Antes-de-Que-Te-Vayas - Rafael Chaljub Mejía PDF
Antes-de-Que-Te-Vayas - Rafael Chaljub Mejía PDF
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Chaljub
Mejía
C O L E C C I O´ N
CENTENARIO
G R U P O
´
LEON JIMENES
Rafael
Chaljub
Mejía
COLECCIÓN
CENTENARIO
G R U P O
L E Ó N
JIMENES
ISBN: 99934-23-29-7
9 Presentación
11 Del autor a los lectores
15 Prólogo. El merengue: para reencontrarnos con lo que somos
2. LOS PERSONAJES
179 Cara a cara con los personajes
181 Agapito Bonilla Estévez
185 Alcedo Espinal Ureña
189 Américo Ramírez Valdez
193 Antonio Abréu
199 José Arsenio de la Rosa Caba
203 Aurelio Surún
207 Blanca María Díaz Martínez
211 Carmelo Díaz Alcántara
215 Carmelo Duarte Polanco
221 Cuta Martínez
225 Clemente Villa
233 Daniel Santana Guzmán
237 Delio Tavárez
241 Diógenes Jiménez Peralta
245 Dionisio Mejía
251 Facundo Trejo Peña
255 Francisco Ulloa
261 González Alvarado Pereira
269 Gregorio Medina Rodríguez
273 Inocencio Gálvez Soliver
277 Isaías García Henríquez
281 Isidoro Flores Castillo
285 José Erasmo de la Rosa Lora
289 Juan Balbuena
293 Juan Bautista Pascasio Tavárez
297 Juan Rodríguez Parra
Antes de que 301 Juan Pérez Batista
te vayas... 305 Juan Tirado Henríquez
309 Leonardo Marte Figueroa
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
311 Lidia María Hernández López
315 Manuela Josefa Cabrera Taveras
321 Mariano Salomé García Martínez
8 325 Miguel Santana
329 Milcíades Hernández Rosa
333 Nicolás Delmiro Francisco Ulloa
337 José Nicolás Gutiérrez Tejada
341 Pedro Santana de la Cruz
343 Rafael Casiano Arias Gerónimo
347 Rafael Francisco Ulloa
355 Ramón Amador Gué o Ramón Madora
361 Ramón Amézquita Díaz
369 Ramón Rafael Ramos Román
373 Ramón Román Ulloa
377 Rufino Abréu Santos
381 Silvano Capellán Santos
385 Teófilo Bello
389 Tomás de la Rosa Caba
393 Tomás Rodríguez Martínez
395 Toribio de la Cruz Polanco
397 Vicente Antonio Martínez Martínez
403 Zenón Valerio Recio
407 Índice Onomástico
Presentación
PARA EMPEZAR LA HISTORIA LES DIRÉ que mi pasión por el me- Antes de que
te vayas...
rengue de enramada no es de ahora. Yo vengo de Nagua,
una tierra de acordeonistas y poetas naturales, y desde un RAFAEL
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principio me gustó esa música libre y alegre, que llegó a ser
el personaje inolvidable de mi infancia.
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Siempre hubo una versión urbana del merengue, más
pulida y elaborada, el merengue de orquesta; pero lo mayo-
ritario fue el merengue típico rural, el de enramada y de
gallera, o merengue de línea, como también suele llamársele.
Ese ritmo, inicialmente basado en el acordeón, la güira
y la tambora, lo adoptó el pueblo y lo hizo suyo espontánea-
mente a finales de los setenta del siglo diecinueve, y se tocó
y se bailó a través de los tiempos. Después de los cambios
políticos y sociales iniciados en el país en 1961, esa variedad
de nuestra música folclórica cayó en crisis y lucía estanca-
da. Entonces, surgió Tatico Henríquez, a la cabeza de una
nueva generación de acordeonistas, que renovó, evolucionó
y modernizó el merengue tradicional y, sin matarle su esen-
cia, lo puso al día con las exigencias de la nueva época. Aho-
ra, sin embargo, al merengue de línea lo están dejando aban-
donado.
Hoy se menosprecia y se pierde el arte libre y espontá-
neo de otras épocas; la comercialización del arte y la publi-
cidad comercial imponen la música. Así, mientras el me-
rengue urbano de orquesta, al estilo tradicional, ya ha des-
aparecido casi totalmente, y la generalidad de los combos
y las agrupaciones musicales lo sustituye por un merengue
“electrónico”, espectacular y sumamente acelerado; en la
mayor parte de los conjuntos típicos se ha impuesto un esti-
lo también acelerado, al que le llaman “merengue con
mambo” o “a lo moderno”, que se aleja cada vez más del
merengue de línea, y trata de copiar al de los combos y los
grupos urbanos. Se dice que eso es lo que vende, y como
Antes de que vivimos en una sociedad de mercado, sería absurdo oponer-
te vayas...
se a lo inevitable.
RAFAEL No me opongo, ni mucho menos, a que surjan nuevas
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formas musicales con el nombre de merengue, ni a que cada
quien escoja la de su gusto. Pero, antes de que el merengue de
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enramada se acabe de morir de abandono y melancolía, he
querido escribirle algunas cosas, y lanzar un grito para que
se evite su desaparición completa. Porque estoy consciente
de que si desaparece, se pierde un importante valor folclórico
y cae por tierra otro atributo de la identidad dominicana.
Así es, que aunque tiene su inevitable dosis de sentimen-
talismo, este libro es, ante todo, parte de mi larga lucha y de
mi vieja resistencia en favor de la nación y de la integridad
de sus buenas tradiciones y valores. Por eso he tratado el
tema con la merecida seriedad.
Esta obra recoge mis recuerdos y vivencias directas con
el merengue típico rural y los merengueros; pero es también
resultado de una larga investigación que empezó hace más
de siete años, hecha en los escenarios donde nació y cobró
vida el merengue de enramada, y en el trato personal y cara
a cara con sus intérpretes y conocedores.
Ahora, quiero pedirles excusas por la mala calidad de
algunas de las fotos que ilustran este libro. Créanme, que
puse todo mi empeño en ese aspecto. Porque las fotos re-
fuerzan lo que dicen las palabras; y porque quise hacer un
acto de justicia y rescatar del anonimato y del olvido en que
injustamente han estado sepultados, los nombres y los ros-
tros de verdaderos padres del merengue de línea, como el
gran maestro Matoncito; como Juan Bautista Pascasio, Mi-
nar Martínez y otros, de los cuales casi nadie se ocupa en
estos tiempos.
Yo perseguí esas fotografías con apasionada tenacidad,
viajé por pueblos y campos, me valí de amigos y colabora-
dores, y de gente que las ha conservado como reliquias. Al- Antes de que
te vayas...
gunas son fotos viejas, maltratadas por los años, pero son
las únicas que estuvieron a mi alcance y, con las debidas RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
excusas, aquí se las presento.
Por otra parte, debo ser justo y saber agradecer. Al vete-
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rano folclorista Aurelio Surún; al maestro don Chichito Vi-
lla y su esposa doña Teresa de Villa; al Viejo Ca; a don Mil-
cíades Hernández y su esposa doña Sención de Hernández;
al maestro Rafelito Román, a don Fello Francisco; y a mu-
chos otros que son mencionados oportunamente en dife-
rentes lugares de la obra; por su asesoría, sus consejos, y
por el desinterés con que me ayudaron, sin exigir ni esperar
recompensa.
Concluido el libro, era evidente que el costo de su pu-
blicación sobrepasaba en mucho mis modestas posibili-
dades. Pero desde un principio, conté con las orientacio-
nes y diligencias de personas amigas como Persio Maldo-
nado, Miguel Decamps, Huchi Lora, Fausto Rosario
Adames y don Tomás Pastoriza; y al final del esfuerzo,
con la buena disposición del Grupo León Jimenes, en las
personas de don Eduardo y don José León Asensio. A estos
últimos agradezco su generoso patrocinio y, especialmen-
te, la recompensa moral que significa la confianza que
me dispensaron.
Finalmente, quiero reconocer el acierto y la fortuna de
que el diseño y la terminación de esta obra se confiara a la
consagración profesional de Lourdes Saleme y Ninón León
de Saleme.
Y si algo me falta, es hablarles del trabajo fotográfico y
de la amorosa e infaltable compañía de mi esposa Dulce.
Ambos queremos dar fe de que al final de esta jornada, el
mejor tesoro que nos queda es la nueva cantidad de amigas
y amigos que hemos conseguido por todo el país.
Antes de que Aquí termina mi trabajo, por ahora. Los dejo con esta
te vayas...
obra en las manos y con la invitación gentil a leerla y a juz-
RAFAEL garla con todo el derecho y la mayor autoridad. Ya no me
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pertenece, es de ustedes. De nadie en particular es el folclor,
sino del pueblo; dueño legítimo y auténtico del merengue
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de línea y vientre fecundo del que han surgido los persona-
jes que, a lo largo de más de cien años, han dado vida y
cultivado esa parte de la identidad dominicana. Aquí está
ese merengue de pueblo, que no debiéramos dejar que se
nos vaya, y aquí están muchos de sus grandes intérpretes y
forjadores.
RAFAEL CHALJUB MEJÍA
Prólogo
El merengue: para reencontrarnos
con lo que somos
Santo Domingo, R. D.
Febrero, 2002.
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ORÍGENES Y TRAYECTORIA
del Merengue de Enramada
El folclor de mi lugar de origen y yo
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CUANDO LOLO REYNOSO OYÓ TOCAR A ÑICO LORA quedó maravi- Antes de que
te vayas...
llado de aquel niño que manejaba con tanta habilidad el acor-
deón, aunque las fuerzas apenas le permitían sostenerlo entre RAFAEL
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las manos. –Tu serás la luz de la música en Santo Domingo–
le dijo Lolo al niño músico.
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Esto se lo contó Ñico personalmente a Huchi Lora, su
pariente, en una entrevista que éste le hiciera, y reseña de la
cual salió en El Nacional del 30 de septiembre de 1967.
Así, Huchi hizo un importante aporte a la historia del
merengue y del folclor, porque en esa reseña se consignan
informaciones históricas y datos biográficos de Ñico Lora,
obtenidos de la mejor fuente, de labios del propio perso-
naje.
El escenario del encuentro de Lolo Reynoso y Ñico
Lora pudo haber sido algún bohío de suelo polvoriento
de un campo de la Línea; pero Lolo tenía concepto para
apreciar las cosas relativas al merengue y a los músicos.
El era José Dolores Reynoso –Lolo–, nativo de Licey, La
Vega, uno de los primeros en aprender el manejo del ins-
trumento llegado de Alemania, y en eso de tocarlo fue tan
alto su progreso, que Juan Antonio Alix le hace un gran
elogio en una de sus celebradas décimas, fechada a 17 de
noviembre de 1898:
El non plus ultra acordeón / nombrado Lolo Reynoso /
con su pájaro armonioso / honrará esta diversión … /.
Desde esa altura, Lolo Reynoso oyó tocar al niño Ñico, y
ahí mismo hizo su profecía. Aún cuando era pequeño ya
Ñico Lora daba indicios de su excepcional talento. –Yo nací
con una música natural–, le dijo a Huchi el viejo Ñico, que
al momento de la entrevista se acercaba a los cien años, pero
conservaba tanta lucidez que aún se inspiraba, componía
merengues y tocaba su adorado instrumento.
Cuando era muy pequeño, relató Ñico, él gorjeaba una
Antes de que música “muy extraña” pero cadenciosa. Y en Navarrete ha-
te vayas...
bía un señor que se disfrazaba en el carnaval y tocaba el
RAFAEL acordeón. Un día escuchó al niño gorjeando y le dijo a la
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tía y madre de crianza de Ñico: –Préteme su muchacho pa
que hagamo cuaito–. Hecho el trato, dice la reseña perio-
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dística, salían juntos y luego de que el señor tocaba el acor-
deón, anunciaba que actuaría “la maravilla” y sacaba al niño
de un saco. Ñico comenzaba a gorjear, hacía ademanes de
que tocaba un acordeón y así la función se ponía más inte-
resante.
