Leyendas y Mitos
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Cuentan los ancianos que cierta vez, allá por los años de 1850 a 1860, hubo un sacerdote cuyo
apellido era Higuera; que, en ese entonces, oficiaba en el Exconvento de San Bernardino.
Se dice que éste párroco, seguramente no conforme con su decisión, se dedicaba con
frecuencia a la vida mundana, violando así los sagrados principios del "Sacerdocio", cuentan
que en las noches acostumbraba recorrer varias calles visitando diferentes antros de vicio.
Según se cree, este recorrido principiaba en las calles de las Estacadas, continuando por
Becerra y Tanco. Seguía por la actual "Carretera Nacional" subiendo después por la calle de
Santa Anna; así como si no fuera largo el trecho que seguía por la calle del Exconvento,
volviendo a tomar Becerra y Tanco, por último, subía a la Calle de las Estacadas llegando
entonces al convento.
Cierta vez recibió la visita de algunos fieles cuyo objetivo era informar al Padre de un extraño
fenómeno, que tenía alarmada a la población. Le narraron que, por las noches, en la ya
mencionada calle de Becerra y Tanco rondaba cuesta arriba una calavera. El párroco, intrigado
por la noticia; les recomendó que no se asustaran, que él más tarde iría al supuesto lugar de
los hechos a comprobar si era verdad.
Diciendo y haciendo, esa misma noche se dirigió a dicha calle y esperó pacientemente que
sucediera el raro fenómeno sobrenatural. Pasado ya algún rato, presentándose la aparición, el
Padre temeroso le dijo: Espíritu, seas por el bien o seas por el mal, este no es tu lugar. Decidme
¿qué buscáis en estas calles que son del domino de Dios?", a lo que la calavera le contestó
con las siguientes palabras: "Soy la calavera del Padre Higuera y ando purgando condena".
Tras este acontecimiento desapareció el espanto y el Padre Higuera asustado, abandonó por
completo la vida mundana que llevaba. Dedicándose entonces a la oración y a duras penitencias
como eran de vivir a pan y agua y castigarse la espalda con un látigo de ocho tiras que él mismo
se hizo.
Un día salió del convento y montó un asno, echándolo a caminar sin rumbo fijo; se cuenta que
tanto el Padre, como el animal, desaparecieron sin dejar huellas y sin volver a saberse nada de
ambos.
El Cristo del Santo Entierro del Ex-convento
En el lado norte de la Parroquia de Santa Prisca nos muestra una interesante portada de
Jambas y Dintel almohadillado, capeto ornamentado, frontón cortado en voluptas, y como
remate de todo, el símbolo de la muerte, a quien el tiempo ya dejó sin brazos ni guadaña.
Narra la leyenda de esta calle, que en tiempos de la Colonia, un hombre que vivía por esta calle,
temeroso de que la muerte lo molestara optó por destruirle los brazos.
La portada de ese lado de la parroquia es una fantasía en ebullición, nos produce a la vez dos
impresiones distintas: la de las cosas burlescas y la de las cosas trágicas.
La composición del lugar resultó completa. Pues el nicho que está en el ángulo saliente del
rincón y el ojo de buey que en el mismo saliente luce estupendo trabajo de hierro. Estilización
la Cruz de Calatrave. Viene a completar el ambiente de angustia de ahí reina. Una especie de
eco, un Soliloquis Shakespeariano.
El lugar en que se encuentra, que es seguramente el punto en que el artífice refugió toda su
fantasía. Es un rincón doliente, vago y delicado a la vez, en donde el sol, por la orientación del
muro, jamás baja sus rayos a dar vida y color , por lo que en manchas negruscas y en húmedos
jarrados, se mira la huella de las lágrimas de las lluvias que ahí han azotado largos años.
Hace muchos años, a fines del siglo XVIII, cuando la Iglesia estaba flamante, por esa puerta
salían con pasos sigilosos y rostros recatados, los viernes de cada mes los hermanos de la
"Cofradía de la buena Muerte". Entonando cánticos penitenciarios que en el silencio de la noche
se oían como rumor de apagado llegado de otro mundo y en cuyas estrofas se pedía paz y
gloria para el alma de los deudos muertos en pecado.
