Breve Historia de Los Jesuitas

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“BREVE HISTORIA DE LOS JESUITAS”.

FUENTE: WIKIPEDIA Y COMPAÑÍA DE JESUS.

La Compañía de Jesús (en latín: Societas Jesu, S.


J.), cuyos
miembros son comúnmente conocidos como jesuitas,
es una orden
religiosa de clérigos regulares de la Iglesia católica
fundada en
1534 por el español Ignacio de Loyola,2 3 junto con
Francisco
Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón,
Nicolás de
Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio
Broët y
Claudio Jayo en la ciudad de Roma. Fue aprobada por
el papa
Paulo III en 1540.4
Con 16 088 miembros en 2017 (de los cuales 11 583
eran
sacerdotes ordenados),5 es la mayor orden religiosa
católica hoy en
día. Su actividad se extiende a los campos educativo,
social,
intelectual, misionero y de medios de comunicación
católicos,
además de atender 1.509 parroquias en todo el
mundo.
La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de
carácter
apostólico y sacerdotal, aunque la conforman también
“hermanos
legos” o coadjutores, es decir, religiosos no ordenados.
Está ligada
al papa por un “vínculo especial de amor y servicio”, su
finalidad,
según la Fórmula del Instituto, documento fundacional
de la Orden
(1540) es «la salvación y perfección de los prójimos».
En términos
de Derecho Canónico, la Compañía de Jesús es una
asociación de
hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la
que sus
miembros, según su propio derecho, emiten votos
religiosos
públicos y tienden en sus vidas hacia la “perfección
evangélica”.
La formación en la Compañía de Jesús empieza con
un noviciado
que dura dos años. Continúa con un proceso de
formación
intelectual que incluye estudios de humanidades,
filosofía y
teología. Además, los jesuitas en formación realizan
dos o tres años
de docencia o «prácticas apostólicas» (período de
“magisterio”) en
colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social,
medios de
comunicación, etcétera). El estudio a fondo de
idiomas, disciplinas
sagradas y profanas, antes o después de su
ordenación sacerdotal,
ha hecho de los miembros de la Compañía de Jesús,
durante casi
cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.
La formación
en la Compañía termina con la Tercera probación, que
también se
conoce como «Escuela del Corazón (o de los
afectos)».
San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus
miembros
estuviesen siempre preparados para ser enviados con
la mayor
celeridad allí donde fueran requeridos por la misión de
la Iglesia.
Por eso, los jesuitas profesan los tres votos normativos
de la vida
religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además,
un cuarto voto de obediencia al
papa, «circa misiones».6 La Fórmula del Instituto
(confirmada por Julio III en
1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la
cruz y servir solo al Señor y a la
Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario
de Cristo en la tierra».
La Congregación General (CG) es el órgano supremo
de gobierno. A diferencia de
otras órdenes, no se lo convoca periódicamente sino
en caso de muerte del prepósito
general (también llamado prepósito o simplemente
general) o para tratar asuntos de
especial importancia. Aunque el cargo de prepósito es
vitalicio y ningún general
renunció en la Compañía con anterioridad a la
supresión de 1773, las Normas
Complementarias vigentes desde 1995 contemplan la
posibilidad de renunciar. El
primero en hacerlo —por motivos graves de salud—
fue Pedro Arrupe, en 1983 y
con autorización de la CG 33. Su sucesor, Peter Hans
Kolvenbach, hizo lo mismo en
2008.
La Compañía de Jesús ha sido una organización que
ha vivido entre la alabanza y la
crítica, siempre en la polémica. Su lealtad
incondicional al papa los ha colocado en
más de un conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente
al absolutismo de Luis XIV de Francia (conocido como
el “Rey Sol”), el
regalismo español, con la Alemania de Bismarck, de
donde fueron expulsados (durante el Kulturkampf) y
con los gobiernos liberales
de diversos países en América y Europa. Asimismo,
los regímenes comunistas de Europa Oriental y de
China limitaron ampliamente
su actividad a partir de 1945.
Descripción de la orden
La Compañía de Jesús desarrolló una actividad
importante durante la
Reforma católica, sobre todo en los años
inmediatamente posteriores al
Concilio de Trento. Su presencia en la educación
occidental y en las
misiones en Asia, África y América ha sido muy activa.
Ha contado
entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos,
científicos, filósofos,
artistas y pedagogos: san Francisco de Javier, san
Luis Gonzaga, Matteo
Ricci, Francisco Suárez, Luis de Molina, san José de
Anchieta, Juan de
Mariana, san Roberto Belarmino, san Pedro Canisio,
José de Acosta,
Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, San Pedro
Claver, Eusebio
Kino, Francisco Javier Clavijero, san Alberto Hurtado,
etc.
Capítulos notables de su historia han sido el origen y
desarrollo de sus
colegios y universidades en Europa, la actividad
misionera en la India,
China y Japón, las reducciones de Bolivia, Paraguay y
Argentina, la
exploración y evangelización del Canadá, del
Mississipi y del Marañón, los conflictos teológicos con
los protestantes y los
jansenistas, su confrontación con la Ilustración, su
supresión (1773) y su restauración (1814).
En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36
000 jesuitas en más de un centenar de unidades
administrativas (provincias y
misiones). Hoy, los jesuitas y los laicos que comparten
su espiritualidad trabajan en los campos más diversos,
tratando de colaborar
con la Iglesia respondiendo a las nuevas necesidades
de la sociedad y a los retos que estas plantean. Así la
Compañía trabaja en la
acción social, la educación, el ámbito intelectual, el
servicio a parroquias y comunidades cristianas y en
medios de comunicación.
Entre 1965 y 2016 sus superiores generales fueron
Pedro Arrupe (español, 1965-1983), Peter Hans
Kolvenbach (holandés, 1983-
2008), y Adolfo Nicolás (español, 2008-2016 año en
que presentó su renuncia por motivos de edad). El 2
de octubre de 2016
comenzó su Congregación General 36, para elegir
nuevo prepósito (superior general) y legislar sobre
aspectos de la misión y carisma
de la Orden. El 14 de octubre resultó elegido como
trigésimo primer general el venezolano Arturo Sosa,
perteneciente a la Asistencia
de América Latina Septentrional.
Pablo VI describió a los jesuitas de la siguiente manera
(1975): «Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los
campos más difíciles o
de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en
los cruces de ideologías y en las trincheras sociales,
entre las exigencias del
hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los
jesuitas».
En septiembre de 1529, Ignacio de Loyola, un vasco
que combatió en las guerras contra el rey de la
Navarra transpirenaica,
defendiendo la causa de Carlos I, había optado por
dedicarse a «servir a las almas». Decidido a estudiar
para cumplir mejor su
propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara —
dependiente de la Universidad de París— y comparte
cuarto con el saboyano
Pedro Fabro y el navarro Francisco de Javier. Los tres
se convirtieron en amigos. Ignacio realizó entre sus
condiscípulos una discreta
actividad espiritual, sobre todo dandoE jercicios
espirituales, un método ascético desarrollado por él
mismo.
