Ricardo Yepes Stork
Ricardo Yepes Stork
Ricardo Yepes Stork
INTRODUCCIÓN
6. Id,232.
7. Cfr. Ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona 1994.
8. Philosophical Arguments, cit., 228.
9. Ética de la autenticidad, cit., 64-65.
10. Id,93.
11. Cfr. Philosophical Arguments, cit., 229 y ss.
LA PERSONA COMO FUENTE DE AUTENTICIDAD DE LAS ACCIONES MORALES 343
12. J. MARlAs, Mapa del mundo personal, Alianza, Madrid 1994, 185.
13. Id., 119.
14. Id. , 178.
344 RICARDO YEPES STORK
15. T. HOBBES. Leviathan. Penguin. Londres 1985. ed. C.B. MacPherson; ed. española
de C. Mellizo. Alianza. Madrid 1983. XIV. 64.
LA PERSONA COMO FUENTE DE AUTENTICIDAD DE LAS ACCIONES MORALES 345
17. Id,2l.
18. L. POLO, Curso de Ética, Pamplona 1982, 68, pro manuscripto.
19. Id,69.
LA PERSONA COMO FUENTE DE AUTENTICIDAD DE LAS ACCIONES MORALES 347
28. Id,105.
29. Id., 78.
LA PERSONA COMO FUENTE DE AUTENTICIDAD DE LAS ACCIONES MORALES 351
cuentran ... conocer la hondura vital que les pertenece»30, de tal modo
que se sepa qué nos va realmente en ellas.
Por tanto puede concluirse que «la autenticidad es, además del
contenido argumental, el principal factor de moralidad de las trayec-
torias. Las falsas desvirtúan la vida, previamente a los actos y las con-
ductas concretos ... La autenticidad o inautenticidad de las trayectorias
da a una vida su moralidad o inmoralidad global, la que corresponde a
su totalidad sistemática»31. Se puede decir por tanto que «la autentici-
dad es un rasgo esencial de la moral»32.
Ya se ha dicho, aunque a primera vista pueda sonar de un modo
sorprendente, que la autenticidad es intensidad: «la moral consiste
muy principalmente en la intensidad de la vida, y esto implica la in-
tensificación de lo humano». «La intensidad de la vida es ya, en sí mis-
ma, una exaltación de su valor»33. «Esa intensificación es la forma en
que el hombre expresa más enérgicamente la gratitud por esa vida
que le ha sido dada, en y con la cual se ha encontrado, precisamente
como un quehacer, como algo que cada uno tiene que imaginar, pro-
yectar y realizar. Es la aceptación real de ese don, que se presenta, al
menos en principio, como algo positivo, valioso, posiblemente mara-
villoso. Recuérdese la parábola de los talentos en el Evangelio, la pues-
ta en juego de las dotes hasta el límite de las posibilidades». Intensi-
dad es aprovechamiento de posibilidades, llegar a ser lo que se puede ser
desde lo que ya se es y se tiene. Esta afirmación de la vida no es dio-
nisíaca, ni necesita de la ebriedad para ser creadora.
Una vida intensa tiene entonces una justificación general, «un
acierto en cuanto al sentido de lo que es vivir». La vida intensa sólo
puede serlo desde una plenitud de sentido, al menos momentáneo, y
no desde la euforia. Lo contrario de la intensidad es la vita minima 34 ,
que de por sí acaba en la desgana y el tedio, antesalas de la ebriedad y
el nihilismo.
«Desde la perspectiva de la intensidad vital adquieren singular va-
lor la generosidad, el esfuerzo, los deseos, la magnanimidad, la capa-
cidad de interesarse por las cosas, y sobre todo por las personas. En
suma, el 'amor, último motor de todo esto, clave de una manera de
entender la vida»35. La moral de la autenticidad es megalopsychía,
grandeza de ánimo y atrevimiento, campo propio del ejercicio de la
37. Id,97.
38. J. MARiAS, Tratado de lo mejor, cit., 165.
39. Id,16l.
40. Id
354 RlCARDO YEPES STORK
41. Id,162.
LA PERSONA COMO FUENTE DE AUTENTICIDAD DE LAS ACCIONES MORALES 355
44. Cfr. Así habló Zaratrustra, Alianza, Madrid 1992, 233: «Antes de la salida del sol>,;
versión original, Also sprach Zarathustra, edición Colli-Montinari, Kritische Studienausgabe,
(KSA) Berlin 1980, 4; 164.
LA PERSONA COMO FUENTE DE AUTENTICIDAD DE LAS ACCIONES MORALES 357
45. Cfr. Así habló Zaratrustra, cir., 229: «De la bienaventuranza no querida» (KSA,
161).
46. J. ESCRIvA DE BALAGUER, Carta, 9.1.1932, n.O 9 (subrayado nuestro).
47. Cfr. P. RODRlGUEZ, Vocación, trabajo y contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, 19.
358 RICARDO YEPES STORK
***
El conjunto de reflexiones aquí presentadas ha pretendido extraer
del término autenticidad la riqueza que realmente tiene. Salta a la vista
que hay en él una gran cantidad de implícitos, cuyo desarrollo desde la
noción de persona nos ha obligado a partir en primer lugar de la episte-
mología y la metafísica, para pasar después a la filosofía social y políti-
ca, y basar así el ideal público del reconocimiento en una antropología
de la libertad y de la biografía que conduce necesariamente a la ética, y
con la que se llega después a la teología, a la espiritualidad, e incluso a
la mística. Ciertamente estamos ante una noción trasversal a todas esas
disciplinas. Su explicitación éabal y completa exigiría un paralelismo
mayor con la noción de identidad persona4 que apenas ha quedado alu-
dida. Lo expuesto podría parecerse entonces a una consideración inter-
disciplinar de la autenticidad desde la radicalidad de la persona. Una de
sus ventajas es mostrar, por ejemplo, cómo ciertos pensadores españo-
les son poco valorados, incluso entre nosotros mismos.