Poco tiempo después de la Independencia Mexicana, esta hermandad desapareció y con ella
la piadosa costumbre de llevar esperanza hasta más allá de la vida. Ahora abre de cuando en
cuando para que pase algún restaurador de edificios o algún curioso de las alturas que muestran
las torres; pero como ya no pasan bajo del Dintel los hermanos de la Cofradía de la Buena
Muerte, llevando sus haces de Flores, de esperanzas nunca marchitas, la puerta perdió su
carácter, pues ya no es como antes la salida de un cementerio de almas.
La Calle de la Muerte franquea la parroquia del lado norte, se llama así por el esqueleto que
existe esculpido sobre la puerta que dá acceso a la escalera que sube a las bóvedas y torres
de la Iglesia, esta calle tuerce a la derecha para reunirse con la Calle del Arco.
MITO: Taxco amenazado por el Cerro del Atachi
Sin duda alguna al conquistar los españoles la gran Tenochtitlán, creó sucesos notables no tan
solo en la capital, sino también en algunos pueblecillos humildes, como lo era en aquel tiempo
Tlachco, actualmente Taxco el Viejo, Cortés se dió cuenta que en el famoso mercado de
Tlatelolco, uno de los elementos que usaban los indios como moneda, tejos de estaño. Indago
sobre su procedencia, pues le interesaba el estaño para alearlo con el cobre y obtener el bronce,
con el que fabricaba sus cañones para reafirmar la conquista, supo que el estaño procedida de
Tlachco, motivo por el cual, los españoles fundaron el actual centro de población, habiendo
encontrado además, yacimientos de oro y plata, por lo que se trasladaron la población del
antiguo Tlachco al actual, ocurriendo la primera bonanza en 1542-1748 a 1757, periodo en que
se hizo su fabulosa fortuna el dinámico minero Don José de la Borda, quien construyera una de
las mas famosas Joyas de que se enorgullece Taxco, la Iglesia de Santa Prisca. Este es un
breve resumen de datos importantes de la Historia de Taxco.
Tal es el Incidente que a través de Generaciones se ha venido convirtiendo en una de las más
enigmáticas Leyendas de nuestro México, y en especial de Taxco Colonial.
Cuentan nuestros antepasados que Taxco siempre ha sido uno de los pueblos más religiosos,
pero nunca faltan individuos, que tal vez por falta de moral o por ignorar los principios religiosos,
ofenden a nuestro creador, quizás inducidos por el demonio, quien les promete bienestar y
riquezas en abundancia, y cuenta nuestra leyenda, que en un templo los taxqueños fueron
víctimas de esas tentaciones, dejándose arrastrar a tal grado, que dios, en castigo y para
desaparecerlos de este mundo, formó una gran tempestad en forma de nubarrones en forma
de una gran "culebra de agua", que amenazaba con estruendosa furia.
Al sentir el peligro, arrepentidos los habitantes se postraban, en la tierra haciendo cruces con
los brazos y dedos, pidiendo clemencia del cielo, mientras que un anciano cura, a petición de
los fieles, hacia uso de toda clase de reliquias para conjuntar tan escalofriante amenaza y
cuéntese que postrado en tierra, al igual que todos los habitantes, rezando pedía ha dios
misericordia, tomando unas tijeras cortó a la culebra en dos partes y que de inmediato se dejo
de ver lo azul claro del cielo mientras los extremos, entre nubes borrosas y aire huracanado,
caían las dos partes, de la mencionada culebra, habiendo caído la parte que comprende la
cabeza en el centro del cerro de Atachi, y que como todos saben, se encuentra en la parte
noroeste de la ciudad, dejando escapar a su vez, fuertes torrentes de agua que arrasaban todo
a su paso convirtiéndolo en escombros.
