La Tentacion Vive Arriba - SOY INVISIBLE PDF
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—CAPITULO 1–
LA FAMILIA Y UNA MAS
—Ana pretende que le alquilemos un piso para ella sola, para estar a su
aire y hacer lo que le dé la gana. Elena y yo lo hemos hablado, y aunque no
habría ningún problema, hemos pensado que es mejor en este caso que
comparta piso con otros estudiantes y sepa que es la realidad lejos de las
comodidades de casa y teniendo que hacerse ella misma todo—continuo
explicando Ricardo.
—Pues si vosotros decís que los tenéis consentidos, imagina como esta
Ana que es hija única. Sale cuando quiere, entra cuando le da la gana, no da
explicaciones de nada y se pregunto algo de que hace, dice que no tiene
porque darme explicaciones que ya es mayor de edad. No sabemos si tiene
novio o si sale con alguien nada de nada. Eso sí su asignación mensual no la
perdona y aparte lo que me saca cuando quiere. Algunas veces tengo la
sensación algunas veces que para ella solo soy un cajero automático. Con lo
adorable que era cuando era una niña. Menos mal que por lo menos los
estudios se los toma enserio, si no fuera por eso, no le consentiría tanto, pero
creo que ya es hora de darle una lección. Pero que os voy a contar a vosotros
—continuo Ricardo.
Una vez en Madrid, hablo con su hija Olga, para ver si algún conocido
suyo compartía piso y tenían un hueco para Ana. Olga lo comento con sus
compañero pero era demasiado tarde, lo había dejado mucho e estaban
completos. En vista que esa vía no tenia salida, Javier, visito varios pisos que
se anunciaban para estudiantes, pero estaban a finales de agosto y en los que
los inquilinos parecían buena gente, el piso no reunía lo que Javier
consideraba lo mínimo, otros estaban en zonas de la ciudad poco
recomendables y en otros las personas con las que tendría que compartir piso
no eran las más recomendables. Y eso no lo podía ofrecer a Ricardo para su
hija.
—No sé qué opinaras, pero… porque no se queda Ana aquí en casa con
nosotros—dijo Marta a Javier.
—Haz una cosa, habla con Ricardo y Elena, propónselo, y si les parece
bien no te preocupes yo me encargo de todo—dijo finalmente Marta.
—No te preocupes por eso, lo único que le hace falta a Ana es que le
pongan unos límites, así no habrá problemas. Pero con lo buena estudiante
que es en eso si les será de ayuda a los chicos, tendrán en ese sentido un buen
ejemplo en casa—tranquilizó finalmente Marta a Javier.
—Empresas DONA. Buenos días. Soy Samanta. ¿En qué puedo ayudarle?
—dijo la señorita al otro lado del teléfono.
—Buenos días Samanta. Soy Javier Flores. Póngame con Ricardo, espera
mi llamada—dijo Javier a la señorita que lo atendía.
—Lo siento mucho Sr. Flores, pero el Sr. Céspedes se encuentra reunido
en este momento y no puede atenderle. Si lo desea puede dejarme el recado y
se lo hare llegar—fue la respuesta de la telefonista.
—Mira, Samanta, es muy importante que hable con él, así que haz el favor
de pasarme con él—insistió Javier.
—Buenos días, Sr. Flores. Soy Raquel, la secretaria del Sr. Céspedes,
puedo ayudarle en algo—dijo la secretaria.
—No es malo pero si muy urgente, por favor páseme con Ricardo—dijo en
tono algo más tranquilizador Javier.
—Si todo bien. Te llamaba por el tema del piso de Ana. Es imposible
encontrar algo para compartir que merezca la pena. Si te soy sincero lo que
he encontrado no se lo ofrecería ni a mi peor enemigo. La única solución es
un piso para ella sola, ahí si habría buenos pisos donde elegir—explico
Javier.
—Si en el fondo, Ana, lo que está buscando es eso, como ya te dije, por
eso nos lo ha dicho en el último momento. Porque no quiere compartir piso
con nadie, y sabe que si no hay otro remedio lo hare. Y sé que lo que quiere
es estar a su aire en Madrid y darse la buena vida. Le hemos consentido
demasiado y al final se va a salir con la suya—se lamento Ricardo.
—A Marta y a mí se nos ha ocurrido una posible solución, siempre y
cuando Elena y tu estéis de acuerdo. Porque no se queda Ana en mi casa, la
buhardilla no la usamos para nada y la puedo habilitar para ella, tendrá su
dormitorio, su zona de estudio, incluso un espacio para que monte un
pequeño salón, sería como un pequeño apartamento pero en mi casa, tendría
su intimidad, lo único que tendría que compartir el baño con mi hija. A
nosotros no nos importaría que pasara aquí el curso y creo que sería positivo
para los chicos, Carlos empieza este año magisterio en educación física y
Olga empieza segundo de empresariales. Las dos estarían en la misma
facultad—dijo Javier.
—La verdad es que estaríamos mucho más tranquilos sabiendo que esta
con vosotros, y está controlada, para que no se desmadre mucho. Eso sí,
poneros firmes con ella si es necesario desde el primer día, sino se tomara el
brazo como le deis la mano—recomendó Ricardo.
—Pues siendo así, creo que lo más razonable es que el sobre que te di os
quedéis vosotros con él—dijo Ricardo.
—Claro que si, como me has dicho tendréis que acondicionar la buhardilla
pues úsalo para eso, ya que ella la usara, que este a su gusto, si no os importa
—concluyo Ricardo.
—Bueno, lo usaremos para eso, pero lo que sobre en cuanto nos veamos te
lo devuelvo—dijo Javier.
—Por favor Ricardo, donde comen cuatro lo hacen cinco, sabes que eso no
es ningún problema—replico Javier.
—¿Sí?—respondió Javier.
—Hola. ¿Eres Javier?—pregunto una dulce voz femenina al otro lado del
aparato.
Sí, soy yo. ¿Quién eres?—interrogo Javier sorprendido por la dulce voz
que preguntaba por él.
—Estoy en la puerta 15, por donde se supone que has debido salir—dijo
Javier.
Javier camino por la terminal en busca de Ana. A lo lejos vio una joven
que llamaba la atención. Era preciosa y era Ana, ya que coincidía con la
descripción de la ropa que le había hecho por teléfono. Cuando se aproximo a
ella pudo apreciar como su camiseta color turquesa ajustada a su cuerpo y de
generoso escote resaltaba el color dorado de su piel, hacia un precioso
conjunto con el short de color blanco que se ceñía estrechamente a sus
caderas dejando al descubierto sus preciosas, largas y torneadas piernas. Una
gorra también de color blanco por la que dejaba salir su pelo dorado recogido
en una coleta por la apertura occipital y gafas de sol, tipo aviador,
complementaban su atuendo, junto con una Reebok Clasic desatadas. Cuando
Javier estuvo frente a ella no pudo evitar dirigir su mirada al pecho de la
joven donde sus dos pezones resaltaban bajo la tela de la camiseta dejando
claro que no llevaba sujetador. Javier, a pesar de sus cuarenta años cumplidos
aun tenía la testosterona por las nubes, lo que hizo que sufriese una erección
instantánea al ver a la hija de sus amigos.
—Hola. Con todo el tiempo que hace que no nos vemos, pero tú estás igual
que te recordaba. Parece que no ha pasado el tiempo por ti—dijo Ana
volviendo a cubrir sus bonitos ojos con las gafas de aviador.
—Seguro que sí, que te sienta fenomenal. Aunque por lo que yo recuerdo
tampoco te quedaba mal entonces—dijo Javier sonriendo. Mientras pensaba
para sí mismo que con ese par de tetas y ese culito tan redondito y respingón
y esas curvas, debía de ser todo un espectáculo verla en bikini.
—Parece que traes muy poco equipaje. Solo esta maletita—observo Javier.
—Ya lo sé, muchas gracias, pero para los productos de aseo soy un poco
maniática—le explico Ana.
Unos minutos más tarde Javier aparcaba el coche y ambos se bajaron. Ana
le seguía a su lado hasta entrar en la droguería. Ana cogió uno de los cestitos
que había a la entrada del establecimiento y empezó a recorrer los pasillos.
Javier le pidió que le dejara a él llevar el cesto, en un gesto de caballerosidad,
a lo que ella accedió. Ana iba de un lado para otro cogiendo cosas y
depositándolas en el cesto que Javier le llevaba, un par de cepillos de dientes,
unos tubos de dentífrico, unos botes de champú, acondicionador, gel de
ducha y de baño, cremas de varios tipos, algunas barras de labios, varios
tarritos de laca de uñas de varios colores, un par de cajas de tampones, un
frasco de perfume y algunas cosas más que Javier no supo identificar aunque
había visto como su mujer tenía envases parecidos en el baño. Cuando Ana
dio por concluida la compra pasaron por caja. Javier intento pagar la compra
que había hecho pero Ana no se lo permitió. Del pequeño bolso que llevaba
saco una tarjeta de crédito junto con su carnet y pago a la cajera, mientras él
ponía todo en varias bolsas. Cuando salieron de la droguería, Javier, llevaba
un par de bolsas con lo más pesado y Ana le acompañaba con otra bolsa con
las cosas menos pesadas. Después de depositar la compra en el maletero
subieron al coche y continuaron hasta casa de Javier.
Cuando llegaron a casa, solo los recibió Marta, ninguno de sus hijos se
encontraba allí. Cuando Marta vio entrar a Javier acompañado de la
exuberante joven, se quedo un poco sin palabras. Había cambiado mucho la
jovencita de quince años que ella recordaba. Marta a sus treinta y nueve años,
era una mujer muy fogosa, que junto a Javier disfrutaba de una vida sexual
excelente. El hecho de que con poco más de veinte años ya tuvieran a sus dos
hijos les había permitido disfrutar de una vida sexual plena incluso ahora que
ya estaban en la frontera de los cuarenta. Javier que conocía perfectamente
los gustos sexuales de Marta, y que a ella le gustaba considerarse bisexual, ya
que habían tenido varias experiencias con mujeres y le habían encantado y
habían facilitado también hacer realidad alguna fantasía de Javier. Por ello,
Javier, no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando vio como su mujer miraba
su joven invitada mallorquina.
—Hola Ana, que mayor y que guapa estas. Por que se que eres tu si no casi
no te reconocería—dijo Marta y luego daba dos besos a su invitada en forma
de saludo.
Esa tarde, Pedro, confirmo las sospechas de Marta. Ella sabía que le
gustaba mirar, todas las tardes mientras regaba, se asomaba a escondidas para
verlas a ella y a su hija Olga tomar el sol. Pero esa tarde era diferente y
mucho más placentera para él. La joven mallorquina había decidido mostrar
más que lo que solían hacer las dueñas de la casa.
—Buenas tardes Marta. Pues mira que la he vuelto a liar, ya sabes, como
todas las tardes me pongo con las plantas y se me han caído unas cosas a
vuestro jardín. Si me dejas un cepillo te lo recojo en un momento—dijo
Pedro a Marta—disculpa soy un mal educado, soy Pedro el vecino de al lado
—dijo dirigiéndose a Ana.
—Es un placer conocerte Ana y una alegría tener a una nueva vecina—dijo
Pedro y se aproximo a Ana para darle dos besos.
—Mira Ana estos son mis hijos, Olga y Carlos—dijo Marta presentando a
Ana a sus hijos.
—Que bien, otra chica en casa, seguro que nos lo pasamos bien juntas,
¿has colocado ya tu ropa? ¿Quieres que te ayude? – preguntó Olga.
—Vale, así podemos pasar la tarde y nos vamos conociendo – dijo Olga.
Tras las presentaciones Ana subió a darse una ducha rápida para quitarse el
cloro de la piscina y vestirse para la cena. Cuando Ana bajo al comedor
Javier ya estaba en casa y todos la esperan en la mesa. La joven se retiró a su
habitación justo después de cenar puesto que estaba agotada del viaje.
—Joder, con los juguetitos, los suelo llevar guardados en una bolsa de
aseo, pero ayer en el aeropuerto, el vigilante del escáner quiso, ponerse
cachondo – respondió Ana con total naturalidad.
—Bueno si, pero tendrías que haber visto sus pollas como crecian en un
momento – dijo Ana sonriendo.
—Mira esto son dos bolas chinas, te las metes en el coño y vas con ellas
dentro de tu vagina, no te imaginas el placer que dan cuando andas, cuando
saltas, te mueves, subes caleras y esto es un arnés se coloca así – explicó
Ana.
Ana cogió el arnés, lo coloco en las caderas de Olga quedando esta con una
estampa perfecta con ese falo color carne entre sus piernas.
Ante el grito dado por su madre, Carlos el hijo de esta, subió las escaleras
para ver qué pasaba, cuando vio a su hermana así, no daba crédito.
—¿Se puede saber que estabas haciendo con mi hija? ¿No te das cuenta
que tienes solo 18 años? – dijo Marta enfadada.
—¿Nada mas? ¿Te parece poco el colocarle a mi hija ese arnés? No voy a
permitir que vengas a mi casa a crear malas influencias sobre mis hijos,
cuando venga Javier hablaremos… — continuo visiblemente alterada Marta.
—Pues eso que cuando venga Javier hablamos, le contamos todo lo que
ocurrió ayer por la tarde… te crees que no me di cuenta de cómo te
masturbabas mientras tomaba el sol en la piscina, y como el vecino de
enfrente se estaba haciendo una paja ¿eso también se lo vas a contar a tu
marido? – respondió Ana con seguridad. Marta se puso colorada como un
tomate, ante la acusación de Ana, la joven llevaba razón, Marta había perdido
los papeles en esa situación y ahora no sabía que contestar — Mira Marta, no
voy a hablar más del tema, Javier y tú habéis querido que yo me instale aquí,
ahora tenéis que asumir las consecuencias. Yo no voy a cambiar de un día
para otro, soy como soy, y ahora si me disculpas me voy a duchar – concluyó
Ana.
Ana miro fijamente a Marta que estaba muy enfadada, bajo sus manos por
su cintura hasta llegar a la tira del tanga blanco que llevaba, empezó a
bajárselo hasta quitárselo completamente, cuando se encontraba desnuda
frente a Marta.
—¿Dónde puedo dejar la ropa sucia? Voy a darme una ducha – preguntó
Ana con su minúsculo tanga en la mano en un tono chulesco.
Ana se fue caminando hacia el cuarto de baño que había en la plata inferior
a la buhardilla ante la mirada de Marta.
Ana salió de la buhardilla y bajo las escaleras hacia el baño. Marta siguió
mirando el precioso culo que tenia Ana. Pero, Marta, no daba crédito del
poco pudor que esta mostraba. Marta nunca había sido retrograda en su forma
de pensar respecto al sexo, pero lo de Ana en pocas horas la había dejado sin
palabras.
—¿Y por eso llora Olga? – volvió a preguntar Javier sorprendido ya que lo
sucedido no era para tanto.
—A saber lo que haga por ahí con su novio cuando sale. No deberías
haberle dado importancia. Además a nosotros también nos gusta usarlos –
dijo quitando importancia a lo sucedido.
—Vale, pero no te pongas así que no ha sido para tanto. ¿O ha pasado algo
más? – se intereso Javier.
Marta hizo la cena como todas las noches. Durante la cena, había cierta
tensión en la mesa. Todos se miraban con recelo. Nadie decía nada salvo
algún comentario intranscendente. Cuando terminaron de cenar.
—Ya veo que Marta te ha ido con el cuento de lo de esta tarde – dijo Ana
arrogante.
—Mira Ana, me parece genial que experimentes cosas, que uses juguetes o
lo que te dé la gana. Yo cuando tenía tu edad también hacía de todo. Pero
entiende que ahora estas en mi casa y hay que seguir unas mínimas normas
de convivencia. Eso de bajar desnuda al baño… bueno… entiendo que seas
muy liberal y no te importe enseñar tu cuerpo, lo respeto, pero digamos que
aquí no estamos acostumbrados a encontrarnos a una invitada desnuda por el
pasillo. Si te hubiese visto Carlos ¿Qué? Es aun un crio – expuso con calma
Javier.
—Me ha visto – dijo Ana algo cortada al reconocer el hecho ante Javier.
—Nada quedarse con la boca abierta. Supongo que luego habrá ido a
cascársela – respondió Ana recuperando su seguridad perdida por un
momento.
—Lo sé – dijo Javier, dejándole ver que él estaba de vuelta de todo en esos
temas.
—Vale, lo siento, pero si fuera tan abierta como tú sería más fácil – se
disculpo Ana.
—Lo es, como yo o más, solo que no se esperaba encontrarse a su hija con
esa imagen – justifico Javier a Marta.
—Le pediré disculpas. Por cierto puedo usar más tarde tu ordenar hasta
que mañana Carlos me ayude a instalar el mío. Y por cierto, mañana tengo
que ir a la universidad a formalizar la matricula y hacer un papeleo ¿podrás
llevarme? – dijo Ana conciliadora disculpándose.
Ana salió del despacho de Javier y fue a la cocina. Los chicos estaban en el
salón viendo una película. Marta estaba colocando algunas cosas y Ana se
puso a ayudarla en silencio. Después de unos minutos, cuando el silencio se
empezaba hacer incomodo.
Cuando miró desde la puerta, se quedó alucinado de lo que vio, Ana estaba
frente al ordenador con unos cascos puestos, sentada en su sillón y viendo un
video sado. Donde se podía ver como a una joven la tenían atada a una mesa
y cuatro hombres se iban turnando para follarla desde atrás, sus dos agujeros.
Ana llevaba puesto un pantalón corto color naranja y una camiseta de
tirantes. Tras un rato allí viendo lo que hacía, decidió volver a acostarme, con
una erección de caballo.
A la mañana siguiente, a las siete de la mañana como todos los días, Marta
y Javier se pusieron en pie para ir a trabajar, mientras Javier se metía en la
ducha, Marta, fue a llamar a Ana. Javier ya había salido ya de la ducha y
escucho gritos desde la buhardilla, Marta bajó enfadada.
—La niña esta…, que dice que no va a la universidad, que tiene sueño –
respondió Marta a su marido.
—Venga ya. Lo que nos faltaba – dijo Marta algo enfadada por el nuevo
suceso.
—Era una página de videos de sado y dominación, una joven atada a una
mesa de pies y manos, se la follaban a turnos cuatro tipos, uno detrás de otro,
a la vez que le daban azotes en el culo, hasta dejarlo rojo como un tomate –
explico Javier a su mujer lo que estaba viendo su invitada.
—Eso es lo que vamos a tener que hacer con ella, darle unos azotes, o
mandarla con sus padres de vuelta a Mallorca, ya te digo yo que esta va hoy a
la universidad – fue el comentario de Marta.
—Prueba tú, yo me voy a duchar mientras, a ver si tienes más suerte – dijo
Marta rindiéndose.
—Mira niñata, ahora vives en mi casa, las normas las pongo yo, espero que
te quede claro, no te lo voy a volver a repetir, ve a la ducha y vístete para ir a
la universidad – dijo con el mismo todo autoritario pero calmado de antes. Al
decir esas palabras, una extraña sensación recorrió su cuerpo y el hecho de
llevar solo el bóxer puesto, le delato, cosa que Ana advirtió.
—Vaya, vaya, a si que a Javier le gusta mandar ¿no? – dijo Ana en tono
pícaro.
Ana se levanto de la cama, y fue a su armario a coger ropa, paso muy cerca
de él, le dio la espalda y pudo ver, lo bien que le quedaba el tanga, tenía un
culo perfecto, esa visión no ayudaba nada a que su polla se relajara, ella se
agachó para abrir, el cajón de abajo del armario, dándole una imagen
increíble de su culo, y provocándole descaradamente, tuvo fuerzas suficientes
para bajar a su habitación y no follarse el culo de Ana en ese mismo
momento.
—¿A qué hora llegáis a casa? – pregunto Ana a Javier mientras conducía.
Esta última frase a Javier le sonó sugerente. No podía dejar de mirar a Ana
de reojo mientras conducía. Estaba claro que no se había puesto sujetador y
los pezones de la joven se insinuaban claramente sin dejar nada a la
imaginación. Su miraba también recorría las largas y doradas piernas de la
joven. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Javier cuando al cambiar de
marcha acaricio la suave piel del muslo de Ana que lo había aproximado a la
palanca de cambio. Javier se dio cuenta que al notar su contacto, Ana, no
retiro la pierna, la apretó un poco más a su mano. Javier la miro. Ana levanto
sus gafas y devolviendo la mirada a Javier le guiño un ojo mientras le sonrió
de manera picara. Ella coloco nuevamente las gafas en su lugar y volvió a
mirar al frente. No movió la pierna de su sitio y cada vez que Javier
accionaba la palanca de cambio sentía la suavidad y calidad de la piel de la
joven en el dorso de su mano. Cuando llegaron a la universidad Javier aparco
frente al edificio de la facultad de derecho.
—Tú también. Gracias por traerme — Le dijo Ana a Javier mientras abría
la puerta del coche.
—Gracias — Volvió a decirle a Javier e hizo el gesto con sus labios como
si le besara.
Ana cerró la puerta del coche y subió las escaleras que daban acceso al
edificio. Javier no pudo apartar la mirada de la espalda y el trasero de la
chica. Ese culito perfecto se contoneaba de una manera deliciosa con cada
uno de los pasos de Ana subiendo los peldaños de la escalera. Vista desde ese
ángulo con su carpeta bajo el brazo y su bolso al hombro parecía una
inocente estudiante pero cada uno de los movimientos de su escultural cuerpo
decían todo lo contrario, quiero guerra ¿estarás a la altura? La polla de Javier
reacciono ante esa visión con vida propia igual que había sucedido esa misma
mañana. Cuando Ana entro en el edificio Javier deseo que esa escalinata
hubiese sido un poco más larga.
—Ya ves aburrirme como una ostra para hacer el papeleo de la matricula –
informo Ana haciendo un gesto de lo que era evidente.
—Sí. Logre convencer a mis padres para estudiar mi último año aquí. ¿Y
tú? ¿Qué es de tu vida? – ahora fue Ana quien interrogó a su amigo.
Ana y Roberto avanzaron por la fila de gente hasta llegar casi a la puerta
de la secretaria. Solo dos personas estaban delante de ellos. Robert hizo las
presentaciones.
—Sera mejor que nos marchemos todos. ¿No? — dijo Roberto mirando a
Ana.
—Por mi sí, ya he terminado aquí y no tengo nada mejor que hacer – les
informo Ana.
—Venga chicos, no hay nadie en casa, y lo único que hare será aburrirme –
insistió Ana.
Ana estaba sentada entre ambos chicos. Roberto sin decir nada cogió la
mano de Ana y la puso sobre la entrepierna de David. Ana tomó con la mayor
naturalidad del mundo el gesto de Roberto y noto como la polla de David
crecía bajo su mano. Este no se podía creer que esa preciosa chica le
estuviese acariciando el paquete. Ana besó a David. Este se quedo un poco
parado pero luego reaccionó y correspondió al beso con entusiasmo, sus
lenguas se peleaban en el interior de sus bocas. Ana sentía como unas manos
acariciaban su cuerpo pero no podían ser las de David. Eran los dos chicos,
los que recorrían con sus manos el cuerpo de Ana. Se habían introducido bajo
su top, Roberto jugaba con uno de sus pezones. Ana se giro y beso a Roberto,
luego volvió a besar a David, bajo la cremallera del pantalón de Roberto y
finalmente también la del pantalón de David.
Aquella mañana con las prisas y la discusión con Ana, Javier, se dejo el
teléfono móvil en casa. Después de una importante reunión que había tenido
a primera hora de la mañana aprovecho para salir e ir a casa o recogerlo. No
podía vivir sin su teléfono. Cuando llego a casa le cabreo muchísimo que
hubiese un coche aparcado justo en la puerta de la entrada al garaje por lo que
tuvo que buscar otro aparcamiento e ir caminando hasta casa. Al llegar a la
puerta vio que Ana o Marta habían vuelto a casa puesto que la puerta no
estaba cerrada con llave. Iba a entrar a su despacho a recoger su teléfono
cuando unos ruidos en el salón llamaron su atención. Camino sigiloso y se
asomo con cuidado a una de las puertas. No podía ser lo que estaba viendo,
era Ana la que estaba en casa, pero no sola, dos chicos la acompañaban. Pero
no se sorprendió que no estuviese sola, sino lo que estaban haciendo. Su
primer impulso fue entrar en el salón y detener aquello pero no pudo, esa
visión había hecho que su polla creciese escondida en su pantalón y de
manera inconsciente una de sus manos ya la estaba acariciando. Freno su
impulso y observo la escena.
Los tres jóvenes se levantaron del sofá. Ana se deshizo del polo y del
pantalón de unos de los chicos. Y un instante después hizo lo mismo con el
otro. Mientras ambos muchachos despojaban a Ana del top que tenía
arrugado en la cintura dejando sus deliciosos pechos al aire y luego mientras
uno la levantaba en volandas el otro le quito su pantaloncito y su pequeño
tanga. Roberto lanzó el tanga de Ana hacia tras cayendo cerca de la puerta
donde Javier se ocultaba.
Javier deseaba estar en el lugar de ese crio y ser él quien se follase esa
preciosa boca. En ese momento hubiese dado cualquier cosa por sentir en su
inflamada verga el trabajo que la lengua y la boca de Ana estaban haciendo.
Cuando Ana noto que David estaba a punto de terminar abandono su polla
y volvió a besar sus labios compartiendo con él el sabor de su propio sexo.
David sacó un condón e intentaba ponérselo a duras penas. Una vez David
tuvo plastificado su miembro tomo a Ana por la cintura apartándola de él. Se
puso de pie y coloco a la perversa joven de espaldas a él apoyada en el sofá.
Abrió sus piernas y, sin previo aviso, metió de un solo golpe su polla en el
encharcado coño de Ana.
Javier mordía su puño para callar sus jadeos y no gritar de rabia mientras
su mano no paraba de recorrer su miembro con la fina tela del tanga. El si
habría sabido hacerla disfrutar. Él si le habría arrancado una interminable
cadena de orgasmos que la habría dejado rendida, pero tenía que conformarse
de momento con pajearse viéndola disfrutar con un par de críos inútiles.
Los ojos de Ana se fijaron en Roberto que estaba al otro lado del sofá,
desnudo, acariciando despacio su miembro erecto con mucha calma mientras
no perdía detalle del juego de sus amigos. Ana se dirigió a él, inclinándose
sobre su entrepierna para comenzar una rica una mamada. Ana hace que
Roberto se tienda en el sofá para iniciar un nuevo recorrido como el realizado
sobre el cuerpo de su amigo. Pero en esta ocasión hubo algo diferente.
Cuando Ana disfrutaba del sabor de la barra de carne de Roberto, de ese
sabor que ya había degustado y que le era familiar, David se situó tras ella,
sus manos amasaron sus duras y sensibles tetas, mientras las de Roberto
hacían suyas la redondez y dureza de su culo. Las caricias que ambos jóvenes
iniciaron en el cuerpo de Ana la pusieron a cien. Los labios de David la
recorrían desde el cuello hasta el sensible orificio de su ano y los de Roberto
besaban la firmeza de sus pechos, al tiempo que sus dientes y su lengua
destrozaban de gusto la dureza de sus pezones.
Ana estaba a punto de correrse del maravilloso trabajo que hacían las
manos de sus amigos en todo su cuerpo. Entonces notó como la polla de
Roberto penetraba su caliente y húmeda intimidad deseosa de placer, pero
aun le aguardaba otra sorpresa. David estaba entrando por la puerta de atrás,
le estaba partiendo su culito en dos, ¡y le encantaba! Los dos muchachos
empezaron los rítmicos movimientos. Sacaban sus pollas de los orificios de
su amiga hasta la mitad para después volvérsela a clavar un poco más hondo.
Ana sentía como los dos invasores chocaban dentro de ella tan solo separadas
por la fina membrana que independizaba ambos agujeros y esa sensación de
sentirse completamente llena la hacía correrse sin parar encadenando un
orgasmo tras otro mientras sus amigos aceleraban el ritmo de su penetración.
—Venia a por algo más de dinero para ir a comer con unas amigas. ¿Y tú
qué haces en casa? – fue la respuesta de Olga.
—Mira donde lo tienes. No sé como lo habrás buscado pero cada día estás
mas despistado, no pierdes la cabeza por que la tienes pegada a los hombros.
J.—Es cierto hija, no sé qué haría yo sin ti.
Olga salió del despacho de su padre delante de él. Javier no pudo evitar
recorrer con la mirada el cuerpo de su hija. Se había excitado al pensar que
solo iba vestida con ese ligero vestido que solo cubría poco más de medio
muslo y que debajo solo había unas braguitas. Mientras salían de casa, Javier
acomodo disimuladamente su erección sin dejar de mirar el cuerpo de su hija,
era igual o incluso mejor que el de Ana, aunque no se había dado cuenta
hasta ahora. En ese momento un pensamiento cruzo su cabeza, ¿su hija habría
hecho algo parecido a lo que acababa de ver? Olga era una joven dulce y
cariñosa, pero si se fijaba bien, su manera de vestir era sexy. Cuando imagino
a Olga desnuda disfrutando del sexo como acababa de hacer Ana, dos
sentimientos contradictorios lo invadieron, uno de repugnancia hacia sí
mismo por haber pensado eso y otro de un tremendo morbo que acentuó aún
más su erección. Javier pensó que todo eso era nuevo para él, nunca le había
pasado algo parecido y tenía miedo de sus reacciones.
Ana entro en el salón vestida con la falda vaquera que vestía esa tarde, una
ajustada camisa blanca con los tres primero botones desabrochados lo que
hacía que sus pechos formasen un impresionante escote y sin decir nada se
sentó frente a él en uno de los sofás. Se puso a ver la película que Carlos
tenía puesta. “Perros de Paja”. Como esa misma tarde el joven no pudo evitar
centrar su atención en las preciosas piernas de la joven que lo acompañaba y
que hacía que esa noche no estuviese solo.
—¿Por qué coño me miras tanto? ¿Te gusto? – le dijo Ana en un tono un
tanto hostil como si estuviese enfadada con él.
—Lo siento – respondió el joven poniéndose como un tomate y
sorprendido por el comentario de la joven que unas horas antes se le había
insinuado descaradamente.
Sin decir nada más el joven centro su atención nuevamente en la película y
procurando no mirar a la chica. Pero al cabo de un rato el comportamiento de
la joven cambio. La expresión de su rostro se suavizo. Ella tenía las piernas
cruzadas y sus muslos totalmente desnudos lo que hacía que el joven no
pudiese evitar fijarse en esas preciosas piernas. Carlos procuraba no mirarla
demasiado y hacerlo disimuladamente para que ella no se molestase
nuevamente.
Cuando la joven descruzo las piernas muy despacio frente a él no pudo
evitar recordar la escena de “Instinto Básico” con la única salvedad que en
lugar de ver su intimidad solo le mostro su braguita. El volvió a centrar su
atención en la pantalla para no tentar a la suerte. Pero su deseo de contemplar
el precioso cuerpo de la joven era mucho más fuerte. Cuando su vista se
centro nuevamente en ella tuvo una agradable sorpresa, sus piernas estaban
entreabiertas y pudo distinguir perfectamente el color rosa pálido de su ropa
interior. Ella también lo observaba para saber si estaba pendiente de sus
movimientos.
—Que desatendida la tiene a la podre, no le hace ni caso – comento la
joven distraídamente – Aunque la protagonista está muy buena ¿No?
—Si no está mal – siguió la conversación.
—Estoy segura que ahora mismo entrase una mujer así en casa la
colmarías de atenciones – y sonrió traviesa.
No hubo respuesta por parte del chico que continuó viendo la película
aunque no podía evitar mirar brevemente sus torneadas piernas. “Pero… ¿qué
está haciendo?” se pregunto cuando vio que Ana disimuladamente
comenzaba a subir su falda dejando al descubierto la totalidad de sus largas
piernas y el inicio de su entrepierna cubierto por la pálida tela. La polla del
joven se empalmo al instante pugnando por salir del pantalón.
El sabía que ella lo observaba y estaba estudiando sus reacciones. Carlos
trataba de disimular su excitación pero era imposible, no tenía nada a mano
para cubrir su entrepierna y el bulto que ahí había era más que evidente. Se
dio perfecta cuenta de como la chica miraba su inflamado paquete y sonreía
sin disimulo.
La joven comenzó a abrir y cerrar sus piernas descuidadamente, como si de
un juego se tratase. Pero no lo era. Era una coreografía perfectamente
planeada por ella. En ese momento la pantalla muestra como el cazador va a
la casa de la protagonista y viola a su mujer. Pero después de resistirse un
poco termina disfrutándolo por lo que se une a la pareja el compañero del
cazador para follarle el culo.
—¡Que puta! Como lo está disfrutando – dijo la joven – aunque con yo en
su lugar y estando a dos velas como ella también dejaría que un tío así hiciese
conmigo lo que quisiera – y se rió.
—Sí, parece que le gusta.
—Y a ti… ¿te gustaría hacerle eso a una tía cómo ella?
—Eh… no se… me parece un poco fuerte. ¿No crees?
—Tal vez. Aunque teniendo en cuanta que habían sido pareja… ¿Qué te
parece ella?
—No está nada mal.
—Se sincero – insistió ella.
—Está muy, muy, pero que muy buena.
—¿Te gusta más que yo? – pregunto ella con una sonrisa maliciosa en su
rostro.
—Eh… No… tú estás muy bien – titubeo el chico ante la pregunta.
—Vamos… que no te gusto. Eso es lo que se suele decir para salir del
paso.
—¿Qué no me gustas? Pero si eres guapísima y tienes un cuerpo…
—Lo de guapa te lo admito pero… ¿Cuándo has visto tu mi cuerpo? Que
yo sepa nunca me has visto desnuda.
—¿Te acuerdas de tu segundo día en casa? Yo no puedo olvidar cuando
bajaste al baño.
—Es verdad – dijo ella y sonrió recordando la escena.
La pareja de jóvenes volvieron a centrarse en la película aunque ella ya
había perdido todo el interés por la historia y quiso retomar la conversación.
—¿Puedo preguntarte algo? Aunque… bueno mejor no. Es muy personal y
a mí tampoco debe importarme.
—Si no me dices de que se trata no puedo saber si es personal o no.
—Déjalo de verdad, es una tontería, no sé cómo ha podido ocurrírseme
algo así.
—Venga… pregunta lo que quieras. ¿Qué quieres saber?
—Me preguntaba si eres virgen. Como ves es una tontería no tienes que
responderme.
Carlos se quedo en silencio meditando su respuesta. Podía mentirle y
decirle que no para dársela de chico experimentado e interesante para las
mujeres para atraerla o simplemente decir la verdad y esperar su
comprensión.
—Sí, soy virgen — respondió finalmente Carlos — ¿Y tú?… ves esta
pregunta si que sobra salta a la vista que eres una mujer muy experimentada –
dijo poniéndose un poco colorado.
Ella no respondió a la pregunta del joven. Simplemente le sonrío
confirmándole lo que él sabía de sobra. Pero ya que habían entrado en
intimidades continuó con su interrogatorio.
—¿Lo dices en serio? Clara y tu… nunca…
—No. No lo hemos hecho. Ella dice que aun no está preparada.
—Pero… alguna experiencia con chicas habrás tenido.
—Eh… si. Clara y yo hacemos algunas cosas pero nunca llegamos.
—¿Qué cosas hacéis? – insistió Ana.
—Pues… — el joven no sabía cómo continuar. En el tema del sexo era
evidente que el estaba en el parvulario y ella tenía un doctorado y sabia que
cualquier cosa que el pudiese decir le parecería una tontería, pero finalmente,
se lanzo – Pues… normalmente nos besamos, nos metemos mano, nos
tocamos, los día que ella esta mas desinhibida acabamos desnudos y
masturbándonos mutuamente. Incluso una vez tuvimos sexo oral.
La joven no hizo ningún comentario se limito a sonreír. Poco a poco fue
hundiéndose en el sofá adelantando sus caderas dejando su culito casi fuera,
con las piernas abiertas regaló a Carlos un perfecta imagen de su entrepierna.
Su abultado monte de Venus se marcaba perfectamente en la fina tela de su
braga. El chico pudo distinguir como la el rosa pálido de la prende se
oscurecía donde su rajita decía lo cachonda que estaba. Ella con su dedo en la
boca y con el otro brazo apoyado en el brazo del sofá miraba la pantalla
pensativa.
“Que estaría pasando por la mente de Ana” pensaba el joven sin dejar de
mirarla y de disfrutar su regalo. “No sé cómo aguanto” se decía a sí mismo,
ya que lo que realmente deseaba era abalanzarse sobre ella arrancarle las
bragas y follarla hasta llenar con su leche ese coño que tenía frente él,
ofreciéndose descarado. Y no pudo evitar preguntarse “¿Por qué ese cambio?
¿Por qué había pasado de la hostilidad al aparente deseo?”.
Ana continuaba abriendo y cerrando las piernas. Era evidente que cuando
las tenia cerrada las tensaba para apretar su coñito entre ellas y luego
liberarlo.
El chico inconscientemente comenzó a acariciar su miembro por encima
del pantalón. Eso no paso desapercibido para la joven que llevo su mano de
manera distraída a su sexo para recorren con sus dedos su rajita. “Dios, ella
también tiene ganas” se dijo. Desabrocho su pantalón y bajo la cremallera
haciendo sitio para acariciar su dura polla por encima de la tela de su bóxer
mojada por el líquido que manaba de su capullo. Ella seguía estimulando su
sexo sin apartar la vista de él.
Carlos estaba tan excitado que decidió jugar fuerte y apostarlo todo.
Aparto el elástico de su bóxer dejando al descubierto su hinchado glande.
Espero la reacción de la chica. No hizo nada solo mirarlo. Decidió que debía
continuar y sin pensárselo bajo su bóxer y el pantalón hasta sus rodillas. Ella
no aparto la vista de su polla, que salto como si tuviese un resorte, y de su
velludo pubis. Pensó si decirle que le mostrase su sexo pero antes de terminar
el pensamiento miro al vértice de las piernas de su compañera de juegos
viendo como la tele se había apartado mostrándole ese hermoso coñito. Era el
segundo coño que veía y le encanto que estuviese totalmente rasurado. Él le
había pedido en varias ocasiones a Clara que se lo depilase totalmente pero
ella no había accedido, lo tenía eso si muy recortadito y formando un
triangulo sobre su raja. El deseaba conocer el tacto de un sexo de mujer
totalmente limpio y suave.
—Tienes una muy buena herramienta – dijo ella sonriendo.
—… Viniendo de ti creo que debo tomarlo como un cumplido. Aunque
supongo que todos la tendremos parecidas – respondió él después de pensar
que responder.
—No son todas parecidas y la tuya está muy por encima de la media –
sentencio con seguridad ella.
—Tu coño también está muy bien.
Ella se limito a sonreír mientras pensaba que él no tendría muchos con el
que compararlo.
—¿Quieres que veamos una película porno? – se atrevió a preguntar el
joven.
—Vale. Pero mejor la vemos arriba en mi habitación.
Carlos salió corriendo del salón sin colocar su pantalón y su polla daba
botes delante de el a cada paso. Ella no pudo evitar reírse con la escena. Se
levanto del sofá apago el televisor y subió a su habitación para esperar al
joven. Puso a grabar la cámara y se acomodó en su sofá, abrió nuevamente
sus piernas aparto su braguita nuevamente y desabrocho un par de botones
más de su ajustaba blusa y se quito el sujetador. Cuando el chico entro en la
habitación de Ana seguía con el pantalón en las rodillas y su polla se disparo
al cielo cuando se encontró de frente a él nuevamente ese precioso coño y la
imagen de esas tetas que querían salir de esa apretada camisa marcando unos
duros y puntiagudos pezones. Puso la película y se sentó junto a ella.
Olga abrió la puerta de casa. Estaba enfadada. Olga había discutido con
Daniel ya que este le había pedido, durante la fiesta de cumpleaños de su
amiga, ir a su casa y tener con ella sexo anal, ella se había negado y él le dijo
que era una estrecha. La negativa de la joven y la poca compresión de su
chico hicieron que la noche acabase mucho antes de lo que ella tenía previsto.
No podía dejar de darle vueltas a la cabeza de cómo Daniel le había dicho
que era una estrecha. Ella que había accedido a hacer con él todo lo que le
había pedido hasta ese momento no entendía por qué no le daba algo más de
tiempo. Estaba imbuida en sus pensamientos cuando entro en el salón. Las
luces del salón estaban encendidas pero no había nadie. Tiró su pequeño
bolso en el sofá y se sentó para quitarse los zapatos de tacón que la habían
torturado durante toda la noche.
En la película había pocos preámbulos y a los pocos segundos los actores
ya estaban follando. La visión del cuerpo de la Ana junto a las imágenes hizo
que Carlos se pusiera a cien. Se quito las zapatillas y se desnudó de cintura
para abajo. Comenzó a masturbarse despacio recorriendo su verga en toda su
longitud mirando la pantalla.
Del bolso de Olga comenzó a surgir una alegre melodía. Ella lo abrió y
sacó su teléfono móvil. Miró la pantalla en ella aparecía la fotografía y el
nombre de Daniel. Sostuvo unos instantes en aparato en sus manos y después
de pensarlo decidió no responderle colgándole. Unos minutos después el
teléfono volvió a anunciarle con su alegre melodía la entrada de una nueva
llamada. Nuevamente miró la pantalla, era Daniel, y volvió a colgarle. Luego
fueron dos breves pitidos los que le anunciaron la entrada de un mensaje.
Cuando miró que era vio que era otra vez él. Abrió el mensaje.
“POR FAVOR PERDONAME LO SIENTO MUCHISIMO Y TIENES
RAZON PODEMOS ESPERAR. DIME ALGO”
Olga apagó su teléfono y lo guardo en su bolso. Apagó las luces del salón
y subió a su habitación para dar por terminado el día. Antes de entrar llamó a
la puerta de la habitación de su hermano pero no obtuvo respuesta. Pensó que
ya estaría durmiendo y abrió la puerta con cuidado pero no había nadie.
“Habrá salido” se dijo. Cuando apagó la luz del pasillo para entrar en su
habitación se dio cuenta que había luz bajo la puerta que llevaba a la
buhardilla. Parecía que Ana había vuelto pronto a casa.
