Antologia Critica de La Poesia Colombiana de Andres Holguin

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 419

ANDRES HOLGUIN

ANTOLOGIA CRÍTICA DE LA POESIA COLOMBIANA

1874 - 1974

Nota preliminar

La paradoja de la poesía consiste en que, al paso que no podemos definirla, ni


descifrar su sutil misterio, sabemos sin embargo dónde está y dónde no está al
leer un poema o unos versos.
Su paradoja radica también en que aparece en las voces más dispares:
Homero y Verlaine, San Juan de la Cruz y Francois Villon, Dante y Antonio
Machado.
Un primer intento, para aproximarnos a su esencia, podría consistir en
preguntarnos qué hay de común en aquellos que habitualmente aceptamos
como grandes poetas. Pero nada más frustrante que ese intento: porque, para
situarnos solo en el caso colombiano, ¿cuál es ese común denominador en los
acentos de Rafael Pombo y el "tuerto" López, Eduardo Castillo y León de Greiff,
José Asunción Silva y Luis Vidales? Incluso en poetas coetáneos, ¿cuál es la
esencia común en las obras de Silva y Guillermo Valencia, Aurelio Arturo y
Eduardo Carranza, Jorge Gaitán Durán y X-504? Podemos hacer, es cierto, una
"historia" de la poesía colombiana. Pero ello implica que sabemos ya, por
anticipado, qué es la poesía. Y, sin embargo, la definición nos escapa siempre.
Cuanto más la perseguimos, más se nos aleja.
Este extraño fenómeno se debe a algo connatural a la poesía misma. Es que -
para retomar un planteamiento hecho por Henri Bergson sobre otras cuestiones
- sólo podemos definir lo conceptual. La razón tiene límites muy precisos; y no
nos sirve para aprehender lo que se desarrolla en la corriente viva del tiempo,
que nos constituye. La poesía, como la vida, no es una abstracción, o un concepto
mental. Es arte. Y ningún arte puede ser estrictamente definido. Nuestra
capacidad conceptual, razonadora, queda referida a otras áreas: ciencia,
filosofía. Podemos dar una explicación científica, filosófica, jurídica, histórica.
Nada de ello roza siquiera esa zona donde se incuba, muy misteriosamente, la
mejor poesía. De ahí la dificultad intrínseca a toda labor de crítica poética.
Todo ello hace casi imposible el preparar una antología de la poesía: en
nuestro caso, de la mejor poesía escrita en Colombia a partir de 1874.
Sólo queda, evidentemente, un camino, como siempre que se hace una
antología: guiarnos por nuestra intuición del fenómeno poético, que es oscuro,
sin duda, pero que podemos descubrir en cada caso concreto, de manera directa,
vivencial. Leyendo la poesía colombiana de estos cien años - leyéndola con
amor, con pasión, con el fervor que en ella siempre hemos puesto - hallamos
distintas calidades, vertientes, signos. Llegamos a ella casi instintivamente. Pero
no se nos pida una definición, o una aclaración definitiva: la intuición estética es
mejor guía que todo razonamiento, y se convierte, en última instancia, en
suprema forma de conocimiento.
Son muchos los versos escritos en aquellos cien años. No es mucha la poesía.
Creemos haber leído todo lo esencial: mucho nos sorprendería que estuviera
publicado un buen poema que desconociéramos. No lo decimos con vanidad
sino como resutado de un largo amor hacia esta poesía nuestra, que nos ha
impregnado desde la infancia; o desde antes. En tales circunstancias, toda
exclusión ha sido voluntaria.
Exclusiones? Sí, forzosamente. Al hacer esta "Antología crítica", este deleitoso
viaje por nuestra poesía (primordial si no exclusivamente por nuestra lírica), es
necesario señalar nuestras preferencias, dar relieve a algunos grandes poetas,
dejando muchos, muchísimos nombres por fuera, y, además, buscar en cada
autor lo más hondamente poético, desechando a la vez numerosos poemas
célebres.
Hemos querido hacer este recorrido con ojos siempre frescos. Replantearnos
cada uno de los "problemas": Pombo, Fallon, Silva, Flórez, Maya, Pardo García,
los integrantes de "Piedra y Cielo" y los más recientes. Y abocar cada uno de
ellos en esa forma: como un problema, como un enigma. Hasta dónde hay poesía
en Valencia? Cómo situar adecuadamente a Obeso y Castillo, a Gonzaloarango o
Quessep? Hay auténtico lirismo en Luis Carlos López y en Mariamercedes
Carranza? Cuáles son, entre los últimos poetas, los que están creando una poesía
verdadera - verdadera a partir de su peculiar enfoque - , llamada a perdurar? En
realidad, cada poeta - casi, cada poema - suscita una serie interminable de
interrogantes. Esta Antología es el intento de dar respuesta - desde nuestro
ángulo muy personal también - a esos interrogantes.
No solo son innumerables los libros de versos que se han escrito en estos
cien años sino que son muchísimas las antologías que se han hecho1.

1
Puede consultarse la "Bibliografía de la Poesía Colombiana"
hecha por Héctor H. Orjuela así como la obra titulada "Las
Antologías Poéticas de Colombia", del mismo autor. Ambos volúmenes
han sido publicados por el Instituto Caro y Cuervo (1971 y 1966,
respectivamente).
Sin embargo, muy pocas de éstas son realmente aprovechables. Las
clasificaciones son deficientes, cuando no arbitrarias o radicalmente erróneas.
Escuelas y corrientes están por definir todavía. Hay que inventar o bautizar
movimientos.
La crítica literaria es igualmente abundante y engañosa. Es mucho lo que se
ha escrito sobre poesía. Pero muy poco lo que hoy podemos utilizar. Las obras
de conjunto, sobre la literatura o la poesía colombiana, son escasas. La
monumental de don Antonio Gómez Restrepo ha perdido vigencia, como
envejecida prematuramente. Hay páginas luminosas del maestro Rafael Maya.
Javier Arango Ferrer publicó una síntesis penetrante, aunque no siempre
acertada en materia poética. Hay ensayos críticos aislados, sobre determinadas
figuras. No es mucho, en realidad. También, dentro de todo ello, tenemos que
guiarnos por nuestra intuición - intuición, empero, fundada en el conocimiento
de todos los textos indispensables - , para señalar tendencias, formar grupos,
establecer valores...
Pensamos que nuestro concepto sobre la poesía, o, más exactamente, nuestra
intuición sobre lo poético, aparecerá claramente al lector una vez que recorra
los poemas escogidos y las notas que les sirven de comentario - sobre todo, si su
fervor por nuestra lírica hace que nos acompañe hasta el final... Pero no es algo
que podamos darle por anticipado, en unas pocas líneas. Será necesario que el
lector se acerque con nosotros, pausadamente, a estas formas misteriosas y
puras - versos o prosas poemáticas - a través de las cuales unos seres singulares
han tratado de expresar su emoción - su amor, su arrobo, su angustia, su tedio,
su desgarramiento, su nostalgia- y también su visión del mundo y del hombre.
Dice Dilthey que el mismo enigma se propone al filósofo, al poeta y al místico.
Y es cierto: el "objeto" no difiere. Es el misterio del yo y del extraño universo que
habitamos. No intentemos definiciones, ni de ese enigma ni de esa forma
transparente en que los poetas se expresan: la poesía. Veamos más bien, de
manera concreta - analizando experimentalmente el "fenómeno" - cómo se ha
presentado ese enigma a los poetas colombianos en estos cien años. Y cómo han
intentado resolverlo; o, al menos, expresarlo.
Ello nos conduce hacia los poemas. Al hacer esta Antología, hemos optado
por un criterio de mucho rigor estético. Sin embargo, en los tres capítulos finales
modificamos un tanto esta actitud, para la selección de los poetas y el análisis de
las obras, teniendo en cuenta que la creación lírica posterior a 1950 es muy
desconocida y que sobre ella se ha ejercido en menor medida la crítica. Este
cambio de criterio nos parece aconsejable para un mejor conocimiento y
difusión de los últimos poetas y tendencias líricas.
Capítulo I

EL ULTIMO ROMANTICISMO

Esta Antología comprende un siglo: 1874-1974. Son cien años de poesía


colombiana que, en sustancia, podrían quedar muy bien representados con
poemas de diez o doce autores, porque la sorprendente riqueza lírica del país no
consiste en tener muchos poetas, sino unos pocos realmente excepcionales.
Sin embargo, nuestro propósito va más allá: no es tanto hacer una nueva
selección de versos sino elaborar un cuidadoso estudio de nuestra poesía en ese
período: hacer una Antología crítica, un análisis de poetas y poemas, de escuelas
y movimientos.
Para delimitar el objeto de este estudio, hay que fijar un punto de partida: los
poetas que están creando sus obras en 1874. Son los del segundo ciclo
romántico2. Pero, antes de estudiarlos, debemos detenernos, así sea
brevemente, en la naturaleza de aquel movimiento: el romanticismo.

Juan Jacobo Rousseau se pasea, un día - es el año de 1765 - , por los contornos
del lago de Bienne, en Suiza. Es un lago hermoso, pintoresco, enigmático: como
de novela, piensa el escritor, "romantique". Es él quien emplea, así, por primera
vez la palabra "romántico". Del adjetivo se pasará pronto al sustantivo. La
Academia Francesa acogerá el término en 1798. El sentido inicial que el vocablo
tiene en Rousseau - novelesco, imaginativo, emotivo, fabuloso - perdurará, pero
adquirirá también otros contenidos. Tantos, y con matices tan tornasolados, que
llegará a ser difícil definirlo. Hoy sigue siendo un término ambiguo.
Víctor Hugo decía, a principios del siglo XIX, que el Romanticismo es la
revolución francesa hecha literatura. Y es cierto, en cuanto el romanticismo
tiene de libertad, de individualismo, de rebeldía, de ruptura, de inconformismo.
El nuevo movimiento - que, iniciado en Alemania, desborda los marcos de la
estética - se impone, primero en Francia hacia 1830 (fecha clave es la
2
Los poetas del primer ciclo romántico habían muerto ya:
José Eusebio Caro (el grandioso poeta de "En alta Mar" -los
hexámetros más bellos escritos en castellano- y al emotivo amante
de "Estar contigo") fallecido prematuramente, en Santa Marta, en
1853; Julio Arboleda, muerto trágicamente en 1862; Gregorio
Gutiérrez González, en 1872...
presentación de "Hernani", del propio Víctor Hugo, en la Comedia Francesa en
ese año), y luego, irradiando desde París, en otros centros europeos y
americanos. A nuestras letras llega con algún retraso.
Frente a la tendencia universalista y objetiva del clasicismo, y sobre todo
reaccionando contra el arte del siglo XVIII, el romanticismo se inspira en temas
muy concretos, personales, se abisma en lo psicológico y sentimental. La
circunstancia particular del poeta juega papel decisivo. Aristóteles decía que el
hombre superior no habla de sí mismo. Es, en general, lo que ocurre con el arte
clásico: el romántico, en cambio, no habla sino de sí mismo. Por ello, la poesía
romántica es, casi siempre, autobiográfica (Lamartine, Bécquer, Byron, Pombo):
testimonio del poeta sobre sus vivencias, incluso las más íntimas. Y así, más que
brotar del intelecto, en forma serena y armoniosa, como las grandes creaciones
clásicas (piénsese en Fray Luis de León), las románticas emanan de una
sensibilidad agudísima. Poesía de la sensibilidad y no del intelecto, lo es también
de lo instintivo e impulsivo, lo sensual: tiene su origen en lo más secreto del ser.
Pero el romanticismo no puede limitarse a la corriente estética aparecida en
aquel ámbito cronológico: las primeras décadas del siglo pasado. Es, más que
todo, un estado de alma. O una peculiar visión del hombre y el mundo. Había
tenido ya un antecedente cercano, y muy significativo, en el barroco europeo:
piénsese en Quevedo y Calderón, Corneille y Jean de Sponde. Pero hunde sus
raíces más allá. Mundo apolíneo y mundo dionisíaco, los dos polos entre los
cuales se gesta y desarrolla la antigua cultura griega, corresponden,
aproximadamente, a los dos estados de alma de clásicos y románticos. El dios de
la luz y el de la embriaguez - razón y delirio - prolongan sus reinos móviles hasta
nuestros días: algunas formas del último simbolismo, del surrealismo y del
existencialismo están muy cercanas de lo romántico y de lo dionisíaco.
Sensibilidad y sensualidad; sentido del misterio más que de la realidad
objetiva; "pathos" e inspiración; éxtasis y embriaguez; emoción individual,
recóndita, y por lo mismo inefable; libertad expresiva; rebeldía contra
tendencias y temas anteriores; ímpetu, entusiasmo, fervor, calor del alma: todo
ello pertenece al romanticismo. Un rechazo de vivir solo por la inteligencia,
como ha escrito Lanson. Fusión, por tanto, de arte y vida. Y predominio del
corazón, del sueño, de la fiebre y el fervor del alma.
Anclado así en su sensibilidad, a veces en un sentimiento egocéntrico, el
romántico se acerca con frecuencia a lo religioso. No forzosamente al orbe
cristiano. Al contrario: el romántico, ansioso de eternidad y de infinito, tiene un
primer impulso religioso, o místico, para romper los marcos de su existencia
estrecha, o miserable. A veces, es un místico frustrado, o un místico de arranque,
solamente. Pero ello hace que su obra esté atravesada de "estremecimientos
metafísicos". El romántico trata de ponerse en contacto con un absoluto, o con lo
desconocido.
El principal foco de irradiación del espíritu romántico es su subjetividad.
Renueva el misterio del mundo y del yo. Contempla el universo a través de una
profunda introspección. Su dominio es por ello, el de la intimidad. (En este
sentido, San Agustín es un precedente romántico). Y, lejos de fórmulas mentales,
el romántico pretende acercarse a la corriente, siempre cambiante, de la vida.
Busca lo orgánico en movimiento, niega lo estático. El romántico busca el
dinamismo de su propio existir. Desea expresar un perpetuo nacimiento, "una
actividad viva" que engendra movimiento y variedad, como observa Friedrich
Schlegel. Ese tomar como tema la vida particular, pero entendiéndola como
parte de un ciclo cósmico, es lo que aparece en los filósofos que preludian el
romanticismo, muchos de ellos panteístas, como Schelling. El hombre es un
fragmento vivo del cosmos. Es la concepción de Gérard de Nerval, para poner un
ejemplo significativo. Novalis (muerto en 1801) aludía ya el "misterio de la
íntima fusión de la naturaleza con el espíritu humano". El poeta romántico vive
muy hondamente esa unidad de hombre y naturaleza animada.
De otro lado, en fuga constante del presente, que lo desencanta o angustia, el
romántico se sumerge voluntariamente en el pasado o aspira a proyectarse
hacia el futuro. El recuerdo, el olvido, la reminiscencia, o el presentimiento y la
profecía, serán algunos de sus temas reiterativos. La fuga del presente se
consuma en ocasiones mediante el viaje por el alcohol o la droga.
Además: la actitud romántica es de protesta. El romántico es siempre un
rebelde. Semejante a Prometeo, que es el gran romántico del mito helénico.
Rompe con todo, con Zeus y los otros dioses; y con el espíritu clásico, en
cualquier época. Lucha contra las normas impuestas. Anhela un aire ventilado,
libre. Reclama la posibilidad de expresarse con plena libertad. Es así como el
romántico de principios del siglo XIX rompe con el clasicismo anterior y, por
ejemplo en teatro, desconoce las unidades de tiempo, acción y espacio de la
poética aristotélica. Stendhal decía que el romanticismo representa el derecho y
el deber de una generación de expresar una sensibilidad nueva mediante una
nueva forma de arte, rechazando las normas dictadas por las generaciones
anteriores. Para definir la actitud romántica, esas palabras siguen siendo
válidas.
Finalmente, el romanticismo corresponde a una concepción peculiar sobre el
hombre, no forzosamente el bueno de Rousseau o el perverso de Baudelaire,
sino más bien aquel que es una disonancia en medio del universo. Incluso
sumergido panteistamente en la vida universal, es un fragmento disonante,
dramático. Ser clásico es armonizar con la naturaleza, con Dios y la sociedad,
consigo mismo. Ser romántico, es disonar. Y esa disonancia es la que lleva a la
rebeldía o al intimismo, a la introspección o a las ansias de libertad, al delirio o
al terror individual, y a la primacía de la imaginación y del sentimiento exaltado.

Las notas anteriores, esenciales del Romanticismo, son las que hallamos en
los poetas colombianos pertenecientes a este movimiento, en especial en Rafael
Pombo. Pero, antes de estudiarlo, es preciso hacer alusión a algunos otros
escritores de finales del siglo XIX.
José Joaquín Ortiz nace en 1814 y muere en 1892. Parece sobrevivirse, ya que
la publicación de su primera obra ("Corona de Humo") data de 1831. Por su
estilo, está situado en una equívoca frontera entre el pseudo - clasicismo del
siglo XVIII y el romanticismo del XIX. Trató de escribir poesía patriótica,
grandiosa y solemne, pero su intento quedó siempre frustrado. (Es de subrayar
el hecho de que ni Bolívar ni la gesta emancipadora tuvieron, en su instante, un
auténtico cantor). Se ha dicho que Ortiz es el "poeta de la patria y de la
bandera"; y es cierto: en el peor sentido que ello tiene. Su efusión literaria nos
deja, hoy, impasibles. Es oratorio grandilocuente. Repite sus temas y su
adjetivación. Su patriotismo y su fe se explican a la luz de su época; pero no son
rescatables los versos en que intentó reflejarlos. Siendo altisonante, se ha dicho,
con absurda hipérbole, que fue "de la escuela de Píndaro". Fue, más bien, de la
escuela del más retórico Quintana, al cual imita. En su poema "La última luz" hay
algunas pinceladas que anuncian ya el romanticismo posterior. Lo cierto es que
no nos deja ningún poema antológico.

Jorge Isaacs (1837-1895) es más conocido como novelista que como poeta3.
Con razón. En sus versos, rara vez se halla algún destello lírico, como en sus
octavas del "Rio Moro" ("las nieblas del abismo son tu aliento") o en "Las Hadas"
("soñé vagar por bosques de palmeras") o en algún soneto ("olvidarla en la
tierra no he podido"). En cambio, su romántica prosa es melodiosa, cautivante, a
veces apasionada. Su "María" fue un "best-seller" de la época: emocionó,
conmovió. Reflejó y alimentó, sin duda, muchos amores lánguidos. Su
romanticismo - que oscila entre la más pura sensibilidad y la cursilería -
representó todo un modo literario; un ademán y un tono. Sus descripciones son

3
Sus primeras "Poesías" aparecen publicadas, en 1864, en
Bogotá (Imprenta de "El Mosaico").
de perdurable belleza, como si el paisaje del Valle del Cauca hubiera penetrado
hasta sus páginas encendidas. Es decir: la poesía de Isaacs es la que se halla, no
en sus versos, muy deslucidos, sino en sus mejores instantes de novelista.

En la misma época - dos últimas décadas del siglo - escribe el doctor Rafael
Núñez (1825-1894). Su volumen de "Poesías" 4 es de 1885. Tiene, sin duda, más
importancia como político que como poeta. Gestó el movimiento de la
"Regeneración"; propició el retorno a la unidad nacional, que había quedado
atomizada y gravemente comprometida con los "estados federales"; inspiró,
junto con Miguel Antonio Caro, la Constitución de 1886, que ha sido la vértebra
institucional del país; y lo gobernó durante varios años. Sin su figura impar sería
imposible entender la historia colombiana de finales del siglo pasado5. Además
de político y gobernante, fue un pensador hondo, inquietante, como lo revelan
sus versos y, sobre todo, sus prosas. Espíritu profundamente escéptico,
desencantado - un tanto en contraste con sus ideales; su excepciunal
personalidad marcó su época, desbordó su medio. Pero, infortunadamente, su
poesía es siempre dura, amanerada. Es lástima que no nos hubiera dejado el
patético testimonio de sus sentimientos, de su intensa vida emotiva. Sus versos
se cuentan entre los menos melodiosos de nuestra lírica. Y, aunque en ellos las
ideas que se mueven son a veces interesantes, la poesía está ausente de sus
rígidas estrofas6. ¿Es la suya una poesía filosófica, como se ha pretendido? No lo
creemos, pues no se salva ni como poesía ni como filosofía. Y esa expresión es
demasiado comprometedora: recuérdese el bello libro de Santayana sobre "tres
poetas filósofos", Lucrecio, Dante y Goethe.
Rafael Núñez, evidentemente, no podría faltar en una historia del
pensamiento colombiano; pero no puede tener cabida en una antología poética,

4
"Poesías" -sólo doce ejemplares- (Bogotá, Imprenta de la
Luz, 1885). Una edición "definitiva y única auténtica" es la que
aparece en París (Lib. Hachette, 1889). Un primer poema de Núñez,
"A las armas", editado en Panamá (Editorial Bermúdez) se remonta a
1846, cuando el gran cartagenero tenía apenas 21 años.
5
Indalecio Liévano Aguirre escribió una penetrante y
exhaustiva biografía de Núñez. Borró no pocas leyendas. Descifró
su figura enigmática. Lo estudió dentro de su cuadro histórico. Es
una obra capital para el conocimiento no solo de Núñez sino de
esta época de trascendentales transformaciones.
6
Sus poemas más conocidos son "Que sais-je?" "Todavía", "El
Mar Muerto", "Moisés", "Sursum", "Vespero".
aunque - es bueno ponerlo de relieve - sus versos representaron, en su instante,
un saludable antídoto contra un costumbrismo intrascendente y contra un
sentimentalismo exagerado y de gusto dudoso.

Rafael Pombo fué un gran poeta. Basta, para ello, que nos haya dejado -
dentro de su extensa obra - unos pocos, sorprendentes, conmovidos poemas.
Tuvo raptos de gran poeta, y eso basta. En esos instantes, de abrumadora
tensión, se acercó al gran misterio de la existencia, tocó las claves más inefables
de la naturaleza y del hombre, vivió con amor y con angustia el enigma de la
noche y del alma. Todo ello cristalizó en unos cuantos poemas, creados con un
idioma de inaudita belleza.
"Cultiva todos los géneros - dice la Antología de Albareda y Garfias; desde la
fábula ingenua a la oda trascendente, desde el epigrama al poema épico, desde
los versos ligeros - llenos de gracia y colorido - a los sonetos religiosos, llenos de
desasosiego y fervor. En todo momento fue un gran poeta: poeta del amor y
poeta metafísico, armonioso y sensible, sugerente y patético, impetuoso e
íntimo, siempre personal y excelente".7
Ello es cierto, especialmente en cuanto a esa variedad de su espíritu poético,
abierto a todos los vientos de la inspiración; no tanto en cuanto que Pombo sea
un gran poeta "en todo momento", pues son innumerables los desmayos y
enredos literarios de su obra, demasiado extensa. Lo cierto es, más bien, lo
contrario: excepcionalmente es un gran poeta; pero, en esos instantes,
difícilmente se le supera, pues tiene un hondísimo sentido de lo poético. Deja,
así, un haz de poemas sobresalientes, donde lo amoroso y lo metafísico se
entrecruzan, románticamente. Pombo, al parecer, no pulía sus versos. Escribía
impulsado por una súbita, ardiente inspiración; y con una rapidez que es casi
siempre incompatible con la mejor lírica. Una facilidad prodigiosa echó a perder
gran parte de su creación, como ocurrió a Lope de Vega. Ello hace que sus logros
sean, siempre, fragmentarios, inclusive en sus mejores poemas. De este modo,
Pombo es quizá el poeta más desigual que ha tenido Colombia. Nadie le iguala
en bellezas altísimas; tampoco en caídas y prosaísmos; en versos estelares,
aislados, y también en inútiles versos de circunstancia, demasiados por
desgracia en los libros que, sin selección alguna, editó don Antonio Gómez
Restrepo: como en castigo, la Academia de la Lengua hizo otro tanto con la obra
7
"Antología de la Poesía Hispanoamericana -Colombia-"
(Madrid, Biblioteca Nueva, 1957).
poética del mismo don Antonio. En realidad, no es justo con un poeta editar,
después de muerto, sin defensa posible, (como en el caso de Pombo), todo
cuanto ha escrito. Solo unos pocos poemas están llamados a perdurar, como
verdaderas obras de arte. Lo demás, solo interesa a los eruditos.
Sin embargo, "Noche de Diciembre" - lo mejor sin duda de Pombo - es un
poema asombrosamente perfecto. De una pureza lírica que espanta. Una
continuada emoción lo sostiene, estremeciendo las estrofas. Es un poema
cruzado de amor y de inquietudes trascendentes. Lo mismo ocurre con su
soneto "De Noche". Y hay fragmentos de "Preludio de Primavera" y de su
tremenda "Hora de Tinieblas" (el poema más filosófico y hondamente blasfemo
escrito en el siglo XIX en tierras americanas), y fragmentos de "Siempre" que
conservan, intactas, su fuerza incomparable, su hechizo, su magnetismo, su
sentimiento delicado o sombrío, su hermosura sin mancha. Pombo se eleva, así,
a las más altas regiones de la lírica romántica. Pensamos que ni en España ni en
Latinoamérica - como se ha observado con frecuencia - hay un romántico que
pueda comparársele, a no ser - en otro tono, dimensión y significado - Gustavo
Adolfo Bécquer con sus "Rimas". Los otros poetas españoles del Romanticismo
(Espronceda, Zorrilla, Campoamor, Carolina Coronado, Gaspar Núñez de Arce)
fueron tragados por el tiempo. Nada de ellos se salva de este implacable
naufragio. Es poco también lo que aportan los poetas románticos
latinoamericanos. Así, en el coro del último romanticismo, ningún poeta español
o hispanoamericano tiene su clara inspiración, su voz inconfundible, su
transparencia poética, su hondura humana: todo ello fundido en una poesía que,
en sus hallazgos increíbles, es el testimonio autobiográfico de su temperamento
excepcional. De su sensibilidad agudísima.
De todos modos, como ya lo anotamos, Rafael Pombo es el inmenso poeta de
unos pocos poemas, que es forzoso desglosar de su vasta obra8. Pero estos
pocos poemas, o fragmentos, son verdaderos milagros líricos, creaciones que
muy bien pueden compararse con los mejores instantes de Lamartine, de Víctor
Hugo y los otros románticos europeos. Es especialmente interesante hacer el
paralelo entre la "Noche de Diciembre", por ejemplo, y "El Lago" o "Las tristezas
de Olympio".

8
Bibliografía de don Rafael Pombo: "Cuentos pintados para
niños" (New York, D. Appleton, 1867); "Cuentos morales para niños
formales" (New York, D. Appleton, 1869); "Poesías de Rafael Pombo"
(Bogotá, Imprenta Nacional, obra preparada y prologada por Antonio
Gómez Restrepo, 1916-1917). El instituto Caro y Cuervo publicó dos
volúmenes de su poesía inédita (1974).
El más alto ejemplo de esta poesía de Rafael Pombo es, precisamente, su
"Noche de Diciembre", que reúne todas las notas esenciales de su mejor lírica:

NOCHE DE DICIEMBRE

Noche como esta, y contemplada a solas,


no la puede sufrir mi corazón :
da un dolor de hermosura irresistible,
un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento,


esto que abrumador desborda en mí;
ven a hacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!... Es demasiado cielo


para el ojo de insecto de un mortal;
refléjame en tus ojos un fragmento
que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio


sin hacerme sentir mi pequeñez;
un cielo mío, que me esté mirando
que tan sólo a mí mirando esté.

Esas estrellas... ¡ay, brillan tan lejos!


con tus pupilas tráemelas aquí
donde yo pueda en mi avidez tocarlas
y apurar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta inmensa noche


que no es silencio: es místico disfraz
de un concierto inmortal. Por escucharlo,
mudo como la muerte el orbe está.

Déjame oírlo, enamorada mía,


al través de tu ardiente corazón:
sólo el amor transporta a nuestro mundo
las notas de la música de Dios.
El es la clave de la ciencia eterna,
la invisible cadena creatriz
que une al hombre con Dios y con sus obras,
y Adán a Cristo, y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando


el rocío del alma. Ebrio de amor
y de delicia tiembla el firmamento,
inunda el Creador la creación.

¡Sí, el Creador! cuya grandeza misma


es la que nos impide verlo aquí,
pero que, como atmósfera de gracia,
se hace entretanto por doquier sentir.

Déjame unir mis labios a tus labios,


une a tu corazón mi corazón,
doblemos nuestro ser para que alcance
a recoger la bendición de Dios.

Todo, la gota como el orbe, cabe


en su grandeza y su bondad. Tal vez
pensó en nosotros cuando abrió esta noche,
como a las turbas su palacio un rey.

¡Danza gloriosa de almas y de estrellas!


¡Banquete de inmortales! Y pues ya,
por su largueza en él nos encontramos,
de amor y vida en el cenit Fugaz,

ven a partir conmigo lo que siento,


esto que abrumador desborda en mí;
ven a hacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.

¿Qué perdió Adán perdiendo el paraíso


si este azul firmamento le quedó
y una mujer, compendio de Natura,
donde saborear la obra de Dios?

¡Tú y Dios me disputáis en este instante!


Fúndanse nuestras almas, y en audaz
rapto de adoración volemos juntos
de nuestro amor al santo manantial.

Te abrazaré como la tierra al cielo


en consorcio sagrado; oirás de mí
lo que oídos mortales nunca oyeron,
lo que habla el serafín al serafín.

Y entonces esta angustia de hermosura,


este miedo de Dios que al hombre da
el sentirlo tan cerca, tendrá un nombre
eterno entre los dos: ¡felicidad!

La luna apareció: sol de las almas


si astro de los sentidos es el sol.
Nunca desde una cúpula más bella
ni templo más magnífico alumbró.

¡Rito imponente! Ahuyentase el pecado


y hasta su sombra. El rayo de esta luz
te transfigura en ángel. Nuestra dicha
toca al fin su solemne plenitud.
A consagrar nuestras eternas nupcias
esta noche llegó... ¡Siento soplar
brisa de gloria, estamos en el puerto!
Esa luna feliz viene de allá.

Cándida vela que redonda se alza


sobre el piélago azul de la ilusión.
¡Mírala, está llamándonos! ¡Volemos
a embarcarnos en ella para Dios!
Todo el poema es conmovedor, desde los primeros versos, con los que vemos
abrirse esa noche infinita y sentimos el "dolor de hermosura", hasta los últimos,
que tocan lo sublime, con un final que, por misterioso - el poeta está ya casi
enajenado - es esencialmente poético. En pocos poemas de Pombo, como en
este, se vive el embrujo del erotismo. Nótese la belleza del idioma en que se
expresa ("apurar su seráfico elixir" - "déjame oírlo, enamorada mía" - "encarnar
el angélico festín"). También, el uso de la metáfora, como al hablar de la luna:
"cándida vela que redonda se alza... ", metáfora que ilumina y conmueve.
El poema es claramente romántico. Lo eterno, lo infinito, el cielo
desmesurado, el amor que compendia el universo, la extraña "música de Dios" el
egocentrismo ("pensó en nosotros cuando abrió esta noche"), son elementos
muy característicos del espíritu romántico. Lo mismo, ese verso estremecedor,
reiterado: "Esto que abrumador desborda en mí", línea que sintetiza la actitud
romántica, un sentimiento desbordante, abrumador, inefable.
Lo más asombroso del poema es esa manera tan intensa como el poeta
transmite su emoción, haciéndola revivir en el lector.

Algunas notas similares, de alta poesía, de belleza expresiva, pero con un


tono más religioso, de final resignación y esperanza, son las que resuenan en el
soneto titulado "De Noche", el único realmente antológico de nuestro poeta. Las
musas han enmudecido. La poesía y el amor no le dan ya sus mieles ("los gajos
del pomar ya no doblegan - para mí de una serenidad frente a la muerte, que lo
convierten en un ejemplo casi único en nuestra lírica:

DE NOCHE

La Vieillesse est une voyageuse de nuit.


Chateaubriand

No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡Oh casa! ¡Oh sacras musas mías!...
¡Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan


para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.
Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. Feliz el que consulta
oráculos más altos que su duelo!

Es la Vejez viajera de la noche;


Y al paso que la tierra se le oculta,
ábrese amigo a su mirada el cielo.

La múltiple inspiración de Rafael Pombo se abre hacia otros mundos. No es


ya la noche decembrina, donde sopla el amor bajo la presencia de Dios, ni
aquella otra de profunda resignación y sentido místico. El sol, repentinamente,
ha resucitado. El milagro de la luz destella en torno. Una claridad renovada
"pinta los jardines", "retoca" lo que el Creador hizo. Regresan la lumbre, la
sonrisa, las flores. Y el amor tiembla también sobre la tierra. Pero el poeta, ya
rota la felicidad de otro tiempo, solo puede añorar ese cielo perdido. Y quiere
recordarlo al lado de una juvenil compañera. Es casi una invitación al amor, a la
manera de Anacreonte. "Preludio de Primavera" no tiene, quizá, el alcance lírico
de la "Noche de Diciembre", pero su hermosura fascina. La emoción del poeta,
que le animó, sigue viva. Es el poder misterioso de quien escribe sinceramente.
Su sentimiento perdura por encima de la corriente del tiempo:

PRELUDIO DE PRIMAVERA

Ya viene la galana primavera


con su séquito de aves y de flores,
anunciando a la lívida pradera
blando engramado y música de amores.

Deja, ¡oh amiga!, el nido acostumbrado


enfrente de la inútil chimenea;
ven a mirar el sol resucitado
y el milagro de luz que nos rodea.
................................

Ven a este mirador, ven y presencia


la primera entrevista cariñosa,
tras largo tedio y dolorida ausencia,
del rubio sol y su morena esposa.
Ella no ha desceñido todavía
su sayal melancólico de duelo,
y en su primer sonrisa de alegría
con llanto de dolor empapa el suelo.

No esperaba tan pronto al tierno amante,


y recelosa en su contento llora,
y parece decirle sollozante:
¿Por qué si te has de ir vienes ahora?

Ya se oye palpitar bajo esa nieve


tu noble pecho maternal, Natura,
y el sol palpita enamorado y bebe
el llanto postrimer de tu amargura.

"Oh, qué brisa tan dulce! - va diciendo-


"yo traeré miel al cáliz de las flores;
"y a su rico festín ya irán viniendo
"mis veraneros huéspedes cantores".

¡Qué luz tan deliciosa! Es cada rayo,


larga mirada intensa de cariño,
sacude el cuerpo su letal desmayo
y el corazón se siente otra vez niño.

Esta es la luz que rompe generosa


sus cadenas de hielo a los torrentes
y devuelve su plática armoniosa
y su alba espuma a las dormidas fuentes.

Esta es la luz que pinta los jardines


y en ricas tintas la creación retoca;
la que devuelve al rostro los carmines
las francas sonrisas a la boca.

Múdanse el cierzo y ábrego enojosos


y andan auras y céfiros triscando,
como enjambres de niños bulliciosos
que salen de su escuela retozando.
Naturaleza entera estremecida
comienza a preludiar la grande orquesta,
y hospitalaria a todos nos convida
a disfrutar su regalada fiesta.

Y todos le responden: toda casa


ábrese al sol bebiéndolo a torrentes,
y cada boca al céfiro que pasa,
y al cielo azul los ojos y las frentes.

Al fin soltó su garra áspera y fría


el concentrado y taciturno invierno,
y entran en comunión de simpatía
nuestro mundo interior y el mundo externo.
Como ágil prisionero pajarillo,
se nos escapa el corazón cantando,
y otro como él y un verde bosquecillo
en alegre inquietud anda buscando;

o una arbolada cumbre, deslizante


sobre algún valle agreste y silencioso,
desde donde cantar en dueto amante
un Dios tan bueno, un mundo tan hermoso;

una vida tan dulce, cuando al lado


hay otro corazón que nos lo diga
con un cerrar de mano alborozado
o una mirada tiernamente amiga;

un corazón que para el nuestro sea


luz de esa vida y centro de ese mundo;
hogar del alma, santa panacea
y abrevadero al labio sitibundo.

Por hoy el ave amante busca en vano


su ara de amor, su plácida espesura:
que ha borrado el Artista Soberano
con cierzo y nieve su mejor pintura.
Pero no desespera, oye una pía
voz misteriosa que su instinto encierra
de que, así como el alma la alegría
volverá la alegría de la tierra;

al jardín, con sus flores, la sonrisa;


y al mustio prado la opulenta alfombra;
rumor y olor de selvas a la brisa,
y al bosque los misterios de su sombra.

Nuevo traje de fiesta a todo duelo,


nueva risa de olvido a todo llanto;
y a mí?... Tal vez el árido consuelo
de recordar mi dicha al son del canto.

Quizá, como a su cebo emponzoñado,


vuelve la fiera que su mal no ignora,
iré ya sólo, y triste, y olvidado
a esos parajes que mi mente adora...

¿Habrá sido todo eso una quimera


que al fuego del hogar vi sin palparla?
Ah! fue tan dulce, que morir quisiera
antes que despertar y no encontrarla...

Tú que aún eres feliz, tú en cuyo seno


preludia el corazón su abril florido,
vaso edenal sin gota de veneno,
alma que ignoras decepción y olvido:

Déja, oh paloma!, el nido acostumbrado


enfrente de la inútil chimenea;
ven a mirar el sol resucitado
y el milagro de luz que nos rodea.

Ven a ver cómo entre su blanca y pura


nieve, imagen de tí resplandeciente,
también a par de tí, la gran Natura
su dulce abril con júbilo presiente.

No verás flores. Tus hermanas bellas


luego vendrán, cuando en el campo jueguen
los niños coronándose con ellas;
cuando a beber su miel las aves lleguen.

Verás un campo azul, limpio, infinito,


y otro a sus pies de tornasol de plata,
donde, como en tu frente, ángel bendito,
la gloria de los cielos se retrata.

Nada hay más triste que un alegre día


para el que no es feliz; pero en mi duelo
recordaré a la luz de tu alegría
que un tiempo el mundo para mí fue un cielo.

Este tono de melancolía, de honda nostalgia por lo vivido y perdido - esa sutil
reminiscencia, entre el olvido y el recuerdo - es algo que retorna
insistentemente en la obra de Pombo. Y, a veces, con una intensidad y una magia
lírica incomparable. "Siempre" no es un poema perfecto, logrado a plenitud
como "Noche de Diciembre". Pero en algunos de sus fragmentos, Pombo llega a
instantes de suprema poesía:

"Voy hacia atrás pisada por pisada,


recogiendo el rumor de nuestros pies,
repensando un silencio, una mirada,
un toque, un gesto... tanto que fue nada
y que un diamante hoy es.

Poesía pura, esencial. Poesía escrita por quien ha amado muy hondamente.
Pombo retorna, con añoranza conturbadora, a lo que sintió el poeta enamorado
de otros días. Regresa hacia el pasado, pisada por pisada, "repensando" todo lo
vivido íntimamente (ese "repensando": verdadero hallazgo lírico!), todo lo
mínimo de un amor compartido: una mirada, un gesto, un roce. Lo mínimo: lo
que fue nada. Lo que hoy, en el recuerdo, es un diamante. El poeta parece vivir
de ese pasado hermosísimo, de esa reminiscencia, de esa luz que, meciéndose
muy cerca del olvido, no muere, sin embargo.
Veamos los más significativos fragmentos (no vale la pena de citar el texto
completo) de este poema:

SIEMPRE

Bien pueden su hojarasca y polvo y hielo


acumular los años sobre tí.
Mi corazón sacude el turbio velo,
y siempre te hallo, oh dádiva del cielo!,
fresca y radiante en mí.

Porque a mí te envió El, y yo he guardado


tu mejor luz en ánfora inmortal,
porque a cosas de Dios morir no es dado,
y eres tú claro espíritu encarnado
en diáfano cristal.

..................................

Así, vuelta la espalda a lo presente,


que, sin el ser por quien vivir sentí,
es noria vil, bullicio impertinente,
torno a buscar mi sol, mi cara fuente,
mi cielo, urna de tí.

Voy hacia atrás pisada por pisada,


recogiendo el rumor de nuestros pies,
repensando un silencio, una mirada,
un toque, un gesto... tanto que fue nada
y que un diamante hoy es.

Hora, hora mismo, en alta noche oscura,


mi aurora boreal, surges aquí.
Hay resplandor, hay brisa de hermosura;
alzo a ver y hallo tu mirada pura
vertiendo tu alma en mí.

..............................
¡Ah! cuando osen a tí dardos y afrentas,
cuando te odies tú misma en tu dolor,
cuando apagada y lóbrega te sientas,
abre mi corazón: allí te ostentas
en todo tu esplendor.

¿Donde está él? - Donde tú estés. Bien sabes


que fue, por fiel a tí, conmigo infiel.
Abrelo, que en tu voz están sus llaves;
pero, al mirarte en su cristal, no laves
lo que escribiste en él.

Las estrofas que hemos transcrito son de incalculable belleza. Hay en ellas
algo muy característico de Pombo: expresar su honda ternura con maravillosas
metáforas y versos de una clara perfección.
El erotismo de Pombo tuvo una derivación muy curiosa. Nos referimos a los
poemas amorosos que, bajo el seudónimo de Edda, publicó como si se tratara de
versos escritos por una joven bogotana. El primero de estos poemas apareció en
"La Guirnalda", que editaba don José Joaquín Ortiz:

"Era mi vida el lóbrego vacío


era mi corazón la estéril nada;
pero me viste tú, dulce amor mío,
y creóme un universo tu mirada"

Ninguno de estos poemas de "Edda" puede compararse con la "Noche de


Diciembre" o el "Preludio de Primavera". Bástenos subrayar esta explosión de
amor disfrazado, que revela el ímpetu pasional de Pombo. Y también su juego
literario, que debió servir para deleitar y escandalizar a las cautas gentes de su
ciudad y de su época.

Atrás aludimos a la multiplicidad de Pombo. En él conviven muchos poetas


distintos. Más allá del enamorado, melancólico, del místico, del apasionado, está
otro, uno que surge en lo más sombrío de su conciencia: el que se enfrenta,
espantado, al misterio de la existencia, del dolor, del enigma de Dios. Es su hora
oscura. Es la "Hora de Tinieblas". Poema dramático, que revela la angustia
metafísica del poeta, las dudas que asaltan a su espíritu. El creyente Pombo ha
desaparecido para dar lugar a un Pombo blasfemo, violento, situado en la
frontera del ateísmo. Un ser que no entiende el mundo, ni su presencia en él. Ni
entiende a Dios ni entiende su alma. En medio de trágicas metáforas, el poeta se
expresa con una sombría desesperación. Nadie puede dudar de la sinceridad, de
raíz, de este poema desolado, quizá el más desolado de toda nuestra lírica:
sorprendente antecedente de la revuelta surrealista y nadaísta. La lúcida
inteligencia del poeta sólo le permite descubrir las sombras que le rodean, que
le colman. Problemas filosóficos muy precisos recorren la piel del poema: la
libertad, el mal, el poder divino, la culpa heredada, la lucha cuerpo - alma. Pero,
sobre todo, la inspiración del poeta le lleva a un interrogarse sin respuesta
posible. Las preguntas no hallan eco, ni en Dios ni en parte alguna. Desembocan
en el vacío: en la nada.
La fuente del poema es doble, sin duda. De un lado, la angustia personal de
Pombo: allí aglutina sus dudas, su desesperación, da rienda suelta a sus
preguntas, las nacidas en la conciencia de un cristiano que, repentinamente, se
encuentra sin respuesta alguna, en medio de la noche del alma. De otro lado: una
serie de lecturas, en especial de los Salmos y "La vida es sueño" de Calderón de
la Barca. El epígrafe pertenece a los primeros. Al final del poema aparece la
influencia de Calderón, pero no para afirmar que la vida es un sueño sino que es
la más dolorosa realidad. Más que sueño, "es un delirio", pesadilla infernal: la
vida es el reino del mal, del sufrimiento. Sin esperanza, a pesar de que todo el
poema está dirigido a Dios. Es casi la revuelta y la blasfemia de un místico. El
poeta sólo puede juzgar con su conciencia y ésta le dice que vive en un "caos". La
muerte dirá el resto.

LA HORA DE TINIEBLAS
(Fragmentos)

Eli, Eli, lamma sabacthani.

Pensé en los días antiguos, y tuve en mi espíritu los años eternos. De noche
medité en mi corazón: me ejercitaba y purificaba mi espíritu. ¿Por ventura
desechará Dios para siempre y no volverá a ser benévolo? - Salmo LXXVI

Por qué, si puede Dios, no satisface


a la hambre cruel que nos devora?-
SALMO.

¡Oh, que misterio espantoso


es este de la existencia!
¡Revélame algo, conciencia!
¡Háblame, Dios poderoso!
Hay no sé qué pavoroso
en el ser de nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer?
¿Quién a padecer me obliga?
¿Quien dió esa ley enemiga
de ser para padecer?

Si en la nada estaba yo,


¿por qué salí de la nada
a execrar la hora menguada
en que mi vida empezó?
Y una vez que se cumplió
ese prodigio funesto,
¿por qué el mismo que lo ha impuesto
de él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar
un bien contra el cual protesto?

¡Alma!, si vienes del cielo


si allá viviste otra vida,
si eres imagen cumplida
del Soberano Modelo,
¿cómo has perdido en el suelo
la fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal
no explicas al hombre rudo
este fatídico nudo,
entre un Dios y un animal?

O si es que antes no exististe,


al abrir del mundo al sol
tú, divino girasol,
gemela del polvo fuiste,
¿qué crimen obrar pudiste?
¿Dó, contra quién, cómo y cuándo,
que estuviese a Dios clamando
que al hondo valle en que estás
surgieses tú, nada más
que para expiarlo llorando?

Pues cuanto ha sido y será


de Dios reside en la mente,
tanto infortunio presente
¿no lo contemplaba ya?
Y ¿por qué, si en él está
del bien la fuente suprema,
lanzó esa voz o anatema
que hizo súbito existir
un mundo en que oye gemir
y un hombre que de él blasfema?

¿Cómo de un bien infinito


surge un infinito mal,
de lo justo lo fatal,
de lo sabio lo fortuito?
¿Por qué está de Dios proscrito
el que antes no le ofendió,
y por qué se le formó
para enloquecerlo así
de una alma que dice sí
y un cuerpo que dice no?

¿Por qué estoy en donde estoy


con esta vida que tengo,
sin saber de dónde vengo,
sin saber a dónde voy
miserable como soy,
perdido en la soledad
con traidora libertad
e inteligencia engañosa,
ciego a merced de horrorosa
desatada tempestad?

Hoja arrancada al azar


de un libro desconocido,
ni fin ni empiezo he traído
ni yo lo sé adivinar;
hoy tal vez me oyen quejar
remolineando al imperio
del viento; en un cementerio
mañana a podrirme iré,
y entonces me llamaré
lo mismo que hoy: ¡un misterio!

De pronto así cual soñando


en alta mar sorda y fuerte,
entre la nada y la muerte
me encuentro a oscuras bogando;
sopla el tiempo, y ando, y ando,
ignoro a dónde y por qué,
y si interrogo a la fe
y a la razón pido ayuda,
una voz me dice "duda"
y otra voz me dice "cree".

Con menos alma, quizás


sólo la segunda oyera
o con más alma, pudiera
no equivocarme jamás:
entonces creyera más,
o al menos, dudara menos;
pero, a malos como a buenos,
plugo al Señor conceder
luz bastante para ver
que estamos de sombras llenos.

La debilidad por guía,


la tentación por camino,
¿es de virtud el destino
que su bondad nos confía?
¿Es fuerza que en lucha impía
nos pruebe el Genio del mal
para ir a un condicional
anhelado Paraíso?
¿Para ser bueno es preciso
poder ser un criminal?

Mas... ¡soy libre! y ¿para qué?


Para enrostrarme a mí mismo
el caer a un hondo abismo
que otro ha cavado a mi pie,
y renegar de la fe,
luz de mi infancia serena,
y fiar a un grano de arena
la eternidad de mi ser
debiendo yo responder
de la creación ajena.

¡Somos libres! ¡libertad


que no deja ni el consuelo
de enrostrar el mal al Cielo
o a nuestra fatalidad!
¡Libres... y la voluntad
es plena para el deber!
¡Libres... y hay luz para ver
lo que es crimen desear,
y alma para delirar,
y corazón para arder!

¡Libres, cuando delincuentes


desde el vientre maternal
ya éramos siervos del mal
y del dolor penitentes;
y con cadenas ardientes
al crimen de otro amarrados
ya estábamos sentenciados
a purgarlo aquí por él
y a extender para Luzbel
la siembra de los pecados!

¡Oh, Adán! ¿cuándo estuve en tí?


¿Quién te dió mi alma y mi pecho?
¿Quién te concedió el derecho
de que pecaras por mí?
Si en tu falta delinquí
y en tu infición me condeno
¿por qué un Dios tan justo y bueno
no me lavó en la virtud
de otro Adán, y la salud
no me volvió en cuerpo ajeno?

Si en mis carnes heredé


la ponzoña de la suya,
¡que en las carnes arda y fluya!
Pero en el alma ¿por qué?
Si mi alma su alma no fue,
si es chispa de Dios directa,
¿cómo de luz tan perfecta
tan imperfecta salió?
Si Adán por Dios no pecó
¿cómo su infección la infecta?

Absurdo ¡no puede ser!


Y sin embargo es, y ha sido
y aquí lo siento, esculpido
en el fondo de mi ser,
cual si otro Dios, Lucifer,
concurriese audaz con Dios
al soplar dentro de nos
el vital celeste lampo
y fuésemos luego al campo
de batallar de los dos.

¡Esperanza que me engañas,


tentación que me provocas
pasiones que con mil bocas
me desgarráis las entrañas;
ciencia que mi vista empañas,
orgullo que atas mi oído
razón que sólo has servido
para perder la razón...!
... ¡Ay! Contra tantos ¿qué son
los que de polvo han nacido?

Dios que por prueba concitas


enemigos qué vencer
dame armas, dame poder
para la lid que suscitas.
Pero si el poder me quitas,
libre renuncio a existir,
pues no debo consentir
que me hayas venido a echar
esclavo para lidiar,
libre para sucumbir.

Si dijiste: "A cada cual


el bien y el mal le propongo,
él escoja, y yo dispongo",
¿el hombre ha escogido el mal?
¿Escoge el reo el dogal
o unce el libre su cadena?
Si su ciencia, mala o buena,
le basta para escoger,
¿él mismo ha venido a hacer
la elección que le condena?

...............................

Si tu infinita bondad
presidió a cuanto hay creado
¿por qué le diste al pecado
sombra de felicidad?
¿Por qué de la adversidad
hiciste hermano al delito?
¡Ah! con verdad está escrito
que cuando tu angel bajó
solo un Lot, un justo, halló
en la ciudad del maldito.

Nula es mi sabiduría,
pobre mi benevolencia;
pero si la Omnipotencia
un instante fuese mía,
¡no! yo no concebiría
culpas de la criatura!
Santa, universal ventura,
fuera un himno sin cesar
de incienso para mi altar!
de amor para mi hermosura!

.............................

¿Quién te hizo Dios? ¿Por qué, dí,


cómo, dónde y cuándo vino
privilegio tan leonino
a corresponderte a tí?
¿Por qué no me tocó a mí
ese poder de poderes?
¡Ay! siendo lo que tú eres
no fuera el mundo cual es,
o aplastara con mis pies
tan triste enjambre de seres.

¡He aquí el mundo que a tu acento


vió la hermosa luz del día!
Si fuese mi obra, sería
mi eterno remordimiento:
fué un edén tu pensamiento,
un infierno resultó,
y al hombre que te burló
y audaz tu imagen degrada
no lo vuelves a la nada
cual lo devolviera yo.

¡Qué importa, oh sol, tu esplendor


jugando en mil gayas lumbres
desde las nevadas cumbres
hasta la nítida flor!
¡Qué importan, noches de amor,
tus cariñosas estrellas...
¡Ah tantas cosas tan bellas
que provocando a llorar
parecen hoy extrañar
delicias que vieron ellas!

...........................

Gente... y más gente... y más gente


pasa delante de mí,
¡Oh! qué triste es ver así
la humanidad en torrente!
Ignoro cuál es su fuente
y en qué mar se perderá;
mas de cierto juro ya
que en el ser de cada uno
el escozor importuno
de la desventura va.

¡Dardo que nunca se embota,


elemento creador!
Inmenso pan de dolor,
que la humanidad no agota,
gaje fatal con que dota
la existencia a cada cual,
genio insaciable del mal,
demonio ¡sombra del hombre!
di quién eres, di tu nombre
para maldecirte tal!

........................

Entre dolores naciendo,


miseria y dolor mamando,
pecando y llanto mirando
sin saber lo que está viendo:
en tu fuente van vertiendo
desde antes de la razón,
la vida la tentación
la tentación el delito,
con éste, Dios lo ha escrito,
¡quizá la condenación!

Fuente que de la montaña


salió emponzoñada ya,
en sus claras linfas va
ponzoña por la campaña;
envenena cuanto baña,
corrómpese ella también,
¿y quién la depura? ¿quién
la vuelve a su manantial?
Quién esa fuente del mal
tornará fuente del bien?

...........................

El recuerdo del placer


es el dolor de su ausencia
y nos duele en su presencia
el tenerlo que perder.
Un bien que no ha de volver
es un tormento mayor,
y a fin de que a su rigor
no diese treguas al pecho,
Dios en el recuerdo ha hecho
la eternidad del dolor.

.........................

Yo mísero, ya nací
crisálida de la nada,
y no ha de ser revocada
la sentencia que cumplí.
Dispones, oh mal! de mí,
y a evitarte nada alcanza,
armada de tí se avanza
la eternidad luego en pos
y hay que dar eterno adiós
al sueño de la esperanza.
La vida es sueño - ¡Callad,
¡oh, Calderón! estáis loco:
hace veinte años que toco
su abrumante realidad.
Yo te palpo ¡Iniquidad!
¡Desgracia! no eres fingida
que si al placer di acogida,
un instante aquello fue;
que en ese instante olvidé
la realidad de la vida.

¿La vida un sueño? ¡Qué sueño


tan raro en su obstinación!
¡Siempre el mismo! ¡Siempre Ixión
volteando en su hórrido leño,
siempre en su bárbaro empeño
el demonio que llevamos!
¡Ah! con razón despertamos
con lívida faz que aterra,
yertos, mordiendo la tierra
que en frío sudor empapamos.

No es un sueño, es un delirio,
es pesadilla infernal
de un despierto, un criminal
que envejece en el martirio.
En vano irónico cirio
nos alumbra la razón;
entrevemos salvación,
de dicha y paz hay asomo.
¡Mas, ¡ah! los pies son de plomo
es Tántalo el corazón.

Duelo y crimen sólo veo


duelo y crimen sólo aspiro,
al mal un verdugo miro
al mundo un inmenso reo,
despechado clamoreo
oigo alzarse eternamente,
y con hastío vehemente
pasma la imaginación
que esta sea la creación
de un Dios amante y clemente.

¿Quién sino el genio del mal


improvocado y sañudo
revestirme el alma pudo
de carne flaca y mortal?
¿Quién sino él a este raudal
de corrupción me trajera
a tornar en monstruo, en fiera,
un ente ávido del bien
digno solo de un edén
donde feliz ser debiera?

¿Por qué, invisible sayón


que llamo y no me respondes,
lanzas el dardo y te escondes
a mi desesperación?
Estoy a tu discreción,
invulnerable enemigo;
sáciate, apura el castigo,
triunfa y goza en mi dolor,
mientras yo, vil gladiador,
te saludo y te bendigo.

"Ama, cree, sufre y espera",


me dirá, "que aunque te espante
la vida, es sólo un instante
de probación pasajera".
¡Señor! por corta que fuera
fue sobrada para mí:
si el instante que viví
bastó para condenarme,
bastó para exasperarme
hasta blasfemar de ti!
¿Cómo es posible, Dios mío,
que haya tantos, tantos tristes,
cuando tú, oh Señor, existes
con tu inmenso poderío,
cuando de tu albedrío
solamente a la intención
en lluvia de bendición
sonreída a nuestro ruego
volviera la vista al ciego
y al demente la razón!

Esta abdicación que has hecho


de tu excelsa voluntad
en mal de la humanidad,
aunque intentada en provecho,
he aquí el correntoso estrecho
y el escollo en que caí.
Y yo no puedo; ¡ay de mí!
juzgar de tu providencia
sino con esta conciencia
con que a juzgarme aprendí.

¡Sabios funestos, callaos!


el caos físico ha cesado,
pero el que lo hizo ha dejado
al espíritu en un caos.
¡Pobres hombres! revolcaos
mintiendo felicidad;
yo entre tanta oscuridad,
rebelde contra mi suerte,
ansío deberle a la muerte,
o la nada o la verdad.

Este sorprendente, amargo y desgarrado poema fue escrito por Pombo en


septiembre de 1855, o sea cuando tenía apenas veintidós años. La "Noche de
Diciembre" es muy posterior, de 1872. Podría pensarse que el poeta, ya sereno
después de casi veinte años, ha abandonado las sombrías ideas de su "Hora de
Tinieblas". Pero dos años después, en 1874, hace la corrección definitiva de este
poema, revalidando y completando sus planteamientos, sus angustias, su
desolación. Y reiterando, muy cerca del ateísmo, sus blasfemias. Puede pensarse
que ese estado de alma, que dio origen al tenebroso canto, retorna
permanentemente en Pombo.
El poema es no solo sorprendente por la edad en que fue creado sino también
por formular estas tremendas inquietudes en la época, y dentro del ambiente
bogotano, en que lo hace. Atrás señalamos la conexión de la "Hora de Tinieblas"
con los Salmos y con Calderón. Hay también una clara influencia del Libro de
Job. Solo le falta a Pombo, como hace el varón de Hus, maldecir explícitamente la
noche en que fue engendrado9.
En la perfecta versificación de estas décimas, el poeta suscita cuestiones que
pueden parecer triviales, en el sentido de que todo hombre se interroga, en
algún instante, sobre ellas. Pero Pombo lo hace con tal desgarramiento y tal
autenticidad, que transmite su agonía, su visión pesimista.
Estas décimas habrían podido caer fácilmente en lo retórico, pero se libran
de este peligro por la desnudez de la poesía que expresan. Tienen, por lo demás,
una especial concisión, esencial a la mejor lírica: una concisión que convence al
lector de que el poeta dice lo sustancial, sin agregar nada innecesario.
Podría subrayarse también que este tenebroso poema - con cierto parentesco
con "Lo Fatal" de Rubén Darío - tiene algunos toques de humorismo ("libro de
cuentas"... "privilegio leonino" otorgado a Dios...) que, sin embargo, no le hacen
perder su tensión dramática.
Es, por lo demás, uno de los pocos poemas colombianos que logra el prodigio
de hacer poesía, esencial poesía, con lo conceptual, sobre todo en las primeras
partes; después, se enreda un tanto en los propios conceptos y, a veces, la poesía
desaparece. Lo conceptual, puramente especulativo, con trazos de carácter muy
general, no resulta lírico. Pero apenas el poeta se concreta, con el concepto
referido a sí mismo, regresa al mundo poético. Si ha habido en el país una
"poesía filosófica" es esta de "La Hora de Tinieblas". Cuando Pombo afirma
enérgicamente que todo lo gobierna el genio del mal, parece coincidir con
Schopenhauer, que, para la misma época, hacía una aseveración similar. Resulta
muy interesante hacer el paralelo entre este poema de Pombo y la supuesta
"poesía filosófica" de Rafael Núñez. Quizá también podría verse el poema de
Pombo como un anticipo de ciertos planteamientos existencialistas, en especial

9
Resulta muy interesante, en cuanto los dos poemas puedan
estar inspirados en el mismo libro bíblico, comparar la "Hora de
Tinieblas" con el poema "Job" de Guillermo Valencia, que más
adelante incluimos. El vínculo es, en un caso, emotivo, patético.
En el otro, es más intelectual o conceptual.
los de Sartre, cuando, como éste, habla de un hombre condenado a ser libre,
libre sin objeto; una libertad de la cual nace su propia angustia.
Observemos finalmente que el poema se prolonga demasiado y que, al menos
en algunas de sus décimas, pierde intensidad, calor, desaparece aquella
concisión que antes señalábamos. Por ello, creemos que el poema gana si se le
lee en la forma fragmentaria que aquí hemos ofrecido.

El Pombo "nacional" (o sea el de temas muy forzadamente colombianos,


como "La casa del cura", que traen tantas antologías), el patriota, el católico, el
histórico - que mucho entusiasma a algunos de sus comentaristas - nos deja
indiferentes.
Algo similar nos ocurre con el Pombo "épico". Sin embargo, en su poema
titulado "En el Niágara", tiene algunos arranques espléndidos y algunos versos
dignos de ser retenidos, "repensados":

"... Perenne
en tu extático trance en ese vértigo
de voluntad tremenda, sin cansarte
nunca de ti, ni el hombre de admirarte...
Sigues, gigante excéntrico, gozando
tu solitaria, inmemorial locura,
digna de un Dios...
ebrio del regocijo de tu fuerza...
No cabes en la tierra, y de un arranque
vas a tomar por lecho el océano...
Por variar de tedio únicamente
a contemplarte, Niágara, he venido...

Son aciertos, sin duda; fugaces aciertos. Pero el Pombo que perdura es el
otro. El de "La Noche de Diciembre" o el de la "Hora de Tinieblas": es el íntimo, el
enamorado, el ebrio de amor, o el de las terroríficas imprecaciones. Ese Pombo
sique imantándonos con sus estrofas. ¿Quién emplea esas palabras puras,
aladas, musicales, quién mueve esos versos delirantes, quién transmite esa
emoción hondísima, amorosa o sombría? Solo Pombo. Lo cierto es que sus más
cabales logros se dan en el tema erótico y en el de la angustia existencial.

*
Hay otra faceta de este fecundo escritor que no debe olvidarse. Son sus
poemas infantiles. En sus "Fábulas", en sus "Cuentos Pintados" y en sus "Cuentos
Morales" circula una savia lírica excepcional. Varias generaciones de niños
colombianos han aprendido - hemos aprendido - a leer y a amar la poesía a
través de estas fábulas y cuentos, llenos de gracia, de ingenio y de picardía;
llenos, también, de pura belleza e incluso de "suspenso". Muchos de sus
personajes siguen vivos. La plástica y rica imaginación de Pombo hizo de él una
especie de Walt Disney de su época. Simón el bobito, el Gato Bandido y la
pastorita son antecedentes de Mickey Mouse, el pato Donald, Pluto, Bambi, y
Dumbo. Es legítimo pensar cómo habría gozado Pombo con las maravillosas
creaciones del gran norteamericano de Disneylandia.
Casi todas sus fábulas están tomadas de la vieja veta tradicional, aquella que
va de Esopo, pasando por Fedro, hasta La Fontaine, Iriarte y Samaniego. Sólo
algunas son completamente originales y - lo que enteramente nuevo - hallan su
raíz en la tierra y las costumbres de nuestro país; ese sería, nos parece, el Pombo
"nacional"; no el patriotero.
Por lo demás, sería difícil hallar, a lo largo y ancho de América, un caso
similar al de estos cuentos y esta fabulillas; y, desde luego, no hay nada
semejante en España en todo el Siglo XIX:

"El hijo de Rana, Rin-Rin Renacuajo


salió esta mañana muy tieso y muy majo..."

Rin-Rin, el Gato Bandido, la Pobre viejecita: cantera inagotable. Volver a estos


relatos es regresar a la infancia. El hecho de que puedan ser leídos y releídos,
indefinidamente, da testimonio de su valor intrínseco, de su gracia siempre
fresca. Es importante subrayar cómo los dos más grandes poetas colombianos
de final del siglo - Pombo y Silva - se aproximan, con similar ternura y
originalidad, a este fascinante mundo de la infancia.
Por otra parte, entre sus "cuentos morales" hay algunos, como "Doña
Pánfaga", que son inauditos hallazgos fonéticos, pura creación linguística, a la
que Pombo, dotado de una tal riqueza idiomática, era muy aficionado. Son
juegos, sin duda, pero juegos sorprendentes.
La gracia de Pombo, en sus "Cuentos Pintados", resulta inimitable. Y donde
ella más brilla es en su adaptación de "La pobre viejecita":

Erase una viejecita


sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces,
tortas, huevos, pan y pez.

Bebía caldo, chocolate,


leche, vino, té y café,
y la pobre no encontraba
qué comer ni qué beber.

......................

Y esta pobre viejecita


cada año, hasta su fin,
tuvo un año más de vieja
y uno menos que vivir...

Apetito nunca tuvo


acabando de comer
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien.

..........................

Duerma en paz, y Dios permita


que logremos disfrutar
las pobrezas de esa pobre
y morir del mismo mal.

Es gracia pura, maravillosamente versificada. Como, en otro aspecto, es digna


de citarse "La Perrilla" de don Manuel Marroquín10. Pero, desde luego, nada de

10
Marroquín, nacido y muerto en Bogotá (1827-1908). Fue uno
de los principales integrantes del grupo "El Mosaico", tertulia
que se prolongó de 1858 a 1870 y publicó un periódico con el mismo
nombre. Los versos festivos y graciosos de Marroquín no tienen
común denominador con la poesía. Más interesante es su novela "El
Moro". Era Presidente cuando Teodoro Roosevelt dio el zarpazo
sobre Panamá. Extraordinario es el contraste de los dos
presidentes que Eduardo Lemaitre ha trazado en su obra "Panamá y
su separación de Colombia"
ello es poesía esencial. Lo tocamos apenas de paso, sobre todo para subrayar la
variedad del genio de Pombo. Y pasamos adelante.

La personalidad de Rafael Pombo resulta muy pálida al lado de sus versos.


Había nacido en Bogotá, el 7 de Noviembre de 1833. Hijo de Lino de Pombo y
Ana Revolledo. Pariente cercano de don Julio Arboleda. Estudió ingeniería y
derivó hacia el periodismo. Intervino episódicamente en la guerra de 1854, al
lado del gobierno. Fue secretario de la legación en Washington y encargado de
negocios. Al caer el gobierno, permaneció en los Estados Unidos durante varios
años dedicado a trabajos literarios. De regreso a Bogotá, se dedica a escribir. Es
nombrado Secretario de la Academia de la Lengua.
Una vida sin grandes aventuras ni anécdotas. Debía tener ciertos toques de
locura o de genialidad: las "rarezas" de que nos habla Gómez Restrepo. En el
campo del amor - como aquél ha observado - no idealizó ni cantó a una sola
mujer. Se mantuvo soltero pero amó infatigablemente. Por sus versos cruzan
muchas figuras femeninas, pero es difícil establecer hasta dónde son seres
reales, de carne y hueso, que participaran en su biografía apasionadamente, y
hasta dónde sueños y fantasmas. Seguramente, lo uno y lo otro, para un ser
ávido de amor, dotado de una sensibilidad erótica excepcional, y un soñador
romántico, impregnado de platonismo.
"Hace cincuenta años - dijo Rafael Maya en 1962 - murió, en esta ciudad, don
Rafael Pombo, cuando ya tocaba los términos de la senectud. Algún tiempo antes
había sido coronado solemnemente, en el Teatro Colón, en presencia del primer
mandatario de la nación, en medio de un grupo de gentes de alta alcurnia, que lo
admiraban, y sintiendo que, a su espalda, el coro de la nación entera lo aplaudía.
Refieren las crónicas que Pombo avanzó, trémulo, hacia el escenario, y que las
palabras se le ahogaron en la garganta cuando iba a dar las gracias por el
homenaje. Así lo vieron, por última vez, sus conciudadanos. Aquella sombra
desapareció prácticamente del escenario humano, pues, recluido el poeta en su
habitación, aguardó a que la muerte le cerrase los ojos..."
Así fue, en realidad. Después de coronado, volvió a su casa, se metió en su
lecho y, aunque continuó escribiendo sin cesar, no volvió a salir de su
habitación. Fue su última "rareza". Así murió en 1912.

*
Los que pudieran llamarse "poetas menores" del romanticismo colombiano
son muy numerosos, fruto de un movimiento sentimental que se prolonga
demasiado tiempo, hasta la segunda década del siglo XX, de espaldas a las
grandes corrientes de la poesía y de la estética.
En aquella generación de 1870-1880, a la que pertenecen algunos de los
escritores atrás comentados ya, aparecen también Diego Fallon y Epifanio Mejía;
en la siguiente, la de 1885-1895, Joaquín González Camargo y Candelario Obeso;
y en otra posterior, Enrique Alvarez Henao, Víctor E. Caro, José Joaquín Casas,
José María Rivas Groot, Diego Uribe y Julio Flórez, Aurelio Martínez Mutis y
Ricardo Nieto.
En todo este abigarrado paisaje hay que hacer una selección muy estricta.
Son demasiados versos y poca poesía, realmente. Hay que hacer una fuerte poda
en aquella "fronda lírica" para emplear el titulo de un libro de Flórez. Qué queda
de todo ello? Pocas flores, algunos destellos apenas.
El caso de Diego Fallon es el de un poeta con un solo poema11. Al contrario de
Pombo, tan desbordado y fecundo, tan sutil y misteriosamente poeta, incluso en
sus grandes desaciertos, Fallon escribe una poesía muy cuidada en la forma,
precisa, depurada, hasta el punto de que en ella se adivinan ya algunas
tonalidades parnasianas, casi modernistas.
Don Diego tiene una fuerte y extraña personalidad. Viajero, matemático,
inventor, había nacido en Santa Ana, en el Departamento del Tolima, en 1834.
Morirá en Bogotá en 1905. Una personalidad plurifacética. Compuso música,
culta y popular (su obra "El Raudal" fue muy célebre en su instante). Escribió un
"Arte de leer, escribir y dictar música, sistema alfabético, comparado con la
notación conocida". En su original sistema, las notas y demás valores musicales
estaban representados por letras. Ideó también un "Ajedrez musical", con fichas
de diversos colores para resolver problemas de armonía. En todo ello es un
extraño precursor.
Pero volvamos a su poesía. Entre sus pocos poemas sobresale - destella - "La
Luna", que tiene, también, luz prestada de románticos y parnasianos,
curiosamente amalgamados. Sus estrofas, largamente elaboradas, pulidas -
hasta el extremo de que parecen bloques aislados, no fundidos en la unidad del
poema - son a veces hermosas, a veces inútiles (por ello transcribiremos
fragmentariamente el poema). De pronto, la entonación es esencialmente lírica;
pero, al instante, cae verticalmente, como si Fallon confundiera la poesía con la
versificación.

11
Bibliografía de Diego Fallon: "Poesías de Diego Fallon y
Jorge Roa Barcena" (Bogotá, Librería Americana, 1882).
Como sus otros poemas ("La Palma", "Las Rocas de Suesca"...) carecen de
toda significación lírica, nos parece que algunas estrofas de su poema al satélite
dan la medida de su inspiración y trabajo poético:

LA LUNA
(Fragmentos)

Ya del Oriente en el confín profundo


la luna aparta el nebuloso velo,
leve sienta en el dormido mundo
su casto pie con virginal recelo.

Absorta allí la inmensidad saluda,


su faz humilde al cielo levantada;
y el hondo azul con elocuencia muda
orbes sin fin ofrece a su mirada.

Un lucero no más lleva por guía,


por himno funeral silencio santo,
por solo rumbo la región vacía,
y la insondable soledad por manto.

...................................

Con sesgo rayo por la falda oscura


a largos trechos el follaje tocas,
y tu albo resplandor sobre la altura
en mármol torna las desnudas rocas;

.......................................

¡Oh!, y estas son tus mágicas regiones,


donde la humana voz jamás se escucha,
laberintos de selvas y peñones
en que tu rayo con las sombras lucha;

porque las sombras odian tu mirada;


hijas del caos, por el mundo errantes,
náufragos restos de la antigua Nada,
que en el mar de la luz vagan flotantes.

....................................

A tu mirada suspendido el viento,


ni árbol ni flor en el desierto agita;
no hay en los seres voz ni movimiento;
el corazón del mundo no palpita...

Se acerca el centinela de la Muerte:


¡he aquí el silencio! Sólo en su presencia
su propia desnudez el alma advierte,
su propia voz escucha la conciencia.

.......................................

Delirios siento que mi mente aterran...


Los Andes a lo lejos enlutados
pienso que son las tumbas do se encierran
las cenizas de mundos ya juzgados...

.......................................

Se agita mi alma, desespera, gime,


sintiéndose en la carne prisionera;
recuerda, al verte, su misión sublime.
Y el frágil polvo sacudir quisiera.

Mas si del polvo libre se lanzara


esta que siento, imagen de Dios mismo,
para tender su vuelo no bastara
del firmamento el infinito abismo;

porque esos astros, cuya luz desmaya,


ante el brillo del alma, hija del Cielo,
no son siquiera arenas de la Playa
del mar que se abre a su futuro vuelo.
Estos son los destellos a que aludíamos. Versos logrados, estrofas y metáforas
excepcionalmente bellas. Sin embargo, hay una triste pobreza conceptual en el
poema (por ejemplo, al compararlo con lo mejor de Pombo, y los ripios tan
frecuentes (alma - calma; desmaya - playa) fastidian. Falta concisión poética y
sobra palabrería. Habrá notado el lector que Fallon hace descripciones
minuciosas, que nada agregan, que no son creadoras. La poesía no puede
limitarse a describir, a registrar. Las alusiones mitológicas (ninfas, ondinas..)
resultan arbitrarias. Hay algunos toques de mal gusto literario muy reveladores
(el lucero: "Cayó de su diadema ese diamante..."). Por lo demás, aparece en
Fallon, respecto de su concepción sobre el hombre, un dualismo simplón, que
será muy frecuente entre nuestros poetas. De todos modos - y es lo único
decisivo - casi nunca llega Fallon a la sutileza, al misterio, de la verdadera poesía
- como si ya su luna se hubiera ocultado - , a esa viva comunicación que hallamos
antes en Pombo o después en Silva.

Epifanio Mejía (1837-1895) trató, como antes Gregorio Gutiérrez González,


de crear una poesía auténticamente colombiana, en especial antioqueña, dotada
del espíritu, los modismos y giros propios de su tierra. Es un hermoso intento -
expresión de lo regional a que alude Unamuno - pero es un intento fallido.
Mejía nació en Yarumal. Habiendo perdido la razón a los treinta años, pasó el
triste resto de su vida en un manicomio.
Inculto y popular - similar en ello a Julio Flórez -, Epifanio Mejía crea una
lírica que carece, en realidad, de importancia y significación12. Sin embargo, su
"Canto del antioqueño", que anda en canciones del folclor de su región, tiene
algunas estrofas muy imaginativas, llenas de un romántico anhelo de libertad:

Nací libre como el viento


de las selvas antioqueñas,
como el cóndor de los Andes
que de cumbre en cumbre vuela.
Amo el sol porque anda libre
12
Bibliografía de Epifanio Mejía: "Gregorio Gutiérrez
González y Epifanio Mejía- Sus mejores versos" (Lima, Editora
Popular Panamericana, sin año); "Poesías" (Medellín, Tip. Central,
1902); "Poesías escogidas", algunas inéditas (Medellin Librería
Búfalo, 1934); "Obras Completas" (ed. Academia Colombiana y
Gobernación de Antioquia, Medellín, Imprenta Oficial, 1939).
sobre la azulada esfera...
Oh libertad que perfumas
las montañas de mi tierra:
deja que aspiren mis hijos
tus olorosas esencias!

El lector percibirá, en estos pocos versos que hemos seleccionado, la


dirección y el tono de este poeta. Su frescura, su vuelo suelto, por una parte; su
limitado alcance, por otra. No es Pombo. Tampoco es Fallon. Pero hay un dulce
acento, un arraigado amor a su comarca; de pronto, un fulgor lírico. Y su figura,
romántica y desgraciada, resulta muy atractiva.

Más interesante, y más logrado, es el propósito de Candelario Obeso, al tratar


de crear una poesía negra auténtica. Con él se inaugura la poesía de color en
Colombia. Pocos en su instante realizan una tarea semejante en
Hispanoamérica. Es, así, un precursor. Un precursor de excelente calidad. Y un
antecedente de poetas como Nicolás Guillén y Jorge Artel. Hace "poesía negra"
con gracia y hondura. Con evidente sinceridad. En sus poemas de color - del
mismo color de su piel morena - hay emoción directa. Además, el lenguaje que
emplea Obeso refleja - por primera vez en nuestra literatura - el habla negra de
nuestras costas y de los bogas del río Magdalena.
Candelario Obeso, nacido en Mompós en 1849, era un hombre culto. Fue
profesor de inglés, francés e italiano. Y tradujo poemas de Shakespeare,
Tennyson, Victor Hugo, Musset. Viajó bastante, se puso en contacto con otras
culturas, que él asimiló rápida, ávidamente. Fue cónsul del país en Tours. Pero
quiso ser fiel a su raza, y fue así como se acercó, con amor y deleite, a ese
lenguaje popular del negro, y también a su alma, para traducir su tristeza, sus
ritmos, su saudade africana y su condición desvalida. Obeso murió en Bogotá, en
1884, al parecer por propia voluntad.
Su obra literaria es muy breve13. En un poema dramático muy mediocre,
"Lucha por la vida", intercaló la canción de un boga, que, paradójicamente,
resulta una de sus mejores creaciones líricas. Los "Cantos populares de mi

13
Bibliografía de Candelario Obeso: "Cantos populares de mi
tierra" (Bogotá, Imp. de Borda, 1877); "Lecturas para tí" (Bogotá,
Imp. Guarín y Cía., 1878); y "Lucha por la vida ", teatro en verso
(Bogotá, Imp. Siluestre y Compañía, 1882).
tierra" contienen otros hermosos poemas. Tres ejemplos sirven para ilustrar la
tendencia, el lenguaje, los logros de este poeta:

CANCION DEL BOGA AUSENTE

¿Qué trijte que ejtá la noche,


la noche qué trijte ejtá;
no hay en er cielo una ejtreya...
Remá, remá.

La negra re mi arma mía,


mientra yo brego en la má,
bañao en suró por eya
qué hará? Qué hará?

Tar vej por su zambo amao


doriente sujpirará,
o tar vej ni me recuerda...
Yorá! Yorá!

La j'embra son como toro


lo r'ejta tierra ejgraciá;
con acte se saca er peje
del má, del má...

Con acte s'abranda er jierro,


se roma la mapaná.
Cojtante y ficme la penaj.
No hay má, no hay má...

Qué ejcura que ejtá la noche;


la noche qué ejcura ejtá!
Asina ejcura é la ausencia...
Bogá, bogá!

CANCION DEL PAJCARO

Ahí viene la luna, ahí viene


con su lumbre y clarirá;
ella viene y yo me voy
a pejcá...

Trite vira é la der probe,


cuando er rico goza en pá,
er probe en er monte sura
o en la má.

Er rico poco se efuecza,


nunca le farta ná,
toro lo tiene onde mora
poc remá.

El probe no ejcanza nunca


pa porese alimentá;
hoy carece re pejcao
luego é sá.

No sé yo la causa re eto,
yo no sé sino aguantá
eta conrición tan dura
y ejgraciá...!

Ahí viene la luna, ahí viene


a racme su clarirá...
Su lú consuela la penas
re mi amá!

ARIO
(Fragmentos)

Ya me voy re aquí ejta tierra


a mi nativa morá;
no vive er peje richoso
fuera er má...

Siempre er sitio onde se nace


tiene ciecta noverá,
yo no jallo l'alegría
lejo er má.

........................

Mis paisanas son pacdita;


la re uté son colorá;
ma re aquellaj en er pecho
jierve er má.

...............................

Ya me voy re aquí ejta tierra


a mi nativa morá;
er corazón é má grande
junto ar má.

Es poesía dialectal, a veces muy difícil de descifrar. Es poesía, aunque no


podamos definirla. Imágenes muy bellas, simples, lirismo lleno de colorido.
Expresiones elementales pero intensamente poéticas. Nótese la manera
apretada, sintética, en que este poeta se expresa. Con trazos mínimos describe
un estado de alma, un paisaje, una situación "trijte" como la ausencia. Y la
correspondencia entre la noche y su estado de alma.
En sus versos, Obeso intercala modismos y refranes de la gente de color. Y, a
la vez, con ternura y musicalidad, el poeta - el hombre culto que era Obeso -
trata de rescatar temas y emociones de los negros. Hay allí un rasgo de
autenticidad, de verdad. Es que, sin duda, el poeta se ha acercado a todo ello con
amor. Adolorido, íntimo, melancólico, o deprimido al lado de los desheredados,
Obeso logra una excepcional poesía. Los tres breves poemas que hemos
insertado representan muchísimo dentro de nuestra mejor lírica.

En una zona lírica muy distinta de los dos poetas anteriores, influido por los
románticos europeos, especialmente por Víctor Hugo, a quien dedica estudios
eruditos y penetrantes, aparece José María Rivas Groot14, muy conocido por su

14
Nace en Bogotá, en 1863. Hombre influyente, culto,
diplomático, fue ministro de educación nacional. Murió en Roma en
1923.
poema dialogado "Constelaciones". A nosotros nos parece muy bella una estrofa
aislada - mínimo poema - de este autor:

¿QUE ES DOLOR?

Preguntas qué es dolor?... Un viejo amigo


inspirador de mis profundas quejas,
que se halla ausente cuando estás conmigo,
que está conmigo cuando tú te alejas.

Esto es hermoso. Tiene el sello inconfundible de la poesía. Es un breve


acierto, casi como el de una copla popular anónima.
"Constelaciones", que recoge el diálogo del poeta y las estrellas, es un poema
original y de entonación muy noble, aunque adolece de la retórica propia de su
época, como resulta de una lectura renovada de sus alejandrinos. Veamos
algunos fragmentos:

CONSTELACIONES
(Fragmentos)

El hombre

Amplias constelaciones que fulguráis tan lejos


mirando hacia la tierra desde la comba altura,
por qué vuestras miradas de pálidos reflejos,
tan llenas de tristeza, tan llenas de dulzura?

Las Constelaciones

Oh soñador, escúchanos! Escúchanos, poeta!


Escucha tu, que en noches de oscuridad tranquila
nos llamas, mientras tiemblan con ansiedad secreta
la súplica en tu labio y el llanto en tu pupila.

..........................................

Por qué tan tristes? Oye: nuestro fulgor es triste


porque ha mirado al hombre.
.............................................

Por siglos hemos visto la Humanidad errante


luchar, caer, alzarse... y en sus anhelos vanos
volver hacia nosotras la vista suplicante,
tender hacia nosotras las temblorosas manos.

..........................................

Tronos, imperios, razas, vimos trocarse en lodo;


vimos volar en polvo babélicas ciudades.
Todo lo barre un viento de destrucción, y todo
es humo y sueño y nada... y todo vanidades.

..............................................

Con íntima tristeza miramos conmovidas,


con íntima dulzura miramos pesarosas,
nosotras - las eternas - vuestras caducas vidas,
nosotras - las radiantes - vuestras oscuras fosas.

El hombre

Todo es olvido y muerte? Pasan gimiendo a solas


el mar con sus oleajes, la tierra con sus hombres?

................................................

Vendrá noche de siglos a todo cuanto existe;


y expirarán, en medio de hielos y amargura
los últimos dos hombres sobre una roca triste,
las últimas dos olas sobre una playa oscura.

Y moriréis, oh estrellas, en el postrero día!


Mas flotarán espíritus con triunfadoras palmas;
alumbrarán entonces la eternidad sombría,
sobre cenizas de astros, constelaciones de almas.
Es un canto que quiere ser grandioso, pero que no llega a serlo plenamente.
Es un poema demasiado "hecho". De ahí la forma de la versificación con sus
paralelismos repetidos hasta el exceso, sus acentuaciones obligadas, sus ripios
("triunfadoras palmas").
De otro lado, nótese cómo tanto en Fallon como en Rivas Groot (en menor
medida en Pombo) la concepción sobre el hombre es de un extremado dualismo
(casi maniqueo), con un supuesto cuerpo que es podredumbre y una supuesta
alma que vuela, desligada, a las alturas. Algo similar aparecerá, más tarde, en
"Crisálidas" de Silva. De donde proviene este simplón dualismo, esta luterana y
puritana concepción? Creyendo ser cristianos, estos poetas derivan hacia
oscuras herejías (gnósticos, maniqueos), que, además, hacen triviales estos
lodos y estas "constelaciones de almas". En la escasa producción poética de
Rivas Groot15, hay otro poema, titulado "La naturaleza" que tiene algunas
estrofas hermosas, lo mismo que el poema ya citado, aunque adolece de la
misma retórica abrumadora de "Las Constelaciones":

"Hijo, escucha mi canto! Yo soy la madre tierra,


yo soy la eterna pródiga de vidas y de amores,
mi túnica en sus pliegues con majestad encierra
la noche con sus astros, la aurora con sus flores..."

Es la poesía, consciente y medida, escrita por un hombre culto, como lo era


Rivas Groot. Su importancia radica en servir de puente entre el romanticismo de
finales del siglo y otras formas, más depuradas de lirismo. El leyó, sin duda, los
románticos de su época y seguramente también algunos de los parnasianos y
simbolistas. Pero no recoge el legado de estos últimos, como sí lo transmite su
amigo y contemporáneo José Asunción Silva; y se mantiene dentro de una línea
de tradición romántica y solemne que había agotado ya todas sus posibilidades.

Dentro de este ciclo romántico hay una figura singular. Es un poeta maldito16,
Joaquín González Camargo, quien nació en Sogamoso en 1865 y murió en
15
Bibliografía de Rivas Groot: "Canto a Bolívar" (Bogotá, ed.
F. Pontón, 1883); "La naturaleza. Constelaciones" (Bogotá,
Imprenta de M. Rivas, 1895). "Páginas Escogidas" (Bogotá, ed.
Salesiana, 1943).
16
Bien conocida es la expresión "poetas malditos", empleada
inicialmente por Paul Verlaine para designar a aquellos que
Zipaquirá a los veintiún años, antes de terminar sus estudios de medicina. Dejó
una pequeña obra poética, que fue publicada, después de su muerte, por José
María Rivas Groot17.
Los poemas de este joven poeta tienen una rara perfección, alimentados por
una emoción contenida. Se ha observado que en sus versos melodiosos y un
tanto desencantados, hay cierta reminiscencia de Bécquer, quizá de Heine. Sus
estrofas tituladas "Viaje de la luz" dan testimonio de su pasión por la cultura y
de su instinto lírico muy hondo: endecasílabos y heptasílabos hermosos,
impregnados, ya, de simbolismo:

VIAJE DE LA LUZ
(Fragmento)

Empieza el sueño a acariciar mis sienes,


vapor de adormideras en mi estancia;
los informes recuerdos en la sombra
cruzan como fantasmas.

.................................

