La Historia y Los Historiadores en El Perú Final
La Historia y Los Historiadores en El Perú Final
La Historia y Los Historiadores en El Perú Final
Manuel Burga
Manuel Burga inicia con esta pregunta, que dice que es una de las más difíciles
que se le puede cuestionar a un historiador. Entonces, a partir de ello, empieza a dar el
contexto para poder entender el porqué de la necesidad de aprender historia.
En este punto, Burga comienza a relatar las concepciones de la historia desde los
tiempos más remotos. Inicia con Herodoto, el fundador de la historia, que nunca la pensó
como un progreso progresivo, sino que consideró a la nación griega como la mejor y
expresó incertidumbre por lo que les esperaba a las generaciones venideras, lo mismo
sucede con Tucídides y Jenofonte que conciben una historia cíclica.
a. Conquista y multimodernización
c. Modernización política
d. Modernización comercial
Se da por el auge del comercio de las lanas en el sur andino entre 1895-1930.
Es así, que comienzan a ingresar productos y textiles ingleses al interior, con la
finalidad de animar el comercio. Este intento, tuvo como consecuencia el surgimiento
de una oligarquía arequipeña, pero también arruinó la pequeña producción artesanal
y textil que se originaba en el país.
Explicaciones finales
e. Tito en su laberinto
La historia, como disciplina del conocimiento, puede ser de gran utilidad, no para
los gobernantes, sino para la colectividad en general. […] nos enseña a entender nuestro
proceso histórico, a imaginar su direccionalidad y a reconocer la coyuntura en que
vivimos. A sonreír ante los errores y desventuras del presente. (Burga, 2005, p. 86).
Esta parte del libro comprende una serie de artículos y breves ensayos en los
cuales podemos encontrar como tema de principal de discusión a: Historiadores, sus
publicaciones, y sus ideas y pensamientos acerca de conceptos claves dentro del oficio
del historiador.
El autor no solo nos habla de los libros desde un punto de vista objetivo, sino que
también al hablar de los personajes realiza una serie de apreciaciones personales como:
amigo, compañero, alumno y testigo de una generación de intelectuales de la cual él
formó parte.
Manuel Burga nos habla de la figura de Edward Hallet Carr y su libro ¿Qué es la
historia? El cual es una compilación de seis conferencias, dictadas por el autor, en la
Universidad de Cambridge entre enero y marzo de 1961
A lo largo del libro Carr presenta de manera critica lo que otros autores han dicho
sobre: 1) Los hechos históricos, 2) La sociedad y el individuo, y por último 3) La Relación
de la historia con la ciencia y la moralidad.
Respecto al historiador y la sociedad nos dice que al igual que los demás
individuos el historiador es un ser humano individual, pero a la vez un fenómeno social.
Afirma que la obra del historiador no puede comprenderse sin haberse captado antes la
posición desde la cual la aborda, teniendo esta posición raíces sociales e históricas. A su
vez sin menoscabar la participación de la masa en la historia, cree en la capacidad
creadora de grandes dominadores, quienes dirigieron y encaminaron la situación social
existente.
El oficio de historiador
En este caso el autor comienza con la exposición de dos ideas que asegura volver
a retomar al final del ensayo. Primeramente, que el trabajo del historiador no es inmune
a las influencias, necesidades, urgencias o ideas dominantes de su tiempo. La segunda es
que las tradiciones se inventan, sea para rescatar un pasado que se necesita, para definir
una identidad o para administrar mejor los territorios coloniales, llegando así a la
conclusión de que las tradiciones no son inocentes productos de inconscientes prácticas
colectivas, sino que pueden ser inventadas y diseñadas conscientemente.
Esta fue una redacción que el autor hizo con el fin de presentarla en un simposio
el cual tenía como intención analizar la obra de Alberto Flores-Galindo.
Burga aprovecha la ocasión para hablar de la acerca de la generación del 70, una
generación de la cual él y Flores-Galindo formaron parte. Un rasgo distintivo de esta
generación -en palabras del autor- a comparación de la generación del 50 – la cual la
antecedió- fue una procedencia social más modesta.
Este historiador italiano -con quien trabajo Manuel Burga y del cual fue discípulo-
se caracterizó intelectual por su antieuropeocentrismo, interesado más en descubrir el
mundo tal como es y no a través de los ojos de Europa.
