Cortés Martín - Un Nuevo Marxismo para América Latina

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Martín Cortés – Un nuevo marxismo para América Latina

Introducción

Este libro surgió de la inquietud por indagar las condiciones de producción de un


marxismo latinoamericano. La relación entre los dos términos no es autoevidente sino
problemática. Esta supone al marxismo arraigado en la realidad de la región, no como
figura externa que transita por un territorio ajeno al centro primero de irradiación. ¿Por
qué deberíamos articular aquello que en la historia es más sencillo encontrar bajo la
forma de desencuentro? Es una apuesta teórica y política, basada en la hipótesis de lo
que Sartre afirma al llamar al marxismo “horizonte insuperable de nuestra época”. Marx
base ineludible de una crítica radical de las relaciones sociales capitalistas.
América latina como territorio político y cultural provee contornos precisos al
dilema: por un lado, la cuestión de la aplicabilidad: ¿en qué sentido puede ser fructífero
para una crítica de otras geografías más allá de Europa? Por otra parte, ya que en la
historia de la región suele resultar un mundo paralelo al del movimiento popular antes
que confluir con él, ¿por qué insistir en sostener la díada “marxismo latinoamericano”?
La primera pregunta. La búsqueda de una forma propia. La universalidad a la que
este aspira podría plantearse no por la presunción de ser una teoría con respuesta para
todos los problemas, sino por el carácter universal de su objeto de crítica: las relaciones
sociales capitalistas. Esto no supone un despliegue armónico y unilineal de la
modernidad capitalista. Gramsci atribuía la “traducibilidad” de los lenguajes a la
existencia de realidades fundamentalmente “equivalentes”, aunque expresadas en
lenguas diversas. Muy bien puede pensar el marxismo latinoamericano, pero a condición
de que exista un ejercicio de traducción que articule de manera orgánica la vocación
universal del primer término con los dilemas específicos que presenta el segundo.
Segunda pregunta. Sostener la posibilidad de pensar desde el marxismo, aunque
esta no sea la principal forma en que se ha expresado el movimiento popular
latinoamericano. En el despliegue de la obra de Aricó encontramos la posibilidad de
encarar en profundidad los problemas planteados.
En primer lugar, el marxismo de Aricó es sumamente amplio. Él siempre concibe
el universo teórico marxista como horizonte ineludible. Aricó sostiene una búsqueda
irrefrenable de torsiones internas a este inmenso cuerpo de pensamientos y ponerlo a
dialogar de manera abierta con todas las formas de conocimiento que provee la cultura
moderna. Aricó, al poner en contacto distintos aspectos del marxismo con diferentes
realidades, busca producir una nueva articulación, no una aplicación de conceptos ya
dados en circunstancias disimiles. Esto es lo que llamamos “ejercicio de traducción”.
Hace dialogar a autores, conceptos o debates en contextos que inicialmente le son
heterogéneos. Consiste en un trabajo que pone a disposición esos materiales y los torna
fructíferos para pensar una nueva realidad.
La traducción es un modo de leer activamente. Desarticula un relato y coloca uno
nuevo en su lugar. Desarma los sentidos de un marxismo anquilosado y opera dentro de
la propia tradición. Producir nuevos relatos. Además, como ejercicio que subraya su
heterodoxia, Aricó siempre brinda una atención privilegiada a los fragmentos
“olvidados”, aquellas piezas de difícil inscripción en una lógica de sistema: cartas,
borradores, inéditos, fragmentos.
Del marxismo critica sus interpretaciones finalistas, aquellas que proponen una
concepción unilineal de la historia. Impugna los análisis que no parten de la historia
concreta sino por un tamiz abstracto. Critica las formas de determinismo que
desatienden las asincronías que gobiernan toda formación social. Marxismo como una
forma más de filosofía burguesa; en esas desviaciones positivistas, deterministas e
idealistas descansa una forma de la teoría cerrada en sí misma, un sistema
autocontenido.
El marxismo de Aricó implica también una estrategia frente a la gran crisis de
esa corriente durante los años setenta y ochenta, que es además crisis de las grandes
categorías de la modernidad.
“Puntos de fuga”, discursos que no responden a la forma de la arquitectura
conceptual. El Aricó que piensa de cara a la crisis ha estado sumamente atento a esos
“puntos de fuga”: ha sabido ver en un Marx disperso, oculto y alejado de sus grandes
textos las claves para una relectura del marxismo reída con sus glosas más anquilosadas.

