Alcalde - Etnografia en Un Centro de Menores Infractores PDF

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Tesis Doctoral

Antropología de las Instituciones. Estudio etnográfico del


internamiento en un centro de menores infractores

Universidad de Córdoba. Facultad de Filosofía y Letras

Autor: Ignacio Alcalde Sánchez

Director: Enrique Soria Mesa

Octubre, 2016
TITULO: ANTROPOLOGÍA DE LAS INSTITUCIONES. ESTUDIO
ETNOGRÁFICO DEL INTERNAMIENTO EN UN CENTRO DE
MENORES INFRACTORES

AUTOR: Ignacio Alcalde Sánchez

© Edita: UCOPress. 2017


Campus de Rabanales
Ctra. Nacional IV, Km. 396 A
14071 Córdoba

www.uco.es/publicaciones
[email protected]
TÍTULO DE LA TESIS: ANTROPOLOGÍA DE LAS INSTITUCIONES. ETNOGRAFÍA
DEL INTERNAMIENTO EN UN CENTRO DE MENORES INFRACTORES

DOCTORANDO: IGNACIO ALCALDE SÁNCHEZ

INFORME RAZONADO DEL DIRECTOR DE LA TESIS

La tesis doctoral presentada por D. Ignacio Alcalde Sánchez cumple con todos los
requisitos exigidos para su defensa. Ésta ha atravesado todas las fases de formación
e investigación que se detallaban en su plan de investigación y arroja conclusiones
relevantes, tales como el internamiento entendido como un rito de paso o el centro de
menores como una institución sociocultural temporal-especial. Todo ello realizado
desde la óptica de la Antropología y apoyado en la etnografía como herramienta.

El doctorando ha mostrado desde el comienzo una gran madurez en su trabajo,


desarrollando un plan de investigación que ha estado apoyado en la asistencia a las
jornadas de formación “El Doctorado en la Universidad de Córdoba: marco normativo,
procesos y procedimientos”, organizado por el Instituto de Estudios de Postgrado de la
UCO en 2014; la participación en el congreso propio del programa de Patrimonio, en
2016, donde expuso algunos de los aspectos clave en su investigación y culminado
con la publicación de dos artículos relacionados con este proceso investigativo:

 Alcalde Sánchez, I., “El internamiento como rito de paso. De delincuente juvenil
a joven resocializado, pasando por menor infractor”, EREBEA, Revista de
Humanidades y Ciencias Sociales, nº 6 (2016). En prensa.
 Alcalde Sánchez, I., “Etnografía de la piel. Los tatuajes en los centros de
internamiento. Un estudio antropológico de las marcas en los menores
infractores”, Revista de Antropología Experimental, nº 16 (2016), pp. 237 – 249.

Su labor como docente dentro de uno de estos centros, así como su formación como
antropólogo le han servido para dotar a la investigación de un prisma diferente y
novedoso, en cuanto que le permitía crear una etnografía desde dentro, dando como
resultado un trabajo complejo y completo en el que se muestran todos los procesos
culturales que allí se producen. Ha obtenido conclusiones importantes que de manera
sintética nos ayudarán a entender cómo es el internamiento desde muy diferentes
ópticas como son la teoría de sistemas, instituciones totales, los ritos de paso o las
comunidades minoritarias.

Por todo ello, se autoriza la presentación de la tesis doctoral.

Córdoba, 7 de noviembre de 2016

Firma del director

Fdo.: Enrique Soria Mesa

III
ÍNDICE
Introducción 1

PARTE 1 DOCUMENTAR 5

Bloque 1. Las herramientas 7


Capítulo 1. Antropología y Etnografía 7
1.1. Antropología 8
1.2. Etnografía 14
1.3. Algunos datos etnográficos 19
Capítulo 2. Antropología, instituciones, comunidades y
sistemas expertos 25
2.1. Instituciones 25
Instituciones culturales 26
Instituciones particulares 35
Instituciones Totales 36
Instituciones Disciplinarias 38
Instituciones Voraces 40
2.2. Comunidades 41
Comunidades Cerradas 44
Comunidades Minoritarias 45
2.3. Sistemas Expertos 46
2.4. Teorías de sistemas 50
Bloque 2. El centro 55
Capítulo 3. Marco Jurídico 55
3.1. Legislación desde el marco de la justicia 55
Marco internacional 56
Marco europeo 62
Marco español 64
Marco autonómico 73
3.2. Legislación desde el ámbito de la educación 78
3.3. Legislación desde otros ámbitos y administraciones 83
Capítulo 4. Antropología e Historia 87
4.1. Otro apunte más para su discusión 87

V
4.2. Historia de los Centros de Internamiento en España 95
4.3. Algunos datos actuales sobre los centros 102

Bloque 3. Los menores 107


Capítulo 5. Antropología, Criminología y Sociología 107
5.1. Antropología criminal. Historia 109
Antropología criminal en Italia 111
Antropología criminal en España 113
5.2. Teorías sobre la delincuencia. Escuelas y corrientes 119
Teorías Psicobiológicas 120
Teorías sociológicas 122
Teorías integradoras 135
Nuestra postura 139
Capítulo 6. Menor infractor 145
6.1. Concepto de menor infractor y otros términos empleados 145
Delincuencia juvenil 150
Criminalidad juvenil 154
Desviación, inadaptación, comportamiento
desviado o conducta desviada 154
Jóvenes en riesgo de exclusión social 156
Menores infractores 157
Nuestra postura 158
6.2. Las edades del delito 159
La minoría de edad 161
Evolución histórica del
discernimiento 162
Modelo ideológico legislativo 167
Separación del derecho del menor 173
El concepto antropológico de la edad 174
6.3. El perfil del menor 178
6.4. Algunos datos actuales sobre menores 186
Capítulo 7. Otros estudios y etnografías de referencia 189
7.1. Estudios sobre internamiento,
comunidades cerradas o instituciones similares 190
7.2. Estudios etnográficos y de método 192
7.3. Estudios sobre grupos sociales,
sectores marginados o estratificación social 193
7.4. Estudios desde el prisma
de la edad (adolescencia y marginalidad) 197
7.5. Estudios desde el ámbito del Derecho,
Criminología, Sociología y Psicología 200

PARTE 2 OBSERVAR 203

Capítulo 8. El espacio y el tiempo toman sentido 207


El espacio 207
Territorialidad 214
Tiempo 222
Capítulo 9. El individuo. La construcción social en el cuerpo 227
Identidad individual. El cuerpo 227
Género 244
Capítulo 10. El grupo como sistema. Nosotros y los otros.
La construcción social de la comunidad 249
Etnografía sistémica 252
Sistema experto 266
Capítulo 11. El control del cuerpo y la institución.
Política y Economía 277
Política 277
Economía 301
Capítulo 12. Religión, lenguaje y simbología en el CIMI.
Elementos para la cohesión 307
Religión 307
Lenguaje 327
Simbología 332

VII
PARTE 3 CONCLUIR 335

Capítulo 13. Conclusiones 337


Respecto al internamiento y el CIMI 338
Respecto a los procedimientos
y herramientas. Antropología y etnografía 349
Bibliografía 353
Nota preliminar

Esta investigación ha sido el fruto del trabajo y las vivencias compartidas con un gran
número de personas. Debo reconocerles su labor, afecto y entrega, ya que de otra
manera no habría sido posible la finalización de este proyecto.

En el plano profesional, comenzando por el centro de menores, debo agradecer su


compañerismo y entrega a los buenos profesionales que he conocido allí dentro. Espero
haber aprendido algo de ellos. De la misma manera, a todos los menores con los que he
compartido estos últimos diez años y con los que tanto he vivido y he aprendido.

Dentro del plano académico, a lo largo de mi formación como maestro y antropólogo


debo resaltar el área de Antropología Social de la Universidad de Córdoba, en el que
desempeño mi labor como profesor, así como los diferentes departamentos de
Antropología Social y Cultural de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y
de Magisterio de la Universidad de Córdoba que también alumbraron mis comienzos y
marcaron el camino por el que iba a continuar mi labor como docente e investigador.

Especial agradecimiento le debo a D. Enrique Soria Mesa, director de esta tesis, por el
salto al vacío que suponía esta investigación y que no se pensó ni por un momento.

En el plano personal, el gran esfuerzo que supone compaginar la labor como docente,
con el desarrollo de una tesis doctoral, no habría sido posible sin la comprensión, el
apoyo y la ayuda de mi familia. A todos ellos mi agradecimiento. Su entrega no ha
pasado inadvertida y ha sido crucial para acometer tal objetivo. Si no hubieses estado
ahí, este trabajo habría sido totalmente inalcanzable.

Mi agradecimiento sincero a todos ellos que, por otro lado, son totalmente inocentes
ante el resultado aquí presente.

Por último, todo este trabajo está dedicado a la memoria de A. P., somos muchos los
que sentimos no haber estado a la altura.

IX
Abreviaturas

CIMI Centro de Internamiento de Menores Infractores

LORPM Ley Orgánica de Responsabilidad Penal del Menor

TGS Teoría General de Sistemas

XI
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

INTRODUCCIÓN

Un Centro de Internamiento de Menores Infractores es un espacio acotado en el que un


grupo de menores cumplen una medida de privación de libertad. En él, interactúan las
directrices emanadas desde la Educación, Sociología, Psicología, Sanidad o Derecho,
con el objetivo de responsabilizar, reeducar y resocializar a los menores que se
encuentran allí internos, articulando una planificación compleja de actuaciones y pautas
a desarrollar. Esto, lo convierte en un entorno particular que ha sido ampliamente
investigado desde muy diferentes enfoques, que van desde la Historia hasta la Medicina
pasando por la Sociología o la Psicología y que ahora, centrará nuestro estudio desde el
prisma de la Antropología.

Tras la reforma en el año 2000 de la legislación que regulaba estos espacios, los centros
de internamiento iniciaron un proceso de transformación que les llevó a adoptar nuevos
perfiles, a transformarse, tomando un rumbo que los ha separado de la concepción
anterior cercana a otros lugares y que los ha llevado hasta nuestros días, donde se erigen
como una institución nueva. La priorización del carácter educativo frente al punitivo, el
planteamiento de las medidas judiciales a cumplir o los profesionales que se verán
envueltos en esta labor a partir de entonces, les conferirán un nuevo carácter, totalmente
distinto al anterior. Y es ahí dónde podemos situar el origen de esta investigación, al
mismo tiempo que comenzaba nuestro trabajo, como uno de esos profesionales, dentro
de ellos, en un CIMI de la comunidad autónoma de Andalucía, dentro de la provincia de
Córdoba.

Los CIMI, entendidos como una institución viva que cambia y que se adapta a cada
momento socio histórico, tomaban un nuevo rumbo, dejando de encajar en las
denominaciones anteriores y caminando hacia una definición propia de su espacio, en el
que la complejidad y la diversidad se afianzaban como parte fundamental de ellos. Por
lo que la revisión de lo estudiado y los nuevos puntos de vista en su análisis se hacían
necesarios.

Al mismo tiempo, la particularidad de formar parte de ellos, aunando nuestra labor


como profesionales dentro del centro, con nuestra formación como antropólogos, nos
brindaba la oportunidad de comenzar con ese trabajo de revisión y estudio, que

1
Ignacio Alcalde Sánchez

comenzaría a gestarse en torno a una idea central: el CIMI entendido como una
comunidad e institución cultural.

De esta manera, toda la investigación previa que consultábamos, desde la Sociología, el


Derecho o la Historia parecían encajar bajo nuestro enfoque, al tiempo que nos permitía
continuarlo, con la realización de una investigación antropológica basada en una
etnografía extensiva. Una investigación con la que mostrar en profundidad todos los
procesos que allí se producían, basada en las herramientas que la Antropología nos
proporcionaba y con la que serles útiles a otros campos.

Entender el significado que el internamiento tiene para cada uno de los miembros que
formaban parte de ese proceso, desmenuzar el centro de internamiento desde el punto de
vista cultural o comprender qué suponía verse inmerso en ese proceso, desde su entrada
hasta la puesta en libertad, serían algunos de los objetivos con los que comenzaríamos a
darle forma a nuestro trabajo.

El CIMI como una comunidad cultural compleja sería, por tanto, el objeto de estudio de
este trabajo, entendido como un todo cultural que necesitaba de la etnografía para su
análisis y apoyándose en nuevos pilares en los que triangular la información. Pilares
como la Teoría de sistemas, Sistemas expertos o Instituciones socioculturales, con los
que pivotar y completar nuestra visión.

Si queríamos saber qué significaba el internamiento debíamos analizar la cultura que


produce y mantiene y para ello nada mejor que la Antropología para una
fundamentación teórica holista y para su análisis, la etnografía, acompañada de diversos
enfoques.

Y es así como comienza esta andadura, que poco a poco se fue convirtiendo en un
trabajo complejo, en cuanto a su amplitud y ambición. Una etnografía que retratase toda
una comunidad, que se amparase en los pilares teóricos necesarios para estar bien
fundamentada, que aportase la visión de un participante de dicha comunidad, que
además era reconocido por todos como un miembro más y que permitiese el
entendimiento de todos los procesos que allí se llevaban a cabo fueron las premisas
planteadas desde el principio y que vertebran toda la investigación.

Apoyados en las lecturas de M. Foucault, sobre la dominación del cuerpo y las


estructuras de poder —donde la relación entre dominación y subordinación toman
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

sentido—; las trabajos de E. Goffman sobre la importancia del comportamiento humano


a modo de rol teatral con el que nos presentamos ante los demás y aceptamos nuestro
papel; los conceptos de habitus y campo de P. Bourdieu o los estudios críticos sobre el
internamiento de L. Wacquant comenzaríamos a dar forma a las categorías analíticas
que compondrían el eje de nuestro estudio. Al mismo tiempo, los conceptos básicos en
Antropología de C. Geertz, M. Abélès, M. Harris, o C. Lisón, entre otros, nos dirigían
hacia un estudio de la cultura y las instituciones empleando las herramientas clásicas de
la etnografía y la observación participante.

Desde esta perspectiva, nuestra formación en Antropología necesitaba también del


enfoque diferente que nos aportarían los conceptos extraídos de la Teoría General de
Sistemas, el estudio sobre Sistemas Expertos y su aplicación a las Ciencias Sociales o el
análisis de las instituciones culturales como modulación de la sociedad. Una amalgama
que nos permitiese, junto al análisis del marco normativo y las diferentes teorías sobre
la desviación en Sociología, presentar de manera completa nuestro estudio etnográfico.

Los objetivos se planteaban desde esta perspectiva, de manera meridiana: analizar el


CIMI como comunidad cultural, entender qué ocurre en el internamiento —entendido
éste como un proceso de inmersión en una cultura propia y definida—, explicar los
procesos de interacción que allí se producen e identificar todos los rasgos, actores y
situaciones que configuran esta institución y que pueden ayudarnos a producir datos
etnográficos suficientes para continuar con otras investigaciones

En este sentido, entendemos que toda investigación puede ser de revisión, extensión o
innovación, por lo que en ésta hemos fusionado estos tres objetivos, ya que se revisa la
etnografía como herramienta de trabajo y lo dicho sobre el internamiento, al mismo
tiempo se ahonda en esta investigación ya que profundiza en este concepto del
internamiento desde el plano cultural y por último pretende ser innovadora respecto a su
enfoque etnográfico que es llevada a cabo por un miembro de dicha comunidad,
mostrando así otro enfoque diferente al empleado hasta ahora.

Respecto a la selección del centro de estudio, se trata de un centro representativo de


todos los demás existentes en la comunidad autónoma de Andalucía, en cuanto al tipo
de medidas y perfiles de los menores que se encuentran allí internos, ya que recoge toda
la variedad posible de medidas de internamiento (masculino, femenino, terapéutico, fin
de semana, etc.) como analizaremos más adelante. Al mismo tiempo, la legislación que

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Ignacio Alcalde Sánchez

enmarca a todos los centros y las diferentes regulaciones que pautan su funcionamiento
en esta comunidad, hacen que todos adopten un modo similar de desarrollo, por lo que,
el seleccionado, lo hacía representativo de estos centros. De esta manera, el CIMI —que
mantendremos bajo esta denominación, y al que nos referiremos por este acrónimo en
todo el trabajo— representa una casuística suficientemente amplia como para englobar
la variedad que pueden presentar todos los demás aunque lo completamos con las visitas
y entrevistas puntuales a miembros de otros centros.

Relacionado con la metodología a emplear, como ya hemos expuesto, absorberemos


retazos de instituciones, comunidades, sistemas, sistemas expertos, etc. para argumentar
lo que nosotros hemos denominado cultura, un concepto que englobará a todas estas y
que nos servirá para refutar el propósito de este estudio, una demostración de cómo en
el internamiento se crea y comparte una cultura y convirtiéndose en una institución
cultural.

La estructura que presenta nuestro trabajo se adapta a los principios habituales del
trabajo académico. Esto es, un marco teórico previo —que nosotros hemos titulado
Documentar, englobado bajo el epígrafe de parte 1—, una sección en la que mostramos
nuestro trabajo etnográfico de recolección, análisis de datos y cruce de éstos —parte 2,
Observar— y finalmente, las conclusiones en un último bloque —parte 3, Concluir—.

De esta manera, en este trabajo, presentamos una etnografía, en la que vamos a utilizar
aspectos de la Antropología Histórica, Antropología Jurídica y sobre todo de lo que
llamaremos Antropología Criminal. En la que todo lo dicho en el marco teórico se
fusionará y confluirá con los datos etnográficos relevantes, con los que dar a entender y
mostrar cómo un edificio con unos menores condenados a estar en él durante un tiempo,
se convierte en una comunidad cultural y de ahí a conformarse como una institución
sociocultural más. Con todos los rasgos de una cultura propia, exclusiva y excluyente,
que se comparte, se reproduce, se mantiene y se interpreta dentro de aquellos muros; y
que configurará a cada uno de los protagonistas que por allí pasan. Un trabajo de
investigación con el también que pretendemos ser útiles al resto de investigadores que
trabajan en este campo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Parte 1 Documentar

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Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Bloque 1. Las herramientas

Capítulo 1. Antropología y Etnografía

A veces eso de soñar está bien...

F. Dostoievski. Noches blancas.

No es el objetivo de este primer apartado hacer un recorrido exhaustivo por los


principales aspectos de que han caracterizado a la Antropología como ciencia, desde sus
inicios hasta nuestro días, pormenorizando en contenidos que serían más apropiados en
otros niveles curriculares u otros tipos de trabajos académicos, pero sí que debemos
detenernos brevemente en algunos de los conceptos que emanan de ésta y plantearlos
desde el principio de manera precisa, ya que serán algunos de los pilares claves que
sostendrán toda nuestra investigación.

De esta forma, tras hacer un recorrido general donde expondremos la situación actual en
la que se encuentra la Antropología Social y Cultural y cómo se ha llegado hasta ella —
con lo que entender la situación en la que nos encontramos actualmente—,
enunciaremos brevemente algunos de los conceptos que se repetirán a lo largo de la
etnografía y el marco teórico previo, a modo, no sólo de conceptualización, sino de
metodología que empapan tanto nuestro trabajo como nuestra postura científica.
Conceptos como cultura, simbolismo, identidad, holismo, complejidad o reflexivismo
serán algunos de los que mostremos en este apartado.

7
Ignacio Alcalde Sánchez

1.1. Antropología

Entendemos la Antropología como la ciencia que se encarga de estudiar al otro. Nace de


esa preocupación por la caracterización social e histórica por entender al otro.
Concibiendo a éste otro como un ser biopsicosociocultural, donde esta variante de ser
sociocultural será la clave para su análisis desde este prisma antropológico. El ser
humano como un ser sociocultural donde la cultura de la que se impregna será tan
determinante como sus rasgos psicológicos o biológicos, siendo éste, el objeto de
estudio central de la Antropología.

A medio camino entre la Psicología, la Filosofía, la Historia o la Sociología, será ese


rasgo ecléctico y multidisciplinar lo que la caracterice, tal como la definía C. Geertz, se
trata de ―una disciplina muy poco disciplinada‖ (Geertz, 2003[1973]: 104). Si éstas se
encargan de estudiar la relación del individuo consigo mismo, tal como hace la
Psicología o al grupo entendido como un todo, como en el caso de la Sociología, la
Antropología se encargará de estudiar al individuo respecto a la interrelación que
establece con su entorno, tanto ecológico como humano, configurándose respecto a él y
recubriéndose de ese vestido que nosotros denominaremos cultura y que supondrá el eje
central de esta ciencia. Tal como nos dice C. Lisón ―la relación entre cultura y sociedad,
en el sentido de que mi cometido es analizar la cultura, pero en la sociedad, y analizar la
sociedad, pero en la cultura‖ (2002: 80).

De esta manera la Antropología surge debido a la preocupación social e histórica que se


plantea sobre la caracterización del otro y ante las cuestiones fundamentales de la
causalidad sociocultural. El cómo y porqué de los comportamientos ajenos que
provocan extrañeza y que nos llevan a buscar una explicación científica cualitativa e
incluso, a replantearnos los nuestros propios ante esa observación, en relación y
oposición, en participación y aislamiento, respecto a ese grupo observado.

Tal como la define de una manera ―sencilla y clásica‖ M. Harris (2004: 19), la
Antropología es el ―estudio de la humanidad, de los pueblos antiguos y modernos y de
sus estilos de vida‖ o visto de otra manera, tal como la define C. P. Kottak, la ciencia
que estudia las especies humanas, la diversidad humana en el espacio y el tiempo,
observando nuestros orígenes y nuestros cambios de una forma holística, comparativa y
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

transcultural (Kottak, 1997: 3); o reformulada también como una ciencia cuya
curiosidad por el ser humano es infinita y tiene a la experiencia humana como objeto de
estudio (Ember y Ember, 1997: 2).

Esta ciencia ecléctica ha experimentado un proceso de expansión y cambio a lo largo de


todo el siglo XX, desembocando en el siglo XXI como una ciencia asentada que vive su
época de mayor difusión, consolidando todos sus áreas (arqueológica, física, lingüística,
sociocultural y aplicada) en sus respectivos objetos de estudio, al tiempo que se ha
mostrado como una ciencia auxiliar imprescindible en muchos otros campos.

Haciendo un breve recorrido por el discurrir de ésta a lo largo de todo el siglo XX y


dejando atrás a algunos de sus precursores desde la Sociología como E. Durkheim o M.
Weber, podemos ver de manera general, cómo se ha llegado desde el siglo pasado hasta
nuestros días. Siendo conscientes de que se trata de un mero recorrido introductorio y
que, inevitablemente no aparecerán todos los principales autores, podemos mencionar
brevemente sus principales pilares. Así, comenzando por el abandono del
evolucionismo y sus estadios de evolución de finales del siglo XIX, la Antropología dio
paso a una serie de escuelas y corrientes que se sucedieron a lo largo de todo el siglo
XX, que tuvieron como focos principales a Estados Unidos, Inglaterra, Francia y
Alemania y que nos han traído hasta nuestros días.

De esta manera, el particularismo histórico norteamericano encabezado por F. Boas y


sus discípulos R. Lowie o M. Herskovits desterrarían los postulados evolucionistas
haciendo hincapié en la importancia del estudio de los rasgos aislados mientras que el
difusionismo británico y alemán de la mano de W. Rivers, W. Schmidt y también
norteamericano, de la mano de A. Kroeber, postularía sobre la importancia de la
transmisión cultural (kulturkreise). Tras éstos, en los años veinte, la Antropología
comenzará a tomar más fuerza con el desarrollo del funcionalismo británico y sus
técnicas de trabajo, de la mano de B. Malinowski, Radcliffe Brown y Evans Pritchard.
La etnografía y el trabajo de campo comenzarán a moldearse como el método de trabajo
propio de esta ciencia a partir de ese momento.

A partir de los años treinta y cuarenta, la Antropología comenzará a diversificarse, en


cuanto a sus enfoques. Aparecerá la Antropología basada en la Psicología, de la mano
de autores como R. Linton, E. Sapir, R. Benedict o M. Mead, surgirá un nuevo
movimiento evolucionista de base ecológico-cultural encabezado por antropólogos

9
Ignacio Alcalde Sánchez

como J. Steward, R. Rappaport o L. White al tiempo que, ya en la mitad de siglo, en


Francia, comenzará a fraguarse el estructuralismo funcional de la mano de Lévi-Strauss.

Este último, influenciará con sus postulados a algunos autores británicos como E. Leach
o M. Douglas que intentarán aplicar los análisis estructurales a las sociedades
analizadas.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, surgirá una gran cantidad de variantes en los
estudios antropológicos que diversificará aún más su radio de acción. De esta manera,
aparecerá el materialismo cultural encabezado por M. Harris y su concepción de la
causalidad, E. Wolf y sus estudios en el campo de la política, M. Sahlins o K. Polanyi
en economía o C. Geertz y V. Turner que encabezará lo que se denominaría
Antropología Simbólica, al mismo tiempo que comenzará a florecer como ciencia en
otras localizaciones, como es el caso de Latinoamérica de la mano de C. Reynoso. Al
igual que ocurrirá en otros campos, el enfoque crítico que vivirán las ciencias sociales a
finales de siglo empaparán los estudios antropológicos de la mano de autores como M.
Foucault, G. Marcus, P. Bourdieu, O. Lewis entre otros.

Así llegamos a principios de siglo XXI, con los movimientos postmodernistas y unos
ejes vertebradores que caracterizarán la Antropología actual y a la mayoría de los
estudios que se realizan en esta área. Los cuales —como no podía ser de otra manera—
también aparecerán reflejados, de una u otra forma, en la presente investigación.

Siguiendo los preceptos de M. del Olmo (2005), vemos como la Antropología actual
viene marcada por unos cambios consustanciales que han modificado esta ciencia. De
esta forma, en la actualidad, la diferencia entre el nosotros y el otro se ha difuminado,
estableciendo una relación compleja y diferente del objeto de estudio, que se ha
acercado desde las lejanas tribus exóticas a nuestras sociedades actuales, de las que,
tanto el observador como el observado, forman parte, estrechando la línea que separaba
a ambos y acercándonos el objeto de estudio hasta nuestras sociedades. Estudios sobre
procesos migratorios, estudios urbanos, sistemas educativos o instituciones públicas dan
fe de ello.

La globalización y la revolución tecnológica también han provocado grandes cambios


en el enfoque de esta ciencia que, además, se ha caracterizado en la entrada y comienzos
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

de siglo XXI por otros aspectos como el postestructuralismo, el feminismo, el


interpretativismo, el reflexivismo, el orientalismo y el postmodernismo (Barnard, 2000).

De esta manera, en la actualidad, la Antropología viene marcada por ese carácter crítico
infundado a las disciplinas sociales por Foucault y Bourdieu, tal como mencionábamos
más arriba; por el estudio de las relaciones de género y la inclusión de esta variable
como elemento configurador de la sociedad desde la corriente del feminismo,
comenzada a finales de siglo por H. Moore y E. Ardener y por el interpretativismo,
encabezado por C. Geertz y su descripción densa (thick description) —que tanto influirá
en nuestro modo de hacer etnografía— que introduce la vertiente creativa dentro de la
etnografía que también continuaría G. Marcus.

Junto a éstos, el reciente enfoque reflexivista que devolverá a la Antropología a sus


orígenes, destacando el papel de la etnografía como herramienta central y básica en esta
ciencia, será otro de los rasgos principales en la actualidad. La etnografía como modo de
producción de datos y actividad central del antropólogo en el proceso de intercambio de
información será la clave de este enfoque, defendido por autores como P. Rabinow y su
concepción de la modernidad como campo de trabajo.

El orientalismo desarrollado por E. Said que puso de manifiesto el papel activo del otro,
que durante tanto tiempo había sido investigado y que ahora se convertía en
investigador, será otras de las señas de identidad actuales. Y junto a éstas, la
globalización también será un fenómeno ampliamente analizado desde esta ciencia,
destacando autores como A. Appadurai, S. Sassen, N. Canclini, M. Augé o en nuestro
país I. Moreno.

Por último, una vertiente de postmodernidad ha inundado los enfoques actuales de esta
ciencia aportándole dos variables fundamentales que también aparecerán en nuestro
estudio: el eclecticismo y la complejidad.

Esta corriente postmodernista, encabezada entre otros por J. Clifford, R. Rosaldo, C.


Reynoso o G. Marcus introducirá nuevos conceptos derivados de esta amplitud en las
influencias científicas y la mezcla de conceptos bajo ese prisma de la complejidad como
forma de actuación. Conceptos que aparecerán en nuestro trabajo y que, debido a su
peso en nuestra investigación, pasamos a desarrollar específicamente a continuación.

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Ignacio Alcalde Sánchez

Cultura. Entendemos la cultura como proceso y acción. Desde la Antropología la


cultura es un conjunto de normas compartidas por un grupo que articulan su
comportamiento y relaciones sociales en función de éstas. Como una forma de vida
social compartida, aprendida, viva y simbólica. Donde se está en continua negociación
y donde nosotros destacamos el aspecto simbólico, en cuanto que responderá a uno de
nuestros epígrafes claves en el análisis y entendimiento de lo que ocurre en el centro de
menores. Los símbolos como entidades semióticas que identifican a una realidad
compartida y construidos por el grupo, que, en nuestro caso, serán exclusivos de este
entorno y marcarán los rasgos propios de esta comunidad que comparte y marca con su
cultura al grupo que la comparte.

Holismo, complejidad y dinamismo. Tan solo bajo el enfoque de la Teoría General de


Sistemas y el pensamiento complejo podremos entender el punto de partida de esta
etnografía. Si entendemos la cultura como un conjunto de variables que se
interrelacionan entre ellas y con el exterior, a modo de sistema, que está viva y donde el
todo no se corresponde a la suma de todas sus partes, debemos plantearnos la
investigación de la misma manera, como un proceso complejo en el que el todo es algo
más que la descripción de todos sus elementos, algo diferente, por lo que debemos
acoger una perspectiva holista que intente retratar esa totalidad, aún siendo conscientes
de que necesitaremos fraccionarla sólo como método de trabajo y no como parcelas de
la realidad.

Ese holismo que ya definió de esta manera Aristóteles y que planteo Durkheim en la
Sociología no solo nos servirá como método de análisis sino como postura científica en
nuestra observación etnográfica. El todo es lo que queremos retratar a través de nuestra
observación, no la suma de las partes, sino los elementos culturales que hay entre esas
partes y que lo mantienen unido. La cultura que se comparte y que se identifica —a ojos
del antropólogo— como rasgo particular de estos espacios cerrados.

De la misma manera, la complejidad, influenciada por E. Morín y la concepción de una


cultura a modo de red que interactúa será necesaria para no caer en errores previos sobre
nuestro trabajo. El análisis de un entorno cultural requiere esa concepción compleja
acerca de las relaciones y los rasgos sociales-culturales tanto del grupo como de cada
individuo que forma parte de él.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Por último, el dinamismo debe caracterizar nuestra investigación, al igual que a la


cultura. Debemos ser conscientes de que mostramos un fotograma de todo el metraje,
que intenta ser representativo de toda la cinta pero que no adquiere sentido por sí solo si
no se encuentra dentro del todo y éste, en movimiento.

Desde este enfoque podremos entender nuestro resultado final, como una representación
de la cultura compartida en los CIMI, siendo ésta compleja, dinámica y holista.

De esta aproximación se entiende que nuestra postura tenga que ser ecléctica, acorde a
las tendencias científicas actuales, en cuanto que se ve obligada a apoyarse en todos las
aportaciones investigativas que se hayan realizado en torno a este objeto de estudio. La
multidisciplinariedad, aplicada a un estudio que busca —a través de la Antropología,
Sociología, Criminología o la Teoría de Sistemas entre otras— ofrecer un resultado
completo, con el que reflejar su visión globalizadora dentro de ese espíritu holista que
lo impregna, siendo consciente de que se tratará de un objetivo inalcanzable.

Identidad. Otro de los conceptos que aparecerán en nuestro trabajo será el de la


identidad o identificación grupal, entendido éste como ese sentimiento de pertenencia a
un grupo, englobando los elementos de identificación grupal y rasgos de la cultura
compartida que lo provocan. De esta manera, a través de los rasgos de identidad grupal
podremos ir desgranando algunos de los rasgos culturales de este entorno, identificando
aquellos que resultarán claves en la construcción cultural del grupo, que le ayudarán a
formarse, consolidarse y reproducirse. La comunidad como grupo que comparte unos
valores culturales que se reconocen y los distinguen del otro, que se reproduce y
mantiene en el tiempo dando respuesta a las diferentes situaciones coyunturales a modo
de sistema cultural propio y exclusivo.

De igual manera, junto a estos conceptos que compondrían la estructura ideológica


sobre la que se sustenta nuestra investigación y nuestra formación como antropólogos,
también utilizaremos un método de disección en nuestra etnografía a la manera
―clásica‖, por el que separaremos los principales aspectos de una cultura, con el fin de
poder narrar nuestras observaciones y conclusiones. Como hemos mencionado
anteriormente, esta separación atenderá únicamente a una necesidad de ordenamiento
narrativo y no a una división a modo de cajones estancos dentro del todo que supone
esta comunidad cultural y que no tendría ningún sentido.

13
Ignacio Alcalde Sánchez

De esta forma, en nuestra etnografía aparecerán bloques temáticos que girarán en torno
a aspectos básicos en el estudio antropológico como serán la política, economía,
territorialidad, identidad grupal/individual, simbología o religión entre otros, que
intentarán encauzar y mostrar de manera integral cómo este espacio se convierte en una
institución al tiempo que se articula como una comunidad. Aspectos que
desarrollaremos detenidamente en el apartado central sobre nuestra observación
etnográfica.

1.2. Etnografía

Como no podía ser de otra manera, debemos detenernos brevemente en la etnografía y


dedicarle un apartado propio. Ésta será nuestra herramienta central con la que extraer
los principales datos sobre el internamiento y permitirnos arrojar nuestras conclusiones,
por lo que compondrá la parte central de nuestra investigación. Todos los aspectos
relacionados con la cultura desde el punto de vista de la Antropología serán analizados a
través de nuestro trabajo etnográfico para así, entender y mostrar qué se produce durante
el proceso de internamiento y cómo podemos mostrarlo como una comunidad que
comparte una cultura, como método de explicación útil y eficaz.

Entendemos la etnografía como el método de trabajo exclusivo de la Antropología que,


basado en la observación participante, extrae datos fiables que corroboran las categorías
analíticas documentadas previamente. Siguiendo el giro investigativo que se produjo en
esta ciencia a partir de los años veinte del siglo pasado, en los que los autores ya
clásicos (B. Malinowski, A. R. Radcliffe Brown) abandonaron su trabajo de gabinete y
se lanzaron a la producción de los datos por sí mismos, la etnografía se concibe como el
estudio descriptivo (graphos) de la cultura (ethnos) de una comunidad (Aguirre Baztán,
1995: 3). O tal como la definiría uno de sus precursores, M. Mauss: ―una observación
profunda, lo más completa y avanzada posible, sin olvidar nada de la tribu‖ (1974: 19).

La etnografía es por tanto la herramienta con la que obtener los datos necesarios en el
trabajo antropológico, es el trabajo de campo con el que preguntar, observar y
comprender al objeto de estudio y es un todo en sí misma. Se concibe como un trabajo
previo a otras investigaciones, a las que servirá de instrumento; como un trabajo
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

intermedio, con el que corroborar las hipótesis lanzadas y al mismo tiempo un trabajo
final, en cuanto que supone la culminación de una investigación. De la misma forma
que la Antropología abre camino a medida que va avanzando, la etnografía supondrá su
herramienta para aclarar la senda, por lo que se convierte en un trabajo no lineal y
complejo que estará lleno de vaivenes en su proceso de investigación pero que
culminará con una narración de los hechos con base científica, que permitirá al mismo
tiempo arrojar conclusiones y continuar trabajando en futuras investigaciones.

Por lo tanto, la etnografía no es simplemente una técnica de recogida de datos, ni tan


siquiera un método, sino más bien un conjunto de métodos que engloba diferentes
esquemas de trabajo con los que conseguir la información que se persigue. Una manera
de producir información que no existía y que en algunos aspectos será la forma más
básica de investigación social. De esta manera, la etnografía se entiende como parte
central de la investigación —con la que obtener los datos que refuten los estudios
previos—, puerto de llegada en la contrastación de hipótesis y punto de salida para
futuras investigaciones que usarán estos datos.

Así es como concebimos nuestro trabajo presente. Al igual que en muchas ocasiones, el
periodismo de guerra supone la primera fuente documental para los historiadores, para
los antropólogos será el trabajo etnográfico la primera herramienta con la que obtener
los datos necesarios en un campo de estudio. De esta forma, Antropología y etnografía
se entremezclan formando parte de un mismo cuerpo. Ciencia y método de trabajo con
el que obtener datos fiables a través de la observación y participación. El
antropólogo/etnógrafo se convierte así en observador y participante, en actor y
espectador de la misma obra sobre la que está trabajando y sobre la que se busca
información.

Algunos de los rasgos característicos de la etnografía que también estarán presentes en


nuestro estudio, y al igual que hicimos en el apartado anterior referente a la
Antropología, serán:

Como todas las etnografías, estará basada en un trabajo de campo donde la


participación y observación irán de la mano. El observador se convertirá en un actor
más que, desde dentro, pueda compartir al tiempo que analizar todas las prácticas
diarias de la comunidad objeto de estudio. De esta forma y haciendo una división entre
trabajo de campo y trabajo de mesa, el investigador podrá obtener todos los datos del

15
Ignacio Alcalde Sánchez

plano emic con los que completar las diferentes categorías de análisis etic, diseñadas
previamente con el trabajo de documentación y finalmente, poder encauzar sus propias
conclusiones acerca de la hipótesis inicial o simplemente mostrar una cultura desde el
punto de vista antropológico.

Para la realización de este trabajo será crucial la capacidad de extrañamiento por la que,
el antropólogo, una vez que ponga un pie en el campo a estudiar, deberá observar todas
las actuaciones bajo ese prisma de reflexividad del que hablábamos más arriba, con el
que poner en tela de juicio todas los comportamientos, interrogándose sobre todas las
pautas que allí se darán por sentadas y que le llevarán a obtener datos útiles. Por otro
lado, también debemos ser conscientes de que nuestra presencia en el campo altera el
comportamiento de éste, incluso nuestra formación como científicos o nuestra postura
personal acerca del objeto estudiado, pero esto no debe impedirnos realizar la
investigación ni mucho menos imposibilitará la producción de conocimientos. Tan solo
hay que ser conscientes de nuestra propia subjetividad y ponerla también al servicio de
la investigación. No podemos aislar el mundo social con la intención de estudiarlo,
debemos describir los fenómenos sociales tal como los percibimos, tratando de que
nuestra percepción esté bien fundamentada científicamente, al tiempo que se aproxima
en todo lo posible a la del nativo. Tratar de contaminar lo menos posible el objeto de
estudio al mismo tiempo que hacemos de esa contaminación una ventaja. Si nuestra
aparición y participación en el entorno va a producir modificaciones en la conducta
social, debemos intentar que esa modificación sea ventajosa para nosotros. La
subjetividad que envuelve tanto lo cualitativo como lo cuantitativo debe convertirse en
una ventaja y no en un inconveniente.

De la misma manera, el extrañamiento propio de la Antropología, nos llevará a


plantearnos todos los comportamientos como ajenos, incluso los nuestros propios. Tal
como menciona M. Venceslao Pueyo (2012: 16) en sus estudios sobre menores
infractores, comenzar preguntándose por qué no abandonan ese estilo de vida para
acabar haciéndote esa misma pregunta a ti mismo. La premisa que planteábamos al
comienzo de esta investigación, por la que nosotros formamos ya parte del grupo, se
convierte, en función de esto, al mismo tiempo en una ventaja y en uno de los
principales obstáculos a evitar. Tal como hemos descrito, la subjetividad debe
convertirse en una herramienta constructiva, al tiempo que nos esforzaremos por dar un
paso atrás y contemplar todas las actuaciones como si fuésemos ajenos a los procesos.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

El trabajo de extrañamiento, de inmersión y al mismo tiempo de participación deben


funcionar correctamente para el análisis certero. Y lo hemos tenido presente a lo largo
de todo este trabajo.

Junto a estos conceptos, ya hemos mencionado más arriba que la etnografía tendrá dos
fases bien diferenciadas, el trabajo de mesa y el trabajo de campo, que si bien no serán
sucesivos, sí tendrán varias etapas bien definidas. De esta manera, el trabajo etnográfico
vendrá estructurado por un trabajo previo de documentación y formación, similar al de
cualquier trabajo investigativo, con el que dotar al investigador y a la investigación de
un corpus teórico suficiente con el que poder comenzar el trabajo de campo. El diseño
de las categorías de análisis, la selección de marcadores de identidad o el estudio de esa
comunidad serán parte de esta etapa. Una vez realizado, pasaremos al trabajo de campo,
que se caracterizará por las observaciones, entrevistas y demás herramientas que
permitan extraer toda la información demandada por el trabajo previo, por lo que la no
linealidad y complejidad en esta fase del trabajo será otra de las premisas clave con el
que obtener datos suficientes para regresar al trabajo de mesa y comenzar a narrar de
manera definitiva nuestras impresiones. La vuelta a uno y otro escenario serán
habituales y estarán dentro de las fases lógicas de este trabajo etnográfico, así como la
dualidad del investigador que actuará como parte del proceso y observador de éste.

Finalmente, en esta línea conceptual y siguiendo las tendencias actuales, debemos tener
presente dos de los aspectos más discutidos hoy en día respecto a la etnografía, la
intersubjetividad y el estilo narrativo de estos textos.

Tal como hemos dicho respecto a la reflexividad y nuestra postura acerca de la


subjetividad en la investigación cualitativa, propia de las Ciencias Sociales, respecto a
la intersubjetividad, siguiendo las premisas de C. Lisón (2002: 86), vemos, tal como él
mismo explicaba que ―nuestra específica experiencia humana de lo humano no es
sustituible en antropología. Esa intersubjetividad respeta, no impone, no hace decir lo
que los hechos y las personas se niegan a decir (…) no vamos al campo sin modelos ni
esquemas en nuestra aljaba, no tendría sentido, pero no aplastamos con ellos la realidad
(…) Disponemos de mecanismos de corrección para experimentar y seleccionar el
modo o los modos apropiados a cada caso y problema‖, es decir, al igual que la
subjetividad será un aspecto inherente del investigador que observa según sus premisas,

17
Ignacio Alcalde Sánchez

nuestra formación o posturas previas no tendrán por qué condicionar la observación y el


resultado de ésta.

De la misma forma, respecto al estilo, la etnografía se ha convertido en un género


literario más con el que mostrar la cultura de una comunidad; de tal manera que en el
resultado tiene que ver no solo la calidad científica del investigador sino también su
capacidad de narración y uso de las diferentes figuras literarias, así como la habilidad
para plasmar ese ambiente (cultura) que persigue. La etnografía-ficción, la narrativa de
los acontecimientos o la propia voz del observador, son algunos de los elementos que
actualmente se discuten en la producción etnográfica.

De esta manera, desde la Antropología y la Sociología principalmente, se ha iniciado un


debate acerca de la forma de presentación de los trabajos investigativos en los que la
subjetividad y capacidad de narración del investigador dota a la investigación de un
resultado más útil y complejo, ya que, según sus defensores, se trabaja con la cultura,
entendida esta como algo complejo y subjetivo, por lo que se plantea esta narración
subjetiva como la más conveniente para reflejar el modo de pensar de sus protagonistas.

Al igual que la Etnoliteratura defiende1, podemos entender el método de escritura como


reflejo de la cultura en la que se produce y por tanto, como una herramienta más que
emplear en nuestro trabajo, dotando a nuestro texto de una subjetividad literaria con la
que acercar de manera más precisa al lector a nuestras observaciones, 2 sin que esto
suponga un perjuicio en nuestro trabajo sino todo lo contrario, un pilar más con el que
sostener nuestra investigación.

Por todo esto, y aunque nosotros hemos intentado dejar fuera de este trabajo ese estilo
marcadamente literario que hoy en día abunda en los trabajos etnográficos, en pos de un
trabajo investigativo de corte formal y convencional, más acorde al tipo de trabajo
académico al que corresponde, —y siendo conscientes de que podría tratarse en otros
venideros, donde creemos más acertada esta versión intencionadamente literaria y con la
que conseguir otros efectos o lectores— nos resultará imprescindible en muchas
situaciones de la etnografía, en las que las diferentes figuras o recursos (metáfora, símil,

1
Véase Etnoliteratura:¿una antropología de lo imaginario? (De la Fuente Lombo, 1997)
2
Respecto a este tema puede consultarse: Un día cualquiera en la cárcel: la etnografía- ficción como
representación de una investigación (Martos-García y Devís-Devís, 2015), Etnografía. Métodos de
investigación (Hammersley y Atkinson, 2005), True life, real lives: Revisiting the boundaries between
ethnography and fiction (Fassin, 2014)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

etnografía/ficción o incluso la narración) serán las mejores herramientas con las que
mostrar y trasladar los rasgos de esta cultura. Por lo que no evitaremos plenamente el
uso de estas técnicas narrativas, con las que dar una muestra más certera sobre lo que
allí ocurre.

En definitiva, nuestra etnografía presenta una mezcla del pensamiento complejo, la


dialógica, la narrativa, la literatura, el periodismo, la estadística, la sociología y todos
los ejes de triangulación posibles con los que ofrecer un resultado modestamente
completo, aún sabiendo que perseguimos un objetivo inalcanzable.

1.3. Algunos datos etnográficos

Simplemente a modo de muestra representativa y con el objetivo de comenzar a


encuadrar nuestro estudio, mostramos aquí algunas pinceladas referentes al trabajo
etnográfico realizado. No se trata de una muestra detallada de nuestro trabajo de campo
respecto al número de menores, entrevistas o sistema de observación, en cuanto que éste
se queda tras el telón y corresponde al trabajo previo, aquel que no se muestra en el
resultado final al lector, sino, simplemente, de algunos datos con los que refrendar la
posición posterior acerca de lo etnografiado y las diferentes observaciones realizadas.
De esta manera, comenzaremos a entender de dónde provienen todos los supuestos que
manejamos y en qué observaciones nos basamos para su exposición. Como decimos, no
se trata de una exposición detallada de todo el diario del etnógrafo, tablas clasificatorias,
categorías analíticas y demás labores de tramoya y escenografía que no tendrían cabida
en este resultado final sino una muestra representativa del trabajo de etnografía.

Tal como decíamos en la introducción, este trabajo deviene de nuestra labor profesional
en un CIMI. A través de la práctica diaria en el centro y conjugándose con nuestra
formación como antropólogos, surge la idea y posterior diseño de la investigación
etnográfica, con la que comenzar a indagar en los supuestos teóricos que desde la
Antropología nos surgían en nuestra práctica diaria. La progresiva contrastación sobre la
construcción cultural del cuerpo, del espacio o del tiempo, entre otros, iba tomando
forma a medida que lo observábamos en los menores y en nuestros propios compañeros.

19
Ignacio Alcalde Sánchez

De esta manera, a lo largo de estos últimos años de experiencias compartidas con este
colectivo hemos ido repensando las diferentes categorías y observando las distintas
premisas lanzadas desde nuestra labor como antropólogos, al tiempo que compartíamos
con los demás, espacios y vivencias como un miembro más de la comunidad. Al igual
que ocurría recientemente en los movimientos sobre el orientalismo, en el que el
observado se convertía en observador, aquí surge la observación desde dentro, desde
uno de sus protagonistas, por lo que toda la labor de inmersión y aceptación dentro del
grupo estaba ya superada, abriéndose otros caminos, igual de difíciles, que recorrer.

Al mismo tiempo hemos sido conscientes respecto a los posibles problemas que esto
pudiese acarrear, compartir labor como docentes y parte del CIMI y al mismo tiempo
observarlo desde fuera puede ofrecer una visión sesgada y limitar la capacidad de
extrañamiento, algo que hemos intentado superar a través de la contrastación que hemos
realizado a lo largo de tanto tiempo y nuestra formación como antropólogos que nos
ponía sobre aviso, observando las diferentes categorías de manera separada,
diferenciando durante las fases de tiempo que se nos ha permitido, distinguiendo los
diferentes roles como investigador o trabajador y triangulando datos con otros
compañeros que ocupaban cargos similares en otros centros de internamiento.

Se trata por tanto, de lo que nosotros hemos denominado una etnografía extensiva.
Concepto que acogemos en este trabajo por tratarse de una observación que no se ha
realizado dentro de un periodo específico de tiempo, en el que el observador realiza su
trabajo a modo de inmersión cultural con la que desprenderse de sus prácticas
habituales, empaparse de la nueva cultura y finalmente redactar sus impresiones, sino
que se ha realizado a lo largo de todos los años en los que se han compartido espacios y
vivencias con este colectivo, obteniendo así los datos de manera dilatada, a fuego lento,
con los que poco a poco y no solo como observadores, sino también como parte del
proceso, hemos conocido el significado del internamiento. De esta manera no hemos
observado solamente las pautas que nos proponíamos en nuestro diseño de investigación
sino que hemos compartido varios años de la vida (de la nuestra y de la suya) de estos
adolescentes (en muchos casos que conocimos como niños y se marcharían como
jóvenes), al igual que hemos vivido la propia evolución sucedida en la implantación de
la LORPM, que a lo largo de estos primeros años ha ido consolidándose y que nos ha
permitido obtener una visión global de todos los procesos que allí ocurren.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Una convivencia de más de diez años de los que se ha trabajado específicamente esta
investigación a lo largo de los últimos de ellos; durante los que sí hubo una observación
específica y una producción de datos significativa. Un periodo de tiempo que formó
parte de una labor investigativa de otros niveles académicos con los que se comenzó a
rodar en esta investigación y que nos han traído hasta el presente, desde la
conformación de las posibles hipótesis y categorías de análisis hasta la concreción en
este estudio.

Respecto a los roles desempeñados a lo largo de la investigación, la labor dentro de una


institución de estas características diluye todos los límites lógicos asignados a cada
profesión, que sí existen en otros entornos, obligando a sus protagonistas a compartir
espacios y vivencias en las que los roles no estarán férreamente fijados sino que estarán
sujetos al devenir diario. De esta manera, la situación personal de cada menor, el
momento del año o la temática a trabajar marcarán el día a día y podrán hacer que se
cambie el guión prefijado. De esta manera, las prácticas que desempeñamos como
docentes allí dentro, conllevarán labores de tutor, apoyo o incluso de simple compañero
en el que descargar lamentos o preocupaciones, por lo que nuestro rol como
investigador se acomodará a todas ellas y podrá observar los comportamientos en la
totalidad de las diferentes situaciones que se viven allí.

A lo largo de este periodo, hemos compartido y observado las actividades de mañana,


tarde y fin de semana, hemos convivido con ellos en el comedor, en los ratos libres,
mientras esperábamos el comienzo de las actividades o las charlas informales durante el
recreo en los paseos por el patio. Un conglomerado de actividades y escenarios en los
que nos hemos acercado, al igual que harían los antropólogos clásicos, a nuestro objeto
de estudio, formando parte de éste y compartiendo su día a día.

Algunos datos cuantitativos


Tal como adelantábamos al comienzo, nuestro estudio ha sido llevado a cabo en un
CIMI que reunía las características idóneas para englobar toda la tipología de centros de
internamiento que encontramos según la LORPM, ya que a lo largo de nuestra
investigación hemos podido observar a menores con todos los tipos de medidas
judiciales impuestas desde la creación de esta ley. Así, menores en régimen cerrado,
semiabierto, abierto, medidas masculinas, femeninas o masculinas – terapéuticas han

21
Ignacio Alcalde Sánchez

3
sido observadas . De la misma manera, creemos que suponen una muestra
representativa de todo el conglomerado de menores que han cumplido medida judicial
en Andalucía en estos últimos años, en cuanto que su proveniencia y tipología
(provincias, edades, situación sociofamiliar, etc.) recoge todas las variantes posibles con
las que nos podíamos encontrar.

Algunos datos extraídos de las memorias publicadas sobre el internamiento de menores


desde las diferentes instituciones responsables y las memorias escolares nos acercarán al
número de menores observados con los que comenzar a encuadrar nuestra investigación.

Plazas de internamiento por provincia en 2014:

Almería 236
Cádiz 204
Córdoba 120
Granada 14
Jaén 48
Málaga 15
Sevilla 129
Tabla 1. Menores por provincias.
(Andalucía, 2014)

Sobre la ejecución de medidas en 2014:

Menores cumpliendo medida de 710


internamiento a 01/01/2014
Menores que inician medida de 914
internamiento en 2014
Total de menores que cumplen medida en 1624
2014
Tabla 2. Ejecución de medidas.
(Andalucía, 2014 b)

Sobre la distribución territorial, según el juzgado que ejecuta la sentencia en 2014:

3
Respecto a la tipología de medidas y centros de internamiento, lo desarrollamos en profundidad en el
apartado referente al marco jurídico.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Almería 236
Cádiz 129
Córdoba 103
Granada 134
Jaén 57
Málaga 310
Sevilla 146
Otras provincias 4
Tabla 3. Distribución provincial de menores.
(Andalucía, 2014 b)

Ejemplo de equipamiento de un Centro de Internamiento.

Abierto/Semiabierto/Cerrado/Permanencia
Fines de Semana
Régimen y plazas
Masculino/Femenino/Masculino
terapéutico
Director, Subdirector, Coordinadores, Jurista,
Psicólogos, Trabajadores Sociales, Monitores,
Equipo multidisciplinar
Profesorado, Educadores, Médico, ATS,
Mediador Social, Psiquiatra
Oficina de Dirección, Despachos Equipos
Técnicos, Despachos Equipos Educativos,
pista de deporte, hogares, piscina, talleres,
Instalaciones aulas, dependencias médicas, zonas
ajardinadas, sala de comunicaciones,
comedores, salas de visitas, sala para
comunicaciones intimas y huerto
Educación Secundaria Obligatoria
Educación Secundaria Personas Adultas
Pruebas libres y de acceso.
Recursos educativos
Bachillerato
Grados medios de F. Profesional
Formación Profesional Básica
Talleres de mantenimiento del centro,
Talleres de formación laboral
repostería, huerto y vivero, cerámica, cestería,

23
Ignacio Alcalde Sánchez

artes gráficas, abalorios, carpintería,


jardinería.
Cursos ofertados por la Consejería de
Formación profesional para el empleo Educación como Jardinería o Carpintería
metálica
Programas de inserción laboral y social
Programas de inserción laboral Experiencias profesionales para el empleo
Convenios de colaboración con empresas
Programas específicos para menores con
medidas por maltrato familiar, abuso sexual,
Programas de intervención psicosocial violencia de género. Talleres cognitivos sobre
habilidades sociales, resolución de problemas,
educación sexual, conductas positivas, etc.
Tabla 4. Equipamiento tipo de un CIMI. Elaboración propia a
partir de la guía de centros. (Andalucía, 2014)

Número de menores atendidos directamente en los últimos cursos escolares en el centro


seleccionado.

Curso 2010/11 79
Curso 2011/12 84
Curso 2012/13 84
Curso 2013/14 88
Curso 2014/15 88
Tabla 5. Número de menores atendidos por
curso escolar. Elaboración propia.

Observando estos datos podemos afirmar que hemos conocido la totalidad de la


casuística que engloba la LORPM respecto a las medidas de privación de libertad en
Andalucía a lo largo de estos últimos años, en una población total de internos de
aproximadamente 700 menores, lo que supone un abanico suficiente con el que lanzar
nuestras conclusiones acerca de este estudio etnográfico.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 2. Antropología, instituciones, comunidades y


sistemas expertos

No todo asume un nombre. Algunas cosas


van más allá de las palabras.

A. Solheniztyn. Archipiélago Gulag.

2.1. Instituciones

Nos ponemos ahora el traje de antropólogos y nos disponemos a mostrar un enfoque


con el que seguir enriqueciendo nuestro acercamiento al análisis del internamiento en
los CIMI. Para ello, mostraremos las principales aportaciones que desde la Antropología
y el estudio de las instituciones socioculturales se ha realizado y que creemos muy
conveniente para la comprensión del significado cultural que el internamiento supone.
Al hilo de estas aportaciones, surgirá inevitablemente, su relación con las instituciones
totales, de ahí las comunidades y por ende, los sistemas expertos, por lo que los
desglosaremos también, al tiempo que será necesaria la visión de la teoría de sistemas,
en cuanto que nos ayudará a comprender mejor estos postulados. De esta manera,
instituciones, comunidades y teorías de sistemas, comenzarán nuestro marco teórico
previo a la presentación del trabajo etnográfico.

En Antropología, las instituciones suponen una de las principales herramientas para el


análisis de la configuración cultural de cada una de las sociedades. A modo de redes
celulares que componen todo el tejido cultural, cada una de estas células —entendidas a
modo de celdillas, tal como se afirmaban en sus primeros estudios en Biología— sería
cada una de las instituciones en torno a las que los individuos agrupan sus normas y
costumbres con las que pautar y facilitar su comportamiento sociocultural.

25
Ignacio Alcalde Sánchez

El matrimonio, la familia, la escuela o el poder serían algunas de las más evidentes y


estudiadas desde esta perspectiva, pero existen muchas más. Aquí, analizaremos
brevemente sus aportaciones y nuestro interés en ellas, para después, dar el salto al
CIMI, entendido como otra institución más que, si bien tiene un carácter distinto,
intentaremos mostrar cómo también podemos llegar a su inclusión y posterior análisis
etnográfico bajo este prisma institucional.

Como hemos dicho más arriba, será inevitable tratar otros aspectos relacionados como
la teoría de sistemas, pensamiento complejo y sistemas expertos, en cuanto que
compondrán el todo bajo el que se constituye el CIMI como institución. Y aunque
intentaremos dividirlos en secciones independientes con las que mostrar sus contenidos
teóricos, será inevitable entrecruzarlos en algunos casos.

Instituciones culturales
Para comenzar nuestro análisis sobre las instituciones, no nos resistimos a trasladar aquí
literalmente lo que B. Berdichewsky dice al respecto de éstas,

Los antropólogos han tratado de descomponer las culturas primero, en sus partes
mínimas coherentes; es decir, buscar las unidades más pequeñas de cultura, los
átomos o mejor dicho los elementos básicos. Estas unidades mínimas han sido
llamadas elementos o rasgos culturales. Jacob y Stern (1960) los definen como
―las unidades o aspectos mínimos de la conducta y objetos del trabajo manual
socialmente transmitidos‖. Cada cultura está constituida por miles de rasgos
creados por ella o asimilados de otras culturas.

La forma de peinarse el cabello, un tipo de collar, la manera de cocinar la carne,


una costumbre mortuoria, el lavado de la dentadura, la deformación intencional
del cráneo, una técnica de trabajo, etc., son algunos de los innumerables rasgos
culturales que integran una cultura.[…]

Un concepto un poco más amplio es el llamado complejo cultural, que consiste,


también, en un conjunto de rasgos culturales entrelazados. Corrientemente,
posee una característica central, que puede darse no solo dentro de una cultura
individual, como el complejo de rasgos, sino también dentro de un área más
amplia de cultura. Como ejemplo puede mencionarse ―el complejo del ganado
bovino‖ de culturas de Africa Oriental […]
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Los rasgos y complejos culturales se integran, a su vez, en entidades más


amplias que son las instituciones y de las que en realidad dependen.

[…]

―Institución es la configuración de conducta duradera, compleja, integrada


y organizada, mediante la que se ejerce el control social y por medio la cual
se satisfacen las necesidades sociales fundamentales” (Fairchild, 1949: 156)

Las instituciones sociales universales y más generales son la familia, la religión,


la enseñanza, el estado, el sistema económico y aquellos otros elementos
menores como el recreo, el arte, etc. Las instituciones son los principales
componentes de la cultura4. (Berdichewsky, 2002: 86 - 87)

A continuación este autor nos clasifica las instituciones dependiendo del tipo de
necesidad que cubran. De esta manera, encontramos las instituciones primarias, de tipo
universal, que responden al cubrimiento de las necesidades básicas sociales; tales como
las instituciones económicas (sobre el mantenimiento físico y supervivencia), las
instituciones familiares (sobre la vida sexual, reproducción, mantenimiento e
introducción social de los descendientes), las instituciones sociales (sobre la
sociabilidad), las instituciones religiosas (sobre lo desconocido), las instituciones
educativas (sobre la endoculturación) y las instituciones jurídico-políticas (sobre el
control social y el poder).

Junto a éstas, que podríamos denominar básicas en todo grupo humano para el
desarrollo y pervivencia de su cultura, aparecen otras instituciones menos importantes,
que constituirían el grupo de las secundarias y que podrían variar de una sociedad a otra,
ya que no se considerarían imprescindibles para su subsistencia.
Tal como nos describe B. Berdichewsky, aspectos como la estética o la ética, serían
ejemplos de éstas.

Es decir, debido a la respuesta que el ser humano debe dar a sus necesidades biosociales
básicas, comenzará a desarrollar unos entes que se encargarán de ello —estructurando el
comportamiento y dándole forma— y éstos se desarrollarán hasta el punto de que
comenzarán a establecerse por sí mismos, formando estructuras propias que se

4
La negrita es del autor.

27
Ignacio Alcalde Sánchez

despegarán de ese aparente halo de necesidad básica, pasando a una esfera diferente
(cultural). Estos entes serían las instituciones, que pasarán de ser organizaciones para
resolver las necesidades básicas, a pautar ahora cómo van a ser las actividades de las
sociedades. Tal como este autor nos describe

Es interesante hacer notar que aun las propias necesidades biológicas básicas de
nutrición, eliminación y multiplicación se realizan, en las sociedades humanas,
condicionadas más por los patrones culturales, que por sus apetitos inmediatos.
Las propias instituciones básicas determinan el movimiento de las restantes
instituciones y sistemas socioculturales. (Berdichewsky, 2002: 88)

Profundizando en este concepto de institución y siguiendo el análisis realizado por G.


Bueno (2010) al respecto, vemos como tiene un origen etimológico jurídico-romano. Ya
en la época de Gayo (Instituiones, siglo II) se empleaba para designar algunos aspectos
positivos del ordenamiento jurídico, tales como los testamentos o legados. Poco a poco,
estas instituciones pasarán a designar a los libros que las contienen y después se
extenderán a otros libros con significado parecido. Tal como hacen Cicerón o Euclides
en sus trascripciones, equiparándolas a definiciones, en las que hablan de instituciones
de geometría o matemáticas o las Instituciones divinas de Lactancio (Siglo III), en las
que se analiza la doctrina cristiana y las comienza a comparar con un edificio a modo de
metáfora. Se establece así un puente entre los diferentes contenidos doctrinales,
jurídicos, geométricos o matemáticos, es decir, científicos y los espacios arquitectónicos
o los entes que los cobijan. De ahí la extensión de este vocablo y la aceptación de su
significado referido al continente de estos conceptos. Esta acepción se extenderá a otras
ciencias que comenzarán a emplearla en sus objetos de análisis. De esta manera, la
Sociología, encabezada principalmente por la obra de H. Spencer y E. Durkheim
comenzarán a emplearla, estableciéndose en el campo de la Sociología y la
Antropología como uno de los pilares básicos para el análisis de las sociedades y
culturas.

Desde esta perspectiva, las instituciones se entenderán como elementos estructurales


que contienen algunos de los contenidos básicos en cada sociedad. Éstas, se comenzarán
a emplear como categorías (desde el punto de vista materialista y sociológico
principalmente) de análisis. Similar al concepto de las células que hemos mencionado
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

en la introducción de éste capítulo, a modo de ―estados celulares‖, que definió E.


Haeckel, como elementos que se coordinan y que formarían el tejido celular.

Desde la Antropología, las instituciones aparecen definidas en esa misma dirección. Del
mismo modo que R. Wirchow definirá al organismo como una ―república federal de
células‖ (o ―estado celular‖ también definido por E. Haeckel), la Antropología definirá
la cultura como un conjunto de instituciones. De esta manera, las instituciones se
elevarían a la categoría universal dentro de esta ciencia, como categoría esencial en el
despiece de la cultura y como rasgo exclusivo de la cultura humana.

Continúa este autor describiéndonos las instituciones (Bueno, 2010), como unidades de
cultura que tienen rasgos de totalidad —aunque vinculadas unas a otras— y donde su
racionalidad y su normatividad (repetibles y axiológica) inducen a los individuos a
modelos de conductas sociales, aunque éstas se sitúan en un plano supraindividual.
Estos serán algunos de los rasgos fundamentales de las instituciones socioculturales
analizadas desde la Antropología y que presentamos en nuestro estudio.

De esta manera, las instituciones, a pesar de ser esferas colectivas, compartidas y


construidas por el grupo, afectan de manera individual a cada individuo, pautando su
comportamiento y devenir sociocultural y estructurando los diferentes aspectos del
comportamiento grupal e individual.

Según este autor (Bueno, 2010), se podrían clasificar desde el espacio gnoseológico y
antropológico donde aparecerían las instituciones sociales, circulares, angulares,
religiosas y radiales, una manera que englobaría todas las posibilidades respecto a éstas.

La importancia de las instituciones radica también en que serán una de las claves para la
distinción entre el objeto de estudio de la Historia y la Antropología. Aunque hemos
analizado este aspecto en un apartado propio5, iniciamos aquí ese debate, ahora bajo
este prisma institucional. Así, vemos como para la primera, las instituciones serán
etapas sucesivas, irreversibles, no teleológicas y confluyentes en una sucesión que
conforma el corpus central de la historia, con la que reconstruir y narrar tiempos
pasados. Mientras que para la Antropología, en cambio, las instituciones estarán
definidas como organizaciones de carácter distributivo y serán elementos cíclicos de la
sociedad que se relacionan entre sí pero no sucesivamente, poniendo también el foco de

5
Véase el apartado sobre Antropología e Historia.

29
Ignacio Alcalde Sánchez

interés en las relaciones que se producen entre ellas y marcando la separación entre
ambas ciencias.

Según todo esto, podríamos definir las instituciones como estructuras sociales que
comprimen las ideas de todos para darle una forma común, con la que establecer el
comportamiento socialmente aceptado, con la finalidad de pautar, enseñar,
mantener y reproducir los valores culturales del grupo.

Tal como nos indica C. Jacinto (2009), las instituciones sirven para socializar y
controlar al sujeto. Y pueden ser entendidas, siguiendo las aportaciones de F. Cruces
(Cruces Villalobos y Pérez Galán, 2011) como un compromiso grupal desde la
Antropología o como un establecimiento especializado en la gestión de algo desde la
Sociopolítica; de ahí que se relacione con los sistemas expertos, como estructuras
especializadas en la gestión de algo y con la Teoría de Sistemas.

Otras definiciones sobre éstas serían ―conjunto de ideas, opiniones y normas de


comportamiento propuestas y a menudo impuestas a los individuos en una sociedad
determinada‖ (Petit, 1984: 28) o como nos las describen R. Valdés del Toro y M.
Valdés:

Un agregado (conjunto de cosas homogéneas que forman un cuerpo) duradero de


conductas humanas, organizado en torno a un propósito o intención o fin (o
conjunto interconexo de propósitos o intenciones o fines) central. (…) En el
plano de la acción se presentará bajo la forma de una unidad de actividad
cotidiana (no necesariamente cooperativa). En el plano de los actores, bajo la
forma de un grupo estructurado. En el plano de las ideas, bajo la forma de una
tabla de valores compartida y de normas tecnoecológicas, éticas y sociales para
la acción común, asumidas y aceptadas por todo el personal de la institución.
(Valdés del Toro y Valdés Gasquez, 1989: 105)

Una vez sentadas las bases del concepto de institución, podemos intuir cómo se ha
expandido y desarrollado rápidamente a través de las múltiples aplicaciones que ha
encontrado en muy diversos campos de investigación. Desde la Sociología a las
Ciencias Políticas o Económicas pasando por la propia Historia de las Instituciones,6

6
Cfr. (García de Valdeavellano, 1998 [1968]) sobre Historia de las Instituciones; para una visión general
de las instituciones políticas véase M. Abélès (1988 [1983]; 2008), en el campo de la economía podemos
destacar a modo de introducción a E. Wolf (2005 [1987]), P. Moreno Feliú (2011) o S. Narotzky (2004)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

han encontrado en este concepto una herramienta muy útil para el análisis y explicación
de sus objetos de estudio. De esta forma, las instituciones serán entendidas como
estructuras que rigen los mercados económicos, como establecimientos de tipos de
economía, tipos de poder o los modelos de ciudades imperantes a lo largo de la Historia,
entre otros muchos ejemplos de su aplicación7.

Es por esto por lo que nosotros nos centraremos únicamente en las instituciones
entendidas desde una perspectiva sociocultural —de momento—, ya que serán las
analizadas por la Antropología de manera que sigamos acercándonos a nuestro objeto de
estudio, el CIMI, bajo este enfoque. Decimos de momento, ya que también tendremos
que buscar una explicación de lo que allí ocurre bajo esas otras acepciones de
institución, entendidas éstas como la mezcla de sistemas expertos que detallaremos más
adelante.

Desde la Antropología, la variedad y forma de clasificar todos los tipos de instituciones


que aparecen en las diferentes sociedades (culturas) se hace compleja, relativa y
dependiendo del método o enfoque que empleemos mostrará resultados muy diferentes.
Además, esta clasificación podría estar sujeta a una crítica sencilla en cuanto que
afectaría al concepto clave de cultura que nosotros entendemos y manejamos a lo largo
de todo este trabajo: la cultura como algo complejo, dinámico, que se construye, se
aprende y se comparte,8 algo que ya hemos descrito en nuestro capítulo introductorio
sobre Antropología y Etnografía; por lo que si seguimos este enfoque, no podemos
hacer una clasificación simplista o lineal de los distintos tipos de instituciones
existentes. Tan sólo y a modo de exposición aclaratoria, podríamos mostrar algunos
tipos de instituciones, con las que ilustrar nuestro posterior análisis.

La familia, el estado, la escuela, el idioma, el derecho o incluso la moda serían algunas


de las instituciones objeto de análisis por parte de la Antropología. Ahora bien, una
posible clasificación de éstas, las podría agrupar en primarias y secundarias, tal como
hace A. Kardiner (Kardiner y Linton, 1974 [1939]), o según los campos principales de
su estudio como instituciones sociales, políticas, religiosas, económicas, etc. También
7
No hemos creído necesario incluir una revisión histórica sobre el estudio de las teorías de las
instituciones, que podríamos comenzar con E.Burke, Bonald y De Maistre en el siglo XIX hasta los
recientes estudios de M. Douglas (1996), N. Luhman (1990) pasando por autores del siglo XX como
Gehlen (1987 [1940]), L. A. Coser (1978), M. Foucault (2002[1976]), E. Goffman (2006 [1963]) u otros
autores dentro de la Filosofía y la Sociología que también aportarán su revisión y tratarán este tema, como
K. Marx, J. Habermas, K. Popper o H. Marcuse (Cfr. (Vergara, 2001).
8
Cfr. Cultura, Antropología y otras tonterías (Díaz de Rada, 2012)

31
Ignacio Alcalde Sánchez

podemos encontrar otra clasificación diferente según su función, como instituciones de


transición, de entrada o de salida.

Atendiendo al tipo de poder imperante, desde el prisma de la Antropología Política y


Económica podríamos encontrar instituciones centralizadas y no-centralizadas; respecto
a su ámbito podemos encontrarlas públicas, privadas o mixtas, según su espacio,
locales, nacionales, internacionales e incluso atendiendo a su nivel de complejidad,
instituciones sencillas o complejas (expertas).

Las funciones que éstas desempeñan dentro de la sociedad las hemos descrito
anteriormente, sirven como herramienta para fijar y controlar el comportamiento del
grupo. A través de estas instituciones, podemos pensar en la familia, la religión o
algunas de transición como los estudios superiores, sirven para someter al individuo a
un conjunto de reglas con las que pautar y modelar su comportamiento dentro del grupo
o para hacerlo progresar hacia un comportamiento determinado y aceptado por el resto.
Tanto la aceptación como el rechazo de estas instituciones formarán parte del modelo
cultural que plantea el grupo, que acepta —en el mismo sentido que tomamos la
cultura— las instituciones, las vive y las transforma. Es decir, al igual que la cultura se
convierten en acción y proceso.

En este sentido, las funciones de las instituciones socioculturales vendrán determinadas


por el carácter que el propio grupo les infunda, por lo que las tendremos que analizar
desde dentro, de la misma manera que cualquier otra esfera de la cultura, con una
perspectiva reflexiva y holística.9

Bajo este enfoque, vemos como el CIMI tendrá cabida en este análisis ya que lo
entenderemos de manera similar a otras instituciones como el sistema educativo, las
cárceles o los hospitales (instituciones totales que las llamaría E. Goffman) pero con un
carácter propio y particular que lo hace digno de un análisis exhaustivo bajo este
enfoque. Para hacer este análisis, deberemos plantearlo como una institución a medio
camino entre estos tipos de instituciones y un sistema experto (como institución que

9
Si bien hay disparidad de criterios dentro de la Sociología para describir las instituciones sociales en
función de la escuela que elijamos, podemos extraer un nexo común a todas, al igual que ocurre con el
concepto de cultura en Antropología, y definirlas, tal como venimos haciendo, como un conjunto de
prácticas sociales previsibles por los individuos que las conforman, sin que tengan que justificar esas
prácticas. Es decir, como proceso y acción, compartidos por el grupo. Este enfoque, planteado también
por J.L. Anta (2002), lo detallaremos en profundidad en nuestro apartado sobre territorio dentro de
nuestra etnografía.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

maneja gran cantidad de información concentrada) 10 de manera que nos muestre


apropiadamente un tipo de institución diferente y particular. A su vez, esta, también
tendrá que ser completada en su análisis con otros aportes provenientes de la Teoría de
Sistemas o la Antropología, como la homeostasis o los ritos de paso, de la misma
manera que encajará con las diferentes teorías sobre la criminalidad y sus objeto de
estudio (broken homes, anomia, etc.) aspectos éstos, que darán su fruto y serán
mostrados entrecruzados en nuestro apartado relativo a la etnografía y finalmente a
modo de conclusiones.

Previo a este desarrollo sobre los sistemas expertos e instituciones totales, debemos
continuar desarrollando el concepto de instituciones para poder aplicarlo después a
nuestro estudio.

Siguiendo el análisis de las instituciones políticas realizado por P. Virno (2011) para
continuar planteando los principales aspectos útiles en nuestro estudio desde este
campo, y siguiendo éste a su vez, los planteamientos de C. Schmitt (1991), las
instituciones políticas surgen con la intención de reunir toda la capacidad de decisión
política en un cuerpo político unitario, de ahí la aparición de este tipo de instituciones,
ante la concepción del ser humano como un ser malo, por lo que, deben aparecer estas
instituciones que controlen y hagan posible la convivencia en sociedad.

Según A. Gehlen (1987 [1940]), la falta de un hábitat unívoco y sencillo hace que la
cultura sea ―la primera naturaleza del hombre‖ (Virno, 2011: 127), le quita el miedo por
su expuesta y absoluta plasticidad e indeterminación ante su entorno, favoreciendo su
progresivo desenvolvimiento.

Dicho de otro modo, nacemos libres, desde un punto de vista cultural, hasta tal extremo
que necesitamos la cultura para que nos estructure la vida y nos la haga más sencilla;
para que nos dirija nuestros pasos y nos defienda de lo desconocido de nuestro
alrededor. Y esa cultura se organizará a través de estructuras que aglutinarán en torno
suya los diferentes saberes y acciones. Las instituciones, como estructuras de la cultura,
nos proporcionarán nuestros conocimientos, nuestras metas, deseos, problemas, etc., en
resumen, tal como nos diría C. Geertz, nos suspenderá de las redes de significados que
nosotros mismos habremos tejido. (Geertz, 2003[1973])

10
Este concepto aparece desarrollado ampliamente en un apartado propio.

33
Ignacio Alcalde Sánchez

De este modo, las instituciones sirven para socializar y controlar al sujeto, nos invisten
de un habitus para que consigamos nuestro rol social y lo desempeñemos correctamente
(algo que encajará perfectamente con lo expuesto sobre teorías de roles sociales o la
Criminología Crítica), al tiempo que secuenciará nuestro ritmo biográfico (Jacinto y
Millenaar, 2009).

Entendidas éstas como estructuras de transición —uno de los enfoques más útiles para
nuestro estudio— vemos como también sirven para facilitar el abandono de una
situación social y el ingreso en otro nuevo. De este modo, el paso a la vida adulta
vendría secuenciado por instituciones como el sistema educativo, la familia o el trabajo,
con los que asegurar la entrada y aceptación del nuevo estatus. Tal como nos indica la
autora C. Jacinto (2009), el descrédito que sufren actualmente algunas de estas
instituciones11 ha provocado que cobren fuerza otras, como por ejemplo, en el auge de
las bandas ante el declive de la familia, ya que el individuo necesita de estas
instituciones con las que arroparse en su comportamiento, dándoles a las anteriores
otros usos. No hay que olvidar, tal como venimos diciendo, que estas instituciones están
continuamente construyéndose, así que, en una u otra dirección, provocarán algún
resultado12.

Este fenómeno de la decadencia o crisis de las instituciones es un tema ampliamente


analizado en la actualidad. Al igual que en otros campos, los constantes cambios que se
producen a nuestro alrededor, provocan la reflexión y el análisis desde la Sociología, la
Antropología o la Historia; y las instituciones se han convertido en una buena
herramienta para su comprensión y estudio, al tiempo que se produce un meta-análisis
sobre cómo funcionan y piensan las propias instituciones, dotándolas de esta manera, de
una identidad propia y ajena ya al grupo, actuando en algunas ocasiones aparentemente
incluso en su contra.

En esta línea, M. Douglas (1996; 1996 b) ya nos advierte sobre la fuerza y riesgo de
éstas ya que deben suplir sus debilidades —no hay que olvidar que las instituciones
surgen de la racionalidad y con carácter temporal, nos dice— con otras herramientas

11
Tal como nos indica esta autora, la familia ya no representa protección en muchos casos y mucho
menos es uniforme, la escuela no garantiza un estatus social, ni empleo, ni éxito y el trabajo ya no se
concibe como algo estable y consolidado sino como vulnerable e incierto, lo que ha provocado un giro
hacia el individualismo, abandonando, a priori, el valor que tenían esas instituciones (Jacinto y Millenaar,
2009: 74).
12
La escuela por ejemplo, provocará unos resultados, tanto si se tiene éxito en ella como si no, si son los
esperados socialmente o no, provocará unos efectos en sus actores.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

que las consoliden, las legitimen y las perpetúen, tales como la generación de
identidades, tradiciones, la clasificación del mundo (nosotros/otros, nuestro/ajeno) o
estableciendo analogías entre el comportamiento dentro del orden social y el orden
natural (lo natural o normal del comportamiento) por lo que las situaciones de
transición o cambio de las instituciones se antojan complejas y conflictivas. Otro
ejemplo de la fuerza de las instituciones se presenta bajo la aceptabilidad del riesgo por
parte de los individuos, que tal como nos describe esta autora (Douglas, 1996 b) en su
análisis sobre la aceptación de riesgos en la vida cotidiana, las instituciones nos
estructura nuestros miedos y los gradúan al igual que hace con el resto de los
comportamientos permitiéndonos unas actuaciones o delimitando otras.

No resulta difícil comenzar a pensar en el CIMI como una de estas instituciones, que al
igual que la familia, como institución básica para garantizar el crecimiento, protección y
aculturación; la política, como institución con la que mantener el grupo o la escuela
como sistema de reproducción social, se dotará de unas funciones, significados y
espacios propios con los que comenzar a caminar de manera autónoma e incluso
transformarse (o enriquecerse) adquiriendo funciones propias de otras instituciones,
propias de otras esferas de la sociedad.

Instituciones particulares
En este análisis de las instituciones, aparecerán algunos autores que comenzarán a
destacar las peculiaridades de algunas de ellas que, por su funcionamiento o
características, conformaran un grupo propio que no había existido anteriormente o que
han tomado un cariz diferente. En esta línea, aparecerán algunas clasificaciones que nos
mostrarán un nuevo enfoque en la manera de analizar los comportamientos actuales y
las pautas que la sociedad establece —a modo de instituciones— para fijarlos y
reproducirlos.

Nos referimos a las ya mencionadas, ―instituciones disciplinarias‖ de M. Foucault


(2002[1976]), las ―instituciones voraces‖ de L. Coser (1978) y, las que nos resultarán
especialmente útiles en una nueva revisión de los estudios acerca de estas figuras
sociales, las ―instituciones totales‖ de E. Goffman (2001 [1959]; 2001 [1961]; 2006
[1963])

Estas últimas nos van a resultar muy eficaces, tanto para la comprensión de los aspectos
socioculturales del CIMI como para la elaboración y estructuración del trabajo
35
Ignacio Alcalde Sánchez

etnográfico. Junto a los conceptos sobre comunidades culturales y cerradas y las teorías
de sistemas que expondremos a continuación, producirán un corpus teórico necesario
previo a nuestro análisis antropológico. Por lo que analizaremos los principales
contenidos de estos enfoques sobre las instituciones que, como el resto del trabajo,
acabarán fusionándose en uno solo: nuestra etnografía.

Instituciones totales
El concepto de institución total fue acuñado por E. Goffman. Toda la obra de este autor
gira en torno a tres núcleos/metáforas con las que explicar la interacción social de los
individuos: el rito, el cine y —la que nos resultará especialmente útil para nuestro
estudio— el teatro (Nizet y Rigaux, 2006).

Goffman, no solo nos muestra como la vida cotidiana de todas las personas se puede
describir a través de la metáfora del teatro (Goffman, 2001 [1959]); somos actores que
vamos cambiando de máscaras en función del escenario o la escena que nos toque
representar y no somos otra cosa que el conjunto de esas máscaras con las que actuamos
socialmente. Además, tenemos un yo interno que está detrás de todas esas máscaras y
que puede actuar de forma diferente. Sino también, nos muestra como en el análisis de
este comportamiento, aparecen ciertas instituciones sociales donde su puesta en práctica
se hace mucho más evidente (al menos para su análisis): cárceles, asilos, cuarteles u
hospitales psiquiátricos se convierten en objeto de estudio y modelos de comunidades
ideales donde refutar este comportamiento y que serán denominadas por él como
instituciones totales (Goffman, 2001 [1961]: 18).

Siguiendo la definición del diccionario Akal de Etnología (Bonte e Izard, 1996) y


aportando una nueva definición a lo expuesto en el apartado anterior, vemos como una
institución es un dispositivo organizado que está regido por una serie de normas o
valores y que además conlleva un sistema de sanciones y unos ritos de paso.
Desarrollando esta definición, Goffman entiende las instituciones sociales como unos
lugares donde se desarrollan regularmente determinadas actividades que crean
tendencias absorbentes, simbolizadas por las barreras que se crean para obstaculizar las
interacciones sociales con el exterior (2001 [1961]: 17 - 18); y de ahí su concepción de
las instituciones totales como ―lugar de residencia o trabajo donde un gran número de
individuos en igual situación, aislados de la sociedad, por un periodo apreciable de
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente‖ (2001


[1961]: 6).

Ya en su clasificación de las instituciones totales, vemos como las cataloga en cinco


grandes grupos, según se dan cobijo a personas inofensivas e incapaces (asilos),
potencialmente peligrosas de manera involuntaria hacia la sociedad (enfermos),
peligrosos para la sociedad (reclusos), para fomentar el buen desarrollo de la actividad
laboral (cuarteles y fábricas) o como refugios del mundo (conventos) (2001 [1961]: 18).
Viendo esta clasificación, empezamos a vislumbrar como a lo largo de nuestro estudio
podremos añadir a esta serie de instituciones los CIMI como otra institución total
particular, incluso como aglutinadora de éstas al conformarse —fruto de la evolución de
estas instituciones anteriores y las demandas sociohistóricas actuales— como una
amalgama de todas, mostrando así la peculiaridad y complejidad que las hace
interesantes para este estudio.

Otros conceptos derivados de la teoría de Goffman van a ser básicos en nuestro análisis
del CIMI y los mostraremos a medida que esbocemos los rasgos de éstos en nuestra
etnografía. Así, aspectos como la anomía, la desculturación, proceso de
estigmatización, sistema de sanción/recompensa o el grado de permeabilidad de estas
instituciones totales serán recurrentes a lo largo de toda la exposición y aparecerán para
ayudarnos en nuestra explicación sobre la cultura de estos lugares.

Con este análisis, Goffman inaugurará la microsociología con la que poner el foco de
estudio en esos escenarios que hasta ahora habían pasado desapercibidos, iniciando un
nuevo modo de estudio de estas instituciones de las que bebe directamente nuestro
trabajo.

De la misma manera y en la línea de estas teorías, aparecerán en nuestro análisis las


ideas de P. Bourdieu. Este autor, declarado admirador de Goffman, introducirá los
conceptos de habitus y campo como herramientas de análisis de las diferentes relaciones
de poder y presiones que se establecen entre el cuerpo y el entorno, entre el habitus
como ese territorio donde se manifiesta esa lucha, y el entorno del sujeto (2009; 2008).
De esta forma las relaciones de producción y dominación se manifestarán en cada
individuo, a través del cuerpo como portador de la posición sociocultural. Una idea que
estará también, directamente relacionada con las teorías que exponemos a continuación,
de M. Foucault.

37
Ignacio Alcalde Sánchez

Instituciones disciplinarias.
Uno de los objetos de estudio básicos en toda la carrera de M. Foucault será el poder,
las diferentes acepciones que a lo largo de la Historia ha tenido y los distintos enfoques
que le hemos dado en su análisis. Para ello, e inaugurando la Sociología del cuerpo,
Foucault sitúa al cuerpo como protagonista de estas relaciones de poder, colocándolo en
el centro de los estudios sociológicos y convirtiéndolo en parte protagonista del análisis
tanto cultural como político (Foucault, 1978; 2007).

Las tensiones que se producen ente sujeto y entorno —en la línea de Bourdieu— se
concretan en el cuerpo, que está obligado a manifestarse a través de un lenguaje
simbólico. El entorno, junto a un conjunto de poderes, y el cuerpo están continuamente
en un proceso de dominación - dominador que le obliga a transformarse y manifestarse.

El cuerpo como objeto dócil y normado muestra la lucha de poderes que existen en toda
sociedad. Según Foucault, no existiría un único poder, derivado de la forma política de
ordenación social, sino un conjunto de poderes repartidos por toda la estructura social,
que iría desde la oficina al ejército, pasando por la familia o la escuela.

Es decir, Foucault no analiza el poder desde un punto de vista historicista o político de


manera vertical sino los poderes, intentando localizarlos en especificaciones geográficas
o históricas y como éstos condicionan al individuo.

Desde este enfoque, se entiende que resaltara unos espacios en los que estas relaciones
de poderes se manifestarían de manera meridiana y que el denominaría instituciones
disciplinarias: fábricas, escuelas, cuarteles, hospitales, orfanatos, asilos, etc.; que a su
vez, todas se asemejan a las prisiones. Instituciones que a través del orden, la disciplina
y el castigo/recompensa busca la normalización del individuo (2002 [1975]: 170).

Estas instituciones reunirían un conjunto de conocimientos suficientes y poder


específico para subyugar y segregar al individuo a través del encierro y la segmentación
(Barfield, 2000: 82). De ahí que se creasen unas estructuras arquitectónicas diseñadas a
tal efecto, a modo de panóptico13, que Foucault analizará (2002 [1975]) como arquetipo
del sometimiento de gran número de internos con un número mínimo de vigilantes.

13
Según Foucault el panoptismo sería una forma de poder que se ejerce sobre los individuos a la manera
de vigilancia individual y continua, como control de castigo y recompensa y como corrección, es decir,
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Estas edificaciones, conocidas como panóptico de Betham, aunque no llegaron a


realizarse, sí inspiraron otras edificaciones y representan perfectamente estas
instituciones disciplinarias en las que la consciencia de ser vigilados y la distribución de
poderes consigue mantener el orden en un entorno aparentemente violento (o
conflictivo) consiguiendo controlar el tiempo y el comportamiento, mostrando así, la
fuerza de la disciplina mecanizada y las relaciones de poder internas en todos los
individuos, extendiendo esta idea al panoptismo social y las estructuras de poder que se
establecen en todas las culturas.

De esta premisa, parte también lo que desarrollaremos en nuestro trabajo como


concepto de violencia estructural, un conjunto de presiones institucionales que el
individuo interiorizará y asumirá dentro de ese sistema panóptico. De ahí que la utilidad
de estos conceptos comience ya a intuirse. La aplicación en nuestro estudio de estos
conceptos de poder y violencias, relacionados con los roles que el cuerpo del interno
asimilará y desempeñarán, serán básicos para nuestra observación.

En esta línea, junto a Goffman, Bourdieu y Foucault, aparecerá otro sociólogo L.


Wacquant, de manera más reciente, que será crucial en nuestro marco teórico previo y
que continuará con las investigaciones en la línea de estos autores anteriores. Wacquant,
plantea toda su obra en torno a las desigualdades y la violencia urbana realizando
diferentes estudios sobre las barriadas marginales (guetos) y el castigo como forma de
estigmatizar al pobre (2000; 2004; 2010).

Y aunque no esté centrado de manera específica en el análisis de las instituciones, sí que


podemos relacionarlo en estos autores; por un lado con Bourdieu, de manera obvia ya
que además de discípulo, ha colaborado en la producción trabajos conjuntos (Bourdieu
y Wacquant, 1995) y con Foucault y Goffman en el objeto de su estudio, ya que tendrá
los mismos escenarios y líneas de trabajo: el internamiento y su reflejo social.

Este autor, ha trabajado la conjunción entre pobreza urbana, guetos y estado penal a
través de varias etnografías que nos servirán de referencia en nuestro trabajo. Así, sus
textos sobre las barriadas marginales de Chicago (2004) o los diferentes estudios sobre
los sistemas penales y carcelarios de diferentes países (2000), nos mostrarán cómo
algunas instituciones como la cárcel, el trabajo o la economía se han ligado al sistema

como método de formación y transformación de los individuos en función de ciertas normas (Foucault,
1991)

39
Ignacio Alcalde Sánchez

económico para producir un cambio social que margina aún más a los marginados y los
estigmatiza como pobres. Este aspecto, que desarrollaremos en nuestro apartado sobre
las teorías criminológicas y la estigmatización dentro de la sociología crítica, lo
volveremos a rescatar en la parte etnográfica, en la que lo desarrollaremos también bajo
otro enfoque, como culturas minoritarias o marginadas y todo lo que esta catalogación
conlleva.

Finalmente, dentro de nuestro análisis de las diferentes instituciones que serán útiles
para nuestra documentación previa, hemos incluido en nuestra tríada a las instituciones
voraces de L. Coser, que si bien, no tendrá una correlación directa con nuestra
etnografía sobre el CIMI, sí que nos interesa dejar planteadas algunas pinceladas sobre
sus contenidos, ya que también veremos algunos rasgos (aunque podríamos catalogarlos
de secundarios) en nuestra institución.

Instituciones voraces
Entendemos este tipo de instituciones, siguiendo la definición de L. A. Coser (1978),
como aquellas organizaciones que demandan la adhesión absoluta de sus individuos y
pretenden abarcar toda la personalidad de éste; absorbiendo todas las esferas de su vida
y creando obstáculos a los posibles nexos con los restos de su vida anterior.

Lógicamente, viendo tan solo esta definición podemos imaginar la relación existente
entre este tipo de instituciones y las totales de Goffman, de la misma manera que
podemos entender al CIMI dentro de esta tipología, como ente que intenta separar y
absorber al individuo en pos de su objetivo último de resocialización, aunque tenga la
particularidad de que se tratará de una institución temporal y —paradójicamente—
busque la devolución del individuo a su entorno tras la ruptura con éste y el periodo de
internamiento.

La parte que nos interesa de esta teoría será la conjunción que encontraremos junto a
las teorías de Goffman, y es que, si este último planteaba las instituciones totales como
espacios acotados y separados físicamente del resto, Coser plantea las instituciones
voraces a través de una coerción interna derivada de unos mecanismos de motivación y
adhesión voluntaria que consagre su actividad dentro de esas instituciones. Esa parte de
las instituciones voraces —de ahí que las catalogásemos anteriormente como
secundarias— aparecerán en los objetivos del CIMI, no tanto para el desarrollo de éste
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

sino como la búsqueda del compromiso por parte del internado de un cambio de
comportamiento.

Al igual que ocurre con ―el monje, el bolchevique, el jesuita o el sectario‖ (Coser, 1978:
15) se busca, por parte de los objetivos del centro, un compromiso que refute el cambio
ejercido en el menor y que muestre su adhesión a la sociedad, que si bien no adquirirá
un compromiso con el CIMI en sí mismo, sí que lo adquirirá con la sociedad a la que
representa14, y esa será una de las claves de este enfoque para nuestro estudio, con el
que ayudarnos a entender qué ocurre allí dentro y cómo se configuran culturalmente
todas las actividades, desde la programación a sus efectos reales.

En resumen y teniendo en cuenta la importancia del análisis cultural de las instituciones


que se realiza desde la Antropología, así como la tipología de instituciones que estos
autores han expuesto, podemos continuar en nuestro acercamiento al objeto de estudio
bajo las premisas que situamos al principio de nuestro texto; esto es, con una
concepción dinámica, compleja y multidisciplinar que da cabida a todas estas
aportaciones planteando una amalgama de procesos de interacción cultural, es decir,
esta institución —el CIMI— compone un todo donde se desarrollan unas
manifestaciones culturales propias y diferenciadas, de ahí que se haga necesaria esta
revisión, al tiempo que enlaza con otras como comunidad cultural.

Es por esto por lo que creemos oportuno y hemos realizado este estudio. Para describir
etnográficamente qué ocurre allí dentro, entendiendo que aquello es una cultura propia
ya sea analizada como institución total, disciplinaria, comunidad cultural, sistema
experto o, como hacemos aquí, una fusión de ellas.

2.2. Comunidades

Junto a los estudios sobre las instituciones, aparece otro concepto que es necesario
clarificar y desarrollar, ya que ambos aparecerán imbricados en nuestra etnografía y

14
Esta idea la desarrollamos más adelante y aunque parezca paradójico, será una de las claves de nuestro
estudio, ya que, bajo este enfoque, la institución voraz para el menor sería la sociedad en sí misma. Ya
que, en muchos casos, para su adhesión se le está pidiendo que abandone toda su vida anterior.

41
Ignacio Alcalde Sánchez

compondrán el todo que define al CIMI: la concepción de este espacio como una
comunidad.

Comunidad, institución o sistema experto serán las tres claves de nuestro trabajo para
entender cómo se ha dotado de significado cultural a este entorno y qué intereses o
direcciones presenta. De esta manera, una vez expuestos, intentaremos fusionar todos
estos enfoques en uno sólo con el objetivo de mostrar una imagen completa (holística)
sobre el CIMI. De ahí que en algunos casos utilicemos uno u otro concepto y hablemos
de institución, si lo estamos analizando desde un enfoque más cercano al plano cultural
entendido al modo sociológico que exponíamos anteriormente de G. Bueno; de
comunidad, si lo hacemos desde el punto de vista meramente antropológico/etnográfico
o como sistema experto si intentamos acentuar el plano organizativo o desde el punto de
vista penal de este espacio.

Es por esto por lo que en los siguientes apartados continuaremos desarrollando


brevemente algunos de los rasgos principales de éstos conceptos.

Entendemos una comunidad, como una ―unidad social restringida‖ (Bonte e Izard,
1996) cuya característica principal es ese carácter holista de conformar una unidad
totalitaria que tiene su origen como un agrupamiento natural o como producto de
procesos históricos ligados al sistema económico/social imperante en cada época. A lo
que añadiríamos en nuestro caso el sistema histórico/político e institucional.

A pesar de ser un concepto del que algunas ciencias abjuran por la posible ambigüedad
de su significado, nos decantamos por su uso ya que creemos que se ajusta al CIMI
como unidad de análisis. Tal como nos muestra J. Sancho, en el término comunidad

Lo que importa es la percepción subjetiva e individual del grupo de símbolos


que la configura (de hecho, hemos visto que esa percepción ni tan sólo debe
estar consolidada por un mismo significado). Lo que para unas personas serán
símbolos preciados e intocables de pertenencia a una comunidad (por ejemplo
geográfica), para otros serán sólo un río, unos arrozales… simples elementos
geográficos. Pero por otra parte, hemos visto que los efectos de la pertenencia a
una comunidad sí son una realidad fácilmente objetivable, en términos de acceso
a recursos, configuración de una red de apoyo, aceptación de normas,
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

reciprocidad, identidad compartida y socialización entre otros. (Sancho, 2009:


85)

Será este enfoque sobre las comunidades el que prevalezca en nuestro estudio, como un
conglomerado de valores culturales que interactúan dentro de un espacio acotado,
compartidos por todos los participantes en él y configurándose como una cultura
propia, exclusiva y diferenciada del resto, por lo que marca (y dota) a cada uno de
sus individuos con una carga cultural que compartirá con el resto aunque
abandone esa comunidad.

