PAISAJE, ESPACIO Y TERRITORIO Reelaboraciones Simbólicas y Reconstrucciones Identitarias en América Latina PDF
PAISAJE, ESPACIO Y TERRITORIO Reelaboraciones Simbólicas y Reconstrucciones Identitarias en América Latina PDF
PAISAJE, ESPACIO Y TERRITORIO Reelaboraciones Simbólicas y Reconstrucciones Identitarias en América Latina PDF
discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/262004909
CITATIONS READS
3 281
2 authors:
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
All content following this page was uploaded by Mònica Martínez Mauri on 02 May 2014.
logo Erea-
CNRS
2008
PAISAJE, ESPACIO Y TERRITORIO
Reelaboraciones simbólicas y reconstrucciones
identitarias en América Latina
Nicolas Ellison
Mònica Martínez Mauri
Coordinadores
Diseño y
Diagramación: Ediciones Abya-Yala
ISBN: 978-9978-22-
Impresión: Abya-Yala
Quito-Ecuador
Introducción
Paisaje, espacio y territorio. Reelaboraciones simbólicas
y reconstrucciones identitarias en América Latina.......................... 7
Nicolas Ellison
Mònica Martínez Mauri
La reinvención de la Patagonia:
Gente, mitos, mercancías y la continua
apropiación del territorio.................................................................. 89
Gustavo Blanco Wells
6 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Resúmenes.......................................................................................... 219
INTRODUCCIÓN
Nicolas Ellison
University of Aberdeen y Erea/CNRS
Mònica Martínez Mauri
UAB y Cerma/EHESS
rante el siglo XV. Estas obras maestras son una de las manifestaciones
más tangibles de la visión moderna del mundo. De hecho, la palabra
inglesa landscape viene del holandés landschap que se refería a un tipo
particular de representación pictórica (Olwig 1993: 318). Aunque la
palabra landschap, al igual que sus demás equivalentes germánicos, ori-
ginalmente designaba un área de tierras dentro de una jurisdicción co-
munal, con el arte de los maestros holandeses empezó a referirse a la
representación visual de tal terruño. La adopción de la palabra en in-
glés implicó una inversión de esta relación metonímica: landscape sig-
nifica no la representación sino la fracción representada del entorno,
independientemente de su sentido original como territorio consuetu-
dinario. Especialmente desde el desarrollo del romanticismo y de la
idea de naturaleza (Thomas 1993), este ambiente representado ya no es
necesariamente un terruño socialmente construido y controlado: poco
a poco se va convirtiendo en el ambiente físico en general, en otras pa-
labras: el ambiente ‘natural’. En el mundo anglosajón esta evolución se
ve reforzada por la idea de la wilderness. Idea basada en evitar la pre-
sencia humana en las representaciones artísticas e impedir el acceso a
la naturaleza salvaje. En el continente americano, esta negación de la
ocupación humana frecuentemente ha llevado a la expulsión de pobla-
ciones indígenas. En este sentido, como subraya Schama (1995:7), la
expulsión del grupo Ahwahneechee de la primera ‘área natural’ prote-
gida por su belleza, el valle de Yosemite, marcó la pauta a seguir. Como
consecuencia de esta ‘naturalización’ del paisaje, landscape y entorno fí-
sico se confunden y es necesario hablar de cultural landscape o ‘paisaje
cultural’ para referirnos a las construcciones culturales del entorno. Es
importante recalcar que desde el punto de vista de la definición restrin-
gida de paisaje, tales expresiones son tautológicas. Según algunos auto-
res de la antropología e incluso de la geografía cultural francesas (Ber-
que, Descola, Lemaire) todo paisaje es por definición cultural, pero no
toda cultura cuenta necesariamente con “paisaje”.
La visión del mundo que empieza a plasmarse en las obras de ar-
te a partir de la Edad Moderna tiene mucho que ver con el desarrollo
del capitalismo. Tal y como ha mostrado Cosgrove (1984) la perspecti-
va lineal que fue usada por Brunelleschi y formalizada por Alberti se
basa en la idea de que la tierra y sus recursos son materia prima enaje-
nable. El realismo con el que se representa el mundo en estos cuadros
12 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
dental (cf. Gow, 1995: 48) la unidad que sirve para pensar la constitu-
ción del espacio Pataxó es la familia y el linaje.
Todos los textos de este primer bloque pretenden reflexionar so-
bre “paisajes” que no comportan una referencia visual a algo separado
de nosotros mismos. Ponen en evidencia que existen muchas socieda-
des en las que no se tiene la sensación de estar alienado respecto al en-
torno y documentan una variedad de maneras diferentes en las que se
manifiesta la imbricación de los pueblos con su ambiente. Así, en el ca-
so presentado por Figueiredo, el “paisaje” rionegrino no sólo es evoca-
do en imágenes, sino en relatos y a través de objetos que, como el re-
mo, nos dan una idea de la diversidad de percepciones del entorno. Se-
gún este antropólogo brasileño para los Baré el paisaje en términos es-
téticos, tal como plantea Berque, no existe. Sin embargo, si fuera posi-
ble representarlo en estos términos podrían encontrarse nociones esté-
ticas para definirlo. La descripción que nos ofrece Figuereido del entor-
no Baré se asimila a la idea de “paisaje como espacio vivido” de la ‘pers-
pectiva del morar’ (dwelling perspective) de Ingold (2000). Aquí, el en-
torno cambia de estatus según las experiencias fenomenológicas del
clima. Las diferencias de percepción en periodos de neblina crean otro
lugar o ‘paisaje’ en su sentido fenomenológico hasta el punto de permi-
tir la conexión con seres ancestrales, estableciendo así otro espacio-
tiempo. No obstante, los autores de esta introducción argumentaría-
mos, de acuerdo con Figueiredo, que tal concepción del entorno que li-
ga fenómenos climáticos con presencias de seres sobrenaturales, si bien
está anclada en las experiencias preceptúales de los Baré, sólo se expli-
ca por las representaciones colectivas sobre el medio ambiente que, a
su vez, condicionan la experiencia fenomenológica. Tal es el caso de la
experiencia de la llegada de la neblina: es una manifestación de la pre-
sencia de Aru, aquel personaje mítico responsable del frío intenso.
Desde la región chilena de la Araucanía, Le Bonniec nos ofrece
un excelente ejemplo histórico de cómo evoluciona la idea de paisaje y
de cómo esta idea, que surge durante la colonización, sirve para cons-
truir la nación. Su aportación contrapone la visión mapuche de su en-
torno con la idea nacional de este espacio, identificando malentendidos
y denunciando la invisibilidad impuesta a los humanos en los paisajes
con fines de dominación territorial. Uno de los elementos que merece
la pena destacar de este capítulo es el esfuerzo que hace el autor por
20 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
etc. que viven entre dos mundos llegan a redefinir la relación con el en-
torno tanto “para dentro”, como “para fuera”. Es decir, constata que es-
tos individuos promueven y garantizan los cambios en la representa-
ción endógena y exógena del espacio y del grupo con fines políticos –la
lucha por los derechos indígenas sobre el territorio- y económicos –la
promoción del pueblo como lugar turístico.
El trabajo de Boullosa además de reflexionar sobre el papel que
juegan los individuos en la transformación del espacio, también intro-
duce otra problemática común a muchos de los contextos abordados
por los autores del volumen: los impactos del turismo, una industria sin
chimenea, que a través de proyectos ecoturísticos y etnoturísticos poco
a poco suplanta los proyectos meramente conservacionistas. De hecho,
desde hace más de una década en todos los países del área se están im-
pulsando proyectos gestionados por entrepreneurs o por comunidades
locales para abrir su mundo a los visitantes exteriores haciendo accesi-
bles sus casas, bosques y cementerios. Es muy importante tener en
cuenta estos procesos porque comportan adaptaciones del entorno y
reformulaciones de la mirada hacia este. En estos procesos el ritual y su
escenificación pública (una forma de patrimonialización) estructuran
la apropiación y la construcción de nuevos espacios identitarios.
En un contexto muy distinto del descrito por Boullosa, marcado
por el desplazamiento forzado y las migraciones de poblaciones maza-
tecas en Veracruz, Rodríguez analiza como para los desplazados de
Nuevo Ixcatlán el entorno regional que abandonaron continúa for-
mando parte de su identidad, imaginario y memoria. La emigración y
la multiflexibilidad laboral no excluyen la existencia de procesos de
afirmación identitaria, ya no tan anclados en el territorio, sino en las
esferas socio-espaciales fincadas en redes de bienes y mensajes. En este
proceso de reafirmación territorial los mediadores -maestros y perso-
nas que han pasado por el sistema educativo occidental- aparecen de
nuevo como piezas fundamentales en la recomposición identitaria. Es-
tas personas, aunque promueven los valores de la sociedad nacional
mexicana a través de las instituciones gubernamentales, también traba-
jan para reelaborar y mantener las tradiciones de sus pueblos. Aunque
para muchos la cultura indígena, más que un modo de vida es un em-
blema, ellos introducen nuevos sentidos, interpretaciones y miradas
sobre su realidad cultural y territorial.
24 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Notas
1 Este simposio puede considerarse la continuación de la jornada de estudios “Espa-
ces habités et paysages: usages identitaires des pratiques et représentations écologi-
ques dans la construction des appartenances locales; terrains américanistes au
XXIème siècle”, celebrada en enero de 2005 en el Centre d’Etudes et Recherches sur
les Mondes Americains (EHESS, París). Algunas de las ponencias presentadas en
esta primera jornada pueden consultarse en el número 7 (2007) de la revista elec-
trónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, (http://nuevomundo.revues.org/sommai-
re2893.html#rub4804), concretamente nos referimos a los textos de: Magali De-
manget, Nicolas Ellison y Mònica Martínez Mauri (ver bibliografía).
2 Efectos que, tal y como afirman Brenner y Theodore (2002) se expresan en proce-
sos de transformación económico-espacial que comportan la desaparición de la
autosuficiencia.
3 Ejemplos de esta nueva aproximación al estudio del espacio son los trabajos de
Anthony Giddens (1984), James Duncan (1990), Mike Crang (1998), Joël Bonne-
maison (2000), Augustin Berque (1986; 1992; 2000).
4 Aunque es necesario precisar que la aparente similitud, al nivel formal, entre las
pinturas paisajísticas en China y en Europa puede ser engañosa. Estas formas simi-
lares de representación del entorno se fundamentan en concepciones ontológicas
divergentes en cuanto a la relación con el medio ambiente. (Berque 1999).
5 Es conveniente precisar que a pesar de que el concepto de territorio empezó a co-
brar importancia en el ámbito de la geografía, y es utilizado en sociología, econo-
mía, urbanismo, historia, ciencias políticas, antropología social, este concepto tie-
ne sus orígenes en el derecho y la etología.
6 Toledo LLancaqueo, 2005.
7 Berque (2005) para nombrar este proceso universal inventó el termino de cosmop-
hanie o cosmofanía.
8 Tales contradicciones entre estructuras de patrimonialización o de ‘gobierno de la
naturaleza’ tales como los parques naturales y los medios de subsistencia de los po-
bladores originarios de estos territorios han sido ampliamente discutidas en un nu-
mero reciente de la revista Cahiers d’Anthropologie Sociale (n°3, 2007).
Bibliografía
Allies, Paul
1980 L’invention du territoire, Pug, Grenoble.
Appadurai, Arjun
1995 “The production of locality”, pp. 204-225, en: Fardon R. (ed): Counterworks:
Managing the diversity of knowledge. Routledge: Londres et New York.
Paisaje, espacio y territorio 27
Bagnasco, Arnaldo
1977 Tre Italie: La problematica territoriale dello sviluppo italiano. Il Molino, Bo-
lonia.
Barel, Yves
1981 Territoires et codes sociaux. Centre de recherche sur l’urbanisme, Grenoble.
Berque, Augustin
1986 Le sauvage et l’artifice. Les Japonais devant la nature. Gallimard, París.
_______
1992 Espace, milieu, paysage, environnement. A. BAILLY, R. FERRAS y D. PU-
MAIN (dir), Encyclopedie de géographie, Economica, París: 351-369.
_______
1995 Les raisons du paysage: de la Chine antique aux environnements de synthèse.
París: L’Harmattan.
_______
1999 Paysage à la chinoise, paysage à l’européenne. En Les paysages du cinéma.
Edited by Jean Mottet, pp. 61-69. Champvallon: Editions Seyssel.
_______
2000 Écoumène. Introduction à l’étude des milieux humains. Belin, París.
_______
2005 “Cosmophanie et paysage moderne”. Actas del coloquio internacional
“Paysage et Modernité(s)” CNRS /Université París III, 10- 12 /03 /05.
Bonnemaison, Joël
2000 La géographie culturelle. Éditions du CTHS, París.
Brenner, Neil y Theodore, Nik. (eds.).
2002 Spaces of Neoliberalism. Urban Restructuring in North America and Wes-
tern Europe. Blackwell Publishers, Londres.
Casey, Edward
1987 Remembering. A Phenomenological Study. Indian University Press, Bloo-
mington and Indianapolis.
_______
1996 ‘How To Get From Space To Place In A Fairly Short Stretch Of Time: Phe-
nomenological Prelegomena’. En Senses of Place, edited by S. Feld and K.
Basso. Santa Fe: School of American Research Press.
Claval, Paul
1995 La géographie culturelle. Nathan université, París.
Cosgrove, Denis. E.
1984 Social Formation and Symbolic Landscape, Croom Helm, London.
Cosgrove, David & Daniels, Stephen. (eds).
1988 The Iconography of Landscape. Cambridge: Cambridge University Press.
Crang, Mike
1998 Cultural geography. Routledge, USA/Canada.
Demanget, Magali
2007 “Montagne dangereuse ou montagne en danger? Usages politiques, magi-
co-religieux et touristiques du Chikon Tokoxo (Sierra Mazatèque, Mexi-
28 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Slater, Candace
1995 ‘Amazonia as Edenic Narrative’, pp. 114-149 en William Cronon Uncom-
mon Ground. Rethinking the Human Place in Nature. Nueva York y Londres:
W.W. Norton and Co.
Raffestin, Claude
1979 Pour une géographie du pouvoir. Librairies Techniques (LITEC), París.
Rival, Laura
1998 “Trees, from symbols of life and regeneration to political artefacts”, en Lau-
ra Rival, ed., The social life of trees. Anthropological perspectives on tree sym-
bolism, Berg, Oxford/New York, pp. 1-38.
Roger, Alain
1997 Court traité du paysage. Gallimard, París.
Roncayolo, Marcel
1982 “Territorio”, Enciclopedia Einaudi, 33, París.
Surralles, Alexandre y García Hierro, Pedro (eds.)
2004 Tierra Adentro. Territorio indígena y percepción del entorno. IWGIA, doc. 39,
Copenhague.
Thomas Keith
1983 Man and Natural World. Changing Attitudes in England (1500-1800). Allen
Lane, London.
Thomas, Julian
2001 “Archaeologies of Place and Landscape” En: Hodder, I. (ed.) Archaeologi-
cal Theory Today, 165-186, Polity, Cambridge.
Toledo, Víctor
2005 “Políticas indígenas y derechos territoriales en América Latina: 1990-2004.
¿Las fronteras de la globalización?”, en: Davalos, P. (ed.): Pueblos indígenas,
Estado y democracia. CLACSO, Buenos Aires, pp. 67-102.
Toren, Christina
1995 “Seeing the ancestral sites: transformations in Fijian notions of the land”,
en: Hirsch, Eric y O’hanlon, Michael (eds).
Turco, Angelo
1999 Terra Eburnea. Il mito, il luogo, la storia in Africa. Edizioni Unicopli, Milano.
PRIMERA PARTE:
PAISAJES, ENTRE REPRESENTACIONES
LOCALES Y ESTÉTICAS GLOBALIZADAS
EL REMO DE ARU:
PAISAJE NEBULOSO
Introducción
Este capítulo pretende recomponer, desde una cosmología que
no opone naturaleza y cultura, un paisaje rionegrino a partir de las na-
rraciones que los Baré han compartido conmigo y de mis observacio-
nes directas de su realidad material y simbólica: un paisaje extrema-
mente sensible, fluido, móvil, efímero y, en este caso, frío y húmedo -
paisaje nebuloso.
Los Baré son una población de lengua arawak del medio y alto
Río Negro, situada en la región del noroeste amazónico. Se trata de una
región que abarca la triple frontera entre Brasil, Venezuela y Colombia.
