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Tema 8 El Empirismo

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Tema 8.

EL EMPIRISMO

La filosofía empirista extiende a lo largo de dos siglos (Locke nace en el siglo XVII y Berkeley y Hume
vivieron durante el siglo XVIII, en plena Ilustración.

8.1. Contexto histórico.

En Inglaterra tiene lugar la revolución burguesa mientras en el continente prevalece el absolutismo.


Entre 1640 y 1650 se generaliza en Europa un movimiento revolucionario contra la monarquía absoluta
que solo triunfa en Inglaterra, en donde la burguesía, la clase social que protagoniza la revuelta, se unió
a la nobleza.

Tras diversas vicisitudes políticas (Bill of Rights [petición de derechos]), la ejecución del rey Carlos I, la
dictadura de Cromwell, la restauración de los Estuardo) los grupos del Parlamento, whigs (liberales
burgueses) y tories (conservadores) se ponen de acuerdo y hacen huir a Jacobo II y colocan en el trono a
Guillermo II de Orange. A partir de la “Gloriosa revolución” de 1688 la monarquía parlamentaria y
constitucional será el modelo político que prevalezca, consagrándose la supremacía del Parlamento.

El triunfo de la revolución supuso el triunfo de las libertades políticas, religiosas y económicas, con la
burguesía como gran beneficiada. Inglaterra se convirtió además en gran potencia comercial y
capitalista. Su sistema político parlamentario, basado ya en el contrato social y no en la monarquía de
derecho divino se convirtió en el modelo a imitar. Los teóricos del liberalismo (Locke) y los científicos
ingleses (Newton), fueron los inspiradores de la Ilustración europea.

8.2. Antecedentes y características generales del empirismo.

Ya en la Edad Media, con los pensadores de Oxford y Roger Bacon se inicia una tradición en el
pensamiento inglés de corte empirista. Este monje franciscano ya había escrito: “sine experiencia, nihil
sufficienter sciri potest” (sin la experiencia, nada puede ser conocido adecuadamente). Guillermo de
Ockham, Sir Francis Bacon (1561-1626) y Thomas Hobbes (1588-1679) seguirán esta línea del pensar que
concede gran importancia a la experiencia y a los sentidos, y que culminará en los siglos XVII y XVIII con
la filosofía empirista propiamente dicha, desarrollada por John Locke (1632-1704), George Berkeley
(1685-1753) y David Hume (1711-1776).

El empirismo, en general, es una corriente filosófica opuesta al racionalismo en muchos aspectos. Éste
último había tomado como modelo a la ciencia moderna en su aspecto matemático, mientras que el
empirismo se había fijado en el otro aspecto importante: la experiencia. Con el empirismo el problema
del conocimiento -origen y validez del mismo- pasa a ser el tema fundamental, o al menos el problema
previo e ineludible antes de comenzar cualquier otra investigación. Locke refiere que el haber caído en
cuenta de esto fue lo que le motivo a escribir su Ensayo sobre el entendimiento humano:

“Estando reunidos en mi despacho cinco o seis amigos discutiendo de un tema bastante lejano a éste,
pronto nos vimos en un punto muerto por las dificultades que, de todos lados, aparecían. Después de
devanarnos los sesos durante un rato sin lograr aproximarnos a la solución de las dudas que nos tenían
sumidos en la perplejidad, se me ocurrió que habíamos errado el camino, y que antes de meternos en
discusiones de esta índole era necesario examinar nuestras actitudes y ver qué objetos están a nuestro
alcance o más allá de nuestro entendimiento. Así lo propuse a la reunión, y como todos estuvieran de
acuerdo, convinimos que ése debería ser el primer objetivo de nuestra investigación”.

Las tesis fundamentales del empirismo se pueden resumir así:

1. El origen del conocimiento es la experiencia, la mente es como una “tabula rasa” (un papel en
blanco- “a white paper”- dirá Locke).

Locke entiende por “experiencia”el conocimiento por observación directa, tanto de objetos sensibles
externos como de las percepciones internas de la mente:

1
Externa Sensación
Experiencia
Interna Reflexión

Hume irá más allá; para él todos los contenidos obtenidos por la experiencia son “percepciones”. Se
niega así la existencia de ideas innatas como presuponían los racionalistas (Locke dedicará el primer libro
de su Ensayo sobre el entendimiento humano a demostrar su no existencia).

2. El conocimiento humano no es ilimitado: la experiencia es también su límite.


Si recordamos, para el racionalismo la razón no tiene límites y si se sigue el método adecuado puede
llegar a conocerlo todo (por eso se dice que es una razón “dogmática”). Pero los empiristas niegan tal
posibilidad: “no podemos ir más allá de la experiencia”, dice Hume (en la introducción del Tratado de la
Naturaleza Humana).
De este modo el campo del filosofar se reduce notablemente (hay objetos incognoscibles) y se reduce
también la certidumbre del conocimiento: sobre muchas cuestiones sólo cabe un conocimiento
probable.

