La Homilia Servidora de La Palabra de Dios

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INTRODUCCIÓN

Cuando una persona se pone en contacto con algún programa de los que ofrecen los medios

de comunicación social, desea recibir lo mejor en cuanto al contenido, la calidad, el

atractivo, la profundidad, etc. En el aspecto religioso sucede algo semejante, pues el

hombre en su relación con Dios quiere tener una experiencia de culto, encuentro y

celebración, lo que es llevado a efecto oficialmente por medio de la liturgia. Cuando la

experiencia vivida es motivadora convence, satisface, lleva a una acción decidida.

A las celebraciones litúrgicas de la Iglesia asisten cada domingo, y aún todos los días,

asambleas numerosas al encuentro del alimento espiritual. A pesar de la continua asistencia

de los fieles y la permanente predicación en las celebraciones, la transformación de las

comunidades no es la deseada. Cabe, pues, formular la pregunta: ¿Por qué las homilías en

las celebraciones de la Iglesia, no está llevando a las multitudes que las escuchan a una

verdadera conversión, al entusiasmo, a la vida de amor y de paz en el quehacer diario?

La respuesta completa no es posible darla desde el aspecto homilético, pero sí puede haber

en este campo parte de la culpabilidad por falta de preparación del mensaje, por el bajo

entusiasmo en la exposición, la poca fe y demás fallas que obstaculizan al cambio, el

convencimiento y la superación.
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La presente investigación tiene por objetivo realizar un estudio de la homilética desde la

Palabra de Dios, la historia de la Iglesia y su liturgia, para valorar la homilía como culto a

Dios y medio de santificación personal y comunitaria.

La palabra de Dios tiene como elemento muy importante la predicación al pueblo en su

ambiente litúrgico. Así lo hicieron los profetas y sacerdotes del Antiguo Testamento,

Jesucristo y los Apóstoles en el Nuevo Testamento.

Jesucristo, el Hijo de Dios, es la Palabra hecha hombre y su predicación es la más excelente

que haya escuchado el mundo desde que existe. Su Palabra poderosa trasciende los siglos.

Los Apóstoles y la Iglesia han continuado el ejemplo de Cristo, llevar a todos el mensaje de

salvación y para esta tarea han tenido como instrumento muy importante la predicación,

especialmente en la forma de homilía. La Iglesia debe seguir el ejemplo de Jesucristo y de

los Apóstoles y la tradición de los primeros cristianos para transmitir en forma clara,

convincente, transformadora y sencilla, la presentación del mensaje en la predicación

homilética.

Para este aporte a la predicación de los sacerdotes que ya están trabajando en la

Evangelización de la Iglesia y a los que se prepararán para el futuro anuncio del Evangelio,

han servido de fundamento la doctrina de la Iglesia, principalmente la

Palabra de Dios, los documentos del Concilio Vaticano II, las reflexiones posconciliares

emanadas de la Santa Sede y las Conferencias Episcopales como Puebla, Santo Domingo y

la Comisión Española de Liturgia; la Conferencia Episcopal Latinoamericana CELAM, la


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doctrina de los Santos Padres, de los Papas, especialmente de Paulo VI y Juan Pablo II, y de

los textos litúrgicos de donde toman el sentido y la autoridad.

Este estudio quiere presentar a los sacerdotes y aspirantes al ministerio de la predicación,

una visión corta e iluminadora sobre la homilética para una mejor predicación de la

Palabra, y que la Homilía en los distintos ambientes estimule la conversión, el entusiasmo

en las celebraciones litúrgicas y desemboque en la vivencia del mandato del amor en las

comunidades.

La gran tarea del sacerdote es la obediencia a Cristo que envía a sus discípulos con la

misión de predicar el Evangelio. De ahí la necesidad de una continua actualización en

todos los campos de la formación teológica, litúrgica y pastoral, dentro de las cuales está la

predicación homilética. Los candidatos al ministerio presbiteral deben inquietarse por una

preparación seria en el campo de la homilética para que luego realicen este oficio con

aptitud y eficacia como lo exige la Iglesia y el mundo en la aurora del tercer milenio.

1. JUSTIFICACIÓN, OBJETIVOS, PROBLEMA

1.1 JUSTIFICACIÓN

Una gran tarea de la Iglesia es seguir el ejemplo de Jesús que acompañaba a los discípulos

en el camino de Emaús mientras les explicaba las Escrituras desde el Antiguo Testamento,
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hasta llegar a la mesa con ellos para partir el Pan (Eucaristía). El pasaje representa el paso

de la Palabra y la Homilía a la Liturgia de la Eucaristía. Fue allí en la liturgia, a partir de la

Palabra explicada y celebrada en la Eucaristía, donde los Apóstoles reconocieron al Señor

Resucitado, cuando Jesús les abrió los ojos de la fe.

El camino de la fe hasta llegar al reconocimiento del Señor pasó por una larga reflexión en

compañía del Maestro, porque a Jesucristo se le reconoce cuando habla en las Escrituras y

por ellas se llega a la fe con la ayuda de la predicación, también por la homilía. En la

celebración de la Eucaristía se vive la presencia del Señor y allí se alimenta el pueblo con el

Pan de Vida: El Cuerpo y la Sangre del Señor, para luego manifestar en la vida comunitaria

el amor, con el compromiso de ir a anunciar y compartir el mensaje recibido en la

Evangelización.

La misión de los profetas fue el anuncio del mensaje divino, explicarlo y aplicarlo a la

realidad de la comunidad. Jesús, al empezar su predicación, anunció el Reino

de Dios, aplicándose a sí mismo todo cuanto de Él habían anunciado las Escrituras. Los

Apóstoles en sus predicaciones y en sus cartas anunciaron la Palabra de Dios en torno a la

celebración litúrgica de la Eucaristía, explicando y enseñando lo que Cristo les había

transmitido y principalmente el Misterio Salvador cuyo centro es la Pascua del Señor:

pasión, muerte, resurrección, ascensión al cielo y envío del Espíritu Santo cuya presencia y

actualización se realiza en la liturgia.


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Desde los orígenes, la Iglesia ha seguido el ejemplo de Jesús, acompañando a los hombres

en su caminar hacía la Patria y mientras va con ellos les explica las Escrituras con la

sencillez divina de un lenguaje homilético, para que en la celebración sacramental lleguen a

reconocer al Señor Resucitado, se dé culto a Dios y se continúe en la vida diaria con el

amor y servicio al hermano en quien también se hace presente Jesús para testimoniarlo y

anunciarlo.

La predicación de la Iglesia reclama un conocer la homilética desde la historia salvífica y la

práctica litúrgica para actualizar los métodos y valorar la Palabra en la celebración

sacramental como camino de conversión y de misión.

El conocer la predicación de los profetas y de Jesús ha de conducir a los sacerdotes y

aspirantes a seguir sus enseñanzas, métodos y compromiso.

Profundizar en la homilética apostólica y eclesial debe ser tarea constante de la Iglesia para

dar un mensaje siempre renovado a la comunidad, con las características de la Nueva

Evangelización.

La visión de la homilía presentada en esta obra tiene los elementos más importantes

tomados de la Palabra de Dios como fuente primera, seguida de los documentos de la

Iglesia como son el Concilio Vaticano II, junto a la doctrina y práctica de los Padres de la

Iglesia, además las enseñanzas de los últimos Papas y las Conferencias Episcopales de

Puebla y Santo Domingo, el Derecho Canónico y el CELAM.


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Será tarea de otro tratado profundizar en el tema de la Homilía a partir de los medios

modernos de comunicación social, la homilía en la evangelización inculturada, ampliar la

reflexión de la predicación homilética en el Antiguo Testamento, en la predicación de

Cristo y los Apóstoles, en los Padres de la Iglesia, en la exégesis y otros campos que la

pueden iluminar, profundizar y engrandecer.

Que la Homilía mejor comprendida, más amada y presentada con entusiasmo, lleve a las

comunidades convertidas al entusiasmo, para celebración festiva, amor comunitario y vida

eterna.

1.2 OBJETIVOS

1.2.1 Objetivo general

Elaborar una investigación monográfica sobre la Homilía desde la historia y la práctica del

antiguo pueblo de Dios, de Cristo y de la Iglesia, para que ilumine la tarea de la Nueva

Evangelización como participación del ministerio de Jesucristo Sacerdote, Profeta y Rey.

1.2.2 Objetivos específicos


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Desarrollar un estudio de la Homilía a partir de la Palabra de Dios para una mejor

predicación de la liturgia Eucarística y sacramental.

Verificar la práctica de la Homilía en la Iglesia para generar un anhelo de mejores

celebraciones litúrgicas y compromisos vitales.

Realizar un estudio de la Homilía, sus métodos, su contenido, su ardor como aporte a los

sacerdotes y seminaristas en la Nueva Evangelización.

1.3 PROBLEMA

¿Por qué los asistentes a las celebraciones, después de escuchar las Homilías, no se

entusiasman como los discípulos de Emaús, sentían arder sus corazones cuando Jesús les

hablaba por el camino?

Mirando la realidad se debe llegar al compromiso de descubrir medios que conduzcan a los

sacerdotes y futuros ministros de la Palabra a una mejor preparación en el campo de la

Predicación, particularmente la exposición de la Homilía litúrgica.

Dios se ha valido de intermediarios para la transmisión del mensaje en cada época y

situación específica de la historia de la Salvación. En nuestra situación y coyuntura se hace


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cada vez más urgente la idoneidad de los instrumentos divinos en la tarea de la

Evangelización para realizar la triple misión de Jesucristo Sacerdote, Profeta y Rey.

El Espíritu Santo quiere ministros transmisores del mensaje del Reino con una actitud de fe

para que crean lo que anuncien, testigos de Cristo y de su mensaje. Cada uno de los

mensajeros debe ser portador personal del amor, la comprensión, la paciencia, la humildad,

el compromiso, la libertad y la pobreza.

BIBLIOGRAFIA

BIBLIA DE JERUSALEN. Bilbao: Editorial Española Decleé de Bower, 1977. 1836 p.

DELC Departamento de Liturgia del CELAM. La Homilía, ¿Qué es?. ¿Cómo se prepara?.

¿Cómo se propone?. Bogotá: CELAM, 1981. 46 p.

DOCUMENTOS DEL VATICANO II. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1978.

723 p.

JARAMILLO ECHEVERRI, Gabriel. Pistas comunicacionales para la Homilía. La Ceja:

Curso sobre Homilía, 1996.


17

JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae. Santafé de Bogotá:

Ediciones Paulinas, 1993. 104 p.

LITURGIA DE LAS HORAS, Tomo IV, 3 de. Barcelona: Editorial Regina, 1982. 1907 p.

MOESCH, Olavo. La Palabra de Dios: Teología y Práxis de la Evangelización. Santafé de

Bogotá: CELAM 1994. 497 p.

PARDO, Andrés. Enchiridion, Documentación Litúrgica Posconciliar. Barcelona: Editorial

Regina, 1995. 1455 p.

PAULO VI. Exhortación Apostólica Anuncio del Evangelio Hoy. Santafé de Bogotá:

Ediciones Paulinas, 1993. 91 p.

PUEBLA, III Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Caracas: Ediciones Trípode,

1995. 247 p.

RAMOS, Manuel, S.J. El Ministerio de la Predicación. En PHASE No. 51. Barcelona:

Centro Pastoral de Liturgia, 1970. 118 p.

SARTORE, Domenico. Nuevo Diccionario de Liturgia. Madrid: Ediciones Paulinas, 1989.

1.908 p.
18

VELEZ V., Gustavo, mxy. Reflexiones sobre la Homilía. La Ceja: Curso sobre la

Homilía, 1996.

LA HOMILÍA EN LA HISTORIA Y EN LA LITURGIA:

COMPARTIR EL PAN DE LA PALABRA

LUIS BELTRAN OCHOA OCHOA

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE ORIENTE

FACULTAD DE EDUCACIÓN
19

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS RELIGIOSAS

RIONEGRO, ANTIOQUIA

1998

LA HOMILÍA EN LA HISTORIA Y EN LA LITURGIA:

COMPARTIR EL PAN DE LA PALABRA

LUIS BELTRAN OCHOA OCHOA

Monografía para optar por el título de

Licenciado en Filosofía y Ciencias Religiosas.

Asesor

José David Henao Marín

Presbítero

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE ORIENTE

FACULTAD DE EDUCACIÓN

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS RELIGIOSAS


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RIONEGRO, ANTIOQUIA

1.998

Con mucho cariño dedico este Trabajo de

Grado al Seminario MIES que me inspiró el

camino para realizar esta tarea. Al

Presbítero José David Henao Marín que me

ha brindado motivación y apoyo en todo

momento y sin condiciones.


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AGRADECIMIENTOS

Mi agradecimiento en primer lugar a Dios dador de todo bien y fuente de la Sabiduría.

Gratitud a la Universidad Católica de Oriente que me acogió. Al Rector Presbítero Oscar

Aníbal Marín Gallo por su apoyo. A Martha Lucía Escobar y Aleida Salazar que desde la

decanatura me dieron sus orientaciones.

Al Profesor Humberto Pérez V. por su acompañamiento, el apoyo y las luces que me

brindó durante la realización de esta investigación.

Nota de aceptación
22

Presidente del Jurado

Jurado

Jurado

Rionegro, 3 de noviembre de 1998

CONTENIDO

Pág
23

INTRODUCCIÓN

1. JUSTIFICACIÓN, OBJETIVOS, PROBLEMA 4

1.1 JUSTIFICACIÓN 4

1.2 OBJETIVOS 7

1.2.1 Objetivo general 7

1.2.2 Objetivos específicos 7

1.3. PROBLEMA 8

2. LA HOMILÍA SERVIDORA DE LA PALABRA DE DIOS 9

2.2 PEQUEÑEZ Y GRANDEZA DE LA HOMILÍA 9

2.3 LA HOMILÍA EN EL PUEBLO DE DIOS 13

2.4 LAS HOMILÍAS DE JESÚS Y LOS APÓSTOLES

21

3. LA HOMILÍA EN LA TRADICIÓN ECLESIAL 30

3.1 LA PREDICACIÓN HOMILÉTICA DE LOS PADRES 31

3.2 LAS HOMILÍAS PATRISTICAS DE LOS SIGLOS IV AL VI 34

3.3 PREDICACIÓN HOMILÉTICA MEDIEVAL

38

3.4 LA HOMILÍA EN LA ÉPOCA MODERNA

40

3.5 LA HOMILÍA EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA 41

3.6 LA HOMILÍA ILUMINADA POR EL CONCILIO VATICANO II 42

4. LA HOMILÍA 44

4.1 ¿QUÉ ES LA HOMILÍA? 44


24

4.2 LA HOMILÍA SERVIDORA DEL MENSAJE DIVINO 50

4.3 LA HOMILÍA EN LA LITURGIA 54

4.4 LA HOMILÍA EN EL AÑO LITÚRGICO 58

4.5 LA HOMILÍA EN LA PREDICACIÓN 59

5. LOS ELEMENTOS DE LA HOMILÍA 64

5.1 ELEMENTO EXEGÉTICO DE LA HOMILÍA 64

5.2 ELEMENTO VITAL DE LA HOMILÍA: APLICACIÓN DE LA PALABRA


AL HOY Y AQUÍ 70

5.3 LA HOMILÍA ES EL PASO DE LA PALABRA AL RITO 74

6. OTROS ASPECTOS DE LA HOMILÍA 83

6.1 PREPARACIÓN DE LA HOMILÍA 83

6.2 LA PREDICACIÓN HOMILÉTICA ES UN QUEHACER PASTORAL 94

6.3 LA LITURGIA Y EL LECCIONARIO DE LA PALABRA DE DIOS EN LA


HOMILÍA 108

6.4 ALGUNOS ASPECTOS INFLUYENTES EN LA COMUNICACIÓN DE LA


HOMILÍA 113

6.5 LA FORMACIÓN DE LOS FUTUROS MINISTROS DE LA HOMILÍA


122

BIBLIOGRAFIA
25

2. LA HOMILÍA SERVIDORA DE LA PALABRA DE DIOS

2.1 PEQUEÑEZ Y GRANDEZA DE LA HOMILÍA

“Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios. Ella

estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por ella y sin ella no se

hizo nada de cuanto ha sido hecho... Y la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros”.

(Jn 1, 1-4. 14).


26

La Homilía es la predicación de la Palabra de Dios, tal vez la más sencilla, pero quizá la

más importante en este momento de la Iglesia, ya que es muy apreciada en las variadas

celebraciones litúrgicas y se ajusta muy bien a las necesidades y expectativas de las

Asambleas cristianas, de cuantos en la celebración del culto a Dios se disponen a escuchar

la explicación de la Palabra del Señor y del acontecimiento salvífico actualizado.

La Homilía es sencilla e importante como las grandes obras de Dios que se ha manifestado

y ha actuado en la pequeñez: Abraham, nuestro padre en la fe, anciano y con su esposa

(Sara) estéril, es elegido para la misión de padre de un gran pueblo, el pueblo de Dios.

Jacob, el hijo menor de Isaac, desplaza al primogénito (Esaú) y se hace heredero de las

bendiciones de su padre. Moisés, tartamudo, es enviado a hablar con el Faraón para la

liberación del pueblo de Israel que estaba esclavo en Egipto.

Jeremías, un niño, es enviado a predicar al pueblo con el poder de Dios. David, el más

pequeño de los hijos de Jesé, es elegido rey de Israel y vence al gigante Goliat.

Las mujeres, consideradas débiles y menospreciadas, han sido liberadoras como lo han

demostrado en la Biblia Débora, Judith, Ester. Ya en los umbrales del Nuevo Testamento,

una mujer sencilla del pueblo, es elegida y llena de gracia para la sublime misión de ser

la Madre del Salvador. La obra maravillosa del amor de Dios se realizó en el abajamiento y

la humildad, cuando: “ La Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros”. (Jn 1, 14).
27

Los Apóstoles no fueron los más importantes, perfectos, letrados: humildes pescadores,

recaudadores de impuestos, hombres normales, a ellos eligió Jesús para la obra de la

predicación y la iniciación de la Iglesia.

Si Dios elige lo humilde, lo pequeño para su obra salvadora, quiso también

escoger la sencillez de la predicación como medio de anunciar y realizar la salvación Y

entre las diferentes formas de predicación, Jesús mismo se valió de la Homilía, y si no es

atrevido decirlo, Dios mismo es un homileta en su comunicación dialogal con el hombre,

porque la Homilía es diálogo, conversación

familiar de los interlocutores, aplicando el mensaje a las necesidades y expectativas de los

oyentes. Dios habla, no es un mudo como los ídolos; de ello testifica la Sagrada Escritura

y la experiencia cotidiana de la historia humana. Habla a Abraham, lo llama, lo envía, le

hace promesas. Habla con Moisés para darle una misión, un mensaje, un poder. Habla al

pueblo en el Sinaí para entregarle la ley y las promesas de una tierra nueva y un nuevo

destino.

“Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestro padres por

ministerio de los profetas: últimamente, en estos días, nos habló por Jesucristo” (Heb 1, 1-

2).

San Pablo se maravilla de los caminos de Dios para manifestar su sabiduría y llamar a la

salvación: “La predicación de la cruz, no deja de ser locura para los que se pierden, pero

para los salvados es poder de Dios” (1Co 1, 18).


28

El anuncio y la comunicación del hombre con Dios, se ha realizado desde la predicación de

la Palabra, para la que Él se ha servido de intermediarios como lo fueron los profetas en el

Antiguo Testamento, los Apóstoles y sus sucesores en el Nuevo Testamento y en la Iglesia.

Si la Homilía es un diálogo familiar de fe entre quien preside y su asamblea, el pastor y su

grey, ¿por qué no considerar el diálogo llamada de Dios a Abraham con sus promesas y el

cumplimiento, al igual que el diálogo en conexión con el sacrificio del monte Moria, figura

de Cristo, sean un preludio y origen bíblico de la comunicación que se da en la Liturgia

como predicación homilética?

El capítulo tercero del Exodo, es un encuentro-diálogo de Dios con Moisés en un lugar

sagrado y ritual. En esa comunicación, tiene un conocimiento del Dios de sus padres, y de

la realidad que viven sus hermanos del pueblo de Israel, esclavitud, se le exige un

compromiso de obediencia a la misión que Yahveh le encomienda: Liberar a su pueblo.

Moisés recibe la Palabra de Dios, la ley, para transmitirla al pueblo, y aplicarla a su

situación de pueblo en libertad.

En otros pasajes de la Palabra de Dios, se descubre a Yahveh que dialoga con su pueblo,

para instruirlo y darle salvación: “Escucha Israel: Yahveh es único. Amarás a Yahveh tu

Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todo tu poder y llevarás muy dentro del

corazón todos estos mandamientos que hoy te doy”. (Dt 6, 4-7).


29

Dios dona al hombre un regalo especial: Su Palabra como predicación. La Palabra de Dios

ha de ser comunicada, pues para esto Él la ha revelado. La Sagrada Biblia es por

excelencia, el vehículo de manifestación de la obra salvífica que en la Liturgia es Palabra,

acontecimiento actual y celebración.

En la celebración litúrgica, la Palabra tiene un puesto prioritario y el ambiente familiar en

que es proclamada, la Homilía explica, nutre, edifica vitalmente a la comunidad y a cada

persona, enseñando el actuar y guiando el caminar de la vocación de cada uno de los

miembros que se han congregado.

La Homilía anuncia y explica la historia del amor de Dios al hombre, amor que llega a su

culmen en el Misterio de Cristo Jesús: su vida, su ejemplo, su predicación, sus milagros, la

fundación de la Iglesia; su pasión, muerte y Resurrección; la ascensión al cielo, el envío del

Espíritu Santo, la acción de la Iglesia, en una aplicación al hombre de hoy como

actualización de la obra salvadora.

2.2 LA HOMILIA EN EL PUEBLO DE DIOS

El pueblo de Dios se congrega para el culto, donde escucha la Palabra de Dios y recibe las

explicaciones y aplicaciones al momento histórico. Esto ha ocurrido en todo el transcurso

de la historia, desde el Antiguo Testamento, pues Dios confió su palabra revelada a los

profetas, y se puede encontrar en las celebraciones cultuales, desde la Palabra de Dios

comentada, el origen de la homilética. Por eso, es necesario estudiar la Homilía desde el

aspecto histórico del mensaje escriturístico.