Se cerraron mis ojos, y la mente


entre los sueños a lo ignoto se alza;
meciéndose en los rayos de la luna,
da formas a la nada.

................................

Allá rima la luz y el canto alumbra


aire de eternidad alienta el alma,
y los poetas del futuro templan

tuvieron unas vidas especialmente tristes, dramáticas,


desconocidas, como Laforgue, Lautréamont, Rimbaud. El término se
ha generalizado. Pudiera aplicarse al propio Verlaine. Rubén Darío
escribió un impresionante estudio sobre los poetas malditos de
fines del siglo XIX.
17
La bibliografía de González Camargo comprende únicamente el
volumen ya citado: "Poesías" (Bogotá, ed. M. Rivas y Compañía,
prólogo de José María Rivas Groot, 1889).
las cristalinas arpas.

Auroras boreales de los siglos,


allá se encuentran, recogida el ala;
como una antelia vese el pensamiento
que gigantesco se alza.

Allá los Prometeos sin cadenas


de Jacob la luminosa escala,
allá la fruta del Edén perdido,
la que el saber entraña.

Y el libro apocalíptico sin sellos


suelta a la luz sus misteriosas páginas,
y el Tabor del espíritu, su cima
de entre la niebla saca.

Y allí el Horeb, de donde brota puro


el casto amor que con lo eterno acaba.
Allá está el ideal, allá boguemos.
Dad impulso a la barca.

Despertéme azorado... ¿Y ese mundo?


Para volar a él ¿en dónde hay alas?
Interrogué a las sombras del pasado,
las sombras callaban.

Pero el rayo de luna ya subía


del viejo estante a las polvosas tablas,
y lamiendo los lomos de los libros,
en sus títulos de oro se miraba.

Al leer este poema encontramos un aire poético completamente distinto de


todo lo anterior. Es un aire nuevo, sin duda. Nótese la diferencia con los poemas
- solemnes, como almidonados - de Fallon y de Rivas Groot. La emoción es aquí
más pura, desnuda. Son estrofas que anuncian ya a Silva. Hay no solo cierto
intimismo sino también algunas sugerencias y correspondencias simbolistas.
González Camargo murió a causa de una enfermedad contraída en el
anfiteatro18. En su poema titulado "Presentimiento", el joven poeta dice:

"No he sabido qué vago sentimiento


algún sueño tal vez
me ha contado que voy a morir antes
que feliz pueda ser"

como si hubiera realmente intuído su próxima desaparición.

En otro poema de González Camargo, "Estudiando", nos deja un interesante


testimonio poético de su experiencia como alumno de medicina:

ESTUDIANDO

En la sala anatómica desierta,


desnudo y casto, de belleza rara,
el cuerpo yace de la virgen muerta,
como Venus tendida sobre el ara.

Lánguido apoya la gentil cabeza


del duro mármol en la plancha lisa,
entreabiertos los ojos con tristeza,
en los labios cuajada una sonrisa.

Y, desprendida de la sien severa,


del hombro haciendo torneado lecho,
viene a cubrir la suelta cabellera
las ya rígidas combas de su pecho.

Más que muerta, dormida me parece;


pero hay en ella contracción de frío.
Es que, al morir, el cuerpo se estremece
cuando siente el contacto del vacío...

18
Así lo dice Rivas Groot en el prólogo a las "Poesías"
editadas en 1889.
A continuación, el poema degenera. Es mejor dejarlo así, inconcluso. Esta
última estrofa es especialmente hermosa. Y también muy significativa, en cuanto
revela la incredulidad del poeta casi adolescente: la muerte es el contacto con la
nada. El naciente talento de González Camargo le llevaba en una dirección
similar a la de Silva. Es imposible imaginar qué altura poética habría podido
alcanzar si no muere tan joven. No llegó a ser un gran poeta, evidentemente;
pero las estrofas que hemos transcrito son mejores que muchos poemas
injustamente célebres. Son estrofas que quedan como luchando contra la
muerte prematura.

Como figura de la poesia popular y del último romanticismo, es preciso citar


a Julio Flórez. Nace y muere romántico con un siglo de retraso (1867-1923). Es
el poeta más representativo del sentimentalismo fácil, la versificación y la
bohemia finisecular de la "Gruta Simbólica". A veces dulce, a veces macabro,
inculto y de inspiración espontánea, Flórez escribe versos que parecen rápidas
improvisaciones de tertulia.
En su obra19, demasiado extensa y frondosa, donde no se adivinan logros
simbolistas, o modernistas, hay sin embargo algunas bellas intuiciones líricas,
consignadas especialmente en versos aislados: "algo se muere en mí todos los
días" - "todo nos llega tarde, hasta la muerte" - "soy un extraño ante mis propios
ojos"... pero son siempre hallazgos momentáneos, los de quien versifica sin
cesar. En sus páginas es poco el "oro" poético que se desentierra.
El señor Cuervo decía que algunos poemas de "Fronda lírica" de Flórez le
recordaban el Fausto de Goethe; "el rey Febo - agregaba- tiene un no se qué de la
solemnidad con que Lucrecio invocaba a Venus al principio de su poema; la
"Araña" hace pensar en "El Cuervo" de Poe, sin que haya imitación alguna y
acaso ni sugestión".

19
Bibliografía de Julio Flórez: "Horas" (Bogotá, casa Ed. de
J.J. Pérez, 1893); "Cardos y lirios" (Caracas, Tip. Hevrerer
Irigoyen y Cia, 1905); "Cesta de Lotos" (San Salvador, Imp.
Nacional, 1906); "Manojo de Zarzas" (San Salvador, imprenta
nacional, 1906); "Fronda lírica" (Madrid, Balganon y Moreno,
1908); "Poesías" (Barcelona, R. Sopena, 1908); "De pie los
muertos" (Barranquilla, Tip. Mogollón s.f.); "Flecha Roja"
(Cartagena, Talleres de Araujo, s.f.); "Gotas de ajenjo"
(Barcelona, Henrich y Cia, s.f); "Oro y Ebano" (Bogotá, editorial
ABC, s.f.); "Obra Poética" (Bogotá, ed. Minerva, 1970).
Todo lo resiste el indefenso papel! Palabras que llevan a la convicción de que
el Cuervo que escribió tales cosas - ejemplo perfecto de la incompatibilidad
existente entre poesía y gramática - no solo no entendió a Flórez sino tampoco a
Goethe y a Lucrecio. Ni al otro Cuervo, el de Poe.
Rafael Maya hace el elogio de Flórez en su prólogo a "Oro y ébano". Recuerda
que Valencia, "en los propios tiempos de su cesarismo intelectual" exaltó la obra
de Flórez, a pesar de ser este "un tropical efusivo, desgreñado en la forma y
demasiado elemental en cuanto a los motivos de su canto, todos de procedencia
popular" mientras Valencia "encarnaba la mentalidad europea de fines del siglo
XIX". Anota el crítico que la actitud del pueblo sigue siendo la misma, de
admiración, respecto de Flórez, pero que para las personas cultas, o para las que
presumen de tales, "Flórez se ha desvalorizado casi por completo, y ello implica
una injusticia", pues tuvo "una fuerza en ocasiones genial" (!) y "si no cuadraba
dentro de los cánones modernistas que eran el imperativo del momento,
correspondía perfectamente a la mentalidad media de un pueblo y expresaba
sin complicaciones la confusa psicología de un país pobre e idealista, con
militares poetas, gramáticos presidentes y revolucionarios piadosos... " Piensa
Maya que ha habido una desfiguración de Flórez y que, más allá del poeta del
pueblo y del "coplero nacional por excelencia" hay otro Flórez, "el verdadero
poeta a quien yo intento rehabilitar por medio de estas líneas", cuyos mejores
logros se hallan en "Oro y ébano", creado cuando el poeta - lejos de la bohemia
bogotana - se retira a Usiacurí (Atlántico) y medita y se transforma al contacto
con la naturaleza. Infortunadamente, Maya no nos señala cuáles son esos
poemas sobresalientes y, debemos confesarlo, nosotros recorremos las páginas
de Flórez, incluído el libro citado, y no hallamos poemas antológicos. Vamos de
decepción en decepción.
También Eduardo Carranza, ferviente admirador de Flórez, ha tratado en una
serie de ensayos, y reconsideración de textos, de revaluar y exaltar su poesía.
Tampoco nos ha convencido. Y al leer a Flórez no solo recordamos la frase de
Valle Inclán (al preguntarle qué opinaba del soneto del colombiano a su madre,
conceptuó que era muy buen hijo) sino la de André Gide: con los mejores
sentimientos se han escrito los peores poemas.
Muestra finalmente el maestro Rafael Maya que las estéticas europeas
dominaban el ambiente culto de Bogotá a finales del siglo XIX (con "el monstruo
cerebralismo de Rebaud, la satánica perversión de Richepin, el exotismo de Jean
Lorrain, la mística sensualidad de Verlaine") y que, "en medio de los reflejos que
lanzaban sobre el Bogotá de esos días tales estéticas y tales credos literarios,
Flórez "aparecía como una figura retrasada, con su garbo romántico, su escasa
cultura intelectual, y sus amadas lugareñas que parecían estampas de
almanaque provinciano al lado de las heroínas, fastuosas y extenuadas, que
puso de moda toda aquella literatura".
En suma, todo parece indicar - es nuestra opinión- que la obra de Julio Flórez
ha naufragado por completo. De ella perduran, apenas, algunos versos sueltos,
como los citados atrás. No se salva ningún poema entero. Su "populismo" lírico
no tiene la raigambre, teñida de humorismo y recóndita poesía, de Luis Carlos
López, o la entrañable cercanía al pueblo de Candelario Obeso. Y su exagerada
versificación, siempre ripiosa, aplasta los atisbos poéticos. Discutida y discutible,
la poesía de Flórez seguirá siendo objeto de constantes polémicas. En este
debate, nuestra posición es muy clara.
Flórez cierra, de todos modos, este ciclo romántico, que se había prolongado,
entre nosotros, exageradamente. Paralelamente, otros movimientos poéticos
venían incubándose y expresándose a través de poemas de muy diversa índole.
Son fenómenos muy variados, que debemos analizar en los próximos capítulos.
Al reiterar la pregunta: qué queda del último ciclo romántico?, la respuesta
aparece muy clara. Queda Pombo. Quedan también algunas estrofas de
Candelario Obeso y González Camargo, y muy poco de Diego Fallon y Rivas
Groot. Pasemos a otro tema.

Capítulo II

MOVIMIENTO HUMANISTICO

A finales del siglo XIX aparece, no sólo como reacción contra los excesos de
un romanticismo tardío sino como afirmación de una tradición estructurada
filosófica y literariamente, un movimiento humanístico de amplias
proyecciones. Es un caso singular el de este "neo-clasicismo" surgido como
apéndice del gran romanticismo del siglo XIX. Naturalmente, por sus
preocupaciones intrínsecas, este movimiento tiene más importancia en la prosa
que en el verso; más en la crítica erudita, en la gramática y la filología que en la
creación lírica. Como centra su atención en el idioma, hunde sus raíces en la
tradición hispánica y, más lejos, en la tradición latina. Figura central de este
movimiento es don Miguel Antonio Caro, junto al cual aparecen las figuras de
Rufino José Cuervo y Marco Fidel Suárez. Cuervo, autor del célebre "Diccionario"
y de las "Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano", logró el milagro de
escribir con frescura sobre temas especialmente áridos. Suárez es un buen
prosista: sus "Sueños", en particular, son buena prueba de ello; pero ninguno de
estos dos autores se acerca - afortunadamente - a la poesía. Otro es su mundo.
Miguel Antonio Caro es un caso excepcional de inteligencia y trabajo
conjugados. Hombre de inmensa cultura, tradujo a Virgilio en octavas reales que
son de difícil lectura en nuestros días y, a otros poetas desde los profetas
bíblicos, pasando por Hugo y Lamartine, hasta el deplorable Sully Prudhomme,
tan admirado por nuestros hombres de letras al final del siglo.
La gigantesca obra de Caro - gobernante, poeta, ensayista, jurista insigne -
desborda los marcos de la literatura. Como Núñez, influye decisivamente en la
vida política del país. Inspira y redacta la Constitución de 1886. Es presidente de
la República. Orador, senador, se opone al tratado con los Estados Unidos sobre
Panamá. Su recia personalidad se impone sobre medio siglo de la vida nacional.
"Poeta, gramático, filósofo, teólogo, historiador, filólogo, legista, crítico, maestro,
aquella inteligencia recorrió todas las esferas de la actividad psíquica", escribió
con razón Guillermo Valencia. El discurso de éste, en la muerte de Caro, es una
pieza insustituíble para conocer al uno y al otro.
Lo cierto es que la obra de Caro como ensayista, jurista, traductor y estadista
ha hecho palidecer su creación como poeta original20. Y es que su obra poética
se caracteriza, no tanto por la emoción directa, o la sobrecogedora visión del
lírico, sino por el estilo límpido y medido, por la serenidad del verso, a veces de
cierta energía y solemnidad. Todo hace de él, sin duda, el más grande de
nuestros "clásicos", si es que esta denominación tiene algún sentido aplicada a
un escritor de fines del siglo XIX: nació en Bogotá en 1843, murió allí mismo en
1909. Sin embargo, sus versos carecen de esa entrañable emoción que es
patrimonio de los verdaderos y grandes poetas. Su estrofa seca, poco tierna y, a
veces, pedante, no posee los jugos líricos que alimentaron los versos de su padre
José Eusebio. Este era, sin duda, más poeta, por su sensibilidad hondísima, su
ternura, su pasión, su arranque lírico. Aquel era más un pensador, un moralista
estoico, un nuevo clásico a la manera de los poetas latinos que él tradujo y que
tan de cerca lo influyeron.
La oda "A la estatua del Libertador" de Miquel Antonio Caro parte de un bello
pensamiento poético: el del Bolívar triste y desengañado, mudo y melancólico,
20
Bibliografía poética de Miguel Antonio Caro: "Poesías"
(Bogotá, F. Mantilla, 1866); "Horas de amor" (Bogotá, Echeverría
Hermanos, 1871); "A la estatua del Libertador" (Bogótá, Echeverría
Hermanos, 1883); "Sonetos de aquí y allí" (Curazao, A. Betancourt,
1891); "Poesías latinas" (Bogotá, ed. Voluntad, 1951). "Obras
completas" (Bogotá edición oficial dirigida por Víctor E. Caro,
Imprenta Nacional, 1918 - 1945).
derrotado incluso por la vida. Así lo vió el escultor Tenerani, al modelar la
estatua célebre (hoy en la plaza de Bolívar de la capital del país). Y así lo vió su
cantor. En esa Oda, que resulta hoy bastante retórica y amanerada, tiene algunas
estrofas bellamente logradas. En ellas hay, a veces, un soplo de indudabIe
grandeza, así como cierto tono de solemnidad épica, tal vez único a lo largo de
toda nuestra poesía:

A LA ESTATUA DEL LIBERTADOR


(Fragmentos)

Bolívar no fascina
a tu escultor la Musa que te adora
"sobre el collado que a Junín domina",
donde estragos fulmina
tu diestra de los incas vengadora.

No le turba la fama,
alada pregonera, que tu gloria
del mundo por los ámbitos derrama,
y doquier te proclama
genio de la venganza y la victoria.

El no supo el camino
por do el carro lanzaste de la guerra,
que de Orinoco al Potosí argentino
impetüoso vino
temblar haciendo en derredor la tierra.

Ni sordos atambores
oyó, ni en las abiertas capitales
entrar vió tus banderas tricolores
bajo lluvia de flores
y al estruendo de músicas marciales.

Ni a sus ojos te ofreces


cuando, nuevo Reinaldo, a tí te olvidas,
y el hechizante filtro hasta las heces
bebiendo, te adormeces
del Rímac en las márgenes floridas
................................

Te vió, si adolescente,
ya en el silencio de la gran ruina
que Roma encierra, apacentar tu mente,
la soñadora frente
doblada al peso de misión divina;

........................................

o en la región del hielo,


del Chimborazo hollar la cumbre cana,
y contemplar allí del tiempo el vuelo
la inmensidad del cielo,
la pequeñez de la grandeza humana.

.......................................

En tan solemnes días,


por la orilla del mar, los pasos lentos,
y cruzados los brazos cual solías,
hondas melancolías
exhalabas a veces en lamentos.

Ora pasara un ave,


ya hender vieses el líquido elemento
sin dejar rastro en él velera nave
murmurabas: "Quién sabe
si aré en el mar y edifiqué en el viento!"

.......................................

Inclinando la espada,
tu brazo triunfador parece inerme;
terciado el grave manto; la mirada
en el suelo clavada;
mustia en tus labios la elocuencia duerme.
............................................

Libertador! Delante
de esa efigie de bronce nadie pudo
pasar, sin que a otra esfera se levante,
y te llore, y te cante,
con pasmo religioso, en himno mudo.

La Oda entera resulta demasiado pesada. Es mejor retener, apreciar, las


estrofas que hemos transcrito. Son aquellas en que hay aliento poético. Las
demás son falsamente elocuentes, o demasiado retorcidas. A veces, las liras -
muy perfectas en su versificación - adolecen de transposiciones en el lenguaje
que, lejos de la belleza de Góngora o Quevedo, permanecen en un nivel retórico.
Hay algo de forzado barroco en ellas.
Hay, en cambio, algunos conceptos dignos de ser subrayados: la grandeza de
Bolívar derrotado; la venganza de los incas que él consuma; la vanidad humana.
Pero rara vez estos "conceptos" se convierten en "poesía". Nótese la diferencia
con las ideas, muy vecinas de la filosofía pero eminentemente líricas, que
expone Pombo en su "Hora de Tinieblas". Es la distancia que va de un
temperamento poético al otro.
Toda la "Oda" revela claramente la erudición de Caro. Sus alusiones
históricas, mitológicas, legendarias - unas veces acertadas poéticamente, otras
fallidas - nos trazan un deslumbrante cuadro. En ocasiones, un paralelismo muy
logrado -por ejemplo el de Bolívar en Lima, hechizado por el amor, y Reinaldo -
exige una explicación marginal, sin la cual la estrofa carece de significado.
Esta Oda ha sido muy elogiada. Con exceso, sin duda. Don Marcelino
Menéndez y Pelayo dice: "El que ha escrito esta Oda tan profundamente
elegíaca, pensada y sentida con tanta elevación y tan noble tristeza, tan original
en el pensamiento y tan desviada de todo resabio de declamación patriotica...
bien puede contarse, aunque solo por ella fuera, entre los primeros líricos
castellanos". Un concepto generoso, que el país puede agradecer; pero que no
podemos compartir.
En esa misma línea elogiosa, don Diego Fallon dice que "su composición, en
conjunto, es la mejor que se ha hecho en América... en ésta hay pensamiento,
doctrina, ironía a veces, y al mismo tiempo música y cadencia, y fantasía y
precisión de estilo, en fin, cuanto se requiere para que sea una poesía, entre
todas, la primera". Estos conceptos explican por qué Fallon escribió "La Luna".
Contra esta Oda conspira, en cierto modo, el propio género de ella. Para la
sensibilidad actual, es difícil aceptar este género épico, esta poesía solemne y
rotunda, incluso esta exaltación patriótica por medio de los versos, la doctrina y
el pensamiento a que alude Fallon. Nótese que, respecto de Pombo y de Silva, el
fenómeno va a repetirse. Perdurarán en la memoria la "Noche de Diciembre" y
el "Nocturno" más que el canto "Al Niágara" o "Al pie de la Estatua". Todo ello
hace que, para el gusto actual, la Oda de Caro se haya desvalorizado.

Los sonetos de Miguel Antonio Caro son, en su forma, un buen ejemplo de la


resurrección de los modelos clásicos. Pero, sin una honda vivencia personal, sin
una savia renovada, permanecen en una órbita académica. Más allá de su
arquitectura, hay algunos indudables destellos poéticos, como en los tercetos
del soneto que insertamos a continuación:

PRO SENECTUTE

Tú, que emprendiste bajo albor temprano


la áspera senda con ardiente brío
y ora inclinado y con andar tardío,
rigiendo vas el báculo de anciano:

Torpe el sentido y el cabello cano


no te acobarden, ni el sepulcro frío
contemples con doliente desvarío,
de rápido descenso el fin cercano.

Fúlgida luz la vista te oscurece;


argentó tu cabeza nieve pura;
cesas de oír porque el silencio crece;
te encorvas, porque vences la fragura;
anhelas, porque el aire se enrarece:
llegando vas a coronar la altura!

Más tarde, Antonio Gómez Restrepo (1869-1947) y Luis María Mora


(1869-1936), Tomás Rueda Vargas (de prosa jugosa y depurada, como la de un
Azorín colombiano, especialmente en sus descripciones de la Sabana de Bogotá),
el padre Félix Restrepo y Eduardo Guzmán Esponda prolongan la anterior vena
clásica, cuyo centro de irradiación será, inicialmente, la Academia Colombiana
de la Lengua y, más tarde, el Instituto Caro y Cuervo, dirigido actualmente por
otro insigne humanista, José Manuel Rivas Sacconi. El ilustre profesor Luis
López de Mesa encarnó también esa tendencia clásica, dándole una nueva
dimensión a través de sus ensayos sociológicos. Pero nada de ello nos aproxima
a la veta poética que buscamos.
Sin embargo, en la obra de Antonio Gómez Restrepo21 hay algunos hallazgos
líricos, como en su soneto sobre los templos griegos de Pestum, o en aquel otro
sobre la estatua de Marco Aurelio en la plaza del capitolio romano, en actitud
que el poeta describe "como amparando con su diestra al mundo", y, sobre todo,
en un soneto muy conocido, que debemos transcribir para apreciar esta peculiar
alianza de romanticismo y neo-clasicismo:

LOS OJOS

Ojos hay soñadores y profundos


que nos abren lejanas perspectivas;
ojos cuyas miradas pensativas
nos llevan a otros cielos y a otros mundos.

Ojos, como el pensar, meditabundos,


en cuyo fondo gris vagan esquivas
bandadas de ilusiones fugitivas,
como en el mar alciones errabundos.

Ojos hay que las penas embellecen


y dan el filtro de celeste olvido
a los que al peso de su cruz fallecen;

ojos tan dulces como el bien que ha sido


y que en su etérea vaguedad parecen
astros salvados del edén perdido.

21
Nacido en Bogotá en 1869, fué profesor y diplomático,
miembro de la Academia de la Lengua, y autor de una monumental
"Historia de la Literatura Colombiana". Murió en Bogotá, en 1947.
Su bibliografía poética comprende: "Ecos perdidos" (París, Imp. de
Durand, 1893); "En la región del ensueño" (Bogotá, ed. Arboleda y
Valencia, 1917); "Relicario" (Roma, Ed. Escuola Tipográfica
Salesiana, 1928); "Poesías" (Bogotá, ed. Escuelas Gráficas
Salesianas, 1940).
*

Capítulo III

SIMBOLISMO Y MODERNISMO

Varias escuelas y corrientes poéticas se entrecruzan a finales del siglo XIX y


principios del XX. Es lo que hemos comprendido, de una manera amplia, bajo la
denominación de "simbolismo y modernismo". Otras tendencias, como la
parnasiana, se unen a las anteriores.
La influencia determinante proviene, entonces, de Francia. ¿Qué ocurre allí?
Superado el romanticismo de 1830, la poesía se abre a nuevos horizontes,
primero con el movimiento parnasiano (hacia 1860) y, algo más tarde, hacia
1880, con el simbolismo.
Los creadores del movimiento parnasiano fueron Teophile Gautier, Leconte
de Lisle y Teodore de Banville. Baudelaire, aunque tiene algunos toques
parnasianos, desborda con su deslumbrante personalidad todo marco literario.
El editor Lemerre publica, en 1866, el "Parnaso Contemporáneo"; ahí aparecen
los principales poemas de aquellos iniciadores, y de este título viene
"parnasianismo". La tendencia primigenia es decorativa, fantasista. Leconte de
Lisle redactará más tarde varios monifiestos parnasianos. Es una reacción
contra el último romanticismo. Se aspira a la objetividad, a cierta
imperturbabilidad. El poeta queda en segundo plano. En primer plano están
temas mitológicos, legendarios, históricos, muchas veces con exotismo. El
parnasiano busca el color, lo pintoresco, lo lejano, las remotas islas de Leconte
de Lisle, la antigüedad de Heredia, quien en sus "Trofeos" lleva la nueva escuela
a su máxima plenitud. Se busca la belleza del verso. La poesía es, ante todo, obra
de arte. Plasticidad, riqueza de ritmos y rimas, plenitud de la estrofa, expresión
adecuada. La técnica reemplaza a la inspiración de los románticos. El poema se
escribe a plena luz: lo inefable no existe, durá Gautier.
El parnasiano busca grandes temas, no solo míticos o históricos, sino también
filosóficos: la emoción personal, el subjetivismo del romántico y su expresión
negligente, desaparecen. Hay, incluso, un espíritu cientifista, como ocurre en
Leconte de Lisle. Se proclama, otra vez, el arte por el arte. Y el poeta, como en un
neo-clasicismo, retorna a la antigüedad clásica, al paganismo, rechazando el
viraje que el romanticismo había dado hacia el medioevo. Una segunda
generación parnasiana acentúa todas estas notas, reacciona todavía con más
fuerza contra las tesis románticas (confesión personal, versos espontáneos, el
poeta eco del pueblo, inspiración, intervención activa en el destino colectivo):
sus principales representantes son León Dierx, Sully Prudhomme, José María de
Heredia, Catule Mendés, Anatole France. A todo ello se une un cierto
naturalismo, un enfoque positivista. También, un esteticismo marcado: la poesía
es obra de arte para una minoría culta, "lujo intelectual accesible a muy pocos
espíritus". La belleza se opone a la utilidad: "cuando una cosa se vuelve útil, deja
de ser bella" (Gautier). Y está por encima de la moral.
Algo más tarde, como hemos anotado ya, surge en Francia el simbolismo, que
estaba en germen en "Las Flores del Mal" de Baudelaire (1857). El término
"simbolismo" es empleado por primera vez por Jules Laforgue. Los simbolistas
reaccionan, a su vez, contra el parnasianismo. Las cosas vuelven a ser vistas a
través del yo. Predomina un hondo subjetivismo. El objeto se esfuma, pierde sus
contornos, quizá bajo la influencia de la filosofía idealista (neo-kantiana). El
simbolismo poético corresponde, además, al impresionismo pictórico: los dos
movimientos coinciden cronológicamente, y coinciden en sus propósitos. El
simbolista buscará la pureza expresiva, la música, la adorable música de
Baudelaire y Verlaine, no ya la perfección formal, sonora, un tanto helada de los
parnasianos. Se emplea, ante todo, el símbolo musical. Es poesía hecha de
sugerencias, de melodías inasibles, de imágenes sutiles, de metáforas indirectas.
La tesis de las "correspondencias" de Baudelaire se impone: músicas, colores,
aromas, codo se corresponde en un universo tan unitario como misterioso. Pero
también en el simbolismo hay varias vertientes: la rebelde, violenta,
cerebralizada, de Arthur Rimbaud; la emotiva, sensual, musical, de Paul
Verlaine; la hermética, de Mallarmé. Gustavo Kahn desarrolla las técnicas del
verso libre. El movimiento se abrirá hacia otras áreas con Maeterlinck, Francis
Jammes y, más tarde, con Paul Claudel y Paul Valéry.
El modernismo es una extraña alianza de parnasianismo y simbolismo,
adaptada al espíritu latinoamericano. Su expresión más rotunda y hermosa
llegará con Rubén Darío, el gran nicaragüense. De un lado, ausentismo,
exotismo, muchos orientes y Versalles y cisnes y princesas, siglo XVIII francés y
añorado medioevo, mucho lujo idiomático, riqueza verbal y adornos expresivos
y rimas sonoras; pero, de otro, honda veta lírica, sutil, fruto de angustia, de
amor, de un profundo drama interior que emerge hasta el poema (como en "Lo
Fatal" y "Poema del otoño" de Darío). Todo aquello - parnasianismo,
simbolismo, modernismo - es lo que vamos a encontrar - en dosis diversas - en
los poetas colombianos de la última década del siglo XIX y primeras del XX. De
todos modos, es un momento crucial, de exaltación poética, de creación
continuada, de búsqueda de esencias, de hondas congojas y altas conquistas
estéticas.
*

José Asunción Silva (1865-1896), situado en una encrucijada histórica y


cultural, es poeta de transición de un mundo poético a otro - es el tránsito del
romanticismo, que todavía lo impregna, hacia otras formas, más sutiles y
musicales, ya simbolistas, de la poesía moderna - que pone en sus versos, sobre
todo, una nota personalísima, a la vez sugerente y emotiva22.

La ubicación de Silva dentro del modernismo es problemática, discutible.


Está más cerca de Verlaine que de Darío. Poca relación tiene Silva, o ninguna,
con Santos Chocano o el propio Lugones. Sus versos no se caracterizan por
temas objetivos ni por bellezas plásticas23. Lo que en Silva predomina no es, en
todo caso, ese espíritu modernista - exotismo, escapismo, tropicalismo,
formalismo verbal - sino su sensibilidad agudísima, ese toque personal suyo
que, haciéndolo inconfundible, lo hace también inclasificable.
Así, lo que define a Silva no es su ubicación literaria dentro de una escuela o
capilla. Es su personalidad singular, y en esta, su sensibilidad. Una sensibilidad a
flor de piel, y de verso, honda y fina. Es la resultante de una calidad humana
fuera de serie. Esa sensibilidad le hace poeta. Le interna en su mundo propio. Le
separa, dramáticamente, de los otros seres. Le sumerge en una intimidad no
compartida a la vez quieta y fecunda.Esa misma sensibilidad le angustia, le hace
vivir intensamente su tragedia personal. Hace también que todo, incluso los
problemas económicos que le aquejan, resuene profunda, dilatadamente en el
fondo de su ser. Esa misma sensibilidad - lejos de su aparente "diletantismo" y
dandysmo - le hace amar, con fervor, con pasión, con delicadeza, con un ardor

22
Es poeta "de transición" en el mejor sentido, el de un gran
innovador. Un poeta que genialmente se asoma a un universo nuevo.
Como Baudelaire en 1857 con sus "Flores del Mal". Nos parece
indispensable hacer la aclaración para que no se entienda "poeta
de transición" como poeta ecléctico o vacilante.
23
Daniel Arango publicó en "Revista de Indias" un excelente
ensayo para poner de relieve las diferencias existentes entre la
poesía de Silva y la modernista. Es, sin duda, el criterio
acertado. Enfoque distinto es el de C.A. Caparroso al decir que
Silva "es un salto; partida, el romanticismo; llegada el
modernismo". Este concepto, muy difundido, simplifica el problema,
y adultera a Silva al presentarlo como un poeta que, en su
culminación, llega al modernismo. La cuestión es mucho más
compleja.
mezclado de una extraña pureza. Es esa sensibilidad la que choca contra el
medio burgués y provinciano en que debe vivir, en su Bogotá natal, después de
sus viajes por Europa (1883-1886). Es esa sensibilidad la responsable de su
actitud de niño perplejo, un tanto ingenuo, un poco ridículo en ese medio. Esa
misma sensibilidad, tan abierta a todo lo nuevo, le permite penetrar y asimilar la
cultura de su instante histórico: de otro modo no habría podido acercarse a
Baudelaire y Verlaine, Laforgue y Rimbaud, a Nietzsche y Schopenhauer. Esa
sensibilidad le conduce hacia un desgarrado escepticismo, pues los hechos
duros le afectan en forma demasiado profunda y, como reacción muy explicable,
Silva se protege, construye medios de defensa sicológica, se torna agnóstico,
tiende a un nihilismo frío y cerebral, o escribe sus "gotas amargas"; pero todo
ello es un escapismo de su sensibilidad tan honda, compleja, dolorosa, a través
de la cual - pudiera decirse- mira el mundo sin esperanza. Es esa misma
sensibilidad, ya agudizada hasta lo patológico, la que le lleva a quitarse la vida,
en la más trágica noche de la poesía colombiana, en aquel 24 de mayo de 1896,
cuando tenía apenas treinta años.
José Asunción había nacido en Bogotá el 27 de noviembre de 1865, como está
establecido24.
Hijo de Ricardo Silva - escritor costumbrista, contertulio de "El Mosaico",
hombre de negocios acomodado - y de Vicenta Gómez, de personalidad muy
recia, impositiva, Silva pertenecía al medio burgués alto. Inicialmente, sus ideas
y gustos son los de la "aristocracia" bogotana. Su hogar es culto, refinado,
elegante. El padre posée una excelente biblioteca. La infancia de José transcurre,
ya, entre libros, versos, perfumes y trajes importados, alusiones sobre música y
literatura. El medio es también religioso, casi conventual: religiosidad de sello
español, sincera, supersticiosa. Es el catolicismo cerrado del siglo XIX en las
pequeñas aldeas y ciudades de Latinoamérica. Bogotá, en tiempos de Silva, es
esa pequeña, tradicional aldea, muy estrecha, provinciana y católica - con sus
campanas del día de difuntos al fondo, que tañerán también en los versos del
poeta- pero, al mismo tiempo, culta, con cierto aire mezclado de refinamiento y
artificio. Una ciudad en que habita una minoría que asimila variadas influencias
europeas. Esa minoría, a la cual pertenece Silva, recibe libros y revistas de

24
Se equivocó Unamuno al decir que Silva tenía 35 años al
morir. Y se equivocó también Sanín Cano al rectificur a Unamuno.
Así lo muestra curiosamente Alberto Miramón. Este biógrafo trae la
partida de bautismo de "José Asunción Salustiano Facundo" (era su
nombre!), sentada el 6 de enero de 1866 cuando el niño tenía 41
días.
Europa. La ciudad no ha entrado todavía en la órbita norteamericana; gira, como
satélite, en la de París y Londres.
Esa influencia, europeizante, se acentúa en el caso de José Asunción con sus
viajes de adolescente. Porque, después de estudiar en alguna escuela local y en
el colegio de don Luis María Cuervo (hermano del filólogo), y de trabajar algún
tiempo al lado de su padre, en los negocios de éste, viaja a Europa25 en el año de
1883. Ya era un ávido lector y llega pronto a una sorprendente madurez
intelectual, pero carece de formación universitaria. Es solo un muchacho precoz.
Ese viaje, que tanta influencia habrá de tener sobre su espíritu, le madura más
todavía. Y le separa del pequeño mundo - tertulias, chismes, costumbrismo
literario, prejuicios - de su ciudad natal. Silva será siempre un autodidacto. Lo
lee todo, desordenadamente. Nunca tendrá una verdadera formación filosófica.
Los vacíos de su cultura son tan grandes como las áreas que le interesan. Incluso
en literatura, que es su dominio primordial, su lectura es caótica, hecha a saltos.
Aunque vive también en Inglaterra y Suiza, es Francia la que le marca. Asimila su
cultura, la interpreta, la funde dentro de esa especialísima sensibilidad suya,
hallando ocultas analogías con los novelistas y poetas de moda.
Mientras Silva viaja así, madurándose, por Europa, la situación del país ha
sufrido cambios muy profundos. Una nueva guerra civil se extiende (1885) por
las almas y los campos. Los negocios de don Ricardo se agrietan (1886). Graves
dificultades económicas se avizoran ya para la familia. Silva puede permanecer
poco tiempo más fuera del país. En 1887, don Ricardo muere repentinamente, y
el joven poeta, sensible, melancólico, de tendencia decadente y esteticista26 debe
ponerse al frente de esos negocios que desconoce, manejarlos, salvar de la ruina
a su madre y hermanas. Tiene apenas veintidos años. Se hace cargo de la
situación con inteligencia, habilidad, altura. Aspira a cumplir todos los
compromisos comerciales adquiridos por su padre, muerto al borde de la
bancarrota. Se dedica, con enérgica voluntad, a esa tarea, en la cual nos resulta
difícil imaginarlo. Pero su sensibilidad quedará gravemente afectada. Son cinco
25
Datos elementales tomados de la reseña biográfica hecha por
su sobrino Camilo de Brigard Silva; y de los estudios hechos por
Rafael Maya, Alberto Miramón, C.A. Caparroso y, más recientemente,
por Eduardo Camacho Guizado. Son textos que emplearemos en las
notas subsiguientes, respecto de la vida de Silva.
26
Silva tuvo siempre un aire de "dandy"; disonaba con el
medio bogotano en sus costumbres, vestidos, actitudes. Ese medio
era cursi. El, snob, resultaba un tanto ridículo. Es lo que,
exagerado, nos ha pintado Juan Ramón Jiménez en un ensayo muy
discutible.
años de esfuerzos inútiles, de frustraciones, de esperanzas fallidas. La realidad le
hiere muy duramente. Y a pesar de sus notables esfuerzos, todo concluye en la
ruina total. Silva no se recupera de esos fracasos, que le marcan, le humillan.
Esos fracasos estarán - al lado de otros factores no menos decisivos - en el
origen de su derrota definitiva, y de su muerte trágica.
En 1891, el 11 de enero, muere Elvira, la hermana preferida del poeta. Los
retratos y la tradición conservan su hermosa estampa, su soñadora cabeza
pensativa, su mirada bella e inteligente. Un ser excepcional, dotado de una
belleza rara y perturbadora. Silva la admira, la ama entrañablemente. Es su ser
más cercano, es también su confidente, su compañera. Silva se siente, como ella,
superior al medio. Dos seres gemelos, en inteligencia, sensibilidad: en calidad
humana. Se mueven en un plano más alto, con cierta secreta confabulación,
frente al medio bogotano y sus gentes. No es extraño que al sentimiento fraterno
de José Asunción se mezcle cierto erotismo larvado. Testimonio de ese
sentimiento, muy complejo, es el "Nocturno" del poeta, que se inspira, sin duda,
en la muerte de su hermana27. Pero el poeta - ahí radica su fuerza mágica - todo
lo transforma. La muerte metamorfosea a la hermana en la amada: en la amada
que no fue la amada. Elvira se idealiza y sensualiza, a la vez, a través de la
música del poema28. Los versos cobran sensualidad. La luna cómplice baña un
paisaje misterioso, erótico. Las dos figuras enlazadas, más que Silva y su
hermana, son el poeta y el amor. Es que Silva, como Lamartine y Baudelaire, es
mitómano. El gran arte se aproxima a la gran fábula. Elvira es en la muerte lo
que nunca fue en la vida, la amante del poeta; una sublimación erótica, casi
mística - a lo Dante -. De todos modos, la muerte de Elvira golpea nuevamente, y
de manera irreparable, la sensibilidad de José Asunción. Es una nueva tragedia,
al lado de la muerte del padre y del desastre financiero. Es otro eslabón - como
frecuentemente se ha observado - en esa invisible cadena que lo conduce al
suicidio.

27
La muerte de Elvira - escribe Camilo de Brigard Silva -
"inspiró a Silva el tema del Nocturno". El juego de las fechas no
deja lugar a duda alguna.
28
Sobre las relaciones de José Asunción y Elvira se han
propuesto dos tesis extremas, igualmente inválidas en nuestra
opinión. Según unos, aprovechando editorialmente el escándalo, los
dos hermanos fueron amantes. Pura y simplemente. Según otros, no
hay ni siquiera problema: relaciones fraternales, solamente.
Creemos que en las líneas anteriores sintetizamos una hipótesis
distinta, intermedia, más realista.
Silva, triste, decepcionado, resentido, anda sin brújula. El presidente Miguel
Antonio Caro, que ha vislumbrado el talento singularísimo del joven poeta
arruinado, le nombra secretario de la legación en Caracas. La mirada del severo
estadista y traductor de Virgilio ha calado muy hondo en ese mozo despierto y
sensible, aunque esté muy lejos de su mundo lírico y de sus innovaciones. Casi
todo los separa. Pero los une el talento, el genio. Silva viaja a Venezuela en 1894.
Se atedia en medio de los caraqueños y las caraqueñas, que están demasiado
distantes de su universo cultural y de su sensibilidad. Ni los comprende ni lo
comprenden. Trabaja en la rutina diplomática. Se enemista con el superior - el
ministro - y se amarga en las noches cálidas de fiestas artificiales. Labora
también, sin mucha convicción, en su creación literaria - ya ha publicado
muchos de sus poemas, pero solo en revistas y periódicos29 - en especial en sus
"Cuentos Negros" y "De Sobremesa", pequeña novela autobiográfica. También,
posiblemente, en otra novela...
En 1895 decide regresar a Colombia. Se embarca en La Guaira en el vapor
"Amérique". El barco encalla, naufraga, frente a la costa colombiana. La obra
inacabada del poeta se pierde. Pero el único testigo de este naufragio literario es
el propio Silva. Y Silva, no lo olvidemos, es mitómano, como Lamartine y
Baudelaire. Desapareció, irreparable pérdida, un manuscrito precioso? Es
posible. Más probable nos parece, sin embargo, que solo naufragara algún
esquema, algunos borradores. El naufragio del "Amérique" es tanto un hecho
como un pretexto. Y quizás una leyenda30. Con todo, es un hecho doloroso. Se
diría que el destino se ensaña en este nuevo poeta maldito.

29
En 1882 publicó Silva su poemilla "Taller Moderno" y dos
traducciones en el "Papel Periódico llustrado". Fue su primera
aparición ante el público. En 1886 publicó varios poemas
originales en "La Nueva Lira". El célebre "Nocturno" (Una noche
toda llena...) apareció en 1894 en "La Lectura" de Cartagena. Se
daba cuenta el propio Silva del valor del poema que así publicaba
en una gaceta de provincia?
30
Silva permanece solamente un año en Caracas. El mismo dice
que "reconstruyó" su novela "De Sobremesa", perdida en el
naufragio. Junto con el trabajo en la Legación, había tenido
tiempo suficiente para escribir, además, algo de trascendencia?
Posiblemente algunos "cuentos negros". José Asunción dice a
Aurelio de Castro que, después de sesenta horas de angustia en el
naufragio, se perdió "lo mejor de su obra". El interrogante
quedará siempre abierto.
En 1896 hallamos a Silva nuevamente en Bogotá, en su medio estrecho,
sórdido, conventual. Se ve forzado a intentar otras ocupaciones, instalar una
fábrica de baldosas, y otras empresas similares. Nadie, a su alrededor, ha
descubierto su genio impar. Se ha dicho que sus amigos habían adivinado ese
genio. Pero las limitaciones de ellos les impedían acercarse al auténtico, al
recóndito Silva; incluso las de un hombre como Baldomero Sanín Cano, que
nada tenía en común con esa sensibilidad extrema de José Asunción. Es más
probable - pero aquí nos situamos en el plano de las hipótesis indemostrables -
que algunas mujeres que amó Silva, como ha ocurrido en casos similares,
hubieran entrevisto el fondo de esa extraña personalidad, su talento oscuro, su
sensibilidad depurada, en el límite de lo morboso, abierta - por su inaudita
resonancia - a la creación estética. Una cosa son los amigos y la literatura, y otra
la experiencia personal, compartida. La única comprensión honda y verdadera
es la del amor. Experiencia insustituíble que acerca, entrega a dos seres como no
puede lograrse a través de ninguna otra vivencia. Es el único puente entre los
humanos. Lleva a la comunión mágica, en su hechizo. Silva - aunque carecemos
de datos exactos - es un amante ardoroso, apasionado, sutilmente sensual: así lo
revelan sus prosas y poemas, aunque en el medio bogotano lo llamaran "el casto
José". La experiencia erótica - París, Londres, Bogotá- debió ser para él algo
capital. Las mujeres, las pocas mujeres que quizá amó, no descubrirían, en
medio de esa común experiencia, desde el beso hasta la unión sexual, al
verdadero Silva, el núcleo de su alma, su centro de gravedad, y alguna acaso no
intuiría - mejor que amigos y literatos - su inteligencia y su sensibilidad, su genio
sorprendente?
Por fuera de esa posible - apenas posible - intimidad, Silva sigue siendo un
desconocido. La imagen del genio incomprendido, tan propia del romanticismo,
tiene en este caso una curiosa prolongación, casi fuera de época. Pero es que,
además de su temperamento introverso, como en actitud de defensa, que se
trueca en cierta hostilidad y artificio, y de un aire de refinamiento que le
distancia del "otro", Silva sólo ha publicado, para entonces, algunos poemas en
periódicos y revistas. La primera edición de sus versos será muy posterior a su
muerte; es la de 1908, hecha en Barcelona con prólogo de don Miguel de
Unamuno31.
31
Bibliografía de José Asunción Silva: "Poesías" (Barcelona,
Impr. de Pedro Ortega, 1908); "Poesías completas" edición hecha
por Camilo de Brigard Silva (Madrid, ed. Aguilar, 1963); "Obras
completas de José Asunción Silva" (Bogotá, ed. del Banco de la
República, 1956). Silva proyectó una edición de "El Libro de
Versos" en París en 1883.
Algunos de sus poemas, como el célebre "Nocturno", tendrán alguna
resonancia en círculos muy reducidos, en ese clan disperso de los hombres de
letras latinoamericanos. Pero, en realidad, nada que le haga famoso. Ni siquiera
conocido. Así, al morir, en esa noche del 24 de mayo de 1896, con el disparo en
el corazón, Silva sigue siendo un desconocido. Su fama y su leyenda vendrán
después.
A los diez años, Silva escribe su poema "Primera Comunión". Ya adolescente,
se encauza por los meandros de un romanticismo caduco. Escribe entonces
poemas como "Infancia" y "Serenata". Pero su genio lírico se afianza
rápidamente. Evuluciona hacia un romanticismo más personal, de tono menor,
influído inicialmente por las "Rimas" de Gustavo Adolfo Bécquer. Surgen,
entonces, poemas como "Crisálidas", "Luz de Luna", "Resurrecciones". No hay
que pretender establecer una evolución cronológica precisa. Después de leer a
Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, su voz toma otro tono. Se inicia en el
simbolismo, dentro del cual podrían situarse poemas como "Midnight Dreams",
"La voz de las cosas" o "Vejeces" o "Día de Difuntos". Algunas corrientes
modernistas lo tocan, sin afectarlo profundamente32; pero Silva es un innovador
y, con su voz siempre muy personal - más íntima que exótica - quiere poner al
día la poesía latinoamericana. Ese sorprendente innovador es el de "Los
maderos de San Juan", "Crepúsculo", "Nocturno" (Una noche). De pronto, un
modernismo más pleno aparece en su obra, como en "Nocturno" (Poeta, dí
paso...), "Nupcial". Pero aunque Silva tiene algunas facetas modernistas
(musicalidad, vagos tonos, asociación de sentimientos, vocabulario depurado,
ritmos nuevos, preocupación por el lenguaje, belleza formal a estilo parnasiano
a veces, lujos y rarezas) son más los factores que le alejan del modernismo,
como ya lo he señalado: una poesía demasiado personal e íntima para ser
modernista. En Silva no hay exotismo ni escapismo. No hay orientes ni cisnes ni
edad media ni Versalles ni siglo XVIII ni princesas. Su poesía no es decorativa ni
descriptiva. Allí no hay falso brillo, ni lujo exterior. Ni esmaltes ni tono elocuente
ni tendencia escultórica, ni cientifismo positivista. En Silva no hay leyendas ni
historia: ni Grecia ni Roma - falsificadas - ni medioevo ni renacimiento -
falsificados -. No hay preciosismo. En Silva hay - al menos en sus mejores
poemas - una autenticidad tan de raíz que es incompatible con el más
caracterizado modernismo.

32
Ello es cierto hasta el punto de que los poemas modernistas
que él escribe, como su soneto "Paisaje Tropical", no parecen de
Silva. No tienen sus huellas.
Pero todo ese juego de escuelas literarias es inútil para tratar de definirlo y
situarlo. Es otra dimensión la que lo identifica. Es que él, como todo gran poeta,
se acerca al misterio, lo vive. Pombo, Silva y Barba-Jacob son, entre los muertos,
los grandes poetas colombianos del misterio. Sus obras nos sitúan en una
atmósfera tensa, llena de presagios, de vuelos sordos, cargada de corrientes
eléctricas que estremecen. En todos tres, sin premeditación ni esfuerzo, aflora el
misterio, no por indefinible menos real. Hay en ellos un aletazo sorpresivo. Una
extraña melodía. Una calidad humana distinta de la que presentan un Julio
Arboleda, un Miguel A. Caro, un Guillermo Valencia. En aquellos tres cantores
hay una levadura humana de angustia, congoja o revuelta, de ensoñación o
desesperanza, que los segundos no conocieron o no expresaron. Especialmente,
en Silva33 hay algo que nos convoca inmediatamente a un mundo extraño,
alucinado, distante de la vida cotidiana, y en ese mundo nuestra emoción se
resuelve finalmente en una agobiadora tensión de espíritu. Es una desolación
sin causa cierta. En ese mundo extraño, hay habitantes que son sombras y
nosotros avanzamos como sonámbulos. Es este, sin duda, un aire distinto, que
solo se respira en un segundo plano de la sensibilidad. La complejidad del
sentimiento, la vecindad del dolor, de la niñez y de la muerte, la expresión de
emociones inefables, es lo que enlaza las voces de Pombo, Silva y Barba-Jacob,
unificándolas en el arcano. Así, el misterio es la nota dominante en la mejor
creación poética de Silva. Para entender el signiflcado profundo de su obra, no
basta analizar, pues, sus vinculaciones formales con el modernismo o el sentido
irónico de sus versos cuasi-filosóficos. Tampoco se le entiende describiendo el
contraste de su temperamento con su medio bogotano, ni indicando su temática
favorita, o señalando las posibles y epidérmicas influencias de Bécquer o
Verlaine, Mallarmé o Barrés. Todo ello es secundario y periférico. Cada poeta
lleva un solo mensaje, que está por encima de estas valoraciones críticas. Solo
penetrando el sentido de ese mensaje puede captarse su obra lírica. Por ello, es
necesario detenerse en el sentido del misterio en Silva, porque éste lo envuelve,
lo domina, individualizándolo. Desde este ángulo, analizaremos al poeta.
Pero este sentido del misterio en Silva es idefinible. Está en su obra toda,
como una luz oscura, impregnándola. Pero es bien difícil indicar en qué consiste
o en qué se diferencia de otras expresiones, similares. "Que hizo en su vida? - se
pregunta Unamuno. Sufrir, soñar, cantar. Os parece poco? Sufrir, soñar, cantar y
meditar el misterio. Porque el misterio da vida a los mejores de sus cantos, y

33
Véase mi estudio "El sentido del misterio en Silva", en "La
poesía inconclusa y otros ensayos", que en parte sintetizo en
estas páginas.
persiguiendo el misterio se cansó del camino de la tierra". Pero, qué es ese
misterio y de dónde proviene?
Pensamos que ello es el resultado de un anhelo trascendente fallido. Es la
sensación del hombre que, no resolviéndose en convicción religiosa, cae, en
vértigo, en el abismo de la nada. La angustia es el fruto final del fracaso
intelectual. En nadie como en Silva es esto evidente. José Asunción es inteligente,
curioso, se plantea toda suerte de problemas filosóiicos, estéticos, religiosos.
Pero nada le explica el mundo. Ni su presencia en él. Allí nace su agonía. (Es esto
lo que revela la autenticidad de su actitud). Y allí donde termina la búsqueda
especulativa, allí donde la razón se le quiebra, se abre la noche de lo
desconocido.
Ello puede explicar su aparente dualidad, al escribir por un lado su
"Nocturno" y sus más famosos poemas, siempre enigmáticos, y, por otro, sus
"Gotas Amargas", ese conjunto de versos cínicos, sarcásticos: los primeros son el
resultado de su nihilismo frente a un universo misterioso; las segundas, el
desdén en que ese agnosticismo desemboca. Pero esta segunda actitud será
demasiado cerebral para llegar a ser poética.
Acerquémonos a los temas de Silva. Es algo connatural a su poesía volverse
hacia el pasado. La infancia perdida es una de sus más reiteradas evocaciones34.
Es retornar, con el recuerdo, a todas aquellas cosas "que embellecen el tiempo y
la distancia". Pero no es simple preocupación por el mundo infantil. Es que el
recuerdo y el presentimiento caracterizan al romántico. Son la fuga de la
realidad inmediata y del presente. Y el recuerdo nos enlaza con la infancia: el
niño podría definirse como una criatura asombrada. Desconoce las causas de los
fenómenos: por ello, su mundo es fantástico, inabarcable, encantado. Ese
sentido del asombro frente al misterio cotidiano es, más bien, lo que aproxima a
Silva a los niños, a sus juegos, a sus cuentos. Es la época del asombro y del
enigma del mundo.
"Crepúsculo" es uno de los poemas esenciales de José Asunción Silva. "De la
calle vienen extraños ruidos..." Es la sensación infantil de temor frente a lo
desconocido, ese mundo que se extiende más allá de las ventanas. Y el cuento, es
la proyección de lo fantástico y sobrenatural. Es la fábula. "Fantásticos cuentos
de duendes y hadas..." El cuento está cercano al sueño, y participa de su esencia:

34
Es interesante observar que, según lo han anotado varios
biógrafos de Silva, el poeta no tuvo infancia. Fue siempre un niño
serio. Desconoció los goces y juegos de la niñez, quizá por su
sensibilidad excepcional y por una absorbente influencia materna.
CREPUSCULO

Junto de la cuna aún no está encendida


la lámpara tibia, que alegra y reposa,
y se filtra opaca, por entre cortinas,
de la tarde triste la luz azulosa.

Los niños, cansados, suspenden losjuegos,


de la calle vienen extraños ruidos;
en estos momentos, en todos los cuartos,
se van despertando los duendes dormidos.

La sombra que sube por los cortinajes,


para los hermosos oyentes pueriles,
se puebla y se llena con los personajes
de los tenebrosos cuentos infantiles.

Flota en ella el pobre Rin Rin Renacuajo,


corre y huye el triste Ratoncito Pérez,
y la entenebrece la forma del trágico
Barba Azul, que mata sus siete mujeres.

En unas distancias enormes e ignotas,


que por los rincones oscuros suscita,
andan por los prados el Gato con Botas,
y el Lobo que marcha con Caperucita.

Y ágil caballero, cruzando la selva,


do vibra el ladrido fúnebre de un gozque,
a escape tendido va el Príncipe Rubio
a ver a la Hermosa Durmiente del Bosque.

Del infantil grupo se levanta leve,


argentada y pura, una vocecilla,
que comienza: "Entonces se fueron al baile
y dejaron sola a Cenicientilla;
"Se quedó la pobre, triste, en la cocina,
de llanto, de pena nublados los ojos,
mirando los juegos extraños que hacían
en las sombras negras los carbones rojos.

"Pero vino el Hada, que era su madrina,


le trajo un vestido de encaje y crespones,
le hizo un coche de oro de una calabaza,
convirtió en caballos unos seis ratones,

"le dió un ramo enorme de magnolias húmedas


unos zapatitos de vidrio, brillantes,
y de un solo golpe de la vara mágica
las cenizas grises convirtió en diamantes!

Con atento oído las niñas la escuchan,


las muñecas duermen, en la blanda alfombra
medio abandonadas, y en el aposento
la luz disminuye, se aumenta la sombra.

¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas,


llenos de paisajes y de sugestiones,
que abrís a lo lejos, amplias perspectivas,
a las infantiles imaginaciones!

Cuentos que nacisteis en ignotos tiempos,


y que vais volando, por entre lo oscuro,
desde los potentes arios primitivos,
hasta las enclenques razas del futuro.

Cuentos que repiten sencillas nodrizas


muy paso a los niños cuando no se duermen,
y que en sí atesoran del sueño poético
el íntimo encanto, la esencia y el germen.
Cuentos más durables que las convicciones
de graves filósofos y sabias escuelas,
que rodeasteis con vuestras ficciones
las cunas doradas de las bisabuelas.

¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas


que pobláis los sueños confusos del niño,
el tiempo os sepulta por siempre en el alma
y el hombre os evoca con hondo cariño!

Este poema está impregnado de ternura. El mismo metro en que está hecho -
decasílabos - le da una cadencia muy sugestiva, evocadora. Se mueven los versos
en atmósfera irreal, como en una leyenda: los duendes se van despertando; las
sombras se pueblan de personajes fantásticos. La visión del niño es también la
del poeta, conmovido. El relato subre "Cenicientilla" es un prodigio de síntesis,
de hechizo lírico, con versos que perduran, indelebles ("le dió un ramo enorme
de magnolias húmedas" - "las cenizas grises convirtió en diamantes"). La
evocación final de los cuentos infantiles, los que rodearon con sus ficciones "las
cunas doradas de las bisabuelas", es uno de los instantes culminantes de la lírica
de José Asunción.

Todo romántico, y en este sentido Silva lo es, impone a la sensación amorosa


un contenido sagrado y cósmico. Es un amor con proyecciones universales,
fuerza que anima todos los seres. El más célebre "Nocturno" de Silva no es un
simple poema amoroso. Es el gran poema del misterio. Es un amor romántico -
pero con la pureza y contención que caracterizan al gran lírico colombiano; un
amor misterioso en medio de una naturaleza no menos misteriosa. La luz de
luna que baña este poema es igualmente arcana. Las dos sombras unidas que se
proyectan sobre la estepa solitaria tienen un andar patético que estremece.
Diríase que avanzaran por una senda que asciende hacia el más allá, entre
bruma y ceniza. La comunicación de almas y sombras se realiza en el límite de lo
desconocido. Su música de alas es una música de ultratumba. El poema mismo
es otra música de alas, una sinfonía extraña y desolada, cruzada de lumbres
súbitas. El "Nocturno" es el poema de la ausencia, de la agonía y la desesperanza
en la ausencia. La voz del poeta, sollozante en el segundo canto, golpea en vano
contra el infinito negro. Desde el cielo, la luna blanquea y hace más enigmático el
mundo. Entre el poeta y la realidad diaria, olvidada ya, se ha abierto un foso
infranqueable. Los ladridos de los perros y los chirridos de las ranas - tan
prosaicos en cualquier otro poema - realizan el milagro de unir esos dos
mundos distantes. En medio de ese misterio, no puede olvidarse ni siquiera lo
real más elemental y próximo. Porque esta segunda realidad es igualmente
misteriosa. Lo que los hombres llaman realidad - dice Silva en una de sus prosas
- "es solo una máscara oscura tras de la cual asoman y miran los ojos de sombra
del misterio".
Avanza el Nocturno entre un coro de músicas. "Sentí frío" dice el Poeta; un
soplo helado que se comunica al lector. "Era el frío de la nada". Nótese que el frío
del sepulcro es el frío de la nada. Incluso en este poema, amoroso por excelencia,
Silva retorna a su escepticismo o, más exactamente, a su negación de la vida de
ultratumba. El misterio es ese no saber, no comprender. Después de la vida, el
abismo.
En su nuevo paseo, el poeta va solo. Su sombra se recorta, solitaria, sobre la
misma senda donde, en otra ocasión, las dos sombras se unían en una sola. De
pronto, aparece la sombra de la amada. (Es el toque mágico del gran poeta). Se
aproxima lentamente, con su andar melodioso. Se une a la sombra del poeta y
las dos sombras continúan avanzando enlazadas. Esto, simplemente. De dónde
surgió, repentinamente, esa sombra amada? ¿Cómo se acerca en su andar
silencioso? ¿Cómo se dibuja sobre el campo y desde dónde la proyecta un
cuerpo desaparecido, deshecho? Lo existente son, solo, las sombras? Y el
milagro de estas dos sombras unidas? Abrazadas, como entendiendo, al unirse,
el gran enigma de la vida y de la muerte, a dónde se dirigen? Todo esto, tan real
y humano, queda en la región de lo incomprensible. La sombra del amor viene
desde el reino de la muerte. Y avanza desde lo desconocido. Todo se realiza a
plena sombra de misterio, en el límite de la alucinación.

UNA NOCHE

Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas
a mi lado, lentamente, contra mi ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca
y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
y eran una sola sombra larga!
y eran una sola sombra larga!
y eran una sola sombra larga!...

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de tí misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
mudo y solo
por la senda caminaba.
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas...
Sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte,
era el frío de la nada...
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola,
iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... Oh las sombras enlazadas!
Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las
sombras de las almas!
Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!

Este poema sintetiza la más alta poesía. Cualquier comentario sobra. La


crítica es innecesaria, impotente, frente a tal belleza lírica. Subrayemos, sin
embargo, que de los dos versos finales, tan milagrosos, trasciende una nueva
sensación de misterio35. Ni siquiera puede intentarse una interpretación
racional. En cuanto la belleza participa del enigma, por ser ella indefinible,
excluye toda exégesis. Aquellos son dos versos que tienen un valor
independiente, aislados del contexto del poema, solo inteligibles con la intuición,
o en el éxtasis. Dos versos que ya van avanzando solos, sueltos, unidos entre sí
pero desligados del cuerpo del poema, libres, y enlazados, como las dos
sombras.
Ya aludimos atrás a la musicalidad de este poema, acaso única en la poesía
hispanoamericana. Silva lo escribe en un instante fronterizo de la lírica. Darío y
Valencia serán, luego, demasiado sonoros y brillantes. Antonio Machado y Juan
Ramón Jiménez buscarán la poesía pura, también una sutil melodía; pero el
"Nocturno" sigue siendo excepeional: su música no existe en otro poema, ni
antes ni después. Y, sin embargo, como el propio José Asunción lo explicaba, el
metro está tomado de una fabulilla de don Tomás de Iriarte. Son versos
mínimos, de cuatro sílabas cada uno, y nada importa, musicalmente, que a uno
de cuatro siga otro de veinticuatro, o mejor dicho seis de cuatro unidos: el ritmo
interno, el de las cuatro sílabas, se mantiene. Y hechiza. Lo asombroso es el

35
Hay que observar, sin embargo, que estos dos versos
estelares no aparecen así, en la forma transcrita, en las
ediciones más autorizadas. En éstas, e incluso en el manuscrito de
Silva, se lee: "Se acercó y marcho con ella... Oh las sombras
enlazadas! Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches
de negruras y de lágrimas!" No hay comparación posible. La versión
que hemos transcrito, que es la que toda persona culta conserva en
la memoria, es infinitamente más poética. Es, por lo demás la que
Unamuno incluye en la edición - y en la cita del prólogo - de
1908. Como esta es la edición primera de los versos de Silva - la
hecha en Barcelona; pensamos que es la más auténtica - pudo el
propio Silva haber hecho una corrección a su manuscrito anterior?-
, incluso si está en contra de las versiones autorizadas a que
hemos aludido.
modo como Silva expresa así, con una inaudita melodía, su emoción, su tristeza,
todo su personalísimo mundo poético.
Otro poema muy misterioso, y por lo mismo característico de nuestro poeta,
es el dedicado a las estrellas. No tiene título. Lleva solo un interrogante al frente.
Creo que toda la obra poética de Silva podría llevar el mismo interrogante, solo,
desligado, abierto sobre la muerte. Ese interrogante es el símbolo de lo
incomprensible. El mismo que se cierne sobre la cabeza de los hombres desde
los primeros tiempos:

...... ? ......

Estrellas que entre lo sombrío


de lo ignorado y de lo inmenso,
asemejáais en el vacío
jirones pálidos de incienso;

nebulosas que ardéis tan lejos


en el infinito que aterra,
que solo alcanzan los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra;

astros que en abismos ignotos


derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los Magos;

millones de mundos lejanos,


flores de fantástico broché,
islas claras en los oceanos
sin fin ni fondo de la noche,

estrellas, luces pensativas!


estrellas, pupilas inciertas!
¿Por qué os calláis si estáis vivas
y por qué alumbráis si estáis muertas?

Esté poema hiere honda, sutilmente, la sensibilidad. Conmueve. Y sus breves


estrofas, sugestivas y diáfanas en su arcano, muy musicales en sus eneasílabos
sin elocuencia alguna36, nos aproximan más al mundo sideral, y a su misterio
encendido, y a su problemática frente al hombre, que los largos poemas de
Fallon y Rivas Groot, citados antes.
Nótese que, para Silva, las estrellas no resplandecen en un firmamento
amigo. No son los luceros de la esperanza del místico. Son misterios claros,
suspendidos en el vacío...
El convencimiento de que la realidad es superior a nuestra capacidad de
comprensión, proyecta al poeta hacia una zona de oscuridad impenetrable. Es la
sensación que este poeta reitera constantemente. Y casi siempre, de noche. El
poema de Silva no podría nacer a plena luz del día, solo en la penumbra - como
"Crepúsculo" - o en la noche cerrada:

MIDNIGHT DREAMS

Anoche, estando solo y ya medio dormido,


mis sueños de otras épocas se me han aparecido.

Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías


y de felicidades que nunca han sido mías,

se fueron acercando en lentas procesiones


y de la alcoba oscura poblaron los rincones.

Hubo un silencio grave en todo el aposento


y en el reloj la péndola detúvose un momento.

La fragancia indecisa de un olor olvidado,


llegó como un fantasma y me habló del pasado.

Vi caras que la tumba desde hace tiempo esconde,


y oí voces oídas ya no recuerdo dónde.

36
Es interesante subrayar, por una parte, la belleza
intrínseca que tiene este metro eneasílabo, tan musical como
carente de solemnidad y de énfasis; y, por otra, que algunos de
los más bellos poemas colombianos han sido escritos en este metro
impar ("Estar contigo" de J.E.Caro; "Hay un instante", de
Valencia; "Invitación a navegar" de Maya; muchos de Llanos,
Carranza, Quessep...
*

¡Los sueños se acercaron y me vieron dormido;


se fueron alejando, sin hacerme ruido

y sin pisar los hilos sedosos de la alfombra


fueron desvaneciéndose y hundiéndose en la sombra!

Toda la obra del poeta está cruzada por estos sueños, por esas vagas
sombras, o esas fragancias indecisas. Una sensación de irrealidad. Su telón de
fondo es ese silencio angustioso en el que todo, incluso el reloj, queda en
suspenso repentinamente. Entonces, las cosas parecen compartir la tensión de
las almas.
La negación de la supervivencia conduce a la angustia mortal de la
descomposición:

"antes de caer corrompida


en las negruras de la tierra".

La noche de la tumba no tiene para Silva ningún resplandor celeste. El


también irá a dormir, a sus anchas,

"lejos del mundo y de la vida loca,


entre un negro ataúd de cuatro planchas
con un montón de tierra entre la boca".

La misma nota de misterio apagado, que hemos señalado ya, muy tenue y
sutil, apenas resonancia del arcano universal, aparece en el poema titulado
"Triste", en el cual la suerte está entendida como sino o destino ineluctable- el
que hizo del propio Silva un hombre frustrado, un ser contra el cual las
circunstancias se alían, triste héroe de su propia novela; penas ignoradas,
superiores a cualquier explicación; todo, amigos o ilusiones, envuelto en el
misterio, modulado por la voz de la ternura:

TRISTE

Cuando al quererlo la suerte


se me mezclan a nuestras vidas,
de la ausencia o de la muerte
las penas desconocidas,

y, envueltos en el misterio
van, con rapidez que asombra,
amigos al cementerio,
ilusiones a la sombra,

la intensa voz de ternura


que vibra en el alma amante,
como entre la noche oscura
una campana distante,

saca recuerdos perdidos


de angustias y desengaños,
que tienen ocultos nidos
en las ruinas de los años,

que al cruzar aleteando


por el espacio sombrío,
van en el ser derramando
sueños de angustia y de frío,

hasta que alguna lejana


idea consoladora,
que irradia en el alma humana
como con lumbre de aurora,

en su lenguaje difuso
entabla con nuestros duelos
el gran diálogo confuso
de las tumbas y los cielos.

La poesía de José Asunción es, muchas veces, un triste canto de lo que muere,
se deshace, caduca. Ese es el hilo invisible que une sus mejores poemas, y, en
este sentido, Silva es el poeta de lo temporal, el que vive más dramáticamente el
tiempo.
"Los Maderos de San Juan" es un poema muy vecino de las lágrimas, por la
ternura que despierta, como toda poesía honda. El mejor poema, como el mejor
amor, es frecuentemente el que nos hace llorar. Y, sin embargo, no sabemos en
qué consiste la belleza excepcional de estos versos de Silva, tan frágiles. De
donde viene ese tono, esa profundidad inaudita? Su dulce melodía, su
ritornello37, su sugestión infantil, su cuadro patético y su lirismo desgarrador y
contenido al mismo tiempo, tienen no se qué de desengaño, de temor, de
expectativa ante el tiempo y la muerte. Hay en este poema una alegría ingenua y
balbuciente, un mágico juego, detías de la tragedia íntima, no cabalmente
expresada:

LOS MADEROS DE SAN JUAN38

Aserrín!
Aserrán!
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan;
los de Roque,
alfandoque;
los de Rique,
alfeñique;
los de trique, triquitrán!
Triqui, triqui, triqui, triqui, trán!
Triqui, triqui, triqui, trán!...

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,


con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están...
La Abuela se sonríe con maternal cariño,
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño,
los días ignorados del nieto guardarán...
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan.

37
El ritornello del poema ("aserrín, aserrán, los maderos de
San Juan...") parece ser una antigua canción infantil, que Silva
incorpora a su poema, empleando un procedimiento similar al de
"Crepúsculo" cuando en éste incluye personajes y relatos tomados
de los cuentos tradicionales.
38
Hay varias versiones de este poema. Hemos escogido la que
aparece en la edición de Barcelona de 1908.
Triqui, triqui,
triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia


de largos sufrimientos y silenciosa angustia
sus cabellos blancos como la nieve están!
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia,
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que, ha tiempo, las formas reflejaron
de seres y de cosas que nunca volverán...
... Los de Roque, alfandoque,
triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana, cuando duerma la Abuela, yerta y muda,


lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave voz que encierra
todo el poema triste de la remota infancia,
pasando por las sombras del tiempo y la distancia,
de aquella voz querida las notas volverán...
... Los de Rique,
alfeñique...
Triqui, triqui, triqui, tran!...

Y en tanto, en las rodillas cansadas de la Abuela


con movimiento rítmico se balancea el niño,
y ambos agitados y trémulos están...
La Abuela se sonríe con maternal cariño,
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en el futuro, de angustia y desengaño,
los días ignorados del nieto guardarán...

... Los maderos


de San Juan
piden queso,
piden pan;
los de Roque,
Alfandoque;
los de Rique,
Alfeñique;
los de Trique
triquitrán.
Triqui, triqui, triqui, trán!

Es el temor ante la fuga inevitable del tiempo. Y de la vida en el tiempo... Del


tiempo que, en su huída, va dejando sus huellas, las arrugas, o una bruma en las
pupilas, y un moho invisible en los objetos... Es la angustia ante el simple dolor
de existir, de existir para la muerte.
Los versos finales del poema enlazan el tiempo con el morir. Es un canto
fúnebre, tan reiterado en la lírica de Silva. Su verso, temporal, es esencialmente
elegíaco. Su poesía, es preciso repetirlo, es el lirismo de lo que se deshace,
muere; o, simplemente, que envejece, como surge de los siguientes fragmentos
de uno de sus poemas más conocidos, aunque no de los más logrados:

VEJECES
(Fragmentos)

Las cosas viejas, tristes, desteñidas,


sin voz y sin color, saben secretos
de las épocas muertas, de las vidas
que ya nadie conserva en la memoria,
a veces a los hombres, cuando inquietos
las miran y las palpan, con extrañas
voces de agonizante dicen, paso,
casi al oído, alguna rara historia n n
ve tiene oscuridad de telarañas,
són de laúd y suavidad de raso.
Colores de anticuada miniatura,
hoy, de algún mueble en el cajón, dormida;
cincelado puñal, carta borrosa...

...................................

de otros siglos fantásticos espejos


que en el azogue de las lunas frías
guardáis de lo pasado los reflejos...

..................................
El pasado periuma los ensueños
con esencias fantásticas y añejas,
y nos lleva a lugares halagüeños
en épocas distantes y mejores;
por eso a los poetas soñadores,
les son dulces, gratísimas y caras,
las crónicas, historias y consejas,
las formas, los estilos, los colores,
las sugestiones místicas y raras
y los perfumes de las cosas viejas!

El verso de Silva refleja un vuelo de alas hacia la muerte. Su poesía es canto,


lleno de nostalgia, a "lo que fue y ya no existe". De ahí ese añorar las cosas viejas,
en cuanto conservan las huellas dactilares del tiempo, o las cosas de la infancia,
en cuanto recuerdos de lo que pasó definitivamente. Silva anda buscando el
polvillo extraño de la muerte en los armarios viejos, cartas de amor ya borrosas,
miniaturas familiares, en esos espejos de otros tiempos (el mejor toque lírico del
poema: "que en el azoque de las lunas frías guardáis de lo pasado los reflejos"),
un arca, un crucifijo, un sentimiento. Siente el olor de la muerte en todo. Y esta
agonía no es solo humana. Todo se halla en proceso agónico. Aquí parece
resonar el eco de las palabras de su "maestro" Schopenhauer. Porque esa
descomposición lenta, fatal, no tiene para Silva esperanza alguna. Es la muerte
universal, definitiva.
Esta presencia de la muerte, unida a cierta ironía muy frecuente en Silva, es lo
que aparece en su "Día de Difuntos", que no siendo uno de sus mejores poemas,
revela sin embargo un estilo muy característico del poeta. Nos remitimos a su
texto, por no ser, en realidad, antológico.
El "Nocturno I" de Silva - que ha recibido grandes elogios - no nos muestra
tampoco lo mejor del poeta, pues son versos demasiado elaborados - de sabor
modernista-, un tanto "cortesanos"; pero bien vale la pena de incluirlo, sobre
todo por los conmovedores versos finales39:

NOCTURNO I

39
Este "Nocturno I" es un poema prematuro de Silva. Fue
escrito en 1887, o sea siete años antes del célebre Nocturno ("Una
Noche"). Obviamente, el Nocturno ¡nada tiene que ver con la muerte
de Elvira (1891).
POETA, DI PASO...

¡Poeta, di paso
los furtivos besos!...
¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un solo rayo... Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso;
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda...
La selva negra y mística fue la alcoba sombría...
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda...
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día;
entre las nieblas pálidas la luna aparecía...
¡Poeta, di paso
los íntimos besos!
Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos,
desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía,
tus frescuras de virgen y tu olor a reseda...
Apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería.
¡Poeta, di paso
el último beso!
¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía;
mi oído fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda...
La llama de los cirios temblaba y se movía;
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendía
¡Y estaba helada y cárdena tu boca que fué mía!

No es mucho más lo que se salva de la obra de Silva. Poemas como "Don Juan
de Covadonga" son de lo peor que escribió el gran poeta. El genio lírico de Silva
no podía sobresalir en el género épico, como el que ensaya malamente en su
"Oda a Bolívar", "Al pie de la estatua". Otros poemas son versiones confesadas
de poetas franceses; otros, versiones no confesadas, como en el caso de
"Lázaro", que nos recuerda gravemente el poema escrito sobre el mismo tema y
con la misma conclusión por León Dierx: Lázaro envidioso de los muertos.
Hay también un sesgo macabro en la poesía de José Asunción Silva, que lo
acerca frecuentemente a la temática del sepulcro y la descomposición, quizá con
lejana influencia de Baudelaire ("La carroña"), como en el siguiente poemilla:

ESTRELLAS FIJAS

Cuando ya de la vida
el alma tenga, con el cuerpo, rota,
y duerma en el sepulcro
esa noche más larga uue las otras,

mis ojos, que en recuerdo


del infinito eterno de las cosas,
guardaron sólo, como de un ensueño,
la tibia luz de tus miradas hondas,

al ir descomponiéndose
entre la oscura fosa
verán, en lo ignorado de la muerte,
tus ojos... destacándose en las sombras.

No debemos terminar estas líneas sobre Silva sin hacer un corto comentario
sobre sus "Gotas Amargas". Son trece poemas, breves, que muestran otra faceta
del poeta, la menos interesante para nosotros. Amargo, cínico, es enteramente
otro Silva. Prescribe una dosis de estas "gotas amargas" al lector. La ironía, el
humor que circulan por estos versos carecen, en general, de interés poético40.
Pero hay que retener algunos rasgos en cuanto aclaran zonas de la
personalidad de Silva. La visión en "Zoospermos" es, a la vez, patética e irónica,
reflejo de su decepción frente a la vida. En "Filosofías" hay cuartetos ingeniosos,

40
Baldomero Sanín Cano observa que Silva "no consintió que
(estas gotas amargas) vieran la luz pública", como algunos amigos
se lo pidieron: "las miraba - agrega - con cierto desdén altivo...
"
que revelan algunas de las lecturas preferidas del poeta. Y "Egalité" es gracioso,
brutal:

Juan Lanas, el mozo de esquina


es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son un mismo animal...

Pero nada, en estos versos sarcásticos, es poesía. Sobre todo, si se comparan


con la otra veta, secreta y hondísima del lirismo de Silva. Sin embargo, las "Gotas
Amargas" constituyen un claro antecedente de algunas formas poéticas que
aparecerán más tarde en la poesía colombiana: piénsese, entre otros, en el caso
de Luis Carlos López.
Como ejemplo revelador de esta otra faceta de José Asunción Silva hemos
escogido su "Respuesta de la Tierra", en el cual la ironía está dirigida también
hacia el propio poeta:

LA RESPUESTA DE LA TIERRA

Era un poeta lírico, grandioso y sibilino,


que le hablaba a la Tierra una tarde de invierno,
frente a una posada y al volver de un camino;

-¡Oh madre, oh Tierra! - díjole; en tu girar eterno


nuestra existencia efímera tal parece que ignoras.
Nosotros esperamos un cielo, o un infierno,
sufrimos o gozamos en nuestras breves horas,
e indiferente y muda, tú, madre sin entrañas,
de acuerdo con los hombres no sufres y no lloras.

¿No sabes el secreto misterioso que entrañas?


¿Por qué las noches negras, las diáfanas auroras?
Las sombras vagarosas y tenues de unas cañas
que se reflejan lívidas en los estanques yertos,
¿no son como conciencias fantásticas y extrañas
que les copian sus vidas en espejos inciertos?

¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿por qué hasta aquí vinimos?


¿Conocen los secretos del más allá los muertos?
¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?
¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?
¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?
¿Por qué? Mi angustia sácia y a mi ansiedad contesta.
Yo, sacerdote tuyo, arrodillado y trémulo,
en estas soledades aguardo la respuesta.

La Tierra, como siempre, displicente y callada,


al gran poeta lírico no le contestó nada.

Guillermo Valencia, Víctor M. Londoño y José Eustacio Rivera inician - ya en


pleno auge el Modernismo en América - una poesía más objetiva que la de Silva,
más elaborada y menos personal. Son las descripciones del trópico - selva y
llano - de "Tierra de Promisión". Son los mitos y leyendas de la antigüedad,
como en "San Antonio y el Centauro" o "En el circo" de Valencia. A esa tendencia
modernista, muy vecina de los parnasianos franceses, se alía con frecuencia
alguna entonación simbolista, como en algunos versos de Víctor M. Londoño e
incluso en muchos del propio Valencia ("Croquis" "Los Camellos").
"Ritos", la gran obra de Guillermo Valencia, aparecida en 1899, a la cual había
precedido ya un volumen de poesías del año anterior41, fija un hito, marca una
época, abre y cierra un ciclo de poesía en Colombia. Valencia es, allí y entonces,
amo señor absoluto. Quizá no ha habido libro de versos que influya en el país de
manera tan decisiva - no siempre favorable. Valencia impone el Modernismo
con la fuerza de su expresión, con su energía incomparable. Su estrofa es plena,
cincelada, a veces demasiado perfecta. El verso es sonoro, un tanto elocuente;
parece de mármol o bronce, pero en ocasiones se diluye en melodiosas
armonías y sugerencias. La obra de Valencia es la de un artífice impecable. Vive
vuelto hacia el universo, que le deslumbra, o hacia la historia y la leyenda, que le
fascinan. Incluso el mal y la miseria adquieren, en sus versos, una dimensión
estética. Todo en su poesía lleva a la plenitud, a la serenidad, a la glorificación de

41
Bibliografía de Guillermo Valencia: "Poesías" (Bogotá, ed.
Samper Matiz, 1898); "Ritos" (Bogotá, sin ed., 1899); "Ritos"
(Londres Estab. Tip. de Wertheimer, Lea, 1914); "Alma Mater"
(Popayán, Impr. del Departamento, 1916); "Himno a la raza"
(Popayán, lmpr. de M. Castillo, 1938); "Obras poéticas completas"
(Madrid, ed. Aguilar, 1948).
las formas, del ser y de la vida, un tanto como Goethe y otro tanto como
Nietzsche.
En algún ensayo anterior42 señalábamos que en la obra de Valencia hay una
amalgama ilógica de positivismo y cristianismo, y de ahí esa contradicción que
caracteriza su estilo y su inspiración. De un lado están sus gustos literarios, su
estética modernista, sus lecturas, el reino de su inteligencia abierta; de otro, su
tierra, su Popayán natal, sus héroes y su religión.
Esta mezcla de tendencias crea antítesis ineluctables. Este cristiano aleja el
sueño y el misterio y la vida interior. Este pagano canta el triunfo del santo
sobre el centauro alegórico. Este discípulo de Nietzsche confía, católicamente, en
la superación de la muerte. Este americano se impregna de helenismo, bebido
en textos de positivismo francés. Este positivista concluye su poema social
(Anarkos) con una evocación del Pontífice romano. Pero este cristiano carece de
"sentimiento trágico" y de sentido místico, y retorna así, una y otra vez, a Grecia,
a través de Leconte de Lisle, y a Roma a través de Heredia; o reconstruye, muy
bellamente, los antiguos poemas chinos ("Catay") a través de otros traductores.
Su anhelo de clasicismo, su inclinación por la belleza formal, su tácito
panteísmo, naturalista, de un lado, y, de otro, su convicción religiosa y su
sentimiento, nutren - alternativamente - la raíz de su canto.
Inspirado por motivos ajenos, Valencia no crea una gran obra personal.
Rafael Maya ha señalado, con razón, que su emoción es "refleja": la que
proviene, no de sus vivencias, sino de sus lecturas. Es emoción filtrada a través
de otras emociones, más directas. Quizá sea exagerado afirmar que poemas
como "En el circo" son el resultado de la lectura de "Quo Vadis", según sugiere el
maestro Maya; pero hay algo de todo ello, es decir, temas que otros han vivido, y
no él, el propio poeta. En un célebre ensayo, "Bardolatría", Eduardo Carranza43
mostró todo lo que, en emoción y calor del alma, falta en la poesía de Guillermo
Valencia. De qué le vale a la poesía ganar todo el mundo si pierde su alma? se
preguntaba Carranza, con razón. Y Valencia gana el mundo, sin duda, el mundo
de las formas, de la luz, de la historia y del mito. Pero el alma misma de la poesía
se evapora. Es esta la diferencia radical que existe entre Valencia y Barba-Jacob,
pues todo lo que éste dice lo ha vivido honda, auténtica, desgarradamente. Pero
cómo vivir, desde Bogotá o Popayán - Maya insiste también en esto-, el tema de
las cigüeñas y del centauro y del circo y de Palemón y el desierto y los camellos?
42
"Guillermo Valencia y el Parnasianismo" en "La Poesía
Inconclusa y otros ensayos " (Bogotá, ed. Centro, 1947).
43
El ensayo fue publicado en las "Lecturas Dominicales" de
"El Tiempo", de Bogotá.
Se llega siempre a la emoción refleja. Lo grave es que Valencia no es el tema de
Valencia, así como en Pombo, Silva o Barba el tema central es la vida íntima de
estos poetas: es su autobiografía. Y esto da un calor inconfundible a sus estrofas.
No solo hay algo que falta en la obra de Valencia -ese calor, esa emoción
directa, esa vivencia- sino también algo que sobra: esquemas mentales,
cuestiones ajenas a la lírica, soluciones morales o políticas. Con todo ello no se
enriquece la poesía: se la enturbia. Valencia olvidó su íntima realidad, de donde
brota la mejor poesía, y se volvió hacia otros problemas, buscándoles respuesta.
Pero todo aquello que suscita la poesía carece de respuesta. El asombro del
corazón o la angustia frente a la muerte, la ternura o la pasión en el amor. Esto
no significa que al poeta esté vedado plantearse toda suerte de interrogantes,
incluso filosóficos, como ocurre en Pombo y Silva. Todo depende de la manera
de aproximarse al tema, de intuír el enigma. Una determinada filosofía puede,
evidentemente impregnar el poema (Esquilo, Lucrecio, Dante), pero no es ese el
fenómeno en Guillermo Valencia.
Es decir: Valencia tiene los defectos propios de la escuela en que se formó
literariamente, el parnasianismo traducido al modernismo latinoamericano. "El
deber del artista - decía Ricard- es el de buscar concienzudamente, sin
mezquindad ni cobardía, la forma, el estilo, la expresión más adecuada para
entregar y hacer valer sus sentimientos, sus ideas y su visión". Es la actitud
parnasiana, su credo estético. Pero "forma, estilo, y expresión más adecuada", hé
ahí unas musas bien estériles. Todo ello es arreglo verbal, sabiduría métrica.
Pero, y la poesía? No hay poesía sin carne, sin sangre. Solo la sangre vivifica y
redime44. Cuando esto existe, poco importa, según creo, la forma del verso, el
estilo y la expresión más adecuada. Conozco tantas expresiones perfectamente
adecuadas y tantos bellos estilos que no encierran poesía alguna... Lo esencial es
el aliento, esa como respiración del poema, traducción emotiva de un estado de
alma. Así gana su cielo. Y el resto (estilo, forma, expresión), como ya sugería
Carranza, se le darán por añadidura.

Mucho es lo que hemos admirado a Valencia. Hemos releído y repetido de


memoria sus poemas, como innumerables colombianos. Pero, vista su obra ya a
la distancia, muy poca es la fascinación que ejerce. Sus bellos poemas se han
enfriado. Han perdido vigencia. Se diría que esta poesía fina, elegante o soberbia
se ha convertido, poco a poco, en una asombrosa versificación, en la cual hay un

44
En "Anarkos", Valencia pone el epígrafe de Nietzsche:
"Escribe con sangre y aprenderás que la sangre es espíritu". Pero,
podrá decirse que Valencia escribió con sangre?
gran ausente: el poeta mismo. A medida que pasan los años, todos - me parece -
leemos menos estas páginas, que hoy se ven colmadas de una belleza abolida.
Muy grave es que "Ritos" -en contraste con otras obras poéticas de la misma
época - nada dice a las últimas generaciones. No las influye, no las toca. Su
esteticismo - por ejemplo, sus "Cigüeñas Blancas" - ha perdido su energía
comunicante.
Poco es, infortunadamente, lo que queda de esta obra, tan orgullosamente
representativa de los comienzos del siglo. Quedan algunos sonetos, hermosos,
estructurados, sonoros (como el de Homero o el de Erasmo); también, algunos
fragmentos de esos extensos poemas que hicieron las delicias de los
"centenaristas" y de los epígonos del Modernismo; perduran, igualmente,
algunos poemas muy poco valencianos, como "Job" - con algunos raros hallazgos
líricos - y "Hay un instante", precisamente aquellos en que el poeta, despojado
de su entonación solemne y su retórica elaborada, se hizo más humano y
sincero.
No hay que hacer demasiadas elucubraciones para buscar la causa de este
naufragio, de esta falta de perdurabilidad y actualidad: ausencia de emoción
auténtica. Y, en contraste otra vez con José Asunción Silva, o con Barba-Jacob,
ausencia de esa sensibilidad agudísima que es la fuente de la verdadera
inspiración poética. La musa no baja del cielo - ni del Parnaso -: está en nosotros.
La selección que hemos hecho de los poemas de Guillermo Valencia, para esta
Antología, recoge sin duda lo mejor de su lírica, pone de relieve los rasgos
distintivos de su estilo, confirma - nos parece - el comentario hecho en las líneas
precedentes.