3. Todo conocimiento es conocimiento de ideas.

En esta tesis coinciden empiristas y racionalistas: lo que directamente conoce la mente son sus ideas (no
las cosas) y pensar se reduce a relacionar ideas entre sí.
En Berkeley esta tesis conduce al idealismo (negación de la realidad del mundo material que
percibimos). Por esta razón, los empiristas conceden gran importancia a los análisis de los mecanismos
psicológicos que explican las asociaciones de ideas entre sí.

4. El empirismo propone un nuevo concepto de razón: una razón dependiente y limitada por la
experiencia.
Sin embargo, la razón es la única guía del hombre y debe tener una finalidad práctica: considerando
imposible la metafísica, los empiristas se dedican a cuestiones políticas, morales, religiosas,
pedagógicas… Y por primera vez es una razón crítica, que examina sus propios límites y posibilidades.

8.3. John Locke (1632-1704)

Se le considera como el verdadero fundador del empirismo: Berkeley y Hume seguirán el camino abierto
por él. Con su Ensayo sobre el entendimiento humano la teoría del conocimiento se convierte en una
rama independiente de la filosofía.

Locke va a seguir un “método histórico”: una especie de “historia natural de la mente”, es decir, un
análisis descriptivo de lo que hay en nuestra mente, con la finalidad de conocer el alcance de nuestro
conocimiento.

Locke define la idea como “el objeto del pensamiento cuando un hombre piensa”. La idea hace de
intermediario entre la cosa y la mente (se trata, por tanto, de una teoría representativista del
conocimiento). Toda idea procede, además, de la experiencia. El conocimiento es la percepción del
acuerdo y la conexión entre cualesquiera de nuestras ideas. El acuerdo se produce por identidad o
diversidad, por relación por coexistencia o conexión necesaria.

Locke se va a acercar, sin embargo, al racionalismo. Aunque lo que conocemos son las ideas, Locke no
duda que exista el mundo real. Además tenemos un conocimiento intuitivo de nuestra existencia; de
Dios un conocimiento demostrativo y de cualquier otra cosa solo tenemos un conocimiento sensible.

2
Para Locke la mente está presente ante sí misma, admite la existencia de una mente humana substancial
que tiene plena conciencia de sí misma- en esa conciencia de sí fundamenta la identidad personal, que
no es sino la conciencia de todo su pasado-.

Las cosas materiales son conocidas a través de las ideas. Y Locke reconoce que “tener la idea de una cosa
en nuestro espíritu no prueba su existencia”, pero como producen nuestras sensaciones, recurre al
concepto de causa (exterior) para probar la existencia del mundo real.

Además de sus investigaciones gnoseológicas, Locke es el primer gran teórico del liberalismo político.
Rechaza la teoría del origen divino del poder político, propia de las monarquías absolutistas,
considerando que los gobernantes tienen un mandato popular y son responsables ante el pueblo.
Defiende la libertad e igualdad de todos los hombres en su estado natural, así como el derecho de
propiedad fundamentado en el trabajo. La sociedad política debe salvaguardar el disfrute pacífico de
esos derechos naturales mediante un pacto establecido por consenso que asegure la paz y la tolerancia.

8.4. Georges Berkeley (1685-1753)

Sacerdote anglicano, su principal preocupación es combatir el materialismo (Hobbes) y los


librepensadores. Su principal obra se titula Principios del conocimiento humano donde se investigan las
principales causas de error y dificultad en las ciencias, como también el fundamento y origen del
escepticismo, ateísmo e irreligión (1710).

Para Berkeley, la mente no puede elaborar ideas abstractas. Critica así la teoría de las ideas de Locke y
defiende un nominalismo absoluto. Tales ideas (por ejemplo, “cuerpo”, “existencia”) no son sino
nombres, y toda idea o representación es individual. Solo conocemos ideas, y además de las ideas solo
existe la mente que las percibe, y Dios, que las hace percibir. Afirmar que existe el mundo material es
caer en las falacias de la abstracción, es decir, concebir el “ser” de las cosas independiente de su “ser
percibidas” (esse est percipi). Pero al final afirma la existencia de Dios y del alma y su empirismo deriva
en una metafísica inmaterialista.

8.5. DAVID HUME (1711-1776)

8.5.1. Vida y obras

Nace en Edimburgo y estudia en su Universidad, donde ya debió interesarse por los trabajos de Newton.
En 1734 se traslada a Francia a la Flechè (donde había estudiado Descartes). Allí escribe su obra
fundamental, el Tratado de la Naturaleza Humana. En 1739 regresa a Londres y publica con grandes
expectativas su libro. Poco después aparece un “Resumen”, de autor aparentemente anónimo y escrito
por el mismo Hume, con el que intenta llamar la atención de la crítica filosófica sobre su trabajo. A pesar
de estos esfuerzos, El Tratado fue un absoluto fracaso editorial, y acaba refundiéndolo, al menos una
parte, en la Investigación sobre el entendimiento humano (1748).

