciones
holomorfas en anillos arbitrarios.
X
Sea cn (z − a)n una serie de Laurent no trivial y sea Ω su anillo de convergencia.
n∈Z
Entonces la serie converge absolutamente en Ω y uniformemente en cada subconjunto
compacto de Ω . Por tanto, su suma
+∞
X
f (z) = cn (z − a)n ∀z ∈ Ω
n=−∞
X X c−n
es una función holomorfa en Ω . De hecho, las series cn (z − a)n y
n>0 n>1
(z − a)n
de la misma forma y se tiene:
∞ ∞
X
n
X c−n
f (z) = cn (z − a) + ∀z ∈ Ω
n=0 n=1
(z − a)n
Para cada n ∈ Z podemos por Xtanto definir sin ambigüedad cn mediante la igualdad (6)
y considerar la serie de Laurent cn (z − a)n , para comprobar que verifica (5) . Denotamos
n∈Z
como siempre por R+ y R− a los radios de convergencia de esta serie de Laurent.
Fijamos z ∈ Ω y usamos el mismo ciclo Γ , pero con r < ρ1 < | z − a | < ρ2 < R , de
forma que Ind Γ (z) = 1 . La versión general de la fórmula de Cauchy nos da:
Z Z Z
1 f (w) 1 f (w) 1 f (w)
f (z) = dw = dw − dw (7)
2πi Γ w − z 2 π i C2 w − z 2 π i C1 w − z
Con la circunferencia C2 trabajamos igual que hicimos para el desarrollo de Taylor. Para
w ∈ C2∗ tenemos | w − a | = ρ2 > | z − a | , lo que nos permite escribir:
∞
f (w) f (w) / (w − a) X f (w)
= = n+1
(z − a)n ∀ w ∈ C2∗
w−z 1 − (z − a)/(w − a) n=0
(w − a)
tenemos claramente
n
f (w) M 2 | z − a |
∀ w ∈ C2∗ , ∀ n ∈ N ∪ {0}
n
(w − a)n+1 (z − a) 6 ρ2
ρ2
Esta serie geométrica converge, porque | z − a | < ρ2 , y basta aplicar el test de Weierstrass.
La continuidad de la integral curvilínea nos da:
Z ∞ Z
1 f (w) X 1 f (w)
dw = n+1
dw (z − a)n
2πi C2 w−z n=0
2 π i C2 (w − a)
∞ (8)
X
n
= cn (z − a)
n=0
y comprobamos que esta serie converge uniformemente en C1∗ . En efecto, escribiendo ahora
M1 = máx | f (w) | : w ∈ C1∗ , tenemos
n
n
(w − a) M 1 ρ1
∀ w ∈ C1∗ , ∀ n ∈ N ∪ {0}
f (w) 6
(z − a)n+1 |z − a| |z − a|
X
El razonamiento anterior prueba que la serie de potencias c−n w n converge en el punto
n>1
1 1 1
w = , luego R− > , o lo que es lo mismo − 6 | z − a | . Como esto es
z−a |z − a| R
1
válido para todo z ∈ Ω , se tendrá 6 r . Junto con la desigualdad R+ > R probada
R−
anteriormente, vemos que el anillo de convergencia de la serie de Laurent contiene a Ω :
Sólo queda probar la unicidad del desarrollo obtenido. Supongamos por tanto que
+∞
X
f (z) = αn (z − a)n ∀z ∈ Ω
n=−∞
X
donde αn (z − a)n es otra serie de Laurent no trivial, cuyo anillo de convergencia contiene
n∈Z
a Ω . Para mayor claridad del razonamiento denotemos por {Sn } a esta nueva serie. Fijado
p ∈ Z debemos probar que αp = cp .