Ñico explica cómo siguió desarrollándose: –Esa músi-
ca rara como que se me salió, pero después cogí un acor-
deón en mis manos por primera vez en mi vida, y a los
quince días toqué mi primera pieza… De ahí en adelante
fui adelantando, adelantando… y la gente buscándome para
tocar fiestas–.
La vena artística de este singular genio campesino esta-
ba entonces en sus arranques. Dice el historiador puerto-
plateño don Rufino Martínez, en su Diccionario Biográfico
Histórico Dominicano, que en tiempos del gobierno del ge-
neral Lilís, y cuando era jefe en Santiago el también general
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SE DICE QUE CUANDO DIOS TERMINÓ DE HACER EL MUNDO y ya se iba Antes de que
te vayas...
a descansar, se dio cuenta de que se le olvidaba algo; enton-
ces volvió al trabajo, hizo las manos de Tatico, y las preparó RAFAEL
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especialmente para que manejaran el acordeón y tocaran el
merengue.
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Parejo con esa expresión del fanatismo, corre un viejo
decir en los campos del Nordeste, donde hay gente que ase-
gura que los Henríquez de los campos de Nagua “nacen con
la música en la sangre”.
Los partidarios de esa leyenda creen encontrar razón en
lo siguiente: Bilo Henríquez era un destacado acordeonista.
Juan Henríquez –Bolo–, era hermano de Bilo. Bolo dejó tres
hijos músicos, uno de los cuales era Tatico, que de su parte,
dejó también un hijo acordeonista, Fari Henríquez.
Altagracia García –Chara–, fue mujer de Bolo, y de la
relación entre ellos nació Domingo García Henríquez. Ese
era un nombre propio, pero ese nombre propio dice poco,
porque la popularidad se la ganó el apodo. Domingo se con-
virtió en Tatico, y Tatico se convirtió en leyenda.
Esta otra gloria del merengue nació el 30 de julio de 1943,
en Los Ranchos, una comarca que, como Mata Bonita, los
Antes de que
te vayas...
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Tatico Henríquez.
que se–. Para empezar, Tatico se abrazó al acordeón y lo apretó
contra su pecho, como si buscara en esa acción la habilidad y
el valor que tal vez pensó que le faltaban. Eso, lo de tocar con el
instrumento pegado contra el pecho, al parecer, no estaba den-
tro de las formalidades y las reglas de un estilista de la cate-
goría de Matón, quien enseguida interrumpió a Tatico, le re-
tiró suavemente el acordeón y le dijo con autoridad de profe-
sor: –No, no, amiguito, así no se toca, así no se toca–. Esto
sucedió dos veces, porque el aprendiz repitió su error; y a la
tercera, ya el jovencito iba tocando correctamente, como Ma-
tón quería, y cantando los versos de uno de los más famosos
merengues de por allá, por la costa arriba:
Antes de que Salí por la playa abajo / a ver si olvidar podía / y mientras
te vayas...
más caminaba / más presente te tenía / … / la culebra en el
RAFAEL camino / la pisan los caminantes / la mujer del hombre pobre /
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no se puede poner guantes / … /.
En esa ocasión Tatico tocó con un arte y una destreza
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muy superiores a las que demostraba habitualmente. Todos
quedaron gratamente sorprendidos, y no pocos de los que
allí se hallaban se dieron cuenta desde entonces de que se
estaba ante un músico de extraordinarias proyecciones.
También Matón quedó admirado, y allí mismo le reconvino
al joven acordeonista el hecho de que no pusiera más amor a
su arte y de que no se le acercara a recibir las lecciones que el
viejo maestro estaba dispuesto a darle para que despegara.
–Visíteme, que yo puedo enseñarle mucho–, le dijo Matoncito.
Pasó algún tiempo, Tatico como que se perdió de la vista
de sus compueblanos. Y sería a comienzos de 1966, recién pa-
sada la Guerra Patria, cuando en los campos de Nagua se oyó
con curiosidad que, con el acompañamiento y a nombre del
Trío Reynoso, sonaba por la radio la voz para nosotros fami-
liar, de Tatico Henríquez. Era que el talento despertaba y una
nueva estrella del merengue tradicional empezaba a brillar.
El maestro Pedro Reynoso se había muerto, y Tatico ve-
nía a sustituirlo al frente del trío que ahora quedaba sin di-
rector. Las manos ágiles y expertas de Reynoso ya no podían
seguir tocando, y le correspondió a las de Tatico reemplazar-
las. Las mismas manos que, según el fanatismo, hizo Dios
trabajando horas extras, para que se ocuparan del merengue.
Con Tatico, el merengue típico que estaba entonces tan
necesitado de un empuje para recuperarse, adquirió nueva
fuerza y alcanzó puntos más altos que nunca, en la época
que entonces se iniciaba. El hizo con el merengue típico,
algo parecido a lo que Johnny Ventura, Féliz del Rosario y
otros grandes músicos de la ciudad, hicieron con el meren-
gue urbano. Los versos de un merengue grabado por el maes- Antes de que
te vayas...
tro Bartolo Alvarado, expresan el reconocimiento que se le
debe a Tatico por esa obra de rescate: RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Estaba en el suelo el merengue / cuando Tatico surgió /
con su forma de tocarlo / él fue que lo levantó / … /, se dice
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entre otras cosas, en la referida grabación.
Con Tatico se produjo una gran evolución del merengue
de enramada. Ese merengue tradicional requería para re-
surgir y reafirmarse, de un estilo más vivo, más dinámico y
más intenso, tal y como lo demandaban las nuevas realida-
des, y Tatico respondió a esas exigencias y lo modernizó,
pero sin desnaturalizarlo, sacarlo de su marco rítmico ni de
su organización musical.
El merengue se puso más a tono con sus nuevos simpa-
tizantes, aunque es preciso decir que, por seguir la corriente
de aceptación del público, en algunos momentos, sobre todo
en sus actuaciones en vivo, Tatico aceleró el merengue más
de lo necesario.
De todos modos, nació un estilo fuerte y consistente, sa-
lido de un acordeón que las manos de Tatico manejaban
con tanto acierto y tanta capacidad de digitación, al punto
de que cuando él actuaba todo el ambiente se llenaba de
música. El merengue al estilo pambiche no había encontra-
do muchos intérpretes tan diestros y vigorosos, hasta el punto
de que a partir de Tatico, surgió en algunos la equivocada
creencia de que el pambiche había nacido en Nagua.
Por otra parte, hay números instrumentales, como Las
Siete Pasadas, En el Jardín del Edén, y otras ejecuciones de
Tatico, ante las cuales, conocedores del arte musical quedan
maravillados de que alguien saque notas y acordes tan varia-
dos a un instrumento tan sólo de dos tonos como es el acor-
deón diatónico. Basta oír la forma en la que, en medio de una
ejecución, aquel soberbio acordeonista se introduce en com-
Antes de que plicadas pasadas y momentos que parecen desviarlos del eje
te vayas...
de la pieza, y cómo, sin perder el compás ni la armonía, todo
RAFAEL retorna elegantemente a su debido curso y se sigue la música.
CHALJUB MEJÍA
El merengue de letras tristes y amargas fue una heren-
cia del pasado, especialmente del período trujillista, y sigue
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siendo un reflejo del medio social de pobreza y opresión
que vive la mayoría del pueblo dominicano. Tatico no pudo
evitar en su canto esas letras de tristeza y amargura:
Cuando yo me muera / díganle a Dolores / que vaya a mi
tumba / a ponerme flores / … Se murió mi padre / se murió mi
abuela / se me está muriendo / la familia entera /.
Aún así, el suyo fue un merengue sumamente alegre y
positivo.
Igualmente, a personas sencillas y llanas de su región de
origen y de diversos lugares del país, los convirtió en per-
sonajes famosos en los ambientes merengueros. Compuso
también en honor a sus grandes amigos de otras zonas; a
German Pérez, de Laguna Salada; a Radhamés Guerra, de El
Mamey; a Luis Francisco, de Fundación; a otros “viejetes”
como Jorge Collado –Lalán–; Octavio Acosta, Toño Colón,
Negro Cruz, Pedro Oggí, unos de Santiago, otros de ciudades
y campos de la Línea Noroeste; a Félix Lora, de Nagua; y a
muchos más que fueron compañeros de parranda de Tatico
y siguen siendo devotos de él en la amistad.
En cuanto al ajuste de su conjunto, hay que atribuírselo
a su capacidad de director y también a la calidad de los mú-
sicos de que supo acompañarse. Ramón Tavárez –Manón–,
El Viejo Ca, Domingo Peña Florián –El Flaco–, Papito –El
Flechú–, Pancholo Esquea, fueron algunos de sus tambore-
ros; Domingo Reynoso, Milcíades Hernández y Julio Henrí-
quez fueron tres de sus güireros; Manolo Pérez –Nolo–,
Manochí y otros hicieron de marimberos; todos, junto a saxo-
fonistas como Miro Francisco y Daniel Cabrera –Dany– y a
contrabajistas como Víctor y El Mulo, tocaron con El Astro Antes de que
te vayas...
y formaron con él una agrupación líder en el nuevo auge
que recobró el merengue. RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Tatico también fue innovador; tenía una extraordinaria
imaginación creativa como lo demuestran los versos, las pasa-
145
das y movimientos que introducía en sus interpretaciones, y lo
prueba también cómo incorporaba nuevos y más modernos
instrumentos a su conjunto, y los sabía organizar de forma tal
que cada uno de ellos jugara su papel. El acordeón era el ins-
trumento líder, y si el saxofón le acompañaba, a este le tocaba
ir subordinado al acordeón, “haciéndole fondo”, como dicen
algunos músicos, y respondiéndole. En algunas grabaciones
se escucha la voz de Tatico que le ordena a su saxofonista:
–¡Entra ahora, Miro!–; o: –¡Eso es tuyo, Dany!–. Cuando no,
con un grito de: –¡güira, Julio!–, le ordenaba a su hermano
Julio que arreciara el sonido de la güira; o con alguna exhorta-
ción parecida animaba a Manón, al Flaco o al Viejo Ca, a repi-
car con más entusiasmo la tambora.
En el merengue de Tatico Henríquez quien disfruta de la
güira puede seguirla perfectamente; lo mismo sucede con el
golpe rítmico de la tambora, que entonces no se perdía, como
sucede ahora, en el sonido de la conga ni en las explosiones
del drum.
Tatico Henríquez tenía una inteligencia natural fuera de
lo común. No se cultivó en la escuela ni su don de músico se
pulió en academia alguna, pero gracias a la habilidad de
que estaba dotado, enriqueció el merengue y la cultura mu-
sical con sus aportes. No alcanzó altos niveles como compo-
sitor, pero demostró que también tenía condiciones en este
aspecto, y de cualquier ocurrencia componía un merengue
en poco tiempo. La Balacera, por ejemplo, nació de una ca-
sualidad. El había ido con Lalán Collado y otros amigos a
comerse un chivo a casa de don Antonio, el padre de este
Antes de que último, en Altamira.
te vayas...
Se le ocurrió a los dos amigos ponerse a disparar al aire,
RAFAEL Tatico con su revólver 38 y Lalán con su pistola. Vino la Po-
CHALJUB MEJÍA
licía al tiroteo y se los llevó a ambos hacia el destacamento
del poblado, adonde tuvieron que pasar la noche. Y en el
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mismo cuartel, Tatico hizo la música y le puso las letras a
uno de sus más célebres merengues:
Tatico y Lalán / allá en Altamira / “amanecién” presos / por
tirar pa’ arriba / … viejete Lalán / siendo un reportero / allá en
Altamira / se volvió un vaquero / … viejete Lalán, tenemos otro
chivo, / pero en Altamira / no tiro más tiros / … viejete Lalán /
aunque yo me muera / yo no vuelvo a armar / otra balacera /.
Y además de sus composiciones, Tatico Henríquez hizo
otro aporte importante, al recoger merengues del folclor, y
adornarlos con la interpretación que sólo un talento y una
capacidad de arreglista como los suyos podían darles, para
dejarlos así sellados a la memoria musical del país, y como
parte de un valioso patrimonio discográfico.