HAY UN INSTANTE...

Hay un instante del crepúsculo


en que las cosas brillan más,
fugaz momento palpitante
de una amorosa intensidad.

Se aterciopelan los ramajes,


pulen las torres su perfil,
burila un ave su silueta
sobre el plafondo de zafir.

Muda la tarde, se concentra


para el olvido de la luz,
y la penetra un don suave
de melancólica quietud.

Como si el orbe recogiese


todo su bien y su beldad,
toda su fe, toda su gracia,
contra la sombra que vendrá...

Mi ser florece en esa hora


de misterioso florecer;
llevo un crepúsculo en el alma,
de ensoñadora placidez.

En él revientan los renuevos


de la ilusión primaveral,
y en él me embriago con aromas
de algún jardín que hay más allá!

A ERASMO DE ROTTERDAM

"Pintó Hans Holbein", dice la envejecida tela


que a cierta ciudad muerta me fuí a buscar un día
por ver, oh padre Erasmo!, la búdica ironía
que de tu boca fluye, que tu desdén revela.

Si tú del polvo alzaste la derribada Escuela


porque a regir tornase la helénica armonía,
¿cómo en la mustia boca de la melancolía
tus labios aprendieron ese reír que hiela?

Enfermo que en mí fijas tus ojos de fantasma:


el frío de tu estéril desilusión me pasma;
atas mi ser y domas, ascética figura

que vas entre los mártires de mi martirologio,


vuela con tu nombre la voz de mi eucologio,
oh, cuerdo que tu elogio le diste a la Locura!
Nótese cómo Valencia complica inútilmente el poema, con rasgos de
erudición y con rimas ricas (eucologio, martirologio; fantasma, pasma), pero
también cómo aparecen en su obra versos muy bellos, o sugestivos, como aquel
con que cierra el anterior soneto. Lo cierto es que, dispersos en toda la obra de
Valencia, hay versos impresionantes, sonoros, estelares, como ese del soneto a
Homero: "que el ritmo puro de tu canto llena"; o aquel con que termina el soneto
a su esposa muerta: "y solo morirás cuando yo muera"; o aquel de "Esfinge":
"todo en tí me conturba y en tí todo me engaña". O aquellos dos de "Moisés":

"alzada al infinito quedó su faz inmoble


como escuchando el sordo repercutir de un trueno",

que entiende a cabalidad quien se haya asombrado ante la estatua hecha por
Miguel Angel.
Entre los sonetos de Valencia, uno de los más logrados y también uno de los
más característicos de su estilo, es el que dedica al épico griego:

HOMERO

Hasta el Olimpo que la Tierra llora


subió de tu cantar la melodía
volando en el crepúsculo del día
con voz que a Grecia de laurel decora.

Avido fuego que la mies devora,


sueltas de Aquiles la pasión bravía
y los ojos de Eurímaco vidría
la saeta de Ulises vengadora.

Es un invierno tu cabeza... Mancha


un piélago de sombras el camino
que el ritmo puro de tu canto llena...

Verde corona tu perfil ensancha,


y vas - manso cantor de lo divino-
asido al brazo mórbido de Helena...

Otras veces, el soneto de Valencia es meramente descriptivo, como en "El


triunfo de Nerón":
"y entre el dorado cerco de polvorosa nube
se borra el grupo móvil en el confín lejano".

Pero la poesía no puede ser solo descripción. Ni registro de un hecho. Tiene


que ir más allá de la estampa, o la fotografía, así sea ésta en colores. La poesía es
creación o no es nada.
Ese peligro - el de la sola descripción - es superado por Valencia en sus
"Camellos", pues allí cada frase se torna simbólica. No solo el lector asiste a una
caravana en movimiento. El poema tiene la misma ondulación de los camellos
en marcha. Se le traslada mágicamente al desierto, a su sol y sus arenas. Pero el
poema es más que relato, es más que descripción. Es un encadenamiento de
símbolos, y ello logrado a través de muy sugestivas metáforas:

LOS CAMELLOS

"Lo triste es así..."


Peter Altenberg

Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,


de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.

Alzaron la cabeza para orientarse, y luego


el soñoliento avance de sus vellosas piernas
-bajo el rojizo dombo de aquel cenit de fuego-
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...

Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,


y ya sus ojos quema la fiebre del tormento:
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.

Vagando taciturnos por la dormida alfombra,


cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra
copiaron el desfile de la Melancolía...
Son hijos del Desierto: prestóles la palmera
un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca del Esfinge!

Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:


"Amamos la fatiga con inquietud secreta...",
y vieron desde entonces correr sobre una espalda,
tallada en carne, viva, su triangular silueta.

Los átomos de oro que el torbellino esparce


quisieron en sus giros ser grácil vestidura,
y unidos en collares por invisible engarce,
vistieron del giboso la escuálida figura.

Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,


la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas..., huesos en blanquecino enjambre...,
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.

Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,


ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas al rey de la fatiga:

¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio


que amáis pulir el dáctilo al són de las cadenas!
¡Sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agoniza sin sangre entre las venas!

¡Oh artistas! ¡Oh camellos de la Llanura vasta


que vais llevando a cuestas el sacro Monolito!
¡Tristes de Esfinge! ¡novios de la Palmera casta!
¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!

¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas


de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la Humanidad redime.
Se pierde ya a lo lejos la errante caravana
dejándome - camello que cabalgó el Excidio...
¡cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises de lóbrego fastidio!

!No! buscaré dos ojos que he visto, fuente pura


hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente;

Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre


mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vió un camello con honda pesadumbre
mirando silencioso dos fuentes de zafiro...

Un poema completamente distinto de Valencia es "Job". Es muy posterior a


"Ritos", pues fue escrito en 1926, al parecer en medio de graves conflictos
emocionales del poeta, que muy vagamente se transparentan a través de una
forma expresiva completamente diferente a la que es habitual en Valencia. Es un
poema extraño, difícil de interpretar si no se conoce a fondo el poema bíblico.
Sin versos altisonantes, con metáforas enteramente nuevas, parece de otro
poeta. Quizá el poema resulta un tanto largo y pesado, pero siendo una voz tan
nueva y original de Guillermo Valencia - muy desconocida, por lo demás -
pensamos que bien vale la pena de ser incluído en su integridad:

JOB

Alef

Como un viviente escombro de dolor,


en la noche medrosa
se tuerce la cancrosa figura
de Job el idumeo.

Su lacerada carne despréndese a pedazos


bajo los picotazos de un buitre,
par de aquel que sobre un monte
-ya hendido el pecho-
le sorbió la sangre rebelde a Prometeo.

Beth

Job, el príncipe atento y noble,


más que todos los reyes orientales, fue opulento:
bueyes tuvo sin cuento, y de ovejas lustrales
un mar en que la espuma fuesen los recentales.
De asnas con piel de argento y finos pies cebrados,
innúmeras manadas,
y enjaezadas filas de dóciles camellos
de sabio andar y de cimbrantes cuellos.

Ghimel

En leños de Setim se alzó vivienda


y la chapó con oro de Helevilat.
Ahora tiene por sola tienda una palmera,
palmera compasiva
que agita sobre el mártir sus flabeles de amor
y su tul de quimera y de sombra...
Oh! príncipe, tu trono es la raída estera,
y tu reino, aquel lívido país que no se nombra...

Daleth

Satán, el envidioso, te hirió


y caíste de la próspera cumbre al abismo,
y midió tu heroísmo, en tu ser,
todo el pávido horror de tu sima interior:
el desdén que degüella a cercén la esperanza,
y el olvido que avanza, que avanza
con las fauces sedientas
y su séquito de ortigas hambrientas.

He
Fue la luz ascua odiosa
a tu pupila turbia y ulcerada.
Ni la mano sedosa de la noche,
ni el alba nacarada palparon dulcemente
para el dormir o el despertar,
tu párpado roído por el llanto voraz
que fluyó gota a gota, en el silencio oscuro;
como el aceite impuro que se desliza, entre cripta fatal,
de una lámpara rota
que en el muro agoniza.

Van

Tu oído - memorioso caracol


de la playa eternal en los mares divinos-
captó para tu mal las bárbaras saetas
que lanzó contra tí el arco siempre tenso
de los labios mezquinos.
¡Mudo sufrir inmenso! ¿Quién oye el gotear
que sin cesar instila
de una infeliz pupila?
Nadie cuenta las gotas de sangre
que al rodar hinchan ríos,
que de los corazones
discurren hacia el mar.

Zain

¿Los amigos de Job?


Eliphaz Temanita
Bildad el Suhita
y Sophar Naamathita
rodearon al pobre leproso
con dolosa piedad
cuya máscara ambigua la virtud arrancó.
Bajo el fuego vivaz que la carne mordía,
la pureza crecía de ese humano crisol;
se enalbaba el metal con hervir refulgente,
y el escombro doliente se doraba de sol.
Jeth

El silencio aguzaba el sentir,


fecundaba la pena, desvelaba al olvido...,
y la rútila comba serena proponía
a los ojos atónitos el enigma de Orión.

Grito inmenso brotó


de la entraña del gigante caído,
que cruzó por los ámbitos del desierto dormido
y, rugiendo, llegóse al reclamo
la afelpada fiereza de un león.

Teth

Y entonces vivió Job


la sublime soberbia de su aflicción sin par,
y escupió a la protervia de los hombres efímeros,
y adivinó que un cráneo no es para el mar estrecho,
que la Eternidad
-como cuaja la perla en su menudo lecho-
puede cristalizar en instante fugaz,
y que el dolor tenaz y profundo va a Dios,
como el globo errabundo que asciende arrebatado
por el imán astral.
Y en fúlgida demencia abrió las cataratas
de su quebranto, y en veloz bandada,
sus trágicas querellas, como águilas indómitas,
volaron de su boca ensangrentada.

Yod

Y tuvo la intuición del Bien,


pesó la Creación
con la vieja balanza de Jehová,
y como insomne lámpara, sobre la inmensidad
puso a oscilar su propio corazón.
Y mientras de su cuerpo
-antes membrudo y ágil y oliente a cinamomo,
ungido con el óleo de las palmas, y fiero de vigor-
se caía la carne macerada,
y a lo largo de los huesos desnudos,
los flojos ligamentos
fingían el cordaje de un bajel
despojado por la ira de los vientos;
vencedor
de su horrenda pesadumbre,
su grandeza inmortal unificó en la cumbre
el nácar de la perla
y el de la podredumbre.

Caf

Lo traicionó la vida: se irguió más grande que ella;


lo traicionó la sombra: se refugió en el púdico
pabellón de la estrella; su compañera huyó,
se consoló mirando los vaivenes
de la voluble datilera,
y un áspid insidioso que pasaba
miróle sonreír con la dulzura de la Primavera.
Ostentaba su frente,
en vez de guirnalda riente y joyeles galanos,
un hirviente cintillo de túmidos gusanos.
Encarnaba su ser los dolores humanos:
el tedio que corroe, la zozobra secreta,
la irrisión del viviente coprófago
y el titilar de la pupila inquieta
y temerosa que ansía ver la meta
más allá del abismo sellado de la fosa.

Lamed

Encarnaba su ser los martirios humanos,


y con sus flacas manos plasmaba sin querer,
entre negra tortura,
la crispada figura del pesar irredento;
musitaba el lamento sin fin
de su amargura,
al sonar de su horrible cadena,
y la pena fluía cruel,
como un hilo implacable de hiel
sobre el labio tostado y sangriento,
sediento de caricias y miel.

Mem

Oh gigante sufrir! Oh velado gemir sin testigos!


Oh mentir de esperanza! Oh mentir de sonrisas y amigos!
Vuelva, oh! Job, tu rugir de león, tu imperiosa demencia,
tu solemne valor, el sereno saber de tu ciencia
y el secreto cordial de tu férvido amor:
porque todo creador en su seno
recata un dolor como el tuyo, inmortal...

Después de "Ritos" de Valencia, muchos otros poetas, que oscilan entre el


simbolismo de ascendencia francesa y el modernismo de corte latinoamericano,
dominado enteramente por la lírica fastuosa de Darío, empiezan a publicar
poemas sueltos y libros de versos45; Ismael Enrique Arciniegas, mejor como
45
El orden que hemos adoptado en esta Antología no es el
cronológico habitual, determinado por la fecha de nacimiento de
los poetas, criterio inadecuado si se piensa que lo importante no
es tanto cuándo nace un poeta sino cuándo empieza a escribir y,
sobre todo, a publicar sus obras: su ingreso a las letras queda
fijado por la fecha de aparición de su primer libro o de algunos
de sus poemas más significativos. Este nuevo criterio - que fue el
que adoptamos en nuestra "Poesía Francesa - Antología" (Madrid,
ed. Guadarrama, 1954),- tiene la ventaja de poner de relieve el
juego de las influencias, la originalidad de algunos poetas, el
enlace cronológico de sus obras, y no tanto de sus vidas. En esta
"Antología Crítica" hemos optado, en general, por el mismo
criterio, teniendo en cuenta también la publicación de algunos
poemas por fuera de libro (como en los casos de Silva y Víctor M.
Londoño) y, en parte, las fechas de nacimiento y muerte, pues si
Rivera - para poner un ejemplo revelador - muere en 1928 y
Barba-Jacob en 1942, no es enteramente lógico que éste preceda a
aquel aunque haya nacido seis años antes. Esta nota -un tanto
adjetiva- servirá para explicar el orden de los poetas no solo en
traductor que como poeta original; Delio Seraville, que a las anteriores notas
enlaza un tono neo-romántico; Miguel Rasch Isla, Carlos López Narváez,
espléndido traductor de los parnasianos franceses; Abel Farina que, en 1900,
edita sus "Páginas Locas"; Angel María Céspedes, que triunfa en unos célebres
juegos florales; Cornelio Hispano, José Ignacio Bustamante, Octavio Amórtegui,
muchos otros46.
En este grupo, post-valenciano, sobresalen Víctor M. Londoño, José Eustacio
Rivera y Eduardo Castillo; algo más tarde, Porfirio Barba-Jacob. El primero de
ellos, Londoño, publica sus poemas en las dos primeras décadas del siglo, pero
su libro "Poesías" solo aparecerá - póstumo - en 1937. "Tierra de Promisión" de
Rivera es de 1921 y "El árbol que canta", de Castillo, de 192847. En los demás
poetas de ese instante no pensamos detenernos de manera especial48.

Víctor M. Londoño, espíritu culto, refinado, autodidacto es, en realidad, un


poeta menor. Nacido en Vianí (Departamento de Cundinamarca) en 1876,
muere en 1936. Fundador de la revista "Trofeos" (título de la obra más
parnasiana de la lírica francesa, el volumen de sonetos de José María de Heredia,
lo que ya resulta muy significativo respecto de la tendencia estética del
colombiano), deja una obra reducida y muy trabajada - como la de su maestro
francés-, que no aporta nada capital en el desenvolvimiento de la poesía
colombiana (su tomo de "Poesías" -Bogotá, editorial ABC, 1937 - fue
recopilación hecha por Olegario Zárate), en forma tal que habríamos podido

el caso de "simbolistas y modernistas" sino también en los otros


capítulos de esta obra.
46
Como apéndice de esta Antología encontrará el lector una
cronología de los poetas según la fecha de aparición de su primera
obra (excepcionalmente, de sus primeros poemas).
47
Porfirio Barba-Jacob, nacido varios años antes que los tres
poetas mencionados arriba, solo publica sus "Rosas Negras" en 1933
("En loor de los niños", de 1915, no contiene nada esencial suyo y
pasa completamente inadvertido). Si siguiéramos el orden
cronológico convencional - por fechas de nacimientos - Barba-Jacob
resultaría anterior a Rivera y Castillo, lo que sería un
manifiesto error, pues éstos últimos son poetas de los años 20 y
Barba de los años 30.
48
Un caso interesante es el de Hernando de Bengoechea quien,
viuiendo en París, publica la mayor parte de su obra en francés.
Su primer libro, "L'Orgueilleuse Lyre" ve la luz en 1910.
prescindir de su inclusión en esta Antología; pero como hay un soneto suyo
hermoso, sobre todo por el verso final, pensamos que es interesante
transcribirlo aquí. A través de este soneto, el lector podrá apreciar cabalmente
el estilo y, sobre todo, la perfección del verso de Londoño:

NAVIDAD

Vino para los hombres la paz de las alturas,


y en el mezquino establo, corona de un alcor,
tras angustiosa noche de maternas torturas,
Jesús cayó en la tierra, débil como una flor.

Música de las cosas alegró las oscuras


bóvedas del pesebre, y en un himno de amor
adoraron al niño las humildes criaturas:
un asno con su aliento, con su flauta un pastor.

Después, los adivinos de comarcas remotas


ofrendáronle mirra, y en sus lenguas ignotas
al pequeño llamaron Príncipe de Salem.

Mientras en el Oriente con pestañeos vagos


dulcemente brillaba la estrella de los Magos,
los corderos miraban hacia Jerusalén.

José Eustacio Rivera (1889-1928) es el autor de la novela "La Vorágine", buen


ejemplo del despertar del género en Hispanoamérica a principios del siglo, en
cuanto relata la lucha del hombre con la naturaleza. El y el venezolano Rómulo
Gallegos sintetizan un amanecer, una época. También una técnica novelística.
Ellos representaron un primer "boom".
Mejor novelista que poeta, Rivera deja, sin embargo, un volumen de versos,
"Tierra de Promisión"49 que contiene una colección parnasiana de sonetos

49
Bibliografía poética de José Eustacio Riuera: "Tierra de
Promisión " (Bogotá, ed. Arboleda y Valencia, 1921). Sus primeros
sonetos son publicados en periódicos y revistas a partir de 1915,
o sea un año después de la edición definitiva de "Ritos".
tropicales. Como en su novela, el paisaje colombiano - selva y llano - es el tema
central de estos sonetos. Si no fuera por esta temática indígena, podría pensarse
que fueran traducciones de los parnasianos franceses. Hay allí, en estos sonetos
demasiado pulidos y sonoros, algunos cuadros coloristas de mucho interés
descriptivo. El paisaje, con todo su calor y exuberancia, riqueza de color y vida
penetra en los sonetos, revive mágicamente en ellos.
Pero Rivera no perdurará por sus versos brillantes sino por su "Vorágine".
Como en el caso de Jorge Isaacs, puede afirmarse que su mejor poema es su
novela50.
Debemos agregar que estos sonetos de "Tierra de Promisión" no sólo
describen, en general, la naturaleza americana, o la específicamente colombiana,
y sus paisajes más deslumbrantes, sino que retratan particularmente la fauna51.
Rivera es un poeta "animalista" como lo fue en su instante Leconte de Lisle en
relación con la fauna de su isla natal y de las regiones orientales52.
50
"Para mí -opina Rafael Maya - sonetos y novela se
complementan, y constituyen las dos facetas de un mismo
diamante... Tanto en los sonetos como en la novela prevalecen la
descripción objetiva y cierto afán preciosista, que en los versos
se caracteriza por el esmero del cincel, y en la novela por el
prolijo cuidado con que están labradas las frases. Una y otra
enfocan directamente el paisaje... Los sonetos de Rivera se
resienten de cierta factura demasiado minuciosa, que nos advierte
cómo cada verso fué elaborado por separado y yuxtapuesto después a
los siguientes... entre uno y otro verso es perceptible la
juntura... Hay (sonetos) perfectos, y son aquellos en que el autor
logra una exacta fusión entre el paisaje y su estado
sentimental... Rivera, más hombre de campo que de ciudad, con
fuerte atavismo provinciano... sentía la naturaleza como un
primitivo".
51
José Eustacio Rivera nació en Neiva en 1889. Vivió en los
Llanos Orientales y en la selva, desde muy joven. De modo que sus
descripciones de paisajes y animales son fruto de una vivencia
directa. Es un elemento que lo diferencia de algunas descripciones
de Valencia (cigüeñas, camellos).
52
Recuérdese, respecto del poeta francés de "Los Poemas
Bárbaros", su hermoso poema sobre los elefantes, y aquel que
describe la lucha del toro y el tigre, o el del albatros, o el del
sueño del jaguar... Otro tanto hace Rivera con la fauna
colombiana, pero no por influjo del autor francés sino por
contacto directo con su tierra. Pensamos que ningún poeta
latinoamericano de su instante lo hizo con tanta fuerza y color.
Es este un rasgo muy interesante en la lírica de Rivera. Su descripción del
toro, que confía "vagos mugidos al miedoso viento" y "al fin de la estrellada
lejanía / surge como un borroso monumento"; la de "el sordo escarabajo
esmeraldino" (verso muy típico de Rivera); la del caimán, la paloma, el ciervo, el
águila, la mariposa, el cocodrilo, el león, la nutria; o la de la cigarra:

"como tú ya no cantas, ha venido el invierno


y las mudas neblinas encanecen los montes",

todas ellas son descripciones precisas, acertadas. Pero - es claro - adolecen de


la misma limitación que atrás anotamos respecto de algunos poemas ya
comentados: son descripciones casi fotográficas que, por lo general, no resultan
creadoras. El arte no puede ser simple copia de la naturaleza.
Entre estos sonetos de "Tierra de Promisión" - todos ellos sin título en el
volumen - sobresale uno muy conocido, el dedicado a los potros salvajes, pues
es una estampa impresionante, un friso en movimiento. El grupo de los potros
desbocados perdura en la imaginación con gran viveza; es el logro conseguido
por los versos sonoros, vibrantes, enérgicos:

ATROPELLADOS...

Atropellados, por la pampa suelta,


los raudos potros en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta


en polvo, alargan la cerviz enjuta,
y a su carrera retumbante y bruta
cimbran los pindos y la palma esbelta.

Ya cuando cruzan el austral peñasco,


vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,

resoplan, roncos, ante el sol violento


y alzando en grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.
El verso final es especialmente hermoso, dentro de este soneto plástico.
"Oyen llegar el retrasado viento" es, sin duda, un acierto poético. Pudiera aquí
señalarse la circunstancia de que Rivera se propone siempre terminar el soneto
con un verso deslumbrador. Es parte de su técnica, Esos versos aislados tienen
un valor por sí mismos, independientemente del resto del poema. Y, a veces, el
soneto es casi un pretexto para ese verso final, luminoso.
Como ejemplo de una cierta compenetración de Rivera con la naturaleza,
deseamos transcribir otro bello soneto:

HAY UNA BRISA...

Hay una brisa de inefable ruido,


que al bajar de la fresca serranía,
por anunciarme su llegada, envía
gratos perfumes de maizal florido.

Disuelta sobre el llano estremecido,


cual un extraño espíritu, me espía;
y aunque mis ojos no la ven, podría
reconocerla entre el palmar mi oído.

Como un suspiro de la selva ausente,


por disipar mis íntimas congojas,
despeinando mi sien, besa mi frente;

y a su blanda caricia femenina,


tiembla de placidez, como las hojas,
mi ser en la frescura matutina.

Después de leer a Guillermo Valencia, a José Eustacio Rivera y Víctor M.


Londoño - en todos tres predomina la estética parnasiana-, cuán dulces y
sugestivos, melancólicos e íntimos resultan los poemas de Eduardo Castillo,
nacido y muerto en Bogotá (1889-1938). Generalmente, se le clasifica como otro
"poeta menor" del modernismo, injustamente. Su obra se reduce a un breve
volumen de poesías originales y traducciones53, "El Arhol que canta"54.
53
Sus mejores traducciones, las de Baudelaire, Francis James
y Oscar Wilde.
Es un poeta que no tuvo, ni tendrá seguramente, la gloria de Guillermo
Valencia. Tampoco su difusión. Y que pasa olvidado en muchas antologías. Sin
embargo, deja una obra de rara intención poética y de una sorprendente
intensidad lírica. Buen ejemplo de todo ello, y de su finísima sensibilidad, de su
imaginación y su mágico dón expresivo, son los sonetos que recogemos en esta
Antología. Hay allí emoción desnuda, sutileza lírica, pureza encantada del
lenguaje, sueño e idealidad, y una como extraña manera de descubrir los objetos
más allá de la realidad cotidiana.
Autodidacto, como Londoño, Castillo lee ávidamente la poesía de su época, la
de principios del siglo. Muy cercano, por temperamento, al simbolismo francés,
se impregna de sus versos sugerentes. Es, a un tiempo, nuestro Verlaine y
nuestro Laforgue. Albert Samain lo influye de cerca. Es también un "poeta
maldito", al que no son ajenos los paraísos artificiales de Charles Baudelaire.
Anticipándose mucho a los hippies, penetra de lleno en el mundo de la droga,
con fatales consecuencias.
Qué es lo que hace tan cautivadora, tan entrañable, y por lo mismo tan
perdurable, la poesía de Eduardo Castillo? Sin duda, la extremada sensibilidad
del poeta, como en el caso de José Asunción Silva. Detrás de estos versos,
evocativos y nostálgicos, hay un corazón vivo, dolido. Dice Rafael Maya que "sus
versos revelan un propósito de arte conseguido casi siempre con ejemplar
exactitud", pero que "carecen, eso sí, de vibración personal, de íntimo arranque
emotivo, y quedarían mejor definidos como comentario artístico a lecturas
hechas devotamente, o a sensaciones vividas a través de los libros", comentario
que nosotros no podríamos suscribir. Nos parece que ocurre precisamente lo
contrario. En Castillo está, en primer término, su emoción, pura y desnuda, muy
personal, íntima. Frente al esteticismo parnasiano de Valencia, podría hablarse -
es cierto - de un esteticismo simbolista de Castillo, pero sostenido, alimentado
siempre por un sentimiento muy auténtico. Castillo no es poeta rebelde,
dramático, desgarrado, como lo es Barba-Jacob. Es un poeta más intimista,
confidencial con el lector. Y, como siguiendo de cerca a Verlaine, apenas suscita,

54
Bibliografía de Eduardo Castillo: "El árbol que canta"
(Bogotá, ed. Tamayo Hermanos, 1928); su "Duelo lírico" (1915)
carece de toda importancia. Publica numerosos poemas en "Cromos" y
"El Tiempo". Recientemente se ha hecho la edición de sus "Obras
completas", verso y prosa. El Ministerio de Educación Nacional
publicó, en 1965, su "Obra Poética" (Imprenta Nacional). El
prólogo de Sanín Cano revela una grave incomprensión de este
fenómeno poético.
sugiere, musita. Poesía hecha de insinuaciones, músicas recónditas, matices
impresionistas, toques mágicos. Allí hay "ángel", hay "duende", hay hechizo.
La paradoja es esta: Castillo mismo se creía un modesto discípulo del autor
de "Ritos". Valencia, familiar suyo, dieciséis años mayor, lo protege, lo guía, lo
opaca también. El, Castillo, es un oscuro periodista (solo hizo estudios de
primaria en el colegio San Luis Gonzaga de Zipaquirá), noctámbulo,
desconocido, que, gusta de pasar discreto y solitario por la vida. Es, además, un
bohemio, imantado por el alcohol, las drogas, los amaneceres bogotanos. Jamás
pensará en intervenir en política, o en ocupar cargos públicos. Valencia es todo
lo contrario. Orador, político, dos veces candidato a la presidencia de la
república, congresista, polemista, hombre de salón, conversador,
internacionalista. El contraste entre los dos poetas no puede ser más violento.
Castillo parece cultivar sus gustos literarios a la sombra de ese ser maravilloso,
soberbio y múltiple, que es el maestro por excelencia. Castillo circula, tímido y
ensimismado, por cafés, bares y sitios equívocos. Recuerdo haberlo visto - en mi
niñez - en las calles y tranvías de la capital, envuelto en su larga capa negra, con
su nariz aguileña semejante al desmedido pico de un pájaro, los ojos abstraídos
en quién sabe qué sueño o reminiscencia.
Ahora - contemplados a la distancia-, Valencia y Castillo han cambiado
mucho. Aquel se ha desvalorizado. Castillo perdura. El tiempo opera en sentido
desfavorable con el uno y favorable con el otro. Borges dice que el mejor
antologista es el tiempo. Es cierto. El tiempo-antologista transmuta los valores.
Aunque Castillo perdura, muchos de sus poemas parecen hoy fruto de un
decadentismo finisecular, un tanto pasado de moda. Algunos rozan la zona de lo
cursi. Y su gracia poética y su finura en la versificación limitan, frecuentemente,
con el artificio. Pero, de otro lado, hay sonetos suyos de incuestionable encanto
lírico.
Así, es casi increible - y sería increíble sobre todo para ellos dos-, pero la
poesía de Castillo tiene hoy más vigencia, más frescura, que la de su célebre
maestro. Valencia conoció "El árbol que canta", lo gustó, lo admiró; pero habría
sonreído entre desdeñosa y benevolamente al pensar que ese pequeño volumen
pudiera compararse más tarde con "Ritos", y los intimistas sonetos de su
pariente bohemio con los grandiosos cuadros de "Cigüeñas blancas", "Anarkos"
o "San Antonio y el Centauro". Y, sin embargo, la comparación no solo no es
desproporcionada hoy, sino que resulta muy favorable al tímido discípulo. Los
sonetos de Castillo conservan su aire poético, su aroma inconfundible. No se
marchitan, al menos muchos de ellos. Los "frescos" de Valencia se han
descolorido, como los de Pompeya.
La diferencia entre los dos radica en aquel elemento que señala Castillo en su
"Primera Página" cuando dice que tal vez su libro nada vale,

"pero el encanto
de ser siempre sincero te perfuma...
que antes de darles forma con la pluma
viví cada poema y cada canto",

lo que es muy cierto. De ahí esos hallazgos poéticos que se suceden, unos a
otros, en su poesía, como expresión de vivencias muy sinceras. Ese "sueño
recordado en otro sueño", o esa amada que el poeta busca en una sola "cuando
acaso / se halla dispersa y difundida en todas"; y esa ventura que únicamente
sabe "el que ha llorado y padecido mucho"; y esa novia lejana a la que ofrece - un
poco a la manera de Ronsard al enviar la "siempreviva"- "este ramo de rosas de
mi otoño", que es el propio soneto en que lo expresa; o esa sutil alianza de sueño
y realidad que emana de sonetos como "Incertidumbre", todo conmueve como
resultado de una experiencia inmediata, de la cual fluye, auténtica, la poesía. En
"Tristitia Rerum" dice que él lo ama todo o, al menos, "tu corazón lo compadece
todo". Ese amor, esa ternura, esa compasión, son la clave de su poesía. Y de su
perdurabilidad:

PRIMERA PAGlNA

Libro triste y fugaz en el que tanto


sueño feliz mi corazón inhuma,
de cada verso tuyo se rezuma
una a manera de humedad de llanto.

Nada vales tal vez, pero el encanto


de ser siempre sincero te perfuma,
que antes de darles forma con la pluma
viví cada poema y cada canto.

Libro que de mis lágrimas naciste:


habrás cumplido tu misión secreta
si logras consolar un alma triste...

¿Qué importa lo demás? La Gloria es mito


y el verso más hermoso del poeta
queda en el agua y en la arena escrito.

EL SUEÑO FAMILIAR

Je fais souvent un rêve étrange


et penetrant...
Verlaine

En la noche que llena mi retiro


a mí se llega con andar muy quedo;
un anillo nupcial fija en mi dedo
y en mí clava sus ojos de zafiro.

Su voz escucho y su fragancia aspiro


en éxtasis de amor; apenas puedo
balbucir como un niño, y siento miedo
de que se me diluya en un suspiro.

Mi lámpara nocturna palidece


ante la luz del alba; desparece
esa visión de diáfano pergeño,

que apenas, para el alma que la nombra,


fue algo como la sombra de una sombra
o un sueño recordado en otro sueño.

DIFUSION

Ya el otoño llegó, y aún busco aquella


novia lejana cuyo cuerpo leve
es un ampo de rosas y de nieve
en que embrujada se quedó una estrella.

Y aunque no pude ni encontrar su huella


y los inviernos de la vida en breve
escarcharán mi sien, algo me mueve
a seguir caminando en busca de ella.

Mas pienso a veces que quizás no existe


y que jamás sobre la tierra triste
podré con ella celebrar mis bodas,

o que este loco afán en que me abraso


la busca en una sola cuando acaso
se halla dispersa y difundida en todas.

ELLA

Tú, mi novia de siempre,la lejana


novia de blanca túnica ceñida;
la nunciadora en cuya frente erguida
brilla el lucero azul de la mañana;

tú, prometida y a la vez hermana,


a quien buscó mi juventud florida
y a quien, en el invierno de la vida,
buscaré aún con la cabeza cana.

Tuyos fueron los brotes abrileños


del cándido rosal de mis ensueños,
su primer yema y su primer retoño;

y hoy - pasados los años - como prenda


de constancia inmortal, te hago la ofrenda
de este ramo de rosas de mi otoño.

DESFILE BLANCO

Laura, Beatriz, Leonora, Desdémona, Julieta,


desfile suspirante de sombras adoradas
de ojos beatos y céreas manos inmaculadas,
fantasmas de mis sueños de niño y de poeta;

en pasos espectrales y en actitud discreta


pasáis por mis jardines internos, delicadas
y aéreas con el suave prestigio de las hadas,
bajo una luz difusa de oro y violeta.
Entre vuestras siluetas de encanto diluído
divaga, con las manos colmadas de azucenas,
la mística silueta de la que no ha venido...

Su cuerpo de celeste madona leonardina


se pliega al excesivo peso de las melenas,
frágil como una lámpara que apenas ilumina.

TRISTITIA RERUM

El dolor es el alma de las cosas,


y más si son efímeras y bellas;
quizá por eso nos parecen ellas
tanto más tristes cuanto más hermosas.

Habitadas por almas misteriosas


nos ocultan sus íntimas querellas,
aunque sólo el dolor de las estrellas
se puede comparar al de las rosas.

Tan sólo tú penetras y conoces,


¡oh Poeta! ¡oh Vidente! sus serenos
pensares y oyes sus calladas voces.

Y vas a ellas con piedad, de modo


que si no lo ama todo, por lo menos
tu corazón lo compadece todo.

SUGESTION

A veces un arpegio que a mi estancia


de muy lejos quizás llega perdido;
un pétalo de rosa desteñido
entre algún libro que hechizó mi infancia;

la amable sugestión de una fragancia


hacen surgir del fondo del olvido
más de un dulce recuerdo, ennoblecido
por el tiempo, la muerte o la distancia.
Uno - el más familiar - tiene el encanto
de aquellos niños pálidos que inspiran
un vago sentimiento de terneza...

Es el recuerdo, humedecido en llanto,


de unos ojos azules que me miran
como aterciopelados de tristeza.

Dentro del marco, voluntariamente ambiguo, de "simbolistas y modernistas",


pero ocupando un lugar solitario y excepcional, queda ubicado uno de los más
grandes poetas colombianos de todos los tiempos, tal vez el más hondo: Porfirio
Barba-Jacob.
Miguel Angel Osorio, tal era su verdadero nombre, nació en 1883 en Santa
Rosa de Osos (Departamento de Antioquia). Tomó parte, fugazmente, en la
guerra de los mil días. El ímpetu viajero lo domina desde joven. Recorre,
ansioso, varias ciudades y regiones colombianas, luego viaja a Estados Unidos,
Cuba, los países centroamericanos, el Perú. Finalmente, se ancla en México,
donde muere tristemente en 1942. Empleó el seudónimo de Ricardo Arenales y,
más tarde, hasta su muerte, el que quedará unido a su poesía, a su fama.

La obra poética de Barba-Jacob55, que solo en forma tardía llega al país, va a


influir de manera decisiva en la evolución de nuestra lírica. Tiene un tono, un
vocabulario, un hechizo, muy distinto, ya, de todo lo anterior. No es el
simbolismo romántico, muy personal, de Silva; ni el modernismo de corte
parnasiano de Valencia, ni la descripción tropical de Rivera, ni el intimismo un
tanto decadente de Castillo. Es una poesía nueva, fresca, punzante, violenta y
dulce al mismo tiempo, dotada de una imantación singular. Otorga a la lírica

55
Bibliografía de Porfirio Barba-Jacob: "En loor de los
niños" (San José de Costa Rica, Imprenta Grenas, 1915); "Rosas
Negras" (Guatemala, ed. G.M. Staebler, 1933); "La Canción de la
vida profunda y otros poemas" (Manizales, Imprenta Departamental,
1937); Daniel Arango hizo una edición cuidadosamente revisada,
"Antorchas contra el viento". Alfonso Duque Maya y Eutimio Prada
Fonseca han tratado de establecer recientemente los textos
definitivos, en "La Vida Profunda " (Bogotá, ed. Andes, 1973).
colombiana como un Baudelaire reciente, "un nuevo estremecimiento"56. Es
cierto que en sus versos perduran algunas huellas del Modernismo, dentro del
cual se inicia - con fervorosa admiración hacia Darío y Valencia-, pero pronto
romperá estos moldes con su inspiración muy personal, desgarrada. Son apenas
elementos formales del modernismo, destellos, versos aislados, estrofas
sonoras, ademanes un tanto retóricos, que sin embargo se siguen infiltrando;
pero todo ello - lo rubendariaco que decía Unamuno - es adjetivo. Otras
numerosas influencias literarias recibe Barba-Jacob: parnasianismo,
simbolismo, decadentismo, incluso corrientes más cercanas del pensamiento y
de la lírica: todo ello resulta igualmente adjetivo. Sus numerosas exégetas han
analizado minuciosamente su oscura vida, sus aventuras, sus viajes, sus drogas,
su erotismo, su vagabundeo por las islas del Caribe, por los países
centroamericanos y por México: todo ello resulta adjetivo57. Porque lo esencial
es su voz, su voz bronca, inconfundible, traspasada de emoción. Su voz
angustiosa o añorante, su transida voz de altísimo poeta, el acento sombrío o
lúcido en que alternativamente expresa su rebeldía, su sueño, su sentimiento
tan complejo, su desgarrado terror de vivir y morir, su amor múltiple58, su tierra
natal, su desconcierto y perplejidad ante las estrellas y las cosas cotidianas.
Barba-Jacob se siente en disonancia con el mundo exterior:

"Entre los coros estelares


oigo algo mío disonar"

es su insistente nota personal. Y si ello es lo que caracteriza, en general, la


actitud romántica, en contraste con la serenidad y armonía del clásico frente a la
naturaleza, nadie más romántico que Barba-Jacob, en ese sentido59. Porque él se

56
Es la célebre expresión de Víctor Hugo sobre el autor de
"Las Flores del Mal".
57
Hay un excelente ensayo sobre la poesía de Barba-Jacob. Es
el de Daniel Arango, como prólogo a la obra ya citada, "Antorchas
contra el viento": estudio insustituíble para quien quiera
acercarse al verdadero mundo poético del gran lírico colombiano.
58
Son muchos los poemas autobiográficos de Barba-Jacob que
dan testimonio de su homosexualismo: "fuí Eva y fuí Adán" - "un
hombre de verdad quisiera ser" - "mozuelos de Cuba" - el
"flautista rindióse a mi amor sin sentido". Puede consultarse el
poema "Los desposados de la muerte".
59
Ver mi ensayo "Barba-Jacob y el Romanticismo" en "La Poesía
siente demoníacamente ajeno al universo. Frente al mundo, alza su conciencia
atormentada. Ante un cosmos impasible - el del ciclo ceremonial de sus
estaciones, sus luceros, su cordero que pace "y ajusta su ley a la eterna armonía"
- Barba-Jacob lanza su canto delirante, para decir líricamente su agonía, su
amor, su dolor, su terror. Escuchadme esta cosa tremenda: he vivido! exclama el
poeta, en uno de los instantes culminantes de su poesía.
Es también de estirpe romántica, como en Silva, la nota autobiográfica de los
poemas de Barba, tan esencial. Creó una obra "llena de temblores, de
relámpagos y de aullidos", como él mismo dice. Obra estremecida, desde su raíz
íntima, saturada de lamentos y de imprecaciones.
Es una obra poética que nace al ser vivida, con una intensidad excepcional. El
poeta vive con furor, con pasión, con amor, comprometiéndose todo entero en
cada acto. El poema es el fruto oscuro, simbólico, de todo ello. Yo pongo el
corazón en cada cosa, dice el poeta. Vive, escribe, traduce lo sentido, imponiendo
así una visión personalísima: en cada verso está todo su ser. Como cada emoción
es única, la poesía de Barba resulta igualmente singular.
Sin embargo, no hay que exagerar el sentido exclusivamente emotivo de su
poesía, como se ha hecho con mucha frecuencia. Si su obra nace de una
sensibilidad impar, ello no significa, como se ha pretendido, que sea poesía
espontánea, irreflexiva. Bien sabía el propio Barba-Jacob que escribía "bajo el
influjo de una embriaguez diabólica" y que la significación de su lírica "hay que
desentrañarla, no en la complejidad de sus pensamientos, sino en la complejidad
de sus emociones", como él lo expresa. De ahí esa íntima correspondencia entre
vida y obra y esa importancia capital de la vivencia misma en su creación. De esa
vida y esa obra emana un hálito de misterio, una alucinación. "Mi poesía es para
hechizados", dice y reitera el poeta. Su poesía no es nunca discursiva,
razonadora. Rimbaud, setenta años antes, había dicho: "Hay que hacerse
visionario". Así, la poesía de Barba fluye del corazón, y de su visión
personalísima, resolviéndose finalmente en una asombrada flor de sensaciones
directas, intuiciones, toques de pasión. Todo ello es cierto, pero...
Pero su obra, como él también lo anota, "resume los esfuerzos de muchos
años de experiencia honda y seria sobre el dolor humano, de dilatación de la
fantasía, de pugna con las palabras". Barba luchaba con el idioma, buscando
afanosamente la palabra exacta, pulía y rehacía el poema - sin que por ello
perdiera su temperatura. Para comprender cómo trabajaba Barba-Jacob es
necesario recorrer detenidamente sus notas autobiográficas, tan ricas en
verdadera autocrítica. Apenas iniciándose en la vida intelectual, se dedica

Inconclusa y otros ensayos" (Bogotá, ed. Centro, 1947).


ávidamente a la lectura: "En aquel tiempo - escribe - leía yo a Darío y a Valencia,
a Darío y a Emerson, a Valencia y Guyau, a Darío y Renán, a Valencia y Cervantes,
a Darío y Carlos Marx, a Valencia a Edgar Quinet... Mis demonios terríficos
parecían sujetos con blandas cadenas. Y yo hacía prodigios de asociación, de
síntesis, de integración ideológica. Yo bebía efluvios de los jardines de Italia, de
Francia, de España... Efluvios de rosas de filosofía, de poesía, de pintura, de
astronomía..." A cada paso, nos habla de sus lecturas, de sus impresiones acerca
de los grandes escritores. Y también del cuidado, del rigor y la batalla con los
medios expresivos. Muchas veces confiesa su desprecio por quienes desconocen
el trabajo meditado y la riqueza del idioma para expresar las emociones: "A mí -
dice - no me den escritores que no saben gramática o que, puestos a expresar su
concepto, no tienen nueve palabras que despreciar por una que aprovechan. Esa
no es mi gente. Esos no saben Español e ignoran la opulencia de los arcones de
Castilla". Su poesía no es, pues, el lamento de una bestia herida, como alguien
dijo: es un grito patético pero terriblemente consciente. Poesía y cultura están
fundidas. Lo que hace de esta obra una de las máximas creaciones poéticas
colombianas es, precisamente, esa fusión de sueño y conciencia, de emoción
intensísima y lucidez, de enajenación y claridad.
Barba-Jacob hereda la armonía formal y la belleza idiomática del último
modernismo60; pero, dentro de esos moldes, con rasgos característicos ya de
una poesía más reciente, injerta toda su angustia, su sed carnal, su tortura ("mi
dolor, mi temblor, mi pavura!"), su auténtica desesperación ante lo desconocido.
Así, romántico por temperamento, Barba se expresa en formas modernistas,
pero superándolas para abrirse hacia otros horizontes. Su vocabulario mismo es
enteramente distinto del empleado antes de él en la poesía colombiana61.
Muchas veces, su ronca voz dolorosa se adelgaza en el más puro acento
infantil. Siempre estremecido, con los grandes problemas universales o con las
mínimas maravillas de la vida, sorprende, conmueve. Por encima de las escuelas,
hay en Barba una extraña mezcla de dulzura y terror, de alegría y pavor. La

60
Esos restos modernistas que perduran en la obra de Porfirio
hacen su estrofa sonora, elocuente todavía, a veces incluso
ripiosa (ustoria-transitoria; fiero-postrero; inmola-sola...),
aminorando lo que constituye su mensaje esencial. Sus frecuentes
"ritornellos " son un recurso modernista.
61
Muy interesante sería hacer un estudio cuidadoso de su
vocabulario: pavor, desolación, fúnebre, muerte, azar, lúgubre...
Todo revela una poesía desnuda, desgarrada, fruto de un intenso
drama interior.
renovada lectura de esta poesía hondísima, constelada de misterio, no hace sino
confirmar el alcance, la plenitud, la profundidad de sus poemas. Pocos poetas
resisten, como Barba-Jacob, esta experiencia de la reiterada lectura. Y es que él
se encara a la muerte, al trágico y miserable sino del hombre, al impenetrable
arcano que le circunda, y lo colma, al delirio fugaz del amor o del goce: todo ello
queda fielmente consignado en el mensaje de su densa y breve obra poética.
Acerquémonos más a la vida y poesía de Barba-Jacob, que están por lo demás
tan íntimamente ligadas, pues Porfirio es - ya lo hemos dicho - el tema de Barba.
No solo sus propias, recónditas emociones. También su aventura, su anécdota
trivial, su errabunda existencia por Antioquia, por Honduras, por México.
"Futuro" -uno de sus más logrados poemas - es su autoretrato:

FUTURO

Decid cuando yo muera... (y el día esté lejano!):


soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era una llama al viento...

Vagó, sensual y triste, por islas de su América;


en un pinar de Honduras vigorizó el aliento
la tierra mexicana le dió su rebeldía,
su libertad, su fuerza... Y era una llama al viento.

De simas no sondeadas subía a las estrellas;


un gran dolor incógnito vibraba por su acento
fue sabio en sus abismos - y humilde, humilde, humilde;
porque no es nada una llamita al viento...

Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,


que nunca humana lira jamás esclareció,
y nadie ha comprendido su trágico lamento...
Era una llama al viento y el viento la apagó.

Otro poema autobiográfico - su doble aventura terrena y psicológica - es el


titulado "El són del viento", los bellísimos eneasílabos que lo definen mejor que
cualquier extensa biografía o comentario sobre su obra. Hay allí algunos de los
versos más hermosos e intensos del poeta. Barba-Jacob se identifica como "un
clamor de abismo", pero nótese el cúmulo de referencias culturales que hay en
este poema. "Errar, errar, errar a solas". El solo grito de júbilo es el que proviene
de ser el gran poeta de América: de ello tomó plena conciencia. Viento y alarido
dan la medida del poeta:

EL SON DEL VIENTO


(Fragmento)

El són del viento en la arcada


tiene la clave de mí mismo:
soy una fuerza exacerbada
y soy un clamor de abismo.

Entre los coros estelares


oigo algo mío disonar.
Mis acciones y mis cantares
tenían ritmo particular.

Vine al torrente de la vida


en Santa Rosa de Osos,
una media noche encendida
en astros de signos borrosos.

Tomé posesión de la tierra,


mía en el sueño y el lino y el pan;
y, moviendo a las normas guerra,
fui Eva... y fui Adán.

Yo ceñía el campo maduro


como si fuera una mujer,
y me enturbiaba un vino obscuro
de placer.

Yo gustaba la voz del viento


como una piñuela en sazón,
y me la comía... con lamento
de avidez en el corazón.

... Mis manos se alzaron al ámbito


para medir la inmensidad;
pero mi corazón buscaba ex-ámbito
la luz, el amor, la verdad.

................................

Mis pies se hincaban en el suelo


cual pezuña de Lucifer,
y algo en mí tendía el vuelo
por la niebla, hacia el rosicler...

Pero la dama misteriosa


de los cabellos de fulgor
viene y en mí su mano posa
y me infunde un fatal amor.

Y lo demás de mi vida
no es sino aquel amor fatal,
con una que otra lámpara encendida
ante el ara del ideal.

y errar, errar, errar a solas,


la luz de Saturno en mi sien,
roto mástil sobre las olas
en vaivén.

Y una prez en mi alma colérica


que al torvo sino desafía:
el orgullo de ser, oh América,
el Ashaverus de tu poesía...

Y en la flor fugaz del momento


buscar el aroma perdido,
y en un deleite sin pensamiento
hallar la clave del olvido.

Después un viento... un viento... un viento...


y en ese viento mi alarido!
El poeta toma conciencia de sí mismo. Se analiza. Su recia voz se aniña a
veces, en poemas de indecible ternura, pero inmediatamente su acento se hace
sombrío al comprobar su propia miseria, su dolor, la inútil aventura del vivir.
Sin embargo, la intensidad de sus experiencias le ha hecho feliz, quizá más feliz
que a cualquier otro. Esa mezcla de desgarramiento y goce cierto, pleno, es muy
característica de Barba-Jacob. En muchos poemas suyos aparecen estas notas.
Oigámosle:

CANCION INNOMINADA

Ala bronca, de noche entenebrida,


rozó mi frente, conmovió mi vida
y en vastos huracanes se rompió.
¡Iba mi esquife azul a la aventura!
¡Compensé mi dolor con mi locura,
y nadie ha sido más feliz que yo!

No tuve amor, y huían las hermosas


delante de mis furias monstruosas.
Lauros negros mi oprobio me ciñó.
Mas un lúgubre Numen me consuela.
Vuela el tiempo, mi Numen canta y vuela,
¡y nadie ha sido más feliz que yo!

De las tumbas humildes se levanta


leve flor, en el aire un turpial canta
y la tarde es ya el día que pasó.
Muda calma. Temblor. Melancolía.
¡Todo el dolor y toda la alegría,
y nadie ha sido más feliz que yo!

Es el júbilo en medio del sufrimiento, teñido todo ello de una nueva


serenidad. Pocas palabras (temblor, melancolía, calma) resumen a cabalidad su
sentimiento.
El tono infantil a que antes aludimos reaparece en poemas de altísima
emoción. Los niños cruzan por la poesía de Barba, desde su iniciación lírica.
Porque, a pesar de las sórdidas y terribles experiencias de Porfirio, algo muy
tierno perdura en su alma, "algo de niño tiene que tener". A veces, es la
comparación de ese mundo infantil con el lamento y la emoción desolada de
poeta:

CANCION DEL TIEMPO Y EL ESPACIO

El dulce niño pone el sentimiento


entre la pompa de jabón que fía
el lirio de su mano a la extensión.
El dulce niño pone el sentimiento
y el contento en la pompa de jabón.

Yo pongo el corazón - pongo el lamento!-


entre la pompa de ilusión del día,
en la mentira azul de la extensión...
El dulce niño pone el sentimiento
y el contento. Yo pongo el corazón.

"Elegía de Septiembre" es uno de los más bellos poemas de Barba-Jacob. Es


preciso leerlo pausada, reflexivamente. La poesía se incuba muy lentamente en
el alma del creador y luego es traducida a través de símbolos, giros, signos. Todo
ello debe ser asimilado, descifrado. Este poema de Barba-Jacob contiene
-expresada en sus más hermosos versos - la visión esencial del poeta, como ya
señalamos atrás:

ELEGIA DE SEPTIEMBRE

Cordero tranquilo, cordero que paces


tu grama y ajustas tu ser a la eterna armonía:
hundiendo en el lodo mis plantas fugaces,
huí de mis campos feraces
un día...

Ruiseñor de la selva encantada


que preludias el orto abrileño:
a pesar de la fúnebre Muerte y la sombra y la nada,
yo tuve el ensueño.

Sendero que vas del alcor campesino


a perderte en la azul lontananza:
los dioses me han hecho un regalo divino:
la ardiente esperanza.

Espiga que mecen los vientos, espiga


que conjuntas el trigo dorado:
al influjo de soplos violentos,
en las noches de amor, he temblado.

Montaña que el sol transfigura,


Tabor al febril mediodía,
silente deidad en la noche estelífera y pura:
¡nadie supo en la tierra sombría
mi dolor, mi temblor, mi pavura!

Y vosotros, rosal florecido,


lebreles sin amo, luceros, crepúsculos
escuchadme esta cosa tremenda: ¡HE VIVIDO!
He vivido con alma, con sangre, con nervios, con músculos
y voy al olvido...

El final de este poema, hacia donde corre todo su texto, pone la nota
dramática. El poeta ha convocado, con la magia de su voz órfica, a todas las
criaturas, para clamar ese terrible "¡he vivido!" y también para tomar
profundamente conciencia de que, habiendo vivido con alma, con sangre, con
músculos, va al olvido. Ese grito y esa comprobación constituyen el mayor
drama del hombre, de este náufrago. Nótese la desarmonía que expresa todo el
poema: la existencia humana - tomar conciencia de vivir y de ir al olvido - no se
ajusta a la existencia del ruiseñor, del cordero, del sendero y de la espiga, no se
ajusta a la "eterna armonía". Es un relámpago de desolación. Una energía
disonante. "Y qué es el hombre - se pregunta Federico Nietzsche - sino una
disonancia hecha carne?"
He vivido y voy al olvido: síntesis de la tragedia humana. Ese dolor es el que
expresa Barba. "Existe el dolor - escribe él - como principio dinámico en arte". Y
qué mayor dolor que el expresado en estos versos! Nadie ha sabido mi dolor, mi
temblor, mi pavura. He vivido y voy al olvido. A lo desconocido. A la nada. Decía
Nietzsche que los griegos habían inventado el mundo intermedio del Olimpo
para olvidar su pesimismo esencial y la idea de la muerte. Barba-Jacob - como
Silva - carece de "mundo intermedio". Ni dioses ni supersticiones. Por esa vía,
Silva llega al suicidio. Barba expresa su angustia pura frente a la muerte. Es su
pesimismo desnudo. Es su propia llama al viento.
Aparece de este modo el poeta temporal que es Barba. Como lo fueron Silva y
Pombo - como Manrique y Machado en España. La muerte le cerca, le acosa, no
le da tregua - como a Quevedo. Le tiende su trampa. El poeta ha vivido, vive en la
multiplicidad de sus emociones cotidianas. El hombre no es otra cosa que esta
sucesión de estados de alma, de días cambiantes. Es su canción profunda. Pero
esta canción fluye hacia la muerte, hacia el polvo:

CANCION DE LA VIDA PROFUNDA

El hombre es cosa vana, variable y


ondeante...
Montaigne

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,


como las leves briznas al viento y al azar...
Tal vez bajo otro cielo la dicha nos sonría...
La vida es clara, undívaga y abierta como el mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,


como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,


como la entraña oscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...


-niñez en el crepúsculo!, laguna de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreir...

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,


que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar:
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también, oh Tierra, un día... un día... un día...


en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables...
Un día en que ya nadie nos puede retener!

Este poema es uno de los más bellos y hondos de Barba-Jacob y de toda la


lírica colombiana. Leído y releído, y convertido en uno de los poemas más
populares del país, conserva intacta su hermosura impar, su profundidad, su
imantación. Dentro de la misma línea suya están poemas como "Lamentación de
octubre" y la "Balada de la loca alegría", que es quizá el mejor canto de Porfirio,
su alta culminación lírica. Veamos estos dos poemas:

LAMENTACION DE OCTUBRE

Yo no sabía que el azul mañana


es vago espectro del brumoso ayer;
que agitado por soplo de centurias
el corazón anhela arder, arder.
Siento su influjo, y su latencia, y cuándo
quiere sus luminarias encender.

Pero la vida está llamando,


y ya no es hora de aprender.

Yo no sabía que tu sol, ternura,


da al cielo de los niños rosicler,
y que, bajo el laurel, el héroe rudo
algo de niño tiene que tener.
Oh, quién pudiera de niñez temblando,
a un alba de inocencia renacer!

Pero la vida está pasando


y ya no es hora de aprender.
Yo no sabía que la paz profunda
del afecto, los lirios del placer,
la magnolia de luz de la energía,
lleva en su blando seno la mujer.
Mi sien rendida en ese seno blando,
un hombre de verdad quisiera ser...

Pero la vida está acabando,


y ya no es hora de aprender.

BALADA DE LA LOCA ALEGRIA

Polvo de Pericles, polvo de Codro, polvo de Cimón.


Antología Griega

Mi vaso lleno - el vino del Anáhuac-


mi esfuerzo vano - estéril mi pasión-
soy un perdido - soy un marihuano-
a beber - a danzar al són de mi canción...

Ciñe el tirso oloroso, tañe el jocundo címbalo.


Una bacante loca y un sátiro afrentoso
conjuntan en mi sangre su frenesí amoroso.
Atenas brilla, piensa y esculpe Praxiteles,
y la gracia encadena con rosas la pasión.
¡Ah de la vida parva, que no nos da sus mieles
sino con cierto ritmo y en cierta proporción!
¡Danzad al soplo de Dionisos que embriaga el corazón!

La Muerte viene, todo será polvo


bajo su imperio: polvo de Pericles,
polvo de Codro, polvo de Cimón!

Mi vaso lleno - el vino del Anáhuac-


mi esfuerzo vano - estéril mi pasión-
soy un perdido - soy un marihuano-
a beber - a danzar al són de mi canción...
De Hispania fructuosa, de Galia deleitable,
de Numidia ardorosa, y de toda la rosa
de los vientos que beben las águilas romanas,
venid, puras doncellas y ávidas cortesanas.
Danzad en voluptuosos, lúbricos episodios,
con los esclavos nubios, con los marinos rodios.

Flaminio, de cabellos de amaranto,


busca para Heliogábalo en las termas
varones de placer... Alzad el canto,
reíd, danzad en báquica alegría
y haced brotar la sangre que embriaga el corazón.
La Muerte viene - todo será polvo
bajo su imperio - polvo de Lucrecio,
polvo de Augusto, polvo de Nerón...

Mi vaso lleno - el vino del Anáhuac-


mi esfuerzo vano - estéril mi pasión-
soy un perdido - soy un marihuano-
a beber - a danzar al són de mi canción.

Aldeanas del Cauca con olor de azucena;


montañesas de Antioquia, con dulzor de colmena;
infantinas de Lima, unciosas y augurales,
y princesas de México, que es como la alacena
familiar, que resguarda los más ricos panales;
y mozuelos de Cuba, lánguidos, sensuales,
ardorosos, baldíos,
cual fantasmas que cruzan por unos sueños míos;
mozuelos de la grata Cuscatlán - oh ambrosía!-
y mozuelos de Honduras,
donde hay alondras ciegas por las selvas oscuras:
entrad en la danza, en el feliz torbellino,
reid, jugad al són de mi canción;
la piña y la guanábana aroman el camino
y un vino de palmeras aduerme el corazón.

La muerte viene, todo será polvo:


polvo de Hidalgo, polvo de Bolívar,
polvo en la urna, y, rota ya la urna,
polvo en la ceguedad del aquilón!

Mi vaso lleno - el vino del Anáhuac-


mi esfuerzo vano - estéril mi pasión-
soy un perdido - soy un marihuano-
a beber - a danzar al són de mi canción...

La noche es bella en su embriaguez de mieles,


la tierra es grata en su cendal de brumas;
vivir es dulce, con dulzor de trinos;
canta el amor, espigan los donceles;
se puebla el mundo, se urden los destinos...
Que el jugo de las viñas me alivie el corazón!
A beber! A danzar en raudos torbellinos,
vano el esfuerzo, estéril la pasión...

Envío

A tí que me reprochas el arcano


sentido del amor que va en mi verso
fúlgido y hondo, lúgubre y arcano,
te hablo en la triste vanidad del verso:
tú en la muerte rendido, yo en la muerte,
ni un grito apenas del afán del mundo
podrá hallar eco en la oquedad vacía.
El polvo reina - EL POLVO, EL IRACUNDO!-
Alegría! Alegría! Alegría!

Este último es uno de los poemas más grandes, más intensos de Barba-Jacob.
Porque es el poema de la muerte y la muerte es su tema capital. La muerte que
todo lo niega. Ella viene, inexorable, y todo será "polvo bajo su imperio". La
grandeza humana del poeta toca aquí su cenit.
Pero si la muerte viene, todo pierde sentido. El poeta no entiende la vida. Está
situado en un universo inexplicable. Por ve, hacia dónde, de dónde, para qué?
Nada tiene respuesta. "Nunca sabremos nada, hermano mío". Es la actitud del
poeta perplejo, desesperado ante ese enigma. Junto con el tema constante de la
muerte, esa actitud de desconcierto y de pavura es lo más profundo de su
profunda canción:
LA ESTRELLA DE LA TARDE

Un monte azul, un pájaro viajero,


un roble, una llanura,
un niño, una canción... Y, sin embargo,
nada sabemos hoy, hermano mío.

Bórranse los senderos en las sombra;


el corazón del monte está cerrado
el perro del pastor trágicamente
aúlla entre las hierbas del vallado.

Apoya tu fatiga en mi fatiga,


que yo mi pena apoyaré en tu pena,
y llora, como yo, por el influjo
de la tarde traslúcida y serena.

Nunca sabremos nada...

¿Quién puso en nuestro espíritu anhelante


vago rumor de mares en zozobra,
emoción desatada,
quimeras vanas, ilusión sin obra?
Hermano mío, en la inquietud constante,
nunca sabremos nada...

¿En qué grutas de islas misteriosas


arrullaron los Númenes tu sueño?
Quién me da los carbones irreales
de mi ardiente pasión, y la resina
que efunde en mis poemas su fragancia?
¿Qué voz suave, qué ansiedad divina
tiene en nuestra ansiedad su resonancia?

Todo inquirir fracasa en el vacío,


cual fracasan los bólidos nocturnos
en el fondo del mar; toda pregunta
vuelve a nosotros trémula y fallida,
como del choque en el cantil fragoso
la flecha por el arco despedida.

Hermano mío, en el impulso errante,


nunca sabremos nada...

Y sin embargo...

¿Qué mística influencia


vierte en nuestros dolores un bálsamo radiante?
¿Quién prende a nuestros hombros
manto real de púrpuras gloriosas,
y quién a nuestras llagas
viene y las unge y las convierte en rosas?
Tú, que sobre las hierbas reposabas
de cara al cielo, dices de repente:
-"La estrella de la tarde está encendida".
Avidos buscan su fulgor mis ojos
a través de la bruma, y ascendemos
por el hilo de luz...

Un grillo canta
en los repuestos musgos del cercado,
y un incendio de estrellas se levanta
en tu pecho, tranquilo ante la tarde
y en mi pecho en la tarde sosegado.

A lo largo del texto de este poema, el poeta va cambiando de estado de alma,


y si termina con una serenidad que le sosiega, el ritornello es de una acre
desolación: Nunca sabremos nada. Este desconcierto, que alimenta las
anteriores estrofas, es una nota muy insistente en la lírica de Barba-Jacob, como
puede verse también en su "Lamentación Baldía" [En algunos textos, este poema
aparece con el título de "Antorchas contra el viento" y en otros con el de "Oh,
Noche"] que insertamos a continuación, junto con otros poemas que revelan
otras tantas facetas del gran poeta:

LAMENTACION BALDIA

Mi mal es ir a tientas con alma enardecida,


ciego sin lazarillo bajo el azul de enero;
mi pena, estar a solas errante en el sendero;
y el peor de mis daños, no comprender la vida.

Mi mal es ir a ciegas, a solas con mi historia,


hallarme aquí sintiendo la luz que me tortura
que este corazón es brasa transitoria
que arde en la noche pura.

Y venir sin saberlo, tal vez de algún oriente


que el alma en su ceguera vió como un espejismo
y en ansias de la cumbre que dora un sol fulgente
ir con fatales pasos hacia el fatal abismo.

Con todo, hubiera sido quizás un noble empeño


el exaltar mi espíritu bajo la tarde ustoria
como un perfume santo...
Pero si el corazón es brasa transitoria!

Y sin embargo, siento como un perenne ardor


que en el combate estéril mi juventud inmola.
(Oh noche del camino, vasta y sola,
en medio de la muerte y del amor!)

CANCION DE LA HORA FELIZ

Yo tuve ya un dolor tan íntimo y tan fiero,


de tan cruel dominio y trágica opresión,
que a tientas, en las ráfagas de su huracán postrero,
fuí hasta la Muerte... Un alba se hizo en mi corazón.

Bien sé que aún me aguardan angustias infinitas


bajo el rigor del tiempo que nevará en mi sien;
que la alegría es lúgubre; que rodarán marchitas
sus rosas en la onda de lúgubre vaivén.

Bien sé que, alucinándome con besos sin ternura


me embriagarán un punto la juventud y abril;
y que hay en las orgías un grito de pavura
tras la sensualidad del goce juvenil.

Sé más: mi egregia Musa, de hieles abrevada,


en noches sin aurora y en llantos de agonía
por el fatal destino de dioses engañada,
ya no creerá en nada... Ni aún en la Poesía...

¡Y estoy sereno! En medio del obscuro "Algún día",


de la sed, de la fiebre, de los mortuorios ramos
-¡el día del adiós a todo cuanto amamos!-
yo evocaré esta hora y me diré a mi mismo,
sonriendo virilmente: - "Poeta, en qué quedamos?"

Y llenaré mi vaso de sombras y de abismo...


¡el día del adiós a todo cuanto amamos!

NUEVA CANCION DE LA VIDA PROFUNDA

Te me vas, paloma rendida, juventud dulce,


dulcemente desfallecida: te me vas!
¡Tiembla en tus embriagueces el dolor de la vida!

-Y nada más?
-Y un poco más...

La mujer y la gloria con puños ternezuelos


llamaron quedamente a mi alma infantil.
¡Oh, mis primeros ímpetus! ¡Oh, mis nocturnos vuelos!
Tuve una novia... Me parece que fue en abril...

Yo miraba el crepúsculo
y creía que "eso" era el crepúsculo.

¡Sí, tácita en la noche, la estrella está detrás!


El Numen de Colombia me dió una rosa bella,
mas yo pedía el crepúsculo y codicié la estrella...

-Y nada más?
-Y un poco más...
Y escuché que cantaban su canción de ambrosía
Pisinos en la onda y en la onda Aglaopea.
El mundo, como un cóncavo diamante, parecía
henchido hasta los bordes por la amorosa idea.

Fue entonces cuando advino Evanaám, el dulce


amigo de mi alma, que no volvió jamás!
Yo amaba solamente su amistad dulce...

-Y nada más?
-Y un poco más...

Y luego... ser el árbitro de mi torpe destino,


actor en mis tragedias, verdugo de mi honor...
mi lira tiene un trémolo de caracol marino,
y entre el dolor humano yo expreso otro dolor!

No te vas, paloma rendida, juventud dulce,


dulcemente desfallecida, ¡no te vas!
¡quiero apurar el íntimo deleite de la vida!

-Y nada más?
-Y un poco más...

CANCION DE LA SOLEDAD

Valle fértil, con ojos azules


que el rumor del juncal adormece,
si expira en los juncos un aura lontana;
fácil coro de aplausos que mece
con moroso ritmo la musa liviana;
un laurel... y la hembra en la umbría
a mi voluntad soberana...

¡Alma mía, qué cosa tan vana!

Impúber flautista de rostro florido


que a la luz de un candil imbuído
-era invierno, nublosa mañana-
rindióse a mi ardor sin sentido...
Viaje loco, locuras innúmeras,
y, contra la Muerte, coros de alegría.
Flautista del Norte, la orgía pagana,
pavor en la orgía...

¡Alma mía, qué cosa tan vana!

Dolor sin vocablos, abscóndito, ardiente;


guirnalda de oprobios que abruma la frente,
y un lloro en la noche que un astro redime...
¡Mis ojos no vean el solemne día
en que ya la gloria mi nombre sublime!
Dolor, oblación, poesía, corona lejana...

¡Alma mía, qué cosa tan vana!

Silente, en las sombras, el ímpetu libre


hurtado a la impura materia,
¡es ya el azul! ¡Es ya la paz de Dios!
Los ámbitos llena feliz pensamiento
que impele a la lumbre del día
el vuelo del ala y el ala del viento;
y comienza a fluir, extrahumana,
la suprema, inmortal Alegría...
¡Alma mía, alma mía, alma mía,
qué cosa tan vana!

SOBERBIA

Le pedí un sublime canto que endulzara


mi rudo, monótono y áspero vivir.
El me dió una alondra de rima encantada...
Yo quería mil!

Le pedí un ejemplo del ritmo seguro


con que yo pudiera gobernar mi afán.
Me dió un arroyuelo, murmurio nocturno...
Yo quería un mar!

Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto,


para que a mis sueños prestase calor.
Me dió una luciérnaga de menguado brillo...
Yo quería un sol!

Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso,


y el verdor edénico y el azul abril...
Oh sórdido guía del viaje nocturno:
Yo quiero morir!

UN HOMBRE

Los que no habéis llevado en el corazón el túmulo de un dios


ni en las manos la sangre de un homicidio;
los que no comprendéis el horror de la conciencia ante el Universo;
los que no sentís el gusano de una cobardía
que os roe sin cesar las raíces del ser;
los que no merecéis ni un honor supremo
ni una suprema ignominia:

Los que gozáis las cosas sin ímpetus ni vuelcos,


sin radiaciones íntimas, igual y cotidianamente fáciles;
los que no devanáis la ilusión del Espacio y el Tiempo,
y pensáis que la vida es esto que miramos,
y una ley, un amor, un ósculo y un niño;
los que tomáis el trigo del surco rencoroso,
y lo coméis con manos limpias y modos apacibles;
los que decís: "Está amaneciendo"
y no lloráis el milagro del lirio del alba:

Los que no habéis logrado siquiera ser mendigos,


hacer el pan y el lecho con vuestras propias manos
en los tugurios del abandono y la miseria,
y en la mendicidad mirar los días
con una tortura sin pensamientos:

Los que no habéis gemido de horror y de pavor,


como entre duras barras en los abrazos férreos
de una pasión inicua
mientras se quema el alma en fulgor iracundo,
muda, lúgubre,
vaso de oprobio y lámpara de sacrificio universal,

¡vosotros no podéis comprender el sentido doloroso


de esta palabra: UN HOMBRE!

Estos quince poemas resumen, a nuestro modo de ver, a Porfirio Barba Jacob.
[Sin embargo, habría que entresacar versos estelares de muchos otros poemas
suyos. En "Los desposados de la Muerte" hay algunos conmovedores y
profundos:

"Hay almas tan melódicas como si fueran ríos


o bosques a las orillas de los ríos...
Le ví llorar una vez por males de ausencia,
y me dije: hay una tempestad en una gota de rocío,
y, sin embargo, no se conmueven las estrellas...]

Resumen su vida, su aventura, su emoción, su actitud pávida ante la


existencia, el dolor y la muerte; mejor que cualquier comentario, es volver a
estos poemas entrañables. Es una poesía que nos espera siempre, para una
lectura renovada. Nos atrae y nos espera. Ya Novalis exigía que todo poema
fuese tan inagotable como un hombre. La poesía de Barba-Jacob no se agota. En
cada lectura resulta nueva, sorprendente. Podemos regresar a cada uno de sus
poemas para hallar, siempre, abismos inéditos.
Pensamos que pocos poetas colombianos nos ofrecen tal espectáculo, tal
cúmulo de experiencias y expresiones poéticas aunque muchos consideren hoy
que esta obra es más literaria que poética. De todos modos, de ningún otro
podríamos seleccionar, como poemas esenciales, antológicos, otros quince, o
veinte. Y con Barba ocurre que siempre quedan poemas y versos capitales por
fuera. Sin embargo, invitamos al lector, no tanto a que busque otros cantos de
Porfirio, sino a que lea y relea los asombrosos poemas que anteceden.

El ciclo que hemos denominado "simbolismo y modernismo" podría cerrarse,


en realidad, con la desconcertante obra de Barba-Jacob, que ya se abre -como
hemos anotado- hacia formas nuevas, dada su vivificante influencia sobre toda
la lírica colombiana posterior.
Sin embargo, no queremos terminar este ciclo sin hacer alusión a otros dos
poetas. Ambos fueron grandes viajeros. Los dos tienen en común el tema del
mar, que en sus obras resuena hermosamente.
Gregorio Castañeda Aragón (nacido en Santa Marta en 1886) creó una obra
extensa, desigual, a veces de entonación popular. [Bibliografía de Gregorio
Castañeda Aragón: "Máscaras de bronce" (ed. J.V. Mogollón, 1916); "Campanas
de gloria" (San Juan de Córdoba, ed. J. V. Mogollón, 1918); "Recortes de vida"
(Barranquilla, ed. Colombia Selecta, 1924); "Rincones de mar" (Barranquilla, ed.
J V. Mogollón, 1925); "Faro" (Barcelona", Tip. Olimpia, 1931); "Orquesta Negra"
(Barcelona, tip. Olimpia 1931); "Canciones del litoral" (Tokio, ed. Asia-América,
1939); "Mástiles al sol" (San José, Costa Rica, Imp. Lehman, 1940); "Islas
Flotantes" (Barranquilln, imp. Departamental, 1959)].. Su modernismo se alía a
cierto acento romántico, marinero, de evocación y nostalgia. Su "Canción para el
niño que nació en el mar", tan hondamente musical y sugestiva, henchida de
ternura, es un excelente ejemplo de su lírica:

CANCION PARA EL NIÑO QUE NACIO EN EL MAR

No cierren la puerta,
que abierta ha de estar.
Dejen que entre el aire,
déjenlo pasar.
Dejen que entre el agua,
déjenla llegar.
Te daré una estrella,
la estrella polar.
Y nieve de espuma
con sol y con sal.
Con sal de las olas,
con sol de la mar.

Cuando iba el velero


mar adentro allá...
entre cielo y agua
te parió mamá.
Se puso en las cuerdas
el viento a cantar.
Tu padre en las redes
te meció al pescar.
Grumete, primero,
luego capitán,
tendrás un balandro
para ir por la mar.

Quiero que te duermas,


que hay que madrugar
a ver las gaviotas
volando volar.
A darles su almuerzo
de migas de pan.
Rosa de los vientos,
oro de fanal,
buen marinerito,
lobezno de mar,
que comes arenques
y atún sin ahumar.

Cuando grande seas,


que un día serás,
te irás - quién lo duda!-
solito a viajar,
y mamá la vieja
se pondrá a cantar,
a cantar canciones
que tú ya no oirás,
con nieve de espuma,
con sol y con sal,
con sal de las olas,
con sol de la mar...

El otro poeta a que aludíamos antes es Leopoldo de la Rosa, nacido en


Panamá en 1888. Domiciliado inicialmente en Barranquilla, se estableció luego
en México, igual que Barba-Jacob, Germán Pardo García y Alvaro Mutis, como si
aquella tierra pródiga y encantada imantara a algunos de nuestros mejores
poetas. Allí murió Leopoldo de la Rosa en 1964.
Este lírico nos deja una obra demasiado breve. [Bibliografía de Leopoldo de
la Rosa: "Poemas" (Barranquilla, Biblioteca del Atlántico, 1945).]. Y, dentro de
ella, solo resplandece, en realidad, un poema, muy melódico:

CANCION DEL MAR


(Fragmento)

Yo fui el cantor de una canción sombría


que un ronco océano me enseñó a cantar.
Mi corazón divina sed tenía,
y el agua acerba de mi mar bebía,
y me embriagaba del horror del mar.

Cuando la torva tempestad raía


mi vela errátil de fatal negror,
ebrio del zumo de la mar bravía,
sobre mi nave rota me dormía,
soñando el sueño de un celeste amor.

...............................

Hoy ya reposo de la mar felina,


cércame playa de desierto horror...
Dadme de nuevo aquella sed divina,
mi rota nave y mi canción marina,
mi tempestad y mi celeste amor!...

Capítulo IV

UN MODERNISTA ANTI-MODERNISTA

En pleno apogeo del Modernismo, cuando el influjo de Valencia, Silva y


Rubén Darío era factor determinante en las letras colombianas, surge una
interesantísima reacción -no por individual menos trascendental - contra el
espíritu y la estética del movimiento modernista. Es la reacción de un poeta
cartagenero, aislado en su actitud lírica: Luis Carlos López (1883-1950).
Los libros más importantes de "el tuerto López," - así se le conoce - aparecen
entre 1908 y 1920, o sea cuando Valencia y los epígonos del modernismo están
dominando, enteramente, la escena poética62. Es la época de Castillo y de
Londoño, incluso de las primeras obras de Barba Jacob, y de algunos poetas
posteriores ("Tergiversaciones" de León de Greiff aparece en 1925, pero ya ha
dado a conocer sus poemas varios años antes).
Luis Carlos López vivió muy hondamente la atmósfera de su ciudad natal. Y,
constante viajero, también la de otras localidades colombianas. Les toma el
pulso, vive su vida municipal, su monótona calma, presencia el triste discurrir de
las "muchachas de provincia" y de la grey aldeana. Y, aunque estuvo
frecuentemente en el exterior (fue Cónsul del país en Munich y en Baltimore),
regresó siempre a esos ambientes locales. Con estos elementos, prosaicos al
extremo, Luis Carlos López inaugura una nueva forma poética en América
Latina, como lo puso de relieve Federico de Onís en su célebre Antología.
Los poemas de Luis Carlos López conservan, formalmente, las huellas del
modernismo, pero son la antítesis de éste en cuanto a preciosismo, barroco,
ausentismo, exotismo. Sus versos reflejan, minuciosa e irónicamente, aquel
ambiente municipal, esa atmósfera de provincia donde se gesta este lilismo
picaresco y crítico, fluído y mordaz.
Puede pensarse que López hace poesía con elementos que, hasta ese instante,
eran considerados anti-poesía. Puede haber algo menos lírico que unos zapatos
viejos? Sin embargo, con ello hace también lirismo este cartagenero.
Por muchos aspectos, su poesía es costumbrista, tiene gracia local, humor de
nuestra costa norte y, por lo mismo, una clara nota popular - en idioma que es
casi dialectal a veces. Todos estos elementos podrían emparentarle con el
cuentista Carrasquilla. Como antecedente de esta poesía, no exenta de amargura
del tuerto López, habría que señalar las "Gotas Amargas" de José Asunción Silva.
"De Sobremesa" del tuerto López es similar a estos poemas sarcásticos del autor
del Nocturno.
De este modo, dentro de un verso de estructura modernista, Luis Carlos
López introduce un espíritu completamente distinto.

62
Bibliografía de Luis Carlos López: "De mi villorrio"
(Madrid, Imprenta de la Revista de Archivos, 1908); "Posturas
difíciles" (Bogotá, sin ed., 1909); "Por el Atajo" (Cartagena, ed.
J. V. Mogollón, 1920); "Versos" (Cartagena, editorial Bolívar,
1946).
Hay algo de Chaplin - según se ha observado frecuentemente - en su
acrobacia lírica, mezcla de humorismo y drama recóndito. En primer plano, hay
gracia, un humor a veces negro, disolvente, veteado de cinismo, en estas
descripciones - pinceladas llenas de color - en que surgen, en abigarrado cuadro
cómico, el barbero y el cura, el alcalde y el viejo camarada, todas las gentes del
pueblo; pero, en segundo plano, hay una honda melancolía (el final de
"Muchachas de provincia" no solo es triste, es dramático), la añoranza de la
juventud perdida ("sin juventud la cosa está fregada") y de tiempos mejores, la
nostalgia de su vida de estudiante o de sus amores, o de los ideales ya casi
olvidados en medio de la rutina y de la burguesía.
El ambiente que Luis Carlos López describe ya pasó, y él lo sabe bien. Esto
hace que su poesía tenga un sello "demodée", que, como lo cursi explotado por
García Lorca (v. gr. Doña Rosita la Soltera), tiene encanto y tono poético.
El lenguaje que emplea López revela un mundo poético nuevo. Muestra una
ruptura radical con lo anterior. En ocasiones, emplea un procedimiento que
consiste en empezar solemnemente el poema, para hacerlo descender
verticalmente con una alusión graciosa o una pincelada realista. De ese
contraste salta una chispa de humor, y también de poesía.
Sin embargo, a veces también, Luis Carlos López es casi un modernista.
"Toque de oración" por ejemplo, es otro tono. Sin humor amargo. Es casi el
modernismo del mexicano González Martínez. Hay emoción, desnuda. "En tono
menor" es poemilla que respira ternura (nótese la comparación con la
cucaracha de iglesia). De pronto, musicalidad muy sugerente ("Teresita Alcalá,
Teresita Alcalá..."), unida a fina añoranza, dulce melancolía. Hay, pues, una
variedad de facetas en su obra.
Leyendo largamente a Luis Carlos López, nos sorprende su gracia, su
simpatía costeña, su humor vinculado a lo cursi, a los años veinte, al cine mudo,
y no podemos dejar de sonreir, o de reir abiertamente - como ocurre también
con los "Cien años de soledad" de García Márquez.
Hay que subrayar también un cierto espíritu rebelde, presente siempre en los
versos de Luis Carlos López. Mira al cura desde el balcón:

"Y yo desde mi balcón


mirando el fusil me digo:
qué hago con este fusil?"

Es claro que la poesía del tuerto López no es nunca una lírica que pueda
compararse con la de Pombo, Silva o Barba-Jacob. Más aún: no puede leerse
demasiado. Se repite, hostiga. Su valor está en su innovación, en su nueva
postura, en su sentido del humor, en su mezcla de lo cómico y lo serio. Todo ello
requiere ser analizado cuidadosamente.
En alguna oportunidad, hace ya varios años, escribí un ensayo sobre la poesía
de Luis Carlos López para poner de relieve cuán poco poético es su humorismo
y cuán poco valor lírico tienen sus descripciones, sus caricaturas "del paisaje y
de los sentimientos" (como dice la Antología de Albareda y Garfias). Y es que, en
principio, poesía y humorismo son incompatibles. Sin embargo, mi concepto
sobre el peculiar humorismo del tuerto López fue rectificado por mí,
explícitamente, en una obra posterior63. Como allí lo expresé, "aunque seguimos
pensando que el solo humorismo es, en general, anti-poético, lo cierto es
también que de los poemas de Luis Carlos López trasciende un picaresco y
nostálgico lirismo esencial. Sin pensar que la suya sea la más auténtica poesía,
creemos que su actitud, nueva y netamente americana en su instante, tuvo una
gran trascendencia, pues sirvió para frenar los excesos de un modernismo
artificial y ausentista. López ubicó su poesía, muy de raíz, en tierra colombiana;
y entre las grietas de su humorismo amargo, aparece a veces un lírico
excelente".
Es, por lo demás, una obra que tiene un sello inconfundible. Su poesía, su
verso tan personal, son suyos, solo suyos. Muchos han tratado de imitarlo. Pero
es tarea vana. La pupila del "tuerto" es insustituíble. El vió esa realidad, entre
caricaturesca y poética, y la expresó en versos que tienen sus huellas dactilares.
Un verso célebre de Jules Laforgue - el poeta francés de fines del siglo XIX-,
"ah que la vie est quotidienne", podría sintetizar, muy bien, esa monotonía y ese
tedio que se respiran en la obra de Luis Carlos López, ese aburrimiento
provinciano donde se incuba, tal vez, su amargura, trasformada luego en
cinismo y humorismo, y su poesía que le salva del resentimiento.
Podría subrayarse, finalmente, que algunas de las expresiones de la última
poesía colombiana (pienso en este momento en Gonzaloarango y
Maríamercedes Carranza), en cuanto tienen de prosaísmo y sarcasmo, de burla
secreta o abierta ironía, e incluso de "mamagallismo" frente a la poesía anterior,
revelan un influjo, indudable, de los versos del gran poeta cartagenero.

A UN BODEGON

¡Oh, viejo bodegón, en horas gratas

63
"Las mejores poesías colombianas", primer festival del
libro colombiano (Talleres Gráficos Torres Aguirre S.A. Lima,
1959).
de juventud, qué blanco era tu hollín,
y qué alegre, en nocturnas zaragatas,
tu anémico quinqué de kerosín!...

Me parece que aún miro entre tus latas


y tus frascos cubiertos de aserrín,
saltar los gatos y correr las ratas
cuando yo no iba a clase de latín...

Pero todo pasó!... Se han olvidado


tus estudiantes, bodegón ahumado,
de aquellas jaranitas de acordeón...

¡No vale hoy nada nuestra vida! Nada!


¡Sinjuventud la cosa está fregada,
más que fregada, viejo bodegón!...

Es este un soneto muy característico del estilo de Luis Carlos López. Nótese el
cambio de vocabulario, en relación con toda la poesía anterior. "La cosa está
fregada"... Con López, el lenguaje y el argot de la vida diaria ingresan a la poesía
colombiana. Los gatos y las ratas y el quinqué y el hollín. El tema ha dejado de
ser trascendental, como en Pombo, o solemne, como en Valencia, o desgarrador
en su intimidad, como en Barba. Este diálogo con el bodegón revela un cambio
de perspectiva, y de preceptiva. Nótese la fluidez del endecasílabo que, sin
perder la gracia modernista, se torna familiar. Pero lo importante es el toque
lírico secreto, como ese "qué blanco era tu hollín" o ese "No vale nada nuestra
vida! Nada!", lo mismo que los dos versos finales. La ironía impregna el verso
pero, a través de sus expresiones cotidianas o vulgares, el soneto resulta
conmovedor, posée una rara eficacia lírica.
Rasgos similares descubrirá el lector en el soneto a Cartagena, quizá el más
conocido del "tuerto" López (que dió motivo para el monumento a los zapatos
viejos en la ciudad heróica), en el cuaI hay versos de clara nostalgia ("las
carabelas/ se fueron para siempre de tu rada") unidos a la fina ironía. Piénsese
el modo como todos los poetas colombianos anteriores habrían podido hablar
de Cartagena, celebrarla, cantarla, y establézcase el contraste con el soneto de
López. Es otro tono, otra medida, otro aire. Es otro lenguaje y otra visión de las
cosas. El sentimiento no está deformado, por la lente de aumento de la poesía
modernista: el cariño que despierta la ciudad es el de los zapatos viejos. Y lo
dice, con entrañable afecto, el propio poeta de la ciudad, como lamentándose de
que así sea. Verso final que, en una primera lectura, desconcierta, pero que
sintetiza bien el procedimiento de este vate singular.
También aquí, lo mejor es que el lector penetre en los versos del "tuerto"
López, participe de su gracia y su nostalgia - de su ternura en "Muchachas de
provincia"-, de su rebeldía y su melancólico dolor:

A MI CIUDAD NATIVA

"Ciudad triste, ayer reina de


la mar"
J. M. de Heredia.