Ana se puso de pie y muy despacio saco sus braguitas y las dejo caer solo
el erecto miembro de su compañero de juegos, desabrocho otro botón de su
blusa y dejo que sus exuberantes pechos escapasen de la tela. Se acomodo
junto a él y mientras sus dedos comenzaron a moverse dentro de su vagina la
otra mano acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones. El cogió las bragas
húmedas de la chica y después de olerlas las puso alrededor de su miembro y
continuó masturbándose.
—¿Quién te pone más ese actriz o yo?
—Tú… ¿Puedo besarte? – se atrevió a preguntar.
Olga tiro el bolso sobre la cama y dejo los zapatos junto al armario. Se
tumbo en la cama mirando al techo. Después de un buen rato se levanto para
quitarse el vestido y cuando se disponía a hacerlo de dijo que tal vez sería un
buen momento para hablar con Ana a solas sobre lo que le había pasado con
Daniel. Subió la escalera que llevaba a la habitación de la joven invitada.
Cuando tuvo visión de la habitación de su invitada lo que vio la dejo
paralizada.
La respuesta de Ana no fue verbal. Ella se levanto se sentó sobre él de una
manera natural como si eso lo hubieran hecho cientos de veces. Él lo tomo de
la misma manera. Así estuvieron un rato uno frente al otro mirándose
fijamente a los ojos. Sin hacer caso a la pantalla con sus eróticas imágenes.
Ella finalmente tomo la iniciativa y lo beso dulcemente. El tiempo se detuvo.
El la abrazo y la atrajo más hacia sí y correspondió al beso. No saben cuánto
tiempo estuvieron así. Ella quería que su primera vez fuera algo especial,
pese a que no eran esos sus planes al principio. Pero de la dulzura inicial
pasaron a la pasión y sus lenguas chocaban en el interior de sus bocas
mientras sus manos acariciaban sus espaldas. Ella dejo de besarlo y acerco
sus labios a su oído.
—Fóllame — Le susurro y luego mordió el lóbulo de su oreja.
Ella se levanto y se puso frente a él. Se había transformado la joven ahora
era todo lujuria. Pero le gustaba lo que estaba viendo. Ella desabro los
botones de su blusa. Lo hizo con calma. Luego comenzó a quitarse la camisa
e inmediatamente sus pechos quedaron totalmente expuestos a su mirada.
Dejando caer la prensa a sus pies. Ella quedó ante él solo con su minifalda. Él
armándose de valor alargo su mano e introdujo un dedo en la cintura de la
prenda y la atrajo hacia él. La sujeto por la cintura y beso sus pechos, estos
reaccionaron insolentes al contacto de sus labios. Ella acariciaba su pelo.
Deshizo su recogido y dejo caer su pelo sobre su espalda echando la cabeza
hacia atrás. Él la sostenía por la cintura mientras su mano jugaba con sus
pechos y su lengua hacia círculos de saliva en torno a su ombligo. Él se
detuvo, se puso de pie, la cogió de la mano y con una seguridad que no creía
que podía tener dijo:
–Ven.
Cuando Olga desde la escalera intuyó que Ana y su hermano iban a follar
no supo cómo reaccionar. Lo que se traían entre manos no era un simple
juego de adolescentes. Lo primero que le se paso por la cabeza fue entrar y
detener aquello, pero no lo hizo, después de unos instantes de turbación se
dio media vuelta y regreso a su habitación.
Ana lo siguió hasta su propia cama. De pie frente a ella se besaban con
lujuria, con pasión, con urgencia. Ella le desabrochó los botones de la camisa
y se la quito deslizándola por sus brazos. Acaricio su pecho. El sonreía.
Mientras continuaban besándose ella acaricio su erecto miembro que
palpitaba al contacto de su mano. Cayeron enredados en un apasionado
abrazo sobre la cama. Sintieron totalmente el contacto de sus cuerpos
desnudos. Se exploraron abrazados sobre la cama. El estaba maravillado de la
naturalidad con que ella asumía su propio deseo, sin ningún tipo de
remordimiento y sin ninguna inquietud. Fue ella quien recorrió su torso con
las palmas de las manos, como si quisiera memorizar cada curva y cada
musculo. Él mientras permanecía inmóvil y, para que iba a negarlo algo
asustado. Habían dejado de besarse y el volvió a contemplarla de cerca. Era
preciosa y se había transformado en una mujer diferente. Ambos jadeaban y
poco a poco fueron acompasando el ritmo de sus respiraciones hasta que
acabaron haciéndolo al unísono. Por fin ella se abalanzo sobre él, no había
otra forma de explicarlo. Se fundieron en un arco, un puente, mientras ella
escribía en la piel de él una criptografía de caricias y arañazos que dirían al
mundo que su cuerpo había sido suyo. Estaban rojos, acalorados y sudorosos.
Ella estaba bajo él. Él le acaricio la espalda hasta que se detuvo en las caderas
para aferrarlas después a su cuerpo con ambas manos y ambas piernas.
–Despacio. Dijo ella.
Él pensó que ella quería ser la maestra de ceremonias y llevar la voz
cantante. Él contuvo el aliento mientras entraba en ella, calculada y
morosamente, centímetro a centímetro, de forma que ella pudiera sentir cada
diminuto avance y el pudiera deleitarse con las agradables sensaciones que
estaba experimentando al entrar por primera vez dentro de una mujer.
Realmente no le costó entrar en ella pues su sexo fluía como una fuente. Él
sentía el miembro tenso al máximo, pleno de vigor y entusiasmo a medida
que entraba y como las paredes de la vagina se contraían a su alrededor,
como dándole la bienvenida, como invitándole a entrar, como intentando
atraerlo hacia lo más profundo, y por fin él se supo dentro, completamente
dentro, casi fundido con ella. Y allí se mantuvo, rígido e inmóvil, sin
desplazarse un solo milímetro disfrutando de la cálida humedad de esa mujer.
Ella agito las caderas, impaciente, pero el permaneció inmutable,
descansando en su interior, con las mano apoyadas en el cabecero de la cama
para no perder el equilibrio. Y entonces, muy, muy, muy despacio, haciendo
gala de un autocontrol que a él mismo le sorprendía, empezó a moverse con
estudiada calma. Se retiro y volvió a entrar en ella como a cámara lenta, y en
la segunda envestida hundió el miembro un poco más profundamente. Poco a
poco incremento el ritmo, más rápido, más profundo, más rápido, más
profundo, hasta alcanzar tal intensidad que con cada nuevo impacto y aquella
fricción le provocaba a él un calor intenso que se iba extendiendo por todo el
cuerpo. En un momento sus cuerpos parecían pegados uno al otro, al
momento siguiente él se despegaba. Ella respondía a cada nuevo ataque con
un profundo gemido y a medida que él aceleraba el ritmo los gemidos de ella
ganaban en volumen. Cuando él comprendió que ella había perdido su
seguridad y había dejado de ser ella la que llevaba la iniciativa, él se sintió
poderoso y dueño de la energía necesaria para tomar aquella fortaleza. El se
emborracho en la sensación de superioridad y dominio, y sin poder evitarlo,
sintió como se unía a ella de una manera muy especial. De repente todo el
contenido del dormitorio pareció converger hacia la cama, un gemido más
intenso y agudo ascendió salvaje por su garganta, y cuando lo dejo salir, la
lleno de todo su calor. El se desplomo sobre ella, entre espasmos, luego se
tumbo a su lado y se abrazaron.
—Lo siento, no te he avisado y me he corrido dentro – dijo tomando
conciencia de lo que había hecho.
—Tomo la píldora.
Ella lo beso con una ternura, que él nunca había sentido antes, apoyo la
cabeza en su pecho y se quedo dormida.
Ana abrió los ojos, estaba acurrucada en los brazos de Carlos que dormía
plácidamente a su lado. Miró el reloj que había sobre su mesilla. Las dos de
la madrugada. “¡Mierda, nos hemos dormido!” pensó.
—Carlos…, Carlos… despierta – le decía mientras lo movía para sacarlo
de su dulce sueño.
—Mamá… es temprano déjame un poco más.
—¡Qué coño de mamá! Vamos despiértate o nos meteremos en un lio.
—¿Ana? – dijo desconcertado.
—Venga vete a tu habitación antes de que lleguen tus padres y se lie.
—¿Hemos follado? – pregunto incrédulo al verse desnudo en la cama de la
joven, pensaba que todo había sido un agradable sueño.
—Sí, pero no te emociones, vamos vete – insistió y le arrancó la sabana y
la envolvió en torno a su pecho para levantarse.
Ana fue hacia la escalera. El la siguió mientras recogía la su ropa
desperdigada por el dormitorio. No se vistió, tan solo cubrió su miembro con
las prendas que llevaba en las manos. La joven abrió con cuidado la puerta
que daba al pasillo. Todo estaba tranquilo.
—Date prisa, vete a tu habitación – le susurro.
Carlos salió y fue corriendo hasta su dormitorio mostrando la blancura de
sus duros glúteos a la joven. Ella no pudo evitar sonreír. Cuando el cerró la
puerta de su habitación ella fue hasta la habitación del matrimonio. Abrió la
puerta con cuidado y se asomo al interior. No había nadie, por suerte no
habían regresado aún. Ana respiro tranquila no tenía ganas de una nueva
discusión con Marta, de momento. Volvió a su habitación apagó la televisión
y luego fue hasta su ordenador para detener la grabación. Guardo el archivo
de imagen en una carpeta con el nombre de CARLOS y luego busco una
memoria USB para hacer una copia del archivo. Guardo la memoria en uno
de los zapatos que tenía en el armario y se metió en la cama.
No habían pasado ni quince minutos cuando escucho unos pasos subiendo
la escalera de su dormitorio. Cerró los ojos y se hizo la dormida.
—También está dormida – susurro la voz de Javier.
La joven pudo escuchar como los pasos se alejaban dejándola sola en su
cama. Cerró nuevamente los ojos y en esta ocasión si se quedó
profundamente dormida.
—CAPITULO 4—
EL INCIDENTE
“No sé cómo he sido capaz de decir eso. Estoy fuera de control.” Pensó
Ana. Marta se apoyó en la bañera justo donde Ana estaba a ella y frota su
pecho en el dorso de su mano. La joven imaginó cómo sería su pecho que
está separado de su mano solo por la tela de su blusa y su sujetador.
—Te daré también en el otro muslo parece que también está tenso – dijo
Marta.
—Bien. Me gusta. Me encuentro mucho mejor.
—Sí, pero me daba vergüenza decirte que… me gustas. Además con los
desencuentros que hemos tenido.
—Me encanta.
Hice lo que me dijo. Abrió mis piernas, me elevo con sus brazos por las
caderas y volvió a penetrarme de un tirón. Tumbándose sobre mí y sin dejar
de mover sus caderas penetrándome, me besó con fuerza. Su pecho aplastaba
el mío haciendo que le clavase en el mis duros pezones. Los dos estábamos
otra vez cubiertos de sudor. Me iba a reventar. Me abrace con mis manos
alrededor de su cuello y mis piernas abrazaron su cintura. Me sentía toda una
mujer, en esta postura, me recordaba alguna escena de película, donde dos
amantes lo hacían con pasión. No pude evitar volver a gritar y a gemir y un
nuevo orgasmo invadió mi cuerpo. Notaba como me corría, como mi flujo
empapaba mi culo y la polla de Nacho, que no paraba de moverse dentro de
mí, y como bajaba por mi espalda.
¾ Me voy a correr… No aguanto más. — dijo jadeando y con la
respiración agitada.
¾ Hazlo dentro, por favor, hazlo dentro.
Nacho cerró los ojos y mordió su labio inferior. Unos segundos después,
sin dejar de moverse, empezó a llenarme el culo con la calidez de su esperma.
No dejaba de moverse como si quisiera dejarme dentro hasta la última gota
de su leche. Salió de mí y calló rendido a mi lado. Lo bese.
—Ana, tal como lo cuentas parece que fue maravilloso. Pero… ¿te dolió?
—Sí, fue genial. Lo importante es que el chico sepa lo que hace. Y te seré
sincera al principio me dolió un poco pero luego fue genial. Además cuanto
más lo practiques mejor.
—Pero no tengo ni idea si Daniel…
—Yo creo que no. Por eso te insistió tanto. Pero es mejor así. De este
modo tú serás la que lo guíes y haréis las cosas a tu ritmo.
—Eso espero. Sera mejor que me vaya a dormir. Hasta mañana.
—Buenas noches. Por cierto… — dijo Ana deteniendo a la joven antes de
que se marchase – Primera lección. Mañana será mejor que evacues
completamente y cuando te duches céntrate en tu culito, ya me entiendes.
Olga salió de la buhardilla sin decir nada más. Ana se quedó sola en el
sofá. Seguía envuelta en la toalla. Miró el reloj que había sobre su escritorio y
era tardísimo. Fue hasta su cama se despojó de la toalla y se metió tal cual
entre las sabanas.
Se levanto temprano a pesar de ser domingo y de haber trasnochado el día
anterior. La casa estaba en silencio cuando fue al baño. Cuando salió todo
seguía tranquilo. Se vistió e hizo la cama. Conecto su ordenador y abrió el
programa que controlaba la webcam. Vio que continuaba enfocando a su
cama, tal y como se quedo después de grabar su primer encuentro con Carlos.
En esta ocasión la puso para que enfocase a su pequeño salón y para que se
viese perfectamente la zona del sofá. Cuando tuvo todo a su gusto cerró el
programa y apagó el ordenador. Bajo a la cocina y se puso un enorme vaso de
leche fría. Lo bebió de un solo trago. La familia seguía durmiendo, así que
pensó en dejarles un mensaje. Cogió el rotulador que colgaba de la pizarra de
la cocina y escribió:
“He salido temprano a ver a una amiga por un trabajo de clase. Vuelvo a la
hora de comer. Ana.”
Cogió un juego de llaves que había en una repisa al lado de la puerta y
salió de casa. Una vez en la calle caminó en busca de un taxi. Paro el primero
que vio y subió.
—Al hospital Doce de Octubre, gracias.
La ciudad a esa hora aún tenía poco tráfico y pocos minutos después Ana
se bajada del coche en la puerta del hospital. Entró y fue directamente al
mostrador de información. Ahí una joven vestida con pijama blanco y cara de
estar aburrida la atendió.
—Buenos días. ¿Puede decirme en que habitación esta Jorge Meliá?
—Buenos días. Un momento, por favor – y comenzó a teclear en el
ordenador que tenia frente a ella – Habitación 525 traumatología. Coja el
segundo ascensor llegará antes.
—Gracias.
La joven no respondió y continuó aburrida en sus tareas. Ana fue al
ascensor indicado y subió a la quinta planta. Todo estaba tranquilo. Era
demasiado pronto para que hubiese visitas. Tan solo vio a una enfermera que
entraba en una de las habitaciones. Llego a la habitación. La puerta estaba
cerrada. Llamó. No espero respuesta y entró. Jorge estaba solo, tumbado en la
cama y aparentemente dormido. Tenía colocado en la cabeza un aparato
metálico que le sujetaba la mandíbula y que supuso le impedía hablar.
Cuando estuvo junto a la cama puso la mano en su hombro. Jorge abrió los
ojos. Cuando este vio a la joven su rostro expreso sorpresa.
—¿Puedes hablar?
Jorge negó un leve movimiento de su cabeza.
—Está bien. Entonces hablare yo. No sé qué pretendías presentándote así
el otro día después de lo que me hiciste antes de marchare como un cobarde.
Quiero que tengas claro que no quiero volver a saber nada de ti. No quiero
volver a verte, ni que me llames, ni que me escribas, nada, ¿lo entiendes?
Ana espero un gesto de Jorge pero no obtuvo ninguno. En vista que no
tuvo respuesta dirigió la mano más próxima a la cama a la entrepierna del
muchacho que se dibujaba bajo la sabana. Agarró con decisión sus huevos y
los apretó con fuerza retorciéndoselos un poco. Un gesto de dolor apareció en
el rostro del joven. Intento apartar la mano de Ana de su delicada zona pero
no lo consiguió, solo que la presión que ejercía la chica aumentase.
—Parece que estas duro de oído. Y parece que no has tenido suficiente con
la paliza que te dio ese tipo. Me han insistido en que te denuncie, pero no lo
he hecho. Creo que con lo que te ha pasado has tenido suficiente. Así que lo
repito, no quiero volver a saber nada de ti. Como vuelvas a parecer en mi
vida, no te denunciare, seré yo misma la que iré a por ti cuando menos te lo
esperes. Te cortare los huevos y haré que te los comas. Creo que ya me
conoces y sabes que soy capaz de eso y de mucho más. ¿Me has entendido
ahora?
Se lo volvió a preguntar al tiempo que retorcía y apretaba con fuerza los
huevos del muchacho. Este hizo un leve movimiento afirmativo con su
cabeza.
—Bien. Así me gusta. Espero que te recuperes pronto.
Dijo Ana después de soltar los huevos del muchacho. Su cara se relajo y
sus mano sujetaron su entrepierna, como comprobando que aún seguía ahí.
Ella se acerco a él y le dio un beso en la frente.
—No olvides lo que te he dicho. Adiós.
La joven salió de la habitación y del hospital. Cogió nuevamente un taxi en
la paraba frente a la puerta y pidió al taxista que la llevase al Parque del
Retiro.
Paseó tranquilamente hasta llegar al lago. Hay apoyada en la baranda miro
un par de chicos que remaban en sus barcas echando una carrera. Ana sonrió
por el espectáculo. Cuando lo dio por concluido sin un vencedor claro
continuó su paseo hasta la Glorieta del Ángel Caído. Tomó asiento en uno de
los bancos. Miro detenidamente la figura del demonio. No sabía por qué pero
esa estatua siempre había llamado su atención. Recordó la primera vez que
estuvo en la ciudad con sus padres y lo que le costó insistir hasta que la
llevaron a verla y como le hizo decenas de fotos desde todos los ángulos
posibles. Tenía algo que la hacía recapacitar.
Un joven se sentó a su lado. Ana no le dio mayor importancia, pensó que el
muchacho intentaría ligar con ella, y continuó observando la negra figura
mientras meditaba en lo que había sucedido durante la semana.
—Hola – dijo el joven haciendo que abandonase sus pensamientos.
—Hola – respondió ella por simple cortesía sin intención de que la
conversación continuase.
—Ya veo que no me recuerdas.
—¿Te conozco? – respondió ante la afirmación del desconocido que
parecía empeñado en hablar.
—No nos han presentado, pero nos hemos visto.
—Lo siento pero… no creo que hayamos coincidido en ningún sitio.
—No importa. Me alegro que estés bien – se levanto del banco y camino
paseo abajo.
Fue en ese momento cuando Ana se fijo detenidamente en el joven. Era él.
El desconocido que le había dado la paliza a Jorge. Se levanto de un salto y
corrió tras él llamándolo.
—¡Oye…tú! Espera un momento – grito Ana.
El joven se giró al escuchar los gritos. Vio que era la chica y se detuvo.
Cuando Ana llego frente a él, le dijo:
—Perdona por ser un poco borde antes. Lo siento. No te había reconocido.
Muchas gracias por lo que hiciste el otro día.
—No importa. No podía permitir que ese tío te pegase.
—Ya. Pero te pasaste un poco. ¿Sabes que está en el hospital con la
mandíbula rota y que te busca la policía por agresión?
—Lo de la policía no me importa. Con la descripción que les haya podido
dar él o tú no me encontrarán. En cuanto a la mandíbula… debería haberlo
matado.
—¿Y si llamo a la policía ahora mismo? – dijo Ana sacando su teléfono
del bolsillo.
—No creo que lo hagas.
—Pareces muy seguro de ello. Dame una razón.
—Se que no has querido poner denuncia contra él. Eso solo tiene dos
posibles soluciones que no le das importancia al hecho ya que consideras que
lo que le hice ha sido suficiente. O que aun estas enamorada de él, pero esto
creo que no. y por tanto no quieres complicaciones.
—Me pareces un poco chulito tú. Además, que lo sepas. Aunque no
hubieses aparecido me habría librado de él. Solo me pillo desprevenida.
—Ya… seguro. ¿Ahora quien es la chulita?
—No es chulería. Es la realidad. Cuando quieras te lo demuestro.
—Venga chiquilla, eso no te lo crees tú ni harta de cubatas. Me quieres
hacer creer que te habrías librado de un tío que te sacaba una cabeza y casi te
doblaría el peso.
—Sí, me libraría de alguien como tú.
—Eso me gustaría verlo.
—Ahora mismo si quieres. Vamos al césped para que no te hagas daño.
El joven se rio de esta última afirmación y la siguió hasta la pradera de
césped que había frente a ellos. Ana se quito la chaqueta dejándola en el
suelo y sobre ella puso el teléfono y las llaves. El desconocido admiro los
redondos y firmes pechos que marcaba la ajustada camiseta.
—Venga atácame – le dijo Ana al tiempo que le hacia un gesto con las
manos para que se acercase.
—Lo dices en serio. No quiero hacerte daño.
—No me harás daño. ¡Vamos! O tienes miedo que te pegue una chica.
—Como quieras. Después no llores.
Y una vez dicho eso el joven desconocido se lanzo sobre ella. Ella cogió su
mano y dando media vuelta se inclino interponiendo su cadera. Cuando el
joven se dio cuenta estaba tirado en el suelo panza arriba mientras ella le
tenía inmovilizado por el cuello sonriendo. Ana lo soltó y se puso de pie
nuevamente. El joven se levanto de un salto y la ataco de nuevo. Otra vez
termino con la espalda en la hierba y con la joven sentada a horcajadas sobre
su pecho lo que le impedía respirar, al tiempo que le impedía mover las
piernas y le sujetaba las manos sobre su cabeza. Esto hacia que ese par de
tetas perfectas estuviesen sobre su cara.
—¿Te rindes?
—Vale, tú ganas.
—Por cierto, no me gusta que me sigan. Ahora recuerdo que el otro día
estabas frente a mi casa bajo la lluvia y casualmente a otro día me salvas y
hoy apareces de la nada. Te lo advierto no me sigas. Ya ves que no necesito
un guardaespaldas.
—Yo no te he seguido, han sido simples coincidencias.
—Ya.
Ana se levanto y recogió sus cosas del suelo. Se puso la chaqueta y camino
hacia la salida dejando al joven desconocido tirado en el suelo.
—¡Espera! – le grito el joven. Ana se volvió — ¿Me das tu teléfono?
—No. Seguro que tú podrás conseguirlo por casualidad. Adiós.
Y la joven continuó su camino. Mientras el desconocido se levantaba del
suelo miró como se marchaba. Se quedo embobado viendo como movía su
precioso culito al caminar. No aparto la vista de ella hasta que se perdió en la
distancia.
Ana salió del Retiro y volvió a tomar un taxi para volver a casa. La comida
transcurrió con normalidad. Comieron pronto ya que Javier y Marta habían
quedado con unos amigos y Carlos tenía partido. En cuanto Ana terminó de
comer subió a su habitación con la escusa de terminar un trabajo.
A primera hora de la tarde la casa se había quedado vacía y en silenció.
Ana estaba estudiando cuando Olga apareció en la buhardilla. Parecía algo
dubitativa como si se arrepintiese de la decisión que había tomado y se
hubiese dado cuenta nada más pisar aquel lugar.
—¿Estas estudiando? Si te molesto vuelvo mas tarde.
—No te preocupes, solo estaba haciendo tiempo hasta que subieses. Ponte
cómoda mientras recojo esto.
Olga se sentó en el sofá mientras Ana amontonaba los folios a un lado de
la mesa y cerraba un par de libros. Pulso el botón de grabar en su ordenador y
lo cerro. Luego fue hasta el sofá y se sentó junto a ella. Ambas quedaron en
silencio hasta que Olga incomoda por la situación lo rompió.
—Bueno, ¿Qué tengo que hacer?
—Ya te lo he dicho, ponte cómoda.
—Ya estoy cómoda, me he sentado.
—Me refería a te que quitases algo de ropa – y Ana sin más preámbulos se
quito la camiseta mostrando a Olga su pecho enfundado en un bonito
sujetador de encaje de color marfil.
—¿Es necesario?
—Si quieres que hagamos las cosas bien, sí.
A continuación Ana se quito el sujetador, indicándole así a Olga que no
debía sentirse incomoda por la situación que lo tomase con normalidad. Olga
pudo apreciar aun el leve y uniforme tono dorado de sus pechos sin las
antiestéticas marcas del bikini. Estaban erguidos, desafiantes y coronados por
dos pezones, ya apreciablemente duros, de un apetitoso color rosado. Olga
parecía algo incomoda por la situación.
—Venga Olga no me digas que te da vergüenza desnudarte delante de mí.
¿No me digas que nunca has visto a otra mujer desnuda a parte de ti misma?
—Sí, claro que las he visto, muchas veces. En las duchas del gimnasio,
cuando nos cambiábamos en clase de gimnasia en el colegio, o en los
probadores cuando voy de compras con mis amigas.
—¿Entonces…?
—No se… no es la misma situación, me da corte por lo que vendrá
después.
Ana se recostó en el sofá y tomo su camiseta que descansaba en el suelo
junto a ella y cubrió sus pechos desnudos pero sin ponérsela. Olga se sentía
abrumada por una mujer tan liberal como Ana. Seguía tumbaba, sin decir
nada, ninguna de las dos, y parecía que iba a rendirse a un plácido sueño.
Entonces lo dijo:
—Quítate la blusa.
No fue una sugerencia a pesar del tono suave que utilizo Ana. Fue una
orden en toda regla. Olga la acató sin mediar una sola palabra. Sin prisa Olga
desabrocho los botones de su blusa para luego dejarla caer a su lado. Lucía un
bonito y sencillo sujetador de color lila.
—Quítate el sujetador – volvió a decir Ana en el mismo suave pero
autoritario, dejando ver que no admitía un no.
Olga llevo sus manos a la espalda y desabrocho el cierre de la prenda. Dejo
que los tirantes cayesen por sus brazos mientras con sus manos sostenía las
copas en sus pechos. Cuando las retiro el sujetador bajo por su brazos
dejando al descubierto sus redondas y firmes tetas. Luego lo dejo junto a la
blusa. Ana retiro la camiseta que le cubría el pecho y la miro fijamente.
—¿Sabes una cosa? – dijo Ana.
—¿Qué?
—Me gustan tus tetas.
—A mí también me gustan las tuyas – respondió Olga poniéndose
totalmente colorada.
—¿Quieres tocármelas?
—No creo que este bien.
—Vamos… hazlo.
Ana tomó la mano de Olga y la llevo hasta posarla sobre uno de sus
pechos. Estos reaccionaron al contacto de la mano de la joven que empezó a
jugar con él. Lo hacía con naturalidad y estimulaba el pezón de su maestra
como si esa no fuera la primera vez que se lo hacía a otra mujer. Ana tenía el
pecho más suave y firme que, Olga, había tocado esta ese momento.
Tampoco es que hubiese tocado muchos pechos, a parte de los propios, pero
en alguna ocasión el grupo de amigas tonteando en alguna fiesta de pijamas
habían sopesado los pechos del resto. Ana comenzó a gemir y a respirar de
una manera profunda y agitada, indicándole a Olga que cada vez estaba más
excitada. Esto también excito a la tímida joven y le dio confianza, lo estaba
haciendo bien, y su otra mano se unió al juego.
—Olga ponte sobre mí.
—¿Cómo?
—Que te pongas a horcajadas sobre mí y sigas con lo que estás haciendo.
Me pone muchísimo.
Olga obedeció nuevamente. Se sentó a horcajadas sobre su maestra
abrazando con sus prietos muslos sus caderas. Continuó con el masaje
pectoral que le estaba regalando a su profesora. Entonces, Ana, comenzó a
acariciar los pechos de su alumna. Solo tardo unos segundos en ponerle los
pezones tan duros como ella los tenía. Luego Ana pasó su mano tras el cuello
de su discípula y la atrajo hacia ella. Sus labios se fundieron en un beso con
los de ella. Al principio a Olga le pareció violento e intento resistirse, pero la
mano firme de Ana la mantuvo pegada a sus labios. Una vez que Olga dejo
de resistirse acepto el apasionado beso. La lengua de Ana dentro de su boca
la ahogaba al recorrer con ella todos sus rincones. Mientras una de las manos
de la profesora apartaba los cabellos de su inexperta alumna la otra acariciaba
su cuerpo desnudo. Cuando Ana separó los labios de los de Olga, esta pudo
respirar con un hondo suspiro. Pero su profesora no la dejo descansar ni un
solo segundo. Todo se dio la vuelta. Ahora era Olga la que estaba entre las
piernas de Ana, esta recorrió el cuello, los hombros y los pechos, de Olga,
con una marea de besos.
—No sabes lo que me pone esta aptitud tuya de niña buena que parece que
no has roto un plato en tu vida – le susurro Ana al oído.
Olga estaba cada vez mas excitada. No podía resistirse. Era la primera vez
que tenia sexo con una mujer y era distinto, especial. No por el hecho de ser
dos mujeres, que también, era que Ana tenía más experiencias y vivencias
sexuales, sola, que ella y sus amigas con sus respectivas parejas juntas. Los
pensamientos empezaron a surgir como un remolino en el cerebro de Olga,
surgían mucho más rápidos que las sensaciones que su cuerpo experimentaba
bajo los besos y caricias que la sensual joven que estaba sobre ella le
proporcionaban.
La joven aprendiz no supo cuando su maestra se había desnudado por
completo y había hecho lo mismo con ella. Tuvo conciencia de ello cuando
sintió los labios de Ana recorriendo su monte de Venus y su lengua entraba
lenta y profundamente en su húmeda intimidad. Que hasta ese momento
ninguna mujer había profanado. El trabajo experto de la lengua de Ana hacia
que el cumulo de sensaciones de que sentía Olga era algo que no sabía
describir. Solo sabía que esa diablesa de mujer estaba haciendo que su cuerpo
se estremeciese de una manera indescriptible, como nunca antes lo había
hecho.
Mientras, Ana, seguía literalmente comiéndole en coño Olga, esta supo que
la clase que esperaba recibir había comenzado cuando sintió como una de los
dedos de su maestra empezó a encajarse en su prieto orificio anal. Olga no
supo cómo, Ana, solo con eso logró llevarla al orgasmo en un tiempo record.
La joven no pudo contener sus gemidos que surgieron de una manera
escandalosa como nunca antes le había pasado.
A pesar de que Olga ya había alcanzado su orgasmo, Ana, no se detuvo,
continuó chupando, lamiendo y mordiendo el sexo de su amiga. El coctel
formado por la saliva de Ana y la esencia de Olga empapaban los muslos de
esta y corría entre sus nalgas. Pero su maestra no paraba continuaba jugando
con su lengua en ese nudo de nervios que era el inflamado y sensible clítoris
de su alumna. Olga perdió la cuenta de las veces que el orgasmo la había
estremecido por completo su cuerpo.
Cuando Ana saco la cabeza de entre las piernas de Olga, con su boca, sus
mejillas y su nariz brillante por la marea de jugos que esta había derramado
supo que en ese momento comenzaba la verdadera lección.
El dedo de Ana continuaba en el culo de Olga y entonces empezó todo. Ese
dedo que no había entrado, desde el principio, ni la mitad de su longitud
comenzó a moverse dentro de ella con suavidad pero con rapidez al mismo
tiempo. Cuando la mano de Ana choco con su culo supo que lo tenía
completamente dentro. Noto como salía y como volvía a entrar una y otra
vez. En cada nueva entrada llegaba un poco más profundo y el placer que
sentía la tenía nuevamente a las puertas del orgasmo. Este exploto cuando
noto como un segundo dedo se abría paso en su interior. Olga notaba como su
ano se dilataba con el nuevo visitante en cada entrada y salida de la pareja. Y
aunque creía que no era posible el placer que sentía se multiplicó. Nuevos
orgasmos se apoderaron de su cuerpo. Y el gusto que estaba experimentando
nuevamente se incremento cuando un tercer dedo comenzó a dilatar su puerta
trasera acomodándola al nuevo invasor.
El placer que Ana le hacía sentir a Olga nunca antes, nadie, se lo había
proporcionado. Olga no sabía si todo lo que sentía era por la excitación del
momento o quizás, y era lo más probable, la forma en que Ana movía y
dirigía sus dedos dentro de ella sabiendo exactamente el punto exacto donde
tocar. Nuevos orgasmos se habían apoderado de Olga cuando sintió como los
dedos de Ana la abandonaban. Se notó vacía y sentía como la dilatación de su
ano se mantenía, teniéndola completamente abierta. Ana se levantó y se
dirigió a su dormitorio.
—¿Dónde vas? – pregunto Olga con el hilo de voz que su agitada
respiración le permitió.
—Solo es un minuto.
Ana se perdió caminando completamente desnuda tras las estanterías.
Cuando regreso lo que Olga vio le pareció grotesco pero a la vez
increíblemente excitante. En ese momento comprendió el cabreo de su madre
el día que ayudo a Ana a deshacer su maleta. Ana caminaba hacia ella de una
manera sensual con su escultural cuerpo desnudo brillante por el sudor. Lo
grotesco y la vez excitante era la polla de veinte centímetros que colgaba
entre sus piernas. Cuando estuvo a su lado Ana le dijo:
—Quiero que te pongas ahora mismo a de rodillas en el sofá y te apoyes en
el respaldo.
—¿Cómo?
—Ya me has oído. Hazlo.
—Pero no pretenderás meterme eso por el culo.
—Eso es lo que voy hacer.
—Ana por favor es enorme. Me vas a destrozar. La polla de Daniel no es
tan grande.
—Olga ¿Confías en mí?
—Claro que confío en ti.
—¿Te ha dolido lo que hemos hecho hasta ahora?
—No. Al contrario lo he disfrutado muchísimo.
—Entonces haz lo que te digo. Ponte de rodillas en el sofá y apóyate en el
respaldo.
Olga no dijo ni una palabra más e hizo lo que su profesora le había dicho.
Ana se coloco tras ella. Tenía una perfecta visión de los dos agujeritos de la
inocente Olga. Abrió el bote que llevaba en su mano y cogió una buena
cantidad. La extendió por el enorme miembro que colgaba entre sus piernas
como si se estuviese masturbando. Luego directamente del bote puso el
producto en la dilatada puerta trasera de Olga y comenzó a introducirla con
sus dedos poniendo énfasis en el anillo exterior.
—¿Qué es eso? Esta frio.
—Tranquila es lubricante. ¿Estás preparada?
—Creo que sí.
Ana tomo a la joven por las caderas para posicionarla a la altura adecuada.
Después con sus manos abrió los redondos y firmes glúteos. Moviendo su
cadera recorrió con la punta de la polla desde el monte de Venus hasta la
entrada del recto de la joven donde se detuvo. Sujetó la enorme verga con la
mano y empujo con suavidad. Entraba con facilidad ya que la lubricación y la
dilatación previa eran fenomenales. Olga sentía como se llenaba
completamente. Sentía una ligera molestia por el grosos del miembro que la
estaba poseyendo pero podía decir que incluso era agradable y placentero.
Ana viendo la facilidad con la que la estaba tomando dio una última
envestida hasta que su pubis tropezó con las nalgas de Olga. Esta grito al
sentirse completamente empalada por semejante polla y luego se mordió el
labio para soportar el ardor que sentía. Ana la sujeto por las redondas caderas
y permaneció dentro de ella casi sin moverse. Tan solo un ligero vaivén. Este
producía un ligero roce en el interior de Olga que hizo que su excitación se
disparase de repente al tiempo que las paredes de su ano se acomodaban al
nuevo visitante.
Olga movió sus caderas exigiendo movimiento. Esta señal no paso
inadvertida para Ana que inmediatamente comenzó a salir de ella para luego
volver a penetrarla. Un gemido de placer salió de la garganta de Olga. Ana
comenzó a follarla. Primero con un ritmo lento y constante. Después fue
incrementándolo. Cada vez sacaba más el miembro de ese delicado culito
virgen hasta hacia unos instantes para luego volverlo a hundir con más fuerza
y más profundidad. Cada nuevo embate era seguido de un placentero gemido
o grito que Olga era incapaz de contener. Los orgasmos se le iban
encadenando de una manera vertiginosa. No terminaba de recuperarse de uno
cuando otro la invadía de nuevo.
Estaba a punto de desfallecer de placer cuando Ana saco completamente la
enorme polla de su culo y callo rendida a su lado. Olga sintió un enorme
vacío que incluso le pareció molesto después de sentirse tan plenamente
llena. Miro a Ana. Esta estaba exhausta empapada en sudor y son
sonriéndole.
Olga sabía que tenía que dejarla que se recuperase durante unos minutos,
pero estaba tan excitada que no pudo contenerse. Desabrocho el arnés que se
ceñía al cuerpo de Ana. Tomo en su mano la gran verga que había estado
alojada en su interior y la dejo sobre la mesita que había junto al sofá. Olga se
arrodillo frente a Ana y abrió sus piernas todo lo que pudo. Esta se dejo
hacer. Olga enterró su cabeza en la entrepierna de su maestra y se apodero de
su vulva. Sus mejillas y su barbilla se impregnaron con la esencia que
empapaba la zona y corría por la cara interna de sus muslos. Olga metió su
lengua lo más profundo que pudo por primera vez en la intimidad de una
mujer. No pudo evitar excitarse nuevamente por la situación. La respiración
de Ana se agito y se transformo en continuos jadeos mientras sus caderas se
revolvían con el trabajo que Olga estaba realizando. “Es una gran alumna.
Aprende rápido” pensó Ana. Estas señales le indicaban que iba por buen
camino y la animaban a continuar con más ahínco aún.
—Méteme los dedos. Fóllame con tus dedos – dijo Ana entre gemidos.
Olga obediente hizo lo que su maestra le pedía e introdujo dos de sus
dedos en su vagina para lo que tuvo que abandonar la deliciosa vulva que
estaba disfrutando.
—No, ahí no. En el culo. Fóllame el culo.
Los dedos de pringados del propio flujo de Ana, Olga, los puso en la
entrada haciendo una ligera presión. Vio como el esfínter se relajaba y el ano
se abrí ligeramente. Apretó un poco y sus dedos entraron con total facilidad.
Se notaba que ese precioso culito había probado muchas más cosas que el
suyo. Ana gemía y gozaba como una loca. Olga sabía que estaba haciendo un
excelente trabajo de fin de curso ya que su maestra no paraba de correrse una
y otra vez. Olga no podría decir cuántos orgasmos encadeno Ana y
seguramente ella tampoco podría decirlo, pero lo que estaba claro era que de
la vagina de Ana fluía un abundante caudal de flujo. Este denso rio empapaba
la cara y la mano de Olga. También en su recorrido lubricaba su trabajado
culo y mojaba sus muslos.
Ana se tumbo satisfecha en el sofá, sudada y exhausta. Olga agotada
también sacos sus deditos de la oscura cueva y aparto la cara de entre las
torneadas y doradas piernas de Ana. Olga se tumbo junto a ella en el sofá.
Después de un rato de silencio.
—Olga, has estado antes con una mujer, ¿verdad?
—No, tú has sido la primera.
—¿De verdad?
—De verdad.
—Pues lo has hecho muy bien.
—Tan solo he hecho lo que me gusta que me hagan a mí.
—Olga… tienes muy buen gusto.
—Ana, ¿sabes una cosa?
—¿Qué?
—No me arrepiento de lo que hemos hecho esta tarde. No había disfrutado
tanto con ningún chico.
—Pues cuando quieras repetimos.
—No creo que repitamos.
—¿Por qué? No acabas de de decir que lo has pasado muy bien.
—Sí. Pero no creo que este bien lo que hemos hecho.
—Mira, Olga, no hemos hecho nada malo. Solo hemos disfrutado de
nuestros cuerpos que es lo más normal del mundo. Pero entiendo tu postura.
No te preocupes, por mi parte no hay ningún problema. Y sabes que me
tienes aquí para lo que quieras y en el momento que quieras.
—Gracias Ana.
—No tienes por qué darlas. Creo que será mejor que nos demos una ducha
y recoja esto antes de que lleguen tus padres o tu hermano.
—¿Te ayude a ordenarlo?
—No, baja tu a ducharte y mientras ordeno yo.
—Vale.
Ana se acercó a Olga y le dio un tierno beso en los labios. Luego se
levanto y comenzó a recoger las cosas desnuda como estaba. Olga se levanto
y recogió su ropa que estaba repartida por el suelo. Sin vestirse tampoco salió
de la buhardilla camino del baño. Cuando Ana se quedó sola fue hasta su
mesa y abrió su ordenador. Detuvo la grabación y guardo el archivo. Fue a su
armario y cogió la memoria USB donde tenía guardada la grabación de
Carlos. La conecto al puerto correspondiente y guardo una copia del archivo.
OLGA. Después la volvió a guardar en el armario y continuó recogiendo.
Cuando termino cogió su albornoz y bajo a la ducha.
—CAPITULO 6—
LA FIESTA DE DISFRACES
Faltaban pocos días para que llegase el puente de Todos los Santos. Como
era ya tradicional la agencia de publicidad de Javier organizaba todos los
años una fiesta de disfraces. Era una de las fiestas más esperadas del año. A
esa fiesta acudían las personas más relevantes del mundo de la publicidad,
además de modelos, algunas actrices y todo el personal de la empresa.
Ana se intereso como debería ir vestida, ya que era la primera vez que
asistía a esa fiesta. Javier le explicó que las mujeres podían disfrazarse de lo
que quisieran. No había una temática especial. Los hombres en cambio iban
todos con traje negro, camisa blanca y corbata negra. En la primera parte de
la fiesta, durante el coctel, todo el mundo llevaba mascara o antifaz y después
todo el mundo se lo quitaba.
Javier durante los días previos a la fiesta intento que las chicas y su mujer
le dijesen como irían disfrazadas. Pero no lo consiguió. Se habían puesto de
acuerdo las tres para no decir nada, ni siquiera entre ellas, sobre cómo se
vestirían para la fiesta. Pensaron que sería divertido que fuese una sorpresa
para todos.
La noche de la fiesta los hombres de la casa esperaban en el salón a que
Marta y las chicas hiciesen su aparición. Las tres como si hubiesen estado
sincronizadas aparecieron al mismo tiempo.
Los disfraces que habían elegido las mujeres de la casa sorprendieron a
Javier y a Carlos que no tenían ni idea hasta que las vieron de cómo irían
vestidas. Ambos esperaban que fuese Ana la más audaz con su disfraz pero se
equivocaron. La joven Ana era la más recatada de las tres.
Ana eligió un disfraz de azafata de vuelo. Era de color azul marino, pero el
tono que precisamente suelen denominar dentro de la gama azul azafata.