En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso
Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues,
que se unieron al grupo de
Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción
de la Virgen, los siete se dirigieron a la cripta de la
capilla del Martyrium,
ubicada en lo que es hoy la calle Yvonne Le Tac, en la
colina de Montmartre, donde pronunciaron tres votos:
pobreza, castidad y
peregrinar a Jerusalén. Después de los votos de
Montmartre se incorporaron al núcleo inicial tres
jóvenes franceses, «reclutados» por
Fabro: Claudio Jayo, Juan Coduri y Pascasio Broët.
Los diez se encontraron en Venecia y misionaron el
norte de Italia a la espera de
embarcarse hacia Jerusalén. Al no poder viajar a
Palestina debido a la guerra entre Venecia y el Imperio
Otomano, el grupo se dirigió
a Roma. Allí, tras una larga deliberación espiritual,
decidieron fundar la Compañía de Jesús, que fue
aprobada el 27 de septiembre de
1540 por Paulo III, quien les reconoció como nueva
orden religiosa y firmó la bula de confirmación,
Regimini militantis ecclesiae
(Por el gobierno de la iglesia militante).
Basílica de Loyola.
Historia
Origen de la Compañía
A partir de la aprobación papal comenzó un proceso
de expansión numérica,
de organización interna y de responder a las misiones
encomendadas:
fundación de colegios a petición de ciudades
interesadas, reforma de
monasterios, participación en el Concilio de Trento,
diálogo con los
protestantes, misiones diplomáticas, etc. Los primeros
compañeros se
dispersaron: Rodríguez fue a Portugal, Javier a
Oriente, Fabro recorrió Europa
predicando y dando los Ejercicios Espirituales. Entre
1540 y 1550 se unieron a
la Orden notables personajes para su posterior
desarrollo: Jerónimo Nadal,
Francisco de Borja (Duque de Gandía y Virrey de
Cataluña), Pedro Canisio,
notable teólogo (doctor de la Iglesia), y Juan Alfonso
de Polanco, secretario de
Ignacio.
En 1556, cuando murió el fundador, eran 1000
compañeros. El segundo
general fue Diego Laínez.
Dos compañeros de Ignacio, Salmerón y Laínez,
participaron como teólogos
en el Concilio de Trento; les acompañó el primer
jesuita germánico, Pedro
Canisio, llamado el "segundo
apóstol de Alemania" por su papel
decisivo durante la Contrarreforma
o Reforma Católica. En efecto,
Canisio fue nombrado Provincial de
Alemania y animó la fundación de
colegios y universidades que
difundieron la doctrina tridentina,
reconquistando para el catolicismo
regiones protestantes como Baviera
en el sur de Alemania y los actuales
estados de Renania del Norte-
Westfalia, Renania-Palatinado y
Sarre; Polonia, Hungría, Austria, y el sur de Holanda.
Diego Laínez, como general, participó del coloquio
teológico de Poissy, convocado
por la reina de Francia para debatir con los
protestantes. La Facultad de Teología de
La Sorbona y el Parlamento de París se opusieron en
este período al establecimiento
legal de la Compañía en Francia.
El sucesor de Laínez fue san Francisco de Borja, el
santo duque de Gandía, que colaboró con san Ignacio
desde que Borja enviudó e
incluso fue ordenado sacerdote en secreto para poder
ayudar a san Ignacio y la Compañía sin
comprometerla. Elegido III general por
la CG II, gobernó desde 1565 hasta 1572, tiempo en
que los colegios jesuitas prosperaron: pasaron de 50
en 1556 a 163 a 1574. Inició
la remodelación de la Iglesia Madre de la Compañía, el
Gesù. Borja siguió muy de cerca la evolución de la
Contrarreforma en
Alemania. Muchas fundaciones jesuitas atendieron a
reforzar la causa católica.
Borja y sus sucesores Everardo Mercuriano (1573-
1580), Claudio Acquaviva (1580-1615) y Muzio
Vitelleschi (1615-1645) dieron
gran impulso a las misiones. En concreto, durante el
gobierno del “Santo Duque”, la Compañía ingresó al
Perú y a México. A
mediados del siglo XVII la Compañía ya había
establecido un cordón de estaciones de misión que
iban principalmente desde
Portugal hasta Goa, pasando por el litoral africano, y
en el Nuevo Mundo a lo lgaro del Imperio español.
Iglesia central de la Compañía de Jesús
en Roma.
Iglesia de la Compañía de Jesús en
Bogotá D.C., Colombia.
Regimini militantis Ecclesiae, cuadro
de Johann Christoph Handke del
siglo XVIII.
Papel durante la Reforma católica
Matteo Ricci, jesuita italiano, consiguió ingresar aC
hina en 1583. A inicios del siglo
XVII lo tenemos instalado ya en Pekín, donde
propiciará la difusión del cristianismo
entre la casta intelectual del Celeste Imperio.
Por otra parte, luego de que el Imperio otomano
venciese los ejércitos húngaros en la
batalla de Mohács en 1526, tras la muerte del rey Luis
II de Hungría, pronto el reino
se dividió en tres partes, una occidental bajo el control
de Fernando I de Habsburgo,
hermano de Carlos I de España, una central bajo el
control del sultán turco y una
oriental que se convirtió en un Estado
semindependiente conocido como el
principado de Transilvania gobernado por la nobleza
húngara. Estos, pronto
adoptaron el luteranismo y el calvinismo para no
reconocer la autoridad de los
Habsburgo, quienes habían heredado el trono
húngaro. De esta manera, los príncipes
transilvanos mantuvieron una confesión protestante
sólida, floreciendo así esta en el
este del reino. Inicialmente, en 1579, uno de los
primeros príncipes de Transilvania,
el conde Esteban Báthory (posteriormente también rey
de Polonia), resultó ser gran
defensor del catolicismo, pues llevó a los jesuitas a la
ciudad húngara de Kolozsvár,
donde concedió toda clase de privilegios para ellos e
hizo encerrar en prisión a
Ferenc Dávid, reformador unitario. En 1581 fundó una
residencia para estudiantes
jesuitas en esta ciudad, tomando fuerza rápidamente
este movimiento de la
Contrarreforma en Hungría.
Por otra parte, para contrarrestar el protestantismo, los
Habsburgo, conocidos por su
profundo compromiso con Roma, pusieron en marcha
una política recatolizadora
enérgica a finales del siglo XVI, cuya figura principal
fue el jesuita Pedro Pázmány,
arzobispo de Esztergom (1616 – 1637), quien había
estudiado en Kolozsvár en el
instituto fundado por el príncipe Esteban Báthory. Las
obras literarias de Pedro
Pázmány, así como sus discursos y prédicas
caracterizadas por elaboradas
argumentaciones teológicas fungieron de herramienta
para solidificar las bases
católicas en el reino húngaro.
Pázmány consiguió que muchas familias aristocráticas
húngaras abandonasen el
protestantismo, así como lo hicieron el conde Nicolás
Forgách, Segismundo
Forgách, Cristóbal Thurzó y Nicolás Eszterházy. Luego
de su activa publicación
entre 1603 y 1613, más familias húngaras volvieron el
catolicismo, entre ellas los
Pálffy, Draskovich, Erdődy, Haller, así como Jorge
Zrínyi, Catalina de Brandeburgo,
viuda de Gabriel Bethlen el príncipe de Transilvania
protestante.
