Guerraetal 2006 EnigmasdelaCienciaelcalamargigante PDF
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Enigmas de la Ciencia:
El Calamar Gigante
Enigmas de la Ciencia:
El Calamar Gigante
Vigo, 2006
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INTRODUCCIÓN ………………………………………………………………. 9
INTRODUCCIÓN
Fig. 4. Dibujo del Sr. Bing del monstruo observado por el reverendo
Egede
Fig. 5. El animal que probablemente observó el reverendo Egede
según sugerencia de Henry Lee (1883)
Reino: Animalia
Filo: Mollusca
Clase: Cephalopoda
Subclase: Coleoidea
Superorden: Decabrachia
Orden: Teuthida
Suborden: Oegopsina
Familia: Architeuthidae
Genero: Architeuthis
El concepto de especie
El género Architeuthis
LA DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE
ARCHITEUTHIS
El Atlántico y el Mediterráneo
Localidad
TN 3 7 87 2 14 3 3 119
GL 1 1
Mass 1 1 2
Flor 2 2
Bah 1 1
GM 1 1
Periodo
P 1 1 1 3
V 3 3
O 1 4 45 1 11 2 64
I 1 3 37 1 3 1 46
NC 2 2 6 10
Sexo
M 1 1 2 3 7
H 23 1 8 2 34
NC 3 7 65 1 5 1 3 85
Registro
Va 2 29 1 6 3 1 42
C 1 1 1 3
FS 1 4 54 2 1 4 66
D 1 1 2
NC 2 4 1 1 5 13
Total 3 7 88 1 2 14 5 6 126
1545 1639 1790 1848 1874 1900 1926 1952 1978 NC Total
a a a a a a a a a
1638 1680 1800 1873 1899 1925 1951 1977 2003
Localidad
Is 1 1 1 2 1 6
Ir 1 2 3 3 1 10
N 1 7 8 5 5 1 27
Di 1 1 1 2 1 2 8
E 1 5 5 3 4 18
C 1 6 7
A 3 3 2 3 11
Ing 1 1 2
F 1 1
Mad 3 3
G 1 1 2
As 19 30 49
AO 2 2
Por 1 1
Al 1 1
Periodo
P 2 1 1 1 2 7
V 3 5 1 10 16 35
O 2 1 2 5 5 4 3 15 37
I 1 2 2 2 5 4 4 20
NC 1 1 1 5 2 20 14 5 49
Sexo
M 2 1 1 2 6 12
H 2 2 2 27 33
NC 1 4 2 4 8 17 10 34 18 5 103
Registro
Va 1 1 1 3 6 9 8 1 14 1 45
C 2 2 4 10 18
FS 1 1 1 1 6 10
D 2 6 10 4 1 23
NC 2 1 2 2 3 22 17 3 52
Total 1 4 2 4 12 18 13 38 51 5 148
84
157
esa latitud hasta 14ºN aproximadamente. Ambas zonas
tienen dos mecanismos de fertilización que se complementan
en distinto grado según la época del año, produciéndose el
afloramiento en la zona norte en verano, y en la sur
preferentemente en invierno, aunque persista con mayor o
menor intensidad durante todo el año, dando lugar a una
elevada producción primaria. La concentración de oxígeno
durante el afloramiento, cuyo ojo se sitúa entre 24 y 25ºN,
es siempre superior a 4 ml por litro a 100m de profundidad,
es decir el agua está saturada de ese gas. Otra de las
características de esta zona es la presencia de la corriente de
Canarias, que fluye hacia el sur a lo largo de la costa.
Entre 23º30’N y 14ºN también se pueden diferenciar
dos zonas: una comprendida entre cabo Barbas y cabo
Blanco, donde el afloramiento es constante durante todo el
año, y otra que abarca desde cabo Blanco hasta el sur de
cabo Verde, donde éste se produce en primavera y,
fundamentalmente, en invierno. Las aguas superficiales de
ambas zonas están prácticamente saturadas de oxígeno y
agotadas en nutrientes. Cuando las aguas profundas afloran
en superficie favorecen una elevada producción primaria.
Lo sorprendente de toda esta amplia región del
Atlántico Centro-Oriental, donde hay importantes pesquerías
de arrastre de varias especies de cefalópodos y peces desde
hace muchos años, es que nunca se han producido registros
de calamares gigantes. Quizá esto se deba a la inexistencia
de importantes cañones submarinos que se adentren en la
plataforma continental, o a que las características de las
masas de agua, especialmente su relativa elevada
temperatura, no constituyen un hábitat adecuado para estos
cefalópodos.
Desde la desembocadura del río Cunene (18º38’S)
hasta el cabo de Agulhas (34º50’S), la característica más
destacada es la presencia de la corriente de Benguela. Esta
corriente de aguas frías (8-10ºC) discurre hacia el norte con
cierta desviación hacia el oeste, y al remontar el talud y la
plataforma provoca un afloramiento. Se ha demostrado que
entre los paralelos 20 y 29ºS la intensidad del
afloramiento
91
Tabla 3. Registros de Architeuthis en el Atlántico sudoeste. Or:
Orkney. SS: Shetland del sur. Br: Brasil. Arg: Argentina. P:
85 H: hembra. Va: varamiento. C:
primavera. V: verano. O: otoño.
captura. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no
consta.
Localidad
Or 1 1
SS 1 1
Brl 1 1
Arg 3 3
Periodo
P 2 2
V 1 3
O 1 1
Sexo
H 4 4
NC 2 2
Tipo registro
Va 1 1
C 1 1
FS 2 2
D 2 2
NC 2
Total 2 4 6
91
86
coinciden principalmente con áreas donde es o fue
más
Localidad
SyN 5 14 1 20
OSE 2 2 4
AN 1 1
AEE 1 1
Periodo
P 1 6 7
V 1 5 6
O 1 1 2
I 1 4 5
NC 5 1 6
Sexo
M 4 4
H 2 7 9
NC 7 5 1 13
Tipo registro
C 2 11 13
FS 1 1
D 6 1 7
NC 5 5
Total 9 16 1 26
91
87
numerosas especies es la depleción de oxígeno y la
acumulación de materia orgánica en muchos fondos de áreas
de la plataforma continental. Lo cual sugiere, en el caso de
Architeuthis, que estos organismos están más relacionados
con el fondo de lo que piensan algunos investigadores. Por
otra parte, la llanura abisal del Cabo, comprendida entre la
costa y la dorsal de Walbis, está comunicada con el talud y la
plataforma continental por cañones submarinos en al
menos cinco zonas, lo que parece ser una constante en
todas las áreas donde son abundantes los registros de
calamares gigantes.
Dentro del sistema mundial de los océanos existen
masas de agua rodeadas por tierra que forman mares
periféricos, los cuales son particularmente interesantes para
la investigación biogeográfica. Entre ellos, el mar
Mediterráneo es la unidad más claramente diferenciada. El
Mediterráneo comprende una serie de fosas profundas
separadas por terrazas y rodeadas por áreas de plataforma
continental de extensión variable. En su extremo occidental,
el estrecho de Gibraltar constituye su conexión con el océano
Atlántico. El estrecho tiene un máximo de 14 Km. de anchura
y su mayor profundidad es de 260 m. Además de las fuertes
corrientes de marea generadas en el Atlántico, los
movimientos del agua a través de este cuello de botella que
significa el estrecho están gobernados por una masiva
entrada de agua oceánica por la superficie, y una
contracorriente, más débil y profunda, que discurre en
sentido contrario. Esta corriente transporta agua de elevada
salinidad hacia el Atlántico.
91
Fig. 20. Circulación oceánica superficial en el Mediterráneo.
Localidad
Ma 2 2
Periodo
I 2 2
Sexo
H 2 2
Tipo registro
V 2 2
Total 2 2
91
y 750 cm. de longitud total. Este ejemplar está conservado
en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC, Madrid).
La hipótesis más plausible para explicar la presencia
de ambos cadáveres a unos cien kilómetros del estrecho de
Gibraltar es que, procedentes del Atlántico, fueron
arrastrados por la corriente superficial oceánica que penetra
89 la captura de un macho
en el Mediterráneo. Sin embargo,
maduro de 47 Kg. por una arrastrero con base en Gandía el
19 de julio de 2005 entre 420 y 450 metros de profundidad
cuestiona esta hipótesis. Según recientes informaciones, las
grandes barcos de arrastre del Levante español están
pescando cada vez a mayor profundidad en busca,
principalmente, de recursos de gamba. Algunos de ellos
largan sus redes en fondos de hasta 1.000 metros de
profundidad, caladeros que nunca antes habían sido
explotados comercialmente. Cabe plantearse, por lo tanto,
que Architeuthis habitase en el Mediterráneo occidental, pero
que no hubiese sido detectado anteriormente,
consiguiéndose registros sólo cuando, recientemente, los
pesqueros han incrementado su rango batimétrico de
actuación, abarcando zonas que comprenden el hábitat
natural de estos gigantes.
El Pacífico
91
90
considerando el último trabajo de Nesis sobre la distribución
de los cefalópodos. Sin embargo, y como se verá más
adelante, esta relativa escasez puede explicarse por la propia
extensión del océano y, en muchos casos, por la falta de
registros fiables. Salvo en las aguas de Nueva Zelanda,
Australia, Japón y Estados Unidos, dónde la correcta
identificación de los ejemplares es posible gracias a la
presencia de especialistas, en la mayoría de las zonas del
océano Pacífico su aparición pasa desapercibida o, en el caso
de ejemplares de pequeño tamaño, puede confundirse con
otras especies por lo que no existirían registros de su
presencia. Además, hay extensas zonas costeras en el
Pacífico muy poco habitadas, donde la aparición de un
calamar gigante puede pasar fácilmente inadvertida.
Las apariciones de Architeuthis en el Pacífico noroeste
(Tabla 6) están centradas principalmente entre invierno
Localidad
J 2 1 3 6 7 1 2 22
Chi 1 1
OP 5 5
Periodo
P 1 2 3 6
V 3 1 4
I 1 1 1 5 8
NC 1 1 1 5 2 10
Sexo
M 1 1
H 1 1 2
NC 1 3 11 8 2 25
Registro
Va 1 4 2 1 8
C 1 1 1 3
91
FS 1 1
D 4 5 9
NC 1 1 2 2 1 7
Total 2 1 3 11 8 1 2 28
91
pesca (55,8%) y a registros de presencia en la dieta de sus
depredadores (32,6%).
Localidad
Cal 2 11 3 3 19
VyO 2 1 3
Ha 2 2
OP 19 19
Periodo
P 3 18 21
V 1 2 5 8
O 1 3 1 5
I 3 2 5
NC 4 4
Sexo
M 4 4
H 8 8
NC 2 11 14 4 31
Registro
Va 1 1
C 1 23 24
FS 1 1
D 11 3 14
NC 3 3
91
Total 2 0 11 26 4 43
91
Fig. 21. Relieve del fondo marino. (Tomado de B.C.Heezen y M, Tharp, 1977)
aproxima a la costa originando la corriente de California. La
tercera rama, que se desplaza hacia el Norte dando lugar a
las corrientes de Alaska y Behring.
La mayoría de los Architeuthis registrados en aguas
de California se hallaron en los contenidos gástricos de varios
tipos de depredadores, que perfectamente pudieron haber
ingerido esas presas lejos de la zona dónde fueron
capturados. Por el contrario, la mayoría de los ejemplares
capturados con redes, lo fueron en océano abierto y apenas
uno ha sido encontrado varado. Una explicación plausible de
esta situación es que Architeuthis se mantenga alejado de la
costa en esta zona, acercándose sólo ocasionalmente a ella
cuando las condiciones así lo permiten y las aguas
relativamente cálidas de la corriente de California no les
impiden el paso.
En el hemisferio sur, la zona suroeste del Pacífico es la
que presenta el mayor número de apariciones de
Architeuthis, con 183 ejemplares y registros que se
remontan a la segunda mitad del siglo XIX (Tabla 8). Pese a
ello, la mayoría de los registros corresponden al periodo
comprendido desde la década de 1950 hasta la fecha
(50,8%). Ya desde los primeros momentos son las costas de
Nueva Zelanda las que poseen la mayoría de las apariciones
de la especie (57,4%), seguidas por Tasmania (34,4%) y,
finalmente, las costas de Australia (8,2%). Aunque se
encuentran ejemplares durante todo el año, la mayor
incidencia parece ocurrir en otoño (39,3%), siendo las
capturas con redes (41,0%) y la presencia en la dieta de sus
depredadores (42,1%), las principales fuentes de registros
en la zona. Especial mención merecen, en este caso, las
fosas de Tonga y Kermadec al nordeste de Nueva Zelanda.
La fosa de las islas Tonga es el segundo punto más profundo
del planeta, con más de 10 kilómetros de profundidad.
Comienza en las proximidades de las islas Samoa y se
extiende hacia el Sur hasta unirse a la fosa de las Kermadec,
que continúa hasta Nueva Zelanda. Allí forma un sistema de
depresiones y cañones submarinos que conectan al cañón
submarino de Kaikoura con la fosa de Kermadec a través de
la depresión de Hikurangi. A esta zona con aguas y cañones
169
profundos se suma la presencia de masas de aguas frías y
altamente productivas que, provienen en parte, de la
corriente Circumantártica que en esta zona tiene gran
importancia. Nueva Zelanda es, junto con Carrandi en
Asturias, uno de los dos puntos con mayor frecuencia de
apariciones de Architeuthis del mundo. Justamente es en el
cañón de Kaikoura donde se están realizando los intentos
.
Localidad
NZ 6 1 3 14 64 15 2 105
Aus 2 4 7 1 1 15
Tas 59 2 2 63
Periodo
P 2 1 1 1 11 16
V 1 4 1 6
O 1 56 15 72
I 2 1 2 16 17 38
NC 1 3 17 27 3 51
Sexo
M 4 4
H 1 1 17 2 1 22
NC 5 1 5 76 52 16 2 157
Registro
Va 6 3 1 4 3 17
C 1 59 15 75
FS 1 3 1 5
D 74 3 77
NC 1 2 4 2 9
Total 6 1 5 77 73 18 3 183
170
más serios, aparte de los realizados en Asturias, para
localizar y filmar vivos a los calamares gigantes.
La zona del océano Pacífico sudeste es la que menos
registros presenta, con apenas 10 ejemplares entre 1950 y
2004 (Tabla 9). Esta cantidad se reparte entre dos
ejemplares aparecidos en la costa de Chile y ocho capturados
en aguas oceánicas
Esta zona presenta una larga fosa submarina, la fosa
Perú-Chile, con profundidades de más de 8000 m, que
bordea toda la costa de Sudamérica. El rasgo más
característico de esta zona corresponde a la corriente del
Perú, también llamada corriente de Humboldt. Se trata de
una corriente oceánica fría que fluye hacia el Norte a lo largo
de la costa occidental de sudamericana. Ocasionalmente, la
corriente de Humboldt es reemplazada por una masa de
agua cálida procedente del Pacífico central dando lugar al
evento conocido como El Niño. Resulta bastante
sorprendente que no se registren más ejemplares de
Architeuthis en la zona. Una explicación a este fenómeno
podría ser la falta de estudios profundos sobre los
cefalópodos del área y la carencia de información suficiente
para identificar estos ejemplares. Además, hay que
mencionar que a lo largo de casi toda la costa americana
habita una especie de pota o jibia de gran tamaño, Dosidicus
gigas. Esta especie puede alcanzar hasta 2 metros de
longitud y ha recibido también la denominación de “calamar
gigante”. Aparte de que D. gigas sustenta una importante
pesquería, es frecuente encontrar ejemplares varados en la
costa, por lo que distinguir entre las apariciones de éstos y
los Architeuthis, sobre todo si se trata de ejemplares
juveniles, es difícil para los lugareños. Como Architeuthis
habita aguas frías, parece más probable que pudiese
aparecer asociado a la corriente de Humboldt, sobre todo en
las costas de Chile, pero su aparición podría haber pasado
171
Fig. 22. Hembra de Architeuthis de 12 m de longitud total
capturada frente a Tasmania. (Foto de David Paul)
Localidad
Ch 1 1 2
OP 8 8
Periodo
V 1 1
I 8 1 9
Sexo
M 1 1
H 1 1
NC 8 8
Registro
C 8 1 9
D 1 1
Total 1 8 1 10
172
El Índico
173
existentes, su análisis detallado señala varios aspectos muy
interesantes que deben ser mencionados.
Localidad
IKe 5 3 8
Du 6 6
IRe 1 1 2
IMa 1 1
IAm 2 2
OÍ 1 1
Periodo
P 1 1 2 4
V 3 1 4
O 1 4 1 6
I 3 3
NC 2 1 3
Sexo
M 1 1
H 1 1
NC 1 4 8 4 1 18
Registro
Va 1 1 2
FS 2 1 3
D 6 5 3 1 15
Total 1 6 8 4 1 20
174
mucho más cálidas, además de la escasa existencia de
cañones submarinos en la zona. Por otra parte,
prácticamente no hay especialistas en cefalópodos en los
países del área, las pesquerías de la zona son costeras y
escasamente explotan los recursos más pelágicos y,
finalmente, parece existir escaso interés local por publicar
este tipo de hallazgos.
En segundo lugar, muchos de los especimenes de
calamar gigante han sido encontrados en aguas más
asociadas al océano Antártico que al Índico. Los registros
correspondientes a ejemplares en contenidos gástricos de
depredadores (un 75,0% del total) se encontraron en
estómagos de cachalotes recolectados en Durban, Sudáfrica,
o en los del tiburón dormilón, una especie de profundidad, en
las aguas de las Islas Kerguelen en el Frente Polar. En ambos
casos, al tratarse de restos en el estómago y estar cerca del
límite del océano Índico, no se puede descartar que los
ejemplares fueran realmente ingeridos en zonas adyacentes
a este océano.
Al menos cinco ejemplares de Architeuthis han sido
hallados varados o flotando alrededor de las islas Reunión,
Mauricio y Amsterdam, cuyas aguas se consideran tropicales
o subtropicales. Estos registros son muy interesantes ya que
el calamar gigante parece más asociado a las aguas frías que
a las cálidas. Sin embargo, hay que recordar que esta
especie habita aguas profundas y la circulación de agua
profunda es diferente a la observada en la superficie.
Justamente por la zona donde se localizan estas islas circula
agua profunda fría procedente de la Antártica, dónde podría
habitar el calamar gigante.
175
La práctica ausencia de registros de calamares
gigantes en las áreas ecuatorial y tropical no es indicio
suficiente para sugerir la total ausencia de Architeuthis en
estas zonas geográficas. Lo más probable es que en ellas
haya también calamares gigantes aunque en escasa
abundancia y más dispersos que en las zonas adyacentes. A
las profundidades en que suelen morar estos gigantes
marinos no hay realmente fronteras entre el hemisferio norte
y el sur. Como se ha demostrado en otras especies, como los
atunes, el cachalote y la pota cárdena (Stenoteuthis
pteropus), bien podría ser ésta una extensa área de
solapamiento entre dos poblaciones diferentes de
Architeuthis, una norteña y otra sureña, o bien una zona de
confluencia de dos ecotipos, subespecies o especies
176
Fig. 23. Registros mundiales de Architeuthis.
diferentes. Esta suposición viene apoyada por algunos datos
procedentes de investigadores rusos (Nigmatullin,
comunicación personal) quienes encontraron tentáculos de
Architeuthis flotando en superficie mientras realizaban
trabajos de investigación a bordo de atuneros, que
habitualmente faenan en las proximidades del Golfo de
Guinea y el archipiélago de Cabo Verde. Por otra parte,
Nigmatullin tiene constancia de la presencia de 5 ó 6
ejemplares de Architeuthis poco digeridos en estómagos de
tiburón azul y de cachalotes capturados en las proximidades
de Cabo Verde. Si a esto sumamos los ejemplares
encontrados varados o flotando en aguas tropicales y
subtropicales del Índico, parece claro que la especie estaría
presente, pero dispersa, en los trópicos. Es muy posible que
en este caso, la presencia de agua fría profunda que circula
por todos los fondos oceánicos sea la que permite a estos
ejemplares sobrevivir en zonas donde las aguas superficiales
son exclusivamente cálidas y quizás no posean suficiente
oxígeno disuelto para permitir la vida de estos gigantes
marinos.
Muchas veces la distribución geográfica de una
especie o de un género con una amplia dispersión, como es
el caso del calamar gigante, pone de manifiesto
fundamentalmente la distribución geográfica de los
investigadores que trabajan en ella o indica las regiones más
explotadas, en lugar de mostrar su verdadera distribución.
Lamentablemente, esto es lo que ocurre con Architeuthis
donde no existen auténticos censos.
Distribución vertical
107
existen también numerosas especies que se desplazan
estacionalmente desde aguas costeras hacia más profundas y
viceversa por motivos ligados a la reproducción o a la
alimentación. En este caso, se trata de desplazamientos que
tienen una doble componente espacial: horizontal y vertical.
Desafortunadamente, en el caso de Architeuthis no existen
todavía suficientes datos que permitan inferir si realizan o no
este tipo de migraciones.
Se ha comprobado que hay muchas especies que se
desplazan de aguas superficiales a otras más profundas y
viceversa (desplazamiento batimétrico) a medida que
avanzan en su desarrollo y crecimiento. Cuando estos
desplazamientos están relacionados con la edad y el
crecimiento del animal se llaman migraciones ontogénicas, y
consisten en que generalmente las primeras fases del
desarrollo llamadas paralarvas en los cefalópodos y los
juveniles viven en zonas relativamente someras
(epipelágicas), mientras que los subadultos y adultos habitan
a mayor profundidad, ya sea entre aguas (meso y
batipelágicos) o en el fondo (bentónicos).
108
105
Quizás puede sorprender al lector que se utilice el
término paralarva para referirse a las etapas tempranas del
desarrollo y crecimiento de algunas especies de cefalópodos
en lugar de utilizar el término más clásico de larva. En
realidad el tema surge de un debate sobre la utilidad y
validez de emplear el término larva en los cefalópodos.
Young y Harman examinaron la cuestión en profundidad y
publicaron en 1988 un trabajo en el que concluyeron que el
término larva, tal y como se emplea en otros organismos,
necesitaría una ampliación tan grande para ser aplicado a los
cefalópodos, que se volvería operacionalmente inútil. Ello
debido principalmente a que el proceso por el que un
cefalópodo recién nacido se transforma en un subadulto no
requiere destrucción de tejidos ni cambios en la expresión
génica, es decir, una metamorfosis, sino meras
trasformaciones morfológicas. Así, ambos investigadores
propusieron el término paralarva para identificar a los
juveniles planctónicos que cumplen ciertos criterios
ecológicos y, en algunos casos, morfológicos. Por lo tanto,
una paralarva corresponde a aquel individuo de una especie
de cefalópodo que después de su eclosión y durante las
primeras etapas de su crecimiento es pelágico y propio de
aguas superficiales durante el día, llevando un tipo de vida
diferente al de los individuos más viejos de su propia
especie, y que carece de una metamorfosis verdadera.
Es muy poco lo que se conoce sobre las paralarvas y
los juveniles de Architeuthis. La información prácticamente
se reduce a una paralarva aparecida en muestras de
plancton, identificada por C.C. Lu como perteneciente a un
calamar gigante, pero cuya identificación no ha sido
refrendada, y a otras 14 paralarvas obtenidas en aguas de
Nueva Zelanda por S. O’Shea, empleando redes de plancton
cerca de superficie en los primeros meses de 2003, cuya
identificación tampoco ha sido refrendada por otros
especialistas.
Desde hace más de doscientos años se sabe que
bastantes especies de cefalópodos se acercan a la superficie
durante la noche desapareciendo de ella durante el día. Estos
desplazamientos verticales, a veces de varios cientos de
109
metros, han servido para agrupar a las especies según su
rango de distribución. De acuerdo con esa clasificación, que
se debe a Gilbert L. Voss (1968), los calamares gigantes del
género Architeuthis en sus fases tempranas (paralarvas y
juveniles) podrían considerarse epi y mesopelágicos; es
decir, vivirían en plenas aguas y entre la superficie y unos
700 m de profundidad, mientras que los adultos lo harían
generalmente a mayor profundidad, alcanzado cotas de hasta
1.500 metros (batipelágicos), aunque en las proximidades
del fondo y preferentemente en la cercanía de cañones
submarinos. Esto significaría que tienen una migración
ontogénica, lo que todavía está por probar.
Por otra parte, los datos proporcionados por los
registros actualmente disponibles parecen indicar que los
calamares gigantes adultos y subadultos ascienden desde
zonas relativamente profundas a capas entre 200 y 450 m de
profundidad para comer entre bancos de peces, que siguen a
su vez los movimientos diarios de sus presas planctónicas,
regidas por la luz solar. Sin embargo, este punto también es
otra incógnita.
110
Capítulo 4
111
109
vida en la Tierra. Se hace hincapié en el Jurásico litoral,
desde los niveles marinos de la formación Gijón hasta los
canales representados en la formación Lastres. Entre otras
cosas, también tienen cabida los acontecimientos posteriores
al Mesozoico o los últimos 65 millones de años. Además, en
la colección fundacional del MUJA hay unos 8.000 ejemplares
de fósiles procedentes exclusivamente del Jurásico asturiano:
icnitas de dinosaurio (unas 150 huellas extraídas del litoral
de la región); restos de vertebrados (200 restos de
dinosaurios, cocodrilos, tortugas y peces); fósiles vegetales
(103 muestras de restos vegetales y 11 fragmentos de
troncos de gran tamaño); y, lo que es más interesante para
nuestra historia, elementos de invertebrados (más de 6.000
ejemplares de cefalópodos ammonoideos, y braquiópodos).
La costa jurásica asturiana venía reclamando desde
hace varios años una institución museística de este tipo. Los
investigadores también venían demandando más medios y
planificación para este tipo de estudios sobre el mejor
yacimiento Jurásico de Europa. De momento, la Costa
Jurásica está a la espera del distintivo de Patrimonio de la
Humanidad que concede la UNESCO. Sin embargo, esta
iniciativa quizá se quede corta porque cerca, entre los
cañones submarinos de Avilés, Lastres y Llanes, existen
poblaciones estables de calamares gigantes prácticamente
únicas en el mundo.
