El documento presenta una homilía sobre el evangelio de San Marcos 9:30-37. La homilía argumenta que la vida cristiana debe caracterizarse por el realismo y la esperanza. El realismo implica afrontar las dificultades de la vida con honestidad, mientras que la esperanza significa mantener la fe en las promesas de Dios a pesar de los problemas. Jesús mismo modeló esta combinación de realismo y esperanza en su ministerio y mensajes. La homilía concluye instando a los creyentes a mantener los pies en la realidad del mundo pero
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
371 vistas2 páginas
El documento presenta una homilía sobre el evangelio de San Marcos 9:30-37. La homilía argumenta que la vida cristiana debe caracterizarse por el realismo y la esperanza. El realismo implica afrontar las dificultades de la vida con honestidad, mientras que la esperanza significa mantener la fe en las promesas de Dios a pesar de los problemas. Jesús mismo modeló esta combinación de realismo y esperanza en su ministerio y mensajes. La homilía concluye instando a los creyentes a mantener los pies en la realidad del mundo pero
El documento presenta una homilía sobre el evangelio de San Marcos 9:30-37. La homilía argumenta que la vida cristiana debe caracterizarse por el realismo y la esperanza. El realismo implica afrontar las dificultades de la vida con honestidad, mientras que la esperanza significa mantener la fe en las promesas de Dios a pesar de los problemas. Jesús mismo modeló esta combinación de realismo y esperanza en su ministerio y mensajes. La homilía concluye instando a los creyentes a mantener los pies en la realidad del mundo pero
El documento presenta una homilía sobre el evangelio de San Marcos 9:30-37. La homilía argumenta que la vida cristiana debe caracterizarse por el realismo y la esperanza. El realismo implica afrontar las dificultades de la vida con honestidad, mientras que la esperanza significa mantener la fe en las promesas de Dios a pesar de los problemas. Jesús mismo modeló esta combinación de realismo y esperanza en su ministerio y mensajes. La homilía concluye instando a los creyentes a mantener los pies en la realidad del mundo pero
Descargue como DOCX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2
Mc 9, 30-37
Homilía
Fray Pierre Guillén Ramírez, o.f.m.
La Palabra de Dios correspondiente a la liturgia de hoy, con la
primera lectura tomada del capítulo segundo del libro del Eclesiástico, el mismo salmo 36 y desde luego el evangelio según san Marcos, vistas en su conjunto son un mensaje sobre nuestra vida cristiana revestido de dos características: realismo y esperanza. Realismo porque Jesús es directo al decir de sí mismo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán…», y esperanzador porque inmediatamente agrega: «…y después de muerto, a los tres días resucitará». Así mismo, el mencionado libro del Eclesiástico también posee esa doble dimensión. Por un lado, nos recuerda que si “te acercas a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor, y prepárate para la prueba”, pero también trae consigo una promesa: “no se retrasará vuestra recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo eterno y misericordia”. Y en esta misma línea el salmo: “Encomienda tu camino al Señor, y él actuará”.
Realismo y esperanza. Dos condiciones de una auténtica vida
espiritual (y yo creería que de una vida en general). Jesús mismo siempre revistió su ministerio de un “realismo responsable”, nunca engañó a sus discipulos con falsas expectativas, de hecho su mensaje siempre fue claro y directo, no escatimó esfuerzos en hablarles con mucha franqueza, por ejemplo, de su destino: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán». Así, ellos, como dice el Evangelio, no entendían cómo era posible tal cosa. Pero tampoco escatimó esfuerzos para reconfortar y brindar esperanza sus corazones, de ahí que toda su predicación siempre comunicaba esperanza: la muerte no tendría la última palabra, el mal no prevalecerá sobre el bien, los que se oponen al proyecto de Dios no dominarán, etc. Realismo y esperanza parecen dos actitudes muy concretas que debemos asumir nosotros de cara a la vida. Realismo de sabernos ubicar en nuestra vida, con los pies en la tierra, conociendo nuestras cirscunstancias, haciendole frente a nuestras dificultades y problemas del día a día, pero con la mente y el corazón abiertos a la esperanza que Dios nunca nos deja solos en esta vida (a pesar de que en muchas ocasiones parezca que todo el mundo no ha abandonado por completo). Esperanza que nace de nuestras convicciones religiosas, de nuestra experiencia de fe, de nuestra vida de oración, del cultivo de una madura y equilibrada espiritualidad cristiana.
Realismo y esperanza que nos lleva a saber que no hay
resurrección sin cruz. Realismo y esperanza que nos hace saber que en la vida no puede haber éxito o felicidad sin antes pasar por la prueba de las dificultades. Realismo y esperanza que nos hace estar ubicados en este mundo y con los pies bien aficandos en la realidad pero con los ojos siempre puestos en Dios, en Jesucristo y su Palabra de esperanza. Dirá el teólogo alemán Johann Baptist Metz, hablando en esta misma línea: “la mística de los ojos abiertos”, es decir, la vida del creyente que es muy consciente de su propia realidad y la del mundo en el que vive, pero que no se deja aplastar por esa realidad, sino que alberga en su corazón la promesa del evangelio de Cristo y actúa conforme a ella. Así debe ser nuestra vida: una lucha constante, diaria y responsable, con nosotros mismos y con los demás, pero revestida de una esperanza en Dios, de una fe en sus promesas. Una combinación siempre inevitable entre cruz y resurrección, entre realismo y esperanza. No olvidar: detrás de cada noche, siempre viene un amanecer sonriente; y donde una puerta se cierra, otra siempre se abre.