Fijado también ρ ∈ R+ con r < ρ < R , escribimos C = C(a, ρ) y sabemos que
{Sn+1 } converge uniformemente a f en la circunferencia C ∗ , que es un compacto contenido
en el anillo de convergencia de la serie de Laurent {Sn } . Observamos que, para cualesquiera
w ∈ C ∗ y n ∈ N se tiene
S n+1 f (w) = 1 Sn+1 (w) − f (w)
(w − a)p+1 −
(w − a)p+1 ρ p+1
lo que nos permite escribir
f (w) Sn+1 (w)
= lı́m ∀w ∈ C∗
(w − a)p+1 n→∞ (w − a)p+1
y sólo queda calcular la sucesión de integrales que ha aparecido. Ello es fácil teniendo en cuenta
que, para todo n ∈ N , se tiene
Z n Z
Sn+1 (w) X
dw = αk (w − a)k−p−1 dw
C (w − a)p+1 k=−n C
13. Singularidades 154
(w − a)h+1
Si h ∈ Z\{−1} , la función w 7→ (w−a)h tiene en C\{a} la primitiva w 7→ ,
h+1
luego su integral sobre C , un camino cerrado en C \ {a} , se anula. Por tanto,
Z Z
1 Sn+1 (w) αp dw
n ∈ N, n > |p| =⇒ p+1
dw = = αp
2πi C (w − a) 2πi C w−a
Así pues, toda función f holomorfa en un anillo Ω de centro a ∈ C , se expresa como suma
de una única serie de Laurent centrada en a , cuyo anillo de convergencia contiene a Ω . Esa
expresión, dada por (5) y (6) , se conoce como desarrollo de Laurent de f en el anillo Ω .
En particular, nos da una sucesión de funciones racionales, cuyos denominadores sólo pueden
anularse en a , que converge a f uniformemente en cada subconjunto compacto de Ω .
El teorema anterior generaliza el desarrollo de Taylor: si 0 < R 6 ∞ y f ∈ H D(a, R) ,
Podríamos decir que f tiene en el punto a una posible singularidad. El primer objetivo será
decidir si tal singularidad se presenta efectivamente.
13. Singularidades 155
∞
X
ϕ(w) = c−n w n ∀w ∈ C
n=1
1
h(z) = ϕ ∀ z ∈ C \ {a}
z−a
1
h(z) = ϕ ∀ z ∈ C \ {a}
z−a
Sólo queda probar la unicidad de la descomposición, que se deduce de la unicidad del desarrollo
f (z) = g1 (z) + h1 (z) para todo z ∈ Ω\{a} ,
de Laurent, como es fácil adivinar. Supongamos
1
donde g1 ∈ H(Ω) y h1 (z) = ϕ1 para todo z ∈ C \ {a} , con ϕ1 ∈ H(C) y
z−a
ϕ1 (0) = 0 .
13. Singularidades 156
Tenemos, por una parte, el desarrollo de Laurent (11) , del que obtuvimos las funciones ϕ ,
h y g que aparecieron en la descomposición (13) .
Por otra parte, tenemos el desarrollo de Taylor de g1 centrado en a y el de ϕ1 centrado
en el origen. Usamos para ellos una notación que indica la serie de Laurent que queremos
considerar. Concretamente escribimos
g (n) (a) ϕ (n) (0)
αn = ∀ n ∈ N ∪ {0} y α−n = ∀n ∈ N
n! n!
con lo cual tenemos:
∞
X ∞
X
n
g1 (z) = αn (z − a) ∀ z ∈ D(a, R) y ϕ1 (w) = α−n w n ∀w ∈ C
n=0 n=1
La primera serie de potencias tiene radio de convergencia mayor X o igual que R mientras
que el de la segunda es infinito. Por tanto, la serie de Laurent αn (z − a)n no es trivial,
n∈Z
A(a ; 0, R) está contenido en su anillo de convergencia y tenemos
∞ ∞ +∞
1 X X α−n X
f (z) = g1 (z) + ϕ1 = αn (z − a)n + = αn (z − a)n
z−a n=0 n=1
(z − a)n n=−∞
para todo z ∈ A( a ; 0, R) .
La unicidad del desarrollo de Laurent nos dice que αn = cn para todo n ∈ Z . En particular
tenemos α−n = c−n para todo n ∈ N , de donde deducimos que ϕ1 = ϕ , luego h1 = h .