Llevaba un casquete del mismo color. El disfraz se componía de dos piezas,
la superior era una chaqueta sin mangas, con cuello en uve y solapas, cerrado
por botones dorados. El escote era muy favorecedor para la joven Ana,
puesto que, mostraba un espectacular canalillo. La parte inferior era una falda
de tubo del mismo color que le llegaba más debajo de la mitad del muslo.
Completado con unos zapatos negros cerrados con un tacón de infarto que
hacían sus piernas infinitas y su trasero aún más espectacular.
Olga se decantó por un disfraz de Caperucita Roja. Pero esta Caperucita no
tenía nada de inocente. Llevaba unas medias blancas hasta la mitad del
muslo. La minifalda de color rojo con mucho vuelo cubría no llegaba a la
mitad de su muslo. Justo a la línea que marcaban sus medias. Debería tener
cuidado con sus movimientos pues de lo contrario más de uno podría
deleitarse con sus encantos. La parte superior era un minúsculo chalequito,
como no, de color rojo, que tan solo cubría su abundante pecho haciendo que
este resaltase majestuoso y dejando su firme abdomen al descubierto. El
disfraz se complementaba con una cápita del mismo color que llegaba a la
cintura de la despampanante joven y una pequeña cestita.
Por último, Marta, se había decidido por el clásico pero no menos
provocativo disfraz de conejita de Playboy. Medias negras y un ajustado
body también de color negro, con la espalda totalmente descubierta y la parte
delantera tan solo sujeta por el broche en torno a su cuello. Unos
espectaculares zapatos de color negro junto con una colita blanca de conejita
y unas orejas complementaban el escueto disfraz de la madre de familia.
En el trayecto en coche hasta el local donde se celebraba la fiesta Javier no
podía apartar la vista del espejo retrovisor. No quería perderse detalle de las
tres mujeres de infarto que viajaban a su espalda. Con cada mirada al espejo
su polla se endurecía un poco más y lo único que le apetecía era follarse a las
tres.
Carlos sentado al lado de su padre no dejaba de girar levemente la cabeza
para echar un vistazo al asiento trasero para mirar a hermana y a su madre, ya
que Ana estaba sentada tras él. Había visto a su madre y a su hermana
millones de veces con mucha menos ropa que ese momento en la piscina de
casa y en la playa, pero ese día fue el primero que las vio como dos mujeres
deseables con las que no le importaría acostarse. Ese pensamiento le
preocupo un poco. No tenía problema en acostarse con Ana, aunque la
consideraban parte de la familia y era como una hermana no había nada que
los uniese más que el afecto y la amistad. En cambio el solo pensamiento de
querer follar con su madre lo turbaba. Quería meter su polla en ese lugar por
el que él había nacido. Era algo antinatural pero le pareció excitante. También
le vinieron a la mente la cantidad de veces que sus amigos le habían dicho
que su hermana estaba buenísima y que tenía un buen polvo. Nunca le dio
importancia a esos comentarios. Él opinaba lo mismo de las hermanas de
ellos. Eran adolescentes con las hormonas revolucionadas y cualquier chica
tenía un buen polvo. Pero se dio cuenta que su hermana, era diferente a las
otras chicas, no tenía nada que envidiar a las modelos que aparecían en las
revistas o en internet con las que de vez en cuando se masturbaba. Olga si era
digna de un buen polvo.
Cuando llegaron al local poco a poco los miembros de la familia se fueron
perdiendo unos de otros conforme saludan a la gente e iniciaban
conversaciones. En la fiesta había una breve cena informal de picoteo. Una
enorme mesa con un gran buffet donde la gente se servía a su antojo. Además
un ejército de camareros recorría la sala ofreciendo bebida a todo el mundo.
Una vez que se dio por concluido el buffet los camareros se retiraron. El Dj
comenzó a pinchar música mucho más movida y en la barra situada en uno de
los laterales de la sala empezaron a servir copas a todo el mundo. Dejando
una amplia pista de baile llena a rebosar. Javier coincidió con su mujer en la
barra. No se habían vuelto a ver desde que llegaron a la fiesta. Javier estaba
apurando su copa y pidió dos nuevas copas de ron con hielo. Tomo a su
mujer por la cintura y la atrajo hacia él. Marta se dio la vuelta pegando su
espalda al pecho de su marido mientras daba un sorbo a su copa. Javier la
beso en el cuello. Marta arrimó su culo al paquete de su marido y comenzó a
moverlo en pequeños círculos haciendo que la polla de Javier reaccionase.
Ana y Olga llegaron junto a ellos haciendo que Marta hiciese una pausa en su
juego.
—¿Qué tal lo estáis pasando? – les pregunto Javier.
—Es una fiesta de puta madre –respondió Ana evidenciando que había
bebido demasiado.
—Si es genial papa – dijo Olga claramente borracha.
—Javier pídenos dos destornilladores… mientras vamos al baño – pidió
Ana.
—Si vamos al baño – secundo Olga.
—Chicas ¿No creéis que habéis bebido ya suficiente?
—Javier que es una fiesta. Si no tomas una copa no tiene gracia.
—Si papa una más.
Las chicas se marcharon hacia el baño sorteando a la gente cogidas de la
mano y riendo descontroladas.
—Dos destornilladores. Flojitos, gracias – pidió Javier al camarero.
—Si estaban ya borrachas. ¿Para qué les pides otra copa? – le reprocho
Marta a su marido.
—Déjalas por una noche, además estamos nosotros, no pasara nada. Venga
seguimos con el juego.
Javier volvió a besar a su mujer en el cuello y ésta comenzó de nuevo a
frotar el paquete de su marido con su duro y firme trasero. La tenía cogida
por la cintura y con su barbilla apoyada en su hombro le susurraba al oído lo
que le haría al llegar a casa. La situación tenía a Marta muy excitada por lo
que apretaba con fuerza su culo para sentir la dura polla de su marido entre
sus nalgas.
Cuando al cabo de un rato regresaron las chicas a por sus copas, no dijeron
nada tan solo reían divertidas. Las cogieron y fueron a la pista. Olga y Ana se
pusieron a bailar juntas de forma provocativa. Javier sonrió al verlas.
—Javier, deberíamos decirles algo – se preocupo Marta al verlas bailar.
—Tranquila, todos saben que es mi hija y no intentaran nada, dejemos que
se diviertan.
—Y a Carlos ¿lo has visto?
—Hace un rato. Estaba con Clara y otros chicos. ¿Sabes que me gustaría?
—¿Qué?
—Que vinieses conmigo al baño.
—¿Para qué?
—No te acuerdas de la boda de tu hermano al poco de conocernos.
Marta lo miro volviendo su cabeza y le dio un beso por encima del
hombro. Sonrió ampliamente. Y froto nuevamente el bulto de su marido que
se mantenía completamente erecto.
—Vamos – le dijo marta.
Y cogiéndolo de la mano ambos se encaminaron a los baños. El mero
recuerdo de lo sucedido en la boda de su hermano la ponía a mil. Estaban a
punto de entrar en los lavabos cuando Marcos, el socio de Javier y padre de la
novia de Carlos, los intercepto.
—Os estaba buscando – dijo apresurado.
—¿Qué pasa? – se intereso Javier.
—Es Carlos, ha tenido un pequeño accidente.
—¿Dónde ésta? ¿Qué ha pasado? – pregunto impaciente Marta.
—Está ahí fuera a la entrada, se ha resbalado y el caer se ha hecho daño en
las muñecas. Creo que no es grave pero Irene ha llamado al 112 por si acaso.
—Venga vamos – dijo Marta.
Los tres salieron de la sala y se dirigieron esquivando a todo el mundo a la
salida. Carlos estaba sentado acompañado por Clara e Irene. Su cara reflejaba
dolor. Una de sus muñecas estaba muy hinchada y la otra se iba poniendo
morada por momentos.
—¿Estás bien? ¿Te duele? – se intereso Marta arrodillándose frente a su
hizo.
—Sí, estoy bien. Solo me duele un poco – intentado hacerse el fuerte.
—Venga no te preocupes seguro que no es nada, ya lo veras – intento
tranquilizarlo su padre.
Marta se puso junto a su hijo, lo abrazaba y acariciaba con ternura
intentando que se calmase y se olvidase del dolor. Clara intenta lo mismo
pero sin parar de acariciar su pierna, mientras lo miraba asustada, preocupada
por su chico.
Unos minutos más tarde una ambulancia llegaba. El médico acompañado
de una enfermera examina a Carlos. Su diagnostico es que tiene una de las
muñecas rotas y la otra parece un fisura. Inmovilizan ambos brazos al
muchacho y deciden trasladarlo al hospital para hacerle radiografías. Javier y
Marta suben a la ambulancia con su hijo.
—Mierda, las chicas siguen en la fiesta y no saben nada de lo ocurrido –
dije Javier acordándose de ellas.
—No pasa nada, ves a buscarlas llévalas a casa y luego vas al hospital. De
todas maneras yo te voy llamando – dijo Marta.
—¿Pero cómo vas a ir sola?
—No te preocupes no me va a pasar nada.
—Nosotras te acompañamos. Os seguimos en el coche – dijo Irene.
—Gracias. No hace falta que os molestéis – dijo Marta.
—No es molestia, además Clara estaba más tranquila – continuó Irene.
—Gracias, yo acercare a Marcos a vuestra casa – dijo Javier – tomo será
mejor que te pongas esto – y se quito la americana dándosela a mujer para
que se la pusiese.
Cerraron la puerta de la ambulancia. Irene y su hija ya estaban en su coche
esperando que saliese la ambulancia para seguirla. Javier y Marcos esperaban
en la puerta para ver como se marchaban. Cuando la ambulancia se marcho
los dos hombres entraron nuevamente a la fiesta en busca de las dos jóvenes.
Ana y Olga bailaban sin parar ajenas a lo sucedido. Daban vueltas al ritmo
de la música. Eso hacía que la pequeña falda de Olga se elevase dejando ver
prácticamente su hermoso culo. Dos jóvenes, se atrevieron a coger a Olga y
Ana de la mano y comenzaron a bailar con ellas. Mientras bailaban metían su
pierna entre las de las chicas. Sus manos aprovechaban los movimientos del
baile para tocarles el culo y meterles mano. El que bailaba con Olga
aprovechando que esta no protestaba por sus toqueteos aventuro su mano fajo
su falda. La joven Olga excitada por la música, el alcohol y una pastilla que
les había pasado un chico en los lavabos agradecía sonriendo las caricias en
su entrepierna.
—Estas tías están super colocadas. Le estoy tocando el coño y esta tan
feliz – dijo el chico a su amigo que bailaba con Ana.
El joven siguió bailando con Olga con la mano bajo su falda. Se atrevió a
dar un paso más. Y le dijo a Olga al oído.
—A que no os atrevéis tu amiga y su a quitaros las bragas y seguir
bailando con nosotros.
Olga se separo del joven con el que bailaba y se aproximo a Ana. Le dijo
cosas al oído. Ana cogió a su amiga de la mano y riendo corrieron hacia los
baños. Los chicos las siguieron, no querían perder su oportunidad de follar
esa noche con dos modelos. Unos minutos después las chicas salieron del
baño sin parar de reír y se unieron a sus parejas de baile con las que
regresaron a la pista. Mientras volvían a bailar Olga abrió su mano y le
mostro al joven un minúsculo tanga blanco de hilo. Ana hizo lo propio y le
mostro a su acompañante una mini braguita negra transparente. Ambos
jóvenes se miraron incrédulos por la suerte que estaban teniendo. Los dos
cogieron las íntimas prendas que les ofrecían y las guardaron en sus bolsillos.
Continuaron con bailando. Y el que bailaba con Ana quiso comprobar que
efectivamente se había quitado la braguita. Levanto su estrecha falda y metió
la mano bajo ella. Primero exploró su firme trasero y desde ahí avanzo desde
atrás hasta su coño, comprobando que efectivamente no llevaba nada debajo.
La gran cantidad de gente que había en la pista hacia que nadie su percatase
de la escena. Dos nuevos jóvenes se acercaron a Olga y Ana, amigos de los
anteriores, emparedándolas entre los cuatro. Las jóvenes echaban sus cabezas
hacia atrás con los ojos cerrados sin parar de bailar, muertas de placer,
mientras cuatro manos recorrían sus cuerpos. Los jóvenes estaban disfrutando
de ellas, tocando sus tetas, su culo y su coño sin ningún impedimento. Uno de
los chicos excitado por la situación y a punto de reventar intento sacar su
dura polla y follarse a Ana ahí mismo.
Fue en ese momento cuando Javier y su socio aparecieron e intervinieron
llevándose a las dos jóvenes hacia la salida. Los jóvenes miraron a los dos
hombres irritados por fastidiarles el plan. Uno de ellos hizo ademan de
detenerlos para poder continuar la fiesta, pero uno de sus compañeros
reconoció a ambos hombres y lo detuvo a tiempo. Mientras salían
acomodaron las faldas de las chicas en su lugar.
—¿Qué coño hacéis vosotros? Queremos follar con esos tíos – dijo Ana.
—¿Creéis que este es lugar para comportaros así? – les recrimino Javier.
—A ti que más te da. Estoy cachonda y quiero follar – le respondió su hija.
Las jóvenes evidentemente colocadas por las pastillas y el alcohol no
reconocían a los hombres que las habían librado de los cuatro salidos que las
acosaban.
—Pues os aguantáis las ganas – dijo Javier.
—Pero yo tengo gana de polla – continuó Ana.
—Y yo también – la coreo su amiga
—Pues no hay polla que valga, os apañáis entre vosotras – respondió
Javier algo alterado.
—Venga y vosotros ¿no queréis follar con nosotras? – dijo Ana.
La pregunta no obtuvo respuesta por parte de Javier y mucho menos de su
socio. Marcos escuchando aquello no pudo evitar empalmarse. Las dos
jóvenes no los reconocían y morían de ganas por probar una buena polla. Su
mente ya le estaba jugando una mala pasada y se veía disfrutando de esas
jóvenes. Pero intento desechar la idea ya que se trataba de la hija de su socio
y su amiga.
Mientras iban hacia su coche, Javier, tampoco pudo evitar que su cabeza le
recordase los deseos que tenia últimamente. Como había deseado disfrutar de
esas dos mujeres que ahora ni lo conocían y estaban deseando de tirarse al
primero que se pusiera delante. Esos pensamientos hicieron que su polla
también se endureciese.
Una vez en el coche, las dos jóvenes se metieron en el asiento de atrás,
Javier ocupo el asiento del conductor y Marcos, su socio, se sentó a su lado.
Javier puso el coche en marcha y salió del aparcamiento para dirigirse a su
casa.
Ana y Olga empezaron a besarse y acariciarse entre ellas. Sus respiraciones
se aceleraron y se convirtieron en gemidos que hacían que se mordiesen los
labios de justo. Esto hizo que Javier mirara al retrovisor y Marcos volviese la
cabeza. Las dos chicas se estaban liando en el asiento trasero del coche.
Javier se pregunto qué coño habrían tomado para estar en ese estado que
empezaba a sacarlo de sus casillas.
La escena que Javier contemplaba a través del espejo y su socio girando la
cabeza hasta casi partirse el cuello ere impresionante. Olga tenía una de sus
tetas fuera, de la cual una de las manos de Ana estaba dando buena cuenta,
mientras no dejaban de comerse la boca. La falda de Ana estaba
completamente arrugada en su cintura y con sus piernas abiertas daba una
más que inmejorable vista de su coño, que estaba siento masturbado por la
mano de Olga, que con la falda subida mostraba sin reparo su redondo y
prieto culito.
Ambos hombres miraron nuevamente al frente y se miraban entre sí
intentando controlarse pero los bultos que palpitaban en sus pantalones
evidenciaban que era complicado. Un fuerte gemido emitido por Ana desde
la parte de atrás hizo que nuevamente Javier clavase la vista en el espejo y
Marcos volviese la cabeza. Ana se había recostado en la puerta y subido una
de sus piernas al asiento mientras Olga ya con sus dos perfectas tetas al
descubierto se había puesto de rodillas en el asiento y había enterrado su
cabeza entre las piernas de su amiga mientras su mano frotaba
desesperadamente el suyo. En esa posición Olga estaba enseñando su firme
culo por la ventanilla a cualquier coche que se pusiera a su altura.
—Joder Javier. ¿Cómo puedes soportarlo?
—No puedo, coño, no puedo. Pero es mi hija y la hija de un buen amigo.
—Hostias ya lo sé. Pero… nunca lo has pensado. Yo te aseguro que me he
hecho más de una paja pensando que me follaba a Clarita. Estas condenadas
chicas tienen unos cuerpos de diosas y luego encima… la forma en que se
visten y como se comportan.
—¿Se comportan? Si tú supieras las insinuaciones que me hace Ana. Con
decirte que hasta me dio unas bragas suyas para que me masturbase con ellas.
—¿No jodas?
—Como lo oyes.
—Pues Javier… no se a que estas esperando, una oportunidad como esta
no se vuelve a presentar en la vida.
—Pero… ¿Y Olga?
—Mira Javier… si te surge la ocasión tienes mi permiso para follarte a
Clarita.
Javier giro en la primera calle que encontró a su derecha y piso el
acelerador a fondo. En ese momento recordó el lugar donde iba a follar con
Marta, cuando empezaron a salir, un pinar cerca de la universidad. Después
de callejear unos minutos llegaron a la Avenida de la Complutense. Un
instante después aparcaba el coche en mitad de un pinar con los faros
iluminando el infinito.
Marcos y Javier se bajaron del coche e hicieron que las jóvenes detuviesen
su alocado frenesí. Hicieron que Ana se sentase en el asiento del copiloto y
Marcos ocupó el asiento trasero junto con Olga. Javier volvió a su lugar. No
le había dado tiempo a acomodarse en su asiento cuando su socio ya tenía los
pantalones en las rodillas y su hija le estaba comiendo la polla, mientras este
amasaba su deseable culo. No podía creer lo puta que era su hija si no lo
hubiese visto. En cuanto Javier estuvo en su asiento Ana se lanzo a sus
pantalones y se apodero en un segundo de su dura polla engulléndola hasta
los mismos huevos. Javier tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para no
correrse en ese mismo momento. Una vez más relajado y disfrutando el
trabajo que la boca de la joven Ana le estaba haciendo levanto su falda y
enterró un dedo en su chorreante coño. Luego metió un segundo dedo y
finalmente un tercero. Cada vez que Ana se sacaba de la boca ese duro trozo
de carne sus gemidos eran increíbles. Por como empapada su mano Ana no
paraba de correrse.
Las puertas traseras del coche se abrieron. Marcos hizo que Olga bajase
con él. Fueron hasta la parte delantera y este hizo que Olga se inclinara y
pusiese las manos sobre el capó del coche. Cuando Javier miró a través del
parabrisas vio a su hija riendo y con una cara de viciosa que no le había visto
en la vida. Sus enormes y firmes tetas, desnudas, temblaban como gelatina
frente a sus ojos. Vio como Marcos tras ella sacaba su polla, grande y gorda,
de la que colgaban unos enormes huevos. Su socio no se entretuvo en
preliminares ya que sabía que su hija estaba empapada y se la metió de un
solo golpe en ese lindo coño que el también deseaba. Olga gritaba de placer y
abrió los ojos como platos clavándolos en los de su padre. Javier no pudo
soportarlo y sin poder controlarse se corrió en la boca de Ana que seguía
comiéndole la polla. Ana tragaba lo que podía pero Javier disparaba chorros
de leche sin parar. Cuando la joven ya no podía tragar más separo la cabeza
del erecto miembro de su anfitrión pero este lanzo nuevos tiros de cálida y
espesa leche que se estrellaron en su cara. Ana lo miro sonriendo divertida.
Javier salió del coche e hizo que Ana lo siguiese. A pesar de su primer
orgasmo su polla no había perdido un ápice de su dureza. La tumbo de
espaldas sobre el capó del coche junto a su hija. Levanto su falda hasta la
cintura y de un tirón abrió el chaleco de Ana haciendo que los botones
saltasen. Las perfectas tetas de Ana que tanto había deseado estaban a su
disposición. Tomo las piernas de la joven y las elevo hasta colocarlas sobre
sus hombros. Tenía esos dos preciosos agujeros a su disposición. Sin
pensárselo dos veces embutió su dura polla en el palpitante coño que tanto
había deseado y hundió su cara en las duras y firmes tetas que quería
comerse. Ana gritaba de placer mientras Javier le comía las tetas y la follaba
a conciencia. Sus gritos se mezclaban con los de Olga a la que Marcos se la
seguía follando de manera dura y contundente. Cuando Marcos no aguanto
más empezó a inyectar leche en la vagina de Olga hasta que esta rebosó por
sus continuos movimientos. Ambos cayeron vencidos sobre el coche mientras
Javier taladraba sin piedad a Ana.
Cuando Javier se incorporo un momento sacando la cara de entre los
pechos de Ana. Vio a su querida hija junto al coche tan solo vestida con las
medias blancas, los zapatos y la escueta capa de Caperucita. Observo como
su socio la besaba y sus rudas manos apretaban sus delicadas tetas. Pero lo
que le hizo explotar fue ver como esa mezcla de semen y fluidos bajaban por
sus piernas. Esto lo hizo acelerar el ritmo con el que se follaba a su deseable
Anita corriéndose en su interior. Ana grito de gusto cuando sintió como su
interior se llenaba de leche y un nuevo orgasmo la recorrió haciendo que se
corriese con Javier. Este dejo los pies de la joven en el suelo y sin dejar que
se levantase del capo la beso con pasión metiéndole la lengua hasta la
garganta. Luego le dijo a su socio.
—Marcos será mejor que nos vayamos.
—Joder, Javier, mira como estoy aun. No hay manera de bajar la polla.
—Yo también sigo empalmado. Pero…
—Deja que me lo haga con ella.
—Dios. Estamos locos. Venga.
Ambos hombres intercambiaron a las chicas. Ahora Javier iba a disfrutar
de su propia hija. Sin pensarlo más colocaron a las dos apoyadas en el capo
con sus preciosos y deseables culos en pompa. Ana seguía con la falda
enrollada en la cintura y Olga ya no la llevaba. Las chicas se miraban y no
paraban de reír. Los dos hombres tenían cuatro deseables agujeros a su
disposición y no sabían cual disfrutar. Mientras esperaban que se decidiesen
las dos chicas empezaron a besarse en la misma posición que se encontraban.
Como si de una conexión telepática se tratase ambos decidieron follarse el
culo de cada una de las chicas. Los dos metieron sus respectivos miembros
entre las piernas de las chicas para lubricarlos con los jugos y la leche que
rebosaba de sus coños. Luego acariciaron con una de sus manos esos
manantiales para llevar ese espeso fluido al ano de las chicas imperando e
introduciéndolo con sus dedos en firmes culos que esperaban impacientes.
Marcos no se hizo esperar y ensarto a Ana con facilidad. Se sorprendió
gratamente lo poco que le había costado entrar en ese putita. La agarro con
firmeza por las caderas y empezó a bombear con fuerza. Ana gritaba de
placer.
—Sigue cabrón. Dame más fuerte. Quiero que me partas en dos y me
llenes las tripas de leche.
Eso hacía que Marcos se excitase aun más y follase con más dureza el culo
de la joven Ana, que parecía toda una profesional. Ana se frotaba su clítoris
con fuerza para intensificar la sensación de placer que sentía.
Javier ante el redondo, firme y prieto culo de su hija, viendo como
disfrutaba su socio se decidió por fin a atacar. Puso su grueso y morado
capullo en la entrada trasera de su hija. El no sabía que sería el que
desvirgaría ese delicioso culito. Nunca antes un hombre se había atrevido a
profanar aquella cueva. No sabía que única polla que había osado entrar, fue
una verga de látex manejada con maestría por la chica que estaba a su lado
unos días antes. Le costaba entrar el agujero era muy estrechito. Abrió los
glúteos de su hija y empujo con fuerza logrando meter la cabeza de su polla
en tan prieto lugar. Olga grito. Su padre no supo si de placer, dolor o una
mezcla de ambos. Con una nueva envestía noto como avanzaba poco a poco
como se iba abriendo a su paso y como se contraía entorno a su dura polla.
Con dos nuevos empellones se supo completamente dentro del culo de su
niña. Acaricio con ternura su espalda bajo la cápita roja para tranquilizarla
mientras permanecía quieto en su interior. Cuando notó como el ano de su
hija se relajaba empezó un ligero movimiento de bombeo. El placer que
estaba experimentando era increíble. La estrechez de ese lugar haría que se
corriese enseguida.
—Me corro cabrón, me corro. Que gusto. Lléname de leche cabrón.
Cuando Marcos escuchó eso no pudo aguantarse más y descargo por
segunda vez esa noche con un largo y placentero orgasmo. Llenó con su
leche las tripas de Ana mientras esta gritaba de placer por el orgasmo que
recorría todo su cuerpo y que acentuaba el que no dejaba de frotarse el clítoris
con desesperación. Marcos saco la polla de la chica y esta cayó de rodillas
frente a los faros del coche ya que sus piernas no eran capaces de sostener el
peso de su agotado cuerpo.
—Vamos putita, límpiame bien la polla – dijo Marcos a la joven que
estaba a sus pies.
Ana con la polla de Marcos frente a su cara la cogió y comenzó a limpiarla
con su lengua mientras esta se iba deshinchando poco a poco. Marcos saco su
teléfono del bolsillo interior de su chaqueta y comenzó a fotografiar a Ana
limpiándole la polla. Después de unas cuantas instantáneas empezó a grabar a
Javier follando el culo de su hija.
No aguanto mucho Javier envistiendo a su hija. El morbo de la situación, la
excitación y lo trechito del orificio hacia que el placer que sentí alcanzase
cuotas que no había experimentado hasta ese momento. Empezó a disparar
chorros de leche en el interior de su pequeña Olga sin ningún control, no
sabía cómo era posible después de haberse corrido dos veces previamente
saliese de sus huevos tal cantidad de semen. Cuando se supo completamente
vacío salió del interior de su hija. Olga dio un nuevo grito cuando la polla de
su padre abandono su cuerpo y ola de flujo mano de su coño corriendo por
sus piernas.
Olga se giro y apoyo su maltratado culo en el coche. Miro a Javier
directamente a los ojos y sonrió complacida. Javier le mantuvo la mirada, no
era la de su Clarita, su hija no miraba nunca así. En esa forma de mirar supo
que había follado con el cuerpo de su hija pero no era ella. En ese momento
solo era una puta con el cuerpo de Olga. Pesar eso era una forma de
tranquilizar su conciencia como otra cualquiera. Olga se puso de pie se
abrazo al cuello de su padre y lo beso. Lo beso con pasión, mordiendo sus
labios y metiendo su lengua en su boca. Javier tomo a su hija por los hombros
e hizo que se arrodillase.
—Haz como tu amiga, límpiame la polla – le dijo a Olga.
La joven de rodillas frente a él con la polla frente a su cara lo tomo en su
mano y lo miró nuevamente a los ojos. Pero lo que vio en ese momento en
sus ojos no era la mirada de antes. Había miedo en sus ojos e incredulidad. Y
sin apartar la vista del hombre que tenia frente a ella Olga dijo:
—¿Papá?
El estomago de Javier dio un vuelco al escuchar esa palabra y ver los ojos
de su hija. Pero un segundo después la mirada de la joven volvió a cambiar y
comenzó a limpiar la verga de su padre que había perdido todo su vigor.
Javier se aparto de ella y subiéndose los pantalones, corrió hasta uno de los
pinos más próximos y, comenzó a vomitar. Toda la culpabilidad le llegó de
golpe con solo escuchar una palabra y ver la incredulidad y el miedo en los
ojos de su pequeña.
—Vámonos, ¿Dónde está su ropa? – le dijo a Marcos
—Atrás en el coche.
—Venga arregla un poco a Ana mientras yo visto a Olga.
Fue a coger el chalequito y la falda de su hija. La ayudo a vestirse.
Mientras Marcos ayudaba a levantarse a Ana y le bajaba la falda. Luego
intento cerrar como pudo la chaqueta de la joven que Javier había destrozado,
en vista que no podía hacer nada se quito su americana y la cubrió con ella.
Javier saco una manta de viaje que tenía en el maletero y arropo con ella a su
hija antes de acomodarla en el asiento trasero del coche junto a Ana. Luego
los dos hombres se metieron en el coche y Javier salió de allí todo lo rápido
que pudo.
—Chicos ¿nos tomamos otra copa? – dijo Ana.
—Sí, yo quiero otra copa – la acompaño Olga.
—Ya es hora de que vayáis a casa – respondió Javier.
—Soy un par de aburridos – sentencio Ana.
No se volvió a escuchar una sola palabra en el coche. Javier miro por el
espejo y vio como las dos jóvenes se habían quedado dormidas acurrucadas
juntas. Una vez en casa Javier metió el coche en el garaje para evitar las
miradas de algún vecino indiscreto a esas horas de la madrugada. Intentaron
despertarlas pero fue imposible estaban profundamente dormidas. Después
del estado de excitación y euforia que les había producido el alcohol y quien
sabe que más, estaban de completo bajón porque los efectos estaban
remitiendo.
Javier cogió en brazos a su hija y Marcos a Ana. Las subieron a sus
habitaciones. Primero dejaron a Olga en su cama, su padre le quito los
zapatos, las medias y la cápita roja. Después la arropo mimosamente con el
edredón y la besó en la frente. Marcos subió a Ana hasta la buhardilla junto
con Javier. La metieron en su cama. Javier también le quito los zapatos, las
medias y la destrozada chaqueta a Ana. La arropó también como a su hija y la
besó en la frente.
Marcos se ponía su chaqueta mientras bajaba nuevamente al garaje con su
socio. El teléfono de este sonó en ese momento.
—Dime Marta. ¿Todo bien?
—Si todo bien. Carlos tiene una muñeca rota y la otra un esguince y fisura.
Van a tener que inmovilizarle las dos. ¿Dónde estáis?
—En casa, acabamos de dejar a las chicas durmiendo. Vamos para allá.
—Hasta ahora. Un beso.
—Te quiero — concluyo colgando después el teléfono.
Nuevamente en el coche, Javier y su socio fueron al hospital La Paz donde
Marta, Irene y Clara los esperaban. Cuando entraron en la sala de espera de
urgencias ahí estaban Clara e Irene. Marta estaba dentro con su hijo Carlos.
Javier les pregunto si había alguna novedad aparte de lo que Marta le había
dicho por teléfono. No había nada nuevo. Solo esperaban a que le
inmovilizasen las muñecas y le diesen el alta.
—Sera mejor que os marchéis a casa. Estaréis cansados y no hacemos nada
todos aquí – dijo Javier a sus amigos.
—Como te vamos a dejar solo – dijo Irene.
—No pasa nada de verdad. Ya no creo que tarden mucho por lo que dices.
Además he llamado a Marta y ya sabe que estoy aquí.
—Como quieras entonces – dijo Irene.
—Muchas gracias por todo.
—No ha sido nada. Pare eso están los amigos.
Todos se levantaron de sus respectivos asientos, Clara e Irene se
despidieron con dos besos de Javier. Y Marcos le estrechó la mano. Javier
aprovechó el momento y le dijo en voz baja:
—Lo que ha sucedido esta noche queda entre tú y yo.
—Eso no tenías ni que decirlo – respondió Marcos en el mismo tono.
—El lunes hablaremos en el despacho.
—Como quieras.
—Adiós – dijo Javier.
—Mañana os llamamos para saber cómo va todo. Adiós. – se despidió
Irene.
Y los tres salieron de la sala de espera dejando a Javier solo. Una hora
después salían Marta y Carlos. Este con los dos brazos escayolados he
inmovilizados de momento por una semana y luego el especialista les diría si
podría empezar a hacer algún movimiento. Cuando llegaron a casa, a altas
horas de la madrugada, Marta y Javier ayudaron a su hijo a meterse en la
cama. Luego Javier hecho un vistazo a las chicas antes de ir a su habitación
con Marta, las dos seguían descansando tal y como él las había dejado.
A la mañana siguiente Javier se levanto relativamente pronto y después de
una ducha volvió a echar un vistazo a su hija y a Ana. Las dos seguían
profundamente dormidas. Javier temía el momento en que se despertasen por
si recordaban algo de lo sucedido la noche anterior. El matrimonio estaba
desayunando cuando Ana entro en la cocina recién duchada, con el pelo
mojado y envuelta en su albornoz.
—Buenos días – dice Ana quejumbrosa.
—Hola – dijo Marta.
—Buenos días ¿Cómo estás? – se intereso Javier con un nudo de nervios
en el estomago.
—Tengo un dolor de cabeza horrible y no me acuerdo de nada de lo que
hice anoche, no sé ni cómo me metí en la cama.
En ese momento entro Olga en la cocina. También estaba recién duchada y
vestida con un amplio pantalón de chándal y una más amplia sudadera que
era de su hermano.
—Buenos días – saludo también desganada.
—Hola cariño – respondió su madre.
—¿Cómo estás? – fue el saludo de su padre.
—Me duele la cabeza y todo el cuerpo. Parece que me han dado una
paliza, casi no puedo ni sentarme. Además no sé ni cómo llegue a casa
anoche.
—Así estoy yo – dijo Ana.
—Me parece que estas dos señoritas se pasaron mucho con la bebida ayer
– dijo Javier.
—Es cierto ayer bebisteis demasiado. Menos mal que estábamos nosotros
allí. Espero que esto os sirva de lección y no lo volváis a repetir – añadió
Marta.
—Vaya mierda de bebida que pusisteis en la fiesta. A mí nunca me había
pasado esto después de una noche de juerga – dijo Ana.
—Hablare con los del catering – dijo Javier algo más tranquilo al
comprobar que ninguna de las dos recordaba lo sucedido.
—¿Y cómo llegamos a casa? – se interesa Ana.
—Sí, ¿cómo vinimos? – secunda Olga.
—Os trajo Javier y os metió en la cama. Según parece os dormisteis en el
camino de regreso y no había quien os despertase – respondió Marta.
—¿y dónde estaba tu mamá?
—Con Carlos en el hospital.
—¿Qué le ha pasado? – se intereso Ana.
—Se resbaló tuvo una caída y se rompió las dos muñecas. Ahora está en su
habitación descansando. Por cierto, durante toda esta semana tendremos que
echarle una mano entre todos has que lo vea el especialista y le diga si puede
empezar a mover los brazos – anunció Marta.
Las chicas no dijeron nada, se limitaron a continuar con su desayuno en
silencio. En ese momento el sonó el teléfono. Javier se levanto para cogerlo.
—¿Quién coño llama a estas horas?, me va a explotar la cabeza – dijo Ana.
—Creo que me vuelto un rato mas a la cama – añadió Olga.
—Y yo espera que subo contigo – se unió Ana.
Ambas jóvenes se tomaron un par de aspirinas y volvieron a sus
respectivas habitaciones para seguir durmiendo hasta como mínimo la hora
de comer.
—CAPITULO 7—
LA CONVALECENCIA DE CARLOS
LA CARNE ES DEBIL
—¿Sí?
—¿Y?
—Estoy sola.
—Muy bien. Todo claro. No hare nada que tú no quieras. ¿Vienes ahora a
casa?
—No. Mejor nos vemos en una cafetería. ¿Sabes dónde está El Bronce?
—Hasta ahora.
Fabián colgó el teléfono sin dejar que la joven se despidiese. Ana apagó el
televisor, cogió su teléfono móvil y subió a la buhardilla para cambiarse.
Veinte minutos después Ana se dio un último vistazo frente al espejo. Luego
puso en nombre del pub en el buscador de su teléfono para encontrar la
dirección. Un segundo más tarde la tenía. Llamó a un taxi para acudir a su
cita. Ana salió de casa. Abrió su paraguas y esperó en la acera el coche que la
llevaría a su misteriosa cita e imprevista cita. Una mano toca en su hombro y
con un leve respingo ella se gira rápidamente. Un hombre bajo un paraguas
negro le sonríe.
—¡Pablo!
—¿Te he asustado?
—Hasta mañana.
En una mesa, en un rincón, estaba Fabián. Fue hacia él. Sobre el gastado
mármol, frente a él, una taza de café vacía. Ana le sonríe. Fabián le devuelve
la sonrisa y la invita a sentarse. La joven se quita la cazadora de cuero marrón
y la cuelga en el respaldo de la silla, luego se sienta.
—Bueno. Aquí estoy.
—Hola. ¿Quieres tomar algo?
—¿Café?
—Sí. Es lo único bueno de este lugar.
—Entonces uno solo con poca azúcar.
—Tomo nota. – dijo sonriendo.
Fabián se levantó de la mesa y se dirigió a la barra. La barra era de madera
noble, que debió estar finamente pulida en sus mejores tiempos, en ese
momento estaba llena de arañazos, húmeda y pegajosa. En un rincón,
apoyado en ella, había un hombre vestido con un mono azul, el color se
adivinaba entre las manchas negras de grasa. Estaba hojeando un diario
deportivo al tiempo que tomaba una copa de anís. El camarero salió tras unas
cortinas de tirillas con un sonido de plástico chocando entre sí. Eso le hizo
mirar hacia la cocina, blancos azulejos y cazos fue lo que pudo ver desde
donde se encontraba. El camarero era un hombre bajo y rechoncho. Vestía
una camisa blanca y un mandil del mismo color, con lamparones de una
amplia gama de colores, que le llegaba a los tobillos.
—Un café solo y otro con leche. Por favor.
El camarero no dijo ni una palabra. Giró sobre sí mismo y manipulo la
cafetera que estaba a su espalda. Unos instantes después puso frente al joven
dos tazas humeantes.
—Son dos euros. – le dijo al joven directamente.
Fabián sacó un par de monedas de monedas del bolsillo y las puso sobre la
barra. El camarero las cogió, sin decir una sola palabra, y las depositó en un
bolsillo del mandil. Luego se dio la vuelta para dirigirse a donde se
encontraba el hombre del mono azul. Ambos miraron de reojo a la joven, ya
que no era el perfil de cliente que solía frecuentar el lugar. Fabián cogió los
cafés y volvió a la mesa desde donde Ana observa la situación.
—No parecen muy simpáticos en este sitio. – le dijo a Fabián cuando este
se sentó de nuevo dejando las tazas sobre la mesa.
—Lo sé. Pero como te he dicho el café es bueno y el sitio es discreto.
—Ahora puedes contarme que has averiguado. – dijo Ana mientras vertía
medio sobre de azúcar en la taza.
Fabián saco una memoria USB del bolsillo de su vaquero y la dejo sobre la
mesa para luego acercársela a Ana.
—Hay tienes. Será mejor que lo veas tu misma.
—Pero…, no puedo ver nada ahora. Necesito un ordenador. – se quejó Ana
cogiendo la pequeña memoria.
—Ya lo sé. Prefiero que lo veas sola en casa, tranquilamente.
—Está bien. ¿Me adelantas que encontraré?
—Hay fotos y algunos videos.
—Vale. ¿Y qué hay en ellos?
—No sé si lo que hay ahí es lo que esperabas saber o no. Por eso es mejor
que lo veas sola y saques tus propias conclusiones. Luego, si quieres,
hablamos de ello.
—¿Debo asustarme?
—No creo que tú te asustes con eso, aunque… tal vez te sorprenda.
—Vale. Está bien. ¿Tienes copias de lo que hay ahí?
—No. Lo he borrado todo.
—Gracias.
Ana guardo la memoria en el bolsillo trasero de su vaquero y apuró su café
con un último sorbo. Fabián hizo lo mismo y ambos quedaron en silencio.
Mientras, Ana recorría con la mirada las viejas y gris paredes del lugar. De
ellas colgaban antiguas fotos en blanco y negro. Algunas eran instantáneas de
lugares emblemáticos de la ciudad en otro tiempo. Y otras, tomadas en ese
mismo lugar, mostraban las personas que lo habían frecuentado así como
hechos ahí acaecidos. Ana se levantó de la silla y fue mirándolas una a una.
Fijándose en los detalles e intentando adivinar quienes eran y que hacían los
que en ellas aparecían. El camarero y el hombre del mono azul la miraban
curiosos, preguntando el por qué de su interés cuando ellos ni si quiera se
habían fijado en ellas. Luego una voz la distrajo de su recorrido.
—¿Nos vamos? – dijo Fabián al tiempo que le daba su cazadora.
—Bueno. Pero tenemos que volver aquí. – le respondió poniéndosela.
—Como quieras.
Ambos fueron hacia la puerta y se despidieron con el tintineo de los tubos
metálicos que colgaban encima de ella. En la calle hacía frío. Ana subió la
cremallera de su cazadora, levantó el cuello y metió las manos en los
bolsillos. Ana miró a Fabián de forma interrogativa. La calle que estaba
completamente vacía. Las luces ya se habían encendido. Fabián comenzó a
caminar hacia el lugar donde había dejado aparcado su coche, Ana lo siguió
sin decir nada. En este preciso momento comenzaban a caer las primeras
gotas que no tardaron en convertirse en una abundante lluvia. El joven abrió
el paraguas de Ana que él llevaba en la mano. Ella se abrazo a Fabián. Él la
cobijó bajo su brazo. Ambos guarecidos en el paraguas continuaron
caminando. Ana se sintió segura y protegida. Como cuando era pequeña y su
padre la abrazaba las noches de tormenta cuando ella corría a su lado
aterrorizada. Pero esa magia se desvaneció cuando Fabián le dijo:
—Sube. – abriendo la puerta de un pequeño coche blanco.
—¿Tienes coche?
—Sí. No es muy grande pero al menos no me mojo cuando llueve.
Ana se rió y se acomodó en el asiento del copiloto. Fabián cerró la puerta y
ocupó su sitio frente al volante. Metió la llave en el contacto, puso el motor
en marcha, piso el embrague, puso la primera velocidad al tiempo que ponía
en funcionamiento el limpiaparabrisas y comenzó a circular por la calle vacía.
Luego el tráfico poco a poco fue haciéndose más denso.
—Será mejor que te lleve a casa.
—¿Por qué? ¿No quieres que vayamos a algún otro lugar y pasar la tarde
juntos?
—Me encantaría. De verdad. Pero en una hora llega el tren de mi prima y
tengo que ir a recogerla. – mintió.
—¿Viene de visita?
—No. Vive aquí con su madre. Ha estado unos días fuera por trabajo. –
volvió a mentir.
Luego quedaron nuevamente en silencio. Ana miraba por la ventanilla
distraída. Y Fabián la miraba de vez en cuando apartando la vista de la calle.
