Atencion y Rendimiento - Boujon
Atencion y Rendimiento - Boujon
Atencion y Rendimiento - Boujon
Para aprender, ante todo es necesario estar atento a lo que sucede y a lo que acaba de
suceder. Solo con esta condición se puede memorizar.
Estribillo de los niños:
Los niños: Paseemos por los bosques, mientras que el lobo no está... Si el
lobo estuviera, nos comería...pero como no está, no nos comerá.
Lobo, ¿estás ahí?
El lobo: ¡Sí!
Los niños: ¿Me oyes?
El Lobo: ¡Sí!
Los niños: ¿Qué haces?
El Lobo: ¡Ponerme el camisón!
I Esta canción infantil, es un buen ejemplo de ejercicio de la atención que se pide a los
niños: en primer lugar porque estos no deben dejarse "engañar" por el estribillo; en
segundo, porque deben escuchar atentamente la respuesta del lobo que cada vez
cambia la última palabra y acordarse de las vestimentas que lleva puestas; finalmente,
porque deben preparar su huida, acompañada con frecuencia de gritos de temor y de
felicidad, cuando el lobo grita: "¡Os voy a comer!". Una fase del juego se termina
cuando el lobo devora al niño que está menos atento o al menos rápido en huir.
Los adultos todos los días ejercitamos nuestra atención sobre acontecimientos que
queremos comprender, aprender o memorizar. Pero también todos los días, realizamos
acciones repetidas cien, mil veces, y que no requieren ninguna o casi ninguna
atención. Estas acciones rutinarias y automatizadas tienen la ventaja de poder
realizarse sin esfuerzo y rápidamente, pero también el inconveniente de ser olvidadas
enseguida y, algunas veces -lo que resulta todavía más problemático- de no adaptarse a
la situación. Sin embargo, no siempre tenemos la posibilidad de ejercitar nuestra
atención. Por ejemplo, el estado de somnolencia que precede al sueño disminuye cada
día nuestro nivel de atención. Nuestro organismo no nos permite permanecer
despiertos indefinidamente.
1. Formas de atención
Rechazamos toda forma de atención
Si el término atención es con frecuencia confundido con los de concentración,
vigilancia, interés, o más aún, abandonado en beneficio del empleo del término
distracción, es porque tiene diferentes sentidos. Los diccionarios ofrecen generalmente
dos definiciones muy diferentes. La atención como acción de concentrarse, de
aplicarse, sinónimo de vigilancia en este caso, o bien como una señal de afecto o de
interés. Esta doble definición se refleja a su vez en dos expresiones diferentes que
evocan, dos tipos de comportamiento de una persona. Así, diremos de una persona que
"está atenta" cuando se concentra, y que "es atenta" cuando da muestras de interés. A
nosotros sólo nos concierne aquí la primera acepción; la segunda, el interés, remite a
un ámbito de estudio diferente en Psicología: la motivación.
Los medios técnicos de que disponen los investigadores en Psicología permiten tratar
objetivamente estas diferentes formas de atención, manipulando las actividades de
percepción, de memorización o de aprendí/aje en que la atención influye. Los estudios
de laboratorio utilizan y miden estas modalidades de atención que se han denominado:
atención conjunta, atención sostenida, atención dividida y atención selectiva o
focalizada.
Atención conjunta
La atención conjunta se estudia en las investigaciones sobre el bebé, George
Butterworth, de la Universidad de Southampton de Gran Bretaña, está particularmente
interesado en este tema. Este investigador utiliza el siguiente dispositivo de grabación:
sobre las cuatro paredes de una sala se colocan varios espejos (uno de ellos traslúcido)
lo cual permite, gracias a unas cámaras situadas detrás del mismo, filmar bajo todos
los ángulos los cambios de dirección de la mirada de una madre y de su bebé, sentados
uno frente a otro. Gracias a este dispositivo, George Butterworth se dio cuenta de que
el bebé era capaz de ajustar su mirada en una dirección, en respuesta a los
desplazamientos de la mirada de su madre, y ya desde el primer año de su vida. Dicho
autor denomina esta forma de atención, atención conjunta. Los bebés no son por tanto,
totalmente egocéntricos como habíamos creído hasta ahora. Por su parte, Jean Piaget
había ya descrito este comportamiento tras observar la mirada de su hija, cuando sólo
tenía dos meses (Piaget, 1937).