Vemos así que se convierte en algo subjetivo que pone el foco de interés en las
relaciones sociales de ese lugar y no tanto en el espacio (localidades) (Massey, 1993:
145). Una vez más, seguimos tomando estos conceptos bajo esa premisa de acción y
proceso que caracteriza a la cultura. De esta manera, el estudio sobre una comunidad se
entiende, tal como hacían los primeros estudios al respecto en España (Guillén
Riquelme, 2014: 39), en los procesos sociales, es decir, como el estudio de un sistema
social contextualizado.

La comunidad cultural como una institución compleja en la que un grupo


comparte un espacio (idealizado o real) y una cultura común, que se reproduce y
que identifica a sus miembros respecto al otro externo.

Este concepto de comunidad ha sido aplicado principalmente en tres vertientes: por un


lado los estudios sobre las comunidades interiores de la sociedad moderna, por otro las
comunidades campesinas y de manera más reciente las comunidades urbanas cerradas
actuales, a las que dedicamos un apartado propio.

Desde la Antropología Culturalista americana, se ha abordado y etiquetado bajo esta


premisa de comunidad a los grupos interiores de la sociedad moderna (comunidades
locales, rurales, barrios, bandas, etc.) como en la Escuela de Chicago, analizando tanto
sus relaciones internas como las externas con el resto de la sociedad. Uno de los
principales precursores de estos estudios, R. Redfield, contrapuso los estudios de las
comunidades urbanas con las rurales, destacando como hay cuatro principios
fundamentales de la comunidad; ésta debe ser pequeña, homogénea, distinta y
autosuficiente (Redfield, 1960) y tanto unas como otras, tienden a diferenciarse y a

43
Ignacio Alcalde Sánchez

reproducirse con el fin último de perpetuarse en el tiempo a través de la creación de una


identidad propia.

Por otro lado, dentro de los estudios sobre comunidades campesinas, se destaca la
acentuación de los medios de producción y las relaciones informales y directas como
vehículo identitario en esas comunidades. Será la forma de relacionarse y de producir
bienes lo que una y las defina. Aspecto que analizaremos también en nuestro CIMI, que
funcionará como una comunidad que comparte el modo de producción, asumiendo cada
uno su rol.

Ya desde los primeros estudios sobre campesinado de E. Wolf (1957), las comunidades
campesinas han sido objeto de estudio, completando el concepto de comunidad visto
desde la Sociología como comunidad corporativa y destacando ese aspecto tangencial
de los modos de producción en la creación de comunidades económicas dentro de la
tendencia de globalización del capitalismo. Al mismo tiempo, este autor describe cuatro
rasgos básicos de este tipo de comunidades: igualdad social, propiedad, cultura y
religión. A lo que añadía la necesidad de autosuficiencia y aislamiento como premisas
para evitar su disolución.

Comunidades cerradas
Por último y de manera más reciente, han aparecido estudios sobre las comunidades
urbanas cerradas que proliferan cada vez más en las ciudades. Núcleos urbanos acotados
y vigilados con el acceso reservado que distan de los convencionales barrios y que
conviven con éstos. Urbanizaciones cerradas que se configuran a modo de nuevas
comunidades y que también han puesto sobre la mesa la importancia de este concepto
como herramienta para su estudio. Así, los estudios sobre urbanizaciones aisladas o
separadas del resto del plano urbano y los efectos culturales que esto ha provocado
aparecen bajo la denominación de gated community, o zonas residenciales cerradas
(Hita Alonso, Sánchez Hita y Muñoz Alcaraz, 2014). De estos estudios podemos
destacar su análisis en profundidad sobre los actores sociales que participan en estos
entornos y los mecanismos que utilizan para perpetuarse. De esta forma, se definen
como espacios acotados, aislados y dotados de algunos servicios en los que sus propios
actores comparte prácticas sociales, un estilo de vida similar (Hita Alonso, Sánchez Hita
y Muñoz Alcaraz, 2013) y valoran mucho la seguridad, además de compartir tres de las
características que define Z. Bauman (2003): distintivas, pequeñas y autosuficientes.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Este concepto de comunidad será el que apliquemos en nuestro análisis, tratando de


llevarlo un paso más allá, ya que no solo adquiere rasgos de comunidad cerrada si no
que crea elementos culturales propios en sus actores. Lógicamente estos estudios
tienden a analizar este nuevo fenómeno bajo las variables comunes del estatus
social/económico de sus actores y la segregación urbana de éstos junto a otros aspectos
transversales como el miedo al otro o la importancia de la seguridad; aspectos que se
alejan de nuestro interés para la utilidad de este concepto en nuestro enfoque pero que
no nos impiden su utilización. Por tanto, extrapolaremos tan solo ese concepto de
comunidad cerrada que crea elementos comunes y fragua la identidad de los agentes que
intervienen en él.15

Comunidades minoritarias.
Junto al análisis del CIMI como institución o comunidad cultural, debemos enfocarlo
también bajo este prisma derivado de la interacción entre grupos. De esta manera, en
todas las sociedades aparecen grupos minoritarios o marginados que acaban por dotarse
de una estructura e identidad propia y definida, lo que arroja multitud de preguntas que
han tratado de ser respondidas desde la Antropología. Desde la asunción de esos roles
por parte de esos individuos, a las herramientas de marginación y opresión por parte del
grupo mayoritario, aparecen todo un continuum de características que definen a los
grupos minoritarios o marginados dentro del grupo mayoritario y que también podremos
observar aquí.

Rasgos como la cohesión identitaria grupal, las manifestaciones de violencia grupal o el


cerramiento propio ante el otro son algunos de los rasgos que podemos observar en
estos grupos y que también se manifestarán si lo analizamos bajo esta óptica.

Tal como nos indica J. Lofland (2002 [1969]; 1965) en sus teorías sobre la desviación,
desde el prisma de la interaccionismo simbólico, vemos como en todos los grupos se
establecen una lucha de poderes sociales que enfrenta a una parte fuerte contra una
débil, adueñándose la parte fuerte de valores como sociedad, normalidad o reglas y
atribuyéndole a la parte minoritaria la transgresión y anormalidad, usándola como
referente de esa anormalidad.16

15
A diferencia de estas comunidades cerradas, los CIMI sí cuentan con las relaciones propias de las
comunidades tradicionales, por lo que serán una mezcla de ambos conceptos.
16
Estos aspectos han sido analizados en el apartado referente a las teorías criminológicas.

45
Ignacio Alcalde Sánchez

De esta manera, aspectos como la estigmatización de la minoría o la marginación,


incluso la terminología empleada para denominar a este colectivo, influirá en la
creación y reconocimiento de este fenómeno y será asumido como parte identitaria de
este grupo, tanto desde dentro como desde fuera.

Al igual que hablaremos de estigma desde la Sociología, de aculturación desde la


Antropología o de homeostasis desde la Teoría de sistemas, bajo este enfoque —de las
culturas/comunidades minoritarias o marginadas— también podremos hablar de cultura
minoritaria, marcando el peso específico que el CIMI tiene en esa denominación y
función social.

No analizaremos tanto el carácter comunitario de las minorías que allí internan —


aunque habrá que tenerlo en cuenta— como el desarrollo de una comunidad minoritaria
nueva, una vez que se está allí dentro, que fortalece su identidad y se reconoce bajo esta
marca, reproduciendo las características de éstas, es decir, la estigmatización del
etiquetaje, la propensión a la asunción de roles y comportamientos frutos de esa
concepción de débil o minoría, el desplazamiento de su patrimonio inmaterial con la
prohibición (o el desprecio por parte de la mayoría) o la explotación de su folclore como
único vehículo de subsistencia; serían algunos de los rasgos que acompañan a estos
grupos minoritarios y que aquí comenzarán a fraguarse.

2.3. Sistemas expertos

Junto a instituciones y comunidades, hay un tercer concepto que se interrelaciona y se


emplea en los estudios de las organizaciones actuales: los sistemas expertos.

Siguiendo a A. Giddens podemos definirlo como ―sistemas de logros técnicos o de


experiencia profesional que organizan grandes áreas del entorno material y social en que
vivimos‖ (1994: 34) es decir, aquellas estructuras, tan simples y a la vez tan complejas,
como pueden ser un edificio o un coche, que aglutinan toda una serie de saberes
tecnológicos y científicos puestos a disposición de los usuarios, que acceden a estos
sistemas bajo unos conocimiento y un acceso mínimo y, asumiendo el riesgo de su
empleo, conviven y estructuran su vida diaria.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Otra definición parecida a esta será la que nos da en su etnografía multisituada H.


Velasco y Cols., que los definen como ―sistemas especializados de conocimiento
abstracto, racionalizados y vinculados a una división tecno científica del trabajo‖
(2006). Siguiendo esta obra y a modo de ejemplos de sistemas expertos, vemos como
podemos considerar bajo este enfoque a oficinas de atención al ciudadano, servicios de
hospital, bancos, servicios de transporte aéreo o ayuntamientos. Instituciones que
encajan perfectamente bajo estas premisas, siendo otra de sus características la
monopolización cada vez mayor que intenta hacer de esos conocimientos, excluyendo a
los otros de ese sistema, al tiempo que lo ofrecen al ciudadano.

Este concepto de sistema experto proviene de las Ciencias de la Computación y los


estudios sobre inteligencia artificial con los que comenzaron a desarrollarse sistemas
que resolvieran problemas específicos basados en el manejo de gran cantidad de
información y la búsqueda de conclusiones a partir de deducciones lógicas. De esta
manera, los sistemas expertos se presentaban como una manera especializada de
afrontar un tipo concreto de problemas. Estos sistemas están caracterizados por manejar
gran cantidad de información, llegar de manera rápida a soluciones, ser capaces de
informar al usuario —ajeno a este sistema—, aprender de sus errores y reestructurarse
(Barr y Feigenbaum, 1982).

Si nos centramos en esta última definición, de la que parte su aplicación a las Ciencias
Sociales y ponemos el foco en los sistemas expertos entendidos como aquellas
organizaciones que acumulan una gran cantidad de saberes y que los ponen a
disposición del usuario, vemos como aparecen dos conceptos relacionados que serán
claves para entender el interés por su análisis: los puntos de acceso a dichos sistemas y
la confianza depositada en ellos.

Por un lado, junto al conjunto de saberes, el mismo sistema establece un punto de


acceso al usuario por el que podrá acceder y participar, gestionando y configurando todo
ese escenario de manera que el sujeto sea capaz de utilizarlo, entenderlo y asumir sus
funciones y consecuencias. Pensemos por ejemplo en una sala de espera de un quirófano
o en un banco, donde los elementos simbólicos e instrumentales cargan de significado
todo el proceso de estos sistemas dotándolo de realidad, en la que tanto el sujeto como
los miembros del sistema saben cómo actuar, qué hacer y qué no hacer, cuál es el
territorio público y privado o cuáles los códigos comunicativos a emplear. No hay que

47
Ignacio Alcalde Sánchez

olvidar que se trata de organizaciones subjetivas y abstractas, por lo que deben


convertirse en materiales en algún momento, y ese acceso será el lugar elegido, de
intercambio y puesta en escena del sistema experto y el individuo. Ese punto de acceso
materializará el lugar visible del backstage, y ocultará todo la zona de trabajo que el
sujeto intuirá que se produce, y que queda reservado a los miembros expertos de dicho
sistema.

Desde esta perspectiva, en nuestro apartado etnográfico podremos ver cómo el CIMI
tiene una progresiva conversión hacia este tipo de sistema, 17 monopolizando poco a
poco todos los saberes sobre este campo, excluyendo a otras posibles alternativas,
dificultando y ocultando gran parte de su actividad diaria al resto de la sociedad y
estableciendo tan solo algunos puntos de acceso al grupo ajeno a éste, acceso que será
controlado por su parte, al tiempo que demanda (legalmente) a la sociedad, la asunción
del riesgo en su actividad y objetivos como centro de internamiento.

Junto al punto de acceso, aparece de esta manera el segundo elemento clave en los
sistemas expertos: la asunción del riesgo.

Tal como ya mencionábamos en el apartado sobre las instituciones y los postulados de


M. Douglas, el empleo de estos sistemas conlleva por parte del individuo una asunción
del riesgo en las prácticas cotidianas —muchas veces ilógica y en ningún momento
racional, pero sí cultural— y una relación de confianza hacia estos sistemas. Tal como
nos indica H. Velasco y Cols. ―una relación de confianza conlleva la decisión de un
sujeto de esperar determinado comportamiento por parte de otros, en una situación en la
que sabe que dicho comportamiento tendrá consecuencias importantes para él‖ (2006:
19). Aceptar el transporte en avión o ―ponerse‖ en manos de un equipo de cirugía serían
algunas de esas cuestiones de confianza y asunción del riesgo que hacemos a menudo y
aunque no será una cuestión primordial en nuestro trabajo etnográfico, sí debemos
tenerlo en cuenta a la hora de analizar el rol de las familias, que harán un uso del CIMI
que desde esta perspectiva se entenderá perfectamente, al igual que ocurrirá con algunas
de las visitas de inspección por parte de los diferentes estamentos responsables. Bajo

17
No hay que olvidar, tal como mostraremos en el apartado sobre su recorrido histórico, que es una
institución relativamente reciente y que está adoptando un carácter propio en la actualidad como entidad
que gestiona multitud de profesionales que buscan un objetivo de resocialización y al que se le ―entrega‖
al menor con total confianza y aprobación.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

esta premisa veremos como el sistema experto, abstracto y desanclado, se materializa


bajo ciertos escenarios escogidos para estos grupos que necesitan interactuar con él.

Este análisis del riesgo y la confianza servirá para otros análisis aplicados como los
estudios politológicos de Fukuyama (1995) que analizará la crisis del estado de
bienestar bajo la premisa de ―crisis de confianza‖ (Velasco Maíllo et al., 2006: 12), los
estudios de U. Beck (1992) sobre la transición a la globalización o N. Luhman (1990)
en sus estudios sobre sistemas sociales y la reducción de la complejidad, que también
estarán relacionados con la Teoría de Sistemas.

Por último, junto a los sistemas expertos aparecerán también relacionados los no-
lugares como aquellos lugares que no están destinados a la convivencia cultural ni al
arraigo identitario de un grupo, sino que se constituyen desde su creación como lugares
de paso, que los sujetos utilizan a menudo pero que no cumplen una labor cultural o
simbólica, sino que aparecen vacíos —aparentemente— de significados culturales por
su mera función dentro de estos sistemas expertos o bajo otra disposición. Salas de
espera de aeropuertos, andenes de tren o paradas de autobuses serán aquellos lugares en
los que tanto la configuración del espacio, como el comportamiento de sus usuarios
harán que se configuren de manera inequívoca, dotándolos de ese vacío cultural, que M.
Augé denominó como los no-lugares (1992).

Las características del comportamiento de los no lugares junto a la desatención cortés


que enunciaría Goffman en su estudio sobre internados, nos serán de gran utilidad en
nuestro estudio. Esta actitud de hacer que no somos conscientes de la presencia de
otros, mostrar la ausencia de intereses hostiles propia del cara a cara de los sistemas
expertos, o tratar el territorio sin ningún tipo de arraigo cultural serán las premisas que
aparezcan también en el CIMI. Tal como nos indica M. Augé, a pesar de no ser un
concepto clasificatorio absoluto, las ciudades actuales, cada vez más, se configuran en
base a estos espacios, reduciendo los lugares —entendidos estos como espacios de
identidad, relacional e histórico— a espacios arrinconados donde cada grupo intenta
establecer su propia identidad e interrelaciones y dejando la gran parte de la ciudad a los
no lugares: autopistas, estaciones, salas de espera, etc., no-lugares que configuran
nuestra actividad diaria al tiempo que la vacían de contenido identitario.

Y esto se cumpliría en el CIMI, convirtiéndose en un elemento crucial para entender


como los protagonistas de él intenta adueñarse de los espacios, dotándolos de cultura e

49
Ignacio Alcalde Sánchez

identidad al mismo tiempo que parten de una concepción ajena y vacía de éste. El CIMI
se convertiría en un no-lugar en el que están obligados a convivir, por lo que resultará
una mezcla compleja entre la necesidad de dotarlo de significado y el sentimiento de
estancia provisional y pasajera, un camino de ida y vuelta en el que se parte de un no-
lugar para acabar dotándolo de significado, tal como veremos en nuestro análisis
etnográfico.

2.4. Teorías de sistemas

Finalmente, junto a las instituciones, comunidades y sistemas expertos, debemos aclarar


algunos conceptos provenientes de la Teoría de Sistemas, que ya hemos mencionado
anteriormente y que desarrollaremos en profundidad en nuestra parte etnográfica.
Dentro del enfoque ecléctico y multidisciplinar que nos hemos propuesto para este
trabajo, debemos apoyar nuestras conclusiones en todos los pilares que tengamos a
nuestro alcance, por lo que no podemos obviar la importancia que los principales
conceptos de esta teoría tienen para nuestro estudio.

Fue Ludwig von Bertalanffy quien definió en sus inicios la Teoría General de Sistemas
como un ―modelo conceptual para explicar los hechos empíricos‖ (Bertalanffy, 1976:
47). Como una teoría que estableciese un puente de entendimiento y nexo de trabajo
común entre las Ciencias Naturales y Sociales, con las que crear una teoría como una
visión heurística del mundo, mezclando las teorías de redes, la cibernética, teorías de la
información, autómatas y la teoría de juegos (Cathalifaud y Osorio, 1998). Y desde su
posterior aplicación a los sistemas sociales ha caminado con la aspiración de encontrar
una teoría de sistemas general que fuese de ámbito universal, una teoría sociológica
universal con la que facilitar el análisis y entendimiento de los comportamientos
sociales (Luhmann, 1990: 16).

De esta manera, si partimos de esa visión multidisciplinar y transversal que empapa


todas las investigaciones recientes y la encrucijada actual de la Antropología como una
ciencia que vive su momento álgido, clave para el entendimiento y análisis de los
fenómenos socioculturales, podemos entender cómo la visión de la teoría de sistemas o
mejor aún, la postura desde la sistematicidad, dinamicidad y complejidad que ésta
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

infunda, se hace útil, necesaria e imprescindible para cualquier estudio cuyo objeto de
análisis sea la cultura, en nuestro caso el CIMI. De ahí su utilización.

En este apartado, mostramos un breve recorrido sobre los conceptos capitales que arroja
esta teoría para posteriormente, en el segundo bloque de nuestro trabajo, ponerlos en
práctica en nuestra visión etnográfica. En un intento de fusionar etnografía y
sistematicidad como técnica de trabajo para el análisis de un entorno sociocultural,
como sería el CIMI.

En el desarrollo de la Teoría General de Sistemas (TGS), Bertalanffy comienza


analizando desde la Biología cómo los organismos constituyen sistemas abiertos que no
pueden ser analizados por separado sino que constituyen un todo que debe ser estudiado
en su totalidad, dotándolo de un carácter humanista y haciendo hincapié en ese carácter
global que posteriormente será holístico (Díaz de Rada, 2003); que caracterizará nuestro
enfoque. Al mismo tiempo ya comienza a destacar la importancia de la
interdependencia de los factores que conforman ese organismo y que posteriormente
será de importancia capital en las comunicaciones (o procesos) entre los elementos del
sistema.

En esa línea introduce conceptos universales como el de entrada (ingreso del sistema),
salida (resultado de procesar las entradas), relaciones simbióticas (necesidad de
interconexión), sinergia (relación que no es necesaria pero es útil para el sistema),
homeostasis (nivel de adaptación o supervivencia dinámica) o entropía (desgaste del
sistema), que serán el punto de partida para la aplicación a las Ciencias Sociales y a
nuestro estudio.

En una clasificación posterior sobre la tipología de sistemas, vemos como aparecen


unos pares básicos de sistemas: estáticos y dinámicos, cerrados y abiertos, deterministas
y no deterministas, lineales y no-lineales, simples y complejos. Dentro de esta
clasificación y comenzando a analizar los fenómenos socioculturales bajo este prisma,
podemos encuadrar a éstos como sistemas dinámicos y complejos. Por lo que
comenzaríamos a enfocar los estudios sociales bajo la óptica de la
Teoría del Caos y Sistemas.

Haciendo un breve recorrido histórico por los autores que nos sirven de fundamento en
nuestro estudio partimos de los primeros aportes que hace Bertalanffy sobre la Teoría

51
Ignacio Alcalde Sánchez

General de Sistemas arriba mencionada. En segundo lugar, los estudios de Maturana y


Varela (2006 [1973]) y su concepción de la autopoiesis, Teoría de Sistemas en Biología
y su aplicación posterior a sistemas humanos. De éstos, damos el salto a N. Luhmann
(1990) y su aplicación de la TGS a sistemas sociales, para cruzarlos posteriormente con
el enfoque de los sistemas complejos aportados por E. Morín (2009 [1997]), G.
Balandier (1988), C. Reynoso (2006), J. Rozo Gauta (2004) y de manera más reciente
E. Ramírez Goicochea (2013).

Será esta ultima autora la que nos sitúe en el punto de partida de nuestro estudio
aportando una visión aglutinadora de todos los autores anteriores dando un paso más
hacia la concepción biopsicosociocultural del ser humano, imbricando su teoría con la
concepción Evo – Devo de los estudios de la Biología del Desarrollo Evolutivo, por
extensión, en la Antropología Biosociocultural y sirviéndonos de fundamento teórico en
nuestro análisis de una comunidad concreta:

El rastreo de los anclajes epistemológicos, teóricos y conceptuales de las


propiedades sistémicas de este tipo de procesos nos ha obligado a realizar un
camino de ida para indagar sobre las diversas tipologías a los que remiten
horizontal, vertical y transversalmente: sistemas dinámicos abiertos, sistemas
no-lineales ni deterministas, en gran medida estocásticos, y, por fin, sistemas
complejos. (...) que nos lleva a la meta que nos hemos propuesto: el de los
procesos humanos. (…) de cómo son los sistemas dinámicos a las características
de los sistemas auto-organizados y autopoiéticos; de ahí a las propiedades
estocásticas de los sistemas complejos no-lineales y su posible evolución hacia
la criticalidad, las emergencias y la reorganización; todas ellas cualidades,
propiedades, rasgos, atribuibles a los procesos y fenómenos sistémicos
biopsicosocioculturales. (Ramírez Goicoehcea, 2013: 98)

De ahí nuestra postura teórica y la postura de las corrientes actuales en Antropología,


donde se acogen todas las escuelas históricas de esta ciencia y que compartimos
nosotros, una concepción de la cultura dinámica y compleja, entendida ésta como acción
y proceso y la etnografía como técnica de recogida de datos.18

18
Aunque ya hemos desarrollado, en parte, esta concepción en otro apartado, para una mayor
comprensión véase Cultura, Antropología y otras tonterías (Díaz de Rada, 2012).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Este es el tronco teórico sobre el que parte el análisis antropológico que realizamos. Y
sobre el que trataremos de desglosar todos los conceptos que han surgido de la teoría de
sistemas a través de la aplicación real a nuestro objeto de estudio.

Todas estas ideas sobre los diferentes autores y teorías, nos servirán para realizar una
parte de nuestra labor investigativa etnográfica como una etnografía sistémica, en la
que, a modo de metáfora, las emplearemos para la disección y mejor comprensión del
CIMI.

Al igual que nos referíamos antes a nuestro trabajo como una etnografía extensiva,
desde esta perspectiva, se desprenderá también este modo de retratar la cultura. Nos
apoyaremos en este pilar con el deseo de mostrar cómo se puede realizar y analizar —
no con una visión homeostática funcionalista sino como una herramienta útil y eficaz—
una comunidad cultural bajo el enfoque de la teoría de sistemas, es decir, de una manera
sistémica. No utilizándola para la contrastación de una hipótesis concreta, aunque
arrojará algunas conclusiones, sino aplicando los conceptos de dinamicidad y
complejidad que este enfoque nos aporta a nuestra etnografía. Con los que sintetizar y
aglutinar los procesos culturales que ocurren en un CIMI y con los que realizar un viaje
dual: por un lado la aplicación de los conceptos básicos de la TGS, por otro la
comprensión del CIMI de manera sistémica.

Tal como aclarábamos en nuestro primer capítulo, no se tratará por tanto, de una
explicación funcionalista basada en la Antropología o en la TGS sino en un estudio
antropológico que utiliza la etnografía y que ésta se ayuda de los principios básicos de
la TGS para su explicación. Esto es, la TGS como una manera de categorizar la
observación etnográfica y su posterior análisis, como una técnica (y paradigma) que si
bien, no extrae unas conclusiones universales sí aspira a su posibilidad de extrapolación
y traslación a otros ámbitos, simplificando el entendimiento y la inmersión en estos
entornos. En este caso el de los centros de internamiento.

Si seguimos los pasos de la Teoría de Sistemas Sociales podríamos decir que


mostraremos a través de la aplicación de estos conceptos, la primera fase de las
operaciones heurísticas básicas de dicha teoría, la fase de modelización por la que
obtenemos una maqueta primaria con la que mostrar todos los procesos y la

53
Ignacio Alcalde Sánchez

esquematización de éstos, junto a los actores que la llevan a cabo (Parra Luna, 1981). 19
Un modelo etnográfico con el que empezar a trabajar en nuestra investigación.

Estas serían las principales herramientas con las que alumbraremos tanto nuestra
postura científica como nuestro quehacer en esta investigación. Instituciones,
comunidades, sistemas y demás conceptos expuestos, nos permitirán crear el
ensamblaje teórico necesario para lanzarnos desde la Antropología, al trabajo
etnográfico con ciertas garantías. Junto a éstas, necesitaremos también otros pilares
teóricos relacionados con el menor y el centro, con los que completar la formación
holista previa; eso es lo que mostramos a continuación.

19
Para ello, en nuestro análisis etnográfico, seguiremos la conceptualización que aparece en
Antropología Biosocial. Biología, Cultura y Sociedad., (Ramírez Goicoehcea, 2013: Cáp. 3) y también el
glosario de términos aportados por ¿Sistemas dinámicos en Ciencias Sociales? (Carrasco y Vivanco,
2011).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Bloque 2. El centro

Capítulo 3. Marco jurídico.

El ejemplo tiene más fuerza que las reglas.

N. Gogol. Almas muertas.

En este apartado mostramos toda la normativa que desde las principales


administraciones públicas actúa en el CIMI. Hacemos aquí, tanto una exposición sobre
el recorrido histórico de algunas de éstas como sus principales planteamientos y
situación en la actualidad; una presentación con la que dar las primeras pinceladas sobre
su funcionamiento y estructuración. De esta manera, comenzamos a mostrar una
primera imagen de cómo es el CIMI y su composición, a través de las leyes enunciadas
sobre responsabilidad penal desde el ámbito de la justicia, la atención educativa a estos
colectivos desde el ámbito de la educación o la prestación sanitaria desde el ámbito de
la sanidad o servicios sociales entre otros. Planteamientos formales que serán los
principales marcos de referencia y el paraguas bajo el que se fundamente toda la
actuación que en éstos se realiza, por lo que resultan imprescindibles para su
comprensión.

3.1. Legislación desde el marco de la justicia

Obviamente será la legislación promulgada desde las administraciones de justicia y


sobre la responsabilidad penal del menor y los derechos de éstos desde dónde emanará
la principal fuente de directrices sobre la actuación en estos centros. A continuación,
haremos un recorrido por toda la legislación en este ámbito y describiremos brevemente

55
Ignacio Alcalde Sánchez

su origen y fundamentación, lo haremos de manera concéntrica y desde una perspectiva


histórica, partiendo desde un marco internacional hacia la normativa de carácter
europeo, para dar el salto a la legislación estatal y, finalmente, la procedente de la
comunidad autónoma andaluza.

De esta forma, mostraremos un mosaico general con el que entender toda la normativa
que rige la actuación sobre los menores. Un encuadre histórico y geográfico con el que
situarnos previamente a nuestro estudio.

Marco internacional
De forma genérica y simplemente para fijar un par de fechas previas al siglo XX —que
será cuando comience a desarrollarse específicamente la legislación sobre el menor—
incluso desde una perspectiva filosófica, podemos situar el punto de partida en el
desarrollo jurídico moderno hacia los menores de edad en el Emile de J. J. Rousseau en
1762, donde el polímata autor pone el foco de atención en los alumnos, incitando a
conocerlos mejor y destacando como la infancia tiene una realidad propia, diferente y
definida.

Tras esta iniciación en la atención a los menores, será el movimiento de salvación del
niño en Chicago el que funde en 1899 el primer tribunal para niños, desarrollando toda
una legislación específica sobre éstos, creando la Children Court.20

Aunque no tenían la intención de servir de marco internacional, sí que sienta algunas de


los principios sobre los que se va a actuar, reformando el marco judicial e introduciendo
algunos elementos como la especialización del Tribunal, situando la edad límite en los
16 años, suprimiendo la cárcel para los niños, ofreciendo alternativas como las casas de
reforma, patronatos, etc. y apareciendo la libertad vigilada como medida a imponer al
menor.

Estas ideas se propagaran al resto de estados de EEUU, así como a otros países como
Alemania (1907), Inglaterra (1908) o Portugal (1911), que poco a poco comenzarán a
seguir sus enunciados.

Ya en el siglo XX, las directrices sobre la responsabilidad penal del menor y el


internamiento de éste en centros con privación de libertad a nivel internacional vendrán

20
Tal como mostramos en el apartado sobre el recorrido histórico de los centros de internamiento, habrá
otros intentos y movimientos en Europa al respecto.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

marcadas por las diferentes declaraciones provenientes de las Naciones Unidas y su


predecesora, la Sociedad de Naciones. En la mayoría de los casos, estas declaraciones
tendrán un carácter no vinculante que tendrá que ser ratificado por cada país miembro.

En este sentido nos encontramos con las siguientes:

Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño. Adoptada por la Sociedad de
Naciones en 1924 a propuesta de Eglantyne Jebb. Dicha declaración contenía solamente
cinco artículos y por primera vez, se pasaba de hablar de beneficencia a derechos
sociales de los niños. Se promulgaba el derecho a su normal desarrollo, a la educación,
al socorro, a la protección frente a la explotación y al deber de poner sus cualidades al
servicio del prójimo.

Esta declaración desembocó en una nueva tras la Segunda Guerra Mundial, la


Declaración de los Derechos del Niño de 1959, aprobada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas y ratificada por sus 78 estados miembros. Lo que supuso el
primer gran consenso sobre la sensibilización acerca de la especial legislación necesaria
hacia los menores de edad. Ésta consta de diez artículos, donde se destaca (tal como
dice su preámbulo) que ―por su falta de madurez física y mental, necesita protección y
cuidado especiales, incluso la debida protección legal (…)‖ (Naciones Unidas, 1959)

Tras este se realizó el Segundo Congreso de las Naciones Unidas21 sobre Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente (Londres, del 8 al 20 de agosto de 1960),
donde se recomendaron servicios especiales de policía para la justicia de menores así
como herramientas para implementar la coordinación entre la policía y los diferentes
organismos nacionales relacionados con los menores.

En este ámbito internacional, y destacándose el tema de los menores, se produjo el


Sexto Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento
del Delincuente ( Caracas, del 5 al 20 de agosto de 1980), en el que, en su resolución
cuarta, expone una elaboración de normas mínimas para la justicia en menores. En
éste, se intentan describir unas directrices mínimas uniformes sobre la administración de
justicia para menores así como la atención a éstos, con la intención de que sirviese de

21
Este congreso se celebra cada lustro, por lo que recientemente se ha llevado a cabo el 13º Congreso en
Doha del 12 al 19 de abril de 2015. A lo largo de estos años en cada uno de ellos se ha hecho hincapié en
alguno de los problemas más acuciantes en ese momento. Desde el tratamiento de los reclusos, a la
cooperación internacional en la prevención de delitos. Por lo que el tema de los menores ha aparecido de
manera específica en varios de ellos tal como mostramos en este apartado.

57
Ignacio Alcalde Sánchez

modelo para sus estados miembros. En esta resolución se destaca que debe elaborarse
una protección jurídica específica para los menores que se encuentren en dificultades
con la justicia, la utilización del internamiento y/o detención como último recurso y la
creación de instituciones específicas sobre el tratamiento y prevención de la
delincuencia de menores de edad. Este planteamiento será desarrollado en los años
venideros y encargado un proyecto de cara al Séptimo Congreso de 1985 (Milán, del
26 de agosto al 6 de septiembre), lo que desembocará en las Reglas de Beijing.

Las Reglas Mínimas de la ONU para la Administración de la Justicia de Menores


“Reglas de Beijing”, Resolución 40/33, de 29 de noviembre de 1985. En este
documento, primero en poner toda su atención en el desarrollo de una legislación
específica sobre la justicia de menores a nivel internacional, se pone de manifiesto la
necesidad de crear unas orientaciones fundamentales que aseguren el bienestar del
menor. Se elaboran unas definiciones comunes en las que aparecen el concepto de
menor como aquel sujeto que por su edad debe ser tratado penalmente de manera
diferente al adulto, el concepto de delito como todo aquel acto penado por el sistema
jurídico respectivo y menor delincuente como aquel niño o joven al que se le ha
imputado la comisión de un delito o se le ha considerado culpable en la comisión de
éste.

Tras esto, se remarca la conveniencia de que cada estado miembro promulgue una
legislación específica para este colectivo y que en esta se tenga en cuenta que la
mayoría de edad no debe fijarse en una etapa demasiada temprana, que la respuesta
legal sea proporcionada, que se cumplan las garantías procesuales básicas, el derecho de
los menores a preservar su intimidad así como una serie de indicaciones sobre el
procesamiento e investigación, prisión preventiva y preparación especial de la policía
que trabaje con estos grupos.

En la tercera parte de estas reglas se enumeran unas indicaciones sobre el dictamen de la


sentencia y su resolución así como las diferentes medidas, registros o la necesidad de
personal específico y especializado.

Finalmente, en su cuarta y quinta parte nos enumera las características que deben tener
la resolución de las medidas, tanto dentro de los establecimientos penitenciarios como
fuera de ellos. En este apartado se nos comienzan ya a indicar las características que
deben tener estos centros, acercándonos a nuestro objeto de estudio y perfilando cómo
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

deben ser los Centros de Internamiento de Menores Infractores, definiendo el objeto de


estos centros penitenciarios respecto al menor interno como el de ―garantizar su
cuidado y protección, así como su educación y formación profesional para
permitirles que desempeñen un papel constructivo y productivo en la sociedad.‖
(Naciones Unidas, 1985: 228) En este apartado se indicará también que deben estar
separados de los adultos y ―recibirán los cuidados, la protección y toda la asistencia
necesaria –social, educacional, profesional, sicológica, médica y física- que puedan
requerir debido a su edad, sexo y personalidad y en interés de su desarrollo sano.”
(Naciones Unidas, 1985: 228). De la misma forma, se recomienda la coordinación entre
las administraciones pertinentes para dar formación académica y/o profesional para que
el menor no sufra desventaja a su salida respecto a su desarrollo educativo.

Tras estas reglas, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Convención
sobre los Derechos de la Infancia, Resolución 44/25 del 20 de noviembre al 1989,
que al tratarse de un tratado vinculante, los estados miembros que se adhiriesen a esta
convención, debían cumplir y adaptar su legislación a este marco normativo. De esta
forma, España la ratificaría al año siguiente (BOE de 31 de diciembre de 1990). En
esta convención destaca el carácter de menor de edad para aquellos jóvenes por debajo
de los dieciocho años; que en todo momento prevalecerá el interés superior de éste y en
su Artículo 40 determina, que para todo menor que se acuse o declare culpable de haber
infringido la ley ―se tenga en cuenta la edad del niño y la importancia de promover
la reintegración del niño.‖ (Naciones Unidas, 1989: 178) De la misma forma se
establecerá una edad mínima bajo la cual se presume que el niño no puede infringir la
ley, así como la disposición de una serie de alternativas previas al internamiento en
instituciones específicas para garantizar la proporcionalidad entre la infracción y las
circunstancias de éste.

Tras esta convención se formularán, las Directrices de las Naciones Unidas para la
prevención de la delincuencia juvenil (Resolución 45/112) (“Directrices de Riad”) y
las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de menores privados de
libertad (Resolución 45/113), de 14 de diciembre de 1990, en ambas resoluciones y al
igual que ocurriese previamente con las Reglas de Beijing, se desarrollará
específicamente el tratamiento de los menores privados de libertad y la delincuencia
juvenil. En la primera de estas dos, se destaca la importancia de crear políticas que
prevengan las actividades delictivas por parte de los jóvenes, haciendo hincapié en el

59
Ignacio Alcalde Sánchez

análisis de estas conductas, la creación de mecanismos que la eviten y la importancia de


la socialización de estos grupos. Para ello, centra su atención en el valor de la familia, la
educación, la comunidad, los medios de comunicación y las políticas sociales que se
realicen a tal efecto. Por último, destaca la importancia de desarrollar una legislación
específica, la creación de la figura del mediador y la coordinación con otras áreas
científicas en materia de investigación y estudio constante en esta materia.

Respecto a la segunda de las resoluciones, aparecen en ella algunas pautas con las que
garantizar los derechos de los menores privados de libertad. Para ello, establece la
importancia de respetar y velar por que se cumplan todo los derechos fundamentales
para los menores que no puedan abandonar por su propia voluntad una institución,
privados de libertad, tanto en cumplimiento de una medida judicial como en prisión
preventiva. Junto a esto, enumera cómo debe ser la administración de los centros de
menores, redactando las principales pautas a seguir en su funcionamiento.

Aquí, se comienza ya a definir cómo van a ser los centros de internamiento actuales y
bajo qué políticas se van a regir. De esta manera, ya se formaliza la necesidad de crear
un expediente personal y confidencial con toda la información del menor, cómo deben
realizarse los ingresos, traslados o registros de éstos, el tratamiento individualizado, la
obligación de desarrollar un plan de actuación detallado por parte de profesionales como
psicólogos, médicos y maestros y las condiciones mínimas con las que deben contar las
instalaciones dedicadas a tal efecto.

Podemos ver como ésta es la primera norma a nivel internacional en la que se comienza
a detallar cómo van a ser las instituciones objeto de nuestro estudio y en la que ya
aparecen los primeros rasgos de nuestro análisis que serán posteriormente desarrollados
por la legislación autonómica (donde la explicamos detalladamente). De esta forma,
aquí también se dan las primeras instrucciones sobre educación, formación profesional,
trabajo, actividades recreativas, religión, atención médica, contactos con la comunidad,
limitaciones del uso de la fuerza y la coerción, inspecciones, procedimientos
disciplinarios, personal y reintegración en la comunidad.

Esta legislación se completará con una serie de resoluciones posteriores en otras


materias adyacentes con las que se tratará de dar una cobertura total a los menores de
edad. Aunque no tocan de manera específica la materia de la delincuencia juvenil o el
internamiento en centros de privación de libertad, sí que completan la funcionalidad de
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

éstos y marcan los márgenes por donde deben desarrollarse y ampararse. Algunas de
estas leyes pasamos a enumerarlas a continuación.

 Convenio sobre Competencia de Autoridades y Ley Aplicable en Materia de


Protección de Menores. (La Haya, 5 de octubre de 1961).
 Convenio número 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo (Ginebra, 26
de mayo de 1973).
 Declaración sobre los principios sociales y jurídicos relativos a la protección y el
bienestar de los niños, con particular referencia a la adopción y la colocación en
hogares de guarda, en los planos nacional e internacional. (Resolución 41/85 de
la Asamblea General, de 3 de diciembre de 1986).
 Declaración y programa de acción de Viena, aprobados por la Conferencia
Mundial de Derechos Humanos el 25 de junio de 1993, en su capítulo cuarto
desarrolla y actualiza los derechos del niño.
 Convenio relativo a la Competencia, la Ley Aplicable, el Reconocimiento, la
Ejecución y la Cooperación en materia de Responsabilidad Parental y de
Medidas de Protección de los Niños (La Haya, 19 de octubre de 1996). Que
España ratificará el 1 de abril de 2003.
 Declaración del Milenio aprobada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas, resolución 55/2, del 8 de septiembre del 2000.
 Protocolo facultativo de la Convención sobre Derechos del Niño relativo a la
venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía
(25 de mayo del 2000).
 Protocolo facultativo de la convención sobre Derechos del Niño relativo a la
participación de niños en los conflictos armados (25 de mayo del 2000).
 Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente
mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra
la Delincuencia Organizada Transnacional. (Resolución 55/25 de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, de 15 de noviembre del 2000).
 Informe Final del Foro Mundial sobre la Educación, Dakar, del 26 al 28 de
abril de 2000.
 Sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas a favor de la
Infancia, “Un mundo apropiado para los niños” (del 8 al 10 de mayo del
2002).

61
Ignacio Alcalde Sánchez

 Declaración de la reunión plenaria conmemorativa de alto nivel dedicada al


seguimiento de los resultados del período extraordinario de sesiones sobre la
infancia, de 13 de diciembre de 2007. Donde se recoge toda la información
sobre las diferentes resoluciones de los últimos años sobre los derechos de los
niños y las niñas.
 Protocolo facultativo de la convención sobre los Derechos del Niño relativo
a un procedimiento de comunicaciones. Resolución aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 19 de diciembre de 2011.

Marco europeo
Lógicamente, el desarrollo de todo el marco normativo procedente de las instituciones
europeas se adaptará a las diferentes resoluciones internacionales, por lo que se han
limitado a difundir estas directrices al mismo tiempo que creaban otras instrucciones
específicas para su cumplimiento. De esta manera, y a modo de repaso general nos
encontramos con las siguientes normas que influyen en la vida de los Centros de
Internamiento y los menores infractores:

Recomendación (87) 21, adoptada por el comité de Ministros del Consejo de


Europa, el 17 de septiembre de 1987 sobre la asistencia a las víctimas y la
prevención de la victimización. Donde se incita a los diferentes estados miembros a
investigar y prevenir la victimización de determinados grupos sociales o especialmente
vulnerables.

Carta Europea de los Derechos del Niño. Aprobada por el Parlamento Europeo
(DOCE nº C 241, de 21 de septiembre de 1992). En ella se enumeran todos los
derechos del niño y destaca respecto a nuestro objeto de estudio como se especifica en
el artículo 15, que siempre se tendrá por objeto prioritario la defensa y salvaguarda de
sus intereses, en el artículo 17 el derecho a beneficiarse de todas las garantía de un
proceso regular, de evitar una institución penitenciara para adultos en caso de ser
declarado culpable y la implantación de un tratamiento adecuado ―al objeto de su
reeducación y posterior reinserción social.‖ De igual forma, menciona de manera
específica algo que nos será útil más adelante, respecto a las diferencias
socioeconómicas de los menores ―la admisión de un niño en todo establecimiento que se
beneficie de fondos públicos no podrá realizarse en función de la situación económica
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

de sus padres, de sus orígenes sociales, raciones o étnicos, orientación sexual ni de sus
creencias religiosas o no.‖

Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (Niza, 18 de diciembre


del 2000), cuyo artículo 24 desarrolla los derechos del menor.

El Libro Blanco de la Juventud Europea de 2002.22 Donde se expone la necesidad de


promover e impulsar la vida activa de la juventud europea como motor protagonista
ante los tiempos venideros. La importancia de su participación, de la inclusión social; la
importancia de la educación y la renovación de ésta así como la necesidad de una
protección social específica.

Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. (DOCE, nº C 310, de
16 de diciembre de 2004). Donde aparecen los Derechos del niño (Artículo II-84) y el
interés superior de éste como consideración primordial en todos los asuntos públicos o
privados.

Decisión nº 1719/2006/CE del Parlamento Europeo y del consejo de 15 de noviembre


de 2006 por la que se establece el programa ―la juventud en acción‖ para el período
2007-2013. Donde se redactan las propuestas para promover una ciudadanía europea
para los jóvenes.

Decisión nº 779/2007/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 20 de junio de 2007


por la que se establece, para el período 2007-2013, un programa específico para
prevenir y combatir la violencia ejercida sobre los niños, los jóvenes y las mujeres y
proteger a las víctimas y grupos de riesgo (programa Daphne III) integrado en el
programa general ―Derechos fundamentales y justicia.‖ Donde se indica como objetivo
específico la prevención de toda forma de violencia y fija como uno de sus grupos
destinatarios a los colectivos dedicado a la educación.

Además de ésta, aparece otra legislación, que si bien, no es específica sobre el


internamiento o menores infractores, si completará el marco jurídico sobre éste. Así,
encontramos diversas normas como la Carta Europea de los Niños Hospitalizados de
1986, las diferentes normas sobre la custodia de los menores, la regulación sobre el

22
Cfr. Libro blanco de la juventud europea. Oficina de publicaciones oficiales de las Comunidades
Europeas. Luxemburgo. 2002.

63
Ignacio Alcalde Sánchez

cibercrimen, la explotación sexual y la pornografía, recomendaciones sobre la


mediación familiar, etc.

Marco español
Remontándonos ahora en la legislación estatal desde los primeros indicios en materia de
menores y realizando un bosquejo previo sobre la legislación que detalla
específicamente la responsabilidad penal del menor en España, vemos como ya en los
diferentes Códigos Penales de los dos últimos siglos se les menciona y atribuye un
mayor o menor peso, situándonos ahí como punto de partida.

Siguiendo los apuntes de V. Sánchez (2002) y haciendo un recorrido general por estas
leyes, vemos como el Código Penal de 1822 determina que, con los menores entre 7 y
17 años, una vez examinado si han realizado los hechos con malicia y discernimiento,
habrá dos opciones: entregárselos a sus padres si eran dignos de confianza y respeto o
ingresar en una casa de corrección (generalmente una cárcel común ya que éstas eran
prácticamente inexistentes). En el Código Penal de 1848, se sitúa la edad mínima en
los 9 años, aplicando a los menores con discernimiento una pena discrecional inferior en
dos grados a la señalada por la ley para ese delito. En los códigos de 1850 y 1870 se
mantienen estos criterios aunque aparece la posibilidad de entregar a los menores
inimputables (menores de 9 años o sin discernimiento de los hechos) a un
establecimiento destinado al internamiento.

En 1904, Alfonso XIII firma la Ley Tolosa Latour, que si bien iba encaminada a los
menores abandonados, comenzaba a regular las instituciones especiales como
patronatos y creaba un consejo para la protección de la infancia23.

A partir de esta fecha y tras varios intentos de regulación abortados por la inestabilidad
política, sale adelante la Ley Montero Ríos (1918), que abrirá un periodo fértil de
regulación sobre menores de edad. Junto a los Códigos Penales de 1928, 1932 y 1944,
aparecerán las siguientes disposiciones específicas24:

 Ley de Bases de 2 de agosto de 1918 sobre organización y atribuciones de los


Tribunales para niños.

23
La evolución de los centros encargados del internamiento del menor lo analizamos en un apartado
propio.
24
Seguimos para esta enumeración los apuntes de V. Sánchez (Sánchez Vázquez y Guijarro Granados,
2002: 131)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

 Ley de 25 de noviembre de 1918, sobre tribunales para niños.


 Reglamento provisional sobre organización y atribuciones de los Tribunales para
niños. Real Decreto de 10 de julio de 1919.
 Reglamento definitivo sobre organización y atribuciones de los Tribunales para
niños. Real Decreto de 6 de abril de 1922.
 Decreto-Ley de 15 de julio de 1925 sobre organización y atribuciones de los
Tribunales Tutelares para niños.
 Reglamento provisional para ejecución de la Ley de Tribunales para niños de 15
de julio de 1925. Real decreto de 6 de septiembre de 1925.
 Nueva redacción de varios artículos del Decreto Ley y Reglamento de 1925.
Real orden circular de 2 de abril de 1926 y Real orden de 14 de mayo de 1926.
 Real Decreto-Ley de 3 de febrero de 1929 sobre organización y atribuciones de
los Tribunales Tutelares para niños.
 Reglamento provisional de Tribunales Tutelares de Menores. Real decreto de 3
de febrero de 1929.
 Decreto del 30 de junio de 1931 revisando la Ley y Reglamento de 1929.
 Ley de tribunales Tutelares de Menores de 1941.
 Decreto de 11 de junio de 1948 por el que se aprueba el texto refundido de la
legislación sobre Tribunales Tutelares de Menores.

25
Partimos por tanto, de esta reforma de los Tribunales Tutelares de 1948 como
referente hacia la situación actual. En este recorrido histórico por la diferente legislación
sobre la responsabilidad penal de los menores, dentro del marco estatal y siguiendo las
anotaciones del informe del defensor del menor de Andalucía (2014: 23 - 44), vemos
como la Ley de Tribunales Tutelares de Menores, aprobada por Decreto de 11 de
Junio de 1948 atribuía el control de las infracciones a unos órganos de carácter
provincial, denominados Tribuales Tutelares de Menores. Los agentes involucrados en
estos procesos no eran técnicos sino que debían reunir únicamente un par de requisitos:
ser mayores de 25 años y tener una vida ―ejemplar‖. En esta ley, se trataba al menor
como un sujeto irresponsable, actuando sobre él de manera proteccionista y con carácter

25
Dentro del apartado de Antropología e Historia, Historia de los centros de internamiento en España y
en el apartado Antropología Criminal, volvemos a trabajar este tema, ya que los cambios producidos en la
legislación y las tipologías de centros irán de forma paralela, al igual que el perfil del menor o los límites
de edad.

65
Ignacio Alcalde Sánchez

paternalista, atribuyendo el control de sus infracciones a unos órganos de naturaleza


administrativa.

Lógicamente, a partir de la Constitución Española de 1978, se puso de manifiesto la


necesidad de reformar esta legislación, aunque no sería hasta la Sentencia nº 36/1991,
de 14 de febrero, cuando se declarase inconstitucional el artículo 15 de la Ley de
Tribunales Tutelares de Menores, abriendo la puerta a su reforma y adecuación al marco
legislativo internacional, al modelo educativo-responsabilizador, amparado por las
normas de Beijing que explicamos más adelante.

De esta forma, se abre un periodo en el que hay un vacío legislativo donde serán los
propios jueces quienes utilicen unos procedimientos adaptados a los dictados del
Tribunal Constitucional, los preceptos de la Constitución y la Convención de los
Derechos de Niño para dictar sentencia.

Esta situación se clarificará con la Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio, Reguladora


de la Competencia y el Procedimiento de los Juzgados de Menores. Se trata de una
norma de carácter urgente en la que se establece un marco flexible por el que los
Juzgados de Menores podían establecer las medidas aplicables sobre los hechos
tipificados como infracciones penales y siempre prevaleciendo el interés del menor.

Esta normativa de carácter provisional, evidenciará sus carencias con la entrada en vigor
del Código Penal aprobado por la Ley Orgánica 10/1995 de 23 de noviembre,
principalmente en lo relativo al establecimiento de la mayoría de edad. Por lo que,
finalmente, acabará desembocando en una legislación específica donde se aseguraran
todas las garantías procesales penales de la personas menores, acordes al marco
legislativo e histórico actual. Esto ocurrirá con la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de
enero, de Responsabilidad Penal de Menores (LORPM), cuya entrada en vigor se
retrasó hasta enero de 2001.

Esta será la primera norma específica sobre responsabilidad penal del menor de carácter
estatal, donde, tal como dice en su exposición de motivos, en el artículo 3, se
describirán todas las ―exigencias de responsabilidad para los jóvenes infractores que no
hayan alcanzado la mayoría de edad penal, fundamentada en principios orientados hacia
la reeducación (…)‖ y teniendo siempre presente el interés superior del menor. Si la
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

analizamos brevemente, podemos observar cómo se encuentran algunas de las claves


que nos serán útiles en nuestra investigación.

Ya en la exposición de motivos y el título preliminar, donde se justifica su redacción, su


ubicación dentro del marco europeo e internacional (que antes hemos mencionado) y
las pertinentes modificaciones, nos apunta como esta ley está encaminada al desarrollo
de la responsabilidad jurídica de los menores y de sus personalidades. Buscando la
consecución de los siguientes objetivos: responsabilizar al joven en relación al delito
cometido, orientarlo hacia un proceso normalizado de resocialización, fomentar
nuevos aprendizajes que tiendan al desarrollo personal y social y compensar las
carencias y necesidades del menor, respetando el proceso evolutivo de cada uno de
ellos.

Ésta se basa, como principios generales,

en la naturaleza formalmente penal, pero materialmente sancionadora educativa


del procedimiento y de las medidas aplicables a los infractores menores de edad,
reconocimiento expreso de todas la garantías que se derivan del respeto de los
derechos constitucionales y de las especiales exigencias del interés del menor,
diferenciación de diversos tramos a efectos procesales y sancionadores en la
categoría de infractores menores de edad, flexibilidad en la adopción y ejecución
de las medidas aconsejadas por las circunstancias del caso concreto,
competencia de las entidades autonómicas relacionadas con la reforma y
protección de menores para la ejecución de las medidas impuestas en la
sentencia y control judicial de esta ejecución. (LORPM. Artículo 6. Capítulo 2).

De la misma forma y respecto al internamiento dice que las medidas responderán a una
mayor gravedad de los hechos cometidos, caracterizados principalmente por la
violencia, la intimidación o el peligro de las personas;

el objetivo prioritario de la medida es disponer de un ambiente que provea de


las condiciones educativas adecuadas para que el menor pueda reorientar
aquellas disposiciones o deficiencias que han caracterizado su comportamiento
antisocial, cuando para ello sea necesario, al menos de manera temporal,
asegurar la estancia del infractor en un régimen físicamente restrictivo de su

67
Ignacio Alcalde Sánchez

libertad. La mayor o menor intensidad de tal restricción da lugar a los diversos


tipos de internamiento (…) (LORPM. Artículo 7).

Si continuamos avanzando por esta ley, vemos como en su artículo primero, dentro del
Título Preliminar, aclara que sus destinatarios serán los menores comprendidos entre
catorce y dieciocho años y los jóvenes entre dieciocho y veintiún años que hayan
cometido algún hecho tipificado como delito o faltas, establecidos en el Código Penal o
las leyes especiales. Aquí también se aclara que, al igual que hacemos nosotros en
nuestro trabajo, se referirá a todo este colectivo como menores en general, incluyendo
tanto a menores de dieciocho años como a los jóvenes menores de veintiuno.

Si realizamos un somero repaso de sus contenidos siguiendo su estructura, vemos como


en el Título I, sobre el ámbito de aplicación define la competencia del juez, del
ministerio fiscal y la edad del menor y del joven que mencionábamos antes. Destacando
como serán incluidos estos jóvenes mayores de dieciocho dentro de la ley del menor,
siempre que se trate de delitos menos graves (sin violencia ni intimidación) y sujetos
que no hayan sido condenados por hechos delictivos una vez han cumplido los
dieciocho y que así se recomiende por el equipo técnico.

En el Título II, sobre las medidas, lo más destacable e importante para nuestro estudio
es la descripción que se realiza de los diferentes tipos de medidas que pueden ser
impuestas al menor. Con la mayoría de ellas nos encontraremos en el centro de
internamiento y presenta un continuum en función de la gravedad de los hechos
cometidos. De esta forma, de manera enumerada serían las siguientes:

Régimen cerrado. Los menores residen en el centro y realizan en él todas las


actividades formativas, laborales y de convivencia.

Régimen Semiabierto. Los menores residen en él pero realizan fuera del centro las
actividades formativas, laborales y/o de ocio.

Régimen Abierto. Los menores utilizarán el centro como domicilio habitual, realizando
todas las actividades en su entorno.

Medida de internamiento terapéutico. Los menores residirán en centros con una


atención educativa especializada y un tratamiento específico.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Tratamiento ambulatorio. Los menores tendrán que asistir con la periodicidad


requerida a un centro donde los facultativos le establecerán unas pautas con las que se
trate las anomalías o problemas de adicción, alteración psíquica o de percepción que
padezcan.

Asistencia a centro de día. Los menores residirán en su domicilio y asistirán a este


centro a realizar tareas de apoyo.

Permanencia de fin de semana. Los menores permanecerán en un centro de


internamiento o en su domicilio durante un periodo de 36 horas durante un número de
veces establecido.

Libertad Vigilada. Los menores tendrán un seguimiento de sus actividades y una


revisión de éstas durante el tiempo establecido.

Convivencia. El menor tendrá que convivir con otras personas o familias distintas a las
suyas y seguir un programa educativo.

Prestación en beneficio a la comunidad. El menor, que deberá aceptarlas


voluntariamente, realizará actividades no remuneradas de interés social o en beneficio
de personas en precariedad.

Tareas socioeducativas, amonestación o privación del permiso de conducción.


Actividades específicas de carácter educativo, reprensiones por parte del juez para que
comprenda la gravedad de los hechos o la privación del uso del ciclomotor o automóvil,
si la falta se ha cometido con el empleo de estos, serán otras de las medidas posibles a
imponer a los menores.

Como vemos, serán las cuatro primeras medidas, las que encontraremos en los centros
de internamiento, pudiéndose complementar entre ellas y con las siguientes. De manera
que en el centro de internamiento podremos tener menores con medidas de cerrado que
se conviertan en el transcurso de su cumplimiento en medidas de semiabierto o abierto,
o alguna de éstas compaginadas con una medida de terapéutico, prestación de bienes a
la comunidad, tratamiento ambulatorio o que desemboquen en la libertad vigilada. Una
amalgama de perfiles que convivirán dentro de estas instalaciones, objeto de nuestro
estudio.

69
Ignacio Alcalde Sánchez

Para tener una idea a priori, basada en esta legislación, generalmente, tal como dice el
Artículo 9, el régimen cerrado se aplicará en el caso de actos violentos o intimidación
con una duración máxima de dos años, aunque, excepcionalmente, se podrán imponer
medidas de uno a cinco años en régimen cerrado, cuando los supuestos previstos en esta
ley revistan una extrema gravedad. Por lo que podemos intuir (ya que no realizaremos
una clasificación de la casuística personal, ni indagaremos en nuestra investigación en el
informe personal de cada menor) la tipología de los hechos producidos por los menores
internos, que están internados con unas medidas de entre 15 y 20 meses de media.

Respecto a la imposición de varias medidas, el concurso de infracciones o la infracción


continuada, siempre se actuará siguiendo el principio de la más grave, respecto a la
pluralidad de actos o víctimas, así como su cumplimiento.

Continuando con el análisis de esta ley, crucial en nuestro estudio, vemos como en el
Título III, el Capítulo I, trata sobre la instrucción del procedimiento, por lo que no atañe
de manera directa a nuestro estudio. En él, se nos dan las claves sobre el proceso de
incoación del expediente, la detención de menor (que tendrá que ser informada y llevada
a cabo de la manera que menos perjudique a éste), sobre el desistimiento,
sobreseimiento, incoación del expediente, etc. Destaca también, en su Artículo 27, como
se deberá realizar un informe por parte Equipo Técnico en el que se establezcan las
pautas de actuación y el perfil del menor.

Ya en el Capítulo II, nos habla sobre las medidas cautelares y el Capítulo III, sobre la
conclusión y remisión del expediente al juez.

En el Título IV, V y VI se describe la fase de audiencia, la sentencia y el régimen de


recursos, por lo que no influirá de manera directa en nuestro estudio sobre el
internamiento.

En el titulo VII, de la ejecución de las medidas, tanto el Capítulo I como el Capítulo II,
nos describe como, una vez sentenciado, el menor debe trasladarse al centro donde
cumplirá la medida, como debe realizarse el traslado, la ejecución de varias medidas
(que se refundirán), la realización de un expediente personal del menor, al que solo
tendrá acceso el Defensor del Pueblo, jueces, fiscalía, autorizados de la entidad que
administra el centro, menor y abogado autorizado por éste, los informes sobre la
ejecución donde se muestre el progreso y evolución del menor en el cumplimiento de su
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

medida y los pasos a seguir en caso de quebrantamiento de la ejecución de la medida,


sustitución de ésta o presentación de recursos.

Por último, dentro del Título VII, en el Capítulo III sobre las reglas especiales para
la ejecución de las medidas, se nos indican algunas pautas sobre cómo van a ser los
centros y su funcionamiento. Comienza con el Artículo 54, donde se describen los
centros para la ejecución de las medidas.

Será en este artículo donde se establezcan las definiciones básicas sobre el perfil de los
centros de internamiento y la actuación que se lleve a cabo en ellos, por lo que pasamos
a describir lo que en él se recoge:

Aquí se específica que los centros serán diferentes de los previstos para la ejecución de
medidas privativas de libertad a mayores de edad penal.

Estos, tendrán que estar divididos en módulos adecuados a la edad, madurez y


necesidades de los menores. Respondiendo a una normativa interna que promueva la
convivencia ordenada y que permita la ejecución de los programas de intervención
educativa.

En el Artículo 55, se nos vuelve a remarcar que el fin último de los centros es el
principio de resocialización, por lo que se deberá tomar como referencia la vida en
libertad, reduciendo al máximo los efectos negativos del internamiento y favoreciendo
el proceso de integración social.

En los siguientes artículos se nos presentan los derechos y deberes de los menores
internados. En estos dos artículos, se remarca como el interno tiene derecho a su propia
personalidad, libertad religiosa e ideológica y en general todos aquellos no afectados
por su condena. De forma específica destaca el derecho a que el centro vele por su vida
e integridad física, a recibir educación y asistencia sanitaria gratuita y a recibir un
tratamiento individualizado para hacer efectivo su desarrollo.

De la misma manera, el menor internado tiene el deber de cumplir las normas de


funcionamiento interno, colaborar en las actividades, utilizar adecuadamente las
instalaciones, observar las normas de higiene y sanidad y permanecer en el centro a
disposición de la autoridad judicial.

71
Ignacio Alcalde Sánchez

Siguiendo con este Capítulo III, el Artículo 59 menciona cómo serán las medidas de
vigilancia y seguridad, en las que se especifica que se podrán realizar registros en las
dependencias y enseres y se podrán utilizar los medios de contención establecidos
reglamentariamente para evitar actos de violencia o lesiones, actos de fuga, daños a las
instalaciones o resistencia a las instrucciones del personal.

En el Artículo 60 se establece que todos los centros de internamiento contarán con un


régimen disciplinario que clasificará las faltas en muy graves, graves y leves,
atendiendo a la violencia desarrollada por el sujeto. Estas acarrearán la separación del
grupo (por días o fines de semana), la privación de salidas o la participación en las
actividades recreativas.

Ya en el Título VIII, el último de esta ley, se desarrolla todo lo relativo a la


responsabilidad civil. En los artículos 61, 62, 63 y 64 se establecerán el procedimiento y
las reglas generales para esto.

Por último, en las disposiciones adicionales, transitorias y finales, destaca la


especialización en esta materia por parte de los miembros de la Carrera Judicial y Fiscal
así como la creación de una Sección de Menores en todas las Fiscalías y la progresiva
formación específica en los Colegios de letrados.

Esta norma será desarrollada por el Real Decreto 1774/2004, de 30 de julio, por el que
se aprueba el Reglamento de la LORPM (BOE núm. 209 de 30 de agosto de 2004)
donde se regula la actuación de la policía judicial y el Equipo Técnico, la ejecución de
medidas y el régimen disciplinario de los centros. Este último, debatido y criticado por
su paralelismo con la Ley Orgánica General Penitenciaria.

Esta Ley Orgánica, será modificada antes de su entrada en vigor en un par de ocasiones.
A través de la Ley Orgánica 7/2000, de 22 de diciembre, con la que se definían los
delitos de terrorismo y se incluía un nuevo delito denominado urbano, callejero o
impropio, en el que eran frecuente la participación de menores (kale borroka),
endureciendo las penas para estas acciones; y por otro lado la Ley Orgánica 9/2000, de
22 de diciembre, en la que se efectuaba una modificación respecto a la posibilidad de
aplicar la ley de menores a jóvenes en edades entre los 18 y 20 años siempre que se
tratara de un delito menos grave o falta en la que no hubiera concurrido violencia o
intimidación, ni grave riesgo para la vida o integridad de las personas.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Finalmente, la última reforma legislativa se realizó con la Ley Orgánica 8/2006, de 4


de diciembre, donde se adecúa la ley sobre responsabilidad penal del menor del 2000 a
las directrices de la modificación del Código Penal realizados en la Ley 15/2003, de 25
de noviembre; por la que se debían ajustar la prolongación del tiempo de internamiento,
el establecimiento del cumplimiento de las medidas impuestas en centros de seguridad
reforzada y el cumplimiento de la medida judicial cuando el menor hubiese cumplido la
mayoría de edad.

Lo más destacable de esta modificación será que, debido a la sensibilización social por
el aumento de delitos cometidos por menores y el descrédito en la ley que esto ha
producido y, aunque sigue primando el interés del menor, se deja a manos del juzgador
la posibilidad de una mayor proporcionalidad entre la respuesta sancionadora y la
gravedad del hecho.

Por otro lado, también detalla la posibilidad de enjuiciar a menores entre 18 y 21 años,
siempre que éste carezca de antecedentes y que haya cometido una falta o delito menos
grave sin violencia o intimidación en las personas, o grave peligro para su vida o
integridad física. En esta línea, también modifica la edad con la que el menor podría
continuar con su medida de internamiento en un centro penitenciario, pasando de 23 en
la ley anterior (L.O. 2/2006) a 18 años con la normativa actual.

Aunque reconoce que no han aumentado los delitos de carácter violentos, los
acontecidos han tenido un fuerte impacto social, por lo que se ha tomado la directriz de
endurecer sólo aquellas acciones que revisten especial gravedad.

Marco autonómico
A nivel andaluz son varias las normas que se han formulado a partir de la LORPM 26 y
con las que se desarrolla esta Ley Orgánica, perfilando las funciones de los diferentes
colectivos participantes o regulando su actuación en los centros de internamiento de
menores infractores.

26
Al igual que en el apartado anterior, hemos obviado por no ser el núcleo de nuestro objeto de estudio y
ya aparecer recogidas en el marco internacional y europeo, las normas de carácter general sobre menores,
como la Ley 1/1998 de 20 de abril, de los derechos y atención del menor (Consejería de Asuntos Sociales
de la Junta de Andalucía)

73
Ignacio Alcalde Sánchez

Encontramos la Resoluciones de 1 a 7-2007-SMI de 4 de diciembre de 2007 de la


Dirección General de Reforma Juvenil 27 sobre ejecución de medidas privativas de
libertad en Centros de Internamiento de Menores Infractores. En estas resoluciones se
dictan las normas sobre cómo será la organización y gestión de servicios en los centros
de internamiento. Aquí aparecen ya los principios que regirán estos centros, de manera
que garanticen una convivencia estable y ordenada, el funcionamiento de la
organización institucional, el desarrollo de la acción educativa con la que conseguir que
el menor desarrolle a su vez mecanismos de auto control y una mejor inserción social
desde la responsabilidad penal. (GINSO, 2002)

De la misma manera, se buscará concienciar y responsabilizar al menor de la infracción


cometida, así como de la repercusión social que tiene. Al mismo tiempo se concienciará
a éste para su reorientación y la interiorización de las normas que rigen en la sociedad
actual.

En estas resoluciones también aparecen aspectos como la vigilancia y el control de los


menores; que será responsabilidad de los trabajadores. De esta forma, también reconoce
esta norma, que podrá existir un personal especializado que velará por la seguridad del
centro, desempeñando funciones de vigilancia y apoyo a las labores del personal aunque
siempre dependerá de la dirección del centro (Andalucía. Defensor del Menor de
Andalucía, 2014).

Tras éstas, la Resolución 1-2008-SMI, de 21 de abril, de la Dirección General de


Justicia Juvenil dará las prescripciones sobre el sistema general de centros, elaboración
de informes y ejecución de medidas privativas de libertad.

También contaremos con el Decreto 33/2008, de 5 de febrero, por el que se regulan


los centros y servicios de reforma juvenil y se establece el sistema de gestión de la
calidad. Aquí se definen los distintos tipos de centros de reforma que existen en
Andalucía y donde ya aparece en su artículo segundo la definición de Centros de
Internamiento de Menores Infractores, como aquellos ―centros destinados a
residencia de menores a los que se le ha impuesto una medida judicial privativa de

27
Para una información más detallada sobre la evolución de esta institución se puede consultar el informe
Diez años de funcionamiento de la LORPM. Justicia Juvenil en Andalucía.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

libertad y, donde estos realizan, en todo o en parte, los programas de intervención


y las actividades educativas, formativas, laborales y de ocio‖28.

En estos centros se actuará ateniéndose a los criterios generales de la efectiva


integración social de los menores y jóvenes, al mismo tiempo que respetando y
defendiendo los derechos del ordenamiento jurídico vigente.

Finalmente, toda esta legislación desembocará en el Decreto 98/2015, de 3 de marzo,


por el que se regula la organización, funcionamiento y características de los
Centros de Internamiento de Menores Infractores de Andalucía y se crea la
Comisión Andaluza de Centros de Internamiento de Menores Infractores.

Junto a la LORPM, constituyen las dos grandes normativas por las que se rigen los
Centros de Internamiento. De esta forma, la LORPM constituye el gran marco a partir
del que se desarrolla toda la legislación posterior sobre el menor infractor, mientras que
este Decreto, de creación reciente, formaliza y consolida el funcionamiento y las pautas
de actuación tanto de los Centros de Internamiento como de sus protagonistas.

En este decreto, de manera destacable para nuestro estudio, aparece:

La estructura organizativa y funciones de los miembros de los centros. Éstos,


estarán compuestos por dirección y subdirección como órganos unipersonales,
encargados de dirigir, coordinar, supervisar toda la actividad del centro, así como
ejercer la guarda de las personas internas menores de edad y autorizar las salidas y
procedimientos disciplinarios. El equipo socioeducativo encargado de la intervención
integral con el interno, compuesto por profesionales del ámbito de la psicología, trabajo
social, derecho, sanidad, educadores y monitores de talleres. Las comisiones
socioeducativas, entendidas estas como órganos multidisciplinares donde se elaboran,
evalúan y propone todo lo relacionado a la intervención con los menores internos y que
estarán compuestas por dirección, psicólogos, trabajadores sociales, coordinadores,
educadores/tutores del menor y profesionales del derecho. Y por último, el personal de
administración y servicios y personal de vigilancia.

Junto a esta estructura ―interna‖ de los CIMI, aparecerá también la comisión técnica
como el órgano que decidirá las pautas para la planificación y programación de la

28
La negrita es del autor.

75
Ignacio Alcalde Sánchez

actividad socioeducativa que se desarrollará en los centros Ésta estará compuesta por
miembros del centro, como son la dirección y subdirección, a la vez que por miembros
―externos‖, como son las personas titulares de la jefatura de servicio con competencia
en la materia del órgano territorial de la Administración de la Junta de Andalucía de la
provincia y otra designada por la presidencia, que preste servicio en dicho órgano.

En su Capítulo II, dicta las normas de funcionamiento, donde se establecerán todas las
pautas de actuación de los CIMI y el marco bajo el que deben desenvolverse. Así, en los
artículos que van desde el 19 al 33, nos enumera:

Documentos técnicos. El CIMI debe constar con un Proyecto Educativo de Centro, un


Plan Anual de Actividades, una Memoria Anual y un libro de registros, donde quede
plasmada toda la actividad anual y diaria de éstos.

La intervención en éstos. El conjunto de actuaciones, principalmente socioeducativas,


que se llevarán a cabo en los centros, atendiendo a los principios de individualización,
globalización, responsabilidad, equidad y autonomía de los menores, con el objetivo de
garantizar los principios de la LORPM y posibilitando el desarrollo y la integración de
los menores internos.

Las Fases Educativas. Las diferentes etapas por las que pasará el menor interno y que
marcarán toda la vida en el centro. Estas son:

Fase de observación. En la que el menor necesita control para la adaptación a


la vida del centro, por ser de nuevo ingreso o haber retrocedido en su progreso.

Fase de desarrollo. Donde se desarrolla una intervención global caminando


progresivamente hacia su autonomía.

Fase de consolidación. En la que se prepara al menor para la reincorporación a


su entorno sociofamiliar.

Los Contenidos de la Intervención, que además de los programas generales, se


crearán otros específicos con los que tratar delitos violentos, sexuales, violencia
filioparental, prevención y tratamiento de las drogodependencias, atención a la
población extranjera, madres y padres adolescentes y programas para madres con hijos a
su cargo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Por último se dan las pautas para la ejecución de las medidas, adjudicación del centro,
ingreso, creación de un expediente único y la baja del menor una vez haya sido puesto
en libertad, trasladado a otro centro o fallecido.

Ya en su Capítulo IV, describe las características de los centros de internamiento.


Otro de los elementos clave en nuestro estudio. Así, nos dice esta ley que los CIMI
deberán cumplir una funcionalidad acorde con las actuaciones socioeducativas
programadas y la legislación referente vigente. Deberán estar dotados de las medidas de
protección y seguridad exigidas, especialmente contra incendios así como también
contará con un plan de autoprotección, siguiendo la Norma Básica de Autoprotección
incluida en el Real Decreto 393/2007, de 23 de marzo, en el que se incide en las
situaciones de emergencia que se pudiesen dar en estos entornos.

Respecto a las zonas del centro, dicta esta norma que deberá distinguirse entre las zonas
de profesionales, servicios, zona residencial, formativos y de tiempo libre. También
deberá haber una estancia dedicada específicamente a las comunicaciones y visitas y
otras en las que los registros o las medidas de contención que se empleen, cuenten con
medios técnicos de manera que se realicen de la manera ―menos gravosa‖ para el
menor.

Por último, en el Capítulo V define la supervisión y control de los centros de


internamiento, que correrá a cargo de la consejería con competencia en materia de
justicia juvenil y el personal técnico dependiente de ésta.

A lo largo de esta norma se establecen las actuaciones tanto para los centros gestionados
de forma directa por la administración como los gestionados de forma indirecta, que en
líneas generales coincidirán en sus pautas de actuación.

Finalmente, este decreto propone la creación de la Comisión Andaluza de Centros de


Internamiento de Menores Infractores como órgano de coordinación y asesoramiento,
con el que elaborar y efectuar propuestas sobre las pautas de actuación en éstos así
como realizar estudios y análisis sobre el desarrollo normativo y la ejecución de
medidas.

Siguiendo esta normativa, se nos hace fácil comenzar a fraguar una imagen de cómo es
la composición de los CIMI, ya que todos tendrán una estructura similar con la que, a

77
Ignacio Alcalde Sánchez

pesar de adaptarse al medio en el que se desarrollan, presentar unas características


similares.

Con este recorrido, queda reflejada desde el principio hasta la más reciente, toda la
legislación referente que, desde el marco jurídico, nos dicta el origen, funcionamiento,
pautas de actuación y composición de los CIMI, los menores infractores y las medidas
privativas de libertad para este colectivo. Un conjunto de medidas que guiarán el
devenir diario, acompañadas de otros ámbitos de actuación que también presentamos a
continuación.

3.2. Legislación desde el ámbito de la educación

Una vez que hemos analizado todo el marco legislativo proveniente del ámbito jurídico,
pasamos ahora a analizar la legislación fundamental para entender el funcionamiento de
los CIMI y que afectará a la vida diaria de los menores infractores, procedente, en este
caso, de las diferentes administraciones públicas encargadas de la educación.

De esta manera, desde la legislación sobre educación, vemos como se ha tratado de


regular, en mayor o menor medida, a este colectivo, dándole un peso especifico dentro
de la ley, incluyéndolos en algunas como alumnos desfavorecidos o con necesidades
educativas especiales en otras. Todo lo enunciado relativo a este colectivo lo podemos
agrupar dentro de tres tipos de normas: legislación específica a alumnos desfavorecidos,
legislación sobre Educación Secundaria de Adultos y legislación sobre Educación
Secundaria a Distancia. A continuación mostramos lo más destacado de éstas.

Omitiendo las leyes educativas de carácter general 29 , así como los principios
internacionales sobe los derechos de la educación de los menores, que no desarrollan de
manera específica la atención a aquellos privados de libertad, las que sí mencionan de
manera específica a este colectivo serían las siguientes:

29
Nos referimos a todo el recorrido legislativo en el ámbito de la educación, desde la Ley General de
Educación (1970), LODE (1985), LOGSE (1990), LOPEG (1995), LOCE (2002) hasta la Ley Orgánica
2/2006 de 3 de mayo de Educación (LOE) y su adaptación en Andalucía, Ley 17/2007, de 10 de
diciembre, de Educación en Andalucía o la promulgada recientemente Ley Orgánica 8/2013, de 9 de
diciembre, sobre la mejora de la calidad de la educación (LOMCE). En las que, al ser de carácter general,
no se desarrolla específicamente la atención a este colectivo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

 Ley 3/1990, de 27 de marzo, para la Educación de Adultos en Andalucía


(publicada en BOJA el 06/04/1990). En la que se propone una concepción renovada
del enfoque de la educación para adultos y que se adapte a las realidades sociológicas de
Andalucía. Se menciona el cumplimiento del Título III de la Ley 3/1990 y de los
artículos 51.1 y 54.3 de la Ley Orgánica 1/1990, en los que se concluye la necesidad y
conveniencia de que la Formación Básica en Educación de Adultos sea el resultado de
la actuación conjunta y coordinada de todas las administraciones públicas con
competencias en la materia, en sus distintos aspectos, no sólo los estrictamente
educativos. Por lo que se hace referencia a la necesidad de coordinarse en los CIMI ya
que serán varias las administraciones que entren en juego.
 Ley 9/1999, de 18 de noviembre, de Solidaridad en la Educación (publicada
en BOJA el 02/12/1999) donde se establece en su artículo 3.5 los objetivos para
garantizar la educación del/ alumnado que por decisiones judiciales necesite atención
educativa fuera de las instituciones docentes, estableciendo medidas que permitan su
continuidad en los ciclos educativos correspondientes, con independencia de la
permanencia en centros de internamiento o reforma.
 Decreto 167/2003, de 17 de junio (publicado en BOJA el 23/06/2003), por el
que se establece la ordenación de la atención educativa al alumnado con
necesidades educativas especiales asociadas a condiciones sociales desfavorecidas.
En su artículo 3.d este decreto garantiza la permanencia en el proceso educativo de este
alumnado afectado por circunstancias conductuales que han derivado en decisiones
judiciales que impiden y/o dificultan su asistencia a los centros docentes ordinarios o
aconsejan su internamiento en centros específicos.
Además en el Capitulo V, relativo a la atención educativa del alumnado que por razones
judiciales o de enfermedad no puede asistir al centro escolar dice:
Artículo 33. Alumnado que por razones judiciales no puede asistir al centro
educativo.
1. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 21.1 de la Ley 9/1999, de 18
de noviembre, la Consejería de Educación y Ciencia garantizará la continuidad
del proceso educativo del alumnado de enseñanza obligatoria que por decisiones
judiciales no pueda asistir a centros docentes ordinarios.

79
Ignacio Alcalde Sánchez

2. El alumno o alumna ingresada en un Centro de Reforma será escolarizado en


un centro docente de la zona educativa donde se encuentre dicho Centro de
Reforma.
3. Cuando el régimen de internamiento del alumno o alumna no permita su
asistencia a un centro docente del entorno del Centro de Reforma, se inscribirá
en el Instituto Provincial de Formación de Adultos de la provincia donde se
ubique el mismo, aún cuando no haya cumplido los dieciséis años, en la
modalidad de educación a distancia, y será atendido en aulas específicas en el
propio Centro de Reforma donde está internado.
4. El alumnado que curse enseñanzas postobligatorias, podrá matricularse en el
Instituto Provincial de Formación de Adultos de la provincia donde se encuentre
ubicado el Centro de Reforma, en la modalidad de educación a distancia.
5. Para atender al alumnado a que se refieren los apartados 3 y 4 anteriores, el
Instituto Provincial de Formación de Adultos designará a un profesor o profesora
que ejercerá las funciones de tutoría y seguimiento de este alumnado.
6. De acuerdo con lo establecido en el apartado 2 del artículo 22 de la Ley
9/1999, de 18 de noviembre, en la atención educativa y asistencial del alumnado
a que se refiere el presente artículo se favorecerá la participación y colaboración
social. A tales efectos, el personal de voluntariado o dependiente de otras
administraciones realizará sus funciones en coordinación con el profesorado
dependiente de la Administración educativa.
7. La evaluación de los aprendizajes del alumnado inscrito o matriculado en el
Instituto Provincial de Formación de Adultos que corresponda se realizará de
acuerdo con el procedimiento que establezca la Consejería de Educación y
Ciencia. Dado el carácter global, continuo y formativo de la evaluación
educativa se tendrán en cuenta los informes que al efecto elabore el profesorado
de las aulas específicas.
 Orden de 10 de agosto de 2007 por la que se regula la Educación
Secundaria a Distancia. En su capítulo V, referente a la modalidad de enseñanzas de
ésta, hace mención específica a los centros penitenciarios y al alumnado con medidas
judiciales; en su artículo 16 establece:
8. La persona titular de la dirección de los centros que la Educación Secundaria
Obligatoria para personas adultas en la modalidad semipresencial, en colaboración
con la persona titular de los centros de educación permanente ubicados en
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

instituciones penitenciarias u otros en los que el alumnado se encuentre en una


situación de privación de libertad como resultado de la aplicación de una medida
judicial, arbitrarán las medidas necesarias para realizar las distintas pruebas de
evaluación correspondientes al alumnado de dichos centros inscrito en un plan
educativo de preparación para la obtención de la titulación básica, o de preparación
para el acceso a otros niveles del sistema educativo.

Por último, otros dos decretos que afectan a la actividad diaria de este grupo son los
siguientes:
 Decreto 156/1997, de 10 de junio, por el que se regula la Formación Básica
en Educación de Adultos.
 Decreto 101/2002, de 12 de marzo, por el que se modifica el Decreto
156/1997, de 10 de junio, por el que se regula la formación básica en educación de
adultos. En los que se modifica parcialmente la Ley 3/1990.
 En Andalucía y con la intención de impulsar la educación en estos centros, se
produjo la firma de un convenio entre las Consejerías de Educación y Justicia a 19
de julio de 2006 por la que se trataba de dar respuesta a la demanda que desde los CIMI
se hacía. Tal como decía este acuerdo,
la actuación educativa dirigida a los menores con medidas judiciales ha estado
siempre llena de obstáculos debido a las dificultades que presenta este grupo, por lo
que los esfuerzos entre ambas consejerías responsables han sido una constante a lo
largo de estos últimos años. Tras varios convenios firmados entre las Consejerías de
Educación y Justicia y la progresiva legislación específica, se consolida la atención
educativa a los menores internados en centros institucionales.
El 19 de Julio de 2006 se firmó un acuerdo entre las Consejerías de Educación y
Justicia, reforzando y consolidando el derecho a la educación de los menores en
conflicto que se encuentran sometidos a medidas judiciales en Andalucía. Tras la firma
de este convenio, se estipularon diferentes salidas y ofertas de educación regladas para
los menores en esta situación consolidando, así, el derecho a la educación de este grupo,
que al encontrarse en una situación de privación de libertad, veía como su atención
educativa también se reducía.
El convenio firmado el 19 de Julio de 2006 venía a refrendar cómo desde el ámbito de
la justicia se debe velar por el cumplimiento de las medidas impuestas por los jueces a

81
Ignacio Alcalde Sánchez

los menores y jóvenes de Andalucía, llevando a cabo acciones tanto conductuales, como
formativas y laborales, que supongan un verdadero progreso para los menores, a fin de
recuperarse para la sociedad, algo que caracterizará a los CIMI y los dotará de un perfil
particular.
Por otro lado, desde el Departamento de Educación se debe garantizar la educación de
este colectivo, ideando fórmulas que permitan acceder a los diferentes itinerarios
educativos que Andalucía tiene. Para ello se diseñará un sistema flexible y abierto que
permita su adaptación al proceso educativo del alumnado de enseñanza obligatoria
dando una atención especializada y adaptada.
Según esto, ambas consejerías adquirieron varios compromisos que quedaron reflejados
en este acuerdo y por el que se actuaría según el tipo de internamiento del menor:
Si la medida es de régimen cerrado o terapéutica, el convenio garantiza su inscripción
en el Instituto Provincial de Formación de Adultos (actualmente con otra nomenclatura,
IEDA o IPEP), aún cuando no tenga cumplidos los 16 años de edad.
A este colectivo, se le garantizará la atención a través de aulas específicas ubicadas en el
mismo centro donde cumple la medida. En esta se llevaran a cabo clases que estarán
proyectadas como tutorías y donde se fomentará especialmente el uso de las TIC como
nexo entre estos alumnos y el centro donde se encuentran matriculados.
Para los menores con medidas de carácter semiabierto, se dispondrá en los Institutos
de Educación Secundaria de profesorado de apoyo que facilite la coordinación entre los
profesionales del centro de internamiento y el profesorado del instituto, para garantizar
una atención ajustada a las características y necesidades de este alumnado.
En cuanto a los menores con medidas de medio abierto, la Consejería de Justicia y
Administración dotará a los centros de los medios necesarios que permitan el desarrollo
de Programas de Garantía Social y PCPI (en desarrollo en esa fecha, actualmente
Formación Profesional Básica), que serán reconocidos oficialmente por la Consejería de
Educación.
Así pues, y, a priori, quedaban contempladas todas las variantes que podemos encontrar
en los diferentes CIMI, respecto a la atención educativa de los menores allí internos y la
estructura de la labor diaria de éstos, que vendrá marcada por estas actividades.
De la misma manera, este marco normativo referente a la educación nos será útil en
nuestro análisis y entendimiento de la coordinación de los sistemas expertos dentro del
CIMI, donde, bajo un mismo espacio, aula y contención, deberán convivir.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

3.3. Legislación desde otros ámbitos y administraciones

Al igual que ocurre desde el plano educativo, existen otros convenios y desarrollos
legislativos por parte de otras administraciones públicas que dan cobertura a este
colectivo y que servirán para ir definiendo el carácter del CIMI. Así, desde el ámbito
sanitario, políticas sociales o los servicios de empleo, se ha regulado de manera que
puedan satisfacer las demandas que esta situación particular de los menores plantea.

Aunque nuestra investigación estará centrada en el devenir de las prácticas diarias de los
menores, que se estructurarán fundamentalmente en torno a la legislación marcada en
los apartados anteriores —normativa de funcionamiento interno, formación escolar y
profesional y en valores—, también debemos tener en cuenta la diferente normativa que
actuarán sobre ellos desde otras administraciones. Es por esto por lo que mostraremos
brevemente sus principales normas y rasgos a tener en cuenta:

Sanidad
En líneas generales se estipula que todos los menores atendidos en los CIMI estarán
adscritos al Sistema Sanitario Público de Salud y por lo tanto podrán hacer uso de todas
las prestaciones de éste. Al mismo tiempo, según el desarrollo de la LORPM se
especifica que la entidad responsable de la gestión del centro debe prestar a los menores
una asistencia sanitaria integral y multidisciplinar orientada tanto a la prevención como
a la curación y rehabilitación del menor que además debe incluir el control alimenticio,
control higiénico y educación preventiva con respecto al consumo de sustancias tóxicas
y en materia de sexualidad, por lo que se establecen las bases de una cobertura real y
eficaz en este área.

La legislación a tener en cuenta en esta materia, viene determinada básicamente por las
siguientes normas:

 Ley Orgánica de Responsabilidad Penal del Menor (España, 2000)


 Real Decreto 1774/2004, de 30 de julio, por el que se aprueba el Reglamento de la
Ley Orgánica 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal de los menores.
 Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública.

83
Ignacio Alcalde Sánchez

 Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y


de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.
 Ley 2/1998, de 15 de junio, de salud de Andalucía
 Decreto 246/2005, de 8 de noviembre, por el que se regula el ejercicio del derecho
de las personas menores de edad a recibir atención sanitaria en condiciones
adaptadas a las necesidades propias de su edad y desarrollo y se crea el Consejo de
Salud de las Personas Menores de Edad.

Y otras legislaciones adyacentes a tener en cuenta respecto a casuísticas particulares


como:

 Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo 2010, de salud sexual y reproductiva y de la


interrupción voluntaria del embarazo (art. 13.4 derecho a consentir la interrupción
voluntaria del embarazo).

En líneas generales, este marco legislativo garantiza la asistencia sanitaria de los


menores y el acceso al sistema sanitario público tanto general como especializado; de la
misma forma, que tal como describe el artículo 38 del Real Decreto 1774/2004 dicha
atención será gratuita, incluirá las pruebas analíticas necesarias para la detección de
enfermedades infecto-contagiosas que puedan poner en riesgo su salud o la de terceros,
se dará la información oportuna a su representante legal sobre las intervenciones
médicas realizadas y se informará al menor sobre su estado de saludo de manera
adecuada a su comprensión.

De esta manera, todos los menores, desde el momento de su ingreso se les asignará un
centro de salud de referencia y podrán acceder a los servicios de la red sanitaria
primaria, servicios especializados, hospitalaria, servicios socio sanitarios y prestaciones
médico sanitarias complementarias como servicios de salud bucodental, óptica, etc.
(Andalucía. Defensor del Menor de Andalucía, 2014: 292)

Además, tal como nos indica la Guía de Recursos de la Junta de Andalucía (Andalucía,
2014), se realiza una coordinación específica entre el CIMI, los Equipos de Salud
Mental de los Distritos sanitarios y las Unidades de Salud Mental Infanto-Juvenil para
atender a aquellos menores que necesiten una intervención individual en materia de
salud mental (internamiento terapéutico). De la misma manera, se fomenta la
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

participación en programas destinados a los hábitos saludables como el programa Forma


Joven o similares.

Políticas sociales y servicios de empleo


De la misma manera, desde otras administraciones también existirán actuaciones
conjuntas y tendremos que tener presente la legislación que ampara estos casos. Así,
podemos destacar la coordinación existente con los responsables en Políticas Sociales,
con el Sistema de Protección del Menor o con la Dirección General de Servicios
Sociales y Atención a la Drogodependencias, coordinando todos los recursos con los
que cuentan en esta materia. En este caso con el Centro de Tratamiento Ambulatorio
dispondrá de una atención específica para estos menores.

Respecto a las administraciones locales, aunque no desarrollemos la legislación


pertinente, los Servicios Sociales Comunitarios también participarán en la actividad del
centro ya que los menores podrán hacer uso de sus servicios e instalaciones,
especialmente en materia de reinserción social.

Ocurrirá igual con los servicios de empleo, de esta manera, el Servicio Andaluz de
Empleo, que se encargarán de tramitar y gestionar los posibles itinerarios laborales de
los menores a través de sus ofertas de cursos de formación y herramientas para la
búsqueda de empleo, también se coordinará con estos centros.

Algunas de las normas que regulan estas participaciones serían.

 Código Deontológico de Trabajo Social. Aprobada su reforma el 9 de junio y


entrada en vigor el 29 de junio de 2012.
 Decreto 4/2002 de 12 de febrero, del régimen de desamparo, tutela y guarda
administrativa.
 Decreto 33/2008, de 5 de febrero, por el que se regulan los centros y servicios de
reforma juvenil y se establece el sistema de gestión de calidad.
 Y las diferentes resoluciones que desde la Dirección General de Reforma Juvenil se
emiten relacionadas con la metodología y procedimientos como modelos de
informes, pautas de actuación o protocolos necesarios (Resolución 3-2007-SMI,
Resolución 1-2008-SMI, etc.).

85
Ignacio Alcalde Sánchez

Toda esta legislación compondría el marco de referencia donde se desarrolla toda la


actuación llevada a cabo en los CIMI. Un conglomerado de actuaciones desde diferentes
ámbitos que muestran la complejidad de esta institución que pretendemos abordar desde
la etnografía y que deberá tener en cuenta todos estos ámbitos para entender tanto la
estructura que lo sustenta como las razones de su devenir diario.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 4. Antropología e Historia

Cambiamos de registro y nos apoyamos ahora en otro de los pilares fundamentales con
los que componer todo el marco previo en nuestra investigación, la perspectiva
histórica. Con la que analizaremos todo el recorrido que estas instituciones han sufrido
hasta nuestros días, al tiempo que intentaremos establecer puentes de trabajo entre
ambas ciencias —Antropología e Historia—, con los que facilitar nuestro principal
objetivo: el análisis del CIMI.

Mostramos por tanto, a continuación, una exposición sobre la relación entre


Antropología e Historia, sus nexos comunes y pautas de trabajo compartidos, para
después, mostrar un recorrido histórico de los CIMI y terminar con algunos datos
actuales sobre éstos.

4.1. Otro apunte más para su discusión

Este apartado nace con la idea de aportar otro enfoque más al debate constante que
existe sobre la relación entre la Antropología y la Historia, al mismo tiempo que nos
servirá como pilar fundamental con el que sustentar nuestra tesis. Comenzar una
aproximación entre ambas ciencias con la que exponer la conveniencia del análisis
histórico de esta institución para nuestro posterior estudio etnográfico y a la inversa, la
utilidad de la Antropología para la Historia en el análisis de estas instituciones. Parte,
por tanto, lejos de querer delimitar o avivar el debate sobre la relación entre ambas
ciencias y aún menos de intentar arrojar argumentos definitivos en este campo, con la
intención de aglutinar todos los puntos de vista posibles para nuestro estudio.

En un momento como el actual, en el que la transversalidad y la multidisciplinariedad se


han mostrado tan útiles y ya hemos dejado fijado en nuestra postura científica, no habría
cabida para ese enfoque excluyente y simplista. Si perseguimos realizar una
reconstrucción holística de lo que ocurre en el CIMI y mostrar un trabajo con el que dar
a comprender los significados de todas las actuaciones que se producen allí dentro,

87
Ignacio Alcalde Sánchez

debemos realizar un recorrido histórico por el devenir de estos centros para entender su
situación actual. No tendría sentido, por tanto, delimitar nuestra actuación a un solo
ámbito y mucho menos priorizar uno sobre otro, sino al contrario, deberíamos dejar las
puertas abiertas para que puedan apoyarnos todas las ciencias que estén relacionadas.
De hecho, este es uno de los objetivos que se persiguen con este trabajo y que
mencionábamos más arriba, crear un producto fundamentado científicamente desde la
Antropología con el que continúen trabajando otras ciencias.

De la misma forma, no tendríamos inconveniente en enunciar a una como


complementaria de la otra o situarlas en diferentes planos, siempre que se reconozca la
conveniencia de una actuación conjunta de ambas en este estudio.

La relación entre Antropología e Historia ha caminado de muy diferente manera a lo


largo de este último siglo. Si en algunas fases no podríamos distinguir entre ambas,
apareciendo la Antropología como una parte de la Historia, en otras etapas del siglo
pasado parecían enemistadas y con diferencias insalvables, constituyendo dos ciencias
con objetos de estudio marcadamente diferentes y excluyentes. En otras más recientes,
en cambio, se volvían a estrechar relaciones, articulando puentes de conexión y trabajo
común con las que coordinarse y complementarse una a otra. Algunos de estos puentes
serán la Historia Oral, la Etnohistoria o la Antropología Histórica.

En este apartado analizamos brevemente el devenir de ambas y de cada una de estas


ramas para comprender la relación actual que existe entre estas dos ciencias y de qué
manera nos van a ser útil para nuestro estudio.

En un principio, para tener un punto de partida general con el que exponer nuestros
argumentos y resumiendo lo dicho más arriba, entendemos la Antropología como la
ciencia que estudia la cultura, entendida ésta como configuradora de las sociedades y
elemento fundamental en la composición del ser humano. Para este objeto de estudio,
emplea como técnica de trabajo la etnografía, basada principalmente en la observación y
participación directa con los grupos de estudio en los que corroborar sus hipótesis.

Por otro lado, la Historia se fundamenta como ciencia en el estudio del pasado,
siguiendo a I. M. Lewis ―la Historia sigue siendo esencialmente una manera de
considerar los datos, y de preguntar y responder a la pregunta ¿por qué? con relación a
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

acontecimientos concretos‖ (1972: 11) , empleando soportes materiales como objetos de


estudio con los que corroborar sus teorías y construir sus conclusiones.

Siguiendo con este autor y para comenzar a analizar sus diferencias, la Historia ―parece
menos interesada en establecer y comprobar generalizaciones acerca de las instituciones
sociales que en trazar series de acontecimientos pasados en términos de relación de
causa y efecto.‖ (Lewis, 1972: 12)

Si volvemos la vista a la relación que han mantenido ambas ciencias durante los últimos
siglos vemos como estos dos conceptos serán la clave para sus diferencias: el objeto de
estudio y el tiempo marcarán, así, estos vaivenes entre ambas.

Partiendo de estas definiciones y realizando un breve recorrido por su relación, vemos


cómo la Antropología acompaña a la Historia desde la Ilustración como ciencia que
describe a los ―otros‖, distinguiéndolos del mundo occidental civilizado al que los
historiadores ilustrados tienen como objeto de estudio. Es por esto por lo que a la
Antropología se le otorgan los ―salvajes‖ como campo de trabajo. Desde este enfoque,
esta ciencia tan sólo sería una epifanía del colonialismo, como ciencia que ocupa este
hueco vacante en las otras ciencias, más interesadas en los fenómenos ―occidentales‖.

Desde esta línea, el Difusionismo y el Evolucionismo imperante a principios de Siglo


XX junto al posterior Ecologismo, harán que en Estados Unidos, la Antropología se
mantenga aunada a la Historia a través de la Prehistoria y la Arqueología, trabajando en
los estudios de las tribus noramenrindias; mientras que en Reino Unido se producirá la
ruptura que caracterizará el devenir de la Antropología a lo largo de todo el Siglo XX y
la separación entre ambas ciencias. De la mano del incipiente funcionalismo estructural
de A. R. Radcliffe Brown y B. Malinowski —a pesar de W. H. Rivers, como sostiene P.
P. Viazzo (Villar, 2004: 326; Viazzo, 2003)— los antropólogos se ―apropiarán‖ de esos
―otros‖ como objeto de estudio en exclusiva, distinguiéndose y excluyendo a la Historia
por esa falta de documentación, así como por el empleo de otras técnicas de
investigación. Separando a ambas ciencias de manera excluyente, hasta los años
cincuenta que volverán a encontrarse de la mano de E. Evans-Pritchard, quien incidiría
en la importancia de la Historia para el conocimiento de la sociedad.

