Libro Racismo Interculturalidad Educacion Mexico PDF
Libro Racismo Interculturalidad Educacion Mexico PDF
Libro Racismo Interculturalidad Educacion Mexico PDF
y Educación en México
•
Universidad Veracruzana
Dirección Editorial
Biblioteca Digital de
Investigación Educativa
13
Serie Investigación
Universidad Veracruzana
Dra. Sara Deifilia Ladrón de Guevara González
Rectora
Universidad Veracruzana
Dirección Editorial
D. R. Universidad Veracruzana
Instituto de Investigaciones Dirección Editorial
en Educación Hidalgo 9, Centro
Campus Sur, Paseo 112, Lote 2, Sección 2a, Xalapa, Veracruz, México
Edificio B, Tercer piso Apartado postal 97, CP 91000
Colonia Nuevo Xalapa [email protected]
Xalapa, Ver., CP 91097 Tel/fax: (228) 8 18 59 80 | 8 18 13 88
Tel./Fax: (228) 8 12 47 85 | 8 12 20 97
Racismo, Interculturalidad
y Educación en México
•
13
Serie Investigación
Biblioteca Digital de Investigación Educativa
Director
Dr. Miguel Figueroa-Saavedra Ruiz
Comité Editorial
Mtra. Lyle Figueroa Sevillano †
Dr. Pedro Flores Crespo
Dr. Edgar Javier González Gaudiano
Dra. Laura Selene Mateos Cortés
Dra. Juliana Merçon
Dr. Emilio Ortega Arjonilla
Dr. Juan Carlos Ortega Guerrero
Dra. Pilar Ortiz Lovillo
Dr. José Luis Suárez Domínguez
Dra. Evodia Silva Rivera
Dr. Ernesto Treviño Ronzón
Editores
Mtro. Héctor Hugo Merino Sánchez
Lic. Cynthia Palomino Alarcón
III. H
omogeneidad, diversidad y diferencia. Aproximaciones
desde el estudio de las discriminaciones en la Escuela
Secundaria Pública de la Ciudad de México
Lizeth Borrás Escorza.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Racismo, interculturalidad y educación en México
Hace treinta años, don Guillermo Bonfil Batalla daba los trazos
finales a su obra México profundo (1987), cuyas páginas exponían de manera
detallada y comprometida los estragos de la sociedad de castas en el alma de
una nación heredera de civilizaciones indias. Su trabajo, especialmente crítico
con el paradigma del mestizaje, se mantiene vigente y sigue siendo relevan-
te para el esfuerzo intelectual que se reúne en este libro, donde convergen las
miradas de jóvenes investigadores de la Ciudad de México y de los estados de
Sinaloa, Tabasco y Yucatán, quienes nos presentan el impacto de las ideologías
de la superioridad racial en los procesos de reconocimiento e identificación que
acontecen en el sistema educativo mexicano.
Cada uno de los estudios muestra las diversas maneras como el racismo
y la discriminación habitan cómodamente las aulas escolares y universitarias,
mientras las políticas educativas siguen atrapadas en los indicadores de calidad
e internacionalización, y agudizan la vieja exclusión social, ahora bajo el forma-
to de estudiantes exitosos o estudiantes fracasados. El problema que cobija las
investigaciones recopiladas en esta obra podría nombrarse como la intermina-
ble “escisión colonial” (Bonfil, 1987), entendiendo que la ideología de la superio-
Racismo, interculturalidad y educación en México
Racismo y desindianización
Lista de referencias
Introducción
Si bien esto trajo la atención a la falta de cumplimiento por parte del Estado
de la educación/profesionalización de los indígenas (Mato, 2009) o de forma
más reciente, el reconocimiento constitucional de los afrodescendientes (Comi-
sión de Derechos Humanos del Distrito Federal, 2016), para el caso de México
también tuvo por efecto el surgimiento de contra-discursos que hablaban de
un racismo a la inversa (Velasco, 2016), e incluso de un racismo de clase (Ro-
sas, s/f). En el entendido que estos contra-discursos intentaban aprehender el
fenómeno como algo complejo y no reduccionista, en este capítulo de introduc-
ción nos daremos a la tarea de plantear algunas preguntas que consideramos
importantes para intentar dilucidar el racismo como una práctica que atenta a
la dignidad de las personas (Moreno Figueroa, 2016) en un país como México,
donde la interculturalidad representa una pieza clave, máxime en el campo de
la educación.1 Para ello es preciso delinear nociones traídas de otros debates
con el objetivo de: 1) darle continuidad a la discusión del racismo en México, ya
que partimos de la idea de que sí existe y no es un asunto sólo de minorías, pue-
blos, un problema que afecta a países vecinos o que esté aislado de toda práctica
de exclusión en este país; 2) para diferenciar y delimitar hasta dónde nos son
útiles los conceptos culturalistas en un contexto como México y cuáles son los
puentes que podemos construir a manera de diálogo de marcos interpretativos
entre lo racial y lo cultural; finalmente, 3) en dicho contexto, esbozaremos una
entrada a los artículos que el lector encontrará, en la tónica de que este libro
representa un eslabón más en la discusión sobre el racismo y la educación en
México.
La intención de convocar a todos los que aquí escriben es generar una ruta
sobre conceptos y estrategias metodológicas para comenzar a tender puentes
entre categorías culturales/étnicas y una construcción discursiva y política
acerca del racismo y la educación. ¿Cómo construir discursos y prácticas anti-
rracistas desde un contexto caracterizado por la invisibilización de las manifes-
taciones del racismo? ¿Qué pistas conceptuales podemos seguir para nombrar
al racismo que sucede en el campo de la educación en México? ¿Cuáles son los
alcances y los retos de las nociones culturalistas? Es así que este capítulo, dividi-
1 Nos referimos a la educación como un campo de luchas que no es homogéneo sino en el que
convergen muchas lógicas socioculturales, las cuales a menudo están atravesadas por relacio-
nes de poder.
En algunos espacios académicos que abordan los debates sobre raza y etnicidad,2
se reconoce el traslape conceptual que se dio entre las categorías de raza y cul-
tura durante el siglo XX en México. En un afán por contrarrestar el creciente
discurso eugenésico panamericano que por aquellos años rondaba varias geo-
grafías de este y otros continentes (Reggiani, 2015), se ha documentado (Hale,
2004; Saldívar, 2012) que a principios del siglo XX, por medio de Franz Boas, vía
Manuel Gamio, desde la antropología mexicana fue como llegaron los debates
del culturalismo a México, de forma que para ya no hablar de razas, se prefirió
hablar de culturas (Martínez, Saldívar, Flores & Sue, 2014). Charles Hale (2004)
sostiene que “el destierro [del concepto de raza] fue concebido e implementado
como un acto intelectual y político de antirracismo [en donde la academia] le
asignaban anteriormente un significado social a la raza como esencia biológica”
(p. 212). Esta sustitución de raza por cultura, además de tener como consecuen-
cia el proyecto de mestizaje, no trajo mayor equidad para poblaciones como la
de los pueblos originarios o afrodescendientes en México, y es más acentuó las
relaciones jerárquicas con aquellos segmentos de la población históricamente
racializados (Emboada, 2016).
Si bien el proyecto político emanado de la Revolución Mexicana buscaba
generar un proyecto de inclusión social —para lo cual se basó en la ideología
del mestizaje cuyo vehículo fue la escuela—, esto no impidió generar un pro-
yecto racial basado en la mezcla ni evitó que pensadores mexicanos elabora-
ran interesantes reflexiones en torno a las jerarquías raciales configuradas en la
construcción del Estado nación. Por ejemplo, hacia la década de los sesenta del
siglo XX, el sociólogo Pablo González Casanova (1969) mostraba cómo en Mé-
xico los intelectuales y la élite gubernamental se rehusaban a encarar los temas
del racismo; es así como argumentó que “el problema indígena de México se
contempla —en los círculos gubernamentales e intelectuales— como problema
cultural y no racial” (1969, p. 203). Es de esta suerte como González Casanova
propone mirar la situación de México desde el horizonte del colonialismo inter-
no, que se caracteriza por ser:
3 Factor importante en la actualidad que juega un papel fundamental en las prácticas del
racismo de hoy en día.
interior de grupos que han sido leídos a través de los lentes de la etnicidad y la cultura. En este
capítulo se sostiene que las prácticas de opresión generadas hacia el interior de los pueblos
indígenas no son consideradas como racismo puesto que, como se explica más adelante, el
privilegio es una condición para que se dé este fenómeno. En otras palabras, nadie niega que
existen prácticas de exclusión hacia el interior de pueblos afrodescendientes o indígenas bajo
argumentos de que unos pueden ser “una mejor raza” que otros, sin embargo, estas prácticas
no alteran las dinámicas de privilegios de los no-indígenas, condición necesaria para mante-
ner el sistema de opresión racial. Como el lector podrá constatar en algunos de los capítulos
que le suceden a este texto, los autores examinan las manifestaciones de racismo al interior
de pueblos indígenas. Se trata de un esfuerzo y un ejercicio valioso y necesario, ya que nos
dan una lectura a manera de termómetro acerca de cómo estamos entendiendo el racismo en
México y hacia dónde hay que llevar la discusión para acabar con esta práctica de opresión.
6 Como los artículos 4o y 2o de la Constitución Mexicana, modificados en 1992 y en 2001,
respectivamente.
8 En este capítulo se argumenta que la categoría de indio surgida en la Colonia y que poste-
riormente devino en indígena, es una categoría racial, así como la de negro, ya que estos tér-
minos implicaban —y lo siguen haciendo— la asignación de características fijas e inmutables
a todo un grupo poblacional, como si fueran la esencia de las personas (proceso de racializa-
ción), y por esa esencialización se les colocaba en cierta escala de inferioridad (racismo).
dos (Martínez, 2014, p. 108) por la cultura mayoritaria y entre los que no lo son,
por ejemplo, generando visiones como las del “indio permitido” del que nos
habla Hale (2004) basado en la idea de Silvia Rivera Cusicanqui.
Lo anterior significa que en aras de borrar el concepto de raza del vocabu-
lario, éste ha sido dividido en componentes o micro-elementos étnicos (Gilroy,
1990), de forma que en México no se tiene clara la frontera que separa los pro-
cesos de etnización de los procesos de racialización, usando de forma indiscri-
minada explicaciones naturales/biológicas en nombre de la cultura. Así pues,
cuando se trata de generar políticas educativas, se entiende que el foco de aten-
ción debe ser la cultura y no eliminar las injusticias causadas por un racismo al
mismo tiempo histórico y vigente. Incluso todos aquellos que queden fuera del
perímetro culturalista dejan de ser sujetos beneficiarios de estas políticas multi
e interculturales.
¿Cómo partir, entonces, con acciones antirracistas ante un panorama como
el mexicano, donde la historia de la educación convencional bien podría con-
vertirse en un botón de muestra de la historia del racismo? Empecemos por
algunos presupuestos básicos, por ejemplo, subrayando la idea de que las razas
no existen pero el racismo sí; que si bien la noción de raza puede ser entendida
como nacionalidad, ancestría, etnicidad, fenotipo o color de piel, la idea de que
la humanidad está dividida por grupos de personas cuya clasificación puede
ser la raza, es errónea. Es decir, la noción de raza es una idea socialmente cons-
truida y, por lo tanto, puede ser erradicada; lejos de ser un clasificador o un or-
denador biológico es, pues, la naturalización de las relaciones jerárquicas entre
las personas (Wade, 2015). Sin embargo, lo que sí se vive como una experiencia
trágica diaria corresponde a la consecuencia de esa idea, esto es: el racismo.
Ahora, pensar que el racismo ha existido desde el origen de la humanidad
es borrar el proceso histórico de racialización que se mencionó líneas arriba,
y conlleva recurrir a la idea de que las personas somos genética/naturalmente
racistas. Esta disociación entre raza y racismo es controversial y polémica en
un país como México. Por tanto, baste decir que la noción de raza no tiene un
significado estático ni es monolítico; antes bien, difiere según las consecuencias
que esta idea tiene en la sociedad, o sea, va transmutando y reinventándose con
el paso de tiempo, “no existe como acontecimiento natural, físico, antropoló-
gico […] es una figura autónoma de lo real cuya fuerza y densidad obedecen a
su carácter extremadamente móvil, inconstante y caprichoso” (Mbembe, 2016,
9 Nos referimos a la noción de región cultural trabajada por Andrés Fábregas Puig (2010).
10 Para ello se puede consultar la sección “Talleres” en la página del Colectivo para Eliminar
el Racismo en México: http://www.colectivocopera.org/
rias del sector público de la Ciudad de México. Nos ofrece un debate en torno
al origen y sentido normalizador-homogeneizador de la institución escolar en
contraste con un discurso educativo orientado, al menos teóricamente, hacia
perspectivas que pugnan por la inclusión, el reconocimiento de la diversidad y
la tolerancia. Este ejercicio pretende generar elementos para discutir en torno
al papel de la escuela y su relación con prácticas de carácter discriminatorio y
racismos generalmente silenciados por la propia estructura escolar.
El trabajo de Patricia Rea Ángeles muestra la experiencia de hombres y mu-
jeres zapotecos del Istmo de Tehuantepec que emigran a la Ciudad de Méxi-
co, con la intención de escolarizarse en el nivel de educación superior. Expone
cómo la experiencia de los indígenas de estudiar en la urbe no es nada fácil, ya
que regularmente los zapotecos deben enfrentar una serie de retos, entre los
que destaca dejar temporalmente a sus familias y comunidades de origen para
convertirse en profesionistas y continuar con el legado que han heredado de
padres y abuelos; el esfuerzo económico que sus familias hacen para enviarlos a
estudiar a la ciudad; la posibilidad de desplegar redes y estrategias comunitarias
para instalarse en ésta; la necesidad de resignificar su identidad étnica para ser
aceptados por la sociedad receptora, así como la discriminación y el racismo
estructural que experimentan cotidianamente como resultado de su relación
con la población mestiza. De esta suerte, los trabajos de Lizeth Borrás Escorza y
Patricia Rea Ángeles son estudios de casos bien documentados, que nos ofrecen
excelentes ilustraciones de cómo es que el racismo se reproduce y se vive desde
el contexto urbano de la capital del país.
Ernesto Guerra García y María Eugenia Meza Hernández nos presentan
cuatro de las trincheras interculturales discriminatorias que se vivieron en el
desarrollo de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM), hasta su
cierre en 2016, con la apertura de la Universidad Autónoma Intercultural del
Estado de Sinaloa (UAIS). El objetivo de este capítulo es hacer una descripción a
través de los resultados de una investigación de corte etnográfico. Como parte
de estas trincheras, los autores consideran que: 1) la participación del pueblo
yoreme mayo en la institución ha sido limitada; además de la poca demanda,
la matrícula indígena ha sido menor a la no indígena; 2) la gestión y la admi-
nistración institucional ha mostrado la estructura de poder de los no indíge-
nas sobre los demás grupos étnicos; 3) el currículum y su desarrollo presentan
graves problemas de conceptualización intercultural, y 4) la política lingüística
Lista de referencias
Balibar, E., & Wallerstein, I. (1991). Raza, Nación y Clase. Madrid: Iepala.
Banton, M. (2005). Historical and contemporary modes of racialization. In K.
Murji, & J. Solomos, Racialization: Studies in Theory and Practice (pp. 51-
68). Oxford: Oxford University Press.
Bertely, M. (2003, Abril 02). Retos metodológicos en etnografía de la educación.
Colección de Universidad Veracruzana, 26-26, 31-46 Recuperado http://
www.uv.mx/cpue/coleccion/n_2526/publmari.htm
Bonilla-Silva, E. (2014). Racism without racists. Color-Blind racism and the
persistance of racial inequality in America. Estados Unidos de América:
Rowman & Littlefield Publishers Inc.
Carlos Fregoso, G. (17 de noviembre de 2016). Racismo en la educación [Men-
saje en un blog]. Recuperado de http://educacionyracismo.blogspot.
co.uk/2016/11/pronunciamiento-ante-el-caso-de-racismo.html
Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. (2016). Decálogo para
la inclusión de las poblaciones afromexicanas en la Constitución de la
Ciudad de México. Recuperado de http://cdhdf.org.mx/evento/decalogo-
para-la-inclusion-de-las-poblaciones-afromexicanas-en-la-constitucion-
de-la-ciudad-de-mexico/
Costa Da, A. E. (2016). Thinkin “Post-Racial” Ideology Transnationally: The
Contemporary Politics of Race and Indigeneity in the Americas. Critical
Sociology, 42(4-5), 475-490.
Ethnicity, Race and Color in Latin America (pp. 36-80). Estados Unidos de
América: University of North Carolina Press.
Masferrer León, C. V. (2016). Yo no me siento contigo. Educación y racismo en
pueblos afromexicanos. Diálogos sobre educación. Temas actuales en in-
vestigación educativa, 17(13), 1-17.
Mato, D. (2009). Instituciones Interculturales de Nivel Superior en América La-
tina. Procesos de construcción, logros, innovaciones y desafíos. Bogotá:
Instituto Internacional para la Educación Superior de América Latina
y el Caribe/Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura.
Mbembe, A. (2011). Necropolítica. Barcelona: Melusina.
Mbembe, A. (2016). Crítica de la razón negra. Ensayo sobre el racismo contempo-
ráneo. Barcelona: Futuro anterior/Nuevos emprendimientos editoriales.
Mignolo, W. (2007). La idea de América Latina. La herida colonial y la opción
decolonial. Barcelona: Gedisa.
Mora, M. (26 de Septiembre de 2016). No todas las muertes valen lo mismo.
Racismo y #Ayotzinapa [Video en podcast]. Recuperado de https://colec-
tivocopera.org/videos/
Moreno Figueroa, M. (mayo-agosto de 2016). El archivo del estudio del racismo
en México. Desacatos, 51, 92-107.
Oto De, A. (2011). Aimé Césaire y Frantz Fanon. Variaciones sobre el archivo
colonial/descolonial. Tabula Rasa(15), 149-169.
Prados, L. (20 de Mayo de 2013). Mirresyes, ladies y abuso de poder en Mé-
xico. El País. Recuperado de http://blogs.elpais.com/america-df/2013/05/
mirreyes-ladies-y-abuso-de-poder-en-mexico.html
Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina.
En E. Lander, La colonialidad del saber, eurocentrismo y Ciencias Socia-
les. Perspectivas Latinoamericanas (pp. 201-246). Buenos Aires: Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Reggiani, A. H. (2015). Eugenesia, panamericanismo e inmigración de los años
de entreguerras. En P. Yankelevich, Inmigración y racismo. Contribucio-
nes a la historia de los extrajeros en México (pp. 59-88). México: El Colegio
de México-Centro de Estudios Históricos.
Rosas, A. (s/f). Tribuna Milenio ¿Clasistas o racistas? Recuperado de http://
www.milenio.com/tribunamilenio/que_tan_racistas_somos_los_mexi-
canos/clasistas-racistas-sociedad_mexicana-discriminadora-Alejandro_
Rosas_13_376892308.html
Saldívar, E. (2012). Racismo en México: apuntes críticos sobre etnicidad y dife-
rencias culturales. En A. Castellanos & G. Landázuri, Racismos y otras
formas de intolerancia de Norte a Sur en América Latina (pp. 49-76). Mé-
xico: Universidad Autónoma Metropolitana.
Seigel, M. (2005). Beyond Compare: Comparative Method after the Transna-
tional Turn. Radical History Review, 91, 62-90.