30

En el pueblo de Israel se encuentra una fe que ha sido vivida en la tradición tanto en la

celebración cultual como de la transmisión oral de la fe que antecedió a la Sagrada

Escritura y la interpretación de esta Palabra. Las tradiciones orales tenían lugar

principalmente en el culto a Dios, fueron más tarde recopiladas y escritas. Muchas de las

tradiciones orales eran explicadas también en el ambiente cultual.

Las celebraciones cultuales se explican y manifiestan por la Palabra. El contenido de

la Biblia tuvo su origen en la tradición oral, dentro de las celebraciones del culto y

seguramente durante muchas generaciones, hasta que es plasmada en la palabra escrita:

“Entonces Moisés tomó la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: Ésta es la sangra de la

Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras”. (Ex 24, 8).

El libro del Exodo expresa las palabras que Dios dirige a su pueblo por mediación de

Moisés, transmitidas en un ambiente cultual. En el pasaje del rito de la Alianza, la palabra

es pronunciada dentro de los ritos y sacrificios: “Entonces Moisés puso por escrito todas las

palabras del Señor; madrugó y levantó un altar a la falda del monte y doce estelas por las

doce tribus de Israel”. (Ex 24, 3-4).

Se puede relacionar el anterior pasaje con la explicación del Señor en un ambiente

cultual. Moisés refiere a su suegro Jetró, cómo el pueblo acude a él para que les explique

las leyes y mandatos de Dios: “Moisés subió al monte de Dios y el Señor lo

llamó desde el monte y dijo: Seréis un pueblo sagrado, regido por sacerdotes. Esto es lo
31

que has de decir a los israelitas... Todo el pueblo respondió: Haremos todo cuanto dice el

Señor”. (Ex 19, 3.7-8).

El capítulo 24 del libro de Josué, tiene una estructura homilética basada en la reunión de

asamblea a todas las tribus de Israel en Siquén. Josué les transmitió la Palabra de Dios

narrándoles la historia de la actuación de Yahveh salvando y liberando al pueblo. Empieza

desde la elección de Abraham desde un llamado de Dios a salir de su tierra; como respuesta

a su obediencia, Dios le concede ser padre de una gran descendencia que empieza con

Isaac, Esaú, Jacob y sus descendientes. Narra las maravillas obradas por Dios al liberarlos

de la esclavitud de Egipto, con la guía de Moisés, pasando el mar Rojo llegan a la libertad

del desierto, para continuar en la lucha contra los enemigos y conquistar la tierra prometida.

Allí se narra la historia del amor de Dios a su pueblo, que es tomada de los libros del

Pentateuco y explicada al pueblo.

Josué desarrolla la narración de toda la historia del amor de Dios al pueblo que él se ha

escogido como heredad y le aplica el mensaje a la comunidad presente.

Le invita a la fidelidad y el servicio de Dios; les enseña a alejarse de los ídolos adorados

por los pueblos vecinos, para elegir la fe en Yahveh, y Él mismo se presenta como ejemplo

de compromiso y de fe ante Dios. El pueblo se compromete a servir y creer en Yahveh,

reconoce que Él los ha librado de la esclavitud de Egipto y obró signos y prodigios

admirables en el camino que hicieron para llegar a la liberación, y la acción divina en la

conquista de la nueva tierra, expulsando a los pueblos que habitaban el país. Josué, juez,
32

enseña al pueblo las intervenciones de Yahveh en su favor, para animarlos a la fe,

iluminándolos con el mensaje del Deuteronomio.

La Asamblea de Israel se pronuncia a favor de Yahveh y contra los dioses extranjeros:

Josué dijo al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a

Yahveh para servirle. Respondieron: Testigos somos. Entonces, apartad los dioses extranjeros

que hay en medio de vosotros e inclinad vuestro corazón al Señor, Dios de Israel. El pueblo

respondió: A Yahveh, nuestro Dios serviremos y a su voz atenderemos. (Jos 24, 21-24).

Luego se pone la Ley por escrito y se concluye con la Alianza: “Aquel día, Josué pactó una

Alianza para el pueblo; le impuso normas y decretos en Siquén”. (Jos 24, 25).

La fe en Yahveh, presentada al grupo que dirige Josué, es propuesta por él a otros grupos

que no han oído hablar de ella todavía. Estos no han estado en Egipto y no han conocido

los beneficios de Dios en el camino del Exodo, ni las revelaciones del Sinaí; pero no son

Cananeos, sino que tienen un origen común, el ser israelitas: Son las tribus del norte que

con este pacto, aceptan la fe en Yahveh y llegan así a formar parte del Pueblo de Dios.

Siquén era por su posición central, un lugar apto para la reunión de las tribus, y por su

pasado, un escenario predestinado para la conclusión de este pacto religioso, allí había

levantado Abraham un altar, allí Jacob, había comprado derechos.

El libro del Deuteronomio, presenta varios pasajes, con una estructura homilética, pues son

la reflexión de la Palabra de Dios, tomadas de otros pasajes, por ejemplo, del Exodo, que

son aplicados al presente de la comunidad y proclaman la profundidad de la fe en Israel.


33

El desarrollo en estilo homilético de la explicación de la Ley, se encuentra principalmente

en los capítulos quinto al undécimo del libro del Exodo, con una llamada central: “Escucha

Israel” , va presentando todo el desenlace de lo que el Señor ha realizado por su pueblo, en

el transcurso de la historia; cómo los ha sacado de Egipto, les ha hablado y brindado su

protección; pudieron descubrir la voz y el brazo del Señor, pues Palabra y acción, son

realidades de la revelación de Dios.

Por la acción maravillosa y gratuita de Dios, el pueblo debe responder con actitudes

agradecidas, obediencia fiel a los mandamientos de Dios y Él en respuesta ofrece

bendiciones, felicidad, larga vida y la tierra prometida a quienes obedecen y cumplen los

mandamientos.

La mayor parte del Deuteronomio, es como una bella colección de piezas homiléticas

presentadas al pueblo. Moisés en nombre de Dios, dialoga con la comunidad, dándoles a

conocer todo lo que el Señor ha revelado y que deben obedecer y practicar para bien

comunitario, para el orden, la paz, la convivencia armónica. Igualmente, para comprender

que han de dar culto al Señor su Dios, amarlo con todo el corazón y con toda el Alma.

En el Sinaí, con el Decálogo, Israel empieza a ser pueblo bien constituido, la Ley, es como

la característica que lo constituye pueblo, pues cada pueblo tiene las normas que lo rigen y

las normas de Israel, son la ley del Señor que lo hace pasar de ser una federación de tribus

nómadas a la realidad de pueblo de Dios.


34

Los levitas, después del regreso de la esclavitud de Babilonia, se dedicaron a la

predicación, explicando al pueblo la Ley de Dios, para que todos pudieran entender el

sentido. Muchas partes de esta predicación, tenían formas homiléticas, y se transmitían en

forma oral, tradición predicada en las reuniones cultuales de generación en generación y

más tardíamente pasaron a ser palabra escrita.

Dando una lectura detenida al libro del Deuteronomio como predicación de Moisés a la

Asamblea de Israel sobre la palabra recibida del Señor con encargo de comunicarla y

explicarla al pueblo, se descubre allí, una riqueza especial para la predicación de la

Iglesia, pues el libro sagrado, con su estilo homilético, de

diálogo familiar, explicado con la aplicación a las necesidades y esperanzas de un pueblo

en busca de Dios y su mensaje salvador, podrá seguirse como modelo de predicación en la

Liturgia anuncio, memorial, actualización y anticipo. Los predicadores de la palabra

pueden encontrar en este libro, un estilo homilético y extraer de allí un tesoro inmenso de

contenidos y variadas formas de enriquecer la predicación.

Los Salmos, también eran proclamados en las reuniones litúrgicas como Palabra de Dios y

aplicación a la vida del pueblo en ambiente cultual. En las Asambleas litúrgicas, los

salmistas testimonian la acción de Dios en sus vidas: “Cuántas maravillas Señor has hecho,

Yahveh Dios mío, qué grandes designios con nosotros: No hay comparable a ti, yo quisiera

publicarlos, pregonarlos, más su número, excede toda cuenta”. (Sal. 40, 6). El Salmo 118,

es un himno de acción de gracias en labios de la comunidad recitados por diversos grupos

cuando iban en peregrinación o en procesión hacía el Templo. Los salmos 113-118, se


35

recitaban en la celebración de la Pascua Judía. Jesús los recitaba en la celebración de la

Pascua y los recitó en la última Cena.

En una gran actividad de predicación, los profetas, los sacerdotes, los jefes, los escribas,

los sabios y los mismos fieles, tienen la conciencia de anunciar la Palabra de Dios que

han vivido ellos, por los acontecimientos salvíficos recordados y celebrados en

una tradición continua que es confrontada y a veces vivida en el sufrimiento, y es

comunicada al pueblo para que reconozca lo que el Señor realiza y habla a su hoy,

para invitarlo a la conversión, a vivir según la Ley, a admirar, alabar y bendecir al Señor.

El capítulo octavo del libro de Jeremías, expresa cómo el profeta narra la palabra a la

Asamblea reunida después de la deportación de Babilonia, es decir, cuando regresaron a su

patria; aquella primera asamblea celebrativa, se considera el inicio del Judaísmo y desde

ese momento, se hace de nuevo una proclamación de la Ley a los Israelitas, para invitarlos

a la obediencia de Dios. Los Escribas, son encargados de explicar la Ley y lo hacen

principalmente en el culto de la Sinagoga los sábados, pues es allí la ocasión y el lugar más

apropiado.

La Asamblea se reunía los sábados para el estudio de la Ley, pues era el mandato de Dios;

ningún israelita, debía desconocer la Ley, por lo cual se reúnen en el silencio para escuchar

la lectura de la Ley del Señor y las explicaciones; dedicaban bastante tiempo en esta tarea

para un continuo crecimiento con la ayuda de los sacerdotes o con alguno de los ancianos

que enseñaba. “Las sinagogas eran llamadas: “Escuelas de sabiduría práctica y de


36

continencia”. La Homilía, recibía el nombre de: “Discurso de consolación”, para instruir en

la Ley moral, para llevar a obrar el bien y mejorar en todo sentido la vida” 1.

El Targum palestinense, fue un conjunto de esquemas homiléticos, utilizados en las

sinagogas, después de la lectura de la Torá o Ley. En su estructura homilética, tenía

semejanza al pasaje de Jn 6, 31-58, del cual, era modelo. La Homilía judía aplica este texto

a sus necesidades y circunstancias actuales.

En el Antiguo Testamento, se encuentra la predicación de la palabra en casi todos los libros

como el Eclesiastés, los Salmos, los Profetas, etc., con una gran riqueza de temas, variedad

de estilos, lo que motivaría un estudio extenso.

2.3 LAS HOMILÍAS DE JESÚS Y DE LOS APÓSTOLES

En el Evangelio de San Lucas, la predicación de Jesús, se hace coincidir en el comienzo

con el pasaje de la sinagoga de Nazareth, donde pronunció el programa de su ministerio en

forma homilética:

Vino a Nazaret donde se había criado y, según costumbre, entró en la Sinagoga el día de sábado, y

se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, y desenrollando el

volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha

1
SARTORE, Dominico y TRÍACCA, Anchille,. Nuevo Diccionario de la Liturgia. Madrid. Ediciones Paulinas.
1989. p. 1017.
37

ungido para anunciar a los pobre la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los

cautivos, y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de

gracia del Señor. Enrollando el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga,

todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó pues a decirles: Esta Escritura que acabáis de

oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras

llenas de gracia que salían de su boca (Lc 4, 16-22).

Este relato, presenta la forma de predicación del Señor y también las diferentes

circunstancias y las respuestas que se dan ante la aplicación. En un principio, fue acogida

con admiración por la muchedumbre. Más adelante hay una actitud de rebeldía y

persecución ante la palabra, lo que al fin desemboca en la Pasión y en la cruz. Pero la

resurrección lleva a la victoria de la causa de Cristo y de su predicación.

Otro pasaje muy significativo como esquema homilético, es el pasaje de Emaús, donde

aparece el resucitado explicando las Escrituras a los discípulos que van de camino hacia

Emaús. “Era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí en la Ley de

Moisés y en los Profetas y en los Salmos”. (Lc 24, 44).

Se presenta una espiritualidad especial del mensaje del Señor que se puede aplicar a la

Homilía. Jesús se acerca y acompaña a los discípulos. Él sale al encuentro de la

comunidad que camina.

Corresponde al predicador, acompañar a su comunidad en su historia, no desde lejos, sino

en su acontecer, proclamando el valor de cada persona, iluminando con la luz de la palabra

las situaciones de pecado y seguir en el caminar hacía un mundo mejor.


38

Jesús, en su programa de vida, presenta como contenido, la promoción humana,

principalmente con una “opción preferencial por los pobres”. Él comparte el destino de los

seres humanos. El predicador homileta, debe tener presente, como Jesús, la situación de

opresión y dolor que sufre el hombre en todos los tiempos que requiere acompañamiento y

promoción. Son los rostros de los pobres que esperan la liberación. Allí la parábola del

Buen Samaritano, nos concierne a todos.

Jesús ilumina con las Escrituras, el camino de los discípulos de Emaús y el camino de todos

los hombres. En la predicación de la Homilía se debe iluminar la situación del hombre a la

luz de la Palabra de Dios meditada. También ha de comprometerse con las exigencias

éticas del Evangelio en el orden social. Ha de propender por una cultura cristiana con los

valores de la promoción integral.

Jesús se da a conocer a sus discípulos en la fracción del PAN. Se ha de presentar en la

predicación, una actitud de compartir los bienes materiales y los espirituales. En la

Diócesis, la Parroquia, la pequeña Comunidad, los grupos apostólicos, la Familia, debe

abrirse espacios del compartir como lo hicieron los discípulos con Jesús. También: “Donde

dos o más están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20).

Por otra parte, los discípulos sintieron cómo les ardía el corazón por el camino mientras

Jesús les explicaba las Escrituras. Y es que la evangelización requiere un nuevo ardor que

ha de manifestarse también en la Homilía, iluminada por el Espíritu Santo, el Amor del

Padre y la presencia actualizada de Jesucristo.


39

Jesús es anunciado por los discípulos; del reconocerle, pasan a la misión. La vivencia de la

fe, se realiza en comunidad. Partiendo de la fe vivida en comunidad, ellos se lanzan a ser

pregoneros de una nueva realidad, Cristo Resucitado es el centro del mensaje y ese mismo

mensaje ha de ser siempre el contenido de la predicación de la Iglesia.

La Nueva Evangelización, exige una renovada espiritualidad en la comunidad, la relación,

el diálogo, la comunión fraterna.

Los discípulos le apremiaron diciendo: Quédate con nosotros Señor, porque atardece y el día se ha

declinado. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que en cuanto se puso a la mesa con ellos,

tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos

y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: ¿No estaba ardiendo

nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las

Escrituras?. Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los

once y a los que estaban con ellos que decían: Es verdad. El Señor ha resucitado y se ha aparecido

a Simón. Ellos por su parte, contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían

reconocido en la fracción del pan (Lc 24, 28-35).

Los Apóstoles en la Sinagoga, se sirvieron de la Homilía para dar el mensaje a la Iglesia

primitiva, es la forma normal de anunciar el evangelio. Dice en los Hechos, lo siguiente:

“Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la Sinagoga les mandaron a

decir: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo Hablad” (Hch 13,

15). Pablo se levanta y hace una extensa predicación, explicando las Escrituras desde el

Antiguo Testamento hasta llegar al mensaje de Jesús resucitado.


40

En los Hechos de los Apóstoles, se encuentra una riqueza de predicación muy nutrida,

como el discurso de Pedro en Pentecostés. Y otros muchos de San Pablo, San Esteban, de

Santiago, que pueden iluminar la misión eclesial de la Homilía, ya que la predicación

apostólica, se basó en las Escrituras como cumplimiento de Jesucristo y en su Misterio

Pascual.

La Celebración de la Cena del Señor, era el momento para estas reflexiones que hacía

memoria de los hechos y palabras de Jesús, interpretándolas y aplicándolas a las

circunstancias concretas de la comunidad: “El primer día de la semana, estando nosotros

reunidos para la Fracción del Pan, Pablo que debía marchar el día siguiente, conversaba con

ellos, y se alargó la charla hasta media noche” (Hch 20, 7). “Subió luego, partió el pan y

comió, luego platicó largo tiempo hasta el amanecer” (Hch 10, 11).

Los textos del Evangelio y los demás relatos del Nuevo Testamento, fueron tradiciones

orales formadas en la celebración del culto, pero no es fácil separar las partes homiléticas

verdaderamente presentes en el Nuevo Testamento. Se pueden descubrir verdaderas

Homilías en la primera carta de San Pedro y en la Carta a los Hebreos, quienes tomaron

pasajes de los libros del Antiguo Testamento, para comentarlos y dialogarlos

familiarmente, en un estilo de

Homilía.

La tradición oral era presentada en las asambleas, y al parecer el tono se combinaba entre

discursivo y dialogal. San Pablo, da normas sobre el comportamiento de las asambleas en

la oración y en la intervención profética, para que haya orden: “Todo hombre que ora o
41

profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza. Toda mujer, que ora o profetiza con la

cabeza descubierta afrenta a su cabeza” (1Co 11, 4-5).

Se presenta igualmente los variados carismas presentes en la comunidad, lo que demuestra

las diversas formas de proclamar la palabra. “Buscad la caridad; pero aspirad también a los

dones espirituales, especialmente a la profecía. Pues el que habla en lenguas, no habla a los

hombres sino a Dios. En efecto, nadie le entiende: Dice el Espíritu cosas Misteriosas. Por

el contrario, el que profetiza, habla a los hombres para su edificación, exhortación y

consolación” (1 Co 14, 1-3).

“Cuando os reunís cada cual podrá tener un salmo, una instrucción, una revelación, un

discurso en lengua, una interpretación: que todo se haga para edificación” (1 Co

14, 26). Es posible que estas intervenciones causaran

desorden e hicieran difícil la celebración de la palabra, por lo que el Apóstol interviene

dando normas para la vida comunitaria y de la misma actitud en la asamblea.

“No extingáis el Espíritu, no despreciéis la profecía; Examinadlo todo y quedaos con lo

bueno” (1 Tes 5, 19-21). Los dones deben estar al servicio de la comunidad para

edificación. “A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común”

(1 Co 12, 7).

San Pablo enumera muchos carismas, dando especial prioridad a los de la palabra.

“Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha sido dada, si el don de profecía,

ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza,


42

enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; El que preside, con

solicitud; el que ejerce la misericordia, con cordialidad” (Rm 12, 6-7). Se le da distintos

nombres al ejercicio de la Palabra:

El mismo dio algunos ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros pastores y

maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerios para

edificación del cuerpo de Cristo hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento

pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto a la madurez de la plenitud de Cristo (Ef 4,

12-13).

El ejercicio cultual del Apóstol, realiza la presencia del Señor, quien habla a sus discípulos

y actúa en ellos, es también ejercicio de la profecía, ya que Jesucristo,

no es solamente anunciado como memoria, sino también interpretado y actualizado.

San Pablo exhorta a sus discípulos Tito y Timoteo, a ser fieles a la predicación y a guardar

el depósito a ellos confiado, transmitiendo con fidelidad la fe y la sana doctrina, para evitar

errores o palabras sin sentido: “Más tú enseña lo que es conforme a la recta doctrina” (Tito

2, 1).

¿A quién corresponde la predicación de la doctrina por la lectura, exhortación, enseñanza?

Corresponde al presidente de la comunidad por la gracia recibida, su designación se da en

virtud de una misión. “Hasta que yo llegue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la

enseñanza. No descuides el carisma que hay en tí, que se comunicó por intervención
43

profética, mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros” (1 Tim 4, 13-

14).

La comunidad pastoreada por San Juan, tiene también dificultades y para las directrices de

solución, apela a la autoridad recibida por la “unción que viene del Santo”, inspirados por

este don, formula Homilías basadas en los profetas, enseñanza divina para la comunidad

presente, de ahí la conclusión de que son enseñados por Dios. Es estilo es de forma

dialogal, familiar y homilético.

En el Nuevo Testamento se descubre, que en la celebración litúrgica y en la práctica de la

pastoral, hay gran variedad de formas, cada una de acuerdo a las necesidades y exigencias.

Pero el modelo más usual en la Iglesia primitiva en lo referente a la Homilía, es el tomado

de Jesús en la sinagoga de Nazareth, basándose en el mensaje de Isaías, y aplicándolo a su

presencia, su misión, su persona, en el presente de los circundantes. El mensaje

pronunciado en el ambiente cultual, es interpretado en clave actual como acontecimiento

salvífico y activo en la vida de la comunidad


44

3. LA HOMILIA EN LA TRADICIÓN ECLESIAL

El sermón que los griegos denominan Homilía, es término que significa el tomar la palabra

en la celebración litúrgica por parte del presidente de la asamblea para predicar y explicar

la palabra.

3.1 LA PREDICACIÓN HOMILÉTICA DE LOS PADRES

La misión del predicador está descrita por San Gregorio Magno, papa, en su regla de

pastoral:
45

El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal manera que

nunca diga lo que debe callar, ni deje de decir aquello que hay que manifestar. Porque así, como

el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran

haber sido adoctrinados. Porque con frecuencia acontece que algunos prelados poco prudentes,

que no se atreven a hablar con libertad por miedo a perder la estima de sus súbditos; con ello,

como lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera

de un mercenario, pues callar y disimular los defectos, es lo mismo que huir cuando se acerca el

lobo.

Por eso el Señor reprende a estos prelados, llamándoles, por boca del profeta: ´Perros mudos,

incapaces de ladrar. Y también dice de ellos en otro lugar: ´No acudieron a la brecha, ni

levantaron cerco en torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, en el día del Señor.

