Las Cruzadas.

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Introducción

Desde el renacimiento hasta nuestros días pocos temas han resultado tan atractivos como el de las
cruzadas. A su alrededor se han forjado mitos y leyendas, muy alejadas de la realidad histórica y que la
literatura se ha encargado de difundir.

Dentro del periodo de la edad media, entre el siglo XI y XIII, se desarrollaron las luchas entre el
cristianismo e islamismo llamadas cruzadas.

Fueron una reacción de la Europa medieval contra la invasión turca selyùcida de tierra santa y su
intolerancia y maltrato a los cristianos, aunque luego se desvirtuaron al cometerse una serie de
crímenes en nombre de dios y al surgir ambiciones desmedidas por riquezas, fama y poder.

“Se denominan cruzadas a las guerras realizadas entre los siglos XI a XIII (1095-1291) por los cristianos
de occidente para reconquistar el Santo Sepulcro del dominio musulmán. Estas guerras fueron,
especialmente en sus comienzos, luchas de carácter religioso. Los cristianos marchaban hacia oriente a
combatir por la cruz, signo que bordaban en rojo sobre sus vestidos para destacar la finalidad de su
empresa. De esto proviene, precisamente, el hombre de dichas guerras.

Las cruzadas no fueron las únicas luchas entre cristianos e infieles. En efecto, por tres puntos la
cristiandad lindaba, en el siglo XI, con pueblos extraños a su religión: en las fronteras orientales de
Germania con los eslavos, todavía paganos, de las orillas del Oder; en las fronteras meridionales de los
reinos Ibéricos cristianos, con los musulmanes o moros de España; en el este del mediterráneo, con los
musulmanes de Siria y Egipto.

Toda Europa de occidente, animada por un intenso fervor religioso, lucho durante dos siglos para
expulsar de esas regiones a los mahometanos. Por eso las cruzadas prueban la profunda unidad que, por
encima de las querellas entre reyes y señores, imprimió el cristianismo a la civilización Europa durante la
época feudal.”

Las cruzadas fueron unas guerras que se realizaban en el nombre de Dios, se cometieron muchos
crímenes que ellos pensaban que eran justos y nobles pero solo al principio luchaban por el maltrato a
los cristianos y su justicia, para después terminar en una lucha egocéntrica que solo pensaban en
obtener riquezas, gloria y fama. Por lo tanto, se desvirtuaron totalmente los motivos iníciales de las
guerras.

Desarrollo

Durante el siglo XI los turcos selyúcidas se apoderaron de Jerusalén y empezaron a hostigar a los
visitantes. Era costumbre durante la edad media que los cristianos realizaran peregrinaciones a lugares
santos.

Es por ello que los europeos, ante un llamado que realizo el papa URBANO II se organizaron y decidieron
marchar hacia oriente con el objetivo de recuperar la tierra santa para los cristianos. Los caballeros que
se dirigieron a palestina siguiendo el llamado del papa, fueron denominados cruzados por la costumbre
de bordarse sobre los vestidos una cruz roja que simbolizaba la finalidad de la empresa emprendida.

Contexto histórico

El origen de las Cruzadas está enraizado en el cataclismo político que resultó de la expansión de los
Selyúcidas en el Próximo Oriente a mediados del siglo XI. La conquista de Siria y Palestina llevada a cabo
por los Selyúcidas islámicos alarmó a los cristianos de occidente. Otros invasores turcos también
penetraron profundamente en el igualmente cristiano Imperio bizantino y sometieron a griegos, sirios y
armenios cristianos a su soberanía. Las Cruzadas fueron, en parte, una reacción a todos estos sucesos.
También fueron el resultado de la ambición de unos papas que buscaron ampliar su poder político y
religioso. Los ejércitos cruzados fueron, en cierto sentido, el brazo armado de la política papal.