Tirzo, J. (2010). Relaciones interculturales, interculturalidad y multiculturalis-
mo: teorías, conceptos, actores y referencias. Cuicuilco, 17(48), 11-34.
Velasco, S. (2016). Racismo y Educación en México. Revista Mexicana de Cien-
cias Políticas y Sociales, 61(226), 379-408.
Wade, P. (2015). Race. An Introduction. Cambridge: Cambridge University Press.
Walsh, C. (2011). Etnoeducación e Interculturalidad en perspectiva decolonial.
En L. Mayorga, Desde Adentro: Etnoeducación e Interculturalidad en el
Perú y en América Latina (pp. 93-105). Lima: Bellido Ediciones/Centro de
Desarrollo Étnico.
Introducción
acuerdo con Frederickson (2002), éstas son las condiciones necesarias para el
racismo: el establecimiento de una diferencia inferiorizante y el poder.1 Cuando
los procesos de educación se dan en una sociedad segregada, los estudiantes
interiorizan distinciones de clase, religión o identidad cultural. Sin embargo,
si se modificaran los espacios de formación infantil, para que estudiantes de
distintos contextos tuvieran la oportunidad de socializar sin asumir roles de
superioridad o inferioridad, podríamos ver un cambio en las creencias y actitu-
des que dan pie al racismo.
I. Contexto
1 A pesar de que Frederickson se estaba refiriendo a los casos de racismo en Sudáfrica y Esta-
dos Unidos, estas dos características también están presentes en México en el racismo hacia
personas de origen indígena.
Con la excepción de unos pocos (aproximadamente un niño por salón), los es-
tudiantes no sabían hablar maya a pesar de que sus abuelos y padres sí. Casi
todos afirmaban que sus abuelos hablaban sólo maya, sus padres tanto maya,
como español y ellos sólo español. Los estudiantes asociaban la lengua con algo
antiguo, ajeno a la modernidad. ¿En Correa hablan maya?, les preguntaba. “Sí,
los viejitos”, me respondían los estudiantes. En concordancia con hallazgos de
la investigación de Guadalupe Reyes (2012, p. 155) con estudiantes mayas, algu-
nos de ellos mencionaban que en su casa sólo usaban la lengua maya cuando los
regañaban. “Nos hablaban en maya y nos insultaban en maya”, me comentaba
un alumno de primero de secundaria (Notas de campo, 06-11-2015). Sin em-
bargo, a diferencia del grupo con el que trabajó Reyes (2012, p. 156), en el cual
Por lo general, sus padres eran albañiles, carpinteros, herreros, plomeros y co-
cineros. Aproximadamente la mitad de sus mamás eran trabajadoras del hogar
en Mérida; poco menos de la mitad tenía negocios propios como tiendas de aba-
rrotes, venta de comida, etcétera, y el resto de ellas eran secretarias, cocineras o
trabajaban en intendencia.
Al norte de la ciudad trabajé con una escuela privada llamada Walsh, lo-
calizada en la colonia Buenavista. La mayoría de los alumnos que atendía esta
escuela vivían en otras colonias del norte de la ciudad, como Altabrisa, San
Ramón Norte, Montes de Amé, Campestre, Temozón y Montecristo. La mayo-
ría vivía en casas ubicadas dentro de privadas, las cuales cuentan con parques
privados, casas club con juegos, cuartos de fiestas y piscinas.
Sus padres eran empresarios, algunos otros eran abogados, contadores, mé-
dicos, ingenieros o trabajaban en la industria de la construcción. Aproximada-
mente la mitad de los papás de los alumnos eran originarios de Mérida, la otra
mitad de otros estados de la República y casi en cada salón había uno o dos alum-
nos hijos de extranjeros. Casi todos los estudiantes cuyas familias provenían de
otros estados, se habían mudado a Mérida debido a la inseguridad. Cuando yo
les preguntaba por qué habían cambiado su residencia, me respondían cosas
como: “Hubo una balacera cerca de mi escuela y por eso venimos acá” (Notas de
tenían dificultad para nombrar alguna escuela pública, y lo mismo ocurrió con
estudiantes de Correa, quienes no podían nombrar escuelas privadas.
Los pocos espacios de encuentro entre estudiantes de las élites y de ascen-
dencia maya en su mayoría replican condiciones de poder entre ambas y ali-
mentan narrativas de discriminación.
Cuando fui a Wallmart, había un Liverpool, había una muchacha que cuida
a los niñitos; como ella estaba viendo ropa, sin querer los niños, como son ri-
cos, entraron y a ella no la dejaron pasar, y le echaron la culpa de que los niños
se perdieron por su culpa. [Eran ricos] porque tenían sus bultos y estaban bien
vestidos. Su mamá entro allá a comprar y como ella es su niñera y vi que le
dijera: “ahorita vengo” y los niños se escaparon. No la dejaron entrar porque
la vieron muy pobre (Notas de Campo: 11-02-2016).
Este tipo de exclusión era evidente para alumnos de ambas escuelas. Una niña
de quinto de primaria del Walsh me comentaba
Una vez, como mi abuelita vende huipiles... sí tiene mucho dinero, pero va en
huipil porque le gusta..., una vez fuimos al Cinemex de Canek, porque vivimos
muy cerca de allá y primero no la dejaron entrar y luego sacó su cartera y vie-
ron que tenía billetes de mil y la dejaron entrar. (Notas de campo: 11-02-2016)
Las actitudes que los estudiantes expresaban tener hacia las mujeres que traba-
jaban es sus casas, variaba mucho de la actitud que afirmaban tener con otros
adultos. Algunos describían su relación como amistosa. Por ejemplo, una niña
de quinto año del Walsh me comentaba: “Siempre juego con ella, nos poníamos
a correr como si fuera una de mis amigas” (Notas de campo: 11-02-2016). Otros
describían cómo molestaban a estas mujeres, a veces de forma amistosa y a ve-
ces faltándoles al respeto: “Era muy mala con ella, de broma, iba a la tienda y me
escondía detrás de la puerta y la asustaba. Luego, si se le caía algo, le decía: ‘pero
que hábil’” (Notas de campo: 03-02-2016), me explicaba una niña de sexto. Al
preguntarles si harían este tipo de bromas a otros adultos, los estudiantes siem-
pre respondían que no. La forma de relacionarse con las trabajadoras del hogar
o nanas era distinta a la forma en la que se relacionaban con otros adultos; la
actitud de respeto y admiración que sentían por otros adultos no la aplicaban a
estas mujeres. Otro niño del mismo salón comentó: “Lo que más me gusta que
hagan mis esclavos es que me obedezcan… es broma… es broma” (Notas de
Campo: 03-02-2016). Detrás de esa “broma” estaba la actitud de superioridad y
explotación que algunos de los estudiantes asumían.
En algunos casos, estas conductas eran promovidas por los padres de los
estudiantes. Por ejemplo, un niño me explicaba: “Yo mandaba porque le mar-
caba a mi papá, le preguntaba si le podía dar órdenes a la nana y contestaba:
‘sí, claro’” (Notas de Campo: 03-02-2016). Cuando yo les preguntaba a los es-
tudiantes quién mandaba, si las nanas o ellos, casi todos respondían que ellos
eran quienes tenían el “derecho” de ordenarles qué hacer. En estos casos, los
estudiantes están aprendiendo a socializar con personas de distinto contexto
étnico y socioeconómico de forma vertical, asumiendo superioridad y autori-
dad sobre ellos.
Por otro lado, algunos estudiantes de Correa cuyas mamás trabajaban en
casas en la ciudad habían vivido este rechazo y explotación. Rosa, una niña de
sexto de primaria, me explicaba cómo se sentía con la señora en cuya casa tra-
bajaba su mamá:
A la vez me cae bien y a la vez no. Cuando vas, comienza a ser amable, ya des-
pués como que se vuelve mala. Porque el día que fuimos fue el cumpleaños de
su sobrina. Ese día se supone que mi mamá no debió haber trabajado porque
la invitaron y la pusieron a servir refresco. (Notas de Campo: 25-11-2015)
Aprendí que mis estereotipos eran falsos, porque la mayoría no fueron tími-
dos, tenían celulares, las instalaciones estaban muy bien, me cayeron muy
bien, también que a algunos de ellos no les dan dinero porque sí, sino que se
los dan por trabajar.
Claudia escribió:
Una de las cosas que aprendí es que actúan como cualquiera de nosotros, tal
vez algo tímidos, pero sentía como si fueran mis mismos compañeros de cla-
se, además del fanatismo del futbol que tienen y eso de que juegan Xbox me
sorprendió bastante.
No sólo cambiaron los prejuicios que tenían sobre las personas sino sobre sus
condiciones de vida. Por ejemplo, Alejandra escribió: “No me imaginaba que
tenían escuelas así de buenas, bonitas y educativas”.
Por otra parte, los alumnos de Correa mencionaban que sus prejuicios cam-
biaron, porque se dieron cuenta que los estudiantes del norte de Mérida tam-
bién tenían problemas, eran buenas personas, que no eran presumidos o freso-
nes porque te escuchan, les gusta platicar, no te insultan y que eran parecidos
a ellos. Rosa resumió el cambio en su perspectiva con las siguientes palabras:
“Me di cuenta de que son amigables, que no son pesados, que también tienen
problemas, no toda su vida es feliz como aparentan y que no son perfectos”. Itzel
comentó: “Mi pareja, Mariana, tenía problemas familiares con mamá y papá,
que no tenían mucho dinero, y me sorprendió. Igual me gustó que me escuchó
cuando yo hablé”. Sus perspectivas cambiaron no sólo por lo que platicaron
sino también por lo que pudieron ver. Por ejemplo, Mirna describió: “Pensé que
ellos eran egoístas porque eran ricos, pero cuando ganó un equipo la niña del
Walsh dijo que lo iban a compartir con nosotros y yo me impresioné”.
Con este proyecto se atacó una de las causas principales del racismo: la ig-
norancia. Las experiencias facilitadas permitieron que los alumnos conocieran
a personas de contextos distintos y a los cuales no tenían acceso, pues nunca ha-
bían compartido el mismo espacio como pares. Este impacto fue evidente para
alumnos y maestros. Por ejemplo, haciendo una reflexión más amplia sobre su
experiencia, Julia, de Correa, escribió: “Tanto los ricos como los pobres somos
prejuiciosos, somos buenos amigos y me gustaría que conviviéramos más para
no ser tan racistas”. Una maestra de Correa llamada Verónica les comentó a sus
colegas, en una junta después del intercambio:
Yo le decía a la tocaya que mis expectativas eran muy bajas con respecto a esta
actividad, pensaba que iba a ser muy difícil con estos estudiantes. Decía, chis-
pas, como que esto no va a funcionar. O sea, los jóvenes de acá son totalmente
distintos en el contexto de los chicos de allá, y cuando me llegó la invitación del
director para ir con mi grupo, me tocó ir con Hermes, estaba a la expectativa;
al principio fue difícil porque algunos conectaron y otros no. Al final, tuvimos
una actividad muy intensa. Cuando nos lo planteó Vero fue escarbar en tu ca-
beza y en tus recuerdos, qué les voy a contar, cómo les voy a llegar. Si a mí me
cuesta trabajo, para ellos va a ser mucho más difícil. Cada quien se organizó por
equipos, me encantó que nos incluyó y que nos llevó precisamente como guías
de esa actividad y que ,fue también para nosotros parte intensa de hacer clic con
los muchachos porque nosotros teníamos que abrirnos para que ellos vieran y
El haber tenido la oportunidad de conocerse fue algo que los estudiantes apre-
ciaron y expresaron querer volver a verse o tener experiencias similares. Por
ejemplo, Emanuel, del Walsh, compartió: “Lo que más me gustó fue que nos
dieron tiempo para platicar y saber cómo eran sus vidas”. Noé, de Correa, es-
cribió: “Me gustaría conocer a su familia, cómo viven y quiero conocer más de
otras escuelas”. Incluso algunos alumnos percibieron un cambio en su actitud.
Fernanda, del Walsh, una de las niñas que había mostrado mayor rechazo hacia
personas de distintos contextos, escribió después del encuentro: “Pues que ya
no les hago el feo y ahora soy más abierta”.
Para algunos, el conocer a personas nuevas también los inspiró a reformular
lo que pensaban sobre su propio contexto. Julián, del Walsh, tuvo la siguiente
reflexión: “Las comunidades (de Correa) son más unidas que aquí en Mérida;
por ejemplo, nosotros andamos en grupos de amigos, pero ellos no, andan muy
unidos”. Mónica, de Correa, escribió: “Yo valoro que aquí se hacen muchos bai-
les y allá no, y pensé que era padre vivir en Mérida. Y ahora sé que es más di-
vertido vivir aquí en mi comunidad, porque aquí te puedes ver con tus amigos
y allá no, solo una vez a la semana”.
Conclusiones
Lista de referencias
con la religiosidad, con la historia del pueblo, con las tradiciones y con las for-
mas de vida de sus ancestros; saberes que construyen la pertenencia y se derivan
de ella; saberes que establecen normas para el intercambio con las mayorías. El
análisis se concentra en los mecanismos de transmisión en un colegio comu-
nitario: el Colegio Hebreo Maguén David. Aunque desde el siglo XIX residían
judíos en México, fue hasta 1920 cuando crearon la estructura comunitaria.
Muchos de ellos llegaron con la esperanza de establecerse en los Estados Unidos
de Norteamérica, pero las restricciones a la inmigración impuestas por dicha
nación se los impidió.
Llegaron a México en las dos primeras décadas del siglo XX, un país en el
que la Inquisición había desaparecido y existía una garantía constitucional de
la libertad de creencias. Recién salido de la Revolución, México atravesaba un
período refundacional de “lo mexicano” en el que se buscaba crear, a través del
mestizaje, una sociedad homogénea con una identidad nacional única (Bokser,
1993), lo cual llevó a la exclusión de los grupos ajenos a los núcleos fundacio-
nales: el hispano-católico y el indígena (Bokser, 2008). Los inmigrantes eran
considerados admisibles en la medida en que podían asimilarse a la “gran fa-
milia mexicana”2 (Gutiérrez, 1995; Gleizer, 2011): los únicos beneficiados fueron
los españoles y los latinoamericanos. En este proceso, los judíos se volvieron
“otros” no sólo por ser extranjeros, sino también por no hablar español y por
profesar una fe distinta de la católica; a esto se sumaron siglos de estigmatiza-
ción por parte de la Iglesia, la influencia de las teorías antisemitas basadas en
la raza y el rechazo abierto de los comerciantes locales. Tales elementos provo-
caron —al menos parcialmente— la restricción al ingreso de judíos a México
y fijaron su condición de extranjería que determinaría, a futuro, una relación
asimétrica entre la minoría judía y la sociedad mayoritaria (Hamui, 2009).
Los primeros inmigrantes judíos venidos de Europa (ashkenazitas), de Tur-
quía, de Grecia, de los Balcanes (sefaraditas), de Alepo y Damasco (árabes), des-
cubrieron que tenían diferencias culturales no sólo con la población mexicana,
sino entre sí. Por ello, la Sociedad de Beneficencia Monte Sinaí —primera or-
ganización comunitaria que agrupaba a todos los judíos— pronto se dividió en
cuatro comunidades, todas ellas en la Ciudad de México: si bien permaneció
la Sociedad de Beneficencia Monte Sinaí que agrupa a los judíos de Damasco,
en 1922 los ashkenazitas crearon Nidjé Israel; en 1928 los sefaraditas crearon la
Unión Sefaradí; en 1938 los alepinos crearon la Sociedad de Beneficencia Sedaká
u Marpé (Ayuda y salud), que en 1984 cambiaría su nombre a Comunidad Ma-
guén3 David (CMD). Todas ellas son ortodoxas. Más adelante se crearían las con-
gregaciones conservadoras Bet El y Bet Israel. A éstas hay que sumar las comuni-
dades del interior de la República en las que se minimizó el papel del origen; las
más importantes son las de Guadalajara, Monterrey y Tijuana. En este trabajo
nos ocuparemos específicamente de los judíos que llegan de la ciudad de Alepo.
Alepo tiene un lugar central en la historia judía. Durante cientos de años, fue
la capital no oficial del mundo sefaradí. A pesar de ser una ciudad con mucho
intercambio, donde confluían comerciantes de Oriente y del sur de Europa, los
judíos mantuvieron una comunidad religiosa que conservó durante siglos sus
tradiciones y destacó por el estudio de la Torá.4 Lo que puso fin a las relaciones
relativamente estables que la comunidad había mantenido con el gobierno oto-
mano, fue la creación del Estado de Israel en 1948, año que marcó el inicio de la
diáspora alepina.
La mayoría de los judíos alepinos que emigraron a México —casi todos ellos
comerciantes de escasos recursos que, en el mejor de los escenarios, concluye-
ron la primaria— no hablaban español y venían de un mundo regido por pre-
ceptos religiosos. Congregados en el barrio judío, con sus tribunales propios, su
particular entonación del árabe, lograron construir en Alepo una vida en torno
a la Ley Judía, y desarrollaron un fuerte sentido de pertenencia a la ciudad. En
dicha sociedad, más allá de la clase social, del nivel de observancia de las leyes
religiosas, de la formación y de la postura frente a la tradición, ser judío era ser
comunitario, contribuir a la reproducción del grupo (Bargman, 1997).
3 Maguen es la escritura original. Sin embargo, en este trabajo, y con el propósito de conser-
var la fonética, llevará acento.
4 Texto fundador del judaísmo —la raíz hebraica yara significa enseñar—, se compone de los
cinco primeros libros de la Biblia, o Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deute-
ronomio.
7 Aunque existen otras escuelas en la Ciudad de México, son religiosas. En ese momento exis-
tían en dicha ciudad otras siete escuelas judías: Colegio Israelita de México, Colegio Yavne,
Colegio Hebreo Tarbut, Escuela Monte Sinaí, Colegio Hebreo Sefaradí, Nuevo Colegio Israe-
lita I. L. Peretz y Beth Hayeladim. Posteriormente se abrirán el Colegio Atid, el Or-Hajayim
y Derej Emes —todos comprenden desde preescolar hasta preparatoria— y la Universidad
Hebraica (Druker, 2007).
8 Kashrut: Normas alimenticias que deben cumplir los alimentos para ser permitidos, basa-
das en preceptos bíblicos. Kosher significa “apto”.
9 Baño ritual que se realiza en instalaciones creadas con ese fin.
10 Donativos.
11 Mediación entre socios en cuestiones de divorcios, herencias, sociedades, etc.
12 Orientación y ayuda frente a la crisis económica.
deber de solidaridad que ésta exige: la beneficencia deja de ser un acto volun-
tario para convertirse en un requisito y una característica de la comunidad. Lo
mismo podría decirse de la responsabilidad: pertenecer a la comunidad signi-
fica estar disponible, responder a las demandas del colectivo con las conductas
esperadas.
A pesar de que el pacto comunitario es tan fuerte, la adhesión a la comu-
nidad no establece formas únicas de ser judío: los socios pueden ser ateos o
no identificarse con la cultura, la tradición o el Estado de Israel; si conservan
algunas tradiciones, es posible que lo hagan por mantener ciertos hábitos socia-
les y familiares. Sin embargo, pertenecen a una comunidad y eso los convierte
automáticamente en judíos: tienen acceso a la sinagoga, son tomados en cuenta
en un minián,13 serán enterrados en el panteón judío, pueden afiliarse al Centro
Deportivo Israelita. Esta pertenencia comunitaria hace que sean interpelados
como judíos tanto por los demás judíos como por los que no lo son: es una for-
ma de ser judío.