Noble rincón de mis abuelos: nada


como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...

Pues ya pasó, ciudad amurallada,


tu edad de folletín... Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
Ya no viene el aceite en botijuelas!

Fuiste heróica en los años coloniales,


cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.

Mas hoy, plena de rancio desaliño,


bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos...

MUCHACHAS DE PROVINCIA

Susana, ven: tu amor quiero gozar.


Lehar

Muchachas solteronas de provincia,


que los años hilvanan
leyendo folletines
y atisbando en balcones y ventanas...
Muchachas de provincia,
las de aguja y dedal, que no hacen nada,
sino tomar de noche
café con leche y dulce de papaya...

Muchachas de provincia,
que salen - si es que salen de la casa-
muy temprano a la iglesia,
con un andar doméstico de gansas...

Muchachas de provincia,
papandujas, etcétera, que cantan
melancólicamente
de sol a sol: - "Susana, ven... Susana... "

Pobres muchachas, pobres


muchachas tan inútiles y castas,
que hacen decir al Diablo,
con los brazos en cruz: "Pobres muchachas!"

DE SOBREMESA

Se vive, amada mía,


según y cómo... Yo
por la mañana tengo hipocondría
y por la noche bailo un rigodón.

¿Y qué? Pura ironía


del hígado, muchacha. En el amor
y en otras cosas de menor cuantía
todo depende de la digestión.

Que no fume, que olvide la lectura,


que no maldiga en ratos de amargura
y mil consejos más de este jaez,
como si se pudiera
vivir a la manera
de las calles tiradas a cordel...
EN TONO MENOR

Qué tristeza más grande, qué tristeza infinita


de pensar muchas cosas!... De pensar, de pensar!...
De pensar, por ejemplo, que hoy tal vez, Teresita
Alcalá, tu recuerdo me recuerda otra edad...

Yo era niño, muy niño... Tú llegabas, viejita


cucaracha de iglesia, por la noche a mi hogar.
Te hacía burlas... Y siempre mi mamá, muy bonita
y muy dulce, te daba más de un cacho de pan...

Tú eras medio chiflada... Yo pasé buenos ratos


destrozando en tu casa, cueva absurda de gatos,
cachivaches y chismes...¡Oh, que mala maldad!

Pero ya te moriste... Desde ha tiempo te lloro,


al llorarte, mis años infantiles añoro,
Teresita Alcalá, Teresita Alcalá...

MEDIO AMBIENTE

-Papá, quién es el rey?


-Cállate, niño, que me com prometes.
Swift.

Mi buen amigo el noble Juan de Dios, compañero


de mis alegres años de juventud, ayer
no más era un artista genial, aventurero...
Hoy vive en un poblacho con hijos y mujer.

Y es hoy panzudo y calvo. Se quita ya el sombrero


delante de un don Sabas, de un don Lucas... ¿Qué hacer?
La cuestión es asunto de catre y de puchero,
sin empeñar la "singer" que ayuda a mal comer...

¿Quimeras moceriles - mitad sueño y locura;


quimeras y quimeras de anhelos infinitos,
y que hoy - como las piedras tiradas en el mar
se han ido a pique oyendo las pláticas del cura,
junto con la consorte, la suegra y los niñitos...
¡Qué diablo!... Si estas cosas dan ganas de llorar.

TOQUE DE ORACION

Un pedazo de luna que no brilla


sino con timidez. Canta un marino,
y su triste canción, tosca y sencilla,
tartamudea con sabor de vino.

El mar, que el biceps de la playa humilla,


tiene sinuosidades de felino,
y se deja caer sobre la orilla
con la cadencia de un alejandrino.

Pienso en tí, pienso que te quiero mucho,


porque me encuentro triste, porque escucho
la esquila del pequeño campanario,

que se queja con un sollozo tierno,


mientras los sapos cantan el invierno
con una letra del abecedario...

SIN APRENDER EL ALFABETO

La choza que se mira en el camino,


medio inclinada en un corral, me apena
y oprime el corazón... Es mi destino
vivir en la ciudad, en la colmena

de la ciudad, donde nos mata el vino


y la vida social nos envenena.
¡Y yo que pude ser un campesino
de esos que se santiguan cuando truena!

¡Y yo que pude ser lo que sería


si me hubiesen mandado a una alquería
y no a una escuela elemental! Cazurro

de los bosques, ¡qué bien hubiera estado


sin aprender ni el alfabeto, alado
como el ave y paciente como el burro!

SEPELIO

"Ved lo que el mundo decía


viendo el féretro pasar"
Campoamor

...¡Cuántas mujeres, cuando muera,


se ocuparán, tal vez, de mí!
(A Inés la quise en la escalera,
y a Juana en un chiribitil).

¡Mas todo en vano!...¡Oh, qué agorera


la última farsa hecha en latín,
junto al cochero de chistera
senatorial, ebrio de anís!...

Malos discursos, tres coronas


¡y yo indefenso!... Las personas
graves dirán: - ¿De qué murió?

Mientras que Luisa, Rosa, Elena,


podrán decir: - ¡Oh, qué alma buena!
Pensando a solas: - ¡Fue un bribón!

Capítulo V

LOS NUEVOS

Hemos visto ya cómo José Asunción Silva sirve de puente y transición entre la
poesía romántica - de un lado - y la simbolista y modernista, de otro; cómo la
época del Centenario -de la independencia- queda representada por Valencia y
Castillo; y cómo Barba-Jacob, con un tono tan personal como el de Silva, se abre
ya hacia otras formas de la poesía colombiana.
El movimiento de "Los Nuevos" - los nacidos en la frontera de los dos siglos -
irrumpe en el panorama nacional con otros estímulos e ideales, no solo estéticos
sino políticos, y reacciona fuertemente contra los valores del Centenario,
tratando de superar, en lo poético, al simbolismo y parnasianismo franceses
que, conjugados, habían dado origen al modernismo de tipo latinoamericano.
Han pasado unos cuantos años. "Ritos" y "El libro de versos" han quedado
muy atrás. Lo mismo "Tierra de Promisión" y "El árbol que canta". Estas
ediciones de 1899-1928 son leídas, releídas, admiradas, pero se busca otro
derrotero. Un soplo realmente distinto circula por el ámbito. Las formas nuevas
son el resultado de un espíritu nuevo. El país está poniéndose en sintonía con el
exterior, saliendo de su concha decimonónica. Muchos temas de valor universal
golpean las inteligencias. Grandes transformaciones políticas y sociales se
aproximan, se adivinan.
En el campo de la poesía, el movimiento de "Los Nuevos" puede quedar
resumido en tres obras principales. Son las de León de Greiff, Rafael Maya y
Germán Pardo García.
De los demás, poco es lo que hay que decir. Ciro Mendía no logra realizar una
obra perdurable. Sus poemas resultan demasiado débiles, sin fuerza ni
originalidad. Mario Carvajal y José Umaña Bernal se acercan a la poesía más
intelectual que emotivamente. El primero deja unos hermosos romances y
algunos sonetos de tendencia mística. El segundo, algunas décimas - más de
hielo que de luz poética - , unos romances influídos por García Lorca, lo mismo
que algunos poemas en que hay destellos poéticos, solo destellos. Juan Lozano y
Lozano lega como única herencia poética un soneto, el consagrado a la Catedral
de Colonia, pues en el resto de su obra - fina, sugerente, evocativa - no es dable
encontrar un logro antológico. Lo mismo ocurre a Alberto Angel Montoya: de su
vasta obra, queda también un soneto.
Caso diferente, aparte sin duda, es el de Jorge Zalamea. Deja una obra
impresionante. Pero es la de un gran prosista, la de un crítico, no la de un poeta.
Con cierta soberbia intelectual, se saturó de valores formales y, desde su
solitario Olimpo, escribe unas prosas semi-poéticas, que no logran
convencernos, mucho menos conmovernos. Embriagado con su propia palabra -
lo que ocurre en parte a Alejo Carpentier en sus últimas novelas - derivó hacia
una extraña forma de nuevo parnasianismo, rindiendo culto a otra retórica. En
Zalamea predominan factores cerebrales, quizá demasiado lúcidos. Su misma
aproximación a la miseria humana, como en el "Sueño de las Escalinatas", es
más intelectual o política, que emotiva o poética. Oyendo en su voz en el disco de
la radiodifusora HJCK, los poemas escogidos por el propio escritor, no hallamos
un solo acento lírico. Lo mismo ocurre al leer el resto, de su obra. En suma,
Zalamea perdurará como prosista y crítico, pero no como poeta. Adoptando este
criterio, no es el caso de darle cabida en esta Antología transcribiendo sus
prosas, más altisonantes que poéticas64.
Quedan, pues, tres nombres, en este heterogéneo movimiento. No es poco. Es
mucho. Porque son tres nombres muy altos, y tres obras que, además de ser
inmensas en su dimensión editorial, tienen un alcance y una significación
poética admirables, aunque son tres obras muy disímiles.

León de Greiff (1895) abre la poesía colombiana contemporánea. Es uno de


los grandes poetas americanos de hoy. Su prodigioso sentido musical, su fina
ironía - dirigida ante todo contra sí mismo - , su humorismo soterrado,
sonriente, su amargo pero contenido dejo íntimo, y, sobre todo, esa su voz
inconfundible, que ha inventado un vocabulario propio para expresarse con una
pasmosa riqueza idiomática - inventando vocablos y giros, haciendo resucitar
otros de los tiempos clásicos - , todo hace de él uno de los más interesantes
fenómenos de nuestra lírica. Con algo de juglar medieval y algo de niño siempre
perplejo, de Greiff crea, paradójicamente, una poesía fresca y erudita, graciosa y
sutil, emotiva y autobiográfica pero saturada de innumerables alusiones
culturales: el mito, la literatura, las leyendas. Ello hace que, en conjunto, su obra
aparezca como una gran creación retórica.
Sus músicos favoritos lo marcan indeleblemente. También lo marca, lo
impregna, el simbolismo francés. Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé son
los cuatro puntos cardinales de su horizonte poético. Un soneto mágico de
Gérard de Nerval, "El Desdichado", le señala, desde su adolescencia, una pauta
para desenvolverse, multiplicar sus personalidades, confundirse con los
personajes de la historia y de la leyenda. Desde más lejos, François Villon, el
vagabundo genial del último medioevo, le trasmite sus señales líricas, sus gestos
autobiográficos, las confesiones y alusiones, líricas y picarescas, de "El Gran
Testamento".
El juego de las influencias en León de Greiff es un laberinto. Habría que
remontarse no solo a las literarias, sino a las ancestrales, las nórdicas y las
antioqueñaas. Filósofos y poetas, músicos y novelistas, todo le nutre. El todo lo
asimila, en una química peculiar. Ese juego de influencias no importa, no incide.
Lo esencial es que, superando todo ese complejísimo mundo cultural, de Greiff

64
Bibliografía: "El sueño de las escalinatas" (Bogotá,
Ediciones Tercer Mundo. 1964).
nos entrega una poesía inconfundible, una de las más enérgicamente personales
que hoy se escriben en el país. Su voz no es nunca un eco. Es el instrumento
desconcertante de su autobiografía, pero una autobiografía que aquí adquiere
un sentido especial, pues es total: su país, su Antioquía natal, sus antepasados
vikingos, sus innumerables trabajos, sus amores y sus amigos, sus músicos, sus
literatos preferidos, sus poetas. O sea: todo lo que está contenido en su alma.
Todo el recuerdo. Todo lo vivido, lo leído, lo amado. De ahí sus constantes
alusiones: a su propia vida, a su aventura o su bohemia con toda la barba, a esas
formas culturales, historia, pesía, música, leyendas, y mitos. Alusiones, incluso, a
lo que alguna vez pensó, o soñó, o sintió, o escribió, o pensó escribir. Ello hace de
su obra otro laberinto. Se entra pero no se sale. Y, en realidad, es preciso
quedarse allí, habitando el laberinto. Teseo sin hilo. Para captar el sentido de su
obra, es necesario familiarizarse al extremo con ella, con sus giros, asociaciones
tácitas -jamás explicadas-, su idioma, incluso con toda la poesía anterior de
Greiff, y con su propia vida. De otro modo no podrán entenderse sus referencias
internas, es decir, las que hace, en medio del poema, a otros poemas, nombres,
anécdotas, aventuras, experiencias.
En última instancia, la poesía de Leon De Greiff es una prolongada, inacabable
confesión. Es también, su "testamento". Es el testimonio de su vida, de su larga
vida de poesía y música, sueño, cultura, vivencias. Una riquísima personalidad -
con algo de Sócrates y de Diógenes, algo de fauno y de hippie de los años 20 - ,
sensibilidad viva y fresca cuando llega ahora a los ochenta años, manteniendo su
ingenio siempre sutil y picaresco, como el de un clásico actual, dotado de un
humor que frena cualquier trascendentalismo y de un lirismo subterráneo que,
repentinamente, se expresa con la mayor energía. Dada la importancia que le
asignamos, hemos hecho una amplia selección de sus poemas, tomados de sus
distintos "mamotretos", incluso del más reciente, "Nova et Vetera"65:

65
Bibliografía de León de Greiff: "Tergiversaciones de Leo
Gris, Aldecoa y Gaspar". Primer mamotreto (Bogotá, Tip. Augusta,
1925); "Cuadernillo poético de León de Greiff" (Medellín, 1929,
Esquicio No. 2); "Libro de los signos". Segundo mamotreto
(Medellín, Imp. Edit, 1930); "Variaciones alrededor de nada"
(Manizales, ed. Arturo Zapata, 1936); "Prosas de Gaspar" (Bogotá,
Imp. Nacional, 1937); "Antología poética" (Bogotá, ed. Cultura,
1942); "Farrago, Quinto Mamotreto" (Bogotá, ed. SLB, 1954);
"Relatos de los oficios y mesteres de Beremundo" (Bogotá, Imp.
Nacional, 1955); "Nova et Vetera" (Bogotá, ed. Tercer Mundo,
1974).
POETA SOY

Poeta soy, si es ello ser poeta,


Lontano, absconto, sibilino. Dura
lasca de corindón, vislumbre obscura,
gota abisal de música secreta.

Amor apercibida la saeta.


Dolor en ristre, lanza de amargura.
El espíritu absorto, en su clausura.
Inmóvil, quieto, el corazón veleta.

Poeta soy si ser poeta es ello.


Angustia lancinante, pavor sordo.
Velada melodía en contrapunto.

Callado enigma tras intacto sello.


Mi ensueño en fuga. Hastiado y cejijunto.
Y en mi nao fantasma único a bordo.

YO DE LA NOCHE VENGO...

Yo de la noche vengo y a la noche me doy...


Soy hijo de la noche tenebrosa o lunática...
Tan sólo estoy alegre cuando a solas estoy
entre la noche, tímida, misteriosa, enigmática

Tranquilo y sonriente por las callejas voy,


indiferente a toda la turba mesocrática,
y sin odios... tan bueno como me siento hoy!
Sin embargo... ¿y el odio por la Dueña Gramática?

Pero la noche sabe borrar esos rencores...


La noche!: dulce Ofelia despetalando flores...
La noche!: Lady Macbeth azarosa asesina!

Que es la noche resumen de humana y de divina


proteidad, y que es urna de todos los olores...
¿Cuándo vendrá la noche que jamás se termina?
BALADA DEL MAR NO VISTO, RITMADA EN VERSOS DIVERSOS

No he visto el mar.

Mis ojos
-vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;
mis ojos avizores entre la noche; dueños
de la estrellada comba;
de los astrales mundos,
mis ojos errabundos,
familiares del hórrido vértigo del abismo;
mis ojos acerados de viking, oteantes;
mis ojos vagabundos
no han visto el mar...

La cántiga ondulosa de su trémula curva


no ha mecido mis sueños;
ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;
ni aturdió mi retina con el rútilo azogue
que rueda por su dorso...
Sus resonantes trombas,
sus silencios, yo nunca pude oír....
sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;
ni su mutismo impávido cuando argentos y oros
de los soles y lunas, como perennes lloros
diluyen sus riquezas por el glauco zafir...!
Ni aspiré su perfume!

Yo sé de los aromas
de amadas cabelleras...
Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos
y frágiles y tibios;
y senos donde esconden sus hálitos las pomas
referidas de Venus!
Yo aspiré las redomas
donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos;
las zábilas y mirras del mago Zoroastro...
Mas no aspiré las sales ni los fodos del mar!
Mis labios sitibundos
no en sus odres la sed
apagaron:
no en sus odres acerbos
mitigaron la sed...
Mis labios, locos, ebrios, ávidos, vagabundos,
labios cogitabundos
que amargaron los ayes y gestos iracundos
y que unos labios - vírgenes - captaron en su red!

Hermano de las nubes


yo soy.
Hermano de las nubes,
de las errantes nubes, de las ilusas del espacio:
vagarosos navíos
que empujan acres soplos anónimos y fríos
que impelen recios ímpetus voltarios y sombríos!
Viajero de las noches
yo soy.
Viajero de las noches embriabadoras; nauta
de sus golfos ilímites,
de sus golfos ilímites, delirantes, vacíos,
-vacíos de infinito..., vacíos... - Dócil nauta
yo soy,
y mis soñares derrotados navíos.
Derrotados navíos, rumbos ignotos, antros
de piratas... ¡el mar!

Mis ojos vagabundos


-viajeros insaciados - conocen cielos, mundos,
conocen noches hondas, ingraves y serenas,
conocen noches trágicas,
ensueños deliciosos,
sueños inverecundos...
Saben de penas únicas,
de goces y de llantos,
de mitos y de ciencia,
del odio y la clemencia,
del dolor
y el amar.

Mis ojos vagabundos,


mis ojos infecundos...
no han visto el mar mis ojos,
no he visto el mar!

CANCION DE SERGIO STEPANSKY

En el recodo de todo camino


la vida me depare el bravo amor:
y un vaso de aguardiente, ajenjo o vino,
de arak o vodka o kirsch, o de ginebra;
un verso libre - audaz como el azor - ,
una canción, un perfume calino,
un grifo, un gerifalte, un buho, una culebra...

(¡y el bravo amor, el bravo amor, el bravo amor!)

En el recodo de cada calleja


la vida me depare el raro albur:
-con el tabardo roto, con la cachimba vieja
y el chambergo agorero y el buído reojo,
vagar so la alta noche de enlutecido azur:
murciélago macabro, sortílega corneja,
ambular, divagar, discurrir al ritmo del antojo...

(¡y el raro albur, el raro albur, el raro albur!)

En el recodo de todo sendero


la vida me depare a esa mujer:
y un horizonte para mi sed de aventurero,
una música honda para surcar sus ondas,
un corto día, un lento amanecer,
un lastrado silencio hosco y austero,
la soledad, de pupilas redondas...

(¡y esa mujer, esa mujer, esa mujer!)


En el recodo de cada vereda
la vida me depare el ebrio azar:
absorto ante el miraje que en mis ojos se enreda
vibre yo - Prometeo de mi tortura pávida-;
ante mis ojos fulvos, fulja el cobre del mar:
su canto, en mis oídos mi grito acallar pueda!
y exalte mi delirio su furia fría y ávida.
(¡el ebrio azar, el ebrio azar, el ebrio azar!)

Y en el recodo de todo camino


la vida me depare "un bel morir":
despeíneme un balazo del pecho el vello fino,
destrice un tajo acerbo mi sien osada y frágil:
-de mi cansancio el terco ir y venir:
la fábrica de ensueños - tesoro de Aladino-,
mi vida tubia y tarda, mi ilusión tensa y ágil...

(¡un bel morir, un bel morir, un bel morir!)

RELATO DE SERGIO STEPANSKY

Juego mi vida!
Bien poco valía!
La llevo perdida
sin remedio!
Erik Fijordson

Juego mi vida, cambio mi vida.


De todos modos
la llevo perdida..

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,


la dono en usufructo, o la regalo...

La juego contra uno o contra todos,


la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
-en la periferia, en el medio,
en el sub-fondo...-

Juego mi vida, cambio mi vida,


la llevo perdida
sin remedio.

Y la juego, -o la cambio por el más infantil espejismo,


la dono en usufructo, o la regalo...:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.

Cambio mi vida por lámparas viejas


o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
-por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota nubia,
la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:
cambio mi vida por un anillo de hojalata,
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: - para echar a rodar la bola...

Cambio mi vida por la cándida aureola


del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que le llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio
por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca...

o por esa muñeca que llora


como cualquier poeta.

Cambio mi vida - al fiado - por una fábrica de crepúsculos


(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra-
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...

¡o por dos huequecillos minúsculos


-en las sienes - por donde se me fugue, en gríseas podres,
toda la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres..

Juego mi vida, cambio mi vida.


De todos modos
la llevo perdida...

FANTASIAS DE NUBES AL VIENTO


(Cuatro.)

"Que se fugaron, adiós todas ellas"


Eric Fjoreson

Corazón forajido,
nunca domado y que jamás no domas:

dónde errarán aquellas


eróticas quejumbres y querellas,
dónde aquel canto que yo dije, henchido
de músicas fragantes y equívocos aromas,
dónde, si no en la boca del olvido?
Corazón forajido
nunca domado y que jamás no domas!
Dónde, si no en la boca del olvido:
buena la boca para lo cantado,
corazón forajido! corazón forajido!
-viejo pirata anclado,
trovador abolido-
corazón forajido! corazón fracasado!

ADMONICION A LOS IMPERTINENTES

Yo deseo estar solo. Non curo de compaña.


Quiero catar silencio. Non me peta mormurio
ninguno a la mi vera. Si la voz soterraña
de la canción adviene, que advenga con sordina:
si es la canción ruidosa, con mi mudez la injurio;
si trae mucha música, que en el Hades se taña
o en cualquiera región al negro Hades vecina...
Ruido: ¡Callad! Pregón de aciago augurio!
Yo deseo estar solo. Non curo de compaña.
Quiero catar silencio, mi sola golosina.

Como yo soy el Solitario,


como yo soy el taciturno,
dejádme solo.

Como yo soy el Hosco, el Arbitrario,


como soy el Lucífugo, el Nocturno,
dejádme solo.

Mi sandalia (o mi abarca o mi coturno)


no los piséis, tumulto tumultuario,
dejádme solo.
Judeo, quéchua, orangutánida, ario,
-como soy de la estirpe de Saturno-
dejádme solo.

Decanto en mi rincón mínimo canto,


silencioso: alquimista soy señero,
juglar oculto, absconto fabulante.
Dejádme solo.

Buen catador (soto mísero manto)


buen tañedor (sin Amati o Guarnero)
alto cantor (aunque bajo cantante)
dejádme solo.

Dejádme solo. Non quiero compaña.


Dejádme esquivo. Non gusto coreo.
Non paventad: non presumo de Orfeo
desasnador de cerril alimaña.

Dejádme solo soplando mi caña


silvestre. Non pétame pueril ronroneo.
Non son adamado. Non son sigisbeo.
Son áspero, másculo. Son rudo, sin plaña.

Sin queja. Más mudo que Beethoven sordo.


Sin laude. Más zurdo que Cervantes manco.
Sin "pathos". Más seco que no Falstaf gordo.
Solitario. Adusto. Voy único a bordo.
Espíritu en negro. Corazón en blanco.

Y esquivo dejádme. Soy notas-arranco


de mi clavecino. Soy fábulas-bordo
sobre el cañamazo de mi pentacordo.
Soy facecias-urdo. Por dentro me estanco.
Dejádme señero: jamás me desbordo.

Como yo soy el Solitario,


como yo soy el Taciturno,
como yo soy el Hosco, el Arbitrario,
como soy el Lucífugo, el Nocturno
dejádme solo.

Como soy Leo Estrafalario,


como soy Sergio el Estepario,
como ya tengo el Cuervo y el Vulturno
de los acerbos choznos de Saturno,
dejádme solo.

Dejádme solo. Non quiero compaña.


Dejádme esquivo. Non gusto coreo.
Non paventad. Non presumo de Orfeo
desasnador de cerril alimaña.

No viene a mí, ni voy a la montaña.


Ni vasallo ni César, Juez ni Reo:
Sergio Estepario, Estrafalario Leo.
Con mi tonel. De mi cruz cirineo.
Rey de Burlas, soberbio: cetro o caña
pares le son a mi elación huraña.
Dejádme solo.

RELATO DE CLAUDIO MONTEFLAVO

Como llegamos a la venta


-desde donde, a lo hondo, se oye el río-
desmontamos de las cabalgaduras:
en las piedras cantaron los espolines
canción de estrellas teñidas de sangre...

-Ah de la venta!, ah de la venta!


cantaron nuestros vozarrones.

Luégo cantaron canción de burbujas


y de cristales, las copas traslúcidas.
E inquirimos por el tesoro de la venta serrana:
-"Ya se irá, ya se vá, si no se ha ido..."

En la venta se cruzan vientos duros


-la venta, en la garganta de la sierra desnuda-.
Cantaba el viento, cantaba el viento.
Allá en el fondo, a lo hondo, la línea del río,
y el treno del río.

Luégo de la canción de las burbujas


cantó el fuego en las piedras del hogar.
Cantaba la sangre peán de lujuria.
Más tarde iban cantando las estrellas
vigías, su silenciosa música.
Y rezongaban preces las viejas de la venta...

Tornamos a inquirir:
-¿Dónde está María-Luz, de los besos de moras?
-"Ya se irá, ya se va, si no se ha ido..."

Y volvimos a las cabalgaduras piafantes.


La Cruz del Sur en la linde del monte y el cielo.
Cantó el hierro en los cantos redondos.
Callados iniciamos el descenso
por el camino en caracoles y en escalas;
por el camino en lumbre tamizada de violetas;
por el camino en perfumes del viento que susurra;
por el camino en perfumes ásperos del monte;
por el camino en músicas de las aguas dormidas
y de las aguas que se despeñan.

De su piisión de vidrio verde


saltó el claro cristal: gorjear de burbujas
Mas uno de nosotros - el viandante de la barba taheña-
cantó-, cantó (que taladró la noche
con su voz recia). El Rey de los Alisos,
malamente... E inquirió con voz más ruda:
-¿Qué se haría el tesoro de la venta?

-"Ya se irá, ya se va, si no se ha ido..."

Tornó a cantar la voz de las burbujas


y del claro cristal... Y al río, al fin, llegamos.
¡Si Nuño Ansúrez no nos pasa en la barca...?
-Bah! da lo mismo!
-Bah! da lo mismo!

Nueva canción de vidrio y de burbujas


y fresco trasegar diamantes vívidos.
Media noche. En las márgenes del río
qué limpia media noche!

Esta es la selva
de múrice y de oro!
Esta es la abierta vida innúmera!

-¿Y qué se haría el tesoro de la venta?


-¿Dónde está María-Luz, de ojos de hulla,
de melena de hulla, y boca sombreada...?
-"Ya se irá, ya se va, si no se ha ido..."

CANCIONCILLA GAMA

Llueve tras de los vidrios (bogotana


lluvia, si no en mi corazón):
es la aburrida lluvia cuotidiana,
de Bacatá, de Pasto o de Sonsón.
En la tarde, en la noche, en la mañana
llueve con qué insistencia y qué tesón.
Llueve tras de los vidrios (¿altiplana
lluvia..? ¿mas no en mi corazón?).
Mi corazón supérstite, liviana
senectud - tras los vidrios - en acción.
Tras los vidrios la alcoba se engalana
con la donina que le brinda el don
de su hermosura prístina y lozana...

Llueve tras de los vidrios, (leogreiffiana


lluvia, que es un arrullo, una canción
nupcial, celestinesca antelucana,
nocturna, meridiana, a la oración.
Corazón de León, más tarambana
que en antaño, en ogaño, ¡ese es el son!
Seguirá tarambana hasta el Nirvana,
ante el Nihil total y el colofón.
(Sin Réquiem, ¡obvio! y dobles de campana
y sin la consabida Extremaunción).

Llueve tras de los vidrios.., sigue, hermana


lluvia - tras la ventana-, tu són són.
Lilia, Lilienka, Lilith, Liliana
y el viejo fauno-nervio y corazón
y algo de Poesía, limpia, humana-,
miran y oyen llover, pero ellos son
-los cuerpos sanos y la mente sana-
(Juvenal) (como son del Jopecón)
conjugando Ars Amandi -ufano, ufana-
(Publio Ovidio Nasón) la dona, el don...

Llueve tras de los vidrios (leogreiffiana


lluvia que no en el corazón).
Corazón de León y de Liliana,
corazón de Liliana y de León.

Al acercarnos a Rafael Maya, nacido en Popayán en 1897, nos encontramos,


otra vez, con un gran poeta. Es una de las voces más altas de "Los Nuevos".
Además: una vida consagrada, por entero, a la poesía y a la labor crítica. Aunque
ha ocupado algunos cargos públicos de importancia (como Delegado de
Colombia en la Unesco, en París) y ha regentado numerosas cátedras
universitarias, lo central de su vida ha sido la creación poética y la investigación
literaria, sin las cuales no se entendería su propia existencia. Por este último
aspecto, Maya prolonga una gran tradición colombiana, la de Miguel Antonio
Caro, Marco Fidel Suárez, Antonio Gómez Restrepo y Luis López de Mesa. En esa
labor crítica, ha dedicado páginas perdurables a nuestra literatura, en especial a
la poesía, y el lector habrá observado ya que en ocasiones hemos hecho
referencia a sus comentarios y sagaces notas, siempre - incluso cuando
discrepamos de su juicio crítico- con la admiración que a su obra profesamos. Y,
aproximándose ahora a los ochenta años (como de Greiff), sigue creando su
poesía - su último volumen es de 1974 - y adicionando su espléndida obra
crítica66.
66
Bibliografía poética de Rafael Maya: "La Vida en la sombra"
(Bogotá, ed. Cromos, 1925); "El rincón de las imágenes" (Bogotá,
ed. Colombia, 1927), "Coros del Mediodía" (Bogotá, ed. Minerva,
1928); "Después del Silencio" (Bogotá, ed. Minerva, 1938);
"Poesías" (Medellín, Imp. Departamental, 1951); "Tiempo de Luz"
(Bogotá, ed. Espiral, 1951); "Final de romance y otras canciones"
(Bogotá, Biblioteca Cultural Popular, 1951); "Navegación nocturna"
Hay un evidente contraste entre la vida y la poesía de Maya. La obra audaz,
imaginativa, innovadora de "Coros del Mediodía", de un lado; de otro, una
existencia voluntariamente opaca, discreta. Su vida no ha sido la del "snob" y
refinado Silva; tampoco la aventurera de Porfirio o la bohemia de León y
Castillo; ni la vida ública, brillante, de Guillermo Valencia. Es una existencia sin
anécdota, más semejante, en esto, a la de Caro o Pombo. "La vida en la sombra" -
título de su primera obra - parece ser una definición de su propia existencia:
esta vida ha sido toda interior, la de su emoción, la de su psiquis, la de su
creatividad. Desde su subjetividad secreta - como incomunicado con sus
contemporáneos-, Maya ha engendrado una admirable obra lírica.

Maya ha querido expresar clásica y serenamente un mundo nuevo. Se inició


con un libro hermoso, apegado todavía a las intenciones tradicionales, el ya
citado "La vida en la sombra", del cual pueden rescatarse algunos poemas
inolvidables - olvidados injustamente por el público y la crítica. Después,
ascendiendo verticalmente, y dando una de las voces más altas de la lírica
americana de ese instante, publicó sus "Coros de Mediodía", que contiene
algunos de sus más bellos y profundos poemas, como "Invitación a navegar" y
"En las primeras horas" que incluímos en esta Antología. Continuó esa evolución
sorprendente con otra obra trascendental, "Después del Silencio", que
deslumbró entonces (era el año de 1938) con poemas tan logrados como "La
mujer sobre el ébano" y "Rosa Mecánica".
Posteriormente, la obra de Maya ha seguido multiplicándose con desigual
fortuna, pues ha creado algunos sonetos y breves poemas de indudable belleza,
pero más frecuentemente ha derivado hacia formas poéticas demasiado
académicas. En ocasiones, da la impresión de que Maya haya echado marcha
atrás, y, desconociendo el alcance real de su obra anterior, en cuanto tiene de
fértil innovación, ha regresado hacia un tradicionalismo que, al menos para
nosotros, carece de interés: ha perdido vigencia. También da la impresión de
que Maya, sintiéndose depositario de no sé qué "clasicismo" colombiano, y de
una larga tradición de ideas y sentimientos, desea mantenerse dentro de esa
línea - formas expresivas, pensamiento, entonación serena; todo lo cual ha
secado, en parte, los pozos de su inspiración y ha frenado su vuelo lírico, antes
tan audaz e inquietante.

(Bogotá, ed. Voluntad, 1958); "La tierra poseída" (Bogotá, ed.


Canal Ramírez, 1964); "El tiempo recobrado" (Bogotá, ed. Instituto
Caro y Cuervo, 1974).
Vista en conjunto su obra poética - no obstante las asombrosas hermosuras
que en esta misma Antología hallará el lector-, algo falla o falta en ella. Una
emoción más honda? La real vivencia del misterio existencial? La sensibilidad
poética está sofrenada por la lucidez crítica? Falta un "mensaje" personal, como
el de José Asunción Silva o el de Porfirio Barba-Jacob? El lector echa de menos
no una señal del intelecto, una serie de conceptos, o una "paideia" - ese sería
otro mensaje; sino precisamente lo contrario, algo como ese legado inefable y
oscuro que transmiten un Villon, un Quevedo, un Baudelaire, un Neruda.
Véase un ejemplo colombiano muy revelador. En León de Greiff todo es el
fruto, picaresco, de su personalidad avasalladora, cuando no se torna literario.
Le sobra carácter, afirmación pura de su ser, vivencias, que, transformadas en
claves poéticas, se expresan directa, vivísimamente, en sus versos. Rafael Maya,
en cambio, parece demasiado medido, ecléctico. Todo ello hace que la poesía de
Maya sea más susceptible de ser admirada que amada, o compartida.
Aunque lo anterior es cierto, en líneas generales - dicho con la franqueza que
queremos emplear a lo largo de esta Antología crítica-, es verdad también que
muchos de sus poemas nos siguen maravillando, conmoviendo; sí,
conmoviendo... Se dirá que hay en esto algo contradictorio; pero es así. Es
probable que debamos regresar - para reencontrar esa emoción, ese acento, esa
visión prístina - a los primeros libros de Maya, a aquellos en que el poeta
buscaba moldes expresivos cada vez más flexibles, una especie de verso libre
muy ambicioso para la época, casi prosas líricas de profunda originalidad - al
menos en nuestro ámbito - y en los que las metáforas iluminaban el poema
desde adentro para transmitirnos una emoción, un clima poético indudable.
¿Por qué ha renunciado Rafael Maya a ese mundo fascinante, a esa esperanza
poética, a esa inicial rebeldía lírica, en aras de una actitud más razonadora,
tradicionalista, académica? Imposible saberlo. Bástenos registrar el hecho.
Veamos, ante todo, algunos poemas de la iniciación lírica de
Maya, antes de llegar a su cenit:

VOLVER A VERTE

Volver a verte no era sólo


un ligero y constante empeño,
sino anudar, dentro del alma,
el hilo roto del ensueño.

Volver a verte era un oscuro


presentimiento que tenía
de hallarte ajena, y sin embargo
seguir creyendo que eras mía.

Volver a verte era el milagro


de una dulce convalescencia
cuando todo, al alma desnuda,
vuelve más bello de la ausencia.

Volver a verte, tras la noche


impenetrable del abismo,
era hallar en tus ojos una
imagen vieja de mi mismo.

Y encontrar, en el hondo pasado,


días más bellos y mejores,
como esa carta en cuyos pliegues
se conservan algunas flores.

Volver a verte era mostrarme


la pena que está congelada,
como bruma de tarde hermosa,
en el azul de tu mirada.

Y, ya lo ves, del largo viaje


regresé más puro y más fuerte,
porque dormí toda una noche
en las rodillas de la muerte.

Porque yo miraba en tus ojos


un cielo de cosas pasadas,
como en el alma de las grutas
se ven ciudades encantadas.

Y porque ví tu clara imagen,


entre un nimbo de luz serena,
como jamás, a ojos mortales,
se apareció visión terrena.

Volver a verte era un oscuro


presentimiento que tenía
de hallarte ajena, y sin embargo
seguir creyendo que eras mía.

TU

Eres una canción. Aire ligero


cernido entre las flores y los nidos.
Duermen, bajo tus pies, campos floridos,
y es tu melena un río verdadero.

Comienza en ti mi vida. Eres mi enero


que asoma en horizontes presentidos;
mi comarca de ríos conocidos,
mi alta constelación de marinero.

Por mis manos te vas como una brisa;


envuelves un jardín en un suspiro,
y se abren mariposas en tu risa.

Eres la sombra toda, eres la lumbre,


y yo, elevando el corazón, te aspiro
como al viento que viene de una cumbre.

Los anteriores son ejemplos, muy significativos, de la primera "manera" de


Rafael Maya: un mundo poético muy hermoso, depurado, sensible. Su soneto
"Tú" influirá decisivamente en varios poetas posteriores, en especial en los del
grupo de "Piedra y Cielo".
Innovando siempre, Rafael Maya llega luego a su instante más alto, como ya
se dijo, con los dos libros citados atrás, "Coros del Mediodía" y "Después del
Silencio", que constituyen lo esencial, lo más perdurable de su vasta creación
lírica:

EN LAS PRIMERAS HORAS

Este suave temblor,


este misterio, esta visión,
esta vaga vislumbre de candor,
este dulce comienzo de oración;
este vasto rumor
que sale del nocturno corazón;
ésta trémula voz,
esta brisa despierta y este olor;
esta clara canción
que sube hacia los cielos, como Dios;
este apacible són
de Dauta cristalina y caracol;
esta vaga ambición
de libertad, este calor
que nos llega al espíritu, este dón
de simpatía universal, ¿qué son,
oh hermano?

Y el hermano respondió:
Es que ya
viene la
Aurora.
Tiembla como un cristal
al borde del abismo sideral.
Lleva el astro de luz confidencial
que vió Dante inmortal
al salir de la cárcel infernal.
La orla de su manto celestial
se agita sobre el sueño terrenal.
Empieza a despertar
la pureza del cielo angelical.
Todo se santifica en esa señal
de luz.

Y sube el mar
a lavar a la ciudad.
Oh, hermano, va a llegar
el Rey. Apaga ya
la lámpara de humilde claridad
que alumbró nuestra mesa fraternal.
Póstrate en humildad
y reza tu oración universal
por la alegría de crear,
por la pequeña dádiva del pan,
por la humana maldad
y por el gozo singular
de pensar
y soñar.

Escucha la campana triunfal.


Hendida está la losa sepulcral.
Cristo sale de un huerto matinal.

Oh lento florecer
del mundo! ¡Oh primavera siempre fiel!
¡Oh dicha de creer
en Dios y en la mujer!
¡Oh perenne verdura del laurel!
¡Oh fresco manantial en la aridez!
¡Oh plenitud del ser!
¡Oh locura de ver!
Hermano, hay que encender
nuestra esperanza en este amanecer,
y lograr la embriaquez
en la copa de miel.
Ya caen a nuestros pies
las frutas en su plena madurez.
Tiembla el fuego solar como una red
de oro. Entre la mies
corre el agua propicia a nuestra sed.
¡Vamos a poseer
la tierra en su completa desnudez!

INVITACION A NAVEGAR

"Navigare necesset est"

Cuándo, cuándo llegará el día


en que me diga: es necesario
navegar. Alista una nave
que tenga un timón y un palo
para colgar la vela nómade
que ha de perderse en el mar ancho.

Mi raza llevaba en la frente


el imperativo mandato.
Después lo grabó en su escudo
un poeta que fue corsario,
y puso un ángel con un remo
y una torre que eleva un faro.

La tibia noche de mi infancia


oyó una historia de naufragios
en que mi abuelo, que tenía
un corazón de Ulises bárbaro
murió de viejo en una isla
comiendo dátiles dórados.

Vino después el mar medido


con el compás del verso clásico.
Indómitas naves de Grecia
volaban al naval asalto,
la memoria toda ardía
con la ciudad de los troyanos.

Rítmicos grupos de mujeres


mi adolescencia despertaron
en forma de sirenas jóvenes
que llamaban mi esquife raudo,
haciendo sonar en su escollo
los caracoles encantados.

Y, en la dulce fiebre que flota


sobre una noche de verano,
siempre vi ciudades lejanas,
curvadas a modo de un brazo,
para estrechar un golfo donde
se duplican faros fantásticos.

Y este dón del interno ritmo


que ata palabras como ramos,
es lejana reminiscencia
de la marea, y de los cantos
que entonan los viejos marinos
balanceándose sobre el barco.

Pero yo nací en una urbe


hecha de granito y de mármol,
con escudos de piedra tosca
que unen la clave de los arcos,
y llena de polvo y de huesos
como un antiguo catafalco.

¡Lejos del mar! Altas colinas


estrechan, mudas, el ámbito.
El tiempo mismo allí conserva
su virtud de encaje plegado,
y de la espada de un guerrero
cuelgan los hábitos de un santo.

Cuándo, cuándo llegará el día


en que me diga: es necesario
navegar. Alista una nave
que tenga un timón y un palo
para colgar la vela nómade
que ha de perderse en el mar ancho.

Yo partiré. Nubes alegres


me trazarán un rumbo claro.
Se esfumará la playa como
el curvo vuelo de los pájaros
ya sólo tendré delante
los mil caminos del espacio.

Y he de gritar: Adiós, ¡Oh tierra!


amasada con polvo y llanto
bajo la furia de tus cielos,
y cruzada por ríos amargos
que te ciñen a la cintura
el viejo sayal de los campos.
Tú me diste tu rojo vino
exprimido en diáfanos vasos,
y abriste tus follajes verdes
para refrescar mi cansancio,
y fuí tan rico bajo un árbol
como un monarca en su palacio.

Me labraste lechos de cedro


para el amor. Bajo los astros
vi mujeres de muchas razas
desnudando su cuerpo blanco,
que proyectaba sobre el mundo
la sombra del dolor humano.

Corté la caña que se alza


en la ribera de los lagos,
para cantar penas antiguas
o venideros desengaños,
y, sobre el cielo o el inferno,
cada verso quedó temblando
como con el peso de un ave
suele doblarse un junco largo.

Ah!, mas nada será bastante


a detenerme. Un viento extraño
silba. La bruma se despeja.
Clavemos el mástil gallardo
para colgar la vela nómade
que ha de perderse en el mar ancho.

ROSA MECANICA
(Fragmento)

LOS SILENCIOS

-Aire, no más, espacio, vibraciones,


somos lo que hay de hermoso en las canciones
y en el amor: las pausas. Somos eso
que queda tras el llanto o tras el beso.
Todo viene a morir en la corriente
de nuestro sér. El universo es fuente
que desemboca en nuestro vasto oceano.
Somos los hijos leves del arcano,
nuestra madre, la de entraña activa,
fue anterior a la noche primitiva.
Cuando tuvimos voz, divino coro,
la negra esfera se vistió de oro,
nacieron, en lo azul, constelaciones,
y en el mar, golondrinas y canciones.
Pero la altura se nos muestra bella
por el silencio más que por la estrella,
y el agua, entre sus cercos de verdura,
donde es más silenciosa, allí es más pura.
Somos, en la expresión, aquel momento
cándido que precede al pensamiento,
cuando se enciende, entre la sombra muda,
el temblor de la cláusula desnuda.
Y, cerrado aquel círculo en que labra
símbolos inmortales la palabra,
baja Dios, y en su diáfana presencia
engendra pensamientos la conciencia.
Sobre el fútil vocablo, o sobre el nombre,
pesa, no más, la pequeñez del hombre;
pero en toda mudez se halla cifrada
la clave de la bóveda estrellada.
Nosotros, los Silencios, somos una
copa en que cae el agua de la luna,
con que ha saciado, en cuanta raza existe,
su sed de siglos la criatura triste.
Nosotros, bajo el fuego del verano,
le damos vida germinal al grano,
y luégo somos miel, o perla breve,
cuando se hace la flor cárcel de nieve.
En nuestro cáliz invisible vierte
su espeso vino la callada muerte,
mullimos de sombra la almohada
donde duerme, de hielos coronada,
la gloria de los hombres. ¡Pobre gloria!
¡Sol del abismo! ¡Espuma de la historia!

......................................

Terminamos esta selección de la obra de Rafael Maya con tres poemas, muy
posteriores a los ya incluídos, que dan testimonio -en su mejor aspecto- de su
nuevo estilo, anotando que en su último volumen, "El tiempo recobrado",
aunque hay versos aislados muy hermosos, no hemos encontrado, realmente,
ningún poema antológico.

DE NUEVO, LAS FUENTES

Cuántas fuentes existen, cuántas fuentes


que no han copiado nunca un rostro humano.
En montañas altísimas existen,
fijas únicamente en el espacio,
o bien en penumbrosas hondonadas
donde abren sus cristales sosegados
como anchos ojos de la tierra virgen,
más llenos de bondad cuanto más claros.
Nunca esas fuentes, del humano rostro
la maldad enigmática copiaron
ni vieron reflejarse la turgencia
¡cuán insinuante! de los cuerpos blancos
que en la linfa sonora multiplican
su ilusión de nenúfares truncados.
No han sentido llegar, hasta su orilla,
sedientas bestias de ligero casco,
ni acogieron, en medio de los juncos
de la ribera, a los pintados pájaros.
Sólo las nubes, al volar sobre ellas
solas o en grupos, por el cielo alto,
a su callada superficie dieron
una ilusión de atropellados barcos.
Y las estrellas, en las tibias noches,
en una muda acción de sagitarios,
rozaron el diamante de sus aguas
al disparar los atrevidos arcos.
Eso fue todo. Las intactas fuentes
conservan su candor, como en el cálido
y venturoso día en que nacieron
de las azules manos del verano.
A ellas quiere llevarte, pura imagen
de la primera poesía. El casto
espejo será digno de copiarte
en unión de las nubes y los astros.

CANCION

Estaba el corazón lleno de voces


en esa hora de inquietud traslúcida
cuando la tarde toca sus oboes,
en el confín azul de la floresta.
Estaba el corazón lleno de voces.
Pálidas sombras dialogaban lejos
al son de los nostálgicos oboes
mientras la noche caminaba, tácita.
Estaba el corazón lleno de voces.
Hasta la tierra, de las altas nubes,
bajaban lampos de cambiante nácar
entre el hondo rumor de los oboes.
Y en esa cercanía del crepúsculo
estaba el corazón lleno de voces.

SUEÑOS

Ay! ni yo mismo he creído


en mis sueños,
pero los sueños han sido
la ocupación de mi vida.
Sólo que los he tenido
durante el día, despierto,
no cuando estaba dormido.
Y ahora advierto
que el sueño fue ¡quién creyera!
mi realidad. Mundo cierto.
*

Mario Carvajal (nacido y muerto en Cali, 1896-1966) trabajó intensamente


en su obra literaria, iniciada en 1935 con un hermoso libro de sonetos místicos,
"La Escala de Jacob", y prolongada luego con diversos poemas y con los
romances a su ciudad natal 67. Hombre culto, de ideas tradicionales, Carvajal
llega a la poesía más por sus gustos e inquietudes literarias que por una honda
raíz lírica. Sin embargo, hay poemas suyos, sobre todo algunos sonetos de su
escala mística, que despiertan el más vivo interés; como el que insertamos a
continuación, especialmente por sus bellos tercetos:

NOCHE ARCANA

En la alta noche mística sobre el campo dormido


su pabellón de estrellas enarca el firmamento:
vasto velo litúrgico punteado de argento
y oro en fondo pálido de azul desvanecido.

Hierve en torno un silencio musical: el ruido


que de la avara urna del éter, oh portento!,
en otra noche mística hasta otro oído atento
bajó para que ahora pueda llenar mi oído.

Hombre que ves, escucha: no es solo a la pupila


regalo esta colmena de luz, honda y tranquila.
Aprende a oir el ritmo que entre los orbes yerra.

Si solo ves, qué haces en las noches oscuras?


Aprende a oir, y oirás a Dios en las alturas
y gozarás la paz prometida a la tierra.

67
Bibliografía de Mario Carvajal: "La escala de Jacob"
(Bogotá, ed. Santafé, 1935); "Romancero colonial de Santiago de
Cali", (Cali, Carvajal y cía editores, 1936); "Poemas" (Cali,
Biblioteca Departamental, 1954); "Torres de clamor y alabanza"
(Cali, ed. Norma, 1966).
Algo hemos adelantado ya sobre otros tres poetas menores del movimiento
de "Los Nuevos": Alberto Angel Montoya, Juan Lozano y José Umaña Bernal. Es
del caso detenernos un poco en sus tres figuras, dejando de lado el análisis de
muchos otros poetas de diversa significación68.
Umaña Bernal nació en Tunja en 1898. Ha sido ministro de estado y ha
brillado como político, orador, periodista, diplomático. Angel Montoya - nacido
en Bogotá en 1903, muerto en la misma ciudad - llevó una vida social, un tanto
artificial, para recluirse luego en su hacienda de la Sabana. Juan Lozano y Lozano
- Ibagué, 1902 - estudió en la escuela militar y luego en Cambridge y Roma.
Senador, ministro, diplomático, se ha dedicado sobre todo al periodismo: fundó
y dirigió el diario "La Razón" (1936) y actualmente mantiene una columna en
"El Tiempo".
Los tres han tenido una común afición por la poesía que en Lozano y Umaña
no ha pasado de ser un "hobby" al lado de otras actividades que habitualmente
se juzgan más importantes, o apremiantes, especialmente la política, la
diplomacia y el periodismo.
En la poesía de Umaña Bernal69 hay dos facetas muy distintas. Una es la de
las décimas, apretadas, brillantes, pero un tanto frías, la de algunos romances, y
de breves poemas descriptivos. Otra es la de un poeta de tono mayor, algo
solemne y elocuente, como en su "Nocturno del libertador" y "Cuando yo digo
Francia". Infortunadamente, el arte de Umaña Bernal limita con una hábil, un
tanto fastuosa versificación. Una profunda emoción no aflora hasta la superficie
del poema. Como en el caso de Jorge Zalamea, estamos más en presencia de un
intelectual que de un auténtico poeta, por lo cual es explicable que no
encontremos, al revisar cuidadosamente su obra, un poema plenamente
logrado.

68
Al mismo movimiento ete los Nuevos pertenecen Rafael
Vázquez (autor de "Anforas", 1927; "Prosa y Verso", 1928;
"Lauros", 1932; "La Torre del homenaje", 1937; "Ya pasó el sol",
1952); Daniel Bayona Posada, Luis Alzate Noreña, Gilberto Garrido,
José Ignacio Bustamante, Octavio Amórtegui.
69
Bibliografía de José Umaña Bernal: "Itinerario de fuga"
(Bogotá, ed. Santafé, 1934); "Décimas de luz y hielo" (Bogotá,
Lit. Colombia, 1942); "Nocturno del Libertador" (Bogotá, Lib.
Voluntad, 1950); "Diario del Estoril" (Buenos Aires, ed. Losada,
1953).
Juan Lozano y Lozano, por otra parte, es - como Félix Arvers en Francia - el
poeta de un solo soneto. El resto de su obra70 no tiene común medida con los
catorce versos dedicados a la Catedral de Colonia. Este soneto también parece
ascender - surtidor, escala - como la catedral en la visión magnífica del poeta. La
serie de metáforas, hábilmente encadenadas, que describen - con aciertos
creativos- el colosal monumento, desemboca en los dos últimos versos,
realmente excepcionales71:

LA CATEDRAL DE COLONIA

Desde el arco ojival de la portada


hasta la flecha que en lo azul palpita,
cada cosa en su fábrica suscita
el ansia de emprender otra cruzada.

Mole de encaje y de ilusión, cascada


que baja de la bóveda infinita,
surtidor que hasta Dios se precipita,
escala de Jacob, fuerza encantada.

Tiene tanto a la vez de piedra y nube,


su pesadumbre formidable sube
en la luz con tan ágil movimiento,

que se piensa delante a su fachada


en alguna cantera evaporada,
a en alguna parálisis del viento.

70
Bibliografía de Juan Lozano y Lozano: "Horario Primaveral"
(Lima Imp., La Opinión, 1923); "Joyería" (Roma, Scuola Tip. Pio X,
1927); "Poemas" (Medellín, ed. Horizonte, 1963).
71
Sería interesante establecer un paralelo entre el soneto de
Lozano y el de Gerardo Diego al "Ciprés de Silos", pues el
"procedimienio" poético es muy similar. No quiere esto decir que
haya plagio, ni siquiera influencia quizá. Pero la comparación
resulta rica en sugestiones.
Es extraño que la pasión poética de Alberto Angel Montoya no hubiera dejado
algo más perdurable. Su vida fue un interminable quehacer poético72. De "El
alba inútil", su primer libro, al último, "Hay un ciprés al fondo", pasan 27 años
dedicados a la poesía, con inmenso fervor. Y si algo quiso ser, fue un poeta. Tenía
la sensibilidad y la inteligencia, fundidas, para serlo. Con emoción recordaremos
siempre su figura y su entusiasmo cuando hablaba de poesía, de la propia y la
ajena, en especial en aquellas reuniones del café "Asturias", donde se incubó en
parte el movimiento de "Piedra Cielo" y el de los poetas subsiguientes. Pero algo
muy esencial falló, tal vez en su carácter: su sinceridad, su confesión se quedaba
a medio camino. Su refinamiento, su actitud de caballero de otro tiempo, su
dandysmo - polo, caballos de raza, perros, mujeres estilizadas - crearon una
muralla insalvable no solo entre el poeta y su lector sino entre el poeta y su
propio destino. Algo - un no se qué de gesto aristocrático - le distanciaba de las
cosas, de los seres, y de sí mismo; su final tragedia - la ceguera que de tiempo
atrás le amenazaba - tampoco engendró cantos de otra naturaleza, más íntima y
veraz. De este modo, su poesía se mantiene en un plano galante - incluso en los
temas más patéticos - , que nos resulta incompatible con nuestra noción de la
poesía. Pero bien valía la pena de detenernos un poco en este caso de Angel
Montoya, no solo para explicar su precaria presencia en esta Antología sino,
indirectamente, otros casos similares o limítrofes (Juan Lozano, Umaña Bernal,
Rafael Vázquez, Octavio Amórtegui...)
En la obra de Angel Montoya - quizá demasiado amplia, por poco esencial-,
aparece, o resplandece, un hermoso soneto, de corte tradicional y aire
modernista, que sirve, sin embargo, a cabalidad para definir su estilo:

SONETO AL AMOR

Cuántas veces, amor, por retenerte


puse a tus pies mi juventud rendida,
y cuántas, a pesar de estar herida,
te la volví a entregar, por no perderte!

72
Bibliografía de Angel Montoya; "El alba inútil" (Bogotá,
Ed. Cromos, 1932); "En blanco mayor" (Bogotá, ed. Minerva, 1935);
"Las vigilias del vino" (Bogotá, ed. Cromos, 1938); "Límite"
(Bogotá, ed. Minerua, 1949); "Lección de poesía" (Bogotá, ed.
Minerva, 1951), "Hay un ciprés al fondo" (Bogotá, ed. Minerva,
1956). Recientemente se publicó su "Obra completa, prosa y verso.
Cuántas veces también, altivo y fuerte,
por alcanzar la gracia prometida,
me batí frente a frente con la vida
y me hallé cara a cara con la muerte!

Y hoy, cuando mi ilusión vuelve a tu lado,


trayéndole al misterio de tu hechizo
la pluma azul del pájaro encantado,

torna otra vez a mi pupila el lloro,


al mirar desde el puente levadizo
que está cerrado tu castillo de oro.

Observamos atrás que el grupo de "Los Nuevos" puede quedar resumido en


tres nombres principales. El tercero de ellos, cronológicamente, es Germán
Pardo García, con quien cerramos este capítulo. La biografía externa de este
poeta carece de importancia. Cabe en pocas líneas. Nace en 1902, en Choachí.
Estudia en Bogotá, en el Colegio del Rosario. Regresa a su pueblo natal
(1921-1927), que con sus páramos y cordilleras vecinas lo marcan
profundamente. Constante viajero, se radica definitivamente en México, donde
continúa trabajando en forma infatigable. Allí edita una revista cultural, "Nivel".
En 1930 aparece su primer volumen de poemas, "Voluntad": "la clarinada de
un hombre despertándose", dijo Gabriela Mistral. Así empieza a cantar y su
camino se bifurca - como él mismo lo expresa-: "poeta para la vida, hombre
trabajador de anuncios para el mundo".
Pardo García ha publicado treinta obras que le señalan un sitio particular en
la lírica hispanoamericana73. Además de poeta -dice- "he alimentado el ansia de

73
Bibliografía de Germán Pardo García: "Voluntad" (Bogotá,
ed. El Gráfico, 1930); "Los júbilos ilesos" (México, Imp. Mundial,
1933); "Los sonetos del convite" (México, 1935); "Los cánticos"
(México, ed. Cultura, 1935); "Poderíos" (México, ed. Plycsa,
1937); "Presencia" (México, ed. Cultura, 1938); "Claro abismo"
(México, imp. del Bosque, 1940); "Sacrificio" (México, ed.
Cultura, 1943); "Las voces naturales" (México, ed. Veracruz,
1945); "Los sueños corpóreos" (México, ed. Gráficos Guanajuato,
1947); "Poemas contemporáneos" (México, ed. Talleres Gráficos
Guanajuato, 1949); "Lucero sin orillas" (México, ed. Cuadernos
americanos, 1952); "Eternidad del ruiseñor" (México, ed. Cuadernos
comprender las estrellas"; "la otra pasión mía ha sido el identificarse de mi
avidez con las pequeñas criaturas". Todo ello le ha llevado a un profundo amor
hacia la naturaleza y la humanidad: cósmico, humano, tierno. Agrega: "Soy el
poeta que más ha escrito contra el horror de la guerra". García Monge conceptuó
que su poema titulado "Yo no soy un soldado" es "el mejor canto civil de estos
tiempos". Poemas como "Atómica flor" condenan el empleo de las armas
nucleares.
En la abundantísima bibliografía de Pardo García es fácil extraviarse, como en
una selva. Pensamos que así ha ocurrido a los críticos, algunos de los cuales
piensan que esta poesía es demasiado formal, o solemne, o retórica. Quizá
porque solo han leído, al azar, algunos poemas aislados de Pardo García. Muchos
otros la ignoran, enteramente.
Pero este poeta múltiple posée una hondísima sensibilidad. Ha habitado
muchos mundos, sucesivamente, que él ha expresado fielmente en sus versos.
Poesía, a la vez, de profundo contenido y de perfecta arquitectura. Es un cantor
que, auténticamente, se ha planteado los eternos problemas del hombre y, sobre
todo desde la última guerra mundial, los que afectan al hombre contemporáneo.
Lo cierto es, sin embargo, que ningún poeta, por grande que sea, deja muchos
poemas estelares: las excepciones son pocas. El poeta halla su voz, difícilmente,
y se expresa en unos pocos milagros líricos. Pero esto basta, sin duda. Y es lo que
ocurre con la obra de Pardo García, aunque él se empeñe en darle cada día un
mayor volumen editorial. El nos lega unos cuantos poemas, perdurables, de
punzante angustia; unas cuantas estrofas donde fulgura el recóndito misterio de
lo poético. Así, por ejemplo, en su mínimo pero asombroso poema titulado

americanos, 1954); "U.Z. llama al espacio" (México, ed. Cuadernos


americanos, 1956); "Eternidad del ruiseñor" (México, ed. Cuadernos
americanos, 1956); "Hay piedras como lágrimas" (México, ed.
Cultura, 1957); "Centauro al sol" (México, ed. Cultura, 1959); "La
Cruz del sur" (México, ed. Cultura, 1960); "Osiris preludial"
(México, ed. Cultura, 1960); "Los ángeles de vidrio" (México,
1962); "El Defensor" (México, ed. Cultura, 1964); "Los relámpagos"
(México, ed. Cultura, 1965); "Labios nocturnos" (México, 1965);
"Mural de España" (México, ed. Cultura, 1966); "Himnos del
Hierofantes" (México, Fondo de Cultura, 1969); "Apolo Thermidor"
(México, 1971); "Escandalo" (México, ed. Libros de México, 1972);
"Desnudez" (México, ed. Libros de México, 1973); "Iris Pagano"
(México, ed. Libros de México, 1973); "Mi perro y las estrellas"
(México, ed. Libros de México, 1974); "Génesis" (México, ed.
Libros de México, 1974).
"Tempestad", cuyas breves líneas melódicas contienen la angustia del poeta,
expresada en estrofas de gran pureza. Pensamos, sentimos, que este es uno de
los más bellos poemas escritos en nuestra tierra colombiana:

TEMPESTAD

En la dulce magnolia cotidiana


y en el candor de su simplicidad,
han tocado mis dedos muchas veces
la tempestad.

En el agua de espíritus serenos


piedras en su limpia oscuridad,
he escuchado en las tardes más hermosas
la tempestad.

En el fresno que me abre sus maderas


como un hombre que brinda su bondad,
al ir a reclinarme he presentido
la tempestad.

En los ojos de todas las criaturas;


en toda pequeñez o inmensidad,
ha encontrado mi alma frente a frente
la tempestad.

Vendrá el silencio de absolutas formas;


descenderé a la múltiple unidad
y todavía escucharé en el polvo
la tempestad.

Esto es poesía esencial, honda y transparente. De un gran poder de sugestión.


De belleza serena, aparentemente, pero con ese retorno, simbólico, de la
tempestad, de la angustia, que lo hace lacerante.
Pasemos a otra área de la poesía de Pardo. El tema del mar es, en él,
obsesionante. Resuena en muchos de sus poemas, impregnándolos. Pero, entre
todos los que tienen tema marino, creemos que ninguno alcanza la perfección, el
ajuste expresivo, la hermosura a un tiempo formal y lírica de su "Vulgar elogio
marino". La música marinera de sus endecasílabos, la riqueza idiomática para
cantar dignamente al océano, las sutiles y gráciles metáforas, ese color y ese
sabor que emanan del poema, deben ser objeto de una reiterada lectura:

VULGAR ELOGlO MARINO

Tus días son de sal, luz y corales,


y tus noches pavesa de lucero.
Bronco mar absoluto y compañero
de orillas y criaturas naturales.

Patriarca de llanuras que tú mueves


sin cansarte jamás, y ese es tu asombro;
con tu viejo pelícano en el hombro
y en las barbas crepúsculos y nieves.

Mirando tus convulsos laberintos,


grande es vivir y sorprender que nada
se parece a tu prisa sosegada,
ni a tus días iguales y distintos.

Mar inglés o mestizo americano;


de Malaca, o del Sur, mar espejismo,
que en cada litoral eres tú mismo,
como el agua en el cuenco de la mano.

Almirante de escuadras sumergidas.


Capitán de la angustia aventurera.
Corsario tras la bárbara escollera.
Marinero sin patrias conocidas.

Unos días, tus aguas, avellanas


semejan por lo rubias o lo rojas;
y otros días tabaco en cuyas hojas
ardieron tropicales resolanas.

En disfraz de gitano o de beduino,


vas a la Arabia; y de su oscuro fuego
robas café, para cambiarlo luego
por seda y nácar y alabastro chino.
Y, pues hablas idioma de señales,
viaja tu sol sin que le nieguen puerto,
desde las llamaradas del Mar Muerto
hasta los fiordos de los esquimales.

La hipocondría gris de las ballenas


refugias cuando están abandonadas,
y bruñes con las manos escarpadas
al tifón levantisco sus melenas.

Detrás de los canallas malecones,


te escupen; y una música de bares
desata sobre ti ritmos vulgares,
como el ajenjo de los bodegones.

Recibes el ultraje y no te humillas.


Al burgo vas en clandestino asalto,
y con el pecho ecuatorial en alto
haces que te saluden de rodillas.

Contra el palo mayor clavas confines;


y a un estruendo de rútilas ajorcas,
estrangulas tormentas en las horcas
de tus desesperados bergantines.

En tu muestrario de mercaderías,
al azar de un instinto vagabundo,
tu prodigalidad bríndale al mundo
verde horizonte de calcomanías.

Las sonámbulas tribus de elefantes


surgen de ti cual primitivas moles,
aturden tus oídos - caracoles
con su angustia de bestias suplicantes.

Tu fulgor azafrán tórrico y flavo,


alternas con las nórdicas espumas,
que humedecen abismos a las brumas
en tus ojos de reno escandinavo.

Del índico archipiélago arrebata


tu sed limones y holandesas piñas,
y con canela de Bangkok aliñas
los ponientes de súbita escarlata.

Los veranos con zumos de maderas


te dibujan naranjas mandarinas,
y el bochorno se aduerme en tus colinas
como sobre el color de las panteras.

Tu lustre de charol limpia las botas


al pingüino; moluscos abrillanta
y ciñe tornasol a la garganta
con línea espiritual de las gaviotas.

Mar de escafandra y muros transparentes,


descubres los rencores escondidos
de los pulpos; las conchas en sus nidos
y la viscosidad de las serpientes.

Mar con lluvia ligera eres el baño


del arcoiris que tiñó de aceite
contornos grana, y el lustral deleite
de los cangrejos de marfil castaño.

El mar de Italia canta en el idilio


de sus liras, geórgicas serenas,
y derrama las copas de sus venas
sobre los olivares de Virgilio.

Enfrente del Cantábrico, las olas,


como en una triunfal tarde de toros,
abren capotes de sangrientos oros
al son de las guitarras españolas.

El mar ruso escarmena los felpudos


climas del polo; en temporales rocas
absorbe su vigor grasa de focas,
y vístese con piel de osos membrudos.

Del mar de Australia con orientes puros


de eucaliptus y dátiles morenos,
el salto de la playa a los terrenos
imitan los elásticos canguros.

El mar de la mañana se desprende


de un cuento con esencia de vainillas,
y ensenadas y costas amarillas
y remolinos que el otoño enciende.

El mar del mediodía, alborotado


como un joven león, brisas caldea
y enárcase voraz cuando olfatea
la fuga del antílope azorado.

Mar de la tarde lleno de caminos


hacia una claridad sin movimiento,
con la red desplegada a sotavento
pescas rumor de imaginarios pinos.

Mar de la noche cual ninguno amargo,


al pie de universales catacumbas,
torvo en el tiempo funeral, retumbas
tu penitencia en el mutismo largo.

Y, por último, mar de los escombros


astrales y las altas agonías
oyes pasar las sombras y los días
con tu viejo pelícano en los hombros.

Muy discutido y a veces enfáticamente negado - como Maya - por las últimas
generaciones colombianas - que solo ven en sus versos una nueva retórica que
se multiplica sin cesar-, Pardo García es, en nuestra opinión, uno de los mejores
poetas colombianos.
Sin embargo, lo cierto es que su obra no conserva el mismo "nivel" y que en
sus últimos volúmenes, sobre todo, parece repetir fórmulas que han dejado
escapar o la emoción o la autenticidad o el misterio; de todos modos, algún
elemento químico que es esencial a la alquimia poética. De otro lado, su intento
de involucrar la ciencia actual dentro de la poesía, resulta obviamente fallido... al
menos como poesía. En varios de sus libros finales - es cierto también - resulta
inútil tratar de hallar la gran voz - perdida o extraviada - de los cantos de otros
días.
Pero regresemos, más bien, a esa voz, en lo que tiene de más grande y
verdadero. Algunos de sus versos anteriores no han perdido vigencia. Así ocurre
con "Jess Cook", "Húmeda Flor" y "Mujer Naturaleza", que son tres de sus
poemas más hermosos:

MUJER NATURALEZA

Mujer naturaleza: así te llamo,


porque a través de tu unidad comprendo
la oculta geometría de las cosas;
la furtiva inocencia de los ciervos
y la ductilidad del girasol.
Fuerte y feraz como la tierra misma,
a ti, mujer naturaleza, vengo
a construir la casa de mi espíritu
con soleras de roble y abedul.

Mujer naturaleza por el roce


de tus plantas, desnudas como arcilla
cuyos contornos modeló la lluvia;
por tus muslos de cálidas maderas
por tu olor a manojos de centeno,
y por tu piel dorada como el pasto,
cuando el estío resplandece en Cáncer,
sobre los planisferios de coral.

Surges de un horizonte de naranjas


y abejas en los flancos floripondios.
Si abril te engarza floración de frutas,
te acendra octubre naturales mieles,
y en la vitalidad de las montañas
te anuda la creciente sementera
vegetación de solferinos cámbulos,
lo mismo que a las varas del maíz.

¡Cómo no conocerte en tus imágenes


y tus encarnaciones siempre activas!
El aire que se mueve en tus pulmones,
baja del alto corazón del cedro.
Tu frescura es alondra de los ríos.
Tu aridez elemento de las rocas;
y cuando callas, tu silencio tiene
pesadumbre de tierra a cuyos vasos
la angustia de la noche descendió.

Así te siento, vegetal y antigua,


y nueva como un ánfora; en tus márgenes,
potro violento saciará su sed.
Corderos velarán en tus apriscos,
mirando hacia las cúspides absortas.
Manto de musgos llevarán tus hombros.
En los riñones ceñidor de hiedras.
Desgranadas espigas en las manos
y en la frente los símbolos del bien.

Al abandono de mi fuerza ofreces


salubre sol y tutelares climas.
Dislocados mis sueños a ti orientan
sus mástiles caóticos y brújulas.
Viajero del espacio, entre la sombra
mis caudas llevan estupor de siglos.
Y estoy solo. En mis broncos territorios,
moradas cruces, árboles cautivos;
planicies de otros mundos y un silencio
de góndolas que se hunden en la luz.

A tus seguros panoramas llego,


mujer naturaleza y fértil limo.
¡Qué grandes tus llanuras y en las grietas
de tu suelo cordial cuánta raíz!
Los brazos tiendes a la vida entera
con voluntad de afirmativos músculos.
Mujer de barro primordial; de conchas
teñidas de crepúsculos y mares;
de corteza y de hiel y de fermentos
de levaduras en las oscuridad.

Hueles a pan de los ardientes hornos,


y por eso te llamo mujer trigo.
De tu forma desciende la esperanza,
y por eso te llamo mujer lluvia.
Háblame con tu acento inconfundible
de arroyo gutural en las tinieblas,
y que yo escuche entre tu propia sangre,
ese ruido de vidas subterráneas
que impulsa el palpitar de los embriones
y los cuerpos que afloran al calor.

Te presentía en mis nativos valles,


cuando la savia universal circula
más honda por los días y los seres
y en su fuerza confía el corazón.
Crecía otoño substancial, cargado
de almendras y colores primitivos.
La piedra su dolor humanizaba.
Fluía el agua cada vez más próxima.

Tierra y cielo juntaban sus orillas


ante la eternidad de las atmósferas,
y tú venías semejante al fruto
tierno en la brisa vertical del ramo
cuyos preludios la bondad sazona;
granada un día de sabor perfecto;
y absoluto en las últimas canículas
mostrando al mundo de las cosas ciertas
su generosa naturalidad.

Mujer naturaleza: ante tus aras,


virtual ofrenda y sacrificios dejo.
De mi zozobra a tu vigor ascienden
votiva llama y holocaustos píos.
Eres verdad y en tus mesetas alzo
paredes nobles y columnas vivas.
Y en este sitio de mi alma y tuyo,
por ti mujer naturaleza, enciendo
una estrella de espinas infinitas,
que arranqué de las órbitas de Orión.

HUMEDA FLOR

Húmeda en los sitios más secretos,


que la sombra cubrió con obsidianas.
Florece entre los hongos subterráneos;
escribe sus estigmas en los mármoles
sobre la superficie de las uñas;
junto a la comisura de las bocas.
Corroe los morados terciopelos
y el antiguo marfil de las heráldicas
en las habitaciones taciturnas,
y anticipa carcomas en los dátiles
y pudre el corazón de las luciérnagas.

Flor sin aire ni lluvias que la toquen,


el musgo la recuesta a las murallas,
y también al calor de las axilas.
Cuando el amor enlaza nuestras manos
y así las deja inmóviles y juntas,
su negación deslustra la epidermis;
amenaza los pulsos; hiere el tacto,
y por los densos prismas del sudor
desaloja la nada que llevamos
más allá de la sal y de las lágrimas
y del fondo de fríos tornasoles
de una muerte en los poros escondida.

Circula por las mórbidas almohadas


en la ternura misma de los lechos.
Los ojos visitaron las orillas
de un mundo de abedules y avellanas,
y las plantas sonámbulas sintieron
el contacto de sus vegetaciones.

Todo en el sueño que como en los símbolos.


Nada tuvo el color de las penumbras
que aglomeran los sueños en las rocas,
ni el sabor de la cal que se desprende
mojada con la luz de las retinas.
Y, sin embargo, la humedad se muestra
en el lino espectral de las alcobas
y la nocturna máscara del rostro.

Surgió de sus lagunas clausuradas


y la viscosidad de sus océanos,
y se enroscó muy cerca de la piel
y de la cavidad de los oídos,
adormecida en hondas espirales
sobre el turbio silencio de sus crótalos.

El polvo la defiende con su manto


el óxido la adorna con sus líquenes.
Devora los metales y en el cobre
deja una flor de amortiguado azufre.
Cómplice del olvido, se difunde
por la cautividad de las espadas,
y afianza el eslabón de las cadenas
empotrado en la herida de los muros.

Ahora mismo, en el vital minuto


en que las manos fijan sus perfiles
con sílabas de espanto en la memoria,
cayó de sus caóticas elípticas;
manchó el papel, humedeció los dedos,
y dejó su color de cosa muerta
filtrado en las amargas conjuntivas.

No es la humedad de los preludios llenos,


que amontona cantares y semillas
en los dinteles rojos del verano.
No tiene el esplendor de los rocíos
sobre la periferia de las frutas.
Es oscura. Su roce cadavérico.
Austera en su crueldad. Firme en su nada,
únicamente vive en la zozobra
en la ira de las condenaciones;
en el témpano gris de la parálisis
y en las frentes cegadas por un grito
sin eco en el terror de la conciencia.

JESS COOK

En este momento hay un hombre herido en algún lugar del mundo.


¿En dónde?, pregúntome con ansiedad. ¿En dónde? ¡Quién lo sabe!
Hago girar velozmente el mapamundi esférico que está en mi taller de
trabajo
y recorro países, desiertos, montañas y ciudades.

Y pregúntome: ¿en dónde se halla, en dónde, un hombre herido?


Y vuelvo a recorrer lejanos territorios y agobiadores mares.
De pronto en mi memoria surge la figura de un joven solitario.
Fue en los Estados Unidos, cerca de Pittsburgh, donde el acero
sale
de las inmensas fundiciones rojo cual vísceras del infierno.
Al pie de la carretera estaba un hombre segregado, aparte
de los otros hombres, cual si quisiera olvidarles o no verles
nunca.
Me gritó: ¡Ven, escúchame, yo soy Jess Cook y vivo
desangrándome!

Me acerqué para verle y volvió a gritar con ira: ¡Contémplame!


¡Estoy herido y llevo sobre los hombros el peso de un cadáver!
Levanté su camisa por vendar ese pecho y cerrar sus heridas,
y vi su piel intacta, sin una sola cicatriz y sus arterias
grandes
entregando torrentes de vida a ese atlético macho,
y en sus blindados hombros nada más una barra de acero
apagándose.

Me aparté de su lado a vivir otra vez mi existencia de siglos.


Yo he vivido mil siglos, tal vez más, como no vive nadie.
Y comencé a sentir el dolor de saber que en algún lugar del
mundo
hay en todo momento un hombre herido que soporta un cadáver.
Mas, ¿en dónde? pregúntome. En dónde se halla un hombre herido?
Por saberlo recorro montañas, latifundios y mares.
¿En dónde estás, auténtico Jess Cook agonizando, no el atleta
del Norte,
sino el otro, Jess Cook, un hombre herido que vive
desangrándose?

Remontándonos a algunas de las primeras formas poéticas de Pardo García, a


sus iniciales libros, que tanto asombro causaron al ver la luz, encontramos que
algunos de sus mejores aciertos se hallan en sonetos de rara perfección, que
contienen, al mismo tiempo un hondo sentimiento. Es así como, entre los
sonetistas colombianos -esa línea que va de Pombo a Carranza-, Pardo García
ocupa lugar destacadísimo. Veamos dos ejemplos muy bellos:

AIRE DIVINO

Temblor de rama que al dorado viento


del mediodía, opone la certeza
de su fruto. Divino movimiento
de algo que a ser inconmovible empieza.

Temblor de voz, capaz del firme acento.


Temblor de la mirada, en su fijeza.
Temblor del encarnado pensamiento.
Temblor de mi desnuda fortaleza.

Aire de eternidad, aire divino.


Cómo la enorme fe de mi destino,
cuando tú pasas, se ilumina y crece.

Cómo te siento en mí, temblor de altura.


Cómo tu claridad me transfigura
y cómo tu presencia me enriquece.

A LA PRESENCIA DE LA POESIA
Como la luz al corazón despierto,
tu presencia de nube conmovida
descenderá a la sed que está escondida
en los estanques lóbregos del huerto.

Y al vaso de elección antes desierto,


cayó en la noche un agua estremecida,
y en las pluviales sombras su medida
mostró colmada el corazón abierto.

Ya son tuyos mis ramos de abundancia


y el temblor de mi vaso diamantino,
desbordado de pálidas estrellas.

Y te hallaré en mi próxima distancia


pues, cómo no encontrarte, si camino
sobre el oro invisible de tus huellas.

En oportunidad anterior, hicimos un detenido análisis de la obra poética de


Germán Pardo García74, que no es el caso de reproducir aquí, pero que el lector
interesado podrá consultar para comprender la evolución lírica de este poeta.
Para terminar, incluimos un poema contenido en uno de sus últimos libros:

CANCER

Cuando te conocí, por vez primera las águilas


sentían volar motores a propulsión de hidrógeno.
Y entendieron que el hombre las había vencido.
Nosotros, obstinadas células vegetales
permanecimos fieles al carbono y al gluten.
Las guacamayas y oropéndolas del Amazonas rauco
se columpiaban en los manglares de nuestra mocedad.
Sin comprenderlo, mi caballo simulaba el de Atila
y las madreselvas padecieron a mis pies.

74
"La obra poética de Germán Pardo García" en mi libro "La
Poesía inconclusa y otros ensayos" (Bogotá, editorial Centro,
1947).
Amaba tus codicias, tus ojos de anaconda,
la tersura de sal de tus senos amargos
y el rescoldo amarillo de tu piel traicionera.
Para nosotros, existir fue emboscar a la vida,
lo mismo que el samuro y el caimán en los pantanos.
Beber las emulsiones botánicas
y acostar en la sombra nuestro orgasmo sexívoro.
Un día me dijiste: hay una estrella misteriosa
que en las colinas de mi pecho duele.
¡Y era verdad, oh dios de las legumbres: el lucero
del cáncer rencoroso estaba allí!
De sus núcleos endógenos salía
hiel de las fauces de la cobra calva.
Lancé un gemido sordo de gorila en cadenas.
Olí impotables ríos nacer de mis riñones.
Aletazos de buitres y el zumbar de mil flechas,
contra mí disparadas por un indio antropófago.
No pudo el sol salvarte con sus rayos infragamma!
¡adiós, alondra-caballar, caprino citarista!,
me gritaste aturdiéndome.
¡Fue tu final aullido
de blasfemante perra cancerosa!
Después, rodaste al fondo de estéril sepultura,
perseguida por larvas y escorpiones.
Caíste con el ruido que produce en el silencio
de una alcancía la moneda rota.
Huí de ese reducto de iguanas pestilentes
y guaramos febriles.
Y yo, lector de infolios con metáforas
azules como abejas de cianuro,
me sumergí en un cuarto de paredes sacrílegas,
a sufrir como sólo la piedra ha sufrido;
a llorar como sólo la nube ha llorado
y a explorar con ojos ignorantes
el Panegírico de la Locura,
de Erasmo de Rotterdam.

*
Capítulo VI

EL SURREALISMO

El surrealismo se incuba, en Francia, a raíz de la primera guerra mundial.


Puede vincularse, históricamente, con las conmociones sociales y políticas de
ese instante dramático. Como lejanos antecedentes, en el campo de la poesía,
aparecen Rimbaud y Lautréamont. Poco antes de la guerra, la raíz inmediata es
Guillaume Apollinaire. Pero el movimiento se estructura, se afianza, hacia 1920,
con André Breton. Y pronto se extiende con las obras de Blaise Cendrars, Max
Jacob, Reverdy y Tristan Tzara. El nuevo movimiento desborda los marcos de la
literatura para penetrar en el arte, en enra y también en la vida social y política.
Apollinaire, quien parece haber inventado el término, definía el surrealismo
diciendo que es "automatismo psíquico por medio del cual se pretende
expresar, sea verbalmente, sea por escrito, o de otra manera, el funcionamiento
real del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, y por
fuera de toda preocupación estética o moral".
Es, así, explicable la vinculación del surrealismo con el psicoanálisis de Freud
y, en general, con las doctrinas de éste, que circulaban entonces ampliamente.
El nuevo movimiento encuentra la expresión de su ideario en los célebres
"manifiestos surrealistas" inspirados por el pensamiento y la poesía de André
Breton y de Philipe Soupault. Además de los escritores ya citados, el surrealismo
se prolongará, luego, con Paul Eluard, Louis Aragón, Rene Char, Antonin Artaud
y muchos otros.
La complejidad del surrealismo -de su ideal y de sus logros- hace difícil
definirlo. Pero algunos de sus rasgos principales son: expresión del
inconsciente, mediante el "automatismo psíquico"; asociación profunda de
ideas, sensaciones, intuiciones; búsqueda de una realidad que está más allá de la
cotidiana: es la su-realidad o supra-realidad, que puede tomar la forma de un
absoluto filosófico, o de un caos o excepcionalmente de una divinidad concreta;
rebeldía contra las formas y tendencias habituales del arte; alianza de la poesía
con el psicoanálisis, con formas avanzadas de la pintura (Picasso) y, a veces, con
corrientes políticas (marxismo); ruptura de todos los marcos estéticos,
religiosos y morales; desarreglo de los sentidos y necesidad de hacerse
visionario, como había proclamado ya Rimbaud adolescente...
De 1914 a 1924 surgen las primeras obras surrealistas. Y sus célebres
"manifiestos". Este movimiento europeo toca apenas tangencialmente la lírica
de "Los Nuevos" en Colombia: quizá hay un eco en León de Greiff. Habría sido
muy explicable que este grupo hubiera recibido aquel influjo, que en otros
países latinoamericanos fertilizó amplias zonas de la poesía, especialmente en
Chile, México, Argentina, Perú.
El surrealismo amanece en Colombia con una obra singular, "Suenan
Timbres" -1926 - de Luis Vidales75. Sus versos, dislocados, expresión consciente
del inconsciente y de extraños estados de alma, versos muy sugestivos, llenos de
ingenio, abren, pues, un nuevo horizonte, con aportes del subconsciente,
metáforas cerebralizadas, sutiles rasgos de talento. Con frecuencia, es un lirismo
más ingenioso que estrictamente poético, pero siempre fresco, juvenil, juguetón,
remozado, incluso divertido. Es una nueva onda de sangre en la lírica del país,
generalmente tan adusta y trascendental: una primera acrobacia (los obvios
antecedentes serían Luis Carlos López y León de Greiff) por fuera de aquel rigor
y aquel trascendentalismo. Por fuera también de las academias. Posteriormente,
el mismo Vidales ha buscado sustancias y formas poéticas distintas76, un tanto
alejadas del surrealismo inicial.
Después de "Suenan Timbres", otros poetas más jóvenes hicieron su
incursión en el surrealismo con poca fortuna. Habría que citar las obras de Jaime
Tello77, domiciliado en Venezuela desde hace varios años, y de Vidal
Echeverrya78.
En suma, Luis Vidales abre y cierra el ciclo surrealista colombiano79. Una
selección de sus poemas sintetiza tanto a este poeta como aquel movimiento.
Veamos, ante todo, algunos ejemplos de su surrealismo inicial:

75
Nacido en Calarcá en 1904, estudió primero en Bogotá y
luego en varias ciudades europeas. Ha ocupado cargos diplomáticos.
También ha sido profesor universitario (historia del arte,
especialmente) en Colombia y Chile.
76
La bibliografía de Luis Vidales se reduce al citado libro,
"Suenan Timbres" (Bogotá, ed. Minerva, 1926). Pero tiene diez
volúmenes inéditos, en espera de editor.
77
Bibliografía de Jaime Tello: "Geometría del Espacio"
(Bogotá, ed. Espiral, 1951); en Caracas ha publicado poemas y
crítica literaria.
78
Bibliografía de Vidal Echeverrya: "Poemas para lunas y
muchachas" (Bogotá, ed. Minerva, 1939); "Guitarras que suenan al
revés" (Bogotá, ed. ABC, sin año).
79
Hay que observar, sin embargo, que algunos de los
integrantes del grupo de "Piedra y Cielo", como Arturo Camacho
Ramírez, poseen alguna dimensión surrealista, quizá por una remota
influencia de Rimbaud, Breton, Tzara.
LA LEY DE LA ATRACCION

Esta atracción universal


que me tiene sujeto
a la tierra...
Ah! pero algún día
vas a lograr - oh sabio!-
dominar esa fuerza misteriosa
-grave sobre mis hombros-
y entonces
ya no estaré pegado a la tierra
y podré irme
hacia los canales azules de Marte
o hasta Saturno
-a montar en su rueda de luz-
o hasta Urano triste
o hasta Neptuno esquivo.

Me acompañarás entonces,
oh dulce niña?
Iremos lejos
lejos.

Y si nos coge la noche,


nos quedaremos a dormir
en un pequeño pueblo de la luna.

ORACION DE LOS BOSTEZADORES


(Dedicada a Leo Le Gris - Bostezador)

Señor
estamos cansados de tus días
y tus noches.
Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a
sembrarle a la noche
un cosmos de globitos eléctricos.

Señor.
Nos aburren tus auroras
nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?

Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.

O por lo menos
-Señor-
si no puedes complacernos
entonces
-Señor-
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las doce del día.
Amén.