Ya es conocido por aquel entonces como “Mr. Hume el ateo”, lo que le hace fracasar en su intento de
ocupar una cátedra de Ética en Edimburgo y la de Lógica en Glasgow. Al menos consigue un puesto de
bibliotecario en la Facultad de Derecho de Edimburgo en 1752.

Entre 1763 y 1766 ocupa un cargo en la Embajada británica de París, donde alcanzó gran renombre entre
los ilustrados franceses, hasta el punto que en su vuelta a Inglaterra, es acompañado por Rousseau.

En 1769 se retira a Edimburgo, en donde morirá 7 años después, habiendo conseguido el


reconocimiento y la fama buscada desde la juventud.

Otras obras importantes son:


 Investigación sobre los principios de la moral (1752)
 Discursos políticos (1752)
 Diálogos sobre religión natural (1751)

3
8.5.2. Desarrollo intelectual

Podemos distinguir tres etapas que marcan el desarrollo del pensamiento de Hume:

 1ª etapa: Se considera a Hume “el Newton de la ciencia moral”, al menos eso pretende, pues su
principal obra lo da a entender en su título: “Tratado sobre la Naturaleza Humana. Ensayo de
introducción del método experimental de razonamiento en las cuestiones morales”.

Por tanto, Hume pretende aplicar el método newtoniano- que ya había demostrado su validez en el
campo de la ciencia de la Naturaleza- a los “asuntos morales”, a la “ciencia del hombre”. Además,
pretende (como Descartes) unificar todas las ciencias, basándolas en una ciencia fundamental, la
ciencia de la naturaleza humana.

El cometido de esta nueva ciencia es examinar “la extensión y las fuerzas del entendimiento
humano, y explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y de las operaciones que realizamos al
argumentar”.

Este proyecto se desarrollará dentro de un marco empirista (“no podemos ir más allá de la
experiencia”) y utilizando la metodología newtoniana. Hume analizará minuciosamente las leyes de
asociación de ideas, que denomina “los lazos únicos que unen entre sí las partes del Universo”,
porque “son las únicos lazos de nuestros pensamientos, por lo cual son, para nosotros, el cimiento
del Universo”.

 2ª etapa. Al final de la primera parte de su Tratado, Hume confiesa sentirse desesperado y al


borde del escepticismo total. Ocho años después, en la Investigación los objetivos parecen
haber cambiado. Hume abandona la idea de crear una ciencia del hombre y ya no pretende
aplicar el método de Newton. La nueva obra es mucho más breve y se va a centrar en el análisis
del entendimiento humano y tiene un fuerte carácter crítico. Ahora Hume quiere fijar los límites
de la capacidad de conocimiento del hombre. Y el instrumento que usa es la distinción entre
cuestiones de hecho y relaciones de ideas.

 3ª etapa. Una vez abandonado su proyecto inicial, Hume se dedica a estudiar diversos temas de
moral, política, economía y religión, usando un método descriptivo e histórico, dejando atrás “el
espíritu de sistema” y convirtiéndose en el típico “filósofo ilustrado”.

8.5.3 Teoría del conocimiento

8.5.3.1 Principios gnoseológicos de Hume

Podemos enumerar los principios más importantes del pensamiento de Hume de este modo:

1.-Principio empirista: La experiencia sensible es el origen, el límite y la fuente de validez y legitimidad


de nuestro conocimiento. El ser humano conoce a partir de la experiencia y no puede ir más allá de la
experiencia. En último término, ésta se convierte en el criterio último para separar al conocimiento
verdadero, el que está bien fundado, del conocimiento falso, que sería aquel que va más allá de la
experiencia o incluye conceptos de los que no cabe una impresión inmediata. Aunque nuestro
pensamiento aparente ser capaz de ir más allá de lo que los sentidos nos ofrecen, en cuanto rebasa esta
frontera cae en el error. Por eso afirma Hume en la Investigación sobre el conocimiento humano: “todos
los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa”.

2.-Principio de inmanencia: aunque Hume no llega a utilizar este término, sí que defiende en sus obras
que cualquier dato de la realidad es siempre inmanente, es decir, permanece dentro del sujeto. A partir
de este principio se deriva una consecuencia muy importante: el sujeto pierde el contacto con la realidad
misma, con los objetos y debe conformarse con tener impresiones sensibles de los mismos. La realidad
queda así mediatizada para siempre por nuestros sentidos. Si Descartes subjetiviza el mundo

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convirtiéndolo en un contenido o una representación mental, Hume lo subjetiviza también al
interpretarlo como un dato de nuestra experiencia. Hume llamará a los contenidos de nuestra
experiencia percepciones, y distinguirá dos tipos: las impresiones, que serían “nuestras percepciones
más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos”, y
las ideas que serían “menos intensas”. A su vez, mostrando aquí la influencia de Locke, Hume dividirá las
impresiones en impresiones de sensación (las que se refieren a la experiencia externa) y en impresiones
de reflexión (aquellas en las que el sujeto “se siente” a sí mismo, propias de la experiencia interna).
Hume define estos conceptos esenciales de la siguiente manera (citas textuales del Resumen del Tratado
de la Naturaleza Humana):