En un esfuerzo por entender por qué los cruzados las llevaron a cabo, los historiadores han apuntado
como razones el dramático crecimiento de la población europea y la actividad comercial entre los siglos
XII y XIV. Las Cruzadas, por tanto, se explican como el medio de encontrar un amplio espacio donde
acomodar parte de esa población en crecimiento; y como el medio de dar salida a las ambiciones de
nobles y caballeros, ávidos de tierras. Las expediciones ofrecían, como se ha señalado, ricas
oportunidades comerciales a los mercaderes de las pujantes ciudades de occidente, particularmente a
las ciudades italianas de Génova, Pisa y Venecia.

Aunque estas explicaciones acerca de las Cruzadas quizá tengan alguna validez, los avances en la
investigación sobre el tema indican que los cruzados no pensaron encontrarse con los peligros de
enfermedades, las largas marchas terrestres y la posibilidad de morir en combate en tierras lejanas. Las
familias que quedaron en Europa tuvieron que combatir en muchas ocasiones durante largos periodos
de tiempo para mantener sus granjas y sus posesiones. La idea de que los cruzados obtuvieron grandes
riquezas es cada vez más difícil de justificar; la Cruzada fue un asunto extremadamente caro para un
caballero que tuviera el propósito de actuar en Oriente si se costeaba por sí mismo la expedición, ya que
probablemente le suponía un gasto equivalente a cuatro veces sus ingresos anuales.

Sin embargo, a pesar de ser una empresa peligrosa, cara y que no daba beneficios, las Cruzadas tuvieron
un amplio atractivo para la sociedad contemporánea. Su popularidad se cimentó en la comprensión de
la sociedad que apoyó este fenómeno. Era una sociedad de creyentes, y muchos cruzados estaban
convencidos de que su participación en la lucha contra los infieles les garantizaría su salvación espiritual.
También era una sociedad militarista, en la que las esperanzas y las ambiciones estaban asociadas con
hazañas militares

La primera cruzada

Las Cruzadas comenzaron formalmente el jueves 27 de noviembre de 1095, en un descampado a


extramuros de la ciudad francesa de Clermont-Ferrand. Ese día, el papa Urbano II predicó a una multitud
de seglares y de clérigos que asistían a un concilio de la Iglesia en esa ciudad. En su sermón, el papa
esbozó un plan para una Cruzada y llamó a sus oyentes para unirse a ella. La respuesta fue positiva y
abrumadora. Urbano encargó a los obispos asistentes al concilio que regresaran a sus localidades y
reclutaran más fieles para la Cruzada. También diseñó una estrategia básica según la cual distintos
grupos de cruzados iniciarían el viaje en agosto del año 1096. Cada grupo se autofinanciaría y sería
responsable ante su propio jefe. Los grupos harían el viaje por separado hasta la capital bizantina,
Constantinopla (la actual Estambul, en Turquía), donde se reagruparían. Desde allí, lanzarían un
contraataque, junto con el emperador bizantino y su ejército, contra los Selyúcidas, que habían
conquistado Anatolia. Una vez que esa región estuviera bajo control cristiano, los cruzados realizarían
una campaña contra los musulmanes de Siria y Palestina, siendo Jerusalén su objetivo fundamental.

Los ejércitos cruzados

La primera Cruzada se atuvo en sus líneas generales al esquema previsto por el papa Urbano II. El
reclutamiento prosiguió a pasos agigantados durante el resto de 1095 y los primeros meses de 1096. Se
reunieron cinco grandes ejércitos nobiliarios a finales del verano de 1096 para iniciar la Cruzada. Gran
parte de sus miembros procedían de Francia, pero un significativo número venía del sur de Italia y de las
regiones de Lorena, Borgoña y Flandes.

El papa no había previsto el entusiasmo popular que su llamamiento a la Cruzada produjo entre el
campesinado y las gentes de las ciudades. Al lado de la Cruzada de la nobleza se materializó otra
constituida por el pueblo llano. El grupo más grande e importante de cruzados populares fue reclutado y
dirigido por un predicador conocido como Pedro el Ermitaño, natural de Amiens (Francia). Aunque
fueron numerosos los participantes en la Cruzada popular, solamente un mínimo porcentaje de ellos
pudieron llegar al Próximo Oriente; aún fueron menos los que sobrevivieron para ver la toma de
Jerusalén por los cristianos en 1099.