Uno de los espacios en donde se transmiten los valores y saberes del grupo
—que suelen coincidir con valores y saberes familiares14 (Finkielkraut, 1982)—
es la escuela comunitaria, que permite a los más jóvenes adherirse al pacto: una
alternativa que incluye el pacto con la sociedad mexicana —a través de la incor-
poración a la Secretaría de Educación Pública, de los programas oficiales— y
articula saberes específicos del grupo. El CHMD es un colegio con una fuerte pre-
sencia de las familias tanto en los procedimientos informativos y disciplinarios
como en las actividades escolares —con un día especial para los abuelos—.
La escuela elige elementos de un amplio pasado para construir una iden-
tidad actual y una cultura contemporánea a partir de la interpretación y rein-
terpretación de símbolos, historia, héroes, mitos colectivos, normas (Bokser,
2000); además de brindar conocimientos, busca generar vivencias. Estos aspec-
tos se articulan y definen en la propuesta curricular de la institución.
13 Quórum mínimo de diez hombres mayores de 13 años requerido según el judaísmo para la
oración en público.
14 La familia viene a ser un representante del pueblo judío que toma a su cargo la preserva-
ción del mismo. “En una sociedad cristiana, la familia judía y la nación judía son dos mun-
dos indiscernibles: cualquier abandono de uno significa la deserción del otro” (Finkielkraut,
1982, p. 113).
Al estudiar las utilizaciones que hacen los alumnos del CHMD de los saberes
del área judaica, vemos que éstos son considerados como un “bagaje” identita-
rio, es decir, como “su” cultura, “su” tradición —sin mayores precisiones—; son
un referente con valor axiológico, y les ayudan a articular las relaciones entre
el individuo y el grupo, y entre el grupo y el exterior; los alumnos se sienten in-
vestidos con la misión de mantener la tradición (Zittoun & Cesari, 1998). Como
afirman Frigerio y Diker (2004), la transmisión nunca es inocente: busca la ins-
cripción del individuo en una historia común. Nos referimos específicamente a
los saberes relacionados con lo religioso y con lo histórico.
15 En oposición al grupo más religioso. El CHMD no se considera una escuela religiosa.
17 Expresión que utiliza Camargo (1999) en su investigación sobre los judíos de Madrid.
cano; ya no son “de” México —un lugar que acoge, pero no resguarda—, sino
directamente mexicanos, lo que permite apreciar cómo ha ido cambiado el
sentimiento de pertenencia al país receptor a medida que pasan las genera-
ciones.
El proceso de integración siempre es largo y no está exento de riesgos. Desde
el país receptor se ve con recelo a los inmigrantes que pretenden conservar su
forma de vida y creencias, y que no desean asimilarse a la cultura del país. Esta
actitud es percibida como desprecio. Por su parte, los inmigrantes sienten el
deber de defenderse de la asimilación, por el temor de dejar de ser ellos mismos
para convertirse en “otros”. Esto ha cambiado a lo largo de un siglo: los jóvenes
van viviendo un proceso de des-aislamiento, de socialización que les permite
integrar ambas culturas y que los lleva a adoptar el español como lengua ma-
terna.
Si bien los jóvenes de hoy sienten menos amenazada su identidad judía, bus-
can una forma adecuada de pertenecer a ambas culturas —la de sus padres y
la del país receptor— sin sacrificar ninguna. La tensión que genera la idea de
“integrarse” es la que da sentido a los proyectos educativos y a la transmisión
misma, que supone continuidad y ruptura. Los alumnos y ex alumnos, en su
mayoría, parecen haber integrado lo mexicano como parte de su identidad sin
sentirse obligados a renunciar a su judaísmo: los alumnos no aprenden a ser
mexicanos en la escuela, sino que lo viven en la calle, en la casa, a través de los
medios, la gastronomía, la música, las noticias y las experiencias cotidianas.
La identidad que van construyendo no es sólo una adaptación, un “acomoda-
miento”, sino que revela la tensión entre las expectativas, resistencias y deseos, e
integra lo mexicano en la cultura judeomexicana a la vez que proyecta lo judío
en la sociedad receptora, asegurando la transmisión de los valores de ambas
culturas.
Lo que resulta paradójico es que el CHMD pretenda transmitir la “identidad
judeomexicana”18 de manera programada, y que el currículum se divida en dos
programas diferentes: el del área judaica y el oficial, el “mexicano”. Desde esa
óptica estaríamos hablando de una identidad desgarrada o, por el contrario, de
un intento de establecer una continuidad con la obra de los ancestros, de asu-
mir el pasado al proyectarlo a un nuevo futuro (Villoro, 2002).
De las características del grupo la que más lo hace destacar es, sin duda, su
condición judía. Siendo el judío un pueblo exiliado durante dos mil años, estig-
matizado y con una historia de repetidas expulsiones y agresiones, el atributo
“judío” no puede ser considerado como un adjetivo neutro: posee una carga
histórica que con frecuencia permea las relaciones con personas de otros grupos
o que, por lo menos, suele estar presente en los encuentros.
El antisemitismo, un terreno de hostilidad que articula una serie de pre-
juicios difusos —una combinación de elementos religiosos, raciales, políticos,
económicos, culturales y étnicos (Baron, 1977)— se expresa de diferentes ma-
neras y está presente en la transmisión del legado. Es un tema que se estudia en
la escuela como una constante. Al estudio formal de las políticas y agresiones
contra los judíos en diferentes épocas y sociedades, a las obras documentales
o de ficción que recuperan momentos específicos de la historia, se suman las
anécdotas y relatos familiares sobre encuentros con no judíos que tienen como
objeto mantener la unidad grupal y habilitar a las jóvenes generaciones ante los
peligros que pudieran llegar a enfrentar.
De acuerdo con Goffman (2006), los encuentros con personas que no per-
tenecen al grupo y desconocen sus características pueden generar tensión, y
se considera necesario que los jóvenes estén preparados para responder ade-
cuadamente. Esta preparación se les va brindando de forma gradual en los
diversos ámbitos comunitarios, especialmente en la familia y en la escuela. En
esta investigación se identificaron ciertas pautas, que coinciden con las que
establece Goffman (2006) como parte del código de conducta de los grupos
estigmatizados.
El orgullo es una de las características de los grupos étnicos, ya que brinda co-
hesión y autoestima, y es indispensable para la conservación de los mismos. En
las entrevistas realizadas, junto a las palabras “orgullo” o “judío” aparece con
frecuencia la palabra “miedo”: la idea subyacente es que el orgullo provee de la
fuerza necesaria para enfrentar el miedo. El antisemitismo ha dejado huellas
tanto en los judíos como en las sociedades gentiles, y el orgullo aparece como
una defensa ante las expresiones de hostilidad. Para ninguno de los entrevista-
dos (maestros judíos y no judíos, alumnos, miembros del patronato), las agre-
siones por ser judíos eran situaciones ajenas a la vida escolar.
Los encuentros entre judíos y no judíos pueden generar tensión por el temor de
los primeros a herir sensibilidades y de los segundos a ser lastimados. Partiendo
de la premisa de que la mayoría de las personas que profieren expresiones anti-
semitas lo hacen por desconocimiento, uno de los saberes mejor transmitidos es
la importancia de enfrentar la agresión, no con agresión, sino educando al agre-
sor. La consigna para los miembros del grupo, en general, es tratar de reducir la
tensión, evitar los conflictos y, cuando el otro dice algo inapropiado, mostrarle
su error. Esto, sin aceptar ofensas, humillaciones o alguna otra actitud negativa.
La idea es generar medidas preventivas.
Educar a los ajenos respecto a los judíos, dar una buena impresión como parte
del grupo, son conductas en las que el individuo se asume como representante
de un colectivo. Saber que la conducta personal puede impactar al grupo es una
gran responsabilidad que para algunos resulta inquietante, pues los priva de
libertad y no saben cuál es la actuación “correcta” que les permitirá ser juzgados
positivamente. Les resulta preferible evitar las situaciones de contacto.
quienes hay que actuar con cautela, vigilar el discurso, autocontrolarse; hay que
saber qué de la vida “interna” se puede hacer público y qué es mejor reservar,
pues queda fuera de la comprensión de “los otros” por carecer de los referentes.
En cierto modo, existe la idea de ser distinto, pero se trata de una diferencia
colectiva —cultural— que parece vivirse con cierta vergüenza —por ser “di-
ferentes” a la mayoría— o por lo menos con cierto recato. Esta defensa de la
intimidad, por llamarle de alguna manera, no impide las amistades con gente
no judía.
Muchos de los alumnos del CHMD han crecido en una especie de cápsu-
la comunitaria en la que se pretende controlar la información que circula en
la sociedad sobre los judíos —prejuicios, estereotipos— para protegerlos de la
“crueldad” de afuera (Goffman, 2006). Por esta razón, sus contactos con no
judíos suelen ser limitados, dependiendo de sus actividades y de la apertura de
sus familias. Es común que su primera relación significativa con no judíos sea
con maestros de la escuela, quienes no son vistos como extraños por conocer
íntimamente al grupo y por ser aceptados en él.
En síntesis, la integración a un país como minoría no pasa solamente por
desarrollar saberes para conservar una cultura y fortalecerse como grupo, sino
también por darse ciertas normas que se consideran útiles para que los encuen-
tros entre judíos y no judíos no sean fuente de tensión o de conflicto; se trata de
habilitar a cada individuo para que, en vez de ser una amenaza potencial para
el grupo —en el sentido de que pudiera responder con violencia a las agresiones
o, incluso, provocar él mismo la violencia—, sea un representante que educa y
disminuye los prejuicios y la hostilidad de los ajenos. Esto, sin dejarse maltratar
y sin ponerse en riesgo exhibiéndose en demasía cuando las condiciones no
están dadas. Es decir, teniendo presente su vulnerabilidad.
la interacción con la sociedad. Por otro lado, los saberes narrativos que están en
la base de la educación, apuntan a la constitución de los sujetos y del lazo social,
y su criterio de validez consiste en mantener las narraciones en la memoria
colectiva (Amorim, 2007). Si se considerara como una evidencia de la eficacia
de la transmisión el hecho de que los alumnos se identifiquen como parte del
pueblo judío, se podría afirmar que el CHMD —como una extensión de la fami-
lia y de la comunidad— cumple el objetivo con creces, pues todos los alumnos
lo ratifican. Incluso algunos informantes hablan de ser “más jálebi”,20 expresión
que sintetiza la pertenencia, las fronteras frente a las otras comunidades judías,
frente a la sociedad mexicana; en ella se manifiesta claramente el papel de la
familia como transmisora de los saberes ancestrales que siguen siendo valora-
dos positivamente. En el significante “jálebi” está implícita una concepción del
mundo y una forma de vivir que conjunta la alegría, la hospitalidad, las redes
familiares y comunitarias, la religiosidad y la filantropía.21
A los conocimientos y las vivencias relacionadas con el judaísmo, el CHMD
añade, como parte de un legado, ciertas prácticas solidarias orientadas al forta-
lecimiento de la comunidad judía de México: los alumnos consultados asumen
esta responsabilidad como algo positivo; la consideran una conducta que debe
ser fomentada y aluden a la sensación de seguridad derivada de la pertenencia.
La endogamia, la solidaridad, la responsabilidad, la unión familiar, no son sólo
conductas, sino saberes que condensan discursos, experiencias, prácticas, ex-
pectativas e imaginarios sociales, y constituyen una forma de apropiación de
la realidad. No sólo es una cuestión de mantener el vínculo, sino también de
lealtad y de orgullo.
La vida judía en México hasta la actualidad sólo se entiende en el contexto
de sus instituciones —instituciones intermedias (Berger & Luckmann, 1997)—
que generan sentidos y refuerzan los existentes, además de cohesionar a los gru-
pos, que no las perciben como algo impuesto.
20 Originario de Alepo. Un informante afirmó que las comidas familiares -donde inician
todas las celebraciones religiosas- “te hacen más jálebi”.
21 Es interesante notar cómo la palabra “shajato” (chancla), utilizada por los judíos ashkena-
zitas y sefaraditas para designar a los judíos de origen sirio —con connotaciones de machismo,
prepotencia, lujo, ostentación, religiosidad, atraso— ha sido retomada por éstos como una
forma de dignificarla, de no reconocerse en la marginación que implica (Dean-Olmsfeab, 2011,
pp. 77-87).
A manera de conclusión
Para concluir, podemos afirmar que el CHMD surge con un propósito definido:
formar sujetos comunitarios que se inscriban en la historia del pueblo judío
y se reconozcan como miembros de la comunidad judía mexicana; esto, para
asegurar la sobrevivencia del judaísmo en el país, tal como es concebido por los
descendientes de los judíos originarios de Alepo. A través de esta transmisión
—difusa, atravesada por fantasmas y narraciones ambiguas como toda trans-
misión—, la comunidad legitima su propia existencia y sus particularidades, y
demanda el reconocimiento social.
No queremos dejar de mencionar los cambios que se han dado, a pesar
del fuerte deseo de conservar la cultura y las tradiciones de este grupo. Para
la primera generación de inmigrantes, lo más importante era mantener la
unión y encontrar una forma de adaptarse al país sin renunciar a su religión
y a la cultura traída de Alepo. Incluso después de la creación del Estado de
Israel, éste seguía siendo, para la mayoría, una patria mítica. De la misma
manera —salvo contadas excepciones—, los alumnos hablan con orgullo de
los valores de Alepo, pero en su vida diaria ya actúan con referentes distintos
a los que privaban allá y que son expresiones del proyecto ilustrado: el lugar
de la mujer, la importancia de los estudios profesionales, el deseo de alcanzar
el éxito individual por encima de las preocupaciones comunitarias, la con-
vivencia con judíos de distintas procedencias, que sus abuelos rechazaron…
Además, han sustituido la lengua árabe por el español, y conciben el hebreo
como un idioma nacional, non sacro. Han hecho una interpretación genera-
cional y personal del legado.
Lista de referencias
Introducción
1 Algunos de los datos empíricos aquí presentados forman parte de la recuperación de expe-
riencias como parte del trabajo de campo de una investigación doctoral en proceso denomi-
nada Narrativas de la discriminación. Discursos cotidianos en la Escuela Secundaria Pública
de la Ciudad de México. Otros datos provienen de experiencias que han sido recuperadas a lo
largo del ejercicio como profesora del nivel educativo en cuestión.
debía ser el respeto hacia la autoridad. Si bien los sujetos y sus características
no son los mismos del pasado, queda la impresión de que existen ciertas lógicas
que en la actualidad siguen funcionando.
En México, la Educación Secundaria se ha consolidado como una parte
sustancial de la formación elemental, no sólo tras ser considerada como un ni-
vel básico y obligatorio tras la reforma constitucional de 1993, sino además, al
preservar una serie de componentes estructurales que la vinculan al nivel edu-
cativo que le antecede. Considero que entre esos componentes se encuentra la
lógica normalizadora y homogeneizadora que ha configurado históricamente la
formación básica, lo que se evidencia en el mantenimiento de ciertas prácticas
discursivas ritualizadas, como el uso de uniforme, las ceremonias cívicas o la
formación basada en un currículum nacional.
El concepto de escuela es entendido aquí bajo dos lógicas: como una ins-
titución que preserva componentes estructurales con los que ha sido concebi-
da histórica e ideológicamente y como una configuración cultural (Grimson,
2011), donde esos elementos se entrecruzan con aspectos culturales y subjetivos
propios de los sujetos que interactúan en la dinámica cotidiana escolar. Nos
enfocaremos en el primer aspecto que, consideramos, no es exclusivo del nivel
educativo en cuestión.
Existe una relación histórica entre la modernidad2 y los fines formativos en los
que se cimenta la escuela como institución. De acuerdo con Puiggrós (2004), la
idea de escuela moderna fue adoptada y adaptada al contexto latinoamericano
siguiendo una lógica normalizadora y asumiendo el principio liberal de progreso
como pauta para guiar la formación de la sociedad. La adopción de la ideología
liberal implicó la incorporación de un modelo de ciudadanización teniendo como
ideal a las sociedades occidentales (ver De la Peña, 1998), aspiración que derivó en
el desdén por otros valores culturales que fueron considerados atrasados.
El proceso de constitución de la escuela moderna tuvo un fuerte efecto en
la construcción de identidades (y de la diferencia), ello mediante mecanismos
de imposición de una sola lengua y tradiciones comunes que formarían parte
de un proceso de sujeción excluyente de todo aquello que se encontrara fuera
de ese marco común. A través de una pedagogía normalizadora (ver Puiggrós
1990; 2004), la escuela corregiría o, en su caso, deslegitimaría y excluiría aquello
que no fuera adaptable a un margen de supuesta normalidad.3
Ejemplo de ello son las prácticas de configuración identitaria del México
posrevolucionario mediante el proceso de castellanización e inoculación de va-
lores nacionales.
2 Si bien podríamos referirnos por modernidad a un proyecto común en el marco de las so-
ciedades occidentales, es necesario destacar, como plantea Chakrabarty (2008), la inexistencia
de conceptos universales y puros, máxime en el contexto de las sociedades latinoamericanas.
El debate sobre la modernidad en América Latina sugiere ideas de incompletud (Paz, 2004),
de multiplicidad (Restrepo, 2011), o como plantea Adriana Puiggrós (2004, pp. 179-180), la
modernidad latinoamericana no se define en los términos europeos o norteamericanos de una
sociedad industrial construida sobre los paradigmas del progreso y la razón, pues la pobreza y
el subdesarrollo son también sus productos.
3 Puiggrós (1990; 2004) desarrolla la noción de pedagogía normalizadora para caracterizar
una serie de procesos históricos en el ámbito educativo de América Latina, que tuvieron como
elemento común el sentido normativo y prescriptivo de las prácticas y discursos pedagógicos.
Uno de ellos es el relacionado con el mantenimiento de una serie de características conside-
radas naturales, normales y esperables en los sujetos, esto mediante la corrección de lo que
se consideraría como desviado o anormal y, por lo tanto, “corregible”. El análisis de un caso
cercano como es el argentino se puede encontrar en Dussel (2000).
ñol tuvo graves consecuencias para chicos y grandes. Los maestros recurrían
a métodos violentos que los ahuyentaban. En algunas escuelas los mismos
alumnos vigilaban que sus compañeros no se expresaran en su lengua ma-
terna, y con frecuencia eran más implacables que el maestro. Los pequeños
monolingües eran objeto de reprimendas, de burlas y de humillaciones; se les
ponían orejas de burro, se les aislaba o se les azotaba con varas. (Loyo, 2000,
p. 287)
4 Algunas prácticas discursivas mediante las que se niega y descalifica otros saberes (inclui-
das las experiencias de los estudiantes) pueden considerarse como consecuentes a estas formas
de exclusión de otros conocimientos.
