Principios Metafísicos Del Derecho PDF

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PRINCIPIOS METAFISICOS

DEL DERECHO.
Es propiedad de Ion editores

IMPRENTA DE JOSÉ MARÍA I'EREZ, CORREDERA RAJA, 27.


PRINCIPIOS METAFÍSICOS

DEL DERECHO

POE KANT.

TRADUCCION DE

G. LIZARRAGA,

Abogado del Ilustre Colegio de esta cfirt?, etc., etc.

ADMINISTRACION:
LIBRERÍA DE VICTORIANO SÜAREZ , JACOMETREZO, 72.
MADRID:—1873. .
PRÓLOGO.

Despues de la crítica de la razon práctica debía


seguir el sistema de esta misma razon, ó la Metafí
sica de las costumbres. Este sistema se divide en
principios metafísicos de la ciencia del derecho y
en principios metafísicos de la ciencia de la moral
(como simetría y complemento de los principios me
tafísicos de la Física ya publicados). La siguiente
introduccion expone la forma sistemática de estas
dos clases de principios, y la hace en parte sensi
ble á la vista.
La ciencia del derecho, como primera parte de
la ciencia de las costumbres, y de la cual quisiéra
mos dar aquí un sistema racional, es lo que puede
llamarse la Metafísica del derecho. Pero como la
nocion de derecho, en cuanto nocion pura, tiene
sin embargo por base la práctica ó la aplicacion á
los casos que se presentan en la experiencia, y por
tanto un Sistema meta/isico del derecho debe te
ner en cuenta la diversidad empírica de todos los
casos posibles para hacer una division completa (lo
cual es de rigor para la formacion de un sistema de

<fcJ ¿7/
6 PRÓLOGO.
la razon); y como por otro lado, la division per
fecta de lo empirico es imposible, y aun cuando se
la intentara, siquiera sea aproximadamente, las no
ciones de los diferentes caaos posibles de la expe
riencia no podrían formar parte esencial del siste
ma (no se relacionarían con él más que á manera
de ejemplos y de observaciones): el título de Prin
cipios metafísicos del derecho, es pues, el único
conveniente para la primera parte de la metafísica
de las costumbres. En efecto, en la aplicacion á los
diferentes casos no puede haber sistema propia
mente hablando, sino únicamente aproximacion
sistemática. Seguiremos, pues, aquí la misma mar
cha que en la exposicion de los Principios metafísi
cos de la física; es decir, que el derecho, que es la
materia del sistema bosquejado á priori, formará
el texto, y que los derechos ó las cuestiones de de-
"recho que presentan los diferentes casos de la ex
periencia, serán la materia de observaciones ex
tensas; de otro modo no seria fácil distinguir aquí
lo que constituye la metafísica del derecho de lo
que forma su parte experimental ó práctica.
La mejor manera de evitar la frecuente censura
de oscuridad, y aun de aquella oscuridad calculada
que afecta un aire de profundidad, y de remediar
la falta de claridad en la exposicion filosófica, será
imponerme como ley lo que el célebre Gfarve reco
mienda á todo escritor, y más particularmente al
que filosofa; y por mi parte no pongo más condicio
nes para obedecer, que las que reclame la natura
leza de una ciencia que hay que rehacer ó extender.
Este sábio distinguido quería con razon (en sus
PRÓLOGO.
Misceláneas, pág. 352 y siguientes) que toda doc
trina filosófica se pusiera al alcance del pueblo; es
decir, que su exposicion se hiciera de una manera
bastante expresiva para que pudiera circular por
todas las clases de la sociedad, bajo pena para el
escritor de ser tachado de oscuridad en sus con
cepciones. Todo esto lo admito sin dificultad, ex
cepto si se trata del sistema de una crítica de la ra
zon misma, y de todo lo que no puede conocerse
más que por medio de esta crítica; porque enton
ces se trata de distinguir en nuestro conocimiento
lo sensible y lo no sensible, pero un no sensible
que es sin embargo de la competencia de la razon.
Lo no sensible ó hiperfísico nunca puede ser po
pular, como ninguna metafísica formal en general,
aunque los resultados de esta especie de metafísica
puedan demostrarse con toda claridad á una razon
sana, á un metafísico sin saberlo. En tales casos
hay que renunciar á ser entendido por todo el mun
do y hasta al lenguaje popular. Hay necesidad por
el contrario de ceñirse á la precision del lenguaje
de la escuela (porque la escuela tiene tambien su
lenguaje), aun á riesgo de ser acusado de pedante.
Para una razon que no puede perder el tiempo, es
el único medio de darse á entender.
Pero si algunos pedantes hablan al público (en
cátedras ó en escritos populares), un lenguaje téc
nico que solo conviene á la escuela, el filósofo crí
tico no es responsable, como no lo es el gramático
de las oscuras sutilezas de un purista sin gusto
[logodadalus). El ridículo recae aquí sobre el hom
bre y no sobre la ciencia.
8 PRÓLOGO.
Hay una especie de pretension impropia, de
amor propio excesivo, que hasta puede parecer in
juriosa á aquellos que aún no han abandonado sus
antiguos sistemas, en decir: «Que antes de la apa
ricion de la filosofía crítica, no había filosofía.»
Para poder decidir sobre esta pretension, hay que
resolver préviamente la cuestion siguiente: iEs
postóle rigorosamente que haya más que una filo-
sofial No solamente ha habido diferentes maneras
de filosofar, de elevarse á los primeros principios
de la razon, de edificar un sistema sobre estos prin
cipios más ó ménos felizmente, sino que hasta era
necesario que taviera lugar un gran número de
tentativas de esta especie, porque cada una de ellas
ha tenido su utilidad propia. Sin embargo, como
la razon humana considerada en sí, es esencial
mente una, no puede suceder que haya más que
una filosofía; es decir, que no hay más que un sis
tema racional posible segun principios, sean cua
lesquiera la diversidad y la frecuente oposicion
que hayan podido existir sobre un solo y mismo
punto/ Así el moralista dice con razon: No hay
más que una virtud, no hay más que una moral,
es decir, un solo sistema que reuna en un solo
principio todos los deberes morales; el químico: No
hay más que una Química (la de Lavoisier); el mé
dico: No hay más que un solo principio para el sis
tema ó la clasificacion de las enfermedades (el de
Brown); y todo esto sin querer rebajar en nada el
mérito de los otros moralistas, químicos y médicos,
aun cuando el sistema nuevo excluya todos los de
más. En efecto, sin los autores de estos diferentes
PRÓLOGO. 0
sistemas y sin sus infructuosas tentativas, no hu
biéramos llegado á esta unidad del principio ver
dadero de toda la filosofía reducida de este modo &
sistema.
Si, pues, la filosofía crítica se anuncia como no
precedida por ninguna filosofía, no hace en ello
más que lo que han hecho, harán y deben hacer
todos los que tracen un plan propio de filosofía.
Una censura ménos grave, pero que no es indi
ferente, seria la que consistiera en pretender que
la parte más original de esta filosofía, no lo es sin
embargo, y que puede reconocérsela tal vez en otra
filosofía ó matemática. Tal es el descubrimiento que
pretende haber hecho un crítico de Tubinga. Apo
ya su aserto en una definicion de la filosofía en
general, que el autor de la crítica de la razon pura
presenta como suya, dándole bastante importan
cia. Ahora esta definicion, dicen, ha sido dada hace
ya bastantes años por otro autor, y casi en los
mismos términos. (1) Juzgue el lector si las pala
bras intelleclualis qucedam constructio han podido
hacer nacer el pensamiento de la exposicion de
una nocion en una intuicion d priori, que distin
gue claramente y á primera vista la filosofía de las
matemáticas. Estoy seguro de que Hausen mismo
no aceptaría esta explicacion de sus palabras; por
que la posibilidad de una intuicion á priori, la po -

(1) Porro de aclmli consti uctione hicnon quwritur cum nepostin t


quidem sensibilet figurw ad rigorem defimtionem effingi; sed requiri-
tur cognitio corum quibns absolvitur formalio, qum inielectnalis
quwdam constructio est. C. A. Hausea, Elem. Mnth3sP. 1. p. 8j
á im
40 PRÓLOGO.
sibilidad de que el espacio sea una intuicion de
esta especie, más bien que la simple juxtaposicion
mutua de una diversidad dada una fuera de otra á
la intuicion empírica ó en percepcion (como la define
Wolf), le hubiera arredrado, porque se hubiera vis
to arrastrado á cuestiones filosóficas que le hubie-
rau separado considerablemente de su objeto. La
exposicion hecha en cierto modo por el entendi
miento, no significa para el hábil matemático más
que la indicacion (sensible) de una linea, corres
pondiente á una nocion, indicacion real (ó trazado)
en la cual no se atiende más que á laregla, prescin
diendo mentalmente de las desviaciones inevitables
en la ejecucion. Esto mismo se puede observar en
geometría en la construccion de las figuras iguales.
Pero lo que importa ménos que todo lo demás,
respecto al espíritu de esta filosofía, es el desórden
escitado por algunos de los que la han adoptado:
en lugar de limitar á la critica de la razon pura el
uso de una terminología que le es propia, y que
difícilmente podría reemplazarse por otra, aunque
estuviera más en uso, se sirven de ella fuera de
esta crítica y en el comercio ordinario del pensa
miento. Doble falta que merecía ciertamente ser
reprimida, como lo ha hecho M. Nicolai, aun cuan
do este escritor manifiesta que no sabe si conven
dría proscribir toda esta terminología especial»
hasta en el dominio propio de la ciencia, so pretex
to de que no sirve más que para disfrazar la caren
cia de pensamiento. —Sin embargo, el ridículo al
canza con más justicia al pedante impopular que
al ignorante sin crítica.
PRÓLOGO. U
En efecto, el metafísico, que se aferra tercamen
te á su sistema sin cuidarse de ninguna crítica,
puede ser clasificado en esta última categoría, aun
que desconozca por su propia voluntad la modifi
cacion á que se opone, en razon á que esta nove
dad está fuera de su antigua escuela. Pero sí, co
mo lo dice Shaftsbury, es una prueba que no debe
desdeñarse para la verdad de una doctrina nueva,
sobre todo de una doctrina moral, la de resistir al
ridículo, era forzoso al fin que llegase al filósofo
crítico la ocasion de burlarse á su vez, y aun con
más razon, al ver arruinarse unos tras otros loa
vanos sistemas de los que por algun tiempo han
temido esta gran palabra, desapareciendo sus sec
tarios: destino que les aguarda inevitablemente.
Hácia el fin de la obra he trabajado algunas
secciones con ménos detalle del que hubiera podido
esperarse comparándolas con las precedentes, ya
porque me haya parecido que podían deducirse fá
cilmente de estas, ya tambien porque las últimas
(que se refieren al derecho público) son hoy asunto
de muchas discusiones, y son, sin embargo, tan im
portantes, que puede justificarse el aplazamiento
de un juicio decisivo.
INTRODUCCION
Á LA METAFISICA DE LAS COSTUMBRES.

I.

De la relacion de las facultades del alma con las


leyes morales.

El deseo es la facultad de ser causa de los obje


tos de nuestras representaciones por medio de es
tas representaciones mismas. La facullad que posee
un ser de obrar segun sus representaciones se lla
ma la vida.
En primer lugar, el deseo ó la aversion va
acompañado siempre de placer ó de disgusto, dos
cosas cuja capacidad en el hombre se llama senti
miento. Pero el placer ó el disgusto no vá siempre
acompañado de deseo ó de aversion (porque puede
haber placer sin deseo del objeto), sino de la sim
ple representacion del objeto, sea que este exista
ó no.
En segundo lugar, el placer ó el disgusto con
ocasion de un objeto deseado no precede siempre
INTRODUCCION. 13
al deseo ó aversioD, y no debe siempre considerár
sele como causa de estos, porque tambien puede
ser su efecto.
Pero se llama sentimiento la capacidad de ex
perimentar placer ó disgusto con la idea de una
cosa, en razon á que estos dos estados no contie
nen más que lo subjetivo puro en su relacion con
nuestra representacion, y de ningun modo una re
lacion á un objeto que se trate de conocer; (1) ni
aun una relacion al conocimiento de nuestro esta
do: porque una sensacion, una simple sensacion,
además de que contiene la cualidad que le es inhe
rente por la naturaleza del sujeto, por ejemplo, la
cualidad de lo rojo, de lo dulce, etc., es además
traída como elemento de conocimiento á un obje
to, mientras que el placer ó el disgusto, con oca
sion de lo rojo ó de lo dulce, no expresa absoluta
mente nada de objetivo, sino simplemente una re
lacion al sujeto. El placer y la pena no pueden ex-

(1) Se puede en general definir la sensibilidad: lo subjetivo de


nuestros representaciones, porque el entendimiento refiere primi
tivamente las representaciones á un objeto, es decir que no piensa
una cosa sino por su medio. Ahora lo subjetivo de nuestras repre
sentaciones puede ser de tal clase que pueda tambien referirse á un
objeto pira conocerle (en cuanto a la forma ó en cuanto á la mate
ria; en el primer caso se le llama intuicion pura, en el segundo sen
sacion;; y entonces la sensibilidad, como capacidad de tener repre
sentaciones pensadas, es el sentido. O bien lo subjetivo de las re
presentaciones no puede constituir ningun elemento del conocimien
to, porque no contiene más que la simple relacion al sujeto, sin nada
que pue ia servir para el conocimiento del objeto; y en este caso la
capacidad representativa se llama sentimiento. El sentimiento com
prende el efecto de la representacion (sensible ó intelectual) sobre
el sujeto, y pertenece á la sensibilidad, aunque la representacion
misma no puede pertenecer mas que al entendimiento ó á la razon.
44 INTRODUCCION.
plicarse más claramente en sí mismos, precisamente
por esta razon; no es posible nunca más que indi
car sus consecuencias en ciertas situaciones, para
hacerlos conocer en la práctica.
Se puede llamar placer práctico á aquel que
está inseparablemente unido al deseo del objeto,
cuya representacion afecta el sentimiento; siendo
indiferente por lo demás que este placer sea el
efecto ó la causa del deseo. Se podría, por el con
trario, llamar placer puramente contemplativo 6
placer inactivo, á aquel que no va necesariamente
unido al deseo del objeto, que no tiene por consi
guiente su razon en la existencia del objeto de la
representacion, sino que se refiere á la simple re
presentacion de este objeto. Esta última especie de
sentimiento se llama gusto. No habrá que ocupar
se, pues, de él en una filosofía práctica más que
accidentalmente, y no como de una nocion que
forme naturalmente parte del asunto. En cuanto al
placer práctico, la determinacion de la facultad
apetitiva, que necesariamente debe ir precedida
por este placer como causa, se llamará apetito; y el
apetito habitual, inclinacion. Y, como la union del
placer y de la facultad apetitiva, en cuanto el en
tendimiento juzga esta union valedera, segun una
regla general (pero en todo caso solamente para el
sujeto), se llama interés, el placer práctico es en
este caso -un interés de la inclinacion. Por el con
trario, cuando el placer no puede venir más que
despues de una determinacion anterior de la facul
tad apetitiva, es un placer intelectual, y el interés
que se manifiesta hácia el objeto, debe llamarse un
INTRODUCCION. 45
interés de razon; porque, si el interés fuera sensual,
en lugar de fundarse en principios racionales pu
ros, la sensacion debería poder unirse al placer y
determinar así la facultad apetitiva. Aunque no sea
posible admitir ningun interés de inclinacion en
todo lo que se refiere á un interés racional puro,
podemos, sin embargo, para conformarnos con el
lenguaje ordinario, conceder á una inclinacion,
aun á la que no puede tener por objeto más que un
placer intelectual, un deseo habitual que resulte de
un interés racional puro; entonces esta' inclinacion
no seria la causa, sino el efecto de este último in
terés, y podria llamarse inclinacion intelectual
(propensio intellectualis).
Hay que distinguir además la concupiscencia del
deseo mismo, del cual es como el estimulante. La
concupiscencia es una determinacion sensible del
alma, pero no convertida aún en un acto de la fa
cultad apetitiva.
La facultad apetitiva, segun nociones, en cuan
to su principio de determinacion se encuentra en
sí misma y no en el objeto, se llama la facultad
de hacer ó de no hacer á discrecion; en cuanto va
unida á la conciencia de la facultad de obrar «para
producir el objeto, se llama arbitrio. Pero, si no
va unida á esta conciencia, su acto no es mas que
un voto, una aspiracion. La facultad apetitiva, cuyo
principio de determinacion interna, y por consi
guiente hasta el consentimiento, se encuentra en
la razon del sujeto, se llama la voluntad. La vo
luntad es, pues, la facultad apetitiva considerada
ménos con relacion á la accion (como el arbitrio)
46 INTRODUCCION.
que con relacion al principio que determina el ar
bitrio á la accion; no va precedida de ningun
principio de determinacion; por el contrario es,
puesto que puede determinar al arbitrio, la razon
práctica misma.
La voluntad puede comprender el arbitrio, así
como el simple deseo, entendiendo por esto que la
razon puede determinar en general la facultad ape
titiva. El arbitrio que puede ser determinado por
razon pura se llama libre arbitrio. El arbitrio que
no es determinable más que por inclinacion (mó
vil sensible, stimulus) es un arbitrio animal (ar-
bitrium brulum). El arbitrio humano, por el con
trario, es tal que puede ser afectado por móviles,
pero no determinado, y no es por consiguien
te puramente por sí (sin hábito adquirido de la
razon): puede, sin embargo, ser determinado á la
accion por una voluntad pura. La libertad del ar
bitrio es esta independencia de todo impulso sensi
ble en cuanto á su determinacion', tal es la no -
cion negativa de la libertad. La nocion positiva
puede definirse: la facultad de la razon pura de ser
práctica por sí misma; lo cual no es posible más
que por la sumision de las máximas de toda accion
á la condicion de poder servir de ley general. Por
que, como razon pura aplicada al arbitrio sin te
ner en cuenta el objeto de este arbitrio, la razon
práctica en su cualidad de facultad de los princi
pios (y aquí de los principios prácticos, por consi
guiente como facultad legislativa), y en ausencia
de la materia de la ley, la razon práctica, decimos,
no puede hacer más que erigir en ley suprema, y
INTItODUCGlbiN.
en principio de determinacion del arbitrio, la for
ma de la propiedad que poseen las máximas del ar
bitrio mismo de llegar á ser una ley general, y
prescribir esta ley como imperativo absoluto, pues
to que las máximas del hombre, consideradas en
la causa subjetiva, no se encuentran por sí mismas
en armonia con las leyes objetivas.
Estas leyes de la libertad se llaman morales,
para distinguirlas de las leyes naturales ó físi
cas. Cuando no se refieren más que á acciones
externas y á su legitimidad, se las llama jurí
dicas. Pero, si además exigen que las leyes mismas
sean los principios determinantes de la accion,
entonces se llaman éticas en la acepcion más
propia de la palabra. Y entonces se dice que la sim
ple conformidad de la accion externa con las leyes
jurídicas constituye su legalidad; su conformidad
con las leyes morales es su moralidad. La libertad,
á que se refieren las leyes jurídicas, no puede ser
más que la libertad en la práctica externa; pero
aquella á que se refieren las segundas, debe ser la
libertad en el ejercicio exterior é interior del arbi
trio, cuando está determinado por las leyes racio
nales. Se dice, pues, en la filosofía teórica: en el
espacio están solamente los objetos de los sentidos
externos, pero en el tiempo están todos los objetos,
los de los sentidos y los del sentimiento. La razon
es que las representaciones de estas dos clases de
objetos son siempre representaciones, y como ta
les pertenecen ambas al sentido íntimo. Así como
se puede considerar la libertad en el ejercicio, ya
interno ya externo del arbitrio, del mismo modo
2
48 INTRODUCCION.
sus leyes, como leyes prácticas puras de la razon
para el libre arbitrio en general, deben al mismo
tiempo ser los principios de sus determinaciones
interiores, aunque no siempre sean consideradas
bajo este punto de vista.

II.

De la idea y de la necesidad de una metafísica de


las costumbres.

Se ha demostrado en otra parte que hay que


sentar principios á priori para la física que no
se ocupa más que de objetos exteriores; que es
posible y necesario empezar por establecer un sis
tema de estos principios bajo el ndmbre de meta
física de la ciencia de la naturaleza, antes de pro
ceder á las experiencias particulares; es decir, á
la física. Pero la física puede (al ménos cuando
se trata de defender su tésis del error), admi
tir como generales varios principios, mediante el
testimonio de la experiencia, aun cuando este
testimonio no pueda en rigor tener valor general
sino á condicion de derivarse de principios á prio
ri. Así es como Newton aceptó el principio de la
igualdad de la accion y de la reaccion en la in
fluencia reciproca de los cuerpos, como fundada en
la experiencia, y' la extendió, sin embargo, á toda
la naturaleza material. Los químicos van todavía más
lejos, y fundan sus leyes más generales de la com
posicion y descomposicion de la materia en virtud
de fuerzas propias de los cuerpos en la sola expe
INTRODUCCION'. 49
riencia. Tienen, sin embargo, una confianza tan
completa en la generalizacion y en su necesidad,
que no temen que pueda descubrirse un solo error
en los experimentos que ejecutan con arreglo á
ellas.
Pero no sucede lo mismo con las leyes morales;
estas no tienen fuerza de leyes sino en cuanto pue
den ser consideradas como fundadas ápriori y ne
cesariamente. Hay más; y es que las nociones y
los juicios sobre nosotros mismos y sobre nuestras
acciones ú omisiones, no tienen significacion mo
ral, cuando no contienen más que lo que puede ad
quirirse por la simple experiencia: y, si acaso se
tratara de convertir en principios morales alguna
cosa que procediera de este último origen, habría
riesgo de caer en los errores más groseros y más
perniciosos.
Si la moral no fuera más que la ciencia de la
felicidad, sería absurdo buscar su utilidad seguu
principios ápriori. En efecto, por evidente que pu
diera parecer el poder que tuviera la razon de per
cibir, anticipándose á la experiencia, por qué me
dios se puede llegar al goce sóiido de los placeres
de la vida, sin embargo, todo lo que se enseñe á
priori sobre este punto, debe ser considerado ó
como tautológico, ó como desprovisto de todo fun
damento. La experiencia solamente puede enseñar
nos lo que nos proporciona placer y satisfaccion.
La tendencia natural hácia los alimentos, hacia el
sexo, hácia el descanso, hácia el movimiento, y
(en el desarrollo de nuestra naturaleza intelectual)
el móvil del honor, de la extension de nuestros co
20 INTRODUCCION.
nocimientos, etc., pueden hacernos conocer en qué
debe hacer consistir el placer cada uno, segun su
gusto particular; y el placer mismo puede tambien
enseñar la manera como debe ser buscado: toda
apariencia de razonamiento á priori en esto no es,
en principio más que la experiencia generalizada
por la induccion. Y esta generalizacion [secundum
principia generalia, non universalia) es por otra
parte tan difícil en esta materia, que no se puede
ménos de conceder á cada uno una infinidad de ex
cepciones, á fin de dejar escojer libremente un gé
nero de vida conforme á las inclinaciones particu
lares y á los apetitos para el placer, y por último,
para que cada uno aprenda á vivir a su costa ó á la
de otros.
Pero no sucede lo mismo con los preceptos de
la moral. Estos obligan á todos, sin tener en cuenta
las inclinaciones, y simplemente por la razon de
que todo bombre es libre y está dotado de una ra
zon prá6tica. El conocimiento de las leyes morales
no se ha obtenido por la observacion de sí mismo
6 de la animalidad en nosotros; tampoco se ha to
mado de la observacion del mundo, de lo que se
hace y de cómo se hace (aun cuando la palabra ale
mana Sitien, lo mismo que la latina mores, no
significa más que las maneras y modo de vivir): al
contrario, la razon prescribe la manera cómo se
debe obrar, áun cuando nadie hubiese obrado así.
Tampoco se cuida de la utilidad que nuestras ac
ciones puedan reportarnos , y que solo por expe
riencia podemos conocer; porque, áun permitiéndo
nos buscar nuestro bien de todas las maneras po-
INTRODUCCION. 21
áibles, y áun cuando, apoyándose en los testimo
nios de la experiencia, pueda verosímilmente pro
meter mayores ventajas definitivas al que se
conforme con sus preceptos, sobre todo con pru
dencia, que al que los infrinja, sin embargo, la au
toridad de sus mandamientos como preceptos no se
funda en esto; usa de este móvil (como de conse
jos), y únicamente para contrarrestar las seduccio
nes exteriores, para corregir en el juicio práctico el
vicio de un equilibrio parcial, y por último, para
asegurar á este juicio un resultado conforme á la
importancia de los principios ápriori de una razon
práctica pura.
Si, pues, un sistema del conocimiento a priori
por simples nociones se llama metafísica, en este
caso una filosofía práctica que tiene por objeto,
no la naturaleza, sino la libertad del arbitrio, su
pondrá, y áun exigirá una metafísica de las costum
bres. Es decir, que hasta es obligatorio tener este
metafísica, y que todo hombre la posee, aunque or
dinariamente de una manera vaga, y por decirlo
así, inconsciente. En efecto; ¿cómo podría creer
sin principios á priori que lleva dentro de sí una
legislacion universal? Pero, asi como debe tambien
haber en una metafísica de la naturaleza reglas
para la aplicacion de los principios generales más
elevados, relativos á una naturaleza en general, á
los objetos de la experiencia, debe haber tambien
una metafísica de las costumbres; y deberemos con
frecuencia tomar por objeto la naturaleza particu
lar del hombre, que solo conocemos por experien
cia, para hacer ver en ella las consecuencias que se
22 INTRODUCCION.
deducen de los principios universales de la moral,
sin que por esto estos principios pierdan nada de
su pureza, y sin que se pueda por ello poner en du
da su origen á priori. Lo cual quiere decir, que
una metafísica de las costumbres no puede fun
darse en la antropología, pero que puede aplicarse
á la misma.
Él complemento de una metafísica de las cos
tumbres, como segundo miembro de la division de
la filosofía práctica en general, sería la antropolo
gía moral, que contendría las condiciones del cum
plimiento dé las leyes de la primera parte de la fi
losofía moral en la naturaleza humana, pero sola
mente las condiciones subjetivas, ya favorables, ya
contrarias, á saber: la produccion, la difusion y el
arraigo de los principios morales (en la educacion
elemental del pueblo), así como otras varias reglas
y preceptos análogos, fundados en la experiencia.
Esta antropología es indispensable, pero no debe
absolutamente preceder á la metafísica de las cos
tumbres ni confundirse con ella, porque entonces
se correría el riesgo de establecer leyes morales
falsas, ó por lo ménos muy indulgentes, que pre
sentarían impropiamente como inaccesible lo que
no se habia podido alcanzar, precisamente porque
la ley no habia sido considerada ni expuesta en su
pureza (porque la pureza constituye tambien su
fuerza); ó ya aún porque algun deber ó algun bien
en sí vendría dado por motivos falsos ó impuros,
motivos que no dejan subsistir ningun principio
moral cierto, capaz de guiar al juicio ó de servir
de punto de partida al espíritu en la práctica delos
INTRODUCCION. 23
deberes, cuya prescripcion no debe imponerse a
priori, más que por la razon pura solamente.
En cuanto á la division superior á la cual se su
bordina la division actual, quiero decir, la que dis
tingue la filosofía en teórica y práctica, he dado ya
explicaciones en otra parte (en la crítica deljuicio),
así como sobre la cuestion de saber sí la filosofía
práctica es diferente de la filosofía moral. Todo he
cho que debe poder realizarse segun leyes natura
les (lo cual es de la competencia del arte) depende
enteramente, en cuanto á su prevision, de la teoría
de la naturaleza; sólo aquel que puede realizarse se
gun leyes de libertad puede tener principios inde
pendientes de toda teoría; porque no hay teoria que
llegue más allá de las determinaciones de la natu
raleza. La filosofía no puede, pues, comprender en
su parte práctica (independientemente de una par
te teórica), una doctrina técnicamente práctica,
sino simplemente una ciencia moralmente práctica.
Y sí en estos casos la habilidad del arbitrio en se
guir leyes de libertad debiera todavía llamarse arte,
por oposicion á la naturaleza, por lo ménos seria
preciso entender este arte como un sistema de la
libertad semejante á un sistema de la naturaleza;
arte verdaderamente divino, si por medio de él es
tuviéramos en estado de ejecutar sin excepcion
cuanto la razon prescribe, y de convertir sus ideas
en actos.
24 INTRODUCCION.

III.

Be la division de una metafísica de las


costumbres. (1)

Toda legislacion se compone de dos partes (ya


sea que prescriba actos internos ó externos, siendo
indiferente que estos sean exigidos á priori por la
simple razon, ó por el arbitrio de otro); en primer
lugar, de una ley que presente como objetivamente
necesaria la accion que debe ejecutarse; es decir,
que hace de la accion un deber; en segundo lugar,
de un motivo que relacione con la representacion de
la ley el principio que determina subjetivamente el
arbitrio á esta accion. Esta segunda parte equivale,
pues, á que la ley haga del deber un motivo. La ley
representa la accion como deber; lo cual es un co
nocimiento puramente teórico de la determinacion
posible del arbitrio, es decir, de la regla práctica.
El motivo relaciona la obligacion de obrar de tal
manera con el principio determinante del arbitrio
en general en el sujeto.
(1) La deduccion de la division de un sisterm , es decir, la prue -
ba tanto de su integralidad cuanto de su continuidad ó de la tran
sicion continua y sin i-alto fdivisio per saltumj de la nocion dividida
á los miembros de la division en la série entera de las subdivisio
nes, es una de las condiciones más difíciles de cumplir para el in
ventor de un sistema. Así, cualquiera qne sen la primera nocion, la
nocion fundamental dividida en la distincion de lo justo y de lo
injusto (aut fat aut nefas), ejta nocion tiene su dificultad. Es en
general el acto del libre arbitrio. Los ontologistas empiezan por el
sér y la nada, sin advertir que esto es una division que carece de
una nocion dividida, nocion que no puede ser sino la de^n objeto en
general.
INTRODUCCION. 25
Una legislacion puede, pues, diferir de otra por
sus motivos (asemejándosele respecto de la accion
que convierte en deber; por ejemplo, las acciones
pueden ser siempre externas). La legislacion que
de una accion hace un deber, y que al mismo tiem
po dá este deber por motivo, es la legislacion mo
ral. Pero la que no hace entrar el motivo en la ley,
que por consiguiente permite otro motivo que la
Idea del deber mismo, es la legislacion jurídica.
Considerando esta última legislacion se observa fá
cilmente que sus motivos, diferentes de la Idea del
deber, deben buscarse entre los motivos interesa
dos del arbitrio, es decir, entre las inclinaciones y
aversiones, pero especialmente entre las aversio
nes, porque una legislacion debe ser coactiva, y no
como un cebo que atraiga.
La conformidad ó la no conformidad pura y
simple de una accion con la ley, sin tener en cuen
ta sus motivos, se llama legalidad, ó ilegalidad.
Pero esta conformidad, en la cual la Idea del de
ber deducida de la ley es al mismo tiempo un mó
vil de accion, es la moralidad de la accion.
En la legislacion jurídica los deberes no pueden
ser más que externos, porque esta legislacion no
exige que la Idea de estos deberes, que es interna,
sea por sí misma el principio determinante del ar
bitrio del agente; y como sin embargo necesita mo
tivos apropiados á una ley, tiene que buscar los
externos. La legislacion moral, por el contrario,
erigiendo en deberes los actos internos, no excluye
los externos; sino que al contrario revindica todo
lo que es deber en general. Pero precisamente por
26 INTRODUCCION.
que la legislacion moral contiene en su ley el mó
vil interno de las acciones (la Idea del deber), y
porque esta determinacion no puede absolutamen
te influir en la legislacion externa, la legislacion
moral no puede serlo, áun cuando fuera la expre
sion de la voluntad divina. Sin embargo de lo cual
admite como deberes, y como motivos en su legis
lacion, los deberes que nacen de otra legislacion,
la legislacion externa.
Por donde se vé que todos los deberes, por el
solo hecho de serlo, pertenecen á la moral. Pero
su legislacion no por esto está siempre compren
dida en la moral; un gran número de ellos le son
extraños. Así la moral, exije que yo cumpla la
promesa que hehecho en un contrato, áun cuando la
otra parte contratante no pudiera obligarme áello;
pero admite la ley fpacta sunt servania), y el de
recho correspondiente como originado por el de
ber. La legislacion que establece que una promesa,
hecha y aceptada, sea cumplida, no pertenece, pues,
á la moral, sino al derecho. La moral sobre este
punto enseña solamente que, si el motivo que en la
legislacion positiva va unido á cada deber, es de
cir, la coaccion externa, faltase, la Idea del deber
debe ser por sí sola un motivo suficiente. Si así no
fuera y si la legislacion juridica misma, y por con
siguiente el deber que de ella se deduce, no fuera
propiamente un deber de derecho (por oposicion al
deber moral), la fidelidad á lo prometido (á conse
cuencia del compromiso del contrato) se clasifica
ría entre los actos de moralidad y entre los debe
res que á los mismos corresponden; lo cual es ab
INTRODUCCION. 27
solutamente imposible. No hay deber de virtud en
cumplir una promesa; es un deber de derecho á que
se puede obligar. Sin embargo, es una accion hon
rada (una prueba de virtud) cumplir la promesa,
áun cuando no haya que temer coaccion. La cien
cia del derecho y la de la moral, difieren, pues, mu
cho ménos por la diferencia misma de los deberes
que les son propios, que por la diversidad del mo
tivo que una ü otra legislacion consignan en
la ley.
La legislacion moral es la que no puede ser ex
terna áun cuando los deberes pudieran serlo siem
pre. La legislacion jurídica es la que puede ser ex
terna tambien. Así es un deber externo cumplir la
promesa hecha en un contrato; pero el cumplimien
to de la promesa porque sea un deber, y sin ningu
na otra consideracion, corresponde únicamente á la
legislacion interna. Esta obligacion, pues, no hay
que considerarla moral, como si fuera una especie
particular de deber (una especie particular de ac
ciones á las que uno está obligado) —porque en
moral como en derecho, este deber es externo; —
sino que se la considera moral porque aquí la le
gislacion es interna, y no cae bajo el poder de nin
gun legislador externo. Segun este principio, loa
deberes de benevolencia, aunque igualmente debe
res externos (obligaciones ó acciones exteriores)
son todavía considerados como deberes morales,
porque solamente son susceptibles de una legisla-
ciou interna. —Es cierto que la moral tiene tambien
sus deberes propios (por ejemplo los deberes res
pecto de sí mismo); pero esto no le impide tener
28 INTRODUCCION.
otros comunes eon el derecho, independientemen
te del modo propio de obligacion. Lo que la moral
tiene de distintivo es su modo de obligacion: el ca
rácter de la legislacion moral es ejecutar actos por
el solo hecho de que son deberes, y erigir en moti
vo suficiente del arbitrio el principio del deber,
donde quiera que este se manifiesta. Hay, pues, en
verdad, un gran número de deberes directamente
morales; pero la legislacion interna considera tam
bien todos los demás como deberes morales indi
rectos.

IV.

Nociones preliminares sobre la metafísica de


las costumbres.— (PMlosophia práctica univer-
salis.)

La nocion de la libertad es una nocion de la ra


zon pura que corresponde á la filosofía teórica
trascendente. Ea otros términos, es una nocion que
no puede tener objeto alguno adecuado en una ex
periencia posible cualquiera querella sea; una no
cion por consiguiente que no es el objeto de un co
nocimiento teórico posible para nosotros, y que
por lo tanto no tiene valor como principio consti
tutivo, sino solamente como principio regulador y
aun simplemente negativo de la razon especulati
va. Sin embargo, la realidad de la libertad se halla
establecida en el uso práctico de la razon por prin
cipios prácticos. Estos principios determinan, á tí
tulo de leyes, una causalidad de la razon pura, el
INTRODUCCION. 29
arbitrio, independientemente de toda condicion
empírica (de toda condicion sensible en general), y
revelan en nosotros una voluntad pura, de la cual
se originan las nociones y las leyes morales.
Esta nocion positiva de la libertad (respecto de
la práctica), es la base de las leyes prácticas abso
lutas que se llaman morales. Y estas leyes—res
pecto de nosotros, cuyo arbitrio afectado por la
sensibilidad no va siempre por esto mismo espon
táneamente conforme á la voluntad pura, sino que
al contrario está muchas veces en oposicion con
ella—son imperativos (mandato de hacer ó de no
hacer), y aun imperativos categóricos (absolutos ó
incondicionales) que los distinguen de los impera
tivos técnicos (reglas del arte), los cuales nunca se
dan más que relativamente. Segun estas leyes cier
tas acciones son permitidas ó prohibidas, es de
cir moralmente posibles ó imposibles; pero algunas
de las primeras, ó su contraria son moralmente
necesarias, es decir obligatorias. De donde resulta
para ellas la nocion de un deber, cuyo cumpli
miento ó violacion va ciertamente acompañado de
un placer ó de una pena de especie particular (el
sentimiento moral).
Pero sin embargo, para nada tenemos en cuen
ta en las leyes prácticas de la razon este placer ó
esta pena, porque son extraños al fundamento de
las leyes prácticas, y no se refieren más que al
efecto subjetivo del cumplimiento ó de la violacion
del deber; efecto que trasciende al alma cuaDdo el
arbitrio se determina por estas leyes, y que puede
ser diferente segun las personas, sin aumentar en
30 INTRODUCCION.
nada ai disminuir el valor ó la influencia objetiva
de las leyes morales; es decir, que quedan estas
absolutamente las mismas á los ojos de la razon.
Las nociones siguientes son comunes á las dos
partes de la metafísica de ?as costumbres.
La obligacion es la necesidad de una accion
libre bajo un imperativo categórico de la razon.
Observacion. El imperativo es una regla prác
tica, en virtud de la cual una accion en sí mis
ma contingente se convierte en necesaria. Se di
ferencia de una ley práctica en que ésta, sin dejar
de presentar la accion como necesaria, no dis
tingue el caso de que esta accion sea necesaria
mente inherente al agente (como sucede sin duda
en los séres naturalmente santos), de aquel en que
no es más que accidental (como en el hombre); por
que en el primer caso no cabe imperativo. El im
perativo es, pues, una regla, cuya representacion
hace necesaria la accion subjetivamente contin
gente, y representa el sujeto en el deber de ponerse
necesariamente en armonía con esta regla.—El im
perativo categórico (absoluto) es el que piensa é
impone necesariamente la accion, no en cierto mo
do, mediatamente por la representacion de un fin
que por ella pudiera conseguirse, sino inmediata y
como objetivamente necesaria, por la simple repre
sentacion de esta accion misma (de su forma) . So
lamente la ciencia práctica que prescribe !a obliga
cion (la obligacion de las costumbres), puede dar
un ejemplo de estos imperativos; todos los otros
imperativos son técnicosy condicionados ó hipoté
ticos. Pero la razon de la posibilidad de los impe
INTRODUCCION. 31
rativos prácticos está en que no se refieren á nin
guna otra determinacion del arbitrio (la determi-
naciou presenta un objeto al arbitrio) más que á su
sola libertad.
Una accion es licita [licitum) cuando no es con
traria á la obligacion; y esta libertad, que no está
circunscrita por ningun imperativo contrario, se
llama facultad [facultas moralis). De aqui se de
duce fácilmente lo que es una accion ilicita [illi-
citum) .
El deber es la accion á que una persona se en
cuentra obligada. Es, pues, la materia de la obli
gacion, y puede ser idéntico (en cuanto á la ac
cion), aunque podamos venir obligados á él de di
ferentes maneras.
Observacion. El imperativo categórico, que im
pone una obligacion respecto de ciertas acciones,
es una ley moralmente práctica. Pero, como la obli
gacion no significa simplemente una necesidad
práctica (como el enunciado de una ley en gene
ral), siuo tambien un mande to, este imperativo es
una ley imperativa ó prohibitiva, segun que el de
ber consiste en hacer ó en no hacer. Una accion
que no es mandada ni prohibida, es simplemente
permitida, porque respecto de ella no hay ley que
se imponga á la libertad (facultad moral, derecho)
y por tanto no hay deber. Una accion de esta es
pecíese llama moralmente indiferente [indifferens,
aStaiyopov, res merce facitltatis). Puede cuestio
narse, si tales acciones existen; y, en caso afirma
tivo, si hace falta una ley facultativa [lex permis-
siva) para que cada uno pueda hacer ó no hacer
32 INTRODUCCION.
una cosa, segun le agrade, independientemente de
la ley imperativa [lex prcecepliva, lex mandati) y
de la ley prohibitiva [lex prohibitiva, lex vetiti). Si
así fuere, la facultad moral, el derecho, no tendría
nunca por objeto una accion indiferente aStawpopov;
porque una accion de esta especie no necesitaría
una iey particular para autorizarla moralmente.
Un hecho recibe el nombre de accion en cuanto
está sometido á las leyes de la obligacion, por con
siguiente, en cuanto el sujeto en él es considerado
segun la libertad de su arbitrio. El agente es con
siderado respecto de este acto como autor del he
cho material; y este hecho, y la accion misma, pue
den serle imputados, si préviamente ha conocido
ía ley en virtud de la cual ambos entrañan una
obligacion moral.
Una persona es el sujeto cuyas acciones son
susceptibles de imputacion. La personalidad mo
ral, pues, no es más que la libertad de un sér ra
cional sometido á leyes morales. La personalidad
psicológica no es más que la facultad del sér que
tiene conciencia de sí mismo en los diferentes es
tados de la identidad de su existencia. De donde se
sigue que una persona no puede ser sometida mas
que á las leyes que ella misma se dá (ya á sí sola,
ya á sí al mismo tiempo que á otros).
Una cosa es lo que no es susceptible de ningu
na imputacion. Todo objeto del libre arbitrio, que
carece de libertad por sí, se llama, pues, cosa (res
corporalis). Lo justo ó lo injusto (rectum aut mi-
nus reclum) es en general un hecho conforme ó no
conforme con el deber f/actum licitum aut illlci
INTRODUCCION. 33
ttm). Es quizá el deber mismo en cuanto á su ob
jeto ó á su origen, de cualquier especie que sea.
Un hecho contrario al deber se llama transgresion
(reatus).
La transgresion no premeditada , pero sin em
bargo imputable, es una simple falta (culpa). La
transgresion deliberada (es decir la que vá acom
pañada de la conciencia de que hay transgresion)
se llama delito. Lo que se conforma con las leyes
externas se llama justo, lo contrario se llama in
justo.
El conflicto de los deberes (collisio officiorutn
seu obligationtim) seria una relacion entre estos,
tal, que el uno destruyera al otro (completa 6 par
cialmente).—Pero, como el deber y la obligacion
en general son nociones que expresan la necesidad
absoluta práctica de ciertas acciones, y como dos
reglas opuestas entre sí no pueden ser al mismo
tiempo necesarias, antes al contrario, siendo un
deber obrar conforme á una de ellas, no solo no
es obligatorio, sino que es ilícito el seguir la ley
opuesta,—no es concebible la colision de los debe-
res y obligaciones (oblig'ationes non colliduntur).
Sin embargo, pueden muy bien concurrir en un
sujeto, y en una regla que él se prescriba, dos
principios de accion [rationes obligandi) reunidos,
pero tales que uno u otro no bastan para obligar
[rationes obligandi non obligantes); y entonces
uno de ellos no es deber. Cuando se- presentan d os
principios de esta manera en oposicion, la filosofía
práctica no dice que la obligacion más fuerte ven
ce [fortior obligatio vincit), sino que el principio
34 INTRODUCCION.
de obligacion más fuerte subsiste [fortior obligan-
di ratio vincit).
En general, las leyes obligatorias, susceptibles
de una legislacion exterior, se llaman leyes exte
riores [Ies/es externo?}. A este número pertenecen
aquellas, cuya obligacion puede concebirse áprio-
ri por la razon sin legislacion exterior, las cuales
no por ser exteriores pierden su carácter de natu
rales. Por el contrario, las que no obligan sin una
legislacion exterior real (sin la cual no serian le
yes) se llaman leyes positivas. Es, pues, posible
concebir una legislacion exterior que solamente
contuviera las leyes naturales; pero aún haria fal
ta la preexistencia de una ley natural que fundara
la autoridad del legislador (es decir, la facultad mo
ral de obligar á los demás por su simple voluntad).
El principio, que de ciertas acciones hace un de
ber, es una ley práctica. Pero la regla que el agen
te se prescribe á sí mismo, como principio por ra
zones subjetivas, se llama su máxima. Por donde
se vé que con leyes idénticas las máximas de los
agentes pueden ser muy diferentes.
El imperativo categórico, que enuncia de una
manera general lo que es obligatorio, puede for
mularse asi: Obra segun una máxima que pueda al
mismo tiempo tener valor de ley general. Puedes,
pues, considerar tus acciones segun su principio
subjetivo; pero no puedes estar seguro de que un
principio tiene valor objetivo, sino cuando sea
adecuado á una legislacion universal, es decir,
cuando este principio pueda ser erigido por tu ra
zon en legislacion universal.
INTRODLCCIOX. 33
La sencillez de esta ley, comparada coa las
grandes y numerosas consecuencias que de ella
pueden resultar, extrañará tal vez á primera vista,
como una autoridad que impera sin tener á su fa
vor un motivo aparente. Pero, si nos asombra la
facultad que posee nuestra razon de determinar el
arbitrio por lasimple Idea de poder erigir una má
xima en ley práctica universal, observemos que
estas mismas leyes prácticas (las leyes morales),
son las únicas que dan á conocer una propiedad del
arbitrio, que nunca la razon especulativa hubiera
descubierto ni por medio de principios d prior i ni
de la experiencia, y cuya posibilidad, áun cuando
hubiera podido descubrirse, no hubiera podido te
ner demostracion teórica, al paso que todas estas
leyes prácticas establecen de una manera incon
testable esta propiedad, que es la libertad: de esta
manera extrañará ménos que estas leyes sean in
demostrables, y sin embargo apodicticas, como
postulados matemáticos, lo cual abre un campo
extenso de conocimientos prácticos, en donde la
razon vé que en teoría todo absolutamente se le
oculta, no solamente la idea de libertad, sino cual
quiera otra idea hiperfísica. La conformidad de una
accion con la ley del deber se llama legalidad [le -
galitas). La conformidad de la máxima de una ac
cion con la ley constituye su moralidad [morali-
tas). Una máxima es el principio subjetivo que el
sujeto se impone como regla de accion (es el cómo
quiere obrar). Por el contrario, el principio del de
ber es lo que la razon le prescribe en absoluto, por
consiguiente objetivamente (es el cómo debe obrar).
36 INTRODUCCION.
El principio supremo de la moral, es pues:
Obra segun una máxima que pueda tener valor
como ley general. Toda máxima que no sea sus
ceptible de esta extension, es contraria á la moral.
Observacion. Las leyes proceden de la volun
tad; las máximas del arbitrio. Eq el hombre ei ar
bitrio es libre. La voluntad que no tiene que ver
más que con la ley, no puede llamarse ni libre ni
no libre, porque no se refiere á las acciones, sino
inmediatamente á la legislacion de las máximas
para las acciones (por consiguiente á la razon prác
tica misma). Es, pues, simplemente necesaria, y no
susceptible de violencia. Solo el arbitrio puede ser
llamado libre.
Pero la libertad del arbitrio no puede definirse:
La facultad de determinarse á una accion confor
me ó contraria á la ley (libertas indifferentice)—
como se ha tratado de hacerlo—por más que el ar
bitrio, como fenómeno, presenta muchos ejemplos
en la práctica. En efecto, no conocemos la libertad
(tal como la ley moral nos la revela por primera
vez), más que como una cualidad negativa, que
significa la ausencia de principios de determinacion
sensible que produzcan en nosotros la necesidad
de la accion. Pero como noumenos, es decir, con
siderada relativamente á la facultad del hombre en
cuanto simple inteligencia, no podemos hacer ver
cómo la libertad es necesitante respecto del arbi
trio sensible, ni por consiguiente demostrarla teó
ricamente, por su carácter positivo. Unicamente
podemos notar que el hombre en su cualidad de
ser visible, áun cuando dá ciertamente pruebas de
INTRODUCCION. 37
una facultad de escoger, no solo conforme, sino
contra la ley, no puede, sin embargo, ser conside
rado como libre con una libertad que puede defi
nirse como la de un ser inteligible. En efecto, los
fenómenos no pueden hacer comprensible un obje
to hiperfisico (tal como el libre arbitrio), y la liber
tad nunca puede consistir en que ei sujeto racional
pueda adoptar 'una decision contraria á la razon
(legislativa), aunque la experiencia frecuentemente
muestra que así sucede, no pudiendo nosotros con
cebir la posibilidad de que así sea.—Porque una
cosa es reconocer una proposicion (de experiencia),
y otra cosa es erigirla en principio de definicion
(de la nocion del libre arbitrio) y en carácter gene
ral (que distinga el arbitrio humano del arbitrium
brulum sen servum). En efecto, en el primer caso
(cuando se trata del hecho), no se afirma que el
signo corresponda necesariamente á la nocion,
condicion indispensable en el segundo caso. —La
libertad respecto de la legislacion interior de la ra
zon no es propiamente más que una facultad; la
posibilidad de separarse de esta legislacion no es
mas que impotencia. ¿Cómo, pues, la primera de
estas cosas habia de explicarse por la segunda?
Una definicion que á la nocion práctica añade la
de su realizacion, segun resulta de la experiencia,
es una definicion bastarda (definitio hybrida) que
presenta la nocion bajo un punto de vista falso.
Una ley (moralmente práctica) es una proposi
cion que contiene un imperativo categórico, una
órden. El que manda (imperans) por medio de una
ley, es el legislador (legislator). Es el autor de la
38 INTRODUCCION.
obligacion por la ley; pero no es siempre el autor
de la ley. En el caso en que lo fuera, la ley seria
positiva (contingente) y arbitraria. La ley, que nos
obliga á priori é incondieionalmente por nuestra
propia razon, puede tambien considerarse como
procedente dela voluntad de un legislador supre
mo, que no tiene más que derechos y ningun de
ber (por consiguiente dela voluntad divina). Pero
esto no implica mas que la idea de un ser moral,
cuya voluntad hace ley para todos, sin considerar
por ello á esta voluntad como cansa de la ley. <
La imputacion (imputatio), en moral, es el jui
cio por el cual se declara á alguien como autor
(causa libera) de una accion, la cual toma el nom
bre de Tiecho (factum), y que está sometida á las
leyes. Si este juicio implica al mismo tiempo con
secuencias jurídicas, que se derivan de este hecho,
la imputacion es jurídica (imputatio judiciaria, s.
válida). Eq el caso contrario, no es más que una
imputacion crítica (imputatio dijudicatoria). —
La persona (física ó moral), que tiene la facultad
moral ó el derecho de imputar judicialmente, se
llama juez ó tribunal (judex s. forum).
El mérito (meritum) consiste en hacer algo
conforme al deber, además de lo estrictamente
exigible por la ley. Si no se hace más que lo pres
crito por Ja ley, no hay más que el pago de una
deuda (debitum); pero, si se hace ménos, hay deli
to moral, demérito (demeritum). El efectojurídico
del delito es la pena (pmna), el de una accion me
ritoria es la recompensa (prcemum), suponiendo
que la recompensa prometida en la ley haya sido
INTRODUCCION. 39
la causa de la accion. La conformidad de la con
ducta con el deber (debitum) no tiene efectos jurí
dicos.—Xa retribucion gratuita [remuneratio s. re-
pensio benéfica) no guarda relacion jurídica con
una accion.
Observacion. Las consecuencias buenas ó ma
las de una accion que debía tener lugar en dere
cho, y las consecuencias de la omision de una ac
cion meritoria , no pueden imputarse al sujeto
(modus imputationis tollens).
Las buenas consecuencias de una accion meri
toria—las malas consecuencias de una accion in
justa, son imputables al sujeto (modus imputatio
nis imponens).
El grado de imputabilidad (imputabilitas) , de
las acciones debe estimarse subjetivamente, te
niendo en cuenta la magnitud de los obstáculos
que ha habido que vencer. —Cuanto mayor es el
obstáculo físico (que proviene de la sensibilidad) y
menor la resistencia moral (que proviene del de
ber), tanto más meritoria es la accion buena. Por
ejemplo, si con gran perjuicio mio libro á mi ene
migo capital de un peligro eminente.
Por el contrario, cuanto menor es el obstáculo
físico, y cuanto mayor es el que resulta de los
principios del deber, tanto más imputable eomo
falta es la transgresion.— El estado del alma oca
siona, pues, una diferencia en la imputabilidad,
segun -que el sujeto ha cometido la accion en el
momento de la pasion ó con plena tranquilidad.
INTRODUCCION
Á LA TEORIA DEL DERECHO.

§ A.

¿Qué es el derecho como ciencia?

