Contribuciones A La Psicología Política en América Latina Contex - Nodrm PDF
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PSICOLOGÍA POLÍTICA
EN AMÉRICA LATINA
Contextos y escenarios actuales
irene magaña
alexandre dorna
iván torres
[eds.]
Colección
CENTRO DE ESTUDIOS ENZO FALETTO
FACULTAD DE HUMANIDADES
Contribuciones a la psicología política en América Latina
Irene Magaña
Alexandre Dorna
Iván Torres
(eds.)
Contribuciones a la
psicología política en
América Latina
Contextos y escenarios actuales
Colección
CENTRO DE ESTUDIOS ENZO FALETTO
FACULTAD DE HUMANIDADES
320 Magaña, Irene
M Contribuciones a la psicología política en América La-
tina. Contextos y escenarios actuales / Editores: Irene
Magaña, Alexandre Dorna, Iván Torres. – – Santiago :
RIL editores, 2016.
470 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0314-7
1 psicología política.
Sede Santiago:
Los Leones 2258
cp 7511055 Providencia
Santiago de Chile
(56) 22 22 38 100
[email protected] • www.rileditores.com
Sede Valparaíso:
Cochrane 639, of. 92
cp 2361801 Valparaíso
(56) 32 274 6203
[email protected]
ISBN 978-956-01-0314-7
Derechos reservados.
Índice
Prólogo................................................................................................................ 9
Presentación
La psicología política: una disciplina en situación .................................... 11
Los artículos que integran este libro son producto de una selección de
trabajos realizados por académicos/as, de distintos centros y universidades, que
intentan exponer las discusiones y realidades que caracterizan a la psicología
política actual, en América Latina, como campo teórico y aplicado. Se despliegan
diferentes recorridos reflexivos, algunos en espacios transversales a las ciencias
sociales y otros más restringidos a los marcos propios de la disciplina psicológica.
Temas, todos, que permiten repensar también los nuevos derroteros investi-
gativos a seguir en la indagación de las distintas dimensiones de la ciencia, la
cultura y la sociedad; con un sello plural y diverso que, quizás alojando místicas
signadas por la utopía, influyen en instalar un modo de aproximación posible a
la cuestión de la psicología política, fundamentalmente latinoamericana.
Así, en la convocatoria que produjo el material para el texto que aquí
presentamos, se realizó una invitación amplia a un encuentro inter y trans-
disciplinar, en el que concurrieron diversas influencias que muchas veces
cuestionaron las tradicionales distinciones disciplinares; generando una especie
de palimpsesto dialógico, con cruces de miradas, que permitieron cimentar a
un nuevo lugar —político— de la disciplina psicológica.
En el libro se configura un campo que, aún siendo propio de la psicología,
genera un discurso formado bajo premisas que devienen muy diferentes a las que
imperan hoy en ella, y que ha evolucionado con distintos énfasis, resituándose en el
debate social, muchas veces desafiando nuestras asentadas cosmovisiones e inten-
tando legitimar —desde nuevos inventos conceptuales— el imperativo intento de
significar al mundo —y a la mujer y al hombre— en los términos de las reinantes
tensiones de la cuestión social actual. En estos discursos, muchas de las ideas here-
dadas sobre la finalidad de la ciencia, la búsqueda de la objetividad, o incluso la voz
propia del saber filosófico —que pretende desentrañar la verdad de la verdad—, son
solo sombras que aún pueblan el paisaje de las discusiones en el campo psicológico,
atravesado por muchas ambivalencias, hibrideces y confusiones (lo propio, lo ajeno
y lo compartido), que, por cierto, hacen necesaria una reflexión distinta, la que,
pensamos, debe ser autónoma y constituyente de la psicología política.
Presentamos entonces una serie de discursos jóvenes, con tintes libertarios,
críticos y rebeldes; muchas veces generadores de incomodidad y sospecha, y, sobre
todo, pensamos, caracterizados por ser dificultosos de emplazar institucionalmente.
Prólogo
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Presentación
La psicología política:
una disciplina en situación
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Presentación: La psicología política: una disciplina en situación
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Presentación: La psicología política: una disciplina en situación
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Presentación: La psicología política: una disciplina en situación
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Presentación: La psicología política: una disciplina en situación
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Presentación: La psicología política: una disciplina en situación
Alexandre Dorna
Referencias
Beauvois, J.L. (1994). Traité de la servitude libérale. Paris: Dundee.
Bruner, J. (1996). Meyerson aujourd’hui: quelques réflexions sur la psychologie cultu-
relle. En F. Parrot, Pour une psychologie historique. Hommage à I. Meyerson.
Paris: PUF.
Cahiers de Psychologie Politique. N° 22, 2013. http://lodel.irevues.inist.fr/cahiersp-
sychologiepolitique/index.php?id=2255
Christie, R. et Geis, F. (1979). Studies in Machiavellians. N.Y.: Academic Press.
Dorna, A. (l989). La Psychologie politique, un carrefour disciplinaire. Hermès, 5/6.
Dorna, A. et Ghiglione, R. (l990). Psychologies politiques. Psychologie Française. T.
35-2. Paris.
Dorna, A. (1994). Diagnostic de la société démocratique contemporaine, pour une
psychologie politique pluridisciplinaire. Connexions, 64.
Dorna, A. (1995). Les Effets langagiers du discours politique. Hermès, 16.
Dorna, A. (1996). Personnalité machiavélique et personnalité démocratique. Hermès,
19.
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Presentación: La psicología política: una disciplina en situación
Nota:
Participaron en la encuesta: Rubén Ardila (Colombia), Edgar Galindo (México),
Silvina Brussino (Argentina), María Teresa Almarza (Chile), Daniel Eskibel
(Uruguay), Maritza Montero (Venezuela), Elio Rodolfo Parisí (Argentina),
Virginia García Beaudoux (Argentina), Ignacio Morales Hernández (México),
Armando Campos S. (Chile-Costa Rica), Guilherme Borges (Brasil), Abraham
Quiroz (México), Graciela Mota (México), Luis Oblitas (México-Perú), Yorelis
Acosta (Venezuela) y Adrian Manzi (Argentina).
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Tarde, Sighele, Pareto, Mosca, Michels e
Ortega y Gasset e a Psicologia Política
Nascente: notas historiográficas de um
campo interdisciplinar
Resumen
Este texto busca contribuir para o desenvolvimento histórico da Psico-
logia Política enquanto um campo de saber marcadamente interdisciplinar.
Para tanto, buscamos em alguns autores clássicos que consideramos possuir
um papel importante para a emergência da Psicologia Política no século XIX.
Os autores centrais deste trabalho são Gabriel Tarde, Scopio Sighele, Vilfredo
Pareto, Gaetano Mosca, Robert Michels e Ortega y Gasset. Estes autores são,
a nosso ver, fundamentais, ao lado de outros como Alexis de Tocqueville,
Hyppolyte Tainé e Agustin Hamon, para o que se chamará de Psicologia Po-
lítica, sobretudo porque para o desenvolvimento de seu pensamento, não era
possível o fechamento disciplinar o que, indubitavelmente abriu as portas para
os encontros disciplinares que possibilitarão a constituição deste campo inter-
disciplinar a que hoje pertencem intelectuais e profissionais advindos dos mais
variados campos e que buscam propor respostas às questões sociais levando
em consideração os elementos objetivos e subjetivos desde distintos lugares
hermenêuticos, epistêmicos e metodológicos. A análise que ora realizamos
1
Filósofo, doctor en Psicología Social por la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo,
Brasil. Es docente en la Universidad de Sao Paulo, Brasil, en el área sociedad, multicultu-
ralismo y derechos, en la Licenciatura en Gestión de Políticas Públicas de la Escuela de
Artes, Ciencias y Humanidades, y en el Programa de Posgrado en Psicología Social del
Instituto de Psicología. También es coordinador del Grupo de Investigación y Estudios
en Psicología Política, Políticas Públicas y Multiculturalismo de esa misma universidad.
Actualmente es editor de la Revista de Psicología Política (Brasil) y cofundador de la
Asociación Ibero-Latinoamericana de Psicología Política. E-mail: [email protected]
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Alessandro Soares da Silva
Introdução
Ao investigarmos os antecedentes da Psicologia Política, encontramos
muitos nomes e autores possíveis e elegemos apenas alguns para abordarmos
no presente texto, o que indica que há muito mais por fazer! Antes de tudo
queremos fazer notar que é essencial entendermos o contexto em que esses
autores escreveram e que em nenhum momento queremos fazer atualizações
ou equivalências lineares nas discussões que seguem.
Enfatizamos, portanto, que não se trata de retornar tal qual foram feitas
as asseverações dos autores clássicos, inclusive porque isso não seria possível
sem que abríssemos mão da temporalidade destes sujeitos e sociedades, bem
como da crítica histórica. Suas contribuições certamente foram úteis e eles
bastante claros no que respeita a suas posições. Passados mais de 100 anos,
revisitar a esses autores e a sua obra, dialogar com elas, nos parece um exer-
cício necessário desde o ponto de vista da história da ciência.
Contudo sempre pensaram e propuseram suas visões de mundo desde
um lugar datado, desde um espaço específico. Todo intento de transladar um
modelo de um contexto a outro é um erro e não desejamos cometê-lo e em
que os e as leitores/as deste texto sejam conduzidos ao mesmo. Esperamos
que este contato com autores que viveram e produziram saberes em um outro
momento nos sirva para pensarmos o instante presente e os desafios futuros.
Em razão do espaço deste trabalho, o que faremos aqui são apenas breves
comentários acerca das contribuições de Gabriel Tarde, Scopio Sighele, Vil-
fredo Pareto, Gaetano Mosca, Robert Michels e Ortega y Gasset à Psicologia
Política. Ao fazê-lo, muitas vezes aparecerá como um ator importante, por
vezes um interlocutor e por ouras um antagonista, Gustave Le Bom, autor
de Psychologie Politique et Défense Sociale (1921 [1910]). Mas ele não é o
objeto deste texto e mereceria um estudo mais aprofundado, o que, neste en-
saio, não é possível. O mesmo vale para outros autores menos conhecidos na
Psicologia Política como Agustín Álvarez (1894) (Argentina), Victor de Britto
(1908) e Francisco Oliveira Vianna (1920) (Brasil2), Eloy Luis André (1906)
(Espanha), Alexis de Tocqueville (1840) e Émile Boutmy (1901, 1902) (França)
ou Ricardo Salas Edwards (1914, 1925) (Chile). Dados os limites próprios
de um capítulo em uma obra coletiva, aqui analisaremos, com brevidade, o
papel desses 6 autores europeus, sendo que um trato mais apurado para eles
mesmos e para os demais aqui citados fica com uma pendência a ser saldada
por quem, como eu, se dedica ou estudo da História da Psicologia Política.
2
Sobre esses autores, recomendamos a leitura dos artigos de Odair Sass (2005) e
Alessandro Soares da Silva (2012ab).
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Tarde, Sighele, Pareto, Mosca, Michels e Ortega y Gasset e a Psicologia...
Quem sabe, mais adiante, possamos fazer algo como o que fez Mosco-
vici (1996) em La Era de las Multitudes focando a perspectiva da Psicologia
Política. No momento, porém, o que podemos aqui realizar é uma análise
transversal do papel desses autores no processo de emergência da Psicologia
Política no final do século XIX, momento no qual as Ciências Sociais vivem
diferentes processos de disputas epistêmicas e políticas como aquela, para
exemplificar, que protagonizaram Gabriel Tarde e Émile Durkheim. Esses
autores são importantes para auxiliar na construção da história desse para-
digma perdido como bem disse Alexandre Dorna (2004). Ao abordar esses
autores, esperamos oferecer um bom panorama historiográfico que permita
pensar criticamente as primeiras contribuições da Psicologia Política para o
estudo dos movimentos sociais e dos fenômenos coletivos, visto que ainda
hoje podemos facilmente encontras pressupostos desses autores como fun-
damentos —supostamente esquecidos— de certas análises contemporâneas
que, mais comumente, procuram deslegitimar a participação política em
ações coletivas. Um olhar mais detido da história e da obra desses autores
permitirá entender melhor a Psicologia Política como campo interdisciplinar
construídos no interstício das disciplinaridades.
Gabriel Tarde
Parece-nos importante que se faça o devido reconhecimento da impor-
tância da obra de Gabriel Tarde para a Psicologia Política. Parece-nos tam-
bém ser adequado fazer aqui uma sistematização que permita a que nos lê
ter alguma clareza de sua grandeza intelectual deste autor. A obra tardeana
pode ser dividida, de modo geral, entre os escritos de substancial interesse
filosófico e conceitual e os de interesse histórico e contextual. Tarde utiliza a
expressão psicologia social pela primeira vez nos idos de 1890, quando escreve
Les Lois de l’Imitation. Nesta obra, ele busca entender os fundamentos da
coesão social e do comportamento coletivo. Ainda que ele fale explicitamente
de «psicologia social» uma única vez, fato é que ele já pensava que a base
do comportamento de um grupo social é a «sugestão» de um líder. Essa sua
perspectiva encontra raízes nas teorias do «magnetismo» e do «sonambulis-
mo», da École de Nancy. A esse respeito, ele próprio escreve:
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Alessandro Soares da Silva
Como se observa neste trecho, ele apresenta uma postura bastante con-
solidada acerca de que a Psicologia é o fundamento da Sociologia. Ele, como
vimos, entrou em forte disputa sobre os sentidos da Sociologia nascente com
Durkheim, a qual terminou por perder, apesar de sua capacidade de construir
redes político-institucionais. Aparentemente, essa perspectiva epistêmica estava
inspirada em Spencer e Taine.
Em Tarde, a evolução social conduzia a um processo de homogeneização
progressiva da sociedade decorrente da maturidade individual e social que
facilitaria a assimilação entre os indivíduos e os povos. Também, a ideia de
relação social, extremamente hierárquica, conviveu com a da homogeneização
progressiva, mas ganhou certa precedência, visto que é via relação que a imi-
tação de alguém considerado superior se opera. Assim, os pais são imitados
pelos filhos, os professores pelos alunos, o líder pelas multidões. Poder-se-ia
pensar que, em certa medida, a homogeneização progressiva se constrói por
meio de um processo hierarquizado, que se dá de modo pleno na concreti-
zação da imitação, o qual, concretizada a imitação, transmite o prestígio do
indivíduo superior ao inferior, de acordo com sua posição social, o que se dá
em camadas, ou mesmo em um efeito cascata.
Com base na teoria do magnetismo, ele entende que todos somos poten-
cialmente capazes de exercer o papel de magnetizadores, mas os mais imitados
seriam aqueles a quem se atribuiria algum prestígio a ser desejado e, por isso,
imitado. A imitação não é, portanto, um processo que se fundamenta numa
somatória simples de indivíduos que gera o social, mas um processo relacional,
que decorre da somatória de relações entre indivíduos. Assim,
Quem sabe por isso alguns autores veem em sua obra uma espécie de
antecipação do interacionismo, como, por exemplo, Raymond Boudon.
Há que se pensar que, para ele, a precedência da Psicologia sobre os fe-
nômenos sociais o conduz a uma visão de que estes dependem de mecânicas
psíquicas e, dessa forma, individuais. Some-se a isso, o fato de que ele está
inscrito em uma cultura jurídica, pautada na razão hierárquica, em que a
individualidade moral está no centro. Tarde era um criminalista, foi juiz por
um bom tempo e dedicou-se a entender os fenômenos sociais a partir deste
lugar social. E esse é um elemento que costuma escapar na hora de explicar,
ao menos parcialmente, essa tendência negativista na compreensão dos movi-
mentos de massa por parte de autores como Tarde e Sighele. O fato de serem
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criminalistas não é algo menor. Ele poderia apontar para uma tendência a
ordenar e controlar as relações sociais, segundo limites até então estabelecidos
e em acordo com a ideologia vigente, o que lhes levaria a uma sistemática
desqualificação do potencial de mudança contido em movimentos de massa
analisados por eles.
Para Tarde, o desenvolvimento da individualidade exige uma sociabili-
dade moderada, que não seja marcada pelo excesso e nem pelo egoísmo. A
sociabilidade excessiva e o egoísmo instintivo não seriam somente modelos
de contato interpessoal prejudiciais ao desenvolvimento individual. A so-
ciabilidade excessiva é característica das multidões que compartilham uma
homogeneidade desindividualizada – algo verificado por ele no socialismo – e
o egoísmo instintivo é um modelo de corte liberal que leva o indivíduo a um
autocentramento próprio da economia liberal. Em outras palavras, para Tarde,
a educação do indivíduo por uma instituição é a responsável por sentimentos
e posturas egoístas; um indivíduo excessivamente socializado tornar-se-ia um
egoísta. Um processo idêntico, porém mais veloz, ocorre com a multidão. A
multidão faz, de imediato, o que uma má socialização ofertada em certos es-
paços educativos realiza em anos. Para ele, o homem é um animal psicológico,
que estabelece laços de intersubjetividade e não, como queria Durkheim, um
organismo habitado por uma consciência coletiva – do que decorre a assertiva
de que, sem indivíduo, não há sociedade.
Aparentemente, Tarde passou uma mudança paulatina em seu pensa-
mento que, para alguns, foi uma verdadeira ruptura ocorrida ao longo de
1890 e que o levou a um pensar menos pessimista, e até mesmo mais otimista,
assim como à passagem de uma posição mais anglófila, como a que defendia
Boutmy e Le Bon, para uma francófila, como a que defendia Fouillée. Isso
pode ser observado quando se analisa os textos sobre multidão escritos em
1892 e 1893, em comparação com os de 1898 e 1899. Os primeiros são um
tanto mais pessimistas e menos pró-França do que os segundos, que tratam
da opinião.
As multidões são um tema central em Tarde, pois ele as relaciona à
criminalidade coletiva. Como dissemos, elas constituíam um perigo social e
eram um importante desafio para a magistratura, pois não havia nada que
lhes apoiasse na hora de determinar sua responsabilidade penal. Tarde lança
as bases de uma psicologia da multidão, com foco criminológico, e inspira
a Le Bon, sendo que ambos têm em Taine o mestre a seguir. Na perspectiva
tardeana, o comportamento coletivo das multidões resulta da imitação de
um líder e não de qualquer forma de espontaneísmo. A figura do líder que
orquestra a ação multitudinária, seja ele aclamado ou não, consciente ou
inconscientemente, é central. É o líder que hipnotiza os demais por meio de
gestos, palavras e imagens; mediante a transmissão de seu prestígio, concretiza
a imitação.
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Alessandro Soares da Silva
Scopio Sighele
Scopio Sighele (1868-1913), discípulo de Enrico Ferri, apesar de nascido
na Itália, foi, durante bom tempo, professor de Direito da Universidade Livre
de Bruxelas. Esse fato pode ter influenciado sua percepção das multidões,
pois, ao lecionar na Bélgica, teve um forte contato com o pensamento francês,
assim como com os fenômenos de multidão que ali ocorriam. Do ponto de
vista explicativo, a ideia de multidão tem um caráter francês, pois há uma
franca retomada de certas ideias e um intenso debate como o que protago-
nizou nessa época Bernheim, da Escola de Nancy, e Charcot, vinculado ao
Hospital de Salpetrière, Paris. Sighele, assim como Tarde e Le Bon, está a par
desses debates e das correntes relativas aos processos de influência interpes-
soal, fundamentados na hipnose e/ou na sugestão, e faz parte daqueles que
contribuem para a emergência da Psicologia das Multidões, a qual, indubi-
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inicia sua obra. Ele observa que o povo passa a frequentar os locais antes
reservados às elites, o que indicaria um rompimento das fronteiras sociais
existentes até ali entre a plebe e a elite. Isso produziria uma transformação na
diferença de sensibilidade estética que explicitava a superioridade das elites
e inferioridade da plebe.
Em outras palavras, agora a massa passa a frequentar espaços outrora
reservados aos superiores. Agora ela vai aos teatros e concertos, aos restau-
rantes e outros espaços sociais dos quais estavam privadas, proibidas por
assim dizer. Agora a massa permite-se aceder à fruição artística. Nesse quadro,
o que o autor faz é uma defesa dos privilégios das elites, pois, para ele, as
grandes obras de arte, por exemplo, deveriam ser acessíveis apenas a poucos,
ou seja, restritas a quem pode compreendê-las. (Ortega y Gasset, 1942) O
olhar de Ortega y Gasset está impregnado de preconceitos em relação às mu-
danças sociais que vive e observa na Espanha, e que transforma a realidade
aristocrática que pautava a vida social desde um valor: desigualdade, a qual
se constitui como um bem em si mesmo. Para ele, a massa também se define
por uma característica psicológica que faz com que dela façam parte aqueles
que não se perturbam com o fato de serem iguais, indiferenciados.
Ainda que, para o autor, o social jogue um papel essencial no desenvol-
vimento do próprio eu, ele também pode dificultar esse processo. De fato,
Ortega constata uma corrente socializadora que pode chegar a impedir o
desenvolvimento da própria individualidade.
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Política, mas das Ciências Sociais e das ações sociais, como ele bem demonstra
em outras obras como o Manual de Economia Política (1907[1996]).
Esses autores não escondiam sua oposição aos movimentos populares e,
menos ainda, aos movimentos que se entendiam igualitários, democráticos e so-
cialistas. Como já ficou claro nesse capítulo, suas obras revelam a apreensão com
a atuação desses movimentos, que agem pelo fascínio da ilusão dos igualitarismos.
Nelas, eles pretendem demonstrar de modo irrefutável tal caráter enganoso do
igualitarismo. Enganoso, porque ilusório. E a ilusão está no fato de se pretender
superar o insuperável; ou seja, a desigualdade na sociedade é um fato até mesmo
necessário (Le Bon, 1921), e, sobretudo, a desigualdade política (Ortega y Gasset,
OC) sempre existirá, pois é necessária, e sempre haverá uma minoria dirigente e
uma maioria condenada a ser dirigida. Eis aí a ilusão da democracia, do governo
do povo. Na perspectiva da teoria das elites, aponta Grynszpan (1999),
(...) esta era uma lei sociológica inexorável, que nem mesmo
o mecanismo do sufrágio universal era capaz de romper. Pelo
contrário, o que a adoção do sufrágio universal e a crença nos
princípios sobre os quais se apoiava –os da igualdade entre os
homens e da soberania popular– produziam era a legitimação do
mando da minoria, cujos desígnios passavam a ser aceitos como
expressão da vontade autônoma das amplas maiorias (11-12).
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Luis Felipe Miguel (2002) recorda que no que tange aos resíduos,
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dade; e não é a igualdade que poderia garantir uma melhor relação social,
mas o reconhecimento das capacidades naturais dos melhores que compõem
a elite fazendo, inclusive, com que haja uma circulação nas mesmas, visto que
mudam aqueles que as compõem. A igualdade, nessa perspectiva, é uma ilu-
são, um engano, pois quaisquer desigualdades são decorrentes dessa natureza
intrínseca: a desigualdade é constitutiva do humano e é o exercício pleno da
capacidade de cada um que permitiria a mobilidade social e que não permitiria
que elites formassem sistemas herméticos. Ainda assim, a circulação das elites
não faz da proposta paretiana uma perspectiva menos ou não essencialista.
É parte da história essa dimensão cíclica de essência imutável, o que faz com
que as relações humanas e o processo histórico esteja amarrado a esse eterno
retorno fundado na desigualdade natural.
Elites são necessárias na vida social e se nelas há alguma diferença, esta se
reduz ao fato de que entre seus membros, há quem exerça o governo e quem
não. A quem exerce o poder político, Pareto chama de elite governante e a
quem não exerce chama de elite não governante; essa divisão é um princípio
universal, o qual nem mesmo a igualdade pode superar. Ou seja, sempre haverá
um grupo minoritário que monopolizará o governo, seja pela força ou pelo
sufrágio universal da maioria. Segundo aponta Miguel (2002), em Pareto,
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totalidade. Como essa possibilidade não se sustenta, restaria confiar nas mi-
norias esclarecidas e organizadas, capazes de superar as ilusões geradas pela
crença na viabilidade da democracia social e de superar a desordem gerada
pela democracia parlamentar resultante do princípio das maiorias.
A classe dirigente constituiria, em Mosca, certa classe especial, que possui
as qualidades necessárias para desempenhar a função diretiva da vida política.
O autor afirma que «a democracia social ameaça o futuro da civilização mo-
derna», pois «um movimento tão vasto e complexo como a democracia social
não se pode fundar unicamente sobre os bons instintos da natureza humana.
(...) É natural e lógico que se excogite um sistema que destrua a disparidade
das fortunas privadas e ponha em condições iguais aqueles que, aspirando
a reger a sociedade, pedem o sufrágio do povo.» (Mosca, 1953, I: 469-470)
Gaetano Mosca foi um político conservador, um pensador liberal, que
se opôs ao fascismo, atuando para evitar o avanço do totalitarismo, o que
o levou, a certa altura, a destacar a moral em detrimento da ciência, e a
moderar suas críticas ao sistema parlamentar, pois, de outro modo, poderia
colaborar com o avanço do fascismo. Mosca, muito cônscio da realidade,
passa de um dos expoentes italianos da crítica à democracia a um crítico de
si mesmo, condenando as consequências de suas ideias, quando Mussolini
resolveu incorporá-las à sua doutrina. Quem sabe essa seja uma das razões
de alguns comentadores afirmarem que Mosca reconhecia a importância, e
até aprovava, os princípios gerais da democracia moderna (Bottomore, 1965:
11), pois era um moderado «que advogava um equilíbrio pluralista de forças
sociais, dentro de um sistema de governo representativo parlamentar». (Bid-
diss, 1977: 133) Mario Grynzspan (1999), comentando acera das similitudes
e diferenças entre Pareto e Mosca, recorda que
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À Guisa de Conclusão...