Acudir a la brecha significa aquí, oponerse a los grandes de este mundo, hablando con entera

libertad para defender a la grey; y resistir en la batalla en el día del Señor, es lo mismo que luchar

por amor a la justicia contra los malos que acechan.

¿Y qué otra cosa significa no atreverse el pastor a predicar la verdad, sino huir, volviendo la

espalda, cuando se presenta el enemigo?. Porque si el pastor sale a la defensa de su grey, es como

si en realidad levantara cerco en torno a la casa de Israel. Por eso, en otro lugar, se dice al pueblo

delincuente: Tus profetas te predicaron cosas falsas y vanas, y no revelaron tu culpa para invitarte

a la penitencia. Pues hay que tener presente que en la Escritura se da algunas veces el nombre de

profeta a aquellos que, al recordar al pueblo cuán caducas son las cosas presentes, le anuncian

ya las realidades futuras. Aquellos, en cambio, a quienes la Palabra de Dios acusa de predicar

cosas falsas y vanas son los que, temiendo denunciar los pecados, halagan a los culpables con

falsas seguridades y, en lugar de manifestarles sus culpas, enmudecieron ante ellos.


46

Porque la reprensión es la llave con que se abren semejantes postemas: ella hace que se descubran

muchas culpas que desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron. Por eso San Pablo

dice que el Obispo debe ser capaz de exhortar y animar con sana instrucción y rebatir a los

contradictores. Y, de manera semejante, afirma Malaquías: De la boca del sacerdote, se espera

instrucción, en sus labios se busca la enseñanza, porque es mensajero de Dios y también dice el

Señor por boca de Isaías: Grita a voz en cuello, sin cejar, alza la voz como una trompeta.

Quien quiera pues, que se llegue al sacerdocio, recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces

antes de la venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero si el sacerdote no predica, ¿Por ventura

no será semejante a un pregonero mudo?. Por esta razón, el Espíritu Santo quiso asentarse, ya

desde el principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a entender que de inmediato

hacía predicadores de sí mismo a aquellos sobre los cuales había descendido2.

Se colocó aquí este ejemplo de Homilía, para admirar el contenido de la predicación de los

primeros siglos de la Iglesia y su estilo mordiente, audaz.

El escrito homilético más antiguo de los Padres de la Iglesia, es la segunda carta de

Clemente, con su estilo sencillo: “No parezcamos creyentes y atentos sólo cuando nos

amonestan los presbíteros, sino también una vez de regreso en nuestras casas; recordemos

los preceptos del Señor” (18, 3).

2
DE LA REGLA PASTORAL DE SAN GREGORIO MAGNO, PAPA. Libro 2,4 : PL 77, 33-31 (Tomado de la
Liturgia de las Horas, Tomo IV, página 334).
3SARTORE Dominico y TRÍACCA, Anchille. Nuevo Diccionario de Liturgia.
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47

El párrafo anterior, se asemeja a las palabras de San Justino: “Cuando el lector termina, el

presidente de la palabra, hace una exhortación e invita a que imitemos estos bellos

ejemplos” (Apología 67) 3.

Ignacio de Antioquía, invita a Policarpo de Esmirna, a hacer una Homilía contra los oficios

deshonesnos. Aunque eran moralizantes, estas intervenciones se producían después de

lecturas bíblicas y basándose en ellas, del presidente dependía la elección y la

longitud de las lecturas. Tertuliano alude a la elección de textos bíblicos adecuados cuando

las vicisitudes de los tiempos presentes, obligan a recordar o a reprender, a conocer una

cosa”. (Apologeticum 39)4.

El estilo de las Homilías hacía aparecer en su contexto, exhortaciones, correcciones,

reproches divinos. Tenían las Homilías un puesto especial en los días de fiesta,

principalmente la Pascua.

A semejanza del Nuevo Testamento, la Didajé da testimonio de la pluralidad en el

ministerio de la Palabra. “Los que enseñan (11, 1-2) apóstoles, profetas, didáscalos o

doctores. El pastor de Hermas, describe al profeta como Hombre poseído del Espíritu

divino y habla a la muchedumbre conforme a lo que quiere el Señor”5.

La Epístola de Bernabé, menciona los doctores como poseedores del don de ciencia para

dirigir a los fieles a la penetración más profunda del significado de las Escrituras y a la
3
47
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47
48

comprensión de la voluntad divina para vivirlas. Llega un momento en que los

ministerios son más estables y reconocidos, “los Obispos, Presbíteros y Diáconos, son

los servidores de la palabra en asamblea litúrgica, porque “ellos os administran

el ministerio de los profetas y maestros, por tanto, no los depreciéis

porque ellos son honrados entre vosotros, juntamente con los profetas” (Didajé

15, 1-2). La función del ministerio de la palabra tenía su puesto especialmente en la

celebración comunitaria”6.

Orígenes introduce el género de la Homilía como explicación de las Escrituras, para

concluir el sentido espiritual y sacar orientaciones prácticas. En sus numerosas Homilías,

edifica a los oyentes. “No es el tiempo para un comentario minucioso; debemos edificar a

la Iglesia y provocar, con explicaciones místicas y con el ejemplo de los santos, a los

oyentes perezosos e inertes (Homilías sobre el Génesis 10, 5).

Su método es “partiendo de la misma historia, sólo después de haber enunciado el Misterio

y en relación con él, se llega a las explicaciones espirituales... Orígenes expone una ascesis

y una mística de impronta cristológica, eclesiástica y sacramental, una verdadera historia de

la vida espiritual fundada en el dogma”7.

3.2 LAS HOMILIAS PATRISTICAS DE LOS SIGLOS IV AL VI

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49

Es una época de brillantes homiletas, testimonio para los tiempos actuales. Se puede

mencionar la elocuencia de San Juan Crisóstomo, la sabiduría de San Agustín, San

Gregorio Magno, Cesáreo de Arlés.

San Juan Crisóstomo, hizo comentarios a textos extensos dentro de las celebraciones

litúrgicas. Esos textos eran tomados principalmente del Nuevo Testamento. Tiene en

cuenta el sentido literal de la Sagrada Escritura, y es cuidadoso de actualizar el mensaje de

la Palabra de Dios a las necesidades de la comunidad que cree, ama y espera. Para dar un

mensaje especial en la Homilía no sigue el sentido literal del texto escriturístico, si las

circunstancias así lo exigen.

San Agustín, tiene un tratado homilético en cuatro libros “De doctrina christiana” y

numerosos sermones. Enseña las verdades que se deben buscar en la Biblia, los signos que

se deben interpretar, el significado del texto partiendo del pensamiento del autor y su

ambiente, y las normas para la buena predicación de la Palabra. El predicador debe

profundizar en el conocimiento de la Sagrada Escritura, desentrañar la intención del autor

sagrado que ha sido colaborador del Espíritu Santo, verdadero autor de la Escritura santa.

No basta con conocer el sentido literal porque la Biblia está colmada de un inmenso

Misterio, presente y oculto por todos los pasajes; un mismo texto, puede tener significados

diferentes. Es indispensable hacer la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento

para poder comprender el mensaje, pues ambos testamentos son períodos de un único

Misterio del amor de Dios en una Historia de Salvación.


50

Para la exposición de la Homilía, se sumerge en la Sagrada Escritura, explicando el pasaje

bíblico con otro pasaje bíblico, método que llevó a cabo en sus Homilías escritas y

predicadas. Pero lo hace con sencillez en la esperanza de que todos le entiendan, pues no le

interesa erudición sino edificación de la comunidad. Tanto el que predica como el que

escucha, son oyentes de la Palabra, pues es alimento para ambos, recibido de Dios. Así

como la vida eterna es un banquete al que todos están invitados, así es también el banquete

de la Palabra.

San Agustín, elocuente retórico y orador, aconseja a los predicadores no usar la complicada

oratoria, sino más bien, hacerse entender para salvación de los oyentes. El, además de

conocer y estudiar a los oradores paganos, como Cicerón, dice que se debe buscar más bien

la elocuencia de la Sagrada Escritura, de San Pablo, de San Ambrosio, de San Cipriano. La

mejor elocuencia para él, “hacerse escuchar con inteligencia, con placer y con docilidad,

para instruir, agradar y persuadir8

San Gregorio Magno: Grande e incansable predicador, consideraba la predicación como

la esencia de la pastoral. Escribió muchas Homilías y enseñanzas pastorales para los

predicadores. Siguió para la interpretación de la Biblia a Orígenes y a San Agustín. La

predicación de las Sagradas Escrituras desde la historia pasada, en la promesa futura, los

valores que encierra en la proclamación de las realidades espirituales es la misma, pero el

método para la

exposición, debe variar ajustándose a las personas y ambientes hasta formar un diálogo

familiar.

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51

Llega a caracterizar varias decenas de clases de personas a quienes se debe adecuar el

mensaje de la Palabra de Dios (Sabios, iletrados, sanos, enfermos, amos y esclavos,

sencillos, hipócritas, etc.). Sus Homilías tienes un tinte monástico, sin descuidar el mensaje

político y cultural para su tiempo.

En esta época se encargó el ministerio de la Homilía a los Obispos. No se exigía una

oratoria rigurosa, pero sí que la predicación se ejerza con arte y elegancia. Esto impedía a

los pocos preparados, estar al servicio del mensaje de la fe, pues adolecen de cualidades

oratorias.

En el Siglo IV, los presbíteros presentes en la celebración, predicaban con libertad y de

temas diferentes; después de los presbíteros, le correspondía la predicación al Obispo. La

proclamación homilética de la Palabra, no faltaba todos los domingos, para edificación y

salvación de los fieles, instruir en la Escritura y en el amor a Dios.

La predicación se ejercía también según la jerarquía presente en la celebración; si estaba el

Obispo, muchos presbíteros se abstenían de predicar, pues pensaban que no serían

escuchados de sus prelados.

Hacía el Siglo V, sólo se permitía la predicación a los presbíteros, pero no a los monjes ni a

los laicos, a pesar de que tuvieran buena preparación, esto para guardar el orden en la casa

de Dios y para evitar errores. En los monasterios, se acentuó la lectura continua de la

Palabra de Dios.
52

En los siglos siguientes, se recogieron las Homilías de los Padres en libros, para ser leídos a

los fieles en las celebraciones litúrgicas, según el tiempo y las circunstancias. Aparece una

especie de pereza o incapacidad para nuevos escritos y predicaciones homiléticas, se

dedicaban en apoyarse en lo ya existente para leerlo.

Cesáreo de Arlés, redactó Homilías para los Obispos y Sacerdotes, junto con unas

catequesis elementales para la vida cristiana, dotadas de doctrinas sólidas. Cesáreo pide a

los Obispos, que si por algún motivo no pueden predicar, que manden a leer por medio de

los santos sacerdotes, las Homilías de los antiguos Padres, en las celebraciones para

edificación de los fieles.

3.3 PREDICACIÓN HOMILÉTICA MEDIEVAL

En ella se utiliza el método escolástico, partiendo de un texto al pie de la letra, luego se

lleva a un orden estricto de divisiones, subdivisiones, definiciones, explicaciones que

complican demasiado el mensaje . En el entramado técnico y científico se pierde el

sentido y referencia a los textos bíblicos y la referencia a la realidad de los oyentes. Como

reacción a esta complejidad, aparece la predicación popular que vela por las buenas

costumbres y la relación del pueblo con Dios. Esta predicación utilizó ejemplos,

narraciones especiales.
53

Los movimientos religiosos populares propugnaban por el poder de predicar en los laicos, y

esto reforzado por el mejor acceso a la Biblia, pues ya la tenían en latín para el pueblo. El

Papa Alejandro III dio permiso de predicar a los Valdenses, después de someterse a cierto

examen de idoneidad, y sólo a petición del sacerdote del lugar. A otros se les concedió el

permiso con tal de predicar la penitencia, el acto de fe y los sacramentos de la Iglesia.

Permitían esta predicación en las Iglesias con el permiso del prelado. Para defender el

permiso concedido de la predicación a los laicos y monjes, el Papa Inocencio III cita a 1Tes

5, 19, y también para permitir la predicación de San Francisco de Asís: “No apaguen el

Espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo

bueno” (1Tes 5, 19-20).

“El Concilio IV de Letrán desconfía de la capacidad de personas distintas a los sacerdotes

en la predicación y excomulga a los que intentan ejercer el ministerio de la predicación sin

permiso de la sede apostólica o del Obispo. Gregorio IX, 10 años después, prohibió de

nuevo a los laicos el oficio de predicar“9.

3.4 LA HOMILIA EN LA ÉPOCA MODERNA

La época moderna tiene influencia especial de la reforma protestante en la que se

reclamaba el uso de la lengua propia de cada lugar para la Liturgia y un

acercamiento de todos los fieles a la Palabra de Dios, al igual que la predicación reclamaba

más fidelidad a la realidad bíblica. Propuestas que hacía ya varias décadas se estaba

953
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54

haciendo, la tradición de esta época era dirigida en la Iglesia por las enseñanzas del

Concilio de Trento.

El Concilio dice que la lectura de la Biblia debe favorecerse y la predicación a los fieles es

obligatoria, todos los domingos y días de fiesta de guarda. El decreto que consideraba la

lectura de la Palabra de Dios y la predicación al pueblo, es de 1.546, e intenta una reforma

eclesial mirando la realidad humana integral, valorando la lectura de la Biblia, la catequesis

y los aportes homiléticos de los padres. Parece que las enseñanzas del Concilio de Trento

a este respecto, no tuvo la respuesta deseada.

Continúa el método escolástico de predicación catequético-temático, pero sin tener mucho

en cuenta el deseo del Concilio de Trento sobre el predicar las Sagradas Escrituras y la ley

divina. Por eso, con pocas excepciones, la predicación moderna dio poco valor al mensaje

salvífico de la Biblia.

También el Concilio de Trento, prohibió a los laicos la predicación, quizá por temor a la

influencia del libre examen propuesto por los protestantes; aunque los Obispo podían

permitir a algunos laicos el poder colaborar con la predicación.

3.5 LA HOMILÍA EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

En la época contemporánea, los Pontífices han condenado las formas abusivas en la

predicación, para controlar y evitar errores, dan a los predicadores, las debidas licencias,
55

como reconocimiento de que pueden ejercer el ministerio. Se denuncia la elección de

temas inadecuados y en la forma de exponerlo. Llaman a buscar en las sagradas Escrituras,

los modelos de predicadores, como los profetas o San Pablo. Se reclama el que muchos

predicadores no tengan como base y fundamento la Palabra de Dios, y en la sana Teología,

utilizando sólo el mensaje de la razón.

Se manda en los documentos de la Iglesia, la predicación dominical en la misa con el

pueblo, explicando el evangelio o alguna verdad de la doctrina cristiana. Aunque antes del

Concilio Vaticano II había cierta pobreza bíblica en la predicación, “el movimiento

litúrgico iba preparando y descubriendo el nuevo sentido de la predicación homilética en

el ambiente de la celebración litúrgica y

con una relación muy estrecha entre la predicación con las lecturas y el Misterio de

salvación que se celebra” 10.

3.6 LA HOMILÍA ILUMINADA POR EL CONCILIO VATICANO II

Desde el Concilio Vaticano II ha empezado una renovación en la Liturgia y en la

predicación que ha repercutido notablemente en la misma respuesta de los fieles.

10
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56

El Documento Sacrosanctum Concilium dice que la Homilía es parte de la misma Liturgia

y manda que se haga los Domingos y fiestas de precepto con asistencia del pueblo, para

exponer durante el año litúrgico los sagrados Misterios de la fe y las normas de la vida

cristiana. En el mismo documento prescribe de que la Homilía se alimente de la Palabra de

Dios y de la Liturgia proclamando la historia de la salvación y de las maravillas obradas por

Dios, y el Misterio de Cristo que está presente siempre en la celebración litúrgica. También

recomienda las Homilías en algunas ferias en que la asistencia de fieles es más notable,

como sería adviento, cuaresma y ocasiones especiales, pero con esquema catequético según

el uso todavía vigente.

Los documentos conciliares hacen notar que este deber en la Iglesia, de anunciar la Palabra

de Dios, corresponde, en primer lugar, a los Obispos, presbíteros y diáconos como mandato

de Cristo a los Apóstoles, pero también reconoce en los laicos la dignidad y la función

profética por el bautismo y la confirmación.

“Por la predicación, la Iglesia va creciendo en la comprensión del mensaje, cuando los

fieles estudian y meditan los Misterios celebrados y los ministros cumplen la misión de

explicar en la predicación la verdad, como sucesores de los Apóstoles”11.

Se realiza un diálogo de Dios con el hombre cuando en la Iglesia es leída y explicada la

sagrada Biblia, Dios habla al hombre como amigo. “En los libros sagrados el Padre,

que está en el Cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con

ellos”. (D. V. 21). La predicación de la Iglesia es Palabra de Dios para el que la acoge con

1156
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57

fe, pues la Biblia es suprema norma de fe; la predicación y la religión cristiana se ha de

nutrir de la Palabra de Dios.

El Concilio recomienda conocer cada vez mejor los signos de la humanidad en el tiempo

actual a la luz del evangelio, respondiendo a los grandes interrogantes del hombre sobre su

destino presente y su vida futura, y su correlación, es necesario conocer mejor la generación

actual para poderla comprender; que lleve a la luz de

la Palabra de Dios, amada, predicada y vivida, a interpretar y compartir: “Los gozos y las

esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo y sobre todo de

los pobres y de cuantos sufren” (G.S. 1).

4. LA HOMILÍA

4.1 ¿QUÉ ES LA HOMILÍA?

En la Iglesia hay varias formas de predicación, tales como el sermón misional, que

desarrolla las verdades de la fe, para concluir con una respuesta moral, en un ambiente de

entusiasmo circunstancial, en el que un conglomerado quiere ser conmovido por el

predicador. La predicación bíblica de tinte exegético, es una forma de presentar la Palabra

de Dios a personas cultivadas y que desean profundizar científicamente los pasajes bíblicos.

El panegírico dedicado especialmente a los santos, enaltece las cualidades y virtudes de un

santo e invitan al cristiano a seguir su ejemplo.


58

Homilía quiere decir reunión, conversación familiar. La Homilía es, pues, una clase de

predicación litúrgica muy apropiada para la celebración de la Eucaristía, los sacramentos y

paraliturgias. Desde tiempos muy remotos en la Liturgia se ha tenido en cuenta la

explicación de los textos sagrados para una mejor comprensión de los participantes y en

estas mismas celebraciones ha aparecido este género sencillo de la predicación sagrada. La

Homilía es un comentario de las lecturas de la celebración aplicados a los participantes

como comunidad que debe vivir lo que celebra y lo que escucha.

El sermón se realiza desde el púlpito, utilizando el arte y las normas retóricas, mientras que

la Homilía se realiza de forma más cercana a los fieles como una reflexión familiar de la

Palabra de Dios, para crecimiento espiritual y moral en la vida personal y comunitaria.

El fin principal de la Homilía no es conmover, sino presentar los Misterios de la fe,

instruyendo y edificando a los fieles.

La Homilía pertenece íntegramente a la celebración litúrgica. Antes del Concilio Vaticano

II se tenía la Homilía como ajena a la Liturgia y mientras que la comunidad escuchaba la

predicación, la celebración quedaba como interrumpida. El Concilio Vaticano II revaloró

la importancia de la predicación homilética y la presentó como parte integrante de la

Liturgia de la palabra.

En todo este contexto, tan significativo, del puesto que ocupa la Palabra de Dios hecha libro

y signo sagrado de la Liturgia, aparece la Homilía como parte de la misma Liturgia en la


59

cual se expone en el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los Misterios de

la fe y las normas de la vida cristiana.

“Es esta integración en la misma acción sagrada, de la que forma parte la nota más sobresaliente

de la Homilía, lo que hace de ella un acto sacramental que pertenece por

entero a la misma dinámica de la presencia de la Palabra de Dios en la Liturgia. La Homilía no

cumple únicamente la misión de anunciar a Cristo, explicar las Escrituras o instruir al pueblo, sino

que hace todo esto en el ámbito del propio culto litúrgico y de los signos sacramentales. En este

sentido, puede decirse que está destinada preferentemente a los que ya han sido llamados a la

conversión y a la fe y están en grado de participar en los sacramentos, signos de la fe, que la

suponen, al mismo tiempo que la alimenta, la robustece y la expresa por medio de palabras y

cosas”12.

La Homilía forma parte de la Liturgia de la palabra, por lo tanto, cuando el ministro predica

explicando las Escrituras, es el mismo Cristo quien se dirige a los fieles, como en el camino

de Emaús, él les iba explicando las Escrituras a los Apóstoles que iban de camino.

Técnicamente en la Homilía se distinguen dos funciones importantes:

a. La de ser aplicación del mensaje al hoy y aquí de los participantes.

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b. La de ser puente entre la Liturgia de la palabra y la Liturgia de la Eucaristía o

sacramental.

En cuanto a la primera función, el mensaje de la Escritura tiene una actualidad, y no

simplemente una aplicación moral, que haya sido puesta de relieve por la Constitución

Sacrosanctum Concilium.

En cuanto a la segunda función se puede decir que la Homilía es el nexo entre la Liturgia de

la palabra y la Liturgia del sacramento. Es lo que litúrgicamente se llama paso al rito. La

Homilía, que nunca es un sermón aislado, sino que está dentro de una celebración, debe

conectar la palabra oída con la celebración y mostrar su actualidad precisamente en la

acción sacramental13.

Ambas funciones coinciden, pues, en el hecho de unir la Palabra de Dios con el hoy y aquí

de la celebración y de la vida.

“La Homilía se distingue pues, claramente de otros géneros de oratoria sagrada, como el

panegírico, el comentario bíblico exegético, el clásico sermón piadoso, la oración fúnebre.

Y con más razón se distingue de una clase de catequesis o de teología, aunque la Homilía

pueda y aún deba aplicar ciertos principios empleados en la catequesis”14.

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61

La Homilía es medio de anuncio de la Palabra de Dios que alimenta y robustece la fe con la

explicación del mensaje divino, tomando de las lecturas bíblicas y de la celebración los

temas que esperan, necesita y reclama la comunidad.