Según cuenta José Luis Sánchez Guillén, profesor de
Biología y Geología del Instituto de Enseñanza Media Pando
de Oviedo, la excavación realizada en el tramo de la autovía
del Cantábrico que une Colunga y Ribadesella bajo el Sueve
sacó a la luz un tesoro de alto valor geológico y
paleontológico. El hallazgo es de tal nivel que la Subcomisión
Internacional de Estratigrafía del Ordovícico, a propuesta de
su presidente Stan Finney, ha declarado el lugar de interés
geológico mundial. Incluso el túnel ha pasado ha llamarse
oficialmente Ordovícico del Fabar. El Ordovícico comenzó
hace 500 millones de años y finalizó hace unos 430 millones
de años. Juan Carlos Gutiérrez Marco, director del Instituto
112
de Geología Económica (CSIC-UCM) y descubridor del
yacimiento, lo califica como “el más importante del
Ordovícico del noroeste peninsular”. Fósiles invertebrados
marinos como trilobites, microfósiles y otros organismos hoy
desconocidos conforman, junto con la presencia de caolín y
del petróleo más antiguo de España, un valioso botín que ya
ha sido declarado de interés geológico internacional. Hace
460 millones de años Asturias estaba sumergida y formaba
parte de una plataforma continental de dimensiones
gigantescas que tenía una anchura de unos seiscientos
kilómetros. Aquel mundo perdido se extinguió casi en su
totalidad, desapareciendo el 90% de todas las especies que
lo habitaban, después de la glaciación de finales del
Ordovícico y de “la madre de todas las extinciones”, como
denominan los científicos a la acontecida en la tierra hace
250 millones de años, la cual dio paso a la vida tal como la
conocemos en la actualidad.
113
Uno de los linajes exitosos fue el de los Bactrítidos, que
según la mayoría de los paleontólogos, fueron los
antecesores de los coleoideos y ammonoideos y cuyo primer
representante apareció hace unos 380 millones de años en el
Devónico. Los nautiloideos y ammonoideos tuvieron una
diversidad parecida durante aproximadamente 175 millones
de años en el Paleozoico, pero estos últimos fueron
superiores en riqueza de formas y abundancia durante el
Mesozoico (225-65 millones de años)
Los ammonoideos se extinguieron a finales del
Cretácico, hace unos 65 millones de años, mientras que los
nautiloideos, cuya diversidad decreció notablemente durante
el Terciario, tienen todavía un género (Nautilus) viviente que
cuenta con varias especies.
Se desconoce el origen de los grupos actuales de
coleoideos, taxón al que pertenecen todos los cefalópodos
actuales menos Nautilus, pero parece que surgieron entre el
Triásico superior y el Jurásico inferior (195-180 millones de
años). Aunque no se sabe cuando aparecieron las formas de
calamares gigantes del género Architeuthis o del género
Taningia, que habitan las fosas submarinas de Asturias, éstas
o sus predecesores directos son muy probablemente seres
del Jurásico que merecían ser considerados como auténticos
“dinosaurios marinos”.
Hay algunos zoólogos que consideran que la amplia
variación estructural de los cefalópodos vivientes, comparada
con la relativamente pequeña variación de las conchas fósiles
114
Fig. 27. Nautiloideo, (Cenoceras sp) de 11,5 cm y Ammonites
(Cruasiceras sp) de 39 cm de diámetro, ambos fósiles.
115
descrito al menos 28 órdenes fósiles, lo cual es mucho más
que las 700 especies y 4 órdenes de lo cefalópodos actuales.
116
en el escenario propuesto por Packard fuese erróneo, hay
evidencias bastante convincentes en las formas modernas de
117
Fig. 30. Plesiousaurio capturando peces y cefalópodos
118
adaptaciones exitosas de cada especie a las características
de diferentes medios y presiones demográficas enfrentadas
durante los procesos evolutivos. Así, en ambientes
extremadamente inestables predominan las especies en las
que el desove es terminal y simultáneo, mientras que en los
ambientes extremadamente estables las especies presentes
tienen una freza prácticamente continua (Fig. 51).
La fecundidad de los cefalópodos, aunque muy
variable, es mucho más elevada en la mayoría de las
especies que en Nautilus, y su desarrollo embrionario y
larvario es mucho más breve. Por otra parte, las paralarvas o
estadios tempranos de los cefalópodos son bastante
diferentes de las larvas especializadas del resto de los
moluscos, que se denominan trocófora y veliger. De hecho,
los cefalópodos recién nacidos son, en esencia, adultos en
miniatura aunque sus proporciones corporales sean
diferentes. Esta ausencia de metamorfosis es otro rasgo
característico de los cefalópodos, que incrementa la
posibilidad de supervivencia individual y generacional.
Además, los cefalópodos actuales presentan unas
elevadas tasas de crecimiento y unas tasas de ingestión y de
eficiencia nutricional muy altas. Una tasa de crecimiento
elevada disminuye teóricamente la tasa de mortalidad
natural en las fases tempranas debidas a la depredación
porque los individuos son de tamaño pequeño durante menos
tiempo, reduciendo su vulnerabilidad. Por otra parte, la
supervivencia de los recién nacidos se beneficia por el
cuidado de la puesta hasta su eclosión, estrategia que han
desarrollado varias especies de octópodos. Finalmente, la
esperanza de vida de los cefalópodos actuales, excepto
Nautilus, es muy corta, no sobrepasando los dos años en la
mayoría de las especies, y nunca, aún en aquellas más
longevas, los cinco, aunque hay un trabajo reciente que
indica hasta 15 años de edad en Architeuthis sanctipauli de
unos 150 Kg. de peso corporal.
En definitiva, el estilo de vida que han adoptado la
mayoría de los cefalópodos vivientes es “vivir rápidamente y
morir jóvenes”, al contrario que la mayor parte de los peces
que crecen más lentamente y se reproducen varias veces a lo
119
largo de su vida. Es decir, mientras que los cefalópodos y la
mayoría de los peces actuales tienen estilos de vida
semejantes, poseen profundas diferencias en cuanto a su
ritmo vital.
120
Fig. 31. Evolución de los cefalópodos
Montañas en tierra y fosas en el mar
122
del Narcea existen formaciones del Precámbrico, cuya
antigüedad varía entre 570-2.500 millones de años. También
se observan materiales más modernos, entre 400 y 570
millones de años, del Paleozoico inferior, que describen el
arco o rodilla astúrica, donde se encuentran los afloramientos
graníticos de Salave, Boal y El Pato.
Desde el macizo central asturiano hasta el mar el
territorio es muy estrecho y cae desde más de 2.000 metros
hasta la línea costera cuya longitud es de 334 Km. A
continuación, y ya sumergida, se extiende una estrecha y
reducida plataforma continental. Su máxima extensión es a
la altura de Tapia de Casariego, donde llega a los 50 Km. En
otros lugares es más estrecha, como en Ribadesella, San
Esteban de Pravia y Avilés, donde apenas se alcanza los 16
Km. A partir de los 200 m termina la plataforma y empieza el
talud continental, que se extiende hacia zonas abisales de
hasta 4.200 metros de profundidad.
Una innegable peculiaridad del fondo oceánico que se
extiende frente a Asturias es la existencia de tres cañones
submarinos: Avilés, Lastres y Llanes. Estas formaciones
cortan no sólo el talud continental sino que su cabecera
incide claramente en la parte externa de la plataforma,
aproximadamente para profundidades comprendidas entre
150 y 4.000 metros. El perfil transversal de esos cañones
varía desde formas en V en la parte superior hasta formas en
U en la parte inferior.
Por lo tanto, considerando los relieves terrestre y
submarino de Asturias, en un espacio de aproximadamente
50 Km. existe un desnivel de más de 6.500 metros. Los
materiales que forman las paredes de los cañones
submarinos proceden de diferentes períodos geológicos, y
tienen parangón con los que conforman el relieve emergido:
esquistos blandos, cuarcitas y granitos. Se trata de una
amplia zona donde es posible que existan bolsas de gas y de
petróleo. Al extenderse desde el borde de la plataforma
existen cambios en los fenómenos que controlan su
morfología, pasando a dominar los procesos sedimentarios
frente a los erosivos con el aumento de profundidad.
123
Fig. 32. Mapa donde se indican los tres cañones que se adentran en la plataforma de la costa asturiana y
el centro geográfico del caladero de pesca de Carrandi.
Entre el cañón de Avilés, que discurre en dirección
NO-SE, y el de Lastres, que lo hace en dirección opuesta, se
extiende una playa de pesca conocida por los pescadores
como “caladero de Carrandi”, cuyo centro geográfico queda
prácticamente en la vertical de Colunga. Este caladero
discurre durante unos 45 Km. a profundidades comprendidas
entre los 400 y 1.100 metros, sorteando pozos como el de la
Vaca. En ese caladero faenan arrastreros asturianos y
gallegos, muchos de ellos a la modalidad de pareja, en una
pesquería dirigida principalmente a la bacaladilla, que
constituye uno de los alimentos más importantes en la dieta
de Architeuthis. Son precisamente esos barcos los que
habitualmente capturan calamares gigantes, como aconteció,
por ejemplo, en septiembre de 2002, cuando la pareja de
arrastreros gallega formada por los barcos “Helena María” y
“Bautista Pino” capturó accidentalmente un macho maduro
de 42 Kg. y 98 cm de manto en las proximidades del Pozo de
la Vaca (43º54.26’N-5º28.38’W) a una profundidad
comprendida entre 450 y 475 metros.
Exploraciones acústicas
133
vararon o fueron recolectados moribundos flotando en
superficie en las proximidades de la costa. En esta ocasión
los cadáveres se recogieron en las cercanías de los lugares
donde se desarrolló una campaña del proyecto internacional
Marconi. Esta campaña de investigaciones geofísicas discurrió
entre el 30 de agosto y el 18 de septiembre de 2003, y en
ella se utilizaron también dispositivos con 10 cañones de aire
comprimido para producir ondas acústicas de baja frecuencia
(<100 hertzios) y de alta intensidad (200 decibelios por
cañón). En ambos casos, el objetivo de esos cañones de aire
comprimido era generar ondas sónicas capaces de atravesar
la columna de agua y varios kilómetros de subsuelo marino,
para luego recoger las ondas reflejas en los sismógrafos del
barco, y así conocer las naturaleza de los materiales de la
corteza terrestre, y la presencia o no de bolsas de gas
natural o petróleo.
Todos los ejemplares aparecidos en ambas ocasiones
pudieron ser estudiados y conservados; seis se congelaron a
-20º C inmediatamente después de su recolección y el resto
fueron fijados en formol al 10% en agua de mar. Se
realizaron las necropsias de estos nueve ejemplares de A.
dux, encontrándose que ocho de ellos eran hembras
inmaduras o en maduración de entre 67 y 140 Kg. de peso,
mientras el noveno era un macho maduro de 66 Kg. Siete de
estos ejemplares están conservados en el Aula del Mar de
CEPESMA en Luarca, otro se conserva en la sede de la
Sociedad Gallega de Historia Natural en Ferrol, y el restante
en el Museo del Mar que la Dirección General de Pesca del
Principado de Asturias tiene en Gijón.
La hembra más grande entre las estudiadas (140
Kg.), varó en la playa de Colunga el 13 de septiembre de
2003. Este ejemplar tenía un manto cuyo grosor era de 35
mm y mostraba una banda de 43 cm de ancho en la zona
central del manto con graves lesiones tisulares visibles a
simple vista. Las túnicas externa e interna de colágeno que
envuelven la musculatura del manto estaban intactas,
mientras que, por el contrario, las fibras musculares y
radiales que hay entre ambas túnicas estaban destrozadas y
convertidas en pequeños trozos. El grosor de la zona
134
afectada era de 20 mm y mostraba intacto el reticulado
romboidal de fibras de colágeno que hay entre las capas
musculares del manto.
135
Fig. 34. Fotografía mostrando una visión lateral del estatocisto de
un Architeuthis dux de 157 cm de longitud total; mac: mácula; cr:
crista y anticristas (numerados de 1 a 7); h: hámulos numerados de
1 a 5 (J.Z. Young, 1989)
136
125
Las lesiones halladas en las cinco de las seis hembras
restantes y en el macho consistían principalmente en daños
severos en sus estatocistos y en el sistema microvascular de
sus branquias. Las concentraciones de Cd, Zn, Co, Cr y Ni en
el músculo del manto, glándula digestiva, corazón y
branquias de tres de estos ejemplares estuvieron dentro de
los rangos encontrados en otros cefalópodos pelágicos de
zonas poco contaminadas. En ninguno de los ejemplares
estudiados se observó una carga parasitaria de metazoos
excesiva. Finalmente, ninguno de los ejemplares mostró
signos o lesiones atribuibles a microorganismos, ni se
aislaron bacterias patogénicas en los cultivos de tejidos
obtenidos de los tres cadáveres frescos.
137
Considerando el estado de madurez de los
ejemplares, la mayoría inmaduros o madurando, quedó
patente que su muerte no se produjo debido a una
mortalidad natural posterior a su único ciclo reproductivo y
tampoco se observaron indicios de otras posibles causas de
muerte natural o de captura accidental. Por el contrario,
tanto las lesiones observadas en los clamares gigantes como
la concurrencia entre el sustancial incremento de los
varamientos y la presencia de barcos realizando
prospecciones geofísicas con cañones de aire comprimido,
sugieren que la muerte de estos animales pudo estar
relacionada con el daño subletal o letal producido por el
impacto de ondas acústicas.
El impacto de la tecnología acústica marina sobre el
medio ambiente y los organismos marinos es un tema
candente, sobre todo en lo referente al efecto letal que las
ondas de presión de diferente origen y naturaleza pueden
causar en los oídos y en la activación del gas sobresaturado
presente en la sangre de los mamíferos marinos y en sus
células de diferentes tejidos, al formar microburbujas que
pueden causar embolismos en los órganos vitales. Este
asunto ha dado lugar, entre otros, al trabajo de P.D. Jepson
y colaboradores, publicado en Nature a finales de 2003, con
réplica y contrarreplica muy recientes. No obstante, como se
ha constatado en numerosas reuniones internacionales de
expertos, se conoce muy poco sobre el impacto de la
tecnología acústica marina tanto sobre los ecosistemas como
los organismos marinos, y mucho menos en el caso de los
cefalópodos.
Hasta la fecha, además de los nueve ejemplares
anteriormente citados, hemos examinado otros diecisiete
varados en diferentes partes de la costa española, además
de otros seis procedentes de Namibia, y esta es la primera
vez que se han observado el tipo de lesiones encontradas en
la mayor de las hembras. Lesiones que, por su impacto
diferencial en tejidos de distinta composición química y
microestructura, así como por la ausencia de llagas o heridas
externas en el manto, no pueden explicarse como
consecuencia de varazones o capturas accidentales.
138
127
Por otra parte, la presencia de daños en los receptores
de ondas del sistema del equilibrio nos permite plantear el
siguiente mecanismo para explicar su muerte: esas lesiones
podrían haber provocado fácilmente la desorientación en los
animales, así como una disfunción en la información sensorial
que les permite regular su posición general y la de algunas
partes de su cuerpo, en particular ante los giros. Además de
esa desorientación, las ondas acústicas podrían también
haberlos aturdido, debido a que son bastante sensibles a
vibraciones de baja frecuencia. Desorientados y aturdidos,
estos cefalópodos, moderadamente activos y con flotabilidad
neutra, podrían haber ascendido hacia la superficie, pasando
desde aguas profundas, cuya temperatura varia entre 10 y
12,5ºC, a capas de aguas más superficiales, donde la
temperatura puede superar los 15º C en la época del año en
que se produjeron los acontecimientos. Como la capacidad de
transporte de la hemocianina disuelta en la sangre de los
calamares gigantes disminuye cuatro veces cuando la
temperatura pasa de 6,4 a 15ºC, parece plausible pensar que
nuestros calamares podrían haber muerto asfixiados.
Como los calamares gigantes flotan después de
muertos y son suficientemente grandes como para que sus
cadáveres tarden en ser devorados por los carroñeros, su
presencia podría ser un indicador del impacto que ejercen las
ondas de presión acústica sobre el ambiente y la fauna
marina de profundidad. Por otra parte, los cadáveres
hallados en Asturias quizá sólo sean la punta de un iceberg
que esté señalando efectos importantes sobre otras especies
marinas, algunas de ellas de importancia comercial.
Es indudable que para conocer a fondo los efectos de
los pulsos acústicos de diferente intensidad y frecuencia en
los organismos marinos, es necesario incrementar los
estudios físicos, fisiológicos y etológicos. Sin embargo, ante
la ausencia de suficientes conocimientos y la presencia de
muchas incertidumbres, es recomendable adoptar una
actitud precautoria. No se trata tanto de prohibir este tipo de
técnicas, cuya utilidad es grande, sino que todos los agentes
implicados acepten y afronten el problema. Consideramos
que se debería ser muy cauto a la hora de utilizar tecnología
139
acústica hasta que su impacto en los ecosistemas y
organismos se conozca suficientemente. También se debería
abrir un debate transparente y profundo, concienciando lo
más posible a la sociedad, con el mejor lenguaje posible, y
principalmente dirigido a que se cree la capacidad necesaria
para que se produzca el desarrollo científico apropiado en el
uso de estas técnicas. Todo ello orientado a que se
establezcan los mecanismos adecuados para que los
gobiernos correspondientes presten la debida atención a este
asunto.
140
Fig. 36. Hembra inmadura de 70 Kg. de A. dux capturada por un
pesquero en la zona más occidental del caladero de Carrandi en
octubre de 2002. (Foto de Eloy Alonso)
141
Efectúa migraciones diarias verticales, apareciendo cerca de
la superficie durante la noche y más próxima al fondo
durante el día. Esta especie es propia de zonas templadas y
su área de distribución es muy amplia extendiéndose desde
79°N hasta 26°N en latitud y desde 67°W a 40°E de
longitud, o lo que es lo mismo: en el Atlántico nororiental
desde la parte sur del mar de Barents y las costas Noruegas
hasta alrededor de Islandia por el norte, y por el sur hasta el
cabo Bojador en las costa africana; en el Atlántico
noroccidental abarca desde el sur de Groenlandia hasta la
costa noreste de los Estados Unidos de América; es también
común en el Mediterráneo y el mar Negro.
El área de desove más importante en el Atlántico
noreste se localiza al noroeste de Irlanda, y la freza acontece
en primavera. Las larvas y los juveniles se dispersan por una
gran área, siendo la zona meridional del golfo de Vizcaya una
zona de alimentación y crecimiento, donde abundan los
juveniles de entre 18 y 22 cm de longitud, que forman
cardúmenes de varios kilómetros de extensión, distribuidos
en agregados discretos a lo largo de toda la costa. Tiene
importancia comercial ya que sólo en las aguas europeas se
131
142
pescan más de un millón y medio de toneladas anuales. Se
captura al arrastre con artes de pesca cuya apertura de boca
puede alcanzar hasta unos 4.000 metros cuadrados. Esas
artes trabajan próximas al fondo o entre aguas, y la
operación puede hacerse con una o dos embarcaciones,
como en el caso de las parejas en Asturias. Suele darse un
lance de pesca diario de entre 8 y 10 horas de duración a 2,5
nudos de velocidad. El volumen de agua que pasa a través
de la red en cada lance es enorme, variando entre 120 y 160
millones de metros cúbicos.
La presencia de juveniles de bacaladilla frente a las
costas asturianas está relacionada con, al menos, dos
fenómenos: en primer término, con la existencia de
corrientes de agua templada que transportan las larvas y
juveniles desde el área de puesta hasta estas costas, y en
segundo lugar a la presencia de abundante alimento, lo que
está ligado a la existencia de un afloramiento de aguas
profundas y ricas en nutrientes que se produce en
primavera-verano. Este enriquecimiento de las aguas
favorece la producción, primero de fitoplancton, y luego, de
presas abundantes y asequibles para la bacaladilla juvenil,
143
fundamentalmente crustáceos pelágicos. Esto acontece hacia
el otoño, que es la época del año en que más intensa es la
explotación de la especie y cuando se producen el mayor
número de capturas de Architeuthis.
Un escenario plausible de lo que ocurre con los
calamares gigantes, independientemente de que tengan o no
un área de desove en aguas asturianas, es que estos
animales pueden vivir ocultos y protegidos en zonas
profundas de los cañones submarinos (1.000-1.500 m) y
ascender por ellos hasta la plataforma (250-600 m) para
alimentarse. Aunque todavía no existen imágenes de cómo
se nutren, en razón de sus características anatómicas y de lo
observado en otros calamares, se supone que éstos gigantes
deben situarse próximos o dentro de un banco de bacaladilla
alargando sus tentáculos para capturar a sus presas una por
una. Luego de apresado, el pez es llevado hacia la boca,
donde es matado de una fuerte y certera dentellada en las
proximidades de su bulbo raquídeo, y después, engullido en
pequeños trozos, nunca entero, con la ayuda de la rádula.
Esta operación debe llevarles algún tiempo al que además
hay que agregarle que deben comer aproximadamente entre
un 5 y un 10% de su peso diariamente. La consecuencia es
que deben gastar bastante tiempo en alimentarse. Los
calamares gigantes deben ser bastante certeros a la hora de
capturar a sus presas, ya que cualquier demora o deficiencia
en su captura representa un gasto energético inaceptable,
por lo que estos cazadores deben valerse muy
probablemente, de su gran agudeza visual, muy necesaria en
aguas de luz tenue y difusa, y de su capacidad de detectar la
luz polarizada, que les proporciona una imagen muy precisa
de sus potenciales presas.
144
Capítulo 5
145
que se encuentran a más de 2.000 m de profundidad y
donde la actividad volcánica genera un ecosistema único con
temperaturas que oscilan entre los 2ºC y los 300ºC y aguas
tan llenas de metales pesados y elementos volcánicos que
otras especies peor adaptadas morirían rápidamente.
146
Aunque los cefalópodos habitan desde el Ecuador
hasta ambas regiones polares, no se ha encontrado ninguno
en el mar Báltico, el mar Negro, ni en aguas dulces. Esto se
debe a que los cefalópodos no están capacitados a vivir en
aguas de baja salinidad. Sin embargo, gracias a su enorme
adaptabilidad, algunas especies como el calamar Lolliguncula
brevis han colonizado aguas salobres, soportando salinidades
de hasta 17 partes por mil. En cuanto a su forma de vida,
muchos cefalópodos, como por ejemplo los omastréfidos o
potas, viven en las capas superiores de los océanos, donde
compiten con los peces por el alimento y son presa de aves y
mamíferos marinos. Estos cefalópodos, tienen el cuerpo en
forma de torpedo, son rápidos nadadores y activos
depredadores a diferencia de las especies que viven a
profundidades intermedias, cuya naturaleza es delicada y
poco activa al grado de tener que retener cloruro amónico en
algunas cavidades o en los tejidos de su cuerpo para poder
flotar sin esfuerzo. Esto ocurre en gran cantidad de especies
de la región subantártica, donde son tan abundantes que
constituyen el alimento básico de los cachalotes. En otras
regiones, los cefalópodos constituyen pesquerías de gran
importancia económica.
Los calamares gigantes del género Architeuthis son
cefalópodos pertenecientes al filo Mollusca, es decir,
invertebrados parientes de organismos tan conocidos como el
mejillón, las ostras, las almejas o el caracol. A su vez, entre
los cefalópodos pertenecen a la subclase que agrupa a
aquellos que tienen concha interna (Coleoidea), y dentro de
ella se ubican en el orden de los verdaderos calamares
(Teuthida) y del suborden que engloba a los que carecen de
córnea en sus ojos (Oegopsida), que es un suborden
extremadamente polimórfico y compuesto de numerosas
familias que ocupan una gran variedad de hábitats.
Forma y función
147
apéndices móviles (los brazos y tentáculos) y el sifón, y la
posterior o visceropáleo, que consiste en un saco muscular o
manto, en cuyo interior se alojan las branquias y las
vísceras; el espacio vacío que existe entre ellas recibe el
nombre de cavidad paleal.
La cabeza está bien separada del manto por una
constricción nucal y en su base, por el lado ventral, se
localiza el sifón, que es un embudo cónico, estrecho por la
parte anterior y ancho en la posterior, que corre paralelo al
eje longitudinal del cuerpo. En Architeuthis, los márgenes
laterales inferiores del sifón están conectados al manto
mediante un cartílago de cierre del sifón con el manto recto y
sencillo, que funciona como un broche.
148
En la cabeza, y rodeando a la boca, el calamar gigante
tiene diez extremidades: ocho brazos y dos tentáculos. Los
brazos se numeran desde el par dorsal al ventral: el primer
par es el dorsal, el segundo el dorsolateral, el tercero el
ventrolateral y el cuarto el ventral. En ellos se pueden
observar dos filas de ventosas pedunculadas que poseen
anillos de dientes córneos para lograr un mejor agarre de su
presa. Los brazos derecho e izquierdo del mismo par suelen
ser semejantes en longitud.
Los tentáculos se localizan entre los brazos
ventrolateral y ventral y consisten en un largo pedúnculo o
funículo que termina en una expansión apical, la maza
tentacular, que posee cuatro filas de ventosas, las dos de en
medio de mayor tamaño que las laterales. En esta última se
distinguen tres partes: la anterior o dáctilo, la media o mano
y la posterior o carpo. En el carpo hay numerosas ventosas y
almohadillas. A lo largo del funículo se alternan almohadillas
y ventosas en dos filas, lo que representa una de las
principales características de este género.
149
Fig. 42. Tentáculo de Architeuthis donde se aprecian las dos filas de
ventosas y almohadillas alternadas entre si que hay a lo largo del
funículo.
El manto es un saco muscular fusiforme que contiene
los órganos internos. Está constituido por tres capas
musculares y la piel, todas bajo control nervioso. La
musculatura del manto es la responsable de los movimientos
respiratorios y del sistema de propulsión a chorro de los
cefalópodos. La piel tiene numerosas bolsas y células con
pigmentos responsables de la coloración y de los cambios de
color del animal.
Los calamares gigantes poseen un par de aletas en el
extremo del manto, de pequeño tamaño con los márgenes
posteriores cóncavos. Probablemente estas aletas cumplan
una función más bien de estabilización que de propulsión.
