El Viajero, La Torre y La Larva: El Lector Como Metáfora
El Viajero, La Torre y La Larva: El Lector Como Metáfora
El Viajero, La Torre y La Larva: El Lector Como Metáfora
Alberto Manguel
El viajero, la torre y la larva: el lector como metáfora.
Buenos Aires: FDCE, 2015. 129 p. ISBN 978-987-719-075-5
Alberto Manguel, actual director de la se refiere al lector que “devora” los libros
Biblioteca Nacional de la Argentina, ha re- (“ratón de biblioteca” se le dice habitual-
sidido en muchos países. Ciudadano cana- mente). Frente a la repetida cuestión de la
diense, es editor, traductor y autor de libros desaparición del libro a causa del avance de
muy conocidos como Una historia de la lec- las nuevas tecnologías, Manguel piensa que
tura, de 1996. Escribe, sobre todo, en inglés lo importante es centrarse en lo que no cam-
y, menos, en español. bia en el acto de leer, en el vocabulario que
Este libro puede considerarse una re- desplegamos, como seres autoconscientes,
flexión posterior a Una historia de la lectura. en la constante persecución de la imagina-
Desde el título, el autor anuncia sus tres teo- ción y de la esperanza.
rías del lector como metáfora: el viajero, la El primer capítulo, cuyo título es “El lec-
torre y la larva. El texto se estructura en una tor como viajero: la lectura como reconoci-
introducción, tres capítulos —que expli- miento del mundo”, aborda la primera de las
can cada una de las formas propuestas por tres metáforas sobre el lector postuladas por
Manguel de esa metáfora del lector—, una Manguel.
conclusión de sugestivo título “Leer para vi- El libro es muchas cosas. Un receptáculo
vir”, agradecimientos e índice analítico. Hay de la memoria, un medio para superar
que agregar que el libro posee hermosas las limitantes del tiempo y del espacio,
ilustraciones de ejemplares únicos de arte un lugar para la reflexión y para la creati-
antiguo. vidad, un archivo de nuestra experiencia
La introducción comienza con una fra- y la de los otros, una fuente de felicidad,
se profundamente certera: “Hasta donde sa- de iluminación y, en ocasiones, de con-
bemos, somos la única especie para la que suelo, una crónica de eventos pasados,
el mundo parece estar compuesto de histo- presentes y futuros, un espejo, un com-
rias”. Justifica, en las limitaciones que posee pañero, un maestro, una convocatoria de
la lengua para explicar el mundo, el uso de los muertos, un divertimento; el libro en
las metáforas. Según el autor, estas muestran sus muchas encarnaciones, de la tableta
que la lengua es incapaz de comunicar di- de arcilla a la página electrónica, ha ser-
rectamente. Cuenta que las sociedades lite- vido por mucho tiempo como una metá-
rarias crearon la noción del mundo como fora de muchos de nuestros conceptos y
un libro al que se puede leer e interpretar. El empresas esenciales (p. 18).
lector sería, entonces, un viajero que avan- La cita extensa intenta definir lo inde-
za por las páginas. La metáfora de la torre finible: la compleja esencia del libro, encar-
se refiere a la torre de marfil del lector, que nado en todas sus formas posibles. La tradi-
pretende deslindarse de los problemas del ción judía fijó la idea del mundo como libro,
mundo. Por último, la metáfora de la larva al tratar de entender el sentido del hombre y
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Reseñas bibliográficas
de la vida como camino en un libro escrito digital —aunque aclara que uno no es mejor
por Dios: la Biblia. Leer es una actividad, es que el otro sino que son diferentes— no pue-
un viaje. La misma Biblia narra el peregrinar de dejar de ocultar sus preferencias. El papel
del pueblo hebreo hacia la Tierra Prometida. le abre al lector un camino ilimitado que solo
Las páginas leídas quedan en el pasado, la él puede recorrer. El libro digital, en cambio,
página del presente es la lectura que se des- lo conduce, mediante los enlaces, a un reco-
hilvana en las manos del lector y las páginas rrido turístico preparado por otros. Asevera:
por leer, el futuro incierto. El lector como Ahora debemos volver a aprender a leer
viajero es el lector que peregrina por su vida lentamente, de manera profunda y abar-
como se lee un libro. cadora, ya sea sobre el papel o la panta-
Durante todo el texto, Manguel le habla lla: para viajar con el fin de regresar con
a un lector modelo que ha de manejar una lo que hemos leído. Solo, entonces, en el
enciclopedia inmensa, como diría Umberto sentido más profundo, seremos capaces
Eco. Los conocimientos variados, exóticos, de llamarnos lectores (p. 55).