La conquista de Anatolia

Los ejércitos cruzados de la nobleza llegaron a Constantinopla entre noviembre de 1096 y mayo de
1097. El emperador bizantino Alejo I Comneno presionó a los cruzados para que le devolvieran cualquier
antiguo territorio del Imperio bizantino que conquistaran. Los jefes cruzados se sintieron agraviados por
esas demandas y, aunque la mayoría en última instancia accedió, comenzaron a sospechar de los
bizantinos.

En mayo de 1097, los cruzados atacaron su primer gran objetivo, la capital turca de Anatolia, Nicea (la
actual ciudad de Iznik en Turquía). En junio, la ciudad se rindió a los bizantinos, antes que a los cruzados.
Esto confirmó las sospechas de que Alejo intentaba utilizarlos como peones para lograr sus propios
objetivos.

Muy poco después de la caída de Nicea, los cruzados se encontraron con el principal ejército Selyùcida
de Anatolia en Dorilea (cerca de la actual Eskisehir, en Turquía). El 1 de julio de 1097, los cruzados
obtuvieron una gran victoria y casi aniquilaron al ejército turco. Como consecuencia, los cruzados
encontraron escasa resistencia durante el resto de su campaña en Asia Menor. El siguiente gran objetivo
fue la ciudad de Antioquía (la actual Antakya, en Turquía) en el norte de Siria. Los cruzados pusieron sitio
a la ciudad el 21 de octubre de 1097, pero no cayó hasta el 3 de junio de 1098. Tan pronto como los
cruzados hubieron tomado Antioquía, fueron atacados por un nuevo ejército turco, procedente de
Mosul (en el actual Irak), que llegó demasiado tarde para auxiliar a los defensores turcos de Antioquía.
Los cruzados repelieron esta expedición de auxilio el 2 de junio.

Conquista de Jerusalén

Los cruzados permanecieron descansando en Antioquía el resto del verano, y a finales del mes de
noviembre de 1098 iniciaron el último tramo de su viaje. Evitaron atacar las ciudades y fortificaciones
con el fin de conservar intactas sus tropas. En mayo de 1099 llegaron a las fronteras septentrionales de
Palestina y al atardecer del 7 de junio acamparon a la vista de las murallas de Jerusalén.

La ciudad estaba por aquel entonces bajo control egipcio; sus defensores eran numerosos y estaban
bien preparados para resistir un sitio. Los cruzados atacaron con la ayuda de refuerzos llegados de
Génova y con unas recién construidas máquinas de asedio. El 15 de julio tomaron por asalto Jerusalén y
masacraron a casi todos sus habitantes. Según la concepción de los cruzados, la ciudad quedó purificada
con la sangre de los infieles.

Una semana más tarde el ejército eligió a uno de sus jefes, Godofredo de Bouillon, duque de la Baja
Lorena, como gobernante de la ciudad. Bajo su liderazgo, los cruzados realizaron su última campaña
militar y derrotaron a un ejército egipcio en Ascalón (ahora Ashqelon, Israel) el 12 de agosto. No mucho
más tarde, la mayoría de los cruzados regresó a Europa, dejando a Godofredo y un pequeño retén de la
fuerza original para organizar y establecer el gobierno y el control latino (o europeo occidental) sobre los
territorios conquistados.

El apogeo del poderío latino en el oriente

Tras la conclusión de la primera Cruzada los colonos europeos en el Levante establecieron cuatro
estados, el más grande y poderoso de los cuales fue el reino latino de Jerusalén. Al norte de este reino,
en la costa de Siria, se encontraba el pequeño condado de Trípoli. Más allá de Trípoli estaba el
principado de Antioquía, situado en el valle del Orontes. Más al este aparecía el condado de Edesa
(ahora Urfa, Turquía), poblado en gran medida por cristianos armenios.