El conjunto de las leyes susceptibles de una


legislacion exterior, se llama teoría del dere
cho, ó simplemente derecJw [jus). Cuando esta
legislacion existe, forma la ciencia del derecho
positivo. El hombre versado en esta ciencia ó que
sabe derecho, se llama jurisconsulto [jurispe
ritos) si además conoce las leyes exteriores de una
manera exterior, es decir, en su aplicacion á los
diferentes casos que presente la experiencia, y en
este caso la ciencia del derecho recibe el nombre
de jurisprudencia [jurisprudentia). Pero, si fal
tan estas dos condiciones indispensables para que
haya jurisprudencia, la ciencia de lo justo no es
más que la simple ciencia del derecho [juris scien-
tia). Esta última denominacion conviene al cono
cimiento sistemático del derecho natural [jus 'na
tura), por más que el jurisconsulto debe tomar de
INTRODUCCION. 44
esta última los principios inmutables de toda legis
lacion positiva.

§ B.

¿Qué es el derecho en sil

Esta cuestion, si no se ha de caer en una tauto


logía, ni se ha de referir á la legislacion de deter
minados país ó tiempo, en lugar de dar una solu
cion general, es tan grave para el jurisconsulto
como para el lógico la de: ¿Qué es la verdad? Se
guramente puede dec ir qué es el derecho [quid sit
juris), es decir, qué prescriben ó han prescrito las
leyes de determinado lugar ó tiempo. Pero la cues
tion de saber si lo que prescriben estas leyes es
justo, la de dar por sí el criterio general por cuyo
medio puedan reconocerse lo justo y lo injusto
[justum et injustum), nunca podrá resolverla á
ménos de dejar aparte estos principips empíricos y
de buscar el origen de estos juicios en la sola ra
zon (aun cuando estas leyes puedan muy bien diri
girle en esta investigacion), para establecer los
fundamentos de una legislacion positiva posible.
La ciencia puramente empírica del derecho es
(como la cabeza de las fábulas de Fedro) una ca
beza que podrá ser bella, pero tiene un defecto y
es que carece de seso.
La nocion del derecho, respecto de una obliga
cion correspondiente (es decir, la nocion moral de
esta obligacion),- en primer lugar no concierne
12 INTRODUCCION.
más que 4 la relacion exterior y áun práctica de
una persona con otra, en cuanto sus acciones como
hechos pueden tener una influencia (mediata ó in
mediata) sobre otras acciones. Pero, en segundo
lugar, esta nocion no indica la relacion del arbi
trio con el deseo (por consiguiente con la simple
necesidad) de otro, como en los actos de beneficen
cia ó de crueldad, sino simplemente la relacion del
arbitrio del agente con el arbitrio de otro. En ter
cer lugar, en esta relacion mutua del arbitrio, no
se toma en consideracion la materia del arbitrio,
es decir, el fin que cada uno se propone. No se
discute, por ejemplo, en el contrato que otro cele
bre conmigo para su propio comercio, sí, median
te él, podrá obtener este ó el otro beneficio; no se
discute más que la forma en la relacion del arbi
trio respectivo de los contratantes, considerada
bajo el punto de vista de la libertad; es decir, que
solo hace falta saber si la accion de uno de ellos es
ó no un obstáculo á la libertad del otro segun una
ley general.

§C.

Principio universal del derecho.

«Es justa toda accion que por si, ó por su má


xima, no es un obstáculo á la conformidad de la
libertad del arbitrio de todos con la libertad de
cada uno segun leyes universales.»
Si, pues, mi accion, ó en general mi estado,
puede subsistir con la libertad de los demás, segun
INTRODUCCION. 43
una ley general, me hace una injusticia el que me
perturba en este estado; porque el impedimento (la
oposicion) que me suscita no puede subsistir con
la libertad de todos segun leyes generales.
De donde se sigue tambien que no se puede exi-
girque este principio de máximas me sirva de máxi
ma, es decir, que yo lo haga máxima de mis accio
nes, porque los demás pueden ser libres, aun cuan
do la libertad de otro me fuera indiferente, ó áun
cuando yo pudiera oponerme á ella en el fondo de
mi corazon, con tal que no le ponga, obstáculo por
mi accion exterior. La moral exige de mí que adopte
por máxima el conformar mis acciones al derecho.
Por consiguiente, la ley universal de derecho:
Obra exteriormente de modo que el libre uso de tu
arbitrio pueda conciliarse con la libertad de todos
segun una ley universal; es, en verdad, una ley
que me impone una obligacion; pero que no exige
de mi el que á causa de esta obligacion debayo su
jetar mi libertad á 'estas condiciones mismas; úni
camente la razon dice que este es el limite asigna -
do á la libertad por su idea, y que de hecho puede
ser contenida en él por ctro. Esto es lo que la ra
zon proclama como un postulado, que no es sus
ceptible de prueba ulterior.—No proponiéndose
enseñar la virtud, sino solamente exponer en qué
consiste el derecho, no se puede, ni se debe pre
sentar esta ley de derecho como un motivo de ac
cion.
44 INTRODUCCION.

§ D.

El derecho es inseparable de lafacultad de obligar.

La oposicion al obstáculo de un efecto es re


querida por este efecto y está conforme con él.
Ahora bien, todo lo que es injusto contraría á la
libertad segun leyes generales. La resistencia es
un obstáculo puesto á la libertad. Luego si algun
uso de la libertad misma es un obstáculo á la liber
tad, segun las leyes generales (es decir, injusto), en
este caso la resistencia que se le opone, como que
va destinada á hacer ceder el obstáculo á la libertad,
está conforme con la libertad segun leyes genera
les; es decir, que es justa: por consiguiente el de
recho es inseparable, segun [él principio de contra
diccion, de la facultad de obligar al que se opone á
su libre ejercicio.

§ E.

El derecho estricto puede tambien representarse


como la .posibilidad de una obligacion mutua, uni
versal, conforme con la libertad de todos segun
leyes generales.

Esta proposicion equivale á decir que el dere


cho no debe ser considerado como constituido de
dos partes, á saber: la obligacion segun una ley,
y la facultad que posee el que por su arbitrio obli
INTRODUCCION. 45
ga á otro, 'de obligarle al cumplimiento de esta
obligacion; sino que se puede inmediatamente ha
cer consistir la nocion del derecho en la posibilidad
de conformar la obligacion general recíproca con
la libertad de todos. En efecto, como el derecho no
tiene absolutamente por objeto más que lo que con
cierne á los actos exteriores, el derecho estricto,
aquel en que no se mezcla nada propio de la mo
ral, es el que no exige más que principios exterio
res de determinacion para el arbitrio; porque en
este caso es puro y sin mezcla de precepto alguno
moral. Solamente, pues, el derecho puramente ex
terior puede llamarse derecho estricto. Este dere
cho se funda, á la verdad, en la conciencia de la
obligacion de todos segun la ley; pero, para deter
minar el arbitrio en consecuencia de esta obliga
cion, el derecho estricto ó puro no puede ni debe
referirse á esta conciencia como móvil; por el con
trario, debe apoyarse en el principio de la posibili
dad de una fuerza exterior conciliable con la liber
tad de todos segun leyes generales. Así, pues,
cuando se dice: Un acreedor tiene el derecho de
exigir de su deudor el pago de su deuda, no se
quiere decir que pueda persuadirle á que su propia
razon le obligue á esta devolucion, sino que el for
zarle á esta devolucion, fuerza que se extiende á
todos, puede subsistir con la libertad general; por
consiguiente, hasta con la del mismo deudor, se
gun una ley general exterior. El derecho y la fa
cultad de obligar son, pues, una misma cosa.
Observacion. La ley de una obligacion mútua
que se conforma necesariamente con la libertad de
46 INTRODUCCION.
todos, bajo el principio de la libertad general, es en
cierto modo la construccion de esta nocion del dere
cho, es decir, su exposicion en una intuicion pura á
priori, segun la analogía de la posibilidad libre de
los movimientos libres de los cuerpos sometidos á
la ley deja igualdad de la accion y de la reac
cion. Ahora, así como en las matemáticas puras no
hacemos inmediatamente derivar de la nocion las
propiedades de su objeto, las cuales no podemos
descubrir sino construyendo la nocion, del mismo
modo no es precisamente la nocion del derecho, si
no la de una obligacion igual, mútua, universal,
conforme con la nocion dél derecho, y sometida á
una regla general , la que hace posible la exposi
cion de esta última. Pero, así como esta nocion di
námica tiene por fundamento una nocion pura
mente formal en las matemáticas puras (por ejem
plo, en geometría), del mismo modo la razon, por
ejemplo, ha cuidado de proveer al entendimiento,
en lo posible, de intuiciones á priori para facili
tar la construccion de la nocion de derecho. —El
derecho [rectum), como lo directo, «e opone, de un
lado á lo curvo, de otro á lo oblicuo. En el primer
caso, es la cualidad esencial de una línea, en tér
minos que entre dos puntos dados no puede haber
más que una sola de esta especie. Pero en el se
gundo caso, el derecho resulta de la posicion de
dos lineas que se cortan ó se tocan en un punto, y
de las cuales solamente una puede ser perpendicu
lar, no inclinándose más á un lado que á otro y
formando dos ángulos iguales.
Segun esta analogía, el derecho determina á '
INTRODUCCION. 47
cada uno lo suyo (con una precision matemática);
lo cual no puede esperarse de la moral, que tiene
que prestarse á una cierta latitud para las excep
ciones.—Pero, sin entrar en los dominios de la mo
ral, hay dos casos que reclaman una decision jurí
dica, en los cuales, sin embargo, nadie puede juz
gar, y que pertenecen en cierto modo á los Inter-
mundia de Epicuro.—Estos dos casos deben desde
luego separarse del derecho propiamente dicho, de
que vamos á tratar, á fin de que sus principios mo
vibles no ejerzan influencia alguna sobre los prin -
cipios ciertos del derecho.
APÉNDICE Á LA INTRODUCCION AL DERECHO.

Del derecho equívoco. (Jus sequivocum.)

Todo derecho, en el sentido estricto [jus stric-


tum), va acompañado de la facultad de obligar.
Pero se puede además concebir otro derecho en el
sentido lato [jus latum), respecto del cual no puede
una ley determinar la facultad de obligar. —Ihora,
este derecho lato, verdadero ó falso, es dedos mo
dos-, la equidad y el derecho de necesidad. La equi -
dad admite un derecho que no puede obligar, y la
necesidad una exigencia sin derecho.
Pero se vé claramente que esta ambigüedad
proviene de que hay casos de derecho dudosos, cu
ya decision no puede encomendarse á nadie.

I.

La equidad («quitas).

La equidad (objetivamente considerada) no es un


titulo en cuya virtud se pueda compeler á otro al
INTRODUCCION. 49
cumplimiento de un deber puramente moral (ser
benévolo ó benéfico). El que pide algo en nombre
de este principio se funda en su derecho; solo que
le faltan las condiciones que serian necesarias al
juez para decidir cuanto se le debe, y de qu£ ma
nera se puede satisfacer su peticion. Aquel que en
una sociedad de comercio, por partes iguales, ha
contribuido, sin embargo, más que los otros so
cios, y que por lo mismo en un caso de siniestro
pierde más, puede conforme á equidad, pedir que
la sociedad le tenga en cuenta lo que ha interesado
de más, y le señale una indemnizacion mayor que
á los otros. Pero, segun el derecho propiamente
dicho [ó estricto), el juez de este asunto, careciendo
de datos determinados [data) para decidir lo que
corresponde al demandante segun contrato, dene
garía su peticion.
Un criado, á quien á fin de año se paga su sala
rio en moneda que ha perdido parte de su valor
durante el mismo año, y que ya no le sirve para
comprar lo que con la misma suma hubiera podido
adquirir en la época en que celebró su contrato, no
puede apelar á su derecho, para obtener, en lugar
de la igualdad numérica y material, la igualdad de
valdr, á fin de ser recompensado por un trabajo,
que él estimaba en más de lo que vale el salario
que se le da; no puede recurrir más que á la equi
dad [divinidad muda, cuya voz no puede ser es
cuchada); pero, como en el contrato nada se ha
estipulado sobre este particular, el juez no puede
ajustar su sentencia á condiciones imprevistas y
no determinadas.
4
bO INTRODUCCION.
De donde se deduce que el tribunal de la equi
dad (en el litigio de los derechos de otro) es una
verdadera contradiccion. Unicamente cuando se
trate de los derechos propios del juez, y puede
obrar eu asunto propio, puede y aun debe atender
á la equidad. Por ejemplo, si la corona toma á su
cargo las pérdidas^que otros han sufrido en su ser
vicio, y se la pide una reparacion, aun cuando se
gun el derecho estricto pudiera desatender esta
reclamacion, puesto que podría alegar que aque
llos funcionarios habian aceptado aqaellos cargos
coa todas sus consecuencias.
El lema [dictum) da la equidad, es, pues: «El
derecho muy estricto es una injusticia muy gran
de.» [Summum jus summa injuria). Pero este mal
no puede corregirse por medio del derecho, por
más que se refiere á una cuestion de derecho, por
que la reclamacion que se funda en la equidad no
tiene fuerza más que en el tribunal de la concien
cia [forum cosli), al paso que la cuestion de dere
cho se discute en el tribunal civil [forum soli s. ci-
Dile).

II.

Derecho de necesidad. (Jus necessitatis.)

Este pretendido derecho consiste en la facultad


moral de defender mi vida, dando la muerte á quien
no me hace daño. Es evidente que aquí debe haber
un conflicto del derecho consigo mismo, porque
no tratamos aquí del agresor injusto que atenta á
INTRODUCCION. 54
mi vida, del que me defiendo matándole [jas iti-
éulpatce tutela), caso en el cual la recomendacion
de moderacion [moderamen), no corresponde si
quiera al derecho, sino á la moral; sino que se tra
ta de la violencia lícita contra el que no la ha usa
do conmigo, lo cual es prohibido por el derecho
positivo.
Claro es que esta asercion no debe entenderse
objetivamente, segun el mandato de una ley, sino
solo en el sentido subjetivo, y tal como se pronun
ciaría la sentencia en justicia. En efecto no puede
haber ninguna ley penal que condene á muerte á
aquel que, naufragando con otro y corriendo el mis
mo peligro de perder la vida, le rechaza, apode
rándose de la tabla con cuyo auxilio hubiera po
dido salvarse; porque la pena impuesta por la ley
al que despojara al otro de la tabla salvadora, nun
ca podia ser mayor que la pérdida de la vida. Se
mejante ley penal no tendria fuerza alguna repre-
'siva; porque la amenaza de un mal todavia inse
guro (la muerte por sentencia del Juez) no puede
igualar al temor de un mal seguro (el de perecer
ahogado). Por consiguiente, el hecho de la conser
vacion mediante violencia, no debe ser considera
do como inocente [inculpabile), es cierto, sino úni
camente como incastigable [impunibile); y los doc
tores, por una extraña confusion, toman esta im
punidad subjetiva por una impunidad objetiva (por
una legalidad).
La máxima del derecho de necesidad es esta: La
necesidad carece de ley; y sin embargo, no puede
haber necesidad que haga legal la injusticia.
52 INTRODUCCION.
Se ha visto que en dos juicios de derecho (el
derecho de equidad y el de necesidad), la ambigüe
dad [cequivocatio) proviene de la confusion de prin
cipios objetivos con los principios subjetivos del
ejercicio del derecho en presencia de la razon y de
la Justicia, puesto que en estos casos, lo que todo
el mundo reconoce como esencialmente justo en sí
no tiene confirmacion ante los tribunales, los cua
les absuelven lo que debe ser considerado como in
justo en sí; porque la nocion del derecho en estos
casos no puede tomarse en el mismo sentido.

DIVISION DE LA. CIENCIA. DEL DERECHO.

A.

Division general de los deberes de derecho.

Muy bien puede admitirse la division de Ulpia-


no, siempre que se dé á sus fórmulas el sentido que
él mismo sin duda les dio, aunque no con bastante
claridad; sentido de que son perfectamente suscep
tibles. Helas aquí:
1.° Sé hombre honrado (honesté vive.). La hon
radez en derecho (honestas jurídica) consiste en
mantener en las relaciones con los demás hombres
la dignidad humana, deber que se formula así:
«No te entregues á los demás como instrumento
puramente pasivo; procura ser para ellos al mismo
tiempo un fin.» Este deber se definirá más adelante
como una obligacion deducida del derecho de la
INTRODUCCION . 53
humanidad en nuestra propia persona (lex justi).
2. ° No hagas daño á tercero (neminem Icede) ,
aun cuando para ello hubieras de renunciar á la
sociedad de los demás hombres, y huir de toda so
ciedad humana (lex jurídica).
3.° Entra (si no' puedes evitarlo) con los hom
bres en una sociedad en que cada uno pueda con
servar lo que le pertenece (suum caique tribue). Si
esta última fórmula se tradujera diciendo: «Dá á
cada uno lo suyo,» seria absurda; porque á nadie
se le puede dar loque ya tiene. Para darle, pues,
algun sentido, ha de ser este: «Entra en un estado
en que cada uno pueda conservar lo suyo contra
los demás (lex juslitim).»
Estas tres fórmulas clásicas son, pues, al mis
mo tiempo los principios de la division del siste ma
de los deberes de derecho en internos, externos , y
los que permiten derivar los últimos del principio
de los primeros.
B.
Division general del derecho.

1.° El derecho, como ciencia sistemática, se


divide en derecho natural, que se funda en princi
pios puramente á priori, y en derecho positivo (re
glamentario), que tiene por principio la voluntad
del legislador.
2.° El derecho como facultad (moral) de obli
gar á los otros, es decir, como título legítimo (ti-
tulum) contra ellos, de donde se deriva la divisio n
precedente, derecho natural y derecho adquirido.
54 INTRODUCCION.
El primero es el que á cada uno corresponde natu
ralmente, independientemente de todo aoto de de
recho; el segundo por el contrario no puede existir
sin un acto de esta naturaleza.
Lo Mio y lo Tuyo naturales, pueden tambien
llamarse Mio y Tuyo internos (meum et tuum in-
ternum); porque lo Mio y lo Tuyo externo, siem
pre debe ser adquirido.
No hay más que un solo derecho natural ó innato.
La libertad (independencia del arbitrio de otro),
en la medida en que puede subsistir con la libertad
de todos, segun una ley universal, es este derecho
único, primitivo, propio decada hombre, por el solo
hecho de ser hombre. —La igualdad natural, es
decir, la imposibilidad moral de ser obligado por
los demás á más cosas que aquellas á que están
obligados respecto de nosotros; por consiguiente,
la cualidad del hombre, de ser dueño de sí mismo
(suijuris), al mismo tiempo la cualidad de hom
bre irreprensible (justi), porque antes de todo acto
de derecho, no ha hecho daño á nadie; en fin has
ta la facultad de proceder con los otros de un mo
do que de suyo no les perjudica, si ellos no ponen
algo por su parte, por ejemplo, la facultad de co
municarles simplemente su pensamiento, de refe
rirles alguna cosa, verdadera ó falsa (veriloquium
aut falsiloquium), 6 de hacerles una promesa leal,
porque depende enteramente de ellos ei creerle ó
no creerle (1)— todas estas facultades están ya
(1) Hay la costumbre de considerar como mentira toda falsedad
dicha con intencion, aunque solo sea por ligereza* de espíritu, por
INTRODUCCION. 5b
contenidas en el principio de la libertad innata, y
no difieren efectivamente de ella (como miembros
de una division sometida á nna nocion superior de
derecho).
Se ha introducido en el sistema del derecho na
tural esta division (en cuanto se refiere al derecho
innato), á fin de que, si se suscita alguna dificultad
con ocasion de un derecho adquirido, y se dúda a
cuál de las partes corresponde la obligacion de
probar (onus probandi) ya sea un hecho dudoso,
ya el derecho, si el hecho está establecido, el que
rechaza esta obligacion puede apelar metódicamen
te, y como á títulos diferentes de derecho, á su de
recho natural de libertad (derecho que se especifica
segun las diferentes relaciones que se dan).
Ahora bien, puesto que no hay, con respecto al
derecho natural, y por consiguiente con respecto
al Mio y Tuyo interno, derechos, sino solamente
un derecho único, la division más general puede,
como compuesta de dos miembros muy diferentes,
relegarse á los prolegómenos, y la division del de

que con ella se puede causar daño, aunque no sea más que el ridícu
lo en que incurre el que por efecto de su credulidad repite lo que
ha oido. Pero eu sentido jurídico no se llama mentira más que á la
falsedad, por la cual se perjudica inmediatamente el derecho de otro;
por ejemplo, si tú pretendes con falsía haber celebrado un contrato
con otro para privarle desus bienes ffalsiloquium dolosum); y esta
diferencia entre nociones muy parecidas no carece de fundamento,
puesto que cada uno es siempre libre de tomar 6 no al pié de la
letra lo que se le dice, ó de interpretarlo á su manera, si bien es
cierto que la reputacion de un hombre, en cuya p.labra no se pue
de fiar, está tan cerca del oprobio de la mentira, que apenas se dis
tingue la línea de demarcacion entre lo que corresponde al derecho
y lo que corresponde á la moral.
86 INTRODUCCION.
recho, referirse simplemente al Mio y Tuyo ex
terior.

Division de la metafísica de las costumbres en


general.

I.

Todos los deberes son, ó deberes de derecho


[officia juris), es decir, deberes tales que su legis
lacion puede ser exterior, ó deberes de virtud
[officia v irtulis seu etílica), que no son suscepti
bles de semejante legislacion. Estos últimos debe
res no pueden someterse á una legislacion exte
rior, porque tienen un fin (el de tenerlos) el cual
es al mismo tiempo un deber. Ahora bien, ninguna
legislacion puede hacer que nos propongamos un
fin (porque esto es un acto interno del espíritu),
aun cuando puedan ordenarse y prescribirse accio
nes exteriores que conduzcan á e¡?te objeto, sin que
el sujeto se las proponga como fin.
Observacion. Pero, ¿por qué la moralidad es
defininida ordinariamente (entre otros por Cice
ron) la ciencia de los deberes, cuando, sin embar
go, los unos son correlativos de los otros?—La
razon es que no conocemos nuestra propia liber
tad, de la cual proceden todas las leyes morales; por
consiguiente, todos los derechos y todos los de
beres, más que por el imperativo moral, que es un
principio de enunciacion del deber, principio de
donde puede deducirse inmediatamente la facultad
INTRODUCCION. 57
mor¿ de obligar á los demás, es decir, la nocion
del derecho.
II.

Puesto que en la ciencia de los deberes el hom


bre puedey debe ser representado como una perso
nalidad independiente de las determinaciones físi
cas [homo noumenon) en cuanto á su libertad, fa
cultad que está por completo fuera del alcance de
los sentidos, y por lo tanto tambien en cuanto á su
humanidad, en contraposicion al hombre conside
rado como sujeto á estas determinaciones [homo
phosnomenon),—el derecho y el fin, referidos toda
vía al deber en esta doble cualidad, darán la divi
sion siguiente:
segun la relacion objetiva de la ley al
deber.
Deberes respecto de sí mismo.
oE 4." o O
s ma
Derecho de la natu a77
raleza humana en Fin de la naturaleza M
nuestra propia per m humana en nuestra
sona. 1 propia persona. ;
I 2." 4.a
Hn Derecho de los hom a
bres. Fin de los hombres.
Deberes respecto de otro.

III.
Como los sujetos en los cuales se considera la
ss INTRODUCCION.
relacion del derecho al deber (sea ó no rej^) ¡
susceptibles de relaciones diferentes, hay posibili
dad de una division por>ste concepto.

Division bajo el punto de vista subjetivo de los


obligantes y de los obligados.
4.a
Relacion jurídica del hom Relacion del hombre con
bre con séres que no tienen séres que tienen derechos y
derechas ni deberes. deberes.
Ninguna (vacat). Existe (A dest).
Porque son séres priva Porque es una relacion de
dos de razon, que no nos hombre á hombre.
obligan, y respecto de los
cuales no podemos ser obli-
3.a 4.*
Relacion jurídica del hom Relacion jurídica del hom
bre con séres que no tienen bre con un ser que no tiene
más que deberes sin dere más que derechos sin nin
cho alguno. gun deber. (Dios.)
Ninguna [vacat). Ninguna [vacat).
Porque no podrían ser más A saber, en la filosofía
que hombres sin personali sola, porque nada hay en
dad (los siervos y los es ella que sea susceptible de
clavos). experiencia.
No hay, pues, relacion real de derecho y de de
ber más que en el núm. 2. La razon de que no la
haya en el núm. 4 es que el deber, si existiera, se
ria trascendente, es decir, tal que no podría seña
larse como correspondiente ningun sujeto exterior
que obligase. Esta relacion, bajo este punto de vista
I.NTRODUCCICW. S9
teórico es, pues, aquí puramente ideal; es decir,
que tiene por término un ser de razon que nos fi
guramos, no por medio de una nocion completa
mente vana, sino mediante una nocion útil para
nosotros mismos y para la máxima de la moralidad
interna; por consiguiente respecto de la práctica
interna; nocion feounda que contiene tambien todo
nuestro deber inmanente (practicable) bajo esta re
lacion puramente pensada.

Division de la Moral como sistema de los deberes


en general.

Moral elemental. Metodología.

Deberes de derecho.—Deberes de virtud. Didáctica.—Ascética.


Derecho privado. — Derecho público, y

Todo lo que no contiene simplemente la mate


ria, sino tambien la forma sistemática de la filoso
fía moral científica, con tal que los elementos me-
tafísicos hayan establecido perfectamente sus prin
cipios generales.

No puede hacerse la division principal del de


recho natural (como á veces es costumbre) en de
recho natural y derecho social; sino que debe ha
cerse en derecho natural y derecho civil; el primero
60 INTRODUCCION.
de estos derechos se llama derecho privado, el se
gundo derecho público. En efecto, el derecho so
cial ó privado no se opone al estado de naturaleza,
pero sí el derecho civil ó público, porque puede
ciertamente haber sociedad en el estado de natura
leza, pero no una sociedad civil (que garantice lo
Mio y lo Tuyo por medio de leyes públicas); por
esto al primero de los derechos precedentes se le
llama derecho privado. •
PRIMERA PARTE.

DERECHO PRIVADO.

DE LO MIO Y DE LO TUYO EXTERIOR EN GENERAL.

CAPITULO PRIMERO.

DE LA MANERA SE TENER ALGUNA COSA EXTERIOR


COMO SUYA.

§1-
Lo mio en derecho [meumjuris) es aquello con
lo que tengo relaciones tales, que su uso por otro
sin mi permiso me perjudicaría. La condicion sub
jetiva de la posibilidad de un uso cualquiera, es la
posesion; pero una cosa exterior no es mia, sino
en cuanto puedo con justicia suponerme agraviado
por el uso que otro haga de esta cosa, aun cuando
yo no esté en posesion de ella.—Es, pues, contra
dictorio tener como Suyo algo exterior, si la no
cion de la posesion no es susceptible de dos senti
dos diferentes; es decir: si no hay una posesion
62 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
sensible, y una posesion inteligible, y si no puede
por la primera entenderse la posesion física de un
objeto, y por la segunda la posesion simplemente
jurídica de este mismo objeto .
La expresion: un objeto exterior está fuera de
mi; puede, pues, significar, ó bien' solamente que
es un objeto diferente de mí (sujeto), ó bien que se
encuentra colocado [positus) en otro lugar; que di
fiere, pues, de mí en el espacio y en el tiempo.. Solo
en el primer sentido puede la posesion ser conside
rada como racional; pero en el segundo sentido de
bería llamársela posesion empírica. —Una posesion
inteligible (de ser posible), es una posesion sin
ocupacion (detentio).

§ II.

Postulado jurídico de la razon practica.

Es posible que yo tenga como Mio todo objeto


exterior de mi arbitrio. Es decir, que una máxima
segun la cual, si hiciera ley, un objeto del arbitrio
debería ser en sí objetivamente sin dueño [res nu-
llius), seria injusta.
Porque un objeto de mi arbitrio es una cosa
que yo tengo físicamente en mi poder para disfru
tarla. Pero sin embargo, si esta cosa no pudiera
absolutamente estar jurídicamente en mi poder,
es decir, si el uso de esta cosa fuera incompatible
con la libertad de los demás segun una ley gene
ral (si este uso fuera injusto), la libertad se priva
ría por sí misma del uso de su arbitrio, respecto de
DEL DERECHO. 63
un objeto de este arbitrio, declarando fuera de todo
uso posible algunos objetos útiles. Es decir, que
los anularía en cierto modo bajo el punto de vista
práctico, y los convertiría en res nullius, aun
cuando el arbitrio en el uso de las cosas está for
malmente conforme con la libertad exterior de to
dos segun leyes generales. Pero, como la razon
práctica pura no admite en principio para el arbi
trio más que leyes formales del uso del arbitrio, y
hace por consiguiente abstraccion de la materia
del arbitrio, es decir, de todas las demás propieda
des del objeto, á condicion solamente de quesea un
objeto del arbitrio; no puede contener prohibicion
ninguna absoluta del uso de este objeto, porque tal
prohibicion estaría en contradiccion con la liber
tad exterior. Pero el objeto de mi arbitrio es aque
llo respecto de lo cual tengo la facultad física de
hacer un uso arbitrario, aquello cuyo uso está en
mi poder [potentia) . Lo cual no debe confundirse
con la potencia que yo tenga sobre este mismo ob
jeto [in potestatem meam redactum) : este último
caso no solo supone usa facultad, sino tambien
un acto del arbitrio. Ahora bien, para concebir al
guna cosa simplemente como objeto de mi arbitrio,
basta que yo tenga la conciencia de tenerla en mi
poder. Por consiguiente, para considerar y tratar
áun objeto de mi arbitri» como objetivamente Mio
ó Tuyo, hace falta una suposicion d priori de la
razon práctica.
Este postulado puede llamarse ley facultativa
[lex permissiva) de la razon práctica, que nos dá
el derecho que no podemos deducir de las solas
64 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
nociones de derecho en general; á saber, el de im
poner á los demás una obligacion que en otro caso
no tendrían, la de abstenerse del uso de ciertos ob
jetos de nuestro arbitrio, porque ya nos hemos po
sesionado de ellos. La razon reclama que este pos
tulado valga como un principio: á la verdad, lo
reclama como razon práctica, extendiéndose á
priori por este postulado.

§ III

Aquel que quiere afirmar que tiene una cosa


como suya debe hallarse en posesion de ella; sino
se hallara, no podría recibir perjuicio por el uso
que otros hicieran de ella sin su consentimiento,
porque, si alguna cosa que no está jurídicamente
relacionada con él afecta á este objeto, el sujeto no
puede decirse afectado por ello, ni recibir injuria:

§IV.

Exposicion de la nocion de lo Mio y de lo Tuyo


exterior.

Los objetos exteriores de mi arbitrio pueden


ser de tres clases: 1.°, una cosa (corporal) fuera de
mí; 2.°, ei arbitrio de otro para un hecho determi
nado (prcestatio); 3.°, el estado de otro respecto de
mí; y esto segun las categorías de sustancia, de
causalidad y de relacion entre los objetos exterio
res y yo segun leyes de la libertad.
DEL DERECHO. 03
Observaciones. A .) Yo puedo decir Mio un ob
jeto en el espacio (una cosa corporal) aun cuando no
tenga su posesion física, siempre que pueda afir
mar que tengo otra posesion real (que por consi
guiente no será física). —No diré, pues, que una
manzana es mia, porque la tengo en mi mano (la
poseo físicamente), sino cuando puedo decir: la
poseo, aunque mi mano la haya colocado en algun
sitio donde ahora se encuentra. De la misma ma
nera no puedo decir que el asiento que ocupo sea
mio por esta sola razon, á ménos de que tenga el
derecho de afirmar que mi posesion continúa, aun
cuando yo deje de ocuparlo. En efecto, el que en el
primer caso (el de la posesion empírica) quisiera
arrancarme de las manos la manzana ó hacerme
abandonar el asiento que ocupo, me heriría sin
duda respecto de lo Mio interior (la libertad); pero
no me heriría respecto de lo Mio exterior, á ménos
de que yo pudiera afirmar que soy poseedor del
objeto aun sin ocupacion; podría, pues, decir de
estos objetos (la manzana y el asiento) que no son
míos.
B.) No puedo llamar mia la prestacion de una
cosa por arbitrio de otro, cuando simplemente pue
do decir que esta prestacion ha entrado en mi pose
sion en el mismo in itante de la promesa (pactum
reinitumj. No podré llamarla mia más que á con
dicion de poder afirmar que estoy en posesion del
arbitrio de otro (para ¡determinarle á esta presta
cion), aun cuando el tiempo de la prestacion no
haya llegado todavía. La promesa del obligado,
forma, pues, parte del haber y de los bienes (obliga.'
06 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
tio activa) del obligante; y puedo considerarla co
mo formando parte de lo Mio, no solamente cuan
do tengo ya en mi posesion la cosa prometida
(como en el primer caso), sino aun cuando no la po
sea todavía. Debo, pues, poder considerarme inde
pendiente de la posesion sujeta á la condicion del
tiempo, independiente por lo tanto de la posesion
empírica, y sin embargo poseedor del objeto .
O.) Puedo, pues, llamar mios á una mujer, á
un niño, á un criado, y en general á cualquier otra
persona, sobre quienes ejerzo mando, no porque
forman parte de mi casa, ó porque están bajo mi
obediencia, bajo mi poder y en mi posesion, sino
aun cuando hubieran eludido mi poder, mi fuerza,
y por consiguiente no los poseyera ya (físicamen
te),—si puedo decir, sin embargo, que los poseo
por mi simple voluntad, mientras y donde quiera
que existan. En este caso estoy en posesion simple
mente jurídica; no forman parte de mi haber sino
mientras y en cuanto puedo afirmar de ellos esta
última circunstancia.

IV.

Definicion de la nocion de lo Mio y de lo Tuyo


exterior.

La definicion nominal, es decir, la que basta


para distinguir el objeto que se quiere definir de
todos los demás, y que resulta de una exposicion
completa y determinada de la nocion, seria la si
guiente: lo Mio exterior es la cosa fuera de mí,
DEL DERECHO. 67
cuyo uso arbitrario no se rae puede impedir sin
lesion (ataque á mi libertad compatible con la de
todos segun una ley general).—Pero la definicion,
real de esta nocion, es decir, la que basta para su
deduccion (para el conocimiento de la posibilidad
del objeto) es la que sigue: lo Mio exterior es aque
llo cuyo uso no se me puede impedir sin lesion,
aunque no esté yo en posesion de ello (ocupacion del
objeto).—Para poder decir qne un objeto es mio,
debo poseerlo de un modo cualquiera, porque en
otro caso el que dispusiera de él contra mi volun
tad no me atacaría, ni ocasioaaria por consiguien
te perjuicio. Luego, si debe haber un Mio y un Tu
yo exterior, es como consecuencia de suponer la
posibilidad de una posesion inteligible (possessio
noumenon), tal como se ha explicado en el § IV. —
La posesion física (ocupacion) no es más que una
posesion enfenómeno (possessio phcenomenon), aun
cuando el objeto que poseo, como sucede en la
Analítica trascendental, no sea considerado como
fenómeno, sino como cosa en sí: porque en la
Analítica la razon se ocupaba del conocimiento
teórico de la naturaleza de las cosas, y de este co
nocimiento considerado en toda su extension po
sible: aquí al contrario, la razon no busca más que
la determinacion práctica del arbitrio, segun leyes
de libertad, sin cuidarse de que el objeto sea co
nocido por los sentidos ó simplemente por el enten
dimiento puro. Ahora bien, el derecho es una no
cion del arbitrio del órden racional práctico puro,
subordinado á leyes de libertad.
No se expresaría, pues, bien, el que dijera que
68 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
posee un derecho, sobre tal ó cual objeto; es mejor
decir que se le posee de una manera puramente
practica; porque el derecho es ya una posesion in
teligible de un objeto, y el derecho de poseer la
posesion de un objeto exterior no tendría sentido.

§VI.

Deduccion de la noción de la posesion puramente


jurídica de un objeto exterior (possessio nott-
- menonj.

La cuestion: como lo Mio y lo Tuyo exterior es


posible, se resuelve, pues, en esta otra: ¿cómo es
posible una posesion puramente jurídica (inteligi
ble)^ y esta á su vez en la siguiente: ¿cómo es po
sible una proposicion sintética á priori relativa al
derecho?
Todas las proposiciones de derecho son propo
siciones á priori, porque son leyes de la razon
(dictamina rationis). La proposicion de derecho i
priori es analítica respecto de la posesion física;
porque no dice más que lo que resulta de esta últi
ma, segun el principio de contradiccion, á saber:
que si yo ocupo una cosa (por consiguiente estoy
unido á ella físicamente), el que dispone de ella
contra mi voluntad (si, por ejemplo, me quita de
las manos una manzana) afecta y limita lo Mío in
terior (mi libertad); por consiguiente se pone en
contradiccion con el axioma de derecho. La propo
sicion enunciativa de una posesion física, confor
DEL DERECHO. 00
me á derecho, no excede, pues, del derecho de una
persona respecto de sí misma.
Por el contrario, la proposicion que expresa la
posibilidad de la posesion de una cosa fuera de mí,
abstraccion hecha de todas las condiciones de la
posesion física en el espacio y en el tiempo (la su
posicion de la posibilidad de una possessio noume-
non) excede de estas condiciones restrictivas. Y,
como esta proposicion establece la necesidad de
una posesion sin ocupacion para la nocion de lo
Mio y de lo Tuyo exterior, es sintética, y puede
servir de tésis á la razon para hacer ver cómo una
proposicion que excede de la nocion dela posesion
física es posible á priori.
- Así, por ejemplo, la posesion de un fundo
particular es un acto del arbitrio privado, sin
ser por esto un acto de autoridad privada. E
poseedor se funda en la posesion comun primi
tiva de la tierra, y en la voluntad general, con
forme á prieri con la posesion comun original
de permitir una posesion particular de este fundo
(porque de otro modo las cosas vacantes hubieran
sido de hecho y de derecho cosas sin dueño), y ad
quiere por la primera posesion original un fundo
determinado, puesto que resiste con derecho [jure)
a todo el que pretendiera oponerse al uso privado
que de él quiera hacer; resistencia que sin embar
go no funda en el derecho positivo [de jure) pues
to que se encuentra en el estado de naturaleza, y
que este estado no supone ley alguna pública.
Así, aun cuando un fundo deba ser considerado
como libre, es decir, como entregado al uso de to
70 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
dos, ó cuando, sin ser libre, es tenido por tal, no
se puede decir, sin embargo, que sea libre por na
turaleza y originalmente antes de todo acto jurí
dico, porque esto establecería una relacion tal con
una cosa, con el fundo, que este fundo se resistiría
á la posesion de todos. Esta libertad del fundo es
para todos una prohibicion de usarlo, y para darse
cuenta de ella, hace falta una posesion comun que
no puede tener lugar sin contrato. Ahora, un fun
do, que no puede ser libre más que mediante un
contrato, debe en realidad pertenecer á todos aque
llos (reunidos) que recíprocamente se prohiben ó
suspenden el uso.
Observacion. Esta comunidad original de la
tierra, y juntamente la de todo lo que se refiere al
suelo [communiofundi originaria), es una Idea que
tiene unarealidad objetiva (jurídicamente práctica),
y debe distinguirse cuidadosamente de la comuni
dad primordial [communio primceva), la cual es
una ficcion. Semejante sociedad primordial hubiera
debido ser una sociedad instituida y resultar de un
contrato en virtud del cual hubieran todos renun
ciado á su posesion particular, y hubiera converti
do cada uno su posesion privada en posesion co
mun, reuniéndola á la de los demás, de todo lo
cual la historia nos hubiera enterado. Pero esta
manera de considerar la toma de posesion como
primitiva, y de tal modo, que la posesion particu
lar de cada uno haya podido y debido encontrar
en ella su razon, es contradictoria.
No hay que confundirla con la posesion (posses-
sio) ni con la toma de posesion del fundo refirién
DEL DERECHO.
dose á su adquisicion futura, el sitio que se ocupa
[sedes] ni el establecimiento la fijacion de su resi
dencia física [incollatus) que es la posesion pri
vada y constante de un lugar, posesion que de
pende de la presencia del sujeto en este lugar. No
tratamos aquí de un establecimiento como acto se
gundo jurídico, el cual puede seguir ó no seguir
á la toma de posesion; esta no seria efectivamente
una posesion original, sino una posesion con asen
timiento de otro.
La simple posesion física (la ocupacion) de un
fundo es ya un derecho sobre una cosa; pero este
derecho no es aun suficiente para que yo pueda
considerar este fundo como mio. Kespecto de un
tercero, la primera posesion (en cuanto conocida)
esta, como tal, conforme con la ley de la libertad
exterior, y comprendida al mismo tiempo en la po
sesion comun original que contiene á priori la ra
zon de la posibilidad de una posesion particular.
Hay, pues, lesion, si se interrumpe al primer ocu
pante de un fundo en el uso que hace de él. La pri
mera toma de posesion tiene, pues, á su favor una
razon de derecho [titulus possessionis), la posesion
comun original; y el axioma: más vale poseer
[beati possidentes), en atencion á que nadie tiene
obligacion de probar la legitimidad desu posesion,
es un principio de derecho natural que erige la
toma de posesion jurídica en principio de adquisi
cion, en el cual puede fundarse todo primer po
seedor.
En un principio teórico i priori, una intuicion
á priori que debe servir (segun se ha dicho en la
72 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
Crítica de la razon pura) de base á una nocion
dada, habría que añadir algo á la nocion de la po
sesion del objeto; pero en este principio práctico
no sucede así y deben omitirse (debe hacerse abs
traccion) todas las condiciones de la intuicion que
sirven de fundamento á la posesion física, para po
der extender la nocion de posesion más allá de la
posesion física, y poder decir: todo objeto exterior
del arbitrio, por solo estar en mi poder, puede ser
considerado jurídicamente como mio, aun cuando
no esté en mi posesion.
La posibilidad de esta posesion, por consiguien
te, la deduccion de la nocion de una posesion no
física, se funda en este postulado jurídico de la ra
zón práctica: «Es un deber de derecho obrar res
pecto de otro de tal modo que lo exterior (lo útil)
pueda llegar á ser Suyo.» Pero este postulado es
inseparable de la exposicion de la última nocion,
que funda lo Suyo exterior en una posesion no fí
sica. La posibilidad de ésta última posesion no pue
de demostrarse en sí misma ni profundizarse de
ninguna manera (por lo mismo que es una nocion
racional no susceptible de intuicion); pero es una
consecuencia inmediata del postulado precedente.
Porque, si es necesario obrar segun éste principio
de derecho, la condicion intelectual (de una pose
sion puramente jurídica) debe ser tambien posible.
—Nadie debe admirarse tampoco de que los princi
pios teóricos de lo Mio y de lo Tuyo exterior se
pierdan en lo inteligible y no representen ningun
conocimiento desarrollado; porque la nocion de la
libertad, en que descansan estos principios, no es
DEL DERECHO. 73
susceptible de ninguna deduccion teórica en cuanto
á su posibilidad, y no puede deducirse sino de la
ley práctica de la razon (el imperativo categórico),
como de un hecho emanado de esta razon.

§ VIL

Aplicacion del principio de la posibilidad de lo


Mio y de lo Tugo exterior de los objetos de la
experiencia.

La nocion de una posesion simplemente jurídi


ca no es una nocion experimental (dependiente de
las condiciones del tiempo y del espacio); y sin
embargo, tiene una realidad práctica, es decir, que
puede aplicarse á objetos de la experiencia, cuyo
conocimiento es independiente de estas condicio
nes.—La manera de aplicar la nocion de derecho á
estos objetos de la experiencia, como Mio y Tuyo
exterior posible, es esta:
La nocion de derecho, que es puramente racio
na^ no puede aplicarse inmediatamente á objetos
de experiencia, ni á la nocion de una posesion físi
ca: pero debe aplicarse en primer lugar á la no
cion intelectual pura de una posesion en general,
de modo que induzca á mirar como representacion
sensible de la posesion, no la ocupacion [detentio),
sino la nocion de tener ó haber, abstraccion hecha
de toda condicion de espacio y tiempo, de modo
en suma que el objeto sea únicamente considerado
como en mi poder [in potestate meá positum esse).
74 MINCIPIOS METAFÍSICOS
En este caso la expresion exterior no significa la
existencia en otro lugar que el que yo ocupo, ni la
determinacion de mi voluntad y la aceptacion en
otro tiempo, por ejemplo en aquel en que se veri
fica la oferta, sino únicamente un objeto diferente
de mí. Pero la razon práctica exige, por su ley de
derecho, que yo conciba lo Mio y lo Tuyo en la
aplicacion á objetos, independientemente de toda
condicion sensible, porque se trata de una deter
minacion del arbitrio segun leyes de libertad,
puesto que solamente una nocion del entendimiento
puede ser sometida ála de derecho. Diré, pues: Yo
poseo un campo, aun cuando no me encuentre si
tuado en él. Aquí no se tiene en cuenta más que
una relacion intelectual con el objeto que tengo en
mi poder (una noeion intelectual de la posesion in
dependiente de las condiciones de espacio); y es
mio porque yo puedo disponer de él á mi gusto sin
violar en nada la ley de la libertad exterior. La ra
zon de la legitimidad de esta nocion de la posesion
[possessio noumenon), fundamento de una legisla
cion umversalmente valedera, consiste precisa
mente en que la razon práctica exige absolutamente
que, abstraccion hecha de la posesion fenomenal
(la ocupacion) de este objeto de mi arbitrio, la po
sesion se conciba segun una nocion intelectual, y
no segun una nocion experimental. Pero las condi
ciones á priori de la posesion física deben estar
contenidas en la nocion de la posesion intelectual.
Dije hace un momento que la razon de la legitimi
dad de la posesion mental es un principio de legis
lacion universal; en efecto, toda una legislacion
DEL DEIIECJIO. lo
universal se contiene en estas palabras: «Este ob
jeto exterior es mio;» porque todos los demás hom
bres quedan por este hecho obligados á no servirse
de este objeto ni disponer de él; condicion á que en
otro caso no estarían obligados.
La manera de tener alguna cosa exterior como
mia, es pues, la relacion puramente jurídica de la
voluntad del sujeto, con este objeto, independiente
mente de las relaciones de la persona con la cosa en
el espacio y en el tiempo, segun la nocion de una
posesion inteligible. --Un lugar en la tierra no se dice,
pues, una cosa exterior mia en razon á que yo lo
ocupo con mi cuerpo (porque en esto no se trataria
más que de mi libertad interior, por consiguiente de
la posesion de mí mismo, que no soy cosa exterior á
mi; no seria, pues, más que cuestion de un derecho
interno); pero, si sigo poseyendo, aun cuando me
aleje de él, y me halle en otro lugar, solo entonces
es cuestion de mi derecho exterior, y el que quie
ra exigir mi presencia constante en aquel lugar
como condicion para tenerlo por mio, tendría que
sostener que no es posible poseer una cosa exterior
como suya (lo cual es contrario al postulado § II);
ó exigiría de mí, para cumplir la condicion impues
ta, que ocupase dos lugares simultáneamente. Lo
cual quiere decir, en otros términos, que yo debo
estar y no estar al mismo tiempo en un mismo lu
gar; lo cual es contradictorio.
Lo que acabamos de decir debe aplicarse tam
bien al caso de que se me haya hecho una promesa;
porque mi derecho y mi posesion que resultan de
una promesa, no pueden desaparecer porque el que
76 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
promete diga una vez: Esta cosa debe pertenecer-
te, y que en otra ocasion, refiriéndose á la misma
cosa, diga: No quiero que te pertenezca; porque la
adquisicion se ha verificado en tales circunstan
cias intelectuales, que es como si el que promete
hubiera dicho sin intervalo de tiempo entre las dos
declaraciones: Yo quiero que esta cosa te pertenez
ca, yo quiero que no te pertenezca: lo cual es con
tradictorio.
Lo mismo debe decirse de la nocion de la pose
sion jurídica de una persona, en cuanto puede for
mar parte de los bienes de alguien (por ejemplo, la
posesion de una mujer, de un niño, de un criado).
Es decir, que esta comunidad doméstica, y la po
sesion mútua del estado de todos los miembros que
la componen, no desaparece por la facultad de se
pararse localmente unos de otros, porque los une
un lazo de derecho, y porque lo Mio y lo Tuyo ex
terior, en este caso como en los precedentes, se
funda únicamente en la suposicion de la posibilidad
de una posesion racional sin ocupacion.
Observacion. En cuanto á la crítica de la ra
zon jurídicamente práctica en la nocion de lo Mio
y de lo Tuyo exterior, esta razon es propiamente
requerida por una antinomia de las proposiciones
relativas á la posibilidad de una posesion de dere
cho ó á priori. Es decir, que no hay más que una
dialéctica inevitable, en la cual la tésis y antítesis
pretenden igualmente la validez de dos condicio
nes diametralmente opuestas, lo cual obliga á la
razon á establecer en su mismo uso práctico (res
pecto del derecho) una diferencia entre la posesion
DEL DERECHO. 77
fenomenal y la posesion puramente intelectual.
Tésis- Es posible tener como suya una cosa
exterior, sin estar en posesion de la misma.
Antítesis: No es posible tener como suya una
cosa exterior, á ménos de estar en posesion de
ella.
Solucion: Las dos proposiciones son verdade
ras: la primera cuando se trata de una posesion fí
sica [possessio pkcenomenon); la segunda, si se
trata de la posesion inteligible pura [possessio nou-
menon).—Pero la posibilidad de una posesion inte
ligible, por consiguiente, la de lo Mio y lo Tuyo
exterior, no puede profundizarse; debe resultar del
postulado de la razon práctica. Sobre lo cual aun
debe observarse en particular:" que, sin el auxilio
de las intuiciones, aun de una intuicion á priori,
la razon práctica puede, por la simple omision de
las condiciones empíricas (omision permitida por la
ley de la libertad) crearse * priori los principios de
derecho más latos y por consiguiente sintéticos, cu
ya prueba (segun veremos pronto), puede despues
hacerse analíticamente bajo la razón práctica.

§ VIII.

No es posible tener como spya una cosa exterior


mas que en un estado jurídico, bajo un poder
legislativo público, es decir, en el estado de
sociedad.

Cuando declaro (de palabra ó de hecho) que


una cosa exterior sea mia, advierto ipsoj'acto átodo
78 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
el mundo que debe respetar el objeto de mi arbitrio;
obligacion que nadie tendría sin este acto jurídico
por mi parte. Pero esta pretension implica al mis
mo tiempo el recouocimiemto de la obligacion en
que recíprocamente me encuentro de abstenerme
de la cosa exterior de los demás; porque esta obli
gacion resulta de una regla general de la relacion
jurídica exterior. No tea.ro, pues, obligacion de res
petar lo suyo jurídico exterior de otro, si no tengo
garantía suficiente de que él se abstendrá igual
mente y por el mismo principio de tocar á lo que
me pertenece. Pero esta garantía no necesita ningun
acto de derecho particular; va ya comprendida en
la nocion de una obligacion jurídica exterior,
á causa de la universalidad, y por consiguiente
tambien de la reciprocidad de la obligacion en vir
tud de una regla general. Ahora bien, la voluntad
de un solo individuo, respecto de una posesion ex
terior, y por consiguiente contingente, no puede
ser una ley obligatoria para todos, porque choca
ría con la libertad determinada segua leyes gene
rales. La única voluntad capaz de obligar á todos,
es, pues, la que puede dar garantías á todos, la vo
luntad colectiva general (comun), la voluntad om
nipotente de todos. Pero el estado del hombre bajo
una legislacion general exterior (es decir, pública)
con un poder ejecutivo de las leyes, es el estado
social: Lo Mio y lo Tuyo exterior no puede, pues,
tener lugar más que en este estado.
Consecuencia. Si es jurídicamente posible tener
como suya una cosa exterior, debe tambien todo
individuo estar facultado pava obligar á todos
DEL DERECHO. 79
aquellos coa quienes pudiera tener cuestiones so
bre lo Mio y lo Tuyo de un objeto cualquiera, á
entrar con él en un estado de sociedad.

§ IX.

Puede no obstante darse un Mio y Tuyo ex


terior, pero solamente provisional en el estado de
naturaleza.