Es por tanto el objeto de estudio la clave para entender la relación entre ambas. El
historiador usa objetos materiales que por alguna razón se conservan como testimonio

89
Ignacio Alcalde Sánchez

para la posterioridad, mientras que el antropólogo usa la observación y participación


directa y personal (Lewis, 1972: 11). De esta forma el antropólogo está sujeto al
presente y a la acción constructiva del grupo estudiado, teniendo al pasado y a lo que la
Historia dice como base de su documentación; pero en un plano ―secundario‖ ya que le
confiere casi el estatus de mito, centrándose en la producción cultural presente para
establecer pautas que se cumplan, o al menos que se entiendan y permitan otros estudios
en el futuro. Esto provocaría el dilema de la posibilidad del estudio antropológico de
grupos desaparecidos o la reconstrucción cultural a través de otras fuentes como por
ejemplo la Etnoliteratura, debate que sigue abierto en la actualidad. Al mismo tiempo
que se confunde el objeto de estudio de una ciencia con el fundamento de ésta. Que se
haya dedicado a lo largo del siglo XX a este estudio no significa que sea esa su única
utilidad y, ni mucho menos, su fin.

Tal como dice B. S. Cohn (1962), el historiador tiene que encontrar las fuentes en las
que se basa su trabajo, y si no las encuentra tendrá que abandonar la investigación. De
hecho, la mayoría de las investigaciones históricas se inician cuando se conocen un
conjunto de fuentes históricas. El antropólogo, en cambio, parte de un punto de
arranque totalmente distinto. Su investigación nace de un problema, de un supuesto de
hipótesis y a partir de ahí crea los materiales con los que trabajar a medida que va
trabajando. Podríamos decir que el antropólogo construye el modelo de sociedad sobre
la que va a trabajar, mientras que el historiador inicia su trabajo sobre el modelo de
sociedad ya fijado y conocido.

Relacionado con el concepto de objeto de estudio encontramos también la variable del


tiempo como elemento separador (o aglutinador) entre ambas ciencias. Si para la
Historia la reconstrucción diacrónica resulta fundamental, para la Antropología, el
sincronismo de las manifestaciones culturales será, en numerosas investigaciones, su
único objetivo del estudio. Así, la perspectiva temporal, la importancia de la
reconstrucción cronológica de los hechos, la sincronía o la diacronía en el estudio serán
fundamentales para una y otra y marcará el perfil del estudio a desarrollar.
Lógicamente, como veremos más adelante, este aspecto perderá gran parte de su peso
como argumento separador en nuestro estudio, centrado en una institución anclada en el
presente y acotada por periodos de tiempo relativamente cortos (medidas judiciales).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Si para la Historia, la perspectiva diacrónica es fundamental, y el continuum entre


diferentes momentos pasados se antoja como único elemento con el que entender la
causalidad de los hechos y la explicación lógica de su desenlace, para la Antropología
resultarán secundarios en muchos casos, tratándolos como decíamos más arriba en
terminología de mito y centrándose en las instituciones presentes.

Esta dualidad entre pasado y presente, no puede ser de ninguna manera un puente
insalvable para ambas ciencias, ya que como se ha visto, a lo largo del siglo XX, por
parte de la Antropología, la perspectiva histórica no solo ayuda a entender el devenir de
las instituciones que se estudian, sino también pueden servir para explicar sus
significados, alejados del funcionalismo simplista. Mientras que por el otro lado, la
Historia ha entendido que no solo la perspectiva secuencial de los hechos pasados puede
servir para explicar los acontecimientos y que se puede (y se debe) apoyar en el enfoque
diacrónico con el que la Antropología rellena de cultura esos acontecimientos y los dota
de una perspectiva holística, completando de esta forma la visión de esos hechos. Si
cruzamos ambas visiones, vemos como la Antropología se enriquece con esa
perspectiva histórica mientras que la Historia debe añadir la perspectiva cultural,
aglutinando en su explicación un componente de emocionalidad (Lorandi, 2012).

Y esto hace que la discusión sobre el rol de ambas ciencias se encamine hacia el
carácter de auxiliar que la Antropología ha adoptado en numerosos estudios para la
Historia o a la inversa. Siendo éste, creemos, un debate fútil en cuanto que dependerá en
exclusiva del atractor que rija la investigación y los protagonistas de ésta, tanto para la
obtención de información como por su accesibilidad, viabilidad o interés primario, que
hará que se antepongan unos objetivos sobre otros.

Siguiendo las ideas de J. Vansina (1985), considerado como un historiador por los
antropólogos y un antropólogo por los historiadores, en sus estudios sobre tradición
oral, advirtió sobre ―la dificultad de comprender cualquier historia si no se ha adquirido
antes una familiaridad con la lengua y la cultura de la población de la cual ésta (se
supone) representa el pasado.‖ (Villar, 2004: 329).

Así y resumiendo la situación hasta la actualidad vemos como tras el devenir de este
último siglo, la Antropología ha ayudado a la Historia con el concepto de cultura, ha
introducido la emocionalidad en ésta y ha aportado la visión científica de su método de
observación para que los historiadores puedan construir una historia fiable a partir de

91
Ignacio Alcalde Sánchez

los discursos y las manifestaciones culturales de sus actores protagonistas. Mientras que
la Historia ha permitido una mayor comprensión de la encrucijada actual de las
instituciones que son objeto de estudio de la Antropología30.

Recientemente, cuando la Antropología parece haber llegado ya a todos los rincones del
planeta y siendo los ―antiguos salvajes‖ los que se han convertidos en antropólogos para
describir su propia cultura, aportando otra perspectiva que se antoja definitiva, la
Antropología occidental se ha girado hacia sí misma para cambiar el foco de atención y
comenzar a trabajar sobre sus propias culturas y sociedades. Los estudios urbanos,
movimientos migratorios, relaciones de poder, democracias o análisis de sistemas
expertos como la sanidad o educación han pasado a ser los nuevos objetos de estudio
de la Antropología actual. De esta forma, esta ciencia ha establecido una nueva forma
de relacionarse con la Historia.31

Actualmente, hay historiadores que estudian esos ―otros‖ pueblos sin historia para los
que las etnografías realizadas por los antropólogos son una herramienta fundamental de
estudio, mientras que antropólogos estudiosos de instituciones actuales, necesitan de la
perspectiva histórica para entender el funcionamiento actual de ellas.

Sea como fuere, es interesante su coordinación, tal como dice E. H. Carr ―cuanto más
sociológica se haga la Historia, y más histórica pase a ser la Sociología, tanto mejor
para ambas‖ (Carr, 1967: 66).

Para terminar y clarificar los diferentes conceptos que surgen de esta relación,
analizaremos brevemente las diferentes ramas o técnicas de trabajo que se establecen
entre ambas y que aparecen de la siguiente forma:

La Antropología Histórica, surgirá así posteriormente como una disciplina encargada


de reconstruir la historia de los sujetos pasivos insertos en los acontecimientos

30
Las relaciones entre Antropología e Historia respecto a las instituciones aparecen desarrolladas en un
apartado específico.
31
Es así como situábamos este trabajo dentro de la Antropología. El análisis de esta comunidad, su
función como institución social y la etnografía como herramienta. De esta manera, veíamos como este
trabajo encajaba dentro de la rama de la Antropología Arqueológica, que tradicionalmente se ha
encargado de ayudar a la Arqueología en el entendimiento del comportamiento y los sistemas
socioculturales de los grupos humanos del pasado y que en un momento de su devenir giró su foco de
actuación hacia el presente, centrándose en el estudio de sus coetáneos y tomando como objetos de
estudio las barriadas, los asentamientos urbanos o los movimientos migratorios. De ahí que la
Antropología actual, apoyada en otros pilares teóricos, se encargue de estudiar fenómenos actuales como
el nuestro, describiendo los aspectos culturales de las diferentes instituciones que configuran su cultura.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

históricos que la Historia reconstruye, dividiendo los campos de estudio en sociedades


con Estado y sin Estado, con escritura o con historia oral.

Es decir, la Antropología Histórica se extenderá por aquellos países que


tradicionalmente han sido objeto de estudio para la Historia como meros elementos
pasivos, por lo que necesitarán de la perspectiva antropológica para reconstruir su
pasado que quedó marginado por esta ciencia. De ahí que surja esta rama de la
Antropología, que tendrá mayor protagonismo en los países históricamente colonizados
y con fuerte presencia de grupos no incluidos en esa ―historia colonial‖.

Respecto al concepto de Etnohistoria, se entenderá por tanto de manera similar a la


Antropología Histórica, desarrollando el patrimonio histórico de los grupos étnicos que
por una u otra razón se encuentran insertos en grupos mayoritarios y por lo que no han
sido protagonistas de su historia. Quizá esté justificado incluirla dentro de la
Antropología Histórica, ya que el prefijo etno- invita a delimitar el objeto de estudio a
un grupo localizado, haciendo hincapié en ese carácter localista o minoritario, por lo
que, se entiende que muchos autores32 defienda esa postura de Antropología Histórica
como denominación general.

Por último, aparece otro concepto relacionado: la historia oral. En los pueblos en los
que no existe un soporte material con el que empezar a investigar, el antropólogo puede
usar el pasado como mito con el que construir un sistema de creencias; pero hasta qué
punto tiene una base histórica ese mito, o a la inversa. La tradición oral nos puede servir
para la investigación histórica como punto de inicio de la investigación o como
formulación de la hipótesis con la que partir las investigaciones. Por lo que las
herramientas que nos brinda la Antropología a través de la reconstrucción cultural de un
pueblo partiendo del conjunto de tradiciones (de su patrimonio), pueden constituir el
punto de inicio de una investigación histórica, de ahí la importancia de la historia oral
como herramienta de trabajo, especialmente para los etnógrafos.

Tal como nos dice I.M. Lewis (1972: 13), la Antropología es una ciencia en la que sus
descubrimientos quedan abiertos a posteriores escrutinios y comparaciones,
aprovechándose para afirmar o negar teorías de otros colegas. Está dedicada a la
elaboración de teorías con las que poder trabajar el resto de investigadores.

32
Cfr. ¿Etnohistoria, Antropología Histórica o simplemente Historia? (Lorandi, 2012)

93
Ignacio Alcalde Sánchez

Es por esto por lo que en la actualidad, la etnografía se puede catalogar como el primer
documento de estudio para los historiadores en multitud de ocasiones. Al igual que el
periodismo de guerra supone la primera fuente en las contiendas bélicas, la
Antropología constituye la primera aproximación a todas las instituciones presentes o
carentes de documentación. Tal como rezan muchos estudios etnográficos, su
especialidad es ―entrar hasta la cocina‖ para devolver un texto con rigor científico con el
que poder contrastar otras hipótesis 33 . De esta manera, la Historia tiene en la
Antropología una ciencia auxiliar con la que trabajar complementariamente, mientras
que desde el otro lado, la Antropología cuenta con la visión del historiador para
desterrar falsas presunciones o abreviar el trabajo de acercamiento hasta las razones
sobre el funcionamiento de las instituciones.

En esta línea, las aportaciones de la Historia a la Antropología, o por qué usar la


perspectiva histórica en un estudio etnográfico de Antropología sobre una institución
como son los CIMI —una institución actual, de ―reciente‖ creación respecto al carácter
que intenta tener y aún en plena consolidación— resulta de sencilla respuesta, ya que
sería inexcusable obviar la perspectiva histórica para entender su devenir y entender que
los procesos de cambio que estos sufren están siendo paulatinos y paralelos a la
demanda social en la que están insertos, por lo que también hay que entenderlos en su
propia encrucijada histórica, la cual hay que conocer ya que dará respuesta a multitud de
preguntas previas a nuestra etnografía. Al igual que ocurre con la evolución de las leyes
sobre menores, se entenderá perfectamente la situación en que se encuentran los CIMI
en el momento que entendamos su recorrido histórico.

Y justo a la inversa, la Historia necesita de la Antropología para poder iniciar una


investigación sobre estas instituciones de carácter cambiante y de las que hay tan poco
escrito debido a su reciente creación. Por lo que la etnografía supone un documento
eficaz con el que comenzar a entender su situación actual y el rumbo que posiblemente
irán tomando.

Es por esto por lo que aparece este apartado de Antropología e Historia en este trabajo,
ya que considerábamos necesario añadir un pilar basado en la evolución histórica de los
centros de menores para sustentar nuestra etnografía, al tiempo que corroborábamos uno

33
Cfr. Etnografía. Métodos de investigación. (Hammersley y Atkinson, 2005) o Cultura, Antropología y
otras tonterías. (Díaz de Rada, 2012);
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

de nuestros objetivos, que no es otro que producir un texto etnográfico que sirva de
herramienta de trabajo para otros campos de investigación.

A continuación, por tanto, mostramos la perspectiva histórica de los centros de


internamiento en España, desde su origen hasta la actualidad. Un planteamiento con el
que comprender su situación actual y, como hemos dicho más arriba, ayudarnos en
nuestro estudio etnográfico a entender los derroteros actuales por los que camina.

4.2. Historia de los Centros de Internamiento en España

Como venimos indicando, debemos conocer el recorrido histórico que esta institución
ha tenido para poder entender en qué situación se encuentra actualmente y predecir, en
la medida de lo posible, hacia dónde caminan.

Ayudados por el marco normativo expuesto más arriba, que nos da pistas sobre la
regulación que seguirá teniendo este colectivo y que rige su funcionamiento de manera
estructural; el camino histórico que ha recorrido esta institución, también nos ayudará a
su mayor entendimiento.

De manera general podemos ver cómo ha sufrido una evolución desde su inexistencia o
inclusión dentro del régimen general de penitenciaria —en el que los menores eran
tratados como iguales, tanto en cárceles como trabajos forzados— hasta una progresiva
evolución, desde su carácter punitivo hacia el educativo. Así, la historia de los centros
de internamiento para menores ha ido en muchos momentos en paralelo a la historia de
la prisión.

Podríamos decir por tanto, de forma resumida, que hasta el siglo XVIII lo único que
encontramos son instituciones que cuidan de huérfanos y desvalidos y que empiezan a
actuar al mismo tiempo, como jueces, asociándose a estos las primeras instituciones
religiosas con espíritu caritativo que ofrecerán el alojamiento. En estas instituciones se
incluyen a delincuentes, vagabundos y desvalidos por igual y casi de forma sinónima.
De hecho, estará destinado principalmente para estos últimos, ya que a los menores
delincuentes se les aplicarán leyes de adultos en la mayoría de los casos, que irán desde
el castigo hasta la pena de galeras. Estas instituciones religiosas poco a poco
95
Ignacio Alcalde Sánchez

comenzarán a especializarse, dando el salto a partir del XVIII a Hospicios o Casas de


Misericordia diferenciando a vagabundos de delincuentes y asociándose formalmente a
estos tribunales de justicia que aún pervivían. A lo largo del siglo XIX y XX se
terminarán de desarrollar como Casas de Observación y poco a poco, especificándose
una ley para menores, desembocarán en centros que irán desde módulos independientes
de la cárcel a edificios específicos.

Así, por tanto, podemos afirmar que hay una progresiva evolución en el trato de éstos.
Comenzando por el Código de las Siete Partidas de Alfonso X (1252 – 1284), en el que
los menores recibían el mismo trato y tormento que los adultos 34 (Montero Pedrera,
2008). Continuará con la aparición de los primeros vestigios sobre la atención
diferenciada a menores en el Siglo XIV, de la mano de Pedro IV el Ceremonioso —
aunque estos años seguirán caracterizándose por ese castigo infringido, en la mayoría de
los casos por los padres, basados en una violencia bárbara—. Tras estos, la progresiva
creación en los siglos XV y XVI de instituciones religiosas, Hospitales, Workhouses35,
Casas de Oficios, etc. abrirán una nueva perspectiva para vagabundos y desvalidos,
sinónimos de delincuentes en esos siglos, y aunque tendrán un carácter abiertamente
punitivo y restrictivo, se presentarán como una panacea para estos menores.

A partir del siglo XVII el tratamiento a estos menores irá progresivamente desde las
Casas de Corrección y Penas de Galeras, hasta la generalización de la creación de
Hospicios, Casas de Misericordia y otras instituciones similares ya en el Siglo XVIII;
las cuales desembocarán en los Hospicios e instituciones privadas del Siglo XIX y las
Casas de Observación del XX.

De esta forma y enunciando brevemente las instituciones de menores de las que


tenemos constancia36 —desde sus orígenes hasta la acotación del objeto en la ubicación
de nuestro centro de estudio—, vemos como los primeros recintos destinados a estos
colectivos aparecen en Valencia en 1337, denominados como Fuge et pare d´Orfens,

34
En aquellos años la violencia en los castigos será usual y permitida, tal como recoge el Fuero de
Calatayud (1131) por el que se permite a un padre matar a su hijo si éste no le obedecía. Alfonso X
intentará con esta primera norma proteger al menor suavizando las normas al respecto y condenando al
padre hasta a cinco años de destierro si el hijo fallecía por sus malos tratos (Sánchez Vázquez y Guijarro
Granados, 2002: 123)
35
Esta denominación será la empleada en Inglaterra. Teniendo su origen en la ciudad de Londres en 1552
(Cámara Arroyo, 2010)
36
Seguimos para esto el artículo de V. Sánchez y T. Granados sobre la historia de los centros de
internamiento, donde nos presenta una introducción histórica de estas instituciones (Sánchez Vázquez y
Guijarro Granados, 2002).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

funcionando además en Aragón y Navarra. Estos Padres de Huérfanos surgen como


hospicios para vagabundos, huérfanos, desvalidos y también como Tribunal para
menores acusados de hechos delictivos. La figura central de estas casas la desempeñaba
el Curador, que era nombrado bajo requisitos de prestigio y recorrido —similar a los
Tribunales Titulares del franquismo—, estando en vigor hasta 1793, suponiendo así la
figura de referencia a lo largo de todos esos siglos.37

En 1407, aparecerá el Juzgado o Tribunal de los Huérfanos, fruto de la evolución de


ésta figura del Curador, que ganará potestad jurídica respecto a los menores de edad. A
esta institución se le comenzarán a adjuntar, como decíamos más arriba, instituciones
religiosas que procurarán asilo y asistencia, por lo que servirán como auxiliares donde
alojar a los menores. Será de éstos de los que, en los siglos posteriores, se desarrollarán
los Hospicios y Casas de Misericordia.

En los siglos XV y XVI comienzan a aparecer las primeras instituciones de carácter


religioso por toda Europa que darán cobijo a los menores. A las Workhouse, arriba
citadas, se unen otras instituciones como las TuchtThuis holandesas, (casas de oficios)
basadas en la ética calvinista del trabajo y religión, que desembocarán en las Casas de
Corrección de Ámsterdam; en Italia, de la mano de las hermandades religiosas —como
la fundada por Pedro di Luca Borsi— aparecerán instituciones conocidos como los
Hospicios y Casas de Misericordia o en Francia la Casa de San Lázaro, fruto de la labor
de San Vicente de Paul.

De la misma manera, en España a finales del siglo XV y sobre todo a lo largo del Siglo
XVI, a través de la obra de Luis Vives y sus discípulos, se comenzará a poner el foco de
atención en este colectivo, apareciendo los primeros Hospicios, que seguirán una
doctrina de caridad cristiana y no distinguirán entre menores delincuentes, vagabundos
o desvalidos. (Cámara Arroyo, 2010).

Estos Hospicios estarán regidos en sus inicios por un espíritu asistencial, no sancionador
por lo que no podemos hablar aún de centros de internamiento. Si bien, la rígida
disciplina y vigilancia de los recluidos imprime un carácter de corrección y tutelaje

37
Como decíamos anteriormente, debemos tener presente que en aquellos siglos los castigos a los
menores estaban caracterizados por unos castigos violentos terribles, similares a los reservados para los
adultos: azotes, galeras, exposición en la picota o mutilaciones eran castigos usuales, no sólo para los
delincuentes sino también para los vagabundos (que era sinónimo) y no solo en España sino en toda
Europa (Sánchez Vázquez y Guijarro Granados, 2002).

97
Ignacio Alcalde Sánchez

hacia estos grupos que los hace similares en cuanto a su funcionamiento. No hay que
olvidar tampoco que a partir de este siglo XVI y especialmente en el Siglo XVII, el
derecho en nuestro país impone la pena de galeras38, por lo que la mayoría de menores
delincuentes serán victimas del utilitarismo militar que impondrá medidas a menores sin
distinción de los adultos. Reservando estas instituciones a desvalidos y vagabundos y no
tanto a menores que delinquían 39 . Un ejemplo de estos Hospicios, dependientes del
Tribunal de Huérfanos, será el Hospital Nuestra Señora de Gracia en Zaragoza que se
transformará en el siglo siguiente en Hospitalicos para huérfanos (1543).

Ya en el siglo XVII, encontramos, además de la progresiva especialización de los


Hospicios, El Padre General de Menores en Castilla, una evolución del Padre de
Huérfanos, aunque más que una institución para menores delincuentes, estaría enfocado
hacia una tutela civil para aquellos que perdían a sus padres.

A partir del siglo XVIII durante el reinado de Carlos III, se comienza a legislar a favor
de los menores, protegiéndolos de los bárbaros castigos de épocas anteriores y
adelantando en materia de protección social. Destaca el impulso que se da a las medidas
respecto a menores vagabundos, la creación de Casas de Misericordia o el Fondo Pío
Beneficial (1780) con el que sustentar estas instituciones.

En estas fechas se generaliza la creación de Hospicios, Casas de Expósitos y de


Misericordia para la recogida de niños abandonados. Un ejemplo de éstas será la Casa
de Misericordia de Valencia en conexión con el Padre de Huérfanos, que desembocará
finalmente en el Depósito de la Casa de Misericordia. Entre todas estas instituciones
destaca la creación de la Casa de los Toribios de Sevilla, en 1723. Creada por un

38
Para comprender esto es necesario entender el significado que la prisión ha tenido a lo largo de estos
siglos (XVI-XVII) ya que la historia de los menores, como decíamos más arriba, irá de la mano de ésta.
La capacidad de los jueces o figuras de autoridad para imponer penas no estaba basada en ningún código
y debido a la lucha entre nobles o la pervivencia de derechos forales podían ser muy desiguales yendo
desde el castigo físico a la pena de galeras o a las famosas galeras de mujeres (donde se recogía a las
mujeres perniciosas). De la misma manera, las diferentes encrucijadas históricas por la que atravesará el
país haría que la cárcel fuera un lugar de miseria y penalidades tal como recoge la literatura de la época,
surgiendo también asociaciones religiosas que cuidarán de estos presos comunes. (Fernández Escorial,
2006)
39
Este carácter de la prisión lo refleja perfectamente Monge González quien define el derecho punitivo
hasta el siglo XVIII como ―una amalgama de castigos que se caracterizan por ser heterogéneos, caóticos,
desigual, rigurosos, crueles y arbitrarios. Cuyo objetivo era provocar el miedo, siendo continua fuente de
errores judiciales.‖ (Monge González, 1997: 25) Será a partir del Siglo de las luces cuando se comience a
sensibilizar respecto la necesidad de legislar en esta materia desterrando la tortura y los castigos físicos y
encaminándose hacia el carácter reeducativo y responsabilizador que conocemos hoy. Este tema aparece
ampliamente desarrollado en Historia de la prisión en España (Roldán Barbero, 1988) y Historia de la
Prisión: teoría economicista (García Valdes, 1997)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

filántropo sevillano, es la primera institución creada con la intención de reformar el


carácter y las costumbres de los niños delincuentes. Suponiendo así, el primer intento de
centro de menores tal como lo conocemos actualmente. Esta casa, constaba de un
sistema educativo, horario de actividades prefijadas, registros de menores y talleres de
formación (Sánchez Vázquez y Guijarro Granados, 2002), adelantándose casi siglo y
medio a la institución George Junior Republic norteamericana, considerada la primera
de este tipo.40

Durante el reinado de Carlos IV, se establece el reglamento para las Casas de Expósitos
(1796), con el que reducir los infanticidios, aunque es una época de claro retroceso
respecto a la atención del menor. Una situación que no se corregirá hasta bien entrado el
siglo XIX, con la ordenanza de presidios de 1834, en la que se separaba por primera vez
la delincuencia juvenil de los criminales adultos.

A pesar de esto, y como podemos observar, la tónica general del siglo XIX (y parte del
siglo XX) para dar respuesta a los menores seguirán siendo los Hospicios y Casas de
Expósitos para unos o la cárcel común (aunque con ―ciertas separaciones‖) para otros
(Sánchez Vázquez y Guijarro Granados, 2002).

Estas ciertas separaciones serán las que desemboquen en la creación de instituciones


específicas tal como las conocemos hoy en día. La movilización de entidades privadas o
la iniciativa de algunos directores de presidios llevarán a lo largo del siglo XIX a la
implantación de manera experimental de algunos módulos de cárcel destinados
exclusivamente a menores, al tiempo que se comenzará a sensibilizar sobre la necesidad
de una regulación específica para este colectivo. Ejemplos de éstos son la labor del
coronel Montesinos en el Presidio de Valencia (1835), creando un módulo especial para
menores de 18 años o el Patronato de Niños y Adolescentes Abandonados y Presos en
Barcelona (1880 y 1890) que tendría como presidente a Don Ramón Albó, un gran
influyente en los posteriores Tribunales Tutelares (Sánchez Vázquez y Guijarro
Granados, 2002). Otra figura destacable será D. Antonio Guerola (1870), que inicia una
campaña para crear escuelas para menores delincuentes.

40
Tal como indicamos en el apartado sobre el marco jurídico, en el estado de Illinois aparece en 1899 la
Children Court, en la ciudad de Chicago, donde se recoge la primera separación jurídica para menores de
edad y se indican algunas pautas esenciales como la supresión de la cárcel para menores de 16 años,
creando otros espacios destinados a éstos (casas de reforma, patronatos, etc) y las medidas de corte
educativo. (Sánchez Vázquez y Guijarro Granados, 2002).

99
Ignacio Alcalde Sánchez

De esta manera, a finales del siglo XIX se comenzarán a crear escuelas especiales que
servirán como centros auxiliares en la futura ley de Tribunales de Menores. Destacan la
de Santa Rita (1875) en Madrid, el Asilo Toribio Durán (1890) en Barcelona o la de los
Terciarios Capuchinos41 (1890) en Dos Hermanas (Sevilla).

Centrándonos en Córdoba, vemos como a iniciativa de Juan Viso, un funcionario de


prisiones en 1910, se crea por parte del Ayuntamiento un Centro de Reeducación de
Menores. Siendo la primera institución de esa índole en la provincia (Sánchez Vázquez
y Guijarro Granados, 2002).

A lo largo del siglo XX y tal como hemos expuesto en nuestro apartado sobre la
evolución normativa sobre este colectivo, vemos como las instituciones destinadas a
menores delincuentes comienzan a tener una mayor atención. La primera actuación que
encontramos al respecto es la creación del Consejo Superior de Protección a la Infancia
y Represión de la Mendicidad, fruto de la ley Tolosa Latour (1904) que aunque se
centra en aspectos relacionados con la puericultura y especialmente con la lactancia
mercenaria, ya sienta algunas bases sobre la atención específica relacionada con los
patronatos y el desarrollo jurídico-legislativo para menores de edad.

Siguiendo con el espíritu proveniente de la Children Court de Chicago y bajo la nueva


ley conocida como la Ley Montero Ríos (1918), se comienzan a crear, no sin bastantes
trabas económicas y políticas, los primeros tribunales para niños y paralelamente las
instituciones de corrección y reforma. Un repaso a la creación de éstos nos muestra
como pasarán 35 años desde la creación del primer tribunal, en Bilbao, hasta el último
en Segovia, existiendo tan sólo como centros auxiliares de estos tribunales un
reformatorio de carácter estatal (Alcalá de Henares) y tres más privados (los nombrados
anteriormente, en Barcelona, Madrid y Sevilla), por lo que la teoría y la aplicación
práctica de estos principios legislativos distaría bastante, siendo las cárceles el destino
habitual de los menores, donde tendrían mayor o menor atención específica según los
medios con que contase cada una. Cabe destacar aquí la labor realizada por D. Avelino
Montero Ríos y su sucesor D. Gabriel María de Ybarra, que junto a D. Ramón Albó,
serán los grandes impulsores de principio de siglo sobre materia legislativa hacia
menores.

41
La intensa labor llevada a cabo por esta institución a finales del Siglo XIX y principios del XX queda
reflejada en el artículo Luis Amigó y Ferrer. Los terciarios capuchinos y la protección de menores
(Montero Pedrera, 2008).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

A lo largo de todos estos primeros años (1918 -1948), la legislación sobre Tribunales
para niños42 irá describiendo cómo evoluciona el trato a los menores y los centros de
internamiento, si bien no conseguirá grandes avances. Comenzará con la Ley de 1929
enunciando explícitamente cómo el menor bajo ningún concepto podrá ser ingresado en
la cárcel común, además en relación a las medidas a imponer dictamina: la custodia por
otra familia, sociedad tutelar o el ingreso en establecimientos especiales. Respecto a
estos establecimientos especiales, los clasifica en técnicos y de mera guarda o
educación. Distinguiendo para los técnicos entre Casa de Observación, Reformatorio
de carácter educativo, Casa de Familia de semi-libertad y establecimientos para el
tratamiento especial de menores difíciles y psicopáticos.

Es así como surgen las Casas de Observación, que según la ley de 1929, deberá existir
una por cada cabeza de partido, al servicio de cada tribunal y se procurará establecer en
ellas equipos técnicos —laboratorios psicológicos y psiquiátricos dice esta ley— con los
que se priorice la intervención reeducativa.

Serán por tanto estas Casas de Observación, junto a otras instituciones de carácter
privado como las casas tutelares, hospicios o colegios, las que se encarguen de la
atención a menores en conflicto con la ley a lo largo de todo el Siglo XX. Desde su
creación, en 1929, con las sucesivas adaptaciones de la ley, pasando por la reforma de
los Tribunales Tutelares en 1948, bajo el régimen franquista, hasta su derogación
definitiva ya en 1991.

De esta manera, nos encontramos en la actualidad con unos centros de internamiento


que son herederos directos de esas Casas de Observación, Reformatorios, Colegios o
casas tuteladas. La mayoría de ellas han sufrido el proceso de modernización y
adaptación a la nueva legislación, pasando a denominarse a comienzos de siglo XXI
Centros de Menores Infractores y posteriormente Centros de Internamiento de
Menores Infractores; perdiendo su denominación original como colegios o casas
familiares y reconvirtiéndose en estas nuevas figuras.

En el caso de la provincia de Córdoba, nuestra localización para el estudio, vemos como


en la segunda mitad del siglo XX, con carácter público, existían dos dependencias
propias —la Casa Tutelar de San Rafael para niñas y la Casa de Observación para

42
Toda la legislación referente a este periodo (1918, ley Montero Ríos, - 1948, Tribunales Tutelares) la
hemos desarrollado en el apartado sobre el marco jurídico.

101
Ignacio Alcalde Sánchez

varones— junto a otros dos centros de carácter privado que tenían plazas concertadas —
el Colegio Buen Pastor y el Colegio de Religiosas Adoratrices—.

Así, podemos entender como el centro objeto de nuestro estudio proviene de una de
estas figuras enclavándose perfectamente dentro de la encrucijada histórica por la que
ha atravesado esta institución a lo largo de estos últimos siglos.

4.3. Algunos datos actuales sobre los centros

Una vez situados en la encrucijada histórica, siguiendo los datos provenientes de los
diferentes organismos oficiales encargados de este campo, podemos mostrar algunos
datos cuantitativos sobre la situación en los últimos años respecto a los centros de
internamiento en Andalucía, así como la forma de configurarse. De esta manera,
continuaremos acercándonos a nuestro objeto de estudio, conociendo las
infraestructuras y diferentes programas que se ponen a disposición de los juzgados de
menores y que intentan dar respuesta todas las posibles medidas condenatorias que la
LORPM prevé.

De esta manera, siguiendo los diferentes informes emitidos por las Consejerías de
Justicia e Interior, de Igualdad y Políticas Sociales, la Dirección General de Justicia
Juvenil u otros organismos como el Observatorio de la Infancia de Andalucía o el
Defensor del Menor de Andalucía, encontramos que la comunidad autónoma de
Andalucía cuenta con la siguiente infraestructura:

Hay un total de 15 centros de internamiento y 63 centros y servicios de medio abierto,


repartidos de la siguiente manera:

- Respecto a los centros de internamiento, distribuidos por provincias:


o Almería, tres centros (236 plazas).
o Cádiz, tres centros (204 plazas).
o Córdoba, dos centros (120 plazas).
o Granada, un centro (14 plazas).
o Jaén, un centro (48 plazas).
o Málaga, un centro (15 plazas).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

o Sevilla, cuatro centros (127 plazas).


- Centros de día, un total de diez centros.
- Grupos educativos de convivencia, 18 centros.
- Equipos de medio abierto, ocho equipos (uno por provincia) más tres equipos de
titularidad pública.
- Servicios de mediación, ocho (uno por provincia).
- Servicios de tratamiento ambulatorio de drogodependencia, ocho (uno por
provincia).
- Tratamiento ambulatorio de salud mental, ocho (uno por provincia).

Respecto a los 15 centros de internamiento, en la mayoría de los casos, se tratan de


edificios de titularidad pública gestionados por entidades sin ánimo de lucro —a
excepción de uno de ellos que es gestionado directamente por la administración
autonómica— encontrando a entidades como Meridianos, Ginso, Diagrama, Proyecto
Hombre y Afanas Bahía de Cádiz, por lo que la coordinación entre ambas entidades,
público-privadas, es constante, interactuando en este espacio las diferentes
administraciones y los profesionales de la entidad responsable de la gestión.

A pesar de que cada centro se adapta a su entorno y ha ido sufriendo las modificaciones
oportunas, tal como decíamos en el apartado sobre el marco normativo, todos presentan
una infraestructura similar en cuanto que intenta cumplir todos los preceptos de la
LORPM, analizados anteriormente, esto es, deben estar equipados para el desarrollo
integral de todas las actividades que los menores llevan a cabo en su vida diaria. Por lo
que todos presentan unas áreas diferenciadas especializadas en las diferentes funciones
a desempeñar, encontrando zonas de despachos, áreas de cocina y lavandería, espacios
para las visitas familiares, zona de residencia (habitaciones y salones de esparcimiento),
zona de escuela (aulas, salas de convivencia y demás programas), talleres y patios
(pistas deportivas, huertos y aledaños).

De esta manera, todos los centros se articulan en función de la actividad a desarrollar en


cada uno de los momentos del día como escuela, talleres, hogares o comedores, algo
que analizaremos en nuestra etnografía como elemento clave en la configuración del
tiempo y del espacio allí dentro.

Como ya hemos mencionado en nuestro apartado sobre la etnografía, no es nuestra


intención analizar etnográficamente un centro en concreto, arrojando conclusiones sobre

103
Ignacio Alcalde Sánchez

lo qué ocurre en éste específicamente, por lo que no lo detallaremos en nuestro estudio


de manera determinada, sino, a través de la selección de un centro en concreto, que
reúne las características —por su perfil diverso y complejo— propias de toda la
tipología de centros existentes, realizar una etnografía con la que retratar de manera
generalizada todos los demás, en cuanto a la construcción cultural que en ellos se
produce. De ahí que no sea necesario determinar cuál ha sido nuestro centro
seleccionado ni establezcamos datos específicos sobre éste.

No sería por tanto una etnografía localizada, destacando la importancia de esta


localización, sino una etnografía con la que poder generalizar sobre un perfil de
institución: los CIMI. Es por esto por lo que la elección del CIMI en concreto no resulta
interesante para las conclusiones y no haremos una descripción pormenorizada de éste.43

El CIMI seleccionado, reúne las características idóneas para su análisis ya que aglutina
todo tipo de medidas al tiempo que presenta la estructura media de todos los centros
más arriba mencionados. De ahí su valía y el interés por su estudio.

Volviendo a los datos a nivel andaluz, respecto a los centros de internamiento y las
plazas de éstos, se reparten tal como presentamos en las ilustraciones de la siguiente
página:

43
De todas formas, como aclarábamos al comienzo, aunque nos centremos en la etnografía de un solo
centro como método del trabajo, han sido varios los CIMI visitados y contrastados a lo largo de esta
investigación.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Ilustración 1. Centros de Internamiento repartidos por provincias. Fuente:


Guía de centros y servicios de justicia juvenil. 2014. Consejería de Justicia e
Interior. (Andalucía, 2014: 14)

En relación a la ocupación de estos centros, estaría distribuida de la siguiente manera:

Ilustración 2. Ocupación de los Centros de Internamiento. Fuente: Informe


especial del Defensor del Menor de Andalucía. (2014: 211)

105
Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Bloque 3. Los menores

Si en el primer bloque detallábamos las diferentes herramientas antropológicas que


íbamos a emplear y en el segundo bloque trabajábamos en torno al centro; damos ahora
el salto al tercer bloque de este marco teórico previo, con el que sustentar toda nuestra
etnografía a modo de pilares teóricos: los menores. Comenzaremos, por tanto,
realizando un acercamiento desde diferentes prismas, que nos llevarán a tener una
imagen completa de éstos; desde las teorías sobre sus perfiles psicológicos hasta la
nomenclatura empleada. Un recorrido con el que completar la formación teórica previa
sobre los principales actores que allí aparecen y estar en disposición de lanzarnos a la
segunda parte de este trabajo.

Capítulo 5. Antropología, Criminología y Sociología

Yo sostengo la opinión de que la cárcel tranquiliza al culpable.

F. Dostoievski. Crimen y Castigo.

Comenzamos este bloque con las aportaciones realizadas desde estas ciencias —
Antropología, Criminología y Sociología— desde sus primeros estudios sobre el perfil
del delincuente, y que se fundirían bajo la nomenclatura de Antropología Criminal. De
ahí nuestro interés en este campo y la necesidad de su análisis. No es nuestro objetivo
en este apartado despertar de nuevo el interés que la Antropología Criminal tenía a
principios de siglo XX y que poco a poco fue enviada —bajo lógicas críticas— casi al
olvido completo o reinterpretada bajo otros parámetros, ya dentro de la Antropología
Forense o la Criminología. Tal como nos indica A. Serrano en su obra sobre la Historia
de la Criminología en España:

Hoy la acepción Antropología criminal ha perdido su significado tradicional.


Prácticamente ya no se utiliza en Criminología; a no ser para referirse a la

107
Ignacio Alcalde Sánchez

investigación en el positivismo criminológico, especialmente a Lombroso. (Serrano


Gómez, 2007: 291)

Estaría fuera de todo lugar hablar hoy en día de rasgos fisiológicos comunes en el perfil
del delincuente tal como entendía su objeto de estudio esta ciencia y aún más, intentar
buscar unos rasgos físicos que lo identifiquen, tal como perseguía el reduccionismo
biológico del siglo XIX. Intentaremos simplemente, indagar en el recorrido de ésta para
poder extraer todo lo que nos resulte útil en nuestro estudio, tratándola de una manera
diametralmente opuesta a sus inicios.

Aún así, e intentando no caer en estos errores obvios, sí que es nuestra intención la de
realizar una breve revisión, mostrando el recorrido histórico que ha tenido hasta
nuestros días para, una vez relacionada con otros campos como la Psicología o la
Didáctica, mostrar sus posibilidades dentro de nuestra investigación. Dando una
pincelada más en este trabajo, que desde el principio está basado en la triangulación de
datos y el apoyo de todos los pilares posibles, con la única intención de mostrar en la
mayor medida posible, de forma holística e integral, el CIMI.

Dentro de esta perspectiva intentaremos encajar a la Antropología Criminal, como una


disciplina más de la Antropología cuyo objeto de estudio son esas comunidades que
tienen como nexo identitario común ese rasgo delictivo. Exigiendo así, para sí misma,
ese objeto de estudio propio que le permita ser un campo definido dentro de la
Antropología, tal como le puede ocurrir a otras disciplinas como la Antropología
Económica o Política.

De la misma forma que hemos abordado este tema desde la perspectiva histórica, desde
la Teoría de Sistemas o la Antropología de las instituciones, creemos que también debe
aportar algo la Antropología Criminal, de hecho, podría tratarse del paraguas bajo el que
se desarrollase toda nuestra investigación, tal como trataremos de exponer más adelante,
abriendo una nueva vía para su exploración.

Para ello, en este capítulo realizaremos una descripción de su recorrido histórico con el
que extraer algunos conceptos útiles para nuestro estudio y apoyar esta propuesta y,
finalmente, acompañarla de las principales teorías sobre la desviación que se han
propuesto desde otras ciencias como la Sociología o la Psicología.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

5.1. Antropología Criminal. Historia

La Antropología Criminal surge y se desarrolla a lo largo de los siglos XIX y XX. Para
entender el devenir de ésta y las siguientes fases por las que ha atravesado, debemos
insertarla dentro de las corrientes ideológicas que imperan en las diferentes épocas de
estas centurias.

De esta manera, verá su nacimiento en la segunda mitad del siglo XIX dentro de las
teorías darwinistas, tomando forma definitiva de la mano de C. Lombroso, dentro del
positivismo propio de final de siglo con el que, bajo fuertes críticas, se buscaban rasgos
fisiológicos que identificaran al delincuente (antropometrías, estudios del cráneo,
estigmas, atavismos etc.). Bajo este enfoque, entenderemos perfectamente los objetivos
que perseguía y su intención de cambiar la concepción del mundo del Derecho.

A medida que vayamos avanzando por el siglo XX, esta ciencia se inclinará
progresivamente, al igual que el resto de las Ciencias Sociales, hacia el plano
cualitativo, remarcando la importancia del aspecto sociocultural del delincuente, para,
finalmente, atravesar una crisis de identidad que le hará prácticamente desaparecer,
transformándose, o siendo absorbida definitivamente, por la Criminología. Tan solo
algunos intentos de reafirmación por parte de algunos autores de finales de siglo XX,
como Julio Caro Baroja, intentarán devolverla a la actualidad, bajo el enfoque, esta vez,
de rama básica de la Antropología, equiparándola a la Antropología Física o Biosocial
de Kant y Darwin, sin demasiado éxito.

A pesar de estos intentos, como decimos, en la actualidad queda bajo la perspectiva de


la Criminología y la Antropología Forense con un enfoque totalmente diferente al que
nosotros le queremos dar, alejada de la Antropología Social, y totalmente difuminada,
habiendo perdido el peso propio y específico de otras épocas.

Un recorrido más detallado por su devenir y los principales focos en los que se
desarrolló esta disciplina, así como sus principales críticos sería el siguiente:

Los remotos orígenes en los que podemos situarla estaría en el conjunto de penalistas y
médicos que ya a en la segunda mitad del siglo XVIII comenzarán a investigar sobre el
tratamiento del criminal y las cárceles. De esta forma y de manera destacable, aparecen
autores como el italiano C. Beccaria (1738 – 1794) quién, estimulado por A. Verri,
comenzará a investigar, bajo su enfoque contractualista, sobre el crimen y

109
Ignacio Alcalde Sánchez

especialmente sobre la pena de muerte; o al autor británico J. Howard (1726 – 1790)


quién en su viaje por las cárceles de Europa, visitará también algunas españolas,
pudiéndose considerar (por el extrañamiento de su mirada de extranjero) como una de
las primeras ―etnografías‖ en este tema.44

De la mano de estos autores también trabajaran algunos médicos alienistas que


preocupados por este tema realizarán investigaciones en este campo. De esta forma, a
finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX vemos como la Fisionomía dejará
paso a la Frenología en el estudio de los rasgos craneales y su relación con los rasgos de
personalidad, destacando en estas investigaciones el profesor F. J. Gall (1785 – 1828),
sus discípulos J. Spurzheim (1776 – 1832), G. Combe (1788 – 1852) y el doctor español
M. Cubí y Soler (1801 – 1875) quienes dividirán el cráneo en regiones que las
identificaban con diferentes órganos del cerebro45 (Serrano Gómez, 2007: 35)

No es la intención de este apartado investigar sobre todos los autores que en aquellos
años se suman a este tipo de investigación pero sí que nos servirá para entender cómo se
llega a la Antropología Criminal del siglo XIX. Siguiendo los apuntes de Bernaldo de
Quirós, (1908: 19 – 20), vemos como también se realizarán aportaciones desde otros
ámbitos de la Medicina, como la Psiquiatría, de la mano de P. Pinel (1745 – 1826), B.
Morel (1809 - 1873) o H. Maudsley (1835 - 1918) o desde la Estadística con L. A.
Quetelet (1796 – 1874).

Bajo estas hipótesis se va a iniciar la Antropología Criminal, pero como venimos


apuntando más arriba, el marco histórico-ideológico bajo el que adquiera cuerpo y
comience su andadura propia será el evolucionismo del siglo XIX. En esta época en la
que el darwinismo está comenzando a exponer sus teorías, al tiempo que se empieza a
imponer una corriente positivista que intentará someter a su método todas las
investigaciones, surgirán los estudios que tendrán como único objetivo relacionar rasgos
fisiológicos con conductas delincuentes. En ese ambiente, aparecerán los autores que
Bernaldo de Quirós llama los tres innovadores, Lombroso, Ferri y Garófalo.

44
Todo su viaje quedará plasmado en la tercera edición de The state of the prisons (Torres Santo
Domingo, 2002)
45
Respecto a la Fisonomía, nos indica este autor cómo buscaba determinar la personalidad a partir de los
rasgos de la cara y tiene un gran desarrollo en España, destacando las figuras de Jerónimo Cortés, que
publica su obra Fisionomía y varios secretos de la naturaleza (1597) o Esteban Pujasol quien publicará
en 1637 El sol solo, y para todos sol, de la filosofía sagaz y Anotomía de Ingenios. Junto a estos se
pueden destacar otros autores como S. Velasco, P. Ciruelo o G. de Salas (Serrano Gómez, 2007: 30 - 32)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Antropología Criminal en Italia


Podemos situar el inicio de nuestro recorrido por la Antropología Criminal en el autor
italiano Cesare Lombroso (1835 – 1909), quien bajo el enfoque positivista y
evolucionista de la época y ante las anomalías que presentaba el cráneo de un célebre
delincuente italiano, comienza a analizar los cadáveres y cuerpos de criminales en busca
de patrones comunes que explicaran sus comportamientos criminales. Tal como nos
indica A. Galera (1987) estos estudios lo comienza a publicar en Las Actas del Instituto
Lombardo a partir del 1871, en una sección titulada Estudio antropológico experimental
del hombre delincuente, que desembocarán en el libro L´uomo delincuente en 1875, con
el que se fijará el nacimiento de esta disciplina.

Esta obra supondrá el inicio de la Antropología Criminal y estará marcada por una
ideología darwinista46 que persigue detectar rasgos atávicos47 con los que identificar al
criminal, como si éste perteneciese a un estado inferior de evolución que explicaría todo
su comportamiento.

Debido a la publicación de estos artículos en revistas de gran prestigio y la creación de


sucesivos congresos48, la Antropología Criminal comenzará a tener un gran número de
seguidores al mismo tiempo que detractores, expandiéndose por todos los círculos de
investigación de Europa. Especialmente en España, donde su desarrollo crecía de
manera paralela a Italia.

Las teorías de C. Lombroso buscaban cambiar el enfoque del Derecho Penal. Bajo esta
intención debemos entender sus estudios y la Antropología Criminal en ese momento.
Ya que lo que este autor defiende, bajo su enfoque determinista biológico, es que el
carácter criminal nace y se hereda, por lo que no son las cárceles y los jueces los que le
dan forma, sino a la inversa. Siendo el criminal el principal actor y configurador de todo

46
En esta época E. Haeckel, seguidor de Darwin, está desarrollando sus postulados por los que defendía
que la ontogenia era un boceto de la filogenia.
47
Atavismo: ―la herencia de los abuelos o antepasados más remotos (…) se caracteriza por la reaparición
de rasgos inusitados en los precursores más inmediatos, pero propios de aquella estirpe apartada.‖
(Bernaldo de Quirós, 1908: 25)
48
Como el celebrado en Roma en 1885, del que se ocupa para difundirlo en España el profesor Torres
Campos. Este congreso se dividió en dos partes, la primera sobre Biología criminal en el que Lombroso
expuso sus conclusiones sobre rasgos atávicos y la segunda sobre Sociología criminal en el que Ferri
también participó escudriñando los rasgos psicopatológicos de los delincuentes. El siguiente congreso se
celebraría en París, en 1889, en el que el propio Torres Campos participaría. (Serrano Gómez, 2007: 292).
Siguiendo las impresiones de Bernaldo de Quirós, vemos como el primer congreso (Roma, 1885)
representa la afirmación (tesis), el segundo (París, 1889) el de la negación o antítesis y el tercero
(Bruselas, 1892), el de composición o síntesis. Junto a estos se celebrarían otros más en Ginebra (1896),
Ámsterdam (1901) y Turín (1906). (Bernaldo de Quirós, 1908: 80)

111
Ignacio Alcalde Sánchez

este entorno, realizándolo además de manera inevitable, por su perfil atávico como
criminal.

C. Lombroso analiza los comportamientos criminales siguiendo las pautas que el


monismo metodológico de finales del siglo XIX impone, de esta manera, comienza
estudiando los comportamientos criminales en animales y plantas, hasta llegar al
hombre, que analiza también bajo este prisma evolutivo, estudiando el crimen desde los
primitivos a otros ―más evolucionados‖. Con estos estudios, tal como nos indica J. Caro
Baroja en su análisis sobre Lombroso, éste establece varias categorías de criminales,
siempre bajo un esquema evolucionista: ―el criminal con caracteres biológicos, el
salvaje-primitivo, y comparando la mentalidad del criminal y el salvaje con el niño (…)
en último lugar podría hablarse de un cuarto protagonista que sería el loco‖ (Caro
Baroja, 1988). Estos estudios irán acompañados de análisis antropométricos que
buscaran rasgos craneales comunes o pautas físicas que los identifiquen; en definitiva,
la búsqueda de estigmas, de unos rasgos atávicos, propios de su condición de inferiores
con los que poder clasificarlos.

Visto de otra manera, es la identificación del antisocial, del anormal, etiquetando a


todos éstos frente al ―normal‖ que, desde una posición superior, estará legitimado para
gobernarlos. Una postura propia de aquella época colonial y evolucionista en la que se
busca una explicación metodológica a través de variables cuantificables. A través de la
obra de Lombroso la Antropología Criminal tomará cuerpo y comenzará a caminar,
desde la Medicina para impactar en el Derecho.

En Italia, sus teorías continuarán al mismo tiempo que terminarán de conformarse de la


mano de otros dos autores, componiendo así la tríada que regirá la Antropología
Criminal en sus orígenes, esto son: el jurista R. Garofalo (1851 – 1934) que publicará
Criminología (Turín, 1885), donde expondrá sus razonamientos sobre el delito natural y
el sociólogo E. Ferri (1856 – 1929) quién comenzará con la negación del libre albedrío
y afirmando que el delito es una mezcla de elementos biológicos, físicos y sociales por
lo que abogará por la transformación de la ciencia jurídica en una ciencia social; su obra
L´omicidio nell´Antropología criminale (Turín, 1883) recoge todas estas teorías.

En Italia también debemos mencionar a A. Nicéforo (1876 – 1960), quién publicará


entre otras obras L´italia bárbara contemporánea (1898) en la que analiza las
diferencias criminales entre el norte y el sur.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Como decíamos más arriba, este positivismo lombrosiano despertará tantos seguidores
como críticos. Bernaldo de Quirós realiza un estudio sobre éstos, nombrando a los
asistentes a los diferentes congresos realizados y las obras más destacadas. Entre ellos
los principales autores de Europa y USA serían:

En Alemania encontrará seguidores del positivismo en H. Kurella (1895 – 1975), Fran


Von Liszt, un penalista que seguirá estas teorías (escuela de Marburgo) y en menor
medida E. von Beling (1866 – 1932) o M. Benedikt (1935 – 1920). Al mismo tiempo
tendrá otros detractores como A. Baer (1834 – 1908) o P. A. Näcke (1851 – 1913).

En Dinamarca también encontrará algunos detractores de la mano de P. C. F. Geill


(1860 – 1938), así como en Inglaterra con H. Ellis (1859 – 1939), Rusia con P.
Tarnousky y sus estudios sobre la mujer presa, o en Holanda con Mac Donald. De la
misma forma los estudios lombrosianos encontrarán seguidores en Francia con
Manouvrier, las teorías atávicas de A. Bordier (1841 – 1910), V. Magnan (1835 – 1916)
y opositores como G. Tarde ((1843 – 1904) o las teorías antropo-sociológicas de A.
Lacassagne (1843 – 1924), en Holanda con Van Hammel o Belgica con Prins así como
por Estados Unidos, a pesar de que se tomen estos estudios con cautela y Sudamérica,
principalmente en Argentina.

Antropología Criminal en España


Ya en España, tal como decíamos más arriba, aparecerán un grupo de médicos que serán
los principales precursores de esta ciencia, los investigadores que lanzarán las primeras
hipótesis sobre la existencia de rasgos fisiológicos en los delincuentes. Siguiendo las
anotaciones de A. Galera (1987) y principalmente las de los profesores de Derecho,
Alfonso Serrano Gómez (2007) y Alfonso Serrano Maíllo (2009), y continuando con
nuestro recorrido histórico de esta disciplina, vemos como los doctores españoles P.
Mata (1811 – 1877) o M. Cubí y Soler serán quienes siembren esa hipótesis en
Lombroso y el resto de autores positivistas, iniciando el camino de la Antropología
Criminal que, como podemos observar, en su primera etapa vendrá marcada por esta
concepción ideológica que impregnaba a todos los campos de la ciencia.

Una vez iniciadas estas conjeturas, la Antropología Criminal en España tendrá su


precursor en la figura destacada del doctor R. Salillas (1854 – 1923), quien a partir de la
conferencia en el Ateneo de Madrid de 1888 titulada La Antropología en el Derecho

113
Ignacio Alcalde Sánchez

Penal, inaugurará esta ciencia en nuestro país, comenzado con ese intento de aunar
Derecho y Antropología a través del estudio del delincuente.

R. Salillas, junto a Dorado Montero y C. Arenal, serán considerados los grandes


penalistas (y penitenciaristas) de principios del siglo XX49. Este autor, Salillas, realizará
un análisis histórico de esta ciencia comenzando por un análisis de los rasgos
fisiológicos de los delincuentes que nos han quedado en la Literatura, rastreando el
origen de ésta en nuestro país, tratando autores como F. Quevedo y sus retratos sobre la
picaresca, continuando por el Licenciado Chaves con su obra Relación de la cárcel de
Sevilla, donde se recopila una gran cantidad de rasgos sobre los presos o destacando a
M. Alemán y su intuición para identificar delincuentes a partir de caracteres biológicos
y sociales. (Galera Gómez, 1987: 157)

En esta conferencia Salillas criticaba también el escalón de los 18 años donde se


establecía, no la mayoría de edad, sino el estatus de hombre normal 50 en tanto que
obviaba el desarrollo individual, al mismo tiempo que reclamaba para España la
invención de esta ciencia.

En esta línea, podemos observar como en España, un año antes (1887) se producen
varios sucesos fundamentales para consolidar la Antropología Criminal. Siguiendo los
escritos de A. Galera (1987: 156) vemos como será en este año cuando se publique la
obra de Lombroso (El hombre delincuente), 12 años después de su publicación en Italia,
al mismo tiempo el Presidente del Tribunal Supremo rechazará las nuevas posturas del
positivismo y también se publicarán las obras de E. Ferri Los nuevos horizontes del
Derecho y del procedimiento penal y La nueva ciencia penal, de F. De Aramburu y
Zuloaga; abriendo así el camino de esta ciencia en nuestro país, aunque, tal como
defendía Salillas, abrieron la puerta a esto los médicos alienistas que lanzaron
previamente sus hipótesis relacionadas con los rasgos fisiológicos y la conducta
criminal.51

49
Tal como nos indica el Catedrático de Derecho J. Antón Oneca en su obra Don Rafael Salillas, (Antón
Oneca, 1974), donde también podemos observar la gran aportación de C. Arenal, así como su influencia
en la obra de E. Ferri (pág. 206)
50
Esta conferencia, tal como nos indica A. Galera (Galera Gómez, 1987: 157), fue publicada en el Boletín
de la Institución Libre de Enseñanza y en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia.
51
Tal como nos indica Serrano Gómez, el frenólogo M. Cubí Soler junto a los fisionomistas Pujasol y
Cortes serán algunos de los médicos que se inicien en estos estudios junto al mencionado anteriormente P.
Mata y los estudiados por Bernaldo de Quirós. (Serrano Gómez, 2007)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Tampoco hay que olvidar que la colaboración entre Salillas y Lombroso será continua,
al igual que ocurra con otros autores (Concepción Arena y E. Ferri, o M. Cubí) y situará
a España como uno de los focos principales de esta incipiente ciencia.

R. Salillas empapará con sus teorías a otros autores como F. Giner de los Ríos (1839 –
1915), C. Bernaldo de Quirós (1873 – 1959) o L. Simarro (1851 – 1921) quienes
publicarán junto a él en los Anales del laboratorio de criminología, que recogía la
actividad del laboratorio de criminología fundado por Giner de los Ríos en 1899. Junto
a esta publicación, Salillas creará otra revista sobre esta materia llamada Revista de
Antropología criminal y ciencias médico-legales en 1888; además también publicará en
la sección museo criminal, dentro de la revista Nueva ciencia jurídica.

A lo largo de todas estas publicaciones, Salillas sólo tendrá un objeto de estudio: el


delincuente español. Esto desembocará en la publicación de numerosas obras, entre las
que destacan El delincuente español: el lenguaje; El delincuente español: hampa;
Golfines y golfos; La evolución penitenciaria; La Teoría básica bio-sociológica, etc.,
siendo esta última su gran obra en la que intentaba recopilar todos los conocimientos
obtenidos en sus investigaciones pero que resultaría inacabada. Su culminación sería la
creación de la Escuela de Criminología en la Universidad Central de Madrid que
empezaría a funcionar en 1906 y en la que se desarrollarían asignaturas como
Antropología física y antropometría, Antropología étnica, Pedagogía, etc. y que
desembocaría en la creación de un Museo Criminal.

Paralelo a la actividad de Salillas, encontramos también a otros autores que realizarán su


aportación a la Antropología Criminal. De esta forma, Torres Campos (1859 – 1918)
publicará su Antropología Criminal (1892) en la que establecía a ésta como una rama de
la antropología encargada de estudiar al criminal para ―arrebatar a la naturaleza este
secreto para el bienestar de la sociedad‖ (Serrano Gómez, 2007: 291). En sus
comentarios sobre los congresos realizados, Torres Campos analiza la reciente creación
de la Unión Internacional de Derecho penal, en la que se pronunciaron sobre la
delincuencia como fenómeno social en detrimento de las posturas positivistas
lombrasianas aunque como decían,‖ la ciencia y la legislación deber tener en cuenta los
estudios antropológicos y sociológicos‖ (Serrano Gómez, 2007: 293).

Otros autor destacable de esta época será, el ya mencionado, B. de Quirós, quién


publicará en 1898 La Criminología y en 1908 Las nuevas teorías de la criminalidad

115
Ignacio Alcalde Sánchez

donde analizará el panorama actual de esta disciplina al tiempo que propondrá un repaso
general de ésta, desde las ciencias ocultas hasta el Derecho penal, pasando por todas las
teorías existentes al respecto y añadiendo un nuevo capítulo en su segunda edición sobre
la Policía judicial.

Dorado Montero publicará La antropología criminal en Italia, en la que analiza la


relación que se intenta establecer entre este positivismo criminológico y el mundo del
Derecho penal, abordando el delito desde factores del delito, antropológicos, sociales y
físicos, (Serrano Gómez, 2007).

Junto a estos, aparecerán también otros autores como Andrade que publicaría en 1899
Antropología criminal, Carpena Pellicer que publicará en 1909 un obra similar, en la
que estudiará los rasgos del criminal principalmente el cráneo y el cerebro, Jiménez de
Asúa, quien en su obra Antropología criminal y política criminal defiende la labor de
Lombroso; A. Segovia y A. Piga, quienes trabajaran junto a Lecha-Marzo, Morote,
Martínez del Campo Keller o Gámbara, quien en su obra Sociología criminal admitirá
la existencia de ciertos rasgos en los criminales tanto en su constitución como en su
moral. (Serrano Gómez, 2007)

Tras la muerte de R. Salillas (1923), esta Escuela de Criminología acabaría diluyéndose


hasta que fue sustituida por el Instituto de Estudios Penales, de la misma manera que le
comenzará a ocurrir a la Antropología Criminal en España. Al igual que en el resto de
Europa con la muerte de Lombroso en 1909.

A pesar de esto, aún continuará unos años más de la mano de Q. Saldaña, que obtendrá
la cátedra de Antropología Criminal y dirigirá el laboratorio de criminología en la
Facultad de Derecho de Madrid en 1918, dándole otro impulso a esta ciencia; si bien
comenzará a abandonar el positivismo lombrosiano para poner el foco de atención en
los aspectos sociológico y psicológicos.

Al mismo tiempo, tras la muerte de Salillas, se abren dos focos de trabajo en España,
uno en Sevilla, donde J. J. Arráez y Carrias publicará varias obras sobre algunos rasgos
de los delincuentes y en Oviedo, donde E. de Benito y la Llave (1882 – 1930) creará un
museo y un laboratorio criminológico, al tiempo que publica algunos estudios sobre la
relación entre climatología y crimen.

Tal como nos continúa subrayando Galera Gómez, (1987) continuarán apareciendo
investigaciones sobre el crimen basados en esta postura positivista italiana y ahora
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

también salillista, como la realizada por F. Olóriz (1855 – 1912) y A. Lecha-Marzo


(1888 – 1919), en relación a la antropometría dactiloscópica de la mano.

En resumen, desde principio de siglo hasta el estallido de la guerra civil, la


Antropología Criminal vivirá su nacimiento, auge y prácticamente su desaparición con
los postulados de la escuela crítica, continuando tímidamente en el exilio,
principalmente de la mano de C. Bernaldo de Quirós y en otros focos de investigación,
aunque ya dentro de la Criminología, hasta que sea rescatada del olvido varias décadas
después, de la mano de J. C. Baroja, bajo otras corrientes ideológicas y con un carácter
diferente.

En esa revisión de esta ciencia, nos dice Caro Baroja (Antón Hurtado, 2012) que
debemos perseguir la postura diacrónica en los estudios antropológicos, apoyándonos
no solo en la ―historia chica‖ de la que muchos antropólogos han hecho bandera y se
han agarrado como objeto en exclusividad de esta ciencia, sino también de la ―historia
grande‖, es más, dice este autor, de todas las ciencias que puedan ayudarnos en nuestro
estudio. Persiguiendo esa aproximación holística con la que obtener conclusiones
globales.

Y en esta línea, la Antropología Criminal hoy en día debe beber de las Neurociencias, la
Endocrinología o la Genética, sin perder de vista el Derecho y a lo que habría que
añadir hoy en día otras como la Informática.

Para entender la idea de Antropología Criminal de Caro Baroja, debemos comprender


previamente la concepción que este autor tiene de la Antropología. Él defendía que
junto a las tres grandes ramas de esta ciencia, la Antropología filosófica inaugurada por
Kant que intenta dar respuestas a qué es el hombre, la Antropología social de Tylor que
se ocupa del estudio comparativo de las culturas y la Antropología biofísica de Darwin,
debemos añadir la Antropología criminal,

―en la que se manifiesta ese afán por unir humanismo, antropología e historia
para conseguir una visión del hombre (…) considera el crimen como un universal
cultural que manifiesta una gran variabilidad según las distintas culturas y la
naturaleza de los pueblos. Así pues, la antropología criminal debe ocuparse de
dilucidar qué es el crimen y qué concepto se tiene de él según sociedades y culturas‖
(Antón Hurtado, 2012: 3)

117
Ignacio Alcalde Sánchez

Continuando con las aportaciones hechas por esta autora sobre la obra de Caro Baroja,
vemos como el concepto de crimen del que se debe hacer cargo la Antropología
criminal debe englobar a la culpa, al delito, a las leyes y al castigo, intentando descubrir
las leyes subyacentes que fundamentan la acción humana, poniendo bajo el foco, no el
hecho del crimen, como podían hacer C. Beccaria u otros juristas, sino al criminal,
conectando de esta manera, aunque con otro enfoque, con los estudios de Lombroso casi
un siglo después.

En esa conexión, intenta minimizar la influencia del determinismo biológico propio del
lombrosianismo, enfatizando los aspectos socioculturales de éste, incluso abriendo la
puerta al Derecho penal, para que condicione su clasificación del crimen según el perfil
sociocultural del criminal.

Tras el intento no muy exitoso de rescatar a esta ciencia por parte de este autor, la
Antropología criminal continuará caminando bajo el enfoque de la Criminología no
distinguiéndose en muchos casos entre ambas, ya que como plantea Alfonso Serrano,
una concepción amplia de ésta nos llevaría a identificarla con la Criminología. Por lo
que seguirá su trabajo bajo el enfoque de ésta, alejada de la Antropología Social y en
muchas ocasiones asociada a la Antropología Forense por lo que, en parte, vuelve a
analizar los aspectos fisiológicos que algunos criminales tienen, conectando hasta cierto
punto con Lombroso, aunque bajo un paradigma totalmente diferente.

Es en este punto en el que nosotros la retomamos y reivindicaríamos para esta disciplina


un nuevo enfoque. No ya como ciencia propia que estudie al criminal, ni tampoco como
subdisciplina de la Criminología con la que se utilice únicamente para explicar desde el
punto de vista histórico el devenir de esta ciencia, sino como disciplina dentro de la
Antropología Social cuyo objeto de estudio es la delincuencia, el entorno del
delincuente y las instituciones que se ocupan de él. No con un objetivo preciso, para
prevenir ni mucho menos clasificar al delincuente, sino con un enfoque actual, acorde a
las nuevas corrientes antropológicas y etnográficas, con la intención de producir datos
que sean útiles a otras ciencias y como resultado que abarque otros estudios.

Si miramos en nuestra posición científico-ideológica, respecto a la postura que nuestra


etnografía debe tener, podemos entender perfectamente a qué nos estamos refiriendo.
Nuestro trabajo etnográfico se debe entender como un proceso de producción de datos y
al mismo tiempo como un resultado final sobre el que poder empezar a trabajar, ya
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

desde otros campos. Esta es la clave de la etnografía y la Antropología en la actualidad


y bajo ese enfoque podríamos situar a una ―nueva‖ Antropología Criminal.

De esta manera, podemos ver como en los últimos años se han realizado multitud de
estudios desde la Antropología sobre este objeto 52 (etnografías sobre centros de
menores, edades del delito, etnografías sobre las cárceles, pisos de convivencia,
delincuencia juvenil, pandillas, mafias, etc.), que nosotros mostraremos específicamente
en un apartado propio. Y que, aún teniendo como rumbo principal la Antropología, se
han ido apoyando en otros campos (Derecho, Sociología, Pedagogía, Didáctica, etc.)
para acabar dándole más importancia a éstas que a la Antropología en sí. De manera que
se ha ido difuminando el peso que ésta tiene en este tipo de estudios hasta acabar
desapareciendo bajo otros prismas 53 , por lo que quedaría de manera mucho más
explícita y apropiada bajo esta disciplina, la Antropología criminal, siendo éste su
campo principal y no a la inversa como acaba produciéndose en la mayoría de los casos.

5.2. Teorías sobre la delincuencia. Escuelas y corrientes

Este recorrido por la Antropología Criminal entronca directamente con otro tema capital
para nuestra investigación y necesario para el entendimiento de nuestro objeto de
estudio: las diferentes teorías sobre la delincuencia. Si en los dos últimos siglos se ha
intentado abordar el tema de la delincuencia desde el enfoque biológico, principalmente
de la mano de esta rama de la Antropología, también se ha estudiado desde otras
ciencias, especialmente desde la Sociología y la Psicología, tratando de buscar una
explicación a este comportamiento.

52
Aunque hemos desarrollado un apartado específico, a lo largo de nuestro trabajo hacemos referencia a
la mayoría de éstos y dependiendo del apartado en el que nos encontremos, aparecerán bajo una
formulación u otra.
53
Cabría la discusión de una nomenclatura nueva tal como aparece en algunos estudios, como sería el
caso de Antropología Jurídica, utilizada por Díaz de Rada en su estudio sobre las edades del delito (2003).
Del mismo modo, Carles Feixá en su estudio sobre Antropología de la edad plantea cómo en EEUU los
estudios de la infancia está dentro de la Antropología de la Educación, la adolescencia en la Antropología
de la Marginación, la tercera edad como Antropología de la Edad y los de la vida adulta brillan por su
ausencia (Feixa, 1996: 2) por lo que podríamos incluir nuestros estudios dentro de la Antropología de la
Marginalidad, aunque es algo que no nos parece del todo adecuado e insuficiente ante determinados
objetos de estudio.

119
Ignacio Alcalde Sánchez

Rodríguez Vidales (1996) define el delito como ―la forma más grave de desviación
social. El delito supondría la infracción de una norma penal, y la desviación de las
normas sociales y/o culturales‖ por lo que podemos tomar como punto de partida el
concepto de desviación, que será donde todos los autores pongan el foco de estudio,
analizando sus razones y tratando de explicar sus causas, creando todo un elenco de
teorías y postulados sobre este concepto.

Garrido Genovés (2007) trata de explicar este concepto de desviación como ―un tipo de
temperamento o carácter que conlleva proclividad a la delincuencia y a la criminalidad‖.
Siguiendo este concepto, mostramos un recorrido por las principales teorías que lo han
abordado en el último siglo. No se trata de una clasificación pormenorizada y mucho
menos definitiva, simplemente, y tratando de llevar un orden cronológico en cada
bloque, mostramos las principales aportaciones, que desde diferentes enfoques, se han
realizado sobre las causas o las instituciones que se encargan de este fenómeno social.

Para realizar dicha exposición y debido a la complejidad del tema, hemos clasificado los
estudios en tres grandes bloques en función del plano desde el que se ha analizado: las
teorías con base psicobiológicas, teorías sociológicas e integradoras.

Teorías Psicobiológicas
Dentro de lo que algunos autores han llamado la Criminología Clásica, entendida ésta
como ese conjunto de corrientes que buscaba entender las razones por las que una
persona infringe las normas54 y relacionadas con lo que decíamos anteriormente sobre la
Antropología Criminal, encontramos este bloque de postulados que intenta explicar el
comportamiento delictivo desde una base psicológica y/o biológica.
Dichos postulados tienen como premisa básica la existencia de anomalías o
disfunciones psicobiológicas con las que se podría explicar y prever este
comportamiento; diferenciándose entre ellas al darle mayor peso a los aspectos
psicológicos, psiquiátricos, fisiológicos o genéticos.
De esta manera, desde la perspectiva psicológica (o del psicoanálisis), podemos situar
el punto de partida de este enfoque en los postulados de S. Freud, que si bien no analiza
la conducta delictiva, sienta las bases de estos estudios al determinar que el
comportamiento es controlado por el subconsciente y no por la voluntad consciente y
54
Seguimos para este análisis las aportaciones realizadas por Vázquez González (2003) y sus análisis de
las principales teorías sobre delincuencia juvenil.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

propia del individuo; por lo que tendremos que conocer cuáles son esos latidos
subconscientes que mueven al sujeto en su comportamiento delictivo. En esta línea de
análisis trabajarán Alexander y Staub (1961) que realizaron una clasificación de los
delincuentes según su criminalidad crónica o accidental, K. Friedlander (1972) y la
perturbación orgánica del yo o S. Samenow y S. Yochelson y sus varias revisiones
sobre la personalidad del criminal (1976).
Dentro de este bloque, ya desde una perspectiva fisiológica, encontramos a la escuela
positivista italiana encabezada por Lombroso 55 de la que ya hemos hablado en el
apartado anterior sobre Antropología Criminal. Esta escuela abrió un campo de
investigación, basado en la frenología, en la que se analizaban los rasgos fisiológicos
del delincuente en busca de características que probaran sus actuaciones y así poder
identificarlas en futuros criminales.
Tras la desaparición de esta corriente, surgirán otros postulados de enfoques similares
pero centrados principalmente en teorías psiquiátricas, basadas en el estudio de la
personalidad criminal. De esta manera a mediados del siglo pasado autores como E.
Kretschmer, W. Sheldon o H. Eysenck intentarán establecer una relación entre la forma
del cuerpo y la delincuencia.
Comenzará Kretschmer con estos estudios en la década de los años veinte, intentando
establecer una relación entre el temperamento y la constitución anatómica. De esta
forma, este autor establecía una serie de tipos constitucionales en función de los rasgos
corpóreos: leptosomático, atlético, pícnico y un tipo mixto que exponían de manera
somática diferentes tipos de posibles delincuentes.
Partiendo de este trabajo Sheldon desarrollará otra clasificación de tipos somáticos con
los que agrupará a las personas en endomorfo (de constitución suave y grueso y carácter
extrovertido), mesomorfo (constitución solida, atlética y carácter agresivo y activo) y
ectomorfos (frágiles y delgados y de carácter introvertido). Una clasificación por la que
todas las personas pertenecían en mayor o menor grado a uno de estos grupos y se
podrían clasificar en función de una escala numérica. Según el grado de acercamiento a
uno u otro perfil, tendríamos mayor inclinación hacia algunos tipos de delitos aunque
tras su estudio de campo sobre delincuentes, también admite que esta tendencia tiene un
factor hereditario.

55
Ya hemos analizado en el apartado anterior a los principales autores de esta corriente. Así, junto a
Lombroso podemos mencionar a modo de resumen a Garófalo, Ferri o a los españoles Salillas o Saldaña
como principales exponentes de este movimiento.

121
Ignacio Alcalde Sánchez

El tercer autor dentro de este enfoque psiquiátrico, concretamente dentro de la


neuropsicología, será Eysenck, quien desarrollará la teoría de la condicionabilidad del
delincuente por la que defiende que no solo existen elementos genéticos en las
conductas criminales, sino también ambientales. Tal como nos indica Vázquez
González (2003), Eysenck defiende que el comportamiento social está determinado por
el aprendizaje y el condicionamiento; por lo que el comportamiento criminal proviene
de un aprendizaje deficiente de las normas sociales en forma condicionada.
Tal como nos indica este autor (Vázquez González, 2003) este enfoque de corte
psicológico, en busca de una personalidad criminal unitaria y válida ha sido totalmente
infructuoso ya que los elementos ambientales, la variedad de personalidades y de los
delitos hacen que sea imposible su catalogación desde este prisma.
En esta misma línea de estudios, también habrá aportaciones desde el campo de la
herencia genética. Así, a partir de la segunda mitad del siglo XX, aparecerán varios
estudios en los que se intentará establecer alguna relación entre la genética y el
comportamiento criminal. Podemos destacar los estudios realizados por S. A. Shaw y L.
H. Roth (1974) respecto a la alteración cromosómica XYY (síndrome de Klinefelter)
por la que se intentaba establecer la conducta delictiva en estos varones sin que se
obtuvieran resultados óptimos, de la misma forma en los setenta y ochenta se han
llevado a cabo estudios sobre gemelos (comparación entre gemelos, tipología de
gemelos, gemelos separados al nacer, etc.) y adopción (padres adoptivos y biológicos
con antecedentes en algún caso, etc.) sin que se obtuvieran datos concluyentes.
Hoy en día, teniendo presente los grandes avances que se han realizado en este campo y
la rigurosidad de los recientes estudios en genética, no queda patente ninguna relación
entre el comportamiento delictivo y la composición genética, por lo que nos pueden
ayudar aportando otro punto de vista de manera individualizado en el estudio del
criminal, pero no como para formular teorías aplicables de manera general.

Teorías sociológicas
Dentro de las teorías sociológicas encontramos toda una amalgama de corrientes y
autores que han estudiado el delito, entendido éste como un fenómeno social, y que
podríamos clasificar de diferentes formas en función de si, tomamos como premisa la
base ideológica sobre la que se asientan o el paradigma que los recoge. Encontramos así
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

diferentes puntos de vista y resultados en la forma de agruparlos, tanto en la


clasificación en sí misma como en el modo de clasificarlos.
Si nos lanzásemos a realizar una clasificación pormenorizada, que no es el objetivo de
este trabajo, podríamos poner el foco en la corriente ideológica, por lo que
encontraríamos autores enmarcados desde el positivismo, el funcionalismo, la escuela
ecléctica, la anómica o ecológica hasta el interaccionismo simbólico; pero también
podríamos realizarlo a través de sus postulados, obteniendo de esta manera los mismos
autores bajo otras etiquetas como la socialización deficiente, la estructura social
defectuosa o el etiquetado.
Debido a esta complejidad y a la disparidad de criterios a la hora de agrupar a diferentes
autores bajo las mismas categorías, hemos optado por hacer un recorrido cronológico
con el que mostrar las principales aportaciones que se han hecho desde este enfoque
mayor que es la Sociología56. De esta manera, observaremos todos los conceptos que la
Sociología ha aportado al estudio de la desviación y la situación actual de la que
partimos, siendo conscientes de que la mayoría de sus estudios se han realizado en la
segunda mitad del siglo XX, por lo que las revisiones y modificaciones han sido y son
continuas. Debido a esto, indicamos simplemente el punto de inicio para pasar después
a explicarlas brevemente, teniendo en cuenta que, lógicamente, se interrelacionan entre
ellas.
Comenzamos con la Escuela Cartográfica y la Escuela sociológica francesa que ya
en el siglo XIX empieza a estudiar la delincuencia y a realizar estudios estadísticos
sobre ésta. Sociólogos como A. Quételet y A. M. Guerry, autores a los que ya hemos
mencionado en el apartado de Antropología Criminal, en oposición a la escuela
positivista italiana de Lombroso, junto a otros como A. Lacassagne y G. Tarde,
comienzan a desmontar las ideas lombrosianas del criminal nato y del atavismo,
formulando teorías que irán encaminadas a destacar el medio social del delincuente.
De esta manera, Guerry presentará un estudio en el que relaciona la criminalidad con
factores sociales como la pobreza y la educación.
Otro de estos autores, Quételet presentará su teoría de la deprivación relativa, que
exponía como las personas toman conciencia de las desigualdades sociales por lo que
aparecen sentimientos de injusticia y resentimiento y de ahí, el crimen. Por tanto, éste
sería un factor normal de la sociedad que incluso se mueve bajo unos patrones regulares

56
Continuamos tomando como referencia, en gran parte, los postulados expuestos por Vázquez González
(2003) en su estudio de las diferentes teorías sociológicas sobre delincuencia juvenil.

123
Ignacio Alcalde Sánchez

(desarrollando su Leyes térmicas de la delincuencia) y para los que son más propensos
los jóvenes que los adultos.
Lacassagne destacará la importancia del medio social en el comportamiento delictivo,
defendiendo la importancia de indagar en las causas sociales que predisponen al crimen
(concibiendo al delincuente como un sujeto pasivo) para evitar futuros actos.
G. Tarde propondrá las Leyes de la imitación, por las que defendía que el ser humano
se imita entre sí, esto, aplicado al estudio criminológico, que concibe el crimen como un
comportamiento social, explicaba el comportamiento de algunos grupos.
Ya en el siglo XX, a lo largo de la década los años veinte y treinta se desarrollará la
Escuela de Chicago que se centrará en los estudios urbanos 57 produciendo estudios
etnográficos sobre ésta y otras ciudades. Bajo esta perspectiva ecológica, serán varios
los autores que expongan sus teorías sobre la criminalidad dentro de esta escuela.
Así, encontraremos a su máximo exponente, R. E. Park, quien relacionará la conducta
delictiva con la estructura social en la que se desarrolla, centrándose en ese ambiente y
desarrollando uno de los conceptos sobre el que giraría todo su trabajo: ecología
humana. Según este autor, el ser humano modifica todo su alrededor según sus
categorías cognitivas, por lo que la ciudad sería un reflejo de su pensamiento,
convirtiéndose por tanto en un laboratorio ideal para analizarlo y buscar la explicación a
las conductas desviadas.
Dentro de esta escuela, aparecerá también la teoría de asociación diferencial o de los
contactos diferenciales de E. Sutherland58. Éste sostiene que el comportamiento social
se aprende. Es adquirido, tanto el normal como el desviado, por lo que para conocer las
causas de la conducta criminal, debemos indagar en el aprendizaje de cada individuo
con esos patrones diferenciados. Lógicamente, al hilo de esta postura, los menores, que
están fraguando su personalidad, tienen más posibilidades de absorber esta conducta
delictiva cuando crecen en contacto con ella.

57
Se comenzó a desarrollar la sociología urbana mezclando estudios sociológicos y etnográficos, como el
de E. W. Burgess que desarrollaría el concepto de hipótesis zonal por el que, a través de un estudio de la
ciudad de Chicago, dividía esta ciudad en zonas concéntricas, en las que establecía diferentes formas de
relaciones y modos de producción, estructurándose así también las prácticas delictivas.
58
Podemos situar a este autor entre los años de su primera obra Principios de criminología, de 1924, y la
explicación de esta teoría en 1939. Tras la publicación de los postulados de Merton sobre la anomia, con
los que comenzará a trabajar en los delitos de cuello blanco (1940) y la posibilidad de que el aprendizaje
se dé en cualquier estrato sociocultural ya que es fruto de esa asociación con patrones diferenciales, no de
un grupo en concreto. Como decíamos más arriba, la interrelación entre autores y teorías va a ser
continua.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Para estos planteamientos relativos a las teorías del aprendizaje —que el mismo autor
criticará en la etapa final de su carrera— elabora nueve proposiciones en las que
reflejaba sistemáticamente cómo se producía este aprendizaje. Este conjunto de reglas
establecía que la conducta criminal se aprendía, preferentemente en círculos íntimos,
donde se le mostraba esta conducta como positiva, se dotaba de todo un corpus de
técnicas y razones, no difería de otro tipo de aprendizaje social y explicaba toda
conducta criminal que sería diferente y diferencial.
Como decíamos más arriba, esta teoría recibirá fuertes críticas ya que no explicaba la
conducta criminal esporádica o casual y el mismo autor la pondrá en duda en cuanto que
el entorno no es la causa única y excluyente de la conducta criminal.
C. R. Shaw y H. D McKay, ya a principios de los cuarenta, serán otros de los
investigadores más destacados en este movimiento de Chicago. Estos autores partían de
los estudios sobre las zonas de la ciudad realizados por Burgess y comenzaron a analizar
la delincuencia juvenil y su distribución por los barrios, así como la población juvenil
general de éstos. Para estos autores las razones del comportamiento delictivo radica en
las características de los barrios en los que se vive, que generalmente presentan mayores
cotas en barriadas que sufren otros problemas como la invasión de terreno industrial,
inmigración, edificios deteriorados, brotes de enfermedades, etc. Siendo en esas zonas
donde se produce el aprendizaje de esta conducta criminal. En base a estas ideas
desarrollarían —junto a otros autores— lo que se denominaría la teoría de la
desorganización social59, que será ampliamente aceptada por todos los autores de la
Escuela de Chicago.
En base a este estudio, explicarán la conducta criminal juvenil y la inclusión de estos en
bandas así como la necesidad de dotar de estabilidad a esas barriadas para paliar la
situación social que consideraban la razón de esa conducta. Al mismo tiempo
remarcarán la importancia de prevenir el crimen en la juventud, ya que sostienen que es
ahí cuando comienza la carrera criminal adulta (Vázquez González, 2003: 79).
Ya en los años cincuenta surgirán los estudios del matrimonio Sheldon y Eleanor
Glueck, quienes analizarán la conducta criminal en función de la desestructuración
familiar. Esta teoría, que podemos clasificar como broken homes, hace referencia a
59
Esta teoría de la desorganización social también la podemos entender como una macro-teoría que se
emplea de marco bajo el que se recogen todos los estudios que se realizan en la Escuela de Chicago.
Impregnados de ese enfoque de ecología urbana, autores como Park, Thomas, Cooley, Orgburn,
Znaniecky, etc. trabajarán sobre la conducta criminal, según la cual la desviación es fruto de los
desajustes sociales o la ruptura de las normas sociales como consecuencia de algún fenómeno nuevo,
como eran en aquella época la inmigración o la industrialización.

125
Ignacio Alcalde Sánchez

todos esos jóvenes que provienen de hogares en los que han sufrido el abandono por
parte del padre o de la madre. Estos estudios dieron algunos resultados que mostraban
esta relación, aunque había que cruzarlos con otras variables necesarias como la
inteligencia del niño o el entorno socioeconómico de la familia60 para que se obtuviesen
datos concluyentes.
Estos estudios los retomarían en los años ochenta, E. Wells y J. Rankin (1986), quienes
volverán a manejar esta hipótesis y demostrarían que existen un porcentaje de 10 – 15%
mayor de delincuencia en hogares rotos que en hogares convencionales, aunque tendía
hacia el mal comportamiento más que a la conducta criminal. De la misma forma se
inclinaba hacia el divorcio o ruptura frente al fallecimiento de uno de los progenitores.
Junto a éstas, dentro de lo que podríamos haber englobado como teorías sobre el
aprendizaje, en esta década se desarrollará también la teoría de las subculturas, cuyo
principal autor será A. Cohen. Este autor parte del principio de adaptación, por el que
todos los individuos tratan de dar respuestas a sus necesidades. En algunas ocasiones,
los sujetos no tienen acceso a los recursos en igualdad de condiciones a otros grupos por
lo que se genera el conflicto. Ante esto, el sujeto puede luchar por conseguirlos -aún en
situación de inferioridad-, puede renunciar a sus aspiraciones o transformar esas
aspiraciones en otras ilícitas, incluyéndose en grupos donde esas otras aspiraciones
estén justificadas y normalizadas. Es decir, ―la conducta criminal como respuesta
necesaria de grupos altamente desfavorecidos‖ (Arnoso Martínez, 2005: 33).
A. Cohen desarrollará su teoría en estudios sobre conducta criminal juvenil61 basándose
en esta premisa de la creación de subculturas como respuesta a la situación
desfavorecida. Éste, observó como los menores en conflicto permanente por la
resolución de sus problemas entablan relaciones de interacción comunicativa con
iguales, creando unas estructuras propias que provocarán la creación de estos grupos
independientes de subcultura.
Cohen desarrolla el concepto de status frustration, con el que representa ese sentimiento
de frustración que padecen los jóvenes provenientes de estratos bajos y que toman el
modelo de las clases medias como paradigma al que acceder pero al que no consiguen
llegar debido a su situación de desigualdad. Ante esto, reaccionan con la creación de un

60
Tal como nos indica Vázquez González (2003: 49) se realizaron varios estudios (Binder, Geis y
Dickson, 2001) sobre este aspecto y se determinó que la inteligencia del niño era un aspecto determinante
para sobrellevar las consecuencias de la ruptura familiar.
61
Tal como nos indica Vázquez González (2003: 82) otros autores que, basándose en la teoría de las
subculturas, desarrollan estudios sobre delincuencia juvenil serán W. B. Miller o M. E. Wolfang,
asimismo, sobre delincuencia adulta encontramos a F. Ferracuti.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

grupo marginal distinto de este perfil medio donde reafirman su modo de vida y se
separan del grupo principal.
Desde este enfoque, la conducta criminal no persigue un fin utilitario ni mercantilista
sino una negación del sistema preestablecido del que ellos se sienten excluidos. Por
tanto, sus actos serán maliciosos (en cuanto que buscan hacer daño sin más), negativos
(ya que buscan la destrucción o infringir la prohibición por el mero hecho de ser
negativas) hedonistas (buscan el beneficio a corto plazo y rechazan el esfuerzo) y
autónomos (en cuanto que se rigen por un conjunto de reglas propios y rechazan
cualquier forma de autoridad externa) (Cohen, 1955: 36)
Cohen en sus estudios sobre conductas criminales juveniles situará en una posición
determinante a la escuela como elemento clave en la creación y desarrollo de estas
conductas. Para Cohen, será en estos estadios tempranos en los que se manifieste la
frustración de los menores que se traducirá en malos resultados, conflicto con los
valores de clase media dominantes y la creación de subgrupos.
En los siguientes años, las diferentes críticas que recibirán esta teoría así como la
desarrollada por Sutherland, llevarán a D. Matza y G. Sykes a desarrollar la teoría de
las técnicas de neutralización, con la que tratarán de revisar estos postulados y darles
un nuevo enfoque. Aunque comienza a gestarse en los cincuenta, no será hasta 1964
cuando publiquen su obra Delinquency and drift, en la que resumen toda su explicación
sobre la desviación social. Ésta, se basa en una crítica a la teoría de la subcultura de
Cohen, por tratarse de una explicación simplista, ya que cataloga a todos los jóvenes
como delincuentes o no delincuentes, abriendo, estos autores, la posibilidad de una
conducta criminal casual o al menos, esporádica, defendiendo que la mayoría de la
población juvenil sí que se integra bajo las normas sociales y que la conducta criminal
es una respuesta puntual ante algunos estímulos. Siendo la cultura criminal juvenil
como forma de vida algo minoritario en la sociedad.
Estos estímulos puntuales que recibe el joven y bajo el que se auto justifica su actuación
criminal está envuelta en lo que ellos denominan elementos de neutralización: factores
que justifican el quebrantamiento de las normas impuestas (Sykes y Matza, 1957: 665).
Según Matza y Sykes, todas las normas tienen una dualidad por la que, bajo ciertos
parámetros, se pueden quebrantar y por las que algunos sujetos se amparan en sus
actuaciones. Argumentaciones como la carencia de responsabilidad (enajenación),
negación del daño ocasionado (culpa a la decisión de la víctima), negación de la víctima
(hacia minorías raciales), desaprobación de las formas de autoridad o actuaciones según
127
Ignacio Alcalde Sánchez

otras normas (como la lealtad o el honor) se muestran como algunas de las técnicas de
neutralización que algunos sujetos pueden utilizar para justificar sus actuaciones.
En esta década, dentro de un punto de vista distinto aunque relacionado, que podríamos
denominar estructuralista —según el cual, el problema de la desviación radica en las
estructuras sociales y la inestabilidad que continuamente se produce en ellas y no el
proceso de socialización en sí mismo— surge la teoría de la anomia.
R. K. Merton desarrollará esta teoría de la estructura social y de la anomia basada en
los principios que en el siglo anterior había lanzado E. Durkheim.
Durkheim introdujo el concepto de anomia en sus estudios sobre el suicido (Durkheim,
1992). Éste, observó como el individuo se comporta de manera normal y dócil respecto
a las normas sociales en épocas de equilibrio, mientras que durante las crisis (ya sean
por escasez o por bonanza) se produce un vacio de normas sociales en los que el
individuo entra en esa situación de anomia, es decir, de faltas de reglas que estipulen
hasta dónde pueden llegar sus metas y los medios para obtenerlas. De esta manera, tanto
el rico que se ve relegado a una situación inferior, como el pobre que en época de
bonanza cree que puede ascender pero no encuentra medios legítimos para hacerlo,
pueden entrar en una situación de inconformismo, de suicidio anómico o crimen; por la
falta de capacidad de adaptación a esa nueva situación.
Este concepto de anomia, que Durkheim introduce a lo largo de toda su obra, aunque no
llega a desarrollarlo de manera específica, hay que entenderlo dentro del contexto del
autor, la Francia del siglo XIX, que está envuelta en sucesivas revueltas
socioeconómicas y bajo la que desarrolla su visión del contrato social. Según esto, el
individuo cede parte de sus libertades a favor de la protección estatal, pero dentro de
una sociedad industrial, existen diferentes grupos, por lo que el contrato sería desigual
para cada uno esos grupos, generando esas situaciones de anomia. Esta situación será la
que analice con su obra De la división del trabajo social en 1893 en la que relacionará
la desviación social con las estructuras sociales de determinadas comunidades. Tal
como diría Lacassagne en relación a estos estudios ―las sociedades tienen los criminales
que se merecen y el medio social es el caldo de cultivo de la criminalidad‖ (Arnoso
Martínez, 2005: 32). De estos postulados surgirá la idea de la función social del
derecho, por la que la ley debe compensar esas desigualdades sociales de manera que
propicie el desarrollo social.
Pero será Merton quién, en los años cincuenta, desarrolle plenamente esta teoría de la
anomia. Valiéndose de estos conceptos de Durkheim y tratando de adaptarlos al siglo
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

XX y a la sociedad estadounidense, expondrá la desviación como una respuesta lógica


ante ciertas presiones sociales. Ante la propuesta de expectativas que la sociedad
plantea a sus individuos y la imposibilidad de conseguirlas, el sujeto intenta conseguir
estos objetivos sin importarle los medios que emplee. La disociación entre los valores
sociales impuestos y los medios de canalización oficiales para obtenerlos, provoca ese
estado de anomia por el que el sujeto actúa de manera desviada. Esta respuesta, tal
como nos indica Vázquez González puede ir desde la conformidad hasta la rebelión
pasando por la innovación, el ritualismo y el retraimiento (2003: 91).
Según Merton, la conducta desviada no nace exclusivamente de factores como la
pobreza o el fracaso sino que estaría en relación directa con otras variables como las
altas expectativas de éxito, la presión cultural por la recompensa pecuniaria o el estatus
social que se espera de cada sujeto, lo que sí explicaría que el individuo abandone los
medios legítimos para su obtención62.
Ya en la década de los sesenta, R. Cloward y L. Ohlin desarrollarán la teoría de la
desigualdad de oportunidades que estará basado en las teorías propuestas en los años
anteriores, presentando una mezcla entre los estudios de la Escuela de Chicago, la teoría
de la anomia de Merton y la de la subcultura.
Según estos autores, la respuesta desviada tiene su origen en la frustración (o anomia)
que se produce en los sujetos que se encuentran en una situación desfavorecida por lo
que emplean medios ilegítimos para conseguirlos. Ahora bien, el acceso a esos medios
ilegítimos tampoco es sencillo y para que el individuo pueda acceder a ellos deben
aparecer otras variables que estarán relacionadas con el ambiente (barrios con conductas
criminales institucionalizadas), por lo que estos autores centran sus estudios en estos
tipos de barrios, obteniendo como resultados una clasificación de subculturas que
denominarán subcultura criminal, del conflicto y del abandono.
En esta década también aparecerá la teoría del control social de T. Hirschi. Esta teoría
defiende que todos los sujetos somos potencialmente propicios para cometer algún
delito y el que no lo hagamos se debe a factores sociales. Es decir, será la estructura
social en la que estemos inmersos y la que no queremos destruir, la que nos impida que
actuemos de manera desviada. De esta forma, bajo una concepción de interaccionismo
simbólico, Hirschi explica la conducta desviada como una consecuencia de la falta de

62
De la crítica a esta teoría sobre la falta de explicación a la conducta criminal en las clases altas, donde
tiene medios legítimos para la obtención de sus metas, surgirá la teoría de las subculturas. Como se puede
observar, a lo largo de estos años se desarrollan las principales teorías que se interrelacionan entre ellas y
servirán de referencia en el estudio de la desviación en las siguientes décadas.

