Clase 4 Texto Kate Millet en La Mesa Redonda Del CFLM
Clase 4 Texto Kate Millet en La Mesa Redonda Del CFLM
Clase 4 Texto Kate Millet en La Mesa Redonda Del CFLM
(CFLM) 19/6/1984
Aparecido en la revista Nosotras…que nos queremos tanto Nº1 nov 1984
A pesar de todo, yo dije que era lesbiana. Sintiéndome muy sola y muy asustada.
Sabiendo que mi madre lloraría cuando se publicase en los periódicos; y que mi
hermana mayor, la abogada, y muchas más mujeres del barrio opinarían que decir la
verdad en este punto no era una buena política; que eso perjudicaba nuestra imagen...
Yo sabía todo eso. Pero aguanté sola y sentí que estaba saltando desde un
acantilado... para aterrizar aquí con vosotras... diez años después.
Sí, es peligroso decir la verdad. Pero es más peligroso no decirla. Y ahora podemos
decirla cada vez más mujeres de entre nosotras.
Pronto dejará de ser peligroso decirlo... Pero no es fácil: la familia, el trabajo, los
amigos, el piso donde vivimos... El peligro nos rodea por todas partes. Aún. En todas
partes, nuestra existencia es aún clandestina. Menos clandestina. Menos clandestina
cuantas más nos proclamemos lesbianas, cuanta más fuerza, confianza y aceptación
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gane el movimiento de lesbianas y homosexuales en todo el mundo.
Esta aceptación me desconcierta aún, teniendo en cuenta los prejuicios en contra
nuestra..., pero es vida, al menos.
¡Y esta milagrosa oportunidad! El asombro de estar con vosotras aquí... Mis viejos
«yoes» (que se encuentran hoy aquí junto a mi «yo» actual) están jubilosos, están
asombrados, sienten que se ha dado respuesta a su súplica. Amar a otra mujer no
será nunca más algo difícil, amargo, lleno de lágrimas. Nunca más volverá a dejar el
alma marcada de terror ante nuestro pequeño mundo: el colegio y el profesor, la
madre, las tías, el padre, los hermanos, los caseros, los jefes y los vecinos...; terror a
perder la beca o el trabajo si se enterasen, al ostracismo si lo descubrieran; terror a la
culpabilidad y la vergüenza que nos hacen temblar como un líquido venenoso cuando
lo bombea nuestro corazón y llena nuestras almas, llegando a amenazar el amor que
tanto cuidábamos justo por haberlo ganado tan difícilmente, el amor que tanto valor
costó manifestar, que había desafiado tantos anatemas y voces infernales...,
manifestar el mismo lugar de nuestras relaciones o hacer el amor se convertía en algo
peligroso y prohibido, disimulado y perseguido, tan secreto y condenado al silencio,
como si aún viviéramos bajo la Inquisición. Y quizá vivimos en ella. O quizá nuestro
movimiento está logrando destruir una capa de la misma, deshacer la represión por un
estrato, y nosotras vivimos eso como libertad.
Esta semana unimos nuestras manos en todo el mundo. En todo el mundo hay
manifestaciones del orgullo gay y lesbiano; en múltiples ciudades, tanto de vuestro
país como del mío. Son una conmemoración del levantamiento de Stonewall (cuando
los gay, hostigados por la policía, lucharon en la calle). Ellos marcaron el movimiento
de todo el mundo hacia una mayor libertad de expresión, hacia la emergencia de una
identidad gay y lesbiana, marcaron un estilo de vida abierto, insistiendo en reclamar
derechos civiles, ser aceptados social y cívicamente, conseguir resultados políticos y
ser reconocidos y respetados. Algo de esto se está consiguiendo en algunos lugares.
Los hombres gay tienen ya algo parecido en San Francisco.
Ser lesbiana es menos fácil. Hay una doble opresión, casi aplastante, bajo el
patriarcado, por el hecho de ser, no sólo mujer, sino la mujer más despreciada y
temida, más insolente, más desviada y menos conectada y controlada por los
hombres; fuera de su mundo. Con una solitaria, y a menudo empobrecida, existencia.
Siempre vigilada, siempre amenazada, siempre expuesta, incluso a la violencia.