Esse conjunto de pensadores que tratamos aqui não é suficiente para dar
conta das mudanças e transformações vividas no século XIX. Mas é certo
que essa não é a nossa intenção. Importa-nos lembrar que, como apontou
Richard Sennet (1993), o trauma e o tumulto da vida pública no século XIX
se deu, em parte, pelo declínio do público, que teria gerado uma importante
mudança organizacional. Nesse quadro de transformações, emergem esses
pensadores e a própria Psicologia Política surge de encontros estranhos e
«precisa ser aplicada a uma questão demográfica muito importante»; os
deslocamentos populacionais do século XIX que ocorrem no leste, no sul e
no sudeste da Europa.
Esses autores enfatizam o aspeto unitário das massas e acabam por
aproximar, de modos distintos, esse fenômeno, tanto da Política quanto de
processos de subjetivação do político, que produzem indivíduos e coletivos.
Seja centrando-se na noção de mente coletiva, ou pela ideação da irraciona-
lidade, todos terminam por ceder ao entendimento de que a multidão é uma
disfunção social, um fenômeno rudimentar desconexo das realidades social
e histórica.
Ainda assim, esses movimentos intelectuais colocam a multidão no centro
dos fenômenos científicos e abrem caminhos para que a Psicologia Política
se estabeleça como um campo que tratará da ação política, dos fenômenos
de governo e governança, das políticas públicas, desde um espaço originado
de encontros estranhos, mas capazes de gerar respostas que, em cada mo-
mento histórico, podem oferecer modos de compreensão da vida política de
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imenso e que necessita de todos e todas. E é nesse rumo que temos dedicado
esforços a hora de construirmos a Associação Ibero-Latino-Americana de
Psicologia Política (Silva e Espinosa, 2012) e de contribuirmos para este livro
que põem em diálogo diferentes visões da Psicologia Política, reconhecendo a
legitimidade e importância dos lugares a partir dos quais construímos nossos
pensares. A disputa intelectual é uma ferramenta importante da construção
do pensamento. Fizeram uso dela os autores que aqui trazemos. Debateram
entre si, chegaram a consensos, mantiveram seus dissensos, disputaram senti-
dos com outros e nos brindaram com ideias que nos fazem ainda hoje pensar,
reflexionar e caminhar rumo a um projeto chamado futuro.
Referencias
Álvarez, A. (1894). South America; Ensayio de Psicología Política. Buenos Aires:
Talleres Gráficos Argentinos de L. J. Rosso.
André, E.L. (1906). El histrionismo español. Ensayo de psicología política. Barcelona:
Imprenta.
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50
Tarde, Sighele, Pareto, Mosca, Michels e Ortega y Gasset e a Psicologia...
51
Alessandro Soares da Silva
52
La psicología política de la Escuela de
Frankfurt: principios orientadores y
actualidad de la teoría crítica1
Resumen
El presente artículo busca desentrañar la concepción de psicología que
subyace en la Escuela de Frankfurt, atendiendo a tres elementos que, desde
nuestra perspectiva, permiten avanzar en dicha tarea, a saber: una orientación
transdiciplinaria que tiene por objetivo fusionar las disciplinas científico-so-
ciales con la filosofía social, una filosofía de la historia que permite especificar
el lugar de la psicología en una orientación transdisciplinaria y dialéctica, y,
por último, los estudios empíricos sobre autoritarismo que manifiestan el
uso práctico de la psicología. Desde estos elementos se define un conjunto de
observaciones que dotan de actualidad a la psicología política de la Escuela
de Frankfurt.
Palabras claves: psicología política, Escuela de Frankfurt, historia,
filosofía social, autoritarismo.
Introducción
La gran cantidad de estudios que se han hecho sobre la Escuela de
Frankfurt comúnmente abordan la problemática y distancia que este grupo
1
Este trabajo se enmarca en un avance preliminar de investigación del Centro de
Estudios Hegelianos y ha sido realizado con la ayuda de las dependencias del
Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso (ISCV).
2
Psicólogo, magíster© en Sociología por la Universidad de Chile. Docente de la
Escuela de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado y de la Escuela de Psico-
logía Universidad ARCIS. E-mail: [email protected]
3
Psicólogo, magíster en Filosofía y doctorando en por la Filosofía Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile. Docente de la Escuela de Psicología de la Universidad
Alberto Hurtado. E-mail: [email protected]
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Claudio Figueroa Grenett y Pablo Arias Cáceres
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Claudio Figueroa Grenett y Pablo Arias Cáceres
5
Ana María Fernández (1989) menciona que las disciplinas de objeto discreto, como
la psicología, la sociología y el psicoanálisis, redujeron su campo epistemológico
en la medida que toda comprensión de los fenómenos excluyó de sí un abordaje
transdisciplinario.
6
Es interesante destacar la evaluación del concepto de ideología en la Escuela de
Frankfurt. Al respecto, Adorno indica que, en la época en que la sentencia de la
ideología es «conviértete en eso que eres», la crítica a la ideología totalitaria no
debe refutarla sino más bien analizar sobre qué disposiciones de los hombres
especulan, qué intentan provocar en estos, por qué y de qué modo produce la so-
ciedad moderna hombres que responden a estos estímulos. A simple vista, además
de que en este caso la crítica ideológica excede el problema de la falsa conciencia
a propósito de los sistemas filosóficos, se advierte la urgencia de comprender las
disposiciones de los hombres, tarea insostenible con la producción de conocimientos
aislados. El desplazamiento de la crítica ideológica adquiere su relevancia en un
cambio histórico: el paso de una situación social problemática en la cual la ideo-
logía operaba como justificación a una en la que dominan las relaciones de poder
inmediatas. Ver: Adorno, T.W. (2004), Contribución a la doctrina de las ideologías.
En Escritos sociológicos I. Obras completas, 8. (1° Ed.) (Agustín González Ruiz,
Trad.). España, Madrid: Akal (trabajo original publicado en 1972).
56
La psicología política de la Escuela de Frankfurt: principios orientadores...
definir el valor de los fenómenos estudiados por las ciencias sociales, dejando
de lado, en este sentido, la pretensión de establecer verdades universales que
no puedan ser revisadas por posteriores investigaciones. Como advierte uno
de los principales representantes de la Escuela de Frankfurt:
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Claudio Figueroa Grenett y Pablo Arias Cáceres
del Instituto para la Investigación Social dedicasen gran tiempo al estudio del
ascenso fascista a las esferas de control del poder.
¿Cómo ha llegado el fascismo, con todo su aparataje antidemocrático,
a sostenerse social y políticamente? ¿Existen otros factores, además de los
determinantes económicos y de propaganda, que expliquen este hecho?8. Estas
son algunas de las preguntas que permitieron ampliar el estudio crítico de las
repetidas y anticipadas respuestas a este problema por parte del marxismo
tradicional. En este contexto y para dar respuesta a estas preguntas, el Instituto
para la Investigación Social se propone estudiar el autoritarismo y para ello
ha de ser considerada la multiplicidad de aspectos que las disciplinas sociales
tradicionales puedan aportar a esta investigación9.
8
Adorno menciona que las raíces de Auschwitz hay que buscarlas en los persegui-
dores y no en las víctimas. Se trata de descifrar los mecanismos que hacen a los
seres humanos capaces de las atrocidades, los cuales se enmarcan en los caracteres
condicionados por la primera infancia. Ver Adorno, T.W. (1998). Educación después
de Auschwitz. En Educación para la emancipación (1° Ed.) (Jacobo Muñoz, Trad).
Madrid: Morata (trabajo original parcialmente publicado entre 1963-1970).
9
Un claro ejemplo de esta preocupación del Instituto de Investigación Social sobre el
ascenso fascista se puede encontrar en «Antisemitismo y propaganda fascista», de
Adorno, donde nos expone un análisis de «(…) un amplio cuerpo de propaganda
antidemocrática y antisemítica, compuesto principalmente de transcripciones ta-
quigráfica de emisiones de radio de algunos agitadores de la costa oeste, panfletos
y publicaciones semanales: son de naturaleza básicamente psicológica, aunque a
menudo tocan problemas económicos, políticos y sociológicos. Consecuentemente
aquí se somete a consideración el aspecto psicológico del análisis de la propaganda
más que el contenido objetivo de esta propaganda» (Adorno, 2004: 369). En este
trabajo Adorno nos muestra un análisis discursivo (copiado literalmente de la fuen-
tes) que le permite esbozar un cierto número de cualidades que, según el autor, son
propias de las subjetividades fascistas, tales como: la construcción de un discurso
personalizado (donde el orador emplea tiempo de su discurso en hablar de él y de
la masa que lo escucha), la sustitución de medios por fines debido a la intolerancia
de la sociedad norteamericana de ciertas metas propias del fascismo, la vaguedad de
argumentaciones racionales en el discurso sustituidas por el espectáculo de la oratoria
fascista, lo que explicaría, según este autor, la facilidad con que la masa puede seguir
el discurso del orador, ya que esta no debe agotarse en seguir la argumentación del
discurso. Todas estas conclusiones, entre otras, son expuestas por Adorno producto de
un trabajo empírico, que permite confeccionar «(…) una lista de típicos instrumentos
psicológicos empleados por prácticamente todos los agitadores fascistas, que podría
reducirse a no más de treinta fórmulas. (…) como la estratagema del lobo solitario,
la idea de infatigabilidad, de la inocencia perseguida, del pequeño gran hombre, la
alabanza del movimiento en cuanto tal, etc.» (Adorno, 2004: 376).
62
La psicología política de la Escuela de Frankfurt: principios orientadores...
Este espíritu de ciencia dará como fruto los famosos Studien über Au-
torität und Familie, que serán la cosecha de un arduo trabajo de cinco años,
donde el lugar de la psicología es de tal importancia que Adorno más tarde
recordará: «En la obra recopilatoria (…) Estudio sobre autoridad y familia,
se vincularon por primera vez, sobre la base de un amplio material de campo,
los mecanismos de la psicología profunda relativos a la conducta de carác-
ter autoritario con la misma dinámica social» (Adorno, 2004: 407). Estas
investigaciones fueron ordenadas en tres secciones. La primera, editada por
Horkheimer, que reunía ensayos teóricos. La segunda, editada por Fromm,
que reunía investigaciones empíricas. La tercera, editada por Lowenthal,
compilaba investigaciones independientes sobre problemáticas asociadas al
tema de la autoridad y la familia.
La reflexión teórica de estos estudios fue llevada a cabo principalmente
por Marcuse, Horkheimer y Fromm. Marcuse mostraba, en clave especulativa,
cómo el autoritarismo es el producto dialéctico del liberalismo: «Desde un
principio, implícito en el orden burgués de libertad, está el reconocimiento de
ciertas autoridades metafísicas, el cual debe perpetuar la no-libertad en el alma
del hombre» (Marcuse, 1971: 79). Horkheimer realizó un estudio histórico
de los lugares de la familia en la sociedad, discutiendo a menudo con Hegel y
otras veces con Marx. Horkheimer veía que Hegel había separado sociedad y
familia, toda vez que Antígona quedaba salvaguardando a la familia fuera de
la ciudad, y también consideraba —al igual que Marx— que la familia había
sido dañada por la sociedad burguesa más de lo que Hegel hubiera visto, por
lo tanto, Horkheimer veía una relación dialéctica entre sociedad y familia, en
donde esta última perdía cada vez más su papel de «socialización», dejando
así esa tarea a instituciones sociales que formarían personalidades autoritarias.
Fromm consideraba que las sociedades organizadas en jerarquías y dependen-
cias generaban psiquismos sadomasoquistas que, entre otras cosas, hacían que
los inferiores se identificaran homosexualmente con aquel que ejerce el poder.
Nos interesan particularmente los estudios empíricos de la Escuela de
Frankfurt, porque es en estos donde encontraremos de manera más patente el
«uso» de la psicología para el proyecto crítico. Si bien es cierto que Freud fue
trabajado teóricamente por los pensadores críticos alemanes10, no queda bien
10
Entre los trabajos más conocidos se encuentra Eros y civilización de Herbert
Marcuse, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea de Erich Fromm, La teoría
freudiana y el modelo de propaganda fascista de Theodor Adorno, entre otros.
63
Claudio Figueroa Grenett y Pablo Arias Cáceres
11
Es posible encontrar en los trabajos de Horkheimer y Adorno, que la utilización de
la psicología para los estudios del ascenso fascista supone la premisa que el discurso
antidemocrático utilizado por estos movimientos no se sustenta racionalmente, y
por lo tanto han de existir otros motivos por los cuales estos movimientos ganen
adeptos. A este respecto Adorno, continuando un trabajo de Horkheimer, escribe
en La teoría freudiana y el modelo de la propaganda fascista, que la propaganda
fascista «Es psicológica debido a sus fines autoritarios irracionales, que no pueden
alcanzarse mediante convicciones racionales, sino solo despertando hábilmente
“una parte de la herencia arcaica del sujeto”» (Adorno, 2004: 388).
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12
Aclaramos que la concepción «transdisciplinaria» expuesta por la Escuela de
Frankfurt no es en ningún caso –según lo expuesto– una ampliación de factores,
sino que el diálogo permanente de las disciplinas invita a su disolución. Es decir,
la dialéctica que supone el pensamiento frankfurteano no es un avance del positi-
vismo que va sumando factores implicados a un objeto de estudio, sino que pone
en movimiento la comprensión misma de dicho objeto, deviniendo otro tanto lo
investigado como quien lo estudia.
13
Podemos desprender desde la lectura de Authoritarian Personality que el funda-
mento del sujeto antidemocrático se encuentra en una determinada lógica de los
afectos que se genera en una familia autoritaria, por esto, el problema ideológico de
la conciencia pudiera ser reemplazado por un problema político de la afectividad.
Nos limitamos simplemente a enunciar esta posibilidad de desarrollo, ya que su
exposición excede los objetivos del presente artículo.
67
Claudio Figueroa Grenett y Pablo Arias Cáceres
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La psicología política de la Escuela de Frankfurt: principios orientadores...
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69
Estudios sobre la psicología
del maquiavelismo
Alexandre Dorna1
Francia
Introducción
Maquiavelo cristaliza lo que Lefort (1986) llama «la técnica de la acción»
cuando se refiere a su teoría política. Cabe agregar que se trata de una «técnica
en el sentido psicológico» del término. La leyenda que rodea su nombre ha
mezclado crueldad, maldad, mentira, traición e inteligencia. Un verdadero
cóctel explosivo. No obstante, contrariamente a la imagen difundida, Ma-
quiavelo no aprueba esos rasgos negativos descritos en su obra.
Nuestro autor observa el combate político como un juego de ajedrez.
Lo que le interesa es esencialmente la movida final: el jaque y mate. En otras
palabras: el «momento maquiavélico» cristaliza la victoria de los medios que
determinan los fines.
Su vida privada aboga por su inocencia y sus otros escritos, como Los
discursos sobre Tito Livio muestran un pensamiento que ciertamente conduce a
verlo como un liberal, un demócrata, un humanista. En ningún caso un tirano.
La clave de su postura política se encuentra en el contexto político que vive
Florencia y los principados de Italia bajo la presencia de los nuevos príncipes
que se apoderan del poder y tienden a conservarlo según nuevas reglas. La
razón de los nuevos Estados en status nascenti provoca una ruptura con la
tradición aristocrática y caballeresca del Medioevo y la implantación de formas
modernas de gobierno que justifican los crímenes de quienes se apoderan del
poder. Maquiavelo describe la nueva praxis política de un mundo que se aleja
de la concepción tradicional de un poder de carácter divino y traduce una
nueva concepción metafísica del hombre y de la sociedad que se aproxima a
1
Alexandre Dorna es profesor de Psicología Social y Política de la Universidad de
Caen en Francia. Presidente de la Asociación Francesa de Psicología Política y
director de la revista Cahiers de Psychologie Politique (París).
71
Alexandre Dorna
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Estudios sobre la psicología del maquiavelismo
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Alexandre Dorna
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Estudios sobre la psicología del maquiavelismo
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Estudios sobre la psicología del maquiavelismo
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Alexandre Dorna
Situación ambigua
roles no definidos
medios indefinidos
improvisación
No adopción de límites
maquiavélicos aceptación de la estructura
entusiasmo en la relación
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Estudios sobre la psicología del maquiavelismo
V. La capacidad persuasiva
de los maquiavélicos (M) y de los no maquiavélicos
La problemática social actual, evocada más arriba, y el conocimiento
de los trabajos norteamericanos sobre el maquiavelismo, nos han incitado a
integrar este enfoque dentro del programa de nuestras investigaciones sobre
la persuasión y el discurso. Varios estudios pilotos han sido efectuados, los
cuales confirman en grandes líneas los resultados obtenidos por Christie y Geis.
Un estudio (Reboul, 1994) analiza la estructura del lenguaje y la persua-
sión en maquiavélicos y no maquiavélicos. En sus orígenes, dos preguntas que
guían la experiencia: ¿estructuran su discurso los maquiavélicos de manera
diferente a los no maquiavélicos? y ¿los maquiavélicos son más convincentes
que los no maquiavélicos?
Una rápida mirada permitirá ilustrar el alcance del estudio. En primer
lugar, la escala de Christie y Geis fue reducida a solo 10 ítems y validada según
los procedimientos clásicos. La aplicación de la nueva escala en una población
estudiante ha permitido, por una parte, separar los maquiavélicos de los no
maquiavélicos, y, por otra parte, seleccionar los sujetos experimentales. La
experiencia consistió en redactar un texto sobre un tema de interés general
(en este caso el tema fue la semana de 32 horas) a un grupo de 20 sujetos
(actitud por o contra) previamente identificados como maquiavélicos y no
maquiavélicos. En seguida, los sujetos debían discutir con otras personas (40
estudiantes), igualmente identificados, a fin de convencerlas de lo acertado
de sus puntos de vista.
79
Alexandre Dorna
Estos resultados son suficientes para mostrar que la pista del discurso es
una excelente manera de profundizar los estudios sobre el maquiavelismo.
Se confirma que los perfiles de maquiavélicos y no maquiavélicos presentan
diferencias significativas en la utilización del lenguaje. Los maquiavélicos
utilizan un discurso más impersonal. Su universo es factual (predominancia
de los verbos de tipo fácticos) y está orientado hacia la práctica. El realismo
es de rigor y el discurso es asertivo. Estas características corroboran las con-
clusiones de Christie y Geis, puesto que desde un punto de vista cualitativo,
el lenguaje de los sujetos experimentales ilustra de una manera bastante sor-
prendente las descripciones de Maquiavelo: neutralidad de creencias, análisis
frío, adaptación a la situación…
En cuanto al discurso de los no maquiavélicos, estos parecen implicarse
más en sus conversaciones y buscan convencer con insistencia, incluso con
pasión. El tono es vivo y la estrategia afirmativa. Hacen un llamado fuerte a lo
80
Estudios sobre la psicología del maquiavelismo
emocional, lo que conlleva una expresión menos precisa, y por ende algunos
comportamientos fluctuantes. Sin embargo, en algunos casos, la fuerza de la
inversión emocional hace menos eficaz la persuasión de los no maquiavélicos.
Por extensión se puede concluir que, en política, siendo un proceso en el cual
se mezclan lo racional y lo irracional, la intuición de los no maquiavélicos
bien puede valer el cálculo racional de quienes sí lo son.
En suma: ¿qué enseñan estas experimentaciones? Sobre el plan teórico,
confirman en gran parte las conclusiones de las investigaciones precedentes,
pero agregan una nueva dimensión: el peso del lenguaje. Sobre el plan práctico,
algunas sugerencias se traducen en hipótesis operacionales:
81
Alexandre Dorna
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students (pp.). Ciudad de publicación: editorial.
82
Estudios sobre la psicología del maquiavelismo
83
Perspectivas psicológicas en el estudio
del autoritarismo
Resumen
En el marco de la psicología se han desarrollado diferentes perspectivas
teóricas para el análisis del fenómeno autoritario, las cuales constituyeron
algunas de las líneas antecedentes de lo que más adelante se consideraría como
campo de la psicología política. El primer enfoque comienza a fines del siglo
XIX y principios del XX con la psicología de las masas, en donde el autori-
tarismo es estudiado como un comportamiento emergente de las multitudes.
Posteriormente, los desarrollos de la personalidad autoritaria proponen un
cambio en el eje de análisis, estudiando al fenómeno de manera intraindividual.
Una tercera perspectiva surge con el enfoque cognitivo representado por el
concepto de dogmatismo, que enfatizaba el estudio de las creencias y la forma
en que los individuos las defienden. Paralelamente a este enfoque, los avances
de la psicología social experimental en materia de obediencia dan cuenta del
papel de la situación en el fenómeno autoritario. Tiempo más tarde, el estudio
de la personalidad autoritaria es retomado con el concepto de autoritarismo del
ala de derechas, definido como las diferencias individuales en la covariación de
1
Psicólogo, doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, en la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y
becario por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-
CET). Sus áreas de investigación son: autoritarismo, ideología política, prejuicio
generalizado. E-mail: [email protected]
2
Psicóloga, doctora en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba, Ar-
gentina. Es docente en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de
Córdoba e investigadora por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET). Sus áreas de investigación son: cultura política, ideología
política, sofisticación política. E-mail: [email protected]
85
Edgardo Etchezahar | Silvina Brussino
Introducción
A lo largo de la historia de la humanidad, el conflicto intergrupal ha sido
un tema central analizado por grandes pensadores, políticos, historiadores,
teólogos, teóricos militares y psicólogos, quienes han intentado examinar y ex-
plicar la naturaleza del problema desde diferentes perspectivas (Dahl, Shapiro
& Cheibub, 2003). En este sentido, los estudios realizados en el marco de la
psicología política sobre el autoritarismo ofrecen información relevante para
comprender algunos de los aspectos centrales implicados en el conflicto inter-
grupal. El análisis del fenómeno autoritario tiene un carácter transversal en
el estudio de los fenómenos psicopolíticos, dado que se lo ha relacionado con
otras temáticas tales como el liderazgo político, la ideología, la participación
política y la socialización política, entre otras. De esta manera, durante más
de un siglo y en el marco de la psicología política su estudio se ha abordado
al menos desde seis perspectivas diferentes, que construyeron herramientas
conceptuales y metodológicas para la comprensión de fenómeno.
El primer enfoque en el estudio del autoritarismo surge del análisis del
fenómeno de masas, el cual comienza a estudiarse a fines del siglo XIX (Le
Bon, 1895, 2012) y continúa hasta principios del XX (Freud, [1921] 1998;
Reich, [1933] 1980). Posteriormente, el autoritarismo fue estudiado como
característica de personalidad cuya etiología podía ser ubicada en la primera
infancia. No obstante, se consideraba que en la adultez los factores sociales,
políticos y económicos pueden llegar a despertar una personalidad potencial-
mente fascista (Adorno et al., 1950; Fromm, 1941). Un tercer enfoque para
pensar al fenómeno autoritario propone como objeto central de análisis a las
creencias de los individuos (Rokeach, 1960), analizando hasta qué punto son
capaces de defenderlas. Así, surge el concepto de dogmatismo como alterna-
tiva a los desarrollos sobre el autoritarismo desde una perspectiva cognitiva,
contraria a la psicoanalítica, dominante hasta el momento. Años más tarde,
a partir del auge de la experimentación en psicología social, cobra relevancia
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
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Edgardo Etchezahar | Silvina Brussino
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
La personalidad autoritaria
A partir de las conceptualizaciones desarrolladas por el psicoanálisis y el
marxismo, Reich ([1933] 1980) estudió los fenómenos autoritarios en su obra
La psicología de las masas del fascismo. En ese trabajo el autor explora los
modos en los que el régimen fascista asciendo al poder en Italia, basándose
en la emergencia de síntomas producidos por la represión sexual. Su pregunta
central de investigación refería a por qué las masas se convierten en autori-
tarias, aunque esto vaya incluso contra sus propios intereses (Sharaf, 1994).
Reich argumentaba que la razón de la emergencia del nazismo y el fascismo
era la represión sexual: durante la niñez, como miembros del proletariado, los
niños aprenden de sus padres a suprimir el deseo sexual. Por ello, en la adultez,
la rebelión contra tales impulsos provoca ansiedad. De esta manera, el miedo
a la revolución, así como a la sexualidad, está anclado en las características
de la masa e influye a la gente a ser irracional (Cattier, 1970; Sharaf, 1994).
Tales postulados cambiaron el eje de análisis en el estudio del autoritarismo:
previamente el fenómeno de masas era considerado el promotor del compor-
tamiento autoritario de las muchedumbres pero, según su planteo, es solo un
disparador de aquello vivido en la infancia por cada una de las personas que
forman parte de ese agregado de individuos. En términos de Reich ([1933]
1980), «la supresión de la naturaleza sexual en el niño, particularmente de
sus genitales, lo hace aprehensivo, tímido, obediente, temeroso de la auto-
ridad, bueno y normal en el sentido autoritario» (104). De esta manera, se
paralizan las fuerzas rebeldes porque toda rebelión deviene en ansiedad y la
misma inhibición de la curiosidad sexual en el pensamiento del niño produce
una clausura de sus facultades de pensar. En suma, el objetivo de la supresión
sexual produce un individuo ajustado a un orden autoritario que lo someterá
a diversas formas de miseria y degradación. Desde su nacimiento, el niño debe
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Edgardo Etchezahar | Silvina Brussino
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
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Edgardo Etchezahar | Silvina Brussino
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
Autoritarismo en situación
Paralelamente a los estudios de Adorno et al. (1950) y Rokeach (1960),
la psicología social experimental daba cuenta de cómo los individuos en in-
teracción podían responder de manera diferencial a lo que harían de forma
aislada (Turner, 1991). De esta manera, ciertos aspectos considerados como
característicos de un rasgo de personalidad, eran puestos en discusión, ya que
podían variar radicalmente si se creaba una situación artificial por parte de los
investigadores (Duckitt, 2010). Uno de los principales conceptos que estudia
este enfoque es la obediencia, el cual tenía un lugar central en la construcción
de las diferentes teorías acerca del autoritarismo, principalmente en la de los
teóricos del Grupo de Berkeley, quienes analizaron al fenómeno como una
característica individual llamada sumisión autoritaria. Este enfoque no tuvo
en cuenta que la obediencia es esencialmente un comportamiento social, dado
que, como afirma Milgram (1974), «los hombres no son sin otros y entre ellos
se consolidan las estructuras jerárquicas» (123). En general, la obediencia es
considerada como el cumplimiento de las solicitudes de un otro, sean razona-
bles o no para el sujeto. Para el desarrollo de la vida en sociedad es necesario
un sistema de autoridad, ya que «solo el hombre que vive en aislamiento no
está obligado a responder a través del desafío o la sumisión, a las órdenes de
los demás» (Milgram, 1963: 371).