129
Ignacio Alcalde Sánchez

vínculos con la sociedad que nos rodea. Según éste, todos los individuos están dotados
de autocontrol (interno) y control social (externo). Esta presión social de compromiso es
la que actúa como freno en la actuación delictiva, por lo que la desviación será fruto de
la falta de arraigo social.
A través de sus observaciones, Hirschi expuso dos instituciones como elementos clave
para conseguir ese arraigo social por el que el individuo forme parte comprometida de la
sociedad y se evite su conducta desviada (o al menos ser reduce la posibilidad): la
familia y la escuela.
Dentro de este enfoque caracterizado por ese interaccionismo simbólico aparece otro
autor J. Lofland que pondrá el foco de atención en la estructura que rodea a la conducta
criminal. Este autor, en su obra Deviance and identity (1969), expone cómo en la
conducta desviada existe la lucha entre dos poderes sociales, uno fuerte y el otro débil,
adueñándose la parte fuerte de conceptos como sociedad o reglas que se atribuye como
propios y normales, siendo la parte débil la que las trasgreda y a la que se le atribuya esa
identidad de desviado, sirviendo al mismo tiempo para el resto de la sociedad como
elementos de anormalidad frente al grupo (Venceslao Pueyo, 2012: 42).
Estas teorías del arraigo social serán retomadas bajo otro enfoque por Hirschi junto a M.
Gottfredson ya en los noventa bajo el epígrafe de teorías del auto control (self
control). Junto a la importancia del arraigo social, estos autores desarrollarán el
concepto de auto control como elemento clave en la conducta desviada. En primer
lugar, partirán de la distinción entre acciones delictivas y conducta delictiva así como de
elementos internos y externos que frenan la acción delictiva.
De esta manera, situándose en los elementos internos, fijan el auto control como
elemento clave en la conducta no criminal. Estos autores analizan la conducta criminal
como una elección personal, en busca de placeres inmediatos —alejándose del control
social desarrollado por Hirschi en los sesenta— y centrándose en la formación de este
autocontrol en edades tempranas.
Para Hirschi y Gottfredson, el autocontrol es básico para conformar conductas que
rechacen la conducta criminal como medio para obtener gratificaciones inmediatas
ignorando las consecuencias negativas a largo plazo. Estos autores observaron cómo
este concepto de autocontrol es útil en el estudio de comportamientos desviados
relacionados con la importancia de la familia como causa de delincuencia, la
importancia de la oportunidad en la comisión de actos criminales y la degradación de
comportamientos criminales con la edad, mientras que veían que no era útil en el
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

estudio de una conducta criminal institucionalizada, el crimen organizado o la


diferenciación entre delitos juveniles y adultos o de cuello blanco frente a los ordinarios
(Vázquez González, 2003: 101).
Una de las principales aportaciones para nuestro estudio y que entronca directamente
con algunas de las conclusiones expuestas es la degradación de la conducta criminal con
la edad que estos autores exponen. Según Hirschi y Gottfredson, esta conducta delictiva
alcanza sus cotas de mayor actividad a medida que avanza la adolescencia comenzando
a disminuir rápidamente a partir de ese momento y de manera progresiva a medida que
avanzamos por la edad adulta63.
Ya en la década de los setenta, dentro de lo que se conoce como la Segunda Escuela
de Chicago, no solo dentro del enfoque ecológico bajo el que había nacido, sino
también impregnada por el interaccionismo simbólico, aparecerán las diferentes teorías
del etiquetado. Varias corrientes que podemos englobar bajo el enfoque del labelling,
por las que el foco de atención ya no se sitúa bajo las causas de la desviación sino en el
tratamiento que de ésta se hace. Para estos autores, la conducta criminal no es un
universal similar que se repita en toda la conducta humana sino una categoría social con
la que clasificar ciertos comportamientos, por lo que se clasificará de diferente manera
según las culturas y por tanto arrojará diferentes resultados y tipologías.
Bajo este enfoque no ―existe tanto la criminalidad cuanto incriminación‖ (Herrero
Herrero, 1988: 52) de la misma forma que el objeto de estudio ya no será el desviado
sino las estructuras que se crean para su atención. La conducta criminal no difiere del
resto de las conductas, tan solo cuando se catalogan de ilegales o criminales se les
identifica y con ellas se cataloga al grupo que las realiza, por lo que se debe analizar el
proceso de catalogación, su intención y sus consecuencias en la sociedad que se
produce.
Los principales autores de esta nueva corriente en los setenta serían E. Lemert y H.
Becker.
E. Lemert parte de lo que él denomina delincuencia primaria y delincuencia
secundaria. Según este autor, la conducta desviada en primer lugar se debe a factores
individuales y progresivos que van desde la inadaptación escolar hasta el castigo
repetido que agudiza su situación de delincuencia primaria y que le lleva hacia una
agudización de su conducta. Es decir, la conducta desviada como algo ocasional, o al

63
El internamiento como periodo de hibernación vendría reforzado por esta teoría.

131
Ignacio Alcalde Sánchez

menos socialmente excusada (como la expulsión temporal del colegio o el


enfrentamiento con compañeros). Pero de esta desviación pasa a una delincuencia
secundaria, entendida ésta como la categoría que la sociedad le atribuye en función a
sus actuaciones anteriores. ―Secondary deviations is deviant behavior created by the
social reaction to primary deviation‖ (Lemert, 1964: 82). En el momento que ese
individuo es catalogado por esa desviación primaria como delincuente o al menos como
infractor, el sujeto comenzará a desenvolverse de otra manera, actuando ahora en
función de ese nuevo rol que le ha sido asignado socialmente, de esa nueva identidad.
Por tanto, defiende Lemert, la delincuencia secundaria sería fruto de la sociedad que le
ha atribuido ese rol —debido a sus inicios individuales— y que le llevan a actuar en
consecuencia a esa nueva identidad atribuida. No le interesan a este autor las causas de
la desviación primaria, sino como se pasa al nuevo rol de las secundarias (Lamnek,
1987: 62). Las causas de la desviación fruto de los mecanismos que la controlan que
generan desaprobación, aislamiento y reproducción de esas conductas.
El otro gran autor de estas teorías, S. Becker, a través de su obra publicada en 1963
Outsiders (2009) plantea como el desviado es aquel al que se le ha asignado esa etiqueta
con éxito. Este autor cataloga la conducta desviada no como una actuación del sujeto
sino como una etiqueta que se atribuye a determinadas actuaciones y que catalogará a
los sujetos que las realicen. Estaría basada en la profecía autocumplida introducida por
Merton por la que el sujeto acabaría comportándose según la etiqueta social impuesta.
Esa consecuencia que plantea el efecto Pigmalión por el que —al igual que plantea
Lemert— el conjunto de instituciones carcelarias, sistemas de corrección, medidas y
actuaciones, reforzarían el nuevo rol del sujeto consolidando su nueva identidad como
infractor (desviado).
Otros autores que analizarían la conducta desviada desde esta perspectiva serán D.
Chapman, quién establecerá que la desviación es una construcción social dentro de la
política de control social, A. Turk, quien defendía que la desviación es un estatus social
atribuido mediante el ejercicio del poder de definición o F. Sack, quién atribuye la
criminalidad como una cualidad que es atribuida por los jueces a posteriori lo que
conlleva consecuencias sociales (estigmatización, cambio de identidad, etc.) (Venceslao
Pueyo, 2012: 39) .
En la línea de la estigmatización aparecerá otro autor crucial para nuestra investigación,
E. Goffman. Este autor, basado en el interaccionismo simbólico y en ese enfoque de la
micro-sociología, expondrá la importancia capital de las etiquetas en el proceso de
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

desviación como elemento definitorio en la construcción de una nueva identidad para el


sujeto; lo que le impedirá acceder al grupo mayoritario y le estigmatizará el resto de su
vida. Goffman, sobre el que volveremos ampliamente a lo largo de otros apartados
relacionados con nuestra etnografía, entronca directamente con las aportaciones de otros
autores que también resultarán cruciales para nuestro estudio como M. Foucault y sus
estudios sobre las relaciones de poder y sus manifestaciones en los sujetos o L.
Wacquant y el fracaso programado del sistema penal (Wacquant, 2000: 145).
En esta década de los setenta a medida que las teorías del labelling arrojan sus
conclusiones se consolidará también la Criminología Crítica, proviniendo
principalmente de la escuela de Berkeley, que se definirá como una corriente dentro de
la criminología que intentará dar un vuelco en los estudios sobre el comportamiento
desviado, cambiando la perspectiva de estudio incluso su objeto. Desde este nuevo foco,
autores como A. M. Platt, I. Taylor, P. Walton o J. Young plantean un cambio radical en
el estudio y el planteamiento, tanto del análisis de la conducta criminal como de la
aplicación de las normas, proponiendo un enfoque comprometido y revolucionario en
cuanto que tiene como fin último el cambio social, la desaparición de las desigualdades
sociales y la abolición del delito, entendiendo que éste se corresponde con las
contradicciones sociales establecidas en el sistema social, que a su vez está basado en la
propiedad. Un enfoque materialista de lucha social que proponía el vuelco en los
estudios de Criminología.
Según esta nueva perspectiva, la justicia juvenil se concibe como una estructura
diseñada para la reproducción de clase trabajadora (obrera, industrial y disciplinada)
dentro de un sistema capitalista que transformaría a jóvenes delincuentes en obreros
capacitados.
Además de los autores mencionados más arriba, otros investigadores como Z. Bauman
expusieron sus ideas dentro de este enfoque. Para este autor, la inmovilidad a la que se
sometía al delincuente —dentro del mundo global actual marcado por el tiempo y el
espacio— era la característica de los nuevos sistemas penitenciarios, con los que se
marcaba al delincuente al mismo tiempo que se evidenciaban las inseguridades de los
gobiernos nacionales, fruto de sus mercados laborales (Bauman, 1998: 113 - 119).
Otro autor que trabajará en esta línea será J. Reiman que observará las relaciones que
hay entre la pobreza y la delincuencia concluyendo que ―los ricos se hacen más ricos

133
Ignacio Alcalde Sánchez

mientras que los pobres van a la cárcel‖ (Gil Villa, 2004: 126), explicando desde este
enfoque los mecanismos ocultos que rigen en el sistema penal64.
En resumen, se trata de un enfoque global con el que se intentaría hacer su aportación
dentro de esa revolución social basada en el materialismo que busca el cambio de la
sociedad y por extensión el cambio de la conducta criminal.
Ya en la década de los ochenta aparecerán las teorías del aprendizaje social, donde
autores como A. Bandura o R. Akers expondrán sus ideas. Estas teorías se
caracterizarán por dar continuidad a los enfoques propuestos por Sutherland y la
importancia de los contactos culturales en el aprendizaje de la conducta desviada
propuesta en la primera Escuela de Chicago, con los que volverían a destacar la
importancia del aprendizaje por imitación.
Según Bandura, la conducta infantil se moldea a partir de la repetición y el aprendizaje
basado en recompensas, estimulación aversa y otros procedimientos por lo que el sujeto
aprende a imitar las conductas. Destaca este autor la importancia de las experiencias de
aprendizaje de la niñez y la adolescencia para moldear el carácter futuro del sujeto
(Bandura y Walters, 1988).
Akers centrará sus estudios en los procesos de aprendizaje por los que el menor
adquiere la conducta desviada. El aprendizaje desde una perspectiva conductista, basado
en el refuerzo y la sanción positiva/negativa, con el que se logra inducir al
comportamiento esperado (Gil Villa, 2004: 40). Si la conducta desviada tiene
recompensas placenteras es posible que se repita, lo que explicaría la consolidación de
esa conducta desviada. Para éste autor, es un proceso complejo en el que la relación de
variables no siempre toma una misma dirección y en la que otras teorías como las
relacionadas con las estructuras sociales encajan perfectamente ya que se entienden
como marco previo al proceso de aprendizaje (Cid y Larrauri, 2001: 118).
A lo largo de esta década y comienzos de los noventa surgirá también la teoría de la
frustración, desarrollada por R. Agnew. Éste propondrá que además de la tensión
analizada por las teorías de la anomia trabajadas por Merton, existen otros tipos de
tensiones (frustraciones) que llevan al sujeto al comportamiento desviado. Para Agnew
se podían encontrar tres grandes tipos de sucesos o experiencias que llevarían a este
comportamiento: la no consecución de un logro deseado (evaluaciones, puestos de
trabajo, etc.), eliminación de logros conseguidos (rupturas amorosas, muertes, despidos,

64
A. Baratta, otro de los autores pertenecientes a esta Criminología Crítica sostenía que el sistema
punitivo produce más problemas de los que intenta resolver (Baratta, 2004 [1986]: 174)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

etc.) y exposición a estímulos nocivos (humillación pública, bullying, etc.). Se trataría,


por tanto, de una situación de estrés que llevaría a la frustración y de ahí a la conducta
desviada. Tal como nos resume Vázquez González ―cuando la persona no es tratada por
los demás como quisiera ser tratada‖ (2003: 95) desarrolla un comportamiento con el
que huir, o al menor sustituir, esos estímulos negativos que le justifican y consolidan
esa conducta delictiva.
A partir de estos años, la Sociología como el resto de ciencias comenzarán a buscar
equipos multidisciplinares con los que abordar sus objetos de estudio desde diferentes
puntos de vista. De esta manera, comienzan a surgir las teorías integradoras en cuanto
que aglutinan diferentes posturas anteriores al tiempo que coordinan diferentes campos.
Es por esto por lo que las hemos distinguido en un apartado diferente a pesar de
continuar con nuestro enfoque cronológico y basado principalmente en la Sociología,
por ser la ciencia que más se ha ocupado de este fenómeno.

Teorías integradoras
A partir de finales de los ochenta y toda la década de los noventa comenzarán a
desarrollarse otros enfoques con los que abordar el estudio de la delincuencia que serán
conocidos bajo el epígrafe de teorías integradoras. Éstas aglutinarán todos los
postulados anteriores en busca de un diagrama (casi sistémico) que explicase el
comportamiento delictivo, o al menos, un enfoque multi-casual con el que se pudiese
dar una justificación sociológica a la conducta desviada. Aunque será principalmente
desde la Sociología desde donde se arrojen la mayoría de las teorías, a medida que
avanzamos hasta años recientes obtendremos aportaciones desde diversos campos,
caracterizándose por ese enfoque multidisciplinar que impregna a la investigación
actual. De esta manera, la Psicología, Neuropsicología, Sociología o Antropología se
fusionarán para establecer nuevos enfoques bajo los que analizar esta conducta.
La mezcla de factores individuales, sociales y estructurales dará como resultado una
imagen global (holística) de la delincuencia, al tiempo que establecerá un sistema por el
que todas las teorías anteriores quedan recogidas en mayor o menor medida,
aglutinándose bajo nuevas revisiones. ―Aceptar que el objeto básico de las teorías
criminológicas es establecer factores asociados a la delincuencia y que, por tanto, puede
suceder perfectamente que un fenómeno delictivo aparezca asociado con factores

135
Ignacio Alcalde Sánchez

señalados por diversas teorías‖ (Cid Moliné y Larrauri Pijoan, 2001: 255, citado en
Vázquez González, 2003: 111).
Dos de las teorías principales que encontramos bajo este enfoque serán las desarrolladas
por Elliot, Huinzinga y Agenton, que combinarán elementos de las teorias de la
frustración, del control y del aprendizaje social, añadiendo la variable del consumo de
las drogas para explicar la desviación, junto a la de Farrington, quien intentará aunar en
su explicación las teorías de las subculturas, de la desigualdad de oportunidades, del
aprendizaje social, del control y la de la asociación diferencial. De este modo,
Farrington plantea un proceso de transformación en el individuo que va desde la
motivación de la conducta criminal, por el deseo de bienes materiales, el método de
satisfación de sus deseos y la magnificación de este deseo para, finalmente, tomar la
decision de cometer el acto delictivo. Esta serían las etapas por las que pasan,
especialmente los adolescente y jóvenes (14 y 20 años), en su conversión en
delincuentes.
A partir de los noventa y comienzos del nuevo milenio se abrirán otras perspectivas en
las que las caracteristicas ambientales e innatas se mezclarán para dar nuevos enfoques
con los que continuar analizando la conducta desviada. De este modo, autores como
Gottfredson y Hirschi, analizados más arriba, desarrollarán sus teorías sobre el auto
control, junto a otros autores que desde otros campos analizarán la conducta delictiva o
desviada arropados por ese corriente multidisciplinar que recoge las teorías de
diferentes ramas de la ciencia.
Apoyada en la psicología clínica, T. Moffitt planteará su Taxonomía del desarrollo de
la conducta antisocial (Moffitt, 1993). Dentro de sus estudios sobre neuropsicología,
ésta autora, a pesar de indicar que la conducta delictiva se reduce a medida que aumenta
la edad en los adolescentes (definido por ella como la historia natural del delito)
distingue entre la conducta antisocial –que puede manifestarse durante la juventud o
adolescencia- y la conducta delictiva como una propuesta de vida, al tiempo que la
relaciona con otros elementos de su vida como los problemas de drogodependencias,
psicosis, depresión, etc. De la misma forma, plantea esa acepción de comportamiento
antisocial frente al concepto del delito como categoría que es diferente entre las
culturas.
D. T. Lykken (1995) planteará la teoría de la delincuencia basada en las
personalidades antisociales. Aunando sus estudios sobre Criminología y Psiquiatría,
este autor revisará las teorías clásicas sobre psicopatías de H. Cleckeley para enunciar
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

sus teorias sobre la delincuencia basadas en las dificultades de temperamento y carácter


de los delincuentes. Según este autor, la impulsividad, la falta de miedo o la búsqueda
de sensaciones, caracterizan a esas personalidades que impiden la socialización y por
tanto, tienden a la conducta desviada (Herrero y Colom, 2006).
T. Thornberry será otro de los autores bajo este nuevo enfoque. Este autor propondrá su
teoría interaccional (1987), según la cual, el sujeto se encuentra inmerso en una red de
interacciones sociales, por lo que los individuos que están dentro de una cultura
delictiva, se refuerzan y retroalimentan entre ellos. De esta manera, la conducta
antisocial o desviada se ve consolidada, al tiempo que se hace más dificil su interacción
con instituciones no delictivas, creando incluso filtros negativos hacia éstas y
fortaleciendo su persistencia infractora (Thornberry et al., 2013: 10).
La teoría de la acumulación de carencias psicosociales expuesta por R.J. Sampson y
S. H. Laub (1993) aportará tambien otro punto de vista, en este caso desde el análisis
del curso de la vida del sujeto y la importancia de los lazos sociales de éste con la
sociedad. Para estos autores, ―el curso de la vida es un conjunto probabilístico de
vínculos‖ (Tittle, 2006: 20) por lo que depende de estos vínculos que la conducta
criminal se detenga ante transiciones a nuevos roles sociales o ambientales. Defienden
estos autores que cambios como el matrimonio, que ligue al sujeto a obligaciones y
cuidados o la responsabilidad de un empleo estable, pueden detener esa conducta
criminal, al igual que puede ocurrir a la inversa.
Dentro de los modelos de prevención de la delincuencia, en estas teorías aglutinadoras,
destaca también, por su alto desarrollo experimental, el modelo de desarrollo social
propuesto por Catalano y Hawkins (1996), en el que integran la teoría de asociación
diferencial, del control social y del aprendizaje social. Para estos autores, la adquisición
de las conductas sociales son similares a las antisociales por lo que analizan las
estructuras que llevan a ellas, tales como el grado de implicacion con conductas sociales
o antisociales, los costos de esto y la mayor o menor vinculación en esas conductas. De
esta manera, los factores de riesgo y protectores interactúan inclinando la balanza hacia
uno u otro lado.65

65
Para una mayor comprensión de esto, Vásquez González realiza un análisis en profundidad de las
nuevas perspectivas sobre predicción y prevención, donde se indican a la escuela, familia, escuela,
amigos, consumo de drogas y comunidad como los principales factores que interactúan en el sujeto
(Vásquez González, 2003)

137
Ignacio Alcalde Sánchez

Siguiendo estudios más recientes, muchos de los cuales continúan desarrollándose y


comprobando sus hipótesis iniciales, encontramos varias propuestas que mezclan esa
intencionalidad de predicción de la conducta desviada junto a la prevención de ésta.
Dentro de estas nuevas teorías integradoras, tenemos la teoria del equilibrio en el
control de C. R. Tittle (1995), por la que se realiza una propuesta sintética con la que
absorber todas las corrientes necesarias para el análisis. De esta manera, este autor parte
de una idea central –la razón de control- por la que todas las personas ejercen poder
sobre otras, al tiempo que es ejercido sobre ellas mismas por otras personas. El
equilibrio en esta presión será la clave para un comportamiento social no desviado.
Otra propuesta sería el modelo de coerción de Patterson, Reid y Dishion (1992) por el
que planteaban un itinerario vital por el que el sujeto va pasando en su camino hacia la
conducta antisocial y que estos autores divideron en cuatro escenarios: en la familia, en
la escuela, en los grupos de iguales y en la vida adulta. Según esto, el sujeto iría
atravesando etapas por la que su conducta antisocial se iría fraguando desde los
estímulos negativos en el seno familiar hasta el fracaso escolar, por lo que buscaría
respaldo en grupos marginados y de ahí la consolidación de esta conducta para su vida
adulta.
O las diferentes teorías integradoras propuestas bajo la intencionalidad preventiva del
paradigma de Development Criminology, en el que se mezclan aspectos de la Psicología
evolutiva (estudios del adolescente) con la Criminología (estudios de delincuencia
juvenil y adulta) y por el que destacan el modelo de acumulación de riesgos de H.
Yoshikawa o el modelo de múltiples trayectorias de R. Loeber con los que intentan
explicar la importancia de los elementos sociales que nutren y dan forma al
comportamiento social del sujeto (Vásquez González, 2003).
Finalmente, ya en el nuevo milenio encontramos la revitalización de la criminología
crítica, ahora bajo distintos enfoques (Venceslao Pueyo, 2012), junto a otros estudios,
que intentarán explicar las causas de la conducta desviada.
De esta manera tenemos que a partir de la obra de los ochenta de A. Baratta (2004
[1986]) aparecen otros investigadores como A. González Vidaurri y A. Sanchez
Sandoval (2008) o E. Larrauri (2000) quienes volverán a hacer hincapié en los
problemas que crea, en lugar de resolver, el sistema penal, como elemento protagonista
en la modelación de la conducta desviada. Las instituciones que se encargan de la
administración y ejecución de las normas penales como máximos responsables de
categorizar y etiquetar a los delincuentes, moldeando la conducta social que se espera de
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

ellos y que se le adjudica a lo largo del proceso. Esta postura también será apoyada por
dos autores cruciales en nuestro trabajo: L. Wacquant quién habla del sistema penal
como sistema que alimenta su propio fracaso programado (2000: 145) o M. Foucault
(2000) cuya postura es la de que el sistema penal no suprime las ilegalidades sino que
las distingue y las distribuye.
Junto a estos estudios aparecen otros como los realizados por A. Hein y G. Barrientos
(2004) en el que analizan la conducta desviada (violencia y delincuencia) respecto a la
convivencia con casos de riesgo; M. W. Fraser, K. A. Randolph y M. D. Bennett (2000),
quienes continuarán con el concepto de resiliencia66 como elemento importante para la
desviación de la conducta (aunque no definitorio) o, en otra línea de trabajo, próxima al
enfoque biológico, J.E. Bynum y W. E. Thompson (2012) quienes atribuirán en
exclusividad al individuo las razones de la conducta antisocial.
Ya en España, de manera mas reciente, encontramos a otros autores67 que también han
volcado sus esfuerzos en el análisis de este tema y que nos servirán de marco teórico
previo para nuestro estudio. De esta forma, autores como V. Garrido Genovés (1984,
1990, 1992, 2005a y 2005b), los ya mencionados A. Serrano Gómez y A. Serrano
Maíllo (2007), A. García Pablos de Molina (2003), C. Herrero y Herrero (2001) o el
propio C. Vazquez González (2003) compondrán una nueva generación de autores68 que
investigarán sobre las causas de la desviación así como todas las estructuras que se
encargan de ellas y que se recogen bajo el prisma general de la Criminología.

Nuestra postura
Como podemos observar en el epígrafe anterior, a lo largo del último siglo se ha
analizado la conducta criminal desde multitud de enfoques y ciencias. Principalmente la
Sociología acompañada de otros campos como la Psicología, la Medicina o la Filosofía
han tratado de dar respuesta al porqué de esa conducta desviada y antisocial,
abordándola desde muy diferentes enfoques, lo que nos ha ofrecido como respuestas,
muy diferentes teorías.

66
La resiliencia es entendida como la capacidad humana para hacer frente a las adversidades de la vida,
superarlas y salir fortalecido de ellas o incluso transformado (Munizaga Acuña, 2009: 10)
67
Junto a estos autores aparecen otras investigaciones (etnografías, estudios estadísticos, etc.,)
relacionados con nuestro objeto de estudio que analizamos en un apartado propio.
68
Para una mayor comprensión, véase la revisión que C. Herrero Herrero hace de la situación actual de la
Criminología española en el capítulo 3 de su obra Criminología (Parte General y Especial) (2001).

139
Ignacio Alcalde Sánchez

Así, haciendo un resumen general de lo expuesto anteriormente, podemos plantear un


rápido recorrido por las diferentes teorías, que podremos agrupar según su enfoque de
partida y que nos servirán para destacar los elementos que nos resultarán especialmente
interesantes para nuestro estudio.
De esta manera y obviando los estudios que intentaban encontrar relaciones evidentes
entre el comportamiento delictivo y los rasgos físiológicos, comenzamos por la Escuela
de Chicago y su perspectiva de ecología humana, por la que analizaban el entorno del
sujeto como elemento clave en su conducta y catalogando la ciudad y sus barrios como
definitorios de la conducta criminal. Abriendo un campo de investigación en la
construcción cultural de la ciudad.
Seguidas a esta teoría, podemos continuar con los estudios asociados a posturas de
desigualdades sociales que provocarían desde el estado de frustración o anomia a la
creación de subgrupos, ampliamente estudiados a mediados de siglo XX por Merton,
Sutherland o Cohen entre otros.
Un tercer bloque lo conformaría el análisis de las instituciones donde se desarrolla la
conducta, tal como las familias (broken homes), la escuela o los grupos de iguales como
variables claves en la formación de ese comportamiento, ya sea por aprendizaje,
imitación o creando filtros de control y auto-control.
También han surgido teorías que han explicado la desviación desde la importancia del
etiquetado que este sufre. De esta manera, las categorías empleadas para identificar y
catalogar las conductas repercuten con la misma efectividad de manera inversa en los
sujetos a los que se le impone, creando una consecuencia negativa e introduciendo en
este debate el aspecto cultural y particular de la conducta criminal, que debe ser
analizada dentro de su comunidad. En esta línea aparecerán también las teorías que
analizan las mismas instituciones que se encargan de trabajar con la criminalidad. Así,
desde la postura crítica se analizará el sistema penal o el etiquetamiento que se realiza
de esta conducta y su tratamiento como causa primordial de su existencia y continuidad.
Por último, de manera más reciente, la propuesta integradora de investigaciónes ha
intentado fusionar varias de estas teorías, al tiempo que ha puesto en primer nivel otras
variables que también han demostrado su importancia en la creación de esta conducta
desviada; así, aspectos como las drogodependencias, carencias psicosociales u otros
aspectos provenientes de otros campos como la resiliencia comenzarán a tener
relevancia en este tipos de estudios.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

De esta forma, tal como podemos observar a través de todos estos estudios y
acercándonos a la postura que tomaremos nosotros en esta investigación, vemos como
todas las variables que manejan, las podemos reagrupar en tres grandes bloques que,
según estas teorías, influyen en la creación y consolidación de la conducta delictiva.
Estas serían:
 Individuales. Compondrían este grupo las razones innatas del individuo por las
que se justificaría su conducta antisocial. Aspectos que, desde la Psiquiatría, la
Neuropsicología o la Génetica, se han analizado aunque no han obtenido
conclusiones defintivas:
o Cognitivas. Psicopatías.
o Afectivas. Carencias psicoafectivas.
o Psicobiológicas.
o Genéticas.
 Sociales. Dentro de este grupo incluiríamos a los elementos que rodean al sujeto
y que juegan un papel crucial en su desarrollo según muchas de las
investigaciones expuestas anteriormente. Así, encontramos:
o Familia. Desestructuración familiar, aprendizaje criminal, arraigo o
control social, etc.
o Escuela. Educación. Importancia de la fijación de los valores sociales,
fracaso escolar como comienzo, humillación pública, bullying, etc.
o Grupos de iguales. Creación de subculturas, búsqueda de
autoafirmación, reprobación, reproducción sociocultural, etc.
 Estructurales. Dentro de este grupo aparecerían todos los elementos que rodean
al sujeto y que influyen de manera determinante en su desviación social. Según
lo analizado más arriba, tendríamos:
o Barriadas. Estratificación de la ciudad y sus modos de producción,
aprendizaje social, estigma social, etc.
o Sistema penal. Etiquetamiento de las conductas, progresiva inmersión
en la identidad delictiva, estigmatización, etc.
o Otras. Drogodependencias (entorno favorable), acceso a puestos de
trabajo, infraestructuras de ocio o formación, etc.

141
Ignacio Alcalde Sánchez

Observando estas variables vemos como podremos agruparlas todas bajo un mismo
epígrafe que será el que nos sirva de hilo conductor a nosotros en toda nuestra
investigación: la cultura.
Desde el punto de vista de la Antropología que dirige este trabajo, entendemos la
cultura como el conjunto de ideas que forman la base del comportamiento social. Para la
Antropología, la cultura es una forma de vida social, una manera de interpretar el
entorno, un conjunto de reglas con las que el individuo y el grupo dan forma a su acción
a sus relaciones sociales.69 Bajo este enfoque, arropados por la concepción dinámica y
compleja, podemos entender cómo las razones que se exponen en las diferentes teorías
sociológicas quedan perfectamente inmersas bajo la esfera general que compondría la
cultura del sujeto.
De esta forma, la necesidad de elegir entre uno o varios elementos que caracterizen la
conducta antisocial y que marquen nuestro estudio se hacen innecesarias al tiempo que
insuficientes. Si analizamos la conducta a través del prisma de la Antropología y de la
etnografía como su herramienta de estudio, podemos observar como la elección de una
o varias esferas de análisis nunca serán suficientes por lo que debemos empapar nuestro
estudio de ese carácter holista que propugna esta ciencia, siendo conscientes de nuestras
limitaciónes pero aspirando a mostrar un producto lo más cercano posible a esa
totalidad que esta compleja realidad cultural presenta.
Por tanto, en el análisis de las causas o posibles causas de la desviación social, para la
identificación de algunas de nuestras categorías etnográficas, emplearemos siempre un
paraguas bajo el que incluir todos los elementos expuestos anteriormente, y será la
etiqueta de la cultura la que envuelva a todos esos elementos.
No es nuestro objetivo en este estudio esgrimir las razones por las que los menores que
estan internos en el centro han llegado hasta allí, pero sí que tendremos presente todos
los elementos que exponen estas teorías para conocer y ayudarnos a comprender los
motivos que le han podido conducir hasta esta identidad antisocial. Tanto de manera
individual como colectiva podremos comprobar como en unos y otros casos coinciden
elementos de las diferentes teorías sobre la conducta criminal,70primando en algunas

69
Continuaremos desarrollando profundamente este concepto en el apartado sobre nuestra etnografía,
donde explicamos nuestra concepción de cultura como el conjunto de esquemas que utilizamos para
someter nuestro mundo; como un concepto dinámico, complejo, que se aprende, se transforma, se
simboliza y se comparte; como acción e interpretación de y sobre nuestro entorno.
70
Ya en la elaboración del trabajo y a lo largo de nuestra investigación etnográfica pudimos observar
como había sujetos que coincidían plenamente con las conclusiones obtenidas por estudios que asocian la
desviación a elementos familiares, por consumo de drogas, barriadas marginadas, etc. con lo que se nos
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

situaciones unas y ocultándose otras, encajando perfectamente bajo alguna teoría o


explicándose acorde a alguno de estos estudios, aunque como ya hemos indicado, no
diseccionaremos estas razones ya que no son el objeto de esta investigación.
El dilema de elegir una, la compilación de varias (a modo de teoría integradora) o la
creación de una nueva se nos presenta lejana y desde el prisma de la Antropología se
nos hace sencillo su elección, en cuanto que adoptaremos esa postura a la que nos
referíamos anteriormente y que engloba a todas: la cultura como justificacion y
elemento de análisis que —tanto desde el plano individual, como colectivo— configura
su actuación. No vamos a analizar ninguna de esas categorias anteriores, sino que las
analizaremos todas insertas bajo este epigrafe, siendo la cultura nuestro verdadero
objeto de estudio y que desmembraremos bajo otras etiquetas propias de la
Antropología71.
Entendemos la cultura de la misma forma que entendemos la construcción de la
identidad, por lo que el problema de elegir qué elementos configuran la conducta
criminal para predecir, catalogar y en la medida de lo posible prevenir, la conducta
criminal, además de no ser nuestro objetivo, se nos antoja sencillo en cuanto que dejará
de ser un problema si entendemos el comportamiento como una manifestación más de la
cultura en la que está inmerso y de la que forma parte.

facilitó la comprensión y catalogación de estos menores en nuestra selección y recogida de datos e


informantes.
71
Como se puede observar en el apartado sobre nuestra etnografía, nosotros analizaremos el perfil del
menor respecto a su manera de entender e interpretar conceptos antropológicos como son territorio,
identidad, parentesco, economía, etc.

143
Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 6. Menor infractor

El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos.


F. Dostoyevski. Los Hermanos Karamazov.

6.1. Concepto de menor infractor y otros términos


empleados

Damos el salto ahora a otro de los elementos clave en el estudio del CIMI, la diferente
nomenclatura empleada en este entorno: delincuente juvenil, menor infractor, centro de
reforma, centro de internamiento, exclusión social o marginación son solo algunos de
los términos que podemos encontrar en cuanto tomamos contacto con este objeto de
estudio y que ya han aparecido a lo largo de nuestro trabajo. Toda una amalgama de
conceptos que se utilizan habitualmente, que difieren en su significado, han caído en el
desuso fruto de las nuevas políticas o se hace políticamente incorrecto su empleo. Por lo
que se hace recomendable su análisis y aclaración previa al trabajo etnográfico que
ocupa nuestra parte central de la investigación y con el que estableceremos los límites
de cada concepto así como sus significados acotados, destacando principalmente el de
menor infractor por ser el utilizado y aceptado actualmente.

En la Antropología, desde los campos de la Antropología Cognitiva y Simbólica, junto a


la Antropología Lingüística, vemos cómo la forma de interpretar el mundo queda
reflejada en las palabras que empleamos para ello. Pensamos a través de imágenes,
símbolos, experiencias y también a través de las palabras, empleando éstas como
herramientas con las que construir nuestros esquemas de conocimiento y puentes con
los que interrelacionar las ideas; por lo que el empleo de unas u otras, una vez asentados
en nuestra cultura nos darán información acerca de la manera que tenemos de interpretar
nuestro entorno.

En el estudio de la relación existente entre lenguaje, cultura y pensamiento, vemos


como autores como B. Whorf, E. Sapir o N. Chomsky han profundizado en este campo.

145
Ignacio Alcalde Sánchez

Al mismo tiempo, desde la Dialógica, creada por M. Bajtin, vemos como las
expresiones están impregnadas del contexto sociocultural en el que se desenvuelven y,
al contrario de la visión monológica del lenguaje, éstas tienen diferentes significados
según el contexto en que se empleen. Por lo que deben analizarse desde el punto de
vista de la heteroglosia, por la que una única lengua puede tener diferentes usos
dependiendo del emisor y su situación cultural. En esa línea, nosotros podemos añadir
cómo el empleo de uno u otro concepto para referirse al mismo objeto nos
mostrarán también una intencionalidad sociocultural. De ahí la importancia del
análisis de estos conceptos.

De la misma manera, C. Lisón nos indica como la palabra, hecha signo, se convierte en
símbolo de manera casi mágica y se desprende del plano meramente lingüístico para
pasar a un plano cultural en el que se completa con otras connotaciones que son
aceptadas por todo el grupo pasando a una nueva dimensión, la simbólica.

Otro aporte más respecto a la importancia de las expresiones utilizadas nos lo dará la
Etnoliteratura, con la que vemos cómo el análisis sociocultural de una comunidad a
través de su legado literario es posible si sabemos leer entre líneas y hacer el camino
inverso que generalmente se propone en la Antropología. Es decir, en lugar del
recorrido desde la realidad a la ficción, o lo que sería lo mismo, desde el trabajo de
campo a la etnografía, podemos también plantear el recorrido opuesto, desde la ficción
literaria producida desde una comunidad a su descripción cultural desde la
Antropología. De la misma manera podremos realizar un estudio —o en este caso, dar
un aporte más— desde la identificación y uso de los diferentes conceptos que rodean al
menor infractor a la concepción que se tiene de éste.

Visto esto, entendemos que la terminología empleada en un ámbito, y lo que la hace


más interesante, el cambio de esta cada cierto tiempo, nos será muy útil para el análisis
sobre la concepción de estos fenómenos dentro de cada cultura. De ahí su análisis en
este trabajo.

En esta línea, aparece otro fenómeno interesante para nuestro análisis: el uso del
eufemismo y más aún, la aparición del tabú sobre algunas ideas72.

72
Esta figura también será examinada en nuestra etnografía para analizar el léxico empleado en el CIMI.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

De la misma manera que conformamos metáforas para configurar nuestra concepción


del entorno, vemos como estas redes conceptuales estudiadas desde la A. Lingüística
también ponen su atención sobre el uso del eufemismo como herramienta para
identificar de manera apropiada los referentes a los que se menciona dentro de cada
contexto.

Entendemos el eufemismo como el empleo de una palabra o expresión en lugar de otra


cuyo uso ha adquirido un significado peyorativo, negativo, malsonante o duro y que
tienen un significado casi idéntico, aunque no similar, al no tratarse de un sinónimo. El
eufemismo (junto al disfemismo) se convierte, por tanto en una manera de rodear el
concepto al que nos referimos sin caer en el significado indecoroso que éste ha adoptado
en su uso y por el que ha sido sustituido por estas otras expresiones.

Uno de sus rasgos fundamentales es ese carácter ambiguo y cómo no coincide de


manera exacta —como haría un sinónimo— con la palabra o expresión a sustituir,
siendo esta ambigüedad la que se busca en su empleo.

De esta manera en el empleo de las expresiones referidas a continuación podremos


observar cómo es ese significado malsonante —estigmatizador en unos casos o
demasiado limitado en otros 73 — obligará a sustituir esas expresiones por otras más
acordes a la postura ideológica y conceptual actual.

Como vernos a continuación, al igual que palabras como reo o preso han perdido gran
parte de su uso en el mundo penal, en el ámbito juvenil, expresiones como delincuente,
tutelares o correccional han dejado de usarse a favor de otras.

Junto al eufemismo y de manera relacionada aparece también el tabú. Éste ha sido


ampliamente analizado desde la Antropología como ese concepto que pasa a estar
prohibido dentro de una comunidad, simbolizando una práctica o cargando de
significado sobrenatural algún elemento o persona. De esta manera, se regula en todas
las sociedades las prácticas socialmente aceptadas y las que no, se atribuyen normas
sociales a sus sujetos o se evitan prácticas que pongan en riesgo la supervivencia del
grupo.

73
Tal como nos indica Chamizo Domínguez, algunas de las funciones del eufemismo serían las de ser
cortés y respetuosos, elevar la categoría, refinar, dignificar una situación penosa, manipular
ideológicamente, evitar agravios, etc. (Chamizo Domínguez, 2004: 47 - 48)

147
Ignacio Alcalde Sánchez

Pero en este contexto y junto a la idea del eufemismo, nos referimos al tabú como esas
etiquetas conceptuales que han sido prohibidas (por la práctica sociocultural, no
legalmente) y que han pasado a configurar un conjunto de conceptos desterrados en la
actualidad. Así, palabras —incluso anteriores eufemismos— se han convertido poco a
poco en expresiones malsonantes que se han quedado obsoletas en este campo.
Aspectos como inferioridad, 74 pendenciero, malhechor u otros procedentes de la
tradición lombrosiana o positivista han quedado de esta manera al descubierto.

Una vez aclarado esto, podemos analizar la terminología empleada en el trabajo con
menores infractores y el cambio de esta terminología. Tal como decíamos al comienzo,
existe todo un corpus de palabras empleadas —la mayoría de las veces de manera
indistinta— en este campo, que nosotros pasamos a analizar brevemente.

Comenzamos con una definición general sobre el concepto de delincuencia, sobre el


que se desarrollarán los demás. Para Herrero Herrero se entiende como ―el fenómeno
individual y social constituido por el conjunto de las infracciones, contra las normas
fundamentales de convivencia, producidas en un tiempo y lugar determinados‖ (2001:
251). Además este autor, distingue entre delincuencia y criminalidad respecto al objeto
de estudio, ya que para él la delincuencia remite al sujeto infractor, por lo que se
podrían hacer subcategorías como delincuencia juvenil, delincuencia adulta o
delincuencia femenina, por ejemplo, mientras que criminalidad hace referencia al
conjunto de actividades delictivas en general, de un lugar o momento concreto. De todas
formas, incide este autor, una ciencia como la Criminología, si está bien equilibrada, no
debe hacer grandes distinciones entre ambos conceptos, ya que el estudio de uno le hará
necesario la aparición del otro (Herrero Herrero, 2001: 252).

De esta manera, y compartiendo el punto de vista de este autor, vemos como el


concepto de delincuencia —previo a un análisis más exhaustivo sobre menores— queda
enclavado dentro del plano sociocultural, estableciéndolo como un fenómeno inserto
dentro de cada comunidad y, por lo tanto, propio de cada cultura. De ahí este estudio y
nuestra creencia de la utilidad en la Antropología para su análisis.

74
De manera similar ha ocurrido con la terminología empleada en educación, especialmente en la
atención educativa a alumnos con necesidades educativas especiales, tal como nos indica Armenta
Moreno (2010).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Continuando con este enfoque, la definición de López Rey sobre delincuencia acaba
englobando todos estas acepciones, describiéndola como ―el fenómeno individual y
sociopolítico afectante a toda la sociedad o a una parte importante de la misma, cuya
prevención, control y tratamiento necesita de la cooperación de la comunidad al mismo
tiempo que un adecuado sistema penal‖ (1978: 10 - 11)

Visto así el concepto de delincuencia, a medida que acercamos nuestro foco de estudio
hacia los menores infractores, vemos cómo aparecen multitud de sinónimos tales como
delincuencia juvenil, inconducta, desviación, inadaptación, irregularidad, asociabilidad,
parasociabilidad, marginación, rebeldía (D´Antonio, 2004: 17), a las que podríamos
añadir otras más recientes como criminalidad juvenil, riesgo de exclusión social,
infractor, etc.

El dilema que se plantea ante la elección de uno u otro término enlaza con lo que
mencionábamos más arriba y tienen unas connotaciones que van más allá de la mera
selección de uno u otro concepto. El debate que suscita se sitúa en un plano anterior a la
terminología a emplear como mera dialéctica y no es baladí en cuanto que remite al
enfoque ideológico que sobre este tema vamos a hacer. Así, lo que se discute realmente
con estos conceptos es si la conducta delictiva tienen que ser acatada por un plano
exclusivamente legal, y por tanto se trataría de delincuencia juvenil solamente a las
actuaciones reguladas como tal (delitos y faltas), tal como expone la legislación que
regule tal fenómeno —en nuestro caso la LORPM— y delincuente juvenil al actor
ejecutante; distinguiéndose únicamente de las leyes para adultos por la ―calidad de sus
autores‖ (D´Antonio, 2004: 18), o por el contrario, debemos entender al menor infractor
desde otra perspectiva que lo extraiga del plano exclusivamente penal y lo englobe en
una perspectiva cultural donde haya aportaciones desde otras ciencias como la
Psicología, la Sociología o la Pedagogía entre otras; con las que trabajar este campo y
por lo que el concepto de delincuencia juvenil no quedaría acotado exclusivamente al
plano pena, sino que iría mucho mas allá. Haciéndose necesaria una revisión de este
concepto hacia otro que englobe todos estos aspectos y lo sitúe como un fenómeno
social complejo.

149
Ignacio Alcalde Sánchez

Según este autor, D´Antonio, es en la síntesis de ambas posturas donde se encuentra la


correcta. Bajo el epígrafe de Criminología, distinto al de Derecho Penal 75 , debemos
incluir a un conjunto de profesionales de los que los jueces de menores deben rodearse
para que complementen el bagaje juridiscional que éstos tienen, con un corpus teórico
de otras ciencias con las que realizar un análisis lo más completo posible respecto a
cada menor y atender de manera holística este fenómeno. Ya no sólo desde el plano
jurídico sino abordándolo desde todas las ciencias que puedan aportar su visión, antes,
durante y después de cometerse las infracciones.

Esta postura, obvia hoy en día, se complementa con la tendencia actual de suavizar y
fexilbizar los términos empleados en este objeto de trabajo. De esta manera, se tiende a
escoger términos eufemísticos que rehúyan de la estigmatización del menor al tiempo
que incluyan la mayor cantidad de acepciones posibles, destacando ese carácter
multidisciplinar que las ciencias actuales intentan adoptar.

Así, presentamos a continuación una serie de acepciones para cada uno de los conceptos
más utilizados en la actualidad y el significado que algunos autores en este campo le
han conferido.

Delincuencia juvenil
Tal como aparece en los estudios recientes, el concepto de delincuencia juvenil es el
más extendido y aceptado por todos los estudiosos de la materia, al mismo tiempo que
es el más criticado y es remarcada su inexactitud. El debate gira en torno a la
generalización de su uso a partir de la segunda mitad del siglo XX y la imprecisión de
su significado, en cuanto que recoge a un grupo indeterminado de sujetos al mismo
tiempo que los iguala con los mayores y su responsabilidad frente al Derecho Penal. Por
lo que, a pesar de su uso, las sucesivas críticas le han hecho perder peso en la
actualidad, siendo reemplazado progresivamente por otros términos acordes a la
ideología contemporánea.

Algunas definiciones sobre éste las encontramos en los siguientes autores:

75
Para un mayor análisis de este concepto se puede consultar el capitulo segundo de la obra
Criminología (parte general y específica) (Herrero Herrero, 2001), en la que realiza un estudio sobre la
relación entre ambas.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

V. Garrido Genovés tratando de definir este concepto se refiere a su significado


etimológico y semántico asociado a la juventud, es decir, al tramo de edad comprendido
entre la niñez a la edad adulta. Y en esa línea critica la relatividad de este concepto y
que, por tanto, el concepto de delincuencia juvenil no es exacto en cuanto que se asocia
a la mayoría de edad, que en muchos casos, no tiene nada que ver con la madurez o el
paso a la edad adulta. Por tanto, aclara este autor que

El delincuente juvenil es una figura cultural, porque su definición y tratamiento


legal responden a distintos factores en distintas naciones, reflejando una mezcla
de conceptos psicológicos y legales. Técnicamente, un delincuente juvenil es
aquella persona que no posee la mayoría de edad penal y que comete un hecho
castigado por las leyes.

La sociedad, por este motivo, no le impone un castigo, sino una medida de


reforma, ya que se le supone falto de capacidad de discernimiento ante los
modos de actuar legales e ilegales. (Garrido Genovés, 1986: 11)

Otra definición de este autor sería

Aun cuando este término no está exento de confusión (…) designa a aquellos
preadolescentes, adolescentes y jóvenes adultos que violan la ley penal de un
país. Todavía más: queremos en este capítulo hacer referencia explícita a los
delincuentes juveniles más persistentes, es decir, aquellos que cometen un gran
número de delitos, que han comenzado pronto su actividad delictiva (entre 8 –
10 años) y que con una elevada probabilidad seguirán cometiendo delitos cuando
lleguen a la edad adulta. (…) La primera reflexión, nos indica que el término
―delincuente juvenil‖ puede decir bien poco en términos reales.(…) a nuestros
efectos lo que nos importa es que trata de ―sujetos jóvenes‖ desde el punto de
vista madurativo, y por consiguiente cubren el sector de la delincuencia más
importante, a saber, el que va a nutrir al sistema penitenciario en los próximo
años, (…) (Garrido Genovés, 1992: 17 - 18)

Esta será la concepción de este autor sobre delincuencia juvenil, que, a pesar de su
relatividad, continuará empleando, añadiéndole también una connotación de
―multifracasado‖ o ―deficiente social‖ (Garrido Genovés y Redondo Illescas, 1997:
149), con lo que lo impregnaría de esa connotación de sujeto pasivo que el menor

151
Ignacio Alcalde Sánchez

tendría dentro de ese comportamiento. Como una víctima más de este fenómeno social.
Acercando, por tanto, este concepto de delincuencia juvenil a un significado global con
el que referirse a todo el trabajo sobre la juventud y su conducta antisocial.

En este aspecto, reconoce este autor que el concepto es inapropiado por dos aspectos
fundamentales: ―porque la delincuencia es uno de los múltiples aspectos de la
inadaptación social y, porque el menor no delinque, ya que sus infracciones se
encuentran excluidas del Código penal‖ (Garrido Genovés y López Latorre, 1992: 320).

En esta línea, tal como nos indica Vázquez González (2003: 25) aparecerán otros
autores que también apoyen esta postura y apuesten por otros conceptos más
generalistas y con mayor proyección. Es el caso de A. Beristain quien defiende que no
se debe hablar de delincuencia juvenil ni tampoco de delincuentes juveniles (y mucho
menos infantil), declinándose hacia el termino infractor e infracción por ser más neutral
y proponiendo un desarrollo de la noción específica de ―infracción juvenil‖ con la que
trabajar de manera independiente al derecho penal adulto y con la que excluirse de éste
(Beristain, 1991: 12).

Igualmente, C. Ruidíaz García incide en cómo se ha intentado sustituir este concepto


por otros más flexibles como menores inadaptados, menores en conducta antisocial,
menores extraviados o menores que cometen actos desviados, ante la problemática que
plantea la definición del delito y de menor para estos casos. (Ruidíaz García, 1998: 40).
Otra autora, M. F. Lillo Pedreño los califica de ―víctimas sociales‖, o tal como propone
H. J. Schneider ―la delincuencia infantil y juvenil en el sentido estricto es un
comportamiento que se denominaría delito en el sentido jurídico-penal, si hubiera sido
cometido por un adulto‖ (Vázquez González, 2003: 26). Por lo que preferiría ese
concepto en lugar de criminalidad juvenil ya que está exento del carácter negativo y
represivo, frente al carácter preventivo que plantea la delincuencia juvenil, aunque,
incide este autor, son preferibles otros conceptos propuestos actualmente como
desviación o conducta desviada, con los que abarcar mayor terreno.

Para Vázquez González (2003: 29) será éste el concepto a emplear ya que se mueve
dentro del ámbito del Derecho penal y —tal como indica la LORPM— distinguirá la
conducta delictiva del resto, creando una marca reconocible para no incluir bajo las
mismas premisas a jóvenes con conductas disruptivas o desviadas con jóvenes que
cometen delitos tipificados por el ámbito jurídico. De esta forma, deja abierto este
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

concepto, delincuencia juvenil, a una revisión en el caso de que se trate de trabajos en


otros campos, con lo que sería más acertado utilizar otros conceptos como desviación o
conducta antisocial, por ejemplo si estamos analizándolo desde otras áreas como la
Psicología o la Sociología, pero que se ajusta bastante bien si se define dentro del
campo del Derecho Penal, ya que el caso contrario ―atentaría contra el principio de
legalidad y la seguridad jurídica del menor (…) al tiempo que iguala el comportamiento
desviado con el de delincuencia, cuando el primero no tiene por qué ser siempre
negativo‖ (2003: 30).

Para D´Antonio (2004), al igual que para estos autores, también será inexacto este
concepto, pero se utilizará por ser el más aceptado. En su revisión terminológica, hará
un recorrido por los diferentes congresos internacionales celebrados sobre esta temática
y mostrará cómo se debatió al respecto en el Seminario Europeo sobre Bienestar Social,
celebrado en París en 1949 concluyéndose que

―la delincuencia de menores no debe considerarse como un hecho en sí, sino


como la culminación de una serie de influencias físicas, mentales, psicológicas ,
sociales, económicas e incluso políticas, que exigen una acción general y
coordinada y que puede explicarse por la inadaptación del niño a su medio
ambiente (…) los principios aplicables en esta materia deben referirse tanto a los
delitos definidos como tales en la ley penal como al comportamiento anormal
del menor que, al revelar un estado que llama de inadaptación, constituye un
aviso de probables delitos futuros y exige una pronta acción. (D´Antonio, 2004:
22)

Tras éstos, se sucederían otros congresos que ratificarían la inexactitud del concepto de
delincuencia juvenil aunque lo seguirían utilizando con una concepción amplia, hasta
que, progresivamente, se acotaría su uso al campo jurídico tal como se establecería en el
congreso de Londres de 1960.

Así pues, este concepto se utilizaría principalmente a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX con una concepción abierta, en la que se incluiría a todas las demás a pesar de
su imprecisión. Por lo que poco a poco sería sustituido, incluido en el ámbito penal, por
otras expresiones, remarcando la distinción entre delincuencia como el comportamiento
tipificado como tal y otras como la desviación como conducta que englobaría éstas y
otras actuaciones.

153
Ignacio Alcalde Sánchez

Criminalidad juvenil
Paralelo al concepto de delincuencia juvenil surge el de criminalidad juvenil. Esta
acepción, que ya hemos mencionado en el apartado anterior, haría mención a un aspecto
general con el que comprender un conjunto de actividades delictivas en lugar o
momento, o en este caso en una etapa de la vida, en lugar de un sujeto en concreto.
Debido a esto, el concepto de criminalidad juvenil no es muy empleado ya que, tal
como nos indica H. J. Schneider, connota una ―valoración social negativa y la
estigmatización‖, al tiempo que tiene un carácter represivo (Schneider, 1994: 824).

En el sentido opuesto se manifiesta A. Mesas Trives, que cree que el concepto de


criminalidad juvenil es apropiado para este objeto de análisis, ya que no es un
preconcepto jurídico y por tanto está libre de los significados que le atribuye el Derecho
penal.

W. Middendorf la definirá como

La conducta de un joven desaprobada por la comunidad y determinante de una


intervención del poder del Estado –casi siempre en forma de Tribunal de
menores- con observancia en todo caso de los límites de edad vigentes y dentro
del marco de los preceptos relativos a la responsabilidad penal. (Middendorff,
1964: 28, como se citó en Vázquez González, 2003: 27)

A pesar de ser un concepto más extendido en los países de lengua alemana, éste está
prácticamente en desuso por sus significaciones negativas, en cuanto al riesgo que
plantea de estigmatización o equiparación con la conducta adulta. Por lo que
prácticamente no es empleado, a pesar de que, en muchos casos, se sitúe de manera
similar junto a delincuencia juvenil o criminalidad de la juventud.

Desviación, inadaptación, comportamiento desviado o conducta desviada


Recientemente se ha preferido usar estos conceptos con los que se difumina su
significado negativo respecto a la conducta criminal, al tiempo que se eleva el foco para
englobar no solo la desviación de las normas legales sino también del todo compuesto
por las normas culturales y sociales. De esta manera, esta terminología deja en suspenso
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

la ruptura de las leyes penales indicando (y recogiendo) las posibles acepciones (causas)
de ésta, tales como fracaso, entorno desfavorable, desestructuración familiar, etc. e
indicando su posible re-direccionamiento así como la incidencia del ambiente social.

Según Mantovani, otro concepto similar a estos, la inadaptación juvenil, se definirá


como ―la dificultad, el modo anómalo de integración con el ambiente social de ciertos
jóvenes, que es efecto de una insuficiente madurez psicológica y de un defectuoso
proceso de socialización, que es causa de múltiples formas de conductas desviadas‖
(Mantovani, 1984: 64)

De esta forma, se dejaría una definición abierta, receptiva a diferentes enfoques con los
que englobar todas las posturas de diferentes campos, desde la delincuencia hasta la
psicología evolutiva y con la que pone el foco en el trabajo con éstos desde diferentes
frentes.

De la misma forma, Moffitt (1993), plantea el uso de conducta antisocial frente al


delito, con el que evitar la estigmatización del menor al tiempo que se fomenta la
creación de una terminología propia y útil para toda la diversidad cultural.

Pero hay que ser cautelosos con esta definición, ya que debemos implantar una
gradación en este concepto para no incluirlos a todos por igual, ya que debe existir una
diferencia entre la conducta inadaptada observable en el absentismo escolar o el inicio
en el consumo de alcohol y la conducta delictiva de quien comete actos prohibidos por
la ley.

Según Cloward y Ohlin —y continuamos con los aportes realizados por la obra de
Vázquez González— solo deberíamos incluir en esta etiqueta a estos últimos, a los que,
no solo actúan en contra de la sociedad, sino que además actúan de una forma que la
sociedad prohíbe específicamente, implicando una reacción de ésta. (2003: 28)

Respecto a las variantes que presenta este concepto, encontramos expresiones como
niño en dificultades, en situación de riesgo, menores disociales o incluso disidente.76

En contra de este término se muestra García Pablos que cree que es relativo e impreciso
para la Criminología, ya que se centra en una concepción social del comportamiento,

76
Vid. (Vázquez González, 2003: 28)

155
Ignacio Alcalde Sánchez

alejada del Derecho penal y del ámbito de estudio de la Criminología. (García Pablos de
Molina, 2003: 27)

Jóvenes en riesgo de exclusión social


Este nuevo concepto surge a partir de las Directrices de Riad77 , en el que se intenta
actualizar la terminología empleada con este colectivo, y según se describía, en
consonancia con el hecho de que la mayoría de los menores abandonan estas prácticas
pasada la adolescencia por lo que se evita el riesgo del etiquetaje que lo abocaría a una
conducta criminal adulta, al tiempo que se pone el foco de trabajo en la prevención con
medidas no punitivas en aquellos grupos de menores que estén en riesgo de conducta.

También aparecen otros conceptos impregnados de este enfoque, enlazando con los
anteriores como serían conflicto social, anomia, marginación, etc. (Herrero Herrero,
2001: 408), toda una amalgama de concepciones que ponen su centro de interés en la
complejidad del tema así como de la multitud de factores que intervienen en él. De esta
forma, elementos sociales, pedagógicos, evolutivos o políticos se verían afectados bajo
estos epígrafes.

Con la determinación de estas disfunciones, se crearía un concepto más amplio sobre el


problema del menor, que no se limitaría al ámbito meramente legal, sino que incluiría a
otros muchos campos, permitiendo el análisis de la delincuencia bajo otros prismas. Tal
como hemos analizado en la teorías criminológicas.

En este sentido, se hace evidente la pobreza del término delincuencia, en cuanto que
solo aborda situaciones de oposición al sistema legislativo, cuando en la actualidad, y de
cada vez más, se hace necesario un enfoque global e inclusivo para abordar este
fenómeno.

Tal como nos dice C. D. Spinellis sobre esta categoría de ―menores en riesgo social‖

Esta categoría es criminológica, social y jurídica; es un término flexible y


amplio, al mismo tiempo que relativamente preciso; centra la atención en
factores sociales o exógenos, y en factores personales o endógenos; cambia el
enfoque de la intervención y aborda directamente al problema real; representa

77
Véase el apartado sobre marco normativo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

una ideología progresista de la prevención de la delincuencia; y reemplaza


categorías inadecuadas por un modelo ideal. (Spinellis, 1990: 63)

Esta serie de concepciones nos sitúa en las puertas de la designación actual recogida por
la LORPM y que se implantará, poco a poco, en el resto de estamentos encargados de
este colectivo.

Así, progresivamente se abandonará la concepción de delincuencia y criminalidad


asignándose ésta exclusivamente a los adultos, pasándose a utilizar una nomenclatura
propia en el campo de los menores que recoja la complejidad del tema, al mismo tiempo
que excluya a los menores que no infrinjan la ley: el concepto de menor infractor.

Menores infractores
Aunque la mayoría de autores lo utilizará indistintamente en sus estudios de
Criminología junto a delincuencia juvenil o criminalidad juvenil, será el concepto más
generalizado en cuanto que se atribuye a un grupo en concreto de la población, no tiene
—de momento— connotaciones negativas y rehúye de las posibles estigmatizaciones78
que se le puedan atribuir como le ocurre a otros conceptos.

De esta manera, y a pesar de que en muchos estudios se emplee de manera indistinta,79


—lógico cuando se trata de estudios encuadrados dentro de la Sociología o la
Criminología— se irán adaptando progresivamente a esta expresión en cuanto que reúne
todos los requisitos que antes analizábamos y parece establecer parte de referencialidad
para todos los enfoques posibles.

El concepto de menor no establece un marco preciso como lo podría hacer el de juvenil,


sin crear marcas excluyentes con la dificultad que esto acarrea, y remarcando
simplemente el carácter del umbral de la edad con la que queda excluido de las leyes de
los adultos, al tiempo que subraya la necesidad de incluirlo en un grupo especial
respecto a que aún está formándose como ciudadano.

Por otro lado, el adjetivo infractor denota la situación respecto a la legalidad del sujeto
sin precisar su gravedad ni mucho menos las circunstancias o elementos que puedan

78
Tal como se muestra en el apartado sobre la etnografía sorprende a los propios menores la sustitución
de este concepto por otros con connotaciones peyorativas como delincuente juvenil.
79
Vid. (Garrido Genovés, Stangeland y Redondo, 1999)

157
Ignacio Alcalde Sánchez

marcarlo. De esta manera, bajo este epígrafe podríamos incluir toda la gradación que
aparece en la legislación acerca de la conducta ilegal, sin recurrir a adjetivos más graves
o definitorios.

Al mismo tiempo, tal como nos dice M. Venceslao Pueyo (2012: 52) tampoco este
concepto está exento de marca, en cuanto que incapacita al sujeto atribuyéndole esa
etiqueta de menor con la que justificará su tutela y actuación, remarcando la incapacidad
de éste. Por lo que también tendremos que ser cautelosos en su uso y conscientes de que
acabará arrastrando una significación peyorativa cuando sea definitivamente aceptado y
asimilado por toda la sociedad, al igual que ocurre en otros campos como la Educación
o la Psicología.

Nuestra postura
Si hacemos un recorrido por todo el conjunto de acepciones que hemos mostrado en los
apartados anteriores, vemos como podemos rescatar varias de ellas, agruparlas o
clasificarlas en diversas categorías con lo que obtendríamos unas u otras definiciones
respecto a nuestro objeto de estudio.

Conceptos como polifracasado, que aglutina teorías y corrientes sobre la criminalidad;


infracción juvenil, con la que crear una terminología propia y excluyente del Derecho
Penal y del trato adulto, o jóvenes en situación de riesgo social, con el que incidir en la
responsabilidad de todos respecto a este grupo, aparecen aquí como conceptos
justificados que podrían usarse en determinados momentos o ámbitos de estudio.

Una vez más, creemos necesario tener todas estas definiciones en cuenta y recogerlas
bajo un mismo epígrafe que las incluya y tenga presente, englobando las diferentes
aportaciones que han realizado desde todos los campos sobre este fenómeno. Es por
esto, por lo que definiciones como antisocial, infractor, desviado o incluso disidente,
serán tenidas en cuenta en nuestro estudio etnográfico en cuanto que presentan mayor o
menor grado de identificación con algunos de los perfiles que hemos observado en
nuestra investigación y, que por tanto, nos serán útiles tanto para obtener información
como para identificar y facilitar nuestro acceso y clasificación de los datos. Al igual que
ocurría con las teorías criminológicas, el compendio de todas ellas no debe suponer un
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

dilema de elección sino todo lo contrario, un bagaje con el que ayudarnos a la hora de
manejarnos con este campo de estudio.

Al margen de la evolución lógica de la terminología empleada, y las palabras en desuso


que lógicamente, también evitaremos, creemos fundamental conocer toda esta
clasificación en cuanto que nos ayudará con los perfiles de los menores y nos facilitará
su clasificación o comprensión.

A modo de conclusión respecto a las diferentes formas de referirse a este grupo, vemos
como depende del ámbito que se esté estudiando se empleará uno u otro concepto.
Desde el Derecho se podría hablar de delincuencia, desde la Psicología de adolescente
desviado y desde la Antropología como subcultura, y en todos los casos sería apropiado
y correcto su uso. Así que para englobarlos a todos y mostrar una visión aglutinadora,
flexible y abierta a la absorción de nuevas aportaciones se ha generalizado el uso de
menor infractor, que creemos acertado y con el que se crea ese paraguas que
buscábamos, bajo el que se cobijan todos los estudios relacionados con este objeto así
como la tendencia actual de investigaciones multidisciplinares con las que estudiarlo de
forma holística.

6.2. Las edades del delito

En relación directa con el apartado anterior, sobre la terminología a emplear, aparece


otro debate capital en su análisis, la concepción de la minoría de edad y la situación de
los márgenes en los que vamos a situar la responsabilidad penal del menor. Esto nos
ayudará también a entender cuál es el perfil del menor que se encuentra allí interno al
mismo tiempo que nos servirá como hilo conductor para analizar el enfoque que la
legislación tiene respecto al trato de éste.

Comenzamos con lo que dice la ley sobre la edad y revisando la concepción del menor
que ya hemos expuesto de manera general en el apartado sobre el marco jurídico.

159
Ignacio Alcalde Sánchez

En este aspecto vemos como la Ley Orgánica 4/1992 determina a los menores como
―las personas comprendidas entre los doce y dieciséis años‖, al tiempo que
encomendaba una reforma urgente de ésta legislación (España, 1992).

Esta reforma se realizaría con la LORPM, que ya en su exposición de motivos definirá


el concepto de menor relacionado con la edad de la siguiente manera:

1. Los principios expuestos en la moción aprobada unánimemente por el Congreso de


los Diputados, el día 10 de mayo de 1994, sobre medidas para mejorar el marco
jurídico vigente de protección del menor, se refieren esencialmente al
establecimiento de la mayoría de edad penal en los dieciocho años y a la
promulgación de «una ley penal del menor y juvenil que contemple la exigencia de
responsabilidad para los jóvenes infractores que no hayan alcanzado la mayoría de
edad penal, fundamentada en principios orientados hacia la reeducación de los
menores de edad infractores en base a las circunstancias personales, familiares y
sociales, (…)»
2. El artículo 19 del vigente código Penal, aprobado por la Ley Orgánica 10/1995, de
23 de noviembre, fija efectivamente la mayoría de edad penal en los dieciocho años
y exige la regulación expresa de la responsabilidad penal de los menores de dicha
edad en una Ley independiente. (…)
En segundo término, la edad límite de de dieciocho años establecida por el Código
Penal para referirse a la responsabilidad penal de los menores precisa de otro límite
mínimo a partir del cual comience la posibilidad de exigir esa responsabilidad y
que se ha concretado en los catorce años, con base en la convicción de que las
infracciones cometidas por los niños menores de esta edad son en general
irrelevantes y que, en los escasos supuestos en que aquéllas pueden producir alarma
social, son suficientes para darles una respuesta igualmente adecuada los ámbitos
familiar y asistencial civil, sin necesidad de la intervención del aparato judicial
sancionador del Estado(…)
Artículo 1. Declaración general. (…)
2. También se aplicará lo dispuesto en esta Ley para los menores a las personas
mayores de dieciocho años y menores de veintiuno, en los términos establecidos
en el artículo 4 de la misma. (España, 2000)80.

80
Hemos remarcado en negrita las partes del texto que se refieren a las edades.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

De esta forma, quedaría fijado el concepto de menor que englobaría a los individuos
situados en la franja entre los catorce y dieciocho años —estableciendo una división
interna en dos tramos de edad para los menores de 14 a 16 años y de 16 a 18 años—.
Esta ley también contempla a los menores de veintiún años como sujetos a los que se le
puede aplicar dicha ley aunque bajo una serie de premisas descritas en su artículo 4. Y
al mismo tiempo hace una distinción entre unos y otros, atribuyéndole el concepto de
menor a los comprendidos entre 14 y 18 años y el de joven para los menores de 21.

Así pues, encontramos que para la ley y por tanto para el ámbito de aplicación de ésta
—y por extensión de nuestro trabajo— los menores serán aquellos individuos mayores
de 14 años y menores de 21 años, pudiéndonos encontrar excepcionalmente a menores
de 23 años en el cumplimiento de su condena.

Tal como dice esta norma, por debajo de los 14 años se considera que las infracciones
cometidas no revisten gravedad por lo que se atenderán en base al Código Civil y demás
disposiciones vigentes, bastando para darles respuesta el entorno familiar y las
instituciones dirigidas a su protección.

Tenemos así, como punto de partida de este apartado, que el concepto de menor se
atribuye a los individuos mayores de 14 y menores de 18 años, haciendo un tratamiento
especial para los jóvenes (entre 18 y 21) que también podrían incluirse en este grupo
bajo circunstancias específicas.

Este debate nos abre dos vías para su análisis: la concepción de la minoría de edad y
otro —que desde la Antropología no podemos resistirnos a analizar— el concepto
antropológico de edad.

La minoría de edad
El establecimiento de un peldaño que sitúe de manera nítida la concepción de menor y
mayor de edad, con lo que ello supone de cara a la responsabilidad penal que el
individuo pueda tener respecto a los actos que realiza, no es una tarea sencilla y mucho
menos consensuada en cuanto a que aparezca un elemento diferenciador que ayude a su
determinación.

161
Ignacio Alcalde Sánchez

Siguiendo las teorías anteriormente expuestas sobre las razones de la criminalidad,


vemos como depende de la que escojamos, el menor será más o menos responsable de
sus actos, por lo que tendrá (o debería tener) mayor o menor peso la actuación judicial
sobre éste. Pero no es eso lo que tratamos aquí, ya que nuestra ley precisa cuál va a ser
el enfoque —el del menor como sujeto con exigencias especiales que demanda una
actuación preventivo especial orientad a la reeducación y resocialización (LORPM pág.
1423)—, así que lo que buscamos aquí es dónde establecer el escalón entre minoría y
mayoría, qué tramos se diferencia en cada etapa y en qué se fundamenta.

De esta manera, esta franja que separa de la legalidad adulta y la inimputabilidad


absoluta de cara a la ley, se hará coincidir con unos años u otros dependiendo de varios
factores que se analizan de diferente modo según la cultura en la que estemos inmersos.
Un ejemplo de esto nos lo da la LORPM que establece la franja comprendida entre los
14 y 21 años como límites de este grupo, mientras que los estudios sobre delincuencia
juvenil situarán en este grupo, tal como hace la Criminología, a todos los sujetos por
debajo de los 25 años (Vázquez González, 2003: 30)

Aún así, existen tres variables con las que podemos comenzar a acercarnos al análisis de
la delimitación de la minoría de edad: la concepción del discernimiento, el enfoque
del modelo garantista de la ley y la separación del derecho penal. Estas serán las tres
claves para entender cómo varía esta franja a lo largo de la historia y entre unos países y
otros.

Evolución histórica del discernimiento


La concepción del discernimiento será una de las premisas en torno a la que se
situarán los enunciados legales para este colectivos. Determinar que un menor ha
actuado con plenitud de consciencia y como un sujeto social más, por lo que estaría en
una situación similar a la de los adultos o por el contrario, catalogarlo como una persona
inmadura, que no es responsable de sus actos y sí, en parte, la sociedad en que está
envuelto, será crucial a la hora de enunciar las leyes y condenas a las que podrá
enfrentarse. Siendo uno de los criterios sobre los que se ha basado la determinación de
la edad a lo largo de la historia del derecho penal juvenil, en algunos casos de manera
exclusiva, otros, como en la actualidad, atenuado bajo una amalgama de principios
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

(Psicología Evolutiva, Pedagogía, estado del bienestar) que también se tienen en cuenta
en la formulación de la legislación correspondiente.

Es por esto por lo que el discernimiento aparece en prácticamente todas las regulaciones
hacia este colectivo y nos puede servir para hacer un breve recorrido histórico sobre la
concepción del menor, al tiempo que nos mostrará su importancia. De esta manera, si
analizamos los principales códigos legales que nos encontramos a lo largo de la historia,
vemos cómo ya en el derecho romano se establece la discusión por la que un menor
debe afrontar las consecuencias de sus actos. De esta manera, se distinguía entre
infantes, impúberes y menores, estableciendo tres límites de edad, que irían hasta los 5
años (era inimputable por la falta de desarrollo mental), edad que aumentaría hasta los 7
años en la época del Imperio, una segunda etapa hasta los 12-14 años (en la que se
presumía esta falta de desarrollo), en la que se establecían condiciones especiales como
la prohibición de la pena de muerte y se atenuaban los castigos y a partir de esta edad, la
siguiente franja, que se debía probar su falta de discernimiento, no hasta los 16-18 años
que serían los menores, sino en todas las acusaciones que usaran este alegato como
defensa, estableciéndose penas algo mitigadas para los menores de 18 (Cruz y Cruz,
2007: 338).

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, aparecerán otros códigos que situarán
el límite de edad en diferentes edades. Así, el derecho anglosajón situará el límite en los
diez años, el derecho germano en los doce y dentro de los reinos franco-visigodos se
situará en los catorce años (Cruz y Cruz, 2007: 339).

El derecho canónico continuará con la tradición del derecho romano en cuanto que
establecerá varias etapas y dejará al criterio judicial la valoración de la capacidad de
discernimiento. Éste establecerá la inimputabilidad por debajo de los 7 años y un tramo
que irá desde los 7 hasta los 14 en la que se supone una responsabilidad dudosa, que
dependerá del grado de malicia y quedará a expensas de la decisión judicial (Blanco
Escandón, 2006: 87).

En el código de las Siete Partidas de Alfonso X se establecerá la irresponsabilidad


completa del menor cuando no haya cumplido los 10 años y medio y se atenuará la
culpabilidad si no ha llegado a los 17. De la misma forma, las Leyes de Aragón y
Navarra establecerían sus límites de edad, al igual que hacía el código romano, en los
siete y catorce años para cada etapa.

163
Ignacio Alcalde Sánchez

En esta misma época, en 1268, en Francia se establecían tres etapas que irían hasta los
10 años de irresponsabilidad absoluta, de los 10 a los 14 en la que recibirían
amonestaciones o golpes y por encima de los 15 años que se les daría trato de adulto
(Blanco Escandón, 2006: 88), de la misma forma, en esa época, en Inglaterra se
determina no condenar a los menores de 12 años por robo.

Dentro del derecho llamado intermedio, destaca la Peinliche Gerichtsordnung


enunciada por Carlos V (1532) (Cruz y Cruz, 2007: 339), que continúa con la capacidad
de discernimiento como variable clave en la responsabilidad penal del menor. Ésta, en
su artículo 164, situaba para los menores de 14 años ―penas de castigo corporal y
renuncia eterna a vengarse (en lugar de la pena capital)‖, pero si se comprobaba que
había actuado con la malicia de los mayores podía ser penado en bienes, cuerpo o vida
(Cruz y Cruz, 2007: 339).

De la misma forma ocurrirá en las principales ciudades europeas a lo largo de los siglos
XVII Y XVIII, en las que habría que valorar la capacidad de éstos (dolo capacitas) para
establecer la pena, que podría ir desde el castigo físico, látigo o varillas, al destierro,
cárcel o pena capital en casos de suma gravedad; tal como aparece en la sentencias
dictada por el Tribunal de Escabinos en Leipzig en 1618 por incendios o las diferentes
sentencias basadas en los dictámenes del célebre jurista sajón B. Carpzovio (Oneca,
1950: 69) en las que podemos entrever como se aplicaban penas de muerte a menores
(incluso por debajo de los 8 años) todavía en el siglo XVIII.

En Estados Unidos, según lo dispuesto con las Common laws británicas, se establecía
que por debajo de los 7 años eran inimputables y los mayores de 14 serían tratados
como adultos, estableciendo esa franja intermedia en función del discernimiento,
llegando a condenar a muerte a menores de 12 años si se comprobaba este dolo
capacitas (Blanco Escandón, 2006: 97).

Ya en el siglo XIX, empapados de las corrientes humanistas, se comienzan a suavizar


las leyes de los menores así como a establecer nuevos peldaños en su clasificación. De
esta manera encontramos como en Baviera en 1813, se sitúa en los 8 años el límite por
el que la inimputabilidad sería absoluta, al igual que en otros lugares de Europa se sitúa
en torno a los 10, 11 o 12 años (Cruz y Cruz, 2007: 340). De la misma forma se fija
como mayoría de edad los 16, 18 o 21 años y se consolida la figura del dolo capacitas
con la que valorar la capacidad de discernimiento que tiene el sujeto.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Ejemplos de esto serán Inglaterra, que en 1847 crea la Juvenile Offender´s Act con la
que intentará mejorar la situación de los menores infractores, Francia, que en 1810
creará su Código Penal, igualando los adolescentes a los adultos y frenando la evolución
legislativa a este respecto, Suiza, que prohibirá la publicación en los procesos a menores
en 1862 (Blanco Escandón, 2006) o España que establecerá en su Código Penal de 1822
la inimputabilidad de los menores de 7 años y la evaluación de los menores entre 7 y 12;
ampliando estos límites de nuevo en su Código de 1848, en los que considerará exentos
a los menores de 9 años y a los mayores de 9 sin discernimiento, sometiendo a
consideración a los menores comprendidos entre los 9 y 15 años y atenuando las penas
para los comprendidos entre los 15 y 18 en función, también, de esta capacidad de
discernimiento (Coy y Torrente, 1997: 41)

En esta época —siglo XIX— la escuela clásica de derecho penal, encabezada por
Francisco Carrara, introducirá cuatro periodos sobre la imputación que servirá de base a
la legislación posterior: irresponsabilidad absoluta, responsabilidad condicional,
responsabilidad plena y responsabilidad modificable en sus resultados (Cruz y Cruz,
2007: 341). Situando así una etapa inicial que acoge dos grupos de edad, que irían hasta
los 7 años de inimputabilidad absoluta y otra de impubertad hasta los 12 años en la que
tampoco será responsable al carecer de discernimiento. En el segundo periodo (de
responsabilidad condicional), establece también dos grupos de edad, de los 12 a los 14
años y de los 14 a los 18, en la que el discernimiento se le presume por lo que debe ser
valorado. Si no se acredita se le absuelve y si se le acredita, debe ser castigado aunque
con menor intensidad que a un adulto (Cruz y Cruz, 2010: 16).

Ya en el siglo XX, vemos cómo los diferentes países van a regular en función del
enfoque legislativo que tengan. De esta manera, encontramos algunos ejemplos como
Francia que en 1912 redacta la Ley sobre Tribunales para niños y adolescentes y de
libertad vigilada con la que se crean los primeros tribunales de menores —imitando, tal
como decíamos antes, a los primeros creados en Estados Unidos, que habían surgido en
Chicago en 1899—, pone fin al concepto del discernimiento como elemento clave para
enjuiciar a un menor y sitúa dos franjas de edad, una por debajo de los 13 años por la
que es inimputable y otra entre los 13 y 18 por la que es juzgado por estas nuevas
instituciones aún haya actuado sin discernimiento, pudiendo ser condenado a cumplir
condena en una colonia penitenciaria. Este recorrido será ratificado con la Ordenanza de
2 de octubre de 1945 en la que se eliminará la idea del discernimiento aunque será

165
Ignacio Alcalde Sánchez

retomado a raíz de la Sentencia Laboube de 1956 y finalmente en la ley de 9 de


septiembre de 2002 con la que se reintroducirá como elemento a tener en cuenta en las
sentencias a menores, al tiempo que se sitúa en 13 años la edad mínima con
responsabilidad penal.

En Italia se fijará en el Código Penal de 1930 una irresponsabilidad plena hasta los 14
años y la valoración del discernimiento entre los 14 y 18 años, creándose los primeros
tribunales de menores para ello en 1934 (Solís Quiroga, 1986: 17). Actualmente se
mantiene esa franja de edad entre los 14 y 18 años.

En Alemania será la Ley de Tribunales para Menores de 1923 la que declare


inimputables a los menores de 14 años y atenuantes para los comprendidos entre 14 y
18 años. En la actualidad intenta minimizar el internamiento de menores, fomentando
las sanciones educativas dentro del ámbito familiar, situando la edad para ser juzgado
como menor entre los 14 y 18 años.

En Canadá, la Juvenile Delinquent´s Act de 1929, estableció la minoría de edad a los 7


años y de los 7 a los 14 años se aplicarían medidas de tipo correccional en función del
discernimiento. Actualmente la legislación sobre menores sitúa a los menores
comprendidos entre los 12 y 17 años con responsabilidad penal.

En Estados Unidos a lo largo del siglo XX se ha intentado regular de manera específica


a este colectivo, al igual que ha ocurrido en otros países. Aquí, a pesar de que cada
estado tiene materia legislativa propia establece su mayoría de edad entre los 18 y los
16, en concreto hay 38 estados que lo sitúan en los 18 años, 8 estados a los 17 años y 4 a
los 16 (Herrero Herrero, 2001: 405). De la misma forma 33 estados no tienen
determinada una edad mínima de inimputabilidad y los que sí la tienen, ésta oscila entre
los 7 y los 10 años.

En España, el Código Penal de 1928 eliminaría el concepto del discernimiento y


situaría el límite de la responsabilidad penal en los 16 años. Posteriormente, la Ley de
Tribunales Tutelares de Menores de 1948 continuará manteniendo la minoría de edad en
los 16 años, hasta su reforma actual que lo fijará entre los 14 y 18 años.

Junto a estos, otros países realizan una determinación similar como Colombia, que
establece la minoría entre los 7 y 17 años, Costa Rica que la sitúa entre los 12 y los 18
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

años, México, entre los 12 y 18 años u otros más alejados del occidente cultural como
Japón, que la sitúa entre los 14 y los 20 años.

Ya en la actualidad, y situando en un entorno próximo, siguiendo las aportaciones


realizadas por González Tascón, vemos como en el

contexto europeo parece predominar la opción de fijar el comienzo de la


responsabilidad penal en los 14 años, así Alemania, Austria, España, Italia o
Hungría, pero también se sitúa en los 15 años, caso de Dinamarca, Finlandia o
Suecia; en los 16 Portugal o Luxemburgo; Bélgica en los 18; Irlanda y Países
Bajos en los 12; Inglaterra y Gales e Irlanda del Norte en los 10; o Escocia en los
8. (González Tascón, 2008: 178)
De la misma manera, la extensión de la legislación del menor hacia las primeras etapas
de la vida adulta lo hace en algunos casos hasta los 21 años en el caso de Alemania,
Países Bajos y España aunque en otros muchos lo que se establece es la edad como
circunstancia atenuante, como Austria, Alemania, Grecia, Suecia o Polonia o en otros
lugares se realiza un trato especial en cuanto al cumplimiento de la condena o la
concesión de la suspensión condicional de ésta como en Italia (González Tascón, 2008:
176 - 178).
Volviendo sobre el enfoque de este apartado, sobre la determinación de la edad en
función del discernimiento, vemos cómo en la actualidad algunos países utilizan un
criterio biológico para la determinación de la franja de edad mientras que otros emplean
un método mixto biopsicológico con el que dejar abierta la posibilidad de evaluar la
capacidad de los menores en sus actuaciones.81

Modelo ideológico legislativo


Junto a esta idea del discernimiento, que servirá de base para enunciar en qué edades se
sitúa esta categoría de ―minoría de edad‖, aparece otro elemento crucial: el enfoque
garantista o modelo ideológico que sustenta la legislación.

Este tema ya ha sido tratado en nuestro epígrafe sobre el marco jurídico donde
analizábamos la legislación que ampara todas las actuaciones con menores y
mostrábamos cómo ha surgido y evolucionado todo un corpus de materia legislativa en

81
Véase Derecho Penal Juvenil (Vázquez González, 2007)

167
Ignacio Alcalde Sánchez

torno a la figura del menor82. Por esto, resulta interesante retornarlo y profundizar en él,
ya que dependiendo del modelo que empape la legislación, encontraremos que los
centros de menores podrán adoptar unos u otros rasgos muy diferentes. Y a pesar de que
se ponía el acento en la necesidad de establecer un trato particular y especial sobre este
colectivo, de la misma manera que se enunciaba una serie de derechos inalienables y un
conjunto de actuaciones universales a cumplir, también podíamos observar cómo
dependiendo del país que analizásemos, el modelo legislativo se acerca más a un
enfoque u otro, situando las penas para los menores en diferentes escalas y
respondiendo éstos, ante la ley, de muy diferente forma.

Así, de forma general vemos como la normativa europea tiene un carácter humanista y
tenue respecto a la responsabilidad penal del menor mientras que el enfoque
estadounidense se caracteriza por ser más rígido y enérgico, estableciendo incluso la
pena de muerte en algunos estados (Cruz y Cruz, 2010: 8).

De esta manera, por tanto, respecto al enfoque del modelo garantista, podemos
observar como los menores se pueden enfrentar a consecuencias muy diversas según el
código legislativo que les ataña. Tal como nos indica González Tascón (2008: 153),
podemos englobar estas actuaciones según el enfoque bajo el que se redacten dichas
normas, ya estén basadas en el bienestar del menor u orientadas hacia la justicia, por lo
que intentarán centrar su atención en las necesidades del menor y sus razones delictivas
con el fin de corregirlas en el primer caso, o por el contrario, intentarán responsabilizar
al menor implantando medidas de carácter sancionatorio con el fin de resocializarlo.

Ambos enfoques persiguen el mismo fin por lo que confluirán en muchos casos,
creando diferentes modelos de actuación con los menores infractores. Siguiendo los
modelos expuestos por esta autora (González Tascón, 2008) vemos como podemos
encontrar seis modelos diferentes en sus propuestas:

 Modelo de protección o tutelar.


 Modelo educativo o rehabilitador.
 Modelo de responsabilidad o de justicia.
 Modelo de justicia reparadora.
 Modelo de intervención mínima.

82
Véase lo descrito sobre la declaración de Derechos del niño en 1959, la Declaración de las Normas de
Beijing de 1985 o las Directrices de Riad de 1990 en el apartado sobre el marco jurídico.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

 Modelo neocorreccionalista.

Haciendo un breve recorrido por estos vemos cómo los diferentes planteamientos
comienzan con el modelo de protección o tutelar que surgirá a finales del siglo XIX y
principios del siglo XX en el seno de la problemática que abría la nueva sociedad
industrial y por la que aparecía una nueva bolsa de pobreza, principalmente urbana, en
la que la mendicidad y el vagabundeo hacían mella en la adolescencia y la infancia.

Basado en la ideología positivista de la época surgen los primeros tribunales de menores


así como las primeras normas desarrolladas específicamente para este colectivo. Y será
esa ideología positivista criminológica la que alumbre el trato que éstos van a recibir: la
de un enfoque de enfermedad o anormalidad, por la que se les considerará incapaces o
necesitados de curación, por lo que se les debía proteger y cuidar.

Basados en este enfoque, los menores que tengan una conducta criminológica serán
tratados como débiles o vulnerables buscando la causa de su enfermedad no sólo en
aspectos biológicos sino también sociales, por lo que la corrección debe realizarse bajo
un internamiento en el que se aparte de su entorno familiar y social al tiempo que se
reeduque bajo las premisas del hábito del trabajo, la enseñanza y la religión (González
Tascón, 2008: 157)

Bajo este enfoque, también llamado paternalista o caritativo por ese carácter asistencial,
se incluirá a todo el conjunto de menores problemáticos o en peligro que comentan
delitos o simplemente estén desasistidos, haciéndose cargo, sin distinción entre unos u
otros, de toda esa bolsa de población surgida como consecuencia de los efectos de la
Revolución Industrial.

Bajo este modelo aparecerán los primeros Tribunales para menores específicos, para los
que se escogerá, así como para las instituciones dispuestas para su reeducación, personal
no especializados en la carrera judicial, seleccionados en función de su buena voluntad
o reputación. Lógicamente, este sistema será progresivamente desplazado a medida que
el menor en lugar de ser considerado como ―objeto de protección pase a ser un sujeto de
derechos‖ (González Tascón, 2008: 159).

Algunas leyes que se enunciarán bajo este prisma serán la Loi sur la protection de
l´enfance, de 1912 en Bélgica, la Illinois Juvenlie court Law, de 1899 en Estados
Unidos, que impulsará la creación del Cook County Juvenile Court en Chicago

169
Ignacio Alcalde Sánchez

(mencionado ya como el primer tribunal de menores de la historia), la Canadian


Juvenile Delinquents Act of 1908, de Canadá, la Penal Children´s Act de 1901 en los
Países Bajos o la Children Act en Gran Bretaña en 1908 con las que se comenzaría a
regular este carácter proteccionista y paternalista por parte del estado hacia los menores
de edad (González Tascón, 2008: 159 - 162).

El segundo enfoque respecto al modelo de legislación, siguiendo las doctrinas de esta


autora (González Tascón) se ha denominado modelo educativo o rehabilitador. Éste,
responde a la ideología imperante tras la Segunda Guerra Mundial, a lo largo de las
décadas de los 60 y 70 principalmente, por la que el estado de bienestar intenta
expandirse por todos los ámbitos de la sociedad, aumentando las prestaciones sociales.
Esto, sumado a los nuevos avances producidos en la Psicología o la Pedagogía, al
tiempo que los estudios criminológicos han abandonado las premisas positivistas para
poner su foco de estudio en los contextos sociales, provocan el auge de un nuevo
modelo de intervención basado en la reeducación fuera de las instituciones judiciales
para adultos.

Los servicios sociales comienzan a expandirse, proponiendo nuevos modelos para el


cumplimiento de sus medidas, marcando ese enfoque educativo, permisivo y tolerante,
con el que atender el tratamiento educativo, no sólo del menor, sino de toda la familia,
recurriendo al internamiento como último recurso.

Este modelo tendrá sus mayores cotas de éxito en los países nórdicos (Finlandia,
Dinamarca o Suecia) en los que se primará la prevención y el tratamiento desde las
autoridades administrativas, tratando de reorientar al menor, ayudados por una gran
infraestructura social y minimizando la acción de los órganos judiciales.

Ejemplos de esto son los comités locales de bienestar social de Suecia o la Social Work
(Scotland) Act, de Escocia, de 1968, que suprimía los tribunales de menores en busca
del bienestar del menor.

El tercer modelo, llamado de responsabilidad o de justicia nace entre los setenta y


ochenta en oposición a los modelos anteriores y basado en el principio de libertad
humana por el que el menor debe hacerse responsable de sus actos mediante la
aplicación de una medida que castigue y eduque al tiempo que se redactan los derechos
del niño y las principales pautas de actuación sobre éstos desde las Naciones Unidas.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

De esta manera, el modelo garantista por el que este sujeto no es tratado como un
enfermo ni pasivo frente a la ley sino como sujeto al que se le reconocen sus derechos,
verá cómo también tiene cabida y espera una responsabilidad en los actos del menor a
medida que va adquiriendo el estatus de persona adulta.

Este modelo será el planteado por las diferentes normas que enunciarán las Naciones
Unidas por las que, exceptuando a los menores sin capacidad de culpabilidad, entenderá
que los menores deben ser responsabilizados de sus actos a través de una medida basada
en el tratamiento educativo.

Al mismo tiempo se contemplará la actuación con menores en torno al modelo


norteamericano de las cuatro D: desjudicialización, desinstitucionalización,
despenalización y due process (proceso justo) (González Tascón, 2008: 173 - 189) por
las que se garantiza evitar las posibles consecuencias negativas que el tratamiento penal
de los menores pueda tener.

El cuarto modelo de justicia sería el modelo de justicia reparadora, éste trata de dar
un enfoque distinto tanto al sentido de la sentencia como al trato de la infracción en sí
misma.

Este modelo presenta al delito como un conflicto en el que aparecen varios


protagonistas inmersos: el infractor, la víctima y la comunidad junto al Estado. Por lo
que la medida judicial tiene que ir encaminada a resolver ese conflicto, reconciliando y
reparando el daño producido al tiempo que restablece la paz en la comunidad.

De esta manera, la sentencia judicial irá encaminada a resolver el conflicto que,


entiende se ha producido y ha desencadenado la realización de los hechos, al mismo
tiempo que intentará restaurar y reparar el daño. Para ello creará órganos específicos
que ayuden en ese proceso de mediación y que evalúen si se ha realizado con éxito.

Siguiendo el modelo o de las tres r: restoration, responsabilitiy y reintegration, las


relaciones entre víctima e infractor se reformulan bajo un enfoque de tratamiento y un
proceso de mediación con el que trabajar con todos los involucrados. Una de las
aportaciones más originales de este modelo será la creación de un órgano que decida
sobre ese proceso de mediación y que estará compuesto por las personas involucradas
en el suceso (familias, comunidad) que actuarán como alternativa al proceso judicial
(González Tascón, 2008: 191)

171
Ignacio Alcalde Sánchez

Este modelo de justicia reparadora se implantará en Nueva Zelanda en 1989 con la


Children, Young Persons and Their Families Act, con la que se creaban las family group
conferences, grupos de evaluación con los que se comenzaba a evaluar este proceso y
que podían servir incluso, en algunos casos, como alternativa al tribunal.

En Europa lo implantó Irlanda del Norte en 2002, creando las youth conferences por las
que se establecían dos tipos de asambleas con las que se evalúa el proceso de actuación
con el menor o las posibles sentencias con las que hacer frente a sus actos, así como el
control del cumplimiento de éstas.

Estos modelos de propuesta y evaluación de la mediación se han llevado a cabo en la


mayoría de los países que poco a poco van incorporando herramientas con las que
trabajar en esta dirección. Ejemplo de esto son Australia, Canadá, Noruega, Alemania,
Bélgica.

En España, este enfoque se inició en Cataluña que comenzó con programas de


mediación en 1990 y posteriormente en el resto del Estado con la LORPM en la que se
establece la conciliación y reparación del daño como uno de los elementos clave para la
modificación de la medida (González Tascón, 2008).

El modelo de intervención mínima que estuvo presente en las legislaciones de los


setenta y ochenta, ha perdido fuerza en la actualidad a favor de otros modelos como el
citado anteriormente (de justicia reparadora). Éste, se basaba en los estudios sobre las
teorías criminológicas surgidos en esta época, especialmente dentro de la criminología
crítica, que sostenían que uno de los efectos del internamiento era la estigmatización del
menor y su refuerzo en la construcción de una cultura delictiva. De esta manera,
planteaban el internamiento como una causa más en el ahondamiento de la problemática
y no como una solución, por lo que establecían que las medidas hacia los menores
tenían que ir encaminadas hacia otras propuestas dentro de la comunidad y evitando su
internamiento.

La desjudicialización que después recogerán otros modelos y se tendrá muy en cuenta


en la legislación actual aunque ésta se plantee bajo otros modelos.

Por último, el modelo neocorreccionalista que se distancia en algunos puntos de los


modelos anteriores y parte de la concepción del Estado de la Seguridad como elemento
clave para su desarrollo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Este modelo plantea aspectos como la intervención temprana, un enfoque punitivo, la


responsabilización del menor, incluso la de sus padres, ante los actos realizados, y una
política de tolerancia cero frente a las infracciones, destacando la atención temprana en
estas incluso la apertura hacia la legislación adulta.

No actúa por tanto en base al principio de bienestar del menor y en ocasiones podría
criticarse su carácter excesivamente punitivo.

Este modelo empaparía la legislación de algunos países como Estados Unidos, donde
predominó en los ochenta y noventa o Inglaterra y Gales que se han convertido en los
países europeos con una legislación más restrictiva en este aspecto, rechazando la
filosofía de intervención mínima para adoptar una nueva postura con la que hacer más
seguras las comunidades y que criminaliza incluso los comportamientos antisociales.

En resumen, vemos como depende del lugar y de la ideología imperante, el derecho


penal juvenil tendrá un tratamiento u otro, pudiendo establecer los límites de edad en
una franja bastante amplia que iría desde los 10 años —de la conducta antisocial
inglesa— a los 20 años de mayoría de edad japonesa o 21 años que establece la ley del
menor de España o Alemania. Conformando así toda una amalgama de premisas y
situaciones con las que determinar la figura del menor.

Separación del derecho del menor


Por último respecto a la separación del derecho del menor respecto al derecho penal,
así como de las instituciones que se encargan de ello serán otras de las premisas básicas
que caractericen la determinación del menor y su trato frente a la ley. Aunque ya hemos
mencionada algo al respecto en este apartado —como la creación progresiva desde
principios del siglo XX de los primeros tribunales de menores o la legislación sobre
mediación— lo hemos desarrollado de manera específica en los apartados
correspondientes al marco jurídico y la historia de los centros de internamiento en los
que hemos mostrado cómo se produce una progresiva separación tanto del derecho
como de las instituciones hasta alcanzar un estatus propio e independiente por el que los

173
Ignacio Alcalde Sánchez

menores responderán de sus actos ante tribunales propios y especializados y cumplirán


sus condenas en centros destinados específicamente a este uso83.

Como podemos observar, se trata de encontrar un límite de edad que se aproxime al


nivel de desarrollo, que identifique la situación de minoría de edad y por tanto de
incapacidad madurativa con una franja de edad, entendida ésta como la edad psicológica
y estructural de un sujeto, por la que se pueda fijar esa situación previa a la edad adulta.
En definitiva, se trata de un debate (casi filosófico y político) que se sitúa en el mismo
plano que la enunciación misma de la ley de responsabilidad del menor en cuanto a su
enfoque, efectividad, necesidad y adecuación.

El concepto antropológico de la edad


La edad ―expresa la sucesión de etapas del desarrollo físico del individuo; forma de
evaluación con fundamentos biológicos, la edad tiene una significación social‖ (Bonte y
Izard, 1996: 230). Es decir, sirve como referencia para situar al sujeto en un lugar de su
desarrollo vital, según el esquema social impuesto. Junto al sexo, sirve para discriminar
su lugar en la sociedad (Bonte y Izard, 1996: 230). Ejemplo de esto son las sociedades
de África Oriental84 que se organizan en clases de edad, agrupadas por generaciones o
los Oromo de Etiopía que cuenta con un sistema generacional de la edad con un mayor
grado de complejidad, presentando hasta diez grados diferentes para grupos de unos 80
años.

Lógicamente, esta concepción de la edad está en relación directa con la configuración


del tiempo (Baxtor y Almagor, 1978) y aparece principalmente como una marca social
con la que identificar los roles y funciones sociales de cada sujeto.