Los logros de la primera Cruzada se debieron en gran medida al aislamiento y relativa debilidad de los
musulmanes. Sin embargo, la generación posterior a esta Cruzada contempló el inicio de la reunificación
musulmana en el Próximo Oriente bajo el liderazgo de Imad al-Din Zangi, gobernante de Mosul y Halab
(actualmente en el norte de Siria). Bajo el mando de Zangi, las tropas musulmanas obtuvieron su
primera gran victoria contra los cruzados al tomar la ciudad de Edesa en 1144, tras lo cual
desmantelaron sistemáticamente el Estado cruzado en la región.

La respuesta del Papado a estos sucesos fue proclamar la segunda Cruzada a finales de 1145. La nueva
convocatoria atrajo a numerosos expedicionarios, entre los cuales destacaron el rey de Francia Luis VII y
el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Conrado III. El ejército germano de Conrado partió
de Nuremberg (en la actual Alemania) en mayo de 1147 rumbo a Jerusalén. Las tropas francesas
marcharon un mes más tarde. Cerca de Dorilea las tropas germanas fueron puestas en fuga por una
emboscada turca. Desmoralizados y atemorizados, la mayor parte de los soldados y peregrinos regresó a
Europa. El ejército francés permaneció más tiempo, pero su destino no fue mucho mejor y sólo una
parte de la expedición original llegó a Jerusalén en 1148. Tras deliberar con el rey Balduino III de
Jerusalén y sus nobles, los cruzados decidieron atacar Damasco en julio. La fuerza expedicionaria no
pudo tomar la ciudad y, muy poco más tarde de este ataque infructuoso, el rey francés y lo que quedaba
de su ejército regresaron a su país.

Saladino y la tercera cruzada

El fracaso de la segunda Cruzada permitió la reunificación de las potencias musulmanas. Zangi había
muerto en 1146, pero su sucesor, Nur al-Din, convirtió su Imperio en la gran potencia del Próximo
Oriente. En 1169, sus tropas, bajo el mando de Saladino, obtuvieron el control de Egipto. Cuando Nur al-
Din falleció cinco años más tarde, Saladino le sucedió como gobernante del Estado islámico que se
extendía desde el desierto de Libia hasta el valle del Tigris, y que rodeaba los estados cruzados que
todavía existían por tres frentes. Después de una serie de crisis en la década de 1180, Saladino
finalmente invadió el reino de Jerusalén con un enorme ejército en mayo de 1187. El 4 de julio derrotó
de forma definitiva al ejército cristiano en Hattin (Galilea). Aunque el rey de Jerusalén, Gui de Lusignan,
junto con alguno de sus nobles, se rindió y sobrevivió, todos los Caballeros Templarios y los Caballeros
Hospitalarios de San Juan de Jerusalén fueron degollados en el campo de batalla o en sus proximidades.
Saladino, tras esta victoria, se apoderó de la mayor parte de las fortalezas de los cruzados en el reino de
Jerusalén, incluida esta ciudad, que se rindió el 2 de octubre. En ese momento la única gran ciudad que
todavía poseían los cruzados era Tiro, en el Líbano.

El 29 de octubre de 1187, el papa Gregorio VIII proclamó la tercera Cruzada. El entusiasmo de los
europeos occidentales fue grande y a sus filas se apuntaron tres grandes monarcas: el emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico Federico I, el rey francés Felipe II Augusto y el monarca de Inglaterra
Ricardo I Corazón de León. Estos reyes y sus numerosos seguidores constituyeron la fuerza cruzada más
grande que había tenido lugar desde 1095, pero el resultado de todo este esfuerzo fue pobre. Federico
murió en Anatolia mientras viajaba a Tierra Santa y la mayor parte de su ejército regresó a Alemania de
forma inmediata a su muerte. Aunque tanto Felipe II como Ricardo I Corazón de León llegaron a
Palestina con sus ejércitos intactos, fueron incapaces de reconquistar Jerusalén o buena parte de los
antiguos territorios del reino latino. Lograron, sin embargo, arrancar del control de Saladino una serie de
ciudades, incluida Acre (ahora en Israel), a lo largo de la costa mediterránea. Hacia el mes de octubre de
1192, cuando Ricardo I Corazón de León partió de Palestina, el reino latino había sido restablecido. Este
segundo reino, mucho más reducido que el primero y considerablemente más débil tanto en lo militar
como en lo político, perduró en condiciones precarias un siglo más.