Aunque los estudios de Milgram (1963, 1974) han sido criticados por
su metodología y por sus implicancias éticas, no hay dudas de que pusieron
en evidencia una serie de características significativas para que tenga lugar la
sumisión a la autoridad en situaciones sociales específicas (Altemeyer, 1981).
Particularmente, resulta destacable que estos experimentos pusieron de ma-
nifiesto que un importante número de personas eran capaces de administrar
descargas eléctricas aparentemente letales a otros participantes. El 65% de
los voluntarios que Milgram reclutó aleatoriamente mediante un anuncio en
el periódico para realizar su experimento llegaron a administrar descargas de
450 voltios a una persona y prácticamente todos los participantes llegaron a
los 300 voltios, antes de negarse a continuar.
No obstante, el porcentaje de sujetos dispuestos a administrar descargas
letales disminuían al implementarse tres variaciones experimentales sobre
el diseño original del experimento: a) oír las quejas de quien iba a recibir
una descarga eléctrica; b) estar en la misma habitación con la supuesta víc-
tima; y c) la proximidad con la víctima (e.g. tener que colocar la mano de
los estudiantes en una «placa de choque» para administrar el castigo). Los
porcentajes de obediencia fueron del 62,5%, 40% y 30%, respectivamente
con cada variación. Estas variaciones en los resultados del experimento
pusieron de manifiesto que la proximidad con la víctima fue el factor más
importante para explicar la obediencia (Milgram, 1974). Cuanto más cerca
se encontraban los participantes de la supuesta víctima, las probabilidades de
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
los experimentos realizados por Milgram puede observarse con claridad cómo
la gente obedece o rechaza las demandas de la autoridad, en una situación
realista y altamente perturbadora.
De tal manera, estos experimentos sobre la obediencia a la autoridad
permitieron dar cuenta de las diferencias complementarias entre el enfoque
situacional y la personalidad (Altemeyer, 1988). El poder de la situación puede
verse con claridad en algunas de las diferentes variantes experimentales que
introduce Milgram (1974). Por ejemplo, al incorporar a un actor más para
que cumpla el rol de autoridad, junto con el sujeto experimental y el propio
Milgram, intentaba dar cuenta de cómo actúa un individuo si otro profesor
—además de Milgram— estaba de acuerdo con el experimentador en aplicar
shocks eléctricos o no. Si el actor que hacía las veces de sujeto evaluado gri-
taba que quería ser liberado del experimento y uno de los profesores actores
estaba de acuerdo con esto, solo cuatro de 40 participantes (10%) llegaban
a los 450 voltios. Sin embargo, si los dos profesores (un actor y Milgram) no
daban importancia a las quejas del estudiante que se supone estaba recibiendo
choques eléctricos, 37 sujetos de 40 (92%) llegaban a los 450 voltios. Según
Altemeyer (1988) esta es una de las principales lecciones de la psicología social
acerca de cuán fácil es que la situación triunfe sobre las diferencias individuales.
Sin embargo, en toda situación también se ponen en juego los diferentes
patrones de socialización de un individuo, aunque estos puedan ser dejados
de lado ante un ambiente extraño, como ocurría en las situaciones experi-
mentales propuestas por Milgram. Por lo general, los individuos actúan en
ambientes familiares con personas conocidas cuyo comportamiento puede ser
parcialmente inferido (Altemeyer, 1996). De esta manera Altemeyer propone
que algunas personas necesitan poca presión situacional para someterse a las
autoridades y atacar a quienes perciben como diferentes, mientras que otros
necesitan de una presión significativamente mayor, por lo tanto propone que
el autoritarismo que denomina como «del ala de derechas» puede ser pensado
como una variable de personalidad (Altemeyer, 1988).
95
Edgardo Etchezahar | Silvina Brussino
los constructos, etcétera. Así, Altemeyer (1988) considera que muchos estudios
se basan en una falacia de la validez científica, y reflexiona sobre el motivo
por el cual diversos trabajos fueron aceptados para su publicación, conclu-
yendo que este aspecto evidencia una «crisis de confianza» a nivel general de
la psicología social, que complejiza no solo al estudio del autoritarismo sino
a los diferentes temas que han sido abordados desde esta perspectiva.
Para desarrollar su propuesta teórica, Altemeyer (1981) retoma el trabajo
realizado por Adorno et al. (1950) para analizar las características que en
su conjunto conforman la personalidad autoritaria.El trabajo de Adorno et
al. (1950) distinguía nueve características de la personalidad potencialmente
fascista, mientras que Altemeyer (1981) considera que solo tres son relevantes
para el estudio del fenómeno (la agresión autoritaria, la sumisión autoritaria
y el convencionalismo). Cabe destacar que el trabajo de Altemeyer (1981)
no confirma total o parcialmente el realizado por el Grupo de Berkeley sino
que, según el autor, ese estudio fue el punto de partida de su investigación.
Por ejemplo, mientras que Adorno et al. (1950) consideran que «(…) uno
de los fenómenos que caracteriza a la clase media es la susceptibilidad hacia
el fascismo» (229), y en función de esta premisa estipulan que el convencio-
nalismo es «(…) la adherencia rígida a los valores de la clase media» (234).
Altemeyer (1996) propone que el autoritarismo se focaliza en la percepción
individual acerca de las normas aprobadas por quienes son percibidos como
autoridades legítimas, pudiendo ser o no normas que caracterizan a la clase
media. Asimismo, la agresión autoritaria es teorizada por el Grupo de Berkeley
como «(…) el ataque hacia la gente que viola los valores convencionales de
la clase media» (Adorno et al., 1950: 228). Sin embargo, Altemeyer (1996)
considera que esta premisa dejaría fuera, por ejemplo, a los participantes
del experimento de Milgram sobre la obediencia a la autoridad. La agresión
autoritaria, según Altemeyer, puede dirigirse hacia cualquier exogrupo que
difiera en las convenciones endogrupales. El resto de las características de la
personalidad autoritaria analizadas por Adorno et al. (1950), como el «ci-
nismo», «superstición» o la «preocupación exagerada por la sexualidad», no
forman parte de la estructura del autoritarismo.
Quizás el punto de mayor discordancia entre el Grupo de Berkeley y
Altemeyer, se debe a que los primeros construyeron su modelo acerca de
la personalidad autoritaria a partir de un marco psicoanalítico freudiano,
destacando la primera infancia como raíz de los comportamientos adultos y
enfatizando como causas a la hostilidad inconsciente canalizada a través de
odios reprimidos, la hostilidad proyectada, etcétera. La propuesta de Altemeyer
(1981) echa por tierra cualquier intento de interpretación psicodinámico del
fenómeno (Hopf, 1993; Meloen, 1993), centrándose en el aprendizaje social
(Bandura, 1974) como marco interpretativo de la construcción y manteni-
miento de la personalidad autoritaria.
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
Katz & Benjamin, 1960) fueron fallidos, tanto en sus justificaciones teóricas
como empíricas, principalmente por los supuestos psicodinámicos sobre los
que se sustentan. De esta manera, la propuesta de Duckitt (1989) critica la
investigación desarrollada por Adorno et al. (1950) sobre la personalidad
autoritaria por considerar que se sustenta en una perspectiva reduccionista
del fenómeno: «El individuo ha sido analizado como un sistema regulado
por una dinámica interna y no como un elemento de un sistema social más
amplio fundamentalmente responsable de las propiedades de ese sistema»
(Duckitt, 1989: 67).
En este sentido, Duckitt propone que es necesario analizar al fenómeno
del autoritarismo desde un enfoque plausible de demostración empírica y, por
ello, el autor basa su trabajo en los desarrollos previos de Altemeyer (1981).
Como ya se ha dicho, la teoría del autoritarismo del ala de derechas da cuenta
de la presencia del fenómeno a partir de la covariación del convencionalismo,
la sumisión autoritaria y la agresión autoritaria a nivel individual, pero cuyo
desarrollo fue social. Sin embargo, Duckitt (1989) considera que es necesario
repensar esta propuesta en términos de cohesión grupal, tal y como fue desa-
rrollada por Tajfel y Turner (1986) en su teoría acerca de la identidad social,ya
que el autoritarismo «refleja la intensidad de la identificación emocional del
individuo dentro de un grupo social determinado» (70). De esta forma, propo-
ne que los tres conglomerados actitudinales propuestos por Altemeyer (1981)
pueden ser pensados a partir de seis preguntas que permiten dar cuenta del
autoritarismo como un constructo «perceptible en el plano de las diferencias
individuales y como fenómeno intergrupal» (71):
a) Convencionalismo: conformidad con las normas y reglas del
grupo
1. ¿Qué tan graves deben ser los castigos por la falta de conformidad
a las normas y reglas del endogrupo?
2. ¿Quiénes deberían administrar tales castigos y condenas por no
cumplir con la conformidad?
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Conclusiones
En este trabajo se han presentado seis perspectivas diferentes en el estudio
psicológico del autoritarismo, basadas en diferentes recortes del objeto de es-
tudio realizados desde distintos marcos teóricos y metodológicos. De esta ma-
nera, el estudio del autoritarismo como un emergente del fenómeno de masas
iniciado por Le Bon ([1895] 2012) fue reelaborado por Freud ([1921] 1998) a
partir de su teoría psicoanalítica y retomado por Reich ([1933] 1980), quien
incorpora para su análisis la perspectiva marxista. Este enfoque del fenómeno
comenzó a perder consenso ante los desarrollos de Frenkel-Brunswick (1954)
y, en particular, de Fromm (1941) sobre la etiología familiar del autoritarismo.
Si bien estos autores adoptan como marco teórico el enfoque psicodinámico,
reestructuran los conceptos psicoanalíticos desarrollados por Freud ([1933]
1998) acerca de la etiología del autoritarismo, alejándose de una explicación
intraindividual y planteando la construcción multicausal de la personalidad,
donde la familia poseía un rol fundamental junto con las condiciones sociales,
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
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Perspectivas psicológicas en el estudio del autoritarismo
sumisión) y el exogrupo (aquellos que no acatan las reglas del grupo interno
a quienes se desprecia y discrimina: agresión autoritaria). De esta manea,
se entiende por autoritarismo del ala de derechas a la identificación de un
individuo con su grupo de pertenencia y junto con la tendencia a agredir a
quienes son diferentes.
Finalmente, es importante destacar que si bien se presenta un recorrido
por diferentes conceptualizaciones psicológicas del autoritarismo en base a
un ordenamiento cronológico, se trata solo de un recurso expositivo, dado
que este tipo de desarrollo no se produce de manera lineal. Además, por
razones de extensión, en este trabajo no se han considerado desarrollos teó-
ricos y empíricos muy cercanos al fenómeno del autoritarismo que sin duda
han intervenido de manera decisiva para su comprensión (e.g. la necesidad
de cierre cognitivo, la intolerancia a la ambigüedad, la ansiedad de muerte).
Por ello, este trabajo se propone como un intento de esclarecer las relaciones
entre las distintas perspectivas psicológicas que han permitido comprender el
fenómeno del autoritarismo, no obstante es necesario avanzar en su análisis.
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Subjetividade, Emancipação e Território:
Horizontes para analisar o Mundo do
Trabalho em Tempos de Globalização
Resumen
Esse artigo procura analisar os efeitos plurais da globalização reali-
zando uma leitura crítica acerca da contemporaneidade e tendo a questão
da subjetividade e da emancipação como conceitos emblemáticos que nos
permitem compreender a complexidade de nossa realidade e, mais que isso,
os processos psicossociais implicados no trabalho como um ethos que tam-
bém produz adoecimento, alienação e mal estar. Para tanto, discutiremos o
trabalho como algo relativo à nossa peculiar condição de existência que nos
engendra no mundo e nas relações sociais. Ultrapassaremos essa discussão para
analisarmos os princípios da regulação e da emancipação como horizontes de
formalização do Estado Liberal de Direito. Mais tarde, discutiremos a Política
Liberal e o modo como esse ordenamento subverte a atenção do Estado de
«cuidar da manutenção da vida» possível a partir da compatibilidade entre a
subjetividade coletiva do Estado e aquela relativa à subjetividade individual
dos cidadãos. Todos esses pontos atravessam a realidade social e política
produzindo efeitos variados que são necessários para analisarmos o mundo
do trabalho a partir dessa atmosfera que configura nosso tempo dentro de
ordenamentos assimétricos.
Palavras Chaves: Trabalho, Globalização, Subjetividade, Emancipação,
Saúde Mental.
1
Psicólogo, magíster en Psicología Social por la Universidad Federal de Minas Gerais,
Brasil. Actualmente es parte de la Secretaría de Gobierno del Estado do Espírito
Santo, Brasil. Sus áreas de investigación son: psicología social, religiones de matriz
africana, identidades negras, racismo y emancipación social. E-mail: rodriguessr@
yahoo.com.br
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ser suprimidos por discursos e práticas que circulam entre a guerra e a paz, o
autoritarismo e a alienação mobilizando a coletividade em torno de projetos
políticos banais como «todos contra» aquilo a que ninguém pode ser a favor.
Esse tipo de ocorrência, por sua dimensão «exótica» e carismática amplia as
assimetrias entre os diversos grupos potencializando os efeitos da dominação,
da alienação e da dependência, desmobilizando as lutas e os movimentos por
melhores condições de trabalho e vida. Por isso, em sua análise multifatorial
Boaventura (1994), aponta que:
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Para que serve a sociologia das ausências? Para combater as cinco mono-
culturas que se inscrevem em nosso horizonte político existencial fomentando
racionalidades e subjetividades transgressoras da ordem vigente. Essas cinco
monoculturas são: a do saber e do rigor, a do tempo linear, a da naturalização
das diferenças, a da escala dominante e a do produtivismo capitalista. Para
nós, apoiados nas perspectivas de Boaventura (2007), essas ausências de ra-
cionalidades contribuem para converter a globalização em um globalitarismo
como propõe Santos (2000). Sendo assim, isso restringe a emancipação na
globalização e atinge a todos que ocupam territórios subalternizados e que
residem em países periféricos. Para nós, é isso que torna o conceito de território
importante para pensarmos nossa temporalidade e encontrarmos caminhos
contra hegemônicos para vivê-la.
O que Santos (2000) procura demonstrar com o termo globalitarismo?
O autor sustenta que a globalização exclui a democracia, ou seja, da forma
como ela está configurada –cerceada pela Política Liberal em seu estatuto
Liberalismo Econômico– ela é um totalitarismo. Para o autor a natureza
desse totalitarismo é o reclame do mundo à obediência, em outros termos, à
subalternidade. Algo que configura o Mundo do Trabalho em qualquer ins-
tância da vida cotidiana, decretando a morte da «crítica e da autocrítica» (12).
Segundo Santos (2000), o que produz a hegemonia da Política Liberal e,
consequentemente, do Liberalismo Econômico é a ideia de competitividade
que é diferente da noção de competição capitalista. Nesse ponto, o autor
considera que a competitividade impõe esse aprisionamento coletivo na esfera
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A epigrafe anuncia que «no meio do caminho tinha uma pedra», até
aqui esse ártico procurou demonstrar que entre a emancipação e a opressão,
entre a democracia e a tirania, entre o território e a desapropriação, entre a
globalização e o globalitarimo, existe uma pedra que identificamos a partir da
institucionalização da Política Liberal e seus múltiplos efeitos contemporâneos.
Essa pedra não é a mesma que o poeta superou, mas, outra que ainda precisa
ser suplantada. Ela encontra-se no caminho para a produção de um mundo
melhor e sem dúvida limita a liberdade para caminhar.
A liberdade é algo que não podemos abrir mão, mas, ao mesmo tempo,
é um objeto de difícil definição. Nada sabemos sobre a ela se não a reco-
nhecermos como aquilo que nos enlaça ao social, às relações como o outro
nos inscrevendo como sujeitos políticos. O homem é um ser existencial e a
liberdade sempre nos convocou a produzir caminhos éticos e filosóficos para
dizer sobre nossa condição humana conquistando nossas mais apaixonadas
inspirações de luta por um mundo melhor. A poesia pronuncia essa consciência
existencial e Drummond (2009) assim escreve:
Todavia definir a liberdade é uma tarefa difícil para qualquer um, pois
todo exercício nessa direção, inevitavelmente estabelece um confronto: «um
peito que estale». A liberdade de um pode ser perfeitamente a opressão de
outro. Como aponta Sartre, o simples fato de estarmos condenados à liberdade
revela que nossa condição existencial formaliza-se a partir das circunstâncias
e que assim, em meio às intemperes do existir no mundo e com o outro, nos
constituímos. Por isso, a liberdade é uma aspiração, uma produção, um hori-
zonte existencial. Nessa perspectiva, reside o dilema das escolhas, do pensar
e das possibilidades de sentir-se mobilizado para se engajar nos movimentos
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Ricardo Santos Rodrigues
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Feminismos y sus influencias
en psicología:
¿un camino en la construcción de una
psicología política?1*1
Resumen
El presente artículo analiza lo que hoy se concibe como teoría feminista
y sus repercusiones políticas y sociales en disciplinas de las ciencias sociales
y humanas (también en psicología), además de la configuración de un sujeto
mujer con diversas y cambiantes individualidades, identidades e ideologías
colectivas. Se busca emplazar epistemológicamente y en tanto que pensamien-
to crítico la construcción de una psicología feminista en el lugar disciplinar
de la psicología política, pensando en consolidar un lugar propio, capaz de
generar cambios suficientes para producir transformaciones disciplinares
que puedan agenciar autonomías para las mujeres, que cristalicen algo más
que su simple existencia privada y, así, puedan hacer político, lo usualmente
considerado personal.
Palabras claves: psicología política, feminismos, sujeto mujer, auto-
nomías, identidades.
*
Este trabajo se enmarca en líneas de investigación desarrolladas por la autora en
el Programa de Doctorado en Psicología en la Universidad de Santiago de Chile.
**
Psicóloga por la Universidad de Chile, doctora en Psicología por la Universidad
de París V. Francia. Académica en Pre y Posgrado de la Universidad de Santiago
de Chile. Líneas de investigación: Salud mental y Políticas Públicas, Género y
Subjetividades, Psicología Comunitaria y Política.
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Irene Magaña Frade
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Feminismos y sus influencias en psicología: ¿un camino en la...
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Irene Magaña Frade
Reflexiones en torno
a una psicología política feminista
En psicología, además, el feminismo es crítico a que esta disciplina cons-
truya su teoría ajena a las cuestiones de género, en tanto que sus conceptos
centrales aportan una organización del conocimiento que enriquecería al
saber psicológico respecto a lecturas de sujetos y sus condiciones referidas
tanto al cuerpo como a la subjetividad. Contando además con que las pos-
turas de género permitirían también enriquecer a la psicología desde otras
disciplinas sociales y facilitar la circulación de conceptos como los de cuño
construccionista, que son los que pueden proponer a la psicología una revisión
a la luz de contribuciones que promuevan cuestionamientos a un cierto tipo
de ciencia que se basa en binarismos y en el mito de una verdad científica
creyente en la posibilidad de neutralidad epistemológica (Nuernberg 2004;
Santana y Cordeiro, 2007).
Sin embargo, si revisamos los avances que en la teoría psicológica dan
cuenta de la problemática femenina, veremos que estos aún reproducen los
enfrentamientos y las contradicciones propias a los primigenios debates
feministas. Esto refleja una producción marginal al campo de interseccio-
nes entre los estudios culturales, métodos críticos y otras proposiciones en
general relacionadas con las ciencias sociales y el lenguaje. Así, los debates,
que por lo demás no permiten separarse de los conceptos mainstream —que
hegemonizan a la psicología—, permanecen alejados de la discusión teórica
y política capaz de dar cuenta del impacto real de la sociedad, la práctica
psicológica y sus aplicaciones en ámbitos públicos, privados o individuales,
y otros lugares de influencia.
Por tanto, el feminismo, en el campo de la disciplina psicológica —como
forma de pensamiento crítico—, con sus explicaciones en temáticas centrales
a la condición de las mujeres (como la denuncia del androcentrismo y sexis-
mo de la ciencia), no ha logrado consolidar un lugar propio, y mucho menos
generar cambios suficientes al interior de esta, de manera que se produzcan
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de las rutinas científicas. Y, por otra, la teoría del actor red (ANT), que ha
sido presentada como una revolución contracopernicana, es decir, «un giro
más después del giro social» (Latour en García 2003: 11) que cuestiona la
triple escisión clásica del sujeto / objeto, ciencia / no ciencia y descubrimiento
/ justificación.
Al analizar la ciencia en acción, propuesta por Latour (1992), se presta
atención especial a la cuestión del poder y a los procesos de «traducción»
que permiten a los investigadores imponer su particular definición de la si-
tuación. Lo «innovador» de esta perspectiva es que asume que en el proceso
de institucionalización científica adquieren relevancia no solo los agentes
sociales-humanos, sino también los otros recursos no humanos, parte de la
actividad científica. De tal forma, naturaleza y sociedad no se toman como
dualismos explicativos ya dados a priori —en el caso del realismo, acudiendo
a la naturaleza; en el caso del constructivismo acudiendo a la sociedad—, sino
que ambos pueden ser explicados en los mismos términos y como «produc-
tos» de los procesos y negociaciones de la ciencia en que se articulan actores
humanos y no humanos. Esta propuesta ontológica difumina fronteras entre
«cosas en sí» y «humanos entre sí», propagando «híbridos» no clasificables
sino entre pliegues de estos órdenes (Latour, 1992). Los monstruos cyborg
(Haraway, 1995) o los «cuasi-objetos» en proceso (Latour, 1992) se revelan y
reclaman un estatus ontológico híbrido y distinto, donde se mezcla lo social,
lo tecnológico, lo político y lo científico en cadenas heterogéneas de asocia-
ciones, donde «lo social-humano», como principio explicativo argumentado
en el socioconstruccionismo, pierde su centralidad e importancia.
Así, a pesar de la lógica discursiva del construccionismo social, las en-
cauzas feministas han logrado sedimentar existencias semiótico-materiales
capaces de recuperar la importancia del cuerpo, de la agencia de los no
humanos y de las políticas comprometidas al margen de sujetos identitarios
definidos previamente.
Por otro lado, y volviendo a la mirada psicológica, la mayor parte de
la psicología feminista, consecuentemente con la tendencia de todo el movi-
miento disciplinar, ha reproducido la exclusión de otras diferencias, siendo
predominantemente una psicología de y para mujeres blancas, heterosexuales
y, en su mayor parte, de clase media-alta (Morgada, 1992). Mujeres psicólogas
feministas lesbianas, negras, no occidentales o con algún tipo de discapacidad
marginante, y que además quieran dedicarse al estudio de los grupos que
representan, se encuentran, casi inmediatamente, en situaciones de mayor
marginalización y exclusión. Esto a veces desde la propia «psicología feme-
nina», reivindicadora de la supresión de mujeres como sujetos protagonistas
en la disciplina (Brown, 1989; Squire, 1989; Comas-Diaz, 1991; Hall, 1997;
Blázquez et al., 2008).
Llama la atención que recién en 1975 la APA votó prohibir la discri-
minación frente a psicólogos gays y lesbianas que hasta dos años antes
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que las mujeres adoptan sus decisiones son igualitarios y sin restricciones; y,
finalmente, se continuaría en concebir a la política como algo al margen de
lo privado o familiar.
En definitiva, no parece existir una frontera precisa ni fija en el continuo
público / privado para su diferenciación, ni tampoco una pauta estable sobre
cómo tratar las posibles transferencias entre estos ámbitos. Aunque parece
claro, por cierto, que uno de los aspectos esenciales en estas transferencias
refiere a la discusión sobre lo que significan los cuidados necesarios para el
sostén de la existencia y los tipos y modos de hacer que estos involucran
(Provoste en Calderón, 2013). Es clave la identificación de quienes los reali-
zan y quienes los reciben, los ámbitos sociales en que generalmente estos se
despliegan, las ideologías y valores que representan, los tipos de identidades
y vínculos que generan y todo aquello que sedimenta las distintas acciones
cotidianas en el producir y mantener la vida humana. Desde esta perspectiva,
desmontar el sistema de género necesariamente debiera considerar un cambio
en la correlación de fuerzas entre Estado y sus políticas públicas, el mercado,
los derechos y la cultura (Montaño, 2009). Implicando, además, transforma-
ciones sustantivas en lo relacional y simbólico de nuestra sociedad.
Muchas de las discusiones actuales de la disciplina psicológica giran en
torno a este sostén cotidiano, nominado inicialmente en términos de trabajo
doméstico, enfatizando los componentes materiales de las actividades gratui-
tas que se realizan en el hogar (limpiar la casa, hacer la compra y la comida,
lavar la ropa...). Materialidad que sitúa la idea de trabajo en que se refrenda,
además, un componente afectivo y relacional, producida al cuidar de otras/os,
y que se expresa en términos de «cuidado». Trabajo de cuidados que rompe
con los límites del espacio doméstico y nos aleja del componente más tangible
de ellos, resaltando su inmaterialidad.