Si nuestra identidad es que seamos todos iguales, y ella se define no sólo por
la abstracción legal de nivelarnos y equipararnos a todos los ciudadanos sino
también porque todos nos conduzcamos de la misma manera, hablemos el
mismo lenguaje, tengamos los mismos héroes y aprendamos las mismas co-
sas, entonces quien o quienes persistan en afirmar su diversidad serán perci-
bidos como un peligro para esta identidad colectiva, o como sujetos inferiores
que aún no han alcanzado nuestro grado de civilización. (Dussel, 2000, p. 4)
Estas prácticas oficiales se encuentran aderezadas por las maneras en que los
sujetos las viven y las conciben como esenciales para la formación y disciplina-
miento de los estudiantes. Durante una serie de observaciones en la dinámica
cotidiana escolar (Diario de campo, 2011) fue posible escuchar cómo una trans-
gresión a la norma del uniforme podía convertir a un alumno en “delincuente”
o “vagabundo”, según las palabras utilizadas por una autoridad escolar que se
encontraba al micrófono durante la realización de una ceremonia cívica, frente
a todos los miembros de la comunidad escolar. Situación similar a la de una
estudiante a quien en el salón de clases, durante una inspección de rutina, se
le solicitó deshacer una trenza de su cabello por no utilizar la coleta con listón
blanco que complacía a la autoridad escolar, y porque además “parecía india” al
utilizarla.5
Discursos, rituales y prácticas homogeneizadoras al interior de las escuelas
han resultado en formas de estigmatización de la otredad que se convierten en
lugares comunes perfectamente naturalizados. Un ejemplo ligado a nuestra so-
ciedad y escuela mexicana se encuentra en el estigma de lo indio. Desde la lógica
de la modernización, lo indígena representaba un sinónimo de atraso para el
progreso, ante lo cual la escuela jugó un rol civilizador que implicaba el rechazo
y abandono paulatino de costumbres, lengua y otros aspectos ligados al origen
indígena;6 paralelamente, se le otorgaba un nuevo sentido identitario, es decir, la
construcción de una categoría basada en el sentimiento de orgullo por las raíces
originarias del mexicano. Entonces, lo indígena era sinónimo de orgullo sólo en
referencia al glorioso pasado prehispánico, mientras que para la época del pro-
ceso modernizador-civilizador el indio vivo representaba un símbolo de atraso y
de vergüenza (Báez-Jorge, 2002; Baltazar, 2007; Gallardo, 2006). Ambos sentidos
se encuentran implícitos tanto en el currículum como en las prácticas cotidianas
de carácter discriminatorio dentro y fuera del ámbito escolar.7
5 Ello ocurrió ante la mirada atónita de la profesora que se encontraba frente a grupo en
aquel momento y quien observaba incapaz de contravenir la indicación. Y aunque tiempo
después los profesores se organizarían para solicitar el cambio de directivo por actos de ca-
rácter discriminatorio, el tema de la uniformidad seguiría sin ser cuestionado. Durante una
junta escolar previa al inicio del curso, por varios minutos la discusión se centró en si el uso
de un listón blanco y el peinado “pulcro” de las alumnas debía o no incluirse en el reglamento
interno escolar.
6 Cabe señalar que incluso lo indígena hace alusión a una categoría que también tiende a ho-
mogeneizar a los grupos originarios del país, independientemente de su diversidad lingüística,
origen, tradiciones, etcétera. Lo cual tiende a reducirlos a su condición de atraso social y eco-
nómico, que suele asumirse como resultado de sus condiciones culturales, y no de las circuns-
tancias estructurales, de dominio y explotación a las que se les ha conminado históricamente.
7 Esta implicación se encuentra latente en el hacer y sentir cotidiano: no sólo la negación
de lo indígena, sino además el sentido del uso de la expresión “indio”, que para el mexicano
simboliza uno de los mayores insultos que en términos discriminatorios se le puede proferir.
Un ejemplo de ello se encuentra documentado en Internet en el marco del reciente movimien-
to magisterial (2013-2016), cuando profesores provenientes de varios estados de la República
(principalmente Oaxaca, Chiapas y Michoacán), organizados por la Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación (CNTE), se manifestaron repetidamente en la Ciudad de Mé-
III. H
omogeneidad y diversidad en la
escuela, ¿perspectivas opuestas?
Debido al auge, ya no tan reciente, de una serie de tendencias que apelan a la in-
clusión y reconocimiento de la diversidad, es posible cuestionarnos si, en efecto,
la escuela continúa preservando una lógica homogeneizadora en lo que a los
principios oficiales que la sustentan se refiere. Dejaré de momento fuera de esta
disertación el papel de los sujetos escolares, quienes como sujetos culturales
configuran a partir de ciertas prácticas la manera en que se construye a un otro
en la dinámica escolar, con o a pesar de dichos principios homogeneizadores o
los que se asumen opuestos a dicha lógica (inclusivos, a favor de la diversidad y
tolerancia, multiculturales, etcétera).
Tras analizar las tendencias homogeneizadoras que caracterizan el sentido
de la escuela moderna, no pretendo omitir el debate crítico en torno a ciertos
argumentos ligados al reconocimiento de la diversidad y la tolerancia. Por el
contrario, coincido con el planteamiento de que el reconocimiento de la diver-
sidad se ha utilizado como un discurso “políticamente correcto”, que incluso se
expone al interior de los contenidos escolares o de ciertas políticas educativas,
sin que constituya un sentir que profundice en la transformación de la escuela
y la educación. Al respecto, Skliar (2007) se cuestiona si los argumentos de la
diferencia, de la preocupación por el otro, del respeto, la aceptación y la tole-
rancia hacia los demás, en verdad constituyen un nuevo argumento educativo,
A manera de cierre
que, amén de ciertas lógicas de poder, las formas que adoptan las dinámicas de
exclusión y discriminación son experimentadas por ambos.
Para finalizar, no puedo dejar de hacer mención de aquella profesora quien
me relató que durante su adolescencia fue estigmatizada, no por sus compañe-
ros, sino por el profesor que, además de llamarla “prietita” y “tonta”, mostraba
hacia ella un trato diferenciado por estas supuestas características y, además,
por el hecho de ser mujer. La memoria de lo escolar no miente, valdría la pena
preguntarnos qué hacemos día a día para transformarla.
Lista de referencias
Báez-Jorge, F. (enero-marzo, 2002). Los indios, los nacos, los otros. Apuntes
sobre el prejuicio racial y la discriminación en México. La Palabra y el
Hombre, 121, 21-40.
Baltazar, C. (2007). Vínculo entre la construcción histórica y la concepción de lo
indígena en los jóvenes urbanos de secundaria (Tesis de maestría). Univer-
sidad Pedagógica Nacional, México. Recuperado de http://xplora.ajusco.
upn.mx:8080/xplora-pdf/24164.pdf
Bhabha, H. (2002). El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial.
Borrás, L. (2007). Historia crítica del programa de historia propuesto por la Refor-
ma Integral de la Educación Secundaria, RIES (Tesis de maestría). Univer-
sidad Pedagógica Nacional, México. Recuperado de http://200.23.113.51/
pdf/24392.pdf
Chakrabarty, D. (2008). Al margen de Europa. Barcelona: Tusquets.
Díaz Barriga, A. (2004). La escuela en el debate modernidad-posmodernidad.
En A. de Alba (Comp.), Posmodernidad y educación (pp. 205-225). Méxi-
co: Universidad Nacional Autónoma de México-Centro de Estudios so-
bre la Universidad de la /Porrúa.
Duschatzky, S., & Skliar, C. (2000). La diversidad bajo sospecha. Reflexiones
sobre los discursos de la diversidad y sus implicancias educativas. Cua-
derno de Pedagogía Rosario, 7, 23-36.
Dussel, I. (2000). La producción de la exclusión en el aula: una revisión de la
escuela moderna en América Latina. En A. Luzón, D. Sevilla & J. Luengo
(Comps.), La escuela y sus agentes ante la exclusión social: Actas de las X
Introducción
3 A principios del siglo XX, la construcción del ferrocarril en la región del Istmo de Tehuan-
tepec trajo consigo la inversión de capital inglés, norteamericano, francés, japonés y otros.
Esto posibilitó la migración tanto de empresarios que se sentían atraídos por la riqueza que
generaría la construcción del ferrocarril (ya que convertiría a México en el paso obligado de
intercambio comercial entre Europa y Asia), así como de trabajadores de dichas regiones del
mundo que buscaban una mejor calidad de vida para ellos y sus familias. Con el tiempo esto
posibilitó el mestizaje entre los zapotecos y personas provenientes de distintas nacionalida-
des. Años atrás, eventos históricos como la denominada Batalla de Juchitán en 1866, donde
combatieron elementos del Ejército mexicano de la República y tropas francesas al servicio del
Segundo Imperio, también dio paso al establecimiento de europeos y procesos de mestizaje
en la región.
4 El Istmo de Tehuantepec es una región comprendida entre los estados de Oaxaca, Chiapas,
Tabasco y Veracruz en México. Se trata de la zona más angosta entre el océano Pacífico y el
océano Atlántico. Esta región cuenta con presencia de grupos étnicos, entre los que destacan
zapotecos, huaves y zoques.
Los principales centros de población del Istmo de Tehuantepec son Coatzacoalcos, Minatit-
lán y Acayucan en Veracruz; y Juchitán de Zaragoza, Matías Romero y Salina Cruz en el estado
de Oaxaca. Mi trabajo se ha concentrado sobre todo en el municipio de Juchitán de Zaragoza.
Al interior de dichos grupos, es evidente que los límites persisten a pesar del
tránsito de personal a través de ellos, y que por otro lado, ciertas relaciones
5 Sobre la historicidad de los pueblos y sus procesos étnicos, Dietz (1999) afirma que:
Al analizar fenómenos de etnicidad en comunidades indígenas y/o en movimientos
sociales es imprescindible estudiar ‘su’ propia historicidad desde un enfoque dialécti-
co, sincrónico y diacrónico a la vez, y no reducir el análisis ni a una perspectiva única-
mente historiográfica —¿qué aconteció realmente en el pasado?— ni a una perspectiva
únicamente etnográfica —¿qué usos actuales tienen los mitos sobre el pasado?— Es
preciso contrastar ambas preguntas para elucidar la importancia específica que puede
tener la “invención de la tradición para un determinado grupo”. (pp. 58-59)
ciar al propio grupo de los demás” (p. 13). En síntesis, los zapotecos vivencian
una etnicidad que remite en primer lugar a una identidad grupal-individual,
maleable, tradicional, moderna y selectiva para contrarrestar el racismo que se
experimenta cotidianamente.
7 Para Dietz (1999) el nivel individual es imprescindible para analizar todos los demás niveles
de integración de la etnicidad. Él lo describe de la siguiente manera:
El nivel individual es importante para analizar la confluencia —en un mismo actor
social— de distintos niveles de etnicidad, que a menudo están integrados en “jerar-
quías segmentarias” como, por ejemplo, en el caso latinoamericano las categorías ét-
nicas relativas a la comunidad local (frente a lo extralocal), el grupo étnico-lingüístico
(frente a otras etnias vecinas) y el grupo de los indígenas (frente a los mestizos y otros
no-indígenas). (p. 55)
dure su carrera. Si, por el contrario, no se cuenta con los recursos económicos
suficientes, es frecuente que los padres se comuniquen con algún tío, primo
o paisano en la ciudad para conversar sobre la posibilidad de que le brinden
alojamiento al estudiante el tiempo que dure su carrera. En este último esce-
nario, las redes familiares, de amigos y paisanos llegan a constituir un capital
comunitario-social-histórico muy importante para que los migrantes realicen
sus estudios, se familiaricen con la ciudad, se relacionen con otros paisanos, en-
cuentren lugares donde se reúnen y donde pueden expresar su identidad étnica
sin temor a la discriminación y el racismo.
En todos los casos, un aspecto importante de las redes familiares, de ami-
gos y paisanos radica en la vigilancia, protección y control que los parientes
ejercen sobre los migrantes y en especial sobre las mujeres. Los trabajos de
Freyermuth y Manca (2000), Oehmichen (2000, 2005) y Vázquez (2000), han
comprobado que el género y la etnia son dos elementos que inciden sobre la
manera en que las redes brindan apoyo. En el caso zapoteco, como entre mu-
chos otros grupos étnicos, las mujeres son quienes se convierten en el centro
de la vigilancia por parte de las tías, pero especialmente de los hombres de
la familia, entre los que encontramos tíos, primos, cuñados y abuelos. A las
mujeres estudiantes que viven en casa de parientes, amigos y paisanos gene-
ralmente se les solicita que cooperen con las labores domésticas del hogar,
cumplan con un horario para llegar a la casa, no salgan a fiestas durante la
noche y mantengan un comportamiento moralmente adecuado estando en
la ciudad.8 En cuanto a los hombres la situación es diferente; generalmente a
ellos no se les vigila demasiado, no se les exige que realicen labores domésti-
cas, que cumplan con un horario de llegada a la casa o que no salgan a fiestas
con sus amigos. Sobre todo en lo que concierne a las mujeres, la protección fa-
miliar funciona como un dispositivo para salvaguardar el honor de las fami-
lias, valor de suma importancia entre la comunidad zapoteca. En ambos ca-
sos, la vigilancia y el control, en mayor o en menor medida, funcionan como
dispositivos sociales para alejar a los estudiantes de problemas relacionados
con el alcohol, el consumo de drogas, las “malas compañías”, embarazos no
A mí me tocó una vez sacar unas tortillas duras, decir “ya no sirven”, y las
metía en el bote de la basura, pero al siguiente día no tenías ni para esas
viles tortillas, entonces me tocó irlas a sacar y comérmelas. O despertar una
noche, después de estar estudiando toda la noche y madrugada y pararte
y decir, ¡zas! pero qué crees, ¡no tengo ni para el pasaje! Vas y le hablas al
señor en el metro, oye dame chance porque tengo que ir a la escuela; bueno,
pasas, pero qué pasa cuando llegas al metro más cercano a tu escuela, que
son como cinco kilómetros, me tocó caminarlos y estar en la escuela sen-
tado con tu estómago así rugiendo y dices, bueno, no importa, tengo que
echarle ganas. Pero ahí viene también cómo te relacionas con los demás,
porque en mi caso mis compañeros se daban cuenta y ellos hacían la coo-
peración y me decían “mira te compramos comida y ten cincuenta pesos al
menos para mañana” y en lo que me depositaban ya podía sobrevivir otros
quince días más.9
9 Entrevista realizada a Juan Carlos, joven de 30 años de edad, quien llegó a la Ciudad de Mé-
xico a la edad de 20 años para estudiar la carrera de ingeniería en ciencias de la informática.
10 Las Velas son las fiestas tradicionales que se llevan a cabo en el Istmo de Tehuantepec y en
las cuales se hace entrega de la mayordomía, se baila, se come y se bebe durante toda la noche
en honor a un santo, a una familia o a un oficio.
integrante de otro grupo étnico que no sabe leer, ni escribir, que no cuenta con
redes de familiares, de amigos y paisanos, que no posee una antigua tradición
histórica de migración con fines educativos y que optó por asimilarse a las cos-
tumbres y tradiciones citadinas. Finalmente, advertimos que la identidad étnica
de los zapotecos es sumamente dinámica y les proporciona diversas ventajas,
entre las más importantes, que pueden ser tan zapotecos o tan mestizos como
requieran, tan tradicionales o modernos “como amerite el momento”.
11 http://ford.ciesas.edu.mx/Estadisticas2.htm
12 Las carreras que los zapotecos deciden estudiar son principalmente aquellas relacionadas
con las diversas actividades económicas, políticas, sociales y culturales de su lugar de origen,
de ahí que muchos estudien las carreras de arquitectura, matemáticas, física, informática,
contaduría, derecho, psicología, medicina, odontología, antropología, historia, lingüística,
pedagogía, sociología, periodismo, letras, artes plásticas, música, ingeniería en computación,
ingeniería eléctrica, ingeniería civil e ingeniería en petróleos, principalmente.
13 Cabe destacar que los zapotecos han logrado realizar estudios de posgrado no sólo en la
Ciudad de México, sino en Puebla, Veracruz, Chiapas, Guadalajara, Oaxaca y en muchas par-
tes del extranjero, principalmente, España, Francia, Holanda, Estados Unidos y Japón. Este
tipo de estudios se han realizando con apoyo del Programa Internacional de Becas de Posgra-
do para Indígenas, de la Ford Foundation International Fellowships Program y del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, así como con el apoyo de otros
programas encargados de otorgar becas de posgrado a estudiantes indígenas.
14 Bertely (2005) explica la noción de apropiación escolar y sus limitaciones de la siguiente
forma:
El concepto de apropiación escolar, útil para interpretar todo tipo de negociación y tra-
ducción local de las políticas educativas oficiales, así como la amplia gama de interpre-
taciones en torno a las piezas, los ámbitos y los engranajes institucionales, históricos
y sociales que intervienen en la construcción social de la escuela, resulta en este caso
limitado. La apropiación escolar, a pesar de considerar el marco estructural dentro del
cual se producen las traducciones idiosincráticas, no plantea con suficiencia el anclaje
étnico y las filiaciones de parentesco, políticas y faccionalistas que intervienen en las
capacidades autonómicas nativas, en el sentido de traducir los símbolos provistos por
el Estado nacional a partir de lo que resulta políticamente significativo a los protago-
nistas. (58-59)
15 Olivia Gall (2004) ha afirmado que el problema del racismo como ideología surge en las
primeras décadas del siglo XX precisamente cuando el naciente Estado-nación tuvo como
prioridad formar una identidad nacional por medio del mestizaje entre la raza india y la euro-
pea. La autora comenta que el proyecto “forjando patria” de Manuel Gamio y Alfonso Caso,
y la corriente mestizófila presentada por Vasconcelos y Molina Enríquez, disfrazados de un
ideal de mezclas de sangre y de culturas, desarrolló un racismo asimilacionista de Estado. Éste
permeó las mentalidades y las prácticas del conjunto de los sectores socioculturales de nuestro
territorio, incluido el indígena, que introyectó la siguiente visión de sí mismo por muchas
décadas: “para ser mexicano había que mestizarse”.
Yo soy de la octava sección, soy de las colonias más viejas en donde se habla
mucho más zapoteco que español, entonces cuando yo llegué a la ciudad, cuan-
do estudiaba en la universidad, se reían de mí, mis propios compañeros. Sí, sí,
porque se nota en la pronunciación, por eso durante muchos años no hablé, se
reían de mí, mis compañeros se reían de mí, me sentía muy mal, cuando ya me
obliguen a hablar voy a hablar, pero mientras tanto no voy a hablar, decía yo.
En un principio, cuando tú llegas aquí, pues traes el acento más fuerte que como
lo podamos tener ahorita, y sí hay racismo hasta cierto punto entre las personas,
hasta el punto en que en la escuela sí me discriminaban. En un principio la dis-
criminación era de una forma agresiva, era como tratar de ofenderte, de burlarse
de ti, como que se mofaban; pero más allá de sentirme mal, era al contrario, era
identificarme entre todos porque yo era de Oaxaca, en mi salón, en la universi-
dad había gente que era de Hidalgo, que era de Chiapas y yo era de Oaxaca, y
el jarocho, y bien marcado. En un principio sí fue como que se mofaban de ti,
tratándote de hacerte menos, diciéndote “oaxaco”, no, pero te digo, te vas dando
a entender que estas ahí porque en verdad puedes, no porque te lo regalaron.17
16 Entrevista realizada a Macario Matus (1943-2009), quien llegó desde muy joven a la ciudad
de México para ingresar a la Benemérita Escuela Nacional de Maestros y después en la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México; desde entonces fue conocido por su gran obra artística y
literaria y por el impulso que dio a la cultura zapoteca dentro y fuera del país.
17 Entrevista realizada a Carlos, joven de 29 años de edad, quien llegó a la Ciudad de México a
los 18 años para estudiar la carrera de Ingeniería Eléctrica en el Instituto Politécnico Nacional.