1. Percepción: “todo lo que puede estar presente a la mente, sea que empleemos nuestros
sentidos, o que estemos movidos por la pasión o que ejerzamos nuestro pensamiento y nuestra
reflexión”
2. Impresión: aquella percepción en la que “sentimos una pasión o una emoción de cualquier
clase, o cuando las imágenes de los objetos externos nos son traídas por nuestros sentidos. […]
Son nuestras percepciones vivas y fuertes.”
3. Idea: es una clase de percepción en la que “reflexionamos sobre una pasión o sobre un objeto
que no está presente. […] Las ideas son las percepciones más tenues y más débiles.”

3.-Principio de copia: para Hume, las ideas son las huellas o copias que dejan las impresiones en nuestra
memoria o imaginación. Así lo afirma en la Investigación:

“Todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, es decir, que nos es imposible pensar
algo que no hemos sentido previamente con nuestro sentidos internos o externos”.

Evidentemente, con este principio levanta Hume una dura crítica contra el innatismo de filósofos como
Descartes o Platón: no existen ideas innatas, sino que cualquier idea, incluida la más abstracta que se
pueda pensar, no es más que una creación de la mente humana a partir de las impresiones concretas.
Además, Hume utilizará este principio como criterio de discriminación, para separar aquellas ideas
legítimas (fundadas en la experiencia sensible) de las que son simples creaciones humanas:

“Cuando una idea es ambigua, siempre se puede recurrir a la impresión correspondiente que la puede
convertir en clara y precisa. Así, cuando el autor sospecha que un término filosófico no está aparejado a
ninguna idea, como es muy común, se pregunta siempre: ¿de qué impresión deriva esta idea? Y si no
puede remitirse a ninguna impresión, concluye que el término en cuestión carece de significado. De esta
manera ha examinado nuestra idea de “sustancia” y de “esencia” y sería de desear que este método
riguroso se practicara más a menudo en los debates filosóficos” (Resumen del Tratado de la
Naturaleza Humana).

4.-Principio de asociación de ideas: según Hume, las ideas no aparecen de un modo aislado, sino que la
imaginación se encarga de enlazar unas con otras, estableciendo diferentes conexiones. Pero además, las
ideas mismas ejercen entre ellas una cierta fuerza de atracción (¿una “gravedad” de las ideas?) que
introduce un cierto orden en nuestro pensamiento. La naturaleza de las ideas es la que provoca que
éstas se relacionen de un modo determinado y ordenado. Hume habla de 3 leyes distintas:

1. Semejanza: tendemos a asociar aquellas ideas que guardan una cierta semejanza o parecido
entre sí. Un cuadro o una fotografía dirige nuestra mente al original que trata de representar o
incluso a la vivencia que la fotografía haya podido captar.
2. Contigüidad: tendemos a agrupar aquellas ideas cuyas impresiones ocurrieron cercanas en el
espacio y en el tiempo. Asociamos, por ejemplo, las ciudades con sus monumentos, y a menudo
recordamos hechos del pasado enlazándolos con otras actividades realizadas en la misma
época.
3. Causa-efecto: nos es inevitable pensar de un modo conjunto aquellas ideas entre las que
establecemos nexos causales. Así por ejemplo, el humo nos obliga a pensar inmediatamente en
el fuego.

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5.-Principio de negación de las ideas abstractas: conectando con toda la tradición empirista y
nominalista anglosajona (desde Ockham a Hobbes o Locke), Hume negará la validez y legitimidad de las
ideas abstractas. Estas son, sencillamente, complejas creaciones de la mente humana, que en cuanto se
le deja una mínima libertad tiende a generalizar los datos concretos y particulares. Así lo defiende Hume
en la Investigación:

“Hablando con propiedad, no existen las ideas generales y abstractas, sino que todas las ideas generales
no son, en realidad, sino ideas particulares vinculadas a un término general, que recuerda en
determinados momentos otras ideas particulares que se asemejan en ciertos detalles a la idea presente
en la mente. Así, cuando se pronuncia el término “caballo”, inmediatamente nos figuramos la idea de un
animal blanco o negro, de determinado tamaño y figura; pero como ese término usualmente se aplica a
animales de otros colores, figuras y tamaños, estas ideas –aunque no actualmente presentes a la
imaginación- son fácilmente recordadas, y nuestro razonamiento y conclusión proceden como si
estuvieran actualmente presentes.”