profundos, invitan a pensar en Borges pero El segundo capítulo se titula “El lector
sin la ficción. No en vano Manguel fue amigo en la torre de marfil: la lectura como alie-
personal del escritor argentino y ahora uno nación del mundo”. Libre de meditar, de
de sus sucesores en el cargo de director de la contemplar en profundidad, el lector en su
Biblioteca Nacional. Manguel, como Borges, torre puede caer en una suerte de acedia,
cita a grandes clásicos, a escritores olvidados de pereza que lo lleve a desentenderse del
por las generaciones, a libros perdidos en la mundo real. La biblioteca personal en una
memoria de los tiempos, con una naturali- casa, un lugar de estudio o de soledad, era
dad sorprendente y su prosa fluye lúcida y para Montaigne el principio de la felicidad.
transparente para un lector curioso pero de Recordamos inmediatamente la reivindica-
alto respeto por la cultura humanista. ción para las mujeres de Virginia Woolf en
Al partir de la noción de que peregri- Un cuarto propio. Un espacio de soledad, de
nar incluye la ida al santuario pero también recogimiento, respetado por todos los habi-
su regreso, Manguel toma como modelo la tantes de la casa y necesario para acceder a
Divina comedia y entiende que el viaje por la la lectura y a la profundidad del pensamien-
lectura es un viaje que incluye el retorno. Los to. El término literal “torre de marfil” apare-
lectores viajeros pueden ser recompensados ció en el siglo XIX no con una connotación
con alegrías y satisfacciones o castigados negativa como tuvo después, sino como una
con tristezas y frustraciones. No es el viaje metáfora de un espacio de lectura y de re-
de ida el que dará al lector el entendimien- flexión necesario para el intelectual. Pero
to sino el de regreso, afirma. Siguiendo las muy pronto esa metáfora se transformó en
ideas de San Agustín y de San Buenaventura, una forma despectiva de aquel que se aleja
entiende que el viaje también puede ser so- de los problemas del mundo, que no se com-
lamente un camino de preparación para lo promete con la vida de la sociedad o con la
que vendrá después. cultura de masas.
Cuando Manguel compara el viaje por Para San Agustín, según Manguel, el
la lectura en papel con el viaje por la lectura paso de las palabras leídas al entendimiento
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AustralComunicación
Volumen 5 número 2 (dic. 2016)
del resto de los hombres es esencial. Se lee y tensión entre el escepticismo y la confianza
medita para enseñar a los demás lo valioso se relaciona directamente con lo que Eco
que las páginas encierran. Al citar a Borges, llamó los “límites de la interpretación”, sos-
el autor recuerda que el escritor argentino tiene Manguel.