Los Baré ocupan un extenso territorio entre el medio Río Negro, en
Brasil, y el canal del Cassiquiare, en Venezuela. En esta región, el trán-
sito de personas y bienes era ya intenso incluso antes del proceso de co-
lonización portuguesa y española, y creció aún más durante el siglo
XVIII. Ocupan por lo tanto un área de comunicación entre tres impor-
tantes regiones etnográficas: la del alto río Orinoco-Casiquiare, la del
alto y medio Río Negro y la región del bajo río Amazonas.
En el Noroeste de la Amazonia brasileña, además de los Baré, en-
contramos diversos otros grupos indígenas representantes de cuatro
familias lingüísticas: Arawak (Tariano, Baniwa, Werekena, Kuripako),
Tukano Oriental (Tukano, Desana, Barasana, Miriti-Tapuya, Pirá-Ta-
puya, Tuyuka, Arapaso, Kubeo, Wanana, Karapanã, Bará, Siriano, Tai-
34 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
hacia mediados de junio y julio, sin contar con los eventuales arucitos
(pequeños Arus) que aparecen de vez en cuando en la región. Durante
estas ocasiones sobre el Río Negro cae una fina y continua lluvia que
cubre la floresta con una niebla opaca, densa y fría; permanece unos
pocos días, lo suficiente para no olvidarse y continuar afirmando que
se trata del frío de Aru. Este frío viene acompañado de una fina lluvia
y se produce durante el viaje de Aru, en su canoa, por el Rio Negro. Du-
rante este trayecto, siempre subiendo y bajando el río, Aru va dejando
una espuma blanca sobre la superficie del río.
Antes de conocer el Río Negro, había leído sobre Aru, en los tex-
tos de Theodor Koch-Grunberg sobre su viaje, entre 1902 y 1904, por
los ríos Negro, Içana, Ayari y Uapés, región del noroeste amazónico. Pe-
ro, en aquella época no les presté demasiada atención. En su relato et-
nológico seminal, el autor menciona muy de paso ese paisaje rionegri-
no que pretendo presentar. Hacia la “mitad de junio”, escribe Koch-
Grunberg, “es la época de “arú” (friagem), vientos fríos del sur con llu-
via fina abundante, que dura casi siempre de cuatro a ocho días, pero
que apenas tiene incidencia en el nivel del agua (1995: 309)”.
Si ante los ojos del etnógrafo, posiblemente bajo el impacto de
un abundante paisaje que lo cercaba por todos lados, Aru no pareció
más que un simple “friagem”, a los ojos y sentidos bien abiertos de los
indígenas, sobretodo los de los Baré del alto Río Negro, Aru es mucho
más que una traducción apresurada de nuestros conceptos naturalis-
tas, por decirlo así. En vez de ser apenas un friagem o un fenómeno
natural similar, los nativos del Río Negro suelen decir: “¿Aru?, ¡ah, ese
tiene historia!”.
sons n´existent pas dans une même niche ontologique définie par son
défaut d´humanité (2005: 56).
“for the interior Papuan peoples whose cosmologies have been studied
in recent years, the anthropomorphic innate is perceived as a flow of
human potential across the physical diversity of the landscape” (1977:
398).
que fueron hechos por los antiguos Baré que habitaban el alto Río Ne-
gro hace cientos de años.
En la comunidad de São Francisco, donde he realizado mi tra-
bajo de campo, tuve la oportunidad de ver un remo de Aru encontra-
do en un caño hace algunos años por un baré ya fallecido. Este remo
heredado por su hijo me pareció, de hecho, muy diferente de todos los
modelos de remos que yo había visto antes: tenía cerca de un metro de
largo, era más fino y de una madera oscura llamada por los Baré mi-
ra-pára iwa2 en nheengatu y pau d´arco (Tabebuia sp.) en portugués.
Me explicaron que este tipo de madera era muy pesada y que por eso,
cuando los remos estaban hechos de este material no flotaban en el
agua, se hundían. El remo que ví presentaba algunas partes rotas que
le daban un aspecto antiguo; en su cabo habían esculpido el dibujo de
un animal: un búho. Era realmente un remo diferente y muy bonito, a
simple vista podía apreciarse que no se trataba de un remo común3.
Ese remo me pareció idéntico a un dibujo de “canalete de áparo” pre-
sentado por Antonio Pérez en una monografía sobre los Baré venezo-
lanos (1980: 427).
Silvia Vidal menciona en su tesis sobre los Baré del Río Negro
del siglo XVI-XVIII, la existencia de los Aparu o indios-sapo, una fra-
tría primogénita Baré llamada Tibáu que correspondería a los anti-
guos Tibajakena o Jibajakena de los cronistas. Según la autora, los
Aparu (o Tibáu)
Entre los Baré del alto Río Negro el uso del remo de Aru difiere
del uso de un remo convencional. Los baré de hoy suelen decir que el
remo de Aru tiene el poder de hacer viento, sobretodo para auxiliar la
quema de nuevas roças (las chagras). De esta forma, pueden ser llevados
a los terrenos donde se quema un pedazo de su madera o simplemente
se mueve por el aire. Según me informaron, esta fórmula puede produ-
cir viento con la finalidad de esparcir el fuego por la roça derribada, lo
que facilita inmensamente el trabajo de quemar, dado que cuando no
Paisaje, espacio y territorio 41
o aru é uma casta de pequeno sapo, que vive de preferência nas clarei-
ras do mato e acode numeroso logo que se abre um roçado. Onde aru
não aparece a roça não medra. Aru transforma-se oportunamente em
homem bonito e vai buscar a Mãe da Mandioca, que mora nas cabe-
ceiras do rio, para que venha visitar as roças e as faça prosperar com
seu benéfico olhar. Somente as roças bem plantadas e que agradam à
Mãe da Mandioca prosperam e têm chuva oportunamente. Aru foge
das que não são conservadas bem limpas, e que são invadidas das ervas
daninhas, e quando desce com a Mãe da Mandioca lhes passa na fren-
te sem parar (1928-29: 380).
Notas
1 Sobre la población baré en Venezuela; cf. Vidal 1993 y Pérez 1988
2 Mira-pára en nheengatu significa arco de flecha y iwa significa de pie vertical, de-
rivado de iwaka, la palabra nheengatu para denominar el cielo.
3 También llegué a ver el resto de un cacurizinho do Aru que ya estaba bien destrui-
do, le faltaban algunos pedazos. Aún así, era posible notar que había sido hecho con
mucho cuidado y de forma delicada. De él no me dijeron gran cosa, apenas me co-
mentaron que también había sido encontrado en un igarapé y que probablemente
fue usado por Aru con el fin de conseguir peces para alimentarse durante su pere-
grinaje. Además me dijeron que no era bueno dejar a los niños jugar con los cacu-
rizinhos porque podía traer viento y lluvia inesperados.
4 Los indígenas del Río Negro acostumbran a relacionar los periodos de lluvia o de
sequía con la agencia (agency) de los animales y/o de los cuerpos celestes.
Bibliografía
Arhem, Kaj
1993 “Ecosofia Makuna” en F. Correa (ed.): La Selva Humanizada. CEREC, San-
tafé de Bogotá, pp. 109 y pp. 126.
Brandão De Amorim, Antônio
1987 Lendas em Nheengatu e em Português. Fundo Editorial – ACA, Manaus.
Descola, Philippe
2005 Par-delà nature et culture. Éditions Gallimard, París.
Hill, Jonathan e Santos-Granero, Fernando
2002 “Introduction” en Hill, Jonathan e Santos-Granero, Fernando. (ed.): Com-
parative Arawakan Histories – Rethinking Language family and Culture Área
in Amazônia. University of Illinois Press, USA: 1-22.
Ingold, Tim
2000 “The temporality of the landscape” en The Perception of Environment: es-
says in livelihood, dwelling and skill, Routledge, London.
ISA/Foirn
2004 Resultados da Pesquisa Socioeconômico-demográfica da cidade de São Ga-
briel da Cachoeira. ISA/FOIRN, São Gabriel da Cachoeira.
Koch-Grunberg, Theodor
1995 Dos Años entre los Indios (vol. 2). Universidad Nacional de Colômbia, San-
tafé de Bogotá.
Lévi-Strauss, Claude
1993 História de Lince. Companhia das Letras, São Paulo.
_______
2004 Do mel às cinzas (Mitológicas vol. 2). Cosac & Naify, São Paulo.
Paisaje, espacio y territorio 45
Pérez, Antonio
1988 “Los Bale (baré)”. En J. Lizot (ed.): Los Aborigenes de Venezuela, Volume III.
Etnologia Contemporanea II. Fundación La Salle de Ciências Naturales-
/Monte Avila Editores: Caracas.
Ricardo, Beto y Ricardo, Fani (orgs)
2006 Povos Indígenas no Brasil: 2001-2005, Instituto Socioambiental, São Paulo.
Reichel-Dolmatoff, Gerardo
1976 “Cosmology as ecological analysis: a view from the rain forest”. MAN –The
Journal of the Royal Anthropological Institute. New Series, vol. II, n. 3, pp.
301-318.
Vidal, Silvia
1993 Reconstrucción de los Procesos de Etnogenesis y de Reproducción social en-
tre los baré de Rio Negro, siglos XVI-XVIII. Tese de Doutorado, Centro de
Estudios Avançados, Instituto Venezolano de Investigaciones Cientificas,
Caracas.
Vidal, Silvia
2002 “Secret Religious Cults and Political Leadership: Multiethnic Confedera-
cies from Northwestern Amazonia”, en Hill, Jonathan D. & Fernando San-
tos-Granero: Comparative Arawakan Histories. Rethinking Language Family
and Culture Area in Amazonia. University of Illinois Press, Urbana, pp. 248
y pp. 268.
Viveiros De Castro, Eduardo
1999 “Etnologia brasileira”, en S. Micelli (org.): O que ler na ciência social brasi-
leira (1970-1995). Volume I: Antropologia. Ed.Sumaré/ANPOCS, São Pau-
lo, pp. 109 y pp. 223.
_______
2002 “O Nativo Relativo”. Mana 8(1), Rio de Janeiro, pp. 113 y pp.148.
Stradelli, Ermanno
1928-29 “Vocabulários da Lingua Geral, Portuguez-Nheêngatú-Portuguez”. Revista
do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro tomo 104, vol. 158 (2), Rio
de Janeiro, pp. 5 y pp. 768.
Wagner, Roy
1974 “Are there social groups in the new guinea highlands?” en Leaf, M. J. (ed):
Frontiers of Anthropology. D. Van Nostrand, Nova York, pp. 95 y pp. 122.
_______
1977 “Scientific and Indigenous Papuan Conceptualizations of the Innate: A Se-
miotic Critique of the Ecological Perspective” en T.P. Bayliss-Smith & R.G.
(eds), Feachem Subsistence and survival: rural ecology in the Pacific, Aca-
demic Press, London, pp. 385 y pp. 410.
DEL “TERRITORIO INDEPENDIENTE
ARAUCANO” AL WALLMAPU1
TRANSFORMACIONES SOCIALES Y AMBIENTALES
DEL PAISAJE DE LA FRONTERA ENTRE LOS
SIGLOS XIX Y XXI
Fabien Le Bonniec
IRIS - Institut de recherche interdisciplinaire sur les enjeux
sociaux - París
Candidato a doctor en Historia mención etno-historia - Universidad de
Chile - Santiago de Chile
Laboratorio de Desclasificación Comparada - París - Santiago
Introducción
Los Mapuche –más conocidos en la literatura decimonónica co-
mo Araucanos– ocupan un lugar muy relevante en las crónicas escritas
por viajeros, científicos, misioneros y militares que han pasado por las
tierras del cono sur. Efectivamente, no faltan testimonios aludiendo a
la capacidad de resistencia militar de este pueblo indómito, a su inte-
gración en la red de comercio trasandino ganadero y de otros bienes o
descripciones de las grandes “juntas de caciques” atestiguando la vigen-
cia de su sistema político en pleno período republicano chileno y ar-
gentino. Tales relatos contrastan con la imagen del indio dominado, re-
ducido en misiones o del salvaje huyendo a la selva que se había podi-
do encontrar en muchas crónicas de viajeros que habían cruzado el
continente en dicha época. Sin embargo, las representaciones difundi-
das en las obras de quienes se aventuraron en el “territorio indepen-
diente araucano” abundan de ambigüedades incluso de contradiccio-
nes, como aquella ya señalada por Sara Mc Fall:
48 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
La selva virgen
Si bien la mayoría de las crónicas de la época esbozan paisajes
selváticos impenetrables, una terra nullius, la presencia humana a du-
ras penas es contemplada en estos relatos. Muchas de las descripciones
no mencionan los habitantes de los paisajes, y cuando aparecen, es ge-
neralmente de manera brusca y fuera del paisaje natural4. Este olvido
revela la ambigüedad existente en la literatura de viaje en cuanto al lu-
gar ocupado por el indígena en la naturaleza. Llama la atención esta
ausencia del indio araucano en varias de estas descripciones paisajísti-
cas, como si en el imaginario de la elite criolla no pudiera existir entre
la exterminación y la integración. Varios investigadores plantean que
esta “invisibilidad” es debida al hecho que en dicha época los viajeros
consideraban al indígena como parte de la naturaleza. Esta concepción
del indio explicaría que muchos testimonios a penas mencionaran es-
ta presencia humana. Pero aunque este tipo de análisis puede ser per-
tinente para analizar casos como el de la Amazonia, no parece válido en
el caso que nos interesa. Si bien es cierto que se pueden encontrar al-
gunas fuentes decimonónicas mencionando el “estado selvático” del
araucano y una literatura nacional que lo relega a un pasado mítico y
al borde de la civilización5, el proceso de construcción de la alteridad
–tanto en Chile como en Argentina– vehiculado en parte por estas cró-
50 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
nicas, no pasa por una “naturalización” del indígena similar a otros lu-
gares de América como la Amazonia. Desde los primeros pasos de los
españoles hasta los 50 primeros años de la República chilena, la famo-
sa resistencia militar y diplomática de los araucanos les había asignado
un estatuto particular. Efectivamente, los jefes mapuche eran conoci-
dos por su capacidad a organizarse y negociar tratados de paz con la co-
rona española y después con los militares chilenos. Hoy en día, estos
acuerdos están considerados como verdaderos tratados “internaciona-
les”6 que regulaban las actividades políticas, jurídicas, comerciales y mi-
sionales en el territorio independiente araucano. El constante protago-
nismo de los caciques “amigos” u “hostiles” no podía escapar a ningún
observador. Por ejemplo, son varios los viajeros, como es el caso del Pa-
dre Iluminato de Génova o de Paul Treutler, que tuvieron sus momen-
tos de contemplación del paisaje prístino interrumpidos por la brusca
llegada de una horda de jinetes. La hostilidad que generalmente estos
últimos mostraban a los viajeros perdidos era, ni más ni menos, una
manera de recordar la soberanía de los jefes de estas tribus sobre las tie-
rras que estaban pisando.
La cuestión de la ausencia del indígena en las crónicas de la
época se puede encontrar bajo otra forma también, que aún se revela
más contradictoria como muestra el testimonio de Paul Treutler
(1958: 330):
Toltén era uno de los centros más importantes de los araucanos, pues
se extendía casi media legua a lo largo del río homónimo y lo habita-
ban más de 200 familias. El terreno era plano y extraordinariamente
fértil. Crecían muy bien el trigo, las habas y el maíz y llamaba sobre to-
do la atención una papa alargada conocida en todo Chile como la me-
jor, bajo el nombre de papa tolteña. Magníficas praderas pobladas por
grandes rebaños de caballos, vacunos y ovejunos se extendían al pie de
la cordillera andina. Pero la mayor parte de los campos se encontraban
desiertos o abandonados, pues los indígenas sólo cultivaban las super-
ficies indispensables a su alimento, o mejor dicho, las hacen cultivar
por sus mujeres.