Como editor; fundo la revista “Nova Americana”, publicó en italiano a José Carlos
Mariátegui, John Murra y Tom Zuidema, entre otros intelectuales latinoamericanos.
Como historiador; se destacó específicamente dentro de la historia económica. Sus
inquietudes centrales, historia del comercio y de los precios, le permitieron un ingreso a
la historia latinoamericana a partir de mediciones cuantitativas. En sus estudios expone
las bases de un sistema económico feudal en la América Hispánica de los siglos XVI al
XVIII.
Así mismo señala el desencuentro entre los conceptos y las realidades, tanto en
Europa como en América. Nos recuerda que el estado y la nación aparecen en Europa
junto con la libertad y la democracia, pero de acuerdo con procesos singulares, propios
de cada país. Entonces se pregunta ¿Qué es una nación? Y si acaso la francesa, la
española, la inglesa o la alemana podemos entenderlas y explicarlas desde un mismo
concepto. Su respuesta es no. Entonces se pregunta: ¿Por qué tenemos que buscar el
estado y la nación en América Latina tomando como referencia histórica y conceptual lo
que sucedió en Europa?
En este artículo publicado en 1983, con la intención de hacer un balance que sea
útil para situación de la universidad peruana de aquella época, Manuel Burga nos narra
su experiencia en la escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. En la cual
pudo asistir a dos seminarios de Jacques LeGoff, ambos sobre la Baja Edad Media.
En primer lugar, los asistentes eran alumnos que preparaban sus tesis, diplomas o
doctorados; además había profesores visitantes y los mismos ayudantes. El auditoria
presionaba sobre LeGoff y sobre los demás expositores. Siempre estaban allí trabajando
en temas similares al maestro, a tal punto que el año académico se terminó publicando un
número especial de la revista “Mediévales”, con ensayos de los asistentes. Del otro lado,
el trabajo docente recayó en LeGoff, sus ayudantes y luego en los profesores visitantes.
Nos dice Burga que muchos peruanos que van al extranjero y que terminan
doctorándose en alguna de estas instituciones, regresan al país y se convierten en
acérrimos críticos de la universidad peruana. Olvidando así que la universidad -en estos
países- es un centro de contestación, de polémica, de enseñanza y de investigación
científica; en otras palabras, de rebeldía, practica o intelectual. La universidad es en
esencia un lugar de inconformismo, de donde nacen las grandes doctrinas o teorías que
conmueven al mundo.
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Eduardo Viveiros de Castro parte de fuentes coloniales en el que los jesuitas de aquella
época iban colonizando a los grupos indígenas, en especial a los Tupi guaraníes o
Tupibamba. Se dice que eran pueblos muy difíciles de evangelizar, a pesar de que
aceptaban el credo con facilidad; y que estos, a su vez, podían olvidarlo y reemplazarlos
por sus antiguas costumbres de la misma forma. Luego, estos datos fueron recopilados y
comparados con el ejemplo del mármol y el arrayán: Se sabe que la dureza del mármol
es superior, pero conlleva un mayor trabajo y podría decirse que el trabajo final es
permanente; en cambio, el arrayán es mucho más sencillo de trabajar, pero necesita de
más cuidados y retoques constantes si es que se quiere mantener de una forma
determinada.
Aquel ejemplo dado por Viveiros concluye en que los indígenas de Tupibamba vendrían
a ser como el arrayán por ser pueblos sin ley, sin rey y sin fe. Eran pueblos muy
proclives a la adaptación de formas de vida distintas a las que llevan. Manuel Burga
continuó explorando sus demás investigaciones y encontró otras conclusiones
relacionadas a los actos antropófagas de estos grupos. Una de ellas era el hecho de que
en la sociedad occidental preserva su memoria, sus tradiciones en otras palabras, el ser
de una sociedad es como un mármol. En cambio; los Tupibamba aceptaban otras
influencias culturales, los hacían o convertían como parte de su tradición.
Este trabajo sirvió a Burga para comparar lo sucedido en nuestras regiones. En el mismo
siglo (XVI), los mismos pueblos indígenas apoyaron en la conquista y, posteriormente
sucedió la aculturación de estos. Si miramos en la actualidad, pasa lo mismo que hace 5
siglos, las ideas y tecnologías se siguen importando desde los sectores dominantes,
estamos sometidos a los fenómenos de moda.