Como en todos los cefalópodos, los sexos en el
calamar gigante están separados: siempre hay machos y
hembras. Aunque en larvas y juveniles es difícil diferenciar
entre ambos sexos, a medida que el animal crece y va
madurando aparecen diferencias morfológicas claras entre
machos y hembras. Estas diferencias, que permiten
distinguirles externamente, se denominan dimorfismo sexual
y se deben al desarrollo de los caracteres sexuales
150
secundarios. Las hembras de Architeuthis alcanzan tamaños
más grandes que los machos, y, por otra parte, ambos
brazos ventrales de éstos experimentan modificaciones
morfológicas con la maduración, convirtiéndose en
estructuras especializadas para el traspaso de los
espermatóforos (paquetes de esperma que produce el
macho) durante la cópula. Cada una de las porciones
modificadas de estos brazos se denomina hectocotilo. En
Architeuthis, sin embargo, la hectocotilización característica
de los machos es muy leve, consistiendo en que algunas
ventosas apicales se transforman en laminillas casi cubiertas
por los márgenes del brazo que se ensanchan y se engrosan.
Esto se debe muy posiblemente a que en Architeuthis el pene
está muy desarrollado, sobresaliendo varios centímetros por
fuera del manto en los machos adultos, por lo cual parece
probable que lo utilicen para traspasar directamente los
espermatóforos a la hembra, función realizada por el
hectocotilo en numerosas especies.
Algo que llama la atención inmediatamente es que
Architeuthis posee unos tentáculos extremadamente largos y
que estos no son retráctiles, es decir que no pueden meterse
en el interior de una bolsa, como ocurre por ejemplo en las
sepias. Considerando que una hembra adulta puede llegar a
tener un cuerpo que mide unos dos metros y medio de
manto, más una cabeza de 50-80 cm. de largo, pero que su
longitud total puede alcanzar de 18 a 20 metros, esto
significa que el animal poseería unos tentáculos de entre 14
y 16 m. de longitud.
¿Por qué el calamar gigante posee unos tentáculos tan
largos? Como todos los cefalópodos, Architeuthis es un
depredador y lo poco que se conoce sobre su dieta indica que
consume peces y otros cefalópodos. Como todos sus demás
congéneres, Architeuthis utiliza sus tentáculos como
extensiones con las que atrapan a sus presas. Una vez que
las tienen sujetas con los tentáculos, las atraen y las
envuelven con los brazos para comenzar a comerlas. Debido
a su gran tamaño y al enorme gasto energético que debe
representar desplazar un cuerpo tan grande como el suyo, lo
más probable es que Architeuthis no sea un buen nadador. Si
151
esto es así, los tentáculos serían utilizados para capturar a
sus presas a distancia, evitando así el tener que moverse
rápido para acercarse a ellas. Esta sería una razón de
economía energética, pero se pueden aducir también razones
de estrategia cazadora, según la cual el cuerpo del cazador
permanece relativamente lejos de la presa, que no sospecha
ser alcanzada por tan largas extremidades. Pero todo esto
son solo suposiciones, ya que nadie todavía ha visto a un
calamar gigante cazando.
La forma de los cefalópodos está relacionada con su
hábitat y su conducta. De ella se deduce que los Architeuthis
son organismos que, pese a ser relativamente poco activos,
se desplazan por la columna de agua. En este sentido, la
forma hidrodinámica del calamar gigante le permite
desplazarse por el agua con la mínima resistencia. El manto
del calamar gigante es fusiforme, y se estabiliza por las
aletas durante el desplazamiento. Además, cuando nadan,
los cefalópodos juntan sus brazos y tentáculos
extendiéndolos a lo largo del eje del cuerpo para reducir la
resistencia al agua. Una vez conseguida la forma
hidrodinámica, ¿cómo se impulsa el Architeuthis? Sus aletas
son demasiado pequeñas como para ser eficientes
propulsores, por lo que el impulso principal para la natación
lo proporciona la expulsión de agua a presión por el sifón.
Architeuhis, como la mayoría de los cefalópodos utilizan la
propulsión a chorro como medio de propulsión desde
millones de años antes que el hombre siquiera existiera. El
agua penetra en la cavidad paleal por el hueco que hay entre
la cabeza y el manto, siendo luego expulsada a través del
sifón, cuya función durante la natación es la de concentrar y
dirigir el chorro de agua, logrando un impulso efectivo en
sentido contrario al que el agua es expulsada. Para ello, la
musculatura del manto se contrae y, junto con comprimir el
agua que hay dentro de la cavidad paleal, cierra los bordes
de manto mediante dos broches que se denominan cartílagos
de cierre del sifón, lo que impide que el agua salga por donde
había entrado obligándola a salir por el sifón, cuya forma de
embudo flexible y la gran lengüeta interna que hay en
Architeuthis regulan tanto la presión como la dirección del
152
chorro permitiendo al animal desplazarse en la dirección
deseada.
Anatomía interna
153
154
Fig. 43. Anatomía general interna de una hembra de Architeuthis según Roper y Voss, 1982
Fig. 44. Mandíbula superior (a) e inferior (b) de un Architeuthis.
219
Fig. 45. Fotografía electrónica de la rádula de un
Architeuthis formada por 7 filas de dientes y dos filas de
placas marginales.
220
que estas grandes criaturas pueden flotar durante largo
tiempo entre aguas sin apenas esfuerzo muscular. Sin
embargo, la alta concentración de amonio en los tejidos
musculares hace que su carne sea incomestible, y también
que su putrefacción sea muy rápida y con un olor
característico.
Esta condición de animales con flotabilidad neutra
conduce a pensar que se trata de criaturas con poca
capacidad para la natación. Lo que parece corroborar el
pequeño tamaño de sus aletas, así como la relativa debilidad
del aparato cartilaginoso de cierre del sifón con el manto,
que es indispensable para la natación a reacción, cuando el
animal expulsa el agua contenida en la cavidad del manto a
través del sifón.
Architeuthis tiene, al igual que la mayoría de los
cefalópodos, un sistema circulatorio evolucionado y con una
organización compleja, que difiere del sistema circulatorio de
otros moluscos (como caracoles, ostras, babosas, almejas,
etc.) por la existencia de una extensa red de arterias y de
venas y por presentar un gran número de capilares, en lugar
de lagunas abiertas donde se mezcla la sangre arterial con la
venosa produciendo un intercambio poco eficaz,
característico de la mayoría de los moluscos. Este sistema
circulatorio consta de un corazón principal o sistémico con
dos aurículas y un ventrículo. En las aurículas desembocan
las venas branquiales eferentes, mientras que del ventrículo
parte la vena aorta, con ramificaciones a las vísceras,
órganos de la cabeza y brazos. El corazón sistémico, muy
musculoso, impulsa la sangre oxigenada en las branquias a
través de las arterias. La sangre vuelve de los capilares por
un sistema venoso complejo: las venas abdominales llevan la
sangre procedente de las vísceras; las venas paleales, la del
manto; y la vena cava anterior, la de la cabeza. Todas estas
venas desembocan en los vasos branquiales eferentes, que
confluyen a su vez en un par de corazones branquiales, que
impulsan la sangre a las branquias, donde es oxigenada por
un mecanismo de contra-corriente entre la sangre y el agua
inhalada en la cavidad paleal. Las branquias de Architeuthis
son muy largas, alcanzando un tercio de la longitud del
221
manto del animal. Cada branquia está formada por entre 50
y 70 laminillas branquiales por hemibranquia. Estas
corresponden a finas láminas altamente capilarizadas donde
se produce el intercambio gaseoso. La sangre vuelve a las
aurículas a través de las venas branquiales eferentes. Dado
que la sangre circula por venas, arterias y corazones, se
trata de un sistema circulatorio cerrado, que es característico
de los cefalópodos y, a la vez único, pues no existe en
ningún otro grupo de moluscos.
El oxígeno es transportado por la hemocianina, una
proteína con cobre que circula en la sangre en forma de
agregados moleculares (no hay hematíes) y se origina en las
glándulas branquiales, que están adheridas al par de
corazones branquiales. Aunque la capacidad de absorción del
oxígeno es alta (superior al 50%), la de transporte en la
sangre es baja (inferior al 4,5%), por lo que Architeuthis,
como los demás cefalópodos, precisa bombear un gran
volumen de sangre por unidad de tiempo. En comparación
con un pez de su tamaño, necesita bombear ocho veces más
sangre para moverse la mitad de rápido. Aun así, y pese a
que debe tener unas tasas metabólicas muy altas, el oxígeno
no suele ser un factor limitante de la actividad. Sin embargo,
como ya se dijo, la capacidad de transporte de la
hemocianina, que disminuye cuatro veces de lo normal
cuando la temperatura aumentaba de 6,4 a 15º C, si lo
puede ser.
En Architeuthis no hay verdaderos riñones ya que
como en todos los cefalópodos, su sistema excretor está
compuesto de varias estructuras relacionadas con los
sistemas respiratorio y circulatorio: los apéndices de los
sacos renales, las glándulas pericárdicas anejas a los
corazones branquiales, los apéndices renopericárdicos, los
apéndices renales de la vena cava, las branquias, y, en
alguna medida, la glándula digestiva. El producto principal de
la excreción es el amoníaco y las superficies branquiales
constituyen una vía importante para la eliminación de los
desechos nitrogenados. La orina se origina por un proceso de
filtrado, y parte de sus componentes son reabsorbidos en los
apéndices renales de la vena cava y en las branquias. El
222
líquido renal de Architeuthis, como el de otros cefalópodos,
es un medio idóneo para la proliferación de diferentes tipos
de parásitos.
Todos los órganos internos de Architeuthis están
cubiertos por una membrana gruesa de color rojizo que está
unida a la cara interna del manto. Además de encerrar y
proteger los órganos, esa membrana encierra una cavidad
muy peculiar, que se denomina celoma, cuya función es
proteger al corazón, almacenar tanto los productos de
desecho como los genitales.
El celoma se divide en dos secciones: la pericárdica y
la genital, unidas ambas por el conducto gonopericárdico. En
la primera sección se alojan básicamente el corazón
sistémico, los branquiales y las glándulas pericárdicas,
mientras que la segunda contiene el estómago, el ciego,
parte del intestino y las gónadas.
El sistema reproductor de las hembras de Architeuthis
consta de un ovario, dos oviductos y dos glándulas
nidamentarias. El ovario se sitúa en la parte posterior de la
cavidad del manto y en el se forman los ovocitos. Se han
observado ejemplares de Architeuthis de Asturias
(probablemente A. dux) en los que el ovario representaba el
0,4% del peso total de la hembra cuando ésta era todavía
inmadura, mientras que éste se incrementó hasta un 2,1%
en tres hembras en maduración y en hembras maduras de
otras regiones el ovario alcanza entre el 5 y 8% de su peso.
La función principal de las glándulas nidamentarias es la
formación de las envolturas que rodean a los huevos tras la
cópula.
La fecundidad potencial de la hembra en maduración
de 81 Kg capturada en Asturias se estimó en nueve millones
doscientos mil ovocitos. Esta estima concuerda con las
realizadas en una hembra casi madura de 168 Kg hallada en
las costas de Escocia, cuyo ovario pesaba 7676 g donde se
calcularon diez millones de ovocitos. El tamaño de los
ovocitos en las hembras de Asturias todavía en proceso de
maduración varió entre 0,2 y 0,4 mm, valores inferiores a los
observados en una hembra de 200 Kg capturada en
Sudáfrica, donde la dimensión de los ovocitos varió entre 0,5
223
y 1,4 mm. Por otra parte, en una hembra madura de 180 Kg
varada en Argentina, cuyo ovario pesaba 14.024 g, los
ovocitos medían entre 0,65 y 2,52 mm.
224
Se desconoce cómo es150el desarrollo ovárico y también
si la hembra realiza una o varias puestas. Sin embargo, dada
su alta fecundidad potencial y las limitaciones de capacidad
del oviducto, es de suponer que se realicen varias puestas en
vez de una sola. Los ovocitos maduros migran del ovario a
los oviductos y durante su desplazamiento desde el extremo
próximal al distal pasan por las glándulas oviductales. Es
muy probable que las glándulas secreten substancias
químicas que induzcan la activación y atracción de la
esperma a los ovocitos. Al llegar al extremo distal del
oviducto los ovocitos son, probablemente, expulsados a la
cavidad paleal donde las secreciones de las glándulas
nidamentarias los recubren con una gelatina, formando la
puesta. Teóricamente, debería ser en este momento cuando
se produce la fecundación de los ovocitos. Una vez formada
la puesta, es expulsada de la cavidad paleal por la
contracción del manto.
La forma de la puesta de Architeuthis es totalmente
desconocida hasta la fecha, pero se supone que será una
masa flotante de huevos, semejante a una gran esfera o a un
cilindro transparente. Como la gelatina absorbe agua, la
puesta podría dilatarse y llegar a tener un diámetro cercano
a uno o dos metros. Esta puesta flotaría a media agua
arrastrada por las corrientes marinas hasta la eclosión de las
paralarvas. Aunque hay limitada información sobre la
especie, es muy probable que la puesta tenga estas
características ya que se han observado puestas similares
pertenecientes a otras especies de cefalópodos oceánicos.
Las especies asociadas a la plataforma y talud continental,
como los pulpos y los calamares, realizan puestas que son
fijadas al fondo, pero parece poco probable que Architeuthis,
aunque habite ambientes asociados al talud y cañones
submarinos, tenga esta estrategia en particular. Sea como
sea, es muy poco lo que se conoce sobre este aspecto de la
biología del calamar gigante y hablar más al respecto es pura
especulación.
225
En la figura 25 se ilustró un ejemplar de tres
centímetros que parece ser un juvenil de Architeuthis. Sin
embargo, los recién eclosionados de esta especie, a juzgar
por el tamaño de los ovocitos maduros no superaría los 2,5
mm de longitud. Estas paralarvas, parecidas al adulto
aunque diferentes en sus proporciones corporales, deben
formar parte del zooplancton durante algún tiempo, siendo
arrastradas pasivamente por las corrientes. A medida que el
animal crece, aumenta su capacidad para migrar en la
columna de agua y para nadar activamente contra las
corrientes, pasando a ser un juvenil y adoptando
paulatinamente el hábitat de los adultos. Aunque se
sospecha que la mortalidad natural en los estadios
tempranos del desarrollo de Architeuthis debe ser muy
elevada, este es otro aspecto que se desconoce por
completo.
Un último punto interesante es que parece existir una
notoria desproporción entre el número de machos y de
hembras que se han encontrado en todos los océanos:
generalmente hay tres veces más hembras que machos. Ello
puede indicar que, o hay efectivamente una mayor
proporción de hembras que de machos, o que ambos sexos
viven en hábitat diferentes durante una parte de su ciclo
vital, siendo el hábitat de las hembras más expuesto a las
capturas que el de los machos, pero aquí también nos
adentramos en terrenos especulativos.
226
Fig. 47. Macho maduro Architeuthis de 60 Kg. de peso capturado
en Asturias. (Foto Eloy Alonso).
227
esperma en las hembras durante la cópula que
probablemente (nunca se ha visto) sea cabeza contra
cabeza. La longitud y flexibilidad de ese órgano sexual, que
mide entre un 85 y 97 % de la longitud del manto, les
permite alcanzar diferentes partes de su propio cuerpo. Por
otra parte, la morfología del pene de
228
tracto reproductor. Por otra parte, hay otras especies en las
que los machos producen en el manto de la hembra heridas
externas y depositan allí sus espermatóforos. Esas heridas
pueden ser producidas por las mandíbulas o por los garfios
en que se transforman algunas ventosas de los brazos o de
las mazas tentaculares. Cuando esto ocurre, los machos de
estas especies tienen normalmente penes largos y
musculosos, cuya morfología sugiere que pueden usarse para
insertar los espermatóforos a presión en esas heridas. Sin
embargo, en Architeuthis no se han observado este tipo de
heridas externas en el cuerpo o brazos. De tal forma que el
mecanismo de inserción del esperma en las especies de
Architeuthis resulta bastante particular.
Otro aspecto importante de la reproducción de estos
calamares es cómo se realiza la fecundación de los ovocitos.
En la mayoría de los cefalópodos éstos son fecundados
cuando salen del oviducto (o de los oviductos, que a veces
son pares). En estos casos el esperma se encuentra
almacenado en receptáculos especiales próximos a la boca o
los espermatóforos están insertados, no embebidos, en la
cara interna del manto de la cavidad paleal. En esos lugares,
la hembra manipula el esperma y lo aproxima a los ovocitos,
y es entonces cuando el sistema eyaculador del
espermatóforo expulsa los espermatozoides de la cápsula
que conforma el espermatóforo, penetrando uno de ellos en
cada ovocito antes de que las sustancias secretadas por las
glándulas nidamentarias que lo rodean se vuelvan
impermeables al contacto con el agua. En Architeuthis el
problema es cómo llega el esperma embebido en los
tegumentos de los brazos o del manto de la hembra a entrar
en contacto con los ovocitos. En 1997, Norman y Lu
propusieron varias hipótesis para explicar este
mecanismo:
229
Fig. 49. Esquema de un espermatóforo. a: aparato eyaculador. ft:
filamento terminal. glc: glándula de cimentación. me: masa
espermática. te: tubo eyaculador.
230
también hay centros o lóbulos definidos que ejercen control
sobre determinadas actividades. Las respuestas a los
estímulos externos son parcialmente determinadas gracias a
las asociaciones neuronales específicas, pero los centros de
asociación de la corteza cerebral son capaces de
realizar
231
los ganglios cerebrales y de sus subdivisiones (lóbulo frontal
inferior, superior y vertical); no obstante, un par de nervios
pasan hacia el complejo bucal, que consta de un anillo
nervioso que rodea ganglios bucales superiores e inferiores
unidos entre sí. La región del cerebro que se halla por debajo
del esófago consta de ganglios (o lóbulos) pedios, pleurales
magnocelular y viscerales pares y de sus correspondientes
subdivisiones. Los lados derecho e izquierdo se han soldado
parcialmente formado una masa simétrica lobulada. Los
ganglios de los brazos y del sifón derivan de los pedios,
mientras que los pleurales y viscerales se han fusionado
formado una masa simple, generalmente denominada
ganglio visceral. Los nervios de los brazos, sifón, manto y
vísceras parten de la región subesofágica, donde también se
encuentran los centros de control de los músculos del ojo, el
iris, la pupila, de la actividad de los cromatóforos (lóbulo
cromatofórico), de los movimientos respiratorios inhalantes y
expelentes, de los movimientos de los brazos, manto y aletas
y de la actividad de distintos órganos viscerales.
Mientras que la región subesofágica es sobre todo un
centro motor, la supraesofágica está compuesta
predominantemente por centros de retención y transmisión
de estímulos sensoriales. Los nervios olfatorios y ópticos
entran en este nivel y los centros sensoriales que provocan
respuestas específicas a los estímulos sensoriales también se
hallan implantados en esta región del cerebro. La porción
cerebral supraesofágica contiene, además, una zona de
asociación. En Architeuthis, los lóbulos de los brazos
(braquiales) constituyen el 29,4 % del volumen total
cerebral, el lóbulo pedio el 14,1% y los lóbulos
paleoviscerales el 18,4%. El lóbulo magnocelular contiene
neuronas gigantes y recibe los estímulos sensoriales que las
activan. Cada una de estas neuronas se entrecruza con la del
otro lado y establece uniones con las neuronas gigantes de
segundo orden del ganglio visceral. Estas a su vez pasan a lo
largo de los nervios paleales hasta los ganglios estrellados
del manto, donde forman una unión sináptica con las
neuronas gigantes de tercer orden, cuyos axones inervan los
músculos del manto. En Architeuthis estos axones, o fibras
232
nerviosas, son ocho troncos que se dividen en nervios
menores inervando la parte anterior del manto, mientras la
musculatura paleal central y la posterior está inervada por
unas 18 ramificaciones del nervio mediano, que llega hasta
las aletas.
Las fibras gigantes de esos nervios no son
especialmente largas, pero existen fibras nerviosas gigantes
que proceden directamente del cerebro. En las fibras
gigantes el impulso nervioso se transmite a una velocidad
cinco veces mayor que las fibras nerviosas normales. La
conexión nerviosa entre cabeza y manto se produce a través
de los ganglios estrellados que están ubicados a unos 150
mm del borde anterior del manto y a 65 mm de su línea
media. Estos tienen forma de riñones alargados y en un
ejemplar adulto miden 22 x 12 mm, lo que es un tamaño
relativamente pequeño en comparación con el animal.
Al cerebro se conectan distintos órganos sensoriales.
Los ojos, que por su similitud con los de los vertebrados son
un claro ejemplo de convergencia adaptativa, son los
órganos de los sentidos más patentes y los mayores de
cualquier animal conocido. En los ejemplares de mayor
tamaño pueden alcanzar hasta 25 cm de diámetro. En el
caso de Architeuthis carecen de córnea (ojo oegópsido),
disponiendo de un cristalino, una pupila ajustable en el
centro de un iris pigmentado y de células pigmentadas
retinianas.
Los ojos del calamar gigante están adaptados a un
hábitat donde la luz es muy tenue o inexistente. Por
experimentos realizados en el laboratorio se ha determinado
que los calamares comunes son ciegos a los colores, pero se
desconoce si esto rige o no para los calamares gigantes. Los
lóbulos ópticos junto con sus correspondientes cuerpos
blancos, cuya función está relacionada con el sistema
inmunológico de estos animales, están embebidos en una
masa grande de tejido situada detrás de los ojos.
El hábitat donde mora el Architeuthis es un mundo
acuático submarino situado a gran profundidad donde apenas
llega luz solar. Es un mundo oscuro donde la supervivencia
de muchas especies depende de su capacidad de detectar o
233
generar luz y de permanecer camuflado en la escasa luz
ambiental. En este hábitat, el calamar gigante ha
desarrollado uno de los más completos y eficientes sensores
visuales del reino animal.
La luz penetra muy poco en los océanos, ya sea
porque es reflejada o absorbida. Cuando la luz del sol incide
sobre la superficie del mar, un 5% es reflejada y el resto se
transmite siendo rápidamente absorbida por el agua y por los
componentes químicos y orgánicos en suspensión. El agua
absorbe todas las ondas luminosas, excepto de las
correspondientes al color azul y verde, que corresponden a la
escasa luz que llega a las profundidades.
Los ojos del calamar gigante representan un
sofisticado sistema óptico para localizar a sus presas. Este
ojo, además, es el de mayor tamaño entre los animales del
planeta, hecho que podría explicarse en parte por el hábitat
del calamar gigante. Así, el tamaño de los ojos en
animales
234
Fig. 51. Fibras nerviosas gigantes del manto de Architeuthis (Nixon
y Young, 2003)
235
que tiene unos 25 cm. de diámetro, sirve para detectar la
escasa luz existente, pues la energía captada por varias
células se suma para obtener una respuesta significativa que
permite al animal ver con niveles de luz que representan una
total oscuridad para la mayoría de las especies que se
encuentren en el mismo nivel oceánico.
La retina del Architeuthis contiene aproximadamente
mil millones de unidades receptoras, frente a los ciento
treinta y dos millones de la retina humana. Esto le
permite
Fig. 53. La luz es absorbida al pasar por entre las capas de agua y
sólo las longitudes de onda azules llegan a las profundidades.
236
aragonito además de materia orgánica. Los estatolitos tienen
unos 2 mm de longitud y su interior muestra anillos de
deposición rítmica, gracias a los que se puede determinar la
edad de estos organismos. Los estatocistos de Architeuthis
son de un tamaño relativamente pequeño en relación con el
animal. En los estatocistos (Fig. 35) hay dos sistemas
mecanorreceptores: mácula-estatolito y crista-cúpula. El
receptor de aceleraciones lineales o de la gravedad del
estatocisto -el sistema mácula-estatolito- es bastante amplio
debido a lo alargado de la mácula, pero también estrecho.
Este sistema utiliza información sobre la dirección de la
gravedad y la aceleración lineal para regular la orientación de
la cabeza, ojos y cuerpo, así como para controlar los reflejos
de la coloración de contra-sombreado producida por los
cromatóforos ventrales que tienen muchas especies de vida
pelágica. El sistema crista-cúpula proporciona al cerebro
información sobre la aceleración rotacional necesaria para
regular la posición de la cabeza, el sifón y los ojos del
animal. El sistema crista-cúpula de Architeuthis está
constituido por siete crestas protuberantes y cinco
oquedades. La estructura peculiar de este estatocisto es
parecida a la de otros cefalópodos con flotabilidad neutra, y
también sugiere que Architeuthis realiza los giros
lentamente. Nada se sabe sobre si los calamares gigantes
pueden oír o no, aunque esa capacidad parece demostrada
en otros cefalópodos y se realiza en los estatocistos, capaces
de detectar sonidos de baja frecuencia.
Se conoce muy poco sobre otros órganos sensoriales
de estas especies, aunque deben existir numerosos
receptores de presión, quimiorreceptores, receptores de la
posición de sus órganos internos y también fotorreceptores
distribuidos en diferentes partes del cuerpo.
Otra estructura rígida y dura presente en los
calamares gigantes es el gladio o pluma. Se ubica en la
región central más interna de la cavidad del manto, estando
adosada por el interior a los músculos de su pared dorsal y
envuelta en una membrana traslúcida delgada.
El grosor de las paredes del manto hacen que el
gladio no se note dorsalmente, pero confiere cierta rigidez a
237
todo el cuerpo en sentido longitudinal. Se extiende desde una
pequeña expansión triangular presente en el margen dorsal
del manto hasta la punta de la pequeña prolongación en
forma de cola que hay en su parte posterior. Su naturaleza
es quitinosa, con una zona central o raquis no muy
pronunciado ni robusto. La pluma posee dos anchas
expansiones laterales o palas en la zona media, que se
aguzan hacia los dos extremos, con el posterior terminado en
un endocono poco conspicuo. Esta concha residual interna es
bastante frágil sobre todo cuando se deshidrata, y aparece
con mucha frecuencia rota en los animales varados.