Grabó numerosos merengues de viejos compositores
como Ñico Lora, Prieto Tomás, Juan Bautista Pascasio, Toño
Abréu y muchos otros, pero los que más utilizó fueron los
de Matoncito, fáciles de distinguir por el sabor poético que
su creador le imprimía. Aunque cayó en el viejo mal de gra-
bar esos merengues sin darle el correspondiente crédito a
los verdaderos autores, lo que hay en esto de desleal, queda
subsanado por el valor histórico que tiene el que tales pági-
nas del folclor musical pudieran preservarse.
Le corresponde así a Tatico Henríquez el mérito de ha-
ber evitado que merengues tan antiguos como El Telefonema,
de la autoría de Ñico Lora, se perdieran. Ese merengue que,
por el personaje al que alude y la escena que evoca, debe de
haber sido compuesto a finales del siglo diecinueve, era del
todo ignorado por más de una generación:
Iba para la estación / junto con Pedro Pepín / a poner un Antes de que
te vayas...
telefonema / un telefonema / para Guayubín / … /.
Gracias a Tatico, esa y otras viejas composiciones hoy se RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
disfrutan y se preservan como parte del registro del folclor
nativo.
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En cuanto a la voz, la de Tatico era completamente na-
tural, una voz llena, que subía en tonos altos y bajaba con
toda belleza, sin quebrarse. Esa voz nunca fue educada en
escuelas de canto, sino en el ejercicio mismo del dueño, que
la manejaba con gracia, con destreza y originalidad propia
de los grandes vocalistas.
Respecto al contenido, el de Tatico no fue un meren-
gue político, y ni siquiera tuvo un tinte marcado de de-
nuncia social. Pero estuvo vinculado a su pueblo, y fue un
interesante reflejo de la sicología, la cultura y la vida coti-
diana de la gente, con los vicios y las virtudes de la mis-
ma. Por eso fue un factor más de refuerzo a la identidad
dominicana.
En cuanto al tema de la mujer, la producción merenguera
de Tatico no superó la tradición, ni estuvo al margen de la cul-
tura predominante en la sociedad dominicana. Hubo por un
lado páginas tan duras y violentas contra la mujer como
aquella según la cual:
La mujer es una fiera / que no se puede aguantar / y por
mucho que quiera el hombre / no se deja dominar / … /.
Pero grabó igualmente merengues con letras extraordi-
nariamente tiernas y amorosas, como aquellas del meren-
gue La Mujer es una Flor y otros del mismo contenido elo-
gioso al género femenino.
Aquel músico impetuoso, inteligente y ágil trabajaba
constantemente y se empeñó en recibir lecciones de viejos
maestros, especialmente de Matón, que se iba a Santiago, a
casa de Tatico y pese a la parálisis que le afectaba un lado en
Antes de que los tiempos finales de su vida, exprimía sus escasas energías
te vayas...
y le daba instrucciones a su joven discípulo.
RAFAEL Llegó la hora en que Tatico Henríquez debió sacarle tiem-
CHALJUB MEJÍA
po a otros asuntos sublimes, y entonces pensó con seriedad
en el matrimonio. El 4 de marzo de 1972, en medio de una
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rumbosa fiesta en la cual el propio Tatico tocó a más no
poder para sus parientes y su legión de amigos, tuvieron
efecto en casa de los padres de la novia, allá en Las Gordas,
las bodas del artista con Elba Chaljub Mejía.
El matrimonio se asentó en Santiago, porque eran la
Línea y el Cibao los principales escenarios de Tatico, y por-
que él tenía el compromiso de tocar todas las tardes en la
emisora Radio Quisqueyana, bajo el patrocinio de una reco-
nocida firma licorera.
Para el 1976, el merengue típico, que 15 años atrás esta-
ba en decadencia, había alcanzado un sitial sin precedentes
en la audiencia y la predilección del público. Puede decirse
que las manos virtuosas de Tatico lo recogieron del rincón
en que amenazaba con entrar en agonía, y le devolvieron la
fuerza y el prestigio; ahora estaba de pie, con un nuevo y
más actualizado estilo, y junto a eso, con un valor como
Antes de que
te vayas...
El día de sus bodas, Tatico y Elba, en la casa paterna de esta,
en Las Gordas, Nagua. RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
149
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
SIEMPRE HUBO Y HABRÁ QUEJAS Y PROTESTAS ante los grandes cam- Antes de que
te vayas...
bios y las innovaciones del merengue. Las hubo cuando el
merengue suplantó a la tumba como principal baile nacio- RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
nal; cuando el acordeón desplazó a la guitarra; y a lo largo
del tiempo nunca han faltado las críticas y lamentaciones
165
contra los cambios en el merengue.
Lo que en estas líneas se plantea es diferente. Aquí hay
críticas a ciertas tendencias, y sobre todo un llamado a pre-
servar determinados valores folclóricos y culturales. Pero
no se está tratando de impedir que surjan distintas formas y
nuevos estilos del merengue. Eso sería antidemocrático, ya
que en el arte hay que permitir que la creación fluya y se
manifieste libremente; sería también erróneo porque en las
diferentes formas del merengue, en mayor o menor medida
se expresa el sentimiento de una porción del pueblo. Opo-
nerse a las nuevas formas del merengue, además de inútil,
sería tan anacrónico, como el oponerse a viajar en automó-
vil, porque en otros tiempos nuestros bisabuelos viajaban
en carretas.
Todo debe evolucionar. La sociedad actual ya no es la mis-
ma de otros tiempos, y si el merengue se hubiese quedado en
los moldes y estilos en que se tocaba y se bailaba en los tiem-
pos del Guayubín y el Juangomero, ya hubiese desapareci-
do totalmente. Afortunadamente el merengue típico tradi-
cional también fue evolucionando. A principios del siglo
veinte, a los tres instrumentos originales del merengue de lí-
nea se le sumó el saxofón; muchos tríos y conjuntos usaron
por un tiempo la marimba, luego esta fue sustituida por el
contrabajo eléctrico; y en cuanto al ritmo y su forma de eje-
cución, al merengue también se le incorporó el pambiche.
Asimismo, el merengue tradicional tuvo una gran evolu-
ción, y se puso al día con los nuevos tiempos, tras la liquida-
ción de la tiranía trujillista. Para que saliera de la crisis en
Antes de que que cayó después de la muerte de Trujillo, se ajustara a las
te vayas...
exigencias de una sociedad que empezaba a salir del estan-
RAFAEL camiento en que la mantuvo la tiranía, y se levantara de
CHALJUB MEJÍA
nuevo en el gusto musical de la gente, era preciso imprimir-
le al merengue una mayor intensidad, hacerlo más dinámi-
166
co y ligero y agregarle una cadencia más rápida que el ritmo
lento en que se venía tocando.
Eso se logró, y el merengue de línea evolucionó y se ajustó
a los nuevos tiempos, gracias a Tatico Henríquez, Bartolo
Alvarado, Paquito Bonilla y a muchos otros grandes músi-
cos de la generación que Tatico encabezó. A partir de ahí se
había establecido un nuevo estilo, pero sin romper con los
fundamentos básicos del género.
Sin embargo, detrás de esa evolución indispensable, ha
venido otra cosa, y lo que gana cuerpo ahora va alterando
sustancialmente la estructura, la forma de ejecución y la base
rítmica y la esencia típica del merengue; todo en nombre
del modernismo.
A este cambio han contribuido determinadas circuns-
tancias, que tampoco se deben pasar por alto. Con el pro-
ceso de éxodo del campo a la ciudad y con la crisis de la
agricultura, provocada por la políticas económicas neolibe-
rales de las últimas décadas, se ha acrecentado la tendencia
a la disgregación del campesinado y en ese medida el me-
rengue tradicional ha ido perdiendo su antigua base social y
su ambiente natural.
Además, la competencia comercial en el terreno del arte
y de la música, ha hecho aparecer una enorme cantidad de
variedades y formas musicales, y aquí no ocurre como suce-
de en países como Cuba, donde los diferentes ritmos nacio-
nales tienen distintas denominaciones y su nombre propio.
El cha cha cha, el danzón, el son montuno, el habanero, la
guaracha, por ejemplo. En nuestro medio, es al revés y todo
o casi todo lo que se inventa, se copia, se “fusila” o se produ- Antes de que
te vayas...
ce se bautiza como merengue, y bajo ese nombre se lanza al
mercado, a la conquista del público. RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Por ejemplo, el muy popular y celebrado Toño Rosario,
canta su famoso merengue “A lo maco”, ataviado extrava-
167
gantemente con una larga falda, con el pelo teñido de rubio,
peinado con trenzas, calzado con botas propias para cami-
nar en la nieve, y con otras prendas que tienen muy poca
relación con la tradición, los hábitos y los valores típicos y
culturales dominicanos.
Hace algún tiempo, un cantante apodado El Zafiro, ad-
quirió su mayor popularidad cuando se presentaba en los
escenarios vestido como español, con sombrero flamenco y
ofrecía al público un repertorio compuesto por viejas can-
ciones gallegas y andaluzas, tocadas y cantadas en tiempo
de merengue al estilo urbano acelerado.
Un entendido en asuntos musicales hacía notar que una
de las más aclamadas grabaciones de Wilfrido Vargas y su
orquesta, El Jardinero, tenía música de Colombia, de Bra-
sil, expresiones verbales de Haití, mientras la parte hablada
era vocalizada en inglés.
A todo esto, se le llama aún, merengue dominicano, y
con ese nombre, esa presentación y ese contenido se le ven-
de al público, que en su deseo de diversión y su inclinación
a “lo moderno”, lo acepta y lo disfruta con todo el entusias-
mo, por lo cual ha llegado a convertirse en lo dominante.
En una sociedad como la actual, distante ya de la so-
ciedad campesina de antaño, y en medio de la competen-
cia por el control del comercio de la música y el disco, no
sería realista pretender que el merengue típico propiamen-
te dicho, aquella expresión musical espontánea y román-
tica, tenga la misma fuerza y el mismo poder de convoca-
toria que tuvo en el pasado, cuando la realidad social era
Antes de que otra.
te vayas...
Por eso, no tiene sentido lanzarse al ruedo a atacar y a
RAFAEL perseguir a muerte las distintas variantes del merengue, por-
CHALJUB MEJÍA
que todas tienen perfecto derecho a la vida y cada quien
tiene derecho a inclinarse por la de su preferencia.
168
Pero no por eso hay que dejar que el merengue tradicio-
nal se muera o termine convertido en pieza de museo, cuan-
do, por el contrario, debiera preservársele en todo lo posi-
ble. Por su inmenso valor folclórico y cultural, y porque, a
pesar de todo, sigue siendo una expresión musical muy fuer-
te, un componente legítimo de la identidad de la nación, y
con amplio arraigo y extensas simpatías en el sentimiento
de una importante porción del pueblo.
Si esa variedad se extingue, la identidad nacional y la
nación misma sufrirán un nuevo golpe. Y aquí cabe reiterar
la diferencia histórica entre las quejas que se escucharon en
el pasado, por los cambios en el merengue, y la advertencia
que aquí se hace por lo que puede ocurrir ahora.
Cuando el merengue de guitarra suplantó a la tumba y
se hizo dominante, el pueblo dominicano aún estaba por
afirmarse como entidad independiente; la nación misma
andaba en busca de fortalecer muchos de sus atributos y le
faltaba aún mucho camino por andar.
En cambio, cuando alrededor de los años setenta y en el
discurrir de los ochenta del siglo diecinueve, el merengue
de acordeón, güira y tambora, fue adoptado por la mayor
parte de la población, ese género musical se convirtió en el
principal aire folclórico, aunque no único, de un pueblo y
una nación mucho más definidos y maduros que en tiem-
pos del tránsito de la tumba al merengue de guitarra.
