Agresión Definición y Modelos Explicativos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 32

M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.

o 2, 7-38 7

ASPECTOS CONCEPTUALES DE LA AGRESIÓN: DEFINICIÓN


Y MODELOS EXPLICATIVOS

THEORETICAL ISSUES ON AGGRESSION: CONCEPT AND MODELS


MIGUEL ÁNGEL CARRASCO ORTIZ Y Mª JOSÉ GONZÁLEZ CALDERÓN
Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Educación a Distancia

Resumen Abstract
El presente artículo aporta una revisión his- The present paper provides a historical re-
tórica del estudio de la agresión. En lo referente view of the study of aggression. As far as its de-
a su definición, se revisa su concepto y la deli- finition, its concept is revised and so is its deli-
mitación del mismo respecto de otros términos, mitatión with regard to other terms such as
tales como agresividad, ira, hostilidad, violencia, aggressiveness, anger, hostility, violence or cri-
delito o crimen. Así mismo, se resumen una se- me. Likewise, a selection of the main typologies
lección de las principales tipologías de la agre- is also summarized. Lastly, several explicative
sión. Por último, se presentan los distintos mo- models of aggression are presented: instinctive,
delos explicativos de la conducta agresiva: biological, drive models, behavioral, cognitive,
instintivos, biológicos, del drive, conductuales, those related to family dynamics or rearing pat-
cognitivos, aquellos centrados en la dinámica terns, as well as the developing approaches and
familiar y en los hábitos de crianza, así como las the integrative theories.
aproximaciones evolutivas y, finalmente, los mo-
delos integradores.

Palabras Clave Key Words


Agresión, concepto, tipología, modelos ex- Aggression, concept, typology, explicative
plicativos models
8 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

Hacia una definición de la conducta Una revisión de la literatura reciente sobre la


agresiva agresión revela la existencia de un amplio y va-
riado abanico de definiciones de la misma. En
Concepto de agresión la tabla 1 se recogen algunas de las más conoci-
das, en función de su aparición cronológica.
La conducta agresiva es un comportamiento Como puede observarse, tres elementos pa-
básico y primario en la actividad de los seres recen señalarse en la mayoría de las definiciones
vivos, que está presente en la totalidad del reino de agresión recogidas:
animal. Se trata de un fenómeno multidimen-
sional (Huntingford y Turner, 1987), en el que a) Su carácter intencional, en busca de una
están implicados un gran número de factores, meta concreta de muy diversa índole, en
de carácter polimorfo, que puede manifestarse función de la cual se pueden clasificar
en cada uno de los niveles que integran al indi- los distintos tipos de agresión.
viduo: físico, emocional, cognitivo y social. Di- b) Las consecuencias aversivas o negativas
chas características junto con la ausencia de que conlleva, sobre objetos u otras perso-
una única definición de la agresión, consensua- nas, incluido uno mismo.
da y unánimemente establecida, como se ex-
pondrá a continuación, dificultan su investiga- c) Su variedad expresiva, pudiendo manifes-
ción. tarse de múltiples maneras, siendo las
apuntadas con mayor frecuencia por los
El concepto de agresión se ha empleado his- diferentes autores, las de índole física y
tóricamente en contextos muy diferentes, apli- verbal. También en función de su expre-
cado tanto al comportamiento animal como al sión se ha establecido una tipología de la
comportamiento humano infantil y adulto. Pro- agresión.
cede del latín “agredi”, una de cuyas acepcio-
nes, similar a la empleada en la actualidad, con- Sin embargo, para algunos autores centra-
nota “ir contra alguien con la intención de dos en el estudio de la agresividad física infantil
producirle daño”, lo que hace referencia a un (Tremblay, Japel, Pérusse, McDuff, Boivin, Zoc-
acto efectivo. colillo y Montplaisir, 1999; Tremblay, 2003), nin-

TABLA 1. Definiciones de agresión


Autor/es Definición
Dollard et al. (1939) Conducta cuyo objetivo es dañar a una persona o a otro objeto
Buss (1961) Respuesta que produce un estímulo doloroso en otro organismo
Bandura (1972) Conducta adquirida controlada por reforzadores, la cual es perjudicial
y destructiva
Patterson (1973) Evento aversivo dispensado contingentemente a las conductas de otra persona
Spielberger et al. (1983; 1985) Conducta voluntaria, punitiva o destructiva, dirigida a una meta concreta,
destruir objetos o dañar a otras personas
Serrano (1998) Conducta intencional que puede causar daño físico o psicológico
Anderson y Bushman (2002) Cualquier conducta dirigida hacia otro individuo, que es llevada a cabo
con la intención inmediata de causar daño
Cantó Comportamiento cuyo objetivo es la intención de hacer daño u ofender a alguien,
ya sea mediante insultos o comentarios hirientes, o bien físicamente,
a través de golpes, violaciones, lesiones, etc.
RAE (2001) Ataque o acto violento que causa daño
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 9

guna de estas tres características ha de ser con- situaciones (Berkowitz, 1996), a atacar, faltar el
sustancial a la definición de esta conducta: la in- respeto, ofender o provocar a los demás, inten-
tencionalidad, manifiesta en las numerosas de- cionalmente. Para algunos autores, la agresivi-
finiciones de la conducta agresiva, no es dad se caracterizaría por su carácter último po-
aplicable a muchas de las conductas agresivas sitivo, al estar implicada en la búsqueda de
que están presentes en el niño (Ej: pegar, arañar, soluciones pacíficas a los conflictos, cualidad
pellizcar) antes de que la voluntariedad y la que la diferenciaría de otros constructos como
comprensión de las consecuencias de aquellas el de violencia, de valencia negativa.
(infringir daño), sean evolutivamente posibles.
Tampoco es aplicable a las conductas agresivas
derivadas del miedo, la ira o el impulso; la gra- Agresión vs Ira-Hostilidad
vedad o las consecuencias aversivas, a veces,
son inexistentes en la conducta agresiva, dado Los términos agresión, ira y hostilidad se
que el impacto de ésta en la víctima, por ejem- han empleado frecuentemente de forma inter-
plo en el caso de un niño contra un adulto, es cambiable debido a la ambigüedad de sus defi-
escaso o nulo; y por último, la diversidad ex- niciones y al fuerte solapamiento entre los mis-
presiva responde más a una falta de operacio- mos. Esto llevó a Spielberger a calificarlos
nalización y de confusión conceptual en la que conjuntamente bajo el epígrafe “Síndrome
se entremezclan conceptos legales, patológicos y AHA”1 (Spielberger, Jacobs, Russell y Crane,
sociales, que a una evidencia contrastable. Por 1983; Spielberger et al., 1985; 1995). A pesar de
tanto, de acuerdo con estos autores, la delimita- su denominación conjunta, los tres conceptos
ción de la agresión bajo estos presupuestos (di- hacen referencia a constructos claramente di-
versidad, intencionalidad y aversión) no siempre ferentes, como se expone a continuación.
se corresponde con la realidad y ha retrasado y La ira constituye un “estado emocional” con-
dificultado el estudio de la conducta agresiva sistente en sentimientos que varían en intensi-
en los niños. dad, desde una ligera irritación o enfado, hasta
furia y rabia intensas, los cuales surgen ante
acontecimientos desagradables y no están diri-
Delimitación conceptual: la agresión gidos a una meta (Spielberger et al., 1983;
y otros conceptos relacionados 1985). Para otros autores, la ira consistiría en la
conciencia de los cambios fisiológicos asocia-
Existen diversos términos interrelacionados dos a la agresión, reacciones expresivo-motoras
que se han empleado habitualmente como equi- e ideas y recuerdos, producidos por la apari-
valentes del concepto de “agresión”, fundamen- ción de dichos acontecimientos (Berkowitz,
talmente por su solapamiento conceptual, como 1996).
son: agresividad, ira, hostilidad, violencia, delito
o crimen. Sin embargo, estos términos presen- La hostilidad, por el contrario, connota un
tan diferencias más o menos importantes entre conjunto de “actitudes” negativas complejas,
sí, las cuales se detallan en los siguientes apar- que motivan, en última instancia, conductas
tados. agresivas dirigidas a una meta, normalmente la
destrucción o el daño físico de objetos o perso-
nas (Spielberger et al., 1983; 1985). Se trata, por
Agresión vs Agresividad tanto, de un componente cognitivo y evaluativo,
que se refleja en un juicio desfavorable o nega-
A diferencia de la agresión, que constituye tivo del otro, sobre el que se muestra desprecio
un acto o forma de conducta “puntual”, reactiva
o disgusto (Berkowitz, 1996).
y efectiva, frente a situaciones concretas, de ma-
nera más o menos adaptada, la agresividad con- A diferencia de la ira, que representa el com-
siste en una “disposición” o tendencia a com- ponente emocional, y la hostilidad, referida al
portarse agresivamente en las distintas componente actitudinal-cognitivo, la agresión
1
AHA son las siglas de Anger (Ira), Hostility (Hostilidad) y Aggression (Agresión).
10 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

constituye el componente comportamental del acciones “humanas”. Esto es debido a que los
Síndrome AHA, la cual puede definirse como la etólogos han detectado agresiones en toda la es-
“conducta” voluntaria, punitiva o destructiva, cala animal, no así la violencia, casi exclusiva
dirigida a una meta concreta, destruir objetos o del ser humano.
dañar a otras personas.
Agresión vs Delito-Crimen
Agresión vs Violencia
Una agresión puede llegar a constituir en al-
Algunas de las definiciones de violencia no gunas ocasiones, pero no necesariamente, un
se distinguen claramente del concepto de agre- comportamiento delictivo o criminal, en fun-
sión, tales como la de Elliot et al. (1989) “ame- ción de si es penado “legalmente”. Para consi-
naza o uso de la fuerza física con intención de derarse un delito, una conducta debe caracteri-
causar heridas físicas, daño o intimidación a zarse por ser un acto típicamente antijurídico,
otra persona” o la de Reiss y Roth (1993) “con- culpable, sometido a veces a condiciones objeti-
ductas emitidas por sujetos que intencional- vas de penalidad, imputable a una persona y so-
mente amenazan o infligen daño físico sobre metido a una sanción penal. Según la RAE
los otros”. No obstante, se aprecia que éstas y (2001), se trata de un quebrantamiento de la ley
otras definiciones de violencia se caracterizan o una acción u omisión voluntaria o impruden-
por incluir los términos “intimidación” y “ame- te penada por la ley.
naza”, no presentes a veces en las definiciones
de agresión. Por otro lado, un crimen consiste en un tipo
de delito, de gravedad, que implica una acción
El término violencia se suele emplear para voluntaria de matar o herir a alguien grave-
referirse a conductas agresivas que se encuen- mente.
tran más allá de lo “natural”, en sentido adapta-
tivo, caracterizadas por su ímpetu, intensidad, Como se puede apreciar, solo un conjunto
destrucción, perversión o malignidad, mucho de conductas agresivas podrían considerarse de-
mayores que las observadas en un acto mera- lictivas o criminales en base a derecho.
mente agresivo, así como por su aparente caren-
cia de justificación, su tendencia meramente
ofensiva, contra el derecho y la integridad de un Tipología de la agresión
ser humano, tanto física como psicológica o mo-
ral, su ilegitimidad, ya que suele conllevar la au- La agresión no suele aparecer como una en-
sencia de aprobación social, e incluso su ilegali- tidad única, sino por el contrario, como un
dad, al ser a menudo sancionada por las leyes. constructo múltiple en el que pueden encon-
Las características de la violencia apuntadas no trarse distintos tipos de comportamientos agre-
son elementos definitorios de la agresión, ya que, sivos. Esto se debe a su propia naturaleza mul-
a veces, una conducta agresiva puede ser legíti- tidimensional, por la cual diferentes procesos
ma, no tiene por qué ser ilegal, puede emplearse fisiológicos y mentales se combinan para crear
para defenderse de un ataque externo, y a me- distintas formas de agresión (Liu, 2004).
nudo, posee un motivo que justifica su apari-
ción, de lo que se deduce que no se puede equi- En las últimas décadas, se han propuesto di-
ferentes sistemas de clasificación de la agresión,
parar todo acto agresivo con la violencia.
las cuales tienden a sobreponerse, mostrando
Habitualmente, los términos agresión o en algunos casos diferencias sutiles entre sí. En
agresividad suelen emplearse para etiquetar la tabla 2 se resumen los más aceptados, junto
comportamientos “animales”, mientras el con- con los autores que los proponen y el criterio
cepto violencia suele reservarse para describir clasificatorio empleado.
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 11

TABLA 2. Clasificaciones de las conductas agresivas

Criterio
Autor/es Tipología Descripción
de clasificación
Buss (1961); Pasto- Agresión Física Ataque a un organismo mediante armas o ele-
relli, Barbarelli, mentos corporales, con conductas motoras y ac-
Cermak, Rozsa y ciones físicas, el cual implica daños corporales.
Caprara (1977);
Valzelli (1983) Agresión Verbal Respuesta oral que resulta nociva para el otro, a
través de insultos o comentarios de amenaza o
Naturaleza rechazo.

Agresión Social Acción dirigida a dañar la autoestima de los


Galen y Underwo- otros, su estatus social o ambos, a través de ex-
od (1997) presiones faciales, desdén, rumores sobre otros o
la manipulación de las relaciones interperso-
nales.
Buss (1961); Valze- Agresión Directa o abierta Confrontación abierta entre el agresor y la vícti-
lli (1983); Lagers- ma, mediante ataques físicos, rechazo, amena-
petz et al. (1988); zas verbales, destrucción de la propiedad y com-
Björkqvist et al. portamiento autolesivo.
(1992); Crick y
Relación Grotpeter (1995); Agresión Indirecta o Rela- Conductas que hieren a los otros indirectamente,
interpersonal Grotpeter y Crick cional a través de la manipulación de las relaciones
(1996); Connor con los iguales: control directo, dispersión de ru-
(1998); Crick et al. mores, mantenimiento de secretos, silencio, aver-
(1999); Crick, Ca- gonzar en un ambiente social, alienación social,
sas y Nelson rechazo por parte del grupo, e incluso exclu-
(2002) sión social.
Agresión Hostil Acción intencional encaminada a causar un im-
pacto negativo sobre otro, por el mero hecho
de dañarle, sin la expectativa de obtener nin-
gún beneficio material.
Feshbach (1970);
Atkins, Stoff, Os-
Agresión Instrumental Acción intencional de dañar por la que el agre-
borne y Brown
sor obtiene un objetivo: ventaja o recompensa,
Motivación (1993); Kassinove
social o material, no relacionada con el malestar
y Sokhodolsky
de la víctima.
(1995); Berkowitz
(1996)
Agresión Emocional Agresión de naturaleza fundamentalmente emo-
cional generada no por un estresor externo, sino
por el afecto negativo que dicho estresor activa,
produciendo ira y tendencias agresivas.
12 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

TABLA 2. Clasificaciones de las conductas agresivas (continuación)

Criterio
Autor/es Tipología Descripción
de clasificación
Dodge y Coie Agresión Pro-activa (pre- Conducta aversiva y no provocada, sino delibe-
(1987); Meloy ( datoria, instrumental, ofen- rada, controlada, propositiva, no mediada por la
1988); Price y siva, controlada, en frío1) emoción, dirigida a influenciar, controlar, domi-
Dodge (1989); nar o coaccionar a otra persona.
Dodge (1991);
Day, Bream y Paul Agresión Reactiva (afecti- Reacción defensiva ante un estímulo percibido
(1992); Pulkkinen, va, impulsiva, defensiva, como amenazante o provocador (agresión física
1996; Dodge, incontrolada, en caliente2) o verbal), acompañada de alguna forma visible
Clasificación
Lochman, Harnish de explosión de ira (gestos faciales o verbaliza-
clínica
y Bates (1997); ciones de enfado). Respuesta impetuosa, des-
Kolko y Brown controlada, cargada emocionalmente sin eva-
(1997); Scarpa y luación cognitiva de la situación.
Raine (1997); Via-
tro, Gendreau,
Tremblay y Oligny
(1998); Raine et al.
(2004)
Agresión Predatoria Por la presencia de una presa natural.