A pesar de las ambigüedades que rodean al concepto —disposiciones y
motivaciones ético-afectivas, por una parte, y actividades concretas de la vida
diaria, por otra—, existe consenso acerca de su importancia para pensar la vida
social y el modo en el que se articula su presencia en las distintas sociedades
(Jain en Calderón, 2013).
En este sentido, y en relación a estas ambigüedades, el «trabajo de cuida-
do» o «cuidado» y sus condiciones, atraviesan fronteras de mundos sociales
distintos, interconectándolos. Se realiza fuera, pero también cada vez más en
relación con el mercado y la integración de las mujeres a este; se desarrolla
en el espacio del hogar y la familia, pero también en otros lugares de la expe-
riencia pública y profesionalizada, como aquellos de la salud y la educación
(Magaña et al., 2011; Flores-Castillo en Calderón, 2013); habitualmente está
en manos de mujeres, pero no solamente de ellas y no de todas por igual, ni
en las mismas condiciones.
El cuidado se expresa hoy en muchas de las discusiones académicas en
torno al sostén cotidiano de la vida humana y es precisamente desde este
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Discurso político, efecto
«bumerang» y emociones
Maritza Montero1
Venezuela
Resumen
Se suele decir que el discurso político hace uso y también abuso de las emo-
ciones al exaltarlas y al tratar de inducirlas en la audiencia, para beneficio del
emisor. El discurso populista suele estar caracterizado por este tipo de recurso.
Sin embargo, puede tener un efecto contrario al que se buscaba producir. Aquí
se discuten aspectos teóricos de la relación entre emoción y argumentación
política y se analizan ejemplos tomados de investigaciones realizadas por la
autora, desde 1997, sobre el discurso presidencial en América Latina. Una va-
riedad de métodos y técnicas ha sido utilizada: análisis retórico-hermenéutico,
uso de procedimientos como el Atlas-ti, análisis icónico, construcción de léxicos,
análisis de los silencios, entre otros. En particular se hace referencia a efectos
psicosociales tales como la autorreferencia, diversas expresiones propias del
populismo y lo que puede llamarse como «efecto bumerang», es decir, cómo la
estructura del discurso puede pasar de ser directiva a ser respondiente y a tener
efectos contrarios a los que se buscaba producir. Los efectos psicosociales del
discurso político en general, y de las causas y efectos del llamado «efecto bume-
rang», son discutidos señalando sus peculiaridades e ilustrándolos con ejemplos.
Palabras claves: discurso populista, emoción, efecto «bumerang»,
autorreferencialidad.
1
Licenciada en Psicología por la Universidad Central de Venezuela, magíster en
Psicología por la Universidad Simón Bolívar y doctora en Sociología por la Escuela
de Altos Estudios Sociales de la Universidad de París. Actualmente es profesora
titular emérita en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad
Central de Venezuela. Sus áreas de investigación son: psicología social de la política,
psicología comunitaria y de la liberación, epistemología de la psicología social y
análisis del discurso. E-mail: [email protected]
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2
O Estado de Sao Paulo: 18/01/1996. Pp. B-16-17.
3
Mensaje presidencial a la Asamblea Legislativa en el inicio del 10º periodo de
sesiones ordinarias. Documento de la Presidencia Argentina, 1/05/1993.
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Red «yo-Chávez».
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Léxico y estilo
Cada presidente desarrolla su propio estilo. Aun cuando trate de imitar
a algún personaje famoso de la historia o de la actualidad, siempre, para bien
o para mal, dejará su marca en sus discursos. Además, cada figura política,
sea o no presidencial, desarrolla su propio léxico, es decir, crea su propio
vocabulario, sus propias imágenes y metáforas que permiten reconocer su
presencia en el discurso. En los estudios que he hecho, solo una persona ha
evadido esta regla: una mujer, Irene Sáenz, quien en 1998 compitió por la
presidencia de Venezuela y cuyo pronóstico electoral era óptimo al inicio de
la campaña electoral (tenía 60% de la intención de voto), pero que en las
elecciones de ese año obtuvo menos del 6%. Su discurso no solo carecía de
léxico propio sino que además era escueto y breve. Quizás su aspecto más
importante haya sido los silencios que le fueron impuestos como estrategia
para obtener aliados (Montero, 1999, 2000) y que luego le fue aplicada a ella
por su principal competidor: H. Ch.
El discurso de H. Ch es un ejemplo de producción lexical, de uso de
metáforas y de creación de un estilo discursivo propio, además del uso del
silencio descalificador ya mencionado, y de su uso y abuso de los medios de
comunicación social. En una investigación hecha entre 1999 y 2000 (Montero,
2001) se evidencia la posesión de un léxico marcado por los epítetos insultan-
tes, jerga militar y metáforas a partir del béisbol y citas hechas sobre secciones
de frases de la obra de Simón Bolívar, o de relatos bíblicos, a su manera.
Las investigaciones someramente descritas me permiten señalar que si
bien la autorreferencia es propia de todas las figuras políticas, el contexto
discursivo en el cual se presenta puede generar efectos en los cuales la respuesta
esperada puede ir más lejos de lo que se esperaba. Por tal razón es necesario
recordar algo que ya Fairclough (1992) señaló: el hecho de que todo discurso,
además de integrar un texto y constituir una práctica discursiva, es también
una práctica social que se da en un contexto y por lo tanto pertenece a un
tiempo y a un ámbito espacial específicos. Entonces, y como ya se dijo antes,
el efecto que busca el discurso, su intención y sobre todo su impacto sobre
las personas, están mediados por la sociedad, la cultura y la historia, no solo
individual sino de la colectividad en la cual se dan.
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4
Traducción de la autora.
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de esos patrones pueden ser biológicos, pero que otros son producto de «con-
ductas y pensamientos bien practicados que pueden llegar a ser habituales»
hasta llegar a ser una «segunda naturaleza» (18). Wallon (1964) afirmaba que
las emociones cumplen una función motivadora de la cognición, por lo cual
son necesarias para adquirir y para producir conocimiento y también para
realizar conductas transformadoras. Esto revela la mutua influencia entre
esos fenómenos. Su tratamiento como aspectos aislados puede deberse a la
organización reduccionista que cierta manera de hacer ciencia ha impuesto a
los fenómenos que estudia. Consideremos pues que la emoción, la cognición
y la acción están íntimamente ligadas y son parte del proceso de conocer e
interpretar el mundo, para transformarlo, propia de los seres humanos.
Y al parecer, intuitivamente, las personas lo han sabido siempre. Por
eso responden a sutiles signos que hablan de sus estados de ánimo, de sus
sentimientos, de su emoción, y que no solo permiten explicar sus acciones,
sino además predecirlas. Esa relación entre saber, sentir y actuar es conocida
en el ámbito de la política. Por eso los actos de habla5 en el DP cuidan mu-
cho el modo de introducir la intención en la ilocución a fin de lograr efectos
perlocutivos que convengan a los designios y deseos de los hablantes y de los
grupos que los apoyan.
Así, una función del DP es producir o movilizar emociones en los oyentes,
para generar emociones positivas hacia los aspectos que favorecen al hablante,
y negativas hacia los que son contrarios a su posición política. Esta función
del DP es conocida y ha sido usada desde la antigüedad.
La construcción de la realidad y nuestra autoconstrucción dentro de esa
realidad suponen esa unión compleja de emociones, cognición y comporta-
miento que afecta diferencialmente a las personas, por lo cual no hay un ajuste
isomórfico entre causa, percepción y respuesta. El DP presenta versiones de
los acontecimientos, interpretaciones sobre el contexto social, sus condiciones
y posibilidades, y busca llegar a ese núcleo individual en el cual la historia
personal, el contexto social, el mensaje que se está recibiendo y la imagen
que se ha formado del emisor, se conjugan para emocionarnos positiva o
negativamente, logrando una forma de captar el mundo o una parte de él, en
la cual, como dijo Sartre ([1934] 1996: 262), el objeto afectivo y el objeto
afectado se unen en una síntesis. Síntesis orientada en este caso por el DP.
5
La teoría de los actos de habla (Austin, 1962 y Searle 1990) considera que en un
acto de habla se emiten palabras (morfemas, oraciones) en actos de emisión; se
realizan actos propositivos (referir, predicar) y actos elocutivos (enunciar, pregun-
tar, prometer, exigir, etcétera). En estos últimos la persona hablante introduce la
intención. Todo acto de habla tiene además efectos perlocutivos que ocurren en
quienes perciben esos actos. La emoción del oyente puede ser el efecto perlocutivo
de actos de habla en el DP.
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Dicha frase tiene un sentido violento ya que implica una acción que de
manera forzosa es infligida a una víctima indefensa. La palabra buche cons-
truye al otro como un ave de corral (pollo por ejemplo) alimentada a la fuerza
para luego de engordada, ser sacrificada. Aplicada a seres humanos significa
la imposición de algo, que va contra la voluntad del sujeto receptor pasivo de
la acción. Es una acción originada en la voluntad y deseo de un sujeto activo,
agresor, que a la vez que impone su fuerza transforma al otro en objeto.
Pero en la semana del 8 al 14 de octubre de 2006 ocurrió una sorpren-
dente mudanza. En todos los diarios apareció una nueva imagen de H.Ch
con un drástico cambio de estilo tanto verbal como icónico. El color rojo de
sus camisas había sido cambiado por azul celeste y el mensaje destilaba amor
en casi todas sus frases.
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MENSAJE DE AMOR
PARA EL PUEBLO DE VENEZUELA
NECESITO TU VOTO
TU VOTO POR AMOR
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Conclusión
El efecto bumerang afecta a las emociones, radicalizando los sentimientos
tanto positivos como negativos. No obstante, puede ser pasajero y no puede
esperarse que su impacto se mantenga, a menos que otros aspectos en el
contexto entren en juego y que la reacción al fenómeno cuente con un mo-
vimiento organizado y preparado en la audiencia que lo recibe. Lo que suele
ser llamado como «oposición» en Venezuela no es un movimiento, no está
organizado ni es UNA oposición, sino un conglomerado de organizaciones y
tendencias, una masa de personas cada vez más insatisfechas que se oponen
a medidas específicas y rechazan el autoritarismo presidencial, por tal razón
es difícil que pueda dar respuestas que aprovechen los bumerang que el DP
del presidente H.Ch arroja.
Aún así es posible construir la hipótesis de que los efectos acumulados
del maltrato discursivo, la agresión verbal en sus variadas formas, el incumpli-
miento de las promesas y las contradicciones entre palabras y hechos puedan
conducir a lo que Freire (1970), siguiendo a Vieira Pinto, llamó «situaciones
límite». Al hacerse insoportable una condición impuesta deviene en situación
límite y el corolario de las situaciones límite es el «acto límite», aquella ac-
ción dirigida a la superación y negación de lo impuesto, lo dado como forma
esencial, única posible, de ser de algún fenómeno o situación, ante el cual se
espera aceptación dócil y pasiva.
La marcha multitudinaria del 11 de abril de 2002 comenzó a desarrollar
aspectos de acto límite cuando la población que marchaba decidió llegar hasta
el palacio presidencial de Miraflores a solicitar la renuncia al presidente. Esto
colocó a su vez al campo oficialista ante una situación límite. La respuesta
dada fue un acto límite: disparar contra personas indefensas. Después vino
el recrudecimiento de la política contra la cual se protestaba y, por parte de
la oposición, la solicitud del ejercicio de un derecho constitucional: hacer un
referéndum revocatorio del mandato presidencial de H.Ch. Desde 2002 hasta
2004, cuando este tuvo lugar, los esfuerzos de los grupos beligerantes se de-
dicaron a luchar por ejercer ese derecho y tratar de obstaculizar ese derecho.
Los resultados del referéndum, según las cajas de votos abiertas y las máquinas
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El pensamiento de Michel Foucault
como ontología crítica del presente:
aproximaciones a una analítica
posible para el estudio de la sociedad
contemporánea
Resumen
El siguiente artículo se propone indagar los principios metodológicos pre-
sentes en el pensamiento de Michel Foucault. Para ello procede estableciendo
planos y contraplanos sobre su analítica, destacando la relevancia de la crítica
entendida como un gesto ético capaz de conducir el trabajo investigativo
hacia una ontología del presente. Se estima que una tal indagación destaca
la pertinencia de categorías conceptuales y entradas diversas u alternas a las
formas tradicionales de acceso a las relaciones entre el poder, la subjetividad
y la ética en ciencias sociales, razón por la cual fundamenta la pertinencia
de pensar y abrir campos de problematización posibles en el estudio de la
sociedad contemporánea.
Palabras clave: ontología del presente, genealogía, dispositivo, dia-
grama.
1
Magíster en Ciencias Sociales y Sociología por la Universidad de Chile. Docente
e investigador en Universidad Andres Bello, Facultad de Ciencias de la Rehabili-
tación, Escuela de Terapia Ocupacional, Fernández Concha 700, Santiago, Chile.
Sus áreas de investigación son: gubernamentalidad, subjetividad y biopolíticas
contemporáneas. E-mail: [email protected]
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2
Dentro de estos trabajos, los que revisten mayor importancia incluyen: la conferen-
cia inaugural de los cursos en el Collège de France pronunciada en 1970 y publicada
como El orden del discurso (2005a); el artículo publicado en 1971 bajo el nombre
«Nietzsche, la genealogía, la historia» (en Foucault, 1980); la investigación sobre
el nacimiento de la prisión publicada el año 1975, Vigilar y castigar (2008a); el
curso en el Collège de France del periodo 1975-1976 publicado como Defender
la sociedad (2006b); y el artículo «¿Qué es la Ilustración?» del año 1984 (2010).
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Cuatro años antes (1966, en Foucault, 2010) formula esta misma idea
a través de una noción que contiene los rudimentos del gesto crítico y los
principios metodológicos que desarrollará con fuerza a partir de las investiga-
ciones de los años setenta, aun cuando reconoce en ella la posibilidad, todavía
incierta, de su desarrollo en el pensamiento occidental. Se trata de una forma
de pensamiento que denomina pensamiento del afuera, ligada estrechamente
a una dimensión vital que compromete la experiencia del mundo, de tal ma-
nera que experimentar el afuera implicará tomar contacto con la materialidad
del pensamiento, ejercitar la transgresión de los soportes y presupuestos con
los cuales se estructura la existencia para hacer surgir sus límites exteriores,
la dispersión en que se funda toda positividad. Este pensamiento perfila así
una ética que recorre los trabajos de Foucault, conduciendo las formas de
investigación, los principios metodológicos asociados y los objetos en que
sitúa su mirada:
3
Entre el año 1970 y 1984, Michel Foucault dictó 13 cursos, de los cuales solo nueve
han sido traducidos al español. El primer conjunto de lecciones expresa la preocu-
pación creciente del filósofo por el estudio del poder, exhibiendo un desplazamiento
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Foucault describe esta actitud crítica como un proyecto que debe prescin-
dir de toda búsqueda de estructuras formales con valor universal, para situar
la mirada sobre los acontecimientos que nos han conducido a constituirnos y
a reconocernos como sujetos. La crítica toma así la forma de una investigación
histórica, genealógica en su finalidad y arqueológica en su método:
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Panóptico es el nombre de un proyecto arquitectónico formulado a fines del siglo
XVIII por el filósofo liberal Jeremy Bentham, pensado para la construcción de espa-
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cios carcelarios con celdas distribuidas de manera concéntrica en torno a una gran
torre de vigilancia. Tal disposición arquitectónica, se propuso instituir una función
de vigilancia en que los prisioneros subjetivaran su reclusión como un régimen óptico
absoluto, sin posibilidad de verificar la presencia física del carcelero, de modo que
este último podía no estar presente y agenciar, de todos modos, los comportamientos.
Foucault verá en esta proyecto una metáfora del régimen de poder moderno, por lo
que, en su interpretación, el panóptico no será reducido al espacio carcelario sino
que representará, más ampliamente, un proyecto específico de sociedad.
6
Por ejemplo, las instituciones disciplinarias organizadas en torno al modelo del
panóptico (prisión, escuela, asilo, etcétera), tendrán como condición de emergencia
la inserción, adherencia y maximización controlada de las fuerzas corporales en
la génesis y expansión de la producción capitalista industrial (Foucault, 2001).
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La analítica de la gubernamentalidad
Visto en perspectiva, el dispositivo en Foucault será la noción que habilita
un trabajo genealógico orientado por un diagnóstico crítico del presente, al
permitir identificar los principios de organización y las regularidades que dan
forma a las relaciones poder-saber en la sociedad moderna. Sin embargo, es
preciso dar cuenta de un desplazamiento importante en esta noción, a partir
del curso Seguridad, territorio, población (2006a), en cuanto al sustrato de
7
A lo largo de sus trabajos, el filósofo de Poitiers distinguirá tres tipos de dispositi-
vos: el de soberanía, el disciplinario y el de seguridad, connotando antes que una
sucesión histórica de diagramas de poder, su organización diferencial en torno un
principio (relaciones de soberanía, disciplinas, seguridad) emplazado como vértice
dominante en el agenciamiento de los efectos de poder en la sociedad (2006a).
Al mismo tiempo, distinguirá un dispositivo de sexualidad, de saber, de verdad y
de subjetividad, para designar los efectos de poder resultantes de las relaciones
específicas entre conjuntos heterogéneos conformados por practicas discursivas y
no discursivas.
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La formulación original de Clausewitz ha sido traducida como «la guerra es la
continuación de la política por otros medios», a lo que cabría suponer, en la inver-
sión de Foucault, el enunciado «el poder político es la continuación de la guerra
por otros medios». Para un desarrollo pormenorizado de esta tesis del estratega
militar alemán, ver Clausewitz, C. (1999). De la guerra. Madrid: Ediciones del
Ministerio de Defensa de España.
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Las cursivas son mías.
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Por ejemplo, en la forma de instituciones diversas
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Foucault mencionará, al respecto, que con la formalización de la sociedad dis-
ciplinaria, todas las instituciones se parecerán a la prisión: la fábrica, la escuela,
el asilo, el hospital, etcétera, pues cada una de ellas expresa la racionalidad de
conjunto de un poder disciplinario cuyo objetivo es la composición de las fuerzas
en el espacio-tiempo.
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Una vez más, hay toda una serie que se termina con el poder
pastoral pero que, desde otro punto de vista, converge con el
poder del Estado. Pueden hacer pasar el corte en tal sitio o en tal
otro según vuestra meta. A veces la duración será corta. Siendo
toda serie espacio-temporal, tienen series de corta duración. O
pueden construir también series de larga duración (248).
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Umbral
Cuando Foucault se pregunta qué es la crítica, qué es lo que revela especí-
ficamente su singularidad, dará una respuesta propiamente ética, designando
la implicación de la analítica en un gesto capaz de expresar una experiencia del
mundo que afirma la pregunta por la actualidad. Crítica como actitud, postura,
escenificada en la afirmación de lo epistemológica y políticamente excluido: el
afuera, envés y condición de un pensamiento que activa la interrogación del
presente como ontología histórica de nosotros mismos. El situar la pregunta
crítica sobre las condiciones de posibilidad del presente conducirá a afirmar
el afuera como lugar de contacto con la materialidad del pensamiento, desde
donde es posible ejercitar la transgresión de los presupuestos con los cuales se
estructura la existencia, haciendo surgir sus límites exteriores y la dispersión
en que se funda su posibilidad, reconociendo allí el sustrato de relaciones de
fuerzas que organizan la experiencia del mundo, así como la propia configu-
ración conflictiva de lo social.
Desde este punto de mira, la analítica de Foucault consistirá, como un
saber en perspectiva, siempre parcial, en la tarea de apreciar los sucesos histó-
ricos como conjuntos heterogéneos recorridos diagonalmente por relaciones
de fuerzas. Será este el campo en el cual se revelan las cartografías singulares
de las relaciones entre el poder y el saber para la intelección crítica, asumiendo
la forma de una investigación histórica que es genealógica en su finalidad y
arqueológica en su método, por cuanto no intenta elevarse a la categoría de
un saber universal, sino constituirse en acto como una analítica estratégica
y posicional. No será relevante en este escenario, analizar los orígenes de las
formaciones discursivas y no discursivas, sino su procedencia, el modo en que
han llegado a ser lo que son en el presente como efectos de la dispersión y el
accidente: nada que se aproxime a una necesidad histórica, nada que pueda
ser inscrito en una línea de progresión o desarrollo histórico inmanente, sino
afirmación del acontecimiento y su posibilidad de apertura. La analítica de
Foucault es en este sentido una estrategia para conjurar todo retorno, toda
esencialización de los fenómenos sociales, para dar lugar a la figura de lo
emergente, activado por relaciones de fuerzas que designan lugares de en-
frentamiento en la historia de la sociedad moderna.
Hacer la ontología crítica del presente, impondrá por ello la tarea de
analizar cómo surgen, se desarrollan y se multiplican las relaciones de poder-
saber y sus efectos a partir de elementos heterogéneos, plurales y múltiples,
organizados en redes materializadas históricamente como dispositivos que
expresan sus racionalidades de conjunto. En la analítica de Foucault, el
dispositivo será central, pues dotará a la genealogía de una red específica de
análisis que permitirá reunir elementos desiguales y establecer un conjunto de
relaciones flexibles entre formaciones discursivas y no discursivas, en torno a
una figura única que opera como grilla de inteligibilidad de prácticas empla-
zadas históricamente en la organización del cuerpo social: en el análisis de la
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Referencias
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Actitudes hacia la paz y la guerra,
identidad social e ideología en
universitarios peruanos1
Resumen
Finalizada la Guerra del Pacífico (1879-1884), las relaciones entre Chile
y Perú han atravesado por etapas de animosidad o indiferencia a lo largo del
tiempo. A fines del siglo XX, sin embargo, se gestó un mayor acercamiento
entre los gobiernos y ciudadanos de ambos países. Una muestra de esto lo
representa el actual dinamismo de los flujos comerciales bilaterales. Pero este
periodo de integración podría enfrentar un retroceso, una vez que se conozca
el fallo que entregará la Corte Internacional de La Haya sobre un diferendo
marítimo entre estos países. Este fue el telón de fondo donde se desarrolló
la presente investigación, cuyo propósito general fue explorar las actitudes
hacia la paz y la guerra, entendidas como dos dimensiones independientes.
Para tal fin se utilizó la Escala de Actitudes hacia la Paz y la Guerra (EAPG)
elaborada por Bizumic et al. (2013), la que fue aplicada a 449 universitarios
de Lima (Perú). Se analizó la estructura factorial de la EAPG así como el papel
predictor de la identidad nacional, la identidad latinoamericana, el naciona-
1
El primer autor hace extensivo su reconocimiento al doctor Ravi Iyer, quien le
facilitó una copia de la versión en inglés de la Escala de Actitudes hacia la Paz y
la Guerra.
2
Psicólogo, doctor en Psicología por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es
investigador-docente en la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarro-
llo (Concepción, Chile). Sus áreas de investigación son: relaciones intergrupales,
actitudes, aculturación y psicología transcultural. Email: [email protected]
3
Psicólogo, PhD por la Julius-Maximilian-Universität, Alemania. Es docente en la
Facultad de Psicología de la Universidad Ricardo Palma (Lima, Perú). Sus áreas
de investigación son: prejuicio, discriminación e historia de la psicología. E-mail:
[email protected]
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Actitudes hacia la paz y la guerra, identidad social e ideología...
que los envíos chilenos al Perú alcanzaron más de USD 1.100 millones (López
y Muñoz, 2011). Pero este alentador escenario podría sufrir un vuelco con
una demanda de delimitación marítima que Perú entabló a Chile el 2008
y cuyo fase oral se desarrolló durante el 2012 en la Corte Internacional de
Justicia de la Haya.
La sentencia, que será notificada a fines de enero del 2014, abre incógnitas
respecto a cuál será la posición que tomen estos gobiernos si la resolución es
contraria a sus expectativas. La mayoría de las veces las decisiones han sido
acatadas por los países litigantes. No obstante, hay casos donde una parte
percibe el resultado como desfavorable y dictamina la inaplicabilidad del
fallo. Esto fue lo que hizo recientemente Colombia, al enterarse que la Corte
Internacional le entregó una amplia extensión de mar a Nicaragua.
Haciendo eco de estos temores, dos prestigiosos intelectuales de Chile y
Perú han hecho un «llamado a la concordia» para que sus pueblos puedan
superar sus diferencias, sea cual fuese la sentencia de la Corte Internacional
(Edwards y Vargas Llosa, 2012). No menos importante ha sido la organización
de numerosos encuentros bilaterales de carácter político y académico, que se
han gestado en los últimos años con el fin de delinear los escenarios de conver-
gencia futura posfallo (Fernandois, Zapata, Parodi y González, 2011; García,
López, Muñoz y Bueno, 2011). Sin embargo, la ciudadanía de ambos países
parece ser menos optimista. Un estudio de opinión pública a nivel nacional
en Chile y Perú exploró distintos escenarios respecto al resultado del litigio
(ver PUCP e ICSO, 2010). Ante la pregunta «¿cuál cree que será la reacción
del gobierno vecino?», el 48,1 % de chilenos opinó que el Perú «acatará el
fallo o acatará aunque expresando disconformidad», mientras que algo menos
del 30 % de peruanos expresó que el Estado chileno reaccionará de la misma
manera. Estos resultados revelan que solo un grupo reducido de personas
piensa que el fallo será respetado por el vecino, siendo más acentuada esta
desconfianza entre la población peruana.
Sin duda, un tema tan delicado como este requiere abordarse desde
vertientes políticas y diplomáticas, pero no exclusivamente. Es incontestable
que la incorporación de constructos individuales y sociales puede enriquecer
el análisis de esta situación. Desde esta perspectiva, se decidió encuestar a un
grupo de universitarios peruanos con el fin de conocer sus actitudes hacia
la paz y la guerra, además de otras variables psicosociales. Pensamos que
los resultados presentados en este estudio —además de un interés académi-
co— podrían servir para estimar la tendencia de un segmento de la sociedad
peruana hacia el pacifismo o el belicismo, una vez que la Corte Internacional
de Justicia se haya pronunciado sobre este caso.