Las ultimas cruzadas

Las posteriores Cruzadas no obtuvieron los éxitos militares que había tenido la tercera Cruzada. La
cuarta, que duró dos años, desde 1202 hasta 1204, estuvo plagada de dificultades financieras. En un
esfuerzo para aliviarlas, los jefes cruzados acordaron atacar Constantinopla en concierto con los
venecianos y aspirar al trono del Imperio bizantino. Los cruzados lograron tomar Constantinopla, que
fue saqueada sin misericordia. El Imperio Latino de Constantinopla, creado así por esta Cruzada,
sobrevivió hasta 1261, fecha en la que el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo retomó
Constantinopla. Todo ello no contribuyó en nada a la defensa de Tierra Santa.

En 1208, en un contexto y en un territorio muy distinto, el papa Inocencio III proclamó una Cruzada
contra los albigenses, una secta religiosa, en el sur de Francia. La consiguiente Cruzada fue la primera
que tuvo lugar en Europa occidental. Duró desde 1209 hasta 1229 y causó un gran derramamiento de
sangre.

La primera ofensiva de la quinta Cruzada (1217-1221) tenía como objetivo capturar el puerto egipcio de
Damietta (Dumyat), lo cual consiguió en 1219. La estrategia posterior requería un ataque contra Egipto,
la toma de El Cairo y otra campaña para asegurar el control de la península del Sinaí. Sin embargo, la
ejecución de esta estrategia no obtuvo todos sus objetivos. El ataque contra El Cairo se abandonó
cuando los refuerzos que había prometido el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico,
Federico II, no se materializaron. En agosto de 1221 los cruzados se vieron obligados a rendir Damietta a
los egipcios y en septiembre el ejército cristiano se dispersó.
Federico II

La Cruzada que llevó a cabo el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II se diferenció
de las anteriores en su forma de enfocar la cuestión. Federico II había prometido dirigir una Cruzada en
1215 y renovó su compromiso en 1220, pero por razones políticas internas del Imperio estuvo
posponiendo su salida. Bajo la amenaza de la excomunión del papa Gregorio IX, Federico y su ejército
embarcaron finalmente en Italia en agosto de 1227, pero regresaron a puerto pocos días más tarde,
cuando el emperador cayó enfermo. El papa, exasperado por otro retraso más, rápidamente excomulgó
al emperador. Una vez recuperada su salud, Federico marchó a Tierra Santa en junio de 1228, como un
cruzado anónimo, sin la protección de la Iglesia. Federico llegó a Acre, donde encontró que la mayor
parte de su ejército se había dispersado. No obstante, no tenía intención de combatir si se podía
recuperar Jerusalén mediante una negociación diplomática con el sultán egipcio Al-Kamil. Esas
negociaciones dieron como resultado un tratado de paz por el cual los egipcios devolvían Jerusalén a los
cruzados, que garantizó una tregua durante 10 años. A pesar de este éxito, Federico era esquivado por
los líderes seglares de los estados latinos y por el clero, dado que estaba excomulgado. Al mismo
tiempo, el papa proclamó otra cruzada, esta vez contra Federico; reclutó un ejército y procedió a atacar
las posesiones italianas del emperador. Federico regresó a Europa en mayo de 1229 para hacer frente a
esta amenaza.