Pero entonces tenemos también
En términos del desarrollo de Laurent, vemos que a es un punto regular de f si, y sólo si,
c−n = 0 para todo n ∈ N . Si preferimos mirar a la descomposición recién probada, vemos
que a es un punto regular de f si, y sólo si, dicha descomposición se reduce a f (z) = g(z)
para todo z ∈ Ω \ {a} . En tal caso, tenemos una función g ∈ H(Ω) que extiende a f , pero
recíprocamente, si tal extensión existe, la descomposición no puede ser otra que la indicada,
luego a es un punto regular de f .
13. Singularidades 157
Así pues, en los puntos regulares tenemos una situación que conocemos bien, gracias al
teorema de extensión de Riemann. El siguiente enunciado es una revisión de dicho teorema:
Demostración. Las equivalencia entre (i) , (ii) y (iii) ya se ha comentado, se trata de tres
formas de expresar la definición de punto regular. La equivalencia entre (iii) , (iv) , (v) y (vi)
es el teorema de extensión de Riemann, tal y como se obtuvo en su momento.
Leído por la negativa, el teorema anterior nos da una caracterización de las singularidades, o
si se quiere, describe el comportamiento de f cerca de una singularidad. Por ejemplo, a es una
singularidad de f cuando f no tiene límite en a , o cuando no está acotada en ningún entorno
reducido de a .
f (z) = e 1/z ∀ z ∈ C∗
De nuevo f no tiene límite, luego tiene una singularidad, en el origen, pero ahora f no diverge
en el origen. Su desarrollo de Laurent en C ∗ es claro:
∞
X 1
f (z) = e 1/z
= 1+ ∀ z ∈ C∗
n=1
n! z n
Cuando, por el contrario, ϕ es una función entera no polinómica, decimos que a es una
singularidad esencial de f , o que f tiene una singularidad esencial en el punto a .
La utilidad de esta clasificación estriba en que, dependiendo de cuál de los dos casos se
presente, habrá información relevante sobre cómo se comporta f en a , pero recíprocamente,
de dicho comportamiento podemos deducir en cuál de los dos casos estamos. Por tanto, la
información que vamos a obtener consistirá en: dos caracterizaciones de los polos, según esté
involucrado el orden o no, y otra caracterización de las singularidades esenciales.
ψ(z)
f (z) = ∀ z ∈ Ω \ {a} (14)
(z − a)k
Es evidente que ϕ es una función polinómica de grado k si, y sólo si, se cumple (ii) .
(ii) ⇒ (iii) . Si se cumple (ii) , el desarrollo de Laurent tiene la forma:
∞ k
X
n
X c−n
f (z) = cn (z − a) + ∀ z ∈ D(a, R) \ {a}
n=0 n=1
(z − a)n
de Riemann nos dice que ψ ∈ H(Ω) . Es claro que ψ(a) 6= 0 y que se cumple (14) .
(iv) ⇒ (ii) . Basta ver que el desarrollo de Taylor de ψ centrado en a nos da un desarrollo de
Laurent de f . Concretamente, para todo z ∈ A(a ; 0, R) se tiene:
k−1 ∞
X ψ (n) (a) n−k
X ψ (n) (a)
f (z) = (z − a) + (z − a)n−k
n=0
n! n=k
n!
k ∞
X ψ (k−n) (a) X ψ (n+k) (a)
= + (z − a)n
n=1
(k − n) ! (z − a)n n=0
(n + k)!
La unicidad del desarrollo de Laurent nos dice que c−n = 0 para todo n ∈ N con n > k ,
mientras que c−k = ψ(a) 6= 0 .
La afirmación (iii) es la más cómoda cuando queremos comprobar que f tiene un polo de
orden k en a . En cambio (iv) es la que mejor explica cómo se produce tal polo: aunque al
definir f podríamos no haberlo observado, estamos dividiendo una función holomorfa en Ω ,
que no se anula en el punto a , por la función z 7→ (z − a)k , y eso hace que a sea un polo de
orden k de f .