El merengue de güira, tambora y acordeón lo adoptó la
mayoría de manera espontánea, sin la intervención desen-
frenada del mercado ni de la propaganda comercial de los
medios de comunicación; la gente lo hizo suyo libremente Antes de que
te vayas...
por que se vio representada en él con más fidelidad que en
ningún otro ritmo. RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Ramón Arcadio de la Cruz, de ochenta y seis años, que
nació, se hizo hombre, reside y aún trabaja la agricultura en
169
Hatillo Palma; cuenta que en muchas fiestas acompañó como
güirero a Ñico Lora, por los campos y poblaciones de la
Línea. Al hablar para el autor de estas líneas, el 2 de febrero
del 2001, en su vivienda allá en la Línea, contaba don Arca-
dio que en cualquier fiesta, y en el momento menos pensa-
do, a Ñico Lora le surgía la inspiración, tocaba un meren-
gue nuevo en algún punto de esa zona, y sin que hubiese
radio ni televisión, “al poco tiempo ese merengue estaba to-
cándose y bailándose en el Cibao entero”.
Precisamente fue esa la forma espontánea en que el me-
rengue típico se arraigó en la simpatía del pueblo y se hizo
parte del patrimonio cultural de la nación. Y eso tuvo efecto
cuando el pueblo dominicano ya era adulto y la nación había
pasado por pruebas tan graves como la de la proclamación
de la República en 1844; la de las guerras de independencia
durante once años contra Haití; la Guerra de Restauración
contra España; y la lucha contra los intentos de anexión a
Estados Unidos promovidos por Báez durante el sangriento
período de los Seis Años.
Fueron el pueblo y la nación que se habían templado en
esas grandiosas jornadas, los que hicieron del merengue de
acordeón, güira y tambora su principal símbolo musical; de
él hicieron un instrumento de resistencia, un arma política
que se utilizó en los campos de batalla, en las trincheras y
las barricadas, y con ese género como insignia, los domini-
canos siguieron su marcha por las dilatadas sendas del por-
venir.
Aún en los peores tiempos de tragedia nacional, como
Antes de que los de la tiranía de Lilís, los de la ocupación militar yanki de
te vayas...
1916 a 1924, así como en los treinta y un años del trujillismo,
RAFAEL el pueblo dominicano encontró alivio a su desgracia y no
CHALJUB MEJÍA
permitió que le mataran su buen humor y su alegría, y para
ello contó con la ayuda del merengue típico, entre muchas
170
otras expresiones de su espíritu.
Esa manifestación artística, como otras surgidas de lo
hondo de su ser, moldeó el alma y el temperamento, la per-
sonalidad y el sentido de lo nacional del dominicano, y si-
guió con él en su incesante peregrinar.
Y ahora, cuando la esencia tradicional y más folclórica
del merengue se descarta, es preciso lanzar un grito más
por su preservación. No se trata de entrar en la discusión,
sin fin ni ganadores, de si lo que está sustituyendo al meren-
gue típico tradicional es merengue o no es merengue; de si
se trata de una renovación y modernización de la música
folclórica y de si lo que se está tocando, tanto en los grupos
y combos urbanos, como en los conjuntos típicos de disco-
teca y de car wash, es mejor que el merengue típico de Ñico
Lora y Matoncito; de Pedro Reynoso y Tatico Henríquez.
Allá cada quien con sus preferencias.
Además, aunque no debiera andarse a la ligera con los
símbolos de la identidad nacional como la bandera, el es-
cudo, el himno nacional, los monumentos históricos, las
fotos de los patricios y los demás elementos fundamenta-
les que representan la nación, aquí, cada quien ha hecho lo
que ha entendido pertinente y ha creado e inventado según
su gusto.
Hubo una oportunidad en la que hasta el Himno Nacio-
nal fue “renovado” y tocado “a lo moderno”, en presencia
del presidente de turno, doctor Leonel Fernández.
Luego, en ocasión de la fiesta nacional del 27 de febrero
del 2001, un himno a la bandera fue tocado y bailado a gol-
pe de “rap” y hasta al mismo Duarte lo “rapearon”, también Antes de que
te vayas...
en presencia del presidente Hipólito Mejía; cuando un gru-
po de jóvenes se subió a una tarima, coreó, saltó y “rapeó” RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
un conocido himno en honor al Patricio.
El merengue típico está sujeto a las influencias de esa
171
violenta marejada de deformaciones y a las exigencias de la
competencia comercial, y esto exige que se sea hasta com-
prensivo con los acordeonistas de estos tiempos. No hay ra-
zón para tratar de restarle la calidad que tienen muchos de
ellos como músicos. Ahí están los nombres de Bartolo Alva-
rado, Rafelito Román, Francisco Ulloa, Lupe Valerio, Fa-
cundo Peña y otros de tanto talento como ellos, cuya cali-
dad nadie puede poner en duda
Ellos, casi todos, están conscientes del problema y sa-
ben que el merengue tradicional está siendo suplantado por
un estilo acelerado al extremo, que desorganiza y, como se
dice en los medios típicos, “saca el merengue de su centro”.
Muchos grandes merengueros confiesan, que por el ca-
mino que van las cosas, el merengue tradicional quedará
relegado al punto de que va ser difícil oírlo en bailes y fies-
tas comerciales. Todos, o casi todos, lamentan la situación
y algunos se esfuerzan hasta donde pueden por mantener
vivo el estilo tradicional.
Pero, frente a esa ineludible realidad, no tienen más re-
medio que adaptarse o morir. Se adaptan al merengue de
discoteca “a lo moderno”, o se liquidan como empresarios y
como músicos. No pueden votar por el suicidio económico
de ellos mismos, y no tienen otra opción sino tocar como el
comercio del arte y de la música lo demanda. Porque, des-
pués de todo, “eso es lo que vende”.
Sin embargo, aún dentro de esa borrascosa marejada,
no hay razón valedera para dejar que otro importante valor
de la cultura nacional se pierda, por lo que una vez más hay
Antes de que que clamar por la preservación de lo que el merengue tradi-
te vayas...
cional representa.
RAFAEL En ese sentido, tres son los sectores que con más solici-
CHALJUB MEJÍA
tud debieran ponerse a la cabeza de un esfuerzo serio. Por un
lado, los trabajadores del arte y la cultura popular, tanto los
172
intelectuales con posibilidades y capacidad para la investiga-
ción y la elaboración, como aquellos activistas culturales y
organizaciones avanzadas, que están vinculados directamen-
te al pueblo y defienden a la nación y los valores verdadera-
mente populares, así sea nadando contra la corriente.
Igualmente, en la labor de defensa y preservación de algo
de tanto interés cultural y folclórico, debieran comprome-
terse instituciones y personas del sector privado, con la sufi-
ciente dosis de sentido de lo nacional.
Y por otro lado, está la función insustituible y primor-
dial del Estado y las instituciones oficiales. Sobre todo, aque-
llas que por su propia naturaleza tienen el deber de preser-
var y difundir los atributos culturales de la nación.
Hay que luchar porque alguna vez al folclor se le otorgue
el lugar que merece en los programas oficiales de educa-
ción, y porque al educando se le haga comprender el papel
de nuestros aires musicales, especialmente el del merengue,
sus orígenes, su historia, su rol en la afirmación de la iden-
tidad nacional y en las luchas y vivencias de la gente.
En entrevista concedida al autor, el 14 de febrero del 2001,
el infatigable folclorista Dagoberto Tejeda Ortíz, habló de la
necesidad de crear la Casa del Merengue, donde hallen ca-
bida los viejos y nuevos practicantes del género, y, bajo el
debido estímulo del Estado, encuentren campo libre la ins-
piración creativa y la habilidad de cada amante o practican-
te de la música típica. El profesor Tejeda Ortíz habla con
toda la autoridad que le asiste a quien ha dedicado su vida a
luchar por preservar y divulgar las tradiciones populares y
muchos de los más auténticos rasgos y valores del pueblo Antes de que
te vayas...
dominicano.
La Casa del Merengue podría crearse en provincias y mu- RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
nicipios, y en ellas, además, se contribuiría a la mejor for-
mación folclórica de los propios acordeonistas y demás mú-
173
sicos típicos, de manera que a estos se les enseñe a valorar
la importancia y la amplia significación del merengue, y ad-
quieran mayor conciencia de la responsabilidad que asu-
men cuando lo manejan.
Ese ritmo que ha servido a lo largo de la historia para que
el pueblo se refleje a sí mismo, y en muchas ocasiones ha
sido convertido en arma política y en instrumento de denun-
cia, necesita intérpretes con una formación y un concepto
mucho más amplio y profundo que el que se forma cuando el
único y exclusivo interés es la búsqueda de ganancia y el cál-
culo comercial. Eso no se logra sin un esfuerzo educativo que
incluya a los propios acordeonistas y demás ejecutantes del
merengue, y en ese sentido los medios de comunicación del
Estado debieran ponerse al servicio de esa labor.
Autoridades con sentido y con conciencia de su respon-
sabilidad, podrían hacer el debido aporte a la preservación
de expresiones del folclor como la mangulina, el carabiné y
los atabales, que, especialmente por desidia oficial y no por-
que el público las rechace, se han ido hundiendo irremedia-
blemente en el olvido.
Por ejemplo, hace ya bastante tiempo, el maestro Rafael
Solano hizo una labor de recuperación de la mangulina sureña,
y con la orquestación que el talento musical de Solano le agre-
gó, la mangulina fue aceptada por la gente, que la disfrutó y
la bailó con sorprendente entusiasmo. Es una prueba de que
la calidad conquista simpatías, de que no es cierto que sólo la
banalidad y la extravagancia calan en el público y de que para
ser “moderno” hay que degradar la música folclórica y el arte
Antes de que popular.
te vayas...
Asimismo, con el respaldo y el estímulo moral y mate-
RAFAEL rial del Estado, los buenos compositores, incluyendo parte
CHALJUB MEJÍA
de la intelectualidad con disposición para la composición,
se animarían a producir, encontrarían una alternativa dife-
174
rente a la que los controladores del mercado del arte han
impuesto, y así, el merengue en muchas de sus variedades,
podría superar la crónica pobreza que afecta las letras y la
música de gran parte de las grabaciones que de él se lanzan
al mercado en estos tiempos.
Con esas acciones, y otras que los expertos aportarían,
se contribuiría a evitar que después de pasarse más de cien
años acompañándonos, el viejo y querido amigo, el meren-
gue típico tradicional, se quede sólo, y después de una vida
tan alegre, termine por morir de melancolía, abatido bajo el
árbol sin flores del olvido, para dejar tan sólo el rastro de su
paso por la historia y las huellas sembradas en el alma de un
pueblo que una vez lo hizo suyo y por medio de él expresó
sus más genuinos y auténticos sentimientos.
Antes de que
te vayas...
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
175
YA QUE HEMOS TRATADO CON BASTANTE AMPLITUD acerca del meren- Antes de que
te vayas...
gue; es bueno completar la obra hablando de los que fueron y
han sido sus arquitectos y protagonistas. Aquí van las rese- RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
ñas biográficas de algunos de ellos, como una simple mues-
tra de la larga legión de músicos, compositores y pilares del
179
merengue, que merecen ser mencionados y reconocidos.
Vayan las debidas excusas a Américo Durán y Cumelo
Jiménez, puertoplateños; a Félix Moreta –El Indio Bravo–,
de Baní; a Marquito Santos, de Gurabo; a su hermano Chichí
Santos; a Pedrón; a Julián Ramírez y su hija acordeonista,
Raquel Arias; a Quico, el del Patio de Joseíto Mateo; a An-
drés Rodríguez, el de Hatillo Palma; a Agapito Pascual, de
Mao; a músicos de antaño, como Mercedes Amézquita, her-
mana de Matoncito; a Menelo, el de El Palito Aletreao, Río
San Juan; y a los cientos y cientos de acordeonistas, extin-
tos o presentes, que se quedan sin la mención que ellos me-
recen en estas páginas. Pero no caben todos, por ahora, y ya
en futuras ediciones haremos el esfuerzo correspondiente
para ampliar la cantidad de biografías.
Además, debe tenerse en cuenta que eso de escribir bio-
grafías no es tarea fácil, si quien se embarca en ella se esmera
en hacer las cosas con la debida seriedad. Para eso es preci-
so salir de la oficina, y sobre el terreno, cara a cara con los
personajes, perseguir la verdad y el dato cierto para ofrecer-
los a los lectores. Eso es lo que se ha hecho a lo largo de este
esfuerzo, y aquí tiene el lector la biografía de estos artistas
populares.