Luis IX

Transcurrieron casi 20 años entre la Cruzada de Federico y la siguiente gran expedición al Próximo
Oriente, organizada y financiada por el rey Luis IX de Francia y motivada por la reconquista de Jerusalén
por parte de los musulmanes en 1244. Luis pasó cuatro años haciendo cuidadosos planes y preparativos
para su ambiciosa expedición. A finales de agosto de 1248, Luis y su ejército marcharon hasta la isla de
Chipre, donde permanecieron todo el invierno y continuaron los preparativos. Siguiendo la misma
estrategia que la quinta Cruzada, Luis y sus seguidores desembarcaron en Egipto, el 5 de junio de 1249,
y al día siguiente tomaron Damietta. El siguiente paso en su campaña, el ataque a El Cairo en la
primavera de 1250, acabó siendo una catástrofe. Los cruzados no pudieron mantener sus flancos, por lo
que los egipcios retuvieron el control de los depósitos de agua a lo largo del Nilo. Los egipcios abrieron
las esclusas, provocando inundaciones, que atraparon a todo el ejército cruzado, y Luis IX fue forzado a
rendirse en abril de 1250. Tras pagar un enorme rescate y entregar Damietta, Luis marchó por mar a
Palestina, donde pasó cuatro años edificando fortificaciones y consolidando las defensas del reino latino.
En la primavera de 1254 regresó con su ejército a Francia.

El rey Luis IX también organizó la última gran Cruzada, en 1270. En esta ocasión la respuesta de la
nobleza francesa fue poco entusiasta y la expedición se dirigió contra la ciudad de Túnez y no contra
Egipto. Acabó súbitamente cuando Luis murió en Túnez en el verano de 1270.

Mientras tanto, las fortificaciones fronterizas que todavía le quedaban al Imperio Latino en Siria y
Palestina se vieron sometidas a una presión incesante por parte de las fuerzas egipcias. Una a una, las
ciudades y castillos de los estados cruzados cayeron en manos de los potentes ejércitos mamelucos. La
última plaza fuerte, la ciudad de Acre, fue tomada el 18 de mayo de 1291 y los pobladores cruzados,
junto con las órdenes militares de los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios, buscaron
refugio en Chipre. Alrededor de 1306, estos últimos se establecieron en la isla de Rodas, la cual
administraron como un virtual Estado independiente y fue la última plaza fuerte en el Mediterráneo
hasta su rendición a los turcos en 1522. En 1570, Chipre, por aquel entonces bajo la soberanía de
Venecia, también fue conquistada por los turcos. Los otros estados latinos que se establecieron en
Grecia como consecuencia de la cuarta Cruzada sobrevivieron hasta la mitad del siglo XV.

Consecuencias de las cruzadas

La expulsión de los latinos de Tierra Santa no puso fin a los esfuerzos de los cruzados, pero la respuesta
de los reyes europeos y de la nobleza a nuevas convocatorias de Cruzadas fue débil, y las posteriores
expediciones se llevaron a cabo sin ningún éxito. Dos siglos de Cruzadas habían dejado poca huella en
Siria y Palestina, salvo numerosas iglesias, fortificaciones y una serie de impresionantes castillos, como
los de Marqab, en la costa de Siria, Montreal, en la Transjordania, el krak de los Caballeros, cerca de
Trípoli y Monfort, cerca de Haifa (Israel). Los efectos de las Cruzadas se dejaron sentir principalmente en
Europa, no en el Próximo Oriente. Los cruzados habían apuntalado el comercio de las ciudades italianas,
habían generado un interés por la exploración del Oriente y habían establecido mercados comerciales
de duradera importancia. Los experimentos del Papado y de los monarcas europeos para obtener los
recursos monetarios para financiar las Cruzadas condujeron al desarrollo de sistemas de impuestos
directos de tipo general, que tuvieron consecuencias a largo plazo para la estructura fiscal de los estados
europeos. Aunque los estados latinos en el Oriente tuvieron una corta vida, la experiencia de los
cruzados estableció unos mecanismos que generaciones posteriores de europeos usarían y mejorarían,
al colonizar los territorios descubiertos por los exploradores de los siglos XV y XVI.

Las cruzadas influyeron en múltiples aspectos de la vida medieval, aunque, en general, no cumplieron
con los objetivos esperados.

