Subraye Las Palabras Adecuares

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Subraye las palabras adecuadas (para escribir tu propia historia)

En este heterodoxo microrrelato, “Subraye las palabras adecuadas”, Luis Britto García nos ofrece un
patrón para que confeccionemos nuestra propia historia. Solo hay que escoger unas palabras y
rechazar otras. Yo he optado por “una mañana el anciano que estaba moribundo sintió las primeras
punzadas de la helada…”. Hay cierta cacofonía en las palabras “moribundo”, “punzadas” y “helada”,
pero aun así el inicio es interesante…

SUBRAYE LAS PALABRAS ADECUADAS

Luis Britto García

Una mañana tarde noche el niño joven anciano que estaba moribundo enamorado prófugo confundido
sintió las primeras punzadas notas detonaciones reminiscencias sacudidas precursoras seguidoras
creadoras multiplicadoras trasformadoras extinguidoras de la helada la vacación la transfiguración la
acción la inundación la cosecha. Pensó recordó imaginó inventó miró oyó talló cardó concluyó corrigió
anudó pulió desnudó volteó rajó barnizó fundió la piedra la esclusa la falleba la red la antena la espita
la mirilla la artesa la jarra la podadora la aguja la aceitera la máscara la lezna la ampolla la ganzúa la
reja y con ellas atacó erigió consagró bautizó pulverizó unificó roció aplastó creó dispersó cimbró lustró
repartió lijó el reloj el banco el submarino el arco el patíbulo el cinturón el yunque el velamen el remo
el yelmo el torno el roble el caracol el gato el fusil el tiempo el naipe el torno el vino el bote el pulpo el
labio el peplo el yunque, para luego antes ahora después nunca siempre a veces con el pie codo dedo
cribarlos fecundarlos omitirlos encresparlos podarlos en el bosque río arenal ventisquero volcán dédalo
sifón cueva coral luna mundo viaje día trompo jaula vuelta pez ojo malla turno flecha clavo seno brillo
tumba ceja manto flor ruta aliento raya, y así se volvió tierra.
NANOCUENTOS de Manuel Pastrana Lozano

MAL DE OJO

Le miró el fondo de ojo, se le nubló la vista y quedó ciego.

EXPERIENCIA

Volví.

INTENTO

“No hay caso” –se dijo-, recostándose de nuevo. Cerró los ojos, se dio una media vuelta y volvió
quedarse muerto.

RESPIRO

Mientras se ahogaba, en un abrir y cerrar de ojos, decidió tomarse un respiro.

Ambrose Bierce: El león y la espina

Un león que vagaba por el bosque se clavó una espina en la pata, y al encontrar un pastor, le pidió
que se la extranjera. El pastor lo hizo, y el león, que estaba saciado porque acababa de devorar a otro
pastor, siguió su camino sin hacerle daño. Algún tiempo después, el pastor fue condenado, a causa
de una falsa acusación, a ser arrojado a los leones en el anfiteatro. Cuando las fieras estaban por
devorarlo, una de ellas dijo:

—Este es el hombre que me sacó la espina de la pata.

Al oír esto, los otros leones honorablemente se abstuvieron, y el que habló se comió él solo al Pastor.

Microrrelato de Mario Benedetti: Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de
explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia (miedo o pánico a estar en
espacios cerrados o limitados), y ella, agorafobia (miedo o pánico a los espacios abiertos). Era sólo
por eso que fornicaban en los umbrales.

Microrrelato de Atilano Sevillano: ¿Segundas oportunidades?

Cuando se topó con los buitres, tuvo la fatal ocurrencia de hacerse el muerto.
Microrrelato de Juan José Arreola: Libertad

Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron algunos deseos
insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir
envió a última hora su excusa humilde. Todo transcurrió en un silencio pavoroso.

Creo que el error consistió en la ruidosa proclama: trompetas y campanas, cohetes y tambores. Y para
terminar, unos ingeniosos juegos de moral pirotécnica que se quedaron a medio arder.

Al final me hallé a solas conmigo mismo. Despojado de todos los atributos de caudillo, la medianoche
me encontró cumpliendo un oficio de mera escribanía. Con los últimos restos del heroísmo emprendí
la penosa tarea de redactar los artículos de una dilatada constitución que presentaré mañana a la
asamblea general. El trabajo me ha divertido un poco, alejando de mi espíritu la triste impresión del
fracaso.

Leves e insidiosos pensamientos de rebeldía vuelan como mariposas nocturnas en torno de la


lámpara, mientras sobre los escombros de mi prosa jurídica pasa de vez en cuando un tenue soplo de
marsellesa.

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