Es que en todas partes hay, como dicen en Juchitán, granos de maíz buenos y
granos de maíz podrido; entonces sí, alguna vez encontré en la prepa un trato
distinto de las personas hacia mí. Esa era una escuela que tenía cierta forma
de pensar y de vivir y propiciaban mucho los cocteles y las idas a la disco, era
una escuela muy fresa, y entonces, una vez en mi salón a mí se me ocurrió
decir que yo hablaba zapoteco y entonces yo me di cuenta de que para mis
amigas fue como haber dicho “tengo lepra” o algo así, porque sí, hubo un
cambio rotundo en su actitud, como que decían, “¡Ay, tan bien que se veía!”
Y bueno, yo lo único que pensaba era que ellas se perdían de lo que yo podía
contarles, de lo que yo podía transmitirles acerca de Juchitán, porque sobre
todo mi abuela me inculcó cierta seguridad, como un orgullo de ser de un lu-
gar, de hablar un idioma y de que eres tan atrevida o tan chingona que además
estás aprendiendo otro idioma.18
18 Entrevista realizada a Natalia Toledo, quien llega desde muy pequeña a residir en la Ciudad
de México.
tivamente a los componentes que conforman sus identidades étnicas, sino que
ajustan estratégicamente los marcadores de las mismas para integrarse exito-
samente en la sociedad receptora y para negociar su posición frente al Estado
nacional.
19 Hay distintas versiones respecto al significado del término huave, pero ellos se nombran
a sí mismos en su lengua “ikoots”, que significa gente del mar, o “mero ikooc”, que significa
literalmente “verdaderos nosotros”, pero que tiene que ver con el concepto milenario del “ser
hombres verdaderos o los que tienen la palabra”.
Consideraciones finales
tórico y no a las acciones emprendidas por el Estado. Los rezagos de 500 años
de colonización y dominación siguen haciendo eco en pleno siglo XXI.
Uno de los principales obstáculos para que los pueblos tengan un número
significativo de integrantes en la educación superior nacional, tiene que ver con
un sistema educativo excluyente que reproduce de diversas formas el racismo y la
discriminación que hemos arrastrado durante siglos. Es común que los estudian-
tes enfrenten serios problemas dentro y fuera de las aulas universitarias al hablar
su lengua, al portar sus trajes tradicionales o simplemente al comentar que perte-
necen a una cultura diferente. Fuera de las aulas, son bien conocidos algunos de
los problemas que enfrentan por su condición de etnia, clase y género.
Ante estas acciones, los zapotecos en la Ciudad de México han optado por
seleccionar, jerarquizar y codificar cuidadosamente algunos elementos identi-
tarios y no otros, para marcar simbólicamente sus fronteras en el proceso de su
interacción con otros pueblos, con los mestizos y con el Estado. La selección y
utilización de algunos rasgos identitarios y no del conjunto de ellos, muestra
que la identidad étnica, lejos de ser un proceso inmutable, es un proceso malea-
ble y dinámico que puede adaptarse a circunstancias específicas de interacción
y contexto.
En este artículo también tipifiqué los distintos tipos de racismo que enfrentan
y en los que los zapotecos se ven involucrados. En primer lugar, encontramos un
racismo de Estado que no permite ni garantiza el ingreso de los grupos étnicos
en la educación superior nacional, como comprueban los datos del INEGI y otras
fuentes de información estadística —aun cuando el artículo 3o Constitucional20
apunta que debería ser así—; en segundo lugar, se encuentra un racismo de la so-
ciedad nacional hacia los grupos étnicos que reproduce una serie de estereotipos
sobre el universo indígena como pobres, atrasados, iletrados y otros calificativos;
en tercer lugar, se encuentra un racismo que ha permeado a los propios grupos
étnicos y que posibilita diversas formas de opresión entre sí; finalmente, encon-
tramos un racismo entre los propios zapotecos por una cuestión de clase.
Fue importante tipificar y nombrar estas formas de racismo y discrimina-
ción como un mecanismo para hacerles frente, ya que como apunta Gall (2004):
Lista de referencias
Asad, T. (1973). Anthropology and the Colonial Encounter. Londres: Ithaca Press.
Barth, F. (Coord.). (1976). Los grupos étnicos y sus fronteras (pp. 7-49). México:
Fondo de Cultura Económica.
Bertely, M. (1997a). Historias familiares, escolarización e iniciativa cultural ya-
lalteca. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, 27(3), 9-31.
Introducción
años, e iniciaron con el rechazo de la CGEIB a las ideas que se pusieron en prác-
tica durante la gestación de la UAIM en su primera administración.
Estas ideas se plasmaron en lo que se llamó el modelo educativo de la UAIM,
cuyos elementos se fueron “deconstruyendo”, en el sentido de que no se destru-
yeron, sino que se fueron modificando —en la teoría y en la práctica— hasta
moldear una institución afín a las políticas interculturales de educación supe-
rior en el país. En este proceso se generaron luchas interculturales de muy di-
versa índole; pero para agosto de 2016, la aparente calma fue producto de que en
las batallas que se libraron, el grupo de poder —alineado con la CGEIB— había
resultado victorioso y había logrado aplacar la posibilidad de cualquier mani-
festación de inconformidad.
El objetivo de este trabajo es describir, a través de los resultados de una
investigación de corte etnográfica y teniendo como tela de fondo la transfor-
mación de la UAIM hasta convertirse en UAIS, el conflicto presentado en cuanto
a: 1) la participación del pueblo yoreme mayo en la institución; 2) la gestión y la
administración institucional; 3) el currículum y el desarrollo curricular, y 4) la
política lingüística en la universidad.
Estos cuatro aspectos representan sólo algunas de las trincheras3 intercul-
turales discriminatorias de una sorda lucha injusta y desequilibrada donde el
opresor ha mantenido subyugado al oprimido en esta institución.
En este trabajo se entenderá por trincheras interculturales discriminatorias
el lugar conceptual (espacio temporal) en el que se generan continuamente
conflictos interculturales que, debido a las asimetrías culturales, generan pro-
cesos discriminatorios negativos. De hecho, en la teoría de la aculturación de
Aguirre (1967) las relaciones interculturales son el punto de partida del propio
proceso de aculturación-asimilación (Fábregas-Puig, 2012). Lejos de tratarse
de regiones de refugio, las universidades interculturales como la UAIM son más
bien trincheras de luchas asimétricas entre los miembros de las culturas que
participan.
Topolobampo
Educación a
Mochicahui
Porcentaje
Los Mochis
El Carrizo
distancia
El Tajito
Grupo
Total
Adscripción
Fuente: Construcción propia con base en los datos proporcionados por la administración escolar de la UAIM.
Fuente: Construcción propia con base en los datos proporcionados por la administración escolar de la UAIM.
las instalaciones en 2010 por parte de los yoremes obedeció a que sentían que
habían quedado excluidos de la institución y tenían interés en ser invitados a
desarrollar una mayor participación en la vida de la institución, sobre todo para
conseguir empleos para algunos de ellos.6
El desinterés de las autoridades universitarias por la participación de los
yoremes se hizo patente ante la generación de la Ley orgánica, que en agosto de
2016, dio vida a la UAIS, sin haber realizado ninguna consulta a sus organiza-
ciones indígenas, violentando el artículo 6 del convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), publicado en 1989, que en la primera parte men-
ciona:
6 En la negociación para que los yoremes cedieran las instalaciones, las autoridades ofre-
cieron emplear a cinco personas en puestos de la menor jerarquía, para compensar un poco
su inconformidad. Se pueden observar las explicaciones que da el Rector en turno y el Se-
cretario de Educación en http://www.uaim.edu.mx/joomla15/index.php?option=com_con
tent&view=article&id=112:dejen-trabajar-al-rector-y-luego-lo-evaluan-francisco-frias-
castro&catid=36:boletines&Itemid=58
7 Véase la demanda de inconstitucionalidad promovida por la Comisión Nacional de Dere-
chos Humanos en http://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/Acciones/Acc_Inc_2016_84.pdf
la universidad fuera indígena, ya que justificaría que los puestos de mando fue-
ran, en este caso, preferentemente yoremes. Aun cuando el proyecto original de
la UAIM trató de reivindicar a los indígenas, el peso ponderado de la cultura no
indígena local —sinaloense— ha mantenido en el poder tres administraciones
universitarias que, en términos generales, no han aceptado que en los principa-
les puestos de mando se encuentre algún profesionista indígena.8
Puestos de menor jerarquía y menor pago a los indígenas
Los yoremes e indígenas de otras etnias han ocupado puestos, a partir de
2004, que han correspondido con la escala más baja en el sistema de jerarquías
de la organización de la UAIM: mensajeros, secretarias, ayudantes y veladores.
Esto es debido a que prevalece un racismo en Sinaloa en el que los no indígenas
piensan aún que los yoremes no se encuentran preparados académicamente y
que los únicos trabajos que pueden desempeñar son los de peones y jornaleros.
Se podría profundizar mucho al respecto, pero para dar una mayor idea de la
dimensión del fenómeno es necesario mencionar que los gobernadores tradi-
cionales de este grupo étnico, aun cuando son representantes de sus comunida-
des, son personas pobres económicamente hablando, lo que les genera una gran
desventaja en sus intenciones políticas.
El contexto presentado anteriormente puede hacer ver, pero no justificar, el
hecho de que no se consideren puestos de mayor jerarquía para los yoremes en
la institución. La mayoría de ellos han sido sólo peones y pocos han ocupado
trabajos de artesanos y facilitadores culturales, percibiendo emolumentos me-
nores a los de sus pares mestizos. En toda la historia de la UAIM, menos de 10%
del total de los facilitadores educativos ha sido de este grupo étnico, y su pago
también ha sido menor al de sus pares no indígenas. Por ejemplo, mientras
una licenciada no indígena sin posgrado es directora de un departamento de
lenguas, una maestra yoreme con posgrado en educación trabaja de cocinera
en el comedor; a un facilitador de esta etnia con posgrado en ingeniería se le
paga como técnico, mientras que un licenciado sin posgrado ocupa el puesto
de coordinador educativo con un sueldo directivo. A los profesores de lengua
yoreme mayo se les paga 70 pesos/hora, mientras que a los que imparten inglés
se les dan más de 80 pesos/hora, entre otros muchos ejemplos de injusticia eco-
nómica (Diario de campo, septiembre de 2015).
No se ha requerido profundizar mucho en la institución para que se hicie-
ra evidente lo que menciona Jozami (2015): “derivadas de la herencia colonial,
las inequidades que afectan a pueblos indígenas y afrodescendientes aún están
fuertemente enquistadas en las sociedades latinoamericanas contemporáneas”
(p. 7). Y agrega:
El pueblo yoreme reporta entre sus miembros profesionistas de una gran va-
riedad de disciplinas y en todos los niveles, incluyendo el doctorado; algunos
de sus líderes han sido profesionistas que, incluso con sus limitaciones eco-
nómicas, debido a sus capacidades y a una serie de suertes del destino pudie-
ron estudiar alguna carrera en el estado de Sinaloa; algunos se educaron en
la Ciudad de México, ya sea en la UNAM o en el Politécnico. Como ejemplo de
esto se encuentra Narciso Aquí Combera (pariente del legendario yoreme Felipe
Bachomo),9 quien estudió en los años cincuenta en el Instituto Politécnico Na-
cional la carrera de contaduría (El debate de Los Mochis, 2012); Pedro Neyoy Ne-
yoy (q.e.p.d.) (facilitador de la UAIM), quien también estudió en esa institución
ingeniería civil en los años setenta, y otros contados profesionales que lograron
estudiar en escuelas normales y otras carreras en instituciones localizadas en
estados más cercanos, como Nayarit y Sonora. El hecho de no privilegiar a los
miembros de esta etnia con los mejores puestos de la UAIM, proviene de una dis-
criminación sistemática causada por un racismo soterrado que no ha querido
ser reconocido por una gran parte de la población sinaloense.
9 Felipe Bachomo fue un destacado líder revolucionario del pueblo yorem’me mayo, quién
mantuvo lo que fue la última rebelión de este pueblo que luchaba por recuperar sus tierras. Al
ser fusilado en 1915, el pueblo yoreme mayo cayó en un profundo desánimo, entregándose a los
designios del gobierno mexicano.
Por otro lado, es de hacer notar que en realidad la UAIM, y hoy la UAIS, han
interactuado en muy pocos poblados de ascendencia yoreme mayo, mientras
que en donde han tenido gran influencia lo han hecho con una serie de políticas
abiertamente discriminatorias. Por ejemplo, en Mochicahui, si en un principio
las puertas de la universidad estaban abiertas a la comunidad como institución
pública, principalmente durante los festejos de semana santa, a partir de 2010
la institución cerró sus puertas porque para los funcionarios ha sido indeseable
que los yoremes se introduzcan a los recintos universitarios, especialmente en
el uso de los baños, donde también hay marcadas diferencias culturales (Diario
de campo, abril de 2010).
En la primera administración los trabajos de diagnóstico de las comunida-
des quedaron reflejados en el documento “Mochicahui Nuevas Fronteras”, crea-
do en 1999, en el que además se propuso la creación de un centro de educación
superior como clave para el desarrollo de las mismas. La creación de la UAIM
bajo la iniciativa de la Comisión para la Atención de las Comunidades Indíge-
nas de Sinaloa (CACIS),10 hizo que ésta fuera parte de las comunidades, y no un
ente externo que realizara extensionismo (Guerra-García, 2016).
La Figura 1 muestra cómo la visita del gobernador del estado de Sinaloa,
Juan S. Millán Lizárraga, en noviembre de 2001, se hacía en el marco de las ac-
tividades propias de la CACIS. Ahora bien, el pueblo yoreme se organiza a través
de Kobanaros que dirigen las actividades de un grupo de comunidades; éstos se
encuentran distribuidos a lo largo de todo el estado de Sinaloa con el apoyo de
la CACIS; a veces actúan en forma independiente, pero en general pertenecen al
Consejo Supremo de Kobanaros y Pueblos Yoremes Mayo de Sinaloa.
10 La Comisión para la Atención de las Comunidades Indígenas de Sinaloa se creó el 6 de fe-
brero de 1998 durante el gobierno de Renato Vega Alvarado, con la finalidad de impulsar a las
comunidades indígenas del estado de Sinaloa y de mejorar sus condiciones socioeconómicas, y
se ha orientado principalmente a generar un enlace entre los representantes indígenas migran-
tes y los gobernadores tradicionales yoreme mayo con el gobierno estatal (Gobierno del Estado
de Sinaloa, 1998). Esta comisión fue dirigida por Joaquín Vega Acuña durante dos sexenios, a
través de los que logró impulsar la creación y puesta en marcha de la UAIM.
Sistemas Computacionales
Sistemas Florestales
Sistemas de Calidad
Cultura Popular
Etnopsicología
Tronco común
Gestión Fiscal
Periodismo
Contaduría
Porcentaje
Sociología
Derecho
Turismo
Grupo
Total
Adscripción
Fuente: Elaboración propia con base en los datos proporcionados por la administración escolar de la UAIM.
Fuente: Elaboración propia con base en los datos proporcionados por la administración escolar de la UAIM.
Los titulares académicos que han provenido de otras etnias han llegado a adap-
tarse a la dinámica que la administración no indígena ha impuesto en la institu-
ción, y no han sido esporádicos los tratos despóticos, racistas y xenofóbicos que
han recibido. Las luchas interculturales no sólo se han realizado en las aulas, fren-
te a los facilitadores que en su gran mayoría han sido mestizos sinaloenses, sino
que los albergues, el comedor, los espacios públicos en la comunidad y las demás
áreas universitarias también son lugares donde cotidianamente se han librado
batallas que presionan a los titulares académicos indígenas a desertar, creando un
espacio de mayor privilegio para los no indígenas. El detonante más fuerte que ha
motivado la deserción ha sido la dificultad que se ha presentado cuando han sido
despojados del servicio del comedor o del albergue, con el pretexto de la reproba-
ción o supuestas violaciones a los reglamentos; de tal forma que la deserción de la
matrícula de los grupos étnicos originarios ha superado en los últimos cinco años
el 30%,11 aun cuando ha variado según el programa educativo.
Se tiene así que la interculturalidad en la UAIM, y más todavía en la UAIS,
no ha sido precisamente la que reivindica al indígena, la de las relaciones ar-
mónicas entre las personas de diferentes culturas, ni es la que genera beneficios
de manera equitativa. Es y ha sido aquella que confronta diariamente a los di-
ferentes y las minorías que sobreviven en la institución supeditada al dominio
las que se privilegia el lucro. Por ejemplo, desde el punto de vista administra-
tivo, los gastos para la celebración de una fiesta tradicional son vistos como
innecesarios, por lo que muchas veces se niegan los apoyos; pero además, estas
formas económico-administrativas de ver los rituales influyen también en que
actividades que los yoremes antaño realizaban actividades de manera volunta-
ria y gratuita para su comunidad, ahora tienen que cobrar por su participación,
modificando sus usos y costumbres.
¿Quién podría contradecir acciones que toma la administración orientadas
a mejorar la calidad? Por ejemplo, la reducción de becas de comedor, de alber-
gue y del uso de aires acondicionados obedece a la idea de minimizar los costos
administrativos. Como menciona Mato (2015): “Estas inequidades y exclusiones
frecuentemente pasan inadvertidas para la mayor parte de la ciudadanía; son
parte del sentido común establecido, de los imaginarios sociales prevalecientes”
(p. 19).
En nombre de la calidad se han realizado muchas acciones de exclusión,
discriminadoras, racistas y xenofóbicas, de la misma forma como en nombre
de Dios se han cometido los más horrendos crímenes en la humanidad. Todos
estos aspectos se convierten en sí en una trinchera más de la lucha intercultural
que se vive diariamente en la Institución.
Existe otro fenómeno de choque intercultural que está íntimamente ligado con
el currículum; se trata del asunto disciplinar que ha impedido llegar al consen-
so sobre la forma como se diseñan las asignaturas y como éstas se llevan a la
práctica. Si en un principio la UAIM mantenía una postura interdisciplinaria en
el currículum, ahora en la UAIS la lucha de las disciplinas académicas es cotidia-
na. De esta manera, los habitus (Bourdieu, 1991) del antropólogo, del filósofo,
del administrador, del economista y del pedagogo, entre otros profesionistas
que han participado en el diseño y la aplicación del currículum, han diferido
notablemente en sus intenciones. Ni siquiera el equipo líder en el que han par-
ticipado especialistas de las diferentes disciplinas de las ciencias sociales ha po-
dido realmente ponerse de acuerdo en cómo abordar aquí la interculturalidad
en el currículum.
Algunos maestros de la UAIS ahora piensan que cada asignatura debe ob-
servarse desde la perspectiva intercultural; otros proponen que en el plan de
asignaturas se agreguen sólo las materias mínimas necesarias para que el ca-
rácter del programa educativo sea intercultural. Por ejemplo, los ingenieros han
planteado, durante las reuniones de desarrollo curricular, que las matemáticas
son universales y que es difícil impartirlas desde una perspectiva intercultural,
invisibilizando lo que desde hace décadas se ha dado en llamar etnociencia; en
contraste, facilitadores del área social piensan que éstas se podrían impartir
desde su desarrollo histórico y observar cómo es que las diferentes culturas han
influido en la creación de conceptos que han servido para contextos específicos.
El resultado es que se ha impuesto en general la postura del ingeniero, ya que
para estos lo más importante radica en aprender las mecanizaciones que llevan
a la solución de problemas independientemente de qué cultura haya hecho la
propuesta de los conceptos matemáticos.