Sin embargo, 4 bebés no fueron tenidos en cuenta en este estudio, debido a su falta de
cooperación, lo cual nos hace suponer que no todos los niños tienen las mismas
capacidades para fijar su atención: por lo Idilio, aproximadamente un niño de cada
cuatro tendría dificultades para ejercer una atención conjunta a la edad de un año.
Estos investigadores conforme al análisis de las video-grabaciones, recogen y
clasifican en tres grandes categorías las respuestas de los bebés. Las respuestas
correctas, cuando el bebé mira en la misma dirección que su madre, son con diferencia
las más frecuentemente grabadas, ya que representan el 68% del tiempo total de las
video-grabaciones. Las ausencias de respuesta, cuando el bebé mira al vacío,
intervienen en el 27% de los casos. Finalmente, los brotes de ajuste, en débil
proporción con sólo el 5% de los tiempos de grabación, pueden distinguirse por
ejemplo, cuando un bebé mira hacia el lado opuesto a la dirección de la mirada de su
madre.
Figura 1.1
Atención sostenida
La atención sostenida se caracteriza por ser "un estado de preparación para detectar
y responder a ciertos cambios en el entorno que aparecen a intervalos de tiempo
aleatorios" (Mackworth, 1957). Es decir, implica una disminución de la eficacia de
los comportamientos cuando se requiere un esfuerzo prolongado en la realización de
una prueba, con frecuencia muy simple, perceptiva; por ejemplo, reconocer de vez
en cuando un sonido o una figura (la señal) que se diferencia de los demás
elementos (el ruido).
La atención sostenida se mide desde hace mucho tiempo mediante tres pruebas: la
tarea de rendimiento continuo de Rosvold (1956), el reloj, de Mackworth (1958) y la
prueba de cifras de Bakan (1959); sin olvidar los tests papel-lápiz empleados con
frecuencia. Estos tests se recogen bajo el nombre genérico de "tests de tachado". En
ellos, hay que buscar una determinada figura dentro de una serie de varios
centenares de figuras distintas, o bien comparar dos series de símbolos y encontrar
las diferencias entre ambas (como en los juegos de las revistas en los que hay que
encontrar 7 diferencias entre dos dibujos aparentemente semejantes).
Figura 1.2
Fluctuaciones o mantenimiento de la atención conforme a tres situaciones diferentes
(Según Mackwoth, 1958)
La atención dividida
La atención dividida se evalúa cuando la situación comporta varias informaciones y
no todas resultan interesantes. Tienen que realizarse varias operaciones al mismo
tiempo para que la respuesta adaptada sea el resultado de haber tenido en cuenta todos
los elementos de la situación. El empleo del término atención dividida remite por tanto
a la idea de una situación compleja, rica en informaciones, para la que es preciso
utilizar conjuntamente varias operaciones ya sean intelectuales o simplemente de orden
perceptivo-motor.
En el caso del niño, parece que la atención dividida ocasiona menos problemas a los
alumnos de los últimos cursos de escuela primaria que a los más jóvenes. En los
estudios llevados a cabo sobre el desarrollo de los recursos atencionales, los resultados
muestran una disminución de las interferencias con la edad: los niños de 10-11 años
obtienen resultados superiores en la primera tarea pero también una menor disminución
en la segunda que los de 8-9 años.
Existe otra explicación que resulta también interesante: la aptitud de los niños de
10-11 años para destacar una información pertinente, para explorar eficaz y
rápidamente un entorno visual o auditivo, para focalizar su atención sobre lo
requerido en cada situación, proviene de la adquisición, en el transcurso del
desarrollo, de las estrategias utilizadas por la atención (Miller,1990). Esta
interpretación se encuadra dentro de los estudios que muestran que los adultos
utilizan un mayor número de estrategias para organizar, memorizar y reconocer lo
que deben aprender1.