8.5.3.2 La distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de ideas

A partir de la Investigación sobre el entendimiento humano, Hume introduce esta distinción. Para él, la
razón puede tener dos objetos de estudio:

1. Relaciones de ideas: propias de las ciencias formales, como la geometría, la aritmética o el


álgebra. Expresan proposiciones que se pueden descubrir por medio del pensamiento. Para
conocer este tipo de verdades no es necesaria la participación de la experiencia sensible, y
bastará con la razón, que se encarga de descubrir las conexiones existentes entre diferentes
ideas, proposiciones o teorías. Serían relaciones de ideas las leyes de la lógica o la matemática,
y su contrario es imposible, pues implica una contradicción. Se corresponden con
razonamientos demostrativos.
2. Cuestiones de hecho: son aquellas a las que accedemos a través de la experiencia, y son
propias de las ciencias naturales y sociales. Se expresan en proposiciones con un contenido
empírico, y por tanto no son necesarias (como las relaciones de ideas) sino contingentes. Se
puede concebir el contrario de cualquier cuestión de hecho, pues eso no implicaría
contradicción alguna. Las cuestiones de hecho vienen avaladas por la experiencia, y son los
sentidos los que nos permiten tener acceso a las mismas. Los razonamientos propios de las
cuestiones de hecho no son demostrativos, sino probables.

8.5.3.3 La realidad

A partir de estas herramientas, podemos acercarnos ya al enfoque de Hume de la realidad. Hay que
destacar que, al igual que ocurriera con Descartes (y en cierto modo en toda la modernidad), el
problema de la realidad será tratado desde una perspectiva epistemológica: es la teoría del
conocimiento la que orienta la reflexión sobre la realidad. Así, teniendo en cuenta todo lo anterior,
podemos caracterizar la metafísica de Hume de la siguiente manera:

1. Crítica a la idea de causa: para Hume, la inferencia causal se basa en un razonamiento erróneo.
El razonamiento causal, que es uno de los modos de saber cosas sobre el futuro, depende de la
experiencia y no de la razón: no es una relación de ideas, pero tampoco es una cuestión de
hecho. Para Hume, depende de la experiencia, sí, pero en ésta no percibimos una causa y un
efecto, sino dos o más fenómenos que se siguen de un modo ordenado. Términos como causa y
efecto son abstracciones que pretenden atar la realidad desde un punto de vista explicativo,
pero de los que no tenemos impresión alguna. El razonamiento causal se proyecta sobre la
realidad, allá donde los fenómenos (o las impresiones de los mismos) se siguen unos a otros de
un modo regular y constante. La causalidad implica, por tanto las siguientes condiciones:
 Contigüidad (lo que llamamos “causa” debe estar cercano en el tiempo y en el
espacio de lo que llamamos “efecto”),
 Prioridad de la causa respecto al efecto o sucesión (el efecto ha de suceder a la
causa),

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 regularidad y constancia (ha de ocurrir siempre del mismo modo).

Sin una experiencia previa, seríamos incapaces de predecir cuáles son los efectos de una realidad
cualquiera. A la imposibilidad de recibir impresiones de “causa” y “efecto”, Hume añade otro argumento
en contra de la causalidad: los descubrimientos sobre la naturaleza dependen de la experimentación y
no del razonamiento. Y el ser humano tiende a creer que la naturaleza funcionará en el futuro del mismo
modo que lo hace en el presente, y que las mismas causas tendrán los mismos efectos. Este gran
presupuesto (el de la regularidad o constancia de la naturaleza) es absolutamente indemostrable: al
tratarse de una cuestión de hecho, es tan sólo un razonamiento probable, que nunca alcanzará el grado
de demostración. Esta es la conocida crítica de Hume al razonamiento inductivo: el hecho de que la
naturaleza funcione de una manera un número suficientemente grande de veces no implica que se vaya
a comportar así siempre.