IV.3. La prescripción
se usa más en el ámbito internacional. Por otro lado, los métodos de enseñanza,
lejos de reforzar la preservación de su habla en las nuevas generaciones, presen-
tan resultados que minimizan su valor sociolingüístico.
El enfoque es enseñar yoreme como segunda lengua a todos los titulares
académicos, pero como pasa con la enseñanza oficial de la lengua inglesa en
México, el resultado se reduce a conocer algunas palabras y el empleo de algu-
nas oraciones, mas no cierto nivel de dominio. Es decir, la orientación curricu-
lar es hacia los no indígenas, que son la mayoría, para legitimar el carácter in-
tercultural de la institución como mandato de la CGEIB, y no para un verdadero
rescate de la lengua para los yoremes mismos.
A manera de conclusión
12 Véase en la Ley orgánica de la UAIM que en la junta ejecutiva se contempla un representan-
te indígena en http://www.laipsinaloa.gob.mx/images/stories/ARCHIVOS%20PUBLICOS/
Leyes%20Estatales%20Actuales/ley%20organica%20universidad%20indigena.pdf
13 Obsérvese que en la nueva Ley Orgánica de la UAIS no se contemplan representantes indí-
genas en la Junta Ejecutiva.
Lista de referencias
Introducción
Total
Año Mujeres Hombres HLI
Alumnos
2005 217 102 115 121
2006 333 156 177 161
2007 431 211 220 185
2008 481 236 245 196
2009 553 280 273 229
2010 642 323 319 276
2011 614 306 308 225
2012 505 256 249 190
2013 599 335 264 148
2014 971 596 375 274
1 “El trámite de inscripción está acompañado sólo de un examen diagnóstico realizado por el
CENEVAL utilizando la prueba EXANI II. Los resultados determinan los contenidos a abordar
cir, de forma tardía en relación con muchas comunidades originarias del país.
Sin embargo, el proyecto educativo homogéneo que pretendió desaparecer a los
indios tabasqueños, principalmente a los zoques, fue instrumentado desde el
periodo de gobierno del general Tomás Garrido Canabal a principio de siglo XX,
aplicando una serie de políticas lingüicidas así referidas por Pfeiler y Canché
(2014), que permanecieron durante varias décadas hasta los años ochenta, y que
nuevamente a final de esta década se reactivaron. A principios de siglo XXI, en
la aplicación del proyecto educativo intercultural, las identidades zoque y chol
forman parte de procesos híbridos. A partir de 2005 se pretende revalorar lo
indígena, pero a la vez, no existe una concepción clara sobre lo que significa ser
indígena entre la comunidad intercultural estudiantil.
Tabasco fue una de las entidades federativas menos estudiadas por los an-
tropólogos e historiadores indigenistas en el siglo XX, la mayoría de las investi-
gaciones sobre lo que el Estado consideró como indígenas tabasqueños ha sido
acerca de la cultura Olmeca desde una perspectiva arqueológica; sobre el resto
de los pueblos indígenas, principalmente se han hecho investigaciones sobre los
chontales ubicados en municipios como Jalpa de Méndez, Comalcalco, Paraíso,
entre otros, quedando vacíos historiográficos sobre la cultura zoque que tuvie-
ron presencia en la región serrana de Tabasco, que comprende los municipios
de Jalapa, Tacotalpa, Teapa y parte de Macuspana.
Como se expondrá en los siguientes apartados, la identidad en procesos de
hibridación tiene que ver con una configuración en un espacio donde la fron-
tera interétnica contribuye a la identidad de lo indígena. Las migraciones de
comunidades choles de Chiapas hacia Tabasco, permiten pensar en la impor-
tancia de los elementos culturales y en cómo las Universidades Interculturales
deben tomar en cuenta estos puntos.
2 Los frailes dominicos fueron los encargados de evangelizar buena parte de la región serrana
de Tabasco y una extensa zona en Chiapas, además de otras rutas en diferentes partes de lo
que ahora es México y Guatemala. Llegaron a finales de 1520 y 1530 y fueron estableciendo dis-
tintas rutas. El Convento de Oxolotán fue fundado y construido entre 1572 y 1633; por muchos
años se supuso que fue edificado por frailes franciscanos, sin embargo, por las investigaciones
arqueológicas de Laura Ledesma (1992) en los ochenta y noventa, se sabe lo siguiente: “gracias
a la intervención arqueológica y al apoyo documental, fue posible comprobar que en la región
zoque de Tabasco hubo únicamente presencia de frailes dominicos” (p. 23).
3 Posteriormente se funda San Juan Bautista y luego se cambia el nombre por Villahermosa.
En México el indigenismo sigue siendo un tema central para las ciencias socia-
les, ya que a inicios del siglo XXI, las políticas dirigidas a la población indígena
han tenido una transformación en sus planteamientos, en comparación a las
aplicadas de 1948 hasta fin de siglo. Sin embargo, no todas las regiones que el
INI clasificó como indígenas fueron suficientemente estudiadas; ese fue el caso
de las diferentes regiones de Tabasco.
La política indigenista tuvo la intención de integrar y modernizar a par-
tir de la aplicación de programas de desarrollo, muchos de ellos educativos,
a los pueblos indios durante el siglo XX. Tabasco ha sido un estado en el que
en diferentes momentos del siglo pasado y del actual se ha agudizado la mo-
dernización, principalmente petrolera, por lo que a diferencia de otros estados
y regiones, parecía necesario eliminar lo indígena, para mostrar el desarrollo
moderno que beneficiara los proyectos petroleros y de progreso.
Fue así que las políticas indigenistas en Tabasco llegaron a aplicarse hasta
los años setenta, pues por mucho tiempo los gobiernos modernizadores afir-
maron que en el Tabasco petrolero no existían indios. No obstante, las fuertes
movilizaciones, principalmente de la región chontal, encabezadas por organi-
zaciones comunitarias, lograron que se diera atención a pueblos de municipios
como Cárdenas, Huimanguillo, Nacajuca y Jalpa de Méndez. Hubo un proceso
que podemos definir como tardío de aplicación de políticas indigenistas respec-
to al nivel nacional, ya que en otras entidades y regiones, se fueron aplicando
desde los años cuarenta y cincuenta, y esto afectó las configuraciones indígenas
en las diferentes regiones tabasqueñas.
El primer Centro Coordinador del INI en Tabasco se estableció en 1973 en el
municipio de Nacajuca, en la región chontal. A lo largo del siglo XX, se agudizó
la campaña de modernización a partir del gobierno del general Tomás Garrido
Canabal, en la década de los veinte y treinta; en los años del postgarridismo se
incrementó la “tabasqueñidad” (identidad criolla), afirma Uribe Iniesta (2003,
p. 52). Resulta primordial para entender la evolución histórica que existió, de
aplicación de políticas educativas racionalistas durante el siglo XX, hacia po-
líticas con enfoque intercultural a principios del nuevo siglo, al indigenismo
institucional; ya que la educación fue la estrategia del Estado para moderni-
zar a sus indios. Dentro de las políticas indigenistas existen muchos elementos
por mencionarse; uno de ellos que fue central y que en gran medida define la
identidad de lo indígena que el Estado mexicano va construyendo a lo largo
de varias décadas, tiene que ver con la creación de los Centros Coordinadores
Indigenistas (CCI); durante las décadas a partir de los años cincuenta hasta los
primeros del siglo XXI, funcionaron en distintas regiones y localidades del país,
convirtiéndose en Centros Coordinadores para el Desarrollo Indígena (CCDI)
en la actualidad, y bajo la responsabilidad de la nueva institución que maneja el
indigenismo mexicano, la CDI (Galán & Navarro, 2016).
La acción indigenista en Tabasco no llegó a todas sus regiones, para la Re-
gión de la Sierra fue hasta los años ochenta, cuando se colocaron centros inte-
gradores promovidos por el gobierno del estado a través del Sistema Nacional
para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), durante la gestión de Enrique
González Pedrero (1983-1987) y a iniciativa de su esposa, la escritora cubana
Julieta Campos, quien aplicó una serie de programas con enfoque comuni-
tario y centrados en la cultura; además de aplicar proyectos educativos que
pretendieron rescatar las lenguas indígenas, se tienen como referente de estos
años los trabajos impulsados por Irena Majchrzak, donde se aplicó el método
Montessori en escuelas distintas en la región chontal y chol, además de imple-
mentarse el proyecto teatral conocido como Laboratorio de Teatro Campesino
e Indígena, principalmente en Oxolotán en los años ochenta. Posteriormente
en la década de los noventa debido a las pugnas políticas, la mayoría de los
proyectos educativos y culturales se eliminaron; fue hasta la primera década
del nuevo siglo que se ejecutaron programas para indígenas, particularmen-
te promovidos por la CDI. En educación se destaca la implementación de la
Universidad Intercultural en el poblado Oxolotán del municipio de Tacotalpa
hasta el 2005.
La importancia de entender las razones por las cuales los zoques fueron
casi silenciados, tiene relación con las políticas indigenistas en educación que
se aplicaron a lo largo de varias décadas en el estado de Tabasco, ya que las es-
tadísticas los eliminaron durante el siglo XX, reduciéndolos a minúsculas cifras
(Galán, 2016) y por la migración de choles del norte de Chiapas hacia Tabasco.
En la actualidad, ni los censos, ni los datos del INALI colocan información so-
bre los zoques de Tabasco; únicamente aparecen en folletos de la Secretaría de
Turismo, en informes del gobierno estatal y spots publicitarios, que resaltan la
presencia histórica zoque en poblados como Villa Tapijulapa y Oxolotán, a los
que tratan de promover en campañas de turismo cultural y, por supuesto, en la
información general de la UIET.
El INEGI proporciona actualmente la información que se muestra en la Ta-
bla 2, sobre hablantes de lengua indígena en Tabasco.
El zoque que se habló en Oxolotán corresponde a una variante denomina-
da zoque del noroeste de Chiapas. “La variante northeastern dialect of Chiapas
zoque que fue identificada entre los habitantes de la ciudad de Oxolotán en 1988
[…] corresponde a la variante de Tapijulapa, mencionada por Thomas en 1974”
(Pfeiler & Canché, 2014, p. 377).
Las pocas investigaciones que existen sobre los zoques tabasqueños coinciden
en que un elemento central para que los zoques que existieron en Oxolotán
estén prácticamente extintos (desde el punto de vista lingüístico), es la prohi-
bición de la lengua durante el periodo de gobierno del general Tomas Garrido
Canabal en Tabasco (1919-1934) y por el desplazamiento lingüístico (Pfeiler &
Canché, 2014).
Un punto muy importante el que abordan estas autoras, es que el criterio
lingüístico cumple un papel simbólico, más que de uso cotidiano:4 en muchas
escuelas tabasqueñas, sobre todo rurales, se castigaba con golpes y con cárcel
por usar la lengua zoque; esto incluyó el uso del traje típico que también fue
motivo de castigo. Posterior al garridismo, la política educativa siguió aplicán-
dose, ya no con el castigo de cárcel, pero sí con la prohibición del uso de la
lengua y, sobre todo, con las burlas hacia los hablantes de zoque por parte de los
profesores y con la creencia generalizada de “que castellanizar al indio conduci-
ría al progreso”, como lo plantean Pfeiler y Canché (2014).
Para la CDI, el INALI, el INEGI y el gobierno del estado de Tabasco, la Región
de la Sierra en la actualidad está poblada por choles; éste fue además uno de
los criterios más importantes para tomar la decisión de implementar una Uni-
versidad con enfoque intercultural en Oxolotán, ya que en los últimos 20 años
las migraciones de choles de Chiapas por problemas derivados de las pugnas
4 “La lengua indígena solo sigue cumpliendo un papel simbólico en la relación de persis-
tencia de los grupos en cuanto a identidad y herencia cultural se refiere” (Pfeiler & Canché,
2014, p. 378).
titaria que sigue y está conformado por grupos indígenas de la familia maya
actual. En todo caso, hay una recreación de identidad y de identificación po-
lítica en relación con el Estado. (Álvarez, entrevista por Galán, 2016, p. 358)
que a pesar de esta diversidad cultural nuestra sociedad niega sus propias
identidades y apela a una identidad nacional o étnica exclusiva. Si se nos pre-
gunta “¿eres indígena?” no sabemos qué responder, ya que esta palabra hace
demasiado ruido en nosotros o nos provoca reacciones adversas y en cual-
quiera que así sea llamado. La palabra indígena en nuestro contexto significa
que aún conservas tus raíces y eso, a su vez, también es cuestión de orgullo,
pues te incorporas a un grupo social que es un ícono cultural que debe ser
conservado y atendido como si fuera una especie en peligro de extinción.
No obstante, esta apreciación también cambia, pues al mismo tiempo, si eres
llamado indígena, éste pasa a ser un término meramente despectivo, pues es
sinónimo de atraso, ignorancia, pobreza, etc. (Santos y Velásquez, entrevista,
Galán, 2016, p. 347)
Otro de los puntos de reflexión de Mariela tiene que ver con que en el mis-
mo poblado de Oxolotán existen casos de racismo hacia la gente de comunida-
des chiapanecas. En Oxolotán confluyen personas de todos lados y la creación
de la Universidad lo ha acentuado. El origen del pueblo se menciona en proble-
mas cotidianos entre choles y zoques; principalmente cuando se juntan a “echar
trago”, en las cantinas suele haber peleas.
Para Mariela el proceso de encuentro que tuvo con el concepto indio es
complejo; describe que cuando iba a la secundaria y preparatoria, le resultaba
extraño escuchar y ver a sus compañeros provenientes de comunidades como
Pasamonos, Limón, Guayal, Agua Blanca, quepara ella “hablaban raro”, y esta
situación poco ha cambiado, en las escuelas tacotalpenses, prácticamente eso
sigue siendo cotidiano.
Ella no se considera indígena —del todo—, pero afirma que tiene raíces in-
dígenas, ya que sus abuelos originarios de Jalapa y de Macuspana, Tabasco, eran
indígenas, por lo que tiene antecedentes; sus familiares trabajaban en fincas y
hablaban lengua indígena. El concepto que le parece es muy importante es el
de indígena intercultural, porque en su experiencia le ha permitido valorarse
y ver al indígena con respeto; en el ámbito profesional, trabaja directamente
con comuneros indígenas a los que valora y respeta, pero que no deja de mirar
como los “otros”. La Figura 4, muestra a estudiantes de la UIET, contestando una
entrevista estructurada.
V. Consideraciones finales
Los referentes sobre identidad indígena que heredan los estudiantes de la Uni-
versidad Intercultural, se vinculan con una configuración histórica que tiene
un largo pero discontinuo proceso. La región serrana donde se encuentra Oxo-
lotán, como se ha expuesto en este trabajo, se relaciona con la cultura zoque,
pero también con la migración de comunidades indígenas que se asentaron en
poblados tabasqueños. La política indigenista que de manera tardía se aplicó
en Oxolotán también va a configurar la identidad de lo indígena, y es la que
las autoridades universitarias de la UIET han promovido en su comunidad es-
tudiantil.
como indígenas, sino en cómo los deben mirar desde las mismas instituciones
estatales y desde el resto de la sociedad.
La UIET es ahora un nuevo escenario de indigenismo de Estado (o neoin-
digenismo), donde se promueve una idea sobre lo indio, principalmente en la
Licenciatura en Lengua y Cultura, donde uno de los objetivos principales es el
de formar profesionistas que rescaten la cultura originaria. Para el caso de la
región serrana de Tabasco, esto tiene que ver con el rescate de la cultura zoque y
chol; sin embargo, representa un dilema, en el sentido de que parte de su pobla-
ción no tiene claridad sobre lo que significa ser indígena chol o zoque.
La implementación de un proyecto educativo intercultural para promover
el desarrollo con identidad en la región de la Sierra de Tabasco, es un elemen-
to determinante para la población estudiantil considerada como indígena que
se cuestiona por su identidad. Será muy importante darle seguimiento a estos
procesos y contar con nuevas investigaciones. Las instituciones que tienen a su
cargo las políticas indigenistas, como es el caso de la UIET, están partiendo de
una definición generalizada del concepto de lo indígena y muy pocos lo están
cuestionando.
El enfoque intercultural en México ha querido deslindarse de las políticas
que lo antecedieron, es decir, las indigenistas (Galán & Navarro, 2016). No obs-
tante, en esencia las concepciones de lo indígena manejadas en este caso por la
CGEIB y por la CDI se mantienen a partir de la definición de lo indígena; a pesar
de que la concepción de “pueblos originarios” es parte del lenguaje de las comu-
nidades interculturales, en la mayoría de los discursos, de las investigaciones y
de las políticas planteadas, se continúa hablando sobre comunidades indígenas
de forma generalizada. Es necesario que esta idea se discuta en las carreras que
ofertan las Universidades Interculturales; el punto central debe ser la definición
de nuevas ideas sobre las identidades, que tengan como punto de partida lo que
sus actores sociales están entendiendo acerca de su relación con el concepto
histórico de indígena, de proponer estudios donde se tomen en cuenta los pro-
cesos complejos e híbridos, con los que se configura la identidad de quienes son
considerados indígenas por el Estado y por las propias Universidades Intercul-
turales, como es el caso de Tabasco.
Lista de referencias
Alejos, J., & Martínez N. (2007). Ch’oles Pueblos indígenas del México contem-
poráneo. México: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas.
Escobar, A., Navarro, S., & Rojas, R. (2015). Historia de la UIET, su génesis y si-
tuación actual. Saberes de los pueblos, la UIET a 10 años, 1, 14-29.
Galán, F. (2016). Procesos de construcción sobre las identidades indígenas a tra-
vés de las políticas educativas (Tesis doctoral) Universidad Veracruzana,
Xalapa, Veracruz, México. http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/41444
Galán, F., & Navarro, S. (2016). Indigenismo e interculturalidad, una discusión
necesaria. Desacatos, 52, 154-159.
García Canclini, N. (2003). Culturas híbridas, estrategias para entrar y salir de
la modernidad. México: Grijalbo.
Giménez, G. (2005). La cultura como identidad y la identidad como cultura.
Trabajo presentado en el III Encuentro Internacional de Promotores y
Gestores Culturales, Guadalajara Jalisco. Recuperado de http://www.pe-
rio.unlp.edu.ar/teorias2/textos/articulos/gimenez.pdf
Harvey, N. (2000). La rebelión de Chiapas. La lucha por la tierra y la democra-
cia. México: Era.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2010). Anuario estadístico de Ta-
basco 2010. México: autor.
Ledesma, L. (1992). Escenario histórico geográfico. En La Vicaría de Oxolotán
(pp. 27-36). México: INAH.
Pfeiler, B., & Canché, F. (2014). Las políticas lingüísticas y el desplazamiento de
las lenguas indígenas en la Sierra de Tabasco. En M. Ruz (Coord.), Tabas-
co Serrano, miradas plurales (pp. 377-404). México: Universidad Nacional
Autónoma de México/Gobierno de Tabasco.
Ruz, M. (1991). Los linderos del agua. Francisco de Montejo y los orígenes del
Tabasco colonial. México: Gobierno del Estado de Tabasco.
Ruz, M. (2014). La sierra: una memoria fragmentada. En M. Ruz (Coord.), Ta-
basco serrano, miradas plurales, geografía, arqueología, historia, lingüís-
tica y turismo (pp. 239-299). México: Universidad Nacional Autónoma de
México/Gobierno de Tabasco.