En 1629 Pázmány fundó una universidad en la ciudad
húngara de Nagyszombat, la
cual contaba con una facultad de teología y una de
humanidades.
Los jesuitas llegaron a Brasil ya en el generalato de
san Ignacio. Los primeros
jesuitas que Ignacio envió a América fueron el español
san José de Anchieta y el portugués Manuel da
Nóbrega.11 En el gobierno de
san Francisco de Borja ingresaron a Florida, Perú y
México. Y en el de Claudio Acquaviva a Canadá, a
Nueva Granada, a la
Presidencia de Quito y otras zonas. De acuerdo a sus
nacionalidades, los misioneros jesuitas se
distribuyeron en las distintas
posesiones de las potencias europeas.
Canadá: fue evangelizado por jesuitas franceses. La
inmensidad del territorio, el clima y la hostilidad de los
hurones e iroqueses
convirtieron a la canadiense en una de las misiones
más difíciles de la Compañía. Fueron martirizados
Juan de Brébeuf (1649),
Gabriel Lalemant (1649), Noël Chabanel (1649),
Antonio Daniel (1648), Carlos Garnier (1649), René
Goupil (1642), Isaac Jogues
San Ignacio de Loyola (1775-1780),
óleo sobre lienzo de Francisco de
Goya.7 8 9 10 Colección privada,
España.
El arzobispo húngaro Pedro
Los jesuitas en América Pázmány (1570 – 1637)
(1646) y Juan de Lalande (1646). Esta misión incluyó
territorios que hoy pertenecen
al estado de Nueva York y consiguió convertir a miles
de hurones, no así a los
iroqueses, que siempre fueron hostiles hacia los
europeos.
Mississippi: fue explorado y evangelizado por jesuitas
franceses. Entre ellos destacó
el padre Jacques Marquette (1637-75) quien, con el
explorador Louis Jolliet, fue el
primer europeo que recorrió y cartografió el río Misisipi
desde el territorio norteño
de Nueva Francia (1673). Fundó algunos poblados en
Nueva Francia (actual estado
de Míchigan).
México: Los jesuitas llegaron a México por San Juan
de Ulúa, Veracruz, el 9 de
septiembre de 1572 y a la ciudad de México el 28 del
mismo mes, donde Alonso de
Villaseca les otorgó unos solares dos cuadras atrás de
laC atedral Metropolitana de la
Ciudad de México. Allí fundaron el Colegio Real y más
Antiguo de San Ildefonso,
edificio considerado una de las obras cumbres del
barroco mexicano.12 El título de
"Real" se dio porque el rey ofrecía 12 becas a igual
número de estudiantes, quienes eran conocidos como
colegiales reales.12 El
trabajo jesuita se extendió hasta el 25 de junio de
1767, cuando fueron expulsados y sus propiedades
tomadas militarmente, hasta que
el 19 de mayo de 1816 Fernando VII restituyó a la
Compañía.12
Perú: El 28 de marzo de 1568 desembarcó en elP
uerto del Callao por vez primera la orden jesuita para
hacerse cargo de las misiones
evangelizadoras en el Virreinato del Perú. Llegaron a
estas nuevas tierras cuando San Francisco de Borja
era Superior General en
Roma. Los Jesuitas del Perú desde entonces se
vincularon con la realidad política y social de la
Colonia, además de preocuparse por
la educación y las obras misionales. Gracias a ese
empeño fundaron importantes colegios como el
Máximo de San Pablo y el Real de
San Martín de Porres en Lima; el famoso San
Francisco de Borja, dedicado a la formación de los
hijos de caciques, como también la
universidad de San Antonio Abad, en Cusco, entre
otros. En 1767, como en las demás colonias
españolas, los jesuitas del Perú fueron
expulsados por orden del rey Carlos III. Este mandato
fue cumplido por el virrey Manuel de Amat y Junyent.
La Compañía es
autorizada a volver al Perú en 18711.3 14
Río de la Plata: En 1603, el veintisieteavo gobernador
de Nueva Andalucía del Río de la Plata Hernandarias
modificó la legislación
sobre el trabajo de los aborígenes, promoviendo la
supresión de las mitas y encomiendas, por las cuales
los españoles gozaban de los
frutos del trabajo de los nativos a cambio de su
evangelización, en la práctica inexistente. Obtuvo la
aprobación de esta reforma por
parte del rey Felipe III de España, y en 1608 se
dispuso la creación de las reducciones jesuíticas y
franciscanas en la región del
Guayrá (actual estado de Paraná, Brasil). Las Misiones
jesuíticas guaraníes legaron a ubicarse en las regiones
del Guayrá, Itatín, Tapé
(las tres en el actual Brasil), Uruguay (Brasil, Argentina
y Uruguay actuales), Paraná (Argentina, Paraguay y
Brasil actuales) y las
áreas guaycurúes en el Chaco (Argentina y Paraguay
contemporáneos), fueron establecidas en el siglo XVII
dentro de territorios
pertenecientes al imperio español en la Gobernación
del Río de la Plata y del Paraguay y sus
gobernaciones sucesorias a partir de su
división en 1617: la Gobernación del Paraguay y la
Gobernación del Río de la Plata, todas dependientes
del inmenso Virreinato del
Perú.
Complejos agrícolas jesuíticos en Sudamérica: Los
jesuitas fueron innovadores en la explotación de sus
haciendas y propiedades
en la América Hispánica. Durante los siglos XVII y
XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agro-
industriales con métodos de
gerencia que se adelantaron a los utilizados en la
actualidad. Entre ellos, uno de los más importantes fue
la explotación de las minas
de Paramillos de Uspallata (Argentina) de plomo, plata
y cinc. Además, agregaron la participación patrimonial
de lo recaudado en las
haciendas para luego ser redistribuido entre indígenas,
esclavos y empleados, con lo que se puede concluir
que fueron los primeros en
otorgar una suerte de “títulos de propiedad” a sus
subordinados.
La finalidad de estas propiedades era sostener sus
colegios, que, debido a una rigurosa concepción del
voto de pobreza, eran
gratuitos. Sin embargo, la riqueza de estos complejos
y haciendas atrajo la ambición de las coronas y
particulares y, a la larga, fue un
factor para la supresión de la Orden.
Estatua que honra al sacerdote y
misionero jesuita Juan de Brébeuf.
Santuario de los mártires, Midland,
Ontario, Canadá.
Expulsiones y supresión
Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se
propusieron acabar con la
Compañía de Jesús por su defensa incondicional del
papado, su actividad intelectual, su
poder financiero y su influjo político. Ciertamente, se
habían ganado poderosos
enemigos: los partidarios del absolutismo, los
jansenistas y los filósofos franceses
(Voltaire, Montesquieu, Diderot). No faltaron tampoco
las intrigas de ciertos grupos en
la misma Roma. El contexto político europeo se
caracterizó en estos años por el
advenimiento del llamado despotismo ilustrado y por
un declive notorio del prestigio
político del papado y la voluntad política de los
Borbones y de la corona Portuguesa de
robustecerse en detrimento de la Iglesia.