Agresión inducida por el Por el confinamiento o acorralamiento y la inca-


miedo pacidad de escapar.

Agresión inducida por irri- Por la presencia de cualquier organismo ataca-


tabilidad ble en el medio, y reforzada por la frustración, la
privación o el dolor.

Agresión Territorial Por la defensa de un área frente a un intruso.


Estímulo
Moyer (1968)
elicitador Agresión Maternal Por la presencia de algún agente amenazador
para las crías de la hembra, incluidas otras ma-
dres de la prole y la ejercida contra los propios
pequeños.

Agresión Instrumental Tendencia a comportarse agresivamente cuan-


do en el pasado esta conducta ha sido particu-
larmente reforzada.

Agresión entre machos Por la presencia de un competidor masculino de


la misma especie.

1
Cold-blooded
2
Hot-blooded
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 13

TABLA 2. Clasificaciones de las conductas agresivas (continuación)

Criterio
Autor/es Tipología Descripción
de clasificación
Ellis (1976); Blustein Agresión Positiva Agresión saludable, productiva, que promueve
(1996) los valores básicos de supervivencia, protección,
felicidad, aceptación social, preservación y las
relaciones íntimas.
Signo
Moyer (1968); Ban- Agresión Negativa Agresión que conduce a la destrucción de la
dura (1973); Atkins propiedad o el daño personal a otro ser vivo de
et al. (1993) la misma especie. No es saludable porque indu-
ce emociones dañinas para el individuo a largo
plazo.
Agresión Constructiva Acto o declaración en respuesta a una amenaza
(Apropiada, Autoprotecto- para protegerse de la misma.
ra)
Consecuencias Mosby (1994)
Agresión Destructiva Acto de hostilidad hacia un objeto u otra perso-
na, innecesario para la autoprotección-autocon-
servación.
Agresión territorial Para defender el territorio.

Agresión por dominancia Para establecer niveles de poder, una jerarquía


de prioridades y beneficios.

Agresión sexual Para establecer contacto sexual.

Agresión parental discipli- Para enseñar conductas y establecer límites a


naria los menores por los progenitores.

Función Wilson (1980) Agresión protectora mater- Para defender al recién nacido.
nal

Agresión moralista Formas avanzadas de altruismo recíproco pue-


den dar lugar a situaciones de sutil hostilidad o
abierto fanatismo.

Agresión predatoria Para obtener objetos.

Agresión irritativa Inducida por el dolor o por estímulos psicológi-


camente aversivos.
14 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

A continuación se resumen brevemente di- Berkowitz (1996) añade la modalidad Agre-


versas clasificaciones propuestas en la literatura: sión Emocional, empleada en ocasiones como
sinónimo de agresión hostil. Sin embargo, exis-
• Según su modalidad o naturaleza, dife- ten diferencias entre ambos conceptos: en la
rentes autores distinguen entre la Agresión agresión emocional no es el estresor externo en
Física y la Agresión Verbal (Buss, 1961; sí mismo el que la elicita, como en la agresivi-
Pastorelli, Barbarelli, Cermak, Rozsa y Ca- dad hostil, sino el afecto negativo activado por
prara, 1977; Valzelli, 1983), si bien otros dicho estresor el que produce las tendencias
autores proponen la modalidad Agresión agresivas y la ira experimentada.
Social como opuesta a la física (Galen y
Underwood, 1997). • Según su clasificación clínica, múltiples
autores clasifican la agresión en Pro-acti-
• Según la relación interpersonal o el des- va, también denominada predatoria, ins-
plazamiento de la agresión, diversos auto- trumental, ofensiva, controlada o en frío2,
res han apuntado la existencia de dos y Reactiva, término proveniente del mo-
modalidades: Agresión Directa o Abierta y delo de frustración-agresión (Dollard,
Agresión Indirecta o Relacional (Buss, Doob, Miller, Mowrer y Sears, 1939; Price
1961; Valzelli, 1983; Lagerspetz et al., y Dodge, 1989), también conocida como
1988; Björkqvist et al., 1992; Crick y Grot- afectiva, impulsiva, defensiva, incontrola-
peter, 1995; Grotpeter y Crick, 1996). El da o en caliente3 (Dodge y Coie, 1987; Me-
término agresión “indirecta” fue empleado loy, 1988; Price y Dodge, 1989; Dodge,
por Bjorkqvist y sus colaboradores 1991; Day, Bream, y Paul, 1992; Pulkki-
(Bjorkqvist, Lagerspetz y Kaukiainen, nen, 1996; Dodge, Lochman, Harnish y
1992; Bjorkqvist, Osterman y Kaukiainen, Bates, 1997; Scarpa y Raine, 1997; Viatro,
1992) para describir conductas social- Gendreau, Tremblay y Oligny, 1998; Raine
mente “manipuladoras”, como propagar et al., 2004).
comentarios envidiosos acerca de una per-
sona, hacerse amigo de alguien como for- Para algunos autores existirían dos subtipos
ma de revancha, o hacer que a otros no les incluidos dentro de la agresión proactiva, la
agrade un individuo. Esta conceptualiza- agresión instrumental, orientada hacia la pose-
ción es similar a lo que Crick y sus colegas sión de objetos, y el bullying, que consistiría en
han denominado agresión “relacional” el acoso orientado hacia el dominio y el control
(Crick, 1995; 1996; Crick y Grotpeter, de los iguales.
1995), la cual también implica la manipu- • Según el estímulo que elicita la agresión,
lación en las relaciones con los iguales, si Moyer (1968) clasificó las conductas agre-
bien mientras la agresión indirecta es cu- sivas de los animales, si bien esta tipología
bierta en naturaleza, la relacional puede puede aplicarse a numerosas conductas
ser ambas, cubierta y abierta. humanas de carácter agresivo, de la si-
guiente manera: Predatoria, Inducida por
• Según la motivación que conduce a la el miedo, Inducida por irritabilidad, Terri-
agresión, encontramos la clasificación torial, Maternal, Instrumental y Entre ma-
Agresión Hostil y Agresión Instrumental chos. Esta clasificación enfatiza cómo la
(Feshbach, 1970; Atkins et al., 1993; Kas- agresión posee una naturaleza dependien-
sinove y Sokhodolsky, 1995). Para Kassi- te del contexto, así como la diversidad de
nove y Sokhodolsky (1995), la modalidad situaciones que la elicitan.
“hostil” estaría motivada por la ira, a tra-
vés de la hostilidad, mientras la “instru- • Según el signo que se le atribuye a la agre-
mental” lo estaría por el obstáculo que se sión, autores como Ellis (1976) y Blustein
interpone entre el agresor y su meta. (1996) apuntaron las modalidades Agre-

2
Cold-blooded
3
Hot-blooded
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 15

sión Positiva y Agresión Negativa. La pri- cial al ser humano, y que, como otras conduc-
mera, a diferencia de la segunda, permiti- tas, tendría sus bases en la filogenia. De este
ría construir la autonomía y la identidad modo, las conductas agresivas humanas se da-
(Gupta, 1983; Romi y Itskowitz, 1990) y rían análogamente a las presentadas por los ani-
ayudaría a los individuos a implicarse en males. Dentro de esta aproximación podemos
actividades cooperativas y competitivas diferenciar una perspectiva etológica y otra
con los compañeros. Así mismo, canaliza- perspectiva sociobiológica:
da en la dirección adecuada, fomentaría la
asertividad, la dominancia y la indepen-
dencia y posibilitaría alcanzar conoci- Perspectiva Etológica
mientos acerca del ambiente y de uno
mismo, así como defenderse contra ame- Los etólogos interpretan el comportamiento
nazas externas (Jack, 1999). agresivo, tanto animal como humano, dentro
del proceso de selección natural, el cual evolu-
• Según la finalidad última de la agresión, cionó al servicio de diversas funciones, de ahí su
Mosby (1994) realizó la siguiente tipolo- carácter funcional. Dicho comportamiento des-
gía: Agresión Apropiada, también denomi- cansa en adaptaciones filogenéticas de base fi-
nada Autoprotectora o Constructiva y siológica, que cambian de una especie a otra,
Agresión Destructiva. como las secreciones hormonales, especialmen-
• Según la función de la agresión, Wilson te de testosterona, los impulsos nerviosos cen-
(1980), desde la sociobiología, elaboró una trales y otras variables genéticas, como la selec-
clasificación similar a la de Moyer, con las ción de machos fuertes y sanos, idóneos para la
siguientes modalidades: Territorial, Por do- reproducción y el cuidado de la prole.
minancia, Sexual, Parental disciplinaria, Según la función a la que sirvan, los etólogos
Protectora maternal, Moralista, Predatoria e han identificado diversas formas de conducta
Irritativa. agresiva, entre ellas las siguientes: predatoria,
Existen muchas otras tipologías de la agre- afectiva, entre machos, irritable, de defensa te-
sión, mucho menos desarrolladas, basadas en rritorial, maternal, instrumental y de fuga.
criterios muy diversos, como el grado de control Desde la perspectiva etológica se han dividido
que se posee sobre ella (Controlada vs Impulsi- los comportamientos agresivos en dos grupos:
va), el objeto a quien se dirige (Heteroagresión
vs Autoagresión), el grado de activación impli- – Agresión Intra específica: entre individuos
cada (Activa vs Pasiva) o el sexo del agresor de una misma especie, motivada por un
(Masculina vs Femenina), entre otros. exceso de impulso (agresión hiperestési-
ca), o por la posesión de territorios, la bús-
queda de compañera sexual o ante la falta
Hacia una comprensión de la agresión: de fuentes de alimentación (agresión ta-
modelos explicativos xógena); Esta última conduciría a la evo-
lución de la especie y permitiría sobrevivir
La agresividad ha sido explicada desde apro- a los más fuertes.
ximaciones teóricas diferentes que han ido desde – Agresión Ínter específica: lucha por el te-
la biológica o la antropológica a la psicológica. rritorio ante individuos semejantes. Esta
modalidad es la característica del ser hu-
mano.
Modelos instintivos
Para Tinbergen (1951) el hombre, dentro de
– Aproximación evolucionista: etología y so- la escala evolutiva, habría superado su propia
ciobiología escala genética, de modo que apenas responde a
los estímulos agresivos como lo hacía en el pa-
Las teorías evolucionistas consideran que la sado, o como lo hacen otras especies, principal-
agresividad es un producto natural, consustan- mente por parte de los machos. Esto se debe a
16 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

que, aunque la agresión humana es un impulso íntimamente relacionado con el aprendizaje, el


primario, a través de la evolución, la energía cual permite que los rasgos o predisposiciones
“agresiva” habría sufrido momentos decisivos se desarrollen en un ambiente específico.
de neutralización, transformación, canalización
Dentro de esta perspectiva, se considera que
y desplazamiento hacia diversos objetivos.
la conducta agresiva es, por una parte, aprendi-
Una de las teorías etiológicas de la agresión da, especialmente en sus formas más peligro-
más populares es “El Modelo Termohidráulico” sas de ataque criminal y acción militar, pero
de K. Lorenz (1963), desarrollado en su libro que existe una fuerte predisposición subyacente
“Sobre la agresión, el pretendido mal”. Desde a dicho aprendizaje, a caer en una profunda
este modelo, se considera que la motivación que hostilidad irracional bajo ciertas condiciones
determina el inicio de la “agresión”, depende de definibles, de tal manera que cada contexto lle-
la acumulación de una cierta cantidad de ener- varía asociada una probabilidad de respuesta.
gía de acción específica, que combinándose con De hecho, se ha contrastado la predisposición
los estímulos adecuados, puede desencadenar de los seres humanos a responder con odio irra-
la conducta agresiva concreta. El modelo ope- cional a amenazas exteriores, así como a incre-
raría como un depósito de cabida energética li- mentar su hostilidad para dominar la fuente de
mitada, que daría lugar a conductas agresivas dichas amenazas.
debido al cúmulo de energía retenida o por estí- Los pilares de la concepción sociobiológica
mulos denominados clave o “disparadores”. Se- de la agresión humana son los siguientes:
gún esta perspectiva, a mayor tiempo transcu-
rrido desde la última descarga, mayores – La agresión humana es adaptativa para la
probabilidades de que la acción vuelva a tener supervivencia y la reproducción del indi-
lugar, con independencia de los estímulos pre- viduo, es decir, para su selección, siempre
sentes. Una vez disipada la energía, el animal se que no se supere el “nivel óptimo” de agre-
relaja y el depósito se vacía en cierta medida. Si sividad, por encima del cual, la eficacia
un animal acumula demasiada energía agresiva individual desciende, poniéndose en peli-
y no puede desahogarse con sus enemigos, es- gro la propia vida. Desde ese punto de vis-
cogerá un individuo cualquiera, incluso una ta, los seres humanos serían innatamente
cría, un objeto de reemplazo o el vacío, y se en- agresivos, lo que se traduciría en diferen-
sañará, descargando dicha energía. Como se tes comportamientos que afectarían a la
puede apreciar, la energía se podría sublimar territorialidad, a las relaciones con el otro
pero no se puede eliminar. sexo, al intento de dominio del grupo y a
la manera de resolver los conflictos.
Según Lorenz, la única defensa que posee el
hombre contra sus impulsos internos, instinti- – La agresión entre humanos es un fenóme-
vamente destructivos, heredados genéticamente no de “competencia”, tanto por los recur-
de nuestros ancestros, así como contra el medio sos limitados como por los de carácter se-
externo que lo inhibe, y le causa frustraciones, xual.
es la agresividad. De ahí se concluye que la agre- – El término “selección” empleado desde la
sividad es un mecanismo de adaptación que per- sociobiología no se refiere a los organis-
mite al hombre competir por recursos escasos, y mos, como en la concepción darvinista,
en última instancia, por su supervivencia. sino a los comportamientos transmitidos
hereditariamente por medio del código ge-
Perspectiva Sociobiológica nético. Denota la primacía o refuerzo de
aquellos comportamientos o códigos ade-
Desde la sociobiología, inaugurada por E. cuados al medio, mientras se castigan o
Wilson (1980), se considera que todos los com- eliminan los que no lo son.
portamientos humanos pueden ser explicados
– Aproximación dinámica
por la biología junto con la interacción social.
Se trata de un modelo interaccionista que con- Desde la perspectiva psicoanalítica clásica,
sidera que el potencial genético, lo innato, está la agresión es entendida como una expresión
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 17

