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PERSONAJES:
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Blanca: Eso se lo dice a quién se lo tenga que decir (camina hacia la puerta).
Federico: (acude a ella) No señorita, por favor.
Blanca: El baño, ¿sabe dónde está?
Federico: ¡Le chupo las tetas!
Blanca: (Sale corriendo aterrada y Federico la persigue) ¡Aahhh! ¡No, no, no!
Federico: Señorita… señorita no tenga miedo.
Blanca: No, no, no me toque.
Federico: Escuche, señorita…
Blanca: ¡No me toque! (Toma una silla y la pone en posición de ataque hacia Federico, quien la
intenta calmar)
Federico: ¡Oiga!
Blanca: (sin mucha fuerza) Socorro.
Federico: No le haré daño. Déjeme explicarle.
Blanca: (gritando) ¡Socorro! ¡Auxilio!
Federico: (Mientras Blanca miraba hacia donde pedía auxilio, él se acerca por el otro lado y la
espanta de nuevo). Disculpe señorita, no lo hago adrede. (Ella huye hacia el pasillo lanzando una
exclamación de miedo. Se protege con la silla de nuevo). Oiga. Señorita por favor.
Blanca: No, no, no
Federico: Si no se calma, estaremos así toda la tarde. ¡Zorra!
Blanca: Zorra, yo no, usted no sabe de lo que habla. (atacando con la silla).
Federico: Por dios, perdone, Lo lamento. (Toma un extremo de la silla y forcejean). ¡Prostituta!
Blanca: No insista. (Federico ve que nada funciona y sale intentando tranquilizarse)
Emilio: (entrando). Son 75 y no hay discusión que valga, ¿eh?
Blanca: (sigue con la silla en alto) disculpe, ¿te importaría llamar a la policía? Gracias.
Emilio: (sin tomarle importancia) Sí, ¿me permite un segundito? (Toma agua).
Blanca: (agarrando la silla) ahí dentro hay una especie de ventrílocuo peligroso. (Alterada) Se ha
puesto como un energúmeno solo porque nos han citado a la misma hora.
Emilio: (acercándose a Blanca muy tranquilo y sacando unos chicles) pero… ¿a qué hora te han
citado a ti?
Blanca: (apretando los dientes) ¡A las cuatro y media!
Emilio: a las cuatro y media me han citado a mí también.
Blanca: (enojada, gritando desesperada) ¿¡y es culpa mía!?
Emilio: Tranquila que yo no te he dicho nada, ¿eh?, ¿y la azafata?
Blanca: ¿Qué azafata?
Emilio: La Mary Pili esta.
Federico: (en off) Perra
Blanca: (enojada) ¡Bueno, cállese ya, hombre! (A Emilio) ¡Llame de una vez a la policía!
Emilio: ¿A santo de qué voy yo a llamar a la policía?, ja, vamos a ver, soy taxista, experto en
resolver conflictos. A ver déjeme (Se acerca a Blanca para ayudarle con la silla y roza su mano, ella
gira para zafarse de él).
Emilio: Que no tengo ninguna enfermedad rara, chica.
Blanca: Entonces, ¿Qué haces aquí?
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Emilio: (se asoma un poco hacia donde salió Federico y Blanca lo sigue sigilosa. Federico aparece
por otro lado, Blanca se da cuenta y lo señala asustada y Emilio se asusta). ¡Ayayay!, (Tranquiliza
a Blanca mientras mira a Federico) Ssshhhh. (A Federico) ¿Qué?
Blanca: (ídem) ¿Qué?
Emilio: ¿Qué nos hemos levando hoy de mal humor? ¿Eh?
Blanca: (ídem) ¿Eh?
Federico: Disculpe señorita, ya le he dicho que no lo hago adrede.
Blanca: pues, pues, pues, bien que se me echaba encima.
Federico: bueno, es que usted no me escucha.
Emilio: Ah, no escucha, claro, lo mismo le pasa a mi mujer, bueno ex mujer.
Federico: El problema es que lanzo insultos y obscenidades a la gente pero sin querer. Síndrome
de Tourette, lo llaman los especialistas.
Emilio: ¿Me está tomando el pelo? (Acercándose a Federico).
Federico: (va a sentarse pero no se sienta) No… no… le juro que es la verdad. (Haciendo la señal
del dedo) ¡Púdrete! (Emilio y Blanca se repliegan un poco para protegerse) ¿Ven? Me sale solo.
Blanca: Ahora que lo dice creo que vi algo de esto en un documental.
Federico: Me pasa desde los 11 años, no saben la cantidad de médicos que he visto, ¡imbécil!
Perdón.
Emilio: No, tranquilo.
Federico: Es que estoy en pleno ataque.
Blanca: Discúlpeme si antes he reaccionado mal, cómo (riendo un poco), cómo me iba a imaginar
que usted…
Federico: no, me ocurre a menudo, no tiene cura. Pero me dijeron que el doctor Palomero quizás
puede bajarme las convulsiones.
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Recepcionista: ¡qué cosa! Es que una larga lista de espera…, estoy pensando en abrir mi propia
clínica, la gente cada día está más….
Federico: Desorientada.