En definitiva, la edad es un concepto perteneciente al plano cultural y por tanto relativo


en su categorización, ya que puede variar de una cultura a otra. La forma de interpretar
los diferentes peldaños por los que va atravesando un sujeto es subjetiva y dependiendo
de la cultura en la que esté inserto se identificará en una edad u otra y asumirá unos u
otros roles. Tal como nos indica San Román, no son universales esas formas de dividir
el ciclo vital (1989: 130)

83
Véanse los apartados sobre Antropología e Historia y Antropología y Derecho.
84
Vid. From generation to generation; age groups and social structures (Eisenstadt, 1956) y Age class
systems (Bernardi, 1985).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Un ejemplo de esto lo podemos observar en cómo en determinadas situaciones de


estudio, la Antropología (y otras ciencias) establecen el paso a la edad adulta de una
niña a mujer con la primera menstruación, lo que se conoce como edad núbil (edad de
matrimonio), algo que es a todas luces insuficiente en multitud de legislaciones y tan
solo un modo —más o menos objetivo— de establecer un peldaño con el que
diferenciar este paso. Aunque basta con echar un vistazo a nuestra propia cultura para
observar como ese límite no es del todo suficiente, y el paso de niña a adolescente y de
ahí, a adulta se hace con posterioridad.
De la misma manera, el paso de niño a adulto no está tan claro y si existen culturas que
lo fijan a través de celebraciones con las que ir progresivamente insertando a éste en la
sociedad adulta —comunión y confirmación, Bar Mitzvah, fiesta de los quintos, etc. son
ejemplos de ellos— hay otras que no tienen un establecimiento tan nítido de este paso o
incluso no existe esta diferenciación de edades.
Si en nuestra cultura establecemos varios grupos de edad (bebe, niño, adolescente,
joven, adulto, anciano) en otras culturas establecerán otros grupos de edad (niño, adulto)
o incluso —que es lo que discutimos aquí— no tendrán esa percepción o esa necesidad
de la edad en la persona, por lo que el problema se traslada a un plano cultural.
A lo largo de la Antropología y en concreto de la Etnografía, podemos observar cómo la
organización social según la edad era una de las premisas principales a tener en cuenta y
una herramienta muy útil para su estudio. Desde los clásicos como H. Maine, L.H.
Morgan o H. Spencer —que lo define como uno de los aspectos más básicos y cruciales
de la vida humana— a los estudios sobre los ritos de paso de A. Van Gennep o las
diferentes etnografías sobre microsociedades como las realizadas por M. Mead o los
diferentes autores de la Escuela de Chicago85, vemos como la edad aparece en un lugar
central y será una de las variables cruciales en su enfoque, sirviendo como aglutinador
de la sociedad seleccionada y categoría básica para su estudio.
Ejemplos de esto, y acercándonos a la adolescencia tal como propone Carles Feixá
(1996: 322), son los estudios de G. Stanley Hall sobre la adolescencia, en los que,
basados en el darwinismo de su época, definirá esta etapa comprendida entre los 12 y
los 22-25 años como de ―tempestad y estímulo‖ o las conclusiones opuestas de M.
Mead (1985 [1929]) que entenderá esta fase de transición como un periodo armónico,
privilegiado y feliz.

85
Véase el apartado sobre los estudios y etnografía de referencia.

175
Ignacio Alcalde Sánchez

Otros ejemplos sobre la utilidad e importancia de la edad los encontramos en los


estudios etnográficos de Evans-Pritchard sobre los nuer en Sudán (1987 [1940]), en los
que se plantea la juventud, no como un elemento de socialización, sino como una
herramienta de organización política y económica. Este autor analiza la organización
social de esta sociedad y observa cómo se agrupan por generaciones en seis grupos
aunque solo cuatro de éstas cuentan. Estas cuatro generaciones se agrupan a su vez en
dos grupos que otorgan el estatus y los roles sociales: iguales y hermanos y viejos o
padres, por lo que —plantea este autor— tienen dos categorías básicas de edad:
niños/jóvenes y adultos (Kropff, 2010: 177).
Otro estudios similares relacionados con la edad son los llevados a cabo sobre la
pubertad, como los realizados sobre los tarahumara del norte de México por Bennett y
Zingg o las sociedades de Bangkhuad en Tailandia o los hokkien de Taiwan; el análisis
de los tiv realizados por el matrimonio Bohannan o los pigmeos de Mbuti y la
responsabilidad de toda la sociedad en la crianza del menor, son ejemplos de estos
estudios (Díaz de Rada, 2003).
Siguiendo las aportaciones realizadas por L. Kropff, vemos cómo hay multitud de
estudios en torno a esta variable; tal como los que se han realizado sobre los jóvenes del
movimiento mapuche contemporáneo en la provincia de Río Negro (Argentina), los
diferentes análisis de los Akwe-Shavante de Brasil o la cuestión generacional en los
trabajadores metalúrgicos de Buenos Aires, que compondrían algunos de los ejemplos
de la importancia de la edad en la comprensión de las sociedades (Kropff, 2010)
Según estos ejemplos vemos como aparecen diferentes conceptos que si bien parecen
similares, debemos conocer y distinguir. Así, no es lo mismo la edad psicológica, que
mide el transcurso del tiempo desde el nacimiento hasta el presente, a la edad
estructural, que mide la capacidad para desarrollar actividades y asumir roles sociales.
Del mismo modo, la edad como ciclo vital, que define los diferentes grados de edad
por los que debe pasar un individuo o la edad como generación, que agrupa a las
diferentes generaciones sociales distinguiéndoles de sus ascendientes y descendientes.
Por otro lado también aparecen las clases de edad, propia de las sociedades
preindustriales, frente a los grupos de edad pertenecientes a las sociedades complejas
actuales.
Y por último, la edad como imagen cultural, que asigna unos estereotipos o como
condición social, que atribuye unos roles sociales (Feixa, 1996: 321).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Dicho esto, podemos entender que la discusión por la edad es cultural, así que,
acercando el foco a nuestro estudio y cultura, vemos como se han establecido varias
etapas por las que un individuo atraviesa, y en función de la etapa en la que se encuentre
tendrá mayor o menor responsabilidad de cara a la ley, progresando desde la inmadurez,
y por tanto la irresponsabilidad y no-discernimiento hasta la plena responsabilidad de
sus actos como ciudadano adulto.
Son por tanto, varios los focos donde se centra el debate de la edad al mismo tiempo:
por un lado el grado de discernimiento y responsabilidad, por otro el límite de la franja
entre menor y mayor de edad y por otro, el concepto de edad en sí mismo. Por lo que
podríamos abordarlo desde la perspectiva que nos aconseja C. Feixá (1996) como
Antropología de ciclo vital y de las relaciones intergeneracionales. Con lo que situamos
el foco de atención en la interpretación que cada cultura hace de las edades de sus
sujetos y cómo se identifican esas etapas con diferentes estatus y roles sociales, siendo
conscientes de la relativización de este concepto y de su permanente revisión a la que
está sometido.
Siguiendo las aportaciones realizadas a este tema por A. Díaz de Rada, vemos cómo en
el análisis de la edad respecto a los menores infractores estamos analizando en realidad
dos cuestiones relevantes que debemos tener presente en nuestro estudio: el menor
como sujeto prospectivo y el menor como sujeto en relación (Díaz de Rada, 2003: 264)

Una vez que M. Foucault situó la edad dentro del análisis del contexto penal y la
concebimos con un sentido dual, desde el punto de vista biográfico y social, surge la
necesidad de analizar la minoría de edad desde estas dos perspectivas. La perspectiva de
sujeto prospectivo, en el sentido de que aceptamos que existe un proceso de integración
en las instituciones sociales (adultas) para las que se necesita una etapa de formación y
transición con la que acceder y la perspectiva del menor como sujeto en relación, en el
sentido de que está inmerso en un todo social al que pertenece y para el que se prepara.
El niño forma parte de la sociedad en la que crece y la que espera algún rol social de
éste, por lo que está en relación continua con ésta.

En el cruce de estas dos acepciones se encuentra la definición del menor de edad dentro
de cada cultura. Aceptando el concepto de menor como universalmente extendido por
todas las culturas, podemos ver como su fijación con un tiempo biográfico es relativo
pero no se debe a un capricho de las instituciones jurídicas (Díaz de Rada, 2003), sino
que responde a criterios sociales y culturales con los que situar socialmente a cada uno

177
Ignacio Alcalde Sánchez

de sus sujetos. Aunque debemos ser conscientes de que se trata de una visión
adultocéntrica, relativa y difusa, de ahí su continua revisión y polémica acerca del
establecimiento de sus límites.

6.3. Perfil del menor

Aunque ya hemos esbozado este tema a través de los diferentes apartados anteriores en
los que, poco a poco, al igual que con éste, nos vamos acercando a la contextualización
de nuestro trabajo etnográfico, y con los que vamos concretando nuestro estudio —
pinceladas jurídicas, históricas o metodológicas—, falta aún por describir cuál es el
perfil del sujeto principal en nuestra investigación. Éste, no sólo debe ser abordado
desde una perspectiva sociológica funcionalista, como hemos realizado en las teorías
criminológicas, con la que hemos descrito las diferentes razones por las que reproduce
una conducta criminológica, sino también debe ser estudiado y presentado desde otras
vertientes que nos ayuden a entender en todas sus dimensiones el perfil del menor. Por
ello, en este apartado nos disponemos a enumerar algunas clasificaciones surgidas desde
la Psicología o la Pedagogía, entre otras, con las que enumerar algunas de los rasgos
más identificativos que presentan estos sujetos.

Para esta exposición hemos dividido el apartado en dos grandes bloques con los que
ofrecer una visión completa del menor, por un lado, las diferentes clasificaciones acerca
de los rasgos psicobiológicos más destacados y comunes en ellos, por otro, la tipología
de delitos cometidos, que nos permitirán agruparlos en diferentes secciones y que
también nos ayudarán a entender nuestro trabajo etnográfico.

Comenzando por los tipos de menores, tal como nos dice Fernández Campoy (2008) ―la
mayoría de los estudios descriptivos de la carrera delictiva señalan una serie de factores
individuales y biográficos que caracterizan al delincuente juvenil y que nos pueden
llevar a la conclusión de que el delincuente juvenil es una persona con un gran
conjunto de deficiencias, siendo una de ellas la comisión de delitos86‖ por lo que,
para mostrarlas de manera precisa, en primer lugar vamos a agruparlos de manera global
según la clasificación realizada por Herrero Herrero (2001, 2008) y Jiménez Cubero

86
La negrita es del autor.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

(1995)87, en la que observaremos a los menores según sus rasgos de personalidad y a las
reacciones presentados en tres grandes grupos: rasgos de anormalidad patológica, de
anormalidad no patológica y próximos a la normalidad, para posteriormente
enunciar los principales aspectos sobre la personalidad que éstos presentan.

Según estos tres grandes bloques clasificatorios, aparecerían dentro de la anormalidad


patológica, sujetos con un perfil ―psiquiátrico‖ definido, como serían los menores
afectados por psicosis, psicopatías, neurosis, deshinibidos por enfermedad orgánica,
autorreferencias sublimadas de la realidad o con agudas toxicomanías. En los tres
primeros casos, los sujetos se caracterizarían por presentar un trastorno psiquiátrico que
les llevaría al acto delictivo con fines catárticos, la neurosis, (con el que busca el
castigo), las psicopatías (incapacidad para la adaptación a su contexto) o la psicosis que
puede desencadenar en algunos tipos de desconexión de la realidad, la esquizofrenia, ya
sea simple o hefebrénica. Junto a estos también aparecen los menores con
autorreferencias sublimadas de la realidad, con las que confunden sus fantasias con la
realidad; menores deshinibidos por enfermedad orgánica —encefalitis letárgica que les
llevaría a trastornos psíquicos—, o menores con agudas toxicomanías que generalmente
se entrecruzan con algunos perfiles anteriores. Este colectivo englobaría los principales
perfiles que son condenados a traves de una medida de internamiento terapéutico y que
también encontraremos en nuestro estudio etnográfico.

Dentro de los perfiles de anormalidad no patológica encontramos menores con


trastorno antisocial de la personalidad, con reacción asocial agresiva, con reacción de
huida o menores que se aprovechan de la vulnerabilidad psicológica de la víctima. En
este grupo podemos encontrar menores marcados por la falta de protección, la vida en la
―calle‖ o la inexistencia de figuras de autoridad paternas o maternas que se manifiestan
a través de la hiperactividad, el fracaso escolar, la agresividad o reacciones de huida
ante sus frustraciones.

Por último, dentro de los menores próximos a la normalidad o estadísticamente


normales, tal como los enuncia Herrero y Herrero, encontramos a aquellos sujetos que
no difieren en ningún rasgo específico del resto de los jóvenes y tan solo algunos
factores de ―índole psicobiológica y, sobre todo, de naturaleza psicomoral o psicosocial,

87
Nos centraremos exclusivamente en los perfiles de los menores con carácter individual ya que las
bandas juveniles u otros tipos de comportamientos delictivos (como el narcotráfico) no forman parte de
nuestro objeto de estudio ni se ha presentado un número significativo de casos en nuestra práctica
etnográfica.

179
Ignacio Alcalde Sánchez

sea de forma aislada o convergentemente conjunta, actuando sobre ellos, les impulsa a
delinquir‖ (2008: 114). Dejándose vencer por éstos y actuando de manera delictiva,
poniendo en riesgo su proceso de adaptación, lo que le puede conducir a esa conducta
criminal generalizada, sin que presente ningún rasgo anormal evidente.

Partiendo de este agrupamiento sobre los diferentes perfiles que presentan los menores
infractores, podemos desarrollar toda una amalgama de rasgos que observaremos en
estos sujetos y que, completados con las aportaciones realizadas por otros autores como
Redondo Illescas y Garrido Genovés (1997), Martínez-Catena y Redondo Illescas
(2013), Caballero Mariscal (2014), Vázquez González (2003) o las mismas memorias y
proyectos de planificación del propio CIMI estudiado entre otros; mostramos
sintéticamente a continuación:88

Aspectos sobre su personalidad.

- Inestabilidad emocional,

- Bajo nivel de autoconcepto y autoestima.

- Dificultad para verbalizar sus sentimientos y emociones.

- Impulsividad, agresividad, comportamiento iracundo o reacciones explosivas.


Poco equilibrio emocional.

- Afan de protagonismo, egocentrismo.

- Carencia de autocrítica o escasa racionalización de sus actos.

- Déficit de atención, baja capacidad de comprensión, falta de desarrollo en las


habilidades instrumentales básicas o de motivación por la adquisición de hábitos
o saberes.

- Razonamiento concreto. Presentan grandes dificultades para alejarse de su


percepción inmediata.

- Tendencia a la hiperactividad y a las fantasías.

88
Lógicamente se muestran en esta lista el conjunto de aspectos que aparecen en todo el colectivo, no
siendo el objeto de este estudio realizar un análisis o clasificación de la frecuencia de éstos en el centro
investigado ni tampoco una clasificación representativa de estas características. Lo que se pretende con
esta enumeración es mostrar los principales rasgos que presentan los menores y que coincidirán con los
que después mostraremos en nuestro trabajo etnográfico, para ir acercándonos así a nuestros actores
protagonistas.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

- Vulnerabilidad al estrés y baja tolerancia a la frustración. Inseguridad y ansiedad


ante los cambios o los retos.

- Fracaso en el pensamiento alternativo y causal, pobreza del lenguaje y dificultad


para procesar rápidamente la información.

Aspectos relacionados con la relaciones interpersonales.

- Patrones distorsionados de apego.

- Escasa capacidad para empatizar. Se encuentran encerrados en sí mismos a pesar


de su aparente extroversión.

- Externalidad. Actúan según el presente ya que conceden poca importancia a su


capacidad para cambiar su situación. Proyectan sus responsabilidades en los
demás.

- Rigidez en su conducta y convicciones. Tozudez en su manera de resolver los


conflictos. Inflexibilidad en sus juicios de valor.

- Sentimientos de incompetencia.

- Baja capacidad de resolución de problemas.

- Frustración afectiva que pueden transformar en agresividad.

- Rasgos hipertrofiados de su personalidad (autocontrol, agresividad, emotividad,


etc.)

Aspectos relacionados con el contexto social.

- Familias desesctructuradas.Falta de afectividad, figuras de autoridad familiar,


protección o referentes educativos en el hogar. Por el contrario también podemos
encontrar figuras demasiados autoritarias y disciplina férrea.89

- Gran influencia de la vida en la ―calle‖. Suelen asociarla a su espacio de


identificación personal.

- Falta de habilidades sociales de interacción.

- Baja clase social o procedencia de barriadas conflictivas90.

89
Véase Vázquez González ―Delincuencia juvenil. consideraciones penales y criminológicas‖, 2003, pág.
131.

181
Ignacio Alcalde Sánchez

- Fracaso escolar. En el contexto escolar están marcados por el absentismo,


conductas disruptivas, actitudes desfavorables y escasa motivación hacia estas
instituciones.

- Rechazo frontal a cualquier tipo de figura de autoridad así como a las


instituciones (escuela, hospital, servicios sociales, etc.).

- Consumo de drogas o relacionados con estas culturas.

- Dependencia de la presión del grupo.

- Necesidad de sensaciones nuevas que impliquen riesgo.

- Falta de hábitos u obligaciones respecto a horarios o compromisos.

- Falta de estrategias a la hora de conseguir un empleo.

Respecto al segundo bloque de este apartado, según la tipología de delitos, podemos


ver cómo los menores se agruparán de diversas formas tomando como nexo común sus
conductas delictivas. Así, algunas conductas asociales ocultarán bajo sus
manifestaciones, deficiencias sociales, familares o personales que se repiten en todos
ellos y que nos permitirán identificar y agruparlos bajos dichas prácticas, ayudándonos a
definir sus perfiles.

Continuando con lo expuesto más arriba, vemos cómo Herrero Herrero (2001), en su
clasificación acerca de los perfiles de los menores infractores, comienza a dar algunos
rasgos del tipo del delito. Así, las infracciones relacionadas con robos, incendios,
vandalismo o hurtos los atribuye en cierta medida a menores con trastorno antisocial de
la personalidad, de la misma manera que los hurtos o hurtos en grupo aparecen en
menores con reacción de huida. Por otro lado, este autor también nos indica cómo los
robos o hurtos con claros signos de su autoría (como si buscasen ser detenidos) son
realizados generalmente por menores que buscan el castigo fruto de su neurosis. En esta
línea, las infracciones contra la propiedad, tal como nos indica Redondo Illescas,
Martínez Catena, & Andrés Pueyo (2011) pueden estar asociados a poblaciones con más
carencias económicas, al tiempo que también se presentan en miembros de familias
acomodadas que encuentran en ésto una manera de satisfacer sus deseos de manera
inmediata.

90
Este aspecto ya ha sido analizado en las teorías criminológicas e investigado por los diferentes autores
que hemos mencionado anteriormente que han estudiado el perfil del menor, no obteniendo conclusiones
precisas sobe la interrelación entre procedencia y actividad delictiva.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

En otro plano, los delitos relacionados con las injurias o lesiones pueden estar
vinculados a menores que presentan una reacción social agresiva (conducta impulsiva) o
en el caso de tratarse de delitos más graves, violentos, contra la persona o la propiedad
podrían estar relacionados con problemas de psicosis o psicopatías (crueldad, frialdad,
etc.) (Herrero Herrero, 2001).

Continuando con este autor, las infracciones relacionadas con el vandalismo, en todas
sus manifestaciones, suelen ser atribuidas a la ―delincuencia de autoafirmación‖ (2001:
432), propia de la adolescencia, de la misma forma que los robos y hurtos pueden estar
asociados a la delincuencia utilitaria, propia de ese ansia de autoafirmación que buscan
los jóvenes y que les puede llevar a buscarlo a través del prestigio del dinero (2001:
432).

Los medios de comunicación, así como las imágenes proyectadas sobre estos
adolescentes también pueden llevarles a distorsionar su visión de la realidad y de ahí a
las conductas violentas imitando los perflies de socialización percibidos a través de
éstos.

Respecto a la violencia filio-parental, tal como nos indica Ibabe y Jaureguizar (2011),
presenta un pefil respecto al contexto socioeducativo marcado por las conductas
disruptivas y las dificultades en el aprendizaje. También suelen establecer relaciones
entre iguales dentro de gurpos que ejercen conductas violentas y suelen estar
relacionados con el consumo de drogas. Estos menores también presenta una baja
autoestima , justificación de la violencia ejercida y en la mayoría de los casos déficit de
atención y comportamiento perturbador (Ibabe y Jaureguizar, 2011: 4)

En esta línea del perfil psicológico (baja autoestima, justificación de la violencia,


impulsividad, frustración) se encontrarían también los menores con delitos violentos
relacionados con la xenofobia o grupos sociales específicos (travestis, indigentes, etc.).
Respecto a los delitos sexuales, el perfil del menor suele estar marcado por la
impulsividad, baja tolerancia a la frustración, que desprecian la figura femenina, con
retraso en su desarrollo madurativo, serias carencias afectivas y falta de interiorización
de las normas sociales (Redondo Illescas, Martínez Catena y Andrés Pueyo, 2011: 26).

De esta manera, las principales infracciones cometidas por los menores representarían
algunos trastornos respecto a su personalidad o entorno sociofamiliar. Lógicamente, no
podemos establecer una causalidad directa entre las actividades asociales y el perfil del

183
Ignacio Alcalde Sánchez

individuo a modo de esquema unilineal sencillo. Todo lo mencionado anteriormente


debe tomarse dentro de los parámetros de complejidad y multicausalidad con los que se
trabaja dentro de los campos desde los que se emiten estos juicios, tales como la
Psicología, la Pedagogia o la Sociología. De esta manera debemos acoger esta
enumeración de rasgos sobre los menores infractores como lo que son: un conjunto de
aspectos a tener en cuenta para conocer mejor a los menores con los que se ha trabajado
en nuestra investigación y que nos ayudará a entender mejor su comportamiento y por
tanto a elaborar nuestra etnografía. No suponen, de ninguna manera,una correlación de
términos con los que trabajar a modo de sistema mecánico con el que reconducir o
etiquetar al menor.

Estos serían algunos de los datos que muestran la tipología de delitos cometidos por los
menores así como las pautas elaboradas en función de los factores de riesgo de los
menores, que nos servirían para identificar los perfiles de dichos menores:

Ilustración 3. Datos de las infracciones cometidas por menores según la


Fiscalía de Andalucía. Fuente: Informe diez años de la LORPM en Andalucía
(García García, 2012).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Ilustración 4.Número de menores condenados según la tipología delictiva en


España, 2001 - 2012. Fuente: Martínez – Catena y Redondo Illescas (2013,
pág. 174)

Ilustración 5.Tipología de infracciones penales cometidas en Andalucía


durante 2001 -10. Fuente: Informe diez años de la LORPM (García García,
2012).

185
Ignacio Alcalde Sánchez

6.4. Algunos datos actuales sobre menores

Al igual que hicimos en el bloque anterior, respecto a los centros de internamiento,


mostramos a continuación algunos de los datos actuales respecto a los menores
enjuiciados y sentenciados en la comunidad autónoma de Andalucía en los últimos
años. Para ello, seguiremos los datos que nos muestra el Instituto Nacional de
Estadística, el Informe Especial de Defensor del Menor de Andalucía, el Observatorio
de la Infancia de Andalucía y el Informe de Justicia Juvenil en Andalucía sobre los diez
años de la LORPM.

Según los datos emitidos por los 18 juzgados de menores en Andalucía recogidos por el
Consejo General del Poder Judicial, en 2013 se produjeron 5.675 juicios y se emitieron
4.480 sentencias penales (Andalucía. Defensor del Menor de Andalucía, 2014: 63).

La tendencia, tal como nos indica este informe, es el aumento progresivo de número de
juicios en el periodo comprendido entre 2003 y 2013, aunque ha disminuido
ligeramente desde 2010.

Respecto a las sentencias dictadas, este informe muestra los siguientes datos:

 5.096 menores a los que se les ha impuesto alguna medida.

 3.736 medidas impuestas por infracciones tipificadas como delitos.

 1.360 medidas impuestas tipificadas como faltas.

 579 menores a los que no se les ha impuesto medida. Lo que supone un 10%
sobre el total de los enjuiciados.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Ilustración 6. Número de juicios a menores según el Informe Especial del


Defensor del Menor de Andalucía. (Andalucía. Defensor del Menor de
Andalucía, 2014: 64)

Ilustración 7. Juicios a menores de 14 a 17 años por provincias en 2014.


Fuente: Observatorio de la infancia en Andalucía (2015: 164)
Respecto al número de menores entre 14 y 17 años sentenciados en 2013, vemos como
aparecen un total de 4.480 sentencias, de las cuales, un 90 % conlleva la imposición de
alguna medida (4.026 medidas). Repartiéndose por 3.277 delitos y 1.203 faltas.

El internamiento, en función del tipo de medida, quedaría representado de la siguiente


manera:

187
Ignacio Alcalde Sánchez

Ilustración 8. Tipos de medidas cumplidas en el 2013 según el Informe


Especial del Defensor del Menor de Andalucía. (Andalucía. Defensor del
Menor de Andalucía, 2014: 212)

Ilustración 9. Fuente: Informe especial: la atención a menores infractores en


centros de internamiento de Andalucía (2014: 209)
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 7. Otros estudios y etnografías de referencia

Tal como decíamos anteriormente, la etnografía aquí presentada se plantea como un


trabajo de producción de datos con los que, por un lado refutar ciertas hipótesis sobre
las que partíamos, pero también con la que plantear otras posibles vías de estudio, al
tiempo que ser útil para estudios venideros. En esta línea, concebimos nuestro trabajo
como ecléctico y multidisciplinar, por el que, antes de lanzarnos a elaborar nuestra
etnografía definitiva, debemos estar bien empapados de todos los pilares posibles
respecto a nuestro objeto de estudio, y eso es lo que se muestra a continuación. Un
conjunto de estudios que no aparecen incluidos en los pilares teóricos mostrados
anteriormente —o al menos no todos— y que resultaban imprescindibles para formar un
armazón sólido.

La Antropología como ciencia multidisciplinar debe acoger otros campos con los que
especializarse y de ahí que presentemos aportes desde la Historia, el Derecho o la
Sociología. Desde esta línea, se hace necesaria tanto una breve compilación de los
autores, que ya hemos ido mencionando en cada uno de los apartados anteriores, como
una revisión de los principales estudios y tendencias de investigación que también nos
ayudarán en nuestra documentación previa.

Junto al conjunto de estos autores que ya hemos mencionado a lo largo de este marco
teórico y las principales aportaciones desde la Historia, el Derecho, la Sociología o la
Antropología, que nos servirán como pilar fundamental en nuestra construcción
científica, debemos añadir también estas investigaciones que nos van a ser útiles por
compartir elementos comunes y necesarios en nuestra visión del objeto estudiado. Ya
sea por tener el mismo objeto de estudio (menores, delincuencia, internamiento, etc.)
como por las localizaciones de éstas (instituciones, cuarteles, cárceles, etc.) u otros
temas relacionados (etnografía, sistemas, instituciones, etc.), creemos necesaria una
breve descripción de todos los trabajos que nos situarán como marco teórico y nos
servirán como guía previa a la elaboración de nuestras propias proposiciones.

189
Ignacio Alcalde Sánchez

7.1. Estudios sobre internamiento, comunidades cerradas e


instituciones similares

Al comienzo de esta parte del trabajo ya analizamos los principales conceptos y con
ellos, los autores y algunos de los estudios referentes sobre internamiento, espacios
cerrados y convivencia en estos espacios. Vamos ahora a desarrollar brevemente los
principales estudios que nos han ayudado en nuestra investigación y que parten, con una
correlación directa, de aquellos conceptos arrojados en nuestro segundo capítulo.

Cuarteles, conventos, cárceles, escuelas, urbanizaciones cerradas o comunidades


religiosas serán algunos de los objetos de estudio que hemos tomado como referencia
hasta llegar a nuestra etnografía.

De esta manera, y dando por sentadas las aportaciones clásicas de autores como P.
Bourdieu, M. Foucault o E. Goffman en sus estudios sobre el internamiento,
comunidades cerradas y las relaciones de poder, de manera más reciente encontramos al
ya mencionado L. Wacquant (2000) (2007) (2010) (2010 b), que a través de sus
estudios acerca de pobreza urbana ha puesto el foco de su estudio en las clases sociales,
globalización, sociología urbana y las relaciones existentes entre los sistemas punitivos
y las clases marginadas. Planteamientos muy útiles que sentarán las bases de nuestro
trabajo etnográfico.

Junto a éste, aparecen otros autores de la escena internacional que también han resultado
muy útiles para nuestra documentación etnográfica, así, G. Chantraine (2015) o M.
Augé (1992) serán esclarecedores en su visión sobre el análisis de determinados
entornos.

De la misma manera, dentro de la investigación nacional, aparecen autores más


recientes que continúan con el internamiento como objeto de estudio. Así,
encontramos las tesis doctorales de M. Venceslao Pueyo (2012), J.M. Fernández
Campoy (2008) o M.A. Caballero Mariscal (2014), todas ellas centradas en el
internamiento y el menor infractor como protagonistas de la investigación.

Ya en otra línea de investigación pero también relacionadas con nuestro estudio, tendrán
una influencia directa las diferentes investigaciones realizadas en el plano educativo, en
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

las que la escuela, entendida esta como una institución especial, ha sido objeto de
estudio. De esta manera, autores como M. I. Jociles y A. Franzé (2008), H. Velasco, F.
J. García Castaño y A. Díaz de Rada (2007) plantearán sus interrogantes acerca del
sistema educativo y analizarán desde la Antropología las instituciones educativas
entendidas éstas como instituciones muy particulares en la encrucijada social y por tanto
un buen entorno de análisis de ésta en su conjunto. Aspectos como la trasmisión de la
cultura de G. D. Spindler (2007), la intención etnográfica y el maestro como enemigo de
H. Wolcott (2007; 2007 b) o los estudios sobre la relación entre la etnia gitana y la
escuela de M. Montenegro (2008), textos incluidos en las obras de los primeros autores,
nos han acompañado desde nuestras tempranas etapas de formación como antropólogos
y han continuado siendo útiles hasta este último peldaño investigativo. La reflexión
sobre qué se enseña y para qué sirve la escuela desde la perspectiva antropológica, nos
ayudó al principio del diseño de la investigación, así como en nuestra labor como
profesionales en el CIMI, en un contexto ―tan poco contextualizado‖ dentro de los
parámetros propios de la didáctica, por lo que una mirada distinta, como la aportada por
estos textos, nos servía para encauzar y entender los puntos de vista tan distintos que allí
se producen. De la misma forma, nos ayudarían para el diseño de las preguntas que
guiarían esta investigación, acerca del concepto de reeducación, resocialización o
privación de libertad.

Junto a estos estudios, aparecen otros relacionados con los espacios cerrados que
también utilizarán la etnografía como herramienta y que nos han servido para ese
trabajo de documentación previo, así, los estudios sobre cuarteles realizados por J. L.
Anta Félez (1990) o los llevados a cabo sobre estrés e histeria colectiva en los
conventos por J. Ramírez Velázquez (2014), nos han resultado útiles para la reflexión
en torno a los acontecimientos que allí se producen y cómo se fraguan los fenómenos
colectivos relacionados con la identidad grupal y el manejo de los símbolos.

En otra línea de estudios, también hemos tenido presente las investigaciones sobre
comunidades cerradas (gated community), tal como describíamos anteriormente, que
como fenómeno reciente, está ocupando algunas de los trabajos desde este prisma
etnográfico. Estudios sobre las urbanizaciones cerradas ocupadas por las clases ―altas‖
que conviven con el resto de la ciudad pero mantienen una distancia y límites marcados,
estableciendo unas relaciones internas y externas particulares y articulando todo un
sistema novedoso de configuración espacial así como la percepción sobre la seguridad,

191
Ignacio Alcalde Sánchez

el riesgo y la relación entre vecinos, han sido estudiados desde la Antropología por
autores como M. Svampa (2008), D. Harvey (2013) o C. Hita Alonso, L. Sánchez Hita
y A. Muñoz Alcalá desde Andalucía (2013; 2014) entre otros.

7.2. Estudios etnográficos y de método

Al igual que hemos realizado con los objetos de estudio relacionados con las
instituciones cerradas, espacios aislados o excluyentes, también debemos marcar nuestra
postura teórica acerca de los principales conceptos que hemos tenido presente para la
realización de este trabajo. De esta manera, aunque ya hemos adelantado algo sobre esto
en nuestro apartado sobre etnografía, mostramos a continuación algunos de los autores y
obras que nos han sido de gran utilidad en nuestra documentación previa. Junto a las
principales obras de G. Bueno, M. Abélès o M. Douglas respecto a las instituciones; V.
Garrido Genovés, Redondo Illescas o A. García Pablos de Molina en el bloque sobre
Sociología y Criminología entre otros, en el trabajo etnográfico hemos seguido los
autores que desde el principio de nuestra formación como investigadores nos han
guiado, como son A. Díaz de Rada (2003), F. de Cruces (2007) o H. M. Velasco Maíllo
(Díaz de Rada y Velasco Maíllo, 2006), los cuales introducen los aspectos generales
sobre etnografía sobre los que hemos trabajado y que a su vez incluían textos de los
autores clásicos como M. Mauss, Dell Hymes o H. Wolcott.

Es aquí donde se recogen los principales aspectos sobre etnografía que nos han formado
como observadores dentro de la Antropología. Con sus textos sobre etnografía clásica y
etnografías para educadores, hemos ido conformando nuestra posición al tiempo que
comenzábamos a ver el CIMI como objeto de estudio. De estos textos se desprenderán
los principales conceptos que hemos expuesto en el apartado inicial sobre etnografía,
donde aclarábamos nuestra postura acerca del holismo, reflexivismo u observación
participante.

De la misma manera, a lo largo del trabajo etnográfico aparecerán reflejadas las


aportaciones otros autores que nos han resultado esclarecedores con su manera de narrar
u observar. Así, Braudillard (2007) y su visión del cuerpo como objeto mercantilizado,
N. Barley (2011; 2012) y sus ingeniosas descripciones etnográficas o M. Harris y sus ya
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

clásicos textos etnográficos (2010; 1997; 2001) serán algunos de los que se vean
reflejados en nuestra escritura.

En esta línea, las diferentes posturas acerca de la narración etnográfica y su relación con
la escritura literaria, un tema que ya hemos discutido en nuestro primer capítulo,
también se verá reflejado en nuestro trabajo etnográfico. Tomando como referencia a
autores como M. de la Fuente (1997) y García del Villar Balón (2005) y su visión sobre
la Etnoliteratura o los diferentes análisis sobre escritura etnográfica de la mano de
Hammersley y Atkinson (2005) o los ya mencionados Martos-García y Devís-Devís
(2015), nos queda clara la postura acerca del estilo narrativo de la etnografía. Una vez
desterrada la postura de tiempos anteriores en los que se trataba de utilizar un estilo
similar a las investigaciones cualitativas, propias de otros estudios, con los que se
obtenían como resultados un textos neutros, inapropiados para reflejar la subjetividad
del objeto analizado, aceptamos el estilo narrativo, hasta cierto límite, subjetivo de base
científico, con el que ser capaces de captar todas esas subjetividades básicas en nuestro
estudio con las que retratar la cultura estudiada.

De esta manera, haciendo el recorrido de lo imaginario a lo real y a la inversa, tal como


diría M. de la Fuente, y siguiendo los conceptos trabajados sobre narración etnográfica
de C. Geertz (1989) o Van Manen (2003), presentamos aquí un texto a caballo entre la
narración (etnografía-ficción) y la descripción objetiva, todo ello con el único objetivo
de mostrar una representación certera de lo que allí ocurre.

7.3. Estudios sobre grupos sociales, sectores marginales o


estratificación social

Junto a los estudios sobre las instituciones, el internamiento o las principales


herramientas etnográficas empleadas, debemos tener presente también los diferentes
estudios que se han venido realizando sobre grupos sociales concretos, sectores
marginales de la sociedad o los diferentes estratos sociales. Un objeto de estudio similar
al nuestro con el que conectaremos tanto en nuestro marco previo —teorías
criminológicas—, como en el modo de profundizar en él, de ahí su influencia y utilidad

193
Ignacio Alcalde Sánchez

para nosotros. Tal como ya hemos indicado en el estudio sobre las teorías
criminológicas, con los diferentes enfoques que la etnografía ha tenido a lo largo de las
décadas pasadas o a través de las corrientes ideológicas que han sustentado a la
Antropología en todo su devenir; vemos cómo determinados grupos sociales que toman
como referente la pobreza, la marginalidad o la localización en zonas urbanas
marginales, han sido un objeto de estudio constante y se van a establecer pautas
comunes entre todos estas teorías.

Estos investigaciones nos serán de gran utilidad ya que emplearán elementos comunes a
los nuestros, desde el análisis del perfil de los jóvenes, la creación de subculturas y sus
elementos de identidad social hasta la pobreza como elemento configurador de sus
manifestaciones culturales, y nos ayudarán a entender tanto lo que ocurre en el CIMI
como la situación actual de las tendencias investigadoras.

Haciendo un breve recorrido histórico sobre los diferentes estudios en este campo y
recapitulando lo dicho en las teorías sobre la desviación, podemos tomar como punto de
inicio la sociología desarrollada en la Escuela de Chicago, a lo largo de las décadas de
los años veinte, treinta y cuarenta del siglo pasado. En este entorno comenzará lo que
posteriormente se denominaría etnografía urbana, tomando como objeto de estudio los
diferentes sectores urbanos configurados según las barriadas o los nexos
socioeconómicos comunes. Centrados principalmente en la pobreza y en la conducta
delictiva, autores como R. E. Park, que ya hemos mencionado anteriormente,
comenzarán en la Sociología y la etnografía con una tipología de estudios que se
conocería como ecología humana (Park, Burgess y Mackenzie, 1967 [1925]),
realizando estudios sobre la relación existente entre la conducta delictiva y la
estratificación social. En este periodo, otros autores como E. H. Sutherland desarrollará
sus teorías acerca del contacto diferencial, con el que expondría como el
comportamiento social se aprende, lo que explicaría la reproducción de conductas
criminales en ciertas zonas de la ciudad (Sutherland, 1986 [1937]), o los autores C.
Shaw y H. McKay con sus estudios sobre los barrios y la desorganización social, con la
que estudiaron la población juvenil de varias ciudades así como la distribución de la
delincuencia juvenil por barrios (Shaw y McKay, 1942).

Estos autores, que ya hemos tratado en el apartado sobre las teorías criminológicas,
pondrán el foco de estudio en este campo sobre las diferentes zonas de la ciudad y la
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

creación de subgrupos que manifestarán una cultura propia y diferenciada del resto,
inaugurando así un objeto de estudio que se extenderá hasta nuestros días.

Tras la Escuela de Chicago, en los años cincuenta, otros autores como A. Cohen (1955)
o R. K. Merton ([1949] 2002), expondrán sus teorías sobre las subculturas o la anomia,
con las que trabajar sobre estos colectivos. O. Lewis publicará en esta época sus
primeros ensayos sobre la cultura de la pobreza (1959), (2012 [1961]), con los que
comenzará a trabajar específicamente sobre estos grupos haciendo hincapié en la
conformación de entidades propias, culturalmente diferenciadas. A pesar de ser muy
criticado, debido al carácter boasiano y ahistórico de éstas teorías, así como de
culpabilizar a las víctimas y de formar una cultura propia y autónoma (Monreal
Requena, 2014), inauguraría un camino de investigación que se continuará hasta la
actualidad.

En los sesenta, autores como R. Cloward y E. Ohlin ([1960] 2007) continuarán con este
tipo de estudios con su teoría sobre la desigualdad de oportunidades, basados en las
teorías de la anomia o las subculturas.

Ya en la década de los setenta y ochenta, a partir del impulso realizado por la Segunda
Escuela de Chicago, con autores como el ya citado, E. Goffman y lo que posteriormente
desembocaría en la Criminología Crítica, autoras como E. Leackock (1971) continuarán
con estos estudios sobre la pobreza pero en este caso, haciendo hincapié en el sistema de
desigualdades impuesto, achacándole a éste las causas de esa cultura propia y no tanto a
su capacidad de autonomía y voluntariedad por parte de los sujetos, sino debido a las
estructuras sociales que crea y reproduce.

En esta época, las investigaciones sobre estos diferentes sectores marginales


comenzarán a ser objeto de estudio en otras zonas, desarrollándose especialmente en
Latinoamérica donde autores como L. Lomnitz trabajarán sobre las relaciones de
reciprocidad entre vecinos de barriadas pobres de México y la economía informal que se
establece como necesaria en esos casos de pobreza extrema (Monreal Requena, 2014:
170). Estos estudios continuarán a lo largo de los ochenta con autores como S. Ramos
(1984) o los estudios relacionados con la pobreza y los grupos juveniles, como los
realizados en Brasil sobre los office boys (Reguillo, 1989), los malandros de Venezuela
(Urteaga, 1992) o los chavos banda en México (Valenzuela, 1988) que cruzarán

195
Ignacio Alcalde Sánchez

aspectos de las tribus urbanas con variables como la edad y situación socioeconómica
(Feixa, 1996: 332).

Ya en estas décadas — ochenta y noventa— los estudios sobre la pobreza darán un giro
poniendo sobre la mesa el debate sobre la imagen que se ha proyectado sobre estos
sectores sociales, argumentando que se ha construido a través de las investigaciones, de
manera que están estereotipadas y no corresponden a la realidad, por lo que se comienza
a tratar desde otros prismas, poniendo en tela de juicio las expresiones mismas, que
comenzarán a sustituirse por otras como ―exclusión social‖ o centrarse en las estrategias
de desarrollo gubernamentales o la estigmatización causada.

Trabajos como los de S. Damer (1989) sobre barrios estigmatizados de Glasgow o J. F.


Laé y N. Murard (1985) centrados en barriadas de Ruan; investigaciones sobre las
personas sin techo de C. Lanzarini en Francia (2000) o las desigualdades presentadas
por A. Giglia (2000, 2008) serán algunos ejemplos de esto.

Esta nueva tendencia de investigación, tal como nos indica Venceslao Pueyo (2012)
sobre la marginalidad urbana, nos servirá en nuestro caso de estudio para situar el
origen y la trayectoria que ―arrastra‖ gran parte de los miembros del colectivo que
conforma el CIMI.

En estos años, junto a los estudios sobre marginalidad y estratos sociales periféricos,
también aparecerán otros estudios urbanos relacionados con la pobreza y la juventud.
Investigaciones como las realizadas por U. Martínez Veiga (1997; 1999; 2004) o C.
Giménez (2003) sobre inmigración e integración, V. M. Batista (1998) sobre el tráfico
de drogas en las favelas de Brasil, P. Márquez (1999; 2000) sobre los jóvenes pobres en
Caracas, los estudios sobre toxicomanías de J. Gamella (1990) o los ya mencionados C.
Feixá (1996; 2006) con sus estudios sobre los jóvenes (especialmente en Barcelona) y
M. Venceslao Pueyo (2010; 2011; 2012) , que continuarán tratando este tema que nos
servirán como marco en nuestro enfoque sobre los internos entendidos como jóvenes
miembros de un mismo colectivo. De la misma forma, otros estudios se centrarán en
algunos grupos concretos como los realizados sobre los gitanos por T. San Román
(1986; 1987; 1997) o R. Otegi (2002) que nos servirán para acercarnos a este grupo que
conformará, en muchos casos, una subcultura propia dentro de la cultura del CIMI. Por
otro lado, otros estudios como los realizados por A. Ayala (2012) analizarán el caso de
los gitanos rumanos, también presente en nuestra etnografía.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Desde una óptica más cercana a nuestro objeto de estudio, otras obras sobre núcleos
urbanos, identidad y marginalidad surgirán desde Sevilla y Granada. De esta manera,
etnografías como la de García del Villar-Balón (2001), J. Escalera y A. Coca (2013),
también aparecerán respecto al uso de la triada que caracteriza la configuración de la
identidad o la manera de establecerse los márgenes territoriales al igual que los estudios
relacionados con educación intercultural desarrollados por M. García-Cano Torrico y F.
J. García Castaño (2000).

Ya en el marco internacional, en Estados Unidos los estudios de zonas suburbiales se


centrarán principalmente en la ―impronta de la depauperación en los suburbios en las
grandes ciudades‖ como nos indica Venceslao Pueyo (2012: 44), destacando en este
campo, autores como J. Wokcicka Sharff (1998) con sus estudios sobre los barrios de
Nueva York; P. Bourgois (1997) sobre el tráfico de drogas y las relaciones de poder o
W. M. Adler (1995) y T. Williams (1992) que trataran la economía informal asociada al
tráfico de drogas.

Lógicamente, tal como aparecen en otros apartados de este marco teórico previo,
autores como E. Goffman, M. Foucault o P. Bourdieu, a pesar de no desarrollar un
trabajo etnográfico específico, en algunos casos, sobre la pobreza, zonas urbanas
marginales o estructuras sociales asociadas a éstas, también aparecerán como pilares
fundamentales en nuestro estudio. Junto a estos tres autores, tal como decíamos más
arriba, debemos añadir por dar continuidad a esta línea de investigación —dentro de lo
que podríamos denominar postura crítica— a L. Wacquant quien desarrollará de manera
entrecruzada todos los principales aspectos de los autores anteriores, mezclando
pobreza, estigmatización y poder (2000; 2004; 2005; 2007) (2010 b; 2010 b).

7.4. Estudios desde el prisma de la edad (adolescencia y


marginalidad)

De la misma manera que hemos hablado sobre la importancia del factor de la edad en la
determinación de la delincuencia juvenil y todo su desarrollo —determinación de la
minoría de edad, separación de la vida adulta, inimputabilidad, discernimiento, etc.—

197
Ignacio Alcalde Sánchez

este elemento también nos será muy útil en el desarrollo de nuestro trabajo etnográfico.
Y es que las investigaciones acerca de las edades, que desde la Antropología se
encuentran relacionadas con otros aspectos como la localización, la vida en subgrupos
sociales o sus manifestaciones simbólicas, serán esclarecedoras para este estudio.

Siguiendo las aportaciones realizadas por C. Feixá en su artículo sobre los estudios
antropológicos de las edades (Feixa, 1996) vemos como desde las primeras
publicaciones al respecto, este objeto va a estar íntimamente relacionado con otros
elementos como los citados en el apartado anterior (sobre grupos sociales y sectores
marginales). Así, comenzando con las aportaciones de G. Stanley Hall (1915 [1904]) y
su gran tratado sobre la adolescencia —fase de tempestad y estímulo, según él—
empezaría a analizarse la edad como un objeto de estudio antropológico. A este autor le
seguirán las aportaciones realizadas por M. Mead (1985 [1929]) que situará la
adolescencia en un plano totalmente diferente como un periodo armónico de transición.

Después de estos autores, la Escuela de Chicago comenzará una serie de estudios que
tomarán la edad como variable transversal con la que analizar las agrupaciones
juveniles, las causas de su formación y las diferencias generacionales que presentaban.
Estudios como los realizados por R. Lynd y su esposa H. Lynd (1957 [1929]), T.
Parsons (1942), S. N. Eisenstadt (1956) o W. F. Whyte (2015 [1943]) supusieron el
verdadero comienzo de los estudios de este tipo.

Ya en la década de los sesenta, estos estudios sociológicos de corte urbano se irradiarán


al resto de países, destacando las investigaciones realizadas por E. De Martino (1980
[1962]) sobre la violencia juvenil en Suecia, desde la perspectiva simbólica, o los
estudios llevados a cabo por discípulos de Lévi Strauss sobre la periferia parisina
(Monod, 1976), que pondrán de manifiesto la interrelación existente entre las crisis
culturales y religiosas y los nuevos movimientos juveniles, así como las luchas y
divisiones de clases (Feixa, 1996).

Continuando en la década de los setenta y ochenta, la Escuela de Birmingham


proseguirá con estos estudios, poniendo el foco de atención sobre la resistencia ritual
(Feixa, 1996) que presentan estos grupos ante las presiones sociales y parentales,
surgiendo multitud de estudios sobre las diferentes tribus urbanas que aparecen en esta
época y que desembocarán en los estudios sobre microculturas a finales de los noventa y
principios de este siglo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

De manera más reciente, también hemos tenido presente los aportes realizados por otros
estudios en cuanto que suponen un acercamiento a la explicación sobre los nexos de
identidad y fraternidad que se establecerán más allá del rito de paso que también supone
el internamiento. Al mismo tiempo, explicarán la edad como variable identitaria en el
establecimiento del nosotros frente al otro, tal como hemos analizado en el apartado
referente al establecimiento de la minoría de edad y de manera similar a lo que hacían
los estudios sobre las tribus urbanas de los ochenta, como es el caso del estudio llevado
a cabo por J. Amezcua y M. Palacios Ramírez sobre el ―botellón‖ como practica juvenil
(Amezcua y Palacios Ramírez, 2015).

En España, los estudios sobre la edad que se ocuparán de las franjas de jóvenes,
comenzarán en los setenta con los estudios de C. Esteva (1971) sobre aculturación en el
Alto Aragón y a partir de éste se dividirán en dos grandes bloques. Por un lado, aquellos
que analizan las edades en general como elemento cultural identificador; destacando
aquí los trabajos realizados por M. D. Murphy sobre los ritos de paso (1983), J.J.
Pujadas (1992) o T. San Román (1989) sobre la vejez.

Y por otro lado, los estudios dedicados exclusivamente a la juventud, como el de O.


Romaní (1982) sobre la cultura de las drogas en Barcelona, Muñoz Carrión (1985)
sobre las discotecas como rito de paso o las muchas etnografías realizadas sobre los
movimientos musicales, consumo de drogas, movimientos ultras, fraternidades, etc.
(Feixa, 1996).

Como sucede con el resto, estos estudios etnográficos nos ayudarán colateralmente en
nuestra investigación a situar al menor en el centro del estudio, valiéndonos como
herramienta con la que entender mejor sus manifestaciones y maneras de interiorizar la
cultura del CIMI. La edad como elemento identitario, o las prácticas ejercidas antes, e
incluso durante, su permanencia en el centro en otros entornos como lugares de ocio o
grupos de edad, serán de gran utilidad en nuestra etnografía.

En definitiva una amalgama de temas y enfoques sobre un objeto de estudio común que
necesita de la revisión continua, de ahí la diversidad de campos que lo abordan.

199
Ignacio Alcalde Sánchez

7.5. Estudios desde el ámbito del Derecho, Criminología,


Sociología y Pedagogía

Junto a los estudios que tendremos en cuenta y que hemos analizado previamente a
nuestra investigación, sobre el marco jurídico o los aspectos legales respecto al perfil
del menor, debemos resaltar también aquellos que emanan de los organismos oficiales
encargados de gestionar y velar por el buen funcionamiento de los CIMI, así como de
los organismos que elaboran los diferentes datos cuantitativos sobre éstos. De esta
manera, los diferentes informes emitidos desde las administraciones responsables —
Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, Consejería de Justicia e Interior,
Consejería de Asuntos Sociales, Defensor del Menor, Fiscalía General del Estado,
Fundaciones responsables de la gestión, etc.—, así como desde el Instituto Nacional de
Estadística, nos servirán como herramienta útil para conocer los principales datos
cuantitativos sobre el internamiento al mismo tiempo que será una documentación
eficaz para una primera aproximación con la que precisar nuestro objeto de estudio.

Tal como nos indica el informe sobre los diez años de la LORPM en Andalucía (2012),
encontramos estudios generales sobre delincuencia juvenil, basados en la
localización, tipología de menores o medidas impuestas, como los realizados por
García, Díez, Pérez y García (2008) sobre la aplicación de la reciente LORPM en 2001
y la comparación con los últimos cinco años de la ley anterior; de la misma forma, F.
Pérez (2010) basándose en los datos del Instituto Nacional de Estadística estudiará las
sentencias de los años 2007 y 2008 en todo el territorio nacional sobre la tipología de
delitos cometidos, o el realizado por O. García (García Pérez, 2010) con su estudio
comparativo por comunidades autónomas sobre la aplicación de sanciones, basado en
datos procedentes de la Fiscalía General del Estado de 2008.

Respecto al perfil del menor que ingresa en los centros, hemos consultado los estudios
realizados dentro de la comunidad autónoma de Andalucía. Para ello, y siguiendo las
pautas del informe citado anteriormente (2012), hemos consultado los diferentes
estudios sobre los perfiles de los menores infractores en la provincia de Cádiz, Córdoba
o Málaga a través de Padilla Alba, Méndez Vega, y Castellano Roldán (2004),
Salmerón y Zenni (2005) o el emitido por Martín- Solbes (2008) sobre el perfil de los
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

jóvenes mayores de edad en las prisiones andaluzas, todos ellos basados a su vez en los
datos producidos por las diferentes Fiscalías de Menores de cada provincia así como la
Consejería de Asuntos Sociales.

En este informe también se nos presentan los diferentes estudios realizados sobre los
programas de intervención con estos colectivos y aquellos que evalúan los niveles de
reincidencia. De esta manera, junto a los que ya hemos mencionado anteriormente en el
apartado sobre el perfil del menor y que están dirigidos por autores de reconocido
prestigio dentro de este campo —como Redondo Illescas, Garrido Genovés, Herrero
Herrero o Vázquez González—, podemos destacar aquí otros como Bernuz, Fernández
y Pérez (2006), (2009), (2009 b), que comparan las diferentes medidas impuestas y
cruzan datos de Zaragoza, Málaga y Albacete; García, Ortega y Zaldívar (2010) que
presentarán sus estudios sobre la provincia de Almería y los niveles de reincidencia o
los elaborados por Contreras, Molina y Cano (2010) sobre datos extraídos de la
provincia de Jaén.

Como decíamos más arriba, la mayor parte de estos estudios tienen un enfoque
cuantitativo y surgen del ámbito institucional y jurídico estando dirigidos a mostrar los
niveles de reincidencia y la tipología de las intervenciones que se realizan con este
colectivo. De esta manera, a nosotros nos han sido útiles en cuanto a una primera
aproximación al objeto de estudio y no tanto en cuanto a la elaboración de nuestra
etnografía que parte de datos propios.

Junto a estas investigaciones, debemos resaltar las diferentes guías, programaciones y


memorias que se publican por parte de los organismos oficiales responsables y
entidades gestoras de los CIMI, con las que continuar acercándonos a nuestro objeto
de estudio. De esta manera, los diferentes informes presentados desde los organismos
públicos, como la Guía de Centros y Servicios de justicia Juvenil de diferentes años
(Andalucía, 2014), el informe sobre las propuestas de mejora en Centros de
Internamiento (Andalucía, 2006) o los diferentes boletines con los datos estadísticos
sobre las medidas impuestas por años y comunidades autónomas (España, 2013) serán
de gran utilidad para continuar conociendo este objeto de estudio, al tiempo que será útil
para contrastar cuantitativamente nuestras proposiciones. De la misma forma, los
informes emitidos por el Defensor del Menor de Andalucía (2014), instituciones
internacionales como UNICEF y sus informes sobre adolescentes en el sistema penal

201
Ignacio Alcalde Sánchez

(Unicef, 2008) o el manual para cuantificar los indicadores de la justicia de menores


(Unicef, 2008), junto a los diferentes informes y proyectos de investigaciones de las
ONG dedicadas a este campo de trabajo, como el Observatorio Internacional de Justicia
Juvenil, Amnistía Internacional (2009), también nos resultarán esclarecedores. Como
también lo harán los mismos informes y textos de investigación emitidos por las
entidades al cargo de la gestión de los CIMI, como los diferentes materiales de
elaboración propia de la Fundación Diagrama (Legaz Cervantes, 2008) o GINSO
(Bernal, Márquez Jiménez y Sánchez Llinares, 2013), que serán de gran utilidad en el
marco teórico previo a nuestro trabajo de campo

Ya en el ámbito del Derecho y la Criminología, aunque que ya hemos analizado los


aspectos más importantes para nuestro trabajo al respecto, en el apartado sobre el marco
normativo y los diferentes aspectos sobre el perfil del menor o los conceptos de
inimputabilidad y minoría de edad; a modo de recapitulación, englobamos los
principales estudios seguidos, en cuanto al Derecho Comparado y los diferentes
aspectos del marco legislativo, con los aportes realizados por E. Cruz y Cruz (2010) y
Vázquez González (2003), que mostrarán los diferentes peldaños en la minoría de edad
o el sistema garantista de la ley del menor en diferentes países. De la misma forma, las
referencias realizadas por Blanco Escandón (2006), Herrero Herrero (2008), García
Pablos de Molina, (1988), Serrano Maíllo (2009) o Martín López (2001) serán las que
guíen nuestra postura sobre los diferentes enfoques que la justicia juvenil tiene en
diferentes partes del mundo, así como las pautas que rigen la legislación sobre éstos,
con las que obtener una imagen global de este fenómeno.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Parte 2 Observar

203
Ignacio Alcalde Sánchez

Llevo un rato despierto. No puedo dormir bien. Escucho al educador dar la


indicación al seguridad de que nos abran los cuartos en los que hemos estado
cerrados bajo llave toda la noche.

Comienza el día.

El educador pasa cuarto por cuarto despertándonos a todos. Tras la fase de


Ingreso y Observación en la que hemos aprendido la normativa y se nos ha
despojado de los malos hábitos (o vicios) que traíamos del exterior, pasas a un
hogar con el resto de los compañeros. En un cuarto sólo o con compañero, con
baño propio y un salón común donde hay televisión y equipo de música.

Ahora toca levantarse. Vestirse, hacer la tarea de limpieza que te toca según el
cuadrante (limpiar el polvo, barrer, fregar, etc.), hacer tu cama y prepararse
para bajar a desayunar.

Una vez que lo hemos hecho y estamos todos, movimiento hacia el comedor.
Antes un breve cacheo. En fila, en silencio, las manos fuera de los bolsillos,
bajamos al comedor.

Desayunamos.

Se inicia de nuevo el movimiento de vuelta al hogar. Momento para cepillarse


los dientes y tiempo de espera hasta que los demás hogares hayan terminado y
nos vayamos para la escuela. Tiempo para pensar o dormitar otro rato.

Movimiento. De nuevo cacheo, fila, silencio y escuela. Nos dividimos por grupos
según el nivel y la asignación del maestro de escuela.

A mitad de la mañana tenemos un tiempo de recreo. El seguridad nos avisa.


Detenemos la clase. Cacheo. Movimiento hacia el patio. Patio. Y movimiento de
nuevo hacia la escuela. Esta vez el registro es más minucioso ya que venimos
del patio exterior por lo que hay más riesgo de que alguno se haya escondido
algo.

De nuevo escuela hasta el mediodía. Fin de las clases por hoy. Recogemos. Fila.
Cacheo. Movimiento hacia nuestro hogar.

Tiempo de ducha.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

A veces nos cierran con llave. Algunos se duchan, otros nunca. También se
aprovecha para hacer ejercicio, escribir una carta o escuchar música tumbado
en la cama.

Abren puertas. Cacheo. Movimiento hacia el comedor. Comemos. Movimiento


de vuelta al hogar. Tiempo libre durante la siesta y hasta la hora de los talleres.

Avisa el educador, cacheo y movimiento a los talleres.

Talleres.

Fin de los talleres. Registro exhaustivo con detector y sentadillas. Movimiento


de vuelta al hogar.

Tiempo de ducha. Unos si, otros no. Ejercicio. Música. Releer cartas. Hora de
la cena (durante el taller hemos merendado). Cacheo y movimiento al comedor.

Cena.

Movimiento hacia el hogar.

Tiempo libre hasta la hora de dormir. Ver la televisión. Escuchar música.


Escribir cartas. Jugar al ajedrez. Pasamos a cuartos.

El seguridad nos cierra con llave y avisa de que todo el hogar está cerrado a
control. Al cabo de un rato se apagan las luces.

Comienza la noche.

El educador no ha venido a comunicarme ninguna sanción, ni al mediodía ni


por la noche por lo que he cogido los dos créditos de hoy. Tiempo para dormir.
Espero no darle vueltas a la cabeza con nada. Mejor dormir. Ojalá esta noche
no hagan mucho ruido ni golpeen las paredes.

A la cama.

Un día menos.

Todo el marco teórico previo confluye y toma sentido en los siguientes capítulos en los
que mostramos los principales datos obtenidos en nuestro trabajo de observación y
reflexión etnográfica. De esta manera, los pilares que hemos construido basados en la

205
Ignacio Alcalde Sánchez

Antropología, Historia, Sociología, Criminología o legislación referente, soportarán la


siguiente estructura etnográfica, sobre la que, a modo de arquitrabe, se situarán nuestras
conclusiones finales.

Según Berdichewski (2002: 86), la Antropología busca unas unidades mínimas de


estudio dentro de cada cultura, lo que podemos denominar rasgos culturales, átomos o
elementos culturales que supongan los elementos básicos, en los que podamos
descomponer esa cultura; aquellos ―aspectos mínimos de la conducta y objetos del
trabajo manual socialmente transmitidos‖ a los que se refieren Jacobs y Stern (1960).

En función a estos rasgos, que tienen como característica principal y clave para
nosotros, el pertenecer al plano cultural, intentaremos construir nuestra etnografía. A
partir de los diferentes bloques en torno a los que hemos organizado nuestra
construcción narrativa —no nuestra observación ni recogida de datos—, intentaremos
mostrar una visión completa del internamiento y la construcción cultural que allí se
produce.

De la misma manera que hacían las etnografías clásicas, que analizaban la cultura a
través de diferentes esferas, trataremos de diseccionar los diferentes aspectos culturales
que allí ocurren para mostrar cómo las paredes y suelos se recubren de cultura y cómo el
espacio se convierte en un lugar.

Para nuestra narración y descripción utilizaremos al menor como protagonista y


elemento central de toda la acción que allí transcurre, sobre el que se organiza toda la
actividad y gira todo el diseño de las diferentes actuaciones.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 8. El espacio y el tiempo toman sentido

Tomando como punto de partida el fragmento anterior, basado en una adaptación de las
impresiones de un menor sobre cómo transcurre del día a día allí interno, comenzaremos
a reflexionar sobre dos de los elementos claves dentro de un CIMI: el espacio y el
tiempo.

El espacio
Desde la Antropología y la Sociolingüística hemos aprendido cómo el ser humano
necesita nombrar lo que conoce para así, someterlo y dotarlo de significado conocido,
con el que tranquilizarse y poder afrontar su posición en medio del universo. Asumir el
riesgo tal como decía M. Douglas y poder tomar decisiones que le permitan
desenvolverse. Es por esto por lo que el espacio cobra sentido a medida que se somete y
se conoce (o se nombra) y se convierte en paisaje, en un cuadro reconocible en el que se
desempeñarán sus funciones y roles como ser humano inserto en un conjunto de códigos
y símbolos compartidos por todo el grupo.

Así, poco a poco, los pasillos y cuartos vacíos de contenidos con los que cuenta este
entorno y aparentemente no-lugares, como los podríamos definir siguiendo las teorías
de M. Augé91, se convierten en hogares, aulas o salas de visitas. Nombres con los que
conciliar ese espacio vacío y la necesidad de crear un espacio sometido y, en la medida
de los posible, hogareño.

El entorno se convertiría así en paisaje cultural, que es uno de los objetos de estudio de
la Antropología. Cómo el espacio, entendido éste como una construcción cultural
realizada por el ser humano, se somete e interpreta bajo unos esquemas conocidos por
él, transformándose en un lugar.

91
Creemos que también podríamos catalogar al CIMI a medio camino entre los espacios culturalmente
construidos y estos no-lugares que proponía M. Augé para los aeropuertos, estaciones y otros lugares de
paso que quedaban huérfanos de significado, ya que está diseñado para cumplir una función ajena a sus
protagonistas pero al mismo tiempo se debe llenar, y lo consigue, de significado.

207
Ignacio Alcalde Sánchez

Siguiendo las teorías de E. Goffman, veremos cómo los roles a desempeñar por cada
autor, necesitan de un escenario donde llevar a cabo esas escenas, por lo que el espacio
se dotará de sentido enfocándolo hacia esa puesta en acción que será el internamiento.

Nuestro CIMI seleccionado para el estudio —y comenzamos a detallarlo ahora como un


tipo de centro estándar que responde al perfil de todos los demás— está compuesto por
un edifico de doble planta y tres alas, con dos patios anexos y una zona ajardinada que
realiza la función de entrada. Alberga entre 40 y 45 menores que se reparten por él
según su género (masculino o femenino), teniendo un espacio propio paras las medidas
de internamiento terapéutico. El edifico está distribuido de manera que en la planta baja
hay un pasillo de despachos destinados al equipo directivo y equipo técnico y un pasillo
donde se agrupan todos los servicios de lavandería, cocina, sala de educadores y
administración; sobre estos, en la primera planta, se distribuyen los hogares —pasillos
con las habitaciones y un salón comunitario— y aulas. Tras el edificio se encuentran los
patios anexos donde se establecen los talleres y pistas polideportivas.

Estos serán los espacios de los que disponen y con los que los menores comenzarán a
relacionarse. Si tomamos a éste como protagonista veremos cómo irá progresivamente
descubriendo los diferentes espacios a medida que su medida de internamiento va
progresando, dotando a éstos de muy diferentes significados y configurando todo el
entorno.

—Yo pensaba que esto iba a ser diferente, no sé, más grande, como las cárceles de las
películas.

Siguiendo los pasos de uno de ellos, vemos como desde su llegada, todos los menores
atraviesan unos espacios y fases comunes. En primer lugar se produce el acceso.
Aunque esto lo analizaremos más detenidamente desde el plano simbólico y
especialmente desde el prisma de los ritos de paso, aquí podemos adelantar cómo el
acceso al CIMI marca un antes y un después, un nosotros y un otros, en cuanto que su
entrada, de características similares en todos los centros, con una visibilidad reducida de
lo que hay en el interior, con el acceso controlado y solo para personal autorizado, será
la primera frontera que divida al grupo de los que no forman parte de él. De esta
manera, cuando el menor interna, lo hará acompañado de la policía o voluntariamente
con su familia, en ambos casos, será consciente de que deja atrás todo el contexto
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

sociocultural en el que había vivido los últimos años, para comenzar a formar parte de
otro grupo.

Una vez atravesada la puerta de acceso, el menor será dirigido a una habitación
denominada ―registro‖ ya que ésta es su utilización diaria. Una habitación en la que se
realizan todos los controles de acceso y salida de los menores, que tiene una entrada
desde el patio cercano a los aparcamientos y otra hacia el interior del edificio y en la
que se realizan todos los registros de entrada y salida de los menores (tanto a su llegada
como las diarias en los cambios de actividad). Para dicho registro se utiliza un detector
de metales manual y hasta hace un tiempo92, y dependiendo del tipo de actividad que el
menor hubiese realizado, también se le podía indicar que se desnudase y que realizara
sentadillas. Para los menores es una actividad que realizan una o dos veces todos los
días de forma rutinaria —cada vez que entran del patio, del recreo de la escuela por la
mañana, o vuelven de los talleres por la tarde— por lo que poco a poco se va
convirtiendo en una actividad más del día a día hasta que llegan a estar completamente
familiarizados con ser registrados de diferentes maneras (arco detector de metales,
paleta manual, cacheo, registro minucioso, etc.,) algo que comentaremos más adelante
en el apartado sobre política y uso del poder.

Desde su llegada, el menor desconoce dónde se encuentra, la falta de información, el


desinterés mostrado por el menor o la situación de estrés de los últimos días
(detenimiento, juicio) unido en muchos casos con la falta de formación (algunos
menores no tienen unos conocimientos geográficos mínimos, ni tan siquiera del mapa
de Andalucía) producen que el menor en la mayoría de los casos no sepan de manera
nítida dónde se encuentra. Saben que han cambiado de provincia o que se han alejado
pero no serían capaces de situar su ubicación de manera precisa. Tras esto, ingresan y
tan solo conocen la habitación del registro de entrada, su habitación, el baño, el
despacho médico y el patio interior. Así pasarán los primeros días en los que poco a
poco comenzarán a familiarizarse con la normativa interna y de la misma forma con los
espacios y la ubicación del centro.

En esta habitación de registro también hay unos armarios donde los menores que salen
al exterior habitualmente guardan sus pertenencias que pueden tener en la calle pero no

92
Como decíamos más arriba, nuestra observación se ha realizado durante varios años, por lo que hemos
podido observar cómo la normativa se ha modificado, dejándose de realizar el registro de tipo ―integral‖
hace un par de años.

209
Ignacio Alcalde Sánchez

en el centro (tabaco, cinturones, material de escuela o trabajo, etc.) y que serán


recogidas justo antes de salir, rellenando previamente un parte con todos los elementos
que se llevan.

Para los trabajadores del centro, esta habitación también es el lugar donde, tras unos
armarios, se sitúan los cuadros de luz, interruptores del aire acondicionado y algunos
enseres de trabajo, un espacio al que los menores nunca accederán y que muchos
desconocen, lo que nos muestra como el escenario puede cambiar por completo
dependiendo del actor en el que fijemos el foco. A través de esa línea imaginaria que
establecen, en este caso unos armarios, el territorio queda marcado de manera que
distingue entre lo permitido y lo prohibido para el menor. Al igual que ocurre en la
iniciación en otros contextos —como puestos de trabajo o en cualquier asociación— el
conocimiento o descubrimiento de los diferentes espacios por los que nos vamos a
desenvolver será crucial para entender nuestro entorno y también dará información
sobre el estatus o nivel de progresión de nuestro rol social dentro de una comunidad. De
esta manera, la inmersión en estos entornos, se puede realizar de la mano de una
persona clave que nos muestre todos los espacios y sus significados, equiparándonos a
otros compañeros más experimentados, o en este caso, el menor lo irá realizando
progresivamente a medida que se vaya enfrentando a las diferentes situaciones
(convivencia, escuela, talleres, etc.) que se convertirán en su día a día, por lo que nos
dará también información acerca de su estancia y progreso, existiendo espacios que no
llegará nunca a conocer o que se le mostrarán como prohibidos

Si continuamos con el proceso que sufre el menor, vemos como a su llegada el registro
es mucho más minucioso por lo que ocupa algo más de tiempo. En esa habitación se
realiza un registro de todas sus pertenencias, se completan los formularios pertinentes y
se le entrega una ropa del centro, al tiempo que se le va explicando brevemente dónde
se encuentra y algunos rasgos generales de la normativa interna.

En este primer registro, el menor suele hacer alguna pregunta sobre el centro, sobre si
está permitido fumar, puede llamar a sus familiares o sobre algún objeto que quiere
mantener consigo, como collares, pendientes o móviles. En algunas ocasiones, es
habitual que se le encuentre algún objeto prohibido, como sustancias tóxicas ilegales o
un teléfono móvil, por lo que se le entrega a la policía o se realiza un parte de
pertenencias para archivarlo convenientemente.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Tras finalizar el registro, el menor pasa a su habitación donde se le ofrece la posibilidad


de ducharse o ir al baño y se comienza a trabajar con él respecto a la normativa interna,
que será la primera fase de formación para su adecuado desarrollo en el CIMI. Una vez
interno, el menor dispondrá de seis espacios básicos por lo que transcurrirá su medida:
su habitación, el hogar, patios, escuela/talleres, comedor y despachos. Se trata de los
elementos básicos e indispensables para comenzar a entender el internamiento desde
nuestra perspectiva antropológica, por lo que pasamos a describirlos brevemente.

La habitación. Existen dos tipos de habitaciones, una habitación en la que es alojado


durante sus primeros días en el centro, dentro del ala que es denominado Ingreso. En
esta ala o módulo permanecen todos los menores que acaban de internar o que han
sufrido un retroceso en su evolución y han sido sancionados con una falta de carácter
grave, por lo que deben permanecer en él durante un tiempo hasta que consigan un
número determinado de créditos y vuelvan a su estado anterior o comiencen de nuevo.
Aquí la habitación sólo cuenta con una base hecha de obra y un somier anclado a dicha
base sobre el que se coloca un colchón de espuma; además cuenta con una estantería
también realizada de cemento y ladrillo con dos baldas empotradas a la pared. Los
baños y las duchas están fuera y son compartidos por todo el grupo con el permiso del
educador o en los horarios fijados. Una vez que abandonan la fase de ingreso, subirán a
la primera planta del edifico donde existen otro tipos de habitaciones que, junto a la
cama, tienen el baño y ducha dentro de la habitación además de otros enseres como
mesita de noche, perchas y en algunos casos mesas de estudio. Éstas también pueden ser
dobles por lo que los menores compartirían habitación.

Todas las habitaciones están dotadas de una puerta de seguridad que junto al cerrojo
exterior y la cerradura cuentan con una ventanilla que se abre desde el exterior con la
que poder observar al menor interno o una pieza de cristal vertical que permite ver lo
que ocurre en su interior permanentemente. Ésta además sólo puede abrirse desde fuera
y cuenta con un sistema de seguridad en caso de incendio.93

Junto a las habitaciones está el hogar o zona común que es el espacio que existe en cada
uno de los módulos de habitaciones, en los que los menores pasarán el tiempo libre.
Aquí, ver la televisión, jugar a algún juego de mesa o realizar alguna actividad conjunta

93
Nos detenemos en la descripción detallada sobre el espacio ya que compondrá una pieza clave para la
configuración de todas las actividades, así como para nuestro estudio.

211
Ignacio Alcalde Sánchez

será su práctica común. Cada módulo cuenta con una zona de este tipo en la que hay
mueble de salón, varios sofás, mesa y sillas. Suele estar equipado con una televisión,
equipo de música, libros y algún juego de mesa, excepto los hogares destinados a
ingreso en los que solo hay una mesa con sillas, libros y algún juego de mesa. Están
decorados con alguna imagen corporativa y junto a éstas aparecen los cuadrantes de
limpieza, algún trabajo realizado por ellos como corrección 94 o puntualmente alguna
decoración para celebrar una efeméride. En estos espacios suelen pasar parte del tiempo
mientras esperan al movimiento para ir hacia la escuela, los talleres o el comedor y
pasan el tiempo libre que les corresponde, después de comer y tras la cena. En él, los
menores suelen jugar a las cartas, ver la TV o charlar entre ellos, siempre bajo la
supervisión de los educadores. En este espacio se encuentra también el teléfono en el
que reciben las llamadas de sus familiares o abogados por lo que las conversaciones,
aunque no son controladas, tampoco gozarán de plena intimidad.

Patios. Todos los días, los menores realizan alguna actividad en el patio. Ya sea
educación física durante la jornada de escuela o durante el tiempo de recreo, todos
tienen una salida al exterior, siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan.
En estas actividades suelen jugar algún deporte o realizar las actividades propias de esta
asignatura. Durante el tiempo de recreo, algunos prefieren simplemente pasear en torno
al patio o permanecer sentados charlando con algún compañero. El centro consta de
varios patios (una pista de futbol sala, un patio interior entre el edificio y los talleres y
una zona de huertos) por lo que, dependiendo de la actividad, estarán en uno u otro.
Todos tienen un perímetro que no deben atravesar (cercano a las vallas que lo rodean) y
deberán pedir permiso para alejarse puntualmente (a por el balón, para ir a la fuente a
beber agua o para realizar alguna actividad puntual de jardinería o del huerto) por lo que
siempre deben permanecer bajo la supervisión tanto del educador como del vigilante de
seguridad que les acompaña.

Escuela/talleres. La mayor parte del día lo pasan realizando alguna actividad de


formación, ya sea en la escuela o en los talleres. La escuela consta de tres o cuatro aulas
(dependiendo del número de menores) y están dotadas del mobiliario convencional
(pupitres, pizarra, armario y cartelería) mientras que los talleres, que se encuentran en

94
Los educadores utilizan como herramienta para la sanción de tipo leve una corrección educativa que
consiste en reflexionar sobre lo realizado, habitualmente suelen pedirle al menor que realice un póster en
el que indique la norma que ha incumplido o alguna pauta de su comportamiento del tipo ―debo respetar
el turno de palabra‖ por lo que acaba colgado en la pared del hogar donde todos la puedan leer.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

un edificio anexo en el patio, están divididos según su materia (alfarería, vidrio, artes
gráficas, decoración, repostería, etc.) y dotados del mobiliario necesario para su
práctica. Tanto en una zona como en otra, los menores son divididos por grupos de unos
7 a 10 según su nivel académico, habilidades, convivencia con el resto del grupo o
preferencias personales a la hora de elegir una formación. Ocurre que en algunas
ocasiones los menores cambian de aula o de taller. Esto puede suceder bien porque el
menor promociona al siguiente nivel educativo, algo que ocurre con frecuencia ya que
algunos menores muestran al comienzo de sus medidas un desarrollo menor, fruto de la
problemática que traen del exterior (consumo de estupefacientes, falta de hábitos
saludables, etc.) o por la problemática que puede producirse entre ellos fruto de la
convivencia y para prevenir posibles agresiones. En el taller también suelen producirse
cambios y es habitual que los menores con medidas largas (por encima de los 15 – 18
meses) acaben pasando por todos ellos.

Todos los días los menores realizan tres movimientos hacia el comedor, para desayunar,
comer y cenar. Éste se encuentra en el mismo pasillo que la sala de educadores,
administración y cocinas, por lo que debe ser coordinado para que bajen todos los
hogares sucesivamente y sin que haya otra actividad durante esos desplazamientos. El
comedor está dotado del material básico para su desempeño, mesas, sillas, cubos de
basura, carro de limpieza y una vez que llegan los menores, se trae un carro con la
comida que debe ser devuelto al finalizar ésta, justo después de la limpieza del comedor
y haber recontado todos los cubiertos.

Otro de los lugares por los que pasa el menor son los despachos. Esto lo hacen de forma
esporádica y rompiendo la actividad diaria. Ya sea porque recibe una visita familiar o
judicial (por lo que se traslada a la sala de visitas) o porque tenga una entrevista con
dirección o equipo técnico (como puede ser para comunicarle alguna noticia referente a
su situación por parte de los trabajadores sociales o realizar las diferentes terapias
llevadas a cabo por los psicólogos), el menor se desplaza hasta el pasillo en el que se
encuentran todos los despachos, abriéndose para él un espacio nuevo que es poco
visitado. En algunas ocasiones y también en otros centros que visitamos durante nuestro
periodo de observación, vimos como se intenta hacer una distinción precisa entre los
espacios del menor y el resto de espacios que ocupan los trabajadores, evitando así que
el menor circule por los lugares exclusivos de trabajo y creando lugares intermedios en
los que se crucen ambos roles (salas de visitas, de terapia, de comunicación, son

213
Ignacio Alcalde Sánchez

ejemplos de esto). De la misma manera que ocurre con los sistemas expertos en los que
se establece un lugar a modo de decorado que oculta lo que hay tras de sí, se tiende a
crear espacios —dirigidos tanto a los menores como a los agentes que vengan del
exterior— diseñados para estos encuentros.

—Llevo aquí tres años y no tengo ni idea de lo que hay tras esa puerta.

De esta manera y cómo podemos observar, a lo largo de su internamiento, el menor se


mueve por unos espacios muy limitados y permanentes, desconociendo otros espacios
existentes en el centro como pueden ser la sala de educadores o despachos relacionados
con administración o mantenimiento, que nunca se abrirán a ellos y que se imaginarán
por lo que se puede ver a su paso.95

Y lo mismo ocurre a la inversa, aunque queden reducidos al mínimo, el menor contará


con algunos espacios de intimidad y exclusividad respecto a los trabajadores del centro
como pueden ser las duchas o su cama, en las que, por mínimas que parezcan, será los
lugares en los que gocen de intimidad.

Estos serán los espacios en los que el menor cumpla su medida de internamiento y
desarrolle todas las actividades diarias a lo largo de esos meses o años, desde su fase de
ingreso en la que se familiarice con la normativa interna hasta sus últimos días como
interno en los que, si ha progresado según esa normativa, estará incorporado con el resto
del grupo, disfrutando de salidas los fines de semana e incluso catalogado como
autónomo, por lo que podrá moverse libremente dentro del centro.

Territorialidad
Una vez vistos los principales espacios, podemos analizar cómo se construyen sus
significados y los usos que en él se realizan.

Llévame a mi cuarto que allí estoy tranquilo sin que me moleste nadie.

Para los menores la habitación tiene numerosos sinónimos (cuarto, chabolo, calabozo,
etc.) y supone el único lugar íntimo en el centro. Todos coinciden en que es el lugar

95
En la zona común existe un almacén al que solo pueden entrar los educadores, ya que guardan objetos
de limpieza y aseo personal, con el que ocurre lo mismo, los menores fantasean y bromean con lo que hay
allí dentro sin llegar a acceder en ningún momento.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

donde se dan cuenta de todos los errores cometidos una vez que son ingresados y
recuerdan el momento en el que le cierran la puerta y quedan encerrados en ese espacio.
Por lo que se convierte, para lo bueno y para lo malo, en su único espacio. Poco a poco
comienzan a habitarlo y a través de una escasa decoración (fotos de familiares y algún
póster de revistas o dibujos realizados por ellos) empiezan a hacerlo su habitación;
ordenando su ropa y sus pertenencias de forma que comienza a ser su único espacio en
el centro en el que puede actuar libremente. Todo esto dentro de la normativa
establecida, según la cual podrán tener mayor o menor número de prendas o accesorios
personales según su progresión y con la certeza de que puede ser registrado en cualquier
momento, lo que le obligaría a sacar todas sus pertenencias para revisar qué tiene y si es
todo reglamentario. También puede ocurrir que se decida por parte del equipo educativo
un cambio de habitaciones —lo que denominan romper el hogar— o pasar a compartir
con un compañero, por lo que todas sus pertenencias deben ser transportadas a la otra
habitación. De la misma forma, si el menor retrocede en su progresión, fruto de una
falta grave, todas sus pertenencias volverían a archivarse (en unas taquillas a tal efecto)
hasta que pueda volver a hacer uso de ellas.

Aunque algunos menores prefieren tener un compañero con quien charlar, la mayoría
aseguran que prefieren estar solos ya que están más tranquilos que con un compañero
que no conocían de nada hasta ese internamiento y que tendrán que soportar en caso de
que no congenien bien, una situación que irá variando a medida que se prolongue el
internamiento y el menor se familiarice con sus compañeros (y con esta comunidad).

La estancia en el cuarto tienen unas pautas comunes en todos los menores, ya que todos
reconocen que se pasa miedo durante las noches, entre otras causas debido a las
leyendas que ellos mismos se cuentan sobre fantasmas y antiguos inquilinos del centro,
tal como describimos en otro apartado. Al mismo tiempo, muestran su preocupación por
la sensación de estar encerrados y sentirse impotentes ante cualquier incidente. Todos
coinciden en la impotencia y la ansiedad que provoca el encerramiento. Cómo no
podrían hacer nada si hay un incendio u otra emergencia, ya que las habitaciones están
cerradas con llave durante la noche y sólo disponen de un interfono para comunicarse
con los educadores por si necesitasen algo. Tal como nos comentaba un menor ―lo que
más me agobia es que la puerta no tienen pomo por dentro, es una puerta
completamente lisa, de la que no puedes tirar si no es desde fuera‖. También les ocurre
en ese espacio que pierden parcialmente la noción del tiempo al no disponer de reloj,

215
Ignacio Alcalde Sánchez

por lo que los días que se quedan en su cuarto (por estar enfermos) o se cambian los
horarios a los que están acostumbrados suelen desorientarle en ese aspecto.

A pesar de esto, el cuarto es el espacio más personal de cada uno, donde se producen las
situaciones de mayor intimidad. Todos reconocen sin ningún tipo de pudor haber
llorado durante alguna noche o utilizarlo como refugio ante malas noticias del exterior.
Con los compañeros de habitación también puede producirse amistad o complicidad,
fruto de las conversaciones nocturnas y la identidad grupal que comenzarán a
desarrollarse.

En este espacio también se producen incidentes fruto de esa relación que no siempre es
amigable. Generalmente suelen ser ruidos por las noches que impiden dormir a los
demás, aprovechando el posible anonimato del causante, generalmente para molestar a
los que tienen salidas y madrugan más (asisten al instituto o al recurso laboral) o
simplemente para disturbar la noche.

En las habitaciones se comenzará a gestar en muchos casos las primeras relaciones


grupales entre todos ellos. De esta manera, la comunicación entre cuartos, el sentir
comunitario y la identidad común unida por ese encerramiento, les pondrá de manifiesto
el compañerismo que se desarrollará en este internamiento y que tienen aquí uno de sus
orígenes. La complicidad que desarrollarán en muchos casos los compañeros de
habitación, lo que ocurre en sus habitaciones (juegos, anécdotas, comentarios, etc.) y
que tan solo ellos conocerán o las historias sobre unos y otros durante sus horas de
sueño serán algunos de los nexos que les unan y que los separen de los trabajadores,
formando así al grupo. De ahí que se convierta como decíamos más arriba en su reducto
de intimidad y de ahí que de vez en cuando el equipo educativo rompa los hogares,
propiciando nuevas relaciones para facilitar la integración de todos y evitando que
prosperen otras.96

Otros de los aspectos de las habitaciones es el trato legal que se les da a éstas, ya que
ningún trabajador puede entrar a ellas sin la presencia del menor y éste tiene que

96
Los educadores intentan agruparlos de manera que existan referentes en cada grupo que ejerzan su
liderazgo de manera positiva y a su vez que en las parejas de habitación intentando que sean afines en
función de los objetivos que se persiguen, aunque no siempre es viable por lo que deben rotar a menudo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

hacerse responsable de todo lo que hay en ella, por lo que le otorga algo de poder y
soberanía sobre ese espacio, siendo el único terreno en el que esto ocurre.97

Los hogares y pasillos son espacios aparentemente simples y pobres en decoración u


objetos si los comparamos con un hogar, pero la vida continuada en ellos hace que los
menores sepan situarse y moverse por ellos de diferentes maneras. Así, todos conocen
donde están las cámaras de seguridad, los rincones en los que el educador no puede
verte o reconocen los sonidos procedentes de los baños, otros cuartos o las puertas,
como ocurriría en cualquiera de nuestras casas. A pesar de la simplicidad de éstos, los
menores pueden distinguir dos o tres zonas diferentes y dedicadas a actividades distintas
en cada uno de ellos. Algo muy distinto de lo que puede percibir una visita o los
mismos trabajadores que lo conciben como un lugar de trabajo.

De esta manera, los hogares (salones de unos 35 metros cuadrados) se distribuyen según
las principales funciones que se realizan en él, teniendo una mesa que es empleada para
los juegos o tareas, un sofá frente a la TV, la zona del teléfono y una zona de paso.
Tener que limpiarlo diariamente, moviendo algunos de sus muebles y pasar toda su
medida de internamiento en ellos, hace que los menores sepan perfectamente qué hay en
cada uno de los hogares y su distribución. Los tiempos libres o de espera para
incorporarse a las actividades se llevan a cabo en estos espacios en los que los menores
ocupan su sitio en el sofá, en los juegos o simplemente permanecen en su cuarto sin
salir a él, lo que nos dará información acerca de su internamiento.

De esta manera, los espacios, junto al tiempo se van convirtiendo y podrían ser
analizados como cronotopos, tal como los definió M. Bajtin (1991) y fueron utilizados
por H. Velasco (2007) —configuraciones espaciotemporales indisolubles en las que se
lleva a cabo la acción, comprendidas y compartidas por sus protagonistas, los menores
en este caso—. Serán esos cronotopos los que nos sirvan a nosotros para realizar nuestra
observación etnográfica, de manera que configuren y otorguen significado a cada
acción. Así, el tiempo libre, la escuela, comedores o comunicaciones, serían en realidad
la encrucijada entre espacio y acción, donde toda la cultura de la que está dotada ese
espacio cobre sentido y se manifieste. Los escenarios donde se desarrolla esta obra.

97
Tal como pudimos comprobar en una ocasión en el que un menor con el que hablaba desde la puerta
me invitó a pasar a la habitación viendo que yo me quedaba fuera, una situación extraña para ellos,
acostumbrados a pedir permiso cada vez que salen o entran de cualquier espacio, por lo que lo hizo en
tono de broma y de forma exageradamente educada.

217
Ignacio Alcalde Sánchez

—Hoy hay registro, porque están montando el proyector de cine.

Es interesante cómo pueden percibir a raíz de pequeños cambios o señales cualquier


modificación en la actividad diaria. De esta forma, en el momento que se produce un
cambio en alguna actividad rutinaria (retraso en la hora de llamada, cambio del orden
para el desayuno, etc.) los menores enseguida comienzan a elucubrar todo tipo de
teorías acerca de sus motivos que pueden ir desde un registro a todo el hogar completo,
al cambio de actividad (proyección de un video, visita de alguien, conferencia, etc.) ya
que generalmente se realiza en otros espacios, por lo que se hace necesaria la
modificación de las rutinas.

Respecto a los talleres y aulas el espacio no es ocupado de la misma forma que lo


podrían hacer el alumnado de los institutos ordinarios ya que aquí están
permanentemente vigilados y tanto el mobiliario como su material de trabajo debe estar
cuidado, ordenado y cuantificado en todo momento. Cualquier daño que se produzca en
el mobiliario o la pérdida de algún material puede ocasionar desde una corrección hasta
un registro exhaustivo del grupo por lo que la actividad está continuamente supeditada
al entorno, convirtiendo estos espacios en una mezcla de lugares culturalmente
convencionales (escuela, talleres) y nuevos lugares, donde se crea una forma de
convivencia nueva.

Además, estas actividades suponen el único momento del día en el que todos los
menores del centro se ven y mezclan. Si en el resto de actividades están divididos por
hogares que a su vez se realiza por fases de su medida y género, en la escuela y talleres
no se hace esta distinción por lo que los menores pueden relacionarse entre ellos,
comunicarse, conocer qué ha ocurrido en otras partes del centro o con otros menores,
etc. Tanto la ubicación de éstos, en el aula, en los talleres, como la actitud que
desempeñen en las actividades, denotará su capacidad de liderazgo, estado anímico o
relaciones con el grupo por las que atraviesa en cada momento.

Así, estos espacios de aparente formación se convierten en los lugares de interrelación y


convivencia entre ellos y en los que la actividad, aparentemente planificada desde el
punto de vista teleológico de la resocialización y la educación, se convierte en espacios
de convivencia y desarrollo social de este grupo que encontrará en este espacio su único
lugar para ello. Es así como la institución, tal como diría Anta Félez (2002), comienza a
tomar forma, a través de sus símbolos y significados.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Como hemos mencionado más arriba, otro elemento a tener en cuenta es la distribución
por esos espacios de los menores. Podemos observar como ocuparán determinados
puestos en función de la relación que tienen con los demás, permaneciendo aislados si
desean evitar cualquier problema u ocupando los mejores puestos de forma autoritaria
respecto a los demás. De la misma forma ocurrirá en el comedor o en el hogar en el que
muchos buscarán la proximidad al educador, al sentirse amenazados o aislados,
mientras que otros buscarán sentarse junto a algún compañero con el que poder charlar
sobre sus asuntos.

Otro aspecto del espacio y su configuración lo componen los desplazamientos que los
menores realizan para ir de una actividad a otra, que se conocen como movimientos.

Los menores pueden llegar a hacer una media de doce desplazamientos desde sus
respectivos hogares al comedor (desayuno, comida y cena), a las aulas, a los talleres y al
patio, todo eso con sus respectivos registros, protocolos (en fila, en silencio, ordenados
por habitación, etc.) y sin olvidarnos de que se trata de un solo edificio, lo que nos hace
entender cómo los movimientos se convierten en una rutina más del día a día del menor,
ocupando una parte central de ésta. En cada movimiento son registrados, de forma
rápida o más detallada por el agente de seguridad, se colocan en fila, en silencio, con las
manos fuera de los bolsillos y tras la indicación del vigilante, el educador ordena el
movimiento. Esta rutina hace que los menores se acostumbren a ser registrados,
realizando un gesto casi mecánico de levantar los brazos para facilitar el registro o
desatando sus zapatillas antes de entrar al cuarto donde se realiza. El movimiento
también es aprovechado para ver qué ocurre en los despachos (si se realiza por alguno
de esos pasillos), en otros hogares por los que cruzan, a otros menores con los que
coinciden en el patio aledaño o al resto de trabajadores con los que habitualmente no se
ven. En esta actividad también se suele producir a veces alguna agresión, generalmente
patadas o ruidos para provocar la molestia de los educadores o mostrar autoridad frente
a los compañeros. Para los trabajadores supone una de las actividades más críticas ya
que los menores son desplazados y pueden ocasionar algún problema o simplemente
son difíciles de controlar en caso de que quieran realizar algo prohibido como
intercambiar algo, por lo que se controla de manera específica que se cumpla todo el
proceso protocolizado, con el que reducir estos riesgos.

219
Ignacio Alcalde Sánchez

Los movimientos se convierten así en la única oportunidad que tienen muchos de los
menores de ver y conocer qué ocurre en otros lugares del centro al mismo tiempo que lo
van conociendo. Por lo que supondrán un espacio más dentro de esa configuración
espacial que harán del CIMI. Los primeros movimientos que los menores realizan desde
sus habitaciones de ingreso a la incorporación de la escuela o al resto del grupo, una vez
que ha abandonado la etapa de ingreso, muestra como el menor comienza a descubrir el
territorio a medida que avanza y habla con sus compañeros, comenzando a
familiarizarse con los espacios propios y ajenos, los permitidos y los prohibidos.

Los movimientos se construyen así como ese conjunción entre espacio-tiempo en el que
el menor comienza a configurar su entorno, a conquistar el territorio desconocido para
habituarse a este nuevo espacio, el CIMI.

El aislamiento entre hogares y la discreción que se tienen a la hora de resolver cualquier


incidente (para evitar que se propague) es una de las tónicas del centro, por lo que el
menor necesitará en muchas ocasiones de estos desplazamientos por todo el centro para
conocer qué ocurre y construirse una imagen de dónde está. Aunque esta construcción
estará sesgada y, en cierto modo, dirigida por la planificación previa realizada. Algún
que no siempre ocurre así, ya que, como decíamos más arriba, los menores perciben
cualquier modificación en cualquier detalle, de tal manera que el movimiento rápido de
los agentes de seguridad, las llamadas reiteradas al coordinador del turno a través de los
walkie-talkies o simplemente el gesto de los educadores, les indican que algo ocurre y
generalmente lo confirma inmediatamente después a través de alguno movimiento en el
que ven al resto de compañeros que sí han visto lo sucedido, confirman la falta de
alguno de ellos o sencillamente lo ven al pasar a través de las ventana de la puerta de su
habitación, comunicándoselo entre ellos rápidamente.

Salir fuera, aunque sea a respirar. — ¿Tú sabes el tiempo que hace que no voy en el
asiento delantero de un coche?

Por último, referente a la configuración territorial, vemos como existen unos límites
territoriales muy precisos. Junto a los que se construyen dentro, que hemos mencionado
antes, pasillos, hogares, cuartos, zonas de actividades, perímetro cercano a las vallas,
etc., existen también los grandes límites entre el interior y el exterior.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Éstos configuran toda la identidad grupal de la que hablaremos más adelante y suponen
una distancia abismal entre un espacio y otro. El territorio va cambiando de paisaje a
medida que los menores salen por la puerta del edificio, atraviesan la primera zona
ajardinada, llegan a la zona de aparcamientos para los trabajadores, donde ya sienten
que están dejando atrás el centro y finalmente pueden salir al exterior. Las fronteras, así
como el territorio fronterizo, es usado tan solo por unos pocos, los que pueden salir a
sus recursos externos, laborales o formativos, y suponen un grado de libertad y estatus
social dentro del grupo fundamental para todos ellos. Atravesar la zona cercada, aunque
sea puntualmente, para ir a una cita médica o judicial, supone para ellos abandonar el
edificio en el que llevan internos meses, por lo que el exterior se configura con un
significado mágico y una de las metas fundamentales en todo ese periodo.

Como podemos observar, la configuración del espacio se realiza como consecuencia de


la necesidad de someterlo ante la obligatoriedad de convivir en un espacio cerrado
durante un periodo de tiempo largo. Los meses y los años a los que muchos se enfrentan
estando allí dentro les obliga —tanto a ellos como a los responsables— a articular los
espacios de manera que no sea perceptible que se trata de un solo edificio,
transformando sus pasillos y habitaciones en escenarios y momentos con los que llenar
de significado el tiempo y así poder desarrollar una actividad que envuelva esa medida
de internamiento, en una función de responsabilización y resocialización, tal como
dispone la LORPM. De esta manera, los espacios son dotados de sentido y se hace
palpable ante las visitas puntuales por parte de los organismos públicos, en los que se
puede observar cómo donde ellos ven una habitación o una estancia decorada, pobre
pero correctamente, los menores verán su cuarto y su salón en el que van a estar durante
meses; por lo que la percepción es totalmente diferente. Escondrijos, rincones, cuadros
o muebles no son baladíes y suponen una parte importante del todo que configura este
espacio allí dentro y que tiene al menor como protagonista.

Los menores que poco a poco han pasado de su ingreso a las últimas fases de su
internamiento, pudiendo llegar a tener el estatus de autónomos, con lo que se moverían
libremente por el centro, van conociendo paulatinamente sus espacios, desde el cuarto y
el hogar en el que ingresaron hasta la totalidad del edificio en sus últimas etapas.

Resulta interesante observar cómo los menores que han sido reconocidos como
autónomos, es decir que disponen de un hogar y habitaciones propias, sin educador que

221
Ignacio Alcalde Sánchez

los vigile, se deben hacer cargo de sus actividades diarias y se pueden mover libremente
dentro del centro, respetan férreamente los espacios concebidos para cada uso,
confirmando esa configuración cultural que se produce y que se transmite desde el
comienzo de su medida y que si fuese de otra manera sería trasgredida. A un autónomo
no se le ocurriría, aunque tiene posibilidad para ello, entrar en un despacho o acercarse a
la sala de educadores, lo que confirma cómo los espacios son presentados y aceptados
bajo el uso cultural que se hará de ellos allí dentro, erigiéndose como una de las piezas
claves en la significación de aquella comunidad.