Estrategia reproductiva
238
como la maduración de los ovocitos, el tipo de puesta y si
hay o no crecimiento entre las diferentes tandas de huevos,
se pueden agrupar dentro de cinco tipos de estrategias
reproductoras: 1) Cefalópodos que ponen una única vez en
su vida con una puesta terminal y simultánea, donde la
maduración de los ovocitos es sincrónica, la puesta
monocíclica, y los huevos son frezados en una sola tanda. En
este caso, todos los individuos frezantes morirían casi al
mismo tiempo después de una auténtica orgía sexual de toda
la población. Esto se ha observado, entre otras especies, en
el calamar de California Loligo opalescens. 2) Cefalópodos
que ponen varias veces durante su vida: a) Puesta policíclica,
donde hay varios ciclos de maduración de los ovocitos a lo
largo de la vida del animal. Esta estrategia reproductora se
ha observado únicamente en las especies de Nautilus; b)
Puesta múltiple, en la cual los ovocitos maduran por tandas y
la puesta es monocíclica, pero los huevos son puestos en
varias tandas distribuidas a lo largo de un periodo que
representa sólo una fracción de la vida del cefalópodo,
durante el cual se produce crecimiento somático entre cada
tanda de huevos. Esta estrategia reproductora es típica de
varios omastréfidos como la pota Sthenoteuthis oualaniensis;
c) Puesta terminal intermitente, la cual es muy semejante al
caso anterior pero sin que se produzca crecimiento somático
entre las tandas de huevos. Esta estrategia es típica de la
pota voladora Illex coindetii y de los calamares Loligo
vulgaris y L. forbesi, entre otras especies; d) Puesta
continua, en la cual se produce la maduración asincrónica de
los ovocitos, por lo cual la hembra,
239
Fig. 54. Estrategias reproductivas en cefalópodos y su relación con
el ambiente. (Rocha et al., 2001)
Edad y crecimiento
240
alcanzar longitudes de 20 metros y pesos de hasta media
tonelada? La cronobiología, o rama de la biología que estudia
la edad y el crecimiento de los seres vivos, tiene como uno
de sus principales retos el desarrollar técnicas y métodos que
permitan determinar la edad de organismos que son, en
muchos casos, difíciles de mantener en cautividad debido a
su particular ciclo de vida, como es el caso de los
cefalópodos. Estos estudios han sido motivo de infinidad de
investigaciones en los cefalópodos, no solamente en los
denominados gigantes, sino en muchas de las
aproximadamente 700 especies vivientes que habitan
nuestros mares en la actualidad. La determinación de la edad
y del tipo de crecimiento de cualquier organismo permite,
entre otras cosas, comparar las diferentes estrategias
reproductivas, alimenticias y ecológicas de una especie en las
diferentes fases de su ciclo biológico. Además, ambos
parámetros son necesarios para evaluar los cambios que se
producen en la biomasa de las poblaciones, ya sea por
causas naturales o por efecto de la pesca, es decir, son
necesarios para conocer la estructura demográfica de las
poblaciones.
En todos los organismos se observan cambios
morfológicos y fisiológicos a lo largo de su ciclo vital, que
suelen ser más bruscos en las etapas iniciales de su
desarrollo, y los cefalópodos se rigen por esas mismas
pautas. Después de la fecundación, el huevo que se forma
tiene abundante vitelo o alimento y el embrión ocupa un
pequeño disco en su polo animal. El tipo de segmentación
embriogénica de los cefalópodos es espiral, a diferencia de la
que se produce en los demás moluscos, lo que constituye un
caso único de desarrollo dentro de este grupo zoológico.
Después de un período más o menos extenso, dependiente
de la temperatura, el embrión del cefalópodo se ha
desarrollado por completo, siendo capaz de romper la capa o
capas externas del huevo y eclosionar. El recién nacido suele
ser como un adulto en miniatura, aunque difiere de él en sus
proporciones corporales, es decir, en los cefalópodos el
desarrollo embrionario es directo, no existiendo estadíos
larvarios que requieran una verdadera metamorfosis para
241
llegar a ser adultos, sino únicamente un crecimiento
diferencial de sus partes corporales o crecimiento alométrico.
Por ello, el término clásico de larva no es aplicable a este
grupo de moluscos, habiéndose acuñado, como ya se dijo, el
de paralarva para denominar a los estadíos postembrionarios
de numerosas especies, entre ellas las de Architeuthis.
Los cefalópodos son moluscos de crecimiento rápido,
regulado por factores bióticos y abióticos. Dichos factores
influyen notablemente en su crecimiento, dando lugar a
distintas tasas de crecimiento individual. Las diferentes
condiciones ambientales, sobre todo la temperatura, varían
el ritmo de crecimiento entre individuos de la misma edad,
acentuándose esta influencia en zonas en las que existen
marcadas diferencias estacionales, dependiendo de la época
del año en la que se realice la puesta.
El cálculo de la edad a partir de estudios detallados en
los cefalópodos puede decirse que comenzaron a
desarrollarse a finales de los años sesenta. Actualmente, a
pesar de que se ha avanzado en gran medida en las
estimaciones directas e indirectas de la edad en estos
moluscos, es mucho todavía lo que queda por conocer, sobre
todo en relación a los métodos a emplear y en cuanto a las
conclusiones generales sobre el crecimiento que se extrae de
las diferentes técnicas empleadas.
Para determinar la edad y el crecimiento de los
cefalópodos se han utilizado dos tipos de metodologías
diferentes: En primer lugar los métodos indirectos, que son
aquellos que se basan en el desplazamiento de los valores
modales de las distribuciones de tallas en el tiempo (método
de Petersen). Este método fue el único empleado
sistemáticamente en cefalópodos durante casi 90 años. Sin
embargo, la técnica sólo es útil cuando la especie tiene uno ó
varios períodos de desove cortos, bien definidos y cuando
además no acontecen cambios poblacionales debidos a
migraciones, por lo que dadas las peculiares características
biológicas de los cefalópodos, este método indirecto no
resulta de gran utilidad en el estudio de sus poblaciones
cuando se trata de estimar su edad y crecimiento. En
segundo término están los métodos directos, donde se
242
distinguen tres tipos diferentes según la técnica utilizada: a)
aquellos que se basan en observaciones directas de
individuos mantenidos en cautividad bajo condiciones
controladas. Aquí se suman otras técnicas que se están
utilizando actualmente como métodos para estimar la tasa
instantánea de crecimiento en un organismo, mediante el
cálculo de la razón ARN/ADN en tejidos, técnica que hasta
ahora únicamente se ha realizado con animales en
cautividad; b) los que se basan en datos de captura-
recaptura empleando técnicas de marcado en la naturaleza;
y c) los que se realizan a partir del análisis de estructuras
que presentan marcas de crecimiento. Estos últimos se basan
en la asunción de que estas estructuras se forman
rítmicamente, y que la distancia entre las marcas de
deposición o incrementos, es proporcional al crecimiento del
animal. En peces estos métodos se han aplicado en
vértebras, escamas, huesos, espinas y, sobre todo, en
otolitos. Para la determinación de la edad a partir de
estructuras duras con incrementos de crecimiento periódico
se requiere que dichas estructuras constituyan un registro
permanente de los diferentes acontecimientos de la vida del
animal, manifestados por la deposición diferencial rítmica de
materia orgánica e inorgánica.
Las estructuras duras disponibles en los cefalópodos
coleoideos actuales son escasas, y no todas son útiles, como
es el caso de la rádula que es una estructura donde la
determinación de la edad no es posible porque se desgasta
continuamente en un extremo, reemplazándose por el otro.
Otras estructuras son las mandíbulas ó picos, las cuales han
recabado notable atención al observarse y contarse en ellas
ciclos regulares de incrementos en varias especies, como los
de la enoploluria Moroteuthis ingens, aunque todavía no se
ha encontrado ninguna periodicidad en su formación.
Estudios recientes han indicado que se podía calcular en el
pulpo común Octopus vulgaris, una edad aproximada a partir
de la longitud de la cresta de su mandíbula superior, ya que
se descubrieron en ella marcas depositadas con cierta
periodicidad acompasadas con el crecimiento. Sin embargo,
la utilización de estas estructuras como un parámetro fiable
243
que estime la edad se encuentra todavía en un estado
bastante incipiente. En tercer lugar está la pluma o gladio,
que es una estructura quitinosa de soporte con una
morfología variable según la especie, situada en el músculo a
lo largo de la línea dorsal del manto en los calamares. Varios
investigadores, principalmente rusos, desarrollaron una
técnica basada en diferentes cortes del gladio, mediante la
cual se evidenció la existencia de líneas periódicas de
crecimiento en varias especies, entre ellas en Kondakovia
longimana e Illex argentinus. A partir de estas líneas de
crecimiento pudieron estimarse el número de incrementos,
que, relacionados con la longitud dorsal del manto,
proporcionaron altas y positivas correlaciones.
El problema remanente era conocer la periodicidad
con que se formaban las líneas de crecimiento observadas en
las plumas. Fue a principios de los años noventa cuando se
comenzó a pensar que esos incrementos tenían una
periodicidad diaria, pero la validación no se realizó en el
gladio sino en otra estructura dura, el estatolito, como
más
244
observándose que había una significativa concomitancia, por
lo que el estudio de los incrementos de deposición en el
gladio pasó a considerarse un método útil y adecuado para la
determinación de la edad en los cefalópodos. El gladio está
considerablemente modificado en algunas especies, así en la
familia Sepiidae (sepias o chocos) es de naturaleza calcárea
y recibe el nombre de sepión. Este se trata de una concha
calcárea interna que sirve, entre otras cosas, para regular la
flotabilidad del animal. En un estudio realizado en 1960 se
encontró un período de nueve días en la formación de dos
lamelas sucesivas en el sepión de Sepia esculenta. Otros
estudios posteriores postularon la existencia de una
periodicidad diaria de deposición en diferentes especies de
choco (Sepia officinalis, S. subaculeata y Sepiella maindroni).
Sin embargo, un reciente y cuidadoso trabajo realizado con
Sepia officinalis mantenidas en cultivo a diferentes
temperaturas demostró que el número de lamelas del sepión
no se corresponde con la edad de los individuos y que la
periodicidad de la deposición varía con la temperatura de
cultivo, lo que invalida esta estructura para estimar la edad.
Los ojos de la mayoría de los cefalópodos están provistos de
cristalinos. Aunque estas estructuras crecen por añadido de
capas concéntricas, y se observó que el peso del cristalino
del calamar Loligo pealei se incrementaba linealmente con
respecto al peso corporal y a la edad del animal, todavía no
se ha desarrollado una técnica adecuada que permita usar
los cristalinos en la estimación de la edad.
La última estructura dura que tienen los cefalópodos
son los estatolitos, que consisten en un par de concreciones
calcáreas formadas por cristales de aragonito alojadas en dos
cavidades adyacentes llamadas estatocistos, las cuales se
encuentran situadas ventro-posteriormente en el interior del
cartílago cefálico y contienen un complicado sistema de
receptores. Estas cavidades se pueden definir como órganos
de situación espacial o equilibrio en invertebrados, aunque en
los cefalópodos sirven además para detectar aceleraciones
lineales y angulares. La primera ilustración publicada sobre la
forma de un estatolito de cefalópodo pertenecía
245
precisamente a la de un calamar gigante del género
Architeuthis.
246
deposición periódica, donde se alternan materia orgánica y
carbonato cálcico.
Los estatolitos son las estructuras más utilizadas para
la determinación de la edad y crecimiento en los cefalópodos.
El primer intento que determinó satisfactoriamente la edad a
partir de los estatolitos fue realizado en el calamar Loligo
opalescens de California, encontrándose unos incrementos
que se consideraron de periodicidad diaria, y otros más
espaciados y próximos al rostro de los estatolitos que se
consideraron de periodicidad mensual. Desde esta primera
aproximación, realizada hace ya casi treinta años, la técnica
de preparación y lectura de los incrementos de crecimiento
en los estatolitos se ha perfeccionado notablemente y, por
otra parte, se han efectuado validaciones utilizando como
marcadores el estroncio y la tetraciclina en varias especies
mantenidas en cautividad, comprobándose que la
periodicidad de las bandas de los estatolitos es diaria.
Se definen como bandas de deposición ó incrementos
a los depósitos periódicos de carbonato cálcico y materia
orgánica presentes en los estatolitos, cada uno de los cuales
se distingue como una banda clara rodeada por una banda
oscura al observarse al microscopio óptico. Se ha
comprobado que los cefalópodos pelágicos tienen estatolitos
con incrementos periódicos más fácilmente visibles que los
demersales y éstos que los bentónicos.
Es mucho lo que todavía queda por conocer sobre los
mecanismos fisiológicos específicos que provocan la
deposición diferencial de carbonato cálcico y de proteínas,
pero un trabajo reciente ha evidenciado que la variación del
pH de la endolinfa del estatocisto, relacionado con el ciclo
día-noche, podría ser el desencadenante de este fenómeno.
Lo cual parece ser una explicación bastante plausible.
De lo expuesto se deduce que las estructuras más
fiables para estimar la edad de la mayoría de los
cefalópodos, y en este caso la de los calamares gigantes, son
los estatolitos.
247
Fig. 57. Una de las formas de validar la determinación de la edad
en un cefalópodo es mantenerlo en cautividad y marcarlo en dos
momentos diferentes con una sustancia fluorescente no nociva. En
la figura se muestra el estatolito de un Todarodes pacificus con dos
marcas de tetraciclina inyectadas con un intervalo de 30 días, que
son los incrementos o marcas que se visualizan entre las dos
bandas fluorescentes.
248
cm de longitud del manto. Si, tal como acontece en otros
cefalópodos, la deposición de estos incrementos es diaria,
entonces uno de
249
hasta junio para los Architeuthis del Atlántico, y desde abril
hasta agosto en los ejemplares del Pacífico.
En un trabajo muy reciente publicado por Landman y
colaboradores en 2004, se ha utilizado por primera vez para
el estudio de la edad y el hábitat del calamar gigante
Architeuthis sanctipauli el análisis de isótopos de carbono y
oxígeno. En este estudio se utilizaron los estatolitos de tres
hembras, dos en incipiente estado de madurez y una
madura, cuyas longitudes del manto estaban comprendidas
entre 159 y 240 cm. Estos ejemplares fueron capturados en
Tasmania y Australia durante el verano austral de 1996. Uno
de los estatolitos de una hembra de 191 cm de longitud del
manto fue utilizado para la lectura de bandas de deposición,
evidenciándose unos resultados similares a los encontrados
en los otros estudios anteriores, pues en este estatolito se
observaron 351 bandas, lo que implicaría una edad estimada
de 1 año. Sin embargo, los resultados derivados del análisis
de isótopos sugerirían una edad próxima a los 14 años, lo
cual trastoca todo lo que anteriormente se pensaba del ciclo
biológico de estos gigantes. No obstante, tal y como indican
los propios autores, estos resultados deben ser tomados con
precaución, ya que entre otras razones, para efectuar los
cálculos de edad es preciso adoptar demasiadas asunciones
sobre el cambio isotópico en la columna de agua, el rango de
profundidades en el que viven estos calamares y el patrón de
crecimiento de los estatolitos, como para que las
estimaciones con isótopos sean aceptadas sin condiciones.
Los datos presentados, aunque incompletos, sugieren que los
machos maduran a menor edad que las hembras y que las
paralarvas del calamar gigante eclosionan durante un período
prolongado, probablemente durante todo el año, aunque con
un pico de eclosión cercano a la primavera y el verano, tal y
como sucede con otras especies de cefalópodos. En cuanto a
la duración de su vida y crecimiento, parece que existiría un
marcado dimorfismo sexual ya que los machos tendrían un
ciclo de vida de alrededor de un año y que además no
alcanzarían las tallas de las hembras. Por su parte, las
hembras poseerían un tamaño mayor y madurarían a una
edad más tardía, por lo que se presupone que su ciclo de
250
vida excedería el año de vida, probablemente dos o tres
años, pero parece improbable que alcancen edades
superiores a las mencionadas. Estos datos solo representan
los resultados de los escasos estudios existentes, que deben
ser completados y contrastados en el futuro, cuando se
pueda contar con más ejemplares de esta especie o con la
posibilidad de estudiarles en vivo mediante cámaras o
submarinos. Se podría decir que los mimbres están puestos,
pero que es necesario terminar el cesto para tener un
conocimiento más preciso de la edad y el crecimiento de este
kraken que habita todos los océanos de nuestro planeta.
251
grupos por el mismo nicho ecológico. Por otra parte, aunque
los cefalópodos están limitados por su herencia de moluscos
en lo que concierne a anatomía, fisiología y bioquímica, estos
animales han tenido que adaptar su forma, sistema nervioso
y características biológicas para poder sobrevivir en el medio
marino. Los posteriores estudios sobre el ciclo vital de los
cefalópodos sugieren la existencia de factores que les
permiten competir exitosamente con los peces. Así, los peces
carecen del sistema de propulsión de los cefalópodos y de la
capacidad de cambiar de dirección rápidamente, que requiere
adaptaciones fisiológicas, bioquímicas y bioenergéticas que
optimicen las tasas metabólicas. No obstante, esta
adaptación no ha sido la única desarrollada por los
cefalópodos, los cuales poseen unos ojos muy especializados
y, además, muchas especies poseen cromatóforos que les
permiten cambiar de color y un sistema defensivo que
consiste en la expulsión de tinta cuando se ven amenazados.
Para capturar a sus presas, sus brazos y sus ventosas
(garfios en algunas especies) les permiten asirlas de tal
forma que difícilmente pueden escapar, lo que acentúa su
ventaja adaptativa respecto a otros depredadores que tienen
limitada la captura de sus presas a la capacidad de sus
mandíbulas. Por éstos y por otros motivos (entre otros las
interacciones depredador-presa y la competencia) es
importante estudiar las relaciones
252
Fig. 59. Esquema que muestra la red trófica dentro de la cual se
encuentran las potas Illex coindetii y Todaropsis eblanae en el
ecosistema de las aguas de Galicia.
253
llevar a cabo los muestreos biológicos, por ello el estudio de
los restos de cefalópodos encontrados en sus contenidos
estomacales, a menudo aporta más información que derivada
de los muestreos con redes.
La mayoría de los cefalópodos actuales son
depredadores activos y rápidos, que se alimentan de presas
vivas y tienen un ciclo de vida corto, cuya esperanza de vida,
generalmente, no sobrepasa el año. Para soportar esta
estrategia vital, los cefalópodos poseen tasas de crecimiento
elevadas y un metabolismo proteico muy alto, por lo cual
depredan vorazmente sobre un amplio rango de presas,
convirtiéndose así en depredadores oportunistas de
diferentes ecosistemas.
En los ecosistemas marinos, las poblaciones de
cefalópodos responden rápidamente a cambios
medioambientales de origen natural y antropogénico. Por
este motivo, los cefalópodos experimentan fluctuaciones
anuales de su abundancia, relacionadas tanto con su
explotación pesquera como con cambios en las condiciones
atmosférico-oceánicas que acontecen a escala global y
regional. Las apariciones repentinas de cefalópodos en
grandes abundancias están bien documentadas, existiendo
evidencias que algunas poblaciones de peces que han sido
sobreexplotadas son rápidamente reemplazadas por otras de
cefalópodos que ocupan su lugar en el nicho ecológico de
esos ecosistemas marinos. Un ejemplo cercano se puede
encontrar en las aguas de Marruecos y Mauritania donde los
cefalópodos ocuparon el nicho ecológico de diferentes
poblaciones de peces teleósteos que se explotaron
intensivamente a mediados del siglo XX.
En cefalópodos con ciclo anual, muchos de los cuales
son altamente migratorios, el impacto sobre las poblaciones
de sus presas es muy variable y altamente estacional. Un
ciclo anual breve implica que el impacto de los cefalópodos
en los ecosistemas marinos experimente importantes
variaciones interanuales. Así, cuando una cohorte poderosa
pasa a través de un sistema se producen elevadas tasas de
depredación que, en el caso de afectar a los primeros
estadíos de desarrollo de una especie de teleósteo
254
comercialmente importante, afectarán al reclutamiento y
abundancia de dicha población.
Los cefalópodos son únicos en el reino animal por
poseer unas modificaciones adaptativas que les facilitan la
captura de las presas y les permiten depredar sobre un rango
amplísimo de ellas. Los cefalópodos poseen una corona
braquial formada, en el caso de Architeuthis, por ocho brazos
y dos tentáculos que rodean su boca. Los pulpos carecen de
tentáculos y algunos calamares los pierden durante la
ontogénesis, como en el caso del calamar gato Taningia
danae. En Architeuthis, los tentáculos son extremadamente
largos y parecen desempeñar un papel muy importante en la
captura de sus presas. La corona braquial rodea la boca de
los cefalópodos, y les sirve para capturar, asir e inmovilizar
presas de un tamaño relativamente grande. Comparado con
la boca de los peces, la corona braquial de los cefalópodos es
considerablemente más versátil como mecanismo de captura
y manejo de las presas.
Los brazos y tentáculos de los cefalópodos están
armados con ventosas, suaves y musculares en los
octópodos, y provistas de un anillo quitinoso con pequeños
dientes en los calamares y sepias. En varias especies de
calamares y potas, aunque no en Architeuthis, algunas
ventosas se han modificado formando ganchos que facilitan
el agarre de presas como peces u otros cefalópodos. Un
ejemplo cercano lo constituye Taningia danae, que habita en
aguas de la vertiente noroccidental española, especie que
potentes garfios a lo largo de sus brazos.
La boca, que es relativamente pequeña, contiene un
par de picos o mandíbulas quitinosas que trocean la comida
antes de ser ingerida. Las diferencias mandibulares entre
especies no han sido relacionadas con la dieta, pero su forma
dicta el área disponible para la inserción de los músculos
mandibulares y, por lo tanto, la fuerza que puedan hacer
para morder y trocear la presa. El aparato bucal posee una
rádula adaptada para raspar el alimento, a modo de lija. Las
glándulas salivares posteriores de algunas especies
producen
255
Fig. 60. Gracias a la corona braquial, los cefalópodos son capaces
de capturar presas de gran tamaño debido a que ésta, unida a la
boca, es un mecanismo de captura y manejo de las presas
tremendamente efectivo.
256
Los ejemplos más elocuentes de cefalópodos con un
comportamiento migratorio relevante se encuentran entre los
omastréfidos. Un caso típico se halla en el género Illex, cuyas
especies realizan migraciones de alimentación y reproducción
de miles de kilómetros, y cuyo desove tiene lugar en zonas
tropicales o subtropicales de elevada productividad. Sus
paralarvas, denominadas Rhynchoteution, crecen en zonas
de retención o en las corrientes que fluyen de regreso hacia
los polos. Una vez que los juveniles se acercan a la fase de
maduración y están preparados para reproducirse existe una
migración contraria hacia las áreas de puesta. De este modo,
la tasa de migración de especies como Illex illlecebrosus es
de unos 20 Km. diarios. Los cálculos realizados demuestran
que la alimentación debe continuar durante la migración, ya
que sus reservas metabólicas son insuficientes para
mantener el gasto energético durante las distancias que
recorren. Por ello, los circuitos de estas especies deben
discurrir por áreas de alta producción. Por otra parte, se ha
observado que tanto I. illecebrosus como otras especies
altamente migratorias son caníbales si las condiciones de
alimentación son insuficientes durante esos desplazamientos.
Este comportamiento puede significar un mecanismo de
supervivencia para, al menos, una fracción de la población,
que se mueve formando bancos numerosos. La existencia de
canibalismo en Architeuthis es todavía materia de debate
entre los expertos. Hasta la fecha únicamente se han
encontrado restos de calamar gigante en los estómagos de
dos Architeuthis, uno capturado en aguas australianas y otro
en las neozelandesas. Los despojos estaban constituidos por
una maza tentacular completa y restos de ventosas; ello
parece evidenciar que Architeuthis es caníbal. No se descarta
que existan luchas entre los calamares gigantes, ya que se
han encontrado cicatrices producidas por los anillos córneos
de las ventosas en el cuerpo y los brazos de calamares
gigantes examinados en Terranova, y que en esas batallas
un contendiente ingiera restos del otro, pero podría tratarse
también de autofagia. Lo que sí parece probado es que,
como acontece en la mayoría de los cefalópodos, Architeuthis
257
sufre mutilaciones en sus extremidades que pueden
regenerarse.
En cuanto a la dieta de los calamares gigantes, pese a
la escasa información disponible, parece muy probable que
sus paralarvas sean planctónicas y, por ello, su alimentación
estaría basada en organismos del zooplancton,
principalmente crustáceos planctónicos. Por otra parte, la
más que probable ausencia de gregarismo en los juveniles y
adultos de Architeuthis afectaría su eficacia para capturar
presas, lo que haría que su comportamiento alimentario
fuese diferente de aquellas especies que forman bancos. Este
comportamiento solitario se infiere, en primer lugar, por la
escasez de registros, los cuales nunca han supuesto más de
tres capturas o avistamientos simultáneos en una misma
zona. Debido a su corpulencia y al reducido tamaño de sus
aletas, parece inviable que los calamares gigantes realicen
grandes migraciones en busca de alimento.
Un cefalópodo gasta aproximadamente ocho veces
más energía que un pez teleósteo para realizar un mismo
desplazamiento. La energía necesaria procede de quemar
proteínas y carbohidratos, lo que es propio de todos
moluscos. Por el contrario, el combustible básico de los peces
son los lípidos. Quemar un gramo de grasa significa obtener
6 kilocalorías, mientras que un gramo de proteínas o
carbohidratos produce 4 kilocalorías. El sistema metabólico
de los cefalópodos está bien adaptado a este tipo de
combustibles, cuyos principales productos finales son
compuestos nitrogenados. Parte de estas sustancias de
desecho son eliminadas por la orina, pero otras se acumulan
en diferentes formas amoniacales en distintas partes del
cuerpo de algunos cefalópodos. En el calamar gigante lo
hacen en su masa muscular y en forma de cloruro amónico,
lo que les proporciona una flotabilidad neutra.
