Qué Es La Cultura de Paz

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Coutiño Aguirre María Rosa, 3ero.

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¿Qué es la cultura de paz?

Según la definición de las Naciones Unidas (1998, Resolución A/52/13), la cultura


de paz consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan
la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar
los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y
las naciones. La Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz
(1999, Resolución A/53/243) identifican ocho ámbitos de acción para los actores al
nivel local, nacional e internacional que proponen:

1. Promover una cultura de paz por medio de la educación mediante la revisión de


los planes de estudio para promover valores, actitudes y comportamientos que
propicien la cultura de paz, como la solución pacífica de los conflictos, el diálogo, la
búsqueda de consensos y la no violencia. Este nuevo planteamiento de la educación
también debería orientarse hacia las siguientes metas:

2. Promover el desarrollo económico y social sostenible mediante la reducción de


las desigualdades económicas y sociales, la erradicación de la pobreza y
garantizando una seguridad alimentaria sostenible, la justicia social, las soluciones
duraderas a los problemas de la deuda, el fomento de la autonomía de la mujer,
medidas especiales para grupos con necesidades especiales y la sostenibilidad
ambiental.

3. Promover el respeto de todos los derechos humanos. Los derechos humanos y


la cultura de paz son complementarios: cuando predominan la guerra y la violencia,
no se pueden garantizar los derechos humanos pero, al mismo tiempo, sin derechos
humanos en todas sus dimensiones, no puede haber cultura de paz.

4. Garantizar la igualdad entre mujeres y hombres por medio de la plena


participación de las mujeres en la toma de decisiones económicas, sociales y
políticas, la eliminación de todas las formas de discriminación y de violencia contra
la mujer, el apoyo y la asistencia a las mujeres necesitadas.

5. Promover la participación democrática. Entre los cimientos imprescindibles para


la consecución y el mantenimiento de la paz y la seguridad figuran principios,

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prácticas y participación democráticos en todos los sectores de la sociedad, un


gobierno y una administración transparentes y responsables, la lucha contra el
terrorismo, el crimen organizado, la corrupción, el tráfico ilícito de drogas y el
blanqueo de dinero.

6. Promover la comprensión, la tolerancia y la solidaridad. Para acabar con las


guerras y los conflictos violentos es preciso trascender y superar las imágenes del
enemigo mediante la comprensión, la tolerancia y la solidaridad entre todos.
Aprender de nuestras diferencias por medio del diálogo entre civilizaciones y del
respecto para la diversidad cultural es un proceso enriquecedor.

7. Apoyar la comunicación participativa y la libre circulación de información y


conocimientos. La libertad de información y comunicación y los intercambios de
información y conocimientos son imprescindibles para una cultura de paz. Pero hay
que tomar medidas para hacer frente al problema de la violencia en los medios de
comunicación, comprendidos los que se valen de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación.

8. Promover la paz y la seguridad internacionales. Los adelantos logrados en los


últimos años en materia de seguridad humana y desarme comprendidos los tratados
sobre las armas nucleares y el que prohíbe las minas antipersonales deben
alentarnos a actuar con más denuedo todavía en favor de la negociación de
soluciones pacíficas, la eliminación de la producción y el tráfico de armas, las
soluciones humanitarias en situaciones de conflicto y las iniciativas una vez que
éstas finalizan.

"Una cultura de paz está basada en los principios enunciados en la Carta de las
Naciones Unidas y en el respeto de los derechos humanos, la democracia y la
tolerancia, la promoción del desarrollo, la educación para la paz, la libre circulación
de información y la mayor participación de la mujer como enfoque integral para
prevenir la violencia y los conflictos, y que se realicen actividades encaminadas a
crear condiciones propicias para el establecimiento de la paz y su consolidación."

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Ésta supone ante todo un esfuerzo generalizado para modificar mentalidades y


actitudes con ánimo de promover la paz. Significa transformar los conflictos,
prevenir los conflictos que puedan engendrar violencia y restaurar la paz y la
confianza en poblaciones que emergen de la guerra. Pero su propósito trasciende
los límites de los conflictos armados para hacerse extensivo también a las escuelas
y los lugares de trabajo del mundo entero, los parlamentos y las salas de prensa,
las familias y los lugares de recreo.