Al darse cuenta el anciano sacerdote de lo que había hecho la anterior proeza, vuelve a hacer
un acto de fé para enmendarla: de la pendiente de una roca brotaba el agua por un pequeño
hoyo, y no sin antes bendecir el lugar, cogió una para de metate que se encontraba en un lugar
mal puesta, para taparlo haciendo prometer a sus habitantes no volver a ofender a dios
impunemente y en caso de hacerlo, que la misma agua quitara dicho tapón para arrasar la
ciudad, con todas sus riquezas y habitantes.
La otra parte que comprende la cola, fue arrastrada y sepultada a su vez en el misterioso cerro
del gigante, ubicado frente a la cascada de Cacalotenango, (lugar donde nos cuenta la leyenda,
mora el diablo), localizándose en dicho cerro la roca en forma de silla, y que se denomina la
silla del diablo, y digo misterioso porque nos cuenta la tradición que nadie ha podido romper su
encanto y quien ha intentado profanarlo, ha sido víctima de su furor y, como en el caso de "los
gigantes enamorados", mujer y hombre respectivamente, que a petición de la mujer, el hombre
transportaría dicho cerro al lugar donde se encuentra la actualmente conocida "piedra
chifladora" habiendo llegado hasta el pie del Cerro que ahora lleva su nombre para cargárselo
y llevarlo al sitio mencionado, se dice que fue tentado en su fé por el diablo, quien lo hizo víctima
del encanto.
Desde la carretera Taxco-Ixcateopan, se puede ver el gigante al pie del cerro tratando de
cargárselo, y en la parte alta de dicho cerro, se nota claramente colocada la famosa silla del
diablo, así mismo cuenta la leyenda, que por las noches llora el gigante, dejándose escuchar
unos silbidos como de ultratumba, que le son contestados por su amada que también se
encuentra encantada en "la piedra chifladora" y que dichos chiflidos, no son mas que los
lamentos, o tal vez, alguna forma de comunicarse mutuamente.
En la actualidad, en la punta del cerro, un poco arriba de la "silla del diablo", los pobladores y
gente piadosa, colocaron una cruz efecto de protegerse y no ser víctimas del encanto, o que
algún día se lleguen a unir las dos partes de la antes referida culebra provocando la inundación
de Taxco.
Al parecer la población olvidó aquel incidente de antaño y volvió a cometer actos por los cuales
la naturaleza tuviese que responder, el 17 de septiembre de 1995 los vecinos del barrio del
Cerro del Atache sufrieron daños materiales con motivo de un gran deslizamiento de tierra
provocado por las interesas lluvias teniendo que intervenir autoridades municipales, estatales y
del centro nacional de desastres.
Con apoyo del Ejército Mexicano, los vecinos y personal de "Obras Públicas" se retiraron
escombros y volúmenes de tierra que pudieran ocasionar daños a mas vecinos. Podemos
concluir que "no hay quien al cielo escupa y en la cara no le caiga" mucho cuidado al hablar,
queridos lectores ya que Dios y la naturaleza siempre aguardan por nosotros.
La Flor de Cuetlaxochitl (Flor de Noche Buena)
Flor de Pascua
Cuenta la leyenda que en la época en que
los aztecas dominaban la mayor parte del país, en
el pueblo de Tlachco hubo una gran sublevación
por parte de la tribu de los chontales, que no
estaban dispuestos a pagar tributos al rey
Moctezuma.
Cuando el rey de los aztecas: Moctezuma tomaba un descanso por el pueblo de Tlachco (ahora
Taxco) que tenia fama entre los nombres aztecas por su clima único (hasta la fecha), el
emperador azteca encontró entre los cerros a esta hermosa flor que crecía como planta
silvestre, este la llevo a sus jardines botánicos de Huaxtepec (cerro de guajes hoy centro
vacacional de Oaxtepec entre Cuernavaca y Cuautla) donde se dedico a su cultivo.
MITO: De los Pajaritos
Las tradiciones ancestrales siempre han sido una fuente inagotable de hechos que a través de
los tiempos han venido sucediéndose y que las más de las veces la pluma de los historiadores
ha dejado en el marco oscuro del olvido a pesar de la importancia callada de los pueblos.