Salazar, F. (2014). Los pueblos de la sierra y los territorios de su región los fun-
Introducción
nal, la cuestión étnica está folclorizada, por lo que adquiere un valor idealizado.
Si bien esporádicamente se visibiliza a los jóvenes de origen indígena, su pre-
sencia se identifica a través de elementos incidentales. Se destacan algunos de
sus rasgos identitarios, principalmente el uso de la lengua con motivos instru-
mentales y pertinentes a ceremonias institucionales. Estas situaciones atraen la
atención. Se comentan con agrado y se promueven este tipo de participaciones.
Sin embargo, la presencia de estos jóvenes no supera el límite establecido por
el folclor. Este límite no es traspasado por un nivel de convivencia basado en
reconocimientos culturales más profundos.
Durante las observaciones en las aulas, llamaron la atención las expresio-
nes estigmatizantes de algunos docentes que tienden a desacreditar el intelecto
de los estudiantes. Estas frases son alusivas a los atributos cognitivos de los
estudiantes en general. Por esta razón, no se examina la diferenciación étnica
inicialmente propuesta; más bien, se analizan las directrices intelectuales que
se establecen durante las clases a partir de los apremios de los docentes, pero
también de la continuidad en el tipo de intercambios verbales que provocan en
sus alumnos y la forma como estos hacen frente a los requerimientos de desem-
peño intelectual.
En otro sentido, es posible partir de la indagación acerca de lo que es la
inteligencia en un contexto escolar específico y comprender cómo influye su
conceptualización en la relación que institucionalmente se establece con los es-
tudiantes. Cómo se institucionaliza la relación con los inteligentes o con los
más inteligentes y cómo con quienes no lo son. La inteligencia se objetiviza y
subjetiviza como otros marcadores claramente relacionados con prácticas ra-
cistas, como el color de piel, la vestimenta, la pertenencia a un grupo étnico, o
la situación social, entre otros. Este marcador aparece objetivado y subjetivado
durante las prácticas escolares. Una de estas prácticas se desarrolla en las aulas.
El saber, el dominio, la experiencia en determinada área de conocimiento están
respaldados por títulos académicos y por una posición institucionalizada que
permite una jerarquización que, consciente o inconscientemente, se utiliza para
inferiorizar.
A continuación, el trabajo se divide en cuatro apartados. En el primero, se
presentan los fundamentos teóricos que apoyan los conceptos utilizados y las
relaciones que se establecen entre ellos y las situaciones observadas. En el se-
gundo apartado, se explica cómo se construye la noción de inteligencia durante
I. Fundamentos teóricos
con las formas más tradicionales del racismo, porque su expresión concuerda
y es totalmente compatible con los valores antidiscriminatorios y las formas
modernas de racismo.
Desde otra perspectiva psico-antropológica aplicada a la educación, Bar-
bara Rogoff (1993) propone escudriñar una estrecha relación entre el contexto
cultural en el que está inmerso el pensamiento de los individuos con sus activi-
dades cognitivas. En efecto, las definiciones “egocéntricas” constituyen la base
de los tests de inteligencia:
Entre los más firmes defensores de la noción de inteligencia están los aca-
démicos[…] Los tests nos parecen obviamente válidos a los que formamos
parte de la comunidad académica[…] No hay duda de que la inteligencia
académica es realmente importante para el tipo de trabajo que hacemos. Rá-
pidamente nos escabullimos en la creencia de que es importante para cual-
quier tipo de trabajo importante[…] De este modo, los académicos están en
la situación de haber centrado sus actividades profesionales en torno a una
calidad personal, ejemplificada en un cierto número de destrezas, y hemos
terminado por afirmar que las personas que carecen de estas habilidades
especiales no son en absoluto inteligentes. (Neisser, 1979 citado en Rogoff,
1993, p. 4)
En una entrevista para Goy (2016), Carina Kaplan reclama que una mirada
antigua y conservadora de la pedagogía puede llevar a “la idea de que los cere-
bros son los que definen el fracaso o el éxito de la gente, en la sociedad o en la
escuela” (párr. 3). La investigadora afirma que el cerebro no es la causa de las
diferencias en las trayectorias educativas. Desde una posición socioeconómica,
lleva la relación entre docentes y estudiantes al campo de las desigualdades
sociales y educativas. Pone énfasis en las desigualdades entre las condiciones y
oportunidades para aprender, y rechaza la idea de que la desigualdad social y
educativa se aloja en el cerebro.
La mencionada pedagoga llama la atención sobre el hecho de que se está
volviendo de alguna manera a aceptar el orden social. Que se está volviendo a
decir que, si hay diferencias de aprendizaje en la escuela, se debe a cuestiones
innatas que el individuo trae, sea desde su composición neurológica cerebral o
bien desde su casa, y equipara a la meritocracia con la atribución de la desigual-
dad a los cerebros. Este orden social data del Siglo XIX, como lo exponen Suárez
y López Guazo (2005), con las teorías del carácter hereditario de la inteligencia y
las primeras pruebas de coeficiente intelectual impulsadas por Francis Galton, y
se ha mantenido en distintos órdenes sociales de nuestra época, principalmente
en las instituciones educativas.
En este trabajo, el concepto de inteligencia no se propone desde la noción
formal alimentada por indicadores contenidos en determinados tests, sino
desde una noción que se hace presente en los discursos de aprobación y desa-
probación, verbalizados durante las clases cotidianas. Se afirma que esta prác-
tica constituye también una prueba académica. De esta forma, el concepto de
inteligencia se construye con la concurrencia de dos elementos, delimitados
con la información empírica recabada durante las observaciones de clase: 1.
Los parámetros e indicadores que explícita o implícitamente colocan los do-
centes como la medida que deben alcanzar las respuestas y actitudes de los
estudiantes ante un contenido, una participación o la solución de un proble-
ma. 2. La falta de respuestas o cuando estas son limitadas frente a los requeri-
mientos de los maestros. Por su parte, el racismo es perceptible en la desacre-
ditación intelectual, implícita en los comentarios que los docentes hacen para
señalar a los alumnos que no proporcionan las respuestas esperadas, que no
las proporcionan de forma espontánea e inmediata o que son limitadas.
Las circunstancias que conforman la base de lo observado son las inte-
racciones cara a cara, que para Goffman (1991) son las situaciones sociales en
las que se hayan dos o más individuos en presencia de sus respuestas físicas
respectivas. La interacción es el orden de la situación en la que se hallan las
personas en mutua presencia material, en presencia de sus cuerpos o co-
presencia. En este sentido, la imagen que proyectan de sí mismos define la
situación.
Desde la perspectiva del mencionado autor, se propone que es durante
las interacciones como se construye una definición de inteligencia. Especí-
ficamente a partir de los intercambios verbales y los referentes que, durante
estos, se hacen a lo que los estudiantes saben o no saben, y cómo el no saber
en una situación concreta (confrontación de saber, tiempo y lugar especí-
ficos) que ocurre dentro del aula, los desacredita intelectual y socialmente
frente al grupo.
Las características de los racismos han sido estudiadas desde tantas perspecti-
vas como valoraciones socioculturales puede haber en los grupos sociales. Estas
características han dado paso a la pluralización (diversificación, tipificación)
del racismo. Estas valoraciones van:
desde la investigación socioeducativa. Son los datos empíricos y teóricos los que
posibilitan establecer una relación entre una de las formas en que los docentes
se relacionan con sus estudiantes y el concepto de racismo de la inteligencia.
La inteligencia está determinada subjetivamente en las tareas, los conteni-
dos que se presentan en el aula, las respuestas esperadas por los docentes. La
discusión no busca centrarse en el concepto de inteligencia o inteligencias múl-
tiples en un sentido más amplio. No interesa a menudo determinar quién es
una persona dotada de inteligencia de acuerdo con una multiplicidad de pará-
metros y mediciones posibles en los distintos campos disciplinarios, sino cómo
se señala la supuesta incapacidad intelectual de los estudiantes en un contexto
específico; en este caso en aulas universitarias en una región mexicana cultu-
ralmente diversa y socialmente desigual. De esta forma inductiva, se pueden
identificar algunos parámetros pertinentes acerca de lo que se está señalando
como deficiencia o rezago intelectual y determinar lo opuesto: en qué contextos
situacionales y relacionales se materializa la eficiencia intelectual como cons-
trucción social de la diferencia cultural y de la desigualdad.
Aun cuando, durante los intercambios cotidianos, no se utilice explícita-
mente el término o un concepto específico de inteligencia, se alude a determi-
nadas habilidades cognitivas. Lo que importa aquí es lo que se externaliza a
partir de lo que se expresa oralmente y lo que se construye en el aula durante
las interacciones entre docentes y estudiantes. Es decir, cómo socialmente se
acepta o se rechaza, específicamente por los docentes, el desempeño cognitivo
de los alumnos durante las clases. Más que tratar de responder de manera cien-
tífica a preguntas vagas sobre qué significa la inteligencia desde la perspectiva
de dichos actores educativos, se debe tratar de hacer la ciencia de la pregunta
misma. Se han de analizar las condiciones en las que surge y del racismo de
clase que introduce (Bourdieu, 1999). Es precisamente lo que se propone con
este trabajo.
Esta noción de inteligencia se apega a una construcción sociocultural, en-
tendida como el nivel de interacción de conformidad con los parámetros es-
tablecidos por los docentes para cada tema. Cada interacción está abierta a la
posibilidad de plantear una multiplicidad de pruebas que parten desde una pre-
gunta concreta hasta un desempeño destacable, justificado por el cúmulo de
participaciones expuestas durante el curso. Los cuestionamientos de los docen-
tes son también una prueba que deja ver si los estudiantes estudiaron o no, en
qué nivel de profundidad, o si aportan algo nuevo al grupo. Pero esta novedad
también la establecen los profesores, porque cuando los alumnos participan,
en diversas ocasiones sus participaciones quedan sin respuesta. En otros mo-
mentos, puede entenderse que el docente no requiere medir el grado real de
conocimiento de los estudiantes sobre un tema específico, sino si realizaron las
tareas encomendadas y si las realizaron bien (en apego a lo que fue requerido
por ellos).
Durante estos momentos de interacción, queda evidenciado que está en
juego permanente la relación entre escolarización y destrezas cognitivas. “No
es accidental que nuestras medidas de inteligencia se relacionen con la esco-
laridad” (Rogoff, 1993, p. 7). Estas permean las aulas durante los intercambios
cotidianos, sean espontáneos o diseñados para medir determinadas aptitudes.
La mencionada autora recoge los resultados de varias investigaciones, incluyen-
do los propios, cuyos datos no apoyan un concepto de destrezas intelectuales
de carácter general, o un efecto generalizado de la escolarización sobre el lo-
gro cognitivo. Sin embargo, la escuela sigue monopolizando este logro a partir
de determinadas medidas de la inteligencia. Las pruebas estandarizadas por sí
mismas seleccionan y minimizan el potencial intelectual de los miembros de
un grupo (Croizet, 2012). Al interior de las aulas, de forma cotidiana, se definen
distintas formas de ser y no ser inteligente.
A partir de los momentos de las clases observadas en los que hubo señala-
mientos a las intervenciones o no intervenciones de los estudiantes, el intelecto
se caracteriza con los siguientes parámetros:
• Los contenidos de las respuestas a los cuestionamientos de los docentes
(el tipo de información).
• La espontaneidad de las participaciones.
• La suficiencia o insuficiencia de la información que aportan.
• El vocabulario empleado (en ocasiones los docentes corrigen los térmi-
nos o expresiones usadas por los estudiantes).
• La oportunidad de las participaciones.
• Los diálogos que se abren con las participaciones (la continuidad que se
da por parte de los docentes a lo que dicen los estudiantes).
Las respuestas que los docentes proporcionan a reacciones relacionadas con
estos indicadores son las acreditadoras o desacreditadoras de las capacidades
expresadas. Son precisamente en estas respuestas en donde se identificaron ex-
Los docentes se apropian del espacio interactuando con los estudiantes a tra-
vés de bromas. Es una forma de marcar el dominio. Para el mencionado autor,
el chiste sirve para dominar una situación, para equilibrarla, para suavizarla. La
broma actúa como el impulso y la actitud del docente (de no reír, por ejemplo),
como el control de dicho impulso y de sus consecuencias: las reacciones de los
estudiantes. Así, aun cuando esta actuación sale del esquema de rigidez de la
clase, los docentes, al no reír de sus propias bromas, evitan que se mantenga
fuera de esta rigidez. En cambio, cuando ríen, el tiempo de relajación se prolon-
ga. Es menos inmediato el momento en el que retoman el hilo o la conducción
de la clase. Esta es una clara forma de dominio y apropiación del espacio porque
logran estrechar la cercanía con los estudiantes y obtienen respuestas.
Así como la mirada que evita el contacto forma parte del orden de la inte-
racción, de acuerdo con Goffman (1970), el no reír cumple el mismo objetivo.
Los docentes que no ríen, imponen su dominio, que consiste en la búsqueda de
respuestas a las interrogantes sobre los temas tratados en clase. Los docentes que
sí ríen de sus bromas y las de los alumnos también imponen un control a través
de la aprobación explícita de la risa. Las respuestas a las preguntas planteadas no
interesan para ellos más que la continuidad relajada de la interacción. La relaja-
ción se convierte en el objetivo de esos momentos que forman parte de la clase.
Estas actuaciones pueden tener como finalidad estar bien con el grupo, estrechar
el contacto con los estudiantes, aminorar su propia tensión para resolver temas y
dudas en un esquema demasiado formal, entre otras posibilidades.
El tono envuelve lo que se dice. La broma representa el marco de las expre-
siones de los docentes. Es lo que da forma al contenido, lo que se antepone al
contenido. Es eufemismo. Suaviza lo que se dice para provocar su aceptación.
Esta es perceptible en las respuestas que dan continuidad a lo que dicen los
docentes. La risa de los estudiantes es una de las respuestas esperadas por los
docentes y la reproducción o la continuidad de lo que dicen los profesores indi-
ca un nivel de aceptación y asimilación. “¿A dónde los llevaron a tomar clase?”,
pregunta un profesor. “En el cerro”, responde una alumna. En este sentido, la
broma es también una estrategia docente porque conduce a momentos de aten-
ción, concentración y participación directa durante las clases.
La risa y la reiteración de lo que dice el docente son parte de los ajustes que
los estudiantes realizan para sobrellevar la tensión de los cuestionamientos. Los
estudiantes con su risa y la continuidad de los tonos de chiste prolongan esos
piel o lugar de origen, entre otros. Esta diferenciación deriva de las característi-
cas situacionales de cada conducta.
Las consecuencias de esta práctica son silenciosas o igualmente se natu-
ralizan. La responsabilidad de los resultados que obtienen los estudiantes que
quieren entrar a las universidades y quedan fuera, o los que quieren ingresar a
las más solicitadas y no ingresan, o los que ingresan y no culminan sus carreras,
se adjudica a sus capacidades individuales. Los jóvenes se enfrentan (cuando
aplican a los exámenes de ingreso, o cuando deben acreditar las asignaturas,
por ejemplo) a las medidas de competencia e inteligencia institucionalmente
instauradas, sin la formación previa pertinente. Estas medidas difícilmente se
cuestionan en un país en el que la mayoría de los jóvenes en edad universitaria
no ingresa a una institución de educación superior. Y no solo no se cuestionan,
sino se normalizan y se promueve un apego a ellas. Más aun, se promueve una
lucha y una competencia por alcanzarlas sobre todo y en todo momento, y se
asume un fracaso personal cuando no se alcanzan.
En los sistemas educativos, frecuentemente se da un tratamiento a los estu-
diantes como si de ellos y sus propios méritos dependieran los buenos resultados
y los logros. Cuando se destacan sus logros desde una perspectiva individualis-
ta, se abona a la meritocracia. En los últimos años, hemos introducido en traba-
jos de investigación la noción de resiliencia, para destacar cómo los estudiantes
se sobreponen a las adversidades y mantienen sus actividades productivas o de
formación, no obstante sus múltiples desventajas sociales. Con la utilización
de estos conceptos y los indicadores con los que se construyen, implícitamente
se abona también a la meritocracia, porque la falta de logros significativos no
necesariamente es resultado de lo que los estudiantes hacen.
François Dubet (2011) enfatiza el hecho de que las brechas entre los me-
jores y los menos buenos están, en gran medida, determinadas por los oríge-
nes sociales de los alumnos, y estas desigualdades se proyectan y acentúan en
las escuelas. Como consecuencia, los alumnos vencidos se perciben fatalmente
responsables de sus fracasos y de sus lagunas, en una palabra, de su nulidad.
“Cuanto más lo invade todo el marco del modelo de la igualdad de oportuni-
dades, menos pueden consolarse los alumnos atribuyendo sus fracasos a otros
factores que no sean ellos mismos” (Dubet, 2011, p. 86).
El lentísimo y muy gradual ascenso social que alcanzan los jóvenes de las
clases populares y los de origen indígena como profesionistas, es otra de las
Conclusiones
Lista de referencias
Introducción
en las clínicas médicas, en los aeropuertos, en las discotecas y los bares. En los
restaurantes que a menudo exhiben en sus paredes leyendas que señalan que
no se discrimina a nadie, menos por razones raciales, ocurre lo mismo. En la
escuela también sucede, más recurrentemente de lo imaginado. En las canchas
de futbol, en los concursos de belleza, en los programas y los comerciales televi-
sivos, en la radio, en los periódicos, en las novelas, en las revistas, en la red, en
todos lados, a todas horas, en los momentos menos esperados, el racismo está
presente, casi con un don de ubicuidad que asombra por su enorme capacidad
performativa.
P. Essed (1991), experta en el tema, nombró a esta manifestación del fenó-
meno como racismo cotidiano. A ella debemos, por cierto, la acuñación del
término. El racismo cotidiano se verifica como práctica ordinaria en las inte-
racciones y los intercambios. Se funda en las normas no escritas, en las lógicas
selectivas encomendadas a policías, servidores públicos, agentes de migración y
burócratas; se esconde en las excusas, en los entendidos, y en los señalamientos
discretos, tanto como en los calificativos infames y directos. Y aunque a veces
sus manifestaciones parezcan no seguir un patrón, ni observar alguna regulari-
dad explícita, lo cierto es que como práctica nada de él es caótico, ni anárquico,
sucede bajo la lógica de un orden social establecido y del cual se deriva y al cual
responde. Es así que podría decirse que sus manifestaciones prácticas de nivel
micro, puntual, guardan total armonía con la lógica macro, global, de donde se
deriva y de la cual depende.
En la literatura especializada se han registrado distintas maneras de enten-
der el racismo. Autores como Wieviorka (2009) refieren un cierto sentido evo-
lutivo del término. Para este autor, como para muchos otros, el racismo surgió
primero como una derivación del interés por clasificar a los humanos en razas
y por establecer jerarquías y ordenamientos sociales a partir de esa presunción.