Al leer los textos anteriores se nota claramente la ruptura con toda la poesía
anterior. Toques surrealistas, sin duda. Pero, además, las notas muy personales
de un poeta que se mece entre el juego y el lirismo, el humorismo y el ingenio,
animado siempre por un espíritu rebelde, inconforme. Después, como hemos
indicado ya, Luis Vidales evoluciona hacia otras formas poéticas, menos
innovadoras quizá, pero hondas líricamente. Regresa, inclusive, hacia algunos
modos tradicionales de expresión, como el soneto. De todas maneras, su espíritu
poético ha madurado, se ha hecho más sensible, más esencial, como se ve, por
ejemplo, en su "Elegía" (de 1964). lncluímos, para terminar, este interesante
poema, tres de los mejores sonetos de Vidales, y un poema (de 1966) aparecido
recientemente en la revista de poesía "Aquarimántima":
ELEGIA

Yo he muerto a los 20 años.


Asisto a mi entierro desde entonces.
La fruta carga la edad del árbol.
Más joven que su edad luce la hoja.

Yo camino por un lugar de la memoria;


el árbol se acuerda perfectamente de su brote.
Yo he muerto, he muerto y apenas me consuelo
de verme y que me vean, aquí, superviviente,
sobre mis veinte años, semejante al árbol
de pie sobre su tiempo antiguo.

Y tánto y cuánto como él


hoy esta sombra es otra flor del cosmos
y otra la de ayer.
Veinte años tuve y otra sombra tuve.
Y para dar constancia de este entierro
estoy entre vosotros.

SONETO AL RELOJ

Tu, que partes y marcas con igual armonía


-motor para la estrella, del tiempo silabario-
las tajadas al cielo, los rumbos al horario,
la madurez al número en la sazón del día;

quítame de la vaga visión de tu lunario


el pretérito inútil, ¡oh! cósmico vigía.
Yo llevo de los años en el desastre diario
el color en escombros, rescoldo de tu orgía!

Orquestador de mundos, con qué tic-tac ignoto,


a lentísimos trazos iguales discriminas
cuartos de eternidad, hacia un cenit remoto.

Incuban hoy en tí futuras alboradas.


Piérdese el mundo... y tú con tu hora lo adivinas,
¡oh noria en la que van las vidas amarradas!

LE DOY MI VOTO DE CONFIANZA AL DIA

Aunque el cielo incurable se empeora;


aunque el tiempo persiste en su agonía,
y aunque no hay esperanza de mejora,
le doy mi voto de confianza al día.

Aunque vemos sin pausa ni demora


crecer la universal enfermería,
y mi respiro expiro hora por hora,
le doy mi voto de confianza al día.

Aunque se van los ríos y no vienen;


aunque el guadual insiste en que se ha ido,
le doy mi voto de confianza al día.

Y aunque los siglos desde ahora tienen


todo su porvenir comprometido,
le doy mi voto de confianza al día.

LA ANUNCIACION

Alguien llega de pronto y esconde la sencilla


presencia en el mutismo de su forma inasible;
yo lo siento en su ausencia toda blanca y visible;
él apaga el silencio y enciende la buhardilla.

Alguien que no ha venido está cerca a mi silla


y me palpa callado con la mano intangible.
El mantel es la forma de su cuerpo insensible;
la sal es la mirada y el pan es la mejilla.

Si le digo que hable, la palabra callada


mudamente me dice con voz impronunciada
el secreto que nunca logra oír el oído.
Junto a mí siento el peso de su ausente figura.
A la mesa ha llegado también la noche oscura,
y él se ha ido de pronto, al quedarme dormido.

ALINA VAMOS A LAVAR EL CIELO

Con esponja y jabón, Alina, láva el cielo.


Le quitarás los malos caminos, buena.
Borrarás los presagios, los traspiés, el barro ciego.
El negro limo que suelta el infinito a los confiados
mortales.
Lo dejarás lustroso, y azules y rojos y ocres
de su campana dirán el buen tiempo.
Harás sonar la libertad por primera vez en la tierra
y limpiarás la mugre medieval, la mugre antigua,
la mugre renacentista, la resabida mugre actual.
Esclavitud y servidumbre y cloaca industrial
serán barridas por ti, Alina buena.
El cielo será sorpresivamente el cielo
algo inconcebible de verdad maravilloso
tan limpio tan pulcro tan higiénico
que allá en su fondo veremos a Lenin Marx Engels Ho Chi Min
los Camilos el Che y Luis Tejada
Toma Alina esponja y jabón y lava el cielo
para que aparezcan los puros.

Capítulo VII

CUATRO VOCES AISLADAS

Hay poetas que resultan difícilmente clasificables. Así ocurre, a finales del
siglo XIX, con Silva; y, más tarde, con Barba-Jacob. Así sucede, también, después
del movimiento de "Los Nuevos", con Aurelio Arturo y Antonio Llanos. Aunque
cronológicamente puedan quedar enlazados con el grupo de "Piedra y Cielo", el
contenido mismo de su lírica los distancia de tal grupo. Queremos, por este
motivo, estudiarlos aisladamente. Y a sus dos voces mayores hemos agregado
las de otros dos poetas -Artel, Varela- que no quedarían bien situados en
ninguna otra agrupación.
Cuando el grupo de "Piedra y Cielo" aparecía en Bogotá, como se verá en el
capítulo siguiente, con los cuadernos editados por Jorge Rojas y los libros
iniciales de Arturo Camacho Ramírez y Eduardo Carranza -eran los años
1935-1939-, estaba escribiendo en Cali, solitario, un poeta de hondísimo
temperamento y de un acento muy definido y emocionado. Era Antonio Llanos,
nacido en 1905 en aquella ciudad. Había empezado a escribir en su adolescencia
-verso, prosa- y sus poemas circulaban en revistas y periódicos, en especial en
"Occidente".
Los poemas de Llanos tenían en común con los de los "piedracielistas" su
anhelo de pureza verbal, de renovación de los temas y las metáforas, pero su
poesía -más allá de cualquier común denominador formal- se abría hacia otro
horizonte. En su obra80 hay dos zonas diferentes, su poesía mística y su poesía
marinera, ambas de vivísimo interés.
La honda sensibilidad poética de Llanos se expresó, desde el principio, en
formas tradicionales, incluso en moldes voluntariamente arcaizantes, como las
liras. También, recogiendo la herencia de José Eusebio Caro y Darío, ha amado el
eneasílabo, metro en el cual están escritos algunos de sus más bellos poemas. En
sus cantos místicos se aproximó, mejor que Francisco Luis Bernárdez, a la órbita
de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz. Algunos de sus poemas marineros
son de una clara belleza. Y los sonetos de "Temblor bajo los Angeles" y sus libros
posteriores, recogen una emoción mística y profana doblemente significativa.

CANCION DEL RETORNO

Ha llegado el hermano de lejos,


evadiendo preguntas ingratas:
las pupilas cavadas en lumbre
y ceniza en la sien y en la barba.
Es su voz donde suena la noche,
confundidos silencio y palabra,
más delgada que un soplo de música,
80
Bibliografía de Antonio Llanos: "Temblor bajo los ángeles"
(Bogotá, ed. Centro, 1942); "La voz entre lágrimas" (Bogotá, ed.
Librería Voluntad, 1950); "Rosa secreta" (Bogotá, ed. Librería
Voluntad, 1950); "Casa paterna" (Bogotá, ed. Librería Voluntad,
1950). Aunque la aparición de sus libros es tardía, los primeros
poemas de Llanos son publicados antes de 1935.
más azul que la niebla lejana.

El hermano me mira callado...


¡Quién sabrá su remota distancia!
Tantos años sin vernos... y ahora
ya no quedan ni sueños ni lágrimas.
El estaba en la flor de la vida
cuando dióse a la mar con su barca,
yo indagaba el misterio del mundo
con la dulce mentira del arpa.

Ha buscado la tarde encendida


en la rosa indecible del agua,
ha bebido la miel de los campos,
ha dormido a la sombra del haya,
¡y la encina no pudo volverle
la perdida pureza del alma!

Es el tiempo que vuela, me dice.


Reconozco sus mismas palabras,
pero hay algo que sobra en su acento
y en mis voces hay algo que falta.
Nos quedamos mirando la tarde
invadidos de lumbre y nostalgia
y los pechos cansados suspiran
escuchando una música vaga.

Las violetas nocturnas se abren,


ya resuena la vieja campana
y la voz de los niños difunde
en los vientos su pura fragancia.

Nos quedamos oyendo la noche


que confunde en la sombra estrellada
el pausado rumor de la música
y el divino silencio del alma.

EL ENCUENTRO
Devuelto a tí, oh mar divino,
me reconoces al instante
como en la trémula mirada
se entienden los viejos amantes.

Yo he sido tuyo en mis canciones,


en el exilio y en el viaje:
fiel a tus voces y a tu acento,
caracol por tí resonante!

Sólo por tí mi pensamiento


confluye al hermoso lenguaje
y expresa el júbilo del mundo
en el idioma de las aves.

Oh compañero de otros días:


bajo el arrullo de los mástiles
lloro la ausencia del amor
y me consuelo con la tarde.

Yo le he cantado mis canciones


a tus luceros navegantes
cuando la brisa azul sacude
la cabellera de las naves.

LA ESPERA

Aquí me tienes esperando


que tu navío eche las anclas
mas en el cielo de los mástiles
no están los palos de tu barca.

Viejo lobo de un mar lejano,


corrió entre céfiros mi infancia
y con la miga de mis sueños
encendí mi pipa dorada.

Fue mi padre un dulce marino


(ardía el sol entre sus barbas...)
que me enseñó desde pequeño
a hablar en ritmo de baladas.

Siempre en el mar dormí en la noche


y al despertar en la alborada
entre gruñidos y linternas
las naves se balanceaban.

Y aquí estoy esperando un barco


que del paisaje de mi infancia
cargado venga con mis sueños
y ancle en mi riba desolada.

Las gaviotas saben mi historia.


Mi padre Ulises se llamaba...

CANCION DE AUSENCIA

Ya sin pavor viera este cielo


si pudiera volver a verte
como en el campo florecido
vemos la sombra de la muerte.

Volver a verte, me decía,


mas tú, ceniza enamorada,
entregabas al claro abismo
tu corazón y tu mirada.

Eras no más ligera sombra...


y te quería y te quería,
porque adoramos lo que pasa:
la rosa, la nube y el día.

Yo sin palabras y en el vuelo


de la leve paloma incauta,
tu voz en tránsito seguía...
y era en el tiempo de la flauta.

Sombra de amor iluminada,


rosa que fue, fuego de nieve,
solo por tí, ausente estrella,
mi canto cruza el cielo leve.

Te amé, te amé como se aman


las bellas cosas encendidas:
el lirio vano, las canciones,
la sangre nueva de la vida.

Amé el silencio de tu alma,


tu tranquila fuerza serena,
tu rostro niño, sostenido
por firme vara de azucena.

Amé la miel de tus palabras,


tu beso ardoroso y sabio,
donde aprendí que la dulzura
cabe en el mundo y en tu labio.

Ya eres del aire sombra apenas;


yo, de la noche clara y fuerte.
Los dos seremos desposados
en las honduras de la muerte.

PASTOREO

Te han sentido las fuentes del acento


y el casto pulso musical del río,
cuando el relente de oro del estío
brilla en los lirios móviles del viento.

Las aves te han sentido en el momento


en que tu flauta llora mi desvío
y enciendes en mi noche, Amado mío,
la candela del hondo llamamiento.

Cuando la brisa mece la campana


del júbilo, tú dices todavía
que es vano el beso y que su miel es vana.
Y sin cuidarte de los pies llagados,
coronada la frente por el día,
asciendes a mis trémulos collados.

La nota mística, con la cual termina el anterior soneto, es insistente en Llanos.


Y, como atrás lo anotamos ya, se aproxima -tierno, asombrado, casi en éxtasis -
al universo del autor del "Cántico Espiritual". Para ilustrar mejor esta faceta del
gran poeta caleño, deseamos transcribir algunos fragmentos de uno de sus
poemas más característicos:

ASCENSO DESOLADO AL AMOR


(Fragmentos)

En el breve camino
alzado como un lirio en la espesura,
el corazón divino
oyó la flauta pura
y enamorado fue de su hermosura.

Vagaba por mi huerto,


siguiendo la alta voz de la doncella,
enamorado y cierto.
Oh, parva lumbre aquella
que detiene la cima de la estrella!

De pronto, levantado
hasta el vértice puro de las cosas,
entendí que el estado
de amor no está en las rosas
sino en las duras noches silenciosas.

Estar enamorado
no es gozar con el ojo y el oído
la imagen del Amado:
es huir del sentido,
"también en soledad de amor herido".

................................
Estar enamorado
no es escuchar entre la noche, apenas,
el viento sosegado,
sino oir las serenas
voces de las angélicas colmenas.

...................................

Sobre tu voz descanso,


como el ave en la flauta enamorada.
Dime la ley del manso
que dé fuerza a mi nada,
y en mi costado engendre la alborada.

El alma sin mancilla


difunde el aire de la vida pura.
Y el límite de arcilla
afronta con dulzura,
y la paloma suelta en la espesura.

Los brazos de las flores


ablandan el ardor de mi querella.
Quemado en resplandores,
corriendo tras tu huella,
abro el nuevo camino de la estrella

...............................

Oh callada hermosura!
Oh prados en que duermes, Amor mío!
Colinas y espesura:
decidle a mi desvío
si ha empapado su túnica el rocío.

Mi ardiente pesadumbre,
surcada por las aguas de la pena,
se asoma a la vislumbre
de la noche serena,
a la justa belleza que enajena.

...........................

Aurelio Arturo es uno de los más importantes poetas colombianos.


Generalmente, se le incluye dentro del grupo de "Piedra y Cielo" - que
analizaremos en el próximo capítulo-, pero la calificación de "piedracielista" no
armoniza con esta obra, que es una poesía lenta, opaca, llena de recónditas
sugestiones, saturada de nostalgia. Poesía triste, ensoñadora, que a veces suscita
llanto, quedamente. Poesía contenida, soñolienta, que es, como en su verso, "un
viento ya sin fuerza, un viento remansado". Poesía reiterativa, que hace a veces
largas enumeraciones para poder crear el clima lírico, o hallar el acento exacto.
Poesía transmitida en formas voluntariamente simples y flexibles, en el vago
límite de la prosa y el verso libre. Su poesía es la antítesis de la elocuencia. Es un
dulce río manso, que copia -como los ríos del sur donde el poeta naciera81 - un
pasado rico en reminiscencias, en borrosos recuerdos. Para muchos críticos, es
el poeta más grande de su generación.
Los primeros poemas de Aurelio Arturo aparecieron en "Crónica Literaria",
dirigida por Rafael Maya. Pero su obra recogida en libro82 aparece tardíamente,
en 1945. Su creación poética sique siendo muy restringida, como si el poeta
hiciera un gran esfuerzo en dar a luz cada poema, a través del cual se adivina un
riguroso cuidado en la selección de vocablos, en los ademanes poéticos, en la
inflexión de la voz: todo ello para ser fiel a sí mismo, para transmitirnos la
auténtica emoción, la visión cabal, el sentimiento inefable, huidizo.
Por fuera de escuelas y tendencias cristalizadas, Aurelio Arturo crea una
poesía muy personal. Asociaciones mentales - a veces, algunos elementos
surrealistas, en cuanto expresión del subconsciente, recuerdos, sensaciones
81
Aurelio Arturo nace en 1909 en la Unión, en el Departamento
de Nariño. Hizo estudios de derecho y ha ocupado importantes
cargos en la rama jurisdiccional. Pero ha amado la penumbra y su
existencia - tímido, introverso, melancólico - ha transcurrido,
casi ignorada, en soledad y recogimiento distante; ha sido una
larga meditación.
82
Bibliografía de Aurelio Arturo: "Poemas", colección
"Cántico" (Bogotá, ed. Santa Fe, 1945); "Morada al Sur" (Bogotá,
Imp. Nacional, 1963). En las revistas "Econ y "Golpe de Dados"
Aurelio Arturo ha publicado, recientemente, notables poemas.
indecisas... No hay, propiamente hablando, una estructura conceptual: el poema
brota desde una secreta intimidad. Su poesía posée un valor en sí misma. Y
resulta, por ello, difícil de ser analizada por fuera del poema: hay que
sumergirse en los textos. El lector así inmerso, en el río viviente del poema,
comprenderá cuán auténticamente se expresa el poeta. El lector revive,
sutilmente, lo que el poeta ha vivido.
Las imágenes que recorren el campo de su verso son distintas de las de otros
poetas coetáneos suyos. Porque tienen también una finalidad distinta: no tratan
de deslumbrar, ni siquiera de iluminar el verso. Son el resultado de una lenta
elaboración, de una meditada reminiscencia, signos de un profundo
subjetivismo. Todo, allí, transcurre lentamente: poesía sin premura, sin brillo
externo. Tiene, en cambio, un secreto esplendor, apagado.
Frecuentemente, la poesía de Aurelio Arturo es cotidiana: nace de una
experiencia elemental que el recuerdo retraza habitualmente. No tiende, así, a la
exaltación. No hay desgarramiento ni pavura, como en Barba-Jacob. Pero
mantiene su nivel emotivo. Parodiando su excelente verso, podría decirse: los
versos que uno tras otro son la poesía... Pero hay, en todo esto, un paralelo
constante, el contrapunto de lo habitual y lo poético.
Es interesante subrayar el milagro de la poesía auténtica. Con unos veinte o
treinta poemas, Aurelio Arturo realiza el prodigio. No ha escrito más: Eso basta.
Probablemente, él mismo se da cuenta de que es lo fundamental. Allí está su voz,
entera, su mensaje, su nostalgia.
Esto mismo hace difícil una selección de sus poemas. Todo allí es esencial.
Nada sobra. Obra ajustada, pura, conforme a ella misma. No sale hacia otras
vertientes. La única veta es el mismo poeta, sus recuerdos, sus sueños, su
sentimiento muy sutil. Poesía de la evocación, de la reminiscencia y, por tanto,
que se mece entre el recuerdo y el olvido.
Por lo demás, la poesía de Aurelio Arturo tiene una general aceptación, por
parte de críticos y poetas, sus contemporáneos y los que le siguen. Incluso, en
las últimas generaciones, que niegan frecuentemente la lírica anterior, la
excepción es, siempre, Aurelio Arturo83, porque hasta los más recientes poetas
83
María Mercedes Carranza escribe muy certeramente:
"Formalmente, Arturo está inscrito en el grupo de "Piedra y
Cielo", pero sus poemas tienen, en realidad, poco que ver con lo
que hoy se entiende por "piedracielismo". Las características
iniciales de este grupo... fueron, entre otras muchas, la
hipersensibilidad, la emotividad y la insolencia contra las formas
consagradas y canonizadas. Nada de esto se ve en la poesía de
Aurelio Arturo. En ella no hay, como en la de sus compañeros, una
ruptura tajante, sino un tránsito. Sin excesos, se coloca de
reciben su influjo. Es un fenómeno, su poesía, imposible de negar, de
desvalorizar. Sus pocos poemas perduran con una rara vigencia:

INTERLUDIO

Desde el lecho por la mañana soñando despierto,


a través de las horas del día, oro o niebla,
errante por la ciudad o ante la mesa de trabajo,
¿a dónde mis pensamientos en reverente curva?

Oyéndote desde lejos aún de extremo a extrerno


oyéndote como una lluvia invisible, un rocío.
Viéndote con tus últimas palabras, alta,
siempre al fondo de mis actos, de mis signos cordiales,
de mis gestos, mis silencios, mis palabras y pausas.

A través de las horas del día, de la noche.


-La noche avara pagando el día moneda a moneda-
en los días que uno tras otro son la vida, la vida!
Con tus palabras, alta, tus palabras, llenas de rocío,
oh tú que recoges en tu mano la pradera de mariposas.

Desde el lecho por la mañana, a través de las horas,


melodía, casi una luz que nunca es súbita
con tu ademán gentil, con tu gracia amorosa,
oh tú que recoges en tus hombros un cielo de palomas.

puente entre los "piedracielistas" y el grupo anterior y, como


puente, tiene de ambos... Sus temas predilectos son la infancia,
la adolescencia y el amor. El paisaje está siempre presente, pero
no geográficamente sino como medio para proyectarse, para hablar
de sí mismo. Todo ello escrito en un lenguaje sin artificios,
límpido y sutil, que me recuerda mucho al primer Cernuda". Agrega
que, al establecer una simbiosis entre la naturaleza y la
intimidad del poeta, lo logra "con verdadero acierto, dando una
nota original y de mucha calidad dentro de la literatura
colombiana de hoy". Son conceptos muy precisos, que merecen ser
citados; y que, además, resultan muy reveladores respecto de esa
acogida de la poesía de Aurelio Arturo por parte de la crítica más
reciente.
SOL

Mi amigo el sol bajó a la aldea


a repartir su alegría entre todos,
bajó a la aldea y en todas las casas
entró y alegró los rostros.

Avivó las miradas de los hombres


y prendió sonrisas en sus labios,
y las mujeres enhebraron hilos de luz en sus dedos
y los niños decían palabras doradas.

El sol se fue a los campos


y los árboles rebrillaron y uno a uno
se rumoraban su alegría recóndita.
Y eran de oro las aves.

Un joven labrador miró el azul del cielo


y lo sintió caer entre su pecho.
El sol, mi amigo, vino sin tardanza
y principió a ayudar al labriego.

Habían pasado los nublados días,


y el sol se puso a laborar el trigo.
Y el bosque era sonoro. Y en la atmósfera
palpitaba la luz como abeja de ritmo.

El sol se fue sin esperar adioses


y todos sabían que volvería a ayudarlos
a repartir su calor y su alegría
y a poner mano fuerte en el trabajo.

Todos sabían que comerían el pan bueno


del sol, y beberían el sol en el jugo
de las frutas rojas, y reirían el sol generoso,
que el sol ardería en sus venas.

Y pensaron: el sol es nuestro, nuestro sol,


nuestro padre, nuestro compañero
que viene a nosotros como un simple obrero.
Y se durmieron con un sol en sus sueños.

Si yo cantara mi país un día,


mi amigo el sol vendría a ayudarme
con el viento dorado de los días inmensos
y el antiguo rumor de los árboles.

Pero ahora el sol está muy lejos,


lejos de mi silencio y de mi mano,
el sol está en la aldea y alegra las espigas
y trababa hombro a hombro con los hombres del campo.

RAPSODIA DE SAULO

Trabajar era bueno en el sur, cortar los árboles,


hacer canoas de los troncos.
Ir por los ríos en el sur, decir canciones,
era bueno. Trabajar entre ricas maderas.

(Un hombre de la riba, unas manos hábiles,


un hombre de ágiles remos por el río opulento,
me habló de las maderas balsámicas, de sus efluvios...
¡Un hombre viejo en el sur, contando historias!)

Trabajar era bueno. Sobre troncos


la vida, sobre la espuma, cantando las crecientes.
¿Trabajar un pretexto para no irse del río,
para ser también el río, el rumor de la orilla?

Juan Gálvez, José Narváez, Pioquinto Sierra,


como robles entre robles... Era grato,
con nosotros cantar o maldecir, en los bosques
abatir avecillas como hojas del cielo.

Y Pablo Garcés, Julio Balcázar, los Ulloas,


tántos que allí se esforzaban entre los días.
Trajimos sin pensarlo en el habla los valles,
los ríos, su resbalante rumor abriendo noches
un silencio que picotean los verdes paisajes,
un silencio cruzado por un ave delgada como hoja.

Mas los que no volvieron viven más hondamente,


los muertos viven en nuestras canciones.

Trabajar... Ese río me baña el corazón.


En el sur. Ví rebaños de nubes y mujeres más leves
que esa brisa que me mece la siesta de los árboles.
Pude ver, os lo juro, era en el bello sur.

Grata fue la rudeza. Y las blancas aldeas,


tenían tan suaves brisas: pueblecillos de río,
en sus umbrales las mujeres sabían sonreír y dar un beso.
Grata ive la rudeza y ese hálito de hombría y de resinas.

Me llena el corazón de luz de un suave rostro


y un dulce nombre, que en la ruta cayó como una rosa.

Aldea, paloma de mi hombro, yo que silbé por los caminos,


yo que canté, un hombre rudo, buscaré tus helechos,
acariciaré tu trenza oscura - un hombro bronco-
tus perros lamerán otra vez mis manos toscas.

Yo que canté por los caminos, un hombre de la orilla,


un hombre de ligeras canoas por los ríos salvajes.

NODRIZA

Mi nodriza era negra y como estrellas de plata


le brillaban los ojos húmedos en la sombra:
su saliva melodiosa y sus manos palomas mágicas.
¿O era ella la noche, con su par de lunas moradas?

¿Por qué ya no me arrullas, oh noche mía amorosa,


en el valle de yerbas tibias de tu regazo?

En mi silencio a veces aflora fugitiva


una palabra tuya, húmeda de tu aliento,
y cantan las primaveras y su fiebre dormida
quema mi corazón en ese solo pétalo.

Una noche lejana se llegó hasta mi lecho


una silueta hermosa, esbelta, y en la frente
me besó largamente, como tú; ¿o era acaso
una brisa furtiva que desde tus relatos
venía en puntas de pie y entre sedas ardientes?

Tú que hiciste a mi lado un trecho de la vía,


¿te acuerdas de ese viento lento, dulce aura,
de canciones y rosas en un país de aromas,
te acuerdas de esos viajes bordeados de fábulas?

MORADA AL SUR

En las noches mestizas que subían de la hierba,


jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo.


La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles.
(Reyes habían ardido, reinas blancas, blandas,
sepultadas dentro de árboles gemían aún en la espesura).

Miraba el paisaje, sus ojos verdes, cándidos.


Una vaca sola, llena de grandes manchas,
revolcada en la noche de luna, cuando la luna sesga,
es como el pájaro toche en la rama, "llamita", "manzana de miel".

El agua límpida, de vastos cielos, doméstica se arrulla.


Pero ya en la represa, salta la bella fuerza,
con majestad de vacada que rebasa los pastales.
Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura.
El viento viene, viene vestido de follajes,
y se detiene y duda ante las puertas grandes,
abiertas a las salas, a los patios, las trojes.
Y se duerme en el viejo portal donde el silencio
es un maduro gajo de fragantes nostalgias.

Al mediodía la luz fluye de esa naranja


en el centro del patio que barrieron los criados.
(El más viejo de ellos en el suelo sentado
su sueño mosca zumbante sobre su frente lenta).

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño


se enredaba a la pulpa de mis encantamientos.
Y si al norte el viejo bosque tiene un tic-tac profundo,
al sur el curvo viento trae franjas de aroma.

(Yo miro las montañas. Sobre los largos muslos


de la nodriza, el sueño me alarga los cabellos).

II

Y aquí principia, en este torso de árbol,


en este umbral pulido por tantos pasos muertos,
la casa grande entre sus frescos ramos.
En sus rincones ángeles de sombra y de secreto.

En esas cámaras yo vi la faz de la luz pura.


Pero cuando las sombras las poblaban de musgos,
allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos
sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.

Entre años, entre árboles, circuída


por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa,
casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas,
a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.
En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
el alto grupo de hombres entre sombras oblicuas,
demoraba entre el humo lento alumbrado de remembranzas:

Oh voces manchadas del tenaz paisaje, llenas


del ruido de tan hermosos caballos que galopan bajo asombrosas ramas.

Yo subí a las montañas, también hechas de sueños


yo subí, yo subí a las montañas donde un grito
persiste entre las alas de palomas salvajes.

Te hablo de días circuídos por los más finos árboles:


te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:

te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria


que cae eternamente en la sombra, encendida:

te hablo de un bosque extasiado que existe


sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.

Te hablo también: entre maderas, entre resinas,


entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde es de todos los colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.
Te hablo de noches dulces, junto a los manantiales, junto a cielos,
que tiemblan entre alas azules;

te hablo de una voz que me es brisa constante,


en mi canción, moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan dulcemente:
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.

III
En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito
un viento ya sin fuerza, un viento remansado,
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos


que tardara quince años en recorrer, volvía.
Y hacia la mitad de mi canto me detuve, temblando,
temblando, temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando


me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,
con tanta angustia un ave que agoniza, cual pudo
mi corazón luchando entre cielos voraces.

IV

Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las batallas.


Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran
las abejas doradas de la fiebre, duerme, duerme.
El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca,
y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.

Y le dices, le dices: ¿Eres mi padre? Llenas el mundo


de tu aliento saludable, llenas la atmósfera.
-Yo soy tan sólo el río de los mantos suntuosos.

Duerme quince años fulgentes, la noche ya ha cosido


suavemente tus párpados, como dos hojas más, a su follaje negro.

No eran jardines, no eran atmósferas delirantes. Tú te acuerdas


de esa tierra protegida por una ala perpetua de palomas.
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes. No. No eran
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía
con tan cambiantes trajes, cntre linos, entre rosas ardientes.
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa, tu sangre?

Todos los cedros callan, todos los robles callan.


Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa,
hay un caballo negro con soles en las ancas,
y en cuyo ojo vivo habita una centella.
Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice:
"Es el potro más bello en tierras de tu padre".

En el umbral gastado persiste un viento fiel,


repitiendo una sílaba que brilla por instantes.
Una hoja fina aún lleva su delgada frescura
de un extremo a otro extremo del año.
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida".

He escrito un viento, un soplo vivo


del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas. He narrado
el viento, sólo un poco de viento.
Noche, sombra hasta el fin, entre las secas
ramas, entre follajes, nidos rotos -entre años-
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.

CLIMA

Este verde poema, hoja por hoja,


lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.

Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas


y un soplo ágil en todo, son el canto.
Palmas había, palmas y las brisas
una luz como espadas por el ámbito.

El viento fiel que mece mi poema,


el viento fiel que la canción impele,
hojas meció, nubes meció, contento
de mecer nubes blancas y hojas verdes.

Yo soy la voz que al viento dió canciones


puras en el oeste de mis nubes;
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.

Y en mi país apacentando nubes,


puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos el rebaño de horizontes.

La vida es bella, dura mano, dedos


tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.

Este verde poema, hoja por hoja,


lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.

Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,


árboles verdes, verde algarabía
de las hojas menudas, y el moroso
viento mueve las hojas y los días.

Dance el viento y las verdes lontananzas


me llamen con recónditos rumores:
dócil mujer, de miel henchido el seno,
amó bajo las palmas mis canciones.
No hemos querido interrumpir la lectura de esta poesía que fluye, mansa y
misteriosa como un río. Leyéndola, tenemos la convicción de que es una poesía
no suficientemente explorada. Como tantas otras obras colombianas, está
esperando un ensayo en profundidad. El lector se habrá encontrado muchas
veces perplejo. A qué alude el poeta? Qué simbolizan sus palabras? Es uno de los
poetas colombianos más difíciles84.
Como el lector habrá advertido, Aurelio Arturo desarticula con frecuencia la
sintaxis; emplea giros extraños - pero muy peculiares suyos - , como "hojas
meció", "nubes meció", con unos inesperados verbos finales; usa símbolos
enigmáticos, como ese bosque extasiado "que existe solo para el oído" y que, en
el fondo de la noche, pulsa violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas. Como
sonámbulo, se expresa con asociaciones muy subjetivas, que solo se entienden
impregnándose de la atmósfera misma del poema. Y deja caer,
espontáneamente, versos que nos dejan hondamente meditativos, como "en los
días que uno tras otro son la vida, la vida!"
Esa poesía se aclara, a veces, con los paralelismos simbólicos que utiliza el
poeta (como el de muchacha y tierra, o el de noche y nodriza). Pero, en general,
es una poesía que permanece en la penumbra, en la sugestión apenas entrevista,
en el acento apenas entredicho.
En esta poesía nocturna (como la de José Asunción Silva, que, en su influjo
sobre Charry, engendra los "nocturnos y otros sueños") hay una sorprendente
paradoja: el poeta enumera, adiciona, reitera; y sin embargo, allí nada sobra.
Todo es ajustado. Y todo esencial.

Como en el siglo pasado Candelario Obeso, a quien nos referimos ya en


capítulo anterior, Jorge Artel - nacido en Cartagena en 1905 - escribe "poesía
negra". Es el intento más logrado de nuestra lírica negra reciente, que viene a
servir de contrapunto a la de Nicolás Guillén. Este afirma que la del colombiano
es "una poesía popular... hay en su obra drama humano, dolor, protesta, todo
bajo un clima de ritmo cálido". Ello es cierto, respecto de este poeta costeño,
viajero y marinero, que ha sido salvado por "la mano larga de Africa, cargada de
nidos, de pájaros y canciones" según ha expresado Luis Palmes Matos.

84
Sería interesante saber, respecto de muchos poetas y
críticos recientes, que elogian sin reservas a Aurelio Arturo,
hasta dónde han entendido esta poesía hermética, sutil,
complejísima...
Es poesía de color85, de ritmo intenso, vibrante, que se aproxima a veces al
tono de las canciones populares de nuestra costa caribe. Buena dosis de folklor
recorre el interior del poema. Es una poesía por la cual se asoma el mar, dando
el ritmo de su oleaje a versos muy melodiosos. Las danzas costeñas parecen
impregnar la música del verso de Artel. Eduardo Carranza ha dicho que "el mar
se oye como perpetua música de fondo en la poesía de Jorge Artel. Un auténtico
mar, de labio devorante, aparece, con frecuencia, casi tangible, a flor de verso"86.
Véase un excelente ejemplo de la poesía de Artel:

VELORIO DEL BOGA ADOLESCENTE

Desde esta noche a las siete


están prendidas las espermas;
cuatro estrellas temblorosas
que alumbran su sonrisa muerta.

Ya le lavaron la cara,
le pusieron la franela
y el pañuelo de cuatro pintas
que llevaba los días de fiesta.

Hace recordar un domingo


lleno de colores y décimas.
O una tarde de gallos
o una noche de plazuela.

Hace pensar en los sábados


trémulos de ron y juerga,
en que tiraba su grito,
85
La obra poética más importante de Jorge Artel es la
titulada "Tambores en la Noche" (Cartagena, ed. Bolívar, 1940).
Son poemas escritos entre 1931 y 1934. Anteriores, por tanto, a
los primeros libros de "Piedra y Cielo". No puede considerarse que
el poeta cartagenero pertenezca al grupo "piedracielista", ni por
la forma ni por el contenido de sus versos.
86
Citas tomadas de la carátula del disco que la Radiodifusora
HJCK consagró al poeta Artel. En este caso, como en muchos otros,
esta colección de discos, con los poemas seleccionados y leídos
por los propios poetas, ha sido de gran valor para nosotros.
como una atarraya abierta!

Pero está rígido y frío


una corona de besos
ponen en su frente negra.

(Las mujeres lo lloran en el patio,


aromando el café con su tristeza.
Hasta parece que la brisa tiene
un leve llanto de palmeras!).

Murió el boga adolescente


de ágil brazo y mano férrea:
nadie claravá los arpones
como él, con tanta destreza!

Nadie alegrará con sus voces


las turbias horas de la pesca...

Quién cantará el bullerenque!


Quén animará el fandango!
Quién tocará la gaita
en las cumbias de Marbella!

Lloran un llanto de cera


las estrellas temblorosas
que alumbran su sonrisa muerta.

Mañana, van a dejarlo,


bajo cuatro golpes de tierra!

No deseamos cerrar este capítulo sin hacer alusión a Héctor Fabio Varela,
nacido en Cali en 1911.
En la época en que aparecen los cuadernos de "Piedra y Cielo" (1939), Varela
empieza a publicar sus poemas, que quedarán dispersos en periódicos y
revistas. Mucho tiempo después los recogerá en un significativo volumen,
"Saudades" [Bogotá, ed. Iqueima, 1965].
Influído, en parte por sus coterraneos, Mario Carvajal y Antonio Llanos,
Héctor Fabio Varela [Varela es abogado y ha ocupado importantes cargos
públicos. Se ha dedicado también al periodismo. Entre unas y otras ocupaciones,
parece haber olvidado lo esencial: su poesía] posée una honda sensibilidad
poética, que se expresa bellamente en poemas como el que aquí incluímos:

SENSACION DE AUSENCIA

Yo estoy aquí. Estás tú distante.


No has partido. No. Mas ya tienes
la lejanía en tu mirada
y una vaga sonrisa ausente.

Tus manos náufragas se alejan


y yo no pude retenerte.

Aquí me quedo con mis sueños,


en este paisaje de nieve,
hilando divinas canciones,
hasta que un día tú regreses.

Me quedo mirando la tarde


a la sombra de los cipreses.

Me quedo diciendo a las rosas


palabras que nadie comprende.

Me quedo cerrando los ojos,


absorto y mudo, para verte.

Vas a un país de maravillas


de donde nunca más se vuelve.

Ya no tendré más en las mías


tus manos mínimas y leves.

Ya no veré desde la tierra


el arco puro de tu frente.

Ni dormiré sobre tu hombro


la pesadilla de mi fiebre.

Estaré solo en el crepúsculo.


Le tendré terror a la muerte.

Bajo la noche cenicienta


oiré el latido de mis sienes.

Y nadie vendrá a consolarme


de la tristeza que me obsede.

Bajo las dalias pensativas


o en la ribera de la fuente,
me quedo cerrando los ojos,
absorto y mudo, para verte.

Capítulo VIII

EL GRUPO DE PIEDRA Y CIELO

Entre 1935 y 1940 hubo una extraordinaria renovación de la poesía en el


país. Las primeras obras de "Los Nuevos" databan de diez o quince años atrás.
[La primera obra de Ciro Mendía es de 1919; la primera de Juan Lozano, de 1923;
la de León de Greiff de 1925, lo mismo que la de Rafael Maya; la primera de Pardo
García, de 1930.].
En aquel quinquenio, hubo un gran despertar poético: búsqueda de nuevos
derroteros, cambio del vocabulario lírico, amoldado a una sensibilidad más
juvenil y fresca.
Nuestros poetas de ese instante, enlazando su voz a la de Maya, de Greiff y
Pardo García, pero proyectándola hacia ricas innovaciones (Aurelio Arturo y
Antonio Llanos sirven de puente entre "Los Nuevos" y "Piedra y Cielo"),
pusieron su acento en sintonía con otras creaciones poéticas, europeas y
latinoamericanas. Es interesante subrayar que, en esta como en otras ocasiones,
la poesía se rejuvenece y se abre cuando abandona los cauces ya trazados y
explora lo que otros poetas del mismo momento histórico están haciendo en el
propio o en otros idiomas. Tal fue el caso entonces. El centro de gravedad de las
influencias no fue ya la propia poesía colombiana, o la francesa. Fue la española,
fue la latinoamericana. Gerardo Diego publicó su célebre antología de "Poesía
Española" en 1932. Una segunda edición apareció en 1934. Fue la obra que
señaló a nuestros poetas los nuevos caminos. Fue leída y releída ávidamente por
poetas cuya sensibilidad estaba a flor de piel y cuya inspiración anhelaba nuevas
formas expresivas, otro vocabulario, otro mensaje, otros mundos poéticos. Llegó
también, entonces, la tumultuosa influencia de Pablo Neruda, que soplaba desde
el sur del continente ["Crepusculario" es de 1923, los "Veinte Poemas" y "El
Hondero Estusiasta, de 1924, la "Tentativa del hombre infinito" de 1926 y la
primera "Residencia" de 1933...]. La triple y muy disímil influencia de Juan
Ramón Jiménez, Pablo Neruda y Federico García Lorca, unida a la de otros
poetas (Guillén, Salinas, Alberti, Aleixandre), despertó el fervor de los poetas
que entonces tenían de 20 a 25 años; modeló sus sensibilidades,
enriqueciéndolas. En algunas de las nuevas obras se buscó afanosamente una
poesía de vanguardia; en otras, la voz se aliaba a ecos tradicionales, en
particular a la gran poesía española de los siglos XVI y XVII; algunos acentos
quisieron reflejar la realidad latinoamericana.
Además, como cumpliendo un conjuro mágico, varios temperamentos
esencialmente poéticos se dieron cita entonces, en un mismo sitio, en una
misma hora.
Resultado de todo ello fue la formación del grupo poético denominado
"Piedra y Cielo". Su nombre proviene del título de un libro de Juan Ramón
Jiménez, como es bien sabido -o debería serlo. Una común admiración hacia el
autor de los "Sonetos Espirituales" enlaza, así, a los integrantes del nuevo grupo.
Jorge Rojas patrocinó la edición de varias "plaquettes" de poesía, cuadernos
hermosamente presentados, en hojas sueltas, que hoy son una curiosidad
bibliográfica.
El grupo inicial, que suscitó inmediatamente una fervorosa admiración de
parte de los jóvenes y una retardataria censura por parte de algunos de "Los
Nuevos" (especialmente, de Juan Lozano y Lozano), estuvo formado por el
propio Rojas, Eduardo Carranza, Tomás Vargas Osorio, Arturo Camacho
Ramírez, Darío Samper, Gerardo Valencia y Carlos Martín. Y aunque sólo
algunos de ellos publicaron sus poemas en los cuadernos "piedracielistas", la
denominación -con su connotación favorable o adversa- se generalizó pronto a
todos ellos. Quedaron así agrupados, como ocurre con frecuencia, poetas de
temperamento muy diverso.

"Arturo Camacho Ramírez -dice Javier Arango Ferrer- publicó "Espejo de


naufragios"(1935) bajo la influencia de Neruda, y Eduardo Carranza dió a la
estampa en 1936 sus "Canciones para iniciar una fiesta" con la reminiscencia
que va de Fray Luis y Góngora a Machado y Juan Ramón Jiménez. He ahí los dos
flancos piedracelistas: el vanguardista o americano de Camacho Ramírez y el
hispánico o tradicionalista de Carranza". A estas dos vertientes principales
vinieron a sumarse otras tendencias, muy variadas, como la límpida evocación
de Jorge Rojas, la poesía lorquiana de Darío Samper, el tema obsesivo de la
muerte de Vargas Osorio. Voces menores fueron, dentro del grupo, las de
Gerardo Valencia y Carlos Martín.

El calificativo de "piedracielista" ha llegado a tener significaciones muy


diversas, a veces contradictorias. Todo depende de quién lo emplée, y a quien se
aplique. Por una parte, es sinónimo de poeta imaginativo, de ardiente fantasía,
que mueve un hermoso mundo de metáforas, asociaciones de ideas y de
sensaciones, cuyo lirismo despierta sorprendentes ecos, emotivos, idiomáticos.
En este sentido, los poemas de Carranza y Rojas son expresión cabal de
"piedracielismo". A ello se alía cierta perfección formal, no exenta de
preciosismo, un aire limpio en la expresión verbal, una fina gracia, un
sentimiento adelgazado o aéreo y una sutil vena intelectual, teñida a veces de
conceptualismo y gongorismo.
Pero, extremando esas que en su tiempo fueron espléndidas innovaciones
-frente, sobre todo, a algunos poetas demasiado formalistas de "Los Nuevos" y
movimientos anteriores-, "piedracielismo" vino a significar la expresión sin
contenido -sin pensamiento poético alguno-, la búsqueda de la metáfora por la
metáfora misma, sin referencia concreta a ningún objeto o sentimiento. Y, sobre
todo, una fácil fórmula -en el fondo, otra retórica- para escribir versos y crear
una poesía de engaño o apariencia. No puede desconocerse el hecho de que
varios poetas integrantes del grupo derivaron hacia allí... o de allí partieron y allí
se quedaron, moviendo fácilmente sus leves molinos de viento, a veces
impulsados por brisas ajenas.
Lo cierto es que de cada movimiento poético perduran unas pocas figuras o,
más exactamente, unos pocos poemas. Solo perviven voces aisladas, como
siempre. Tal es el caso del "piedracielismo", contra el cual empezó a
reaccionarse en la década de 1945 a 1955, en busca de una poesía más
auténtica, depurada y profunda, línea en la cual van a aparecer poetas como
Fernando Charry Lara -del grupo de "Cántico"- y Jorge Gaitán Durán y Eduardo
Cote Lamus, inmediatamente después. Pero no debemos adelantarnos.
Regresemos a los principales representantes de "Piedra y Cielo" y a sus poemas.

Arturo Camacho Ramírez [Nació en Ibagué en 1910. Dedicó varios años, por
partes iguales, a la poesía, el periodismo y la bohemia. Ingresó, más tarde, a la
diplomacia (La Paz, París). Es actualmente funcionario de la Cancillería.] ha
hecho una poesía viril, carnal, saturada de acres aromas -a veces de bajos fondos
también-, expresada de manera muy vívida, sobre todo en el tema erótico, con
hondas manifestaciones del subconsciente.
Su breve volumen "Espejo de Naufragios" preludia -en 1935- el movimiento
de "Piedra y Cielo". Es ya piedracielista, antes de que se constituya el grupo.
Escribe, y estrena más tarde, una obra de teatro sobre la Guajira, titulada "Luna
de Arena": es teatro poético piedracielista. Su "Oda de Carlos Baudelaire" -de
1945- tiene algunos fragmentos muy hermosos, intensos. Su voz se ha depurado
y acentuado en varios libros posteriores [Bibliografía de Arturo Camacho
Ramírez: "Espejo de Naufragios" (Bogotá ed. Minerva, 1935); "Presagio de amor"
(Bogotá, ed. Centro, 1939); "Cándida inerte" (1939); "Oda a Carlos Baudelaire"
(Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1945); "La vida pública" (Bogotá, ed.
Antares, 1962); "Límites del hombre" (Bogotá, ed. Cromos, 1964). Un nuevo libro
de poemas está en prensa.]. La influencia, demasiado absorbente, de Neruda y
García Lorca, en sus primeros volúmenes, fue luego asimilada, diluída, superada
por Camacho Ramírez, siempre en búsqueda anhelante de su propia identidad.
Aunque a veces su acento personal queda ahogado dentro de una fraseología
caótica, con la cual se pretende expresar un mundo muy oscuro -no siempre
auténtico-, un mundo agónico, similar en cierto modo al de las "Residencias" de
Neruda, confuso y complejo, referido a la realidad externa o íntima, en otras
ocasiones su lirismo resulta sólido, conceptual, afirmativo, sensual.
En la selección de poemas que viene a continuación, el lector podrá apreciar
la evolución poética de Camacho Ramírez, pues hemos tomado ejemplos - los
más significativos, nos parece - de sus varios ciclos líricos, empezando por un
soneto que es exacto resumen del "piedracielismo" y llegando hasta una de sus
más recientes y logradas expresiones:

NADA ES MAYOR...

Nada es mayor que tú: sólo la rosa


tiene tu edad suspensa, ilimitada.
Eres la primavera deseada
sin ser la primavera ni la rosa.

Vago espejo de amor donde la rosa


inaugura su forma deseada,
absorta, inmersa, pura, ilimitada;
imagen sí, pero sin ser la rosa.

Bajo tu piel de nube marinera,


luz girante, tu sangre silenciosa
despliega su escarlata arborecida.

Nada es mayor que tú, rosa y no rosa,


primavera sin ser la primavera;
arpegio en la garganta de la vida.

MUJERES DE OTRO DIA

Estas mujeres fueron bellas;


en las orillas de su alma
anchos paisajes balancearon
su ardor de inéditas distancias.
Eran como tierras sin nombre
en espera de ser llamadas,
llenas de palmeras fragantes
que vibraban al sol como arpas.
La brisa errátil de los trópicos
les despeinaba las miradas
dispersas hacia el horizonte
como un rebaño de cabras.
Su cuerpo tenso como un arco
se erguía sobre la esperanza
lleno del intenso temblor
de la flecha no disparada,
y todas se iban apagando
esperando al que no llegaba.

Estas mujeres fueron bellas,


y había una que yo amaba.
Yo tenía siete años dulces
como el corazón de la caña.
Senos morenos como nísperos,
ojos de estrella y voz de agua,
ella ardía como una esencia
esperando al que no llegaba;
yo tenía siete años dulces
y aún no tenía sino alma,
y la veía consumirse
mientras mi instinto se alargaba.

Un día yo tuve veinte años


llenas de fuerzas las entrañas
y corrí loco tras la estrella
de aquel mito de mi infancia;
ya tenía instinto y deseo
podía ser el que no llegaba.
Llegué cuando ya se caían
como sauces sus miradas,
cuando sus cabellos barrían
las cenizas de la esperanza
que volaban sobre sus ojos
en un lento otoño de lágrimas.

Estas mujeres fueron bellas


y envejecieron como ramas
que se cortan para la hoguera
que ha de hacer la vida más clara.
Hoy yo tengo veinte años fuertes
como banderas desplegadas,
hoy ya mi instinto y mi deseo
se erigen al sol como lanzas
y, cuando paso, estas mujeres
que fueron bellas en mi infancia,
murmuran resignadamente:
así era el que no llegaba.

ODA A CARLOS BAUDELAIRE


(Fragmento)
ESPACIO
(El aire solamente)

Dormía el rostro azul, la nieve oscura,


la furiosa neblina de la noche,
el río de caderas moribundas,
el aire de voz fría.

Dormía, sí, dormía el viento duro,


rostro boreal, al filo de la fiebre,
la calle sola y el farol sediento
y el aire de repente.

Y los puentes tirados sobre el agua


y una mujer a proa de la muerte,
sus cabellos a punto de extinguirse
el aire casi verde.

Un perro sin ladrido conocido,


una manera de mirar sin verse,
una luz de taberna acuchillada
y el aire siempre.

Un paseante, frente a un domicilio,


manchado por dos gritos divergentes:
entre los partos y las puñaladas
el aire vive y muere.

El aire nauseabundo de los puertos,


entre aroma de viaje y miel terrestre,
como una mariposa desalada
que en los mástiles duerme.

El aire siempre solitario, errante,


transportando la bruma; casi alegre
en la ventana de la poesía
silbado entre los dientes.

El aire de oro ceniciento, ardido,


acerado, azuloso, en las paredes,
encierro de la infamia y de la gloria,
ala triste, se cierne.

Aire tuyo de yerto vagabundo,


especial silencioso, voz ecuestre
sobre las sombras y los paramentos
del aire solamente.

En este espacio de aire levantado,


bello del aire que la sangre envuelve,
pongo tu soledad ardiente y triste,
tu infierno helado, el escondido diente
que marcó heridas en la piel del mundo
y hacia un norte de lágrimas se extiende,
la plata y el coral de madrugada
que encienden la ola turbia de tu frente,
sola de soledad desamparada
en la cárcel oscura de las sienes.

Yo pido a una mujer sus puros labios,


sus lentos ojos, su respiro tenue,
su largo cuerpo de olvidada orilla
bajo una fronda de pasión perenne,
para vestir de llanto o cabellera
el aire de tu amor que en odio crece,
soñar contigo al margen de la tierra
y darle un eco al grito que fallece
en los rincones últimos del hombre
condenado y maldito para siempre
a soledad de espíritu y de cuerpo,
a soledad de siempre para siempre!

..................................

FINAL DEL SUEÑO

Es el momento de estar conmigo


y de morir mi propia muerte;
mi sola muerte, mi única muerte,
mi diaria muerte prometida.

Muerte que sueña con la vida


todos los días recobrada.
La vida acaba con el sueño
y comienza con la mirada.

Y esta piel oscura y distante


que es un párpado en la existencia,
se llama noche y es el sueño
la muerte de vivir en ella.

La vida de morir en ella,


de estar inmerso en sus pestañas,
como araña que se fascina
en el hilo de sus telarañas.

Quien dirá, pequeño o eterno,


si mi sueño me vive o me muere:
nada me mata sino yo,
entre el sueño verdad inerme.

Quiero soñar que vuelvo a ser,


como antes de clavarme en el sueño,
lenta saeta acomodada
en un centro absoluto y cierto.

Para vivir únicamente


un instante antes de morir,
como cuando antes de dormir
me iba a dormir muerto de sueño.

Eduardo Carranza, nacido en 1913, en los Llanos Orientales87, irrumpió


brillantemente en las letras colombianas, en 1936, con su libro ya citado,
"Canciones para iniciar una fiesta".
87
Nació en Apiay (Departamento del Meta). Se graduó en la
Su audaz iniciación, con una lírica fresca y sentimental, relampagueante de
metáforas, sutil en los símbolos, reveló inmediatamente uno de los
temperamentos más poéticos que ha tenido el país. Su magia verbal, imaginativa
y sensitiva asombró a los lectores. Su poesía fue pronto identificada, para bien y
para mal, con el "piedracielismo", es decir, con todas las excelentes innovaciones
del grupo recién nacido, y también con su retórica.
El de Eduardo Carranza es el más admirable caso de una vida consagrada,
por entero, a la poesía, con un fervor incomparable. Ha vivido de poesía. De día y
noche, a lo largo de muchos años, su sensibilidad ha vibrado líricamente. Todo
parece resonar con originalidad en sus centros emotivos y conceptuales. Su
fantasía sorprende siempre, maravilla como si tuviera el don de crear fábulas.
En sus estupendas páginas de crítica, la poesía desborda igualmente, paralela al
hermosísimo surtidor de sus versos.
Desde aquel libro primigenio, todavía balbuciente (hoy resulta mediocre
frente a su creación posterior), hasta el último, aparecido en 1974, Carranza ha
electrizado con su poesía el ámbito colombiano y el de muchos otros países (en
especial, España y Chile). Su trayectoria lírica denota una constante depuración
de su sensibilidad y de sus medios expresivos88, aunque manteniéndose
siempre fiel a sí mismo: su inconfundible voz imprime a la emoción y a la
imagen, y al sesgo sorpresivo, un hechizo igualmente singular, logrando con
asombrosa frecuencia sus aciertos líricos, en breves poemas y transparentes
sonetos que, a la vez, deslumbran y conmueven.
Veamos algunos ejemplos de la mejor lírica de Carranza:

Escuela Normal de Bogotá. Dirigió el suplemento literario de "El


Tiempo" y la "Revista de Indias". Diplomático en Chile y España.
Director de la Biblioteca Nacional y de la Distrital. Periodista
también. En los últimos 40 años de la vida cultural del país, ha
puesto su huella con originalidad y con amor. Durante varios años
ha sido profesor universitario.
88
Bibliografía de Eduardo Carranza: "Canciones para iniciar
una fiesta" (Bogotá, ed. Centro, 1936); "Seis Elegías y un Himno"
(Bogotá, ed. Centro, 1939); "La sombra de las muchachas" (1941);
"Ellas, los días y las nubes" (Bogotá, Lib. Siglo XX, 1941); "Los
días que ahora son sueños" (1946); "Diciembre azul" (Bogotá, ed.
Kelly, 1947); "Azul de ti" sonetos (Salamanca, Asociación cultural
Ibero-Americana, 1952); "El olvidado y la Alhambra" (Málaga, ed.
Meridiano, 1957) "El corazón escrito" (Bogotá, ed. Revista
Colombiana, 1967); "Los pasos cantados" (1970); "Hablar soñando y
otras alucinaciones" (Bogotá, ed. Italgraf, 1974).
SONETO INSISTENTE

La cabeza hermosísima caía


del lado de los sueños; el verano
era un jazmín sin bordes y en su mano
como un pañuelo azul flotaba el día.

Y su boca de súbito caía


de lado de los besos; el verano
la tenía en la palma de la mano,
hecha de amor. ¡Oh qué melancolía!

A orillas de este amor cruzaba un río


sobre este amor una palmera era:
¡Agua del tiempo y cielo poesía!

Y el río se llevó todo lo mío:


la mano y el verano y mi palmera
de poesía. ¡Oh qué melancolía!

SONETO A TERESA

Teresa en cuya frente el cielo empieza


como el aroma en la sien de la flor;
Teresa la del suave desamor
y el arroyuelo azul en la cabeza.

Teresa en espiral de ligereza


y uva y rosa y trigo surtidor;
tu cuerpo es todo el río del amor
que nunca acaba de pasar, Teresa.

Niña por quien el día se levanta,


por quien la noche se levanta y canta
en pie, sobre los sueños, su canción:

Teresa, en fin, por quien ausente vivo,


por quien con mano enamorada escribo,
por quien de nuevo existe el corazón.
SONETO CON UNA SALVEDAD

Todo está bien: el verde en la pradera


el aire con su silbo de diamante
y en el aire la rama dibujante
por la luz arriba la palmera.

Todo está bien: la frente que me espera,


el agua con su cielo caminante,
el rojo húmedo en la boca amante
y el viento de la patria en la bandera.

Bien que sea entre sueños el infante,


que sea enero azul y que yo cante.
Bien la rosa en su claro palafrén.

Bien está que se viva y que se muera.


El sol, la luna, la creación entera
salvo mi corazón, todo está bien.

En los sonetos anteriores se respira el aire de la poesía de Carranza, fresco,


puro, sensual, alado. Hay en ellos, como en tantos otros poemas suyos, toques
poéticos insuperables, pinceladas mágicas. A veces, son versos
maravillosamente sugestivos:

"la luna se anticipa en los jazmines"

o, en un soneto muy conocido:

"El agua con su cielo caminante".

Carranza habita un mundo que no es el habitual, como lo expresa él mismo


en su poema "El sol de los venados", sino un mundo personalísimo, que él
descubre con una percepción propia, extrasensorial - misteriosa, melódica - que
le envuelve como en un sueño, un sueño que el poeta vive intensamente, el de su
propio lirismo:

EL SOL DE LOS VENADOS


Recuerdo el sol de los venados
desde un balcón crepuscular.
Allí fuí niño, ojos inmensos,
rodeado de soledad.
El balcón se abría a los cerros
lejanos, casi de cristal.
En lo hondo trazaba el río
su tenue línea musical.
El balcón que vengo narrando
era bueno para soñar:
y en la tarde nos asomábamos
por él hacia la inmensidad,
hacia las nubes y el ensueño,
hacia mi poesía ya.
Del jardín subía la tarde
como de un pecho el suspirar.
Y el cielo azul era tan bello
que daban ganas de llorar.
Todas las cosas de repente
se detenían y era cual
si mirasen el cielo abierto
en pausa sobrenatural.
Por el silencio de mi madre
se oía los ángeles cruzar.
Y quedábamos un instante
fuera del tiempo terrenal,
alelados y transparentes,
como viviendo en un vitral.
Todo el Girón se iluminaba
como de un súbito cantar:
triscaba el sol de los venados
como un dorado recental
por los cerros abandonados:
un sol cordial, un sol mental,
como pensado por la frente
de una doncella, un sol igual
al aleteo de una sonrisa
que no se alcanza a deshojar,
como la víspera de un beso
o el aroma de la claridad,
sueño del sol, cuento del sol...
Y era entonces cuando el turpial,
como ahogándose en melodía,
en su jaula rompía a cantar.
Todo en la tierra de los hombres
parecía a punto de volar
que en el mundo todo fuera
de aire y alma nada más.
Esto duraba menos tiempo
del que yo llevo en lo narrar.
Las tristes cosas recobraban
de pronto su rostro habitual.
El viento azul volvía a la rama,
volvía el tiempo a caminar
el hondo río reanudaba
su discurrir hacia la mar.
Entre la gloria del poniente
abierto aún de par en par
tendían sus alas las campanas
hacia un célico santoral.

Recuerdo el sol de los venados


desde un balcón crepuscular.
Los días huían como nubes
altas, de un cielo matinal.
Allí fuí niño, allí fuí niño
y tengo ganas de llorar.
Ah, tristemente os aseguro:
tanta belleza fue verdad.

Este final es muy hermoso y conmovedor. Los dos versos del último
fragmento:

"allí fuí niño, allí fuí niño,


y tengo ganas de llorar"
revelan una hondísima melancolía, la saudade de la infancia perdida. Pero lo
que debe subrayarse aquí es la cercanía del llanto, pues los poetas colombianos
podrían dividirse entre los que están y los que no están cerca de las lágrimas.
Los mejores, están muy vecinos del llanto, como Pombo, Silva, Castillo (mucho
antes, José Eusebio Caro), Barba-Jacob. En esa línea, conmovida, casi de sollozo
(de sollozo puro, sin sentimentalismo vano) está Carranza:

"Y el cielo azul era tan bello


que daban ganas de llorar".

Aunque consideramos injustos los ataques frontales de muchos de los


últimos poetas a la lírica de Carranza, sí es lo cierto que, con frecuencia, en su
obra se entremezcla la más auténtica poesía con la retórica del piedracielismo.
Ello ocurre, incluso, dentro de un mismo poema (reléase el "Soneto insistente").
También es cierto que Carranza se repite; y, lo que es más grave, incurre en el
autoplagio ("Teresa en cuya frente el cielo empieza"; más tarde: "En sus cabellos
comenzaba el aire"; "Como el jazmín que en la mañana ardía" y luego "la llama
blanca de un jazmín ardía"; y así sucesivamente). Todo poeta tiene vocablos que
lo definen, que identifican su mundo. Pero esto llega a ser un tanto exagerado en
Carranza: son demasiado azules, palmeras, negros potros, demasiadas banderas.
Otras veces son juegos verbales: "entre los olivares y el olvido..." En ocasiones,
piedracielismo puro: "Mi tu, mi sed, mi víspera, mi te-amo"; "Tú, mi amor, que
caminas como un beso". Lo grave es creer que esto, por sí solo, es poesía, o que
lo son aquellas palabras, reiteradas hasta el exceso, sin que lleguen a constituír
un auténtico símbolo.
Pero, aparte de estos vicios de "escuela", casi todos ellos formales, Carranza
nos lleva dulcemente hacia su universo encantado. Un universo de vivos colores,
placidez de la naturaleza, de aromas intensos, de músicas infinitas, de un lado; y,
de otro, un mundo de recuerdos y olvidos entretejidos, alucinantes. El poeta no
deriva nunca hacia una visión pesimista aunque, cuando retoma el tema del
tiempo, y por lo tanto de la muerte, del pasado y lo perdido, su verso adquiere
una tonalidad honda, melancólica. Entonces, su poema tiende hacia lo
quevedesco. Carranza crítico ha insistido mucho en la diferencia existente entre
los poetas temporales y los otros. Los primeros, como Manrique, Garcilaso,
Quevedo, que sienten vivir y crecer el tiempo, la muerte, dentro de ellos.
Carranza pertenece a esta estirpe de poetas agónicos, aunque esta faceta de su
poesía queda muchas veces escondida detrás del esplendor de sus estrofas.
De pronto, en poemas no enteramente logrados, Carranza tiene versos
sorprendentes, que golpean hondamente, por su pureza, al lector:
"Las estrellas de Homero la miraban"...
"Mi corazón que ha sido y será polvo"...
"Eres como la luz, alta y delgada"...

Hay otros poemas que, sin resultar antológicos, contienen fragmentos


hermosísimos, como el que incluímos a continuación:

MADRIGAL CON UN RIO, UNA ROSA, UNA HAMACA...


(Fragmento)

................................

Recorres el papel con mi escritura.


Y cuando escribo río
tú lo cruzas nadando
y llegas y te extiendes en la arena
dorada de otras sílabas radiantes
que en la orilla te esperan,
y cuando escribo rosa la rosa que has besado
da su forma a tus dos manos unidas,
si escribo sed te acercas a mis labios;
si cascada, aparece tu cintura,
si nido azul, palpita tu garganta,
y si palmera escribo, descansas a su sombra
y si escalera, ruedas por tu risa
donde tu corazón relampaguea
si escribo paloma anida en tí
partida en dos magnolias temblorosas

...............................

Este fragmento, tomado de su último libro, tiene los toques poéticos


característicos de Carranza, que vienen así a enlazarse con poemas como "Elegía
pura", "Tema de ausencia" y "El poeta se despide de las muchachas", de su obra
muy anterior. Veamos, para terminar, estos tres poemas y una mínima "arieta":

EL POETA SE DESPIDE DE LAS MUCHACHAS


Jóvenes de ternísima cintura
que andáis lo mismo que la melodía
y que, de paso, váis por la verdura
como el jazmín que en la mañana ardía.

Muchachas que prestáis arquitectura


temblorosa a los aires noche y día
y sostenéis con vuestra mano pura
el firmamento de la poesía.

Adorables de fruta y terciopelo


donde la tierra empieza a ser de cielo,
donde el cielo es aroma todavía;

dejad que al irme de la primavera


vuelva a miraros por la vez postrera
y os dé esta rosa de melancolía.

ELEGIA PURA

Aún me dura la melancolía.


Allá por el sinfín cantaba un gallo
agrandando el silencio perla y malva
en que el lucero azul se disolvía.

Olía a cielo, a ella, a poesía.


Sin volver a mirar me fuí a caballo.
Maduraban las frutas y sus frutas
A ella y a jardín secreto olía.

Me fuí, me fui como por un romance


donde fuera el doncel que nunca vuelve...
La casa se quedó con su ventana

hundida entre la ausencia, al pie del alba,


flotó su mano y yo me fui a caballo.
Aún me dura la melancolía.

ARIETA
Estoy tan enajenado,
ay de mí!
que aún teniéndote presente
siento nostalgia de tí.

TEMA DE AUSENCIA

Cómo era, Dios mío, cómo era?


Juan Ramón Jiménez

En el sitio del alma donde empieza


a olvidarse un perfume; en la imprecisa
frontera donde el aire se hace brisa,
y estrellada nostalgia, la tristeza;

como en una congoja de belleza,


o entre un sueño borrándose, Alisa,
en un lugar apenas de sonrisa
inclinas vagamente la cabeza.

Humo divino de mi propio fuego,


me tienes rodeado, casi ciego,
luchando con tu rostro diluído.

Penumbra de tí misma, el verte enlazas


con el no verte, y por mi frente pasas
de niebla, entre el recuerdo y el olvido.

Solo una selección mucho más amplia de poemas de Eduardo Carranza daría
una imagen completa de su obra. Debemos limitarnos a lo esencial, pero el
lector habrá advertido la presencia de ese duende que se filtra por los renglones
puros de sus versos, esa delgada, misteriosa poesía que los impregna.

*
En 1939 aparecen tres libros de los piedracielistas: "Regreso de la muerte",
de Tomás Vargas Osorio; "La forma de su huída", de Jorge Rojas; y "Territorio
amoroso", de Carlos Martín89.
La vida de Vargas Osorio estuvo marcada por un sino trágico. Había nacido
en Oiba (Santander del Sur) en octubre de 1908. Se inició en el periodismo y
publicó sus primeros poemas, muy prematuramente, en 1923. Intervino
episódicamente en la política y fue representante a la Cámara. Pero una
enfermedad implacable le acosaba. Fue necesario amputarle una pierna: así lo
recordamos en las reuniones literarias del "Café Asturias" a que antes hemos
aludido. La enfermedad siguió su curso ineluctable, y le condujo pronto a la
muerte, en 1941, cuando contaba apenas con treinta y tres años.
Su obra es breve90 pero muy sugestiva. Una obra que tiene el ritornello
obsesivo de la muerte, como en los casos posteriores de Gaitán Durán y Cote
Lamus, como si todos tres hubieran intuído concretamente sus muertes
prematuras. A pesar de ese fúnebre presentimiento, que se hace muy patente en
los versos de Vargas Osorio, su forma expresiva resulta transparente, fina,
juguetona, como en su soneto "Corazón" que es, sin duda, lo más logrado de su
reducida obra lírica:

CORAZON

Siempre perdido y siempre rescatado


retorna a mí de cada lejanía
herido, alegre, niño, traspasado.
Saeta de la muerte lo seguía.

Fiel como el agua al cauce bien hallado,


vuelve tras de la lucha y la porfía,
pez, por los mares pescador, y alado

89
Bibliografía de Carlos Martín (nacido en 1914): "Territorio
amoroso" (Bogotá, ed. Centro, 1939); "Travesía terrestre" (Tunja,
ed. Altiplano, sin año). Radicado hace muchos años en Europa
(principalmente, en Holanda), ha publicado allí nuevas obras en
verso y prosa.
90
Bibliografía de Tomás Vargas Osorio: "Regreso de la muerte"
(Bogotá, ed. Centro, 1939); "Obras", con estudio preliminar de
Jaime Ardila Casamitjana (Imp. departamental, Santander del Sur,
1944-1946).
trayéndome el coral de la agonía.

Eres mío, si herido más profundo.


Fin y principio, sombra y luz del mundo
en tí, pero tú solo en mi costado.

¡Oh corazón sin fín!, ala y latido,


rescatado una vez y otra perdido,
pez, por los mares pescador, y alado.

Jorge Rojas auspiciador de los célebres cuadernos de "Piedra y Cielo" se


inició con su libro "La forma de su huída". Publicó, en el mismo año, 1939, "La
ciudad sumergida" - bello poema, en tercetos con reminiscencias de Paul Valéry
- donde su voz está todavía un tanto vacilante, como imprecisa; y, en años
sucesivos, ha enriquecido ampliamente su bibliografía91.
Nacido en Santa Rosa de Viterbo, en 1911, Rojas estudió derecho y se dedicó
a sus negocios particulares. También ha ocupado algunos cargos públicos, entre
ellos, recientemente, el de Director del Instituto Nacional de Cultura. La poesía
ha embellecido su vida y él le ha correspondido con fidelidad y fervor
ejemplares.
El primer gran aporte de Rojas a la poesía colombiana fue su libro "Rosa de
Agua", colección de sonetos en que el poeta -superando las tentativas iniciales -
encuentra su propio acento, su personal manera: honda poesía dentro de
formas estróficas muy puras, elaboradas. Evolucionó, luego, hacia modos
expresivos más libres y amplios, logrando entonces - al romper las amarras
tradicionales - un horizonte poético más límpido. Poemas como su "Salmo a los
árboles", son significativos instantes de nuestra lírica. Además de este poema,
incluímos en nuestra selección algunos de sus sonetos iniciales, que no han
perdido belleza ni fuerza ni frescura:

91
Bibliografía de Jorge Rojas: "La forma de su huída"
(Bogotá, ed. Centro, 1939); "Rosa de Agua" (Bogotá, ed. Centro,
1941); "Cinco poemas" (Bogotá, Litografía Colombia, 1942);
"Parábola del Nuevo Mundo" (Ciudad Trujillo, 1945); "Poemas"
(Bogotá, ed. Santa Fe, 1946); "La invasión de la noche" (México,
1946); "Soledades" (Bogotá, ed. Iqueima, 1948); "Soledades II"
(Bogotá, ed. Iqueima, 1965).
EL AGUA

Beso sin labio, novia en tu desvelo


esperando una boca que te beba;
y niña aún sin un cántaro te lleva
arrullada en los brazos bajo el cielo.

Llueve, y el mundo goza de tu vuelo;


danza la espiga, ábrese la gleba
y es más dulce cantar cuando se prueba
tu líquido que sabe a nuestro suelo.

Saltando entre los juncos extraviada


en busca de la sed, corza ligera,
has quedado en mi mano aprisionada.

No importa que quien te haga prisionera


te dé su forma, sigue alborozada
persiguiendo tu forma verdadera.

Este soneto conserva el tono y el ademán propio de "Piedra y Cielo".


Hermosamente, los versos corren sueltos, a la manera del agua que ellos cantan,
y se tornan transparentes. Los dos tercetos son de evidente belleza.
Otras veces Rojas, sin llegar a un ajuste pleno, nos deja entrever un personal
mundo lírico, como en los "Momentos de la Doncella", tres sonetos que, a un
tiempo, resumen a este poeta en su primera época y al piedracielismo:

MOMENTOS DE LA DONCELLA

1. El Sueño

Dormida así, desnuda, no estuviera


más pura bajo el lino. La guarece
ese mismo abandono que la ofrece
en la red de su sangre prisionera.

Y ese espasmo fugaz de la cadera


y esa curva del seno que se mece
con el vaivén del sueño y que parece
que una miel tibia y tácita lo hinchiera.

Y esa pulpa del labio que podría


nombrar un fruto con la voz callada
pues su propia dulzura lo diría.

Y esa sombra de ala aprisionada


que de sus muslos claros volaría
si fuese la doncella despertada.

2. El Espejo

Retrata el agua dura su indolencia


en la quietud sin peces ni sonidos;
y copian los arroyos detenidos
sus rodillas sin mancha de violencia.

Sumida en esa fácil transparencia,


ve sus frutos apenas dorecidos,
y encima de su alma endurecidos
por curva miel y cálida presencia.

Con un afán de olas, blandamente,


cada rayo de luz quiere primero
reflejarla en la estática corriente.

Y el pulso entre sus venas prisionero


desata su rumor y ella se siente
a la orilla de un río verdadero.

3. La Muerte

Igual que por un ámbito cerrado


donde faltara el aire de repente,
volaba una paloma por su frente
y por su sexo apenas sombreado.

Y por su vientre de cristal - curvado


como un vaso de lámpara - caliente
el óleo de su sangre, dulcemente,
quedó de su blancura congelado.

Sus claras redondeces, abolidas,


bajo la tierra al paladar del suelo,
entregaron sus mieles escondidas.

Y alas y velas sin el amplio cielo


de su mirada azul, destituídas
fueron del aire y fueron de su vuelo.

LECCION DEL MUNDO

A mi hija María Eugenia

Este es el cielo de azulada altura


y este el lucero y esta la mañana
y esta la rosa y esta la manzana
y esta la madre para la ternura.

Y esta la abeja para la dulzura


y este el cordero de la tibia lana
estos la nieve de blancura vana
y el surtidor de líquida hermosura.

Y esta la espiga que nos da la harina


y esta la luz para la mariposa
y esta la tarde donde el ave trina:

Te pongo en posesión de cada cosa


callándote tal vez que está la espina
más cerca del dolor que de la rosa.

Después de esta primera "manera" de Rojas, el poeta halla una veta más
personal, más segura. Apartándose, en cierto modo, de su tendencia inicial, gana
en intensidad poética al abandonar los moldes tradicionales. Su "Salmo de los
árboles" tiene momentos muy tiernos y conmovedores, dentro de un poema que
se desenvuelve con metáforas originales y emoción auténtica. No es solo
descripción de los árboles, sino paisaje fundido con el sentimiento del autor, en
comunicación con la naturaleza:

EL SALMO DE LOS ARBOLES

Si quieres acercarte más a mi corazón


rodea tu casa de árboles.

Y sentirás el júbilo de la flor incipiente


mientras menos lograda más lejos de la muerte.

Escucharás las cosas pequeñas que yo escucho


cuando cae la tristeza sobre los campos húmedos.

El grillo que devana su pequeña madeja


de soledad y extiende su música en la hierba.

Y verá tu pupila la aventura del vuelo,


la fatiga del ala bajo el plumaje trémulo.

Planta delgados álamos, donde sus sombras midan


el césped silencioso y el agua cantarina,

y el quieto surtidor verde de los saúces


para que la tristeza caiga en tus ojos dulces.

El huso de los pinos donde la sombra crece


que hile la blandura de los atardeceres.

Y cuando esté maduro el silencio del bosque


pártelo como un fruto, pronunciando mi nombre.

Que sostengan los árboles la lluvia entre sus ramas


con la misma dulzura con que se toca un arpa.

Y hasta en la oscura noche, cada tallo en aroma


te entregue la delicia de las futuras pomas.

Y las redondas bayas -madurez y deseo-


pendan de los flexibles gajos de los ciruelos.

Y decoren de plata sus hojas las acacias


como si amaneciera la luna entre las ramas.

Que la flor del magnolio, al alto mediodía,


un loto te recuerde bajo la luz tranquila.

Y la savia palpite si grabas en los robles


el contorno perfecto de nuestros corazones.

El laurel, aún sin frente que aprisionar, recuerde


a tus manos la ausente materia de mis sienes.

Y el mimbre que se doble tierno sobre el estanque


como si en él quisiera ver el vuelo de un ave.

Despertarán entonces al vaivén de las ramas


más pájaros que cantos caben en la mañana.

Y la luz será lira sostenida en el aire,


iniciación del alba, límite de la tarde.

Acércate al rumor del viento entre los árboles,


amada, y sentirás el rumor de mi sangre.

Darío Samper es uno de los poetas menores del grupo de "Piedra y Cielo". Es
la suya una poesía fina, bien estructurada, o versificada, especialmente en sus
romances. Sin embargo, no llega a la altura de Carranza, Camacho Ramírez o
Rojas.
Al recorrer cuidadosamente su obra poética92, encontramos ecos, reflejos
poéticos, metáforas muy bellas, pero, en realidad, pocos poemas antológicos. Es
una lírica que mantiene su tensión, su nivel, sin rebasarlos93.

92
Bibliografía de Darío Samper: "Cuaderno del Trópico"
(Bogotá, Ministerio de Educación, sin año); "Habitante de su
imagen" (Bogotá, Ed. Centro, 1940); "Gallo fino - Poemas de tierra
caliente" (Tunja, Imp. Oficial, Boyacá, 1942; Instituto Caro y
A veces, en sus mejores instantes, la poesía de Darío Samper es tributaria del
"Romancero Gitano" de Federico García Lorca, que lo influye de manera muy
directa, como en el romance que incluímos a continuación por ser un ejemplo
muy revelador de su mundo poético:

BAMBUCO

Por los montes de la luna


va un jinete desbocado;
en un río de luceros
se detiene su caballo.

Un ángel negro de América


con espuelas de zafiro
lleva un cocuyo en la mano
para alumbrarle el camino.

El gallo cantó en la venta


con un clarín afinado;
sangró el costado del alba
con el cuchillo del canto.

Ya llega el jinete al río,


ya cruza el caballo el puente;
la noche huele a tabaco
y los vientos a aguardiente.

La guitarra está dormida


no la vaya a despertar;
tiene en la boca la música
cansada de suspirar.

Cuervo, 1971).
93
Darío Samper (nacido en Boyacá en 1913) ha escrito
numerosos poemas de carácter político (la mayor parte de ellos
inéditos), pero los que hemos conocido no nos convencen desde el
punto de vista poético: es, sin embargo, una veta de la poesía que
debemos registrar.
Salga la niña a la puerta
con su trenza de azabache.
Salga con su cinta azul
y con su clavel de sangre.

Otro poeta "menor" del grupo piedracielista es Gerardo Valencia94. Su obra


poética es reducida95. Empieza publicando medianos poemas en uno de los
cuadernos de "Piedra y Cielo" con el título -ingenioso? - de "El angel desalado".
La crítica lo acoge con reservas... Después de veintisiete años de silencio, publica
otros dos volúmenes de versos. En ellos se revela como "poeta diáfano,
desprovisto de encajes, libre de lo que pueda considerarse como demagogia
poética", según ha expresado Fernando Charry Lara - haciendo tácitamente el
paralelo con otros poetas piedracielistas.
Es la de Gerardo Valencia una obra fina y pura, conscientemente elaborada,
de suave emoción: "poesía edificada con tan puros elementos - dice Eduardo
Carranza - que fracasan ante ella las argucias del crítico".
Un hermoso poema sobre el hijo sirve para mostrar al lector estas calidades
líricas de Gerardo Valencia:

MENSAJE A TODOS LOS HOMBRES

Este hijo fué un pacto


que yo hice con Dios.
El le daría su aliento,
su carne pura yo.

Luché por él, sufrí por él:


pudo haber nacido o no.
Pero yo se lo debía al mundo
porque estaba en deuda de amor.
94
Nace en Popayán, en 1911. Fue director de la Radio Nacional
y diplomático en La Haya; Miembro de la Academia de la Lengua.
95
Bibliografía de Gerardo Valencia: "El Angel desalado"
(Bogotá, ed. Centro, 1940); "Un gran silencio" (Bogotá, imprenta
del Instituto Caro y Cuervo, 1967); "Libro de las ciudades"
(Bogotá, Gráficas París, 1972).
Una mujer regó su sangre
para impulsar su corazón:
por largo tiempo estuvo herida
esperando tu tenue voz.

Luchó por él, sufrió por él,


se lo debíamos los dos.
Oid ahora mi proclama,
oid ahora mi oración:

Con este hijo que os entrego


prenda de paz os doy.
Yo lo engendré para la vida,
para la muerte oscura nó.

No para el mal ni para el odio,


que lo engendré para el amor.
Tened en cuenta lo que os digo
cuando os entrego este varón:

Que nadie cierre los caminos


que abrió a los hombres la ilusión;
que nadie robe su derecho
para la dicha o el dolor.

Es como un pacto que os propongo


para la humana comprensión:
es un amigo que os entrego,
abridle un sitio bajo el sol.

Capítulo IX

EL GRUPO DE CANTICO

Poco tiempo después de "Piedra y Cielo" surge un nuevo grupo de escritores


y poetas. Sus primeros volúmenes aparecen diez años después de los iniciales
de los "piedracielistas". Corren los años de 1944 y 1945. Los poetas del nuevo
ciclo nunca tuvieron un mensaje común ni un estilo similar. Ni lanzaron
manifiestos para exponer su credo estético. Aislados, trabajaron por su cuenta y
riesgo. Y si recibieron diversas y comunes influencias (de "Los Nuevos, del
surrealismo, de Neruda, de los poetas españoles y de los piedracielistas),
después cada uno fue buscando su voz propia.
Fueron, así, poetas que no constituyeron "grupo". Y sería erróneo hablar de
una nueva "generación". Un tanto arbitrariamente, podría hablarse de los poetas
de "Cántico", título de la gran obra de don Jorge Guillén. Con ese título general, la
Librería Siglo XX, de Rafael Naranjo Villegas, publicó, bajo la dirección del poeta
y novelista Jaime Ibáñez, una serie de cuadernos poéticos.

Entre los poetas de "Cántico" -llamados también "Cuadernícolas"- sobresale


Fernando Charry Lara, nacido en 1920, en Bogotá96. Con su extraordinaria voz
lírica abrimos este nuevo ciclo. Charry crea una poesía voluntariamente opaca,
de vagas resonancias, de íntimos ecos emocionales. Su mundo está habitado por
fantasmas, por borrosas figuras, perdidos aromas. Poesía esencialmente
nocturna, jamás a plena luz, siempre en penumbra: es un secreto lirismo de
"nocturnos y sueños". Poesía contenida, pura, auténtica, es la que emana de un
temperamento hondamente romántico que se expresa a través de una
sensibilidad actual.
En sus versos iniciales - los del cuaderno que publicara en "Cántico" - se
advierte una clara influencia de Aurelio Arturo y de Vicente Aleixandre, el gran
poeta español que prologará más tarde "Nocturnos y otros sueños", dejando allí
testimonio de sus afinidades líricas, de sus mundos poéticos limítrofes. En este
nuevo libro y en otros sucesivos97, Charry Lara afirma su acento, depura su voz,
su vago y tierno ademán. Busca, con insistencia, las esencias poéticas, más allá
de formas y modas98, en duro trabajo con el lenguaje. Rescatar la emoción
96
Ha sido director de la Radiodifusora Nacional y de la
Extensión Cultural de la Universidad Nacional. Vivió algún tiempo
en México. Es abogado y ejerce su profesión.
97
Bibliografía de Fernando Charry Lara: "Poemas", colección
"Cántico" (Bogotá, ed. Santafé, 1944); "Nocturnos y otros Sueños"
(Bogotá, ed. ABC, 1949); "Los Adioses" (Bogotá, imp. Nacional,
1963). En "Golpe de Dados", revista de la cual es co-fundador,
también han aparecido poemas de Charry.
98
En esta actitud, por fuera de toda moda poética, Charry
Lara revela una reacción clara y consciente contra "Piedra y
Cielo". De ello ha dejado también testimonio en excelentes notas
perdida, a través del idioma cifrado del verso, ese es su intento. Aquel hechizo
inmaterial, subyugante, que caracteriza a la mejor poesía, su escondido misterio
diluido, su intraducible sustancia, es esto lo que, muy misteriosamente, nos
transmite Fernando Charry Lara en poemas que oscilan entre las estrofas
tradicionales, el verso libre y la prosa poemática. A veces, inclusive, intercala
versos de corte tradicional muy perfectos dentro de su vago lirismo: "rosa de
olvido entre los sueños muerta!", por ejemplo. Charry revive el sentimiento, el
sueño, la sombra insospechada. Muchas veces, es la añoranza del día que vivió y
que anda como extraviado. En ocasiones, también, lo que no ha vivido y que ha
quedado apenas como intuición fantasma, visión pura en la imaginación. La
presencia del amor y de la mujer, más directa que en Aurelio Arturo, es, sin
embargo, la que no ha sido nunca una entrega absoluta, compartida. De ahí,
cierto toque añorante, nostálgico o amargo: "solo el olvido cura de la vida". En
ese universo, desencantado, se respira un aire pesimista, un tedio infinito. De
todos modos, el acierto mágico, inconfundible, está ahí, el matiz de la expresión,
el imposible tacto, la lejana vivencia. Muchos labios, vientos, sueños, nubes,
noches, mares: todo un mundo recóndito, desasido. Lo mismo que la poesía de
Aurelio Arturo, la de Charry Lara se desenvuelve lenta, pausada, con un giro
tranquilo, en un aire sosegado.
También como en Aleixandre y en Aurelio Arturo - si insistimos en el paralelo
no es con ánimo de subrayar influencias sino cercanía temperamental pues
Charry expresa una auténtica, original personalidad - en esta poesía se mantiene
un nivel, un tono; a veces, se diría que una misma entonación casi monótona: es
una poesía igual a ellos mismos, sin otro compromiso que el de la sinceridad
integral y el de los vocablos exactos, puros.
Sin brillantes metáforas ni artificios, la poesía de Charry es un excelente
ejemplo de lirismo sin "talento"; o, como ha escrito Jorge Guillén, "sin ingenio",
sin "juego". Poesía esencial, y búsqueda - con el instrumento frágil del propio
verso - de la sustancia poética que ese verso expresa. Difícil aventura,
indescifrado enigma de un alma conmovida, expresión casi evaporada a fuerza
de ser precisa pero poesía que, al mismo tiempo, se afirma con una energía y
una evidencia que conturban.
Trasladémonos a este "país extraño":

CIELO DE UN DIA

Solo nubes el día, sólo, blancas, las nubes,

críticas.
las nubes tan lejanas y el viento que las ciñe,
las nubes y el estío que brilla en las praderas
como dora la tarde, silenciosa, mi frente.

(Tánto fulgor despierta en la memoria el sueño


de un misterioso día que embriagó el corazón
amé yo un claro cielo de tristeza sedienta
como la pesadumbre de los atardeceres;

¿Dónde estará, de qué país, de qué horizonte,


como sol extraviado entre lentos crepúsculos?
Yo lo canto, y sus nubes son el cielo perdido
que vaga en mis palabras como luz soñadora).

NOCHE DESIERTA

Ronda en la noche a veces un sordo rumor de bosques


y de raudas sombras girantes y vientos fatigados.
¿Dónde oír, dónde oírte, delirante gavilla de sueños,
sino en esta silenciosa, honda penumbra de la noche?

Rondan bosques, polvo de secas hojas y rumores, viejos caminos,


y una canción, clamante luz que descendió a los labios,
cruza de melodías extrañas y temores este sueño de piedra
de las formas dormidas. Un rudo viento y en el viento la canción.