Al hablar sobre ellos, se habla de su vida artística, se les
juzga y analiza como cultivadores del arte y del folclor, des-
tacando lo positivo que se pueda encontrar en cada uno de
ellos, con respeto escrupuloso a la vida personal, el buen
nombre y la justa fama a la que cada quien tiene perfecto
derecho.
Antes de que Por último, algo ya muy personal. Yo soy humano y al
te vayas...
abordar esta labor, no puedo evitar poner un poco de pasión
RAFAEL y sentimiento al trabajar los personajes. Se notará que con
CHALJUB MEJÍA
muchos de ellos me involucro en forma muy directa y escri-
bo partes de su biografía hablando en primera persona. Por-
180
que hay casos en que escribo de individuos y situaciones
que los viví o comprobé personalmente, y en última instan-
cia, si esta obra empezó con dos capítulos escritos así, en
primera persona, no hay nada de extraño ni de malo en que
al terminarla haya partes en las cuales se escriba en el mis-
mo estilo.
Queda, a continuación, esta lista de personajes del me-
rengue a disposición de los lectores y al invitarlos a aden-
trarse en la lectura, espero que de ahora en adelante mu-
chos grandes como Matón, que a pesar de su grandeza, son
hoy desconocidos e ignorados, dejen de ser anónimos, y
queden colocados a la altura que les corresponde en la his-
toria del merengue y en la memoria folclórica y cultural de
su pueblo.
Agapito Bonilla Estévez
–Paquito Bonilla–
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Paquito Bonilla y el autor de este libro, Rafael Chaljub Mejía.
183
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NAGUA, QUE HA SIDO TAN FÉRTIL en eso de producir acordeonis- Antes de que
te vayas...
tas, tiene entre sus méritos folclóricos el haber producido a
Blanca María Díaz Martínez, otra de las mujeres audaces RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
que han hecho carrera como acordeonista.
De la sección El Guayabo, de Nagua, hija de Pablo Díaz
207
y Dolores Martínez –Lola–, María nació el 26 de septiembre
de 1968, conforme con datos suministrados por la oficina
de la artista, en Santiago.
Era una niña, y sin que nadie se lo indicara ni sus padres
se opusieran, le salió la inspiración de aprender a tocar como
lo hacía Pablo, su papá, y como también lo hacía Adolfo, her-
mano de María. La música le salió fácil a la niña, y de buenas
a primeras formó un conjunto de niños, con su hermano Ale-
jandro en la güira y su primo Kennedy en la tambora. La
juvenil directora del conjunto se presentaba al público por-
tando un acordeón que parecía más grande que ella, y rápi-
damente adquirió la gracia y la destreza necesarias.
Era ya una jovencita cuando emigró a Nueva York. Allá
inició su carrera artística, guiada por Juan Robles –Purito–,
reconocido artista de la tambora, con quien estuvo María
casada varios años y tuvo dos hijos.
Antes de que
te vayas...
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
208
CARMELO DÍAZ NACIÓ EN JAYABO, SALCEDO, hijo de los agriculto- Antes de que
te vayas...
res Juan Díaz y Nicolaza Alcántara.
Cuando Carmelo tenía cinco años, sus padres emigra- RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
ron y se lo llevaron con ellos hacia el Nordeste, y termina-
ron por establecerse en los campos de Nagua y seguir allí
211
sus faenas agrícolas.
Díaz aprendió a tocar desde muy joven. Tomó lecciones
de Bilo Henríquez, y a lo largo del tiempo se ha mantenido
tocando. También compone. Entre los merengues de este
otro compositor natural, hay varios que han sido llevados al
disco.
Pero la composición que más popularidad alcanzó de
todas las de Carmelo Díaz, fue una titulada El Añoñaíto,
que fue grabada por un acordeonista nombrado Maestro Ka,
poco conocido hasta entonces:
Ay critiana / que yo me vo’a morí / poique de lo bueno / no
me dan a mí / … ay, ay …, ay … /.
El Añoñaíto fue grabado también por el Conjunto Quis-
queya, una agrupación del merengue moderno acelerado,
que durante un tiempo gozó de bastante aceptación en el
público.
Antes de que
te vayas...
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
212
RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
217
Carmelito Duarte.
Carmelito Duarte también compone, y de sus composi-
ciones hay una que ha sido la que más ha sonado y lo ha
hecho más famoso. Las primeras letras de esta pieza son un
verdadero himno al mimo y a la ternura:
Carmelito Duarte / le dijo a Balbina / a tu pequeñuelo /
ponle la mamila /.
–Ahí hubo un error–, me aclaró Carmelito en una entre-
vista periodística que le hice en Las Gordas, el 24 de sep-
tiembre de 1995. –Como usted sabe, Rafael, mi mujer no se
llama Balbina sino Marcelina Hernández, y como debe de-
cir el merengue es de otra forma:
Carmelito Duarte / le dijo a su nena / a tu pequeñuelo /
Antes de que ponle la tetera /.
te vayas...
Pero el error ha perdurado y parece que sin remedio,
RAFAEL porque además de la primera grabación que fue hecha por
CHALJUB MEJÍA
Mario García, ese merengue también lo grabó Tatico Henrí-
quez y lo cantó con las mismas letras con que lo grabó Gar-
218
cía, y después de ahí es difícil borrarle de la memoria colec-
tiva el nombre de Balbina. Pero eso nunca quitará el que
todo el amor del corazón de Carmelito se concentre, como
siempre, en su adorada Marcelina.
En la actualidad, Carmelito Duarte sabe sobreponerse al
peso agobiante de sus setenta abriles y sigue trabajando en la
pequeña y modestísima vivienda en que le han pasado los años.
Allí lo encontramos Dulce y yo cada vez que vamos a Nagua.
Y así, sigue su vida, entre las piezas de los acordeones y
las herramientas con que los repara, y con el intenso amor a
su querido merengue, aunque lamenta que ya algunas agru-
paciones no lo toquen como él lo aprendió.
–Si usted le pone asunto al merengue que están tocando
muchos grupos de los de ahora, fíjese bien que ya la tambo-
ra no suena tan lindo como sonaba–, comenta Carmelito
con nostalgia.
En eso de sus preferencias por el merengue tradicional,
Carmelito no transige ni un milímetro. De todos modos, se
quiso saber su opinión sobre la música de los combos y las
agrupaciones modernas y se chocó con un muro. –Usted me
perdona, Rafael, pero yo no puedo hablarle de eso, yo le
pongo muy poco asunto a esa clase de música, porque para
mí, el verdadero merengue es otra cosa–, contesta como la-
mentándose de no poder corresponder a la petición de su
amigo.
–Lo mío es el merengue y bregar con los acordeones–,
dice, y es tan metódico en el ejercicio de su profesión, que
me muestra como uno de sus trofeos, un viejo cuaderno en
el cual tiene anotado, uno por uno, con nombres y apelli- Antes de que
te vayas...
dos, a cada uno de los músicos que han sido clientes suyos.
La vida de este hombre inteligente y laborioso ha tenido RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
siempre al merengue como centro, pero no cualquier me-
rengue, sino el único que él considera digno de ese nombre.
219
A él le gusta el merengue de línea, y como sabe que también
a mi me gusta, cada vez que lo visito, ejecuta alguno en ob-
sequio a mi visita. Después de los saludos y comentarios de
rigor, don Carmelo se acomoda en su silla, registra su acor-
deón de veintiuna notas, trovado, arreglado y reparado por
él mismo, y entra a tocar y a cantar uno de los tantos meren-
gues nacidos en los campos de Nagua, en los cuales el nom-
bre de Carmelito Duarte se ha consagrado como una autén-
tica leyenda del folclor y el arte popular.
Cuta Martínez
USTED PERDONARÁ, VIEJO CUTA, porque su biografía no está com- Antes de que
te vayas...
pleta, como dignamente usted se lo merece. Lo mismo que
Ñico Lora, Lolo Reynoso, Manuel Lora, Alcedo Espinal y RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Toño Abréu, fue usted uno de los pioneros del merengue
típico tradicional; así lo dicen numerosos libros; igualmen-
221
te, un merengue hecho famoso por Tatico Henríquez, dice
en uno de sus versos:
La gran tradición / de música criolla / la tocaba Cuta /
también Ñico Lora /.
Pero fuera de ahí fue muy poco lo que se pudo averiguar
sobre usted. En este libro queda un vacío, pero debo decirle,
con el mayor respeto, que no ha sido por falta de diligencia.
Por el contrario, todo lo que se pudo hacer se hizo. Sin
embargo, siempre se chocó con un muro. Y es que todo el
mundo sabe que existió un gran músico apodado Cuta, pero
muy pocos han podido aportar datos precisos como los que
se necesitan para escribir una biografía. ¡Y mire usted, viejo
Cuta, que no quedó piedra sin remover!
Desde las primeras entrevistas en busca de informacio-
nes para esta obra, empezaron las averiguaciones sobre us-
ted. A don Chichito Villa, uno de los acordeonistas de más
edad y más historia, le pregunté con insistencia; y por más
empeño que puso mi buen amigo y consejero en ayudarme,
no pudo. Dice don Chichito Villa que conoció a Cuta, por-
que lo vio en Santiago en una fiesta, pero no estableció rela-
ciones con él, ni lo vio más.
Siguió la investigación y a casi todos los entrevistados y
consultados, jóvenes o viejos, se le solicitaron datos sobre
Cuta. Esperaba obtenerlos de don Fello Francisco, el viejo
roble del merengue, en Guananico, pero tampoco tuve éxi-
to. Apelé a don José Gutiérrez, folclorista, compositor, con
más de ochenta años de vida y amores con el merengue; don
José también toca el acordeón en sus ratos libres, y es un
Antes de que buen compositor; es el autor de La Tradición en que se men-
te vayas...
ciona a Cuta.
RAFAEL Gracias a las desinteresadas diligencias de mi amiga, La
CHALJUB MEJÍA
India Canela, pude ponerme al habla con el señor Gutié-
rrez. Pero por más entusiasmo y cortesía que mostró, este
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reconocido munícipe santiaguero no pudo agregar mucho a
las cosas que yo ya tenía.
Mi tocayo Rafelito Román se interesó en buscar datos
sobre el célebre personaje, y, muy a su pesar, no pudo lograr
nada. Lo mismo que Indalecio Parra, santiaguero, hijo de
Juan Bautista Pascasio.
Mi camarada de partido, Blas Vargas, persiguió a Cuta
en el Archivo Histórico de Santiago, y la suerte de su bús-
queda fue la misma de los otros. ¡Y nada! Ni informaciones,
ni fotos, ni esperanza de conseguirlas. A todos esos amigos
y a muchos más, gracias por su empeño y su voluntad de
cooperación, pero el hecho cierto y lamentable es que los
datos no pudieron conseguirse.
Así ha sido la historia, maestro Cuta. Y como usted no
puede quedarse sin un lugar en esta obra, digámosle al lec-
tor algunas cosas.
Que su apodo era Cuta, y el apellido Martínez, y según
dice don Julio Alberto Hernández, en su libro Música Tradi-
cional Dominicana, era santiaguero; que en el 1921 ya era
un “celebrado acordeonista” y quiso superarse musicalmente
y trató de aprender a tocar guitarra.
No se conocen con precisión composiciones suyas, ni se
tienen informes sobre su estilo como acordeonista; pero
basta con que en numerosos libros su nombre aparezca, casi
invariablemente, junto a los grandes pioneros y constructo-
res del merengue de tierra adentro; lo cual quiere decir que
usted, Cuta Martínez, fue uno de los que le hizo camino al
principal aire folclórico nacional.
Faltaría demasiado por decir; pero al no tener informa- Antes de que
te vayas...
ciones confiables, basten las líneas que anteceden pare re-
presentárnoslo a usted, con su acordeón de una sola carrera RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
bajo el brazo, visitando amigos y alegrando fiestas en las
enramadas de la Línea Noroeste y el Cibao, o sentado al
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lado de Ñico y de Matón, intercambiado opiniones y pasa-
das sobre merengues que a cualquiera de los tres les nacían
del alma.