Se preguntaba por qué le había mentido si se moría de ganas de hacer con ella
cualquier cosa, aunque fuese así, como en ese momento, los dos en silencio
con Ana distraída en sus pensamientos y el feliz de mirarla. Más tarde el
coche de detuvo frente a la casa de Ana.
—Hemos llegado.— le dice Fabián.
—Gracias.
—¿Por qué? ¿Por traerte a casa? No tienes que darlas, no podía dejarte sola
bajo la lluvia.
—No es por eso.
—¿Entonces?
—Por el abrazo de antes. Ha sido bonito. Me has hecho sentirme bien.
Ana no le dejó responder. Se acercó a él y le dio un suave y tierno beso en
los labios. Sutil, delicado, solo un roce. Pero hizo que una corriente
desconocida atravesase el cuerpo de los dos. Luego Ana salió corriendo del
coche, bajo la lluvia, entrando rápidamente en su casa sin mirar atrás.
Fabián, desconcertado por lo que había sucedido, se sintió aun mas
culpable por mentirle y por lo que haría esa tarde. Sacó el móvil de uno de los
bolsillos y marcó un número. Alguien respondió al otro lado de la línea.
—Hola. —¿Está la tía en casa? –Perfecto. Llego en veinte minutos
espérame en mi casa.
En ese momento puso el motor en marcha y se fue hacia su apartamento.
Un remordimiento rondaba su mente. No era tan fuerte como pensaba. Había
sido débil y nuevamente había caído en la tentación.
—CAPITULO 12—
UNA CLASE MUY PARTICULAR
Esa mañana, Ana, durmió más tiempo del habitual. Eran más de las once
de la mañana cuando se despertó. Se había quedado dormida y se había
perdido sus primeras clases y a la siguiente tampoco llegaría. Decidió
tomarse la mañana libre y retomar sus clases de la tarde. Se desperezó
estirándose en la cama. Se levantó y se puso las braguitas que había junto a
ella. Ana sonrió cuando sintió sus muslos y su entrepierna pegajosos aun por
lo sucedido la noche anterior. Cogió la sudadera que descansaba en una silla
junto a la cama y se la puso. Subió la cremallera de la prenda, dejando que
cubriese sus caderas, hasta la mitad de su pecho, mostrando un impresionante
escote. Camino descalza por la habitación mientras recogía su pelo revuelto
en un moño que sujetó con un lápiz que tomo de su escritorio.
La casa estaba tranquila y en silencio cuando bajo de la buhardilla. La
puerta del dormitorio de Javier y Marta estaba abierta. La habitación estaba
perfectamente recogida. Las puertas de las habitaciones de Olga y Carlos
también estaban abiertas y totalmente ordenadas. Todo el mundo estaba en
sus quehaceres menos ella y a María la había cundido la mañana.
Cuando paso junto a la puerta del baño su vejiga la avisó que necesitaba
ser vaciada. Entró y bajó su pequeña braguita hasta situarla en sus tobillos.
Ana se sentó en el inodoro y se relajó mientras escanciaba el dorado líquido.
Cuando terminó con su fisiológica necesidad no volvió a colocar la prenda
que ataba sus tobillos. Con un movimiento de sus pies se deshizo de la
braguita para luego dejarla en el cesto de la ropa sucia. Su estomago protestó,
tenía hambre. Así que tan solo vestida la con sudadera bajo a desayunar a la
cocina.
A la mitad de la escalera escuchó voces. La voz de mujer la identificó
inmediatamente, era María, la asistenta. Pero la voz masculina le era muy
familiar pero no lograba identificarla. Estaba segura que no eran ni Javier ni
Carlos. No continuó bajando y se sentó en la escalera a esperar. Ana pensó
que no era buena idea aparecer en la cocina ante un desconocido tan
escasamente vestida. No es que a ella le importase que la viesen así un
desconocido, pero prefería guardar las apariencias ante María. Ella no
aprobaría que entrase así en la cocina estando un extraño en ella, era
demasiado conservadora.
Desde donde Ana se encontraba no podía entender lo que decían. La joven
seguía intentando adivinar quién era el hombre que hablaba con María. Una
palabra llegó más clara a sus oídos y pudo identificarla “Anita”.
—¿Fabián? – dijo en un susurro para ella misma.
En ese momento supo quién era. Pero era imposible, no podía ser, que
hacia él en su casa y hablando con la asistenta. Tuvo un primer impulso de
correr y entrar en la cocina. Quería saber que estaba pasando, pero logro
contenerse. Ana continuó en la escalera esperando que la visita se marchase.
Unos minutos más tarde un joven salió de la cocina y se dirigió a la puerta.
Efectivamente era Fabián. Ella no se movió, siguió sentada con las piernas
abiertas. Si en ese momento se hubiese vuelto podría haber visto toda su
intimidad expuesta ante él. Una vez la puerta se cerró ella fue a la cocina.
—Hola María. –dijo Ana al entrar. María la miró algo sorprendida por la
indumentaria de la joven. Pero no hizo ningún comentario.
—Buenos días señorita –respondió la asistenta —¿quiere que le prepare
algo para desayunar?
—Gracias. Tomaré café, tostadas con aceite y tomate, zumo y unas
magdalenas.
—Parece que se ha levantado con apetito esta mañana.
—Sí. Me he levantado con hambre.
—Eso es bueno. Se lo preparo ahora mismo.
—Gracias. María…
—Dígame.
—Cuando bajaba me ha parecido ver a un chico que salía y no era Carlos.
—Sí. Era mi sobrino Fabián me ha traído esa carpeta que se me ha
olvidado en casa.
—Que amable. No sabía que vivía contigo.
—No. No vive conmigo. Vive en un apartamento en el mismo edificio.
Cuando mi hija se dio cuenta que me la había dejado le pidió que me la
trajese.
—Parece un buen chico. ¿A qué se dedica?
—Era militar profesional, lo dejo hace unos meses y ahora es monitor de
artes marciales en un gimnasio.
—¿Monitor de artes marciales? Impresionante. ¿Qué edad tiene?
—Sí. Es especialista en ello. En el ejército entrenaba a los miembros de los
comandos especiales. Y tiene veinticinco años.
—¿En qué gimnasio da las clases? Me gustaría matricularme para saber
defenderme.
—No sé exactamente como se llama pero si quiere le pregunto a mi hija
que va a él y luego se lo digo.
—Te lo agradecería.
—Bueno, mientras termina con el desayuno voy a arreglar su habitación.
—Vale, gracias.
María salió de la cocina dejando a Ana terminando con su desayuno. La
joven dio un golpe sobre la mesa enfadada.
—Será cabrón. Simples coincidencias. Me va a oír — Se dijo así misma.
Terminó su desayuno y subió al baño para darse una ducha. Tenía que
relajarse, se había cabreado mucho al saber que Fabián había estado jugando
con ella todo el tiempo y siempre iba sobre seguro. Cuando entro en el cuarto
de baño tiró la sudadera también en el cesto de la ropa sucia y se metió bajo
la ducha. El agua tibia lamiendo su cuerpo la relajo llevándose los deseos de
venganza así como las muestras físicas de lo sucedido la noche anterior. Ahí
bajo el agua rememoró lo sucedido.
Ella estaba sentada en su escritorio recogiendo y preparando unos apuntes
para el día siguiente. Eran más de las dos de la madrugada y ya estaba
preparada para meterse en la cama. Unas cómodas y pequeñas braguitas de
algodón y una camiseta ajustada del mismo tejido serian su pijama. Ambas
prendas estaban cubiertas por una amplia sudadera con la cremallera abierta.
Unos brazos la abrazaron desde atrás y unos labios la besaron en la mejilla
muy cerca de la comisura de los labios. Ana se giró sorprendida.
—¿Marta?
—Perdona, ¿te he molestado? – dijo Marta casi en un susurro.
—No. Ya estaba terminando. ¿Qué haces aquí? – interrogó Ana
sorprendida por la visita.
—Nada me iba a la cama y vi luz. He subido por si te habías quedado con
ella encendida. Sabes has dejado la buhardilla muy bien – dijo Marta después
de una pausa – no he tenido ocasión de decírtelo has hecho un buen trabajo
con ella. Es una pena que no puedas disfrutarla como se merece.
—Yo no diría tanto. He tenido algún buen momento aquí – puntualizó
Ana.
—¿Has vuelto a traerte a algún amigo? – se lo pregunto con total
tranquilidad sin importarle que la respuesta fuese afirmativa.
—No. Os prometí que no volvería a traer a nadie a casa y yo cumplo mis
promesas.
—¿Entonces…?
—Por qué no te sientas y hablamos mas tranquilamente – le sugirió Ana
intuyendo que esa conversación podría tener alguna finalidad que aún no
podía adivinar.
—Vale.
Marta paseo por la buhardilla haciendo sonar sus zapatos de tacón. Pero no
se sentó en el sofá que estaba frente a ellas, entro hasta donde se encontraba
la cama y se acomodo en ella.
—Apago el ordenador y te acompaño – dijo Ana aun en su escritorio.
Ana tomo su ratón y cliqueó sobre el icono de la cámara que tenia
instalada enfocando a su cama. No sabía el motivo de la visita de Marta pero
pensó que estaría bien conservar la visita. Vio la imagen que aparecí en la
pantalla. Era perfecta, la cámara seguía en posición y se veía todo el
dormitorio. Puso a grabar el dispositivo y cerró el ordenador. Se levanto de la
mesa y camino descalza hasta su cama.
—Pues aquí me tienes. ¿De qué quieres hablar? – dijo Ana sentándose a su
lado.
—Seguimos donde lo habíamos dejado. Dices que la has disfrutado ¿Con
quién? ¿Con Javier?
La joven la miro con cara de sorpresa. Eso era. Se había enterado de lo
sucedido entre Javier y ella y quería pedirle cuentas. Pero Marta la tenía
totalmente desconcertada. No parecía enfada. Y tampoco estaba
conteniéndose en sus reacciones, estaba tranquila y relajada. Después de un
incomodo silencio Ana dio una respuesta.
—Lo siento mucho, de verdad. Te prometo que no se volverá a repetir.
—No te preocupes por eso. No pasa nada.
—Pero… ¿Cómo te has enterado? ¿Por qué no pasa nada?
—Javier me lo contó. No hay secretos entre nosotros. Javier quería
acostarse contigo y me lo confesó desde el primer momento. Lo mismo que
yo.
—Marta, no te entiendo. ¿Lo mismo que tú?
—Sí. Yo también le conté que pasó entre nosotras en la ducha aquel día.
Además yo también quiero follar contigo. No tienes que extrañarte, de la
manera en que me estuviste provocando el otro día durante las compras,
supongo que esperarías que subiese antes o después – soltó Marta sin ningún
preámbulo.
Ana no pudo evitar sorprenderse por lo que acababa de escuchar.
Efectivamente durante esa tarde de compras había jugado a provocar y
seducir a todos y cada uno de los miembros de la familia. Pero para ella solo
había sido un juego. Marta se levanto de la cama y conecto el equipo de
música que había en la estantería. Una música sensual invadió la habitación.
Luego Marta fue hasta la entrada de la buhardilla. Un instante después
regresaba con una botella de cava y un par de copas. Le entregó ambas copas
a la joven que continuaba sentada incrédula en la cama y procedió a
descorchar la botella. Cuando el corcho salto lleno las copas con el fresco y
espumoso vino. Marta dejó la botella en la mesilla y tomo una de las copas de
las manos de Ana. Esta hizo chocar suavemente su copa con la que Ana
sostenía en su mano.
—Por nosotras – dijo como brindis y bebió un sorbo de su copa.
—Por nosotras – respondió Ana y aproximo la copa a sus labios.
Marta comenzó a bailar frente a la joven al ritmo que marcaba la sensual
música. Contoneaba su cuerpo frente a Ana mientras seguía dando sorbos a
su copa. Luego le tendió la mano a su joven compañera y la invito a unirse a
ella. Ana acepto la invitación. Ambas juntaron sus perfectos y preciosos
cuerpos moviéndolos y frotándolos hipnotizadas por la sensualidad de la
canción.
Cuando la terminó la canción ambas se sentaron nuevamente en la cama.
Marta lleno nuevamente las copas y las dos se hicieron confesiones mientras
disfrutaban de una suave música de fondo y la tenue iluminación de la
estancia. Las primeras notas de una antigua canción invadieron la buhardilla.
Marta se levanto dejando la copa sobre la mesilla y tomando la de Ana y
dejándola junto a la suya la hizo acompañarla. Las dos mujeres se abrazaron
y bailaron con sus cuerpos pegados.
“…Nunca te podre olvidar porque me enseñaste amar. Con un sorbito de
champagne brindando por el nuevo amor. La suave luz de aquel rincón hizo
latir mi corazón. Es tan fácil recordar siempre que vuelvo a brindar con un
sorbito de champagne… Y entonces fue cuando te besé… de tu besar yo me
enamoré…”
En ese momento los labios de Marta besaron profundamente la boca de
Ana. Su lengua se movía y empujaba con impaciencia hasta que se encontró
con la de la joven. Ana dejo escapar un leve suspiro mientras frotaba sus ya
duros pechos sobre los de Marta. La joven tomo a Marta por la nuca para que
el beso no terminase. Chuparon y mordieron sus labios en un beso entre
lujurioso y tierno, pero completamente apasionado.
—Quiero comerte toda – dijo Marta en un susurro en el oído de Ana.
Marta acomodó su pierna entre los muslos de la joven mientras le quitaba
la sudadera y tirándola sobre una silla próxima para luego recorrer su espalda
con su delicada mano bajo su camiseta. Ana subió la falda de su acompañante
y acaricio la suave piel de sus prietos muslos.
—¡¿Y tus braguitas?! – pregunto Ana sorprendida.
—Estaban muy mojadas. Se las he dejado a Javier para que se entretenga.
—¿Entonces sabe que estas aquí?
—Sí.
—Podía haber subido contigo – propuso Ana.
—Eso lo dejaremos para otro momento. Ahora déjate llevar.
Marta empujo a la joven sobre la cama y se deshizo de su ajustada
camiseta. Se deleitó con la visión de esos perfectos pechos coronados por dos
duros y erectos botones que pedían ser mordidos. Pero Marta se contuvo.
Volvió a besar a la joven en la boca y, ahora sí, acaricio sus pechos con suma
delicadeza. Ana totalmente entregada jadeaba entrecortadamente. Eso fue el
pistoletazo de salida para que la mano de Marta apretase una de las tetas de la
joven y poder recorrerlas en toda su plenitud. Su mano iba costado al valle
que separaba ambas montañas y subía por el hasta su cuello, mientras sus
labios se apoderaban del erecto pezón. Luego Marta se separó un instante de
la joven para desabrochar su falda mientras Ana la despojó de su blusa, para
quedar completamente desnuda frente a la joven.
—¡Wow! Completamente depilado…—observó Ana.
—Sabia que te gustaría – fue la respuesta de Marta.
—No. Es lo que le gusta a Javier.
Y esta volvió al trabajo pero esta vez con el otro pecho de la joven. El sexo
de Marta era un mar de fluidos que no dejaban de manar. Haciendo una pausa
retiró la braguita de Ana dejándola caer junto a la cama. Marta aproximó su
cuerpo desnudo al también desnudo cuerpo de la joven. Ana abrió sus piernas
para permitir a Marta que se acomodase sobre ella. Cuando Marta colocó su
sexo sobre el de su invitada esta no pudo contener un gemido de placer. El
cuerpo de Ana excitado también hacia que su humedad aflorase abundante.
Sus labios vaginales se besaban una y otra vez con los movimientos de
cadera de Marta. Los estudiados movimientos recordaban a Ana los que un
chico hacia cuando la follaba. Con la diferencia de que en cada embestida de
Marta sus sexos se unían para hacer una explosiva mezcla de jugos y sus
dilatados clítoris chocaban deseosos de un nuevo contacto.
—Vas a hacer que me corra – dijo Ana entre suspiros y jadeos.
—Es lo que deseo. Vamos. Córrete para mí.
Marta aumentó el ritmo de sus movimientos para hacer que Ana explotase.
Unos instantes después el cuerpo de la joven comenzó a templar mientras sus
músculos se tensaban baso el cuerpo de Marta señal inequívoca que el
orgasmo ya se había apoderado de su cuerpo. De la vagina de Ana no dejaban
de brotar cataratas de flujo que empaparon a ambas mujeres. Y sus gemidos y
suspiros, de Ana, pasaron a ser gritos que Marta contuvo con sus labios. Las
reacciones de Ana hicieron que Marta también estallase en un orgasmo como
pocas veces había experimentado con otra mujer. Mientras el placer se
apoderaba de su cuerpo, haciendo que se convirtiese en agua, no dejo de
moverse sobre la joven un solo instante para alargar sus sensaciones al
máximo, lo que hizo que el orgasmo de Ana se prolongase aun más en el
tiempo.
Cuando sus cuerpos comenzaron a relajarse se tumbaron una junto a la otra
en la amplia cama. Una vez recuperadas de las sensaciones vividas, Ana,
beso el cuello de la mujer que la acompañaba. Luego la boca de la joven bajó
recorriendo la anatomía de su anfitriona hasta tomar posesión de una de sus
tetas. Cuando los labios de Ana se apoderaron del erecto pezón de Marta
comenzó a mamar como si de un bebe se tratara. Ana mamo de ambos
pechos. Esos pechos años atrás habían alimentado a Carlos y Olga. En ese
momento la joven Ana se sintió como una hija de Marta, mientras ella
acariciaba su rubia melena.
Ana tomo la iniciativa, elevó su pierna y con ella rodeó las caderas de
Marta para acercarla a ella quedando ambas frente a frente. La joven frotó su
sexo sobre el de su nueva madre. Sus labios nuevamente se unieron y sus
lenguas lucharon en un intercambio de alientos y salivas. Al mismo tiempo
cuatro duras coronadas por otros tantos erguidos pezones chocaban y se
frotaban haciendo que ambas no pudiesen contener suspiros de placer.
Mientras dos pares de manos no dejaban de moverse explorando la firmeza y
suavidad de sus excitados cuerpos.
Los flujos del placer de ambas mujeres se mezclaban empapando sus
piernas ya que sus calientes coños no paraban de manar. Sus caderas se
movían sin cesar. Sus inflamados clítoris chocaron y sus respectivos cuerpos
buscaron el máximo contacto y placer. Sus cuerpos se acompasaron haciendo
que girasen en sentidos opuestos sus caderas sin que sus rosados botones del
placer se separasen un solo milímetro. La estimulación de ambas mujeres era
máxima y sus cuerpos lo agradecieron. Dos intensos orgasmos partieron al
unísono de los incendiados clítoris de ambas extendiendo su onda expansiva
por sus cansados y sudorosos cuerpos. Los jadeos y suspiros de ambas se
tornaron gritos que las dos ahogaron comiéndose sus respectivas bocas.
Mientras sus sexos se vaciaban en un mar de flujos que las empapaba.
—Ha sido genial – dijo Ana aún sobre Marta mientras la miraba fijamente
a los ojos.
—Pues si te ha gustado esto no ha hecho más que comenzar – respondió
con una sonrisa.
Ana se tumbo junto a Marta liberándola del peso de su cuerpo relajándose
y disfrutando ambas de las sensaciones vividas. Después Marta se levantó y
fue hasta la mesilla para llenar de nuevo las copas. Ana aprovecho para
ocupar totalmente la cama con sus brazos y piernas abiertas. Marta frente a
ella con dos copas en las manos vio como el brillante coño de Ana aun
palpitaba por la excitación. En ese momento no pudo evitar pensar en Javier
y en cómo le gustaría verlo enterrar su polla en el abierto y chorreante coño
de Ana en ese preciso instante. Pero no era el momento. Marta se sentó en la
cama y le ofreció la copa su compañera de juegos. Ana la tomó en su mano
mientras se incorporaba lo suficiente para beberla de un solo trago y volver a
su posición de mujer de Vitrubio.
Marta tomo un sorbo de cava y mirando a los azules ojos de la joven besos
sus labios para compartir con ella las burbujas del vino que cosquilleaba sus
lenguas. Luego vertió algo de cava sobre la barbilla y el cuello de Ana para
inmediatamente recogerlos a lametones. Cuando terminó le llego el turno a
sus pechos. El frio cava baño las tetas de la joven haciendo que estas se
erizasen nuevamente. Los labios y la lengua de Marta volvieron a recoger el
vino de la tersa y suave piel de su compañera de juegos. Luego llego el turno
de regar el firme abdomen y de llenar el pozo de su ombligo. Los labios de
Marta recorrieron todo el llano de ese cuerpo recogiendo el líquido dorado
para finalmente beber las burbujas que se guardaban en el diminuto pozo
sorbiéndolas con fuerza. El pecho de Ana se movía agitado por la respiración
entrecortada que le producían los gemidos de placer.
Cuando Marta se acomodo entre las piernas de Ana observo el brillo de su
empapado coño. Apuro el contenido de la copa de un último trago y hundió
su cabeza entre los muslos de Ana. Acto seguido como si de un surtidor se
tratase proyecto un chorro de burbujas en la vagina de la joven. Lamio la
entrada de esa cueva de abajo arriba recogiendo el coctel que se había
formado hasta llegar a ese nudo de nervios que pedía atenciones a gritos.
Marta lo cubrió con su boca bañándolo en burbujas, rodeándolo con su
lengua y succionando al tiempo. Ana tomo la cabeza de Marta y la aplasto
contra su cuerpo mientras gritaba de gusto. Era como si un millón de
minúsculos labios besasen su clítoris sin dejar un solo milímetro sin atender.
El orgasmo que Ana experimento fue único e irrepetible, nunca había vivido
nada igual.
Pero Marta no se conformo con eso, quería darle más, quería que no
olvidase esa noche en mucho tiempo. La lengua de Marta recorrió la raja en
toda su longitud abriendo a su paso los labios de Ana. Luego los besó como
si de una boca se tratase jugando con su traviesa lengua en su interior. La
eficiencia en la estimulación que Marta le proporcionaba hacia que Ana se
contorsionase de placer. Marta continuó besando el sexo de su joven amante
buscando otra vez el botón que haría que todo explotase. Cuando sus labios
lo encontraron lo envolvieron y lo succionaron con suavidad. Los dedos de
Marta decidieron que era el momento de explorar la cueva que se abría ante
ellos. Cuando entraron en la húmeda caverna esta de contrajo en torno a ellos
aprisionándolos y tirando de ellos hacia el interior, como si de un agujero
negro se tratase. Venciendo la resistencia del cuerpo de Ana a ser
abandonado los dedos de Marta comenzaron su movimiento de bombeo.
Cuando Marta elevó su rostro un instante de entre las piernas de la joven vio
como esta amasaba sus tetas y pellizcaba sus erectos pezones. La atenta
anfitriona volvió a su labor con más ahínco. Aceleró el ritmo de las
penetraciones de sus diestros dedos y el de sus labios y lengua en ese mágico
botón. Ana explotó sacudiendo su cabeza y apretando entre sus muslos la
cabeza de Marta. Su cuerpo estaba en tensión recorrido por un calambrazo de
placer. Cuando el cuerpo de Ana se fue nuevamente relajando liberó la
cabeza de Marta que no había detenido las estimulaciones del cuerpo de la
joven para que su orgasmo se prolongase aun más.
Marta aún quería más. Quería volver a correrse junto a la insaciable Ana.
Se puso en pie dejando el cuerpo de Ana entre las columnas de sus piernas.
Marta estaba muy excitada. Su sexo lo demostraba goteando flujo sobre el
abdomen y el pecho de la receptiva Ana. Los ojos de ambas mujeres de
unieron en una mirada de deseo. Ana hizo un gesto afirmativo con la cabeza
dando carta blanca a Marta para realizar su próxima acción fuese la que
fuese. Marta fue bajando lentamente sobre el cuerpo de la joven, despacio,
muy despacio. Dejando que el flujo que brotaba de sus sexo empapase las
tetas de Ana. Una vez alcanzada la posición, Marta, acaricio los pechos de
Ana entre sus muslos. Una vez los senos de Ana estuvieron bien lubricados,
Marta, acomodo su sexo en el erecto y duro pezón de la joven. Con sus
manos guiaba el pecho a lo largo de su raja para llegar a su entrada y
penetrarla con él, para luego continuar frotando su inflamado y sensible
clítoris en la pétrea protuberancia. El placer que estaba sintiendo Marta era
inenarrable pero quería más.
Dio un par de pasos con sus rodillas y Marta posiciono su sexo sobre el
rostro de Ana. Ana besó la cara interna de los muslos de Marta. Esta casi sin
darse cuenta de lo que estaba haciendo, abrió aun más las piernas para
permitirle libre acceso a la joven. Ana avanzaba a besos y lengüetazos
tímidos y cautos, abriéndose paso de forma lenta pero seguro, hasta la
entrepierna de Marta, y luego, con dos de sus dedos, separó en dos el coño de
su amante. Después deslizó su dedo corazón a lo largo de la abertura de la
vagina de Marta, describiendo círculos traviesos en tu recorrido, jugando a
excitarla, y a retrasar aquello que ella estaba deseando. Por fin, Ana, llegó al
clítoris de Marta, y entonces elevo su cabeza sobre él y, con la punta de la
lengua, comenzó a ensalivarlo a conciencia. Marta acompasó los
movimientos de su pelvis al ritmo que imponía la traviesa lengua de Ana. Los
lametazos de la joven cada vez más confiados y decididos, descendían hasta
la abertura del sexo de Marta y ahí recogía sus fluidos. Después, Ana,
introdujo en ella el dedo corazón y bien impregnado por su propios jugos
comenzó a masajear sus labios inferiores. Marta a esas alturas del juego ya
los sentía hinchadísimos, como si de dos fresas se tratasen. Marta gemía y
balanceaba sus caderas, era incapaz de controlar su excitación. Ana sabía
exactamente, el ritmo que debía usar, la profundidad hasta la que debía
sumergirse. Demostrándole a Marta que ella también era experta en esos
juegos. En un momento, Ana, se detuvo y separando la cara de ella la miró.
Marta vio como sus jugos abrillantaban la barbilla y el rostro de la joven
amante, como sus ojos se reflejan en sus azules zafiros. Entonces, Ana,
volvió a sumergirse en las entrañas de Marta. Culebreando con su lengua
alrededor del inflamado e impaciente clítoris de Marta, pero sin llegar a
tocarlo jamás. Ana estaba usando una delicadeza extrema, que a Marta casi le
resultaba molesta. Entonces Ana apoyo las palmas de tus manos en las prietas
nalgas de Marta apretándolas con fuerza y así adelantarla hacia ella. Marta se
sentía a merced de la joven Ana. Y le gustaba. Toda su atención está centrada
exclusivamente en su clítoris. Para Marta en ese momento no existí nada más.
Ana estimulaba el sensible botón con una presión segura y rítmica que se
hacía más intensa por momentos. Marta cerró los ojos, arqueó la nuca y
apretó sus puños. Su cuerpo se preparaba para lo que se avecinaba. Ana
continuó lamiendo a ritmo constante, intensificando por momentos la
velocidad de tus caricias. Y cuando Marta estaba a punto de correrse Ana
paró.
Ana soltó el prieto glúteo de Marta y abofeteó con ella la cara interna de
sus muslos. A Marta le encantó, casi se corrió en ese instante. Abrió aun más
las piernas dispuesta a recibir a la joven Ana. La penetro con sus dedos
brillantes de flujo que se movían de manera experta en el interior de Marta.
La mujer estaba preparada para recibirla en su interior, estaba abierta y
empapada. Ana desencadeno una reacción en cadena que llevaría a Marta
hasta el orgasmo. Cuando ese placer tomo el cuerpo de Marta fue el más
intenso que había sentido con una mujer hasta ese momento. Marta cerró los
ojos y estalló en un mar de convulsiones tan intensas como descargas
eléctricas atravesando su cuerpo. Marta siguió un rato sacudiéndose por los
espasmos que no era capaz de reprimir. Cuando por fin abrió los ojos una vez
su cuerpo comenzó a relajarse la vio a ella. Ana seguía ahí, entre sus piernas,
sonriendo y sin apartar la mirada de ella. Marta cayó al lado de la sonriente
joven y se abrazó a ella. La besó y luego tomo el revuelto edredón para cubrir
sus cuerpos sudorosos.
—Deberías volver con Javier, te estará esperando – dijo Ana.
—No. Con él duermo todas las noches, hoy quiero hacerlo contigo. Ahora
duerme y descansa pequeña. Te lo has ganado.
Marta acurrucó en sus brazos y la meció como si de una niña pequeña se
tratara. Ana sentía el calor de los pechos de Marta en su casa y escuchaba el
rítmico latido de su corazón. Poco a poco, los parpados de Ana comenzaron a
pesarle hasta que finalmente cerró sus acuosos ojos vencida por el sueño y el
cansancio de la ajetreada noche.
Cuando Ana salió de la ducha se envolvió en su cálido albornoz y subió a
su habitación. María estaba terminando de arreglar la buhardilla. Había
cambiado las sabanas y todo estaba perfectamente ordenado. Se dio que no
había ni rastro de la botella ni las copas que habían disfrutado la noche
anterior.
—Señorita, ya me marcho, he terminado – dijo María cuando se percato de
la presencia de la joven.
—No te preocupes por mí, haz lo que tengas que hacer.
—Gracias. Por cierto he hablado con mi hija y le he preguntado por el
nombre del gimnasio. Me ha dicho que se llama… ArteSport – informo
consultando un trozo de papel que saco del bolsillo de su bata.
—Muchas gracias. Voy a apuntarlo.
—No. Tome el papel a mi no me hace falta – y le entrego la nota – yo he
terminado aquí seguiré en la cocina.
—Bien. Gracias María.
María salió de la habitación y Ana se sentó frente a su escritorio y cogió su
teléfono móvil. Buscó en la agenda el número de Fabián y pulso llamada. Un
tono, dos tonos, tres tonos… Sera capaz de no cogerme el teléfono pensó
mientras esperaba. Ya estaba dispuesta a colgar cuando Fabián respondió al
otro lado.
—Hola Ana. ¿Qué tal el día?
—Bien, relajado. ¿Dónde estás metido que no me cogías el teléfono?
—Trabajando.
—¿Trabajando? No sabía que la gente como tú trabajase – dijo con cierta
mala leche.
—Pues ya ves, la gente como yo también trabaja.
—Me has sorprendido, la verdad. Pensaba que solo te dedicabas a dar
palizas y vagabundear por ahí todo el día.
—Vale. ¿Qué quieres? Estoy ocupado – la cortó Fabián.
—Tengo una idea para conseguir el teléfono del tipo que seguiste. Me
gustaría que me ayudases. Lo puedes considerar un trabajo. ¿Cuándo
podemos vernos?
—Que graciosa te has levantado hoy.
—Sí, ya ves, te parezco graciosa hoy. Si pudieses verme ahora mismo no
dirías lo mismo.
—¿Por qué dices eso?
—Porque estoy totalmente desnuda. Y estoy segura que te gustaría verme.
¿Verdad?
—¿Qué haces desnuda a estas horas? ¿Te acabas de follar a algún amiguito
pijo?
—¿Estas celoso? Porque lo pareces.
—¿Celoso yo? No te lo tengas tan creído. Por mi puedes tirarte a todo
bicho vivientes que se te ponga delante.
—Gracias. Tendré en cuenta que me has dado permiso. Bueno ¿podemos
vernos esta tarde?
—Parece que tienes prisa, ¿te está esperando el tipo en la cama?
—Pensaba que no te importaba.
—Y no me importa. Y hoy no podemos vernos tengo trabajo todo el día.
Te llamaré cuando este libre.
—Muy bien. Gracias.
—Adiós – dijo Fabián y colgó el teléfono algo cabreado por la forma de
actuar de Ana sin dejar que esta se despidiese.
Ana también colgó su teléfono y volvió a dejarlo sobre la mesa. Abrió su
ordenador y pincho sobre la cámara que aún seguía en funcionamiento. Pudo
ver su cama vacía y ordenada. Detuvo la grabación y rebobinó rápidamente.
Vio como María había hecho la cama y cambiado las sabanas. Vio cuando se
ella se levantó. Vio como estuvo durmiendo sola. Pero llego a una parte
interesante Javier estuvo ahí también. Continuó rebobinando hasta que esta
estar Marta y ella solas. Y comenzó a visionar lo sucedido después de
quedarse dormida.
Marta seguía junto a la joven en la cama y unos minutos después Javier
entraba en la habitación tan solo vestido con un pantalón de pijama. Javier se
detuvo junto a su mujer. Marta apartó el edredón mostrando a su marido los
cuerpos desnudos de ambas. El frotó su polla sobre la tela del pantalón
mientras hablaba con su mujer. Javier se aproximó al cuerpo dormido de Ana
y lo acaricio con suavidad con dos de sus dedos. Recorrió con ellos sus
labios, su cuello, sus pechos, su abdomen y finalmente llego a su sexo. Javier
mojó sus dedos en el flujo viscoso que lo mojaba aun la vagina de Ana.
Cuando los separo un fino hilo de fluido espeso unía sus dedos al sucio coño
de la joven. Javier, llevó los dedos a su boca y los chupó deleitándose. Su
mujer lo imitó y también mojo sus dedos en el coño de Ana para degustar la
mezcla ya macerada que había probado toda la noche. Luego se levantó de la
cama y beso a su marido. Ana estaba profundamente dormida en su cama,
desnuda ante el matrimonio, mientras ellos se besaban. Javier no dejaba de
recorrer el cuerpo de Marta con sus manos al tiempo que lazaba miradas al
cuerpo de Ana. Marta se puso de rodillas frente a su marido y le bajó de
golpe el pantalón, dejando a la vista su erecto miembro. No esperó un
segundo antes de empezar a comerle la polla y pajearlo delante de la joven.
Unos instantes después Javier sostenía la cabeza de su mujer y movía sus
caderas a buen ritmo. Eso ya no era una mamada. Javier le estaba follando la
boca a su mujer. Minutos después sacó su polla de la boca de Marta y se puso
de rodillas en la cama junto a Ana. Marta desde atrás lo masturbaba con
fuerza mientras su marido tenía sus manos en la nuca y los ojos cerrados con
cara de placer. Unos instantes después Javier comenzó a lanzar chorros de
semen sobre el cuerpo dormido de Ana. Marta dirigía la polla de su marido
haciendo que su leche cayese en las tetas, el vientre y el pubis de la joven
bella durmiente. Javier se puso nuevamente de pie y su mujer sentada en la
cama le limpió los restos de leche de su polla a lametazos. Luego Marta
comenzó a recoger con delicadeza la semilla vertida por su marido sobre el
cuerpo de Ana y se la tomo toda hasta dejarlo prácticamente limpio. Javier se
colocó el pantalón mientras se deleitaba con la imagen de su mujer
tomándose su leche vertida en el cuerpo de esa deseada mujer. Ana seguía
descansando plácidamente ajena a todo. Ambos se besaron. Luego los dos
besaron con ternura los labios de la joven, pero esta no despertó como en el
cuento. Javier cubrió su cuerpo de nuevo con el edredón. Marta recogió su
ropa y su marido la botella vacía y las copas que había sobre la mesilla.
Después salieron de la habitación cogidos de la mano.
Ana sorprendida por lo sucedido mientras dormía editó la grabación. Borró
todo lo sucedido después de que el matrimonio abandonase la buhardilla.
Luego guardo el archivo con el nombre, MARTA – MARTA Y JAVIER. Fue
a su armario y buscó la memoria donde guardaba las grabaciones. Ana la
insertó en el puerto correspondiente y guardo el archivo. Saco la memoria y
apago su ordenador. Ana fue nuevamente a su armario y guardo la memoria.
Luego se vistió frente al espejo y se puso a estudiar hasta la hora de comer.
—CAPITULO 15—
UN COMBATE APASIONADO
Unos días después. Aquella tarde cuando Ana fue a clase además de sus
apuntes llevaba una pequeña mochila con ropa deportiva. Había estado
pensando en ello durante toda la mañana, pero no estaba segura que fuese una
buena idea. Quería ir al gimnasio donde trabajaba Fabián, aún no había dado
señales de vida desde que lo llamó unos días antes, y pillarlo in fraganti
dando alguna clase. Estaba molesta por cómo se había burlado de ella aquella
mañana de domingo en El Retiro. Lo decidiría cuando terminase las clases,
así pues mejor ir preparara por si decidía hacerlo.
Cuando Ana termino sus clases abandonó rápidamente el edificio de la
facultad. Las clases habían sido muy monótonas y necesitaba algo de acción.
Fue derecha a la estación del metro. Después de media hora y un par de
transbordos Ana volvía a emerger a la superficie. No estaba familiarizada con
esa zona de la ciudad y estaba algo desorientada. A unos metros de ella una
pareja de policías caminaban hacia su coche estacionado en la esquina. Ana
aceleró el paso y fue a su encuentro.
—Hola. Disculpen, ¿puedo hacerles una pregunta? – dijo Ana dirigiéndose
a los agentes.
—Buenas tardes – respondieron al unísono al tiempo que saludaban con la
mano de manera marcial.
—Usted dirá señorita – agrego el mayor de los dos.
—Estoy buscando un gimnasio. Se llama ArteSport. Me han dicho que está
calle.
—Así es. Esta a unos cien metros en esa dirección – dijo el mismo policía
indicándole.
—Muchas Gracias. Muy amables – respondió Ana.
—No hay de qué. Buenas Tardes – volvieron a decir ambos y volvieron a
saludarla de manera marcial.
—Buenas tardes – se despidió Ana y caminó en la dirección que le habían
indicado.
Ana caminó por la acera con su mochila al hombro. Casi lo pasó de largo.
En la calle tan solo había una puerta con un luminoso sobre ella. ArteSport,
en letras rojas. Empujó la puerta y al entrar encontró un pequeño rellano y
unos cuantos escalones que bajar. Era el único camino. “Esto es un sótano.
¿Dónde me he metido?” pensó Ana mientras bajaba. Cuando terminó la
escalera Ana se sorprendió. El local era enorme. Por lo que pudo observar
calculó que serian alrededor de quinientos metros cuadrados, muchos espejos,
tragaluces y una perfecta ventilación. No parecía que estuviese en un
gimnasio, el aire era fresco y agradable. Miró al alto techo y gruesos tubos de
acero lo recorrían insuflando aire fresco y retirando el viciado.
—Hola, ¿qué deseas? – le preguntó una chica sonriente, rubia platino con
el pelo muy corto y un peinado informal, tras un moderno mostrador.
—Busco a un amigo.
—Si me dices quien es tal vez pueda decirte si esta.
—Se llama Fabián.
—El único Fabián que conozco aquí es uno de nuestros monitores.
—Es el que busco.
—Ahora está en clase, ¿quieres que lo llame?
—No, no hace falta que lo molestes. Esperaré por aquí. Además así hecho
un vistazo y si me gusta me matriculare. Me han dicho que es muy bueno en
artes marciales.
—Vale, como quieras. Y si es muy bueno en artes marciales, seguro que te
gusta. Por cierto si quieres probar las maquinas o cualquier cosa dímelo y te
doy una taquilla.
—Gracias.
La recepcionista volvió a sus tareas y Ana comenzó a recorrer las
instalaciones. Después de merodear un rato por el local lo vio en una de las
salas. Estaba entrenando a un joven algo mayor que él. Ambos daban
pequeños saltitos mientras se lanzaban golpes al tiempo que Fabián le daba
indicaciones. Ana observaba sus movimientos y vuelve a recordar el por qué
estaba ahí, se había burlado de ella en el parque. Continuó con su paseo por
las instalaciones. Cada vez había menos gente estaba claro que se aproximaba
la hora del cierre. Ana subió a una de las bicicletas estáticas y se puso a
pedalear.
Fabián terminó su clase y fue a la recepción mientras su alumno se fue a
las duchas a cambiarse.
—Bueno, he terminado por hoy. Me doy una ducha y me marcho. Tienes
que apuntarle a Luis dos horas de entrenamiento – le dijo a la recepcionista.
—Muy bien – dijo la chica de recepción tecleando en el ordenador – pero
antes de irte te espera una chica. Pregunto por ti expresamente y parecía
interesada en tus clases.
—¿Quién es?
—No me ha dicho su nombre.
—¿Y donde esta? ¿En la cafetería?
—No. Estaba dando una vuelta por las instalaciones. Ya te he dicho que
estaba interesada en matricularse. La encontraras enseguida, es una rubia muy
guapa vestida de calle y con una mochila.
—Gracias voy a ver.
Fabián recorrió algunas de las salas buscando a la misteriosa chica rubia
que lo buscaba. Finalmente la vio pedaleando al fondo de una sala y fue hacia
ella. La reconoció al instante.
—¿Qué haces aquí?
—Hola, Karate Kid. Pareces enfadado – respondió Ana bajando de la bici.
—¿Qué leches estás haciendo aquí? – insistió Fabián.
—Solo quería probar este gimnasio. Me han dicho que el monitor de artes
marciales es muy bueno.
—¿Y no hay mas gimnasios en Madrid?
—Supongo que sí. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
—Trabajo aquí. ¿Cómo me has encontrado?
—Yo también tengo mis métodos y no se pueden revelar.
—Vale. Eres muy lista. Voy a cambiarme y te llevo a casa.
—De eso nada. Ya te he dicho que quiero probar el gimnasio.
—Ana, por favor no digas tonterías. Venga vámonos.
—De eso nada. Quiero pelear contigo. Y esta vez en serio. No quiero que
juegues conmigo con en el parque.
—Tú estás loca. No pienso pelear contigo.
—Pues tu mismo. Yo no me pienso marchar hasta que me des la revancha.
—Anita, no digas tonterías y vámonos.
—Te he dicho un millón de veces que no me llames así – dijo Ana dándole
un fuerte puñetazo en el hombro – y no me voy.
—¡Au! No ves que vamos a cerrar.
—Muy bien. Tienes dos opciones. Una peleamos ahora y dos, si no
quieres, no vuelvas a dirigirme la palabra ya que no quiero saber nada de ti.
Ana cogió su mochila del suelo y poniéndosela al hombro se dirigió a la
salida con paso firme y decidido.
—Espera – dijo Fabián a su espalda. Ana se detuvo y se dio la vuelta
esperando que continuase – está bien tendremos un pequeño combate. Te
vendrá bien soltar adrenalina. Pero hay un problema no tienes ropa para
cambiarte. Le diré a Raquel que te deje algo.
—No hace falta. Tengo mi ropa – dijo Ana mostrándole la mochila.
Fabián no pudo evitar sonreír. Le encantaba la cara de niña traviesa que
ponía cuando se salía con la suya.