del instinto de muerte (Tánatos) al servicio del etc.…) podrían explicar la manifestación cróni-
Eros. Si este instinto es dirigido hacia el inte- ca o descontrolada de la misma.
rior se desarrolla depresión y si lo es al exterior,
se elicita agresividad. En un principio, Freud Para autores psicoanalíticos más recientes
estableció que el instinto sexual era el compo- como Bleiberg (1994), la agresión se debe a la
nente primario de la agresividad; posterior- configuración disfuncional de la autoestructura
mente, admitió que ésta no sólo procedía del del Yo y de los otros a lo largo del desarrollo.
instinto sexual sino también de los instintos del Esta autoestructura se caracteriza por su vul-
yo en su lucha por conservarse y defenderse. nerabilidad narcisista, por la cual la agresión
Desde esta perspectiva, el individuo derivado es un intento por mantener inflado el sentido
del narcisismo primario mostraría una tenden- del Yo y la ilusión de control junto con las per-
cia a autodestruirse, lo que Freud denominará cepciones de invulnerabilidad. Para Willock
masoquismo, fruto de la interiorización de la (1986) la conducta agresiva en los niños tiene
energía libidinal. Más tarde, esta libido será di- dos aspectos nucleares en su autoestructura: la
rigida hacia el objeto externo derivado del nar- devaluación del Yo, que se refleja en las creen-
cisismo secundario, lo que Freud denominará cias inconscientes de que son intrínsecamente
sadismo. repugnantes y malos, y en la indiferencia del Yo
o Yo indiferenciado, reflejado en las percepciones
En su ensayo de 1930, el Malestar en la Cul- inconscientes de ser incapaces de establecer o
tura4, Freud expone que la agresión, originaria- mantener relaciones significativas con los otros.
mente surgida de las tendencias instintivas, es La conducta agresiva sirve como una defensa
introyectada por efecto de la cultura y del pro- contra estas creencias de desvalorización y des-
ceso de socialización, y dirigida contra el propio precio, negando la importancia de las relaciones
Yo, incorporándose a una parte de éste, que en adoptando una identidad delictiva defensiva o
calidad de Superyó se opone a la parte restante, proyectando su sentido de desprecio sobre los
y asume la función de «conciencia»[moral]. La otros como medio de prevenir estados afectivos
tensión creada entre el severo Superyó y el Yo dolorosos.
genera el sentimiento de culpabilidad que se
manifiesta bajo la forma de necesidad de casti-
go. El efecto de la cultura sobre las tendencias Modelos biológicos
agresivas, bajo la amenaza de la pérdida del
amor, hace que la autoridad sea interiorizada Numerosas explicaciones etiológicas de la
en el Superyó (instancia responsable del senti- agresión provienen de la perspectiva biológica,
miento de culpabilidad) el cual actuará a tra- si bien éstas no se van a desarrollar en el pre-
vés del miedo y el temor a la autoridad. El suje- sente artículo por no tratarse de modelos psico-
to con el fin de evitar el sufrimiento y los lógicos. Sin embargo, a continuación se apuntan
sentimientos de culpa recurrirá a diversos meca- los hallazgos más destacables de los principales
nismos de defensa, tales como el desplazamiento modelos biológicos, los cuales pueden ampliarse
de los fines instintivos agresivos hacia objetos en la literatura especializada.
permitidos o la sublimación. Por otro lado, la
identificación con la figura de autoridad resul- • Modelos neuroquímicos
tante del Complejo de Edipo y el establecimien-
to de vínculos amorosos inhibirán las manifes- La agresión se ha relacionado con la presen-
taciones agresivas. cia de distintos neurotransmisores, especial-
mente con la Serotonina. Bajas concentraciones
La ausencia o el déficit de cualquiera de los de este neurotransmisor en el cerebro (Weil-
mecanismos de control de la agresividad (Ej. Malhherbe, 1971; Persky, 1985) o una disminu-
proceso inadecuado de identificación, inexis- ción de la actividad de las neuronas serotoni-
tencia de vínculos, existencia de un Superyó de- nérgicas parecen ser la base de los
ficitario, mecanismos de defensa ineficaces, comportamientos agresivos de animales y hu-

4
Versión empleada de Alianza (1984)
18 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

manos. Estos resultados se han encontrado, Por otro lado, numerosos estudios destacan
principalmente, al estudiar la actividad del re- el papel del complejo amigdaloide en la apari-
ceptor 5-HT, así como el efecto de ciertos ago- ción de diversas reacciones defensivas, entre los
nistas de la serotonina (Kandel et al., 2001). que se encuentran la ira o la agresión, y del hi-
potálamo, encargado de regular las funciones
Recientemente se ha señalado la relación en- neuroendocrinas relacionadas con la agresión
tre el incremento de la actividad del sistema do- de manera muy específica, ya que tres de las re-
paminérgico y las conductas agresivas en huma- giones que lo constituyen están implicadas en
nos (Dolan et al., 2001). tres tipos distintos de agresión: la porción late-
Además de con la Serotonina y la Dopamina, ral se ha relacionado con la agresión predatoria
la agresividad se ha asociado al efecto de la (lucha), la región medial se ha vinculado con la
Adrenalina, que la mediatizaría, el GABA, que agresión afectiva (miedo) y, por último, la zona
la inhibiría y de la Acetilcolina, que parece in- dorsal parece estar relacionada con la conducta
crementar tanto la agresión predatoria como la de fuga.
afectiva.
• Modelos neuroendocrinos
Modelos del Drive o Impulso:
La agresión se ha relacionado con el efecto
de las hormonas esteroideas, especialmente la – Teoría de la Excitación-Transferencia 5
testosterona, la cual juega un papel crítico en la (Zillman, 1979)
agresión intraespecífica entre machos de diver-
Ya en los años “60” diversos investigadores
sas especies. Esto es debido a que esta hormona
apuntaron cómo los estados de activación fisio-
está íntimamente relacionada con la reproduc-
lógica (arousal) se transforman y dan lugar a
ción y el apareamiento. Diversos autores sostie-
diversas conductas, entre ellas la agresión, que
nen que, en humanos, el efecto de la testostero-
nada tienen que ver con el motivo que elicitó
na sobre la agresividad es menos clara (Kandel
dicha excitación.
et al., 2001). Sin embargo, los hallazgos que aso-
cian la capacidad de experimentar sentimien- Años más tarde, D. Zillman (1979) en su Mo-
tos agresivos con la actividad gonadal masculina delo de la Excitación-Transferencia, enfatizó el
explicarían las mayores tasas de conductas agre- papel de la activación en la explicación de la
sivas y violentas en los varones. agresión. Para este autor, los niveles de activa-
A diferencia de lo que sucede con la testos- ción generados ante cualquier acontecimiento,
terona, la actividad de los corticoesteroides y del pueden dar lugar a la emisión de conductas
Eje Pituitario-Adrenocortical se ha vinculado a agresivas, siempre y cuando se produzcan las
toda conducta agresiva que no posea un carác- circunstancias propicias que las desencadenen.
ter sexual. Las situaciones descritas con mayor fre-
• Modelos neurobiológicos cuencia para ejemplificar esta teoría hacen re-
ferencia al padre de familia que llega a casa tras
En los últimos años, la agresividad se ha vin- un duro día de trabajo, el cual, ante la mínima
culado a una disminución de la actividad cere- situación de conflicto, como una pelea entre los
bral en determinadas áreas corticales, como las hijos, el ladrido de su perro o el llanto de un
pre-frontales (Drexler, Schweitzer, Quinn, Gross, bebé, puede emitir conductas agresivas. La emi-
Ely, Mamad y Kilts, 2000; Pietrini, Guazleelli, sión de estas conductas no se ha dirigido hacia
Basso, Jaffe y Grafmann, 2000), así como a le- la fuente original que generó su malestar en su
siones en el córtex orbitofrontal (Blair y Cipo- puesto de trabajo (Excitación), sino hacia cual-
lotti, 2000; Blair, 2001) y el gyrus parietal supe- quier persona u objeto presente en una segunda
rior, y a ciertas anomalías en la asimetría situación (Transferencia). La secuencia es expli-
cerebral (Raine, Buchsbaum y LaCasse, 1997). cada de la siguiente manera: cuando una perso-

5
The Excitation Transfer Model of Aggression.
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 19

na experimenta excitación fisiológica (arousal), agresión se hiciera presente. Las situaciones de


los efectos de la adrenalina que dicha excitación privación no inducen a la agresión salvo que és-
genera se mantienen durante un cierto periodo tas impidan la satisfacción de un logro espera-
de tiempo, lo que se ha denominado “excitación do. La conducta agresiva estará en función de la
residual”, de manera que ante la aparición de un cantidad de satisfacción que el individuo con-
segundo estímulo, la energía (adrenalina) del trariado haya anticipado sobre una meta que
primero, aumentará la activación generada por no ha alcanzado y el grado de expectativa sobre
el segundo, y dará lugar a respuestas agresivas su logro: cuanto mayor sea el grado de satisfac-
desproporcionadas ante esta última estimula- ción frustrado y el grado de expectativa de lo-
ción. gro, mayor será la inclinación a infringir un
daño. No obstante, la agresión puede no apare-
– Teoría del Síndrome AHA (Spielberger, cer en aquellos casos en los que el sujeto inhiba
1983) la respuesta por miedo al castigo o por una ten-
En la explicación de la conducta agresiva, dencia agresiva débil.
autores como Spielberger la han relacionado Posteriormente a este planteamiento, Miller
con las emociones o actitudes en las que ésta se (1941) añade una razón más por la que la frus-
fundamenta, en particular, con la ira y la hosti- tración no siempre conduce a la agresión abier-
lidad. ta: el desarrollo de formas alternativas para re-
Bajo el epígrafe “Síndrome AHA” (Spielber- accionar ante la frustración. Cuando los sujetos
ger et al., 1983; 1985; Spielberger, Reheiser y desarrollan formas alternativas a la agresión, ta-
Sydeman, 1995; Spielberger y Moscoso, 1996), les como escapar de la situación, alcanzar metas
Spielberger y sus colaboradores sitúan los cons- alternativas o superar los obstáculos, la tenden-
tructos ira, hostilidad y agresión interrelacio- cia agresiva queda inhibida. Sin embargo, si el
nados en un continuo que sigue la siguiente se- impedimento continúa tras la aplicación de estas
cuencia: Un acontecimiento genera una alternativas, la conducta agresiva puede apare-
emoción (ira), que se ve influenciada por una cer. El grado con el que se impide la consecución
actitud negativa hacia los demás (hostilidad) y de la meta y el número de fracasos previos afec-
puede desembocar en una acción violenta (agre- tará a la manifestación de la agresión.
sión), con consecuencias también de índole ne-
gativa. – Teoría de la frustración-agresión revisada

Esta secuencia, que parte del núcleo del sín- Posteriores reformulaciones han matizado
drome AHA, es decir, de la ira, y conduce a la las relaciones entre frustración y agresión, mos-
agresión, solo permite explicar la denominada trando que la frustración sólo induce a la agre-
agresividad “hostil” pero no la agresión “instru- sión cuando va asociada a determinadas carac-
mental”, debido a que esta segunda no viene terísticas, las cuales hacen más probable la
motivada por la ira sino, principalmente, por el aparición de un acto agresivo: a) Su carácter de
obstáculo que se interpone, según el agresor, arbitrariedad, injusticia o ilegitimidad (Pastore,
entre él y su meta (Kassinova y Sukhodolsky, 1952); b) El grado de satisfacción anticipada de
1995). la meta que se frustra (Worchel, 1974); y la atri-
bución de intencionalidad que se hace sobre la
– Teoría de la frustración-agresión fuente que frustra (Averrill, 1982; Weiner, Gra-
ham y Chandler, 1982).
Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears (1939)
propusieron que la agresión es una conducta Pastore (1952) halló, entre estudiantes, que
que surge cuando la consecución de una meta su inclinación a agredir era mucho mayor ante
es bloqueada o interferida, la denominada agre- situaciones frustrantes arbitrarias o injustas (Ej:
sión instrumental. La frustración, entendida por Pasar un autobús tras haber esperado largo
este grupo de autores como la interferencia en la tiempo en una parada cuando el conductor cla-
ocurrencia de una respuesta-meta instigada en ramente ha visto que estaban esperando) frente
su adecuado tiempo en la secuencia de la con- a situaciones menos arbitrarias o comprensi-
ducta, era la condición necesaria para que la bles (Ej: Ver llegar un autobús especial que pasa
20 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

la parada porque está fuera de servicio). Esta – Primera Formulación de Berkowitz (1970)
característica de arbitrariedad puede ser inter-
pretada en términos de Dollard et al. (1939) por En la primera formulación de Berkowitz so-
lo inesperado (grado de expectativa) que con- bre la agresión, ésta fue explicada a partir de
llevan dichas situaciones. los principios del condicionamiento clásico. Se-
gún su propuesta, las respuestas agresivas cons-
Worchel (1974) destacó que la frustración tituyen una respuesta condicionada a determi-
induce mayor agresividad cuando los resulta- nados estímulos ambientales. Desde esta teoría
dos derivados de ésta producen una mayor dis- los observadores de conductas violentas, o agre-
paridad respecto de las gratificaciones antici- sivas, asociarían dichos comportamientos con
padas por su consecución. Así, los sujetos otras experiencias violentas vividas previamente
muestran mayor hostilidad ante la frustración produciéndose una “generalización” del estímu-
cuando sus expectativas son las de obtener unas lo. El contenido agresivo de la conducta presen-
consecuencias altamente positivas que cuando te, por ejemplo, observar conductas violentas
sus expectativas son obtener logros no muy va- en televisión, provocaría la misma respuesta por
lorados. Por ello, Worchel concluía que el valor parte del observador que le generó el estímulo
concedido a las consecuencias esperadas por el violento original. Además de la exposición a de-
sujeto es un elemento que media entre la frus- terminados estímulos, es necesario que previa-
tración y la agresión. mente los sujetos hayan sido alterados o enfa-
Los estudios de Averrill (1982) y Weiner et al. dados de alguna manera. La conducta actual
(1982) pusieron de manifiesto que cuando los será más parecida a la original cuanto mayor
sujetos atribuyen carácter intencional y volun- similitud exista entre ambas situaciones o per-
tario a la frustración ocasionada, se genera un sonas que las elicitan, siguiendo las leyes del
mayor grado de ira y agresión. Para Weiner et aprendizaje.
al. (1982) las atribuciones favorecer la agresivi- La propuesta inicial de Berkowitz es am-
dad cuando poseen cualquiera de estas tres con- pliamente modificada en una segunda propues-
diciones: a) proceder de un sujeto y no del exte- ta con la inclusión de elementos cognitivos que
rior; b) ser evitables o controlables; y c) son posteriormente se detallará.
socialmente inadecuadas.
La mayoría de estos elementos de carácter Procedente de la investigación básica, los re-
cognitivo, que matizan las relaciones entre frus- sultados hallados en el laboratorio con animales
tración y agresividad, fueron posteriormente de- han mostrado que la inducción de dolor es un
sarrollados y ampliados desde el enfoque del importante motivador de la agresión (Azrin,
procesamiento de la información con explica- Hutchinson y McLaughlin, 1965), como lo de-
ciones alternativas a las formuladas hasta el mo- muestra el hecho de que la estimulación intra-
mento, los cuales se comentan a continuación. craneana refuerza la lucha entre pichones (Rey-
nolds, Catania y Skinner, 1963); así mismo, la
– Aproximación conductual y desde la psi- agresión, además de ser una manera de reac-
cología animal cionar ante la estimulación aversiva, puede con-
vertirse en una conducta de escape y evitación,
Desde el modelo conductual, la agresión se reforzada negativamente, cuando permite dis-
considera una conducta dependiente de las con- minuir o erradicar la fuente evocadora de di-
diciones ambientales que controlan su tasa de cha aversión (Ulrich y Craine, 1964).
ocurrencia. La conducta agresiva es explicada
bien por condicionamiento clásico o por con- Entre humanos se han contrastado también
dicionamiento operante a través de procedi- estos principios de origen y mantenimiento de
mientos, tales como la administración de esti- la conducta agresiva, especialmente en el campo
mulación aversiva, la asociación de ésta con de la modificación de conducta. Un ejemplo de
diversas condiciones ambientales (objetos o per- ello son los trabajos que muestran cómo la agre-
sonas), la extinción o disminución de la tasa de sión aumenta contingentemente con la atención
reforzamiento o el tipo de reforzamiento, posi- recibida, la consecución de logros o la evitación
tivo o negativo (Keehn, 1975; Ulrich, 1975). de situaciones aversivas (Pinkston, Reese, Le-
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 21