De todos modos, viejo maestro, quede el merecido reco-
nocimiento y el respetuoso homenaje, ya que fue usted una
de las grandes glorias y leyendas del merengue de gallera y
enramada. Y yo, su admirador, le doy mi palabra de que no
decaerá el empeño por encontrar los datos indispensables,
para que en futuras ediciones, usted tenga su biografía com-
pleta, y se llene así el vacío que involuntariamente ha que-
dado en esta obra.
Clemente Villa
–Chichito–
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HUBO UNA ÉPOCA EN QUE A LOS MÚSICOS no se le andaba buscan- Antes de que
te vayas...
do nombres artísticos, sino que, en muchos casos, se les lla-
maba por el apodo que les ponía la gente. RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
Como las cosas eran tan naturales y espontáneas, ese
apodo se usaba sin añadiduras artificiales; puro, como na-
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cía de la imaginación del pueblo. Y cuando el apodo se
oficializaba y se grababa en la memoria de la gente, casi
borraba el nombre propio.
Así nació y pasó a la fama el apodo de Chanflín. Mencio-
narlo es referirse a un símbolo de la música folclórica, aun-
que muy pocos saben dar detalles ciertos acerca del nombre
propio y la persona real que se identificó con ese famoso
sobrenombre. Para averiguarlo, hubo que viajar expresamen-
te a Moca, al barrio Puerto Rico, a preguntarle a Manuel Pérez
Alba, mocano, nacido en 1933, hijo de un obrero que sabía
tocar la güira y se llamaba Manuel Pérez, y de una ama de
casa llamada Luz Marina Alba.
Manolo Pérez o Nolo, es otra celebridad viviente de la
música típica, después de estudiar música y no terminar su
estudio, se alistó en el Ejército en 1949, fue corneta, tocó drum
y redoblante. En 1957 dejó la milicia, siguió acompañando a
Antes de que
te vayas...
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MARTÍN JIMÉNEZ Y THELMA PERALTA SON NATIVOS DE YÁSICA, Puer- Antes de que
te vayas...
to Plata. Se casaron y se trasladaron a la comunidad
cabrereña de Los Pinitos; y en ese lugar, de ese matrimonio RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
de agricultores, nació Diógenes en 1955.
Desde muy pequeño, Diógenes se iba al conuco con sus
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padres, y como siempre le gustó la música, una vez regresa-
ba del trabajo buscaba el acordeón de su tío Pablo Jiménez
y se ponía a tocar. Por más que Pablo se oponía y metía el
acordeón en una funda y lo colgaba de una alta viga del
bohío, desde que el tío daba la espalda, el muchacho se las
arreglaba y continuaba en sus prácticas.
–Eso de tocar el acordeón nació conmigo–, me dijo Dióge-
nes, en el curso de una entrevista que me concedió en la Capi-
tal, el 2 de noviembre del dos mil. Don Martín terminó por ir al
poblado de Mella, próximo a Río San Juan, adonde Niño Tillá,
le compró a éste un acordeón usado y se lo regaló a Diógenes.
El muchacho siguió la música con más ímpetu, y cuan-
do ya tenía doce años, era un prodigio. A esa edad lo llevó su
papá a la ciudad de Nagua, donde el comerciante Picio Alon-
zo acostumbraba a celebrar un baratillo, y con el fin de atraer
público contrataba a Tatico Henríquez y otros acordeonistas
para que amenizaran el ambiente. De esa manera, el barati-
llo de Picio Alonzo se celebró por años y cada vez más se
convirtió en un festival de merengues.
Cuando Martín Jiménez llevó a Diógenes al baratillo, un
famoso músico de Los Jengibres, llamado Eligio Sení, llevó
también a un hijo suyo que tocaba muy bien el acordeón. Se
decidió hacer una competencia entre los dos jovencitos, bajo
la supervisión de un jurado compuesto por Tatico, Miro Fran-
cisco y el Viejo Ca.
El que resultara ganador recibiría como premio un acor-
deón de los de dos carreras de notas y toda la ropa que quisie-
ra. Ganó Diógenes. Poco después, Tatico terminó por llevár-
Antes de que selo a Santiago y tenerlo en su casa, como su discípulo y como
te vayas...
su ayudante. El jovencito recibía lecciones de Tatico, y cuan-
RAFAEL do venía a Nagua, se iba siempre donde Matón, a El Drago, a
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aprender cosas del viejo maestro. De ahí le vino a Diógenes el
apodo de El Matoncito de Nagua.
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Pero no se separó de Tatico, y llegó a adquirir tal desa-
rrollo y a compenetrarse tanto con éste, que en varios me-
rengues que quedaron grabados bajo la firma de El Monar-
ca, aunque canta Tatico, el que realmente llevaba el acor-
deón era Diógenes Jiménez.
Cuando Tatico murió trágicamente, varios seguidores del
ídolo caído, como Radhamés Guerra, German Pérez, Rafael
Brito, Lalán Collado y otros, se llevaron a Diógenes a San-
tiago, para que recogiera el acordeón de Tatico y encabeza-
ra el conjunto.
Con Diógenes Jiménez como acordeonista se mantuvo el
grupo de los Henríquez, con Saco y Julio entre los integran-
tes. Meses después, Jiménez se separó del conjunto e integró
en Imbert uno propio junto al saxofonista José Cabrera –El
Calvo–. Saco, mientras tanto, se quedó a la cabeza de Los
Henríquez.
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Facundo Peña, en plena acción,
durante un baile en un centro de diversión de La Línea.
FRANCISCO ULLOA ES UN HOMBRE que lleva los sentimientos a flor Antes de que
te vayas...
de piel. Se emociona con humana intensidad cuando relata
algunos pasajes importantes de su vida. Confía en Dios y lo RAFAEL
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invoca constantemente. Cree en la religión católica y en la
Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con una
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fe que parece inconmovible, y dice que le debe a Jesús todo lo
mucho que ha logrado y sobre todo el haber hecho de él “un
músico del mundo pero alejado de la vida mundana”.
Ulloa nació en un campo del municipio de Altamira, lla-
mado Guaranal. Hijo de Ramona Ulloa y de Ramón Ventu-
ra, que era agricultor, carpintero y también tocaba su acor-
deón.
A Francisco, la inspiración por la música le llegó tem-
prano y cree que en esto intervino la voluntad de Dios. Todos
los 16 de julio, don Ramón, el padre de Francisco, celebraba
el día de la Virgen del Carmen. En ocasión de una de esas
velaciones, cuenta Ulloa que se quedó dormido al rumor de
los cánticos que se entonaban a la Virgen, y al despertar y
oír que alguien tocaba un acordeón y ver que era su amigo
Armando Cabrera, fue directo hacia este, le pidió el instru-
mento y le sacó música y empezó a cantar. Desde entonces
todo su empeño fue por hacerse de un acordeón propio. Per-
severante, tenaz, trabajador, lo consiguió reuniendo dinero
peso a peso y centavo a centavo, con el sudor de su frente,
en tareas agrícolas a veces demasiado duras y peligrosas para
un niño tan pequeño como era Francisco todavía. Además,
su papá no quería que el muchacho tocara por temor “a que
se le abriera el pecho”.
Como quien crió a Francisco fue su abuelo Juan Ventu-
ra, éste, como abuelo al fin, estuvo de acuerdo con el nieto,
le ayudó a comprar su primer instrumento, un “acordeón
motón de una sola carrera”, cuenta Ulloa. Siguió tocando,
pero: –Aprendí a tocar la güira, para estar mas cerca del
Antes de que acordeón–, dice.
te vayas...
En una oportunidad recibió de regalo un acordeón nue-
RAFAEL vo, de manos del presidente Joaquín Balaguer. Se fue Fran-
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cisco a la Capital; y con un tamborero apodado Media Libra
y un güirero llamado José, formó el Trío Altamira, compuso
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y llevó al disco sus propios merengues, entre ellos La Lla-
mada, El Tiempo Está Malo, y Si tu Padre te Abochorna.
Francisco Ulloa ingresó a la Policía Nacional, pasó siete
años en esa institución, principalmente en el Departamento
de Operaciones Especiales, como músico. Hasta que Tatico
Henríquez le aconsejó salir de la Policía y dedicarse más de
lleno al arte.
A los mediados de los años setenta cuando se radicó en
Santiago, entró en tratos con el empresario Antonio Ochoa,
a quien, como muchos músicos más, considera un auténti-
co protector del merengue y los acordeonistas, y desde en-
tonces se ha mantenido esa buena relación.
Después de morir Tatico, Ulloa se acompañó de los mú-
sicos que tocaban con el Astro y, con El Flaco, Julio Henrí-
quez, y Dany Cabrera, hizo su primera gira artística por Nue-
va York.
Avanzada ya la década de los ochenta, a causa de graves
problemas de salud, Ulloa salió del escenario, pero se recu-
peró. –Jesús me curó–, dice Francisco, con toda convicción,
y en el 1989, empezó a lograr lo que ningún otro músico
típico había logrado, pasear su arte por las grandes capita-
les y las más famosas ciudades del mundo, entre ellas París,
Londres, Munich, Viena, Francfort, Suiza, Holanda, Bélgi-
ca, Madrid, Lisboa, hasta Tokio en el Extremo Oriente.
Estas giras empezaron en 1990, siguieron año tras año y
en 1993 estuvo Ulloa en la BBC de Londres, donde grabó un
CD y “entró al disco duro de una computadora para proyec-
tarse con su música por todo el mundo”. En todas ellas dio
conciertos este destacado músico dominicano, que incluía Antes de que
te vayas...
en su repertorio desde merengues típicos, pasando por
cumbias colombianas, hasta boleros. RAFAEL
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Cuenta que después de actuar en México, cuando volaba
de regreso a su patria, tuvo un encuentro con el doctor José
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Francisco Peña Gómez y desde entonces se selló en el cora-
zón de Ulloa, una admiración y una amistad que se ha con-
servado invariable más allá de la desaparición física del lí-
der perredeísta. Desde que empieza a contar este pasaje, a
Francisco se le quiebra la voz y las lágrimas le corren a cho-
rro lleno. –Ese fue el hombe que me llegó profundo–, dice
Ulloa con emoción incontenible y los ojos anegados. Peña
lo alentó a seguir en su misión de Embajador del arte y la
cultura del país y relata el merenguero, que cuando pisó tie-
rra dominicana fue al Gordo de la Semana, y ante el direc-
tor de este espacio de televisión Freddy Beras Goico y el
país, cumplió el deseo de Peña Gómez, de transmitirle un
saludo cariñoso y el testimonio de aprecio que el líder pe-
rredeísta le envió al pueblo dominicano.
Francisco Ulloa no dejó de actuar en su país, pero conti-
nuó trabajando en escenarios extranjeros. Muchas veces,
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SI BIEN ES CIERTO QUE NO HA SIDO TAN FÉRTIL COMO EL NORTE, el Antes de que
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Este ha producido y sigue produciendo su buena cantidad
de merengueros. Chichito Villa, Isidoro Flores y Guandulito RAFAEL
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son tres estrellas de una anterior generación de músicos tí-
picos orientales; y entre los del presente se cuenta Inocencio
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Gálvez Soliver –Chimbín–, que es uno de los quince hijos
del agricultor Esteban Soliver de la Cruz y de una ama de
casa llamada Sotera Gálvez.
Chimbín nació el 10 de septiembre de 1956, en El Llano,
localidad campesina de Pedro Sánchez, El Seibo, y, como
en muchos otros casos, cogía el acordeón de una sola línea
de notas que tenía su padre y trataba de sacarle música.
Cuando creció, Chimbín se deleitaba escuchando los me-
rengues de Tatico Henríquez que sonaban en las emisoras
de Santiago, captadas claramente en el Oriente; y por Radio
Seibo escuchaba los merengues del maestro Chichito Villa y
su Trío Seibano, y así se le despertó un mayor entusiasmo
por el arte.