Para Edgard Morín la educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y
universal centrada en la condición humana. Y añade: Estamos en la era planetaria;
una aventura común se apodera de los humanos donde quiera que estén. Estos
deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la
diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano. Tal vez sea precisamente
en el reconocimiento recíproco de la condición humana donde reside el fundamento
de una cultura universal, conformada colectivamente, que aspira a resolver las
problemáticas y retos del futuro desde una forma de gobierno fundada en la justicia.

Por otro lado, es evidente que la educación –cualquiera que sea su definición o
función social establecida– es una tarea humana, centrada en el diálogo entre los
actores, dirigida a aquel aprendizaje que favorece la comprensión del mundo, un
mayor desarrollo de la personalidad de cada cual y la mejor forma posible de utilizar
las capacidades (individuales y colectivas) para abordar con creatividad y éxito los
problemas reales de una sociedad sometida a acelerados y constantes cambios.
Reconocernos en nuestra humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la
diversidad cultural inherente a todos ha definido las finalidades de la educación que
pueden resumirse en tres grandes objetivos:

1. Reflexionar sobre la mejor forma de poner la educación al servicio de la


Humanidad. Se trata, en primer lugar, de asegurar el pleno ejercicio de los
derechos democráticos y la cohesión social a través de la participación; las
competencias básicas para una ciudadanía informada y responsable; la
construcción de una cultura científica para todos; el cultivo de los valores y
actitudes de aprecio de sí mismo y de los otros, como base de la convivencia

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y la paz; y los procedimientos para seguir aprendiendo y accediendo al


conocimiento a lo largo de toda la vida.
2. Considerar la educación como un proceso caracterizado por una especial
relación comunicativa o aprendizaje dialógico. Aprendizaje sostenido por los
principios de igualdad y no-discriminación cuyo fin no es exclusivamente la
transmisión de conocimientos, sino la construcción colectiva de los mismos,
desde el reconocimiento y respeto a la diversidad, guiada por la búsqueda
de soluciones reales y posibles a las problemáticas a las que las sociedades,
según su contexto, deben dar respuesta.
3. Enseñar la condición humana teniendo presente su naturaleza como unidad
compleja. Objetivo que implica la reunión y organización de conocimientos
dispersos en las distintas ciencias. Es decir, abordar la transversalidad como
un elemento diferenciador e innovador de una educación orienta- da por una
visión holística del ser humano y del mundo. Visión que por la misma razón,
en los niveles más concretos de la educación, implica una organización
escolar más abierta y estrechamente coordinada con otros ámbitos sociales.

En síntesis, se trata de recuperar el valor de la humanidad a través de la educación


para hacer frente a los retos del futuro desde el aprendizaje de una cultura universal.
Pero no de una cultura cualquiera, sino de una cultura fundada en el conjunto de
esos valores compartidos por todos inspirados en un deber ético y una necesidad y
realidad social: convivir en paz como resultado de vivir juntos desde el respeto a la
diversidad, con la expectativa de aprovechar fértilmente nuestras diferencias, y cuya
más clara manifestación se encuentra en la ausencia de violencia.

Definición de Educación para la Cultura de Paz y No violencia

Llegados a este punto podemos afirmar que convivir en paz no es, pues, sólo una
posibilidad, sino una realidad que poco a poco, despacio, de manera imperfecta,
suma de tentativas y ensayos, construimos día a día con el apoyo de la ciencia, la
cultura, la educación y la comunicación. Lo que no indica que frente a los profundos
cambios a los que están sometidas las sociedades, no tengamos que hacer frente
a nuevos desafíos. Sin embargo, al contrario que en otras épocas, los seres

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humanos poseemos un conjunto mínimo de valores que constituyen un instrumento


eficaz para superar las incertidumbres del futuro. Como hemos señalado en otro
lugar, el derecho humano a la paz, reivindicado a lo largo de la historia de la
humanidad de muy diversas maneras, permite en la actualidad una exigencia
compartida: construir una cultura de la paz. Una cultura caracterizada por ser: una
cultura de la convivencia y de la participación, fundada en los principios de libertad,
justicia, democracia, tolerancia y solidaridad; una cultura que rechaza la violencia,
se dedica a prevenir los conflictos en sus causas y a resolver los problemas por el
camino del diálogo y de la negociación; y una cultura que asegura a todos los seres
humanos el pleno ejercicio de sus derechos y los medios necesarios para participar
plenamente en el desarrollo endógeno de su sociedad.

