Trastornos Especificos Del Lenguaje

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Curso de Neuropsicología Cognitiva

Módulo 2 parte B

Trastornos específicos del lenguaje

Bibliografía

Adaptación sobre el texto “Trastornos específicos del lenguaje” G. Aguado (2000). Ediciones Aljibe.
España

El Trastorno Específico del Lenguaje (TEL)


Introducción

El término de trastorno específico del lenguaje nació unido a una derivación de los trastornos
afásicos en adultos. Paulatinamente ha ido desplazando a otros más clásicos, como alalia,
audiomudez, sordera verbal congénita, afasia evolutiva y disfasia.
La definición más característica sobre Trastorno Específico del Lenguaje procede de la ASHA
(American Speech- Language- Hearing Association, 1980): “Un trastorno de lenguaje es la anormal
adquisición, comprensión o expresión del lenguaje hablado o escrito. El problema puede implicar a
todos, uno o alguno de los componentes fonológico, morfológico, semántico, sintáctico o pragmático
del sistema lingüístico. Los individuos con trastornos del lenguaje suelen tener problemas de
procesamiento del lenguaje o de abstracción de la información significativa para el almacenamiento y
recuperación por la memoria a corto plazo”.
Como puede apreciarse por la definición el TEL no constituye una categoría clínica como una
categorización global (Aram, 1991), sino que se trata de un conglomerado de subcategorías o de
subgrupos con posibles factores causales diferentes. Esto lleva a preguntarnos si el término TEL
engloba una serie de trastornos diferentes. En la actualidad el problema se aborda desde la
heterogeneidad de la población TEL (Mendoza, 2003).
El trastorno específico del lenguaje es un trastorno que afecta a una cantidad de niños que
oscila entre 0.6 % y el 7.4%, obedeciendo dichas diferencias a los criterios para clasificarlos y a la
edad de los propios niños.
Uno de los problemas con los que nos encontramos al referirnos a la población TEL consiste
en no saber qué tipo de niños, con qué problemas y con qué perfiles lingüísticos nos estamos
refiriendo. Para ayudarnos en esta tarea se han propuesto una serie de criterios de identificación. Por
una parte están los criterios de identificación por inclusión y exclusión que se refieren a los requisitos
mínimos que un individuo debe tener para ser incluido dentro de la población TEL, o por el contrario,
los problemas y alteraciones que se deben presentar para identificar a un individuo como TEL. Según
el criterio de inclusión forman parte de la población TEL los niños con un nivel cognitivo mínimo,
que superen un screening auditivo en frecuencias conversacionales y no presentar ni lesión cerebral ni