Cuenta la tradición que desde antes que surgiera en la mente de Don José de la Borda la
construcción de un templo dedicado a su adorada Santa Prisca, por esos días venturosos vivía
por las laderas de lo que hoy es la calle de los pajaritos, frente a la tienda del ISSSTE, una
virtuosa señora a quien todos los vecinos del lugar llamaban Tía Chonita que construyó como
Dios le dió a entender su humilde casita junto a un gran árbol que se encontraba en medio de
la exhuberante vegetación casi virgen en esos años. Curiosamente nadie sabía cuál era el
origen de esta señora, pues no tenía familia.
Estaba encorvada por los años de su edad, vivía siempre sola, su mirada era serena, su hablar
apacible. Toda ella inspiraba confianza para quienes tenían la dicha de tratarla muy de cerca,
poseía una atracción magnética desconocida. Todos los días salía a su patio que siempre
estaba bien barrido y limpio, cubierta su cabeza con un lienzo de color rojo púrpura y sus
enaguas eran blancas como la nieve de sus canas.
Sentada junto al majestuoso árbol esperaba diariamente el primer beso del alba ya que a esas
horas una inmensa parvada de hermosos pajarillos se posaba en las verdes frondas del
gigantesco árbol, entonando todos ellos una estruendosa serenata al compás del céfiro que los
mecía.
Terminadas sus canciones, unos pajaritos se posaban en la cabeza de la anciana, otros
revoloteaban en torno a ella y los demás le picaban los pies y las manos, ya que siempre los
esperaba con maíz picado, agua y otros alimentos más. Los acariciaba y les decía: "coman,
coman sin temor amiguitos míos". Todos obedecían y terminando volaban en diferentes
direcciones para volver a la caída de la tarde a entonar su acostumbrada serenata. Todo esto
extasiaba a tía Chonita, y le hacía pasar momentos de inagotable alegría. Volvían a comer y
luego se acurrucaban en las frondosas ramas del árbol disponiéndose a dormir.
Esto se repetía día con día, hasta que en uno de tantos, volvieron las avecillas para entonar
sus melodiosos trinos, pero de improviso callaron las canciones, se enmudeció el ambiente,
cerraron sus piquitos y su plumaje se crispó del cruel dolor. La ancianita había muerto, y su
cuerpo yacía inerte en el patio de su casa. Todos los pajarillos rápidos bajaron cubriendo con
sus alas el cadáver tratando de reanimarlo con el calor de sus tiernos cuerpecitos, pero el caso
era difícil. Tía Chonita estaba muerta. Muchos de ellos quedaron inmóviles sobre el cuerpo ya
sin vida. De otros rodaban lágrimas a torrentes y los demás con la tristeza reflejada en su
mirada, revoloteaban de un lugar a otro, torciendo sus lindos pezcuecitos en señal del
sentimiento que los embargaba. Después de largo rato, se formaron en lúgubre cortejo
llevándose a tía Chonita sobre sus alitas de múltiples colores y volaron, volaron a través de
infinito azul para nunca más volver. De ahí el nombre de los pajaritos.
Durante la conquista los españoles impusieron la religión católica a los pueblos indígenas
correspondiendo a los frailes dominicos catequizar a los naturales de Tlaltizapan, Telpancingo,
y Tecalpulco, que pertenecía al señorío de Zumpahuacán.
Después de vencer los obstáculos por la resistencia de los naturales, fueron bautizados con
nombres de los miles de santos que registra el calendario romano. Pero no sucedió así con los
pobladores de Zumpahuacán, cabecera del señorío y residencia de los pobladores indígenas
de la región, que se resistieron a aceptar la religión española y permanecieron fieles a sus
dioses.
Al enterarse de que los demás pueblos habían cambiado de religión, los sentenciaron a muerte.
Un mes antes de esta determinación los naturales de Tecalpulco recibieron la estatua del padre
Jesús, del tamaño de un hombre.
En eso, un indígena de Zumpahuacán, arriesgando su vida, avisó a sus hermanos de raza el
peligro que corrían; los indígenas católicos se postraron ante la estatua pidiéndole que los
alejara del peligro.