A esta primera etapa se le conoce como la del racismo de la raza. Luego ven-
drían otras etapas. El racismo biológico, que es una extensión de aquella primera
versión, dio lugar al llamado racismo científico, el cual aparentemente perdería
primacía frente a otra nueva modalidad que aparecería después y que se conoce
como racismo cultural, o lo que es lo mismo, el racismo de las clasificaciones
identitarias, y más recientemente este último parece compartir el terreno con
el llamado racismo genómico que ha comenzado a abrirse camino por mérito
propio, contribuyendo así a multiplicar la diversidad de denominaciones que se
todos los grupos de ambas carreras de los semestres 2º, 4º, 6º y 8º, que com-
ponían nuestro universo total en ambos casos. Una característica importante
que vale la pena destacar y que hizo que seleccionáramos a los estudiantes de
estas carreras y no de otras que se imparten en la Unidad Ajusco de la UPN,
fue que por su especialidad estos jóvenes, desde el comienzo de sus estudios
de licenciatura, se ven acercados por los cursos que reciben a los temas de la
educación intercultural, la discriminación, el racismo, la xenofobia y el multi-
culturalismo y las relaciones interétnicas. Al menos hipotéticamente, creíamos
que al tener tales acercamientos desde el principio de su carrera, se facilitaba
en ellos la posibilidad de tener alguna sensibilidad sobre el tema del racismo
para poder reconocerlo y poder expresar sus percepciones al respecto. Final-
mente, con el apoyo del paquete estadístico SPSS1 concentré la información
generada por la encuesta; los resultados los expongo de manera sintética en las
páginas que siguen.
Antes de exponer los resultados conviene hacer dos precisiones necesarias.
La primera está relacionada con la noción de racismo que se utiliza en la en-
cuesta. En la primera parte de la misma, a los encuestados se les proporciona
la siguiente definición: El racismo es una ideología que, fundada en distintos
aspectos (como el color de la piel, la condición socioeconómica, el género, la esco-
laridad, la complexión, el origen étnico, los criterios de belleza, etcétera), clasifica
a la sociedad confiriendo ventajas a unos y desventajas a otros. Este concepto
es propiamente una versión libre que operativiza la definición de racismo que
Pierre Bourdieu (1980) propone en su breve texto intitulado “El racismo de la
inteligencia”. En él, Bourdieu sugiere que en realidad hay tantos racismos como
necesidades existen de justificar el sistema de desigualdades prevalecientes en
las sociedades actuales. Esta definición de racismo nos permite considerar en
conjunto lo mismo aspectos étnicos, de género, que aquellos otros que se deri-
van de la apariencia y la condición socioeconómica, etcétera. La segunda preci-
sión busca aclarar que toda la información que se expone en adelante procede
de la encuesta que se aplicó a los estudiantes de referencia. Las preguntas que
fueron la vía para levantar la información se pueden consultar con todo detalle
en el anexo que se incluye al final de este capítulo.
1 Por sus siglas en inglés, SPSS significa Statistical Package for the Social Sciences (Paquete
Estadístico para las Ciencias Sociales).
2 Aunque hay que decir que cerca de la mitad (49.4%) reconoció que su memoria no registra
en ningún caso situación semejante.
Una vez dentro del campus universitario, estos jóvenes aceptan haber testifica-
do racismo en el comedor (26.5%), en la biblioteca (14.3%), en el área de servicios
escolares (14.9%), y en otros espacios como el Centro de Atención a Estudiantes
(CAE), la explanada, las canchas, los salones de clase, los pasillos, los baños, en
la interacción con los profesores y con los administrativos, con el personal de
vigilancia, incluso en el tianguis cultural que suele celebrarse cada tanto dentro
de las instalaciones universitarias (23%).3
Como víctimas, los datos revelan que 0.9% se abstuvo de responder, 53%
niega haberlo sufrido, 2.3% admite sin reservas que ha sido víctima frecuente,
17.7% reconoce que al menos una vez lo ha resentido y el resto, compuesto por
25.6%, sin enumerar la cantidad específica, reconoce que algunas veces regis-
tra haberlo vivido en carne propia en el campus universitario. Las causas o las
razones del agravio racista en su contra incluyen aspectos como la apariencia
(25.1%), el color de piel (14.9%), el nivel socioeconómico (15.4%), su origen étnico
(13.1%), y otras tales como las capacidades especiales, la complexión, la orienta-
ción sexual, el género, la edad, la carrera, su ideología, etcétera (31.5%).
3 En contrapartida, 23% de estos muchachos y muchachas admite que hasta ahora no ha sido
testigo del fenómeno de referencia.
4 El 57.1% restante, sin embargo, negó haber vivido este drama.
Consideraciones finales
1.- ¿En tu vida diaria, has sido testigo de racismo o discriminación racial?
A) Nunca B) Una vez C) Algunas veces D) Frecuentemente
¿En dónde?
A) En la calle B) En la colonia
C) En el trabajo D) En el transporte público
F) Otros: especifica
4.- ¿Has sido objeto de discriminación racial por parte de tus compañeros/as
de clases?
A) Nunca B) Una vez C) Algunas veces D) Frecuentemente
¿En dónde?
A) Preescolar B) Primaria
C) Secundaria D) Nivel medio superior
8.- En tu opinión, ¿cuáles son las causas más comunes de racismo o discrimi-
nación racial?
A) Apariencia B) Color de piel
C) Capacidades especiales D) Complexión
E) Orientación sexual F) Nivel socioeconómico
G) Origen étnico H) Género
I) Otras: especifica
Gracias.
Ciudad de México a: de 2016
Lista de refencias
Bruno Baronnet
herencias del racismo en la praxis docente, pero de un periodo a otro, las expe-
riencias escolares fueron sucediéndose hasta comprobar que se reproduce casi
sistemáticamente, tanto en los contenidos curriculares como en las prácticas
docentes. Se ilustra además en la exclusión de toda representatividad de au-
toridades indígenas en los órganos de gestión de las escuelas situadas en las
etnorregiones. Ahora bien, el racismo en la educación superior indígena está
reactivado, como lo comprueban las investigaciones que recientemente reali-
zaron Ernesto Guerra García y María Eugenia Meza, en el contexto del decreto
de transformación de la Universidad Autónoma Indígena de México —la cual
se denomina desde agosto de 2016 Universidad Autónoma Intercultural del Es-
tado de Sinaloa—, donde la representación legítima de las autoridades mayo
yoreme ha sido suplantada.
La educación tanto básica como superior dirigida a los indígenas ha ex-
perimentado algunos cambios sustantivos, pues ha sido nombrada bilingüe,
luego bilingüe bicultural y ahora, intercultural bilingüe e inclusiva. No obs-
tante, la combinación de lógicas del racismo en la educación no se ha detenido.
Se puede rastrear el racismo en los contenidos de los mismos libros de texto
distribuidos en las aulas de educación indígena, en plena era de la educación
intercultural (Morales, 2016). Los resultados de estos estudios curriculares
coinciden con los trabajos de análisis de las discriminaciones racistas en la
educación de la población afrodescendiente de Latinoamérica, en escuelas de
Brasil (Gallo, 2014; Guimarães, 2009) y de Colombia (García Rincón, 2015),
donde se evidencia el lugar que ocupa el Estado en la perpetración de vio-
laciones a la dignidad humana. “La violencia epistemológica conlleva la ex-
clusión de aquellos saberes estigmatizados de los circuitos institucionales de
transmisión y producción de conocimientos” (Tubino, 2015, p. 307), tal como
lo evidencia la exclusión de las principales lenguas originarias en los ámbitos
académicos, a pesar de ser en ocasiones los idiomas maternos de buena parte
del profesorado y del alumnado.
Los imaginarios racistas se visualizan en la práctica docente cotidiana, en
las interacciones cara a cara que se verifican en los recintos escolares, así como
en las relaciones entre los profesores y las familias (Velasco & Baronnet, 2016).
Los padres y las autoridades comunitarias acostumbran ser convocados para
“cooperar” con faenas y dinero en efectivo para paliar el descompromiso es-
tatal. En cambio, se niega en general su propia capacidad de irrumpir en las
a un grupo de alumnos como quienes son formadores. En los últimos ciclos es-
colares, la matrícula de los estudiantes de Licenciatura en Educación Preescolar
y Primaria Intercultural Bilingüe representa apenas 3% de la matrícula total de
los estudiantes normalistas en México, cuando es notoria la penuria institucio-
nal de formar y reclutar docentes capacitados con enfoques de la interculturali-
dad y ahora de la inclusión educativa.
En las instituciones de educación superior que atienden específicamente
a jóvenes indígenas, reseñadas a través de los cinco capítulos del presente li-
bro, así como en universidades convencionales (Carlos Fregoso, 2016), preva-
lece cierta aspiración autodenigrante a la blanquitud, que entra en conflicto
con las identidades culturales subalternizadas ante la supremacía blanca. Por
ello muchos profesores no asumen claramente su pertenencia cultural ni su ha-
bilidad multilingüe. La interculturalidad puede entonces volverse un recurso
discursivo que encubre relaciones asimétricas y nuevas desigualdades, a través
de prácticas cotidianas de racismo cordial, es decir, aparentemente inofensivo
y cortés. Esto es ilustrado por el letrero confeccionado en años recientes en la
aldea de Cieneguilla, cerca de Nochixtlán en la Mixteca oaxaqueña (Figura 1),
que recalca el carácter “mestizo” de su plantel de educación preescolar comuni-
taria, para desmarcarse de la modalidad compensatoria de atención educativa
dirigida expresamente a niños indígenas, la cual fue creada por el Poder Federal
con el nombre de Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), en febrero
de 1994. Otros letreros del mismo tipo sirven para indicar la ubicación de es-
cuelas comunitarias monolingües en la Sierra Sur de Oaxaca, como la Escuela
Primaria de la comunidad de Santa Fe (Figura 2) en la región zapoteca de Pluma
Hidalgo, Pochutla.
En las escuelas convencionales, como en las de educación comunitaria e
indígena, la posibilidad de actuar contra el racismo depende en mucho de los
equipos colegiados de profesores que investiguen su propia praxis, situados en
un dispositivo pedagógico específico, con alianzas estratégicas con portadores
de conocimientos populares en cada localidad. Si los sujetos educativos pueden
reconocer su intervención denigrante para transformar su desempeño, entonces
consiguen aprender a lo largo de su socialización y de su formación interper-
sonal que la diferencia racial no existe, sino que el racismo se disimula detrás
de una ideología de superioridad ante grupos racializados, que se manifiesta de
manera impactante en la vida cotidiana de las escuelas.
Por ende, como reto pendiente para investigar en el futuro, vale interrogar los
modos según los cuales el profesorado puede realmente actuar de manera proac-
tiva ante el racismo en la escuela, al considerar la preponderancia de algunos
planes de estudio invadidos de estereotipos racializantes, así como de la falta en
las aulas de soportes sonoros y visuales (grabaciones, imágenes y mapas) con los
cuales el alumnado se pueda identificar de acuerdo con la pigmentación de su
piel y de su sentido de pertenencia. De la misma manera, no se puede perpetrar
una depuración del currículum educativo en aras de eliminar el racismo desde
la escuela, soslayando el peso que tienen las acciones docentes, los currículos
ocultos y las representaciones familiares de la otredad, por lo cual dos medidas
sincronizadas son recomendables. Primero, es preciso una revisión y limpieza
de los planes de estudio, en un sentido profiláctico que los depure de toda fuen-
te de racismo, y segundo, cabe señalar el cuidado que merece una formación
docente con ese mismo propósito (Velasco & Baronnet, 2016), considerando la
capacidad de los educadores que pueden contribuir a abatir el racismo a través
de esfuerzos en pro de la justicia cognitiva, en alianzas con actores de la socie-
dad civil organizada.
La capacidad de aprender a filtrar informaciones en función de sus respecti-
vas matrices ideológicas ha de desarrollarse pedagógicamente a través del pro-
ceso de auto-identificación del educando, lo que exige que los textos y las imá-
genes que circulan tanto en los materiales escolares como en las paredes de los
salón de clase sirvan como una suerte de espejo que coincida con el reflejo del
retrato de los propios sujetos. En un estudio sobre las reformas del libro de tex-
to gratuito (LTG) en México, Sarah Corona Berkin (2015) aboga a favor de una
“política de la imagen” que parta de la educación ciudadana y que se extienda a
los medios de comunicación.
La imagen que circula en el espacio público debe ser con la que los diver-
sos ciudadanos deseen identificarse. El ciudadano mexicano que aparece en
los LTG, los noticieros, la publicidad, los discursos oficiales, la producción
televisiva, debe coincidir con los ciudadanos mexicanos de hoy: maestros
nobles y dignos; indígenas actuales y activos en el proyecto nacional; jóvenes
creativos, divertidos, críticos y propositivos; adultos trabajadores y honestos;
ancianos que saben compartir su experiencia y sabiduría. (Corona Berkin,
2015, p. 95)
Lista de referencias
Cuando es el Señor Dios quien ordena señorear no está proponiendo una asam-
blea de iguales sino una relación de dominación sobre toda la tierra con base
en una superioridad establecida y que debe ser impuesta. Así, el fundamento
de nuestra cultura, en tanto concepción hegemónica, establece claramente que
desde el momento mismo de la creación el ser humano (primero el varón) surge
como un ser diferente en el mundo. Y esa diferencia se constituye en términos
de desigualdad y como consecuencia se expresa en un mandato de dominación
que la establece y justifica, como lo reitera más adelante:
Y los bendijo Dios; y les dijo Dios: “Fructificad y multiplicaos, y llenad la tie-
rra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, y en las aves de los cielos, y
en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. (Gén. 1, 28)
Formó, pues, el Señor Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz
el aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente. (Gén. 2, 7)
Entonces, al tener alma por aliento divino, el humano se convirtió de por vida
en el único ser en el planeta que puede comunicarse con Dios, y quien tiene el
privilegio exclusivo de que al morir puede volver su alma con su creador. Este
parece ser el argumento principal de la superioridad humana, una razón sagra-
da, sobrenatural.
Pero esta base narrativa sustenta solamente la naturalidad de la domina-
ción sobre la naturaleza, es decir, de lo que se concibe como inanimado, y no
la dominación sobre los animados. La comprensión de la diferencia como des-
igualdad en el caso de los humanos frente a la naturaleza está dada por Dios, al
dotar de alma solamente a los humanos. Al diferenciar su creación, Dios esta-
blece la desigualdad, porque no se trata de diferentes iguales, de diferentes que
puedan llegar a tener una relación de igualdad. Los humanos son diferentes de
cada tipo de animal y esa diferencia es de forma, pues en el fondo la diferencia
Aquí es donde me parece interesante explorar los posibles fundamentos del ra-
cismo y la naturalización de su praxis en la cosmovisión, entendida ésta como la
forma que desarrollan todas las culturas de entender el mundo para organizarse
en él. Ha habido una gran cantidad de estudios y aportes acerca de la cosmovi-
sión de diferentes culturas. Destaco solamente dos a manera de ejemplo. Enrique
Florescano (2000) agrupa las dimensiones de la cosmovisión indígena en tres
campos: cosmogonía, cosmografía y cosmología (como expresión de la creación
del cosmos y su desenlace; de la división y composición del cosmos; de los meca-
nismos reguladores del equilibrio del universo, respectivamente). Alicia Barabas
(2008) las ubica en sus ámbitos conceptuales y espacio-temporales para el caso
de Oaxaca. En general, podemos decir que los estudios de las cosmovisiones de-
sarrollan múltiples campos a partir, entre otros, de un elemento común: se trata
de formas de entender la vida de los seres que habitan el mundo.
En esa perspectiva, cada cultura tiene una manera específica de ubicar las
formas de existencia que pueblan la Tierra y sus alrededores. Aquí es donde
encontramos una de las explicaciones posibles que buscamos: los seres que ha-
bitan el mundo y las relaciones que establecen entre todos.
En términos muy generales podemos decir que en la cosmovisión occiden-
tal, que hunde buena parte de sus raíces en la razón bíblica, el mundo está habi-
tado por humanos y naturaleza. Es un mundo binario en el que los dos grupos
de seres que lo habitan no son iguales y cuyas diferencias se entienden y orga-
la naturaleza. Para ellos, los animales tienen condiciones similares a las de los
humanos, lo que los lleva a establecer una relación respetuosa, que les permite
alimentarse de ellos pero que no halla argumento para abusar de ellos. Tal vez
pudiera pensarse que la presencia territorial de lo sobrenatural iguala la dife-
rencia de los otros dos elementos, es decir, que hace iguales a lo humano y lo
natural, fundando así la posibilidad de una relación entre los humanos y de es-
tos con la naturaleza que sea en términos de diferentes no desiguales, y mucho
menos de inferiorización.
Parece entonces que la base ternaria de la cosmovisión indígena limita la
naturalización de la dominación de los desiguales, pues genera como natural la
perspectiva de la convivencia con lo superior (lo sagrado) y la convivencia no
necesariamente dominante con lo que tiene condiciones similares a las huma-
nas: la naturaleza.
Así, podemos encontrar en la cosmovisión una base fundamental para en-
tender las bases ideológicas del racismo en las culturas atravesadas por la civili-
zación occidental. Los occidentales estamos acostumbrados a entender las dife-
rencias en términos de desigualdad, como si toda diferencia fuera naturalmente
política, es decir, una diferencia de poder, un conjunto de elementos entre los
que existe algún tipo de desnivel político. Nuestro estilo es la convivencia se-
lectiva, la convivencia entre quienes consideramos iguales y que tratamos como
tales, que es solamente una parte de los vecinos con los que compartimos tiem-
po y espacio. La comprensión natural de las cosas es indispensable para vivir,
para poder reaccionar ante los distintos estímulos. Esa comprensión natural
es la fórmula que socializa cada cultura a través del sentido común, entendi-
do como una especie de expresión personal inmediata de la síntesis cultural
(Geertz, 1999).
En suma, la lucha contra el racismo es una lucha contracultural, que impli-
ca desprendernos de nuestra esencia aprendida y despojar de su naturalidad a
una práctica histórica impuesta por una civilización hegemónica, significada
por el totalitarismo negador de lo otro que denunciara Robert Jaulin (1989). Es
una lucha para subvertir el sentido común (Korol, 2008), tan común que está
presente y vivo en instituciones como la escuela intercultural, que para el caso
del racismo debiera ser el espacio de su erradicación y sigue siendo un ámbito
que no puede sacudírselo, pero que continúa invitando a luchar contra él. El
racismo requiere de investigarlo constantemente, y está tan arraigado porque
es más que una razón de fundamento religioso, es una respuesta lógica basa-
da en una cosmovisión desigualadora. Los dos axiomas que señaló Clastres y
que sustentan el espíritu y la práctica del etnocidio (la jerarquía de culturas y
la superioridad de la cultura occidental) tienen su soporte en la cosmovisión
hegemónica y constituyen la base de la mentalidad racista y del sentido común
colonizado.
Lista de referencias
Bruno Baronnet
tivo más sobresalientes son: Los indios en las aulas. Dinámica de dominación
y resistencia en Oaxaca (México: INAH, 2002); Lo sobrenatural en el territorio
comunal. Propuestas para el estudio de la geografía simbólica en la educación
intercultural de Oaxaca (Oaxaca: IEEPO, 2004); Lois Meyer y B. Maldonado,
comps., Entre la normatividad y la comunalidad. Experiencias educativas in-
novadoras del Oaxaca indígena actual (Oaxaca: IEEPO, 2004); Desde la perte-
nencia al mundo comunal. Propuestas de investigación y uso de experiencias y
saberes comunitarios en el aula indígena intercultural de Oaxaca (Oaxaca: Cen-
tro de Estudios Ayuuk, 2005); L. Meyer y B. Maldonado, coords., New World
of Indigenous Resistance. Noam Chomsky and voices from North, Central and
South America (San Francisco: City Lights Books, 2010); Comunidad, comuna-
lidad y colonialismo. La nueva educación comunitaria y su contexto (Oaxaca:
CSEIIO-SAI-U. de Leiden, 2011). Correo electrónico: [email protected]