Atendiendo al principio de optimización del gasto
energético, según el cual un depredador debe gastar menos
energía para localizar y capturar una presa que la que vaya a
obtener de la misma, junto al hecho de que la natación a
chorro es muy costosa desde el punto de vista energético, no
parece que los calamares gigantes realicen importantes
258
migraciones horizontales. Sin embargo, como la gran
mayoría de los cefalópodos oceánicos, Architeuthis, parece
realizar migraciones verticales diarias de cierta magnitud, lo
que le permitiría maximizar la amplitud de sus nichos
ecológicos mientras minimiza el riesgo de depredación en las
zonas superficiales de la columna de agua.
Los patrones de migración difieren entre especies y
cambian con la edad y la madurez sexual. Por ejemplo, en el
Atlántico sur, los inmaduros y maduros de Illex argentinus se
alimentan cerca del fondo en la plataforma patagónica
durante el día y migran hacia la superficie durante la noche.
A medida que se aproxima la madurez, se desplazan hacia
aguas más profundas en el talud continental, donde
permanecen cerca del fondo durante el día y se mueven
hacia profundidades comprendidas entre los 200-300 m
durante la noche, para alimentarse de mictófidos. Estos
aspectos son prácticamente desconocidos en Architeuthis,
por lo que cualquier aseveración sería mera especulación. Sin
embargo, los ejemplares capturados en las costas asturianas
lo han sido en redes que faenan para pescar bacaladilla entre
unos 250 y 800 metros de profundidad durante el día. Hasta
ahora sólo han aparecido hembras inmaduras o madurando y
un par de machos maduros, nunca hembras maduras, lo cual
podría estar más relacionado con una posible segregación
espacial que con la migración diaria de una fracción de la
población a zonas más accesibles a los arrastreros.
Existen varios problemas específicos en los análisis de
la dieta de los cefalópodos. Como ya se ha comentado, el
diámetro del esófago apenas puede ampliarse debido a que
se encuentra rodeado por el cerebro, que está envuelto por
un cráneo cartilaginoso. Por ello, aunque los cefalópodos son
capaces de capturar grandes presas, las mandíbulas deben
trocear la carne en pequeños trozos para que puedan ser
ingeridas, y sus partes duras, primordiales para la
identificación de las presas, tales como las vértebras,
otolitos, tegumentos de crustáceos, etc, son frecuentemente
rechazadas. Este rechazo selectivo además de dificultar la
identificación, sesga los datos sobre sus presas y sus
tamaños. Además, su voracidad no disminuye cuando son
259
capturados, habiéndose observado que pueden comer dentro
de las redes de pesca, por lo que sus contenidos estomacales
pueden no reflejar su dieta natural.
Por otra parte, los cefalópodos pelágicos, como los
calamares gigantes, son difíciles de observar directamente en
la naturaleza y más aún bajo condiciones de confinamiento
debido a la necesidad de enormes infraestructuras como
acuarios de gran tamaño. Incluso las especies de aguas
litorales, que son frecuentemente observadas por los
buceadores, son también bastante crípticas, lo que dificulta
la observación de su comportamiento depredador en su
hábitat natural. Por último, las altas tasas de digestión
provocan que muchos ejemplares carezcan de contenidos
estomacales, o que el material hallado en sus estómagos sea
virtualmente inidentificable.
Aunque existen numerosos problemas para estudiar la
alimentación de un cefalópodo, gracias al paciente trabajo de
los investigadores se ha llegado a tener un gran
conocimiento de la dieta de algunas especies. Una revisión
de las presas de los cefalópodos basada en los contenidos
estomacales y observaciones directas, cubriendo un gran
número de especies que representaban varias familias,
demostró que son animales oportunistas, habiéndose
encontrado en sus tractos digestivos representantes de la
mayoría de los grupos de animales marinos, incluyendo
formas inesperadas de cnidarios. No puede obviarse, sin
embargo, que algunos despojos hallados en los estómagos
de estos animales correspondan a presas de sus presas, en
lo que gráficamente se ha denominado “efecto de las
muñecas rusas”, donde las más pequeñas están encerradas
en otras progresivamente mayores.
En general los cefalópodos pelágicos y demersales
neríticos depredan principalmente sobre crustáceos,
poliquetos, peces y cefalópodos. Los juveniles y subadultos
se alimentan principalmente de crustáceos, cambiando sus
hábitos alimentarios hacia peces y cefalópodos con la edad.
Los adultos de especies pelágicas oceánicas comen
principalmente peces, crustáceos y cefalópodos, en orden
decreciente de importancia, mientras los recién eclosionados
260
y juveniles se alimentan en su mayoría de crustáceos
planctónicos, especialmente de copépodos.
Los calamares gigantes pueden considerarse como
cefalópodos oceánicos, ya que, pese a que pueden acercarse
hacia la plataforma continental, su hábitat natural reside en
la columna de agua sobre el talud y los cañones submarinos.
Se conocen muy pocos casos de ejemplares de Architeuthis
que hayan sido capturados o hallados con un estómago
repleto de comida recién ingerida. En varios de los individuos
examinados en Asturias se encontraron restos digeridos
(escamas y otolitos) de bacaladilla en sus contendidos
estomacales, junto con restos de crustáceos y otros de
cefalópodos.
En el caso de las paralarvas y juveniles de
Architeuthis, apenas hay datos sobre su dieta pues hasta
ahora se han obtenido sólo tres ejemplares de pequeño
tamaño (18, 45 y 57 mm de longitud de manto) y, sólo en el
juvenil de mayor talla se encontraron restos de comida en el
estómago, correspondientes a carne digerida y restos de un
teleósteo de pequeño tamaño. Este hallazgo se puede
considerar un hecho que diferencia a los primeros estadíos
del calamar gigante con los de otros cefalópodos oceánicos,
ya que, estas especies se alimentan principalmente de
crustáceos y son muy pocas las citas de restos de peces en
su régimen alimentario durante los primeros estadíos del
desarrollo.
En los calamares gigantes adultos de otras áreas,
como Irlanda, Namibia y Nueva Zelanda, la dieta observada
es parecida aunque, lógicamente, las especies no coinciden.
Los ejemplares capturados en Irlanda se alimentaron
principalmente de jurel (Trachurus trachurus), anchoa de
fondo (Maurolicus muelleri) y bacaladilla (Micromesistius
poutassou) entre los peces; pulpo cabezón (Eledone cirrhosa)
y potarro (Todarodes sagittatus) entre los cefalópodos, y
también de cigala (Nephrops norvegicus), moluscos bivalvos
(Modiolus phaseolinus) y ascidias; estos tres últimos tipos de
presa resultan algo sorprendente para un calamar de este
tamaño que parece tener su hábitat natural en la columna de
agua. Los contenidos estomacales de los ejemplares de
261
Namibia mostraban fundamentalmente restos de
cefalópodos, como joyelurias (Histioteuthis spp) y potas
(Ommastrephes bartramii), especie que es una excelente
nadadora, como lo son las potas neozelandesas (Nototodarus
spp), cuyos despojos se hallaron en los estómagos de
Architeuthis capturados en Nueva Zelanda, junto con restos
de al menos ocho especies de peces, muchos de ellos
macrúridos y peces hacha (Hoplostetus atlanticus). Estos
datos sobre la dieta del calamar gigante corroboran dos
cosas y sugieren una pregunta. En primer lugar, su carácter
oportunista; en segundo término, que, además de depredar
sobre peces y cefalópodos pelágicos y demersales, también
se nutre de especies que se fijan o se entierran en el fondo.
Por último, ¿cómo actúa Architeuthis para capturan especies
de cefalópodos que son notables nadadoras?
Para comprender la ecología trófica de los cefalópodos
resulta indispensable analizar no sólo su comportamiento
depredador y su régimen alimenticio sino también sus
potenciales depredadores. Estos no se encuentran solamente
en los niveles tróficos superiores sino que también pueden
estar en niveles tróficos similares, alimentándose de las
paralarvas y juveniles. Así, los potenciales depredadores de
los cefalópodos se pueden catalogar en tres categorías:
mamíferos marinos, peces y aves marinas. Por supuesto, la
importancia de cada uno de ellos es diferente, ya que su
rango de presas está determinado por su hábitat.
Circunscribiéndonos a los calmares gigantes, es obvio que no
existe un amplio elenco de posibles depredadores, al menos
si nos referimos a los animales de mayor tamaño. Sin
embargo, sus paralarvas y juveniles deben constituir parte
de la dieta de peces y otros organismos de tamaños
inferiores. Tal y como acontece en otros aspectos de la
bioecología de Architeuthis, su aparición en la dieta de la
mayoría de sus depredadores potenciales es relativamente
escasa. Sin embargo, señalar cuales son los potenciales
depredadores de los calamares gigantes es necesario, ya que
esto nos permitirá una mejor comprensión de su posición en
la trama trófica del ecosistema.
262
Fig. 61. Los mamíferos marinos son los principales
depredadores de los cefalópodos. En la foto, un delfín trata
de capturar un pulpo.
263
cachalote (Physeter macrocephalus). La relación entre estos
dos colosos marinos se hace evidente no solamente por la
presencia de picos y restos de Architeuthis en los estómagos
de los cachalotes, sino también por las marcas de ventosas
que aparecen frecuentemente cerca de la boca de estos
cetáceos. Estas marcas o cicatrices pueden llegar a ser de
gran tamaño, lo que ha llevado en el pasado a
extrapolaciones que apuntan hacia la idea de que los
calamares gigantes podrían llegar a pesar varias toneladas.
Sin embargo, actualmente se considera que estas cicatrices
han podido ser producidas años antes de la captura del
cachalote, cuando este tenía un tamaño menor y así, con el
paso del tiempo y el crecimiento del animal, las marcas
también habrían crecido de tamaño. Lo que nadie duda es
que los calamares gigantes se resisten a ser capturados
pero, a pesar de la mitología y las leyendas sobre una lucha
encarnizada, parece obvio que ésta es a todas luces desigual,
y tiene con un claro favorito: los cachalotes.
264
En todos los océanos del mundo los estudios sobre el
régimen alimentario de los cachalotes muestran que
depredan sobre 19 familias de cefalópodos incluyendo los
Architeuthis. Además. Parece ser que estos animales son la
presa más frecuente de los ejemplares que habitan las aguas
del Atlántico norte y de Hawaii. Se ha estimado que los
cachalotes consumen entre 200 y 300 millones de toneladas
anuales de cefalópodos. Centrándonos por ejemplo en las
Azores, las estimaciones realizadas indican que los
cachalotes que habitan esta zona del Atlántico consumirían
unas 373.000 toneladas anuales de cefalópodos, de la cuales
45.000 toneladas pertenecerían a Architeuthis.
Entre los odontocetos de menor tamaño, se han
encontrado restos de calamares gigantes en algunas especies
de delfines de los géneros Stenella y Ziphius.
Los peces constituyen alrededor de la mitad de las
especies de vertebrados existentes, totalizando
aproximadamente 21.700 especies vivientes, de las que el
58% son marinas. Muchas de estas especies se alimentan de
cefalópodos en mayor o menor medida, pero su escasa
importancia relativa en relación con otros componentes de la
dieta hace que estos moluscos marinos no sean citados
frecuentemente como una fracción importante de su régimen
alimentario. Desafortunadamente, el estudio de la dieta de
los peces no representa un importante avance para la
comprensión de la ecología de los calamares gigantes, ya
que raramente se han encontrado restos de estos
cefalópodos en sus contenidos estomacales. Residuos de
Architeuthis se han encontrado en los estómagos de varias
especies de tiburones, entre los que destacan el tiburón
portugués (Centroscymnus coelolepis), el alicorto (Isurus
oxyrinchus), el tiburón azul (Prionace glauca), el tiburón
dormilón antártico (Somniosus antarcticus) y el pez martillo
(Sphyrna zygaena).
En el caso de los atunes, depredadores oportunistas
que ingieren cualquier presa abundante presente en el área
donde viven, se han observado despojos de Architeuthis en
la albacora (Thunnus alalunga) y el patudo (Thunnus
265
obesus). El pez sable, Alepisaurus ferox, prefiere
cefalópodos gelatinosos bastante pasivos, como
histiotéutidos, batitéutidos y cránchidos, habiéndose
encontrado también restos de calamar gigante en sus
contenidos estomacales. Otro importante depredador de
cefalópodos es el pez espada (Xiphias gladius), que depreda
sobre peces y cefalópodos, siendo los primeros el
componente principal de su dieta. Entre los cefalópodos, los
omastréfidos constituyen la fracción más importante en peso
de su dieta, pero también se han hallado restos de individuos
de otras diez familias, incluidos los Architeuthidae.
Es bastante probable que cuando se profundice en el
estudio de la dieta de peces demersales de profundidad se
encuentren restos de Architeuthis de pequeño tamaño, ya
que suelen capturar presas pelágicas que realizan
migraciones verticales diarias en la columna de agua y se
acercan al fondo. Por otra parte, las paralarvas y juveniles de
los calamares gigantes deben ser presa de numerosas
especies pelágicas de peces, siendo su ausencia explicable
por la escasez de estudios, la relativa poca abundancia de
estas, su gran dispersión y la errónea identificación de sus
restos.
Existe muy pocas evidencias que indiquen que las
aves marinas consuman selectivamente cefalópodos. Por ello,
aunque muchas especies son frecuentes en sus contenidos
estomacales, ello probablemente refleja una cuestión de
accesibilidad por tamaño o distribución más que una
preferencia específica. Existen muy pocos registros de
calamares gigantes en la dieta de las aves marinas, lo que no
representa una sorpresa debida a que el hábitat de los
calamares gigantes no es alcanzable por ningún ave marina.
266
Fig. 63. Pez espada Xiphias gladius
267
Fig. 64. Las aves marinas son probablemente depredadores
oportunistas y carroñeros de los cefalópodos.
268
Comportamiento
269
En un cefalópodo como el calamar gigante se
distinguen cinco tipos de centros o lóbulos en el sistema
nervioso central: 1) Los centros nerviosos inferiores, situados
en los ganglios acetabularios y braquiales de la región
subesofágica del cerebro, cuya estimulación sólo genera
respuestas motoras de un efector concreto. 2) Los centros
motores intermedios, ubicados en diferentes zonas de la
región subesofágica, cuya estimulación provoca el
movimiento de numerosas partes del cuerpo, como por
ejemplo la eyección de los tentáculos para capturar una
presa, pero los movimientos que controlan no se organizan
en secuencias de comportamiento. 3) Los centros nerviosos
superiores, situados en la región subesofágica, compuestos
por diferentes lóbulos cuya estimulación provoca la actividad
de numerosos órganos efectores. Así por ejemplo, el lóbulo
pedunculado recibe información de las fibras ópticas y de los
estatocistos y manda señales que se relacionan con el control
motor visual y estático del animal. Su ablación impide
cualquier tipo de movimiento. 4) Los centros de análisis de
los órganos receptores o centros sensoriales primarios,
situados en la región supraesofágica del cerebro, están
compuestos por lóbulos que analizan la información recibida
por los órganos de los sentidos y elaboran las respuestas en
función de los cambios de situación que se presenten. 5) Los
centros auxiliares de la memoria, situados en los lóbulos
superiores, verticales y subfrontales de la región
supraesofágica, pueden considerarse como el equivalente de
las regiones asociativas del cerebro de los vertebrados.
La conducta de los cefalópodos implica una gran
cantidad de partes corporales cuyos constituyentes básicos
son tres: elementos, constituidos por los cromatóforos, las
células reflectantes (iridóforos y leucóforos), los fotóforos, los
músculos y los órganos internos. Unidades o suma de
distintos elementos. Y componentes, que son la unión de
diferentes unidades. Los componentes pueden ser cromáticos
(bandas, ocelos, etc.), texturales (piel lisa o rugosa),
posturales (brazos extendidos o cabeza y brazos
sobresalientes) y locomotores (en reposo, enterrándose en la
arena, nadando a propulsión a chorro o por impulso de las
270
aletas, etc.). De esta forma, cualquier pauta corporal puede
definirse por la adición de componentes cromáticos,
texturales, posturales y locomotores. Estas pautas pueden
ser crónicas (constantes) o agudas (pasajeras). Todas estas
pautas corporales son, en sí mismas, componentes de las
secuencias de conducta que presentan los cefalópodos. Así
por ejemplo, la secuencia que conforma el ataque visual de
un choco a una presa, está constituida primero por una pauta
o etapa de atención, después por un posicionamiento del
depredador respecto a la presa y, por último, del ataque con
apresamiento, y cada una de esas pautas tiene sus
componentes cromáticos, posturales, texturales y
locomotores específicos.
Otro aspecto fundamental de la conducta de los
cefalópodos es su comportamiento defensivo ante un
depredador. Lo primero que se manifiesta cuando se
produce
271
el ataque es una cripsis (camuflaje u ocultación), que
consiste en la adopción de una coloración protectora que
imita el ambiente circundante. Los tipos de cripsis son muy
variados, dos de ellos son el contrasombreado u ocultación
de la sombra que proyecta el animal hacia abajo cuando
nada de día entre aguas, y la coloración disruptiva o parecido
engañoso, que rompe la unidad corporal, lo que provoca que
el depredador se decepcione y no ataque. Si la cripsis falla,
entonces el cefalópodo puede desaparecer del escenario bien
sea escapando (nadando a reacción, enterrándose o
"volando" fuera del agua) o mediante un comportamiento
deimático, es decir, bravucón y amenazante. Este tipo de
conducta intenta espantar al depredador. Las actitudes
deimáticas más comunes son la flamígera o llamativa, la
formación de bandas de diferentes colores, la presentación
de ocelos, y los cambios súbitos de coloración que recorren
todo el cuerpo del animal modo de ondas. Este tipo de
actitudes son tan impredecibles y erráticas que se denominan
proteúsicas, nombre que deriva del dios griego Proteus, que
variaba constantemente de forma y color. Al producirse un
polimorfismo tan cambiante el depredador se confunde y su
potencial ataque queda inhibido. Un cefalópodo amenazado
puede también escapar de un depredador formando falsas
imágenes o fantasmas por expulsión de su tinta, o bien
puede dejar al depredador una parte de su cuerpo
(normalmente un brazo), que se autotomiza, para
entretenerlo. Cuando el cefalópodo es social, puede formar
un cardumen, con lo que el depredador pierde la noción de
individualidad y duda al atacar. Las defensas agresivas son,
sin embargo, raras en los cefalópodos.
En la reproducción los comportamientos son también
muy diversos como se vio en la sección dedicada a ello
dentro de este capítulo.
Un aspecto muy interesante de los cefalópodos es que
pueden comunicarse entre sí mediante señales posturales,
locomotoras, texturales y cromáticas. Las primeras pueden
ser del cuerpo entero (aplanamiento, extensión o despliegue
del cuerpo, orientación hacia el receptor, etc.) o únicamente
272
de los brazos (de uno sólo, de un par, de todos juntos,
bajados, extendidos, separados, juntos, presentando las
ventosas, o el hectocotilo, etc.). Las señales locomotoras
varían desde un posicionamiento determinado (por ejemplo
nadando en paralelo) hasta la persecución. Las texturales
consisten básicamente en mostrar el cuerpo liso o rugoso.
Por el contrario, las señales cromáticas son muy variadas:
palidecimiento y obscurecimiento general, destellos, oleada
de nubes obscuras, moteado, franjas, barras o bandas claras
y obscuras, lunares, manchas brillantes, anillos iridiscentes,
bordes de las ventosas obscuros, mitad del cuerpo de un
color y la otra de un color distinto, gónadas de color blanco
acentuado, glándulas accesorias rojas, emisión de luz por los
fotóforos internos o externos, etc.
Los cefalópodos además de ver excepcionalmente no
son sordos, habiéndose observado que son capaces de
detectar sonidos de baja frecuencia. Esto, ligado con la
existencia de receptores de presión (análogos a los
existentes en la línea lateral de los peces teleósteos), hace
que nos hallemos en presencia de unos animales que reciben
numerosísimas y complejas señales del exterior, cuyo
cerebro analiza y asocia, y del que parten órdenes hacia los
efectores, de todo lo cual se guarda memoria, más o menos
persistente según sea la importancia de la situación para la
supervivencia del individuo y su reiteración.
Realmente es muy poco lo que se conoce de la
etología de los calamares gigantes del género Architeuthis.
La principal razón de esta carencia de conocimientos es que
nunca se les ha podido observar vivos, sino, todo lo más,
moribundos. Sin embargo, a partir de los datos que
proporcionan sus registros se ha podido realizar una
actuación detectivesca que permite ofrecer algunas
suposiciones y sugerencias. La estructura y organización de
las criaturas pertenecientes a este género muestran ciertas
características paradójicas. Son sin duda los invertebrados de
mayor tamaño, pudiendo alcanzar hasta media tonelada de
peso o incluso más, pero la musculatura de su manto y
brazos no está particularmente bien desarrollada. Por otra
parte, hay muchos espacios rellenos de cloruro amónico que
273
les confiere flotabilidad neutra. Este hecho lo conocen desde
hace mucho tiempo los pescadores de muchos lugares, que
los recogían flotando y los utilizaban como un buen cebo. Las
aletas no son especialmente anchas ni fuertes y las fibras
nerviosas gigantes son mucho menores que las encontradas
en el calamar común (250 micras de diámetro frente a cerca
de 1000). Por otra parte, la morfología y el tamaño de los
estatocistos tienen las características propias de cefalópodos
poco activos y que flotan, con el cuerpo probablemente
inclinado y con la cabeza hacia abajo cuando están entre
aguas. Este cuadro nos presenta a una criatura que se debe
mover lentamente y no a un cazador agresivo. Sin embargo,
en sus estómagos se han hallado restos de peces que son
relativamente buenos nadadores, así como crustáceos y
otros cefalópodos, que no son precisamente nadadores
lentos. Por otra parte, el calamar gigante tiene un pico bien
desarrollado y una musculatura bucal poderosa, junto a
ventosas grandes con anillos córneos denticulados tanto en
brazos como tentáculos, los cuales son muy largos.
Finalmente, el cerebro posee un lóbulo braquial bien
desarrollado, el cual controla el movimiento de los apéndices.
Estas características, propias de cazadores muy activos,
introducen numerosas incógnitas sobre la forma como el
Kraken captura a sus presas. Por una lado, existen algunas
opiniones que los equiparan a carroñeros inactivos, que
estarían flotando a la espera de sus presas cerca del fondo,
más que a activos depredadores. Pudiera ser que
Architeuthis acechase verdaderamente, en solitario y
flotando pasivamente a media agua, el paso de un banco de
peces o de un grupo de cefalópodos o crustáceos. El ataque
se desencadenaría cuando estuviese a la distancia adecuada,
cálculo para el que precisaría distinguir perfectamente cada
presa dentro del cardumen y sobre el fondo marino. Si
Architeuthis es capaz, como hacen otros cefalópodos
pelágicos, de discriminar la luz polarizada, tendría resuelto
ese problema. Luego de situarse a cierta distancia, por
economía energética, debiera capturar sus presas una a una
y con gran precisión, para lo que utilizaría sus largos
tentáculos, mientras su enorme cuerpo quedaba a prudente
274
distancia y dentro de una envolvente y segura penumbra.
Pero nada de esto se ha visto todavía y todo son
suposiciones.
En términos absolutos, los ojos de Architeuthis son los
mayores del reino animal, pero esto no es así en términos
relativos ya que otros cefalópodos que viven en ambientes
abigarrados, como fondos coralígenos o en áreas de roca,
arenales cubiertos por vegetación y otras zonas fangosas,
poseen ojos que en proporción con su cuerpo o su sistema
nerviosos, son mayores. Ello es consecuencia de que la
capacidad y complejidad cerebral está relacionada con la
complejidad del hábitat. Esto implica también una elevada
variedad y riqueza de patrones de comportamiento, debida
principalmente, pero no sólo, al número y variedad de
componentes cromáticos que despliega el cefalópodo. Las
funciones de las pautas corporales incluyen, entre otras, el
camuflaje o coloración críptica y la comunicación.
Las especies activas durante las horas diurnas y que
moran en ambientes complejos han desarrollado ricos
repertorios de pautas corporales. Por el contrario, aquellas
que viven en ambientes simples o monótonos, como las
aguas pelágicas profundas donde moran los calamares
gigantes y son preferentemente nocturnas, tienen repertorios
más pobres. En el caso que nos ocupa, y como se deduce a
partir de los cadáveres estudiados de Architeuthis, su cuerpo
parece poseer pocos elementos cromáticos ya que no se han
observado fotóforos y los cromatóforos de las capas
tegumentarias que envuelven el cuerpo, la cabeza y los
brazos, así como los internos son básicamente de un único
tipo. Por otra parte, parecen carecer de iridóforos o
leucóforos y los músculos no son apropiados para
proporcionar a los individuos importantes cambios texturales
(piel lisa o rugosa). Además, el repertorio de pautas
posturales y locomotoras parece también limitado en
Architeuthis. En este limitado rango de información en que
nos movemos algo pueden ayudarnos las observaciones de
personas que tuvieron ocasión de estar junto a un calamar
gigante moribundo o recién muerto. Estas personas
describen su color variando entre el rojizo oscuro al castaño
275
púrpura en el dorso y más blanquecino en la región ventral.
Muchos observaron la existencia de cambios de color vívidos
que iban desde un rojo carmín al blanco. No sería pues de
extrañar que en perfectas condiciones y en su hábitat
natural, Architeuthis pudiese manifestar varias pautas
cromáticas y, desde luego, está en disposición de tener cierto
repertorio de pautas corporales. Hay que volver a insistir, sin
embargo, que todo esto son suposiciones inferidas a partir
del examen de individuos moribundos.
Por otra parte, los lóbulos ópticos del calamar gigante
son relativamente más pequeños que los de otras especies
de cefalópodos. Comparando la relación entre la complejidad
del hábitat de los cefalópodos clasificándola según
parámetros como luz, actividad y profundidad, se pueden
definir seis categorías: 1) formas con comportamiento diurno
que moran en hábitats claros; 2) comportamiento nocturno
en hábitat turbios; 3) formas activas de entre aguas; 4)
formas pasivas de entre aguas; 5) formas sublitorales y
batiales; y 6) formas abisales. Si, junto a estas categorías se
incluye un índice relativo al tamaño del Lóbulo Optico (ILO),
definido como el
400
300
OLI
200
100
0
0 1 2 3 4 5 6 7
Luz, actividad y profundidad
276
gigante estaría entre las especies pasivas que habitan entre aguas
de escasa luminosidad.