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jerarquizadas entre los grupos que componen una sociedad (Pratto, Sidanius,
Stallworth y Malle, 1994). Distintas investigaciones demuestran correlaciones
medias y altas entre la ODS y el apoyo a la guerra, especialmente aquellos
conflictos que promueven los intereses de una nación y su dominio (Duckitt
y Sibley, 2007). La ODS combina dos constructos relacionados entre sí pero
distintos conceptualmente. El primero es la orientación a la dominancia social,
que designa una creencia en que el propio grupo debiera ubicarse en la parte
más alta de la escala social y que los otros grupos debiesen subordinarse a
este. Esta creencia se asocia con más hostilidad y competencia intergrupal. El
segundo es la oposición a la igualdad, que refleja una tendencia a apoyar la
marginación de las minorías dentro de una sociedad e impedir que estas no
reciban ayuda para superar esta situación. Esta creencia se relaciona positi-
vamente con el conservadurismo político y la ausencia de compasión hacia
las minorías desaventajadas (Kugler, Cooper y Nosek, 2010).
Resumen de hipótesis
La presente investigación pretende profundizar en el conocimiento de
las actitudes hacia la paz y la guerra, entendidas como dimensiones indepen-
dientes, usando como escenario sociohistórico el litigio por el límite marítimo
que involucra a Chile y Perú. El primer objetivo fue analizar la estructura
factorial de la EAPG en una muestra de universitarios peruanos. Al respecto,
nuestra primera hipótesis fue que se replicará en este grupo los dos factores
reportados por Bizumic y colaboradores (2013). Adicionalmente y siguiendo
la misma línea del artículo original, el segundo objetivo fue conocer el efecto
de la identidad nacional, la identidad latinoamericana, el nacionalismo y la
ODS sobre las actitudes hacia la paz y la guerra. La segunda hipótesis que
planteamos es que la identidad latinoamericana predecirá positivamente las
actitudes hacia la paz, mientras que la identidad nacional, el nacionalismo
y la ODS predecirán negativamente las actitudes hacia la paz. En cuanto a
las actitudes hacia la guerra, se postula una tercera hipótesis con un patrón
de relaciones opuestas a la anterior. En términos concretos, se espera que la
identidad nacional, el nacionalismo y la ODS predecirán positivamente las
actitudes hacia la guerra y que la identidad latinoamericana predecirá nega-
tivamente a las actitudes hacia la guerra.
Método
Participantes
La recolección de datos se realizó durante los últimos meses del 2011 en
tres universidades de Lima (Perú). Participaron de este estudio 449 universi-
tarios (262 hombres y 187 mujeres), cuyo promedio de edad fue 20,7 años
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Instrumentos
En todas las medidas se utilizó una escala de respuesta tipo Likert de
7 puntos (1 = Totalmente en desacuerdo; 7 = Totalmente de acuerdo). La
dimensionalidad de las escalas se evaluó con Análisis Factorial Exploratorio
(AFE), utilizando el procedimiento de extracción de ejes principales y rotación
Oblimin. En todas las escalas, solo los ítems con cargas factoriales superiores
a 0,30 fueron considerados. Los puntajes para cada variable fueron resultado
de promediar los ítems pertenecientes a cada escala.
Identidad nacional
Para medir el grado en que los universitarios se identifican con su país,
se empleó una escala de cuatro ítems adaptados de distintos autores (v.g.,
Pehrson, Brown y Zagefka, 2009). Los ítems fueron: «Siento fuertes lazos con
los peruanos», «Siento un gran amor por Perú», «Me siento orgulloso de ser
peruano» y «Ser peruano es parte importante de mi identidad» (α = 0,91).
Identidad latinoamericana
Fueron adaptaron cuatro ítems descritos en distintas investigaciones para
construir esta escala (v.g., Phinney, 1992). Los ítems fueron: «Siento fuertes
lazos con los latinoamericanos», «Estoy comprometido con los temas que
preocupan a los latinoamericanos», «Me siento orgulloso de ser latinoameri-
cano» y «Ser latinoamericano es parte importante de mi identidad» (α = 0,86).
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Nacionalismo
Para evaluar esta variable se adaptaron tres ítems de Kosterman y
Feschbach (1989). Los ítems fueron: «Perú debiera ser un país económicamente
dominante en América Latina», «Los países vecinos estarían mucho mejor si
Perú influyera más en ellos» y «Me importa mucho que Perú sea el número
uno en todo lo que hace» (α = 0,78).
Resultados
En primer término, se realizó un AFE para evaluar la validez de la EAPG
en las respuestas de 200 participantes seleccionados de forma aleatoria del total
de la muestra. A diferencia del procedimiento empleado por Bizumic y colabo-
radores (2013), se aplicó el AFE sin establecer a priori un número específico de
factores. Los resultados mostraron un Chi-Cuadrado significativo del Test de
Esfericidad de Bartlett y un valor del Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) igual a 0,78,
lo que nos informa que estos datos son apropiados para realizar este análisis.
Los datos muestran cuatro factores que explicaron el 40,83% total de la
varianza. El primer factor explicó 23,03% de la varianza, el segundo 9,44%,
el tercero 5,77% y el cuarto 2,57%. Se puede apreciar en la tabla 1 que todos
los ítems presentan cargas factoriales entre 0,333 («A veces, la defensa de la
paz puede entorpecer el progreso de nuestro país») y 0,847 («Debemos dedicar
toda nuestra energía en asegurar la paz en todo el mundo»). Cada uno de los
factores estuvo compuesto por cuatro ítems y solo dos ítems presentaron cargas
factoriales en más de un factor. A continuación se procedió a rotular cada uno
de los factores. Los dos primeros fueron claramente interpretables. Como el
primer factor contiene ítems que destacan a la paz como un tema esencial para
la humanidad, lo llamamos pacifismo. Por su parte, el segundo factor presenta
ítems que denotan que la guerra es una empresa moralmente justificable, por
lo que se le denominó militarismo. El tercer factor fue llamado aborrecimiento
de la guerra, pues los ítems denotan un rechazo absoluto a la guerra como so-
lución de conflictos. Finalmente, el cuarto factor contiene ítems que cuestionan
la importancia de la paz, por lo que se le nombró sobrevaloración de la paz.
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Tabla 1. Cargas factoriales del análisis factorial exploratorio para los ítems
de la Escala de Actitudes hacia la Paz y la Guerra
Ítems F1 F2 F3 F4
La prioridad de nuestro país
0.380
debería ser la paz mundial.
Debemos dedicar toda nuestra
energía en asegurar la paz en 0.847
todo el mundo.
Creo que la paz es
0.795
extremadamente importante.
La paz destaca las mejores
0.630
cualidades en una sociedad.
A veces, la defensa de la paz
puede entorpecer el progreso de 0.358 0.333
nuestro país.
La guerra es a veces la mejor
0.540
forma de resolver un conflicto.
Bajo ciertas condiciones,
la guerra es necesaria para 0.652
mantener la justicia.
Aunque la guerra es terrible,
0.805
tiene algún valor.
No hay justificación razonable
0.554
para la guerra.
La guerra es un acto inútil que
0.457
resulta en la autodestrucción.
Los males de la guerra son
mayores que cualquier beneficio 0.413
posible.
La guerra genera la falta de
0.719
respeto por la vida humana.
La gente que cree en la paz como
un valor supremo es usualmente 0.354
débil y cobarde.
Existen muchas cosas en la vida que
0.383
son más importantes que la paz.
En general, no estoy muy
preocupado por la paz en el -0.359 0.457
mundo.
Los resultados deseables que
trae la guerra, no han recibido la 0.334
atención que se merecen.
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χ2 /
χ2 df CFI TLI RMSEA SRMR
df
Escala con 1 factor
426.42 104 4.10 0.665 0.614 0.112 0.094
(Modelo 1)
Escala con 2
232.56 89 2.61 0.851 0.799 0.080 0.061
factores (Modelo 2)
Escala con 3
145.03 75 1.93 0.927 0.884 0.061 0.041
factores (Modelo 3)
Escala con 4
102.18 62 1.65 0.958 0.919 0.051 0.032
factores (Modelo 4)
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.50 .73 .45 .65 .50 .60 .46 .68 .63 .67 .48 .79 .79 .76 .56
.75 .47 .80 .58 .74 .65 .79 .54 .60 .55 .77 .37 .38 .42 .68
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M DS 1 2 3 4 5 6 7 8 9
212
5. Identidad peruana 5.96 1.11 .35** -.22** .31** -.20** 1
estudio (N = 449)
6. Identidad
5.32 1.10 .29** -.18** .29** -.09 .54** 1
latinoamericana
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8. Dominancia grupal 3.41 0.99 -.13* .44** -.24** .35** -.11* -.08 .10* 1
9. Oposición a la
2.66 1.00 -.41** .28** -.41** .28** -.36** -.30** -.21** .24** 1
igualdad
Tabla 3. Promedios e intercorrelaciones de las variables empleadas en el
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Discusión
La tesis referida a la dimensionalidad de las actitudes hacia la paz y la
guerra se vio respaldada por los resultados de nuestra investigación. A pesar
de esto, no se pudo replicar el modelo bifactorial reportado por Bizumic y co-
laboradores (2013). En su lugar se identificó una estructura de cuatro factores,
confirmada además por un AFC. Si bien dos de ellos (pacifismo y militarismo)
coinciden con los del artículo original, en el presente estudio surgieron dos
nuevos, como son el aborrecimiento de la guerra y la sobrevaloración de la
paz. Es interesante añadir que no existió redundancia entre ninguno de los
factores, pues las intercorrelaciones entre estos fueron moderadas y en la
dirección esperada.
Los datos nos ofrecen evidencia empírica para sostener que la EAPG apli-
cada en una muestra de universitarios peruanos presenta cuatro factores. Una
explicación para esto se puede deber al procedimiento de extracción. Puesto
que el nuestro fue exploratorio, no se estableció de antemano un número de
factores, a diferencia de Bizumic y colaboradores (2013), quienes propusieron
a priori dos factores. Este resultado, sin embargo, deja abierta la interrogante
de si esta solución tiene sentido teórico. Nosotros pensamos que sí.
Los análisis conceptuales de algunos autores provenientes de las ciencias
políticas o la ética han ofrecido distintas tipologías del pacifismo y el milita-
rismo. El factor que llamamos pacifismo se asemeja al concepto de pacifismo
absoluto acuñado por Cady (1989). En esta categoría se encuentran personas
que consideran que el valor de la vida humana es tan elevado, que no existe
justificación para asesinar a una persona de forma deliberada. Siguiendo este
argumento, bajo ningún punto de vista aceptarían participar de una guerra,
aun cuando tuviese como móvil la autodefensa del país. En contraposición,
el factor militarismo es afín a conceptos que utilizan el mismo nombre para
describir un conjunto de valores que apoyan las actividades militares y po-
sibilita que los países se movilicen para la guerra (Winter, Pilisuk, Houck y
Lee, 2001). En cuanto al factor aborrecimiento de la guerra, este se inspira
en el concepto acuñado por Chiba (2008). Este aborrecimiento o repulsión
por la guerra describe a aquellos individuos que desestiman todo argumento
que apoye las acciones bélicas y cuya actitud pudiera estar vinculada a una
experiencia directa con un conflicto armado. Finalmente, el factor sobrevalo-
ración de la paz se puede inscribir en una perspectiva realista aplicada a las
relaciones internacionales, entre ellas, las bélicas. Desde una mirada realista,
la guerra es entendida como parte inevitable de un sistema mundial anárquico.
Por tanto, su respaldo se justifica si los intereses nacionales son amenazados
por otra nación (Waltz, 1979).
Dos razones nos surgen para entender la complejidad de las actitudes
hacia la paz y la guerra de nuestros participantes. La primera razón se relacio-
na con que, dentro de Sudamérica, Perú es uno de los países que cuenta con
más fronteras, lo que ha generado que su historia esté plagada de relaciones
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bélicas con sus vecinos (León, 2006). Al igual que otras sociedades, la imagen
que los peruanos se han formado de sus vecinos está parcialmente construida
por el modo en que la historia es transmitida a través de los textos escolares
(Cavieres, 2006). En ese sentido, algunos autores han coincidido en señalar
que los textos peruanos de historia comunican un relato fundado en el na-
cionalismo, priorizando aspectos militares y cuyo fin es reforzar la imagen
de la propia colectividad en contraposición a la del vecino (Parodi, 2011).
La otra razón puede relacionarse con los hechos acaecidos durante el
periodo comprendido entre 1980 y 1995, en el cual el Estado peruano se
enfrascó en un conflicto armado interno con el movimiento terrorista de
filiación maoísta, Sendero Luminoso (Stern, 1998). Los estudios que se han
ocupado de este tema han señalado que esta conflagración produjo más de 30
mil muertos y desaparecidos, principalmente campesinos quechua-hablantes
(Comisión de la Verdad y Reconciliación, 2003, pero para una crítica sobre
los datos oficiales de las bajas ver Rendón, 2012). Es posible que muchos de
los participantes de nuestro estudio fuesen niños en esa época y aun cuando
no hayan sido víctimas directas de algún tipo de violencia, el haber estado
expuestos a este contexto puede haber influido en que sus opiniones sobre la
paz y la guerra sean mucho más complejas y diversas que las de los jóvenes
de otros países.
A pesar de estos antecedentes, nos sorprende la fuerte adhesión de los
universitarios peruanos con el pacifismo y el aborrecimiento de la guerra, así
como el escaso apoyo del militarismo en general. Esto se puede clarificar con
el análisis de los predictores que propusimos en este estudio.
Contrariamente a lo que esperábamos, la identidad nacional predijo en
sentido positivo las actitudes hacia la paz y en sentido negativo las actitudes
hacia la guerra. Esto podría significar que esta dimensión se configura prin-
cipalmente sobre la base de un orgullo sano, orientado a destacar lo positivo
del propio grupo y no a establecer una relación beligerante o derogatoria
con otros países (Brewer, 2001). Además, la fuerte identificación con su país
se diferencia de lo encontrado en otros estudios, en la que los peruanos han
mostrado una identidad nacional más bien negativa o ambivalente (Rottenba-
cher y Espinosa, 2010). La valoración positiva encontrada en nuestro estudio
puede responder, entre otras cosas, al auge económico experimentado por Perú
en los últimos años, que lo ha ubicado entre los países que más han crecido
dentro de América Latina. A esto se puede sumar un conjunto de eventos
como la entrega del premio Nobel de Literatura a Vargas Llosa o el boom de
la comida peruana a nivel internacional.
Con respecto a la identificación con América Latina, tal como se predijo,
se asoció positivamente con las actitudes hacia la paz y negativamente con
las actitudes hacia la guerra. Este constructo parece ser un buen predictor de
actitudes intergrupales positivas, como se ha observado en otros estudios. Por
ejemplo, González, Sirlopú y Kessler (2010) encontraron que los miembros de
215
David Sirlopú | Ramón León
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219
La psicología política iberoamericana en
el contexto universal1
Edgar Galindo2
Portugal
Resumen
En este trabajo se analiza brevemente el desarrollo de la psicología
política desde sus orígenes hasta el siglo XXI, siguiendo las líneas trazadas
por Dorna (1998), para situar en ese marco a la psicología iberoamericana,
o sea de lengua española y portuguesa. Son analizadas las matrices de len-
gua inglesa, francesa y alemana propuestas por el mismo autor y se añade
la matriz rusa en el rubro de la psicología marxista. La revisión muestra la
consolidación de una psicología política científica internacional en la que par-
ticipan los iberoamericanos. La psicología política iberoamericana comparte
con la psicología política universal los temas y las preocupaciones. En este
contexto el autor concluye que, si se habla de una contribución propia de los
iberoamericanos a la psicología política, esta debe ser buscada en el acervo
de la psicología comunitaria.
La psicología política iberoamericana, o sea de lengua española y portu-
guesa, solo es comprensible en el contexto de la psicología política universal.
En este trabajo se analiza sucintamente el desarrollo de la psicología política
desde sus orígenes hasta el siglo XXI, para situar en ese marco uno de sus
frutos: la psicología iberoamericana.
1
Una versión de este capítulo forma parte del libro Psicología y diplomacia, del
autor.
2
Psicólogo, diplomado en Estudios Diplomáticos, exmiembro del cuerpo diplomático
(México), doctor (Ph.D.) por la Freie Universität Berlin, Alemania. Es profesor
asociado en el Departamento de Psicología de la Universidad de Évora, Portugal.
Sus líneas de investigación son: desarrollo psicológico desviado, psicología política
y relaciones internacionales. E-mail: [email protected]
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declarado del conductismo, pues sus teorías sostienen que las características
conductuales (al igual que las morfológicas) se heredan, y que la conducta
humana está orientada a una meta, es propositiva y está motivada por un
número significativo de instintos heredados que no siempre son conscientes
para el individuo. Fue un defensor de la eugenesia y se conocen escritos suyos
francamente racistas.
El caso de Wallas es radicalmente diferente. Es considerado uno de los
padres de la psicología política por haber sido psicólogo y político a la vez.
En sus trabajos argumenta que es necesario hacer un análisis sociopsicológico
de la sociedad para explicar los problemas creados por la modernidad y que
no se puede entender la política sin tomar en cuenta la naturaleza psicológica
de los seres humanos que la practican. Para empezar, sostiene que es falsa la
suposición de que toda acción humana es producto de un proceso intelectual,
en el que el hombre piensa en sus objetivos y luego define los medios para
alcanzarlos (Wallas, 1920: 21). El hombre es gobernado por emociones y la
política por «emociones políticas» que son resultado de agentes inconscientes
e irracionales. La prueba, dice, son las guerras que estamos presenciando. No
obstante, como pensador socialista aboga por una sociedad mejor, basada
en atender las necesidades de los menos privilegiados, que en la sociedad
moderna tienen la oportunidad, por primera vez en la historia, de decidir
conscientemente su futuro (Wallas, 1920; Prefacio a la tercera edición). Esta
posición exige un ajuste de cuentas con el darwinismo social, que Wallas, lleva
a cabo con una modernidad sorprendente, afirmando que el mejoramiento de
la especie humana solo puede provenir de la cooperación social consciente
y no del conflicto ciego entre individuos (Wallas, 1920: 11). En resumen,
Wallas, al igual que sus predecesores, cree en la influencia determinante de la
naturaleza sobre el comportamiento, pero a diferencia de ellos concluye que
la sociedad debe confiar en mejorar a través de la educación y cooperación,
incluyendo la cooperación política en el nivel internacional.
Hans Eysenck, psicólogo británico de origen alemán, es tan controvertido
como Galton o McDougall. Sus investigaciones sobre las diferencias individua-
les lo han llevado a defender tesis muy cercanas al racismo. No obstante, sus
trabajos sobre las actitudes sociales y la personalidad gozan de gran prestigio
en la psicología. Sus investigaciones analizan empíricamente las relaciones
entre ciertas actitudes (antisemitismo, conservadurismo o extremismo) y
variables como la edad, el sexo, el salario, la personalidad, la educación o la
clase social. Los resultados sirven al autor para interpretar las relaciones entre
las actitudes del individuo y su conducta política. Aunque ha sido criticado
teórica y metodológicamente, Eysenck abre perspectivas para interpretar las
preferencias ideológicas de los individuos a partir de sus opiniones y sus ac-
titudes, así como también el tipo de personalidad en la que se externan esas
preferencias. Investigaciones posteriores han aprovechado los trabajos de
Eysenck para buscar respuestas a nuevas interrogantes en este campo.
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La psicología marxista
La psicología de bases marxistas que se desarrolló en Europa oriental
y occidental durante el siglo XX, con ramificaciones en Estados Unidos y
América Latina, es esencialmente política. Surgió en el contexto de la psico-
logía de lengua rusa. En el ámbito ruso la psicología se desarrolla como en
otros países, pero tiene como sello definitorio el recurso a las ideas de Marx.
En la antigua URSS surgieron al menos cuatro corrientes de psicología
que se consideraron marxistas: la Escuela Cultural Histórica; la Escuela de
Leningrado, encabezada por Rubinstein; la escuela georgiana de las actitudes,
representada por Uznadze; y el pavlovismo (Pávlov reinterpretado desde el
punto de vista marxista).
Dada la enorme cantidad de publicaciones de la psicología de bases
marxistas en Europa y América Latina, no sería posible abarcarlas todas, por
tanto me limitaré a presentar tres perspectivas que resaltan por su vigencia y
fecundidad: la Escuela Cultural Histórica rusa, la psicología crítica alemana
y la psicología del sujeto constructivo de la República Democrática Alemana
(RDA).
La Escuela Cultural Histórica rusa (ECH) ha llegado a ser muy cono-
cida por sus aportaciones en los campos de la psicología del desarrollo, la
psicología social y la psicología del lenguaje. Al igual que todas las teorías de
la psicología moderna, la ECH surgió en los albores del siglo XX a partir de
la crítica de la psicología clásica de Wundt, solo que en el caso ruso tuvo un
papel determinante el influjo de Hegel y de la filosofía marxista. De manera
que, por el lado filosófico, se aprecian diferencias con respecto a otras psico-
logías que están en consonancia con la situación política y social de la época.
A principios del siglo XX, los jóvenes psicólogos soviéticos, encabezados
por L.S. Vygotsky, P.P. Blonski y K.N. Kornilov (Budilowa, 1975), rechazaron
la psicología wundtiana y buscaron nuevos caminos en el conductismo, como
es el caso de la «reactología» de Kornilov y la «reflexología» de Bejterev. Otros,
como Vygotsky, fueron influidos simultáneamente por el conductismo y por
la psicología de la Guestalt de Köhler y Koffka, debido principalmente a sus
conceptos de la «totalidad» e «historicidad» de los procesos psicológicos, a
los que se añadió el elemento filosófico marxista. De esta manera, la ECH se
convirtió en una perspectiva propia dentro de la psicología, cuando planteó
que los fenómenos psicológicos del ser humano, incluyendo la conciencia y
la conducta, son eventos determinados social e históricamente. Así, Vygotsky
(1991: 39-60) sostuvo que la conciencia es un fenómeno determinado por las
condiciones de la existencia humana: la conciencia no es un fenómeno aislado,
independiente del ambiente, sino que se refiere necesariamente al medio y es
determinado por los eventos ambientales, o sea sociales. De acuerdo con este
planteamiento, la comprensión de los fenómenos psicológicos es imposible sin
tomar en cuenta la vinculación entre la conciencia y la sociedad. No obstante,
Vygotsky no rechaza al conductismo, pues afirma que la naturaleza humana
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La psicología política iberoamericana en el contexto universal
Los psicólogos críticos son autores de una infinidad de trabajos que abor-
dan prácticamente todos los campos de la psicología. El lector interesado puede
hallar mayor información sobre sus bases teóricas en Holzkamp (1983) y sobre
los diferentes campos de investigación en los libros y las revistas del grupo3.
La matriz americana
La matriz americana es mucho más que una matriz. La vieja psicología
política e intercultural de Wundt y Le Bon fue refundada por Harold Dwight
Lasswell en los Estados Unidos, donde se convirtió en una ciencia que ha
servido de modelo para los psicólogos de todo el mundo. Gracias a Lasswell,
en 1977 fue fundada la International Society of Political Psychology y en 1979
la revista Political Psychology, acontecimientos decisivos para el renacimiento
de la psicología política.
La contribución de Lasswell fue fundamental, a pesar de sus evidentes
excesos. Así, en 1931 publicó Psychopathology and Politics (véase Rogow,
1969), obra en la que trata de explicar los errores y los horrores de la política
de su época como si se debieran a las fijaciones de los políticos o a las mo-
tivaciones irracionales de los pueblos; incluso llegó a afirmar que la política
internacional sería más razonable si los políticos se dejaran psicoanalizar.
Debo decir que, desgraciadamente, cometió un error muy frecuente entre
los psicólogos y psicoanalistas, el de tratar de explicar con motivaciones
individuales profundas (como la locura de los dirigentes) fenómenos que
evidentemente tienen causas económicas, sociales, militares y políticas. Afor-
tunadamente, la psicología moderna pudo superar estas primeras etapas que
se antojan ingenuas.
Así, aunque las explicaciones de Lasswell no tuvieron mucha resonancia
en su época, el autor pudo convertirse en el fundador de una psicología po-
lítica seria que tiene objetivos y temáticas realistas. Contribuyeron para ello
los trabajos de la psicología social americana (como por ejemplo, los trabajos
de Kurt Lewin) y las aportaciones de los numerosos científicos europeos que
buscaron refugio en los Estados Unidos desde los años cuarenta.
No hay grandes teorías políticas en la psicología americana de los años
cincuenta y sesenta. Sin embargo, Dorna llama la atención hacia la «utopía
conductista» de B.F. Skinner. El menos político de los psicólogos es, empero,
el autor de Walden Dos, una utopía basada en las ideas skinnerianas sobre
la sociedad y la cultura humanas y a la vez en el viejo sueño americano de la
3
Las principales publicaciones del movimiento se encuentran en las series Texte
zur Kritischen Psychologie (Textos de psicología crítica) publicada por la edito-
rial Athenäum de Königsten/Ts. desde 1973 y Studien zur Kritischen Psychologie
(Estudios de psicología crítica), publicada por Pahl Rugenstein en Colonia desde
1977, así como en la revista bianual Forum Kritische Psychologie (Foro Psicología
Crítica), publicada en Berlín Occidental desde 1975.
235
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236
La psicología política iberoamericana en el contexto universal
observaremos que autores de otras latitudes, sobre todo los británicos, son
integrados en las corrientes de la psicología política americana.