Crece, crece el sonido de la sombra insistente.


Una brisa, una hoja resuenan en el alma con extendido eco,
y aparece un recuerdo entre mil nombres, tal un aproximar
de mariposas en las horas que llegan de las distancias a la noche.

Esta es la noche, suave mujer de quien quisiéramos rescatar


un amor antiguo, una caricia, un deseo misterioso y ardiente.
Como mujer debiera tenderse eternamente al lado
y serían de su cuerpo los perfumes nocturnos, los aromas lunares.

Algo hay sobre la tierra: olvido y esperanzas, la vida,


y un sueño crece de lo perdido, de la infancia remota
que avanza bella y lentamente, como con paso de mujer enferma,
brotando vagas voces, palabras y siluetas de humo en la memoria.
Algo hay sobre la tierra: la vida, esperanzas y olvido.
Sobre la noche un hondo, sordo rumor de bosques
que llega al corazón desierto con parajes recónditos
de maderas nocturnas, viejas ramas, aves desconocidas o siniestras.

Después todo es silencio. La noche, cerca del mar,


no dejará, contra las rocas, contra la playa, su dramático acento
de desbordantes aguas batir espuma blanca y soñolienta.
Pero lejos, entre ciudades sin orillas, un trémulo silencio arde sin fin.

Ya en estos dos poemas, el poeta nos traslada a su mundo, a su ensueño,


guiado solo por una secreta intuición. Pero no es fácil la tarea del poeta, ni lo es
la del lector. Aludiendo a Charry Lara, con frases que definen su propia lírica,
dice Aurelio Arturo: "No es poesía obvia, de fácil sonoridad, de simple
transparencia. Es un idioma de matices, cuya riqueza de sugestiones trasciende
el sentido estricto de los vocablos y las frases, para crear las entidades poéticas
que aparecen así con la sorpresiva actividad y vigencia que constituye la esencia
de la poesía".
Es lo que se evidencia en estos otros poemas de Charry Lara:

LLEGAR EN SILENCIO

Despierto en la noche lleno de palabras


como envuelta entre las llamas de la música
se levanta una casa perdida en la distancia.
Un perfume hay, un valle de silencio,
un lento roce o beso se aproximan, callando,
si llega el delirio, el fulgor solitario del insomnio.

Quiero entonces una silenciosa figura humana,


quiero un rostro hasta mi llegar, quedarse lento,
quiero unas manos, un pecho, unos devoradores labios,
todo lo que un nocturno cuerpo nos entrega.

Hasta mi habitación podría llegar


con un paso de ola o lenta nave,
prolongando el deseo, espina de las noches.
Extendería entre los terciopelos húmedos de los besos
sus cálidos brazos,
hasta no ser sino un cuerpo
abandonado calladamente sobre otro.

Hasta morir así, hasta juntar los labios, los pasos


que con los pasos míos
recorren, como también el viento de la noche,
desiertos corredores donde se oye
llorar el escondido amor entre las sombras.

TE HUBIERA AMADO

Te hubiera amado,
perfil solo, nube gris, nimbo del olvido.

Con el misterio de la mirada,


bajo la tormenta oscura de las palabras,
en la tristeza o puñal de cada beso,
hasta la ira y la melancolía,
te hubiera amado.

Ay, cuerpo que al amor se resiste


no ofreciendo su nocturno abandono a unos labios.
Sobre su piel la luna inútilmente llama,
llama inútil la noche
y el sol, inútil llama, lame
con una lengua sombría sus dos senos.

Te hubiera amado,
rostro donde el día toma su luz hermosa.
Frío, dolor, nube gris de siempre,
como un relámpago entre el sueño amanecías
sonámbula y bella atravesando
una aurora.

Tarde naval sobre el azul se extiende.


En el sueño del horizonte todo se olvida.
Vive tú aún, secreta existencia,
mía como el deseo que nunca se extingue.

Vive fuerte, relámpago que un día amanecías,


llama ahora de nieve.
Mírame aún, pero recuerda
que se olvida.

Se advierte en Charry Lara la continuidad de la onda poética. No son


"aciertos" esporádicos o imágenes logradas o versos bien hechos. Es algo
enteramente distinto. Es la unidad de su visión poética y ésta como resultante
de su temperamento, de su subjetividad. Es ello lo que el gran poeta y crítico
español Pedro Salinas mostró penetrantemente al referirse a la obra del poeta
colombiano: "... es un libro, no una mera colección de poesías, sino una visión de
la vida a través de lo poético. Tiene lo principal en un poeta: una dirección
visionaria, un modo de acercarse a las cosas, suyo..." Fue también lo que
comprobó don Jorge Guillén al leer por primera vez los poemas de Charry Lara:
"Se va desde el primero hasta el último poema con una creciente fascinación.
Una sola voz, delicadísima, dramática, nos arrastra, nos viene en ese mundo
crepuscular de claridades y profundas sombras, donde todo es a la vez alma y
universo, intimidad e inmensidad. El amor aparece junto a la desolación, y jamás
con grandilocuencia. Y jamás con frío "ingenio". Todo en estas poesías es
ardiente y delicado". Son dos conceptos felices expresados por dos altísimos
poetas, que resumen, en cierto modo, los complejos matices de este lirismo
reservado, casi para iniciados solamente ("a las minorías, siempre", decía Juan
Ramón Jiménez).

SIN DESEO

Al contemplar el día de profundas rosas,


al recordar (esa nube pasa
ahora como ayer, lejana, con olvido),
al suspirar, si acaricia, la brisa lenta como mano,
como labio que roza el aire desfallecido del atardecer.

En este sitio la rosa eterna creció lánguidamente.


Flor en las manos, viva rosa despierta,
rosa en el aire sin cesar alerta:
¡Rosa de olvido, entre los sueños muerta!
Si todo lo llena ahora un sol excesivo,
un fulgor desmedido,
un resplandor extraño que me abandona
en la llanura, tendida bajo los pies,
como mano o luz
o esbelta furia encadenada.
En soledad, a solas.

Si al contemplar el día
el reino del olvido silencioso se cumple
en las rosas de sueño pálidas y extintas,
no recordar el campo, la soledad,
la amargura de la tierra
entre el fatigado verdor tibio
llamándome.

No mas ahora, nada más, extinguirnos, morirnos,


besarnos entre ruidos
lejos del amor sin sueño ni deseo;
besarnos por tristeza lejos del amor y del olvido.

Así la vida será venir la muerte lentamente.

ENTONCES

A solas en la noche el habitante


repetirá en su sueño esta elegía.

A solas con su amor y su derrota:


la varonil tristeza de los sueños.

¡Alguien también, entonces como ahora,


en un viaje nocturno y sin regreso!

Cerramos así este análisis de la poesía de Fernando Charry Lara - sólo


definible a través de sus propios versos - que deja en el alma un aire de soledad
y nostalgia, de amor abolido y sueños entrevistos; es decir, todos aquellos
estados de ánimo que le dieron origen. "Un verso - ha escrito Vicente
Aleixandre-, suelto generalmente, otras medido, a un tiempo justo y libre, como
únicamente puede ser el signo fiel de la comunicación, expresa los anhelos de un
corazón entero que no se siente del todo distinto del medio telúrico o cósmico
que le sostiene y envuelve..."

Andrés Holguín (nacido en Bogotá, en 1918) publicó sus versos iniciales en


uno de los cuadernos de "Cántico", en 1944. Más tarde, ha ampliado su
bibliografía poética. Por razones obvias, quien estas líneas escribe no ha querido
seleccionar poemas suyos para esta "Antología Crítica".

Alvaro Mutis - algo posterior cronológicamente, tanto por la fecha de su


nacimiento, 1923, como por la de su primer libro de poemas, 1948 - ha creado
una poesía rigurosa, exigente con ella misma, y con él mismo. Su intento,
tesonero, ha sido el de lograr una alta poesía, actual, sutil, de raíz, depurada.
Respondiendo a nuestra solicitud, Mutis sintetiza así sus datos biográficos y
bibliográficos: "Nací en Bogotá en 1923. Hice mis primeros estudios en Bruselas.
Regresé a Bogotá y traté infructuosamente de terminar bachillerato en el
Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. El billar y la poesía pudieron más
y jamás alcancé el ansiado cartón de bachiller. Allí asistí a las inolvidables clases
de Literatura que dictaba Eduardo Carranza; a él le debo mi devoción por la
poesía y por la poesía española en particular. Jamás olvidaré esas clases de
Carranza llenas de un entusiasmo y un servicio devoto y total a las letras, que
aún hoy conservo gracias a él. Publiqué mi primer volumen - no olvides que soy
de los cuadernícolas-, el 8 de abril de 1948; se titulaba "La Balanza" y lo
compartí con Carlos Patiño. El nueve ardió la edición. No creo que la ira popular
se ensañara con nuestro humilde opúsculo. Pura casualidad pirófaga. En 1953
apareció en la editorial Losada, en su colección "Poetas de España y América"
que dirigía Alberti, mi libro "Los elementos del Desastre". Viajé a México en
1956 en donde resido desde entonces. En México publiqué en 1959 "Diario de
Lecumberri", narraciones en prosa publicadas por la Universidad Veracruzana
en su Colección Ficción y en 1964 ERA me publica "Los trabajos Perdidos",
poesía. En 1973 aparecieron simultáneamente "Summa de Maqroll el Gaviero"
en Barral Editores de Barcelona, que reúne toda mi poesía escrita hasta ahora, y
"La Mansión de Araucaíma", publicada por Editorial Sudamericana y que reúne
relatos en prosa. Trabajo ahora en un breve libro de poemas titulado "Lieder de
una corte perdida" de los cuales ha publicado "Golpe de Dados" algunas
muestras... Nunca he participado en política, no he votado jamás y el último
hecho político que me preocupa de veras es la caída de Bizancio en manos de los
infieles en 1453..."
Alvaro Mutis se inicia débilmente, con aquel libro que publicó conjuntamente
con Carlos Patiño, "La Balanza". Pero después, profundizando en su interioridad
y en el mundo, sueltas ya sus amarras - sobre todo al contacto con México-,
descubre una nueva poesía y una nueva crítica (todo lo que simboliza
admirablemente Octavio Paz). Varios libros, los que el propio poeta enumera
atrás, son el testimonio de nuevas experiencias y ritos poéticos. Su obra toma
también diversos rumbos. Poemas como "El Miedo" y "Moirologhía" son
antológicos: fruto natural de una prolongada, desvelada labor poética. Con duro
trabajo, pero sin aparente esfuerzo, estos poemas, estas amplias prosas poéticas,
van apareciendo, anudándose, haciéndose cada vez más complejas, densas y
sutiles poéticamente. Penetremos, ante todo, en este universo lírico a través de
los dos poemas ya mencionados.

EL MIEDO

Bandera de ahorcados, contraseña de barriles,


capitana del desespero, bedel de sodomía, oscura
sandalia que al caer la tarde llega hasta mi hamaca.

Es entonces cuando el miedo hace su entrada.


Paso a paso la noche va enfriando los tejados de
cinc, las cascadas, las correas de las máquinas, los
fondos agrios de miel empobrecida.
Todo, en fin, queda bajo su astuto dominio.
Hasta la terraza sube el olor marchito del día.
Enorme pluma que se evade y visita otras comarcas.
El frío recorre los más recónditos aposentos.
El miedo inicia su danza. Se oye el lejano y manso
zumbido de las lámparas de arco, ronroneo de planetas.

Un dios olvidado mira crecer la hierba.


El sentido de algunos recuerdos que me invaden, se
me escapa dolorosamente: playas de tibia ceniza,
vastos aeródromos a la madrugada, despedidas
interminables.
La sombra levanta ebrias columnas de pavor.
Se inquietan los písamos.
Sólo entiendo algunas voces.
La del ahorcado de Cocora, la del anciano minero
que murió de hambre en la playa cubierto inexplicablemente por brillantes
hojas de plátano; la de los
huesos de mujer hallados en la cañada de La Osa;
la del fantasma que vive en el horno del trapiche.

Me sigue una columna de humo, árbol espeso de ardientes raíces.


Vivo ciudades solitarias en donde los sapos mueren
de sed. Me inicio en misterios sencillos elaborados
con palabras transparentes.

Y giro eternamente alrededor del dijunto capitán de


cabellos de acero.
Mías son todas estas regiones, mías son las agotadas
familias del sueño. De la casa de los hombres no sale
una voz de ayuda que alivie el dolor de todos mis
partidarios.

Su dolor diseminado como el espeso aroma de los zapotes maduros.

El despertar viene de repente y sin sentido. El miedo se desliza


vertiginosamente, para tornar luego con nuevas y abrumadoras energías.

La vida sufrida a sorbos; amargos tragos que lastiman hondamente, nos toma
de nuevo por sorpresa.

La mañana se llena de voces:


voces que vienen de los trenes
de los buses de colegio
de los tranvías de barriada
de las tibias frazadas tendidas al sol
de las goletas
de los triciclos
de los muñequeros de vírgenes infames
del cuarto piso de los seminarios
de los parques públicos
de algunas piezas de pensión
y de otras muchas moradas diurnas del miedo.

MOIROLOGHIA99

Un cardo amargo se demora para siempre en tu garganta


¡oh Detenido!
Pesado cada uno de tus asuntos
no perteneces ya a lo que tu interés y vigilia reclamaban.
Ahora inauguras la fresca cal de tus nuevas vestiduras,
ahora estorbas, ¡Oh Detenido!
Voy a enumerarte algunas de las especies de tu nuevo reino
desde donde no oyes a los tuyos deglutir tu muerte
y hacer memoria melosa de tus intemperancias.
Voy a decirte algunas de las cosas que cambiarán para tí,
¡oh yerto sin mirada!
Tus ojos te serán dos túneles de viento fétido,
quieto, fácil, incoloro.
Tu boca moverá pausadamente la mueca de su desleimiento.
Tus brazos no conocerán más la tierra y reposarán en cruz,
vanos instrumentos solícitos a la carie acre que los invade.
¡Ay, desterrado! Aquí terminan todas tus sorpresas,
tus ruidosos asombros de idiota.
Tu voz se hará del callado rastreo de muchas y diminutas bestias de color
pardo,
de suaves derrumbamientos de materia polvosa ya y elevada en pequeños
túmulos
que remedan tu estatura y que sostiene el aire sigiloso y ácido de los
sepulcros.
Tus firmes creencias, tus vastos planes
para establecer una complicada fe de categorías y símbolos;
tu misericordia con otros, tu caridad en casa,
tu ansiedad por el prestigio de tu alma entre los vivos,
tus luces de entendido,
en qué negro hueco golpean ahora,
cómo tropiezan vanamente con tu materia en derrota.
De tus proezas de amante,

99
Moirologhía es un lamento o treno que cantan las mujeres
del Peloponeso alrededor del féretro o la tumba del difunto.
de tus secretos y nunca bien satisfechos deseos,
del torcido curso de tus apetitos,
qué decir, ¡oh sosegado!
De tu magro sexo encogido sólo mana ya la linfa rosácea de tus glándulas,
las primeras visitadas por el signo de la descomposición.
¡Ni una leve sombra quedará en la caja para testimoniar tus concupiscencias!
"Un día seré grande..." solías decir en el alba
de tu ascenso por las jerarquías.
Ahora lo eres, ¡oh Venturoso! y en qué forma.
Te extiendes cada vez más
y desbordas el sitio que te fuera fijado
en un comienzo para tus transformaciones.
Grande eres en olor y palidez,
en desordenadas materias que se desparraman y te prolongan.
Grande como nunca lo hubieras soñado,
grande hasta sólo quedar en tu lugar, como testimonio de tu descanso,
el breve cúmulo terroso de tus cosas más minerales y tercas.
Ahora, ¡oh tranquilo desheredado de las más gratas especies!,
eres como una barca varada en la copa de un árbol,
como la piel de una serpiente olvidada por su dueña en apartadas regiones,
como joya que guarda la ramera bajo su colchón astroso,
como ventana tapiada por la furia de las aves,
como música que clausura una feria de aldea,
como la incómoda sal en los dedos del oficiante,
como el ciego ojo de mármol que se enmohece y cubre de inmundicia,
como la piedra que da tumbos para siempre en el fondo de las aguas,
como trapos en una ventana a la salida de la ciudad,
como el piso de una triste jaula de aves enfermas,
como el ruido del agua en los lavatorios públicos,
como el golpe a un caballo ciego,
como el éter fétido que se demora sobre los techos
como el lejano gemido del zorro
cuyas carnes desgarra una trampa escondida a la orilla del estanque,
como tanto tallo quebrado por los amantes en las tardes de verano,
como centinela sin órdenes ni armas,
como muerta medusa que muda su arco iris por la opaca leche de los
muertos,
como abandonado animal de caravana,
como huella de mendigos que se hunden al vadear una charca que protege su
refugio,
como todo eso ¡oh varado entre los sabios cirios!
¡Oh surto en las losas del ábside!

En medio de la poesía colombiana, tan apegada a temas y fórmulas


tradicionales, o abolidas del todo en otras latitudes, esta obra de Mutis tiene un
sabor actual, es una de las pocas en que se respira el aire de finales del siglo XX.
Es, por lo demás, una poesía desnuda que - como ha dicho Fernando Charry
Lara - "no cede a expresarse con fórmulas impuestas por la comodidad o la
costumbre". El poeta tiene -agrega - "una rara condición verbal... se reconoce un
trabajo secreto por descubrir la esencial función delatora del lenguaje".
Poesía acre, a veces violenta en su expresión, de un patetismo que se alía a
cierto humorismo amargo. Poesía muchas veces sórdida, desolada, nihilista, que
describe un mundo sombrío, el de todos los días-hoteles, prostíbulos, basuras,
cuartos en desorden, sudores y humores inconfesables. La poesía no se evade de
todo ello. Penetra en este universo de podredumbre, en descomposición - algún
parentesco tiene con el mundo en desintegración de las "Residencias" Pablo
Neruda - , en el cual está inserto el hombre, con su pobre carga de carne y
sueños, con su sexo triste o su maltratada angustia.
Lo que asigna un sabor más vivo a esta poesía, a veces siniestra, es que el
lector o el oyente tiene la convicción de que es el fruto inmediato de una
experiencia. En este sentido, nada menos literario que la literatura de Mutis, que
es, en esencia, una obra comprometida, ante todo consigo mismo, con sus
vivencias.
Estos rasgos se evidencian en poemas como "Los elementos del desastre" y
los otros que incluímos en nuestra selección antológica. En todos ellos puede
encontrarse un poeta - como ha escrito Octavio Paz - "rico sin ostentación y
despilfarro... amor a la palabra, desesperación ante la palabra, odio a la palabra:
extremos del poeta".
Oigamos de nuevo su voz:

LOS ELEMENTOS DEL DESASTRE

Una pieza de hotel ocupada por distracción o prisa, cuán pronto nos revela
sus proféticos tesoros. El arrogante granadero, "bersagliere" funambulesco, el
rey muerto por los terroristas, cuyo cadáver despernancado en el coche, se
mancha precipitadamente de sangre, el desnudo tentador de senos argivos y
caderas 1.900, la libreta de apuntes y los dibujos obscenos que olvidara un
agente viajero. Una pieza de hotel en tierras de calor y vegetales de tierno
tronco y hojas de plateada pelusa, esconde su cosecha siempre renovada tras el
pálido orín de las ventanas.

No espera a que estemos completamente despiertos. Entre el ruido de dos


camiones que cruzan veloces el pueblo, pasada la medianoche, fluye la música
lejana de una humilde vitrola que lenta e insistente nos lleva hasta los años de
imprevistos sudores y agrio aliento, al tiempo de los baños de todo el día en el
río torrentoso y helado que corre entre el alto muro de los montes. De repente
calla la música para dejar únicamente el bordoneo de un grueso y tibio insecto
que se debate en su ronca agonía, hasta cuando el alba lo derriba de un golpe
traicionero.

Nada ofrece de particular su cuerpo. Ni siquiera la esperanza de una vaga


armonía que nos sorprenda cuando llegue la hora de desnudarse. En su cara, su
semblante de anchos pómulos, grandes ojos oscuros y acuosos, la boca enorme
brotada como la carne de un fruto en descomposición, su melancólico y torpe
lenguaje, su frente estrecha limitada por la pelambre salvaje que se desparrama
como maldición de soldado. Nada más que su rostro advertido de pronto desde
el tren que viaja entre dos estaciones anónimas; cuando bajaba hacia el cafetal
para hacer su limpieza matutina.

Los guerreros, hermano, los guerreros cruzan países y climas con el rostro
ensangrentado y polvoso y el rígido ademán que los precipita a la muerte. Los
guerreros esperados por años y cuya cabalgata furiosa nos arroja a la
medianoche del lecho, para divisar a lo lejos el brillo de sus arreos que se pierde
allá, más abajo de las estrellas.
Los guerreros, hermano, los guerreros del sueño que te dije.

5
El zumbido de una charla de hombres que descanzaban sobre los bultos de
café y mercancías, su poderosa risa al evocar mujeres poseídas hace años, el
recuento minucioso y pausado de extraños accidentes y crímenes memorables,
el torpe silencio que se extendía sobre las voces, como un tapete gris de hastío,
como un manoseado territorio de aventura... todo ello fue causa de una vigilia
inolvidable.

La hiel de los terneros que macula los blancos tendones palpitantes del alba.

Un hidroavión de juguete tallado en blanda y pálida madera sin peso, baja


por el ancho río de corriente tranquila, barrosa. Ni se mece siquiera,
conservando esa gracia blanca y sólida que adquieren los aviones al llegar a las
grandes selvas tropicales. Qué vasto silencio impone su terso navegar sin estela.
Va sin miedo a morir entre la marejada rencorosa de un océano de aguas frías y
violentas.

Me refiero a los ataúdes, a su penetrante aroma de pino verde trabajado con


prisa, a su carga de esencias en blanda y lechosa descomposición, a los
estampidos de la madera fresca que sorprenden la noche de las bóvedas como
disparos de cazador ebrio.

Cuando el trapiche se detiene y queda únicamente el espeso borboteo de la


miel en los fondos, un grillo lanza su chillido desde los pozuelos de agrio
guarapo espumoso. Así termina la pesadilla de una siesta sofocante, herida de
extraños y urgentes deseos despertados por el calor que rebota sobre el dombo
verde y brillante de los cafetales.

10

Afuera, al vasto mar lo mece el vuelo de un pájaro dormido en la hueca


inmensidad del aire.
Un ave de alas recortadas y seguras, oscuras y augurales, el pico cerrado y
firme, cuenta los años que vienen como una gris marea pegajosa y violenta.

11

Por encima de la roja nube que se cierne sobre la ciudad nocturna, por
encima del afanoso ruido de quienes buscan su lecho, pasa un pueblo de bestias
libres en vuelo silencioso y fácil.
En sus rosadas gragantas reposa el grito definitivo y certero. El silencio ciego
de los que descansan sube hasta tan alto.

12

Hay que sorprender la reposada energía de los grandes ríos de aguas pardas
que reparten su elemento en las cenagosas extensiones de la selva, en donde se
crían los peces más voraces y las más blandas y mansas serpientes. Allí se
desnuda un pueblo de altas hembras de espalda sedosa y dientes separados y
firmes con los cuales muerden la dura roca del día.

GRIETA MATINAL

Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu miseria.
Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus diferencias,
la singular agudeza de sus bordes.
Ampárate en los suaves ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada rada
cada boya, cada señal desde la cálida tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su costumbre.
Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia
envuélvete en el manto tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los otros
ni que la prolonguen abusivamente los tuyos.
Que te sea como agua bautismal
brotada de las grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los mataderos.
Que se confunda con tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde ahora los capítulos de tu muerte
los elementos de tu más certero abandono.
Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria
y no permitas que se evada por distracción o engaño.
Aprende a reconocerla hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las finas hojas del carbonero,
el abrirse de las flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.
No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla para las horas de tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra.

"UN BEL MORIR..."

De pie en una barca detenida en medio del río


cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.
Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuranza.
Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por su botellas vacías.
Para entonces quedará bien poco de nuestra historia,
algunos retratos en desorden,
unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.
Todo irá desvaneciéndose en el olvido
y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos abrazos.

En todos estos poemas emplea Mutis, sin duda, un lenguaje "no convencional,
nutrido de algunos modernos (Conrad, Saint-John Perse), lenguaje revelador de
una conciencia lúcida ante sus propias desgarraduras", como ha escrito José de
la Colina, que "lo emparentan con lo mejor del surrealismo".
Para terminar, transcribimos a continuación un hermoso y revelador relato
poemático de Alvaro Mutis, el titulado "Viaje", que data del año 1948 y sirve de
antecedente - por su estilo y su mezcla de naturalismo y leyenda - a algunos de
los mejores pasajes del realismo maravilloso de Gabriel García Márquez:

EL VIAJE

No sé si en otro lugar he hablado del tren del que fui conductor. De todas
maneras, es tan interesante este aspecto de mi vida, que me propongo referir
ahora cuáles eran algunas de mis obligaciones en ese oficio y de qué manera las
cumplía.
El tren en cuestión salia del páramo el 20 de febrero de cada año y llegaba al
lugar de su destino, una pequeña estación de veraneo situada en tierra caliente,
entre el 8 y el 12 de noviembre. El recorrido total del tren era de 122 kilómetros,
la mayor parte de los cuales los invertia descendiendo por entre brumosas
montañas sembradas integramente de eucaliptos. (Siempre me ha extrañado
que no se construyan violines con la madera de ese perfumado árbol de tan
hermosa presencia. Quince años permanecí como conductor del tren y cada vez
me sorprendía deliciosamente la riquísima gama de sonidos que despertaba la
pequeña locomotora de color rosado, al cruzar los bosques de eucaliptos).
Cuando llegábamos a la tierra templada y comenzaban a aparecer las
primeras matas de plátano y los primeros cafetales, el tren aceleraba su marcha
y cruzábamos veloces los vastos potreros donde pacían hermosas reses de
largos cuernos. El perfume del pasto "yaraguá" nos perseguía entonces hasta
llegar al lugarejo donde terminaba la carrilera.
Constaba el tren de cuatro vagones y un furgón, pintados todos de color
amarillo canario. No había diferencia alguna de clases entre un vagón y otro,
pero cada uno era invariablemente ocupado por determinadas gentes. En el
primero iban los ancianos y los ciegos; en el segundo los gitanos, los jóvenes de
dudosas costumbres y, de vez en cuando, una viuda de furiosa y postrera
adolescencia; en el tercero viajaban los matrimonios burgueses, los sacerdotes y
los tratantes de caballos; el cuarto y último había sido escogido por las parejas
de enamorados, ya fueran recién casados o se tratata de alocados muchachos
que habían huído de sus hogares. Ya para terminar el viaje, comenzaban a oírse
en este último coche los tiernos lloriqueos de más de una criatura y, por la
noche, acompañadas por el traqueteo adormecedor de los rieles, las madres
arrullaban a sus pequeños mientras los jóvenes padres salían a la plataforma
para fumar un cigarrillo y comentar las excelencias de sus respectivas
compañeras.
La música del cuarto vagón se confunde en mi recuerdo con el ardiente clima
de una tierra sembrada de jugosas guanábanas, en donde hermosas mujeres de
mirada fija y lento paso escanciaban el guarapo en las noches de fiesta. Con
frecuencia actuaba el sepulturero. Ya fuera un anciano fallecido en forma
repentina o se tratara de un celoso joven del segundo vagón envenenado por sus
compañeros, una vez sepultado el cadáver permanecíamos allí tres días
vigilando el túmulo y orando ante la imagen de Cristóbal Colón, Santo Patrono
del tren.
Cuando estallaba un violento drama de celos entre los viajeros del segundo
coche o entre los enamorados del cuarto, ordenaba detener el tren y dirimía la
disputa. Los amantes reconciliados, o separados para siempre, sufrían los
amargos y duros reproches de todos los demás viajeros. No es cualquier cosa
permanecer en medio de un páramo helado o de una ardiente llanura donde el
sol reverbera hasta agotar los ojos, oyendo las peores indecencias, enterándose
de las más vulgares intimidades y descubriendo, como en un espejo de dos
caras, tragedias que en nosotros transcurrieron soterradas y silenciosas,
denunciando apenas su paso con un temblor en las rodillas o una febril ternura
en el pecho.
Los viajes nunca fueron anunciados previamente. Quienes conocían la
existencia del tren, se pasaban a vivir a los coches uno o dos meses antes de
partir, de tal manera que, a finales de febrero, se completaba el pasaje con
alguna ruborosa pareja que llegaba acesante o con un gitano de ojos de
escupitajo y voz pastosa.
En ocasiones sufríamos, ya en camino, demoras hasta de varias semanas
debido a la caída de un viaducto. Días y noches nos atontaba la voz del torrente,
en donde se bañaban los viajeros más arriesgados. Una vez reconstruído el paso,
continuaba el viaje. Todos dejábamos un ángel feliz de nuestra memoria
rondando por la fecunda cascada, cuyo ruido permanecía intacto y, de repente,
pasados los años, nos despertaba sobresaltados, en medio de la noche.
Cierto día me enamoré perdidamente de una hermosa muchacha que había
quedado viuda durante el viaje. Llegado que hubo el tren a la estación terminal
del trayecto, me fugué con ella. Después de un penoso viaje, nos establecimos a
orillas del Gran Río, en donde ejercí por muchos años el oficio de colector de
impuestos sobre la pesca del pez púrpura que abunda en esas aguas.
Respecto al tren, supe que había sido abandonado definitivamente y que
servía a los ardientes propósitos de los veraneantes. Una tupida maraña de
enredaderas y bejucos invade ahora completamente los vagones y los azulejos
han fabricado su nido en la locomotora y el furgón.

De los otros poetas de "Cántico" es poco lo que hay que decir, pues algunos
de ellos derivaron del todo hacia el periodismo (Eduardo Mendoza Varela, Saúl
Aguirre, Ovidio Rincón), otros hacia la política (como Daniel Arango, que ha sido
gobernador, parlamentario, ministro), otros hacia la radiodifusión (Alvaro
Castaño Castillo).
En muchos otros, el entusiasmo por la poesía ha sido superior a sus logros
líricos, aunque en sus obras es fácil encontrar hermosos versos.
Así ocurre con Oscar Echeverry Mejía, nacido en Ibagué en 1918, cuya obra
poética es muy abundante pero, evidentemente, desigual100; Jaime Ibáñez, quien

100
Bibliografía de Oscar Echeverry Mejía: "Destino de la voz"
(Manizales, ed. Arturo Zapata, 1942); "Canciones sin palabras"
(Bogotá, ed. Cahur, 1947); "La rosa sobre el muro" (Bogotá, ed.
Saturno, 1952); "Cielo de poesía" (Mendoza, ed. Gráficos y
Accurzio, 1952); "Toledo" (Bogotá, imp. Nacional 1958); "Viaje a
dirigió los cuadernos de "Cántico", como ya observamos, y que, después de una
brillante iniciación lírica101, se interesó más en otros géneros, como el cuento y
la novela, y también en la pintura; Edgar Orejuela Jordán (1917), autor de
"Llamarada" (1962) que ha empleado el pseudónimo de Edgardo Soria; Alvaro
Garcés Valencia que ha publicado cuatro interesantes libros de poesía; Luis
Enrique Sendoya - nacido en 1917 - , quien también a lo largo de una vasta
obra102 nos deja sobre todo algunos sonetos logrados; Alfonso Bonilla Naar,
co-autor, con Echeverry Mejía, de una interesante antología de la poesía
colombiana de los últimos tiempos; Guillermo Payán-Archer vecino al mar
desde su nacimiento (en Tumaco, Nariño, en 1921) que bien se pasea por las
islas del Caribe o deambula "solitario por Manhattan", cuya obra marinera
parece haber naufragado prematuramente103; José María Vivas Balcázar104,
nacido en 1919 y muerto tempranamente (1960), cuya obra lírica denota una

la niebla" (Madrid, Gráficos Orbe, 1958); "La llama y el espejo "


(Bogotá, ed. Minerva, 1959); "Mar de fondo" (1963); "España
vertebrada" (1968); "Humo del tiempo" (1970); "La patria
ilímite" (1971). Echeverry Mejía ha ocupado cargos diplomáticos en
España y México, consulares en Venezuela. Trabaja actualmente en
la Academia Colombiana de la Lengua.
101
Sus libros iniciales fueron "Doce ritmos" (Bogotá, Tip.
Colón, sin año); "Poemas", colección "Cántico", ed. Santafé,
1944); "Tácita Doncella " (Bogotá, ed. Santafé, 1946).
102
Principales obras: "Niebla de música" (Bogotá, ed.
Espiral, 1950); "Elegía de una ciudad muda y otros poemas"
(Bogotá, ed. Espiral, 1957); "La soledad querrera" (Bogotá, ed.
Guadalupe, 1963); "Las espadas cautivas" (1965) y "Canciones del
nuevo amanecer" (1968).
103
Bibliografía de Guillermo Payán-Archer: "La Bahía
iluminada" (Bogotá, ed. Talleres Gráficos Mundo al Día, 1944);
"Noche que sufre" (Bogotá, ed. Espiral, 1948); "Solitario en
Manhattan" (Bogotá, ed. Espiral, 1953); "La palabra del hombre"
(Bogotá. imo. Nacional, 1958); "Las cuerpos amados (Bogotá, ed.
Minoría, 1962); "Poemas del éxodo" (1968); "Los soles negros"
(1969). Payán-Archer es abogado, se ha dedicado en parte al
periodismo y en parte a la política (representante a la Cámara) y
las relaciones públicas de empresas.
104
Principales libros: "Humo azul" (1947); "Memorias del
árbol de la vida y la muerte" (1950); "El héroe ha de volver"
(1952); "Poemas" (1954); "El corazón vacío" (1960).
fina sensibilidad; Jorge Montoya Toro (1921), que tiene especiales aciertos en su
"Breviario de amor" (editado en 1952) y que ha
desarrollado, en Medellín, una amplia labor de difusión cultural; Maruja
Vieira (1922) que ha mantenido una admirable devoción por la poesía y el
periodismo105, lo mismo que Silvia Lorenzo (1923) que ha escrito sonetos de
mucha pureza y viva emoción106. Y Carmelina Soto que, después de sus poemas
iniciales de "Campanas del Alba" (1941), editó su colección de versos "Octubre"
y ha culminado su labor lírica con "Tiempo inmóvil" (1974). Por su parte, Edgar
Poe Restrepo, que público en 1940 su "Víspera del Llanto", dejó una obra
inconclusa a causa de su muerte temprana y trágica. Citemos también, en este
rápido esquema de nombres y libros, a Héctor Rojas Herazo: ha sido,
simultáneamente, poeta, pintor y novelista. Su amplio ademán estético y
humano parece querer abarcarlo todo, hombre y mundo, dando una gran
impresión de vitalidad; pero es evidente que su importancia es mayor como
novelista y cuentista que como poeta107.
Leyendo y releyendo los poemas de estos compañeros de generación o ciclo
literario - por cierto, muy abundantes - , hemos hecho una selección cuidadosa
de los que consideramos más significativos y reveladores de tendencias,
temperamentos, instantes líricos perdurables.

Eduardo Mendoza Varela (nacido en Guateque, Boyacá, en 1919) publicó su


primer libro en 1944 como varios de los integrantes de "Cántico"108. En los
105
Se inició con "Campanario de lluvia" (1947) y ha publicado
luego "Los poemas de enero" (1951), "Palabras de ausencia" (1953),
"Clave mínima" (1958), entre otros libros.
106
Nos remitimos a sus libros "Preludio" (1952); "Poemas"
(1956); "El pozo de Siquem" (1963).
107
Lo mejor de su obra poética se halla en "Rostro en la
soledad" (1952), "Tránsito de Caín" (1953), "Desde la luz
preguntan por nosotros" (1956), "Agresión de las formas contra el
ángel" (1961).
108
Bibliografía de Eduardo Mendoza Varela; "Poesías" (Bogotá,
ed. Kelly, 1944); "La ciudad junto al campo" (Bogotá, ed. Espiral,
1946); y "La parábola de Ganimedes" (Bogotá, ed. Mito, 1962).
Mendoza Varela hizo estudios de derecho, ha vivido largamente en
Roma y París (resultado de esa estadía europea es su libro "El
Mediterráneo es un mar joven"), fue diplomático en México.
temas vinculados a la naturaleza - donde se entrevé la belleza de los campos
boyacenses - encontramos sus mejores aciertos, como en la "pastoral" que aquí
incluímos, que tiene cierto sabor virgiliano:

PASTORAL

El trigo está en su punto


mientras la tarde oscila.
Rumor de la hondonada,
dulce melancolía.

Lo azul es más azul.


Sus transitorias islas
mueven en soledad
de oro, las gavillas.

Se dijera una flor


la mustia luz oblícua
que los ángeles truncan
en blancas lejanías.

Convocan los apriscos


sus nubes. Pensativas
praderas soñolientas
abrevan sus heridas.

Y levantan los bueyes


del viento sus esquilas
sobre el dulce alcacel
que aduerme sus harinas.

Nunca mi corazón
soñara más pupilas,
que en el abierto cielo
de esta apacible víspera.

Dedicado a la crítica de arte y al periodismo, dirige el


suplemento literario del periódico "El Tiempo".
Alexis, pastor blanco,
con sus gemidos hila
blando vellón que riega
su lana en la campiña.

Ven, le digo, pastor,


mi dulce prenda esquiva:
suélta la blanda mano
suave a las ubres tibias.

El niño abre su nardo


pequeño a la sonrisa.
La abeja azul del aire
sus bucles tomaría.

La tarde en lentos círculos


se ahonda en sus pupilas,
deshecha en esta suave,
dulce melancolía.

Una de las obras poéticas más extensas, entre todas las creadas en Colombia,
es la de Helcías Martán Góngora109. Muchos libros, a lo largo de treinta años, dan
cabal testimonio de su vocación lírica, de su fervor por esta tarea. Paralelamente

109
Bibliografía de Martán Góngora, nacido en Guepí en 1920:
"Evangelios del hombre y del paisaje" (Bogotá, ed. Penitenciaría
Central, 1944); "Desvelo" (Popayán; ed. Castillo, 1947); "Océano"
(Popayán: Ed. Universidad del Cauca, 1950); "Nocturnos y elegías"
(Popayán, ed. Departamento del Cauca, 1951); "Cauce" (Popayán, ed.
Departamento del Cauca, 1953); "Humano litoral" (Popayán, Ed.
Departamental del Cauca, 1954); "Lejana Patria" (Bogotá, ed.
Minerva, 1955); "Memoria de la infancia" (Bogotá, ed. Espiral,
1957); "Siesta del ruiseñor" (Bogotá, ed. Medusa, 1963);
"Encadenado a las palabras" (Bogotá, ed. Iris, 1963); "Los pasos
en la sombra" (Bogotá, ed. Medusa, 1964); "La rosa de papel"
(Bogotá, ed. Medusa, 1964); "Casa de caracol" (Bogotá, ed.
Guadalupe, 1965); "Treno" (Bogotá, ed. Bachué, 1966); "Suma
poética" (Bogotá, ed. Revista Jiménez de Quesada, 1969); "Diario
del crepúsculo" (Bogotá, ed. revista "Esparavel", 1971).
a esta producción, muy digna de alabanza, Martán Góngora ha venido
publicando una interesante revista de poesía, "Esparavel", que
infortunadamente no ha conservado siempre un nivel lírico de excelencia.
"Declaración de amor" es uno de sus poemas más logrados:

DECLARACION DE AMOR

Las algas marineras y los peces


testigos son de que escribí en la arena
tu bienamado nombre muchas veces.

Testigos las palmeras litorales,


porque en sus verdes troncos melodiosos
grabó mi amor tus claras iniciales.

Testigos son la luna y los luceros


que me enseñaron a esculpir tu nombre
sobre la proa azul de los veleros.

Sabe mi amor la página de altura


de la gaviota en cuyas grises alas
definí con suspiros tu hermosura.

Y los cielos del sur que fueron míos.


Y las islas del Sur donde a buscarte
arribaba mi voz en los navíos.

Y la diestra fatal del vendaval.


Y todas las criaturas del océano.
Y el paisaje total del litoral.

Tú sola de la mar, niña a quien llamo:


ola por el naufragio de mis besos,
puerto de amor, no sabes que te amo.

Para que tú lo sepas yo lo digo


y pongo al mar inmenso por testigo!

*
La sensibilidad poética de Daniel Arango110, unida a su fértil imaginación y a
una capacidad expresiva excepcional, habría debido darnos obras de mayor
plenitud. Su expresión literaria, tanto en verso como en prosa111, ha quedado a
medio camino, debido a la nueva dirección que ha tomado su vida - la política -
que le distancia cada día más, infortunadamente, de su mundo poético y crítico,
donde nosotros pensamos que estaba su esencial misión.
Un soneto muy bello y su "Preceptiva" son ejemplos muy significativos de su
lírica inicial, creada cuando sus compañeros de generación empezaban a
escribir y publicar sus poemas y cuadernos de "Cántico". Un ambiente
hondamente poético, un signo de misterio, un inefable acento, dentro de formas
sugerentes, musicales y puras, son los rasgos distintivos de estos poemas:

ALA DE LA MUERTE

La palidez, el hielo abandonado


sobre su propia superficie fría,
la ceniza de llanto, la agonía
de la sombra y el humo derrotado...

Lo que fue voz y ahora un dispersado


metal, un trébol de melancolía,
un insoluble grito, una tardía
rosa de compasión y un sol helado.

Y en la angustiada soledad del fuego


el inútil fulgor del ojo ciego...
y, entre la rama de la sangre, inerte,

la alta cabeza de clavel herido...

110
Nacido en Villavicencio, en el Departamento del Meta, en
1920. Además de los cargos políticos mencionados atrás, ha sido
profesor universitario durante varios años, vinculado
especialmente a la Universidad de los Andes.
111
Ya aludimos a su penetrante ensayo sobre Porfirio
Barba-Jacob en "Antorchas contra el viento" y a su estudio sobre
Silva y el Modernismo. Hasta ahora, no ha recogido en volumen ni
sus ensayos ni sus poemas.
y la mano, un lirio sometido
a la encendida nieve de la muerte.

PRECEPTIVA

"Como la luz que un espejo refleja se


te viene el alma a los ojos"
Tagore

La poesía entre las palabras


dónde vive, de qué manera?
Como la llama en el espejo
así de contenida y suelta,
precisamente como la llama
en el espejo, así de secreta,
pero desbordando el cristal
como si no la contuviera.
La miramos y la miramos
y es el espejo que parpadea,
en vez de forma, en vez de fondo,
hay una combustión serena.
La llama ha invadido el cristal
(por trasladada ya no quema),
sin ella el espejo sería
como luna que no saliera,
sin el espejo perderíamos
el influjo de su presencia.
Esto es lo mismo que el amor:
una consigna de cadena.
Necesita como el amor
unos ojos donde se vea.
De no existir aquellos ojos
o la palabra verdadera
es inútil que la poesía
venga a derribarnos las puertas.
Es inútil que tengamos amor
para la humanidad entera
porque sin ello, amigos míos,
nos quedaríamos en las tinieblas.
*

Olga Chams Heljach, nacida en Barranquilla en 1921, ha empleado desde su


adolescencia el seudónimo de "Meira del Mar". De sus viajes por el mar y su
ancestral oriente quedan reminiscencias constantes en su hermosa obra
poética112. Ejemplos ilustrativos de su mejor creación lírica son los dos poemas
que aquí incluímos:

NUEVA PRESENCIA

Venías de tan lejos como de algún recuerdo.

Nada dijiste. Nada. Me miraste los ojos.


Y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.

Desde una azul distancia me caminó las venas


una antigua memoria de palabras y besos,

y del fondo de un vago país entre la niebla


retornaron canciones oídas en el sueño.

Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.


Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.

La tarde reclinaba su frente pensativa


en las trémulas manos de los lirios abiertos

y a través de las nubes los pájaros errantes


abrían sobre el campo la página del vuelo.

112
Bibliografía de Meira del Mar: "Alba del Olvido"
(Barranquilla, editorial Mejoras, 1942); "Sitio del Amor"
(Barranquilla, ed. Mejoras, 1944); "Verdad del sueño"
(Barranquilla, ed. Arte, 1946); "Secreta Isla" (Barranquilla, ed.
Arte, 1951); "Huésped sin sombra" (Barranquilla, ed. Arte, 1971).
Meira del Mar, que reside en su ciudad natal, ha cumplido allí una
amplia labor cultural, movida siempre por su inextinguible amor
por la poesía.
Con los hombros cargados de frutas y palomas
interminablemente pasaba el mismo viento,

y en el instante claro de los bronces mi alma,


llena de ángeles, era como un sitio del cielo.

Una vez, antes, yo te había perdido.


En la noche de estrellas, o en el alba de un verso.

Una vez. No sé dónde... Y el amor fue tan sólo


encontrarte de nuevo.

VERDE MAR

De tanto quererte, mar,


el corazón se me ha vuelto
marinero.

Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.

Aquí la voz, la canción.


El corazón a lo lejos
donde tus pasos resuenan
por las orillas del puerto.

De tanto quererte, mar,


ausente me estás doliendo
casi hasta hacerme llorar...

II

Mar!
Y es como si, de pronto,
se hiciera la claridad.
Angeles desnudos. Angeles
de brisa con luz. Cantar

del agua que danza una


zarabanda de cristal.

Islas, olas, caracoles.


Grito blanco de la sal...

Y el corazón, de latido
en latido, dice: mar!

Capítulo X

EL GRUPO DE MITO

Después de los cuadernos de "Piedra y Cielo" y de aquellos otros de


"Cántico", los poetas y prosistas de avanzada encontraron un admirable medio
de difusión en la revista que fundó en Bogotá Jorge Gaitán Durán. Fué "Mito" Por
ser la publicación más significativa, nos parece que está bien tomar su nombre
para designar a un nuevo grupo de poetas, aunque algunos de ellos nada
publicaran en la citada revista. También se ha llamado a este grupo "generación
truncada" en cuanto a ella pertenecieron dos grandes poetas prematuramente
desaparecidos: Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus113. Generación
truncada y obras inconclusas. Y dos poetas unidos por su paralela obsesión de la
muerte, como hemos señalado en otra parte114.
Es conveniente detenernos en los integrantes de este nuevo ciclo de poesía.
Jorge Gaitán Durán (1924-1962) fue un poeta nato. Por su sensibilidad, su visión
del hombre y del mundo, su angustia tan auténtica y la manera de mirar las
cosas como por primera vez. Además, Gaitán Durán, alerta sobre los problemas
del mundo actual, estaba inserto - como pocos colambianos - en la historia
113
Gaitán Durán pereció en un accidente aéreo, en 1962,
cuando regresaba de Francia a Colombia; y Cote Lamus en un absurdo
accidente automovilístico, dos años después, cerca de Cúcuta.
114
Prólogo al libro "Poemas de la muerte", de Gaitán Durán y
Cote Lamus (Bogotá, ed. Tercer Mundo, 1965).
contemporánea. Diríase que él vivía la historia desde adentro. De ahí la vigencia
de su testimonio. Dotado de una infatigable curiosidad intelectual y de un poder
asombroso de asimilación y síntesis, todo lo captaba a través de sus poros, en
ósmosis con el mundo.
Gaitán Durán es, en cierto modo, el "extranjero" de Albert Camus, perplejo en
la tierra y, por lo mismo, en constante asombro, que trata de gozar íntimamente
la hora fugaz - en rebeldía contra el tiempo, la muerte y la nada -, pero con la
diferencia de que Jorge Gaitán Durán vive hondamente la experiencia del amor,
que le salva frente a la agonía quevedesca de la muerte, que es el tema de su
poesía, desde el primero hasta el último de sus libros115. Lo mismo ocurre en
Eduardo Cote Lamus desde "Los sueños" hasta "Estoraques".
Los poetas parten del amor en su más elemental y ardiente forma. Amor
juvenil que les lleva a descubrir el mundo. Y la poesía es, en esos años
adolescentes, la expresión de ese amor. Una fuerza que no dejará de animar las
páginas de uno y otro. Pero el amor conduce a la visión de la muerte. Esta niega
la vida y el amor, así sea con su distante presencia. Aniquila y resta valor por
anticipado a la existencia. Es así como la honda experiencia erótica lleva, casi
fatalmente, a la obsesión de la muerte.
En ambos poetas lo que hallamos, más patente, es esta vivencia del morir. No
es la muerte un hecho fortuito, final. Ella crece desde nuestra propia intimidad,
como lo han mostrado filósofos y poetas célebres. Pudiera pensarse que la
muerte se halla apegada a la vida, como el niño al vientre que es su primera
cuna. La muerte, como el niño, crece así lentamente, desde la raíz de cada ser
vivo.
Sin embargo, Gaitán y Cote tuvieron dos distintas vivencias del morir. En el
primero de ellos, una angustia muy viva - sin artificio literario - fue la que hizo
de él un poeta. Un ser sobrecogido ante el enigma existencial, conmovido ante el
destino propio y el de los otros. Esa angustia era, ante todo, la de ese lento morir
- en plena juventud. Al frente de sus poemas, Gaitán insertó una frase de
Quevedo116 inmensamente reveladora de su propia actitud. Jorge Gaitán vive la

115
Bibliografía de Gaitán Durán: "Insistencia en la Tristeza"
(Bogotá, ed. Kelly, 1946); "Presencia del hombre" (Bogotá, ed.
Espiral, 1947); "Asombro" (Bogotá, ed. Antares, 1950); "El
Libertino" (Bogotá, ed. Mito, 1959); "Si mañana despierto"
(Bogotá, ed. Antares, 1961); "Los Hampones" (ópera, con música de
Luis Antonio Escobar, 1961); "Poesía Escogida" (Cúcuta, Imp.
Departamental, 1963).
116
"Eso no es la muerte, sino los muertos, o lo que queda de
los vivos. Estos huesos son el dibujo sobre que se labra el cuerpo
muerte, que le tortura y le torna inexplicable el mundo. Pero, ante ese enigma
indescifrable, el vivir se torna más intenso, más afanoso el goce, más cierto el
amor. La bella vida está allí, delante de él. Es "el verano", ese símbolo tan
frecuente en su poesía:

"Sé que estoy vivo en este bello día


acostado contigo. Es el verano..."

El verano, el fuego dentro y fuera. El deseo y la mujer y la hermosura del


mundo. La sangre y el rojo vino. Es "el esplendor del mundo cierto" como dice
en un soneto. Pero, en medio de ese fulgor y esa embriaguez, ese universo
deslumbrante, la angustia se infiltra en el alma, se anuda en la conciencia. Y
enturbia ese fulgor, esa embriaguez, ese verano interno y externo. Enturbia la
sangre y enturbia el vino.
Porque en Gaitán Durán la muerte está vista sin esperanza. Ni liberación ni
patria más hermosa. No es nunca la ilusión de don Antonio Machado:

"Y encontrarás una mañana pura


amarrada tu barca a otra ribera".

Porque no hay ribera. Quizá la muerte solo sirva para liberarlo del "afán
infinito". Llenamos esta "nada con las nubes". La esperanza es apenas un sueño,
"el sueño que puedo ser si mañana despierto / y sé que vivo". El título de su
obra esencial, "Si mañana despierto", indica simultáneamente esa obsesión
mortal y esa esperanza en que el poeta no puede creer. Paradójicamente, esa
convicción es la que hace cobrar nueva razón de ser al existir. La conciencia de
la nada le asigna un nuevo sentido al vivir. Todo ello está unido en Jorge Gaitán a
su instintivo filosofar, una actitud de libre rebeldía espiritual.
En cambio, en la poesía de Eduardo Cote Lamus la muerte está contemplada,
más que con angustia, con cierto amor, con cierta ternura, si pudiera decirse. El
poeta simplemente comprueba el morir. Se ha aproximado a la más elemental

del hombre. La muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos


vuestra muerte. Tiene la cara de cada uno de vosotros, y todos
sois muertes de vosotros mismos... Y lo que llamáis morir es
acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo
que llamáis vivir es morir viviendo. Si esto entendiérades así,
cada uno de vosotros estuviera mirando en sí la muerte cada día y
la ajena en el otro..." Quevedo (El sueño de la Muerte).
belleza del campo, ha conocido la franca y abierta amistad y el amor; pero
pronto surgió el fúnebre fantasma:

"luego vino la sombra y me sembró


sin darme cuenta la señal amarga".

Este símbolo de la sombra-muerte es muy frecuente en la lírica de Cote


Lamus. Aunque el poeta va cambiando de tono, a lo largo de varios años y libros,
el símbolo retorna siempre. Y resulta perturbador pensar cómo es aplicable a
Eduardo Cote cuanto él dice de esa sombra. El también caminó hasta su sombra
una noche cualquiera; también gastó sus días para ver su destino frustrado;
también, amigo Eduardo Cote Lamus, tienes ahora "la sombra muy oscura",
como dijera él a Gaitán Durán.
Esa sombra crece por dentro, implacable: "Cada hombre lleva dentro una
muerte madura". Esa vivencia lleva a Cote a dar una nota muy típica suya. Si
todo ello es así, parece decirnos, si la muerte crece en nosotros, si la señal
amarga está ahí por doquiera, todo es un sueño. Habitamos un mundo de
fantasmagorías. Nos paseamos entre sombras y somos sombras, sombras que se
imaginan estar viviendo, o paseando entre fantasmas. El título de uno de sus
mejores libros, "Sueños", da testimonio de esa convicción. Porque los "sueños"
no son allí lo que se anhela, un ideal más o menos inalcanzable. No. Constituyen
la esencia misma de nuestra existencia. La vida es nuevamente sueño:

"Y todo es nada más que imaginarse..."

Es como si todo fuera una quimera, una apariencia apenas soñada por el
hombre. Pero esa sombra y ese mundo imaginado o soñado -entre Calderón y el
idealismo alemán - no son vistos con desesperación. Hay, más bien, un ademán
enternecido, cierta conmiseración con todos los que así vivimos. Hay un tono de
confidencia, como diciendo con dulzura "esto es así", todo es un soñar, un
imaginarse; y como advirtiendo, sin angustia, que ese es el destino humano, el
del amigo, el del otro, el de cada uno.
Sin duda, estos dos poetas, Gaitán Durán y Cote Lamus, vivieron íntima y
profundamente su proceso mortal. Las huellas, hermosas y desoladas, de esa
experiencia paralela, fueron sus poemas. Hoy, los hermana la muerte. Habitan la
misma patria común. Para los dos se ha extinguido "el verano" y han llegado "la
sombra" y la "señal amarga". Pero, desde esa patria ciega, sus dos voces nos
hablan todavía, con la perdurabilidad de sus acentos poéticos muy puros.
*

La poesía de Gaitán Durán - incipiente apenas en su "Insistencia en la


Tristeza" y madurada ya en "Presencia del hombre" - llega a su culminación con
su libro titulado "Si mañana despierto". Es no solo su instante poético más alto
sino también su testamento. Por varios aspectos, es una de las obras capitales de
la última poesía colombiana.
Incluímos una selección de poemas que revelan sus distintas facetas,
empezando por el soneto "Sé que estoy vivo", uno de los más bellos e intensos
de la lírica escrita en castellano en el siglo XX.

SE QUE ESTOY VIVO

Sé que estoy vivo en este bello día


acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos no existía


este mundo radiante. ¡Nunca en vano
al deseo arrancamos el humano
amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo.


Vuelvo a ti como al sol y en tí me anudo;
nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.


Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
en que más recordamos a la muerte.

SI MAÑANA DESPIERTO

De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera


llega al fondo. Mas solo ha sido un plazo
que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día; he tenido el tiempo
en mi boca como un vino.
Suelo buscarme
en la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Solo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
a quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio
todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo mis temible que Dios,
el sueño que puedo ser si mañana despierto
y sé que vivo.

Mas de súbito el alba


me cae entre las manos como una naranja roja.

HACIA EL CADALSO

Tú no has conseguido nada, me dice el tiempo,


todo lo has perdido en tu lid imbécil
contra los dioses. Solo te quedan palabras.
Tú no has sido nada: ni padre ni guerrero
ni súbdito ni príncipe - ni Diógenes el perro
y ahora la muerte - cáncer y silencio en tu garganta-
te hace besar las ruinas que escupiste.

Mas yo he sido: vilano, un día; otro, vulnerable


titán contra su sombra. Yo he vivido:
árbol de incendios, semen de amo
que por un instante tiene el mundo con su cuerpo.

El idiota repite estas palabras hasta el cadalso


interminablemente: ¡He vivido!

LUZ DE MIS OJOS

Dios ignorante, vivo en la intrincada


prisión que a viles cosas da mi mente.
Mas te miro y me ves hombre indigente
que el ojo ajeno vuelve hacia la nada.
Desnudo en tu desnudo, soy mirada
que mira con la lengua que te miente,
con el miembro que empuja mi simiente
al vientre que me tiende la celada.

Los ojos cierro y ya no estás. Has muerto.


He muerto y aquí estoy, como las cosas,
ciego en el esplendor del mundo cierto.

No me miro existir, Nos junta en vano


mi sombra en tus pupilas rencorosas.
Arrojamos del mundo a nuestro hermano.

II

Después de todo haber vivido, muere


con la frente quebrada por los dioses.
Contra mi madre lanza inicuas voces
por parirme en la mano que me hiere.

Obrar como el deseo es lo que quiere


para negar la carne de mis goces.
¡Las venas me cortara ante los dioses
sin que en mi hermano infiel el duelo impere!

Otro, lector, hermano incompetente,


mi ajeno yo, converso, te reclama,
adula un corazón que nada siente.

Tu faz escupo. Ignoras quién te ama.


La soledad te aparta abyectamente.
Mas me quemo en tu ira, soy tu llama.

SIESTA

"Voy por tu cuerpo como por el mundo"


Octavio Paz

Es la siesta feliz entre los árboles,


transpasa el sol las hojas, todo arde,
el tiempo corre entre la luz y el cielo
como un furtivo dios deja las cosas.
El mediodía fluye en tu desnudo
como el soplo de estío por el aire.
En tus senos trepidan los veranos.
Sientes pasar la tierra por tu cuerpo
como cruza una estrella el firmamento.
El mar vuela a lo lejos como un pájaro.
Sobre el polvo invencible en que has dormido
esta sombra ligera marca el peso
de un abrazo solar contra el destino.
Somos dos en lo alto de una vida.
Somos uno en lo alto del instante.
Tu cuerpo es una luna impenetrable
que el esplendor destruye en esta hora.
Cuando abro tu carne hiero al tiempo,
cubro con mi aflicción la dinastía,
basta mi voz para borrar los dioses,
me hundo en ti para enfrentar la muerte.
El mediodía es vasto como el mundo.
Canta el cuerpo en la luz, la tierra canta,
danza en el sol de todos los colores,
cada sabor es único en mi lengua.
Soy un súbito amor por cada cosa.
Miro, palpo sin fin, cada sentido
es un espejo breve en la delicia.
Te miro envuelta en un sudor espeso.
Bebemos vino rojo. Las naranjas
dejan su agudo olor entre tus labios.
Son los grandes calores del verano.
El fugitivo sol busca tus plantas,
el mundo huye por el firmamento,
llenamos esta nada con las nubes,
hemos hurtado al ser cada momento,
te desnudé a la par con nuestro duelo.
Sé que voy a morir. Termina el día.

NO PUDO LA MUERTE VENCERME


No pudo la muerte vencerme.
Batallé y viví. El cuerpo
infatigable contra el alma,
al blanco vuelo del día.
En las ruinas de Troya escribí:
"todo es muerte o amor"
y desde entonces no tuve
descanso. Dije en Roma:
"no hay dioses, solo tiempo",
y desde entonces no tuve
redención. Callé en España
pues la voz de la ira desafiaba
al olvido con mis tuétanos
mis humores, mi sangre; y
desde entonces no ha cesado
el incendio.
De reposo
le sirva tierra extranjera
al héroe. Cante fresca hierba
como abeja del polvo por sus
párpados. Yo no me rindo:
quiero vivir cada día en
guerra, como si fuera el último.

Mi corazón batalla contra el mar.

SOSPECHO UN SIGNO

Ante el tribunal se dijo que la muerte no es un instante, sino un proceso.


Provino el testimonio de un hombre que pesaba las palabras: el médico de los
guillotinados. Horas después de que la guillotina ha separado limpiamente la
cabeza del tronco, hay vísceras que se estremecen y sienten: órganos que siguen
viviendo. Sospecho que esos pedazos de carne tienen expresión. Sospecho un
signo en el tumulto, una soberanía (rapto o ademán) en la materia cuando se
asoma a la nada. He aquí al ser bajo un nuevo y lancinante foco de luz.

La anterior selección poética de Jorge Gaitán Durán quedaría incompleta, nos


parece, si no insertáramos, además, algunas de sus prosas más bellas, en las
cuales se expresa un hondo lirismo como en su "Diario", del cual recogemos
unos pocos ejemplos reveladores:

DIARIO
(Fragmentos)

El amor y la literatura coinciden en la búsqueda apasionada -casi siempre


desesperada - de comunicación. Rechazamos la esencial soledad de nuestro ser
y nos precipitamos caudalosamente hacia los otros seres humanos por medio de
la creación o del deseo. Los cuerpos ayuntados son himno, poema, palabra. El
poema es acto erótico. La impotencia literaria o artística sanciona la
imposibilidad de colmar el abismo o remontar la montaña de diferencias, las
barreras de carne - setos vivos -, que nos separan de nuestros semejantes, así
como la impotencia sexual consagra en última instancia la imposibilidad de
regresar por un instante a la original continuidad del ser, paraíso cuya nostalgia
nos hostiga.

Vamos temprano al mar, en bicicleta, por caminitos polvorientos, bordeados


de vides cuyas uvas negras maduran al sol. Tras perezosos juegos de verano,
nado con una felicidad que yo creía abolida. Regresamos al mediodía, en vestido
de baño, untados de aceite y arena. Nos detenemos para comer higos de concha
morada y cristalina pulpa, tan dulces, blandos y jugosos que se deshacen en la
mano si uno no los coge con pericia.

En Ibiza las higueras tienen dueño, pero los higos son de todos.

Nos bañamos desnudos en el mar, bajo la luna. Nadamos con libertad en el


agua plateada, más tibia que al mediodía. Los brazos de Betina brillan como
delfines blancos entre las olas.

*
Nunca he vivido - ni trabajado - tan intensamente como en Ibiza. Ley o azar,
en los últimos días resurgieron los indicios, presagios que creí inventar hace
años. No me abrumaron, sin embargo, las trazas de sangre en la saliva, ni la
fatiga, ni la asfixia precedida por un súbito desdibujamiento de las cosas. Iba al
mar con Betina y pasábamos siestas incomparables, tendidos en la arena. ¿Qué
más podía desear después del instante pleno, irrepetible? Vivía simplemente,
ebrio y feliz, sin pasado ni futuro. Soy - me repetía - mientras sienta contra mí
este caliente cuerpo dorado. Precisamente porque no olvido la muerte, creo con
pasión en este mundo.

Atrás hablamos ya de la poesía de Eduardo Cote Lamus (1928-1964). En su


obra117 - tan honda, tierna y trascendente - es forzoso distinguir dos períodos:
uno es el de sus cuatro libros iniciales (publicados de 1953 a 1959) que
culminan en "La Vida cotidiana": poesía intimista, con el tema afectivo en primer
plano; la muerte - su tema reiterativo - vista con una emoción estrictamente
personal, y la vida entendida como "Sueño". Y un segundo período, el de su libro
"Estoraques", poema integral, apasionante, muy significativo momento de la
lírica colombiana. En este canto nos hallamos ante una visión más amplia de la
muerte. Esta se transforma en un fenómeno universal. Sobre los "estoraques", -
esas extrañas formaciones de la naturaleza entre Cúcuta y Ocaña -, el
viento-tiempo ha petrificado figuras, castillos, ciudadelas, similares a las
antiguas civilizaciones. Los símbolos se multiplican en el intenso poema. El
poeta enfrenta dramáticamente el destino del hombre. El ritornello es el del
tiempo. Llega así Cote Lamus a su expresión poética más alta y a la más cósmica
visión de la muerte.
Hemos hecho, ante todo, una amplia selección de los poemas
correspondientes al primer ciclo, dada la importancia que le asignamos:

LA ESTACION PERENNE

Tu cuerpo desnudo brilla bajo los relámpagos


117
Bibliografía de Eduardo Cote Lamus: "Preparación para la
muerte" (Cúcuta, Imp. departamental, 1950); "Salvación del
recuerdo" (Barcelona, ed. José Garcés, 1953); "Los sueños"
(Madrid, ed. Insula, 1956); "La Vida Cotidiana" (Bogotá, ed.
Antares, 1959); "Estoraques" (Bogotá, ed. Ministerio de Educación
Nacional, 1963).
como antes bajo mis manos.
Todas las estaciones están en tu cuerpo.
La primavera comienza su esplendor en tu abrazo
y concluye en tu boca entreabierta, exultante.
Todos los ríos del mundo están en tu cuerpo
confluyen en ti en el momento
en que el animal más bello del bosque
-el ciervo, por ejemplo-
bebe de ti y se contempla.
Tu piel es el límite del fuego
donde se refugia el ardor del verano.
Rojas llamas te inundan.
Se mezclan los elementos y tu cuerpo se curva,
hay más aire en tu boca y mi cuerpo sediento
busca en ti salida, la libertad, los deseos.
Se anudan en ti los olivos del mundo
y ardes como una lámpara.

Somos un cuerpo solo luchando contra la muerte.


El otoño se riega en tu cuerpo como vino rojo en la mesa.
Tus muslos descansan en el borde del mundo.
Vuela una paloma de tu pecho a mis manos.
Después miramos los dos, de alegría cansados
como a chimenea en invierno, el fuego pasado
y tu piel que brilla bajo los relámpagos.

A JORGE GAITAN DURAN

Cómo pesa la luz en este otoño.


Todo lo borra, todo lo consume;
su mano es solamente hierro, yunta;
nos dice: aquí está el bien, aquí está el mal,
y no nos deja optar. Vas por caminos
acaso demasiado claros: la
luz de otoño es honda, ciega, pesa
en las hojas lo que un día en un muerto.
Remontando palabras has buscado
la presencia del hombre, la insistencia
en lo triste: medidas de tu asombro.
Me parece que no has hallado nada
que las cosas te reclaman. Vuelves.
La luz se te ha dormido entre los huesos
el viento acaudillando eriales vino
a morir entre tu sombra. Por cuantos
países fuiste te nació un recuerdo;
¡cuántos dias gastaste para ver
el destino frustrado! Y te has caído
sobre tus pasos, solo. Tú regresas
devolverás los sueños inservibles
y de nuevo el calor, las viejas muertes
de los abuelos, las tumbas resecas,
el aliento de los contrabandistas
con bocas llenas de vainas y de oro
y el oculto lector de tus poemas,
no te comprenderán; para ellos, luz;
tienes la sombra muy oscura, amigo.
¿No imaginas el sol como un gran río
a fuego lento y que se nutre con
la ceniza de sus despojos, Jorge?

ESPERA EL CORAZON TRAS LAS MANOS

Como la sombra en el revés del tacto,


como la sombra ardiendo, está la vida
hundiéndose debajo de la piel.
El canto de los astros que silencian
la noche pesa ahora demasiado;
con su tacto de estirpe la memoria
cae como el sol en los frutos:
mi corazón es plomo que desgaja
su propia madurez de movimiento.
Y detrás de las manos yo recuerdo.
Las veo lejos de mí, las siento apenas.
Fueron llenas de luz como la luna.
A mi lado se mueven, hacen signos,
se señalan dementes y se buscan.
Estoy solo, estoy ciego de mis manos.
Señor, cielos y vientos no eran míos,
los miraba pasar, no fue mi culpa.
Pero, Señor, devuélveme las manos
aunque meta los dedos en la herida
que yo me haga por saber si vivo.

EL OLVIDO

En la noche, por el día, una débil


pregunta: ¿Dónde? ¿En qué lugar?
¿A dónde has ido? Yo recojo los deseos
de la primera plaza de la sombra:
soy de aquellos de la sangre negada.
Después olvido. Soy el olvidado.
Quiero olvidar. Avanzo por el río
donde antes hubo un río: ahora secas
voces antiguas fijas en su cauce.
Por esta tarde no ha pasado nadie
y el cielo no me aumenta ni una nube.
Igual que un nombre escrito en un espejo
me veo ya futuro como un muerto.
Entonces miro y digo lo de nadie:
quiero vivir, después no despertarme.

LA JUSTICIA

Yo padecía la luz, tenía la frente


igual que una mañana recién hecha
luego vino la sombra y me sembró
sin darme cuenta la señal amarga:
las palabras serían desde entonces
una visión del mundo derribado
en sueños; uno tiene que cantar
porque un nuevo Caín es ser poeta.
Me vendí como esclavo para que
mi dueño manejara mis acciones;
resulta que el amor me hizo más solo
y mi amo no podía con sus culpas.
Liberto vago, sí, manumitido
de mí: la sombra soy de lo real;
pero tampoco puedo darme cuenta
de qué es lo que transcurre en mi contorno.
Lo malo es sentir que pasa el sueño
a través de los ojos y del pecho
y no poder decir lo que sucede.
Sí: por esta palabra que yo escribo
seré después juzgado, ajusticiado;
no me defenderán contra la muerte
mi labor de contar, de decir cosas,
el ir muriendo en cada letra, de
ver cenizas donde está la vida.

A UN CAMPESINO MUERTO EN LA VIOLENCIA

No sabías escribir pero en tu mano


el arado era tu lenguaje,
y cuando así la tierra te expresaba
la voz se te volvía más suave.

Tu corazón, el agua, el viento


pasaban con el río.
Tu palabra fue la densidad del aire
la luz toda su alegría.

Un día sin por qué, sin que supieras


que la muerte venía
te quitaron la vida.

El cielo alzó la frente


como si lo llamaran de lejos.
Tus ojos dulces, más que el horizonte:
todo muerto mira como un hermano.

Después
te sembraron igual que una semilla:
tu silencio cubierto por un árbol
dejó borrado el crimen.

Tramaron las raíces sobre ti


su vida. Pero aún te escucho
respirar en las ramas.

El anterior es uno de los pocos poemas colombianos que tienen como tema el
de la violencia. Fenómeno bien extraño, por cierto, ya que el país vive una
inaudita violencia, casi un estado de guerra civil, de abril de 1948 (muerte de
Jorge Eliécer Gaitán) en adelante. Muchos intentos se hicieron en novela y
cuento sobre este tema, pero - salvo muy pocas excepciones - se derivó hacia el
relato macabro, la anécdota superficial o el documento periodístico. En cuanto a
la poesía, no hay una obra básica sobre este drama del país; apenas, algunos
poemas aislados, Darío Samper y Luis Vidales han escrito algunas obras de este
género, todavía inéditas. Algo de este aire de tragedia se respira, sin embargo, en
la obra de Gaitán Durán y en la de Cote Lamus (el primero de tendencia
revolucionaria y el segundo tradicionalista); algún toque encontraremos, luego,
en Eduardo Gómez; y, sin duda, el tema afloró, aunque tardíamente, en los
poemas de algunos de los nadaístas. A la luz de esta perspectiva, el anterior
poema sobre la violencia cobra una gran importancia.
Llegamos, por último, al libro final de Eduardo Cote Lamus, "Estoraques"118.
El tema de la muerte ("somos un cuerpo solo luchando contra la muerte") va a
ser reiterado ahora en otra dimensión, más profunda. Es un motivo en que Cote
Lamus tiene acentos conmovedores; con fondo nihilista a veces:

"Nada queda de todo, todo es nada..."


"Lo qu existe es la sed, y el resto es nada..."

El poema "Estoraques" se desenvuelve ampliamente, con el tema de la


muerte y del tiempo. Es, desde luego, una obra que debe ser leída en su
118
En el excelente prólogo a esta obra, dice Hernando
Valencia Goelkel: "Una hora y media antes de llegar a Ocaña, por
la larga carretera umbría que la une con Cúcuta, hay una
desviación del trazado principal... se entra a una especie de
pequeño valle... se ven unas construcciones de tierra parda, entre
ocre y marrón; túmulos, torres truncadas, muñones de colinas...
Esas torres y esos andamios y esos cortes a pico, arrugados y
antiguos, son formas de la erosión; el sitio denominado Estoraques
está un poco más allá, a espaldas de La Playa... En un recodo,
perpendicular desde lo que fue una colina de ochenta o cien metros
de altura, el rabioso cincel encontró el mejor terreno para su
creación desordenada. Allí hay de todo; de todo, creo, lo que uno
quiera ver.
integridad, por la unidad poética que tiene y el soplo lírico que lo recorre - sin
musicalidad sino, como ocurre frecuentemente en Cote Lamus, con cierta
tosquedad expresiva de versos desmañados. Pensamos, sin embargo, que los
fragmentos aquí incluídos darán al lector una vivencia aproximada de este
singular poema:

ESTORAQUES
(Fragmentos)

El Palatino está dentro del tiempo.


Su mole es como un puño alzado al cielo
en su ruina imprecando por los días
antiguos. El tramonto le golpea
su soberbia, y su piel, presa de luz,
se incendia cada tarde en el crepúsculo.

Aquí el asunto es muy distinto.


Una que otra columna, cauces solos,
tierra como de sol sin sombra, sombras
como ascuas: los árboles no existen. Sólo sed
y un pueblo que da vueltas a la plaza
para ir al cementerio o hasta el río
sin agua. Del otro lado una muralla
con cruz, y del otro también, con cruces
donde la muerte sueña con los muertos.

El viento que viene y el viento que va


saben algo de todo esto: el tiempo, nó.
El tiempo está en Sumeria, en Babilonia,
en Tebas, en Nínive, en Egipto, en Creta,
en el Partenón, en los museos, en Jenofonte
en los muros, en las ideas, en la política:
huesos de la civilización.
Aquí hay un reino de tierra y arenisca
maravillosamente sediento.

....................................

Aquí la ruinas no están quietas:


el viento las modela. Por ejemplo
lo que antes era escombro de palacio
lo convirtió en estatua la erosión
y lo que fue la sombra de la torre
es ahora la sombra del chalán.

Ese bote de lanza del jinete


contra algo inexistente, ese ademán
de contienda en esos ojos sin sueño,
ese violento paso del caballo
detenido por siempre, ese color,
fueron antes las bases de algún templo,
el comienzo de algún arco, el fin
de tanta fé entregada a un dios terrible.

Hoy es un rostro, máscara mañana,


sueño primero, luego ni recuerdo,
columna ardiendo en el viento en llamas,
tórridas manos sobre la garganta
del caballero ecuestre, río, ríos
de sombra al rojo blanco dominando
aquello que existencia fue sin duda,

En esta sucesión que nadie nota


algo que no se mueve ni transforma,
algo quieto a pesar de tanto caos,
algo que permanece sin embargo
aunque desaparezcan estoraques
y nazcan otros, aunque aquellos bosques
de serpientes de pie como escuchando
la flauta del encanto comprendieran
que nunca han existido.

....................................

La luz hierra los ojos como un toro,


mueve entre brasas el herrete y marca
sin piedad en el monte un estoraque:
su cuño al rojo blanco cumple en fuego
lo que el destino castigó sin nombre
sin consideración con esta tierra
para humillar al hombre que trabaja
el suelo y su existencia como nadie.

No hay mineral oculto en sus raíces


ni la vegetación sobre su lomo
no hay árbol ni camino ni labranzas
y ni siquiera estrellas en lo alto:
huyó hasta el trueno, el rayo y el relámpago.
Nada queda de todo, todo es nada.
No se puede sentir la realidad
sino en los sueños. Tanto viaje humano
hasta el fondo del alma para verse
después de tanta huella igual que antes.

Sopla el tiempo la vida, la dirige


hasta la tierra, sí, hasta la honda tierra
donde los muertos tienen la mirada
exactamente igual a la de muertos.
Hay que empezar a interpretar los actos
que nunca realizaron cuando vivos
y sus pasiones hoy desmoronadas
igual que los amores repartidos
en tanto lecho muerto, en tanto vientre
hueco, en tanto vacío, en tanta nada.

Aquí los muertos que sembraron sólo


para dejarlos solos con sus muertos
se cansaron de estar muriendo muertos
y empezaron sus uñas a arañar
la dura tierra que les vino encima.
El trabajo empezó cuando su reino
prolongóse debajo de los montes
luchando por el agua que bebieron
hasta impedir que la humedad se fuera
por las hondas raíces a las hojas
a conocer los aires y los cielos.
Después se dieron cuenta de que el agua
no existe: una mentira del tamaño
de un río es comparable con la vida,
que tampoco existió. No hay sino sed.
Lo que existe es la sed y el resto es nada.

...................................

Sobre un puente del rio Main


está pasando una gaviota,
negra es el agua y blanco el barco
también de nombre La Gaviota.
Seguramente por allí
debió pasar cantando el río.

Y eso; que parece un castillo


sobre el muñón de los peñascos
¿no es el de Heidelberg? Detrás
¿no estarán los muros de Córdoba?
Y ¿no será una de aquellas
la Torre de San Juan Abad?

Una campana entre ruinas


se revuelve en los campanarios,
como un caballo entre las llamas,
anunciando, sí, delirando
en pánico de bombardeo
al borde de la misma muerte
tal relincho de fuego, como
feroz algara destruyendo.
Allí está la Gedächtniskirche,
que todavía es una llaga
de aquel Berlín bajo las bombas.

Eso que parece una calle


es el antiguo cauce del Támesis,
modesto río que cruzó
una ciudad de nombre Londres.
Nada en las ruinas tiene nombre.
Un árbol hubo aquí, ¿fué acaso
aquel maldito de Hiroshima,
monstruoso hijo del de la horca?
Será que aquí, en los Estoraques
¿queda el lugar de punición
de las ciudades desaparecidas?

Ese mundo que se extinguió


tenía así que consumirse
porque al hombre le destruyeron
todo aquello que poseía:
la voluntad, la fe, el esfuerzo
de ser como su fantasía
y solamente le dejaron
la razón sobre su cabeza.
El viento suena, suena el viento.
El viento suena y la erosión
golpea en los ojos del tiempo
que aquí nunca vieron ciudades
sino a los árboles de arena.
...............................

Carlos Obregón también muere trágicamente, como si esta generación


estuviera realmente marcada por un signo adverso. Había nacido en Bogotá en
1929. Murió en España en 1965.
Obregón publica dos interesantes libros de poemas119, escritos en Daya,
Ibiza, Marruecos, París, Poblet y Toledo, - como él mismo lo ha relatado-, que
son el testimonio de su evolución humana: de una vida mundana en su país
hacia un ardiente misticismo en Europa y Africa. Infortunadamente, su vida y su
obra quedan truncadas.
Su primer libro, "Distancia destruída" revela un poeta en formación. Pero,
evolucionando pronto, esencializa su mensaje en los poemas de su segundo
volumen lírico, "Estuario", del cual presentamos los ejemplos que consideramos

119
Bibliografía de Carlos Obregón: "Distancia destruída"
(Madrid, Gráficas Valera, 1957); "Estuario" (poemas de 1957 a
1960), Madrid, ed. de los Papeles de Son Armadans. 1961)
más logrados; en aquel libro, Obregón crea una atmósfera peculiar. Arrobo y
ternura lírica. El volumen conserva un tono, un nivel, una misma voz:

ESTUARIO

Desde mi ventana
al mirar la noche
he sentido asombro
y terror sereno.

Pero me he dicho:
no es ni un árbol
que se acerca
ni un árbol
que se aleja:
tan sólo es tu noche
redonda y constelada.

¿En qué fulgor, hacia qué morada


llena de verde tiempo avanza,
socava en soledad el ojo, el río, el viento?
Cada dios surge como largo recuerdo
de lo que nunca ha sido,
aviva el ser hacia el abismo,
desgarra la mirada bajo la luz del siglo.
¿Quién, qué cuerpo trashumante
qué nave de exilio te busca, te redime?
Solo contra la noche el ungido se yergue
como un árbol de fuego
y lo que aún perdura atestigua y me salva
en su alto silencio.

En el sol de los frutos persevera el recuerdo


con su pulpa henchida de vocablo y simiente.
Bajo un cielo agresivo piafa un potro en la playa
y un anciano se muere en el valle maldito.
El mar vibra y perdura. Bate el viento las velas
de un balandro olvidado que persiguen los faros
con su mirada inútil. Muere el tiempo en las manos
de un pescador que arregla las nasas y las redes
en la cala bruñida. Mañana, cuando zarpe,
hará rastros de siglos en el ancho silencio
y su cuerpo bronceado se combará en el alba
roído por un sueño de espumas y gaviotas.

Carlos Castro Saavedra, nacido en Medellín en 1924, ha escrito una obra


poética muy extensa. Desde el primer volumen, aparecido en 1946, hasta el
último, de 1972, se ha dedicado a una labor lírica constante, ininterrumpida120.
En esta vasta - demasiado vasta - obra, las esencias poéticas parecen
volatilizarse. Falta concentración, trabajo con el idioma, intensidad lírica. El
poeta se dilapida. Y, ya vuelto hacia el amor - sentimental -, hacia la patria - uno
de los temas más peligrosos para cualquier poeta - o hacia la naturaleza - vista
un poco a lo Rousseau -, crea una poesía interesante, inquietante, pero que no
convence del todo. Una influencia absorbente de Pablo Neruda restó carácter a
sus primeros volúmenes. Después, el poeta antioqueño parece haber
encontrado una voz más propia, que de pronto se expresa bellamente en el
soneto:

120
Bibliografía de Carlos Castro Saauedra: "Fusiles y
luceros" (Medellín, impr. municipal, 1946); "33 poemas" (Bogotá,
ed. Espiral, 1949); "Camino de la patria" (Medellín, ed. Antares,
1951); "Música en la calle" (Bogotá, ed. Antares, 1952); "Hojas de
la patria" (Bogotá, ed. Los Andes, 1953); "Escrito en el infierno"
(Bogotá, ed. Iqueima, 1953); "Despiera, joven América" (Medellín,
ed. Puracé, 1953); "El buque de los enamorados" (Medellín, ed.
Horizonte, 1957); "Sonetos del amor y de la muerte" (Impr.
depurtamental, 1959); "Los ríos navegados" (Lima, ed. Popular
Panamericana, 1961); "Cosas elementales" (Medellín, ed. De Bedout,
1963); "Toda la vida es lunes" (Medellín, ed. Universidad de
Antioquia, 1963); "Aquí nacen caminos" (Medellín ed. Fotolito,
1964); "El libro de los niños" (Medellín, ed. Sena, 1966);
"Poesía" (Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, 1969); "El
sol trabaja los domingos" (Medellín, ed. Granamérica, 1972).
EL MUNDO POR DENTRO

Siento correr los ríos por mis venas


y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente
habita mis pulmones y colmenas.

De flores tengo las entrañas llenas


y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.

Llevo por dentro el fuego que por fuera


dora los panes, seca la madera
produce el incendio del verano.

Las aves hacen nidos en mi pelo,


crece hierba en mi piel, como en el suelo,
y galopan caballos por mi mano.

Entre los poetas que han obtenido premios nacionales de poesía, es preciso
destacar a Julio José Fajardo (Bogotá, 1929), que se inició débilmente - en 1948 -
con su libro "El hombre esencial". Aquel premio lo obtuvo, en 1966, con su largo
y discutido poema "Epicoidal", que constituye un intento de narrar épicamente
la conquista y la colonia española en tierras americanas, con un trasfondo
personal. "Nunca encontré hasta ahora en la poesía latinoamericana - escribe
Jorge Zalamea en el prólogo del poema - una crónica de las vicisitudes humanas
narrada con tan profunda ternura, con tal entrañada intimidad".
Descubrimiento, conquista y colonización - agrega - "no son descritos como una
epopeya gloriosa o una tenebrosa sucesión de expolios, opresiones y crímenes,
sino como tareas propias del hombre amoroso, transido de soledad, absorto en
la magnificencia de su propio hallazgo... No obstante la diafanidad del lenguaje y
el rigor casi geométrico de la metáfora, todo el poema... tiene el aura de las
recitaciones mágicas"121. Y, por su parte, Eduardo Gómez ha subrayado que ésta
121
"Epicoidal" (Bogotá, ed. Alberto Estrada, 1966). "Junior"
Fajardo - así se le conoce - prepara un extenso poema, "Historial
de Hermes".
poesía "se presenta como un caso aislado y especial, puesto que se encuentra al
margen de los "ismos", los ignora orgullosamente y se atiene más a la gran
tradición épica clásica..."
El género es difícil y no exento de peligros. Los fragmentos que trascribimos
a continuación darán al lector el tono, la modalidad y el alcance de este
interesante experimento de Fajardo:

EPICOIDAL
(Fragmentos)

Al tercero día
cambiaron las aves de tierra
por albatros nuevos.
Y empezó esa soledad
que es estar rodeado de mar;
no dejó huella la vela
ni la quilla ni el grito
sino azul.

Santa María.

La detuvo el agua tenaz;


y esa noche calladamente desesperaron
en las otras
se virtuó el silencio
y se empezaron a respetar los suspiros
se abrió la ola
y se hicieron libaciones
al disponer de los muertos
cuando fue tiempo de despertar

.................................

Todos habían sufrido lo necesario


para ser acreedores a América
y cuando el viento empezó a oler
como si hubiera alguien esperando
y el cielo reflejó cruces
para arrodillarse en la playa
y dar gracias,
se dió la señal
para pasar la última noche en el mar.

Tierra!

.........................

¿Que era virgen?


Por haber sido con tanto amor
originamos dogmas
que la eximieran de mal
y dijimos
que podía perder un nido
y aún ser
nuestra purísima bienamada.
Como ofrendas
(unos llevaban canciones
y en andas un cuerpo nuevo)
llevé sílabas
que conjugadas dijeran:
Pan, Bochica, Atahualpa.

El neófito
(había puesto el corazón
al servicio de una herida
con los labios abiertos)
por inexperiencia
no repitió los paisajes ordenados
sino que fundó trópicos
y una guerra a muerte
(el cielo de azul,
cataratas y el río)
unos dicen que entre la obligación
de permancer extasiados y la de hacer árboles
y otros,
que era una violencia unilateral
contra las vírgenes:
la selva, el silencio, la solitud y la orquídea.
......................................

La poesía femenina en Colombia tiene un interesante antecedente en la época


de la Colonia, con la Madre del Castillo. Pero luego esta poesía entra en
decadencia. Ninguna voz femenina se salva en el romanticismo del siglo XIX. La
veta poética es reencontrada ya bien avanzado el siglo XX, con Isabel Lleras de
Ospina122, Laura Victoria, Sophy Pizano de Ortiz.

