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 Carmen dijo que sí

© Del texto: 2009, Gerardo Meneses Claros

© De las ilustraciones: 2009, Lorena Álvarez
© De esta edición:
2015, Distribuidora y Editora Richmond S.A.
Carrera 11 A # 98-50, oficina 501
Teléfono (571) 7057777
Bogotá – Colombia
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• Ediciones Santillana S.A.

Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires
• Editorial Santillana, S.A. de C.V.
Avenida Río Mixcoac 272, Colonia Acacias,
Delegación Benito Juárez, CP 03240,
Distrito Federal, México.
• Santillana Infantil y Juvenil, S.L.
Avenida de Los Artesanos, 6. CP 28760, Tres Cantos, Madrid

ISBN 978-958-743-431-6
Impreso en Colombia
Impreso por Editorial Delfín Ltda

Primera edición, marzo de 2009

Segunda edición, octubre de 2015

Dirección de Arte:
José Crespo y Rosa Marín
Proyecto gráfico:
Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas y Julia Ortega

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida,

ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de
recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio,
sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito,
de la editorial.

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 Carmen dijo que sí
Gerardo Meneses Claro

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 A todos los niños y niñas
que durante tantos años me han confiado sus
primeras historias de amor.

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 1

Carmen me regaló una fotografía suya el día 9

que fuimos al cine. La tengo aquí, en el porta-
rretrato de mi mesita de noche, escondida de-
trás de la foto de mamá.
—Aterriza, bobo —me dijo Sara regañán­
dome.
—¿Ah? —contesté.
—Que cambies esa cara. Carmen va a pen-
sar que tengo un primo idiota.
Idiota sí quedé. O sea, si el amor idiotiza,
estoy enamorado. Y sí, se llamaba Carmen; te-
nía once años, ojos negros y un perro. El perro
se llamaba Bandido y no se despegaba de ella.
Yo también tenía once años, ojos cafés, no tenía
perro pero sí un problema: estaba enamorado de

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 10

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 Carmen, más bien, acababa de enamorarme de
Carmen.
Sara nos presentó el mismo día que yo llegué
donde tío Daniel a pasar las vacaciones de fin de
año. Ella se me quedó mirando, me dio un beso
en la mejilla y le dijo gracias a mi prima, a Sara.
Hasta ahí todo iba bien, porque desde ese
momento en adelante solo empecé a sentir algo 11
parecido al miedo pero también a la alegría,
una mezcla entre querer seguir viéndola y sa-
lir corriendo; y unas ganas enormes de que mi
prima desapareciera pero, también, que no se
fuera de mi lado.
Ella lo notó, estoy seguro, sobre todo cuan-
do me preguntó dónde vivía y yo seguí mudo
y fue Sara quien respondió no solo esa, sino
todas las preguntas que Carmen no hizo, pero
que mi prima se inventó. Le dijo que me llama-
ba Javier Vallejo, que vivía en otro pueblo, que
acababa de terminar Sexto, que todas las vaca-
ciones las pasamos juntos, que yo era muy ché-
vere y que ¿qué tal mi primo?

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 Carmen se rio conmigo de la perorata de
Sara, me dijo que le daba gusto conocerme. Y se
marchó cuando el perro ladró, queriendo irse
también.
Volvimos a casa y en el camino le pregun-
té a Sara todo lo que quería saber de Carmen,
pero no me adelantó mucho, lo que me dijo
12 fue que si quería saber de ella, se lo pregun-
tara, que ya éramos amigos, que para eso nos
había presentado. Sara es mayor que yo, tiene
12 años y va a hacer Octavo, es la menor de
mis primos y es la hermana de Rafael y Lina.
Con todos me llevo bien, pero con ella la pa-
samos todo el tiempo; desde chiquitos ha sido
así. En ocasiones, en vacaciones de junio, son
ellos quienes vienen con los tíos a visitarnos
al pueblo donde vivo. Mamá y tío Daniel son
hermanos y se quieren mucho; con papá no sé
si se querían, hace mucho se fue para España y
ya no volvimos a saber de él. Ya no lo extraño.
Al comienzo sí, pero ya no. A veces me asusta-
ba cuando llegaba furioso y gritaba a mamá.