Comparemos la igualdad (14) con la factorización que tendríamos si fuese f ∈ H(Ω) y
de hecho f tuviese un cero de orden k en a :
f (z) = (z − a)k ψ(z) ∀ z ∈ Ω donde ψ ∈ H(Ω) y ψ(a) 6= 0
Esta analogía permite muy bien entender los polos como ceros de orden negativo. Si olvidamos
el orden, los polos se caracterizan de forma bien sencilla, que viene a reincidir en la misma
interpretación intuitiva: los polos de f son los ceros de 1/f , y viceversa:
Caracterización de los polos. La función f tiene un polo en a si, y sólo si, diverge en a .
(ii) ⇒ (iii) . Para cada n ∈ N , usando (ii) encontramos zn , un ∈ D(a, δ/n) \ {a} tales que
| f (zn ) − w | < 1/n y | f (un ) | > n . Está claro que {zn } y {un } son sucesiones de puntos
de Ω \ {a} que convergen al punto a , verificando que {f (zn )} → w y {f (un )} → ∞ .
(iii) ⇒ (i) . De (iii) se deduce que f no tiene límite en a , luego a es una singularidad
de f , pero no es un polo, pues f tampoco diverge en a , así que se cumple (i) : a es una
singularidad esencial de f .
+
ψ una función entera no polinómica. Entonces, para todo r ∈ R , el conjunto
Sea
ψ(z) : z ∈ C , | z | > r es denso en C .
Consideremos la función f ∈ H(C ∗ ) dada por f (z) = ψ(1/z) para todo z ∈ C ∗ . Es claro
que la parte singular de f en el origen es h(z) = ϕ(1/z) para todo z ∈ C ∗ , donde ϕ es la
función entera dada por ϕ(w) = ψ(w) − ψ(0) para todo w ∈ C , que verifica ϕ(0) = 0 .
Como ψ no es una función polinómica, ϕ tampoco lo es, así que f tiene una singularidad
esencial en el origen.
Tomando δ = 1/r , el teorema de Casorati nos dice que el conjunto
f D(0, δ) \ {0} es denso en C , pero es obvio que
f D(0, δ) \ {0} = ψ(1/w) : w ∈ D(0, δ) \ {0} = ψ(z) : z ∈ C , | z | > r
Resaltamos finalmente que, en toda la discusión sobre la posible singularidad de una función
f en un punto a , es imprescindible que f sea holomorfa en un entorno reducido de a . Existe
una noción más general de punto regular o singular para una función holomorfa en un abierto
del plano, en la que no vamos a entrar, que puede aplicarse a cualquier punto de la frontera de
dicho abierto. En ese contexto, las singularidades aquí estudiadas se denominan singularidades
aisladas, por razones obvias.
13.6. Ejercicios
1. Dados a, b ∈ C con 0 < | a | < | b | , obtener el desarrollo en serie de Laurent de la
función f definida por
1
f (z) = ∀ z ∈ C \ {a, b}
(z − a)(z − b)
en cada uno de los anillos siguientes:
A 0 ; | a |, | b | , A 0 ; | b |, ∞ , A a ; 0, | b − a | , A a ; | b − a |, ∞
2. Obtener el desarrollo en serie de Laurent de la función
1
f (z) = 2 ∀ z ∈ C \ {1, −1}
(z − 1)2
en los anillos A(1 ; 0, 2) y A(1 ; 2, ∞).
3. En cada uno de los siguientes casos, clasificar las singularidades de la función f y
determinar la parte singular de f en cada una de sus singularidades.