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un cuadro autista. Por el contrario si nos basamos en el criterio de exclusión no formarán parte de
TEL los individuos que presenten retraso mental, deficiencia auditiva, disturbios emocionales
severos, anormalidades bucofonatorias, signos neurológicos claros, o trastornos del lenguaje
provocados por factores adversos tanto socioculturales como ambientales. Pero no se puede ser tan
tajante, ya que se ha comprobado la coexistencia de TEL con retraso mental, con hipoacusia y con
otros trastornos.
Otro criterio utilizado es el de la discrepancia donde se asume que los niños que presentan
TEL deben tener una diferencia de 12 meses entre edad mental o cronológica y lenguaje expresivo, 6
meses de diferencia entre edad mental o cronológica y lenguaje receptivo o 12 meses de diferencia
entre edad mental o cronológica y edad lingüística compuesta (lenguaje expresivo y receptivo).
Se puede identificar TEL en base a su evolución lo que supone un gran obstáculo ya que le
damos el carácter de duradero y resistente.
El último criterio utilizado de identificación de TEL es el criterio por especificidad, se
entiende que los niños con TEL no pueden presentar otras patologías y se asume la normalidad de los
individuos con TEL en todos los aspectos excepto en el lingüístico. Este criterio es el que da lugar a
una serie de investigaciones en las que se encuadra la memoria de trabajo foco de interés de este
trabajo.
Las primeras investigaciones sobre la presencia de determinadas deficiencias cognitivas en
niños TEL derivaron de los estudios piagetianos sobre pensamiento lógico u operatorio. En todas ellas
se utilizaron una serie de tareas de índole cognitiva no estandarizadas donde los requisitos verbales
eran mínimos. Los niños presentaban un retraso significativo en tareas operatorias, tales como
resolución de problemas espaciales, tareas numéricas, razonamiento lógico y razonamiento
imaginativo. En estos primeros pasos en la búsqueda de un déficit cognitivo no se pudo establecer un
cuadro de déficit que explicara el trastorno del lenguaje en TEL.
La siguiente generación de estudios cognitivos en niños TEL es la que se define como orientación de
botton-up en la que se asume que las funciones consideradas superiores como, por ejemplo, el
lenguaje se ven afectadas y dependen del funcionamiento de otras funciones más básicas y
psicológicamente menos complejas como pueden ser, la memoria, la atención… Se ha investigado la
relación entre procesamiento perceptivo y el TEL encontrándose una dificultad de estos niños para
diferenciar sonidos de corta duración y secuencia rápida. Los TEL también están enlentecidos en
tareas de denominación, evocación de palabras y en tareas no lingüísticas. (Mendoza, 2001, 2004)
Se han relacionado también los trastornos del lenguaje con memoria. Se ha visto que los
niños TEL presentan problemas a nivel de memoria de trabajo que es una parte de la memoria a corto
plazo que está involucrada en el procesamiento y almacenamiento temporal de la información.
Baddeley y Hitch (1974) sugieren que la memoria de trabajo juega un papel importante en el soporte
un rango amplio de actividades cognitivas diarias entre las que se encuentra el lenguaje (Gathercole y
Baddeley, 1993). La relación existente entre memoria de trabajo y lenguaje se ve confinada a la
asunción de la necesidad de procesar la información lingüística entrante y almacenarlas durante un
espacio de tiempo para poder enfrentarse con existo a la entrada lingüística y así llegar a una correcta
comprensión. Un fallo en este sistema ya sea de almacenamiento o procesamiento de la información
lingüística en este caso llevaría a problemas en comprensión.

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En un intento de aclaran en que medida se ve afectada la memoria de trabajo en niños TEL, se
han venido haciendo estudios para determinar la habilidad de estos niños al enfrentarse con las tareas
que requieren procesamiento y almacenamiento de la información lingüística.

Hacia una clasificación del TEL -La clasificación de Rapin y Allen -

Quizá a causa del origen de esta clasificación, parece que abarca más áreas de la patología del
lenguaje de las que se dan en el TEL. Por ello se considera que debe ser revisada, y que es necesario
darle un mayor grado de especificación.

1- Trastorno de la programación fonológica

En esta categoría se incluyen todos los procesos facilitados empleados por los niños con TEL
en la dimensión fonológica. Estos procesos suponen uno de los síntomas más evidentes cuando se nos
presenta un niño con dificultades de lenguaje. Se podría pensar que esta categoría es la misma que
tradicionalmente se ha llamado "retraso de habla". El niño no adquiere el sistema fonológico de su
lengua en el tiempo normal y su habla da la impresión de ser un habla de bebé. Habla como si fuera
más pequeño. Por lo demás parece un niño normal.
Sin embargo, ésta es una impresión errónea (en parte). Es cierto que el niño con un trastorno
de programación fonológica está retrasado respecto a los niños de su edad en la secuenciación y en la
articulación de los fonemas. Pero también se ha observado que estos niños producen formas
fonológicas que no están presentes en los niños más pequeños.
Bosch (1983) identificó los procesos facilitados más usuales en niños de habla castellana de 3
a 7 años: 9 procesos de reducción (omisión de fonemas y sílabas, reducción de diptongos,
simplificación de grupos consonánticos, adición de fonemas y cambios de orden en la secuencia o
metátesis), dos docenas de procesos de sustitución (frontalización, fricatización, pérdida de sonoridad,
etc., etc.) y 6 procesos de asimilación (un fonema es sustituido por otro igual que el que está
adyacente o cercano al primero).