Si la educación es un instrumento valioso para la transformación humanizadora de


la sociedad no es precisamente porque permite la adquisición de conocimientos
disciplinares, sino sobre todo porque auspicia formas de relacionarse unos con otros
desde la generosidad inequívoca, desde la emoción y desde los sentimientos más
profundos del ser humano. Encontrar el equilibrio entre esos dos tipos de
conocimientos (disciplinar y experiencial o relacional), conocimientos por otro lado
de diferente origen y naturaleza, constituye un motivador desafío para la educación.
Es por ello que la educación no sólo favorece el desarrollo integral de las personas
sino que debe posibilitarles la búsqueda de alternativas a las problemáticas
mundiales a través de la adquisición de los conocimientos pertinentes que aportan
los saberes disciplinares; la construcción de valores compartidos y la creación de
espacios relacionales que impulsen la acción social que su responsabilidad
ciudadana les exige desde la resolución no violenta de los conflictos. Es por esto
que la educación para la cultura de paz se define como el proceso global de la
sociedad, a través del cual las personas y los grupos sociales aprenden a desarrollar
conscientemente en el interior de la comunidad nacional e internacional y en
beneficio de ellas, la totalidad de sus capacidades, actitudes, aptitudes y
conocimientos para conseguir cada una de las metas que conforman la Cultura de
Paz.

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La educación necesita de aprendizajes innovadores que se abran a la problemática


del mundo y preparen a las generaciones jóvenes para enfrentarlos de manera
creativa y constructiva. Respondiendo a estos desafíos y demandas de la sociedad,
muchas políticas culturales y educativas han emprendido decididas reformas de los
sistemas educativos; reformas que en sus modelos curriculares incluyen ejes
transversales orientados a constituir una fuerza curricular y moral positiva que
posibilite acciones de mejora en el futuro. Muchos sistemas educativos hace tiempo
que pusieron en práctica programas concretos de preparación de los jóvenes a un
porvenir diferente del presente.

Formación que ha permitido a muchas escuelas familiarizarse con la problemática


mundial y desarrollar experiencias innovadoras donde las actividades de carácter
prospectivo, la introducción de nuevas educaciones en los diversos contenidos y la
organización escolar basada en la participación y la solidaridad ocupan un lugar
destacado. La promoción de estos nuevos contenidos (valores, actitudes, normas,
concepciones éticas sobre el mundo) y su integración en los planes de estudio
implican profundos cambios del sistema educativo puesto que afectan a la vez a las
estructuras organizativas, a la formación de los docentes, a los materiales didácticos
y, principalmente, a las mentalidades.

De especial significación, dentro de estas innovaciones, tiene la introducción dentro


del currículo (todo aquello que el medio escolar ofrece al alumnado como pasibilidad
de aprender) los llamados ejes, temas, contenidos, objetivos, competencias o áreas
transversales. La transversalidad viene a introducir en el desarrollo del currículo la
propuesta de volver a reivindicar la función moral y social de la escuela y resolver
la cuestión entre enseñar conocimientos y educar para la vida. Es cierto que plantea
reflexiones que no son nuevas en el campo de la pedagogía, la didáctica o la
filosofía, pero su particular aportación consiste en hacer explícitas una serie de
aspiraciones de cambio en la práctica educativa y en el perfil del futuro ciudadano
que los constantes cambios producidos en la sociedad reclaman, tanto en el ámbito
teórico como práctico.