Aquella región era bien bonita. Había partes planas bastante extensas
que se prestarían para cultivos de trigo, papas o maíz, terrenos muy
apropiados a no ser esa nieve que en invierno lo tapa todo y hace inser-
vibles, esos suelos.14
Paisaje, espacio y territorio 57
Mira coronel: ¿no ves este caudaloso río, estos dilatados bosques, estos
tranquilos campos? Pues bien! ellos nunca han visto soldados en estos
lugares. Nuestros ranchos se han envejecido muchas veces i los hemos
vuelto a levantar: nuestros bancos el curso de los años los ha apolilla-
do i hemos trabajado otros nuevos, i tampoco vieron soldados: nues-
tros abuelos, tampoco lo permitieron jamás. Ahora! ¿cómo quereis que
nosotros lo permitamos? Nó! nó! véte coronel con tus soldados; no nos
humilles por más tiempo pisando con ellos nuestro suelo.15
Az Mapu tiene que ver con el xayenko20 Coilaco. Es más, ven con real
preocupación el hecho de plantar exóticos donde nace el xayenko. Cabe
mencionar que el fundo que por años les ha expropiado sus tierras aho-
ra les seca su xayenko plantando pinos. Para ellos recuperar sus tierras
tienen que ver con volver a recuperar su territorialidad mapuche, sus es-
pacios materiales e inmateriales, para desarrollarse como sociedad.
Notas
1 El presente capitulo se ha beneficiado de las numerosas correcciones, materiales y
comentarios de Claudio Cratchley a quien agradezco mucho. También agradezco
sus correcciones a Esteban Villarroel.
64 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
ro traducido literalmente como wall püle o sea “en diferentes partes”) para desig-
nar el territorio o el País mapuche es bastante reciente. Aparentemente surgió con
la organización Aukin Wallmapu Ngulam, al final de los años 80, como una cate-
goría política para reivindicar el territorio. Su utilización se ha extendido a la ma-
yoría de las organizaciones y de “la intelectualidad” mapuche, mientras que su sen-
tido ha tomado cada vez mas sustancia para considerar también todos los aspectos
simbólicos e ideales de la territorialidad mapuche.
23 Estas alianzas pueden ser matrimoniales, pero también de padrinazgo (laku), de
amistad, asociativas, políticas o económicas. La invitación a su ngillatun es una
ocasión de establecer o fortalecer sus alianzas a través del sustento de una relación
de reciprocidad.
24 El 10 de mayo de 2006, mientras se sostenía una huelga de hambre de cuatro pre-
sos políticos mapuche en la cárcel de Angol, la presidente de la Republica de Chi-
le, Michelle Bachelet, tuvo una reunión en Madrid con personalidades culturales e
intelectuales. En esta ocasión, el Premio Nobel portugués, José Saramago, le rogó
públicamente “hágame el favor de mirar a los mapuches”.
25 Una reciente encuesta del Centro de Estudios Publico (CEP-Chile) sobre “la pobla-
ción Mapuche urbana y rural” revela más la preocupación y la mirada de la socie-
dad chilena sobre los Mapuche que la realidad social que se pretende estudiar.
Bibliografía
Alfonso, José A.
1900 Un viaje a Valdivia: la civilización alemana en Chile. Imprenta Moderna,
Santiago.
Ancan, José.
2000 “Los napülkafe, viajeros del wallmapu, en el antiguo paisaje mapuche”, en
Aldunate Carlos (ed.): Voces Mapuche. Mapuche Dungu, Editorial Museo
Chileno de Arte Precolombino, Santiago, p.99-139.
Amberga, Jerónimo de.
1917 “Agricultura araucana”, Revista Chilena de Historia y Geografía, n° 25, So-
ciedad Chilena de Historia y Geografía, Santiago de Chile, 1ero trimestre
1917, p.54-80.
Bengoa, José.
2003 Historia de los antiguos mapuches del sur. Ed. Catalonia, Santiago
Caniuqueo, Sergio.
2006 “Siglo XX en Gulumapu: de la Fragmentación del Wallmapu a la Unidad
Nacional Mapuche. 1880 a 1978” en Pablo Marimán et al.: ¡…Escucha,
Winka…! Cuatro Ensayos de Historia Nacional Mapuche y un Epílogo Sobre
el Futuro. Lom Ediciones, Santiago, pp. 129-217.
66 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
_______
2005 Wiñon Mapuche kisügunehual. de la reconstrucción territorial a la soberanía
Mapuche, Tesis para optar al grado de Licenciado en Educación. Temuco,
Universidad de la Frontera.
Comisión de Trabajo Autónomo Mapuche (COTAM).
2003 “Transformaciones del sistema económico mapuche a la luz de las políticas
estatales, los procesos de integración y la globalización sociocultural”, In-
forme final de la Comisión de Trabajo Autónomo Mapuche.
_______
2003b “Mapu Küpal Azkunun Zugu. Fundamentos y Manifestaciones del derecho
propio mapuche”, Informe final de la Comisión de Trabajo Autónomo Mapu-
che.
Correa, Martin, Raul Molina & Nancy Yánez.
2005 La Reforma Agraria y las tierras mapuches; Chile 1962-1975., Ed. LOM, San-
tiago.
Guevara, Tomas.
1902 Historia de la Civilización de Araucanía, Vol. 3, Anales de la Universidad,
Santiago de Chile.
Havestadt, P. Bernardo, Fray Pedro Angel de Espineira & Fray Fortunato De Drena
1990 Misioneros en la Araucanía. 1600-1900. Vol. 2. CELAM, Bogotá.
León, Leonardo.
2005 [2002] Araucanía: la violencia mestiza y el mito de la “pacificación”, 1880-1900, Es-
cuela de Historia y Ciencias Sociales, Universidad ARCIS, Santiago.
Licanqueo Patricia, Viviana Painemilla & Cristian Esteban.
2004 Sistematización del Az Mapu visto como conocimiento educativo mapuche en
dos Lof Mapu, Lakfenche y Wenteche, para una propuesta de unidad didácti-
ca intercultural. Tesis presentada para optar al grado de licenciado en Edu-
cación, Universidad Catolica de Temuco.
Mc Fall, Sara.
2002 “Paisajes visuales, ópticas distintas: cambios en el medio ambiente y la te-
rritorialidad mapuche”, en Morales, Roberto (Coord.): Territorialidad Ma-
puche en el siglo XX., Instituto de Estudios Indígenas- UFRO, Temuco,
pp.301-323.
Manquilef, Manuel.
1915 ¡Las tierras de Arauco! El ultimo cacique, Imprenta Modernista, Temuco.
Marimán, Pablo.
2006 “Los Mapuche antes de la Conquista Militar Chileno-Argentina”. En Pablo
Marimán et al.,¡…Escucha, Winka…! Cuatro Ensayos de Historia Nacional
Mapuche y un Epílogo Sobre el Futuro, Lom Ediciones, Santiago, pp. 53-127.
Martínez, José Luis, Viviana Gallardo & Nelson Martínez.
2002 “Construyendo identidades desde el poder: Los indios en los discursos re-
publicanos de inicios del siglo XIX”, en Boccara, Guillaume (ed.): Coloni-
zación, resistencia y mestizaje en las Américas. (Siglos XVI - XX), IFEA - Ab-
ya-Yala, Quito, pp.27-46.
Paisaje, espacio y territorio 67
Lucila Bugallo
Doctoranda EHESS, París
IFDC N°2 Tilcara, Jujuy, Argentina
Introducción
Cada territorio o espacio tiene sus particularidades y supone di-
ficultades de lectura para quién no forma parte de la sociedad que lo
ocupa. El espacio puneño no escapa a esta construcción; sin embargo,
es un espacio que redobla las dificultades y pienso que esto es por dos
motivos: forma parte de los espacios casi inabarcables por su extensión,
por su continuidad, como suelen ser las planicies; es un espacio andi-
no, con la complejidad en cuanto a la diversidad que esto supone y al
tratamiento de la diversidad, de las marcas del espacio que los pueblos
que allí habitan proponen.
Las poblaciones puneñas no perciben su espacio en tanto “pai-
saje”; como explica Augustin Berque “El paisaje es una modalidad
particular de la relación de las sociedades con sus medio ambiente,
modalidad propia de ciertas mediaciones pero no de otras” (Berque
1995: 61)1. Agrega que lo que hacemos es interpretar el medio am-
biente objetivo y que a esta interpretación la denominamos paisaje.
En la relación a su medio ambiente los puneños poseen otro tipo de
mediaciones no paisajísticas; dado que la relación con la naturaleza es
parte de la cultura de una sociedad, se ve inserta en el sistema simbó-
lico de la misma.
Quisiera, no obstante, comenzar con algunas descripciones que
tratan sobre qué se siente en la Puna, qué provoca este “paisaje”, desde
70 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
decir vacío. (…) la Pampa era una llanura originalmente sin árboles.
Algunas definiciones de diccionario dicen pampa “cualquiera de las lla-
nuras de América del Sur que no poseen árboles2.
Así, este cielo espiritual y aúreo sol ocultan su perversidad en las pin-
turas, en las fotografías o en documentales. Esos juegos de cruda luz,
de elegantes espacios vacíos, de ocre monotonía, de infinitud cósmica,
sustraen de la imagen su naturaleza espantosa. (...) Tomemos nota,
quizá nos basta con sentirlo en la piel. Eso sí, no intentemos pintar al
natural, la tierra caliente, la punzante arenisca, la imprevisibilidad de
los errantes remolinos; la ciclotimia de las tormentas vespertinas im-
primirán en nuestras obras la olvidada inquietud de lo imprevisible.
(…) De lo sublime ya hay más corta distancia. (…) es experiencia de la
ira del rayo o del volcán, de la montaña que se desprende, es río que aú-
lla mientras devora casas y animales. Apenas un ritual, un gesto, puede
conjurar la desazón que el paisaje nos causa. Las palabras nunca alcan-
zaron. Por ello nuestro silencio es otra presencia entre las secretas vo-
ces de estos infiernos. (Vilca Mario 2005)3
72 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Producción
El territorio de la puna jujeña está dividido en pasturas, ciéne-
gos, cerro, campo, manantiales u ojos de agua, rastrojos -lugares cerca-
dos utilizados para los cultivos-, corrales, potreros. Tradicionalmente
los potreros se dividían con extensas pircas o muros de piedra; en las
Paisaje, espacio y territorio 75
Sacralidad
A su vez estos espacios productivos están cargados simbólica-
mente ya que representan de diferentes maneras las relaciones con las
divinidades. Por ejemplo, el “ojo de agua” que es necesario para la pro-
ducción (agua para el pasto, agua para el ganado, agua para regar lo
sembrado en el rastrojo), por otro lado es un lugar de conjunción con
la divinidad, es un lugar con alto poder simbólico. Estas marcas de lo
sagrado están presentes a lo largo del territorio de la Puna: en las “apa-
chetas” ubicadas en las abras o pasos difíciles de los caminos, en los
mojones de las señaladas del ganado, en el “pachero” de las casas y de
los puestos, en los “ojitos de agua” y en los cerros. Lugares de ofrenda,
lugares en relación con la fertilidad de la tierra, pero también de las tro-
pas. Los ritos que se llevan a cabo se refieren a la fertilidad y la produc-
76 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
“Los humanos alimentan y crían a las W’akas y éstas hacen igual con
sus ‘crías’: los humanos. Las incesantes costumbres y ritos de produc-
ción del campesino andino consisten, básicamente, en alimentar a las
W’akas y así procurar que éstas alimenten a los humanos. (op.cit.: 60)”.
políticas llegaron a los llamados países del Sur; la Argentina incluyó es-
ta línea en la reforma de la Constitución, en la que por primera vez en
la historia del país se reconoce la existencia de pueblos indígenas así co-
mo algunos derechos de los que deberían gozar. Todo esto desemboca
en la nota del periódico con los diputados realizando ofrendas a una di-
vinidad panandina en el congreso de la nación. La pregunta es: ¿Tiene
esta apropiación algo que ver con las concepciones andinas de relación
a la naturaleza? ¿Qué lugar tienen en estas nuevas prácticas, el valor
simbólico de los rituales de producción, la crianza de la vida y la “pa-
chavivencia”? Pensemos simplemente en la parte concreta y material:
de un rito que se realiza afuera, mirando hacia el este, a un rito al inte-
rior de grandes edificios.
Las ideas encerradas en conceptos y expresiones como costum-
bres tradicionales, patrimonio que merece ser cuidado y defendido, en
prácticas como homenajes y ceremonias que más se asemejan a actos
patrios -burocráticos y administrativos-, cuando se hacen en el congre-
so, y a diversiones y espectáculos, cuando se realizan en lugares públicos
destinados a este tipo de actividades, organizados entre otros por com-
parsas cuyo fin es la organización de la diversión en carnaval, abarcan
toda una serie de aspectos que podrían ser analizados. Tomaremos uno
de ellos: el de la diversión. La concreción de esta concepción del rito se
encuentra en la foto de ese grupo de personas decoradas con mistura y
serpentinas el 1 de agosto y en el lugar elegido para la realización de la
Fiesta de la Pachamama, anunciada en el periódico del 5 de agosto.
Es importante señalar además, que hacer público los ritos vincu-
lados a la Pachamama, los ponen (al rito y a la divinidad) en un lugar
de ostentación; si bien existen en la puna jujeña prácticas relacionadas
con el prestigio y la ostentación, las ofrendas a Pachamama no se sitúan
entre ellas.
Carnaval y mes de agosto, dos tiempos opuestos en el calendario
andino. Tiempo de cosechas el primero, tiempo de dar vuelta la tierra,
de la tierra abierta, el segundo; sin embargo, desde los discursos y prác-
ticas públicas en torno a la Pachamama se están confundiendo estos
tiempos. Resulta significativo ver a un grupo de personas, organizadas
con pasantes y padrinos y banderas, tal cual como en Carnaval, dando
de comer a la tierra el 1 de agosto y pidiendo que se declare patrimo-
nio a la fiesta de la Pachamama, y feriado provincial el 1 de agosto, me-
Paisaje, espacio y territorio 83
nación entre el poder local, que se hace eco de los discursos y preocu-
paciones globales, y las poblaciones indígenas (así como otros grupos)
que se encuentran en situación de dominación.
Una pregunta a modo de conclusión: ¿el proceso de desacraliza-
ción que implica este trato de la Pachamama, terminará afectando las
representaciones puneñas? ¿Logrará folklorizar al pueblo de la puna?
La naturaleza sobre la que tratan los discursos ecologistas y globaliza-
dos es el producto de la mediación occidental con el medio ambiente.
Occidente busca reconciliarse con la naturaleza (de la que se distanció
en su voluntad y en su proyecto de civilización) a través de los pueblos
indígenas. En ellos, ve contenido el mundo natural; motivo por el cual
quiere adueñarse, capturar, los ritos amerindios que implican lo que se
considera una relación intíma con el medio ambiente. En esta captura
se toma la forma y se deja el significado profundo de los ritos. Y, así
también, se pierde en el camino la concepción profundamente religio-
sa de la naturaleza, que tienen estas culturas. La “corpachada” de agos-
to implica una concepción de la naturaleza que significa una posición
filosófica ante la vida. Encierra, por ejemplo, una pregunta esencial:
¿Tienen los seres humanos derechos sobre el mundo natural? Al ver los
ritos como escenificaciones, representaciones folklóricas, se los pone
del lado del paisaje; paisaje y rito se despliegan para ser contemplados,
admirados. Desde la visión occidental (contenida en los discursos glo-
bales y en sus interpretaciones nacionales y locales) esto tiene una cla-
ra finalidad económica, que es la de la empresa turística.
Un joven puneño, Orlando Tinte, me dijo, cuando le conté acer-
ca de lo que estaba escribiendo, “Tendrían que haber dejado eso para la
gente de la Puna”17. Y ahora también, a modo de conclusión, una afir-
mación: una nueva expropiación, de la mano como siempre del capita-
lismo, esta vez disfrazado de turismo y de preservación del territorio y
sus culturas, a través del patrimonio.
Notas
* Agradezco a Estela Mamani las lecturas y correcciones de las primeras versiones del
texto.
1 La traducción es mía
Paisaje, espacio y territorio 85
16 Corpachar o corpachada del quechua qorpachay, que significa recibir, albergar a al-
guien en la casa; entonces corpachada significaría que la pachamama es “huesped”
de la familia que realiza el rito.
17 Al decir eso se refiere a los ritos de los puneños. Su frase, que marca un sentimien-
to de nueva expropiación, está formulada en el modo de hablar de los puneños, po-
dría ser reformulada como “no nos tendrían que haber sacado nuestros rituales”.