El marxismo no es una filosofía de la historia

En Marx y América Latina Aricó afirma que su ensayo busca poner de relieve “una
forma de trabajar en Marx”, privilegiando “una dirección de búsqueda acorde con el
sentido mismo de la obra de Marx. Aricó lanza la propuesta de recorrer los fragmentos
menos atendidos de Marx, un modo de revelar la potencia de una obra dispersa. Pues
lo que está en crisis es la pretensión de presentar al marxismo como sistema filosófico.
Reivindica el carácter inabarcable de su obra. Trabajar en Marx obliga siempre a criticar
todo aquello que lo impulsaba muchas veces a ser “marxista”.

EL MARXISMO EN CRISIS Y LA CRÍTICA DE LA RAZÓN HISTÓRICA


Louis Althusser se refería a la crisis del marxismo como aquello que reunia los
dilemas que emanaban de las derrotas de las izquierdas en Occidente y del fracaso de
los “socialismos reales”. Althusser se proponía considerar propicias las convulsiones que
traía la crisis. Si esta significaba el estallido de las certezas generadas a medida que el
marxismo se había fosilizado en una serie de fórmulas teóricas, podía celebrarse una
nueva forma de concebirlo. “Nuestra tradición no es pura sino conflictual. Implica
dificultades, contradicciones y lagunas que jugaron también ellas en su nivel, su papel
en esta larga crisis”.
“El marxismo como teoría finita”. Althusser quiere reelaborar el marxismo frente
a la crisis: “la finitud de éste implica sustentar la idea de que la teoría marxista es todo
lo contrario de una filosofía de la historia que pretende “englobar” todo el devenir de la
humanidad, y capaz por lo tanto de definir anticipadamente de manera positiva el punto
de llegada: el comunismo. Contra la tentación de prever el futuro, el marxismo es, en
realidad, crítico y negativo: una teoría abierta que señala las contradicciones operantes
en el capitalismo y sus tendencias.
La revista mexicana Dialéctica, Universidad de Puebla. Uno de los escenarios
latinoamericanos donde se discutió la dimensión política de la crisis del marxismo. La
crisis del marxismo es también la crisis de la modernidad y de las imágenes de sujeto y
de historia que ella había proyectado. Controversia: “lo que hoy se está discutiendo es
si se puede llamar socialistas a las sociedades surgidas de la aparente destrucción del
capitalismo. Abordar serenamente los efectos de una crisis de la teoría y de la práctica
del movimiento socialista” (Aricó). Actualiza así la imposibilidad de “formular una idea
deductiva” del socialismo. También aparece una preocupación, el problema de la
transición, la política y el estado: “Sin instituciones democráticas el capitalismo de
Estado no era la antesala del socialismo sino el fundamento de una inédita y monstruosa
dictadura sobre las masas; sin un real proceso de socialización de la propiedad el
proyecto socialdemócrata facilitaba las respuestas fascistas o neocapitalistas”.
Paramio y Reverte leen una crisis teórica del marxismo, fundamentalmente a
partir del fracaso de la estrategia propia del “marxismo revolucionario”. Del Barco: “abre
en la historia la emergencia de una clase “absolutamente despojada”, la cual rompe lo
absoluto. Para Del Barco, Marx no sería un teórico burgués que abraza “éticamente” la
causa del proletariado, sino una expresión teórica de una clase que rompe con el mito
metafísico de la racionalidad absoluta, del cual algunas formas del marxismo posteriores
fueron tributarias. El “marxismo” solo ya no conforma las necesidades revolucionarias
de la clase, y así surgen un conjunto de teorizaciones concretas que configuran un nuevo
tipo de pensamiento, un pensamiento constituido sobre el fracaso del
antropocentrismo, del logocentrismo, etc.
Si el marxismo no pretendió erigirse como un saber totalizante productor de
conocimiento sino sólo dar criterios cognositivos formales y orientaciones políticas para
una lucha que emergia de conflictos objetivos, ¿es posible reducirlo, sin desvirtuarlo, a
mera “filosofía de la historia”, a un momento hoy reprimido o por lo menos en
irrecuperable crisis del logos en occidente?
El marxismo en tanto sistema y teoría “oficial” obra necesariamente una
reducción de la riqueza y complejidad de la obra de Marx. Ésta leída desde una
perspectiva fuertemente positivista fue el sustento teórico de una ideología
sistematizadora de nítidos perfiles cientificistas, a la que socialdemócratas europeos de
final de siglo denominaron “marxismo”.
Cobran relevancia los inéditos. Según Del Barco, Marx no concluyó ni tantos ni
tan importantes textos. El hombre de las miles de páginas en manuscritos, el
investigador fascinado por Rusia, por la antropología, por la etnología: “Está
obsesionado por el todo, pero el todo-no-está; de allí que lo imposible y su
consecuencia: la imposibilidad de cierre. El capital no se termina porque el capital es
interminable”.
“Mucho se habló de la “astucia” de la razón burguesa-hegeliana. Lo hegeliano no
fue ninguna astucia burguesa sino su positivo-real y que la verdadera astucia de la
burguesía fue el “marxismo”. Marx no era marxista porque su modo de trabajo
escamotea la posibilidad de quedar encerrado en un sistema. El trabajo de rastreo será
un recurso permanente de Aricó: veremos que Marx y América Latina constituye un
ejercicio de rescate y relectura de trazos desorganizados de la obra tardía de Marx para
hacer una relectura que sea ante todo una crítica de la pretensión de construcción de
una filosofía de la historia.