Chimbín compró su instrumento propio, lo mandó a
transportar al taller de un arreglador llamado José Merce-
des, en La Romana, pero no le gustó mucho la forma como
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JOSÉ ERASMO DE LA ROSA LORA –YAN– vino al mundo cuando el Antes de que
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siglo veinte apenas tenía diez años recorridos. Hijo de José
Dionisio de la Rosa y de Mercedes Linda Lora, Yan nació el RAFAEL
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8 de agosto de 1910, al influjo de los aires puros de la cordi-
llera, en Guanajuma, Jánico; y llegó a la música sin andarla
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buscando.
Entre sus antepasados, sólo su abuelo José Antonio de
la Rosa –Toño– tocaba acordeón, especialmente cuando la
quietud de la vida entre los pinares de la serranía o algún
motivo importante, lo inspiraban.
Yan, aunque sentía pasión por el merengue, no tocó sino
cuando ya era un hombre hecho y derecho. Era negociante.
En una ocasión andaba a lomo de mulo, vendiendo andullos
por los campos de Puerto Plata y al tratar con un cliente que
era músico, a Yan se le ocurrió cambiarle uno de sus andullos
por un acordeón. Trato hecho.
Entonces, de regreso a su casa, Yan de la Rosa soltó las
riendas de su cabalgadura, empezó a manipular el instru-
mento que acababa de adquirir, y llegó tocando a Guanaju-
ma. A partir de ahí, el talento natural se encargó del resto, y
Yan no tardó en darse a reconocer como un gran músico.
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Juan Balbuena.
buen cantante, y más que todo, como un productivo com-
positor.
En el 1963, “cuando ganó Juan Bo”, Balbuena vivía en la
Capital y formó un trío en el cual tocaba el acordeón un
músico al que le apodaban Vale. Más adelante, compró un
acordeón y sustituyó a Vale por Arístides Ramírez, un músi-
co y compositor liniero, ya desaparecido, al cual también
Balbuena reemplazó con otro acordeonista de Nagua, cono-
cido sólo como Cieguita.
En 1964, Juan Balbuena se unió al grupo de Bartolo
Alvarado y se quedó en él durante doce años. –Yo le ha-
cía tres trabajos al Ciego, porque tocaba güira, cantaba
y le componía merengues–, dice don Juan. El propio Al- Antes de que
te vayas...
varado reconoce que ha sido Balbuena el compositor que
más merengues le ha dado, y no es difícil encontrar los RAFAEL
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títulos de esos merengues en las producciones discográ-
ficas del referido acordeonista.
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Balbuena siguió en la música, ocasionalmente actuó con
Tatico Henríquez; pero, desde el mismo 1976, hasta el 1982,
tocó con el maestro Rafelito Román, quien ha grabado va-
rios merengues compuestos por Juan Balbuena.
Ha pasado el tiempo, y Balbuena, que vive desde hace
mucho en Santiago, no se aparta del merengue. Lo interpre-
ta aún, con su güira en la mano; lo canta; lo compone y le
pone música cuando le viene la inspiración; y lo disfruta
cuando lo tocan por la regla.
Escribe él mismo las letras de sus composiciones, y
cuando tiene letra y música logradas, entonces se va donde
algún amigo acordeonista, como Yovanny Polanco o Chi-
che Almonte, que viven en Santiago, le pita la música de la
nueva composición, se la canta varias veces, así el acor-
deonista se la aprende y la sigue ensayando hasta tenerla
terminada.
Hubo un tiempo en que Juan Balbuena vivió de la músi-
ca, pero ahora las cosas son distintas. –Esto no está fácil…
uno escribe pero no hay quien compre–, dice don Juan.
El tiene sus quejas y sus temores. No le gusta la forma
en que algunos grupos típicos van deformando el merengue
con su estilo de ejecutarlo; y teme que el merengue tradicio-
nal desaparezca. Por eso, pide que no se cierre la entrevista
sin que se tome en cuenta su opinión a ese respecto.
–A mí y a muchos nos está dando deseos de oír el meren-
gue tradicional–, dice don Juan. –Ha surgido una nueva ge-
neración de escuchas del merengue y de los que lo tocan,
que no tocan el merengue tradicional… Ahora le han puesto
Antes de que muchos trucos y muchos cortes que el merengue ni lo lleva-
te vayas...
ba ni lo debiera llevar–, sostiene Balbuena.
RAFAEL Esas preocupaciones las manifiesta este músico y com-
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positor en una de sus obras. Grabada por Bartolo Alvarado,
se titula No dejen caer el Merengue, y dice en los versos de
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su primera parte:
Le estoy cantando a mi pueblo / a mi pueblo que me entien-
de / si la cosa sigue así / dejarán caer el merengue / … les digo a
mis compañeros / los que tocan acordeón / no dejen caer el
merengue / que esa es nuestra tradición / … /.
Reconoce el talento de muchos músicos y entre otros
menciona a Lupe Valerio y a Facundo Peña, después de ha-
blar muy bien de Rafelito Román, como persona, como
amigo y como artista.
Juan Balbuena sabe mucho del merengue, porque ha es-
tado envuelto en él durante décadas largas y trabajadas.
Habla del origen de muchos merengues, de la historia de
muchos músicos, y de los recuerdos y experiencias que ha
acumulado este hombre inteligente y de memoria lúcida,
con el cual es difícil de parar el diálogo, porque mientras él
más habla, más deseos les dan a uno de seguir oyéndolo.
Juan Bautista Pascasio Tavárez
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VERDADERA LEYENDA DEL MERENGUE TÍPICO, Juan Pérez Batis- Antes de que
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ta –Juanito–, nació en Burende, jurisdicción de La Vega,
probablemente en el año 1911. RAFAEL
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Al igual que varios de sus hermanos, se interesó por
el acordeón y aprendió a tocarlo desde muy pequeño,
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cuando escuchaba a su papá tocando uno de esos instru-
mentos.
Juanito Pérez se acreditó como gran acordeonista y pro-
ductivo compositor entre los muchos grandes del género que
se levantaron, entrado ya el gobierno de Trujillo. Las vueltas
de la vida lo llevaron a fijar su residencia en Bonao, que
entonces era municipio de La Vega. Se casó y formó familia
con Carolina Vallejo –Nina–.
Bonao era el feudo particular de Petán Trujillo. Una de
las predilecciones de este poderoso personaje eran las fies-
tas de merengue típico, y, con frecuencia, quien amenizaba
esas parrandas era Juanito Pérez. Son muchos los que ase-
guran que era este el músico preferido de Petán.
Hombre amistoso, divertido, dispuesto siempre a la pa-
rranda entre amigos, Juanito Pérez era un acordeonista com-
pleto, pimentoso, ligero en la digitación, incansable tocando,
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Juan Tirado Henríquez
–Faride o Fari Henríquez–
HIJO DE TATICO HENRÍQUEZ Y AMADA TIRADO, Juan Tirado Henrí- Antes de que
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quez nació en Los Ranchos, Nagua, el 27 de diciembre de 1965.
Uno más de la familia Henríquez que desde la infancia se incli- RAFAEL
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naba por la música. Por eso su papá se lo llevaba a Santiago y
lo ponía a tocar para darle las debidas instrucciones.
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Tras la desaparición del Astro, y cuando se consideró con
suficientes destreza y capacidad, Fari se lanzó a la arena en
procura de conservar alrededor suyo, sino toda, al menos
una gran parte de la popularidad y el crédito que acumuló
su padre.
La nueva estrella se presentó bajo el nombre artístico de
El Heredero y lanzó al mercado varias grabaciones, la ma-
yor parte de ellas ya grabadas por Tatico, y dos de la inspira-
ción del propio Fari. En una de estas dos, Faride rinde tri-
buto a su papá. Más adelante produjo otra grabación en
homenaje a Tatico.
Ha tenido en su favor, el nombre, la fama y hasta el gran
parecido físico con su padre, y contó con la solidaridad y la
buena disposición de muchos “viejetes” amigos de Tatico.
Pocos músicos jóvenes han empezado su carrera contando
con tantos factores para desarrollarse y progresar.
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CUANDO ESTA SINGULAR MERENGUERA ERA UNA NIÑA, al hogar de Antes de que
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sus padres, Eliseo Cabrera –Seíto– y María Ana Taveras no
llegaba el agua por tubería. Como el resto de los hogares de RAFAEL
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San José, comunidad rural del municipio de Santiago Ro-
dríguez, ese hogar se abastecía de agua buscándola en el
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río. Para eso siempre había un burro dispuesto, y a los hijos
del matrimonio les tocaba cumplir con la misión de aca-
rrear del río el agua indispensable.
Doña María se encargaba de los quehaceres domésticos
y don Seíto cumplía con las labores agrícolas. Este último
tenía una diversión preferida, y era tocar el acordeón. Para
eso tenía el suyo, comprado con el fruto de su trabajo; y en
sus horas libres se entretenía interpretando merengues, al-
gunos compuestos por él mismo.
Mientras tanto, Manuela Josefa Cabrera Taveras cum-
plía con sus deberes, y por eso empezó a cargar agua tem-
prano. En ese oficio andaba cuando le llegó la inspira-
ción y se despertó en ella la formidable artista que ha lle-
gado a ser.
Ella lo relata, en la entrevista que, para los fines de esta
reseña biográfica, se le hizo el 16 de enero del 2001, en
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Miguel Santana
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Milcíades Hernández Rosa
–Milcíades Reynoso–
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Una pareja de hermanos irrepetible. Miro Francisco se concentra
en su saxofón, mientras su hermano Fello, sonriente, le pone su maestría
334 a las notas del acordeón, en una fiesta de enramada, en Guananico.
–Foto cortesía de don Fello Francisco–
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Nicolás Gutiérrez –Manos Brujas– de pie en el extremo izquierdo de la foto.
Al centro, sentado, Ricardo Gutiérrez.
–Foto cortesía de José Luis Records–
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Rafael –Fello– Francisco.
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A la Gallera / voy dando gritos / a pelear mi gallo / con el
Papujito / … /
Ese merengue es uno de muchos, pero el que más fama
conserva en los tiempos presentes es La Botija, que fue gra-
bado por Tatico Henríquez y luego por otros merengueros,
aunque don Fello nunca ha reclamado ni ha recibido nada
por los derechos de autor.
Este merengue es una burla fina a lo que le sucedió a
Cristóbal Martínez y la esposa de este y tía de Fello, Lorenza
Ulloa. Al hogar de estos en Rancho Viejo se presentó un se-
ñor llamado Fidelio Jáquez, que dijo tener poderes sobrena-
turales para desenterrar un tesoro que supuestamente le per-
tenecía a Cristóbal y a Lorenza. Todo terminó en un engaño,
porque después de ceremonias y celebraciones y cuando el
alegado brujo se había marchado, los dos esposos fueron al
punto donde esperaban hallar el codiciado tesoro, y cuando
desenterraron un pequeño baúl, sólo encontraron pedazos
de chatarras y tornillos viejos.
Cuenta don Fello que, a propósito de ese chasco, un
día, después de tocar una fiesta en Boca de Cavía, y mien-
tras cabalgaba de regreso a Rancho Viejo, le vino la inspi-
ración, y antes de llegar a casa ya tenía hecho un meren-
gue, a ritmo de pambiche, y con unas letras cargadas de
fina ironía.
Cristóbal y Lorenza / eran enemigos / y por la botija / se
hicieron amigos / … Le dice Cristóbal a Lorenza / vámonos
pa’l pueblo / que hacemos en el campo / con tanto dinero / …
Le dice Lorenza a Cristóbal / que es eso que brilla, / esas son
Antes de que las onzas, muchacha, / que son amarillas / … Como a media-
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noche / se oía un traque-traque / eso era Lorenza / con Fidelio
RAFAEL Jáquez / … Todos los Ulloa / estábamos celosos / porque la boti-
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ja / era de nosotros / … Oiganme, señores, / se lo dice Fello / la
botija era / de tornillos viejos /.
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Por supuesto, que al tocar Fello su merengue, el reperpero
que se armó no fue pequeño, hasta el punto de que, confor-
me con la narración del autor de La Botija, fue necesario
que la policía de Altamira se trasladara a Rancho Viejo a fin
de evitar que el incidente llegara a mayores.