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De este modo la educación se caracteriza por ser un proceso dinámico y


permanente que pretende crear las bases de una nueva cultura: La cultura de la paz
como expresión de las prácticas surgidas de aprender a pensar y actuar de otra
manera, permitiendo un desarrollo equilibrado y armónico de las personas y las
sociedades consigo mismo, con los demás y con el entorno natural. Esa conciencia
holística permite, por tanto, una conciencia cósmica y ecológica que en el plano
educativo se traduce en la superación del viejo paradigma fundado en la
fragmentación de la ciencia y del conocimiento de modo que la educación era
considerada principalmente como la enseñanza dirigida al desarrollo de la
capacidad intelectual y sensible.

Esta visión global de la paz y de la cultura entiende que la función educativa, en su


nueva interpretación, no es único objetivo de la escuela sino que su responsabilidad
recae en todos los elementos del entramado social y demuestra que cada
circunstancia experiencial en la vida de las personas constituye una oportunidad
para aprender a lo largo de toda la vida. Según el paradigma holístico se pueden
organizar dos niveles de intervención educativa. El primer nivel está referido al
conflicto y al modo cómo los agentes sociales tratan de resolverlo. Nivel
estrechamente ligado al segundo ámbito enlazado al modo de resolver los
problemas mundiales desde una concepción positiva de la paz que integre los
conceptos de derechos huma- nos, desarrollo sostenido y medio ambiente. Ambos
niveles enfocados desde tres perspectivas o niveles concurrentes: Micro nivel o
ámbito personal, meso- nivel o ámbito interpersonal o comunitario y macro nivel o
ámbito internacional.

Las siguientes características de la Educación para la Cultura de Paz (ECP):

1. La ECP pretende contribuir en la construcción de un Nuevo Orden


Internacional basado en un concepto de paz positiva, de modo que las
relaciones en cualquier nivel (individual, social, nacional e internacional)
tengan como resultado la solución no violenta de los conflictos y la justicia
social. En la concepción de paz intervienen tres principios de reconstrucción
social esenciales: a) Principio de Dignidad (Derechos Humanos/

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Democracia); b) Principio de Solidaridad (Desarrollo sostenido y respeto del


medio ambiente); c) Principio de Seguridad (Desarme).
2. La Paz, de este modo entendido, equivale a la práctica real de los derechos
humanos en su dimensión social, económica y política. La Paz representa un
ideal sostenido por los principios contenidos en la Carta de las Naciones
Unidas y en todos los instrumentos legales nacionales, regionales e
internacionales que reconocen las distintas generaciones de los derechos
humanos, especialmente los llamados de «Solidaridad».
3. La ECP no puede restringirse al marco de la escuela o de las instituciones
educativas, sino que abarca la realidad total de la persona, la sociedad y el
mundo en constante evolución.
4. La ECP es necesaria para la práctica del derecho a la paz, al desarrollo, al
desarme y a un medio ambiente que permita una vida digna y de calidad.
5. Siendo la Paz, el desarrollo sostenido y el medio ambiente realidades
complejas que comprenden para su realización de procesos también
complejos, debe la EP difundir, informar y formar conforme a los estudios
aportados por la Investigación sobre la Paz y orientarse hacia la Acción.
6. Esta educación no puede entenderse como acción neutral, ya que posee una
importante dimensión socio-política y en valores.

La definición de educación para la Cultura de Paz remite a un concepto holístico


que comprende seis dimensiones principales (UNESCO, 2000):

• La educación comprehensiva, que engloba de manera integrada los derechos


humanos, la democracia, la comprensión internacional, la tolerancia, la no violencia,
el multiculturalismo así como todos los otros valores transmitidos a través del
programa escolar. La educación debe ser también considerada como fenómeno
social transmitiendo valores tales como la equidad, la armonía, la solidaridad, etc.

• La educación que engloba toda la gama de contenidos de los programas en los


que se encuentran, en diferentes niveles de enseñanza, los valores ligados a la
cultura de la paz.

• La educación dirigida al individuo en su globalidad.

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• La educación dirigida a los grupos vulnerables, como, por ejemplo, los niños y
niñas discapacitados, las minorías y cuya finalidad es promover la igualdad de
oportunidades.