blanc y Baer, 1973; O´Leary y O´Leary, 1977; El modelo explicativo de la conducta agresi-
Shapiro y Kratochwill, 2000). El estudio de los va para Berkowitz podría quedar representado
programas de reforzamiento a los que la con- en la siguiente secuencia: un acontecimiento
ducta agresiva está sometida y los procedimien- aversivo genera un afecto negativo o sentimien-
tos para su abordaje constituyen otro ejemplo to desagradable que, por su vinculación con
(Graciano y Moonin, 1984; Kazdin, 1988; Rutter, pensamientos, recuerdos, reacciones expresivo
Giller y Hagell, 1999). motoras y otras emociones negativas asociadas
a una tendencia de lucha, generan finalmente
un sentimiento de ira rudimentario, que final-
Aproximación cognitiva mente, produce la ira y las inclinaciones con-
ductuales agresivas, consistentes bien en arre-
– Aproximación Cognitiva Neoasociacionista
meter contra un blanco disponible o bien en la
Leonard Berkowitz (1983; 1989; 1990; 1993) urgencia de herir a alguien. Si el sentimiento
propone un nuevo modelo por el que la agresi- derivado del afecto negativo da lugar a un sen-
vidad, a la que denomina agresión aversivamen- timiento de temor rudimentario, fruto de las
te estimulada es el resultado del afecto negativo asociaciones a pensamientos, recuerdos o reac-
producido por la experiencia de un suceso o ciones expresivo motoras correspondientes a
acontecimiento desagradable. Su tesis se fun- una tendencia de huida, el resultado en lugar
damenta en dos grupos de estudios previos re- de la ira y la agresión sería el terror y sus incli-
lacionados con la inducción de dolor en anima- naciones conductuales de escape.
les, y con las reacciones irascibles y agresivas en
humanos ante situaciones incómodas. Los pri- Sobre esta secuencia básica, Berkowitz
meros estudios, encontraron que la inducción (1993) realiza diversas precisiones que comple-
de dolor en animales genera bien una huida tan su modelo:
para escapar del estímulo nocivo que lo provoca a) Las emociones son entendidas desde el
o una conducta agresiva encaminada a de- modelo de red (network model) de la emo-
fenderse e intentar destruirlo (Ulrich, 1966). Los ción por el cual cada emoción está conec-
segundos, están relacionados con situaciones tada a un conjunto de sentimientos, reac-
incómodas, tales como altas temperaturas, am- ciones expresivo-motoras, pensamientos
bientes cargados de humo, ambientes con olores y recuerdos. La activación de cualquiera
fétidos o situaciones de elevado estrés social. de ellos tenderá a activar cada uno de los
En ellos se halló que las personas inmersas en componentes de la red proporcionalmente
tales situaciones experimentaban una reacción a su grado de asociación. La aparición de
de irritabilidad e irascibilidad que les inducía a un recuerdo o un pensamiento aversivo
infringir daño a otro (Landau y Raveh, 1987; activará el conjunto de emociones asocia-
Anderson, 1989). De acuerdo con estos experi- das de similar valencia que pueden estar
mentos, Berkowitz mantiene que la agresión dirigidos a un blanco específico o pueden
aversivamente estimulada procede de los acon- permanecer como un estado general y di-
tecimientos aversivos y que no es sólo una res- fuso. Por tanto, las respuestas ideaciona-
puesta encaminada a eliminar o reducir la esti- les, fisiológicas y expresivo-motoras son
mulación desagradable, sino que además, es la base de la experiencia emocional.
una reacción emocional dirigida a infligir daño
a un blanco neutro ajeno a la causa del daño. El b) Las cogniciones juegan un papel relevan-
papel de la frustración era para él un suceso te en el modelo de Berkowitz. Las inter-
aversivo más, capaz de producir una reacción pretaciones del suceso activador, las va-
emocional intensa que conduce a la agresión loraciones, atribuciones, ideas o
emocional. La agresión emocional, para Berko- creencias están semánticamente relacio-
witz, se caracterizaba por su inclinación a hacer nados entre sí y se vinculan, además, con
daño en sí mismo, mientras que la agresión ins- la memoria, los sentimientos y las reac-
trumental se caracterizaba por el uso de ésta ciones expresivo-motoras de manera que
como instrumento para la obtención de deter- pueden actuar como activadores o inhi-
minadas consecuencias (Berkowitz, 1989). bidores de la conducta agresiva.
22 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

c) La probabilidad de que el afecto negativo análisis del aprendizaje social de la agresión,


conduzca a una agresión abierta de- diferencia tres tipos de mecanismos, los cuales
penderá de tres factores: 1) la intensidad se describen a continuación:
de la actividad interna: a medida que el
grado de intensidad emocional es mayor, a) Mecanismos que originan la agresión
aumenta la probabilidad de emitir una Entre estos mecanismos destacan el apren-
agresión; 2) la disponibilidad de un blan- dizaje por observación y el aprendizaje por expe-
co determinado que posibilite la descarga riencia directa.
de las tendencias agresivas facilitando la
aparición de éstas; 3) el autocontrol deri- Las influencias de modelos familiares y so-
vado de las restricciones morales, las nor- ciales que muestren conductas agresivas y otor-
mas sociales, el grado de impulsividad y guen a éstas una valoración positiva serán, junto
el grado de conocimiento de las emocio- con los modelos procedentes de los medios de
nes propias que determinan la aparición comunicación o los modelos simbólicos trans-
de la conducta agresiva abierta. mitidos gráfica o verbalmente, los responsables
de que la agresión se moldee y propague. El mo-
d) Las manifestaciones agresivas no sólo es- delo será más eficaz si están presentes otras con-
tán originadas por una emoción interna diciones que lleven al observador a imitarlo, tales
negativa, también son evocadas por estí- como que el observador esté predispuesto a ac-
mulos o señales externas que tienen un tuar de forma agresiva y que el modelo sea reco-
significado agresivo para el agresor, ta- nocido como figura importante y significativa.
les como armas, personas específicas,
imágenes, objetos o cualquier estímulo La experiencia directa del sujeto proporcio-
asociado a sucesos desagradables. Estas nará determinadas consecuencias en su am-
señales externas pueden propiciar un es- biente (recompensas y castigos) que podrán ins-
tado emocional negativo o pueden activar taurar estas conductas. Ambos tipos de
directamente, o de forma más automáti- aprendizaje, para Bandura, actúan conjunta-
ca, la respuesta agresiva. mente en la vida diaria, las conductas agresivas
se aprenden en gran parte por observación, y
e) La intensidad del afecto negativo depende posteriormente, se perfeccionan a través de la
de la herencia genética, de la historia de práctica reforzada.
aprendizaje del sujeto y del contexto en el
que la emoción aparece. b) Mecanismos instigadores de la agresión

– Teoría Social- Cognitiva de Bandura Además de la mera exposición a los modelos


agresivos, que tienen en sí mismo un efecto ins-
La Teoría Social Cognitiva de Bandura tigador, intervienen otros procesos tales como la
(1973; 1986) constituye uno de los principales asociación del modelado con consecuencias re-
modelos explicativos de referencia de la agre- forzantes (función discriminativa), la justifica-
sión humana. Desde esta teoría Bandura de- ción de la agresión por el modelo como social-
fiende el origen social de la acción y la influen- mente legítima (función desinhibitoria), la
cia causal de los procesos de pensamiento sobre aparición de activación emocional y la aparición
la motivación, el afecto y la conducta humana. de instrumentos o procedimientos específicos
La conducta está recíprocamente determinada para propiciar un daño (Ej: Uso de armas).
por la interacción de factores ambientales, per-
sonales y conductuales. Entre los factores cog- La experiencia de un acontecimiento aversivo,
nitivos, juegan un papel central los procesos vi- tales y como una frustración, una situación de
carios, la autorregulación y la autorreflexión. estrés, un ataque físico, amenaza o insulto, una
pérdida de reforzadores o el impedimento de
En su explicación de la conducta agresiva, una meta.
Bandura (1975) asume en gran medida las apor-
taciones procedentes de la aproximación con- Las expectativas de reforzamiento o las re-
ductual pero introduce los elementos mencio- compensas esperadas si la conducta agresiva es
nados como aportaciones novedosas. Desde su emitida.
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 23

El control instruccional mediante órdenes tiguada por otras variables como la presencia
que obliguen o manden a agredir. de una figura de apoyo en la infancia, la partici-
pación en alguna actividad terapéutica, la esta-
El control ilusorio provocado por creencias bilidad y el apoyo emocional, ser mujer, no tener
ilusorias, alucinaciones o mandato divino. antecedentes clínicos y haber sido sólo testigo
c) Mecanismos mantenedores de la agresión de la violencia en lugar de víctima.
Estos mecanismos se refieren al reforza- – Modelo del Déficit en el Procesamiento de
miento externo directo (Ej: recompensas mate- la Información
riales o sociales, disminución de una estimula-
ción aversiva), el reforzamiento vicario y el A partir de los años 80, un conjunto de tra-
autorreforzamiento. Bandura destaca también bajos enmarcados dentro del enfoque del pro-
un conjunto de mecanismos de carácter cogni- cesamiento de la información arrojan numero-
tivo que denomina neutralizadores de la auto- sos datos empíricos que intentan explicar la
condenación por agresión, que actúan como conducta agresiva. La mayoría de sus resultados
mantenedores, entre los que recoge: la atenua- coinciden en explicarla como una respuesta ge-
ción de la agresión mediante comparaciones nerada por los déficits en el procesamiento de la
con agresiones de mayor gravedad, justificación información. Desde esta aproximación se ha hi-
de la agresión por principios religiosos, despla- potetizado que las deficiencias en los mecanis-
zamiento de la responsabilidad (otros ordenan mos del procesamiento cognitivo son hipoteti-
realizar la agresión), difusión de la responsabi- zados como los principales responsables de una
lidad (responsabilidad compartida), deshuma- resolución ineficaz del afrontamiento de los pro-
nización de las víctimas, atribución de culpa a blemas cotidianos (D´Zurilla y Goldfried, 1971;
las víctimas, falseamiento de las consecuencias y Weiner, 1985; Dodge y Coie, 1987; Huesman,
desensibilización graduada (por exposición gra- 1988; Dodge y Crick, 1990; Crick y Dodge,
duada repetida a situaciones violentas). En es- 1994).
tudios posteriores Bandura encuentra que es- Diversos factores emocionales, fisiológicos,
tos mecanismos de disuasión moral no conductuales, sociales y constitucionales están
promueven directamente la agresión sino que implicados en la instalación de particulares es-
la facilitan disminuyendo la culpa, la conducta tructuras de memoria socio-cognitivas (Crick y
prosocial y la ideación de emoción-arousal Dodge, 1994) o guiones (Huesmann y Eron,
(Bandura, Barbaranelli, Caprara y Pastorelli, 1989), que proveen un procesamiento específico
1996). y un uso determinado de estrategias de solu-
ción de problemas. Las dificultades en los pro-
La propuesta de Bandura ha sido en gran
cesos de búsqueda de estrategias adecuadas
medida utilizada para explicar los efectos de la
(Crick y Dodge, 1994), la accesibilidad o dispo-
exposición a la violencia, bien en el seno de una
nibilidad de determinada información en la me-
familia agresiva (hipótesis de la transmisión in-
moria a largo plazo (Huesmann, 1988) o la difi-
tergeneracional) bien a través del visionado de
cultad en la atención dividida para el uso de
imágenes violentas procedentes de los medios
procesos simultáneos en el procesamiento de la
audiovisuales, que además de ofrecer un mode-
información social, han sido algunos de los me-
lado (aprendizaje vicario) ejerce una desensibi-
canismos explicativos propuestos que funda-
lización a la violencia (hipótesis de la desensibi-
mentarían un procesamiento erróneo entre los
lización).
sujetos agresivos.
Aunque el aprendizaje vicario es hoy am-
Pakaslahti (2000) recopila los principales ha-
pliamente aceptado, la exposición a la violen-
llazgos en cada una de las fases del procesa-
cia es discutida desde una perspectiva interge-
miento, que diferencian a los niños agresivos
neracional (Jonson-Reid, 1998; Stith, Rosen y
de los no agresivos:
Middleton, 2000). Aunque crecer en una familia
violenta es un riesgo para el desarrollo de la vio- – En la fase 1, orientación hacia el proble-
lencia posterior, la probabilidad de que esta cir- ma social, los sujetos agresivos codifican
cunstancia acontezca es pequeña, y se ve amor- inadecuadamente la situación social y las
24 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

señales internas. Por ejemplo, los niños agresivos esperan conseguir mayores re-
agresivos indagan mucho menos sobre los compensas si utilizan estrategias agresi-
hechos en una situación social y prestan vas, así como un mayor incremento de su
menos atención a las señales del ambiente autoestima y una reducción del trato aver-
que los niños no agresivos. sivo por parte de los otros. Además antici-
pan menores consecuencias negativas de-
– En la fase 2, interpretación y análisis de la rivada de sus actos, sólo consideran las
situación, se han detallado las siguientes consecuencias a corto plazo y se perciben
características en el procesamiento de los más autoeficaces en el manejo de actos
niños agresivos frente a los no agresivos: agresivos para la consecución de sus dese-
a) hacen un análisis de la situación de os. A esto hay que añadir su consideración
acuerdo con sus experiencias pasadas en de las conductas agresivas como actos más
situaciones similares más que sobre los difíciles de inhibir que las acciones proso-
hechos concretos de la situación actual; ciales y de menor coste y esfuerzo.
b) realizan un mayor número de atribu-
ciones hostiles y de intencionalidad al – Finalmente, en la sexta y última fase del
contrincante o interlocutor y, c) realizan procesamiento, la ejecución conductual de
un menor número de inferencias sobre los la estrategia mejor evaluada, los niños agre-
resultados de la situación. sivos ejecutan y emplean, en consonancia
con el procesamiento previo, estrategias
– En la tercera fase, formulación de una conductuales agresivas.
meta, los adolescentes agresivos son más
propensos a formular metas hostiles, tales En la dinámica de este funcionamiento, aun-
como la dominancia o la venganza, inde- que aún sin demasiado apoyo empírico, Pakas-
pendientemente del sesgo de intencionali- lahti (2000) sugiere que posiblemente los proce-
dad, y experimentan una mayor frustra- sos de retroalimentación entre fases, los cuales
ción ante la interferencia o no permiten regresar a pasos anteriores o revisar
consecución de las metas deseadas. fases previas del procesamiento para obtener
nueva información, pudieran estar afectados en
– En la cuarta fase, generación de estrategias los sujetos agresivos. Posiblemente, estos sujetos
para resolver y manejar el problema, los ni- sean menos propensos a realizar los circuitos
ños agresivos generan un mayor número de feed-back entre las fases del procesamiento,
de estrategias agresivas, pragmáticas, im- propio de los sujetos no agresivos.
pulsivas o destructivas. Los niños no agre-
sivos, generan un mayor número de estra- – Modelo de Huesmann
tegias y son capaces de imaginar un
mayor número de soluciones alternativas Huesman propone la Hipótesis del Guión
a una situación conflictiva. (Huesmann, 1988; Huesmann y Miller, 1994)
para explicar la influencia de las imágenes vio-
– En la quinta fase, evaluación de la estrate- lentas procedentes de la televisión sobre la con-
gia más adecuada para resolver el conflicto, ducta agresiva. Los guiones (scripts) son inte-
aparecen dos grupos de diferencias: una riorizados desde la infancia temprana a modo
en relación con los estándares internos de programas cognitivos que regulan y organi-
(normas morales, valores, creencias) y otra zan las respuestas del sujeto ante determinadas
en relación con sus estrategias de afronta- situaciones. Al principio de su instauración, es-
miento. En cuanto a la primera, los niños tos guiones son procesos controlados cons-
agresivos consideran las estrategias agre- cientemente, y posteriormente, se automatizan a
sivas menos reprobables desde el punto de medida que el niño madura, tornándose cada
vista moral y actitudinal que los niños no vez más resistentes. Los mecanismos de adqui-
agresivos, aprueban más favorablemente sición e interiorización de estos guiones son tan-
la conducta agresiva y piensan que las víc- to el aprendizaje por observación como por ex-
timas no sufren y merecen lo que se les periencia, permitiendo la conexión con otros
hace. En cuanto a la segunda, los niños elementos de los esquemas cognitivos del niño.
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 25