Burga concluye que nuestra voracidad ideológica y nuestra dependencia nos llevan a
reconocernos como los Tupibamba, ya que queremos descubrir lo que somos a través de
los otros.
a. El espejo y la realidad
Para Burga, este libro sirve como ejemplo para comparar la realidad peruana, ya que
tanto el individuo y la colectividad son evaluados con las mismas reglas. Vargas Llosa
habla de la vida familiar comparándola con la realidad del Perú; el ejemplo de un padre
que no conoce sus orígenes, maltrata a su familia, impone su autoritarismo y carece de
seriedad.
La enfermedad peruana por antonomasia. Burga dice que dicho fenómeno afecta todos
los estratos y familias del país; nos hace menos racionales. Carecemos de una realidad
llamada nación, sinónimo de comunidad social.
Por otro lado, las crisis estructurales han producido sus críticos. Guamán Poma en el
siglo XVII, Manuel Gonzales Prada, en el siglo XIX, José C. Mariátegui y Pablo
Macera. Entonces, el hecho de autocondenarnos colectivamente por nuestros fracasos
no es algo nuevo, simplemente se continúa con la antigua tradición.
b. Retratos personales
Se habla principalmente de la crítica “caprichosa” de Vargas Llosa hacia algunos
autores como Julio Ramón Ribeiro y principalmente a Pablo Macera. Este último es
elogiado por el propio autor de este libro, resalta su imaginación y compromiso con su
país, esto se debe a que en aquellas épocas el Perú no pasaba por una buena etapa.
También, quedarse aquí era un gran reto ya que la mediocridad imperante y por la
voracidad de la crisis actual, termine produciendo precariedad, marginación y soledad
en nuestro país.
Este breve ensayo tiene como finalidad discutir algunos aspectos relacionados con la
historia del nacimiento imagen del Perú como nación.
d. Independencia
Teóricamente desde las elites criollas, nuestra idea de nación, nace con nuestra
independencia. El Perú se convierte en un gobierno soberano e independiente de
España, sometida a la voluntad del pueblo. Estos son los ya mencionados antes, los
elementos dados por Benedict Anderson parecen encarnarse.
e. La “nación criolla”
La nación aparece solamente en el imaginario de los criollos, como una verdad a
medias, y por eso Anderson sugiere que el modelo “se pirateó” en América Latina. Se
niega los derechos de las mayorías indígenas.
g. La “nación mestiza”
El Perú se convierte en un producto nuevo, el Perú híbrido y moderno. Se representa al
Inca Garcilaso de la Vega como el paradigma del Perú moderno, un mestizo cultural y
biológico, con enorme fuerza de originalidad y creatividad.
La amena introducción que realiza Burga para este capítulo de cierto modo es la
propia adaptación del autor, primero como observador-estudiante y luego como partícipe
de ella, de la obra de Jacques Le Goff, Pensar la historia (1991). Esta obra Le Goff detalla
el hito que rompe con la historiografía tradicional, fiel reproductora del pasado, y
comienza una nueva forma de escribir la historia: 1) una que se aleja de la imitación y
opta por la interpretación de los procesos y estructuras sociales y, de manera ecléctica, 2)
comienza a incorporar nuevas fuentes, teorías, análisis de las otras ciencias sociales
(Geografía, Antropología, Arqueología, etc.). Aquella nueva forma de hacer historia será
lograda por la Escuela de los Annales.
Tal como en el capítulo 5 de la obra de Le Goff, “Historia hoy”, Burga ubica los
orígenes en la influencia del filósofo Henri Berr y su Revue de Synthese Historique (1890-
1920 aproximadamente); revista extrauniversitaria, heterodoxa y llena de una activa
tertulia intelectual: no solo serían artículos novedosos, sino que ella misma sería el flujo
de reuniones, conversaciones e intercambios de informaciones y de ideas de quienes la
Revue contará como colaboradores (el economista François Simiand, el sociólogo Emile
Durkhiem, el sociólogo y antropólogo Marcel Mauss). ¿Qué finalidad tenía en prestar
atención a nuevos aportes? Ese esfuerzo no era en vano, pues apuntaba a promover y
fomentar la convergencia de las ciencias sociales (como dirá Burga, estudios síntesis).