El derecbo natural en el estado de una consti


tucion civil (es decir, lo que puede derivarse de los
principios á priori en favor de esta constitucion),
no puede sufrir ataque por parte de las leyes posi
tivas; y de este modo conserva toda su fuerza el
principio jurídico de que: «Me lesiona cualquiera
que obre conforme á una máxima segun la cual es
imposible tener como mio un objeto de mi arbi
trio;» porque una constitucion civil no es más que
el estado de derecho que asegura á cada uno lo
Suyo; pero sin que este estado lo constituya ni lo
determine, propiamente hablando. Toda garantía
supone, pues, yalo Suyo de cada uno (de todos aque
llos á quienes se garantiza). Por consiguiente, an
tes de la, constitucion civil (ó abstraccion hecha de
esta constitucion), debe mirarse como posible un
Mio y Tuyo exterior, como tambien el derecho de
obligar á todos aquellos, con quienes podemos te
ner cuestion de cualquier manera que sea, á for
mar con nosotros una constitucion que pueda ase
gurar lo Mío y lo Tuyo. Una posesion futura y la
preparacion de semejante estado, que no puede fun-
80 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
darse más que en una ley de la voluntad general,
y que por consiguiente, esté conforme con la po
sibilidad de esta voluntad, es una posesion provi
sionalmente jurídica. Por el contrario la que tie
ne lugar bajo una constitucion real, es una pose
sion perentoria. Antes de entrar en este estado, un
individuo que se encuentra dispuesto á él se opone
con derecho á los que no quieren asociarse á él y
tratan de interrumpirle en su posesion provisional:
la voluntad de todos, ménos la suya, tratando de
imponerle la obligacion de desistir de una pose
sion, no es nunca más que la voluntad de una sola
parte y no tiene, por consiguiente, más fuerza le
gal (fuerza que no se dámás que en la voluntad ge
neral) para resistirse á entrar en sociedad civil, que
la suya individual para hacerlos entrar. Hay sin em
bargo una diferencia y es que tiene á su favor el
estar conforme con la naturaleza respecto del esta -
blecimiento de un estado civil. En una palabra, la
manera de tener como Suya una cosa exterior eu
el estado de naturaleza es una posesion física que
tiene á su favor la presuncion jurídica de poder
llegar á ser legal por la conformidad de la volun
tad del poseedor con la de los demás en una legis
lacion pública, y vale provisionalmente como una
posesion jurídica.
Observacion. Esta prerogativa del derecho que
resulta del hecho de la posesion física segun la fór
mula: mas vale poseer [beati possidentes), no con
siste en que esta posesion, por tener á su favor la
persuasion de un hombre de ley esté dispensada
de establecer su carácter jurídico (lo que no se
DEL DERECHO. 81
admite más que en derecho estricto); si no que
consiste en que, segun el postulado de la razon
práctica, cualquiera tiene la facuitad de tener
como suyo un objeto exterior de su arbitrio.
Toda ocupacion es, pues, un estado cuya legi
timidad se funda eu este postulado por un acto
de una voluntad antecedente: y la posesion que
no es contraria á ninguna posesion más antigua,
siendo por consiguiente provisional, segun la ley
de la libertad exterior, autoriza para prohibir
á todo el que no quiera entrar conmigo en el esta
do de una libertad públicamente legal, toda pre
tension al uso de un objeto, á fiu de poder gozar
de él como la razon requiere; de lo contrario esta
cosa quedarla prácticamente anulada.

6
8i PRINCIPIOS MBTAFÍSICOS

CAPITULO II.

DB LA MANERA DE ADQUIRIR UNA COSA EXTERIOR.

§ x.

Principio general de la adquisicion exterior.

Yo adquiero una oosa, cuando hago de manera


[ef/icio) que alguna cosa exterior pase á ser mia.
Es mia originariamente la cosa exterior que me
pertenece sin acto jurídico. Pero una adquisicion
primitiva es la que no se deriva de io Suyo de otro.
No hay nada exterior que sea originariamente
mio; pero puedo adquirirlo originalmente, es de
cir, sin derivacion de lo Suyo de otro, sea quien
fuere. —El estado de comunidad de lo Mio y. de lo
Tuyo [communio) nunca puede concebirse como
original, sino que debe adquirirse por un acto de
derecho exterior, aun cuando la posesion de un ob
jeto exterior pueda ser original y comun. Así cuan
do se piensa (á manera de problema) en una socie
dad original [communio mei et tui originaria), se
debe cuidar de distinguirla de una sociedad primor
dial [communio primasa), la cual habría de consi
derarse como instituida entre los hombres en los
primeros tiempos de sus relaciones jurídicas, y que
no puede, por ser primera, fundarse en principios,
sino únicamente en la historia: en todo caso esta
DEL DERECHO. 83
última comunidad deberia considerarse como ad
quirida y derivada [communio derivativa.)
El principio de la adquisicion exterior se conci
be, pues, de esta manera: Es mio lo que yo someto
á mi poder (segun la ley de la libertad exterior),
de lo que tengo la facultad de usar como objeto de
mi arbitrio (segun el postulado de la razon prácti
ca); es mio en fin lo que yo quiero (conforme á la
idea de una voluntad colectiva posible) que lo sea.
Los momentos [attendenda) de la adquisicion
original son, pues: 1.° La aprehension de un obje
to que no per tenece á nadie; de otro modo seria
contraria á la libertad de otro regulada por leyes
generales. Esta aprehension es la toma de posesion
del objeto del arbitrio en el espacio y en el tiempo,
la posesion actual [possessio plmnomenon). 2.° La
declaracion de la posesion de este objeto y del acto
de mi arbitrio que se dirige á sustraer á los demás
el objeto poseído por mí. 3.° La apropiacion como
acto de una voluntad exterior (en idea) que legisla
universalmente, y por la cual todo el mundo tiene
obligacion de conformarse con mi arbitrio. —La
validez del último momento de la adquisicion, co
mo base de esta conclusion: el objeto exterior es
mio, es decir, la legitimidad de la posesion como
simp''emente jurídica [possessio noumenon), se fun
da en que todos estos actos, como jurídicos, ema
nan de la razon práctica. Esta legitimidad consiste,
pue.3, en que, en la cuestion quidjuris, se puede
hacer abstraccion de todas las condiciones tísicas
de la posesion; y entonces la proposicion definitiva
ó conclusion: El objeto exterior es mio, pasa legí
84 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
timamente de la posesion sensible á la posesion in
teligible.
La adquisicion primitiva de un objeto exterior
del arbitrio se llama ocupacion, y no puede tener
lugar más que en las cosas corporales (sustancias).
Ahora, para que haya adquisicion primitiva, se
necesita, como condicion de la posesion física,
prioridad de tiempo sobre cualquier otro que qui
siera apropiarse una cosa [qui prior tempore po-
tior jure). Como adquisicion primitiva, no es to
davía más que la consecuencia de un arbitrio
individual ó unilateral porque, si entraran dos
partes contratantes, resultaría de un contratq entre
dos (ó varias) personas, y por consiguiente seria
derivada de lo Suyo de otro. —Pero no es fácil ver
como semejaute acto del arbitrio puede servir de
fundamento á lo Suyo de cada uno. Sin embargo,
la primera adquisicion no por esto es la a dquisicion
original. En efecto, la adquisicion de un estado
de derecho público, por la reunion de la voluntad
de todos para producir una legislacion general,
seria una adquisicion tal, que no debería ir prece
dida de ninguna otra, y que sin embargo se deri
varía de la voluntad particular de cada uno; sena,
pues, 'la obra de todas las partes siendo así que
una adquisicion primitiva no puede resultar más
que de una voluntad úüica.
Division de la adquisicion de lo Mio y Tuyo
exterior.
1.° En cuanto á la materia (al objeto) adquiero
una cosa corporal (sustancia), ó la prestacion de otra
DEL DERECHO. So
persona, ó esta persona misma, es decir, su estado,
en cuanto adquiero el derecho de disponer de este
estado por relaciones activas con ella.
2.° En cuanto á la forma (modo de adquisi
cion) es, ó un derecho real [jus reale), ó un dere
cho personal [jus personale), ó un derecho mixto,
es decir, real personal [realiler personale) de la
posesion (aunque no del uso) de otra persona, como
de una cosa.
3.° En cuanto al Ululo [lilulus) de la adquisi
cion, este no constituye propiamente un miembro
especial de la division de los derechos; pero sí un
momento de la manera de ejercerlos; porque una
cosa exterior se adquiere ó por el acto de un arbi
trio particular, ó por el acto de dos ó de todos los
arbitrios [/acto, pacto, lege).

SECCION PRIMERA.

DEL DERECHO REAL.

§ XI.

¿Qué es un derecho reaM

La definicion ordinaria del derecho á una cosa


[jus reale, jus in re), «es el derecho contra todo
poseedor de esta cosa,» es una buena definicion de
nombre.—Pero, ¿en qué consiste que, con ocasion
de un objeto, puedo dirigirme á cualquiera que lo
posea y obligarle [per vindicationem) á reponerme
en posesion? Esta relacion jurídica exterior de mi
86 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
arbitrio, ¿es en algun modo una relacion directa á
una cosa corporal? Sería preciso en este caso que
el que cree que su derecho se refiere, no inmedia
tamente á las personas, sino á las cosas, se repre
sentara sin duda (aunque oscuramente), y esto en
razon de que á todo derecho corresponde un deber,
que la cosa exterior, aun cuando haya salido de las
manos de su primer poseedor, le queda, sin embar
go, siempre obligada, es decir, que se resiste á
cualquier otro que pretende poseerla, en razon a
que está ya obligada al primero, y que por tanto
mi derecho, semejante áun génio inseparable dela
cosa, y que la preserva de todo ataque exterior,
me señale siempre el posesor intrusol Es, pues,
absurdo suponer la obligacion de una persona res
pecto de una cosa y recíprocamente, aunque sea
muy admisible hacer sensible una relacion jurídica
mediante esta imágen.
La definicion de cosa debería, pues, redactarse
así: El derecho á una cosa es el derecho del uso
privado de una cosa, respecto de la cual estoy en
comunidad de posesion (primitiva ó subsiguiente)
con los demás hombres. Esta posesion comun es
efectivamente la única condicion para que yo pue
da prohibir á cualquier otro poseedor el uso pri
vado de la cosa [jus contra quemlibet hujus rei
possessorem); si no se supone esta posesion, es im
posible concebir como yo, no hallándome actual
mente en posesion de la cosa, puedo ser perjudica
do por los que la poseen y se sirven de ella. —Mi
arbitrio individual ó unilateral no podía obligar á
otro á privarse del uso de una cosa, si por otra
DEL DERECHO. 87
parte no tuviera esta obligacion. No puede, pues,
ser obligado sino por arbitrios reunidos eu una po
sesion comun. Si así no fuera, habría necesidad de
concebir un derecho en una cosa, como si ella tu
viera una obligacion respecto de mí, de la cual en
último análisis se derivaría el derecho contra todo
poseedor de esta cosa; concepcion verdaderamente
absurda.
Por la expresion: derecho real [jus reale), no
ha de entenderse simplemente el derecho á una cosa
[jus in re), sino tambien el conjunto de todas las
leyes que se refieren á lo Mio y Tuyo real. Es cla
ro, sin embargo , que un hombre que existiera
completamente solo sobre la tierra no podría pro
piamente tener ni adquirir nada exterior como su
yo, porque entre él como persona, y todas las otras
cosas exteriores como cosas, no cabe la menor re
lacion de obligacion. No hay, pues, propiamente
hablando, ningun derecho (directo) á una cosa;
pero se llama así lo que corresponde á uno res
pecto de una persona que está en comunidad de
posesion (en estado de sociedad) con todas las
demás.

§ XII.
v
La adquisicion primera de una cosa no puede ser
sino la delfundo.

El fundo (y por esta palabra debe entenderse


cualquier porcion de tierra habitable) es, respecto
de lo que sobre él se mueve, como una sustancia;
88 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
y lo que se mueve en su superficie es como un
modo. De la misma manera, pues, que en teoría los
accidentes no pueden existir sin la sustancia, así mis
mo en la práctica, el objeto móvil, que se encuen
tra sobre un fundo, no puede ser Suyo de alguien,
si préviamente este fundo no está en su posesion
jurídica, si no es suyo.
En efecto, suponiendo que el fundo no perte
nezca á nadie, yo podria separar todo objeto móvil
que se encuentre sobre él, para ocupar yo su lugar;
y esto hasta que el objeto se perdiera, y sin que la
libertad de otro, que no es poseedor de este lugar,
sufriera el menor ataque. Ahora bien, todo lo que
puede ser arrancado, derribado, destruido, un ár
bol, una casa, etc., es móvil (por loménos en cuanto
á la materia); y, si una cosa no puede moverse sin
sufrir destruccion en cuanto ála forma, se la llama
inmueble. Lo Mio y Tuyo se entenderá, pues, con
ocasion de una cosa, no de la sustancia, sino de
sus dependencias, que no son la eosa misma.

§ XIII.

Un fundo cualquiera es susceptible de una adqui


sicion primitiva, y el principio de la posibilidad
de esta adquisicion es la comunidad original de
todo fundo en general.

La primera de estas proposiciones se funda en


el postulado de la razon práctica (§ II): la segunda
en la prueba siguiente:
Todos los hombres están originalmente (es de -
DEL .DERECHO. 89
cir, antes de todo acto jurídico del arbitrio) en
posesion legítima de la tierra, es decir, que tienen
el derecho de continuar donde han sido colocados
por la naturaleza ó por la casualidad (sin su volun
tad). La posesion (possessio), que es diferente de la
ocupacion por la presencia corporal [sedes), como
de una posesion arbitraria, por consiguiente ad
quirida, y que debe ser permanente, es una pose
sion comun, á causa de la unidad de todos los lu
gares, en la superficie de la tierra, como superfi
cie esférica.
En una llanura infinita los hombres podrían
dispersarse en términos que les fuera imposible
formar entre sí una sociedad; en cuyo caso la socie
dad no seria una consecuencia necesaria de su exis
tencia sobre la tierra.— La posesion de todos los
hombres sobre la tierra, anterior á todo acto de
derecho por su parte (establecida como está por la
naturaleza misma), es una posesion comun primi
tiva [communio possessionis originaria), cuya no
cion no es experimental ni está sometida á condi
ciones de tiempo, como lo sería la nocion ficticia é
indemostrable de una posesion comun primera
[communio primava). Es por el contrario, una no
cion racional del drden práctico, que contiene el
principio ápriori, segun el cual solo los hombres
pueden jurídicamente apropiarse un lugar en la
tierra.
90 PRINCIPIOS MKTAI ÍSICOS

8 XIV.

El acto jurídico de esta adquisicion es


la ocupacion.

La toma de posesion [apprehensio), como co


mienzo de la ocupacion de una cosa corporal en el
espacio [possessionis physicce), no se armoniza con
la ley de la libertad exterior de los demás (por
consiguiente á priori), más que bajo la condicion
de la prioridad, con relacion al tiempo; es decir,
tan sólo como primera toma de posesion [prior
apprehensio), que es un acto del arbitrio. Pero la
voluntad de que una cosa (por consiguiente tam
bien un lugar determinado y circunscrito sobre la
tierra) sea mia, ea decir, la apropiacion [approbatio)
no puede ser más que individual ó unilateral [vo
luntas unilateralis sen propria) en una adquisi
cion primitiva. La adquisicion de un objetó exte
rior del arbitrio por una voluntad única, indivi
dual, es la ocupacion. La adquisicion primitiva de
este objeto, lo mismo por consiguiente de un fun
do determinado, no puede, pues, verificarse más
que por medio de la ocupacion [occupatio).
La posibilidad de adquirir de esta, manera no se
vislumbra, ni es susceptible de ninguna demostra
cion; es únicamente una consecuencia inmediata
del postulado de la razon práctica. Sin embargo,
la voluntad individual no puede justificar una ad
quisicion exterior, sino en cuanto está compren
dida en una voluntad colectiva á priori y que ten
DEL DERECHO. 94
ga autoridad absoluta, es decir, en una voluntad
que resulte de la reunion del arbitrio de todos
aquellos que puedan tener entre sí algunas relacio
nes prácticas; porque la voluntad individual (enten
diendo por estas palabras la voluntad de otro indi
viduo conforme con el primero, lo cual no signi
fica más que dos voluntades particulares), no pue
de imponer á todo el mundo una obligacion, que
es de suyo contingente; hace falta para ello una
voluntad, una intencion omnilateral no contin
gente, sino d priori, necesariamente comun ó con
junta, y por esto mismo legisladora. En efecto,
solo segun este principio puede haber conformidad
del libre arbitrio de cada individuo con la volun
tad de todos; por consiguiente, es posible un de
recho general, y tambien por último lo Tuyo y Mio
exterior.

§ XV.

No hay adquisicion perentoria más que en el esta


do social: la adquisicion en el estado de naturale
za no es mas que provisional.

El estado social, aunque subjetivamente con


tingente en realidad, es sin embargo objetivamen
te necesario en sí, es decir, como deber. Hay, pues,
respecto de él y de su institucion, una verdadera
ley natural de derecho, á la que está sometida toda
adquisicion exterior.
El titulo físico de la adquisicion ha sido la
toma de posesion física [apprehensio physica) fun
92 PRINCIPIOS METAFISICOS
dada en la comunidad primitiva de la tierra, y co
mo solamente una posesion fenomenal puede ser
sometida á la posesion racional del derecho, á este
título físico debe corresponder el de una toma de
posesion intelectual, abstraccion hecha de todas
las condiciones experimentales, en el espacio y en
el tiempo; y esta toma de posesion intelectual sirve
de fundamento á esta proposicion principio: «Lo
que yo someto á mi poder segun leyes de la liber
tad exterior, y quiero que sea mio, pasa hacerlo
efectivamente.»
Pero el titulo racional de la adquisicion no pue
de encontrarse más que en la Idea de la voluntad
universal conjunta á priori (es decir, que debería
necesariamente ser conjunta ó unánime); Idea que
se supone aqui tácitamente como condicion indis
pensable [conditio sine qua non): porque una vo
luntad individual no puede imponer á los demás
una obligacion que sin ella no tendrían. Ahora
bien, el estado de una voluntad universal, realmen
te armónica, ó conjunta en sus elementos para le
gislar, es el estado social. Solo, pues, como conse
cuencia de la Idea de un estado social, es decir, en
consideracion á este estado y á su accion; pero an
tes de su realidad (porque en otro caso la adquisi
cion seria derivada), puede una cosa exterior ser
adquirida primitivamente, y por consiguiente de
una manera completamente provisional. —La ad
quisicion perentoria no tiene lugar más que en el
estado social.
Sin embargo esta adquisicion provisional es
una verdadera adquisicion; porque, segun el pos
DEL DERECHO. 93
tulado de la razon jurídicamente práctica, su posi
bilidad, sea cual fuere el estado de I03 hombres en
tre sí (por lo tanto tambiea en el estado de natura
leza), es un principio del derecho privado, segun
el cual todo el mundo está autorizado para obligar
en caso de necesidad, á fin de que cese el estado
de naturaleza, y empiece el estado social, único
que puede hacer perentoria la adquisicion.
Observacion. Ocurre preguntar ahora: ¿hasta
dondell^ga la facultad de tomar posesion de un fun
do? Hasta donde llegue la de conservarlo en su po
der, es decir, hasta donde pueda defenderlo el que
quiera apropiárselo. Es como si el fundo dijera: Si
no puedes defenderme, tampoco puedes disponer de
mí. La cuestion del mar libre ó apropiado debería,
pues, resolverse segun el mismo principio. Por
ejemplo, nadie puede pescar ó recojer ámbar en el
fondo del mur, etc., en las costas de un país que
forme ya parte de un Estado, en toda la extension
á donde lleguen los cañones de guerra de mayor
alcance.— Además, ¿es necesario para adquirir un
fundo, haber ejecutado trabajos en su superficie
(construcciones, cultivo, saneamientos, etc.)? No;
porque estas formas (especificacion) no siendo más
que accidentes, no constituyen ningun objeto de
una posesion inmediata, y no pueden pertenecer á
su autor mas que en el caso de que el fundo ó la
sustancia le correspondiera anteriormente. E) cul
tivo, tratándose de la adquisicion primera, no es
más que un signo exterior de la toma de posesion,
signo que puede reemplazarse por otros muchos
menos costosos.
94 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
Además, ¿es posible oponerse al acto mediante
el cual una persona toma posesion, de manera que
ninguno de los dos (el que toma posesion y el que
se opone) disfrute del derecho de prioridad, y que
dando por lo tanto el fundo libre, sin pertenecer á
ninguno de los dos pretendientes? Esta oposicion
no puede admitirse absolutamente, porque el oposi
tor, para llevar á cabo su designio, debe tambien
ocupar un fundo inmediato, en el cual por consi
guiente se le puede suscitar oposicion; una oposi
cion absoluta por su parte seria, pues, una contra
diccion. Pero la oposicion puede ser relativa, por
ejemplo, si se tratara de un cierto fundo, (enclava
do, intermedio) y se quisiera dejarlo inculto, como
terreno neutro, que sirve para la separacion de los
dos vecinos, la oposicion podría concillarse con el
derecho de ocupacion. Pero en este caso el fundo
intermedio es en realidad comun á los dos veci
nos, y no carece de dueño [res nultius), puesto que
está destinado por ambos á servirles de límite.
Más aún; ¿se puede tener como suya una cosa
sobre un terreno del cual ninguna parte pertenece
á nadie?—Sí, como en la Mongolia, en donde cual
quiera puede dejar en tierra los muebles que posee,
ó dejar correr al caballo que se le haya escapado,
sin más que el cuidado de recobrar la posesion
como de cosas suyas, porque todo el territorio es
del pueblo, y el uso del suelo de todo el mundo.
Sin embargo, de aquí no se deduce que uno puede
tener como suya una cosa mueble sobre un terre
no de otro, lo cual puede realizarse, pero es por
medio de contrato.
DEL DERECHO. 95
Cabe preguntar aún si dos pueblos (ó dos fami
lias) pueden proscribir cierta especie de uso de un
fundo, por ejemplo, los pueblos cazadores á un
pueblo pastor, ó á pueblos agricultores, ó estos &
los plantadores, etc. —Sin disputa; porque la mane
ra como ellos quieran vivir entre sí, sobre un terri
torio, mientras no se salgan de sus límites, es asunto
completamente discrecional [res merce facultatis).
Cabe por último preguntar si, cuando ni la na
turaleza, ni el acaso, sino nuestra voluntad nos co
loca en la proximidad de un pueblo, con el cual
ninguna consideracion nos obliga á unirnos civil
mente, tenemos el derecho, para constituir á estos
pueblos, y dar á estos hombres (salvajes) un estado
jurídico (como por ejemplo, los salvajes de Amé
rica, los hotentotes, los habitantes de la Nueva
Holanda), de emplear en todo caso la fuerza, ó (lo
que tal vez vale más) de recurrir á una compra fic
ticia, para fundar colonias y apropiarnos de esta
manera su territorio, haciendo uso de nuestra su
perioridad, sin tener en cuenta su posesion primi
tiva? ¿No parece que este derecho resulta de la na
turaleza misma (como si tuviera horror al vacío),
y de la consideracion de que se habría faltado al
fin de la creacion dejando por siempre inhabitadas
para hombres civilizados inmensas extensiones de
terrenos en otras partes del mundo, hoy ya pobla
das á consecuencia de una usurpacion? —Pero es
fácil penetrar á través de este velo de la injusticia
(jesuitismo), el empleo de todos los medios para un
buen fin; debe, pues, desecharse esta manera de
adquirir un terreno.
96 PBINCIPIOS METAFÍSICOS
La indetermiuabilidad, tanto respecto dela can
tidad cuanto de la calidad de un objeto exterior
susceptible de adquisicion, hace sumamente difícil
el problema de la adquisicion primitiva exterior. Y,
sin embargo, es necesario que haya habido una
adquisicion primitiva del exterior, porque toda ad
quisicion no puede ser derivada. No es posible,
pues, abandonar esta cuestion como insoluble é
imposible en sí. Pero, áun cuando recibiera una so
lucion por el contrato primitivo, la adquisicion
nunca seria más que provisional, si este contrato
no era extensivo á todo el género humano.

§ XVI.

Exposicion de la nocion de una adquisicion


primitiva del terreno.

Todos los hombres están originariamente en


posesion comun de toda la tierra [communio fundi
originaria), con la voluntad que debe ser natural
á todos de recoger los frutos de este fundo comun
[lex juxti). Pero esta voluntad, á causa de la opo
sicion natural inevitable del arbitrio de uno al ar
bitrio de otro, tendería á privar á todo el mundo
del uso de su fundo, si no contuviera al mismo
tiempo una ley regulatriz de este uso, segun la
cual puede atribuirse á cada persona una posesion
particular sobre el fundo comun [lex jurídica).
Pero la ley distributiva de lo Mio y de lo Tuyo
de cada uno en el fundo comun, segun el axioma
de la libertad exterior, no puede resultar más que
DEL DERECHO. 97
de una voluntad convenida primitivamente y á
priori (voluntad que no supone para esta conven
cion niugun acto jurídico), por consiguiente, no
puede tener lugar más que en el estado civil [lees
justitite distributiva), el cual solo determínalo que
es derecho, lo que es jurídico, y lo que es de dere
cho.—Pero en este estado de sociedad, es decir, an
tes de la constitucion civil, y sin embargo, en con
sideracion de esta constitucion misma, es decir,
provisionalmente, es un deber en cada uno con
ducirse segun la ley de la adquisicion exterior, y
por consiguiente, tambien obligar á la facultad
jurídica de la voluntad de cada uno á reconocer el
acto de la toma de posesion y de Ja apropiacion,
aunque este acto no sea más que unilateral, indivi
dual ó particular. Es, pues, posible una adquisi
cion provisional del fundo con todas sus conse
cuencias jurídicas.
Semejante adquisicion necesita, sin embargo, y
no carece de un favor de la ley [lex permissiva),
respecto de la determinacion de los limites de la
posesion jurídica posible absolutamente. Pero,
como esta adquisicion precede al estado jurídico,
sirviendo para conducir áél, y no es todavía peren
toria, este favor de la ley no llega más que al asen
timiento de los demás coparticipantes en la forma
cion del estado social. Sin embargo, si hay resis
tencia por ellos para entrar en este estado, y mien
tras esta resistencia dura, la adquisicion no es
ménos legítima, porque el paso del estado de na
turaleza al estado social está fundado en el deber.

7
98 PItINCIPIOS MliTAl'ÍSICOS

§ XVII.

Deduccion de la nocion de la adquisicion


primitiva.

Hemos hallado el titulo de la adquisicion en


una comunidad primitiva de la tierra, por consi
guiente bajo condiciones de espacio de una pose
sion exterior. Pero hemos encontrado el modo de
adquisicion en las condiciones físicas de la toma
de posesion [apprehensió), junto con la intencion
de tener como Suyo el objeto exterior. Ahora se
trata de explicar aún, por los principios de la ra
zon pura jurídicamente práctica, la adquisicion
misma, es decir, lo Mío y lo Tuyo exterior, que
resulta de las dos condiciones dadas, es decir, la
posesion inteligible [possessio noumenon) del ob
jeto, segun lo que se contiene en su nocion.
La nocion de derecho respecto de lo Mio y lo
Tuyo exterior, como sustancia, no puede significar
por las palabras fuera de mí, un lugar diferente
del que yo ocupo; porque es una nocion racional.
Y, como no se puede someter á esta nocion más
que una nocion pura del entendimiento, lo repito,
ia palabra sustancia, tomada en el sentido prece
dente, no puede significar una cosa simplemente
diferente de mi, y la nocion de una posesion no fí
sica (de la aprehension en cierto modo permanen
te),—sino solamente la nocion del hecho de tener
en mi poder (la union de una cosa conmigo, como
condicion subjetiva de la posibilidad del uso) un
DEL DERECHO. 99
objeto exterior; nocion que ea un concepto puro
del entendimiento.— Pero la omision ó la abstrac
cion de estas condiciones sensibles de la po.°esion,
como de una relacion de la persona á los objetos,
que no tienen ninguna obligacion, no es más que
la relacion de una persona á otras personas, para
obligar á todas estas por la voluntad de la primera,
si por otra parte esta voluntad está conforme con
el axioma de la libertad exterior, con el postulado
de la facultad y de la legislacion universal de la
voluntad colectiva concebida á priori como reuni
da en una sola. Lo cual no es, como se vé, más que
la posesion puramente inteligible de la cosa, es de
cir, en virtud del derecho solamente, aun cuando el
objeto (la cosa que poseo) sea un objeto sensible.
Observacion. Es evidente que el primer cultivo,
el primer amojonamiento, ó en general la primera
forma dada á un terreno, no puede servir de título
para la adquisicion de este terreno; es decir, que la
posesion de lo accesorio no es una razon de la po
sesion jurídica de la sustancia; por el contrario,
más bien lo Mío y lo Tuyo debería resultar; segun
la regla [accessorium sequilur suum principare)
de la propiedad de la sustancia. No es ménos evi
dente que el que cultiva un terreno, que antes de
este trabajo no era suyo, ha perdido su tarea y su
trabajo en provecho del precedente poseedor. Es
claro tambien que no se pueda atribuir una opinion
tan antigua, y sin embargo, tan extendida, más
que á la ilusion tenebrosa y grosera que consiste
en personificar las cosas, é imaginarse, como si
uno pudiera obligarlas por medio de un trabajo
400 PRINCIPIOS METAFISICOS
ejercido sobre ellas á que no sirvan para otro, que
se tiene inmediatamente un derecho sobre ellas;
porque de otro modo indudablemente no se hubiera
pasado tan de lijero sobre la cuestion muy natural
anteriormente suscitada. ¿Cómo es posible un de
recho sobre una cosa? En efecto, el derecho contra
todo poseedor de una cosa, no significa más que la
facultad legal del arbitrio particular de servirse de
un objeto, mientras que este arbitrio puede estar
comprendido en la voluntad sintéticamente univer
sal, y se conforme á la ley de esta voluntad.
Respecto de los cuerpos colocados sobre un ter
reno que me pertenece, son mios, á ménos de que
pertenezcan á otro; y esto sin necesidad por mi
parte para ello de un acto jurídico particular [non
facto, sed lege); porque pudiendo estos objetos ser
considerados como accidentes inherentes á la sus
tancia [jure rei mece), á la cual pertenece todo lo
que de esta manera va unido á mi cosa, nadie pue
de separarlos sin cambiar esta cosa misma (por
ejemplo, el dorado, la mezcla de una materia que
me pertenece con materias que pertenecen á otro,
los .aluviones y aun el cambio de cauce de un rio
próximo, y la consiguiente extension de mi fun
do, etc.). Por los mismos principios debe decidirse
si un fundo susceptible de adquisicion debe exten
derse más allá de la tierra firme, sobre el mar, por
ejemplo, el derecho de pescar, 6 de recoger ám
bar, etc., en la orilla de mi fundo. Mi posesion se
extiende y el mar se considera acotado [mare clau-
sum) hasta donde puedo mecánicamente alcanzar,
á partir del punto que ocupo, para defender mi fun
BEL DERECHO. 404
do contra toda pretension extraña (por ejemplo,
hasta donde alcanzan los cañones de guerra de
mayor calibre). Pero, como no hay posicion ó do
micilio posible en alta mar, la posesion no debe ex
tenderse hasta allí, y el mar es libre [mure libe-
rum). Pero los objetos que se van á pique «obre la
costa, hombres ó cosas que les pertenezcan, como
el naufragio ha sido independiente de su voluntad,
no pueden pertenecer al propietario del litoral; no
hay lesion, en efecto (ni aun de hecho en gene
ral), y la cosa que ha venido á estrellarse contra la
costa, que pertenece á alguien, no puede conside
rarse como una cosa sin dueño [res nullius). Por
el contrario un rio puede, como todo terreno no
cubierto por los aguas, ser adquirido primitiva
mente por los dos propietarios ribereños, en toda
la extension á donde alcanza la posesion de la
orilla.

** •

El objeto exterior, que. es lo Suyo de alguna


persona en cuanto á la sustancia, es la propiedad
(dominium) del que posee todos ios derechos so
bre esta cosa (como accidentes de la sustancia), y
de la caal por consiguiente el propietario [domi-
nus) puede disponer como le agrade [fus dispo-
nendi de re suá). De donde naturalmente se dedu
ce que este objeto no puede ser más que una cosa
corporal (respecto de la cual no hay obligacion).
Un hombre puede, pues, estar en poder de sí mis
mo [sui juris); pero no ser propietario de sí mismo
402 PRINCIPIOS METAF ÍSICOS
[sui dominus), y ménos aún de sus semejantes. No
puede, pues, disponer de sí mismo á su capricho,
porque es responsable de la humanidad en su pro
pia persona. Aunque este punto, que corresponde
al derecho de la humanidad y no al de los hom
bres, no tiene aquí su lugar natural, podia sin em
bargo, como de paso decirse una palabra, para en
tender mejor loque brevemente se ha dicho antes.
—Puede haber además dos propietarios de una so
la y misma cosa, sin que lo Mio y lo Tuyo les sea
comun, sino solamente como poseedores pro indi
viso de lo que á uno sólo corresponde como suyo,
cuando á uno de estos dos copropietarios [condo-
mini) corresponde exclusivamente la posesion total
sin uso, y al otro todo el uso sin la posesion: por
consiguiente, el primero [dominus directus) impo
ne al segundo [dominus utilis) la sola condicion
de una prestacion constante sin limitarle el uso.

SECCION SEGUNDA.

Del derecho personal.

§ XVIII.

La posesion del arbitrio de otra persona como


facultad de determinarla por el mio á un cierto ac
to, segun leyes de libertad (lo Mio y lo Tuyo exte
rior con relacion á la causalidad de otro), es un de
recho (como el cual puedo tener varios, ya respecto
de una misma persona, ya respecto de varias). Y el
conjunto (el sistema) de las leyes, segun ias cuales
TEL DERECHO. 403
puedo tener esta posesion, es el derecho personal,
el cual es esencialmente uno.
La adquisicion de un derecho personal nunca
puede ser primitiva y personal; de otro modo seria
contrario al principio de la conformidad de mi vo
luntad con la libertad de los demás, y por consi
guiente seria injusta. Tampoco puedo adquirir por
medio de un hecho injusto por parte de otro [/ac
to injusto alterius); porque, si esta lesion me ha
sido producida á mí mismo, y puedo con derecho
exigir reparacion, tengo ciertamente el derecho
de conservar intacto lo que me pertenece; pero no
adquiero nada más que lo que antes tenia.
La adquisicion por un acto de otro, á cuyo acto
le determino segun leyes de derecho, emana,
pues, siempre de lo Suyo de otro; y esta derivacion,
como acto jurídico, no puede tener lugar por un
hecho negativo, es decir, por un acto de omision,
de abandono, ó por un acto de renuncia á la cosa
[per derelictionem aut renunciationem); porque de
esta manera, lo Suyo del que lo abandona ó re
nuncia deja de ser suyo, sin pasar por esto á ser
mio. No hay, pues, adquisicion posible de esta na
turaleza más que por la traslacion [translatio),
que solo puede verificarse por una voluntad co
mun, por medio de la cual el objeto está siempre
en poder de uno ó de otro , porque, en cuanto el
uno renuncia á su participacion en esta comunidad,
el objeto pasa á ser Suyo del que la acepta (por
consiguiente, en virtud de un acto positivo de su
voluntad).—La traslacion de su propiedad á otro
es la enajenacion. El acto de la voluntad conjunta
4 04 PRINCIPIOS MKTAI ÍSICOS
de dos personas, á fin de hacer pasar lo suyo de
uno á otro, es el contrato.

§XIX.

En todo contrato hay por parte del arbitrio dos


actos prepare torios y dos actos del arbitrio jurídi
co constitutivos. Los dos primeros (los del trata
do) son la oferta [oblatio) y el consentimiento [ap-
probatio); los otrosdos (los de la conclusion) son la
promesa [promissum) y la aceptacion [aceplatio).—
Porque una oferta no puede llamarse promesa an
tes de haber juzgado que la cosa ofrecida [obla-
tum) puede agradar al aceptante; lo cual no se
conoce sino por las dos primeras declaraciones;
con las cuale?, sin embargo, nada se ha adquirido
todavía.
Ni la voluntad sola del que promete, ni la del
que consiente (como aceptante), basta para hacer
pasar lo Suyo del primero al segundo; se necesita
la reunion de estas dos voluntades, y por consi
guiente, la declaracion simultánea de ambas. Pero
esta simultaneidad es imposible en los actos físicos
de la declaracion, que necesariamente deben suce-
derse en el tiempo, no pudiendo aer simultáneos.
Porque, si yo he prometido, y otro ahora qui
siere aceptar, en el intérvalo trascurrido (por corto
que sea) puedo arrepentirme, porque antes de la
aceptacion todavía soy libre; así como por su parte
el aceptante, por la misma razon, no debe creerse
obligado por la promesa que ha seguido ála decla
racion de la parte opuesta. —Las formalidades ex
DEL DERECHO. 405
teriorea [solennia) de la conclusion de un contrato
(el apreton de manos, ó la rotura de la paja, [stipu-
la) entre las dos partes contratantes), y todas las
confirmaciones hechas por una y otra parte en apo
yo de las declaraciones anteriores, indican, más
que otra cosa el embarazo de los contratantes
acerca de la manera de representarse como en un
relámpago la existencia simultánea de las declara
ciones sucesivas que se han hecho uno á otro, por
que estos actos siempre son sucesivos en el tiem
po, no existiendo el uno todavía ó ya, cuando el
otro tiene lugar.
Pero la deducción trascendental dela nocion de
la adquisicio n por contrato es la sola que puede
salvar todas estas dificultades. En una relacion
jurídica externa, mi toma dé posesion del arbitrio
de otro (y recíprocamente) es mirada como prin
cipio de la determinacion de esta persona á un he
cho, pero solamente como un principio físico, y ea
virtud de las declaraciones sucesivas del arbitrio
de cada uno de nosotros en el tiempo, declaracio
nes que son la condicion sensible de la aprehension,
y en las cuales dos actos jurídicos nunca pueden
ser más que sucesivos. En efecto, esta relacion,
como relacion jurídica, es puramente intelectual,
y por lo tanto esta posesion, considerada como
posesion inteligible [possessio noumenon) , segun
la nocion de libertad y abstraccion hecha de las
condiciones físicas de que acabamos de hablar,
es mirada como lo Mio y lo Tuyo en virtud de la vo
luntad legislativa. Entonces los dos actos, el de la
promesa y el de la aceptacion, no son ya conside
406 PRINCIPIOS METAPÍSICOS
rados como sucesivos, sino (de la misma manera
que en el pactum re initum) como resultando de
una voluntad común única (lo cual se expresa por
las palabras al mismo tiempo), y el objeto [promis-
sum) se considera como adquirido, por la omision
de las condiciones físicas, segun la ley de la razon
práctica pura.
Observacion. Los vanos y penosos esfuerzos de
los jurisconsultos (por ejemplo, de Moisés—Men-
delsshon en su Jerusalen), para demostrar la po
sibilidad de deducir de la nocion de la adquisi
cion por contrato, nos autorizan para pensar que
la deduccion que proponemos es la sola posi
ble y verdadera.—La cuestion era: &Por qué debo
cumplir mi promesa? porque debo, y todo el mundo
lo comprende perfectamente. Pero es absolutamente
imposible dar otra pueba de este imperativo cate
górico; como es imposible al geómetra demostrar
con razonamientos que para construir un triángulo,
han de tomarse tres líneas (proposicion analítica) ,
de las cuales dos cualesquiera juntas deben ser más
largas que la tercera (proposicion sintética; pero
ambas á priori). Es un postulado de la razon pura
(que hace abstraccion de las condiciones sensibles
del espacio y del tiempo, en lo que concierne á la
nocion del derecho); y la teoría de la posibilidad de
la abstraccion de estas condiciones, sin que por
ello la posesion de esta nocion desaparezca, es pre
cisamente la deduccion de la nocion de la adquisi
cion por contrato, de la misma manera que en el
título precedente era la teoría de la adquisicion por
la ocupacion de las cosas exteriores.
I EL DERECHO. 4 07

§ XX.

¿Pero qué cosa exterior adquiero por contrato?


Como no se trata más que de la causalidad del ar
bitrio de otra persona con relacion á la prestacion
á que esta persona se ha obligado respecto de mi,
no adquiero yo inmediatamente una cosa exterior,
sino el hecho de una persona, hecho por medio del
cual se pone esta cosa en mi poder, á fin de que yo
la haga mia. —Adquiero, pues, por el contrato la
promesa de otro (y no la cosa prometida). Y sin
embargo, mi haber exterior ha recibido algun au
mento; soy más rico por la adquisicion de una
obligacion activa sobre la libertad y la fortuna de
otro. —Pero este mi derecho no es más que un de
recho personal, á saber: el de proceder contra una
persona física determinada, y aun su causalidad
(su arbitrio), para que haga por mí alguna cosa.
No es, pues, un derecho real contra esta persona
moral, que no es otra cosa que la idea del arbitrio
conjunto á priori de todos, y en virtud del cual so
lamente puedo adquirir un derecho contra todo po
seedor de la cosa: lo cual es el carácter de todo
derecho real ó sobre una cosa.
Observacion. La trasmision de lo Mío por con
trato se verifica segun la ley de [continuidad [lex
continui); es decir, que la posesion del objeto no se
interrumpe un instante durante este acto, porque
de lo contrario yo adquiriría un objeto en este es
tado, como una cosa sin dueño [res vacua); la ad
quisicion por consiguiente seria primitiva: lo cual
408 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
repugna á la nocion del contrato. —Pero esta con
tinuidad es tal que no ha de entenderse de la volun
tad sucesiva de I0s dos contratantes [promittentis
et acceptantis); sino que sus voluntades reunidas
trasportan lo Mio de uno á otro; por consiguiente
no sucede que el que promete abandone [derelin-
quat) primeramente su posesion en beneficio del
que acepta, ó que renuncie á su derecho [renun-
ciet) y que enseguida el otro se apodere de ello, ó
recíprocamente. La traslacion, pues, es un acto por
el cual el objeto pertenece un instante á dos per
sonas á la vez. Sucede aquí como en la trayectoria
parabólica de una piedra arrojada en el espacio;
cuando la piedra ha llegado al punto más alto,
puede considerársela como subiendo y bajando á
la vez, y pasando así sin discontinuidad del movi
miento de subida al de bajada.

§ XXI.

Una cosa no se adquiere por la aceptacion de la


promesa, sino únicamente por la entrega de la cosa
prometida; porque toda promesa tiene por fin una
prestacion, y, si lo que sejpromete es una cosa, la
prestacion no puede tener lugar más que por un
acto por medio del cual el que promete pone al que
acepta en posesion de la cosa, es decir, por medio
de la entrega. Antes de este acto y antes de la re
cepcion de la cosa, la prestacion no ha tenido aún
lugar; la cosa no ha pasado aún de uno á otro; por
consiguiente este último no la ha adquirido aún.
El derecho que resulta de un contrato no es, pues,
DEL DERECHO.' 409
más que un derecho personal, y no llega á ser real
sino por medio de la entrega.
Observacion. El contrato que va inmediata
mente seguido de la entrega [pactum re initum)
excluye todo intérvalo de tiempo entre la conclu
sion y la ejecucion, y no necesita ningun acto par
ticular ulterior para transferir lo Suyo de uno á
otro de los contratantes. Pero, cuando entre la con
clusion y la ejecucion trascurre un tiempo más ó
ménos largo (determinado ó indeterminado) para
realizar la entrega, se puede preguntar si antes de
que espire este plazo, la cosa es ya del que acepta
en virtud del contrato, y si su derecho es un dere
cho sobre la cosa, un derecho real, ó si es necesa
rio hacer intervenir un nuevo contrato particular,
relativo puramente ála entrega; por consiguiente,
si por la simple aceptacion el derecho es puramen
te personal, y si sólo ha lugar al derecho real por
la tradicion?— En lo que sigue se verá que este úl
timo caso es el verdadero.
Si yo hago un trato respecto de una cosa, por
ejemplo, si compro un caballo, y le llevo inmedia
tamente á mi cuadra, ó le pongo en mi posesion
física de cualquier manera que sea, pasa á ser mio
[vi pacli re inili), y mi derecho es un derecho so
bre la cosa, un derecho real. Pero si lo dejo en
manos del vendedor, sin estipular con él nada de
particular acerca de quién ha de conservarlo, antea
de mi toma de posesion [apprehensio), por consi
guiente antes del cambio de poseedor, en este caso
el caballo no es todavía mio, y el derecho que ad
quiero no es más que un derecho contra una per
440 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
sona determinada, á saber: contra el vendedor, a
fin de que me ponga en posesion [poscendi tradi-
tionem) como condicion subjetiva de la posibilidad
de todo uso facultativo ó arbitrario de la cosa. Mi
derecho no es, pues, más que el derecho personal
de exigir del vendedor la ejecucion de su promesa
[prcestatio) de ponerme en posesion de la cosa. Si,
pues, el contrato no contiene al mismo tiempo la
entrega [pactum re initum), si por consiguiente
trascurre un intérvalo de tiempo entre la conclusion
del tratado y la toma de posesion de la cosa adqui
rida, no puedo yo llegar á la posesion sino ejer
ciendo un acto posesorio [actnm possessorium) ju
rídico particular, que constituye un coutrato espe
cial. Este contrato consiste por mi parte en decir
que iré ó que enviaré á buscar la cosa (el caballo),
y por parte del vendedor en consentir en ello; por
que no es cosa corriente que el vendedor guarde
por su cuenta y riesgo una cosa cuyo uso es de
otro; es necesario para ello un contrato particular
segun el cual, el que enajena una cosa sigue siendo
propietario de ella durante el tiempo convenido (y
debe sufrir todas las pérdidas que puedan sobreve
nir), no pudiendo el comprador ser considerado
por el vendedor como en posesion de la cosa, pues
no queda desembarazado de ella antes del tiempo
convenido. Antes de este acto de posesion no se
adquiere por el contrato más que un derecho per
sonal, y sin embargo, el que acepta no puede ad
quirir una cosa exterior más que por tradicion.
DEL DERECHO.

SECCION TERCERA.
DEL DERECHO MIXTO Ó DEL DERECHO REAL PERSONAL.

§ XXII.

Este derecho es el de la posesion de un objeto


exterior como de una cosa, y de su uso como de una
persona. —Lo Mio y lo Tuyo concerniente á este
derecho es todo lo que se refiere á la familia; y la
relacion, en este estado, es la de la comunidad de
séres libres, que, por la influencia mútua (de una
persona sobre otra) producen, segun el principio
de la libertad exterior [causalidad), una sociedad
de miembros de un todo (entre personas que viven
en comunidad); lo cual se llama la familia.—
La manera de adquirir este estado no tiene lu
gar ni por un hecho arbitrario [faclo), ni por
simple contrato [pacto), sino por una ley [lege).
Esta ley, por el hecho de no ser solamente un de
recho contra una persona, sino tambien y al mis
mo tiempo una posesion de esta persona, debe ser
un derecho superior á todo derecho real y perso
nal, á saber: el derecho de Ja humanidad en nues
tra propia persona; derecho cuya consecuencia es
una ley natural facultativa á cuyo favor es posible
semejante adquisicion.

§ XXIII.

La adquisicion, segun esta ley, es de tres espe


cies en cuauto al objeto: El hombre adquiere una
443 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
mujer, la pareja adquiere hijos y la familia sir
vientes.—Todas estas cosas susceptibles de adqui
sicion no lo son igualmente de enajenacion, y el
derecho del poseedor de estos objetos le es excelen
lemente personal.

DEL DERECHO DOMESTICO.

TÍTULO PRIMERO.

Del derecho matrimonial.

§ XXIV.

La comunidad sexual [commercium sexuale) es


el uso mutuo de los órganos y de las facultades se
xuales de un individuo de sexo diferente [usus
membrorum et facultatum sexualium alterius).
Este uso es natural (aquel por el cual se puede pro
crear á su semejante), ó contra naturaleza. Este
último tiene lugar ó con una persona del mismo
sexo, ó con un animal extraño á la especie huma
na. Estas transgresiones de las leyes, estos vicios
contra naturaleza [crimina carnis contra natu-
ram), llamados tambien sin nombre, no pueden jus
tificarse, como lesion de la humanidad en nuestra
propia persona, por ninguna restriccion ó excep
cion, contra la reprobacion universal.
Ahora, el comercio sexual natural tiene lugar,
ó segun la naturaleza animal pura [vaga libido,
venus vulgivaga,fornicatio), ósegun la ley.—Esta
última especie de comercio es el casamiento [ma
DEL DEBECnO. 443
trimonium); es decir la union de dos personas de
diferente sexo para la posesion mutua , duraiite to
da su vida, de sus facultades sexuales.—El fin del
matrimonio, que es procrear y educar los hijos,
puede ser siempre un fin que la naturaleza se ha
propuesto al dar al hombre la inclinacion recípro
ca de Ios-sexos; pero el hombre que se casa no está
obligado, sopeña de ilegitimidad en la union, á
proponerse éste fin: de otro modo al cesar la fa
cultad de engendrar, el matrimonio se disolvería
por sí mismo ó por pleno derecho.
Lo mismo decimos en la suposicion de que el
placer, en el uso mutuo de las facultades genitales,
fuera el único fin de la union del hombre y de la
mujer; el contrato de matrimonio tampoco es fa
cultativo por este concepto; es un contrato necesa
rio por la ley de la humanidad. Es decir, que, si un
hombre y una mujer quieren gozar recíprocamen
te uno de otro, es necesariamente indispensable
que se unan en matrimonio; así lo requiere la ley
de derecho de la razon pura.

§ XXV.

Porque el uso natural que uu sexo hace de los


órganos sexuales del otro es un goce [fruitio) para
el cual una de las partes se pone á disposicion de
la otra. En este acto el hombre mismo se convier
te en cosa, lo cual repugna al derecho de la huma
nidad en su propia persona. Esto no es posible más
que á condicion de que cuando una.de las dos per
sonas es adquirida por la otra, como pudiera serio
H4 PRINCIPIOS METAVÍSICOS
una cosa, la adquisicion sea recíproca; porque en
cuentra en ello su ventaja propia, y restablece así
su personalidad. Pero la adquisicion de un cierto
miembro en el hombre equivale á la adquisicion de
toda la persona, —porque la persona forma una
unidad absoluta. —De donde se sigue que la cesion
y la aceptacion de un sexo para uso de otro son, no
solamente permitidas bajo condicion de matrimo
nio, sino que no son posibles más que bajo esta
única condicion. Este derecho personal es tambien
real; porque, si uno de los esposos se escapa, ó se
pone á disposicion de una persona extraña, el otro
tiene siempre e! derecho incontestable de hacerle
volver á su poder, como una cosa.

§ XXVI.

Segun este principio la relacion de los esposos


es una relacion de igualdad de posesion, así de las
personas que se poseen recíprocamente como de
las fortunas; pero solamente en la monogamia, por
que en la poligamia la persona que se entrega no
adquiere mas que una parte del que la recibe ente
ra, y se hace por consiguiente pura y simplemente
coso. suya.—Los esposos tienen sin embargo la fa
cultad de renunciar al uso de una parte de estas co
sas, pero solamente mediante un contrato parti
cular.
£4 Observacion. Se deduce del principio preceden
te que el concubinato no es susceptible de ningun
contrato que pueda asegurar su derecho, corno no
lo es el alquiler de una persona para el goce mo
DEL DERECHO. 145
mentáneo de otra [pactum fornicationis). Porque,
respecto de este último contrato, todo el mundo
convendrá en que Ta persona que lo ha celebrado
no puede legítimamente ser obligada á la ejecucion
de su promesa, si se arrepiente. Lo mismo sucede
respecto del primer contrato, es decir el del concu
binato (como pactum íurpe), porque el concubina
to seria un alquiler [locatio, conduclio), un alqui
ler de una parte de una persona para uso de otra
persona, á la verdad, pero que equivaldría al alqui
ler de la persona entera como cosa entregada á la
discrecion de otro, por la indisoluble unidad de los
miembros de una persona. De donde se sigue que
una de las partes puede romper esta clase de com
promisos, sin que la otra pueda quejarse legítima
mente de lesion de su derecho.— Lo mismo sucede
con los casamientos llamados morganáticos; casa
mientos que se verifican con la intencion de apro
vechar la desigualdad del estado y de la condicion
de las dos partes, de manera que una de ellas ten
ga un dominio excesivo sobre la otra. Porque en
el hecho, y segun el derecho natural, semejante
union no difiere del concubinato, y no es un ver
dadero casamiento. —Tal vez se preguntará si esta
especie de union tiene algo mas contrario á la
igualdad de los esposos, que la ley que dice del
hombre con relacion á la mujer: El será tu señor
(el mandará, ella obedecerá)?—Esta ley no puede
considerarse como contraria á la igualdad de una
pareja humana, si la dominaciou de que se trata
tiene por única razon la superioridad de las facul
tades del hombre sobre las de la mujer en la reali
446 PRINCIPIOS METAPÍSICOS
zacion del bien común de la familia, y la superiori
dad del derecho al mando ó á la autoridad; el de
recho en este caso se funda en ésta superioridad y
en el uso que debe hacerse de ella. De esta mane
ra, la autoridad, la superioridad puede derivarse
del deber dela unidad y de la igualdad con rela
cion al fin.