Recepcionista: Aahh, eso mismo, sin duda es el negocio del futuro (revisando su computadora o
archivos y tomando notas).
Emilio: Perdone, ¿le puedo hacer una pregunta?, ¿es verdad que el doctor Palomero nunca ve
dos veces al mismo paciente?
Federico: Dicen que es una especie de filántropo al estilo Madre Teresa de Calcuta, que nunca le
cobra a sus pacientes.
Recepcionista: Lo siento pero no estoy autorizada para hablar de los métodos del doctor
Palomero. (Algo falla o ve mal en su computadora) ¡Hijo de su…!
Federico: Desahóguese, no se reprima, se sentirá más a gusto.
Emilio: (a la recepcionista) Ah, pero usted también sufre el mismo síndrome del caballero.
Recepcionista: Yo sufro el síndrome de las “8 horas laborales”. Pasen a la sala de espera y
esperen. (Emilio y Federico van hacia la sala de espera).
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Recepcionista: (En la recepción, está hablando por teléfono y al poco tiempo Blanca vuelve a
salir del baño). ¡Pásame al informático! No, no, no ¡ahora!
Ana María: Pero señoritaaaa….
Recepcionista: Tiffany.
Ana María: Pero señorita Tiffany.
Blanca: Esa es la joyería.
Recepcionista: Ups, eso iba a decir. Gracias.
Ana María: Mira guapa el doctor palo lo que sea, ¿ha llegado ya?
Recepcionista: ¡No! No ha llegado aún. (Se queda escuchando el teléfono) Ramiro (se levanta
hablando por teléfono), la super-mega-aplicación que nos iba a solucionar todos los problemas de
agenda que nos encasquetaste, es una mierda.
Ana María: ¡Aj! ¡Jesús, María y José!
Recepcionista: (sin quitarse el teléfono) Vayan a la sala de espera y esperen. Muchas gracias. (Al
teléfono) No, no, no, (yendo al fondo de espaldas) te he dicho que me desinstales la aplicación.
Ana María: (Hablando con Blanca rumbo a la sala de espera). Mira que esa mujer no está
capacitada para ocupar un puesto así, eh.
Blanca: muy seca.
Ana María: con la de chicas preparadas que hay sin empleo, que alguien me explique, la gente
está fatal.
Recepcionista: ¿me estás escuchando, Ramiro?
Blanca: dicen que son las ondas electromagnéticas de los celulares que nos están volviendo un
poco locos.
Ana María: aaaaaahhh (toma del brazo a Blanca).
Blanca: ¡Ijh! (incómoda un segundo. Susurra) Tengo que ir un segundito al baño, (quita la mano
que le toma Ana María y piensa un poco qué decir) cistitis.
Ana María: vaya, vaya, no lo aguantes que es peor. (Blanca se regresa al baño y Ana María va a la
sala de espera. Emilio y Federico leen algo; cuando oyen que entra se asoman por la revista).
Buenas tardes (Los saludos son muy formales y serios. Música de jazz).
Emilio: Buenas tardes.
Federico: Buenas tardes. (Ana María avanza observando todo, se sienta y se santigua. Emilio
igual la observa).
Emilio: (A Federico) ¿Se va a poder controlar?
Federico: Eso está hecho (exhala esperanzado). (Lili está viendo su celular).
Ana María: Shi, shi, nena, ¿tú también tienes cita con el doctor Paloo…Alto, bonita?
Lili: sí, sí. (Silencio) Palomero, Palomero.
Ana María: jum, ¿Pero este hombre a cuánta gente le habrá dado cita hoy?
Federico: ¡Puta! ¡Putona! ¡Putarraca! ¡Calentona de mierda! ¡puta, prostituta, casquivana, maldita
perra!
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Ana María: (santiguándose aprisa y hablando desde el segundo puta de Federico) ¡Jesús, María y
José! ¿Pero esto qué es?
Federico: ¡Calienta braguetas! (se da una cachetada. Cierra los ojos con vergüenza y luego se
dirige a Ana María) Perdone señora, le ruego me disculpe.
Ana María: (santiguándose varias veces aprisa) ¿está usted mal de la cabeza? ¿Ha bebido o qué?
Emilio: (se pone de pie y se dirige a Ana María) a ver señora, no se ofenda, es que aquí el amigo
tiene un problemita, es que él dice palabrotas y gestos obscenos sin querer.
Federico: ¡Cómemela!
Ana María: ¡ay! (persignándose seguido) ¡Por Dios!
Federico: Perdón, lo siento.
Emilio: No, Federico. No. Otra vez con las disculpas, no hombre. (A Ana María) Vamos a ver
señora, es fundamental que usted entienda la situación. Este señor es un enfermo, él no lo hace
adrede (Ana María no ha cesado de persignarse).
Federico: ¡Puta! ¡Ramera mugrienta! ¡Arrastrada! ¡Calienta braguetas! (se da una cachetada).
Emilio: Claro, así ayudas.
Ana María: (santiguándose varias veces aprisa se levanta y se aleja un poco) ¡Qué horror! Virgen
santísima.
Emilio: ¿Pero no le estoy diciendo que no lo hace adrede?