describió el hecho estético como “la inmi- No obstante, la mayoría de los lectores
nencia de una revelación, que no se produ- ha sentido alguna vez que se enamoró de
ce”. Así, la torre de marfil se convierte en una un personaje, que el mundo descripto exis-
sala de espera, intolerable para la mayoría de te realmente, que vivir allí podría ser ma-
los seres humanos. ravilloso. Inmediatamente se piensa en la
Sin embargo, grandes intelectuales Tierra Media de Tolkien. ¿Puede no existir
como Santo Tomás reclamaron la necesidad en el mundo real? Manguel cree que este
de ese espacio de soledad y silencio como sentimiento es el que lleva a la estigmati-
lugar privilegiado para la fructificación de zación de este tipo de lectores en la figura
las ideas. El capítulo se cierra con una re- de “el necio de los libros”. Aquellas personas
ferencia a la obra “apocalíptica” de Nicholas a las que se les dice que dejen la lectura y
Carr y Manguel vuelve a criticar negativa- salgan a vivir. Como si la lectura no fuera
mente la vida “online” como una existencia vida también. El necio de los libros puede
de distracción permanente que impide la verse también como un lector omnívoro que
reclusión para profundizar el pensamiento confunde cantidad con calidad, que cree que
humano. sumar libros a su biblioteca es sumar cono-
El tercero y último capítulo lleva la cimiento de forma instantánea. Es el que se
denominación de “La larva de los libros: el traga las palabras sin apropiarse de su sig-
lector como inventor del mundo” y se re- nificado. Manguel conjetura que muchas de
fiere a la tercera metáfora propuesta por el las visiones estereotipadas del lector asiduo
autor para la noción de lector. El concep- como “tonto” o que no está preparado para
to de “larva de los libros” alude a un lec- la vida o como cobarde que se evade de ella,
tor voraz, que se alimenta insaciablemente tienen que ver con el miedo a la palabra. Lo
de la lectura y se encierra en un mundo que se ingiere en la lectura luego ha de ser
de libros. Para referirse al contrato en- hablado. Ese es el temor de las mayorías. Y
tre escritor y lector, Manguel acude a dos pone énfasis: “no pueden eliminar la capaci-
autores: Umberto Eco, en Los límites de dad humana de imaginar el mundo a través
la interpretación, y Bruno Bettelheim, en de la lengua”.
Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Ese Don Quijote, para Manguel, supera el
contrato de lectura, podríamos afirmar, se concepto de “el necio de los libros”. Su “locu-
basa en un “como si”. Los niños escuchan ra” de creer en verdaderos los relatos de fic-
“Blancanieves” como si el mundo posible ción lo impulsa a salir al mundo a cuestio-
del cuento fuera el mundo real, aunque sa- nar y a enfrentar los valores hipócritas de su
ben bien que no lo es. El escritor que termi- época. El caminar de Don Quijote denuncia
na su libro y el lector que comienza a leerlo una sociedad que se burla del que persigue
posee “el deseo de que lo que dice la página el bien y la verdad. Este último capítulo se
sea cierto y la creencia en que no lo es”. Esa cierra con estas reflexiones y el escritor no
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Reseñas bibliográficas
retoma, como en los dos anteriores, el tema milagrosos, de auxiliarnos para ver el mun-
de la lectura digital. do” (p. 122).
Finalmente, las conclusiones se llaman El autor cita a Chesterton cuando este
significativamente “Leer para vivir”. La frase dijo que, en unas pocas palabras, el lector
pertenece a Flaubert, quien se consideraba encuentra todo lo que en realidad está es-
a sí mismo un lector viajero. Aquí Manguel crito y Manguel agrega que, en esas pocas
analiza los personajes de ficción lecto- palabras, “los lectores tratan de enteder, de
res, como Emma Bovary o Ana Karenina. manera consciente o inconsciente, algo de
Recurriendo a Platón, el autor se pregunta sus propias circunstancias” (p. 123).
por qué la representación puede atraer más Coincidimos con Manguel en que las
que la realidad misma y se responde: “como palabras son nuestro medio de estar en el
los topos en el sol, nuestros sentidos nos mundo y, a través de ellas, podemos iden-
traicionan, y aunque la lengua sea un ins- tificar nuestra realidad, porque también a
trumento incierto y poco fiable, es capaz, través de ellas podemos identificarnos a no-
no obstante, de unos cuantos momentos sotros mismos.
AC
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