§ XXVII.

El contrato de casamiento no es perfecto mas


que por la cohabitacion matrimonial [copula car-
nalis). Un contrato de casamiento, celebrado entre
dos personas de diferente sexo con la cláusula se
creta de abstenerse de la cohabitacion, ó con con
ciencia de la impotencia de una ú otra de las dos
partes, no es mas que un contrato simulado, y no
hay casamiento. Semejante union, puede pues, di
solverse á voluntad por uno ú otro de los contra
tantes. Pero, si el origen de la impotencia es pos
terior al contrato, el derecho del casamiento no su
fre por este accidente, que por otra parte nada tiene
. de fraudulento.
La adquisicion de una mujer ó de un marido
no tiene, pues, lugar facto (por la cohabitacion)
sin contrato prévio, ni pacto (por el simple contrato
de casamiento, sin cohabitacion subsiguiente), sino
solamente lege, es decir, como consecuencia jurí
dica de la obligacion de unirse sexualmente por
medio de la posesion mutua de las personas, pose
sion que no puede efectuarse más que por el uso
en cierto modo mutuo de sus órganos sexuales.
DEL DERECHO. 447

TÍTULO 11.

Derechos de los padres.

§ XXVIII.

A.sí como del deber del hombre para consigo


mismo, es decir, respecto de la humanidad en su
propia persona, ha resultado un derecho [jus
reale) delos dos sexos á adquirirse recíprocamente,
como personas, en casamiento, de una manera
real, del mismo modo resulta de la procreacion en
esta sociedad un deber de conservar los productos
de la union de sus miembros y de cuidar de ellos.
Es decir, que los hijos, como personas, tienen al
mismo tiempo el derecho primitivamente innato (y
no trasmitido por el nacimiento) de ser cuidados
por sus padres, hasta que estén en estado de con
servarse por sí mismos; derecho que les confiere
inmediatamente la ley [lex), sin necesidad al efecto
de un acto jurídico particular.
Porque, como lo que ha sido producido es una
persona, y es imposible formarse idea de la pro
duccion, por una operacion física, de un sér dota
do de libertad (1), por esto es una idea completa-

(1) No se concibe siquiera como Dios puede crear séres libres;


porque parece que todas láS acciones futuras de estos séres, prede
terminadas por este primer acto, deberían estar comprendidas en la
cadena de la necesidad de la naturaleza, y por consiguiente no ser
libres. Pero el imperativo categorico prueba, en materia moral-
mente práctica, que estas criaturas (los hombres) son libres. Es
4 48 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
meute justa y hasta necesaria bajo el punto de vis
ta práctico la de considerar la procreacion como
un acto por el cual hemos traido al mundo una
persona sin su consentimiento de una manera com
pletamente arbitraria por nuestra parte. Como con
secuencia de este hecho los padres quedan obliga
dos á hacerle la vida soportable y dulce, en cuanto
puedan.
No podrían destruir su hijo, como lo harían por
decirlo así con las obras de sus manos (que no son
séres dotados de libertad), ni tratarlo como su pro
piedad, ni aún abandonarlo al acaso, porque no es
simplemente un sér de este mundo, sino tambien
un ciudadano del mundo, y se encuentra en una

esta ana decision suprema de la razon, que sin embargo, no puede


bac er comprender teóricamente la posibilidad de esta relacion de
una causa á su efecto, porque son dos cosas fuera del alcance de loa
sentidos.—Lo que se puede exigir de ella en este caso es simple
mente que demuestre que no hay contradiccion en la nocion de
ana creacion de tires Ubres. Lo cual puede bacerse, estableciendo
que la contradiccion no tiene lugar sino cuando se introduce en la
relacion de lo hiperfísico, ademó s de la categoría de la causalidad,
la condicion del tiempo (condicion que es inevitable respecto de los
objetos de los sentidos, puesto que el priocipio de una accion la
precede); lo que efectivamente tendría lugar si, por ejemplo, la no
cion de causa debe tener una realidad objetiva en el sentido teó
rico.
Pero ia contradiccion desaparece si la categoría pura (sin some
terle ningan sehema) se emplea en la ¡Sea de la creacion bajo
un punto de vista moralmeute práctico, por consiguiente, no
sensible.
El jurisconsulto filósofo no calificar.! de sutilezas inútiles, que
se pierden en tinieblas sin fin, esta investigacion llevada basta los
primeros elementos de la filosofía trascendental, en una metafísica
de las costumbres, si reflexiona sobre la dificultad del problema
que se trata de resolver, y sin embargo, sobre la necesidad de sa
tisfacer en esto á los principios del derecho.
DEL DERECHO. H9
posicion que no podría serles indiferente segun las
ideas del derecho.

§XXIX.

De este deber resulta tambien necesariamente


el derecho de los padres á dirigir y educar el hijo,
mientras no pueda hacer uso de sus miembros y
de su inteligencia; el derecho de conservarlo, de
instruirlo y de formalo, tanto bajo el punto 'de
vista pragmático (á fin de que un dia pueda por sí
mismo proveer á sus necesidades y ganarse la vi
da), cuanto bajo el punto de vista moral (porque
de otro modo la falta de la negligencia de los pa
dres recaería sobre ellos): todo ello hasta la edad
de la independencia [emancipatio). Al llegar á ella
renuncian á su derecho paternal de mandar, y &
todo reembolso de los gastos de educacion yá toda
indemnizacion por los trabajos que han sufrido.
Por otra parte, las obligaciones de los hijos para
con sus padres no son ya, despues de la educacion,
más que simples deberes de virtud, tales como el
reconocimiento.
Resulta de esta personalidad de los hijos, que,
no pudiendo ser considerados como una propiedad
de los padres, pero formando parte, sin embargo,
de lo Mio y Tuyo de ellos (puesto que van asimila
dos á las cosas en posesion de los padres, y que
pueden ser recobrados de la posesion de otro, aún
contra su voluntad, para volver á la delos padres),
el derecho de los padres no es un derecho real
puro (por consiguiente no es enajenable) [jusper
4 SO PRINCIPIOS METAFÍSICOS
sonalissimum). Pero no es tampoco un derecho pu
ramente personal. De donde se sigue que es un
derecho mixto, un derecho personal de especie
real.
Resulta, pues, de aquí evidentemente que es ne
cesario en la teoría del derecho agregar al derecho
real y al derecho personal puros, una tercera es
pecie de derecho, el derecho personal de especie
real; y que la division de los derechos, tal como
se ha hecho hasta aquí es incompleta, porque cuan
do se trata del derecho de los padres sobre sus hi
jos, como parte de su casa, los padres no pueden
prevalerse únicamente del deber de los hijos para
hacerlos volver á su posesion cuando de ella se es
capan, sino que están autorizados para cogerlos,
para encerrarlos y dominarlos, como cosas (anima
les que se hubieran escapado de la casa.)

TÍTULO III.

Derechos del dueño de la casa 6 jefe de familia.

§ XXX.

Los hijos de la casa, que componían la familia


con los padres, llegan á ser mayores, es decir due
ños de sí propios [sui juris) sin necesidad de con
trato que los emancipe de su dependencia pasada;
este derecho lo adquieren por el solo hecho de ser
capaces de conservarse (lo cual tiene lugar, ó como
mayoría natural, en consecuencia del curso uní
DEL DERECHO. 424
versal de la naturaleza en general, ó á causa de
sus cualidades naturales particulares). Adquieren,
pues, este derecho sin acto jurídico espeeial, por
consiguiente en virtud de la ley sola [lege), que los
da al mismo tiempo por pagados de lo que su edu
cacion ha podido costar á sus padres, al mismo
tiempo que declara á estos libres de sus obligacio
nes respecto de sus hijos. En este momento los
unos adquieren y los otros recobran su libertad
natural. Pero la sociedad doméstica, antes necesa
ria segun la ley, queda ahora disuelta.
Ambas partes pueden continuar formando una
sola y misma familia real, pero con diverso titulo
que antes, á'saber: de la misma manera que el due
ño de una casa forma una familia con sus criados;
lo cual constituye una verdadera sociedad heril
[societas herilis), la cual no es posible más que en
virtud de un contrato que el padre de familia pue
de celebrar con sus hijos ya mayores; ó, si la fami
lia no tiene hijos, con otras personas libres que
concurren á la formacion de la sociedad doméstica,
sociedad que no se funda en la igualdad, sino que
se compone de una persona que manda ó de un
amo, y de personas que obedecen, ó sirvientes [im-
peranlis et subjecti domestici).
Los sirvientes 6 criados forman parte, en este
estado de cosas, de lo Suyo del amo de la casa, aun
en virtud del derecho real, por lo que respecta á la
forma [el estado de posesion); porque el amo pue
de, si su criado se escapa, hacerle volver á su po
der por su sola y propia voluntad; pero en cuanto
á la materia, es decir en cuanto al uso, al servicio
422 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
que de él se puede obtener, no podrá nunca ejercer
acto de propietario [dominus servi), porque el sir
viente solo está sometido á su poder por un con
trato, y un contrato en el cual una de las partes
renunciara á su libertad entera en provecho ajeno,
cesando por consiguiente de ser una persona, y no
teniendo por lo mismo ningun deber de observar
el contrato, es una contradiccion. Semejante con
trato, es pues, nulo y de ningun efecto.—No es
este lugar apropósito para hablar del derecho de
propiedad sobre el que ha perdido su personalidad
por sus crímenes. El contrato de un amo sobre la
libertad de un sirviente no puede, pues, ser de tal
naturaleza que el que obliga pueda hacer degene
rar el uso de la libertad de otro en abuso. No solo
el amo tiene derecho de juzgar de este uso, sino
tambien el criado. Este no puede nunca ser redu
cido á servidumbre. No puede, pues, comprome
terse por toda su vida, sino solo por un tiempo de
terminado; y durante este tiempo una de las partes
contratantes puede despedir á la otra. Pero los hi
jos, aun los del que ha pasado á ser esclavo por sus
crímenes, son siempre libres; porque todo hombre
nace libre, en consideracion á que todavía no ha
delinquido. Los gastos necesarios para su educa
cion hasta su mayor edad no pueden hacerle con
siderar como deudor de una deuda que por fuerza
haya de pagar, porque el esclavo, si pudiera, de
bería tambien educar sus hijos, sin por ello pedir
les nada. El propietario del esclavo, dada la im
potencia en que este se encuentra, y contrayendo
por lo tanto la obligacion de alimentar sus hijos
DEL DERECHO. 123
por él, no puede tampoco adquirir por ello ningun
derecho.

En esto, como en los dos títulos que preceden,


se vé que hay un derecho personal-real (el del amo
sobrelos criados), visto que estos pueden ser redu
cidos al poder de aquel y revindicados como su
cosa exterior contra todo poseedor, aun antes de
que sea necesario examinar las razones que pudie
ran haber tenido para escaparse, y el derecho que
les asista.

Division dogmática de todos los derechos


susceptibles de ser adquiridos por contratos.

§ XXXI.

Se puede exigir de una ciencia metafísica del


derecho que enumere plena y determinadamente á
priori los miembros de la division del derecho [di-
visio lógica), y dé asi á conocer su verdadero sis
tema. Toda division que no se |haee así no es más
que una division empírica, puramente fragmen
taria [partitio), y de ningun modo prueba que no
haya todavía otros miembros en la propia nocion
que ha de dividirse.—Podemos, pues, llamar dog
mática (por oposicion á la division empírica) á una
division hecha segun un principio á priori.
Todo contrato, objetivamente considerado, se
compone esencialmente de dos actos jurídicos; de
la promesa y de su aceptacion. La adquisicion por
4 «4 PRINCIPIOS META FÍSICOS
aceptacion (á no ser un paclum re initum, el cual
exige una entrega) no es parte integrante del con
trato, sino su consecuencia jurídica necesaria. —
Pero objetivamente considerado, es decir, como
respuesta á esta cuestion: Si esta consecuencia, ne
cesaria segun la razon (consecuencia que debería
ser la adquisicion), tendrá realmente lugar (será
una consecuencia física); la aceptacion del que
promete no da todavía ninguna seguridad. Esta
seguridad (es decir, la certidumbre de la adquisi
cion por medio del contrato) aunque exterior á la
modalidad del contrato, no por eso deja de formar
una parte integrante de la totalidad de los medios
que deben ponerse en juego, para conseguir el fin
del contrato, á saber: la adquisicion. —Tres perso
nas son necesarias para este efecto: el que promete,
el que acepta y la caucion. Por esta última y por
su contrato con el que promete nada gana el que
acepta relativamente al objeto, es cierto, pero gana
fuerza para entrar en posesión de lo que le per
tenece.
Segun estos principios de la division lógica (ra
cional), no hay, rigorosamente hablardo, más que
tres especies puras y simples de contratos. En
cuanto á los contratos empíricos y complexos, que
agregan principios convencionales y reglamenta
rios á los principios de lo Mio y de lo Tuyo, segun
las simples leyes de la razon, son innumerables, y
están por lo mismo fuera de la esfera de la ciencia
metafísica del derecho, que es lo único de que aquí
tenemos que ocuparnos.
Todo contrato tiene por objeto: ó 1.° una ad
DEL DERECHO.
quisicion unilateral (contrato á titulo gratuito);
ó 2.° una adquisicion bilateral (contrato á título
oneroso); ó bien solamente 3.°, una garantía de lo
Suyo (garantía que puede ser al mismo tiempo gra
tuita de una parte y sin embargo onerosa de la
otra).
1 .° El contrato á título gratuito [pactum gra-
tuitum) es:
[a) La guarda de un bien que se confia [depo-
situm).
[b) El préstamo de una cosa [commodatum).
(c) La donacion [donalio).
2.° El contrato oneroso [pactum onerosum)
comprende:
A . El cambio en el sentido más general [per-
mutatio late sic dicta), es decir:
[a) El cambio propiamente dicho [permutatio
stricte dicta); mercancía por mercancía.
[b) La compra y la venta [emptio venditio);
mercancía por dinero.
[c) El préstamo de consumo [mutuum); enajena
cion de una cosa á condición de recobrarla otro
día, solo en cuanto á la especie (por ejemplo, trigo
por trigo, dinero por dinero).
B. El contrato de alquiler [locatio conduetio),
es decir:
[a) El alquiler de una cosa mia á otra persona
para el uso que de ella pueda hacer [locatio rei). A
esta cosa, ni debe ser restituida solamente en es
pecie [in specie) pueden agregársele intereses,
como pacto oneroso [pactum usurarium).
[b) El alquiler del trabajo [locatio opera); es de
426 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
cir, la concesion del uso de mis fuerzas á otro por
un precio determinado [merces). El trabajador, en
virtud del contrato, es el mercenario [mercena-
rius).
(c) El mandato; la sustitucion en lugar y nom
bre de otro hecha por este otro. Si la procura se
verifica ocupando el lugar, pero no tomando el
nombre de aquel á quien se sustituye, es una ges
tion de negocios [geslio negotii). Si se ejecuta en
nombre de otro, es un mandato. En este caso,
como en el de alquiler, el contrato es oneroso [man-
datum onerosum).
3.° El contrato de caucion comprende:
[a) La entrega de la prenda y su aceptacion al
mismo tiempo [pignus).
[b) La fidejusion ó compromiso en apoyo de la
promesa de un contrato [fidejussio).
[c) La entrega de rehenes [prcetatio obsidis).
En este cuadro de todos los modos de traslacion
(translatio) de lo Suyo á otro, se presentan nocio
nes de los objetos cuya propiedad se trata de tras-
ferir, ó de los instrumentos propios para operar
esta traslacion; nociones completamente experi
mentales, y que, por lo que respecta á su posibili
dad misma, no pueden tener cabida en un tratado
metafísico del derecho; porque este no debe conte
ner más que divisiones hechas segun principios á
priori, y por consiguiente en él se hace abstrac
cion de la materia de la cosa con que se comercia
(que puede ser una materia convencional), no de
biendo ocuparse más que de la simple forma.
Tal es la noción del dinero, en oposicion á todas
DEL DERECHO. 427
las otras cosas enajenables, á saber, las mercan
cías, bajo título de venta y de compra: tal es tam
bien la nocion del libro.—Pero se verá que esta no
cion del dinero, como el más fácil y usado de los
medios que los hombres emplean para comerciar
con las cosas en las operaciones llamadas venta y
compra (comercio), así como la nocion de libro,
como medio por excelencia para el comercio del
pensamiento, se resuelven, sin embargo, en rela
ciones intelectuales puras, y por consiguiente, el
cuadro de los contratos puros no ha debido desfi
gurarse por una mezcla empírica.

I.

¿Qué es el dinero?

El dinero es una cosa cuyo único uso es ser


enajenado. Tal es su verdadera definicion de nom
bre, segun Achenwall; definicion suficiente para
hacer distinguir este objeto de nuestro arbitrio de
todos los demás. Pero esta definicion no nos dá
ninguna explicacion sobre la posibilidad de seme
jante cosa. Se vé, sin embargo: 1.° que esta enaje
nacion no es considerada en el comercio como una
donacion, sino como una adquisicion mútua (por
un pactum onerosum); 2° que siendo considerado
el dinero (en un pueblo) únicamente como simple
medio universalmente admitido para facilitar los
cambios ó el comercio, y no teniendo valor en sí
mismo, por oposicion á una cosa como mercancía
4 28 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
(es decir, todo lo que tiene precio y se refiere en
un pueblo á una necesidad particular, ya de uno
ya de otro), está destinado a representar todas las
mercancías posibles.
Una medida de trigo tiene el mayor valor di
recto como medio de satisfacer una de las necesi
dades del hombre. Puede tambien ser empleado en
la alimentacion de los animales que sirven para ali
mentarnos, para trasportar cargas; que comparten
nuestro trabajo, y contribuyen de este modo al au
mento y conservacion de los hombres; que no so
lamente multiplican cada vez más los productos
de la naturaleza, sino que pueden venir en au
xilio de todas nuestras necesidades por medio de
los productos del arte, para edificar nuestras ca -
sas, fabricar nuestros vestidos, y procurarnos to
dos los goces y todas las comodidades que la in
dustria puede proporcionar. El valor del dinero ,
por el contrario, no es más que indirecto. No se le
puede disfrutar, ni hacerle servir para ningun uso;
pero, como medio, no hay otra cosa de uso más ex
tenso.
Partiendo de esto, se puede dar provisional
mente esta definicion real del dinero:
Es el medio general di negociar de la indus
tria de los hombres entre si. De modo que la ri
queza de una nacion, adquirida por medio del di
nero, no es propiamente más que la suma repre
sentativa de su industria. Con esta industria se pa
gan los hombres recíprocamente, y el valor de los
productos industriales viene representado por el
dinero que circula en un pueblo.
DEL DERECHO. 429
Ahora, la cosa que ha de llamarse dinero, y que
ha de cambiarse por mercancías, debe, como con
secuencia, haber costado tanto cuidado de indus
tria para so produccion, ó para ponerse en estado
de pasar al comercio, como cuestan las mercan
cías (productos de la naturaleza ó del arte) para
pasar al comercio; porque, si la materia llamada
dinero fuera más fácil de procurar que la mercan
cía, vendría al' mercado más diuero que mercan
cías hubiera. Y, como habría que emplear más in
dustria en la fabricacion de la mercancía que en
procurarse dinero, la industria manufacturera, y .
por consiguiente el comercio en general, cuya con
secuencia es la riqueza pública, decaería. —Los bi
lletes de Banco y los asignados no pueden, pues, ser
considerados como dinero, aun cuando los reem
placen durante a'gun tiempo, porque no cuestan
para su produccion casi ningun trabajo, y porque
su precio se funda únicamente en la opinion de
que podrán cambiarse durante mucho tiempo por
dinero constante, cambio que deja de verificarse
repentinamente en cuanto se nota que no abunda
ei dinero lo bastante para hacer un comercio fácil
y seguro, y obliga necesariamente á realizar los
pagos. —Así, la industria de los que se emplean en
las minas de oro y de plata del Perú ó de Nuevo-
Méjico, principalmente en razon de las numerosas
é infructuosas tentativas hechas con grandes gas
tos para descubrir los filones de mineral, es proba
blemente más preciosa y más costosa que la que
tiene por objeto la fabricacion de mercancías en
Europa. A pesar de sus productos, seríamenos pa-
4 30 PRINCIPIOS METAFISICOS
gada, y decaerla en muy poco tiempo, dejando en
la miseria á todos los productores de estas lejanas
comarcas, si por su parte la industria europea, ex
citada por estas materias preciosas, no se desarro
llara al mismo tiempo proporcionalmente, satisfa
ciendo las necesidades y hasta el lujo de los que
explotan las minas. Como se vé, una industria sir
ve para desarrollar otra.
Pero, ¿cómo es que lo que empezó por ser mer
cancía acaba por trasformarse en dinero? Esto su
cede cuando un grande y poderoso disipador de
una materia anteriormente empleada en el adorno
y esplendor de su corte (por ejemplo, el oro, la
plata, el cobre, ó una especie de conchas llamadas
Cauris,—ó como en el Congo una especie de tren
zas llamadas Makutes,—6 lingotes de hierro como
en el Senegal, —y en las costas de Ginea los mis
mos esclavos Etiopes), exige á sus súbditos im
puestos en materia, y paga á su vez á sus servido
res únicamente con esta especie de cosas (como en
un mercado ó en una Bolsa). —Solamente de esta
manera, al ménos segun mis ideas, ha podido le
gítimamente una mercancía convertirse en medio
de comercio para la industria de los subditos entre
si; es decir, en una verdadera riqueza nacional, y
por consiguiente en dinero.
La nocion intele itual, á la cual está sometida la
nocion experimental del dinero, es, pues, la de una
cosa que, estando comprendida en la circulacion de
la posesion [permutatio publica), determinad pre
cio de todas las demás cosas. En el número de es
tas últimas van incluidas las ciencias, en cuanto no
DEL DERECHO. 431
son enseñadas gratuitamente á los demás. La can
tidad del numerario en un pueblo hace, pues, su
riqueza [opuletitia) ; porque el precio [pretium)
es el juicio público sobre el Valor [valor) de una
cosa con relacion á la cantidad proporcional de lo
qne sirve de medio universal y representativo del
cambio en la industria (medio de circulacion). —
De donde se deduce que en el país en que hay mu
cho comercio, ni el oro ni el cobre son considera-
dds como dinero propiamente hablando, sino sola
mente como mercancías, porque los primeros es
casean y las segundas abundan demasiado para
que el cambio se verifique con facilidad. Esto no
obstante es necesario tener dinero dividido y sub-
dividido en partes bastante pequeñas, para que pue
da realizarse el cambio por mercancías en su ma
yor detalle. Se admite por lo tanto en el gran co
mercio del mundo la plata con aleacion mayor ó
menor de cobre como plata pura, y se la toma
como unidad de medida en los cálculos de todos los
precios. Los demas metales (y por consiguiente
aWn raénos las materias no metálicas) no pueden te
ner curso corriente más que en un pueblo cuyo co
mercio tenga poca importancia.—Los dos metales
precedentes no solamente se pesan, sino que se
marcan con un signo que indica su valor, y se
convierten de este modo en dinero legal, es decir
moneda.
El dinero es, pues, segun AdamSmWi, «el cuer
po cuya enajenacion es el medio y al mismo tiem
po la regla de la industria; un cuerpo por medio
del cual los individuos y los pueblos hacen un co
432 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
mercio reciproco.»—Esta definicion subordina la
nocion experimental del dinero á la nocion inteleo-
tual, puesto que no se refiere más que á la forma
de las prestaciones mútuas en el contrato oneroso
(sin tener en cuenta la materia), refiriéndose de
este modo á la nocion del derecho en la conmuta
cion de lo mio y de lo tuyo [commulatio late sic
dicta) en general, estableciendo convenientemente
el cuadro precedente de una .division dogmática
á priori, y por consiguiente la division de la me
tafísica del derecho concebido sistemáticamente.

n.
¿Qué es un libro?
Un libro es un escrito (ya hecho con una plu
ma, ya con caracteres de imprenta, con pocas ó
muchas hojas, lo cual aquí no importa nada) que
representa un discurso dirigido al público por me
dio de los signos visibles del lenguaje. —El que
- habla al público en su propio nombre se llama el
autor. El que en un escrito habla al público en
nombre de otro (de un autor) es el editor. Si este
hace la publicacion con consentimiento del autor,
es el editor propiamente dicho; pero, si obra contra
su autorizacion, se llama falsificador. La suma de
todas las copias de un ejemplar se llama la edicion.
La falsificacion de un libro está prohibida ju
rídicamente.
Un escrito no es el signo inmediato de una idea
(como por ejemplo un grabado en cobre, un re
trato, ó una estátua de yeso, que representan el
DEL DERECHO. 433
busto de una persona determinada); es un discur
so al público. Es decir, que el autor habla al públi
co por medio del editor. —Este á su vez habla
(por medio de su obrero el impresor, operarius),
no en su propio nombre (porque en este caso pasa
ría por su autor), sino en nombre del autor; para
lo cual no tiene derecho sino mediante un manda
to (mandatum) dado á él por este último. —El fal
sificador, que por su propia iniciativa hace una
edicion de la obra de otro, no solamente habla en
nombre del autor, sino que lo hace sin haber reci
bido su mandato [gerit se mandatarium absque
mandato); comete por consiguiente un delito con
perjuicio del editor autorizado por el autor (único
editor legitimo por consiguiente), y le arrebata la
ventaja que este editor ha querido y debido obte
ner usando de su derecho [furtum usus.) La fal
sificacion de un libro está, pues, prohibida jurídi
camente.
Lo que da apariencia de justicia á la injusticia
manifiesta de la falsificacion de un libro, es que un
libro se compone en parte de un producto del arte ;
producto mecánico [opus mechanicum) que puede
llevarse á cabo por todo poseedor legitimo de un
ejemplar del libro. Hay, pues, lugar aquí á un de
recho real. Pero el libro se compone tambien en
parte del simple discurso del autor al público, dis
curso que no puede ser reproducido públicamente
[praestatio opera) por un tercero, sin asentimiento
del autor; y en este sentido hay derecho personal.
El error consiste en confundir estas dos cosas.
434 PRINCIPIOS MKTAIÍSICOS
La confusion del derecho personal con el dere
cho real da lugar á cuestion en otro caso com
prendido en el contrato de alquiler (II. B. a.), en
el derecho de inquilinato, de habitacion [jus inco-
latus).—Porque cabe preguntar si el propietario
tiene obligacion, cuando vende su casa (ó su fundo)
alquilada á un tercero, antes de la terminacion del
plazo de alquiler, de añadir al contrato de venta la
clausula condicional de la continuacion del alqui
ler; ó sí puede decirse que la venta rompe el alqui
ler (sin más reserva que la del tiempo que el uso
haya establecido para despedir al inquilino).— En
el primer caso, la casa sufriría una verdadera car
ga [onus), un derecho sobre la cosa, y en beneficio
del inquilino; lo cual en todo caso puede hacerse
por un pacto condicional del contrato de alquiler.
En cuyo caso no habría simplemente contrato de
alquiler, sino otro contrato á que pocos propieta
rios se prestarían. El principio es, pues: «La venta
rompe el alquiler.» Es decir, que el pleno derecho á
la cosa (la propiedad) veace á todo derecho perso
nal, que en efecto no puede subsistir con ó más
bien contra el primero de estos derechos. En este
caso, sin embargo, se reserva al inquilino la acción
personal á fin de que pueda hacerse indemnizar de
los perjuicios que le resulten por la rescision del
contrato.
DEL DEHfcXHO. 13o

SECCION ACCESORIA.

DE LA ADQUISICION IDEAL DE UN OBJETO EXTERIOR


DE LA VOLUNTAD.

§ XXXII.

Llamo adquisicion ideal á la que no contiene


ninguna causalidad en el tiempo, y que por consi
guiente tiene por fundamento una simple idea de la
razon pura. Estaadquisicion no es menos verdade
ra, y de ningun modo imaginaria; pero no puede lla
marse real por razon de que el acto de adquisicion
rio es empírico, puesto que el sujeto adquiere de
una persona, que o no existe todavía (de una per
sona cuya sola posibilidad de sér basta), ó que deja
de existir, ó que no existe ya; por consiguiente, la
entrada en posesion es aquí una pura idea práctica
de la razon. Hay tres clases de adquisicion de esta
especie: 1.a, por usucapion; 2.a, por herencia;
3.a, por mérito inmortal [meritum immortale), es
decir, por el derecho á un buen nombre después
de su muerte. Estas tres cosas no pueden tener
efecto sino en el estado de derecho social; no se
fundan únicamente en los estatutos arbitrarios de
la constitucion civil. Están tambien á priori en el
estado de naturaleza, y aun deben concebirse pré-
viaaaeute por necesidad, para establecer las leyes
en la constitucion civil [sicut juris natura).
436 PRINCIPIOS METAFÍSICOS

I.

Adquisicion por usucapion.

§ XXXIII.

Yo adquiero la propiedad de otro por medio


simplemente de una larga posesion (usucapio), no
porque puedo suponer razonablemente que consien
te en ello [per consensum prassumptum), ó que ha
abandonado su cosa [rem derelictam) en razon á
que no se opone al uso que hago de eila; sino sim
plemente porque, á pesar de su derecho sobre esta
cosa como propietario, puedo sin embargo re
chazarlo por medio de una larga posesion, porque
puedo ignorar su existencia pasada, y es justo pro
ceder como si en tiempo de mi posesion él no hu
biera sido más que un ser imaginario, aun cuando
yo haya podido en .lo sucesivo tener noticia de su
existencia actual y de su derecho. —No es tan pro
pio el llamar á este géuero de adquision, adquisi
cion por prescripcion (per prcescriplionem); por
que la exclusion no debe considerarse sino como
consecuencia de la usucapion.—Es preciso que
haya precedido la adquisicion.—Se trata ahora de
probarla posibilidad de esta especie de adquisicion.
El que no ejerce continuamente un acto de po
sesion [aclus possessorius) sobre una cosa exte
rior como suya, es considerado en buen derecho
como un poseedor que no existe; porque no puede
DEL DERECHO. «37
quejarse de la lesion, mientras no ?e prevale de su
título de posesion. Y, si más adelante, cuando otro
ha tomado ya posesion de la cosa, se declara pro
pietario de ella, es como si dijera que fué su pro
pietario en otro tiempo, pero que ahora no lo es, y
que bu posesion no ha sido interrumpida siu un
acto legítimo continuo.— Solo, pues, un acto de
posesion legítima continua y apoyada en títulos,
puede conservar lo Suyo de otro no obstante un
uso prolongado.
Porque, supongamos que la negligencia de este
acto de posesion no tenga por consecuencia el que
otro pueda fundar en su posesion legítima y honra
da [possessio bonce fidei) una posesion estable en
derecho fpossessio irrefragabilis), y que la cosa
que tiene en su posesion no debiera ser considera -
da como adquirida por él, nohabria ninguna adqui
sicion perentoria; todas serian provisorias, porque
la historia no puede hacer remontar sus investiga
ciones hasta el primer poseedor y su acto de adqui
sicion.—La presuncion en que se funda la usuca
pion (usucapio), es no solamente legal [lícita, jus
ta) como conjetura, sino que es justa tambien
(p'cesumptio juris et de jure) como suposicion le
gal que puede obligar (suppositio legalis). El que
no cuida de hacer constar la autenticidad de su acto
de posesion, pierde el derecho de hacer triunfar
sus pretensiones contra el poseedor actual, para el
cual esta larga negligencia (que aquí no puede ni
debe determinarse), no es más que un motivo de
certidumbre sobre el abandono de la cosa. Pero lo
que contradice el postulado precedente de la razon
138 PRINCIPIOS METAí ÍSICOS
jurídicamente práctica, es el que ua poseedor des
conocido hasta hoy, cuando su acto de posesioa
ha sido interrumpido (aunque sin falta por su par
te), puede siempre revindicar la cosa [dominio, re-
rum incerta facere) .
Pero, si el propietario es miembro de uaa repú
blica, es decir, si está en estado de sociedad, la ley
puede garantirle su posesion (en tiempo y lugar),
aun cuando esta posesion haya sido interrumpida
como posesion privada, sin que necesite presentar
su título de adquisicion, ni fundarse en el de usu
capion. Pero en el estado de naturaleza este últi
mo título es legítimo, no propiamente como medio
de adquirir una cosa, sino para mantenerse en po
sesion de esta cosa sin un acto jurídico; esta dis
pensa de toda revindicacion recibe tambien ordi
nariamente el nombre de adquisicion. La prescrip
cion del poseedor más antiguo corresponde, pues,
al derecho natural [estjuris naturoe).

Derecho de herencia [acquisitio heredilatis).

§ XXXIV.

La adquisicion de la herencia es la traslacion


del haber y de los bienes de uno que se muere é,
otro que sobrevive por el concurso de sus volun
tades. La adquisicion del heredero [heredis instir-
tuti) y el abandono ó entrega del testador, ó cam
bio de lo Mio y de lo Tuyo, tiene lugar en un ins
tante [articulo mortis), es decir, en el momento
DEL DERECHO. 439
preciso en que el testador deja de existir. No hay,
pues, ninguna traslacion en el sentido empírico de
la palabra; la traslacion supone dos actos sucesivos
¿saber: uno primero por el cual se abandona la
posesion, y otro por el cual se la vecoge. Aquí al
contrario la adquisicion es ideal.—Puesto que la
adquisicion de herencia no puede concebirse en el
estado de naturaleza sin legado [dispositio ultima
voluntalis), y, puestoque es cuestionable si hay un
contrato sucesorio [paclum successorium), ó una
institucion unilateral de herencia [lestamentum);
puesto que es cuestionable tambien el saber si, y
como, la traslacion de lo Mio y-de lo Tuyo es posi
ble en aquel mismo instante en que un individuo
deja de existir; —la cuestion: Como es posible el
modo de adquirir por herencia, debe estudiarse sin
tener en cuenta las diferentes formas posibles de
trasmision de la herencia (usadas solamente en el
estado de sociedad).
«¿Es posible adquirir por testamento?» —Porque
el testador Gaius declara y promete en sus últi
mas voluntades á Tilius, que no sabe nada de esta
promesa, que sus bienes deben pasar áeste en caso
de muerte; por consiguiente, mientras vive, él es
el único propietario. Sin embargo, nada se puede
trasmitir á otro por propia y única voluntad del
que trasmite; se necesita además la aceptacion por
la otra parte de la promesa, y el concurso de las
voluntades [voluntas simultanea), lo cual sin em
bargo falta aquí; porque mientras Caius vive, no
tiene valor la aceptacion de Tilius, para adquirir;
porque el testador no ha prometido más que en
HO PBWCIPIOS METAFÍSICOS
caso de muerte (de otro modo la propiedad in ar
ticulo mortis seria comun, lo cual no es la volun
tad del testador}.—Sin embargo, Titius adquiere
tácitamente un derecho particular, una especie de
derecho real sobre la herencia; á saber el derecho
de aceptar [jus in re jacente). Por esto la herencia
en el momento de la muerte se llama hereditas ja-
ceus. Ahora, puesto que todo hcmbre (porque pue
de de esta manera adquirir, pero nunca perder)
acepta necesariamente semejante derecho, por con
siguiente tambien tácitamente Titius se encuentra
en este caso despues de la muerte de Caius, y pue
de, por la aceptacion de la promesa, adquirir la su
cesion. Y esta sucesion durante este tiempo no ha
sido la cosa de nadie [res nulhus); únicamente ha
estado vacante (res vacua), porque Titius no tenia
más que el derecho de opcion entre aceptar ó no
los bienes que se le dejaban.
Observacion. Los testamentos son, pues, vale
deros, aun segun el derecho natural [sunt. juris
natura). Esta máxima debe entenderse en el sen
tido de que los testamentos son susceptibles de, y
merecen ser introducidos y sancionados en el es
tado civil (cuando este llega á establecerse). Solo
el estado civil (la voluntad universal en este esta
do) conserva la posesion de la herencia, durante el
tiempo que está como en suspenso entre la acepta
cion y la no aceptacion sin pertenecer propiamente
á nadie.
DEL DERECHO. 444

ra.

Derecho de dejar buena reputacion despues de la


muerte.—[bonafama defuncti).

§ XXXV.

Seria absurdo pensar que el que ya no existe


pudiera poseer alguna cosa despues de su muerte,
si lo que deja fuera una cosa. Sin embargo, el buen
nombre es un Mio y Tuyo exterior natura!, aunque
puramente ideal, que va unido al sujeto como per
sona. Puedo y debo abstenerme de investigar si
esta persona deja completamente de existir por la
muerte, ó si aun vive como tal; porque en la rela
ción jurídica, considero pura y simplemente á cada
persona segun su humanidad , por consiguiente
como hombre noumenon, y por lo tanto es perju
dicial toda tentativa de empañar la reputacion de
otro despues de su maerte.
Pero aun cuando se puede muy bien acusar á
un muerto indudablemente culpable, y siendo por
consiguiente falso el principio de mortuis nihil
nisi bene, es por lo méuos iliberal, á ménos de
completa certidumbre del hecho, denigrar á un
ausente que no puede defenderse.
Es bastante admirable, y sin embargo un fenó
meno incontestable á priori de la razon legislado
ra, que alcanza con sus mandatos y prohibiciones
más allá de los límites de la vida, que por una vida
PRINCIPIOS METAFÍSICOS
irreprensible terminada por una muerte sin ver
güenza el hombre adquiere como algo suyo, que
subsiste despues que él, una reputacion (negativa
mente) buena de hombre de bien, cuando él ya no
existe como hombre fenomenal; y que los que le
sobreviven (parientes ó no), están autorizados por
el derecho á defenderle (por la razon de que una
acusacion no demostrada, dirigida coiitra la me
moria de otro, les amenaza con igual trato despues
de su muerte).— Cuando se denigra la memoria de
un hombre, imputándole un crimen, que le hubiera
hecho infame ó solamente despreciable en vida,
cualquiera que pueda probar la mala intencion, la
falsedad de esta acusacion, tiene el derecho de de
nunciar públicamente como calumniador á aquel
que difama al muerto, y por consiguiente de acu
sarle de infamia; derecho que no tendría, si no
supusiera, con razon, que el muerto ha recibido
ofensa aunque muerto, y que esta defensa le ha
satisfecho, aun cuando ya no existe (1).
El derecho de tomar la defeusa dei muerto no
hay necesidad de demostrarlo al que se encarga de
ello; todo hombre lo revindica inevitablemente,

(1) No hay que deducir de aquí supersticiosamenie na presenti


miento de una vida futura, ni relaciones invisibles entre las almas
separadas de los cuerpos: aquí no se trata más que de la relación
puramente moral y jurídica, que tie ie tajibien lucrar entre los
hombres durante la vida. Pero los hombrea, considerados en esta
vida misma como séres inteligibles, es decir, haciendo lógicamente
abstraccion de lo que en ellos hay de físico íperten- cieate a la exis
tencia en el espacio y en el tiempo) sin despojarles p <r esto de su
naturaleza física, sin convertirlos en espíritus puros, sienten el ul-
tragedela calumnia. El que de aquí á eien años hable mal de mí
sin verdad, me ofende de jds ahora; porque en l.i relacion del dere-
DEt DERECHO. 443
como perteneciente, no solo al deber de virtud (mo-
raímente considerado), sino como perteneciente so
bre todo al derecho de la humanidad en general; y
no se necesita ningun perjuicio particular, perso
nal, causado á los parientes por la mancha de in
famia arrojada sobre la memoria del muerto para
autorizar á cualquiera á provocar semejante de
nuncia.—Es, pues, incontestable que esta adquisi
cion ideal es un derecho del hombre despues de su
muerte contra los que le sobreviven, aun cuando
la propiedad de este derecho no pueda establecerse
perfectamente.

cho puro, que ea enteramente intelectual, hay abstraccion de todas


las condiciones físicas (d:l tiempo), y el calumniadores tan culpa
ble, como si lo hiciera durante mi vida; no segun un juicio crimi
nal, sino solamente á consecuencia de un juicio basado en el dere
cho del talion, juicio por el cual la opinion pública le hace sufrir la
pérdida del honor que ha querido arrebatar á otro,— El plagio mis
mo que un autor comete respecto de I03 muertos, aunque 41a ver
dad no ultraja el honor de estos muertos sino que únicamente lea
cercena una parte, es no obstante castigado p^r el derecho como
lesion cometida contra ellos (hurto de hombre).
444 PRINCIPIOS METAFÍSICOS

CAPITULO III.

DE LA ADQUISICION SUBJETIVAMENTE CONDICIONADA POR


LA SENTENCIA DE UNA JURISDICCION PÚBLICA.

§ XXXVI.

Si por derecho natural se entiende solamente el


derecho cognoscible d priori por la razon huma
na, el derecho no positivo, en este caso el derecho
natural comprende no solamente la justicia en las
relaciones comerciales entre las personas [justitia
commutativa), siuo tambien la justicia distributiva
[justitia distributiva), tal como segun su ley á
priori puede saberse que ha de formular su sen
tencia [sententia).
La persona moral que administra justicia es el
tribunal [forum), y el hecho mismo de administrar
justicia es el juicio [judicium). En todo esto, pues,
no se consideran mas que las ooudiciones de Dere
cho a priori sin atender á la manera como esta
constitucion debe regularse y organizarse, lo cual
es objeto de estatutos especiales, y que entran por
consiguiente en el dominio de los principios empí
ricos.
La pregunta actual es, pue8, no solamente ¿qué
es el derecho en si, cómo debe juzgar cada hombre
en absoluto, sino tambien qué es derecho ante un
tribunal, es decir, qué es lo que se va á decidir?
DEL DERECHO. i ib
Hay aquí cuatro casos en cada uno de los cua
les se presentan juicios diferentes y contrarios, sin
que sean por esto inconciliables, como que se
producen bajo dos puntos de vista diferentes, am
bos verdaderos en su sentido: uno de estos juicios
es conforme al derecho privado, el otro á la Idea
del derecho público.—Y son: 1 .° el contrato de do
nacion, 2.° el comodato, 3.° la reivindicacion, 4.° el
juramento [juramentum).
Observacion. Uua falta ordinaria de subrep
cion [vitium subreptionis) por parte de los juris
consultos es el considerar el principio jurídico que
un tribunal autoriza para invocar un asunto parti
cular (por consiguiente bajo un punto de vista
subjetivo), que hasta tiene necesidad de invocar
para regular el derecho de las partes contendientes,
como un principio de derecho absoluto, como un
principio objetivo; lo cual sin embargo, es muy di
ferente. No es, pues, de poca utilidad el hacer co
nocer atentamente esta diferencia específica.

A.

§ XXXVII.

Del contrato de donacion.

Este contrato [donatio), por el cual enajeno gra


tuitamente lo Mio, mi cosa [ó mi derecho), contie
ne una relacion de mi (donante) á otro (donatario),
por cuya relacion, segun el derecho privado, lo Mio
446 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
pasa al donatario, mediante la aceptacion del don. —
Pero no es de presumir que yo haya querido ser
obligado por fuerza al cumplimiento de mi promesa,
y por consiguiente, tambien abandonar temeraria
mente mi libertad, y, por decirlo así, renunciar ámí
mismo [nemo suum jactare prcesumitur)', lo cual
sin embargo, debería en derecho suceder en el esta
do de sociedad; porque en este estado el donatario
puede forzarme al cumplimiento de mi promesa.
Sería, pues, necesario en justicia, es decir, según
el derecho público, ó presumir que el donante con
siente ea ser obligado, lo cual es absurdo; ó bien
que el tribunal no tuviera en cuenta,en su senten
cia la cuestion de saber si el donante ha querido ó
no reservarse la libertad de faltar á su promesa, ni
fljára su atencion más que en lo cierto, es decir, en
la promesa y en la aceptacion. Aún cuando el que
promete, como puede suponerse, hubiera pensado
que, si se arrepentía, antes de la entrega de la cosa
prometida, de haber hecho la promesa, no se le po
dría obligar; el juicio supone, sin embargo, que
hubiera debido hacer expresa esta reserva, y que,
si no la ha hecho, puede ser obligado á cumplir su
palabra. Esto es lo que el tribunal establece como
principio; de otro modo la sentencia sería muy difí
cil de pronunciar, ó acaso completamente impo
sible.
DEL DERECHO.

B.

§ XXXVIII.

Del comodato .

El comodato [commodatum) es un contrato por


el cual concedo a otro el uso gratuito de alguna
cosa que me pertenece. Si el objeto prestado por
comodato es una cosa, los contratantes convienen
en que el comodatario devolverá esta misma cosa
al comodante. El comodatario [commodatarius) rio
puede presumir al mismo tiempo que tomo sobre mí
todas las probabilidades [casus) de la pérdida posi
ble de la cosa ó de las propiedades por las cuales
me es útil, pérdida que podría resultar de haber
puesto la cosa en manos de aquel á quien se la
presto. Porque no es cosa corriente que el presta
dor, al conceder el uso de su cosa, y sufrir el de
trimento que naturalmente resulta de este uso, ha
ya dispensado tambien al que recibe el préstamo
de la responsabilidad de todas las pérdidas que
pudieran resultar de haber abandonado el cuidado
de la co3a; sería, pues, necesario para esto un con
trato particular. Cabe, pues, solamente preguntar
á quién de los dos, al comodante ó al comodatario,
corresponde añadir expresamente en el contrato de
comodato las cláusulas de responsabilidad; ó, si esto
no basta, ¿de quién se puede presumir el consenti
miento para la garantía de la propiedad del que
448 PRINCIPIOS METAPISICOS
presta (para la entrega de la miama cosa ó del
equivalente)? No será el que presta, porque no se
puede presumir que haya concedido gratuitamente
nada más que el uso de la cosa (que se haya obli
gado además á responder de su propiedad), sino
más bien el que recibe prestado, porque en esto no
hace más que lo que está contenido en el contrato
mismo.
Por ejemplo, si durante un aguacero entro en
una casa, y tomo prestada una capa, y la dejo man
char de manera que no puede limpiarse; ó si, mien
tras estoy en otra casa, me la roban, parecería ab
surdo á todo el mundo el decir que nada tengo
que hacer, más que entregar la capa tal cual está,
ó denunciar el robo cometido; que en todo caso
aún habría cortesía en compadecer al propietario
por esta pérdida, puesto que no puede reclamar de
su derecho.—Otra cosa sería, sí, al pedir el uso de
la capa, rogara al mismo tiempo al propietario
que, en caso de que sufriera algun deterioro entre
mis manos, se hiciese cargo de él, teniendo en
cuenta mi pobreza é incapacidad de reparar la pér
dida. Nadie encontraría este último caso inútil ó
ridículo, so pretesto de que habria entonces casi
ofensa en presumir en este caso el perdon generoso
de mi deuda.

** *

Pero, cuando nada se ha convenido en el con


trato de comodato sobre lo Mio y lo Tuyo, sí, co
mo lo exige la naturaleza de este contrato, en el
DEL DERECHO.
caso de un suceso desgraciado posible (casus), es
un contrato incierto [pactum incertum). porque el
consentimiento solamente se presume; el juicio,
que interviene en esto, es decir la decisiou que re
suelve la cuestion de saber sobre quién debe car
gar el suceso, se guiará no por las circunstancias
del contrato en sí, sino solamente como ante un
tribunal que decide siempre con arreglo á loque
resulta cierto (y lo que hay de cierto aqui es la po
sesion de la cosa como propiedad). Por consiguien
te, la sentencia en el estado natural, es decir, segun
la naturaleza de las cosas en sí mismas, decidirá
que la pérdida por caso fortuito de una cosa pres
tada recaiga sobre el comodatario (casum sentit
conmodatarius) . Por el contrario en el estado ci
vil, por consiguiente ante un tribunal, la sentencia
decidirá que la pérdida de la cosa recaiga sobre el
comodante fcasum sentit dominus). A la verdad
esta sentencia difiere en principio de la sentencia
de la sana razon sola, porque un juez público no
puede hacerse cargo de presunciones, sobre lo que
hayan pensado una ú otra de las partes, sino que
tiene que resolver que el que no se ha libertado de
todas las pérdidas de la cosa prestada por una cláu-
- sula especial tiene que sufrirlas.
La diferencia entre el juicio, tal como debería
pronunciarlo el tribunal, y el que puede pronun
ciar la razou privada de cualquiera, es pues un
punto que no debe desatenderse en la rectificacion
de los juicios de derecho.
150 PRINCIPIOS METAFÍSICOS

c.

De la revindicacion de una cosa perdida


[vindicatió).

§ XXXIX.

Es evidente que una cosa que es mia, y que con


tinúa existiendo, sigue siendo mia, aun cuando yo
no la ocupe continuamente, y aun sin niugun acto
de derecho [derelictionis Del alienatiohis), y que
tengo un derecho sobre esta cosa [fus reale), por
consiguiente contra todo ocupador, y no solamen
te contra una persona determinada [jus'personale).
Pero se trata de saber, si este derecho puede ser
considerado por todos los demás como propiedad
mia duradera en sí, mientras yo no renuncie á él,
y la cosa esté en posesion de otro.
Si se pierde una cosa [res amissa) y llega á mi
por medio de un tercero de buena fé [bona fide),
como hallazgo presumido, 6 en virtud de enajena
cion solemne por el poseedor, que obra como pro
pietario, aunque no Id sea; se pregunta si, no pu-
diendo adquirirse una cosa de un no propietario [á
non domino) me veré despojado por este injusto po
seedor de todo derecho sobre la cosa, sin que me
quede más que un derecho personal contra él?—
Es claro que se toma este último partido en el caso
en que se juzga la adquisicion únicamente segun
principios internos, atributivos del derecho de ad
DEL DERECHO. 154
quisicion (en el estado natural), y no segun las
apreciaciones (convenienz) de un tribunal.
En efecto, todo lo que puede ser enajenado
puede ser adquirido por cualquiera. Pero la legiti
midad de la adquisicion depende enteramente de
las formas en que se me trasmite y acepto lo que
está en posesion de otro, es decir, de las solemni
dades de un acto jurídico de cambio [commutatio)
entre el poseedor de la cosa y el que la adquiere,
sin que yo tenga obligacion de preguntar cómo
este ha llegado á poseerla, lo cual seria ya una in
juria [quilibet prcesumitur ionus, doñee, etc.) Su
poniendo, pues, que más adelante se averigüe que
el vendedor no era el propietario, sino que lo era
otro; no puedo decir que este otro pueda reclamar
me directamente á mí [ó á cualquier ocupante de
su cosa); porque yo no le he quitado nada; he
comprado legalmente [titulo empti venditi), por
ejemplo, el caballo que estaba de venta en el mer
cado público. Y, como el título de la adquisicion
es por mi parte incontestable, y yo (como compra
dor) no estoy obligado, es más, no tengo derecho
de averiguar el título de la posesion de otro (del
vendedor), puesto que esta investigacion en série
ascendente nos llevaría á lo infinito;— soy, pues,
por la venta á justo título, no propietario pura
mente putativo, sino verdadero propietario del ca
ballo.
A esto se oponen los siguientes principios de
derecho: Toda adquisicion de aquel que no es pro
pietario de una cosa [i non domino) es nula y de
ningun efecto: —yo no puedo adquirir de lo Suyo
PRINCIPIOS METAFÍSICOS
de otro más derecho que el que él mismo tiene, y,
aun cuando por lo que respecta á la forma de la
adquisicion [modus acquirendi) proceda yo en todo
jurídicamente, cuando compro un caballo robado
que se vende en el mercado, no hay sin embargo
titulo de adquisicion, porque el caballo no era cosa
del vendedor. Luego, aun cuando yo haya sido po
seedor de buena fé, no soy sin embargo más que
propietario putativo [dominus puiatwus), y el ver
dadero propietario tiene un derecho de reivindica
cion [rem suam vindicandi).
Si se pregunta qué (en el estado natural) es de
derecho en si entre los hombres segun los princi
pios de la justicia conmutativa [justitia commuta-
tiva), en la adquisicion de las cosas exteriores, es
preciso confesar que, el que se encuentra en el caso
precedente, debe necesariamente informarse si la
cosa que quiere adquirir pertenece ya á otro. •
En cuyo caso, aun cuando haya observado con
toda puntualidad las condiciones formales del tras
lado de la cosa de lo Suyo de otro (y haya com
prado en regla el caballo en la plaza pública), á lo
más ha podido adquirir un derecho personal con
relacion á la cosa [jus ad rem) mientras no sabe si
otro (que el vendedor) es el verdadero propietario.
De modo que, en encontrándose uno que pueda jus
tificar su propiedad pasada, no quedan al nuevo
propietario más que los beneficios que hasta este
momento haya obtenido, recogido, como poseedor
de buena fé.—Ahora, como en la sucesion de los
propietarios putativos, que derivan su derecho
unos de otros, con frecuencia es imposible hallar el
DEL DERECHO. 453
absolutamente primero, ningun comercio de las
cosas exteriores, por ajustado que pueda estar á las
condiciones formales de esta especie de justicia
[justitia conmutativa), podría dar seguridad de
ninguna adquisicion.