ATENCIÓN AUDITIVA
Deborah Pearson y David Lañe (1990), profesores-investigadores de la Escuela de
Medicina de Houston (Texas), quisieron saber si los niños en edad escolar que
saben ya leer, muestran diferencias de atención selectiva en la rapidez para
seleccionar frases oídas (modalidad auditiva) o letras del alfabeto vistas (modalidad
visual).
ATENCIÓN VISUAL
En una segunda fase, Deborah Pearson y David Lañe midieron en los mismos grupos el
tiempo necesario para que la atención selectiva fuese eficaz en la modalidad visual. La
prueba consistía en memorizar una letra que después, era mostrada en el lado derecho o
en el izquierdo de la pantalla de un ordenador, a la vez que otra distinta en el lado
opuesto. Ambas estaban más o menos a la misma distancia del centro de la pantalla
donde las personas debían mirar. Antes de presentar las letras y en tiempos que
variaban de 50 a 267 milésimas de segundo, un índice visual señalaba la posición futura
de la letra que había que reconocer. Una vez más, los resultados muestran que
independientemente del tiempo transcurrido entre la indicación de la posición y la
aparición de la letra, el tiempo que tarda la atención en desplazarse de la posición más
céntrica a la más alejada era del orden de 95 milésimas de segundo en el caso de los
niños de 8 años, de 50 en el de los de 11 años y únicamente de 25 en el caso de los
adultos (Pearson y Lañe, 1990).
Ficha práctica 1
1. La atención se manifiesta por la eficacia del comportamiento.
2. La atención conjunta se desarrolla en los bebés desde la edad de 6
meses.
3. Después de media hora, la atención no puede mantenerse.
4. Los límites de la atención aparecen cuando hay que realizar varias
operaciones al mismo tiempo.
5. La atención permite la selección de las informaciones.
2. Atención y rendimiento
Rapidez en responder y desarrollo cognitivo
Las diferencias de rapidez que evolucionan con la edad fueron puestas de manifiesto
en pruebas menos perceptivas que recurren al lenguaje. En un estudio consistente en
la denominación de pares de dibujos (Bizanz y col., 1979), los niños de 8 años
tardaban una media de 1/4 de segundo, mientras que los de 10,12 y los jóvenes
adultos de 19 nombraban los dibujos de manera más rápida, 1/5, 1/8 y 1/10 de
segundo respectivamente. Hay que señalar que el incremento de la rapidez no es
constante. De hecho aunque que los niños de 12 años son dos veces más rápidos
que los de 8, no son dos veces más lentos que los adultos. El factor rapidez sigue en
el desarrollo una trayectoria asintótica, y no se estabiliza hasta la edad de 12-14
años. Jean Piaget había señalado en su teoría sobre la construcción del desarrollo
intelectual del niño que el estadio en que más se aprende, el de la adquisición de
las operaciones formales, tiene lugar entre los 12 y los 15 años. En el transcurso de
esta etapa, el pensamiento se desliga de lo real, es decir, la mayor parte de los
adolescentes (no todos) son capaces de formular hipótesis a partir de la observación
de lo real, y las verifican mediante razonamientos lógicos sobre la base de
conocimientos adquiridos. De esta forma aprendemos que la alternancia de los días
y las noches, aunque en relación con el sol, no proviene de la rotación del sol
alrededor de la tierra.
Es preciso examinar los diversos roles que juega la atención en situaciones en las
que se recurre a la percepción, a la memoria y al aprendizaje.