Porque nos saben en la calle, en el mercado, en las decadentes y estériles
instituciones de las Academias y Salas de Justicia masculinas.
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Nuestro inconformismo es algo que huelen. Nos hemos reservado algo para nosotras
mismas, de una mujer para otra.
No hemos entregado nuestros corazones a una corriente extraña o a unos usos
hostiles. Los regímenes autoritarios siempre advierten esta soledad subversiva, por
muy discreta que sea. Y su crueldad en perseguirla, descubrirla, aislarla y hacer de
ello un aviso es algo viejo y proverbial.
Por esta razón nuestra vida fue tan amarga en el pasado. Por eso aparecía sin
esperanza... Hasta que surgió el poder del feminismo, del lesbianismo (como un
movimiento mundial). Surgió aparentemente por arte de magia, por la misteriosa
fuerza de despertar y unirnos. En realidad, fue producto del trabajo difícil, de reuniones
y panfletos, de música y poesía, de valentía, de actividades y metas concretas, de
exigencias, de decisión... Y, además, tenemos en cada corazón el asombro, el alivio, el
bálsamo de una tranquilidad nueva: el placer de la libertad, el gusto fresco en la
boca, su luz en los ojos.
Nosotras empezamos como amantes, recordémoslo; somos una fuerza histórica
diferente. Y, en todos los días que nos quedan de trabajar por nuestra libertad, nunca
olvidaremos nuestras noches de amor. Alegría, sensualidad, descubrimiento. Fue
nuestro secreto, nuestro tesoro, podría ser nuestro regalo a un mundo nuevo.
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cada uno estamos muy metidos en nuestro mundo del arte y era la suerte que
queríamos correr en ese momento. Yo aún le siento muy cerca, es muy amigo mío,
como son todas las mujeres que han sido mis amantes, todos somos una familia.
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consiguiendo abortos para las mujeres heterosexuales, habían pasado años
intentando conseguir guarderías para las mujeres heterosexuales, toda su energía se
había volcado en asuntos heterosexuales, no se había hecho ningún esfuerzo a favor
nuestro, nada se hacía a favor de los derechos de las lesbianas, no podíamos siquiera
hablar de ello. Así que durante cuatro años hablamos de ello.
Para las mujeres heterosexuales esto supuso no sólo darse cuenta de que no habían
sido nada delicadas, y que habían seguido la corriente patriarcal y heterosexual —
puesto que así era como se entendía la sexualidad—, sino también de que cabía la
posibilidad de que ellas mismas fueran lesbianas y muchas así lo descubrieron.
Creo que sin este cambio en el seno del movimiento feminista muchas de esas
mujeres nunca hubieran sentido, nunca hubieran vivido la sexualidad con otra mujer o,
cuando menos, nunca hubieran vivido el estar enamorada de otra mujer. "Hay una
gama amplia de afectos entre las mujeres, pero la sexualidad estaba prohibida, se
podían expresar las emociones más tiernas, pero el sexo no. De hecho hay tal
desequilibrio que las mujeres tienen unas emociones muy tiernas entre sí, mucho más
que las que tienen hacia los hombres: el sexo y la afectividad con los hombres bajo
este sistema patriarcal es tan cruel y desagradable en general, que no conlleva una
expresión de los sentimientos. Así que cambiaron muchas cosas y se presentó una
amplia gama de opciones sexuales.
La relación lésbica se hizo posible para un gran número de mujeres, no sólo para las
mujeres lesbianas de la época pre-feminista que eran bastante pocas y que fueron
tremendamente valientes porque vivieron con todos los insultos la marginación.
Pero desde el momento que se encontraron el feminismo y el lesbianismo, el
lesbianismo se convirtió en una posibilidad real de vida para millones de mujeres en
EE. UU, y cambió completamente nuestras vidas y cambió también completamente el
movimiento feminista.
Lo que se ha conseguido finalmente me parece que es una especie de equilibrio una
coexistencia, un entendimiento, un respeto entre las mujeres heterosexuales y las
mujeres lesbianas. Esto es, por supuesto, un proceso de cambio social y es diferente
en un lugar y en otro, pero se está dando no sólo entre nosotras, sino entre mujeres
por todo el mundo en este momento.