5 Cuentos Cortos
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Roberta era una gaviota que siempre iba a la misma playa porque le gustaba
sobrevolar las zonas conocidas, sobre todo ahora que no tenía amigas. Cuando era una
gaviota pequeña tenía muchos amigos y amigas pero poco a poco se fue quedando sin
ellos porque pensaba que ser travieso era divertido pero poco a poco las bromas que
hacía no gustaban a sus compañeros.
Algunas de las bromas que Roberta hacía era competir por coger comida en la arena.
Cuando veía un pedazo de pan y notaba que otras compañeras saltaban a por él ella
corría y como volaba muy rápido acababa llevándose el trozo. Luego no quería
soltarlo porque se sentía con poder cuando ganaba en esas competiciones.
Otras veces cuando la playa estaba con la arena lisa sin pisar le gustaba ser la primera
en dejar sus huellas. Esta diversión también le gustaba a otras gaviotas pero ella
siempre madrugaba mucho y eso no gustaba al resto pero era incapaz de dejar de
hacerlo siempre.
No sabía porque hacía esas cosas pero no era capaz de controlarlo. Otras veces veía a
los humanos en las playas y cuando llegaba la hora de comer les gustaba molestarles.
Nada más que sacaban sus bocadillos bajaba el vuelo y se colocaba cerca de ellos. Le
gustaba ver como escondían sus grandes trozos de pan cuando ella aparecía. Otras
veces robaba una loncha de algo y disfrutaba del sabor. Los humanos comían cosas
diferentes.
Roberto y su nuevo amigo el Pájaro decidieron cambiar su forma de hacer las cosas y
juntos fueron dejando de hacer travesuras y tratar mejor sus compañeros y no asustar
a los humanos.
Pol y la lluvia
Pol era un sapo que vivía en una charca. El resto de la fauna de aquel lugar
estaba compuesto por lombrices, caracoles, arañas, libélulas, chinches,
mariposas, polillas, escarabajos, moscas, mosquitos, peces, ranas y renacuajos.
Aunque unos más que otros, todos disfrutaban del agua. Pol por ejemplo pasaba
la mayor parte del día chapoteando en la charca. Sobre todo en verano para estar
bien fresco.
Un año, a mitad de la primavera más o menos, dejó de llover. Hacía tiempo que
habían empezado a notar cambios en el clima pero nunca habían sufrido una
sequía tan seria. Pol estaba desesperado. No podía vivir en una charla
prácticamente seca. Así que decidió marcharse a buscar la lluvia. Cogió su
mochila y se fue mientras el resto de animales le observaron extrañados
mientras se alejaba de la charca. Pol seguía en sus trece pensando que, si la
lluvia no venía, él tendría que ir buscarla y eso fue precisamente lo que hizo.
Fueron pasando las horas y, aunque caminó y caminó, solo le acompañaba un
sol brillante y cálido. Hasta le chilló diciéndole que por favor se apartase y diese
paso a las nubes para que estas trajesen algo de agua. El sol le respondió
molesto:
- Lo siento mucho, sapo Pol. ¿Tu crees que me gusta trabajar a diario y sin
descanso? Llevo meses sin tiempo casi para comer. No tengo ni idea de dónde
está la lluvia. Pregunta por ella a las nubes y al viento que es el encargado de
moverlas por el cielo.
Pol hizo caso del consejo del sol y se fue en busca del viento por si este podía
decirle dónde estaban las nubes y la lluvia. Al caer la noche, Pol llegó a la orilla
de un río y siguió su curso hasta llegar al mar. Allí se encontró por fin con un
grupo de nubes que le pidieron perdón por haber dejado olvidada su charca
durante tanto tiempo.