Para que un guión se constituya son necesa- dios incrementa la agresividad y el miedo en los
rias las siguientes condiciones: niños; sin embargo, los resultados no son con-
sistentes en algunas muestras (niños de más
1) Que los eventos ocurran en el ambiente edad, adolescentes y chicas) cuando los efectos
2) Que las personas puedan comportarse en de la violencia observada son evaluados a largo
respuesta a esos eventos plazo.
3) Que la emisión de las respuestas resulten
con la probabilidad esperada y deseada. Modelos de dinámica familiar
Para Huesmann (1986) la televisión propor- y agresión
ciona personajes violentos con los que el niño se
identifica y de quienes aprende estrategias agre- La familia constituye el primer contexto de
sivas para la solución de conflictos. Estas estra- socialización del niño, dónde aprenderá a inte-
tegias son ensayadas en su imaginación en for- raccionar con otras personas y adquirirá las
ma de fantasías, lo que permite una mejor conductas y patrones de interacción que le per-
incorporación a su memoria y el correspon- mitirán acceder al mundo social. El estudio de
diente recuerdo de las mismas. En situaciones los hábitos de crianza empleados por la familia,
reales de conflicto estas conductas agresivas son junto con las relaciones afectivas instauradas
fácilmente recordadas, puestas en práctica y re- entre los cuidadores y el niño, han generado di-
forzadas por el ambiente, lo que permite la ins- versas hipótesis sobre el origen y el desarrollo de
tauración de las mismas. Los efectos negativos las manifestaciones agresivas en el niño. Algu-
de la conducta agresiva a largo plazo (pobre nos de los principales modelos y aportaciones
rendimiento académico, déficit en habilidades surgidos de este ámbito se exponen a continua-
sociales y rechazo de los iguales) producirán ción.
elevados niveles de frustración que retroalimen-
tará la agresión. Se trata pues de un modelo cir- – Modelo de la Coerción de Patterson
cular en el que tanto las cogniciones como el
reforzamiento de la conducta contribuyen a ex- Patterson (1982; 1986) muestra la impor-
plicar las manifestaciones agresivas. tancia que tiene el uso de los patrones coerciti-
vos de los cuidadores en la aparición de la con-
Los estudios previos a los años noventa, que ducta agresiva. Los patrones coercitivos son
investigaron la influencia de los medios de co- intercambios interactivos entre el cuidador y
municación y la conducta agresiva, procedentes el niño a través de los que cada uno de ellos
tanto de los trabajos de Bandura, como de los intenta contener o impedir el deseo del interlo-
estudios de laboratorio y de otros tantos reali- cutor e imponer el suyo propio dando lugar a
zados en contextos naturales (Baron y Richard- una escalada entre ambos, lo cual es reforzada
son, 1994; Kirsh, 2003), generaron controverti- positiva y negativamente. La falta de aptitud
dos resultados. Si bien parecía que la parental en el manejo de las conductas proble-
observación de escenas violentas se asociaba ma (Ej: amenazas, bofetadas, gritos, pautas in-
claramente con un aumento de la conducta consistentes) y el reforzamiento positivo y ne-
agresiva, la magnitud de su influencia quedaba gativo de la escalada coercitiva entre el niño y
por precisar. Recientes trabajos relacionados el cuidador son los principales mecanismos ex-
con la violencia en los videojuegos han mostra- plicativos de este patrón interactivo. El origen
do que aumentan la conducta agresiva (Ander- de la escalada se inicia ante una conducta ina-
son y Bushman, 2001; Sherry, 2001) pero su decuada del niño (Ej: comportamiento disrup-
efecto es reducido y parece depender del conte- tivo, una respuesta de desobediencia, etc.) ante
nido del mismo (mayores efectos para escenas la que el cuidador responde con una conducta
de violencia humana y fantasía) y el tiempo em- coercitiva para intentar reestablecerla. Ante la
pleado en el juego (mayores efectos en juegos imposición del cuidador, el niño responde agre-
breves) (Sherry, 2001). Browne y Hamilton- sivamente para imponer su deseo, a lo que el
Giachritsis (2005) encuentran, en su revisión cuidador nuevamente actúa en escalada con
sobre esta materia, que la violencia en los me- una imposición mayor que reiteradamente es
26 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

respondida agresivamente por el niño, quien fi- ria, que para Olweus también aumentaría la
nalmente logra, por una parte, hacer desapa- conducta agresiva en el niño. De los cuatro pre-
recer la conducta aversiva del cuidador, por lo cursores que este autor propone (temperamento
que la conducta agresiva y en escalada del niño difícil, actitudes maternas negativas hacia el
es reforzada negativamente, y por otra, el niño niño, disciplina autoritaria y disciplina permisi-
consigue hacer su voluntad, con lo que su con- va), los mayores efectos causales venían de las
ducta es también reforzada positivamente. La actitudes permisivas de la madre y las actitu-
gran trampa de la escalada entre el niño y el des de rechazo. Cuando los niños poseían ma-
cuidador es que éste es reforzado negativamen- dres poco interesadas por ellos, frías e incapaces
te también cuando cede al deseo del niño y éste de poner límites a las conductas agresivas, los
cesa su conducta aversiva de escalada. Por tan- niños tenían una alta probabilidad de ser agre-
to, adulto y niño, están siendo mutuamente re- sivos durante la adolescencia.
forzados por reforzamiento negativo (Paterson,
1982; Patterson, DeBaryshe y Ramsey, 1989). – Modelos centrados en los hábitos de crian-
Los cuidadores dejarán de hacer demandas o za
peticiones al niño cuando éste reaccione de for-
ma violenta o agresiva y el niño, dado los bue- Aunque Patterson fue uno de los primeros
nos resultados obtenidos por su conducta, lle- autores, junto con Olweus (1980), en proponer
gará a ser cada vez más agresivo. La repetición un modelo específico para la conducta agresiva
de este patrón interactivo, originado en el con- centrado en la interacción entre padres e hijos,
texto familiar, se generalizará al contexto esco- otros muchos autores coetáneos e incluso pre-
lar y a las interacciones entre iguales, cuyas vios a él, ya avanzaron las relaciones entre este
consecuencias serán el rechazo de sus compa- tipo de conducta y los hábitos de crianza (Mc-
ñeros, el bajo rendimiento académico, el des- Carthy, 1974). Exponer cada una de estas pro-
censo de la autoestima y la implicación con puestas excedería el objetivo de este artículo,
otros iguales problemáticos entre los que la por lo que se mencionaran las aportaciones que
conducta coercitiva será valorada y reforzada a nuestro juicio han sido más relevantes.
(Patterson, 1986). Más recientemente, Eddy, Del estudio de los hábitos de crianza y los es-
Leve y Fagot (2001) replican el modelo Coerci- tilos educativos de los padres se han relacionado
tivo de Patterson. Sus resultados muestran que con la conducta agresiva, entre otras, las si-
los datos se ajustan al modelo de forma similar guientes variables: el rechazo de los padres (es-
tanto en chicos como en chicas y, consecuente- pecialmente de la madre), la falta de apoyo o
mente, los procesos de coerción se aplican si- las pobres relaciones afectuosas (Hanson, Heng-
milarmente a ambos sexos. geler, Haefele y Rodick, 1984), el uso de estrate-
gias punitivas en el control de la conducta del
– Modelo del desarrollo de la conducta agre- niño (Olweus, 1980; Eron y Huesmann, 1984;
siva de Olweus (1980) Gershoff, 2002), la falta de supervisión e incon-
sistencia (Patterson y Stouthamer-Loeber, 1984;
La conducta agresiva, según Olweus (1980), Paschall, Ringwalt, y Flewelling, 2003) y una
puede estar causada por dos vías: una de ellas comunicación deficitaria (O’Connor, 2002).
procede del temperamento difícil del niño y la
otra del rechazo materno hacia éste. Si el tem- – Modelo del Apego
peramento de un niño es excesivamente activo e
impetuoso las madres suelen ceder y rendirse Bowlby (1969; 1973; 1980) hipotetizaba que
ante sus exigencias, lo que resulta en un manejo las experiencias interpersonales con los cuida-
permisivo y consentido de las conductas de- dores primarios son interiorizadas como mode-
mandantes del niño que aumenta la probabili- los representacionales que se generalizan en for-
dad de que el niño se comporte de forma agre- ma de expectativas sobre los otros. Si las figuras
siva. A veces, independientemente del de apego son figuras de apoyo y de protección,
temperamento infantil, las madres muestran el niño desarrollará un modelo relacional con-
sentimientos negativos y de rechazo al niño que fiado y seguro; si por el contrario, los modelos
se traducen en una disciplina severa y autorita- de relación interiorizados son desconfiados,
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 27

hostiles e inciertos, las experiencias de apego niveles de prevalencia en diversas conductas


les proporcionan representaciones negativas de agresivas, tales como quitar cosas a los otros
las relaciones de afecto. De estos modelos re- (17.7%-52.7%) o empujarlos (5.9%-40.1%). Con-
presentacionales negativos, el niño desarrolla ductas como morder, dar patadas, pelear, ame-
expectativas de agresión, hostilidad y descon- nazar con golpear o atacar físicamente eran
fianza sobre las relaciones interpersonales y los mostradas por uno de cada cuatro o cinco ni-
demás (Bowlby, 1969, 1973; Ainsworth, 1979), y ños. Al menos el 8,2% de los niños eran califica-
consecuentemente, desarrolla un mayor número dos por sus madres como acosadores y el 3.9%
de conductas agresivas (Cohn, 1990; Lyons- como crueles. La agresividad física pues, se in-
Ruth, 1996). Como han señalado Greenberg, crementa hasta los tres o cuatro años de edad, y
Speltz y DeKlyen (1993), el apego inseguro ini- posteriormente, experimenta un descenso pro-
cial refuerza en los cuidadores su percepción gresivo que se extiende desde los 6 a los 15 años.
de inadecuación y baja autoestima, empeorando No obstante, es preciso matizar, por una parte,
la calidad de la relación cuidador-niño e incre- que otras formas de agresividad (Ej: verbal o
mentando la probabilidad de los problemas ex- indirecta) se incrementan a partir de los dos
teriorizados. años hasta la adolescencia, y por otra, que de-
terminados grupos de sujetos pueden experi-
Aproximaciones evolutivas: origen y desarro- mentar diferentes trayectorias, entre las que
llo de la agresión cabe mencionar aquellas que experimentan un
El origen de la agresión: el inicio del principio incremento crónico de la agresividad hasta la
adolescencia con un ligero declive en los años
El estudio de los factores prenatales y peri- previos (Tremblay et al., 1996; Naggin y Trem-
natales del desarrollo ya ha permitido identifi- blay, 1999; Brame et al., 2001).
car alguno de los factores previos al nacimiento
que pudieran estar en la base de la conducta La aparición temprana de la conducta agre-
agresiva, al menos como facilitadores o varia- siva y su incremento inicial supone una revi-
bles de riesgo de esta conducta. El consumo de sión de los planteamientos y modelos básicos
tabaco durante el embarazo o la vivencia de que hasta el momento han intentado explicar
acontecimientos altamente estresantes durante esta conducta (Tremblay et al., 1999; Tremblay,
el mismo han sido, entre otros, algunos de los 2003) y sobre lo que cabe comentar lo siguiente:
hallazgos que han apoyado esta tesis (Fergus-
son, Woodward y Horwood, 1998; Raine, 2002). 1) La conducta agresiva, si es una conducta
aprendida, se aprende en los primeros
Los orígenes de la conducta agresiva real- momentos de la vida, aunque más bien
mente comienzan en la infancia. El valor adap- deba considerarse como una conducta
tativo atribuido a esta conducta, presente en la espontánea que llega a convertirse en un
mayoría de los animales como instrumento de instrumento al servicio de los impulsos
supervivencia, hacen comprensible que en el básicos propiciado por el desarrollo neu-
caso de los humanos aparezca al comienzo de romotor del niño.
nuestra existencia, instalada como una reacción
innata o preparada al servicio de la defensa ante 2) Los niños más que aprender a ser agresi-
situaciones de riesgo (real o percibido) o como vos aprenden a no ser agresivos. En algu-
instrumento encaminado a la competencia o la nos casos, este aprendizaje no es realiza-
consecución de logros. do con éxito y las conductas aparecen
incrementadas o cronificadas hasta la
Los trabajos de Tremblay y su equipo (Trem- vida adulta.
blay et al., 1996; Naggin y Tremblay, 1999; Trem-
blay et al., 1999; Brame et al., 2001) han mos- 3) Comprender las manifestaciones agresi-
trado que la conducta agresiva, específicamente vas crónicas o incrementadas supondrá
la agresividad física, comienza al final del pri- hallar los mecanismos que las regulan y
mer año de la vida del niño. Tremblay et al. las variables asociadas al éxito o fracaso
(1999) encontraron que alrededor de los 17 me- de su correcto aprendizaje a lo largo del
ses de edad las madres ya informaban de altos desarrollo.
28 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