—Bien. Le diré a Raquel…
—¿Qué tenias que decirme? – pregunto esta desde la puerta.
—Que le dieses una taquilla a Ana para que se cambie.
—Pero si ya hemos cerrado. Todo el mundo se ha marchado ya. Solo
quedamos nosotros.
—No te preocupes. Tu dale la taquilla a Ana y márchate yo me encargo de
cerrar cuando terminemos.
—Bueno. Como quieras. Ana ven conmigo.
Ana salió de la sala y se marchó con Raquel. Mientras Fabián fue a la sala
para prepararlo todo y luego la esperó en recepción, después de despedir a
Raquel y cerrar por dentro. Mientras en el vestuario, Ana, después de
desvestirse también cambio su sexy conjunto de ropa interior por un top y un
culote deportivos, para luego ponerse el pantalón corto y una amplia y corta
camiseta que dejaba su ombligo a la vista. Luego salió descalza del vestuario
mientras recogía su pelo con una goma en una coleta.
—Bien, Karate Kid, cuando quieras empezamos – dijo Ana sonriendo.
—Preferiría otro apodo. Vamos.
—Cuando piense otro te lo diré.
Ambos caminaron hacia una sala con el suelo cubierto de colchonetas.
Cuando entraron Fabián le entrego las protecciones.
—No quiero protecciones.
—Venga. Yo también me las pondré.
—Ya veo que me tienes miedo.
—Vale, no discutiré más. Pero al menos los guantes sí. No quiero que te
hagas daño en unas manos tan bonitas.
—Bueno, trae los guantes. Pero que sepas que no me vas a ablandar con
piropos.
—Habrá que poner algunas reglas.
Fabián no había terminado de decir la frase cuando un puñetazo le da en
plena cara rápido y preciso.
—Muy bien. Genial – dijo Fabián tocándose la mandíbula y moviéndola a
derecha e izquierda.
—¿Nada roto? – preguntó Ana dando saltitos y lanzando golpes al aire a
modo de calentamiento.
—Estoy bien Anita. Cuando quieras empezamos de verdad.
—Ahora sí que me has cabreado.
Ana se abalanzó sobre Fabián con furia y comenzó a pegarle. Fabián
detenía riendo los golpes y patadas que le llegaban por todas partes hasta que
una patada le dio de lleno.
—¡Eh…!
—Tocado y hundido – dijo sonriendo Ana.
Aquella patada dio de lleno en la entrepierna de Fabián. Quedó doblado a
causa del dolor y cuando consiguió recobrar el aliento:
—¡Dios! ¡Así no vale!
—Lo siento, pero en la guerra todo vale.
—Y en el amor también, Ana. Si en este momento quisiera demostrártelo
creo que no estaría a la altura de lo que esperarías de mí.
—Veo que no has perdido el sentido del humor. Me alegro. Y por cierto…
No te preocupes por no poder demostrarme tu amor, confío en tu palabra.
Fabián continuó doblado intentando recuperarse. Golpeó fuerte con sus
pies en la colchoneta, llevo ambas manos a su cintura y respiró
profundamente al tiempo que se incorporaba.
—Ahora podría machacarte. Pero me importas demasiado – le dijo Fabián
más recuperado.
—Que bueno eres. ¿Por qué no vamos al ring que ahí fuera?
—¿Quieres boxear? No creo que ese sea tu estilo.
—No, efectivamente ese no es mi estilo. Prefiero una combinación de Full
Contact y Krav Maga. ¿Vamos? – Ana se lo comentó con la mayor
naturalidad del mundo, con una sonrisa en los labios y completamente segura
de sí misma.
Ana salió de la sala. Fabián la siguió. Cuando llegaron al cuadrilátero Ana
subió y levantó las cuerdas para que él pasase bajo ellas. Luego ella le siguió.
Cuando los dos estuvieron dentro Fabián intento establecer algunas reglas:
—Creo que estaría bien que no hubiese golpes prohibidos. Me refiero a los
golpes bajos, ¿vale? – le puntualizo.
Ana no le respondió se reunió con él en el centro del ring y ambos
chocaron sus guantes como si de un combate profesional se tratase.
—¿Preparada?
—Siempre. Por cierto, se admitirán todos los golpes, sobre todo los
prohibidos y los bajos. Al menos por mi parte, ya lo sabes.
—¿Debería asustarme?
La respuesta de Ana no fue verbal. Lo que tuvo como contestación fue un
intento de golpearle en la cara, pero en esa ocasión no lo pilló desprevenido y
paró el golpe. El contraataque de Fabián fue una patada en el culo de Ana,
intentando no hacerle mucho daño. Después del primer encontronazo ambos
daban pequeños saltitos dando vueltas alrededor del otro. Se estaban
estudiando mutuamente intentando descubrir los puntos débiles de su
adversario. Ana nuevamente toma la iniciativa y comienza a golpearlo.
—¿Lo estas pasando bien? Porque no voy a tardar en…
Un nuevo golpe alcanzó a Fabián de lleno en la tripa dejándolo
momentáneamente sin aliento.
—Eres rápida.
—Será mejor que hables menos y reserves tus fuerzas te harán falta.
—Solo te diré que después de un buen golpe debes continuar atacando.
Evitaras que tu contrincante se recupere.
Luego fue Fabián quien tomó la iniciativa. Lazó un par de golpes a Ana,
procurando que no fuesen demasiado fuertes ni rápidos. Ana los detuvo sin
problemas pero el tercero la golpeó en la barbilla. Ana se apartó
tambaleándose acusando el golpe. Fabián le había pegado demasiado fuerte e
intentó sujetarla para que no cayese a la lona.
—Lo siento, ¿te he hecho daño? – preguntó Fabián preocupado.
Ana respondió lanzando el puño contra la barbilla de Fabián, aunque tan
solo alcanzó a rozarlo. Para luego decir:
—No ha sido nada. ¡Vamos!
Y volvió veloz al ataque al tiempo que se colocaba un par de mechones
rebeldes que se habían escapado de su coleta y le cubrían la cara. Una serie
de patadas y puñetazos combinados le llovían a Fabián por ambos flancos. El
joven detenía el ataque como podía intentando no golpearla, aunque lo estaba
poniendo en serios aprietos. Sus cuerpos estaban cada vez más próximos
hasta que Ana logró llevarlo al rincón contra las cuerdas.
—Eres demasiado impulsiva.
Fabián se cubrió la cara con los guantes mientras ella continuaba con su
ataque. Después de un golpe que dio de pleno en su costado, el joven lo
aprovechó y bloqueó el brazo de Ana con el suyo, manteniéndola bien sujeta.
—¡Ya eres mía! Te lo he dicho eres muy impulsiva y entonces pasa esto.
Ana intentaba liberarse. Se echaba hacia delante y hacia atrás tomando
impulso contra las cuerdas para chocar contra Fabián y conseguir escaparse.
Entonces Fabián con la mano libre le dio un puñetazo en la cara pero sin
hacerle daño. Volvió a golpearla una, dos, tres, cuatro veces como si de un
saco se tratase.
—Ves lo que ocurre. ¡Esto ha terminado!
La respuesta de Ana fue intentar golpearlo con la mano que aun tiene libre.
Pero Fabián no tuvo dificultad en detenerlos, pero ella no se rendía. Ana
intentaba golpearlo tanto desde arriba como desde abajo. Se subía en la
cuerda para tomar impulso y así golpearlo con más fuerza. Pero Ana no tenía
nada que hacer. Fabián estaba quieto en el rincón y la tenía bien sujeta.
—¡Aaaaah! – gritó Ana.
Ana volvió al ataque e intentó golpearle con la rodilla pero Fabián levantó
su pierna y detuvo el golpe. Nuevamente, Ana, intentó una serie de puñetazos
con su mano libre pero a Fabián cada vez le llegan con menor fuerza y
velocidad. Ana parecía un poco cansada. Y eso era lo que Fabián esperaba
para inmovilizarle el brazo libre.
—¿Ahora qué? Parece que está potrilla salvaje va a ser domada – dijo
Fabián mientras la joven forcejea intentando liberarse — ¿Por qué no te
relajas aquí en mis brazos?
Ana persistía en su intento de soltarse pero no lo conseguía. La técnica y la
mayor envergadura de Fabián se lo hacían prácticamente imposible. Fabián
se acercó más a la joven prisionera y la besó en los labios. Ana pareció
receptiva e incluso se relajó por un momento. Pero luego.
—¡Ah! ¡Me has mordido! ¡Me cago en…!
Fabián la soltó inmediatamente liberando los brazos de la joven y rebelde
prisionera. Luego separándose de ella llevó el guate a su labio para
comprobar si sangraba.
—Has estado a punto de partirme el labio. Eres una chica mala. Parece que
quieres que vaya en serio de verdad.
—Parece que no me escuchas cuando hablo. No tengo miedo y esto va
muy en serio.
Esa fue la respuesta de Ana y para que no quedasen dudas giró sobre si
misma elevando una de sus piernas para golpearlo con una patada. Pero
Fabián rápido de reflejos se agachó y barrió la pierna de apoyo de su
adversaria. Ana cayó a su lado.
—Es mejor que te rindas Ana. Peleas bien, pero nunca vencerás al maestro.
Justo después Fabián estaba sobre ella. Le bloqueó el cuerpo con las
piernas entorno a su cintura mientras con una de sus manos la mantenía con
la cara pegada al suelo.
—¿Sabes que en este momento estas guapísima? Te lo digo totalmente en
serio – después de unos segundos de silencio — ¿Quieres hacer el amor
conmigo Ana?
—¿Aquí? ¿En el ring? – respondió sonriendo y sacudiendo la cabeza como
respuesta negativa.
—Vale. Entonces volvamos a la pelea. Pero luego no te quejes de que no te
he dado otra opción.
Fabián la liberó y ambos se pusieron en pie al mismo tiempo. El tomó la
iniciativa en el ataque hasta llevarla a uno de los rincones sin dejarle salida
posible. Ahí, Fabián, comenzó a golpear a Ana pero sin excederse. Ana era
rápida e intentó escabullirse, pero él con un empujón volvió a tenerla en el
rincón. Ana se agachaba esquivando los golpes que le llovían por todas partes
al tiempo que continuaba intentado salir ahí. Cada nueva intentona de Ana
era bloqueada rápidamente por Fabián. Este comenzaba a relajarse y eso lo
aprovechó Ana para su contraataque. En esa ocasión fue ella, con unos
rápidos movimientos que cogieron desprevenido a Fabián, la que logró
bloquear sus brazos. Fabián pensó que sería sencillo librarse de ella con un
simple cabezazo, pero desechó inmediatamente la idea mientras Ana le decía.
—¡Ves! ¿Qué harás ahora que eres tú el prisionero? – hizo una pausa para
recobrar el aliento – Espero que no me muerdas. Como lo hagas no tendré
piedad contigo.
Ana lo besó. El se dejo hacer. Era divertido. Una lluvia de besos suaves,
ansiosos y tiernos lo golpeaban en ese momento. Besos en los que el sabor de
sus salivas se mezclaba con el sudor que corría por sus rostros. Ana jugaba
con sus labios y el la abrazó con sus guantes. Ella frotaba su cuerpo contra el
de su adversario. Continuaron besándose en el rincón, frotando sus cuerpos
mientras su abrazo se iba relajando y sus cuerpos excitando. Fabián se
deshace de uno de sus guantes que cae junto a los pies de Ana. Esa mano
libre acaricia suavemente la espalda de la joven perdiéndose bajo la tela de la
camiseta para sentir la humedad y tersura de ese cálido cuerpo. Ese acto de
Fabián la hace reaccionar.
—¡Eh! ¿Dónde vas tan rápido? – dijo apartándose de él.
Fabián la tomó por la cintura y la volvió a acercar a él. Con un rápido
movimiento hizo que Ana cayese a la lona y él la sigue quedando sobre ella.
Ana trató de golpearlo en la cara con su guante pero Fabián enterró su rostro
entre los pechos de ella. Ella intentó zafarse pero él la inmovilizó nuevamente
con una de sus manos colando las de ella sobre su cabeza. Fabián con su
mano libre acarició sus brazos bajando hasta su cuello. Su piel era cálida y
estaba húmeda por el sudor. Luego besó su cuello y saboreo el sabor salado
del esfuerzo, mientras ella seguía intentando liberarse.
—¡Eres un cabrón! ¡Suéltame!
—¿Qué hacemos ahora que tu eres mi prisionera?
—¡Hijo de puta! ¡Que me sueltes! ¡Cabrón déjame!
Él no respondió a los insultos y las peticiones de Ana. Se limitó a
silenciarla poniendo su boca sobre la de ella y a besarla con pasión, mientras
ella movía su cabeza para terminar con ese beso. La mano libre de Fabián
acarició el vientre desnudo y fue subiendo bajo la corta y mojada camiseta
hasta alcanzar los pechos de Ana. Su mano pasó bajo el ajustado top de la
joven tomando posesión de una de sus tetas. Por primera vez sintió el suave
tacto del pecho de Ana, su firmeza y como se iba endureciendo conforme su
mano lo amasaba. Sus dedos lo coronaron y tomaron el pezón que ya erguido
mostraba la excitación de Ana. Luego liberó ambos pechos de la presión de la
ajustada prenda y subió la camiseta hasta el cuello de Ana dejando su torso
completamente desnudo. Ana continuaba intentando liberarse poniendo toda
la resistencia que era capaz. Fabián vuelve a basarla el cuello y bajó con sus
labios para poder subir por las montañas de sus pechos. Fabián besó las tetas
de Ana, las lamió y las chupó degustando el sabor salado de su piel, hasta que
sus labios se apoderaron de los pezones de ella. La resistencia de Ana cesó
cuando un gemido contenido se escapo de su boca. Ana sentía el duro
miembro de Fabián frotándose en su pubis y cintura, lo deseó dentro de ella.
Fabián abandonó los senos de la joven y volvió a besarla. En esa ocasión no
tuvo resistencia y ella correspondió al beso haciendo que su lengua se
enredase con la de él. Fabián la soltó y ella siguió sumisa bajo su cuerpo. En
ese momento el se detuvo y se incorporó. Miró a Ana a los ojos y vio rabia y
deseo en ellos. Fabián cubrió las tetas de Ana nuevamente con el top y la
camiseta y se puso de pie, dejándola tumbaba en la lona.
Fabián le tendió la mano. Ella extendió su brazo y el tomó su mano aun
cubierta por el guante por el pulgar del mismo para ayudarla a levantarse.
Ana quedó frente a él y lo miró fijamente a los ojos. El se perdió en esos dos
océanos que lo miraban con intensidad a escasos centímetros.
—Sera mejor que nos tranquilicemos.
—Yo no estoy nerviosa.
—Pero es tarde. Es mejor que nos demos una ducha, nos cambiemos y nos
vayamos a casa.
—¿Qué te pasa?
—Nada. No me pasa nada. Venga a la ducha y si quieres después te invito
a tomar algo – dijo Fabián separándose de ella y levantando la cuerda para
que saliese del ring.
—¿Cómo que no? Si hace un minuto casi me estabas violando y… Joder
¿Por qué no has seguido? ¿No te gusto?
—Si me gustas y mucho. Por eso no he seguido, no quiero que mi primera
vez contigo sea así. Venga ves a la ducha.
—Pero…
—No hay peros, venga ve a cambiarte.
Ana paso bajo la cuerda que Fabián levantaba y bajo del ring. Ambos se
encaminaron a los vestuarios. Ella camino junto a él siguiéndolo. Y cuando él
se dispuso a entrar en el de caballeros Ana quiso seguirlo.
—Ana, por favor. Ve al tuyo.
Ella no dijo nada. Solo hizo un gracioso mohín con su cara, como cuando
los niños pequeños se enfadan y se dio la vuelta para ir a su vestuario. Fabián
sonrió cuando ella movió su precioso culito traviesa para provocarle. Él le dio
una suave palmada en ese culito que tanto deseaba y entró en su vestuario
dejando que ella se marchase al suyo. Mientras Fabián se desnudaba y
entraba en la ducha no pudo evitar pensar como una sola persona podía
encerrar cosas tan distintas. Mirarlo con la dulzura e ingenuidad de una niña
pequeña y al mismo tiempo provocarlo y excitarlo con esos juegos traviesos
de chica mala. Pero todos esos pensamientos se evaporaron cuando el chorro
de agua helada golpeo su cuerpo. Tenía que bajar la excitación que en ese
momento sentía.
Pero Fabián no pudo evitar volver a pensar en Ana, es esa chica que en ese
mismo instante estaría bajo la ducha completamente desnuda a escasos
metros de él. ¿Pero que tiene esa chica? Se volvió a preguntar mientras se
duchaba. Tenía un culo bonito, una bonita sonrisa, era divertida y simpática.
Aunque también era agotadora. También pensó que hacía mucho tiempo que
no tenía una relación duradera con una chica. Pero… tampoco se esta tan mal
solo, se dijo después, recordando anteriores relaciones. Luego se pregunto
qué tipo de mujer sería realmente, sofisticada, pasota, derrochadora, tacaña,
loca, drogadicta o imposible. Pero la respuesta le llego en el momento. Ana
era natural, salvaje, elegante, pura, apasionada, antidroga, altruista y
divertida.
Su mente dejó de filosofar y volvió a imaginar a Ana en la ducha con el
agua escurriendo por su voluptuoso cuerpo desnudo. La polla de Fabián
reacciono a esos pensamientos y rápidamente volvió a mirar al techo. Él llevó
la mano al erecto miembro y comenzó a masturbarse. Poco a poco iba
incrementando el ritmo de su brazo cuando una voz lo interrumpió.
—Vaya, vaya – dijo Ana sonriendo.
Fabián se giró y cogió rápidamente la toalla que colgaba a su lado y se
cubrió con ella intentando disimular su erección. Se puso colorado como un
tomate. Ahí estaba Ana frente a él tan solo cubierta por una toalla anudada
sobre su pecho y que la tapaba hasta menos de la mitad de sus precios
muslos.
—Fabián, no hace falta que te tapes ya lo he visto todo.
Ana seguía sonriendo y tenía una mirada picara que la hacía irresistible.
Fabián retiró despacio la toalla y volvió a colgarla en su lugar. Su miembro
había perdido gran parte de su esplendor. Él la miró fijamente. Estaba
guapísima, con el pelo mojado, los ojos brillantes y con su piel llena de
gotitas de agua. Ana desanudó la toalla y la dejo caer a sus pies.
—Bueno ahora estamos igual – dijo ella.
Fabián no supo reaccionar. Se quedó sin palabras y con la boca abierta
mientras el agua seguía cayendo a su espalda. La tenia frente a él,
completamente desnuda, mostrándole su perfecta y escultural anatomía con
total naturalidad.
—¿Estás bien? Parece que no has visto nunca a una chica desnuda.
—Sí, estoy bien.
—Entonces, ¿Qué te pasa?
—Que eres preciosa.
Ana se acercó a él y lo abrazó. Fabián la rodeo con sus brazos y sus labios
se unieron en un largo y apasionado beso. Mientras sus lenguas peleaban
dentro de sus bocas sus manos recorrían sus espaldas sin cesar. Ana se
apoderó del culo de su compañero de juegos y sopeso su dureza con ambas
manos. Fabián siguió su ejemplo y tomo entre sus manos los firmes y prietos
glúteos de Ana. Mientras una de manos de Fabián exploraba el trasero de
Ana la otra decidió ir en busca de nuevos territorios y subió por su duro
abdomen hasta alcanzar una de las montañas gemelas. Sintió nuevamente la
calidez, la suavidad y la firmeza de ese pecho entre sus manos. Los labios de
Fabián bajaron por el cuello de la joven con pequeños y dulces besos hasta
que estos coronaron la cima de esa preciosa montaña. Fabián besó, chupó,
lamió y mordió esas preciosas tetas que tanto había anhelado. Su miembro
aprisionado contra el vientre de Ana había recuperado su esplendor y tuvo
que esforzarse por no correrse en el instante que sus labios notaron como los
pezones de Ana se endurecían entre ellos.
Fabián decidió continuar con su exploración de los nuevos territorios que
se abrían ante él. Sus labios y sus manos continuaron su viaje por la llanura
del vientre de Ana. Aprendiéndose cada una de sus curvas. Hizo un descanso
en el pozo de su ombligo antes de continuar viaje. Las manos de Ana
acariciaban la nuca y los hombros de Fabián con ternura. Cuando reanudó su
viaje de exploración y sus labios y sus manos alcanzaron el limpio pubis de la
joven el dulce y salvaje olor de su sexo invadió sus fosas nasales. Eso hizo
que Fabián acrecentase el ritmo de su viaje para alcanzar lo antes posible la
gruta que era su objetivo. Sus manos se adelantaron en la exploración del
territorio y recorrieron acariciando con suavidad la cara interna de los muslos
de Ana. Eso hizo que ella instintivamente abriese un poco más sus piernas
para facilitar la entrada a esos viajeros.
Un instante después las manos, los labios y la lengua de Fabián tomaron
posesión del lugar. Hundió la cabeza entre esas piernas dispuesto a hacer
disfrutar a esa diosa que lo acogía. Recorrió suave y depilada vulva a besos y
lametones. Luego su lengua recorrió toda la longitud de esa rajita, recogiendo
el flujo que manaba y abriendo esos carnosos y sensuales labios a su paso.
Cuando la punta de la lengua de Fabián alcanzó ese nudo de nervios que
empezaba a brotar entre los pliegues de ese precioso sexo Ana dio rienda
suelta a sus gemidos y jadeos. Fabián se centro en ese sensible punto.
Succionaba, lamia, besaba y mordía ese diminuto apéndice que tanto placer le
estaba proporcionando a la preciosa Ana. Mientras su boca no dejada de
trabajar en ese centro de sensaciones, dos de sus dedos se aventuraron a
explorar el interior de la cálida y húmeda cueva. Los dedos entraban y salían
a ritmo constante al tiempo que los abría y cerraba en su interior. Los
suspiros y jadeos de Ana se habían convertido en gritos cuando un nuevo
explorador se unió a los dos anteriores. Instantes después el cuerpo de Ana
convulsionaba de placer, un mágico orgasmo se había apoderado de su
cuerpo. Sus músculos se tensaron y su vagina se contrajo dejando a los tres
exploradores atrapados en el interior de la gruta, mientras ellos no dejaban de
hacer diminutos pataleos que prolongaban el placer que experimentaba Ana.
Un río de jugos brotó de ese manantial empapando la mano, el brazo y el
rostro de Fabián, mientras corrían a lo largo de sus piernas. Fabián no paraba
de beber ese dulce néctar. Era la prueba de que la había hecho disfrutar.
Las piernas de Ana fallaron cuando su cuerpo comenzó a relajarse. Fabián
la sujeto entre sus brazos y la sentó en el banco que había frente a ellos. Él de
rodillas frente a ella la besó y compartió con Ana su propia esencia, que
mezclada con sus salivas era el mejor de los cocteles. Cuando sus bocas se
separaron Fabián pudo contemplar de cerca la cara de estasis de Ana.
—Fabián, por favor. Hazme el amor.
A Fabián le hubiese gustado negarse, eso no era lo que él quería para la
primera vez con ella, pero no pudo. Se le pidió de una manera dulce y
sincera. Casi con un susurro como si lo que le estaba diciendo la avergonzase.
Ana, en parte, había perdido con él su habitual seguridad en todo lo que
hacía. Él tomó una toalla y la extendió en el banco donde Ana aun
permanecía sentada.
—Túmbate ahí.
Ana obedeció sin rechistar. Se sentó sobre la tolla y luego se tumbó boca
arriba sin apartar la vista de él. Estaba completamente excitado y su erecto
miembro no dejaba lugar a ninguna duda. Fabián no pudo evitar deleitarse
con la visión de ese magnífico par de tetas. Se habían separado y parecían dos
flanes coronados por una guinda cada uno. Fabián se sentó frente a ella con el
banco entre sus piernas. Los pies de Ana casi podían tocar con la punta de sus
dedos la dura verga de Fabián.
—Abre un poco las piernas.
Ella lo hizo. Separó sus torneadas piernas hasta que estas abandonaron la
superficie del banco y posó sus pies en el mojado suelo. Su húmedo y
caliente sexo se abrió ante los ojos de Fabián que no podía apartar la mirada
de ese mágico vértice. Poco a poco, Fabián se fue deslizando por el banco
acercándose a Ana. Cuando las rodillas de ambos chocaron las manos del
chico acariciaron lenta y suavemente los firmes muslos de Ana. Esas fuertes
manos subían y bajan por esos muslos recorriéndolos en toda sus longitud.
Pasaban de la cara externa a la interna en un mismo movimiento, sin levantar
las manos en un solo instante. Subiendo por el interior de las piernas de Ana
hasta casi rozar esos abiertos labios. Fabián la estaba volviendo loca con esas
caricias. Ella lo necesitaba dentro y el estaba dilatando el momento. Ana
mordía se mordía su carnosos y apetecibles labios para contener el aliento y
su deseo. Tan solo con las caricias de sus manos la estaba convirtiendo en
agua y esta brotaba sin parar entre sus piernas. Cuando las manos de Fabián
subieron por el vientre de Ana y alcanzaron sus duros pechos no pudo
contenerse más, un largo gemido salió de su garganta. Las poderosas manos
de Fabián abarcaron las sensibles tetas de la joven y las amasaron con
parsimonia. El pecho de Ana subía y abaja apresuradamente por su agitada
respiración, que se había convertido en una interminable cadena de suspiros y
gemidos. En ese momento Ana notó como algo rozaba con suavidad ese
inflamado nudo de nervios que estaba a punto de explotar. “Pero su tiene las
manos en mis tetas. ¿Con que me acaricia ahí?” pensó Ana en ese momento.
Ana se aferro con fuerza a la tabla del banco colocando las manos sobre su
cabeza. El saber que esa dura polla se estaba paseando y dando pequeños en
su clítoris la hizo explotar en un increíble orgasmo. Esa sensación de placer
se extendió por todo su cuerpo como si de la onda expansiva de una bomba se
tratase. La cantidad de flujo que salía de su cuerpo era impresionante ya que
Ana sentía que tenía una cascada entre sus piernas. Se vertía sobre el banco y
la toalla, corría por sus muslos y cosquilleaba entre los cachetes de su culo
mojando también el palpitante agujero negro.
Ana estaba extasiada. Abrió los ojos y lo miró fijamente. Fabián había
conseguido que se corriese y tener uno de los orgasmos más maravillosos de
su vida tan solo acariciando su cuerpo.
—¡Bésame! – le pidió Ana.
Fabián se aproximó a ella y Ana lo abrazó fundiéndose en un tierno beso
lleno de amor. Luego Ana acurruco su cara en su cuello. El sentir el suave
rostro de Ana, su cálido aliento y el cosquilleo de sus largar pestañas hizo que
Fabián se conmoviese. Él correspondió estrechándola entre sus brazos. Luego
volvieron a unir sus labios y luego sus lenguas. Luego Fabián se separó de
ella y la contempló expuesta ante él, abierta en canal, dispuesta para el
sacrificio ritual que él deseaba completar. Perfectamente visible el botón
rosado de su clítoris, el mismo que la punta de su miembro había acariciado
instantes antes palpitaba ante él. Fabián lo admiró en silencio. Ana continuo
ahí, quieta, sin moverse un solo milímetro. Lo miraba fijamente con sus
enormes ojos azules llenos de pasión e impaciencia. Fabián se arrodilló frente
a ella con sus rodillas en contacto con los muslos de Ana. Los dedos de
Fabián acariciaron la mejilla de la joven y luego sus labios. Ana los abrió y
chupo con lujuria ese dedo explorador. Luego continuó su recorrido bajando
por la mandíbula y el cuello hasta alcanzar el hombro. Luego Fabián volvió a
acariciar las tetas de Ana. Lo hizo despacio, muy despacio dedicándole
tiempo a los erectos, duros y rosados pezones.
—Cierra los ojos – susurró Fabián.
Ana lo hizo. La sumisión de ella era total, igual que si la hubiese atado a
ese banco que los acogía. Los dedos de Fabián coronaron por última vez la
cresta de sus pechos para luego descender hasta el hueco de las axilas y
dibujar con sus dedos el perfil de sus brazos. Fabián se tomó su tiempo
disfrutando del inexplicable pudor de Ana. Ella continuó sin moverse
sintiendo como se le erizaba la piel con el contacto de aquellos dedos sabios.
El ceremonial que Fabián estaba realizando tan elaborado, lento y minucioso
le hizo pensar que se correría sin ni siquiera penetrarla. La piel de Ana era
increíblemente suave. Mucho más que la de ninguna de las chicas con las que
había estado. Era una piel cuidada que sugería caros tratamientos de belleza,
cremas hidratantes y sales de baño. Luego Fabián continuó jugando con sus
dedos en el torso y el abdomen de Ana. Hizo un círculo entorno su bonito
ombligo y Ana involuntariamente abrió aun más las piernas. Fabián ignoró la
señal que ella le mandaba y rodeó el suave y rasurado pubis para dedicar su
atención a la cara interna de sus muslos. Fabián sabía perfectamente que Ana
estaba mojada. Sentía como sus fluidos se derramaban sin parar y vio su sexo
empapado y reluciente. La polla de Fabián estaba tensa como la cuerda de un
violín. Ana arqueó la espalda y adelanto sus caderas. Fabián sintió como Ana
contuvo el aliento cuando sus dedos acariciaron ese delicado pubis que
parecía el de una inocente niña. Fabián volvió a lamerla. En esa ocasión
primero apenas paladeó con la punta de la lengua ese inflamado clítoris y tan
solo con eso supo que estaba en su punto, dispuesto para ser degustado
nuevamente. Se tomó su tiempo y se deleito con ese nudo de nervios
apresándolo entre sus labios jugando con él y succionándolo para hacerlo
suyo. Ana sabia diferente al resto de chicas, era especial. Su sabor no era
salado con el de las otras mujeres que había probado, era un sabor
completamente diferente que no logró identificar pero que lo volvía loco y no
podía dejar de probar. Luego, Fabián, nuevamente arrodillado ante ella se
inclinó cubriendo su cuerpo. Tumbado sobre ella Fabián permaneció apoyado
en el banco para no descargar su peso sobre la frágil Ana. Él la sintió
indefensa bajo su cuerpo y no dejó de preguntarse cuanto aguantaría en esa
posición. Aquella era una postura incomoda, tenía el miembro erecto
apoyado en la palpitante e impaciente raja de Ana, como si de un león
acechando a su presa se tratara. Sus rostros se tocaron y el de Ana abrasaba
como si de un horno se tratase. Luego la miró a los ojos. Fabián los vio muy
de cerca y la parecieron dos enormes lagos azules iluminados por el brillo y
la fiebre de la pasión y el deseo. Eso a Fabián lo hizo sentirse poderoso.
Luego muy despacio comenzó a frotarle su polla contra el clítoris, volviendo
a hacer que Ana gimiese de impaciencia. La besó de nuevo y exploró por
enésima vez su boca. Ana se aferró al banco y anclo sus pies en el suelo.
Adelanto sus caderas y en ese momento Fabián entró en ella. Lo hizo muy
despacio para que ella sintiese el mas mínimo avance de su miembro dentro
de ella. Ana lo recibió con ansia, las paredes de su vagina se contraían a su
paso atrayendo hacia el interior ese deseado invasor. Cuando estuvo
completamente dentro de ella permaneció quieto, siento la presión de los
músculos vaginales de Ana entorno a su dura verga. Luego comenzó a
moverse dentro de ella, adelante y atrás, adelante y atrás, adelante y atrás,
bombeando una y otra vez en esa cálida y húmeda gruta. Adelanta y atrás,
adelante y atrás hasta que Ana se corrió con un grito incontenible. Fabián
continuó adelante y atrás, adelante y atrás, aguantando unas cuantas
embestidas más. Cuando supo que no podía aguantar más e iba a terminar
salió rápidamente de Ana. Fabián se corrió sobre el abdomen de Ana. La
cubrió con los espesos chorros de semen que brotaban con fuerza. Luego
cuando se supo vacio la abrazó y la blanca leche se extendió entre sus
cuerpos por la presión. Ana rodeó el cuello de Fabián con sus brazos y le
acarició la nuca con ternura, para fundirse en un tierno beso.
Cuando se separaron permanecieron unos instantes mirándose sin apartar
sus miradas el uno del otro. Fue Fabián el que rompió la magia de ese
momento.
—Creo que deberías ir a ducharte. Es tarde y seguro que te esperan en
casa.
—Y si me ducho aquí contigo.
—Prefiero que vayas a tu vestuario.
—¿Por qué? ¿Ya te has cansado de mí? – protestó Ana haciendo un mohín
de niña enfurruñada.
—Dios no. Como me voy a cansar de ti. Eres lo mejor que me ha pasado.
La razón es que si nos duchamos juntos no creo que pueda contenerme y
volvería a hacerte el amor.
—Pues estaría encantada.
—Y yo mucho más. Pero debemos marcharnos.
Ana se acercó nuevamente a él, apoyó las manos en sus hombros y
elevándose levemente sobre las puntas de sus pies le dio un leve, tierno y
fugaz beso en los labios. Fabián sintió como sus aún excitados pezones
acariciaron su pecho. Luego Ana se separó de él, se dio la vuelta y se dirigió
a la salida. Caminaba de puntillas como si calzase unos zapatos de gran
tacón, con los brazos a lo largo de su estilizado cuerpo. Se movía con la
sutileza, la elegancia y la sensualidad de una pantera.
Después de una ducha fría, Fabián, se secó y se vistió rápidamente. Metió
sus cosas en una bolsa que guardaba en su taquilla y abandono el vestuario.
Fue a la recepción y en el cuadro de luces comenzó a bajar interruptores,
dejando una sala tras otra en completa oscuridad. Cuando llegó el turno del
correspondiente al vestuario femenino por la mente de Fabián pasó la
ocurrencia de gastarle una broma a Ana. La imaginó saliendo corriendo del
vestuario, completamente desnuda, y el frente a la puerta esperándola para
contemplar nuevamente su precioso cuerpo. Deshecho rápidamente la
ocurrencia, no quería estropear lo que había sido una tarde perfecta.
Cuando Ana salió del vestuario femenino no pareció la misma mujer.
Llevaba el pelo suelto, ligeramente ondulado, cayéndole unos mechones
sobre el rostro y se había puesto algo de maquillaje. Había sombreado sus
ojos con un gris muy suave que hacia resaltar aún más en azul profundo de su
mirada. Sus labios de un pálido color rosa con un leve brillo los hacían
tremendamente apetecibles. A pesar de su atuendo sport, vaqueros, camiseta,
cazadora y mochila de cuero, era tremendamente sofisticada. Fabián la miró
embobado.
—¿Qué te pasa? ¿En qué estás pensando?
—… En nada – respondió un poco titubeante.
—Estas pensando en mí – lo dijo con seguridad y al mismo tiempo de
forma divertida.
Ana se dirigió con paso firme y sensual a la escalera que la llevaría fuera
del gimnasio. Fabián fue rápidamente a desconectar el resto de las luces y
subió tras ella. Mientras el cerraba ello lo espero apoyada en un coche
aparcado frente a la entrada.
—Vamos tengo el coche aquí cerca te llevo a casa – le dijo a Ana cuando
se incorporo después de cerrar.
—No. Vamos a tomar algo.
—Pero has visto la hora que es.
—Venga… Yo invito. Seguro que aquí cerca hay algún sitio donde
podamos ir.
—Vale, de acuerdo. Pero iremos en el coche.
Ana se separó del coche donde estaba apoyada de un salto, feliz por
haberse salido nuevamente con la suya. Se acercó a Fabián y se apretó a él
cogiéndose de su brazo. Él sonrió y ella puso la cabeza sobre su hombro,
luego le dio un beso en la mejilla y juntos caminaron hasta el coche. Pararon
delante de un pequeño local. Bajaron del coche y entraron.
—¿Qué te parece? Es un sitio tranquilo al que no viene mucha gente.
—¿No quieres que te vean conmigo?
—Por favor… tienes ganas de discutir de nuevo. Debería haber sido más
severo contigo en el ring.
—Si quieres volvemos. Ya has visto que no te tengo miedo.
—¿Otra vez? – respondió Fabián sonriendo.
—Vale, tomemos la copa tranquilamente.
Una hora más tarde el pequeño coche blanco se detenía frente a la casa.
Ana cogió la mochila que estaba en el asiento trasero, le dio un rápido beso
en los labios y bajo del coche. La joven entró y cerró la puerta sin mirar atrás.
Fabián sonrío para sí mismo. Cuando otro conductor tocó el claxon a su
espalda este se puso en marcha y continuó su camino.
—CAPITULO 17—
VACACIONES EN CARNARIAS
María colocó frente a ella una taza de café humeante y un par de tostadas.
Ana puso una cucharadita de azúcar a su café y un poco de aceite a sus
tostadas. Comenzó a comer con apetito. Mientras desayunaba pensó en lo
sucedido la noche anterior con Fabián y que al final no había hablado con él
sobre el tema que tenía pendiente. Apuró su café y cogió la tostada que le
quedaba y se dispuso a salir de la cocina. En la puerta tropezó con Javier.
—Lo siento. Y ya son casi las nueve – dijo después de consultar su reloj.
—No. Vamos a Canarias. Mis padres se han empeñado en que pasemos ahí
estos días del puente.
—Es importante.
—Un beso.
Ana salió del salón, tomo su maleta y se fue al coche que los esperaba.
Marta y los chicos bajaban apremiados por Javier. Mientras todos se dirigían
al aeropuerto Javier continuaba quejándose de todo el equipaje que habían
preparado. Tres cuartos de hora más tarde estaban en la terminal y se dirigían
al mostrador de Iberia para recoger los pasajes que los padres de Ana les
habían reservado.
—Pueden vernos.
—¿Quién?
—Tu familia.
—Tú eres mi Sr. Bon y confío en ti. Ahora tengo que irme.
—Y yo a ti. Te quiero.
Y Ana salió corriendo para tomar el vuelo que la llevaría a las islas
afortunadas. Entregó su pasaje a la azafata que controlaba el embarque y
subió al avión. La sobrecargo la acompaño a su asiento y vio que los demás
ya estaban acomodados.
—Ahí arriba.
El vuelo pasó rápido. Antes de darse cuenta una de las azafatas ponía su
mano en el hombro de Ana para llamar su atención. Ana se quitó los
auriculares.
Ana se levantó y caminó tras Marta por el estrecho pasillo. Cuando entran
en la terminal los padres de Ana, Ricardo y Elena, los esperan. La joven corre
hacia ellos y se lanza a los brazos de su padre. Los tres se saludan muy
efusivamente. Después los padres de Ana saludan a Javier, Marta y los
chicos. Todos salen del aeropuerto. Ana sube junto con sus padres en el
coche que estos ha llevado. Javier y su familia suben en el monovolumen que
los espera y donde también cargan todo el equipaje. Los dos vehículos media
hora más tarde llegan al complejo hotelero que los padres de Ana tienen en la
isla y donde se alojaran todos. Javier y su familia se instalan en una de las
villas del complejo y Ana y sus padres en su suite del hotel.
Aquella misma tarde después de comer, todos juntos fueron a la playa.
La situación se repitió los siguientes días. Todas las mujeres hacían topless
tanto en la playa como en las piscinas del complejo donde se alojaban. Javier
y Carlos vivían en un estado de excitación permanente que hacia alguna que
otra situación fuese incomoda.
Los juegos en el agua hacían que padre e hijo no la pudiesen abandonar
hasta momentos después en que lograban que la tensión se relajase. Cada vez
que los pechos de su hija lo rozaban cuando se divertían en el agua o cuando
su mano accidentalmente los tocaba en algún lance del juego eso hacía que
una descarga eléctrica recorriese su cuerpo. La que estaba realmente
disfrutando de aquella situación era Marta, puesto que su marido en un estado
de excitación permanente la follaba varias veces al día en cuánto tenia
oportunidad.
Olga notó que la relación con su padre durante aquellos días había
cambiado sustancialmente. Ella sentía la necesidad de estar junto a él, pero él
estaba muy tenso cada vez que ella se acercaba, hasta que finalmente se
mostró muy distante con ella.
Aquella mañana Javier estaba muchos más irascible que los días anteriores
y cuando Olga apareció en el salón con short que prácticamente no dejaba
nada a la imaginación y una camiseta bajo la que claramente se apreciaba que
no llevaba nada salvo su piel hizo que estallase. El detonante de la explosión
fue un simple beso de su hija. Olga besó a su padre como todas las mañanas,
salvo que aquella mañana el beso fue en la comisura de sus labios, algo que
lo encendió sobre manera y lo que avivo aun más la llama fue sentir el roce
de sus duros pezones a través de la delgadísima tela de su camiseta.
Javier estallo como pocas veces lo había hecho con su hija. Olga no
entendía nada. Su padre nunca se había metido en su forma de vestir y en ese
momento le estaba gritando por cómo iba vestida. Marta intento mediar en la
discusión pero Javier estaba siendo poco razonable. Al final Olga se marcho a
su habitación dejando a su padre con la palabra en la boca.
Se tiró en la cama y rodó por ella hasta quedar boca abajo. Olga pasó una
de sus manos bajo su cuerpo, desabrochó el botón del short y bajó la
cremallera, para abrir la cintura y facilitar la maniobra que tenía en su cabeza.
La mano navegó bajo su braguita acariciando su pubis y notó la humedad de
la prenda.
“¿En que estas pensando?” se dijo ella misma. Pero esa idea bullía en su
mente desde que vio a su padre aquella tarde, en aquel probador, en el centro
comercial. Y el estar en aquella isla viéndolo en bañador no la estaba
ayudando mucho a desechar la idea. Eso hacía que su excitación estuviese
alcanzando niveles críticos y ahí no tenía a Daniel, ni a Marcos, para aplacar
su deseo.
Olga escucho un leve ruido que hizo que abriese los ojos. No detuvo su
juego. Observo y vio una sombra tras la puerta entreabierta. No podía ver
quién era, aunque estaba segura que a ella la podía ver perfectamente.
Observó como la sombra se movía levemente. Estaba claro que su madre no
era, ella habría entrado y por el volumen de lo que podía ver solo podía ser
una persona, su padre. ¿Qué hacia ahí? Pensó, ver como se masturbaba y
disfrutaba de sus deditos traviesos. “Entra y fóllame” quiso decirle, pero tal
vez no era la mejor idea en ese momento. Lo mejor sería jugar con él para
encenderle la llama del deseo.
—¡Oh!, ¡oh!, me voy a correr – dijo entre los jadeos pero de manera que el
pudiese oírla perfectamente.