Una compleja red de significados y símbolos que seguiremos analizando en los


siguientes apartados y que se construyen en torno a estos espacios.

Tiempo
Una vez que hemos analizado el espacio se presenta otro elemento crucial para la
configuración cultural de este entorno: el tiempo.

Aquí, todo se medirá en función del tiempo de internamiento que cada menor debe
cumplir y los espacios por los que se desarrolla este cumplimiento, teniendo unos
límites claros y precisos que se construyen en torno a estas premisas y que configurarán
toda su estancia, marcando su comportamiento y dando explicación a muchas de sus
actuaciones. Las medidas de meses marcarán el devenir de cada menor e impondrán la
concepción del internamiento, como una estancia corta (varios meses, generalmente
menos de cinco o seis) en los que los menores simplemente se dispondrán a pasarlos, o
medidas mayores (por encima de los 15 meses) que requerirán que el menor evite
pensar en su salida y comience a ver el centro como su hogar en el futuro próximo sin
tener la concepción de una salida a medio plazo.

La concepción del tiempo así como la forma de fraccionarlo resulta de una convención
entre todo el grupo. Al igual que decíamos anteriormente sobre las edades, el tiempo; ya
sea en horas, minutos y segundos o días, meses y años, la longitud de éstos y la tardanza
o premura en que ocurran las cosas serán tan solo percepciones y convencionalismos
que crearemos entre todos para poder organizar y ser conscientes de ese paso del
tiempo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Aquí, como no podía ser de otra manera, esta división del tiempo también se realiza de
manera convencional pero, junto a esta, existe otra manera de organizar el tiempo y
estructurar las actividades que será la que realmente distribuyan las jornadas y
estructuren la organización temporal dentro del CIMI.

—Aquí dentro pues paso el rato escuchando música, escribiendo cartas…

Esta construcción social del tiempo se realiza aquí marcada por unas pautas específicas.
En el centro no hay ningún reloj que les indique la hora del día a los menores y tan sólo
aquellos que tienen una fase avanzada de privilegios pueden llevarlo (y no suelen
compartir la hora con los compañeros como reivindicación de su estatus) o son
informados puntualmente por algún educador, por lo que la concepción del tiempo
cambia y se articula en función de las actividades marcadas. Por esto, todos los menores
saben cuando se acerca la hora de la comida por el tramo que hay entre el final de las
clases y el tiempo para ducharse pero desconocen cuanto tiempo ocupa de manera
precisa. De igual forma ocurre por la noche ya que muchos no saben a qué hora
exactamente los están llamando para levantarse. Esto lo podemos observar en el
nerviosismo que muestran cuando tienen una salida a primera hora de la mañana y no
saben si los han llamado a tiempo o no, hasta que el educador los tranquiliza diciéndoles
la hora o comenzando su movimiento para la salida.

Por los comentarios de muchos de ellos, vemos como hacen una división del tiempo en
bloques según las actividades que realizan y según la que se estructura todo el centro.
Actividades de mañana, de tarde y fines de semana vienen articuladas como elementos
centrales entre las comidas, movimientos y duchas por lo que los menores comienzan a
articular sus días en función de estos.

En este sentido, el CIMI parece articularse en unidades de tiempo que todos identifican
como tiempo de escuela, tiempo de duchas, tiempo libre, que estructura todo el día a
día. Incluso en algunas ocasiones, en las que alguna actividad se retrasaba, ha sido
catalogado por el educador como tiempo de espera, por lo que estaban en la zona común
pero no podían gozar de las actividades propias del tiempo libre.

Todos pasan el día esperando a que llegue ese tiempo libre que hay tras las actividades
de la mañana o de la tarde. Así organizan todo el día en función de éstos, mostrando que
el único momento del día que realmente les interesa es éste o el que pasan en sus

223
Ignacio Alcalde Sánchez

cuartos antes de dormir o esperando para bajar al comedor o ir a las actividades. Tiempo
que aprovechan para realizar sus llamadas telefónicas a sus familiares, dormitar,
escuchar música, hacer ejercicio, escribir cartas o pensar en sus problemas. En la
mayoría de los casos cuando le preguntábamos a algún menor a qué se dedicaba en el
centro, en general, éste contestaba a esto (escuchar música o hacer ejercicio)
refiriéndose sólo a esta parte del día e ignorando todas las demás actividades que le
venían impuestas y que, en muchos casos, rechazaban. Convirtiéndose estos tiempos
libres en la única referencia que articulaban el día a día y los momentos de los que
tenían plena consciencia.

En algunas ocasiones, pudimos observar cómo había algunos menores que debido a su
escasa formación desconocían el sistema de medición (días, semanas, meses) por lo que
eran incapaces de calcular el tiempo que les quedaba (ya que tampoco sabían sumar ni
restar), por lo que preguntaban a los educadores cuántos días le faltaban para una fecha
concreta o cuantos días quedaban para la salida que le habían comentado, pudiendo
imaginar así el tramo de tiempo restante a través de días o de actividades de fin de
semana, que les servían de referencia.

En esta forma de articular el tiempo, tal como decía V. Frankl (1991 [1946]) en su
estudio sobre el internamiento, los internos no medían el tiempo en unidades pequeñas y
comprensibles como el día o las jornadas de trabajo, ya que esto se les hace descriptible
y palpable y por lo tanto insufrible, por lo que prefieren hacerlo en unidades mayores
que saben, acaban pasando más rápido. Medir en meses o estaciones, da la impresión de
acortar el plazo de internamiento. Así, es común que los menores manifiesten lo poco
que les queda para su libertad cuando aún están a varios meses de esto o comiencen a
calcular los días que faltan para su salida sin realizar una cuenta atrás (que se les haría
muy larga) sino por meses o semanas, que les parece más llevadero, mostrando el
nerviosismo lógico ante su salida mucho antes de que esta vaya ocurrir.98

Estoy a cinco créditos de la fase tres y comienzo a salir.

Tal como veremos más adelante, el CIMI se rige por un sistema de créditos
(comportamiento/recompensa) por el que los menores van sumando puntos en función

98
Este aspecto de la construcción mental del tiempo lo retomaremos en nuestro posterior análisis del
internamiento como rito de paso ya que resultará esclarecedora para entender el comportamiento de los
menores desde este prisma.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

de su actuación, denominados créditos. En función del número de créditos y calculado


proporcionalmente a su internamiento, el menor deberá alcanzar un número
determinado para acceder a unas fases u otras (etapas de progreso) lo que le permitirá
obtener mayores privilegios, que pueden ir desde permitirle adoptar una estética
personal (ropa propia y enseres personales) hasta las salidas de fin de semana o la
denominación de autónomos.

Todo esto hace que la obtención o no de créditos suponga el objetivo principal en cada
jornada (mañana y tarde), de la misma manera que estructurará los días venideros,
incluso las semanas en función de éstos, erigiéndose así en el elemento central de todas
las actuaciones y el configurador de las actividades.

El ingreso en una nueva fase, que le permita salir los fines de semana, las salidas
educativas o laborales, los retrocesos en ese número de créditos (que pueden perderse o
congelarse) o la pérdida de éstos a primeras horas de la jornada configuran todo el
trascurrir del tiempo en este entorno. De manera que en muchos casos, la forma de
medir el tiempo no vendrá estructurada por las formas convencionales sino que serán
estas metas y este sistema el que articule todas las actividades para los menores.

Un día libre, una semana callado.

Tal como me manifestaba un menor, debía conseguir todos los créditos esa semana para
poder salir el fin de semana de vuelta a su casa, así que no estaba dispuesto a perder
ningún crédito. De esta manera, su actitud frente a toda la semana que le venía por
delante sería permanecer callado, ajeno a la mayoría de las conversaciones o posibles
situaciones que le entrañaran riesgo y limitándose a hacer lo que le indicase el educador.
De esta manera, el tiempo se articulaba para él en una división diaria de dos créditos
con los que obtener un permiso que le devolviese a su vida anterior. La consecución o
no de este objetivo le hacía plantearse el tiempo bajo una conducta u otra, adoptando un
rol distinto según incluso el educador o los compañeros que tuviese en cada momento.

—Aquí todo es distinto, no pienses que no me doy cuenta o que en la calle me


comportaría así, pero es que aquí todo es diferente.

Las jornadas se presentan ante ellos como días que deben cumplir en su internamiento
por lo que la monotonía o la ansiedad por permanecer allí encerrados puede hacer mella
en numerosas ocasiones. Es por esto por lo que el tiempo se alarga o se acorta en

225
Ignacio Alcalde Sánchez

función de cualquier actividad que les permita tener la cabeza ocupada o rompa el día a
día, comportándose de maneras infantiles o exageradamente burlonas lo que les lleva en
algunas ocasiones a retroceder en su progreso, especialmente en aquellos menores que
no muestran interés por obtener esas recompensas o no pueden alcanzarlas en un futuro
próximo. De esta manera, todo se magnifica en el CIMI. Tal como nos comentaba una
menor, cualquier detalle que les supusiese pasar el día de manera más divertida o
hacerlo más entretenido merecía la pena, pero al mismo tiempo era consciente de la
fragilidad e infantilidad de esto. Así, el tiempo se convierte en el elemento central del
internamiento, como una cuenta atrás para la salida por parte de los menores que
configurarán toda su actuación en función de ésta.

En resumen, tiempo y espacio se presentan aquí como los dos elementos cruciales sobre
los que se articulará toda la formación cultural del CIMI. La simbología, los usos e
interpretaciones que seguimos analizando a continuación y que darán forma a esta
comunidad, nacen de estas premisas que, al igual que ocurre en el análisis identitario de
otras comunidades, se erigen como fundamentales en su determinación. Si la
correspondencia territorial y la convivencia temporal es fundamental en cualquier
comunidad, en ésta, donde el tiempo y el espacio adquieren unos significados propios y
distintos, se presentan como clave para su configuración.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 9. La identidad individual. La construcción social


en el cuerpo

Una vez visto como se configura el espacio y el tiempo, y sentadas las bases para la
comprensión de lo que allí ocurre, podemos continuar desenmarañando otras esferas de
significados que también intervienen y que componen aquella cultura propia que es el
CIMI, ahora con el análisis del individuo como su elemento protagonista.

Respecto a la construcción cultural tanto de la identidad individual como colectiva,


vemos como la adolescencia y primeras etapas de la juventud, el internamiento y la
interrelación con otros menores y trabajadores confluyen aquí para comenzar a fraguar
una identidad e imagen individual que tendrá también unas características propias y
reconocibles. Para ello, analizaremos en este capítulo al individuo y su construcción
social como sujeto dentro del grupo y elemento protagonista de éste para, después,
abordar la identidad colectiva. Una separación teórica que atiende a la necesidad
narrativa, ya que en la realidad nunca tendrá unos límites precisos.

Identidad individual. El cuerpo


La imagen que proyectamos a los demás también se construye, y tiene unas pautas
culturales presentes y bien definidas tanto para el grupo como para el individuo. Al
margen de los estilismos y conceptos sobre los rasgos estéticos propios de cada
momento, que no son objeto de nuestro estudio, la construcción de la imagen, y con ella
la identidad individual que proyectamos al grupo, sí es importante en cuanto que
denotará gran parte de la información acerca, tanto del individuo como del grupo y su
cultura.

La piel, la vestimenta, la forma de movernos, en definitiva, el cuerpo se puede analizar


desde el plano simbólico y cultural tal como alumbraron algunos de los principales
autores en Antropología. Para ello debemos concebirlas como objeto social y cultural y
tener presentes las teorías que enunciamos brevemente a continuación.

Los autores constructivistas cambiaron el foco de interés en el estudio del cuerpo


afirmando que éste pertenece a la cultura y no solo al enfoque biológico que la

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Ignacio Alcalde Sánchez

Sociobiología hacía hasta entonces. Por lo que debe ser analizado también bajo este
prisma. Así, T. Turner afirma que el cuerpo ofrece una superficie donde exhibir los
roles sociales y a pesar de que hoy en día ha perdido significado, aún se utiliza como
signo de pertenencia (Martínez Barreiro, 2004: 128). La Sociología y la Antropología
comienzan a estudiar el cuerpo ya que es concebido como el puente entre cultura y
naturaleza, dónde las necesidades son respondidas y entendidas, principalmente para la
Antropología, como entidad simbólica. Bajo este prisma, nos advierte este autor sobre la
importancia del vestido y de la piel, conformando un todo social, dándole así la
importancia cultural que ésta tiene y merece. Apoyado en las ideas de Durkheim
remarcará la importancia de la ornamentación para la construcción y reconocimiento de
las identidades, tanto colectivas como individuales. Tal como nos decía M. Mauss, uno
de los primeros autores en iniciar lo que después sería la Antropología del Cuerpo, el
cuerpo es el primer instrumento del hombre, el más natural y diferenciador, no solo
individualmente sino entre culturas, ya que la cultura da forma al cuerpo. De ahí que
junto al tiempo y espacio analizado anteriormente, comencemos aquí a analizar el
cuerpo como elemento protagonista en la configuración del CIMI. Ya en su obra
Sociología y Antropología, dentro del capítulo Técnicas y movimientos corporales, de
1936, nos muestra las diferentes técnicas del cuerpo y cómo las sociedades saben cómo
usarlo con esa finalidad diferenciadora. De ahí la importancia del análisis en este
apartado sobre las diferentes percepciones que hemos realizado sobre el uso de la
imagen dentro del CIMI.

Siguiendo en esta línea, dentro de los estudios sobre simbolismo —algo que
analizaremos más adelante en un epígrafe propio— M. Douglas nos afirma que el
cuerpo es algo natural moldeado a través de las fuerzas sociales, un sistema de
clasificación primario para las culturas, donde se representa el orden y el desorden.
Douglas distingue entre cuerpo social y físico, mostrando a éste como un medio de
expresión restringido, como un símbolo de la situación, mediatizado por la cultura y
donde se manifiesta la presión social que soporta cada individuo (Martínez Barreiro,
2004: 130). Será esa concepción del cuerpo social la que nos interese a nosotros en este
estudio.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Dando el salto a otro enfoque teórico, ya desde la perspectiva política, nos encontramos
con las teorías de M. Foucault acerca del cuerpo como objeto de estudio99. Este autor
inaugura la Sociología del Cuerpo, dándole protagonismo dentro de los estudios
sociológicos y situando a éste dentro del campo político. Si anteriormente lo veíamos
como una manifestación de batalla social, donde la identidad y las presiones culturales
se van a manifestar, ahora añadimos este otro punto de vista político. Las relaciones de
poder operan sobre el cuerpo, domándolo y obligándole a manifestarse a través de
símbolos (Foucault, 1975: 33) lo que inevitablemente acabará interiorizándose y
pasando a formar parte de la identidad individual y grupal. Nos muestra al cuerpo como
el objeto dócil y normado que puede ser transformado y perfeccionado, actuando así,
directamente sobre él las relaciones de dominación existentes en la sociedad.

En este sentido, P. Bourdieu (1991) a través de sus conceptos sobre campo y habitus
nos mostrará la importancia de las relaciones del sujeto y entorno. La concepción del
habitus como esa relación que el sujeto tiene con su propio cuerpo. Y a través del
cuerpo —del habitus que diría Bourdieu— habla el entorno de ese sujeto. De esta
forma, las relaciones de producción y dominación se manifestarán a través de él. El
cuerpo como portador de la posición social.

Acercándonos a nuestro análisis etnográfico sobre el cuerpo, otro de los autores claves
para nuestro estudio, E. Goffman, lo analizará bajo la perspectiva teatral (1963). Tal
como decíamos antes, para este autor, la interacción social de los individuos se puede
describir a modo de metáfora como una obra de teatro, en la que dependiendo del acto,
desempeñamos un rol u otro. La construcción social del espacio y tiempo que
analizábamos en el apartado anterior, viene proporcionada por ese enfoque del mundo,
como una sucesión de escenarios que condicionan nuestra imagen. Desde la forma de
vestir a la de movernos. Esto se puede observar de manera meridiana en situaciones
sociales donde la imagen sí es elegida conscientemente y se cuida específicamente,
como en el caso de ceremonias sociales tales como las bodas o como veremos más
adelante en las visitas de los menores a los juzgados en los que cambian notablemente
su imagen.

99
Estas ideas las desarrollaremos específicamente en nuestro apartado sobre política, en la que
analizaremos como el ejercicio del poder se manifiesta en diferentes esferas. Una vez más la necesidad de
fraccionar nuestra etnografía nos obliga a intercalar aspectos. Como decíamos en el primer capítulo, la
cultura es un todo que se interrelaciona por lo que será necesario mezclar campos teóricos.

229
Ignacio Alcalde Sánchez

Para que la comunicación exista, dice este autor, el interlocutor debe tener información
sobre los que interactúan. De manera que la imagen proyectada y que nos antecede sería
la primera forma de acercamiento y comunicación. De esta forma, podemos ver la
importancia que pueden tener la ropa, las marcas y la imagen en general para los
internos y como se inicia este juego desde el momento de su ingreso, desarrollándose
con ésta, la identidad individual de cada uno.

De la misma manera, otro de los autores que ya hemos mencionado en nuestro marco
teórico, analizará estas manifestaciones desde el punto de vista mercantilista. Así, J.
Baudrillard (2007) apoyado en el estructuralismo, nos muestra como el espíritu de la
sociedad actual de consumo no es la adquisición de objetos sino la adquisición de
símbolos, por lo que desarrollará sus teorías acerca del cuerpo y la imagen como objeto
de consumo. Ya que la inclusión en un grupo supone compartir los símbolos de ese
grupo, la inclusión en una u otra sociedad supondrá compartir sus objetos. De ahí el
espíritu consumista dentro de la cultura económica de mercado, como necesidad de
identificación grupal. Esta misma lógica, nos dice este autor, se traslada hacia el ―objeto
de consumo más bello‖ (Baudrillard, 2007: 155 - 183), hacia el cuerpo. Éste se ha
convertido en un objeto más sobre el que actuar dentro de ese mecanismo de consumo.
Esta nueva concepción del cuerpo se nos muestra como una acción liberadora, de
control de nosotros mismos, nuestra imagen y los efectos del tiempo pero en realidad se
trata de asignar un rol de consumo al cuerpo, tratado como objeto de estatus social,
similar al que antes se hacía con el alma, dándole una función de integración social
asociado a la belleza y al erotismo.

De esta forma, el cuerpo, virgen hasta ahora del devorador objetivo del mercado, pasa a
estar en un plano central, atacado de las mil formas que sus técnicas de venta conocen y
que estarán presentes también en el CIMI. Empezamos a sacralizar el cuerpo que ha
pasado de estar envuelto del alma (religiosa) a la piel (mercantilista). De este enfoque,
se desprende como la identidad individual en la actualidad se dota de un significado de
ornamentación y consumo fruto de las presiones sociales derivadas del mercado que en
realidad son unas presiones sociales por la inclusión en las modas y tendencias que
marcan la identidad de los grupos sociales y de las que los menores del CIMI no van a
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

escapar, siendo conscientes de las influencias del mercado, de las tendencias que les
rodean y los códigos que comparte el grupo en el que están insertos.100

Para poder examinar esta construcción individual de la identidad y analizar la imagen y


sus significados, lo hemos dividido en varios grupos: vestimenta, cuerpo, expresión
corporal y género serán los aspectos que tratemos a continuación.

—Me teníais que ver a mí en la calle. La ropa esta la tengo para estar aquí solamente

Los menores comparten y reproducen dentro del CIMI una imagen particular y
reconocible en estos entornos fruto de la actividad y cultura que se construye allí dentro.
La obligación por parte de la normativa interna de no tener más de tres mudas
completas de ropa, más el calzado apropiado para poder realizar deporte, sin contar la
ropa de trabajo que utilizan en el tiempo de talleres —equipos de protección
individualizados acordes a la normativa laboral— y la estancia durante varios meses
dentro de este edificio, hace que los menores presenta una estética e imagen personal
particular y reconocible, al tiempo que comienza a cumplir todas esas funciones
descritas anteriormente. De la misma forma, podemos distinguir diferentes fases en sus
manifestaciones, que se reconocerían por su forma de vestir y que nos servirán para su
presentación.

A su llegada, la mayoría presenta una ropa, un corte de pelo y objetos de ornamentación


(piercings, anillos, etc.) que conforman su imagen personal y, tal como decíamos antes,
construyen su identidad individual con la que se presenta al resto del grupo, como diría
Goffman y que está sometida al mercado según Baudrillard. Esta imagen es
rápidamente destruida en la primera fase del internamiento en la que el menor se
desprende de todo esto para empezar a utilizar ropa del centro, consistente en un
pantalón de chándal, una camiseta o sudadera y unos zuecos de goma, con lo que
adoptan una imagen totalmente nueva para ellos a la que tendrán que familiarizarse y
comenzar a hacerla suya. También hemos podido observar como se le recomienda por
parte de los educadores que se corten el pelo en la próxima visita del peluquero,
especialmente en aquellos menores que presentan un aspecto no muy ―higiénico‖ por lo
que la mayoría comienzan a proyectar una identidad totalmente diferente. Todo esto,

100
Aspectos como las marcas realizadas sobre la piel o formas de expresarse también configurarán esta
identidad y pueden entenderse bajo esa presión grupal. Rasgos que analizaremos en los siguientes
apartados sobre la piel o la identidad comunal.

231
Ignacio Alcalde Sánchez

provoca que rápidamente, el menor cambie de imagen, adoptando una nueva estética
que es muy reconocible por todos los que allí comparten actividades y comiencen a
integrarse en el grupo bajo esta nueva identidad, con una imagen que todos reconocen
como de nuevo ingreso o retroceso, ya que solo lleva ropa del centro, característica
común de todos los acaban de llegar o de aquellos que han vuelto a las primeras fases.
Desde este momento, esta indumentaria servirá como elemento de inmersión en el
grupo, observando cómo comparten la misma ropa entre ellos al tiempo que les situará
en un nuevo punto de partida, ya como internos.

En esta etapa todos coinciden en reconocer que en el exterior tenían otra imagen
totalmente distinta, especialmente cuando tienen que compartir actividades con otros
menores que ya gozan de su ropa propia y ante los que buscan su reprobación o
aceptación en el grupo, negándose en algunos casos a incorporarse a las actividades en
algunos casos ante su imagen, algo que es rápidamente corregido cuando observan que
es la tónica general, incluso que sirve como elemento de información (el cuerpo como
vehículo de transmisión social) para el resto, ya que en algunos casos puede denotar
101
rebelión o inconformidad ante alguna situación, creando o fortaleciendo el
sentimiento de communitas.

Una vez abandonada la primera fase de ingreso, el menor se incorpora a las habitaciones
y hogares. Es aquí cuando puede tener su ropa propia y comenzar a vestir de una
manera personal. Tan solo volverán a la ropa del centro en momentos puntuales en los
que se encuentren enfermos o no dispongan de la suya propia (algo que intentarán que
no se produzca) por estar sucia. A pesar de los rasgos estéticos de todos ellos, que
compartirán aspectos comunes fruto de las tendencias de cada momento, podemos
reconocer unos rasgos grupales propios ya que todos harán un uso similar de su ropa102.
Al mismo tiempo, la escasez de ésta (tres mudas) hará que comencemos a
familiarizarnos con la vestimenta de cada uno, por lo que serán reconocibles por éstas.
Es común que los educadores comiencen a conocer de quién es la ropa de cada uno, sin

101
Algunos menores, se plantean todo el proceso de internamiento como ajeno e inconformes, por lo que
no salen de la fase de ingreso, tomando esta ropa e imagen como actitud ante todo su proceso,
reafirmándose bajo estas formas e incluso justificándose en algunos casos. Tal como escuchamos una vez
―vais a tener que darme ropa y comida si tengo que estar aquí‖, con lo que abandonaba su imagen
personal para adoptar ésta como ajena, al igual que percibía su estancia en el centro.
102
La mayoría coincide en que lo mejor es tener ropa cómoda, que valga para todas las actividades en
general y que no les importe que se rompa o se destroce. De ahí que usen habitualmente chándales y
zapatillas de deporte durante todo el día.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

tener que mirar la marca que se le realiza, por lo que pueden controlar que no se la
intercambien sin permiso o devolverla en caso de extravío.

En esta fase, los menores manifiestan cómo echan de menos otros ornamentos y ropa
que usaban en el exterior y que aquí tienen prohibidos. A esto le sucede habitualmente
una etapa de dejadez, en la que la medida de internamiento se vuelve llana y en la que
los menores comienzan a hacer un uso de su ropa de manera monótona y habitual,
rompiéndose tan solo en momentos puntuales en los que tienen visitas o actividades
especiales o ante un retroceso que les devuelva a la ropa del centro.

—¿Maestro voy bien? Que tengo que ir al juzgado.

Por último, cabe destacar como esas actividades especiales hacen que el menor intente
adecuar su imagen a la actividad en cuestión, mostrando una imagen externa a él.
Salidas educativas, visitas familiares, entrevistas laborales o vistas judiciales hacen que
el menor, de repente, utilice una ropa que no usaba habitualmente así como un peinado
o algún complemento que no era habitual, transformando su imagen personal hacia
otros roles que rápidamente denotan otro significado para el resto del grupo, que lo
identificará con estas actividades.

Es en estas actividades en las que podemos observar cómo la identidad individual se


manifiesta y somos conscientes de ella. La imagen exageradamente marcada en algunos
menores ante las visitas del juez que lleva su expediente o el cambio de ropa ante la
visita familiar, muestran como los menores se preocupan por la imagen que proyectan al
resto, desprendiéndose de la que habitualmente utilizan, como si no formase parte de
ellos, al tiempo que distinguen entre las actividades diarias y las especiales, intentando
adecuarse a cada una de ellas.

De manera general, constituyen un todo que es reconocible ya que el uso de chándales,


calzado parecido y una actitud ante su uso similar, construyen toda la imagen que allí es
característica y reconocible.

—¿Tú dónde vas hoy que vas vestido así? ¿Y tú, tendrás la baja del médico, o se te ha
olvidado que tienes deporte hoy?

Este control sobre la ropa al mismo tiempo que la estructuración de las actividades, hace
que la identidad individual de cada menor venga condicionada por unas pautas

233
Ignacio Alcalde Sánchez

particulares que configuran la capacidad de expresión en el CIMI. De esta manera, la


ropa y el calzado y el uso de ésta, se convierte en una herramienta más con la que
informar y mostrar al grupo los diferentes roles que empleamos en nuestro día a día y
que en el CIMI se produce de una manera distinta a otros entornos.

De esta forma, el uso que hacemos del cuerpo nos dará información sobre el entorno.
Una vez que estamos familiarizados con esta cultura y tomando como ejemplo cualquier
momento de la actividad de la escuela, si entrásemos en un aula cualquiera, podríamos
saber si alguno de ellos acaba de ingresar o tiene un retroceso en su progresión, ya que
llevaría la ropa que le da el centro, si tiene baja médica y no puede hacer educación
física o deporte (ya que generalmente, para denotar esto, no se ponen las zapatillas y
van a clase con zuecos u otro calzado que no serviría para la actividad física) o si tienen
visita o salida, ya que usarán una ropa y peinado totalmente diferente.

De la misma manera, aunque lo analizaremos detenidamente más adelante, el


intercambio de ropa, mercadeo o relaciones de poder también se establece en torno a la
vestimenta y a pesar de estar controlado —principalmente para evitar posibles abusos y
robos por parte de algunos menores— siempre existe un intercambio de ropa, cambio de
nombres en las marcas o perdidas de éstas cuando se mandan a lavar, con las que los
menores están familiarizados y generan una cadena de relaciones, próximas a unas redes
de economía que, como decimos, analizaremos más adelante en un epígrafe propio.

Cinco comidas diarias, ocho horas de sueño y deporte.

Respecto a otro de los conceptos que presentábamos al comienzo, el cuerpo, al margen


de los cambios que se producen en ellos fruto de la transición vital que están viviendo,
aparecen aquí algunos componentes que también serán cruciales para su desarrollo. Así,
tal como nos decía un educador, los menores presentan una imagen a su llegada que es
transformada por completo en unos pocos meses. La falta de hábitos saludables y el
consumo de sustancias estupefacientes, hace que la mayoría de los menores presenten
un aspecto que es rápidamente corregido una vez que internan y comienzan a adoptar un
habito diario totalmente diferente, caracterizado por esa rutina de comidas, sueño y
actividad que, tal como nos comentaba un educador, les devuelve el aspecto de
adolescentes que les pertenece por edad, y no el que traían. Es habitual ver a los
trabajadores hacer algún comentario al respecto cuando observan alguna de las fotos
que se les hizo al comienzo de su ingreso y la comparan con su aspecto actual.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Esto también lo hemos comentado con los menores a los que les sorprende mucho cómo
esa adquisición de hábitos y rutinas en la alimentación y el sueño puede cambiar su peso
o fisionomía. Uno de los comentarios que podíamos escuchar en los días en los que el
médico hacía una revisión de peso y estatura era la sorpresa de los menores por sus
cambios y aseguraban que eso no les pasaría en la calle ―con la vida que llevaban‖.

De la misma manera, algunos menores transforman por completo su imagen personal


realizando ejercicio de manera voluntaria, generalmente dentro de sus habitaciones y en
horas de descanso y tiempo libre. Así, la realización de ejercicios musculares hace que
la mayoría tenga un desarrollo muy notable en poco tiempo, lo que, acompañado de esta
dieta equilibrada, y el tramo de edad que están atravesando, surta grandes cambios en
poco tiempo. Tal como me comentaba en una ocasión una trabajadora social encargada
de tutelar su libertad vigilada una vez que habían abandonado el CIMI, —suelen salir
más guapos, como más sanos— lo que denota su paso por un centro de internamiento y
los diferenciaba de los que tutelaba sin haber estado internados.

Por otro lado, existen también un grupo de menores que el estrés provocado por el
internamiento o su situación personal le llevan a tomar medicación (tratamientos
depresivos, cuadros de ansiedad, etc.) lo que les lleva a coger peso de manera acelerada,
modificando también su imagen de una manera reconocible.

Relacionado con esto, vemos también como algunos menores pueden solicitar
voluntariamente realizar dieta, algo que hemos observado en los últimos años. De
manera voluntaria comienzan a controlar sus comidas y también puede ser controlado
por parte de los trabajadores ante la evidencia de cualquier posible trastorno alimenticio,
lo que lleva a tener una normativa también establecida sobre los comedores, existiendo
un mínimo para la comida y un control sobre lo que cada menor come. Aunque suele ser
una normativa flexible, sirve para establecer un control sobre este aspecto y los
posibles riesgos ante cualquier trastorno alimenticio.103

Finalmente, respecto a la modificación de la identidad individual a través del cuerpo,


vemos como los peinados y cortes de pelo también están cargados de un significado
especial dentro del CIMI. La visita del peluquero, que se realiza una vez al mes

103
En el apartado sobre el uso del poder y la política, enlazaremos con estos conceptos y veremos cómo el
cuerpo (vestimenta, imagen e incluso comida) se sitúa de manera normada y recibe toda la presión entre
dominado y subordinado.

235
Ignacio Alcalde Sánchez

aproximadamente, o los permisos de salida a su domicilio permiten al menor


transformar su imagen e individualizarla, al tiempo que también la colectiviza ya que
presenta unos rasgos similares. El peluquero viene cada cierto tiempo y a lo largo de esa
jornada corta el pelo a todos los menores que lo deseen por lo que, aunque cada uno
elige un corte de pelo en función de sus gustos, en los días siguientes es fácil reconocer
que ha estado por allí, de la misma manera que todos acaban eligiendo un corte similar
por lo que presentan una imagen compartida. Generalmente, los menores que gozan de
salidas rechazan el uso de éste ya que ellos prefieren y así lo hacen, cortarse el pelo en
estas salidas, en las que aprovecharán para obtener un peinado muy diferente al
realizado en el centro con el que mostrar que ya han salido y que tienen un estatus
diferente a la mayoría del grupo. De esta manera, trazos, cambios de color o trenzados
suelen ser los cortes que podemos observar en los menores tras sus primeras salidas, así
como la realización de algún tatuaje o perforación que dé fe de ello.

Por último, dentro del análisis que estamos realizando sobre el cuerpo y la modificación
de éste, debemos realizar un apartado propio sobre las marcas y estigmas que aparecen
en el CIMI: tatuajes, lesiones, perforaciones que el menor se realiza y que compondrán
un elemento más de identidad individual y colectiva.

Rajarse el nombre del que te gusta.

Tatuajes, quemaduras, rayas, pendientes, perforaciones, piercings, cortes, etc. son


algunas de las marcas que podemos encontrar en los menores. Siguiendo la
enumeración de las posibles funciones de los tatuajes que aparece en la obra de H.
Velasco, Cuerpo y espacio (2007), vemos como las marcas que hemos observado
sirven, entre otras funciones, como piel social, ya que se utilizan como un elemento de
identidad grupal e individual. Las imágenes y las palabras marcadas, así como sus
técnicas de realización, se repiten entre ellos y aparecen de manera similar en diferentes
cuerpos104, por lo que los identifican como provenientes de una cultura similar y les
facilita su inclusión en el grupo, diferenciándolos de otros dibujos y diseños de estética
―más comercial‖ y con formas y acabados más cuidados. Las marcas que presentan los
menores suelen estar realizadas de manera iniciática por parte del tatuador, en muchas
ocasiones sus propios amigos que de manera experimental realizan los primeros dibujos

104
Nombres de familiares con estilos de letras similares, figuras como la representación de un diamante o
motivos religiosos como cruces, son comunes en todos los menores tatuados.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

sobre éstos 105 , obteniendo resultados de aspecto similar, de ahí que sean fácilmente
reconocibles tanto en el plano individual como grupal.

Esta forma de incluir en el grupo a través de la imagen, tal como nos describe Goffman,
será en muchos casos su carta de presentación, por lo que tratarán de que sean visibles
en los primeros encuentros con los compañeros. Por un lado indican una cultura similar
a la suya, tratando de ganarse un hueco, por otro, avisa al resto de su presencia,
intentando hacerse respetar ante las posibles agresiones o gestos de exclusión del grupo.

Estas cumplen funciones complejas como pueden ser las de excluirse de un grupo al
tiempo que incluyen en otro y estigmatizan a su portador. Por un lado, la mayoría de las
marcas, entendidas éstas a diferencia de los tatuajes ornamentales, y representativas de
los menores internados, sí se utilizan de manera clara y concisa como elemento de
autoexclusión del grupo mayoritario. De la sociedad de la que es rechazado y apartado,
para incluirlos en otra minoría marginal, el grupo de internos. De esta forma, estas
marcas siguen cumpliendo su función de identificación de los miembros de este grupo.
Cortes, símbolos y lugares elegidos para estos así lo demuestran y son útiles para su
lectura. Por otro lado, estas marcas estigmatizan al menor respecto al grupo mayoritario,
la sociedad, en cuanto que lo podrá identificar como procedente de este mundo. Algo de
lo que el menor es consciente a la hora de realizarse algunas de estas marcas, por lo que
podríamos concluir que es un camino bidireccional; ante la exclusión del grupo, al
menor no le queda otro camino que buscar cobijo en la minoría, pasando a afirmarse
parte de ella a través de estas marcas. Es un método de exclusión voluntario con el que
se afirma la marginación como situación social y la inclusión en otros grupos. La
autoexclusión como identidad.

Paralelo a esta identificación grupal, las marcas sirven también como método de
apropiación del cuerpo. De desarrollo de la identidad individual. Tal como decíamos
más arriba, estos menores están inmersos en la adolescencia y poco a poco están
construyendo su propio yo. Para ello, la creación de marcas les ayudará para servir de
distinción entre el grupo, al tiempo que fraguan su identidad. Comentarios como el

105
Hemos observado como muchos de los tatuajes han sido realizados entre los 14 y 16 años, por parte de
―un amigo que se compró la máquina y quería aprender‖, o realizados de manera artesanal entre ellos,
unos a otros. Por lo que el efecto de dibujo sin acabar, con diferentes tonos y profundidad en la tinta, era
habitual.

237
Ignacio Alcalde Sánchez

deseo de realizarse determinadas marcas cuando salgan, así como de cambiar su imagen
corporal de manera drástica así lo demuestran.106

Al mismo tiempo sirven como soporte de creencias. Al margen de que el motivo del
tatuaje sea religioso o no, sí que se les infunde un significado espiritual a muchas de las
marcas que se realizan, aparentemente distantes de este significado. Se sacralizan hasta
el punto de que ésta será su principal función. El nombre de alguno de sus padres, la
inicial de algún familiar o el apodo de alguno de ellos, se convierte, por un lado en una
forma de mostrar el cariño por éstos y por otra en un modo de sacralizarlo, en el sentido
en que esta marca es esa persona, en una conexión directa. De manera que no dejaría
que la tocasen o que se burlasen del dibujo 107 , ya que representa un valor emotivo
crucial y básico para el portador. Los nombres se convierten así en los iconos a los que
venerar y recurrir en caso de angustia.

Unos de los rasgos que se observan en algunas marcas son su finalidad como señal de
haber superado el rito de paso. Con esto, que lo analizaremos en un apartado propio,
vemos como los menores dejan reflejado en su piel algunas marcas con las que denotar
su paso por el internamiento, mostrando así a su entorno de procedencia que ya han
superado este periodo, entendido éste como una prueba hacia su salto a la vida adulta.
Tras el internamiento y especialmente con los menores procedentes de zonas marginales
y entornos familiarizados con la vida carcelaria, estas marcas mostrarán que ya se han
hecho adultos. Ganando así el reconocimiento social del grupo. Marcas realizadas
durante su estancia en el centro de manera artesanal, como pueden ser cinco puntos (a
modo de cinco del dado), iniciales en el dorso de la mano, intentos de dibujos realizados
con tinta de bolígrafo y algún objeto punzante o las cicatrices provocadas por los cortes
de las autolesiones en brazos, piernas o vientre son muestras de ello. En otras ocasiones,
algunos menores aprovechan la primera salida familiar o permiso de fin de semana para
marcar, de manos de algún profesional, sus brazos con los nombres de su familia o
algún símbolo que es fácilmente reconocible en estos entornos. De ahí la importancia de
estas marcas para nosotros, ya que serán una prueba refutable de la composición del
CIMI como comunidad cultural que marca (en este aspecto, de manera literal) a los

106
La curiosidad exagerada que manifestaban acerca de figuras (principalmente mitológicas) o iconos, así
como el significado de estos, que podrían aprovechar para sus tatuajes así lo demostraban.
107
Especialmente cuando responden a una persona fallecida, por lo que se lo han realizado a modo de
homenaje.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

menores que pasan por allí. El tatuaje, dejará huella para siempre de su formación y
transformación en el CIMI.

Dentro de este carácter de rito de paso, vemos como el dolor experimentado en el


proceso de ejecución se interpreta como una prueba más de su capacidad de resistencia
y su cambio a la vida adulta. De hecho, algunos menores nos manifestaban que no
seríamos capaces de soportarlo, y ese era el motivo por el que ellos creían que nosotros
no llevábamos tatuajes. Les diferenciaba del nosotros atravesar esa prueba dolorosa.108

Dentro de esta configuración de su identidad, las relaciones sexuales y eróticas así como
las técnicas de cortejo también tienen su reflejo en estas marcas. Desde las
declaraciones abiertas y directas con el nombre de la pareja, a los cortes producidos por
la desesperación que esconden una ―prueba de amor‖ (donde adolescencia e
internamiento se unen) aparecen en este entorno. Esas declaraciones realizadas por
algunos de los internos, tal como la grabación de su inicial realizada por escarificación
(rajarse el nombre), u otros símbolos afines se manifiestan debido a la interacción de
estos menores que desean establecer relaciones entre ellos.109

Por otro lado, y de la mano de la construcción personal de la imagen, las marcas


adquieren una funcionalidad erótica en cuanto que transmiten un mensaje dentro del
contexto sexual o de cortejo apreciado entre ellos. Las imágenes asociadas a la
masculinidad o a la feminidad entre ellos son usuales, reconociendo que hay imágenes
propias para cada género. Si bien no dejan de ser unos significados que les vienen
transmitidos principalmente a través de los medios de comunicación y los ídolos en los
que se proyectan,110 tienen un significado asumido por estos roles. De la misma manera
que les resulta atractivo tener muchos tatuajes, toda la manga (brazo), o la espalda al
completo, esto se asocia también a la capacidad para poder hacérselos, tanto económica,
ideológica como para soportar el dolor durante el proceso.

Desde el punto de vista político, las autolesiones y marcas provocadas con utensilios,
que lejos de la ornamentación o el dibujo de una forma ―artística‖, dejan unas señales
108
Aquí debemos observar que no solo son los tatuajes sino también perforaciones las que se realizan en
este sentido.
109
Algunos menores ante una negativa o fracaso sentimental, reaccionan violentamente teniendo que ser
separados del grupo, donde intentan demostrar su amor por la otra persona grabándose el nombre del
pretendido/a, a lo que denominan ―rajarse‖ el nombre del otro/a.
110
Programas de televisión, películas o personajes famosos que aparecen portando algunas imágenes
suelen ser las más recurrentes en estos casos. Los tatuajes portados por estrellas del cine, fútbol o
televisión suelen ser los más copiados en estos casos.

239
Ignacio Alcalde Sánchez

visibles y reconocibles, toman pleno significado. La rebelión contra la contención física


bajo los muros que lo encierran se pone de manifiesto en estos cortes fruto de la
ansiedad y la desesperación111. El aspecto que nos interesa de estos, es ver cómo por
parte de sus protagonistas lo esconden con vergüenza, sin ser un motivo de orgullo. Una
vez recuperados de sus cortes, cicatrizadas sus marcas y estabilizada su situación
anímica, muestran cierta vergüenza hacia su exhibición, como muestra de falta de
autocontrol. A la inversa de lo que podríamos prever ya que suponen una marca
inequívoca de su paso por situaciones de aislamiento y contención de las que los
menores, y de las que en otras situaciones, se enorgullecen y adquieren un estatus de
veteranía dentro del grupo en este caso son escondidas. Esta autolesiones parecen ser no
deseadas y a pesar de eso realizadas, por lo que esa falta de intención consciente les
hace avergonzarse de ellas.

Dentro de este enfoque político, aparecen los símbolos que son claramente reconocibles
como propios de estos entornos. La resistencia a la dominación o la aceptación del rol
de interno se ponen de manifiesto con los cinco puntos, los tatuajes ―caseros‖ y las
formas primarias de marcas que denotan e identifican a esta cultura carcelaria.112

De la misma forma, esta rebelión contra la dominación aparece atenuada y siendo


conscientes los menores en situaciones en las que les interesa mostrar otra imagen
totalmente distinta. Así, en las visitas de los jueces o fiscales, o en las citaciones en el
juzgado, muchos menores intentan cubrir estas marcas con su ropa de manera que no
den una información que, en ese momento, no es la deseada.

Otras marcas como agujeros, cortes, o incluso lesiones de mayor gravedad aparecen de
manera esporádica, se asocian a este sentimiento de resistencia (y ansiedad) y en
algunos casos, ocultan también otras funciones como el deseo de salir al hospital, ser
apartado del grupo, llamar la atención, demandar medicación, etc.

La zona escogida también se dota de significado cultural, de manera que no es lo mismo


una marca realizada en los brazos o el torso, donde puede pasar desapercibido y

111
A pesar de la vigilancia y la especial atención que se tiene con estos individuos en estos casos, algunos
encuentran la manera de autolesionarse aprovechando cualquier medio por inimaginable que sea, como
alguna esquirla de material o algún plástico de su zapatilla.
112
Tal como nos decía un menor: ―me realicé los cinco puntos la primera vez que me internaron, con
catorce años, como para decir cuidaíto conmigo, que soy chungo eh, y todavía no se me han borrado. Me
los hice con un boli y una chincheta‖. De la misma forma, palabras como libertad o similares, denotan
esta actitud.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

desviado su significado hacia otros contextos, de otras zonas más importantes


culturalmente. No solo por su visibilidad sino por su significado. Así, las marcas
realizadas en las manos, en el cuello o en la cara muestran su actitud ante el
internamiento y el aplomo hacia sus convicciones ideológicas. Un menor que se tatúa
las manos muestra que tiene muy claro que no le importa el riesgo de que sea un
inconveniente para encontrar trabajo o no poder ocultarlos ante la visita del juez. Tal
como pudimos observar con un menor, que era reprochado por sus propios compañeros
por tal acción, este se enorgullecía y creía que había hecho lo correcto, manifestando
que no tenía ninguna intención de conseguir trabajo o llevar un modo de vida hacia el
que se le incitaba.

Aquí llegamos a una de las claves para el entendimiento de este tipo de marcas, su
utilidad para nuestro estudio y la diferenciación respecto a otras. La transgresión que los
menores están dispuestos a cometer es evidente y caracteriza a este tipo de fenómeno,
constituyendo así uno de los elementos cruciales en la configuración de su identidad
característica de los CIMI. Les supone ir un paso más allá que el resto de marcas que
observan en la gente no interna o, al menos, no familiarizada (culturizada) en estas
comunidades. Al igual que las marcas que hemos analizado son aquellas que, creemos,
constituyen una transgresión y suponen un verdadero símbolo de este grupo cultural,
distinguiéndolas de los tatuajes entendidos como ornamentos estéticos propios de las
modas actuales. Las zonas del cuerpo tienen un significado similar. De la misma forma
que la transgresión de la norma impuesta de mantener la piel sin marcar se rompe al
tatuarse, surgen otros límites acerca de las zonas que se entienden como moderadas o
razonable. Esto es, los brazos, piernas, torso o espalda. Por lo que las zonas que nos
resultan interesantes son aquellas en las que la marca sí supone una verdadera
transgresión. Los menores presentan en algunos casos ―profanaciones‖ —desde nuestro
punto de vista ―socializado‖— de su cuerpo, de manera que atentan contra esta lógica
estética, adquiriendo los dibujos verdadero significado para ellos. Abandonando estas
zonas ―normales‖ para las marcas, vemos como algunos también presentan símbolos en
las manos, cuello o cara, dibujos con errores evidentes o faltas ortográficas (que a ellos
no les importan, incluso les hacen gracia), vivencias esporádicas que serán olvidadas en
poco tiempo, símbolos escogidos al azar, etc. suelen ser algunos de estas marcas
presentes en los menores.

241
Ignacio Alcalde Sánchez

Una vez que los estilos estéticos así como las técnicas se han equiparado,
difuminándose la tipología de dibujos, será el lugar elegido el que cumpla esa función
diferenciadora. Cuando la transgresión (manos, brazos) se convierte en norma, deben
surgir nuevas transgresiones (cara, cuello).

Oras interpretaciones sobre las marcas también son posibles. A partir de las teorías de J.
Choza o J. Baudrillard vemos como el tatuaje se convierte en un objeto mercantilizado
con el que adornar nuestro cuerpo, entendiendo éste como un objeto de consumo, que
también jugará un papel importante en el desarrollo de la identidad de cada menor. De
esta forma, podemos interpretar la marca junto a la ropa y demás complementos como
un todo con el que componer la imagen del menor desde el punto de vista del mercado
de consumo. En este caso, los tatuajes, junto a zapatillas, colgantes y restos de
accesorios serían un producto por el que pagar, incluso con el que estimar el estatus
social. Al igual que mencionábamos más arriba, en las marcas podemos observar un
acabado mejor lo que se traduce en más caro y por tanto mayor capacidad económica y
rol social, aunque a veces —en este entorno— pueda producir el efecto contrario y sirva
para ser rechazado del grupo.

Otra reflexión referente al significado de las marcas es que quizás en algunos casos sean
solo marcas. Tras la respuesta en el más puro plano emic de la pregunta, cuando los
menores internos nos respondían que eran solo tatuajes, sin motivo ni razón, ―porque
sí”, “yo que sé”, “en ese momento‖ o ―un tatuaje como otro cualquiera‖, quizás
muestren que no tienen mayor significado en esos casos que el que quiera darle el
interlocutor. Ya que para ellos, en algunas ocasiones, en apariencia no es más que algo
que se les ocurrió un día. Que quede marcado para siempre no es algo que se valorase
en ese momento. La escasa capacidad de auto-reflexión y proyección hacia un futuro a
medio – largo plazo, tal como analizábamos en el perfil del menor, es una de sus
características psicológicas, por lo que, quizás sea solo eso, un tatuaje, una ocurrencia
de un día a la que habrá que darle sentido después (o quizás ni eso).

En este sentido, el análisis del tatuaje tendría que salirse del plano de la Antropología
del cuerpo para dar el salto a un análisis desde otra perspectiva, la estética o imagen
corporal que podría ser incluida dentro de las teorías de la representación, la Cinésica o
la Psicología; pero no desde la simbología y la semiótica que se desprende de los
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

tatuajes entendidos éstos como símbolos, ya que no adoptarían esa función, al menos no
de manera predominante.

—Me preocupan cuando tienen la mirada perdida. Ahí sí hay que estar atento.

Por último, dentro del estudio acerca de la configuración del cuerpo, la actitud, forma de
manifestarse y hacer uso de su expresión corporal, también nos ayudará a entender
cómo se produce la construcción cultural de su identidad. El lenguaje, que empleará en
este caso su cuerpo, una vez familiarizado con el entorno y aprendidos los códigos con
los que expresarse, lo que está permitido y lo que no, lo convencional en el CIMI, nos
ayudará a entender e interpretar lo que allí ocurre.

Tal como nos decía un agente de seguridad ante la actuación de un menor visiblemente
enfadado y aparentemente a punto de estallar en un brote de violencia, la preocupación
que tenía era sobre otro menor, que prácticamente había estado toda la mañana callado,
con la mirada perdida y sin atisbo de participar en las actividades o seguir las
indicaciones del educador. —Ese sí me preocupa —decía— y no el otro que tan solo
intenta llamar la atención—. Y es que en el CIMI, los menores muestran una progresión
en su estado de ánimo que permite intuir cuando se va a producir una escena violenta
con lo que se intenta actuar adelantándose a ésta para reducirla a su mínima expresión
posible. Y de la misma manera, existen todos unos códigos que van progresivamente
desde lo permitido hasta lo intolerable que permiten al menor mostrar su estado
anímico.113 Desde el enfado, la negación a seguir la actividad, la retirada de la actividad,
el traslado a su cuarto o la contención física, existe una gradación de las actuaciones y
vemos como el menor puede manifestar a través de su comportamiento el momento en
el que se encuentra, desempeñando el rol que cada momento la vida diaria del centro le
ha enseñado.

Otro comportamiento usual en el CIMI es la dejadez y pasividad en las actividades.


Fruto de la monotonía del internamiento y la falta de motivación ante las actividades, el
menor comienza a comportarse de manera pasiva ante las actividades, con falta de
ánimo o autoestima, traduciéndose en el uso de la ropa de manera desinteresada, así
como de la perdida de hábitos de higiene o indolencia en general. El ritmo lento de la

113
Las formas de violencia y poder también se presentan bajo formas culturales propias y aceptadas en
este entorno, tal como veremos en el análisis sobre la política.

243
Ignacio Alcalde Sánchez

mayoría de las actividades denota esta actitud y será uno de los rasgos del día a día en el
CIMI.

Por otro lado, el comportamiento de algunos menores ante una salida o la proximidad de
la fecha de su puesta en libertad, también presenta un comportamiento común en todos
ellos y fácilmente reconocible. El nerviosismo, la falta de control, la verbalización de
temas ―no educativos‖, la falta de respeto hacia compañeros o educadores o una actitud
desafiante suele ser habitual, por lo que se pone una atención especial por parte de los
trabajadores al tiempo que nos permite identificar, tanto la identidad individual de este
miembro del grupo, que en breve dejará de serlo, como de su estatus dentro de éste ya
que podremos ver si le van a permitir despedirse de todos sus compañeros, si lo hará
desde el hogar o de forma cautelar desde la zona de ingreso, etc.

Género
—Pues ellos a trabajar y yo en casa a cuidar de los hijos.

Finalmente y dentro del apartado de la construcción de la identidad no podemos obviar


un tema fundamental: el género. Aunque daría para una investigación propia debido a la
complejidad del tema, nosotros detallaremos los aspectos principales sobre éste y las
observaciones que hemos realizado al respecto. De manera que demos otra pincelada
más a nuestra etnografía, con el objetivo de mostrar una imagen completa (holista) de
éste y dejar abiertas posibles vías futuras de investigación.

Desde la perspectiva antropológica que manejamos vemos como la sexualidad y el


género tienen una diferenciación básica que nos servirá como eje vertebrador de nuestra
observación sobre este tema. Siguiendo los paradigmas estadounidenses (Bolin, 2003)
vemos como el sexo se refiere al conjunto de componentes biológicos asociados al
aparato reproductor de varones y mujeres, mientras que género haría referencia a la
construcción cultural que se realiza en torno a la condición sexuada de una persona, en
relación a su identidad tanto personal como social. Género abarcaría por tanto un
dominio psicológico, social y cultural en el que no podríamos establecer, a modo de
catalogación dos o tres únicas categorías (masculino, femenino, etc.) a modo
clasificatorio excluyente sino que mostraría todo una línea continua de prácticas e
identidades que harían de esta clasificación un trabajo complejo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Desde esta perspectiva cultural del género, vemos como los menores, inmersos como
están en la adolescencia, se encuentran buscando su sitio, configurando esa identidad
individual y grupal, por lo que la construcción del género también se encuentra inmersa
en ese proceso. Para ello, tomarán como referentes los constructos culturales ya creados
y puestos a su alcance en el contexto cultural en el que están inmersos, en este caso el
CIMI. Los roles sociales atribuidos a cada género, así como las prácticas para establecer
relaciones, cortejo u otras asociadas a cada uno de esos roles creados, vendrán
impuestos por estos contextos.

Masculino, femenino. — ¿Él cómo va a fregar?, tú qué quieres que esté con un
maricón.

Aunque daría, como decíamos más arriba, para una investigación por sí misma, al igual
que otros aspectos de este estudio —siendo éste uno de sus objetivos: crear futuras vías
de trabajo— la construcción del género en el CIMI tiene unas pautas bastantes marcadas
en cuanto a su clasificación, que pueden parecer simplistas en su división, al menos en
la manera que ellos lo entienden, pero que esconden una red compleja de significados
(al igual que toda construcción cultural). De esta manera, la mayoría reconocen tres
géneros establecidos en el CIMI y en la sociedad en general: masculino, femenino y
homosexual114 con las que recoger todas las posibles prácticas y con los que articulan
toda una serie de roles asignados a uno u otro género y completar su identidad.

Masculino y femenino tiene asociados unos roles y funciones muy delimitados y cuidan
de no excederse en otras que les hagan salir de éstos, mostrándose temerosos e
inseguros a la hora de proyectar estos roles al grupo. Así, la visión machista acerca de
las funciones asociadas a la masculinidad como serían la autoridad, toma de decisiones
o trabajo remunerado serán algunos de ellos. Se le demanda que sea una figura
autoritaria y en algunos perfiles, incluso, que use la violencia como forma justificada de
autoridad. Esto que lo detallaremos en el apartado sobre las relaciones de parentesco
que establecen los menores es una de las causas principales de los disturbios producidos
allí dentro. Por el contrario, los roles asociados a lo femenino estarán relacionados con
la subordinación y dominación, asignándole funciones de cría y tareas domésticas. Todo

114
No queremos indicar con esto que sean los únicos, ni mucho menos que sean términos absolutos tal
como decíamos antes, sino que son las tres categorías que manejan los menores y aunque también hemos
podido observar en nuestra estancia identidades cercanas a la bisexualidad y la transexualidad, los
menores lo engloban dentro de estas tres categorías únicas.

245
Ignacio Alcalde Sánchez

esto lo pudimos observar en las numerosas charlas sobre igualdad y género que se
organizaban desde el ámbito escolar, en las que se mostraban con unos perfiles de
género muy marcados, en muchos casos desde sus entornos y que ahora consolidaban
entre ellos. Algo que destacaba especialmente entre las chicas que demandaban ese rol
al género contrario.

Homosexualidad.

Merece una mención aparte la homosexualidad dentro del CIMI. Todos reconocen esta
categoría dentro de la sociedad y aunque es convertida en tabú, tal como ocurre en
instituciones penitenciarias (Nieto, 2003) e incluso utilizada despectivamente entre los
menores en numerosas ocasiones, el género homosexual, tanto masculino como
femenino, se manifiesta también en el CIMI y se construye en torno a unos significados
que tienen asociada una posición débil, de marginalidad respecto al resto del grupo. Es
por esto por lo que la muestra pública de esta condición de homosexual no es habitual
en estos entorno y tal como hemos podido observar, los sujetos que se identifican
plenamente dentro de esta categoría de género desde el comienzo de su internamiento,
mostrando este rasgo de su identidad al resto del grupo, suelen ser aislados en sus
primeras etapas por parte de los compañeros, hasta que progresivamente pasan a formar
parte del grupo, vacios ahora de ese significado sexual que se dan entre todos en
numerosas actividades y quedando al margen en numerosas ocasiones.

—¿Quién reparte la merienda? Dile que sí, que quiero.

En la misma línea a la construcción del género, también se establecen las diferentes


formas de entablar relaciones entre ellos y las diferentes fases de cortejo que
manifiestan. Los menores tan solo tienen autorizadas las visitas de las parejas
formalmente reconocidas que podrán asistir a las visitas como miembros de la familia,
previa autorización y además podrán disponer de un espacio para la intimidad si son
mayores de edad y tiene una figura legal que les reconozca como pareja. Estos
encuentros se realizan con la mayor discreción por parte del CIMI que intenta habilitar
un espacio y una franja horaria en la que los menores se encuentren en una actividad
alejada de éstos por lo que se realiza con la mayor discreción. Por parte de los menores
también es tratado con discreción ante el riesgo de posibles burlas o bromas al respecto.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Al margen de estas relaciones formales, los menores establecen entre ellos numerosas y
variadas formas de relaciones como parejas. Desde la complicidad que buscan entre
algunos de ellos que les lleva a intentar estar juntos en todas las actividades hasta la
declaración abierta como pareja que trascenderá los muros del CIMI.

La mayoría comienzan con un acercamiento a través de las diferentes actividades del


centro y continuarán con los juegos que podemos observar en otros entornos similares
como intercambio de mensajes o declaraciones. Tras esto, intentarán coincidir en las
actividades o si no les resulta posible, intercambiarse mensajes a través de los
compañeros en el reparto de la merienda o con los compañeros de hogar.

Este cortejo también supone una fuente frecuente de problemas entre compañeros que
intentan evitar que ningún otro/a se entrometa entre ellos. También conlleva un juego a
través de los diferentes símbolos y roles que emplean para ello; con los que los menores
establecen ese acercamiento y declaración. Este, puede ir desde el uso de pulseras y
adornos reconocibles por ambos al acercamiento y juegos en el tiempo de recreo o
actividades compartidas.

Se conforman por tanto diferentes roles e identidades de género que vendrán marcadas
por sus hábitos externos pero que se adaptarán a este nuevo entorno.

De esta manera, el cuerpo, junto a la vestimenta y la forma de manifestarse,


compondrán toda la máscara que recubra al yo interno en el CIMI y que se configurará
de una manera propia dentro de él. Una identidad que abandonará, en parte, a su salida,
pero que también lo marcará para el resto de su vida.

247
Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 10. El grupo como sistema. Nosotros y los otros.


La construcción social de la comunidad

Vamos ahora a analizar los principales rasgos que surgen dentro del CIMI y que
articulan los lazos más evidentes en la cohesión grupal. Aquellos aspectos del CIMI que
lo configuran como grupo o sistema. No se trata de identificar los rasgos de comunidad
que aparecen, ya que esto es justo lo que estamos haciendo con toda la etnografía, sino
de identificar algunos aspectos característicos bajo el enfoque del funcionamiento de los
sistemas y sistemas expertos, así como algunos de sus rasgos vistos desde la
identificación grupal, que nos ayuden a seguir conformando nuestra imagen sobre el
centro. Cómo surgen, se reconocen y se reproducen ciertas prácticas e imágenes que
identificarán a todos sus miembros a modo de símbolos grupales y bajo los que se
arropará a todos ellos.

Siguiendo los conceptos de R. García del Villar Balón (2007) y J. Escalera (2013)
vemos cómo debemos utilizar identificación, en lugar de identidad, ya que nos
referimos al proceso por el que el individuo de un colectivo se reconoce en el grupo a
través de unos elementos. De esta manera la distinguiríamos de la identidad individual,
que sería personal (única) aunque ambas estarán relacionadas (de manera dinámica y
compleja).

En este sentido, vemos como la identidad siempre será individual en tanto que surge de
cada uno de los miembros del colectivo y en todo caso será compartida, de ahí que
hablemos de identificación colectiva y que este apartado, necesariamente, se
correlacione con el anterior, ya que la construcción y reproducción cultural de una
comunidad se produce a partir de cada uno de sus miembros. La articulación de las
identidades individuales en forma de grupo, que se construyen, se dirigen y se proyectan
en imágenes, que a su vez se proyectan en símbolos reconocibles por todos los
miembros del grupo.

De esta forma, las relaciones de poder y la simbología serán dos de los elementos
cruciales para esta construcción, y es por esto por lo que nosotros lo analizaremos
específicamente en un apartado propio. Ya que, tal como decíamos al comienzo, aquí
comenzaremos tan solo a desenmarañar los principales aspectos reconocibles por todos

249
Ignacio Alcalde Sánchez

los que fraguan ese grupo y a analizarlo como un conjunto. Pero debemos tener
presente, tal como nos dice J. Escalera (Escalera y Coca Pérez, 2013), que la
identificación grupal es realmente nuestro objetivo final, fundido en esa comunidad
cultural que estamos tratando de mostrar con esta etnografía, por lo que aquí, tan solo
hablamos de esos rasgos comunales. Tal como nos dice este autor, para entender esa
comunidad grupal, debemos realizar una observación durante un tiempo de su
economía, su política, territorio, etc. En definitiva, realizar una etnografía, que es justo
lo que intentamos con este trabajo.

Así, identificación grupal, nosotros y los otros o los límites del grupo serán algunos de
los elementos de configuración clave que expondremos en este apartado.

—Esto está siempre lleno. Se va uno y viene otro. Siempre lo mismo.

Una de las funciones principales del grupo es mantenerse en el tiempo. Reproducirse,


consolidar sus nexos y hacer frente a los cambios, de manera que sus miembros puedan
garantizar su modo de vida dentro de él. Ya sea una comunidad indígena o, como en
este caso, una comunidad cerrada, el grupo siempre busca esa reproducción y
consolidación.

Visto desde esa perspectiva vemos como el CIMI crea unas imágenes y símbolos que
traspasarán sus propios muros y serán reconocibles por todos sus miembros, después
incluso de haberlos abandonado. El nosotros y el otro o sus límites fronterizos, que
configuran de manera precisa al grupo serían dos de estos elementos.

Por un lado el grupo respecto a los que no son parte de él. Tal como decía L. Strauss
(1995 [1974]), todo grupo necesita un operador simbólico, que sirva de elemento
antagónico, como referencia del que está fuera y frente al que se identifiquen los que
están dentro, en definitiva, que marque el nosotros frente al otro. Este operador
simbólico, que será de utilidad tanto para el CIMI como para la sociedad que lo tome
como referencia, será gradual e irá describiendo círculos concéntricos, dejando a una
parte del grupo dentro o fuera dependiendo de cada situación.

Visto de otra manera y tomando lo dicho en el apartado sobre la teoría de sistemas,


vemos como el atractor que fije a este sistema será diferente en cada situación,
obligando al grupo a adecuarse en cada momento, pero también configurándolo dentro
de sí mismo, dependiendo siempre de dónde situemos al otro.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Como si de los infiernos de Dante se tratase, se realiza una construcción concéntrica


similar, en la que se parte de la condición primaria: ser menor infractor, lo que
compondrá el grupo primario, en torno al que se articulará toda la comunidad. Tras
estos, los trabajadores y demás agentes que aparecen dentro del CIMI, que estarán
marcados por esa territorialidad y que también serán parte del grupo si los comparamos
con los de fuera, finalmente, los menores, los trabajadores, las familias y demás
menores que han estado internos, que formarán el grupo definitivo, si situamos al otro
fuera de estos.

De esta manera, el otro será el elemento clave para configurar el grupo junto al territorio
formando subgrupos identitarios similares a los que se crean en todas las comunidades,
pudiéndose desarrollar incluso dentro del grupo de menores, dividiéndose por hogares o
fases de desarrollo.115

—A ti te tendría que ver yo aquí. A ver cómo te comportabas.

Será por tanto el nosotros, reconocible en cada ocasión, el que configure el grupo
respecto a los demás. Los menores por un lado, con un elemento común específico entre
ellos, que será reconocible y respetado por todos. Ser menor infractor, elemento que los
iguala y los reconoce como parte del grupo, que creará nexos de unión y todo un código
de comportamiento específico reconocible a través de elementos (imágenes) que
fraguan esta unidad, tales como la complicidad ante cualquier amenaza, sufrimiento
compartido, situación personal similar o solidaridad grupal, que unirá a todos y los
reconocerá como parte del grupo. Pero también puede ampliarse este grupo si situamos
al otro fuera del centro. Ante la visita de organismos públicos o la interacción con otros
grupos (institutos, actividades extraescolares, etc.) esos miembros del equipo educativo
pueden ser considerados parte del grupo, pasando a ser tratados como iguales por parte
del menor que también lo reconocerá como un miembro más de la comunidad. Si
hablamos de menores, los trabajadores serán los otros, pero si hablamos de sociedad,
todo el CIMI sería el nosotros.

De las puertas para adentro todo es diferente.

115
Esto es utilizado en alguna ocasión por parte de los trabajadores. En momentos puntuales en los que
los menores necesitan el apoyo del grupo se busca el antagonismo con otros hogares para despertar la
solidaridad entre ellos.

251
Ignacio Alcalde Sánchez

Aunque analizaremos la simbología en un apartado propio, mostraremos algo de ella a


lo largo de todos ya que conforma el elemento clave con el que distinguir y mostrar esta
comunidad. Aquí podemos mencionar algunos de los símbolos que identificarán al
grupo y que configuraran el interior y el exterior de éste.

El territorio, sus límites y la manera de delimitarlo, serán uno de ellos. Tal como
decíamos en nuestro primer capítulo etnográfico, el tiempo y el espacio serán
fundamentales. Así que estar dentro o no será uno de los elementos cruciales para la
conformación del grupo y para sentirse parte de él. Tal como analizaremos a
continuación dentro de la teoría de sistemas o como un rito de paso, formar parte del
grupo supondrá haber atravesado esas puertas, que estarán perfectamente simbolizadas a
través del alambre de espino que las corona —tal como nos decía un menor— o no
haberlas atravesado. Todos los miembros de la comunidad serán los que están dentro, de
una manera o de otra, como trabajadores o como menores y todos los otros serán los que
están fuera. De esa manera, el territorio se simboliza y adquiere significado al tiempo
que sirve como elemento configurador del grupo.

Observando a los menores en sus salidas y actividades fuera del centro en el que
establecen contacto con otros sujetos externos (escuela, prácticas, etc.) vemos como los
menores buscan la complicidad (compañerismo) de otros menores que están en
situaciones similares a las suyas (procedentes de otros centros de internamiento y con
los que han coincidido en el instituto o en el trabajo) o directamente buscan aislarse del
resto del grupo al que ven como ajeno y diferente. De manera que persisten estos lazos
de confraternidad fuera incluso del CIMI, articulando todo el grupo en función de este
internamiento que los marca y se hace reconocible entre ellos.

Etnografía sistémica
—Esto está bien pensado. Entran niños, salen niños, para acá, para allá…

A raíz de este tipo de comentarios que alguna vez escuchamos por parte de los menores,
que veían el CIMI como un máquina que funcionaba sin cesar, introdujimos el análisis
que hemos realizado desde el prisma de la TGS, para arrojar así otro enfoque más sobre
la identificación grupal del CIMI y su articulación como comunidad cultural. Veremos
de esta manera, cómo responde a los posibles cambios o amenazas, cómo se configura
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

en su actividad diaria o cómo se coordina con su entorno, funcionando como un sistema


complejo y dinámico.

Se trata, como decíamos, de otra pincelada más con la que ir conformando el cuadro
final del CIMI y con la que mostrar un análisis que creemos muy conveniente por la
manera sistemática en la que nos devolverá sus flujos y comportamiento. Tal como
decíamos en el apartado teórico introductorio acerca de la TGS, se trata de una
herramienta muy útil para la síntesis y representación de lo que allí ocurre. A modo de
categorías analíticas con las que mostrar cómo se configura el CIMI o en este caso,
desarrolla su configuración grupal.

Desde esta premisa entenderemos el CIMI como un sistema —donde el símil con la
comunidad o grupo es directo—, como un conjunto de elementos que se interrelacionan
entre sí y el entorno que les rodea, definiéndose específicamente, delimitado, localizado
y diferenciado de otros sistemas, lo que le confiere una identidad propia y diferenciada
y le permite mantenerse. Un sistema inserto dentro de una red de sistemas similares
(con diferentes grados de variabilidad) y con subsistemas que lo dotan de estructura
interna. Esta sistematicidad será la que nos permita analizarlo de esta forma y nos lleve
a pensar en la consecución de un modelo teórico, no sobre su comportamiento sino
sobre su cultura. Siguiendo a Ramírez Goicoechea (2013) y los preceptos teóricos
expuestos anteriormente, no conceptualizamos un sistema bajo el paradigma de la
recursividad homeostática de la Cibernética, ni del funcionalismo sociológico de Talcott
Parsons, el estructuro-funcionalismo de Durkheim, los modos de producción de K.
Marx o la Antropología Estructural de C. Lévi-Strauss, sino que lo hacemos bajo la
posibilidad de la sistematicidad de sus procesos, de su organización y su estructuración.
Y es bajo esta perspectiva con la que podremos analizar el CIMI y entender mejor la
identificación grupal de todos sus miembros.

Siguiendo la tipología de sistemas, vemos como se encuadra dentro de un sistema


dinámico (evoluciona con el tiempo), abierto (se define en parte por las relaciones con
su entorno), no determinista, no lineal (estocástico) y complejo.

Pasamos ahora a analizarlo detalladamente bajo esos conceptos que arroja la TGS y que
podremos aplicar a modo de síntesis para dar otro enfoque sobre nuestra etnografía.

253
Ignacio Alcalde Sánchez

El CIMI es un sistema dinámico donde el todo no es la suma de sus partes. Si hay un


rasgo que lo define es su aparente estatismo que acoge una totalidad de procesos
dinámicos que permiten que eso sea así. Tal como decía un educador ‖aquí hay que
estar haciendo cambios continuamente para que todo siga igual‖ y es que la sensación
de que todos los días hay que hacer la misma actividad diaria pero cada día se realiza de
una forma distinta es una de las pautas generales de todos los trabajadores del centro. El
dinamismo de todos los procesos funciona aparentemente en dirección contraria a la
inmovilidad y rigidez de los protocolos bajo los que se realizan todas las actividades. El
conjunto de normativa interna y planificaciones de actividades choca con la actividad
diaria que es impredecible y adaptativa. El plano formal/teórico bajo el que se auspician
todas las intervenciones frente a la práctica y toma de decisiones reales diarias chocan
frontalmente y solo pueden ser entendidas bajo ese prisma del dinamismo y
complejidad que abarca a este sistema y que obliga a tener dos planos (similares al
emic/etic que mencionábamos antes) bajo los que actuar.

De la misma forma y siguiendo con la tipología de nuestro sistema, éste es un sistema


abierto en tanto que nace de un entorno al que pertenece y con el que se relaciona. El
objetivo último del CIMI es devolver sujetos sociales que respondan a un modelo
asimilable por esa sociedad. Por tanto, a pesar de su apariencia de sistema cerrado (en
tanto que se organiza respecto a su estructura interna) se trata de un sistema abierto,
donde centro y entorno interactúan continuamente. Un sistema, lógicamente, no
determinista, como todos en los que interviene el ser humano, donde su comportamiento
es no predictible y estocástico en cuanto que su no-linealidad nos obligará a hablar en
términos de posibilidades y, finalmente, un sistema complejo por la multitud de
procesos y elementos que en él intervienen.

Un sacapuntas y verás la que se lía.

Así pues se trataría de un sistema dinámico y complejo, no proporcional, un cambio


pequeño en su estructura no tiene proporcionalidad en sus consecuencias, de hecho
pequeños cambios o altercados pueden variar toda la actividad diaria del centro, como
puede ser el caso del cambio de tipos de registros ante el hallazgo de algún objeto
prohibido, lo que conlleva alargar todos los movimientos y por tanto reestructurar toda
la actividad diaria. Determinista y aperiódico (no tiene regularidad) y contraintuitivo, tal
como dice la Teoría del Caos, ya que el orden nacería de ese aparente desorden
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

imperante en sus actividades. Solo hay que pensar en el orden que se mantiene en la
actividad de patio (similar al recreo escolar) donde se mezclan grupos, edades y juegos,
para entender este principio que ahí también rige. En este sentido, también analizaremos
este aparente caos o descontrol desde el apartado sobre política, cómo no pasa nada
donde aparentemente podría surgir la violencia, analizado esta vez desde otro enfoque:
el del control del poder.116

El entorno por tanto, será fundamental en el entendimiento de este sistema. Como


sistema abierto, intercambia con él la materia y energía necesaria para su
funcionamiento, entendiendo ésta como los actores y elementos necesarios para su
funcionamiento. De esta forma, recibe y expulsa la mano de obra necesaria (equipo de
trabajadores), recibe menores infractores y devuelve adolescentes, está en constante
intercambio con los organismos públicos que lo tutelan (Justicia, Educación, Asuntos
Sociales, etc.) y mantiene una relación directa con la opinión popular que será la que
redirija en último término sus actuaciones y supervivencia. Aunque como hemos visto y
seguiremos tratando más adelante, con unos bordes o fronteras claramente establecidos.

Paralelo a este término aparece el concepto de autopoiesis desarrollado por H. Maturana


y F. Varela (2006 [1973]), con el que podemos explicar esa capacidad que el CIMI tiene
para auto-organizarse. Si analizamos el centro desde sus inicios vemos como ha ido
creciendo en función de la legislación externa que lo enmarcaba y los atractores
imperantes en cada momento, se ha auto-organizado para, en función a éstos, poder
sobrevivir, amoldándose a unos u otros principios según el momento y dotándose de
una estructura interna que en muchos casos parecía ajena a esos estímulos externos de
cambio recibidos. Es lo que algunos autores desde su etnografía han llamado el ser y el
deber o los decires y los haceres (Venceslao Pueyo, 2012), con los que reflejar ese
funcionamiento diario que parece permanecer al margen de los cambios que se
producen puntualmente. A través de una etnografía extensiva como es en la que se
encuentra inmerso este estudio, vemos cómo los cambios son prácticamente
imperceptibles para sus actores aunque con el paso del tiempo sí noten las diferencias,
similar a los cambios producidos por el paso del tiempo en las personas. Una vez más,

116
Una vez más debemos aclarar cómo todas las esferas de la cultura se interrelacionan entre sí creando
una sola, pero nosotros ante la necesidad de seccionarla, nos vemos obligados a mostrarla así,
aparentemente repitiéndola en diferentes secciones, ya que como podemos ver tendremos que andar y
desandar el camino, tratar el mismo tema desde diferentes enfoques.

255
Ignacio Alcalde Sánchez

parece que todo cambia para que todo siga igual, con lo que se demuestra esa capacidad
de auto-organización interna que estos sistemas tienen.117

En esta dicotomía entre entorno y organización interna aparece otro concepto vital de la
TGS, el borde o límite. Si hemos hablado antes de la importancia de la territorialidad en
la configuración de la identificación grupal y sus fronteras. El CIMI está dotado de unos
límites muy claros con los que marca la distinción respecto a su entorno, estableciendo
esas relaciones de intercambio con el exterior y dotando de identidad al interior. En este
sistema, el borde o fronteras del sistema serán un elemento fundamental para entender
su funcionamiento y un elemento de identificación grupal para todos sus miembros. El
cerramiento disminuirá la complejidad que existe en la sociedad externa, facilitando esa
auto-organización interna, al mismo tiempo que servirá como marca fundamental en la
identificación de todos sus actores. Serán también estos límites los que configuren los
diferentes subsistemas que allí se encuentran. La posibilidad de rebasarlos a diario como
trabajadores, abandonarlos temporalmente para realizar alguna actividad diaria o tener
permisos de fin de semana o visitas esporádicas al centro, marcará el grado y el rol que
cada uno desempeña en este sistema. El límite se convierte en una frontera física que
contendrá de manera material a algunos elementos del sistema actuando como barrera
que impedirá la permeabilidad, reconduciendo, en muchos casos, los estímulos que se
reciben de fuera. Será por tanto una permeabilidad controlada118. Incluso configurará el
espacio que le rodea a modo de ecosistema, en cuanto que define y repercute en las
construcciones vecinas por la peculiaridad de este espacio (delimitando una zona neutra
o una periferia protegida).

—Yo con ese no tengo nada que ver. Bueno que estamos aquí dentro pero que ni le
hablo.

117
Un buen ejemplo de esto sería el comportamiento de los menores ante el cambio de normativa
sancionadora por el que aparecían nuevas figuras intermedias entre el no castigo y la pérdida del crédito
y como los menores manifestaban que para ellos todo seguía igual.
118
Los menores tiene controladas todas las comunicaciones que al comienzo se reducen a las llamadas de
teléfono, semicontroladas por los educadores que, aunque no escuchan sus conversaciones, si pueden
observar sus respuestas y comportamiento así como el control del tiempo de llamada y las formas al
hablar, y a las visitas familiares donde les ponen al día de todo lo ocurrido en su ámbito social de origen.
Aún así, a todos sorprende la facilidad con la que los menores se comunican entre ellos y reciben noticias
de fuera a través de los menores que sí pueden salir (al instituto o a algún recurso laboral) y que gozan de
mayor libertad. También como ocurre en la organización de los sistemas expertos la información se filtra
en función de la esfera a la que deba llegar, fragmentándose y en muchos casos tergiversándose hasta
convertirse en meras explicaciones simplistas del mensaje inicial.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

La existencia de subsistemas y supra sistemas también será evidente en este entorno. El


nosotros y los otros podemos también explicarlo desde este prisma, dependerá aquí de
dónde situemos el atractor en torno al que fijemos al grupo. De esta forma tendremos un
subsistema propio si hablamos de menores frente a trabajadores, pero podremos
ahondar más si situamos a chicos frente a chicas, incluso varones que habitan las zonas
autónomas y los que no, o los que comparten el módulo de medidas terapéuticas,
estableciendo así diferentes grupos/sistemas que se auto organizan y perviven
adaptándose al sistema superior; de la misma forma ocurre con los trabajadores los
cuales se pueden agrupar todos bajo el mismo epígrafe o hacer una distinción clara
(incluso con espacios diferentes y excluyentes) entre equipos de educadores, directivo,
técnicos, de limpieza o externos (agrupando aquí a psiquiatría, tratamiento ambulante de
adicciones y maestros). Estos subsistemas tendrán un amplio grado de reversibilidad en
cuanto que formarán parte unos de otros según donde se sitúe el estímulo externo que
les haga actuar. De esta forma, y siempre de manera cronotópica, educadores y menores
formarán un todo frente al equipo directivo ante alguna demanda mientras que en otras
ocasiones será todo el equipo de trabajadores el que actúe como un sistema total, como
puede ocurrir ante alguna visita/consultoría externa, configurando así microentornos en
los que se desarrollan todos los procesos diarios. De igual forma podemos entender a
todo el sistema que es el CIMI como un subsistema más dentro del entramado que
correspondería a ese macrosistema conformado por todos los estamentos encargados de
la justicia juvenil, incluyendo aquí a toda la tipología de centros de cumplimiento de
medidas, instituciones burocráticas, juzgados, empresas de seguimiento, etc., donde
nuestro CIMI sería un subsistema más.119

Esta reversibilidad también pone de manifiesto la co-dependencia e interrelación que


existe entre todos los actores que intervienen en el sistema. Si el establecimiento de
autoridad y obediencia parece claro entre los sujetos, éste sin embargo queda
condicionado a un estado latente de coordinación y convivencia necesario para que se
mantenga al sistema y que todos parecen conocer a través de algunos contenidos,
muchos de ellos tabúes (como el motín) y/o límites de no retorno (puntos críticos o de
119
Para facilitar la comprensión de esto, podemos encontrar similitudes en la Teoría del caos y la
complejidad, dice C. Reynoso: ―(…) la realidad puede ser casi infinitamente descompuesta, es
analíticamente inagotable; una ameba puede llegar a ser tan complicada como un sistema planetario; el
sol y la tierra, con ser inmensos y albergar tantas cosas, constituyen un sistema pequeño(…) No hay
entonces una escala propia de los fenómenos: teorías que tratan de enormes conjuntos sociales son a
menudo más sencillas que teorías que abordan la personalidad de sujetos individuales.‖ (Reynoso, 2006:
14)

257
Ignacio Alcalde Sánchez

bifurcación) como la agresión, algo parecido a un espíritu de co-ontogenia por el que el


CIMI se mantiene dentro de unos parámetros culturales que le permiten continuar con
su existencia120, y que los actores que intervienen parecen conocer, aceptar y asumir su
rol dentro de él, algo que trataremos específicamente en un apartado propio sobre la
teoría de roles.

Aspectos que son consecuencia directa de esto serán la cooperación entre todas las
partes, un buen ejemplo es el comportamiento ante las visitas donde parece que todos
muestran la faceta que creen que el visitante quiere observar, la especialización, este
sistema se ha especializado en una tarea y un modo de convivencia con unos elementos
peculiares a tal nivel que produce una identidad grupal característica incluso fuera de él,
la organización espacio-temporal que analizamos más adelante así como la
comunicación como elemento esencial de estabilidad entre las partes.

De estos elementos parte también la replicación interna que podemos observar en los
módulos más aislados como son los de observación o anteriormente llamados
contención e ingreso, donde los menores viven al margen de lo que ocurre en el resto
del centro y sin embargo recrean condiciones similares al sistema en el que están
envueltos, creando así un microentorno. Quizás se deba a la afirmación de que son los
individuos los que llevan al grupo dentro.

Volviendo al concepto de auto-organización (autopoiesis), vemos como el centro está


dotado de una organización interna por la que toda la vida diaria se mantiene bajo un
cierto orden a pesar de los riesgos y momentos críticos por los que puede atravesar. En
alguna conversación con el equipo educativo, alguno de sus miembros me decía que la
pregunta clave a la que habría que responder sería sobre cuántos se marcharían de allí si
abriésemos las puertas y cuántos preferirían quedarse, bien porque querrían cumplir su
condena (que era para lo que estaban allí, asumiendo su rol) bien porque se encontraban
más cómodos que en su lugar de origen, por lo que podíamos imaginar esa organización
interna que se producía al margen de la teoría y protocolos de actuación bajo los que,
formalmente, nos movíamos a diario. Quizás la respuesta a ese desarrollo permanente, a
ese dinamismo que permitía que el centro no sufriera alteraciones graves, se debiese a

120
Los actores que participan en él parecen compartir una tolerancia a su existencia e irregularidades. Es
común escuchar a algún trabajador advertir de los riesgos que existen y cómo no ocurre nada más grave
porque los menores no se lo proponen, de la misma forma éstos se manifiestan indicando cómo realizan
actividades sin sentido para ellos, para conseguir sus metas y facilitar su progreso al margen de la
posibilidad de no realizarlas, entorpeciendo la práctica diaria.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

ese deseo común de progreso que arrinconaba a los posibles elementos de dispersión y
empujaba hacia la normalidad (caótica y compleja) diaria. Esto también hay que
enmarcarlo dentro de unos límites mayores creados ad hoc para minimizar la violencia y
que reducen las posibles alteraciones a lugares aislados y prácticamente
individualizados.121 Lógicamente no podemos hablar de auto-organización espontánea
sino de una auto-organización dentro de la organización general ya dispuesta por la
normativa del centro donde se recogen todas las actividades y pautas de actuación de
trabajadores y menores.

Dentro de este marco se desenvolverá toda la actividad diaria del centro y establecerá
los márgenes de lo permitido e incluso de lo no permitido pero aceptable,
institucionalizando los posibles escenarios tanto de buen comportamiento como las
posibles faltas, tipificando las posibles respuestas de los menores y sus consecuencias.
Es decir, intentando prever de esta forma todas las actuaciones posibles y facilitando su
respuesta para la pervivencia.122

De esta forma se dota al sistema de una serie de posibles escenarios y unos márgenes de
actuación imaginados y compartidos por el grupo bajo los que se desarrolla el día a día.
Un hábito cultural con el que desenvolverse dentro del centro que hay que conocer y
adquirir poco a poco. Al igual que ocurre en la sociedad en general, el sistema se
configura en ese caos autorregulado entre el orden y el desorden por el que los
elementos se conforman en torno a atractores dinámicos que mantienen
momentáneamente al grupo.

El CIMI, con su marco normativo de actuación perfectamente definido y sus actores,


desempeñando correctamente sus funciones programadas, está en continuo riesgo de
colapso. Su tranquilidad es aparente en cuanto que está definido bajo el riesgo de la
impulsividad y la respuesta no predicha de los menores (situación crítica) y una
situación que podemos catalogar de entropía en tanto que la convivencia y la
peculiaridad (complejidad) de las relaciones humanas provoca la relajación de los
estándares y el desgaste de los protocolos prefijados acercándolo a situaciones
121
Tal como veremos en el control de la violencia, una de las pautas generales de actuación para todos los
trabajadores era minimizar la violencia o el riesgo de ella en el grupo, de manera que una de las primeras
actuaciones con los menores ante cualquier amenaza era sacarlo de la actividad grupal y retirarlo a su
habitación. De la misma forma, cualquier comunicado o actividad que se prevea peligrosa en cuanto a la
reacción de éstos, se realiza de manera individualizada y conteniendo las posibles respuestas violentas.
122
Tal como me comentaba un educador, si se castiga el insulto quizás a alguno se le ocurra escupirte
pero si se castiga escupirte quizás lleguen a agredirte.

259
Ignacio Alcalde Sánchez

potencialmente peligrosas —cuando los trabajadores o menores abandonan su rol para


igualarse en compañeros de un mismo entorno suele tener consecuencias negativas para
ambos—, por lo que se hace necesaria la revisión constante y el cambio de actuaciones,
así como la gran capacidad de resiliencia que demuestra, jugando con los entornos y la
estructuración de actividades 123 . De esta forma tenemos como hay unas dinámicas
constantes hacia el desgaste (relajación de las formas) que chocan continuamente con la
capacidad de auto-regenerarse (cambios continuos en el mismo escenario) con la que se
combate los posibles escenarios críticos (clausura de un módulo, agresión, motín, etc.)

Esta capacidad de auto-regenerarse se basa también en los procesos y capacidad de


reflexividad que este sistema tiene. De la misma forma que el CIMI va aprendiendo de
sus errores y configurándose en función a éstos, demuestra gran capacidad para
observarse y reflexionar sobre sus actividades, creando todo un mundo de leyendas y
explicaciones simplistas que se manifiestan en el lenguaje utilizado y las historietas que
se cuentan entre los menores 124 con las que pautar el comportamiento y esperar
respuestas externas. De igual forma vemos como se dota de significado a las
actuaciones, a través de la reflexividad y la autodescripción que todos los actores del
CIMI hacen y que permiten dotar al sistema de sentido125 y transferirle ese aspecto de
sistema sociocultural (todos los procesos etic se transforman en emic en la práctica
diaria, dotándolos de un halo cultural protagonizado por personas).

Dentro de este paraguas que es la complejidad, entendida ésta como la multitud de


dinámicas e interconexiones (procesos y significados) que se realizan en nuestro sistema
vemos como existe un orden, una organización por niveles que permite estructurar y
entender todos los procesos que se llevan a cabo. Asimismo, paralelas a los subsistemas

123
Un claro ejemplo de esto es como a través de la observación de los menores, en los cambios de turno
los educadores recomiendan el cambio de parejas en las habitaciones o el cambio de módulo. De esta
forma se rompen ―asociaciones‖ y relaciones que pueden ser perjudiciales o se fomenta la integración de
todos en el grupo. De la misma forma es común que cada cierto tiempo se modifique algún espacio.
Aparentemente no tiene importancia (un cambio de mobiliario, disposición diferente de los espacios, etc.)
pero tiene su efecto en los menores que pasan gran cantidad de tiempo en ellos y necesitan otra
percepción diferente. Como decíamos antes, parece que de esta forma se fragmenta la percepción del
espacio reducido donde viven así como del tiempo transcurrido.
124
Ejemplos de esto son las habituales creencias sobre la llegada de un fax que los ponga en libertad
inmediata o a la inversa (envueltos de un sentido casi budista del comportamiento) o la posibilidad de
obtener créditos (puntuación positiva por buen comportamiento) bajo ciertos ritos o creencias.
125
Tal como nos indica Eugenia Ramírez Goicoechea (2013) sobre la obra de N. Luhmann Social
Systems, (1990), es la importancia del sentido y significado frente a las comunicaciones y procesos lo que
hace que se distingan de manera inequívoca a los sistemas socioculturales del resto.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

aparecen unas estructuras ordenantes que fragmentan el tiempo diario y los espacios126 a
pesar de su no linealidad y condicionados por la enorme reactividad127 que este entorno
tiene a cualquier estímulo externo.

Todo esto configura un espacio que se corresponde con las cualidades de los sistemas
dinámicos en esa indeterminación estocástica que encubre una multifactorialidad causal
difícil de predecir y estipular en una explicación del sistema. Aún así existen los
protocolos de actuación en caso de emergencia que cubren prácticamente todas los
estados posibles pero no con un grado de certeza absoluta.

En esta no-linealidad del sistema juega un papel fundamental la concepción del tiempo.
Al margen de la construcción sociocultural de éste desde el punto de vista en el que lo
hemos analizado en el apartado anterior, el tiempo dentro de nuestro sistema complejo y
dinámico nos muestra cómo nunca se repite la misma acción, al mismo tiempo que la
importancia del aspecto cronotópico de éste se vuelve capital128. Como decíamos antes,
es en esta encrucijada espacio/tiempo donde debemos situar nuestra observación y
explicar los procesos que se producen, ya que difieren totalmente para los actores.
Como podemos presuponer, la percepción del tiempo y las unidades empleadas por
todos ellos son diferentes en función de cada escenario. La heterocronía existente
debido a la diferencia de edad (adolescentes, adultos), rol asignado (menor internado,
trabajador), entorno (familia, sociedad) y situaciones (escuela, cuarto, talleres,
televisión, etc.) son constantes y están en continuo choque.

Un concepto capital para el entendimiento del funcionamiento del CIMI como sistema
dinámico y complejo es la determinación de sus atractores. Entendemos éstos como los

126
La división del día entre actividades de escuela y talleres, tiempo de ducha, tiempo libre, comidas y
patio estructuran todas las actividades, de la misma forma que los espacios comunes, escuela, talleres,
cuartos y despachos configuran la construcción social del espacio para todos los actores y convierte a un
edificio y su patio en un lugar con multitud de escenarios donde un grupo de menores convive todos los
días sin abandonarlo ni caer en la desesperación por la privación de libertad.
127
Podemos observar como las relaciones personales establecida entre los grupos así como los procesos
internos, sumados a las novedades que llegan del exterior, configuran un amasijo de posibilidades bajo las
que la predicción del comportamiento es muy compleja. Tal como ilustraba un educador ante la
comunicación de una falta grave, nunca sabía de manera certera la respuesta del menor y menos aún el
efecto que iba a tener en el grupo, a veces ante novedades terribles del exterior el grupo se cerraba en
torno a él, otras veces lo marginaba.
128
Para los educadores incluso para algunos menores con más tiempo de internamiento, el tiempo se
comienza a repetir en bucles de comportamiento ante estímulos (cambios) que son similares a otros
anteriores por lo que comienza a llamarlos de la misma forma anterior, a modo de patrón (hogares…). De
la misma forma a algunos menores se les tipifica según otros menores anteriores por el perfil similar,
incluso algunas actuaciones son tituladas por el nombre de éstos (―voy a hacer un Adolfo o eres otro
Jesús‖)

261
Ignacio Alcalde Sánchez

puntos magnéticos en torno a los que se van a centrar las actuaciones y respuestas de
todos los actores. Centros de actuación sobre los que va a girar la permanencia del
sistema y que serán unos u otros dependiendo del momento y del estimulo al que
responder. Se clasificarán como primarios o secundarios (o latentes) en función del
momento y coexistirán todos de manera interrelacionada, configurando la parte central
de nuestro sistema. Los atractores determinarán el orden interno del centro y nos
orientarán en las razones por las que la actuación de éste se dirige hacia una u otra
dirección (se reorganiza). Reconocerlos y definirlos, permitirá predecir, en la medida de
lo posible, su comportamiento.

Como sistemas dinámicos y complejos vemos como el todo no está formado por la
suma de sus partes sino que existen unas dinámicas emergentes que cohesionan y
caracterizan (imprevisiblemente) el comportamiento del sistema, por lo que conocer los
atractores nos permitirá acercarnos a esos nuevos comportamientos.

Coger el crédito, pasar el día.

En esta línea podemos ver como existen diferentes atractores dependiendo del colectivo
al que analicemos. Así, para el grupo de menores podemos establecer algunos básicos
que se priorizarán en función del momento de su medida y la situación. Si obviamos los
atractores propios de cualquier grupo de adolescentes que conviva en grupo
(reprobación grupal, aceptación del grupo, etc.) podemos ver la manera en que aquí se
potencian otros distintos: en primer lugar la libertad como objetivo primario que se
concreta en la obtención de créditos (recompensas diarias a su comportamiento), por lo
que todo su comportamiento girará en torno a la consecución de esta meta, algo que
desarrollaremos específicamente en el apartado sobre economía. Los decires y los
haceres de los menores que antes mencionábamos cobran pleno significado a través de
las teorías de rol y comportamiento pautado en torno a la recompensa que supone la
obtención de ese crédito. Los atractores individuales que rigen su comportamiento
cambian bruscamente cuando el menor conoce que no va a obtener el crédito diario y
aún le queda bastante jornada por delante, modificando su conducta como si dejase de
actuar pero manteniéndose dentro de unos márgenes que le permitan que la falta no pase
a mayores. De esta forma podemos identificar unos atractores grupales que mantienen el
aparente orden de las actividades, ese interés común por cumplir la normativa mientras
que al mismo tiempo hay unos atractores individuales que pueden ser diferentes
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

(sacrificio del crédito diario por estímulos externos que hacen que no importe su
obtención, perdida temprana del crédito…) lo que conlleva a conjugarlos y muchas
veces a separarlos para que se mantenga el orden.

Otro de los atractores grupales que rige el comportamiento será la aparente normalidad
bajo la que se realizan todos los procesos. Encubiertos de un halo educativo (un
concepto que empapa todas las actividades en el centro) se realizan toda una serie de
actividades diferentes. Al igual que puede ocurrir en un instituto de secundaria o en un
comedor universitario, existen por debajo de las actividades predominantes una serie de
intereses que hacen que el comportamiento se oriente en una dirección o en otra. Es
habitual que el orden en las mesas de escuela o la distribución por talleres se haga en
función de la afinidad del alumnado incluso del recorrido de éstos, creando conflictos.

Así pues encontramos unos grupos de atractores fijos, preestablecidos, que pueden
llegar a ser en algunos casos cíclicos,129 que se conocen y se establecen, incluso a través
de la normativa, como son las funciones que regulan la actuación del equipo de
educadores (mantener la ―normalidad‖ en los hogares, informar de los problemas o
actuar ante ellos y desempeñar su labor como monitores/educadores con los menores),
del equipo directivo (mantener la viabilidad del centro, cubrir todos los espacios de
actividad, cumplir, hacer cumplir y demostrar la actividad del centro), del equipo
técnico (informar del progreso de los menores, desempeñar su labor como psicólogos,
trabajadores sociales, etc.) y de los menores (obtener la recompensas prefijadas, cumplir
las sentencias judiciales, desarrollar su ―yo real‖) o los atractores grupales entendiendo
al CIMI como un sistema holístico e integral (supervivencia ante las amenazas,
solidaridad intergrupal, etc.).

Estos serán los atractores en torno a los que funcionen las actividades formales y diarias
del centro, interrelacionándose al mismo tiempo con otro grupo de centros de atracción
que también determinarán el comportamiento. También aquí podemos relacionarlo con
otro de nuestro apartado, esta vez sobre política: liderazgo, autoridad formal/informal o
la idea de respeto, harán que las actividades se desarrollen de una forma u otra. Carisma,

129
Algunas actuaciones se repiten en función de la estación o el momento del calendario, como puede ser
la disrupción con la llegada de las navidades o el alboroto lógico de la primavera o cambio de estación.

263
Ignacio Alcalde Sánchez

liderazgo o prestigio son formas de legitimar la autoridad y el establecimiento


asimétrico del orden allí existente130, que no puede valerse sólo de la normativa.