La predicación de la Homilía tiene como tarea alimentar la fe con un lenguaje sencillo,

encarnado en la vida de cada miembro de la asamblea, cuyo contenido ha de satisfacer las

expectativas, intereses y aspiraciones del hombre de hoy, acostumbrado a los adelantos de

la ciencia y de la técnica, que le han hecho perder mucho la capacidad de asombro ante lo

maravilloso del cosmos y de lo trascendente.

El mundo se encuentra en una coyuntura especial de la historia al acercarse el principio del

tercer milenio del cristianismo, donde la Iglesia debe actualizarse de acuerdo a los

adelantos culturales y científicos.

Es también, ésta, una época de notables contrastes: Mientras que unos viven en la opulencia

y en comodidades, con grandes riquezas materiales, otros viven en la pobreza y en la

miseria; al lado de personas y comunidades de alto nivel cultural, encontramos individuos y

grupos subdesarrollados, aún en el analfabetismo. Si a la mujer se la han reconocido

legalmente los derechos en casi todos los países, en muchos lugares sigue siendo relegada a

una situación inferior; la democracia presentada como medio de participación ciudadana, en

muchas ocasiones solo aprueba las soluciones de unos pocos que deciden el destino y el

futuro de los pueblos.


62

La guerra y la violencia arrecían en nuestros ambientes, a pesar de que por todas partes se

descubre un gran deseo de paz. Rostros de un Cristo doliente están presentes en muchas

situaciones humanas:

Rostros de niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer... ; rostros de jóvenes,

desorientados por no encontrar un lugar en la Sociedad... ; rostros de indígenas y con frecuencia de

afroamericanos, que viviendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados

los más pobres entre los pobres... ; rostros de campesinos, que como grupo social viven relegados

en casi todo nuestro continente... ; rostros de obreros frecuentemente mal retribuidos y con

dificultades para organizarse y defender sus derechos... ; rostros de empleados y subempleados... ;

rostros de marginados y hacinados... ; rostros de ancianos, cada vez más numerosos,

frecuentemente marginados15.

Crisis económicas como políticas, sociales, crisis de valores, de fe, de educación. Las

filosofías materialistas hacen perder el sentido de eternidad, de lo divino, de lo sagrado y de

los valores trascendentes. Los medios de comunicación social forman opinión entre los

usuarios, algunas veces con sólo un sentido existencialista, de lo que captan con los

sentidos, sin aspiraciones trascendentales.

Ésta es la época y la realidad en que la Iglesia debe ejercer el ministerio de la

evangelización. Es una oportunidad y un reto par realizar con creatividad e inteligencia la

-Nueva Evangelización-. Esta tarea está animada por la asistencia y la acción del Espíritu

Santo, alma y vida de la misión eclesial. Cristo ha prometido su asistencia y ayuda hasta el
1562
62f62162., III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Caracas: Ediciones Trípode. 1995.
p.60.
63

fin del mundo. Pero no hay que quedarse inactivos, Dios no hace lo que cada

persona puede hacer. Los

miembros de la Iglesia deben aportar, cada uno sus capacidades, su tiempo, su compromiso;

Dios pone lo demás

Los valores, los progresos, y muchos aspectos positivos, junto a las crisis sociales, políticas,

éticas, religiosas, científicas, hacen reconocer la gran tarea que puede realizar la

evangelización en esas situaciones, acción en la que han de colaborar los fieles unidos a sus

pastores. La evangelización se realiza hoy en un mundo de continuo cambio y progreso.

De ahí la necesidad de emprender la tarea con amor, entusiasmo y convicción. En toda esta

situación evangelizadora la Homilía tiene una gran influencia en la tarea de la Nueva

Evangelización.

4.2 LA HOMILÍA SERVIDORA DEL MENSAJE DIVINO

“El pueblo de Dios se congrega primeramente por la Palabra de Dios vivo, que con razón es

buscada en la boca de los sacerdotes. La Iglesia crece y se edifica por la escucha de la

palabra del Señor y por la renovada actuación de la obra de la salvación en el SACRIFICIO

y en los sacramentos”16.

La misión propia de los Obispos y presbíteros es el anuncio de la Palabra de

16
PARDO. Op. Cit. p.431.
64

Dios, obedeciendo el mandato de Cristo: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a

toda la creación” (Mc 16, 15). La Iglesia alimenta su fe, crece, se edifica por escuchar la

Palabra de Dios; además, por la Liturgia, se actualiza constantemente la obra de la

salvación en la Eucaristía y en los demás sacramentos.

El Espíritu Santo es el maestro de la verdad, con su asistencia en la Iglesia por los ministros

que Cristo ha elegido y que el mismo Espíritu conduce con sus carismas lleva a los fieles a

acogerla y meditarla.

La Iglesia cree en las sagradas Escrituras como Palabra de Dios. Él es el autor y revelador,

para esta tarea se ha valido del servicio de los hombres, dando a conocer esos Misterios de

su infinito amor. La palabra es alimento para el pueblo de Dios que con ella robustece su

fe, afirma la esperanza y vitaliza la caridad.

En la Liturgia de la Iglesia la Palabra tiene una especial resonancia y una eficacia singular,

pues en ella Dios sigue comunicándose con su pueblo. Cristo sigue anunciando y haciendo

presente el Evangelio.

La Liturgia es diálogo entre la Palabra de Dios y el hombre que debe trasladarlo del culto a

la vida diaria. Encuentro esponsal de Cristo y la Iglesia por la asistencia del Espíritu Santo,

ya que por la Encarnación del Verbo, la Iglesia es asociada al diálogo de la divinidad con la

humanidad.
65

Es muy importante el puesto de la Palabra de Dios en la Liturgia, de ella se toman los

textos bíblicos que después se explican en la Homilía. “De la Palabra de Dios deben estar

inspirados los himnos litúrgicos, las preces, las oraciones. Las acciones y signos reciben de

la palabra su significado y con el rito son un sólo acto de culto a Dios”17.

En la Liturgia, además, se advierte claramente que los destinatarios de la divina Palabra no

son sólo los fieles aisladamente, sino el pueblo de Dios reunido y congregado por el

Espíritu Santo. A este pueblo como a la asamblea cultual del Antiguo Testamento, se

dirige la invocación: ´Escuchad hoy su voz` (Salmo 94, 8), invitación que el Padre profirió

en la transfiguración de Jesús: ´Éste es mi hijo amado; escuchadlo` (Mc 9, 7). La asamblea

litúrgica, convocada para escuchar la palabra eterna del Padre, es Cristo, ofrece a Dios el

sacrificio de alabanza : se manifiesta ante el mundo como Iglesia sacramento de salvación

para todos los hombres18.

El Concilio Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium Número 6, enseña que

Cristo el enviado del Padre, envía a su a vez a los Apóstoles, con el poder del Espíritu

Santo a anunciar el evangelio. Y que Cristo el hijo de Dios con su Pascua nos liberó del

poder del Demonio para conducir al hombre al reino del Padre, además a hacer presente

la obra de redención por la Eucaristía y los

sacramentos que son el centro de la Liturgia. “Desde el día de Pentecostés, la Iglesia nunca

ha dejado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual: leyendo en cuanto a Cristo se

refiere en las Sagradas Escrituras”19.


17
Ibid., p.431.
18
Ibid., p.431.
19
DOCUMENTOS DEL VATICANO II. Constitución Sacrosanctum Concilium. Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos, 1.978. p.140.
66

“Para realizar una obra tan grande Cristo está siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la

acción litúrgica... Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada

Escritura, es Él quien habla”20.

La Homilía, porque es acción litúrgica, es obra de Cristo y de la Iglesia que da culto a Dios

y santifica a los hombres. “En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de

Cristo Sacerdote y de su Cuerpo que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya

eficacia, con el mismo titulo y en el mismo grado, no la iguala a ninguna otra acción de la

Iglesia”21.

La Palabra de Dios dentro de la Liturgia es signo sacro, y también la Homilía entra a formar

parte de la realidad cultual litúrgica, como acción oficial de la Iglesia, en la que Cristo

habla, actúa, comunica la gracia, da gloria a Dios y santifica a los fieles.

4.3 LA HOMILÍA EN LA LITURGIA

“Se recomienda encarecidamente como parte de la misma Liturgia, la Homilía, en la cual se

expone durante el ciclo del año litúrgico a partir de los textos sagrados, los Misterios de la

fe y las normas de la vida cristiana. Más aún, en las misas que se celebran en los domingos

20
Ibid., p.141.
21
Ibid., p.155.
67

y fiestas de precepto con asistencia del pueblo, nunca se debe omitir si no es por causa

grave”22.

La Homilía como explicación de la Palabra de Dios y aplicación del hoy de la asamblea se

inserta en la Liturgia como parte especial, es acción sacramental que participa del

dinamismo y del poder de la Palabra de Dios. Ella anuncia el Misterio de Cristo, instruye

al pueblo del Señor, explica las Escrituras, es culto público y verdadero a la Santísima

Trinidad.

Cristo profeta está presente y habla a su Iglesia cuando es proclamada la Sagrada Escritura

en la acción litúrgica y cuando es explicada ; de ahí que cuando se ejerce el ministerio de la

Homilía el presidente presta su boca a Cristo para esta comunión.

La Homilía tiene prioridad entre las distintas formas de predicación, ella misma debe

evangelizar y catequizar como lo expresa la exhortación apostólica Anuncio

del Evangelio Hoy: “No es superfluo subrayar a continuación la importancia y necesidad de

la predicación: ´¿Pero cómo invocarán a Aquel en quien no han creído?, ¿Y cómo creerán

sin haber oído hablar de Él?, ¿Y cómo oirán si nadie les predica?. Luego la fe viene de la

audición, y la audición, por la palabra de Cristo` (Rm 10, 14.17). Sí, es siempre

indispensable la predicación y proclamación verbal del mensaje”23.

22
Ibid., p.155
23
PAULO VI. EXHORTACION APOSTÓLICA ANUNCIO DEL EVANGELIO HOY. Bogotá: Ediciones
Paulinas. 1993. p.37.
68

Es necesario el anuncio y la predicación del mensaje en forma explícita y verbal, a pesar de

que el hombre moderno se muestra cansado de escuchar y muchas veces inmune ante la

palabra; las ciencias psicológicas y sociológicas afirman que el hombre moderno ha

superado la civilización de la palabra para pasar a la cultura de la imagen.

Lo anterior debe animar para utilizar los medios que proporciona los adelantos actuales de

la comunicación y de la técnica en la transmisión del Evangelio.

La poca eficiencia de la locuacidad vacía y de los adelantos comunicacionales no debe

minusvalorar la eficiencia de la palabra, se debe confiar en ella, pues tiene en sí un gran

poder y con mayor razón cuando va acompañada de la gracia divina.

El anuncio del evangelio es realizado de diferentes formas que la creatividad debe

renovar y hacer más eficiente. La historia humana y los acontecimientos

cotidianos nos dan la oportunidad de un anuncio sencillo y actual que Dios comunica en

cada ocasión. Es, sí, necesario tener la capacidad de asombro, de apertura para descubrir

en la historia personal y social la voz de Dios.

El Concilio Vaticano II realzó el valor de la Liturgia de la palabra, reconociendo que la

Homilía sigue siendo un medio válido y apto para evangelizar. Se debe profundizar en el

conocimiento y práctica homilética para que ella sea más eficaz en la pastoral. Esto exige

creer en lo que se anuncia y realizar ese ministerio con dedicación y amor.


69

En la celebración de la Eucaristía la Homilía recibe una valor y un poder especiales para

evangelizar, pues en ella, el ministro expresa su fe como pregonero y testigo, llenando el

mensaje de entusiasmo y amor.

La asamblea congregada en torno a la celebración, con la presencia del Señor, como lo ha

prometido, se mantiene expectante de la predicación sencilla, clara, directa, acomodada a la

realidad y necesidades, con calidad profundamente evangélica, y fiel a la enseñanza de la

Iglesia, para alcanzar paz y unidad. Las comunidades se alimentarán por la Homilía

escuchada, especialmente cada domingo si está fundamentada en las cualidades enunciadas.

La Homilía de la Liturgia renovada tiene un puesto relevante en la celebración de los

sacramentos, en las paraliturgias y será un medio eficaz, privilegiado para anunciar y

explicar la Palabra de Dios.

La Homilía vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a su

perfeccionamiento natural; al mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor a emprender la

acción de gracias. En este sentido se puede decir que la pedagogía catequética encuentra, a su vez,

su fuente y plenitud en la Eucaristía, dentro del horizonte completo del año litúrgico. La

predicación centrada en los textos bíblicos, debe facilitar, entonces, a su manera, el que los fieles

se familiaricen con el conjunto de los Misterios de la fe y de las normas de la vida cristiana. Hay

que prestar una gran atención a la Homilía: ni demasiado larga, ni demasiado breve, siempre

cuidadosamente preparada, sustanciosa y adecuada, y reservada a los ministros autorizados. Esta

Homilía debe tener su puesto en toda Eucaristía dominical o festiva, y también en la celebración
70

de los bautismos, de las Liturgias penitenciales, de los matrimonios, de los funerales. Es éste uno

de los beneficios de la renovada Liturgia24.

La Homilía instruye en la integridad de las verdades de la fe, en la Historia de la Salvación

y en la aplicación al actuar cristiano de cada día.

Es muy importante que la Homilía relacione la Palabra con el Pan, el Evangelio con la

Eucaristía, la Celebración con la vida.

4.4 LA HOMILIA EN EL AÑO LITURGICO

A partir de las lecturas del texto sagrado, la Homilía expone los Misterios de la fe,

considerándose ella misma Liturgia de la Palabra, debe ella misma guardar una íntima

relación con el Misterio de la Redención que se actualiza y se celebra.

En el Leccionario se expone la Sagrada Escritura teniendo como centro el Evangelio en el

cual se relatan los hechos y las palabras salvadoras de Jesús en su vida histórica, cuyo

centro es la Pascua. Las lecturas bíblicas van iluminando la celebración del Misterio de

Cristo, esposo de la iglesia y su Salvador. En la celebración de este Misterio, desde la

Encarnación hasta pentecostés y la esperanza de la dichosa venida del Señor, la Pascua es el

centro. En la Liturgia de la Palabra, la Homilía hace parte especial de ella.

24
Juan Pablo II. Exhortación Apostólica CATECHESI TRADENDAE. Santafe de Bogotá: Ediciones Paulinas.
1993. p.65.
71

La Homilía en cada celebración aclara y expone los contenidos bíblicos como actualización

del Misterio de Cristo y la obra de la salvación. Inicia en la comprensión y vivencia de los

diferentes momentos de la vida de Cristo y su obra salvífica realizado cada vez que se

celebra el memorial del sacrificio del Señor. También lleva “a la contemplación del

Misterio de la Santísima Virgen María en quien la Iglesia admira y ensalza el fruto más

espléndido de la Redención, y de los santos en los que proclama el Misterio Pascual

cumplido en ellos”25.

En cada uno de los tiempos litúrgicos la Homilía celebra a Jesucristo en diversos aspectos,

pero siempre tendiendo hacia el acontecimiento central : La Pascua. El año litúrgico es

camino recorrido por la Homilía, para ayudar a la Iglesia en la vivencia de este itinerario

como historia de salvación en forma más explícita y consciente. La Homilía debe

iluminarse y nutrirse de la Pascua que en todos los tiempos litúrgicos se hace actual y

presente en la celebración. Con la fuerza del Espíritu ayudará a los fieles a vivir el año

litúrgico como tiempo de gracia y salvación.

4.5 LA HOMILIA EN LA PREDICACION.

La Evangelización o Kerigma es el primer anuncio de la Buena Nueva que provoca la

conversión y la fe y se dirige a los no creyentes y a los bautizados insuficientemente

evangelizados. La catequesis es la educación progresiva y ordenada de la fe en un proceso

dinámico, gradual y permanente que une al conocimiento de la Palabra de Dios la

celebración de la fe en los sacramentos.

25
Documentos del Vaticano II Op. Cit. p.167.
72

“Entre ellas la Homilía tiene un puesto relevante como forma de predicación y toma de la

catequesis una relación muy estrecha”26.

En la celebración de la Eucaristía se pone a disposición de los fieles la mesa de

la Palabra y el banquete de la Eucaristía, doble convite en el que el Señor dona el Pan de

vida y allí la predicación homilética tiene una importancia especial, pues realiza el nexo y

manifiesta la íntima unidad de la celebración.

El anuncio de la Pascua del Señor y la respuesta del pueblo que escucha se unen

inseparablemente con el Sacrificio de la Nueva Alianza en la actualización del Misterio de

la Redención.

Cuando la Homilía se alimenta de las lecturas bíblicas escuchadas es proclamación actual

de las maravillas de Dios en la Historia de la Salvación, cuyo centro es Cristo y su Misterio

Pascual presente y actuante en la Liturgia, especialmente en la Eucaristía, y allí la

predicación homilética hace más lúcido el nexo entre Palabra y rito, ya que los fieles

escuchando la Palabra, alimentándose de ella, guiados por la predicación son conducidos a

participar de los Misterios salvíficos activa y conscientemente.

La Homilía conduce a la comunidad celebrante desde la palabra anunciada, al sacramento

celebrado, que se hace presencia salvadora en la persona que se acerca dispuesta a

participar y aceptar estas gracias27.

26
Documentos del Vaticano II. CONSTITUCION DEI VERBUM. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
1978. p.130.
27
PARDO. Op. Cit. p.434.
73

La Palabra de Dios tiene una eficacia intrínseca; por la acción del Espíritu Santo realiza la

transformación de las personas. Aquí es necesario tener en cuenta que sólo Dios convierte

y la palabra humana llega hasta convencer, pero sólo Dios puede salvar. Sin embargo, el

Señor quiere la cooperación humana sabia, efectiva, entregada, con amor como lo hizo el

mismo Jesús, al servirse de unos cuantos panes y algunos peces, para alimentar a la

multitud; usó de un poco de barro para curar el ciego, así la Homilía ha de hacerse cada vez

más apta para transmitir el evangelio al hombre de hoy y con la gracia divina hacerle

descubrir los bienes eternos.

La presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo:

está de por medio el deber que le incumbe por mandato del Señor con vistas a que los hombres

crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser

reemplazado. No admite diferencia, ni sincretismos, ni acomodados. Representa la belleza de la

revelación. Lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí

mismo la fe, una fe que tiene su fundamento en la potencia de Dios. Es la verdad. Merece que el

Apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías, y que, si es necesario, le consagre su propia

vida28.

Se le puede aplicar al ministerio homilético, estas enseñanzas del Magisterio de la Iglesia,

sabiendo que participa de la Palabra de Dios, es Liturgia, es instrumento de Dios para la

28
PAULO VI. Op. Cit. p.7.
74

evangelización, es mandato de Cristo, es un deber de la Iglesia y de cada ministro; en esta

tarea ha de encontrar su alegría.

“En efecto, la Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de

doble filo, y penetra hasta donde se divide el alma y el espíritu, los huesos y los tuétanos,

haciendo un discernimiento de los deseos y pensamientos más íntimos” (He 4, 12).

La Palabra de Dios congrega a la comunidad litúrgica, es comunión verdadera entre Dios y

el hombre, en la celebración debe ser respondida con fe, y en la vida con el cumplimiento

de la voluntad del Señor. La predicación homilética es ayuda para la respuesta de fe al

Misterio celebrado e ilumina la fidelidad a la Palabra, como lo hizo la Virgen María al

escucharla y creerla.

La Homilía explica la Palabra de Dios para que el pueblo la comprenda y la practique con

amor. El ministro tiene la misión de explicar el mensaje, creando la disposición para que dé

fruto abundante. Explicar con sencillez, utilizando el lenguaje inteligible para el pueblo,

como lo hizo Jesús en sus parábolas29.

Los presbíteros, como cooperadores que son de los obispos, tienen por deber primero el de

anunciar a todos el Evangelio de Dios, de forma que, cumpliendo el mandato del Señor ‘Id al

mundo entero y anunciad el Evangelio a toda criatura’ (Mc 16,15), formen y acrecienten al pueblo

de Dios. Porque por la palabra de la salvación se suscita en el corazón de los fieles la fe, por la

29
PARDO. Op. Cit. p.436.
75

que empieza y se acrecienta la congregación de los fieles. A todos, pues, se deben los presbíteros

para comunicarles la verdad del Evangelio de que gozan en el Señor30.

La Homilía es un servicio al pueblo de Dios para instruir en el mensaje de la palabra

aplicada hoy, ya que Dios cuestiona y llama a la conversión y comunión con El. Tiene pues

la misión de iluminar la vida, los éxitos, problemas y logros a la luz del mensaje divino que

con el compromiso y acción de cada uno ha de expresar la respuesta.

La cooperación del ministro ha de estar inspirada por la acción del Espíritu, para que el

mensaje en el hoy de los que escuchan penetre a la vida y no quede sólo en la mente,

conduciendo a una respuesta eficaz. El predicador deberá entender que su acción tendrá

crecimiento y fruto con la acción de Dios.

5. LOS ELEMENTOS DE LA HOMILÍA

30
Documentos del Vaticano II. DECRETO PRESBYTERORUM ORDINIS. Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos. 1978. p.347.
76

La Homilía como aplicación de la Palabra de Dios a las necesidades, expectativas y a la

historia de los oyentes y también a la celebración. Se puede resumir en tres elementos los

contenidos de una Homilía:

a) Elemento exegético, que es la interpretación de la Palabra de Dios propuesta en las

lecturas bíblicas y en la Liturgia.

b) Elemento vital, lleva a que el mensaje proclamado sea creído y aplicado a la vida.

c) Elemento litúrgico, aplica el mensaje a la celebración ritual y a la asamblea que celebra.