Atrás nos referimos ya a Meira del Mar y Maruja Vieira. Silvia Lorenzo
(seudónimo de Sofía Molano de Sicard) ha creado una extensa obra.
Otro importante grupo de escritoras debe ser destacado: Gloria Nieto de
Arias ("Parábola del misterio", 1957), Josefina Lleras ("Palabras de mujer"),
Dolly Mejía, que inició su carrera literaria con "Alborada en la sangre", Elvira
Lascarro que, muerta siendo apenas una niña, dejó un interesante volumen
("Roble y clavel", 1951) y Beatriz de Cadena ("Itinerario de emociones", 1960).
Por su parte, Magdalena Fety publicó, en 1954, su "Rapsodia del Navegante" y
luego, en 1956, bajo el título de "Fragmentos", unas hermosas prosas poéticas.
Cecilia Pérez coleccionó también unas prosas líricas muy bellas ("La casa donde
termina el mundo"). Anita Díaz, tras larga labor literaria, recogió sus poemas en
su libro "El jardín de la palabra iluminada" (1974). Pero sobresalen,
especialmente, Emilia Ayarza de Herrera123 y Matilde Espinosa de Pérez124.

Dora Castellanos (1925) se inicia con un precioso libro, "Clamor", y luego, a


través de varios libros creados con gran fervor125, ha dado la medida de su

122
Isabel Lleras de Ospina nació (1911) y murió (1965) en
Bogotá. Se inició con un volumen de "Sonetos" (1936) y publicó
luego "Lejanía" (1952), "Canto comenzado" (1960) y "Más allá del
paisaje" (1963).
123
Emilia Ayarza de Herrera dió a la estampa "Solo el canto"
(1947), "La sombra del camino" (1950) y "Voces del mundo" (1957).
124
Matilde Espinosa de Pérez tiene una amplia bibliografía,
de la cual recordamos "Los ríos han crecido" (1955), "Por todos
los silencios" (1958), "Afuera las estrellas" (1961) y "Pasa el
viento" (1971).
125
Bibliografía de Dora Castellanos: "Clamor" (Bogotá, ed.
temperamento poético muy alto. En su extenso poema sobre Hiroshima
encontramos algunos fragmentos muy hermosos, pero creemos que su mejor
lírica se encuentra en sus pequeñas canciones (incluímos una de ellas) y, sobre
todo, en los sonetos que resultan muy característicos de su estilo y de su mundo
poético:

AMOR, COMO LOS RIOS

Oculta fuerza de agua soterrada,


nos sorprendió el amor tan de repente,
que al mirarse a los ojos hondamente
se desbordó el amor en la mirada.

Y brotó aquella fuente enamorada,


con fuerza tan vital y jubilosa,
que fue en verdad y amor la más gozosa
en que jamás me viera arrebatada.

Fue aquel amor, pasión tan verdadera,


-¿era tierna o sensual, dulce o ardiente?-
ya nunca más sabremos cómo era!

Que tus labios juraron en los míos:


vivirá nuestro amor eternamente,
y nuestro amor pasó como los ríos.

ALGUN DIA

Un día llegarás;
el amor nos espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.

Un día me amarás.

Iqueima, 1948); "Verdad de amor" (Bogotá, ed. Santafé, 1952);


"Escrito está" (Bogotá, ed. El Libertador, 1962); "Eterna huella"
(Medellín, ed. Albon - Interprint, 1968); "Hiroshima, mi amor"
(Bogotá, 1970); "La luz sedienta" (Bogotá, ed. Cromos, 1972).
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me abrasa
es de tu corazón o del verano.

Un día me tendrás.
Escucharemos mudos
latir nuestras arterias
y sollozar los árboles desnudos.

Un día. Cualquier día.


Breve y eterno,
el amor es el mismo
en verano, en otoño y en invierno.

LINAJE PURO

Te amo cuando acaricio la madera:


la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces al linaje puro
que fragua anillos cada primavera.

Y floreces también como si fuera


tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas, cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.

Ombú que entre mis ojos amaneces


sándalo que te creces de armonía,
ébano verde, olivo que te creces

de amor para mis brazos solitarios,


cuando siembras mi tierra yo diría
que respiro los bosques milenarios.

NEFERTITE

De qué terrena claridad dorada,


de qué barros del cielo, de qué arcillas
surgió la morbidez de tus mejillas
la ciega plenitud de tu mirada?

De cual sarcófago, de cuál morada,


de qué profundidades amarillas,
de qué lejano mundo sin orillas,
la luz de tu cabeza coronada?

¿Qué aurora boreal sobre tu frente,


sobre la placidez del rostro vivo
dejó su rosicler eternamente?

En la penumbra fértil de mi mesa,


cuando entre el hueco de la noche escribo,
llenas mi soledad con tu belleza.

A este mismo ciclo pertenecen otros poetas, de muy diversa entonación y


nivel, que merecen ser citados dada la especial importancia de sus libros de
poemas. Son ellos Jorge Santander126; Jorge Montoya Toro (1921) que, con gran
fervor, inició su labor poética con un hermoso libro de poemas, "Brevario de
Amor" publicado en Medellín en 1952; Javier Arias Ramírez (1924), que deja
una extensa pero muy desigual obra lírica127; y, sobre todo, Fernando Arbeláez
(1924), de cuya obra poética128 ha hecho un alto elogio Alvaro Mutis. Nosotros
hemos releído los poemas de Arbeláez y no hallamos, en realidad, ninguno
antológico.
126
Ha publicado "Obice de Jorge Santander Arias" (Manizales,
Imp. Departamental, 1951).
127
Bibliografía de Javier Arias Ramírez: "Sinfonía
Homonésima" (Bogotá, ed. Iqueima, 1957); "Soledad inconclusa"
(Bogotá, ed. Iqueima, 1959); "La sombra tiene un eco" (Bogotá, ed.
Teatro del Libro, 1961); "Razón de la vigilia" (Bogotá, ed.
Guadalupe, 1964); "Una memoria escucho" (Cali, ed. Feriva, 1969).
128
Bibliografía de Fernando Arbeláez: "El humo y la pregunta"
(Bogotá, imp. Municipal, 1951); "La estación del olvido" (Bogotá,
ed. Las armas y las letras, 1955); "Canto Llano" (Bogotá, ed.
Ministerio Educación Nacional, 1964). Fernando Arbeláez es también
autor de un extenso "Panorama de la nueva poesía colombiana"
(Bogotá, imp. Nacional, 1964).
*

Jorge Eliécer Ruíz (1931) pertenece a la misma generación de Gáitán Durán y


Cote Lamus. Fue amigo de los dos y colaboró reiteradamente en la revista
"Mito". Han sido notables sus ensayos y su crítica literaria. En todo ello se han
puesto de relieve su cultura y su espíritu penetrante, incisivo, alerta.
Tardíamente, en relación con sus compañeros de generación, Jorge Eliércer
Ruiz ha publicado, recientemente, un hermoso volumen de poesía, "Memoria de
la Muerte"129, del cual hemos extractado unos bellos sonetos:

FINAL

La quebrantada voz en vano implora


una pregunta cruel, una respuesta.
En la pupila turbia de quien llora
trazó el carbón su signo de protesta.

El instante falaz ya manifiesta


el leve pulso de la eterna hora.
El tiempo se detiene y no contesta
el que todo lo sabe, a quien ignora.

Recogido el crespón de la sonrisa;


la sien amable, sorda y dolorida;
la mano ya no vuela ni suaviza

el más terrible golpe de la vida.


En el oscuro vientre de la herida
puso su amargo huevo la ceniza.

II

Puso su amargo huevo la ceniza

129
"Memoria de la Muerte" (Bogotá, ed. Antares, sin
año-1973?).
y descendió la sombra sobre el mundo.
El golpe no perdona, el golpe avisa
que el tiempo no palpita en su segundo.

Pone la tarde su color de tiza


en el rostro sin rostro. Un profundo
silencio de piedra se eterniza
en el llanto sin voz en que me inundo.

Las miradas se cruzan. Las miradas


de los hijos más hijos. Se levanta
un murmullo de voces apagadas

que pone cal y piedra en la garganta.


No hay corazón que sufra las heladas
Asperas voces que la muerte canta.

III

Asperas voces que la muerte canta


flagelan sin reposo mi memoria;
nunca amargura ni tristeza tanta
persiguieron los pasos de mi historia.

Tan sólo espero la callada gloria


de unir mi polvo con tu polvo. Cuánta
agua estéril llevaré a la noria
que ronda en vano mi mortal garganta?

Nada quiero saber. Del tiempo nada


quiero tomar en préstamo ilusorio.
Una candela tengo preparada

para encender las ascuas del velorio,


cuando apartado el mundo transitorio
pueda besar la luz de tu mirada.

*
Octavio Gamboa nació en Cali 130, como Gilberto Garrido, Mario Carvajal y
Antonio Llanos. Y prolonga esa excelente tradición lírica, emotiva, honda.
Alguna influencia de ellos tres, especialmente del último, se percibe en los
versos de Gamboa, quien maneja un idioma puro, de una gran musicalidad y
delicadeza expresiva. Son particularmente bellos sus poemas escritos en
eneasílabos, como "la llamada". Una honda nostalgia, un hondo amor, un hondo
pesar se trasmiten a través de sus estrofas. Una innata discreción, impregnada
de esa timidez que es frecuente en los temperamentos poéticos muy agudos, ha
hecho que la obra de Gamboa131 pase completamente inadvertida para el
público y la crítica. Pocos son quienes la conocen, aprecian, sitúan. Es justo
rescatarla de ese prematuro olvido. Los cinco poemas que aquí incluímos, buena
muestra de su sensibilidad lírica, están tomados de su libro "Canciones y
Elegías" y del volumen en prensa "El tiempo que no pasa":

VUELVE EL AMOR Y NECESITO ESTRELLAS

Vuelve el amor y necesito estrellas,


requiero la asistencia de la rosa,
necesito tu mano, compañera.

Vuelvo al mundo precario que tenía


una sola canción con que libraba
combate con el polvo y la ceniza.

Todas las que olvidé palabras leves


necesito que vuelvan a mi boca
y repitan su música en mis sienes.

Necesito el auxilio de las cosas


que el hombre solo llama cuando ama:
los jardines, la tarde, la amapola.

130
Gamboa nace en 1923. "Durante veinticuatro días - dice -
fuí contemporáneo de Vladimiro Ilytch". Ingeniero, ha viajado por
todo el mundo. "Solo quiero que de mi se diga que fui un hombre
que llegó a los cuartetos de Beethoven".
131
Bibliografía de Octavio Gamboa: "Canciones y Elegías"
(Cali, ed. Norma, 1963).
Algo que me soporte cuando siento
que el corazón se muere y que la vida
se fuga en las canciones y el aliento.

Necesito el apoyo deleznable


que al silencio le ofrece la campana
que muere al mismo tiempo que la tarde.

Tengo que reunir todos los pétalos


de aquella deshojada margarita
que se quemó de amor entre mis dedos.

Necesito que solo la ternura


me devuelva la fe que yo tenía
en la sombra voluble de la luna.

Necesito ordenar de nuevo el mundo;


hacerlo depender de una mirada:
solo en su luz descansará seguro.

Deseo hablar a solas con el viento


y mostrarle mis manos con las huellas
que me dejaron los primeros besos.

Vuelve el amor y necesito estrellas


que sostengan mi dura desventura,
que me acompañen cuando voy a solas
llevando de la mano la hermosura.

LA LLAMADA

He recibido una llamada.


Alguien el hombro me tocó.
La casa estaba iluminada.
Pero sé que alguien me llamó.

No fué grito, no fué sollozo,


ni rumor, ni silbo, ni nada.
Ni ruido de piedra en el pozo.
La casa estaba iluminada
y alguien el hombro me tocó.

Sentí la orilla de la muerte


su silencio de mar calmada.
Me volví en vano para verte.
La casa estaba iluminada.
Y el corazón se ensombreció.

EL AMIGO OLVIDADO

Con una extraña y honda mansedumbre


ha llegado a mi casa.
No recordaba esa manera suya
de hacer ver, entre lágrimas, el alma.

Su dolor se ha cruzado con el mío


en horas más amargas,
pero nunca me hizo ver la vida
de esta manera tan sencilla y clara.

De lejanos países
pausadamente habla.
Fue a buscar hasta ellos la alegría
y ha vuelto al fin, sereno de nostalgia.

Le cuento que he vivido


muy cerca de la sombra y de la nada,
pero ha sufrido tánto
que le parecen vanas mis palabras.

Le digo que murieron


varios de los amigos de la infancia
nos vamos quedando silenciosos
como un pueblo cubierto por la escarcha.

De esa tristeza suya


se ha llenado mi casa.
Al llevarle a la puerta me dan miedo
sus manos frías y su voz lejana.

Talvez, me digo, este hombre


acaba de morir en tierra extraña
quiso conversar conmigo a solas
de cosas que tenía ya olvidadas.

Me da miedo encontrar
sin motivo, las luces apagadas.
Todo está silencioso.
Pero desde la sombra alguien me llama.

En la penumbra oigo
el rumor de su llanto entre mi alma
y unas penas que ya no son las mías
me nublan la mirada.

EPITAFIO

Aquí reposa la que amé.


Cerca del mar y su silencio.
En su propia luz descansó
como la tarde, como el viento.

En su pecho la vida era


un hondo y puro sentimiento
de que solo existe bondad
y en ella seremos eternos.

Por eso sus manos tenían


un resplandor de trigo tierno
y sus ojos quedaron fijos
en una luz que está muy lejos.

Me acompañó serenamente
por mis caminos soñolientos
y lloró conmigo las cosas
que en el olvido se perdieron.
Aquí reposa la que amé.
Cerca del mar, cerca del viento.

SOBRE UN TEMA DE JUNG

Existo solo porque tú me sueñas


y cuando te despiertes moriré.
Será como caer de las estrellas.

Recuerdo que una noche fui tu infancia,


sendero hacia la luz entre los trigos.
Yo era como tú me deseabas.

Era un arroyo con olor a musgo


que con agua, con nubes, con aroma,
las orillas formó del cuerpo tuyo.

Por eso se estremece si lo miras


y hay una fuga en oro de hojas secas
y el aire canta cuando tú caminas.

A los árboles dije que yo era


un sueño tuyo, absurdo y sin sentido,
revés doliente de la primavera.

Yo soy de luz, de sombra o de penumbra


si sonríes, si lloras o si sueñas.
En este corazón y en esta noche
están ardiendo todas las estrellas.

Un sitio especial corresponde, dentro de la nueva poesía colombiana,a


Rogelio Echavarrya, nacido en 1926, en Santa Rosa de Osos (Antioquia), como
Barba-Jacob132. Su obra lírica es breve, unos pocos poemas recogidos en dos
volúmenes133; pero revela una calidad sorprendente.
Su primer libro, publicado a los veintidós años, es apenas el anuncio de su
sensibilidad y posibilidades. La búsqueda de formas. El inicial combate con el
idioma y sus problemas. Y el repentino hallazgo de la sustancia poética, tan
misteriosa como huidiza. En su segundo libro, "El Transeúnte", hallamos, hoy, lo
mejor de su lírica.
La renovación poética intentada por Rogelio Echavarrya apunta en una
dirección distinta de la de Gaitán Durán y Cote Lamus (su primer libro está
situado entre los dos primeros de estos poetas). Busca una lírica de la vida
diaria, más amargo, del relato, de la sordidez de la existencia y su rutina. En esta
línea poética pudiera emparentarse, más bien, con Alvaro Mutis; y también lo
acerca a éste su exploración del lenguaje, de sus secretos logros. En algunos de
los más recientes poetas se adivina, quizá, el influjo de "El Transeúnte".
Veamos unos ejemplos muy reveladores de su poesía:

VUELO NOCTURNO

¡Cómo dormir si el cielo está despierto!


Isla en el aire, el jet zumba su sueño
ignorante del trueno que lo sigue.

Con el mismo vestido hasta la muerte


-pluma inconsútil - va la golondrina
hacia el árbol que el viento ha cultivado.

Sobre el canto del pájaro del tiempo


a la altura de Dios sube la noche
mientras la luna cambia su semáforo.

Y el sol que ya clarea en el oriente


es occidente para los que duermen
y vivieron su día para siempre.
132
Después de estudiar en la Universidad de Antioquia, se ha
dedicado por entero al periodismo.
133
Bibliografía de Rogelio Echavarrya: "Edad sin tiempo"
(Bogotá, ed. Teoría, 1948); "El Transeúnte" (Bogotá, ed.
Ministerio de Educación Nacional 1964).
TIEMPO PERDIDO

¿Cómo te quejas de que pase el tiempo


si vives sofocándolo, apremiándolo,
conjurando sus plazos, estrechando
su camisa, podando su almanaque?

Niño quieres ser joven y maduro


ya no aceptas ser viejo. ¿Quién entiende?
Compras para pagar después y gimes
cuando te exigen saldo y vencimiento.

Haces ayer el diario de mañana,


no vives hoy amor sino recuerdo,
en enero trabajas por diciembre
y tienes mal del siglo... venidero.

Y cuando escribes luces un quevedo


en lugar de los lentes de contacto.
Miras más lejos de la tumba y sabes
que el alma es miope y suele tropezarla.

INFANCIA

El día vendrá en que ha de descender la flor que hace la infancia.


Nadie la ve caer. Tal vez nos preguntemos: ¿Luego...existió?
Puede saberse donde está pero es imposible alcanzarla
pues de la iniancia siempre estamos de regreso.

No porque el corazón ignore el estigma lo evita.


La naturaleza seguirá fabricando sus mariposas.
¿La lluvia que viste el mundo qué es
sino nubes despojadas de su inocencia?
Cuando yo amaba con ojos neutros, sin sexo,
las mujeres crecidas, altas, eran deformes.
Ahora ¿acaso no sé lo que son
y lo que llevan de inevitable en sus pasos?
El corazón crece inconsútil.
La sangre se renueva y olvida.
La niñez es una doncella que muere
con el primer amor, y su fruto es maldito.
Sale del paraíso, al que nunca puede tornar,
y la sitia la nada con sus interrogantes espadas.

Todos nacemos ciegos y morimos sin saber qué es la luz


aunque podamos asegurar que haya quemado nuestras manos.
En las horas de un solo día cabe la historia del mundo.
Cada noche es la última. Cada mañana Dios habla seis veces.
El hombre, que avanza cayendo desde Adán hasta mí,
aún no se ha incorporado para decir: ¡He llegado!

A esta que hemos llamado la generación de "Mito" pertenece Gabriel García


Márquez, tanto por la fecha de su nacimiento (1928, el mismo año de Cote
Lamus) como por la fecha de aparición de sus primeros cuentos y libros.
Su obra es la de un novelista; no, estrictamente, la de un poeta. Y quizá el más
sorprendido de que su nombre aparezca en una antología de la poesía
colombiana sea el propio "Gabito". Sin embargo, su obra, en prosa, está tan
impregnada de poesía que sería un error, en nuestra opinión, no incluirlo.
La poesía se da tanto en verso como en prosa. Baudelaire y Rimbaud lo
demostraron suficientemente, hace más de un siglo. Lo mismo Lautréamont. Y,
más tarde, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Federico García Lorca. Ya
hemos incluído algunas prosas que consideramos esencialmente poéticas, como
las de Alvaro Mutis y Jorge Gaitán Durán134. No habría razón válida para no
dejar testimonio, aquí, de nuestra admiración hacia García Márquez: no hacia el
novelista - ello sería superfluo - sino al gran poeta que se expresa a través de los
"Cien años de soledad" y muchos de sus cuentos.

134
Ya antes de ellos, Guillermo Valencia hizo algunos
intentos de poesía en prosa y algunos de sus discursos tienen
fragmentos eminentemente líricos; y León de Greiff, Rafael Maya y
Eduardo Carranza publicaron volúmenes enteros de prosas
poemáticas. Es interesante citar también las prosas líricas de
Amira de la Rosa y Jaime Paredes Pardo. Más adelante hallará el
lector las prosas poéticas de Gonzalo Arango y de Jaime Jaramillo
Escobar.
El es un gran creador de mitos y leyendas. Esa "función fabuladora" es, en
esencia, poética. También es poético su lenguaje perturbador. Y es poética su
visión del mundo.
No es nuestro propósito hacer aquí el elogio de Gabriel García Márquez como
novelista y cuentista. Lo es, solo, subrayar - eso sí con la mayor energía- la
condición poética de esa obra en prosa - creación de maravillas y fábulas
perdurables -, desconcertante y fascinante por tantos aspectos.
Nos parece que está bien cerrar este capítulo sobre la generación de "Mito"
con dos breves fragmentos de esa prosa poética, tan rica como sugestiva y
renovadora:

"CIEN AÑOS DE SOLEDAD"


(Fragmento)

Los primeros días no encontraron un obstáculo apreciable. Descendieron por


la pedregosa ribera del río hasta el lugar en que años antes habían encontrado la
armadura del guerrero, y allí penetraron al bosque por un sendero de naranjos
silvestres. Al término de la primera semana, mataron y asaron un venado, pero
se conformaron con comer la mitad y salar el resto para los próximos días.
Trataban de aplazar con esa precaución la necesidad de seguir comiendo
guacamayas, cuya carne azul tenía un áspero sabor de almizcle. Luego, durante
más de diez días, no volvieron a ver el sol. El suelo se volvió blando y húmedo,
como ceniza volcánica, y la vegetación fue cada vez más insidiosa y se hicieron
cada vez más lejanos los gritos de los pájaros y la bullaranga de los monos, y el
mundo se volvió triste para siempre. Los hombres de la expedición se sintieron
abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y
silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de
aceites humeantes y los machetes destrozaban lirios sangrientos y salamandras
doradas. Durante una semana, casi sin hablar, avanzaron como sonámbulos por
un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por una tenue reverberación
de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante olor de
sangre. No podían regresar porque la trocha que iban abriendo a su paso se
volvía a cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva que casi veían crecer
ante sus ojos. "No importa", decía José Arcadio Buendía. "Lo esencial es no
perder la orientación". Siempre pendiente de la brújula, siguió guiando a sus
hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron salir de la región encantada.
Era una noche densa, sin estrellas, pero la oscuridad estaba impregnada por un
aire nuevo y limpio. Agotados por la prolongada travesía, colgaron las hamacas
y durmieron a fondo por primera vez en dos semanas. Cuando despertaron, ya
con el sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeado de
helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana,
estaba un enorme galeón español. Ligeramente volteado a estribor, de su
arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias
adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora
petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras.
Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de
olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el
interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había
nada más que un apretado bosque de flores...

"CIEN AÑOS DE SOLEDAD"


(Fragmento)

... Desde las tardes olvidadas del costurero, cuando la sobrina apenas se
interesaba por darle vuelta a la manivela de la máquina de coser, llegó a la
conclusión simple de que era boba. "Vamos a tener que rifarte", le decía,
perpleja ante su impermeabilidad a la palabra de los hombres. Más tarde,
cuando Ursula se empeñó en que Remedios la bella, asistiera a misa con la cara
cubierta por una mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso misterioso
resultaría tan provocador, que muy pronto habría un hombre lo bastante
intrigado como para buscar con paciencia el punto débil de su corazón. Pero
cuando vió la forma insensata en que despreció a un pretendiente que por
muchos motivos era más apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza.
Fernanda no hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vió a Remedios,
la bella, vestida de reina en el carnaval sangriento, pensó que era una criatura
extraordinaria. Pero después, cuando la vió comiendo con las manos, incapaz de
dar una respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó
fue que los bobos de la familia tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el
coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella,
era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba
a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la
abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se quedó vagando por el
desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin
pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus
hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que
Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las
mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que
Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.
-¿Te sientes mal? - le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una
sonrisa de lástima.
-Al contrario - dijo -, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le
arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta
sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines, y trató de
agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella,
empezaba a elevarse. Ursula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para
identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced
de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el
deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con
ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire
donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en
los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la
memoria...

Capítulo XI

EL NADAISMO

El "Nadaísmo" fue fundado en 1958. Era algo más que un nuevo movimiento
literario, o poético. A su fundador, Gonzaloarango, se unieron X-504, Jotamario,
Amílkar Osorio, Eduardo Escobar y Darío Lemos. Otros nadaístas surgieron en
Bogotá, Cali, Medellín y diversas ciudades.
Seguramente, no ha habido en el país un movimiento tan iconoclasta como
éste. Tuvo la gran virtud de ponerlo todo en duda. Dios, la sociedad, el
establecimiento, las sanas costumbres, la tradición - especialmente, la
antioqueña -, incluso la literatura que le servía de instrumento para expresarse
y convulsionar un medio sofocado de prejuicios.
Todo ello se hizo con originalidad, con humorismo picante o amargo, con
bruscos conceptos, rasgos de ingenio inesperados, con rebeldía auténtica, que
suscitaba antagonismos extremos.
El nadaísmo significó una ruptura y una apertura. Pero no solo ruptura con
los medios literarios anteriores sino una negación, el intento de desquiciar los
valores aceptados: desde luego, en poesía, pero también en política, filosofía y
moral. En este sentido, rebasó los límites de la literatura y se infiltró, con
algunas dosis de satanismo y cinismo, en las costumbres y en los credos. Ayudó
a ensanchar más la brecha generacional. Y con agresividad - pero con toques de
ternura, pureza - y con convicción casi fanática, se rebeló contra todo, ya que no
hallaba asidero en nada. Nunca un nombre fue más apropiado. Negado todo, el
nadaísmo afirmó su propia nada, o la del mundo, que es su reflejo. Situados en
actitud combativa - impregnados de valores "paganos" -, los nadaístas
rechazaron la cultura, cuestionaron todos los valores religiosos, morales, cívicos.
Fueron a dar con frecuencia a la cárcel, pues de la teoría pasaron muchas veces a
la práctica revolucionaria - teñida en ocasiones de comunismo. Sin duda,
fomentaron su propio escándalo, y usaron y abusaron de la publicidad. Fueron
los promotores de su propia revolución. Lograron, en buena medida, lo que se
propusieron: inquietar, desorientar, suscitar más preguntas que respuestas,
sembrar dudas. Se conectaron con diversos movimientos, especialmente con el
hippismo, y no fueron ajenos a las drogas.
De todo ello brotó una oscura, honda poesía, saturada de rebeldía y sentido
crítico, lo mismo que de humor amargo, nacida de la angustia de la nada.
Pero esta "nada" tiene mucho parentesco con "lo absoluto". Buscar y afirmar
la nada es, ya, una actitud en cierto modo metafísica, como bien lo supieron
Sartre, Heidegger y Camus. Y así, no es del todo extraño que - al menos para
algunos, empezando por el propio Gonzaloarango - ese laberinto escalofriante
de la nada haya desembocado en una aventura mística. Tal vez, algunos de los
nadaístas fueron místicos -ignorados incluso por ellos mismos - desde el
comienzo. Es lo que se vislumbra a través de algunos de sus versos y prosas
poemáticas, incluso en sus instantes más blasfemos o ateos, en sus actitudes
más iconoclastas - para la buena burguesía. Su desprecio por tradición,
capitalismo, burguesía, implicaba una búsqueda ansiosa: un absoluto más allá
de la rutina.
Refiriéndose a esta experiencia, Jotamario - uno de los nadaístas - ha escrito
en el más reciente libro de Gonzalo Arango: "Trece años le metimos a la misión
pagana y tanto nos ejercitamos en volear el alfanje que en pleno campo de
batalla le rebanamos la cabeza a nuestro aliado Satanás y volvimos a Dios las
miras. Hoy nuestra espada está en la vaina y esa vaina oxidada en el fondo del
mar de las deserciones. De todas las sorpresas que pudimos proporcionar,
ninguna como la de que el Nadaísmo iba a dar a Dios".
Sorpresa, sin duda, para los propios nadaístas y para sus lectores. Lo último
que podía esperarse era que de su cubilete de prestidigitadores saliera, de
pronto, Dios mismo, como un conejo inesperado. Pero así ha sido, al menos para
algunos de ellos, hoy en trance sobrenatural. Los otros se han mantenido fieles a
su línea inicial, a su ateísmo insurgente y a su desesperación; y, al llegar al fondo
del mundo o de la vida, siguen topándose con la nada.
Ignoro si los nadaístas colombianos conocieron, en su momento, una página
muy significativa de don Miguel de Unamuno - en "La agonía del Cristianismo" -
que alude a esta problemática e incluso a la designación hallada por Gonzalo
Arango. En su estilo retorcido, característico, escribe don Miguel:
"Nada! Otra palabra española henchida de vida de resonancias abismáticas,
que el pobre Amiel - otro agonizante solitario, y cómo luchó con la virilidad! -
graba en español en su "Diario Intimo" Nada! es a lo que viene a dar la fe de la
virilidad y la virilidad de la fe. - Nada! Así es como se ha producido ese especial
nihilismo español - más valdría llamarle nadismo para diferenciarle del ruso -
que asoma ya en San Juan de la Cruz... Nadismo que nadie ha definido mejor que
el pintor Ignacio Zuloaga cuando, enseñando a un amigo su retrato del Botero de
Segovia, un monstruo a lo Velázquez, un enano disforme y sentimental, le dijo: Si
vieras qué filósofo!... No dice nada!" No es que dijera que no hay nada o que todo
se reduce a nada: es que no decía nada. Era acaso un místico sumergido en la
noche oscura del espíritu de San Juan de la Cruz..."
Algo semejante ocurrió con el nadaísmo o nadismo colombiano135. Su actitud
derivaba quizá - por cuáles extraños laberintos del alma o de la conciencia
colectiva? - del nihilismo español. O del ruso. Y sus resonancias abismáticas - al
afirmar la nada y no solo al callar - eran las de quienes estaban sumergidos en
una oscurísima noche del alma. La de la nada pura o la del misticismo, por
anticipado.
Es cierto que Gonzalo Arango tuvo siempre algo de monje, de ermitaño, de
místico frustrado, de anacoreta perdido - y predicante - en medio de una
sociedad absurda. Hoy, en actitud de flor de loto y mirando hacia el cielo con
arrobo, se diría que ha llegado a una culminación. Sin embargo, para nosotros
sigue siendo difícil imaginarlo en actitud distinta de su rebeldía y de su
demoledora y eficaz crítica, movida por su humor y su sarcasmo.
En la obra de Gonzalo Arango136 hay un texto que resulta muy ilustrativo
para entender a cabalidad a los nadaístas. Es, al mismo tiempo, un excelente
ejemplo del estilo poético del fundador del movimiento137:
135
Es interesante subrayar la influencia de Federico
Nietzsche -Dios ha muerto, paganismo, nihilismo, espíritu
dionisíaco, anticristianismo - sobre el Nadaísmo colombiano.
136
Bibliografía de Gonzalo Arango: "Sexo y Saxofón"; "Prosas
para leer en la silla eléctrica"; "HK 111" (teatro); "Providencia"
(Barcelona, ed. Plaza Janés 1972); "Obra Negra" (Buenos Aires, ed.
Carlos Lohlé, 1974). Libro en prensa: "Fuego en el altar" (ed.
LOS NADAISTAS

Los nadaístas invadieron la ciudad como una peste:


de los bares saxofónicos al silencio de los libros
de los estadios olímpicos a los profilácticos
de las soledades al ruido dorado de las muchedumbres
de sur a norte
al encenderse de rosa el día
hasta el advenimiento de los neones
más tarde la consumación de los carbones
nocturnos
hasta la bilis del alba.
Va solo hacia ninguna parte
porque no hay sitio para él en el mundo
no está triste por eso
le gusta vivir porque es tonto estar muerto
o no haber nacido.

Es un nadaísta porque no puede ser otra cosa


está marcado por el dolor de esta pregunta
que sale de su boca como un vómito tibio
de color malba y emocionante pureza:
"Por qué hay cosas y no más bien Nada?"

Este signo de interrogación lo distingue

Plaza y Janés).
137
Al interrogar a Gonzalo Arango sobre su vida, nos
respondió: "La biografía de un poeta son sus poemas. Aquí van.
Nací en Andes (Antioquia) el 18 de enero de 1931 (ninguna mujer ni
historiador sabe este secreto). No tengo títulos ni menciones de
honor. Estuve a punto de ser abogado, pero cierta inclinación a
torcerlo todo me desvió del derecho. La línea de mi vida, según
los astros, es una línea curva, difícil y que conduce a la gloria.
Salí del inmenso anonimato fundando el Nadaísmo para restituír a
la Nada su condición rebelde, y a mi vida una razón de vivir entre
los signos apocalípticos y nihilistas de mi tiempo. Creo que el
poeta es el defensor de oficio de la vida y que la poesía no es el
ocio de la palabra, sino su acción..."
de otras verdades y de otros seres.
El es él como una ola es una ola
lleva encima su color que lo define revolucionario
como es propia la liquidez del agua
del hombre ser mortal
del viento ser errante
del gusano arrastrarse a su agujero
de la noche ser oscura como un pensamiento
sin porvenir.
Ha teñido su camisa de revolución
en los resplandores de los incendios
en el asesinato de la belleza
en el suicidio eléctrico del pensamiento
en las violaciones de las vírgenes
o simplemente en el barrio pobre de los tintoreros.

Lleva su Camisa Roja como un honor


como un cielo lleva su estrella
como un semáforo produce su luz intermitente
de catástrofe
como una envoltura de "Pall-Mall"
perfumando su pecho de adolescente.
El nadaísta es joven y resplandece de soledad
es un eclipse bajo los neones pálidos
y los alambres del telégrafo
es en el estruendo de la ciudad,
y entre sus rascacielos,
el asombro de una flor teñida de púrpura
en los desechos de la locura.

Tiene el peligro de los labios rojos y los polvorines


mira los objetos con ojos tristes de aniversario
es el terror de los retóricos
los fabricantes de mortal
es sensitivo como un gonococo esquizofrénico
inteligente como un tratado de magia negra
ruidoso como una carambola a las dos de la mañana
amotinado como un olor de alcantarilla
frívolo frívolo como un cumpleaños
es un monje sibarita que camina sin temblor
a su condenación eterna
sobre zapatos de gamuza.
Sufre el vértigo de los sacudimientos
electrónicos del jazz
las velocidades a contra-reloj
corazón de rayo de voltio que estalla
en el parabrisas de un Volkswagen
deseando la mujer de tu prójimo.
Se aburre mortalmente pero existe.
No se suicida porque ama furiosamente fornicar
jugar billar-pool en las noches inagotables
brindar ron en honor a su existencia
estirarse en los prados bajo las lunas metálicas
no pensar
no cansarse
no morirse de felicidad
ni de aburrimiento.
Es espléndido como una estrella muerta
que gira con radar en los vagos cielos vacíos.
No es nada pero es un Nadaísta
¡y está salvado!

Tal fue el mundo nadaísta. Tal su actitud de insurrección y violencia verbal. Y


la pregunta que el nadaísta se formula - por qué hay algo más que la nada - es la
misma que se plantea San Agustín en sus "Confesiones".
Lo que ha salvado a Gonzalo Arango ha sido la pureza de su actitud
intelectual. Siempre ha estado violentamente convencido de lo que dice y hace.
Esa pureza le llevó incluso a renegar del nadaísmo y a enterrar el movimiento
que él mismo había creado. Entre los varios textos de "Adiós al Nadaísmo"
sobresale el que aquí incluímos:

ADIOS AL NADAISMO

Caído en el limbo espiritual suspiro por nuevos suplicios.


Reclútame Señor para la salvación o el terror.
Los ideales que no cambian la vida corrompen el alma.
Esta pureza que cultivo en la soledad me da asco.
El espejo ya no me refleja: me culpa.
Dios mío, sálvame de esta paz difunta.
Devuélveme la esperanza y el sufrimiento.
Dame fe en una causa aunque sea perdida.
Dame todo el fuego que sobró de Sodoma, la sed que incendió tus delirios.
Quiero arder, ¡arder!
Dame, Señor, la desesperación de creer y la felicidad de destruirme!

En otro poema, igualmente significativo, Gonzalo Arango nos traza una


patética autobiografía.
También una descripción del hombre según el concepto nadaísta. Es sin duda
una de sus páginas más intensas y logradas, escrita en 1973. A través de esta
vaga prosa, la personalidad muy enérgica de Gonzalo Arango se hace patente y -
como en los casos de Gaitán Durán, Alvaro Mutis, García Márquez y X-504 - la
poesía destella en formas distintas de los versos tradicionales:

CESAR O DIVINIDAD

Yo pasé por todos los recovecos, las guaridas


elegantes, y caí ciego en las trampas del laberinto
del sistema aciago.
Aprendiendo a pensar me perdí.
Experimenté todo; Deserté de todo.
Me adherí con juramentos a las banderas que luego
traicioné, a los credos en que nunca creí.
Desterrado de la razón vagué por los arrabales como
un loco perdido. Mi hogar era los extramuros, las
ruinas, los nidos de las águilas abandonados, los
lechos de los ríos secos.
En las montañas adoré a los bandidos que más tarde
injurié.
Las autoridades me abrumaron con su terrible falso
poder, hasta el punto de desfallecer con solo
presentir un crimen, el olor de un policía.
Me sublevé, hacha en mano, contra los dogmas
humillantes de la dignidad de la vida.
En los jardines del tirano nunca me invitaron a roer
el pan del poder, el de la gloria. Me daban a morder,
en cambio, el hueso del sacrificio. El poder
era mi sueño, pero en la vida me supo amargo y
perecedero: pan de muerte.
De las iglesias me expulsaron con exorcismos de
azufre de excomunión, aunque impulsado por un
feroz misticismo y un deseo de salvación salvaje,
por impetrar perdón me ofrendaba en holocausto
para que el humo de la plegaria de mi cuerpo me
trajera de la hoguera el aroma de mi condición
divina:
El Martirio!
Merodeaba en los aleros de los palacios del poder y
la riqueza, y canjeaba poemas inspirados por besos
adúlteros con mujeres espléndidas. A falta de oro,
Judas fue mi preceptor en el sexo. Poseía todo lo
que codiciaba, y después lo traicionaba.
Entregaba mi alma por la clave de un sésamo para
espiar en los paraísos eróticos de la aristocracia:
carne de carnaval, amaneceres de embriagueces
turbias, lujurias grises, el tedio de la incomunicación,
la muerte perfumada y desnuda, el horror en el infierno
de las delicias. Después de las orgías pactaba
conspiraciones contra cualquier césar o divinidad.

La taberna fue mi templo, mi universidad.


En las antesalas de la gloria mendigué poder, santidad,
heroísmo, con la abnegación de un pordiosero. Me
rechazaron siempre por mi invencible aire de pureza
que descubrían en el fondo de mi satanismo modelo
o en mi rojo aire libre de profeta pirómano por la
cólera y la compasión del mundo.
En una edad lejana fui portero de alcobas concubinas
en un prostíbulo real. Y, eunucobufón, pecaba con
las llaves de oro de la imaginación inventando
abracadabras para violar los secretos del sexo de la
nobleza. ¡Oh jubilosas lujurias, oh satánicos éxtasis
de fornicación! Mi Gólgota fue la castidad.
En el delirio de la imaginación ascendí a tamborero
del Palacio de Justicia. Mi misión era siniestra:
ordenar los ajusticiamientos sin derramar una lágrima
Envidiaba el dedo en el gatillo de los fusileros: su
mano firme y su corazón helado.
De ahí me trasladaron como censor al Palacio de
Bellas Artes. Abrumado de méritos contra la Libertad,
fui proclamado verdugo y me ahorqué por el honor
de una medalla.
La bandera del Trono se enlutó por mí.
Mis mundos eran subterráneos y sinuosos como los
del gusano y el topo. En la noche saltaba de cangrejo
a búho. Del búho al ángel me separaba un abismo
en el que sembré semillas de redención: un puñado
de lujurias marchitas y derrotas frescas.
Arruiné mi vida por enriquecer el ego.
Pasé sin desgarramiento del Corazón de Jesús al
comunismo; de las sosas academias a los antros de
perdición; de la idolatría al sacrilegio.
De la razón degollada di a luz el Nadaísmo como
tabla de salvación para cruzar la noche náufraga del
materialismo del siglo, y sobrevivir a sus feroces
signos.
Apuré todo lo sagrado como un tintero de veneno
purificador pero la santidad me derrotó con sus primeras
espinas: Me afilié en los bandos malditos y afilé
mis garras para la barbarie. En la tensión del arco
descubrí que la acción no era mi cielo.
Escapé en un velero perseguido por submarinos
atómicos. Me degradaron en público alegando mi
ternura como traición a la patria.
Me rebelé contra el orden opresor que impone los
privilegios del poder a los pobres.
Mordí la piedra de la derrota filosofal.
Impotente contra la iniquidad y la inmundicia, me
hice bandido político, bandido lógico, y una vez me
reventaron como un sapo por no llenar los requisitos
de la infamia, máxima virtud de los tiranos.
Asalté los tesoros y repartí el botín entre los
terroristas, las prostitutas chancrosasy los criminales
en retiro:
Yo no conquistaría ningún cielo, ningún trono, por
la virtud. Armado de mis feroces atavismos: el terror
la misericordia, me lancé a la aventura.
Bienaventurados los aventureros porque de ellos
serán los tesoros de la Imaginación.
Fue así como derrotado de todo me hice bandido
del poema, y un rayo me hirió de luz mientras miraba
la gaviota de Providencia sobre una nube color
naranja.
Después de tales peripecias hallé el camino al caer al
abismo donde me encontré a mí mismo.
Agobiado por la felicidad di el salto a la penúltima
fe: el Amor!
Forjar en los más altos cielos del ser su trono en la
cúpula divina.

"Providencia" es el título de una de las últimas obras de Gonzalo Arango138.


Alude a la pequeña isla del mar Caribe donde vivió algún tiempo el poeta
antioqueño. Es un mínimo libro que se lee rapidamente. Son pequeñas viñetas,
cuadros, breves ventanas poéticas. El tono ha cambiado y también la
personalidad del poeta parece haberse transformado al contacto de la isla, del
mar y del amor.
En algunas de las prosas poemáticas de Gonzalo Arango, se acerca a lo "real
maravilloso". Así ocurre, por ejemplo, en "Punta Arenas". En tales casos hay
cierta cercanía al realismo y a la magia de Mutis y de García Márquez, aunque
conservando siempre un tono personalísimo.
De su nuevo libro, "Obra Negra" - que recoge lo mejor de su creación literaria,
en sus diversos períodos - hemos escogido, para terminar la presentación de
Gonzalo Arango, tres prosas realmente excelentes:

MARASMO

.................................

En un tiempo mi pasión fue el existencialismo, la literatura negra que


celebraba el funeral del mundo occidental. Yo recogía los despojos de esa crisis,
su podredumbre. No me interesaba el destino del hombre y había perdido la fe
en Dios. Estaba solo como en la prehistoria.
138
"Providencia" es obra escrita en compañía con "Angelita",
quien, además, la ilustra.
De todos los trapos derrotados remendé una bandera: el nihilismo.
No volví más al templo de los viejos dioses y aprendí la blasfemia y el terror
de las madiciones.
Traicionada la metafísica por una moral maniquea descubrí que el oro de los
santos era falso como los símbolos que encarnaban: la idolatría del poder, la
humillación de las almas.
En el trono de Dios no reinaban la belleza, el amor, la justicia. En el mercado
negro se subastaban los valores sagrados. La teología dejó de ser conocimiento
de Dios para convertirse en un libro fabuloso de contabilidad. Frente a esa
industria de la fe, el demonio me pareció más idealista: ofrecía la libertad a
cambio del alma, el goce pleno de la tierra sin complejos de culpa. ¡Era tentador!
Me afilié a la causa del demonio.
El placer era mi ideal. Mi aniquilamiento el porvenir. Brindaba por el fin del
mundo en mi propia destrucción.
Nunca abracé la felicidad, siempre una enfermedad nueva, una nueva
desesperación se sumaban al calvario donde clavaría mi bandera de odio contra
el mundo. Perdería mi guerra con orgullo, solo. Por mi muerte el ángel de las
resurrecciones no tocaría la trompeta ni se apagaría el sol. Me hundiría solo en
las sabrosas tinieblas.
Una noche toqué el fondo cuando vi aparecer un astro, su resplandor. No era
un astro del cielo, era la sonrisa de una mujer. Me miró como un puente entre el
abismo y el horizonte, me tendió la mano para pasar. Cuando estuve del otro
lado desapareció...
Sé que era una mujer y no un sueño, pues aún me queda el aroma de su mano
y el eco de esas tres palabras:
¡Vamos a vivir!

PIC-NIC AL MAS ALLA

Esa noche me invitaron a un pic-nic a la orilla del mar.


Recostado en un tronco con el cerebro lleno de humo, la lógica se hizo ceniza
en la hoguera sagrada. De repente sentí que la piel me abandonaba con una
dulzura zozobrante y se incendiaba en una estrella, allá lejos.
Estaba fascinado con el prodigio.
Por mis venas no corría sangre, sino un éter seráfico que me aliviaba de la
pesadumbre del cuerpo.
Cerrados los circuitos del pensamiento, volaba al infinito dentro de mí
mismo, hacia Dios.
En algún momento me asaltó cierto terror relacionado con mi vida. Sentí que
e m ¡g r a b a...
Un turbio sentimiento de culpa embargó mi alma por atreverme en los
Enigmas.
Presentí; aterrorizado, que iba a suceder lo mismo con mi piel: una fuerza
brusca, sobrenatural, me arrancaría de mí mismo para arrojarme al vacío.
Con un miedo impotente me aferré al tronco para evitar la caída, pero la
madera empezó a crujir desintegrada, en un divorcio con mi cuerpo, como si la
materia me hubiera desterrado de su realidad.
En el absoluto desamparo evoqué lo que más amaba, lo más bello, que me
retuviera de este lado del mundo: esa mujer, la turbadora promesa de su
ternura sexual.
Fue inútil.
Nada podía alcanzarme en el vértigo de aquel abismo en que giraba lejos de
la posibilidad humana.
Náufrago del cielo, perdido en el torbellino de las constelaciones, brizna de
nada en la eternidad, era arrastrado por aquella marea de terror a un reino de
luz espectral en las ilimitadas orillas del no-ser...
Si mal no recuerdo, esa amarillez mística imitaba un cielo religioso en que la
luz era beatitud.
Sin duda había muerto en la tierra. Esta evidencia se impuso con tal claridad
que no tenía objeto rebelarme. Consentí mi muerte y ni siquiera podía
recordarme como cuerpo.
Heme aquí despojado de materia, vago sin memoria en cielos vacíos. ¡Mi Dios,
qué desiertos! Soledades puras.. esa luz sin límites... sin distancias... en que me
siento perdido.
No veo a Dios ni tengo esperanzas de encontrarlo.
Me pongo a buscar desesperadamente aquella mujer que amé en la tierra, de
quien una vez más me vendría la salvación.
Esta ilusión gravita en mí como un destino.
Recorro todos los estadios de la eternidad: nada, ninguna presencia, ningún
signo. Lo humano está ausente de este mundo.
Oh dioses, ¿dónde ocultáis a los mortales?
La idea de que tendré que vivir toda la eternidad en esta ausencia, abruma mi
alma con el peso de un exilio.
Siento la tierna y terrible nostalgia de la tierra, la sed de sus jugos, el júbilo
del ron alrededor de la hoguera, una cascada en el monte chorreando sobre una
mujer desnuda, mi mujer en un campo de girasoles, una hamaca bajo las
estrellas de Tolú, olor de campos arados, ríos de miel, de rocío, ¡oh, sí, la tierra,
reino transparente de luz, de plenitud!
Cuando volví del más allá los alcatraces jugaban en las olas del inmenso loto,
burbujas de sol en el aire. La tierra era un sueño que despertaba de la pesadilla
de Dios, y era verde. La bendije.

PUNTA ARENAS

Dios nace en el resto del mundo, menos en Punta Arenas. Los pescadores
fueron al mar como siempre. Los areneros a la playa. Al mediodía los negros
están en sus ranchos hamacando tiernamente una pereza de siglos. De las
callecitas brota humo hacia el cielo de un azul canallesco. Parece un pueblo
apestado, abandonado.
En el aire zumba el aburrimiento como un presagio de muerte: son los
zancudos que encendieron sus motores sedientos de la sangre del cordero. Si al
menos un vientecito agitara los cocoteros. Pero no: inmovilidad de tumba,
ausencia de Dios hasta en el cielo. Si algo existe al fondo de esta azulidad difunta,
es la nada.
Jacobo es el peluquero de Punta Arenas. Realmente no hay mucho de qué
cortar en este pueblo de cabezas africanas. La barbería, por sustracción de
materia, no es oficio lucrativo. Más bien un arte de perder el tiempo. Por eso
Jacobo atiende su clientela las mañanas de domingo.
Aunque no es domingo sino Navidad, afila las tijeras para distraer el tedio
que azota los ranchos y abreviar este día sin porvenir. Cuando su instrumento
cortaría en dos un suspiro, agarra a su hijo Feliciano y lo ata a una banqueta,
donde el mocoso resiste y patalea como un sábalo atontado por la dinamita,
hasta que el peluquero lo deja como un cepillo. Para no perder la afilada, levanta
de la cama a Dimas, el abuelo, que se acostó a morir desde que un taco lo cegó.
Dimas no habla, pero reconoce todas las voces del pueblo, aun esas que vinieron
después de su desgracia. Se dice, además, que la explosión le desbarató los sesos
y que el viejo está loco.De noche, cuando todos duermen en Punta Arenas,
Dimas saca su flauta que le trajeron de Cereté y se va por las callecitas
entonando melodías a la soledad de sus tinieblas.
Jacobo le corta de la barbilla cuatro pelos de chivo, canosos, y él se deja hacer
con la indiferencia de un muerto.
El peluquero me señala con su arma blanca, cortando el aire entre sus dedos
ágiles como una tijereta:
-Venga le abajo esas ramas del coco
-Gracias, Jacobo, es para taparme del sol.
Como todos los de la casa están reunidos, pregunto si no piensan hacer una
fiestecita para celebrar la Navidad.
-Oye, Jacobo, ¿ustedes que hacen el 24?
-Toitas de pueico.
-Tortas de puerco, muy sabrosas. ¿Y después?
-Depué ná, a domí...
Tortasde puerco, ¡qué desgracia! Lo que soy yo me voy a tirar al mar. Por lo
visto, Cristo perdió su venida al mundo, y yo a Punta Arenas.
Nunca había sentido la soledad de la belleza como en esta naturaleza sin
alma, en que los hombres no se distinguen de los cangrejos más que por la paja
de sus grutas y la nostalgia de la flauta de Dimas bajo la eterna noche de los
hastíos.
Salgo del rancho y me tiro al mar, con la ilusión de que pase un tiburón
buscando carne de cristiano para su cena de navidad.

El gran poeta del nadaísmo fue, sin embargo, más que su propio fundador,
ese otro personaje misterioso, que inicialmente se enmascaró bajo el seudónimo
de "X-504". Con tan extraño nombre firmó y público varios poemas nadaístas,
audaces, renovadores, inquietantes. Detrás de estos versos desarticulados, se
adivinaba un hombre culto, sagaz, y un poeta que fluctuaba entre lo macabro y
lo tierno que, desgarrado interiormente, vivía patéticamente su "nada".
Después, un poco para desengaño de todos, resultó ser un hombre corriente,
con nombre propio - Jaime Jaramillo Escobar -, buen trabajador, editor y
tipógrafo para más señas, un poco más conformista - exteriormente - de lo que
sus poemas rebeldes harían suponer139. "Fue una decepción" dice Gonzalo
Arango. Con todo, ya descubierto, seguirá siendo siempre un ser enigmático.
Su vida, empero, no interesa. Interesa, y mucho, su obra poética140, creada
con un estilo inconfundible, fuera de serie inclusive dentro del nadaísmo, que,

139
Jaime Jaramillo Escobar nació en Pueblo Rico (Antioquia)
en 1933. Trabajó en empresas editoriales. Culto, ama la música, la
poesía antigua, las ediciones raras. Actualmente gerencia una
firma de publicidad. Dice que se ha alejado de la poesía; pero, es
esto posible?
140
Bibliografía de Jaramillo Escobar: "Los poemas de la
ofensa" (Bogotá, ed. Tercer Mundo", 1968), libro con el cual
obtuvo el premio nadaísta de 1967.
con una precisión rara en la poesía y con una peculiar mezcla de humorismo
oscuro y desolación lírica, revela una soledad infranqueable y dolorosa.
Hondo conceptualmente - sin ser racional -, siempre actual y sutil, sarcástico
e imaginativo - una fantasía referida a lo real de manera muy viva-, Jaramillo
Escobar habita su nada. Es quizá el más nadaísta de los nadaístas. En sus versos
- excepcionalmente renglones tradicionales; casi siempre amplias prosas
poemáticas - todo sistema se evapora. Mundo y juego humano pierden sentido.
Poesía terriblemente auténtica - original no solo en sus temas sino en la manera
de tratarlos -, en cuyo acento resuena un sombrío Baudelaire contemporáneo.
Un Blake? Un Claudel ateo? Un Blois actual? Su poesía denota un pensador
hondo, desgarrado como los más altos líricos, sensual y amargo, patético
siempre, con algo Kafkiano. Este insondable X-504 resulta imprevisible,
insobornable. Al asomarnos a sus versos nos hallamos ante un abismo. Su
aventura sigue abierta, inédita. Parece buscar, con amargura contenida y mucha
dulzura íntima, una serenidad que constantemente se le niega. A veces, cambia
su tono duro, se torna plácido, melancólico, triste, o abatido sin dolor; también
sin esperanza. Otras veces, el poema parece desenvolverse en dos niveles, uno
de pavura, otro mordaz sobre las cosas cotidianas. En esta lírica, impresionante,
de la vida diaria, es difícil que se le supere. En ocasiones, son poemas
monologados, o con diálogo tácito, o extensivo a personajes - como Whitman - o
a obsesiones y deseos. En el fondo, una poesía escalofriante (como su "Aviso a
los moribundos") que revela la convicción de que está de más en el mundo; la
última alma - dice - era la mía, alma siempre sobrante y solitaria. Son frecuentes
estos rasgos de su autobiografía interior. Palabras elementales: su poesía emana
de algo más recóndito. Cuántos poetas más conocidos - su lírica es todavía
ignorada entre el público y la crítica - resultan superficiales al lado de este
sincero desgarramiento, retenido, sin embargo. En formas mínimas, expresa una
honda poesía, como en el "Apólogo del Paraíso", con su sugestivo verso final,
que puede vincularse a aquella confesión suya: "El secreto de mi estilo está en
que escribo siempre desnudo". Su obra, aunque muy reducida - qué más da! - se
nos antoja uno de los instantes culminantes de la lírica colombiana. Entre pocos,
poquísimos - si se hiciera la más estricta selección -, él tendría que figurar, con
su tea oscura, incendiaria e iluminativa a un tiempo, pues su poesía, tan viva
como llama viva, destruye, crea, agoniza, revive, fulmina, arde. Por todo ello,
hemos querido darle a su poesía una amplia acogida en estas páginas
antológicas:

AVISO A LOS MORIBUNDOS


A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el
mundo:
os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros;
vuestra taza permaneceía quieta en el aparador como un gato sin
amo,
mirando la eternidad con su ojo esmaltado.
Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis
preparando vuestras ocultas descomposiciones:
todos vuestros problemas van a ser resueltos dentro de poco,
ya, ciertamente, no tendréis nada de qué quejaros,
¡oh príncipes deteriorados y próximos al polvo!
Vuestros vecinos ya no os molestarán más con sus visitas
inoportunas
pues ahora los visitantes váis a ser vosotros, y de qué reino
misterioso y lento!
Ya no os acosarán más vuestras deudas ni os trasnocharán
vuestras dudas e incertidumbres,
pues ahora sí que váis a dormir, ¡y de qué modo!
Ahora vuestros amigos ya no podrán perjudicaros
más, ¡oh afortunados a quienes el conocimiento deshereda!
Ni habrá nadie que os pueda imponer una disciplina
que os hacía rabiar, ¡oh disciplinados y pacíficos habitantes de
vuestro agujero!
Por todo esto vengo a avisaros que se abrirá una nueva época
para vosotros
en el subterráneo corazón del mundo a donde seréis llevados
solemnemente
para escuchar las palpitaciones de la materia.
Alrededor vuestro veo muchos que os quieren ayudar a bien morir,
que nunca, sin embargo, os quisieron ayudar a bien vivir.
Pero vosotros ya no estáis para hacer caso de nadie,
porque os encontráis sumergidos en vosotros mismos como nunca
antes lo estuviérais,
pues al fin os ha sido dado poder reposar en vosotros,
en vuestra más recóndita intimidad a donde nadie puede entrar a
perturbaros.
Ciertamente, vuestro suceso no por sabido es menos inesperado,
y para algunos de vosotros demasiado cruel, como no lo
merecíais,
mas nadie os dará consolación y disculpas.
De ahora en adelante vosotros mismos tendréis que hacer vuestro
lecho,
quedaréis definitivamente solos y ya no tendréis ayuda, para
bien o para mal.
Vosotros, que no soportábais los malos olores, ahora ya nadie os
podrá soportar a vosotros.
Vosotros, que no podíais ver un muerto,
ahora ya nadie os podrá ver a vosotros,
os ha llegado vuestro turno, ¡oh maravillosos ofendidos en la
quietud de vuestra aristocrática fealdad!
Tánto que os reísteis en este mundo, mas ahora sí que váis a
poder reiros a todo lo largo de vuestra boca,
¡oh prestos a soltar la carcajada final, la que nunca se borra!
Yo os aviso que no tendréis que pagar más tributo
que desde este momento quedáis exentos de todas vuestras
obligaciones,
oh próximos libertos, ¡cómo váis a holgar ahora sin medida y sin
freno!
Ahora váis a entregaros a la desenfrenada locura de vuestro
esparcimiento,
no, ciertamente, como os revolcábais en el revuelto lecho de
vuestros amantes,
sino que ahora seréis vosotros mismos vuestro más tierno amante,
¡sin hastío ni remordimiento!
Tomad vuestro último trago de agua y despedíos de vuestros
parientes porque váis a celebrar el secreto concilio
en donde seréis elegidos para presidir vuestra propia
desintegración y vuestra ruina definitiva.
Ahora sí que os podréis jactar de no ser como los
demás, pues seréis únicos en vuestra inflada podredumbre,
ahora sí que podréis hacer alarde de vuestra presencia! Yo os
aviso
que mañana estrenaréis vestido y casa y tendréis
otros compañeros más sinceros y laboriosos
que trabajarán acuciosamente día y noche para limpiar vuestros
huesos.
oh vosotros que aspiráis a otra vida porque no os amañásteis en
ésta:
yo os aviso que vuestra resurrección va a estar un poco
difícil,
porque vuestros herederos os enterrarán tan hondo
que no alcanzaréis a salir a tiempo para el juicio final.

Quien escribió el anterior poema es, sin duda, uno de los mejores poetas
colombianos de cualquier época. Lo extraño es que esta lírica impar no haya
sido valorada, situada adecuadamente todavía. Por qué "Los poemas de la
ofensa" han permanecido en esta penumbra cercana al olvido?
Un tono completamente diferente es el de sus "Coplas de la muerte", poema
casi jocoso, bailarín y sangriligero, con algo de romance popular y de fábula
española del medioevo:

COPLAS DE LA MUERTE

La Muerte me coge el pie,


yo la cojo del cabello;
si se queda con mi pie,
me quedo con su cabeza.

La Muerte me coge un brazo,


yo la agarro con el otro;
cuando amanezca estaremos
dando vueltas en redondo.

Si la Muerte entra a mi alcoba,


me tiro por la ventana;
y si sale y me persigue
corro al río y me echo al agua.

Si me encuentro con la Muerte


¡qué susto le voy a dar!
Le diré que en la otra esquina
me acaban de asesinar.

Para que nunca me encuentre


la Muerte aquí me le escondo;
si les pregunta por mí
digan que no me conocen.
Ya subrayamos la influencia de Federico Nietzsche sobre el nadaísmo
colombiano. Algunos rasgos del "Zaratustra" se hallan en Gonzalo Arango; otros,
en este amargo y dionisíaco X-504. Su obsesión por la divinidad, sin llegar a un
Dios concreto, le conduce a una innominada angustia. A veces a una actitud de
rebeldía: "La policía lo metió a la cárcel pocas horas después, como a todo
hombre que intenta ser feliz" pues en este poeta, como en Gonzalo Arango, hay
un contenido de insurgencia social.
Para terminar esta visión de la poesía de Jaime Jaramillo Escobar, nos
remitimos a sus poemas; su reiterada lectura es, como siempre, mejor que
cualquier comentario marginal:

PROBLEMAS DE LA ESTETICA CONTEMPORANEA

La magnitud de la humanidad pesa sobre cada uno


de nosotros, y sentimos profundamente a
los antípodas pateando sobre nuestro corazón.
De modo que no es extraño que andemos como
unos cristos abofeteados en busca de una cruz
para apoyarnos.
Habiendo subido a lo alto de una colina una noche,
ante mí se extendía la ciudad como una piel de tigre.
Y en el licor de las copas cintilaban las lucecillas de
tres almas.
La última era la mía, alma siempre sobrante y
solitaria.
Por el aire volaban dentelladas y entonces apareció
el Diablo y me dijo:
-"Te lo daría todo si postrado me adoraras".
Ser el dueño del mundo es lo mismo que no tener
nada, pues el error existe en todo y siempre nos
engañan.
Mis jeans y mi chaqueta no se pueden cambiar por
un edificio de cinco pisos ni por un puesto
en las oficinas del Gobierno.
Prefiero andar derrotado por los alrededores de
talleres de mecánica y cobertizos de carros.
Allí todos tratan de poner en sus vidas las mejores
cosas que pueden, y así recogen una flor,
una novia y un espejo.
Este esfuerzo colectivo me enternece y de pronto,
sin darme cuenta, le sonrío a la gente como
un perro.
Una mañana andaba un hombre desnudo por las
calles de la ciudad.
La policía lo metió a la cárcel pocas horas después,
como a todo hombre que intenta ser feliz.
Porque todo lo que no está dentro de la ley
está fuera de ella.
Y dentro de la ley no puede haber un hombre
desnudo porque la ley es hecha por los
representantes de los propietarios de las
fábricas de tejidos.
Como tampoco puede haber un hombre con hambre
porque el hambre del pobre es resbalosa.
A la puerta de un pequeño restaurante donde entré
un día se paró un hombre hirsuto que
después de mirar se fue diciendo:
-¿Conque comiendo, eh? ¡Me alegro, me alegro!",
y su risa cayó sobre la sopa como una araña negra.
Bandadas de muchachos en las calles buscando el
alimento
andan en las ciudades perseguidos por un golpe
tremendo.
Pequeños señores de traje negro y de ojos perfumados
y crueles los acechan.
Los muchachos les roban algún swéter y unos
zapatos viejos.
El fabricante de rosquillas puede al menos comérselas,
pero el que sólo sabe hacer poemas,
qué comerá?
Si una pregunta no tiene respuesta lo mejor es
cambiar de pregunta y de problema.
Para eso hay petulantes que nos dicen:
-"¡Dedícate a la estética!

LA LLAGA INCURABLE
Hay un animal que tiene que estar siempre con el
día. Si lo coge la noche, muere.
Este animal corre con el sol, para él es siempre medio
día y no conoce la oscuridad.
Le da la vuelta a la tierra con el sol; corre, vuela,
nada; está hecho así a su necesidad de luz.
Atraviesa las selvas, las montañas, los mares, siempre
con el sol.
En las islas es fácil verlo cuando pasa siguiendo el
día. Va siempre debajo del sol.
En el último eclipse se precipitó en el mar como un
paracaídas del sol. Estuvo a punto de morir.
Asimismo hay otro animal que tiene que estar siempre
con la noche. El día no le puede tocar la punta
de la cola, porque muere.
Este animal va siguiendo la noche, por continentes,
islas y mares; pero no es fácil verlo. Sólo una vez
estuvo a punto de ser atrapado sobre el Océano Indico.
No conoce el día, y si por algún acaso se llegara a
encontrar con el animal que va siguiendo el día, la
pelea de ambos levantaría olas de cien metros en la
Mar y trombas capaces de derribar un navío.

Cuando pequeño, solía yo quedarme despierto toda


la noche en el zaguán, esperando que pasara este
animal para verlo, pero quizás no pasaba por mi aldea.
Yo pensaba que él comería estrellas, pues ¿quién no
sabe que las estrellas suben y bajan? Pero tal vez
no se alimentara más que de luciérnagas.
Este animal no tiene un nombre fijo porque en cada
país lo llaman de un modo distinto. Nunca quiere
salir de las tinieblas, y si el dedo de la luz lo
toca en la espalda le abre una llaga incurable.

APOLOGO DEL PARAISO

Eva, transformada en serpiente, ofreció a Adán una manzana.


Fueron arrojados del Paraíso, pero ellos llevaron semillas
consigo,
y Adán y Eva encontraron otra tierra y plantaron allí las
semillas del paraíso.
Podemos hacer siempre el paraíso alrededor de nosotros
dondequiera que nos encontremos.
Para eso sólo se requiere estar desnudos.

CONVERSACION CON W.W.

"El sapo es una obra maestra de


Dios"
Walt Whitman

Viejo, no te burles,
que Dios hizo lo que pudo.
Además, el sapo no es la medida de Dios, evidentemente,
pues el elefante es un monstruo más grande
con su larga nariz,
y el hombre un monstruo todavía más grande, portador
a dos manos de su alto falo,
de cuya punta beben las jirafas del crimen,
y quien, no contento con su estatura,
ha levantado estatuas suyas gigantescas sobre altísimos
pedestales,
pero entonces se han levantado también estatuas de
Dios igualmente altas y arrogantes,
ya que El no quiere ser menos que el hombre.
Y has visto en cambio a los sapos u otros animales
levantándose a sí mismos monumento alguno o
siquiera una tumba?
Sólo tienen estatuas los animales que el hombre
ha tomado por compañeros, como el caballo,
y eso porque aparece montado encima de él
para hacer más alto su pedestal;
y el perro por la comprensión sexual que hay entre
los tres: Dios, perro y hombre.
Y las figuras de águilas y de leones porque el hombre
siempre ha aspirado a ser un animal feroz y
de rapiña;
eso, claro, lo sabemos,
pero la hormiga no reconocería un monumento a su
laboriosidad,
ni la abeja un monumento a la hormiga,
y menos la rana: no la nombres,
la pobre rana que se pasa gritando en las lagunas para
decir que está allí,
igual que tú,
y que Dios, que es el que más grita.

Pobrecito Dios, ¡y tú burlándote!


Si creó a los poetas, ¿por qué no podía crear también
la rana?
¿no creó a la tortuga?
¿y al armadillo que es una tortuga torturada?
¿Es que Dios no creó sino sólo monstruos?
¿Y qué otra cosa podía hacer?
Dices que tu amante no es un monstruo, pero yo le
veo diez uñas afiladas,
y un pene como una sanguijuela pegado a ti toda la
noche;
no charles, Walt,
tómate esa cerveza sin mojarte la barba,
viejo marrullero,
andando empeloto por las calles de Manhattan
delante de los aprendices
durante un sueño que tuviste una noche cuando te
acostaste un poco ebrio.

Conque la rana es una obra maestra de Dios, no?


¡Entonces yo también!
Y si yo soy una obra maestra de Dios, entonces Dios
tiene que ser muy pequeño,
un artista muy malo, francamente.

EL ESPERADOR

"Estaba yo en un alto monte y ví un


hombre gigante y otro raquítico. Y oí así
como una voz de trueno. Me acerqué para
escuchar y me habló diciendo: Yo soy
tú y tú eres yo; donde quiera que estés,
allí estoy yo. En todas las cosas estoy
desparramado y de cualquier sitio puedes
recogerme, y, recogiéndome a mí, te recoges
a tí mismo ".
Evangelio Gnóstico de Eva

Hasta los trece años vivió en lo alto de una montaña


donde despuntaba el sol.
El sol que ardía en las nubes y le revelaba los preceptos del
día.
Abatía las tenues brumas con sus gritos, y vivía
enamorado del agua cuando descendía furiosa del
cielo, arrancando gajos de árboles con sus brazos
de viento.
Y también de la humilde agua que corría encantada
por los bosquecillos de hojas y le lavaba los pies.
Porque en aquel alto monte hizo su primera comunión con todas
las cosas,
por donde vinieron a ser iguales el árido escorpión
que hinca su aguijón en la rosa
y el albo copo de nieve que sepulta al escorpión aprisionándolo
entre sus cautas tenazas de frío.
Cuando el soplo de la montaña ha penetrado el corazón del
hombre, ya no puede éste ser sino como
un árbol.
Sus enemigos son el rayo y la tormenta, mas, entre tanto, todos
los seres del bosque se guarecen en él.
Y él espera y todos esperan en él.
Y al décimocuarto año, albergando en su corazón
todas las cosas, inclusive un puñal de brillante hoja,
se dirigió a un monasterio de los Andes y allí estuvo
seis años esperando que transcurriera su adolescencia, como
antes había esperado que transcurriera su niñez.
En este lugar un torrentoso y ululante viento que
venía del río inundaba el claustro, golpeando las
puertas.
Entonces el Esperador se acurrucaba contra un muro
y aguardaba un poco de calor de pecho, pero la
lluvia no tenía sino sólo ojos como charcos, que
lo miraban con sus pupilas grandes, como si lo
quisieran delatar.
Y el Esperador huía y se encerraba en inmensas salas oscuras de
muchas ventanas donde arreciaba
la soledad.
Y estuvo un tiempo a la orilla del gran río, sentado
sobre las grises cenizas de palma, como antes había esperado el
transcurso de sus más tiernas edades.
Sobre las lomas se sentaba a esperar la tarde que
venía navegando por el río con sus remos de viento y su bandera
de sombras desplegada.
Meditando entre las piedras negras permanecía cuando el gran pez
dorado atravesaba la noche tragando migajas de estrellas.
Después marchaba a su choza de palma, y no apagaba su lamparita
mientras dormía, porque ella era
como una esperanza de la mañana.
Y al vigésimo año subió hasta la ciudad de las luces
y estuvo allí tres años esperando que transcurriera su amor.
Y luego subió a la ciudad de las águilas y estuvo tres
años haciendo penitencia bajo la lluvia.
Y bajó de la cordillera con su manto de lana blanca
y estuvo tres años andando por el país y esperando que
transcurriera su alma.
En las tierras bajas, húmedas y cálidas habitó, y todos los días
se internaba en el bosque, a través de
la mañana de hierbas húmedas, y se lavaba la cara con el río.
Hasta que llegó a una extraña y maravillosa ciudad
cuyas calles podían ser recorridas día y noche sin
cansarse.
Y en ella estuvo muchos años esperando que transcurriera la
esperanza.
No había para él nada que le fuera extraño y, a veces, esperando
inmóvil sobre el agua, se dejaba arrastrar por la corriente sin
darse cuenta, hasta
muchos kilómetros más allá de la ciudad.
Acurrucado junto a uno de los puentes del río, esperando que
transcurriera la noche, le pareció presentir como una sombra
activa que se preparaba
detrás suyo.

-Alguien va a arrojarse al río, pensó.


En ese momento recibió el garrotazo en la nuca.

VISITA DE LA BALLENA

He aquí que una ballena ha venido a visitarme.


Desde lejanas regiones del Mar ha venido a visitarme
y me saluda con tres surtidores de niebla,
deteniéndose a la entrada de mi cueva para solicitar
audiencia.
Acudo a recibir a la ballena (a quien Dios salude) y
habiendo entrado ambos en intimidad inmediatamente,
como dos amigos que se conocen desde hace años,
le hablo de mi juventud en una gruta del alto pico
del Aconcagua,
y de la salida del sol detrás de mis orejas,
y, dándole palmaditas en su impenetrable piel, nos
reímos como dos amigos
la ballena, bus de los mares, y yo que recibo su visita a la
entrada de mi cueva,
y charlamos hasta el atardecer, descansando sobre el
brillante tapiz de las arenas penetradas de luz.
Ella me cuenta lo que ha visto en las profundidades
de los océanos,
los naufragos viviendo en los barcos sumergidos y
sus extrañas costumbres,
y lo que sucede en el mar durante la noche.
Después de que la ballena ha hecho uso de la palabra según las
leyes de la hospitalidad
y de las normas que rigen los actos de los visitantes,
yo comienzo a hablarle de las profundidades de mi alma
y cuando hago una pausa, a la hora del crepúsculo,
no me responde.
Entonces la arrastro y la deposito a la orilla del Mar
para que éste la recoja
y al alba, cuando la marea se retira, la despido con
mi mano en alto.
La ballena (a quien Dios respete y salude) se aleja
rápidamente mar afuera y va a estrellarse contra
el disco del sol que acaba de aparecer en el horizonte.
dando la espalda a este espectáculo, regreso a la cueva para
besar los escorpiones de mi angustia,
¡oh Monstruo que me habeis recluído en este monte
a fin de proteger al mundo de mi extraña maldad!

LA BUSQUEDA

El enamorado busca su amor aún allí en donde sabe


que no está,
como el aventurero busca su tesoro aún allí en donde no se
encuentra,
y así como el hombre busca a Dios en toda parte y
lugar sin hallarlo nunca,
aún apostado esperando en los huecos de la esquina
de la sala, por donde salen los ratones,
y muere con la sonrisa del que no encontró nada
pero buscó mucho, hasta morirse.
Así yo he venido hoy domingo y te espero sentado
en un pedazo de sol.
Días y noches de búsqueda por los más ignorados
lugares, preguntando en altas casas desde cuyos umbrales se
divisa a lo lejos la ciudad entre la bruma,
con el objeto de obtener un dato, una pista para seguir tu
rastro y dar con el lugar de tu paradero,

oh tú, por quien el pastor daría sus noventa y nueve


ovejas restantes.
Aquí pongo a secar al sol los paños de mi angustia
más íntima.
Buscadora de ausentes, mi soledad quiere comerse su
propio amargo vientre.
Y hoy domingo busco en tu nombre antiguo y en tus
ojos asiáticos el tiempo,
mientras los siglos pasados me levantan, con peligro de Dios, en
brazo inmenso.
Pero tus bellos ojos no aparecen... y me voy a cansar.

EL DESEO

Hoy tengo deseo de encontrarte en la calle,


y que nos sentemos en un café a hablar largamente
de las cosas pequeñas de la vida,
a recordar de cuando tú fuiste soldado,
o de cuando yo era joven y salíamos a recorrer juntos
la ciudad, y en las afueras, sobre la yerba, nos echábamos
a mirar cómo el atardecer nos iba rodeando.
Entonces escuchábamos nuestra sangre cautelosamente y nos
estábamos callados.
Luego emprendíamos el regreso y tú te despedías
siempre en la misma esquina
hasta el día siguiente,
con esa despreocupación que uno quisiera tener toda la vida,
pero que solo se da en la juventud,
cuando se duerme tranquilo en cualquier parte sin
un pan entre el bolsillo,
y se tienen creencias y confianzas
así en el mundo como en uno mismo.
Y quiero además aún hablarte,
pues tú tienes dieciocho años y podríamos divertirnos esta noche
con cerveza y música,
y después yo seguir viviendo como si nada...
o asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas,
mientras la Muerte me espera en el guardarropa para ponerme mi
abrigo negro
a la salida,
yo buscando la puerta de emergencia,
la escalera de incendios que conduce al infierno,
todas las salidas custodiadas por desconocidos.
Pero hoy no podré encontrarte porque tú vives en
otra ciudad.
Mientras la tarde transcurre
evocaré el muro en cuya saliente nos sentábamos
a decir las últimas palabras cada noche
o cuando fuímos a un espectáculo de lucha libre y
al salir comprendí que te amaba,
y en fin, tantas otras cosas que suceden...

Los dos poetas anteriores, Gonzalo Arango y Jaime Jaramillo Escobar,


sintetizan, en realidad, el movimiento nadaísta.
En torno de ellos, y siguiendo sobre todo los manifiestos de Gonzalo Arango,
surgieron - ya lo indicamos - otros nadaístas como Jotamario, Amílkar Osorio,
Eduardo Escobar y Darío Lemos. Ellos cuatro prolongan, dentro de nuevas
modalidades, la línea esencial del nadaísmo, a veces encauzándola en sus
propias angustias, o enriqueciéndola con su humor personal, su arranque
irónico o sus tintes melancólicos y amargos.
Jotamario141 se expresa en formas poéticas muy libres y amplias. Su actitud
es la de un hombre solo y desolado. Su verso parece despojado voluntariamente
de todo adorno, para llegar de manera directa, incisiva, al lector. Fuerte,
sarcástico, hace nadaísmo lírico y filosófico a través de versos que resultan
punzantes, quemantes. Su desasosiego, su rebeldía, su inadaptación, todo
rezuma rencor o agresividad. No llega, evidentemente, a las alturas, o a los
abismos, de Gonzalo Arango y de X-504. En otro nivel, nos parece que su mejor
poema es el dedicado a Marylin Monroe, en el que, dentro su estilo muy
personal, destella su originalidad, vibra su nihilismo:

LOS INADAPTADOS NO TE OLVIDAMOS MARYLIN

Ahora que los gusanos han echado sobre tu cuerpo


la primera palada de olvido
ahora que vives debajo de Los Angeles sin necesidad
de siquiatras
ahora que el hueso altivo de tus caderas es puro
polvo en una caja y puro polvo son tus nalgas diseminadas por el
suelo de raso de tu tumba.
ahora que la totalidad de tu cuerpo cabe en la más
pequeña de tus polveras
ahora que las uñas de tus pies disgregadas como

141
Es J. Mario Arbeláez, nacido en Cali en 1940. Ha publicado
un solo libro, "El profeta en su casa" (1964). Hizo la selección
antológica de "Obra Negra" de Gonzalo Arango.
planetas muertos y los tacones de platino de tus
zapatillas de gala se doblan entre canastas de champaña bajo el
peso terrible de la ausencia de tu talón
de Aquiles
ahora que en tu ropero las polillas han hecho lo
propio con tus trajes olorosos a fiesta en Beverly
Hills a Chanel número 5 a los cinco dedos de una
mano
ahora que el millonario excéntrico que alquiló la
mansión que habitabas en Brentwood ha dejado
de buscar tus axilas en los rincones de la sala y
organiza con sus invitados un safari de rinocerontes en el Perú
ahora que el siquiatra que te atendía se ha declarado en quiebra
y para pagar sus impuestos está escribiendo tus "Memorias" y
además porque a sus tres esposas les hacen mucha falta los doce
mil dólares mensuales que le pagabas de honorarios
ahora que las pastillas soporíferas que tomaste se
agotan rápidamente en las farmacias como canciones de cuna
definitivas
ahora que hasta en las cintas viejas de celuloide se
están cerrando tus ojos cansados de soportar tanta
pestaña tanta vigilia tanta viga

Ahora que ya nadie sabe quien era Norma Jane


Baker porque las Baker Norma Jane abundan en los
directorios telefónicos

ahora que los 188.000 millones de psicópatas ya


no te ven en sus sueños en inglés con leyendas en
castellano como una bruja de Salem volando sobre
un bate de beísbol

ahora que la obra dramática de tu exmarido sobre


tu vida ha quedado en tablas ante los críticos de
Broadway
y ha dejado para siempre de alumbrarte el sol de los
fotógrafos oh gata llena de misterio sobre el Mercedes Benz del
olvido en este pequeño país latinoamericano que se llama
Colombia vivimos varios poetas inadaptados que no queremos
olvidarte (tú Marylin fuiste más importante para nosotros que la
doctrina Monroe)
y que nos acordamos de ti cuando sale la luna sobre
los "Jaguares" cuando bajamos deslizándonos por
las pasarelas del jet
cuando leemos en la prensa que Dalí ha hecho de
tus senos una escultura de gavetas
cuando pasa por nuestro lado veloz como una sirena una
ambulancia blanca de dos pisos
y nuestras mujeres gritan en lo más alto de los
ascensores
a veces como ahora te elevamos una oración por qué
no te elevamos en una oración
en un requíem en un antirequíem en un responso
sabemos nosotros de estos nombres
sólo que cada hombre ora a lo que más ama
sobre todo si lo que más ama está muerto
y es entonces cuando queremos acostarnos bocabajo
en el cementerio de Westwood
para sentir el cosquilleo en nuestros poros púbicos
de las lanzas
de hierba que crecen desde tus ingles norteamericanas
ahora que estás muerta y reposas enquistada sin
muchas esperanzas
en la resurrreción de los cuerpos
en ese pequeño lugar que es como el ombliguito de
América luego de haber vivido entre reflectores y
niebla
entre almacenistas y magnates
entre dramaturgos y policías
entre los espejos y el espejismo
del amor

Otro nadaísta es Eduardo Escobar, nacido en 1943, en Envigado (Antioquia).


Su obra142, que presenta desiguales niveles, es una de las más características del
142
Bibliografía de Eduardo Escobar: "Invención de la uva"
(Medellín, Ed. Carpel Antorcha, 1966); "Segunda Persona"; "Cuac";
movimiento que estamos analizando. Forma voluntariamente desarticulada,
rota, de un lado; de otro, ironía, amargura, búsqueda incesante. Incluímos, a
continuación, ejemplos de la poesía de Eduardo Escobar, que reflejan dos modos
y dos instantes de su evolución poética:

NOCHE SECRETA

Busqué a Dios con sinceridad y paciencia


en el directorio telefónico
y en aguas mansas
y en aguas turbias
y en las precipitaciones de agua
Lo busqué en la ausencia de los que amamos
y en los desperfectos de nuestras mansedumbres
Me fui tras El por pequeñas ciudades
y busqué su fotografía cada mañana en el periódico
Amé en la risa de la muchachas Su risa
Y en la mirada de mi prójimo
Pero encontré la muerte en todas partes
(Buscar es lo que importa)

Este pequeño poema revela esa tendencia del nadaísmo, muy cercana del
misticismo, de que ya hablamos. Otro ejemplo:

EL ZORRO NO SE DETIENE...

El zorro no se detiene ante ninguna dificultad


-el zorro vale por su astucia y no por su fuerza
Puede perdonarte la vida cada dos meses
Te fía el auto la nevera ideales de cada día
Ama el trabajo - en los otros
y la naturaleza en su casa de campo
Ganarás el pan con el sudor del de enfrente - es su consigna
Y dice - lo que yo hago
está bien hecho

"Del embirón a la embriaguez"; "Monólogos de Noé" (Medellín, ed.


Gamma, 1967); "Buenos días, noche" (Medellín, Editorial Gamma,
1973).
y sigue a su guía
-y tras él siempre adelanta
El más zorro es el guía
La patrulla de zorros tiene dos colores
-un partido
y
el otro-
Pero no bailan currulao

Capítulo XII

LOS ULTIMOS POETAS

En cada generación colombiana - como ya se ha visto - aparecen unos pocos,


poquísimos verdaderos poetas. No es raro que otro tanto ocurra en el ciclo más
reciente. En este capítulo final hemos agrupado, bajo el título de "los últimos
poetas" (para no limitarnos a una sola tendencia), a quienes, nacidos entre 1935
y 1955, han publicado sus primeros libros o poemas después de 1960143.
Es apenas natural que resulte difícil reseñar esta última poesía colombiana,
en gran parte dispersa en fugaces publicaciones o en libros de muy restringida
circulación. Además, los versos publicados en provincia llegan tardíamente a las
librerías de la capital. Falta también, sin duda, una perspectiva depuradora, que
permita valorar adecuadamente esta última producción que es, por lo demás,
muy abundante, de corrientes y niveles muy diversos.
Nos parece, sin embargo, que hay cuatro voces mayores, ya defnidas, que
alcanzan una gran altura lírica; acentos que bastan, en realidad, para
representar la poesía nacida en los últimos quince años. Son los de Giovanni

143
Quizá habría sido necesario formar dos grupos
generacionales, uno integrado por Eduardo Gómez (1935), Mario
Rivero (1935) y algunos otros; y uno más reciente (los poetas
nacidos de 1945 en adelante). Pero, aunque ello fuera explicable
desde el punto de vista del juego de las generaciones, no lo sería
si se tiene en cuenta un criterio poético, pues no hay diferencias
esenciales que permitan alinderar estos dos grupos. Además, los
primeros libros de todos ellos aparecen en los últimos quince
años. Es este factor de "generación poética" - nos parece - el que
debe predominar.
Quessep, Alberto Hoyos, Eduardo Gómez y María Mercedes Carranza. De ellos
presentaremos, más adelante, una amplia selección de poemas que explican y
respaldan este concepto crítico. Sus cuatro obras - muy disímiles por su tono,
motivos, sugestiones - se articulan admirablemente con la mejor poesía que hoy
se está escribiendo en Latinoamérica.
Hay, claro está, muchísimos otros poetas, cuyas obras despiertan el más vivo
interés, como es el caso de Mario Rivero144. Y otros más recientes, algunos de
sensibilidad muy honda, como Paula Gaitán y Jaime García Maffla; otros que
quieren unir su emoción a elementos intelectuales y formas sutiles, como Juan
Gustavo Cobo Borda, Elkin Restrepo, José Manuel Arango, Jorge Ernesto Leiva y
Samuel Jaramillo. De todos ellos, lo mismo que de Augusto Pinilla, Harold
Alvarado, José Manuel Crespo, Olga Elena Mattei, Luis Aguilera y Gloria Inés
Arias presentaremos algunos ejemplos poéticos muy significativos.
Estas son las voces - apenas unas pocas - que hemos elegido para representar
la última poesía colombiana, dentro de una bibliografía muy abundante145. Nos

144
En el mismo ámbito cronológico se hallan Guillermo García
Niño autor de "De espaldas a la muerte", "Arcadas al viento",
"Ciclos Humanos"y "Mundo sin límite"; David Mejía Velilla que ha
publicado "Historia del poeta", "Regreso a la montaña", "Paisajes
claroscuros", "Nocturno de las criaturas", "Los silencios" y
"Canto contínuo"; Félix Turbay Turbay (1936); Carlos Medellín,
autor de "Poemas", "Moradas"y "El aire y las colinas"; Luis
Zalamea ("Requiem neoyorquino", "Colombia", "Germinación del
alba"); Beatriz Zuluaga ("La ciega esperanza", "Este cielo boca
abajo"); Ramiro Lagos ("Testimonio de las horas grises", "Ritmos
de vida cotidiana", "Sinfonía del corazón distante" y "Romances de
pie quebrado"; y José Pubén ("Gradas de ceniza", "Poemas", etc.).
145
Además de los libros, dispersos, de los poetas, hemos
consultado, muy cuidadosamente, la "Antología de una generación
sin nombre" hecha por Jaime Ferrán en España (Ediciones Rialp,
Madrid, 1970); "La nueva poesía colombiana", seleccionada y
prologada por María Mercedes Carranza (Instituto Colombiano de la
Cultura, ed. Antares, 1971); la antología titulada "Ohhh!" que
contiene una amplia muestra poética de Juan Gustavo Cobo Borda,
Darío Jaramillo, Henry Luque Muñoz, Alvaro Miranda y Elkin
Restrepo (Medellín, ed. Antorcha, 1970), el volumen "Tensionario"
que trae poemas de cinco autores jóvenes (Rafael Díaz Borbón,
1945; José Luis Díaz Granados, 1946; Gustavo Urrego Alvarez, 1949;
Saúl Rojas, 1948; Igor Iván Valdés, 1950); el pequeño volumen "50
años de poesía colombiana", con selección hecha por Néstor
Madrid-Malo (Ed. Tercer Mundo, 1973). A ello hay que agregar los
poemas aparecidos en los suplementos literarios en revistas como
hemos guiado por nuestra propia intuición: toda antología implica buena dosis
de subjetivismo de parte del autor. Pero es el único criterio posible. Sin
eclecticismos. La mejor selección de poemas - ha escrito Paul Eluard - es aquella
que se hace para uno mismo. Así hemos procedido, buscando, como muestras de
la poesía más reciente, aquellos poemas que, por su autenticidad, revelan
temperamentos esencialmente líricos e invitan a una reiterada lectura146.