Bibliografía
Paisaje y Territorio
El uso dado al paisaje patagónico como representación simbóli-
ca excluyente de otros usos lo transforma en un paisaje contestado. En
este sentido, la Patagonia chilena contemporánea refleja una paradoja
de doble patrimonialización: mercantil y productiva por un lado, este-
tizante y ecologista por el otro. La primera, como en el caso de la acui-
cultura y la pesca, está basada en una ocupación del territorio que con-
tribuye a la construcción del sentido del lugar a través del incesante tra-
bajo de habitar ese entorno. El paisaje, en este caso se percibe de mane-
ra cambiante a través de la experiencia cotidiana y de diversas formas
de participación activa en el medio ambiente (Ingold 2000). Por otra
parte, la mercantilización ecologista se fundamenta en la proyección de
92 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
¿Identidad patagónica?
Las crónicas, cartografías y relatos con los que se ha reconstrui-
do la historia de la Patagonia no permiten develar la microhistoria de-
trás de la diversidad de entidades que la constituyen, lo que ha contri-
buido a la creencia de una unidad geográfica natural y cultural. Cierta-
mente, para sus habitantes la condición del ser patagónico es algo que
se experimenta al compartir ciertas actividades de la vida cotidiana que
les otorgan un sentido de pertenencia. La formación de identidad(es)
debe ser explorada por sus consecuencias en la creación de valores dis-
tintivos, lazos sociales e instituciones que son la expresión de una re-
gión particular. Sin embargo, el sentido de pertenencia no debe ser asu-
mido como esencia invariable sino como efecto de procesos. Esta posi-
ción epistémica nos evita adoptar visiones esencialistas que tiendan a
reificar la región, sus habitantes y el entorno (Massey 2005).
Por tal argumento, he considerado más pertinente para este tra-
bajo explorar la noción de identidad de la acción. Su alcance, está más
limitado a la interacción social entre quienes se reconocen como parte
integrante de una actividad conjunta, un momento histórico, una loca-
lidad o región, en definitiva como parte de un proceso de identificación
que se origina en la cotidianeidad de las prácticas sociales y se mantie-
ne a través de ciertas tradiciones pero que, al mismo tiempo, contiene
la semilla del cambio y la transformación social en la potencialidad
creativa de la acción humana. Por esta razón, y atendiendo limitaciones
de espacio y opciones metodológicas, he preferido concentrar el análi-
sis en algunas de las nuevas actividades de la región, en las que esta
identidad de la acción resulta más fácil de rastrear.
En primer lugar, se analiza brevemente la contribución de las na-
rrativas literarias a este proceso y, a continuación, para fundamentar la
tesis central de este trabajo, se presentan ejemplos y casos constitutivos
de la apropiación del territorio: la Patagonia chilena recreada a partir
de prácticas sociales que se originan en actividades mercantiles globa-
lizadas.
los actores asentados en su territorio. Los mitos creados por esta exten-
sa narrativa corresponden a construcciones literarias que nacen de las
crónicas y otras fuentes documentales que han alimentado al occiden-
te euro-americano con una imagen muy atractiva, aunque imprecisa y
difusa de estos lejanos paisajes australes. En parte, son estos tempranos
registros los que han contribuido fuertemente a construir esta región
mítica y que luego se ha traspasado a otras esferas de la actividad hu-
mana. Estos relatos han sido recogidos y reinterpretados recientemen-
te por distintos escritores para crear imágenes literarias basadas en
ciertas particularidades del medio ambiente que luego son reelabora-
das situacional y selectivamente en la construcción del paisaje.
A esto se refiere Slater (1996) con la noción de “narrativas edé-
nicas” cuando en su caso se refiere a la construcción occidental de la
Amazonía. Se trataría de construcciones simbólicas que exacerban lo
virginal de un paisaje y la supremacía de la naturaleza creando entida-
des con características esenciales. Slater señala: “Estas narrativas son
presentaciones del paisaje natural en términos que, conciente o incon-
cientemente, evocan el relato bíblico del edén. En ellas se subraya y co-
lorea mucho más de lo que nosotros normalmente aceptamos como un
hecho respecto a determinados pueblos y lugares” (Slater 1996: 115).
De acuerdo a esta autora, esta imagen cuenta para aquellos pocos luga-
res del mundo que pueden ser definidos al mismo tiempo como enti-
dades geográficas y provincias de la imaginación. Varios escritores-via-
jeros contemporáneos4 han contribuido en la creación de tales repre-
sentaciones de la Patagonia. Todos tienen en común que son relatos de
viajes personales o imaginarios a la Patagonia pero en los que en uno u
otro sentido y estilo se transforman en búsqueda de lo trascendente a
través del enfrentamiento humano con la naturaleza y el paisaje.
¿Cúal es el valor de estos relatos en la construcción de la región
patagónica? No se trata de reducir la creación artística literaria a la ca-
tegoría de mercancía cultural y centrarnos en su valor como objeto -el
texto- o en sus posibles formas de intercambio. Sin embargo, si amplia-
mos, la definición de valor a la potencialidad creativa de la acción hu-
mana tal como es entendida por Graeber (2001), resulta perfectamen-
te coherente hablar de una materialidad generada a partir de estas
obras y que es constituyente de nuevos procesos y posibilidades para la
acción. De acuerdo a esta perspectiva, no sólo existieron medios mate-
96 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
daderos faros, orientando a los que recorren los mares del sur son exac-
tamente estos centros de cultivo.
El Pontón es una estructura flotante con forma de casa de tres pi-
sos, un primer nivel destinado a bodega de alimento de pescado, com-
bustible, un gran generador y equipamiento de trabajo, un segundo pi-
so destinado a habitación del personal y el tercer piso, oficina y atalaya,
desde donde se ven las balsas-jaulas frente al imponente paisaje de los
canales e islas. El pontón esta anclado equidistante de dos módulos me-
tálicos con 20 jaulas (peceras) cada uno y que en total albergan cerca de
1 millón y medio de peces. A diferencia de los centros tradicionales el
pontón es casi completamente automático. La alimentación de los pe-
ces es monitoreada por cámaras submarinas y controlada por un com-
putador que distribuye el alimento a las jaulas a través de tuberías por
lo que sólo necesita para su operación cuatro o cinco personas.
La “tripulación” que nos recibe son dos hombres y una mujer.
Un técnico en acuicultura, que oficia de jefe en ausencia de Roberto, y
dos operarios que vienen de Coyhaique, la capital de la región. Ningu-
no supera los 30 años. Nos instalamos en la comodidad de una sala con
equipamiento que nada tiene que envidiar a un apartamento en el cen-
tro de una metrópoli: cómodos sillones de cuero, televisión satelital,
cocina completamente equipada, horno eléctrico, refrigerador indus-
trial, microondas, etc. El grupo conversa relajadamente, mientras al-
guien de turno cocina la cena. La jornada laboral ya ha terminado pa-
ra los operarios y ver la telenovela y las noticias son la opción antes de
dormir. Jefe y asistente suben a la oficina a elaborar los informes que
son enviados diariamente a la gerencia en tierra a través de Internet. Sí,
Internet satelital, lo que les permite trabajar en línea, revisar correos y
chatear con amigos, novias y familia en el tiempo libre. Los dormito-
rios son cómodos camarotes en dos habitaciones con ventanas miran-
do al fiordo. El jefe tiene su propia habitación. La suave ondulación me
recuerda que estamos flotando, firmemente anclados, pero flotando en
medio de los fiordos patagónicos.
Durante el día me integro a la actividad cotidiana. Los operarios
se van temprano a los módulos mientras los jefes van y vienen en la
panga entre las balsas-jaulas y el pontón. La lluvia es casi permanente,
pero todo está acondicionado para el clima, incluido la doble capa de
vestuario de traje térmico e impermeable de color naranjo incandes-
Paisaje, espacio y territorio 101
cente. Aún a pesar del aislamiento, la comunicación con los centros ve-
cinos es permanente y fluida, ya sea por radio o a través del flujo de
embarcaciones. Se intercambian insumos, alimentos y se practican di-
versas formas de convivencia y diversión. Lo que observo es un paisaje
en movimiento con un desfile de embarcaciones, principalmente debi-
do a la externalización de muchas de las actividades tales como el bu-
ceo, la sanidad, la entrega de insumos etc. Ello significa que además de
la tripulación al menos cuatro o cinco personas externas visitan el cen-
tro diariamente. Esta escena se repite en cientos de concesiones que ac-
tualmente operan en los canales de la Patagonia.
Estamos frente a una nueva forma de asentamiento económico,
altamente tecnológico, que aunque originalmente fue pensado en tér-
minos de unidad de producción, se ha constituido al mismo tiempo en
el hogar, trabajo, signo de referencia y paisaje cotidiano de cientos de
hombres y mujeres.
los intereses de los grupos de conservación hacia las costas y los mares
interiores y que, aun cuando no se plantea una exclusividad que limite
otras actividades, encarna los esfuerzos de reinterpretar esta zona co-
mo protegida para los intereses en que conviven naturaleza y uso co-
mercial, en este caso los intereses se intersectan con los del turismo a
través del avistamiento de ballenas.
Notas
1 Agradezco a mis colegas de Wageningen Alberto Arce, María Laura Viteri y Alejan-
dra Moreyra por los comentarios y sugerencias hechos a una primera versión. Los
editores de esta colección, Nicolas Ellison y Mónica Martínez, aportaron valiosas y
pertinentes observaciones que ayudaron a la coherencia de la versión final del tex-
to. Mi gratitud también para ellos. La investigación en la que se enmarca este artí-
culo contó con el apoyo de la Dirección de Investigación de la Universidad Austral
de Chile.
2 La delgada frontera entre fantasía y realidad comienza en el propio origen del tér-
mino Patagonia que ha sido atribuido al tamaño sobrenatural de los pies de los pri-
meros nativos cazadores – los aonikenk – cuando fueron avistados en la región de
Tierra del Fuego por la expedición de Hernando de Magallanes (Martinic, 1970).
3 De acuerdo a Martinic, geógrafos e historiadores habrían consensuado que sus lí-
mites se extienden, por el norte, en Chile, desde la boca del seno de Reloncaví, el
fiordo de igual nombre, el río Petrohué, el lago Todos los Santos, hasta el monte
Tronador. Cruza la Cordillera de los Andes hacia Argentina hasta el nacimiento del
río Neuquén, sigue su curso hasta juntarse con el Limay, dando origen al río Negro.
Baja por la costa atlántica hasta el estrecho de Magallanes, siguiendo todo su curso
hasta el Pacífico, hasta la boca del Guafo, el golfo de Corcovado y la boca del Re-
loncaví. Tradicionalmente ha quedado fuera de esta delimitación la isla grande de
Chiloé y su archipiélago interior, lo mismo que por el sur la Tierra del Fuego y sus
archipiélagos occidental y sur (Martinic, 2002).
4 Entre los más conocidos están el francés Paul Theroux, el antropólogo inglés Bru-
ce Chatwin, el argentino Mempo Giardinelli y los chilenos Francisco Coloane y
Luis Sepúlveda
5 Isla ubicada en la X Región de Los Lagos, en donde originalmente se ha concentra-
do la mayor actividad productiva de la industria. Las transformaciones, algunas
consecuencias conflictivas y el impacto local se han documentado ampliamente:
ver Claude y Oporto, 2000; Amtmann y Blanco, 2001; Barret et al, 2002).
6 Centro de cultivo es el nombre dado en Chile a la unidad de producción de salmo-
nes y truchas generalmente asociada a dos módulos flotantes de balsas-jaulas en el
que se realiza la fase marina de engorda del pescado.
7 Los nombres de empresas y trabajadores de la industria han sido cambiados para
conservar el anonimato de los informantes.
8 Para más información ver en http://www.theconservationlandtrust.org
9 Santuario el Cañi, 480 há; Corcovado/Tic-toc. 84.700 há; Fundación Parque Puma-
lín, 298.800 há; Melimoyu/Isla Magadalena, 15.537 há; Cabo León, 26.445 há; Yen-
degaia, 38.780 há.
10 Para más información ver en http://www.patagonialandtrust.org/
11 Para más información ver en http://www.huinay.cl/
12 Para más información ver en http://www.ballenazul.org/
13 Por supuesto que no se trata de una recuperación de territorio en términos geopo-
líticos si no que nominales pero con un impacto en las estrategias comerciales re-
Paisaje, espacio y territorio 107
Bibliografía
Amtmann, Carlos y Gustavo Blanco
2001 “Efectos de la salmonicultura en las economías campesinas de la Región de
Los Lagos, Chile”, Revista Austral de Ciencias Sociales 5, pp: 93 – 106.
Appadurai, Arjun
1988 The Social Life of Things: Commodities in Cultural Perspective, Cambridge
University Press: Cambridge.
Arce, Alberto y Norman Long
2000 “Reconfiguring modernity and development from an anthropological
perspective”, en: Arce, A. y N. Long, Anthropology, Development and Moder-
nities: exploring discourses, counter-tendencies and violence, Routledge: Lon-
don and New York, pp: 1-31.
Barret, Gene, Caniggia, Mauricio y Lorna Read
2002 “There are more Vets than Doctors in Chiloé: Social and Community Im-
pact of the Globalization of Aquaculture in Chile”, World Development 30
(11) 2002, pp: 1951-1965.
Claude, Marcel y Jorge Oporto
2000 La ineficiencia de la salmonicultura en Chile: aspectos sociales económicos y
ambientales, Registro de problemas Públicos Nº1. Terram Publicaciones:
Santiago.
Descola, Philippe
1996 “Constructing natures: symbolic ecology and social practice, en: Descola,
P. y G. Pálsson, Nature and Society: anthropological perspectives, Routledge:
London, pp: 82-102.
Graeber, David
2001 Towards an Anthropological Theory of Value, Palgrave: New York.
Hallam, Elizabeth y Tim Ingold
2007 “Creativity and Cultural Improvisation: An Introduction”, en: Hallam, E. y
T. Ingold, Creativity and Cultural Improvisation, Berg: Oxford & New York.
Ingold, Tim
2000 The perception of the environment. Essays in livelihood, dwelling and skill,
Routledge: London & New York.
Joas, Hans,
1996 The Creativity of Action, The University of Chicago Press.
108 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Latour, Bruno
2005 Reassembling the Social: an Introduction to Actor-Network-Theory, Oxford
University Press: New York.
Long, Norman
2001 Development Sociology: actor perspectives, Routledge: London and New
York.
Martinic, Mateo
1970 Patagonia, materia y espíritu, Corporación de Magallanes: Punta Arenas.
Martinic, Mateo
2002 Breve historia de Magallanes, Punta Arenas: Ediciones de la Universidad de
Magallanes.
Massey, Doreen
2005 For space, Sage Publications: London, Thousand Oaks & New Delhi.
Schatzki, Theodore
1996 Social Practices. A Wittgensteinian Approach to Human Activity and the So-
cial, Cambridge University Press: New York.
Slater, Candace
1996 “Amazonia as Edenic Narrative”, en: Cronon, W., Uncommon Ground: Ret-
hinking the Human Place in Nature, Norton: London, pp: 114-131.
EL MUNDO SALVAJE Y LA TIERRA DE
LOS ANCESTROS: LOS PATAXÓ DEL
MONTE PASCAL (BAHÍA, BRASIL)
Florent Kohler
Universidad de Tours
Introducción
A pesar de la proposición de Appadurai (1995) según la cual uno
de los principales fenómenos de la globalización sería la disyunción te-
rritorio/identidad, se sigue constatando que el espacio habitado, carga-
do de significación, continúa siendo el principal soporte para la iden-
tificación, especialmente en el caso de las poblaciones indígenas. Para
estas, el discurso ambientalista de las ONGs alimenta estos procesos de
territorialización de la identidad.