No faltó quien dijera que fue el padre Jesús, que vestido de indígena les avisó del peligro. Tras
una penosa travesía, llegaron al pueblo que hoy es Taxco el Viejo, el cual por carecer de agua,
abandonaron. Fue así como en el año de 1545, fundaron el nuevo Tecalpulco, hoy municipio
de Taxco.
Juan Ruiz de Alarcón nacido en la ciudad de Taxco, Guerrero, el año de 1581, Juan Ruiz
de Alarcón y Mendoza fue descendiente de una ilustre familia española, radicada en la Nueva
España. Sus padres fueron Pedro Ruiz de Alarcón, oriundo de la nobleza de Cuenca, y Leonor
de Mendoza, emparentada con la poderosa familia de los Mendoza. Realizó sus estudios de
jurisprudencia en la Real y Pontificia Universidad de la ciudad de México, y en 1600 viajó a
España para graduarse dos años después como bachiller de cánones, en la Universidad de
Salamanca.
Cursó estudios de abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a
comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la
Universidad de Salamanca. Trabajó un tiempo como abogado en Sevilla (1606) y regresó a
México a terminar sus estudios de leyes en 1608, en el mismo barco en que iba Mateo Alemán.
Se graduó en México y opositó sin fruto a varias cátedras.
En 1614 volvió de nuevo a España donde trabajó como relator interino del Consejo de Indias y
se dedicó a la producción literaria. Fue amigo, y tal vez colaborador, de Tirso de Molina. Era
una persona deforme: contrahecho, jorobado de pecho y espalda; pelirrojo y barbitaheño (lo
que era un baldón en una época en que se suponía que Judas lo había sido), aparte de ser de
muy baja estatura, lo cual le hizo blanco de numerosas burlas y críticas de escritores
contemporáneos como Francisco de Quevedo (quien le llamó "Corcovilla"), Félix Lope de Vega
y Pedro Calderón de la Barca. Al morir gozaba de una posición económica desahogada.
Ejerció su profesión en la ciudad española de Sevilla y en 1608 regresó a la Nueva España
donde retomó sus truncos estudios para graduarse como licenciado en leyes. Años después,
en 1614, se estableció de nuevo en España, en la ciudad de Madrid, donde se dedicó a la
actividad literaria. Durante algún tiempo se desempeñó como relator interino del Consejo de
Indias y en 1633 alcanzó la propiedad del puesto.
El constante y engañoso devenir del tiempo marcaba en su tormentosa carrera el día fatídico
19 de enero de 1984 sonando la tétrica campana que pusiera fin a la existencia de la señora
Margarita Made viuda de Wolbretch de Juan Eduardo y Elizabeth de los mismos apellidos de
73, 47 y 37 años respectivamente pactaron conjuntamente el triple y diabólico suicidio familiar
que se llevo a efecto en esta bella y colonial ciudad de Taxco de Alarcón en la céntrica "Casa
del Verdugo", marcada con el número 3 de la hoy Calle Real de Cuauhtémoc, crecía día a día,
hora tras hora y minuto tras minuto la ebullición fantasmal de esas mentes embrutecidas y
enloquecidas al llegar al mas allá.
La erupción de ese desquiciado volcán pletórico de demencia abrió su cráter cubriendo de
sombras y cenizas a un hogar aparentemente feliz cobijado bajo el manto de una opulencia
pasajera y quimérica encubada en la trastornada mente de Juan Eduardo.
Finalmente estalló la tormenta cerrándose le circulo rojo del suicidio, dejando un triste recuerdo
enmarcando en el cerebro de sanas mentalidades. Los barbitúricos, gas, carbónico y revolver
calibre 38 fueron los elementos que se confabularon para cumplir lo que tanto ansiaban los
multicitados suicidas de pasar los umbrales de ultratumba dejando su fabulosa fortuna a Emmy,
única hija y hermana que se libro de tan horrenda decisión.
Hubo otras personas agraciadas por la diosa fortuna, sus fieles servidores y al médico familiar
le entregaron una carta póstuma que se encontró debajo de la cama de Juan Eduardo, cuentan
las gentes de lengua sin hueso, que en las noches obscuras se ven en el fondo de esa casa
macabra dos siluetas humanas abrazadas al cuerpo de un anciana y bella mujer con los ojos
alzados al cielo en actitud beatifica para alcanzar el perdón de su acto suicida.