Javier y Marta habían quedado con los padres de Ana para después de
comer ir a ver una exposición de un nuevo artista local que exponía en la
galería de un amigo. Javier estaba buscando alguien nuevo con ideas frescas
para realizar los carteles promocionales de una feria de muestras que habían
encargado en su agencia.
Y Carlos en vista del aburrido panorama que tenía por delante después de
comer se marcho a dar un paseo por la playa con la esperanza de conocer
alguna chica local o extranjera y ligar con ella.
—Besarte.
—¿Te estabas masturbando para papá? Joder Olga. ¿Te follas a papá?
—Yo creo que sí. Cuando se entere mamá de esto se va a liar una buena.
—¿Qué quieres?
—Eres un cabrón.
—Tal vez. Pero tú eres una putita. Vamos – dijo finalmente cogiéndola de
la mano y tirando de ella.
—¿A dónde?
—Al dormitorio. ¿No querías que te follara papá? Pues tendrás que
conformarte conmigo, aunque siempre puedes imaginar que soy él. Venga lo
vas a pasar muy bien.
—Claro. He pensado que como querías hacerlo con papá por qué no
hacerlo en su cama.
La joven en vista que no tendría más remedio que llegar hasta el final
decidió que no demoraría ni un segundo más lo que tenía que pasar. Olga
bajó el bóxer de su hermano hasta sus rodillas liberando su erecto miembro.
La joven se mordió su labio inferior y acercándose a Carlos recorrió con la
punta de su lengua el erguido tronco que tenia frente a ella. Su hermano no se
pudo contener cuando sintió la legua de Olga recorriendo su miembro y
emitió un profundo suspiro de gusto. Carlos cerró los ojos para concentrarse
en el placer que estaba recibiendo, echó su cabeza atrás y cogió la cabeza de
su hermana para que no retrasase más lo que estaba deseando. Estaba claro
que Carlos no estaba muy conforme con los juegos de su hermana, pero ella
continuó jugando con él a su antojo. “Ya que tenía que hacerlo, lo haría a su
manera” se dijo Olga. Situó los incisivos en la punta del capullo de su
hermanito y comenzó a bajar por ese grueso trozo de carne, con suavidad,
pero para que tuviese claro quién tenía el control de la situación. Olga lo miró
desde abajo y los hermanos cruzaron sus lujuriosas miradas llenas de deseo.
La joven rodeó con sus labios el jugoso glande y lo succionó con fuerza. Olga
se deleitó con la polla de su hermano. Carlos, ya impaciente, sujeto la nuca de
su hermana y la embistió con fuerza envainando en su garganta toda la
longitud de su verga. En ese momento la imagen de su padre apareció en su
mente y pensó lo que le gustaría que esa polla que estaba comiéndose fuese la
de él y no la de su hermano. Olga dejo de acariciar y apretar los huevos de
Carlos. Sus manos se apoderaron de su duros glúteos y clavándole las uñas lo
apretó más contra ella. Olga se había excitado con la imagen de su padre y
quería que la penetrasen por todos y cada uno de los orificios de su caliente
cuerpo. Un cuerpo excitado que comenzaba a fluir entre sus piernas
empapando sus braguitas. Olga paseó una de sus manos entre sus muslos para
intentar calmar mínimamente su calentura. Carlos se apartó de ella y le dijo:
—No te puedes imaginar cómo me has puesto cabrón. ¿Me vas a follar ya?
Carlos dibujo en su cara una sonrisa de oreja a oreja e hizo que su hermana
se tumbase en la cama. Le arrancó el pequeño short y la diminuta braguita
tirando las prendas a los pies de la cama. Carlos bajó de la cama y buscó su
pantalón.
—Busco un condón.
VACACIONES EN CARNARIAS
VACACIONES EN CARNARIAS
Cuando Ana salió del complejo fue directamente al puerto deportivo donde
su padre tenía amarrado su barco en esa época del año. A Ana le encantaba
ese barco, era uno de los pocos lugares donde se sentía realmente libre,
además de que en él había pasado muy buenos momentos.
De camino al puerto, Ana, hizo algunas paradas. Una de ellas en un
tenderete donde había una infinidad de sombreros. Se probó algunos, aunque
no era su complemento preferido, a ella le gustaba más una simple gorra, era
mucho más informal y menos llamativo. Pero en ese momento el probárselos
a Ana le pareció divertido. Finalmente se decidió y se compro una bonita
pamela de color blanco. Continuó su camino y Ana se dio cuenta que estaba
siendo el centro de muchas miradas. Muchos hombres se paraban y se
volvían a mirarla. Pero a ella no le importaba le gustaba ser el centro de
atención y esa mañana lo había conseguido. Un corto vestido blanco
vaporoso que dejaba al descubierto prácticamente la totalidad de sus
torneadas y doradas piernas. Unas sandalias de tacón que además de realzar
aún más la longitud de sus piernas, hacían destacar su firme trasero que se
movía insinuante con cada paso de la joven. Su melena rubia suelta bajo el
sombrero recién adquirido y sus inseparables Ray—Ban de aviador le daban
un toque al conjunto sensual y misterioso.
—“Thalikundia”
Ana, feliz por estar ahí, se quitó los zapatos y subió a bordo. Abrió una de
las escotillas y bajó en busca de una cubitera un sacacorchos y una copa. De
nuevo en cubierta, la lleno la cubitera con el hielo que había comprado,
descorchó la botella y la dejo reposar en el frio elemento dejando la copa al
lado. Luego se quitó el sombrero y recorrió de popa a proa toda la cubierta.
Se acomodó en uno de los sofás de popa y llenó la copa. Dio un sorbo al frio
y exquisito vino y probó algunos de los manjares que le habían puesto para
acompañarlo. Luego mecida por el mar, mientras el suave sol de las islas y la
brisa acariciaban su piel, se perdió en sus pensamientos mientras miraba al
horizonte.
La joven abrió los ojos y miró hacia el lugar del que provenían los gritos
que la llamaban. Cuando vio a Javier y Carlos se puso en pie y se aproximo a
la borda.
—¿Qué hacéis por aquí? Pensaba que ibais al puerto de los pescadores –
dijo Ana desde lo alto.
—Fuimos pero no hemos podido comprar nada. Luego hemos venido por
aquí y le dije al encargado que estaba interesado en comprar un barco y nos
ha dejado pasar – respondió Javier.
—Normalmente sí, pero durante los meses de invierno le gusta tenerlo aquí
que hace mejor tiempo para navegar. ¿Os apetece una copa de vino y picar
algo? No tengo otra cosa que ofreceros.
—Claro.
—En ese caso grumetes ¡soltad amarras! – les dijo Ana sonriendo.
—Que desatéis las cuerdas que hay a los extremos del barco. Mientras
llamaré por radio al puerto para informar que salimos y me informen del
estado del tiempo y la mar.
Ana fue hasta la cabina para comunicarse con el puerto mientras padre e
hijo se dispusieron a cumplir la orden de la capitana. Después de los
preparativos el barco salía por la bocana del puerto rumbo a mar abierto.
Carlos y Javier disfrutaban de la travesía mientras Ana, situada tras el timón
gobernaba la embarcación. Javier no pudo evitar fijarse en la joven. Con su
cabello dorado mecido por la suave brisa y ocultando su mirada turquesa tras
su gafas de sol, estaba preciosa. Cuando Ana notaba como Javier la
observaba se limitaba a sonreír. Conforme la mañana avanzaba la
temperatura iba en aumento y la sensación de calor se empezaba a acrecentar
conforme la brisa que hasta ese momento disfrutaban rolaba para
transformase en una incómoda calima.
—¡Que calor! Pensaba que en el mar se estaba fresquito – dijo Carlos algo
contrariado.
—Te lo digo en serio. Cuando tome fuerza traerá el polvo del desierto y no
se verá nada.
—No creo que sea lo más apropiado – respondió Ana. Mas por guardar las
apariencias ante padre e hijo que por vergüenza.
—Carlos tiene razón. Además solo estamos nosotros, nadie nos vera – los
sorprendió Javier con su comentario.
—Aunque lo mejor será quitarse toda la ropa. Es muy feo que el sol deje
marcas. A mí por lo menos no me gusta. ¿Qué os parece si nos desnudamos?
– soltó Ana.
—No creo que debas preocuparte por eso Carlos. No creo que padre se
asuste por verte desnudo y tú no creo que te asustes por verlo a él. En cuanto
a mí, no voy a ver nada que no haya visto ya y vosotros tampoco – concluyo
Ana sonriendo.
—¿Lo dices en serio? Es lo más normal del mundo tomar el sol desnudo en
las cubiertas de los barcos. Además, mira. Es tan sencillo como esto.
Ana se puso en pie llevó sus manos a la espalda y soltó el sujetador. Los
tirantes corrieron por sus brazos y liberaron unos pechos firmes que no se
inmutaron por la ausencia de la prenda. La capitana lo dejo caer a sus pies.
Después comenzó a bajar lentamente sus braguitas. Estas se enrollaron en sus
brillantes muslos hasta que finalmente quedaron en la cubierta junto al
sujetador. Ahí estaba Ana, desnuda, a escasos centímetros de padre e hijo que
la miraban con la boca abierta y cada de incredulidad.
—Ahora me vienes con eso. ¿Quieres que te desnude yo? – dijo Ana
aproximándose a él.
Este se puso en pie y bajó su bóxer de golpe hasta los tobillos, lo pisó y lo
retiró de una patada. Ana no pudo evitar dirigir la mirada a la polla de su
Javier que empezaba a estar excitado. Javier miró a su hijo y le dijo:
—Venga, solo quedas tú.
Ana salió del agua y esperó a sus dos acompañantes al pie de la escalerilla
de popa por si tenía que ayudarlos a salir. Cuando ambos salieron se
encontraron a escasos centímetros de su rostro la depilada vulva de la
capitana, recorrida por gotitas de agua que hacían un rápido y sensual eslalon
por todo su cuerpo. Luego Ana bajó a la cabina y regresó un instante más
tarde con unas toallas de un blanco inmaculado y un bote de protección solar.
—Ayúdame. No querrás que Ana se queme – dijo Javier a su hijo para que
se uniese a la pareja.
Ana sintió pronto las manos de Carlos sobre su cuerpo. Cerró los ojos y se
dejó llevar por las sensaciones. Las manos de Carlos recorrían las curvas de
la joven siguiendo el camino abierto por su padre. Hombros, cintura y antes
de darse cuenta ya tenía sus manos amasando los duros glúteos de Ana. Pero
Carlos fue más osado que su padre y aprovechó para que su mano se perdiese
entre esos preciosos cachetes y su dedo entrase en aquel estrecho agujerito.
Mientras, Javier, recorría los brazos de Ana y su firme abdomen para
finalmente proteger sus duros y tersos pechos. Los amasaba como si de dos
masas de pan se tratasen con la habilidad de un experto panadero. Ana se
limitaba a disfrutar de las agradables sensaciones que le estaban
proporcionando aquellas cuatro manos. Una de esas manos se aventuró entre
sus piernas y recorrió despacio, muy despacio todo el lugar hasta cubrir
totalmente aquel precioso y depilado coñito. Un largo dedo invadió su
intimidad mientras el resto de la mano giraba haciendo pequeños círculos
sobre su inflamado clítoris. Un profundo y placentero gemido salió de Ana.
Aquellas cuatro manos ya no le estaban aplicando el protector solar, solo le
proporcionaban placer. Se habían apoderado de todos y cada unos de los
lugares que hacían que se estuviese convirtiendo en un torrente de flujo.
Aquellas manos dueñas de su sexo, su culo, sus pechos y aquellos dos pares
de labios y aquellas lenguas que no dejaban de recorrer su piel, habían hecho
que Ana perdiese totalmente el sentido. Los orgasmos se sucedían sin parar
recorriendo toda su bella anatomía. No había logrado recuperarse de uno
cuando el siguiente ya había explotado en su interior. Los gritos, jadeos y
suspiros de Ana se sucedían incesantes, hasta que las fuerzas que la sostenían
abandonaron su cuerpo y sus piernas dejaron de sustentarla. Ana calló sobre
la cubierta como si fuese una muñeca de trapo deshecha por el placer.
Ana comenzó por él. Puso crema en sus manos y empezó a recorrer su
espalda y su pecho, disfrutando de la definición de ese cuerpo que ya se
conocía. Sus manos disfrutaron de la dureza de aquel culito pero se cansaron
pronto de él y se centraron en aquel enorme y erecto miembro que pedía a
gritos atenciones. La engrasada mano de Ana subía y bajaba una y otra vez
por el duro mástil de Javier. El rostro del hombre no dejaba lugar a dudas de
que estaba disfrutando de aquellas pequeñas pero habilidosas manos. Carlos,
lejos de permanecer pasivo frente al disfrute de su progenitor se unió a la
pareja. Mientras el padre gozaba con los juegos de manos de Ana, el hijo
decidió hacer gozar a su capitana. Carlos abrazo el cuerpo de Ana desde atrás
rodeando su estrecha cintura, mientras, su otra mano se apoderaba de
aquellos pechos y esos erectos pezones que tanto le gustaban. La potente
erección del joven se apretaba contra el cuerpo de Ana recorriendo sus
lumbares. Pero poco a poco esa dura caricia fue bajando hasta lograr
encajarse en la zanja de sus nalgas. Ana no dejo de proporcionar placer al
padre ni un solo instante, mientras el hijo disfrutaba de aquel placentero
bocadillo de salchicha.
—Ana, para por favor. Voy a estallar – la detuvo Javier entre jadeos.
Pero el placer de Ana no había alcanzado aún su punto más álgido. Sintió
el frescor de la crema rodeando y estimulando su abertura posterior y como
dos dedos la profanaron sin previo aviso. Carlos no tardo en posicionar su
inflamado miembro en la entrada de aquel oscuro canal. Ana sentía la presión
y como aprovechó que su padre bajaba su cuerpo para entrar en ella. En el
siguiente movimiento Ana sintió como aquellos duros y erectos miembros la
apuñaban al unísono y como chocaban en su interior separados por una fina
membrana. Los gritos de placer de Ana podían ser escuchados a varias millas
a la redonda. Aquellos minutos de gozo sintiéndose completamente llena
alcanzaron su cima cuando padre e hijo desataron en ella son orgasmos
simultáneos. El cuerpo de Ana se tenso y agito con aquellos dos terremotos
que recorrían su cuerpo desde dos epicentros muy próximos pero claramente
diferenciados. Carlos y Javier aceleraron sus embestidas perfectamente
sincronizadas. Ana pensaba que la iban a destrozar por dentro fruto de la
excitación. En ese momento, padre e hijo, comenzaron a inundar las entrañas
de Ana con los potentes, abundantes y cálidos chorros de su placer. Ana soltó
el cuello de Javier y abrió el candado que sus piernas hacían en su cintura.
Cuando sus pies tocaron la madera de la cubierta continuaba empalada en
aquel par de estacas que poco a poco perdían su firmeza. Javier fue el
primero en extraer su puñal del cuerpo de la joven y a continuación su hijo
saco el suyo. El relax que lleno el cuerpo de Ana después de la tensión de
aquel doble orgasmo simultáneo hizo que sus piernas le fallasen. Tuvo que
apoyarse en los hombros de Javier para evitar volver a caer. Este la abrazó
por la cintura y la besó con ternura en los labios, mientras Carlos le apartaba
el cabello y besaba su cuello. Ana estaba en el cielo.
Cuando los tres se separaron del dulce abrazo, Ana, camino hasta el sofá
de popa. Sintió como la blanca semilla de ambos hombres mezclada con sus
propios jugos descendía lentamente por sus muslos desde sus dos profanadas
y dilatadas entradas. Se sentó y lleno su copa de vino. Padre e hijo la
siguieron y se sentaron frente a ella. Ana les hizo un gesto con la copa a
modo de saludo y brindis para después beberla de un solo trago. Javier tomo
la botella helada que descansaba en la cubitera y dio un largo trago del frio
vino directamente de la misma. Cuando sació su sed le paso la botella a su
hijo que hizo lo mismo que su padre.
Ninguno de los dos dijo nada y acataron la orden. Ana tal como estaba,
completamente desnuda y cubierta de semen se puso tras el timón poniendo
rumbo a puerto. El viaje de vuelta fue prácticamente en silencio hasta que
tuvieron el puerto a la vista y se disponían a entrar en él.
Este volvió a acatar la orden sin rechistar. Cuando Javier estuvo tras el
timón Ana comenzó a recoger su ropa que estaba desperdigada por toda la
cubierta. Luego bajo a la cabina. Un minuto después apareció de nuevo en
cubierta tan solo vestida por un blanco albornoz y ocupo su puesto al timón
para la maniobra de entraba al puerto.
—No te pienses que yo me tiro todos los días a un padre y un hijo juntos.
Habéis sido los primeros. Además, esto os va a unir.
—¿Por qué?
—No. Será mejor que os vayáis los dos. Olga y Marta os esperan para
comer.
—Le diré a Marta que me llamaste pare decirme que comerías con una
amiga que te has encontrado – y después de una pausa esperando que Ana
dijese algo – Por si Marta te pregunta esta noche.
Ana esperó a que los dos abandonasen el muelle y perderlos de vista. Una
vez completamente sola bajo a la cabina y fue hasta su camarote. Tiró el
albornoz a los pies de la cama y se metió en la ducha. Dejo que el agua
helada corriese por su cuerpo haciendo que sus músculos se contrajesen.
Luego se lavo en profundidad, todos y cada uno de los rincones de su cuerpo
hasta que se sintió nuevamente limpia y fresca. Volvió a dejar que el agua
corriese sobre ella unos minutos y salió de la ducha envuelta en una toalla. Se
tumbo en su cama y volvió a quedarse profundamente dormida mecida por el
vaivén leve del agua.
—CAPITULO 20—
VACACIONES EN CANARIAS
———————————————————— CUARTA PARTE
————————————————————
—Hola.
—¿No me crees?
—Espera un momento.
—No. No te he llamado para eso, pero me hare una paja pensando en ti.
—Ya veremos.
—Eso no lo dudes.
—Hay mucho material. Podemos hacer con ese tío lo que nos dé la gana.
Te lo mando y échale un vistazo cuando puedas. Y ya me dirás cual será el
siguiente paso.
—¿Sigues tocándote?
—¡Joooo!
—Un besito.
—¡Mamá!
—¿Pasa algo?
—Nos iremos cuando termine la fiesta. Venga alegra esa cara. – la animó
su padre.
—Está bien. – fue la respuesta de Ana con una sonrisa triste. – Voy a mi
habitación.
Ana estaba muy enfadada con lo que estaba viendo y de la gran cantidad
de chicas de las que se había aprovechado ese cerdo. Estaba segura que a la
mayoría les habría prometido algún trabajo en publicidad para que accediesen
a estar con él, y así, aprovechar para fotografiarlas y gravarlas para poderlas
chantajear como estaba haciendo con Clara. Tal vez no iría a la cárcel si
alegaba que habían sido relaciones consentidas y las chicas no lo negaban.
Aunque con el material que tenía siempre podrían alegar coacción. Pero lo
que tenía claro es que sacar todo ese material a la luz arruinaría la reputación
de Marcos y lo que más deseaba que su mujer y su hija lo mandasen a la
mierda y lo dejasen en la ruina. Cuando guardo la memoria USB en su cabeza
ya tenía el esbozo del plan a seguir. Luego Ana se dejo el pareo sobre la cama
y se fue a la ducha para arreglarse para la fiesta.
La fiesta fue todo un éxito. La madre de Ana pese a solo tener unas horas
para organizarlo todo lo había conseguido. Hay estuvieron todos sus amigos
de la isla. Además de amigos y conocidos de sus padres, y por supuesto,
Javier, Marta y sus hijos.
xxx
La mano del joven alcanzó la boca de Marta. Comió sus dedos mojándolos
con su saliva. Cuando Carlos consideró que estaban suficientemente
ensalivados empezó a perforar con ellos el culito prieto de su madre y en
ningún momento dejo de taladrar su coño con su potente herramienta. Sus
hábiles dedos prepararon concienzudamente el ano de Marta para lo que a él
más le gustaba. Cuando Carlos vio que el orto de su progenitora quería algo
más grande y contundente, saco su polla del túnel que la alojaba. La penetro
despacio pero con fuerza. Marta sentía dolor conforme la invadía ese gran
trozo de carne dura y caliente, pero poco a poco, cuando estaba totalmente
dentro de ella se movió muy lentamente, con movimientos prácticamente
imperceptibles, haciendo que su cuerpo aceptase al invasor transformando el
dolor en placer. Comenzó a follarla más fuerte. Con calma incrementaba el
ritmo con el que le partía el culo a su madre. Los gritos y jadeos de Marta le
indicaban a hijo que le fascinaba que la follase de esa manera. Los jadeos y
su respiración acelerada de Carlos le decían a su madre que él también estaba
disfrutando de se precioso y sensual cuerpo. El placer que sintió Marta
cuando su pequeño comenzó a follarle ambos agujeros hizo que se anclase
con fuerza a la arena y no dejase de arañarla. La polla de Carlos cambiaba de
orificio a tal velocidad que su madre sentía como si dos hombres la follasen a
un tiempo, sentía un placer inmenso que la hizo estallar en un orgasmo
indescriptible entre gritos de placer.
Marta no había conseguido recuperarme aún de ese inigualable placer
cuando su hijo la hizo tumbarse boca arriba. Abrió sus piernas y se situó de
rodillas entre ellas. La tomó por la cintura, la aproximó a él, al tiempo que
elevaba sus caderas para empalarla de un solo golpe con su gran verga.
Carlos entraba y salía a una velocidad vertiginosa. La velocidad era tal que
parecía que su polla no se movía del coño de su madre, pero la fricción y el
calor que esta sentía en su interior eran tremendamente placenteros. Era como
si estuviera siendo follada por un rayo. Un nuevo orgasmo tomo el cuerpo de
Marta encadenándolo con el anterior e hizo que se corriese de gusto encima
de la polla de su hijo empapando su vientre sin ningún control. Los gritos de
Marta con seguridad se escuchaban en toda la playa y el las villas cercanas a
esta.
xxx
Ana intentó poner un poco de orden antes de irse a la cama. Pensó que
Olga y su padre se habrían marchado ya a dormir, pero no, los vio a ambos
sentados en la terraza con una copa cada uno.
—¿Lo estás diciendo en serio? – dijo Ana incrédula, ya que espera que
Javier hubiese puesto alguna objeción a la propuesta de su hija.
—Que bien lo va a pasar mamá esta noche – dijo Olga cuando su padre
volvió a sentarse.
—Creo que no. Esta noche tu madre no está para fiestas y me quedaré con
las ganas.
—O tal vez no. Nunca se sabe lo que puede pasar – le respondió su hija.
Era increíble. Si Ana no hubiese estado delante hubiese dicho que aquello
no había pasado. Olga le estaba tirando los tejos a su padre descaradamente
delante de ella. Esa chica se había convertido en toda una puta. Ana
empezaba a dudar si era buena idea vengarse de Marcos por lo que estaba
haciéndole, puesto que, parecía que Olga había aprendido a disfrutarlo. Tal
vez debería olvidarse del asunto.
Javier mezcló las cartas y las repartió de nuevo. En esa ocasión la suerte
volvió a ser esquiva con Ana que tuvo la peor combinación. No se lo pensó
dos veces y se quitó la camiseta con la esperanza que Javier se centrase en
sus tetas que tanto había deseado en lugar de las de su hija. Pero Javier no fue
capaz de centrarse en ninguna de las dos. Sus ojos pasaban de una a otra de
tal forma que en lugar de jugar al póquer parecía que estaba viendo un
partido de tenis. Ana tomó la baraja y dio las cartas. En esa ocasión la peor
mano fue la de Javier. Se deshizo de la única prenda que le quedaba, su
bóxer, mostrándoles a las chicas su erección.
—Es verdad. Sera mejor que nos vayamos a dormir – medió Javier.
—Está bien – accedió Ana sin ganas, pero para no quedar como una
estrecha mojigata delante de la puta de Olga.
—Fácil. El que tenga la peor mano a de hacer algo que le pida el que tiene
la mejor.
—Muy bien juguemos entonces. Pero antes iré a por más hielo – concluyo
Ana.
Ana se levantó y retiró los vasos. Entró en la suite y los llenó nuevamente
de cubitos de agua helada. Había creado un monstruo, pensó. Pero en una
cosa si tenía razón estaba cachonda. Tener a Javier desnudo y a Olga
insinuándosele descaradamente la habían puesto a tono. Tenía el tanga
empapado, pero no iba a reconocerlo delante de esa niñata.
—Las apuestas hay que pagarlas – dijo Olga puesta en pie y acercándose a
ella.
—No me vengas ahora con eso Ana, los dos sabemos que ha hecho cosas
peores.
Ana aparto su mirada de Javier al que estaba fulminando con ella y se puso
de pie. Olga acarició los hombros de su amiga y deslizó los tirantes por ellos
hasta que colgaron de sus brazos. Bajó las copas de la prenda descubriendo la
firmeza de sus pechos y la dureza de sus excitados pezones. Olga se inclinó
sobre ellos y tomo entre sus carnosos labios la erecta protuberancia. Ana
intentó negarse pero en lugar de una protesta lo que salió de su garganta fue
un gemido de placer. Miró a Javier con la esperanza de que detuviese aquella
locura, pero estaba claro que no lo iba a hacer. Lo estaba disfrutando
demasiado. Recorría toda la longitud de su erecto miembro con su mano, una
y otra vez, con un ritmo suave, mientras su mirada no perdía detalle del
espectáculo que ambas chicas le ofrecían. Olga continuó estimulando los
sensibles pechos de su amiga. Los recorría con su lengua, los besaba, los
mordía y los sopesaba en sus suaves y pequeñas manos.
—¿Te gusta?
—Eres una…
Javier no dijo nada. Como única respuesta elevó ligeramente su pelvis para
mostrarle la nueva erección de su verga. Olga no lo pensó, se puso de rodillas
frente a su padre y comenzó a lamer lentamente la dureza de su miembro.
Ana notó como un fuego prendía en su interior mientras miraba a padre e
hija. Javier gemía mientras su hija cada vez se tragaba un poco más de su
virilidad. Ana en su silla, sin darse cuenta fue bajando sus dedos hasta que se
colaron en su tanga y se apoderaron de su clítoris. Comenzó a masturbase,
frotando y golpeando el sensible nudo de nervios, mientras humedecía sus
dedos en sus propios jugos para facilitar la labor. Olga seguía engullendo sin
descanso la polla de su padre. Había aumentado la intensidad de su mamada
y ya se la tragaba completamente, hasta el punto que su naricita chocaba una
y otra vez con el pubis de su progenitor. Javier tenía la cara desencajada, la
respiración acelerada y gemía sin parar con los ojos cerrados.
Indudablemente intentaba concentrarse para no correrse y seguir disfrutando
de la boca de su hija. Pero Olga estaba haciendo un excelente trabajo a su
papá y no aguantó mucho más. Javier sujetó con ambas manos la cara de su
hija, esta lo miraba fijamente a los ojos, el movía sus caderas follándosela sin
control mientras le inundaba la garganta con su espesa semilla. La misma
semilla de la que un día había salido ella. Ana ante semejante imagen no
pudo contenerse y se corrió nuevamente. Aunque su orgasmo pasó
inadvertido para padre e hija. Cuando Javier se detuvo, Olga, lamio los
hinchados huevos de su padre mientras su mano exprimía su polla para
sacarle las últimas gotas de leche que recogió con la punta de su lengua.
Cuando dejó completamente limpio el miembro de su progenitor se puso en
pie y le dijo:
Sin nada que decir, Ana, asintió afirmativamente. Olga gateó por la cama
como una gatita mimosa hasta colocar su cabeza entre las piernas de Ana.
Apartó la empapada prenda que envolvía el deseado manjar y comenzó a
comerlo con ansia. Javier tras su hija también retiró en mojado envoltorio, lo
suficiente para empapar su miembro en los jugos que manaban de su hija.
Luego con su apéndice bien lubricado comenzó a penetrarla poco a poco. Los
gemidos de Olga al principio eran suaves y cadenciosos, los intercalaba con
el trabajo que su boca, lengua y labios hacia en la entrepierna de Ana. Pero
conforme su padre incrementaba el ritmo y la violencia de las embestidas a su
hija, los gemidos de esta fueron transformándose en gritos de placer. Eso
impedía que su boca siguiese dando placer a Ana, así pues, metió tres dedos
en el inundado pozo de su amiga y la masturbo con violencia. La misma
violencia con la que su padre la penetraba. El placer de ser penetrada era
incrementado por la presión de su pulgar sobre el sensible clítoris. Ana no
tardó en correrse y cuando abrió los ojos Javier ya no estaba follándose a su
hija. Estaba de pie frente a la cama masturbándose mientras veía como Olga
daba placer a Ana.
Ana lo miró desde abajo y este le indicó con un gesto para que comenzase
con la mamada. Así lo hizo. Lo primero fue meterse sus huevos en la boca y
acariciarlos con la lengua al tiempo que los succionaba con fuerza. Luego
recorrió con la punta de su lengua toda la longitud de aquel grueso e
inflamado tronco hasta llegar a aquella seca roja y pasar suavemente sus
dientes por ella. Javier estaba a punto de explotar porque sujeto la nuca de la
joven y le clavo su polla en la garganta con brusquedad. Comenzó a follarla
con fuerza pero unos segundos después inundaba de leche su garganta hasta
casi atragantarla. Javier la ayudó a ponerse de pie, la besó con pasión
degustando en la boca de Ana el coctel formado por su propia simiente y los
jugos de su hija.
—Vamos os voy a hacer gozar a las dos. Olga voy a comerte el coño hasta
que te corras como una putita y a ti, Ana, te voy a follar hasta reventarte
dentro.
Javier se tumbó en la cama, le indicó a su hija que se colocase de rodillas
con su cabeza entre las piernas y a Ana que se acomodase sobre su erguido
mástil. Javier penetró a Ana rápido y con contundencia, mientras trabaja con
su boca los bajos de su hija. Ana y Olga se aproximaron y empezaron a
besarse al tiempo que Javier seguía dándoles placer a ambas. Las fuertes
embestidas estaban partiendo a Ana por dentro, mientras empezaba a comerse
la perlita de su propia hija. Las chicas seguían comiéndose sus respectivas
bocas con lujuria y sus manos acariciaban las tetas y la espalda de su
contrincante. Las sensaciones eran indescriptibles y aquello prometía ser una
explosión de placer como pocas veces se consigue. El coñito de Olga era
perforado con maestría por la lengua de su padre y su clítoris empezó a ser
estimulado por la experta mano de su amiga. La otra mano de Ana se apodero
de los huevos de Javier y los retorcía con delicadeza mientras sus
penetraciones se volvían más intensas y contundentes. Olga también ayudo a
su amiga estimulándole su botón del placer. Las dos continuaban con sus
bocas juntas, pero más que besarse lo que hacían era intercambiarse sus
alientos agitados, sus jadeos contenidos y sus gritos de placer. Javier sujetó la
cintura de Ana y tensándose en su interior comenzó a descargar su orgasmo
dentro de ella con profundas penetraciones. El semen inundando sus entrañas
espoleo el orgasmo de Ana haciendo que esta se corriese con una abundante
emanación de fluidos que empaparon la polla de Javier. Los acelerados
jadeos de placer de Ana y la fuerte presión de sus dedos en el clítoris de Olga,
junto con los profundos lametazos de su padre en su inflamada raja,
detonaron lo inevitable. Olga se corrió sobre su propio padre empapándole la
cara con un abundante y húmedo orgasmo. Olga gritó y cayó desecha sobre la
cama. Ana se dejó ir junto a ella quedando los tres hechos un revoltijo de
brazos, piernas, torsos y cabezas. Todo aliñado por los jugos, el esperma y el
sudor de todos ellos, con una aroma a sexo y pasión que hacia el ambiente
prácticamente irrespirable.
xxx
Cuando Marta despertó, con las primeras luces del día, estaba en su cama
cubierta por la fina sábana blanca junto a su marido, que dormía
plácidamente. Se levantó de la cama envolviendo su cuerpo con la tela y
recorrió la villa. Carlos y Olga dormían en sus habitaciones como si no
hubiese pasado nada. Las únicas evidencias de lo sucedido la noche anterior
eran su cuerpo desnudo y dolorido, por la intensidad de los juegos realizados,
las piezas de su bikini en el suelo junto a la cristalera y un rastro de arena
hasta el dormitorio.
xxx
A la mañana siguiente cuando Ana se despertó, la puerta del dormitorio
estaba abierta. Se envolvió en el edredón y entró. Lo único que encontró fue
la cama revuelta y un fuerte olor a sexo acumulado. Ana abrió el ventanal y
una bocanada de aire fresco con aroma a mar inundo la estancia. Lo aspiró
profundamente dejo caer el edredón a sus pies y busco un pantalón y una
camiseta en la cómoda que había junto a ella. Salió a la terraza y sintió el sol.
Miró la inmensidad del océano que se extendía frente a ella y volvió a llenar
sus pulmones de esa frescura mientras una suave y cálida brisa acariciaba su
dorado pelo revuelto y un montón de imágenes y pensamientos inundaban su
mente.
—CAPITULO 21—
VACACIONES EN CANARIAS
—¿Sí?
—Señorita Céspedes, siento molestarla pero hay un joven que pregunta por
usted – respondió la voz del recepcionista.
—No se preocupe.
—Gracias.
La joven colgó el teléfono y fue hacia la puerta. Cuando Carlos salió del
ascensor Ana lo esperaba en el ático con la puerta abierta. La joven vestía
unos vaqueros y una camiseta de finos tirantes de color blanco. El muchacho
se acercó a ella y le dio un piquito que ella no rechazo pero al que tampoco
respondió.
—Claro.
—Pero…
—No os preocupéis.
—¿Por qué?
—Carlos si hago esto te juro que de esta te vas acordar –dijo Ana.
—Venga Ana por favor… pensaba que eras mucho más atrevida para estas
cosas, pero me estas desilusionando –siguió insistiendo Carlos intentando un
chantaje emocional.
—Que no –se negó nuevamente Ana.
—Ana…
—Carlos te lo he advertido. Lo voy hacer, por pesado, pero no lo hago a
gusto – sentenció Ana.
—Venga Olga únete a nosotros –le indicó Carlos a su hermana.
—Ana ¿Estás segura, quieres que me una a vosotros? – preguntó Olga
buscando su confirmación.
—Sí, ya has oído a tu hermano. Únete a nosotros. Ya verá él las
consecuencias de esto –dijo Ana a Olga.
Ana fue nuevamente hasta el mueble que había junto al ventanal y sacó
otro vaso. Se lo dio a Olga. Luego le puso un güisqui, también le relleno la
copa a Carlos y ella misma volvió a llenar su vaso.
—Vamos, ¿Cuál de las dos empieza a quitarse la ropa? — preguntó Carlos
con una sonrisa de satisfacción por haberse salido con la suya que no le cabía
en la cara – o mejor aún, nos vamos quitando una prenda cada uno por turno.
Venga Olga empieza tu – organizó su hermano el jueguecito.
—¿Empiezo? – preguntó Olga mirando a Ana.
Esta le indicó que podía comenzar con un gesto de cabeza. Carlos estaba
sentado en la cama, su hermana, seguía de pie cerca de la puerta con su copa
en la mano y Ana estaba sentada en un sillón que había a los pies de la cama.
En la primera ronda, Olga, se quito la camiseta quedándose en sujetador. El
siguiente fue Carlos, que se quito la camisa. En último lugar Ana se quito los
vaqueros. Carlos miraba insistentemente a su hermana, concretamente sus
exuberantes pechos, cautivos en el sujetador color menta. La ronda siguiente
fue Carlos el primero, se quitó el pantalón. Ana y Olga no pudieron evitar
fijarse que Carlos estaba totalmente empalmado, por el más que apreciable
bulto que se dibujaba en su bóxer. A Carlos no le importó que Ana y su
hermana lo viesen así. Ana la lo había visto todo y su hermana estaba a punto
de hacerlo. Así que Carlos quedó un ratito de pie frente a Olga exhibiéndose.
Quería que las dos chicas se deleitasen con su esplendoroso cuerpo. Su
hermana miró a Ana sin poder contener una sonrisa.
Fue nuevamente el turno de Ana, se quitó la camiseta con la esperanza de
que Carlos dejase las tetas de su hermana y se fijase en las suyas. Pero la
jugada no salió como ella esperaba. Carlos repartió sus miradas entre las dos.
Olga que nuevamente tenía el turno de quitarse prenda, decidió jugar fuerte, y
en lugar de quitarse su faldita como era previsible, se quitó el sujetador. La
polla de su hermano palpitaba bajo su bóxer, pugnando con la tela de la
prenda por salir de allí. Olga que no perdía detalle se acaricio sus pezones
para calentar aun más a su hermano. Cuando nuevamente le correspondió a
Ana comenzar una ronda, Carlos se adelanto saltándose el turno. Este se
quitó la única prenda que le quedaba, el bóxer. Estaba totalmente empalmado
y cuando la polla fue liberada saltó con fuerza hasta chocar con sus
abdominales.
—¿Me ayudas?
—Estoy muy, pero que muy excitada – dijo Olga limpiándose los restos de
semen de su hermano con el dorso de la mano.
Su hermano sin decir nada paso su mano bajo la falda Olga para tocar su
entrepierna. Impregnó sus dedos de la humedad de su tanga e inspiró su
aroma. Luego cogiéndola de la mano la tumbo en la cama olvidándose de
Ana totalmente. Olga le hizo un gesto para que se uniese a ellos.
—Ana quiero que me comas el coño. Tengo ganas de sentir tus labios en
mi rajita – pidió Olga.
—Me parece bien. Pero yo también quiero comértelo – apostilló Carlos
uniéndose a la petición.
—Sigue masturbándote mientras te miro, eso me pone muchísimo y me
correré antes – le dijo Olga a su hermano.
—Vale pero déjame tu tanga para meneármela.
Olga deslizó el tanga que tenia arrugado en su ingle a lo largo de sus
piernas y de una patada se lo lanzo a Carlos. Este lo recibió con ansia e
inmediatamente siguió pajeándose. Luego se tumbó en la cama y Ana
comenzó su misión. Primero le besó su rajita, luego acarició con su lengua
los labios inferiores, y notó como fluía el jugo de ellos. Olga comenzó a
gemir, era señal que Ana, como no podía ser de otra manera, estaba haciendo
un buen trabajo. Ana sintió como unos dedos entraban en su culo. Miró un
segundo y vio como Carlos la penetraba, mientras con la otra mano seguía
pajeándose la polla. Olga no dejaba de mirarlo mientras jugaba con sus
pezones que a esas alturas eran rocas. Ana metió un dedo en la gruta de Olga
pero nadaba en un mar de fluidos sin resistencia. Aumentó la apuesta y metió
tres de sus dedos en la inundada cueva de Olga, follándola con ellos
rápidamente. Olga se volvió loca de placer cuando además Ana le comió su
dilatado clítoris. Olga estaba a punto de estallar en un salvaje orgasmo
cuando su hermano apartó a Ana de su trabajo. Carlos puso a Ana de rodillas
frente a él.
—Es mi turno – dijo Carlos al tiempo que una de sus manos apretaba los
pechos de Ana y la otra introducía un dedo en su rajita para comprobar si
estaba lubricada.
Carlos se tumbó, su hermana, se puso de rodillas sobre su cara y este
inmediatamente empezó a trabajar en su húmedo chochito. Ana se acoplo
sobre el erecto miembro de Carlos que no había perdido un ápice de vigor y
este la penetro rápidamente. Olga y Ana Olga se besaban y jugaban con los
pechos y pezones de la otra. Ana sentía las profundas envestidas de Carlos.
Olga disfrutaba con el trabajo que la lengua de su hermano hacia en su
clítoris. Carlos perforaba la vagina de su hermana con su lengua y la mano de
Ana empezó a masajear el clítoris de su compañera mientras con la otra
estrujaba los huevos de Carlos. El mete saca de Carlos se volvió más rápido e
intenso hasta que se corrió dentro de Ana sin dejar el movimiento de bombeo.
Luego fue Ana la que exploto en un prolongado orgasmo que hizo que se
corriese sobre la verga de Carlos que aun estaba en su interior. La ultima en
terminar fue Olga, lo hizo con un grito de placer y empapando la cara de su
hermanito con todos los fluidos que salían de su interior.
Ana puso una película para no hacer caso a lo que estaba pasando en su
dormitorio. Finalmente se centro en la película cuando los gritos y gemidos
cesaron en el dormitorio. Un rato después Carlos apareció en el salón
abrochándose el pantalón y con la camisa abierta. Se sentó al lado de Ana en
el sofá e intentó besarla. Ella rechazó sus besos. Carlos lo intentó de nuevo
pero obtuvo una nueva negativa de Ana.
—Venga Ana no seas así, bésame. – le dijo Carlos. Y esta niega con la
cabeza – Bueno por lo menos hazme una última paja antes de marcharme.
—¿Y tú hermana? ¿Por qué no lo hace ella?
—Está dormida. ¿No te abras enfadado? Si solo ha sido un juego y todos lo
hemos pasado muy bien.
—Sí, un juego paro antes de empezar te advertí que tendría consecuencias.
—No esas así, Ana. Vamos hazme una paja y me voy. Por favor – suplicó
Carlos.
—Te la voy hacer por pesado y porque quiero perderte de vista. Espero
que estés excitado porque en cuanto acabe la película me largo y ahí te
quedas como estés – le advirtió Ana.
Olga le abrió la bragueta sin ningún cuidado y le bajó un poco los
pantalones. Luego comenzó a tocarle bruscamente, sin ganas, y sin besarle.
Pero a Carlos ese sentimiento de que Ana lo hacía contra su voluntad le
excita aun más.
—Ya sabes lo que tienes que hacer. Vete – fue la respuesta de Ana en tono
serio y enfadado.
Después Ana se centro en trajinar en la cocina. Carlos fue al baño y se
limpió el vientre con papel del váter, meó, y se fue. Se asomó al dormitorio
para despedirse de su hermana, de la que había disfrutado tanto. Pero Olga
continuaba dormida. Entró en la cocina para despedirse de Ana.
—¿Por qué dices eso? ¿Crees que debería estarlo? –respondió Ana dando
un bocado a su bocadillo.
—No hay nada que perdonar ya te lo he dicho. Todo está bien, de verdad.
—Gracias. –dijo Olga y se fue al baño.