1. Personalidad y política. Las obras de Adorno dieron lugar a una línea
de investigación sobre la personalidad autoritaria que, sin embargo, fue am-
pliamente criticada en términos teóricos y metodológicos (Rokeach, 1960) y
desapareció gradualmente, hasta que en los años setenta se retomó el tema de
la personalidad en la política, subrayando no ya las motivaciones inconscientes,
sino los contextos sociales y culturales (Ross & Nisbett, 1991). Los estudios
del psicólogo alemán Altemeyer (2004) revitalizaron el campo, pues creó un
instrumento llamado Escala de Autoritarismo de Derecha, que puede prede-
cir el grado de prejuicio de una persona contra inmigrantes, negros, judíos,
extranjeros y homosexuales. Jost, Glaser, Kruglanski y Sulloway (2003), que
han vuelto al concepto de personalidad autoritaria reinterpretándolo desde
la perspectiva de la teoría de la cognición social, llegan a la conclusión de
que las evidencias muestran mayor rigidez y menor complejidad cognitiva
en los partidarios de la derecha que en los liberales. Otro tópico importante
es la personalidad de los líderes y de sus seguidores. La mayoría de los es-
tudios en este campo aborda biografías psicológicas de políticos famosos, o
son estudios tipológicos que buscan clasificar a los políticos, o bien analizan
los efectos colectivos de los individuos sobre el funcionamiento de las insti-
tuciones políticas y viceversa. Los estudios del primer tipo comenzaron con
personajes como Hitler (Erikson, 1942) y pasaron a presidentes americanos
como Richard Nixon (Volkan, Itzkowitz & Dodd, 1999) y dirigentes árabes
como el presidente de Siria, Hafez al-Assad (Hermann, 1988). Entre los es-
tudios tipológicos destacan el análisis taxonómico de Barber (1965) sobre
políticos americanos.
2. Medios de comunicación y candidatos. Estos estudios muestran que la
conducta de los votantes depende de la persuasión y que el grado de persuasión
de un mensaje político depende de varios factores, como las características
de los votantes y el medio de comunicación usado (Milburn, 1991; Cialdini,
2001). Una parte importante de las investigaciones se ha concentrado en las
variables cognitivas que influyen en la percepción de un menaje político por
parte del individuo (Graber, 2001).
3. Ideología y opinión pública. A diferencia de sus colegas marxistas,
y tal vez con ánimo de contraponerse a ellos, los psicólogos americanos se
preguntan si la ideología existe. Así, McGuire (1985) cree que a la mayoría
de la gente le falta interés e información en asuntos políticos, por lo cual di-
fícilmente pueden tener ideología. No obstante, Conover y Feldman (2004)
afirman que la gente se define a sí misma como liberal o conservadora no en
términos filosóficos, sino como identidad de grupo. Por el contrario, Lane
(2004) sostiene que la gente tiene creencias sobre la política que determinan
su visión del mundo y su conducta política.
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238
La psicología política iberoamericana en el contexto universal
La contribución iberoamericana
La actividad de los autores iberoamericanos se inserta en este contexto
universal; como veremos más adelante, hay una gran comunidad de intereses
y perspectivas entre los iberoamericanos y los colegas de otras latitudes. Los
autores españoles consideran que las primeras manifestaciones de interés
por la psicología política en España aparecen en la década de los setenta,
cuando el desarrollo de nuestra ciencia alcanza un cierto nivel de madurez
con la fundación de las primeras facultades de psicología en el país. Entre los
pioneros destacan a J.L. Pinillos, quien inició investigaciones de tipo social,
con temas como la ideología y la personalidad que, con el tiempo, habrían
de desembocar en sus investigaciones sobre estereotipos y autoritarismo, que
señalan el surgimiento en España de la psicología política propiamente dicha.
El proceso de consolidación de la psicología política cristaliza en 1987, año
en que tiene lugar el primer Congreso Nacional de Psicología Política. En esta
reunión se hace evidente la existencia de varios núcleos representativos de la
psicología política española:
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La psicología política iberoamericana en el contexto universal
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Comunidad en el contexto
latinoamericano
Germán Rozas1
Chile
Resumen
El concepto de comunidad es trabajado de modo que, más que como
una cosa, este sea interpretado como un proceso. En este artículo se apela
más bien a la idea de comunidad relacional, construida en una interacción
entre el nosotros y los otros. Por otro lado, también interesa aquí observar
que las construcciones de comunidad en América Latina se han llevado a cabo
desde la inferiorización, es decir señalando de dichas comunidades que son
primitivas, atrasadas. A partir de esa degradación se instalan soluciones que
implican políticas sociales de desarrollo que apuntan a empujarlas hacia la
modernidad. Posteriormente el concepto de comunidad se trabaja desde la idea
del sujeto social o mejor dicho desde el sujeto comunitario, en la perspectiva
que este sujeto exprese sus reivindicaciones al Estado y articule un programa
de acción. A esta altura ya tenemos un sujeto comunitario de carácter político,
lo cual nos acerca a los movimientos sociales. Se hace entonces vinculación
de comunidad y movimientos sociales observando su complementariedad y
para nada una contradicción, e incluso se hace un acercamiento a los plantea-
mientos del concepto de multitud como un proceso masivo de participación
social diverso y múltiple.
Palabras claves: comunidad, inferiorización, sujeto social, movimientos
sociales.
1
Psicólogo, doctor © en Estudios Latinoamericanos. Docente de la Universidad de
Chile, coordinador de la Unidad de Estudios Comunitarios Latinoamericanos y
del Diplomado de Intervención Comunitaria. Líneas de investigación: identidad,
interculturalidad, movimientos indígenas, migraciones.
E-mail: rozasgermá[email protected]
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Germán Rozas
Introducción
Este capítulo es un avance en una mejor comprensión del concepto de
comunidad, tan utilizado en psicología comunitaria. El propósito es contex-
tualizar la situación en América Latina desde ciertos procesos que aquí se
viven, para de esa manera mirar con más claridad las comunidades que se
encuentran funcionando y luchando por hacer valer su presencia.
Para ello se comienza con evidenciar las situaciones de inferiorización a
la que el continente completo ha sido sometido, a través de naturalizar una
realidad basada en el sujeto superior, es decir el colonizador, el blanco, el
civilizado. Luego, en contraposición, se plantea la necesidad de comprender
la comunidad desde una idea distinta: la perspectiva de la reciprocidad.
El sujeto comunitario es la propuesta que hacemos aquí sobre el camino
que debiera recorrer la comunidad, de modo que esta alcance el mejor nivel
de inserción social y política, planteando sus necesidades y reivindicaciones,
dejando atrás una imagen como objeto o, en el mejor de los casos, como
sujeto social sin proyección.
Es así como desde los movimientos sociales se entiende que las comuni-
dades son parte de ellos, no obstante se integran y participan en una lucha por
los cambios, incorporando las exigencias actuales de este proceso vinculados
a los movimientos sociales emergentes y las multitudes.
1. Sobre la comunidad
a) Comunidad desde la diferencia:
La noción de alteridad es producto de la relación nosotros-otros. Tal
como plantean Sassure (1916) y Derrida (1989), el uno no puede entenderse
sin el otro, es una definición y una construcción mutua. Del modo que, en una
ciudad, una calle se ubica en relación a otra, en que una avenida es avenida
porque hay otras que no lo son, que unas son angostas porque otras son an-
chas, etcétera, de manera que las diferentes rutas conforman un todo, ya sea
una ciudad, un mapa o una sociedad, la cual se conforma por las relaciones
mutuas que se producen continuamente entre unos y otros elementos. Lo
mismo ocurre en una lengua, en la relación entre las palabras, las cuales se
diferencian una a otras en función de su relación (Sassure, 1916).
Tanto es así que para Rosato (2005), el nosotros y el otro no son dos
cosas distintas sino elementos de un mismo todo, e incluso —indica— el
«nosotros» incluye a «otros», lo que se evidencia en la palabra «nos-otros».
De forma que dicha distinción solo existe dentro de una totalidad, donde
por un lado esa totalidad remite a una unidad, en la cual ambos términos
pertenecen al mismo conjunto: la humanidad, la especie humana. Por tanto,
es una totalidad inclusiva. Por otro lado, la distinción implica un tipo de
relación entre el nosotros y el otro.
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pobreza, o el llamado método del ingreso que busca distinguir los pobres de
los no pobres y luego de los indigentes o la extrema pobreza. Es el momento
en que la palabra desarrollo comienza a tomar cuerpo, de modo que ser de-
sarrollado es tener las necesidades básicas cubiertas y respetar los derechos
humanos. Con el correr del tiempo el tema de desarrollo nos va a plantear
un nuevo objetivo, que empujará a las sociedades más allá de los mínimos:
esto refiere a alcanzar un alto nivel de vida y calidad de vida.
Es así como la sociedad moderna genera estándares de comportamiento
producto de un sistema de reglas explícitas o implícitas, cuya transgresión,
más allá de los parámetros o lo establecido como normal, se considerará di-
ferente, inferior, insuficiente. Actualmente se evita hablar de inferioridad o de
discapacidad; se nombra al otro como diverso, como parte de la diversidad, no
obstante tras este velo de pluralidad se refuerza la naturalización de las normas.
Se termina construyendo al otro como un ser inferior, en tanto no cumple
con lo humano en sus mínimos, con los parámetros mínimos que inician el
desarrollo de la sociedad. De la misma manera el nosotros, el uno, se esta-
blece en términos de lo más frecuente, del promedio, del estándar medio, con
atributos que se incluyen dentro de límites que se aprecian como buenos y los
que se desvían se valoran como negativamente.
La inferioridad fue reproducida apelando a fenómenos biológicos, o de
primitivismo cultural; ahora la inferioridad es un producto cultural basada
en la idea de la normalidad (el promedio) o de los estándares. Estos generan
categorías de señalamiento de lo propio y lo impropio; los estándares son
también una acción eficaz de discernimiento, de marcación, de clasificación,
de separación entre nosotros y los otros.
Las propuestas de nivel de vida y luego de calidad de vida nos presentan
una especie de péndulo, que va de las necesidades básicas a lo óptimo. De
este escenario ha surgido la propuesta de la «igualdad de oportunidades».
Muchas políticas sociales plantean como causa de la pobreza, o de la
inferioridad de ciertas poblaciones en sus condiciones de vida, a la falta de
oportunidades. De allí que las políticas de los gobiernos plantean la «igual-
dad de oportunidades», sosteniendo así el discurso de las diferencias sociales
basadas en la falta de oportunidades pero manteniendo la idea de que las
diferencias, antes llamadas inferioridades, deben ser superadas, lo que está
dirigido a traspasar las desigualdades e igualizar hacia un modelo ideal.
Sin duda esta falta de igualdad de oportunidades, que es vista como si
los inferiores no tomaran dichas oportunidades en sus manos, esconde un
problema social mayor que es la diferencia de poder de las distintas clases
sociales o comunidades; desconoce las condiciones sociales, políticas, históricas
y culturales de la producción de la alteridad inferiorizada.
Lo dicho permite señalar que las nociones de inferioridad, pobreza y
discapacidad están fundadas en las relaciones sociales de producción y en
las demarcaciones que la idea de normalidad se establece en las sociedades
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cada cual quiere dar y que, para ser donante, esté impulsado no solamente a
igualar los dones del otro sino a incrementarlos» (Temple, 2003: 33).
De manera que un entramado primordial de la comunidad es el circuito
del don, al decir de Pradas «el circuito del don parece mostrar un mapa asimé-
trico, la necesidad de acumular prestigio, un dar sin recibir» (Prada, 2008: 35).
Esto queda claro en un ejemplo que da Mauss (1995) sobre las comuni-
dades indias del noreste americano, en el Potlatch. Una forma de reciprocidad,
además de dar, también se trata de destruir, con el fin de que no aparezca que
se desea recibir. Es así como se queman cajas de aceite de ballena, y otros
dones recibidos, con el fin de aniquilar, de aplanar al rival. El prestigio no está
asociado a la acumulación sino a la prodigalidad. En el caso de la economía
de intercambio de la modernidad, el prestigio está asociado, por el contrario,
a la acumulación y al consumo.
No obstante, sin ir demasiado lejos, el don es una forma de reciprocidad
que abarca los tres movimientos del don: el dar, el recibir y el devolver. El
proceso es una forma de ayuda mutua y más aún; según Mauss (1995), el
don es «un hecho social total» que abarca las esferas económicas, sociales,
políticas, religiosas, morales y jurídicas, de manera que su importancia radica
principalmente en su capacidad de crear lazos sociales. Es así que en el mundo
andino, para Alberti y Mayer (1974) el intercambio recíproco ha sido y es el
fundamento de la organización socioeconómica de tipo comunitario.
La reciprocidad genera redes de intercambio, de manera que una familia
o una persona, al transar recursos, no solo constituye una estrategia econó-
mica sino que también genera lazos de confianza y calidad en las relaciones
personales.
La reciprocidad es definida como «una modalidad no mercantil de
intercambio de bienes, servicios, símbolos que se realiza en el seno de un
sistema de relaciones personales y que favorece la cohesión del grupo social»
(Greffoy, 2008: 15).
La reciprocidad lleva a la complementariedad. El intercambio se entien-
de como un acto recíproco de productos, pero también puede ser entendido
como el dar lo que se tiene y recibir lo que no se tiene, como por ejemplo
en Huancarani, en el altiplano boliviano, donde personas solas y viejas que
disponen de tierras comunitarias, pero que no tienen fuerza de trabajo para
explotarlas, se asocian con gente joven que trabaja esa tierra; su producto,
la cosecha, es repartida en partes iguales. Complementariedad que se da en
la minga, que ocurre cuando en una cosecha se requieren muchos brazos, de
modo que para aprovecharla en su integridad, los vecinos u otros comunarios
ayudan y apoyan para luego, en otro momento, recibir del primero su trabajo
en la propia cosecha.
Estos procesos llevan a un proceso principal que es la construcción de lo
social, pero también la construcción de comunidad. Así la comunidad refleja un
sentido simbólico, una trama social que los une a todos es un espacio solidario,
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Es decir, el sujeto social está constituido por comunidades, entre las cuales
existen aquellas que tienen un mayor nivel de conciencia social que otras, más
organización y más capacidad de movilización.
Hablar de sujeto social comunitario hace referencia a aquellas comunida-
des que tienen una mayor cantidad de experiencias de organización y de mo-
vilizaciones cercanas a las políticas, que tienen más conciencia de representar
ciertas necesidades y motivaciones que deben ser reconocidas por las políticas
públicas y por el Estado. Son igualmente aquellas que tienen un mayor nivel
de conciencia sobre su propia calidad como sujeto social.
Al usar el concepto de sujeto social para aplicarlo y para entender a la
comunidad como sujeto comunitario, lo que se rescata son las cualidades de
lo que significa ser sujeto social, es decir, sujeto en contraposición a objeto.
Sujeto es un ser social activo, con conciencia para sí, propositivo, empoderado,
organizado, que se presenta como un otro frente a terceros, reclamando o
haciendo valorar sus derechos de existir y de buscar las soluciones a sus pro-
blemas con su propia participación, con o sin el reconocimiento de terceros.
Por lo mismo, sujeto social no es sujeto político, aquel que se relaciona
directamente con el Estado y la clase en el poder sino aquel que tiene su ra-
dio de acción hacia otros espacios de la sociedad, en los cuales activamente
intenta hacer valer sus ideas.
El sujeto comunitario es un actor que se mueve en distintos espacios de
participación. Por un lado, su soporte participativo se encuentra en sus raíces
territoriales, raíces culturales o raíces históricas, que le da un fuerte sentido
identitario, que lo cohesiona, lo constituye, lo reproduce y lo moviliza. En otros
casos, lo comunitario lo conforman poblaciones que se constituyen en base a
intereses más inmediatos, en base a un problema determinado o a urgencias
locales cuya proyección no va más allá de la comuna o de un sector de una
comuna, sin pretensión de alcanzar soluciones a nivel global.
No obstante, el sujeto comunitario no debe concebirse como limitado a de-
sarrollar su acción solo a un nivel intermedio, privado de proyectarse más lejos.
Por el contrario, su desarrollo y su inserción social, así como su capacidad de
convocatoria, puede llevarlo más allá, a configurarse como un sujeto de mayor
envergadura, como un sujeto político propiamente tal. Ello dependerá de que las
comunidades tengan un mayor nivel de conciencia social, más organización y más
capacidad de representar ciertas necesidades y motivaciones compartidas, que en
un proceso de movilización pueden ser exigidas y reconocidas por las políticas
públicas y por el Estado. Es el caso, por ejemplo, del movimiento indígena en Chia-
pas liderado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994.
Otros ejemplos han sido las tomas de terreno por problemas de vivienda
desde los años cincuenta en adelante en Santiago de Chile. Lo fueron también
las comunidades poblacionales que durante la Dictadura adquirieron gran
relevancia en las protestas nacionales. De cierta manera también son los jóve-
nes pertenecientes a las barras bravas, en el ámbito del fútbol, que en ciertos
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Comunidad en el contexto latinoamericano
Sin embargo, tampoco se quiere aquí decir que las comunidades en sus
bases son todas iguales, y que, pese a las transformaciones vividas, sean cuales
sean las condicionantes que las determinan, tienen las mismas características.
No, hay diferencias. Lo que se quiere decir es que las diferencias no son ori-
ginales sino fruto de un proceso interactivo. Se quiere decir que no exista la
originalidad, pero eso no anula la existencia de las diferencias.
Las diferencias son importantes por cuanto son fruto de condiciones
sociales y caracterizan el ser de un sujeto comunitario y su identidad. Estas
diferencias son históricas, fruto de distintas condicionantes. Todo ese baúl,
incluidas las diferencias y sus condicionantes, son las características con las
que los distintos sujetos comunitarios se presentan ante la sociedad en un
momento dado. Ese es el material de un posible diálogo o negociación desde
el cual un sujeto comunitario habla, porque desde sus diferencias expresa que
hay diferencias que valoran y que pudieran querer preservar.
En esta posibilidad, preservar significa mantener las condicionantes que
los determinan, como por ejemplo cuando los indígenas valoran su estilo de
convivencia porque viven en un territorio, con sus cementerios y sus íconos
religiosos, que son las condicionantes que los determinan en esa dirección,
por lo tanto desean preservar esas condiciones; pero igualmente esos sujetos
comunitarios pudieran plantear que hay diferencias que no les agradan y
que quisieran cambiar las condicionantes que determinan esa forma de ser.
Cuando se habla de explotación se habla de un sujeto comunitario, por
ejemplo, los obreros, que es explotado. Esa es su particularidad y su dife-
rencia. Su discurso entonces es dejar de ser explotados; desean recuperar ese
ser anterior u otro, no necesariamente anterior, que lo puede diferenciar de
su ser actual, ser obreros, y cambiar las condiciones que hoy lo determinan.
Los obreros en Bolivia plantean que previamente ellos eran indígenas
y que les interesa volver a ser indígenas, que, por lo demás, siempre lo han
sido, y que por las condiciones sociales presentes tuvieron que vestirse como
obreros en el contexto de la revolución del 52. No obstante, no quieren ser
indígenas como lo fueron sus padres o sus abuelos sino otro tipo de indígenas,
incorporando otros recursos a su comunidad, que son recursos de sus expe-
riencias adquiridas como obreros. Son un sujeto comunitario diferente de los
indígenas que actualmente viven en el altiplano, que nunca fueron obreros y
que se mantienen viviendo como indígenas en esas condiciones, es decir son
un sujeto comunitario diferente a los obreros.
No obstante, lo que principalmente ha ocurrido en Latinoamérica es la
explotación, es decir la obligación que sufrieron las comunidades primeras
de vivir en base a proyectos ajenos y externos que les asignaron y les asignan
un rol de mano de obra, trabajadores o de esclavos, para satisfacer las metas
e intereses de terceros.
Producto de esta explotación es que el sujeto comunitario ha manifestado
su oposición, exigiendo un cambio en esta relación injusta, impactando con
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del mundo es un retorno (…) nos acercan a una filosofía de la physis, que es
una filosofía del acontecimiento primordial» (2008: 53).
El ayllu es una organización social antigua, pero eso no significa que
no sea actual. Su actualidad es precisamente la fuerza de su antigüedad. La
inventiva social del movimiento social boliviano se las ingenia para crear algo
nuevo con los recursos de la memoria, así
Por ello uno de los objetivos de este sujeto comunitario, de este sujeto
político, ha sido reformar la Carta Constitutiva del Estado, lo que derivó
en la Asamblea Constituyente del 2006, con la idea de establecer una nueva
relación entre los pueblos indígenas y los otros grupos sociales. Se funda en
la propuesta de la interculturalidad, no en la subordinación entre los q’aras
(blancos traidores) y los nativos, sino en el «establecimiento de la comunica-
ción: sentarse en la mesa y hablar de igual a igual (…) en la reconstitución el
ayllu es fundamental la idea de establecer diálogo (…) el reconocimiento de
la calidad del sujeto al otro» (Choque, 2001: 20).
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Así, los movimientos sociales del siglo XXI tienen una novedosa forma de
expresión debido a su composición social, formas de organización, gestación en
las asambleas de base, localismos, sectorialismos, gremialismos, comunitaris-
mos, expandiendo el alcance de sus movilizaciones. Son movimientos sociales
compuestos de multiplicidades y singularidades que tienden a manifestar sus
propias autonomías.
Palabras finales
Queda mucho por hacer. En este sentido, el concepto de comunidad
debe transitar hacia un rol más activo. Por un lado debemos comprender la
existencia de comunidades relevantes en el continente, como los indígenas
y los trabajadores, las cuales día a día debieran pasar a ser un sujeto social
comunitario significativo en el ámbito político.
Gran tarea que requiere pasar por variadas dinámicas, entre las cuales
se encuentran los proceso de reconocimiento, leyes que integran a las comu-
nidades contemplando su cultura y sus modos de vida.
Por otro lado tenemos el tema de la interculturalidad, que significa que
las comunidades, y la sociedad, deben aprender a conversar, no desde un
plano inocente como si no hubiesen diferencias, sino desde la conciencia que
muchas comunidades están en el último escalafón de la jerarquía social, de
manera que las diferencias no son solo de cosmovisiones sino diferencias de
acceso al poder.
Las multitudes están impactando fuertemente en las sociedades de hoy,
en buena hora pues se requiere un cambio de era, tal como lo plantearon los
mayas, es decir un nuevo tipo de sociedad que permita, al menos en Latino-
américa, profundizar nuestras relaciones sociales incorporando las enormes
riquezas humanas y culturales, normalmente negadas, inferiorizadas, destrui-
das, y que nos permitirán «vivir bien», el suma qamaña aymara o el sumak
kawsay quechua.
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Comunidad en el contexto latinoamericano
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Germán Rozas
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Ciudadanías en tiempos convulsos:
sectores medios y derechos
subjetivos en Chile1
Resumen
Se realiza una lectura interpretativa y comprensiva de los procesos de
instalación en el espacio público de los sectores o clases medias de la actual
estructura social chilena, considerando sus demandas y agenda como una ex-
presión y ampliación de contenidos de ciudadanía. Como parte de esta agenda
encontramos a los movimientos sociales y ciudadanos en torno a la calidad y
el financiamiento de la educación, la protección medioambiental, el acceso a
salud de calidad y la legislación contra las diversas formas de discriminación.
Conjuntamente se sistematiza la noción de ciudadanía, ampliándola a
los nuevos derechos subjetivos o de individuación en que se expresa el avan-
ce de las actuales capas medias en la conformación de la agenda pública.
Se caracteriza la realidad social del país como tiempos convulsos en que las
transformaciones culturales determinan el nuevo paisaje ciudadano.
Palabras claves: ciudadanía, clases medias, derechos subjetivos, mo-
vimientos ciudadanos.
1
Conferencia dictada en el marco del VI Congreso Chileno de Psicología, realizado
el 10 de noviembre de 2011.
2
Profesor titular de la Universidad de Santiago de Chile. Psicólogo y antropólogo.
Doctor en Psicología. E-mail: [email protected]
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Dr. Sergio González Rodríguez
Introducción:
En el horizonte actual de la democracia
El tránsito que ha experimentado la base social desde la condición de
usuarios del Estado, de destinatarios de sus políticas y programas, a ciuda-
danos/as que dialogan, analizan e interpelan al aparato estatal, es un tema
nuevo en el contexto chileno. Los procesos de transformación estructural en
lo social, cultural y político de los últimos 40 años han tenido una signifi-
cación que no termina de aquilatarse y de leerse con lucidez en las exégesis
académicas y en los análisis de corto alcance en el mundo político. Pasar de
usuarios a ciudadanos implica un proceso de cambio en que las instituciones
del Estado no han tenido la flexibilidad adaptativa para mostrarse a la altura
de las nuevas fenomenologías del medio social y cultural chileno.
Las nuevas relaciones entre ciudadanos, Estado y mercado están deter-
minando formas inéditas de interacción y nuevos cánones de entendimiento
y conflicto, no descifrables fácilmente cuando el análisis interpretativo se
realiza con estándares que ya no tienen la misma validez en estos tiempos
de modernidad reflexiva3 en que la centralidad del individuo, la importancia
de la subjetividad y el mundo personal tienen una alta significación, tal vez,
como nunca antes se habían expresado en las dinámicas sociales y culturales.
La atomización de las demandas sociales y su especificidad como aspec-
tos programáticos implican que el sistema democrático debe replantear los
contenidos para el cumplimiento del bien común. Esto significa asumir los
niveles de complejidad de la modernidad radical en que la expresión comu-
nitaria plantea nuevos desafíos a un sistema homogéneo y estandarizado de
la institucionalización democrática. Este replanteo trae consigo la necesidad
de reconocimiento de las tendencias asociativas determinadas por nuevas mo-
dalidades de participación social. No asistimos a una crisis de participación,
sino a un fuerte cambio en los contenidos por los cuales los individuos quieren
participar. Ante esto, la democracia en su modernización debe adaptar sus
sistemas institucionales para responder a las nuevas realidades que revelan la
fragmentación de la demanda social y la especificidad de los beneficios que
las personas demandan del sistema democrático.