Ana María: Y yo tampoco (sigue persignándose).
Emilio: ¿Cómo?
Ana María: que yo tampoco lo hago adrede (sigue persignándose).
Emilio: ¿En serio?... menudo circo estamos montando aquí.
De nuevo entra Blanca.
Federico: ¡Perra! (Ana María persignándose acude a una silla)
Blanca: No sé ustedes, pero yo me empiezo a sentir algo incómoda. (va a sentarse. Emilio hace
una seña de negación a Federico para que entienda que no debe pedir disculpas y se sienta junto
a Federico).
Federico: ya, esta vez sin disculpas.
Emilio: (mientras toma una revista) Así me gusta, Federico, así me gusta.
Ana María: Perdona, ¿eso de ahí no es una Biblia?
Blanca: ¿La qué?
Ana María: ese librito, la Biblia.
Blanca: (lo mira) ah, pues sí, (Sonríe, Ana María se santigua, ambas se quedan mirando. Blanca
pregunta preocupada) ¿lo quiere?
Ana María: Sí, por favor. (A Blanca le cuesta tomar el libro, lo agarra con dos dedos y se lo entrega
a Ana María). ¡Ay! Gracias corazón (suspira aliviada abrazando la Biblia. Música de jazz. Blanca se
va al baño, cuando ella sale de la sala de espera va entrando Otto que se para de repente en la
puerta de la recepción. Blanca y Otto caminan a prisa hacia la recepcionista para ser atendidos).
Otto: buenas tardes.
Blanca: (lo interrumpe alzando el índice a Otto) Disculpe. (A la recepcionista susurrando) ¿No
tendrás otro rollo de papel? (La recepcionista se le queda viendo un poco extrañada) Te lo compro
(música de jazz. La recepcionista le entrega un papel de baño, luego le pide el nombre a Otto y lo
hace pasar a la sala de espera).
Otto: (va hacia la sala de espera y se detiene en la puerta observa el piso que tiene rayas) lo que
me faltaba (Emilio está parado).
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Otto: (sin pensarlo dos veces) ah, pues fenomenal. (Apoya su pie en la mano de Emilio y luego
salta a una silla, empieza a andar hasta llegar a la silla que Blanca empapeló, Ana María lo mira y
se santigua. Los demás solo observan). ¡perdón! (Sigue hacia otra silla).
Blanca: (enojada y gritando frustrada) ¡Bueno esto yo no lo veo nada higiénico! (Música de jazz.
Toma los papeles de la silla muy molesta, y se dirige al baño. Cuando pasa por la recepción le
sonríe rápida y cínicamente a la recepcionista).
Emilio: ¡Esto se está animando!
Recepcionista: (Se queda viendo el trajín de Blanca hacia el baño y luego sin dejar de ver la
compu exclama) a esta le enviaré el recibo del agua. (Otto salta de una silla a otra hasta llegar a
una silla lejos de rayas y ve fijamente a Lili que queda sentada frente a él).
Emilio: Campeón, ¿quieres un vasito de agua?
Otto: (casi sin dejar de ver a Lili y sonriendo. Lili disimula un poco pero también le atrae Otto) sí,
gracias. Fenomenal. (Emilio le lleva el agua mientras la luz cambia a recepción).
La recepcionista está riendo por un video, sale Blanca del baño, va hacia la recepcionista).
Blanca: Disculpe otra vez. (La recepcionista cambia su risa por desesperación contenida) ¿No
tendrás por ahí un bactericida? (negación de la recepcionista con mueca de labios) ¿un
microbactericida?
Recepcionista: (mirando hacia un lado antes de contestar) No.
Blanca: ¿Fungicida?
Recepcionista: ¡Que no!
Blanca: ¿Alcohol? (cambio de luz a Sala de espera).
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Emilio: y campechana
Ana María: car-me-li-ta.
Emilio: Pero ¿Cuántas exactamente?
Ana María: No me acuerdo.
Emilio: ¿Más de 10?
Ana María: Muchas.
Emilio: pero, ¿cuántas, así, grosso modo?
Ana María: (pausa calculando preocupada) 35 como mínimo.
Federico: (desesperado) Tranquila entonces, no hay peligro créame.
Recepcionista: (Se asoma a la sala de espera) A ver, vamos a ver, ¿me escuchan? (regresa a la
recepción, lleva una regadera de jardín para regar las plantas).
Federico: ¡Puta del orto!
Emilio: (acercándose a la puerta de la sala de espera) disculpe, es que aquí mi amigo tiene un
problema. (Federico, Blanca y Ana María comienzan a colocarse en la puerta de la sala de espera).
Recepcionista: ¿He pedido explicaciones? Desde que trabajo aquí yo veo, oigo y cierro la boca.
Soy inmune. No se enfaden, les pido disculpas por el error informático acaecido hoy en la consulta.
(Regresa a la sala de espera. Los cuatro de la puerta le abren paso. Empieza a regar las plantas,
Blanca, Ana María, Federico y Emilio la siguen cuando ella camina) Yo me empeñé en seguir
llevando la agenda del doctor con mi Excel pero nos vendieron el cuento de subirnos a la
tecnología. Pero este software nuevo hace lo que se le da la gana, pero mi Excel de toda la vida
hacía lo que me daba la gana a mí.
