Byung Chul Han
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Hecho el depósito que marca la ley 11.723
www.cajanegraeditora.com.ar
Dirección Editorial:
Diego Esteras / Ezequiel Fanego
Producción: Malena Rey
Diseño de Colección: Consuelo Parga
Maquetación: Tomás Fadel
Corrección: Sofía Stel
11 Prólogo
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rápidamente se hunde en la tierra.
Elias Canetti
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para que nadie pueda volver a casa.
Elias Canetti
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motivo tienen una apariencia amable. La membresía no es
una cercanía amable. No hay un diálogo que deba facilitar o
reconciliar las cosas. No tienen mucho que ver unas con
otras. Antes bien, se vacían en una cercanía in-diferente.
La cultura occidental se ha resuelto por la unidad y la
conclusión.3 Es interesante que esta resolución se refleje no
solo en la figura metafísica de la sustancia, sino t ambién
en la arquitectura occidental. Así, el alma monádica sin
ventanas de Leibniz tiene una correspondencia en la for-
ma fundamental de la arquitectura romántica, que Hegel
designa como la “casa enteramente cerrada”.4 Si bien lo
5. Ibíd, p. 502.
6. Ibíd, p. 507.
7. Ibíd, p. 502.
Fig. 2: Ciudad sin umbrales
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ción y la reserva cordiales del blanco papel de arroz mate.
El papel de arroz tiene en sí mismo una materialidad de
vacío y de ausencia. Su superficie no brilla. Y es tan suave
como la seda. Si se lo pliega, apenas genera sonido, como
si fuera una quietud estancada en un blanco mate.
La verticalidad de la luz que desciende en el interior
de la catedral se intensifica por la construcción vertical de
las ventanas. Las ventanas superiores de la nave central
y del coro son de tamaño colosal, de modo que la vista
no las puede abarcar de un golpe. La mirada es conducida
hacia arriba. Esta orientación vertical de la mirada ge-
nera una “intranquilidad del levantarse en vuelo”. Otros
elementos constructivos, como las columnas o los arcos
apuntados dan lugar a una sensación de elevación o as-
censo. “Los pilares devienen delgados, esbeltos, y suben
tanto que la vista no puede contemplar de una vez toda
la forma, sino que se ve forzada a vagar de acá para allá,
a volar hasta alcanzar aquietada la bóveda suavemente
inclinada de los arcos convergentes, tal como el ánimo,
Fig. 3: ¿Dónde comienza el interior?
B
Y
U
N inquieto, conmovido por su devoción, se eleva del suelo de
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- la finitud y únicamente en Dios halla sosiego.”9 Hegel opo-
C ne el efecto que causa la construcción gótica al del templo
H griego, que se caracteriza por el asentarse, el pesar o el so-
U portar. “Por tanto, si los edificios de la arquitectura griega
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se extienden en conjunto vastamente a lo ancho, el opues-
H to carácter romántico de las iglesias cristianas consiste en
A el crecimiento desde el suelo y la ascensión a lo alto.”10
N Ni el elevarse ni el asentarse o el pesar caracterizan
el efecto espacial de un templo budista. En sus elementos
constructivos no se lee afán alguno contrario a la grave-
dad, contrario al “suelo de la finitud”. Y ya por la ligereza
del material utilizado tampoco se genera una sensación de
peso o insistencia. El vacío, además, no tiene peso. Y nin-
guna presencia divina pesa sobre el espacio. No obstante
todas las diferencias, el templo griego tiene en común con
la catedral lo sobresaliente. Ningún templo budista, en
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terioridad”. Es sabido que los ojos orientales son planos.
Hegel atribuiría esto a la falta de interioridad, a aquel es-
píritu infantil que no ha despertado aún a la interioridad
subjetiva y que, por lo tanto, continúa inmerso en la na-
turaleza. Hegel señala también que la divinidad griega, a
pesar de su belleza, no tiene mirada, que sus ojos carecen
del fuego del alma interior, que no expresa “el movimiento
y la actividad del espíritu que de su realidad corpórea ha
ido a sí y perpetrado hasta el ser-para-sí interior”.14 Esta
diferenciación entre interior y exterior no logra abordar el
pensamiento del Lejano Oriente. Este pensamiento habita
una in-diferenciación, un “en medio de”, que está tanto
desinteriorizado como desexteriorizado. El vacío no está ni
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interioridad absoluta, en una catedral de la interioridad.