AMÉRICA LATINA, LA PERIFERIA CAPITALISTA Y MARX

El Marx tardío, el desvío ruso. Aquí América Latina es considerada un desafío:


encarna una forma extraña que permite interrogar algunas dimensiones clave de ese
“marxismo” que Aricó pretende deconstruir. Últimos textos de Marx. Pone en cuestión
todo lo que de filosofía de la historia podía haber en su teoría. La confrontación de los
casos mal llamados “anómalos”: la periferia capitalista obliga a Marx a redefinir la
relacion entre la norma y la anomalía, poniendo en duda el carácter ejemplar del modelo
europeo occidental de desarrollo que había trabajado en El capital. Dimensiones
fundamentales para Aricó: la crítica del progreso, el esbozo de una teoría del desarrollo
desigual del capitalismo, singularidades nacionales como eje del análisis concreto.
En la década de 1860 se registra un salto en la relación de Marx con la periferia
capitalista. Los trabajos de Aricó de torno de ese Marx priorizan sus consecuencias
teórico-filosóficas, pues “su creciente interés por la historia y la teoría de la comuna
rural implica una apertura hacia a el mundo popular subalterno de efectos imprevisibles
sobre la propia teoría marxista”.
El “problema ruso” que encaró Marx era el desarrollo del capitalismo en dicho
país y sus consecuencias para el campo, sobre todo desde la abolición de la servidumbre
en 1861. En la comuna rural, donde persistían relaciones comunales y en torno de la
cual se articulaba un movimiento político de resistencia al desarrollo capitalista, Marx
descubría que había un interesante movimiento revolucionario y una cantidad no menor
de intelectuales que seguían sus pasos. El movimiento revolucionario en su conjunto se
debatía entre la búsqueda de un desarrollo no capitalista basado sobre la vitalidad de la
comuna rural y la idea de la inevitabilidad de un periodo de desarrollo capitalista entre
el derrocamiento del zarismo y el socialismo. Esta última posición era la de la gran
mayoría de los llamados marxistas: “la única forma que puede adquirir el desarrollo
capitalista autónomo es la inglesa”.
Por su parte, los populistas, presentaban una ideología reivindicatoria del
campesinado. Se preguntaban por la forma de evitar la desarticulación de la cultura
campesina, pensando a partir de ella la posibilidad de la transformación social. “Los
populistas se esforzaron por extraer de la doctrina de Marx los fundamentos teóricos
para afirmar la vialidad en Rusia de un camino no capitalista basado en la expansión de
la obschina”.
El pensamiento de Marx de cara al caso ruso se ve obligado a “desmitificarse”, a
desarrollarse. Marx aclara que la expropiación en tanto fatalidad está restringido
expresamente a los países de Europa occidental. “El capital no da razones, en pro ni en
contra de la vitalidad de la comuna rusa, pero el estudio especial que de ella he hecho
en las fuentes originales me ha convencido de que esta comuna es el punto de apoyo de
la regeneración social de Rusia.
Aricó: “Convertida por el propio autor en una obra abierta, múltiple de sentidos,
El capital sirvió, no obstante, en la lectura hecha por el movimiento socialista, como
fundamentación teórica de una visión teleológica de la evolución de las sociedades”. “La
contradicción dialéctica de la vida real entraba así en la teoría bajo la forma castrada de
una filosofía de la historia que facilitaba la conversión de la carga disruptiva de los
movimientos revolucionarios en elementos para la autorregulación del sistema
capitalista”.
No es una negación in toto del problema del progreso, sino una crítica de la
pretensión de existencia de una razón suprahistórica y universal. Lo que le interesa a
Marx es la posibilidad política de hacer saltar el continuum que las fatalidades
capitalistas prometen. “A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los
orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico-histórica sobre
la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos,
cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ellos concurran. Esto es
hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio”.
Aricó: Marx enfoca el problema de las “leyes inexorables” desde la política: no
es preciso ni inevitable pasar a través de esas leyes, sino aprovechar las condiciones
políticas para evitarlas.

TRADUCCIÓN: MARX Y AMÉRICA LATINA

Marx de un lado, el “marxismo” del otro. La tradición misma, en crisis, alberga la