5.1 ELEMENTO EXEGETICO DE LA HOMILIA

La Homilía es una explicación de algún aspecto de la Liturgia del día basándose en algún tema de

las lecturas bíblicas, o de otro texto del propio de la misa o, incluso, del Ordinario, teniendo en

cuenta el Misterio que se celebra y las necesidades de los oyentes. Por tanto, en principio, las

fuentes de la Homilía son todos los textos de la sagrada Liturgia. Sin embargo, la especial

vinculación que la Homilía tiene con la Palabra de Dios, de cuya Liturgia forma parte, hace que la

primacía de lo que es necesario comentar la tengan las lecturas que se han proclamado. La Homilía

ha de tratar preferentemente del contenido bíblico del Leccionario del día, conforme a la unidad

sintética que brota del Misterio de Cristo y une en sí las dos Alianzas. Evangelio, Antiguo

Testamento y Apóstol tienen que ser contemplados en su armonía de composición y en su eficacia

fundamental, actualizada hoy para nosotros en la Iglesia y en la Liturgia31.

31
PARDO. Op. Cit. p.439.
77

La Homilía tiene por fin iluminar la vida de los fieles con la luz de la Palabra de Dios

celebrada en la Liturgia, no se trata de expresar conocimientos científicos de alta teología.

Pero el que hace la predicación de la Homilía debe tener los conocimientos exegéticos

necesarios y saber el mensaje que quiere transmitir, para que los oyentes entiendan el

sentido profundo del mensaje.

“En teología se entiende por exégesis el arte y la ciencia de encontrar y proponer el sentido

verdadero de un texto escriturístico. El fin supremo de la exégesis es hacer brillar, a través

de las palabras humanas, la plenitud de la luz y del pensamiento divino o plan histórico de

salvación”32.

Para una buena Homilía es necesario aplicar la exégesis para que el mensaje sea aplicado a

todos los tiempos y principalmente para la asamblea que está reunida

en la celebración. Al preparar la Homilía se debe tener presente : ¿Qué quiere decir el

Señor hoy a través de estos textos que se meditan?.

Debe tenerse una buena comprensión de los textos leídos, de las palabras y conceptos que

contienen. Es conveniente tener una buena traducción de la Biblia. Poseer explicaciones del

vocabulario y diccionarios bíblicos para poder desentrañar el verdadero sentido de los

textos.

32
DELC. Op. Cit. p.19.
78

La preparación de la Homilía pide una fidelidad especial al que ha de distribuir el pan de la

palabra como buen administrador de los Misterios de Dios. Esta fidelidad consiste en acercarse a

la Sagrada Escritura para comprenderla, y explicarla de acuerdo con el modo propio que tiene la

Liturgia de leer la Palabra de Dios. Cuando la Iglesia ha organizado su Leccionario en torno a los

hechos y dichos del Señor en el Evangelio, es evidente que quiere proponer una claves de

interpretación de la Escritura, de cara a la Liturgia, esencialmente cristológicas y Pascuales, dicho

de otro modo, está refiriendo a Cristo y a su Misterio Pascual todos los contenidos de las lecturas

bíblicas, a la manera de como lo hacía el propio Señor cuando citaba las palabras del texto sagrado

aplicándolas a su persona y a su obra de salvación. Los autores del Nuevo Testamento hicieron lo

mismo también en cuanto evangelizadores y ministros de la palabra que no sólo explicaron las

Escrituras, sino que celebraron su cumplimiento en Cristo en la Liturgia33.

Por eso, será necesario un conocimiento más profundo de los libros sagrados y de la historia de la

salvación, no sólo como ciencia exegética, sino como saber vivo y

sintético apoyado en la tradición litúrgica. El que prepara la Homilía no podrá ignorar la

aportación de los estudios bíblicos, para lo que deberá tener a mano un buen comentario de la

Escritura, pero su tarea principal consiste en contribuir a que los oyentes escuchen verdaderamente

a Dios que habla y celebren y asimilen como creyentes la palabra divina. Los santos Padres nos

han dejado ejemplo de ello. De ahí que su estudio sea indispensable para comprender

profundamente la Escritura y alimentar con ella a los fieles34.

Se debe conocer el contexto en que está la lectura, en el capítulo, el libro, Testamento, y en

toda la Escritura; en qué situación sucedió el hecho, el milagro, la parábola; conocer el

estilo del libro, el género literario en que fue escrito, los destinatarios, los textos paralelos.

33
PARDO. Op. Cit. p.439.
34
Ibid., p.439.
79

Discernir el género literario, la época en que fue escrito el texto, el mensaje que quiere dar.

La exégesis es más que interpretar lo que está escrito, para no caer en la interpretación

fundamentalista.

Descubrir lo que Dios quiere decir hoy por medio del autor sagrado, lo que quería decir al

escribir en su época y lo que quiere decir para hoy a través de la palabra oral o escrita, o a

través del acontecimiento narrado. Aunque la circunstancia está narrada en una época

lejana en el tiempo, el mensaje y el hecho siguen siendo actuales y ejemplares para el

oyente.

Así la Biblia no será una historia del pasado, sino que los pasajes bíblicos, la historia de

Jesús son mensaje para su tiempo y son palabra viva para los participantes. Por ejemplo la

Navidad fue un hecho histórico que ocurrió hace ya muchos siglos y tuvo su significado

para los pastores, para los magos. El hecho histórico no se repite, pero tiene un nuevo

mensaje de alegría para el cristiano hoy. El nacimiento de Jesús hace descubrir los falsos

Mesías de la actualidad.

En el fondo de la letra y de la realidad histórica hay un mensaje y una historia de salvación

realizada en Jesucristo. Un mensaje real. El mensaje y la historia deben estar en

concordancia de algún aspecto y se debe estar atentos en el descubrimiento de esa realidad.

Mirar el mensaje que trae el texto en un clima de meditación, de fe, de oración ante la

Palabra. El predicador debe estar en sintonía con el autor.


80

Se debe pensar en el oyente de la palabra, a quien va dirigido el mensaje de la Homilía y

reflexionar qué aplicación se le puede dar al texto, descubriendo las limitaciones que

oscurecen y hacen difícil la comprensión; desentrañando lo que el oyente no puede

entender, para explicarlo mejor, utilizando la palabra y las formas más adecuadas en esta

tarea.

Es importante tener ideas originales en la predicación de la Homilía, pero para enriquecer el

contenido y las ideas se debe recurrir a la ayuda de comentarios exegéticos, libros de

preparación homilética.

Se debe descubrir el mensaje principal, y los mensaje circundantes, es decir, formar una

escala de valores en las ideas, el mensaje principal y los mensajes que enriquecen el texto y

pueden dar distintos matices a las Homilías, partiendo de un tema, un pasaje, un versículo,

etc.

“Lo principal es el espíritu y no la letra; lo esencial es la interpretación del mensaje central:

Qué quiere decir el texto y qué quiere decir el Espíritu Santo a través de la palabra. Si el

predicador entiende lo que quiere expresar, quizá pueda decirlo mejor para aplicarlo a la

vida de los oyentes y convertirlo en predicación”35.

Desde los comienzos de la reforma litúrgica, cuando la Homilía se hizo obligatoria, han

proliferado por todas partes publicaciones en forma de libro unas, de aparición periódica las más,

que han pretendido facilitar a los ministros de la palabra el desempeño de su

35
DELC. Op. Cit. p. 19.
81

tarea.

Estas publicaciones, cuando proponen de manera positiva y clara el comentario bíblico

conforme a una exégesis seria y respetuosa con la unidad de toda la Sagrada Escritura, prestan una

buen ayuda en la preparación de la Homilía. Lo mismo ocurre cuando en las aplicaciones a la

vida mantienen una línea de fidelidad respetuosa al

Magisterio de la Iglesia, que está también al servicio de la Palabra de Dios y es su intérprete

autorizado36.

La utilización de estos materiales no debe impedir una preparación cuidadosa de la

Homilía, atenta a la situación concreta de sus destinatarios, aspecto que nunca podrá suplir

ni el mejor de los guiones o esquemas de predicación.

Estos deben en cierto modo, educar o ayudar, no suplantar una tarea que forzosamente ha de ser

realizada por el propio ministro de la Homilía. En este sentido, buscando una mejor preparación,

sería muy loable que, donde sea posible, los presbíteros compartiesen esta tarea incluso con el

concurso de otros miembros de la comunidad cristiana, pero asumiendo siempre cada uno la

propia responsabilidad ministerial de partir en pan de la palabra divina a su pueblo37.

5.2 ELEMENTO VITAL DE LA HOMILIA: APLICACIÓN DE LA PALABRA AL

HOY Y AQUÍ

La Homilía es un servicio a la palabra, a la comunidad celebrante y a la

36
Ibid., p. 23.
37
PARDO. Op. Cit. p.441.
82

celebración completa de la Liturgia. Es una prolongación de las lecturas bíblicas.

Este servicio debe realizarlo el predicador en medio de la comunidad con

humildad; no es la palabra humana la que se debe transmitir sino la propuesta de

la Palabra viva de Dios en obediencia, seguimiento, aceptación. Tanto el

predicador como la asamblea se ponen a la escucha de la Palabra como discípulos y

creyentes ante Dios el Eterno Maestro.

El servicio de la Homilía completa la proclamación de la Palabra de Dios haciéndola más

inteligible al pueblo, como aplicación a su hoy. Para este entendimiento la asamblea debe

recibir la ayuda de la predicación.

Jesús, “después de haber leído el pasaje, enrolló el volumen y empezó a hablarles: Hoy, en

vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje”.(Lc 4, 20).

Se llega así al campo profético de la Homilía : descubrir provechosamente para todos el

mensaje actual de la palabra, aplicación presente a la vida. La historia de la salvación sigue

presente y la palabra de Cristo continua invitando al hombre de hoy. Por eso es necesario

descubrir esta realidad, la Homilía es una ayuda. Colaborar para que las aspiraciones, los

gozos, las angustias de la palabra, iluminen la realidad vital a la luz de la revelación

recibida y aceptada.

El ministerio del predicador alcanzará sus aspiraciones cuando la palabra salvadora resuena

para dar alegría y conversión. Dios es quien habla y su palabra no puede quedarse sorda y

vacía.
83

Para una eficaz aplicación a la vida, el predicador debe conocer a la asamblea, saber de la

comunidad celebrante con él; meditar el mensaje, qué aspectos interrogan hoy a los

creyentes; serán preguntas un poco diferentes a las de otras épocas en el mismo sitio, y

varían de acuerdo a la comunidad celebrante (juventud, niñez, padres de familia, religiosas,

etc.).

La Homilía no debe tener una mentalidad moralizante, sino que ha de iluminar con la

palabra la mente, los grandes interrogantes humanos, el destino temporal y trascendente,

nuestra historia personal y social. Puede ser un anuncio gozoso más de fe que de moral.

Es muy loable la profundización del mensaje, que no se quede en lo superficial ni en las

aplicaciones incoherentes, sino en la intención verdadera del texto y en el mensaje para las

actitudes, juicios y decisiones. El mensaje proclamado debe ser creído y aplicado a la vida,

llevado a las circunstancias concretas de la vida, como verdad del Evangelio.

Mostrar qué dice la palabra al hombre hoy, en su vida, en el camino de conversión.

Iluminación de las necesidades comunitarias para que se miren en la palabra, la acepten, la

acojan, la participen para que no quede baldía. Ante todo esta palabra debe estar

acompañada por la acción del Espíritu que actúa en la asamblea y realiza el cambio y la

respuesta.
84

“La Homilía debe iluminar los problemas mundiales, los deseos y preocupaciones de los

distintos grupos y estados de vida del hombre actual; el presente de la Iglesia Universal,

particular o local, las situaciones del país, de la vida personal, familiar y social”38.

La Palabra de Dios ilumina la vida, no con un mensaje abstracto sino en un clima de

agradecimiento, de libertad ante el pecado, servidores del Espíritu, hijos de Dios. La

palabra de hoy sigue iluminando, interpelando, juzgando los corazones ante el evangelio,

enseñando lo que es ser hoy, aquí, cristiano. Se ha de presentar la propuesta del evangelio

como vocación a la vida de hijos y no de esclavos; no la sola ley sino el descubrimiento del

Padre, cuyo amor se ha manifestado en Cristo.

La palabra utiliza el ministerio del homileta para transmitir el juicio y la alegría a los

individuos y a la Sociedad; es crítica ante los males sociales y eclesiales.

El predicador debe tener como único criterio, la palabra revelada, sin convertirla en teoría

ni en seguimiento de sus pareceres, ni a lo que agrada a los gustos populares aunque

pudiera parecer atractivo y conquistas adeptos personales.

Estaría bien el presentar el paralelismo de las situaciones bíblicas y las que

ofrece la sociedad moderna para iluminarla, como son el fariseismo, el culto

vacío, el peligro del poder, del tener, de la sensualidad, el legalismo, la

desconexión del culto con la vida. “El hombre es pecador desde el principio y

38
PHASE LA HOMILÍA HOY. Barcelona: Centro Pastoral de Liturgia. 1.976. p. 17.
85

Dios sigue su juicio en todo los tiempos. La Homilía debe dar una autocrítica sincera, sana

y respetuosa. Los textos deben abarcar todos los tiempos con su mensaje”39.

5.3 LA HOMILÍA ES PASO DE LA PALABRA AL RITO

La Homilía es parte de la celebración litúrgica, por lo tanto es elemento ritual o

celebracional en la reunión de los fieles, para dar culto a Dios y mayor sentido a la

celebración explicándola. La Homilía es servidora de la Liturgia, ella no es la parte

principal de la Palabra, ni de la acción cultual, por lo tanto, se debe considerar que toda la

celebración ha de revestir una solemnidad especial, un gran respeto y destinarle el tiempo

necesario.

Toda la Liturgia debe tener un ambiente grandioso y todas las partes deben prepararse bien

como la Homilía, con diligencia dándole realce, creatividad, variedad, belleza. No se puede

relegar lo más importante de la celebración litúrgica a un segundo plano y esto hará que la

misma Homilía sea más eficaz y con mayor razón si ella colabora para catequizar el sentido

del rito, el Misterio celebrado, la actualización; la misma celebración hará comprender la

unidad y grandeza de toda la Liturgia celebrada. El rito entero ha de estar pleno de

sentimiento, simbolismo y acción.

La Homilía debe conducir a la celebración de los Misterios de la fe: Sacrificio Eucarístico,

sacramentos, desde la palabra acogida hasta la acción sacramental, signo y cumplimiento de

la palabra hoy en la asamblea celebrante.

39
DELC. Op. Cit. p.26.
86

Esta función recibe el nombre de paso al rito. Paso de lo proclamado al cumplimiento,

actualización por la Liturgia, la profecía se cumple en el sacramento. La palabra y el rito no se

contrapone sino que se complementa para llevar a la fe. Son dos momentos de una misma

celebración y acontecimiento salvífico. Lo que anuncia la palabra, el rito lo realiza. Se puede

decir que el rito es palabra, la palabra es rito, anuncio.

Además de servir de lazo de unión entre la palabra y la vida, la Homilía cumple otra función

dentro de la celebración litúrgica : la mistagógica, o sea, la de conducir a la comunidad, desde la

palabra escuchada y acogida al sacramento como signo de la fe, como cumplimiento hoy y aquí

entre nosotros de esta palabra eterna, eficaz40.

La palabra tiene por tarea anunciar los acontecimientos salvadores de la historia santa, el

rito litúrgico realiza y hace presentes hoy esos acontecimientos salvíficos para bien del

hombre que se lucra por la gracia. Por ejemplo, la palabra proclama la intervención de

Dios salvando al pueblo por medio del agua, el paso del pueblo por las aguas del Mar

Rojo y llega a la libertad del desierto, mientras que el

ejercito del Faraón queda sumergido en las aguas desbordadas; luego el rito

realiza el acto sacramental en la fe suscitada por el sacramento del bautismo. La Palabra de

Dios proclama la llamada de Dios a la conversión para mover al

oyente a la penitencia, luego la gracia se hace presente en la gracia del sacramento de la

reconciliación.

40
PHASE. Op. Cit. p.19.
87

Hay una unidad íntima entre la celebración de la palabra y del sacramento. Se realiza un

encuentro con Cristo en distintos momentos: En la palabra dicha por el Padre en la Liturgia

de la palabra, y después en las especies de pan y de vino (Eucaristía), en la reconciliación

que es un encuentro personal con el perdón y la misericordia divina (Penitencia). Y

muchos otros momentos.

La Liturgia es realización sacramental en el presente de la salvación de Dios proclamada

en las lecturas y hecha realidad en la comunidad. “La tarea de la predicación homilética, es

convertirse en nexo, que explique a los creyentes esta íntima unidad de palabra y rito,

celebración y salvación, para un conocimiento y profundización de las realidades que se

operan en la entera celebración”41.

La relación entre palabra y rito puede ser más fácil de entender cuando se trata de la

celebración de un sacramento como el bautismo, el matrimonio, la reconciliación, la unción

de los enfermos, el orden sagrado, porque la referencia de las lecturas es muy directa al

Misterio sacramental que va a celebrar.

En la celebración de la Eucaristía hay un aspecto mucho más difícil, debido a la variedad de

las lecturas, que en muchas ocasiones no se refiere a la celebración del Misterio

Eucarístico. En cuanto a la celebración eucarística es muy rica en el contenido teológico y

actualización sacramental de la historia de la salvación, que se hace presente, regalo de

Cristo servidor de todos, su Pascua hoy para bien de la Iglesia como nuevo pueblo de Dios;

a la comunidad de creyentes reunidos como nuevo Israel camino a la PATRIA; con la

41
Op. Cit., p.20.
88

nueva ley del amor, la nueva Pascua del cordero de Dios que quita los pecados del mundo:

Pan de vida, Cuerpo y Sangre del Señor.

El Pan sacramental en el contexto de Acción de Gracias (Eucaristía), con la presencia del

Espíritu Santo que santifica los dones para la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y

la Sangre de Jesucristo. La fe está puesta en la salvación definitiva, escatológica, una

vocación de Dios a cada uno que debe ser respondida con generosidad de vida en

obediencia y rectitud.

Estas características se encuentran al reflexionar la palabra en la celebración litúrgica. La

Homilía preparada con esmero encontrará enlace entre el anuncio desde la historia de la

salvación en el Antiguo Testamento y en la Nueva Alianza, con la celebración litúrgica de

la Iglesia, es la actualización salvadora, que realiza el cumplimiento de lo anunciado.

La palabra tiene un eco diferente según se trate de un tiempo Pascual, cuaresmal, la

Liturgia de tiempo ordinario, o del adviento, de navidad; según sea un sacramento, o la

fiesta de la Santísima Virgen María, o de un Santo, de acuerdo

al tiempo y al año o la fiesta en que se proclama. Precisamente porque no es un sólo texto,

una página de un libro sagrado, sino la Palabra viva, acontecimiento siempre nuevo, de un

Dios que se dirige hoy a su comunidad.

El texto bíblico adquiere un sentido litúrgico especial, a veces no con el mismo contexto

original. Una lectura del Cantar de los Cantares, tiene un sentido en la exégesis directa del

pasaje, pero si se proclama en una fiesta Mariana es diferente y lo será también en una
89

celebración cristocéntrica, como diferente será en la celebración del matrimonio, se prestará

a una interpretación especial en cada caso para la predicación y en la lectura continua

tendrá otras aplicaciones.

Igual podrá suceder en las lecturas del pasaje de los discípulos de Emaús en la celebración

del tiempo Pascual, que en una celebración en honor de la Eucaristía, o en una exequias que

mueven a la fe en la resurrección del Señor o en una lectura de catequesis.

La predicación debe llevar a los escuchas hacia la celebración del rito eucarístico y además

a una proyección extralitúrgica, para dar testimonio y anunciar al mundo las maravillas de

Dios. La reflexión debió llevar a la práxis de una verdadera vida cristiana, como fruto de la

invitación o amonestación del predicador cumpliendo la misión y para que la comunidad la

realice como tarea en el mundo. Todos, después de la celebración litúrgica deben

compartir el mensaje recibido en las

más variadas circunstancias como el trabajo, la familia, la diversión, las amistades y en

otras distintas ocasiones en que deben ser signo de salvación.

La predicación escuchada debe acompañar al cristiano en la vida diaria, con la fuerza de la

Palabra de Dios para actuar mientras se va de camino y se puede merecer, porque terminada

la jornada de esta vida, ya no es posible actuar con méritos para alcanzar la vida eterna. La

palabra recibida debe ser compartida.


90

La samaritana, en el pozo de Jacob, escuchó a Cristo que le habló del Agua viva, y ella

corrió a la ciudad a proclamar la persona de Cristo y lo que él le había dicho (Cfr. Jn 4); esa

misma actitud ha de tener el cristiano después de haber recibido en las lecturas y en la

Homilía el mensaje de la Palabra de Dios.

La Homilía debe ser una instrucción que se dirija a iluminar, a ahondar, fortalecer la fe de

los oyentes, mediante la elección de un tema central sugerido por las lecturas, o por la

celebración litúrgica o el contexto que se celebra la Liturgia como puede ser una fiesta, un

sacramento u otra circunstancia. La palabra no sólo enseña sino que hace presente lo que

anuncia. Es Cristo quien habla hoy, quien actualiza su Misterio Pascual. Los oyentes son

invitados a participar en el presente el fruto de la redención. La obra salvadora de Cristo es

anunciada hoy por la palabra y es actualizada por el rito litúrgico.

La Homilía en este contexto es celebración litúrgica real. Lo que la palabra enseña, se

realiza, se hace presente. La Homilía explica el sentido de la celebración litúrgica y el

Misterio celebrado; debe desvelar lo más posible el Misterio escondido para que el

encuentro sea cada vez más consciente y conduzca a una participación más personal con

Cristo y su salvación.

La Homilía debe mover la fe de los oyentes para una decisión adulta ante Dios, para una

integración más fuerte a la comunidad, como respuesta sincera y comprometida ante Cristo

que habla e invita en la predicación.


91

La Homilía debe instruir y ser una respuesta al llamado que el Maestro hace por este medio

o instrumento. Es necesario hacer un alto, escuchar, orar, decidir, para de ahí pasar a

misionar. Ante la palabra se realiza un juicio: Ante Cristo y su palabra el hombre decide su

destino; si le escucha, le acepta, le sigue, el juicio será de salvación; si le desprecia y no

escucha su voz, el juicio será de perdición. La vida es el tiempo de la gracia, por eso se

debe permitir que esa gracia realice su acción llenando con su palabra los corazones,

transformando, llevando a un compromiso de fe.