El fracaso en el aprendizaje de la regulación (Zahn-Waxler, Radke-Yarrow, Wagner y Chap-


emocional y conductual ha sido propuesto en man, 1992). Los adecuados procesos de sociali-
la literatura como causa de los problemas exte- zación se relacionan con el grado de responsivi-
riorizados en general (Bates, 1990; Eisenberg, dad de los cuidadores o su habilidad para
Shepard, Fabes, Murphy y Gutrie, 1998; Patter- responder e implicarse en las necesidades evo-
son y Sanson, 1999) y particularmente, de la lutivas del niño con la calidad requerida (con-
conducta agresiva (Olweus, 1984; Windle, 1991; tingente y sensiblemente) (Gable e Isabella,
Windle, 1992; White, Moffitt, Caspi, Bartush, 1992; Shaw y Winslow, 1997). Entre otros, serán
Needles y Stouthamer-Loeber, 1994; Keenan y decisivos en el aprendizaje de la autorregula-
Shaw, 2003). Muchos de los Modelos del Tem- ción emocional inicial, la implicación parental,
peramento, que no se detallarán en este espacio la consistencia en sus hábitos educativos, el gra-
pero que pueden ser consultados en otro lugar do de calidez- hostilidad y sus estrategias de
(Kohnstamm, Bates y Rothbart, 1989), han rea- control y disciplina sobre la conducta del niño
lizado interesantes hipótesis explicativas sobre (Pettit y Bates, 1989; Campbell, Pierce, Moore,
el origen de los problemas exteriorizados en los Marakovitz y Newby, 1996; Shaw et al., 1998).
primeros momentos de la vida. Conceptos como Más específicamente, la propuesta de Kee-
el de bondad de ajuste (Thomas y Chess, 1989), o nan y Shaw (2003) establece dos vías diferentes
el de Autorregulación (Rothbart y Derryberry, para explicar cada una de las conductas agresi-
1981) o esfuerzo de control (Goldsmith, Buss y vas propuestas por Dodge y Coie (1987) (agre-
Lemery, 1997), entre otros, han aportado fun- sión reactiva y proactiva):
damentadas explicaciones para la comprensión
de este fenómeno en relación con las interac- – La primera de estas vías propone que los
ciones familiares. Keenan y Shaw (2003), basa- niños altamente irritables (llanto intenso,
dos en gran medida en estas aportaciones, rea- alta latencia para permanecer quieto y di-
lizan una interesante propuesta para explicar la ficultad para auto tranquilizarse), emocio-
conducta agresiva. De acuerdo con ellos, dos nalmente difíciles (baja tolerancia a la
son los elementos fundacionales primarios de frustración, altamente reactivos y exigen-
la conducta agresiva: las diferencias individuales tes) y cuyos cuidadores tienen dificultades
y los procesos de socialización. Los aspectos in- para leer las señales del niño, son ten-
dividuales de aparición temprana hacen re- dentes a la sobreestimulación, son muy
ferencia, en los primeros momentos de la vida, a responsivos a las emociones del niño y
diferentes componentes emocionales de carácter poco exigentes desarrollarán una conducta
temperamental, tales como el umbral de acti- agresiva reactiva (Stifter, Spinrad and
Braungart-Rieker, 1999; Olson et al., 2000).
vación, la intensidad de la respuesta, la latencia
en la estabilidad emocional ante estímulos es- – La segunda vía propuesta, mantiene que
tresantes, el afecto negativo y la dificultad en los niños con bajo nivel de arousal (poco
su autorregulación (Rothbart y Ahadi, 1994; Ke- responsivos a la estimulación), conduc-
enan, 2000). Posteriormente más allá del pri- tualmente difíciles (persistentes, no reac-
mer año, otras variables se relacionan con la cionan al castigo y buscadores de sensa-
conducta adaptada del niño como la habilidad ciones) y educados por cuidadores con
de autotranquilizarse, la habilidad de solicitar dificultades para leer las señales del niño,
ayuda del cuidador, su respuesta a la frustra- poco estimulantes e implicados y con es-
ción o las conductas instrumentales desarrolla- trategias de disciplina inconsistentes, de-
das para reponerse a las situaciones aversivas sarrollarán una conducta agresiva proactiva
(Kopp, 1989; Calkins y Jonson, 1998). Dos serán (Colder, Mott and Berman, 2002; Shaw, Gi-
las principales variables que afectarán a la ade- lliom, Ingoldsby and Nagin, 2003).
cuada capacidad de regulación emocional con
Evolución y desarrollo de la conducta agresiva
posterioridad: el desarrollo del lenguaje (Stans-
bury y Zimmermann, 1999; Coy, Speltz, DeKl- Otros trabajos desde una perspectiva evolu-
yen y Jones, 2001) y la empatía o habilidad para tiva se han ocupado del estudio del desarrollo y
adoptar la perspectiva y la emoción del otro la estabilidad de la conducta agresiva a lo largo
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 29

de los años. Autores como Olweus (1979) y Pat- Loeber propone un modelo multidireccional
terson (1982), proponen inicialmente enfoques en el que se expone una triple vía para el desa-
evolutivos del estudio de la agresión y sugieren rrollo de diferentes conductas agresivas (Loe-
vías unidireccionales en el desarrollo de ésta ber, Wung, Keenan, Giroux, Stoutamer-Loeber,
sustentados, como ya se ha expuesto, en el ma- Van Kammen y Maughan, 1993; Loeber y Hay,
nejo que la familia hace de las primeras con- 1997; Loeber y Stouthamer-Loeber, 1998):
ductas problemáticas en el niño. De las prime-
ras e incluso recientes investigaciones centradas – Una primera vía que denomina vía abierta,
en la estabilidad de la conducta agresiva (Ol- la cual se inicia con problemas menores
weus, 1979; Caspi, Elder y Bem, 1987; Loeber, de agresión (Ej: molestar a los otros), evo-
Tremblay, Gagnon y Charlebois, 1989; Patter- luciona hacia la lucha y las peleas físicas
son, 1992) gran parte de los resultados han en grupo y finalmente culmina con actos
apuntado hacia una considerable estabilidad de violentos (raptos, ataques, fuertes daños).
estas conductas a lo largo de los años con co- – La segunda, vía de conflicto con la autori-
rrelaciones de .63 (Olweus, 1979) o de .92 (Pat- dad, se inicia con conductas obstinadas
terson, 1992). Autores posteriores, entre otros, previamente a los doce años, posterior-
Moffit, Loeber, Tremblay o Arsenio han realiza- mente evoluciona hacia la desobediencia y
do propuestas multidireccionales del desarrollo la conducta desafiante, y finalmente, llega
de diferentes cursos y conductas agresivas. a la evitación de la autoridad (hacer novi-
llos, fugarse, quedarse hasta tarde).
Moffit y colaboradores (Moffit, 1993; Moffit,
Caspi, Dickson, Silva y Stanton, 1996; Moffit, – La tercera vía o vía encubierta, comienza
2003) agrupando estudios longitudinales de más con pequeñas conductas encubiertas (Ej:
de diez años de investigación, sugiere dos pro- hurtos en las tiendas, frecuentes menti-
totipos de ofensores con orígenes diferentes a lo ras), continúa más tarde con daños a la
largo del desarrollo: propiedad (vandalismo, prender fuego),
para culminar en moderados y serios ac-
– Los agresores de curso persistente, cuyas tos delictivos (Ej: fraude, robos, allana-
conductas agresivas se inician a los tres mientos).
años y continúan empeorando progresi-
vamente a lo largo de los años persistien- Las distintas vías expuestas se inician en la
do en la vida adulta. El origen de sus con- infancia y progresan de forma acumulativa ha-
ductas se encuentra en los procesos cia conductas más serias hasta la adolescencia.
neurológicos del desarrollo (temperamen- Diferentes trabajos han estudiado, con una
to incontrolable, anormalidades neuroló- metodología centrada en el sujeto (análisis de
gicas, retraso motor, bajo nivel intelectual, clusters, cálculo de trayectorias), el curso evolu-
dificultades de lectura, memoria deficita- tivo y el patrón de estabilidad de la conducta
ria, hiperactividad y baja tasa cardiaca) y agresiva a lo largo del desarrollo (Moffit et al.,
adversidades familiares (familias mono- 1996; Nagin y Tremblay, 1999; Denham, Work-
parentales, madres con retraso mental, man, Cole, Weissbrod, Kendziora y Zahn-waxler,
maltrato familiar, disciplina inconsistente, 2000; Arsenio, 2004) y han hallado, salvando al-
conflicto familiar, bajo nivel económico y gunas diferencias, cuatro cursos básicos en el
rechazo por parte de los iguales). desarrollo de la agresión: a) un grupo que mues-
tra agresión tempranamente, la cual disminuye
– Agresores de curso limitado a la adolescen- con el tiempo; b) un grupo con puntuaciones
cia, cuyo origen se encuentra en los pro- bajas en agresión que se incrementa con el tiem-
cesos sociales que comienzan en la ado- po y, c) un grupo con agresividad alta y estable a
lescencia y desisten en la vida adulta, lo largo del tiempo.
como son la delincuencia del grupo de
iguales, las actitudes inmaduras ante la Nagin y Tremblay (1999), con una metodo-
adolescencia o la adultez y el deseo de au- logía semiparamétrica centrada en datos longi-
tonomía. tudinales, similar al análisis de clusters, exami-
30 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

nan el desarrollo de la conducta agresiva en de los años. El reto futuro está en establecer las
1037 varones desde los seis hasta los 15 años, y causas y los factores de riesgo asociados a aque-
obtienen cuatro trayectorias: 1) una trayectoria llos sujetos que incrementan o persisten en estas
con bajas puntuaciones a lo largo del desarrollo; conductas.
2) una con niveles moderados que declina hasta
niveles próximos a cero a los 15 años aproxi- Modelos integradores: el análisis de los factores de
madamente; 3) una que comienza con niveles riesgo
altos y que declina hasta niveles medios y, 4) A pesar de los diferentes modelos explicativos
una con niveles de agresividad persistente a lo de la agresión y la ingente investigación sobre las
largo de todo el periodo analizado. variables asociadas a la conducta agresiva aún
Las tres primeras trayectorias englobaban no hemos sido capaces de proveer una explica-
al 70% de la muestra y sólo el 4% seguían un ción adecuada a este fenómeno. En este ánimo
curso persistente. El estudio de estas trayecto- de alcanzar la explicación más óptima los mo-
rias ha sido posteriormente analizado en seis delos integradores han intentado agrupar el má-
amplias muestras de diferentes países que abar- ximo de factores de riesgo y recoger la gran com-
can desde los 6 años hasta la adolescencia plejidad de este campo de estudio (Rutter, 2003):
(Broydy, Nagin, Tremblay, Bates, Brame, Dodge, numerosas cuestiones que responder, enorme
Fergusson, Horwood, Loeber, Laird, Lynam, heterogeneidad, origen multicausal y multidi-
Moffit, Pettit y Vitaro, 2003) y entre niños de reccional, efectos bidireccionales entre el sujeto y
24 meses a nueve años (Shaw et al., 2003; Arse- su medio, causas próximas y distales, influen-
nio, 2004). En todos estos trabajos se han iden- cias genéticas mediadas o no por el efecto del
tificado trayectorias agresivas de baja intensi- ambiente y otros factores individuales.
dad y en descenso que suponen el mayor El análisis de los factores de riesgo nos per-
porcentaje de la población junto con una tra- mite encontrar a qué variables se asocia un au-
yectoria de curso persistente que representa a mento de la probabilidad de manifestar la agre-
un pequeño porcentaje entre el 4 y 11% según sión persistente y es el primer paso para el
las muestras. establecimiento de una relación causal (Angold
Dos conclusiones importantes de estos re- y Costello, 2005). La adopción de una perspecti-
sultados merecen ser destacadas: va evolutiva, el análisis de las estrategias pre-
ventivas y conocer los mecanismos que permi-
1) en todos los estudios consultados los al- ten una buena adaptación son vías que
tos niveles de agresión física en la infan- facilitarán la comprensión de los procesos cau-
cia o en los primeros años predecían la sales (Ezpeleta, 2005).
conducta agresiva o violenta en los años
posteriores. Desde esta perspectiva se han propuesto nu-
merosos modelos que agrupan los factores de
2) No existe evidencia de una trayectoria riesgo en causas próximas y distales (Tremblay y
agresiva limitada exclusivamente a la Naggin, 2005); en procesos cognitivos, sociales,
adolescencia, por lo que no se identificó a conductuales e interpersonales a lo largo del de-
ningún grupo de sujetos agresivos duran- sarrollo evolutivo (Cicchetti y Toth, 1998); En
te la adolescencia que no hubieran mani- factores protectores ambientales y personales
festado agresividad en su infancia. (Bernard, 1991); en factores familiares, fisioló-
gicos y genéticos (Loeber y Stouthamer-Loeber,
Parece pues, que aunque se ha enfatizado la 1998); En factores predisponentes, precipitantes
estabilidad de la conducta agresiva a lo largo y de mantenimiento (Carr, 1999). La exposición
de los años (Olweus, 1979; Caspi, Elder y Bem, detallada de los factores de riesgo más relevan-
1987; Patterson, 1992; Farrington, 1994), otros tes asociados a la conducta agresiva, serán ex-
trabajos con diferente metodología han puesto puestos en el siguiente capítulo de esta mono-
de manifiesto que la conducta agresiva a lo lar- grafía.
go del desarrollo presenta diferentes patrones, y
que, a pesar de su relativa estabilidad, no todos Sobre esta base inicial todo un puzzle de va-
los sujetos persisten en esta conducta a lo largo riables e interacciones complejas, algunas de-
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 31

talladas en los capítulos sucesivos, actuarán Bandura, A. (1986). Social foundations of thought and
como factores facilitadores o inhibidores que action: a social cognitive theory. Englewood Cliffs,
mediarán o modularán la aparición de la con- NJ: Prentice Hall.
ducta agresiva y que de forma conjunta e inte-
Bandura, A., Barbaranelli, C., Caprara, G.V. y Pasto-
rrelacionada compondrán un marco explicativo
relli, C. (1996). Mechanisms of moral disengage-
integral.
ment in the exercise of moral agency. Journal of
Personality and Social Psychology, 2, 364-374.