Al pie del Monte Pascal, en el extremo sur de Bahía, vive una co-
munidad de unos 3.500 Pataxó, grupo de probable ascendencia Macro-
Ge. Reagrupados y evangelizados hacia finales del siglo XIX, estos in-
dígenas remanentes, cuya lengua original se ha perdido, comparten las
costumbres y creencias de la población rural de la región: actividades
agrícolas, ritos católicos muy impregnados de Pajelança o candomblé
rural, etc. Se les calificó de caboclos (campesinos mestizos) hasta que,
en los años 1970, se abrió un período de reemergencia y de reivindica-
ción étnica. La lucha por el reconocimiento del derecho ancestral sobre
el territorio tradicional condujo a la homologación, en 1991, de la Tie-
rra Indígena del Monte Pascal –8.600 hectáreas– que ocupa el tercio de
lo que fue el Parque Nacional del Monte Pascal, declarado por la
UNESCO reserva de la biosfera. Desde el Monte hasta el océano, 40 ki-
lómetros más abajo, se despliega una diversidad de ecosistemas entre
los cuales se destaca uno de los últimos macizos de Selva Atlántica, ob-
110 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
La selva
¿Qué lugar ocupa la selva en el sistema que acabamos de descri-
bir? Desde el punto de vista político, la preservación de la selva forma
parte de los proyectos de expansión de la Tierra Indígena Pataxó. Con
el objetivo de recuperar su territorio tradicional, que incluye lo que co-
rresponde actualmente al Parque Nacional del Monte Pascal, los Pata-
xó han hecho suyo el discurso ambientalista que considera que el indí-
gena y la selva forman un solo ser. Como afirmaba el anciano Manoel
Santana, la selva es nuestro abogado: de la conservación de la selva de-
pende la credibilidad de las reivindicaciones del grupo. Con su sabidu-
ría y su tradición ancestral, este anciano se oponía al método represivo
116 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Microhistoria y representaciones
Es posible tratar de reconstituir el origen de esta visión del mun-
do salvaje y los episodios que han hecho posible que perdurara en el
tiempo. Cuando en 1945 se decidió implantar un Parque Nacional en
la región del Monte Pascal, se enviaron ingenieros a la región para me-
120 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Conclusión
Ahora que la situación se ha esclarecido y que el IBAMA ha ce-
sado de exigir la expulsión de los Pataxó, se puede observar tanto la
persistencia de una antigua representación arraigada en los ancianos,
como una nueva percepción basada en la cuestión del medio ambien-
te. Una cuestión que se ha convertido en una pieza, entre otras tantas,
del rompecabezas étnico y político pataxó. Existe una contradicción
entre la cosmogonía de los ancianos, sobrevivientes de la matanza de
1951, y los actuales discursos sobre la preservación del bosque, produ-
124 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Notas
1 “Pourquoi parler de nature domestique, puisqu’on aura maintenant deviné qu’à
travers ces termes c’est ce que les Achuar conçoivent comme la culture que nous
désignons? Au risque d’une possible équivoque, nous avons employé cette expres-
sion comme un artifice rhétorique afin de bien souligner que la part de matériali-
té qui n’a pas été directement engendrée par l’homme et que nous appelons ordi-
nairement nature peut être représentée dans certaines sociétés comme un élément
constitutif de la culture” (Descola 1986: 401).
2 La instalación de los primeros Pataxó en Coroa Vermelha responde a la voluntad
de las autoridades de Porto Seguro de hacer de la región un polo turístico a partir
de la construcción de la carretera nacional BR 101 en 1973.
3 “Reconquista” (en portugués: retomada) es un término con mucho significado re-
lacionado con la “espoliación” de la que fueron víctimas los indígenas ante el Ins-
tituto Brasileño del Medio Ambiente (IBAMA), quien clasificó su territorio tradi-
cional como zona ecológica santuarizada.
4 A este respecto resulta muy reveladora la historia que me contó Laurinda, de Cu-
muruxatiba: Un hombre fue a cazar a la selva. Había preparado su jurau [su lecho de
estacas suspendidas]. Mató varios animales, empezó a asarlos. Se cocían y hete aquí
que llega la Caipora (Dueña de la Selva): “¡Oooh João! ¡Oooh João!”. João era el nom-
bre de su oso hormiguero, que estaba cociendo. Se acercaba, lo miraba, veía todos
aquellos animales muertos, se sentó arriba (en el jurau): “Voy a dormir”; “Me acerco
a la hoguera”. Y así toda la noche. No lo dejó dormir, quería sus animales. Pero todos
estaban muertos, asándose. “¡Tengo hambre!- ¡Come!- ¡Quiero dormir!” Y subía de
nuevo y volvía a bajar. Era la Caipora… Hasta que los animales no están completa-
mente cocidos, siguen siendo de la Caipora, la cual ejerce su poder sobre la sangre
que contienen; la llaman hasta que el fuego no se ha consumido.
5 Como el del aviador Gago Coutinho, que efectuó un aterrizaje forzoso en la región
en 1939 (Carvalho 1977: 84).
Bibliografía
Appadurai, Arjun
1995 “The Production of Locality”, en FARDON Richard, Counterworks – Ma-
naging the Diversity of knowledge, New York, Routledge, pp.204-225
Carvalho, Maria Rosário de
1977 Os Pataxó de Barra Velha: seu subsistema econômico, Dissertação de Mestra-
do, PPGCS, UFBA, Salvador
Clastres, Hélène
1975 la Terre sans mal. Le prophétisme tupi-guarani, París, Seuil
Descola, Philippe
1986 la Nature domestique: symbolisme et praxis dans l’écologie des Achuar, Fon-
dation Singer-Polignac, Edition de la Maison des Sciences de l’Homme
126 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
El terreiro y la casa
La noción del terreiro es central para esta definición del Can-
domblé como patrimonio cultural/natural. Desde muy temprano, la
tradición académica afrobrasilianista (Rodrigues 1906, Ramos 1951)
determinó que la práctica del Candomblé requería estos espacios espe-
cíficos, llamados terreiros, terrenos o fincas. Roger Bastide (1960) defi-
nió al terreiro como una África microcósmica, cuya vida está totalmen-
te separada del mundo exterior. Este argumento es central para su teo-
ría del principe de coupure, “principio de corte”, por el cual los practi-
cantes del Candomblé podrían vivir en dos universos simbólicos – el
Africano y el Brasileño, al mismo tiempo pero sin mezclarlos.
Dentro de los terreiros, la complementariedad Naturaleza-Cul-
tura se constituye por la división entre dos espacios, según Elbein dos
Santos (1977): el espacio urbano (espaço urbano) y el espacio forestal
(espaço mato). Esta distinción es puramente teórica; estos términos no
se usan comúnmente en el Candomblé. Para Elbein, el espaço urbano
serian las construcciones con los altares a los dioses, los espacios de los
rituales públicos y las residencias iniciáticas, mientras que el espaço
mato sería un espacio abierto incultivado donde se cogen las plantas
para uso ritual. Según Elbein y otros, los practicantes del Candomblé
intentan tener provisión de todas plantas que necesitan, y sólo van al
mercado a comprarlas en último recurso (Serra 2002: 39). Para Serra
esta separación en el terreiro sería un reflejo de la oposición ciudad/sel-
va en África:
ven solos por ocho días, siendo obligados a sobrevivir por ellos mismos,
cazando, pescando y a veces robando. Después de este periodo, vuelven
a la casa en estado de total salvajismo, trayendo consigo los emblemas o
ferramentas (herramientas) de sus Orixás: un pedazo de hierro (Ogun),
una serpiente (Oxumare o Oxossi), un pescado (Iemanjá)8.
Parecido al inkita, en algunas casas de Cachoeira encontramos el
grau, o gra, según Nicolau, “una fuerza elemental de la naturaleza, algu-
nas veces llamado “la bestia” (o bicho), a veces identificado con una for-
ma agresiva del erê, o incluso con Exú” (Nicolau 2005: 19).
Magdalena nunca ha oído hablar de la inkita; conoce el grau, pe-
ro no muy bien. Recuerda, sin embargo, la maionga: de noche los ini-
ciados abandonarían su reclusión en el runko, para bañarse (maionga)
en una poza en el “mato”de Caperuçú, en las afueras de Cachoeira (a
unos dos quilómetros del núcleo urbano). Allí, caían en trance y aga-
rraban la primera cosa que encontraban- piedras, animales, plantas, y
se la llevaban con ellos de vuelta al runko.
En cualquier caso, los cambios de terminología, y las especificas
genealogías africanas, son menos interesantes que el hecho que algunos
elementos aparecen de forma recurrente en las narrativas sobre la ini-
ciación: la idea de una posesión brutal y violenta vinculada al mundo
salvaje de bosques y aguas; el descubrimiento del elemento de identi-
dad, el fetiche, en medio de ese mundo salvaje. Todos estos elementos,
de hecho, aparecen en la iniciación innata de Magdalena: el agua, el
bosque, la cobra, el trance; la niña que recoge los huevos de la cobra y
se los lleva a casa como marca –fetiche del acontecimiento excepcional
del encuentro con la cobra, que marcará su vida a partir de entonces, a
pesar de ella misma.
Porque esa serpiente no era otro, dice Magdalena, que su Cabo-
clo Oxossi, aunque ella no lo sabía entonces. Después de su iniciación
Magdalena se alejó del Candomblé; en parte esto era resultado de su
mala relación con su pai de santo, que la trató como una esclava. Pero
después de algunos años, empezó a tener crisis de posesión inespera-
das, en medio de situaciones embarazosas- en el mercado o bailando en
una fiesta. En sueños, el Caboclo se le apareció, y le pidió atender a sus
obligaciones (obrigações) es decir, rendirle culto.
Las primeras veces que Magdalena lo incorporó, el Caboclo era
un espíritu muy salvaje (“muito bravo”. Lo opuesto a un indio bravo se-
Paisaje, espacio y territorio 139
ria un indio manso; esta terminología, por supuesto, viene de los tiem-
pos de la colonización). No bailaba, “hablaba en Griego” (es decir: en
una lengua incomprensible); solo hacía trabalhos, hechizos. Después
empezó a ir a otras casas, donde encontró a otros Caboclos, que le en-
señaron a hablar y a bailar. El Caboclo ha ido acostumbrándose al cuer-
po de Magdalena, y Magdalena a la presencia del Caboclo. El Caboclo
se ha vuelto más “manso”, más humano, al mismo tiempo que la per-
sonalidad y el poder de Magdalena han ido creciendo. Ahora Magdale-
na es una mãe de santo respetada, y su Caboclo es muy conocido.
En el Candomblé se dice que en los grados más altos de inicia-
ción, la mãe de santo se confunde prácticamente con el orixá; el poder
del orixá esta tan presente en el cuerpo de su acolita, que uno y otro ca-
si se confunden. La relación de Magdalena con su Caboclo ha ido cam-
biando con el tiempo; de la radical y violenta alteridad inicial, progre-
sivamente se han ido acercando el uno al otro – hacia la identidad. Es-
te tránsito de la alteridad a la identidad se articula como hemos visto
en un discurso de la domesticación- del espíritu salvaje del momento
inicial a la entidad civilizada y poderosa en último término.
Un aspecto importante de la relación entre Magdalena y el Cabo-
clo es el erê. El erê es un espíritu infantil, un espíritu menor ligado al es-
píritu principal. Así, Flor Branca es, dice Magdalena, el hijo del Caboclo
Oxossi. Durante la iniciación, el erê aparece cuando el espíritu principal
se va: siendo un espíritu menos fuerte, o más próximo a los humanos,
el erê puede hacer cosas que el Orixá inicialmente no puede hacer, co-
mo comer y comunicarse. El erê es un espíritu juguetón, a veces poco
fiable, y a veces también, un poco salvaje. Como hemos mencionado, en
la inkita el erê está muy relacionado con el mundo del “mato”.
Pero en la iniciación, el erê no sólo sale del runko para ir a escon-
derse en el bosque en la inkita o la maionga. El erê también sale para ir
al mercado, en la quitanda9, la “venta”, en la que vestida de iniciada, el
erê trae un tabuleiro, una tabla con cosas para vender, esencialmente
dulces. Aun hoy, en los mercados se Salvador- se puede encontrar erês
haciendo la quitanda. Claro que los erês, en la quitanda, no solo ven-
den; también roban y se meten en problemas. Una vez asistí a una es-
cena ligeramente surrealista en el Mercado Modelo, en el centro de la
ciudad, cuando un vendedor denunció a la policía a un erê por robar-
le su mercancía. Magdalena todavía recuerda cuando unas erês robaron
140 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Conclusiones
Se podría decir que el Candomblé no se puede definir como un
culto de la naturaleza simplemente porque las prácticas del Candom-
blé no establecen una distinción ontológica entre naturaleza y socie-
dad. Como hemos visto, los practicantes de Candomblé reconocen
formas de voluntad (agency) en seres naturales; objetos como plantas
o animales, incluso piedras (Sansi 2005) se pueden comportar como
humanos. Con todo, estas formas de voluntad no son reconocidas uni-
versalmente a animales y plantas como géneros, sino sólo a ciertos in-
dividuos en ciertos momentos: hay algo de excepcional, de milagroso,
en estas manifestaciones. En ese sentido sería quizá un poco exagera-
do decir que la “ontología” (Viveiros de Castro 2002) o el “modo de re-
lación” (Descola 2005) del Candomblé son radicalmente diferentes del
la “Ontología Occidental”, pero no tenemos espacio aquí para exten-
dernos en esta discusión.
Lo que es importante reconocer, además, es que no es sólo el
Candomblé “africano” que reconoce que algunos animales u objetos, en
casos excepcionales, pueden contener una agencia espiritual. La idea
que el evento hace el hechizo no es exclusiva del Candomblé, sino que
forma parte de una ideología más general de la hechicería, compartido
por otras religiones como el espiritismo, el catolicismo popular, y las
iglesias pentecostales, en Brasil y más allá. De dónde viene esta ideolo-
gía (¿África? ¿Europa? ¿América? ¿El Atlántico simplemente?) es más
Paisaje, espacio y territorio 141
Notas
1 “Povo-de-santo preserva espécies” (A Tarde, 26/07/2005).
2 Cláudio Nascimento, Cacau, comunicación personal 2002.
3 En ese sentido, Marcelin intenta dar otra perspectiva a los discursos tradicionales
sobre la “desestructuración” del parentesco en las culturas afroamericas, cambian-
do el término de “parentesco” por “casa”.
4 La división entre “naciones” en el Candomblé Nagô, Jeje, Angola, es una distinción
entre prácticas rituales que ha perdido, si los tuvo alguna vez, sus matices étnicos.
La nación Nagô-Ketu se ha impuesto en Bahia como la más poderosa, y a partir de
allí, en el resto de Brasil.
5 Es complejo decir si el Candomblé en general hace una distinción literal entre lo
“mágico” y lo “natural”. Conocí a un pai de santo médico, que distinguía perfecta-
mente entre “doenças” (enfermedades) y “coisas do santo”, (cosas del santo). Creo
que esta distinción, si no siempre tan explícitamente, sí se hace normalmente en la
práctica: la gente del Candomblé va al médico y al pai de santo por razones dife-
rentes. Si entendemos la enfermedad “natural” como algo causado por hechos físi-
cos externos, generales (el clima, los virus, el envejecimiento del cuerpo), y lo má-
gico, las “coisas do santo” como lo que corresponde a las voluntades particulares (el
mal de ojo), las enfermedades en si mismas no son mágicas: lo que puede ser má-
gico es su causa efectiva. (Evans-Pritchard 1976)
6 Por ejemplo el árbol Iroko, en África es la Chlorophora excelsa, y fue substituido por
la Ficus Dolarea, Gameleira Branca, en Brasil (Voeks 1990: 128)
7 Mas allá del “sistema abierto” del Candomblé, alguna de las plantas mencionadas
no son de uso exclusivo en el Candomblé, sino que son de uso general en la socie-
dad brasileña aún hoy. La arruda, por ejemplo, era muy conocida y usada por cu-
randeros en el Portugal tardomedieval (Bittencourt, 2004: 82; 87), y es todavía usa-
da hoy dentro y fuera del Candomblé. Otras plantas comúnmente usadas en el
Candomblé, como la aroeira branca, son usadas también por rezadores, curanderos
Católicos.
8 Binon-Cossard menciona antecedentes africanos interesantes, como los rituales de
la iniciación nkita en Congo donde los novicios tenían que encontrar sus “fetiches”
en la selva o las aguas. Cada minkissi (espíritu/fetiche) tendría su propia historia,
que solo el iniciado conocería. En su regreso al mundo social, los iniciados llega-
rían de la selva en estados de trance, violentos y peligrosos (Binon-Crossard 1970:
204-205).
9 Sobre la quitanda, ver Binon- Crossard, p. 207.
10 Para una discusión más profunda de esta cuestión, ver Sansi 2007.
Paisaje, espacio y territorio 143
Bibliografía
Bastide, Roger
1978 [1960] The African religions of Brazil. Baltimore: Johns Hopskins U.P.