En esto la razon jurídicamente legisladora coin


cide aun, pues, con el principio de Injusticia dis
tributiva, de ajustarse á la legitimidad de la pose
sion, no como se la juzgaría en si con relacion á
la voluntad privada de todos (en el estado natural),
sino solamente como se la juzgaría ante un tribu
nal en un estado resultante de la reunion de todas
las voluntades (en el estado civil). En este estado,
á falta de razones objetivas (que legitimen el paso
de una cosa á manos de un propietario anterior en
reclamacion), se tiene por postulado y suficiente
el cumplimiento de las condiciones subjetivas de la
adquisicion, condiciones que por sí mismas no se
fundan más que en un derecho personal; y enton
ces un derecho personal en si, aducido ante un
tribunal, es considerado como un derecho real.
Por ejemplo, si un caballo que está puesto á la ven
ta pública en el mercado establecido por la autori
dad, observándose con regularidad todas las con
diciones de la venta y de la compra, pasa á ser pro
piedad mia (pero de modo, sin embargo que se deje
al verdadero propietario el derecho de intentar una
aceion contra el vendedor por la posesion anterior
que no ha debido perder), y mi derecho, de perso
434 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
nal que en otro caso hubiera sido, se ha converti
do en un derecho real, segun el cual puedo apode
rarme, revindicar mi cosa donde la encuentre, sin
cuidarme de la manera como el vendedor la hu
biese adquirido.
Solamente, pues, en interés de la sentencia ju
dicial emitida por un tribunal [in favoremjustitice
distributiva) puede el derecho con relacion á una
cosa no ser juzgado tal como es en si mismo (como
un derecho personal), sino como sea más fácil y
seguramente juzgado (como derecho real), sin de
jar de considerarle y tratarle segun un principio
puro á priori.—De aquí nacen diferentes leyes re
glamentarias, prescripciones que tienen princi
palmente por objeto las condiciones, bajo las cua
les únicamente debe ser valedero un modo de ad
quisicion, y su disposicion en términos que el juez
pueda muy fácilmente y con seguridad reconocer
lo Suyo de cada uno. Por ejemplo, en la proposi
cion: La venta rompe el arriendó, lo que segun la
naturaleza del contrato, es decir en sí, es un dere
cho real (el alquiler), se lo considera como un de
recho puramente personal; y recíprocamente, como
en el caso que precede, lo qu e por su naturaleza es
un derecho personal puro, es mirado como un de -
recho real, cuando se pregunta de qué principios
debe partir un tribunal en el estado civil para sen
tenciar con más seguridad conforme al derecho de
todos.
DEL DERECHO. 155

De la adquisicion de la garantía para una pres


tacion de juramento [cautio juratoría).

§ XL.

La única razon qne puede darse para obligar


jurídicamente á los hombres á creer y á profesar
la existencia de un Dios, es esta; que puedan pres
tar juramento, y que se vean precisados á ser verí
dicos en sus asertos y fieles en sus promesas por el
temor á un poder supremo que todo lo sabe, y
cuya cólera suscitarían faltando á la verdad.. De
esta manera no se confía en la moralidad de los
que prestan juramento, sino únicamente en su cie
ga supersticion, puesto que ninguna garantía pue
de esperarse en los asuntos de derecho de una
simple y solemne declaracion ante el juez, por más
que haya deber de veracidad, cuando se trata de lo
más santo entre los hombres (su derecho). Se cuen
ta, pues, tan poco con el principio moral de deter
minacion, que se crean garantías imaginarias cuan
do faltan las reales; como por ejemplo los Rejangs,
pueblos paganos de Sumatra, I0s cuales, segun
testimonio de Marsden, juran por los huesos de
sus parientes difuntos, á pesar de que no creen en
una vida futura. Otro ejemplo es el juramento de
los negros de Guinea por sus fetiches, y hasta por
¡a pluma de un pájaro, pidiéndole que Íes rompa
456 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
la cabeza, etc. Creen que hay una potencia invisi
ble, dotada ó no de razon, la cual goza por su na
turaleza de una fuerza mágica cuyo efecto se exci
ta por medio de una invocacion. Semejante creen
cia, llamada religion, pero que propiamente debería
llamarse supersticion, es no obstante indispensable
en la administracion de justicia, porque, sise pres
cindiera de ella, el tribunal no tendría medios su
ficientes de descubrir los hechos ocultos y de admi
nistrar justicia. Es, pues, evidente que una ley que
obligue á esta creencia, tiene por objeto favorecer
el poder judicial.
Perd puede preguntarse: ¿en qué se funda la
obligacion ante el juez de aceptar el juramento de
otro como prueba de buen derecho, como prueba
de la verdad de su aserto, y como medio de poner
fin á toda controversia; es decir, qué es lo que me -
obliga jurídicamente á creer que otro hombre, el
que jura, profesa verdaderamente una religion,
para que yo consienta en que mi derecho dependa
de su juramento? Y reciprocamente: ¿Puedo yo
realmente ser obligado ájurar? Lo uno y lo otro
son en sí injustos.
Pero con relacion á un tribunal, por consi
guiente, en el estado social, considerando que no
hay otros medios en ciertos casos para conocer la
verdad más que el juramento, habrá que suponer
que todo el mundo tiene una religion, á fin de ha
cerle servir como un medio en extremo [in casu ne-
cessitatis) en e! procedimiento judicial, ante un tri
bunal que para descubrir lo que ignora cree poder
recurrir á esta tortura del espíritu [tortura spiri
DEL DERECHO. 457
tualis) como á un medio pronto y completamente
conforme con la inclinacion de los hombres á la
supersticion.
Pero el poder legislativo obra en principio in
justamente cuando concede esta facultad al poder
judicial, porque, aun en el estado civil, la exigen
cia del juramento es contraria á la inviolable li
bertad humana.
Observacion. Si los juramentos que se prestan
al tomar posesion de un empleo, en los cuales de
ordinario se promete tener la firme resolucion de
cumplir con su deber, se convirtieran en juramen
tos afirmativos, de modo, por ejemplo, que despues
de haber desempeñado un empleo durante uno ó
varios años, hubiera que jurar haber cumplido fiel
mente los deberes de su cargo, la religion tendría
más eficacia que en los juramentos de promesa,
los cuales dejan siempre el pretexto interior, de
que no sehan previsto, aun con la mejor voluntad,
los obstáculos que luego han surgido; y las infrac
ciones de los deberes producirían tambien mayor
temor de una acusacion, si hubiera que dar ante un
censor cuenta general de sus actos, que si estos
fueran acusados uno á uno, individualmente (sin
tener en cuenta los precedentes). —En cuanto al ju
ramento relativo á la fe [de credulitate), un juez
no puede nunca exigirle. En primer lugar, porque
encierra en sí una contradiccion: el intérvalo entre
la opinion y la certidumbre, porque hay cosas so
bre las cuales se puede disputar , pero no jurar.
En segundo lugar, el juez que exige á las partes
este juramento, á fin de encontrar algo que le ayu-
458 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
de en su intencion, aun cuando se trate del bien
público, comete un grave error respecto de la re
ligion de los que juran, en razon ya de la ligereza
de espíritu que requiere este juramento, ya por el
remordimiento que un hombre debe experimentar,
cuando desde un punto de vista juzga muy verosí
mil una cosa, que al dia siguiente y bajo otro as
pecto puede parecerle inverosímil; en términos que
el juez comete injusticia con aquel á quien obliga á
prestar semejante juramento.

Trasmision de lo Mio y de lo Tuyo en el estado


natural á lo Mió y lo Tuyo en el estado de
sociedad en general.

% XLI.

El estado jurídico es aquella relacion de los


hombres entre sí, que contiene las condiciones
únicas bajo las cuales cada cual puede participar
de su derecho. El principio formal de la posibilidad
de este estado, considerado segun la Idea de una
voluntad umversalmente legislativa, se llama la
justicia pública. Esta justicia puede distinguirse
segun la posibilidad, la actualidad y la necesidad
de la posesion legal de un objeto (como materia
del arbitrio), en justicia protectora [justitia tuta-
trix), conmutativa [justitia conmutativa) y dis
tributiva [justitia distributiva).—Bajo el primer
punto de vista, la ley juzga solamente cuál es la
conducta intrínsecamente justa en cuanto á la for
DEL DERECHO.
ma [lex justi).— Bajo el segundo la ley declara lo
que, como materia, es susceptible de una ley exte
rior (cae bajo la ley); es decir, lo que se puede po
seer jurídicamente [lex jurídica). Por último, bajo
el tercero declara lo que, y respecto de lo que, la
sentencia de un tribunal, en un caso particular
bajo una ley dada, es conforme á esta ley; es de
cir, lo que es de derecho, quidjuris [lexjustitice):
y entonces tambien este tribunal se llama la justi
cia de mi país. La existencia ó la no existencia de
semejante justicia, es la cuestion más importante
entre todas las que se refieren & la administracion
de justicia.
El estado no jurídico, es decir, aquei en que no
hay ninguna justicia distributiva, se llama estado
natural [status naturalis). A este estado se opone,
no el estado social (como cree Acbenwal), que pu
diera llamarse un estado artificial [status artift-
cialis), sino el estado civil [status civilis), someti
do á la justicia distributiva; porque en el mismo
estado natural puede haber sociedades legítimas
(por ejemplo, la sociedad conyugal, paternal, do
méstica en general y otras varias), respecto de las
cuales no cabe esta ley ápriori: «Tú debes entrar
en este estado,» como puede decirse del estado ju
rídico que todos los hombres, cuyas relaciones
pueden ser jurídicas (aun involuntariamente), de
ben entrar en él.
El primero y el segundo de estos estados pue
den llamarse estados de derecho privado; y el ter
cero y último, estado de derecho público. Este no
comprende nada más, es decir, otros deberes de los
460 PRINCIPIOS METAl-ÍSICOS
hombres entre sí, que los deberes que cabe imagi
nar en aquel: la materia del derecho privado es la
misma para ambos. Las leyes de este último esta
do se refieren, pues, únicamente á la forma jurídi
ca de la vida comun (la constitucion), y por este
ooncepto estas leyes deben necesariamente ser con
sideradas como públicas.
La misma union civil [unio civilis) apenas pue
de llamarse sociedad: porque entre el soberano [im-
perans) y el subdito [subditus), no hay comuni
dad de fortuna, no hay sociedad; no están asocia
dos, sino subordinados y no coordinados uno á
otro. Los que se coordinan recíprocamente debe
rían considerarse por esta razon como iguales en
tre sí, en cuanto están sometidos á las leyes comu
nes. Esta union produce más bien que es una so
ciedad.

§ XLII.

Del derecho privado en el estado natural resul


ta un postulado de Derecho público: «Tú debes
juntamente con los demás, en la relacion de una
coexistencia necesaria, salir del estado natural,
para entrar en un estado de derecho, es decir, es
tado de una justicia distributiva.» —La razon puede
deducirse analíticamente de la nocion del derecho
en las relaciones exteriores por oposicion á la vio
lencia [molentia).
Nadie tiene obligacion de abstenerse de violen
cia respecto de la posesion de otro, si este á su vez
no da seguridades de abstenerse tambien. No debe,
DEL DERECHO.
pues, esperar á conocer, tal vez por triste expe
riencia, la voluntad contraria de este, porque, ¿có
mo ha de estar obligado á ser prudente á su costa,
cuando puede observar muy bien en sí mismo la
inclinacion general de los hombres á dominar á
los demás (esto sin hablar de la superioridad del
derecho de los demás cuando se creen más podero
sos ó más artutoá?) No hay, pues, necesidad de es- ,
perar la3 hostilidades reales; tiene el derecho de
forzar á aquel que por su naturaleza le amenaza ya
con la violencia. [Quilibet prcesumitur malus do
ñee secuntatem dederit oppositi).
Decididos los hombres á permanecer en este es
tado de libertad exterior ilimitada, no son injustos
unos con otros, si se hacen la guerra; porque, lo
que uno puede, recíprocamente lo puede el otro
tambien, como por convenio [uti partes de jure
sno disponunt, ita jus est); pero no tienen ra
zon, (1) ni mucho menos, al querer continuar eu
un estado que no es jurídico, es decir, en el cual
nadie está seguro dela Suyo contra la violencia.

(1) Esta diferencia entre lo que ea iejusto par la forma solamen


te y lo que tambien lo es materialmente, es de aso frecuente y va
riado en la ciencia del derecho. El enemigo que, eu lugar de cum
plir con lealtad ia palabra que ha dado á la guarnicion de una pla
za sit ada, la oprime á su salida, o rompe el coi. trato de cualquier
otra manera, no puede quej irse de injusticia si su adversario,
cuando encuentre ocasion, hace lo mi3mo; pero pecan soberana
mente, porq ue quitan toda su eficacia a la nocion de derecho, en
tregan todo á la fuerza bruta con uua apariencia de legalidad, y
trastornan por completo el derecho de los hombres en general.
SEGUNDA PARTE.

DERECHO PÚBLICO.

SECCION PRIMERA.

DEL DERECHO DE CIUDADANÍA.

§ XLIII.

El conjunto de las leyes, que exigen una pro


mulgacion general para producir un estado jurídi
co, constituye el derecho público. —El derecho pú
blico es, pues, un sistema de leyes para un pueblo,
es decir, para una multitud de hombres, ó para una
multitud de pueblos que, constituidos de tal manera
que ejercen los unos sobre los otros una mútua
influencia, tienen necesidad de un estado jurídico
que loa reuna bajo una voluntad única; esto es, de
una constitucion á fin de ser partícipes en el dere
cho. Este estado de relacion mútua de los particu
lares reunidos en un pueblo, se llama el estado ci
vil (status civilis); y el todo de este estado con re
lacion á sus propios miembros se llama la ciudad
[civitas). La ciudad á causa de su forma (hallándo
se unidos los ciudadanos por el interés común de
464 PRINCIPIOS metam'sicos
mantenerse en el estado jurídico) se i' ima en un
sentido más extenso cosa pública [res pública, la-
tius sic dicta). Pero con relacion á los otros pue
blos se llama simplemente una potencia. De aquí la
palabra potentado. Un pueblo con relacion á otro
se llama tambien una nacion (gens), á causa de su
pretension á la union hereditaria. Esto conduce a
concebir, por la nocion general de derecho públi
co, no pura y simplemente el derecho de la ciudad,
sino tambieu un derecho de las naciones (jus gen—
tiumj. De aquí dos puntos de vista necesarios, el
derecho d', gentes (jus gentiutnj, ó el derecho cos-
mopolítico ó de ciudadano del mundo (jus cosmo-
politicum), en razon á que la tierra no es infinita,
sino que es una superficie en sí misma limitada. De
suerte que, si el principio que debe circunscribir la
libertad exterior por medio de leyes falta á una
cualquiera de estas tres formas posibles del estado
jurídico, el edificio legal de las otras dos se arrui
nará inevitablemente y acabará por venir á tierra.

§ XLIV.

Ciertamente no hemos tomado de la experiencia


el que los hombres tengan por máxima la violen
cia, y el que su maldad les lleve inevitablemente á
hacerse la guerra antes que se haya constituido un
poder legislativo, exterior. No es, pues, un hecho,
en verdad, quien hace necesaria la violencia públi
ca ó legal. Pero, por buenos y amantes del derecho
que se suponga á los hombres, sin embargo, la idea
racional ápriori desemejante estado (no jurídico)
DEL DERECHO. 465
implica la de la falta de seguridad contra la violen
cia antes de haberse reunido en pueblos, los pue
blos en Estado y los Estados en una gran nacion, es
decir, antes de haberse constituido en un Estado
puramente jurídico. De otra manera Dadie tendría
la certidumbre de poder hacer, en virtud de su pro
pio derecho, lo que parece justo y bueno, y de no
depender en esto de la opinion de otro. Por consi
guiente, lo primero que debe decretarse, si el hom
bre no quiere renunciar á todas sus nociones de
derecho, es este principio: «Es menester salir del
estado natural, en el que cada cual obra á su auto-
jo y convenir con todos los demás (cuyo comercio
es inevitable) en someterse á una limitacion exte
rior, públicamente acordada, y por consiguiente
entrar en un estado en que todo lo que debe reco
nocerse como lo Suyo de cada cual es determinado
por la ley y atribuido á cada uno por un poder su
ficiente, que no es el del individuo, sino un poder
exterior. En otros términos, es menester ante todo
entrar en un estado civil.»
A. la verdad, no por esto el estado natural
debería ser un estado de injusticia (injustu t), en
el cual los hombres únicamente se tratasen segun
la medida exclusiva de sus fuerzas; pero es por lo
menos un estado de justicia negativa [status jus-
titice vacuus), en el cual, si el derecho fuese con
trovertido, no habría juez competente para dictar
una legitima sentencia, en virtud de la cual cada
uno pudiese obligar á otro á salir de ese estado de
guerra y á hacerle entrar en un estado jurídico. En
efecto, aunque segun las nociones de derecho de cada
166 PRINCIPIOS METAPÍSICOS
uno, puede adquirirse por ocupacion ó por contra
to algo exterior; esta adquisicion no es sin embar
go más que provisional, en tanto que le falte la
sancion de la ley pública, porque no está determi
nada por ninguna justicia pública (distributiva), y
no está garantida por ninguna potencia que ejerza
el derecho.
Observacion. Si antes de entrar en el estado ci
vil no se quisiese reconocer ninguna adquisicion
como legitima ni aun provisionalmente, este estado
seria ásu vez imposible. Porque en lo que se refie
re á la forma las leyes contienen sobre lo Mio y lo
Tuyo en el estado natural lo que prescriben en el
civil concebido solamente segun lasnocior.es de la
razon pura. Hay, sin embargo, la excepcion de que
en el estado civil se dan las condiciones bajo las
cuales debe ejecutarse la ley natural de conformi
dad con la justicia distributiva.—Si no hubiese Mió
y Tuyo exterior en el estado natural, al ménos pro
visionalmente, no habría ningun deber de derecho
bajo esta relacion, ni por consiguiente ninguna
obligacion de salir de este estado.

§ XLV.

Una ciudad [civitas) es la reunion de un núme


ro mayor ó menor de hombres bajo leyes de dere
cho. En cuanto estas leyes, como leyes á priori,
son necesarias, es decir, derivan espontáneamente
en general (y no por vía de disposicion legislativa)
de la nocion del derecho exterior, la forma de la
ciudad es la de una ciudad en general, es decir, la
DEL DERECHO. 1 07
ciudad en Idea, como debe ser segun los princi
pios de derecho puro. Esta idea sirve de regla
[norma] á cada reunion efectiva en república (por
consiguiente á lo interior).
Cada ciudad encierra en sí tres poderes, es de
cir, la voluntad umversalmente conjunta en una
triple persona [trias política): el poder soberano
[soberanía) en la persona del legislador,, el poder
ejecutivo (segun la ley) en la persona del gobierno,
y él poder judicial (como reconocimiento de lo Mio
de cada cnal segun la ley) en la persona del juez
[poteslas legislatoria, rectoría et judiciaria). Lo
cual corresponde á las tres proposiciones de un ra
zonamiento práctico: á la mayor, ó principios, que
contiene la Ley de una voluntad; á la menor, que
contiene el precepto de conducta en consecuencia
de la ley, es decir, el principio de la subordinacion
a la ley; y en fin, á la conclusion que contiene la
sentencia, ó lo que es de derecho en los diferentes
casos.

§ XLVI.

El poder legislativo no puede pertenecer más


que á la voluntad colectiva del pueblo. Y, puesto
que de él debe proceder todo derecho, no debe ab
solutamente poder hacer injusticia á nadie por sus
leyes. Ahora bien, si alguno ordena algo contra
otro, es siempre posible que le haga injusticia; pero
nunca en lo que decreta para si mismo [porque vo-
lenti nonfit injuria). Por consiguiente, la volun
tad concordante y conjunta de todos, en cuanto
468 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
cada uno decide para todos y todos para cada uno,
esto es, la voluntad colectiva del pueblo, puede
únicamente ser legisladora.
Los miembros reunidos de tal sociedad [soeietas
civilis), es decir, de una ciudad para la legislacion,
se llaman ciudadanos [cives) y sus atributos jurí
dicos inseparables de su naturaleza de ciudadano
son: primero, la Libertad legal de no obedecer á
ninguna otra ley más que á aquellas á que hayan
dado su sufragio; segundo, la Igualdad civil, que
tiene por objeto el no reconocer entre el pueblo
ningun superior más que aquel que tiene la facul
tad moral de obligar jurídicamente de la misma
manera que k su vez puede ser obligado; tercero,
el atributo de la Independencia civil , que consiste en
ser deudor de su existencia y de su conservacion,
como miembro de la república, no al arbitrio de
otro en el pueblo sino á sus propios derechos y
facultades; y por consiguiente en que la persona
lidad civil, no pueda ser 'representada por ningun
otro en los asuntos de derecho.
Observacion. La sola facultad del sufragio
constituye al ciudadano. Esta facultad supone en
el pueblo la independencia de aquel que quiere no
solamente hacer parte de la república, sino tam
bien ser miembro activo, es decir, tomar parte en
la comunidad, no dependiendo más que de su pro
pia voluntad. Esta última cualidad hace necesaria
la distincion entre el ciudadano activo y el ciuda
dano pasivo, aunque la nocion de este último pa
rece contradecir á la definicion de la nocion del
ciudadano en general. —Los ejemplos siguientes
DEL DERECHO. 469
servirán para quitar toda dificultad. El muchacho
empleado en casa de un comerciante ó fabricante,
el sirviente que no está al servicio del Estado, el
pupilo [naturaliter, vel civiliter); todas las muje
res, y en general cualquiera que se encuentra com-
pelido á proveer á su existencia, no por medio de
una direccion personal sino segun las órdenes de
otro (excepto del Estado), carece de personalidad
civil y su existencia no es en manera alguna más
que un accesorio de la de otro. El leñador qne es
tablezco en mis propiedades; el herrero en la India,
que vá de casa en casa con su martillo, su yunque
y su fuelle para trabajar el hierro, así como el car
pintero ó el albeitar europeo que puede poner á
la venta en la plaza pública el producto de su tra
bajo; el preceptor doméstico, así como el maestro
de gimnasia, el censatario rústico, así como el ar
rendatario, etc., son simples administradores de la
cosa pública, porque deben ser mandados y prote
gidos por otros individuos, y por consiguiente, no
gozan de ninguna independencia civil.
Esta dependencia respecto de la voluntad de
otro; esta desigualdad, no es sin embargo, opuesta
ála libertad y á la igualdad de aquellos que, como
hombres forman juntos un mismo pueblo. Hay más:
es muy favorable á la formacion de la ciudad y á
la constitucion civil. Pero no todos pueden gozar
igualmente, en esta constitucion del derecho de su
fragio, es decir, ser ciudadanos y no simplemente
asociados civiles. Porque, de que puedan pedir el
ser tratados por todos los demás segun las leyes
de la libertad y de la igualdad natural , como partes
470 PRINCIPIOS METAFISICOS
pasivas del Estado, no resulta para ellos el dere-
cho de obrar tambien en la ciudad como miembros
activos, es decir, el derecho de organizar el Esta
do, ó de concurrir á la formacion de ciertas leyes;
sino que su derecho es, que las leyes positivas que
votan, cualquiera que sea su objeto, no sean jamás
contrarias á la libertad natural y á esa igualdad
proporcional de todos en el pueblo que permite a
cada uno trabajar para elevarse de ia condicion pa
siva á la condicion activa.

§ XLVII.

Estos tres poderes en la ciudad son dignidades,


y, como derivan necesariamente de la Idea de una
ciudad en general, como esenciales á su estableci
miento (constitucion), son dignidades políticas.
Comprenden la relacion de un superior universal
(que, segun las leyes de la libertad, no puede ser
más que el pueblo reunido) con los elementos de la
multitud de ese mismo pueblo como sujeto, es decir,
la relacion del jefe [imperans) al subordinado
[subditus). El acto por el cual el pueblo se cons
tituye en una ciudad, y propiamente la simple Idea
de este acto, segun la cual únicamente se puede
concebirla legitimidad del acto mismo, es el con
trato primitivo, segun el cual todos [omnes el sin-
guli) se desprendeu de su libertad exterior ante el
pueblo, para volverla á recobrar al instante de nue
vo como miembros de una república, es decir, ea
cualidad de miembros de una comunidad ó del pue
blo como ciudad. Y no puede decirse que la ciudad,
DEL DERECHO. 174
que el hombre en sociedad haya sacrificado á un
fin una parte de su libertad exterior, natural; sino
que ha dejado enteramente su libertad salvaje y
sin freno, para encontrar toda su libertad en la de
pendencia legal, es decir, en el estado jurídico; por
que esta dependencia es el hecho de su voluntad
legislativa propia.

§ XLVIII.

Los tres poderes en la ciudad, son, pues, entre


si: en primer lugar, como otras tantas personas
morales coordinadas entre sí [poteslates coordina-
ta); es decir, que la una es el complemento de la
otra para la organizacion perfecta de la constitu
cion del Estado [complementum adsufficientiam).
En segundo, son tambien subordinados entre sí
[subordínatele), de suerte que, el uno no puede al
mismo tiempo usurpar la funcion del otro al cual
presta su concurso, pero que tiene su principio
propio; es decir, á la verdad, como si residiese en
la cualidad de una persona particular, pero que
manda sin embargo bajo la condicion de la volun
tad de un superior. En tercero el derecho de cada
sujeto le resulta de la reunion de estas dos cosas
(la coordinacion y la subordinacion de los poderes).
Es preciso decir de estos tres poderes, conside
rados en su dignidad, que la voluntad del legisla
dor [legislatoris) con respecto á lo que concierne á
lo Mio y lo Tuyo exterior es irreprensible; que el
poder ejecutivo delgobierno [summí rectoris) es ir
478 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
resistible, y que la sentencia del Juez supremo
[supremi judiéis) es sin apelacion.
i'
§ XLIX.

El Gobernador del Estado [rex, princeps) es la


persona (moral ó física) que está investida del po
der ejecutivo [potestas executoria). Es el agente del
Estado: instituye los magistrados, dá al pueblo las
reglas segun las que cada uno puede adquirir ó
conservar alguna cosa en el estado conforme á la
ley (por aplicacion á un caso particular bajo esta
ley). Considerado como persona moral se llama
gobierno (director ium). Sus órdenes al pueblo, á
los magistrados y á sus ministros, encargados de
la administracion del Estado (gubematio) son
ordenanzas decretos fno leyes); porque tienen por
objeto decidir en un caso particular, y pueden cam
biar. Un gobierno que fuese al mismo tiempo le
gislador seria llamado despótico, por oposicion al
gobierno patriótico, por el ouales necesario enten
der no uu gobierno paternal (regimen paternale),
el más despótico de todos (siendo allí tratados los
ciudadanos como niños) sino un gobierno donde
la ciudad misma fcivilas), trate á sus individuos
como miembros de una familia sin duda [regimen
civitatis et patrios); pero al mismo tiempo como
ciudadanos, es decir, se^un las leyes de su propia
independencia; un gobierno donde cada uno se
posee á sí mismo, y no depende de la absoluta vo
luntad de otro, sea este otro su igual ó su superior,
á su lado, ó sobre él.
DEL DERECHO. 473
El preceptor del pueblo (el legislador), no pue
de, pues, ser al mismo tiempo su gobernador; por
que este está sometido á la ley, es obligado por
ella, por consiguiente á virtud de otro, del sobera
no. El soberano puede quitar al gobernador su po
der, deponerle, reformar su administracion, pero
no castigarle; y la máxima usada en Inglaterra lo
prueba: el rey, es decir, el poder ejecutivo supremo
no puede obrar mal. Si el poder ejecutivo pudiese
ser castigado, seria menester que lo fuese por si
mismo, puesto que á él pertenece especialmente la
facultad de compeler legalmente. Habría, pues,
contradiccion en que fuese el mismo capaz de ser
compelido.
En fin, el que manda y el que gobierna no pue
den juzgar, sino solamente instituir jueces como
magistrados. El pueblo se juzga á sí mismo por
aquellos de sus conciudadanos que son libremente
elegidos y que son como sus representantes; pero
solamente en cada acto particular para que han
sido nombrados; porque la sentencia es un acto
particular de la justicia pública (justitice distribu
tiva) por un administrador público (juez ó tribu
nal) relativamente á un sugeto, es decir, á un indi
viduo que forme parte del pueblo. Este adminis
trador no está por consiguiente revestido de nin-'
gun poder para decidir (atribuir por juicio) lo que
corresponde á este individuo. Puesto que cada uno
en el pueblo segun esta relacion (á la autoridad),
es puramente pasivo, aquel que manda y aquel que
gobierna, podrían, decidiendo sobre un asunto en
caso de cuestion de lo Suyo de cada uno, cometer
474 PRINCIPIOS HETAFÍSICOS
una injusticia, porque el pueblo no intervendría
para declarar si un ciudadano es culpable ó no cul
pable. El tribunal debe en el asunto aplicar la ley
al descubrimiento del hecho, y por medio del po
der ejecutivo puede hacer dar á cada uno lo que es
sayo. El pueblo sólo puede, pues, juzgar por sub
delegados (el jurado), aunque de una manera me
diata solamente, á todo individuo de su seno. Es
taría por bajo de la dignidad del príncipe hacer de
juez, es decir, colocarse en la posibilidad de come
ter una injusticia, y exponerse así á una apelacion
(¡I rege male infornato ad regem melius infor-
mandum).
Hay, pues, tres poderes diferentes [potestas le-
gislaloria, executoria, judiciaria), por los cuales
la ciudad tiene su autonomía, es decir, se forma y
se conserva segun las leyes de libertad.—En su
reunion consiste la salvacion del Estado [salus rei
publica suprema lex esl); no debe entenderse por
esto el bien de los ciudadanos y su felicidad; por
que esta felicidad puede muy bien (como lo afirma
Rousseau) encontrarse mucho más dulce y más de
seable en el estado natural, ó aun más bajo un go
bierno despótico; no, la salvacion pública consiste
en la mayor conveniencia de la constitucion con
los principios del derecho, como un estado, al cual
la razón por un imperativo categórico, nos obliga
á aspirar.
DEL DERECHO. 479

OBSERVACION GENERAL.

De los efectos jurídicos que se derivan de la na


turaleza de la asociacion civil.

. A.

El origen del poder supremo es inescrutable,


bajo el punto de vista práctico, para el pueblo que
está sometido á él; es decir, que el subdito no debe
razonar prácticamente sobre este origen, como so
bre un derecho controvertido (jus controversum)
con respecto á la obediencia que le debe. Porque,
puesto que el pueblo para juzgar valederamente
del poder soberano de un Estado (sumum impe-
rium), debe ya ser considerado como reunido bajo
una voluntad legislativa universal, no puede ni
debe juzgar de otra manera, más que como agrade
al poder soberano existente [summus imperans).
Que haya tenido lugar un verdadero contrato
primitivo de sumision civil [paclum subjectionis
civilis) á este poder, ó que el poder haya prece
dido y que la ley no haya venido sino más tarde; ó
que haya debido suceder así; todo esto para el pue
blo, que está ya sometido á la ley civil, son dispu
tas vanas y sin embargo peligrosas para el Estado.
Porque, si el subdito que investiga hoy este último
origen quisiese resistir á la autoridad existente,
debería ser castigado con toda razon, expulsado ó
desterrado (como prescrito, exlex) en nombre de
\ 76 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
l
las leyes de esta autoridad.—Una ley que es tan
santa (inviolable), que aun es un crimen en la práti-
tica ponerla en duda, y por consiguiente impedir
su efecto por un solo instante, es concebida de tal
suerte que no debe ser mirada como procedente de
los hombres, sino de algun legislador muy grande,
muy íntegro y muy santo; y tal es el sentido de la
máxima: «Toda autoridad viene de Dios;» máxima
que enuncia, no ya un principio histórico de la
constitucion civil, sino una Idea como principio de
la razon práctica, á saber: que es menester obede
cer al poder legislativo actual, sea cualquiera su
origen. De aquí el principio: El soberano en la ciu
dad no tiene hácia el subdito más que derechos, no
deberes (de coaccion); por lo demás, si el órgano del
soberano, el gobernante, . obrase contra las leyes,
por ejemplo, en materia de impuestos, de quintas
etcétera; contra la ley de la igualdad en la distri
bucion de las cargas públicas, el subdito podriajin-
terponer quejas (gravamina) á esta injusticia, pero
jamás ninguna resistencia.
No puede haber ningun artículo en la constitu
cion, que conceda á un poder en el Estado el de
recho de oponerse al soberano en caso de que este
violase la constitucion, por consiguiente, el dere
cho de reprimir. En efecto, aquel que debe reprimir
debe tener más ó por lo méaos tanto poder como
aquel que es reprimido. Como un dueño legítimo
que ordenase á los suyos el resistir, debe tambien
poderlos defender y juzgarlos válidamente suceda
lo que quiera; debe, por consiguiente, poder orde
nar públicamente la resistencia. Pero entonces no
DEL DERECHO. 477
es aquel á quien se puede resistir el soberano, sino
el que puede ordenar la resistencia; lo que es con
tradictorio. El soberano obra por medio de sus mi
nistros al mismo tiempo como gobernante, por
consiguiente despóticamente, y el prestigio de de
jar al pueblo representar por sus diputados el po
der restrictivo (puesto que en efecto el pueblo no
tiene propiamente más que el poder legislativo), no
puede dis'mular el despotismo de tal manera que
no sea visible por los medios que emplean los mi
nistros. El pueblo, que está representado por sus
diputados (en el Parlamento) posee en estos guar
dianes de su libertad y de sus derechos, hombres
que están vivamente interesados por ellos y por su
familia (cuya carrera en las armas, en la marina
y en los empleos civiles, depende del ministro), y
que, en lugar de resistir á las empresas del gobier
no (resistencia sobre la cual la opinion pública,
para manifestarse, exige ya por parte del pueblo
una resolucion unánime, !a cual no puede existir
en tiempo de paz), están siempre más dispuestos á
apoyar al gobierno.—Una constitucion que pusiera
semejante freno al poder ejecutivo seria, pues,
vana como constitucion de derecho público inter
no, y lejos de hacer parte del derecho, no sería más
que un principio de prudencia destinado, no á agra
var todavía más la influencia arbitraria de un poder
transgresor de los derechos del pueblo sobre el
gobierno, sino á disfrazarla bajo la apariencia de
una oposicion permitida al pueblo.
No hay, pues, contra el poder legislativo, sobe
rano de la ciudad, ninguna resistencia legítima de
42
478 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
parte del pueblo; porque un estado jurídico no es
posible más que por la sumision á la voluntad uni
versal legislativa; ningun derecho de sedicion
(seditio), méaos todavía de rebelion [rebellio), per
tenece a todos contra él como persona singular ó
individual (el monarca), bajo pretexto deque abusa
de su poder [tyrannus). La violencia ejercida en su
persona, por consiguiente, el atentado á la vida del
principe [monarcho—machismus sub specie tyra-
nicidii) no es permitido. La más ligera tentativa
en este género es un crimen de alta traicion [prodi-
tio eminens); y un traidor de esta naturaleza debe
ser castigado con la pena de muerte, como culpable
de haber querido matar á su pais (parricida). —
La razon del deber, en que está el pueblo de sopor
tar hasta el abuso del poder soberano declarado
insoportable, consiste en que la sublevacion con
tra el poder legislativo soberano debe siempre ser
considerada como contraria á la ley, y aun como
subversiva de toda constitucion legal. Para que la
sublevacion fuese permitida, seria menester que
hubiese una ley pública que la autorizase. Pero en
tonces la legislacion suprema contendría en sí una
disposicion segun la cual no sería soberana , y el
pueblo, como súbdito, en un solo y mismo juicio,
se constituiría en soberano de aquel á quien está
sometido; lo que es contradictorio. Esta contra
diccion es flagrante, si uno hace esta reflexion:
¿quién, pues, en la contienda debería ser juez en
tre el pueblo y el soberano? (porque son, sin embar
go, siempre jurídicamente considerados, dos perso
nas morales diferentes). Es evidente que aquí el
DEL DERECHO. 479
primero quiere ser juez en su propia causa. (1)
Por consiguiente, el cambio de una constitucion
pública [viciosa), que algunas veces podría ser ne
cesario, no puede tener lugar más que por el sobe
rano mismo, por medio de una reforma y no por
el pueblo; no debe, pues, hacerse por revolucion.
Sí, sin embargo, tuviese esta lugar, no puede alcan
zar más que al poder ejecutivo, no al legislativo. —
En la constitucion de un Estado, organizado de tal
suerte que el pueblo por sus representantes pueda

(1) La caida de un monarca puede ser mirada ó como una abdi


cacion voluntaria de la corona y un abandono del poder, o como
una abdicacion forzada aunque sin violencia ejercida sobre su per
sona suprema, pero en virtud de la cual el soberano se encuentra
reducido á la condicion de simple particular. Si este crimen del
pueblo puede tener su excusa en el derecho de necesidad [casus ne-
cessitalis), jamás al menos habria nazones pi ra castigar al principe,
por ligeramente que sea, por su administracion pasada, porque todo
lo que hi hecho anteriormente como príucipe debe mirarse como
- extrínsecamente justo; y él mismo, como la fuente de las leyes, no
puede hacer nada injusto. El regicidio no es el mayor de todos los
orímene3 del trastorno de un Estado por la sublevacion; porque se
puede suponer que es el efecto del temor en que está el pueblo, de
que, si el príucipe vive, recordará su c .ida, ca*o de que vuelva al
poder, y que castigará al pueblo como lo merece} de suerte que en
tonces el regicidio no es una medida p 'nal, sioo un simple acto de
conservacion de sí mismo por parte del pueblo. El hombre imbuido
en las ideas del derecho se horroriza con el doble recuerdo de los
regicidios solemnes de Carlos I y de Luis XVI. Pero, ¿cuál es la ra
zon de este sentimiento, que no es un sentimiento estético (que no
es una cuestion de simpatía, un efecto de la imaginacion suponién
dose en lugar del paciente) sino un Sentimiento moral que resulta
de la idea del trastorno de todas las nociones del derecho? Consis
te en que se considera este crimen como inmortal é inexpiable, cri
men immorlale, inexpiahile), semejante á aquellos pecados, de los
que dicen los teologos que son irremisibles en este mundo y en el
otro. La explicacion de este fenomeno del espíritu humano parece
derivar de las reflexiones siguientes sobre sí mismo, reflexiones que
480 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
legítimamente resistir a! soberano y á sus agentes
ó ministros—constitucion que toma entonces el
nombre de constitucion limitada,—no hay, sin em
bargo, una resistencia activa (de la parte del pueblo
arbitrariamente reunido para compeler al gobierno
á una cierta accion, por consiguiente, aun para
hacer un acto de poder ejecutivo) sino solamente
una resistencia negativa del pueblo, es decir, una
negativa del pueblo en Parlamento. Esta resisten
cia permite, pues, no consentir siempre en todas
las demandas que el gobierno hace á nombre del
Estado. Si estas demandas no encontrasen nunca
oposicion, sería un signo cierto de que el pueblo

arrojan tambien alguna luz sobre los principios jurídicos de la


ciudad.
Toda trasgresion de la ley no puede ni debe ser explicada más
que como derivada de una máx;ma del criminal (la de darse ese
crimen por regla); porque, si se derivase de algun impulso sensible,
no seria cometido por él en su calidad de ser libre y no podría im
putársele. ¿Pero como es posible que el subdito adopte tal máxima
contra el orden expreso de la razon legislativa? Esto es lo que no
puede explicarse; porque solamente los acontecimientos que tienen
lugar como consecnencia del mecanismo de la naturaleza, pueden
ser explicados. Ahora bien, el malhechor puede cometer su crimen
ó segun la máxima de una regla objetiva adoptada (como univer-
salmeute valedera), o solamente como una excepcion á la regla
(para librarse ocasionalmente de ella). En el último caso, no hice
más qus desviarse de la regla (aunque con intencion); puede al mis
mo tiempo detest r su propia trasgresion, sin querer formalmente
rehusar el obedecer a la ley, sino solamente eludirla. En el primer
caso por el contrario, desecha la autoridad misma do la ley, cuyo
valor, sin embargo, no puede negar á los ojos de la razon, y ee dá
como regla el obrar contra la ley; su máxima no es, pueB, sola
mente opuesta negativamente á la ley, es tambien opuesta positiva
mente, o como se dice diamelralmente.
Es compleiamente increíble, es imposible que los hombres co
metan un crimen por para malicia, sin la consideracion de alguna
DEL DEREURO. 4 81
está depravado, que sus representantes son venales
y el príncipe despótico en el gobierno de sus mi
nistros, los cuales á su vez harían traicion al
pueblo.
Por lo demás, si sucede una revolucion y se es
tablece una constitucion nueva, la injusticia de este
principio y fin de esta .constitucion, no puede dis
pensar á nadie de la obligacion de someterse al
nuevo orden de cosas como buenos ciudadanos, y
no pueden dejar de obedecer á la autoridad sobe
rana que está entonces en el poder. El príncipe
destronado (que sobreviviese á la revolucion) no
puede ser acusado por su administracion anterior,
y ménos todavía castigado, ai puesto en la condi-

utílidad que osperan; y, sin embargo, aunque pura Idea de unaab-


solu!a perversidad, esta malicia no debe omitirse en un sistema de
filosofía moral.
La causa del horror al pensamiento de la muerte solemne de un
príncipe por su pueblo consiste en que el homicidio no debe ser
considerado más que como una excepcion á la regla que aquel pue
blo había, tomado por máxima, mientras que la ejecucion de un rey
debe aparecer como un completo trastorno de los principios de la
relacion entre el soberano y su pueblo (que se constituye en señor,
haciéndole deudor de su existencia legal); de suerte que la violen
cia marcha alta la frente, se erige en principio por encima del más
santo de todos los derechos, y puede compararse á un abismo sin
fondo. Este atentado de la ciudad cometido sobre si misma, parece
ser un crimen inexpiable, irremisible. Es menester, pues, admitir
la razon de que lá adhesion á tal ejecucion no se deriva realmente
de un principio reputado comojurídico, sino del temor de una ven
ganza posible, cuando la ciudad vuelva á renacer. Parece, pues,
que este aparato de justicia no haya Bido imaginado más que para
dar al crimen la apariencia del castigo, y por consiguiente la apa
riencia de un procedimiento jurídico (de esta manera no habría ho
micidio): paliativo impotente, pneato que tal usurpacion del pueblo
seria peor que el regicidio mismo, en razon de que contendría un
principio quenaria imposible el renacimiento de la ciudad destruida.
482 PRINCIPIOS METAKÍSICOS
cion de simple ciudadano prefiere su tranquilidad
y la del Estado, á las contingencias de dejar su
país esperando recobrar el poder, sea por una con-
trarevolucion sordamente trabajada, sea ayudado
por potencias extranjeras. Si prefiere este último
partido, le queda su derecho íntegro, porque la se
dicion que lo ha derribado era injusta. Pero la cues
tion de saber si las potencias extranjeras tienen el
derecho de aliarse en favor de este príncipe destro
nado, para no dejar sin venganza el crimen de este
pueblo sublevado y para no sufrir un escándalo
para todos los otros pueblos, y por consiguiente,
si pueden ser solicitados y autorizados para volver
á su antigua constitucion á un pueblo que ha adop
tado otra nueva despues de la revolucion, esta
cuestion, digo, pertenece al derecho de gentes.

B.

El jefe del Estado puede ser considerado como


propietario eminente (del suelo) 6 solamente como
jefe supremo del pueblo. Puesto que el suelo es la su
prema condicion, bajo la cual únicamente es posible
tener como suya una cosa exterior, cuyaposesion y
uso posible constituyen el primer derecho que puede
adquirirse (el de propiedad); todo derecho análogo
deberá derivarse del soberano como dueño del país,
6 mejor como propietario eminente [dominus ter-
ritorii). El pueblo como multitud de subditos, le
pertenece tambien (es.su pueblo): no que lo posea
como su propiedad (por derecho real) sino que le
posee en sentido de que es su jefe supremo (ó por
DEL DERECHO. 1 83
derecho personal).—Peto esta propiedad soberana
no es más que un ideal, que sirve para hacer com
prender, segun nociones jurídicas, la union civil,
como union necesaria á la propiedad privada de todos
los poseedores entre el pueblo bajo un poseedor uni
versal público, á fin de determinar por este medio
la propiedad particular, no segun los principios de
la agregacion (que procede empíricamente de la
parte al todo), sino segun el principio formal nece
sario de la [division (reparto del territorio) , segun
nociones de derecho. —Segun estas nociones el pro
pietario soberano no puede tener tierras como pro
piedad privada (porque entonces se convertiría en
persona privada) . La propiedad privada no puede
convenir más que al pueblo (y no colectivamente
considerado, sino distributivamente). Es menester,
sin embargo, exceptuar un pueblo en el estado nó
mada, en el que no há lugar á ninguna propiedad
privada de una tierra. —El soberano no puede, pues,
tener para su uso privado, para el mantenimiento
de su corte ninguna finca, es decir, tierras, porque
entonces dependería de su antojo extender su pro
piedad tanto como quisiera, y el Estado se veria en
peligro de ver pasar toda la propiedad del territo
rio á manos del gobierno, y todos los subditos co
mo adscriplos á la gleba fglebce adscripti) como
simples poseedores de aquello de que otro seria
siempre el propietario; por consiguiente como pri
vados de toda libertad (servi).—El príncipe no pue
de llamarse poseedor mas que de sí mismo; porque,
si tuviese como propietario cualquier cosa al lado
de otro en la ciudad, podría tener con él cualquier
4 84 principios metafísicos
litigio que nadie estaña en estado de juzgar.—Pero
se puede decir tambien que posee iodo; porque tie
ne autoridad soberana sobre el pueblo (derecho á
dar á cada uno lo suyo), al cual pertenecen todas
las cosas exteriores [divisim).
No puede, pues, haber ninguna corporacion eu
el Estado, ninguna profesion, ningun órden, que
como propietario pueda trasmitir el simple usu-
fructode un fundo á las generaciones sucesivas
(hasta lo infinito) por cualquier estatuto quesea. El
Estado puede abolir en todo tiempo tales corpora
ciones, pero solamente bajo la condicion de indem
nizar á los supervivientes. Una órden de caballería
(como corporacion, ó aun como simple distincion
de particulares, sobre todo de personas con títulos),
el órden clerical que se llama Iglesia, no pueden
jamás por los privilegios de que gozan adquirir la
propiedad de un fundo para sus sucesores, sino so
lamente el uso provisional. Los bienes de las ór
denes militares por una parte, los de las iglesias por
otra, pueden serles quitados sin temor, pero siempre
bajo la condicion precedente, a saber: cuando la
opinion pública llega A cambiar acerca de los me -
dios ya de defender al Estado por medio de institu
ciones militares privilegiadas á falta del patriotis
mo de la poblacion , ya de preservar á los hombres del
fuego eterno por medio de misas de difuntos, oracio -
nes y otra multitud de prácticas. Los que han ex
perimentado esta reforma no pueden quejarse de que
se les haya quitado su propiedad; porque el princi
pio de su posesion no se ha fundado hasta allí mas
que en la opinion del pueblo, y debia prevalecer
DEL DERECHO. 483
mientras esta durase. Tan pronto como esta opi
nion ha desaparecido entrelos hombres justamente
considerados, y que tienen una especie de derecho
de regular la de los demás, esta pretendida propie
dad ha debido cesar como por una apelacion pre
sentada ante el Estado [a rege mole informate, ad
regem melius informandwm).
Sobre este dominio territorial primitivamente
adquirido se funda el derecho del soberano, como
propietario supremo (dueño del país), de imponer
á los propietarios particulares de! suelo, es decir,
de exigir el impuesto territorial, personal, de entra
da ó de circulacion, ó la prestacion de servicios
(tal como la leva de las tropas para el servicio mi
litar), de tal manera, sin embargo, que el pueblo se
imponga á sí mismo, porque es la única manera de
hacerlo legalmente, si la ley es la obra de los Di
putados de la nacion. El empréstito forzoso (ó ex
tra-legal) forma tambien parte del derecho de so
beranía; pero en los casos extraordinarios como
por ejemplo, si el Estado se encontrase amenazado
de ruina.
El derecho que rige á la economía pública, á la
Hacienda y la policía no tiene otro fundamento.
Este último se refiere á la seguridad pública, la co
modidad y la decencia, para impedir que el senti
miento del decoro [sensus decori), como gusto
negativo, sea sofocado por la mendicidad, por
el tumulto de las plazas públicas, por la pros
titucion [venus vulgivaga), y haga así más fácil la
tarea de gobernar al pueblo por medio de leyes.
A la conservacion del Estado pertenece todavía
186 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
una tercera cosa: el derecho de inspeccion [jus
inspectionis), es decir, que ninguna sociedad se
creta (de iluminados, políticos ó religiosos) ó que
pueda tener alguna influencia sobre el bien público
de la sociedad [publicum) debe ocultársele; y que, si
la policía lo exige, los estatutos de estas sociedades
deben comunicársele. Pero las visitas domiciliarias
no deben tener lugar más que eu caso de necesi
dad y con el permiso especial de la autoridad su
perior para cada caso particular.

G.