Emilio: Guerra total al progreso y la de clientes que estamos perdiendo nosotros con la mierda esa
de compartir autos.
Ana María: Hoy en día no se puede conversar como la gente. Todos mirando los telefonitos esos,
yo no lo entiendo, ¿Qué buscan ahí? A mí que me lo expliquen.
Recepcionista: no estar presente, ¿le parece poco? Tampoco consigo contactar con el doctor
Palomero. Parece ser que su vuelo de Londres se ha retrasado por culpa del huracán “Demetrio”.
Ana María: Así que viene desde allí, ¿eh?
Blanca: Claro es una eminencia mundial.
Recepcionista: Las noticias dicen que “Demetrio” ya aminora su marcha.
Ana María: ¡Alabado sea el Señor! ¿Hay muchas víctimas?
Recepcionista: mire las de revistas que hay y libros, hasta juegos. (Llega hasta donde están Otto
y Lili y ve a Otto acomodando sus revistas hincado en la mesa) ¿Qué haces con mis revistas?
Otto: Las ordeno por fechas y género, corazón, salud, psicología, autos, lo sobrenatural. ¿Le
parece mal?
Recepcionista: ¿nunca pensaron comprar un tiempo compartido? Les puedo dar una plática sobre
el tema si quieren.
Ana María: já, eso nos faltaba.
Recepcionista: (No suena nada. Finge) Suena un teléfono, de seguro es él, en cuanto sepa algo
les informo. (Saliendo. B, AM, E y F la siguen hasta la puerta de la sala de espera) ¿Por qué no
hacen una ronda de presentaciones?
Federico: no, no, señorita esto no será una terapia de grupo, ¿verdad?
Recepcionista: oh, muchas gracias. (Sale y los deja en la puerta).
Emilio: a ver, ¿es solo mi impresión, o esa chica es sumamente irritante?
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Blanca: Qué alivio. (Inicia el regreso a las sillas y los demás la siguen, Emilio no se sienta. Blanca
jala una silla cerca de la ventana) No soy la única que lo piensa entonces.
Ana María: Esto es una vergüenza, a mí que me lo expliquen.
Emilio: pero es que además, si nos atienden uno por uno nos estaremos aquí toda la tarde.
Ana María: Toda la tarde y toda la noche, eh, que me lo expliquen, porque yo con los grifos
abiertos, pagaré una fortuna de agua.
Emilio: ¿quiere que le calcule el gasto?
Todos: ¡No!
Lili: ¡No!
Emilio: ¿Grosso modo?
Todos: ¡que no!
Lili: ¡que no!
Blanca: (se para y acude a la ventana) ¿Les importa si abro mientras esperamos?
Ana María: ¿Para qué?
Blanca: pues porque seis personas en una misma habitación con tanta (la abre) gripe, bronquitis,
faringitis, laringitis y me quedo corta… muy sano no es.
Ana María: afuera está bastante fresco, lo que vas a conseguir es que nos enfermemos todos, eh,
digo yo no sé.
Blanca: Dos minutitos y cierro (regresa a la silla).
Federico: ¡Pelotuda!
Blanca: Gracias.
Ana maría: (santiguándose) ¡Jesús, María y José! Este hombre no se cansa.
Emilio: (sentado viendo una revista) Pues bastante rato se ha aguantado. (Música. Blanca, desde
su lugar cerca de la ventana, empieza a respirar profundamente. Otto camina pisando las revistas
hasta llegar a un estante y empieza a acomodar cosas. Emilio se acerca a él). ¿qué, buscas algo?
Otto: No, no, no, no, estoy dándole… armonía, al conjunto. ¿A nadie le molesta el desorden? (Lili
levanta la mano en señal de afirmación).
Ana María: (Molesta) A mí lo que me molesta es que nos tomen por idiotas.
Emilio: ¿Pero qué desorden ves tu aquí?
Otto: No está simétrico.
Emilio: Báh, (regresando con todos) este se va a llevar el premio. (Junto a Federico) ¿y usted qué
problema tiene con las terapias de grupo?
Federico: No me gustan, no me gustan las terapias de grupo. Siempre se han reído de mí (todos
ponen atención a Federico) y con los años cada vez lo aguanto menos.
Blanca: Yo personalmente no he venido aquí a reírme de nadie.
Ana María: Yo tampoco, se lo aseguro.
Emilio: ¿Lo ves, Federico? Usted tranquilo.
Lili: ilo, ilo, ilo, ilo, ilo, ilo,ilo,ilo,ilo… (Todos sorprendidos voltean a ver a Lili que está de espaldas,
Ana María se santigua, Otto se asusta y tira lo que está ordenando. Cuando termina su ataque los
voltea a ver sonriente. Silencio y quietud).
Otto: (como si nada hubiera pasado) Pues yo he ido a un montón de terapias de grupo y ahí nadie
se burló de nadie. ¿Por qué no hacemos lo que ha dicho la chica? (avanza arrastrando las revistas
y toma una pelota).
Ana María: ¿el qué?