Atención en la percepción
Desde hace algunos años, con el progreso de la tecnología, los investigadores en
Psicología son capaces de estudiar el comportamiento de los bebés de unas semanas, e
incluso de unos días ("reclutados" a la salida de maternidad). Estos estudios se basan en
las grabaciones del nivel de alerta o de reflejo ante la novedad medidos mediante los
ritmos biológicos o de succión, o incluso mediante el desplazamiento de la mirada de
los bebés. Estos indicadores internos o externos del comportamiento de los bebés han
permitido descubrir mecanismos psicológicos relacionados con la percepción auditiva,
por ejemplo, encontrar la diferencia entre dos lenguas, que entran en funcionamiento
bastante pronto, tras los primeros días de vida. Asimismo, se ha constatado que la
capacidad de añadir o sustraer al distinguir entre la suma o la resta de un objeto ante la
mirada de un recién nacido, aparece ya a los cuatro meses.
Así, todo comienza por la percepción. La percepción que el bebé tiene de su entorno se
va modificando a medida que va naciendo progresos psicológicos, intelectuales,
denominados también cognitivos (este adjetivo, cuya etimología remite al verbo
cognoscere, conocer, se empleó por primera vez por los investigadores en Psicología y
designa los conocimientos y las capacidades de un individuo). A la inversa, la
percepción del entorno es la infraestructura sobre la que se apoya el complejo de
actividades superiores. De este modo, el investigador en Psicología intentará com-
prender esos progresos mediante el estudio objetivo de las estrategias que emplea el
bebé en la percepción de su entorno, ya que el lenguaje no le permite más.
Estas investigaciones afirman que las estrategias de exploración visual que utiliza el
bebé, son el reflejo de su vida intelectual precoz y futura.
LA FIJACIÓN OCULAR: EL BEBÉ Y LA NOVEDAD
Aunque los recién nacidos y los niños muy pequeños son incapaces de hablar, parece
que sí muestran capacidades perceptivas ya bastante desarrolladas. Para saber si les es
posible distinguir colores, reconocer formas, percibir la profundidad, es necesario
recurrir a métodos indirectos de investigación. Gracias a estos métodos, se sabe que
los recién nacidos distinguen los colores, diferencian los olores e incluso perciben de
forma diferente ciertos gustos. Si el recién nacido muestra capacidades limitadas en
muchos campos, su aptitud para percibir los cambios en su entorno perceptivo está ya
muy desarrollada.
Adams (1987) mostró a recién nacidos de tres días, marcos de diferentes colores y
marcos grises. Midió el tiempo durante el cual los niños observaban estas diferentes
superficies. Los resultados indicaron que los bebés pasan más tiempo observando los
marcos de color que los grises. Los niños muy pequeños son capaces por tanto de
diferenciar objetos atendiendo a sus características perceptivas (el color en este caso).
Aunque algunas capacidades perceptivas están presentes ya desde el nacimiento,
otros trabajos indican que la percepción se modifica con el tiempo. Por ejemplo, la
percepción de la profundidad aparece en el transcurso del desarrollo. Se acostumbra a
algunos bebés de 4 meses a la imagen de un triángulo y a la de una pirámide (Yonas y
col., 1987), que rotan. Después se muestran estas mismas imágenes o una nueva
mediante un procedimiento estereoscópico de carteles (que permite ver una imagen
plana en relieve), entonces se constata que los niños observan más la imagen
nueva. En cambio, las formas ya mostradas cuyos índices de profundidad han cambiado
carecen de interés. Este resultado muestra que los niños perciben la profundidad desde
los cuatro meses.