Binon-Crossard, Gisèle
1970 Contribution à l´étude des Candomblés au Brésil, Le Candomblé Angola,
FLSH, U. de París, Thèse de Doctorat.
Bluteau, Raphael
1713 Vocabulario Portuguez e Latino Coimbra
Bosman, Willem
1705 A new and accurate description of the coast of Guinea…London, James
Knapton.
Bethencourt, Francisco
1987 O Imaginário da Magia: feiticieiros, saludadores e nigromantes no século
XVI. Projeto Universidade Aberta, Lisboa.
Descola, Phillipe
1992 “Societies of nature and the nature of society”, en Kuper, Adam (ed.) Con-
ceptualizing society. London: Routledge Pp.107-126.
_______
1996 Nature and Society: Anthropological Perspectives. London&New York: Rou-
tledge
_______
2005 Par-delà de nature et culture París: Gallimard.
Elbein dos Santos, Juana
1977 Os Nagô e a Morte. Vozes: Petrópolis
Evans-Pritchard, Sir Edward Evan
1976 Brujería, magia y oráculos entre los Azande. Barcelona: Ed. Anagrama.
Ingold, Tim
2000 The perception of the environment Essays in livelihood, dwelling and skill
Routledge: London.
Marcelin, Louis
1999 “A linguagem da casa entre os negros no Reconcavo Bahiano” Mana 5 (2):
31-60
Marques, Xavier
1975 [1897] O feiticeiro, Civilização brasileira, Rio de Janeiro.
Miller, Daniel
1987 Material Culture and Mass consumption. Blackwell, London.
Nicolau, Lluis
2005 “Memories of Slavery in Religious Ritual: A comparison between the Be-
nin vodun cults and Bahian Candomblé”, manuscript.
Pessoa de Barros, J.F.
1993 O segredo das Folhas. Pallas: Rio de Janeiro.
Pierson, Donald
1942 Negroes in Brazil. A Study in Race Contact in Bahia, Chicago: U. of Chica-
go Press.
144 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Ramos, Arthur
1951 O Negro na Civilização Brasileira. São Paulo: C.E.B.
Rodrigues, Raimundo Nina
1906 O Animismo Fetichista dos Negros Bahianos. Rio de Janeiro: Civilização Bra-
sileira,.
Reis, Joao José
2001 “Candomblé in Nineteenth-century Bahia: Priests, Followers, Clients”, en
Rethinking the African Diaspora. Kristin Mann &Edna Bay, eds. Frank Cass:
London.
Sansi, Roger
2005 “The hidden life of stones: historicity, materiality and the value of Can-
domblé objects in Bahia” Journal of Material Culture, volume 10 (2).
______
2007 “The fetish in the Lusophone Atlantic”, en Cultures of the Lusophone Black
Atlantic, Nancy Naro, Roger Sansi-Roca & David Treece, eds. Palgrave: New
York.
Santos, Jocélio Telles Dos
1995 O Dono da terra, O caboclo nos Candomblés da Bahia. Sarah letras, Salvador
de Bahia.
Serra, Ordep
2002 Projeto Ossain. Edufba.
Thomas, Nicholas
1991 Entangled Objects. Exchange, Material Culture and Colonialism in the Paci-
fic. Harvard U.P, Boston.
Verger, Pierre
1968 Flux et Reflux de la traite des Esclaves entre le Golfe de Bénin et Bahia.Mou-
ton, París.
______
1995 Ewé, o uso das plantas na sociedad ioruba. Companhia das Letras, São Paulo.
Viveiros de Castro, Eduardo
2002 A Inconstância da Alma Selvagem. São Paulo: Casac & Naify.
Voeks, R.
1990 “Sacred leaves of Brazilian Candomblé” Geographical Review, Vol. 80, n.2.
(Apr.1990) 118-131.
TERCERA PARTE:
TERRITORIOS RESIGNIFICADOS
E IDENTIDAD
LOS USOS IDENTITARIOS DE LA PACHAMAMA
Y LAS CREENCIAS EN LA PRÁCTICA .
EL CASO DE DOS PUEBLOS DEL NOROESTE
ARGENTINO (AMAICHA Y QUILMES)
Maité Boullosa
Université de Picardie Jules Verne
Introducción
“En otros tiempos, nuestra gente, nuestros antepasados, siempre
fueron de ser muy fieles a su pensamiento, se hacía siempre ofrenda,
ofrendando principalmente a la Pachamama, la madre tierra...”. Intriga-
da por esta frase de uno de los miembros de la organización indígena
de Quilmes, me pregunté si eso era así todavía hoy. Amaicha del Valle
y Quilmes son dos pueblos del Noroeste argentino que reivindican su
indianidad desde fines de los 80. Esta particularidad, en una región
donde hablar de “indios” era hasta ese entonces tabú, me condujo a ele-
gir estos dos pueblos para mi trabajo de campo. En este trabajo deseo
restituir mis principales interpretaciones sobre los discursos y las prác-
ticas que acompañan la invocación de la Pachamama. En primer lugar,
intentaré mostrar la instrumentalización identitaria y política que se
hace de ella. Confrontaré luego esta instrumentalización con los signi-
ficados que tiene la Pachamama para los propios campesinos en su vi-
da cotidiana. De esta manera, podremos preguntarnos finalmente si la
noción de “respeto de la naturaleza”, preconizada por las organizacio-
nes internacionales en relación a los “pueblos autóctonos”, es en verdad
equivalente a la de “respeto por la Pachamama, la madre tierra”, presen-
te en la cosmología local.
148 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
desde hace varios siglos. El hecho de ser reconocido en tanto que “co-
munidad indígena” a comienzos de los 90, le ha permitido al pueblo de
Amaicha litigar exitosamente por sus tierras y obtener títulos legales de
las mismas, consideras anteriormente tierras fiscales (del Estado). So-
lucionado este tema, el actual desafío de las reivindicaciones identita-
rias es en gran medida político. En efecto, en el seno de la comunidad,
la legitimidad de las instituciones ante el exterior se mide en función al
grado de indianidad. Por ejemplo, en el 2002 fue creado un consejo de
ancianos con el fin de rivalizar con el cacique actual. Los miembros de
este consejo hicieron numerosas declaraciones en la prensa regional
para conseguir la destitución del cacique, acusado de malversación de
fondos, aunque estas acusaciones no se hicieron oficiales. El cacique
“habría perdido la cosmología indígena”, era el argumento utilizado, el
cual retoma los estereotipos difundidos sobre los indios, cuya sabidu-
ría los preservaría de este tipo de prácticas. Según Pablo Nora, un abo-
gado originario de Amaicha, pero que ejerce en Buenos Aires -donde se
lucha por la causa indígena-, esta nueva institución, el consejo, es emi-
nentemente tradicional. Este abogado apoyó desde el inicio la forma-
ción del consejo de ancianos y sostiene que todas las comunidades in-
dígenas tienen el suyo. Pablo Nora, imbuido de las definiciones del in-
dio que vehiculiza el escenario internacional, viene de lejos para dar
“cursos de identidad” en las reuniones que organiza en el seno del con-
sejo de ancianos. Esta institución logró la adhesión de todos los oposi-
tores del cacique en Aimacha y ganó en legitimidad ante los agentes ex-
ternos, gracias al argumento de su carácter “tradicional” y “ancestral”.
Es evidente que en torno a estas cuestiones identitarias están en
juego importantes intereses económicos. Ser reconocido en tanto que
comunidad indígena permite atraer fondos específicos para el desarro-
llo de estos pueblos (de parte de organizaciones internacionales, ONGs
nacionales e internacionales, etc.). Pero también representa una venta-
ja suplementaria para atraer el turismo llamado “cultural” o “étnico”.
Es así como asistimos regularmente a ceremonias de ofrendas a la Pa-
chamama por fuera del contexto agro-pastoril que tiene como fin po-
ner en escena la indianidad de estos pueblos ante los agentes externos
que llegan en busca de etnicidad.
En cuanto a los habitantes que tuve la oportunidad de interro-
gar sobre la madre tierra, me dieron la impresión, en un primer mo-
152 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
La Pachamama de la intimidad
No obstante, este discurso identitario no es generalizable para el
conjunto de los habitantes de estos pueblos, que se hacen llamar en la
actualidad “comunidades indígenas”. En efecto, los estereotipos sobre el
indio tienen aún vigencia en el imaginario de los habitantes y para mu-
chos, indios son aquellos que están en lo más bajo de la escala social. El
término “indio” es a menudo un insulto que designa a los más dismi-
nuidos y remite de manera general a una categoría de personas que hoy
han desaparecido. Son muchos los que no cuestionan esta historia ofi-
cial que borra a los indios de este lugar. Frente a nuestra pregunta “¿qué
sabe usted de los indios?”, un habitante de Amaicha nos respondió: “En
las ruinas de Quilmes, es allá donde estaban los indios”.
La iglesia y la escuela hicieron su trabajo para modelar este tipo
de conciencia. Su objetivo fue inculcar un sentimiento de pertenencia
nacional en estas poblaciones situadas en zonas de sierra, aisladas y en
espacios de frontera entre Chile y Bolivia. Esto no quiere decir que las
costumbres, las creencias y la “cosmología” de sus habitantes no posean
rasgos de origen prehispánico, sino que significa que éstos se encuen-
tran silenciados o simplemente no son reconocidos como tales; cuan-
do se los evoca es siempre de manera implícita, lejos de las reivindica-
ciones identitarias de los miembros de las organizaciones indígenas.
En consecuencia, cuando intentábamos hablar de la Pachamama
con los campesinos locales, nos remitían sistemáticamente a los porta-
voces de la comunidad, o bien nos imponían un silencio que hoy en día
interpretamos como una forma de resistencia a nuestra curiosidad. Po-
Paisaje, espacio y territorio 155
“Muchos la respetan, por ahí en silencio, solos. Porque antes era como
algo prohibido de ofrendarle en voz alta a la madre tierra, antes de to-
mar vino, tirar a la tierra, antes de comer darle un pedazo de la comi-
da, o enterarle coca, cigarrillos...era como prohibido...Por eso que eso
ha quedado y no lo hacen en público pero todos lo hacen, muchos lo
hacen. Es una manera de pagarle a ella por todo..., por lo mucho que
nos da...ella nos da todo...y por eso hay que pedirle que nos ayude en
nuestra cosecha, nuestras... “pariciones”, todo lo que podamos encar-
gar...y así como todos los días, si uno quiere hacer un trabajo, tiene que
pedirle...a la madre tierra que me ayude, pagarle...ponerle coca, vino,
cigarrillos, lo que sea...¡y...ella nos ayuda!.... (Extracto de una entrevis-
ta realizada a un joven de Quilmes. 9 de agosto de 2000).
Bibliografía
Belmont Nicole
1973 “Fonction de la croyance”, en L’Homme, Vol. XIII, París.
Benat Tachot Louise, Gruzinski, Serge (coord.)
2001 Passeurs culturels – Mécanismes de métissage, Presses Universitaires de Mar-
ne-la-Vallée, Edition de la Maison des Sciences de l’Homme, París.
Bouysse-Cassagne, Thérèse, Harris, Olivia
1988 “Pacha: en torno al pensamiento aymara”, en Albó, Xavier (compilateur),
Raíces de América, El mundo Aymara, ed. Alianza editorial, Madrid, 359 p.
pp. 217-281.
De Certeau, Michel
1990 L’invention du quotidien – 1.Arts de faire, Gallimard.
Descola Philippe
1986 La Nature domestique – Symbolisme et praxis dans l’écologie des Achuars,
Maison des Sciences de l’Homme, París.
Ellison Nicolas
2004 “Une écologie symbolique totonaque. Le municipe de Huehuetla (Puebla,
Mexique)”, Journal de la Société des Américanistes, 90-2, pp. 35-62
Paisaje, espacio y territorio 161
Hobsbawm, Eric
1983 “Mass-producing Tradition: Europe, 1870-1014, The invention of tradi-
tion” en Hosbawm Eric and Ranger Terence, The Invention of Tradition,
Cambridge University Press.
Martínez Mauri, Monica
2003 Médiation et développement, l’émergence des ONG et des passeurs culturels à
Kuna Yala (Panama); Collection Itineraires, num. 16. Publications de
l’IUED, Genève.
Mauss, Marcel
19509 “Essai sur le don. Forme et raison de l’échange dans les sociétés archaï-
ques”, en Sociologie et anthropologie, Presse Universitaire de France, París.
Murra, John V.
1988 “El Aymara libre de ayer” en Albó Xavier (compilateur), Raíces de América,
El mundo Aymara, ed. Alianza editorial, Madrid, pp. 51-73.
MONTE, CAMPO Y PUEBLO.
EL ESPACIO Y LA DEFINICIÓN DE
LO ABORIGEN ENTRE LAS COMUNIDADES
MOCOVÍES DEL CHACO ARGENTINO
Introducción
El presente capítulo aborda la forma en que la oposición mon-
te-pueblo se ha constituido en un elemento central del discurso iden-
titario de los aborígenes mocovíes del Chaco argentino. Discutiremos
como, el valor icónico del monte como referente de lo mocoví en esta-
do de pureza, es una construcción que aunque anclada en concepcio-
nes precolombinas del espacio, no puede separarse del proceso de ocu-
pación del Chaco por el estado nación, y la irrupción de los modernos
discursos ecologistas. De hecho sólo puede entenderse en contraste con
el pueblo pensado como síntesis de lo criollo. Para abordar esta proble-
mática, articularemos los conceptos de territorio, pensado como etno-
territorio, y de paisaje, como resumen metonímico del mismo.
La región Chaqueña
El Gran Chaco está situado en el centro de América del Sur.
Abarca parcialmente el sur de Bolivia, Paraguay y el noreste de Argen-
164 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Los mocovíes
Los mocovíes habitan la zona sur de la región chaqueña, en la
República Argentina. Pertenecen al grupo lingüístico guaycurú, como
tobas, abipones y pilagás. Estos grupos deben ser pensados como for-
Paisaje, espacio y territorio 165
mando parte de una cadena étnica (Braunstein et al. 2002). Desde los
márgenes del río Bermejo, los mocovíes se fueron desplazando hacia el
sur durante el período colonial. Los testimonios de los cronistas (del
Techo 1673; Furlong 1972; Guevara 1969[1764]; Lozano 1941[1733];
Paucke 1942-44[1749-1767]) sugieren que, antes de la llegada de los
españoles, se organizaban en grupos de familias emparentadas que se
desplazaban llevando a cabo actividades de caza y recolección. Con la
llegada del tiempo de maduración de los principales frutos del mon-
te, estos grupos tendían a reunirse, para actividades rituales y festivas,
consolidación de liderazgos, establecimiento de alianzas e intercam-
bios matrimoniales.
Durante el siglo XVII incorporaron el uso del caballo. Esto faci-
litó sus movimientos y cambió profundamente su sistema productivo,
sus relaciones con otros grupos aborígenes y con la población criolla.
El ganado cobró un rol protagónico, tanto en el consumo y uso inter-
no como en el contexto de intercambio pacífico y violento con los crio-
llos (Nesis 2005). Con la expedición chaqueña de Urízar, en 1710, los
mocovíes se vieron obligados a desplazar el centro de su zona de acción
mucho más al sur y al este: hacia las provincias de Corrientes y Santa
Fe. Los jesuitas fundaron entre los mocovíes misiones como la de San
Javier (1743). Luego de su expulsión en 1767 los mercedarios se harán
cargo de las misiones jesuíticas durante un breve período, seguidos por
los franciscanos.
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, el avance de colo-
nos hacia el Chaco desde Santa Fe provocó el retorno de muchos moco-
víes a zonas del sur de la actual provincia del Chaco. Tanto los mocovíes
que permanecieron en Santa Fe como aquellos que se desplazaron ha-
cia el Chaco fueron gradualmente incorporados al mercado laboral co-
mo cosecheros, desmalezadores, hacheros, etc., en obrajes y estancias.
Para 1902-1914 se produjo una gran expansión de las explota-
ciones forestales en la zona, en particular con la instalación de la com-
pañía The Forestal Land Timber and Railway Co. Ltd. Los abruptos
cambios en las condiciones de vida generados en este contexto fueron
acrecentando la tensión en la región. Hacia principios del siglo XX va-
rios movimientos milenaristas (San Javier en 1904; Florencia 1905; Na-
palpí en 1924; el Zapallar en 1933) protagonizados por los mocovíes
culminaron en una feroz represión (Cordeu y Siffredi 1971) que favo-
166 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Territorio y paisaje
Son varias las tradiciones académicas que se han ocupado de las
relaciones entre los grupos humanos y su entorno espacial, entre ellas
la geografía humana, la geografía del paisaje, el medioambientalismo,
la historia de las religiones y la etnología (Fernández Christlieb 2004).