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Otto: (caminando entre las sillas) una ronda de presentaciones. (Se sienta en el centro) Venga,
¿quién empieza? (Todos los ignoran. Lili se gira miedosa) venga, venga… Bueno, pues empiezo
yo.
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¿no? Pero si eres optimista, ¿Cuál, cuál será tu color? (silencio, haciendo caras de que no saben)
¿El rosa?
Ana María: ¡Menuda Estupidez!
Emilio: ¿y eso dónde lo ha leído?, ¿en la Biblia?
Otto: Lo tengo, mi color es el verde.
Blanca: ¡El verde, fenomenal! Y ¿por qué?
Lili: te lo ha pegado.
Blanca: ¿el qué?
Lili: te lo ha pegado.
Blanca: ¿el qué?
Otto: bueno, realmente porque es el color que está a mitad del arcoíris. Está el rojo, naranja y
amarillo de un lado, azul, índigo y violeta del otro y en el centro…
Blanca: El verde.
Ana María: ¿y eso no es una estupidez? (Risita sarcástica) A mí que me lo expliquen.
Emilio: (enojado) Pero el qué señora, (se levanta) ¿qué quiere que le expliquen?
Ana María: (Cerrando la Biblia y enojada) El sentido de la vida por ejemplo, ¿Por qué nacemos
donde nacemos? ¿Lo elegimos cada uno o es “abitrario”? ¡No entiendo!
Lili: Arbitrario, arbitrario.
Ana María: ¿y yo qué dije?
Emilio: Pues eso pregúntaselo al amigo este invisible con el que habla todo el rato.
Ana María: ¿De qué amigo invisible habla? Yo solo hablo con el señor.
Emilio: Pues eso, el señor invisible (ríe).
Ana María: (se para molesta) ¡me voy! Es usted un maleducado, ¿lo sabía? Ya no hay respeto en
este país (va hacia una puerta y aparece en la puerta la recepcionista que no la deja pasar.
Regresa y habla con calma). Me acabo de acordar que tengo que comprar un trituradora de
lechuga, a ver si por fin encuentro una que funcione.
Emilio: pues no la compre usted en el chino.
Ana María: ¿entonces dónde la voy a comprar si no?
Federico: en la ferretería, por ejemplo.
Blanca: (acercándose a Ana María) Relájese, Ana María, lo hacen para tomarte el pelo.
Ana María: si estoy relajada. No sé de qué hablas. (Molesta mirándola fijamente) ¿Por qué lo
dices? ¡Dime!
Emilio: Pues entonces anímese señora, venga.
Ana María: Oye, (A Blanca) ¿Este rubio es tuyo...tuyo? (le juega el cabello) o ¿es de tinte? (Blanca
sale corriendo al baño con cara de sufrimiento). ¡Ja! Otra, qué tal, ¿se habrá ofendido por algo?
(Se regresa y se sienta, ríe). Y luego me dice que me relaje. (Ríe) A mí que me lo expliquen.
Emilio hace señas a Otto para que tire la pelota a otro persona y se lo tiran a Ana María que está a
espalda de ellos, se molesta pero se guarda el enojo, no participa, Federico toma la pelota.
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Emilio: “Su señoría, con todo respeto…” (Hace una señal obscena con la mano y ríe). Perdón, es
que yo soy muy bromista, perdónenme no puedo evitarlo. Ya me irán conociendo, es que… (se
tapa la cara con la mano para ocultar su risa).
Federico: Así que aquí en Carmen decidí dedicarme a una actividad que pudiera hacer en mi
casa. Así que empecé a vender aves. (Emilio se aguanta las ganas de reír). Pero terminaban
devolviéndome todos los loros que vendía, decían que estaban muy mal educados, que eran
demasiado groseros. ¿Y qué iba hacer? Me los quedé, pobrecitos.
Emilio: ¿y usted no está casado?
Federico: No. Estuve a punto una vez. Esmeralda. Pero supongo que tuvo miedo de que en vez
de que dijera “Sí, quiero” al cura, le dijese algo inapropiado.
Emilio: Lógico, pobre chica.
Federico: Pobre yo.
Otto: Federico, y ¿cuál es su color?
Ana María: (Risa sarcástica) ¡Ay si el color! No se olvide, ¿eh? Que es muy importante saberlo.
Emilio: No se meta y usted a lo suyo. Y rece, rece por nosotros.
Ana María: Pues eso estoy haciendo.
Federico: Mi color. Esperanza.
Lili: ¿y qué color es ese?
Otto: ¿esa no es una canción?
Emilio: Bueno también puede ser un color. Federico emplea una licencia poética.
Lili: ¿y qué color es ese?
Federico: El único color en mi vida era ella, esa es la verdad, y la perdí. (Suspira con un tic que
detiene con la mano).
Ana María: Pues ánimo que la “esmeralda” es lo último que se pierde.
Lili: “Esperanza”… esperanza.
Ana María: ¿y yo qué he dicho?
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Federico: Pero piense que ese defecto suyo, si lo es, lo convierte en alguien brillante.
Otto: a ver, a ver, a ver, ¿Cuántos días son 25 años?
Emilio: eeehh, 9,131… contando los bisiestos.