El mismo Napoleón, en sus memorias, escribiría:
Los jesuitas son una organización militar, no una orden
religiosa. Su jefe es
el general de un ejército, no el mero abad de un
monasterio. Y el objetivo
de esta organización es Poder, Poder en su más
despótico ejercicio, Poder
absoluto, universal, Poder para controlar al mundo
bajo la voluntad de un
solo hombre [El Superior General de los Jesuitas]. El
Jesuitismo es el más
absoluto de los despotismos y, a la vez, es el más
grandioso y enorme de
los abusos.15 º
John Adams, segundo presidente de los EE.UU., diría
más tarde:
No me agrada la reaparición de los jesuitas. Si ha
habido una corporación
humana que merezca la condenación en la tierra y en
el infierno es esta
sociedad de Loyola. Sin embargo, nuestro sistema de
tolerancia religiosa
nos obliga a ofrecerles asilo.16
El padre general desde 1758 era el florentino Lorenzo
Ricci. El primer país en expulsar
a la Compañía de Jesús fue Portugal. El ministro
Sebastião José de Carvalho e Melo,
marqués de Pombal, fue su principal adversario;
encerró en el calabozo a 180 jesuitas en
Lisboa y expulsó al resto en 1759. Con esta dura
medida pretendía robustecer la
autoridad real y dar una clara señal al papa de que no
toleraría intromisiones pontificias
en los asuntos del Estado. Más de mil jesuitas de
Portugal y sus colonias fueron
deportados con destino a los Estados Pontificios.
Clemente XIII protestó por la medida.
En 1763, Luis XV de Francia los acusó de
malversación de fondos debido a la quiebra de Antoine
Lavalette en Martinica. El
Parlamento de París, que ya desde la fundación de la
Orden había impugnado la presencia legal de la Orden
en Francia, condenó las
Constituciones y el rey decretó la disolución de la
orden en sus dominios, y el embagro de sus bienes.
Más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los
territorios de la corona española a través de la
Pragmática Sanción de 1767 dictada
por Carlos III el 2 de abril de 1767 y cuyo dictamen fue
obra de Pedro Rodríguez de Campomanes (futuro
conde de Campomanes),
regalista y por entonces fiscal del Consejo de
Castilla.17 Al mismo tiempo, se decretaba la
incautación del patrimonio que la
Compañía tenía en estos reinos (haciendas, edificios,
bibliotecas), aunque no se encontró el supuesto
«tesoro» en efectivo que se
esperaba. Los hijos de san Ignacio tuvieron que dejar
el trabajo que realizaban en sus obras educativas (lo
que supuso un duro golpe
para la formación de la juventud en la América
hispana) y sus misiones entre indígenas, como las
famosas reducciones guaraníes y
las menos célebres, pero no menos esforzadas
misiones en el noroeste de MéxicoB (aja California,
Sonora y sierra Tarahumara) y a lo
largo del Amazonas (misiones del Marañón).
Iglesia de la Compañía de Jesús
en Quito (Ecuador).
Iglesia de la Compañía de Jesús
en Córdoba (Argentina).
La supresión de los jesuitas se produjo el 21 de julio
de 1773. Por razones políticas, los reyes de Francia,
España, Portugal y de las
Dos Sicilias exigían la desaparición de la Compañía. El
papa Clemente XIV cedió a las fuertes presiones y
mediante el breve
Dominus ac Redemptor suprimió la Compañía de
Jesús.18 Los sacerdotes jesuitas podían convertirse al
clero secular; los escolares y
hermanos coadjutores quedaron libres de sus votos.
En Roma, la ejecución del breve estuvo a cargo de
prelados acompañados por
soldados y alguaciles, y Lorenzo Ricci escuchó la
sentencia sin decir palabra.19 Tanto él como su
consejo de asistentes fueron
apresados y encerrados en el castillo Sant'Angelo
(Roma) sin juicio alguno. Ricci murió en prisión el 24
de noviembre de 1775,
aseverando la inocencia de la Compañía de Jesús1.9
Sin embargo, en Rusia —concretamente en
Bielorrusia— y Prusia el edicto de supresión no fue
promulgado por los monarcas.
Jesuitas de toda Europa aceptaron la oferta de refugio
hecha por la zarina Catalina la Grande, quien
esperaba continuar así, con el
apoyo intelectual de la Compañía, la obra de
modernización iniciada poPr edro el Grande.
En 1789 —el mismo año en que la Constitución de
Estados Unidos entró en vigor y en el que se inició la
Revolución francesa— fue
fundada por el obispo John Carroll —exjesuita— la
universidad católica más antigua de Estados Unidos, la
de Georgetown, en
Washington D.C.; en el siglo XIX, sería integrada a la
Compañía restaurada.
Cuarenta años después, en medio de los efectos
causados por la Revolución francesa, las guerras
napoleónicas y las guerras de
independencia en la América Hispánica, Pío VII
decidió restaurar a la Compañía. De hecho, los
jesuitas habían sobrevivido en Rusia
—unos cuantos centenares— protegidos por Catalina
II. La restauración universal era vista como una
respuesta al desafío que
representaban quienes eran vistos en ese entonces
como los enemigos de la Iglesia: lma asonería y los
liberales, principalmente.
Desde 1814 hasta el Concilio Vaticano II20 de 1962, la
Compañía de Jesús es asociada con corrientes
conservadoras y elitistas. La
Orden es identificada con un incondicional apoyo hacia
la autoridad del papa. Poco tiempo después de la
restauración, el zar expulsa
a los jesuitas de Rusia. Los generales (Fortis,
Roothaan y Beckx) vuelven a instalarse en Roma
después de un paréntesis de 40 años.
Durante el siglo XIX la Compañía sufre las
consecuencias de las revoluciones políticas de corte
liberal y tiene que afrontar
numerosos ataques. Acaba siendo nuevamente
expulsada de Portugal, Italia, Francia, España,
Nicaragua, Colombia, Ecuador,
Alemania, etc.
El resurgimiento italiano, es decir, la unificación de la
península bajo la égida de la Casa de Saboya, acarreó
complicaciones al
papado y a la Compañía. Camillo Benso, conde de
Cavour y primer ministro del rey Víctor Manuel II, era
francamente liberal y, por
ende, anticlerical. En 1870 surge la «cuestión romana»
cuando los ejércitos piamonteses ocupan Roma y el
papa se declara
"prisionero en el Vaticano". La situación política
posterior en Italia, obligó al padre general Luis Martín a
abandonar Roma y a
gobernar desde Fiésole.
A pesar de estas expulsiones y conflictos, el número
de jesuitas va ascendiendo lentamente. Cuando los
jesuitas alemanes fueron
expulsados por Otto von Bismarck, cientos de ellos se
trasladaron a Norteamérica y colaboraron en la
evangelización del interior de
los Estados Unidos.
A inicios del siglo XX el padre general es el alemán
Franz Xaver Wernz y los jesuitas, alrededor de 15 000.