1 − cos z
(a) f (z) = ∀, z ∈ C ∗ (n ∈ N)
zn
(b) f (z) = z n sen (1/z) ∀ z ∈ C ∗ (n ∈ N)
log(1 + z)
(c) f (z) = ∀ z ∈ C \ {0, −1}
z2
1
(d) f (z) = ∀z ∈ C \ Z
z 1 − e2πiz
2πz + π
(e) f (z) = z tg ∀z ∈ C \ Z
2
13. Singularidades 162
4. Sea Ω un abierto del plano, a ∈ Ω y f ∈ H Ω \ {a} . ¿Qué relación existe entre las
¿Qué relación existe entre las posibles singularidades en a de las funciones f y 1/f ?
9. Sea a una singularidad de una función f . Probar que la función Ref no puede estar
acotada en un entorno reducido de a .
10. Sea Ω un abierto del plano, a ∈ Ω y {an } una sucesión de puntos de Ω \ {a} tal que
{an } → a . Consideremos el conjunto K = {an : n ∈ N} ∪ {a} , sea f ∈ H(Ω \ K) y
supongamos que f tiene un polo en an para todo n ∈ N. Probar que, para todo δ ∈ R+
que verifique D(a, δ) ⊂ Ω , el conjunto f D(a, δ) \ K es denso en C .
Tema 14
Residuos
De la forma general del teorema de Cauchy vamos a deducir fácilmente un regla práctica
para calcular integrales, conocida como teorema de los residuos. Tiene numerosas aplicaciones
fuera del Análisis Complejo, e incluso fuera de la Matemática. En realidad el teorema de los
residuos incluye como caso particular a la versión general del teorema de Cauchy, que como
vimos, es equivalente a la versión general de la fórmula de Cauchy, así que podríamos hablar
de tres versiones equivalentes de un mismo resultado. El teorema de los residuos es la versión
más adecuada para aplicarla al cálculo de integrales, de ahí su gran popularidad.
tenemos una función holomorfa en un entorno reducido de un punto del plano. Consideramos
de nuevo el desarrollo de Laurent de f en el anillo A(a ; 0, R) dado por
+∞
X
f (z) = cn (z − a)n ∀ z ∈ D(a, R) \ {a} (1)
n=−∞
163
14. Residuos 164
Este hecho explica, hasta cierto punto, por qué usamos el término residuo: sólo puede ser
distinto de 0 cuando a es una singularidad de f , luego podemos entender el residuo como el
“rastro” o la “huella” que puede dejar una singularidad, pues veremos que no siempre la deja.
Fijado k ∈ N , es claro que
(
1 1 si k = 1
Res ,a =
zk 0 si k > 1
Vemos que el recíproco de nuestra primera observación anterior no es cierto: que se anule el
residuo no garantiza que a sea un punto regular, o si se quiere, hay singularidades que no dejan
huella. Por el momento son polos, pero enseguida vemos que el residuo en una singularidad
esencial también puede ser cero. Concretamente, fijado k ∈ N , tenemos
∞
1/z k
X 1
e = 1+ ∀ z ∈ C∗
n=1
n! zkn
(z − a)k+1
Para k ∈ Z \ {−1} la función z 7→ (z − a)k tiene en C \ {a} la primitiva z 7→
k+1
luego su integral sobre Γ se anula y la igualdad anterior se reduce a
Z Z
dz
f (z) dz = c−1 = 2 π i Ind Γ (a) Res f (z), a (3)
Γ Γ z−a
Si Res f (z), a = 0 , deducimos que f admite una primitiva en el abierto D(a, R) \ {a} ,
pues su integral sobre cualquier ciclo en dicho abierto es nula. Por tanto, el residuo, nos dice si
f tiene o no una primitiva en un entorno reducido de a .
Observemos ahora que la igualdad (3) generaliza a (2) , pues si Γ = C(a, ρ) tenemos
Ind Γ (a) = 1 , luego el residuo permite calcular integrales más generales que la que sirvió para
definirlo. Podemos pensar que el residuo produce una “aportación” a la integral que obviamente
se ve afectada por el índice. La aportación es nula, cuando se anula el residuo o el índice.
Analicemos la situación que tenemos en (3) para motivar un planteamiento más general.