¿Quieren pasar ustedes por ese espantoso lugar en las noches sin luz? quizá sea una de las
afortunadas en ver ese triste y triple suicidio que perdurará en la mente del que lea este relato,
su cuerpo se crispara de terror y pueda quedar en el mismo lugar, la única herencia del médico
familiar es la siguiente carta póstuma.
MITO DE LA ZARZAMORA
Todos dicen que era hermosa. El sol de la mañana iluminaba su cuerpo, cuando desde el
cerro del Atachi bajaba por el agua cristalina hasta la fuente de la Plaza de Acayotla. Era
quizá la elegida por los Dioses para sus servicios, tal vez. Siempre que se le veía contenta,
fragante y plena de alegría, la maldad no había entrado a su corazón, todos se admiraban de
que siendo tan moza y bonita no hubiera aceptado el cariño de los que la cortejaban.
El pueblo de Taxco, que siempre ha tenido una temperatura de privilegio, por las montañas
que lo circundan propias para el amor y la acaecida, una noche en que la tormenta se desató
furiosa; un rayo fulminó corpulentos árboles y desgajó los peñascos del Huixteco. El agua
arrojada por las nubes y por la suprema voluntad del Dios Tlaloc. Inundaba las cañadas de
Chacoalco. La mulata y Casallas, caían por las cortaduras de las peñas, cascadas de agua
que llenaban de pavor al pueblo que clamaba misericordia.
¿Qué había sido de la "Doncella"? que vivía en aquella casita risueña del Atachi, en medio de
la noche, en medio del estruendo del agua y del rayo, cuando el Teponaxtli y el Huehuetl
sonaban pronunciando el peligro, pidiendo clemencia a esta furia. Las gentes reunidas en el
Teocalli hacían oración, conjurando aquella tromba. De las chozas salían lamentos y lágrimas
de terror, que se fundían con el agua, que de los cielos caía en interminables cataratas.
Un rayo tronó en las montañas y desgajo gran parte de ellas, espacialmente de Chacoalco,
donde brota el agua potable que hoy súrte a la población. El eco se repitió por muchos
momentos; el cielo se tiñó como de sangre, calmó como encanto el viento, y poco a poco la
tranquilidad y el silencio invadió montañas y poblado. Sólo en la casita de la princesa
"Cuayautital" esperaban inútilmente su regreso , ya que había partido de ahí, antes de
principiar la tormenta, y al fin no regresó.
A la mañana siguiente salieron en su busca, hasta llegar a los veneros de Chacoalco; una
nueva maleza no conocida, ocultaba el agua cristalina, los peñascos habían cambiado de
forma y al agua antes clara, era color de sangre. ¿Quién había hecho aquella transformación?
En el fondo de la cueva. Donde brota el agua clara. Estaba el cuerpo de la princesa
Cuayautital, cubierta de preciosas flores y helechos silvestres, que perfumaban el ambiente
como hálito de Dioses, ella estaba muerta, pero más parecía que estaba dormida.
Su cuerpo no pudieron llevarlo de aquel lugar, porque de él brotaba la extraña planta que
había nacido de la noche a la mañana, y de sus tallos salían agudas espinas. Hicieron fiestas
con danzas rituales, se ofrendaron flores y frutos, pero a la mañana siguiente aquel cuerpo
hermoso había desaparecido, quedando solamente la planta que de él brotaba llevando por
savia su sangre, esta se extendía por entre los barrancos ofreciendo sus frutos color de
granate y que hoy conocemos con el nombre de la "Zarzamora".
Todos dicen que era hermosa. El sol de la mañana besaba orgulloso su cuerpo, era quizá la
elegida de los Dioses que en medio de una tormenta, la arrebataron para llevarla a sus
servicios en los infinitos cielos. Quizá sólo dejó como recuerdo de su paso por la Tierra, una
planta que lleva en su fruto su sangre y la tomamos como vino.