Otto: Pero eso es…. Bien muy bien.
Blanca: ¿y cuántos minutos?
Emilio: 13 millones, eh,148 mil, eh, 640.
Federico: ¿Lo vieron? Sin pensarlo un segundo. Es como yo digo, es un genio.
Ana María: deberíamos comprobarlo, digo yo, ¿Cómo sabemos que no nos está tomando el pelo,
eh?
Emilio: compruebe, compruebe.
Ana María: ahora no me viene bien porque no tengo calculadora.
Lili: Yo sí.
Emilio: y también hay otro tema. Mi mujer… exmujer.
Lili: (afirmando) Yo sí.
Emilio: dice que tengo la enfermedad del coleccionista.
Ana María: Ay, su mujer, pobrecita, ¡el cielo se habrá ganado aguantándole! (se santigua).
Emilio: Gracias, eh, simpática.
Federico: yo he oído algo sobre eso, ¿y qué colecciona?
Emilio: Pues… cosas. (se levanta a recoger las revistas que dejó tiradas Otto) Cosas que uno
nunca sabe cuándo las va a necesitar. Sabes, piezas de electrodomésticos, (deja las revistas en la
mesa) bolsas de plásticos, computadoras, bicicletas, cartones de bingo.
Federico: ¿Cartones de bingo?
Emilio: Boletos de lotería.
Federico: ¿Boletos de lotería?
Emilio: Oye, es que algunos tienen números muy curiosos. (se sienta) En fin para mí un hobby y
para ella…
Federico: un infierno.
Emilio: ¿tan raro es?
Federico: No, no, no, lo estoy juzgando. Perdón. Aquí estamos todos en el mismo barco.
Emilio: Pues venga, ahora sí que no te libras Blanca Nieves. Te toca. (Blanca se para para
esquivar la pelota, Emilio se la tira y ella se hace a un lado, al esquivarla le pega a Federico).
Federico: ¡Puta madre!
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Lili: (fastidiada se gira hacia ellos y dice rápido lo repetido) ¿Otra vez? ¿Siempre, siempre? Casi
siempre. A veces, también repito las ultimas sílabas de lo que dicen los demás. No (se calma),
desde que murió mi padre.
Otto: ¿y qué pasa si no repites algo?
Lili: No, desde que murió mi padre. (Ríe y después todos ríen) Tengo miedo de morirme (todos
dejan de reírse, Lili deja de reírse de último y muy seria y preocupada dice lo último), tengo miedo
de morirme. (Pausa).
Otto: (acercándose a ella) Pero eso es fenoo… extraordinario. ¿Tú sabes que repetirlo todo es el
colmo de la simetría?
Lili: Ah, pues gracias, eso me anima. (Pequeña pausa) Ah, pues gracias, eso me anima.
Blanca: (acercándose e interponiéndose entre ellos) ¿y tu color?
Lili: Gris gris. Pensé que me daría suerte (Otto va a sentarse).
Blanca: ¿Ah sí? ¿Por qué?
Lili: (Iba a retirarse pero se gira hacia Blanca de nuevo) Gris gris. Pensé que me daría suerte
(avanza un poco mientras Blanca la sigue).
Blanca: ¿Por qué? ¿Por qué?
Lili: (se gira hacia Blanca) El Gris gris es un amuleto africano de la suerte. ¿No lo sabías?
(Comienza a retirarse).
Blanca: No, no lo sabía.
Lili: (se gira hacia Blanca) El Gris gris es un amuleto africano de la suerte. ¿No lo sabías?
Blanca: No, no lo sabía, no.
Ana María: Yo no quiero ser negativa, pero, para mí, también tienes un problema con el teléfono.
Ahí lo dejo.
Lili: y usted, con la dislexia.
Ana María: ¿Qué?
Lili: (más fuerte) y usted, con la dislexia. (Desesperándose al ver con poca carga su celular)
¿Dónde hay un enchufe? (Desesperándose más) ¿Dónde hay un enchufe?
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Ana María: (Regresa). ¿La pregunta es para que te la conteste? (Sale un momento).
Otto: Quiero decir que son pensamientos, nada más. Estoy seguro que usted no sería capaz ni de
matar a una mosca.
Ana María: (Regresa) No estoy de acuerdo. A veces creo que puedo ser muy muy mala, como si
otra persona estuviera dentro de mí, o dos o tres. (Se toma un vaso de agua y sale un momento).
Recepcionista: (entrando) Toc, toc, ¿se puede? (ríe) Muchas gracias. En nombre del doctor, él
estará muy orgulloso por su paciencia.
Federico: Esto se está pasando ya de castaño oscuro.
Recepcionista: No quiero que se me enfaden (Limpiando los lentes) pero aun no puedo
localizarlo.
Federico: Hijo de mil putas.
Recepcionista: Negaré que he escuchado eso, pero he podido hablar con Aviación Civil, y una
secretaria muy amable me ha informado que el avión ha despegado, y muy posiblemente con el
doctor dentro.
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Blanca: (Golpea con las manos el mueble más cercano) ¿“muy posiblemente” qué significa?
(todos volteando a ver a la recepcionista). (Blanca, Ana María y Lili, se ponen de pie para irse).