Durante la Primera
Guerra Mundial asume el generalato el polacoW
lodimir Ledóchowski que, considerado un excelente
líder y administrado,r desarrolla
vigorosamente la Orden en sus tradicionales frentes:
educación y misiones. No faltaron los jesuitas que se
destacaron como
capellanes y camilleros en las trincheras; entre ellos se
cuentan el paleontólogo y filósofo francés Pierre
Teilhard de Chardin y el
beato alemán Rupert Mayer, apodado el “apóstol de
Múnich”. Capellán del ejército y héroe de guerra, sus
sermones contra el
nazismo motivaron su envío a un campo de
concentración2.1
Hacia el final de los años 1930, los jesuitas de Estados
Unidos sobrepasan a los españoles en número y
pasan a formar el grupo
regional más grande con más de 8000 jesuitas.
Restauración
Siglo XX
En España, por decreto de 23 de enero de 1932, la
Segunda República disuelve la Compañía de Jesús
con el pretexto de que obedece
a un poder extranjero (el papa) e incauta todos sus
bienes. Durante la guerra civil, el 3 de mayo de 1938,
ese decreto es derogado: la
Compañía vuelve a adquirir plena personalidad jurídica
y a realizar libremente todos los fines propios de su
Instituto, quedando, en
cuanto a lo patrimonial, en la situación en que se
hallaba con anterioridad (B.O.E., 7 de mayo de 1938,
p.7162s).
El general Wlodimir Ledochowski muere durante la
contienda y el vicario general
Norbert de Boynes no puede convocar una
Congregación General (XXIX) hasta
septiembre de 1946, cuando se elige al canonista
belga Jean-Baptiste Janssens como
vigésimo séptimo prepósito general. Durante su
gobierno, se desarrolló en Francia
una escuela de pensamiento liderada por teólogos
jesuitas (Jean Daniélou, Henry de
Lubac) y dominicos (Yves Congar), la llamada “Nueva
Teología”, que a juicio de
Pío XII y la Curia Romana, ponía en peligro la
ortodoxia y unidad católicas. El papa
publicó la encíclica Humani generis (1950),
condenando severamente las posturas
de estos teólogos.
Los jesuitas más destacados antes y durante el
Concilio Vaticano II fueron:
el paleontólogo francés y místico Pierre Teilhard de
Chardin (autor de El
fenómeno humano y El medio divino, trató de
reconciliar la fe con la
teoría de la evolución),
el canadiense Bernard Lonergan (filósofo, autor de
notables trabajos en
epistemología),
el teólogo John Courtney Murray, quien trabaja por el
reconocimiento de
la libertad religiosa,
Hans Urs von Balthasar (años después abandonaría la
Orden pasando
al clero secular) y
Karl Rahner (alemán, uno de los teólogos más
prolíficos e influyentes
del siglo XX).
Hacia finales de los años 1950, Teilhard y Murray son
cuestionados por Roma. El evolucionismo ed Teilhard
es visto como peligroso;
en tanto, la posición favorable de Murray hacia el
ecumenismo y la libertad religiosa hace que la Santa
Sede también lo censure. El
prepósito general es obligado a callar a Teilhard, quien
se retira en un exilio voluntario aN ueva York, donde
muere en 1955.
El 17 de septiembre de 1961, 26 jesuitas fueron
expulsados de Cuba; la Curia y el Colegio de Belén, el
mismo en el que había
estudiado Fidel Castro, se ubicaron a la espera en
Miami, mientras en la isla quedaron 48 jesuitas23 La
expulsión ocurrió por la
fuerza, los jesuitas, junto a otros casi 130 religiosos,
fueron enviados Ea spaña en el barco Covadonga.
Durante el gobierno de Janssens se desarrolla con
fuerza un nuevo apostolado jesuítico: el trabajo social.
Se ha querido ver como
pioneros de esta nueva manifestación del carisma
ignaciano a san José María Rubio (español) y san
Alberto Hurtado (chileno). Este
generalato terminó casi al mismo tiempo que el
Concilio y significó la apoteosis de la Compañía: la
Orden llega a su máxima
expansión numérica (36 000 jesuitas) y se abre un
nuevo capítulo en su relación con Roma. La
promulgación del decreto del concilio
sobre libertad religiosa reivindica al padre Murray. La
figura del jesuita Karl Rahner cobra especial relevancia
en el mundo teológico,
gracias a sus trabajos sobre la gracia, teología
pastoral, los sacramentos, espiritualidad, su concepto
de los “cristianos anónimos”, etc.
Al final del mandato de Janssens se evidencia una
crisis interna, fenómeno compartido por gran parte de
la Iglesia católica de los
años 60. En 1965 (Congregación General 31), asume
el viceprovincial de Japón, el vasco Pedro Arrupe, en
cuyo generalato se da un
giro en la línea de gobierno de la Compañía. Se pone
gran énfasis en los temas de promoción de la justicia
social e inculturación del
Evangelio. Pero los cambios en el mundo y en la
Iglesia son acelerados y comienza la disminución en el
número de ingresos a los
noviciados europeos. Miles de sacerdotes católicos
abandonan el ministerio en el periodo posconciliar; la
Compañía no escapó a esta
tendencia, pues alrededor de 8000 jesuitas dejan la
Orden. Arrupe es acusado por sectores tradicionales
de ser muy permisivo; otros
lo ven como un profeta de la nueva evangelización. La
siguiente Congregación General, celebrada diez años
más tarde, respalda a
Arrupe y proclama la nueva forma de entender la
misión de la Compañía de Jesús: «Fe y justicia».
Después de la II Guerra Mundial
El misionero español san José de
Anchieta fue, junto con Manuel da
Nóbrega, el primer jesuita que
Ignacio de Loyola envía a
América.22
A pesar del aprecio que Pablo VI siente por la Orden,
le llegan frecuentes quejas de los obispos por desafíos
de ciertos jesuitas al
Magisterio. El mismo papa recibió críticas de teólogos
jesuitas por su encíclica Humanae Vitae. Durante la
CG de 1975, Pablo VI
prohíbe explícitamente hacer cambios en lo referente
al cuarto voto, impasse recogido por los medios de
comunicación. La
innovación al interior de la Orden puso en peligro la
propia naturaleza de la Compañía tal como la fundó
san Ignacio, expresada en
una de sus características fundamentales: el voto de
obediencia al papa. En 1981, cuando Arrupe quedó
paralizado por una embolia,
Juan Pablo II actuó por encima del Instituto SJ y
nombró un delegado pontificio y un adjunto para el
gobierno de la Orden, los padres
Paolo Dezza y Giuseppe Pittau, respectivamente,
figuras que no están presentes en la legislación
jesuítica. La respuesta de la
Compañía a esta medida extraordinaria fue ejemplar,
salvo algunas voces críticas (carta de Karl Rahner y
otros teólogos al papa).
Pero todos los observadores serios reconocieron que
la transición se hizo en un ambiente de paz. En 1983,
cuando por fin se reunió la
Congregación General 33, el lingüista neerlandésP
eter Hans Kolvenbach fue elegido como 29.° general.
Durante el largo generalato de Kolvenbach (1983-
2008) se normalizaron las relaciones de la Compañía
de Jesús con laS anta Sede. El
general modificó ciertas estructuras de gobierno,
renovó el apostolado educativo y apoyó la creación de
nuevos centros sociales y
obras dedicados al trabajo con refugiados y migrantes.