El concepto de territorio ha sido clave en los debates acerca de
los derechos indígenas. Los antiguos reclamos por las tierras indígenas
pasaron a quedar integrados en el concepto de territorio indígena (To-
ledo Llancaqueo 2005). De todas las acepciones que en este contexto se
le ha dado al término territorio (como jurisdicción, como área a de-
marcar-restituir, como hábitat, como biodiversidad y conocimiento in-
dígena sobre el ambiente) es especialmente relevante para el tema que
nos ocupa la idea de territorio como etnoterritorio: “espacialidad social-
mente construida, vinculada primordialmente a la identidad colectiva”
(Toledo Llancaqueo 2005: 17). Se trata de una “realidad vivida, el sus-
trato simbólico donde adquieren sentido y articulación las resistencias
y movimientos indígenas” (Toledo Llancaqueo 2005: 22), por lo que se
halla indisolublemente unida a las relaciones de poder (Raffestin 1980,
Gupta & Ferguson 1997, Varesse & Groffe 2002). En este contexto de
debate sobre los derechos de los pueblos originarios, se enmarcan los
Paisaje, espacio y territorio 167
un objeto, sino que las líneas de tensión que mencionamos y los secto-
res en los que este espacio queda estructurado por ellas, son sentidos
por los agentes, guiando sus acciones. A su vez las acciones de los agen-
tes sociales reorganizan el territorio y establecen en él nuevas tensiones,
que afectarán sus prácticas futuras. Dentro del territorio así concebido,
podemos definir ámbitos, es decir conjuntos de posiciones cercanas o
afines del mismo.
Entre estos ámbitos existen algunos que son especialmente rele-
vantes dentro del juego que se define en el territorio, se trata de los lu-
gares. Estos están especialmente cargados de sentido, pero no per se, si-
no como resultante de sus relaciones de oposición con todas las demás
posiciones posibles (por lo que su importancia puede variar). El pai-
saje sería, en este contexto, la percepción/representación del territorio,
construida desde un cierto ámbito. Vale decir, una especie de perspec-
tiva3 del territorio, que actúa como síntesis o símbolo metonímico del
mismo.
El territorio mocoví
Las fuentes coloniales, como Paucke (1942-44[1749-1767])
muestran que el sistema productivo mocoví implicaba un desplaza-
miento con marcados ciclos estacionales. Los pequeños grupos que se
desplazaban explotando los recursos de zonas bastante amplias de la
sabana Chaqueña, ocupaban estas zonas en forma discontinua e inter-
digitada (Boccara 2003: 72). Si bien estaban ligados a determinadas
áreas (limitadas por ejemplo por los grandes ríos como el río Salado),
se desplazaban por ellas buscando los recursos necesarios, en coexis-
tencia con otros grupos humanos que también hacían uso de los mis-
mos. Lo cual nos muestra que el territorio mocoví estaba fundado en
una experiencia del espacio fuertemente ligada al acceso a los recursos
(Mignolo 1995: 299), al alejamiento de los peligros y a las relaciones
de parentesco. Así por ejemplo, entre los mocovíes, los topónimos ha-
cen referencia en general a fuentes de agua, especies animales o vege-
tales, peligros y acontecimientos significativos. Conforman un espacio
socializado, transformado en una memoria social. Esto muestra una
concepción mocoví que tiene mucho en común con la propuesta de
Echeverri (2005).
Paisaje, espacio y territorio 169
Notas
1 PIP CONICET, Nº: 6115, 2006-2008; UBACYT (F196) 2004-2007 y PICT-BID (4-
14274) 2004-2007, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y
Letras (UBA).
2 Quien aplica este enfoque al caso del campo de juego para los futbolistas.
3 Aunque no hay que pensarlo en términos visuales, sino de percepción/representa-
ción en general, si se quiere poder dar cuenta de la experiencia de muchos grupos
americanos.
4 Estrictamente el término ‘oochi designa a las zonas arboladas por oposición a las
extenciones herbosas, no’ueenaxa.
5 En este contexto ver las menciones a la recolección de algarroba como motivo pa-
ra abandonar el trabajo en los ingenios azucareros entre los toba-pilagá (Gordillo
1999:148).
6 Antiguamente con la muerte de un individuo quienes residían con él solían cam-
biar de lugar de residencia y quemaban casa y pertenencias, por temor al difunto.
Actualmente esta practica es mucho menos frecuente, en buena parte por lo antes
mencionado.
Bibliografía
Barth, Fredrik
1976 Los grupos étnicos y sus fronteras, Editorial Fondo de Cultura Económica,
México D. F.
Boccara, Guillaume
2003 “Rethinking the Margins/ Thinking from the Margins. Cultura, Power, and
Place on the Frontiers of the New World”. Identities 10-1, pp. 57-81.
Braunstein J. A., Salceda S. A., Calandra H. A., Méndez M. G., Ferrarini S. O.
2002 “Historia de los chaqueños-Buscando en la `papelera de reciclaje´ de la an-
tropología sudamericana”, Acta Americana, Journal of the Swedish America-
nist Society; Vol. 10, Nº 1, Uppsala, pp. 63-93.
Cordeu, Edgardo y Alejandra Siffredi
1971 De la algarroba al Algodón. Movimientos Milenaristas del Chaco Argentino,
Juárez editor, Buenos Aires.
Crang, Mike
1998 Cultural geography, Routledge, New York.
178 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Introducción
Uno de los planteamientos centrales de un gran número de et-
nografías sobre el pensamiento y el modo de vida indígena en Mesoa-
mérica, se refiere a la estrecha relación entre la cosmología, la organi-
zación social y la economía de subsistencia centrada alrededor del cul-
tivo del maíz. En congruencia con este planteamiento, los mazatecos se
autodenominan los shuta enima “los que trabajamos el monte” y de
acuerdo con investigaciones realizadas en la región mazateca del esta-
do de Oaxaca, su identidad étnica se encuentra estrechamente ligada a
la economía de subsistencia y a su relación con la tierra1.
En estas páginas interesa examinar el caso de los mazatecos del
sur de Veracruz, México, cuya inserción en un contexto de agricultura
comercial y ganadería extensiva, ha disminuido, o incluso acabado con
la presencia del maíz en la agricultura de subsistencia. Un gran núme-
ro de familias mazatecas subsiste del trabajo como jornaleros agrícolas,
de las remesas migratorias y de la remuneración en actividades tercia-
rias. La intención de este texto es reflexionar en torno al resultado de
este proceso en el campo de la etnicidad, y alrededor de las concepcio-
nes ligadas al territorio y al manejo del espacio comunitario, inserto en
un ámbito regional complejo y heterogéneo. Es pertinente analizar es-
ta problemática en el marco de un contexto regional caracterizado por
la movilidad de las fronteras y la ampliación de las esferas de contactos
entre personas y contextos culturales diversos. Se entiende por territo-
182 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
rando sus vidas, de modo que sus experiencias puedan verse como una
nueva luz” (2000: 89). Por ejemplo, entran en trance mediante la ora-
ción y en su trance extático adivinan las causas de enfermedades y aflic-
ciones y los métodos para combatirlas, toda vez que se considera una
transgresión el uso de otros métodos adivinatorios asociados a la tradi-
ción mazateca, como la lectura de granos de maíz o el consumo de psi-
cotrópicos.
Posiblemente, el énfasis de la teología del Espíritu Santo en la cu-
ración y la experiencia extática, le permite su articulación con los com-
plejos rituales y cosmológicos de las sociedades nativas (Ceriani 2003:
122). La contienda con los tradicionalistas no se dirime en los campos
epistémicos de los saberes en tensión o en conflicto, sino en el terreno
de su reproducción e instrumentalización (Restrepo 2004: 84).
Si bien en el campo político y ceremonial, las instituciones co-
loniales indígenas -como el Consejo de Ancianos, asambleas comuni-
tarias y fiestas tradicionales- adquirieron en Nuevo Ixcatlán un carác-
ter marginal hasta desaparecer casi por completo, ello no ha dado lu-
gar a la desaparición de los especialistas tradicionales en el campo de
la salud y la atención a problemas emocionales y aferctivos. Dichos es-
pecialistas mantienen un papel social relevante en la regulación de las
relaciones interpersonales. El sentido social de sus prácticas imprime
fuerza y contenido a las diferencias culturales de la población mazate-
ca, y posibilita la permanencia de los espacios domésticos como ámbi-
tos de resistencia cotidiana, en los cuales se mantiene la “evidencia de
la tradición”.
Es en el espacio doméstico donde la lengua mazateca continúa
transmitiéndose con vitalidad, y se reproduce un acervo cultural ligado
a la tierra de origen. Dos tipos de rituales son representativos de lo que
los propios pobladores conciben como “la tradición mazateca”: las ce-
remonias funerarias y los ritos de curación y adivinación. Ambos tipos
de rituales se realizan en el seno de los hogares y cumplen la función se-
miótica de reiterar tanto la interacción social entre la población indíge-
na, como las divisiones sociales fundadas en las diferencias étnicas. El
ámbito doméstico constituye el medio privilegiado de la supervivencia
cultural del pensamiento mazateco. Los procedimientos curativos, en
su carácter privado, posibilitan la vigencia de la relación del médico y
el paciente desde la cosmovisión y el saber tradicional indígena. En las
Paisaje, espacio y territorio 189
Comentario final
Las condiciones generadas a partir del desplazamiento forzoso
de los fundadores de Nuevo Ixcatlán desde la región mazateca de Oa-
xaca, generaron un proceso de desterritorialización cuyas consecuen-
cias no fueron del todo exitosas. Mencionamos por ejemplo, la caren-
192 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
cia de servicios y fuentes de empleo aún hoy en día (cinco décadas des-
pués), así como la casi total desaparición de las actividades agrícolas li-
gadas a la milpa indígena a partir de la especulación y acaparamiento
de las tierras que otorgó el Estado mexicano a las familias desplazadas.
Es por ello que han quedado prácticamente en desuso los proce-
dimientos rituales y festividades religiosas relacionados con las etapas
del ciclo agrícola del maíz –componentes sustanciales de la identidad
indígena entre los antepasados mazatecos y aún en la región de origen.
Elementos del pensamiento mágico-religioso del acervo cultural indí-
gena se incorporan parcialmente en las nuevas tendencias religiosas,
reelaborados y adaptados al contexto local. Los especialistas rituales
(shuta tshinea) –tradicionalistas o carismáticos- cumplen aún un im-
portante papel en términos de la normativización de formas de com-
portamiento y de regulación de las relaciones sociales, así como en el
campo de la salud y de atención a padecimientos individuales de dife-
rente índole. Si bien la lengua vernácula se mantiene con vitalidad, los
referentes míticos principales asociados a los lugares sagrados no han
sido reemplazados en el nuevo asentamiento (por ejemplo el Cerro Ra-
bón, residencia de Chikón Nangui y uno de los cerros emblemáticos de
la región mazateca).
Hoy en día las fiestas adquieren formas novedosas y se encuen-
tran menos vinculadas al calendario religioso -cumpleaños, graduacio-
nes, aniversario de la fundación del pueblo-. Se desarrollan bajo coyun-
turas específicas en función de las condiciones de movilidad de los mi-
grantes y gravitan en gran parte alrededor de los calendarios cívicos y
laborales. Por otra parte, en el campo de la política la incorporación de
nuevas prácticas relegó la importancia de la asamblea comunitaria, a
favor de un sistema partidista que ha desembocado en la acentuación
de las divisiones y faccionalismos internos.
La reciente intensificación de los procesos migratorios y la desa-
parición de la agricultura del maíz, no excluye la existencia de otras for-
mas de afirmación identitaria, ya no tan ancladas al lugar, al paisaje lo-
cal, o a las labores agrícolas, sino al territorio ancestral y a las nuevas es-
feras socio-espaciales fincadas en redes de bienes y mensajes. Estas re-
des incluyen trayectos e intercambios hacia y desde distintos ámbitos:
de la localidad hacia las zonas receptoras de migrantes al interior de la
región, del país, y de la nación norteamericana. Pero también hacia el
Paisaje, espacio y territorio 193
Notas
1 Para este aspecto, ver especialmente el trabajo de Eckart Boege (1988).
2 El Papaloapan es una caudalosa corriente fluvial, con numerosos afluentes, que
abarca una franja de la vertiente del Golfo de México.
3 Este era el nombre del entonces presidente de la República Mexicana, Lic. Miguel
Alemán Valdéz.
4 INEGI, Censo General de Población, 2000.
5 Las entrevistas fueron realizadas con la colaboración de Alejandra Sánchez Bandala,
en el marco del proyecto Idymov (CIESAS-IRD-ICANH), vigente de 2003 a 2006.
6 En cuanto a los destinos migratorios, la trayectoria más recurrente es hacia el inte-
rior del país, ya que representa el 69 % de los casos, mientras que un 20 % se diri-
ge hacia los Estados Unidos. Del restante 11 % carecemos de información precisa
en cuanto a sus lugares de destino. Un dato interesante de la muestra es que de los
grupos domésticos que declararon tener algún familiar trabajando fuera, el 67 por
ciento expresó no recibir ninguna contribución económica o remesa.
7 Entre estos rasgos podemos mencionar, por ejemplo, poderes de sanación, don de
lenguas y la objeción hacia determinados conceptos y prácticas sincréticas donde
intervienen elementos del pensamiento mágico-religioso indígena. Estas tenden-
cias también predican en contra de la ingestión de bebidas alcohólicas, tanto en los
contextos rituales como fuera de ellos, y abogan por la eliminación de los elabora-
dos procedimientos rituales que implica el culto a las imágenes de los santos, y
otras prácticas religiosas del catolicismo popular.
8 Los chikones son parejas de dueños, deidades menores que constituyen el séquito
de Chikón Nangui y cuyo dominio se asigna a lugares específicos del bosque o de
la selva, cruces de caminos, ríos y manantiales. Estos personajes son concebidos de
forma ambivalente como justos y protectores, caprichosos y peligrosos. A pesar de
algunas variantes dialectales, en la región mazateca se reconoce a esta deidad bajo
los siguientes términos: Chikón Tokosho, dueño de todo el territorio de los mazate-
cos, Chikón Nangui, rey de la tierra y Chikón Nanda, dueño del agua. El vocablo
chikón significa en lengua mazateca “poderoso” o “rico” (Incháustegui 1994, 1977).
9 La muestra nos indica que de las personas cuya edad fluctúa de los 41 a los 60 años,
el 65 % es bilingüe con el mazateco como primera lengua, y el número de mono-
lingües en mazateco aumenta a un 12 %. La misma tendencia se aprecia en las per-
sonas de más de 60 años, cuyo 25 % es monolingüe en lengua mazateca y el 50%
es bilingüe con el mazateco como lengua dominante.
194 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Bibliografía
Agüero, José Cruz
1998 Desarrollo y Transformación étnica y social entre los mazatecos de la presa
Miguel Alemán, Facultad de Sociología, Universidad Veracruzana, Tesis de
licenciatura. Xalapa.
Aguirre Beltrán, Gonzalo
1958 “Viejo y Nuevo Ixcatlán”, en: La Palabra y el Hombre, Xalapa, Universidad
Veracruzana, Núm. 7. pp. 241-266.
Barrabas, Alicia
2004 “La construcción de etnoterritorios en las culturas indígenas de Oaxaca”,
en: Desacatos. Revista de Antropología Social. CIESAS, Núm 14, pp. 145-
167.
________
1992 “Antropología y relocalizaciones”, en: Alteridades. UAM-Iztapalapa, Año 2,
Núm. 4, pp. 5-16. México.
Barrabas, Alicia y Miguel A. Bartolomé
1990 La presa Cerro de Oro y el Ingeniero el Gran Dios: relocalización y etnocidio
chinanteco en México. INI-CONACULTA, Col. Presencias. Núms. 19 y 20.
México.
Boege, Eckart
1988 Los mazatecos ante la nación. Contradicciones de la identidad étnica en el
México actual. Ed. Siglo XXI, México.