Referencias Baron, R. A. y Richardson, D. (1994). Human aggres-


sion. New York: Prenum Press.
Ainsworth, M.D.S. (1979). Infant-mother attachment.
Bates, J. E. (1990). Conceptual and empirical linkan-
American Psychologist, 34, 932-937.
ges between temperament and behavior pro-
Anderson, C.A. (1989). Temperament and agres- blems: a commentary to the Sanson, Prior, and
sion: Ubiquitous effects of heat on occurrence Kyrios study. Merrill Palmer Quarterly, 36, 193-
of human violence. Psychological Bulletin, 106, 199.
74-96.
Berkowitz, L. (1970). Aggressive humor as a stimulus
Anderson, C.A. y Bushman, B.J. (2001). Effects of to aggressive responses. Journal of Personality and
violent video games on aggressive behavior, ag- Social Psychology, 7, 202-207.
gressive cognition, aggressive affect, physiological
Berkowitz, L. (1983). Aversively stimulated aggres-
arousal, and prosocial behaviour: a meta-analytic
sion: some parallels and differences in research
review of the scientific literature. Psychological
with animals and humans. American Psycholo-
Science, 12, 353-359.
gist, 38, 1135-1144.
Angold, A. y Costello, E.J. (2005). Epidemiología del
Berkowitz, L. (1989). The frustration-aggression hy-
desarrollo: la naturaleza del riesgo en los trastor-
pothesis: An examination and reformulation. Psy-
nos psiquiátricos. En L. Ezpeleta (Ed.), Factores
chological Bulletin, 106, 59-73.
de riesgo en psicopatología del desarrollo (pp. 21-
52). Barcelona: Masson. Berkowitz, L. (1990). On the formation and regula-
tion of anger and aggression: A cognitive-neoas-
Arsenio, W.F. (2004). Trajectories of physical agression
sociationistic analysis. American Psychologist, 45,
from toddlerhood to middle childhood. Mono-
494-503.
graphs of the Society for Research in Child Deve-
lopment, Vol. 69. Oxford: Blackwell Publishing. Berkowitz, L. (1996). Agresión: causas, consecuencias
y control. Desclée de Brouwer.
Atkins, M.S., Stoff, D.M. y Osborne, M.L. (1993). Dis-
tinguishing instrumental and hostile aggression: Bernard, B. (1991). Fostering Resiliency in Kids: Pro-
Does it make a difference? Journal of Abnormal tective Factors in the Family, School, and Com-
Child Psychology, Vol 21(4), 355-365. munity. Portland: Northwest Regional Educatio-
nal Laboratory.
Averrill, J. R. (1982). Anger and aggression: An essay
on emotion. New York: Doubleday. Björkqvist, K., Lagerspetz, K. M., Kaukiainen, A.
Azrin, N.H., Hutchinson, R.R. y McLaughlin, R. (1992). Do girls manipulate and boys fight? De-
(1965). The opportunity for aggression as an ope- velopmental trends in regard to direct and indi-
rant reinforcer during aversive stimulation. Jour- rect aggression. Aggressive Behavior, Vol 18(2),
nal of the Experimental Analysis of Behavior, 8, 117-127.
171-180. Björkqvist, K., Österman, K., Kaukiainen, A. (1992)
Bandura. A. (1973). Aggression: a social learning The development of direct and indirect aggressive
analysis. Englewood Cliffs, N.J.: Prentice Hall. strategies in males and females. En K. Björkqvist
y P. Niemelä, Of mice and women: Aspects of fe-
Bandura, A. (1975). Modificación de conducta. Análi- male aggression (pp. 51-64). San Diego, CA, US:
sis de la agresión y la delincuencia. México: Trillas. Academic Press.
32 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

Blair, R.J.(2001). Neurocognitive models of aggres- early behavior problems, maternal control, and
sion, the antisocial personality disorders and psy- family stress. Development and Psychopathology,
chopaths. Journal of Neurol. Neurosurgery Psy- 8, 701-719.
chiatry, 71 (6), 727-731.
Carr, A. (1999). The handbook of child and adolescent
Blair, R.J. y Cipolotti, L. (2000). Impaired social res- clinical psychology: a contextual approach. Lon-
ponse reversal. A case of “acquired sociopathy”. don: Routledge.
Brain, 123, 1122-1141.
Caspi, A., Elder, G.H. y Bem, D.J. (1987). Moving
Bleiberg, E. (1994). Normal and pathological narcis- against the world: life-course patterns of explosi-
sism in adolescente. American Journal of Psy- ve children. Developmental Psychology, 23, 308-
chotherapy, 48, 30-51. 313.
Blustein, J. (1996). Intervention with excessively ag- Cicchetti, D. y Toth, S. (1998). The development of
gressive children: conceptual and ethical issues. depression in children and adolescents. Ameri-
En C.F. Ferris y T. Grisso (Eds). Understanding can Psychologist, 53, 221-241.
aggressive behavior in children (pp. 308-317). New
York: New York Academy of Sciences. Cohn, D.A. (1990). Child mother attachment of six
years old and social competence at school. Child
Bowlby, J. (1969). Attachment and loss: Attach- Development, 61, 152-162
ment(Vol. 1). New York: Basis Books.
Colder, C.R., Mott, J.A. y Berman, A.S. (2002). The in-
Bowlby, J. (1973). Attachment and loss: Separation teractive effects of infant activity level and fear on
(Vol. 2). New York: Basis Books. growth trajectories of early childhood behaviour
Bowlby, J. (1980). Attachment and loss: loss, sadness problems. Development and Psychopathology, 14,
and depression (Vol.3). New York: Basic Books. 1-24.

Brame, B., Nagin, D.S. y Tremblay, R.E. (2001). De- Coy, K., Speltz, M.L., DeKlyen, M. y Jones, K. (2001).
velopmental trajectories of physical aggressin Social-cognitive processes in preschool boys with
from school entry to late adolescence. Journal of and without oppositional defiant disorder. Journal
Child Psychology and Psychiatry, 58, 389-394. of Abnormal Child Psychology, 29, 107-119.

Browne, K. y Hamilton-Giachritsis, C. (2005). The Crick, N.R (1995). Relational aggression: The role of
influence of violent media on children and ado- intent attributions, feelings of distress, and pro-
lescents: A public health approach. Lancet, 365, vocation type. Development and Psychopathology,
702-710. Vol 7(2), 313-322.

Broydy, L.M., Nagin, D.S., Tremblay, R.E., Bates, J.E., Crick, N.R. (1996). The role of overt aggression, rela-
Brame, B., Dodge, K., Fergusson, D., Horwood, J., tional aggression, and prosocial behavior in the
Loeber, R., Laird, R., Lynam, D., Moffit, T., Pettit, prediction of children’s future social
G.S. y Vitaro, F. (2003). Developmental trajecto- adjustment. Child Development, Vol 67(5), 2317-
ries of childhood disruptive behaviours and ado- 2327.
lescent delinquency: a six site, cross-national
Crick, N. R. y Dodge, K.A. (1994). A review and re-
study. Developmental Psychology, 39 (2), 222-245.
formulation of social information processing me-
Buss, A.H (1961). The psychology of aggression. Ox- chanisms in childrens´ social adjustment. Psy-
ford, England: Wiley. chological Bulletin, 115, 74-101.

Calkins, S.D. y Johnson, M.C. (1998). Toddler regula- Crick, N.R. y Grotpeter, J.K. (1995). Relational ag-
tion and distress to frustrating events: tempera- gression, gender, and social-psychological adjust-
mental and maternal correlates. Infant Behavior ment. Child Development, Vol 66(3), 710-722.
and Development, 21, 379-395.
Day, D.M., Bream, L.A. y Pal, A. (1992). Proactive
Campbell, S.B., Pierce, E.W., Moore, G., Marakovitz, and reactive aggression: An analysis of subtypes
S. y Newby, K. (1996). Boys’ externalizing pro- based on teacher perceptions. Journal of Clinical
blems at elementary school age: Pathways from Child Psychology, Vol 21(3), 210-217.
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 33

Denham, S. A., Workman, E., Cole, P.M., Weissbrod, Eisenberg, N., Shepard, S., Fabes, R., Murphy, B. y
C., Kendziora, K.T. y Zahn-waxler, C. (2000). Pre- Guthrie, I. (1998). Shyness and Childrens’ emo-
diction of externalizing behaviour problems form tionality regulation, and coping: contemporane-
early to middle childhood: The role of parental ous, longitudinal, and across-contex relations.
socialization and emotional expression. Develop- Child Development, 69, 767-790.
ment and Psychopathology, 12, 23-45.
Elliott, D.S., Huizinga, D. y Menard, S. (1989). Múltiple
Dodge, K.A. (1991). The structure and function of re- problem youth: delinquency, substance use and
active and proactive aggression. En D. J. Pepler y mental health problems. New York: Springer-Verlag.
K. H. Rubin. The development and treatment of
Ellis, Albert. (1976). Healthy and unhealthy aggres-
childhood aggression (pp. 201-218). Hillsdale, NJ,
sion. Humanitas, Vol 12(2), 239-254.
England: Lawrence Erlbaum Associates.
Eron, L. D. y Huesmann, L.R. (1984). The control of
Dodge, K.A. y Coie, J.D. (1987) Social-information-
aggressive behavior by changes in attitudes, va-
processing factors in reactive and proactive ag-
lues, and the conditions of learning. En R.J. Blan-
gression in children’s peer groups. Journal of Per-
chard (Eds.), Advances in the study of aggression,
sonality and Social Psychology, Vol 53(6),
vol.1 (pp. 139-173). Orlando, FL: Academic Press.
1146-1158.
Ezpeleta, L. (2005). Prevención en psicopatología del
Dodge, K. A. y Crick, N.R. (1990). Social information desarrollo. En L. Ezpeleta (Ed.), Factores de riesgo
processing bases of aggressive behaviour in chil- en psicopatología del desarrollo (pp. 3-20). Barce-
dren. Personality and Social Psychology Bulletin, lona: Masson.
15, 8-22.
Farrington, D.P. (1994). Childhood, adolescent and
Dodge, K.A., Lochman, J.E. y Harnish, J.D. (1997). adult features of violent males. En L.R. Huess-
Reactive and proactive aggression in school chil- man (Ed.), Aggressive behaviour: Current perspec-
dren and psychiatrically impaired chronically as- tives (pp. 215-240). NJ: Plenum Press.
saultive youth. Journal of Abnormal Psychology,
Vol 106(1), 37-51. Fergusson, D.M., Woodward, L.J. y Horwood, L.J.
(1998). Maternal smoking during pregnancy and
Dolan, M., Anderson, I. M. y Deakin, J. F. W. (2001). psychiatric adjustment in late adolescence. Ar-
Relationship between 5-HT function and impul- chives of General Psychiatry, 51 (8), 721-727.
sivity and aggression in male offenders with per-
sonality disorders. British Journal of Psychiatry, Feshbach, S. (1970). Aggression. En P. Mussen (Ed),
Vol 178, 352-359. Cannichael’s manual of child Psychology (pp. 159-
259). New York: Wiley.
Dollard, J., Doob, L.W., Miller, N.E., Mowrer, O.H. y
Sears, R.R. (1939). Frustration and aggression. Freud, S. (1984). El malestar en la cultura. Madrid:
New Haven, Conn.: Yale Univ. Press Alianza.
Gable, S. y Isabella, R.A. (1992). Maternal contribu-
Drexler, K., Schweitzer, J.B., Quinn, C.K., Gross, R.,
tions to infant regulation of arousal. Infant Beha-
Ely, T.D., Mohammad, F. y Kilts, C.D. (2000).
vior and Development, 15, 95-107.
Neural activity related to anger in cocaine-de-
pendent men: a posible link to violence and re- Galen, B.R. y Underwood, M.K. (1997). A develop-
lapse. American Journal od Addiction, 9 (4), 331- mental investigation of social aggression among
339. children. Developmental Psychology, Vol 33(4),
589-600.
D´Zurilla, T.J. y Goldfried, M.R. (1971). Problem sol-
ving and behaviour modification. Journal of Ab- Gershoff, E. (2002). Corporal punishment by parents
normal Psychology, 78, 107-126. and associated child behaviours and experiences:
a meta-analytic and theoretical review. Psycholo-
Eddy, J., Leve, L. y Fagot, B. (2001). Coercive family
gical Bulletin, 128, 539-579.
processes: a replication and extension of Pattesr-
son´s Coercion Model. Aggressive Behavior, 27, Goldsmith, H., Buss, K. y Lemery, K. (1997). Toddler
14-25. and childhood temperament: expanded content,
34 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

stronger genetic evidence, new evidence for the Kander, E., Schwartz, J. y Jessel, T.M. (2001). Princi-
importance of enviroment. Developmental Psy- pios de neurociencia. México: Mc Graw-Hill Inte-
chology, 33, 891-995. ramericana.

Graciano, A. M. y Moonin, K.C. (1984). Children and Kassinove, H. y Sukhodolsky, D. G. (1995). Anger di-
Behavior Therapy. Chicago: Aldine. sorders: Basic science and practice issues. En H.
Kassinove (Ed), Anger disorders: definitions, diag-
Greenberg, M.T., Speltz, M.L. y DeKlyen, M. (1993). nosis and treatment (pp. 2-27). Washington: Tay-
The role of attachment in the early development lor and Francis.
of disruptive behaviour problems. Development
and Psychopathology, 5, 191-213. Kazdin, A. E. (1988): Tratamiento de la conducta anti-
social en la infancia y la adolescencia. Barcelona:
Grotpeter, J.K., Crick, N.R. (1996). Relational aggres- Martínez Roca.
sion, overt aggression, and friendship. Child De-
velopment, Vol 67(5), 2328-2338. Keenan, K. (2000). Emotion dysregulation as a risk
factor for psychopathology. Clinical Psychology:
Gupta, P. (1983). Frustration in socially disadvanta- Science and Practice, 7, 418-434.
ged adolescents. Child Psychiatry Quarterly, 16,
34-38. Keehn, J.D. (1975). La aggression dependiente de pro-
grama. En A. Bandura (Ed.), Modificación de con-
Hanson, C.L., Henggeler, S.W., Haefele, W.F. y Ro- ducta. Análisis de la agresión y la delincuencia (pp.
dick, J.D. (1984). Demographic, individual, and 23-42). México: Trillas.
family relationship correlates of serious and re-
Keenan, K. y Shaw, D. (2003). Starting at the begin-
peated crime among adolescents and their si-
ning: exploring the etiology of antisocial beha-
blings. Journal of Consulting and Clinical Psycho-
viour in the first years of life. En B.B. Lahey, T. E.
logy, 52, 528-538.
Moffitt y A. Caspi (Eds.), Causes of conduct disor-
Huesman, L.R. (1986). Psychological processes pro- der and juvenile delinquency (pp. 153-181). NY:
moting the relation between exposure to media The Guildford Press.
violence and aggressive behaviour by the viewer.
Kirsh, S. (2003). The effects of video games on ado-
Journal of Social Issues, 42, 125-139.
lescents. The overlooked influence of develop-
Huesman, L.R. (1988). An information processing ment. Aggression and Violent Behavior, 8, 377-389.
model for the development of aggression. Aggres-
Kohnstamm, G.A., Bates, J.E. y Rothbart, M.K. (1989).
sive Behavior, 14, 13-24.
Temperament in Childhood. Chichester: Wiley.
Huesman, L.R. y Eron, L.D. (1989). Individual diffe- Kopp, C.B. (1989). Regulation of distress and negati-
rences and the trait of aggression. European Jour- ve emotion. Developmental Psychology, 25, 343-
nal of Personality, 3, 95-106. 354.
Huesmann, L.R. y Miller, L. S. (1994). Long-term ef- Landau, S.F. y Raveh, A. (1987). Stress factors, social
fects of repeated exposure to media violence in support and violence in Israeli society: a quanti-
childhood. En L.R. Huesmann (Ed.), Aggressive tative analysis. Aggressive Behavior, 13, 67-85.
Behavior. Current Perspectives (153-186). NJ: Ple-
num Press. Lagerspetz, K.M., Björkqvist, K. y Peltonen, T. (1988).
Is indirect aggression typical of females? Gender
Huntingford, F. y Turner, A. (1987). Animal conflict. differences in aggressiveness in 11- to 12-year-old
London: Chapman-Hall. children. Aggressive Behavior, Vol 14(6), 403-414.
Jack, D.C. (1999). Behind the mask: Destruction and Liu, J. (2004). Concept analysis: Aggression. Issues
creativity in women’s aggression. Cambridge, MA, in Mental Health Nursing, Vol 25(7), 693-714.
US: Harvard University Press.
Loeber, R. y Hay, D.F. (1997). Key issues in the deve-
Jonson-Reid, M. (1998). Youth violence and exposure lopment of aggression and violence from child-
to violence in childhood: an ecological review. Ag- hood to early adulthood. Annual Review of Psy-
gression and Violent Behavior, 3, 159-179. chology, 48, 371-410.
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 35