Yendo incluso más lejos, si se le muestra este mismo objeto varios días después, el bebé
no se fijará en él de la misma forma que en los días precedentes. El niño más pequeño
es por tanto sensible a la novedad, y a su vez, capaz de habituarse a un entorno
conocido y de modificar sus exploraciones visuales ulteriores en función de su
experiencia. Pero lo que resulta más interesante es que los bebés se diferencian desde
la edad de cinco meses en la utilización de estos mecanismos de reflejo a la novedad o
de hábito. En Estados Unidos, Marc Bornstein del Instituto Nacional de Salud Infantil y
del Desarrollo Humano, ha realizado desde hace varios años estudios de este tipo con
los bebés. Instalados frente a una pantalla en blanco, se les muestra a través de un
proyector de diapositivas, durante diez segundos, la imagen de un rostro o de una figura
geométrica quince veces seguidas. Una cámara situada en lo alto y enfrente del bebé
permanece fija en su rostro y graba el desplazamiento de su cabeza o de su mirada en
cada proyección. Marc Bornstein considera que el bebé se ha habituado a la imagen,
criterio de hábito, cuando pasa la mitad, o menos, de su tiempo medio de exploración,
deteminado anteriormente, mirando la imagen, y esto durante dos proyecciones
consecutivas. Diez días más tarde, los bebés son convocados de nuevo para una
segunda sesión, idéntica a la primera. Después de analizar los vídeos, el autor señala
que existen al menos tres tipos de bebés-observadores (figura 2.3).
Los segundos, paradójicamente, pasan más tiempo mirando la imagen del objeto
durante las presentaciones ulteriores que durante la primera.. Además, es preciso
mostrársela más veces para habituarse, sobre todo durante la segunda sesión. El autor
les denomina "bebés que se habitúan lentamente".
Los bebés del "tercer tipo" disminuyen de forma bastante rápida su tiempo de
exploración sobre el objeto, pero consiguen difícilmente el criterio de hábito ya que,
unas veces, cuando se les muestra la primera vez, pasan menos de la mitad de su
tiempo mirándola, y otras, en la segunda, fijan su mirada durante mucho tiempo sobre
el objeto, y lo mismo ocurre las siguientes veces. Sin embargo, diez días después, sus
fluctuaciones son menos amplias y terminan rápidamente por no mirar más el objeto.
Son denominados los "bebés fluctuantes".
Otros estudios realizados con cerca de 250 bebés de 14 semanas muestran igualmente
que aquellos que mantienen durante más tiempo su mirada fija sobre dos luces blancas
intermitentes, son los que mejor logran un aprendizaje motor.
Además, el desarrollo de estrategias exploratorias entre 4 y 12 meses también depende
y en gran medida, de las relaciones sociales precoces que se establecen entre el niño y
la madre. Otro estudio muestra que la frecuencia de las acciones de la madre realizadas
para atraer la mirada de su hijo hacia sí o hacia un objeto del entorno, está directamente
relacionada con el número mayor o menor de las primeras palabras o protopala-bras
emitidas por su bebé en torno a los 12 meses.
Los primeros resultados (figura 2.4, parte superior) se refieren al tiempo de lectura
de la frase importante. Muestran que la presencia de la i'rase-indicio no ocasiona
un aumento de los tiempos de lectura de la frase importante (condición 2). En
cambio, cuando la frase importante está subrayada y está precedida o no de la
frase-indicio, se constata un aumen-lo del tiempo de lectura de la frase importante
(condiciones 3 y 4). Por lo tanto, el subrayado de la frase importante es lo que
incrementa el tiempo de lectura.
Los segundos resultados (figura 2.4, parte inferior) se refieren a los tiempos de lectura
de la última frase del texto. Indican una disminución de los tiempos de lectura
únicamente cuando la frase importante está subrayada e indicada.
Estos resultados indican que mientras leemos, nuestros ojos se fijan más tiempo sobre
las partes importantes del texto con el objeto de comprenderlo mejor y de memorizar
su sentido. Gracias a una preparación, a un análisis y a una memorización más largas,
el texto se lee más rápidamente. El tiempo necesario para percibir las palabras en una
situación de lectura está por tanto relacionada con las esperas, la comprensión y la
memorización de las frases más o menos importantes del texto.