Pero don Fello tiene otras cosas qué contarnos, y entre
ellas desea aclarar la confusión que ha perdurado a través
del tiempo, alrededor del merengue Los Suárez:
De la Capital salieron / cuatrocientos militares / se devol-
vieron de Jacagua / por no pelear con los Suárez.
–Eso está incorrecto, corrige don Fello. Yo conozco la
historia de ese merengue y reto a cualquiera que me des-
mienta–, y a seguidas empieza a dar su versión sobre esta
célebre composición.
–Ese merengue lo sacó un músico de Imbert llamado
Polito Martínez, en homenaje a Moisés Suárez, casado con
Valentina Francisco, hermana mía, cuenta don Fello–. Moi-
sés era uno de los Suárez de Jacagua, a los que se refiere el
merengue. Era el Comisario de la Policía Municipal de Alta-
mira, y su acordeonista preferido era Martínez, que en tri-
buto a su amistad con Moisés compuso el aludido meren-
gue, cuyas letras originales son distintas a como se cantan
hoy por donde quiera:
“Salién” de la fortaleza / veinticinco militares / se fueron
por La Peñuela / por no pelear con los Suárez /, aclara don
Fello. Se fueron por La Peñuela, que está entre Gurabo y
Jacagua, reitera. No es cierto que “se devolvieron de Jacagua”,
recalca, porque precisamente era en Jacagua donde estaban
los Suárez, que por años sostuvieron un pleito entre fami- Antes de que
te vayas...
lias con los Díaz, de Gurabo. Por eso, con el tiempo, al fa-
moso merengue se le agregaron otros versos que hacen alu- RAFAEL
CHALJUB MEJÍA
sión a esta otra familia:
“Salién” de la fortaleza / veinticinco policías / se fueron
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por La Peñuela / por no pelear con los Díaz /.
Don Fello Francisco es una importante fuente de datos,
de referencias históricas y de opiniones fundamentadas so-
bre el merengue. El las conserva vivas en su memoria y las
expone con fluidez y coherencia ante el investigador.
Tiene sus protestas por la forma en que se erradica el
merengue tradicional de los escenarios y se le suplanta con
el ritmo acelerado y el sonido estridente que algunas agru-
paciones van imponiendo en estos tiempos. –Antes, el me-
rengue se bailaba con comodidad, pero ahora lo han acele-
rado tanto que tiene que ser una persona de mucha agilidad
para llevarle el ritmo–, dice don Fello.
De los músicos de antaño, don Fello Francisco distingue
a Matoncito. –Ramoncito Matón, como él le dice todavía,
hacía llorar la gente cuando tocaba; tenía una música com-
pleta y lindísima–, recuerda.
Al hablar de los músicos de ahora, no economiza elogios
a Rafelito Román, porque es el más apegado a la tradición,
y por lo bien que toca: –Rafelito Román no tropieza ni ma-
chaca–, sostiene con toda su autoridad el señor Francisco.
Mientras tanto, este bastión del merengue típico más
auténtico, se mantiene en pie, a disposición de los estudio-
sos de la historia folclórica del país. Aunque, según cuenta,
aparte del musicólogo norteamericano, sólo el infatigable y
ya desaparecido investigador René Carrasco se ha ocupado
de buscarlo y consultarlo.
Dice don Fello que está también en disposición de servi-
cio a sus conciudadanos. Porque en la vida de este hombre
Antes de que no todo ha sido letra y música. Hay en él muchas otras acti-
te vayas...
vidades. Se graduó de bachiller por allá por los finales de los
RAFAEL años cuarenta del siglo veinte. Sirvió como maestro de es-
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cuela rural por cerca de diez años, a partir de 1942. Fue
Fiscalizador desde el 1978 hasta 1982, ascendido a Juez de
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Paz ese año, ocupó ese puesto hasta el 1987. Fue también
chofer de oficio durante diez años y en la actualidad, aparte
de la actividad comercial que desarrolla, es un político de
muchos años de militancia.
Por coincidencia, el mismo día 19 de enero del 2001,
fecha en que el dirigente comunitario Gregorio Díaz, le hizo
una primera entrevista para los fines de esta obra, don Fello
Francisco recibió la noticia de que su viejo amigo, el presi-
dente de la República Hipólito Mejía, lo había designado
Inspector al Servicio de la Presidencia, con asiento en el
mismo Guananico.
Ramón Amador Gué
o Ramón Madora
AUNQUE ES ESTE UNO DE LOS MÁS APASIONANTES y célebres perso- Antes de que
te vayas...
najes del folclor sureño, para conseguir datos dignos de cré-
dito acerca de él fue preciso cumplir con algunos requisitos. RAFAEL
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Caminar por los campos de Azua, donde el nombre de Ra-
món Madora es una verdadera leyenda; contar con la ayuda
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de un azuano del temple y el prestigio del profesor Juan
Marte; y después de que alguien así franqueó la puerta de la
comunicación con los descendientes del personaje, el otro
requisito consistió en manejar con cautela los datos y los
informes obtenidos.
Aquella mañana del sábado 17 de febrero del 2001, cuan-
do Dulce y yo, guiados por Juan Marte, llegamos a un bohío
de piso de tierra de la localidad de La Ciénaga, Azua, allí nos
esperaban una anciana y su hijo. Eran Blasina Santana
Amador, con una edad cercana al siglo, hija de Ramón
Madora, y Freddy Santana, quien pasa de los sesenta, hijo
de Blasina. Con ellos se empezó a trabajar enseguida.
Mientras Dulcita tomaba las fotos de reglamento, Blasina
y su hijo comenzaron a hablarnos del personaje que nos inte-
resaba. El hombre se llamaba Ramón Amador Gué, nacido
en La Descubierta, por allá por las arideces del Sur profundo,
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Descendientes y admiradores de Ramón Madora,
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hablan con orgullo de la historia del legendario acordeonista.
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LA ZONA MONTAÑOSA DE PUERTO PLATA, tan fértil en buenos me- Antes de que
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rengueros, cuenta entre sus más puros y auténticos produc-
tos a Ramón Román Ulloa –Monguito Román–, nacido el 30 RAFAEL
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de noviembre de 1922, en Rancho Viejo, el mismo año en
que Fello Francisco vino al mundo, en ese mismo punto del
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planeta.
Aunque era un niño cuando aprendió a tocar, pensó
que le resultaba imposible vivir sólo de la música, y en
busca de su mejoría, emigró del campo a la ciudad de
Puerto Plata. Allí enfrentó las durezas de la vida, con el
mismo espíritu de trabajo y seriedad que marcó su com-
portamiento y que dejó a sus hijos como herencia. Fue
limpiabotas, trabajó como obrero, e incluso cortó caña
en los cañaverales de donde se surtían los ingenios de la
provincia.
Así llevaba Monguito el sustento al hogar que había for-
mado con Manuela Digna Cabrera, en el sector de Playa
Oeste, de Puerto Plata.
Pero nunca se separó del arte, y cuando el empresario
Luis Pelegrín abrió la emisora HI9B y HI9U, en Puerto Pla-
ta, lo contrató para que éste, con su Trío Bambú, tocara
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HIJO DE CIRILO SANTOS Y CONFESORA ABRÉU, Rufino Abréu San- Antes de que
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tos nació el 18 de julio de 1950, en la comarca nagüera de
Baoba del Piñal. Asegura que entre sus antecedentes, por el RAFAEL
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lado de su mamá, hay varios músicos, y cita uno legendario
y ya extinto, Toño Abréu y otro, cercano y más presente,
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Cheché Abréu.
Me cuenta Rufino que cuando él era niño se entretenía
al ver cómo Chiche Bello movía los dedos y hacía sonar las
notas del acordeón. De ahí se le despertó el interés por la
música.
–Mis padres eran dos enamorados de la agricultura–,
relata Rufino. El trabajaba con ellos y estudiaba en la es-
cuela primaria, pero se las pasaba pitando los merengues
que oía tocar a Chiche Bello, y cada vez que podía, agarraba
un acordeón y trataba de sacarle música. De tanto mano-
sear los acordeones aprendió a tocarlos y un día tuvo que
hacerlo para el público.
Había en el lugar una señora llamada Eulogita, que jun-
to a su esposo Rafael, celebraba todos los años una novena
que terminaba con una fiesta típica, el 24 de octubre día de
San Rafael. Una vez le tocó a Rufino ser el músico en una de
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SILVANO CAPELLÁN SANTOS NACIÓ EN MOCA, en el 1928, fruto del Antes de que
te vayas...
matrimonio de Dimas Capellán y Ana Joaquina Santos.
Se crió en La Vega, y desde que tenía cinco años andaba RAFAEL
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luchando con lo que ha sido su instrumento favorito de toda
la vida, la tambora.
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Un tío político suyo llamado Ramoncito, le compró una
tamborita y con ella tocaba el muchacho en las fiestecitas
de niños que se hacían en el barrio. Poco después echó mano
a la tambora grande de su tío, y demostró que, a pesar de su
corta edad, podía tocarla correctamente.
Un acordeonista vegano llamado Pedrito Santiago iba a
amenizar un baile y como no apareció su tamborero oficial,
le pidió a Capellán que llenara la vacante. El jovencito acep-
tó el reto y salió bien.
Desde entonces se convirtió en la atracción del grupo
encabezado por Pedrito, y siguió tocando tambora a un
precio aceptable para un muchacho en aquellos tiempos:
–Me daban un clavao por fiesta–, relata el Viejo Ca.
En pleno apogeo del trujillismo, un alto jefe militar lo
alistó en el Ejército y poco después el Viejo Ca conoció a
Ñico Lora, al cual tuvo el gusto de acompañar en un baile de
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King de la Rosa.
de sus hermanos, como el titulado Haciendo la Cena, que
grabara luego Tatico Henríquez, y que conforme relata King,
fue compuesto por Jaime cuando éste era policía, y arregla-
do por Arsenio.
En un viaje del Ciego de Nagua y su conjunto a Nueva
York, sucedió que Juan Antonio Robles –Purito–, el tambo-
rero, decidió radicarse en esa ciudad; él y King se asociaron
y formaron una agrupación. Lanzaron varias grabaciones
al mercado, entre ellas El Giro y el Canelo y Homenaje a
Guanajuma. El grupo no tuvo larga vida, regresó Purito, y
King siguió activo en Estados Unidos. Así se ha mantenido
actuando allá a lo largo de treinta años.
Antes de que Actualmente toca con un conjunto de planta que tiene
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un empresario nombrado Johanny Ulloa. No piensa retirar-
RAFAEL se y, con la misma pasión de su padre y sus hermanos, sien-
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te la música típica y la toca con la calidad con que la inter-
pretan los grandes merengueros.
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Tomás Rodríguez Martínez
–Prieto Tomás–
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NATIVO DE LOMA DE CABRERA, Zenón Valerio Recio es una repre- Antes de que
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sentación brillante de la tradición merenguera de la Línea.
Nació el 29 de mayo de 1962, en el ambiente de culto a la RAFAEL
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tradición que se ha mantenido en el hogar de sus padres,
Ismael Valerio y María del Carmen Recio.
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Don Ismael es agricultor y ganadero, pero desde muy
joven se hizo músico. El, su esposa y sus doce hijos, de los
cuales Lupe viene siendo el octavo, se integraban a las fies-
tas que con motivo de algunas fechas del santoral católico,
como el 21 de enero, día de la Altagracia; y el 13 de diciem-
bre, día de Santa Lucía, se celebraban rumbosamente por
aquellos contornos fronterizos.
En ese ambiente vino Lupe a la vida y a la música, y
cuando tenía apenas siete años se iba a las fiestas que toca-
ba don Ismael, quien a veces le pasaba el acordeón al niño,
ante la curiosidad de los bailadores.
Lupe cursó estudios hasta terminar el bachillerato, pero
el ejercicio de la música le impidió inscribirse en la univer-
sidad. En cambio, asistió a una escuela de música en Santo
Domingo, aprendió a tocar varios instrumentos incluyendo
la guitarra, y rápidamente se destacó como uno de los más
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