“El que prepara o pronuncia la Homilía ha de tener presente que su predicación no puede

limitarse a explicar el texto o los textos proclamados anteriormente, ni siquiera hacer un

entronque con la vida, y ello porque la palabra se aplica a la celebración sacramental” 42.

Se debe reconocer que la acción litúrgica es palabra y acción presente de Dios, es

actualización de la Alianza y el pueblo responde con su participación gozosa en la fe, las

oraciones y demás actuaciones.

La Homilía tiene una importancia especial en la celebración litúrgica, especialmente en la

Eucaristía, ya que entre la Liturgia de la palabra y la Liturgia ritual, la Homilía tiene la

misión de hacer la conexión para mostrar la íntima unidad entre los dos aspectos de una

misma celebración: Palabra y Rito.

En la Eucaristía hay la doble mesa del Señor Pan de vida. En la primera parte el pan de la

palabra es servido abundantemente y la Homilía debe enriquecerlo con el buen sabor de la

42
DELC. Op. Cit. p.29.
92

fe, el entusiasmo, la preparación responsable, el testimonio del predicador y las demás

cualidades que le deben añadir. La Homilía debe ayudar anunciar más vivamente la Pascua

del Señor, para que el pueblo en su escucha, haga un compromiso y respuesta de fe, se

inserte en la celebración como sacrificio en unión con Cristo que ofrece la sangre de la

Nueva Alianza.

La conexión entre la palabra y el rito aparece más nítido cuando en la predicación se

alimenta de las lecturas de la palabra proclamada que viene a ser continuación de la

proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación, que son

explicadas y proclamadas por el predicador en la Homilía.

La predicación homilética debe hacer comprensible esta unión inseparable entre la Liturgia

de la palabra y la Liturgia de la Eucaristía, resaltando que Cristo y su Misterio Pascual es el

centro, que se hace actual y operante especialmente en la Eucaristía.


93

6. OTROS ASPECTOS DE LA HOMILÍA

6.1 PREPARACIÓN DE LA HOMILÍA

La predicación litúrgica exige una preparación consciente que debe partir de la misma

formación bíblica, teológica, al igual que de la fe y de la oración. La preparación debe

tener en el tiempo las características de remota, próxima e inmediata.

Se debe profundizar cada vez más en el conocimiento de los distintos acontecimientos del

mundo, al igual que del Magisterio de la Iglesia, la doctrina de los santos Padres, los

estudios exegéticos y profundización de la Sagrada Escritura; tener en lo posible una buena

actualización teológica y pastoral.

La preparación de la Homilía empieza mucho antes de ser pronunciada en un clima de

reflexión, estudio, oración. No se debe esperar hasta la última hora para empezar a

preparar. Las predicaciones memorables, conmovedoras y famosas, no son fruto de


94

inspiración momentánea. Las buenas predicaciones son fruto de un trabajo consciente y

responsable; trabajo constante, meditación asidua. Se deben leer y meditar los textos

durante el tiempo precedente, aprovechar los tiempos disponibles en la tarea de consultar

buenas guías exegéticas, los libros litúrgicos, aclarar conceptos dudosos. Se debe proponer

siempre el compromiso de preparar con anticipación; si no se prepara, no debería lanzarse a

ejercer esa tarea y ministerio tan sagrado.

Si se escribe la Homilía debe hacerlo con un lenguaje que pueda hablarlo, porque hay

escritos con vocabulario muy adecuado y ordenado como obra literaria, pero que no es apto

para pronunciarlo. Si se escribe en el texto un lenguaje hablado, lo podrá comunicar

también en forma de conversación. Se debe escribir el texto para hablarlo, con frases

cortas, en voz activa, utilizando la primera persona del singular y del plural a modo de

diálogo. Debe escribir la Homilía en la forma que dialogaría con un grupo o con una

persona.

En lo posible se deben resaltar los conceptos con ejemplos, hechos, datos, evidencias, a

semejanza de Jesús en el evangelio.

El presidente, con la Homilía, lleva a los fieles a una comprensión alegre de la Palabra de

Dios, abre la vida de los oyentes al agradecimiento por la obra de Dios; nutre la fe de los

presentes en la Palabra-Sacramento por obra del Espíritu Santo, preparando una provechosa

comunión invitando al compromiso ante las exigencias de la vida cristiana. Los fieles no

son receptores pasivos de la palabra sino que motivan una actividad interior con la ayuda

del Espíritu Santo.


95

En la Misa con niños es permitido que una persona adulta, después del Evangelio, les dirija

la palabra, especialmente si el sacerdote no tiene la pedagogía para ajustarse a la

mentalidad de los pequeños oyentes. Es la oportunidad para capacitar algunos maestros en

esta tarea, y puedan ejercer este ministerio en la Liturgia con los niños.

Antes de escribir o presentar el mensaje, debe meditarlo en clima de oración. Decir, tal vez

las mismas cosas pero en una forma que no lo haya dicho otro, en forma novedosa.

En la tarea de la preparación, se debe aprovechar el tiempo con responsabilidad empezar la

preparación con suficiente anticipación; tener apuntes de las Homilías que hace cada día y

así tendrá un material fácil de abordar a la hora de preparar, y si dispone de poco tiempo

puede actualizar y completar el material que tiene elaborado y le será de gran utilidad.

Debe tener a mano en qué anotar los pensamientos, citas, los hechos, los ejemplos, las ideas

que le pueden ayudar en un momento dado a una mejor preparación de la predicación y

darle un mejor contenido para que con la ayuda del Espíritu Santo se logre un buen éxito.

Ya en la preparación próxima puede presentarse el tema en tres partes: Introducción,

Cuerpo o contenido y Conclusión.

Elegir el tema, los puntos, las ideas sugeridas por la exégesis, la Liturgia y la vida; no se

trata de saber si todo será expuesto. Antes de preguntarse el cómo expondrá, el contenido,

la forma de la predicación, debe tener claras las ideas que va a decir, para no presentarse

como un principiante. Debe tener algo concreto para decirlo con autoridad. El que divaga
96

sin una idea concreta aburre aunque diga palabras hermosas. Es muy necesario preparar

una forma elegante43.

En la Homilía no se deben usar palabras de difícil pronunciación, no es conveniente acudir

a términos complicados. Utilizar un lenguaje sencillo, directo, evitando términos de jergas

o sin significado para la ocasión o confusos.

Tampoco debe utilizar un lenguaje muy florido que puede restar gusto y elegancia al

contenido. El lenguaje de la predicación debe ser fácil de comprender.

En lo referente a la presentación es muy importante llegar a un punto sugestivo que

estructure y aglutine centrando la exposición. Puede ser:

Una palabra: “Generosidad”. En la ofrenda a Dios del pasaje de la viuda; no dio mucho,

sólo un poco, pero fue una donación de todo; el todo frente a una parte o a lo que sobra, don

total.

Un ejemplo: la gratitud de tantas personas hacia los trabajadores que se preocupan por su

bienestar, en la lectura del Buen Samaritano.

Una frase: “Quédate con nosotros Señor”. “Le reconocieron al partir el pan”.

“Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón”.

43
DELC. Op. Cit., p. 39.
97

Una pregunta lanzada a los oyentes: “¿Qué quiso hacer Zaqueo al subirse a un árbol? “,

principalmente en la celebración con niños.

Un interrogante que no es para responderlo: “¿Tememos a la cruz?, ¿Qué es llevar la

cruz?”.

Una preocupación del predicador, real, sin exageraciones: “Me pregunto, ¿hay respeto por

la vida en esta situación de odio y venganza?”.

“Cuando toma uno de estos puntos, se debe continuar en él con coherencia, haciéndolo

central, sin salirse del tema. Además de los puntos enunciados se pueden encontrar

otros”44.

Hacer una recopilación, ojalá escrita de las reflexiones, textos, pasajes, ejemplos, para

elegir unos tres puntos más importantes que resuman el tema examinando la lógica de los

pensamientos, para desarrollar cada idea a partir de un diseño adecuado.

Tomar una de las tres lecturas como referencia para la predicación, aunque se deben

mencionar las demás sin comentarlas. Generalmente se toma el evangelio pero se puede

también elegir como centro la lectura apostólica y en este caso debería hacerse un plan para

varios domingos sobre la lectura continua del Apóstol, lo que es muy conveniente cuando

la asamblea es regularmente la misma y el mismo celebrante.

44
Ibid., p. 34.
98

“Cuando no se prepara y se acude a lo más simple aduciendo falta de tiempo, las ideas

serán siempre las mismas, sin novedad, aburridoras para los oyentes. Las asambleas están

hambrientas por la palabra y tienen mucha capacidad de asimilación, con tal que

preparemos bien el alimento espiritual de la palabra, sin provocarles malestar”45.

Buscar los temas más adecuados, aplicables a la realidad y actualidad de los oyentes; lo que

desean y necesitan, con palabras significativas, conceptos que integren las ideas con la

realidad. Es preciso pensar en los asistentes, qué motivó la congregación, la forma de

llegarles, de hacerse entender, analizando bien los temas, pensamientos novedosos, algo

que valga la pena decirlo. Frases bien construidas que inciten a la acción, que en ella se

pueda descubrir un buen propósito, ojalá con ejemplos que ilustren las ideas.

“Al hacer la exégesis son varios los temas, ideas, mensajes que se sugieren, pero sólo se

debe elegir un tema, uno solamente. Ese tema debe tratarse sin salirse de él. Los oyentes

no están dispuestos a recibir sino sólo tema y más de uno complica indebidamente”46.

Elegido y desarrollado el tema, se escoge una aplicación a la vida, una aplicación a la

celebración y una referencia al Misterio. Por ejemplo el pasaje de Emaús en la celebración

de la Eucaristía, los puntos serían: Cristo acompañó a sus discípulos en su caminar, Cristo

les enseñó las Escrituras, y Cristo está presente con nosotros ahora en la palabra, en la

celebración y en la vida. Ahí tenemos el cuerpo de la Homilía. Ahora hay que llenarla de

contenido y de vida.

45
Ibid., p. 33.
46
Ibid., p.34.
99

Hacer un buen uso del idioma con palabras sencillas, fáciles de comprender, convendría

explicar un poco los términos que el común de los oyentes no entiende. Las palabras de

fácil comprensión se retienen con más tiempo.

Al comenzar la Homilía, no hacerlo con palabras o frases usuales, e invariables, sino ojalá

sea una frase impredecible para los oyentes, un ejemplo, una cita; al terminar la predicación

que la conclusión resuma lo dicho con gran significado y también se puede terminar con

algún ejemplo, o una cita.

Es de gran utilidad llevar una ficha con el esquema general que contenga los puntos en que

se va a desarrollar el tema. Es una ayuda para recordar lo que se va a decir, y para tener

ideas claras, para no perderse y decir tal vez lo que no conviene. El esquema debe ser

legible a primera vista y en lenguaje sencillo.

Escribir un sermón, si no lo va a leer, es desaconsejable en la mayoría de los casos, no es

práctico y es poco eficaz. Lo que es escrito como un esquema sencillo y hecho por el

mismo predicador tiene gran utilidad en ese momento de la Liturgia. Lo escrito por otro,

no tiene la fuerza y la convicción de lo que uno realiza y se apropia para comunicarlo.

La preparación de la Homilía debe llevar a caminos y métodos que conduzcan a

una práxis concreta, aplicaciones que orienten la preparación y su ejecución. El ministerio

de la predicación tiene valor y eficacia que le vienen del Misterio

Fontal, Dios y de la eficacia de la celebración Litúrgica, pero el sujeto humano


100

debe colaborar para que esa gracia sea apropiada en el predicador y en el escucha: El

primero preparando desde la Palabra, el rito, la vida, las realidades, propósitos y

convicciones; el segundo con la participación activa, atenta y consciente en escucha de

la palabra en el contexto de toda la celebración

litúrgica. Esto no se logra sino tomando la pastoral de la palabra y de la Homilía

con perseverancia, continuo trabajo en la preparación, para que no se convierta en rutina en

el oyente y una predicación desgastada en el ministro para que vaya realizando día a día la

obra del crecimiento en la fe y la iluminación de la esperanza.

Es muy deseable que la elección y preparación del tema se haga en equipo de los

sacerdotes que trabajan en determinado lugar, además con la compañía de los ministros de

la palabra, los colaboradores de la Liturgia, los catequistas y otras personas que tengan algo

que aportar. El trabajo del equipo debe ser enriquecedor, bien adaptado al ambiente y

necesidades, concreto y práctico, para superar las Homilías sin vidas, desactualizadas,

vacías de palabras, sin relación a la comunidad, etc., que el mismo pueblo siente la

incompetencia o descuido en la preparación de la predicación.

Además del trabajo en equipo, queda el trabajo individual del predicador para

complementar con un estudio consciente, ayudarse de buenos comentarios bíblicos,

meditación del mensaje, asimilar en la oración las palabras que dará en alimento a los

fieles.

Cuando se ha elegido el tema, es conveniente hacer el estudio exegético,


101

teniendo la Biblia como Palabra de Dios e historia de salvación que se hace actualidad y

presencia a través de los signos litúrgicos de donde se sigue la realidad del Misterio

salvador en que es introducida la comunidad; lo significado

pasa a ser salvación presente y activa en la celebración sacramental, cuyo culmen es la

Eucaristía. “Descubrir el sentido hermenéutico y en él, el sentido que el mensaje tiene para

la comunidad presente y desde el punto de vista vital se debe vincular el compromiso de los

oyentes en su vida diaria de trabajo, familiar, social, eclesial, que han de ser iluminados por

la luz de la fe activa”47.

La Comisión Española de Liturgia enseña que el ministro de la Homilía ha de

tener fidelidad especial al mensaje, pues distribuye el pan de la palabra y debe hacerlo

como “buen administrados de los Misterios de Dios” (I Co 4, 2). Debe acercarse a la

Palabra de Dios con un corazón bien dispuesto a entenderla, exponerla de acuerdo a la

intención propia de la Liturgia al leer la Palabra de

Dios.

La ordenación del Leccionario se basa en las palabras y acciones del Señor, cuyo centro es

el evangelio. Por eso, si se quiere ser fiel a la voluntad litúrgica en la interpretación

de la Palabra, ésta ha de tener una esencia cristocéntrica y

Pascual, pues la Liturgia se refiere a Cristo y a su Misterio Pascual en la lectura,

explicación y celebración de la palabra; se sigue el ejemplo de Cristo que en la celebración

sinagogal cita el texto sagrado, lo explica y lo aplica a su persona y a su acción salvífica.

“En los relatos del Nuevo Testamento se puede notar que los
47
MOESCH, Olavo. LA PALABRA DE DIOS : TEOLOGIA Y PRAXIS DE LA EVANGELIZACIÓN. Santafe de
Bogotá. CELAM. 1994. p. 397.
102

evangelizadores explicaron la Escritura, la celebraron como realizada en Cristo y hecha

presente en el culto litúrgico”48.

“Por eso, será necesario un conocimiento más profundo de los libros sagrados y de la historia de la

salvación, no sólo como ciencia exegética, sino como saber vivo y sintético apoyado en la

tradición litúrgica. El que prepara la Homilía no podrá ignorar la aportación de los estudios

bíblicos, para lo que deberá tener a mano un buen comentario de la Escritura, pero su tarea

principal consiste en contribuir a que los oyentes escuchen verdaderamente a Dios que les habla y

celebren y asimilen como creyentes la palabra divina. Los Santos Padres nos dan un buen ejemplo

de ello, de ahí que su estudio sea indispensable para comprender profundamente la Escritura y

alimentar con ella a los fieles49.

El lenguaje homilético es el que llega al oyente, el que puede entender, recurrir a ejemplos,

una idea cada vez, corta: lo bueno y lo breve es doblemente bueno. En forma de

propaganda, persuasivo, seductor, con la audacia de la adaptación cultural y vital del que

escucha, utilizando cada vez mejor los medios de comunicación social.

La Homilía para las comunidades deben crecer en comunicación, con las estrategias de la fe

y del entusiasmo, lenguaje adecuado al público y a los motivos de la celebración

litúrgica. En épocas anteriores se escucharon sermones muy

hermosos, pero pocos lograban desentrañar y descifrar el significado y el

y el mensaje. Hoy el lenguaje de las predicaciones debe ser sencillo, elegante, que llegue a

los receptores.

48
PARDO. Op. Cit. No. 1497.
49
Ibid., No. 1497.
103

6.2 LA PREDICACIÓN HOMILÉTICA ES UN QUEHACER PASTORAL

Hoy se le da a la predicación un sentido litúrgico, lo que atenúa el tono dogmático,

moralizante, apologético de otro momento. Como la Homilía es estrictamente litúrgica,

debe ser amada, deseada y estar en el corazón de la comunidad celebrante. Ella no es sólo

una ayuda para suscitar compromisos morales sino que es presencia del Espíritu Santo para

iluminar la alabanza y el culto, conduciendo a la santificación de los fieles. El hombre se

dignifica glorificando a Dios.

El ministro de la palabra debe ser fiel al Espíritu, dejarse guiar y enseñar de su luz y

sabiduría porque la acción del Divino Espíritu en el ministerio es irreemplazable. Él

impulsa al predicador a decir la verdad plena y se la enseña para comunicarla sin temor,

con poder y audacia. El Espíritu Santo prepara los corazones para que comprendan y

acepten la palabra salvadora.

Si el ministro de la palabra es hombre del Espíritu, tendrá el don de expresar las realidades

espirituales, en términos espirituales, es decir, sentirá que le viene a los

labios, en el momento oportuno, las expresiones y formulaciones más aptas para que sus oyentes

las entiendan y las acepten. Si es un hombre del Espíritu, tendrá el don del discernimiento

espiritual, su interpretación de la voz de Dios de los signos de los tiempos será certera y, dado que
104

es el mismo Espíritu el que dispone el corazón del oyente, su interpretación y su juicio serán

reconocidos y aceptados50.

La tendencia de la teología actual dirige el rumbo de la predicación con miras a demostrar

la verdad, a una presentación Pascual de testimonio que quiere ayudar en el crecimiento de

la fe y de las demás virtudes a la luz de la palabra para la santificación de los participantes.

La predicación litúrgica, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, tiene una

dimensión eminentemente bíblica en el que la Homilía es servidora, esclava que actúa para

explicar, anunciar e iluminar la fe.

“Fruto del Espíritu en el ministro de la palabra será también la parresía, que significa

audacia, libertad, confianza en la proclamación del mensaje y la seguridad y el gozo en

medio de las persecuciones”51.

De una integración de elementos bíblicos, litúrgicos e históricos, la predicación va entrando

cada vez con mayor arrojo a ser una respuesta en la vida diaria,

después de haber participado, creído y celebrado el Misterio salvador en el culto litúrgico.

Cuando se predica la Homilía, ésta debió partir de un análisis de la realidad social, personal

y aún mundial. Ha de pasar de la palabra anunciada y meditada a la práctica de los

50
RAMOS, Manuel S.J. El ministerio de la predicación. PHASE No.51. Barcelona: 2. Centro de Pastoral
Litúrgica. 1970. P.53.
51
Ibid., p.53.
105

quehaceres diarios. La predicación será fruto de una meditación bíblica, de una

confrontación con la vida, las alegrías y angustias del hombre actual.

Ahora bien, para tener la experiencia del Espíritu, es imprescindible llevar una vida

auténticamente espiritual. El temor y el temblor de caer en una trampa, de convertirse en falsos

Apóstoles, obreros engañosos, que hagan el juego a Satanás disfrazado de ángel de luz, no sólo es

compatible con la seguridad y el gozo del ministerio, sino en cierto sentido su garantía de

autenticidad. Un clima de oración humilde, de contemplación maravillada y gozosa, como la de

un niño, de la Fuente del Ser, la verdad y el amor, a quien llamamos Padre y de Cristo Resucitado,

a quien llamamos Señor, nombre que no le podemos dar si no es en el Espíritu Santo, será en

definitiva lo que transforme la existencia íntegra del ministro de la palabra, de suerte que adquiera

esa connaturalidad sobrenatural con Cristo y con la Iglesia, en que se compendia toda la fidelidad

del buen administrador52.

De lo anterior se debe concluir que el predicador debe conocer en primer lugar la Palabra

de Dios, con todas las características de historia de la salvación que da pleno sentido a la

vida humana, con la actualización de las maravillas divinas hoy en el actuar litúrgico y con

visión escatológica de plena realización humana.

Pero también el predicador ha de conocer la situación de la asamblea en los campos

sociocultural, religioso, político, etc. Conocer el ambiente familiar, laboral, de convivencia

y demás aspectos iluminadores de la realidad que afecta al individuo y a la asamblea

presente. De este modo podrá ser objetivo para dar un mensaje acorde a las necesidades del

52
Ibid., p.53.
106

aquí y ahora de la comunidad y con la luz del evangelio iluminar las esperanzas presentes y

eternas, al igual que fortalecer a la luz del Evangelio el camino de la conversión en las

situaciones de pecado.

La Homilía debe mirar la realidad con optimismo y profundidad. El predicador debe tratar

de presentar el mensaje lleno de sentido como servicio desinteresado, testimonio vivencial,

comunicador de la Palabra de Dios, ya que él mismo se convierte en boca de Dios, para

comunicar su voluntad a la asamblea en diálogo familiar.

Se requiere conocer y sentir con los interlocutores para que haya comunicación al transmitir

el mensaje. Así se podrá tener el mismo léxico de los participantes.

Hay un lenguaje de sentimientos que es profundo, pero no comunicado

plenamente, a veces opacado por la superficialidad de la propaganda en los

medios de comunicación social, con intereses efímeros. El predicador debe ser servidor de

nuevas perspectivas, iluminando los caminos cristianos con soluciones posibles y

principalmente con la luz divina que puede llenar las aspiraciones más profundas del

hombre en este mundo y para la eternidad.

La predicación de la Homilía debe conducir a la convivencia pacífica, al reconocimiento de

los Derechos Humanos, a la vida en dignidad humana como hijos de Dios, proclamación de

una vida nueva que se manifiesta en las actuaciones diarias; todo lo anterior iluminado con

el mensaje de la Palabra de Dios y el acontecimiento salvífico presente en la Liturgia.