En cualquier caso, lo que se observa en estos procesos es que siguen unas determinadas
reglas, se puede esperar una sustitución de /f/ por /p/, o de /p/ por /t/, o de /k/ por /t/, pero no
una /l/ por una /p/, o una /g/ por una /f/. Algo parecido pasaría con las reducciones (el grupo
consonántico /pl/ se reduciría a /p/ y no a /l/) y con las asimilaciones (habría asimilaciones
más probables que otras: [manólo] pasaría a [malólo], y [felípe] a [pelípe], pero no a [felíle]).
Estas mismas reglas son las que se encuentran en las primeras etapas del desarrollo normal
del lenguaje. Ésa es la razón por la que el trastorno de programación fonológica se podría
identificar con un retraso de habla:

Dislalia (trastorno del habla). Alteración específica de uno o varios sonidos (distorsión,
sustitución, omisión), constante, y ausencia de influencias en y de otros fonemas adyacentes
o cercanos

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2- Dispraxia verbal

Posiblemente sea éste uno de los trastornos de más difícil delimitación. Resulta con
frecuencia difícil distinguirlo de los trastornos fonológicos, por un lado, y de los trastornos de
articulación consecuentes a la incoordinación y dificultades de origen muscular (trastornos
disártricos), por otro, cuando los sistemas de intervención han fracasado se empieza a sospechar la
existencia de una dispraxia.
Los dispráxicos tienen dificultades en la repetición de palabras. En cambio, los niños
normales cometen muchos más errores en las pseudopalabras. Con esta prueba, evidentemente, los
autores no distinguen la dispraxia (o apraxia evolutiva) de los trastornos de programación fonológica,
ya que los dispráxicos muestran los errores típicos de los niños normales más pequeños. Además, no
se pueden tener en cuenta sólo diferencias cuantitativas en el diagnóstico.
Sin embargo, es posible definirla con una relativa precisión, y de esa manera no caer en
errores fatales a la hora de programar las estrategias de intervención. Intentar un tratamiento de un
niño dispráxico haciendo hincapié en la eliminación de reglas de facilitación, o en un trabajo intenso
de percepción para fijar las representaciones correctas de las palabras (como se haría en el trastorno
inconsistente de la programación fonológica), sería muy poco eficaz, si no vano. Por eso es
importante aprender a distinguir este trastorno de aquéllos con los que más fácilmente puede
confundirse.
Ozanne (1995), en un trabajo muy clarificador, establece unas bases firmes para un
diagnóstico correcto de la dispraxia, a partir de una investigación con 100 niños con TEL de 3;0 a 5;6
examinados a lo largo de 6 meses. Los niños debían realizar tareas que pusieran de manifiesto déficit
en la programación motora del habla. Estas tareas estaban relacionadas con 6 conductas consideradas
como las que mejor podían establecer el diagnóstico de dispraxia. Dichas conductas son:
— Diferencia en la ejecución de tareas oromotrices y verbales según sean éstas voluntarias o
involuntarias:
• Sonidos y palabras producidas espontáneamente resultan difíciles o imposibles de imitar,
articulación inconsistente, apraxia oral.

— Falta de habilidad para mantener la estructura fonológica y fonotáctica de sílabas y palabras:


• Presencia de fenómenos facilitadores: metátesis, omisión de fonemas, etc.

— Producción no fluente del habla:


• Movimientos vacilantes, prolongaciones, repeticiones, alteraciones prosódicas.

— Aumento de errores al aumentar la longitud del enunciado:


• Más errores en palabras de más sílabas, y en frases.

— Ajustes fonéticos en el habla:


• Errores en vocales, sonidos distorsionados hasta no parecerse a ninguno de la lengua hablada por el
niño, inexistencia de balbuceo en etapa prelingüística.

— Ejecución pobre de tareas de diadococinesia verbal:


• Lentitud, inhabilidad para producir secuencias correctas.