La atención en la memoria
Volviendo a la canción en la que el lobo se viste, podemos decir que saber vestirse es
un hábito con frecuencia idéntico en las personas, pero lo que puede variar de una
persona a otra es el orden. Incluso, cuando decidimos memorizar una serie de acciones
o de informaciones nuevas, el orden elegido dependerá de la persona que la
memoriza. Excepto en el caso de que esta serie tenga una continuidad y el orden de sus
elementos tenga su importancia, por ejemplo un número de teléfono o una frase. O
más aun, en el caso de que sea importante reconocer y retener el lugar de donde
proviene la información. Por ejemplo, escuchar en el transcurso de una comida las
conversaciones de su vecino de la derecha o de la izquierda y saber a quién atribuirlas
puede permitir en ocasiones evitar engorrosos incidentes diplomáticos.
NIVEL DE MEMORIZACIÓN
La manera en la que se percibe y se analiza una información, por ejemplo, palabras,
influye en la memorización. Craik y Tulving (1975) proponen una prueba de memoria
que consiste en presentar a los sujetos una lista de palabras. Los sujetos deben
responder sí o no a una pregunta que contiene la palabra que acaba de aparecer (por
ejemplo: sol). Algunas de estas preguntas se refieren a los aspectos físicos de las
palabras (por ejemplo: "¿La palabra estaba escrita en mayúsculas?") Otras van
referidas a los aspectos fonéticos de las palabras (por ejemplo: "¿La palabra rima con
atención?"; por último, otras tratan los aspectos semánticos (por ejemplo: "¿la
palabra puede completar la frase: el brilla?"). Estas preguntas corresponden a
tres niveles de codificación: el primero referido al aspecto perceptivo, el segundo al
fonético y el tercero al semántico. El primer nivel de codificación es el más
superficial y el último el más profundo, siendo el segundo un nivel intermedio entre
los dos extremos. Craik y Tul-ving graban el tiempo empleado por los sujetos en
responder a las preguntas. Después de presentarles la lista de palabras, los autores
piden a los sujetos que reconozcan las palabras que se presentan con trampas y gra-
ban el éxito en el reconocimiento. Hay que retener dos cosas esenciales de los
resultados obtenidos. El tiempo tardado por los sujetos en reconocer las palabras y
por tanto en responder a las preguntas aumenta en función del nivel de tratamiento.
Cuanto menor es el tiempo tardado en reconocerlas en el caso del tratamiento
perceptivo, mayor lo es en el caso del tratamiento fonético y más aún en el del
semántico. El éxito en el reconocimiento aumenta en función del nivel de
tratamiento. Los sujetos reconocen de forma más fácil las palabras cuando han
sido codificadas a nivel semántico y los resultados son mejores en el nivel fonético
que en el perceptivo (figura 2.5).
Figura 2.5
Aumento del tiempo de respuesta y de reconocimiento conforme al nivel de tratamiento
(Según Craik y Tulvin, 1975)
Estos resultados muestran claramente que cuanto más codificadas de forma profunda
estén las palabras, mejor se memorizan. Un nivel de tratamiento perceptivo que
implique una codificación perceptiva de la información tendrá como consecuencia una
débil memorización de las informaciones. En cambio, un nivel de tratamiento profundo,
que implique una codificación semántica, y por tanto más elaborada, favorecerá un
almacenamiento a largo plazo de las informaciones presentadas.
Por otra parte, este resultado ha sido probado en el caso de los niños de 8,10 y 12 años.
La tarea consistía en clasificar palabras según una consigna perceptiva (por ejemplo:
"¿Contienen la letra A?") o una consigna semántica (por ejemplo: "¿Se trata de
nombres de animales, de países?"). Se observa que en este tipo de prueba, los niños más
pequeños tardan más tiempo en clasificar las palabras presentadas. Cuando después se
les pide que reconozcan las palabras que han clasificado, se observa que la tarea de
clasificación semántica permite un mejor reconocimiento que la de clasificación
perceptiva.