107

El contenido de la predicación debe tener como punto de partida el mensaje evangélico, en

la Palabra de Dios que es voz y acción para responder a los interrogantes más hondos del

cristiano, aplicando el mensaje siempre antiguo y siempre nuevo al presente de la sociedad.

La predicación homilética exige conocimiento y práctica pastoral. Reclama la lectura de la

realidad a la luz del acontecimiento salvífico de la palabra y de las realidades que vive la

sociedad actual y la asamblea reunida. La predicación es celebración de una comunidad

que está de fiesta con distintos matices, de acuerdo a la dimensión del único Misterio que es

celebrada.

La Homilía debe partir del análisis de acontecimientos de la comunidad o de un hecho

nacional, o mundial significativo que pueda ser confrontado ante la Palabra de Dios y que

tales circunstancias afecten a la comunidad, para mirar desde allí los caminos salvífivos y

los compromisos de acción y conversión.

Las Homilías pueden ser variadas según los momentos y las circunstancias presentes en la

celebración: Como de tinte evangelizador, para llamar a la conversión en la vida familiar y

comunitaria, tomando como medio la celebración festiva del culto para estos compromisos.

Con sentido de catequesis para el crecimiento en la fe, aunque sin la rigurosidad de

estructura o programa, pero siempre para iluminación, maduración y compromiso de la fe.

La celebración del Misterio que se eleva a la contemplación del Dios Amor, revelado en

Jesucristo, que es comunidad eterna, exige una comunidad cada vez más experimentada en

la fe y en la celebración festiva del culto oficial a Dios.


108

La Homilía debe demostrar cada vez mejor una vitalidad pastoral, que la haga más variada,

más profunda, mejor ajustada a las necesidades de las comunidades y personas del presente;

en el trato asiduo con la Palabra de Dios y el acontecimiento litúrgico que hace presente la

historia de la salvación, que tenga presente los temas actuales más convenientes en cuanto a

la fe y a los acontecimientos del mundo y de la Iglesia. Que sea interesante, atractiva,

motivadora, creativa, fruto de una preparación compartida con personas que puedan aportar

para el enriquecimiento espiritual, situacional y temático.

Cuando se lee en la Iglesia las sagradas Escrituras, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo,

presente en su palabra anuncia el Evangelio. La Homilía se convierte en diaconía o servicio

a la comunidad para la comprensión y aplicación de la Palabra de Dios, con un compromiso

a la historia actual en lo personal y social.

La Homilía es predicación litúrgica a fieles que están en el camino de la fe y se reúnen a

celebrar el acontecimiento salvífico por los sacramentos. La predicación homilética, que ha

de inspirarse principalmente en las lecturas bíblicas, instruye para la comprensión del

significado actual y la aplicación vital.

Aunque la Homilía se supone que es para cristianos ya evangelizados y catequizados, se

encarga de recorrer de nuevo estos caminos con nuevos métodos, pues la parroquia, la

escuela y la familia no llegan a profundizar mucho y los cristianos quedan

insuficientemente evangelizados y catequizados, de ahí éstas tareas asignadas a la

predicación homilética en los Documentos recientes de la Iglesia: Catechesi Tradendae y

Evangelii Nuntiandi. La Homilía trata de profundizar en el conocimiento de la historia de


109

la salvación y en la verdades de la fe, con una visión de mover las voluntades para suscitar

opciones ante la Palabra de Dios a la luz y acción del Espíritu dentro del culto litúrgico.

La Homilía como servicio, ayuda a que la Eucaristía no sea sólo ritualista, ni que

el protagonismo homilético quite sentido a toda la celebración. Por eso el

predicador no debe presentar sus criterios en vez de la Palabra de Dios, sino que ha de

llevar a los fieles a una mejor comprensión del mensaje y convertirlo en vivo y actual.

Muchos fieles se muestran desmotivados ante la predicación y algunos ministros

manifiestan cansancio, esto puede ser causado por la crisis religiosa, el secularismo, la

devaluación de la palabra, la competencia con los medios de los comunicación.

Por eso, la lecturas de la Palabra de Dios que proporcionan a la Liturgia un elemento de la

mayor importancia deben ser escuchadas y meditadas con veneración. Aunque la palabra

divina en las lecturas de la sagrada Escritura va dirigida a los hombres de todos los tiempos

y está al alcance de su entendimiento, sin embargo, su eficacia aumenta con una

explicación viva, es decir, con la Homilía que es en sí misma acción litúrgica.

La Homilía es parte de la Liturgia y muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida

cristiana. Conviene que sea la explicación de un aspecto particular de las lecturas de la sagrada
110

Escritura o de otro texto del ordinario o del propio de la misa del día, teniendo siempre presente el

Misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes53.

Mediante la Homilía se explica la Palabra de Dios proclamada en la asamblea litúrgica para

la comunidad presente y de acuerdo con sus capacidades, su estado de vida, su historia

particular y de acuerdo al motivo de la celebración.

Es necesaria una educación desde el Seminario en el campo de la predicación litúrgica para

que sea más eficiente y preparada, remota, próxima e inmediatamente, con sentido bíblico,

utilizando mejor los medios de comunicación, con buenos subsidios y tiempo suficiente

dedicado a este gran ministerio.

Adaptado al ambiente de acuerdo con su preparación: Si son muy preparados, tratar de

darles el mensaje con mayor altura y a los de menor conocimiento, adaptar el lenguaje y el

contenido a ellos. Es necesario tener en cuenta el no exagerar el aspecto moralizante

abstracto, desencarnado, pasado de moda, denunciante, sino que ha de ser teológico,

bíblico, testimonial, motivante.

Ante la predicación, y ante la Palabra de Dios, puede encontrarse oposición y contestación

como ocurrió ante la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazareth, cuya reacción final

fue el de querer despeñarlo. A San Agustín se le ausentaba la audiencia para irse al circo.

A Santo Tomás de Aquino unos oyentes indignados le interrumpieron la predicación. A

San Pablo, un joven cansado se le quedó dormido en la ventana y se le cayó del tercer piso.

53
PARDO. Op. Cit. p. 212.
111

La predicación a partir de la Palabra de Dios invita a una Homilía positiva. Además la

Biblia como mensaje divino es muy valorada en la pastoral, en la catequesis, en la Liturgia,

en la teología. La Liturgia de la palabra es presentada con riqueza y abundancia de

lecturas. Muchas personas están familiarizadas con la Homilía diaria y la extrañan si falta.

Ella no es sólo oratoria o comunicación de palabras sino, ante todo, un Misterio divino que

llama personal y comunitariamente a un seguimiento respuesta. Es un acontecimiento de

salvación; en la Homilía es también Dios quien habla y hace presente su mensaje, su gracia,

su salvación.

La lectura de la Escritura no puede ser sustituida por la lectura de otros textos, aún cuando

tuvieran indudables valores morales y religiosos. Tales textos, en cambio, podrán utilizarse con

gran provecho, en las Homilías. Efectivamente la Homilía es especialmente idónea para la

utilización de estos textos, con tal de que respondan las requeridas condiciones de contenido, por

cuanto es propio de la Homilía entre otras cosas, demostrar la convergencia entre la sabiduría

divina revelada y el pensamiento humano que por distintos caminos buscan la verdad54.

La Palabra de Dios no es sólo la Escritura, ya que la Biblia antes de ser palabra escrita fue

tradición explicada. Además la obra de Dios fue palabra y acontecimiento, voz y brazo. De

ahí que muchos escritores distintos, aparecidos

54
Ibid., p. 317.
112

después o fuera de la Biblia tienen una gran riqueza de tradición apostólica y sagrada, y

mucho más en los Santos Padres cercanos a los Apóstoles.

Puede ser que algunas formas de expresión demeriten el mensaje, cuando no iluminan sino

que opacan, lo hacen lejano o meloso. Acumulación de términos que restan interés,

expresiones empobrecidas de tanto repetirlas.

Para la comprensión de la Palabra de Dios y la aplicación a la vida es importante considerar

el lenguaje que utiliza el ministro en la predicación, para iluminar el quehacer en la vida, su

expresión debe ser clara en cuanto a sus ideas coherentes, en cuanto a la pronunciación

captable, con estilo atractivo, entusiasta, testimonial.

El significado de los pasajes bíblicos es muchas veces oscuro, por lo cual los oyentes

requieren explicaciones adecuadas. Las palabras salvación, redención, expiación, y otras

muchas, deben ser explicadas. En tanto que otras aparecen muy sencillas para los oyentes

como paz, amor, vida, ayuda mutua, dignidad humana, etc. Se debe utilizar el vocabulario

que la gente pueda entender sin devaluarlo o empobrecerlo, siendo elegantemente

sencillos.

Se debe tener un conocimiento teológico desde la Biblia, para que la ciencia y la pastoral

tengan algo que decir al hombre de hoy. Por otra parte no se impone,

sino que se propone el mensaje que es aceptado o rechazado por el interlocutor con plena

libertad, como son las actitudes ante Dios.


113

El lenguaje utilizado para el mensaje debe estar revestido de la elegancia, pues no ha de

perder los valores para convertirse en vulgar. El lenguaje debe ser entusiasta, vital,

fraternal, equilibrado; que además sea accesible, familiar, atractivo, con buenos modales;

con el uso de anécdotas, contrastes, interrogantes, ejemplarizados, planteamientos que

muevan al entusiasmo con buenos contenidos, impactante.

Debe evaluarse la Homilía con la fuerza que en sí misma tiene la palabra, con ella los

profetas comunicaron el querer de Dios y con mayor razón el poder de la predicación de

Cristo y de todo el Nuevo Testamento, con el apoyo de los actuales medios de

comunicación debe ser efectiva.

El predicador debe tener siempre presente que es el servidor de la comunidad, ministro de

la Palabra de Dios en la predicación litúrgica. Del acontecimiento salvífico actualizado en

el rito debe recibir la iluminación de un mensaje comprensible, integrado a la historia

personal y comunitaria, en un nexo con la actualización sacramental del Misterio de la

salvación.

Ningún tipo de comunicación colectiva debe servir para desahogos personales aunque sean

muy valederos y mucho menos en la predicación litúrgica, pues no están en concordancia

con las necesidades y aspiraciones sino con deseos de lucimiento. Los protagonismos son

desfavorables.
114

La comunicación eficaz es fruto de la comunicación interpersonal emisor-receptor. Ante

una asamblea que quiere alimentar su fe la Homilía debe ser fecunda en contenidos,

interesante, instructiva, informativa. A los asistentes habituales que llegan por gusto, se les

debe comunicar un refuerzo de fe desde el evangelio y no sólo decirles lo que les agrada.

Algunos asisten al Templo en pocas ocasiones y con alguna actitud crítica, desmotivada; a

ellos debe dirigirse un mensaje revestido de modestia, sencillez, actitud dulce, tono sereno,

pero a la vez con la agresividad del contenido evangélico. El mensaje debe suscitar

entusiasmo en los indiferentes, calor en los tibios. La Homilía debe combinar éstas tres

exigencias: actitud, técnica y estilo.

La homilética es una conversación especial en alta voz o en voz alta, la dirige uno solo ante

unas personas que quieren escuchar, alimentar su fe y conducirse a la conversión. La

predicación tendrá sentido y será efectiva cuando haya interés de escuchar y entender. Es

muy conveniente que se encuentre la empatía.

Dios pedirá cuentas a los evangelizadores del anuncio y fidelidad de la palabra, porque han

sido constituidos administradores de los Misterios de Dios, también en el ministerio de la

Homilía. Para ser fieles a la palabra, deben recibirla con gratitud, comprenderla, tomarla en

su vida, para comunicarla, hacerse cargo de ella.

Dios quiere mensajeros que aspiren cumplir su cometido hasta el testimonio, para que él

mismo sea mensaje. “Dios envió su Hijo al mundo para salvar al mundo” (Jn 3, 17). El
115

evangelizador es enviado, no como pastor asalariado, sino como el Buen Pastor, dispuesto a

dar la vida por sus ovejas.

No sólo deberá hablar a los destinatarios, sino escucharlos, conocerlos, comprenderlos,

aprender de ellos para poder interpretarlos, hasta llegar a la cumbre : Amarlos. Para esto

se debe adquirir mayor cercanía, conocer sus anhelos, sus dificultades, para iluminarlas con

la Palabra de Dios.

Se debe adaptar el lenguaje a la cultura y a las capacidades del interlocutor; estar cerca de

su ambiente social, cultural, espiritual, laboral, familiar, recreativo, etc., y suscitar desde las

situaciones de pecado, actitudes de conversión, para que conozcan el amor y la misericordia

divina; para que conociéndolo, amen a su Señor y regresen a la Gracia, a la transformación,

al banquete de la alegría que se anticipa en la celebración litúrgica. Se ha de obrar con

paciencia, ternura y delicadeza, como lo ha hecho Dios.

6.3 LA LITURGIA Y EL LECCIONARIO DE LA PALABRA DE DIOS EN LA

HOMILIA

Cristo está presente en la Palabra con toda su realidad divina y su realidad

histórica terrena de la Encarnación del Verbo. En la palabra está todo el Misterio de

Cristo, los hechos de la vida del Señor, especialmente su Pascua que es


116

centro y resumen de los Misterios de la Sagrada Escritura, que en el Antiguo Testamento

preparó, anunció y gestó el Misterio salvador de Cristo, pues ningún momento de la historia

de la salvación ha estado vacío de Cristo: En el Nuevo Testamento se cumple todo lo

anunciado en la Antigua Alianza con la vida, obra, milagros, pasión, muerte,

resurrección, ascensión al cielo, envío del Espíritu

Santo, acción en la Iglesia, en la cual por el Misterio litúrgico se renueva la obra de la

salvación.

“Los acontecimientos que realizan el cumplimiento de las Escrituras son continuamente

recordados y actualizados para que el hombre pueda entrar a participar de los méritos de la

Pascua del Señor”55.

Desde Pentecostés la Iglesia ejerce este ministerio, especialmente en la celebración de la

Liturgia. La vida de Jesús realiza los Misterios salvadores y explica lo que anunciaban los

profetas, a la vez que introducen en la participación de los méritos Pascuales de la cruz.

La comprensión de estos hechos requiere la

lectura ordenada y gradual de las sagradas Escrituras. El Lecccionario además de ayudar a

un conocimiento ordenado por la lectura estructurada de la Palabra de Dios, tiene por fin

que toda la Iglesia esté en sintonía con la uniformidad de la Palabra de Dios, para la

celebración del único Misterio.

“El Leccionario es, por consiguiente, el modo normal y habitual que tiene la Iglesia de leer

eclesial y comunitariamente la Palabra de Dios, del libro de las Escrituras, como lo hizo el

55
PARDO. Op. Cit. p. 432.
117

propio Señor en la Última Cena, en los convites después de la Resurrección y como

recomienda San Pablo”56.

En la Liturgia de la Iglesia es donde se hace una lectura completa, teológica, y espiritual de

la Escritura, en torno al Misterio Pascual de Cristo, ordena los demás pasajes del Antiguo y

Nuevo Testamento.

Cada época ha tenido una forma de presentar el Leccionario de la Palabra de Dios en la

Liturgia, según las necesidades y las circunstancias de su tiempo. Actualmente, partiendo

del Concilio Vaticano II que dispuso abrir con abundancia el tesoro de la Sagrada Biblia, ha

confeccionado un completo Leccionario, tanto para la Santa Misa, como para los

sacramentos y el Oficio Divino. “A este libro, la Iglesia le rinde especial veneración y debe

ser utilizado con respeto, por lo tanto en la Liturgia no se deben utilizar manuales u hojas

para proclamar la palabra sino que ha de ser un texto digno, ojalá con cierto lujo”57.

El Leccionario después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II proporciona

abundantes lecturas, variadas y apropiadas a las distintas circunstancias litúrgicas. Allí se

encuentran todos los géneros literarios de la Biblia, redacciones históricas, catequísticas,

parábolas, partes sapienciales, proféticas, etc. Esta variedad exige una cuidadosa

preparación de la Homilía para que los fieles pasen de la letra a descubrir el verdadero

mensaje. También hay una variedad de funciones de la Palabra de Dios en la comunidad

celebrante y que la Homilía tiene la tarea de explicar y aplicar a cada momento con sus

diversos matices de comunidades, motivos, y circunstancias que los reúnen.


56
Ibid., P. 433.
57
Ibid., P.433.
118

La Palabra de Dios del Leccionario ayudada por la Homilía y en la celebración cultual,

debe llevar con los distintos géneros literarios a convertirse en anuncio, exhortación,

testimonio, profecía, doctrina, invocación, acción de gracias.

El predicador debe tener un buen conocimiento de los Leccionarios de la Misa y de los

sacramentos. Conocer su estructura y el porqué tienen esa estructura actual a lo largo del

año o de acuerdo a cada sacramento.

La celebración de cada uno de los sacramentos tiene lecturas adecuadas con sus respectivas

aclamaciones, salmos, que pueden ser elegidas por el celebrantes según las necesidades.

Siempre se debe cuidar que el mismo mensaje esté expresado de distintas formas, pero

llevando a la comprensión del Antiguo Testamento cumplido en Cristo, actualizado en la

Iglesia.

En cuanto al Leccionario de la Misa tiene dos estructuras: El Leccionario de los domingos

y fiestas y el Leccionario Ferial.

Esta división tiene un sentido práctico, si tenemos en cuenta que muchos fieles sólo asisten

a la Misa los domingos y fiestas de precepto, y por eso se ha destinado lo mejor de la

sagrada Biblia para el día del Señor y las fiestas de guarda.

En los domingos, en las fiestas del Señor y en las Solemnidades, se proclaman tres lecturas.

La primera por lo general se toma del Antiguo Testamento, y la segunda se toma de las
119

Carta, Hechos y Apocalipsis; la tercera es siempre tomada del Evangelio. Estas lecturas así

dispuestas son motivos de catequesis en la misma celebración y palabra, pues manifiestan

la unidad de los dos Testamentos y de la historia de la salvación, cuyo centro es Cristo y su

Misterio Pascual. En los tiempos fuertes de Navidad, Cuaresma y Pascua, al igual que en el

Adviento, las tres lecturas suelen tener una relación muy especial.

Es conveniente no sólo mirar las tres lecturas sino la continuidad, bien sea el evangelio que

tiene gran relación con la lectura del Antiguo Testamento, o bien seguir la continuidad de

la lectura del Apóstol. “Las lecturas de los domingos y algunas solemnidades se dividen en

tres ciclos, en tres años: A, B y C, en los que se lee lo principal de toda la Biblia, siempre

alrededor del Misterio Pascual de Cristo. Cuando se toma la lectura del Apóstol para la

Homilía, se debe tomar varios domingos y ojalá por un período largo”58.

En las ferias, la primera lectura tiene dos ciclos: Años pares y años impares. La lectura

del Evangelio es igual en todos los años. La primera lectura más variada durante dos años

puede ser base para cortas explicaciones de la Biblia a los fieles que asisten diariamente a la

Santa Misa, y es motivo para variedad de temas en la Homilía.

En cuanto a la ayuda del Leccionario para la predicación es recomendable escoger solo una

de las tres lectura como centro de referencia para la Homilía, sin querer comentarlas todas.

Se debe ser fiel al mensaje, sin concordismos que no se ajusten a la enseñanza de la

Iglesia y de los Padres. Conocer el contexto de las lecturas en el Leccionario y en el libro

de la Biblia de donde es tomado y el contexto con toda la Palabra de Dios.

58
DELC. Op. Cit. p.39.
120

El Salmo responsorial puede ayudar a la interpretación y comprensión de los textos del día

y ser el tema de la predicación. Las frases de un Salmo quizá inspiren la riqueza bíblica de

toda la Misa.

Es deseable que se ponga atención al texto bíblico, al ciclo, al autor, para interpretar

correctamente los mensajes contenidos, según el contexto bíblico como sería la temática del

Sermón de la Montaña en San Mateo capítulos cinco al siete; las parábolas de la

Misericordia en San Lucas, principalmente en el capítulo 15, la oveja perdida, el hijo

pródigo, etc.

La Palabra de Dios espera una respuesta para convertirse en diálogo verdadero; el diálogo

necesita del silencio para poder escuchar al que habla, el silencio permite medir la grandeza

de lo que se comunica. Por lo regular la palabra encierra un significado mayor que el

simplemente escuchado, por eso es importante no matar el silencio, dejarlo actuar.

6.4 ALGUNOS ASPECTOS INFLUYENTES EN LA COMUNICACIÓN DE LA

HOMILÍA

El Padre Javier Jaramillo Echeverri, comunicador social de la Universidad de Antioquia, da

algunas enseñanzas sobre la comunicación para un mejor resultado de la Homilía dentro de

la celebración litúrgica y expresa la dificultad de algunos sacerdotes para presentar una

Homilía que comunique la certeza del mensaje evangélico, que llegue, que guste, que
121

produzca frutos en la fe y en la vida de los oyentes. También hace notar la insatisfacción

de la comunidad ante la celebración por la poca comunicación que el sacerdote logra con la

Homilía, pues el pueblo de Dios espera una predicación homilética que llegue más a su

vida, a sus problemas, a sus sentimientos y que la comunicación sea más efectiva. La falta

de una buena Homilía hace la Misa menos atractiva.

El Padre Jaramillo expone varias pistas para mejorar la comunicación en la celebración

litúrgica:

En primer lugar la comunicación influye en toda la celebración litúrgica y no sólo en la

Homilía. Si en la celebración se busca una buena comunicación de la predicación, con

mayor razón se debe comunicación en toda la Liturgia. La Homilía es una parte importante

de un todo que incluso debe ayudar a que todo el rito sea más comprendido como una

continua realización, un proceso y un acto.

El celebrante y la comunidad deben comprender que están inmersos en el acto de

comunicación con Dios y con la comunidad más importante de su vida y de su fe como es

la Liturgia Eucarística y sacramental. Una buena Homilía, hará más solemne la Misa y por

lo tanto, toda la celebración. Esto reclama una mejor predicación en la Liturgia.

