6 Beneficios Aparentes de La Gente Que Se Victimiza, Por Daniel Colombo
6 Beneficios Aparentes de La Gente Que Se Victimiza, Por Daniel Colombo
6 Beneficios Aparentes de La Gente Que Se Victimiza, Por Daniel Colombo
Por otra parte, quien se victimiza suele caer en todo tipo de argucias y estratagemas para
intentar desnivelar al “adversario” (así lo llaman por lo general) por cualquier medio, con la
intención ficticia y fantasiosa de cobrar relevancia y “tener la razón”.
Las frases preferidas por la gente que se victimiza son “Con todo lo que yo hago por…”, “Tú no
sabes lo que yo estoy sufriendo…”, “Hay que vivir en carne propia una situación así para…”,
“Para ti es muy fácil hablar así…”, y sigue la lista.
Aquí van 6 beneficios aparentes de las personas que se victimizan, y la forma más apropiada de
contrarrestarlos si deseamos obtener mayor efectividad en nuestra vida, dejando de jugar el
juego de la víctima todo el tiempo:
1.La víctima cree que es la que más sufre en el mundo. En efecto, su caso es tan singular que no
hay ningún antecedente que pueda parecerse. El beneficio aparente es mostrar fortaleza desde
la debilidad, y así, supuestamente despertar cierto halo de admiración en personas que, por lo
general, no tienen tanta capacidad de análisis de las situaciones y son un poco lábiles en su
estructura psíquica. Cómo podemos mejorar: aceptar las situaciones tal como se presentan.
Hacer un análisis objetivo de los hechos. Sumar preguntas y respuestas. Buscar segundas y
terceras opiniones. Y a partir de allí, elaborar mi enunciado de la situación, sin necesidad de
victimizarme.
2. Quiere dar lástima y, supuestamente, llamar la atención. Desde muy pequeños, el juego de la
víctima es uno de los más recurrentes en la formación de la estructura psicológica humana. Un
niño que permanentemente busca ser apañado por los mayores ante cualquier tipo de
circunstancia, está minando de a poco su propia capacidad de reacción y activación de los
recursos internos. Al querer dar lástima, se coloca en un lugar donde lo único que importa es
buscar la conmiseración de los demás, en lugar de generar legítima empatía, e incluso, pedir
asistencia o cooperación de una forma más constructiva. Cómo podemos mejorar: observando
muy atentamente nuestro comportamiento de víctima. Por lo general quienes quieren dar
lástima, mienten o exageran sobre cada situación de su vida, para crear un marco dramático
mayor al que la realidad impone. Claro que hay situaciones límites que sólo a un alma muy dura
podrían no generar ningún tipo de empatía; aunque es muy distinto estar todo el tiempo
disfrazando las situaciones para generar falsos sentidos de empatía, y lograr una aparente
adhesión de masas (público, familia, pareja, compañeros de trabajo), sin contar todos los
detalles de las cosas.
3. La víctima nunca asume su responsabilidad personal. Las personas que juegan el rol de víctima
eluden por completo (y premeditadamente) su rol de responsables de las situaciones de la vida.
Omiten detalles, cuentan sólo la parte de la información que los favorece en su puesta en
escena; crean situaciones de fantasía muy alejadas de la realidad objetiva, y se conectan todo el
tiempo desde lo emocional. Esto, en sí mismo, no está nada mal: es más, si hacemos un
apropiado desarrollo de las emociones, podemos ser mejores operadores de nuestra vida, y así,
más efectivos. Lo llamativo es que las personas que usan la victimización como herramienta
cotidiana, crean tal destreza en ese campo, que les impide hacerse responsables de lo que les
toca. Que, por lo general, es más de un 80% de lo que se quejan y que forma parte de su relato
de víctima. Oportunidad para mejorar: hacerme responsable al 100% de todas las situaciones
de mi vida, incluso – y mejor aún – de aquellas que no me gustan ni satisfacen. Sólo así aprenderé
e iré desarrollando un potencial emocional apropiado, para conectar de verdad con lo que deba
hacerse presente en cada momento. Esto determinará un mejor accionar para expresar lo que
me pasa, sin necesidad de eludir la responsabilidad personal que me toca.
5. La víctima se queja. Tiene como deporte preferido el quejarse, que es una de las dinámicas
favoritas de la victimización. Pero atención: ¡jamás se refiere directamente a la queja! Como
tiene habilidad semántica, crea frases rimbombantes y complejas, para mostrar el peor costado
de víctima disfrazado de espíritu de superación. Se cree “resiliente” (palabra que le encanta
utilizar, aunque no sabe muy bien el significado apropiado según los contextos). Habla en tercera
persona ("Ustedes saben muy bien quien soy yo", "Como ya lo he demostrado, aquí está una
persona fuerte, decidida, determinada; y no pueden hacerme esto a mi..."). Prueba el impacto
de sus dardos verbales y emocionales en su público objetivo, y allí donde siente que da en la
tecla, lo exagera y amplifica. De esta forma, genera un perfil de sometimiento del otro porque,
claro está: a nadie con su psiquis normal, le gusta provocar dolor a una persona que -parece-
está sufriendo tanto. Oportunidad para mejorar: eliminar la queja de la vida. Dejar que las cosas
vayan ocurriendo. Silenciar las opiniones sobre los demás. Aceptar las diferencias. Entender al
otro como otro, y participar en co-crear la mejor dinámica asertiva que podamos construir en la
relación que tenemos.
6. La víctima padece de todos los dolores del mundo… y más. Es el ser humano más desgraciado
de la tierra. No duda en dilapidar insultos, palabras hirientes, socarronas y soberbias, con tal de
mostrar una falsa superioridad. La víctima busca por todos los medios generar empatía. Si es
necesario, estará disfrazándose de enferma físicamente todo el tiempo para llamar la atención.
Inventará enfermedades. Distorsionará las situaciones a tal punto que se dudará de su salud
mental: pero esto no le hace mella; no le importa demasiado. Porque lo único que quiere es que
le presten atención, cueste lo que cueste. Oportunidad para mejorar: hacer en el mundo de tal
forma de asemejarme a las personas a las que desee parecerme. No está mal tomar el ejemplo
de los notables, aquellos que marcan la diferencia. Aceptar las situaciones desafiantes como
vienen; buscar espacio de contención terapéutico si es necesario, pero no hay por qué andar
escupiendo mi victimización en el mundo, todo el día. De esta forma, con el tiempo, me
entrenaré en ser más asertivo, ubicado, ecuánime y equilibrado ante cada desafío que se
presente. Y podré sacar más rápidamente el resultado concreto de esa experiencia, sin
necesidad de intentar “domesticar” a una pléyade de seguidores que – con tal de no
contradecirme, lo que es lo mismo, no infligirme más dolor – harán lo que yo quiera. Y allí habré
logrado el cometido del juego de la víctima: dominar al otro, manipulándolo psicológicamente.
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