Giovanni Quessep (nacido en 1939 en San Onofre, Departamento de Sucre;


licenciado en filosofía y letras; profesor universitario, uno de los fundadores de
"Golpe de Dados") publica su libro "Después del Paraíso" en 1961. Desde ese
instante, se revela como un hondísimo poeta. A través de varias obras147, que
dan testimonio de una evolución lírica muy consciente y sutil, ha buscado, y
hallado, las más ricas venas poéticas. Es el suyo uno de los temperamentos más
esencialmente líricos que ha tenido el país, en esa línea misteriosa que va de
Pombo a Silva, de Barba-Jacob a Carranza, de Aurelio Arturo a Jaime Jaramillo
Escobar. Su aventura es la de quien busca la poesía en toda su pureza, en su
resplandor más claro, en su hechizo exacto. También en su esencial abandono y
su gracia prístina. No es, pues, una lírica fácil. Además, sus temas están
impregnados de leyendas, de fábulas, de alusiones culturales, y, a veces, de
motivos antiguos: la China, el medioevo, viejas torres, soñados castillos.
Empleando las más bellas palabras, dotadas de una recóndita melodía, su poesía
es la menos elocuente que pueda darse; anda, misteriosa, por un bosque perdido
tras aquella bella encantada. Una poesía hecha de sílabas estrictas, muy puras,

"Golpe de Dados", "Eco", "Razón y Fábula", "Nadaísmo",


"Aquarimántima", "Arco", "Esparavel", y, recientemente, "Arista".
146
Varios poetas nos han entregado poemas inéditos para esta
Antología. Además, Gloria Patrón entrevistó a más de treinta
poetas con el objeto de obtener sus datos biográficos y
bibliográficos completos y de interrogarlos acerca de los poemas
que consideran más representativos de su obra. El autor de esta
Antología desea dejar aquí un testimonio expreso de la excelente
cooperación que Gloria Patrón le ha prestado, cooperación que se
hizo extensiva a la selección de textos, manuscritos y retratos
así como a la corrección de las pruebas.
147
Bibliografía de Giovanni Quessep: "Después del Paraíso"
(Bogotá, ed. Antares, 1961); "El ser no es una fábula" (Bogotá,
ed. Talleres Ponce de León, 1968): "Duración y leyenda" (Bogotá,
ed. Estudio Tres, 1972). Además, ha publicado poemas en "Eco",
"Razón y Fábula" y "Golpe de Dados".
versos alados y conmovidos, casi intangibles - pero sabiamente estructurada.
Una poesía inefable pero de una profundidad pasmosa. Una palabra, un gesto,
una insinuación, bastan allí. El lector tiene que estar alerta, cocreador. La
delicadeza, la acendrada melancolía, la tristeza y la soledad; la añoranza, el
sentido de todo lo perdido, y por lo mismo del tiempo, todo asigna a su visión
algo de irrealidad. El poeta mismo se torna evanescente. Las metáforas - las más
bellas de la última poesía colombiana - le acercan, sin embargo, mágicamente, a
la realidad, no le distancian - como ocurrió a veces en otros momentos de la
lírica en nuestro país.
Todo ello lo que muestra es una sensibilidad excepcional, la de un auténtico
poeta que, en asombro constante, vive intensamente su poesía, expresando con
ella una personalísima visión de hombre y mundo. Aquella nota misteriosa que
se da en Castillo, Aurelio Arturo, Charry, Gaitán Durán y Cote Lamus, se prolonga
en Quessep, con tonalidades y sugerencias, que es imposible definir. Algo
también de la magia de Carranza - en sus mejores instantes- reaparece en este
nuevo aprendiz de brujo.
El enigma de la alta poesía se hace presente en estas mínimas formas en que
el poeta de Sucre se expresa, y que la contienen pero no la explican. Seguiremos
siempre sin saber, con exactitud, por qué extraña razón el poeta lo es, y por qué
lo que escribe -así sean estas pocas palabras, leves y trémulas de Quessep - es
poesía. Pero así se da el milagro inexplicado, inexplicable.
Acerquémonos, con la sensibilidad y la fantasía vigilantes, a estos
hermosísimos poemas de Quessep:

EN LA LUNA QUE HE CONTADO

En la luna que he contado


Leve de nombre y memoria
En la rosa casi historia
Del jardín imaginado
Todo ilumina en pasado
Todo florece en perdido
Músicas de lo que ha sido
O irrealidad del que cuenta
Blanca luna o rosa cruenta
Contar es ir al olvido.

ALGUIEN SE SALVA POR ESCUCHAR AL RUISEÑOR


Digamos que una tarde
El ruiseñor cantó
Sobre esta piedra
Porque al tocarla
El tiempo no nos hiere
No todo es tuyo olvido
Algo nos queda
Entre las ruinas pienso
Que nunca será polvo
Quien vio su vuelo
O escuchó su canto

CERCANIA DE LA MUERTE

El hombre solo habita


Una orilla lejana
Mira la tarde gris cayendo
Mira las hojas blancas.

Rostro perdido del amor


Apenas canta y mueve
La rueda del azar
Que lo acerca a la muerte.

Extranjero de todo
La dicha lo maldice
El hombre solo a solas habla
De un reino que no existe.

TU REINO DE ALAS BLANCAS

Tu cuerpo de alas blancas


Mientras los años caen la nieve
Si fuí acaso leyenda
Me salvas de la muerte.

Por tu camino voy


Y una canción más honda me desvela
Dónde olvidarme dónde
Si ya nada es ausencia.

Tu reino de alas blancas


Que pasa por mi sueño
Me salvas de morir
Extranjero en un cuento

LA ALONDRA Y LOS ALACRANES

Acuérdate muchacha
Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas

EL SER NO ES UNA FABULA

El ser no es una fábula. Este sol


que nos mueve en silencio incendia todo.
No somos inocentes? Cada sueño
tiene su duro encanto. Aquí la lluvia
perdió sus hadas y su blanca sombra
aquí, a la orilla en que Dios está solo
como destino, en la noche del viento.
Vuelan tardes y frutos, ruedan cuerpos
por la luz en declive, por el agua.
Apenas recordamos la caída
donde la muerte se llenó de pájaros
y alguien gritó que el cielo es imposible.
Pero nosotros no queremos dar
el salto. Nos negamos a la dicha.
El ser no es una fábula, se vive
como se cuenta, al fin de las palabras.
MATERIA SIN SONIDO DE AMOR

Vamos perdiendo cielo. Nos acosa


la alta noche. Soñamos y perdemos.
Los dados falsos, las huecas imágenes
en la tierra. ¿Algún día no fue nuestro
el mar, su ciclo de labios y pájaros,
su complicado amor, el són eterno
de su discordia? Turbias soledades.
Miramos esta luz y vuelan hojas
o nunca ya sin nombre de no ser
la transparencia, tocamos el tiempo
ya tan nosotros, ya tan nada, tan
palabra caída en loca hermosura.
Vamos perdiéndonos, precipitándonos
de esperanza. Materia sin sonido
de amor, materia aislada de los sueños
y el bosque de hadas en la húmeda noche.
Todo el resto es camino. Dios? Silencio.

LO QUE IGNORAMOS

Aquí no hay un celeste. Nunca. Llegas


empujado por días, por palabras,
por el viento que sube del otoño
dándote niebla, lluvia entre los pasos.
Sólo tu negación. El tiempo. Siempre
se te podrá cantar: la vida no es
el volumen de ser en lo que sueñas.
La vida es esto que madura en sombra.
¿Quién se vuelve destino, piedra, fecha?
¿Quién va de nunca a olvidado mañana?
Lo que ignoramos, ay, lo que sabemos
entre voces perdidas en el polvo.
Cruda esperanza que incendia la piel.
Los días y las cosas sin nosotros.

CANTO DEL EXTRANJERO


Penumbra de castillo por el sueño
Torre de Claudia aléjame la ausencia
Penumbra del amor en sombra de agua
Blancura lenta

Dime el secreto de tu voz oculta


La fábula que tejes y destejes
Dormida apenas por la voz del hada
Blanca Penélope

Como entrar a tu reino si has cerrado


La puerta del jardín y te vigilas
En tu noche se pierde el extranjero
Blancura de isla

Pero hay alguien que viene por el bosque


De alados ciervos y extranjera luna
Isla de Claudia para tanta pena
Viene en tu busca

Cuento de lo real donde las manos


Abren el fruto que olvidó la muerte
Si un hilo de leyenda es el recuerdo
Bella durmiente

La víspera del tiempo a tus orillas


Tiempo de Claudia aléjame la noche
Cómo entrar a tu reino si clausuras
La blanca torre

Pero hay un caminante en la palabra


Ciega canción que vuela hacia el encanto
Dónde ocultar su voz para tu cuerpo
Nave volando

Nave y castillo es él en tu memoria


El mar de vino príncipe abolido
Cuerpo de Claudia pero al fin ventana
Del paraíso

Si pronuncia tu nombre ante las piedras


Te mueve el esplendor y en él derivas
Hacia otro reino y un país te envuelve
La maravilla

¿Qué es esta voz despierta por tu sueño?


¿La historia del jardín que se repite?
¿Donde tu cuerpo junto a qué penumbra
Vas en declive?

Ya te olvidas Penélope del agua


Bella durmiente de tu luna antigua
Y hacia otra forma vas en el espejo
Perfil de Alicia

Dime el secreto de esta rosa o nunca


Que guardan el león y el unicornio
El extranjero asciende a tu colina
Siempre más solo

Maravilloso cuerpo te deshaces


Y el cielo es tu fluir en lo contado
Sombra de algún azul de quien te sigue
Manos y labios

Los pasos en el alba se repiten


velves a la canción tú misma cantas
Penumbra de castillo en el comienzo
Cuando las hadas

A través de mi mano por tu cauce


Discurre un desolado laberinto
Perdida fábula de amor te llama
Desde el olvido

Y el poeta te nombra sí la múltiple


Penélope o Alicia para siempre
El jardín o el espejo el mar de vino
Claudia que vuelve

Escucha al que desciende por el bosque


De alados ciervos y extranjera luna
Toca tus manos y a tu cuerpo eleva
La rosa púrpura

¿De qué país de dónde de qué tiempo


Viene su voz la historia que te canta?
Nave de Claudia acércame a tu orilla
Dile que lo amas

Torre de Claudia aléjale el olvido


Blancura azul la hora de la muerte
Jardín de Claudia como por el cielo
Claudia celeste

Nave y castillo es él en tu memoria


El mar de nuevo príncipe abolido
Cuerpo de Claudia pero al fin ventana
Del paraíso

A través de los anteriores poemas, seleccionados de los varios libros de


Quessep, el lector habrá comprobado la hondura y la pureza de este mensaje
lírico. Para terminar la muestra poética de este joven escritor, incluímos a
continuación dos poemas suyos inéditos:

ELEGIA

A mi padre

Quisiera ver la luna


que ha nevado en sus ojos
Para un dolor o música
Bellos países en el polvo

Quién ha visto pasar


el tiempo de las hadas?
Dadle una hoja de cedro
o melodiosa o blanca

Quisiera ver la luna


de nevadas violetas
sobre este cuerpo solitario
que un día entró a la niebla

Y me contaba en el idioma
de su lejana Biblos
donde hay un ánfora que guarda
una alondra color de vino

Quisiera ver la luna


callada del que duerme
la soledad de piedra
de esa otra Biblos que es la muerte

Quién se ha quedado a solas


con demonios y hadas?
Aqui estuvo el edén
Solo hay olvido o fábula

Dadle una hoja de cedro


de rumoroso azul
para un dolor o cántico
Bella palabra de Benut

De dónde es esta rueca


mortal? Su vino amargo?
Vuela vuela madeja oscura
que el polvo pide un dátil blanco

Quisiera ver la luna


callada del que duerme
la soledad de piedra
de esa otra Biblos que es la muerte

A LA ENTRADA DEL REINO


Antigua sombra que la luna
conduce entre azules amargos
Las soledades de la música
no hacen callar la palma de tu canto

Edén o duende sabes


lo que puede saber el hombre
El color del tiempo y la muerte
nube o alondra lo conoces

Oigo la túnica pasar


caen las flores del durazno
En los caminos de la nieve
quién ha visto tus ojos de párpados morados?

Sombra tal vez si paraíso


Viola de polvo azul tan quieto
Vigiladora de violeta amarga
a la entrada del reino

No eres tú quien maldice


las islas encantadas?
De dónde la desdicha
de nuestras naves en la noche blanca?

Dadme un rumor de nunca


perpetuamente bajo tierra
Estoy cansado de escuchar
el canto de la luna o la Quimera

Sombra tal vez si paraíso


Viola de polvo azul tan quieto
Vigiladora de violeta amarga
a la entrada del reino

*
Jorge Ernesto Leiva (Ibagué, 1937) ha publicado tres libros148 y prepara un
cuarto volumen, "Diario de invierno", que es el resultado de sus numerosos
viajes (ha vivido en París, Pekín y Estocolmo) y de su contacto con otras
culturas.
Leiva vivió de cerca y padeció la violencia en el Departamento del Tolima.
Ella le marcó indeleblemente. Y también fue el origen de muchos de sus poemas.
Subrayamos este hecho, ya que anteriormente, al comentar un hermoso poema
de Cote Lamus, observamos cuán escasa es la poesía escrita con el tema de la
violencia.
Una emoción, sincera y depurada, anima los poemas de Jorge Ernesto Leiva.
Sus formas expresivas, libres, muestran los rumbos abiertos de su inspiración.
Hemos escogido, como ejemplos de su lírica, dos poemas que presentan
facetas diferentes, una la del poeta que se pasea, alerta su sensibilidad, por
tierras extranjeras; otra, la del poeta "comprometido":

DIARIO DE INVIERNO

Noviembre cae a trozos sobre la superficie


y el tiempo permanece con su glacial apodo

..................................

En la Rue de Medicis
una vieja enumera sus castañas,
los amantes se besan contra los muros
y los pintores abrigados
dibujan las azoteas.
Por la Rue de Medicis pasan delante por la tarde
el oriental con sus ojos horizontales
el latino de acento flexible
el africano con su bello color de tierra,
pasa también el rubio de Escandinavia.
La vieja anuncia ahora sus castañas.
En esta tarde de noviembre cualquier habitante
de la tierra debe sentir pesada su osamenta

148
Bibliografía de Jorge Ernesto Leiva: "No es una canción"
(1959); "La ceniza es el infinito" (1963); "Poemas de ausencia"
(1964).
nadie debe dudarlo
ni decir que siente lástima en las uñas.
Por todo el mundo se anunció: "Una bomba ha caído
sobre una escuela de niños en Vietnam"
a estas horas los loros plenipotenciarios
estarán bebiendo sangre fresca
mientras una ciudad humeante agoniza
bajo las estrellas de bambú.
Noviembre cae a trozos sobre la superficie
y el tiempo permanece con su apodo glacial.

LOS HEROES

Todos salieron de sus casas


con los sueños recientes y las manos frescas,
dijeron hasta luego,
muchos pensaron regresar muy pronto.
Gleydis tenía la edad del primer amor,
sus ojos dos soles recién amanecidos
y un nombre de muñeca,
a Gleydis la encontraron con una muerte llena de caminos
y de su lenguaje guerrillero
una consigna que no ha podido oscurecer la noche.
Federico vendió su automóvil para comprar
un fusil y un uniforme con estrellas,
cuando se puso su boina oscura
sonrió como un niño,
él sabía que lo más seguro de todo
era encontrar la muerte.
Antonio antes de partir dijo:
"seremos los primeros sacrificados
pero atrás quedaron más hermanos".
Saber que fue el primero que se dobló
mirando la copa de los árboles!
Leonel Brand, el amigo, el compañero,
el que quería ser poeta,
tu madre aún te espera
en la ciudad de Cali, nos ha dicho:
"Espero a Leonel mi muchacho,
si ustedes lo ven, díganle que vuelva,
que le he comprado una guitarra nueva
y la avena que a él tanto le gusta
aún está sobre la mesa".
Qué duro, compañero! a élla quién podrá decirle
que tú ya no regresas!
Muchachos, lo que les vino a pasar todo porque amaron
a su pueblo.

En el mismo año en que Giovanni Quessep publica "Después del Paraíso", una
niña, de siete años apenas, da a la estampa, también, unos poemas misteriosos,
en que expresa su asombro infantil. Es Gloria Inés Arias. A este libro inicial, que
deja un tanto perpleja a la crítica, siguen luego otros varios149, en los que la
adolescente continúa diciendo el asombro que las cosas cotidianas y las
trascendentes le suscitan.
Al releer estos poemas, después de algunos años, y al recorrer los nuevos
libros de Gloria Inés Arias150, no vistos ya en la perspectiva de la niña
desconcertante, los versos siguen conservando su encanto. Queremos citar
algunos de estos versos y fragmentos donde destella un claro lirismo:

Todo está triste


menos el mar
que siempre ríe!

En las olas del mar


colocaré tu sangre...
La muerte desaparecerá
en el olvido del agua.
Ocultaré la sangre
tras el río del pasado.
149
Bibliografía de Gloria Inés Arias: "Poemas de los siete
años" (1961); "La noche de los niños" (1963); "La gruta del sueño"
(1967); "Una leyenda llamada tristeza" (1970).
150
Gloria Inés nació en París en 1954.
Un día llegará la muerte
a recogerte... y tendrás
que ir con ella.

Porque un dios
se ha perdido
en el Cosmos
de la locura...
los astros
ya no tienen alma.

Nada existe ya:


todo se ha perdido
en una penumbra vaga
y sin fondo.
El universo está vacío...
Tal vez la vida ha sido
solamente imaginación
de Dios y del hombre.
Quizá no somos nadie
porque no existimos...
La vida
es el eco de la existencia
de Dios...
Todo se ha perdido
en una penumbra vaga
y sin fondo...!

Era el eco
de las palabras muertas;
era el llanto
de una leyenda olvidada;
era la noche
de los niños solitarios;
era el tiempo
de las hojas secas;
era la voz
de las ruinas lejanas;
era la tristeza...

José Manuel Crespo (Ciénaga, 1944) publicó inicialmente dos folletos


poéticos y, más tarde, su libro "Adoración del fuego", con el cual obtuvo un
premio literario151. En esta última obra hay hermosos poemas, que denotan una
viva intuición, un fácil acceso al arcano de la poesía. En algunas ocasiones, sus
versos tienen cierto contenido conceptual (Génesis, Devenir, Lo efímero) de
mucho interés, pero pensamos que es en una zona de poesía más "pura" donde
encuentra la más secreta vena lírica como en los dos poemas, muy breves, que
hemos escogido como muestras de este poeta reciente:

RETORNO

Nada nace ni muere. Todo pasa


de lo eterno a lo eterno.
A lo largo del río congelado
viaja el verde calor del verano
y el viento de primavera
que agita en flor a los cerezos
lleva el alma febril del invierno.

ESENCIA

Te amaría si fueras
múltiple y una simultáneamente,
si al tiempo que cambiaras
fueras la misma siempre,
si sintieras, amaras, conocieras

151
Bibliografía de José Manuel Crespo: "Sinfonía vertical"
(1963); "Catarsis" (1966); "Adoración del fuego" (Bogotá, tip.
Hispana, 1973).
tu luz, tu noche oscura,
si tuvieras el ansia de crearte
a tí misma total, eternamente,
transfigurando en vida
tu muerte cotidiana.

Olga Elena Mattei ha publicado varios libros de poesía152, en los cuales se


expresa su temperamento lírico muy agudo. Su poesía se divide entre los temas
intimistas de la vida cotidiana y otros más trascendentales, vinculados a los
conflictos del hombre actual. Nos parece que un exceso de producción, sin
suficiente auto-crítica, ha restringido el alcance de su lírica, donde falta
contención, pensamiento poético más concentrado. Ello hace que la mayor parte
de sus poemas solo tengan algunos fragmentos logrados. Releyendo sus libros,
hallamos versos muy sugestivos. Sus "Palabras para un niño sordo-mudo es, sin
duda, un hermoso poema, que incluímos como un ejemplo de su más reciente
poesía:

PALABRAS PARA UN NIÑO SORDOMUDO

Eres
un universo
casi completo.
Todo es tuyo,
porque eres dueño del silencio.
Porque en tu cuerpo mudo
se trizan
los mundos ajenos!
Vives el infinito
porque no te limitas
con el ruido.
Vives en lo eterno.

152
Bibliografía de Olga Elena Mattei: "Sílabas de Arena"
(Medellín, impr. Departamental de Antioquia, 1962); "Pentafonía"
(Medellín, 1964); "La Gente" (Instituto Colombiano de Cultura, ed.
Antares, 1974). Olga Elena Mattei (de Arosemena) nació en Puerto
Rico en 1938.
La música que piensas es incienso
las palabras ajenas
son solamente besos.
Tu llanto es agua sin esfuerzo
en la garganta.
Para tus manos casi mágicas,
se convirtió el sonido en vibraciones
secretas
como tus oraciones
más sagradas.
Tú puedes escuchar todo el concierto
de los planetas,
el sonido armonioso
de todas las estrellas.
No te llames dolor,
y no estés triste
porque toda canción
toda voz de hombre es tan amarga
que serás más feliz sin escucharla
quizás Dios te hable
directamente al alma
porque tienes la gracia
del silencio
en tus entrañas

Cuando Mario Rivero (nacido en 1935) publicó sus "Poemas Urbanos", en


1966, este libro lo situó en un primer plano. Fue elogiado, con razón, por
nadaístas y no nadaístas. Poesía peculiar, fuera de serie, nueva, de un andar
sonámbulo en medio de las cosas habituales. Poesía, sí, de la vida diaria, pero en
profundidad, con honda intuición de lo real más allá del motivo fútil. Poesía
densa, opaca, insonora, desarticulada, que a veces hechiza, subyuga. Pero es
preciso deambular largamente por esos corredores poéticos, grises, por esas
calles sórdidas, hallar repentinamente esa luna, o hablar de los astronautas, los
amigos, las viejas ciudades, los trajes usados. En varios volúmenes
posteriores153, esta poesía de Rivero se ha afirmado - lírica del diario vivir,
153
Bibliografía de Mario Rivero: "Poemas Urbanos" (Bogotá,
ed. Antares - Tercer Mundo, 1966); "Noticiario 67" (Bogotá, ed.
sencillo y enigmático, con súbitos abismos - y ha buscado un cauce distinto a
través de sus "Baladas".
En sus tres primeros libros, Rivero se aproxima a una poesía de confesión,
empleando para ello un vocabulario muy sencillo, elemental, directo, a veces
muy prosaico, o vulgar, o popular. En todo, arde un poco su poesía, entre
cenizas; y en todo infunde su calor, su embriaguez - la de vivir -, logrando así
una poesía terrena, sin vanas esperanzas ni deliquios, de sabor acre, a sudor y
manos callosas; o aventura inesperada.
Varios poemas, tomados de los libros anteriores a sus "baladas", ponen de
relieve, a un tiempo, sus logros, sus limitaciones, sus excelentes instantes de
poeta:

EL PADRE

La casa era tan sola


el barrio tan callado
que no sabíamos cómo apretar
nuestro silencio
Por las noches
la fragua rojamente nos miraba
mientras mi padre con su mano grande
corría el sudor de su pecho de arcilla.
A las ocho
todos nos recogíamos en el camastro
a soñar bisontes y astros
a escuchar los relinchos de la noche.
En el fondo de la casa
había olor a café, a cueros y agua.
Una vez vino el circo
en un tren con sueño...
traía hombres de cara enharinada
y largas piernas de madera.
Muchachas vestidas extrañamente
con escamas de peces

Elvear, 1967); "Vivo todavía" (Bogotá, ed. Antares, 1971);


"Baladas" (Cúcuta, Instituto de Cultura y Bellas Artes, 1972).
Rivero ha sido el mayor propulsor de la revista de poesía "Golpe
de Dados", que marca una época.
y enanos como niños mostruosos
caminando bajo la lluvia.
El domingo siguió azul
pero el circo se llevó
la sonrisa de los muchachos
enredada en el trapecio.
La fragua no calentó más el hierro
y mi padre ya no trajo pan los viernes
se lo llevó un caballo preñado de sombra
y un árbol fue más verde.
Mi madre siguió lavando la ropa
y jugando al no-me-olvides.
El pueblo quedó como siempre
con sus techos pardos
barridos por el viento.
El domingo siguió apenas azul...
ya éramos hombres de quince años...

JHON

Jhon
usted está muerto
fue en Dallas de un tiro en la cabeza
y con un fusil viejo
-Oswald también murió-
Usted que ganó muchas regatas
en el colegio
que fue marino y naufragó
salvándose para llegar a ser presidente
por fin está solo
conoce ahora las lluvias subterráneas
y sabe para lo que sirve una colina
Usted viajó por muchos países
en un avión veloz
-quería conocerlos a todos-
todos lo recuerdan
como el mejor deportista
capaz de patear el balón atómico
sonriendo como un gerente
Usted fue un hombre de su tiempo
no usó chistera
bailó el jazz
Joe el trompetista negro lo recuerda
cuando sube la escalera sin fin de su raza
y Blackie el lavaplatos
que no ha podido desteñir sus manos - tralará tralará-
y Tom el portero - señor siga señor-
Usted está muerto Jhon
pero su sonrisa destella
como azúcar quebrado
a través del Mississippi
entre la noche de los algodonales
donde aún se vive un maltrecho esplendor
y aquí al sur del Río Grande
gentes sin futuro
gentes de taller
o de canoa
también lo recuerdan como a un camino.

VERSOS

Habíamos caminado
muchas veces
cogidos de la mano por las colinas
Tu alcanzabas la mejor edad
yo no lo sabía
Me preguntabas cómo era el olvido
que después aprendimos
Eras algo así
como un olor espeso
que yo olfateaba
cuando la noche y los árboles
estaban más desnudos

Has cambiado de edad


la de los días oro bajo los árboles
o entre los matorrales
plagados de mosquitos
El tiempo va dejando estrías en tus ojos
y un viento fuerte
golpea contra ti.
Ya ves Te lo decía
todo es un regreso
En medio de la multitud acezante
las palabras caían
sobre el asfalto
Yo amaba tu piel de cáscara de arroz
y eras parte
de mis cotidianos asuntos
de mis cuadernos
de mis borradores
mis tildes y mis comas
aunque nadie se da a nadie enteramente
El té y la mesita seguirían esperando
porque somos eso
apenas un poco de candela rodante

Ahora te amo más


cuando el otoño ha empezado
a hacerle malas jugadas a tu pelo
Todo sigue lo mismo
la silla
los libros
el cuadro de la mujer del vientre grande
tus gastados zapatos
mi soledad entre las cosas
y este no decir nada tan nuestro
mientras la bestia azul de la noche
crece sobre el patio
Toda mujer es bella
frente al espejo
o en los brazos de un hombre
Pero
no digamos más palabras nocturnas
y cansadas
la ola del día empujará la muerte
MUCHACHOS

Entonces
era verano sobre el tiempo
y las frutas.
Los muchachos jugábamos
al foot-ball
al bueno y al malo
en las tardes
con color de azafrán
frente a la fábrica
donde yo iba a ser hombre
No había tantos papeles
ascensores, antesalas
y pájaros asesinados
entre los edificios.
La llamaba mi pequeña de arroz
y la esperaba
cerca a donde dormían los trenes
mientras el humo
como una culebra de plata
enamoraba el aire
y se metía en mi nariz
de animal triste.
Era un amor de trenzas y overol
y con pobres palabras...

El libro "Baladas, sobre ciertas cosas que no se deben nombrar", de Rivero,


obtuvo en 1972 el primer premio en el concurso nacional de poesía "Eduardo
Cote Lamus", que se otorga en Cúcuta. Son nueve relatos, escritos en una vaga
prosa, sobre temas voluntariamente anécdóticos. En ellos, el poeta cuenta y
cuenta cosas, leyendas, trivialidades, casos tristes y casos policíacos, aspirando a
que la vana anécdota se trueque en sustancia poética. Es narración - con cierto
aire de tango y de bolero- hecha por el valor de la narración misma154. No

154
Hernando Valencia Goelkel, en el prólogo de las "baladas",
dice: "Esos términos de balada, saga, tango, etc. y los temas
mismos de los poemas señalan una circunstancia tan elemental que
su mención es casi embarazosa: Rivero quiere contar. El propósito
no es el deslumbramiento nuevo y, solo dentro del país, cabe la
pensamos que estas "baladas" estén tan logradas como otros poemas anteriores
de Mario Rivero, pues el peligro de este género radica en que el poeta se limite a
registrar hechos, sin crear nada, o a relatar simplemente sin que el cuento
adquiera la jerarquía de la auténtica poesía.

Jaime García Maffla (nacido en 1944, licenciado en Filosofía y Letras, profesor


de literatura) posée una sensibilidad finísima de poeta. Todo lo "denuncia",
desde su timidez y su introversión hasta sus versos sutiles. Honda subjetividad,
pura intimidad, secreta búsqueda. Pensada, conscientemente, anhela hallar la
recóndita fuente lírica, que emana, trémula, del fondo de su ser. Sin embargo,
tenemos la impresión de que los pocos libros hasta ahora publicados155 no
transmiten todavía la totalidad de su emoción, de su mensaje poético. Parecen
ser más - hasta ahora - sus posibilidades líricas que sus logros, todavía
balbucientes. Pero ha escrito poemas - siempre mínimos poemas - en que
destella y conmueve la poesía:

PAISAJE DE MI DESESPERANZA

Paisaje de mi desesperanza

mención de algunos nombres: los relatos de De Greiff, algunos


intentos en ese sentido de Alvaro Mutis ("Maqroll") o de Cote
Lamus... A estas horas, bien lo sabemos (y mejor lo saben los
poetas a lo largo de varias generaciones extraviados en la
empresa) nada más quimérico que el trovador, el rapsoda, el
baladista (si es que el término tiene algún sentido en español),
el narrador puro... Solo que Rivero casi da en el blanco. Sus
poemas son lo más cercano que conozco a una poesía popular, a la
impersonalidad de un romance contemporáneo donde el folklor
tradicional... es sustituído por la pobreza crapulosa y pintoresca
de lo actual cotidiano... Quién escribió este libro de "Baladas"?
Un asistente, una voz al servicio de gus héroes. Al final, no
sabemos nada del autor..."
155
Bibliografía de Jaime García Maffla: "Morir lleva un
nombre corriente" (Bogotá, ed. Italgraf, 1968); "Dentro de poco
llamarán a la puerta" (Bogotá, ed. Estudio Tres, 1972); García
Maffla ha sido uno de los impulsadores de la revista de poesía
"Golpe de Dados", en la cual ha publicado, además, algunos
hermosos poemas.
voz tan sólo
presentimientos y recuerdos
lluvias atardeceres sin pausa sucediéndose

Llegas a mi dolor por fin


y entre mis sueños
obstinado
sediento como quien febril busca
por extranjeros pasos su propia imagen
el primitivo rostro confundido y deshecho
Labios habitaciones sombras azules páginas
infinitas y en vano
el cuerpo amado
que distante
indefenso y despierto tendido se entregara

EN LA MEMORIA

Imagen únicamente en la memoria


a veces un presagio el eco de otros
pasos de otros sueños deshabitada calle
en ruinas pero no es esto nada hay
Afuera entre las manos entre cada palabra
acaso un ala o día solamente terminen
alguna vez sean todo sin que pregunte nadie
cómo por qué de dónde hacia la oscuridad al frío
del cristal empañado un cuerpo inerte huyendo
herido que en el silencio reposa el abandono

Elkin Restrepo - nacido en Medellín en 1942- ha publicado hasta ahora una


obra reducida156. Sus poemas adquieren diversas formas, ya versos desligados,
ya prosas vagamente melódicas. Algunos reflejos nadaístas destellan en sus

156
Bibliografía de Elkin Restrepo; "Bla, Bla, Bla" (Medellín,
1968); "Memoria del Mundo" (Pasto, ed. Universidad de Nariño,
1974). Elkin Restrepo, profesor de literatura, dirige la revista
de poesía "Aquarimántima".
líneas, junto con una expresión retenida y un humor original, amargo, sobre la
rutina de la vida.
Son, a veces, poemas mínimos, como este, tomado de su último libro:

Como un olor de naranjos


la noche sobre las tapias blanqueadas
un pájaro canta en la memoria simple
de una estrella

Hoy en casa hay más muerte


y más silencio

Transcribimos, a continuación, una breve prosa que es buen ejemplo del


estilo característico de Elkin Restrepo y de su originalidad:

EN LA REGlON COSTANERA

(UPI: Febrero 3). En la región costanera de Argelia, dos bañistas de edad


aseguran haber visto en el mar una carabela semejante a la que tripuló Cristobal
Colón hacia el año 1492. La nave, agregan, sufrió los embates de un viento fuerte
durante hora y media, tiempo en el cual se sintió un olor pestilente que hizo
pensar en un coche fúnebre, en Roma incendiada, en un cuerpo de buzo cubierto
de mordisco de peces... Como prueba de la veracidad de la noticia, uno de ellos
entregó a las autoridades un remo con un dibujo del San Padre bajo las palabras
"cogito, ergo sum".

Eduardo Gómez157 edita el único libro publicado hasta ahora en 1969158. Es


"Restauración de la Palabra", un sorprendente volumen. Como Mutis, habita un

157
Nace en 1935, en Miraflores (Departamento de Boyacá). Hizo
estudios de derecho. Viajó a Europa y permaneció seis años en
Alemania Oriental. Allí estudió teatro, tradujo a Brecht. A su
regreso, formó parte del grupo de redacción de "Frente Unido" de
Camilo Torres. Actualmente trabaja en periodismo y en programas de
radio y televisión.
158
Bibliografía de Eduardo Gómez: "Restauración de la
Palabra" (Bogotá, ed. Antares - Tercer Mundo, 1969). Poemas suyos
han aparecido en periódicos ("El Tiempo") y revistas ("Razón y
mundo actual. Es la suya una poesía honda, muy íntima, fuerte y acre, creada a
veces con trazos objetivos muy fuertes. Sus patéticos versos desgarran, al autor
y al lector. Se entrevé, a través de estos viriles poemas, un mundo sombrío,
tétrico, del cual emana una serena, contenida angustia. Sin elocuencia ni
patetismo, Eduardo Gómez nos habla de la miseria, de la terrible condición
humana. La suya y la del otro. La soledad, el abandono, la tristeza, la frustración
y la desesperanza recorren estos poemas donde, súbitamente, algunas
metáforas bellísimas iluminan el contexto amargo. En el fondo -alcanzamos a
adivinar - un ser muy tierno, que tiene cierto temor o reticencia a expresar su
ternura, o su amor. Pero algunas expresiones muy hermosas ("mis brazos están
curvados todavía por tu cuerpo") aluden a un amor, a una pasión, a una ternura.
El recuerdo le enternece y le entristece. Le nubla la visión. Y, con acento
pesimista, sufre amargamente una pérdida. Una atmósfera perturbadora es la
que habita este poeta:

REQUIEM SIN LLANTO

Hace un mes comenzó tu muerte


y desde el primer día
los niños juegan en los parques como siempre
y tu habitación fue alquilada
a un obrero grandote y parrandero
y todo parece igual en las calles
aunque tu rostro palidece cada vez más en el recuerdo.

Cuando la oscuridad me rodea en la noche


me concentro angustiado en revivirte
reconstruyo tu rostro cerrando los ojos y crispando los puños
mas solamente flotas al final de un jardín iluminado por la luna
y es en vano porque no pronuncias palabra
y tu imagen tiembla y se borra
como cuando tocamos los paisajes
que el agua quieta refleja.

Las gentes trabajan


conservan
pasan a mi lado

Fábula"). Tiene varios libros listos para ser editados.


y sus ojos resbalan sobre mí indiferentes.
Pienso que son crueles
pero luego recuerdo que no te conocieron
que no me saben portador de la tremenda noticia
y aunque te hubieran conocido y amado
acaso podrían hacer algo que no fuese su vida?

Nuestro mundo comienza a ser joven


nuestro mundo solamente ama
aquellos muertos que le han dado más vida.
Por eso no escaparás al olvido
por eso es tan difícil retenerte
por eso es tan fácil
llenar el vacío dejado por tí.

Tu vida fue inocente


y tu muerte no estremece.
Es apenas una sonrisa que la niebla va esfumando
un eco melodioso que se pierde en oscuros corredores
a donde ya no podremos seguirle.

AMANECER

Mi soledad huele a húmeda sombra


La noche de las brujas se esconde en los tupidos bosques
Bajo las alfombras agonizan los gnomos
Mis brazos están todavía curvados por tu cuerpo
Recomienza la vigilia y renace la muerte.

Alguien camina sin rumbo soñando con un pan


Anochece el día de las bombillas rojas en los sótanos
El crepúsculo perpetuo de las grandes fábricas se torna sonoro
como un río
Un niño desnudo contempla los frutos del huerto
El día galopa como un caballo blanco
La luz implacable persigue tu recuerdo hasta aplastarlo
Contra los rascacielos deslumbrantes reclinados contra el cielo.

RETORNO
De la noche surge, a veces, el pasado
y el insomnio zumba como un moscardón
sobre las sábanas que cubren un muerto.
La luna suele aparecer en esa hora
-pálida muchacha de otros mundos-
inclinada a la espera sobre el océano terrestre.

Suspendidos entre los cielos y los sueños


somos, en esa hora
parecidos a un dios que medita
escuchando el rumor de las ciudades,
sumergido en su propia substancia
de voces oscuras y tenaces deseos.

Un dios caído a la orilla de un río de aguas negras,


un dios vencido a quien preservan fugazmente
los aromas y el silencio de la lunática blancura.

De la noche surge, a veces, el pasado


como de un hondo pozo tornan débiles voces fantasmales
y en una sola imagen se confunden
la infancia de un hombre
y el pasado infinito del mundo
esparcidos en millones de estrellas.

El poema que da el título a la obra de Eduardo Gómez, "Restauración de la


Palabra", tiene un significado especial, que debemos subrayar. La poesía puede
ser inútil: ya Arthur Rimbaud lo intuyó así cuando, abandonando la literatura y
alejándose de Europa, decidió internarse en Africa. De allí en adelante guardó un
impenetrable silencio. En ocasiones - dentro de circunstancias sociales
determinadas -, la poesía puede ser también un lujo innecesario. Pero también,
en otro orden de ideas, la poesía es un instrumento terriblemente eficaz. De ella
se sirvió Lucrecio para impugnar las supersticiones de su época, de manera tan
penetrante que sus palabras tienen validez frente a las supersticiones
contemporáneas. Y, ante hechos sociales dramáticos, como los que vivieron Paul
Eluard y Louis Aragón cuando Francia quedó conquistada por los ejércitos de
Hitler, la palabra adquiere una jerarquía altísima, transformada en arma de
combate. De ahí, de todo ello, la responsabilidad del escritor y, muy
particularmente, del poeta. Esta es la problemática a la cual alude Eduardo
Gómez en el citado poema, que tiene, evidentemente, una significación política.
No es poesía de partido, sin embargo. Su referencia es el hombre. Y la tarea del
escritor, el compromiso del poeta, tan indefenso, empero, frente a las armas y
poderes estatales. El final mensaje de este poema debe ser retenido, meditado.
Veamos su texto:

RESTAURACION DE LA PALABRA

¿Para que escribir pequeños versos


cuando el mundo es tan vasto
y el estruendo de las ciudades ahoga la música?
En esta lucha de gigantes
se necesitan armas de vasto alcance.
En este duelo a muerte
las canciones embriagan o adormecen.

Está en juego la sangre de generaciones


y de pueblos
y un mundo abierto al hombre infinito
por nacer.
Está en juego demasiado
para arriesgarlo todo solamente al azar de la palabra.

Es hora de glorificar a otros hombres y otros hechos.


Es hora de buscar situaciones
en donde la palabra sea necesaria
y de convivir con aquellos
para quienes la palabra es liberación.
Solamente la palabra que ponga en peligro el poder
de los tiranos y los dioses
es digna de ser pronunciada o escrita.

De otro lado, la poesía de Eduardo Gómez gira en una órbita sombría, la de la


soledad, expresada en extraños símbolos. En ocasiones, su lírica se hace
cotidiana, es la de las gentes desvalidas, pobres que "deambulan como perros" o
trabajan duramente en fábricas sórdidas. Veamos, a través de dos poemas
hermosos, estos otros aspectos de la obra de este poeta:
AL FINAL SOMOS

En el destierro somos, por fin, nosotros mismos


mirando el pasado como un film melancólico
donde algien entrañable que también fuímos
se muestra de perfil en galerías de espejos
y representa un ballet grave y silencioso
amenazado por la noche y desdibujado por la niebla.

Cómo recuperarnos en aquellos oasis


ya preservados para siempre en lejanas islas dulces
en aislados cuadros de serena tristeza
donde permanece una juventud inaccesible
y esperamos aún aquello que luego ha muerto
y nos duele todavía aquello que devino indiferente.

En el destierro cargamos, por fin,


la cruz que nos aguarda
sin desviar ya los ojos de la llanura infinita
para mirar estrellas fugaces en un cielo cambiante
ni buscar el espejismo que danza a los costados
ni seguir los fuegos fatuos de ciertos cementerios
de ciertas casas solas cerradas como tumbas.

UNA ESPERANZA

Las gentes pobres cortan el pan con mano gruesa


en rebanadas finas escrupulosamente.
En los días de fiesta visitan cementerios
ferias abarrotadas donde no compran nada
parques abandonados e iglesias sombrías.

Las gentes pobres deambulan como perros


se ahogan pesadamente en el fondo de los ríos
que rugen en los sótanos de fábricas inmensas
y en sus ojos severos hay un fuego escondido
y en sus músculos crece un demonio dormido.

*
Luis Aguilera (1945) publicó un libro de "Poemas" en 1970. Dos años
después, obtuvo un premio en un concurso de poesía auspiciado por la
Embajada de Chile en Bogotá. Está en prensa su nuevo volumen "Una vez del
todo los pájaros de hierro". Es conocido, especialmente, por los poemas que, de
tiempo atrás, viene publicando en revistas y suplementos literarios.
Como en todo este trabajo poético se advierte una fina sensibilidad, un
temperamento poético evidente, una voz inconfundible, deseamos incluírlo en
esta Antología. Hemos escogido un poema suyo que -nos parece - resume muy
bien su modalidad poética:

HISTORIA PARA CONTAR A UN NIÑO BENGALI

El casco rojo del soldado


puso en la calle un sol de medianoche.
La ciudad por entonces ardía en los puñales
y el miedo se quedaba tras los pasos.
Nada había: ni viento ni aire respirable.
La pólvora en pájaros recientes perforaba el cielo
y a lo largo hubo árboles que nunca fueron árboles
sino horcas con follaje. Y sé - lo dicen los despachos
noticiosos - que el hambre encumbra cuervos
sobre aldeas y que en los campos los perros
arrastran, del pie de los caminos,
los cuerpos caídos en la huída.
Toda generación nace en postguerra
y hay que hacerse a la idea de que pronto pasará
lo que se teme, de que nunca es extranjero
un hombre muerto. Toda tierra es patria
si se recibe una andanada de balas en el pecho
y queda uno tan solo,
ya sin huellas ni puntos cardinales.

María Mercedes Carranza nace en Bogotá, en 1945; después de estudiar


filosofía y letras, se ha dedicado al periodismo y a la crítica literaria, que maneja
con brío y originalidad. Llevando en la sangre la intuición poética de su padre -
el gran poeta de "Piedra y Cielo" -, ha escrito poemas llenos de ingenio, de
humor y de rebeldía. Son los que recogió en su pequeño volumen "Vainas y
otros poemas"159, cuyo solo título denota ya el espíritu juguetón y desenfadado
de la autora.
La pirueta lírica de María Mercedes Carranza causa asombro, desconcierta
tanto como divierte. Una amplia cultura se adivina detrás de estos versos sin
bellezas formales pero con mucho talento unido a un evidente sentido poético.
Realista, amarga a veces, con angustia real - contenida - ante la muerte, irónica
-por contraste - ante las cosas cotidianas, ha sabido buscar una vena poética
muy original, personalísima. Es muy auténtica en todo ello, incluso en su actitud
ante el amor, que es en realidad nueva dentro de la poesía más reciente.
También son auténticas su rebeldía, su insubordinación. Y, muy cerca del
nihilismo, se salva por su confianza en la amistad y en el amor. Es claro que, en
ocasiones, confunde el talento y la picardía con la poesía; o el ingenio cáustico
con la gracia lírica. Pero sus poemas deben ser leídos, releídos. Al contrario de lo
que ocurre con muchos de los más recientes poetas, cuanto más se la lee, más se
la admira. Porque es preciso acercarse a su mundo, extraño, sutil, sombrío y
divertido al mismo tiempo. Como hace cincuenta años la poesía del "tuerto"
López, hoy la de María Mercedes Carranza constituye un excelente antídoto
contra excesos sentimentales, temas trascendentes, vaguedades líricas y otros
venenos de nuestra literatura. Su humor, sobre todo, convence, no solo porque
está impregnado de poesía secreta sino porque está dirigido, tácitamente,
contra formas abolidas de la poesía anterior y también contra ella misma. Los
poemas de María Mercedes Carranza que insertamos a continuación resumen su
estilo, su humor y su lirismo, su ironía y su emoción, su gracia siempre fresca:

HISTORIA UNIVERSAL DE LA CAMELIA

De todas, más o menos de todas,


por las entretelas del corazón
anda Margarita Gauthier.
Algunas llevan la camelia
en el hombro, otras bajo las naguas.
Todas entre bambalinas, con Armandos,
desmayos, rubores y lágrimas.
Entre Eva, que fue el principio

159
Bibliografía de María Mercedes Carranza: "Vainas y otros
poemas" (Bogotá, Talleres Ponce de León, 1972).
-se desconoce la madre de Yavé-
y Cristina Keeler, que no es el final,
la historia es larga.
Camelias blancas, camelias amarillas,
camelias negras, Pompadoures
de su príncipe, Catalinas
de su corazón. Beatas por un pelo,
la Estuardo en los altares,
vírgenes como Isabel o como Lucrecia,
camelia venenosa, víctimas de un Borgia.
Maria Luisa, gorda y fea,
más sensible que una adormidera,
Josefina entre diademas y Paulina
su dignísima cuñada. Queda Julia
la hija del Divino y Biblia arriba
Judith, camelia santa.
Y sobre ellas y las que faltan,
la celeste Celestina, que a todas ama
y a todas guía, aún con el sabor
en las encías y vive y reina
por los siglos de los siglos. Amén.

DE BOYACA EN LOS CAMPOS

Allí, sentado, de pie,


a caballo, en bronce, en mármol,
llovido por las gracias de las palomas
y llovido también por la lluvia,
en cada pueblo, en toda plaza,
cabildo y alcaldía estás tú.
Marchas militares con coroneles
que llevan y traen flores.
Discursos, poemas,
y en tus retratos el porte de un general
que más que charreteras
lucía un callo en cada nalga
de tanto cabalgar por estas tierras,
y más que un físico a lo galán de Hollywood
tenía el ademán mestizo de una batalla perdida.
Centenarios de tu primer diente y de tu última sonrisa.
Cofradías de damas adoradoras
y hasta guerras estallan
por disputarse un gesto tuyo.
Los niños te imitan
con el caballo de madera y la espada de mentira.
Te han llenado la boca de paja, Simón,
te han vuelto estatua,
medalla, estampilla
y hasta billete de banco.
Porque no todos los ríos van a dar a la mar,
algunos terminan en las academias,
en los pergaminos, en los marcos dorados:
lo que también es el morir.
Pero y si de pronto, y si quizás, y si a lo mejor,
y si acaso, y si talvez algún día te sacudes la lluvia,
los laureles y tanto polvo, quien quita.

MUESTRA LAS VIRTUDES DEL AMOR


VERDADERO Y CONFIESA AL AMADO
LOS AFECTOS VARIOS DE SU CORAZON

a Fernando

Hoy pienso especialmente en tí


y veo que ese amor carece de desmayos,
de ojos aterciopelados
y demás gestos admirables.
Ese amor no se hace como la primavera
a punta de capullos
y gorjeos. Se hace cada día
con el cepillo de dientes por la mañana,
el pescado frito en la cocina
y los sudores por la noche.
Se vive poco a poco ese amor
entre tanto plato sucio, detrás del cotidiano
montón de ropa para planchar,
con gritos de niños y cuentas de mercado,
las cremas en la cara
y los bombillos que no funcionan.
Y otra cosa: cada mañana me gustas más.

PRECEDENTES DE LA PHILIPS

"Como en los cuadros de Turner


donde la luz piensa".
Octavio Paz

Las investigaciones de la Philips prueban


que la luz no la creó Dios en el primer
día. Fue Turner - desvelado en una noche de
Venecia - el que dijo hágase la luz y
la luz fue hecha. En el principio
fue su pincel y hasta las nieblas de
Londres lo reconocieron. Luego
hubo un hombre llamado Monet que
vino a dar testimonio de la luz
entre los suyos y los suyos sí
le recibieron. Desde entonces la luz
habita entre nosotros llena
de Van Gogh con sus tristezas y todo.

AQUI ENTRE NOS

Un día escribiré mis memorias. ¿Quién


que se irrespete no lo hace? Y
allí estará todo. Estará el esmalte
de las uñas revuelto
con Pavese y Pavese con las agujas y
una que otra cuenta de mercado. Donde
debieran estar los pensamientos
sublimes pintaré
tus labios a punto de decirme
buenos días todos los días. Donde
haya que anotar lo más importante
recordaré un almuerzo
cualquiera llegando al corazón
de una alcachofa, hoja a hoja.
Y de resto,
llenaré las páginas que me falten
con esa memoria que me espera entre cirios,
muchas flores y descanse en paz.

AHI TE QUIERO VER

Es así, en la aventura de la sopa


y un poco más o un poco menos
donde todos los días te le mides a la muerte.
Que se muera el vecino es lógico;
tras algunas lágrimas es también natural
que se muera aquella amiga
y uno por uno todos los que están contigo.
Pero, ¿cómo entender que el más allá es
también para ti estando tan más acá?
Al llegar aquí dejas de comprenderlo todo,
tanto que el misterio de la santísima
trinidad es un chiste; una especie
de pared negra y neblinosa, para más
exactitud, te golpea en la frente y no
te deja pasar; buscas salidas como en
los sueños, atrabiliarias, tropezadas
tan de duermevela. Finalmente
lo dejas para otro día.

Harold Alvarado Tenorio (Buga, 1945) ha publicado dos libros de poemas160


y prepara otro. Graduado en filosofía y letras, es profesor actualmente en la
universidad de Pasto (Departamento de Nariño), donde se ha radicado después
de numerosos viajes (México, Berlín, Madrid, Estocolmo).
Hombre culto, de personalidad enérgica y comunicante, ha escrito poemas
del más vivo interés. Hallamos en él una ansiosa búsqueda, una febril
penetración en el mundo de la poesía, con dominio del idioma, unas veces para

160
Bibliografía de Harold Alvarado: "Pensamientos de un
hombre llegado el invierno" (Cali, Piraña Editorial, 1972);
"Poemas" (Bogotá, 1973).
expresar su desasosiego - teñido de humorismo, como es frecuente en tantos
otros poetas recientes - y otras su emoción neta, auténtica. Son las notas que el
lector descubrirá en los dos poemas que hemos escogido:

UNA NOCHE CON XRONOS ELEUTERO

Los hombres, querido mío,


son otros tantos objetos de nuestra voluntad.
Nos sirven,
y una vez llenos de mi sabor de hielo,
gastados, viejos, ciegos o sordos,
los vamos arrojando
al cesto de hojas secas
al cementerio de automóviles
al campo de concentración
o los cambiamos a nuestros aliados
o enemigos
por otros objetos.
Los hombres, querido mío!

ESTA MAÑANA

Esta mañana con el sol del verano


una pluma de pájaro ha llegado
hasta el libro de versos que leía.
Qué significa esta pluma?
Este temporal de suavidad?
Este pensar en el futuro?
Estas dos ciudades, estos dos espacios?

La poesía de Alberto Hoyos (nacido en Bogotá, en 1939) es muy honda. Lírica


apretada, concisa, llena de matices, de inesperados vuelos, que debe ser leída
larga y pausadamente, en soledad y en silencio, para ser regustada paciente y
nostálgicamente, a fin de descubrir la emoción que embarga al poeta, y un tono
aquí, una metáfora allá, una insinuación más lejos.
Esta lírica se mece entre la soledad y el amor. El poeta solo sabe que "el amor
es una soledad que se suma a la mía" y que la piel "es una forma de conocer el
mundo". Los versos de Hoyos están elaborados, conscientemente estructurados,
tienen a veces una rara perfección ("a la amante delicia fugitiva"), pues el poeta
parece encontrar su expresión más cabal a través de formas melódicas, casi
tradicionales. Pero el mensaje es nuevo, actual, sutil. El tema del tiempo en fuga
recorre estos poemas estremecidos, en que aflora frecuentemente una cierta
amargura: "hay días en que es duro vivir entre los hombres". Más allá, la
búsqueda del amor para tratar de superar el tiempo y la muerte. Es el deseo, "y
los gestos, callados, de tu cuerpo nocturno". Todo ello está expresado en versos
misteriosos que revelan un temperamento lírico excepcional, introverso,
sediento y anhelante. Si Alberto Hoyos parece un ser tímido, su poesía, en
cambio, es enérgica, afirmativa. Sin que nunca desaparezca esa atmósfera
enigmática en que su visión del mundo se desenvuelve.
Los poemas que hemos escogido - algunos de ellos inéditos161 - dan una
impresión agobiadora de alta poesía, de intensa vida interior, biografía de un
alma culta y conmovida y de una sensibilidad a flor de espíritu:

MEMORIA

Es al anochecer, cuando caen como grandes hojas


de plátano
arrastradas por la densa ventisca del verano,
las huellas que horadan contra el tiempo
el valor fragmentario de unos actos.

Vuelve el recuerdo del poema no escrito,


la oscuridad de una sala de cine
a la que nunca más volveremos a entrar;
vuelve un aroma de perdidas recámaras
y los gestos, callados, de tu cuerpo nocturno;
vuelven de pronto esas palabras nunca dichas,
o el perfil de tus senos antes de despertarte.

Se esfuman, se disuelven, esos actos que fuimos


en este frágil túnel de la memoria,
por donde fluye sólo el eco de esos días antiguos
hasta ese mar en sombras, verdadero.

161
Bibliografía de Alberto Hoyos: "Espía del alba" (Cúcuta,
Instituto de Cultura y Bellas Artes, 1973).
VISION

En el humo morado de la tarde


el tiempo nuevamente me ha traído
un puñado de polvo de tu ausencia
algo de tí
Flotaba mansamente
sobre los esteros del otoño
sobre las secas ramas del enebro
sobre el ovillo de los amuletos
sobre la hierba joven de los parques
para erguir el deseo su furor y sus ecos
cicatrices sobre la piel del día
sobre la cal del alma

Como los astros callados


alumbrando la roja sangre de la noche
Rumor de agua que canta
Su vastedad
su ausencia en la sequía
su ardiente sed quemante
mientras cenizas de otro instante pasan
calcinando este instante en la memoria

Hoy en la tarde ha vuelto


corpórea y transparente
la figura de la mujer que amo
tejida sobre la vestidura del otoño
se abre la tarde

El mundo se abre
y pasas como un río fugitivo
dándole al universo tu presencia
crecen tus piernas con los árboles

(Mi boca sube hasta el fruto sagrado


y palpo su fragancia con mis labios
su plenitud exacta
su latido
con la avidez que guarda el más puro deseo)

En tu frente se inaugura la fiebre de la noche


resplandece la luz en tu palabra
pero se apaga el nombre de las cosas
todo te restituye y te separa
el sol nace en tu risa
pero llega el ocaso del silencio
el cerco de tus labios cruza las nubes
tus axilas jardines de la infancia
que se pierden de pronto con el tiempo
bajo tu vientre las palomas anidan
pero se alejan con el vuelo del sueño
No hay grito ni alarido que te llame
No eres ahora sino memoria ciega
tiempo del que acumulo entre fantasmas
sueño y deseo que te necesita
hasta el certero fín de toda historia.

ESPIA DEL ALBA

¿Que otras aguas arrastran hacia los grandes deltas


la miseria que escurre de la noche
guardando entre su pardo recinto rumoroso,
los ajenos perfumes de otro tiempo,
vueltos de pronto al renovado grito de la carne
en los ebrios deseos dispersos
por las albas violetas y mansas,
allí, donde la cola nocturna de los sueños
vuelve su furia ciega de sudario
y malamente azota el alma en pena.

Que la líquida fuerza de las aguas


se lleve el sabor del tiempo y de sus armas
y mudas huellas de su paso deja
entre antiguos retratos, viejas cartas,
guardadas torpemente y sin objeto,
en polvosos cajones de delgadas maderas.
El tiempo que aniquila los mejores frutos del deseo,
su más roja baya y el perfume de tus claros pezones,
en noches sin número bajo las dormidas estrellas.
Como en el sur, en el ardiente sur de los ríos ecuatoriales
que arrastran hasta los deltas las ramas de los cámbulos
y el aroma liviano de los sueños entre las hojas del banano;
así, amor mío, como en los grandes ríos del sur,
todas las cosas que amamos y nombramos
se pierden entre las aguas y rápidos del tiempo.

Hoy en la tarde he visto, amiga mía,


los cuervos que cruzaron por tus ojos
que soñaban, acaso, en un país sin nombre
con jardines aéreos y palomas azules,
que fue nuestro, antes que penetráramos
"por la oscura región de nuestro olvido".

EL TIEMPO Y SUS ARMAS

Recoge esa vana plegaria pulida por el día,


frente al mar y su más alta espuma
con su agrio perfume de sales y de yodos.
Deja que zarpe la mirada por el asombro,
mientras pasa en la cima bermeja del verano
una gaviota como el eco del amor.

La verdad de tu voz poblando nuevas fábulas,


arando en silencio viejas conversaciones
en un café de una ciudad distante
para que el corazón atraviese la lluvia.

Frente al mar con sus corpóreas olas


la fuerza del deseo y el batir de la sangre
abren las secretas puertas para el amor
mientras el tiempo gasta pavesas de tu sombra.

¿Cuántas palabras quemadas en tus labios


han encendido luces en la desierta noche del océano?
Mira al deseo dragando en los puertos del amor
para una nueva batalla contra el tiempo y sus armas.

Ahora que estás más bella con ese traje azul


golpeado por la brisa, y en las tardes lejanas
tus ojos asombrados ven los soles
que lamen los leones tendidos en la playa.

Entre las ásperas arenas lavadas por el mar


el grito del tiempo atraviesa el amor,
y en el constante choque de las aguas
se mueve la emigrante hélice de los días.

Contempla la fragilidad con que están hechos los actos


y los débiles hilos que sostiene el instante,
que se rompen y caen a su profundo aljibe,
sin llegar a la urdimbre de la trama
que huye por el recóndito zaguán de la memoria.

FUEGOS NOCTURNOS
(Fragmentos)

Por entre pardas sombras crece, antigua, la noche.


Los astros, como lanzas doradas
van hiriendo callados, el rostro de la tierra.
Un perfume de lluvia gotea de los árboles
de un nocturno jardín deshabitado,
mientras un suave viento agita melodioso,
las cañas y las hierbas,
y un borroso recuerdo vaga en mi corazón
con luz de fuegos fatuos,
buscando una palabra que lo desnude del sueño,
que le de una ventana para mirar el viento
o unas alas de vidrio para huír de la sombra.

Pero ahora no quiero que el recuerdo


empañe la pura plenitud del amor.
Yo no sé por qué ocultos caminos llega el deseo
pero conozco su presencia
cuando viene por entre la neblina de los días
persiguiendo mis pasos en las calles.
Yo sólo sé que el amor es una soledad que se suma a la mía;
quizás con muchos nombres pueda llamarlo
o apenas repetirlo con la boca cerrada.

Lo importante es su llama viviendo en mi corazón,


subiendo por mi sangre hasta mis labios
que no saben nombrarlo
y sólo tienen su caliente ternura
................................

Mis manos buscan en vano una caricia perdida,


palpan inútilmente el aire,
no pueden regresar hacia los rostros
que llenaron su tacto de invisibles recuerdos.

La piel es una forma de conocer el mundo,


de deslizar las horas y las manos
para vencer el tiempo, para ganar la vida,
para subir - amor - hasta tu reino.

Amor, tengo tu herida, tu lanza sobre el pecho,


la fuerza que me ataca y me defiende;
penetro por tu cuerpo como un río
y las orillas creen que fluyo siempre
sin saber que son aguas que no acaban
que van sin fin por entre mi deseo,
van por tus piernas hasta la mirada
y se derraman por la cabellera,
después de haber cruzado la cintura
bajo el puente del pecho levantado.

Dame tu sombra para protegerme,


ata, mujer, el tiempo a mi latido,
dame la eternidad en un instante
como un sorbo de dicha hasta la muerte,
deja al instante que se reconozca,
que pare su camino hacia otro instante,
que me colme, amor, de tu ilímite cielo.

.................................

Enciende sobre tu rostro la lámpara de la alegría,


iluminando mis pupilas cansadas del humo gris de las ciudades.
Amor, tu voz es necesaria cuando la vida pasa
por infinitos desiertos de soledad
bajo el augurio de las oscuras aves de la melancolía,
que llegan de algún país de lluvias y de hielo,
y soló emigran con la cálida brisa del verano
cuanda tu prendes la antorcha de la amistad
para que el frío del odio no calcine la sangre.

Hay días en que es duro vivir entre los hombres,


cuando somos lanzados al alba por entre las avenidas
y el tumulto se mezcla con el jadeo de los motores
y no hay miradas para las hojas de los árboles
que se desprenden como escamas doradas
y caen, lentamente, sobre piedras sedientas;
yo pido un poco de tiempo nada más,
el tiempo necesario para olfatear el mundo
también el amor,
el tiempo que me deja amar muy largamente
y no ser sólo olvido, o recuerdo de olvido.

Aquí espero una esbelta sombra como un sueño


que viene por el aire desde la espesura de los bosques,
como un fantasma amorosamente silencioso.

Aquí espero bajo la lluvia


el luminoso corazón de una muchacha,
recordando su boca como pétalo o ala,
barajando su nombre dulcemente en el viento,
buscando entre descoloridas miradas
sus ojos, como dos lentas aves, que descubro
a través de los duendes que pueblan el deseo,
en mitad de esta absurda multitud desolada.
Llega el anochecer como una mansa sábana,
y se ilumina mi corazón como las estrellas en la altura
por el fuego amorosamente solitario de tu presencia
como si abolieras con tu sombra la muerte.

José Manuel Arango (nacido en Medellín, en 1937) es el autor de un mínimo


libro de poemas, titulado "Este lugar de la Noche"162. El poeta antioqueño busca
una poesía muy pura, sutil, alada, que él transmite en formas elementales, muy
breves. A veces, se trata, más que de verdaderos poemas, de máximas o concisos
pensamientos líricos. Bajo el título general de su libro, damos a continuación
tres ejemplos ilustrativos:

ESTE LUGAR DE LA NOCHE

Armonía

Perdido
por los ciegos senderos
de la música

tienes
el rostro
que tendrás en la muerte

El Poseído

a veces
siento en mis manos las manos
de mi padre y mi voz
es la suya

un oscuro terror

162
Bibliografía de José Manuel Arango: "Este lugar de la
noche" (Medellín, ed. Graphos, 1973). Está en prensa su nuevo
libro "Eróticas" que hemos alcanzado a conocer en parte, pues la
revista "Aquarimántima" ha publicado algunos de sus poemas.
me toca

quizá en la noche
sueño sus sueños

la fría furia
y el recuerdo de lugares no vistos

son él, repitiéndose


soy él, que vuelve

cara detenida de mi padre


bajo la piel, sobre los huesos de mi cara

Paraíso

Infancia
vuelta a encontrar al morder una fruta
en su sabor olvidado

Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948), tras breve tránsito por la
universidad, se ha dedicado, por entero, con fervor espléndido, a los libros, a la
poesía, a la crítica literaria. Poemas y notas suyas han venido apareciendo, de
tiempo atrás, en revistas y periódicos, fertilizando el ambiente, aportando temas
nuevos, descubriendo otros valores de la lírica colombiana. Desde la dirección
de la revista "Eco" irradió ese entusiasmo riguroso que lo caracteriza163.
En el único libro que hasta ahora ha publicado, "Consejos para sobrevivir"164,
hay poemas inquietantes, saturados de interrogantes, con toques de autocrítica
a lo largo de los versos, escritos en un lenguaje vivo, actual, a veces irónico y
desencantado.

163
"Eco" es revista editada por la Librería Buchholz, de
Bogotá. Ha cumplido una excelente labor cultural, en especial
dando a conocer entre nosotros los valores de la literatura
alemana.
164
Ediciones de "La soga al cuello" (Bogotá, 1974).
A través de sus poemas, Cobo - como Quessep - parece preguntarse
constantemente por la esencia de la poesía. Y también por su necesidad o su
utilidad. Pero él ama la poesía, la vive, la lee ávidamente; la escribe. Es, también,
su manera de vivir, o de morir, o de sobrevivir. Con frecuencia, brilla en estos
versos, un delirio, una rota armonía que es fruto de una visión poética:

SOLO DE TROMPETA

Niño decente al que escarnecen e injurian


y rompe, así, su cordón umbilical,
me desdoblo entre este fervor exaltado
y los días planos que, inmóviles, nos aguardan.
Los varios que fui conviven, por fin, en paz;
acompáñame, ahora, a través de la cuerda floja
sabiendo que mi oficio es permanecer.
Los enfermos están afuera;
la poesía, por el contrario, es mi camisa de fuerza.
Y a los que preguntan demasiado
¿por qué no gritarles, a voz en cuello,
que el hada de la demencia
baila, ebria, delante de mí?

POETICA

¿Cómo escribir ahora poesía,


por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras:
ese poco de ruido
añadido a un mundo
que lo sobrepasa y anula?
¿Se aclara algo con semejante ovillo?
Nadie la necesita:
residuo de viejas glorias,
¿a quién acompaña, qué heridas cura?

*
Augusto Pinilla ha escrito poemas y ensayos. Nacido en 1946 en El Socorro
(Santander), sus poemas aparecieron primero en periódicos y revistas y, luego,
en la "Antología de una generación sin nombre", editada en España en 1970 por
Jaime Ferrán165. Su libro en preparación lleva como título "La fábrica de
sombras". Quizá no ha logrado Pinilla su forma y expresión definitivas, como
todo poeta joven en plena evolución, pero sus versos - muy libres - prolongan
una excelente veta lírica. Pinilla tiene sensibilidad, intuición, presentimiento de
auténtico poeta. Incluímos dos breves ejemplos de su creación lírica:

EL DILUVIO

Hizo correr el agua por la tierra


como un poeta hace correr el fuego
por sus viejos poemas.
Pero hubo uno
-un hombre o un poema-
y viendo que era bueno
lo preservó en el arca
para empezar de nuevo,
como un viejo poeta
que no logró librarse de su invento.

EN MEMORIA

Ya que no eres la que aprende paso a paso conmigo


bajo el sol
ni el deseo sonriente
ni la dulce fatiga
ya no estás deslumbrada por esa vida que se te perdía
y lo que más me asombra en este lado
es sentir que te vuelves cada vez más eterna
mientras de mí se borran
tu calor

165
Madrid, ediciones Rialp. Esta Antolográ contiene poemas de
Elkin Restrepo, William Agudelo, Henry Luque Muñoz, Alvaro
Miranda, Augusto Pinilla, David Bonells, Darío Jaramillo Agudelo y
Juan Gustavo Cobo Borda.
y tu voz.

Queremos terminar este viaje por "cien años de poesía colombiana" con los
poemas de dos autores jóvenes, son ellos Samuel Jaramillo, que publicó un
interesante volumen de versos en 1973, y Paula Gaitán.
Hay otros, muchos otros - demasiados? - que, quizá no suficientemente
maduros, apenas rozan el fenómeno poético, aunque se presienta, al leer sus
páginas, que algunos de ellos podrán llegar muy lejos en su aventura lírica166.
Lo cierto es que, al escribir un poema - en su lenta gestación, exaltada o
lúcida, "inspirada" o sabiamente lograda -, el poeta define tácitamente lo que
para él es la esencia de la poesía. Cada cual lleva y expresa su propia definición
de lo poético. Y a ello responde el poema, que es su fruto inmediato. No fue lo
166
Entre ellos, debemos citar a Nicolás Suescún, que se ha
distinguido más en el cuento que en la poesía; Alfredo Ocampo
Zamorano que obtuvo uno de los premios nacionales y ha publicado
"Poemas, motetes y cantos" (1967) y "Poemas reunidos" (1974);
Darío Jaramillo, que figura ya en varias antologías y dió a la
estampa sus "Historias" (Ed: Soga al Cuello, ABC, 1974): Miguel
Méndez, autor de "Los golpes ciegos" (1968) y "Poemas de en
trecasa" (1971); Fernando Garavito, que se ha movido en el campo
de la poesía ("Lo que quiero decir es que la vida es dura"), y de
la crítica; Henry Luque Muñoz; Miguel Torres, que ha publicado
interesantes poemas insurgentes (es director del grupo teatral "El
Local", en Bogotá, donde ha cumplido excelente labor cultural);
William Agudelo ("Nuestro lecho es de flores" y "Vuelo en
escalas"); David Bonells Rovira, autor de "La noche de madera"
(1966) y "Poemas de Hojalata", que tiene especiales aciertos en
sus "anti poemas"; ManuelSalcedo, que prepara "El aire como
herida"; Alvaro Miranda; Jorge Merlano, que ha publicado
interesantes poemas en "Arista"; Hernán Botero; Hernando Socarrás;
Alvaro Burgos; Luis Fernando Mejía, autor de varios volúmenes de
poesía, con uno de los cuales obtuvo uno de los premios
nacionales; Jorge Alberto Molina; Juan Manuel Roca, que publicó en
Medellín, en 1973, su "Memoria del Agua"; Juan Castillo Muñoz,
autor de "Motivos de Eros" (1974); Alejandro González, que editó
"Del sol y de las cosas" (Medellín, 1973); Carmiña Navia Velasco;
Nelson Osorio; Daniel Winograd; Gloria Cepeda de Cabrera; Alberto
Aguirre; Javier Hernandez... La lista sería interminable, pues de
1960 a hoy han aparecido más de setenta poetas. Ello revela un
renovado interés por la poesía. Nuestra labor ha tenido que ser la
de una exigente selección.
mismo la poesía para Rafael Pombo y para Luis Carlos López; tampoco lo es,
ahora, para Giovanni Quessep y para María Mercedes Carranza.
En muchos de los poetas más recientes - cuyos poemas no hemos incluído en
esta Antología - hallamos notas comunes: sarcasmo, humor negro, anti-poesía
voluntaria, sátira política, burla; elementos que, por si solos, no son poesía.
Es interesante preguntarse a qué fenómeno social responden estas
corrientes. La respuesta es difícil. Pero ellas constituyen un hecho protuberante.
En numerosas ocasiones esta "poesía" desasosiega, enerva. La rechazamos
emocionalmente, tal vez por descubrir allí una radical falsificación. Creación
adulterada en su raíz misma - como escrita a la fuerza -, sin cohesión interna, sin
alma ni emoción, sin dominio del idioma.
En otros casos, seguramente, poesía escrita dentro de modalidades y
criterios discutibles que nosotros no compartimos, y que, por ello, resulta ajena
a nuestra sensibilidad.
Nos parece importante dejar señalados estos fenómenos, muy dignos de
posteriores análisis. De todos modos, es más interesante señalar las calidades de
los poetas que hemos seleccionado y demorarnos en la lectura de sus poemas.

Samuel Jaramillo, nacido en 1950, publicó en 1973 un pequeño volumen de


poemas titulado "Asperos golpes"167.
Graduado en Economía, Jaramillo ha obtenido algunos premios literarios (en
1968 y 1971). Su doble interés por su profesión y el humanismo es un excelente
símbolo de la última generación colombiana. Actualmente, vive en Londres.
En su labor poética hay un cuidadoso trabajo con el lenguaje, con la
expresión, con los símbolos. Una contenida emoción y una febril angustia,
soterrada, recorren los poemas. Silencioso, introverso, sensible, Samuel
Jaramillo se acerca con devoción y amor a la poesía. Poesía, por ello, otra vez
auténtica, reencontrada misteriosamente para decir la soledad o el amor del
hombre. Es de esperar que, en nuevos libros, Samuel Jaramillo prolongue,
depure, amplíe la vena poética que en estos versos iniciales se adivina, clara,
insistente:

ASPEROS GOLPES EN LA SOMBRA

167
Cuadernos de letras de la Universidad de los Andes
(Bogotá, Talleres "Litor impresores", 1973).
Debajo de nuestra corteza
estamos rodeados de nada,
asediados de ausencias,
y nos pesa demasiado
ese silencio
que camina detrás.
Ahora llevamos a la espalda
nuestra propia sombra
y desde el parpadeo del desastre
arrecia un ocre sabor a resaca.
El sol ha salido en vano
en este día
porque amanecimos desconfiados
y dudamos de su existencia.
Queremos traducir la ansiedad
al idioma tan nuestro
de las amnesias.
Pero hay aún demasiada noche
y nos queda aún demasiada voz.
Nos aferramos entonces
a nuestro talismán
porque se nos ha muerto Dios
y su cadáver
nos envenena la sangre
y nos malogra esa palabra
que desde siempre
nos espera.

Y LOS OTROS, VOLVERAN?

Regresarán de esa oscuridad de madera


donde parece que están todos escondidos?
Surgirán de pronto
de cualquier rincón del aire
como si nunca hubieran faltado?
Volverán?
Porque no me irán a salir ahora
con que me han dejado aquí
a merced de mis propios golpes de ciego,
extraviado en las ruinas del tiempo,
sintiendo al fondo
el rethinar de los goznes del deseo,
abandonado como un pozo muerto.
No me irán a decir ahora
que me dejaron
encerrado en mis poemas de ceniza,
yo, pájaro nocturno,
tanteando cada palabra
entre todos estos lenguajes
que me corroen y no entiendo,
ajeno,
rodeado de huellas de acosado
y mareas que se van,
con la mirada infestada de preguntas,
escuchando esos pasos
que siempre tienen la dirección del olvido.
Vuelvo a preguntar,
regresarán?
Vendrán algún día?
Volverán?
Es que no me quiero quedar aquí
sin siquiera una señal,
sin un resquicio hacia el sueño,
como el árbol iracundo en mitad de la noche,
gesticulando sin sentido,
perdido en ese aire exasperante,
solo.

Se diría que la poesía es hereditaria. Si el caso de María Mercedes Carranza


no fuera suficiente para demostrarlo, nos encontramos ahora con el de Paula
Gaitán, nacida en 1952 en París, hija del gran poeta de "Mito".
En sus breves estrofas, libres y aladas, se da el milagro de la poesía168. Otra
vez, sin que sepamos por qué. Una delgada emoción, un sutil pensamiento, una
168
Publicó, en 1969, algunos de sus primeros poemas en la
revista "Razón y Fábula". Decíamos allí, al presentarlos como un
sorprendente hallazgo, que la lírica de Jorge Gaitán Durán renace
vaga insinuación. Así, al escribir, por ejemplo, "Vida, me enamoras", se siente
pasar la brisa de la mejor poesía. Bastaría ese solo verso, mínimo. Todo lo
expresa, cargado de asombro, de súbitas esperanzas, de la perplejidad que el
amor y la vida adolescente suscitan, de pronto.
Creemos en la poesía de Paula Gaitán Moscovici y pensamos que, a medida
que maduren sus sentimientos, su expresión, su vivencia del mundo, nos
entregará nuevos poemas, conmovidos y hechizantes como los que aquí
incluímos, el último de ellos inédito hasta ahora:

POEMAS

No. 1

Son cinco frutas marchitas en mi vientre.


Las aves quieren penetrar y destruirme.
Mastican el agua con furia... musicalmente se alborotan
y me invaden por completo.
Son cinco aves podridas en mi cuerpo.
Estoy sola.
Nadie oye mis gemidos dolorosos.
Nadie siente la muerte fría entre mis brazos.
La única que acudió a la lucha fue la luna.

No. 2

Evoluciono, concluyo, y me acuesto


en la arena tibia
del desierto.
¿Quiero sangrar poemas dulci-tristes y
esconderme
en tu paraíso lleno de verdades.
Mañana podré gritar
sin tener miedo.
Entonces, sin temor, sin rencor, aguardaré el silencio.
Abriremos la concha del insomio.
Vida, me enamoras.

y se prolonga con belleza en la voz de su hija adolescente.


No. 4

La droga de ilusión
perfora mi sentido.
Un cubismo perfecto,
un Braque envuelto en mujeres,
un sistema coherente de prejuicios solitarios...
todo para concluír con la frase
parece, y no parece.
Me siento en el nido espeso, y
río deseosa de morir.

No. 6

Cuando estallaba la noche


en los adoloridos campos de la tierra
solíamos mirar la luna enterrada entre los cuerpos.
Entonces, sin rezar, estrechábamos pasiones, creíamos en dioses.
Todo renacía en la tristeza abandonada por los seres.
Súbitamente destruímos los ídolos.
El sol palpitó, se volvió naranja.
Cálido; cálido verano, haces despertar la vida. Puedes atrasar
la muerte.
Te escucho en las frases inéditas que despiertan falsas
confidencias.
Leo la noche. Creo en los versos.
Sin embargo lucho en el vacío humano.
Decidí esconderme en el mundo de los muertos
y esperar
el sonido extraño de las aves.

Poema No. 56

La vida es un pacto
de nostalgia con la muerte,
un suspiro profundo lleno de ternura,
una flor entreabierta
desde el despertar
de un nuevo año.
La vida es el olor del almendro,
la silueta del pájaro ambulante,
la caída del compañero amado.
Quiero existir
en el trágico destino
que crearon los dioses
y dormir en tu pecho de hielo
en el silencio
eterno de los días.

Además de los poetas que hemos comentado en este último capítulo,


seguramente muchos otros, ahora, en este final de 1974, están escribiendo sus
poemas, buscando la forma expresiva de su emoción, en la angustia o en el
amor. A ellos va dirigida, especialmente, esta "Antología Crítica", pues pensamos
que puede abrirles nuevos derroteros al renovar la lectura de los poemas que,
en cien años muy fértiles, constituyen la mejor herencia de nuestra lírica. Grave
responsabilidad, sin duda, la de estos poetas jóvenes y desconocidos que
deberán, fundados en una tradición tan preclara, hallar acentos nuevos para la
poesía de Colombia.
La poesía es, sin duda, una complejísima alianza de emoción, intuición,
sensibilidad, cultura. Si jamás podrá ser el fruto de una erudición acádemica,
tampoco será la de un sentimiento espontáneo y amorfo. Ojalá que los poemas
escogidos por nosotros sirvan de estímulo para otras aventuras poéticas; y que
los nuevos poetas, conscientes de un pasado tan rico, logren encontrar las
depuradas formas en que aparecerá, de nuevo, el fascinante misterio de la
poesía.

REFLEXION FINAL

Muchos son los interrogantes que se abren en torno de la poesía colombiana


- la de estos cien años- al terminar nuestro libro.
La primera alude a su calidad intrínseca, al hacer un balance objetivo, sobre
todo si se la compara con la de otros países latinoamericanos o con la de España
en el mismo período. Nosotros creemos que, en conjunto, ese balance resulta
muy favorable. Otra pregunta se refiere a su tendencia más generalizada:
objetiva o subjetiva, clásica o romántica, conformista o rebelde, lírica o épica,
con predominio de la intimidad del poeta o de la visión de la naturaleza, de la
realidad inmediata y de la historia? De otro lado: en qué medida nuestro paisaje
y, sobre todo, su habitante, están presentes en esta creación poética? Además,
respecto de la forma, nuestros poetas tienden hacia lo tradicional (hacia los
viejos moldes españoles y, luego, modernistas) o hacia la ruptura y la liberación?
Y, respecto del lenguaje, cómo ha sido trabajado en función de la poesía y qué
influjo ha tenido el habla nativa en contraste con el lenguaje castellano
aceptado? Esto conduciría, a la vez, a analizar el papel que ha desempeñado la
música como expresión de las esencias poéticas (piénsese en Pombo y en de
Greiff) y a estudiar la secreta melodía que fluye en otros poemas (Aurelio
Arturo, Charry Lara, Quessep). Otro interrogante se refiere a las numerosas
influencias recibidas: no solo las de España, Francia o los países anglo-sajones,
sino de determinados movimientos (romanticismo, simbolismo, modernismo,
surrealismo) y de determinados poetas (antes, Víctor Hugo, Baudelaire,
Verlaine; en época reciente, García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Aleixandre,
Neruda). Y todo ello conduce a la pregunta más inquietante: existe una poesía
colombiana, entendida como auténtico testimonio sobre el hombre y la realidad
nacionales, o se trata, más bien, de una poesía "refleja"?
Es imposible, dentro del marco de esta Antología, tratar de dar respuesta a
los anteriores interrogantes, cada uno de los cuales tiene la virtud de suscitar
otros tantos. Dejándolos abiertos, queremos, sin embargo, referirnos muy
brevemente al último de ellos, el que alude a la existencia (incluso a la
posibilidad) de una poesía colombiana.
En el recorrido que hemos hecho, hallamos algunos elementos
colombianistas auténticos, como la poesía negra de Candelario Obeso, escrita en
el lenguaje dialectal de los bogas del río Magdalena; las descripciones de la
naturaleza - selva y llano, fauna y flora - de José Eustasio Rivera; las notas
antioqueñas del "canto" inconcluso de Epifanio Mejía; y, sobre todo, la pintura
veraz, al mismo tiempo picaresca y lírica, de Luis Carlos López respecto de
nuestras aldeas y sus gentes. Algunas ciudades y regiones se transparentan a
través de los poemas: Bogotá en José Asunción Silva, Cartagena en el mismo
"tuerto" López, Popayán en Valencia y Rafael Maya, Antioquia en Barba-Jacob y
León de Greiff; algo del mar colombiano resuena en los poemas de Antonio
Llanos, Castañeda Aragón y Meira del Mar; los páramos y las montañas del
centro del país en Pardo García, y las añoradas comarcas del Sur en los versos de
Aurelio Arturo, recientemente fallecido169; los Llanos Orientales en Eduardo
169
Después de que escribimos el comentario sobre la poesía de
Aurelio Arturo, este poeta acaba de morir en Bogotá (23 de
Carranza, y la costa atlántica en Jorge Artel; y en algunos poemas de Rafael
Pombo, del mismo Carranza, de Cote Lamus, Gaitán Durán, Alvaro Mutis el
sabor, el color, la música, el aroma y el tacto de la tierra colombiana son
inconfundibles, aunque se trata más de toques aislados que de una
impregnación integral170.
Hay que aceptar, subrayándolo, que en la mayor parte de nuestros poetas,
con algunas excepciones en los casos ya citados, la tierra colombiana - y todo lo
que ella implica - es la gran ausente. No se la conoce mucho mejor después de
leer a sus poetas, al contrario de lo que ocurre con las artes plásticas (el ejemplo
de Alejandro Obregón es bien significativo en la pintura). De todo ello proviene,
posiblemente, el hecho de que nuestros poetas no tengan un lenguaje común, o
un común denominador lírico, en ese aspecto. Es poesía, en esencia,
"desenraizada", como desligada del terruño y del habla y los modismos locales:
el caso de Luis Carlos López sería quizá la única excepción valedera.
Otro tanto ocurre con la historia. El mundo precolombino está
completamente ausente. Nuestra poesía ha sido creada al margen de la historia.
Y de ahí que los problemas colectivos - incluso los coetáneos al poeta -, como las
guerras, la violencia, la miseria o el hambre, no aparecen suficientemente
reflejados, transmitidos, vivenciados, en sus poemas. Nótese que, incluso cuando
el poeta abandona su temática personal, su obra queda más referida al paisaje
que a sus gentes (caso José Eustasio Rivera). En suma, el poeta colombiano no
ha sido, en general, "él y su circunstancia". De ahí la dificultad de hablar de una
verdadera "poesía colombiana". La comprobación objetiva de este hecho no
implica un concepto de valor. No puede afirmarse, a priori, que sería mejor una
poesía colombianista. O lo contrario.
Pero si todo ello es cierto - como nosotros lo creemos y muchos críticos lo
han señalado antes -, es evidente, en cambio, que el poeta colombiano se ha
vuelto sobre sí mismo - es su actitud habitual - y, a través de su interioridad muy
rica, con una sensibilidad agudísima y una visión muy personal de hombre y
mundo, nos ha entregado una intensa poesía lírica, subjetiva, emotiva.
Obsérvese cómo si la tierra y la historia están ausentes - con pocas excepciones
-, no hallándose por tanto expresiones épicas de importancia, la mayor parte de
la poesía que hemos analizado es de tendencia íntima: la que el poeta crea para
decir su amor, su melancolía, su soledad o su deseo, o para acercarse a temas
Noviembre de 1974).
170
En contraste, piénsese cómo aparecen la tierra, el paisaje
y las gentes de España en Antonio Machado; o cómo Neruda canta a
Chile o Carlos Pellicer a México.
que, como la nada, la muerte y el tiempo, le angustian, en lo más recóndito de su
sér. Los poetas colombianos han escrito más sobre ellos mismos que sobre la
naturaleza, la historia o "el otro". Ese intenso subjetivismo es - nos parece - su
nota distintiva.

***

También podría gustarte