En este paisaje social la ética de la diversidad se expresa de manera
contundente y manifiesta. Entre sus contenidos más sustanciales está la su-
peración de «la dialéctica de la negación del otro». La ciudadanía implica en
lo valórico, no solo el reconocimiento, sino el respeto de la diversidad, en su
expresión concreta la aceptación del diferente, que puede tener contenidos
que van desde lo étnico, lo sexual, la discapacidad, el género, lo religioso, a
lo ideológico y normativo. Desde esta posición se plantea la superación de la
3
La noción de modernidad reflexiva es utilizada por autores como Beck, Giddens
y Lash (1997) para dar cuenta de nuestra época posindustrial en sus impactos
psicosociales, sociológicos y culturales. Otros autores se refieren a la actualidad
en términos de posmodernidad.
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Ciudadanías en tiempos convulsos: sectores medios y derechos subjetivos...
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Dr. Sergio González Rodríguez
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Ciudadanías en tiempos convulsos: sectores medios y derechos subjetivos...
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Dr. Sergio González Rodríguez
La noción de ciudadanía4
El protagonismo de la sociedad civil se encuentra significado axiológica-
mente en los principios centrales de la modernidad y la democracia. Ambas
coordenadas fundantes de la vida social occidental requieren para su conso-
lidación de la extensión y actualización permanente de este protagonismo.
4
La noción de ciudadanía refiere los sistemas cognoscitivos conformados por las
opiniones, creencias y aspiraciones que las personas sostienen sobre los diversos
tipos de derechos, responsabilidades e identificaciones de pertenencia societal
(membresía), en los diferentes niveles de inclusión y articulación sociales que se
han generado, reproducido y modificado en un proceso colectivo de construcción
sociocultural (González, 2003). El concepto ha orientado esta línea de investigación
desde una perspectiva propia de la psicología social y política.
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Ciudadanías en tiempos convulsos: sectores medios y derechos subjetivos...
Modernidad Democracia
Vínculo
social
Cultura Cívica
Ciudadanía
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Dr. Sergio González Rodríguez
Componentes de la ciudadanía
Vínculo social
Membresía
Construcción de
Cumplimiento de
derechos - civiles -
deberes
políticos - DESC
5
El concepto de representación social, de gran importancia en la psicología social
actual, refiere la apropiación cognoscitiva que realiza el sentido común de la infor-
mación, nociones y teorías que provienen de los sistemas expertos (González, 2003).
284
Ciudadanías en tiempos convulsos: sectores medios y derechos subjetivos...
La democracia interpelada
Los cauces de expresión y manifestación social tradicionales en la de-
mocracia actual quedan cortos, desenfocados de estas nuevas modalidades
de expresividad colectiva. El anhelo de representatividad requiere no quedar
atrapado en los mediadores y agentes de la clase política y en el estrecho papel
articulador de los partidos políticos. Los nuevos actores sociales pretenden
la representación por sí mismos, sin intermediarios. Por eso se incrementa la
constitución de agrupamientos y asambleas, donde todos estén presentes en
el espacio en que ocurre la negociación y se fraguan las soluciones.
Esto ha significado una crisis de representatividad donde la elite política
y los dirigentes sociales tradicionales quedan como outsiders. Estos últimos
deben validar su legitimidad de forma permanente ante la sospecha y discon-
formidad de las bases, quienes se resisten a entregar un mandato que implica
anular el derecho a representarse por sí mismas ante los órganos de poder. De
este modo, no se quiere entregar un cheque en blanco para que otros actúen
vicariamente en relación a las demandas.
La pérdida de confianza en las instituciones es muy significativa y constitu-
ye un gran desafío para la cohesión social. Lo que está en descrédito ciudadano
son los órganos intermedios de la sociedad. En el siguiente cuadro se observa
la mala evaluación que en el año 2011 reciben los poderes Ejecutivo, Legisla-
tivo y Judicial, así como los partidos políticos, en la opinión pública nacional.
P: Le voy a decir el nombre de algunas instituciones. ¿Podría decirme cuánta confianza tiene
Ud. en cada una de ellas: mucha, bastante, poca o ninguna confianza?
Fuente: Barómetros de la Política, agosto 2011.
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Dr. Sergio González Rodríguez
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Los cuadros corresponden a resultados de la III Encuesta Nacional de Derechos que
aplica la Comisión Defensora Ciudadana del Ministerio General de la Presidencia.
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Ciudadanías en tiempos convulsos: sectores medios y derechos subjetivos...
2008 11 41 41 6
2009 11 49 35 4
2010 7 47 43 2
Respecto a los pasados 5 años ¿los chilenos tienen menos, igual o más
conocimiento sobre sus derechos ciudadanos?
Pensando en los próximos 5 años ¿los chilenos conocerán menos, igual o más
sobre sus derechos ciudadanos?
5 años pasados 1 11 36 53
5 años futuros 42 26 68
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Dr. Sergio González Rodríguez
Reproducción de malestares
Entre las paradojas del proceso modernizador se encuentra que en la
población, en particular entre los sectores medios, prevalece el sentimiento
de malestar ante las expectativas atribuidas a una promesa no cumplida. La
primera explicación da cuenta que el crecimiento económico ha sido distri-
buido desigualmente, por lo que no llega con la misma fuerza a todos los
sectores, quedando un amplio segmento social sin los beneficios de los buenos
resultados en los índices macroeconómicos. Esta sensación de malestar tiende
a generar nuevos pliegues de incertidumbre en la población que con mayor
nivel de instrucción, acceso a la información y a la que se le han incentivado
estilos de vida deseables, no cuenta con los mecanismos de integración a los
modelos y condiciones de vida prevalecientes. Por decirlo coloquialmente,
estos sectores deben mirar la fiesta neoliberal desde fuera o en calidad de
invitados de segundo orden.
Este desánimo es expresado por la clase media emergente, que reacciona
e instala demandas desde la postergación en que la dejaron los agentes del
Estado y la clase política. Es gráfica la metáfora sobre nuestra realidad con
que titula un semanario británico: «Es el descontento del progreso» (The
Economist, 28 de octubre de 2011). La insatisfacción se acrecienta a medida
que avanzan los signos de una sociedad de la opulencia.
Entre las consecuencias del progreso o del avance modernizador encon-
tramos a sectores medios que ya no solo actúan como bisagra entre la clase
alta y la baja, sino que se instituyen en un nicho flexible, como un fuelle que
se abre y se cierra durante los vaivenes de los ciclos económicos. Es innega-
ble que han pasado a ser una amalgama determinante de la cohesión social
y en la validación de los proyectos para un contrato social con renovadas
formas de inclusión. En particular, los contenidos de la inclusión simbólica
que incorporan los cambios culturales tan determinantes en la actualidad,
preferentemente valóricos y actitudinales, como aquellos producidos en las
pauta de consumo y en los estilos de vida.
De igual modo, estas capas medias son los principales actores de la secu-
larización, la consolidación de los mercados internos y las alianzas políticas
entre clases. No debemos olvidar que «el eje de la reproducción de los sectores
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Dr. Sergio González Rodríguez
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Dr. Sergio González Rodríguez
Los derechos subjetivos deben ser comprendidos como una nueva ge-
neración de derechos de inclusión simbólica. A través de ellos se propugna
relevar el sentido de pertenencia, con espacios y recursos para la conforma-
ción de la identidad personal y colectiva. Así, entre los que han alcanzado
mayor relevancia en el debate académico y social, encontramos el derecho
a la propia imagen de presentación social, al proyecto y estilo de vida como
opción, a la recreación, ocio y esparcimiento, a la intimidad y la ampliación
de los derechos sexuales y reproductivos, así como los derechos del paciente
y del consumidor.
7
El concepto de organizaciones adhocráticas se refiere a aquellos agrupamientos
que tienen propósitos específicos y su presencia es ad hoc al cumplimiento de los
objetivos y finalidades que les dan origen (González, 2007).
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Ciudadanías en tiempos convulsos: sectores medios y derechos subjetivos...
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295
Dr. Sergio González Rodríguez
296
Verdad monolítica versus
memorias colectivas.
Los relatos subalternos como
resistencia a las amnesias de la historia
oficial de la violencia política de la
dictadura chilena
Resumen
Las memorias oficiales de la violencia política en la historia reciente de
nuestro país, habitualmente generadas desde lugares de poder como el Estado
o la academia, han tenido la pretensión de convertirse en relato hegemónico,
instalando una verdad monolítica y clausurando otras narrativas posibles
por medio de sus dispositivos de control cultural. Estas memorias subalternas
subsisten, sin embargo, devenidas en microrrelato, en rumor o contratrama.
El giro hermenéutico de las ciencias sociales implica un compromiso con la
elicitación de dichas memorias colectivas subyugadas, las que han cumplido
un rol de soporte en la resistencia al pesado velo de amnesia y silencio im-
puesto por un proceso transicional en el que los protagonistas de las historias
quedaron excluidos.
Palabras claves: memoria colectiva, dictadura chilena, violencia política,
psicología política, resistencia.
1
Psicólogo por la Universidad de Santiago de Chile, magíster en Antropología y
Desarrollo por la Universidad de Chile, diplomado internacional en Derechos
Humanos y Pedagogía de la Memoria de la Fundación Henry Dunant. Actual-
mente es docente en el Departamento de Psicología de la Universidad Católica
del Maule y coordinador del Programa de Derechos Humanos en la misma casa
de estudios. Sus áreas de investigación son: posmodernidad, memoria colectiva,
prácticas narrativas y educación en derechos humanos. E-mail: [email protected]
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Harún Oda G.
Historia, historias
Los vencedores escriben la historia. Los vencidos la cuentan.
Ricardo Piglia
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Harún Oda G.
300
Verdad monolítica versus memorias colectivas. Los relatos subalternos...
subyugar a otro, y que esa violencia puede ser física o simbólica. Por otra parte
será imprescindible comprender que la política es una instancia cerradamente
referible al problema del poder y de la resolución del conflicto, en base a lo
cual, siguiendo a Aróstegui (1994), podríamos llegar a una formulación, pro-
visional al menos, de la naturaleza de la violencia política como «toda acción
no prevista en reglas, realizada por cualquier actor individual o colectivo,
dirigida a controlar el funcionamiento del sistema político de una sociedad o
a precipitar decisiones dentro de ese sistema» (44).
Sin embargo dicha definición, plantea el mismo autor, lejos de dar luces
sobre el concepto, termina dando cuenta del carácter de la política en sí, que
es la obtención del poder y la influencia, alterando las reglas del juego en
paralelo a la obtención del poder. ¿Qué normas y valores deben entonces ser
consideradas válidas para el ejercicio de la política? Para soslayar este dilema
ético, Della Porta y Tarrow (Aróstegui, Calleja y Souto, 2000) propusieron
una definición más neutral, al identificar la violencia con los «repertorios de
acción colectiva que implican gran fuerza física y causan daño a un adversario
en orden a imponer metas políticas» (58).
Aróstegui, Calleja y Souto (2000) señalan que, en las interacciones vio-
lentas, dos o más actores sociales, que pudiesen ser individuos, instituciones,
entidades, corporaciones, asociaciones, grupos o partidos, son portadores de
proyectos políticos asumidos como incompatibles. Para resolver la confronta-
ción, al menos uno de ellos apela a acciones de fuerza, coerción o intimidación
como parte dominante de su estrategia para imponer dichos proyectos a la
contraparte, que en última instancia «persiguen el control de los espacios de
poder político, la manipulación de las decisiones en todas o parte de las ins-
tancias de gobierno, y la conquista, la conservación o la reforma del Estado»
(2000: 59). Dicho esto, para los autores la confrontación de proyectos polí-
ticos mediante el empleo estratégico de la fuerza debe ser el núcleo central de
cualquier reflexión sobre el papel de la violencia en la vida pública. En Chile,
como en toda Latinoamérica, el uso de la fuerza como metodología aplicada
en forma intencionada, sistemática y planificadamente por parte de agentes
del Estado, caracterizó al régimen dictatorial, generando una situación social
de tragedia en cuanto a sus efectos en parte de la población.
Cabe señalar que si bien la historia del país no estaba ajena a episodios
de violencia como los choques de la masa popular, fundamentalmente huel-
guistas contra ejército y policía, que terminaban en descargas de fusilería, el
golpe del 11 de septiembre de 1973 y la represión política que duraría 17
años fue una experiencia inédita en Chile en cuanto a su magnitud y duración,
ya que nunca antes se había visto un proceso de represión tan prolongada
y articulada de persecución, detención, tortura y desaparición forzada de
personas claramente identificadas (Guajardo, 2001). En un proceso doble
y aparentemente contradictorio, se ubicaba a una persona identificada en
su perfil ideológico, político y social para eliminarla o desaparecerla. Pero
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Amnesias sociales
…el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas.
Mario Benedetti
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Peñaloza (2001) señala que esta relación les permitió convertirse en uno
de los primeros y exclusivos referentes políticos del país bajo la Dictadura
y el con mayor credibilidad y respeto desde el punto de vista ético, durante
la transición democrática. De esta manera, las mujeres de la AFDD «(…)
representan hoy en día, para nuestro país, el principal referente de una de las
batallas políticas más importantes del siglo XXI: la lucha por el derecho a la
memoria» (2001: 7).
Piper (2005), planteando el mismo punto, sostiene que el debate entre
olvidar y recordar se instaló en nuestra sociedad durante la transición a la
democracia y que dicha pugna ha contribuido a la construcción de sectores
antagónicos: las organizaciones de defensa de los derechos humanos y las
agrupaciones de víctimas, por un lado, y el resto de la sociedad, por el otro.
En esta contraposición, los primeros son los encargados de oponerse al manto
de silencio que el resto de la sociedad trata de imponer, los responsables de
no permitir que se olvide lo ocurrido, de denunciar permanentemente los
crímenes del pasado y también de denunciar la voluntad de silenciar estos
hechos en pos de la paz social y la mantención de la democracia. Desde esta
perspectiva, del rol de resistencia política en el afán de conservar la memoria,
la misma investigadora afirma:
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Harún Oda G.
Los aportes de Halbwachs a los debates que sobre la memoria venían ocu-
rriendo en el campo filosófico con Bergson y en el sociológico con Durkheim,
van a ser enormemente útiles para comprender la complejidad de las relaciones
que se establecen entre el pasado, el presente y el futuro. De acuerdo a Brito
y Soto (2005), el carácter social de la memoria radicaría, para Halbwachs,
básicamente en cuatro aspectos: 1) porque tiene un contenido social, puesto
que el recuerdo es un recuerdo con otros; 2) porque se apoya en marcos sociales
de referencia, tales como ritos, ceremonias o eventos sociales; 3) porque las
personas recuerdan las memorias compartidas y recordadas conjuntamente,
y 4) porque se basa en el lenguaje y en la comunicación lingüística externa e
interna con otros seres significativos. De esta manera, la memoria colectiva,
para Halbwachs, es una memoria de los grupos y es la pertenencia grupal la
que va a proporcionar los marcos para la conformación del recuerdo.
Las experiencias del pasado son construidas simbólicamente a través
de prácticas lingüísticas (Halbwachs, 1925 en Piper, 2005), produciendo y
reproduciendo narraciones que articulan acontecimientos en tramas argu-
mentativas, actuando, de esta forma, como dispositivo de interpretación del
pasado. Los hechos, entonces, no preceden a aquello que tratamos de contar
sino que van emergiendo y convirtiéndose en tales en la producción misma
del relato (Piper, 2005). Mendoza (2005) señala que la memoria colectiva,
desde la perspectiva de Halbwachs, sería el proceso social de reconstrucción
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Harún Oda G.
Tal vez los verbos a conjugar sean los de colectivizar, pluralizar, multipli-
car, actualizar. Halbwachs (1991) plantea como tesis central que la memoria
colectiva no es una memoria homogénea, sino diversa y plural; es memoria
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324
Verdad monolítica versus memorias colectivas. Los relatos subalternos...
325
Memoria colectiva de prácticas de
resistencia contra la dictadura cívico-
militar en chile (1973-1989): un análisis
de discurso de relatos del exilio interno
Georg Unger1
Chile
Resumen
En Chile, los efectos del sistema totalitario instalado desde 1973 siguen
verificándose hasta hoy. Adicionalmente, existen diferencias entre los cuerpos
sociales que se le opusieron. Este estudio investiga aquello. Se centra en la me-
moria de la resistencia y sus horizontes, las relaciones y diferencias socioideo-
lógicas que tejen narraciones contradictorias del pasado y el presente del país.
Se practicaron 20 entrevistas a actores sociales relevantes y reconocidos
por su lucha social. Se usó el modelo de Análisis Crítico de Discurso (ACD)
de Potter (1998) por su particular concepción epistemológica, dialógica y
pragmática de las prácticas discursivas. El análisis produjo seis versiones
principales de la resistencia: la ciudadana, la popular, la cristiana, la mar-
xista, la de derechos humanos y la cultural. Se da cuenta de sus relaciones y
diferencias dialógicas y referentes socioideológicos y se analiza el valor de
estos resultados para las contradicciones que las actuales condiciones del país
reactivan y visibilizan.
Palabras claves: resistencia, memoria, ACD.
1
Psicólogo, máster en Psicología Social, Universitat Autónoma de Barcelona. Aca-
démico de la Escuela de Psicología de la Universidad Academia de Humanismo
Cristiano y de la Universidad Central de Chile E-mail: [email protected]
327
Georg Unger
Antecedentes
Todas las personas somos actores políticos, así como receptores de prácti-
cas discursivas de personas y colectividades que tienen pretensiones políticas.
Por eso es relevante reconocer que continuamente estamos elaborando versio-
nes propias y refractando versiones ajenas de los acontecimientos políticos,
sociales y culturales. En este mundo contradictorio se va configurando la
escritura de la historia y nuestras propias biografías intelectivas.
Un caso particular de construcción y «recepción» es el que se refiere a los
relatos de resistencia, particularmente de la humanidad contra la inhumanidad.
¿Qué se hace contra un régimen terrorista y totalitario que se abalanza
en un solo día sobre el espacio público y desde allí avanza a lo privado, incul-
cando una mentalidad política obligatoria? La respuesta más verosímil sería:
habría que ir avanzando sobre la resistencia, en principio desde el interior, y
admitir que esta es una clase de exilio.
Como en estas circunstancias no se puede traspasar la frontera de la
nueva geografía sociopolítica sin arriesgar la propia vida y la de otros, uno(a)
se vuelve una especie de agente doble que cuida aún más los problemas de
sentido e interpretación que son la base de la interacción social humana. Esto,
para ser parte de la orientación de la acción en que uno toma parte, que es la
base mínima de una actividad con un horizonte político y reflexivo.
Por eso De Man (1990) se refiere a un «habla con doblez», ya que está
marcado por «(…) la oblicuidad necesaria de cualquier discurso perseguido
que no puede, sin arriesgar la supervivencia, decir abiertamente lo que quiere
decir (...)» (De Man, 1990: 164-165).
La comunicación social del régimen siempre consideró a sus opositores(as)
como facinerosos. Solo tomemos el peso de la afirmación de un general de la
autodenominada Junta de Gobierno cuando se le consultó por su opinión sobre
los derechos humanos: respondió que estos no eran propios de «humanoides».
Por ello, las palabras que emitíamos caían inexorablemente en la dico-
tomía así instalada de la obediencia o la subversión. Esto tiene una fuerza
gravitante en el terreno de definición de la relación o la comunidad social y
los horizontes de construcción o cambio social contrahegemónicos.
Este trabajo trata de la memoria de esas identidades sociales que se
pusieron en juego para proteger(se) a los perseguidos, restablecer mínimos
de vida cotidiana y resistir en familia o comunidad. Trata de su unidad, pero
también de sus diferencias.
La memoria colectiva enlazada a la acción de resistencia comprende
el problema político, práctico y psicosocial que toca los relatos históricos
(stories). Estas versiones importan a multiples actores y disciplinas, en tanto
pretenden construir la factualidad y el significado de los acontecimientos
sociales; en tanto intentan acreditar la existencia de acontecimientos o de
otros relatos, en territorios de verdad y / o de ficción; y en tanto, los relatos
buscan engendrar comunidades de productores e intérpretes que reanudan
328
Memoria colectiva de prácticas de resistencia contra la dictadura...
los relatos, como bien lo vivimos los chilenos hasta hoy cuando escuchamos,
por ejemplo, de las bondades del sistema económico del país, del «equilibrio»
que nos ofrece el sistema electoral o del «giro a la izquierda» de algún actor
cuando cuestiona la herencia pinochetista.
En Chile, los estudios psicosociológicos sobre la dictadura cívico-militar
(1970-1989) se concentran inicialmente en el problema de los efectos de sus
políticas represivas y económico-sociales (ILAS, 1995, 1994, 1991). Era lo
razonable y lo sigue siendo por razones de urgencia humanitaria y denuncia
social.
Este trabajo, en cambio, centra el problema de la resistencia y la lucha
en medio del dolor, el miedo, la represión y la muerte. De cómo y por qué nos
levantamos y con qué horizonte incierto jugamos por nuestras vidas, dignidad,
amor, responsabilidad y por la de otros. Su foco principal es la memoria social
de prácticas de resistencia construidas desde los primeros días de la Dictadura.
Habla de una generación poco estudiada en Chile: la de los setenta. Los estu-
dios psicosociopolíticos comúnmente abarcan más detalladamente los sesenta
y los ochenta, como si la protesta social surgiera de condiciones meramente
«objetivas», decididas sincrónicamente, sin ethos, sin la intencionalidad del
actor que anticipa el resultado y lo fuerza con su obstinación.
Para abordar el problema de este estudio es entonces necesario atender
a la lucha humana por el control de la historicidad y a la dimensión discur-
siva de esta lucha, vale decir, a su acoplamiento con prácticas de resistencia
y dominación social.
Los seres humanos, por medio de la acción y la palabra, pueden provocar
que algo sea un «acontecimiento». Este, según se establece en el campo del
análisis de discurso, adquiere su particularidad contradictoria a partir de las
voces sociales que tejen narraciones sobre él.
Esto es común cuando, mediante la acción discursiva, queremos lograr
producir descripciones de la realidad o la verdad que porta el acontecimiento.
Y por cierto también otros atributos como los de su maldad, irrelevancia,
entre otros, y según el caso. Cuando hacemos esto también competimos con
las pretensiones del historiador y ellos(as) con la de nosotros(as), porque es-
tamos tratando de dar cuenta de hechos sociales y de fortalecer no solo a las
versiones, sino su verosimilitud, que es la dimensión por la que ellas pretenden
ser las ajustadas a «cómo sucedieron las cosas en realidad».
La atención a las prácticas sociales ha permitido el desarrollo de un
enfoque para dar cuenta de un modelo de estudio de la vida social, el de los
marcos y posibilidades de la creación social o, parafraseando a De Certau
(1996), el modo en que se inventa lo cotidiano. El estudio de las prácticas o
las «maneras de hacer» cotidianas apela a una « (…) interrogante sobre las
operaciones de los usuarios supuestamente condenados a la pasividad y la
disciplina». (De Certau, 1996: XLI).
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En este plano «(…) los artefactos verbales llamados historias y los arte-
factos verbales llamados novelas son indistinguibles los unos de los otros»
(17). Esta apuesta choca radicalmente con la concepción de la historia como
representación de la realidad.
Se deduce, además de lo dicho, la afirmación de que «los discursos se
conocen recíprocamente». El dialogismo implica
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Las entrevistas fueron practicadas entre octubre del 2006 y enero del
2007 en Santiago de Chile. Se lograron 16 entrevistas individuales y dos a
dos matrimonios. Las entrevistas duraron entre 90 y 150 minutos. En tres
casos fueron requeridas dos sesiones para abordar todos los temas de la pauta.
La selección muestral se intencionó con base a una lógica estructural
(Ibáñez, 1991). En términos prácticos esto significa que en la muestra obtenida
se intentó representar posiciones sociales heterogéneas.
Se intencionaron cinco criterios para la selección de los casos:
Los casos debían haber sido parte de colectivos tales como partidos polí-
ticos, comunidades de iglesia de base, gremios profesionales, medios de comu-
nicación de oposición, asociaciones universitarias y estudiantiles secundarias,
asociaciones territoriales de base comunitaria, asociaciones culturales con y
sin base territorial, agrupaciones de derechos humanos, agrupaciones juveniles
y de mujeres y agrupaciones que defendieron la lucha o defensa «armada».
Hay que agregar que tres entrevistados(as) vivieron exiliados por un tiempo
en países sudamericanos; dos recibieron alguna formación en Cuba y la URSS;
dos personas fueron secuestradas, una torturada; una relata torturas de una
hija; una pareja relata el asesinato de dos hijos. Adicionalmente, la mayoría de
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Muestra obtenida:
• religiosa, área sur de Santiago;
• sacerdote, IV región;
• dirigente de una agrupación cultural de base;
• actriz de teatro, televisión y cine;
• actor de teatro, televisión y cine;
• abogado de derechos humanos, militante DC;
• arquitecto, sin militancia;
• matrimonio, dirigentes poblacionales;
• dirigenta poblacional, exmilitante del MIR;
• dirigente poblacional, militante PS, y su esposa;
• dirigenta poblacional, militante PS;
• ex diputada de la República por el PS, integrante de agrupación de
mujeres y de DDHH;
• dueña de casa, militante PPD;
• exmilitante PC, integrante del CODEPU;
• profesional integrante del gobierno de Michelle Bachelet, dirigente
universitario;
• integrante de agrupación de DDHH;
• exconsejera del Colegio de Periodistas de Chile A.G. y
corresponsal de radio, militante PC; y
• profesora básica; sin militancia.