posibilidad de trazar otro tipo de recorridos. Aricó se ve obligado a dar un rodeo, al notar
que el despliegue de esta “novedad” en el pensamiento tardío de Marx no registra para
América Latina la misma atención que otorga a otras zonas de la periferia capitalista.
Marx y América Latina, la crónica de un curioso desencuentro ¿por qué aquel atiende
sesudamente a las periferias del capitalismo, como Rusia, Irlanda, Polonia o China,
mientras para América Latina parece reservar un prejuicio y una superficialidad que
redundan en análisis escasos y estériles? Dos universos de complejidades contrapuestas.
En las discusiones de las izquierdas y el pensamiento nacional se le llamo
“eurocéntrico” a Marx y a su teoría sepultando las sutilezas y complejidades bajo un
manto de sentencias y acusaciones. Aricó procede desbrozando el camino, buscando
ante todo despejar los equívocos para instalar el problema en su justo lugar: evaluar la
productividad de los análisis marxianos “de las sociedades no típicamente burguesas”.
Desmontar un aparato cerrado de saber para recuperar un Marx disperso que habilita
una mirada interesante sobre las geografías ajenas a Europa occidental.
1850, muchas de las expectativas de Marx y Engels relativas a la revolución
socialista en los países centrales comienzan a debilitarse. Inglaterra. La fría participación
de los obreros ingleses en la ola revolucionaria de 1848, la recuperación de la economía
capitalista y la persistente presencia de movimientos populares de envergadura como
Rusia o Irlanda constituyeron las condiciones para que aparecieran nuevas preguntas en
la formulación de Marx, de modo que se va constituyendo lo que Aricó considera un
punto de ruptura en que la relación entre la emancipación nacional y la emancipación
social invierte su jerarquía: “En adelante será la emancipación nacional de Irlanda la
condición primordial para la emancipación social del proletariado inglés. Estamos pues
frente a un verdadero “viraje” que abre una nueva perspectiva de análisis en el examen
del conflictivo problema de las relaciones entre lucha de clases y lucha nacional.
“Marx examina la cuestión irlandesa; la demostración de que la acumulación del
capital en el país dependiente es funcional a la del país metropolitano. La expropiación
del excedente del país dominado para acelerar la industrialización del país dominante y
el papel destructor de las industrias locales desempeñado por el librecambio”. A partir
del caso irlandés, Aricó considera que se inaugura una nueva etapa en el pensamiento
de Marx, en la que el potencial centro de activación de la revolución se desplaza desde
Europa hacia los países dependientes y coloniales.
Todos estos casos echan por tierra el supuesto eurocentrismo para explicar el
desencuentro con América Latina. Despejado este problema ¿qué filtros le impedían
analizar la realidad latinoamericana con la agudeza requerida?