EL PALMO
Los investigadores en Psicología se interesaron desde muy pronto por la medición de la
memoria. En particular, se pretendió descubrir el mecanismo que permitiera recordar
informaciones que acabaran de ser percibidas. A este tipo de memoria se le denomina
memoria a corto plazo. Las investigaciones mostraron en primer lugar que la cantidad
de informaciones nuevas que aquella podía retener, era reducida. Entonces se consideró
que este tipo de memoria tenía una "duración limitada" denominada "palmo de
memoria"; de la misma forma que la anchura de la mano medida entre el extremo del
dedo pulgar y el del meñique separados, corresponde a una distancia comprendida
entre 22 y 24 cm en todos los individuos. En el caso de la memoria a corto plazo, la
cantidad de elementos que podemos recordar inmediatamente está comprendida entre
5 y 9 elementos, con una media de 7.
Para medir este palmo en una persona, basta con mostrarle una serie de 10 cifras a un
ritmo regular, por ejemplo, una cifra cada medio segundo, después, tras haberle
mostrado todas las cifras, se le pide que las vuelva a colocar en orden de forma
inmediata. Por ejemplo, se puede ver en la canción "Paseemos por los bosques..." un
ejercicio de palmo porque los niños deben memorizar el máximo de prendas que el
lobo enumera.
Sin embargo, estudios posteriores revelan que en las mismas condiciones el palmo
permanece estable cuando se utiliza una información de naturaleza diferente:
cuando las dos listas se constituyen con elementos de categorías diferentes - palabras
y cifras - y con un cierto orden.
ENTRE AMBOS,
MI MEMORIA OSCILA
Intentar escuchar a una persona o memorizar una información con el ruido de una
taladradora de fondo no resulta cómodo. Además, la exposición prolongada a un ruido
de más de 80 decibelios lleva consigo daños irreparables en el oído; hablamos de
contaminación o toxicidad sonora, pero, ¿qué sucede en el caso de una exposición a
sonidos de intensidad más débil, inofensiva?
EL BUCLE FONOLÓGICO
En una situación en la que informaciones auditivas acaban de perturbar la
memorización de una lista de elementos pronunciables, Alan Baddeley quiso saber si la
utilización del bucle fonológico no era un inconveniente. En efecto, se puede demostrar
que este "rizo" se encuentra en el origen de la disminución de la capacidad para
memorizar, en el sentido de que repetiría además el mensaje que no quiere escucharse
ni memorizarse.
Figura 2.6
La calidad de memorización de una información pronunciable depende a la vez de un entorno silencioso y de
la utilización del rizo fonológico (Según Baddeley, 1986)
Baddeley presentó visualmente una serie de 9 cifras que había que memorizar, o en
silencio, o presentando a la vez auditivamente una serie de 9 palabras. Además, en
estas dos pruebas se les pedía a las personas elegidas para realizarlas, que contaran
hacia atrás al mismo tiempo, o bien se les daba la opción de no hacer nada. Para ser más
exactos, en esta última modalidad, podían repetir las cifras. Los resultados (figura 2.6)
muestran que las palabras disminuyen la calidad de memorización de las cifras cuando
las personas pueden utilizar el bucle fonológico pero no cuando cuentan hacia atrás al
mismo tiempo (supresión del bucle fonológico).
Alan Baddeley vio sin embargo que el tipo de memoria utilizada para la primera serie
de frases funcionaba de forma visual y espacial. Si así era, el hecho de pedir a las
personas que realizaran otra acción al mismo tiempo, -por ejemplo, seguir con la
mirada un objeto en movimiento-, debía reducir la capacidad de esta memoria viso-
espacial. Utilizó la imagen de una figura geométrica simple que de vez en cuando
cambiaba de forma. Presentó sobre la pantalla de un televisor una figura triangular
que se transformaba algunas veces en un cuadrado. En un caso, la figura cambiante
permanecía inmóvil. En otro, cambiaba continuamente de sitio en la pantalla. En el
primer caso, el grupo debía mantener la mirada fija en la figura. Mientras que en el
otro, había que seguirla con los ojos para percibir el cambio de forma. En cualquiera
de los casos, había además que memorizar al mismo tiempo las dos series de frases
que contenían las cifras.