Ana María: ¡Un año esperando para esto! ¡A mí que me lo expliquen!
Recepcionista: Les aseguro que el doctor moverá cielo, mar y tierra para atenderles a todos esta
tarde. Pero muy tarde.
Ana María: me acabo de acordar que dejé encendidas las velitas de santa Águeda y Santa Eulalia
de las que soy muy devota.
Blanca: Yo me voy.
Lili: ¡Es una tomadura de pelo!, ¡es una tomadura de pelo!
Recepcionista: ¡pero no se pongan así, estas cosas pasan! (Las mujeres salen y detrás de ella la
recepcionista).
Emilio: ¿ustedes qué harán?
Federico: Pues prisa no tengo.
Otto: yo también me quedo.
Emilio: debemos pensar algo porque las chicas se van.
Federico: ¿Qué más hacían en la terapia de grupo?
(Las chicas bajando las escaleras, por los pasillos de las butacas).
Recepcionista: ¡El doctor está más angustiado que nadie por este contratiempo!
Ana María: ¿Contratiempo? Es una vergüenza. ¡Adiós!
Recepcionista: Si se van, no les garantizo un turno por un año como mínimo, eh.
Blanca: Yo pienso presentar una queja al Colegio de Psicólogos.
Recepcionista: Piensen que son unas afortunadas, el doctor viajará la próxima semana a
Vancouver, los Ángeles, luego a Alaska, China, Hawai. Hay pacientes importantes que esperan la
terapia del doctor.
Ana María: Ya le dije que me voy y me voy.
Lili: Y yo. Y yo.
Otto: (desde el escenario) Chicas, ya que estamos aquí y hay buena onda, se me ocurre una idea.
Blanca: (las chicas se detienen) ¿Qué idea?
Recepcionista: (A Otto) Muchas gracias.
Otto: (En la habitación, caminando en la silla) ¿Por qué no hacemos que el grupo sea el doctor?
No sabemos si el doctor Palomero va a llegar o no.
Recepcionista: Yo… no voy a opinar.
Otto: Bueno.
Recepcionista: Yo… no voy a opinar.
Otto: Bueno… Yo una vez participé en una terapia donde se plantea un ejercicio fenomenal.
Blanca: (regresando con las chicas al escenario) A mí, a mí una vez mi psicólogo me ordenó
comer en un restaurante… pero no pude. Soy muy precavida, siempre llevo una muda de ropa
encima.
Otto: Por favor, solo pido un poco de concentración. El grupo se centrará en una persona por 3
minutos…
Blanca: sin tocarse espero.
Otto: …con la intención de desbloquear el problema.
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Ana María: Pero ¿cómo vamos a solucionar los problemas que venimos arrastrando por años en 3
minutos de nada, hombre? (Riendo incrédula) Perdona pero a mí todo esto me parecen sandeces.
Lili: eces eces eces eces eces eces (Ana María se santigua).
Federico: ¡Mierda! ¡Cagada! ¡Pendejete! ¡Mojón!
Emilio: (Riendo emocionado) ¡Epa, impresionante cadena!
Ana María: ¡por todos los cielos! ¡Usted debe dormir como un lirón!
Otto: (Habla de carretilla) Si nosotros no somos capaces de respetarnos a nosotros mismos
teniendo los mismos problemas, ¿cómo podemos esperar que la gente sea tolerante con nosotros?
Recepcionista: yo solo les diré una cosa. El chico no va mal encaminado. (Acude a la puerta de la
sala de espera) Juro que no le diré nada de esto al doctor (hace una seña de guardar silencio y
sale).
Otto: Muchas gracias.
Federico: A ver si entiendo. Lo que estás planteando es que todos deberemos enfrentarnos a
nuestro TOC delante de los demás, ¿es eso?
Otto: Exactamente, total no tenemos nada que perder.
Federico: (levantándose de la silla) Pues yo me ofrezco para ser el primero, como conejillo de
Indias. Si es que nadie tiene inconvenientes.
Ana María: (levantándose de la silla) Pues yo la segunda.
Emilio: ¿No decía que era sandeces?
Lili: eces eces eces eces eces eces.
Ana María: Ya que estamos en el baile.
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Emilio: Es que esto nos pasa por tomarnos la terapia por nuestras manos.
Regresa Otto con el vaso de agua.
Ana María: Aquí están (sus llaves. Todos hacen un respiro de alivio).
Federico: ¿Se siente mejor?
Ana María: Ay no, no es la primera vez que me sucede esto (toma el vaso con agua de Otto)
Emilio: Pero estuvo muy bien. Resistió como una campeona.
Ana María: Gracias, querido. Por un momento pensé que iba a morir, ¡imagínate qué ridículo!
Federico: Espasmofilia. No es nada grave.
Ana María: Pero qué barbaridad, usted tiene nombre para todos, a mí que me lo expliquen.
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Blanca entra al baño y empieza a lavarse las manos, y encuentra a la recepcionista fumando, al
momento finge e intenta sacar el humo del baño.
Emilio: Dale, avanza, ¿te empujo?
Otto: ¡no!