1. Crítica a la idea de sustancia (yo, mundo, Dios): la metafísica es, desde esta perspectiva, una
ciencia sin contenido empírico y contrastable. Si otro empirista como Ockham ya criticó en su
día las vacías abstracciones a las que tendía el pensamiento filosófico en general, y el metafísico
en particular, Hume adoptará también esta crítica, y negará la posibilidad de conocer algo así
como sustancias o esencias. De hecho, si todo lo que sabemos del mundo está mediatizado a
través de las impresiones, ni siquiera podemos tener una certeza absoluta de la existencia del
mismo, por lo que deberemos olvidarnos de la obsesión cartesiana por el conocimiento
indudable, y dejarnos llevar por la creencia, la costumbre y el hábito, que serán analizados un
poco más adelante. Hume negará la existencia de las tres sustancias que tradicionalmente
habían sido objeto de estudio de la metafísica, y que también afirmara Descartes dentro de su
sistema filosófico: no existe el yo (pues no tenemos una impresión del mismo), y por la misma
razón también están vacíos de contenido conceptos como el de Dios, sustancia o esencia. La
metafísica sería así, una abstracción más, una ilusión vacía de contenido. Para Hume, la
sustancia sería un haz o manojo de impresiones unidas por la imaginación, que proyectaría una
unidad indemostrable en la realidad. La sustancia es una ficción de la imaginación por la que
presuponemos un sustrato oculto más allá de las cualidades que percibimos y que sostiene la
multiplicidad de impresiones que nos llegan de los objetos. Igualmente, el cogito cartesiano
sería, a juicio de Hume, una mera invención: no existe certeza de la conciencia, pues tampoco
tenemos una impresión de la misma. La crítica a la metafísica, que ya iniciara Ockham y que es
común a todo el pensamiento empirista, alcanza en el pensamiento de Hume sus grados más
altos.
2. Fenomenismo: como consecuencia de todo lo anterior, la realidad quedará reducida para Hume
a una sucesión de fenómenos de los que tenemos experiencia a través de las impresiones. Es
importante subrayar que nunca podemos acceder a lo que se podría llamar realidad en sí
(expresión que en un lenguaje empirista carecería de sentido) porque nuestra relación con la
realidad está mediada por las impresiones. En un sentido estricto, no podríamos hablar de las
cosas ni de los fenómenos, sino de nuestra impresión de las cosas o de nuestra impresión de los
fenómenos. La realidad queda limitada a mi impresión presente de la misma y los recuerdos
que pueda tener de impresiones pasadas. Cualquier tipo de predicción o de conceptualización
sobre impresiones debe ser analizada críticamente desde los principios empiristas expuestos al
principio: no podemos ir más allá de los fenómenos.

8.5.3.4 La creencia como guía de la vida

La propuesta de Hume es, en el fondo, una invitación a desistir de la certeza que tanto buscaban los
racionalistas. La razón, viene a decirnos Hume, no puede proporcionarnos certezas, a no ser que
estemos dispuestos a asumir de un modo acrítico conceptos de dudosa procedencia. El pensamiento del
escocés sería, así, una invitación a abandonar la aspiración a un conocimiento seguro y a aceptar que
nuestro conocimiento será siempre limitado, probable, con un grado de inseguridad. Hume nos invita,
por tanto, a abandonar la razón para vivir según la costumbre, que es, según sus palabras, “la guía de la
vida”. La vida cotidiana está dirigida así, por una creencia: la de que la naturaleza se comportará en el
futuro del mismo modo que lo ha venido haciendo hasta el presente.

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La razón en nada nos puede ayudar para conocer cuestiones de hecho. Sólo la creencia (belief), que
nunca puede acompañarse de certeza, nos hace avanzar cuando nuestro conocimiento se basa en la
experiencia. El conocimiento del mundo nunca podrá ser, en consecuencia, racional, seguro, objetivo,
cierto. Será siempre empírico, inseguro, subjetivo, incierto o probable. Hume entiende la creencia como
un “sentimiento” de tipo particular que acompaña a una percepción y se impone a la mente. Podría valer
la siguiente definición: la creencia es un sentimiento que no depende de nuestra voluntad y que nos
obliga a percibir un objeto de una manera diferente, anticipándonos al futuro o atribuyendo al objeto
propiedades que no son directamente observables. La creencia se basa siempre en un hábito o
costumbre mental, en una tendencia a confirmar una idea, acto u operación, sin que la razón pueda
intervenir en ningún momento. La repetición de la experiencia acaba logrando que el sujeto se anticipe a
la misma, lo cual termina siendo necesario para su supervivencia, pero sin que en esta anticipación
exista un fundamento racional. Estas anticipaciones, al repetirse una y otra vez, pueden alcanzar casi la
misma intensidad y la misma vivacidad que una impresión. Afortunadamente, diría Hume, nos dejamos
llevar por la creencia, somos irracionales, pues si quisiéramos tener una certeza racional de todo lo que
hacemos o conocemos quedaríamos condenados a la inactividad, a la pasividad más absoluta. La
supervivencia del ser humano está ligada a que éste renuncie a la certeza absoluta en todo lo que hace,
a que se deje llevar por un conocimiento limitado, probable, pues según Hume la misma naturaleza nos
podría dar dos argumentos (ambos con resonancias biológicas) para actuar de este modo:

1. Parece que hubiera una “armonía preestablecida” entre el curso de la naturaleza y el de


nuestras ideas. Si las creencias funcionan, es porque, de algún modo, no son tan erróneas, sino
que se ajustan, en mayor o menos medida, a la realidad.
2. La naturaleza ha logrado que el ser humano piense en términos causales de un modo instintivo.
El hombre tiende a pensar según los esquemas causales, y aunque tales esquemas sean
racionalmente incorrectos, nos ayudan a sobrevivir. La naturaleza, viene a decir Hume, ha hecho
que el hombre se conforme con un conocimiento no estrictamente racional, no absolutamente
cierto, pero efectivo.