Los resultados (figura 2.8) indican que memorizar la serie 2 de las frases
incomprensibles no supone más dificultad manteniendo la mirada fija que
desplazándola. En cambio, la memorización de las frases que permiten construir
mentalmente una tabla se ve notablemente afectada cuando la mirada se desplaza
pero no cuando se mantiene fija.
Existe por tanto una memoria específica que se constituye a partir de las
características visuales y espaciales de las informaciones que hay que memorizar.
Baddeley la ha denominado "bloc de mapa visoespacial". Esta memoria es
comparable a un bloc de notas que tiene que utilizarse indispensablemente para
representar una figura compleja visual y especialmente. Esta memoria tiene por
tanto la posibilidad de buscar la información ya memorizada basándose en las
mismas estrategias que las utilizadas por nuestros ojos cuando analizan un entorno.
Esta memoria resulta entonces notablemente perjudicada cuando hay que explorar
con la mirada otra fuente de información al mismo tiempo.
La calidad de memorización de una información depende de la utilización
Figura 2.9
Figura 2.10
Ejemplos de presentación de dos cifras o dos consonantes que hay que memorizar y reconocer entre las
tablas mostradas sucesivamente (Según Schneider y Shiffrin, 1977).
Esta dificultad se traducía en que el tiempo requerido para reconocer la consonante era
mayor que para reconocer la cifra memorizada. Los resultados confirman no sólo esta
hipótesis (figura 2.11) sino que muestran sobre todo una detección muy rápida de las
cifras, cualquiera que sea le número de cifras conservadas en la memoria o de
consonantes presentadas en las tablas. En cambio, en la situación en la que hay que
memorizar consonantes, cuanto mayor es el número de consonantes y cuanto mayor
sobrecarga de elementos tenga la memoria a corto plazo, las personas tardan más tiempo
en reconocerlas. ¿Cual podría ser la razón de esta diferencia entre las cifras y las
consonantes memorizadas?
Figura 2.11
La detección de las cifras es rápida y constante, mientras que la detección de las
consonantes se retrasa en función del número de elementos memorizados
(Según Schneider y Shiffrin, 1977)
Figura 2.12
Disminución de la eficacia de un aprendizaje en caso de cambio de situación
(Según Shiffrin y Schneider, 1977)
EL EFECTO STROOP: DEBIDO A LA COSTUMBRE, REPARO DE FORMA
MENOS RÁPIDA EN LO ESENCIAL
En 1935, John Stroop, presentó a 88 niños de cuatro clases diferentes que sabían leer (de
7 a 10 años) una prueba extremadamente simple compuesta de dos tablas acompañadas
de dos consignas diferentes. Había que leer una tabla de 100 palabras escritas en tinta
negra que significaban los colores rojo, azul, verde, marrón o violeta; en la segunda
tabla, tintas de colores sirvieron para escribir 100 palabras que significaban un color dife-
rente del de la tinta utilizada para escribirlas: por ejemplo, la tinta verde, utilizada para
escribir la palabra rojo, debía denominarse verde (figura 2.13).
Figura 2.13 Espera de la respuesta "negro" (Según Stroop, 1935)
Este resultado puede explicarse por el hecho de que los alumnos tenían que realizar otra
cosa mientras nombraban el color de las tintas. Debían leer la palabra, pero no se les
había dado ninguna consigna en este sentido. Como no podían dejar de leer la palabra
escrita, "rojo" por ejemplo, que interfiere con el nombramiento de la tinta -verde-, la
respuesta resultaba más difícil. John Stroop puso también de manifiesto lo
incomprensible de la lectura que en la mayor parte de los adultos llega a ser una
competencia adquirida y automatizada. Así, podemos afirmar que los automatismos
permiten responder de forma más rápida a situaciones usuales. Pero en ciertos casos,
como en el experimento de Stroop en el que la presentación de una palabra no quiere
decir que haya que leerla, los automatismos van a desembocar en respuestas más
lentas, e incluso inadaptadas.
Figura 2.14
Figura 2.15
Ficha práctica 2