Estas orientaciones fueron ratificadas por una nueva
Congregación General, la
34, reunida en 1995. El número de jesuitas continuó
disminuyendo lentamente durante los años 80 y 90,
hasta situarse en 20 000 a
inicios del siglo XXI. El principal declive numérico se
registra en Europa, en menor medida en Estados
Unidos y América Latina. En
cambio, la Compañía de Jesús crece en África (1427
jesuitas en 2009) y, sobre todo, en la India (4004,
según el Servicio de
Información SJ de abril de 2009).
La Compañía de Jesús ha cambiado a lo largo de los
siglos. Sus publicaciones dirigidas al exterior afirman
que el cambio ha sido
externo, en ciertas formas. Algunos detractores (el
exjesuita Malachi Martin, el historiador y político
español Ricardo de la Cierva)
hablan de un relajamiento en su espíritu, incluso de
haber adoptado criterios modernistas. A inicios del
siglo XXI la Compañía
incluye en su seno diferentes identidades eclesiales,
desde las conservadoras, hasta las más progresistas.
Un ejemplo de estas últimas
posiciones es la teología de la liberación desarrollada
por algunos jesuitas, entre otros sacerdotes y
religiosos, en América Latina
durante los años 1960 y 70.
El hecho de tomar partido ha sido a veces peligroso
para los jesuitas. En 1983, el sacerdote James F.
Carney (el “padre Guadalupe”),
fue asesinado en Honduras por militares debido a su
ideología revolucionaria. Seis años más tarde, en el
año 1989 en el marco de la
"Ofensiva Final" de la guerra civil salvadoreña, el
jesuita Ignacio Ellacuría y otros cinco religiosos de la
Compañía, murieron a
manos de la Fuerza Armada de El Salvador, fueron
asesinados por los militares debido a una larga e
intensa actividad en defensa de
los derechos humanos en ese país. Varios han muerto
en guerras civiles en África, India y el sudeste de Asia,
realizando acciones de
ayuda social.
La Compañía de Jesús tiene fuertes debates internos,
signo visto como fortaleza o debilidad dependiendo de
los criterios. En esta
línea, el 6 de mayo de 2005 se hizo público el retiro de
Thomas Reese, S.J., como editor de America, la
prestigiosa revista jesuita de
Estados Unidos. La Congregación para la Doctrina de
la Fe pidió a la Compañía su remoción argumentando
que su línea editorial
ponía en duda el magisterio de la Iglesia. Y, en marzo
de 2007, el mismo instituto condenó la obra del teólogo
salvadoreño, de origen
español, Jon Sobrino, uno de los padres de la teología
de la liberación, porque «sus proposiciones no están
en conformidad con la
doctrina de la Iglesia». «La medida no puede ser
interpretada como una sanción o condena» del
teólogo, señaló el portavoz de la
Santa Sede, el sacerdote Federico Lombardi, jesuita
como Sobrino. Entre otros famosos jesuitas
cuestionados o censurados en su
momento por la misma Iglesia católica, se encuentran
Jacques Dupuis, Pierre Teilhard de Chardin, John
Courtney Murray y (en una
orientación totalmente distinta de los anteriores) el
escritor argentino Leonardo Castellani, quien fue
expulsado de la Orden por los
jesuitas mismos.
En un contexto de cambios rápidos y profundos en la
sociedad (y por tanto en la Iglesia), y transcurridos 12
años desde la CG 34
(1995), los jesuitas consideraron necesario reunir su
máximo cuerpo legislativo para responder con
«fidelidad creativa» a los nuevos
retos. Después de casi 25 años en el gobierno,
Kolvenbach anunció en 2005 su deseo de dimitir y
convocó la Congregación General
35, que comenzó el 7 de enero de 2008.
Situación actual
Kolvenbach, después de obtener el consentimiento de
Benedicto XVI y escuchar a sus consejeros, decidió
presentar su renuncia,
aduciendo avanzada edad (casi 80 años) y la larga
duración de su gobierno (casi 25).24 A Kolvenbach le
sucedió el español Adolfo
Nicolás (71 años), elegido en la segunda votación.
Igualmente, Nicolás, después de obtener el
consentimiento de Papa Francisco y escuchar a sus
consejeros, también decidió presentar
su renuncia. Siendo el tercer general en dimiti,r le
sucede el venezolanoA rturo Sosa Abascal (67años).
Obras de la Compañía de Jesús o encomendadas a
ella son: Radio Vaticana,
Observatorio Astronómico Vaticano, el Apostolado de
la Oración, el
Movimiento de Educación Popular Fe y Alegría (obra
intercongregacional
fundada en Venezuela, que dirige la Compañía y
cuenta con 2600 centros en
Hispanoamérica), Hogar de Cristo (obra social
presente en Chile, Perú y
Ecuador), Servicio Jesuita a Refugiados, fundado por
Pedro Arrupe (general
entre 1965 y 1983), centenares de misiones,
parroquias y centros sociales. Otro
frente del trabajo ignaciano son los centros de
espiritualidad y casas de
ejercicios espirituales. Del apostolado educativo de la
Orden, prioritaria ya
desde el gobierno de san Ignacio, se habla más abajo.
Además, son asesores de una institución laica de
derecho pontificio: las
Comunidad de Vida Cristiana (CVX), con los que
comparten la misma
espiritualidad.
El nombre de «jesuitas» se empezó a utilizar en
Alemania, como le hizo notar San Pedro Canisio a San
Pedro Fabro en una carta de
1545: «seguimos llevando adelante las obras de
nuestro instituto, no obstante la envidia y las injurias de
algunos que incluso nos
llaman 'jesuitas'». La denominación se extendió al
resto de Europa. Ignacio de Loyola había leído durante
su convalecencia en 1521
libros piadosos, entre ellos la Vida de Cristo del cartujo
Ludolfo de Sajonia (fallecido en 1378), que había sido
traducido del latín al
castellano por fray Ambrosio Montesino (Alcalá, 1502).
Un capítulo de dicha obra dice:
¡Jesús, Jesús, cuánto dice un nombre! Este nombre de
Cristo es nombre de gracia; mas este nombre de
Jesús es nombre de gloria. Por la gracia del bautismo
se toma el nombre de cristiano y, de la misma
manera, en la gloria celestial serán llamados los
santos jesuitas, que quiere decir salvados por la virtud
del
Salvador.
Sin embargo, el término «jesuita», que en su variante
peyorativa data de 1544-1552, nunca fue usado por
Íñigo de Loyola. Las
Constituciones de la Compañía de Jesús (1554)
hablan de «los de la Compañía», y la Santa Sede,
hasta los años 70, siempre hizo
referencia a «los religiosos de la Compañía de Jesús».
En síntesis, el apelativo «jesuita» les fue aplicado
inicialmente a los miembros
de la Compañía de modo despectivo, pero con el paso
del tiempo adquirió un tono neutral o positivo.
