Historia de Portugal
Historia de Portugal
Historia de Portugal
Primeros pobladores
La península Ibérica fue uno de los primeros lugares de Europa donde se asentó el
ser humano; se calcula que ya habitaban homínidos en ella antes del 200 000 a.C.
Durante el Paleolítico, los primeros antepasados de los portugueses dejaron tallas
en rocas cerca de Vila Nova de Foz Côa, en Alto Douro, que fueron descubiertas
fortuitamente durante un proyecto de construcción de una presa en 1992; se
calcula que tienen unos 30 000 años de antigüedad. En el Alentejo, en la Gruta do
Escoural, se hallaron dibujos de animales y humanos tallados que se han datado
en torno al 15 000 a.C.
Pero el Homo sapiens no era el único bípedo. Los neandertales coexistieron junto
a los humanos modernos en algunos lugares, si bien escasos, como Portugal
durante un período de hasta 10 000 años. De hecho, algunos de los últimos restos
de su existencia se hallaron en la península Ibérica.
Los neandertales fueron tan solo los primeros de una larga lista de habitantes que
aparecieron y desaparecieron del escenario ibérico. En el primer milenio antes de
nuestra era, los pueblos celtas empezaron a llegar a la península y colonizaron el
norte y oeste de Portugal hacia el 700 a.C. Surgieron entonces decenas
de citânias(pueblos fortificados), como la imponente Citânia de Briteiros. Más al
sur, mercaderes fenicios, seguidos por griegos y cartaginenses, fundaron
asentamientos costeros y abrieron minas de metales en el interior.
Los romanos
Cuando los romanos invadieron el sur de lo que hoy es Portugal en el 197 a.C.
esperaban una victoria fácil, pero no habían contado con los lusitanos, una tribu
celta establecida entre los ríos Tajo y Duero, que se resistió ferozmente a su
avance durante medio siglo. Incapaces de subyugarlos, los romanos les ofrecieron
la paz y empezaron a negociar con su líder, Viriato. Desgraciadamente para
Viriato y los suyos, la propuesta resultó ser una trampa y el líder murió
envenenado. Tras su muerte en el 139 a.C., la resistencia se hundió.
Los mejores vestigios del Portugal romano son los de Conímbriga o las ruinas del
templo de Diana en Évora.
En el s. V, cuando se produjo la caída del Imperio, Portugal llevaba 600 años el
poder de Roma. Tal herencia se materializó en la construcción de carreteras y
puentes, además de en el cultivo de trigo, cebada, olivos y viñedos. También
fueron de origen romano las extensas haciendas llamadas latifúndios, el
ordenamiento jurídico y, sobre todo, un idioma de raíces latinas. De hecho,
ningún otro invasor resultaría tan útil.
Moros y cristianos
El vacío dejado por los romanos fue ocupado por invasores bárbaros del otro lado
de los Pirineos: vándalos, alanos, visigodos y suevos. Finalmente, fueron los
visigodos arios, ya convertidos al cristianismo, quienes acabaron dominando el
territorio en el 469.
Las rencillas internas de los visigodos propiciaron la llegada de la siguiente gran
oleada de invasores, la de los árabes desde el norte de África en el 711 , cuando
una facción visigoda pidió su ayuda. Rápidamente ocuparon parte de la costa
meridional portuguesa.
Los habitantes de esta zona disfrutaron de paz y prosperidad bajo el dominio de
los musulmanes, que establecieron su capital en Shelb (Silves). Los nuevos
gobernantes eran tolerantes con judíos y cristianos; permitieron que los pequeños
hacendados cristianos conservaran sus tierras, y los animaron a probar nuevos
métodos y cultivos, especialmente de arroz y cítricos. La actual lengua portuguesa
tiene muchas palabras de origen árabe y numerosos topónimos, entre ellos Fátima,
Silves y Algarve, y la repostería tradicional tiene una indudable influencia
musulmana.
Mientras tanto, en el norte, las tropas cristianas fueron cobrando fuerza y
conquistaron Oporto en el 868, aunque la Reconquista no alcanzó su apogeo hasta
el s. XI. En el 1064 cayó Coímbra y en el 1085, Alfonso VI de Castilla derrotó a
los musulmanes en Toledo, su enclave central en España, aunque al año siguiente
las tropas de Alfonso fueron expulsados por aguerridos almorávides que
acudieron en ayuda del emir desde lo que hoy es Marruecos.
En respuesta a la llamada de socorro del rey castellano, numerosos cruzados
europeos acudieron para luchar contra los infieles. Con la ayuda de Enrique de
Borgoña, entre otros, Alfonso hizo avances decisivos. La lucha continuó durante
varias generaciones y, en 1139, Alfonso Enríquez (nieto de Alfonso VI) logró una
victoria determinante en Ourique (Alentejo), se proclamó Dom (rey) y reconquistó
Santarém y Lisboa. Fue el nacimiento del reino de Portugal. A su muerte, en
1185, la frontera portuguesa estaba asegurada hasta el río Tajo, pero todavía tuvo
que pasar un siglo para que el sur fuera arrebatado a los musulmanes.