8.5.3.5 Consecuencias para la ciencia

Para terminar con la teoría del conocimiento, cabe plantear una última pregunta: ¿Qué ocurre con la
ciencia? ¿Qué clase de conocimiento es el científico? ¿Es la ciencia verdadera? Este tipo de
preocupaciones traspasan las inquietudes de la filosofía de Hume, que no aborda directamente estas
cuestiones. Sin embargo, su crítica al razonamiento inductivo y a la idea de causalidad sí que han
ejercido una influencia nada despreciable en la filosofía de la ciencia del siglo XX (piénsese, por ejemplo,
en K. Popper). Por ello, cabría decir que desde las tesis de Hume, las diferentes ciencias quedarían
explicadas de este modo:

1. Las ciencias formales (matemáticas y lógica), se ocupan de relaciones de ideas, y posibilitan por
ello construir razonamientos deductivos absolutamente ciertos, con independencia de la
experiencia. Sin embargo, Hume entiende que estos razonamientos no dicen nada sobre el
mundo, sino que expresan la estructura de nuestro pensamiento. No se trata de que la
realidad esté construida según esquemas lógicos o matemáticos, sino que es nuestro
pensamiento el que funciona según estas leyes. Las matemáticas y la lógica expresan leyes
psicológicas: sencillamente pensamos de esa manera (siguiendo, por ejemplo, el principio de
no contradicción) de la misma forma que podríamos pensar de otros modos. No hay una
necesidad intrínseca en estas ciencias, sino una necesidad psicológica.
2. Las ciencias naturales (particularmente la física) tienen como objeto las cuestiones de hecho. En
la medida en que estudian la naturaleza, su objeto está sujeto a la contingencia: funciona de un
modo, pero podría hacerlo de otros muchos y, lo que es más grave, podría dejar de
comportarse tal y como predice la ciencia. Las leyes físicas dejarían de ser necesarias para
convertirse en un conocimiento probable. La física sería, de este modo, una ciencia del pasado,
de la historia de la naturaleza: puede afirmar cuáles han venido siendo las leyes naturales hasta
ahora, pero no es capaz de predecir con una certeza total cuáles serán las leyes del mañana. La
predicción queda desterrada de la ciencia, que se reduce a ser un conocimiento probable,

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quizás el mejor conocimiento de que disponemos en el presente, pero incapaz de asegurar que
la naturaleza no modifique en el futuro las leyes fundamentales por las que se rige.
3. En cuanto a la metafísica, basta con lo dicho anteriormente. Sencillamente esta disciplina
carece de sentido. Sus conceptos no se refieren a impresiones, y el contenido de los mismos
está más que cuestionado. La metafísica debe quedar fuera del conocimiento científico.

En cualquier caso, hay que advertir que Hume fue matizando su postura hasta defender un moderado
escepticismo. El objetivo de su filosofía no es dejar al ser humano inerme ante la imposibilidad de
fundamentación del conocimiento. Al contrario, afirma la necesidad de ir más allá de esta incertidumbre,
incorporándola a la vida cotidiana, y manteniéndonos al margen de una obsesión por un conocimiento
cierto que nunca lograremos alcanzar. Para terminar, podemos resumir la teoría de Hume con uno de sus
pasajes más conocidos (y también más radicales), que cierra la Investigación:

“Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si
cogemos cualquier volumen de Teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene
algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento
experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas, pues no
puede contener más que sofistería e ilusión.”

8.5.4 Ética

La teoría ética de Hume es uno de los pilares de la reflexión anglosajona moderna sobre cuestiones
morales. Todos los pensadores posteriores van a referirse a las ideas del escocés de una forma más o
menos manifiesta, y en él se encuentran formuladas las tesis centrales de dos grandes teorías morales
en las que centraremos la exposición: el emotivismo, y el utilitarismo. Veamos cuáles son sus ideas
esenciales.

1. La ética de Hume se inspira en el emotivismo de Hutcheson. Según esta teoría, las acciones
deben ser valoradas en función del sentimiento de agrado o desagrado que generan. La ética no
se puede fundar en la razón, sino en los sentimientos. La pasión, la emoción es lo que
realmente mueve al hombre a obrar, y no los motivos aportados por la razón. La libertad es, una
vez más, un concepto vacío: Hume niega su existencia. Para él, las éticas fundadas en la razón o
las que se autodefinen como “realistas”, cometen lo que después se ha llamado “falacia
naturalista”: tratan de deducir el “deber ser” (la norma o el valor moral) a partir del ser (las
cuestiones de hecho). En realidad, se enfrenta Hume con esta crítica a toda la tradición
naturalista, identificándose más con el convencionalismo moral que ya defendiera Ockham: no
existe algo así como una “naturaleza humana” a partir de la cual puedan deducirse las normas o
los valores morales. Los únicos “hechos” que pueden ayudarnos a construir juicios morales son
los sentimientos o las pasiones que generan las acciones y decisiones en el propio individuo. Es
“bueno” lo que despierta en el sujeto la aprobación o un sentimiento agradable, mientras que
sería “malo” lo que despierta desaprobación. Las ideas de Hume son similares en este sentido a
las epicúreas: el placer y el dolor con orientaciones fundamentales de la moral, pero existen
también otros sentimientos morales esenciales, como puede ser la compasión, que sirven de
motor para la acción moral.
2. En el fondo, está adelantando Hume tesis utilitaristas y consecuencialistas: las acciones deben
evaluarse en función de la utilidad que reportan, en función de sus consecuencias. Quizás de un
modo provocador, Hume llegó a afirmar que no había contradicción alguna en que un individuo
prefiera que el mundo sea aniquilado antes de que se le rompa una de las uñas de su mano.
Aunque también parte de la reflexión de Hume una corriente egoísta, lo cierto es que hay que
entender sus propuestas morales dentro del contexto ilustrado, comenzando a incluir también
preocupaciones sociales en su reflexión. Así dirá Hume: “Todo lo que contribuye a la felicidad
de la sociedad merece nuestra aprobación”. Hume entiende a la razón como la esclava de las
pasiones, que son las que, por así decirlo, marcan el rumbo de la ética. Este utilitarismo de
Hume sería una de las principales influencias de Adam Smith, con el que mantuvo una intensa
amistad. La economía puede interpretarse como un símbolo de la moral humeana: cada uno
busca su propio interés, aquello que le proporciona el mayor placer y bienestar. Y de este afán