Casi todas las expediciones militares sufrieron importantes derrotas. Jerusalén se perdería en 1187 y lo
que quedo de las posiciones cristianas tras la tercera cruzada hasta su definitiva perdida en el siglo XIII
(san Juan de Acre – 1291) se limitaba a una estrecha franja litoral cuya pérdida era cuestión de tiempo.
Ademas, los señores de occidente llevaron sus diferencias tanto a las propias cruzadas (Luis VII de
Francia Conrado III en la II cruzada; Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto en la III) como a los
estados cristianos fundados en tierra santa, donde los intereses de los diferentes grupos dieron lugar a
numerosos conflictos.

Las cruzadas detalladamente

la I cruzada (1095 – 1099) dirigida por Godofredo de Bouillon ,Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de
Tarento culmino con la conquista de Jerusalén (1099) tras la toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098) y
Antioquia (1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).

La II cruzada (1147 – 1149) predicada por san Bernardo De Clairvaux tras la toma de Edesa por los
Turcos, y dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, termino con el fracasado asalto a
damasco (1148)

La III cruzada (1189 – 1192) fue una consecuencia directa de la toma de Jerusalén (1187) por Saladino.
Dirigía por Ricardo Corazón De León , Felipe II Augusto de Francia y Federico III De Alemania. No alcanzo
sus objetivos, aun que Ricardo tomaría Chipre (1191) para cederla luego al rey de Jerusalén. Y junto a
Felipe Augusto, Acre (1191)

La IV cruzada(1202 – 1204) inspirada por Inocencio III ya contra Egipto, termino desviándose hacia el
imperio bizantino por la intervención de los venecianos, que utilizaron en su propio beneficio tras la
toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyo sobre el viejo Bizancio el imperio latino de
occidente, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil. Desapareció en 1291 ante la
reacción bizantina que constituyeron el llamado imperio Nicea, al tiempo que Génova sustituía a
Venecia en el control del comercio bizantino.

La V cruzada (1217 – 1221) y la VII (1248 – 1254) dirigidas por Andrés II de Hungría y Juan de Brienne y
Luis IX de Francia, respectivamente, tuvieron como objetivo el sultanato de Egipto y ambas terminaron
en rotundos fracasos.

La VIII cruzada (1271) también fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyo con la muerte de
san Luis ante la ciudad sitiada.

La VI cruzada (1228 – 1229) fue la más extraña de todas dirigida por un soberano excomulgado, Federico
II de Alemania, alcanzo uno objetivos sorprendentes para la época: el condominio confesional de
Jerusalén, Belén y Nazaret (1299), status que sin embargo duraría pocos años.

Conclusión

“Con las cruzadas se pusieron en contacto nuevamente los habitantes de occidente con los del oriente.
Con los últimos se había mantenido muy poca comunicación desde la caída del imperio romano de
occidente.
Los europeos quedaron maravillados con los productos orientales, reiniciándose el comercio de
inmediato. Gran cantidad de mercaderes empezaron a viajar para traer os productos y comercializarlos
en occidente.

Las cruzadas tuvieron una honda repercusión cultural. Las rusticas costumbres de los caballeros feudales
se refinaron con los gustos y lujos de oriente. Se comenzó a comer y cultivar nuevos productos.

Las viviendas se decoraron con lujosos tapices y finos muebles. La vestimenta se sofistico con alhajas y
finas telas.

Muchos campesinos que nunca habían salido de sus tierras y que participaron en las cruzadas, quedaron
sorprendidos al conocer nuevos lugares. Tuvieron contacto con hombres de diversas regiones y se
dieron cuenta de que si bien los unía la misma religión, tenían costumbres muy diferentes. Estas
experiencias les abrieron nuevos horizontes”.

Las cruzadas debilitaron la autoridad de los señores feudales, quienes al participar en la guerra
perdieron gran parte de sus tierras. Muchos otros murieron en la batalla, dejando el campo libre para
que los reyes recuperaran su poder. Es asi como se puede asegurar que las cruzadas significaron para
Europa una honda transformación económica, política, social y cultural.

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