Aparece aquí la tantas veces visitada relación entre Marx y Hegel. Dificultad para
abandonar por completo la herencia hegeliana. Un texto sobre Bolívar que en vez de
analizar la complejidad del proceso latinoamericano hace un relato casi paródico de las
desventuras de un dictador grotesco. La vieja noción de “pueblos sin historia”; Hegel no
asigna lugar alguno a América en la Historia universal del espíritu humano. Sucesión
arbitraria e irracional de hechos fortuitos.
Marx también carga desde su juventud con una férrea resistencia “a reconocer
en el Estado una capacidad de ‘producción’ de la sociedad civil y, por extensión, de la
propia nación”. Al no percibir en América Latina un proceso histórico concreto de
constitución nacional, Marx tendía a escatimar su atención sobre la región. “La
construcción nacional fue un hecho puramente estatal, protagonizado por minorías
defensoras de intereses sectoriales y sin voluntad nacional”. Esta dinámica histórica
contrastaba violentamente con la concepción marxiana de Estado. Rechazo al carácter
activo del estado. En El dieciocho Brumario lo llamaba “espantoso organismo parasitario
que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros”.
Marx vio los sucesos bolivarianos como surgidos de un contexto francamente irracional
por esta forma hegelianizante de percibir el proceso que operó la resistencia de Marx a
reconocer en el Estado una capacidad de “producción” de la sociedad civil y, por
extensión, de la nación (Aricó). A partir del “viraje” de Marx en 1860 este tipo de
razonamiento queda desdibujado. La expresión “pueblos sin historia” cambia de
sentido. La “historicidad” de una nación se medirá cada vez más en virtud de su
capacidad de constituirse de manera independiente, de luchar por su propio destino. A
Marx le interesan los contornos políticos que brindan las luchas por la emancipación
nacional. “Su atención no está puesta en cómo el capitalismo empuja irremisiblemente
a todos los pueblos a una historia universal, sino en la individualización de aquellos
elementos que en el interior de cada pueblo pueden impedir que la situación colonial se
mantenga o que se convierta en una nación dominada”.
Marx se sitúa en el espacio nacional a partir de haber establecido la
discontinuidad y la desigualdad histórica como características propias del capitalismo
¿por qué este viraje no redunda en un interes de Marx por la región? Aricó dice que es
por una querella política, su “exacerbado antibonapartismo”. Se agrega el punto ciego
de Marx: el lugar fundamental del Estado en el proceso de luchas que se daba en
América Latina.
Ahora bien, ese desencuentro entre Marx y América Latina no es sólo la crónica
de una lectura desafortunada. Para Aricó, constituye una suerte de botón de muestra
de una larga historia de infortunios para una izquierda con enormes dificultades para
dar cuenta del hecho nacional en su complejidad.

¿QUÉ QUEDA DEL MARXISMO SIN FILOSOFÍA DE LA HISTORIA?