Según un artículo publicado por el diario españolA
BC:25
La palabra "jesuita" no fue inventada, ni mucho menos
utilizada, por San Ignacio de Loyola. Tampoco por
la Compañía, que no utilizó dicho término en ninguna
de sus Constituciones o documentos oficiales desde
la aprobación de la orden en 1540 hasta 1975. Según
indica el padre Araoz, durante los primeros años de la
Compañía a los "seguidores de San Ignacio" se les
denominaba de muy distintos modos: "iñiguistas",
"papistas", "sacerdotes reformados", "teatinos" o
"apóstoles". De hecho, el término "jesuitas" surgió
como
un modo despectivo de nombrar a los miembros de la
congregación recién aprobada por Paulo III, sobre
Obras encomendadas en la actualidad
Iglesia jesuita en Cuzco, Perú.
Denominación
todo en Austria y Alemania, países donde había
triunfado la Reforma (...). La evolución semántica de
este
término fue derivando hacia tres posibles significados:
la atribución a los religiosos de esta orden de
fechorías de todo género; como sinónimo de "astuto" e
"hipócrita"; o simplemente como un modo
coloquial de designarles. (Diario ABC, 5 de enero de
2008)
Este último sentido acabó por imponerse en el mundo
católico. En la Congregación General 32 (1975) se
utilizó por primera vez el
término “jesuita” en un documento oficial.
El lema de los jesuitas esA d maiorem Dei gloriam,
también conocido por su abreviaturaA MDG. En latín
significa "A la mayor gloria
de Dios".
Las siglas IHS, tradicional monograma de la palabra
Jesús, fue adoptado en su
sello por San Ignacio, con lo que devino en símbolo de
la Compañía.26 En el
interior de la orden jesuítica es habitual referirse a ellas
con la expresión
"Iniciales del Nombre Santo". Su significado más
extendido es el de "Jesús
Salvador del género humano [o de los hombres]"
(Iesus Hominum Salvator).
Las siglas están surmontadas por unaC ruz y
acompañadas por los Tres Clavos,
simbolizando ambos elementos la Pasión y Muerte de
Jesús de Nazaret; y,
además, están enmarcadas en un imponente Sol de
treinta y dos rayos,
alternando uno recto y otro ondulado. Este último
símbolo hace referencia a la
Resurrección del Señor y su posterior Ascensión a los
Cielos. Así mismo, la
forma circular que se corresponde con el disco solar
también hace una más que
evidente alusión al sagrado dogma del Santísimo
Sacramento, de especial
relevancia tanto dentro de la liturgia católica, en
general, como de la
congregación jesuítica en particular.
A modo de curiosidad, hay que indicar que el sello
utilizado por la Compañía
de Jesús en su día influyó de manera notoria en la
formación de los símbolos patrios argentinos, sobre
todo a través del llamado Sol
de Mayo, que también siempre ha tenido treinta y dos
rayos, alternando uno recto y otro ondulado, aunque
sustituyendo todos sus
demás elementos por los pertinentes rasgos faciales.
Así siempre ha sido ya desde la acuñación de la
llamada "primera moneda patria
de las Provincias del Río de la Plata", en 1813.
Además, la notable presencia de la Compañía de
Jesús en todo el territorio del antiguo
Virreinato del Río de la Plata también aparece hoy día
testimoniada en la actual bandera de la provincia
argentina de Córdoba,
adoptada a finales de 2010.
Una de las ideas claves para explicar el ideario
ignaciano es su espiritualidad, entendida como una
forma concreta de plasmar su
seguimiento de Cristo. Esta característica fue
desarrollada por San Ignacio en el libro de los
Ejercicios espirituales y se refleja
también a lo largo de las Constituciones de la
Compañía, de las cartas del Fundador y otros
documentos de los primeros jesuitas
(Jerónimo Nadal, Luis González de Cámara, los santos
Pedro Fabro y Francisco Xavier...). Se caracteriza por
el deseo que expresó
San Ignacio de «buscar y encontrar a Dios en todas
las cosas». Esto significa que es una espiritualidad
vinculada a la vida, que invita
a los que la siguen a levantar la mirada hacia la
globalidad, pero aterrizando en lo concreto y lo
cercano.
Implica un gran dinamismo, ya que obliga a estar
siempre atentos a los nuevos retos y tratar de
responder a ellos. Esto ha conducido a
los jesuitas a realizar su trabajo, en muchas ocasiones,
en las llamadas «fronteras», sean geográficas o
culturales. Esta espiritualidad
ha impregnado no solo el estilo de los jesuitas, sino
también de otras Congregaciones Religiosas y
numerosos grupos de laicos.
El fomento y difusión de esta espiritualidad tiene su eje
central en lo que llamamos los Ejercicios espirituales,
que son un proceso de
experiencia de Dios para buscar, descubrir y seguir su
voluntad.
Símbolos
Sello de la Compañía de Jesús.
Carisma
Algunos conceptos centrales de su espiritualidad son:
La Encarnación: Dios no es un ser lejano o pasivo,
sino que está actuando en el corazón de la realidad,
en el
mundo, aquí y ahora; eso es lo que representa la
Encarnación de Dios en un ser humano, Jesús de
Nazaret. La
espiritualidad de Ignacio es activa; es un
discernimiento continuo, un conocimiento del Espíritu
de Dios actuando en
el mundo, en forma de amor y de servicio.
El «tanto cuanto»: El hombre puede utilizar todas las
cosas que hay en el mundo tanto cuanto le ayuden
para su fin,
y de la misma manera apartarse de ellas en cuanto se
lo impidan.
La «indiferencia»: La necesidad de ser indiferentes a
las cosas del mundo, en el sentido de no condicionar a
circunstancias materiales la misión que el hombre
tiene en su vida. Es una manera de enfocar los
esfuerzos en
aquello que es considerado importante y
trascendental, distinguiéndolo de aquello que no lo es.
El «magis»: Solamente desear y elegir lo que más nos
conduce al fin para el que hemos sido creados. Este
'más'
(magis en latín) se trata de realizar la misión de la
mejor manera posible, exigiendo siempre más, de
manera
apasionada.
Véase también: Categoría:Universidades jesuitas
La educación es asumida por la Compañía de Jesús
como una participación en la
misión evangelizadora de la Iglesia. Por eso sus
centros ofrecen a la sociedad, una
clara inspiración cristiana y un modelo de educación
liberadora y humana. Los
jesuitas tienen instituciones en todos los niveles
educativos: universidades, colegios,
centros de formación profesional o redes educativas.
En 69 países la Compañía tiene 231 instituciones dee
ducación superior
(universidades), 462 de secundaria, 187 de primaria y
70 de profesional
o técnica.
En ellas trabajan 130.571 seglares y 3.732 jesuitas
como educadores o
administradores.
Además, existen las Redes Educativas (principalmente
de Fe y Alegría
en Latinoamérica) con 2.947 centros.
El número total de alumnos se calcula en unos
2.928.8062.7
Los jesuitas han fundado centros educativos en todos
los continentes; en 1640
contaban ya con 500 de estudios superiores repartidos
por Europa y América. La
cifra fue aumentando a lo largo del siglo siguiente,
hasta alcanzar la más importante
red educativa de la época: más de 800 colegios y
universidades al momento de su
supresión.