—Creo que no. Estoy cansada, me quedaré aquí leyendo esta noche. Se lo
dirás a tus padres.
—Claro no te preocupes.
Ana se levantó del sofá donde estaba acomodada y fue con ella hasta la
puerta de la suite. Hay le dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.
—Muy bien.
Media hora más tarde, con la maleta hecha esperándola junto a la puerta,
salió a la terraza y vio como empezaba a ponerse el sol en el horizonte. Entró
cogió su maleta y abandonó la suite. Cuando estuvo en la planta baja fue a
recepción, ahí dejo un sobre para Javier. El recepcionista le dijo que el
director quería despedirse de ella. Pero Ana pidió que la disculpase, no tenía
ganas de hablar con ese tipo arrogante, y salió para tomar el taxi que ya la
esperaba para llevarla al aeropuerto.
—CAPITULO 22—
TODO TIENE UN FINAL
Ana bajó del coche en la puerta del aeropuerto arrastrando tras ella su
pequeña maleta. Una maleta pesada, no por su contenido, sino porque
representaba lo que estaba dejando atrás y las vivencias que se llevaba con
ella.
Tenía que marcharse. Ella ya no era la protagonista de los juegos. Había
sido sustituida por su alumna cosa que nunca imaginó que pasaría. Era Olga
la que provocaba y sugería. Habían cambiado los papeles y ahora era ella la
que se escandalizaba por lo que había provocado. Se preguntaba por qué. Tal
vez algo había cambiado dentro de ella, tal vez los nuevos sentimientos hacia
Fabián. Lo único que tenía seguro era que su sitio ya no estaba con Javier y
su familia. Para ella había llegado el momento de cerrar ese capítulo y pasar
al siguiente. Pero la diosa Fortuna es caprichosa y sus deseos no eran
exactamente lo que Ana esperaba.
En el mostrador de la compañía aérea la joven pidió un pasaje para el
primer vuelo a Madrid. Le ofrecieron una plaza en el último vuelo del día con
salida programada en la media noche. Aun quedaban un par de horas. Ana
fue hasta uno de los restaurantes donde pidió algo para cenar. Pero lo único
que consiguió fue picotear algo de los platos. Tenía el estomago cerrado.
Fue hasta una de las salas de espera e intento concentrarse en su libro pero
le fue imposible. En su cabeza había demasiadas cosas dando vueltas para
centrarse. Sacó el teléfono de su bolso, buscó el número de Fabián y llamó.
Una llamada, dos, tres, cuatro, Ana empezó a desesperarse cuando a la sexta
Fabián aun no había respondido. Fue a la octava cuando escuchó su voz al
otro lado de la línea.
—¿Sí? –respondió con un tono divertido.
—Soy Ana.
—Hola Ana ¿Qué tal todo por las islas? – continuó con el tono que
denotaba que reía.
—Regular. Estoy en el aeropuerto. Salgo para Madrid dentro de un rato.
—¿Ha pasado algo? – se interesó sin que se borrase su sonrisa.
—Te lo cuento cuando nos veamos. Puedes recogerme en el aeropuerto
llego sobre las dos de la mañana.
—Ana lo siento mucho pero no voy a poder. Tengo un compromiso y no
puedo cancelarlo, además no sé cuando terminaré.
—Está bien, no te preocupes. – Dijo Ana un poco decepcionada por la
respuesta de Fabián.
—No sabía que venias hoy, si me hubieses avisado con antelación. –
Intentó disculparse el chico.
—De verdad, no pasa nada ya me las arreglaré.
—Vale. Llámame mañana y nos vemos.
—Hasta mañana. Te quiero – se despido Ana.
—Nos vemos – se despidió Fabián sin disimular su tono feliz y colgó.
Ana guardo de nuevo el teléfono en el bolso y vio el llavero. Se encogió de
hombros y se dijo a si misma que podía ser peor. Se puso los auriculares y
esperó que llegase la hora del embarque.
———xxx———
Fabián no estaba solo, Tania, su prima lo acompañaba. De hecho
prácticamente se había instalado en su casa durante esos días. María, la madre
de Tania y tía de Fabián, aprovechando que Javier y su familia estaban de
vacaciones se había marchado al pueblo a ver a la familia.
Tania era una chica de cabello negro y una media melena de amplios y
desiguales rizos. Sus ojos negros y profundos como la noche, daban a su
precioso rostro y picara sonrisa un toque misterioso. Su cuerpo espectacular
hacia que el conjunto fuese irresistible y atrayente para la mayoría de los
hombres.
Habían cenado en casa, Tania tenía buena mano con la cocina y con
cualquier cosa era capaz de preparar algo rico. Estaba claro que su madre
estaba detrás de eso. Después de la cena se habían acomodado en el sofá
frente al televisor viendo una película que aunque aparentemente parecía otra
cosa terminó siendo de terror. Tania había acabado abrazada a su primo ya
que las continuas escenas inquietantes hacían que la chica se encogiese a cada
instante.
Mientras Fabián hablaba por teléfono con Ana no podía evitar tener una
sonrisa en los labios. Tania vestía un pequeño pijama de dos piezas, un
escueto culote y una ajustada camiseta, sin ninguna prenda más bajo él.
Fabián acaricia la espalda y la pierna de su prima mientras besaba su cabello,
al tiempo que estuchaba que Ana volvía a Madrid. Cuando Fabián colgó el
teléfono beso a Tania con suavidad y ternura. Tania permaneció impasible
ante el beso de su primo concentrada en la película. Pero cuando él menos se
lo esperaba y la tensión de la escena que se proyectaba iba en aumento la
joven correspondió al beso de su primo. Fue un beso largo, muy largo, sus
lenguas se entrelazaron y exploraron unidas la boca de su contrincante.
Cuando sus labios se separaron Tania se acomodó sobre las piernas de su
primo y volvió a besarle. Mientras sus lenguas continuaban su lucha, las
manos de Fabián recorrían la espalada de su prima has que finalmente
bajaron hasta su firme culo y tomaron posesión de él. El joven amaso los
glúteos de Tania aproximándola cada vez más a él. Finalmente logró
colocarla sobre su erección. La prima pudo notar sin ningún género de dudas
la dureza del miembro de Fabián a través de la fina tela de su pijama y del
pantalón del chico.
Las manos de Fabián se aventuraron bajo la ajustada camiseta de su prima.
El joven sintió la suavidad y calidez de la piel de Tania. Cuando la joven se
separó de él para mirarlo a los ojos con picardía su primo comenzó a subirle
la camiseta hasta que finalmente la despojó de ella. Fabián nuevamente tenía
ante él los pechos desnudos de su prima. Unos pechos que lo volvían loco.
Unos pechos del tamaño justo, ni grandes, ni pequeños, que se ajustaban
perfectamente al cuenco de su mano. Unos pechos redondos, erguidos,
coronados por unos pequeños, duros y rosados pezones que pedían a gritos
ser degustados. Los labios de Fabián no pudieron resistirse y besaron con
ansia las maravillas que se alzaban ante él, mientras sus manos los sopesaban
con suavidad. Los dedos del joven atendían el pezón libre de su prima
haciendo que creciese entre ellos al tiempo que se endurecía
considerablemente.
Tania separó a su primo del deleite de sus pechos y lo besó con ansia,
sacando toda la furia y el deseo que tenía en su interior. La joven devoraba la
boca de Fabián, mordía su labio inferior y recorría con sus manos la fuerte
espalda de su primo. Tania le arrancó la camiseta a tirones impacientes y
luego ambos se deshicieron con prisa de las pocas prendas que les quedaban.
Cuando la erección de Fabián fue liberada por su prima esta se apresuro a
colocarse a horcajadas sobre él, ensartándose ella misma en esa dura barra de
carne. Tania cabalgaba el miembro de su primo, con las manos en sus
hombros, y la cabeza y la espalda curvadas hacia atrás. Fabián con las manos
en su cintura intentaba controlar el endiablado ritmo con el que la joven subí
y bajaba una y otra vez. En la respiración acelerada de la joven se
intercalaban profundos gemidos que ella no podía controlar. Los gemidos y
suspiros de Tania conforme se aproximaba el momento fueron aumentado en
frecuencia e intensidad. Cuando llego el orgasmo su vagina que contrajo
entorno al miembro de su primo absorbiéndolo hacia su interior. Un profundo
y gutural gemido broto de su garganta. Fabián intento contenerlo comiendo la
boca de su prima y toda su pasión. Tania se paró en seco empalada en la polla
de su primo mientras sin dejar de besar a Fabián su cuerpo comenzaba a
relajarse.
—No creas me que conformo con esto. Además tú no has terminado –
fueron las palabras de Tania al oído de su primo.
Y entonces fue Fabián el que tomó la iniciativa. Sin pensárselo dos veces
colocó a Tania de rodillas sobre el sofá y con los brazos apoyados en el
respaldo. Con la espalda arqueada, su cabello negro sobre los hombros y
expuesta completamente ante él, era una visión impresionante a la que no
pudo resistirse. Fabián tomo nuevamente a su prima igual que aquella lejana
ya primera vez. El cuerpo de Tania era envestido por su primo con más
violencia que velocidad. Hundía su miembro hasta lo más profundo de sus
entrañas una y otra vez. El calor de la pasión se apoderó de sus cuerpos y
Tania no pudo contener sus gemidos de placer. Fabián hizo más cortas sus
envestidas pero lo compenso con mayor ritmo. La fricción en el interior de
Tania era máxima aunque el movimiento era mínimo lo que la hacía sentirse
completamente llena en todo momento. El joven amordazó con su mano la
boca de su prima cuando los gritos de esta subían en decibelios. Una vez
logró contener los gritos cogió con fuerza una de las tetas de Tania y la
amasó con fuerza entre sus dedos. Fabián estaba a punto de alcanzar su meta
e hizo un último esfuerzo. Sus embestidas fuertes y rápidas ganaron en
intensidad. El joven estaba a unos cuantos golpes de cadera de su merecido
premio cuando Tania volvió a tomarle la delantera. La joven estalló entre
gritos en un orgasmo que se extendió por toda su anatomía tensando todos y
cada uno de sus músculos. Fabián soltó el pecho de su prima y llevo la mano
hasta su clítoris sin dejar de penetrarla con fiereza. Lo frotó con rabia
haciendo que el orgasmo de su prima se prolongase lo suficiente para el
alcanzar su objetivo. No dejo un solo instante de estimular el nudo de nervios
de su prima y de follarla con rabia. Las paredes de la vagina de Tania
contraídas en torno a su férrea polla hicieron el resto. Fabián comenzó a
llenar con su simiente las entrañas de su prima sin contener un ahogado
gemido de gusto. Después de la tensión sus miembros se relajaron y Fabián
se desplomó sobre la espalda de su prima. Tania también cayó desmadejada
sobre el sofá bajo su primo. Fabián se hizo a un lado para retirar su peso del
frágil cuerpo de su prima, se sentó y la tomó entre sus brazos para
acomodarla sobre él y besarla con ternura. Tania se aproximo a la oreja de su
primo y tomo su lóbulo entre sus dientes, para arrancarle un escalofrío que
recorrió de su espina dorsal en toda su longitud.
—Sera mejor que continuemos en un lugar más cómodo. – Le susurro de
manera sensual la joven.
Fabián se puso en pie con su prima pegada a su cuerpo. Él la sujetaba por
el culo mientras ella abrazaba con sus piernas su cintura y sus brazos se
enroscaban en su cuello. Durante el breve camino hasta el dormitorio de
Fabián los labios de ambos no se separaron ni un solo momento. El joven
dejó a su prima sobre su cama y se acomodó entre sus piernas para besarla
nuevamente. El apasionado beso fue correspondido con deseo por Tania. Las
manos de ambos viajaban ansiosas recorriendo la anatomía del otro
dibujando una sinfonía de caricias y arañazos. Pecho contra pecho, piel con
piel. Fabián sintió como los pezones de Tania se endurecían hasta clavarse en
su cuerpo. El joven abandonó los labios de su prima y despacio dibujo un
camino de besos y saliva. Un camino que bajaba por su cuello, recorría su
clavícula para luego ascender por el monte de sus pechos. Cuando Fabián
alcanzó la cima atendió debidamente aquellos insolentes que coronaban la
cumbre. Se tomó su tiempo y mientras sus labios besaban, chupaban,
succionaban y mordían uno de esos duros y rosados botones, su mano
acariciaba, amasaba y pellizca el otro a la espera de ser atendido por su boca.
Tania se aferraba a las sabanas y al cuerpo de su primo disfrutando del placer
que este le proporcionaba mientras no cesaba de emitir delicados suspiros y
gemidos.
Una vez tuvo conquistadas ambas cumbres, Fabián, siguió dibujando su
camino. Bajo por el valle que se abría entre ambos montes para adentrarse en
la llanura de su vientre. La recorrió de parte a parte hasta que encontró el
pozo de su ombligo. Lo rodeo mil veces con su lengua y lo penetró con ella
otras tantas hasta haces que el vientre de Tania se contrajese por la sensual
sensación. Continuó su viaje hacia el sur. Subió el monte de Venus y cuando
lo bajo encontró un brillante manantial donde saciar su sed.
La lengua de Fabián se abrió paso entre los dulces, suaves y rosados
pliegues que ocultaban la entrada de esa cueva. La recorrió en toda su
longitud una y otra vez, llegando un poco más arriba. Hay encontró a un
erguido y sensible vigilante. Cuando los labios y la lengua de Fabián tomaron
contacto con el clítoris de Tania esta se estremeció de placer. Un calambre
recorrió su cuerpo, hizo que arquease su espalda y que un gemido
incontrolado abandonase su garganta. Fabián mordió, lamió, chupó, besó y
sopló aire cálido en todos y cada uno de los rincones de aquel apetitoso y
jugoso manjar, mientras sus dedos entraban y la salían de la calidez de
aquella cueva que de nuevo querían explorar. La acelerada respiración de
Tania hacia que su pecho se moviese agitadamente y fuese pasando de
gemidos contenidos a gritos incontrolados. La joven tomo la cabeza de su
primo para hundirla más entre sus piernas y apretar sus firmes muslos contra
ella. Tania explotó nuevamente en un húmedo y abundante orgasmo que
sació la sed de su primo, que bebió hasta la última gota de ambrosia que
brotó de las entrañas de su precioso cuerpo. Fabián hizo el camino inverso
hasta llegar al punto de partida. Hay beso a Tania y compartió con ella un
delicioso coctel de jugos y semen que no era la primera vez que probaban.
Tania, una vez recuperada, hizo que su primo se tumbase boca arriba
tomando de nuevo la iniciativa. Después de besarlo fue bajando por su
definido pecho dejando un rastro de suaves y tiernos besitos. Se lo tomo con
calma hasta que llego a una erguida y dura polla plena de vigor nuevamente.
La joven aferró el miembro de su primo y comenzó a masturbarlo. El ritmo
pausado del principio fue aumentando progresivamente en intensidad hasta
que su brazo comenzó a cansarse. Tania se detuvo, miro a su primo fijamente
con una sonrisa pícara y su lengua y sus labios continuaron el trabajo. La
lengua de la joven rodaba y jugaba con el delatado glande de su primo
mientras sus sensuales labios abrazaban el contorno de su verga avanzando y
retrocediendo una y otra vez. A medida que el ritmo aumentaba Tania
engullía cada vez más longitud de aquella dura barra de carne, hasta que su
nariz comenzó a golpear el pubis de su primo. Fabián miraba la escena sin
parpadear viendo como aparecía su polla y al instante siguiente se esfumada
dentro de la boca de su prima.
Cuando Fabián sintió que estaba al límite de su aguante hizo que su prima
se detuviese. Deseaba follársela otra vez. Tania recostada en la cama con las
piernas abiertas esperaba impaciente la entrada de su primo. Este se colocó
entre sus piernas y la beso. Pero la joven no estaba para preámbulos y
cogiendo la polla de Fabián la guio con prisas a su entrepierna. Cuando el
joven enterró su miembro en el oscuro légamo de Tania su calor y humedad
lo abrasaron, pero no cambiaria aquella sensación por nada del mundo. La
joven gritó cuando estuvo completamente llena y su primo comenzó a
moverse lentamente. Fabián la sacaba casa por completo para luego volverse
a hundir en ella más profundo y más fuerte arrancándole, a Tania, cada vez
un nuevo grito de placer. Un placer que no podía disimular su rostro de ojos
entrecerrados y boca abierta, con un intenso color rojo en sus mejillas. La
velocidad de las penetraciones de Fabián iban en aumento y Tania no
queriendo que la abandonase en su ritmo se encadeno con sus piernas a la
cintura de su primo para conseguir cortas y rápidas envestidas. Fabián con
gran esfuerzo logró zafarse del candado con que las piernas de su prima lo
sujetaban. Una vez libre subió las piernas de Tania sobre sus hombros para
que sus penetraciones fuesen aun más profundas. Las entrañas de la joven se
contrajeron abrazando al deseado invasor. Un nuevo orgasmo se hizo con
ella. Las contracciones sobre su hinchado miembro hicieron que Fabián
inundase por segunda vez con su semilla en cuerpo de su prima.
Poco a poco sus cuerpos se fueron relajando después de la tensión del
orgasmo y tumbados uno junto al otro volvieron a besarse. Fueron besos
pausados, tiernos y amorosos, ya desprovistos de la lujuria y la pasión del
principio del encuentro. Los besos se fueren espaciando cada vez más en el
tiempo hasta que Tania fue vencida por el sueño. Fabián cubrió sus cuerpos
con el edredón y abrazado a ella también se dejo llevar por Morfeo.
———xxx———
Eran más de las tres de la madrugada cuando el avión procedente de
Tenerife tomó tierra en Madrid. Ana recorrió la terminal desierta seguida de
su pequeña maleta hasta la salida. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando
pisó la calle que la hizo temblar. Cogió un taxi que la llevase a casa de Javier.
Agradeció el calor del coche y se arrebujo en el asiento. El termómetro del
taxi indicaba que la temperatura exterior era de dos grados bajo cero. El
taxista intento entablar conversación pero Ana no se encontraba con ánimos y
respondía con monosílabos. Cuando el coche se detuvo frente a la casa Ana
pagó la carrera y busco el llavero en su bolso antes de salir. Se dirigió
apresurada por el frío hasta la puerta mientras el taxista esperaba que la joven
entrase. Entró y cerró tras ella sin mirar atrás. Atravesó corriendo el jardín y
con la misma premura abrió la puerta de la vivienda.
Ana subió directamente a su buhardilla. El frio se había metido en su
cuerpo, buscó el pijama más gordo que tenía y bajó al baño para darse una
ducha caliente. El agua hizo que el cuerpo de la joven recobrase el calor
perdido. Se envolvió en el mullido albornoz y secó su pelo. Se puso su
pijama más calentito y se metió rápidamente en la cama buscando no perder
el recobrado bienestar bajo su edredón. El cansancio del viaje, lo sucedido en
los últimos días y el sentirse relajada después de su baño hizo que
rápidamente se sumergiese en un profundo sueño.
A pesar de haberse ido a la cama a altas horas de la madrugada Ana abrió
los ojos después de apenas cinco horas de sueño. Se desperezó y se reubicó.
Se encontraba descansada como hacía mucho que no se había sentido. Saltó
de la cama y de dispuso a vestirse, en lo que no tardó más que unos minutos.
Buscó su maleta grande y metió en ella todo lo necesario para irse a casa de
Fabián y poder sacar sus cosas de la buhardilla de Javier más adelante
tranquilamente. Ana no se entretuvo en desayunar, quería hacerlo con él.
Llamó a un taxi se puso su cazadora de cuero marrón y salió a la calle.
Cuando el coche llegó le indicó la dirección de Fabián y fue a su encuentro.
———xxx———
Fabián abrió los ojos lentamente, mirando al techo, molesto por la claridad
que entraba por la ventana de su dormitorio. Inmediatamente llegó a su mente
el recuerdo de lo sucedido la noche anterior y una sonrisa se dibujó en su
rostro. Estiró su mano buscando el cuerpo de Tania a su lado, pero lo único
que encontró fue un vacio y unas sabanas revueltas. Se levantó de la cama y
tras ponerse el pantalón del pijama salió del dormitorio. Caminó en silencio
recorriendo los pocos metros cuadrados de la vivienda para encontrarla en la
cocina. Tania vestida solo con su ropa interior, un bonito conjunto de lencería
de color cielo, trajinaba en la cocina preparando algo para el desayuno.
Fabián sigiloso se aproximó a ella por su retaguardia y la abrazó por su
desnuda y firme cintura.
—¿Qué tal has dormido? – le preguntó el chico en un susurro junto al oído
tras darle un tierno beso en el cuello.
Tania dio un respingo al sentirse atrapada. Giró sobre sí misma, rodeada en
todo momento por el fuerte brazo de su primo, para clavar sus profundos ojos
negros sobre él. La joven colocó sus manos en los hombros de su primo y
poniéndose de puntillas lo besó en los labios. Fabián respondió a ese beso sin
soltar su cintura.
—Hacía tiempo que no dormía tan bien. No he querido despertarte y estaba
preparando algo para el desayuno. – Le respondió Tania después de separar
sus labios.
—Pues deberías despertarme, creo que aun estoy dormido.
—Tal vez tu cabeza superior este dormida, pero tu amiguita de ahí abajo
hace rato que se ha levantado. –Respondió Tania al sentir la erección de su
primo presionando su vientre.
Tania, pegada a él notó como sus pezones comenzaban a endurecerse
clavándose en el pecho de su primo. Fabián lo sintió claramente. La pierna de
la joven se introdujo entre las suyas y la movió suavemente hasta subir a su
entrepierna.
—Tania…—Susurro Fabián.
—¿Sí…?—Respondió ella con un profundo suspiro junto a su oído y
mordió su oreja.
—Nada. – Dijo dejando escapar un leve suspiro de su pecho.
Se miraron fijamente a los ojos y ambos vieron lo mismo: pasión y deseo.
Tania apoyó sus manos en su duro abdomen de su primo y fue subiendo muy
despacio, para que sus manos recordasen ese camino otras veces recorrido.
Cuando sus manos llegaron a los hombros de su primo, este la estrechó entre
sus fuertes brazos sus nuestros labios se juntaron de nuevo. Las manos de la
joven recorrían los brazos y la espalda de su primo mientras sus lenguas
jugaban dentro de sus bocas.
Fabián sentía el calor del cuerpo de su prima en su pecho y como sus
pezones erectos y duros se le clavaban a través del fino encaje del sujetador.
Las manos del joven recorrieron la espalda de Tania bajando hasta si culo y
lo agarraron con fuerza, sopesando si todo seguía lo mismo que la noche
anterior. Entonces sus labios se separaron y volvieron a mirarse.
—¿Qué te parece?— Preguntó Tania con la mirada clavada en él.
—¿Qué?— Respondió como si no supiera de qué hablaba.
—Mi culo— Dijo sonriendo.
—Esta exactamente igual que ayer, durito y apretado— Fue la respuesta y
volvieron a besarse.
Volvieron a juntas sus labios sin dejar de recorrer nuestros cuerpos sus
nuestras manos. Fabián agarró el culo de Tania con más fuerza y la alzó hasta
depositarla sobre la encimera de mármol de la cocina. Entonces el deseo y
pasión volvieron a desbocarse. Sus labios chocaban con impaciencia, sus
lenguas luchaban incansables por conquistar la boca del otro y tiernos
mordiscos hacían que las lenguas no escapasen. Las manos de Tania
aferraban con fuerza la nuca de su primo para aproximarlo aún más a ella al
tiempo que sus piernas abrazaban su cintura. Las manos de Fabián se
abrieron paso bajo el sujetador de su prima encontrándose con sus duros y
sensibles pechos. Cuando la joven sintió el tacto de sus manos en ellos, como
los acariciaba y apretaba, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Tania no pudo
contener el suspiro de placer que se escapo de su garganta.
—Espera un momento—Le dijo Fabián.
La joven obediente se detuvo. Fabián dejó los pechos de su prima deseosos
de seguir sintiendo sus manos y bajo estas hasta su cintura para luego subir
por su espalda. Fabián manipuló con habilidad el cierre del sujetador de su
prima dejando al descubierto su pecho desnudo que se erguía insolente y
deseoso de más atenciones. Sus labios se juntaron mientras sus fuertes manos
volvieron a conceder a las tetas de Tania las atenciones que merecían. Los
labios del joven empezaron a recorrer la barbilla de su prima, luego bajaron
por su cuello dejando un delicioso y húmedo camino. Cuando los labios de
Fabián llegaron a sus pechos comenzaron ascender por ellos mientras sus
manos no dejaban de acariciarlos y apretarlos con ternura. Finalmente sus
labios hicieron cumbre y tomaron posesión nuevamente de las montañas
perdidas. Besó sus duros y sensibles pezones, los mordió y su lengua jugó
con ellos como tantas otras veces. Mientras sus manos seguían amasando con
calma sus tetas su baca siguió su viaje. Bajó por el abdomen de su prima y
rodeó su ombligo con un círculo de saliva. El cuerpo de Tania no dejaba de
estremecerse al sentir de nuevo esas manos y esos labios recorriendo y
acariciando su piel. Cuando Fabián llegó al elástico de la braguita sus manos
se apresuraron a introducirse él. La joven alzó su cuerpo para facilitarle la
labor y su diminuta braguita descendió por sus piernas para perderse en el
suelo junto a su sujetador.
Fabián, agachado como estaba, con su cara a la altura del sexo rezumando
humedad de su prima, cogió sus piernas y las acarició recorriéndolas en toda
su longitud. Luego las coloco encima de sus fuertes hombros y se puso en
pie. Esto hizo caer hacia atrás a Tania apoyándome en los codos. El joven
besó la cara interna de sus muslos con un claro objetivo final. Sus manos no
paraban de recorrer las nalgas, las caderas, la cintura, los pechos, la boca y el
cuello de Tania. Ella sentía su aliento cálido acercarse. Tania estaba
impaciente por sentir los labios y la lengua de su primo en ese lugar. Ese
lugar que solo hacia unas horas el había visitado. La respiración de la joven
se aceleró y sintió que el corazón se le iba a salir del pecho cuando la lengua
de Fabián empezó a recorrer los bordes de sus despejados labios mayores.
Las piernas de Tania se cerraron entorno al cuello de su primo para atraerlo
más a ella. Sentía el cosquilleo de su barba de tres días en sus muslos,
mientras Fabián engullía sus labios con tirones ansiosos. Tania estaba en el
cielo, estaba a punto de correrse, cuando su primo succiono con fuerza su
clítoris, lo sujeto con sus labios y lo mordió suavemente mientras su lengua
no dejaba de rodearlo. Un escalofrío recorrió su espalda. El placer era
máximo. Tania mordía sus labios para intentar contener el orgasmo que
luchaba por invadirla al tiempo que contraía mi vagina. La lengua de su
primo empezó a moverse de manera vertiginosa haciendo que las descargas
que brotaban de ese punto a todas y cada una de las partes del cuerpo de la
joven fueran incontenibles. Eso hizo que Tania no pudiese evitar el mover sus
caderas para acomodarlas al ritmo de la lengua de Fabián.
Los orgasmos empezaron a encadenarse uno tras otro. Tania no acababa de
recuperarme del anterior cuando la lengua desenfrenada de su primo hacia
que saltase otro. Los largos dedos del joven se unieron al juego y buscaron la
humedad que empapaba el sexo de su prima. Sin más, dos de sus dedos
entraron y los jadeos y gritos salían de la garganta de Tania sin control. Con
cada nueva embestía de sus dedos, Fabián, hacia que aumentase de volumen.
Un nuevo dedo se unió a los anteriores y esos tres diablos entraban y salían
de de la joven, giraban en su interior, acariciaban y frotaban las paredes de su
vagina que se cerraba entorno a ellos para no dejarlos escapar. Un nuevo
orgasmo mucho más intenso que los anteriores broto del interior de Tania.
Sus piernas se tensaron en torno a su primo lo mismo que cada musculo de su
cuerpo. Un grito desgarrado de placer surgió de lo más profundo de ella
dejándola totalmente sin aire, mientras se corazón iba a explotar en se pecho.
Después, el cuerpo de la joven se quedo sin fuerza y se desplomó sobre la
encimera con los brazos extendidos a lo largo de su cuerpo inerte, mientras
sus s piernas como dos trapos aun descansaban sobre los hombros de Fabián.
—Tania. Tania. ¿Estás bien?—Preguntaba Fabián ansioso mientras la
sujetaba por los hombros y la movía para hacerla reaccionar.
Poco a poco los pulmones de la joven se fueron llenando nuevamente de
aire y sus brazos y piernas recobrando la fuerza perdida. Luego, cuando
Tania notó que su respiración volvía poco a poco a la normalidad pudo
decirle algo.
—Dame un minuto—susurró entrecortadamente y lo abrazó. Acercó sus
labios a su oído—Ha sido el mejor orgasmo de mi vida.
—Joder me habías asustado—dijo Fabián más relajado y en su rostro
brillante bañado de los jugos de su prima se dibujo una sonrisa.
—Si me das otro minuto veras de lo que soy capaz—dijo ella más relajada.
Los ojos de su primo brillaron, y su rostro se ilumino al escuchar sus palabras
—Ve a la mesa—le dijo mas repuesta mientras bajaba de la encimera.
Fabián fue hasta la mesa y apartó las tazas de café que Tania había
preparado para el desayuno. Cuando terminó se giro hacia ella. Tania se
acercó despacio a él dejando que se recrease en su cuerpo.
—Túmbate en la mesa—le ordenó cuando estuvo junto a su primo.
Tania puso sus manos sobre el pecho de su primo y le empujó suavemente.
Cuando Fabián estuvo tumbado en la mesa del salón subía la cabeza para ver
lo que ella iba haciendo y como me movía a su alrededor. Ella acarició las
fuertes piernas de Fabián por encima de la tela del pantalón de su pijama y
llegando a su entrepierna pasó sus manos por encima de ese bulto que
palpitaba bajo la tela. La joven notó su miembro erecto duro e impaciente.
Sus manos acariciaron sus inflamados testículos sobre la tela del pijama.
Tania se inclinó sobre él y su lengua recorrió la silueta dibujada por su erecto
miembro en el suave tejido. Después lo liberó del pantalón y se lo tiró a la
cara. Fabián sonrió. Las manos de la chica acariciaron el miembro de su
primo bajando hasta sus testículos y apretándolos suavemente. Después, lo
miró fijamente y se humedeció los labios con su lengua de una forma sensual.
Tania se inclinó sobre la polla de Fabián y sujetándola con su mano aproximó
sus labios a ella. La joven apoyó sus labios sobre la punta de su glande y fue
descendiendo muy despacio, ejerciendo una ligera presión sobre el miembro
con sus labios y sus dientes, su lengua jugaba a su alrededor hasta que su
nariz chocó con el pubis del chico. Tania había engullido totalmente la verga
su primo, su lengua lamía ese firme falo y se centraba especialmente en ese
hinchado capullo.
Cuando la joven comenzó a retirarme para Fabián fue una tortura
insoportable. Con la boca totalmente ensalivada, Tania, devoraba ese
miembro, ascendía un centímetro y se detenía para seguir jugando y
atendiendo con se lengua ese delicioso manjar. La joven antes de continuar
subiendo volvía a bajar la mitad de lo ascendido y volvía a dejar que su
lengua atendiera debidamente esa dura polla que latía en el interior de su
boca. A Tania le encantaba torturarlo de esa manera. La chica sabía
perfectamente que su primo estaría a las puertas del orgasmo cuando alcanzó
la parte baja de su glande y lamió con ansia la zona del frenillo llevándolo
casi a un punto sin retorno. Los labios y la lengua de Tania lamieron el
dilatado capullo como si de un caramelo se tratase para finalmente despegar
sus labios de la polla de su primo. Fabián había aguantado in extremis las
atenciones que su prima le había brindado y que no creyó que aguantase sin
correrse.
Tania empezó a besar los abdominales, el ombligo y continué por el pecho
hasta llegar a los pezones de su primo que sus dientes mordieron mientras lo
miraba a los ojos con cara de chica mala. Chupó y lamió los pezones de
Fabián mientras la mano de la joven no dejaba de jugar son su polla y sus
huevos. La boca de Tania subió hasta la de su primo y sus labios de
apropiaron de los suyos. La mano de la chica seguía acariciando la dura polla
y los huevos bajando hacia el perineo y lo acarició suavemente. Tania retiró
la mano sin dejar de besarlo y la lleve a su empapada entrepierna, la
humedeció bien en sus propios jugos y volvió a acariciar el perineo de su
primo. Sus lenguas continuaron luchando. La empapada mano de la joven
buscó la entrada oscura de su primo y uno de sus dedos lubricado con su
propia humedad se abrió camino en su interior. Fabián no protestó por la
atrevida incursión de su prima. Ella sabía que le gustaba y le ponía a mil
sodomizarlo mientras no dejaban de comerse la boca.
La joven ya no aguantaba más y el fuego que había en su interior tenía que
ser apagado. Tania subió a la mesa y montó sobre las caderas de su primo
buscando la manguera capaz de apagar lo que ardía dentro de ella. Se dejó
caer sobre ese duro miembro que se clavó en su interior por completo. Así en
esa posición con sus ojos clavados en los de Fabián permaneció unos
segundos deleitándome con esa plenitud que llenaba su interior. Una de las
manos de Tania acariciaba sus huevos para estimularlo y con la otra atendía
sus tetas y pellizcaba sus duros pezones.
Ella cerró los ojos y las manos de Fabián tomaron sus caderas, muy
despacio fueron subiendo por su abdomen y su torso hasta que alcanzar sus
pechos. Fabián retiró la mano de su prima y estrujó, amasó y masajeó sus
firmes y duras tetas con una mezcla de impaciencia, pasión y dulzura. El
trabajo de Fabián sobre los pechos de su prima la excitó hasta el punto de casi
correrse. No podía evitar emitir intensos jadeos. Tania se inclinó apoyado las
manos en los fuertes hombros de su primo. Las manos del joven aferraron
con fuerza el culo de su prima ayudándola a iniciar una lenta y erótica
cabalgada. Cada vez que el cuerpo de Tania descendía clavándose
nuevamente su polla en su interior, ella, buscaba el placer se rozar se dilatado
y sensible clítoris con el pubis de Fabián. Estaban perfectamente acoplados y
sincronizados como el movimiento de un reloj suizo. Tania estaba
disfrutando de cómo cada centímetro de miembro llenaba su interior y como
frotaba las paredes de su vagina que se cerraban en torno a él para aumentar
el mutuo placer.
Fabián se incorporo y empezó a comerle las tetas mientras ella no dejaba
de cabalgar sobre él. Eso hizo aumentar la excitación de Tania y sus
movimientos sobre su primo aumentaron de intensidad para dejar salir el
orgasmo que ya crecía en su interior. Ella sabía que Fabián estaba a punto de
correrse, sentía como su miembro se dilataba en su interior y casi podía sentir
sus hinchadas venas. Sabía que intentaba contenerse, pero también, sabía que
no podría hacerlo por mucho más tiempo. Los ojos del chico recorrían el
cuerpo empapado en sudor de su prima, se embelesaba con el vaivén de sus
tetas y con se cara que no podía disimular el placer que sentía.
—¡Córrete Tania, córrete!—le dijo y apretó con fuerza sus nalgas.
—¡Siiiii…!—fue lo único que pudo responder ella.
Los músculos de Tania se tensaron y sus piernas se aferraron con fuerza al
cuerpo de su primo. Un placer infinito invadió cada rincón de su cuerpo. El
orgasmo fue intenso y prolongado, sentía como Fabián seguía bombeando en
su interior mientras la llenaba con su cálida y espesa semilla haciendo que lo
que estaba sintiendo se intensificara aun mas. Tania cayó rendida sobre el
pecho de su primo, sus labios besaron su cara y su boca, mientras su miembro
aun en su interior se iba relajando. La mano de Fabián acaricia su espalda y
otra se perdía en la nuca de la chica enredándose en su pelo. Se fundieron en
un apasionado beso. Sus lenguas se buscaron sin prisa y se deleitaron en el
placer del deseo satisfecho.
El sonido del timbre de la puerta hizo que la pareja se separase. Tania bajó
de la mesa y buscó sus braguitas en el suelo de la cocina. Una vez con ellas
puestas cubrió sus pechos con su antebrazo y se dirigió a la puerta donde al
otro lado no dejaban de insistir. Fabián aún sentado en la mesa observó a su
prima como miraba por la mirilla.
—Tania no iras a abrir así. – dijo Fabián.
—No pasa nada, es una chica. –y abrió la puerta.
Una joven de cabello rubio y ojos azules apareció al otro lado acompañada
de una enorme maleta. Ambas se miraron intentando adivinar quién era quién
y qué hacia ahí.
—Hola. Siento molestarte. – dijo Ana al ver como la joven morena de ojos
negros había abierto la puerta. – Creo que me he equivocado de piso. Busco a
un chico que se llama Fabián. ¿Lo conoces? ¿Puedes decirme dónde vive?
—No te has equivocado. Es aquí. Pasa.
Tania flanqueo la entrada permitiendo que Ana entrase en el apartamento.
Una sonrisa se dibujo en su cara cuando vio la expresión de la rubia al saber
que no se había equivocado.
—Fabián, te buscan – gritó Tania mientras cerraba la puerta.
Ana vio como Fabián saltaba de la mesa y se apresuraba a buscar algo que
ponerse. Una vez encontró el pantalón del pijama salió al salón.
—¡Ana! ¿Qué haces aquí? – dijo sorprendido.
—Yo necesito una ducha os dejo solos – anunció Tania aunque sabía que
no era atendida por ninguno de los dos y caminó contoneándose en dirección
al baño.
—Nada. Creo que no he venido en un buen momento. Será mejor que me
marche. – Y una lágrima corrió por su mejilla.
—Ana, yo…
—No digas nada. No hace falta.
—Pero Ana, por favor déjame explicarme.
—Creo que está todo muy claro. – cortó mientras abría la puerta.
—No es lo que tú crees. Tania es mi prima. – dijo en un intento de
detenerla.
—Claro, eso lo explica todo. Adiós Fabián. – se despidió entrando en el
ascensor.
Fabián salió para intentar detenerla pero las puertas del elevador se lo
impidieron. Su última imagen de Ana seria una chica triste y decepcionada
con el rostro cruzado por surcos de lágrimas. Corrió por la escalera
intentando darle alcance pero cuando Fabián alcanzó la calle Ana se
marchaba en un taxi. Volvió a subir a su casa donde Tania lo esperaba
envuelta en una toalla terminando de preparar el desayuno interrumpido.
Cogió su teléfono móvil y marcó el número de Ana. Ella no respondió
ninguna de sus insistentes llamadas y finalmente la única respuesta que
recibía era la de: “El teléfono marcado está apagado o fuera de cobertura”.
Fue a buscarla a casa de Javier, pero ahí no había nadie. Se acordó de cuando
hablaron por primera vez frente al Ángel Caído y también fue ahí en su
busca. Preguntó a los vecinos de Javier y a los paseantes. El único que le dio
noticia de ella fue el vecino de al lado. Pero lo único que le dijo era lo que ya
sabía. Había llegado de madrugada a casa, salió temprano con una maleta y
no había regresado. Fabián volvió abatido a su casa donde Tania lo esperaba.
Pensó que había dejado escapar a una tía genial por no saber tener la polla
guardada en los pantalones. Pero pronto se olvido de Ana cuando su prima le
mostró los encantos que podía disfrutar.
————— Epilogo ————
Ana subió a un taxi e indicó al conductor que la llevase a un hotel. Su
teléfono no dejaba de sonar insistentemente una y otra vez, el nombre de
Fabián aparecía siempre en la pantalla. Y una u otra vez su respuesta era la
misma rechazar la llamada hasta que finalmente apagó el aparato. Una vez en
su habitación dejó la maleta a un lado y se tiró sobre la cama llorando. Se
sentía traicionada por todos. Lloró hasta que el agotamiento pudo con ella y
se quedó dormida.
Cuando despertó de madrugada decidió que debía hacer algo. Lo primero
buscarse un apartamento y recoger todas sus cosas de casa de Javier antes que
regresaran. Y lo segundo: era conseguir dinero para financiarse sin ayuda de
sus padres su estancia en la ciudad hasta que terminase el curso, ya que ellos
no debían saber que no estaba con sus adorables amigos. Ana tenía muy claro
quién le daría el dinero, Marcos.
A primera hora de la mañana Ana salió del hotel decidida a llevar a cabo
todo lo que tenía pensado. Localizó un guardamuebles y esa misma mañana
una empresa de mudanzas se llevó todas sus cosas dejando la buhardilla
completamente vacía. Dejó una nota dirigida a Javier junto con una memoria
flash con una copia de algunas de las cosas que habían hecho. En la nota le
indicaba que no debía decirle nada a sus padres sobre que se había marchado
o ese material tan sensible podría caer en manos poco adecuadas.
El resto del día lo pasó visitando los apartamentos que le ofrecía la agencia
inmobiliaria a la que había recurrido para acelerar el proceso. Esa misma
tarde tenía apalabrado un bonito apartamento frente al Parque del Retiro.
Ya solo tenía que conseguir el dinero. Esa misma noche después de cenar
en el restaurante del hotel llamó a Marcos para concertar una cita. Al
principio se mostró reticente, pero cuando Ana le insinuó que sabía que
estaba haciendo con la hija de su socio todo fueron facilidades y quedaron en
reunirse al medio día en su despacho de la agencia.
A las doce en punto Ana entraba en la agencia y se dirigió directamente al
mostrador donde se encontraba la recepcionista, que la saludó
afectuosamente.
—Buenos días Ana. ¿Qué tal las vacaciones, ya habéis regresado?
—Hola Sara. Muy bien te puedes imaginar. Solo he regresado yo. Javier y
su familia se han quedado unos días más yo tenía cosas que resolver y me he
adelantado.
—Ya me imagino, lo que daría por poder irme unos días.
—Si tienes unos días libres llámame y me encargo de todo. Toma mi
número. –Ana apunto su teléfono en una hojita de papel y se la entregó a
Sara.
—Muchas gracias, te tomo la palabra. ¿Te puedo ayudar en algo?
—¿Esta Marcos?
—Si está en su despacho, esperaba una visita pero aun no ha llegado.
—Entonces voy a verlo antes de que llegue.
—¿Quieres que lo avise?
—No hace falta. Nos vemos ahora. – y Ana se encaminó hacia el despacho
de Marcos.