La Revue de Berr logrará más adelante una próspera y enriquecida Revue Annales,
fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929; esta vez dentro del marco universitario
provinciano francés, la Universidad de Estrasburgo, profundizando la ruptura que iniciaba
Berr en el campo de la historia. 25 años son los que hicieron de la Revue Annales un
fecundo trabajo compartido, de nuevo el intercambio de ideas y la colaboración
intelectual hicieron presencia, pero dejan por encima cualquier discrepancia personal.
Burga detecta 5 rasgos esenciales de la denominada Escuela de Annales que da sus
grandes pasos con la Revue de Bloch y Febvre: 1) la tertulia informal; 2) un espíritu
iconoclasta (en relación con la historia tradicional); 3) una actitud herética (respecto a las
teorías liberal o marxista); 4) una convicción científica globalizante; y 5) un acercamiento
sistemático al proceso intelectual, científico y cultural de Francia de la época (nacional).
Dentro de estos 5 rasgos esenciales hace hincapié en las 3 últimas.
Por los cuatro periodos que se representan según una vista latinoamericana: los
fundadores (interesados en la historia social, económica y cultural), pasando por la
geohistoria de Braudel, hasta la generación interesada en las mentalidades y en la historia
total, no significa una renuncia a los fundadores, ni siquiera una deriva de una con la otra,
más bien representa la expansión de los territorios de estudio, la búsqueda de nuevas
explicaciones a viejos problemas y una aproximación, cada vez más convergente, hacia
otras ciencias sociales; es justo todo aquello mencionado que hace pensar a Burga que los
tres últimos periodos no hacen más que «emparentarse» con los fundadores.
Hay que resaltar, fuera de la visión latinoamericana que menciona Burga, lo que
F. Braudel señala, de manera esquemática en Mi formación como historiador (1991:28),
como cuatro momentos de la conducción de la Revue Annales: 1) 1929-1945 (Bloch y
Febvre); 2) 1946-1956 (Febvre); 3) 1956-1968 (Braudel); y 4) de 1968 hasta su duración
bajo la conducción de Jacques Le Goff, Inmanuel Le Roy y Marc Ferro. Notación
importante de que todos los representantes la escuela, salvo errores u omisiones del autor,
son profesores de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales o investigadores en la
Maison de Sciencies de l’Homme; esta última anuncia, desde su aparición, la progresiva
institucionalización de la escuela.
Es necesario mencionar por último que cuando esta escuela historiográfica fue
perdiendo su fuerza en Francia, sus influencias y repercusiones se volvieron más notorias
en el resto del mundo y especialmente en América Latina. Digo necesario para explicar
el porqué de la influencia de esta corriente en el Perú.
Esta nueva manera de estudiar lo Andino demostró que las sociedades andinas no
eran simples sociedades históricas, sino sociedades actuales que habían logrado
sobrevivir dentro de contextos coloniales o republicanos, aquello que conocemos como
sincretismo cultural. El aporte fundamental de la etnohistoria andina, como dice Burga,
fue hacer de la historia de lo indio la historia de una civilización singular, propia de los
Andes, con un nivel y calidad que la ubicó muy cerca de las refinadas civilizaciones del
mundo no-occidental. Esta combinación permitió, en otras palabras, lograr brindar una
mejor compresión del proceso colonial y posteriormente republicano.
¿Qué nexos existen entre cultura, modernidad, identidad y nación? El nexo está
en el nuevo tiempo histórico y la tradición andina. Una vez más Antropología e Historia
se unieron para analizar el proceso del cambio: aquello que se pensaba que la pretensión
de los estudios mitificadores de lo andino era esencializarlo y aquellos que se opusieron
con la crítica, es decir, los desmitifacadores, para pretender explicar que cualquier
proclividad a la modernidad alejaba a los indígenas de su mundo cultural.
Era necesario las investigaciones etnomusicológicas de Raúl Romero Cevallos
desde el proyecto de Preservación de la Música Tradicional Andina de la Universidad
Católica y la obra de Luis Millones, Amor Brujo (1989), para finalizar con la respuesta
de que aquellas sociedades, tanto con la danza para los del Valle del Manto que estudio
Romero Cevallos, como para la comunidad Sarhuina con sus tradicionales tablas que
estudio Millones, aceptaban el cambio: el cambio cultural, música y tradición, como
estrategia de la cual se transforma, adaptan nuevas formas y estilos externos a un nuevo
contexto. Es decir que era la continuidad de lo tradicional aceptando el cambio, la
modernidad, reinventando y utilizando lo moderno sin perder su esencia.