Al soberano corresponde indirectamente, como


encargado del deber del pueblo, el derecho de im
poner al mismo por su propia conservacion, por
ejemplo, en interés de los pobres, de los asilos de
beneficencia y de la Iglesia .
La voluntad universal del pueblo se reune efecti
vamente para una sociedad que debe conservarse
perpétuamente, y se somete en consecuencia al po
der público interno, para conservar los miembros
de esta sociedad que no se bastan á sí mismus. En
virtud de la forma social únicamente, el gobierno
tiene el derecho de obligar á los ricos á facilitar
medios de subsistencia á aquellos que carecen de
lo indispensable para satisfacer las más imperiosas
necesidades de la naturaleza, porque los ricos han
duesto su existencia bajo la proteccion del Estado,
porque se han comprometido á proveer á las nece
sidades de la cosa pública, y porque en esta obliga
cion funda el Estado su derecho de hacer servir
DEL DERECHO. 487
sus bienes para la conservacion desus conciudada
nos. Ahora bien, esto no es posible más que por
medio de la imposicion de la propiedad de los ciu
dadanos, ó de su comercio, ó por medio de los inte
reses de un capital destinado, no á las necesidades
del Estado (porque este es rico), sino á las necesi
dades del pueblo. Estas contribuciones pueden,
pues, convertirse en obligatorias como cargas del
Estado; no deben percibirse como simples contri
buciones voluntarias (porque se trata aquí del de
recho del Estado contra el pueblo), en cuyo nú
mero deben contarse algunas especulaciones inte
resadas (como las loterías, que hacen más pobres
que gravan sobre la propiedad pública, que los que
habría en otro caso, las cuales por tanto debían ser
prohibidas). Trátase ahora de saber si los pobres
deben ser sostenidos por contribuciones pasageras
de tal suerte que cada generacion alimente á los
suyos, ó si deben serlo por rentas sucesivamente
acumuladas, y sobre todo por legados piadosos
(tales como casas de viudas, hospitales, etc.), sin
autorizar por lo demás en el primer caso la men
dicidad que es pariente del robo; pero recurriendo
& un impuesto legal. —Esta primera medida debe
mirarse como conforme al derecho del Estado, de
recho al cual no puede sustraerse cualquiera que
tenga de que vivir; no hace de la pobreza una pro
fesion para los perezosos (lo cuales de temer en las
fundaciones piadosas), porque los recursos no au
mentan con el número de los indigentes, y el Go
bierno no hace pesar sobre el pueblo una carga in
justa.
4 88 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
En cuanto á la conservacion de los niños expó
sitos por necesidad ó por vergüenza, y en cuanto
á los niños muertos por las mismas razones, el
Estado tiene el derecho de imponer al pueblo el de
ber de no dejar perecer á conciencia ese desdicha
do incremento de la fuerza pública. Aún no se ha
podido resolver, sin faltar al derecho ó á la moral,
la cuestion de saber cómo debe socorrerse á estos
niños; si es, imponiendo á los viejos célibes de uno
y otro sexo (bien entendido los célibes ricos) como
á aquellos que son en parte los autores de estos ni
ños, para construir y mantener hospitales, ó de
cualquier otra manera (apenas se encuentra medio).
Siendo una verdadera necesidad pública el con
siderar á la Iglesia, que es menester distinguir cui
dadosamente de la religion, como sentimiento in
terior completamente fuera de la esfera de accion,
del poder civil (como institucion del culto público
para el pueblo que le ha establecido por opinion ó
por conviccion) como sujeto de un poder supremo
invisible, al cual es menester rendir homenaje, y,
pudiendo muchas veces encontrarse en conflicto
con el poder civil, aunque las fuerzas fuesen muy
desiguales; el Estado tiene el derecho, no en ver
dad de formar la Iglesia á su manera, por una le
gislacion constitucional interna que creyese la más
conveniente, ni de prescribir al pueblo su fé y sus
formas religiosas [ri(us), 6 de imponerlas (lo cual
debe dejarse por completo á los doctores, á los je
fes espirituales que el pueblo se haya dado libre
mente), sino solamente por un derecho negativo de
rechazar la influencia eclesiástica sobre la repúbli
DEL DERECHO.
ca política visible, y, por consiguiente, de no sufrir
que en una querella intestina ó en las disensiones
de las diferentes Iglesias se pong? en peligro la
concordia civil, lo que, como se vé, no es más que
un derecho de policía. Está por bajo de la digni
dad del poder soberano el intervenir en la fé que
debe tener una Iglesia, en hacerla permanecer fiel
invariablemente, é impedir que se reforme; porque
en esto, como en una controversia escolástica, el
monarca (haciéndose tambien sacerdote) se pone .
bajo el pié de igualdad con sus subditos que pue
den decirle sin ambajes que no entiende nada de
esto; sobre todo en lo que concierne al último pun
to, es decir, á la prohibicion de una reforma inte
rior. —Porque, lo que el pueblo entero no puede
mandar sobre sí mismo, el legislador tampoco pue
de decretarlo sobre el pueblo. Ahora bien, ningun
pueblo puede decidir que en los conocimientos (las
declaraciones), que pertenecen ásu fé no se irá
jamás más lejos, y por consiguiente tambien que no
habrá reforma nunca respecto de los asuntos reli
giosos; semejante decision seria contraria á la hu
manidad eu su propia persona y por consiguiente
contraria al derecho soberano de la humanidad.
Ningun supremo magistrado puede, pues, decidir
nada semejante con relacion al pueblo.— Los gas
tos de rnantenimieato de la sociedad religiosa no
pueden por la misma razon pasar á cargo del Es
tado; deben pesar sobre la parte del pueblo que
profesa esta ó aquella fé, es decir, solamente sobre
la sociedad religiosa.
190 PRINCIPIOS METAFÍSICOS

El derecho del soberano en el Estado tiene tam


bien por objeto: l.° la distribucion de I03 empleos
como mision asalariada; 2° las dignidades que son
solamente honoríficas como elevacion de condicion
sin salario alguno, es decir, la gerarquía de los
superiores (para el mando) con relacion á los in
feriores (que aunque libres y únicamente obligados
por las leyes públicas, están sin embargo destina
dos á obedecer á las superiores); y 3.°, además de
este derecho (derecho relativamente benéfico), el
de castigar.
En cuanto á los empleos civiles, preséntase aquí
la cuestion prévia de saber, si el soberano tiene el
derecho de separar á uno de la funcion que le haya
concedido de buen grado (sin que haya por lo de -
más malversacion por parte del funcionario). —Yo
digo que no. Porque lo que la voluntad del pueblo
no resolvería sobre sus empleados civiles, el prínci
pe no puede decretarlo. Ahora bien, el pueblo (que
debe sufragar los gastos que resulten del nombra
miento de un funcionario) quiere sin duda alguna
que este funcionario sea capaz de cumplir con el
empleo que se le confie; lo que no puede suceder
más que por una preparacion durante un tiempo
suficiente y por un estudio, por el cual deja de
aprender otras cosas que hubieran podido servirle
para procurarse con que vivir. De no ser así, los
empleos estarían desempeñados por gente que no
tendría ni las capacidades requeridas, ni la expe
DEL DERECHO. 491
riencia necesaria; lo que es contra el objeto de la
sociedad. Es igualmente conforme á este objeto
que cada uno pueda subir de un empleo inferior á
otro superior (sin lo cual los empleos caerían en
manos inhábiles), como tambien que el funciona
rio pueda esperar medios de existencia para el res
to de su vida.
En cuanto á aquella dignidad que hace del
que la posee un miembro de condicion superior
aun sin que esté revestido de algun cargo particu-
lar, constituye la nobleza. La nobleza difiere de la
condicion civil, en que se encuentra el pueblo, y se
comunica por el nacimiento ala posteridad mascu
lina, de tal suerte, sin embargo, que una mujer no
ble de nacimiento, casada con un hombre plebeyo,
no le hace participar de su condicion, sino que cae
por el contrario ella misma en el órden puramente
civil (del pueblo).—Cabe pregu otar ahora, ¿el prin
cipe puede constituir de derecho una nobleza ú ór
den medio hereditario entre él y el resto de los ciu
dadanos? No se trata en esta cuestion de saber si
hay prudencia por parte del principe, sea á causa
de su propia utilidad, sea á causa de la del pueblo,
eninstituir una condicion de personas que á la ver
dad son subditos; pero que sin embargo, con rela
cion al pueblo nacen con derecho al mando (ó al
menos privilegiadas), sino solamente si esta insti
tucion es conforme al derecho del pueblo. —La res
puesta á esta cuestion depende como la precedente
de este principio: «Todo lo que el pueblo (la masa
eutera de los súbditos) no puede decretar acerca de
sí mismo y de sus coasociados, tampoco el prínci
192 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
pe lo puede sobre el pueblo.» Abora bien; la noble
za hereditaria es una clase que marcha ante el
mérito; lo que hace suponer sin la menor razon
que todo noble hereda el mérito de sus antecesores.
Es evidente que, si el antecesor tenia mérito no ha
podido hscerle pasar por herencia á su posteridad,
sino que sus descendientes han debido adquirir
siempre el mérito para sí mismos, puesto que el
talento y la voluntad, que hacea posibles los servi-
, cios hacia el Estado, provienen de la naturaleza y
no del nacimiento. Ahora bien; como nadie debe
abandonar su propia libertad:, es imposible que la
voluntad general del pueblo ayude con sus sufra
gios á una prerogativa tan desprovista de funda
mento; el soberano no puede, pues, hacerla valer. —
Sin embargo, si tal anomalía hubiera aparecido en
la organizacion de una sociedad desde los tiempos
antiguos (del feudalismo casi exclusivamente orga
nizado para la guerra), anomalía tal que los sub
ditos quieren ser más que ciudadanos, es. decir,
quieren ser funcionarios natos (como si dijéra
mos un profesor nato): el Estado no puede corre
gir esta falta, esta injusticia, más que dejando ex
tinguirse las familias privilegiadas. De suerte que
hay un derecho provisional de dejar subsistir esta
dignidad en cuanto al título hasta que en la opi
nion pública la distincion en soberano, nobleza y
pueblo, haya dejado el campo á la division natural,
en soberano y pueblo solamente.
Ningun hombre puede carecer en el Estado de
toda dignidad, porque tendría por lo ménos la de
ciudadano; excepto cuando la haya perdido por al
DEL DERECHO. 103
gun crimen y esté todavía en el número de los vi
vientes convertido en el puro instrumento de la vo
luntad de otro (sea del Estado, sea de un ciudada
no). Ahora bien, aquel que se ha convertido en ins
trumento de un ciudadano (lo que no puede tener
lugar más que por juicio y justicia) es esclavo en
el sentido estricto, y forma parte de la propiedad
de otro, el cual no solamente es su señor [herus)
sino tambien su propietario [dominus), que puede
enajenarle como una cosa y servirse de él como le «
plazca (con tal que no sea para fines vergonzosos)
y que puede disponer de sus fuerzas, pero no de
su vida y sus miembros. Nadie puede por un con
trato obligarse á una dependencia por la cual cese
de ser persona; porque solo en cualidad de tal per
sona se puede contratar. Parece á la verdad que un
hombre pueda obligarse para con otro por medio
de un contrato de servidumbre (mediante salario,
aiimentos ó proteccion) á ciertos trabajos permiti
dos por su naturaleza, pero indeterminados en
cuanto al grado, y por tanto no ser más que sub
dito [suhjectus) y no esclavo; sin embargo, es falsa
esta apariencia. Porque, si el dueño tuviese el de
recho de emplear las fuerzas de aquel que está so
metido á su voluntad, así como tambien de agotar
las, hasta que sobreviniese la muerte ó hasta la de
sesperacion (tal como sucede con los negros en los
ingenios de azúcar), esto no podría tener lugar sino
entregándose el enganchado como propiedad á su
dueño, lo cual es imposible.
No se puede, pues, contraer obligacion más
que de trabajos determinados en cantidad y cali
PRINCIPIOS MErA.ÍSICOS
dad, sea como obrero a jornal, sea como persona
que posee.
En este último caso puede haber arrendamiento
ó enfitéusis ó contrato temporal, y el arrenda
dor puede segun el convenio pagar censo de
terminado ó dedicar su trabajo á un fundo para
la utilidad que de ello saque, sin hacerse por esto
esclavo de la gleba [gleba aiscriptus); lo que le
baria perder su personalidad. Pero, aun cuando al
guno hubiera llegado á ser personalmente súbdito
por su crimen, esta servidumbre no puede ser he
reditaria: el hijo de un esclavo no puede ser redu
cido á esclavitud por los gastos de su educacion,
porque esta es un deber natural absoluto de los
padres. Y, en el caso en que aquellos fuesen escla
vos, es un deber de sus dueños que al tomar pose
sion de ellos se han encargado tambien de ali
mentarlos y educarlos.

E.

Del derecho de castigar y de perdonar.

I.

El derecho de castigar es el derecho que tiene


el soberano de afectar dolorosamente al subdito
por causa de la trasgresion de la ley. El jefe su
premo de un Estado, no puede, pues, ser castiga
do; solamente se puede esquivar su dominio.—La
trasgresion de la ley pública, que hace al que la
comete indigno del derecho de ciudadanía, se llama
DEL DERECHO. 495
ó crimen pura y simplemente, ó crimen privado,
ó crimen público. El crimen puro y simple se ven
tila ante la justicia civil, el crimen público ante la
justicia criminal.
La distraccion de dineros ó de mercancías con
fiadas con un objeto comercia!, el dolo en Ja com
pra y en la venta son crímenes privados. Al con
trario, la fabricacion de moneda falsa, la falsifica
cion de los sellos del Estado, el robo y la rapiña,
son crímenes públicos porque ponen en peligro, no •
ya una sola persona sino la cosa comun. Podrían
clasificarse los crímenes segun el carácter abyecto
[indolis abjeclce), 6 enérgico y violento [indolis
violentce) que ha presidido á su perpetracion.
La pena jurídica [pcena forensis) que difiere de
5a pena natural, [pcena naturalis), por la cual el vi
cio lleva en sí su propio castigo, y á la cual el le
gislador no mira bajo ningun aspecto, no puede
nunca aplicarse como un simple medio de procu
rar otro bien, ni aun en beneficio del culpable ó de
la sociedad; sino que debe siempre serlo contra el
culpable por la sola razon de que ha delinquido;
porque jamás un hombre puede ser tomado por
instrumento de los designios de otro ni ser conta
do en el número de las cosas como objeto de dere
cho real; su personalidad natural innata le garan
tiza contra tal ultraje, aun cuando pueda ser con
denado á perderla personalidad civil. El malhechor
debe ser juzgado dijno de castigo antes de que se
haya pensado en sacar de su pena alguna utilidad
para él ó para sus conciudadanos. La ley penal es
un imperativo categórico; y desdichado aquel que
496 PRINCIPIOS METAVÍSICOS
se arrastra por el tortuoso sendero del eudemonis
mo, para encontrar algo que, por la ventaja que se
puede sacar, descargase al culpable en todo ó en
parte de las penas que merece segun el proverbio
farisaico: «Más vale la muerte de un solo hombre
que la pérdida de todo el pueblo;» porque, cuando
la justicia es desconocida, los hombres no tienen
razon de ser sobre la tierra. —¿Qué se debe, pues,
pensar del designio de conservar la vida á un cri
minal que ha merecido la muerte, si se presta á ex
perimentos peligrosos y tiene bastante fortuna
para salir de ellos sano y salvo; suponiendo sin
embargo, que los médicos adquieren de esta ma
nera una instruccion saludable á la humanidad? Un
tribunal rechazaría con desprecio al colegio médi
co que diera semejante consejo; poique la justicia
deja de serlo desde el momento ea que se dá por
un precio cualquiera.
¿Pero qué especie y qué grado de castigo debe
poner la justicia pública, como principio y como
regla?
No puede ser otro más que el principio de
igualdad apreciado en la balanza de la justicia, sin
inclinarse más á un lado que á otro. Por consi
guiente, el mal no merecido que haces á otro de
tu pueblo, te lo haces á tí mismo: si le deshonras,
te deshonras á ti mismo; si le robas, te robas á ti
mismo; si le maltratas ó le matas, te maltratas ó te
matas á tí mismo. No hay más que el derecho del
talion íjus talionis) que pueda dar determinada
mente la cualidad y la cantidad de la pena, pero con
la condicion bien entendida de ser apreciada por un
DEL DERECHO. 497
tribunal (no por el juicio privado); todos los demás
derechos son movibles y no pueden concordar con
la sentencia de una justicia pura y estricta á cau
sa de las consideraciones extrañas que con ella se
mezclan. Parecería tal vez que la diferencia de con
dicion no permite la aplicacion del principio del
talion de igual á igual. Pero, si no es literalmente
posible, loes sin embargo en cuanto al efecto; quie
ro decir relativamente ó en cuanto á la manera di
ferente de sentir de aquellos que están más eleva
dos.—Así, por ejemplo, no hay ninguna relacion
entre la multa y la ofensa por injurias verbales;
porque aquel que tiene mucho dinero podría algu
na vez permitirse esta clase de injuria como pasa
tiempo. Pero la contrariedad que se puede hacer
experimentar en el orgullo, puede igualar á la
ofensa inferida por él al honor de otro; por ejem
plo, si el juez le condenara no solamente á dar sa
tisfaccion pública, sino tambien á besar la mano
del ofendido, aun cuaudo le crea muy inferior á sí.
Del mismo modo si un noble de carácter violento
maltratase injustamente á un ciudadano de órden
inferior podria ser condenado, no solamente á una
prision solitaria é incómoda, sino tambieD á darle
una reparacion de honor. De esta manera se le
castigaría hasta en su sensibilidad moral, en su
vanidad; de tal suerte que el principio de igualdad
quedaría restablecido. Pero qué significa ¿si tú
robas, tú te robas? Esto: que aquel que roba, com
promete la seguridad de la posesion de todos los
demás y por consiguiente se priva así, segun el
derecho del talion, de garantía para toda propie
498 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
dad posible; no tiene nada, no puede adquirir nada,
y sin embargo quiere vivir; lo que no es posible
más que en tanto que los demás le alimentan. Pero,
como el Estado no quiere alimentarlo gratuita
mente, es menester concederle que tiene el dere -
cho de utilizarse de las fuerzas del ladron en traba
jos útiles á la sociedad y por un cierto tiempo se
gun las circunstancias, ó relegarle para siempre al
rango de los esclavos.—Si, por el contrario, el cri
minal ha cometido una muerte, él tambien debe
morir. Ño hay aquí ninguna conmutacion capaz
de satisfacer á la justicia. No hay ninguna identi
dad entre una vida llena de trabajos y la muerte;
por consiguiente ninguna igualdad entre el cri
men y la pena más qne por la muerte del culpable;
pero por su muerte pronunciada en justicia y sepa
rada de toda clase de malos tratamientos, que pu
dieran hacer horrible la naturaleza humana en el
paciente.—Hay más, es que, si la sociedad civil lle
gase á disolverse por el consentimiento de todos
sus miembros, como si por ejemplo, un pueblo que
habitase una isla si decidiese á abandonarla y a.
dispersarse, el último asesino detenido en una pri
sion, deberla ser muerto antes de esta disolucion, á
fin de que cada uno sufriese la pena de su crimen,
y que el crimen de homicidio no recayese sobre el
pueblo que descuidase el imponer este castigo;
porque entonces podría ser considerado como cóm
plice de esta violacion pública de la justicia.
Esta igualdad de las penas, que no es posible se
gun el derecho estricto del talion más que por la
sentencia del Juez que condena a muerte con con -
DEL DEHECIIO. i fl y
víccíod, se revela en que e! juicio capital es el único
que sentencia sobre todos proporcionalmente á la
maldad interna del criminal, aún en el caso mis
mo en que no se tratase de un homicidio, sino de
cualquier otro crimen de Estado castigado de
muerte.— Supongamos que, como en la última re
volucion que ha tenido lugar en Escocia, y donde
muchos de los que tomaron parte (tales como Bal-
merino y otros) creían, sublevándose, llenar un de
ber hácia [la casa de los Estuardos, mientras que
otros por el contrario no estaban animados más
que por consideraciones personales, el Juez supre
mo hubiese pronunciado esta sentencia: «Cada uno
de vosotros tiene la libertad de escoger entre la
pena de muerte y la de las minas;» yo digo que el
hombre de honor hubiese escogido la muerte, y so
lamente el hombre sin dignidad hubiese escogido
la de las minas. Asi lo quiere la naturaleza del es
píritu humano. Porque el primero conoce algo de
más precioso para él que la vida, el honor, mien -
tras que el otro prefiere una vida llena de oprobios
á la no'existencia [animam prceferre pudori. Ju
nen). Ahora bien, sin contradiccion, el primero es
menos punible que el segundo; de tal suerte que
sou castigados proporcionalmente por una muerte
igualmente decretada contra cada uno de ellos; el
primero con más dulzura segun él, y el segundo
más severamente segun tambien é!. Por el contra
rio, si la pena de las minas fuese solamente la apli
cada, el primero seria castigado más duramente
que el segundo, que sin embargo habría cometido
un crimen abyecto. Luego en este mismo caso en
200 PItINCIPIOS METAFISICOS
que se trata de sentenciar sobre la culpabilidad de
muchos conjurados, la muerte es todavía el mejor
nivel que puede aplicar la justicia pública.—Jamás
se ha oido decir que los condenados á muerte por
homicidio se hayan quejado de que la pena exce
diese al delito y que fuera injusta; es más, no se
creería que hablan con conviccion, aun cuando lo
dijesen.—Para proscribir la pena de muerte seria
menester admitir que, aun cuando la ley no sea in
justa hacia el culpable á quien condena á padecer,
el legislador no puede sin embargo aplicar este gé
nero de pena; ó si la aplica está en contradiccion
consigo mismo.
Deben ser castigados de muerte todos los ase
sinos, y todos los que hayan ordenado semejante
crimen ó hayan sido cómplices. Así lo pide lajusti
cia considerada como Idea del poder judicial, se
gun leyes generales fundadas á priori.—í'evo, si
el número de los cómplices [correi) de un crimen
es tan grande que el Estado para deshacerse de to
dos los criminales debiese matar á todos sus indi
viduos, y no quisiera, sin embargo, disolverse, es
decir, pasar al estado natura! (estado bastante peor
todavía que el precedente, puesto que está falto de
toda justicia exterior), y no quisiera sobre todo em
botar la sensibilidad del pueblo con un espectáculo
sangriento, e! soberano debe tener entonces el de
recho de manifestar al juez este caso de necesidad
[casus necessilatis), y de dar una sentencia que
aplique otra pena que la de muerte, por ejemplo, la
deportacion, conservando asi la vida de la multi
tud. Pero esta conmutacion de pena, uo puede te
DEL DERECHO.
ner lugar segun uaa ley pública, sino solamente
por un decreto superior, es decir, por un acto del
derecho de majestad, acto que no puede remitir la
pena más que en casos particulares solamente.
El marqués de Beccaria por un sentimiento de
humanidadmal entendido (compassibilitas), ha pen
sado contrariamente á esta opinion, que toda pena
de muerte es injusta por la razon de que no puede,
segun él, estar comprendida en el contrato civil
primitivo; y esto, porque hubiera sido preciso que
cada uno hubiese consentido en perder la vida, si
por acaso llegase á matar á algun ciudadano.
Ahora bien , dice, este consentimiento es imposible,
atendido que nadie puede disponer de su propia
vida. Todo esto no es más que sofisma y falsa con
cepcion del derecho.
Nadie es castigado por haber querido la pena,
sino por haber querido la accion punible; porque, si
sucede á alguno lo que quiere, no puede ser esto una
pena, y es imposible querer ser castigado.—Decir,
Yo quiero ser castigado si mato á alguno,- es decir:
Me someto con todos los demás ciudadanos á las
leyes, que naturalmente serán leyes penales, si hay
culpables en el pueblo. Yo, como colegislador que
decreta la ley penal, no puedo ser la misma persona
que como súbdito se encuentra castigado segun la
ley; porque en esta última cualidad, es decir,
como culpable, es imposible que yo tenga voto en
la confeccion de las leyes (el legislador es santo).
1 Cuando, pues, aplico una ley penal contra mí
como culpable, es en mí [7iomo notmenon) una pura
razon jurídicamente legislativa, la que me somete
202 PRINCIPIOS MEIAFÍSICOS
á la ley penal como persona capaz de delinquir, y
por consiguiente, como otra persona [homo p/iceno-
mtsnon) con todos los hombres reunidos civilmente.
En otros términos: no es el pueblo (cada uno de
los individuos que le compone), sino el tribunal (la
justicia pública), por consiguiente, otro que el mal
hechor, quien pronuncia la pena de muerte; y el
contrato social no contiene en manera alguna la
promesa de hacerse castigar, y por consiguiente,
k de disponer de sí mismo y de su vida. Porque, si la
promesa del criminal, de querer dejarse castigar,
debiera servir de base al derecho de castigar,
sería menester tambien dejar al culpable el derecho
de reconocerse digno de pena, siendo así su pro -
pio juez.—El punto capital del error (itpípTov 4<Eí¡8o<r)
de este sofisma, consiste en que el juicio propio del
-l culpable (juicio que debe atribuirse á su razon) de
deber ser privado de la vida, es mirado como una
resolucion de la voluntad de privarse él mismo de
la vida, y representa así reunidos en una sola y
misma persona la ejecucion y el juicio del de
recho.
Hay, sin embargo, dos crímenes dignos de muer
te respecto de los cuales puede dudarse si tiene de
recho la legislacion para aplicar esta pena. El sen
timiento del honor conduce á los dos. Trátase del
honor del sexo y del honor militar; verdadero ho
nor que conviene á estas dos clases de personas
como un deber. El primer delito es el infanticidio
[infanticidium maternale); el segundo la muerte
ie un compañero de armas [commilitonicidium),
el duelo.—Puesto que la legislacion no puede bor
DEL DERECHO. 203
rar la mancha de una maternidad fuera de matri
monio, así como tampoco la que por sospecha de
cobardía recae sobre un oficial subalterno, que no
opone á la afrenta recibida una fuerza personal su
perior al temor, á la muerie; parece que el hom
bre se encuentra en el estado natural y que el ho
micidio que en este caso, ni aun debería llamarse
homicidio [homicidiwn dohsum) merece en ambos
casos ser castigado, pero no puede ser castigado
de muerte por el poder supremo. El niño nacido
fuera de matrimonio es un niño fuera de la ley
(porque aquí ley quiere decir matrimonio); por
consiguiente es un niño nacido fuera de la protec
cion de la ley. Se ha insinuado en la república
como una mercancía prohibida, de suerte que la
república puede muy bien ignorar su existencia,
puesto que no hubiera debido razonablemente exis
tir asi. Su destruccion y la ignominia de la madre
que lo ha concebido fuera de matrimonio parece -
ria no poder ser objeto de ninguna -ley.—El oficial
subalterno que recibe una afrenta se vé obligado
por !a opinion pública de los de su profesion á ha
cerse dar una satisfaccion, no por la ley ante los
tribunales, sino en un combate singular, en el cual
se expone él mismo á perder su vida para dar prue
ba de valor como de la cosa sobre que reposa esen
cialmente el honor de su profesion, aun cuando de
biera resultar la muerte de su adversario. Esta
muerte así recibida en un combate que tiene lugar
públicamente y con consentimiento de ambas par
tes, aunque tambien á su pesar, no puede llamarse
un homicidio [homicidium dolosum). Quid Juris,
PRINCIPIOS METAFÍSICOS
pues en estos dos casos (por lo que respecta á la
justicia criminal)?—Esta justicia se encuentra aquí
colocada en el muy grave compromiso ó de decla
rar por la ley vana é inútil la nocion del honor (que*
no es aquí una opiuion errónea), y de castigarlo de
muerte, ó de librar este crimen de la pena que mere
ce, y de serasi cruel ó indulgente hasta la debilidad.
La solucion de esta dificultad es la siguiente. El im
perativo categórico de la justicia criminal (la muer-
te injusta de otro debe ser castigada por la muerte)
conserva su fuerza; pero el error de la legislacion
misma (por consiguiente tambien de la constitucion
civii) como bárbara y grosera todavía es que los
móviles del honor en el pueblo (subjetivamente) no
quieren ponerse de acuerdo con las reglas que son
[objetivamente) conformes á su objeto; tanto que la
justicia pública que parte del Estado, se convierte
en injusticia con relacion á ¿ajusticia que parte
del pueblo.

II.

El derecho de perdonar al culpable [aggratian-


di), de mitigar su pena ó de perdonarle enteramen
te, es de todos los derechos del soberano, aquel que
dá más brillo a su grandeza y en cuyo ejercicio
puede tambien cometer una grande injusticia. Res
pecto de los crímenes de los súbditos de unos con
tra otros, el derecho de gracia no toca al soberano
porque entonces la impunidad del crimen seria una
gran injusticia cometida contra los súbditos lesio
nados. El soberano, no puede, pues, indultar más
DEL DEHECHO. mi
que en el caso en que la lesion se haya hecho á él
mismo (en los crímenes de lesa majestad). Y en
este caso tampoco tendría derecho, si la impunidad
pudiese ser peligrosa á la seguridad pública. —Este
derecho es el único digno del nombre de derecho
majestático.

Be la relacion jurídica de un ciudadano con su


patria y con el extranjero.
4
§ L.

El país fterritorium) cuyos habitantes son con


ciudadanos de una misma república por una cons
titucion ya existente, es decir, sin que sea necesa
rio ningun acto de derecho particular (y por con
siguiente conciudadanos de nacimiento) se llama
patria. El país en que no existe constitucion ni
aun en vías de formacion, es un país extranjero;
y este país, cuando hace parte de una dominacion
territorial en general, se llama provincia (en el
sentido que los Romanos daban á esta voz); y, no
siendo esta provincia sin embargo, una parte con
junta del imperio [imperii), como lugar de resi
dencia [sedes) de conciudadanos, sino solamente
una posesion de este país á título de dependencia 6
de corte inferior, debe honrar al territorio del Es
tado dominante como pais soberano [regia domi-
nia).
l.° El subdito (considerado tambien como ciu
dadano) tiene elderecho de emigrar y no puede ser
206 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
tenido como propiedad por el Estado. No puede,
sin embargo, exportar más que sus bienes muebles
pero no los inmuebles; lo que sin embargo tendría
lugar, si tuviese el derecho de vender las fincas que
posea hasta aquel momento y de llegarse consigo
el precio.
2. ° El principe tiene el derecho de acoger á los
extranjeros que vienen á su país y de favorecer su
establecimiento (colonias), aún cuando los indíge
nas no lo miren con buenos ojos, con tal que su
propiedad territorial no sufra por esto disminu
cion.
3.° El príncipe goza tambien del derecho de
relegar á una provincia de un país extranjero, al
súbdito culpable de un crimen, que hace perjudicial
al Estado su sociedad con los demás ciudadanos,
y donde este súbdito no gozará de ningun derecho
civil, esto es, de condenarle á la deportacion.
4. ° El príncipe tiene tambien el derecho de des
terrar [jus exilii) en general, es decir, de enviar á
un país lejano cualquiera al malhechor que rehu
sando toda proteccion se encuentra proscrito de los
confines del reino á que pertenecía primeramente.

§ LI.

Los tres poderes en el Estado, que derivan de la


nocion de república en el sentido más lato, no son
más que las relaciones de la voluntad colectiva del
pueblo. Estas relaciones derivan á priori de la ra
zon, y constituyen la Idea pura de un soberano en
general, idea que tiene una realidad objetiva, prác
DEL DE11EC110. 201
tica. Pero este jefe (el soberano) no es todavía más
que un ser de razon (que represenla al pueblo en
tero) mientras no es una persona física investida
del poder público superior y que dá á esta idea su
eficacia sobre la voluntad del pueblo. Ahora bien;
se puede imaginar la relacion de esta idea á la vo
luntad del pueblo de tres maneras diferentes: se
gun que uno solo manda á todos, ó que algunos
iguales entre sí mandan reunidos á todos los de
más, ó que todos juntos mandan á cada uno, y por
consiguiente cada uno á sí mismo. Es decir, que
hay tres formas de gobierno: la autocracia, la aris
tocracia y la democracia. La palabra momrquia,
tomada por autocracia, parece convenir poco a la
idea que se quiere expresar.
El monarca es el depositario del poder soberano,
mientras que la autocracia ó mando por si mismo
se dice del que retiene todos los poderes; este es el
soberano, aquel solamente su representante. —Es
fácil ver que la forma de gobierno autocrático es
la más sencilla; no consiste más que en la relacion
de- uno solo (el rey) al pueblo, un solo hombre por
consiguiente es el legislador. Pero la forma aristo
crática está ya compuesta de dos relaciones, á sa
ber; de la relacion de los grandes (como legislado
res) entre sí para constituir el soberano, y de la re -
lacion del soberano al pueblo. Y la forma democrá
tica es la ménos sencilla de todas; se compone pri
meramente de las voluntades de todos para formar
el pueblo, luego de la voluntad de los ciudadanos
para formar la república, y por fin de la voluntad
de la república para formar el príncipe que resulta
208 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
de esta voluntad colectiva (1). En cuanto á la admi
nistracion de justicia en el Estado, la forma más sen
cilla es sin duda la mejor; pero respecto al derecho,
esta administracion es muy peligrosa para el pue
blo, porque se inclina mucho al despotismo. La
máxima racional es sin duda el simplificar la má
quina social por leyes represivas, como cuando to
do el pueblo es pasivo y obedece á uno solo que es
tá por encima de todos; pero no hay allí súbditos
como ciudadanos. En cuanto al consuelo con que
el pueblo debe contentarse por toda garantía, á sa
ber: que la monarquía (propiamente la autocracia)
es la mejor forma de gobierno, si el monarca es
bueno (es decir, no solamente si quiere el bien, sino
tambien si sabe en qué consiste), no es más que
una sentencia tautológica que no significa otra cosa
sino que la mejor constitucion es la que hace del
administrador de la cosa pública el mejor gobier
no; lo que quiere decir que la mejor constitucion ,
es la mejor constitucion.

§LÜ.

En vano se buscan los orígenes históricos de


este mecanismo; es decir, que no se puede remontar
al principio de la formacion de las sociedades (pues -
to que los salvajes no redactan su sumision á la
ley, y que la naturaleza inculta de estos hombres in-
(1) No hago aquí mencion alguna de la alteracion de estas for
mas por hombres poderosos, quo sa apoderan indehiJamente del
poder (de la, oligarquía y de la octocracia), ni de las constituciones
crvlles que se llaman mixtas, porque nos llovaria demasiado lejos.
PEL DERECHO. 200
duce á creer que han sido primeramente someti
dos por la fuerza). Pero seria un crimen emprender
esta investigacion para, en todo caso, prevalerse de
ella y cambiar por la fuerza la constitucion exis -
tente. Semejante cambio debería operarse por el
pueblo reunido al efecto, es decir, por la via legal .
Pero una sedicion bajo una constitucion existente
es el trastorno de todas las relaciones civiles jurí
dicas, y por consiguiente de todos los derechos; es
decir, que no es un cambio de la constitucion ci
vil, sino su disolucion. Y entonces una transicion á
otra mejor, no es una metamorfosis, sino una palin
genesia que exije un nuevo pacto social, sobre el
cual el precedente ya destruido no puede tener
ninguna influencia. —Debe ser permitido, sin em
bargo, al soberano cambiar la constitucion exis
tente, si fuese poco conforme á la Idea de un con
trato primitivo, así como tambien hacer respetar la
que conduce esencialmente al pueblo á constituirse
en ciudad..Pero este cambio no puede consistir en
hacer pasar al Estado de una de las tres formas de
gobierno á cualquiera de las otras dos; por ejem
plo, en la unanimidad de la aristocracia para so
meterse á la autocracia ó convertirse en democra
cia, y recíprocamente, porque el soberano no tie
ne el derecho de someter á su capricho al pueblo á
una constitucion cualquiera ni aun democrática; po
dría con esto hacer una injusticia al pueblo, porque
el pueblo tal vez no quisiera esta forma de gobier
no y encontrase preferible una de las otras dos.
Las formas de un gobierno no son mas que la
carta (littera) de la legislacion primitiva en el es
210 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
tado civil. Pueden, pues, durar tanto tiempo, cuan
to forman parte del mecanismo de la constitucion
civil á favor de una antigua costumbre (por consi
guiente de una manera completamente subjetiva).
Pero el espíritu de este pacto original (anima pac-
U originarii), comprende, la obligacion en que está
el poder constituyente de adaptar á esta Idea el
modo de gobierno; y así, en el caso en que la cosa
no puela hacerse de una vez, modificarse insensi
blemente y sin cesar de tal manera que se ponga en
armonía en su modo de accion con la única consti
tucion justa, á saber: una república. Estas anti
guas formas empíricas de hecho, que no servían
mas que para obtener la sumision del pueblo, se
resuelven en la forma primitiva (racional) única,
que hace de la libertad un principio, y aun una
condicion de toda la limitacion necesaria á una
constitucion jurídica en el sentido propio de la pa
labra ciudad, y que acabará por conducir á este re
sultado literalmente. Tal es la única constitucion
permanente, aquella en que la ley reina por sí mia -
ma y no depende de ninguna persona particular;
tal es el último término del derecho público, el es
tado en el cual únicamente lo Suyo puede ser atri
buido perentoriamente á cada uno. Al contrario,
mientras estas formas de gobierno, tan diferentes
en cuanto á la letra, deban representar personas
morales revestidas del poder soberano, es meues -
ter reconocer que no puede haber más que un de -
recho interno provisional para la sociedad civil,
pero absolutamente ningun estado jurídico de la
misma.
DEL DERECHO. 211
Toda verdadera república es y no puede ser
mas que un sistema representativo del pueblo ins
tituido en nombre del mismo, para proteger sus de
rechos por diputados de su eleccion. Pero en cuan
to el soberano se hace representar en persona (sea
rey, órden de los nobles ó todo el pueblo, la union
democrática); en este caso el pueblo reunido re
presenta no solamente al príncipe, sino que él mis
mo lo es tambien; porque en él reside originaria
mente el soberano, poder del cual deben emanar
todos los derechos de los particulares como sim
ples subditos (en todo caso como funcionarios pú
blicos); y la república, una vez establecida, no está
ya en la necesidad de soltar las riendas del gobier
no para entregarle á los que habían gobernado an
teriormente, y que por ahora podrían destruir de
nuevo con su voluntad absoluta todas las leyes
nuevas.
Observacion. Fué por consiguiente una gran
falta de juicio por parte de un gran soberano de
nuestro tiempo, para salir del embarazo de una
deuda pública llamar al pueblo para que cargase
con este peso y se lo repartiera como tuviese por
conveniente. El pueblo recibió por este hecho el po
der legislativo, no solamente respecto del impues
to, sino tambien con relacion al gobierno, es decir,
para impedir nuevas deudas por la prodigalidad ó
la guerra. El poder del monarca, pues, concluyó,
desapareció (no meramente se suspendió) y pasó al
pueblo, á la voluntad legisladora á quien ahora lo
mío y lo tuyo de cada uno se encuentra sometido.
Y no se puede decir que debiera entenderse por
212 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
esto una promesa tácita, y sin embargo casi con
tractual, de parte de la asamblea nacional de no
constituirse como soberana, sino solamente de ad
ministrar los negocios del soberano como tal y de-
devolver, despues de cumplida su tarea, al monar
ca las riendas del gobierno, no; tal pacto seria por
sí mismo nulo y de ningun efecto, El derecho de la
legislacion suprema en el Estado no consiste en
un derecho enajenable, sino en un derecho entera
mente personal. El que le posee, puede solo man
dar por la libertad universal del pueblo sobre el
pueblo, pero no sobre esta misma voluntad que es
el primer fundamento de todos los pactos públi
cos. Un contrato, que obligase al pueblo á ceder
su poder, no le convendría como poder legislativo,
y sin embargo le ligaría; lo cual repugna, segun el
principio de que nadie puede servir á dos amos á
un tiempo.
DEL BEliECHO. 2(3

DERECHO PÚBLICO.

SECCION SEGUNDA.
é
DEL DERECHO DE GENTES.

§ LUI.

Los hombres que constituyen un pueblo pue


den ser considerados como indígenas, segun la ana
logía de la propagacion, 6 como nacidos de una
misma fuente, aun cuando no lo sean en realidad;
pero sin embargo en el sentido intelectual y jurí
dico son mirados como nacidos de una madre co
mun (la república), y formando todos juntos una
misma familia [gens, nado), cuyos miembros (los
ciudadanos) son del mismo origen y no se mezclan
con sus vecinos que podrían vivir al lado de los
primeros en el estado natural, aunque los que viven
así (los salvajes) se creen á su vez superiores á los
demás á causa de la libertad sinórden, de las leyes
que han escogido formando pueblos pero no repú
blicas. El derecho de las ciudades ó de los Estados
en relacion entre sí, derecho que se llama bastante
impropiamente derecho de los pueblos ó de gentes,
y que debería más bien llamarse derecho público
244 PRIXCIPIOS METAFÍSICOS
de los Estados [jus publicum civitatum), es aho
ra el que tenemos que examinar bajo el nombre de
derecho de gentes. Se trata aquí de una nacion
considerada como una persona moral respecto de
otra nacion en el estado de libertad natural, por
consiguiente tambien en el estado de guerra con
tinuo; y entonces el problema por resolver se re
fiere: 1.° al derecho antes de la guerra; 2.° al de
recho durante la guerra; 3.° al derecho de obligar
se mutuamente á salir de este estado de guerra, y
por consiguiente á establecer una constitucion que
funde una paz perpétua, es decir, el derecho des
pués (le la guerra. Toda la diferencia entre los
hombres considerados individualmente en el esta
do natural (ó entre las familias consideradas en
tre sí, bajo el mismo punto de vista), y los pueblos
tales como nosotros los miramos aquí, es que en el
derecho de gentes es necesario considerar no sola
mente la relacion de un cierto Estado á otro en ge
neral, sino tambien la de cada particular de un Es
tado respecto de los otros particulares de otro Es
tado, así como respecto de todo este otro Estado
mismo. Pero esta diferencia, tocante al derecho de
los individuos en el puro estado natural, no debe
ser determinada más que partiendo de la noción
de este mismo estado.

§ LIV.

Los elementos del Derecho de gentes son: 1.°


que las ciudades, los Estados considerados en sus
relaciones mútuas externas (como los salvajes sin
DEL DERECHO. 245
leyes), están naturalmente en un estado no jurídico;
2.° que este es un Estado de guerra [del derecho
del más fuerte) aunque no haya en realidad siem
pre guerra y siempre hostilidad. Esta posicion res
pectiva (cuando uno y otro pueblo no quieren na
da mejor) aunque de hecho no ocasione ninguna
injusticia para nadie, es en sí misma sin embar
go, muy injusta, y los Estados limítrofes entre sí
están obligados á salir de ella; 3.° que es nece
sario que haya un pacto internacional concebido ^
segun la idea de un contrato social primitivo y por
el cual los pueblos se obliguen respectivamente á
no inmiscuirse en las discordias intestinas unos de
otros; pero garantizándose mutuamente de los ata
ques extranjeros; 4.° que sin embargo la alianza
no debe snpoiier ningun poder soberano (como en
una constitucion civil), sino solamente una Federa
cion, á la cual se pueda renunciar siempre, y que
deba ser renovada de tiempo en tiempo; —Derecho
subsidiario [insubsidium) á otro derecho primitivo
á saber: el de evitar el estado de guerra con aque
llos que son nuestros aliados [fcedus amphyctio-
num).

§ LV.

Con este derecho primitivo de las ciudades li


bres unas respecto á otras de hacerse la guerra en
el estado natural, (para establecer un estado apro
ximado al estado jurídico), se suscita primeramen
te la cuestion de saber: si el Estado tiene el dere
cho sobre sus propios subditos de hacerles servir
216 principios meta; isicos
en la guerra contra otros Estados, de emplear sus
bienes, su vida misma ó de ponerlas en riesgo; de
tal manera que no dependa de su propia vountad
el partir ó no para la guerra, sino que pueda com
pelerles la órden suprema del príncipe?
Este derecho parece poder deducirse fácilmente
del de hacer cada cual su voluntad, en lo suyo.
Ahora bien , todo lo que cualquiera ha hecho en
cuanto á la sustancia es su propiedad indudable.—
Esto es una deduccion tal como la haria un simple
jurista.
Hay en un país toda clase de productos natura
les de los que una multitud sin embargo debe ser
mirada al mismo tiempo como obras [arte facía)
del Estado, porque el país no las produciría en tan
gran número si no hubiese una sociedad civil, un
verdadero gobierno que tuviera el poder eu sus
manos, y si los habitantes estuviesen en el estado
natural.— Las gallinas (la especie más útil de vo
latería), las ovejas, los cerdos, los bueyes, etc., no
se encuentran en el país que habito ó se encontra
rían en muy pequeño número, sea por falta de ali
mento óá causa de los animales feroces, sino hu
biese una administracion que garantizase la adqui ,
sicion y la posesion á sus habitantes. Preciso es
decir otro tanto del número de hombres , el cual,
como sucede en los desiertos de América , y aún
suponiéndoles una grau industria (que no tienen)
nunca podría ser considerable. Los habitantes es
casearían, en razon á que ninguno podria exten
derse mucho con sus criados en un terreno siem
pre expuesto á ser devastado por salvajes y por
DEL DERECHO.
fieras; este terreno, por consiguiente, no produci
ría los alimentos necesarios para el número de
hombres que hoy existen en un pais dado.— Así,
pues, como las plantas (por ejemplo, las patatas),
y los animales domésticos, en cuanto á su abundan
cia, son obra del hombre, que puede emplearlos,
consumirlos (matarlos); parece, pues, del mismo
modo que podríamos decir, que el príncipe en un
Estado tiene el derecho de emplear sus vasallos en
la guerra, puesto que en gran parte son obra suya; é
de modo que dispondría de ellos para la caza y
para el combale, como para una expedicion de re
creo. Pero esta razon de derecho (que pudiera va
gamente ocurrirse á los monarcas) solo tiene valor
respecto de los animales, los cuales pueden ser
propiedad del hombre; pero de ningun modo puede
aplicarse el hombre mismo, sobre todo como ciu
dadano. El ciudadano debe ser considerado siem
pre en el Estado como partícipe del poder legisla
tivo (no como simple iustrumento sino como fin en
sí mismo) y debe, por consiguiente, consentir li
bremente la guerra por medio desus delegados, no
solo en general, sino en cada declaracion de guerra
particular. Bajo esta condicion restrictiva única
mente, es como la ciudad puede decretar su servi
cio de guerra.
Hemos deducido, pues, este derecho del deber
del príncipe respecto de sus súbditos (y no recipro
camente). Debe suponerse que el pueblo ha votado
por la guerra; y en este caso aunque pasivo (de
jando disponer de él) es, sin embargo, activo y re
presenta al soberano.
318 PRINCIPIOS METAFÍSICOS

§ LVI.

Las ciudades en su estado natural respectivo


tienen el derecJio de hacer la guerra, como un me
dio lícito de sostener su derecho por la fuerza,
cuando creen haber sido lesionadas, puesto que
esta revindicacion no puede en el caso presente
realizarse por medio de un proceso (único medio
k de regular los intereses en el estado jurídico). —
Además de la lesion activa (la primera agresion, la
cual es diferente de la primera hostilidad) hay que
distinguir la amenaza. Esta puede consistir en
preparativos anticipados, lo cual dá el derecho de
prevenirse [j'ut prceventionis), ó simplemente en
un aumento formidable [polentia tremenda) en el
poder de un Estado inmediato , que aumenta por
incorporaciones de territorio. Este aumento es una
lesion á los pueblos inmediatos ménos poderosos,
por el s0I0 hecho de su situacion respectiva, sin
necesidad de que por parte de esta potencia se pro
duzca un acto de dominacion; motiva, pues, sufi
cientemente el ataque en el estado de naturaleza.
Este es el fundamento del derecho de equilibrio de
los Estados próximos.
La lesion activa de un pueblo contra otro da á
este último el derecho de hacer la guerra al pri
mero. Este derecho consiste en exigir satisfaccion
y usar de represalias [retórsio), sin buscar la repa
racion por vías pacíficas. La guerra, hecha sin pré-
via declaracion, se parece mucho en cuanto á la
forma á las represalias. Porque, si se quiere encon
DEL DERECHO.
trar un derecho eu el estado de guerra, es preciso
entender algo análogo á un contrato , á saber la
aceptacion de la declaracion de la otra parte, de
modo que se pretenda por una y otra parte revin-
dicar su derecho por medio de las armas.

§ LVII.

El derecho durante la guerra es una parte del


derecho de gentes que está sujeta á grandes difi- •
cultades, aun para formarse una simple nocion de
él, y para concebir una ley en este estado privado
de leyes [ínter arma silent leges), sin incurrir en
contradiccion; porque estas leyes deberían ser: ha
cer la guerra segun principios tales, que sea siem
pre posible salir de este estado natural de los pue
blos (en su relacion mutua externa) y entrar en un
estado jurídico.
Ninguna guerra de pueblo á pueblo libre pue
de ser penal [bettum punitivtim). Porque la pena
solamente puede imponerse por un superior que
manda á un inferior; y esta no es la relacion de loa
Estados entre sí.—Tampoco puede ser una guerra
de exterminio [bettum inlernecinum) ni una guer
ra de concilista [bettum subjugatorium), la cual
seria la extincion moral de la ciudad (cuyo pueblo
habría de confundirse con el pueblo vencedor, ó
caer en servidumbre). No porque este medio ex
tremo, á que un pueblo puede verse reducido para
conseguir el estado de paz, sea esencialmente con
trario al derecho de un Estado, sino porque la Idea
del derecho de gentes implica en sí puramente la
220 PRINCIPIOS META FÍSICOS
nocion de antagonismo segun principios de liber
tad exterior, para mantenerse en su propiedad y
no para adquirir; semejante manera de adquirir,
por aumento de poder de un Estado, podría ser
peligroso para otro.
Toda especie de medios de defensa es permiti
da al Estado atacado, excepto aquellos cuyo uso
incapacitaría á sus individuos para ser ciudadanos;
porque se Larian por su uso incapaces de valer
* como persona (moral) en la relacion de pueblo á
pueblo, segun el derecho de gentes; es decir, que
serian incapaces de entrar con los demás en parti
cipacion de derechos iguales. Entre los medios
prohibidos se cuentan, servirse de sus propios sub
ditos para espiar; servirse de ellos ó de extraños
para asesinar, envenenar (entre estos pueden muy
bien clasificarse los arcabuceros que esperan en
emboscada al enemigo), ó aun únicamente para di
fundir falsas noticias; en una palabra, el emplear
medios fraudulentos, que matarían la confianza
necesaria para fundar una paz duradera. Es lícito
en la guerra imponer al enemigo vencido suminis
tros y coatribuciones, pero no saquear al pueblo,
es decir, arrebatar á los particulares sus bienes, á
no ser por requisiciones con motivo de deudas, á
fin de que despues de la paz el peso se reparta con
venientemente sobre el país ó sobre la provincia;
en otro caso seria un acto de bandolerismo, por
que quien ha hecho la guerra no es el pueblo ven
cido, sino el Estado bajo el cual este se hallaba, el
cual ha hecho la guerra en su nombre.
[IGL DEItECnO.

§ LVIII.

El derecho despues de la guerra, es decir, en el


momento del tratado de paz y con relacion á las
consecuencias de este tratado, consiste en que: el
vencedor impone las condiciones bajo las cuales
acostumbran celebrarse los tratados y la paz con
los vencidos, y no las condiciones que pudieran re
sultar de no sé qué derecho fundado en la lesion
que pretendiera haber recibido, pero apoyado prin- *
cipalmente en su fuerza. El vencedor no puede,
pues, exigir que se le reembolsen los gastos de
guerra, porque esto seria declarar injusta la guer
ra de su adversario; y aunque esto pueda pensarse,
el vencedor no debe decirlo, porque esto seria de
clarar que hace una guerra penal, con lo cual in
curriría en nueva injusticia con el vencido.
A este derecho pertenece tambien el cambio- de
prisioneros (sin pago de rescate) sea cual fuere su
número.
Los individuos de un Estado vencido no pier
den por la conquista del país su libertad civil, de
modo que puedan ser tratados como colonos ó re
ducidos á cautividad; porque en este caso la guer
ra habría sido penal; lo cual repugna.—Una colo
nia 6 provincia es un pueblo que, ciertamente,
tiene su constitucion propia, su legislacion, su ter
ritorio, y respecto del cual los que pertenecen á
otro Estado son extranjeros, pero sobre el cual sin
embargo otro Estado ejerce poder soberano. Este
último Estado se llama metrópoli; tal fué A tenas
222 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
respecto de diferentes islas, y hoy la Inglaterra,
respecto de la Irlanda. El Estado colonial reconoce
la soberanía del otro, pero se gobierna por sí mis
mo, por su propio Parlamento, á lo más bajo la
presidencia de un virey [civitas liybrida.)
Con mayor razon la servidumbre y su legiti
midad no pueden resultar de la dominacion de un
pueblo sobre otro por la guerra; para esto habría,
que suponer una guerra penal. La servidumbre no
puede en ningun caso ser hereditaria; seria absur-
* da, porque la culpabilidad de uno no puede trasmi
tirse hereditariamente.
La nocion de tratado de paz implica la de am
nistía.

§ LIX.

El Derecho de la paz, es: 1.°, el derecho de per


manecer en paz, si hay guerra en territorio próxi-
ximo, ó el derecho de la neutralidad; 2°, de obte
ner seguridad de la continuacion, de la paz concer
tada, es decir, el derecho de garanífa; 3.° ¡a union
mutua (la alianza) para el afianzamiento de varios
Estados, para defenderse en comun, ya contra los
extranjeros, ya contra los movimientos interiores
que pudieran sobrevenir; pero no una alianza ofen
siva y de engrandecimiento exterior.

§ LX.

El derecho de un Estado contra un enemigo


injusto no tiene límites (entiéndase eu cuanto a la
DEL DERECHO. 223
cualidad, pero no en cnanto á la cantidad o ai gra
do). Esdeci-r, que un Estado ofendido no tiene el
derecho de emplear todos los medios, de que pus-
da echar mano, para defenderse, sino solamente
los que son absolutamente permitidos. —Ahora bien,
¿en qué, segun las nociones del derecho de gentes
(en el cual, como en el estado natural, cada Estado
es juez en su propia causa) puede un enemigo ser
injusto? Siempre que su voluntad públicamente ex
presada (de palabra ó* por obra) revela una máxi
ma que, tomada como regla general, hariaimposi-
ble el estado de paz entre las naciones, y las man
tendría por lo tanto indefinidamente en el estado
. de naturaleza unas respecto de otras. Esto consti
tuye una infraccion de los tratados públicos; pue
de suponerse que en ellos estáu interesados todos
los pueblos, cuya libertad queda do hecho amena
zada; lo cual les obliga ó cuando méuos les induce
á coaligarse contra semejante desorden para impe
dir su reproduccion. Pero no pueden sin embargo
repartirse el país agresor, para destruirle eu cuan
to de ellos dependa, borrándole políticamente de
la haz de la tierra; esto seria una injusticia contra
el pueblo que no puede perder su derecho primiti
vo de reunirse en sociedad. Pero tienen el derecho
de imponerle una nueva constitucion que, por su
naturaleza, sea desfavorable á la inclinacion á la
guerra.
Por lo demás, la expresion: Enemigo injusto
en el estado natural es un pleonasmo; porque el
estado natural es ya por sí un estado de injusticia.
Enemigo justo seria aquel al cual mi resistencia
224 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
fuera injusta-, en cuyo caso no seria' mi enemigo.

§ LXI.