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 Pero eso no volvió a pasar, hace tiempo no está
con nosotros.
Sara siempre sale con cosas así. ¿Qué trabajo
le costaba contarme sobre Carmen? Pero no, se
mantuvo en su decisión, se echó a correr como
una loca y me dijo que la alcanzara a ver si se
me quitaba la cara de bobo que traía. Y como
yo no quería que se me quitara la cara que te- 13
nía, caminé lento, despacito, todavía pensando
en Carmen.
Sara se devolvió y me jaló del brazo.
—Muévete —me dijo—, que vamos a llegar
tarde y mamá nos regaña si no estamos para el
almuerzo. Tía Elisa, la mamá de Sara, es veteri-
naria y es muy brava; bueno, brava, brava, no,
sino seria. Es decir, si la comparamos con tío
Daniel, que a toda hora está de buen humor y
nunca lo vemos cansado.
Él es maestro y dice Rafael que es muy es-
tricto. Yo no le creo porque siempre habla con
dulzura y sonríe a cada rato. Esta mañana, por
ejemplo, cuando tía Elisa dijo que iba a prepa-

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 rar el almuerzo, todos nos reímos cuando él
contestó que entonces luego nos invitaba a al-
morzar porque “tus comidas siempre nos dejan
con hambre, mi amor”.
A tía Elisa no le hizo gracia, como tampoco
le va a hacer gracia que lleguemos tarde. Por
eso apuré el paso y cambié de cara y volví a la
14 de siempre; pero fue por fuera, porque por den-
tro, bien adentro, el recuerdo de Carmen me si-
guió acompañando.
Se lo conté a Rafael en la tarde, le dije que
si conocía a Carmen, la vecina de enfrente y él,
malicioso y lleno de curiosidad, me dijo que sí,
que por qué.
—Por nada —le dije.
—¿Por nada? Pero si tienes una cara de bobo
que no puedes con ella.
Conclusión: el amor emboba. Nada que ha-
cer. Y ante una evidencia tan clara no tuve más
remedio que contarle a mi primo la verdad y,
de paso, pedirle ayuda.

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 —No es nada del otro mundo, Javi, solo llé-
vala suave.
“¿Llévala suave? ¿A dónde?”, me pregunté.
—¿Entiendes?
—Claro —mentí.
—Hazte el desinteresado, el que no es con-
tigo la cosa, el que no tienes afán de nada. ¿Me
entiendes? 15
—Claro.
—Por ejemplo, si ella te llama, hazte negar,
si te invita a que la acompañes a algún lado,
dile que hoy no puedes, que qué pena, que otro
día. ¿Entiendes?
—No —dije con toda sinceridad—. No te
entiendo. Lo que yo quiero es justamente es-
tar cerca de ella, que me hable, mejor dicho que
hablemos, que salgamos juntos.
—Por eso —dijo. Y se marchó.
¿Por eso? ¿Cómo así? Intento fallido. Rafael
tiene 17 años, está en Undécimo y es el novio
de Sofía; bueno, la verdad él sale también con

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 Ana y Linda lo llama con frecuencia. Y sí, aho-
ra que lo recuerdo, en ocasiones, cuando soy yo
quien contesta el teléfono, él me dice prime-
ro lo que tengo que contestar dependiendo de
quién llama.
Rafa es bien alto, juega baloncesto, siempre
anda en jeans y dice tía Elisa que es muy sim-
16 pático. Sofía también lo dice y yo creo que sí.
Tiene los dientes blancos y la piel oscura, como
la de tío Daniel.
A media tarde Lina organizó programa en
el río. Yo vivo en tierra fría, en cambio aquí, el
calor es infernal, y casi todas las tardes nos va-
mos a piscina o al río. Eso es lo mejor de mis va-
caciones con mis primos de tierra caliente. Eso
y otras cosas que pasan. Carmen, por ejemplo.

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