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Según Ollson, (2004) dispraxia verbal es = trastorno desviado y fluctuante + dispraxia articulatoria
+ trastorno de los movimientos del habla

3- Trastorno fonológico-sintáctíco

Este subtipo de TEL posiblemente sea el más frecuente y el que menos dificultades plantea
para su identificación. Lo cual no quiere decir que carezca de complejidad. De hecho, las variaciones
que puede mostrar respecto a la vertiente fonológica son notables, como se ha visto cuando se ha
descrito el trastorno de programación fonológica. Por otra parte, la variabilidad introducida por los
numerosos elementos sintácticos de que consta una lengua y que pueden estar afectados
diferencialmente también es importante. Así, los niveles de gravedad que puede presentar este
trastorno son abundantes. Aunque no resulta fácil diferenciar en él subtipos, como se ha hecho en los
dos trastornos anteriores.
En este trastorno está afectada la forma del lenguaje, casi en estado puro: fonología y sintaxis.
Los déficits de comprensión no son debidos en este caso a limitaciones en el ámbito semántico, sino
que son consecuencia de la incapacidad para manejar los elementos cohesivos del discurso. Por eso,
la dificultad de comprensión aumenta al aumentar el material lingüístico a procesar. Se verá más
adelante el papel jugado en este déficit de comprensión por la lentitud de procesamiento, por las
limitaciones perceptivas respecto a fragmentos lingüísticos poco relevantes desde el punto de vista del
acento, y también por las limitaciones de la memoria de corto plazo.
Probablemente sea éste el trastorno que más fácilmente se pueda evaluar por medio de
pruebas estandarizadas: se trataría de detectar qué formas sintácticas están ausentes en el niño y qué
tipo de trastorno fonológico está presente. Sin embargo, es importante, para su evaluación, tener en
cuenta que la cantidad de material lingüístico a procesar (en la recepción o para su producción) es una
variable fundamental. Por lo que será necesario recurrir a o confeccionar pruebas que contengan una
cuantificación de esta variable.

4- Agnosia auditiva verbal

Éste es un trastorno muy grave y poco frecuente. Son niños que se comportan como si fueran
sordos, sin ser capaces de sacar los significados de los sonidos.
En muchas ocasiones se ha comprobado que estos problemas de comprensión, en ausencia de
autismo, aparecen después de un desarrollo normal durante un tiempo (Bishop, 1997b). Esta pérdida
del lenguaje se acompaña con alteraciones de la actividad eléctrica cerebral, conduciendo a un
diagnóstico de síndrome de Landau-Kleffner o de afasia-epilepsia. Precisamente, ha sido en este
ámbito en el que más se ha descrito este trastorno (Deonna, 1997).
No obstante, rara vez se observan ataques epilépticos en estos niños, que tampoco presentan signos de
daño neurológico. O los episodios mostrativos de alteraciones neurológicas aparecen
intermitentemente o sólo cuando se registra el EEG durante el sueño. De tal manera que pasan por ser
niños normales desde el punto de vista de la enfermedad neurológica, si el clínico no tiene evidencias
de su existencia.
Parece que algunos de estos niños tienen dificultades también con el material auditivo no
verbal, lo que significa que su trastorno es anterior al reconocimiento perceptivo (Bishop, 1997b), y

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esta conclusión impediría la asignación de estos casos al TEL. Aunque debe tenerse en cuenta que
una buena parte de estos sujetos muestran dificultades sólo con el material verbal.
No todos los niños diagnosticados como agnósicos auditivo-verbales muestran necesariamente algún
signo de pertenecer al ámbito de la afasia-epilepsia (inicio normal del lenguaje durante un tiempo,
etc.). No se puede decir que todos son casos de síndrome de Landau-Kleffner. Pero sus problemas de
comprensión, a pesar de tener una audición normal y un adecuado desarrollo en otros aspectos, no
parecen ser parte de un continum respecto a otros problemas de comprensión dentro del TEL. No
parece que puedan ser considerados como una variante más grave del TEL. Aunque otros autores sí
que consideran estos casos como el extremo más severo de la disfasia.