• El desarrollo educacional que incluye también la educación formal como la no


formal.

• La educación como proceso participativo e interactivo de enseñanza y aprendizaje,


englobando la totalidad de saberes y de valores transmitidos.

Los objetivos de la educación para la cultura de la paz

— Preparación para la no violencia: Preparar a nuestros jóvenes en el


pensamiento y prácticas de la no-violencia es uno de los objetivos básicos de una
educación basada en la búsqueda de nuevas formas de resolver los conflictos y de
construir una paz basada en la justicia. Y esto es obvio pues ni los contenidos, los
objetivos y las formas de educar para la paz pueden ser contrarias a la finalidad
última que este tipo de educación persigue.

— Responsabilidad de los ciudadanos del mundo: En todos los procesos de


interacción social se precisa un mínimo de responsabilidad. La responsabilidad no
consiste sólo en cumplir las obligaciones y deberes, sino que además supone captar
los rasgos morales de esta relación, actuar conforme a ellos. Situarse en el mundo,
conocer sus problemas y tomar conciencia de la necesidad de cambio; es decir,
adoptar un comportamiento ético ante las cosas que pasan ante nuestras miradas,
en nuestra proximidad más cercana, como individuos y seres sociales, y, también,
en esa aldea global en la que todos vivimos. Ubicarse en el mundo significa dar
respuesta a sus interrogantes, una respuesta que debe comenzar por ser individual,
pero que también ha de ser compartida colectivamente. La responsabilidad es un
rasgo esencial de la experiencia moral de los individuos y de la comunidad, del
desarrollo de un aprendizaje que permite la consolidación autónoma de una actitud
ética frente al mundo y de una conciencia planetaria. Sin duda que los problemas
con los que se enfrentan los ciudadanos de todos los países no pueden resolverse
sin una construcción ética basada en la afirmación de espacios cada vez mayores

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de autonomía donde se desacralice la autoridad y, por otro lado, se intente


humanizarla.

— Igualdad de actitudes: La Educación para la Paz es una forma particular de


educación en valores que persigue el desarrollo de actitudes iguales en todos los
jóvenes del mundo, de ahí su vocación internacional, para que –ante valores
antitéticos a la cultura de la paz como la obediencia ciega, el conformismo y
consumismo, la indiferencia e insolidaridad, la intolerancia o la discriminación– se
cuestionen sus consecuencias y actúen guiados por la justicia, la tolerancia y la
solidaridad. Soluciones estables a los problemas de rápido crecimiento
demográfico, de pobreza extrema, de desintegración social y de desigualdad entre
hombres y mujeres en todo el mundo, dependen, como fue reconocido en la Cumbre
Mundial para el Desarrollo Social, de la formación de los jóvenes en los
conocimientos, capacidades y actitudes necesarias para instaurar una solidaridad
internacional, favoreciendo el pluralismo, la tolerancia, la igualdad entre sexos y el
interés por el otro. Actitudes que comprometen a todos y a todas en un sentimiento
de comunidad y de cooperación mundial. De aquí la necesidad de que los temas
controvertidos como la violencia, la desigualdad, los conflictos armados, la
discriminación y tantos otros reciban una atención especial en las instituciones
educativas con el fin de adecuar el currículo a las exigencias de nuestro tiempo.

— Investigación crítica de alternativas: La Educación para la Paz es crítica con


la realidad, pero también creativa porque la creatividad está en la propia dimensión
humana. Enfrentarse a los problemas que genera la insolidaridad no sólo es un gran
sueño sino una urgencia. La educación no puede quedarse con los brazos cruzados
ante tales atrocidades, sino que tiene que, tocando tierra, imaginar nuevos futuros
probables, posibles y deseables. La educación tiene como misión hacer que los
jóvenes examinen los obstáculos que a menudo nos impiden experimentar un
progreso hacia la paz; familiarizarles con destrezas específicas que venzan esas
dificultades y brindarles modelos de personas y de grupos cuyas acciones se
encaminan en pro de una paz realizable.

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