El ciclo Γ es obviamente nul-homólogo con respecto al abierto Ω = D(a, R) , pero puede
no serlo con respecto a Ω \ {a} , que es el abierto en el que sabemos que f es holomorfa. De
hecho, está claro que Γ es nul-homólogo con respecto a Ω\{a} si, y sólo si, Ind Γ (a) = 0 . No
podemos aplicar el teorema de Cauchy en el abierto Ω , porque a puede ser una singularidad
de f , pero tampoco podemos aplicarlo en Ω \ {a} porque Γ puede no ser nul-homólogo con
respecto a Ω \ {a} . Sin embargo, podemos calcular la integral que aparece en (3) con sólo
conocer el índice y el residuo.
El planteamiento general consiste en admitir más singularidades, sustituyendo el punto a
por un conjunto A de posibles singularidades. Así pues, dado un abierto Ω , la función f no
llegará a ser holomorfa en Ω , debido a sus singularidades. Para que cada a ∈ A pueda ser
una singularidad, es necesario que f sea holomorfa en un entorno reducido a , es decir, debe
existir un ρ ∈ R+ tal que D(a, ρ) ⊂ Ω y D(a, ρ) ∩ A = {a} . Supondremos por tanto que
A no tiene puntos de acumulación en Ω , es decir, A 0 ∩ Ω = ∅ , condición que ya se usó al
estudiar los ceros de funciones holomorfas. Esta hipótesis hace que A sea cerrado relativo a Ω ,
es decir, que Ω\A sea abierto, con lo que tiene sentido suponer que f ∈ H(Ω\A) . Tendremos
finalmente un ciclo Γ en Ω \ A que es nul-homólogo con respecto a Ω , pero puede no serlo
con respecto a Ω \ A . En (3) teníamos un caso muy particular: Ω = D(a, R) y A = {a} .
14. Residuos 166
Teorema de los residuos. Sea Ω un abierto del plano, A un subconjunto de Ω tal que
A 0 ∩ Ω = ∅ , y f ∈ H(Ω
\ A) . Sea Γ un ciclo en Ω \ A , nul-homólogo con respecto a Ω .
Entonces, el conjunto a ∈ A : Ind Γ (a) 6= 0 es finito y se verifica que
Z X
f (z) dz = 2 π i Ind Γ (a) Res f (z), a (4)
Γ a∈A
conexas de C \ Γ ∗ en las que el índice se anula, luego es abierto, por ser unión de abiertos. Por
tanto, K es cerrado y enseguida comprobamos que está acotado.
En efecto, si R = máx{| z | : z ∈ Γ ∗ } , como C \ D (0, R) es un subconjunto conexo y
no acotado de C\Γ ∗ , estará contenido en la componente conexa no acotada de C\Γ ∗ , en la que
el índice se anula, luego no contiene ningún punto de K , o lo que es lo mismo, K ⊂ D (0, R) .
Como por hipótesis Γ es nul-homólogo con respecto a Ω , para w ∈ C\Ω se tiene w ∈
/ K,
luego K ⊂ Ω . En resumen, K es un subconjunto compacto de Ω .
Si A ∩ K fuese infinito, por ser K compacto, A ∩ K tendría un punto de acumulación en
K , que por una parte sería punto de acumulación de A , y por otra estaría en Ω , contradiciendo
la hipótesis A 0 ∩ Ω = ∅ . Así pues A ∩ K es finito como queríamos.
Nótese que, si A ∩ K = ∅ , no hay nada que demostrar, pues entonces Γ es nul-homólogo
con respecto a Ω \ A , la forma general del teorema de Cauchy nos dice que el primer miembro
de (4) se anula, e igual ocurre con todos los sumandos del segundo miembro.
Para probar (4) , numeramos los puntos de A∩K , los únicos de A que debemos considerar.
Sea pues A ∩ K = {a1 , a2 , . . . , an } con n ∈ N , y abreviando notación, In = {1, 2, . . . , n} .