Puesto que el estado natural de los pueblos,


como el de los hombres en particular, debe aban
donarse para entrar en un estado legal, —antes que-
esto suceda, todo derecho de los pueblos, todo Mió
y Tuyo exterior de los Estados, que por la guerra,
puede adquirirse ó conservarse, es únicamente pro
visional; no puede tener valor perentorio, ni con
vertirse en un verdadero estado de paz más que en
la union universal de las ciudades (análogamente
á los medios que un pueblo emplea para llegar á •
ser un Estado). Pero, como una extension demasia
do grande de la ciudad de pueblos en la superficie
del globo haria imposible su gobierno, y por lo
tanto la proteccion de cada miembro de esta ciu
dad universal, puesto que se encontrarían muy di
seminados, muy lejos unos de otros, no se forman
más que corporaciones parciales, lo cual ocasiona
un nuevo estado de guerra. Así una paz perpétua
(último fin de todo derecho de gentes) es sin duda
una idea impracticable. Pero los principios políti
cos que tienden á realizar estas reuniones de ciu
dades, como para favorecer la aproximacion sin
fin á este estado de paz perpétua, no son imposi
ble.1-; y, como esta aproximacion es una cuestion
fundada en el deber, y por lo tanto tambien en el
derecho de los hombres y de los Estados, es sin
duda practicable.
Esta alianza de algunos Estados, para conser-
DEL DERECHO. 225
var Id paz, puede llamarse el cong reso permanente,
en el que todo Estado próximo puede libremente
ingresar; lo cual (al ménos en cuanto á las forma
lidades del derecho de gentes respecto de la con
servacion de la paz) se ha verificado en la primera
mitad de este siglo en la Asamblea de los Estados
generales en la Haya, ante los cuales llevaron sus
quejas sobre las hostilidades recíprocamente come
tidas los ministros de la mayor parte de las Córtes
de Europa y aun de las más pequeñas repúblicas,
haciendo así de toda la Europa una confederacion
que tomaron por arbitro de sus contiendas políti
cas. Más tarde el derecho de gentes, relegado á las
escuelas, desapareció de los gabinetes, ó fué enco
mendado á la oscuridad de los archivos, bajo for
ma de deducciones, despues de haber hecho ya uso
del derecho de la fuerza.
Pero en un congreso de varios Estados no se
trata mas que de una union arbitraria, disoluble
en todo tiempo, y no de una union (como la de los
Estados de América) fundada en una constitucion
pública, y por consiguiente, indisoluble. Sólo de
esta manera puede hacerse realizable la Idea de la
fundacion de un derecho de gentes, en cuyo nom
bre se decidieran los intereses internacionales á la
manera civil, es decir, en forma de proceso, y no
de una manera bárbara (como los salvajes).

: 13
226 PRINCIPIOS METAl'ÍSICOS

DERECHO PÚBLICO.

SECCION TERCERA.

DERECHO COSMOPOLÍTICO.

§ LXH.

Esta Idea racional de una comunidad pacífica


perpétua de todos los pueblos de la tierra (aun
cuando todavía no sean amigos), entre los cuales
pueden establecerse relaciones, no es un principio
filantrópico (moral), sino un principio de derecho.
La naturaleza ba encerrado á todos los hombres
juntos por medio de la forma redonda que ha dado
á su domicilio comun [globus terraqueus), en un
espacio determinado. Y, como la posesion del
suelo, sobre el cual está llamado á vivir el habi
tante de la tierra, no puede concebirse más que
como la posesion de una parte de un todo determi
nado, por consiguiente, de una parte sobre la cual
cada uno Tle ellos tiene un derecho primitivo, todos
los pueblos están originariamente en comunidad
del suelo; no en comunidad jurídica de la pose
sion [communio), y por tanto de uso ó de propiedad
DEL DERECHO. 227
de este suelo; siao en reciprocidad de accion [com-
mercium) físico posible, es deoir, en una relacion
universal de uno solo con todos los demás (relacion
que consiste en prestarse á un comercio recíproco);
y tienen el derecho de hacer el ensayo, sin que por
ello pueda un extranjero tratarlos como á enemi
gos.—Este derecho, como la union posible de to
dos los pueblos, con relaciona ciertas leyes uni
versales de su comercio posible, puede llamarse
derecho cpsmopolitico [jus cosmopoliticum).
A primera vista parece que los mares interrum
pen la comunicacion entre los pueblos; y sin em
bargo, la navegacion es el medio natural más fa -
vorable á sus relaciones. Y estas relaciones pueden
ser tanto más activas, cuanto más próximas están
las costas (por ejemplo, en los mares Mediterrá
neos). Pero la frecuentacion de estas costas, y, so
bre todo, los establecimientos fundados para re -
unirlos despues á la metrópoli, ocasionan que la vio-
Lencia y los males sufridos en un punto de nuestro
globo se propaguen por todo él. Sin embargo, este
inconveniente posible no puede privar del dere
cho cosmopolítico de ensayar la sociedad con to
dos, y de recorrer con este intento todos los países
de la tierra, aun cuando no haya derecho á esta
blecerse [jus incolaiús) en el territorio de otra na
cion más que mediante un contrato particular.
Pero puede preguntarse si un pueblo tiene el
derecho de fundar un establecimiento [accolatus) en
un país recientemente descubierto, sin contar con
el consentimiento de los indígenas?
Si los descubridores se instalan á tal distancia
228 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
de los primitivos ocupantes que ninguno de ellos
perjudica á los demás por el uso del territorio, el
derecho es incontestable. Si por el contrario, los
indígenas son pastores ó cazadores (como los Ho-
tentotes, los Tongos, y la mayor parte de los pue
blos de América), lo cual exige para su manteni
miento grandes extensiones de tierra desiertas, no
es lícito establecerse en su proximidad más que en
virtud de un contrato; y en este contrato no ha de
abusarse de la ignorancia para obtener, de estos
habitantes la cesion de sus tierras, aun cuando
pueda demostrarse con razones bastante especiosas
que una usurpacion (una injusticia) de esta especie
es ventajosa para el mundo en general, ya por la
cultura de estos pueblos groseros (pretexto con el
cual Busching pretende excusar la introduccion
sangrienta de la religion cristiana en Alemania), ya
porque de esta manera se encontraba un medio de
limpiar la metrópoli de hombres depravados, ó ya
porgue estos pudieran corregirse, en sí ó en su pos
teridad, trasportándolos á otra parte del mundo,
(como á la Nueva-Holanda). Todas estas intencio
nes con pretension de buenas no pueden eximirse
de la mincha de la injusticia de los medios emplea
dos para su ejecucion. —A esto se arguye que con
tales escrúpulos para emplear la fuerza en el esta -
blecimiento del estado legal, tal vez hoy estaría aún
toda la tierra ea el estado natural, ó no jurídico.
Pero esta razon no tiene más valor para destruir el
derecho, que este otro pretexto delos revoluciona
rios: corresponde al pueblo, cuando la constitucion
es mala, reformarla por la fuerza, y en general, es
DEL HE11ECH0. 229-
iícito ser por un momento injusto para fundar en
seguida con más seguridad el reinado y la prospe
ridad de la justicia.

CONCLUSION'.

Cuando uno no puede demostrar que una cosa


es, debe tratar de probar que no es; si no consigue
ni lo uno ni lo otro (lo cual sucede muchas veces), *
puede aún investigar si le importa adoptar [hipo
téticamente) una ú otra de estas opiniones, ya baja
el punto de vista teórico, ya bajo el práctico; es
decir, ó solamente para explicarse un cierto fenó
meno (por ejemplo, para un astrónomo la revolu
cion y la fijeza de los planetas),—ó para lograr un
cierto fin, el cual es ó pragmático (simplemente téc
nico), ó inora'-, es decir, tal que sea un deber pro
ponerse este fin como máxima de accion.—Es evi
dente que la suposicion de la posibilidad de conse
guir este fin, suposicion que consiste en un juicio
teórico y problemático, no es un deber: no hay
ninguna obligacion de creer que lo sea; pero la
obligacion consiste en obrar segun la Idea de este
fin, aun cuando no hay la más ligera verosimilitud
teórica de que pueda ser alcanzado, á ménos de que
esté demostrada su imposibilidad.
Ahora bien; la razon moralmente práctica pro
nuncia este veto irresistible: No debe haber ningu
na guerra, ni entre Tú y Yo ea el estado natura],
ni entre nosotros como pueblos que, constituidos
legalmente en nuestro interior, estamos sin embar
230 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
go en un estado extra-legal exteriormente ó en
nuestras mutuas relaciones, porque el derecho no
debe buscarse por medio de la guerra. Por consi
guiente no se trata de saber si la paz perpétua es
posible en realidad ó no lo es, ni si nos engañamos
en nuestro juicio práctico cuando opinamos por la
afirmativa, sino que debemos proceder como si este
supuesto, que tal vez no se realizará, debiera no
obstante realizarse, y tratar de establecerle entre
• nosotros, dando la constitucion (tal vez el republi
canismo de todos los Estados en conjunto y en
particular) que nos parezca más propia para alcan
zar este fin, y poner término á la guerra execrable,
objeto al cual todos los Estados sin excepcion han
dirigido hasta hoy sus instituciones interiores, co
mo hácia su fin principal. Y, aun cuando este fin no
debiera pasar nunca de una pura aspiracion, segu
ramente no nos engañamos tomando por máxima
el dirigirnos hácia él, puesto que es un deber. Si
supiéramos que la ley moral nos engañaba, nacería
en nosotros el deseo espantoso de carecer de ra
zon, y de someternos como el resto de los anima
les al mecanismo de la naturaleza.
Puede decirse que el tratado de paz universal y
duradero es, no solamente una parte, sino todo el
fin del derecho, considerado en los límites de la
simple razon; porque el estado de paz, es el único
en que lo Mio y lo Tuyo están garantidos por leyes
en medio de hombres que mantienen relacion cons
tante entre sí, y que por consiguiente viven reuni
dos bajo una constitucion . Pero la regla de esta
constitucion no debe buscarse en la experiencia de
DEL DERECHO. 234
aquellos á quienes ha ido bien basta ahora, sino
que debe ser deducida á priori por la razon del
ideal de una asociacion jurídica de los hombres ba
jo leyes públicas en general. En efecto, todos los
ejemplos (los cuales pueden explicar, pero no de
mostrar) son falaces y tienen necesidad de ana me
tafísica, ciencia, cuyo valor reconocen sin pensarlo
los mismos que la desprecian, cuando dicen, por
ejemplo, como sucede muchas veces: «que la me
jor constitucion es aquella en que las leyes, y no ¿
los hombres, ejercen el poder.» Porque, lqué cosa
hay más metafísicamente sublime, si así puede de
cirse, que esta misma Idea que, por confesion de
ellos mismos, alcanza un valor objetivo incuestio
nable é incuestionado; Idea que la experiencia
confirma, y única que, no ensayada ni introducida
en la práctica por la violencia de las revoluciones,
es decir, por el trastorno de una constitucion de
fectuosa (purque en estas terribles sacudidas, un.
instante basta para anular todo estado jurídico),
sino por el contrario realizada por medio de una
reforma lenta, insensible, y segun principios fir
mes, puede conducir á la paz perpétua, por medio
de una aproximacion perpétua al soberano bien
político!

FIN.
!32 PRINCIPIOS METAUSICOS

NOTAS.

1.a La ocasion de estas observaciones la debo


t en gran parte á la reseña hecha de esta obra en los
periódicos de Goettingue, núm. 28, con fecha de
28 de Febrero de 1797. Intento aprovecharme de
estas críticas redactadas con sentido y penetracion
y en las cuales se asocian á nuestro pensamiento
hasta el punto de esperar que estos Principios me- .
tafísicos sean una adquisicion para la ciencia.
Mi juicioso crítico se para desde el principio en
una definicion al empezar la introduccion á la cien
cia del derecho. —¿Qué es el deseol El deseo, dice
el texto, es la facultad de ser, por sus representa
ciones, causa de los objetos de estas representacio
nes mismas.—«Puede oponerse, dice, á esta defi
nicion, que esta facultad no es nada, si se hace
abstraccion de las condiciones exteriores de la con
secuencia del deseo.—Y sin embargo, la facultad
de desear es aún algo para el idealista, aunque el
mundo exterior nada sea para él.»— Respuesta:
Pero, ¿no hay tambien deseos ardientes, aunque
acompañados de la conciencia de su inutilidad (por
ejemplo, ¡ojalá aquel hombre viviese aúul); deseos
que, ála verdad son ineficaces, que no impulsan á
obrar; pero que sin embargo, no carecen de conse
DEL DERECIIO. 233
cuencias, y que, aunque no obran exteriormente,
influyen sin embargo de una manera poderosa
dentro del sujeto mismo? Un deseo como esfuerzo
[nisus) para ser causa por medio de sus represen
taciones, aun cuando el sujeto se dé. cuenta de la
insuficiencia de estas representaciones, para pro
ducir el efecto deseado, es, sin embargo, siempre
causa, á lo ménos en el sujeto.— Lo que ocasiona
aquí el equívoco, es que, como la conciencia de su
facultad en general (en el caso en cuestion), es al 4
mismo tiempo la conciencia de su impotencia res
pecto del mundo exterior, la definicion no es apli
cable á los idealistas. Por otra parte, sin embargo,
como aquí no se trata en general más que de la re -
lacion de una causa (de la representacion) á un
efecto (el sentimiento), la causa de la representa
cion (sea exterior 6 interior) debe necesariamente
pensarse cou relacion á su objeto en la nocion de la
fecultad de desear.
2.a Preliminares lógicos para un nuevo ensayo
sobre la exposicion de la nocion del derecho.
Si los filósofos jurisconsultos quieren elevarse
hasta los principios metafísicos del derecho, prin
cipios sin los cuales toda su ciencia seria puramen
te reglamentaria, no pueden mirar con indiferen
cia la perfeccion de su division de las nociones de
derecho, porque de otro modo esta ciencia no for
maría un sistema racional, sino simplemente una
agregacion incoherente.—La Tópica de los princi
pios debe para la forma del sistema ser perfecta; es
decir, que debe verse en ella el lugar destinado á
una nocion [locus communis), el lugar que se le
231 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
asigna segun la forma sintética de la division. De
esta manera se puede tambien demostrar que tal ó
cual nocion cuyo lugar se conoce es contradictoria
y debe desaparecer.
Hasta hoy los jurisconsultos han admitido dos
lugares comunes: el del derecho real y el del dere
cho personal. Es natural preguntar si, puesto que
quedan aún dos lugares vacantes, que resultan de
la simple forma de la reunion de los anteriores en
% una nocion, como miembros de la division á prio-
ri, á saber: el de un derecho real-personal, y el de
un derecho personal -real, es natural, digo, pre
guntar ¿si podría convenientemente añadirse esta
nocion, y en todo caso si debería presentarse, aun
que sólo de una manera problemática, en el cuadro
completo de la division? Este último punto no ad -
mite la menor duda. Ea efecto, la division pura
mente lógica (que hace abstracciones del contenido
ó de la materia del conocimiento del objeto), es
siempre dichotómica: por ejemplo, todo derecho
es un derecho real ó un derecho no real. Pero la
division de que aquí se trata, la division metafísica
puede tambien ser tetrachotómica, porque indepen
dientemente de los dos miembros simples de la di
vision, hay además dos relaciones: las de las con -
diciones restrictivas del derecho, condiciones bajo
las cuales uno de estos derechos se compone con el
otro, y cuya posibilidad reclama un examen espe -
cial. La nocion de un derecho personal-real es
desechada desde luego; porque no se concibe dere
cho á una cosa contra una persona. Se pregunta
ahora, ¿si la inversa de esta relacion es tambien in
DEL DERECHO. 235
concebible; ó si esta nocion, quiero decir, la de un
derecho real-personal, no sólo no implica contra
diccion en sí, sino que es una nocion que forma
parte necesaria (dada á priori en la razon) de la de
lo Mio y Tuyo exterior; en otros términos, si se
puede tratar de las personas como de las cosas,
con ciertas diferencias, poseerlas y conducirse con
ellas en muchos casos como con las cosas?
3.a Justificacion de la nocion de un derecho
real-personal. #
Hé aquí una definicion del derecho real-perso
nal corta y buena: «Es un derecho del hombre de
tener una persona fuera de sí como suya (1).»
Digo con intencion una persona, porque muy
bien podría tener como suyo á otro hombre, que
por un crimen hubiera perdido su personalidad
(hubiera pasado á ser esclavo); pero aqui no se tra
ta de este derecho real.
Examinaremos, pues, siesta nocion de un dere
cho real-personal, como fenómeno nuevo en el cielo
jurídico, «es una stella mirabilis (que debe engran
decerse hasta igualar á las estrellas de primera mag
nitud, aunque hasta hoy haya pasado desapercibi
da, para desaparecer de nuevo, y tal vez reapare
cí No digo tampoco: «Tenor una persona como la mia (usando
el pronombre) sino como mia (de mí).» Porque puedo decir: esta per
sona es mi-padre, 13 cual no indica más que mi relacion física (de
union) con él en general: «Tengo un padre, por ejemplo; pero no
puedo decir: «Tengo mi padre como cosa mia.» Digo, sin embargo,
mi mujer; lo cual significa un mio particular, un mio jurídico, re
lacion del poseedor á un objeto (aun cuando sea una persona) co
mo cosa. Pero la posesion (física) es la condicion de posibilidad de la
ocupacionfmanipulatio), de un objeto como cosa, aunque este pueda,
bajo otros aspectos, ser tratado al mismo tiempo como persona.
236 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
cer otra vez), ó si es simplemente una estrella
errante.»

Ejemplos.

Tener algo exterior como suyo es poseerlo legí


timamente. Pero la posesion es la condicion de la
posibilidad del uso, y cuando se concibe esta con
dicion física, la posesion se llama ocupacion.—-La
% ocupacion legítima sola no basta ciertamente para
hacer considerar como mio el objeto ocupado, ó
para hacerle mio; pero si por cualquier razon que
sea, tengo el derecho de revindicar la ocupacion
de un objeto que se sustrae ó ha sustraído á mi po
der, esta nocion de derecho es un signo (como de
efecto ó causa) de que me tengo por autorizado para
usar de este objeto como de una cosa mia, así como
tambien para conducirme respecto de este objeto
como quien tiene sobre él una posesion inteligible,
y á servirme de él como tal.
Lo Suyo no significa aquí, á la verdad, lo Suyo
de la propiedad sobre la persona de otro, porque
un hombre no puede ser propietario ni aun de sí
mismo, y mucho ménos de otra persona; sino úni
camente lo Suyo del disfrute fjus utendi fruendi), ■
ó el derecho de hacer servir á esta persona inme
diatamente como medio para mi fin, como si fuera
una cosa, pero sin menoscabar por esto su perso
nalidad.
Pero este fin, como condicion de la legitimidad
del uso, debe ser moralmente necesario. El hom
bre, pues, no puede desear la mujer para gozar de
DEL DEDKCHO. 23;
ella como de una cosa, es decir, para experimen
tar con ella un goce inmediato en un comercio pu
ramente carnal, ni la mujer abandonarse al hombre
para semejante fin, sin que las dos partes renun
cien á su personalidad (cohabitacion carnal ó bes -
tial). Es decir, que su union no es lícita más que á
condicion de casamiento, el cual, como abandono
recíproco de su persona misma á la posesion de
otra, debe concertarse previamente para no per
der su carácter de hombre por el uso corporal que
una parte hace de la otra.
Sin esta condicion el disfrute carnal es siem
pre caníbal en principio (aunque no siempre en
cuanto al efecto). Si la mujer se consume por la
preñez y por un parto que puede ser mortal, y si el
hombre por su parte se extenúa por las exigencias
demasiado frecuentes de la mujer, no hay diferen
cia mas que en la manera del goce, y una parte es
en realidad respecto de la otra, en este uso recípro
co de los órganos sexuales, una cosa fungible (res
fungibilis), respecto dela cual el contrato, si exis
tiera, seria contrario á la ley fpactum lurpe).
Del mismo modo el hombre no puede procrear
con la mujer un hijo, como su obra comun fresar-
tificialis), ein que ambas partes contraigan la
obligacion, respecto del hijo y una respecto de la
otra, de educarlo. Y sin embargo, el hijo es la ad-
- quisicion de un hombre como una cosa, personal
mente en cuanto á la forma (segun un derecho real-
personal). Los padres tienen un derecho contra
todo poseedor del hijo que pudiera haber sido sus -
traído de su poder fjus in re), y al mismo tiempo
238 • PRINCIPIOS METAFISICOS
el derecho de obligarle á seguir su voluntad, siesta
voluntad do tiene nada de contrario á la libertad
legal posible (jus adremj. Tienen, pues, tambien
un derecho personal contra él.
Por último, si el trascurso de los años libra á
loa padres del deber de educar á ios hijos, conser
van todavía el derecho de emplearlos como miem
bros de la sociedad doméstica sometidos á sus ór
denes, en la conservacion y prosperidad de la
familia, hasta su emancipacion; lo cual es un deber
' de los padres para con ellos , deber que resulta de
la limitacion natural del derecho de los padres.
Hasta este momento, habitan la misma casa, es
cierto, y. forman parte de la familia; pero en ade
lante forman parte de los sirvientes [famulatus)
de la misma familia, que por consiguiente no pue
den ser agregados á lo Suyo del jefe de familia
(como sus criados) más que por un contrato. Los
criados extraños á la familia pueden agregarse k
lo Suyo del amo de la casa en virtud de un derecho
personal-real y son adquiridos como domésticos
[famulatus domesticus) por un contrato. Este con
trato no es un simple alquiler [locatio conductio
opera), siao una entrega de su persona en posesion
del amo de la casa, un compromiso [lecatio conduc
tio personcé); contrato que difiere del precedente en
que el doméstico se obliga á todo lo que es permi
tido, por el bien de la casa, sin que le sea impues
to como un trabajo marcado y específicamente de
terminado; en lugar deque el que se alquila para un
trabajo determinado (el bracero ó jornalero), no es
lo Suyo de otro, y no forma por consiguiente parte
DEL DERECHO. 239
de la casa.— Como este último no está en la posesion
legítima del que le obliga á ciertas prestaciones, el
jefe de familia no puede, aun cuando este miembro
de la familia fuera su arrendatario [inquilinus),
apoderarse de él [via facti) como de una cosa;
pero puede en virtud del derecho personal, exigir
la prestacion de lo promei'do, prestacion que está
sometida á sus órdenes por un medio de derecho
(viajuris).—Esto es lo que tenia que decir para
explicacion y defensa de un título de derecho no
table, que debe añadirse á los que se admiten en la
ciencia natural de la ley, título que tácitamente ha
sido siempre reconocido.
4.a Tambien se me ha criticado como una he
terodoxia en el derecho natural privado la proposi
cion: la venta rompe el alquiler (§31).
A primera vista parece contrario á todos los de
rechos adquiridos.por el contrato de alquiler, que
pueda uno despedir á su arrendatario antes de ter
minar el plazo del arriendo, faltando por consi
guiente en apariencia á la promesa hecha, y no
dejando al arrendatario más que el tiempo que or
dinariamente se usa al fin del arriendo.—Pero, si
puede demostrarse que el arrendatario, cuando ha
cia su contrato, sabia ó debia saber que la prome
sa hecha por el arreniador, como propietario, es
taba naturalmente (sin que debiera expresamente
consignarse en el contrato), por lo tanto tácita
mente, sometida á la condicion de que este no ven
diera su casa en este intérvalo de tiempo (ó que
no tendra obligacion durante este tiempo de entre -
gar su casa á sus acreedores), el arrendador no ha
210 PRINCIPIOS METAPÍSICOS
faltado absolutamente á su palabra, y el arrenda
tario no ha sufrido en sus derechos por haber sido
despedido antes del término del arriendo.
Porque el derecho del inquilino, tal como re»
sulta del contrato de arriendo, es uu derecho per
sonal, sobre lo que cierta persona deba prestar k
otra [jus ad rem); pero no respecto de todo posee
dor de la cosa [jus in re), ó sea un derecho real.
El inquilino podia tomar sus precauciones en
su contrato de arriendo, y crearse un derecho
' real sobre la casa: podia hacer inscribir su con
trato sobre la casa del arrendador, como' adhirién
dose á la cosa. Con esta condicion no podría ser
despedido antes del fin del plazo del arriendo por
ninguna circunstancia, ni aun por la muerte natu
ral ó civil (la bancarota) del propietario. No exis
tiendo esta condicion, ya porque quiera ser libre
de poder ajustar otro arriendo en mejores condicio
nes, ya porque el propietario no quisiera ver su
casa gravada con tal servidumbre [onus), ambas
partes tienen conciencia de haber hecho un con
trato accesorio, tácitamente condicional respecto
de la despedida (salvo el plazo civilmente determi
nado para ello), contrato que consiste en la facul
tad de disolver el contrato principal segun les con
venga. La confirmacion de la facultad de romper el
arriendo por la venta, se deduce tambieu de cier
tas conveniencias jurídicas de un nudo- contrato
de alquiler; porque el heredero del arrendata
rio, si este muere, no tendrá obligacion de conti
nuar el arriendo; porque este arriendo no es más .
que una obligacion hacia cierta persona, obligacion
DEL DERECHO. 241
que termina con su muerte (en lo cual, sin embar
go, debe tambien tenerse en cuenta el tiempo legal
para la despedida). De la misma manera el derecho
del arrendatario, como tal, no puede pasar á su
heredero sin un contrato particular; el arrendata
rio tampoco puede subarrendar en vida de ambas
partes sin consentimiento expreso.
5.a Objecion del critico y respuesta.
«El derecho de usucapion [usucapio) segun lo
dicho en las páginas 129 y siguientes, debe fundarse
en el derecho natural; porque, si no se supusiera
que há lugar á una adquisicion ideal, como la llamo
aquí, para la posesion de buena fé, ninguna posesion
perentoria estaría garantida, asegurada.»—Pero
Mr. Kant mismo no admite en el estado de na
turaleza más que una adquisicion provisional, lo
cual le hace insistir en la. necesidad jurídica de la
constitucion civil.— «Me afirmo poseedor de buena
fé, pero solamente contra aquel que no puede de
mostrar que él lo era antes que yo, y que no ha
cesado voluntariamente de serlo.»—Ño es esta la
cuestion, sino saber si yo puedo llamarme propie
tario, á pesar de la pretension del verdadero pro
pietario anterior de la cosa, cuando por otra parte
el reconocimiento de su existencia como poseedor,
y la cualidad de su posesion como propietario eran
absolutamente imposibles. Este último carácter
concurre cuando el propietario no ha dado por sí
mismo ningun signo público suficiente de la no
interrupcion de su posesion (sea ó no por culpa
Buya, por ejemplo, por la inscripcion en los re
gistros), ó por el reconocimiento no contradicho
46
242 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
de su cualidad de propietario en las asambleas ci
viles donde le correspondiese tener voto por este
concepto.
Se trata en efecto de saber: ¿Quién debe probar
la legitimidad de su posesion?
Esta carga [onus probandi) no puede imponerse
al poseedor; está en posesion de esta legitimidad
hasta donde alcanza la historia comprobada de su
posesion (y la presuncion le es favorable para el
resto del tiempo).
El pretendido propietario anterior de la cosa
está, segun los principios de derecho, completa
mente separado de la série de los poseedores que se
han sucedido en un tiempo intermedio, durante el
cual no ha dado ningun signo civilmente valedero
de su cualidad de propietario. Esta interrupcion de
todo acto público de posesion le reduce á la condi
cion de pretendiente sin título. (Lo contrario se ve
rifica aquí, lo mismo que en teología, conservatio
est continua creado). —Si se presentara un preten
diente hasta ahora desconocido, aunque poseyendo
títulos hallados posteriormente, habría aún lugar á
dudar respecto de él, si podría haber un reclamante
más antiguo, cuya peticion se fundara tambien en
una posesion anterior.—El largo tiempo de la pose
sion no influye, pues, aquí nada para la usucapion
de la cosa [acquirere per usucapionem). Porque es
absurdo admitir que una injusticia se convierta
poco á poco en derecho por el hecho de haber du
rado mucho tiempo. El uso (continuado por largo
tiempo) supone el derecho á la cosa, lejos de que el
derecho deba fundarse sobre el uso.
DEL DERECHO. 243
Por consiguiente, la usucapion [usucapio) como
adquisicion, por uso dilatado de una cosa, es una
idea contradictoria. La prescripcion de las preten
siones, como medio de conservar [conservatio pos-
sessionis mece per preescriptionem) no es menos
contradictoria, pero presenta, sin embargo, una no
cion diferente de lo que precede en cuanto al ar
gumento de la apropiacion, porque es un princi
pio negativo, es decir, el no uso absoluto de su
derecho, no-uso tal, que no es ni el uso necesario
para aparecer como poseedor, y que equivale á una
cesion de derecho [derelictio), que es un acto jurí
dico. Es, pues, un uso de su derecho con relacion
á otro para excluirle de sus pretensiones [per prces
criptionem) y adquirir por este medio su cosa; lo
cual es contradictorio.
Yo adquiero, pues, sin produccion de prueba
y sin ningun acto jurídico: no tengo necesidad de
probar; adquiero por la ley [lege); pero qué? La de
fensa pública contra las pretensiones, es decir, la
legítima seguridad de mi posesion, por el solo he
cho de que no necesito presentar pruebas, y me
fundo en una posesion no interrumpida. Pero de
que toda adquisicion es simplemente provisional
en el estado de naturaleza, nada resulta para la
cuestion de la seguridad de la posesion de la cosa
adquirida que debe preceder á aquella.»
6.a En cuanto al derecho de sucesion, mi cen
sor, no obstante su sagacidad habitual, no ha al
canzado al nervus probandi de mi asercion. —Yo
no digo (pág. 140): «Que todo hombre acepta ne
cesariamente una cosa que se le dá, cuando- por
844 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
esta aceptacion nada puede perder y sí únicamente
ganar.» (El texto no dice nada de esto); yo digo
que todo hombre acepta siempre el derecho de la
primera oferta real é inevitable, aunque tácita
mente, de una manera sin embargo valedera, y esto
en el momento preciso en que se le ofrece la cosa,
cuando la naturaleza de las cosas hace que la re
tractacion sea absolutamente imposible, es decir, en
el instante de la muerte; porque entonces el que
promete no puede desdecirse, y el que acepta, sin
necesidad de hacer ningun acto jurídico, acepta en
el mismo instante, no la herencia prometida, sino el
derecho de aceptarla ó rehusarla. En el momento
de abrir el testamento se encuentra ya más rico que
antes de la aceptacion de la herencia, puesto que
ha adquirido exclusivamente la facultad de acep
tar, la cual es ya un bien, una propiedad.—En
cuanto á que hay que suponer un estado civil para
convertir una cosa en lo Suyo de otro despues de
haber dejado de existir, este paso de la posesion
por mano muerta, no cambia nada relativamente á
la posibilidad de la adquisicion segun los principios
generales del derecho natural, aunque su aplica
cion al caso actual deba tener por base una consti
tucion civil.— Porque se llama res jacens una cosa
de la que se me deja la libre eleccion de aceptar ó
rehusar sin condicion. Si el propietario de una cosa
me ofrece por nada (promete que dicha cosa será
mia), por ejemplo, un mueble de la casa de donde
voy á salir, tengo, mientras no se retracta (lo cual
es imposible cuando se muere), un derecho exclu
sivo á la aceptacion del objeto ofrecido [jus in re
DEL DERECHO. 245
jacente); es decir, que puedo aceptar ó rehusar á
discrecion, y este derecho exclusivo de escoger no
le adquiero por medio de un acto jurídico particu
lar de mi declaracion: Yo quiero que este derecho
me pertenezca; —sino que le adquiero sin este acto
[lege) .—A la verdad, puedo declararme en el sentido
de que quiero que la cosa no me pertenezca (porque
la aceptacion pudiera indisponerme con otras per
sonas); pero no puedo querer tener exclusivamente
el derecho de hacer que la cosa me pertenezca ó no
me pertenezca; porque este derecho (de aceptar ó
rehusar) me pertenece inmediatamente por la ofer
ta, sin ninguna declaracion de mi aceptacion. En
efecto, si yo pudiera rehusar el escoger, escogería
el no escoger, lo cual es contradictorio. Me encuen
tro, pues, investido con este derecho de escoger en
el instante de la muerte del testador. A la verdad,
todavía no adquiero por su testamento [institutio
heredis) nada de su haber ni de sus bienes; pero
adquiero sin embargo, la posesion puramente ju
rídica (inteligible) de este haber ó de una parte, á
cuya aceptacion puedo renunciar en provecho de
otras personas. Esta posesion no sufre, pues, inter
rupcion en ningun instante; la sucesion pasa de
una manera continua del moribundo al heredero
por la aceptacion de este. De este modo queda fue
ra de toda duda la proposicion: testamenta sunt
juris naturce.
7.a Con ocasion de las ideas encerradas en el
título, derecho público, respecto de las cuales falta
espacio para entrar en explicaciones, como dice
raí crítico, presenta el mismo la observacion si
946 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
guíente: «Ningun filósofo, que yo sepa, ha recono
cido la proposicion más paradoxal de todas las pa
radojas; á saber que la simple Idea de la soberanía
debe obligarme á obedecer á cualquiera que se
presente como mi Señor, sin preguntar quién le ha
dado derecho de mandar sobre mí; que se debe re
conocer un poder soberano y un soberano y con
siderar á priori como Señor á este ó aquel cuya
existencia misma no nos es dada á priori.» Confio
ahora en que estas paradojas, consideradas un
poco más de cerca, no serán tachadas cuando mé-
nos de heterodoxia, y en que el crítico profundo,
penetrante y de buena fé (que, á pesar de este esco
llo, «considera estos Principios metafísicos del de
recho como una adquisicion en definitiva para la
ciencia),» no se arrepentirá de haberles dispensado
su proteccion contra el desden soberbio y superfi
cial de otros críticos, considerándolos por lo méuoa
como un ensayo que no es indigno de un nuevo
examen.
Es tan poco permitido dudar de la obediencia
debida, aun de uua manera jurídicamente incondi-
cionada, á aquel que se encuentra investido con el
poder supremo imperativo y legislativo sobre un
pueblo, que constituye ya un acto punible el in
quirir públicamente los títulos de su adquisicion,
por consiguiente el ponerlos en duda, para sacar
partido en el caso de que presentaran algun vicio.
Esta proposicion: Obedeced á la autoridad (en
todo lo que no es contrario á la moralidad interna)
que tiene poder sobre vosotros, es un imperativo
categórico que no admite contradiccion.—No so
DEL BERECHO. 247
lamente subleva la razen del crítico este puacipio,
que, á título de hecho (la usurpacion), sirve de
condicion, de fundamento al derecho; sino aun re
pugna más el que la simple idea de la soberanía
sobre un pueblo me fuerce á mí, que formo parte
de ese pueblo, á obedeeer al derecho presunto sin
prévio examen.
Todo hecho es objeto en el fenómeno (de los
sentidos). Al contrario, lo que solamente puede re
presentarse por la razon pura, y debe ponerse en
el número de las Ideas, á las cuales ningun objeto
puede darse como adecuado en la experiencia,
como una constitucion jurídica perfec+i entre los
hombres, es la cosa en sí.
Cuando, pues, un pueblo está reunido por leyes
bajo una autoridad, entonces se dá, como objeto
de la experiencia, conforme á la Idea de su unidad
en general bajo uua voluntad suprema en posesion
del poder; entendiéndose bien que no existe más
que en fenómenos, es decir, -que hay una constitu
cion jurídica en el sentido general de la palabra. Y
aun cuando puede adolecer de grandes vicios, de
grandes imperfecciones, y necesitar con el tiempo
importantes mejoras, sin embargo no es absoluta
mente permitido, y aun es punible, el resistir, por
que, si el pueblo pudiera creerse autorizado para
violar esta constitucion, por viciosa que sea, y para
resistir á la autoridad suprema, podría pensar que
tiene el derecho de reemplazar por la fuerza todo
derecho de legislar soberanamente; lo cual daría
una voluntad suprema en contradiccion consigo
misma.
248 PRINCIPIOS MBTAFÍSICOS
La Idea de una constitucion civil en general,
que es al mismo tiempo para cada pueblo un or
den absoluto de la razon práctica que juzga las no
ciones de derecho, es santa é irresistible; y aun
cuando la organizacion de la ciudad fuera defec
tuosa por sí misma, ningun poder subalterno pue
de sin embargo oponer una resistencia de hecho al
soberano que es el legislador; sino que los vicios
de que adolezca deben insensiblemente corregirse
por las reformas que la ciudad lleva á cabo en su
seno, porque con una máxima contraria adoptada
por el sujeto (la de obrar segun su autoridad pri
vada), la ciudad no podría alcanzar una buena
constitucion, á no ser por un capricho de la suer
te.—El precepto: «Obedeced á la autoridad que tie
ne poder sobre vosotros,» no inquiere cómo ha lle
gado esta autoridad al poder (para atacarlo á todo
trance); porque la autoridad existente (bajola cual
vivís) está ya en posesion de la legislacion, sobre
la cual podeis ciertamente razonar, pero sin poder
oponeros á ella como á legisladores demasiado re
sistentes.
La sumision absoluta de la voluntad del pueblo
(voluntad que no tiene en sí UDion, ni lazo, ni por
consiguiente ley), bajo una voluntad soberana (que
reune todos los individuos por una ley única), es
un hecho, que no puede empezar más que por la
ocupacion del poder supremo, y funda asi por pri
mera vez un derecho público.—Permitir todavía
una resistencia contra esta plenitud de poder (re
sistencia que limitaría este poder supremo) es una
contradiccion; porque entonces este poder (al cual
DEL DERECHO. 249
era posible resistir) no seria el poder legislador
supremo, que empieza por determinar lo que debe
ser ó no derecho público.—Y este principio está ya
á priori en la Idea de una constitucion civil en
general, es decir, en una nocion de la razon prác
tica. A la verdad, no es posible encontrarle un
ejemplo adecuado en la experiencia, pero tampoco
ninguna experiencia debe contradecirla como regla.
8.a Del derecho del Estado con relacion d las
fundaciones perpetuas en beneficio de sus sub
ditos.
Una fundacion [sandio testamentaria bene-
ficii perpetui) es la libre y benéfica disposicion,
confirmada por el Estado, en provecho de algunos
de sus miembros que se suceden hasta su completa
extincion.— Se la llama perpétua cuando las dispo
siciones de su ejecucion se apoyan en la constitu
cion del Estado mismo (porque el Estado debe ser
considerado como perpétuo). Pero el beneficio de
esta fundacion es en provecho ya del pueblos ge
neral, ya de una parte de este pueblo reunido bajo
ciertas reglas particulares, ya de una profesion,
de una familia y de su posteridad perpétua. Los
hospicios son un ejemplo del primer caso; las
iglesias del segundo; las órdenes (espirituales y
temporales), del tercero; los mayorazgos del cuarto.
Se dice, pues, de estas corporaciones y de su
derecho de sucesion, que no hay abolicion posible,
porque el legado ha llegado á ser propiedad del
heredero instituido, y el suprimir semejante cons
titucion [corpus mysticwm), sería quitar á alguien
lo suyo.
PH1NC1PI0S METAPÍSICOS

A.

Los establecimientos de beneficencia para los


pobres, inválidos y enfermos, fundados á costa del
Estado (tales como los hospitales) no pueden cier
tamente ser abolidos. Pero, si se tiene eu cuenta el
espíritu más bien que la letra de la voluntad del
testador, pueden presentarse circunstancias que
autoriceu la supresion de semejante fundacion, por
flo ménos en cuanto á la forma. —Así, se ha averi
guado que el pobre y el enfermo (excepto el de los
hospicios de dementes) están mejor cuidados y con
ménos coste, si se les facilitan auxilios en dinero
(proporcionados á las necesidades de los tiempos),
por cuyo medio pueden ponerse á pension, como
mejor les parezca, con sus parientes ú otras persc
ñas conocidas, que si — como en el hospital de
Greenwich—para conseguir el mismo objeto se ha
cen grandes gastos, sobre todo, á causa del per
sonal necesario para el servicio, y en donde hay
hasta Jujo, sin que por ello los enfermos sean tan
libres como por el primer medio.—No puede, pues,
en este caso decirse que el Estado priva al pueblo
del goce de esta fundacion; más bien le favorece,
puesto que escoge los medios más prudentes para
su realizacion.

«La espiritualidad, que no se propaga carnal-


mente (la católica), posee, favorecida por el Esta
DEL DERECHO. 254
do, tierras y subditos que dependen de ella, y que
pertenecen á una ciudad espiritual (llamada Iglesia),
á la cual los láicos se han entregado en propiedad,
por la salvacion de su alma. De modo que el clero,
como un Estado particular, tiene una posesion que
pasa en sucesion legalmeate de un siglo á otro en
este Estado, y que se encuentra suficientemente
documentada por las bulas del Papa.—Ahora bien:
¿se puede admitir que el poder civil arrebate direc
tamente al clero esta relacion con los láicos, y no
seria esto arrebatar á alguien lo Suyo, como tra- '
tan, no obstante, de hacerlo los incrédulos de la
república francesa?
La cuestion aquí es desaber: si la Iglesia perte
nece como suya al Estado, ó el Estado á la Iglesia;
porque dos poderes soberanos no pueden sin con
tradiccion estar sometidos uno á otro. —Ahora, es
claro en sí que la primera constitucion sola fpolíti-
co-hierarchica), puede subsistir por sí misma; por
que toda constitucion cinl es de este mundo, pues
to que es un poder terrestre (los hombres), que se
prueba por sus consecuencias en la experiencia.
Los creyentes, cuyo reino está en el cielo y en el
otro mundo deben, al aceptar una constitucion que
se refiere áeste (hierarchico política), someterse á
los sufrimientos del siglo, bajo el poder soberano
de los hombres del mundo.—Queda, pues, sola
mente la primera constitucion.
La religion (en fenómeno) como creencia en los
dogmas de la Iglesia y en el poder de los sacerdo
tes, como aristócratas de esta constitucion, ó aun
cuando esta constitucion sea monárquica (papal),
482 PRINCIPIOS METAFÍSICOS
no puede ser obligada ni violentada por ningun
poder civil, ni (como tiene lugar en la Gran Breta
ña, respecto de la nacion irlandesa) el ciudadano
que la profesa debe ser excluido de los empleos pú
blicos y de las ventajas que de aquí resultan, bajo
pretexto de que su religion es diferente de la de la
corte.
Si, pues, algunas almas piadosas y creyentes,
para participar de la gracia que la Iglesia promete
procurar despues de esfa vida á los creyentes, ha
cen una fundacion á perpetuidad, por la cual las
tierras que les pertenecían han de pasar despues de
su muerte á ser propiedad de la Iglesia, y si el Es
tado presta fé y homenaje á la Iglesia, en parte ó
en todo, á fin de que por medio de oraciones, in
dulgencias y expiaciones, estas almas obtengan las
ventajas que les han prometido sus servidores (los
religiosos), cuyo empleo es procurarles este favor
en el otro mundo; en este caso la fundacion que se
quiere hacer á perpetuidad no tiene realmente nin
guna razon de ser con este título, y el Estado puede,
cuando quiera, eximirse de esta carga que la Igle
sia le ha impuesto. —Porque la Iglesia misma es
co mo un simple instituto fundado en la fé. Cuando se
disipe la ilusion de esta opinion por efecto de la di
fusion de las luces entre el pueblo, entonces cae al
misino tiempo el poder del clero fecundo en rique
zas, que tenia por base esta opinion, y el Estado se
apodera con pleno derecho de la propiedad atribui
da á la Iglesia, á saber: de la tierra que se le ha
bía dado; y esto,aun cuando los de la institucion
que ha subsistido hasta aquel día, los usufructua
DEL DERECHO. 253
rios del feudo puedan exigir con derecho una in
demnizacion por el resto de su vida.
Las fundaciones á perpetuid id para los pobres
ó los establecimientos de instruccion pública, en
cuanto tienen un carácter determinado por el fun
dador, segun su idea, no pueden realmente ser
considerados como hechos á perpetuidad, ni el ca
pital como gravado para siempre; el Estado debe
tener la libertad de apropiar estas fundaciones á las
necesidades delos tiempos. —No es de admirar que
estas ideas no sean en todas partes de fácil ejecu-*
cion (por ejemplo, los niños pobres se ven precisa
dos á cantar para suplir con la limosna que reco
gen la insuficiencia de fondos de la escuela); por
que el que hace una fundacion con buen corazon,
pero al mismo tiempo de una manera un poco
ambiciosa, no quiere que otro la modifique segun
su manera de ver: su pretension es inmortalizarse
por la fundacion. Pero lo que no cambia la calidad
de la cosa, ni el derecho del Estado, y aun su de
ber de modificar toda fundacion cuando llega á ser
contraria á su conservacion y perfeccion, nunca
puede ser considerado como fundacion á perpe
tuidad.

G.

La nobleza de un país sometido á una Consti


tucion, no solamente aristocrática, sino monárqui
ca, puede ser siempre un establecimiento permitid o
para un cierto siglo, y necesario segun las cir
SSi PRINCIPIOS METAFÍSICOS
cunstancias. Pero lo que de ningun modo puede
afirmarse es que este estado de cosas puede fun
darse á perpetuidad, y que un soberano no tenga
la facultad de hacer desaparecer enteramente este
privilegio civil, ó que pueda decirse, si lo hace, que
arrebata á su subdito (el noble) lo Suyo, que le
pertenecía por derecho de herencia. Es una corpo
racion temporal, autorizada por el Estado, que debe
doblegarse á las circunstancias de los tiempos, y
% que no puede resistir al derecho humano general,
que por tanto tiempo ha estado suspendido.—Por
que el rango del noble en el Estado, no solamente
es dependiente de Ja constitucion, sino que no es
más que un accidente, que no puede existir en el
Estado más que por inherencia con ella (un noble
no puede concebirse como tal más que en el estado
civil, y no en el estado de naturaleza). Si, pues, el
Estado cambia su constitucion, el que por este he
cho pierde su título y su prerogativa, no puede
decir que le han quitado lo Suyo; porque no podía
llamarlo Suyo más que á condicion de duracion de
esta forma civil; y el Estado tiene el derecho de
cambiarla (por ejemplo, de trasformarse en repú
blica).— Las órdenes y los privilegios de llevar sus
insignias, no dan, pues, ningun derecho perpétuo
á esta posesion.

D.

En fin, respecto de la fundacion, de los mayo


razgos, como un poseedor de bienes dispone por
PEL DERECHO. S5S
institucion de herencia, que en la sériedelos here
deros sucesivos, el más prójimo de !a familia debe
ser siempre el propietario, el señor (por analogía
con una constitucion monárquica hereditaria de un
Estado, ó el dueño del país por este concepto); en
este caso, semejante fundacion puede siempre abo-
lirse sin necesidad de obtener el consentimiento de
todos los parientes, y no puede durar siempre,
como si el derecho de herencia se apoyara en un
fundo. Y no hay que decir que esto sea un ataque^
á la fundacion y una trasgresion de la voluntad de
su primer autor, el fundador.— El estado además
tiene el derecho y aun el deber, por lo que respecta
& las causas que pudieran insensiblemente produ
cir la ruina de su propia reforma, de no dejar,
cuando es débil, tomar demasiado incremento á se
mejante sistema federativo de sus súbditos, como
vireyes (por analogía con los herederos de dinastía
sátrapas).
9.a Adicion á las aclaraciones de las nociones
del derecho penal. La simple idea de una consti
tucion civil entre los hombres envuelve ya la no
cion de una justicia penal en manos del poder
supremo. Unicamente se trata de saber si los mo
dos de castigar son indiferentes al legislador,
cuando no sirven más que como medios para evi
tar la transgresion (como atentado contra la segu
ridad pública en la posesion de lo Suyo de cada
uno), ó si se ha de tener tambien presente la huma
nidad (es decir, la especie humana) en la persona
del malhechor, y aun por simples razones de dere
cho, puesto que considero el derecho del talion, en
256 PRINCIPIOS METAFÍS1COS
cuanto ála forma, como la única Idea determinante
á apriori (no tomada-de la experiencia, para saber
cuáles serian los remedios más poderosos para este
efecto) como principio del derecho de castigar (1). —
Pero, ¿qué se ha de hacer cuando las penas no per
miten ninguna reciprocidad ya porque serian im
posibles en sí mismas, ya porque serian un crimen
contra la humanidad en general, como por ejem
plo, los de violacion, pederastía, ó bestialidad? Los
dos primeros deberían castigarse con la castracion
(tal como la de un eunuco blanco ó negro en un
serrallo); el último por la separacion para siempre
de la sociedad civil, porque el culpable se ha hecho
indigno de formar parte da ella.—Per quod. quis
peccai,per idem punitur et idem.—Estos crímenes
se llaman crímenes contra naturaleza, por la razon
de que se cometen contra la humanidad misma. —
Querer penas arbitrarias para esta clase de críme-

(1) En todo castigo hay algo que hace sufrir justamente el sen
timiento de honor del condenado, porque el castigo contiene una
simple violencia unilateral, y en esta violencia, la dignidad de un
ciudadano como tal se vé por lo ménos suspendida ea un caso par
ticular, puesto que está sometido á un deber exterior, al cual no
debe oponer por su parte ninguna resistencia.
El grande y el rico, cuando son castigados pecuniariamente,
sienten más la humillacion de vers9 obligados á someterse á la
voluntad de uu hombro inferior que la pérdida de su dinero. La jus
ticia penal (juslitia punitiva), como argumento de la culpabilidad
moral fquiapeccatumestj, debe distinguirse de la prudencia penal
que es puramente pragmática (ne peccetur), y que se funda en la ex
periencia de lo que más influye para prevenir el crimen, y ocupa en
la topica de las ideas de derecho un Jugar completamente diferente
(locusjuslij y no el lugjr de lo conducente lconducibilis), ó de lo
útii por ciertos conceptos, como tampoco el lugar de lo simplemente
honrado (honesli), lu^ar que debe buscarse eu la moral.
DEL DERECHO. 257
nes, es literalmente contrario á la nocion de una
justicia penal. Solo que el culpable no puede que
jarse de injusticia cuando atrae sobre su cabeza el
castigo que le hiere, y cuando sufre, no segun la
letra, pero al ménos segun el espíritu de la ley pe
nal, lo que con otro se ha permitido.

47
*
FÉ DE ERRATAS.

Págs. Línea. Dice. Léase.

9 3 (nota) corum corum


55 12 puede pueda ^
56 24 í
64 11 sino si no
69 17 E El
90 16 ten sea
92 10 hacerlo á serlo
100 9 puede pueda
112 4yó excelentemente eminentemente
125 29 ni si
129 21 constante contante
130 17 Ginea Guinea
140 8 ceas cens
id. 23 merecen merecen,
156 29 medio en extremo medio extremo
161 8 artutos astutos
id. 21 de la de lo
204 26 subditos de unos súbditos unos
227 2 físico física
236 14 ó á
240 28 conveniencias consecuencias
ÍNDICE.

Páginas.
PREFACIO DEL AUTOR 5
Introduccion ala metafísica délas costumbres.
I.—De la relacion de las facultades del alma
con las leyes morales. 12
II.—Idea y necesidad de una metafísica de las
costumbres 18
III.—Division de una metafísica de las cos
tumbres 24
IV.—Nociones preliminares sobre la metafísica
de las costumbres 28
Introduccion á la teoría del derecho.
A.—¿Qué es el derecho como ciencia? 40
B. —¿Qué es el derecho en sí? 41
C.—Principio universal de derecho 42
D.—El derecho es inseparable de la facultad
de obligar 44
E. —El derecho puede tambien concebirse como
la posibilidad de una obligacion mutua,
universal, conforme con la libertad de todos
segun ley es 44
Apéndice á la introduccion al derecho.—Del derecho
equívoco.
I.—La equidad 48
II.—El derecho de la necesidad 50
Páginas.
Division de la ciencia del derecho.
A.—Division general de los deberes de derecho. 52
B. —Division general del derecho 53
No hay más que un solo derecho natural ó
innato 54
Division de la 'metafísica de las costumbres
en general.
I.—Todos los deberes son: ó deberes de derecho
ó deberes de virtud 56
II. —Division segun la relacion objetiva de la
ley al deber 57
III. —Division segun la relacion subjetiva de
los que obligan y de los obligados 57-
Division de la moral como sistema de los debe
res en general 59

PRIMERA PARTE.
DERECHO PRIVADO.
Capítulo primero.—De la. manera de tener
como suya alguna cosa exterior.
§ I.—Definicion de la propiedad en general. ... 61
§ II.—Postulado jurídico de la razon práctica. 62'
§ III.— El que afirma que una cosa es suya
debe estar en posesion de ella 64
§ IV.—Exposicion de la nocion de lo Mio y de
lo Tuyo exterior 64
§ V.—Definicion de la nocion de lo Mio y de
lo Tuyo exterior 66
§ VI. —Deduccion de la nocion de la posesion
puramente jurídica de uh objeto exterior. . . 68
ÍNDICE. 264
Páginas.
§ VIL—Aplicacion del principio 'de la posibili
dad de lo Tuyo y de lo Mio á objetos de la
experiencia 73
í§ VIII.—No es posible tener como Suya una cosa
exterior más que en un estado jurídico,
bajo un poder legislativo público, es decir,
en el estado de sociedad 77
§ IX.— Puede, sin embargo, haber lugar á un
• Mio y Tuyo exterior, pero solamente provi
sional, en el estado de naturaleza 79 3

Capítulo ii.—De la. manera a dquirir alguna


. cosa exterior.