277
Capítulo 6
278
Fig. 67. Ejemplar de la cranquiluria Onykia sp.
279
familia Thysanoteuthidae, que posee grandes aletas
romboidales y que alcanza tamaños de hasta 2 metros de
longitud total.
Sin embargo, no todos los cefalópodos gigantes son
calamares o potas, sino que también existen pulpos
gigantescos, como Enteroctopus dofleini y Haliphron
atlanticus. El primero se considera el pulpo gigante por
antonomasia. Se trata de una especie relativamente común,
que habita las aguas del Pacífico Norte que bañan América
del Norte y el continente asiático hasta Japón, alcanzando
hasta 3 metros de longitud total y unos 80 Kg de peso,
aunque hay citas no refrendadas de hasta 200 Kg y cerca de
9 metros de longitud total.
Recientemente se ha capturado un gran ejemplar de
pulpo pelágico de profundidad, cuya longitud total era de casi
3 metros y pesaba 61 Kg. Este ejemplar corresponde a la
especie Haliphron atlanticus, un pulpo gelatinoso de
considerables dimensiones que, hasta esa fecha, se pensaba
sólo podía alcanzar los 2 metros de longitud total. Debido a
la escasez de material se desconoce cual puede ser el
tamaño máximo que alcanza esta especie, así como
numerosos aspectos de su historia natural.
280
Por lo tanto, junto al Architeuthis existen otras
especies de calamares gigantes que podrían ser objeto de
confusión para el neófito. A continuación se presenta una
breve visión sobre la biología y ecología de las especies más
relevantes, así como los principales caracteres que las
diferencia del genuino calamar gigante.
281
Fig. 70. A la izquierda (A) se muestra un momento de la disección
del ejemplar de Taningia danae de mayor tamaño capturado en el
mundo (124 Kg. de peso), que fue pescado en el caladero de
Carrandi (Asturias) el 30 de octubre de 2000. A continuación se
representa el rango de distribución de la especie (B), y el fotóforo
compuesto que hay en el ápice de cada segundo par de brazos de
un adulto: cerrado (C) y abierto (D)
282
superficie, sobre todo en el caso de los juveniles, hasta más
de 1000 m de profundidad (adultos). No obstante, estos
animales también parecen desplazarse hasta cerca del fondo
marino, tal y como sugiere la captura de la mayoría de los
ejemplares de Asturias, realizada por barcos que operan con
artes de arrastre demersal y bentónico. Los adultos de esta
especie poseen una coloración entre rojo burdeos y pardo
castaña distribuida homogéneamente a lo largo de todo el
animal. Se alimentan de peces pelágicos, crustáceos
decápodos y cefalópodos. Entre sus principales depredadores
se pueden citar grandes peces, como varias especies de
atunes, el pez sable (Alepisaurus ferox), y el tiburón
portugúes (Centroscimnus coelopis). También es parte de la
dieta de varios mamíferos marinos, como los elefantes
marinos (Mirounga angustirostris), el delfín de frente plana
(Hyperoodon planifrons) o el cachalote (Physeter
macrocephalus), constituyendo además alimento de de
varias aves marinas como el albatros errante (Diomedea
exulans). Estos depredadores capturan ejemplares de
Taningia danae en diferentes estadíos de su ciclo vital, desde
juveniles a adultos, y en océanos tan distantes como el
Índico, el Pacífico tropical, el Atlántico noreste y sudoeste o
el Antártico.
Externamente, el dimorfismo sexual se manifiesta
únicamente en que las hembras adultas son mucho mayores
que los machos, y en que éstos poseen un pene que
sobresale del manto. La fecundidad potencial de una hembra
madura es cercana a los cinco millones de ovocitos, lo que no
quiere decir que todos ellos se conviertan en huevos o
paralarvas viables, por lo que su fecundidad real es
desconocida aunque podría acercarse al millón de huevos. El
tamaño de los ovocitos de una hembra madura se
desconoce, sin embargo los de una hembra en avanzado
estado de madurez midieron entre 0,4 y 1,0 mm, lo que
sugiere que los recién eclosionados deben tener tallas
comprendidas entre 2 y 3 mm. Además, los estudios
reproductivos realizados indican que las hembras de esta
especie tienen una estrategia reproductiva de tipo desove
múltiple, lo cual implica que los huevos de la hembra son
283
puestos en diferentes episodios de desove, es decir, se
realizaría por tandas y en etapas durante un periodo que
puede llegar a durar uno o varios meses, y que durante este
tiempo la hembra sigue creciendo. Este tipo de estrategia
reproductiva es característica de ecosistemas relativamente
estables que presentan alteraciones periódicas. La captura de
la mayoría de los ejemplares en la columna de agua, pero
próximos al fondo, sugiere que el desove se realice cerca del
mismo, aunque se desconoce si la puesta se fija a algún
sustrato, o por el contrario las masas de huevos son
pelágicas y flotan libremente en la columna de agua.
La primera referencia de T. danae en aguas españolas
data del año 1966, cuando se encontraron 10 picos de varios
ejemplares en el contenido estomacal de un cachalote
capturado frente a la costa de Vigo. Posteriormente, se
encontraron restos de otros ejemplares en el estómago de un
cachalote capturado frente a la costa de Galicia en 1974. Sin
embargo, tuvieron que transcurrir más de 25 años para
obtenerse el primer ejemplar capturado aguas gallegas, que
se trasladó posteriormente a la lonja de Vigo. De este
animal, que pesaba unos 45 Kg, desafortunadamente, sólo
se pudo recuperar algunas vísceras (incluido el estómago, el
ovario y los oviductos), junto a la cabeza y los brazos, pero
el resto del cuerpo se perdió. Los registros recientes de la
especie en España vienen de aguas asturianas donde cuatro
ejemplares se capturaron en el año 2000, y otros tres más
entre 2002 y 2004.
Los ejemplares capturados en el año 2000 en aguas
asturianas eran un macho de 19 Kg. y dos hembras de 124 y
66 Kg. capturados en el caladero de Carrandi, a
profundidades comprendidas entre 400 y 600 m durante el
otoño de ese año. Los otros animales obtenidos
posteriormente se capturaron entre Carrandi y las aguas
situadas frente a Ribadesella a una profundidad similar a los
anteriores, variando sus pesos entre 12 y 104 Kg. Seis de los
siete ejemplares estudiados, todos ellos en excelente estado,
eran hembras inmaduras y no fecundadas, siendo una de
ellas el ejemplar más grande capturado hasta la fecha (124
Kg.). El espécimen macho capturado estaba completamente
284
maduro y pesaba tan solo 19 Kg. Los rasgos más
sobresalientes de este macho fueron la presencia de un pene
de 73 cm, que sobresalía 17 cm por fuera de la apertura del
manto, y cuya longitud corresponde al 102% de la longitud
de su manto, y la presencia de varios espermatóforos con
una longitud promedio de 170 mm. Considerando la carencia
de hecocotilización y la presencia de un pene de gran tamaño
en los machos maduros de Taningia danae, parece que la
reproducción de esta especie podría asemejarse a lo
observado en la familia Architeuthidae, donde el macho
inyecta a presión los espermatóforos en el cuerpo de la
hembra.
La edad de los ejemplares capturados en Asturias se
estudió a partir de los estatolitos de dos hembras de 66 y
124 Kg. de peso fresco. Estas estructuras duras se pulieron
por ambas caras y se estudiaron utilizando un microscopio
óptico con la ayuda de un sistema de análisis de imagen con
objeto de poder visualizar las bandas o anillos de deposición.
Es importante destacar que la deposición diaria no está
validada en esta especie, aunque sí lo está en otros
cefalópodos. Sin embargo, si se asume que los anillos se
depositan diariamente, la edad estimada para estos
ejemplares sería de 21 y 33 meses, respectivamente. Esta
estimación es importante si se compara con las realizadas
para ejemplares de Architeuthis utilizando la misma
metodología, pues los calamares gigantes, que eran también
hembras inmaduras de gran tamaño (más de 100 Kg.),
tenían una edad máxima estimada de un año. Según esto, la
edad del calamar gigante es sensiblemente inferior a los tres
años observados en Taningia danae, lo que indica que el
calamar gato crece a un ritmo inferior y es más longevo que
el calamar gigante.
285
cefalópodos nectónicos de la familia Ommastrephidae que,
además, corresponde a una especie intensamente explotada
por flotas pesqueras especializadas en las costas de México y
Perú. Los omastréfidos son uno de los grandes nadadores del
océano pues poseen una poderosa musculatura y una forma
hidrodinámica tal que les permite nadar a gran velocidad y
ser activos depredadores, realizando migraciones de miles de
kilómetros. Su forma es la de un gran calamar con grandes
aletas, que se caracteriza por poseer un cartílago de cierre
del sifón con el manto con forma de T invertida y el que sus
ojos están expuestos al agua de mar, es decir, no recubiertos
por una membrana cornea. Una particularidad de estos
animales es que todos ellos poseen un tipo de paralarva muy
característica denominada Rhynchoteuthion, que se distingue
por tener los tentáculos fusionados en una probóscide, que
se van separando durante el crecimiento.
286
Dosidicus gigas se caracteriza además por tener un
manto muy robusto, unas anchas y musculosas aletas
romboidales, que ocupan entre el 45 y 56% de la longitud
del manto, y poseer los extremos de sus brazos de forma
aguzada con entre 100 y 200 diminutas ventosas. Su
coloración es rojo-violeta y carece de grandes fotóforos en la
piel, si bien pueden existir algunos de pequeño tamaño
durante algún periodo de su ciclo de vida. Aunque pueden
alcanzar entre 1,2 y 1,5 m de longitud del manto, unos 4
metros de longitud total y hasta 150 Kg. de peso,
generalmente su tamaño oscila entre los 20 y 50 cm. de
longitud del manto, lo que corresponde a 1 ó 2 metros
totales, con pesos que varían entre 10 y 35 Kg.
La especie fue descrita por d’Orbigny en 1835 sobre
ejemplares capturados en las costas de Chile y es el “calamar
gigante” más conocido de toda la costa americana del
Pacífico. Dosidicus gigas habita el Pacífico oriental y se
considera una especie nerítico oceánica de aguas tropicales y
subtropicales que se puede encontrar frente a la costa de
América entre el norte de California (40-45ºN) y el sur de
Chile (47-47ºS), aunque es más abundante entre los 30º N y
los 25ºS. Su distribución longitudinal es máxima en el
ecuador, abarcando desde la costa americana hasta los 125-
140ºW, desde donde se va estrechando hacia el norte y el
sur, y siempre hacia la costa. En general, parece habitar
zonas de alta productividad marina dominadas por los giros
oceánicos y bajo la influencia de las corrientes de California y
de Humboldt.
Dosidicus gigas habita un rango de profundidades que
varía entre la superficie y los 1200 metros. Recientes
estudios realizados colocando transmisores en ejemplares
vivos y monitorizando sus desplazamientos, indican que los
adultos suelen desplazarse en la capa de agua de 0 a 200
metros de profundidad durante la noche y entre los 800 y
más de 1000 metros de profundidad durante el día. A
diferencia de Architeuthis, que parece ser una especie de
aguas frías, el calamar gigante de Humboldt habita
principalmente aguas cálidas entre 15 y 28ºC, aunque
287
Fig. 72. Distribución geográfica de Dosidicus gigas
288
grandes varazones en las playas, colapsa las pesquerías
locales constituidas por sus presas. Las últimas veces que se
han producido estas invasiones en la costa chilena, durante
la década de 1990 y en los primeros años del 2000, su efecto
sobre los ecosistemas y en las pesquerías locales de Chile, ha
sido importante.
Las varazones de Dosidicus gigas son periódicas,
aunque su intensidad es muy variable. En Chile se tienen
registros históricos sobre este fenómeno, que indican que en
marzo de 1930 tuvo tal magnitud que bloqueó parte del
puerto de Talcahuano (centro-sur de Chile). Por el contrario,
durante la década de 1970 la especie prácticamente
desapareció de las costas chilenas. Posteriormente, ya por la
década de 1990 y 2000, se han observado grandes
concentraciones de D. gigas frente a las costas de Chile y se
han repetido, aunque no a gran escala, las varazones en sus
costas. Debido a que casi cualquier calamar grande que
aparece en las costas pacíficas de América a priori es
catalogado como perteneciente a esta especie a menos que
un experto tenga la oportunidad de estudiarlo, no es de
extrañar que existan muy pocos registros de Architeuthis,
sobre todo en Centro y Sudamérica, donde hay pocos
teutólogos.
289
Como se trata una especie explotada comercialmente,
gran parte del conocimiento sobre su biología y ecología
proviene del estudio de sus pesquerías. Al parecer, la especie
está dividida en dos poblaciones separadas, una asociada a
la corriente de Humboldt y otra al Golfo de California. A su
vez, en cada población se reconocen tres grupos de talla:
uno de ejemplares de pequeño tamaño (130-340 mm de
manto), otro de ejemplares medianos (240-600 mm de
manto) y un tercer grupo de ejemplares gigantes (400-1500
mm de manto). La presencia de varios grupos de talla es una
característica ya observada en otras especies de
omastréfidos, como en el caso de Sthenoteuthis oualaniensis,
y podría corresponder a la existencia de subpoblaciones
dentro de la propia población. Los tres grupos habitarían las
mismas zonas, aunque los gigantes parecen ser más
comunes en los extremos norte y sur de la distribución de la
especie.
Dosidicus gigas está entre los omastréfidos con
mayores tasas de crecimiento observadas, ya que diversos
estudios realizados utilizando seguimiento de tallas en la
población, incrementos en los estatolitos y marcas de
crecimiento en el gladio indican que este animal crece muy
rápidamente y vive generalmente un año. El crecimiento de
las paralarvas y juveniles es extremadamente rápido ya que
desde su eclosión, con 1,1 mm de manto, alcanzan entre 100
y 270 mm de manto en 45 a 55 días. Parece que el
crecimiento se reduce en los adultos cuando comienza la
maduración, pero no se detiene, ya que pasa de 0,8-1,5% en
juveniles a 0,2-0,4% al día en adultos.
El calamar gigante de la corriente de Humboldt es uno
de los cefalópodos con mayor fecundidad potencial que se
conoce, ya que el ovario de una hembra puede llegar a tener
hasta 32 millones de ovocitos, aunque esta cantidad
generalmente oscila entre 0,3 y 13 millones. Por su parte, los
machos pueden acumular entre 300 y 1200 espermatóforos
de entre 25 y 35 cm de longitud para la cópula. Como la
hembra no puede evacuar por los oviductos más del 10% de
los ovocitos maduros que posee el ovario a la vez, lo más
probable es que esta especie tenga una puesta múltiple
290
dentro de un ciclo reproductivo único. Aunque hay
ejemplares maduros con capacidad para reproducirse todo el
año, el principal periodo de reproducción parece acontecer
durante la primavera y principios del verano. Las zonas de
reproducción de Dosidicus gigas están situadas sobre el talud
continental o en aguas oceánicas adyacentes, asociadas a
áreas de alta productividad primaria y localizadas entre los
25ºN y 20-25ºS y a una distancia de entre 50-150 a 200-250
millas náuticas de la costa.
La cópula parece ocurrir cerca de la superficie y ha
sido observada en una ocasión por el investigador A.V.
Parfenjuk, quien vio a dos ejemplares nadando en la
superficie durante la noche: en un momento determinado el
macho se puso a nadar lentamente cerca de la hembra por
alrededor de unos 20 segundos para luego aproximarse y
copular con ella enlazando los tentáculos cabeza contra
cabeza durante unos 50 segundos y manteniéndose a flote
mediante el movimiento suave de sus grandes aletas. Una
vez completada la cópula ambos ejemplares se separaron.
Se desconoce cómo es la puesta de esta especie,
aunque se supone que es pelágica y flota a media agua
llevada por las corrientes. Varios experimentos en laboratorio
indican que el desarrollo embrionario es muy rápido,
pudiéndose completar en 6 a 9 días a 18º C, después de lo
cual nace una paralarva Rhynchoteution característica.
Durante su crecimiento, los ejemplares pasan por las etapas
de paralarva (1-10 mm de manto), juvenil (10-100 mm),
subadulto (100-350 mm) y adulto (más de 350 mm), que
implican cambios en su morfología, dieta y hábitat. Por
ejemplo, los juveniles y subadultos desarrollan varios
fotóforos oculares y dos intestinales, que producen luz
azulada-verdosa, los cuales están ausentes en las paralarvas
y los adultos.
Los juveniles de la especie son más activos que los
adultos y se desplazan generalmente en cardúmenes de 20 a
50 ejemplares nadando muy rápido y pudiendo incluso llegar
a saltar fuera del agua. Los subadultos se agrupan en
cardúmenes de 20 a 1200 ejemplares, pero son menos
291
activos. Finalmente, los adultos se mueven solos o en grupos
pequeños de entre 2 y 12 ejemplares.
Dosidicus gigas es un activo y muy agresivo
depredador cuyas presas son copepodos, amfipodos,
eufausidos, crustáceos pelágicos, el cangrejo rojo
(Pleuroncodes planipes), cefalópodos, otros moluscos y
peces. Este amplio espectro y la importancia de cada tipo de
presa va cambiando según Dosidicus crece. Así, en
ejemplares juveniles los invertebrados macroplanctónicos
son muy importantes mientras que en los adultos los peces y
los cefalópodos son el principal componente de su dieta. En
los adultos se ha observado que casi un 30% de la dieta
corresponde a cefalópodos y que, de estos, la mayoría son
casos de canibalismo. Tal es el grado a agresividad de esta
especie que se ha observado que muchos ejemplares son
atacados por otros de la misma especie al ser pescados e
izados a bordo y, en más de un caso, sólo a llegado la cabeza
al barco ya que el cuerpo se lo habían comido durante la
maniobra de izarlo a bordo. Incluso se han documentado de
ataques de estos calamares a buzos, aunque se trata de
casos relativamente aislados y bajo circunstancias especiales.
Los principales depredadores de Dosidicus gigas son
peces como los atunes, tiburones, pez espada, etc, aunque
también es consumido por otros cefalópodos, ya sea de su
misma especie u otros omastréfidos (Sthenoteuthis
oualaniensis por ejemplo), aves marinas como las gaviotas y,
finalmente, por mamíferos marinos.
El calamar de Humbolt es uno de los recursos con
mayor biomasa estimada, ya que se calcula que ésta alcanza
unas 7 a 10 millones de toneladas. Este es el motivo por el
cual la especie es fuertemente explotada en pesquerías
especializadas de aguas de México y, sobre todo, Perú, que
llegan a extraer hasta 200 mil toneladas anuales. Como la
especie experimenta importantes migraciones entre el norte
y sur, estas pesquerías fluctúan dependiendo de la
abundancia del recurso en cada zona, situación que se
agrava cuando ocurren fenómenos como El Niño, que alteran
completamente las distribuciones y abundancias de la
especie en toda su área de distribución.
292
La cranquiluria antártica Mesonychoteuthis hamiltoni.
293
dos tercios distales del funículo de los tentáculos hay varias
series de ventosas y almohadillas. Dentro de las
características más llamativas de esta especie están la
presencia de un órgano luminoso o fotóforo sobre cada ojo
en forma de media luna, dentro de cuya concavidad hay otro
más pequeño y oblongo; y el que sus aletas sean terminales
y ovaladas, careciendo de lóbulos anteriores y extendiéndose
a lo largo de toda la región posterior del manto, que es
bastante acuminado. Esta especie posee un manto cuyas
paredes son muy gruesas (6 cm) y de consistencia algo
gelatinosa.
Muy poco se conoce sobre la biología y ecología de
este calamar gigante antártico, que tampoco nunca ha sido
observado vivo en su ambiente natural. La distribución de la
cranquiluria antártica es circumpolar, ubicándose al sur de la
convergencia Antártica. Se alimenta de peces y cefalópodos,
siendo sus principales depredadores los cachalotes, elefantes
marinos, varias especies de focas, albatros, pingüinos y el
294
bacalao de profundidad Dissostichus eleginoides. Los
juveniles viven preferentemente entre 20 y 600 m de
profundidad, mientras que los adultos lo hacen a mayores
profundidades, llegando hasta los 2.200 m. Se captura al
arrastre y también aparece en los palangres de profundidad,
pero siempre como captura incidental ya que, aunque es
comestible y parece tener una biomasa de cerca de 90
millones de toneladas, todavía no se ha desarrollado una
pesquería dirigida a esta especie.
295
Capítulo 7
Museos y exposiciones
296
Sinceramente, la pasión que mueve a los teutólogos en el
estudio de estos colosos es superada a veces por la que
sienten algunas personas anónimas por estos moluscos
marinos, como las que deciden representar obras de un valor
artístico innegable tatuadas en su cuerpo.
Las conversaciones mantenidas con personas
relacionadas o no con el campo de las ciencias marinas
revelan el creciente interés por conocer la realidad sobre los
calamares gigantes. Este interés se incrementa con cada
noticia sobre la aparición de alguno de estos extraordinarios
animales en algún lugar. Si el hallazgo se produce cerca de
nuestras costas, lo primero que se plantea el público en
general es que los calamares gigantes no son un tema tan
lejano como pensaban. En este sentido, las exposiciones en
las que se pueden observar calamares gigantes son
importantes por múltiples razones, tanto para los que
piensan que estos grandes invertebrados no existen, como
para los que imaginan que su tamaño podría superar límites
inimaginables. Desafortunadamente, existen muy pocos
ejemplares de Architeuthis en las colecciones de los museos
de ciencias naturales de todo el mundo. Las razones de esta
mínima representación se deben, principalmente, al escaso
número de animales registrados a nivel mundial, así como al
mal estado en que se encontraron. Por otra parte, la
preparación y conservación de animales de gran tamaño no
resulta sencilla y los materiales de preservación y recipientes
especiales para mantenerlos necesitan de presupuestos, que,
aunque no inalcanzables, representan un desembolso
importante.
La primera vez que nos enfrentamos a la preparación
de un ejemplar de estas características para un museo, una
hembra de 148 Kg. de peso, nos planteamos numerosos
interrogantes. Nuestro primer objetivo se centró en buscar
un impacto visual para que el público pudiera hacerse una
idea lo más real posible de cómo son estos animales en la
naturaleza. Para ello, teníamos que huir de una mera
introducción del calamar eviscerado en una urna, que con el
paso del tiempo convirtiese al animal en un ser plano,
deforme y poco atractivo. Por ello, lo primero que debíamos
297
solucionar era como proporcionar una sensación de volumen
al animal. Esto se resolvió con dos procedimientos: en primer
lugar, sustituyendo la pluma del calamar, generalmente rota
por varias partes, por una estructura rígida de madera o de
plástico; en segundo término, mediante la introducción de
material de relleno plástico dentro del manto eviscerado, que
fue luego cuidadosamente suturado; y en tercero, por la
introducción de un cilindro de plástico dentro del sifón, que le
proporcionaba la apariencia de estar expeliendo agua. La
naturaleza de los materiales utilizados, además de dar el
volumen deseado a la pieza, le proporcionaban cierta
flotabilidad dentro del líquido conservante, separando al
espécimen del fondo de la urna. Lo que mayor complicación
planteó fue la reconstrucción de los ojos, que en el calamar
gigante son de grandes dimensiones, y que en la mayoría de
los ejemplares aparecen totalmente reventados debido al
brusco cambio de presión entre la profundidad a las que se
capturan estos animales y la superficie, así como al daño
producido por las redes. La mejor solución fue introducir
focos del tamaño semejante al ojo y con una superficie
convexa de color grisáceo que simulase el cristalino. El
resultado fue satisfactorio y después de suturar los tejidos
oculares, parecía que el gran calamar estuviese
observándote. También se suturaron los trozos de brazos y
tentáculos rotos con objeto de reconstruirlos en su mayor
extensión posible.
En lo que referente a la fijación y conservación del
animal, después de ser introducido en la urna diseñada y
construida ex profeso para su conservación, se llenó esta con
una solución de formaldehído al 10% en agua de mar
destinada a fijar los tejidos, que al cabo de 15 días, fue
reemplazada por otra de alcohol al 70% en agua dulce, que
es el líquido en el cual se conservan actualmente todos lo
calamares gigantes que se pueden observar en el Museo Aula
del Mar de CEPESMA.
Resulta innegable afirmar que la colección que se
encuentra en este pequeño museo de Luarca es la más
importante del mundo en lo que respecta a calamares
gigantes, ya que, además de varias hembras de Architeuthis,
298
se encuentran dos de los ocho machos hallados hasta la
fecha en aguas del Atlántico nororiental, uno de los cuales
presenta espermatóforos en la base de sus brazos. También
se encuentran allí expuestos cuatro ejemplares del calamar
gato Taningia danae recolectados en aguas asturianas, uno
de los cuales es el de mayor peso nunca antes observado.
Por ello, es realmente inaudito que esta exposición
permanente no tenga la difusión que se merece, máxime
cuando se compara con los escasos ejemplares que se
conservan a lo largo y ancho de los museos más importantes
del mundo.
Una de las colecciones más importantes de calamares
gigantes de allende nuestros mares se encuentran en la
sección de moluscos de la Smithsonian Institution de
Washington D.C. Esta institución, que posee más de 142
millones de muestras en su colección, es también un centro
puntero dedicado a la investigación pública y a subvencionar
becarios en los campos del arte, la ciencia y la historia. La
visita a cualquiera de sus instalaciones impresiona por el
amplísimo elenco de material disponible para el estudio y
observación en sus decenas de exposiciones. Esta institución
299
se estableció en 1846 con fondos legados por el científico
británico James Smithson, y tiene como objeto el aumento y
la difusión del conocimiento. Es en el Museo Nacional de
Ciencias Naturales de los EE.UU. anejo a la Smithsonian
Institution, donde se conserva uno de los primeros
ejemplares de Architeuthis expuestos al público. Comparar
los miles de organismos marinos expuestos en este museo
con el material de Luarca no tiene sentido debido a la
abismal desproporción en casi todos los aspectos favorable a
la Smithsonian. Sin embargo, hay un punto en el que Luarca
es muy superior, y este es la cantidad y calidad de los
ejemplares de calamar gigante que se pueden ver en este
pequeño pueblo asturiano.