Lili: hazlo por mí. Hazlo por mí. Si lo haces te doy un…. Eso. Hazlo por mí. Hazlo por mí. Si lo
haces te doy un…. Eso.
Otto: ¿y qué es un… eso?
Ana María: un beso, idiota. ¡Qué juventud!
Lili: uno o dos… Uno o dos.
Otto: a pues eso es Feenooo… voy.
Emilio: venga coño (empujando a Otto, quien empieza a caminar entre las líneas sin tocarlas,
hace movimientos extraños). Nada. No las está pisando.
Ana María: (le venda los ojos a Otto) Confía en el señor, el guiará tus pasos.
Emilio: el señor Emilio. Venga, dale.
Lili y Ana María brincan en el sillón. Emilio toma de la mano a Otto y lo ayuda a caminar.
Lili y Ana María: ¡Otto! ¡Otto! ¡Otto!
Emilio: No las está pisando. Es como si tuviera un radar interno.
Otto: Claro, claro, son años de experiencia.
Ana María: Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del señor…
Emilio: ¡Vamos, campeón! (le alza la venda de los ojos a Otto y ve que está pisando raya). Muy
bien. (Otto ve que está pisando raya, grita espantado y se avienta a los brazos de Emilio).
Emilio: Pues el taxista, este viaje te lo piensa cobrar, ¿eh?
Otto: Lili, lo siento muchísimo en verdad pero esto es imposible.
Lili: Da igual, el esfuerzo tiene la misma recompensa. (Lili besa a Otto. Emilio intenta irse) Da
igual, el esfuerzo tiene la misma recompensa. (Lili besa a Otto).
Emilio: ¿Ya? (Camina para dejar a Otto en un sillón. Entra Blanca).
Blanca: Qué, ¿cómo ha ido la cosa?
Federico: Del carajo.
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los brazos y la lleva a un cuarto, cierra la puerta de golpe cuando termina de hablar Lili) ¡no veo
mucha solidaridad de tu parte, pero si eres capaz de abandonarnos ahora! (Gira hacia la puerta)
¡No, no, no, no… (Sigue hablado pero muy bajo).
Blanca: (Enojada) Pero tú quién te crees que eres (pequeña pausa y abofetea a Emilio).
Emilio: (sorprendido) Pe…
Ana María: (Santiguándose) Es que te volviste muy violento.
Emilio: Bueno, lo siento señora, no tenía ganas de escuchar a la repetidora decirlo todo otra vez.
(Camina hacia la puerta)
Otto: Los metí en un lío y hemos fracasado estrepitosamente.
Sonido de puerta al abrirse. Federico sentado al fondo. Todos en silencio.
Federico: Yo no estoy de acuerdo.
Lili: (gritando y tocando la puerta) ¡pero déjenme salir! (tocando la puerta, Otto la abre, sale Lili)
¡pero déjenme salir! (Otto voltea a ver a Lili, Emilio se acerca a Federico).
Emilio: Amigo, ¿se encuentra bien?
Federico: Voy hacerte una pregunta, pero quiero que me la respondas rápidamente sin pensarlo,
¿de acuerdo?
Emilio: de acuerdo. De acuerdo.
Federico: Bien, aquí va. ¿Cuántas veces se ha santiguado Ana María durante la última hora?
Rápido.
Emilio: eeehhh, ¿cuántas veces…?
Federico: ¿…se ha santiguado en la última hora?
Emilio: ¿en la última hora? Mmm
Federico: Grosso modo, ya sabes.
Emilio: Grosso modo… (pequeña pausa) no lo sé… Es que no lo sé.
Ana María: ¿y por qué no lo has contado? ¡Ahora me siento culpable!
Federico: y hay más… a ver, ¿Cuántas palabrotas han salido de mi boca durante las dos horas?
¿Lo sabes?
Emilio: ¿Palabrotas?... eehh… madre mía.
Federico: ¡¿lo sabes?!
Emilio: mmm… bastantes
Blanca: (sorprendida) no lo ha contado.
Emilio: pues parece ser que no. Que no las he contado.
Otto: Eso es genial, eh.
Emilio: Claro, es que estaba tan concentrado en lo que estaba pasando, que no conté.
Federico: ¡ahí está la solución!
Ana María: Me perdí.
Federico: Pensar menos en nosotros mismos.
Emilio: Sí, pero, ¿cómo se logra eso?
Federico: Pues apagando más a menudo el interruptor que tenemos en el cerebro. Pero
pensemos todos. ¿Ocurrió alguna otra vez? (Pausa pequeña) ¡A ver, creo recordar! Cuando Ana
María, se asfixiaba, Otto fue a buscar un vaso de agua para ella y… y…
Otto: ¿Caminé sobre líneas? (sorprendido) ¡Caminé sobre las líneas!
Lili: ¡Es verdad!... ¡Es verdad!
Federico: y luego, cuando fuiste a consolar a Lili, igual…
Otto: (sorprendido tomando de las manos a Lili) ¡Caminé sobre las líneas!... ¡Caminé sobre las
líneas!
Lili: ¡Es verdad!... ¡Es verdad!
Emilio: y no solo pisaste una, pisaste por lo menos unas 16 o 18, grosso modo.
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