5- Trastorno léxico-sintáctico

Éste es el trastorno que coincidiría, en parte, con el subtipo disnómico de Korkman y


Hákkinen-Rihu (1994). En este trastorno lo más sobresaliente es la incapacidad para encontrar las
palabras.
Probablemente las dificultades sintácticas de estas personas estén relacionadas con el
problema de acceso al léxico (anomias). Por una parte, porque los elementos morfosintácticos
también son palabras y están representadas en el léxico mental. Es cierto que el acceso a ellas es más
automático, pero depende en buena medida de las palabras que se haya planificado emitir. Si el niño
tiene dificultades para evocar éstas, las palabras gramaticales, los morfemas, etc. también se verán
afectados. Por otra parte, a pesar de tratarse de palabras con una función gramatical, no están exentas
de significado. A este respecto, Stockman (1992) divide las preposiciones en inicio/transcurso
(debajo, fuera de, etc.) y en objetivo (en, allí, etc.) y muestra cómo los niños con retraso de lenguaje
tardan más o menos en adquirirlas en función de su significado.
Por otra parte, la organización de unidades multioracionales (aunque se trate sólo de dos)
implica recuperar información almacenada y organizada en forma de esquemas, guiones, etc. en la
memoria de largo plazo. Esta información debe ser transformada en palabras ordenadas en el tiempo
según unas reglas determinadas. Deben recuperarse, por tanto, las palabras. Si éstas no son accesibles,
todo el conjunto se va a ver alterado. Y la emisión del mensaje se puede llenar de perífrasis, de
circunloquios, de dificultades para la ordenación secuencial, de "muletillas" como formas más
accesibles por su automatismo.
De manera similar ocurre en la comprensión. La recuperación de significados de las palabras
oídas se puede hacer tan dificultosa como el acceso a las formas para su expresión.

6-Trastorno semántico-pragmático

Éste es un trastorno de muy difícil ubicación dentro del TEL. Bien es cierto que las
diferencias encontradas entre los niños con trastorno semántico-pragmático y otros dentro del
espectro del TEL son más de grado que cualitativas (Bishop, 1999). Incluso, cuando se los compara
con niños normales respecto a variables conversacionales tampoco muestran un patrón especialmente
distinto que el que se encuentra en niños más pequeños (Adams y Bishop, 1989; Bishop y Adams,
1989): cometen parecidos errores como consecuencia de la comprensión literal de las palabras, no
respetan bien los tumos de intervención, cambian de tema sin emplear los recursos adecuados, etc. Si

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acaso, muestran un par de características distintivas: dan o muy poca o demasiada información, y
muestran una cantidad de conductas de iniciación significativamente superior a la de los normales.
Por otra parte, a pesar de su parecido con el espectro autista, los niños con trastorno semántico-
pragmático, lo mismo que otros con TEL, pueden apreciar la falsa creencia del otro. Sin embargo,
muestran un alto número de enunciados inapropiados, que no pueden ser explicados en función de
limitaciones lingüísticas. Más bien, parecen reflejar dificultades para apreciar las necesidades
comunicativas o las intenciones del interlocutor.
Hay autores que relacionan las conductas comunicativas de los niños con síndrome
semántico-pragmático con otros trastornos dentro del TEL. Por ejemplo, se podría hipotetizar que el
desorden pragmático de estos niños sería dependiente de un trastorno semántico, ya que si se provee
al niño con abundantes claves contextúales, las habilidades pragmáticas mejoran (Sahién y
Nettelbladt, 1993).
Incluso se propone que el trastorno semántico-pragmático podría tener el mismo origen que
los déficit morfológicos y fonológico-sintácticos: las limitaciones del almacén y de la función de
activación de la articulación de la memoria de corto plazo (Snow, 1996). Los niños tendrían en este
caso dificultades con cierto tipo de palabras, y estas dificultades tendrían un efecto desproporcionado
sobre otras dimensiones y funciones del lenguaje. Así, si un niño tiene dificultades con los
pronombres y adverbios interrogativos, pero entiende otras palabras del enunciado, son esperables
respuestas notablemente inapropiadas.
Sin embargo, dadas las características lingüísticas y comunicativas tan peculiares del
trastorno semántico-pragmático, Bishop (2000) lo considera como un trastorno aparte, distinto y sin
ninguna continuidad con los TEL más típicos. En este mismo sentido debe entenderse también el
hecho de que Chevrie-Muller y Narbona (2000) separen este trastorno de los demás. g

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