Además del Architeuthis que se puede observar en la
Smithsonian, existen otros ejemplares expuestos
permanentemente en diferentes museos de todo el mundo,
como por ejemplo dos que se conservan en el Museo
Americano de Historia Natural de Nueva York y en el Museo
Nacional de Escocia, respectivamente. Es tanta la
importancia que se le concede a estos calamares que, en
numerosas ocasiones, se les dan arbitrariamente apelativos
tan pomposos como: “el ejemplar mejor conservado del
mundo”. Así se afirma, por ejemplo, del ejemplar de 114 Kg.
expuesto en el museo de Nueva York, el cual llegó a su sala
de biodiversidad el 12 de octubre de 1999 procedente del
Instituto de Investigación Atmosférica y Marina de Nueva
Zelanda. Este animal fue capturado accidentalmente a finales
de 1997, congelado inmediatamente y transportado a Nueva
York en avión, pagándose por él cerca de diez mil dólares.
Además de este ejemplar, también se exponen en
este museo dos maquetas de calamar gigante, teniendo una
de ellas 110 años de antigüedad, ya que fue comprada en
1895. El otro modelo representa la lucha de un cachalote con
un calamar gigante en las profundidades del océano.
Desafortunadamente, en Europa no existen muchos
ejemplares de Architeuthis expuestos en museos. Así, hasta
donde alcanza nuestro conocimiento, además de los
calamares gigantes exhibidos en Luarca, solamente se puede
observar otro ejemplar en el Museo de Biarritz, con una
300
longitud total superior a los siete metros, que fue cedido por
CEPESMA. Por otra parte, en el Museo de Historia Natural de
Viena se conserva un brazo de largas proporciones, así como
otros tentáculos intactos en Noruega y Dinamarca.
Aunque Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica son tres
de los lugares del mundo donde han aparecido más
Architeuthis, no existen hasta ahora en esos países
exposiciones que muestren alguno de los muchos ejemplares
que han aparecido flotando o han sido capturados en sus
aguas.
Lo que se puede encontrar en otros museos, además
del material conservado en colecciones para el estudio de
especialistas, son maquetas, que en algunos casos no
guardan siquiera las proporciones adecuadas. Sin embargo,
no es nuestra intención analizar la adecuación a la realidad
de esas reproducciones, sino constatar donde se pueden
observar, si es que tenemos la suerte de viajar a lugares tan
distantes como Sudáfrica, EE.UU. o Canadá. Así, tal y como
se muestra en la fotografía, una bonita reproducción de un
calamar gigante se puede observar en una bahía de
Terranova.
301
La historia de las maquetas de calamares gigantes se
remonta al siglo XIX. La primera que se expuso al público fue
la realizada por J.H. Emerson, bajo la dirección científica de
A. E. Verrill, en 1883, que se expuso en el Museo Peadbody
de la Universidad de Yale (EE.UU.). Luego vinieron otras
como la que existía en la universidad de Harvard, o la que se
mostró en el Museo de Historia Natural de Londres en 1906,
que fue destruida en 1940 por los bombardeos alemanes
durante la Segunda Guerra Mundial. También hubo otras dos
en el Museo de la Naturaleza de Salzburgo (Austria) y en el
Museo de Zoología de la Universidad de Copenhague. Una de
las más modernas, realizada en 1997 por el artista R. Ellis,
se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Escocia en
Edimburgo. Los materiales con los que se confeccionaron
estas maquetas han variado con el transcurso del tiempo,
realizándose actualmente con plásticos de diferentes tipos.
Actualmente, se puede encontrar maquetas de
calamar gigante en las exposiciones de los Museos de
Historia Natural de Londres y Chicago. Otra maqueta
espectacular es la que se exhibe en el Museo de Historia
Natural de Ciudad el Cabo que representa a un calamar
gigante hembra de 1,84 m de longitud del manto varado en
Soetwater (Sudáfrica) después de una fuerte tormenta en
1991. El modelo tiene una longitud total de 9.3 m.
Finalmente, cabe destacar varias maquetas que se pueden
contemplar en Luarca, que reflejan fielmente la forma del
Architeuthis.
La leyenda del Kraken se difundió en inglés gracias al
popular poema The Kraken de Lord Alfred, Tennyson,
publicado en 1830. Además de pánico, el Kraken produce
una abyección ligada a la posibilidad de ser absorbido a
través de sus ventosas. En su novela Les travailleurs de la
mer, publicada en 1866, Víctor Hugo nos hace experimentar
el horror que se puede sentir cuando un cefalópodo gigante
nos aprisiona entre sus tentáculos “Una dentellada es
horroroso; pero menos temible que una succión. [...] la
ventosa, eres tú mismo que penetra en la bestia, tus fibras
se retuercen, tu piel revienta bajo un peso inmundo, tu
302
Fig. 78. Maquetas de Architeuthis en el Aula del Mar de Luarca.
Literatura
303
inteligencia y a las leyendas del Kraken. Uno de los episodios
de la literatura clásica mejor conocidos es el relato del
encuentro del submarino Nautilus del capitán Nemo con
cefalópodos gigantes, que incorpora Julio Verne en su libro
Veinte mil leguas de viaje submarino (1870). Verne
demuestra tener bastantes conocimientos de la leyenda del
Kraken, citando los exvotos de Saint-Malo, las descripciones
de Olas Magnus y del obispo Pontoppidan, así como el
encuentro de la tripulación del Alécton con un calamar de
enormes dimensiones al nordeste de Tenerife en 1861. Verne
imagina a esos cefalópodos como animales notablemente
repulsivos, malévolos y perversos. A través de uno de los
ventanales del submarino los protagonistas de la novela
observan un calamar gigante, que el profesor Aronnax
describe de la forma siguiente: “era un calamar de
dimensiones colosales, y de ocho metros de longitud, que
nadaba en la dirección del Nautilus. Estaba mirando con sus
enormes ojos fijos de matices verdosos. Sus ocho brazos, o
por mejor decir sus ocho pies, implantados en la cabeza, lo
cual ha hecho dar a estos animales el nombre de
cefalópodos, tenían un desarrollo de su cuerpo y se retorcían
como la cabellera de las furias. Se veía con toda claridad las
doscientas cincuenta ventosas dispuestas en la cara interna
de los tentáculos en forma de cápsulas semiesféricas.
Algunas veces las ventosas se aplicaban sobre los cristales
del salón, adhiriéndose a él por medio del vacío que
practicaban. La boca de este monstruo, pico córneo
semejante al del papagayo, se abría y cerraba verticalmente.
Su lengua, sustancia córnea también, y armada con varias
hileras de agudos dientes, salía estremecida de aquella
verdadera cizalla ¿Qué capricho de la Naturaleza!¡Un pico de
ave para un molusco! Su cuerpo fusiforme y abultado en su
parte media, formaba una masa carnosa, que debía pesar de
veinte a veinticinco mil kilos. Su color inconstante,
cambiando con extraordinaria rapidez, según la irisación del
animal, pasaba del gris lívido al pardo rojizo”. Más adelante,
siete de esos “pulpos” (ahora los llama así Verne) atacan al
submarino, deteniendo su marcha porque uno de ellos agarra
una de las aletas de la hélice con sus mandíbulas. Como esos
304
monstruos, cuya descripción contiene tanto elementos
extraños a los auténticos calamares gigantes como otros
bastante ajustados a la realidad, no son afectados por los
campos eléctricos que defienden al submarino, su tripulación
y los tres invitados por Nemo, el profesor Aronnax, su criado
Conseil y el pescador de ballenas canadiense Ned Land,
luchan contra ellos con hachas y arpones, hasta que los
ahuyentan no sin antes haber sufrido la pérdida de un
tripulante y haber estado seriamente en peligro la vida de
Aronnax.
La novela de Verne se hizo todavía más famosa a raíz
de la proyección en todo el mundo de la película Veinte mil
leguas de viaje submarino producida por los estudios de Walt
Disney en 1954, donde James Mason interpretó el papel de
capitán Nemo, y Paul Lukas, Peter Lorre y Kirk Douglas los
de sus tres invitados.
La tradición literaria se continúa en obras como Deep-
Sea Plunderings (Los saqueadores de las profundidades)
donde, junto con relatos reales, su autor, Frank Bullen
(1902), mezcla algunos de ciencia ficción, como el titulado La
última etapa de los Decápodos. Sorprendentemente, ese
relato no trata sobre personas asesinadas por los calamares
gigantes o embarcaciones engullidas por estas aviesas
criaturas, sino sobre la rivalidad entre el Kraken y los
cachalotes.
En The Sea Raiders (Los invasores marinos),
publicada por H. G. Wells en 1905, el autor parece estar
relativamente familiarizado con alguno de los varamientos de
calamares gigantes acontecidos en Terranova unos años
antes de la publicación de su novela, pero sitúa la acción en
la comarca de Devon al sur de Inglaterra. El autor inventa la
especie Haploteuthis ferox, que puede traducirse como
calamar feroz, animal que llega a atacar al Sr. Fison
persiguiéndole incluso por tierra, y que es considerado
responsable de la muerte de numerosas personas.
Ian Fleming, en su novela Doctor No de 1958, coloca
a James Bond en la tesitura de tener que escapar de un
tanque trampa donde el malévolo doctor ha encerrado un
agresivo calamar gigante que intenta matarlo. El sagaz y
305
temerario agente 007 logra, por supuesto, escapar con éxito
de los tentáculos y mandíbulas del monstruo.
Uno de los más famosos escritores de ciencia ficción
del siglo XX, Arthur C. Clarke, estuvo desde niño cautivado
por el Architeuthis, tratándolo e incorporándolo en
numerosos de sus relatos. En Childhood’s End (El final de la
infancia) publicada en 1953, los calamares gigantes son
traídos a colación, aunque la historia, trata sobre el fin del
mundo y poco tiene que ver con ellos. En The Shining Ones
(1962), traducido como Criaturas abisales, se juega con la
idea de la posible inteligencia de los calamares gigantes, que
serían capaces, entre otras cosas, de comunicarse entre sí
por medio de señales luminosas. En el corto relato Big Game
Hunt (El gran juego de la caza) aparecido en 1957, Clarke
cuenta la historia de un biólogo que intenta, fallidamente,
aplicar la pesca eléctrica a los calamares gigantes. Ese
mismo año, se publicó el relato de ficción The Deep Range
(En las profundidades) donde el autor, pese a conocer bien el
nombre científico correcto del calamar gigante, le nombra
como Bathyteuthis maximus, que traducido significa el
calamar más grande de las profundidades abisales. En esta
novela, que transcurre en el sugerente ambiente de ficción
de una granja submarina de ballenas y cachalotes, varios
científicos y granjeros tratarán de capturar a un monstruo -
Percy- que deja enormes marcas de sus ventosas en los
lomos y cabezas de los cetáceos y que puede ahogarlos al
mantenerlos en las profundidades marinas sujetándolos con
sus largos brazos. Un famoso centro donde se exhiben
animales marinos ofrece bastante dinero por un calamar
gigante vivo para sus exposiciones. Con objeto de capturarlo
se realizan inmersiones con un submarino que desciende
hasta cerca de 1200 metros de profundidad. En el primer
encuentro con el gigante, además de filmarlo, los tripulantes
del submarino logran clavarle un dardo con un narcótico,
“que no le resultará dañino”. Luego se narra la aventura para
localizar y tratar de llevar a la superficie al anestesiado Percy
hasta que es encerrado en un gran tanque. Aquí, como
posteriormente en el artículo publicado en 1992 en la revista
Omni cuyo título es: ¡Los Calamares! En defensa de una
306
noble criatura, Clarke trata de mostrar a los lectores que
Percy no es un ser malévolo sino un animal inteligente y
tímido que huye de los cachalotes y mora en las
profundidades marinas. Lejos de ser un peligro para el
hombre, se trata de una criatura que debe protegerse, igual
que debe hacerse con su hábitat natural. Clarke quiere así
salir al paso de la influencia negativa de la novela The Beast,
luego convertida en película, escrita por Peter Benchley,
donde un calamar de más de treinta metros es un cazador
inteligente, poderoso, vengativo y antropófago que provoca
el pánico, horror y odio entre los humanos. Se trata de una
historia de ficción del mismo autor que se hizo famoso con
las novelas y películas Jaws, que es anterior a The Beast, y
The White Shark (Tiburón Blanco) publicada en 1994. La
temática del Kraken volverá a aparecer en otros relatos de
Clarke como Challenge of the Deep (El reto de las
profundidades) de 1966, o en The Ghost from the Grand
Bank (El fantasma del Gran Banco) publicada en 1990.
La batalla entre el hombre y el calamar gigante, una
deformación de los hechos históricos ocurridos en la cala de
Portugal (Terranova) de 1871, y recogidos por el reverendo
Harvey, es narrada por N. Duncan en la Antología de
literatura infantil publicada en Canadá en 1940. Casi
cincuenta y cinco años después, la escritora estadounidense
Annie Prouxl cuenta ese acontecimiento, ya legendario, en su
novela Shipping News (1993), por la que obtuvo el premio
Pulitzer. Y dos años más tarde, en la novela The Kraken,
escrita por D. Reed para un público juvenil, aparece
nuevamente Tom Piccot, un personaje probablemente
inventado por Harvey, como protagonista de una heroica
batalla que nunca existió.
Architeuthis ha sido usado en varias novelas de
ciencia ficción relativas al espacio, tanto interior como
exterior, y a los viajes interestelares. Así ocurre en la novela
Kraken acecha de John Wyndham, publicada en inglés en
1957 y traducida al español en 1965, donde aparecen
criaturas interestelares semejantes a calamares gigantes,
que son capaces de devorar de un bocado enormes naves
espaciales. Charles Sheffield en La Teleraña entre los
307
mundos (1979) crea un mundo futuro donde un millonario
posee un calamar gigante inteligente en el interior de una
estación espacial. Este ser responde al nombre de Calibán,
famoso en la literatura de ficción. Y en la novela de ficción
Esfera de Michael Crichton, autor de Parque Jurásico,
publicada en 1987, un científico transformado por efecto de
una esfera extraterrestre, exterioriza sus miedos en forma de
calamar gigante. En El final de la tierra, de Frederik Pohl y
Jack Williamson (1979), aparecen calamares adiestrados
para actuar como obreros de los humanos. Por otra parte, el
carácter depredador del calamar gigante es fuente de
inspiración para Dan Simmons, autor contemporáneo de
terror y ficción, para quien los centinelas de Matrix y a las
naves éxter del Hyperion son calamares. Como ejemplo de
traducción curiosa, cabe mencionar al calamar que porta el
delfín militar cibernético de Johnny Mnemónic, relato de
ficción escrito por William Gibson en 1981. Este calamar no
es otra cosa que un cefalópodo que permite al delfín tanto
detectar submarinos a larga distancia como leer y manipular
las señales de delicados equipos electrónicos.
No se acaban aquí los relatos que tratan de los
calamares gigantes y si usted se decide a buscar en Internet
encontrará, entre otros, títulos como: Tentacles de S.R.
Redmon, Giant squid de J. Dussling y P. Johson, Outside and
Inside Giant Squid de S. Markle, The incredible hunt for the
giant squid de B. Matsen, y el libro Giant squid: mystery of
the Deep de J. Dussling y P. Johson.
En Caneliñas, un lugar de la costa norte de Galicia
donde hasta hace pocos años existió una factoría de
ballenas, todavía quedan marineros que recuerdan la caza de
esos magníficos animales a su paso por el Finisterre europeo.
No es infrecuente oír contar a esas personas que muchos de
los cachalotes que eran cazados regurgitaban grandes trozos
de calamares, que, a juzgar por su tamaño, debían ser de
grandes dimensiones. Parecidas historias podían escucharse
no hace demasiados años en otros puertos con tradición
ballenera. Esos relatos, transmitidos oralmente, han sido
recogidos en algunas publicaciones. Quizás las dos más
antiguas se deben a Herman Neville en su famosa novela
308
Moby Dick (1851) y a Charles Nordhoff en su libro Whaling
and Fishing de 1856, pero que se encuentran también en The
Whale and his Captors de Henry Cheever, escrita en 1859, y
en The Cruise of the Cachalot y Denizens of the Deep de Fran
Bullen, escritas en 1989 y 1904, respectivamente.
La relación entre una presa de grandes dimensiones
(Architeuthis) y su principal depredador (el cachalote,
Physter macrocephalus) ha excitado la imaginación de
numerosos escritores. Las grandes marcas de ventosas que
aparecían en la piel del cuerpo de los cachalotes, de hasta 37
mm de diámetro, provocaron las exageraciones sobre el
tamaño de los calamares gigantes, ya que la extrapolación
de esas marcas, exageradas por la deformación,
proporcionaba calamares de varias toneladas.
Esas marcas también contribuyeron a acrecentar la
supuesta ferocidad de Architeuthis, que, para la imaginación
de los novelistas, podría entablar colosales luchas con los
cachalotes, y salir victorioso en algunas ocasiones. Esa
potencial batalla en las profundidades, e incluso en la
superficie del mar, donde los tentáculos del calamar gigante
actuarían a modo de grandes serpientes que se enroscarían
en el cuerpo de los cachalotes, también ha desatado la
imaginación de algunos científicos, como es el caso del
biólogo marino Victor Scheffer, quien, después de relatar
muchos aspectos bien documentados científicamente sobre
los grandes cetáceos en su libro The Year of the Whale
(1996), desata sus dotes creativas y se imagina una gran
lucha entre ambos colosos, que seguramente poco debe
tener que ver con la realidad.
El encuentro de un Architeuthis con un cachalote
aparece también, entre otras, en la novela Soundings escrita
por Henk Searls y publicada en 1982. Por otra parte, además
de narraciones, esta batalla entre gigantes ha sido tema de
numerosas e ingeniosas ilustraciones, todas ellas imaginadas
porque nadie todavía ha podido presenciar lo que acontece
en el encuentro entre un cachalote, que se sumerge a varios
cientos de metros de profundidad, y su presa el Architeuthis.
El término criptozoología fue acuñado por el zoólogo
belga Bernard Heuvelmans a mediados del siglo XX. La
309
criptozoología es, etimológicamente, el tratado de los
animales ocultos. Es el estudio objetivo de los animales que
únicamente son conocidos por indicios considerados
insuficientes por la mayoría (testimonios, fotografías, rastros
o piezas anatómicas), y que por consiguiente no han sido
catalogados oficialmente. En el libro de Heuvelmans Dans le sillage
des monstres marins: le Kraken et le Poulpe Colossal publicado en
francés en 1958, y traducido al español en 1975 como Tras la
estela de los monstruos marinos, se encuentra la historia completa
del descubrimiento de los calamares gigantes Architeuthis,
que resulta muy ilustrativa desde el punto de vista histórico y
legendario, y que se trató en el capítulo segundo de este
libro.
Las obras de Heuvelmans, así como su intenso trabajo
realizado desde el centro de criptozoología que fundó en
1975 y cuya sede esta cerca de Le Bugue en el sur de
Francia, han influido notablemente en todos los estudiosos de
esta materia, la mayoría enmarcados dentro de la Sociedad
Internacional de Criptozoología. Estos relatos han influido
también notablemente a un amplio espectro del gran público,
cada vez más receptivo a este tipo de misterios, que llenan
de alguna manera la insatisfacción que produce en el espíritu
humano la crudeza y racionalidad de la ciencia experimental.
Sin lugar a dudas, el libro más completo sobre
Architeuthis escrito hasta la fecha es el del explorador,
artista y biólogo marino Richard Ellis, titulado The Search for
the Giant Squid, que se publicó en 1998. En este libro, con
un estilo divulgativo pero a la vez preciso, se proporcionan
un texto y unas ilustraciones que constituyen una síntesis de
la historia de las primeras investigaciones sobre los
calamares gigantes y el impacto que estas criaturas marinas
han tenido en la cultura y la historia.
310
leguas de viaje submarino de Julio Verne y Esfera de Michael
Crichton, se recurrió a estos “monstruos” de muchas formas.
Es curioso observar como la aparición de los calamares y
pulpos gigantes en el cine presenta un desarrollo
directamente relacionado con la evolución de la ciencia
ficción y los temores de la sociedad en relación con los
avances tecnológicos. En las películas de la primera mitad del
siglo XX se asumía la existencia de estos monstruos
gigantescos en las profundidades aún inexploradas del
océano, dónde eran perturbados por uno u otro
acontecimiento, ya fuera natural o causado por los avances
científicos. Luego, durante la segunda mitad del siglo XX, se
empezaron a buscar “explicaciones” a su aparición dirigidas
hacia mutaciones causadas por la radiación, la contaminación
o cambios genéticos.
En The Mysterious Island, producida en 1929, los
tripulantes de dos submarinos enemigos se persiguen a
través del océano hasta llegar a un extraño lugar lleno de
dragones y calamares gigantes. Acercándose a la mitad del
siglo XX, en la película Wake of the Red Witch, producida por
Cecil B. De Mille en 1942, un terrible calamar gigante da
muerte al personaje interpretado por John Wayne, siendo
esta una de las pocas películas en que este actor “muere”.
Algunos ejemplos de películas de mediados del siglo
XX en las que los “calamares gigantes” participaron son:
Killers of the Sea donde un guardia de Florida se dedica a
eliminar a criaturas marinas dañinas para el negocio de los
pescadores del lugar, entre ellos un enorme pulpo. En
Monster from the Ocean Floor un muy joven Robert Wagner
interpreta a un buzo contratado por un biólogo marino para
capturar a una especie de pulpo gigante.
Incluso en los dibujos animados, como la serie de
Beany y Cecil, dónde un niño vive aventuras junto a una
serpiente marina, conocen a un calamar en el episodio Beany
and Cecil meet Billy the Squid de 1959.
La radiación es la principal causa de la aparición de los
calamares y pulpos gigantes en las películas y series de la
segunda mitad del siglo XX. Para ello sólo un par de
ejemplos: En It Came from Beneath the Sea aparece un
311
pulpo gigante producido por la radiación. En Tentacles, John
Huston y Henry Fonda tienen que luchar también contra un
pulpo gigante producido por la contaminación. También por
esta época aparecen películas de serie B, como Octaman,
dónde un pulpo gigante muy parecido a un hombre con
tentáculos protege a otros cefalópodos sometidos a
experimentos por “malvados científicos”.
Hay que mencionar películas como Viaje al fondo del
mar de 1961, en la que aparecen un par de calamares
durante el viaje del submarino. Además, en la serie de
televisión que generó dicha película, producida durante los
años 60, más de un calamar, pulpo gigante o ser parecido
figuraron en capítulos de la serie.
El cine y las series de televisión japonesas han
aportado generosamente argumentos, calamares gigantes,
312
pulpos gigantes y “tentáculos” a nuestra vida. El mítico
Godzilla, un devastador monstruo generado por las
radiaciones de desastres como los de Hiroshima y Nagasaki,
luchará con una serie de monstruos como Mosura (Motha),
Gamera, Polillas, galápagos gigantes y dinosaurios
antediluvianos también generados por los ensayos atómicos.
Entre ellos, Godzilla se enfrentará a Viras, un calamar del
espacio de 96 metros de largo y 120 toneladas y a Daidako,
un poderoso pulpo gigante. El mismo Viras se enfrentará en
otras películas con Gamera, otro ser de la “mitología”
monstruosa del Japón.
Y, junto a Godzilla, nacieron una gran cantidad de
series japonesas de ciencia ficción, como Ultraman y Ultra
Seven, donde abundaban los monstruos llenos de tentáculos
de calamar que luchaban contra el superhéroe de turno, ya
sea un extraterrestre bueno que protege la tierra, un súper
robot, un equipo de humanos provisto de la última tecnología
o la combinación de éstos. Un ejemplo reciente de este tipo
de series, llevado a la televisión norteamericana, son los
Power Rangers.
Una especial mención merece el cine y las series de
Anime, un tipo de dibujo animado generado en Japón y
heredero directo de series como Godzilla. Muchas series y
películas de animación tienen seres y monstruos con
tentáculos, e incluso calamares, contra los cuales los
protagonistas deben luchar y donde la destrucción, ya sea
universal o no, está a la vuelta de la esquina.
Tampoco se puede olvidar al mejor de todos los espías
del mundo, James Bond el agente 007, que en el Doctor No
(1962) tiene que escapar, al igual que en la novela, de la
fiereza de un calamar gigante. Otro encuentro, esta vez con
los pulpos, tiene el agente 007 en Octopusi (1983), aunque
esta vez recibe una pequeña ayuda de ellos.
En The Abyss (1989) dirigida por James Cameron, un
grupo de buzos prospectores de petróleo, que participan en
una misión de rescate de un submarino nuclear accidentado
cerca de una profunda fosa submarina, entablan contacto
con alienígenas que tienen un ligero parecido a calamares y
313
usan tentáculos de agua para explorar la base submarina de
los humanos.
En 1996 la película para televisión The Beast, basada
en una novela de Peter Benchley, muestra la lucha de un
pueblo contra un calamar gigante que asesina a varios de sus
habitantes y arruina el turismo. Tampoco podemos olvidar
Men in Black (1997), donde podemos ver extraterrestres con
tentáculos tipo calamar.
En el clásico de la ciencia ficción Dark City (1998)
podemos ver a un grupo de humanos que viven en una
ciudad donde siempre es de noche, la cual realmente es una
nave espacial controlada por extraterrestres parecidos a
calamares con poderes mentales. Incidentalmente, esta
película se considera precursora de Matrix (1999), donde los
robots que persiguen a los humanos son muy parecidos a
calamares gigantes, aunque hay que indicar que los
argumentos de ambas películas son diferentes.
En el comienzo del siglo XXI varias películas,
conocidas o no, tienen entre sus personajes a los calamares
gigantes. En primer lugar, los calamares y pulpos gigantes
están presentes, aunque brevemente, en El Señor de los
Anillos: La comunidad del Anillo (2001), basada en la novela
de R.R. Tolkien, donde un monstruo con tentáculos y
mandíbula típicos de calamar gigante ataca a los personajes
justo antes de entrar a las minas de Morya. Sin embargo,
hay otras películas en las que los calamares y pulpos
gigantes son realmente los protagonistas. Una de ellas es la
película de terror, dirigida por John Eyres en el 2000,
Octopus, donde la tripulación de un submarino nuclear que
investiga las desapariciones de barcos en el triangulo de las
Bermudas en busca de actos terroristas, se encuentra con un
terrorífico pulpo gigante.