Naturalmente evitamos repeticiones, es decir, para k, j ∈ In con k 6= j se tiene ak 6= aj . Si
para cada k ∈ In escribimos pk = Ind Γ (ak ) , la igualdad (4) , excluidos los sumandos que
sabemos que son nulos, toma la forma
Z Xn
f (z) dz = 2 π i pk Res f (z), ak (5)
Γ k=1
La idea para probarla es modificar Γ de forma que el nuevo ciclo sea nul-homólogo con
respecto a Ω \ A , para poder aplicar la forma general del teorema de Cauchy.
14. Residuos 167
Los puntos de A ∩ K son precisamente los que hacen que Γ no sea nul-homólogo con
respecto a Ω \ A luego por así decirlo, debemos “descontar” las vueltas que da Γ alrededor de
cada uno de ellos, pero eso se consigue fácilmente usando pequeñas circunferencias centradas
en cada punto, que den las mismas vueltas que Γ pero en sentido contrario.
Para definir con comodidad el nuevo ciclo, si C = C(a, ρ) es una circunferencia y n ∈ N ,
denotamos por n C a la suma de C consigo misma n veces y lógicamente −n C será la suma
de −C consigo misma n veces. Obviamente, para todo p ∈ Z , se tiene (p C)∗ = C ∗ y al
pasar de C a p C la integral de cualquier función continua en C ∗ se multiplica por p y, en
particular, lo mismo le ocurre al índice de cualquier punto z ∈ C \ C ∗ .
Pues bien, fijado k ∈ In , usamos que ak es un punto aislado de A para encontrar un
radio rk > 0 tal que D(ak , rk ) ⊂ Ω y D(ak , rk ) ∩ A = {ak } . Consideramos entonces la
circunferencia Ck = C(ak , ρk ) con 0 < ρk < rk , que evidentemente verifica Ck∗ ⊂ Ω \ A .
Finalmente, el ciclo buscado es
X n
Σ = Γ− pk Ck
k=1
∗
Es claro que Σ ⊂ Ω \ A y vamos a comprobar que Σ es nul-homólogo con respecto a Ω \ A .
Fijado w ∈ C \ (Ω \ A) = (C \ Ω) ∪ A , se pueden dar tres casos.
(i). Si w ∈ C \ Ω , como Γ es nul-homólogo con respecto a Ω , tenemos Ind Γ (w) = 0 .
Pero además, para todo k ∈ In , tenemos w ∈ / D(a, ρk ) , luego Ind Ck (w) = 0 . Deducimos
claramente que
Xn
Ind Σ (w) = Ind Γ (w) − pk Ind Ck (w) = 0
k=1
ψ(z)
f (z) = ∀ z ∈ D(a, R) \ {a}
(z − a)k
Esta sencilla observación resuelve nuestro problema, pues para obtener el límite anterior, sólo
trabajamos en D(a, R) \ {a} , donde sabemos que ψ(z) = (z − a)k f (z) . Para enunciar el
resultado obtenido, evitamos la función ψ , usando para sus derivadas una notación muy clásica.
14. Residuos 169
en el punto a , se tiene:
1 d k−1
(z − a)k f (z)
Res f (z), a = lı́m (6)
(k − 1) ! z→a d z k−1
Tenemos pues una regla práctica para calcular el residuo en un polo, luego el teorema de los
residuos resulta muy útil cuando todas las singularidades que aparecen son polos. Resaltamos
que, al aplicar esta regla debemos previamente asegurarnos de que a es un polo de orden k .
La regla es especialmente sencilla en el caso de un polo simple, incluso sin suponer a priori que
estamos en ese caso:
lı́m (z − a) f (z) = α ∈ C =⇒ Res f (z), a = α (7)
z→a
A la hora de aplicar (6) o (7) debemos calcular límites que con mucha frecuencia presentan
una indeterminación del tipo 0/0 , pues la definición de f no siempre lleva un denominador de
la forma (z − a)k que podamos cancelar, tal denominador está de alguna manera “oculto” y eso
produce la indeterminación. En tales casos, es útil la siguiente versión de la regla de L’Hôpital
para funciones holomorfas, mucho más clara que la que conocemos para funciones reales de
variable real.