Ana llamó a la puerta pero no esperó respuesta y entró directamente.
Marcos estaba sentado tras su escritorio y a pesar de conocer la visita de la
joven su rostro denotaba sorpresa. La joven avanzó decidida y se sentó frente
a él. Ambos se observaban sin decir una sola palabra intentando encontrar un
punto débil en su adversario. Después de unos tensos minutos de silencio
Marcos se decidió a comenzar la reunión.
—Bueno, tú dirás.
—Ya veo que quieres ir directamente al grano.
—Sí, tengo cosas que hacer dejemos a un lado las formalidades.
—Está bien. Toma. – Ana dejo una memoria USB sobre la mesa.
—¿Qué es eso?
—Creo que es algo que puede interesarte.
—¿Qué tiene que ver con Olga?
—Puedes ver el contenido. No tengo prisa y así sabremos de qué hablamos
los dos.
Marcos cogió la memoria flash y la pincho en uno de los puertos de su
ordenador. En el monitor ante él aparecieron un serie de carpetas todas con
nombre de mujer. De una manera u otro todos aquellos nombres le sonaban
de algo. Pincho en una de ellas al azar y aparecieron dos subcarpetas. Fotos.
Videos. Hizo doble clic sobre la de fotografías y aparecieron en la pantalla
decenas de fotos de una joven en distintas situaciones embarazosas y en
muchas de ellas él la acompañaba. Cuando hizo lo propio con la carpeta de
videos pudo ver varios en los que la joven y él eran los protagonistas. La cara
de Marcos cambio de gesto y se puso completamente blanco. Decidió probar
en otra y buscó la que se llamaba OLGA. Pudo ver fotos y videos de sus
encuentros con la hija de su socio.
—¿De dónde has sacado todo esto? – preguntó Marcos intentado contener
su rabia.
—Eso ahora no importa. Lo que realmente importar es que hago con todo
ese material.
—Voy a borrarlo ahora mismo – dijo Marcos alterado moviendo el ratón
sin sentido.
—Como quieras. Tengo varias copias más listas para ser entregadas a
quien corresponde.
—Eres una puta. ¿Qué quieres? – dijo visiblemente cabreado.
—Puede que sea una puta, no te lo negaré, pero te advertí que me dejaras
en paz.
—Yo a ti no te he molestado.
—Es cierto. Pero has molestado a Olga y eso me cabrea mucho más. Y
mira por donde resulta que he encontrado cosas muy interesantes.
—Vamos. ¿Qué coño quieres de mí?
—Es fácil. Quiero ciento cincuenta mil euros en efectivo y tu deportivo.
Así me olvidaré de todo.
—¿Qué? Tú estás loca.
—Tal vez. Veo que no te interesa la oferta. – Ana se puso en pie y se
dispuso a marcharse.
—Espera, siéntate. – la detuvo Marcos. – Negociemos.
—Está bien. ¿Qué ofreces? – dijo Ana volviendo a sentarse.
—Te doy diez mil, te olvidas de todo y yo no uso las fotos que tengo tuyas
de la fiesta. ¿Qué dirán tus padres si las ven?
—¿Intentas chantajearme tu a mi? Marcos, por favor te creía más
inteligente. Me da lo mismo lo que digan mis padres, no creo que se
sorprendan por eso, saben que he hecho cosas mucho peores. Y si decides
enviarlas a mis amigos o conocidos puedes hacerlo cuando quieras, me es
indiferente. Solo te digo una cosa: Estas seguro que a ti también te es
indiferente que eso lo vea tu mujer, tu socio, la policía y un juez de menores.
Si es así estamos perdiendo el tiempo los dos.
—No te atreverías.
—Quieres apostar algo a que en menos de 24 horas tienen una copia de
todo eso y tú duermes en comisaria esta noche.
—¿Cómo puedes ser tan zorra?
—Digamos que he ido evolucionando hasta llegar aquí, gracias a tipos
como tú.
—Vale. Te daré cincuenta mil y te compro un coche pequeño. – Intentó
negociar Marcos.
—¿Qué tal… ciento cincuenta y tu coche?
—Setenta y cinco.
—Mira Marcos, sabes cuál es mi precio y no pienso bajar un solo céntimo.
Tómalo o déjalo pero no me hagas perder el tiempo. ¿Qué?
—¿Es tu última palabra?
—Sí. Así que dame una respuesta. Lo tomas o lo dejas.
—Está bien – dijo aceptando su derrota.
—Perfecto. Mañana a la misma hora quiero el dinero y las llaves del coche
con los papeles en regla. Yo traeré las copias.
—No puedo hacerlo en tan poco tiempo.
—Estoy segura de que si puedes. Mañana a las doce paso a recogerlo.
Hasta mañana. – dijo Ana levantándose y salió del despacho con una sonrisa
de satisfacción en la cara.
Al día siguiente cuando en la radio que Marcos tenía en el despacho daban
las señales horarias del medio día Ana entraba en su despacho sin llamar. La
joven sorprendió a Marcos con un maletín abierto sobre la mesa.
—Espero que eso sea lo mío – dijo Ana a modo de saludo.
—Sí, es lo tuyo. Espero que tú hayas traído lo mío.
—Claro. Soy una mujer de palabra.
Marcos cerró el maletín y puso sobre él una carpeta con la documentación
del coche y los juegos de llaves, para luego empujarlo suavemente hasta Ana.
—Ahí lo tienes. El coche esta abajo en el parking.
—Aquí tienes lo tuyo. – y Ana saco de su bolso cinco memorias flash que
dejó sobre la mesa.
Ana cogió el maletín, la documentación y las llaves y se dispuso a salir del
despacho.
—¿No lo cuentas?
—No, no hace falta. Me fio de ti.
—Tal vez no deberías.
—Yo creo que sí. Igual que tú has de fiarte de mí.
—¿Cómo? No me has traído todas las copias.
—Sí. Esas son todas las copias. El original lo tiene un notario con las
instrucciones pertinentes por si a mi casualmente me sucede algo o
simplemente intentas engañarme. Solo tengo que hacer una llamada y tú serás
historia.
—Pero…
—Pero nada Marcos, entre putas y cabrones hemos de fiarnos los unos de
los otros. ¿No crees? Adiós.
Ana salió del despacho, bajo al parking y salió conduciendo su nuevo
coche. Unos días más tarde estaba instalada en su nuevo apartamento. Esas
Navidades las pasó con sus padres en Mallorca. Cuando regresó tras las
vacaciones retomó sus estudios. No volvió a tener contacto con Javier y su
familia a excepción de Olga con la que se encontró en algunas ocasiones en
la facultad. Marcos la había dejado tranquila aunque seguía manteniendo con
su padre un apasionado romance en complicidad con su madre y su hermano.
———xxx———
Algún tiempo después…
—Olga, me tienes cautivado – susurró su padre a su oído –. Vamos a mi
dormitorio quiero follarte.
Cuando se levantaron de la mesa a Javier le era imposible disimular su
erección, abrazo a su hija por la espalda y así fueron hasta la habitación.
Entraron apresurados y se abrazaron para besarse con lujuria, mientras su
ropa iba cayendo prenda a prenda a sus pies.
—Esto es una locura – dijo Olga cuando Javier la estrechó de nuevo en sus
brazos.
—¿Te arrepientes de algo? – pregunto su padre mientras tomaba los
pechos de su hija y acomodaba su verga entre sus muslos. – Me tienes
cautivado y te deseo a todas horas. ¿Te arrepientes?
—No. No me arrepiento de nada – respondió Olga entre jadeos.
—Disfrutemos entonces.
Javier flexiono las piernas para acomodarse a la anotomía de su hija.
Movía la cadera adelante y atrás de tal manera que su polla acariciaba el sexo
de su hija. Sus manos amasaban sus firmes y duras tetas. Olga en respuesta
movía las caderas haciendo chochar su culito respingón con el abdomen de su
progenitor. El sexo de Olga convertido en flujo empapaba a ambos.
—Si continuas así harás que me corra sin que me la metas – acertó a decir
Olga entre grito y grito.
Minutos después Olga se corría con un escandaloso orgasmo. Lejos de
relajarse eso hizo que el deseo de la joven se intensificara. Javier ya conocía
las necesidades de su pequeña y la dejo recuperar el aliento. La acerco hasta
la cómoda e hizo que se inclinase formando un ángulo de noventa grados.
Olga se sujetó con fuerza al borde del mueble mientras su padre abría sus
piernas.
Olga creyó que la penetraría en ese momento, estaba empapada y deseaba
tenerlo dentro. Pero esos no eran los planes de su padre, se puso de rodillas
tras ella y hundiendo su cara entre las piernas de su hija comenzó a lamerla.
La joven no pudo contener los gritos de placer cuando la lengua de su
progenitor estimuló su punto más sensible.
Los dedos de Javier acompañaron el trabajo de su lengua y si adentraron en
el interior de su pequeña niña. Sus labios recorrían la limpia y suave vulva de
su hija haciéndola enloquecer. Javier estimuló el clítoris de Olga justo en el
momento que sus dedos se hacían con el punto de máximo placer interior. La
joven agarrada con fuerza al borde de la cómoda se retorcía de placer y
sacudía la cabeza entre gritos y gemidos de placer. Javier alternaba
magistralmente las succiones de sus labios sobre el clítoris de su hija con la
penetración de sus dedos. Los músculos del sexo de Olga se contraían
entorno a los dedos de su padre anunciando lo inminente. Una ola de placer
se apoderó de su cuerpo mientras se corría por segunda vez. Su sexo se había
licuado y empapaba la cara de su padre.
—Eres exquisita, un manjar de dioses. – dijo Javier mientras continuaba
lamiéndola.
—Lo sé – respondió Olga con un punto de inmodestia. – Ahora fóllame.
Javier se puso en pie y separando los cachetes de su pequeña acomodó su
capullo en la entrada de su sexo. Olga se estremeció al sentir la polla de su
padre a las puertas de su cueva del placer. Cuando el hombre adelanto su
cadera su miembro se abrió paso en el interior de su hija. Javier la penetraba
con fuerza enterrándola en cada embestida completamente en el cuerpo de la
joven. Arrancándole con cada nueva penetración un grito de placer.
—¡Más fuerte papá, fóllame más fuerte! – exigió Olga.
Su padre no respondió tan solo incremento el ritmo y la fuerza de sus
embestidas. Los pies de Olga se elevaban del suelo con cada envite y ella se
aferraba a la cómoda con fuerza para no perder el equilibrio. Su reflejo en el
espejo mostraba una Olga desencajada por el placer y un Javier concentrado
en darle todo a su hija sujeto a su cintura.
El placer de nuevo se apoderó del cuerpo de Olga y un orgasmo que se
repetía una y otra vez avanzaba imparable por todos y cada uno de los
rincones de su cuerpo. Su coño fluía en cataratas que corrían por las piernas
de ambos, mientras Javier seguía penetrándola sin parar. La joven gritaba,
gemina y se retorcía de gusto. Su padre en un último esfuerzo acelero sus
embestidas hasta inundar las entrañas de Olga con su simiente. Esta estaba
aun en el séptimo cielo del orgasmo cuando alguien la interrumpió.
—¡Javier! ¿Qué coño haces? – gritó Marta desde la puerta del dormitorio.
El hombre no respondió a su esposa. Se limito a salir del cuerpo de su hija
y a relajarse del esfuerzo realizado. Olga se incorporó jadeando y se
aproximo a su madre mientras el semen de su padre mezclado con sus jugos
resbalaba por sus muslos.
—No pasa nada. Solo lo pasamos bien. Vamos únete a nosotros – dijo
Olga con un tono suave y cautivador.
Olga avanzaba hacia su madre de manera sensual mientras su mano se
empapaba en el coctel que manaba entre sus piernas. Javier las observaba en
la distancia cuando su hija le tendió la mojada mano a su mujer.
—Pruébalo y dime que no lo deseas.
Marta lamió la mano y los dedos de su hija. Al principio tímidamente y
luego con glotonería mientras miraba a su marido y este le sonría aliviado.
Olga levantó su pierna y la apoyó en la cama de sus padres haciendo que su
sexo se abriese.
—Es todo tuyo, mamá – susurro la joven.
Su madre se puso de rodillas y metiendo la cara entre sus piernas comenzó
a limpiar a lengüetazos el flujo de su hija y el semen de su marido. Olga se
dejó llevar de nuevo por el placer que su madre le proporcionaba. La lengua
de Marta se movía ágil entre los pliegues de su hija. Olga aun muy sensible
por el orgasmo anterior soltó la cabeza de su madre y gimió cuando la lengua
de esta jugó con su clítoris. Marta estaba excitada y llevó sus al sexo de su
hija.
Javier abrazó a su hija por la espalda. El dudaba estando su mujer ahí, pero
cuando sus miradas se cruzaron por un instante supo que tenía su aprobación.
Entonces acoplo su verga entre los glúteos de su hija y sus manos apresaron
sus pechos.
—Te deseo –dijo Javier al oído de su hija.
Marta penetraba a su hija con sus dedos con un continuo y excitante ritmo
de entrada y salida, mientras sus labios succionaban con fuerza el sensible y
delicado botón rosa de Olga.
—¡Mmmm! Enséñame que sabes hacer con tu boquita mama – dijo Olga
extasiada.
Olga tuvo claro que su madre era una experta y que no era su primera vez
con una mujer. Sus dedos se movían dentro de ella de una manera magistral.
Sabia tocar los puntos exactos que la hacían disfrutar y sus labios acompañan
la labor de forma única. Mientras, Javier movía su polla entre sus nalgas
como si la estuviese penetrando. Las personas que un día se unieron para
concebirla ahora se afanaban en darle placer.
Cuando las piernas de Olga no fueron capaces de sostenerla su padre la
sujetó con fuerza. Ella tomo la cabeza de su madre y la acercó aun más a ella
para que no dejara de darle placer. Volvió la cara hacia Javier y este la besó
en la boca ahogando el grito de su orgasmo.
Javier liberó a su hija de entre sus brazos y esta cayó de rodillas junto a su
madre. Olga la abrazó y la beso con ansia en la boca. La joven tomó a su
padre de la mano e hizo que se pusiese frente a ellas. No hizo falta nada más.
Marta cogió la polla de su marido y se la metió en la boca. La madre de Olga
era buena en las técnicas orales de eso no cabía duda. Estaba haciendo un
gran trabajo en la mamada a su padre. Se tragaba la verga por completo con
lujuria y succionaba con fuerza mientras estimulaba sus huevos con su mano.
Olga colocándose tras su madre la abrazó y la besó en el cuello. Buscó la
cremallera de su vestido y cuando esta bajó hasta su tope este cayó hasta sus
corvas donde estaba arrodillada. Luego bajó el tanga y le dio un azote.
—¿Qué hacéis? – interrogó una voz desde la puerta.
Cuando la joven giró la cabeza su hermano Carlos los observaba.
—¿Qué haces ahí? – inquirió Olga.
—Eh… – Carlos no supo que decir.
Aquello era extraño pero a partir de ese momento había una nueva relación
familiar. Se acostaba con su padre y su madre acaba de comerle el coño como
nunca lo habían hecho. Por la mirada que su hermano y su Marta
intercambiaron podía adivinar que había más que la relación filial. Sería
mejor que todos estuviesen en ello, pensó Olga. Luego se puso en pie y se
acercó a su hermano.
—Venga Carlos únete a nosotros – dijo seductora.
Carlos se tensó cuando su hermana lo abrazó completamente desnuda
delante de sus padres que se encontraban en la misma situación. Se relajó
cuando vio que nadie decía nada y pasó a la acción. Besó la boca de su
hermana con pasión y agarro su culo para apretar sus cuerpos uno contra otro.
Olga pudo sentir la dura polla de su hermano en su vientre.
—Vamos quítate la ropa – lo apremió Olga mientras acaricia el bulto de su
entrepierna sobre el pantalón.
Mientras Carlos se quitaba el pantalón y su hermano no se perdía detalle
este le hizo un gesto con la cabeza para que mirase a sus padres. Javier se
había recostado en la cama y Marta se disponía a ponerse a horcajadas para
follarlo.
—¿Te has follado a Carlos? – preguntó Javier a su mujer.
—Sí, y puedes estar orgulloso de él porque esta a tu altura – respondió
Marta. Luego gritó cuando al dejarse caer sobre el erecto miembro de su
marido este la llenó completamente. Marta recobró el aliento y comenzó a
mover sus caderas.
Carlos ya desnudo junto a su hermana mostraba una potente erección.
Ambos hermanos se abrazaron y volvieron a besarse. El joven acopló su
miembro entre los muslos de su hermana mientras sus manos amasaban otra
vez sus posaderas. Olga elevó su pierna para rodear a la cintura de su
hermano dejando su húmedo sexo a su entera disposición. Carlos metiendo su
mano desde atrás acarició el sexo de su hermana, haciéndola gemir cuando su
dedo abrió sus sensibles labios.
Mientras sus padres disfrutaban en la cama. Marta cabalgaba sobre su
marido y sus tetas bailaban al ritmo de sus saltos. Javier sujetaba a su mujer
por la cintura para acompañar sus movimientos con las envestidas de su
cintura.
—Si quieres follarme vamos al baño. Tengo el coño inundado de leche de
papá – indicó Olga.
—¿Estás segura? – susurró Carlos.
—Claro. Vamos.
Olga cogió de la mano a su hermano y entraron en el baño del dormitorio
de sus padres. Ella se sentó en el inodoro y frente a su hermano vació su
vejiga sin pudor. La joven sentía como la simiente de su padre resbalaba de
su sexo.
—Tú no meas – le dijo Olga a su hermano cuando se incorporo.
Carlos se colocó en posición y tomo entre sus dedos su polla semierecta y
apuntó. El dorado liquido manó y Olga lo miraba recordando la primera vez
que vio a un hombre hacer eso y en lo que derivó. Recordó como su padre
entró en el baño mientras ella se duchaba y meo frente a ella sin ningún
reparo. Luego todo fue surgiendo. Los gritos que llegaban desde el
dormitorio anunciaban que Marta estaba en pleno éxtasis. Los hermanos se
miraron y sonrieron como cuando eran niños y estaban a punto de hacer una
travesura.
Olga entró en la ducha y abrió el mando de la ducha manual, subió una de
sus piernas y enfocó el chorro de agua en vértice de ellas. Con la mano libre
abría su sexo para que el agua penetrase en él y quedar lo más fresca posible
para su hermano.
—Entra conmigo – invitó Olga a Carlos.
Carlos no se hizo de rogar y entró en la ducha junto a su hermana. Olga lo
besó en los labios, estaba excitada y las emociones de las últimas horas
habían sido intensas. Carlos alargó la mano y acaricio el sexo de su hermana.
Ella le dio el bote de gel y este lavó con entusiasmo la concha de Olga. Ella
gemía al sentir sus dedos recorriendo su rajita una y otra vez. Olga puso gel
en sus manos y enjabonó a conciencia el erecto miembro de su hermano,
mientras el agua seguía cayendo sobre sus cuerpos desnudos. Cuando Olga
dio por buena la limpieza de sus cuerpos aclaró el jabón de ambos y cerró el
agua. Se puso de rodillas frente a Carlos tomó la dura herramienta de este en
su mano y mirándolo a los ojos le dijo.
—Voy a hacerte una mamada pero no quiero que te corras en mi boca,
tengo otros planes para ti.
Olga comenzó a masturbarlo y cuando sus labios envolvieron el capullo de
su hermano este no pudo contener un gemido de placer. Con más de la mitad
de la verga de Carlos en su boca los labios de la joven la estrechaban con
fuerza mientras su lengua hacia infinitos círculos entorno a su inflamado
capullo. Carlos jadeaba sin cesar mientras se sacudía follando la boca de su
hermana. Olga jugaba con los huevos de su hermano al tiempo que él se la
metía hasta la campanilla. Sus tetas danzaban al son que imponían las
embestidas de Carlos, mientras ambos buscaban la mirada del otro. Olga se
separó de su hermano sacándose la polla de la boca para lamerla en toda su
longitud. Después metió las bolas de Carlos en su boca y las devoró con
ganas.
—Te toca hermanito. Pórtate como el hombre que se que eres. No me
defraudes.
Y dicho eso, Olga se puso en pie. Luego doblo su cintura formando un
ángulo recto, separó sus piernas y apoyo con firmeza sus manos en la grifería.
Momentos antes su padre la había follado en esa posición y ahora era el turno
de su hermano. Carlos se colocó tras ella y recorrió su culo con sus manos.
La estaba acariciando con deseo y lujuria. Olga espera la embestida de su
hermano pero esta no llegó. Carlos se arrodilló y metiendo la cabeza entre sus
piernas insufló su cálido aliento en la humedad de su concha. Eso hizo que el
cuerpo de Olga fuese recorrido por un escalofrío de placer. Carlos lamía con
devoción todos y cada uno de los pliegues de la intimidad de su hermana. Su
lengua hacia círculos en los lugares más sensibles para luego penetrarla con
ella y se deleitaba degustando los jugos que destilaba el cuerpo de su
hermana. Finalmente se centró en el clítoris de Olga succionándolo con
fuerza y alternar una serie de movimientos. Primero succionaba al tiempo que
tomaba aire, después con leve movimiento de cabeza su nariz penetraba la
intimidad de su hermana dejando ahí su aliento para después volver a
comenzar. Olga gritaba con cada nuevo halito de su hermano y su sexo era un
manantial del que no dejaban de manar sus placenteros jugos.
—¡Carlos fóllame ya! – ordenó Olga con un grito totalmente indiferente a
la presencia de sus padres en la habitación contigua.
Su hermano no se hizo esperar y una vez incorporado la tomó por las
caderas. Carlos la penetró despacio para que saborease todos y cada uno de
los centímetros de su hombría. Olga se derretía y desesperaba con el lento
avance que ya le adelantaba las primeras notas del orgasmo. Cuando estuvo
totalmente empalada en la polla de su hermano esta se dilato en su interior
haciéndola gritar de gusto. La joven no contuvo el movimiento de sus caderas
buscando el placer de la penetración que le estaba negando. Carlos comenzó
a bombear atendiendo las señales de su hermana. Entraba y salía de ella con
fuerza haciéndola gritar con cada una de sus estocadas. No pudiendo
contenerse un segundo más, el cuerpo de Olga fue poseído por un húmedo y
prolongado orgasmo.
Marta y Javier observaban a sus hijos follar dentro de su ducha. Carlos
seguía penetrando sin parar a su hermana haciendo que su orgasmo no
tuviese fin. Javier se colocó entre los brazos de su Olga dejando a la altura de
sus labios su erección, mientras los cuerpos de sus hijos seguían chocando
nalga contra abdomen en un baile sin final. Olga con semejante herramienta
frente a sus ojos no lo dudó un segundo y abrió su boca.
Las embestidas de Carlos, en el coño de su hermana, hacían que esta se
tragara la polla de su padre hasta que su nariz chocaba con su pubis y su
capullo impactaba en su campanilla ahogándola. Javier la sujetó de los
hombros para no asfixiarla en cada golpe de cintura de su propio hijo. Así
Olga pudo degustar de nuevo el miembro de su padre. El coctel de semen y
jugos de sus progenitores la embriagó aun más en el deseo. Un deseo que su
padre y hermano se afanaban por saciar. Mientras uno follaba su boca sin
control, el otro continuaba haciendo lo mismo chapoteando en su coño.
Marta no quiso ser ajena al disfrute familiar. Cuando vio los pechos de su
hija moviéndose en un desordenado vaivén no pudo resistirse. Se posicionó
bajo Olga y tomó sus voluptuosas tetas en sus manos. Las amasaba sintiendo
su suave firmeza al tiempo que sus labios, dientes y lengua se ocupaban de la
erección de sus sensibles pezones. Javier y Carlos sincronizaron sus
movimientos y entraban y salían del cuerpo de Olga a un tiempo, mientras
Marta se afanaba en mamar de su propia hija. El placer que Olga sentía era tal
que los orgasmos se encadenaban uno tras otro sin cesar. Carlos no pudo
contenerse al sentir las convulsiones orgásmicas de su hermana y se corrió
gritando mientras le inundaba con su leche las entrañas. Javier viendo el
placer de sus vástagos no contuvo el suyo depositando su semilla en la
garganta de Olga. Esta la tomó con gusto procurando no dejar escapar una
sola gota de tan preciado manjar.
Cuando padre e hijo abandonaron el cuerpo de Olga dejándola vacía, su
cuerpo desmadejado cayó sobre el de su madre que la recogió en sus brazos.
Marta acunó a su hija en sus brazos mientras la besaba con pasión para
saborear la leche de su esposo. Olga correspondió al beso de su madre con la
misma pasión.
Olga fue extendiendo su cuerpo sobre el de su madre. De sus entrañas
escurría la leche de su hermano y en su boca aún había restos de la de su
padre. Cuando madre e hija acoplaron sus cuerpos ambas movían en círculos
sus caderas para que sus sexos rozando y frotándose uno contra otro
encontrasen el mayor placer. Al mismo tiempo la dureza de sus pechos se
clavaba en la contraria para acentuar la sensación de bienestar.
Javier no quiso desaprovechar la ocasión y se sentó de forma que las
cabezas de su mujer e hija quedaron entre sus piernas. Ambas mujeres no lo
dejaron pasar por alto y estimularon adecuadamente el miembro de su padre
y esposo con sus bocas. Carlos no queriendo ser ajeno al nuevo juego recorría
con sus manos los cuerpos de Marta y Olga al tiempo que enterraba su ya
dura vergas entre las nalgas de ambas.
Madre e hija se disputaban el miembro del cabeza de familia. Cuando
Marta mamaba con ansia la polla de su marido, Olga se ocupaba de estimular
adecuadamente con su boca los huevos de su padre para luego
intercambiarse. Las dos mujeres hacían esto sin dejar de mover sus caderas
para que sus sexos nadasen en sus respectivos flujos y en la simiente de los
hombres de la familia que habían depositado en sus entrañas. Madre e hija
imitando la penetración masculina hacían chocar sus cuerpos hasta alcanzar
el clímax. A pesar de sus respectivos orgasmos no dejaron desatendida la
verga de Javier que ante semejante espectáculo no se contuvo y cubrió de
blanco los rostros de sus mujeres. Carlos también incontenible ante la imagen
que se tenía ante él descargo su leche en la zanja de las nalgas de su madre.
El amasijo de cuerpos y extremidades comenzó a deshacerse cuando Javier
sugirió que era el momento de ducharse y regresar al dormitorio donde
estarían más cómodos. Todos se pusieron en pie. Madre e hija frente a frente,
con los ojos cerrados, se abrazaron mientras padre e hijo enjabonaban sus
cuerpos. Olga y Marta unieron sus labios mientras cuatro manos recorrían sus
cuerpos y unas vergas sin nombre buscaban un lugar entre sus muslos. La
tibieza del agua de la ducha cayó sobre los cuatro cuerpos cuando Javier la
conectó para que la espuma escurriese de sus cuerpos.
Poco a poco se fueron separando pero la excitación seguía habitando en
sus cuerpos. Fueron saliendo de la ducha y secando sus cuerpos con las
toallas y albornoces que entraron. Luego fueron saliendo hacia el dormitorio
sin pudor a sus cuerpos desnudos para ocupar un puesto en la amplia cama de
matrimonio. Padres e hijos reían y jugaban como cuando los chicos eran
pequeños e invadían su cama los domingos. Las únicas diferencias eran que
habían pasado quince años, los niños eran ya un hombre y una mujer, todos
estaban desnudos y las risas se debían a juegos mucho menos inocentes.
———xxx———
Unos meses más tarde…
Aquella tarde de principios de julio cuando Javier entro en el jardín de su
casa encontró un espectáculo maravilloso, tres bellas mujeres tomando el sol
en topless. Ya estaba más que acostumbrado a encontrarse a su mujer y a su
hija de ese modo, de hecho en algunas ocasiones incluso las había encontrado
completamente desnudas. Pero esa tarde madre e hija querían guardar
mínimamente las apariencias ante su invitada. Clara la novia de Carlos estaba
pasando la tarde con ellas.
—Buenas tardes – saludo Javier.
—Hola – respondieron Olga y Marta sin inmutarse.
—Buenas – dijo Clara al tiempo que se cubría el pecho con su antebrazo y
se ponía visiblemente colorada.
—¿Dónde está Carlos? – se interesó su padre.
—Ha salido pero no ha dicho donde – respondió su madre.
—Parece que estáis muy bien aquí y yo vengo asfixiado. Voy a cambiarme
y os acompaño después de darme un chapuzón – informó Javier y se dispuso
a entrar en la casa.
—Yo creo que será mejor que me marche ya a casa – dijo Clara.
—Quédate, Carlos seguro que vuelve pronto y así cenas con nosotros –
propuso Olga.
—Claro quédate – animo Marta.
—Gracias pero tengo que marcharme. Es el cumpleaños de mi abuela y
cenamos todos en su casa – se excusó Clara.
—Como quieras – le dijo Marta para luego gritar — ¡Javier!
—¿Si? – respondió Javier asomando se nuevo al jardín.
—Espera, no te cambies y lleva a Clara a su casa. Tiene que irse – pidió
Marta a su marido.
—No hace falta, no quiero molestar – añadió Clara.
—No es molestia. Además Javier estará encantado de llevarte – le dijo
Marta.
—Marta, de verdad, no hace falta molestar a Javier. Puedo ir sola – insistía
Clara.
—Clara no seas cabezota. Te lleva Javier y no se hable más – sentencio
Marta en tono de madre autoritaria.
—En ese caso voy a cambiarme – respondió Clara sumisa.
Clara cogió la parte superior de su bikini que descansaba en la hierba junto
a la hamaca sin retirar el brazo que cubría su pecho. Luego entró en la casa
mientras Javier se sentaba en el porche a esperarla. La joven al pasar junto al
hombre de forma inconsciente dirigió su mirada a sus pantalones que
parecían abultados en el sitio más obvio. Eso quería decir que lo más
probable es que ahí abajo estuviese su impresionante erección. La joven fue
directa al baño que compartían los hermanos y ahí se despojó de la braguita
del bikini para darse una ducha.
Cuando terminó, frente al espejo, la joven Clara observo la imagen de su
cuerpo desnudo. Se sentía a gusto con ella misma y con su precioso cuerpo.
El último año le había sentado muy bien. Con sus dieciocho años recién
cumplidos había concluido su trasformación y sus formas de mujer lucían en
todo su esplendor. Tenía unos preciosos pechos, altos y firmes, coronados por
unos erectos pezones en el centro de sus rosadas aureolas. Acarició la
erección de sus pezones, provocada el agua fría de la ducha, con las palmas
de sus manos. Ese leve contacto provocó un calambre que terminó en su
entrepierna. Retiró inmediatamente la mano, no quería entretenerse, la
estaban esperando. Continuó deleitándose con su cuerpo. Su culito firme y
duro era casi perfecto. Acaricio con ambas manos sus glúteos y un nuevo
calambre se prolongo al vértice de sus piernas. Retiró de nuevo las manos y
guiándose un ojo ante el espejo termino de secarse.
Una vez en el coche sentada junto a Javier, Clara, se dio cuenta que la
habían empujado de nuevo a estar a solas con él, después de mucho tiempo.
Sabía que no podría resistirse si él le hacía alguna insinuación. Seguía
enamorada de Javier, aunque había sido ella la que decidió dar por terminada
la relación después de unos meses apasionados. No estaba bien acostarse con
el padre de su novio.
Subiendo por La Castellana la mano de Javier se posó sobre la rodilla
desnuda de la joven después de un cambio de marcha. Antes de que Clara se
diese cuenta los dedos del hombre ya se aventuraban bajo su corta falda,
recorriendo la cara interna de sus muslos.
—Javier, no. Estate quieto, por favor – advirtió Clara apartándole la mano.
—Estaba deseando hacer esto desde que he entrado en el jardín –
respondió con deseo.
—Creo que te dejé claro la última vez que habíamos terminado. Te quiero
Javier pero no podemos seguir con esto. No está bien lo que le estamos
haciendo a Carlos y Marta. Además imagina que mi padre se enterase. No
podemos volver a hacerlo.
—Pensé que te referías a que tenías miedo a que enterasen de nuestra
relación. Y eso es una tontería sabes de sobra que tomamos todas la
precauciones posibles – respondió Javier.
Y la mano del hombre volvió a perderse bajo la falda de la joven. Clara,
tomándolo de la muñeca intento apartar la mano de su entrepierna. Pero no lo
logró Javier era mucho más fuerte.
—Mira, estás empapada – exclamó sonriente.
Los dedos de Javier acariciaban la suave tela de la braguita que cubría la
vulva de Clara, y ella dejó de oponer resistencia. No podía resistirse a sus
caricias, nadie la tocaba como él. No pudo resistirse ni la primera vez, cuando
casi la hace correrse con simple roce de sus dedos. Cuando debería haberle
dado una bofetada y contárselo a su padre. Lo que hizo fue aferrarse a su
cuello, besarlo y guardar el secreto.
Clara está enamorada de Carlos, de eso no tiene la menor duda. Carlos es
el chico ideal, es cariñoso, atento y casi siempre puede contar con él. Además
lo pasa genial con él en la cama, desde que empezaron a acostarse hace unos
meses, nunca imagino que sin tener experiencia sería tan buen amante.
Pero… no era Javier. Estar con Javier era distinto a todo. Si Clara fuese un
chico diría que Carlos es jugar en primera división, pero con Javier era jugar
la Champions. Además con Javier tenía un acicate que nunca tendría con
Carlos, el placer de lo prohibido.
Javier intentó quitarle la braguita a la joven llevando su mano hasta su
cintura. Era complicado con el coche el marcha si ella no ayudaba.
—¡Javier, para! – gritó asustada cuando el coche dio un bandazo.
—Quítatelas – ordenó Javier con dulzura.
La joven sabía que no debía hacerlo, pero lo estaba deseando y no podía
resistirse. Levantó el culito del asiento, subió su falda lo suficiente para bajar
sus braguitas y dejarlas a la altura de sus tobillos. Luego adelanto sus caderas
y abrió las piernas, para permitirle a Javier libre acceso al objeto de su deseo.
Y los dedos del hombre no se hicieron esperar yendo directamente al rosado
botón del placer.
Clara con los ojos cerrados disfrutaba de las caricias y el placer que Javier
le daba. No se percató que ya no iban a su casa y se dirigían a las afueras de
la ciudad hasta que Javier retiró la mano y abrió los ojos. La había dejado al
borde del clímax anhelante de obtener su recompensa. Pero ella sabía
perfectamente cómo obtenerla y que esperaba Javier de ella.
Las manos de la joven fueron directamente a la bragueta del conductor.
Sus pequeños y hábiles dedos bajaron la cremallera, para que su mano se
perdiese en su interior en busca de la dura carne. Extrajo de su escondite el
poderoso miembro y tomándolo con su mano comenzó a recorrerlo arriba y
abajo. Clara se inclinó sobre Javier y abriendo sus lindos labios tragó la
mayor longitud de miembro que pudo. Su cabeza subía y bajaba
acompañando los movimientos con su mano. De vez en cuando detenías sus
movimientos para pirarlo y así circunvalar con su lengua en hinchado glande
del hombre, durante unos segundos, antes de volver a comerle la polla. Clara
se incorporó de nuevo cuando notó que el coche se había detenido y no
escuchaba el ronroneo del motor.
Estaban en un parking que a Clara le resultaba familiar y en cuanto ambos
bajaron del coche lo reconoció al instante. Era el aparcamiento subterráneo
del hotelito donde daban rienda suelta a sus instintos durante sus encuentros.
Un hotel apartado y discreto frecuentado por parejas como ellos. Camino al
ascensor la joven coloco su falda, oculto en su pucho las braguitas mientras
con la otra mano se limpiaba los labios y Javier volvía a acomodar su
erección dentro de sus pantalones.
Como siempre una vez en el hall del hotel ella esperó junto a los
ascensores mientras Javier se acercaba a recepción. Ya no hacían falta
palabras y el recepcionista sabía que debía darle. Subieron juntos en el
ascensor y caminaron de la misma forma hasta su habitación habitual. Nada
en sus gestos y comportamiento presagiaba lo que ocurriría al cruzar la
puerta, aunque ella lo sabía perfectamente.
Ya en la habitación las manos de Javier tomaron los bordes de la camiseta
de la joven y la subieron hasta su cuello. Luego una de sus manos se perdió
nuevamente fajo la corta falda retomando las caricias iniciadas en el coche,
mientras la otra mano y su boca se ocupabas de sus ya más que duros y
sensibles pezones.
El puño de Clara se abrió dejando caer las arrugas bragas. Desabrochó su
falda y esta cayó a sus pies acompañando a la otra prenda. En el momento
que Javier se apartó de ella para comenzar a desabotonar su camisa
aprovechó para también quitarse la camiseta. Ahí estaba, de nuevo, desnuda
ante él aunque se había jurado que eso no se repetiría. Clara le sonrió con
picardía, mientras él se deshacía de su cinturón, y se subió a la cama
poniéndose en cuatro sobre ella. Apoyada en rodillas y codos volvió a
mirarlo, a él le encantaba verla así y como siempre lo notó en el brillo de sus
ojos al poderla contemplar expuesta para él.
Javier paseó su capullo por la húmeda entrada de aquella cálida cueva que
tan bien conocía para hacerse desear. Finalmente, después de unos segundos
que a Clara se le hicieron interminables, sintió como aquel puñal se
introducía en su vaina sin dificulta. Javier de pie tras ella la embestía con
fuerza una y otra vez hundiendo su miembro en lo más oscuro y profundo del
cuerpo de la joven.
La respiración acelerada se trasformo en jadeos y los jadeos en gritos
conforme el ritmo de las penetraciones se incrementaba. Clara ya conocía las
reacciones de Javier y lo que ellas implicaban. Su polla palpitaba en su
interior tras cada embestida, lo que significaba que estaba próximo el punto
en el que no había vuelta atrás. La joven se rebulló de su amante hasta lograr
tumbarse de espaldas, con las piernas abiertas para mirarlo fijamente. Javier
la cogió de las pantorrillas y tiró de ella para acercarla a él. La tomó de la
cintura y la elevó hasta que pudo penetrarla nuevamente. Clara descansó las
piernas en los hombros de su amante que la follaba con dureza, mientras ella
atendía con sus manos su inflamado clítoris y sus sensibles pezones.
Todo estaba a punto para la gran explosión. Las entrañas de la joven
comenzaron a contraerse con fuerza aprisionando la polla de Javier en su
interior. Sus empellones, más cortos, pero fuertes y profundos hicieron que la
brutal reacción se desencadenara recorriendo todos y cada unos de los
rincones de su anatomía. Mientras, Javier la inundaba con su leche
mordiendo su labio inferior para hacer más prolongado su placer.
Ambos se derrumbaron sobre la cama como si los hubiesen dejado sin
esqueleto que los sostuviese. Mientras ambos se recuperaban Javier besaba el
cuello de su joven amante que buscaba refugio entre sus brazos.
Pero en esa ocasión no tenían tiempo para más arrumacos. Javier se
levantó y comenzó a vestirse. Era tarde y a Clara la esperaban en casa. La
apremió para que se vistiese pero no la dejó que se pusiese las bragas. Las
acercó a su nariz, aspiró su aroma y las guardo en el bolsillo de su pantalón
antes de salir de la habitación.
De camino a casa de Clara ambos miraban al frente en silencio. Siempre
era así. Ella se sentía culpable por no resistirse a los encantos de Javier y se
juraba que no volvería a caer. Pero sabía que el fondo deseaba que se
produjese otra oportunidad en la que poder entregarse de nuevo a él.
El coche se detuvo frente a la casa. Clara se disponía a abrir la puerta y
despedirse pero Javier se adelantó con una petición.
—Mastúrbate para mí antes de irte. Quiero ver como lo haces.
—Ni lo sueñes. ¿Qué pasa si sale alguien de casa y me ve? Adiós Javier.
Clara se dispuso de nuevo a salir del coche pero Javier se adelanto
bloqueando con el seguro todas las puertas.
—Clara… hazlo por favor. Tócate para mí – le pidió de nuevo en un
irresistible susurro y con una mirada a la que no se pudo negar.
De nuevo había caído en su red. Clara subió su falda y llevó sus manos a
su vulva, iniciando unas lentas caricias. En ese momento supo que tenía que
llegar hasta el final. Los dedos de una de sus manos frotaban con fuerza su
clítoris en una interminable sucesión de círculos, mientras su otra mano se
entretenía estimulando los hinchados labios de su sexo. Clara jadeaba sin
parar con los ojos cerrados sabiendo que Javier tenía clavados sus ojos en ella
y en cada uno de sus gestos y reacciones. Su placer aumentaba
exponencialmente anunciándole que estaba cerca su recompensa. Javier, en
ese instante, metió dos de sus dedos en su vagina. Ella abrió los ojos y miró
al exterior. Le daba igual estar frente a la puerta de su casa, estaba a punto y
junto a Javier el pudor y la razón no tenían sentido. Los dedos de su amante
se movían en su interior con maestría y no dejaron de hacerlo aunque otra vez
esa tarde un intenso y prolongado orgasmo recorrió su cuerpo.
Javier sacó sus dedos al tiempo que desbloqueaba las puertas. Lamió la
esencia de Clara empapaba su mano y luego la beso en la mejilla. Ella abrió
la puerta, bajo del coche con las piernas aun temblorosas y que a duras penas
sostenían el peso de su pequeño cuerpos. Cerró la puerta y el cristal
descendió.
—Adiós Clara – le dijo Javier.
El coche arrancó antes de que ella tuviese tiempo a responder. Clara entró
en casa en silencio. De nuevo culpable por no resistirse a los encantos de
Javier y jurándose no volver a caer en ellos. Pero, como siempre, consciente
que a la menor oportunidad nuevamente se entregaría a él.
Javier también volvía a casa en silencio, también se sentía culpable por lo
que hacía con la hija de su socio. Pero no por él. Él se merecía que se follase
a su hija y seguro que cosas peores que no se atrevía a hacer. Se sentía
culpable por engañar a su hijo, pero era el precio que debía pagar por
vengarse del cabrón de su socio.
———FIN———
Quiero agradeceros a todos el seguimiento que habéis hecho de esta serie
de relatos. Gracias a ello, a vuestros comentarios, correos, consejos y
sugerencias ha sido posible.
Siento si algunos de vuestros correos han quedado sin responder pero el
tiempo es limitado. Quiero que sepáis que todos y cada uno de ellos los he
leído y tenido en cuenta.
Muchas gracias a todos. Besos apasionados.
Dark.