Para una comunicación efectiva en la Homilía deben interactuar los participantes y el

comunicador. El sacerdote es el emisor principal de la Homilía, debe apropiarse su oficio

protagonista en el mensaje. Ha de transmitir un mensaje vital, que parta de sus

sentimientos y no sólo expresar un sonido. Es pues, importantísimo, la fe del predicador

que le hace gustar la Palabra de Dios para compartirla como una experiencia. La fe es un
122

encuentro personal, amoroso, con Dios en Jesucristo, opción libre por el evangelio para

comunicar esa experiencia de fe que será lo principal entre los elementos de la

comunicación.

El pueblo, receptor de la predicación homilética, debe participar activamente con interés

ante el mensaje y todo el culto. Cuando los asistentes llegan desmotivados por una

obligación, sin sentimiento cristiano y de comunidad cristiana, soportan la predicación y

nunca la reciben plenamente.

Es necesaria la fe de los participantes en la celebración. La fe como un proceso de

crecimiento en la vida y conocimiento en relación amorosa con Dios e imitación del actuar

de Jesús, para que la participación sea activa, consciente y libre. Sin fe se llega a criticar al

que predica, a la Homilía que le resulta cansona, a la celebración que le resulta sin sentido.

La Homilía exige fidelidad al evangelio, tener en cuenta el contexto de la realidad social de

la comunidad, animadora de la fe del predicador y de los oyentes. Cristo debe ser el centro

del mensaje, de cara a la realidad personal, familiar y social, para el crecimiento de la fe y

así la Homilía cumple su tarea con integridad en la comunidad celebrativa.

La elegancia en el lenguaje homilético debe construir bien las frases, transmitir ideas claras,

elaborar buenos párrafos, hacer un buen texto con buena dicción, con pausas. El lenguaje

comunica por lo tanto debe prepararse para lograr una mejor aplicación. No basta hablar

fuerte o dogmáticamente. La buena predicación maneja eficazmente el lenguaje y esto

requiere práctica.
123

Una buena predicación requiere sentir lo que se dice, claridad, sencillez, creatividad,

cordialidad, penetrante a la fe los oyentes.

El motivo de la celebración debe ayudar la eficacia de la comunicación : Aprovechar lo

mejor posible las condiciones del lugar, el auditorio, el tiempo, así sean desfavorables, pues

la misma celebración y la Homilía han de propiciar un buen ambiente de fe, silencio y

oración. Además propiciar los correctivos necesarios para un mejoramiento. Hacerse

ayudar de personas capaces de mejorar los ambientes con estética y de adecuar los demás

medios para una buena celebración.

Los medios de comunicación deben funcionar bien para la eficacia en la celebración ya que

son auxiliares de la Liturgia y en particular de la Homilía. Además del equipo de sonido,

ayudan a una buena Homilía las pancartas, las carteleras, las hojas volantes.

Para una Homilía con éxito debe lograrse una intercomunicación entre el predicador y la

comunidad. El presidente de la asamblea debe desear sinceramente comunicar un mensaje

de lo contrario los oyentes sabrán captar lo artificial de la predicación y de la celebración.

Esto exige amor a Cristo y a la comunidad presente.

La comunidad debe descubrir en el predicador a su pastor y a su maestro; si la gente no lo

acepta, difícilmente le atenderá. Es necesaria una buena relación entre el sacerdote y la

comunidad, respetuosa, amorosa, entusiasta para que haya una mejor escucha y aceptación
124

del mensaje. Si el interés por el mensaje pierde fuerza, se afecta o se deteriora el efecto de

la Homilía y de la celebración.

El sacerdote debe interesarse por la respuesta de los oyentes frente a la predicación y la

celebración de los Misterios de la Liturgia. De acuerdo a lo que logre descubrir, tratar de

mejorar lo que sea necesario, para responder a las necesidades de la gente con humildad.

Los oyentes deben participar activamente en el proceso parroquial y colaborar en el

protagonismo de la Homilía y la celebración; aunque no pueden participar en la asamblea

tomando la palabra, si lo podrán en la preparación con comentarios, ideas, entregados al

sacerdote que pueden ser soportes muy valiosos y enriquecedores. Lo mismo pueden hacer

los grupos apostólicos, presentar sus aportes preparados en sus reuniones y encuentros y así

colaborar a la predicación de la Homilía. El predicador debe tener en cuenta la vivencia y

el aporte de su comunidad para riqueza estructural y comunicacional de la Homilía y de la

celebración litúrgica, así demostrar su fe y riqueza comunitaria.

El predicador debe llenarse de fe en Cristo Jesús que es el centro, el mensaje y el motivo de

la celebración. Debe sentirse comunicador en toda Homilía y en toda celebración.

Continuamente se debe evaluar la forma de predicar y celebrar. Saber recibir los aportes y

sugerencias a la celebración y a predicación, tanto de los asistentes como de los que se han

alejado. La Liturgia debe ser una fiesta donde se respire alegría, fe y comunicación

cristiana. En momentos oportunos hacer referencia que refuerce el mensaje de la palabra.


125

Descubrir el centro del tema en cada celebración, organizando las ideas, dándoles mayor

comprensión con ejemplos, frases, motivaciones.

La gente aporta su ofrenda económica, se le debe devolver un poco invertido en arreglo del

Templo, en material de poyo de la Liturgia. El centro del mensaje se debe resumir en una

frase y colocarlo en volantes, afiches o pancartas que los vea la gente. Reconocer la

importancia de la comunidad, evitando la negatividad, el orgullo, la crítica destructiva.

La predicación y la pastoral deben partir de la fe y no de pareceres humanos o de grupos. A

veces, por desconocimiento de algunas cosas o temas es mejor callar.

En la Homilía se pueden introducir elementos de la historia y la vida de la comunidad, al

igual que otros aspectos más universales. Hacerle descubrir verdadero sentido del silencio

en la comunicación con Dios, para meditar y profundizar el mensaje.

El cristiano debe celebrar su fe allí en su barrio, en su pueblo o en su vereda donde se reúne

la comunidad cada domingo y recibir el mensaje de la palabra en la Homilía de la Misa y de

las demás celebraciones litúrgicas.

Si no está de acuerdo con la Misa o con la Homilía por motivos valederos, hágaselo saber al

sacerdote con prudencia. Los aportes para dinamizar la Homilía son muy importantes,

preséntelos al sacerdote.
126

Su fe debe tener un proceso de crecimiento, de relación con Dios y celebración

comunitaria. La fe dinamiza la participación en la Liturgia.

Sentirse a gusto en comunidad es signo de madurez ya que nuestro caminar salvífico en

Cristo, no es individual sino de pueblo de Dios. El creyente debe participar con entusiasmo

en el canto, la oración, la acción de gracias, la escucha de la palabra, el ofrecimiento de los

dones; debe estar presente con gozo en la Eucaristía.

“Será de mucha utilidad que cada miembro de la comunidad lleve un cuaderno personal

donde anote las frases más llamativas de la Palabra de Dios y el resumen de la Homilía.

Cada miembro de la comunidad debe ser participante en la celebración y en la pastoral de la

comunidad”59.

El Padre Gustavo Vélez V. mxy, en sus REFLEXIONES SOBRE LA HOMILÍA, propone

la “conversión del mensaje” y esto debido a que el mundo está en continuo y acelerado

cambio, el auditorio de las celebraciones también está influido por el cambio actual. La

presentación del mensaje homilético, anunciando a Cristo Jesús debe hacerse desde un

nuevo esquema en el que el mensaje penetre y resuene en los corazones de los fieles.

El mensaje Cristiano especialmente el de la Homilía debe ser “más inductivo que

deductivo”, desde la vida a la enseñanza. “Más vivencial que magisterial”,

59
JARAMILLO ECHEVERRI, Gabriel. Pistas comunicacionales para la homilía. La Ceja: Cursillo sobre la
Homilía. 1996.
127

compartiendo la experiencia de la fe sin imponer los propios criterios. “Más existencial

que moralista” para llegar desde la vida del evangelio experimentada y vivido y no sólo

con preceptos. “Más integral que maniqueo”, sin dualismo cuerpo - alma, vida de trabajo y

vida cristiana, sino considerando al hombre en si unidad, toda ella llamada a la salvación en

Cristo Jesús.

“Más fraternal que crítico”, sin sobreestimar los errores, sino animar los esfuerzos y valores

de la comunidad. “Más positivo que negativo”: El mensaje positivo contagia, da energía,

lanza a la esperanza; los mensajes negativos frenan, quitan entusiasmo. “Más cálido que

frío”, encendido en el amor que Jesús enseña, en mensaje ha de entusiasmar, dar alegría,

llevando a la persona a vivir el evangelio con ardor, a realizar convencidos y gozosos la

aventura de la fe. “Más proyectivo que clausurativo”, el proyectivo lleva al compromiso; el

segundo es seco, con limitado ideal, para personas de pocas ilusiones en la fe, no es

propuesta que satisfaga espíritus fuertes.

“Más desprevenido que acomplejado. La predicación no es momento para manifestar

complejos, fobias, problemas personales, es momento para transmitir la Palabra de Dios

límpida y transparente”60.

6.5 LA FORMACION DE LOS FUTUROS MINISTROS DE LA HOMILIA

60
VELEZ V., Gustavo. mxy. Reflexiones sobre la homilía. La Ceja: Curso sobre la Homilía. 1996.
128

Los futuros ministros de la palabra deben preparase en el campo específico de la

predicación litúrgica. Esta formación es un aspecto de la disciplina pastoral, que debe

apoyarse en todo el conjunto de la formación del seminario, en sólidas

bases teológicas, mediante el estudio de las disciplinas, principalmente la

Sagrada Escritura y la Sagrada Liturgia, al igual que la participación viva y consciente en

las celebraciones litúrgicas y en la práctica continua de la vida espiritual.

Además de la formación teórica sobre el arte de la comunicación humana, se debe realizar

la iniciación pastoral práctica al ministerio en los distintos campos y con cuidado

especial la predicación con las exigencias de la expresión ordenada de la palabra hablada en

general. “Se debe hacer un estudio bien organizado de la teología de la predicación u

homilética con suficiente intensidad en el conjunto de los estudios teológicos”61.

La Palabra de Dios es signo eficaz mediante el cual Dios realiza la salvación. La palabra

humana tiene un inmenso poder. Por ella podemos llegar al

entendimiento y convencer por los argumentos. Por medio de la palabra se puede llegar a

colaborar con la voluntad para que tome una decisión. Por medio

de argumentos puede hacerse entender, convencer y las decisiones son alcanzadas con

valores y motivos persuasivos, pero siempre se ha de respetar la libertad. La palabra puede

llegar a la realidad afectiva para causas alegría, gozo, simpatía, serenidad, confianza. La

palabra del hombre tiene grandes poderes para el bien, fuerza para convencer, persuadir,

consolar, entusiasmar.

61
PARDO. Op. Cit. p. 442.
129

La Palabra de Dios revela lo que es su gracia y en ella regala la misma gracia. La Palabra

de Dios tiene una eficacia intrínseca, es decir, tiene poder en sí misma. Ella realiza lo que

anuncia y cumple lo que promete.

El predicador es enviado de Cristo para llevar la palabra a la Iglesia, y cuando es fiel a la

misión recibida, es la voz de Cristo invisible. La Palabra de Dios es dinámica por la

presencia de Cristo en la Sagrada Escritura y en la predicación de la Iglesia.

Se debe tener un buen conocimiento de la psicosociología del auditorio o sea todo lo que

revela las aspiraciones de los oyentes, su manera de pensar, cultura, religiosidad, modos de

pensar y de las diversas circunstancias en que la Palabra de Dios es anunciada.

En los distintos ambientes eclesiales hay hambre de la Palabra de Dios. Los participantes de

la Liturgia eucarística y de los sacramentos desean escuchar un buen mensaje de vida, de

esperanza y de salvación. “He aquí que vienen días, oráculo del Señor Yahveh, en que yo

mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de

Yahveh”. (Amós 8,11). A la celebración llegan personas que principalmente observan para

criticar. Llegan los indiferentes que se acercan a las celebraciones por formalismo o

costumbre, para todos debe transmitirse el mensaje de salvación con amor.

Hay una manera de recibir la predicación especialmente por el pueblo sencillo, que no

llegan con disposición de soportar raciocinios intelectuales, sino que prefieren el lenguaje
130

vivencial, concreto, transparente del Evangelio. El pueblo no busca tanto el entender el por

qué de las cosas y de los acontecimientos, sino el acontecimiento en sí, lo vivencial.

Las asambleas litúrgicas, por lo regular, son heterogéneas, lo que dificulta la presentación

de una predicación adecuada para todos a la vez. Excepto algunos grupos especiales, el

auditorio es variado: niños, jóvenes, adultos, ancianos, de diversa cultura y formación

religiosa; otros de mentalidad cerrada que no están de acuerdo con las renovaciones; otros

sinceros se acercan al encuentro del alimento para su fe .

La religiosidad popular revestida muchas veces de sincretismo religioso, de fanatismo y

aún de fatalismo, lleva a algunos cristianos a una distorsionada concepción de la religión,

de Dios, del mundo, de lo sagrado. Pero en esta religiosidad se encuentra algo o mucho de

bueno que no debe destruirse, sino orientarse con paciente y profunda evangelización. La

predicación de la Iglesia debe llegar a una purificación de esta religiosidad, orientar las

desviaciones, reconocer sus valores y procurar por todos los medios una eficiente

evangelización en este sector.

Tratar de descubrir lo que disgusta a los oyentes de la predicación como sería un mensaje

desconectado de la realidad cotidiana, ideas abstractas o filosóficas que no son propias para

la asamblea que se reúne. La predicación que no lleve a la conversión corre el riesgo de

alejarse del Evangelio, para convertirse en una conferencia. La predicaciones confusas y

que no presenten un mensaje para la vida, deja mucho qué desear. Un predicador que sólo

está preocupado del tema del dinero y las obras materiales, dan la impresión de inclinarse

más por la vocación de administradores contables que pregoneros de la Palabra de Dios. El


131

que presenta la predicación sin meditarla, sin oración y estudio, sólo puede brindar un

mensaje débil, que no cautiva, ni lleva a la transformación.

Los oyentes presentan la queja de que algunos sacerdotes siempre repiten las mismas ideas,

les falta novedad y creatividad, lo que los lleva, si es posible, a elegir la misa donde no le

corresponda a determinado oficiante. La acústica del lugar, la buena pronunciación del

mensaje son muy importantes y los fieles lo agradecen. Es motivo de queja el

antitestimonio del predicador en su vida de desunión con los demás sacerdotes, el mal trato

a sus feligreses, los escándalos. La predicación agresiva y dominante que trata a los

oyentes como niños, y que no lleva a la promoción y maduración de la vida comunitaria y

de la fe. La predicación prolongada les aburre; la Homilía debe ser breve, normalmente diez

o quince minutos.

El auditorio espera el anuncio de un mensaje en el momento oportuno. El predicador debe

evitar la exposición vacía y confusa; la elección del mensaje debe ser determinado y

concreto, tomado del texto de las lecturas o del motivo litúrgico que se está celebrando.

Renunciar a varios temas para desarrollar sólo uno hasta provocar una opción en el oyente.

El pasaje del sembrador da a entender que fue una sola clase de semillas la que esparció,

porque si siembra distintas variedades, unas sobre las otras, ninguna dará el fruto deseado.

La predicación debe ser llena de esperanza cristiana. El anuncio de la Palabra de Dios debe

tener como centro el Misterio Pascual de Cristo, situando al hombre frente a la opción por

Cristo y su salvación, lo que exige un continuo camino de conversión, profundización en la

fe y vivencia del amor en la línea del hombre nuevo. Un caminar que espera recibir de la
132

predicación ánimo, apoyo, unidad fraterna. Un mensaje que ilumine la solución de los

problemas cotidianos, que anime a tomar de nuevo la cruz con esperanza y optimismo.

El pueblo espera una predicación profética, y el profeta es la boca de Dios, habla en nombre

de Dios. El profeta tiene la misión de anunciar las maravillas de Dios, denunciar el mal, las

injusticias, las idolatrías y llamar a la conversión.

Ser profeta es anunciar con Cristo “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la

cumplen” (Lc 11, 28), como lo hizo la Virgen María, que siempre escuchó y obedeció la

palabra del Señor y por eso ella fue dichosa. La misión del profeta es anunciar el gozo y las

maravillas de Dios, anunciar la dicha de que Dios nos ama, que Él es Padre y la Iglesia

es su familia. Dichosos porque Cristo amó a su

Iglesia y se entregó por ella, haciéndose hermano de cada hombre. Porque el Espíritu Santo

habita en cada cristiano, actúa e intercede por cada uno. Porque cada persona es Templo de

Dios, Él habita en cada uno y acompaña su diario caminar.

Bienaventurados porque la vida Trinitaria se comunica a cada uno en la Iglesia y mediante

la Iglesia por los sacramentos. La comunidad eclesial es el nuevo

pueblo de Dios que debe trabajar unida para construir la Nueva Evangelización del Amor.

Ser profeta es comprometer al hombre en el camino de la conversión. Es reconocer que el

hombre es creado y redimido por Cristo para vivir en unión con Dios que es su criatura y su

hijo; está llamado a vivir la unidad con los demás como hermano, con igual dignidad y es

también hermano de Jesucristo; debe construir un mundo más humano, más digno, más
133

justo y más cristiano. El profeta ha de ser un nuevo Abraham que camina luchando contra

el pecado del poder, del placer y del tener, de la autosuficiencia y la acomodación.

La predicación ha de ser sobretodo la Palabra de Dios respaldada con el

testimonio del predicador. Debe ser fruto de la meditación ante Cristo crucificado;

también del diálogo con Cristo en la Eucaristía; una predicación vertida de un cáliz

desbordante de vida en unión con Dios. El predicador ha de ser un orante más que un

parlante.

El primer medio de evangelización de la Iglesia es el testimonio de una vida entregada a

Dios y al servicio del prójimo. “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que

dan testimonio que a los que enseña, o si escuchan a los que enseñan es porque dan

testimonio”62.

“El predicador de la Homilía debe comunicar sencillez, confianza, alegría,

convicción que brotan de una vida llena de Dios que contagia a los que le escuchan”63.

El ministro de la Palabra con su predicación adecuada deberá conducir a los fieles

a interiorizar el mensaje; debe tratar de adquirir una mentalidad creadora, o

siquiera novedosa para la presentación pastoral de la Homilía. Es también de gran

importancia que le dé cabida al silencio para interiorizar la Palabra de Dios y también para

que en el silencio imprima dentro de su ser el mensaje homilético.

62
PAULO VI. Op. Cit. p.36.
63
MOESCH. Op. Cit. p.356.
134

Si la predicación es muy selecta, requiere mucho más el silencio para captar su finura.

Sin la meditación ni el silencio, la palabra no podrá realizar su crecimiento ni dar la

respuesta que nace del Misterio. Si muere el silencio, la palabra no alcanzará el verdadero

vigor.

El silencio nace de la pobreza, del sentirse necesitado del Absoluto, necesitado de

eternidad, regalos que sólo obtenemos si los recibimos de Dios, porque de Dios se recibe a

Dios mismo, su gracia y su salvación.

La comunicación plena brota del silencio; la Homilía debe nacer del diálogo de la Palabra

de Dios y de la vivencia del silencio que densifica el encuentro con el amor divino y su

salvación. Como en el pozo de Jacob, la sed salvadora de Cristo se encontró con la sed de

amor de la Samaritana, así en el silencio se encuentre el amor de Dios y el amor del hombre

nacido para esta vocación, la eternidad de Dios y la eternidad ansiada en lo más íntimo del

ser, la felicidad de Dios y la felicidad humanas, nunca encontrada plenamente en el caminar

terreno para entrar en hondura del caminar divino.

La Homilía es parte de la Liturgia, por lo tanto tiene las cualidades de la celebración

litúrgica: Es obra de Cristo Sacerdote y de su Cuerpo que es la Iglesia; es ella culto público,

significa y realiza la salvación del hombre, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia

no la iguala ninguna acción de la Iglesia.

En la Homilía se realiza un compartir desde la Liturgia de la palabra la experiencia de Dios

Padre, el amor divino manifestados en Jesucristo muerto y resucitado, que por la acción del
135

Espíritu Santo hace presente y eficaz la historia de la salvación y en el caminar de la

Iglesia hacia la Patria.

El ministro en la celebración litúrgica debe darle mucha importancia a la Homilía, hacerla

con entusiasmo, con fe y prepararla con responsabilidad.

Para una efectiva predicación homilética se debe tener un conocimiento sincero de la

comunidad, de sus cualidades y sus limitaciones, de sus progresos y de sus dificultades;

debe tener un marco de referencia que le ilumine los objetivos, las metas, las políticas y las

estrategias para la pastoral, para la Liturgia y en particular para la Homilía.

La utilización de los medios de comunicación debe ser óptima en cuanto a sonido, luz,

imagen y aún en el lenguaje del contorno.

Será de mucha utilidad para la evangelización el que se abran espacios para la Homilía, por

ejemplo: En casi todos los ambientes le rinden culto a los difuntos y con motivo de la

muerte de un feligrés, piden a los sacerdotes la celebración de la Eucaristía en casa de la

familia del difunto, pero regularmente no está permitido, sin embargo si se puede hacer una

celebración de la palabra y además es muy recomendada la Homilía en la celebración del

Oficio Divino, especialmente en Laudes y Vísperas. De gran valor será aprovechar estos

momentos fuertes de religiosidad popular para enriquecerlos con la Palabra de Dios, en la

Liturgia de las Horas y la Homilía.


136

La predicación de la Homilía exige a los sacerdotes una continua preparación en este

campo, pues son muchas las disciplinas que ayudan a una buena presentación del mensaje,

como los conocimientos teológicos, litúrgicos, exegéticos y de propedeútica bíblica; el

conocimiento de la comunicación en público y los medios de comunicación social, etc.

“La Iglesia se sentiría culpable si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia

humana perfecciona cada vez más... En ellos encuentra una versión moderna, eficaz del

púlpito”64.

“Las técnicas de evangelización son buenas pero ni las más perfeccionadas podrían

reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del Evangelizador

no consigue absolutamente nada sin él”65.

64
PAULO VI. Op. Cit. p.41.
65
Ibid., p.75.

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