Todos estos atractores se mezclan en interactúan envolviendo todas las actividades a


modo de escenario sobre el que se desarrollan los procesos sistémicos de este entorno.
De esta forma encontraremos como en determinadas situaciones el centro se convierte
en colegio, atraído por ese atractor que supondrá el desarrollo de las lecciones
ordinarias, que hará que por momentos se olvide incluso que estamos dentro de un
centro de internamiento, pautando la actividad de todos los actores como en una escuela
bajo sus atractores propios (con la autoridad del maestro, relaciones entre pupitres,
silencios, llamadas de atención, tareas en la pizarra, aprendizaje…), mientras que en
otros momentos se convierta en un taller (artes gráficas, mecánica, pintura), un trabajo
(tareas de mantenimiento donde establecen relaciones propias de un entorno de
empresa), un juzgado (ante las visitas de jueces o videoconferencias) o un área de
convivencia juvenil, como ocurre en las horas de esparcimiento en las zonas comunes
(juegos de mesa, comentarios ante la televisión, etc.), identificando el escenario
exclusivo de centro de menores (si se puede identificar tal como lo podríamos imaginar
a priori, como un espacio de contención y privación de libertad) en reducidos espacios y
escenarios en los que se actúa bajo la contención física y el control absoluto de todas
las actividades del menor 131 . Con todo esto encontramos diferentes escenarios y
comportamientos en función del atractor que los rige en ese momento, estableciéndose
relaciones asimétricas entre atractores, solapándose o incluso absorbiéndose unos a
otros en determinados casos (como cuando hay que sacar a un menor de la escuela por
conducta agresiva, por lo que rápidamente abandona su rol de aula y pasa a ser un
espacio vacío del centro de menores controlado por educadores y seguridad). Por lo que
será la suma de todos esos los que constituyan el CIMI.

130
Se puede observar como los menores e incluso los propios compañeros actúan de una forma totalmente
distinta ante educadores según sea su carácter o forma de actuar ante ellos, desarrollando un concepto de
respeto relacionado con la capacidad de imponer su criterio y actuar en consecuencia. Es habitual ver
como los educadores que actúan con mano firme en el cumplimiento de la normativa, terminan ganándose
mayores cotas de autoridad y respeto por parte de los menores en detrimento de los que intenta
flexibilizar la aplicación de ésta o perdonan algún incumplimiento. Esto hace que los atractores
secundarios en esa situación (liderazgo informal de los menores, comportamiento incorrecto) surja y se
convierta en primario, redirigiendo las actividades hacia otros derroteros.
131
Como nos comentaba un educador, el centro de menores es una ―cárcel envuelta en papel de
caramelo‖. Aparentemente, y si realizamos tan solo una visita esporádica, sólo veremos esas actividades
que le dan apariencia de escuela, taller e incluso de confortable, haciendo que no reparemos en el alambre
de espino, las vallas que lo rodean y que los menores están allí encerrados.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Sería equivocado y nada mostraríamos aquí si entendiésemos el CIMI sólo como esa
esfera de contención física de los menores que cumplen una medida privativa de
libertad. El CIMI será ese conjunto de atractores que provocan comportamientos
creativos nuevos continuamente. Entendemos que los diferentes actores que participan
en él diseccionan este sistema y analizan solo una parte de éste, pero como sistema, es
un todo donde todas las esferas se interrelacionan dando lugar a procesos impredecibles.

Parejo a la idea de atractores surgen los repelentes, que también nos ayudaran en la
comprensión del CIMI como una comunidad, entendidos éstos como elementos de los
que rehuir y alejarse ante la evidencia del riesgo que conllevan. En el CIMI hay varios
tabúes que actúan de esta forma, evitando así la proximidad a una zona crítica de
cambio (o bifurcación). El riesgo al motín, con consecuencias impredecibles, la
respuesta violenta dentro de una actividad grupal por parte de un menor con incitación a
la violencia o a la revuelta del resto, etc. son temas cortados inmediatamente y que se
acaban convirtiendo en repelentes ante el riesgo que todos los actores asumen y se les
presupone.

A pesar de reconocer estos atractores, los bordes y la mayoría de procesos que se


realizan en el CIMI, éste está dotado de unas pautas de comportamiento emergentes que
caracterizan y definen a todo sistema complejo. Una serie de actuaciones que serán fruto
de las interacciones de todos sus elementos y que serán nuevas, y por lo tanto no
programadas. Serán esas emergencias las que doten de peculiaridad a nuestro sistema y
obliguen a sus actores a responder a los nuevos estímulos y caminos que va tomando el
CIMI. Al igual que un organismo vivo, éste sufrirá a diario una serie de demandas a las
que responder y dependiendo de su respuesta irá tomando unas significaciones u otras,
un camino u otro.

Si marcamos unas líneas de criticalidad ante las que el sistema responde por miedo a la
bifurcación, al cambio brusco e imprevisible de dirección, veremos como el sistema se
mueve siempre al borde del caos, ya que será ese su estado más confortable donde poder
llevar a cabo todas sus actividades diarias. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en
la configuración de una zona común habitada por menores autónomos a los que se les
permite un amplio grado de movilidad sin control por todo el centro. De esta forma,
estos responden con responsabilidad en sus tareas domésticas ante el riesgo que, a
priori, supone dejarlos circular libremente por todas las estancias. El sistema se acerca a

265
Ignacio Alcalde Sánchez

los límites de su estado crítico porque es ahí donde debe manejarse, ya que no
conseguiría sus objetivos si no se prueba a sí mismo continuamente, a pesar del aparente
caos y situación crítica que origina. Es decir, la institucionalización de la alteración del
orden. Cómo prevé lo inesperado y funciona bajo esas pautas. Otros ejemplos de este
nivel crítico bajo el que se mueve el CIMI serán las actividades de escuela o talleres,
donde se rebaja el nivel de ―internamiento‖ para aumentar estos escenarios en los que
estas actividades se puedan llevar a cabo.132

Sistema experto
La familia llega como avergonzada, le dan los carnets al seguridad, pasan por el arco
de metales y les indican que pasen al cuarto de visitas, lo observan todo y tienen la
mirada baja, algunos como avergonzados. Pasas a su lado y te observan rápidamente
por la puerta del pasillo, a ver si pueden obtener algo de información. Otros se
muestran exageradamente educados en sus formas. Primero les atiende la trabajadora
social, que les da toda la información sobre el internamiento y luego, finalmente, baja
el menor para la visita. En las primeras suelen escucharse llantos y después risas.

Una vez analizado bajo la óptica de la TGS, y visto como se puede analizar el CIMI
como un sistema dinámico complejo que cumple todas sus características y responde a
los diferentes ítems que surgen de esta teoría, vamos ahora a analizarlo desde un prisma
similar, que también nos ayudara a su entendimiento: como un sistema experto.

Decíamos en un capítulo anterior, que el CIMI aspira a convertirse en un sistema


experto de modo que presente de manera simplificada y asimilable una gran cantidad
compleja de información y actuaciones, englobando a un gran número de profesionales
especializados en diversos campos y ofreciendo un servicio sencillo a sus usuarios. De
esta manera, el CIMI, como sistema experto, intentaría representarse del mismo modo
que lo puede hacer un banco, un sistema aeroportuario o un hospital.

132
Es habitual escuchar alguna queja de los miembros de seguridad cuando los menores manejan
herramientas de huerto o talleres que podrían ser empleadas como armas. Lógicamente, éstos actúan
desde su posición como agentes represivos por lo que les parece una amenaza que manejen estos objetos,
mientras que para la actividad a desarrollar se hacen imprescindibles como utensilios. Esta ambigüedad es
común en todas las actividades por lo que parece que el sistema funciona, y solo puede funcionar bajo
esta situación de criticalidad provisional y transitoria pero permanente al mismo tiempo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

En todos estos sistemas expertos veíamos como se cumplían unos rasgos comunes que
pasamos a analizar aplicados a este entorno.

En primer lugar, una de las características claves en todos los sistemas expertos es la
configuración de los puntos de acceso e intercambio con la sociedad. Es decir, aquellos
escenarios, que el sistema configurará para realizar el intercambio y ofrecer sus
servicios a sus usuarios, que serán ajenos a lo que oculta tras estos y que tendrán que
asumir el riesgo de ponerse en manos de éste. Bajo este enfoque, entendemos como
usuarios a las familias de los menores que harán uso de estos sistemas (de manera
obligada) asumiendo el riesgo de dejar en manos ajenas la salvaguarda de sus hijos/as.

En el CIMI, los puntos de acceso están muy definidos, limitando el acceso tanto a su
interior como a la información que maneja, existiendo un lugar específico para el
intercambio de ésta: la sala de visitas. Será aquí donde se realicen los intercambios de
información y entrevistas necesarias, en los que las familias tomarán contacto con el
CIMI. La puerta de entrada, el control de seguridad y esta habitación serán los únicos
elementos visibles para ellos, que tendrán que construirse una imagen de lo que hay más
allá en función de la descripción que les haga su hijo/a o la información que reciban por
parte de los profesionales que se entrevistarán con ellos (trabajadores sociales,
educadores, equipo directivo). De esta manera, aparece una habitación como escenario y
único punto de intercambio entre los usuarios y los profesionales de este sistema
experto, en la que el mobiliario y la decoración están diseñados a tal efecto (mesa de
reunión y sillones dispuestos frontalmente, cuadros con imágenes corporativas, etc.)

—No vamos a recomendar el cambio de medida. Creemos que es mejor para ti en este
momento y te va a venir mejor que acabes el curso aquí dentro.

De esto se desprende otro concepto clave en los sistemas expertos, la asunción del
riesgo por parte de sus usuarios. Tal como decíamos en el apartado sobre el marco
teórico, los usuarios asumen un riesgo al hacer uso de este sistema, dando por hecho que
los profesionales que lo componen manejan todo ese conocimiento especializado y lo
hacen asimilable. De esta manera, los menores pasan a estar custodiados por el CIMI y
se alejan de su entorno familiar asumiendo los posibles riesgos que esto puede conllevar
(desarraigo cultural, cambio de hábitos, nuevos círculos sociales, falta de maduración,
etc.) dejándolo en manos del CIMI.

267
Ignacio Alcalde Sánchez

Al mismo tiempo, el uso habitual por parte de estas familias de estos entornos hará que
lo asimilen, incluso que se vuelva cotidiano, pasando de asumir el riesgo a convertirlo
en una práctica habitual (similar al uso del avión o el coche), con lo que esa sensación
de riesgo desaparece, convirtiéndose el CIMI en un entorno más con el que interactuar y
con el que se familiarizan hasta demandarle las funciones que ellos creen que debe
realizar (permisos, visitas, facilitación de trámites burocráticos, información sobre el
progreso del menor, detalles sobre su actuación, etc.)

—La piscina no la grabéis, que luego van a pensar cosas que no son.

Por otro lado, en todos los sistemas expertos, entendidos desde la aplicación que hacen
las Ciencias Sociales, vemos como se produce una progresiva especialización del
sistema, que tiende a monopolizar esa área de conocimiento, ocultando a la sociedad
gran parte de su trabajo, al tiempo que ofrece sus servicios a ésta. Estos sistemas
expertos —pensemos por ejemplo en hospitales o bancos— tienden a excluir a otras
instituciones que trabajen en áreas relacionadas, abarcando cada vez más en su campo
de trabajo y incluyendo dentro de ellas todas las funciones relacionadas, de manera que
manejan progresivamente cada vez más información al mismo tiempo que se oculta más
al resto de la sociedad.

Esta ocultación no se realiza con un objetivo de manipulación o tergiversación de su


funcionamiento sino como una manera de facilitar el funcionamiento de éste y ante la
complejidad de sus funciones, ampliando cada vez más la ―parte que no se ve‖ y
simplificando cada vez más ―la parte disponible para el usuario‖. La, cada vez mayor,
cantidad de información que maneja, hace necesaria la simplificación de la información
que se facilita a los usuarios, así como la explicación de su funcionamiento, por lo que
se crean, de nuevo, algunos escenarios sencillos, en los que transmitir confianza y poder
realizar el intercambio, dejando detrás del escenario todo el trabajo real que sería
complejo y largo de explicar. De nuevo, nos parece un buen ejemplo, la sala de espera
de un quirófano, en la que todo está dispuesto para que los familiares reciban la
información de manera comprensible para ellos de lo que ocurre de puertas para
adentro. De esta manera, tanto los trabajadores como los usuarios tienen un territorio en
el que poder llevar a cabo sus roles y permitir el funcionamiento del sistema.

Desde esta lógica, se entiende cómo ante las visitas de los órganos gestores
responsables, el itinerario se organice bajo el mismo punto de vista. Se ve lo que quiere
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

ver, por lo que se articula toda una visita en la que los espacios sean comprensibles bajo
una simple explicación, con la que obtener una visión general del CIMI satisfactoria y
con la que entender, de manera rápida, cómo funciona un entorno complejo como es
éste.133

Al mismo tiempo, la presión mediática que se ejerce a estos sistemas se manifiesta bajo
los mismos parámetros de simplicidad y sencillez que se usa en su exposición, a la hora
de comunicarlos a los usuarios y a la sociedad en general. Las zonas de intercambio, los
escenarios preparados para las visitas o las partes que se desean mostrar, se convierten
en el único elemento para valorar estos sistemas, por lo que puede convertirse en un
arma de doble filo.

La progresiva especialización de sus profesionales, —los trabajadores sociales se


especializan en menores infractores, los psicólogos en trastornos relacionados con estos
entornos, los maestros se especializan en este alumnado, etc.— así como el desarrollo
por parte de las empresas que las gestionan, de su imagen corporativa y el trabajo
determinado en este sector, sumado a la delicada situación mediática en la que se
encuentra este trabajo, (en el que cualquier actuación corre el riesgo de convertirse en
noticia y saltar a la opinión pública, con el riesgo que esto conlleva de manipulación de
la información) provocan que los CIMI se conviertan en un área de trabajo muy
limitado y excluyente.

Esto les confiere un perfil muy delimitado en cuanto que se hace difícil el acceso de
empresas nuevas que se lancen a su gestión; muy especializado, ya que requiere especial
atención en el manejo de la información, gran número de profesionales especialistas en
diversas ramas científicas y discreto, ya que prefiere mantenerse en el anonimato ante el
riesgo de ser despreciado por el entorno en el que se sitúa o por la opinión pública. En
definitiva, de difícil acceso.

Por todo esto, progresivamente van adquiriendo un modelo de funcionamiento que


camina hacia esos ejemplos que poníamos antes sobre sistemas expertos, en los que
cada vez parecen más ajenos al resto de la sociedad. Como analizábamos en otro
apartado, este modelo de centro de menores, tiene una creación reciente, por lo que aún

133
La frase con la que empezamos estos párrafos está extraída de una de esas visitas que venía
acompañada por una cadena de televisión para cubrir esa noticia. Aquí pudimos observar cómo la opinión
pública ejerce una gran presión sobre este sistema por lo que le se cuida mucho la información que pueda
salir, por temor a que sea manipulada.

269
Ignacio Alcalde Sánchez

lo podemos observar en ese camino hacia la progresiva especialización y separación


de otras instituciones parecidas.

—No se puede enseñar con un vigilante en la puerta o un educador apuntando si


trabaja o no trabaja.

Finalmente y dentro de este apartado, vemos como el CIMI, entendido éste como un
sistema experto, se deben coordinar, a su vez, con varios sistemas expertos que
funcionan dentro de él. Aunque esto daría para una investigación propia y aparte,134
vemos como el sistema de educación, el de justicia y el de sanidad, entre otros, irrumpe
en el mismo espacio teniéndose que coordinar y supeditados por el esquema que impone
el CIMI; que a su vez pretende absorberlos todos bajo su propio funcionamiento como
sistema experto que se caracterice por aglutinar y transformar a todos estos en uno solo.

Un ejemplo de esto lo tenemos en la conjunción del plano educativo y el plano punitivo


propio del CIMI. En ese caso, vemos como desde el sistema educativo, el
funcionamiento de las actividades obedecen a una programación anual previa que ha
sido elaborada con el objetivo de ofrecer a los menores un conjunto de sesiones dotadas
de objetivos, contenidos y criterios de evaluación al igual que ocurre en cualquier aula
de cualquier colegio, con los que formar a los menores en las competencias básicas que
se persiguen. Pero esto convive con la actuación de resto de las actividades del CIMI
que se rigen por un sistema que subordina esta actuación educativa a otras como la
seguridad o el desarrollo diario del CIMI, lo que puede llevar a separar a miembros del
grupo por motivos de seguridad, a cambiar los grupos por razón de número o
simplemente tener que agrupar diferentes clases según las necesidades puntuales, lo que
impedirá el desarrollo de la actuación educativa con normalidad.

Otro ejemplo de esto sería la utilización de las ―correcciones educativas‖ con las que se
sanciona al menor y consistentes en la realización de tareas con un objetivo punitivo,
con lo que el plano educativo se convierte así en una herramienta con la que cumplir la
normativa del centro. Esto, lógicamente, hará complicado compaginar los principios que
rigen los métodos de educación actuales (aprendizaje significativo, autonomía del

134
Uno de los objetivos con el que partíamos al comienzo de esta investigación era la creación de un
corpus teórico suficiente como para incentivar nuevas vías de investigación, aquí, la coordinación de
sistemas expertos junto a los conceptos de acoplamiento y co-ontogenia nos parece una vía posible para
una revisión de esta investigación.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

alumnado, etc.) con la imposición de un método coercitivo (sistema de créditos,


imposición de actividades, vigilancia continua, etc.).

De este modo, para el CIMI, el sistema educativo supone una actividad más del día que
debe estar en todo momento controlada, con un ambiente seguro y relajado; donde las
actividades no pongan en riesgo las tensiones entre los menores y se adecúe a la
normativa preceptiva. Por otro lado, el sistema escolar ve en el CIMI una estructura que
entorpece sus actividades ya que va en contra de los principales principios pedagógicos
con los que conseguir un aprendizaje real, por lo que están obligados a encontrar puntos
en común y llegar a un acuerdo en el que coordinarse y poder funcionar.

Aglutinando varias de los prismas desde los que hemos analizado el internamiento,
vemos como se hace difícil coordinar diferentes sistemas expertos donde unos intenta
alentar un espíritu crítico y de aprendizaje autónomo mientras que otros beben
directamente de los principios de las instituciones totales y disciplinarias. Es por esto
por lo que la distinción entre los roles que asume el menor dentro del CIMI, como
alumno, aprendiz o interno está siempre supeditado a la figura de menor infractor,
ocasionando estas dificultades para cambiar de escenario.

Como decíamos antes, esto supone que la escuela se configure también como un
espacio particular si lo comparamos con otros escenarios, o que los talleres tengan
características particulares, todos ellos arropados por ese sistema que sería el CIMI y
que hace que todas las prácticas llevadas a cabo allí dentro estén impregnadas de su
cultura propia, configurándose como un sistema también particular. La conjunción de
estos sistemas expertos parece caminar hacia la fusión en otro nuevo y distinto que sería
el CIMI.

—Si me toca la lotería lo primero que voy a hacer es sacar de aquí a tres o cuatro que
me caen bien.

Junto a la importancia del territorio, el nosotros y el otro, la teorías de sistemas o los


sistemas expertos, dentro de este análisis sobre el comportamiento del CIMI como un
grupo, incluimos ahora algunas nociones sobre estratificación social y la forma en la
que se organiza la pirámide social dentro de estos muros.

Siguiendo los principios sobre desigualdad social arrojados por H. Kerbo (2003) vemos
como en el CIMI, ésta es rápidamente corregida en el momento en el que el menor

271
Ignacio Alcalde Sánchez

ingresa y es despojado de todos sus bienes o privilegios anteriores, ante esto, la igualdad
social se manifiesta, comenzando a desarrollarse una diferenciación social basada en el
logro (de créditos, de informes favorables o de dictámenes judiciales) que le permitirán
progresivamente ir adquiriendo bienes y privilegios que había dejado en el exterior, por
lo que podría ir manifestándose esa desigualdad que traían de fuera. Aunque no será
demasiado acentuado ni lo común, ya que la mayoría proceden de entornos sociales
similares y se encuentran dentro de unos márgenes socioeconómicos parecidos,
generalmente cercanos a la exclusión social por lo que la diferenciación social se
construirá desde dentro y con unos nuevos códigos que, aunque tendrá influencias
externas, se manifestará bajo nuevas actuaciones.

Es por esto por lo que aquí los excluidos, los marginados o los infractores pasan a
formar un único grupo social que se articulará bajo sus propias normas. Tal como
decíamos al comienzo de este apartado, la identidad grupal adquirirá sentido bajo esta
percepción del grupo del que todos forman parte. Estos grupos generalmente se
construyen bajo estímulos positivos —la obtención de territorio, victorias deportivas,
bonanza económica, etc.— sin embargo aquí se conseguirá bajo lo contrario, ante el
estigma que supone el internamiento, el menor buscará la solidaridad entre sus iguales
para voltear esa situación y convertirla en un motivo de unión (en algunos casos sí que
supone un refuerzo positivo) con el que conformar y consolidar el grupo.

Y al mismo tiempo comenzarán a distinguirse diferentes grupos, en función de la


afinidad, de los atractores que describíamos anteriormente o de la normativa interna, y
también podremos observar rasgos de distinción social al igual que ocurre en el resto de
la sociedad.

De esta manera, la etnia135, procedencia común o estilos de vida similares pueden ser
elementos que configuren las diferentes capas sociales que aquí se reproducen,
manifestándose de manera que los menores asuman su rol en el momento en el que
tienen un margen de autonomía para ello (como en los tiempos de juego o la elección de
representantes para las actividades) pero también la adquisición de créditos, el estatus
que otorgará una fase u otra (ingreso, desarrollo, consolidación o autonomía) conllevará
una posición social dentro del grupo que les permitirá desempeñar los roles propios de

135
Tal como nos comentaba un menor, los gitanos suelen juntarse entre ellos, sin ningún motivo en
especial, simplemente por afinidad o los marroquíes que aprovechan para habrá en su idioma cuando
pueden o para compartir alguna inquietud.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

éstas. Así, y si cogemos a los menores que son autónomos como ejemplo, que ocuparían
el lugar más alto en esta escala, vemos cómo intentan mantener el poder, separarse del
grupo e incluso se ven amenazados por otros menores que intentarán que pierdan esa
situación a través de alguna treta.136

De la misma manera, la situación socioeconómica similar antes de su ingreso se


manifiesta en la sensación que tienen todos de compartir un escenario común, dentro y
fuera del CIMI, de ahí el comentario con el que empezábamos esta sección con el que
un menor nos manifestaba sus deseos, aceptando todos que poder salir del CIMI era
cuestión de dinero y no debido a sus actuaciones pasadas o su comportamiento en él.

Esta procedencia común, incluso compartida en algunos casos con los trabajadores, tal
como describe E. Goffman (2001 [1961]: 128), creará nexos de uniformidad pero al
mismo tiempo dividirá al conjunto en diferentes capas. Siguiendo a este autor vemos
cómo no existe ninguna institución occidental que no esté mínimamente afectada por
esas distinciones sociales, apareciendo como causante principal el destino social de cada
uno de sus miembros.

—¿Y este que hace aquí?

Mención aparte merece la situación que hemos podido observar en muy pocas ocasiones
en las que el menor que ingresa procede de un contexto socioeconómico alto. Al hilo de
lo que venimos exponiendo en los párrafos anteriores vemos como el destino social que
comparten todos los internados, no es común para estos individuos que se encontrarán
aquí, a pesar de ser incluidos en el grupo e identificarse en él a través de sus ritos y
símbolos, fuera del grupo, en tanto que no compartirá el rumbo que la mayoría de las
actividades y sus miembros llevan allí dentro.

En esta situación y tal como analizaremos más adelante dentro de la teoría de roles y los
enunciados de L. Wacquant, vemos ya como la estructura de estos CIMI no están
destinados a dar respuesta a este tipo de menores; que no encontrarán continuidad en su
posible itinerario formativo —el destino social del que habla Goffman— que les marca
su situación social. La escuela, dirigidas principalmente a la consolidación de las
habilidades básicas de alfabetización o a la consecución del título mínimo de formación

136
Hemos observado como algún menor en esta situación era acusado de intentar introducir sustancias
prohibidas en el centro por parte de otro menor o sufría provocaciones para que se viese envuelto en una
pelea y así perder su condición de autónomo.

273
Ignacio Alcalde Sánchez

(graduado en Educación Secundaria)137 o los talleres, encaminados a la formación en


alguna destreza manual (jardinería, mantenimiento, etc.,) se le presentarán como
alejados y ajenos, y aunque se le intente dar respuesta a sus necesidades, adaptándose a
esos contextos o continuando con sus actividades formativas que realizaba en el
exterior, la mayor parte de la labor por parte del CIMI irá encaminado hacia el grueso
de menores, por lo que se les terminará apartando del grupo, realizando las tareas en un
pupitre aparte, ayudando a otros menores con sus dudas, realizando tareas más
especializadas, etc., volviendo a tener (y a confirmarle) ese estatus que traía del exterior.

Vemos así como algunos menores se quedan fuera del discurso oficial del CIMI lo que
nos confirma, al mismo tiempo, esa situación de comunidad propia que distingue y
rechaza a los miembros que le son ajenos, creando todo un mecanismo de absorción y
delimitación con el que configurarse y mantenerse. Como decíamos al comienzo de este
apartado, actúa como un sistema, como una comunidad en la que todos sienten que
forman parte de ella o están fuera.

—Ya estuvo aquí su hermano mayor pero es que además ése es su cuñado.

Conectando con lo que decíamos acerca de la configuración del género y las relaciones
establecidas entre ellos, el parentesco se configura también en función del grupo,
dotando a éste de mayor cohesión y configurando sus relaciones como una red compleja
de significados que puede abarcar más allá de sus muros

En estas relaciones aparecen los mismos vínculos que en otros entornos. Así todos
establecen amistad con otros menores y educadores con los que, en algunos casos,
siguen manteniendo el contacto una vez que salen del CIMI. Estas relaciones, que
destacan a pesar de la apariencia de individualismo extremo que conlleva el
internamiento, se apoyan generalmente en estas redes que se establecen fruto de los
nexos comunes que les unen o los separan. La procedencia común, el internamiento en
el mismo periodo o las experiencias vividas, tanto dentro como fuera del centro pueden
ser una razón para que los menores comiencen a distinguir en el grupo entre unos
compañeros y otros.

137
En las actividades de escuela se intercalan talleres de hábitos de vida saludable tales como
alimentación, higiene dental, educación sexual, etc. o programas de lectura, cine o nuevas tecnologías;
hábitos y conocimientos que estos individuos tienen asimilados desde hace tiempo y que incluso le resulta
extraño que no se hayan adquirido en esas edades.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Estas relaciones continúan a menudo fuera del centro estableciendo además unas redes
familiares de contacto que en algunas ocasiones, tenemos constancia de que han ido más
allá, propiciando el establecimiento de relaciones entre miembros de estas familias,
configurándose así a raíz de su internamiento.138 Tal como analizaremos más adelante,
dentro del prisma de los ritos de paso, veremos como la fraternidad establecida entre
ellos continuará fuera del CIMI en muchos casos, creando otros vínculos dentro del
parentesco.

138
Parejas que han tenido hijos, hermanos y hermanas de internos que han sido parejas de otros menores
o inclusión en sus grupos próximos de amigos han sido algunas de las relaciones que allí hemos
observado.

275
Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 11. El control del cuerpo y la institución. Política


y economía

Continuamos diseccionando el CIMI a través de nuestra etnografía. Ahora desde el


prisma de la política y la economía y los conceptos que, desde la Antropología, nos
ofrecen. Así, el control del poder, las relaciones entre actores o el acceso a los bienes,
serán algunos de los rasgos que mostremos a continuación.

Política
Uno de los enfoques más empleados en el análisis de los CIMI ha sido el uso y control
de la violencia que se ejerce dentro de ellos. Desde M. Foucault y el cuerpo como
elemento central de sus estudios a L. Wacquant y el estudio sociológico sobre las clases
marginadas y los CIMI como uno de sus destinos —a modo de instituciones creadas
para tal efecto—, pasando por E. Goffman y la aceptación de los roles adjudicados
como premisa para escenificación del internamiento; todos los elementos relacionados
con la política, entendida ésta como la distribución y significados que se les da a las
diferentes formas de poder, han sido estudiados en este contexto. El internamiento como
forma de dominación social, uso y control de la violencia, la aceptación de los roles
impuestos como técnica de subsistencia, la subyugación del cuerpo o la voluntad como
técnicas modernas del castigo, han sido puestas en el centro del estudio a lo largo de los
últimos años, tal como vimos en el apartado teórico sobre escuelas y corrientes
sociológicas acerca de la desviación.

Para nuestro enfoque, utilizaremos la visión que se da desde la Antropología, que


entiende la política como el análisis de los tipos de poder —entendiendo el poder como
esa forma de ejercer la voluntad propia sobre los demás— y las diferentes formas de
autoridad que esto conlleva —entendido esto como el uso socialmente aprobado de ese
poder—. De esta manera, poder y autoridad se sitúan como elementos claves y se
desprende todo un corpus conceptual bajo el que se desarrollará todo el análisis de la
Antropología Política.

Desde este prisma, se comprenderá la organización política como una extensión de la


organización social y, en este caso, cómo se reproducen los esquemas de poder dentro
del CIMI de manera similar a lo que ocurre en la sociedad exterior; también

277
Ignacio Alcalde Sánchez

estudiaremos cómo se organiza la gestión de los aspectos comunales, se busca el


compromiso de los individuos que componen ese grupo o cómo está relacionado con
otros aspectos como la economía, la edad, la simbología o la religión (Kottak, 1997).

Es por todo esto por lo que, al margen de la normativa interna, legislación referente y
organigrama formal de la estructura de poder —que plantea un sistema autoritario
centralizado, estructurando una jerarquía de funciones y poderes, vertical y dividido en
parcelas especializadas, tal como analizamos en la normativa—, a nosotros nos
interesan los factores que se encuentra tras éste: liderazgo formal e informal, uso,
control y aceptación de la violencia, normativa informal bajo el que se rige el CIMI o la
adhesión de sus miembros a éste serán los elementos en los que nos centremos.
Entendiendo estos como esos elementos que realmente constituyen toda la amalgama
que une y da consistencia a la política del centro, y por tanto al CIMI como institución.

Vamos ahora por tanto, a mostrar cómo hemos cotejado estas teorías con nuestra
observación etnográfica, al mismo tiempo que añadimos otras observaciones y
enfoques.

El análisis desde la teoría de roles, la violencia en todas sus acepciones, tipología de


instituciones o conceptos relacionados como el honor o el respeto, serán algunos de los
apartados que desarrollaremos a continuación.

—¿Que qué he aprendido aquí? Aquí aprendes a callarte la bronca y guardarla para
cuando salgas. A tragar saliva. Que sales luego que el primero que te diga algo lo
revientas.

Entendemos la violencia como una conducta social no natural, como una forma de
confrontación en la que una de las partes asume la posición de dominante frente a la de
sumiso. Este concepto debemos diferenciarlo de la agresividad, como pulsión natural de
todos los humanos, que puede ser positiva en algunos momentos y como respuesta
natural ante la supervivencia. De la misma manera, entendemos el conflicto dentro de
ese paradigma del pensamiento complejo como fase necesaria y habitual en la toma de
decisiones que, por tanto, quedaría alejada de las formas de violencia.

De esta manera y, acercándonos a nuestro objeto de estudio, vemos como la violencia es


una respuesta social (cultural) ante determinados entornos, que se crea, se comparte y se
maneja por lo que es convencionalmente impuesta. Desde este prisma, el mismo que
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

han manejado los autores anteriores, podemos analizar las diferentes formas de
violencia que se dan en el CIMI y cómo estas se construyen. Las respuestas permitidas
y no permitidas, los territorios en los que se permite una u otra respuesta o la forma de
canalizar las respuestas violentas muestran cómo se manejan desde el ingreso del menor
y contemplan prácticamente la totalidad de sus manifestaciones.

Uno de los aspectos claves en este terreno será la violencia estructural. Este concepto,
desarrollado en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, hace referencia a las
formas de violencia que no se ejercen de forma directa sino que se diseñan a través de
las estructuras que sustentan el sistema (o institución). De esta manera, al igual que se
crea una estructura y planificación que permita el desarrollo de las actividades diarias y
para facilitar la paz —entendida ésta como un espacio en el que se los conflictos se
desenvuelvan de manera pacífica— también se crea una estructura que al mismo tiempo
facilita la violencia (o contención de ésta) y la enmascara tras esa estructura. Es a esto a
lo que nos referíamos anteriormente con la expresión ―una cárcel envuelta en papel de
caramelo‖, ya que a primera vista parece encubrir ese diseño por el que realiza un
control absoluto de la violencia, enmascarándolo bajo formas de actividades cotidianas
pero que se encuentra muy presente y se manifiesta crudamente para todos los actores
que allí conviven una vez atravesado los primeros escenarios.

Esta forma de violencia convive con una respuesta violenta directa por parte de la
organización de la institución que a través de la normativa interna hará ver a los
menores a su ingreso cómo deben comportarse, creando esa estructura de la que
hablábamos, pero también podrán observar en esa primera fase, cómo responde el CIMI
ante la negativa o las respuestas violentas de los menores, actuando de manera directa y
física si es necesario (inmovilización, contención física, aislamiento en su habitación,
etc.) con lo que frenar los estallidos violentos. La dominación y la subordinación así, se
harán palpables y comenzarán a crear el status quo bajo el que el menor deberá
desarrollar toda su medida.

—Maestro me quiero ir al cuarto. ¡Llevarme al cuarto o la lio aquí que estoy muy
agobiado!

El CIMI, a través de esta normativa interna dispone de un reglamento preciso de


funcionamiento por el cual, todos los menores deben actuar de manera cívica y activa en
el desarrollo de las actividades diarias de éste. Esto conlleva que exista una gradación

279
Ignacio Alcalde Sánchez

de posibles sanciones en caso de no realizarse, que irían desde la corrección educativa a


la sanción (leve, grave o muy grave) que puede acarrear, desde un trabajo reflexivo
sobre lo ocurrido (trabajos escolares sobre los errores cometidos, disculpas públicas,
etc.) hasta la perdida de los créditos obtenidos (parte o la totalidad) lo que le conllevaría
la pérdida de su fase de desarrollo, pudiendo perder sus privilegios (salidas, objetos
personales, etc.) o volver a los estadios primeros, con lo que volvería a llevar la ropa del
centro, trasladarse a las habitaciones de ingreso y compartir actividades con ellos. Junto
a esta normativa de carácter general, también existe un modo de proceder habitual ante
las posibles amenazas violentas. Ante cualquier atisbo de posible brote violento por
parte de un menor (actitud desafiante, negación a realizar las actividades, cruce de
acusaciones con otros compañeros o gestos de desaprobación, etc.) se le indica que
abandone la actividad, intentando en primer lugar reconducir esa actitud fuera del aula o
taller para volver a la ―normalidad‖, pero si no es posible, el educador indicará que se
traslada a su habitación donde se seguirá actuando con él.

El agente de seguridad y el educador lo acompañarán al su habitación donde se le podrá


indicar que continúe con alguna actividad o simplemente se le deje encerrado
(dependiendo de la valoración, actitud y trayectoria de éste) o en algunos casos en los
que el menor muestre un riesgo mayor, podría ser acompañado directamente a alguna
habitación del área de ingreso. También ocurre que, en algunos casos, este
procedimiento no se produzca de manera pacífica sino que la actuación por parte del
menor sea directamente la respuesta violenta, ante esto, los agentes de seguridad
actuarán rápidamente, frenando esa respuesta, separándolo del grupo y trasladándolo
hacia la zona de ingreso.

De la misma manera, los educadores antes de finalizar cada jornada de trabajo deben
valorar el comportamiento de cada uno de los menores que acompaña y si alguno no ha
tenido el comportamiento esperado se le debe comunicar esta valoración junto a la
sanción que conlleva. Esto, que allí dentro se conoce como comunicar al menor, se
realiza de manera protocolizada de manera que el menor debe estar en solitario en su
habitación, sentado en la cama y dentro de la habitación estará el educador, que le
comentará los hechos de manera que los entienda el menor y el agente de seguridad para
detener cualquier posible reacción violenta. Este es uno de los momentos críticos en
todas las actuaciones, de ahí que se realice de manera controlada, aislando al menor y
controlando las posibles reacciones.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Uno de los principales aspectos básicos que se comprenden dentro del CIMI, desde las
primeras observaciones es que el círculo de convenciones culturales y recubrimiento
social al que estamos acostumbrados habitualmente en la sociedad y por el que todas las
formas de violencia —entendidas éstas como las situaciones entre dominador/sumiso—
aparecen camufladas bajo ciertas formas ―educadas‖ de ruego e invitación; aquí se
pueden estrechar hasta mostrar la situación de manera cruda y llana. Si se lleva esta
negación hasta el límite, podremos observar como hay un momento en el que esta
situación entre dominador y dominado se despoja de todas esa formas y planteamientos
por lo que no queda otra respuesta que la de la confrontación con el menor y su realidad.

La situación habitual del uso de la autoridad y la de la violencia se muestra de manera


desnuda ante el planteamiento del menor y la ineficacia de las formas planteadas
previamente. Un juez dictamina su sentencia (que estará planteada como actuación de
resocialización y educativa pero que conlleva un encierro y pérdida de libertad) y el
equipo técnico plantea una estrategia de trabajo, pero el círculo de actuación se va
estrechando hasta que el educador plantea cara a cara al menor lo que debe hacer.139 De
esta manera, la violencia estructural de la que hablábamos antes se va escondiendo bajo
las estructuras que ella misma ha creado, amortiguando bajo formas burocráticas y
culturales su actuación, hasta que el menor se ve encerrado en su cuarto y con órdenes
directas sobre lo que debe hacer. Si éste, con su actuación, se ha llevado hasta esta
situación de verse en un cuarto en el que se le ha despojado de cualquier objeto y está
ante la vigilancia directa de un agente de seguridad, podrá sentir en su propio cuerpo
como todo las formas anteriores venían envueltas en ese halo de cortesía y civismo pero
que escondían una forma de autoridad que ahora se abandona y actúa de manera directa.
La cruda situación, que los trabajadores deben controlar al menor en contra de su
voluntad, que éste está encerrado y que la respuesta violenta por su parte nunca
conseguirá ninguna recompensa, se muestran así de manera directa y evidente.

Ante esta actuación existen dos opciones por parte del menor, una será la del rechazo de
esta autoridad y el pulso continuo a las formas establecidas, por lo que el menor no
abandonará sus primeros estadios de desarrollo y podrá llevar a cabo gran parte de la

139
Otro ejemplo de esto lo hemos observado cuando se debe dar una mala noticia al menor respecto a su
internamiento, tal como la ampliación de su medida o la negación de algún permiso. Aunque se le haya
trasladado por parte de su abogado o juez y se le haya explicado detenidamente en el CIMI, finalmente
debe ser el educador, quien comparte la mayor parte del tiempo con él, el que le explique la situación y le
haga entender la nueva situación, enfrentándose a su reacción.

281
Ignacio Alcalde Sánchez

medida en esta situación, algo que no suele ocurrir ya que tarde o temprano acaban
abandonando esta situación y en la que los programas diseñados para su actuación se
volverán muy difíciles de aplicar. Por otro lado, el menor puede ceder, fingir, asumir,
resignarse o romperse ante esas formas de dominación, con lo que comenzará a aceptar
el orden establecido y a prosperar en su desarrollo.

Tal como decían algunos autores, observamos aquí la distinción entre poder y
dominación. Tal como exponía M. Weber, el poder legítimo o legitimado con el que se
impone una voluntad al margen de las otras, se manifiesta de manera directa, ejerciendo
ese poder racional puro, produciendo el sometimiento del subordinado, al que se le
exigirá un mínimo de obediencia o aceptación de la situación. Además, esto enlazará
con el análisis sobre la violencia desde la teoría de roles que analizaremos más adelante
y cómo todas las partes deben asumir su papel en este escenario para permitir su
desarrollo.

P. Bourdieu hablaba de violencia simbólica para exponer esta situación en la que el


subordinado acepta y participa de la situación creada como parte protagonista de ella o
la carrera moral que planteaba E. Goffman, con la que el comportamiento debe cumplir
las expectativas del menor como infractor.

En esta línea, L. Wacquant defiende esta concepción violenta de los CIMI a los que
denomina contenedores judiciales, despojándolos de ese halo pedagógico que, si lo
observamos solamente desde ese prisma, viendo el modo de actuar y con ciertos perfiles
de menores, solo podríamos estar de acuerdo.140

—Pues se saca el colchón del cuarto y se le indica que tienen que estar sentado
haciendo las tareas.

Continuando con este análisis de la violencia, en la que las figuras de autoridad y


subordinados se hacen palpables, el menor, una vez comenzado su ingreso, comienza a
familiarizarse con una serie de actividades que esconderán esas formas de las que
hablábamos anteriormente y que poco a poco lo familiarizarán con unos hábitos de
control de la violencia o la autoridad, en los que la situación (o roles de cada uno) se

140
Al igual que vimos en el análisis de la estratificación social, ante determinados perfiles, el punto de
vista de Wacquant parece bastante preciso.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

harán evidentes. Aunque aquí aparecerán como prácticas cotidianas, dotando de otro
elemento de particularidad a esta comunidad cultural.

El uso de la violencia se realizará de manera gradual y contará con un amplio número de


formas. A primera vista, desde los ojos de un etnógrafo o cualquier persona que no esté
familiarizado con este entorno, se podrá observar como existe toda una gradación de
estas formas dependiendo de la situación. Comenzado por los registros, el menor se
familiarizará con ser registrado de diversas formas a lo largo del día, detector de
metales, arco detector, cacheo manual o revisión de su habitación serán algunas de las
formas con las que se habitúe adoptando un gesto característico en el que levantan los
brazos cada vez que un agente de seguridad se le acerca, para facilitar su labor. De la
misma manera, tal como describíamos anteriormente, estará sujeto a indicaciones por
parte del educador que contará con una serie de posibles sanciones con las que actuar en
caso de que el comportamiento del menor no sea el esperado. Desde la separación del
grupo, la sanción leve, grave o muy grave, a la actuación del agente de seguridad previa
indicación y autorización del equipo educativo, que pasaría a contener físicamente al
menor y a trasladarlo a una habitación en la que continuar con este proceso de
dominación/dominado hasta que la situación se vuelva más calmada.

De esta manera, vemos como el CIMI cuenta con todo un abanico de posibilidades en el
uso de la violencia, los registros de habitaciones, el control de los movimientos, la
ubicación de los menores o la disposición de los espacios, todo estará supeditado por
esta autoridad y los diferentes usos de la violencia. Tal como decía M. Foucault, el
cuerpo se sitúa en la posición central de este proceso, en el que dominador y dominado
desarrollan sus roles y, aunque esté oculto a través de sus estructuras, queda de
manifiesto para todos los actores que allí conviven.

Gritar hasta calmarse.

De la misma manera, el control de la violencia se realiza a través de una línea de


actuación marcada por la evitación de la confrontación y eliminación del posible riesgo
de expansión de ésta. Ante cualquier atisbo violento, la forma de actuar será la
prevención, por lo que el menor se aísla, reduciendo así las posibles respuestas del
grupo y actos violentos mayores.

283
Ignacio Alcalde Sánchez

Aquí, podemos observar como el menor puede comportarse como un sujeto pasivo
durante casi la totalidad del día y sus actividades. Recibe las indicaciones de levantarse
y las tareas que debe realizar esa mañana. Después recibe el desayuno que debe comer,
se le indica el movimiento hacia las actividades, las actividades que debe realizar y la
vuelta a los hogares. Así puede estar cada mañana y cada tarde. Si decide no realizar
este comportamiento, el menor ha aprendido que tiene una serie de actuaciones que
puede llevar a cabo. Esto demuestra cómo se configura el CIMI con unos valores
culturales propios incluso para estas situaciones; en las que las manifestaciones
violentas también serán culturalmente impuestas y aprendidas, desarrollándose bajo
unos parámetros previstos y compartidos por todos. Así, el menor puede negarse a
realizar la actividad, puede mostrarse desafiante en su actitud ante las indicaciones de
los educadores y será trasladado a su habitación. Allí comienza otro juego en el que la
situación le permite subir el nivel de sus manifestaciones, negativa a seguir cualquier
indicación, insultos, gritos o reacciones violentas contra el escaso mobiliario suelen ser
las primeras reacciones que anteceden a la actuación del agente de seguridad que, de
manera preventiva, contendrá al menor físicamente para que no prosiga con esta
actividad. El esfuerzo realizado en este forcejeo y el episodio de violencia, desembocará
en una situación de relajación por la que el menor comenzará a reconducir su
comportamiento. Tras esto, los menores pueden volver a repetir el episodio una vez
repuestos, romper a llorar y recapacitar sobre lo sucedido o continuar con su actitud,
gritando o cantando esporádicamente con lo que liberar la tensión y comenzar de nuevo
todo el proceso.

Esto enlaza con lo que decíamos anteriormente en nuestro análisis desde la perspectiva
de la TGS. Aquí veíamos como desde el prisma de la co-ontogenia y los límites bajo los
que se movía el sistema, existían unos márgenes cercanos a la criticalidad, con los que
el sistema puede ponerse en riesgo y afrontar situaciones desconocidas. Ahora, sería el
menor o el educador el que debe conocer los códigos culturales que se manejan en el
centro para no llegar a estos límites y desembocar en situaciones no deseadas. 141 El
riesgo de motín o el uso de la violencia dentro de una actividad, con el resto del grupo
cerca, podría conllevar unos actos violentos que no son deseables por parte de ningún

141
Por parte de los educadores, estos intentan aislar a toda costa los brotes violentos o ―rebajan‖ su nivel
de autoridad frente a posibles desaires del menor, intentando reconducir la actividad por otros cauces o
distendiendo el ambiente con alguna broma o actividad más lúdica. De la misma manera, los menores
saben del riesgo que conlleva incitar al resto de manera grupal a hacer alguna actividad no permitida o
enfrentarse abiertamente a algún menor desafiándolo a pelearse públicamente.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

miembro del CIMI, ni trabajadores ni menores. Por lo que se deben conocerse esos
códigos que se utilizan dentro de él. Es por esto, por lo que los menores deben conocer
la normativa interna antes de incorporarse al grupo, que no son solamente una
enumeración de reglas, sino todo lo que irán observando y escuchando de unos y otros;
y los educadores deben tener una fase de aprendizaje, acompañando a otros más
experimentados, con lo que observar cuáles son las prácticas habituales y cuáles son los
riesgos a evitar.

De esta manera, tanto el uso como ahora el control de la violencia está también pautado
por unos registros culturales que lo someten a unas actuaciones que, en mayor o menor
medida, son conocidas por todos y previstas por el grupo. Todo un conjunto de haceres
con los que compartir esa comunidad que conforma el CIMI.

Camino a la llamada telefónica, deja de ser alumno cuando sale por la puerta, se
convierte en menor infractor para ser cacheado, pide permiso para pasar al hogar y se
transforma en adolescente malcriado para atender la llamada sus padres.

Vamos ahora a analizar brevemente otro de los enfoques que estaría relacionado con lo
dicho anteriormente y del que emanan la mayoría de análisis realizados sobre menores
infractores: la teoría de roles. Desde este prisma, vemos como el uso y control de la
violencia, el ejercicio de la política y todas las actuaciones llevadas a cabo en esa
institución, pueden entenderse mejor si las planteamos desde la concepción de la
teatralidad que E. Goffman expuso en sus teorías. Cómo cada agente del CIMI se
convierte en actor con un rol a desempeñar en cada uno de sus escenarios. La aceptación
o no de ese rol, conllevará el desarrollo de su medida de una manera o de otra. Similar
al efecto Pigmalión analizado en Pedagogía, el menor cumple las expectativas volcadas
sobre él en el momento que comienza a desempeñar el papel asignado de menor
infractor. Desde el comienzo de su internamiento, comenzará una dramatización con la
que se presentarán al resto de la comunidad al igual que el resto se presentará ante ellos,
en los que la información mostrada será capital para su incorporación al grupo,
creándose una fachada con la que presentarse ante éste.

El homo performance del que hablaba V. Turner (1988) o la idea de habitus de P.


Bourdieu (1991) se manifiestan aquí de manera meridiana si concebimos todo este
entorno como esa obra teatral con diferentes escenarios. De la misma manera, podemos
explicar las manifestaciones que explicábamos anteriormente si entendemos que en

285
Ignacio Alcalde Sánchez

algunas situaciones, los actores se cansan de representar su papel y de actuar, por lo que
surgen los primeros conflictos que pueden desencadenar escenarios violentos. Cuando
el menor se cansa de ―colaborar con el enemigo‖ tal como lo describe E. Goffman (2001
[1961]) y decide no asumir su rol, será cuando el CIMI descubra ese otro rol autoritario
del que hablábamos antes y utilice otras prácticas para subyugar al internado.

Para evitar esto y mantenerse al margen de los posibles conflictos violentos, el menor
deberá asumir su rol, aunque esto supondrá en muchas ocasiones sacrificar su propia
socialización dentro del grupo de iguales. Tal como encabezamos este apartado, vemos
como el joven pasa de alumno a menor infractor y a hijo díscolo en el trayecto del aula
al hogar para hablar por teléfono con su madre. De alumno obediente a menor cacheado
y escoltado hasta la consulta del medio o del psiquiatra donde se convierte en paciente.
Desarrollando los roles necesarios en cada momento, sin olvidar el de adolescente
expuesto al resto del grupo.

—Que preocupaciones voy a tener aquí dentro. Una vez que te haces… (Porque le dolía
la espalda y le dije que era estrés, por sus preocupaciones).

De la misma manera, siguiendo las teorías de este autor, vemos como la actitud pasiva
del menor puede conllevar una crisis de aburrimiento fruto del poco ritmo de trabajo. La
estructura diseñada que requiere de autorizaciones, registros y orden en cada actuación
convierte las prácticas diarias en un protocolo de actuaciones que dilata todas las
actividades hasta inculcarles un ritmo lento, característico de estas comunidades,142 algo
que encaja con las teorías de Bauman acerca de la reproducción de las clases
productoras en los sistemas capitalistas.

En el mismo sentido, E. Goffman nos plantea como esos roles que representa, que se
crean, se manipulan (por parte de los grupos de poder, aquí, el equipo de educadores y
dirección) y que se responde a ellos, están previamente diseñados. Tal como nosotros
explicábamos a través de la TGS o el control de la violencia, se establecen unas pautas
dentro de las que se actuará; se crean las necesidades que satisfacer o los problemas a
resolver, como por ejemplo la paga que se asigna y con la que se compre lo que ya han

142
Para la salida al recreo, por ejemplo, se debe avisar al agente de seguridad, éste pide autorización, tras
esto se recoge el aula, se sale al pasillo ordenados por hogares, se registran, se realiza el movimiento y se
trasladan al patio. Y lo mismo en el camino de vuelta. Lo que conlleva que para un recreo de 20 minutos
se tarde unos 45 o 50 minutos. También lo podemos relacionar con el estado de liminalidad que
analizaremos más adelante dentro de los ritos de paso o lo dicho anteriormente sobre la construcción de la
identidad individual.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

previsto en el centro que se necesitará, con lo que la institución comienza a absorber a


sus miembros.

En este punto diferimos de estas teorías en cuanto que nosotros lo analizamos como un
entorno cultural, en el que, al igual que hace cualquier comunidad cultural en otros
espacios, se crea y se difunde de manera que establece los márgenes de acción y
reacción de manera consensuada por el grupo que utiliza su cultura de manera activa y
constructiva. Los límites en la actuación de cada uno, los valores, los presupuestos o las
directrices desde las élites con poder de decisión, se irán construyendo a medida que se
camina, al igual que hace cualquier comunidad y no bajo este enfoque dramático
premeditado y prediseñado por parte de las entidades responsables de su gestión.143

—Yo hago lo que me digáis. Yo no voy a estar como los niños estos, insultándoos o
riéndome de los maestros.

De la misma forma, existe una casuística que difiere de la asunción de estos roles por
parte del menor que conllevaría el abandono de su voluntad propia. Y es que en algunos
casos, el internamiento, aunque aparentemente involuntario, puede esconder un encierro
voluntario en tanto que supone un refuerzo positivo para ese menor, proveniente de un
entorno en el que el paso por el centro suponga una prueba de iniciación.144 Para estos
menores, la asunción del rol no supondrá ningún cambio en su actuación anterior, ya
que el encierro supondrá una realidad y escenario posible, en la que su actuación
subordinada está aprobada y esperada por el grupo (el comportamiento carcelario propio
de su entorno) con el que empezar a familiarizarse desde estas etapas tempranas. Esto lo
analizaremos detenidamente en un apartado posterior sobre los ritos de paso.

—Lo raro es que nunca ocurra nada. Si los menores fueran conscientes, ponían el
centro en jaque.

Relacionado con esta idea de la teoría de roles y los márgenes de los que hablábamos
antes, aparece también el concepto de habitus de M. Foucault. Cómo el menor va
adquiriendo ese ropaje cultural con el que desenvolverse en esta comunidad. Según se

143
Tal como hemos podido observar a través de estos años, el CIMI ha ido tomando un carácter u otro en
función de diferentes variables. Algunas de ellas lógicamente vienen delimitadas por la normativa que
emana de los organismos públicos competentes que hemos analizado aquí, pero otras provienen de la
necesaria respuesta a los problemas que surgen diariamente y sobre los que se ha ido construyendo la
cultura que aquí se comparte.
144
Esto lo analizaremos más adelante bajo el prisma del internamiento como rito de paso.

287
Ignacio Alcalde Sánchez

espere que actúe el menor así se desenvolverá, actuando dentro de esos márgenes de los
que hablábamos anteriormente y siguiendo las normas de conducta establecidas o
rompiéndolas por los lugares también establecidos, estallando los brotes de violencia
por los huecos que son reconocibles culturalmente como razonables y no transgrediendo
hacia territorios desconocidos. De ahí que las faltas, quejas, correcciones,
inmovilizaciones incluso la fuga o el motín estén dentro de la normativa sobre cómo
actuar y en el imaginario colectivo; al mismo tiempo que quedan fuera otras posibles
respuestas con consecuencias impredecibles. Una vez más, criticalidad, cultura, sistema
o habitus se interrelacionan para poder entender el CIMI.

—Tú ahora olvídate de la calle. Céntrate en dónde estás y qué debes hacer para
llevarlo bien. Lo que importa es dónde estás ahora.

Continuando con nuestro enfoque, vemos como la comunidad cultural que se configura
dentro de estos límites, necesita de la desposesión de los hábitos anteriores para
sumergir al menor en esa nueva cultura. Aunque estaría en lo cierto, bajo nuestro
enfoque, no sería exactamente tal como nos dice E. Goffman en su obra Asylums, en la
que afirma que las instituciones manejan mejor al menor si la desposesión es total, para
que no parezca humano (Goffman, 2001 [1961]: 166), sino que debe desprenderse del
halo de cultura que le acompañaba. No se trata de la humanidad, sino de todos sus
hábitos anteriores. Cuanto menos quede, más fácil le será al CIMI iniciar el rito de paso
hacia su nuevo estado.145

De la misma manera, lo que decíamos anteriormente sobre las instituciones voraces y


ese compromiso que se le pide al miembro de éstas —de abandono total de los hábitos
anteriores para su adhesión definitiva—, aquí empieza a manifestarse. Se comienza a
despojar al menor de sus valores culturales anteriores e irá adquiriendo ese compromiso
del que hablábamos antes en el apartado sobre las instituciones, con el que comenzar a
introducirse en la sociedad, sirviendo el CIMI de institución de transición en el que
realizar esa transmutación.

—No os vayáis a pensar que esto es así todos los días ¿eh?— ante la visita de unas
cámaras de televisión, que venían a grabar un reportaje sobre el internamiento.

145
Una vez más, comenzamos aquí a interrelacionarlo con otro de los enfoques capitales en nuestro
estudio: el internamiento como rito de paso. Finalmente, instituciones, sistemas, roles o ritos, deben
aparecer todos fusionados bajo nuestra etnografía.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Vemos así desde esta óptica como todos los actores que intervienen en esta comunidad
desarrollan su papel dentro de lo que podríamos llamar el teatro vivido (Venceslao
Pueyo, 2012), como se aprende y se lleva a cabo un papel dentro de esa obra que
nosotros hemos catalogado como comunidad, en la que cada uno tiene que desempeñar
su rol para que todo funcione. Desde este prisma, en la explicación del comportamiento
que realiza esta autora sobre el funcionamiento de un centro de internamiento, vemos
como tendremos que dividir entre los decires y los haceres, en la misma línea que lo
propuesto por E. Goffman. De esta forma, todos los actores desempeñan un papel pero
conservan su propia identidad bajo estos (que pueden llegar a cansarse de interpretar),
por lo que aparecen dos planos de acción, lo que se dice que se hace y lo que se hace
realmente. Una dualidad entre las actuaciones y las teorizaciones sobre estas prácticas.
Es en este punto en el que, creemos, que nuestra posición se distingue sustancialmente,
ya que a través de nuestra etnografía pero sobre todo a partir de nuestra posición dentro
del grupo —tal como decíamos anteriormente, como un miembro más de la comunidad
que está realizando el estudio, no como un investigador que aparece para estudiarlos—
hemos podido vivir en ambas situaciones. De esta manera, hemos podido observar de
manera privilegiada y siendo uno de los actores envueltos en esos procesos como la
teoría y la práctica, los deseos y los intereses de ambos frentes chocan en multitud de
ocasiones. Hemos sido víctimas de la estructura diseñada por la teoría y las formas
legales que se curan en salud y responden a otros intereses distintos, mercantilistas o
preventivos ante los brotes de violencia o la pérdida del empleo. O simplemente ante el
miedo de una respuesta mediática. Lo que suponía que se ahogase la práctica y el
contenido cualitativo (atención directa y trabajo con los menores).

En estos casos, los decires pesaban más que los haceres, inclinando la balanza hacia
uno u otro lado. Al mismo tiempo hemos sido parte de la teoría a través de
programaciones o visitas, alejadas de nuestro interés, por lo que recurríamos a lugares
comunes con nuestras respuestas y actuaciones (a modo de teatro temporal con el que
contentar a estas pasajeras observaciones) con las que guiar los ojos a lo que esos ojos
querían ver.

De esta manera, se muestra en muchas ocasiones, una imagen manipulada, dócil y


domesticada de lo que ocurre en el CIMI que está bastante alejada de la realidad. En
esta línea, es interesante destacar como hemos observado que, en la mayoría de las

289
Ignacio Alcalde Sánchez

ocasiones, los visitantes también desean ver justo lo que se está representando, por lo
que se satisface sus deseos y rápidamente se vuelve a la normalidad (a los haceres).146

En este sentido, también ocurre que la teorización responde a una necesidad real de
cuantificar y ordenar toda la actuación, y entendemos que no es posible definir de
manera precisa la dinámica de un CIMI, por lo que continente y contenido no encajan
en muchas ocasiones, pero es necesario su planteamiento y exposición conjunta en
algunos determinados momentos.

—Yo lo que quiero es llevarlo bien y aprovechar el tiempo aquí dentro. Estudiar o
aprender un oficio para ganarme la vida después.

La escenificación y el rol a desempeñar, tal como expone la teoría del teatro vivido que
mencionábamos anteriormente, se puede observar como aparece de manera precisa en el
discurso que mantienen sus actores ante las preguntas de cualquier visita; éstos, sin
haber sido aleccionado previamente por parte del CIMI o de alguna manera similar,
contestan justo lo que se quiere oír por parte del entrevistador, recurriendo a respuestas
vacías en los que el rol a desempeñar se muestra perfectamente (como menor
responsable, concienciado con su situación actual y deseoso de retomar su formación).
Tal como E. Goffman describe, denominándolo idealización, nos mostramos mejor de
lo que somos con la intención de mejorar o como herramienta de protección ante la
incertidumbre de la intencionalidad del interlocutor. Esta situación, que la hemos vivido
habitualmente ante la multitud de visitas que se realizan al CIMI 147 parece incluso
incomprensible, ya que menores que momentos antes estaban en desacuerdo con las
preguntas, incluso deseosos de poder manifestar una u otra denuncia, cambia por
completo de registro cuando les toca su turno. Respondiendo, al igual que los
trabajadores, con tópicos sobre el internamiento, ajustándose al rol que parece que la
sociedad le demanda.

Esta actuación también puede tener su explicación desde las teorías de la pobreza que
explicaba O. Lewis o L. Wacquant, por las que los menores actúan con la esperanza de
146
Una muestra de esto es lo que ocurrió durante la grabación de un programa de televisión durante toda
una jornada en la que a lo largo de todo el día, los roles asignados, se desarrollaron de manera arquetípica
tal como describíamos en el apartado sobre sistemas expertos.
147
Jueces y Fiscalías de cada juzgado de las diferentes provincias, defensor del menor, delegaciones
provinciales de justicia juvenil, periodistas, orientadores laborales, servicios ambulatorios para la
drogodependencia, psiquiatría, etc. son algunas de las visitas que hemos recibido en los últimos años y
que han interrogado a los menores, que tras éstas, volvían al aula o a la actividad principal sorprendidos y
bromeando sobre las respuestas que habían dado.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

mostrar buena actitud, como si se tratase de una prueba más, ya que todos tienen como
norma no escrita que ese comportamiento les dará más opciones a la hora de reducir su
medida. Ante el desconocimiento de quién es el interlocutor o el poder que éste tiene,
intentan quedar siempre bien con sus respuestas.148

—Si las puertas estuviesen abiertas ¿os marcharíais?

—Yo saldría a fumar a la puerta y otra vez para dentro. De aquí me tengo que ir
limpio.

En esta línea, desde la teoría de roles, vemos como la asunción de cada función dentro
de esa escenificación es capital para el correcto funcionamiento del sistema. Si nos
resulta incomprensible la actuación de los menores será porque la estamos observando
con nuestros esquemas culturales como barrera, pero serán igual de incomprensibles
nuestros hábitos de vida para ellos. La asunción de cada rol en cada momento de la vida
se presenta como necesaria al mismo tiempo que nos parece justificada.

Tal como analizábamos en las teorías sobre la desviación, el internamiento, para


muchos de ellos es una de las consecuencias lógicas en su entorno cultural, por lo que el
cumplimiento de la medida o la necesidad de salir de él se presentan como una variable
cultural más que aceptar, por lo que no contemplan esa posible salida si no es bajo los
parámetros culturales impuestos.

—Tú eres buena gente, más que un educador eres un colega.

Finalmente, dentro del este análisis desde la teoría de roles, hemos observado también
como en algunas ocasiones, los actores pueden cambiar su rol, algo que supone un
riesgo, ya que desestabilizaría el sistema impuesto y suele tener consecuencias negativas
para aquellos actores que lo realizan. El riesgo de abandonar el rol asignado, educadores
que se muestran demasiado cercanos al menor, estableciendo relaciones entre iguales y
a los que después tiene que controlar o menores que se erigen como líderes del grupo y
que después buscan el cobijo en éste, son algunos ejemplos de cómo el abandono de

148
En este sentido hemos podido observar como algunas entrevistas sí que se han realizado con la
intención de profundizar más en la situación de los menores por lo que han conseguido traspasar esa
primera barrera que sitúan a través de estos roles. De la misma manera, no queremos manifestar aquí que
estas instituciones no realizan sus observaciones correctamente (ya que vienen buscando otra
información) sino simplemente cómo suponen un escenario magnífico para observar esta dualidad entre
lo que se hace y lo que se dice.

291
Ignacio Alcalde Sánchez

estos roles conlleva ciertos riesgos que suelen acabar de manera negativa para sus
protagonistas.

—Del tema de la libertad os encargáis vosotros ¿no? Voy a salir de aquí con novia,
cobrando el paro y a ver si me buscan un instituto.

Damos el salto ahora a uno de los enfoques fundamentales en nuestro análisis


etnográfico. Una vez vista la utilidad de la teoría de roles y continuando dentro del
apartado político, vemos cómo el CIMI se convierte en una institución que acoge a
una comunidad, conformándose en el imaginario colectivo, tanto para propios
como ajenos, y actuando como una mezcla de varios de los tipos de instituciones
presentadas anteriormente.

Desde este enfoque, vemos como el CIMI sería una institución que cubre prácticamente
todas las necesidades que analizábamos previamente de la mano de Berdichewski.
Subsistencia, familia, sociabilidad, religión, educación o poder ——que son las
categorías que estamos empleando en nuestra etnografía— se articulan en ellas de
manera que forman una institución propia donde los miembros comparten cultura y la
forma de entender su entorno.

El CIMI se despega de su arraigo teórico para constituirse como institución, adquiriendo


valores culturales propios y suficientes como para convertirse, al igual que hacen el
resto de instituciones culturales, en el elemento que dicte la forma de satisfacer las
necesidades de sus miembros. Tal como explicábamos anteriormente, las instituciones
se convierten progresivamente en depósitos culturales en los que los individuos confían
su forma de actuar para que se les paute y les haga su comportamiento más sencillo. De
esta manera, el CIMI va adquiriendo más importancia en la vida de sus miembros. De
ahí lo que decíamos antes sobre crear las propias necesidades que al menor le surgirán.
Su racionalidad y normatividad inducirá a sus individuos a modelos de conducta social,
tal como describía G. Bueno que ocurría en las instituciones culturales.

Vemos así, según lo descrito, cómo todo el comportamiento del CIMI se comprime para
darle forma común con la que establecer los valores del grupo, es decir, se ajusta a la
definición que hicimos de institución en un apartado anterior.

Teniendo presente la tipología de estas instituciones, y siguiendo el desarrollo hecho


anteriormente, vemos que si tuviésemos la necesidad de catalogarlo dentro de la
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

tipología de las instituciones —ya que lo que hemos hecho anteriormente ha sido
simplemente analizarla resaltando alguno de estos enfoques (instituciones voraces o
disciplinarias) — y considerarla como una institución social, política, religiosa,
económica, primaria o secundaria, tendríamos serios problemas en su definición.
Acercándonos así a nuestra postura final y a la vez punto de inicio de esta investigación,
la definición o catalogación del CIMI como institución nos pondría en el dilema de
tener que crear otra categoría particular, en cuanto que no encaja en ninguna de las
anteriores, al mismo tiempo que las aglutina todas, añadiéndole la variable que la hace
más particular aún: el encerramiento judicial del menor y la obligación de llevar a cabo
todas esas actividades dentro de él.

Institución educativa, social, política, primaria o secundaria se darían dentro de


ella, distinguiéndose de la escuela por motivos evidentes, pero también de la cárcel,
de la familia, del grupo de amigos o del barrio por diferentes motivos; cogiendo
algunas de las funciones de cada uno de ellos y combinándolas en una nueva. De
ahí nuestra categorización como institución especial.

En esta línea y enlazando con las ideas que proponíamos al principio de este apartado y
en el análisis de los tipos de instituciones, vemos, a través del panoptismo propuesto por
M. Foucault, como las cárceles, los cuarteles, las escuelas y los hospitales se parecen y a
lo que nosotros podemos añadir que en algunas ocasiones se funden, como es el caso de
los CIMI, creando un espacio particular en cuanto que aglutina a todas estas,
erigiéndose como una institución compleja y propia.

Los roles propios de una escuela (los menores asisten a ésta dentro del centro), de la
cárcel (están encerrados), de una industria (horarios y trabajo para algunos de ellos), de
un cuartel (para los que salen al exterior o la disciplina impuesta) e incluso de un
hospital (para los internos con medidas terapéuticas o los que enferman) se
entremezclan en este espacio convirtiéndose en uno solo: el CIMI.

—Este en la calle no es así. No es capaz de mandarle a nadie.

Si continuamos con el desarrollo de esta postura, los tipos de institución planteadas por
E. Goffman y denominadas por él mismo como instituciones totales, a las que venimos
refiriéndonos a lo largo de todo este estudio, también tienen cabida en este análisis,
haciéndose evidentes algunos de sus rasgos en nuestra etnografía.

293
Ignacio Alcalde Sánchez

Así, el grado de permeabilidad del que hablaba este autor, entendido esto como el
paralelismo entre las normas sociales externas e internas se desequilibra en muchas
ocasiones, creando un código interno propio que no respondería a las normas externas y
configurando el entorno propio que reinaría en el CIMI y que ya hemos visto a través de
los decires y los haceres expuestos por otros autores o a través de los diferentes roles
que asumen sus agentes. Permeabilidad que, a veces, provocará que los agentes se
comporten de manera diferente dentro o fuera de éste.

De la misma manera, la anomia y desculturalización de la que habla E. Goffman y que


provocará la fraternidad entre los internos, así como el sentimiento de culpa con el que
en la sociedad se les señala y aquí les une, también aparecerá en nuestra observación,
aunque nosotros lo analizaremos dentro de nuestro enfoque como rito de paso, a través
del estado de liminalidad que, creemos, se entiende de manera precisa.

Desde ese enfoque del internamiento como rito de paso veremos como también se trata
de una institución especial, en cuánto que puede actuar como institución de iniciación,
de transición, et. Pero también sería especial (ya que no encaja en ninguna plenamente),
cumpliendo y asumiendo unas funciones asociadas a otras instituciones que, ante su
crisis o fallo, le serán reasignadas al CIMI.

Los menores siguen llamando tiempo después para preguntar dónde tienen que ir o qué
hacer antes sus problemas cotidianos.

Instituciones culturales, a modo de la descripción realizada anteriormente, que pauta y


configura la actuación de sus miembros y los marca. Como decíamos antes, ante la falta
o crisis de las instituciones tradicionales, ésta se erige como modelo bajo el que
cobijarse y dar respuesta a las demandas sociales. De esta manera, el CIMI se articula
como institución que en muchos casos se extralimita en sus funciones básicas para las
que ha sido diseñado, adoptando la figura de institución familiar, social o política bajo
la que los menores encuentran una ayuda para hacer frente a esos primeros retos que
encontrarán en su vida, una vez incluso de que lo hayan abandonado.

Este enfoque de institución cultural, que rige todo nuestro estudio, junto al de
comunidad cultural, lo continuaremos trabajando bajo los siguientes epígrafes, ya que
nos servirá para entender definitivamente cómo se configura el CIMI.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Otra idea que se desprende de este enfoque será la concepción de las instituciones como
entes vivos, que se manejan y transforman en función de los estímulos que recibe, por lo
que las élites con poder de decisión lo irán configurando hacia uno u otro sentido según
sus intenciones. Al igual que ocurre con todas las demás instituciones, las tomas de
decisiones le acabarán influyendo adaptándose a las nuevas situaciones.

— ¡Que tú no eres el coordinador o el director para que vengas a decirme eso! Yo


quiero hablar con el coordinador o con el educador de mi hogar.

Enlazando con las ideas que presentábamos al comienzo de este capítulo, vemos como
desde el prisma de la Antropología Política, el poder, en este caso un tipo de poder
autorizado y legitimado por las estructuras públicas que lo rigen, se presenta de manera
centralizado. Las decisiones son tomadas por los agentes en la cúspide social del CIMI
(dirección y subdirección) e incluso vendrán impuestas desde fuera (corporación
directiva de la empresa, administraciones públicas, etc.), imprimiéndole al CIMI ese
carácter de institución disciplinaria de la que hablábamos anteriormente en los
postulados de M. Foucault. Instituciones en las que el poder, en todas sus formas, se
muestra situando al menor como un objeto normado y ―normalizable‖, sobre el que
recaerá toda la presión establecida en el CIMI a través de estas formas de uso y control
del poder, de la autoridad y la violencia. Un rasgo más que se añade al CIMI en esa
catalogación como institución especial que venimos haciendo149.

Pero al margen de éstas decisiones, y tal como veíamos en la TGS, el CIMI como
sistema se adapta para encajar los cambio sin sufrir modificaciones importantes al
tiempo que mantiene como máxima diaria el desarrollo de las actividades en un clima
óptimo (la supervivencia del sistema), por lo que los nuevos cambios introducidos
también será adaptados al entorno, en función de las características y momento de éste,
priorizando unos objetivos u otros en cada situación y dotando al menor y a los actores
allí inmersos de unas cotas de poder y de capacidad de decisión que por mínimas que
parezcan pueden llegar a tener consecuencias.

En este sentido, la toma de decisiones se realiza siempre en función del ambiente que se
respira en cada momento e intenta ser consensuado con el equipo educativo y teniendo

149
Estos rasgos de las instituciones disciplinarias compartirán el análisis desde las formas económicas del
CIMI en cuanto que se basa en ese sistema de crédito/recompensa y en la simbología de éste, ya que
presenta un funcionamiento donde la violencia, de manera estructural y simbólica estará presente en todo
sus terrenos, actuando como presión con la que mantener el orden allí dentro.

295
Ignacio Alcalde Sánchez

en cuenta la situación de los menores. Es aquí donde la autoridad ganada a través del
reconocimiento de los compañeros (carisma, habilidad) o las figuras de liderazgo de los
menores y su actuación (positiva o negativa) ante el resto del grupo, se tendrán en
cuenta y se organizarán las actividades de una manera u de otra. Un ejemplo de esto lo
teníamos cuando se realizaba una actividad especial, como una charla o jornadas en las
que el grupo debía agruparse, la división en uno, dos o más grupos en función de los
menores que allí estaban era una regla a tener en cuenta para dichas actividades.

Estas relaciones de poder que se establecen entre los menores y trabajadores vendrán
marcadas por el sistema de créditos que rige todo su comportamiento. Así los menores
verán a muchos educadores como los encargados de darle o quitarle el crédito por lo
que la relación se convertirá en una simulación constante por parte del menor delante de
los educadores con este único objetivo —algo que analizamos a continuación dentro de
nuestro enfoque sobre la economía del CIMI—. Entre los menores existe la creencia de
que la perdida de créditos es premeditada en muchas situaciones, especialmente cuando
van a sumar un bonus de créditos por su buena progresión y también que cada educador
interpreta la normativa de una forma. De esto, provienen numerosos problemas en la
relación con los educadores o que los menores adopten un rol u otro, tomando medidas
drásticas ante la presencia de unos u otros como no hablar (tal como decíamos
anteriormente), simular que se encuentran enfermos para poder irse a su cuarto y no
estar en el hogar o directamente dar por perdido el crédito y actuar con cierto descaro.150

—Ése es un referente positivo, y tira del hogar. Éste en cambio te puede echar a perder
cualquier actividad.

En esta línea hemos podido observar como la aceptación de las formas de autoridad
impuestas conlleva que se desarrollen otros liderazgos por debajo a éstas y que articulan
todo el sistema político del CIMI. Líderes de grupos erigidos de manera informal, a
través del carisma o la confrontación y líderes formales establecidos por la
programación conviven a diario.

150
Esta situación, lógicamente no es la habitual, ya que generalmente los educadores suelen conectar con
los menores y crear un ambiente positivo, razonando sus actuaciones y guiando a éstos en sus
actuaciones.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

El liderazgo informal se puede obtener tanto por estímulos negativos como positivos.
Algunos menores serán los portavoces de sus hogares o arrastrarán al grupo hacia una u
otra actitud ante las actividades tanto en una como en otra dirección.

Dentro del grupo general podemos ver como existe continuamente este papel de
liderazgo por parte de alguno de ellos dentro de cada hogar o actividad. Esto suele
coincidir con un perfil de menor que tiene una medida larga por lo que conoce el
funcionamiento del centro al mismo tiempo que ha pasado por diversas fases de
desarrollo y ha vivido varias experiencias dentro de éste. Así, estos menores suelen
conocer a todos los trabajadores y mencionan a otros que ya no están para hacer ver a
sus compañeros que existe cierta complicidad con los trabajadores, a los que se les
pregunta desde el plano afectivo (no como educadores sino como iguales) sobre algún
aspecto de su vida. También suelen comentar algo sobre algún menor que ya no está en
el centro y que los demás no conocen, con lo que provocar el mismo efecto sobre ellos.
Estos menores, veteranos a ojos del resto, se suelen jactar de haberlo pasado mal en
algún momento, haber sufrido las inmovilizaciones de los agentes de seguridad o haber
atravesado alguna época en la que se negaban a desarrollar las actividades diarias del
centro. Este liderazgo podrá ser ejercido de manera positiva o negativa hacia el grupo,
desde la perspectiva de la normativa del CIMI. Desde el equipo educativo se le intentan
dar mayores responsabilidades a estos menores para trabajar este liderazgo, intentando
convertirlo en un referente del grupo o en otras ocasiones se reconduce su mala
influencia para el resto, cambiándolo de hogar o retrocediendo en su situación
individual.

Esta asunción de poder se va adquiriendo progresivamente y aunque interviene el


carácter de cada uno (capacidad de liderazgo, carisma, etc.) también se va configurando
por parte del internamiento a través de una progresiva dotación de símbolos inequívocos
con los que mostrar al resto que se está en situación de poder ejercer dicha influencia.
De esta manera, y tal como decíamos anteriormente, existe toda una gradación en la
progresiva adquisición de poder que iría desde la primaria y elemental que sería la
adquisición de la imagen propia (ropa y complementos) —que a su vez puede ejercerse
a la inversa por los menores que llevan mucho tiempo internos y deciden usar esa ropa
como propia, lo que transmite el mensaje de veteranía e inconformismo— hasta los
diferentes ―privilegios‖ con los que se dotan las fases del internamiento, como serían las
salidas, tener más objetos personales (reloj, videoconsolas, etc.) o relacionarse con

297
Ignacio Alcalde Sánchez

mayor número de trabajadores —en este sentido es habitual ver como algunos menores
saludan por su nombre a todos los trabajadores en presencia de sus compañeros para
denotar esa veteranía—, o ser ―autónomo‖ que tal como veíamos anteriormente supone
situarse en la cima social del CIMI, lo que conllevará todos los beneficios y problemas
de éste (libertad para moverse, organización propia de los horarios, celos por parte de
los compañeros, marginación, etc.)

En este sentido merece especial atención como desde la planificación del centro se ha
intentado en algunas ocasiones transformar ese liderazgo en una fuerza positiva,
dejando a los menores que eligieran un delegado que los representase en cada hogar,
con los que encauzar los liderazgos de manera positiva y con los que hacer partícipes a
los menores de su proceso de internamiento. Aquí, la aceptación del rol y el
comportamiento activo en su internamiento intentaban dotar a éste de otro sentido con
el que hacer partícipe al menor, al tiempo que se manejaban esos liderazgos de manera
positiva para el CIMI, aunque conllevaba riesgos y no siempre se producían los
resultados esperados.151

Los ladrones somos gente honrada.

Continuando con el análisis de las formas de poder y autoridad, vemos como en el CIMI
se desarrolla todo un conjunto de valores que irán más allá de la normativa impuesta y
que difiere en algunos aspectos importantes respecto a los códigos morales que, tanto
menores como trabajadores, compartían fuera de éste.

Por un lado, todos los menores comienzan a adquirir unas normas no estipuladas sobre
su comportamiento una vez que empiezan a familiarizarse con este entorno. No acusar a
nadie sobre lo que ocurre o no saber qué ha sucedido será una tónica general por todos,
incluso en las situaciones que les pueda perjudicar a ellos mismos. En este caso, el
nosotros y el otro estará fuertemente marcado y delimitará a quienes comparten unas
vivencias y unas normas de los que no.

151
Las peticiones que éste hacía eran imposibles de cumplir o el representante elegido, desde el momento
que era instaurado oficialmente, comenzaba a excederse en sus funciones por lo que tenía que ser
reprendido por lo que nadie quería obtener ese puesto, prefiriendo seguir sus relaciones de poder de
manera informal, al margen de la organización del CIMI.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Junto a estas, otro conjunto de normas como el honor, la venganza o el respeto de


ciertos valores que rápidamente identificarán en algunos compañeros regirán el
comportamiento de éstos.

Tal como hemos visto en otros trabajos anteriores (Venceslao Pueyo, 2012; Amnistía
Internacional, 2009; Fernández Campoy, 2008), no es que no existan unos códigos por
lo que los menores se rijan, si no que estos códigos son diferentes a los nuestros, por lo
que debemos conocerlos para comprenderlos. Tal como observábamos en los
trabajadores del centro, daban por hecho que los menores se van a cubrir entre ellos ante
algún problema, yendo más allá e intentando solucionar el problema dando por hecha
esta situación ya que es la normativa informal que allí rige.

—Yo no soy de robar o hacer daño. Yo estoy aquí porque me gustan las drogas, no
como los niños estos que se pasan con sus padres.

En esta línea, vemos como los menores presentan diferentes códigos que podríamos
relacionar con las diferentes teorías sociológicas que presentábamos anteriormente. Así,
al margen de estos códigos que comparten todos y que son propios del CIMI, cada
menor puede presentar un perfil diferente que le hará encajar dentro de unos parámetros
morales que tanto los trabajadores como el resto de menores conocen. Menores que no
tienen problemas en acatar el comportamiento o la normativa impuesta ya que la han
compartido en la escuela (como decía Foucault estas instituciones se acaban
pareciendo), menores que ven extraños los malos tratos hacia sus familiares ya que
supone un comportamiento muy alejado a sus valores, pero que no dudan en faltar el
respeto a los trabajadores, menores que no reconocen la figura de autoridad en el género
femenino y se comportan de manera educada y dócil ante las figuras masculinas, etc.
serían algunos de los perfiles que podemos observar allí dentro y que configuran toda
una amalgama de directrices sobre las que se impone la normativa informal del centro.
De esta manera, volviendo a las teorías de la desviación, vemos como las propuestas
aglutinadoras o el enfoque multicausal que planteábamos bajo el enfoque de la cultura,
sería el correcto, ya que la complejidad que se presenta en el CIMI hace imposible una
catalogación simplista y mucho menos estática.

Hacerse valer o volverse invisible.

299
Ignacio Alcalde Sánchez

Debemos partir de un ambiente hostil en el que siempre hay algún menor que intenta
aprovecharse o ridiculizar a otro compañero por lo que, desde su llegada, los menores
tienen que hacerse valer y ganarse el respeto si quieren tener una estancia cómoda. Para
ello pueden comenzar a aislarse y tratar de evitar a los menores más conflictivos, buscar
algún conocido, hacer algún amigo que les ayude o tener una confrontación con dicho
menor. Tal como me comentaba uno de ellos, a su llegada, uno de los compañeros le
pegó una patada sin que lo viese el educador, éste no sabía qué hacer, ya que si se lo
decía al educador lo tacharían de chivato, tampoco quería encararse con él porque,
según me contaba, le había prometido a su madre que lo llevaría bien y no quería perder
el crédito, así que aguantó y esperó a que no lo viese nadie para amenazarlo, cree que
funcionó ya que no le volvió a decir nada.

De esta manera, a la llegada de los menores, éstos tienen dos opciones con las que
presentarse ante sus compañeros. Tal como decíamos antes, en la teoría de roles, la
máscara a elegir para cada uno de ellos les da dos opciones, ganarse el respeto de sus
compañeros, por lo que se presentarán de manera agresiva ante cualquier indicio de
amenaza o reproche o hacerse invisible, con lo que comenzarán a pasar inadvertidos por
todo el grupo hasta que poco a poco esté dentro de éste. A menudo, podemos observar
como estas dos posturas chocan cuando algún menor intenta sobrepasarse con éstos por
lo que se ve en la necesidad de actuar.

Estos suelen intentar que el educador lo observe para que detenga ese proceder pero si
el otro menor es lo suficientemente hábil para ocultarlo pondrá a éste en la situación de
tener que actuar por sí mismo. Ante esto, vemos como algunos deciden chivarse al
educador, con lo que romperían una de las reglas no escritas mientras que otros
prefieren actuar por sí mismos, poniendo en riesgo su progreso incluso asumiendo su
retroceso. De esta manera, el estatus, la posición dentro del grupo y la máscara que
llevaran durante su internamiento se va conformando desde los primeros días y les
condicionará a lo largo de todo este proceso, sirviendo al mismo tiempo para fraguar su
propia identidad. Tal como nos comentaba otro menor, consiste en parecer, decir y, de
vez en cuando, hacer.

En este sentido, aparecen algunos menores que han descartado su progresión,


convirtiendo el internamiento en un mero plazo de tiempo que deben cumplir y
mostrándose desinteresados en los diferentes privilegios o actividades que sacrifican
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

con esto. Se cansan de asumir el rol asignado o han abandonado toda posibilidad de
reingresar en el nosotros que sería la sociedad. Estos menores tienen un comportamiento
negativo ante todas las actividades y formas de poder, entreteniéndose en muchos casos
en que los demás pierdan sus créditos, sus salidas o incitándolos al mal
comportamiento, por lo que son rechazados por algunos de ellos o controlados
especialmente por parte del CIMI ante el riesgo de que puedan unirse otros a su modo
de actuación.

Aquí, el liderazgo negativo que llevaría al CIMI al no-funcionamiento y hacia el caos es


controlado de manera inmediata, haciéndose visible esa violencia estructural de la que
hablábamos al comienzo, controlando la situación, aislándola y reduciendo el riesgo,
desnudándose las diferentes formas de violencia que maneja ante estos sujetos que lo
desafían y mostrándose frontalmente.

Economía
Desde la perspectiva del análisis económico dentro de la Antropología, englobaremos
en este apartado de nuestra etnografía las diferentes formas en que la institución articula
sus modos de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, junto a las
redes de intercambio que esto configura (Moreno Feliú, 2004). Entendemos, por tanto,
la economía como el comportamiento humano ante los fines a lograr y los medios
escasos, con usos alternativos, para conseguirlos. Esos elementos de escasez y la
capacidad de elección de los que hablaba Herskovits (1952). Lógicamente, esto irá
íntimamente relacionado a las formas de poder, tomas de decisión y estrategias
adaptativas que ya hemos analizado previamente y con las que interactúa. Una vez más,
no debemos olvidar la amplitud de nuestro objetivo —el análisis etnográfico de la
comunidad cultural— y el concepto complejo y holista de cultura que manejamos.

Enlazando con las ideas que exponíamos anteriormente sobre las teorías de la
desviación, vemos como son muchos los autores que han intentado explicar estas
conductas desde el punto de vista económico, entendido tal como lo describíamos más
arriba. Exponiendo sus teorías acerca de la importancia del modo de producción y el
acceso a los medios en la configuración de la desviación social de estos individuos o
grupos. De esta forma, a lo largo de este apartado, nos serán útiles algunas teorías como
la desorganización social de Shaw y McKay que asociaban delincuencia a barriadas
301
Ignacio Alcalde Sánchez

marginales y el aprendizaje que se realizaba en ellas; Cohen y su teoría de las


subculturas, por las que los individuos tratan de dar respuesta a sus necesidades en
desigualdad de condiciones, por lo que optan por legitimar entre iguales sus conductas;
la justificación que planteaban Sykes y Matza con sus técnicas de neutralización; la
teoría de la anomia de Merton o la propuesta por Cloward y Ohlin acera de la
desigualdad de oportunidades.

De manera más reciente y con una mayor influencia en nuestras observaciones, la


Criminología Crítica también centraría sus estudios en este prisma económico. Así, de
la mano de Platt, Taylor, Walton o Young, se planteará un enfoque del delito como una
correspondencia con las desigualdades de la propiedad, dentro del espíritu materialista
reinante en esos años. Según éstos, la justicia juvenil se concibe como una estructura
diseñada para la reproducción de la clase trabajadora. Tras ellos, otros autores como
Bauman y Reiman continuarán con este análisis hasta llegar a las teorías integradoras de
Wacquant, que tratará a los CIMI como contenedores judiciales, despojados de toda
función pedagógica y a los internos como seres productivos.

—Si yo hubiese tenido la suerte que tú tienes, con tu padre, tu madre, tu familia…. no
estaría robando.

Tal como mencionábamos más arriba y relacionado con las culturas minoritarias, vemos
como aparece un grupo de menores que justifica sus actuaciones de manera grupal
frente a la sociedad que no le da cabida. Ese otro, inalcanzable para ellos, les justifica su
comportamiento y les afianza su identidad grupal, que en este entorno será corroborado
por sus iguales. De manera similar a lo que ocurre con las culturas minoritarias o
marginadas y tal como decían los autores anteriores, los menores encuentran entre sus
iguales un nexo común identitario con el que afianzar su modo de vida, al mismo
tiempo que cercenan toda posibilidad de integrarse en el grupo mayoritario, al que
accederán con las escasas herramientas que se le otorgan. Ocupación temporal y escasa
formación ante un mercado cada vez más exigente que los condenará a su periferia.

Al igual que analizábamos en el apartado referente a la estratificación social y


retomaremos de nuevo en los ritos de paso, vemos como estos grupos no podrán acceder
al mercado, y con ello a la sociedad, si no es bajo el estigma de la integración o la ayuda
social que se les destine, estigmatizándolo y otorgándole un estatus de marginación en
el que tanto ellos como el grupo mayoritario comenzarán a consolidarlo. Y será ante
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

esta estructura de minoría o marginalidad ante lo que se proyecte un nicho de mercado


residual y se le dote de herramientas para subsistir, tales como la formación
ocupacional, técnicas de búsqueda de empleo, etc. que lo dirigirá hacia los peldaños
laborales más bajos.

—Que me da igual, si tengo créditos para regalar. Me quitáis la mitad y sigo teniendo
fase para salir a mi casa todos los fines de semana.

Junto al análisis desde el punto de vista sociológico del sistema económico y su


influencia en los CIMI, también podemos observar la economía que se instituye dentro
de ellos, entendida desde este punto de vista antropológico. Así, el sistema de créditos,
los préstamos y pequeños hurtos o las cadenas de favores que se establecen, surgirán de
sus prácticas diarias, dotándolo también desde esta perspectiva, de un modo de vida
particular acorde a esa cultura propia que estamos exponiendo aquí y que compondría la
cultura del CIMI.

Todos los CIMI funcionan con un sistema de créditos muy similares (denominados
puntos por algunos menores), al que le dan mayor o menor importancia a la hora de
configurar las actividades o justificar la actuación que se realiza con el menor. Este
sistema, basado en un método de comportamiento/recompensa, tal como explicábamos
en el apartado sobre el tiempo, establece un número de créditos que el menor obtiene
según su comportamiento, otorgados por el educador que lo acompaña en todo
momento. Generalmente puede obtener uno a la mañana y otro a la tarde, más las
bonificaciones que obtendrá al conseguirlo durante semanas completas. Las diferentes
fases y permisos vendrán configurados por el número de estos por lo que se convertirán
en sus objetivos y prácticamente toda su actuación vendrá determinada por ese fin.

De esta manera, la consecución o no de los créditos articulará la mayor parte del


comportamiento de los menores y establecerá las pautas entre éstos y los educadores.
Como decíamos con la TGS, éste será uno de los principales atractores por los que se
mueva el comportamiento de los menores, que buscarán a lo largo del día comportarse
de una determinada manera (asumiendo su rol) con el que obtener su crédito,
abandonándolo en muchos casos una vez que es consciente de que ya lo ha perdido, por
lo que no es necesario su comportamiento fingido. Es en esta situación en la que
podemos analizar como el menor se muestra sin máscara, comportándose de manera
muy diferente.

303
Ignacio Alcalde Sánchez

—Tú ahora te vas a tu casa y me dejas aquí dándole vueltas a la cabeza.

Desde este punto de vista económico no podemos pasar por alto la situación de los
trabajadores. Ya que se establece para ellos una situación dual en la que las funciones
laborales, el intercambio de trabajo – dinero y las relaciones humanas que deben
establecer con los internados se interrelacionan allí dentro. Para ellos no debe pasar de
un modo de producción pero tal como nos decía E. Goffman, las instituciones totales
tienen el inconveniente de tratar con personas con lo que se establecen normas
humanitarias ya que son seres que pueden ser objeto de interés emocional, de ahí que
los decires y los haceres en muchas ocasiones no coincidan o que la normativa sea
flexible en su aplicación en cuanto que hay que interpretarla en el momento y con los
actores determinados. El educador, psicólogo o agente de seguridad tendrá siempre
presente esa dualidad entre trabajo/tutorización, entre la agresión y la contención con la
que tratar con este colectivo. Para ellos se produce un dilema constante entre su jornada
laboral y la percepción del significado tan diferente que para la otra parte (los menores)
supone esa jornada.

—Esa sudadera no es tuya. ¿Te la dado él o se ha confundido en la saca de la


lavandería?

Dentro del análisis de las formas económicas, una práctica habitual entre los menores es
el intercambio de ropa y otros objetos personales. Aunque no está permitido para evitar
la confusión entre las pertenencias, estos a menudo se intercambia alguna de las prendas
(camisetas, sudaderas), especialmente cuando alguno de ellos se marcha, de manera que
podemos verlos usando la ropa de otros. Para ello, suelen usar el servicio de lavandería,
al que cada varios días pueden dejar un saco con su ropa sucia. Es en ese momento
cuando se producen los principales intercambios o confusiones. A pesar de que la ropa
va marcada con su nombre, a veces suele ocurrir que se confundas prendas por lo que
los menores tienen que intercambiarla o deciden quedársela. Estos pequeños hurtos
suelen ser demostrados por los educadores, que empiezan a acostumbrarse a la imagen
de los menores y a identificar su ropa, por lo que conlleva el riesgo de una sanción.

También puede ocurrir que estos hurtos vayan acompañados de las amenazas que
algunos menores realizan sobre otros para quedarse con esas prendas, por lo que el
educador tiene que estar especialmente atento para evitarlas, ya que el verdadero
propietario de las prendas puede llegar a no reconocer que es de su propiedad.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Todo un sistema (aunque sencillo, significativo) de cómo los menores se organizan y


cuidan de sus pertenencias, ya que ocurrirá lo mismo con el resto de objetos que pueden
tener y con los que establecerán diferentes préstamos (videoconsola entre compañeros
de cuarto, reproductores de música, etc.) con los que cohesionar sus grupos y acomodar
su internamiento152.

Sus propiedades serían, por tanto, la ropa, los objetos de ornamentación, material de
estudio (libro, hojas, lápices), aseo personal (champú, gel, colutorio, etc.) reproductores
de música y juegos y fotografías y cartas personales. Esto compondría todas sus
pertenencias de las que el menor dispone durante su internamiento. A esto hay que
sumar las que tienen en las taquillas y que dejaron a su entrada, generalmente objetos no
permitidos (cinturón, teléfono móvil, tabaco, pendientes, gorra, etc.) que obtendrán en el
momento que puedan salir, tanto a alguna salida puntual como a algún recurso laboral o
formativo.

Con estas pertenencias, especialmente con las que pueden tener en sus salidas, lo
menores establecen a menudo una cadena de favores con las que cohesionar su grupo.
Los préstamos de dinero, uso del teléfono, intercambio de tabaco suelen ser los
principales objetos con los que los menores se ayudan unos a otros y acaban creando
una red de intercambios con los que ayudarse unos a otros.

Junto a estas pertenencias y tal como analizábamos en el apartado sobre las


instituciones, los menores obtienen una cantidad de dinero por el tiempo que pasan allí
dentro, asignándole una cantidad por cada día de la que podrán disponer para hacer sus
pedidos personales que el centro les permite. Generalmente golosinas, artículos de
higiene personal o alguna prenda de vestir que necesiten serán los artículos más
demandados. Como decíamos en dicho apartado, el mismo CIMI les crea las
necesidades que tendrán allí dentro, configurándose como una institución absorbente en
su funcionamiento153.

152
Salvando las diferencias por tratarse de contextos e instituciones totalmente diferentes, podemos
encontrar similitudes a lo que P. Moreno Feliú denominaba ―organizarse‖ respecto a la economía
informal practicada en los campos de concentración nazis. Cfr. En el corazón de la zona gris (Moreno
Feliú, 2012)
153
En relación a estos objetos, algunos menores deciden no hacer uso del dinero, ahorrándolo para su
salida, mientras que otros ingresan en su cuenta otras cantidades con las que poder comprar productos
continuamente con los que distinguirse del grupo.

305
Ignacio Alcalde Sánchez

De la misma manera y relacionado con lo que decíamos sobre la estratificación social,


los menores pueden recibir una cantidad de dinero por parte de sus familias de la que
dispondrán en sus salidas o para estas compras, por lo que algunos de ellos podrán
disponer de mayor acceso a los bienes, siempre controlados por el CIMI pero
suficientes para comenzar a distanciarse unos de otros.

De esta manera, el acceso a los bienes presentará una amalgama similar a otras
comunidades en las que la habilidad, la estratificación social, el mérito, los roles
desempeñados o las relaciones establecidas pautarán y estructurarán ese funcionamiento
económico.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 12. Religión, lenguaje y simbología en el CIMI.


Elementos para la cohesión

Vamos, por último a desarrollar algunos de los aspectos que no hemos tratado de
manera directa en los capítulos anteriores y que no queríamos que se quedaran fuera de
nuestro análisis etnográfico. Elementos relacionados con las creencias, el lenguaje o
algunos de los símbolos que aún no hemos analizado de manera específica serán
algunos de los apartados que mostremos a continuación y que consideramos
fundamentales para mostrar una visión completa del internamiento.

Religión
Creencias, mitología, magia o ritos serán algunos de los aspectos que analicemos en este
apartado. Desde la Antropología y desde un punto de vista simbólico, vemos como la
religión y todos los elementos que ésta contiene, tienen multitud de funciones y sirven
como cemento de la sociedad en la que se configura. Todos estos elementos aparecerán
relacionados con las prácticas y significados que los menores intentan dar a todo lo que
desconocen; por lo que lo simbolizarán o le atribuirán significados mágicos a diferentes
manifestaciones, con las que calmar su incertidumbre y someter culturalmente su
entorno. Una manera de compartir creencias y hábitos con los que hacer razonable el
entorno —especialmente el desconocido— y convivir con él.