Loeber, R. y Stouthamer-Loeber, M. (1998). Develop- Nagin, D. y Tremblay, R. E. (1999). Trajectories of


ment of juvenile agression and violence. American boys’ physical aggression, opposition, and hype-
Psychologist, 53, 242-259. ractivity on the path to physically violent and
non-violent juvenile delinquency. Child Develop-
Loeber, R., Tremblay, R.E., Gagnon, C. y Charlebois,
ment, 70 (5), 1181-1196.
P. (1989). Continuity and desistance in disruptive
boys´early fighting in school. Development and O´Connor, T. (2002). The effects of parenting reconsi-
Psychopathology, 1, 39-50 dered: findings, challenges and applications. Jour-
nal of Child Psychology and Psychiatry, 43, 555-
Loeber, R., Wung, P., Keenan, K., Giroux, B., Stouta-
572.
mer-Loeber, M., Van Kammen, W.B. y Maughan,
B. (1993). Developmental pathways in disruptive O´Leary, S.G. y O´Leary, K.D. (1977). Classroom ma-
child behavior. Development and Psychopathology, nagement. The successful use of behavior modifi-
5, 101-132. cation. New York: Pergamon Press.
Lorenz, K. (1963). On aggression. New York: Har- Olson, S. L., Bates, J.E., Sandy, J.M. y Lanthier, R.
court, Brace and World. (2000). Early developmental precursors of exter-
nalizing behaviour in middle childhood and ado-
Lyons-Ruth, K. (1996). Attachment relationships
lescence. Journal of Abnormal Child Psychology,
among children with aggressive behaviour pro-
28, 119-133.
blems: The role of disorganized early attachment
patterns. Journal of Consulting and Clinical Psy- Olweus, D. (1979). Stability of aggressive reaction
chology, 64, 64-73. patterns in males: a review. Psychological Bulletin,
86, 852-857.
McCarthy, P. (1974). Youths who murder. En J. De
Wit y M.W. Hartup (Eds.), Determinants and ori- Olweus, D. (1980). Familial and temperamental de-
gins of aggression (pp. 589-593). The Hague: Mou- terminants of aggressive behaviour in adolescent
ton. boys: a causal analysis. Developmental Psycho-
logy, 16, 644-660.
Meloy, J.R. (1988). The psychopathic mind: origins,
dynamics and treatment. Northvale: Jason Aron- Pakaslahti, L. (2000). Childrens´ and adolescents´ag-
son. gressive behaviour in context: the development
and application of aggressive problem-solving
Miller, N.E. (1941). The frustration-aggression hy-
strategies. Aggression and Violent Behavior, 5, 467-
pothesis. Psychological Review, 48, 337-342.
490.
Moffit, T.E. (1993). “Life-course persistent” and “ado-
Paschall, M.J., Ringwalt, C.L. y Flewelling, R. (2003).
lescence limited” antisocial behaviour: A deve-
Effects of parenting, father absence and affilia-
lopmental taxonomy. Psychological Review, 100,
tion with delinquent peers on delinquent beha-
674-701.
viour among African American male adolescents.
Moffit, T.E., Caspi, A., Dickson, N., Silva, P.A. y Stan- Adolescence, 38, 15-34.
ton, W. (1996). Childhood-onset versus adoles-
Pastore, N. (1952). The role of arbitrariness in the
cent onset antisocial conduct in males: natural
frustration aggression hypothesis. Journal of Ab-
history from age 3 to 18. Development and Psy-
normal and Social Psychology, 47, 728-731.
chopathology, 8, 399-424.
Pastoreli, C., Barbaranelli, C., Cermak, I., Rozsa, S. y
Moffit, T.E. (2003). Life course persistent and ado-
Caprara, G.V. (1997). Measuring emotional insta-
lescence-limited antisocial behaviour. A 10 year
bility, prosocial behavior and aggression in pre-
research review and a research agenda. En B. La-
adolescents: a crossnational study. Personality and
hey, T.E. Moffit y A. Caspi (Ed.), Causes of con-
Individual Differences, 23, 4, 691-703.
duct disorder and juvenile delinquency (pp. 49-75).
New York: The Guildfor Press. Patterson, G.R. (1982). A social learning approach. III
Coercive Family Process. Eugene, OR: Castalia.
Moyer, K.E. (1968). Kinds of aggression and their
pshsiological basis. Comunications in behavioral Patterson, G.R. (1986). Performance models for ag-
Biology, 2, 65-87. gressive boys. American Psychologist, 41, 432-444.
36 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

Patterson, G.R. (1992). Developmental changes in an- emission tomography, Biological Psychiatry, 42
tisocial behaviour. En R. De V. Peters, R.J. Mc- (6), 495-508.
Manhon y V.L. Quinsey (Eds.), Aggression and
Raine, A., Dodge, K., Loeber, R., Gatzke-Kopp, L., Ly-
violence throughout the life span (pp. 52-82). New-
nam, D., Reynolds, E., Stouthamer-Loeber, M. y
bury Park, CA: Sage.
Liv, J. (2004). Proactive and reactive aggression in
Patterson, G.R., DeBaryshe, B.D. y Ramsey, E. (1989). adolescent boys (manuscrito).
A developmental perspective on antisocial beha-
viour. American Psychologist, 44, 329-335. Reiss, A.J. y Roth, J.A. (1993). Understanding and pre-
venting violence. Washington: National Academy
Patterson, G. y Sanson, A. (1999). The association of Press.
behaviorural adjustment to temperament, paren-
ting and family characteristics among 5-year old Reynolds, G.S., Catania, A.C. y Skinner, B.F. (1963).
children. Social Development, 8, 293-309. Conditioned and unconditioned aggression on pi-
geons. Journal of the Experimental Analysis of Be-
Patterson, G.R. y Stouthamer-Loeber, M. (1984). The havior, 6, 73-74.
correlation of family management practices and
delinquency. Child Development, 55, 1299-1307. Romi, S. y Itskowitz, R. (1990). The relationship betwe-
en locus of control and type of aggression in middle-
Pettit, G. y Bates, J. (1989). Family interaction pat- class and culturally deprived children. Personality
terns and childrens´ behaviour problems from in- and Individual Differences, Vol 11(4), 327-333.
fancy to 4 years. Developmental Psychology, 25,
413-420. Rothbart, M. K. y Ahadi, S. (1994). Temperament and
the development of personality. Journal of Abnor-
Pietrini, D., Guazleelli, M., Basso, G., Jaffe, K. y Graf- mal Psychology, 101, 55-66.
mann, J. (2000). Neural correlates of aggressive
behavior in humans. American Journal of Psy- Rothbart, M. K. y Derryberry, D. (1981). Development
chiatry, 157, 1772-1781. of individual differences in temperament. En
M.E. Lamb y A.I. Brown. (Eds.), Advances in de-
Pinkston, E.M., Reese, N.M., Leblanc, J.M. y Baer, velopmental psychology, Vol. 1 ( pp. 37-86). Hills-
D.M. (1973). Independent control of a preschool dale, N.J.: Erlbaum.
child aggression and peer interaction by contin-
gent teacher attention. Journal of Applied Beha- Rutter, M. (2003). Crucial paths from risk indicador
vior Analysis, 6, 115-124. to causal mechanism. En B. Lahey, T.E. Moffitt y
A. Caspi, (Eds.), Causes of conduct disorder and
Price, J.M. y Dodge, K.A. (1989). Reactive and pro- juvenile delinquency (pp. 3-26). New York: The
active aggression in childhood: Relations to Guilford Press.
peer status and social context dimensions. Jour-
nal of Abnormal Child Psychology, Vol 17(4), Rutter, M., Giller, H. y Hagell, A. (1999). La conducta
455-471. antisocial de los jóvenes. New York: Cambridge
University Press.
Pulkkinen, L. (1996). Proactive and reactive aggres-
sion in early adolescence as precursors to anti- Scarpa, A. y Raine, A. (1997). Psychophysiology of
and prosocial behavior in young adults. Aggressi- anger and violent behavior. Psychiatric clin. North.
ve Behavior, Vol 22(4), 241-257. America, 20 (2), 375-394.

RAE (2001). Diccionario De la lengua española. Vigé- Shapiro, E.S. y Kratochwill, T.R. (2000). Behavioral
sima segunda edición. Madrid: Espasa Calpe. assessment in schools. Theory, research and clinical
foundations. New York: The Guilford Press.
Raine, A. (2002). Annotation: the role of prefrontal
deficits, low autonomic arousal and early health Shaw, D.S., Gilliom, M., Ingoldsby, E. M. y Nagin,
factors in the development of antisocial and ag- D.S. (2003). Trajectories leading to school-age
gressive behaviour in children. Journal of Child conduct problems. Developmental Psychology, 39,
Psychology and Psychiatry, 43, 417-434. 189-200.
Raine, A., Buchsbaum, M. y LaCasse, L. (1997). Brain Shaw, D.S. y Winslow, E.B. (1997). Precursors and
abnormalities in murderes indicated by positron correlates of antisocial behaviour from infancy
M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38 37

to preschool. En D.M. Stoff y J. Breiling (Eds.), Tremblay, R.E. (2003). Why socialization fails: the
Handbook of antisocial behaviour (pp. 148-158). case of Chronic Physical Aggression. En B. Lahey,
New York: Wiley. T.E. Moffitt, A. y Caspi, (Eds.), Causes of conduct
disorder and juvenile delinquency (pp.182-226).
Sherry, J. (2001). The effects of violent video games New York: The Guilford Press.
on aggression. A meta-analysis. Human commu-
nication Research, 27, 409-431. Tremblay, R.E., Boulerice, B., Harden, P.W., McDuff,
P., Pérusse, D., Pihl, R.O. y Zocolillo, M. (1996).
Spielberger, C.D., Reheiser, E.C. y Sydeman, S. J. Do children in Canada become more aggressive
(1995). Measuring the Experience, Expression as they approach adolescence? En Human Re-
and Control of Anger. En H. Kassinove, Anger Di- sources Development Canada y Statistics Canada
sorders: Definitions, Diagnosis, and Treatment. (Eds.), Growing up in Canada: National Longitu-
Washington: Taylor and Francis. dinal Survey of Children and Youth (pp. 127-137).
Spielberger, C.D. y Moscoso, M. (1996). Reacciones Ottawa: Statistics Canada.
Emocionales del Estrés: Ansiedad y Cólera. Avan- Tremblay, R.E. y Naggin, D. (2005). The developmen-
ces en Psicología Clínica Latinoamericana, 14, 59- tal origins of physical aggression in humans. En
81. R. E.Tremblay, W.W. Hartup y J. Archer (Eds.),
Spielberger, C.D., Jacobs, G., Russell, S. y Crane, R.S. Developmental origins of agresión (pp. 83-132).
(1983). Assessment of Anger: the State-Trait An- New York: The Guilford Press.
ger Scale. En J.N. Butcher y C.D. Spielberger Tremblay, R.E., Japel, C., Pérusse, D., McDuff, P., Boi-
(Eds.), Advances in Personality Assessment, vol. vin, M., Zoccolillo, M. y Montplaisir, J. (1999).
2. Hillsdale: LEA. The search for the age of “onset” of physical ag-
Spielberger, C.D., Johnson, E.H., Russell, S., Crane, gression: Rousseau and Bandura revisited. Cri-
R.S., Jacobs, G.A. y Worden, T.J. (1985). The Ex- minal Behavior and Mental Health, 9, 8-23.
perience and Expression of Anger: Construction Ulrich, R. (1975). Entendiendo la agresión. En A.
and Validation of an Anger Expression Scale. En Bandura (Ed.), Modificación de conducta. Análisis
M.A.Chesney y R.M. Rosenman (Eds), Anger and de la agresión y la delincuencia (pp. 23-42). Méxi-
hostility in cardiovascular and behavioral Disor- co: Trillas.
ders. New York: Hemisphere/Mc Graw-Hill.
Ulrich, R.E. (1966). Pain as a cause of aggression.
Stansbury, K. y Zimmermann, L.K. (1999). Relations American Zoologist, 6, 643-662.
among child language skills, maternal socializa-
tion of emotion regulation, and child behaviour Ulrich, R.E. y Craine, W.H. (1964). Behavior: Per-
problems. Child Psychiatry and Human Develop- sistente of shock-induced aggression. Science,
ment, 30, 121-142. 143, 971-973.

Stifter, C.A., Spinrad, T.L. y Braungart-Rieker, J.M. Valzelli, L. (1983). Psicobiología de la agresión y la
(1999). Toward a developmental model of child violencia. Madrid: Alhambra.
compliance: the role of emotion regulation in in-
fancy. Child Development, 70, 21-32. Viatro, F.G., Gendreau, P.L., Tremblay, R.E. y Oligny, P.
(1998). Reactive and proactive aggression diffe-
Stith, S., Rosen, K. y Middleton, K. (2000). The inter- rentially predict later conduct problems. Journal
generational transmission of spouse abuse: a od Child Psychology and Psychiatry, 39, 377-385.
meta-analysis. Journal of Marriage and the Family,
62, 640-654. Weil-Malherbe, H. (1971). The chemical estimation of
catecholamines and their metabolites in body
Tinbergen, N.A (1951). A study of instinct. Oxford: fluids and tissue extracts. En D.G. Lick (ed) Met-
Claredon Press. hods of Biochemical Análisis (pp. 119-152). Nue-
va York: Interscience.
Thomas, A. y Chess, S. (1989). Temperament and Per-
sonality. En G.A. Kohnstamm, J.E. Bates y M.K. Weiner, B. (1985). An attibutional theory of achieve-
Rothbart (Eds.), Temperament in Childhood (pp. ment motivation and emotion. Psychological Re-
249-261). Chichester: Wiley. view, 92, 548-573.
38 M. A. CARRASCO Y M. J. GONZÁLEZ / ACCIÓN PSICOLÓGICA, junio 2006, vol. 4, n.o 2, 7-38

Weiner, B., Graham, S. y Chandler, C. (1982). Pity, symptoms and delinquent behaviors. Journal of
anger, and guilt: an attributional analysis. Perso- Youth and Adolescence, 21, 1-21.
nality and Social Psychology Bulletin, 8, 226-232.
Willock, B. (1986). Narcissistic vulnerability in the
White, J.L., Moffitt, T.E., Caspi, A., Bartush, D.J., Ne- hyperaggressive child: The desregarded (unloved,
edles, D.J. y Stouthamer-Loeber, M. (1994). Mea- uncared for self). Psychoanalityc Psychology, 3,
suring impulsivity and examining its relations- 59-80.
hip to delinquency. Journal of Abnormal
Worchel, S. (1974). The effects of three types of arbi-
Psychology, 103, 192-205.
trary thwarting on the instigation to aggression.
Wilson, E.O. (1980). Sociobiology. Londres: Harvard Journal of Personality, 42, 301-318.
University Press.
Zahn-Waxler, C., Radke-Yarrow, M., Wagner, E. y
Windle, M. (1991). The difficult temperament in ado- Chapman, M. (1992). Development of concern
lescence: associations with substance use, family for others. Developmental Psychology, 28, 126-136.
support and problem behaviors. Journal of Clini-
Zillman, D. (1979). Hostility and aggression. Hillsda-
cal Psychology, 47, 310-315
le:Erlbaum.
Windle, M. (1992). Temperament and social support
in adolescence: Interrelations with depressive

También podría gustarte