Marx ¿y? Engels. La distinción como operación de lectura filosófica. El sesudo


estudio de la realidad rusa de Marx produjo ciertas “molestias” en Engels. La actitud de
ambos “fundadores” es radicalmente distinta respecto del desvío ruso. Marx encuentra
la posibilidad de “abrir” su teoría. Engels interpreta el problema ruso como una
distracción que revelaría su mayor proximidad al progresismo positivista. Tras la muerte
de Marx, el Partido Socialdemócrata Alemán considera a Engels una de sus principales
referencias teóricas.
La diferencia se ve en los matices con que atienden ambos pensadores a los
interrogantes de los populistas rusos. Marx plantea la posibilidad de que la revolución
en Rusia interrumpa un proceso de disgregación de la comuna rural, Engels sostiene la
posibilidad de que esta, supeditada a una revolución triunfante en occidente, sobreviva:
“Engels ve el hecho de que Rusia pudiera llegar al socialismo a partir de la comuna rural
como una mera posibilidad aleatoria y circunstancial, supeditada a una previa y
triunfante revolución en Occidente”.
Rubel en 1940 comienza a recorrer las indagaciones de Marx en torno a la
comuna rural rusa. Sostiene que la principal enseñanza del vínculo entre Marx y los rusos
emana de la paradoja de que los llamados “marxistas” debieron necesariamente
bloquear el mensaje marxiano, ya que este suponía una necesidad de problematizar que
la interpretación fatalista de la historia no habilitaba.
Aricó publica en la “Biblioteca del Pensamiento Socialista” la correspondencia
entre Marx, Engels y Danielson. El propósito es subrayar las diferencias entre Marx y
Engels. Un recorrido por la correspondencia muestra que las investigaciones por medio
de las cuales Danielson pretendía mostrar la viabilidad de la comuna rural como punto
de partida para una transformación socialista se apoyaban en incitaciones de Marx. El
epistolario muestra también la fuerza con que Engels reafirmó su concepción tras la
muerte de Marx. Danielson sigue las sugerencias de Marx: defiende la viabilidad de la
comuna rusa basado sobre un estudio específico de sus condiciones históricas, y no
como deducción de una filosofía de la historia y del progreso.
El propósito de la hipótesis de Aricó parecería ser remontar el camino del
“marxismo” hasta los orígenes mismos de su interpretación positivista. Allí se sitúa la
operación de distinción entre Marx y Engels, que intenta producir una interrogación
crítica sobre la filosofía del marxismo. “Lo que realmente importa es que la posibilidad
de su formulación estuviera inscrita en una matriz de pensamiento que aparentemente
los excluía”.
Búsqueda de otros modos de lectura de Marx que constituyan una subversión de
su legado tal como se había configurado. La operación, entonces, no es de reposición de
una verdad histórica revelada, sino de intervención filosófico-política. Distinguir a Marx
de Engels permite desarticular una teoría con pretensión de absoluta, y así restituir si
finitud, sus “núcleos problemáticos”, “centros de tensión” y “puntos de fuga”. Solo de
ese modo es posible recuperar una potencia crítica que el marxismo como filosofía de
la historia no está en condiciones de proveer. La crítica emana del carácter negativo del
marxismo, una forma de obrar que consiste en desarticular el discurso capitalista antes
que en sustituirlo con un discurso positivo. Engels remite a un deslizamiento hacia la
sistematización. Según Aricó, había huellas de esa sistematización en el hecho de que la
socialdemocracia alemana sustentara sus posiciones más claramente en textos de
Engels.
“La Segunda y la Tercera Internacional tienen un conocimiento que ignora la
naturaleza real del proyecto de Marx; es un conocimiento limitado y deformado de ese
pensamiento (…) Es curioso que en las obras escritas por Engels aparezca muy
frecuentemente la palabra “origen”, mientras que en las que escribe Marx aparezca la
palabra “crítica”. En Engels hay una concepción de una u otra manera positivista o
evolucionista que lo lleva a creer que el análisis de los origen permite tener acceso a las
explicaciones; en Marx, en cambio, la idea de crítica implica siempre que es a partir de
la crítica de la manifestación actual como puede lograr descubrirse la naturaleza real de
un proceso”.

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