Tal como decíamos en nuestro apartado sobre el espacio, el ser humano intenta someter
su entorno a través de sus esquemas de conocimiento, convirtiendo el entorno en paisaje
y nombrando todo lo que le rodea. De la misma forma hará con algunos elementos que
no puede controlar y a los que les atribuirá significados sobrenaturales al tiempo que
intentará controlarlos a través de diversas prácticas. Éstas, pueden ir desde las
oraciones, cultos y ofrendas propias de las religiones ya establecidas (centralizadas) y
conocidas por todos, a las costumbres, manías, creencias o tabúes desarrollados en
entornos como el CIMI. Una amalgama de comportamientos con los que el homo
religiosus (Eliade, 1999) se manifiesta.

307
Ignacio Alcalde Sánchez

Comenzaremos este apartado con el análisis desde uno de los enfoques que, creemos,
resulta básico para el entendimiento del CIMI desde la óptica cultural: el internamiento
como rito de paso.

Nos detendremos en este enfoque para hacer un análisis en profundidad ya que creemos
que nos dará la respuesta a gran parte de nuestro estudio, alzándose como una de las
piezas claves en nuestra investigación. La interrelación entre internamiento y
significados de éste, entendido como un rito de paso, nos arrojará las principales
conclusiones a las que hemos llegado con esta investigación y nuestra forma de enfocar
y entender el internamiento. De ahí que profundicemos más en este pilar que, creemos,
será esclarecedor.

Entendemos los ritos de paso como aquellos procesos rituales que nos llevan a un
cambio, al paso de un estado a otro. Como un procedimiento envuelto en un halo de
ceremonia y por tanto con una gran carga simbólica con la que un sujeto o grupo pasa
de un estado, situación o categoría social a otra. Este proceso goza de un protocolo que
hace que todas sus fases sean más sencillas de desarrollar, es decir está
institucionalizado, tal como analizábamos anteriormente, y está dotado del
reconocimiento social con el que se le permitirá mutar a sus protagonistas.

Bajo esta concepción planteamos el análisis que aquí realizamos del proceso de
internamiento de los menores infractores. De esta forma, y a modo de metáfora,
podremos entender el internamiento como un rito de paso hacia la vida adulta,
dotándolo de significados que nos facilitarán su comprensión, similar a lo que hicimos
anteriormente desde la TGS.

Si seguimos las pautas arrojadas por los principales autores que han analizado estos
rituales, vemos como A. Van Gennep (2008 [1969]: 13) entiende que en todos los
individuos se producen cambios entre las diferentes etapas de su vida y que esos
cambios deben estar pautados para que no produzcan perjuicio ni alteración a la
sociedad. De esta forma, a cada cambio entre las etapas, se vincula una ceremonia que
ayude a abandonar hábitos antiguos, cruzar fronteras y abrazar nuevas formas de vida.
Esto serían los ritos de separación, de margen y de agregación, constituyendo así una
estructura tripartita con la que podremos analizar muchas de las secuencias que se
producen en los rituales que nos acompañan a lo largo de nuestra vida.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Siguiendo este razonamiento se nos hace fácil enmarcar esta estructura en el análisis del
internamiento por el que el menor abandona su entorno social y familiar conocido, para
adentrarse en un periodo liminal de cambio y, por último, un posterior retorno a su
entorno, ya como otra persona.

Para poder entender perfectamente este enfoque se hace necesario un estudio sobre los
ritos y realizar un somero recorrido por los autores que han aportado su perspectiva a
este análisis. Ya que hasta llegar a los conceptos arrojados por los ritos de paso que nos
van a ser útiles, debemos partir del estudio primigenio sobre la religión, las discusiones
sobre rituales, magia y religión, la relación con el mito, las concepciones animistas o
dinamistas y la ambigüedad de sus significados.

Partimos del estudio sobre lo sagrado y lo profano. Es obvia la relación que tiene el
análisis de los ritos con los estudios sobre los orígenes de la religión y la discusión
sobre la dicotomía entre ésta y la magia. Todo nace de la búsqueda de una explicación
al significado que le atribuimos, bajo un sistema de pares, al mundo desconocido frente
al conocido, a lo sagrado frente a lo profano. Tal como decíamos al comienzo, la
necesidad de nombrar lo desconocido. De esta forma, previa a la concepción de ritos de
paso, surge el concepto de rito, ligado estrechamente al estudio sobre las religiones y
destacando el carácter simbólico de éste. Así, podemos comenzar por W. Robertson-
Smith (1927: 27) que estableció las bases de la polisemia del ritual, distinguiendo entre
creencia y conducta dentro del mundo de la religión, advirtiendo sobre la ambigüedad
de los significados que las personas dan a los ritos y poniendo énfasis en esa
indeterminación de los significados que se les dan. Un mismo rito puede tener varios
significados según sus actores, tal como nos indica R. Díaz (1998) en su estudio sobre
los rituales.

A ello hay que añadir la aportación realizada por J.G. Frazer (1922), definiendo los ritos
como ceremonias de admisión en las sociedades y cultos secretos. Este autor, a través de
sus estudios sobre el origen de la religión y su relación con la magia —en función del
grado de control que los sujetos creían tener sobre una entidad, distinguirá entre una y
otra—, analiza los ritos de iniciación como ritos de pubertad, como ―la fuente original
de la mayoría de las formas de expresión de la vida cultural‖ (Bell, 1997: 5),
presentando el rito ligado al ciclo biológico y como supervivencia de antiguos
sacrificios rituales. M. Eliade, en sus estudios sobre la religión y especialmente sobre el

309
Ignacio Alcalde Sánchez

mito, aportará su enfoque a los ritos, interpretándolos como acciones donde el sacrificio,
simbólico o real, nos sirve como herramienta con la que sacralizar una morada, el
tiempo, la alimentación u otras relaciones entre la dicotomía sagrado/profano. (Eliade,
1998)

Tras éste, será E. Durkheim y sus postulados funcionalistas estructurales que le llevan a
la búsqueda de hechos sociales con los que refutar sus teorías, el que se acercará a
nuestro enfoque religioso del internamiento. En este ámbito de trabajo, define los ritos
como ―reglas de conducta que prescriben como debe comportarse el hombre con las
cosas sagradas‖ (Durkheim, 1982 [1912]: 88), como ―los mitos puestos en acción‖, esos
procedimientos por los que las culturas primitivas querían imponer sus reglas al mundo.
Este autor, en una crítica al postulado de E.B. Tylor —quién sostiene que los ritos nacen
con el origen de las almas y la conversión de estas en espíritus, por lo que se
entenderían los ritos funerarios como los primeros ritos— distinguirá entre rito y culto
dándole importancia al primero por su carácter de acción y no reiterativo frente al
segundo. Componiendo así, ese conjunto de preceptos con el que afrontar lo
desconocido y por extensión lo sagrado frente a lo profano y conocido.

Será su sobrino, M. Mauss, junto a H. Hubert (1970), quienes continúen con estos
postulados, analizando las funciones sociales de lo sagrado, clasificando los ritos en
positivos (introducen a la persona en otro nivel), negativos (relacionados con la
prohibición o el tabú) o periódicos (aquellos que se repiten cíclicamente a lo largo del
año, estaciones o vida), volcándose en el concepto de sacrifico (Segalem, 2005: 24)
como elemento central de todo rito. De esta concepción se desprenderá su manera de
entender el rito, alejado de otros hechos sociales (juegos, tradiciones) en cuanto a que
éste tiene una función, una manera de controlar unos acontecimientos, siendo esta
eficacia y sobre todo la manera de entender esa eficacia lo que interesará a estos autores.

Continuando el camino hacia la Antropología Estructural en esta introducción sobre los


ritos y la religión desde la Antropología, C. Lévi Strauss analizará los ritos en relación
al mito (1976), estableciendo las principales diferencias entre estos, haciendo hincapié
en el carácter continuador del rito entre las fisuras (etapas) de la vida y su ámbito mental
en cuanto que tiene por objetivo reconfortar a los sentidos y a las emociones, provocar
una ―efervescencia regeneradora‖ (Cuisinier, 1989).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Otra autora que ampliará la noción de rito, alejándola más allá del plano exclusivo de la
religión será M. Douglas (1973) con su estudio sobre la contaminación (pureza,
impureza, purificación, etc.) y cómo el rito incluye otras ceremonias relacionadas con la
experiencia. Dice esta autora que el hombre es un ser social y por tanto ritual. Y si
eliminamos estos ritos, volverán a aflorar con más fuerza bajo otra forma. Y de ahí su
importancia simbólica, desde el momento que tiene más significado para la sociedad el
rito en sí que su contenido. Desde el momento que es imposible mantener relaciones
sociales sin actos simbólicos. Por ello podemos analizar este fenómeno en otras esferas
más allá de lo religioso.

Tras estas nociones generales sobre ritos podemos dar el salto a los ritos de paso de la
mano de A. Van Gennep (2008 [1969]), el autor que creará y desarrollará este concepto
y que nos servirá de hilo conductor en este análisis. Así, vemos como en su principal
obra al respecto, Los ritos de paso, éste comienza analizando la dicotomía existente
entre el mundo profano y sagrado, que aparece en todas las civilizaciones, para después
analizar las etapas de la vida individual, poniendo el foco en los procesos de cambio
entre cada etapa y comenzando a analizar los ritos. Continúa realizando un intento de
clasificación de éstos, donde los agrupará como animistas o dinamistas, simpáticos o de
contagio, positivos o negativos, directos o indirectos. Y finalmente, siguiendo con esta
investigación, se centrará en los ritos de paso descomponiéndolos en ritos de
separación, de margen y de agregación.

Estas serán las tres categorías que, si bien no tienen por qué hallarse en las mismas
ceremonias, suelen utilizarse a modo de esquema de los ritos de paso, que incluirán ritos
preliminares, liminares y posliminares (Van Gennep, 2008 [1969]). Respecto a la
discusión sobre la noción de sagrado, Van Gennep destaca la ambivalencia154 de esto de
la misma forma que había hecho Robertson-Smith años antes. Respecto a la dicotomía
presentada entre magia y religión, éste autor se decantará por imprimirle a la magia un
carácter de técnica (con la que realizar los ritos, ceremonias, cultos) dentro de la
religión.

Una vez realizado este análisis previo, A. Van Gennep comenzará a emplear un
conjunto de conceptos que nosotros utilizaremos en nuestro estudio como herramienta

154
El autor habla de bivalencia, (bivalence) remarcando el carácter interpretativo y opcional de la noción
de sagrado (Van Gennep, 2008 [1969]: 22)

311
Ignacio Alcalde Sánchez

para el análisis del internamiento, por lo que es conveniente desarrollarlos brevemente.


De este modo, encontramos el concepto de frontera y el paso material, donde se destaca
la importancia, en muchos casos mágico/religiosa de los bordes o las puertas, como
lugares simbólicos que atravesar, similar a nuestro enfoque anterior en la TGS, así como
del territorio demarcado, como símbolo de lo que se va a abandonar y del punto de
inicio donde se adentra en lo nuevo, en lo desconocido, muchas veces recubiertos de un
rito de iniciación o de entrada.

De igual forma surgen los tabúes, como aquellos comportamientos prohibidos dentro
del proceso o como rito en sí cuando hablamos de margen o separación de la sociedad
(como en el caso del embarazo). También se destaca el proceso de confraternización,
como en los ritos de hermanamiento, en los que se manifiesta la pertenencia entre
iguales a un grupo.

Tras la aportación realizada por este autor, vendrán las ideas de V. Turner que empleará
el esquema tripartito de Van Gennep en el análisis de los ritos de paso y hará hincapié
en el concepto de liminalidad y communitas (1988), unos conceptos muy útiles para
nuestra etnografía y que relacionaremos con la teoría de roles y lo analizado sobre la
cohesión grupal. Para este autor, en los ritos de paso surge una etapa liminal por la que
no se está ni en un sitio ni en el otro, y en la que los actores participantes del rito se
encuentran desposeídos, pasivos y sumisos. Ese será el estado de liminalidad, que será
fundamental en nuestro análisis, ―es como si se viesen reducidos o rebajados hasta una
condición uniforme para ser formados de nuevo‖ (Turner, 1988: 102)155.

Será en esa situación liminal en la que afloren los sentimientos de camaradería e


igualitarismo entre los iniciados del rito, lo que Turner denominará como communitas y
que supondrá uno de los aspectos fundamentales de su teoría. Esa relación entre los
individuos que debe existir en toda sociedad para que pueda funcionar adecuadamente.

En este análisis desde los ritos de paso tendremos también presente las aportaciones al
concepto de communitas realizadas por R. Espósito, quien nos indicará a través de sus
estudios cómo ese estado de communitas no es un espacio cerrado que defender frente a
la alteridad, sino un vacio, una deuda que contraemos junto a otros comunes frente a
otros que no lo son, frente a la amenaza o inmunitas (Espósito, 2010: 7).

155
Lo que E. Goffman llamaría deshumanizados en su análisis de las instituciones totales (2001 [1961]).
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Tras estos últimos estudiosos, que sentarán las bases del análisis de los ritos de paso,
podemos destacar también a una serie de autores más recientes con la que completar la
imagen de este proceso y que nos serán de gran utilidad. Así, tendremos las definiciones
de M. Harris (1994: 120), en la que se destaca cómo una persona que atraviesa por una
serie de experiencias no lo hace en solitario si no que es acompañada por el grupo,
subrayando ese carácter grupal y social de los ritos de paso, al mismo tiempo que se
produce a la inversa, esas experiencias necesitan del rito para darles a conocer al grupo
que han sucedido. A. Giddens definirá los rituales como ―los modos formalizados de
comportamiento en los que participan regularmente los miembros de un grupo o
comunidad‖ (1998: 738).

También nos será muy útil, al igual que en toda nuestra investigación las aportaciones
realizadas por P. Bourdieu y sus teoría acerca del habitus y campos, donde definirá los
ritos desde la perspectiva de la construcción de marcos sociales y políticos. En este
estudio analizará el ritual como ese fenómeno por el que se dota de estructuras para
dominar a la gente, una magia social en la que el simbolismo permite delegar y
legitimar la autoridad (Bourdieu, 1985: 78 - 86).

Otra definición nos la aporta R. Rappaport, quien describirá los ritos como ―ejecución
de secuencias más o menos invariables de actos formales y de expresiones no
completamente codificados por quienes las ejecuta‖ (Rappaport, 2001: 56).

A estos autores hay que añadir las recientes aportaciones de S.J. Tambiah (1985: 123 -
166) volcando su estudio hacia la transformación reciente del rito en una mera
performance en la que los actos se recubren de significado en función de su carga
simbólica y los actores que los ejercen.156

Por último, en esta introducción teórica sobre los ritos de paso en nuestro análisis
etnográfico, no debemos olvidar la necesidad de pivotarlo con los autores y teorías que
ya hemos analizado previamente, como es el caso de E. Goffman y el análisis de esa
unidad y solidaridad que surge no sólo entre iguales dentro del proceso ritual, sino entre
todos los miembros de la institución (2001 [1961]: 101), así como la necesidad de
intercambio de información que se produce entre los actores, como vehículo para

156
Para una revisión más profunda de este enfoque Algunos conceptos teóricos para el análisis
performativo de un rito secularizado (Rementería Arruza, 2006).

313
Ignacio Alcalde Sánchez

fraguar la imagen y componer el comportamiento que se espera de ellos (2001 [1959]:


13 - 14).

Como ya mencionábamos más arriba, si bien el análisis de los ritos parte de un enfoque
antropológico sobre el estudio de la religión, la magia y la carga simbólica que estos
tienen, poco a poco se irán desprendiendo de esta faceta para ocuparse de otros aspectos
de la vida social. Especialmente a partir de los estudios realizados por A.V. Gennep y su
desarrollo de los ritos de paso. De esta forma y acercándonos al objetivo global de esta
investigación, vemos cómo dejaremos de lado, aunque solo en parte, ese carácter
religiosos y/o mágico que se le atribuye a ciertos ritos para centrarnos en su
contribución a la configuración general de la cultura del CIMI. Como procedimiento
con el que pasar de un estado a otro, desencadenando una serie de fenómenos que nos
serán útiles para la comprensión de lo que ocurre en un centro de internamiento. De esta
forma, encontramos como tenemos un conjunto de actuaciones pautadas que cumplen
las tres fases clásicas de los ritos de paso y que se realizan con un fin. Otra forma de ver
y entender el internamiento con la que completar nuestra visión del CIMI, al tiempo que
mostramos sus rasgos culturales, en este caso desde el epígrafe de la religión y la
simbología.

—Vas a terminar en un centro de menores por tu mala cabeza, anda qué no lo habré
oído veces.

Podemos comenzar el análisis del internamiento mucho antes de que éste se produzca.
En nuestro estudio sobre los internos, vemos cómo la mayoría procede de barrios
marginales donde la situación del internamiento, tanto para menores como mayores de
edad, es algo cotidiano y todos conocen alguno sujeto que ha pasado por este proceso.
De esta forma, mucho antes de que se produzca, los menores ya han hablado de ello,
han visto compañeros de juegos mayores que ellos pasar por él e incluso han sido
amenazados, a modo de castigo, con el internamiento como algo inevitable si
continuaban con su conducta. Así, los menores comienzan a fraguar una imagen en sus
cabezas sobre ese proceso, sobre qué ocurrirá allí dentro y qué producirá en ellos,
partiendo de la imagen que ven en sus iguales que ya lo han vivido y que le rememoran
las experiencias allí vividas. 157 Comienza a forjarse la imagen y la simbología del

157
Tal como analizábamos en las relaciones de parentesco, son muchos los menores que han tenido
familiares directos, hermanos o primos y que internan diciendo que ya saben cómo comportarse porque
les han advertido de todo lo que ocurre allí.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

internamiento para ellos, unas veces como algo negativo, ya que serán amenazados por
sus familiares pero también, otras veces, como algo positivo en cuanto que compañeros
mayores que ellos lo han pasado anteriormente y han salido reforzados respecto a su
identidad grupal.

Así pues, el internamiento comienza mucho antes, pero será una vez que se dicte la
orden judicial de ingreso cuando comience el rito en sí. La primera fase, por la que el
menor se despojará de todo su yo anterior comienza con el paso al centro de menores.
Tal como mencionábamos más arriba, existe un paso simbólico que será la primera
puerta de entrada al edificio y que marcará a lo largo de su proceso la distinción entre el
territorio ritual y el exterior, entre estar dentro o fuera. Al igual que veíamos en la
configuración del espacio y el tiempo, los bordes y la territorialidad juegan un papel
distintivo capital y están perfectamente definidos. A través de su condena de privación
de libertad, el territorio se convertirá en la pieza clave del devenir del menor, actuando
en su contra y pautando el nivel de progreso y libertad que éste tendrá a lo largo de su
internamiento. Como veremos más adelante se impregnará de simbolismo en cuanto que
escenifica el estado de la medida del menor. De esta forma existirá un peldaño
definitivo entre dentro y fuera que será esa primera puerta en la que se abandona el
mundo anterior para adentrarse en el espacio liminal (o internamiento).

Cabe destacar cómo ese umbral del que habla A. V. Gennep (2008 [1969]: 29) aquí se
convierte en un lugar aséptico, frío y sin aparente significado en oposición a otros
lugares similares donde su carga ritual se hace más evidente, pero por el que queda claro
que el acceso es controlado y limitado, obligando al resto de familiares a abandonar al
sujeto, filtrando el paso solo a autorizados y cargando de significado esa diferencia entre
interior y exterior. De hecho en la mayoría de los centros se impide incluso la visión del
interior, limitándola a una zona de aparcamientos o entrada genérica. Será a partir de la
autorización de entrada y su paso con la que iniciemos el camino hacia ese ritual,
dejando claro con ese peldaño que los de dentro son diferentes a los de fuera en tanto
que van a compartir un espacio y unos procesos diferentes y distintivos. Aquí, el acceso
se realiza hacia un no-lugar propio de las definiciones de M. Augé.

—Tu familia se va y te quedas ahí solo. O te deja la policía que no sabes ni dónde estás.

Una vez que el menor ha entrado comienza todo el proceso por el que se despojará de su
vida anterior. Analizamos de nuevo los primeros momentos del internamiento, ahora

315
Ignacio Alcalde Sánchez

bajo este enfoque de la primera fase del rito. Así, el menor comenzará por desprenderse
de toda su ropa y pertenencias que traía de la calle para pasar a vestir ropa propiedad del
centro. De esta forma, se verá desposeído de todo su yo anterior con el que se
identificaba para comenzar a adoptar una imagen de neófito. Tras una serie de preguntas
con las que crear un expediente inicial y la retirada de sus posesiones, el menor
comenzará el proceso de adaptación a este nuevo entorno. Tal como describíamos
anteriormente, se le dará una breve charla iniciática, explicándole donde se encuentra y
lo que va a suceder a lo largo del día. Trasladándolo hacia su habitación y ofreciéndole
una ducha en caso de que sea necesario. De esta forma, el menor comenzará a conocer
el territorio por el que se moverá en esta primera fase de su internamiento, comenzando
principalmente por su habitación y continuando con la zona común, en la que pasará el
tiempo de comidas, formación y tiempo libre. En esta etapa inicial tendrá que compartir
baños y duchas con sus compañeros de estancia ya que se encuentran en esas zonas
comunes.

Esta primera fase tiene una estipulación mínima de 21 días. Dotándola así también de
una temporalización 158 simbólica con la que el menor abandonará, ya no solo sus
hábitos externos de ropa y comportamiento, sino también los internos respecto a
posibles toxicomanías.

Tras el ingreso, el menor tiene una llamada de cortesía con la que informar a sus
familiares de su llegada y acomodo. Este será el único hilo de comunicación con el
exterior y su procedencia. Junto a las visitas semanales autorizadas, el menor comenzará
a abandonar su entorno y sólo tendrá contacto con él a través de la información que sus
familiares directos le faciliten. De esta forma, y especialmente al principio, el contacto
con el exterior le será tutelado para facilitar la inmersión en su nuevo estado. Aunque en
las visitas sí gozará de privacidad entre él y la familia, no será así en las llamadas, que
se realizan en la zona de convivencia de los menores (hogar) por lo que tanto el
educador como sus compañeros pueden escuchar, en parte, sus conversaciones.

El menor en sus primeros días comenzará a relacionarse con menores en su mismo


estado. Esto es, menores que han ingresado en fechas próximas a la suya o menores que
han retrocedido en su progreso por lo que han vuelto al punto de partida. De esta forma,

158
Este es otro ejemplo de cómo el tiempo también se configura culturalmente y será un factor
importante. No solo por la medida judicial que marcará el devenir del menor sino también por la manera
de estructurarse tal como analizamos anteriormente.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

y a través de preguntas del educador y conversaciones al margen de lo permitido, los


demás compañeros comenzarán a indagar en la vida del nuevo haciéndole pasar por un
proceso que va desde el desprecio hasta la inclusión en este primer grupo. Así, los
menores preguntan por su domicilio, posibles conocidos en común o, si el educador no
escucha, motivo del ingreso, preguntas con las que recibir al nuevo, dejarle claro que
ellos estaban allí antes (liderazgo) y en el caso de que lo aprueben incluirlos en el grupo.
Cabe destacar aquí cómo los ingresos en fechas próximas crean vínculos entre los
menores que se mantendrá a lo largo del internamiento a pesar de romperse esas
relaciones una vez que se incorporen al gran grupo. La confraternización de la que
hablaba E. Goffman o V. Turner se hace aquí más evidente estableciendo grupos dentro
del propio grupo.

La actividad en los primeros días de internamiento será la formación de sus nuevos


hábitos de vida dentro del centro. Para esto, las primeras clases de escuela y talleres se
centrarán en que el menor conozca la normativa del centro y se familiarice con el
lenguaje, conceptos y fases del día a día. Igualmente, la actitud de éste durante esas
primeras etapas será de observación de todo lo que le rodea.

Comienza aquí un proceso por el que el menor conocerá y dotará de significado


particular a todos los conceptos que allí se manejan a diario, fases del internamiento
(observación, desarrollo, consolidación)159, tipos de castigos (correcciones educativas,
faltas leves, graves, aperturas de expediente) sistema de créditos, vestimenta (ropa de
centro, ropa de deporte, ropa para visita o salidas), hábitos de higiene (saca de la ropa
sucia, tiempo de ducha, número de mudas permitidas), división del día y la semana
(desayuno, tiempo de limpieza, espera, escuela, movimientos, talleres, tiempo libre)
protocolo para los movimientos y registros, derechos y deberes, etc.

Arranca así un proceso de sudoración (en algunos casos de manera literal en menores
con problemas de consumo de estupefacientes), de comienzo de su metamorfosis por la
que el menor mudará hacia un nuevo estado. Nos encontramos de esta forma en su
primera fase, en los primeros actos de purificación o limpieza, en tanto que los menores
se desprenden de los hábitos de consumo que podían traer al mismo tiempo que

159
Como se puede observar, la normativa interna también presenta una estructura tripartita similar a las
de los ritos, en la estructuración del internamiento del menor.

317
Ignacio Alcalde Sánchez

comienzan a adquirir otros de higiene (duchas diarias, limpieza de cuartos y zonas


comunes) así como de alimentación y sueño.

De esta forma se inicia la inmersión en este rito de paso por el que el menor caminará
hacia una reconstrucción de su identidad. Tal como nos indica la LORPM, hacia un
proceso de resocialización con el que responsabilizar, reeducar y reinsertar al menor. A
partir de este primer peldaño, el joven pasa a ser un menor infractor, término con el que
se referirán a él en el plano formal y que poco a poco comenzará a asimilar y a
manejar160.

Surge aquí, como en otros ritos, la importante figura de los intermediarios, como esas
figuras que servirán de puente entre los dos mundos. De este modo, los educadores
tienen la tarea de facilitar ese cambio de manera progresiva. Aquí podemos destacar
también cómo algunos compañeros, especialmente los que han retrocedido en su
progresión, pueden alzarse como mediadores alternativos intentando guiar a los neófitos
a través de otros recorridos o presentándoles otras alternativas a las formales. De esta
forma podemos empezar a ver cómo el rito puede conseguir dos resultados totalmente
distintitos y en cierto modo antagónicos. El internamiento, programado a priori, como
medida de resocialización puede convertirse en un agravamiento de su conducta. Tal
como indicábamos más arriba, siempre estará sujeto a la interpretación de sus
participantes.

Nos encontramos por tanto en una primera fase del rito por el que el menor se desprende
de su vida anterior, en un rito de separación en el que éste abandona su estado previo,
inundándole un proceso por el que se encontrará desorientado y que poco a poco
comenzará a conocer para consolidarse como un menor infractor.

Cuando consiga esto, estará preparado para la segunda fase de este ritual.

—Este año no cuenta. Como si no hubiese existido porque aquí dentro, ni he ido a la
feria, ni la navidad ni nada de nada.

Una vez que el menor ha entrado en ese estado de suspensión de su vida social
comenzará un proceso programado a través de actividades y objetivos con los que ir
progresando en su medida. A través de un sistema de conducta/recompensa que se verá

160
Tal como veíamos en el apartado sobre la denominación de éste, menor infractor será la expresión
empleada actualmente con la que referirse a este colectivo.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

reflejado en la obtención o pérdida de créditos, el menor será consciente de su progreso


y podrá cuantificar su comportamiento y aumento o pérdida de privilegios. Será en esta
fase en la que el menor comience a modelar poco a poco su nueva identidad, esta vez
programada y pautada, de manera que sea progresiva y en función de su
comportamiento. De esta forma se intentará mudar su conducta e identidad, tratando de
actuar en concordancia a ese objetivo general de desarrollo del menor que
mencionábamos más arriba. La obtención progresiva de estos créditos le permitirá pasar
de poder vestir su propia ropa o poder llevar adornos personales hasta la denominación
de autónomo, con lo que podrá moverse libremente por las diferentes estancias del
centro.

Será esta etapa la mayor de las tres en duración, ya que supondrá el grueso de la medida
que ha de cumplir. De esta forma esta etapa se vuelve calma en muchas situaciones,
intentando que la estructura, el hábito y la repetición consigan modelar al menor en su
nuevo modo de vida. 161 A través de actividades de escuela, talleres y deporte se
intentará encauzar al menor hacia otra realidad distinta de la que procedía.

Las regresiones en esta fase suelen ser habituales en cuanto que el menor puede
atravesar algunos baches respecto a su conducta, principalmente propiciados por los
conflictos con otros menores o por alguna noticia del exterior que le lleve a un
comportamiento inadecuado y la pérdida de algunos de sus créditos. Estos retrocesos
será reconducidos por parte de la institución que, en función de la falta cometida, optará
por una sanción que conllevará la pérdida de parte de sus créditos y, por tanto, de
algunos privilegios (como salidas educativas o permisos de fin de semana), por la
congelación de parte de éstos hasta la consecución de unos nuevos o por la pérdida de
una parte importante de créditos, con el retroceso de fase ante comportamientos más
graves (como intentos de agresión o incitación a la violencia). Una situación que suele
ser habitual, ya que las medidas se van consolidando poco a poco, teniendo diferentes
perspectivas para el menor que entiende el internamiento como una cuenta atrás y para
la institución que intenta tutelar su desarrollo.

De esta forma, en esta etapa del rito, los menores aceptan esa situación de liminalidad
por la que se encuentran en una situación de no-vida, en la que están sufriendo una

161
La afirmación que hacíamos respecto a la configuración del cuerpo nace de un comentario que
realizaba un educador en este sentido: ―parece increíble lo que cambia un menor con cinco comidas
diarias, ocho horas de sueño y algo de deporte; se le vuelve a poner cara de adolescente, del niño que es‖.

319
Ignacio Alcalde Sánchez

transformación hacia lo que se ha planteado que deben, y algunos casos, quieren ser.
Teniendo el riesgo del retroceso en el ritual como castigo y la recompensa de las salidas
como premio.

Tal como explicábamos antes, aquí el CIMI se convierte en una institución voraz en
cuanto que pide la adhesión total del menor como compromiso, abandonando toda su
vida anterior. La sociedad, que sería con quien realmente está adquiriendo el
compromiso, le pone como requisito ese abandono de sus hábitos anteriores,
impregnándose de la nueva cultura —en este caso el CIMI— para que, progresivamente
pueda ir reincorporándose a la sociedad.

Aspectos como el vocabulario específico, tabúes, la importancia del tiempo y el


territorio o la carga simbólica de todos estos, se hacen palpables para los menores en
esta etapa que dará forma al rito.

Dentro de éstos y aunque ya hemos analizado la territorialidad, debemos destacar el


sentido que ésta tiene para el rito. Para los menores, todas las salidas son salidas al
exterior. Da igual si es una salida educativa, familiar o una visita al médico. Se presenta
la oportunidad de poder ver la calle, fumar o vestirse de manera personal. De ahí que
podamos encontrar como los menores se arreglan ―en exceso‖ para una visita médica o
judicial o para una salida escolar al museo. De esta forma, el territorio actúa como
marca ritual con el que configurar todo el proceso. La progresiva adquisición de
conocimiento respecto a todos los espacios como veíamos en capítulos anteriores, les
confiere un mayor estatus respecto al grupo. El menor que se encuentra en fases más
avanzadas en su internamiento ha tenido que conocer varias dependencias (hogares,
comedores, patios, talleres) y esporádicamente habrá visitado otros lugares menos
frecuentados por los menores (despachos del abogado, dirección, coordinación) por lo
que tendrá una imagen más completa del lugar en el que se encuentra. Confiriéndole
mayor estatus respecto al grupo y pudiendo desembocar en la figura de autónomo, que
se mueve libremente por el edificio sin tener el control estricto de los educadores,
situándolo en un nivel superior al resto de los menores. Este conocimiento progresivo
del edificio hace que el ritual se vaya desplegando poco a poco, limitando la posibilidad
de fuga al mismo tiempo que establece el aumento en las fases de su progresión.

Y lo mismo ocurre con la configuración del espacio. Tal como ocurre en otros ritos,
esas marcas o tabúes de paso entre los distintos lugares configurará el espacio de
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

manera que tanto los menores como trabajadores entenderán perfectamente el


significado de éstos. Más allá del alambre de espino y las verjas, existe un conjunto de
marcas que delimitan los usos y significados del edificio, la privacidad de las
habitaciones de los menores, los espacios de trabajo como cocina o sala de educadores,
así como otros espacios neutros como aparcamientos o salas de visita, que tendrán un
significado especial para todos ellos tal como exponíamos anteriormente y que ahora,
bajo el rito se configuran de manera sacralizada.

De igual forma, los propios menores a medida que van ganando privilegios y salidas, se
encargarán de mostrar que ese progreso se ha producido. Así, es usual que en las
primeras salidas aprovechen para realizarse un corte de pelo diferente y acusado, un
tatuaje, una perforación o algún otro cambio estético que denote esa salida. De manera
que los distinga del resto y los distancie de los más nuevos.

De esta forma, dentro de la carga simbólica, tan importante en todos los ritos, podemos
destacar cómo la imagen personal del menor es fundamental para entender la fase del
rito en la que se encuentra.

Junto a la territorialidad, el tiempo juega otro aspecto crucial en este rito de paso. De
esta manera, toda la duración del rito vendrá marcada por la medida impuesta desde el
juzgado, por lo que la duración de las fases de consolidación y desarrollo será
proporcional a su medida. Encontramos menores en los que el paso de una a otra fase
será más acelerado mientras que otros parecen estar estancados en la fase central de su
proceso. Lógicamente se actúa en función de su condena y partiendo de un principio de
actuación educativa sobre el menor. Tal como decíamos al comienzo de esta etnografía,
el tiempo se convierte en un factor presente en todas las actividades del centro.

En esta línea, continuando con lo que analizábamos al comienzo y tal como ocurre en
otros contextos, el concepto del tiempo es diferente en función de la situación de cada
menor, de manera que se lleva la cuenta del tiempo que falta para el fin de medida pero
se establecen estructuras diferentes para medir otras actividades. Tal como
mencionábamos anteriormente sobre los estudios de V. Frankl (1991 [1946]), se trata de
una estancia provisional, por la que el sujeto suspende toda su vida anterior y se
establece en una situación de provisionalidad que nosotros denominamos aquí
liminalidad. En esta situación, el tiempo se antoja más llevadero si se mide en semanas
o meses, evitando así la representación mental detallada del día a día. De esta forma,

321
Ignacio Alcalde Sánchez

veíamos como los menores llevan la cuenta de sus medidas por meses o semanas,
haciendo comentarios sobre lo poco o mucho que les queda al medirlas en esas
unidades, sorprendiendo con preguntas sobre detalles de su puesta en libertad meses
antes pero evitando pensar en el día a día que se les hace más largo y difícil de
gestionar. Cabe mencionar aquí cómo se produce una situación especial relacionada con
los menores que están a la espera de juicio y por tanto no tienen una meta por la que
seguir avanzando ni posibilidades, a priori, de salir. Para ellos la estancia es un
internamiento sin metas establecidas por lo que sus únicos privilegios estarán dentro del
centro.

Relacionado con lo expuesto anteriormente en el análisis desde la teoría de roles, vemos


cómo, a pesar de que el liderazgo siempre tendrá algo de innato en el carácter de cada
menor, podemos observar que la situación en el proceso de internamiento marcará
mucho el desempeño de éste. De esta forma, y al igual que explicábamos antes,
podemos encontrar una bifurcación; por un lado un liderazgo formal desempeñado por
los educadores y figuras de autoridad formal reconocidas, que vigilarán y tutelarán al
menor en todo momento, y junto a los que se erigen como líderes otros menores más
antiguos, que tienen fases más avanzadas y que saben cómo actuar para no perder
créditos, hacer las actividades llevaderas y en un clima propicio. Por otro lado, los que a
pesar de llevar un tiempo en el centro siguen en fases primarias, con lo que demuestran
su inconformidad con las pautas marcadas e intentan arrastrar al resto del grupo hacia su
comportamiento o simplemente buscarle problemas a algún compañero. Esta dualidad
estará presente en todas las actividades y habrá una confrontación latente durante todas
las actividades y el internamiento en general.

Al igual ocurre con los roles a desempeñar que ya hemos analizado. Como en otros
ritos, cada actor presenta un papel que deberá desempeñar y será esa función la que será
evaluada. De esta forma, tanto menores como trabajadores desempeñan un papel dentro
del rito,162 desde las figuras de mediadores de los educadores que se situarán a medio
camino entre facilitadores y figuras de autoridad, al menor que desempeñará el papel
que se espera de él para ir atravesando todas las fases del rito y alcanzar cotas mayores
de autonomía.

162
El ejemplo que analizábamos dentro de los decires y los haceres con los que todo el CIMI se
comportaba de manera espontánea, tal como se esperaba que lo hiciese ante la visita de un canal de
televisión es un buen ejemplo de ésto.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

A través de estos comportamientos diarios el menor comenzará a doblegarse en cuanto a


su conducta. Así, poco a poco, comenzará a interiorizar la conducta apropiada en todo
momento, el hábito del estudio a las mañanas acompañado de la actividad de talleres de
las tardes y otras estructuras como las del sueño, higiene y alimentación que
comenzarán a introducirse en su comportamiento.

Será en este momento cuando comience la tercera fase del rito, el proceso de retorno a
la sociedad, el reingreso de nuevo en el grupo.

—Muchos vuelven hechos polvo. Todo lo que habíamos trabajado durante meses se les
ha olvidado en un día y medio en sus casas.

Una vez alcanzada una etapa consolidada de su medida, el menor comenzará a reclamar
como parte de su recompensa las progresivas salidas a la calle. Como hemos visto, la
normativa del centro tiene prevista una gradación de éstas que pueden ser: una salida
educativa —acompañados de un educador—, una salida familiar por las proximidades
del centro con su familia; una salida familiar con pernocta —por lo que podría dormir
en su casa— o permisos extraordinarios de mayor duración.

De esta forma se establece una progresión en su vuelta al exterior con la que pautar y
controlar, en la medida de lo posible, su retorno.

En estas primeras salidas, los resultados son paulatinos y controlados poco a poco. De
esta forma se va observando la evolución del menor y podemos ver el estado del rito.
Tras sus primeras salidas, los controles de tóxicos, las entrevistas con familiares y la
observación del menor, les dará información sobre si el cambio se ha realizado de
manera exitosa o no ha producido un corte con su yo anterior provocando una vuelta
atrás en su internamiento.

Si no es así, continuará ese camino de retorno donde es habitual ver cómo los menores
tendrán que comenzar a resolver nuevos conflictos que les aparecerán. Tras el cambio
que supone su internamiento, se abrirá para muchos de ellos una nueva situación social
a la que tendrán que hacer frente y para la que se han estado preparando. Independizarse
de sus familias, buscar trabajo, seguir sus estudios de manera autónoma o
reincorporarse a su familia serán algunos de los retos que tendrán que asumir tras su
definitiva puesta en libertad y que comienzan a trabajarse en estas salidas.

323
Ignacio Alcalde Sánchez

En las primeras salidas se marcarán objetivos sencillos, tales como un comportamiento


adecuado (generalmente en salidas escolares), para ir progresando en la convivencia con
la familia (conversaciones con los padres, tiempo en el hogar, etc.), la resolución de
algún trámite burocrático o la búsqueda de empleo. Todo ello cotejado posteriormente
por el centro para seguir su desarrollo.

Será en esta etapa donde el menor vuelva a tener contacto con su vida anterior y supone
el mayor riesgo en todo el proceso ritual. Tras este primer contacto aumenta la
posibilidad de no-retorno o la vuelta a hábitos anteriores, poniendo en riesgo todo el
trabajo realizado en etapas anteriores.

Para muchos de estos actores vemos como no caben las medias tintas para la eficacia
del rito. O se produce un desarraigo total en el que el menor a la vuelta a su entorno se
sienta como un extraño entre los que antes eran los suyos, algo similar a lo que puede
ocurrir con algunos jóvenes cuando se insertan en otras instituciones que pasarán a ser
las que pauten su comportamiento tanto social como político o económico (como por
ejemplo la universidad)163 o no se produce esa desconexión y por tanto el ritual puede
fallar.

Es por esto por lo que algunos menores, paradójicamente a lo que se puede presuponer,
comiencen a sentir ansiedad y miedo ante su puesta en libertad, ya que les abre un
nuevo escenario desconocido para ellos y al que no podrán hacer frente con las
herramientas utilizadas anteriormente.

Los conflictos de poder en el seno familiar, el entorno social por el que transcurría, la
toma de decisiones, ya de manera libre y responsable o la gestión de su futuro, serán las
preocupaciones que invadan al menor en esta etapa.

Este progresivo retorno, ya como joven resocializado comenzará a notarse a través del
cambio en su imagen personal. Como decíamos anteriormente, es común que los
menores aprovechen su salida para cambiar su imagen y hacer ver que ya han salido.
Tal como veíamos en la construcción de su identidad, tatuajes, cortes de pelo o cambios
en su ropa lo denotan rápidamente y muestran cómo el menor ha cambiado,
comenzando a fraguar otra imagen, ahora de persona diferente a la de su llegada.

163
Tal como decíamos en nuestro análisis sobre las instituciones, éstas son poderosas en cuanto a la
capacidad de configuración de las necesidades y modos de actuación.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

En el momento de la salida definitiva, también podemos observar como el rito tiene


unas estructuras comunes para todos. De esta forma, los menores comienzan a contar
sus días y a amenazar, fruto del nerviosismo o de la frustración, con el comportamiento
que van a tener cuando se acerque el día señalado abriendo para ellos mismos dos tipos
de salida. Una, con un retroceso de sus privilegios con la que da testimonio del fracaso
del internamiento y por la que el menor se iría desde la misma fase con la que inició.
Esto se produce con menores en los que se valora su potencial peligrosidad para el
grupo por lo que se evita un posible acto de violencia en su despedida y ante las
primeras amenazas se retrocede en su progreso. Otros en cambio, abandonan el centro
desde su situación final, pudiendo despedirse de los compañeros y consolidando en
muchos casos ese sentimiento de confraternización que continuará más allá del centro.

Este sentimiento de communitas les llevará en muchos casos a crear grupos sociales
posteriores al internamiento que continuará desarrollándose. Tal como aparece en
algunos ritos sexuales de agregación, hemos presenciado conversaciones en las que
intentaban arreglar parejas entre sus familiares, 164 estableciendo nexos que irán más
allá del sentimiento de pertenencia a un proceso común para comenzar a introducirse en
su familia.

Es interesante dentro de ese sentimiento de communitas cómo, al igual que en otros


ritos, a pesar del sufrimiento pasado, los menores tendrán un recuerdo satisfactorio del
internamiento y recordarán el paso por él como una experiencia más en sus vidas que
rememorar, al igual que ocurre en otros muchos ritos, ya que marcan el paso hacia su
vida adulta.

—Si no crees es porque no te ha hecho falta, porque no has estado aquí dentro.

Junto al análisis del plano religioso con el que enfocamos el internamiento como un rito
de paso, debemos analizar aquí también otros aspectos de la religión de los que
hablábamos al comienzo del capítulo ya que, la magia, las creencias o los diferentes
mitos creados dentro de sus muros también nos ayudarán entender cómo se configura,
mantiene y reproduce su cultura.

164
Es habitual que los menores, aún siendo de lugares relativamente lejanos, queden en sus salidas, por lo
que interrelacionarán con sus grupos de amigos y familiares, surgiendo nuevas relaciones entre ellos.

325
Ignacio Alcalde Sánchez

No es habitual que los menores presenten un perfil religioso muy acentuado, esto es,
que tengan una formación y tradición religiosa muy formada y mucho menos que sean
practicantes habituales de los ritos de algunas de éstas. La mayoría de ellos han sido
educados dentro del cristianismo —católico o protestante evangélico—, o del islam,
pero no demandan una atención especializada en este sentido.165 De hecho, tan solo los
menores musulmanes, que representan entre el 7 y el 12% de la población total de
menores, demandan poder cumplir los preceptos relativos al Ramadán, aunque el resto
del año no sigan las costumbres religiosas.

Pero al margen de la formación religiosa que cada menor pueda traer del exterior,
aparecen aquí una serie de pequeñas leyendas y creencias que se mantienen en el tiempo
y que sí nos resultan especialmente interesantes para nuestro estudio. Unas pasando de
unos menores a otros a través de la transmisión oral, otras, desapareciendo y volviendo
a aparecer en intervalos, por lo que constituyen un amasijo de ideas en torno a las que
podemos comprobar los diferentes significados sobre la magia o la religión que existe
en el CIMI y con las que se da explicación a muchos de los sucesos de los que
desconocen sus causas.

En este sentido, las creencias y supersticiones desarrolladas por los menores en relación
a su puesta en libertad anticipada o las decisiones de las comisiones educativas sobre
sus salidas se ponen de manifiesto en hábitos y creencias sobre la suerte o el
comportamiento de esos días. Resulta destacable como ejemplo el significado que le
dan a la llegada de un fax con su mandamiento de libertad de manera inesperada, algo
que ocurre en pocas ocasiones pero que arrastra un significado casi mágico para los
demás, que no entienden las razones judiciales o burocráticas que hay tras él y lo
atribuyen, en muchas ocasiones, a aspectos relacionados con la suerte o la fe.

Del mismo modo, a través de numerosas explicaciones paranormales pueden relatar los
numerosos ruidos y movimientos que perciben desde sus cuartos, creando así un sinfín
de leyendas sobre espíritus o fantasmas que moran en el CIMI. Es habitual escuchar a
los menores como se alimentan el miedo unos a otros o se gastan bromas sobre historias
que han escuchado o sucesos que se han producido en el centro. Éstas, en muchas
ocasiones son narradas por los propios educadores en tono jocoso con lo que tratan de

165
La legislación referente al internamiento de los menores recoge el tratamiento de las confesiones
religiosas. Véase art. 39 R. D. 1774/2004
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

quitarle importancia ante el nerviosismo de algún menor más proclive a sugestionarse


con estos temas.

De la misma forma y teniendo presente que muchos provienen de culturas donde la


superstición o la magia tienen fuerte arraigo, estas creencias pasan a mayores tratando
de evitar en todo momento algunas palabras o conversaciones relacionadas con ciertos
temas como la enfermedad, la muerte o las diferentes costumbres acerca de la manera
de no perder los créditos u obtener otros privilegios.166

Los miedos propios de esas edades tempranas, las historias sobre fantasmas o inquilinos
anteriores, así como una serie de imágenes comunes acerca de algunas visiones extrañas
o comportamientos irracionales son habituales entre todos ellos, creando todo un corpus
de imágenes recurrentes que son compartidas y conocidas por todos ellos, lo que
también les ayudará a cohesionar al grupo, que pasará a compartir un grupo de creencias
exclusivas y propias de este entorno.

Lo que nos resulta especialmente interesante de este aspecto es cómo éstas historias
desparecen con el tiempo y vuelven aparecer, si no las mismas, bajo máscaras muy
similares, con lo que los menores se asustan unos a otros o se bromean. El estrés por
estar encerrados, los miedos a lo desconocido o la infinidad de situaciones que se
producen en un espacio en el que conviven tantos sujetos provocan estas explicaciones a
lo desconocido, que acaba configurando toda una amalgama de miedos e historias
comunes y recurrentes. Un conjunto de creencias que son compartidas por todos,
practicadas por unos y conocidas por otros, pero comunitarias, convirtiéndose en
leyendas que construyen todo un imaginario colectivo y, de este modo, refuerzan la
identidad grupal del CIMI.

Lenguaje
Comenzando por las ideas que se proponen desde la Antropología Lingüística y
Cognitiva en las que se estudia la configuración cultural en función del lenguaje —la
canalización de la experiencia que diría E. Sapir (2003)— y continuando con los

166
De la misma manera que en la TGS nos referíamos a algunas situaciones límites que no se atravesaban
por miedo a las consecuencias, aquí también existen unos límites en cuanto al respeto a las creencias o los
insultos tolerados y no tolerados. Los márgenes y las transgresiones, junto a los códigos internos de
cohesión se entrecruzan así como una amalgama de valores propios.

327
Ignacio Alcalde Sánchez

preceptos que emanan desde la Sociología Crítica en las que la estigmatización del
menor tendría como fundamento principal el uso de determinados conceptos —tal como
analizábamos en el apartado sobre los conceptos empleados—, vemos como el lenguaje
empleado dentro del CIMI también adquiere importancia para nuestro análisis. Tanto el
lenguaje que allí se emplea, que nos servirá para su análisis, como las definiciones
empleadas en torno al menor, que también nos aportarán información sobre la
concepción que la sociedad tiene de éste.

Comenzando con las ideas arrojadas por E. Durkheim y M. Mauss, vemos como la
configuración de esquemas mentales con los que ordenar y someter el entorno conlleva
la creación de categorías analíticas con las que clasificar cada objeto o idea. Es por esto
por lo que, tal como nos dice Venceslao Pueyo (2012: 9), la producción social requiere
de un sistema que ordene y separe individuos, que jerarquice quiénes somos nosotros y
quiénes son los otros, configurando la inclusión y la exclusión, nombrando a unos y a
otros. De esta manera, al etiquetar, estigmatizamos, cambiando la identidad al menor
que deberá buscarse un nuevo hueco en la sociedad, arropado ahora por esa nueva
categoría. Siguiendo el enfoque de E. Goffman o R. K. Merton, vemos como se trata de
un tipo de profecía autocumplida. Aquí, la presión social fruto de esa situación de
anomia que estudiaban estos autores, funciona en ese proceso de desviación.

— A mí no me llames delincuente que yo no he cometido ningún delito. Aquí estoy como


infractor.

Autores como S. Becker o E. Lemert, analizados anteriormente, afirmaban que los


menores comenzarán a asumir su rol de delincuentes después de haber cometido esos
delitos, una vez que la sociedad les haya impuesto ese nombre. Someter al sujeto a
tratamiento e internamiento supondría para el menor que éste asuma definitivamente su
nuevo rol, ahí empezaría su proceso de transformación (Lemert, 1964). En el mismo
sentido y relacionado con la teoría de roles que analizábamos previamente, vemos,
como García Molina (2008: 21) afirma, que el crimen es el resultado del ejemplo,
entrenamiento e imitación, por lo que el internamiento sería una etapa más en ese
proceso de formación del menor.

En esta línea, M. Foucault (2005 [1968]) en su análisis sobre las categorías analíticas
que manejan los sistemas expertos afirmará que el nombre crea al grupo que nombra,
por lo que debemos analizar qué nombre y atributos le damos a éstos para entender que
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

percepción y, al mismo tiempo, que construcción mental tiene la sociedad respecto a


estos individuos. Así, menores infractores, jóvenes delincuentes, desviados o
marginados, muestran toda su importancia. De ahí que analizásemos previamente cada
uno de estos conceptos y su uso en los últimos años.

En nuestra observación etnográfica, vimos cómo algunos menores no aceptaban que se


les catalogase de delincuentes, ya que, según ellos, no era apropiado, incluso
despectivo, por lo que se lo tomaban en muchos casos como un insulto. Acostumbrados
a términos diferentes, les chocaba conocer, en alguna conversación que mantuvimos,
que el término delincuente provenía de delito y que por tanto podría ser un término, aún
en desuso, correcto. Afirmaban que no habían cometido ningún delito, asociando este
término a conductas mucho más graves y aunque a algunos les hacía gracia que los
catalogasen así, la mayoría lo entendían como un concepto ajeno a su rol que identifican
más con el de infractor. Una definición que, como veíamos antes, engloba una mayor
categoría, al tiempo que suaviza los posibles riesgos de estigmatización y que ellos
mismos tenían interiorizado, asumiendo ese rol de menores e infractores. Aunque por
otro lado, los catalogase como menores, haciendo hincapié en esa incapacidad para
decidir por ellos mismos, convirtiéndolos en sujetos pasivos en la toma de decisiones
sobre ellos mismos.

—Yo hoy dejo de estar en cautelar y me ponen sentencia firme. Así que me tiene que
refundir los créditos, me quedo en fase 2 avanzada y me pueden valorar para un
recurso. Además, en dos semanas me levanto con fase 3 y sumando +18.

Si decíamos antes que había dos enfoques respecto al análisis de lenguaje, uno era desde
una perspectiva general, donde los enfoques del labelling mostraban sus ideas, el otro
sería respecto al estudio del lenguaje que allí dentro se utiliza y que encauza su cultura.
Vamos ahora a analizar brevemente los diferentes elementos asociados al lenguaje
desde este punto de vista, que allí observamos. De esta forma, comenzando por la jerga
—propia de cualquier entorno en el que se comparte una experiencia cultural distinta y
acotada—, el número de expresiones exclusivas de estos espacios y la configuración de
éste con una nomenclatura propia veremos cómo existen espacios en el que su uso es
muy significativo.

Y éste es el caso del CIMI. Tal como podemos observar con el ejemplo con el que
encabezamos este apartado, el vocabulario empleado en el CIMI, tanto el que se

329
Ignacio Alcalde Sánchez

desprende de los formalismos técnicos provenientes de las diferentes normativas y


legislaciones que acaban formando parte del día a día (PIEM, cautelar, vista, ID, etc.),
como los propios términos desarrollados en este entorno (hogares, parte de pertenencias,
registro, familiar, corrección, etc.) conforman un amasijo de expresiones con las que
familiarizarse dentro del CIMI ya que aparecerán en las conversaciones diarias de éste,
por lo que distinguen y excluyen a los que no están familiarizados con él.167

Tal como veíamos en el análisis desde los ritos de paso, a lo largo de las primeras fases
de internamiento, el menor habrá adquirido un conjunto de hábitos con los que se podrá
mover por las actividades del centro como un miembro más, formando parte del grupo y
de la institución ya que nacerá y se desarrollará esa confraternización con el resto de
trabajadores y lo manifestará compartiendo estos códigos. Usando un vocabulario
específico referente a su medida, con el que comunicarse no sólo con los trabajadores,
sino también con otros menores. De esta forma, palabras como cautelar, para definir a
los menores que aún no han tenido juicio, fase 1, 2, 3 o autónomos para referirse a la
situación del menor, hogares, zona común, la ele, h1, h2, h3 ,h10 o ingreso para
referirse a los espacios, faltas, aperturas, leves, graves para las sanciones, dieta blanda,
mínimo, comer en bandeja o árabe para los términos empleados en el comedor,
registro, cacheo, u otras menos educativas como chabolo, comer centro, etc. son una
muestra del vocabulario específico con el que toda la comunidad se familiariza y se
emplea habitualmente.168

Al mismo tiempo, la capacidad de comunicarse con señas en los silenciosos registros o


cruce de pasillos, donde aprovechan para dar recados, darse recuerdos o contar qué tipo
de sanción le han impuesto o el hábito de mirar sus créditos cada mañana al abrir sus
cuartos y comentar cómo van, son ejemplos habituales de cómo las conversaciones se
llenan de vocabulario específico que sólo se utilizará dentro de estos muros.

—Compañeros vamos a liarla.

Junto a este vocabulario especial y exclusivo de este entorno, que marcará y hará
reconocibles a los que lo han frecuentado, surgirán unos tabúes que también se

167
Lo mismo ocurre desde el plano profesional donde expresiones como dar la cara, ir al suelo, ID, FL,
etc. forman parte del trabajo diario.
168
Esto lo pudimos comprobar en la conversación que tuvo lugar con un menor que había sido
incorporado por error a la actividad de escuela, llevando interno sólo doce horas. Su mirada de extrañeza
absoluta y desconcierto ante las preguntas de los demás sobre su medida o fase, eran más que evidentes,
ya que no entendía ni cuál era su fase, ni que significaba cautelar o el significado de los créditos.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

conocerán y se compartirá en el CIMI. De esta forma, la idea del motín, la fuga u otras
formas de incitación a la violencia o la puesta en acción de procedimientos no pautados
(no se sabrían las consecuencias de esto), están totalmente reprimidos y ahogados, de tal
manera que se corta cualquier tipo de comentario desde el comienzo. Quizás sean de los
pocos temas de los que no se permite ni tan siquiera bromear entre los menores que a
menudo andan jugando al límite de la legalidad con otros temas, pero que en este caso
son apercibidos desde el comienzo de su internamiento, creando y alimentando ese tabú
que poco a poco comienza a cargarse de significado para los menores.

De igual forma se convierten en temas no mencionados los miedos y sufrimientos que


los menores pasan en su primera fase. Es común que durante los primeros días los
menores sufran la ansiedad y el miedo típico de estar encerrados. Así que, una vez
desarrollado ese sentimiento de communitas entre el grupo del que hablábamos antes,
surgen algunos tabúes respecto al llanto o a los temores de esos primeros días que
fueron vividos en soledad, que se antojan pasados, pero que se reconocen entre todos
ellos, guardándose en un silencio compartido que es reconocible por todos, incluso los
trabajadores que conocen y respetan esta situación.

Finalmente, dentro de este análisis sobre el lenguaje empleado en el CIMI, debemos


hacer una mención específica al fenómeno que se produce en estas instituciones, en
torno a expresiones que, progresivamente, han adquirido connotaciones no deseadas,
por lo que, eufemísticamente, son sustituidas por otras. Esto, que daría para un análisis
por sí solo, ya que no se tratan de sinónimos, que tendrían un significado idéntico, sino
de expresiones aproximadas, de donde podemos extraer otros significados y razones
para su uso —tal como mencionábamos en nuestra exposición sobre la Etnoliteratura—,
construye todo un glosario de expresiones y acepciones que nos muestran como la
presión mediática y social ejercida sobre el CIMI, así como la importancia del etiquetaje
del que hablábamos antes, surte efecto y hace que se cuide mucho el vocabulario
empleado en torno a ciertas acciones. Hogares para designar el salón común, corrección
educativa para las sanciones, contención física para las acciones de los agentes de
seguridad o indicaciones para las órdenes directas serían algunos ejemplos de esto, en el
que el eufemismo, el tabú o los sinónimos, comienzan a ejercer sus funciones y nos
darían pistas sobre la conformación cultural que conllevan.

331
Ignacio Alcalde Sánchez

Simbología
No podíamos terminar esta etnografía sin hacer un apartado específico referente a la
simbología. Al igual que hemos realizado con la identidad grupal, la simbología
realmente ocuparía transversalmente todo nuestro análisis y, de hecho, ha aparecido en
todos nuestro epígrafes anteriores, pero necesitábamos desarrollarla específicamente en
uno propio para que no se quedasen en el tintero algunos conceptos que aún no habían
sido mencionados, al tiempo que concluíamos esta etnografía.169

Así, siguiendo a los clásicos en el campo de la Antropología Simbólica —C. Geertz o


V. Turner entre otros— vemos como el símbolo es un signo interpretable, que establece
una relación no intrínseca, dialéctica, entre dos elementos culturales diferentes.
Pertenece al inconsciente, al plano psíquico donde evoca, representa o revela su
significado. Dice C. Lisón (2014: 13) que el símbolo es complejo, inagotable, plural,
difuso, arbitrario y plurívoco. Se rige por asociaciones culturales de ideas, reglas y
nudos que requieren la cooperación del intérprete. A lo que podemos añadir lo que nos
dice H. Velasco (2007: 128) incluyendo que son inacabados, dinámicos, consensuados y
atienden al plano psicológico. De ahí el poder del símbolo en la comprensión del ser
humano.

Tal como nos indican las teorías de C. Geertz (2003), conocer una cultura es
comprenderla para después poder interpretarla para los demás. Y para esto debemos
adquirir un conocimiento profundo de sus estructuras significativas. Ir bajando de nivel
a través de sus símbolos hasta conocer las pautas primarias de configuración y
comportamiento. Y ahí radica la importancia de los símbolos, entendidas estos como
herramientas con los que conocer a este grupo.

Responden al fin último de la Antropología, la cultura, entendida ésta como un conjunto


de símbolos compartidos que se transmiten y manejan, de modo que toda conducta
humana es acción simbólica. De este modo, para los antropólogos interpretar una
cultura supone entender los símbolos que ésta maneja.

—El que ha pasado por un centro lo reconoce rápido.

169
El análisis del simbolismo que se produce en la construcción de la identidad individual y la
importancia del cuerpo como elemento simbólico, el análisis hecho desde la perspectiva arrojada por
Baudrillard y la adquisición de símbolos que nos identifiquen, la simbología en los ritos de paso o las
marcas corporales, son algunos ejemplos de esto.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Esta representación del internamiento será compartida por todos los menores y por
todos los actores que allí comparten esa cultura. Las actuaciones, el vocabulario o los
procesos se desprenderán de su significado original para pasar a formar parte de otro,
ahora en el plano simbólico. Cuando se cierra la puerta desde dentro, que no tiene pomo
por ese lado, la ansiedad de sentirse encerrado, las noches, los créditos, las correcciones,
los cacheos e incluso los movimientos se convierten en símbolos reconocibles por todos
ellos que compartirán y cobrarán especial sentido a partir de este momento.170 El ritual
previo a la puesta en libertad, despidiéndose de todos, las marcas por las autolesiones o
la alambrada de espino, se desprenderán de su significado original para pasar a formar
parte de un imaginario colectivo bajo el que se reconocerán todos los agentes que
forman parte del CIMI.

El cuerpo normado que ya hemos analizado a través de los preceptos de Foucault, la


violencia estructural que actúa con la eficacia simbólica de ser compartida por todos y
que se palpa en cada pasillo y se simboliza en los grilletes o el sonido de las cerraduras,
la ropa similar para los recién ingresados, los zuecos de goma para los que no tienen
calzado o están enfermos, los tatuajes y las pulseras similares, se convierten así en
símbolos del internamiento reconocibles por los miembros, que poco a poco
interiorizarán y usarán para configurar el grupo del que forman o han formado parte.

Y de la misma forma, todo el CIMI como conjunto se convertirá en un símbolo en


cuanto a que se desprende de su significado terrenal y objetivo, recubriendo la estancia
de los menores de un legado vital y cultural que les dejará una huella indeleble para el
resto de sus vidas. Convirtiéndose así en un símbolo que identificará y aglutinará a
todos los que por allí hayan pasado.

170
En algo que coinciden todos los menores, como ya mencionábamos anteriormente, es que en el
transcurso de los primeros días como una experiencia muy dura. Todos los menores reconocen que tral el
momento en el que ―te cierran la puerta de tu cuarto‖ todoa esa nueva realidad les embarga y no se les va
a olvidar jamás.

333
Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Parte 3 Concluir

335
Ignacio Alcalde Sánchez
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Capítulo 13. Conclusiones

Hasta aquí nuestra parte etnográfica, con la que construimos todo el amasijo que nos
permitió corroborar la formación teórica adquirida en la primera parte y cargar de
significado las categorías analíticas con las que estudiamos el CIMI.

Llegamos ahora, por tanto, a la parte alta de nuestro edificio con el que culminar nuestra
investigación y estar en situación de arrojar algunas conclusiones respecto al CIMI y sus
procesos culturales.

Para ello, dividiremos nuestros contenidos en dos bloques diferenciados. Por un lado,
todas las aportaciones referentes al internamiento y el menor como protagonista de éste.
Las diferentes conclusiones obtenidas a partir de los diversos enfoques teóricos que
hemos realizado y que nos han permitido esgrimir y entender lo que allí ocurre. Teoría
de sistemas, sistemas expertos, teoría de roles, ritos de paso o instituciones como
elementos que ya aportan conclusiones por sí mismos y que se fusionarán en uno solo,
nuestra investigación, con la que arrojar mayor entendimiento al fenómeno de los CIMI
y el internamiento de menores infractores.

Por otro, conclusiones acerca de nuestro enfoque procedimental y las herramientas


empleadas para nuestro estudio que, creemos, deben ser resaltadas también. Aspectos
relacionados con la Antropología, la etnografía o los roles adoptados por el investigador
que también han producido algunas conclusiones y que conviene destacar en este último
apartado.

Y junto a estas, algunas de las conclusiones que no se presentan de manera definitiva y


cerrada sino como vías con las que seguir investigando. Posibles caminos con los que
retomar esta investigación, que serviría de base sólida, y con las que lanzarnos a otros
temas concretos que no han ocupado el grueso de nuestro trabajo pero que han
aparecido y suponen elementos suficientemente argumentados como para su
continuación.

Como decíamos al comienzo de este trabajo, toda investigación se plantea con el


objetivo de la revisión de los contenidos ya trabajados, como extensión de lo realizado
hasta entonces o como innovación dentro de un campo de trabajo. Y tal como

337
Ignacio Alcalde Sánchez

aclarábamos entonces, nuestro trabajo se presentaba como una mezcla de los tres, en el
que se pretendía revisar lo escrito hasta ahora, aportando el punto de vista de otras
fuentes teóricas; extender lo dicho sobre los menores, a través de una mirada etnográfica
más profunda e innovar en cuanto al enfoque y la concepción del centro. De esta
manera, aglutinaba las premisas básicas de toda investigación, que ahora nos
disponemos a concluir.

Respecto al internamiento y el CIMI

Desde el comienzo de esta investigación hemos intentado exponer desde la


Antropología lo que supone culturalmente un CIMI. Para ello, lo hemos analizado como
una comunidad cultural que encierra todos los rasgos propios de cualquiera de estos
grupos, al tiempo que la hemos catalogado como una institución con unas características
especiales y diferentes.

La necesidad de diseccionar esta comunidad en diferentes esferas de significado nos


hizo echar la vista atrás, a las etnografías y estudios antropológicos clásicos, con los que
ayudarnos y tomarlos como modelos para realizar nuestro estudio. Así, economía,
política, territorio o religión surgían como apartados en nuestro trabajo. Pero junto a
estas herramientas etnográficas básicas, necesitábamos otros enfoques distintos que,
creíamos necesarios y claves para nuestro análisis. De esta manera, la teoría de sistemas,
los sistemas expertos o teoría de roles aparecían también en nuestro estudio. Y además,
no podíamos olvidarnos de los pilares básicos para la comprensión del internamiento,
que tradicionalmente se han utilizado, así que las aportaciones desde la Sociología, la
Historia o la Criminología eran más que necesarias.

De esta forma intentábamos explicar qué supone el encierro allí y qué supone estar
internado. Cómo se configuraba el CIMI como una institución propia que marca de una
manera definida a los que pasan por él. Un objetivo complejo, de ahí que la forma de
abordarlo también lo fuera y necesitáramos estos enfoques tan diversos.

Y cada uno de ellos, a medida que realizábamos nuestra investigación aportaba sus
propias conclusiones al trabajo final. Aspectos relacionados con una u otra materia, se
interrelacionaban con los contenidos principales de otras, al tiempo que nos abrían
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

posibles vías de investigación con las que seguir profundizando en nuestra etnografía.
De ahí que, a continuación, desde cada uno de esos bloque teóricos mostremos sus
principales aportaciones, aunque finalmente se fusionen bajo nuestro enfoque. Un
trabajo complejo y sinuoso que —bajo nuestra postura sobre la cultura entendida desde
la Antropología— tratamos de englobar como uno solo.

Comenzando por los ritos de paso vemos como resulta un enfoque muy útil para
simplificar y comprender los diferentes estadios por los que pasa un menor y la
simbología de estos, una manera de entender y explicar el internamiento que resulta
muy eficaz.

Si entendemos el internamiento de los menores como un rito de paso, nos puede resultar
más fácil entender lo que allí dentro ocurre y el significado que éste tiene para sus
actores. De esta forma, y a modo de metáfora, vemos cómo los ritos de paso son
necesarios para todas las sociedades y en este caso, las medidas de privación de
libertad se convierten en un rito de paso especial, por el que la sociedad parece
volver a reincidir en la importancia del paso de la infancia a la vida adulta y cómo en
estos menores no se ha realizado de manera propicia. Por lo tanto se trataría de un re-
rito de paso con el que volver a marcar las fases que tienen otros rituales de la sociedad
y con los que se introduce al joven en la vida adulta.

El internamiento sería así una repetición de fijación de los valores que el joven ha
debido adquirir a través de otros ritos presentes en la sociedad actual, tales como el
instituto, el primer empleo, salir fuera a estudiar, etc. y que le habría situado en las
puertas de la vida adulta pero que al haber fracasado o no haberse producido, se
condensan aquí, desprovistos de ese halo de voluntariedad y reescritos bajo otras
fórmulas en un internamiento obligatorio con una finalidad educativa y resocializadora.
Un re-rito con el que dar una oportunidad extra a esos menores. De esta manera, el
rito configurado bajo nuevos parámetros, ahora dentro de una institución diferente
que viene a sustituir a las tradicionales, que han fallado, se erige como nueva modo
de actuación.

Si seguimos la clasificación que hacíamos de A.V. Gennep, vemos como dentro de este
rito se incluyen otros que también nos son útiles para analizar el internamiento.
Depende de dónde pongamos el foco del nosotros y el otro, obtendremos varias
conclusiones diferentes. Así, tendremos que puede ser de separación si entendemos que

339
Ignacio Alcalde Sánchez

se separa de la barriada o pueblo en el que vive, de margen cuando retrocede y se le


separa durante un tiempo aislado de sus compañeros o de agregación cuando se une al
grupo mayor tras su fase de ingreso. De esta forma, se presentan los tres tipos de ritos
que coinciden con esas tres etapas del ritual, al mismo tiempo que podemos evidenciar
la complejidad de este proceso.

Junto a esto vemos que el rito siempre funciona. De una forma u otra, el internamiento
y el proceso de mutación del menor, surtirá en él un efecto en uno u otro sentido,
deseado o no; planificado o espontáneo; pero que será evidente. El paso por el centro de
menores surtirá un cambio en ellos.

De esta forma podemos observar como, por un lado, los resultados que se pretenden,
llegan para algunos menores, suponiendo el internamiento un proceso por el que la
reflexión y las herramientas que se emplean, les permiten reengancharse al sistema
educativo de nuevo, conseguir su primer trabajo o limar los problemas familiares;
creando un nuevo comienzo, ya como otras personas, y consiguiendo el paso a la edad
adulta de manera exitosa.

Pero por otro lado, también tiene otros efectos no tan deseados y que son parte de este
rito de paso. Así, el refuerzo positivo que el menor encontrará en su entorno, como
joven delincuente que ya ha conocido el internamiento o ponerle en contacto con
jóvenes en situaciones similares a la suya, serán otros de los resultados que tenga este
rito. Para estos menores, que provienen de entornos marginales y familiarizados con el
encarcelamiento, el internamiento se convierte en un paso obligado y una auténtica
prueba (rito de paso) en el proceso de integración de su comunidad. Con éste, se
demuestra que se está preparado para la vida adulta, sin cuestionarse tener que
abandonar ese modo de vida sino todo lo contrario y que muy posiblemente le pueda
llevar a futuros internamientos, ya no en centros de menores sino en la cárcel. Para estos
menores, el paso por este centro y el ritual de la medida se observa como natural y nada
traumático, muy alejado de lo que prevé la legislación al respecto.

Se consigue en estos casos una pérdida del miedo a estas situaciones y se establece la
iniciación al modo de vida de la privación de libertad, reforzando su trayectoria y
despojándolo del temor a futuras medidas o a instituciones similares. Es decir, el
internamiento como un refuerzo positivo y rito de entrada en esa determinada
cultura.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Y además, en otros casos, existe una tercera vía. Algunos menores se quedan anclados
en ese estado de liminalidad. En dicho estado se sienten cómodos con una desposesión
material y sumisión ante una autoridad directa y un comportamiento pautado, haciendo
de él un modo de vida deseado. Es en estos menores donde se observa una situación
paradójica: en su vida anterior y en la proyección que tienen de su vida posterior no se
plantean unos niveles de comodidad o seguridad similares a los que se han gozado aquí.
Por lo que no solo no querrán abandonar ese estado de no-persona, sino que elegirían
quedarse en él. Es en estos menores donde el trabajo del rito se realiza de manera fácil
pero evidencia una falta de funcionalidad, al no tener una finalidad definida, efectiva y
deseada, por lo que debería enfocarse desde otra perspectiva. Esto, que lo
relacionaremos con el concepto de desculturación (también denominado
deshumanización) de Goffman, la desposesión del yo anterior o la sustitución de las
instituciones tradicionales, supondrá uno de los grandes riesgos a los que se
enfrenta el menor en su internamiento y el CIMI como institución.

Junto a éstas aparece otra variable fundamental en el análisis del internamiento desde la
óptica del ritual y es su carácter forzoso. Frente a la voluntariedad de otros ritos que
permiten al sujeto protagonista avanzar de manera decidida y voluntaria, aquí se parte
de una forzosa participación que intentará abrirse camino dentro del menor para que
acabe siendo voluntaria. Lo que lo convierte en un rito de paso especial, ya que su punto
de partida es diferente a los comentados hasta ahora.

También vemos como el aspecto simbólico tiene un significado especial, ya que se


encontrará aparentemente vacío de ese significado que todos los ritos de paso tienen y
en cambio, estará fundamentado desde dentro por una secuencia de etapas basadas en
principios pedagógicos, jurídicos y psicológicos. Pero decimos aparentemente, ya que
como hemos analizado, la simbología presente en el internamiento será constante. E
incluso para algunos de sus actores, como la familia o los propios menores, sí tendrá
este carácter mágico por el que se espera que el menor se transforme y simbólico, en
cuanto que se reconocerá bajo algunos emblemas. Una forma, también, al dotarlo de
carácter mágico, de asumir el riesgo que supone subordinarse al CIMI, entendido éste
como un sistema experto, tal como veíamos antes.

En esta línea, desde la óptica de lo analizado a partir de la construcción de la identidad


individual, vemos como desde el plano simbólico, el cuerpo adquiere otro significado

341
Ignacio Alcalde Sánchez

marcando en muchos casos el paso por el CIMI con unas huellas indelebles que se
reconocerán a partir de entonces. La ropa, las marcas o los gestos se incorporarán a la
identidad de cada uno que, estando en plena construcción, añadirán estos elementos a su
yo.

Desde este plano, podemos concluir también como es muy significativa la


incorporación del internamiento a la construcción de la propia identidad. Algo que
quedará señalado a través de las diferentes marcas que muchos de ellos se realizan y que
serán reconocibles por todos los actores que comparten esta comunidad.

Visto desde esta perspectiva, vemos de qué manera las marcas, dando el salto a otro
apartado analizado, siguen siendo un último reducto donde este tipo de simbología es
eficaz. El dibujo o la lesión siguen siendo símbolos cargados de significado que se in-
corporan a la identidad individual y grupal del sujeto; que son compartidos y
reconocidos por todos sus miembros.

Como si se tratase de diferentes categorías dentro de la simbolización, existirían dos


tipos de dibujos que cumplen unas funciones diferentes Por un lado, uno en el que
predominan las funciones estéticas y ornamentales, mientras que sigue existiendo otro
grupo en el que las marcas siguen siendo marcas o estigmas con las funciones
predominantes de inclusión e identificación grupal, y son éstas las que se pueden
observar en el CIMI.

El nivel de transgresión, el efecto provocado en la imagen del menor o las técnicas de


realización, siguen transmitiendo información simbólica sobre la cultura a la que
pertenecen. Lógicamente se identifican estos elementos en sujetos que se encuadran
plenamente en esos grupos. Que están insertos dentro de una cultura que algunos
autores ha denominado como culturas marginadas, en riesgo de exclusión social,
carcelarias, etc. y que continuarán empleando estos símbolos como elementos de
inclusión.

Es más, hemos visto como estos dos tipos de categorías conviven y comparten cuerpos
dentro del centro de menores. Y aún así son distinguibles, haciendo hincapié en nuestra
propuesta en las segundas, ya que hoy en día son las minoritarias y a pesar de que se
ven arrinconadas por las tendencias actuales sobre el cuerpo, continúan replicándose.
Siguen existiendo las marcas distintivas que el sujeto realiza en su cuerpo y con las que
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

el estigma —que hemos analizado a través de las teorías del labelling— se incorpora a
su identidad.

Respecto a la cuestión de sí el estigma tiene una función excluyente o inclusiva, vemos


como es una muestra de ambas. De afirmación y orgullo de su condición y al mismo
tiempo de abandono definitivo del nosotros, evidenciando (y advirtiendo) de su ―otro‖
estatus. No creemos que se realice para desintegrar del grupo sino para lo contrario. En
el entorno en el que se mueven y por el que están pasando, marcarse y exhibirlos es
parte normal de la conducta por lo que deben sumarse a ella. Lo raro sería no llevar
marcas. Se auto-estigmatiza aunque no sean conscientes de ello, al estar insertos en su
propia cultura. Realizan las mismas conductas que han visto, al igual que hacemos todos
dentro de nuestra cultura.

Llegamos así a una de las perspectivas clave en la comprensión del CIMI. El estudio
desde el prisma de las instituciones que, creemos, nos aporta la información suficiente
como para catalogar a éste de una manera singular y significativa con el que determinar
su significado y actuación. Así, el CIMI entendido como una institución tendrá dos
lecturas que aquí hemos intentado explicar.

Por un lado, el CIMI como institución, entendida ésta al modo que lo hicieron Goffman,
Coser o Foucault, de manera que no encaja de manera sencilla en ninguna de las
tres; sino que más bien las aglutinaría. El centro de menores se alza como una
institución diferente a las instituciones totales en cuanto a que difiere de los usos que
su autor plantea, al mismo tiempo que adquiere características de las instituciones
disciplinarias y voraces erigiéndose como una institución peculiar. De ahí el interés por
su estudio.

El CIMI adopta las formas de institución total en cuanto que recoge las funciones que
Goffman describía, aislando a los sujetos de la sociedad, que compartirán una actividad
común, internados en un espacio separado. Pero nosotros recubrimos este
internamiento, que será diferente al estudiado entonces, con un halo de cultura propia,
que configura este espacio de manera particular, ya que la obligatoriedad y la
reeducación así lo determinan. Y al mismo tiempo añade los aspectos propios de las
instituciones disciplinarias, donde el cuerpo y el poder se erigen como protagonistas y
de las instituciones voraces, ya que exigirá al menor abandonar cualquier atisbo de

343
Ignacio Alcalde Sánchez

cultura anterior. De esta manera, el CIMI se convierte en una institución diferente


donde se hace necesaria un nuevo enfoque.

Por otro lado, el CIMI como institución cultural, en el sentido que la Antropología hace
de las instituciones que encontramos en la sociedad y las funciones que cumplen dentro
de ésta, tal como las describíamos de la mano de C. Lisón o G. Bueno.

Entendido así, el CIMI se proyecta como una verdadera institución que configura las
actividades socioculturales de sus miembros, que pauta y coordina la forma de proceder
de estos y que sustituye a las instituciones tradicionales (familia, amigos, escuela,
trabajo, etc.) al haber fracasado en su intento anterior de incorporar al menor a los
diferentes aspectos de la sociedad. Se erige como institución cultural básica dentro de
la sociedad.

En esta línea nos parece muy interesante cómo el CIMI se puede entender como una
institución especial. Una institución que surge como consecuencia del fallo de alguna
institución tradicional —que posiblemente haya provocado la caída de todas las
demás— y por la que se erige como nuevo modelo que dicte las pautas de actuación. De
esta forma entenderíamos cómo el centro de menores se presenta —tal como hemos
seccionado en nuestra etnografía— como un sustituto de la escuela, la familia, los
amigos, el trabajo o todas juntas, ahora bajo un nuevo velo de actuación y envueltas en
una estructura donde la dominación y la voluntariedad deben coordinarse.

Es esto lo que le confiere ese significado tan especial y hace de los procesos que se
realizan en su interior un objeto de estudio tan complejo. Una institución especial
provisional que surge para paliar la falta de otras en el desarrollo del menor y que debe
ceñirse a ese papel provisional pero real en su actuación. Así, cumplirá los roles
asignados tradicionalmente a la familia, al sistema educativo, al grupo de amigos o a la
sociedad en general pero con la peculiaridad de que tendrá que devolvérselos a éstos
tras un periodo de tiempo.

De esta manera, vemos como el CIMI se convierte en una verdadera institución,


entendida ésta como un espacio sociocultural propio, excluido y excluyente donde se
vive una experiencia vital particular que distingue al que la comparte y lo reconoce
como parte del grupo. En definitiva, se articula como una comunidad cultural
propia.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

El análisis desde este prisma nos arroja también otras conclusiones importantes. El
riesgo existente en estas instituciones a que se vuelvan permanentes sería uno de los
principales problemas a los que se enfrenta. El CIMI entendido bajo este prisma de las
instituciones, se configura como una institución que, en caso de cumplir sus funciones
perfectamente, deberá desaparecer tras la salida del menor de él. De ahí que nosotros lo
cataloguemos como provisional. Pero en muchos casos, los menores quedan arropados
bajo esta institución, que la seguirán teniendo como referente para satisfacer muchas de
las exigencias que se encontrarán en su vida (falta de empleo, incapacidad para resolver
problemas con su documentación, relaciones grupales, etc.). Así, el CIMI, al margen de
la marca cultural que realiza en cada sujeto, puede convertirse en una institución
poderosa y permanente en aquellos menores que, por la falta de herramientas externas o
no habérselas inculcado correctamente, seguirán viendo al centro como respuesta ante la
mayoría de retos que se le planteen en el futuro o una opción más con el que
satisfacerlas. De esta manera, la posibilidad de extralimitarse o de convertirse en algo
más que un internamiento temporal y re-rito de paso, como dijimos antes, se hace
palpable en muchos menores, que verán más sencilla la vida dictada desde estos ámbitos
y para los que el CIMI se erigirá como institución permanente.

Desde esta perspectiva, el CIMI se convertiría en una especie de institución voraz que
aglutinaría todas las de la sociedad en la que está inserto despegando definitivamente al
sujeto de la posibilidad de resocialización, que sería el fin último para lo que fue creado.
Podría convertirse en creador de redes sociales a las que recurrir o institución que
configure su entorno más próximo, con lo que se convertiría en una institución no
deseada.

En esta línea, las aportaciones realizadas desde la Sociología Crítica y los aportes
hechos desde los estudios sobre la estigmatización del menor, también nos han ayudado
a entender esos riesgos. A través de las teorías de Foucault (cuerpo normado sometido a
presión), Bourdieu (habitus) y Goffman (teoría de roles), vemos como el cuerpo del
menor se sitúa en el centro de toda la actuación y representación como elemento
central del CIMI. Un cuerpo normado sobre el que se manifestará dos fuerzas
contrarias, por un lado la violencia estructural diseñada para contener estos entornos y
por otro, las herramientas resocializadoras con las que se dotan sus actuaciones. Una
dualidad que necesitará de un equilibrio difícil de conseguir y que puede provocar
resultados no deseados. Tal como decíamos antes respecto a la auto-estigmatización,

345
Ignacio Alcalde Sánchez

toda esta presión ejercida sobre el cuerpo tendrá sus consecuencias y serán reconocibles
en el menor.

Desde este enfoque y añadiendo lo que hemos visto sobre estratificación social, vemos
que en muchos casos sí que se constituye como un contenedor social, a la manera que
lo denominaba Wacquant, al tiempo que resultaba ineficaz para ciertos perfiles sociales.
Aunque se trate de una minoría, estos son suficientes para demostrar cómo se da un
tratamiento a los menores de ―seres productivos‖, tal como los definió este autor, a los
que hay que dotar de herramientas con las que desarrollarse en la sociedad, por lo que se
quedan fuera del discurso aquellos que no encajan en este ―perfil productivo‖.

Este riesgo también puede ser analizado desde nuestro enfoque con los conceptos
arrojados por las teorías de M. Augé sobre los no lugares. Desde esta perspectiva, el
CIMI se entiende como un no-lugar ocupado y vacío al mismo tiempo. Tal como
decíamos con la jerga y los eufemismos empleados en el CIMI, se trataría de un no
lugar, diseñado para una estancia provisional y ajena a sus internos que debe ser
sometido y culturizado. De ahí que se ocupe y se viva a pesar de no ser visto como un
lugar y acabe revistiéndose de una cultura particular y propia. Los hogares, los
movimientos o los patios, se dotarán de significado a pesar de ser ajenos y
provisionales, perfilándose de una manera propia y configurando al CIMI como una
comunidad cultural específica. Desde esta postura y similar a lo que decíamos sobre el
estado de liminalidad del menor, debemos ser conscientes del riesgo que supone para
algunos menores adoptar este espacio como un espacio permanente, dotándolo de
significado, lo que manifestaría su fracaso.

Liminalidad, desculturación, desposesión del yo anterior o sustitución de las


instituciones anteriores serían algunos nexos en común de todos nuestros enfoques con
los que se muestra el riesgo de convertir esta situación provisional en permanente,
convirtiendo así, el no-lugar en espacio propio.

En esta línea, enlazamos con lo que decíamos sobre los sistemas expertos. Los CIMI,
aspiran a convertirse en sistemas especializados que manejen una cantidad compleja de
información y funciones, que se presenten alejados de la sociedad a la que ofrecen su
servicio al tiempo que asumen la confianza que se deposita en ellos.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Desde esta perspectiva, estos sistemas expertos irán adquiriendo mayor grado de
especialización y separación de la sociedad, por lo que también se requerirá mayor
grado de control y transparencia en sus actuaciones. Al igual que ocurre con otros
sistemas similares (hospitales, colegios, etc.), resulta una consecuencia obvia que su
especialización y asunción de tareas los vuelva más distantes pero al mismo tiempo les
debe exigir un mayor control en sus procesos y toma de decisiones.

De la misma manera, al adoptar este rol de sistema experto, se presentan a la sociedad


como unas institución encargada de introducir al menor en otras instituciones que, en
muchas ocasiones, desconoce por completo (sistema educativo, mercado laboral, etc.) lo
que supone una aceptación del riesgo evidente, por parte del menor y sus familias, que
en muchas ocasiones no se realizará, por lo que el internamiento se preverá como un
choque continuo de intereses.

Nos acercamos así a todo lo observado respecto al internamiento y su funcionalidad.


Desde nuestro estudio vemos como podemos entender el internamiento como periodo
de hibernación, para muchos de los internos. De esta manera, tal como dijimos y
corroborando nuestra postura acerca de los ritos de paso o la teoría de roles, el estado
liminal o la desposesión cultural que se realiza, supone una etapa en la que los procesos
madurativos propios de esas edades también provocan sus efectos, actuando de manera
que el internamiento sirve como paréntesis en el que recapitular y reordenar las
estructuras sociales y culturales del menor y devolverlo a la sociedad bajo nuevas
formas.

Bajo esta perspectiva, planteamos el cambio de postura respecto al internamiento que se


entiende como una etapa en la que se trabaja la resocialización futura del menor o se
clasifica como un periodo de inversión que tendrá sus efectos en el futuro. Creemos que
se debe afrontar la medida en tiempo presente, tal como hacen los menores, sin
carácter futuro de preparación o capacitación. Y mucho menos como herramienta para
la reinserción o castigo. Ya que esto, según las teorías de la desviación y de la
complejidad del concepto, no es posible. Así que habrá que centrarse únicamente en el
presente, dotando al tiempo de internamiento y a su entorno del herramientas que
marquen profundamente al menor en esa estancia, sin planificar sus etapas posteriores,
al igual que puede suceder en cualquier etapa de la infancia. De esta manera, el

347
Ignacio Alcalde Sánchez

internamiento se centraría en la creación de hábitos y consolidación de valores positivos


con los que afianzar su desarrollo, entendiendo éste como un proceso presente.

Como decíamos antes, nuestro trabajo de investigación también arroja futuras vías con
las que continuar con nuestra labor. Así, los aspectos relacionados con la construcción
del género dentro del CIMI, especialmente los casos de transexualidad o bisexualidad,
conforman un camino inexplorado que, creemos, puede arrojar luz sobre un fenómeno
interesante dentro de los CIMI. De la misma manera, las diferentes relaciones y fases de
cortejo que se establecen entre los menores en los centros mixtos, hacia los que parecen
caminar los CIMI, serían otras posturas interesantes a desarrollar. Aspectos que aquí tan
solo hemos iniciado ya que se alejaban de nuestro objetivo primario por lo que
simplemente hemos iniciado y hemos dejado planteado ante la complejidad de nuestro
estudio.

De la misma forma, el internamiento por edades, en lugar de tipología de medidas —


algo que ya se está modificando— podría ser otro camino con el que continuar esta
investigación, así como un objeto de estudio suficiente, con el que plantear la
modificación de las estructuras de los CIMI. De la misma forma, el desarraigo cultural
total por parte del internamiento como requisito para su éxito (evitando la proximidad
geográfica o el contacto con menores conocidos) podría ser otra hipótesis con la que
continuar trabajando. Tal como decíamos en nuestra introducción, el CIMI está
comenzando a dar sus primeros pasos como institución propia e independiente, por lo
que el surgimiento de éstas y otras vías de estudio serán continuas.

En esta línea de posibles vías con las que proseguir la investigación, creemos también
oportuno profundizar en el análisis de la coordinación de sistemas expertos. Se trata de
un tema de reciente investigación y un fenómeno que podemos apreciar en otros
entornos (hospitales con aulas escolares, lugares de trabajo con servicios de guardería,
escuelas en las cárceles, etc.), por lo que se podría hacer un análisis comparativo al
respecto.

Tal como decíamos antes, supone una visión compleja del CIMI que, por tanto, debe
arrojar unas conclusiones complejas, que apunten a varias direcciones y que, como
objetivo esencial del trabajo, arroje también otras hipótesis posibles con las que seguir
trabajando.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

Respecto a los procedimientos y herramientas. Antropología y etnografía

Respecto al segundo bloque de nuestra recapitulación y conclusiones, relacionado con


las técnicas procedimentales utilizadas, así como los enfoques utilizados en nuestro
trabajo, también podemos destacar una serie de conclusiones con las que culminar
nuestra investigación.

De esta manera y comenzando por la técnica escogida para nuestra labor, creemos que
aporta un enfoque diferente a los realizados hasta ahora, en cuanto que ha supuesto una
inmersión profunda del investigador, que al formar parte de esa comunidad ha podido
compartir espacios y momentos a los que otros estudios no habían llegado. De esta
forma, tanto el rol desempeñado, como el tiempo empleado hacían de este trabajo
aquello que denominábamos una etnografía extensiva con la que recoger todo el CIMI
en detalle. Bajo esta denominación intentamos destacar la labor de recolección de datos
a lo largo de un periodo de tiempo largo, con el que refutar nuestras hipótesis y primeras
observaciones, al tiempo que asumíamos que éramos un actor más de él,
introduciéndonos en todos sus procesos y minimizando los riesgos de esto.

El camino de ida y vuelta, tan necesario en toda etnografía, se cumplía aquí de manera
efectiva con nuestra labor diaria. Tal como anotábamos en nuestro cuaderno de campo,
―estoy y he estado en ambos lados. Por un lado, me reconozco en las observaciones
etnográficas que he podido leer en otros autores que han trabajado en esto campo pero
también lo observo desde fuera, como parte de estos investigadores y puedo catalogar
sus comportamientos. Y además, comparto las vivencias que se quedan fuera de estos
estudios como pueden ser los intereses mercantilistas o preventivos de la gestión, la
pérdida del empleo de compañeros o la afinidad con algún menor, los lugares comunes
en las visitas y entrevistas o la complicidad con quien te reconoce como uno de los
suyos‖ y en esto creemos que diferimos con el resto de estudios y, en gran medida, nos
empujó a realizar esta investigación.

Por otro lado, creemos que la amplitud en nuestros objetivos al comenzar nuestra
investigación, planteando ésta como un trabajo etnográfico complejo, que sirviera como
documentación para futuras investigaciones y adoptando esa hipótesis tan amplia como

349
Ignacio Alcalde Sánchez

era el retrato de una cultura, nos ha permitido arrojar datos importantes que servirán
para comenzar futuros trabajos.

Se presenta así una etnografía completa, multidisciplinar, triangulada, reflexiva y


abierta, como propuesta de trabajo con la que profundizar en una cultura y
herramienta de trabajo para otros estudios venideros.

Esta complejidad etnográfica es la que nos ha obligado a realizar el trabajo previo de


triangulación entre áreas tan distintas como son la Historia, el Derecho, Sociología o la
Criminología pero que, creíamos, absolutamente necesaria para englobar con teoría
fundamentada nuestra observación. Lo que también ha aportado otras formas a nuestro
trabajo, como ocurre con la perspectiva arrojada desde la TGS como modo de sintetizar
los datos recogidos.

En este sentido cabe destacar como, desde este enfoque, se puede realizar lo que
nosotros denominamos etnografía sistémica, un análisis de un centro de internamiento
utilizando las categorías analíticas de la Teoría General de Sistemas aplicada a las
Ciencias Sociales. Partiendo de esa concepción dinámica y compleja y todo el glosario
que ésta produce. De esta forma conseguimos mostrar de manera analítica todas las
significaciones que hemos conseguido a través de nuestra etnografía, facilitando el
trabajo venidero en otros estudios, al tiempo que nos servía como herramienta
etnográfica.

Es posible utilizar la TGS como herramienta para categorizar en Ciencias Sociales, en


este caso una etnografía y, sobre todo, para mostrarla posteriormente como un sistema,
lo que nos simplifica y modela su funcionamiento, ayudándonos a extrapolarlo o
compararlo con otras instituciones de índole similar.

Según esto, la TGS nos serviría para elaborar unos modelos conceptuales con los que
comenzar a trabajar. Se situaría en una fase intermedia de la investigación antropológica
entre el trabajo de campo y el trabajo de mesa con el que metaforizar lo conseguido en
la etnografía y facilitar la producción del texto final.

La identificación de los atractores y los procesos que se llevan a cabo, la


conceptualización de los límites, la importancia del territorio y del tiempo, así como los
limites críticos bajo los que se mueve el sistema ha surgido recurrentemente a lo largo
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

de nuestra narración y nos han sido de gran utilidad para entender y mostrar los
procesos culturales que componen este sistema.

Al plasmar estos datos de manera sintética con los diagramas de flujos, obtendremos
una representación útil sobre los procesos-comunicaciones que se realizan en el CIMI y
con ellos una herramienta útil para continuar trabajando. Facilitando la elaboración de
protocolos de actuación o la corroboración de hipótesis.

Las instituciones como sistemas dinámicos complejos y la utilidad de la TGS para


su comprensión y posterior análisis en un estudio desde las Ciencias Sociales,
quedan así de manifiesto. Cabe destacar en este último apartado, cómo la TGS nos
sirve como modelo de pensamiento analítico con el que crear categorías de análisis y
descomposición del objeto de estudio, no es un resultado final sino una herramienta
muy útil, tal como queda demostrado, con el que poder facilitar el trabajo, incluso
prever resultados y comportamientos.

De la misma manera, al apoyarnos en los pilares relacionados con la Criminología y la


Sociología hemos podido observar, tal como referíamos en dicho apartado, la
posibilidad de englobar estos estudios bajo el paraguas que ofrece la Antropología
Criminal como rama de la Antropología.

Desde este enfoque podríamos cobijar todos los estudios que desde esta ciencia se
realizan en este campo (infractores, internamiento, edades del delito, centros de
internamiento, casas de convivencia, cárceles, etc.), que tienen la etnografía y los
conceptos fundamentales de la Antropología como fundamento y que se acaban
incluyendo en otras ramas afines. La Antropología Criminal como campo propio y rama
de la Antropología, ante la necesidad de seguir investigando en este objeto de estudio,
ya que, como decíamos anteriormente, los CIMI acaban de nacer y necesitan de
cobertura académica con la que seguir investigando desde esta perspectiva
antropológica.

En resumen, desde este apartado referente a las técnicas y procedimientos empleados,


creemos que esta tesis demuestra la utilidad y complejidad de la Antropología y la
etnografía como ciencia auxiliar de cualquier estudio social. Se muestra como la
ciencia especialista en llegar a las “capas profundas de significado” que alberga
cualquier grupo y pone de manifiesto la eficacia en su estudio sobre la cultura.

351
Ignacio Alcalde Sánchez

Volviendo a nuestra objetivo inicial, que no era otro que mostrar la cultura que se
comparte en el CIMI y como se configura a modo de institución sociocultural, vemos
que podemos analizarlo desde la teoría de sistemas, la teoría de roles, ritos de paso,
instituciones totales o sistemas expertos, y todos nos llevan a la misma conclusión:
forman una comunidad propia, con el significado que esto conlleva desde la
Antropología.

Una comunidad cultural compleja, propia y definida por todos sus rasgos: con lenguaje,
simbología, relaciones, creencias, problemas, metas, intercambios, marcas, ritos de
iniciación, vestimenta, espacios y tiempos propios, con un lugar y un todo compartido y
separado, con individuos y grupos, en definitiva, como una comunidad cultural, que es
lo que hemos intentado describir con nuestra etnografía.

El internamiento como un re-rito de paso y el CIMI como una institución total,


(institución de instituciones) provisional y especial creada para ello, a modo de
sistema sobre-experto en el que se aglutinan diferentes campos de actuación y que
no encaja en ninguna denominación anterior, por lo que necesita de una
denominación diferente y una revisión constante.

Como sistema experto, sistema complejo, institución total especial o como rito de paso,
el CIMI es un todo cultural que necesita de una comprensión profunda para su posterior
análisis, ya sea para el estudio desde el plano educativo, legislativo o
político/administrativo. Y esto es lo que hemos realizado con este trabajo, hemos
intentado comprender lo que allí sucede, desmenuzando sus componentes culturales con
la intención de mostrar qué supone el internamiento, al tiempo que mostrábamos cómo
era ese internamiento. Todo ello con la herramienta idónea para realizarlo, la etnografía
y arropados por los conocimientos que hemos agrupado bajo la Antropología.
Antropología de las Instituciones.
Etnografía del internamiento

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