f (z) f 0 (z)
(i) lı́m = lı́m 0 = α∈C o bien,
z→a g(z) z→a g (z)
f (z) f 0 (z)
(ii) → ∞ (z → a) y → ∞ (z → a)
g(z) g 0 (z)
Descartamos que f sea idénticamente nula, pues entonces se cumple (i) con α = 0 . Sean
m y n los órdenes de los ceros en el punto a de f y g , respectivamente. Existen funciones
ϕ, ψ ∈ H D(a, R) , con ϕ(a) 6= 0 y ψ(a) 6= 0 , tales que, para todo z ∈ D(a, R) se tiene
Para probar que se verifica (i) o (ii) , bastará entonces observar que
Usando (8) y (9) resolvemos los tres casos que pueden presentarse. Si m > n , está claro
que se cumple (i) con α = 0 . Si m < n es igualmente claro que se cumple (ii) . Finalmente,
en el caso m = n , tenemos (i) con α = ϕ(a) / ψ(a) .
Comentamos finalmente que, en el caso de una singularidad esencial, no hay ninguna regla
práctica para calcular el residuo. Sólo queda la opción de calcular el desarrollo de Laurent de
nuestra función en un entorno reducido de la singularidad esencial.
14.4. Ejercicios
1. Probar que, para a ∈ ] 0, 1 [ , se tiene:
Z 2π
cos2 (3 t) dt a2 − a + 1
= π
0 1 + a 2 − 2 a cos (2 t) 1−a
6. Dado n ∈ N con n > 2 , integrar una conveniente función sobre un camino cerrado que
recorra la frontera del sector D(0, R) ∩ {z ∈ C ∗ : 0 < arg z < 2 π/n} con R ∈ R+ ,
para probar que: Z +∞
dx π π
n
= cosec
0 1+x n n
7. Probar que, para a, t ∈ R+ , se tiene:
Z +∞
cos (t x) dx π
2 = 3
( 1 + a t ) e−a t
−∞ 2
x +a 2 2a
Z +∞
x sen (π x)
8. Probar que: dx = −5 π
−∞ x2 − 5 x + 6
1 − e2iz
9. Integrando la función z 7→ sobre un camino cerrado que recorra la frontera
z2
de la mitad superior del anillo A(0 ; ε, R) , probar que:
Z +∞
(sen x) 2 π
2
dx =
0 x 2
z
10. Dado a ∈ R con a > 1 , integrar la función z 7→ sobre la poligonal
a − e−i z
− π , π , π + i n , −π + i n , −π , con n ∈ N , para probar que:
Z π
x sen x dx 2π 1+a
2
= log
−π 1 + a − 2 a cos x a a
11. Integrando una conveniente función compleja a lo largo de la frontera de la mitad superior
del anillo A(0 ; ε, R) , probar que, para α ∈ ] − 1, 3 [ , se tiene:
Z +∞
x α dx π πα
= (1 − α) sec
0 1 + x 2) 2 4 2
log (z + i)
13. Integrando la función z 7→ sobre un camino cerrado que recorra la frontera
1 + z2
del conjunto {z ∈ C : | z | < R , Im z > 0} , con R ∈ R y R > 1, calcular la integral
Z +∞
log (1 + x2 )
dx
−∞ 1 + x2
14. Integrando una conveniente función sobre la poligonal [−R , R , R+πi , −R+πi, −R ] ,
con R ∈ R+ , calcular la integral
Z +∞
cos x dx
x −x
−∞ e + e
15. Integrando una conveniente función sobre un camino cerrado que recorra la frontera del
conjunto {z ∈ C : ε < | z | < R , 0 < arg z < π/2} , con 0 < ε < 1 < R , calcular la
integral Z +∞
log x
dx
0 1 + x4
16. Integrando una conveniente función sobre la poligonal −R , R , R+2πi , −R+2πi , −R
con R ∈ R+ , calcular la integral
Z +∞ x/2
e
x
dx
−∞ e + 1