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personal surge un equilibrio en el que todos se benefician. El capitalismo encontraría
fundamentos morales y de esta forma es precisamente como aparece en las obras de Hume y
de Adam Smith, autor de una obra cuyo título no puede ser más significativo: Teoría de los
sentimientos morales.

Al emotivismo de Hutcheson, Hume le añade ideas que después serán aún más desarrolladas por todos
los pensadores utilitaristas: es relativamente fácil rastrear en las líneas del escocés las propuestas
filosóficas de autores posteriores como J.S. Mill, J. Bentham, así como los pragmatistas americanos como
William James.

En cuanto a su propuesta política, Hume no hace otra cosa que extraer las consecuencias lógicas de lo
que ya hemos explicado en la ética. Critica la tradición naturalista medieval, y tampoco piensa, como
Aristóteles, que el ser humano sea sociable por naturaleza. Sin embargo, tampoco se identifica con la
tradición contractualista (Hobbes-Locke): conceptos como el de “estado de naturaleza” y “contrato
social” son para él ficciones de la razón. La fundamentación última de la política y de todas las decisiones
que se toman en este orden es la utilidad que de ella se deriva para el ser humano. El poder tampoco se
legitima de modo normativo, sino que son los hechos los que lo fundamentan.

8.5.5 Influencia y actualización

Las resonancias filosóficas que se derivarán del pensamiento de Hume a lo largo de la historia son muy
importantes: a nivel teórico, las ideas de Hume respiran en el fondo de diferentes corrientes: desde el
positivismo francés (A. Comte), a toda la filosofía americana (Ch. S. Pierce, W. James…). Ya en el siglo XX,
la filosofía analítica (R. Carnap, B. Russell) trasladará las tesis empiristas al marco de la filosofía del
lenguaje. Pero no creó escuela Hume sólo en la teoría del conocimiento: si ya durante su vida fue amigo
de Adam Smith (fundador de la economía), sus propuestas éticas alargaron su influencia hasta el
utilitarismo y al pragmatismo, como hemos comentado anteriormente. Por si todo esto fuera poco, hay
un terreno en el que Hume ha ganado también actualidad: la filosofía de la ciencia.

Efectivamente, la crítica de Hume al razonamiento inductivo nos deja como herencia un mundo regido
por la probabilidad, una realidad a la que tenemos que incorporar la incertidumbre como uno de sus
componentes esenciales. La ciencia, en consecuencia, estará construida en función de “conjeturas y
refutaciones” (Popper) y ya no volverá a ser ese conocimiento cierto, objetivo, y eterno al que se aspiró
en la modernidad. A. Musgrave ha interpretado la crítica de Hume al razonamiento inductivo como una
invitación al irracionalismo (por supuesto discutible y criticable), más allá del escepticismo moderado del
que hablara Hume. Musgrave ha formalizado la crítica de Hume en el siguiente silogismo:

 Razonamos y debemos razonar inductivamente


 Razonar inductivamente no es válido.
 Razonar de un modo no válido es irracional.
 Por tanto, somos y debemos ser irracionales.

El reto que este argumento lanza al conocimiento científico y también al conocimiento de la vida
cotidiana ha sido analizado por Bertrand Russell, que habla de la necesidad de resolver el problema de
Hume en los siguientes términos:

“Es importante descubrir si hay alguna respuesta para Hume… Si no, no hay ninguna diferencia intelectual entre la
cordura y la locura. El lunático que cree que es un huevo cocido podría ser condenado solamente sobre el
fundamento de que es una minoría o mejor –puesto que no debemos asumir la democracia- sobre el fundamento
de que el gobierno no está de acuerdo con él. Este es un punto de vista desesperado y se debe esperar que haya
algún camino para escapar de él.”

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