Ceriani, César
2003 “Convirtiendo lamanitas: indagaciones en el mormonismo toba”, en: Alte-
ridades, UAM-Iztapalapa, Año 13, Núm. 25, pp. 121-137. México.
Descola, Philippe
2001 “Construyendo naturalezas. Ecología simbólica y práctica social”, en: Natu-
raleza y Sociedad. Perspectivas antropológicas (Philippe Descola y Gísli Páls-
son (coords.). Ed. Siglo XXI, México, pp. 101-123.
Garma Navarro, Carlos.
2000 “La socialización del don de lenguas y la sanación en el pentecostalismo
mexicano”. Alteridades. México: Universidad Autónoma Metropolitana.
Unidad Iztapalapa, núm. 20, pp. 85-92.
López Cortés, Eliseo
1992 “Construcción de presas hidroeléctricas y estructuras axiales estatales, en:
Alteridades. UAM-Iztapalapa, Año 2, Núm. 4, pp. 111-116. México.
Incháustegui, Carlos
1994 La mesa de plata. Cosmogonía y curanderismo entre los mazatecos de Oaxa-
ca. Instituto Oaxaqueño de las Culturas-IV Comité de la Conalmex para la
UNESCO. Villahermosa, Tabasco, Oaxaca.
_______
2000 “Entorno enemigo. Los mazatecos y sus sobrenaturales”, en: Desacatos. Re-
vista de Antropología Social. CIESAS, Núm. 5, pp. 131-146, México.
Paisaje, espacio y territorio 195
Introducción
He tomado el concepto refracción del libro Reclaiming English
Kinship. Portuguese Refractions of British Kinship Theory de la Doctora
Mary Bouquet (Bouquet 1993). El concepto de refracción a mi modo
de ver expresa mejor que el concepto de filtro cultural, las distorsiones
que suceden cuando categorías sociales pasan de una cultura original a
otra, siendo ambas de una densidad diferente y conductividad cultural
variable. Estas refracciones se vuelven aparentes cuando analizamos la
manera particular en que lo global y lo nacional se manifiestan a nivel
local, en particular en Pisa Flores, Veracruz, México, un pequeño po-
blado de hablantes de lengua Tepehua. La noción de refracción se re-
fiere al proceso por el cual elementos culturales entran de un medio
cultural a otro. El resultado ha sido concebido como aculturación, sin-
cretismo o más recientemente hibridismo.
Lo global y lo nacional se expresan de múltiples maneras en la
vida cotidiana de los habitantes de este pueblo, y tienen particular re-
levancia en aspectos de espacio, territorio y tiempo. Las refracciones de
lo global en Pisa Flores corresponden con la definición que de esta ca-
tegoría hace Jameson, quien ve la globalización “como una totalidad no
totalizable que intensifica relaciones binarias entre sus partes – en su
mayoría naciones, aunque también regiones y grupos, que, no obstan-
198 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Religión y geopolítica
Pronto, a partir de la Independencia de México, los conflictos
entre la Iglesia Católica Romana y el Estado Mexicano se agudizaron de
maneras bastante conocidas. Una alternativa para resolver tales conflic-
tos era, precisamente, alentar la diversificación de alternativas religio-
sas (Ramírez 2006). Una de ellas era promover la creación de una Igle-
sia Nacional, para lo cual la Iglesia Anglicana proponía un modelo exi-
toso en Europa. En algún momento, en Veracruz, hacia el primer cuar-
to del siglo XX aparecen representantes de la Iglesia Católica Mexicana
negociando con el Gobierno de Veracruz el envío de ministros, sobre
todo a la región de Papantla, en donde hacia 1925 fundan un obispado,
en el pequeño poblado del Espinal (Williman 1976)1. En una fecha in-
cierta se funden la Iglesia Católica Apostólica Mexicana con la Iglesia
Ortodoxa Mexicana. Los habitantes de Pisa Flores deciden todos ads-
cribirse a la Iglesia Ortodoxa Mexicana, (García en proceso de publica-
ción) legitimada, de alguna manera, por la Iglesia Antigua, en un com-
plejo proceso sobre el que no puedo abundar aquí. Este suceso está ín-
timamente vinculado con movimientos geopolíticos de gran magni-
tud, refractados en esta población con características peculiares como
veremos a continuación.
Por otro lado, la iglesia ortodoxa rusa tiene una larga historia en
Alaska desde que era territorio ruso. Con su venta a los Estados Unidos
en 1867, los ministros rusos ortodoxos permanecieron ahí catequizan-
do a la población nativa, bajo la jurisdicción de la iglesia ortodoxa ru-
sa. Con la Revolución Rusa tal dependencia se hizo imposible y se fun-
daron diócesis independientes que se sobreponen territorialmente es-
tando más bien delimitadas por antecedentes étnicos hasta que en 1970
con la autorización del Patriarcado de Moscú les fue concedida autono-
mía conociéndose como OCA por sus siglas en inglés Orthodox
Church in América. En Pisa Flores se encuentra la Misión Ortodoxa de
la Santa Cruz perteneciente al Exarcado de México2.
Paisaje, espacio y territorio 203
rante mucho tiempo permaneció oculto, para evitar las represalias es-
tatales y de la Iglesia Católica Romana, aunque los lugareños sabían
exactamente donde se encontraba.
El temor fundamental, según un informante, era por los solda-
dos, quienes tenían la consigna de destruirlos. El gobierno del Estado
de Veracruz se había propuesto en el primer cuarto del siglo pasado, co-
mo resultado de su actitud ilustrada y socialista, terminar con la reli-
gión y la superstición en el Estado. También la Iglesia Católica Roma-
na, tenía el propósito de acabar con la superstición y con cualquier otra
competencia religiosa que pudiera surgir, como la ortodoxa. La iglesia
católica romana fue sometida a todo tipo de reglamentaciones y limi-
taciones para el libre ejercicio del culto, lo que en la práctica significa-
ba minar su poder económico, social y religioso sobre la población. Al
mismo tiempo el gobierno estatal negociaba con las autoridades de la
Iglesia Ortodoxa las condiciones bajo las cuales podían operar los mi-
nistros en el Estado. Tanto la iglesia romana como el gobierno perse-
guían las manifestaciones religiosas indígenas. Así el Padre Armín
Montes de Honor, el misionero ortodoxo encargado de la región, sufría
persecución por parte del clero local, pero también, obtenía favores y
privilegios del gobierno nacional.
En esta situación tan confusa y por su vocación étnica y nacional
tanto la iglesia católica mexicana, como la iglesia ortodoxa mexicana y
la iglesia ortodoxa en México acogieron, sucesivamente, bajo su seno a
los representantes de los cultos indígenas y les permitieron celebrar sus
ritos incluso dentro del edificio de esta iglesia. La consecuencia fue la
conversión masiva de los tepehuas de Pisa Flores y de varias otras co-
munidades a la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa, lo que ocasionó
que el lugar de culto nativo conocido como Lakachinchin cayera en de-
suso. Sería solo hasta fechas recientes, cuando un curandero u ofician-
te religioso indígena tuvo la suficiente capacidad de reconstruir el La-
kachinchin, y restablecer el culto con independencia de la Iglesia Orto-
doxa, como veremos en seguido.
uno de los medios de refracción cultural, no sólo para aceptar las inno-
vaciones venidas del exterior, traducirlas y transformarlas, sino tam-
bién para diversificar y desdoblar elementos antes unificados interna-
mente -curanderismo, brujería, herbolaria, etc-, convirtiéndolos en
campos semi-autónomos susceptibles ahora de un uso mercantil y cul-
tural. La refracción de los elementos nuevos en la vida del pueblo tiene
la doble característica de transformar y hacer aceptables los elementos
externos, que son admitidos bajo un proceso de estricta selección, so-
bre el cual no puedo abundar aquí, y también de desdoblar los elemen-
tos constitutivos de campos otrora unificados y de gran densidad cul-
tural, fácilmente asimilables por otros, en este caso a través del merca-
do. Esto nos lleva a la consideración hecha por Jameson, de que
Territorios en disputa
Una vez establecido el pueblo en este sitio, sus fundadores se die-
ron a varias tareas de distribución del espacio: espacio para habitación,
espacio para cultivo y espacio para el culto. Se cuadriculó el pueblo con
calles y manzanas y se establecieron los edificios públicos como la
agencia municipal, la escuela y el espacio de culto, además de una ga-
lera para usos múltiples.
208 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Conclusión
Indudablemente en el pueblo procesos nacionales e internacio-
nales se entrecruzan y se intersectan formando un territorio altamente
disputado En él encontramos las antiguas formas de concebirlo como
poblado por entes espirituales benignos y peligrosos, y también como
el resultado de procesos históricos sobre todo las gestas locales. De ahí
que en los ritos nativos los pozos de agua que lo rodean tengan un alto
poder simbólico, pues las divinidades que ahí habitan han ilustrado a
sus habitantes acerca de las formas de luchar contra los elementos, so-
bre todo los vientos, y de paso vencer a los mestizos en sus designios
por destruir al pueblo o someter a sus autoridades a su poder. De igual
manera los cerros son hitos que permiten identificar a las divinidades
del viento causantes de males sin fin, sobre todo del agostamiento y
destrucción de las cosechas.
Este territorio es también, resultado de un proceso más amplio,
largo y sangriento por tener acceso al mismo como lugar de culto, de
habitación y de subsistencia. Probablemente la concepción original de
esta noción de territorio es la que ha sido más afectada por los proce-
sos históricos recientes sobre todo la diversificación política, religiosa
y económica. De tal manera que, y paradójicamente, los maestros de la
escuela Carlos Marx son los representantes de una incipiente burgue-
sía local.
Finalmente los grandes procesos políticos y religiosos ocurridos
durante el siglo XIX y XX hicieron de este espacio otro centro de con-
tención convirtiéndose en uno de los más vigentes en la actualidad.
Aquí encontramos intersectadas las pugnas del gobierno nacional y la
iglesia católica romana, cuya expresión lo es la iglesia ortodoxa. Esta úl-
tima es parte de un proceso internacional de confrontaciones entre
obispos nacionales con el papa romano, cuya expresión más importan-
te tal vez lo sea la llamada “iglesia antigua” y la jerarquía romana nacio-
Paisaje, espacio y territorio 211
Notas
1 El Padre Zenen Bernabe, Párroco del Espinal desde hace mas de 45 años cree que
el obispado estuvo más bien en la cercana localidad de Coxquihui (información
personal). Cuando el Obispo fue depuesto y llevado preso a Papantla, éste sacerdo-
te, siendo monaguillo, le llevaba la comida a la cárcel.
2 http://www.ecclesia.com.br/a_igreja_ortodoxa/igreja_ortodoxa_na_améri-
ca/america_mexico.htm
Bibliografía
Alvarez Enríquez, Maria del Socorro
2001 Cambio sociocultural y usos de recursos forestales de las selvas, en una comu-
nidad tepehua: El caso de Pisaflores en la Huasteca veracruzana, tesis de li-
cenciatura en antropología social, director François LARTIGUE, México, Es-
cuela Nacional de Antropología e Historia, 318 pp
Barreda, Andrés.
2001 “Corredores Mexicanos” En No traigo cash: México visto por abajo. Ed.
Frente Zapatista de Liberación Nacional, 19-26. México. Ediciones de
FZLN.
Bouquet, Mary
1993 Reclaiming English Kinship: Portuguese Refractions of British Kinship
Theory. Manchester, Manchester University Press.
212 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Maité Boullosa-Joly
Realizó su doctorado sobre las reivindicaciones indígenas en dos
pueblos del Noroeste argentino en la Ecole des Hautes Etudes en Scien-
ces Sociales (París). Su tesis de doctorado llevaba por título “Reconver-
tirse en indígena en Argentina en los albores del siglo XXI”. Actualmen-
te es maître de conférence en antropología social en la Universidad Pi-
cardie Jules Verne (Amiens – Francia). Las investigaciones que está de-
sarrollando en la actualidad versan sobre las mismas problemáticas a
escala nacional.
Lucila Bugallo
Lucila Bugallo estudió Sociología y Antropología en la Universi-
dad de Ciencias Humanas de Estrasburgo (Francia) y luego realizó su
DEA en la EHESS de París.
Actualmente se encuentra en curso su tesis de doctorado, así co-
mo una especialización en pedagogía en la Universidad Nacional de Ju-
214 Nicolas Ellison, Mònica Martínez Mauri
Nicolas Ellison
Research Fellow por el ESRC en la Universidad de Aberdeen, Ni-
colas Ellison es doctor en Etnología y Antropología Social por la EHESS
de París. Ha realizado trabajo etnográfico prolongado en la región to-
tonaca en el centro-este de México así como estudios puntuales con los
Shuar de Ecuador y los Tzotziles en México. Sus investigaciones se en-
focan sobre la adopción de prácticas de agricultura comercial dentro de
los sistemas tradicionales de uso y representación del medio ambiente
asi que sobre la aprehensión estética de los lugares. Su libro Entre l’om-
bre des caféiers et la chaleur du maïs. Usages et représentations de l’envi-
ronnement en pays totonaque será publicada a finales del año 2008.
Florent Kohler
Doctor en literatura comprada. Actualmente es Maître de confé-
rences en la Universidad de Tours (Francia). Durante cinco años ha tra-
bajado con los indígenas Pataxo de Bahia (Brasil). La obra que resultó
de este trabajo - Tombeau des Aymorés, le monde souterrain des Indiens
Pataxo - sera publicada a finales del año 2008. En estos momentos es-
tudia la viabilidad de la aplicación de proyectos de desarrollo sostenible
en la Amazonia brasileña, concretamente en Amapa, en el marco de una
investigación del CNRS y la Agence Nationale de la Recherche.
Fabien Le Bonniec
Candidato al grado de doctor en antropología social en la Ecole
des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS) de París y en etnohis-
toria en la Universidad de Chile, Fabien Le Bonniec está terminando su
tesis sobre “los procesos de reconstrucción de la territorialidad mapu-
che en Chile, de 1884 a hoy en día”. Ha desarrollado distintos trabajos
de investigación en comunidades indígenas, y, paralelamente a sus es-
tudios, ha llevado a cabo una reflexión-acción sobre la criminalización
de las demandas territoriales Mapuche. Es miembro fundador del La-
boratorio de Desclasificación Comparada, y es investigador asociado al
Institut de Recherche Interdisciplinaire sur les Enjeux Sociaux (IRIS).
La reinvención de la Patagonia:
Gente, mitos, mercancías y la continua apropiación del territorio
Gustavo Blanco Wells
La Patagonia es un extraordinario caso de región binacional con
fronteras indefinidas y cambiantes que sugieren que el espacio es per-
manentemente recreado por las prácticas sociales. Actualmente, estos
procesos de reconstrucción son especialmente activos y visibles en la
Patagonia chilena, donde se manifiesta una redefinición de la entidad
geográfica a partir de diferentes procesos de mercantilización, tales co-
mo la expansión de la industria acuícola y diferentes proyectos en el
ámbito del ecoturismo y la conservación. Las transformaciones en Pa-
tagonia pueden ser parcialmente explicadas por el contexto histórico,
las tradiciones culturales y los mitos creados por una extensa narrativa
literaria. Sin embargo, el sentido de pertenencia a un territorio debe ser
explorado etnográficamente por sus consecuencias en la formación de
valores distintivos, relaciones sociales e instituciones. Para evitar inter-
pretaciones esencialistas de los pueblos, el territorio y la naturaleza de-
bemos revisar sus manifestaciones empíricas incorporadas en prácticas
y objetos que también son mediadas por los recién llegados, los merca-
dos globales y los actores externos.
Este capítulo, basado en trabajo etnográfico, intenta clarificar
algunos usos y significados dados al paisaje y el territorio patagónico,
por diferentes actores activamente ligados a procesos de mercantiliza-
ción. Este enfoque puede ayudar a entender cómo los actores movili-
zan un espacio idealizado como un recurso para preservar sus propios
y diversos intereses. La Patagonia debe ser entendida como un espacio
territorial que posibilita ciertos tipos de experiencia que luego se ma-
nifiestan en relaciones y prácticas sociales específicas. La dinámica de
estos procesos sociales y la creación de valor asociados al territorio
también genera objetos, imágenes y relaciones que viajan más allá de
las fronteras y contribuyen a retroalimentar la idea de una Patagonia
reinventada.
Paisaje, espacio y territorio 223