La piedra de ese tormento se mantiene como fiel testigo en el Museo de Arte Virreinal de
Taxco.
Concluido el tormento, la víctima era conducida a una fosa, sin gloria ni pompas de la
época, porque la enfrenta la infidelidad, así tenia que ser cobrada, quedaban esposo e
hijos solos, el tiempo lo borraba todo y el tiempo seguía su veloz carrera el hallazgo de
varias osamentas confirmaban este hecho.
La piedra de ese tormento se mantiene como fiel testigo en el Museo de Arte Sacro
Virreinal de Taxco. Esta es la leyenda de las estacadas y la piedra del mismo nombre se
conserva como un instrumento de suplicio de aquella época y no como joya de gratos
recuerdos.
Mito: La Cruz de la Calle del Arco
La creencia católica le ha dado otros comentarios muy divergentes a su primitivo origen, pero
lo más acertado es la relatado en esta leyenda, porque antes de que los callejones de Taxco
fueran trazados, se encontró bajo los frondosos árboles de ese lugar, acariada por las verdes
sensitivas y abrazada por los bejucos, una cruz de madera, carcomida y apolillada por el
transcurso de los años. La cruz de Rodrigo.
La Calle del Arco franquea la Parroquia de Santa Prisca del lado sur, se llamaba así por el
arco que forma nuestra Parroquia (justo arriba de donde se localiza la Cruz de cantera rosa),
esta calle tuerce a la izquierda para reunirse con la Calle Celso Muñoz (antes: Calle de la
Muerte).
- esos son puros chismes de las viejas que ya no quieren que venga uno a distraerse con
nuestros mezcalitos, nos quieren tener temprano en las casas, no hagan caso de esas
tonterías .
Acto seguido don José después de echarse su mezcal decidió salir del lugar, atravesando parte
del pueblo que por cierto carecía un poco o un mucho de alumbrado público, así que solo veía
lo empedrado de la calle por el reflejo de la luna que aún se puede contemplar en todo su
esplendor en el cielo despejado de muchos de los pueblos del Estado de Guerrero.
De pronto escuchó un ruido como un leve quejido, pensó que tal vez se trataba de una gata en
celo, y no hizo mucho caso así que continuó su camino, a solo unos pasos volvió a escuchar
ahora más nitidamente el mismo ruido pero está vez pudo escuchar claramente un llanto como
de un bebé... prestó atención para observar de donde provenía el llanto hasta que descubrió
que a un lado de una vieja casa abandonada se encontraba un bulto que se movía... se acercó
cautelosamente hasta que descubrió que en el interior de una cobija se encontraba un bebé
llorando.
- Desgraciada y mil veces maldita la mujer que te abandonó chamaco, tu que culpa tienes
dijo don José maldiciendo a la mujer que él pensaba había abandonado a la criatura.
Decidió tomarlo entre sus brazos y llevarlo a su casa en lo que resolvía el misterio de los
progenitores del bebé que no paraba de llorar, de tal modo emprendió el camino rumbo a su
casa, poco a poco el bebé fue controlando su llanto, pero mientras don José avanzaba sentía
mas y mas pesado el bulto del bebé que llevaba en sus brazos.
Llegó un momento en que decidió detener su paso pues el bulto del bebé era demasiado
pesado, así que abriendo la cobija del bebé que llevaba en sus brazos para ver su carita antes
de que él pudiera decir algo, el bebé exclamó: "PAPI, MIRA MIS DIENTITOS"... don José
horrorizado al ver esos ojos rojos como carbones encendidos y esos largos colmillos que salían
de la boca del bebé, aventó al niño y corrió sin rumbo fijo.. muchos dicen que don José se quedó
loco y perdió la cordura para siempre.. otros dicen que llegó asustado a su casa contándole lo
anterior a su mujer, después de eso permaneció con fiebres altisimas durante tres días seguidos
hasta que murió... nadie sabe lo que paso.. solo que efectivamente se cumplió lo que Don José
le dijo a sus amigos en la cantina que a él "El diablo le pelaba los dientes"...