§ X.—Principio general de la adquisicion ex


terior , 82
Division de la adquisicion de lo Mio y delo Tuyo
exterior 84

Seccion primera.—Del derecho real.


§ XI.—¿Qué es el derecho real? 85
§ XII.—La adquisicion primera de una cosa
no puede ser más que la del fundo 87
§ XIII.—Un fundo cualquiera es susceptible de
una adquisicion primitiva, y el principio de
la posibilidad de esta adquisicion es la co
munidad original de todo fundo en general. . 88
§ XIV.—El acto jurídico de esta adquisicion
es la ocupacion 90
§ XV. —No hay adquisicion perentoria más que
en el estado social: la adquisicion en el es
tado de naturaleza no es más que provi
sional 91
Pñginas.
§ XVI.—Exposicion de la nocion de una adqui
sicion primitiva de la tierra 96
§ XVII.—Deduccion de la nocion de la adqui
sicion primitiva 98
Seccion segunda.—Del derecho personal
§ XVIII —¿Qué es un derecho personal? 102
§ XIX.—Loque adquiero por contrato 104
§ XX.—Cosa exterior que adquiero por con
trato 107
§ XXI. —Una cosa no se adquiere más que por
la entrega 108
Seccion tercera. —Derecho mixto ó derecho
real-personal.
§ XXII.—¿Qué es un derecho real-personal?. ... 111
§ XXIII. —La adquisicion del derecho real-per
sonal es triple en cuanto á su objeto 111
DEL DERECHO DOMÉSTICO.
TÍTULO I.—DERECHO CONYUGAL.
§ XXIV. —¿Qué es el derecho conyugal? 112
§ XXV.—Sin casamiento no es posible la satis
faccion jurídica dela inclinacion ala pro
pagacion 113
§ XXVI.—La relacion de los cónyuges es una
relacion de igualdad 114
§ XXVII. —El contrato de casamiento no es per
fecto más que por la cohabitacion 116
TÍTULO II.—DERECHO DE LOS PADRES.
S XXVIII.—¿Qué es el derecho paternal? 117
ÍNDICE. 263
Páginas.
§ XXIX.—Relaciones de los padres y los hijos
segun el derecho paternal 119
TÍTULO III.—DERECHO HERIL Ó DEL AMO DE LA
CASA.
§ XXX.—¿Qué es el derecho heril? 120
Division dogmática de lodos los derechos suscepti
bles de ser adquiridos por contrato.
§ XXXI. —Prueba de que esta division es meta
física por la respuesta á las dos cuestio
nes siguientes:
1.a ¿Qué es el dinero? 127
2.a ¿Qué es un libro? 132
La falsificacion de un libro está prohibida jurí
dicamente 132
Seccion accesoria.—De la adquisicion ideal
de un objeto exterior de la voluntad.
§ XXXII.—¿Qué es la adquisicion ideal? 135
I. § XXXIII.—La adquisicion por usucapion. . . 136
II. § XXXIV.—La adquisicion por sucesion ó
derecho de herencia 138
III. § XXXV.—Derecho á una buena reputa
cion despues de la muerte 141
Capítulo tu. —De la adquisicion subjetiva
mente CONDICIONADA POR LA SENTENCIA DE UNA
«JURISDICCION PÚBLICA.
§ XXXVI.—¿Qué es la adquisicion subjetiva
mente condicionada? 144
§ XXXVII.—A. Del contrato de donacion 145
§ XXXVIII.-B 147
2ü4 ÍNDICE.
Páginas.
§ XXXIX.—C. De la revindicacion de una cosa
perdida 150
§ XL.—D. De la adquisicion de la garantía por
la prestacion de juramento 155
Paso de lo Mio y de lo Tuyo en el estado de na
turaleza á lo Mio y á lo Tuyo en el estado
de sociedad en general 158
§ XLI.—El estado jurídico y el estado ao ju
rídico 158
£§ XLII.—Postulado del derecho público 160

SEGUNDA PARTE.
DERECHO PUBLICO.
Seccion primera. —Derecho ele ciudadanía.
§ XLIII.—Derecho público 163
§ XLIV.—Estado de ilegitimidad .. 164
§ XLV.—El Estado 166
§ XLVI.—Poder legislativo ' 167
§ XLVIL—Contrato original 170
§ XLVIII.—Relacion de los tres poderes en el
Estado 171
§ XLIX.—Poder ejecutivo 172
Observaciones generales sobre, los efectos jurí
dicos que resultan de la naturaleza de la
asociacion civil 175
A. —Para el podersupremo como jefe del Estado. 175
B.—Para el mismo poder como propietario emi
nente del territorio 182
C. —Para el mismo como dueño absoluto de los
establecimientos piadosos 186
D. — Dela distribucion da ios empleos y digni
dades • 19 i
ÍNDICE. 265
Pág-inaa.
E.—Del derecho de castigo y de indulto 194
I. —Del derecho de castigar 194
II.—Del derecho de indultar 204
De las relaciones jurídicas del ciudadano con el
país y con el extranjero 205
§ L. De la emigracion, de la inmigracion, de
la expatriacion y del destierro 205
§ LI.—De la forma de la ciudad 206
§ LII.—Del modo de gobierno 208
Seccion segunda.—Derecho de gentes.
§ LUI. —Problema del derecho de gentes 213
§ LIV. —Elementos del derecho de gentes 214
§ LV.—Derecho del Estado, con relacion á sus
propios subditos, de hacer la guerra 215
§ LYI.—Derechos de un Estado, con relacion
á otro Estado, de hacer la guerra 218
§ LTII. —Del derecho durante la guerra 219
§ LVIII.—Del derecho despues de la guerra. . . . 221
§ LIX.—Del derecho de la paz 222
§ LX.—Del derecho de un Estado respecto do
un enemigo injusto ' 222
§ LXI. —De la paz perpétua 224
Seccion tercera.—Derecho cosmopolitico.
§ LXII.—Idea racional de una sociedad de paz
entre todos los pueblos 226
Conclusion 229
EXTRACTO
del Catálogo de la librería de Victoriano Saarez*
calle de Jacometrezo, núm. 72, Madrid.

El que desee adquirir cualquiera de las obras anuncia


das á continuacion, podrá enviar su importe en libranza á
letra defácil cobro, y le serán remitidas á vuelta de cor
reo, certificadas para que no sufran extravío.
El importe también se podrá remitir en sellos defran
queo, certificando la caria.

Orígenes de la lengua española, compuesto por varios


autores, recogidos por D. Gregorio Mayans y Sisear,
bibliotecario del rey, publicados por primera vez en
1737, y reimpresos ahora por la sociedad La Amistad
Librera, con un prólogo de D. Juan Eugenio Hart-
zenbusch, y notas al diálogo de las lenguas y á los
orígenes de la lengua, de Mayans, por D. Eduardo
de Mier. Forma un elegante tomo en 4.°; edicion de
gran lujo, papel satinado, etc., etc.; 32 rs. en Ma
drid y 36 en provincias.
El drama universal. Poema en ocho jornadas, por don
Ramon do Campoamor, de la Academia española.
Tercera edicion nuevamente revisada y aumentada,
con un prólogo de D. Ezequiel Ordoñez; forma un
elegante tomo en 8.° mayor; 12 rs. en Madrid y 14
en provincias.
Los Pequeños Poemas. Segunda coleccion; contiene
cuatro preciosos poemas, cuyos asuntos, llenos de
ternura y de profundos pensamientos, están desar
rollados de una manera brillante y fascinadora. Los
títulos de estos cuatro poemas son los siguientes:
La historia de muchas carias.—El quinto no malar.—
La calumnia.—Don Juan.—Los cuatro poemas for
man un elegante tomito en 8.°, y su precio 8 rs. en
toda España.
Filosofía, de la lengua española. Sinónimos castella
nos, por D. Roque Barcia. Segunda edicion; 2 tomos,
4.°, de cerca de 500 páginas cada uno: precio, 32 rea
les en Madrid y 36 en provincias.
Manual del derecho romano ó explicacion de las ins
tituciones de Justiniano, por M. E. Lagrange. Obra
traducida y adicionada con nuevas notas y apéndi
ces, en vista de las principales obras de derecho ro
mano, por D. José Vicente Caravantes; un tomo,
8.° mayor, 24 rs. en Madrid y 26 en provincias.
Historia del derecho penal de España, por Mr. Alberto
du Boys, antiguo magistrado. Version al castellano,
anotada y adicionada con apéndices, por D. José Vi- *
cente Caravantes; un tomo 8.° mayor, 20 rs. en Ma
drid y 24 en provincias.
Teoría de lo infinito. Disertacion sostenida pública
mente en la facultad de filosofía y letras de la Uni
versidad de Bruselas, para obtener el grado de doc
tor agregado, por Guillermo Tiberghien, traducido
por Gabino Lizarraga, abogado del ilustre colegio
de esta corte; un tomo, su precio, 8 rs. en Madrid y
10 en provincias.
Teoría de la propiedad, por P. J. Proudhon, traducida
por Gabino Lizarraga, abogado del ilustre colegio do
Madrid, etc., etc. Madrid, 1873; un tomo, 8.° mayor,
8 rs. en Madrid y 10 en provincias.
Fisiología del matrimonio ó" meditaciones de filoso
fía ecléctica, sobre la felicidad y la desgracia conyu
gales, por M. H. Balzac. traduccion con ligeras no
tas de F. H. Iglesias; un tomo, 8.° mayor, 12 rs. en
Madrid y 14 en provincias.
Historia de Avila, su provincia y obispado, por
D. Juan Martin Carramolino. Madrid, 1872 y 1873;
tres tomos, 4.°, de gran lujo, 60 rs. en Madrid y 72
en provincias.
Cancionero de obras de burlas provocantes á risa. Co
leccion de discursos festivos y poesías satíricas de
los mejores poetas que florecieron en los siglos XV,
XVI y XVII, gran parte inéditas, y recopiladas por
el colector del Libro Verde, D. Eduardo de Lustonó;
un tomo, 8.° mayor, 12 rs. en Madrid y 14 en pro
vincias.
El Quitapesares. Coleccion de cuentos, chistes, anéc-
dotas, etc.; forma un elegante tomo con 224 pá
ginas y 33 preciosas viñetas; precio, 4 rs. en toda
España.
Silvestre del Todo. Novela festiva, por D Andrés Rui-
gomez; un tomo 8.°, 4 rs. en Madrid y 5 en provin
cias.
Los evangelios, anotados por P. J. Proudhon, con el
retrato del autor; un tomo, 4.', 10 rs. en Madrid y
12 en provincias.
Los españoles de ogaño. Coleccion de cuadros dibuja
dos á pluma por cincuenta y un literatos de gran
fama. Esta preciosa obra se compone de ochenta y
seis tipos que forman otros tantos cuadros de nues
tras costumbres modernas, escritos por 51 literatos;
tí forma 2 tomos en 8.° mayor, de 400 páginas cada
uno, letra clara y compacta, de muchísima lectura.
Su precio, 20 rs. en Madrid y 24 en provincias.
Descentralizacion universal ó el fuero vascongado,
aplicado á todas las provincias, con un examen com
parativo de las instituciones vascongadas, suizas y
americanas, por D. Julián Arrese. Madrid, 1873; un
tomo, 8.° mayor, de unas 320 páginas; 8 rs. en toda
España.
Adicion al Manual de dibujo topográfico, de D. José
Pilar Morales, profesor de varias asignaturas; obra
declarada de texto para los estudios de agricultura
ó industria náutica y de maestros de obras, -etcéte
ra, etc , 16 rs.
Antigüedades y cosas memorables del Principado de
Asturias, por el P. Luis Alfonso de Carvallo; 2 to
mos en 4.° prolongado, de 450 páginas el primero y
de 300 el segundo; precio, 40 rs., Madrid y Oviedo,
48 en el resto de España.
Apuntes para un libro de Historia y Arte militar, ex
tractados de las mejores obras que tratan del mis
mo asunto, por D. Cándido Varona y Olarte, te
niente de infantería. Madrid, 1870; un tomo, 4.°,
20 rs.
Astronomía física ó sea nociones de esta ciencia su
blime, dirigidas á poner al alcance de todos, y á pre
parar al estudio elemental de la misma. Redactadas
por el licenciado D. José Reguero Arguelles. Ma
drid. 1850; 3 tomos, 4.°, 40 rs.
Cattlaüa. antigua y Cataluña moderna, por D. J. A.
Hobet y Vallosera; un tomo, 8.° mayor, 8 rs.
Compendio histórico de las repúblicas antiguas y mo
dernas, donde se hice ver su origen, duracion y
causa de su decadencia; escrito en francés por el ciu
dadano Bulad; un tomo, 8.°, 8 rs. en Madrid y 10 en
provincias.
Cosmómetro ó tratado de las medidas de la naturale
za, por D. Miguel de Mayoras; un tomo, 4.°, 16 rs.
Curso de derecho natural ó de filosofía del derecho,
completado en las principales materias, con ojeadas
históricas y políticas, por Z. Ahrens, enteramente
refundida y completada con la teoría del derecho
público y del derecho de gentes, traducida por los
Sres. D. Pedro Rodríguez y D. Mariano Ricardo de
Asensi. Madrid, 1873; un tomo, 4.°, encuadernado
en tela, 44 rs. en Madrid y 50 en provincias.
De la autoridad de los poderes, ó límites de la potes
tad civil y eclesiástica. Obra escrita en francés por
el célebre Dr. Aguesseau, canciller de Francia en la
gloriosa época de Luis XIV y sucesor, traducida al
español por ü. D. J. B. L., Abogado del Colegio de
Barcelona; un tomo, 4.°, 20 rs. en Madrid y 24 en
provincias.
Ecos de un calabozo del absolutismo y de la libertad;
la Esclavitud moderna por Lamennais; un tomo,
8.° mayor, 5 rs.
El Evangelio meditado, traducido del francés al ita
liano por D. Jacinto María Blanco, sacerdote turi-
nés, y del italiano al español, por D. Juan Antonio
Maldouado; 4 tomos, 4.°, 48 rs. en Madrid y 60 en
provincias.
El escritor práctico, ó sea manual completo de orto
grafía y ortología al alcance de todos, por D. Pedro
Frexas y Sabater; un tomo, 4.°, 8 rs.
El problema constituyente. Estudios sobre el princi
pio federativo, con relacion al hombre, la adminis
tracion y la propiedad; útiles y de consulta á todos,
en los presentes momentos, en que se avocan tan
grandes reformas políticas, administrativas y eco
nómicas. Precio 2 reales.
El lenguaje de las flores y el de las frutas con algunos
emblemas de las piedras y los colores, por D. Flo
rencio Jazmín; un tomo, con una magnífica lámina
al cromo y grabados, 10 rs.
Estudios sobre religion, por Gr. Tiberghien, puesto en
castellano por José Calderon Llanes y un prólogo
de Nicolás Salmeron. Madrid, 1873; un tomo, 8.° ma
yor, 10 rs. en Madrid y 12 en provincias.
Estadios críticos del teatro español del siglo XIX.
Juicio critico del drama, Don Francisco de Quevedo,
de D. Eulogio Florentino Sanz, por Fermin Herran,
2 reales.
Historia de la administracion de justicia y del anti
guo gobierno del principado de Asturias, con la co
leccion de sus cartas-pueblas y antiguas ordenan
zas, por el Dr. D. Matías Sangrador y Víctores; un
tomo en 4.° prolongado, de 448 páginas, 24 rs. en
Madrid y Oviedo, y 28 en el resto de España.
Historia Sagrada (Manual de) ó compendio histórico
del Antiguo y Nuevo Testamento, por M. Emilio
% Bonnechose; obra de texto (segunda edicion); un to
mo en 8.° mayor, 12 rs.
Juegos de manos 6 sea arte de hacer diabluras. Con
tiene 150 clases de juegos de prendas, de naipes,
varias demostraciones de magia, fantasmagoría,
sombras y otros entretenimientos de diversion, para
tertulias y sociedades caseras, por D. Pablo Min-
guet, 5 rs.
Jurisprudencia del Tribunal Supremo en los juicios
criminales, expuesta por orden de materias, por
D. Santos Alfaro y Lafuente, abogado del ilustre co
legio de esta corte y oficial do la clase de segundos
del Consejo de Estado; un tomo, 4.°, 12 rs.
l a guerra entre Francia y Alemania en 1870-1871.
Estudio militar por el capitán de infantería D. Cán
dido Varona y Olarte, con un prólogo de D. Arturo
Cotarelo. Madrid, 1871; un tomo, 8.° mayor, con pla
nos de las principales batallas, 8 rs.
Lecciones de mecánica práctica, nociones fundamen
tales de mecánica con datos esperimentales por
M. A. Morin, traducida, aumentada y revisada por
un profesor del ramo y acompañada de 28 láminas li
tografiadas; un tomo, 4.°, 40 rs.
Manual de literatura griega, con una breve noticia
acerca de la literatura greco-cristiana de los griegos
ue pasaron á Italia cuandn los turcos se apoderaron
e Coustantinopla, y de la lengua y literatura de
la Grecia mouerna, escrita por D. Salvador Cos-
tanzo; un tomo, 8.° mayor, 12 rs. Madrid y 14 pro
vincias.
Manual de teneduría de libros en la nueva forma de
partida doble, exenta de estudios y declarada de
texto, compuesta por D. Vicente Villaoz, 12 rs.
Novísimo diccionario de la Rima, ordenado en presen
cia de los mejores publicados hasta el dia y adicio
nado con un considerable número de voces que no
se encuentran en ninguno de ellos á pesar de hallar
se consignadas en el de la Academia, por D. Juan
Landa. Barcelona, 1867; un tomo, 4.°, 30 rs.
Poesías de Antonio Rodríguez Lopez. Santa Cruz de
las Palmas, 1873; un tomo en 4.°, de gran lujo,
15 rs. Madrid, 18 provincias.
Prolegómenos ó introduccion general al estudio de
Derecho, por D. Angel Crehuet Guillen, catedrático
de Derecho romano de la Universidad de Salaman
ca. Salamanca, 1873; un tomo, 4.°, 24 rs. en Madrid %
y Salamanca y 28 en el resto de España.
Paleografía española (compendio de) ó escuela de leer
todas las letras que se han usado en España, desde
los tiempos más remotos hasta ñnes del siglo XVIII,
ilustrada con 32 láminas en folio, por D. Antonio
Alverá Delgrás: un tomo en folio, 30 rs.

Biblioteca escogida de educacion, por D. Francisco


Villabrille.
Diario de la Infancia, 4 rs.
La escuela de párvulos, con grabados, 4 rs.
La infancia, 4 rs.
La infancia de los hombres célebres, con grabados,
4 rs.
Las edades de la vida, 4 rs.
Los juegos de la primera edad, con grabados, 4 rs.
Vicios y virtudes 6 los contrastes, 4 rs.
El libro dei tiempo, con grabados, 5 rs.
Las cuatro estaciones del año, 4 tomos, 16 rs.; contie
ne la primavera, el estío, el otoño y el invierno.
La escuela, 6 rs.
La niñez, 6 rs.
Juegos y entretenimientos de las niñas, con graba
dos, 6 rs.
Los niños de hoy dia, por una madre de familia, con
grabados, 6 rs.
El libro de oro de los niños: contiene infancias céle
bres, juegos de los niños, cien cucntecitos para los
niños del célebre Schmid, traduccion del alemán,
por D. J. Muñoz Gavina, 8 rs.
Aventuras de Robinson Crusoe; 5 tomos, 20 rs.
Historia de la conquista de Méjico. (Compendio); 2
tomos, 8 rs. •
Pablo y Virginio, G rs.
'Tratado de la educacion de las niñas, ó sea consejos.á
las madres que desean educar bien á sus hijas, por
Mad. Campan, 8 rs.
Máximas y pensamientos. Moral de los niños, por Ju-
• lio Merino y Navarro, 4 rs.
Deberes del hombre, por Silvio Pellico, 6 rs.
Mis prisiones, por id. id., 24 rs.
Compendio de moral ó catecismo de los deberes del
hombre, parauso de la juventud, por D. C. Cortés,
10 rs.
Recreaciones físicas, por Mr. A. de Castillon, profesor
del colegio imperial de Santa Bárbara de París, tra
ducidas por D. José Muñoz y Gaviria, vizconde de
San Javier; un tomo en 8.° mayor, con multitud de
grabados, 12 rs.
Relojes de sol (Manual para construir toda especie de)
adicionado con un tratado de los relojes de sol hori
zontales, verticales, laterales, etc., ilustrado con 28
grabados intercalados en el texto para su mayor
comprension, 4rs.
Un mundo subterráneo 6 historia de las primeras eda
des de nuestro planeta, por D. M. A. San Juan y
D. N. de Micheo. Madrid, 1872; 4 rs. en Madrid y 5
en provincias.
Viaje santo de Ambrosio de Morales por las Iglesias y
Monasterios de Asturias, y el Teatro Eclesiástico
de la Santa Iglesia de Oviedo, con las vidas de sus
Obispos y cosas notables de su tiempo; un tomo, 6
reales en Madrid y Oviedo y 8 en el resto de España.
LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ
48, PRECIADOS, 48, MADRID.

CATÁLOGO
DE ALGUNAS OBRAS DE

LEGISLACIÓN, JURISPRUDENCIA, ECONOMÍA POLÍTICA


Y ADMINISTRACION.

(Los precios marcados son para Madrid y en rústica.)

Abogado (Véase Manual del).


Aranceles y tarifas (Recopilación de) de honorarios
para todas las carreras, oficios y profesiones. Judicia
les, para lo civil y lo criminal, notarios, registradores,
liquidadores de Derechos reales, arquitectos, maestros
de obras, ingenieros industriales, agrónomos, peritos
agrónomos, mercantiles, traductores de Lenguas, re
visores de Letras , médicos de baños , albéitares y ve
terinarios, médicos forenses, ordenanzas de farmacia,
aranceles consulares, etc., etc.—Madrid, 1892; un tomo
en 8.°, 4 pesetas.
Arpa y López (D. Salvador).—Principios de literatura
general (literatura filosófica). Un tomo en 8.°, carto-
né , 6,50 pesetas.
— Historia compendiada de la literatura española ( li
teratura histórica.) — Un tomo en 8.°, tela, 7 pesetas.
Barreiro Metro.— Armonías jurídicas. ¿Legitimas ó
libertad de testar? (Apuntes críticos).—Del usufructo
en los bienes que están bajo la patria potestad y de la
hipoteca por ellos.— Fe del conocimiento en los actos
mortis causa.—La Coruña, 1894; un folleto, una pe
seta.
2 LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

Buylia, Neumann , Klelnwaechter , Nasse,


Wagner, Mithof y Lexls.—Economía. Versión es
pañola del alemán, precedida de un estudio sobre «El
concepto de la economía y el carácter de su ciencia»,
por D. Adolfo A. Buylla.—Madrid, 1895; un tomo en
4°, 12 pesetas.
Cadalso (D. Fernando).— Memoria de la prisión celu
lar de Madrid, presentada al Excmo. Sr. D. Eugenio
Montero Ríos, Ministro de Gracia y Justicia.—Madrid,
1893; una peseta.
Cadena y Eleta (D. José), presbítéro. — Tratado
teórico -práctico de procedimientos eclesiásticos en
materia civil y criminal. Segunda edición. — Madrid,
1894; dos tomos en 4.°, 12 pesetas.
Calvo Camina. — La instancia única en lo civil y la
organización de Tribunales. Proyecto de bases para la
reforma de la Ley provisional sobre organización del
poder judicial, de 15 de Septiembre de 1870 y su adi
ción de 14 de Octubre de 1882; Enjuiciamiento civil,
de 3 de Febrero de 1881; Enjuiciamiento criminal, de
14 de Septiembre de 1882; del Jurado, de 20 de Abril
de 1888; Código penal, de 1870; Notariado, de 28 de
Mayo de 1862. — Real decreto sobre contrabando y
defraudación, y otras varias.—Pontevedra, 1894; un
tomo en 4.°, 4 pesetas.
Canella y Acevedo.—Nociones de Derecho usual es
pañol, por los Sres. D. F. Canella y Secades , Catedrá
tico de la Universidad de Oviedo , y D. B. Acevedo y
Huelves, del Cuerpo de Archiveros del Estado.—Ovie
do, 1894; un tomo en 4.°, 5 pesetas.
Canga Arguelles (D. José).— Diccionario de Hacien
da, con aplicación á España.— Madrid, 1833-34; dos
tomos en folio , 20 pesetas.
Cafiamaque (D. Francisco). — Manual de Derecho ad
ministrativo popular. — Un tomo en 8.°, 1,50 pesetas.
Código civil, comentado y concordado extensamente
con arreglo a la nueva edición oficial, por Q. Mucius
Scsevola, Abogado del ilustre Colegio de Madrid.—
48, PRECIADOS, 48. 3

Tomo x: Servidumbres, Servidumbres legales, Servi


dumbres voluntarias , del Registro de la Propiedad.—
820 páginas, 8 pesetas.
Contencioso-Administrativa. — Ley de 13 de Sep
tiembre de 1888 y reglamento de 29 de Diciembre de
1890, reformados en cumplimiento del art. 30 de la
ley de Presupuestos de 1892, por Real decreto de 22
de Junio de 1894; con prólogo, notas, comentarios y
concordancias con la ley de Enjuiciamiento civil, por
la redacción de la Revista general de Legislación y
Jurisprudencia, bajo la dirección de D. José María
Manresa. — Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 3 pesetas.
Dorado Montero.—Problemas jurídicos contemporá
neos.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 3 pesetas.
España.—Tratado de Derecho administrativo colonial,
por Gabriel Ricardo España.—Madrid, 1894.—To
mo 1, 5 pesetas.
Falguera.—Estudios histórico-filosoficos sobre el nota
riado.—Rolandino y sus obras: Monografía. — El no
tariado francés.—León el filósofo, organizando los
Colegios de Tabularios (hoy Notarios), — Barcelona,
1895; un tomo en 4.°, con dos fototipias , retrato de
Rolandino y otra de su panteón en Bolonia, 3 pesetas.
Fernández-Cuesta y Porta. — Autopsia judicial.
Compendio médico-legal necróptico para uso de ma
gistrados, jueces, médicos forenses, titulares de Sani
dad Militar y de Sanidad de la Armada , y en general
para cuantas personas tengan que intervenir más ó
menos directamente en una diligencia de autopsia,
con prólogo por Romero Girón. — Epilogo por Leta-
mendi.—Madrid, 1895; un tomo en 4.°, 15 pesetas.
Fors.—Miscelánea americana. Escritos políticos en la
América Meridional sobre política, administración,
filosofía, artes, literatura, etc.—Madrid, 1871 ; un tomo
en 8.°, 2,50 pesetas.
Flore. — La personalidad jurídica de los entes morales
y del Estado en el interior y en el extranjero; versión
castellana de D. Jerónimo Vida, catedrático de la
4 LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

Universidad de Granada —Madrid, 1895; un tomo en


4.°, una peseta.
— Tratado de Derecho internacional público, vertido
al castellano (de la tercera edición italiana) y aumen
tado con notas y un apéndice con los tratados entre
España y las demás naciones, por D. Alejo García
Moreno.—Madrid, 1894-95; cuatro tomos en 4.°, 26
pesetas.
Foulllée. — Novísimo concepto del Derecho en Alema
nia, Inglaterra y Francia, traducido por B. Gómez de
Bacero.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 7 pesetas.
— La ciencia social contemporánea. Traducción, prólo
go y notas de D. A. Posada.—Madrid, 1894; un tomo
en 8 pesetas.
— Historia de la Filosofía; traducido por D. E. Gómez
de Baquero. —Madrid, 1894; dos tomos en 4.°, 12 pe
setas.
Fornovi (D. Justo). — La cuestión social y las mani
festaciones obreras. Ensayo de un plan de reformas,
practicables en todas las esferas de la actividad hu
mana , que den por resultado el mejoramiento real y
positivo de las clases trabajadoras.—Madrid, 1891 ; un
tomo en 8.°, 2,50 pesetas.
Gil Maestre. — Compendio de Derecho internacional
de guerra, por el capitán de Infantería D. Alvaro Gil
Maestre.—Madrid, 1895; un tomo en 4.°, 5 pesetas.
Gladstone — Los grandes nombres. — Madrid, 1894;
un tomo en 4.°, 5 pesetas.
González. — Derecho usual. Resumen de los principios
generales del Derecho y de Derecho positivo español,
por Cárlos González, Abogado y profesor de Dere
cho. —Madrid, 1895; un tomo en 4.°, encuadernado en
tela, 5 pesetas.
González.—Cuestiones sociales, por D. Hilario Gonzá
lez, capitán profesor de la Academia de Infantería de
Toledo, con un prólogo de D. Eduardo Sanz y Escar-
tín.—Toledo, 1895; un tomo en 8.° mayor, 2,50 pe
setas.
48, PRECIADOS, 48. 5

Goschen (D. G. J.).—Teoría sobre los cambios extran


jeros; introducción y traducción, por el Marqués de Vi-
llaviciosa de Asturias. —Un tomo en 4.°, 7 pesetas.
Gross de Graz. — Manual del Juez, para uso de los
jueces de instrucción y municipales, gobernadores de
provincia, alcaldes, escribanos, oficiales y subalternos
de la Guardia civil, agentes de policía, etc., etc.; tra
ducido del alemán; prólogo y notas, por D. Máximo
de Arredondo, juez de primera instancia por oposi
ción, ex secretario auxiliar, por igual concepto, del
Tribunal de lo Contencioso. Obra ilustrada con multi
tud de Grabados.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, de
804 páginas, 12 pesetas.
Gumplowicz — La lucha de razas, por Luis Gumplo-
wicz, profesor de Ciencias en la Universidad de
Gratz.—Un tomo en 4.°, 8 pesetas.
Heredia (Marqués de). — Escritos del Conde de Ofa-
lia.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 10 pesetas.
Hunter.—Sumario de Derecho romano, escrito en in
glés, por Guillermo A. Hunter. U. A., Ll. D. — Ma
drid, 1895; nn tomo en 4.°, 4 pesetas.
Ihering.—Cuestiones jurídicas: traducción del alemán,
por Adolfo Posada. — Madrid, 1895; un tomo en 4.°,
5 pesetas.
Infante.—Código de Justicia Militar explicado, comen
tado y concordado por D. Santiago Benito é Infante,
teniente coronel graduado. Obra destinada á sustituir
á la del mismo autor, Tribunales Militares, que fué
declarada de texto para la Academia militar, por Real
orden de 26 de Octubre de 1887. — Madrid, 1891; un
tomo en 4.°, 9 pesetas.
Instituciones de Derecho político y orgánico español:
por la redacción de la Revista Legislativa Univer
sal.—Madrid, 1893; un tomo en 8.°, tela, 3 pesetas.
Jurisprudencia referente al Código Civil, glosada,
concordada y seguida de cuatro índices para su más
fácil consulta, Sentencias, Autos, Reales decretos,
Reales órdenes , Resoluciones de la Dirección general
6 LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

de los Eegistros y Circulares, publicados desde 1.° de


Enero hasta 31 de Diciembre de 1894.—Madrid, 1894;
dos tomos en 4.°, 13 pesetas.
Kells Ingram.—Historia de la Economía política,
traducida del inglés, por M. de Unamuno, profesor
en la Universidad de Salamanca.—Madrid, 1895; un
tomo en 4.°, 7 pesetas.
Langa.— Luis Vives: traducción directa del alemán,
revisada por D. M. Menéndez Pelayo.—Madrid, 1894;
un tomo en 4.°, 2,50 pesetas.
Lara y Pedraja.—Gaceta anual, con todas las Reales
órdenes, decretos publicados en la Gaceta de Madrid,
Diario Oficial, Diario de Sesiones, y en todos los bo
letines de los ministerios y Ayuntamiento.—Madrid,
1894 ; un tomo en 8.°, 2,50 pesetas.
Lecaroz y Romero (D. Manuel). — De la cuota legal
de Usufructo que á favor del cónyuge viudo estable
ce el vigente Código civil y demostración del verda
dero significado que tienen las palabras no mejorados,
que consigna el artículo 834 del Código.—Madrid,
1895; un tomo en 8.°, una peseta.
Liflán y Eguizábal (D. Pascual). — Nociones de De
recho usual español (Derecho público y privado).
Arreglado al programa del Catedrático del Instituto
de Dilbao.—Bilbao, 1895; un tomo en 4.°, 7,50 ptas.
Lombroso. — Los Anarquistas: traducción y notas por
Julio Campo y Gabriel Eicardo Espafia.— Madrid,
1894; un tomo en 8.°, tela, 3 pesetas.
López Sánchez (D. Pedro). — Apuntes sobre Filoso
fía del Derecho y Derecho internacional. — Madrid,
1878-79; dos tomos en 4.°, 19 pesetas.
Manual del Abogado y del funcionario judicial,
con una extensa introducción sobre el concepto, fun
damento é historia de la Abogacía. Contiene nuevos
estatutos de los colegios de Abogados. Disposiciones
de las leyes orgánicas, Código civil, penal, Justicia
militar. Leyes: Enjuiciamiento civil y criminal, del
Jurado, de lo Contencioso, del Timbre, Impuestos,
48, PRECIADOS, 48. 7
Ordenanzas de los Juzgados, Audiencias y Tribunal
Supremo, etc., etc., por la redacción de la Revista de
hs Tribunales. — Madrid, 1895; un tomo en 8.°, tela,
4 pesetas.
Marat.—Principios de Legislación penal. Obra publi
cada en París en 1790. Versión castellana y una in
troducción con notas antropológicas y exposición de
algunos Tratados, especialmente de los delitos contra
las costumbres y de la prostitución , por A. B. L.—
Madrid, 1891; un tomo en 4.°, 5 pesetas.
Martens.—Tratado de Derecho internacional; prólogo
y notas de J. Fernández Prida. — Madrid , 1894; tres
tomos en 4.°, 22 pesetas.
Martínez Alcubilla (D. Marcelo).— Diccionario de la
Administración española: compilación de la Novísima
Legislación de España , peninsular y ultramarina , en
todos los ramos de la Administración pública. Quinta
edición. Esta obra, que es una verdadera enciclopedia
jurídica (de Derecho administrativo, civil, penal, mer
cantil , eclesiástico, militar, internacional, etc., etc.),
consta de nueve voluminosos tomos. Precio de los
nueve tomos: 135 pesetas en Madrid. En provincias,
por razón de franqueo y certificado, 5 pesetas máb.—
Apéndices.—Alcanzando solamente la materia de esta
obra hasta fin de 1891 , se publica
á esta cada año un los
tomo
de Apéndices. Corresponden 5.a edición de
1892, 1893, 1894 y siguientes. El precio de cada uno
es 12 pesetas en Madrid, y una más en provincias, por
razón de porte y certificado.
Martínez Angel, arquitecto; Oynelos 7 Pérez, abo
gado.— Tratado de arquitectura legal, con arreglo al
derecho vigente y á los preceptos del Código civil.—
Madrid, 1894; dos tomos en 4.°, 20 pesetas. Contiene:
Enseñanza profesional del Arquitecto , Arquitectos y
maestros de obras , Construcciones , Bienes, Propieda
des, Modalidades de la propiedad, Contratos y obliga
ciones, Delitos y faltas, Modelos.—Madrid, 1894; dos
tomos en 4.°, 20 pesetas.
8 LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

Miracle y CarboneH (D. rederico). — Manual de re


visión de firmas y papeles sospechosos, dedicado á la
Academia de Jurisprudencia y Legislación de Barce
lona.—1884; un tomo en 4.°, 4,50 pesetas.
Miraglla.—Filosofía del Derecho.—Madrid, 1894; dos
tomos en 4.°, 1 5 pesetas.
Mora (D. Federico).— Del Cheque, obra premiada con
medalla de oro, y mención especial por el Círculo de
Abogados de la Habana.— Habana, 1883; un tomo en
4.°, 6 pesetas.
Morell y Terry.—Mejora?, derechos del cónyuge viu
do, bienes reservados. (Estudios sobre el Código ci
vil). —Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 4 pesetas.
Navarro y Reig (D. Víctor).—Práctica de los juzga
dos municipales. Colección de fórmulas relativas al
procedimiento verbal, expuestas por el sistema de Ca
sos prácticos, con el desarrollo completo en la primera
instancia de cada juicio, incidente ó actuación en am
bas materias, Civil y Criminal. Armonización del Có
digo civil con la Ley de Enjuiciamiento, y comentos
á varios puntos muy importantes de una y otro.—Ma
drid , 1894.
Ocón.—Los héroes do Valencia, reseña de la insurrec
ción republicana.— Barcelona, 1889; 50 céntimos.
— Ordenanzas del Ejército, armonizadas con la legisla
ción vigente. Comprende: Obligaciones de todas las
clases, Ordenes generales para oficiales , Honores mi
litares, Servicio de guarnición y Servicio interior de
los Cuerpos.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 2.50 pe
setas.
Oynelos y Pérez (D. Ricardo). — Legislación profe
sional, Farmacia, Derecho administrativo, civil, penal
y procesal, y Jurisprudencia del Tribunal Supremo
referenteá estas materias.— Madrid, 1894; un tomo en
4.°, 6 pesetas.
— Legislación de Medicina. Estudio de Derecho vigen
te (Administración civil , penal y procesal), y Juris
prudencia del Tribunal Supremo, referente a la Facul
48, PRECIADOS, 48. 9

tad de Medicina. — Madrid, 1895; un tomo en 4.°,


de xv-1390 páginas, 15 pesetas.
— Tratado de Arquitectura legal. (Véase Martínez Án
gel, y Oyuelos Pérez.)
Pastor y Rodríguez (D. Ramón).— Estudio teórico
de las reglas de aplicación de penas contenidas en el
Código penal común y en el artículo 175 del de justi
cia militar. Cuadros sinópticos, que comprenden la
graduación completa de cuantas penas pueden impo
nerse al militar: con las señaladas por el Código pe
nal de la Península y los de Cuba, Puerto Rico y Fi
lipinas.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 5 pesetas.
Pérez de Anaya. — Lecciones y modelos de elocuen
cia forense, extractadas las primeras de los mejores
autores, ordenadas y reducidas á un tratado comple
to, y escogidos y reunidos los segundos. — Madrid,
1848-49; cuatro tomos en 4.°, pasta, 40 pesetas (obra
escasa).
Piernas Hurtado (D. J.)—Introducción al estudio de
la ciencia económica.—Madrid, 1895; un tomo en 4.°,
2 pesetas.
Puente y Quijano.—Estudio de los efectos que p1 re
conocimiento de un hijo natural produce, según el
Código civil vigente, y examen del derecho anterior
al Código de las Partidas; disposiciones de éstas; Le
yes de Toro; Leyes de Cortes de 16 de Mayo de 1835,
Proyecto de Código civil de 1851. Con un apéndice
sobre la legislación foral, hoy en vigor en Cataluña,
Aragón , Navarra, Vizcaya é Islas Baleares; por don
José Manuel de la Puente y Quijano.—Madrid, 1895;
un tomo en 4.°, 2 pesetas.
Rada y Delgado (D. Juan de Dios).—Derecho usual.—
Madrid, 1895; un tomo en 8.°, en tela, 3,50 pesetas.
Ramos (D. Rafael).—De las sucesiones; Tratado teó-
rico-práctico, según el Código civil. — Madrid, 1895;
tomo 1, 4 pesetas.
Rogers.— Sentido económico de la Historia. — Madrid,
1894; un tomo en 4.°, 10 pesetas.
IO LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

Rózpide.—Historia de la Filosofía griega. — Escuelas


anteriores á Sócrates.— Breve exposición de sus doc
trinas y enseñanzas , por Eicardo Beltrán y Rózpide,
doctor en Filosofía y Letras. — Un tomo en 8.°, 2
pesetas.
Saenz de Urraca.—El Indicador militar de los Ayun
tamientos.—Tratado teórico práctico para los munici
pios y alcaldes, en sus relaciones con el ramo de Gue
rra.—Obra premiada con la cruz pensionada del Mé
rito Militar. Recomendada á los Ayuntamientos, para
su adquisición, por Real orden de 30 de Enero de
1895, reconociéndoles su importe en cuenta de «Gas
tos municipales».—Un tomo en 4.°, 4 pesetas.
Sánchez Mata (D. Nicasio).—Nociones de Derecho
usual.—Salamanca, 1894; un tomo en 4.°, 5,25 pe
setas.
Saravia Pardo.—Manual del consejo de familia: la
tutela y la protutela. — Comprende el articulado del
Código civil vigente que se refiere á las instituciones
citadas; diferentes cuestiones doctrinales; algunas que
en la práctica pueden ofrecerse; formularios para la
constitución del consejo de familia, etc., etc. — Ma
drid, 1890; un tomo en 8.°, 2 pesetas.
Sigílele.—El delito de dos. — Ensayo de Psicología
morbosa.—Traducción de D. Pedro Dorado.—Madrid,
1895; un tomo en 4.°, 4 pesetas.
— La muchedumbre delincuente. — Ensayo de Psicolo
gía colectiva. —Traducción de P. Dorado. — Madrid,
1895; un tomo en 4.°, 4 pesetas.
Soler.—Manual de Derecho mercantil, por Eduardo
Soler , ex profesor de la Escuela de Comercio para se
ñoritas de Madrid y catedrático de la Universidad de
Valencia.—Un tomo en 8.°, 1,50 pesetas.
Soler y Guardlola. — Apuntes de historia política y
de los Tratados (1490 á 1815), con arreglo al progra
ma para los exámenes de ingreso en las carreras di
plomática y consular.—Madrid, 1895; un tomo en 8."
mayor, 5 pesetas.
48, PRECIADOS, 48. II

Spencer (Herbert).— De la educación intelectual, mo


ral y física; vertida al castellano, con notas y obser
vaciones , por Siro García del Mazo. — Segunda edi
ción, corregida y aumentada en vista de la inglesa de
1884.—Obra muy recomendada á los padres, jefes de
familia, y á los maestros en general. — Un tomo en
8.°, 3 pesetas.
— El individuo contra el Estado. — Los -nuevos conser
vadores.—La esclavitud del porvenir.—Las culpas de
los legisladores.—La gran superstición política. —Ver
tido directamente del inglés por Siro García del
Mazo. — 1885; un tomo en 8.°, 2 pesetas.
— Estudios políticos y sociales.—El Gobierno represen
tativo. —-El progreso: su ley y su causa. — Moralidad
comercial.—Maneras y modas.—Moral de la prisión.—
Intervención del Estado en la circulación fiduciaria. —
La sabiduría colectiva.—Un tomo en 4.°, 4 pesetas.
— La ciencia social.—Los fundamentos de la sociolo
gía.—Un tomo en 8.°, 2 pesetas.
— La especie humana.—La creación y la evolución.—
Tercera edición —Un tomo en 8.°, 2 pesetas.
— Los primeros principios. — Traducción de José
A. Irueste.—Segunda edición.—Un tomo en 4.°, 6 ptas.
— Fundamentos de la moral. — Segunda edición. —
Madrid, 1891; un tomo en 8.°, 3 pesetas.
— La Justicia. —Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 7 ptas.
— Las Instituciones eclesiásticas. — Madrid, 1893; un
tomo en 4.°, 6 pesetas.
— La Beneficencia. — 1893; un tomo en 4.°, 6 pesetas.
— La Moral de los diversos pueblos y la moral perso
nal.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°, 7 pesetas.
— El organismo social.—Madrid, 1894; un tomo en 4.°,
7 pesetas.
— Instituciones sociales. — Un tomo en 4.°, 7 pesetas.
— Instituciones políticas.— Dos tomos, 12 pesetas.
— Exceso de legislación. — Traducción de D. Miguel
de Unamuno, profesor en la Universidad de Sala
manca.—Madrid, 1895; un tomo en 4.°, 7 pesetas.
12 LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

Spencer.— De las leyes en general. — Traducción del


Sr. Unamuno.—Madrid, 1895; un tomo en 4.°, 8 ptas.
— Ética de las prisiones. — Traducción del Sr. Unamu
no.—Madrid, 1895; un tomo en 4.°, 10 pesetas.
Stahl.—Historia de la filosofía del Derecho. — Versión
española precedida de un prólogo del Dr. D. Enrique
Gil y Robles, catedrático de Derecho político y admi
nistrativo en la Universidad de Salamanca. — Madrid,
1895; un tomo en 4.°, 12 pesetas.
Sumner Maine.—Las Instituciones primitivas. — Ma
drid, 1895; un tomo en 4.°, 7 pesetas.
— La guerra, según el Derecho internacional.—Madrid,
1895; un tomo en 4.°, 4 pesetas.
— Historia del Derecho. — Madrid, 1895; un tomo en
4.°, 8 pesetas.
Supino.—Derecho mercantil de David Supino, profesor
de la Real Universidad de Pisa. — Traducción de la
cuarta edición , y anotado extensamente con las dife
rencias del Derecho español, por D. Lorenzo Benito,
catedrático de Derecho mercantil en la Universidad
de Valencia, abogado de los colegios de Madrid y Va
lencia.—Madrid, 1895; un tomo en 4.", 12 pesetas.
Talne.—Historia de la literatura inglesa contemporá
nea. — Traducción de D. José de Caso, profesor de la
Universidad de Madrid. — 1895; un tomo en 4.°, 7 pe
setas. ,
— Historia de la literatura inglesa. Los orígenes.—Ma
drid, 1895; un tomo en 4.°, 7 pesetas.
Tardía.—Estudio médico-legal, por Ambrosio Tardiu,
profesor de Medicina legal en la facultad de Medici
na de París.—Traducido y anotado conforme á la más
reciente teoría de la ciencia , por P. Sereñana y Par-
tagás. (Va comprendida la legislación actual españo
la).—Barcelona, 1882-84.—Comprende: El aborto.—
Un tomo en 4.°, 4 pesetas.
— El colgamiento, la estrangulación y la sofocación.—
La asfixia, por Hormann.—Un tomo en 4.", 5 pe
setas.
48, PRECIADOS, 48. 13

Tardía.— Enfermedades producidas accidental ó invo


luntariamente, por imprudencia, negligencia ó trans
misión contagiosa.—Historia médico-legal de la sífilis
y de sus diversos modos de transmisión.— Un tomo
en 4.°, 2 pesetas.
— Las heridas, comprendiendo las en general y las por
imprudencia. — Los golpes y el homicidio involunta
rios.—Un tomo en 4.°, 5 pesetas.
— Delitos contra la honestidad.—Un tomo en 4.°, 5 pe
setas.
— La locura.—Un tomo en 4.°, 6 pesetas.
— El infanticidio.—Un tomo en 4.°, 5 pesetas.
Tavares de Medeiros. — Antropología y Derecho.
Estudio inédito escrito en portugués. Traducido y
aumentado, con un apéndice sobre Antropología cri
minal, por D. Manuel Torres Campos.—Madrid, 1893;
un tomo en 8.°, 2,50 pesetas.
Ugarte.—Manual de formularios para la práctica del
Código de justicia militar, por el auditor de Guerra
D. Javier Ugarte. Declarado oficial y de observancia
obligatoria para los procedimientos militares por Beal
orden de 5 de Febrero de 1891. — Cuarta edición co
rregida y aumentada.—Contiene los tratados I y III
del Código de justicia militar, con notas, aclaraciones
y formularios.—Madrid, 1893 ; un tomo en 4.°, 3 ptas.
— Cartilla de las leyes penales del Ejército, arreglada
al Código de justicia militar de 27 de Septiembre de
1890.—Séptima edición.—1895; 50 céntimos.
Vivante.—Derecho mercantil, por César Vivante , pro
fesor en la Universidad de Bolonia. — Traducción,
prólogo y notas, por F. Blanco Constans, profesor de
Derecho en la Universidad de Granada. — Madrid,
1894; un tomo en 4.°, 10 pesetas.
Wolf.—Historia de las literaturas castellana y portu
guesa.—Traducción del alemán por D. M. de Unamu-
no, profesor en la Universidad de Salamanca; con no
tas y adiciones por D. M. Menéndez Pelayo.—Madrid,
1895; un tomo en 4.°, 7 pesetas.
LIBRERÍA DE VICTORIANO SÜAREZ
PRECIADOS, 48, MADRID,

TRATADO DE SOCIOLOGIA.

EVOLUCION SOCIAL Y POLÍTICA


POR
D. MANUEL SALES Y FERRÉ

Esta obra , la primera de su género publicada en Es


paña, no es, como pudiera creerse, una recopilación ó
sistematización de lo ya dicho por otros; es, por lo con
trario, un trabajo nuevo, original y profundo, no infe
rior á los más notables que han visto la luz en el extran
jero. Su objeto es estudiar todas las organizaciones
sociales y políticas que han surgido en los diferentes
grados de cultura , y por el mismo orden en que se han
sucedido. Se divide en dos partes. La primera, que
consta de un solo tomo, es de carácter crítico: partiendo
de la organización actual de las sociedades y subiendo
por la pendiente de los siglos , se averigua en ella , me
diante el análisis de todos los hechos observados y de
todas las opiniones emitidas , cuál ha sido la forma pri
mitiva de la sociedad humana. La segunda parte , que
comprende tres tomos, tiene carácter expositivo: par
tiendo de la primitiva constitución hetairica de la socie
dad , se describen una tras otra , por su orden cronoló
gico , todas las organizaciones sociales y políticas, hasta
las más vastas y complejas á que se ha llegado en nues
tros días. El primero de estos tres tomos estudia la tribu,
la fatria, la gem y las constituciones matriarcales. El
segundo, el patriarcado y la ciudad, organizaciones
48, PKECIADOS, 48.

propias de la Edad Antigua. El tercero, la nación, que


arranca de la Edad Media y es hoy la forma caracterís
tica de las sociedades más adelantadas.
Van publicados tres tomos, cuyos títulos y precios
son:
Tomo 1. —Punio de partida de la sociedad humanar
en 8.°, 253 páginas ; 4 pesetas en Madrid y 4,50 en
provincias.
Tomo 11. — Del hetairismo al patriarcado; en 8.°, 370
páginas; 6 pesetas en Madrid y 6,50 en provincias.
Tomo 111. — El patriarcado y la Ciudad; en 8.°, 494 pá
ginas; 7 pesetas en Madrid y 7,50 en provincias.
El tomo cuarto está imprimiéndose.

OBEAS PUBLICADAS DEL SEÑOB SALES Y FEBBE.

Historia general.—Obra premiada y elegida de texto por


Beal orden de 28 de Junio de 1884, en el concurso
celebrado el 30 de Abril del mismo año por la Direc
ción general de Instrucción militar.—Un tomo en 4.°,
7 pesetas.
La Historia general del Sr. Sales es , sin duda , la
Historia universal más completa, más correcta y más
comprensible de cuantas se conocen hasta la fecha.
Compendio de Historia universal, edad prehistórica y
período oriental.— Madrid, 1885-86; dos tomos en 4.°,
13 pesetas. — En preparación el tomo m, período
griego.
Esta obra, es el tomo 1, Historia Antigua, refundido
por el Sr. Sales de la obra de D. Fernando de Castro,
titulada Compendio razonado de Historia
Universal, que comprende: Edad Media:
Tomo 1.—Los Germanos (476-1000).
Tomo 11.—El Feudalismo (1000-1096).
Tomo 111.—Las Cruzadas (1096 1300).
Estos tres tomos se venden juntos ó separados á 5
pesetas cada uno.
i6 LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ,

Prehistoria y origen de la civilización. — Tomo i, Edad


paleótica, ilustrada con 78 grabados , 7,50 pesetas.
El hombre primitivo y las tradiciones orientales. La
Ciencia y la Religión. — Sevilla, 1881; 8.°, 3,50 pe
setas.
Filosofía de la muerte.—Sevilla, 1881; 8.°, 3,50 pesetas.
Comentarios á la Historia natural del hombre, por Qua-
trefages (primer cuaderno); 1,25 pesetas.
Civilización europea.—Sevilla, 1887; una peseta.
Estudios arqueológicos. — Necrópolis de Carmona. —
Sevilla, 1887; 2 pesetas.
Método de enseñanza.—Sevilla, 1867; 0,50.
El descubrimiento de América, según las últimas inves
tigaciones, por D. Manuel Sales y Ferré; un tomo
en 8.°, 3 pesetas.

TRADUCCIONES DEL SEÑOR SALES Y FERRÉ.

Historia de la Geografía y de los descubrimientos geo


gráficos, por Vivien de Saint-Martín. — Dos tomos
con mapas intercalados en el texto , 10 pesetas.
La verdad y el error en el Darwinismo, por Eduardo
Hartmann.— Sevilla, 1879; 3 pesetas.
Historia política de los Papas, por Lanfrey. — Sevilla,
1881; un volumen, 3,50 pesetas.
Catecismo de agricultura, por Víctor Van-den-Broeck.—
Sevilla, 1878; una peseta.
3

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