Eran muy reconocidos los métodos que empleaban en
materia de educación, que
básicamente se fundamentaban, desde 1599, en la
Ratio Studiorum y en la IV Parte
de las Constituciones de la Compañía. Desde 1986
han actualizado sus métodos y
paradigmas educativos por medio del documento
Características de la Educación
SJ, al que siguió en 1993 Pedagogía Ignacia: un
planteamiento práctico.
Algunos antiguos alumnos de centros jesuitas que se
pueden destacar son: Descartes, Voltaire, Cervantes,
Quevedo, San Francisco de
Sales, José Ortega y Gasset, Antoine de Saint-
Exupéry, Charles de Gaulle, Vicente Huidobro, Alfred
Hitchcock, Vicente Fox, Fidel
Castro y James Joyce. De entre los literatos españoles
cabe añadi,r además de los mencionados, aC alderón
de la Barca, Gabriel Miró,
Miguel Hernández y otros.
La labor educativa
Universidad Iberoamericana Ciudad
de México
Georgetown University (Washington,
D.C.)
Labor científica
Estructura interna
La Compañía de Jesús está regida por el Padre o
Prepósito General, que goza de grandes atribuciones
de acuerdo a su Instituto
(nombra a los provinciales y a los superiores de
algunas casas y obras muy importantes); su cargo es
vitalicio. Sin embargo, puede
renunciar a este si una causa grave lo inhabilita
definitivamente para sus tareas de gobierno. En otros
casos, como enfermedad o edad
avanzada, el General puede nombrar un Vicario
Coadjutor. Pero, por encima de él, la Congregación
General es el órgano supremo de
gobierno de la Compañía.
Al Prepósito General lo ayudan directamente en su
tarea, cuatro asistentes generales (Asistentes ad
Providentiam, elegidos por la
CG), que tienen por objetivo atender a la salud y
gobierno del General y vigilar su capacidad de gestión.
Además, existen los
asistentes regionales, los provinciales, los superiores
de regiones y los superiores locales. Hay órganos de
gobierno que se reúnen
periódicamente, como las Congregaciones
Provinciales y la Congregación de Procuradores.
El conjunto de las normas y principios que guían la
vida de los jesuitas está recogido en las
Constituciones, redactadas por Ignacio de
Loyola. Para facilitar el gobierno, la Orden está dividida
en sectores geográficos o lingüísticos llamados
asistencias (actualmente son
nueve) y, dentro de cada una de ellas, en provincias
que suman un total de 64.
A la muerte de San Ignacio, la compañía contaba con
unos 1000 miembros, entres acerdotes y hermanos
legos.
En 1965 la Compañía alcanza su máxima expansión,
con más de 36.000 jesuitas, de los cuales 20.301
habían sido ordenados
sacerdotes; además de dirigir 2.195 parroquias. Desde
entonces se observa una acusada disminución del
número de jesuitas, debido a
la escasez de vocaciones y a numerosas
secularizaciones, que ha motivado la unificación de
algunas provincias y el cierre de obras o
el traspaso de la dirección de algunas a seglares.
Algunas personas consideran que los precedentes de
la actual situación de la
Compañía datan desde mediados de los años 1950,
cuando comenzaron a disminuir lavso caciones en
Europa.[cita requerida]
En el Anuario Pontificio de 2018, que refleja las cifras
de 2017, los jesuitas aparecían con 16 378 miembros,
de los cuales 11 785
eran sacerdotes ordenados,5 siendo la mayor orden
religiosa masculina católica hoy en día, seguida por los
salesianos y los
franciscanos. Su actividad se extiende a los campos
educativo, social, intelectual, misionero y de medios de
comunicación católicos,
además de atender 1.541 parroquias en todo el
mundo.

APENDICE
SANTOS Y BEATOS DE LA COMPAÑÍA DE JESUS.

SAN IGNACIO DE LOYOLA (1491-1556):

Sacerdote español, su nombre real era Iñigo López de


Loyola y Recalde, nació en Guipúzcoa, Navarra, en
1491.

VENERABLE PADRE LEONARDO FEENEY (1897-


1978).

Padre Leonardo Feeney (1897-1978) fue un


sacerdote estadounidense que siguió la interpretación
tradicionalista de la doctrina
católica extra ecclesiam nulla salus, o "fuera de la
Iglesia no hay salvación", negando el bautismo de
sangre y el bautismo de deseo
como "innovaciones heréticas" y estableciendo que
todos los seres humanos no bautizados (en el sentido
católico de Bautismo) no
eran salvados sino que se iban al Infierno (ver
Feeneyismo). Fue oficialmente excomulgado en 1953
por el Papa Pío XII por rehusar
someterse a la autoridad eclesial, pero sus seguidores
sostienen que la excomunión no fue valida debido a
que no se siguió el
procedimiento correcto para ello.
Biografía
Conflictos
La autoridad de la Santa Sede
Reconciliación
Enlaces externos
En Padre Leonard Feeney nació en Lynn,
Massachusetts el 15 de febrero de 1897. Era el mayor
de los cuatro hijos de sus padres.
Estos eran tres hombres y una mujer. Todos los
hombres se ordenaron sacerdotes. El Padre Feeney
ingresó al seminario a una edad
temprana, ordenándose en 1927. Luego de su
ordenación, estudio en la Universidad de Oxford por un
tiempo, y al volver a Estados
Unidos enseño en el Boston College.
Fue en julio de 1947 cuando el Padre Feeney anuncio
su descubrimiento de la errónea interpretación de la
doctrina. Pero contrario a
la percepción común, los problemas del Padre Feeney
no comenzaron con el descubrimiento de la doctrina.
Ya existían problemas
entre Feeney y su superior de los jesuitas, y entre St.
Benedict Center y la Archidiócesis de Boston antes del
tema de la EENS
A el Padre Feeney se le ordenó, debido a su voto de
obediencia, a separse del “St. Benedict Center”
(Centro de San Benito) y
reportarse al “Holy Cross College" (Colegio de la Santa
Cruz). Desobedeció. Fue entonces llamado por el
Arzobispo de Boston,
Cushing, para someterse a su autoridad. Desobedeció.
Como consecuencia fue llamado por la “Supreme
Sacred Congregation of the
Holy Office” para comparecer ante ella. Fue citado tres
veces, y las tres veces desobedeció, pero debe no ser
olvidado el hecho de
que luego se reconcilió completamente con la Iglesia
antes de su muerte sin cambiar su posición teológica.
En 1974 el Padre Leonard Feeney SJ se reconcilió y
fue absuelto de la excomunión por el Papa Pablo VI y
por delegados especiales
de la Santa Sede. Muchos de sus seguidores se
reconciliaron a raíz de esto con sus diócesis locales.
Podían seguir interpretando
estrictamente la doctrina católica Extra Ecclesiam nulla
salus, como una diversidad en la evaluación
interpretación de EENS, de
acuerdo con los oficiales diocesanos, debe, esta
interpretación ser aceptada. La mayoría de los
seguidores se adhieren a la Misa
Tridentina bajo el indulto Ecclesia Dei de 1988.

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