Incluso en España se pueden encontrar películas
donde figuran los calamares gigantes. Un ejemplo reciente es
Kárate a Muerte en Torremolinos (2001) de Pedro Temboury.
Se trata de una delirante sátira de las series tipo B en la que
el malévolo doctor Malvedades llega a Torremolinos con la
intención despertar al monstruo Jocántaro, un ser mitad
centollo mitad calamar gigante.
314
Pero los calamares gigantes también son utilizados en
películas de animación como The Hungry Squid (2001),
producida en Canadá, que trata los problemas de una
adolescente con unos padres que apenas están con ella, y
cuyo pueblo es invadido por una serie de criaturas gigantes,
incluido un gigantesco calamar hambriento. Otras películas
de animación donde aparecen los calamares de una u otra
forma, son La Sirenita (1989) donde la malvada bruja tiene
tentáculos de pulpo en vez de piernas, y Simbad: La leyenda
de los siete mares (2003) en la cual los protagonistas son
perseguidos por un enorme calamar gigante.
En la actualidad, podemos encontrar dos películas
donde figuran los cefalópodos de una u otra forma. En la
película japonesa The Calamari Wrestler (2004), que
recuerda mucho a las series de ciencia ficción como
Ultraman, los Power Rangers u otras series juveniles de este
tipo, un “calamar gigante” se convierte en un campeón de
lucha enfrentándose a varios contrincantes. Regresando al
cine americano, aunque con origen en los comics de
mediados del siglo XX, en la recién estrenada Spiderman 2
(2004), se cuenta el enfrentamiento del superhéroe con uno
de sus más conocidos archienemigos, el Dr. Octopus.
Así, ya sea considerándolos en toda su realidad, es
decir, como criaturas de las profundidades, o como
monstruos que amenazan con destruir al mundo, o bien
aportando alguna de sus características, sobre todo
tentáculos, a diversas criaturas y robots, los calamares
gigantes están muy presentes en el cine y la televisión
fantástica y de ciencia ficción, aunque también se han
utilizado en los géneros de terror y comedia. Sin embargo,
los cefalópodos no se pueden considerar como simples
recursos a utilizar por el cine para sus películas ya que por si
mismos son organismos muy interesantes y difíciles de filmar
en los océanos. Y es en este sentido que desde hace tiempo
estos maravillosos pobladores de los mares son objeto, cada
vez mayor, de la realización de documentales.
Existe un gran número de documentales sobre los
organismos marinos en los cuales podemos encontrar
cefalópodos, como pueden ser la serie de 2002 Planeta Azul
315
producida por la BBC. También en la serie El mundo
submarino producida por Jacques Cousteau entre1970 y
1980 con los capítulos La Noche del Calamar y El Gran Pulpo,
o el documental de la BBC Aliens From Inner Space de 1997,
donde se aprecia la belleza y las características de estos
organismos. Sin embargo, en estos documentales, así como
en otros que aquí no se mencionan, no aparecen calamares
gigantes.
En los años recientes la idea de filmar “vivo” un
calamar gigante ha cobrado cada vez más fuerza entre los
productores de documentales, deseosos de ofrecer
novedades. Y, esta es la razón por la que han nacido los
documentales sobre calamares gigantes. El primero de ellos
fue Sea Monsters: Search for the Giant Squid producido por
la National Geographic en 1998, donde los expertos tratan de
filmar un Architeuthis utilizando cámaras submarinas sujetas
al lomo de cachalotes. El documental muestra filmaciones
anteriores de ejemplares varados y unas extraordinarias
imágenes de las profundidades realizadas por las cámaras
mientras los cachalotes bajan a comer, pero ninguna del
calamar gigante.
En 2001 Discovery Channel produjo el documental
Quest for the Giant Squid, en el cual la búsqueda del calamar
gigante se centró en las profundidades del mar de Cortez en
el golfo de México, y donde se utilizan excelente imágenes
del calamar de la corriente de Humboldt, Dosidicus gigas.
Aunque el documental no llega a presentar filmaciones de un
Architeuthis, ya que de hecho no consiguen siquiera
acercarse a uno, los científicos del Instituto Oceanográfico de
Woods Hole muestran muy buenas escenas submarinas de
otras especies. Siguiendo con la idea de los calamares
gigantes, pero esta vez centrados en Dosidicus gigas,
National Geographic produjo el documental Giant Squids
(2003), donde se muestra espectaculares imágenes de estos
cefalópodos en las profundas aguas azules del mar de
Cortez. Estas filmaciones no están exentas de peligro ya que
estos Dosidicus gigas es un depredador muy voraz y
agresivo, los pescadores locales llaman diablo rojo. Estos
animales se congregan en cardúmenes que pueden llegar a
316
contar con cientos de individuos siendo más temidos que los
propios tiburones.
A primeros de 2004 apareció el primer documental
sobre calamares gigantes producido íntegramente en
España: Proyecto Kraken: en busca del Calamar Gigante. En
esta película, de 53 minutos de duración, se relatan los
intentos realizados por ECOBIOMAR, en asociación con la
productora de documentales Transglobe Films, por filmar
vivo un Architeuthis en las profundidades de Carrandi, frente
a las costas de Asturias. Aunque la expedición no logró filmar
un calamar gigante, el documental tiene gran valor por ser el
primero producido en nuestro país sobre este tema en
directa competencia con Discovery Channel y National
Geographic. Instituciones que, a pesar de haber invertido
mucho más en recursos y fondos que la producción española,
aún no han obtenido resultados.
En agosto de 2004 salió el último documental
producido sobre los calamares gigantes, Chasing Giants: On
the Trail of the Giant Squid producido por el Discovery
Channel. En este documental se muestran las investigaciones
317
de Steve O’Shea sobre los calamares gigantes en el cañón de
Kaikoura en Nueva Zelanda y su búsqueda para filmar uno
de ellos en su hábitat natural. Un gran aporte de este
documental es la observación y filmación, por primera vez,
de lo que el investigador identificó como paralarvas vivas de
Architeuthis.
A finales del mes de septiembre de 2005 saltó a los
medios de comunicación la noticia de que unos
investigadores japoneses habían conseguido, por primera
vez, fotografías de un calamar gigante vivo en su medio
natural. Efectivamente así ha sido. Después de tres años de
intentos (2002-2004), a las 09.15 del 30 de septiembre de
2004, Tsunemi Kubodera y Kyoichi Mori consiguieron
fotografiar un Architeuthis atrapado por uno de sus
tentáculos en una potera cebada, ubicada a 900 m de
profundidad en las proximidades de las islas japonesas de
Ogasawara en el Pacífico norte (26º57.3’ N, 142º 16.8’E), en
un área donde los registros de cachalotes son bastante
frecuentes. En su publicación (2005), estos autores explican
que se obtuvieron 550 imágenes con una cámara digital,
durante las cuatro horas que el animal estuvo enganchado en
la potera. Después de lo cual, el tentáculo se rompió siendo
recuperado por los investigadores. La morfología de las
estructuras del tentáculo permitió identificar sin ninguna
duda al calamar, y su longitud (5,5 m) estimar un tamaño
total del animal algo superior a los 8 metros, presuponiendo
que el tentáculo se corto por su base.
Sin restar mérito a estos investigadores, que han sido
los primeros en fotografiar un calamar gigante vivo y en su
medio natural, cabe, no obstante, realizar algunas
observaciones, que restan importancia a los resultados, no
sólo desde un punto de vista científico sino, sobre todo,
filmográfico. En primer lugar, las imágenes obtenidas son de
un animal apresado por un arte de pesca y no totalmente
libre. Ello significa que el comportamiento observado es el de
una situación de máximo estrés. En segundo término, la
ubicación de la cámara, por encima de la potera y de los
cebos, así como el ángulo de visón del objetivo, únicamente
permitieron obtener imágenes de la corona braquial y la
318
cabeza del calamar. En tercer lugar, que se trata de
fotografías, cuando, tanto para estudios etológicos como
para fines documentales, hubiese sido muy preferible
grabación en video. Y por último, que, a juicio de varios
expertos en fotografía submarina, el color del agua que
muestran las fotos publicadas cuestiona que fuesen
obtenidas a 900 m de profundidad, aún considerando el uso
de dispositivos luminosos. Quizá estas, y otras
consideraciones que aquí se nos escapan, sean el motivo por
el que los autores han tardado un año, a nuestro juicio
demasiado tiempo, en dar a conocer su hallazgo, y , además,
no lo hayan hecho en alguna de las dos revistas científicas
multidisciplinares de mayor impacto.
Por lo tanto, todavía está pendiente el filmar un
Architeuthis vivo y libre en su medio natural.
Para finalizar, y ya como curiosidad, los calamares
gigantes no sólo están presentes en las películas y en los
documentales, sino que también en la música y el la filatelia.
En 2003 el compositor japonés de música experimental Koji
Asano presentó una colección de 4 CD con 14 piezas de
música experimental, compuesta por él mismo, a la que puso
como título The Giant Squid.
El calamar gigante ha resultado ser un tema atractivo
para la filatelia, existiendo numerosos países que han editado
sellos de correos dedicados a este cefalópodo desde hace
más de 30 años.
319
Fig. 81. Sellos relativos a los calamares gigantes emitidos en
Australia, Canadá, Francia, Nueva Zelanda y Togo.
(http://www.pibburns.com/cryptost/kraken.htm).
Expediciones
320
de 1996, donde se probaron algunos equipos y metodologías,
se desarrolló la expedición Kaikoura 1997.
Con un presupuesto de cinco millones de dólares, esa
expedición internacional se puso en marcha con Clyde F. E.
Roper como jefe de los científicos, tarea en la que estuvo
apoyado, entre otros, por su mujer Ingrid, por el
investigador inglés Malcolm R. Clarke, por el ingeniero James
Bellingham del Massachusetts Institute of Technology, y
Emory Kristof, un veterano fotógrafo de la Nacional
Geographic Society. Bellingham diseñó un vehículo
submarino autónomo no tripulado, llamado Odyssey, con el
apoyo de la Marina de los Estados Unidos de América. Este
aparato fue el encargado de sumergirse en las profundidades
para obtener las imágenes del Kraken. Kristof había
desarrollado una cámara de video digital preparada para
filmar a profundidades de hasta 1.830 metros llamada
Ropecam, que fue muy valiosa durante la expedición. La
filosofía básica de campaña era utilizar a los cachalotes,
principales depredadores de Architeuthis y muy abundantes
en Kaikoura, para filmar al evasivo calamar gigante. Dos
equipos embarcados a bordo de dos barcos estuvieron
trabajando en la zona entre el 25 de febrero y el 13 de
marzo de 1997. Desde el Taneka, un pesquero neozelandés
de 14 metros de eslora, Roper coordinó las operaciones que
se desarrollaban en esa embarcación, así como las que lo
hicieron desde el Mystique, un yate de 25 metros de eslora,
que estaba comandado por Kristof. El Odyssey y la cámara
Ropecam hicieron sus tareas filmando numerosos organismos
de profundidad atraídos por los cebos químicos preparados a
bordo. Además se utilizó una cámara de video llamada
Crittercam, cuya principal peculiaridad es llevar una ventosa
en su parte inferior, gracias a la cual puede adherirse a la
cabeza de un cachalote. Esa difícil operación se logró con
éxito, pero la cámara, después de filmar interesantes
escenas de una manada de esos enormes cetáceos durante
unos minutos, se soltó y ya no hubo forma de poder volver a
ser utilizada. Esas imagines submarinas, junto con las que la
Crittercam había obtenido en las Azores, fueron utilizadas por
National Geographic Television para producir un documental
321
sobre los cachalotes y su relación con Architeuthis, que, pese
a todos los esfuerzos, no había podido filmarse.
Search of the giant squid New Zealand 1999, fue la
segunda expedición en busca de poder filmar a los calamares
gigantes en su ambiente natural. Esta expedición se
desarrolló entre el 19 de febrero y el 26 de marzo de 1999,
también en el cañón submarino de Kaikoura. En esta ocasión
Roper contó con el apoyo del investigador neozelandés
Steven O’Shea, entonces en Auckland, buen conocedor de la
zona y también experto en calamares gigantes.
322
Fig. 82. Localización y perfil orográfico del cañón de Kaikoura en aguas de Nueva Zelanda.
Esta expedición se llevó a cabo a bordo del Kaharoa,
buque de investigación del National Institute of Water and
Atmospheric Research (NIWA), utlizándose el Deep Rover, un
vehículo submarino autónomo tripulado, capaz de sumergirse
hasta 900 metros de profundidad y desarrollado con
tecnología canadiense. El esfuerzo multinacional comprendía
científicos, tecnólogos, cámaras y tripulantes del submarino y
del barco de investigación pertenecientes a cuatro países: los
Estados Unidos de Norteamérica, Nueva Zelanda, Gran
Bretaña y Canadá. El proyecto fue patrocinado por diez
instituciones encabezadas por la Smithsonian Institution. La
expedición estuvo afectada negativamente por las adversas
condiciones atmosféricas reinantes, así como por varios
problemas técnicos, y no se consiguió el principal objetivo,
aunque se obtuvieron interesantes imágenes de la fauna
abisal del cañón así como de los cachalotes y otros
mamíferos marinos abundantes en Kaikoura, que se han
utilizado en numerosos proyectos culturales y exposiciones
realizados en los diversos países participantes. Roper, en la
carta que dirigió a todos los miembros de la expedición,
mantiene el optimismo de que en próximas expediciones se
pueda lograr filmar al huidizo Kraken.
Desgraciadamente, la salud le jugó una mala pasada a
Clyde Roper y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para
corregir graves lesiones cardiacas. Actualmente, ya retirado
y recuperado, conserva intacta todavía su ilusión por el
proyecto, pero el relevo parece haberlo tomado Steve
O’Shea, quien a principios del 2003 comunicó en su página
web la captura de paralarvas de Architeuthis, de menos de 1
cm cada una, mediante una red RMT50, y el fallido intento de
mantenerlas vivas en condiciones experimentales. Este fue el
principal resultado de una expedición en la que también
colaboraron C.C. Lu y M.R. Clarke, realizada bajo el
patrocinio de Dicovery Channel. O’Shea también ha
comunicado la organización de dos nuevas expediciones para
2004, una basada en pescas de zooplancton para tratar de
conseguir nuevas paralarvas de estas criaturas e intentar de
mantenerlas vivas, y otra cuyo objetivo será tratar de
filmarlo.
324
En las antípodas de Nueva Zelanda, concretamente
frente a las costas de Asturias, y desde hace muchos años,
los ejemplares de Architeuthis son tema de conversación
para las gentes del mar. Ellos los llaman peludines, debido al
aspecto pelado que muestran cuando son izados a bordo
después de un arrastre de varias horas, avistados flotando
sobre la superficie del mar o varados en la costa. Poca
atención habían recibido estos gigantes por parte de los
científicos asturianos, y españoles, hasta que Luis Laria,
presidente de la Coordinadora para la Protección de las
Especies Marinas (CEPESMA) llamó la atención sobre ellos,
contactando con el grupo de investigación de Ecología y
Biodiversidad (ECOBIOMAR) del Instituto de Investigaciones
Marinas que el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas tiene en Vigo. Allí, el jefe del equipo, Ángel
Guerra, y sus colaboradores Ángel F. González, Francisco
Rocha y Jaime Otero, llevaban años estudiando los
cefalópodos y ya habían tenido en sus manos varios
ejemplares de calamar gigante, procedentes de Namibia y
Sudáfrica. En el invierno de 1999 se efectuó en Luarca la
disecación del primer ejemplar, una hembra inmadura de
104 Kg de peso, y desde entonces las operaciones de esta
índole se han sucedido ininterrumpidamente, con lo que se
han podido examinar 17 ejemplares hasta la fecha. La
frecuencia de aparición de los calamares gigantes en los
caladeros de Carrandi, próximos a los cañones submarinos
de Llanes, Lastre y Avilés, la proximidad de esta zona, que se
localiza a menos de 30 millas al norte de la costa, y la
existencia de un puerto base (Gijón) con todas las facilidades
para operaciones logísticas de gran envergadura, llevó a los
miembros de este grupo a sopesar la posibilidad de organizar
expediciones científicas para tratar de filmar, por primera
vez, esas extraordinarias y huidizas criaturas. Así nació el
Proyecto KRAKEN, que se concretó gracias a la colaboración
con la productora de documentales TRANSGLOBE FILMS, con
objeto de tener éxito donde las expediciones internacionales
que se habían realizado en Kaikoura habían fracasado.
Ese proyecto se concibió estructurado en cinco fases:
en primer lugar, una precampaña en 2001 para conocer el
325
fondo la batimetría, topografía y el ecosistema donde moran
esas criaturas en Asturias; en segundo término, varias
expediciones, la segunda realizada en el verano de 2002; en
tercer lugar, la producción de un documental que fue emitido
por primera vez en 2004; en cuarto, la presentación de los
resultados en exposiciones realizadas por toda España, que
Fig. 83. Parte de la campaña del proyecto KRAKEN, tal como fue
presentada en un cuadro explicativo para la prensa (modificado de
infografía de EL MUNDO).
326
comenzaron en 2003 y aún siguen; y por último, en la
edición de un libro que resumiera, entre otras cosas, todas
las operaciones, resultados y descubrimientos del proyecto.
La expedición preliminar o precampaña zarpó del
puerto de Gijón el 5 de octubre de 2001 a bordo de los
buques Científico e Investigador, de 52 y 44 metros de
eslora, respectivamente. Veintidós miembros de la
expedición, entre científicos y técnicos, bajo la dirección de
Ángel Guerra, y dieciocho tripulantes se involucraron en el
proyecto durante una intensa semana. La enorme
profundidad en la que viven estos animales, requirió el
empleo de material técnico muy sofisticado, capaz de
soportar presiones de hasta 100 atmósferas a temperaturas
cercanas a los 2 grados centígrados. Los aparatos empleados
para filmar en completa oscuridad al Kraken fueron tres
sistemas de cámaras sujetas a boyas en superficie, dentro de
las cuales había un sofisticado sistema de grabación para
más de quince días de trabajo ininterrumpido, cuyo diseño
original fue obra de Joaquín Gracia, una cámara móvil, y un
vehículo submarino operado por control remoto (ROV) capaz
de descender hasta 300 m de profundidad, y así mismo
equipado con otra cámara.
327
Todos estos sistemas eran controlados y estaban
comunicados con la cabina de recepción - Calipso - mediante
cable de fibra óptica o radio señal. Parte importante en esta
expedición fueron los sistemas de atracción utilizados,
compuestos por cebos acústicos, luminosos y orgánicos. Tras
levantar un plano topográfico detallado del fondo mediante
ecosondas, se delimitó la zona de trabajo, consistente en un
triángulo equilátero de dos millas de lado, en cuyos vértices
se logró colocar una de las tres boyas mencionadas, con su
cámara fija. Durante esta campaña se planeó la realización
de perfiles de temperatura, salinidad y profundidad mediante
un CTD, así como pescas de plancton mediante redes de
Bongo. Todo ello con objeto de precisar las condiciones
hidrográficas del hábitat donde viven los calamares gigantes
en el caladero de Carrandi, y tratar de capturar larvas y
juveniles de los mismos, que son desconocidas. Pese al mal
tiempo atmosférico, siempre presente, y a que no todos los
aparatos y planes funcionaron correctamente, en esa
precampaña se puso a punto la metodología de trabajo, se
conjuntaron los equipos humanos, a la par que se
adquirieron importantes datos que proporcionaron una visión
bastante precisa, y novedosa, de las características del
ecosistema donde moran estos gigantes marinos.
La segunda campaña se desarrolló del 10 al 27 de
septiembre de 2002. Está vez la meteorología acompañó y se
pudieron situar con facilidad las tres cámaras fijas en los
vértices del triángulo, que filmarían a 550, 660 y 780 metros
de profundidad, grabando durante 24 horas seguidas los
quince días de la campaña.
Desafortunadamente, y por causas desconocidas, la
primera boya desapareció al sexto día llevándose con ella
toda la grabación efectuada. Esa boya estaba ubicada a poco
más de doscientos metros de donde una pareja de
arrastreros capturó un Architeuthis macho de 43 Kg, durante
la realización de la expedición. El ejemplar fue trasladado a
bordo del Investigador y examinado por los sorprendidos
científicos. Se trataba del primer macho capturado al sur del
paralelo 55ºN, estaba funcionalmente maduro, y mostraba
esperma en varios de sus brazos.
328
Fig. 85. Ejemplar de Architeuthis macho capturado por una pareja
de arrastreros junto a la zona donde se instaló una de las cámaras
de la segunda campaña.
329
Taningia danae con dos espectaculares maquetas a tamaño
real, con las que el público, que acudió en gran número al
Museo, pudo sentir la sensación de estar cara a cara frente a
un auténtico Kraken. El éxito de esa exposición ha llevado a
que el Museo del Mar de Galicia, en Vigo, se interesara por
ella, allí se inaugurará en el transcurso de 2005. Por otra
parte, el 1 de marzo de 2004, la segunda cadena de
Televisión Española, emitió el documental de 53 minutos El
proyecto Kraken: en busca del calamar gigante. Dirigido por
Fernando González Sitges y producido por Javier Linares, ese
documental de Transglobe Films muestra en imágenes las
vivencias de este proyecto, así como la biología del calamar
gigante, su historia y la aventura que supone intentar
capturarlo en imágenes. Ya se ha traducido a varios idiomas
y será proyectado en otras cadenas de televisión de todo el
mundo.
330
La ilusión de ese equipo por ser los primeros en
obtener las imágenes de un Kraken vivo frente a las costas
de Asturias está intacta, y ya se planea realizar una nueva
expedición en septiembre de 2005, con técnicas y
metodologías de última generación. Aunque no se puede
olvidar que quizás sea en Nueva Zelanda donde caiga la
suerte, y se defina así la incertidumbre abierta por la
competición deportiva que existe entre los investigadores
que indagan en el cañón submarino de Kaikoura y los que lo
hacen en las fosas de Asturias oriental en busca del
enigmático Kraken.
331
Desde el año 1962, un 80% de los registros de
Peludines en Asturias (Tabla 11) pueden considerarse
provenientes de capturas accidentales, con excepción de 5
ejemplares en el año 2001 y otros 4 en el 2003, que
aparecieron coincidiendo con la presencia de barcos que
realizaban trabajos de investigaciones geofísicas, muy
probablemente relacionadas con la búsqueda de bolsas de
gas y de petróleo en la región meridional del Golfo de
Vizcaya. Como ya se ha expuesto, las actividades de dichos
barcos fueron coincidentes en espacio y tiempo con los
varamientos, y puede que influyeran decisivamente en sus
muertes.
Según las informaciones recabadas a los patrones de
barcos que faenan con artes de arrastre en la zona era
habitual tirar por la borda ejemplares de calamar gigante
capturados por la red para evitar trabajo innecesario,
aunque, esporádicamente, alguno de ellos era descargado en
lonja como las de Gijón y Avilés. Aunque la aparición de esos
ejemplares tenía algún interés publicitario que era
aprovechado por alguna pescadería local que compraba el
ejemplar, éste terminaba posteriormente en la basura.
Descartados por carecer de valor económico, y,
desafortunadamente, desatendidos por los investigadores,
quienes no supieron ver su interés científico, no debe llamar
la atención que esos eventos fueran tan poco conocidos o,
tan siquiera registrados correctamente.
En varias ocasiones hemos escuchado con sorpresa
comentar que varios de los Peludines mantenían todavía
signos vitales al ser encontrados flotando o varados,
moviendo sus brazos con pequeñas contracciones o incluso
realizando expulsiones de agua a través del sifón. En ese
sentido, Laria recuerda perfectamente el relato de un turista
granadino que a las siete de la mañana recorría en solitario
un pedrero de la playa de la Griega en el municipio de
Colunga, precisamente en la zona donde ignitas y fósiles de
dinosaurios son la atención de múltiples visitantes. A esa
temprana hora, mientras saltaba de piedra en piedra,
escuchó un chapoteo entre unas grandes rocas a unos
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Tabla 11. Registros de Architeuthis dux en las costas asturianas desde 1960
AÑO FECHA LUGAR OBSERVACIONES
*Existe constancia de unos diez registros más en este periodo que están todavía por confirmar.
cuantos metros de distancia. Despacio se fue
acercando hacia la zona pensando que se trataba
de algún pez que habría quedado atrapado al
bajar la marea. Sin embargo, cuando se aproximó
lo suficiente el susto fue mayúsculo al observar
que un ser realmente desconocido para él se
movía, emitiendo lo que parecían respiraciones
forzadas. Sobresaltado por el acontecimiento se
alejo unos metros para, de nuevo y más sereno,
volver a observarlo, dándose cuenta entonces de
que aquello no era fruto de su imaginación, sino
que se trataba de algo real y que, a pesar de la
leyenda, cerca, muy cerca de él se encontraba un
calamar gigante. Corriendo, él dice que no sabe
como, por el abrupto pedrero llegó hasta el
camping donde sus compañeros de viaje
descansaban, a quienes explicó el sorprendente
encuentro.
En nuestro caso, sin mayores pruebas que
relatos exaltados, nos parecía poco probable que
los calamares gigantes pudiesen sobrevivir lo
suficiente como para ser observados moribundos.
Sin embargo, los hechos nos han probado lo
contrario gracias a uno de los ejemplares recogido
por Laria con la colaboración de la Guardia Civil
del Mar en las cercanías del Cabo de Peñas, el
cual nos demostró que, en muchos casos, las
personas que dicen haberlos observado todavía
con vida estaban en lo cierto y no era fruto de los
nervios que en ese momento podrían estar
sufriendo. Laria comenta que él también siempre
fue bastante escéptico hasta que pudo observar
directamente signos de vida en el ejemplar
recuperado por la Benemérita.
Y el mudo habló
Merce
ASPIRACIONES Y PERSPECTIVAS DE
FUTURO
Bibliografía