El documento habla sobre el papel del sacristán en la iglesia cristiana. Explica que el sacristán es responsable de preparar todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y celebrar la fe. También debe asegurarse de que la iglesia esté limpia y ordenada para que los fieles puedan sentirse acogidos y más cerca de Dios. El sacristán debe llevar a cabo sus deberes con fe, dedicación, amor y fidelidad.
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El documento habla sobre el papel del sacristán en la iglesia cristiana. Explica que el sacristán es responsable de preparar todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y celebrar la fe. También debe asegurarse de que la iglesia esté limpia y ordenada para que los fieles puedan sentirse acogidos y más cerca de Dios. El sacristán debe llevar a cabo sus deberes con fe, dedicación, amor y fidelidad.
El documento habla sobre el papel del sacristán en la iglesia cristiana. Explica que el sacristán es responsable de preparar todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y celebrar la fe. También debe asegurarse de que la iglesia esté limpia y ordenada para que los fieles puedan sentirse acogidos y más cerca de Dios. El sacristán debe llevar a cabo sus deberes con fe, dedicación, amor y fidelidad.
El documento habla sobre el papel del sacristán en la iglesia cristiana. Explica que el sacristán es responsable de preparar todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y celebrar la fe. También debe asegurarse de que la iglesia esté limpia y ordenada para que los fieles puedan sentirse acogidos y más cerca de Dios. El sacristán debe llevar a cabo sus deberes con fe, dedicación, amor y fidelidad.
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ORACIÓN DEL SACRISTÁN
Dios, Padre de todos, tú me has confiado velar por la
casa de la comunidad cristiana, que es tu casa. Tú me has confiado preparar y disponer todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y a celebrar la fe. Dios Padre, te doy gracias por estar a tu servicio, al servicio de la Iglesia, al servicio de los hermanos y hermanas cristianos. Y te pido que me ayudes a hacer mi trabajo con fidelidad, con dedicación, con amor, para que todos los que vienen a tu casa puedan sentirse bien acogidos y más cerca de ti. CÓMO DEBE SER EL SACRISTÁN El Sacristán es un “ministro sagrado”. “También ejercen un ministerio litúrgico: El sacristán, a quien corresponde disponer diligentemente los libros litúrgicos, los ornamentos y las demás cosas que son necesarias en la celebración de la Misa”. (IGMR,105) El Sacristán es un cristiano con una vocación al servicio de la comunidad. El encargado de la sacristía es un cristiano que, en virtud de su bautismo, presta un servicio a su comunidad cristiana, a quien se le encarga, en nombre de la comunidad y en orden a ella, el ministerio de atender todo lo relacionado con el lugar y los objetos del culto. Al sacristán, lo primero que se le pide es que sea un hombre de fe. Sólo desde esa cualidad podrá desempeñar su verdadero ministerio. Pues no es mero asalariado ni mucho menos un funcionario. Presta un gran servicio a la comunidad directamente. No es un servicio directo al altar, ni una ayuda al presbítero celebrante como en el caso de los acólitos, o quien presta su voz para que la Palabra resuene en la celebración como el proclamador. Es quien posibilita un lugar limpio y digno, para dignificar lo que en él se celebra, quien ambienta y prepara el lugar obligando a los sentidos de los fieles a despertar a la fiesta que se celebra, es quien embellece un ambiente para que sea un vehículo de la belleza de Quien viene a nuestro encuentro. Pero a la vez, intuye, descubre y desarrolla su propia y peculiar “espiritualidad”. La misma dignidad con la que prepara el lugar para que la comunidad se encuentre con el Señor es la que caracteriza su vida. La misma delicadeza con la que cuida y limpia los vasos sagrados, es la que adorna su relación con los demás. La misma fe con la que se esmera en que todo brille es la que brilla en su vida en relación a Dios. Siendo lo sagrado algo perteneciente y reservado a Dios, debe tratarse dignamente, sabiendo que “no somos sino siervos inútiles” (Lucas 17, 10), meros administradores. Como tratamos sus cosas, así tratamos a Dios, disponiendo convenientemente, con orden y prontitud, lo que se le encomienda para gloria de Dios. El sacristán es un signo de Cristo que vino a servir.