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1. ciudadana o republicana,
2. popular,
3. cristiana,
4. marxista,
5. de derechos humanos (DDHH), y
6. cultural.
1. democratacristiana,
2. partidista, y
3. armada o «militar».
Ahora, la vía armada que fue (…) eso fue bien jodido. Yo ayudé
al MIR hasta que me cansé, les di plata, les presté ropa, hice todo lo
que pude, pero es que frente a un muchacho de 22 años, idealista,
que está arriesgando su vida por cambiar las cosas, es decir, no hay
corazón que se resista, ahí que la cabeza vaya pa’ donde quiera (E. 9).
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B. La versión «popular»
Desde un punto de vista metatextual, esta versión remite a la trama o las
hebras «épicas» de todos los relatos desplegados. Representa la voz dominada,
subalterna, explotada, que resiste o en nombre de la que se resiste.
Esta voz logra su inscripción en todas las narraciones a partir del sig-
nificante flotante de «pueblo» o «pobre» (dependiendo de si se le resta o no
la dimensión cultural y política a la categoría). Los hablantes se localizan
o localizan su relato en conexión con «lo popular», con base a referencias
espaciales (vivir o «frecuentar» poblaciones), categoriales (ser pobre o de
clase obrera, ser de clase media) o funcionales (servir, concientizar, educar,
capacitar o representar al pueblo).
Esta versión abre el relato con una crítica radical a la opresión de unas
clases o colectividades sociales sobre otras. Se comprende que, para esta
versión, la resistencia tiende un puente entre generaciones pasadas, presentes
y por venir. Esta versión cierra el relato con el episodio de la neutralización
o, directamente, de la «traición de la resistencia» practicada por los agentes
que gobiernan el país desde 1990, implicando en ello a cualquier actor que
se asocia a las nuevas formas de gobierno (del Estado, de la Iglesia, de los
gremios profesionales, de las ONG e incluso, de agrupaciones de DDHH).
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C. La versión «cristiana»
Para la versión cristiana, el triunfo de las fuerzas golpistas también re-
presentó un retroceso radical en la lucha por la liberación de los oprimidos,
inscrita en la historia de la «humanidad».
Lo que la diferencia principalmente de la versión popular es su loca-
lización en los textos bíblicos y teológicos y en la «comunidad cristiana».
También se distingue de la versión popular en su relación con el problema
del sufrimiento, que coloca radicalmente en el otro.
Al igual que la versión popular, la cristiana destaca en su narración de
las prácticas de resistencia al triunfo electoral de Allende. En la construcción
de este acontecimiento, se distingue de ella y de la partidista de izquierda,
por la lectura que hace de él en el contexto político, económico y cultural
de Latinoamérica: esta lectura se asocia a un estadio de desarrollo histórico
de la iglesia (el «pueblo de Dios») en el continente sur y centroamericano.
Los principales agentes de resistencia son localizados en la comunidad
cristiana, en las «poblaciones» y en las organizaciones de defensa de los
DDHH.
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(…) Había un lazo con gente del MIR. Lo que pasa es que
había que proteger a la persona humana (…) Lo más subversivo
que se hizo, fue esconder a la gente que venía saliendo de las
cárceles para que no cayeran y se fueran, pero de eso a que en
Chile la Iglesia se sumara a un proyecto de lucha armada, para
nada. Sí hubo gente que tuvo contacto con gente del MIR porque
eran vecinos de nosotros (E. 4).
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D. La versión «marxista»
Para la versión marxista, el golpe de Estado de 1973 interrumpió el go-
bierno de Allende y de los partidos políticos de la coalición que lo condujo
al poder. Como efecto inmediato del 11 de septiembre de 1973 y la acción
discursiva que lo construía como un acontecimiento histórico contrarrevolu-
cionario, la colocó en el lugar de un discurso perseguido, amenazado y silen-
ciado. Consecuentemente significó una condena de ajusticiamiento y muerte
a sus portadores y los marcó con el signo de la clandestinidad y el exilio.
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fractura que ocurre alrededor del plebiscito de 1980. Como efecto práctico
se producen fronteras problemáticas que desestabilizan la localización de la
versión marxista y con ello el uso del significante «izquierda».
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E. La versión «cultural»
Todas las versiones de la resistencia, al hacer memoria, despliegan relatos
que construyen el discurso ajeno —el de la Dictadura— como un sistema de
prácticas semióticas que producen un Estado y una realidad social marca-
da por una trayectoria totalitaria, terrorista y oligárquica. Este sistema va
conformando un gobierno del tiempo y del espacio que dibuja y sedimenta
progresivamente un orden cultural que le es consubstancial.
La «refracción» del golpe de Estado conforma, desde el 11 de septiembre
de 1973, una trama silenciosa que protege el capital simbólico o cultural acu-
mulado por las luchas de las anteriores generaciones políticas. Adicionalmente,
los «ardides» y prácticas antidisciplinarias van creando nuevos «lugares»
donde los actores y las organizaciones sociales se arriesgan a usar de otro
modo los gestos y las palabras. Al traer al presente los acontecimientos silen-
ciados, estas prácticas, junto con crear las condiciones de una contracultura,
abren el porvenir.
En este contexto, el significante «cultura», como el de resistencia, en la
medida en que ambos refieren a un acto creativo, a una contraescritura, son
usados como sinónimos. Cultura significa, por lo tanto, progresivamente, algo
distinto a la negación de un orden.
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El carácter épico de este episodio mayor es construido con base a una crí-
tica de las «armas» y la inteligencia que pusieron en juego estos levantamientos
de amplios sectores de la población. Ellas pusieron en evidencia el carácter
totalitario, violento e ilegítimo de la prolongación de la dictadura militar y
promovieron el deseo de su derrocamiento y no el de un pacto «electoral»,
que es lo que finalmente aconteció.
Las protestas nacionales generaron un capital social que fue usado de
diferente modo por las comunidades de lucha, quienes, en consonancia con sus
modos retóricos, generaron diferentes creencias y malos entendidos también.
En este momento del análisis se evidenció el carácter «flotante» del térmi-
no «dictadura». Desde un punto de vista dialógico, que comprendía también
las relaciones específicas de las sociedades de discurso antidisciplinarias con las
totalitarias, se visibilizan también con mayor claridad los diferentes motivos
y horizontes de la resistencia, y por qué para la mayoría de los entrevistados
hoy sigue siendo relevante la resistencia. Es así como «dictadura» representa
alternativamente y solo a veces equivalencialmente al antidemocrático, an-
tisocialismo, anticomunismo, pensamiento antipopular, de derecha, fascista,
neoliberal, anticristiano, antilatinoamericano, tecnocrático, a un pensamiento
anticultural.
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Los relatos que cierran la narración histórica con el capítulo del «retorno
a la democracia», construyen a lo neoliberal como un nuevo texto de formas
de gobierno mundial. Las demás versiones, en cambio, construyen lo neoli-
beral como un (con)texto de formas de gobierno del Estado posdictatorial
en Chile, y, por lo tanto, que siguen encarnadas en la cultura simbólica y
material del país.
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más, significativo que el propio texto». Ese recorrido y sus motivos no pueden
ser esclarecidos exhaustivamente en el propio texto. Requieren del trabajo
del lector. Por medio de él «(…) el intérprete revela un sentido que está en el
texto, pero que el autor no decía» (Todorov, 1993: 146).
Ustedes son los lectores que deberán resolver en sus conciencias los
sentidos que otros produjeron para desestabilizar la escritura histórica que
intenta, performativamente, producir el anonimato de unos y la figuración
espuria de otros.
Esta cuestión, aparentemente contradictoria, representa una de las tareas
más significativas del propósito de dar un lugar de expresión a la memoria
colectiva de la resistencia en «tiempos de oscuridad». Aminora en parte la
tragedia de perder el «tesoro» que construye la experiencia de la fraternidad,
que no concluye cuando la «liberación» arruina casi automáticamente «(…)
las pequeñas y escondidas islas de libertad que, en cualquier caso estaban
condenadas a muerte», sino cuando no hay ninguna conciencia «para heredar
y cuestionar, para pensar y recordar» (Arendt, 1999: 78).
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¿Ciudades en la ciudad?
Subjetividad e inseguridad,
Latinoamérica en el siglo xxi
Eduardo Viera1
Uruguay
Resumen
Encerramiento, protecciones, guardias privadas, miedo… La ciudad como
una caja terrorífica donde la vida está acechada, desprotegida, vulnerable.
Agorafobia de los espacios públicos, paranoia de la mirada del otro, subli-
mación de los contactos en redes virtuales que permiten lo prohibido en el
contacto. Trabajamos algunos aspectos de la vida en sociedad del siglo XXI
enfocando la problemática de la inseguridad existente y vivenciada, desde
la compilación y análisis crítico de diversos documentos e investigaciones
que la han venido trabajando como asunto de ocupación y preocupación de
gobiernos, entidades civiles y ciudadanos.
Palabras clave: ciudad, inseguridad, subjetividad.
1
Psicólogo social. Magíster en Ciencias Humanas y Estudios Latinoamericanos,
Universidad de la República del Uruguay. Doctorante en Psicología por la Univer-
sidad de San Luis, Argentina. Docente en el Instituto de Psicología de la Salud en la
Universidad de la República del Uruguay. Sus áreas de investigación son: derecho
a la ciudad e inseguridad, intervención psicosocial. Actualmente es director de la
investigación «Monitorización del impacto psicosocial de los cambios sociales y
crisis: estudio preliminar comparado de Europa y Latinoamérica», desarrollada
en conjunto con la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de la
República del Uruguay y el Observatorio de Psicología Política Latinoamericana.
E-mail: [email protected]
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Globalización y globalizaciones
Hablar de globalización como novedad de estos tiempos nos parece
inapropiado. El sistema capitalista siempre ha sido un sistema global; tal
vez asistimos a procesos donde los flujos de capital, la transnacionalización
y desterritorialización de las empresas y los negocios, junto a los avances in-
formáticos, han generado un espacio virtual de los capitales, el trabajo y los
sujetos que parecen constituir una nueva realidad de flujos y redes inmateriales.
Por algo dentro de la literatura de las ciencias políticas, sociales y psicológicas
hablamos de la «nueva cuestión social» (Guerrero Cossio, 2001), los «nuevos
movimientos sociales» (De Souza Santos, 2001), las «nuevas patologías»,
a veces exagerando la novedad y poniendo nuevos nombres a situaciones
similares, a veces no pudiendo dar cuenta de los cambios y transformaciones
que como sujetos habitantes de esta época vamos experimentando mientras
tratamos de elucidarla.
Estos «nuevos tiempos» definen espacialidades y temporalidades espe-
cíficas que es necesario comprender en tanto productoras de subjetividad,
contenedoras y continentes de la vida y las problemáticas que la caracterizan.
La inseguridad y la violencia resultan problemáticas resaltadas y utilizadas
en estos nuevos-nuestros tiempos.
Enmarcadas en las actuales circunstancias, las ciudades se desenvuelven
bajo modelos aún más dispersos que en épocas precedentes; modelos caracteri-
zados por su fragmentación y difusión ante los tradicionales patrones urbanos
de tipo compacto y concentrado (Cuadrado, Fernández y Rojas, 2005). La
referencia a la ciudad difusa (Indovina, 1990), la ciudad dispersa (Monclus,
1998), entre otras denominaciones, ofrece explicaciones a los cambios que
se vienen produciendo en la organización territorial de las ciudades. Estos
mismos procesos producen inclusiones y exclusiones éticas, estéticas, de for-
mas de vida y, fundamentalmente, de sujetos que, como decía un compañero
argentino, «se caen de la escalera social» (Ferrara, 2003). Se incorporan en
las nuevas estructuras individuos y grupos necesarios a la racionalidad do-
minante, se rechaza y expulsa a individuos y grupos que no tienen lugar en la
nueva estructura productiva o que carecen la capacidad de adaptarse a ella.
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Pobreza urbana
Datos de 2006 (INEGI, 2006) presentan a la magnitud de la pobreza en
México en un número de 44,6 millones de personas, de los cuales 23,6 millones
(52,9%) se encontraban en ciudades, situación que coloca a este país como
uno de los que mejor ejemplifica el proceso mundial de «urbanización de la
pobreza». Estos datos se repiten en mayor o menor escala, pero siempre con
números muy altos en todo el continente. Los datos no son asépticos, impli-
can un desafío para quienes intentamos trabajar por otros mundos posibles
y necesarios, donde la inclusión social no sea un buen nombre o categoría
de políticas públicas focalizadas (y de alguna manera segregacionistas en sí
mismas) o proyectos financiados por las agencias internacionales.
Como dicen Mier & Ziccardi (2005), la pobreza urbana no implica sola-
mente segregación socioespacial; otros factores se agregan a la exclusión social:
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el panorama social de las ciudades. Se calculaba en ese año, que al menos mil
millones de personas carecían de servicios de infraestructura básica y viviendas
adecuadas, además de que permanecían en situaciones de pobreza y exclusión
social (ONU-Hábitat, 1996). Dieciséis años han pasado de ese evento y su pro-
grama, por lo que es momento de preguntarnos cuánto se ha podido avanzar
en esos objetivos de enfrentamiento a la exclusión y la pobreza.
Nuevos eventos han generado preocupación por el tema y la elaboración
de nuevos proyectos y programas que, al menos, dan trabajo a un conjunto
de técnicos que trabajan en ellos.
En un rápido vistazo de la situación de las ciudades de nuestro continente
podemos encontrar una serie de falencias y dificultades comunes que afectan
a una mayor cantidad de pobres y empobrecidos. Las propuestas de solución
a tales «efectos» muchas veces corren por carrilles similares en los diversos
países de nuestro continente, no importando el signo político del gobierno de
turno. Tal vez la lógica económico-política globalizada, y un sistema domi-
nante de urbanización acorde a ella, justifiquen modos de hacer o no hacer
respecto a esta problemática.
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que definen aspectos tales como qué eventos, sucesos, actos deben ser conside-
rados violentos y por tanto punibles.
En casi todo el mundo ya es una frase común hablar de la «sensación
de inseguridad». Sin entrar en más especificaciones técnicas por el momento,
diríamos que esta es el efecto y también la productora de discursos sobre
violencia e inseguridad. De allí a la estigmatización de los violentos, un paso.
Paso que seguramente se da cada vez con mayor firmeza y precisión: los
pobres, los jóvenes, los vagos, los negros, los drogadictos, los «raros», los
diversos que habitan nuestras ciudades y que por algún motivo (o varios) no
alcanzan los estándares del ciudadano medio para ser considerados normales
y no peligrosos.
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hegemónico nos muestran que este era un imaginario más desde donde se
construyó y construye la dominación cultural.
Paradoja 2. Los sujetos y lugares que evitamos por peligrosos tienen sobre
sí muchas características estigmatizantes similares a las que los colonizadores
adscribieron y adscriben a los colonizados.
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Una política desorganizada, «de bajo nivel», sin voluntad hacia las solu-
ciones necesarias para las mayorías y buscando apenas el rédito a corto plazo
no puede generar crecimiento económico ni una urbanización incluyente.
La burocracia y la corrupción impiden cualquier cambio efectivo y real que
incluya a los desplazados.
Marcola, desde otra lectura y otra experiencia, afirma algo rotundo poco
considerado en las propuestas políticas de cambio y mejora social: la «mudan-
za psicosocial», aspecto casi irrelevante en las acciones ya sea de gobiernos
conservadores o progresistas. Predomina una subjetividad colectiva, sostén
del estado de cosas, de un sistema social que va empujando a sus sujetos al
aislamiento y el encerramiento sin otra perspectiva que competir para sobre-
vivir. Una sociedad que no ve, que no mira a sus excluidos y que no ofreció
soluciones pertinentes a la miseria y la indigencia. Una urbanización que ha
construido espacios la soledad y abandono. «Ustedes son los que tienen miedo
de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y
matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera».
Afueras y adentros que se confunden en cuanto a los controles y los
encerramientos. Si pensamos en la vida cotidiana en las ciudades, podría-
mos comprender esta frase en el plano de las cotidianeidades del miedo y
la sensación de inseguridad vigentes. Nos encerramos, nos enrejamos, nos
encarcelamos, como modos posibles de preservar nuestra vida.
Subjetividades donde la fragmentación y la segmentación, el repliegue del
mundo público, el escepticismo ante las construcciones colectivas se natura-
liza y comienza a formar parte de la cotidianeidad alienada y encerrada. Una
cotidianeidad donde el otro es un alter ego de competencia o que provoca
miedo por su diferencia. Marcola remarca de esta manera esa diferenciación
entre nosotros y los otros:
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críticos que esas lógicas han planteado para los sujetos y sus interacciones,
tomando en cuenta que ellas han considerado básicamente el rédito económi-
co o la colocación de capitales sobrantes o de procedencias dudosas. Como
dice Harvey: «si esta crisis es fundamentalmente una crisis de urbanización,
entonces, la solución debería ser la urbanización, y ahí es donde la lucha por
el Derecho a la Ciudad es fundamental, puesto que tenemos la oportunidad
de hacer algo diferente» (2009).
Hablamos del derecho a la ciudad y no de derechos en la ciudad, pues
importa hacernos cargo de que la ciudad, toda la ciudad, nos pertenece a
todos/as, y entre todos/as debemos hacerla y gobernarla. Una ciudad que
permita la vida en el amplio sentido del término, no solo en un plano material
o de servicios sino incluso en sus aspectos más sutiles referidos a lo estético,
lo cultural, lo ético. Una ciudad integrada y articulada en sus diferencias que
revierta procesos de fragmentación, estigmatización y segregación. Si no enfo-
camos esto seguiremos sufriendo los efectos de las expulsiones y exclusiones
violentas de historias y sujetos y, seguramente, viviendo en la inseguridad de
la respuesta violenta ante estas expulsiones.
Las fuentes sustantivas que se manejan para los diagnósticos del estado
de inseguridad y delincuencia en nuestras sociedades pasan por estadísticas
oficiales y privadas, investigaciones de las ciencias sociales y registros de
los medios masivos de comunicación. En cada uno de los casos podemos
deconstruir los modos y presupuestos que organizan la mirada, así como los
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recortes explícitos o implícitos que realizan. Esta es una tarea sustantiva para
desnaturalizar un cierto estado de cosas establecido.
Asimismo consideramos que para poder revertir en algo los procesos
de construcción de la sensación de inseguridad y la inseguridad (varias veces
escuchamos decir a delincuentes, presos o no, que una de las cosas que les
acercaba a su víctima era la percepción del miedo en esta) debemos trabajar
fuertemente en la concepción y construcción de una ciudad de todos, recons-
truyendo los procesos que la han fragmentado en sectores incomunicados
entre sí. Esto implica una mayor incidencia en los procesos de urbanización
y sus políticas, incluyendo sujetos y subjetividades no solo como beneficiarios
o damnificados de tales procesos, sino como actores concretos en la cocons-
trucción de otra ciudad.
Algunos/as podrán considerar estos planteos como utópicos, pero resulta
fundamental recordar que la utopía es la imposibilidad de la realización fáctica
del proyecto en las condiciones actuales de existencia, pero posible en otras
condiciones. Seguramente nuestra tarea pasa por cambiar esas condiciones.
Hinkelammert plantea: «un proyecto de liberación hoy tiene que ser
un proyecto de una sociedad en la cual todos quepan y de la cual nadie sea
excluido» (1995).
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382
Historia, memoria y subjetividad
Los aportes de la historia y el
psicoanálisis a las ciencias sociales1
Elisa Neumann2
Chile
Resumen
Las ciencias sociales han privilegiado el estudio y análisis de procesos
macrosociales en sus dimensiones sociológicas, económicas y políticas. Desde
esta perspectiva la sociedad es vista como totalidad inmanente que prefigura
y condiciona la acción de los sujetos y los colectivos. El sujeto humano es
borrado del curso de la historia. En este artículo se trabajan algunas nociones
que permiten visibilizar la capacidad instituyente de los sujetos y los colecti-
vos. Para ello es necesario develar el papel que juega lo social-histórico en la
subjetividad y la relación de esta última con una historia de la cual es soporte
y efecto, y la cual contribuye también a crear. Con este propósito se analizan
las relaciones entre psicoanálisis e historia, a fin de producir conocimiento
sobre lo histórico-social que hagan posibles nuevas prácticas ético-políticas.
Palabras claves: subjetividad, psicoanálisis, historia y política.
1
Este trabajo fue presentado al seminario «Historia y ciencias sociales en el debate
actual», en el curso de la formación del Doctorado en Procesos Sociales y Políticos
en América Latina, UARCIS.
2
Psicóloga, magíster en Psicología Clínica Psicoanalítica, UAI. Es docente y directora
de la Escuela de Psicología de Universidad ARCIS, Chile. Sus áreas de investigación
son: transmisión transgeneracional del trauma político a nivel individual y social;
y violencia, poder y prácticas de resistencia. E-mail: [email protected]
383
Elisa Neumann
Introducción
En sus inicios, las nacientes disciplinas de las ciencias sociales centraron
sus esfuerzos por deslindar límites y marcar territorios, lo cual les permitió
definir sus respectivos objetos de estudio. Alrededor de la década de los
setenta se hizo evidente el agotamiento de las disciplinas de objeto discreto
para abordar las complejidades de las sociedades actuales. En la actualidad
los esfuerzos se orientan al desarrollo de objetos y campos de problemas que
permitan abordajes transdisciplinarios.
Las problemáticas vinculadas a la subjetividad colectiva y la transforma-
ción social es una de las áreas de preocupación de las ciencias sociales que se
resiste a los abordajes unidisciplinarios. Según Fernández (1997), ello implica
desmontar ficciones recurrentes: la ficción del individuo que impide pensar
en términos de procesos y movimientos colectivos y la ficción del poder de
estructuras y organizaciones que cobran vida propia, obturando la existencias
de sujetos concretos que las sostienen y reproducen en el tiempo, pero que
son también capaces de transformarlas.
Se requiere de un esfuerzo de elucidación crítica que permita transitar
desde epistemologías de objeto discreto a la producción de conocimiento
transdisciplinar. Se trata de evitar comprensiones simplistas y reduccionistas
para abordar un campo de problemas desde un paradigma multirreferencial.
Esto no significa la disolución de las disciplinas actualmente existentes, pero
demanda un esfuerzo por desterritorializarlas, pues sus saberes son puestos
en tensión al entrar en contacto con otros saberes.
Más aún, la producción de conocimientos desde perspectivas transdis-
ciplinarias pasa por desmontar ciertos a prioris epistémicos desde los cuales
se constituyen los campos de análisis en las ciencias sociales. Uno de los más
recurrentes y serios obstáculos para la producción teórica es el par antinómi-
co individuo / sociedad. Esto impide sostener la tensión singular / colectivo,
es decir entender un sujeto cuyo deseo se inscribe en la historia, y al mismo
entender esta historia como movimiento y praxis humana.
En este artículo se problematizan estas ficciones y oposiciones en las
cuales se han construido los saberes de las ciencias sociales, al mismo tiempo
que se interrogan los cruces y transversalidades entre sujeto e historia, entre
alienación individual y colectiva.
384
Historia, memoria y subjetividad Los aportes de la historia y el psicoanálisis...
385
Elisa Neumann
Antinomia individuo-sociedad
Señala Fernández (1997) que la problematización acerca de la relación
entre individuos y sociedad ha sido una preocupación central en el curso de
la modernidad. Objeto de análisis de la filosofía, ciencias sociales y políticas,
su indagación ha cursado tanto en el espacio científico académico como en el
ético-político. En ocasiones se considera al individuo en tanto singularidad,
solo él siente, piensa, actúa. La sociedad sería una abstracción o generaliza-
ción teórica, ya que lo realmente existente sería las acciones y relaciones de
los sujetos entre sí. Para otros, el individuo sería una construcción teórica, lo
real sería la sociedad que hace posible la actualización individual, resultado
tan solo del cruce de relaciones sociales.
En ambas posturas la relación entre lo singular y lo colectivo es resuelta
desde un paradigma disyuntivo, lo cual da lugar a diversas variantes de psi-
cologismos y sociologismos. Se opone a la noción abstracta de individuo una
noción igualmente abstracta de sociedad.
La antinomia individuo / sociedad se encuentra presente en todas las
ciencias sociales, y es un recorte que se prefigura como un impensable las
aproximaciones teóricas y metodológicas a la temática de las transformacio-
nes de lo social. Este a priori define las delimitaciones del campo disciplinar,
organiza la lógica interna de sus nociones teóricas y dispositivos metodoló-
gicos. Es decir si bien operan desde lo implícito, definen lo esencial en cada
una de las disciplinas de las ciencias sociales. Son la base de reduccionismos
psicologistas y sociologístas, en las cuales la tensión entre individuo / sociedad
es resuelto por la preeminencia de uno de los polos.
El polo psicologista se basa en el supuesto erróneo que la sociedad puede
ser pensada como una agregación de individuos. Por el contrario, si se otorga
preminencia a la sociedad, esta es pensada como la estructura que articula
organizaciones que preexisten y configuran a los sujetos.
La antinomia individuo / sociedad no solo tiene implicaciones académi-
cas, sino también ético-políticas. Su origen puede situarse en la controversia
Locke-Rousseau, dilema que sigue siendo problemática para las democracias
modernas. ¿Qué debe priorizarse: los intereses individuales o los intereses
colectivos? ¿Los grupos son capaces de invención y creación o requieren de
una vanguardia que los ilumine? Las posturas se dividen entre aquellas que
señalan la necesidad de dirigir a los colectivos y aquellas que les suponen
protagonismo y capacidad autogestiva.
A la antinomia ya expuesta se ha agregado en estos últimos decenios otro
par, la oposición acontecimiento / estructura, la cual puede ser entendida como
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Historia, memoria y subjetividad Los aportes de la historia y el psicoanálisis...
una variante de la primera. Desde algunas perspectivas, lo que daría cuenta del
curso de los acontecimientos en el acontecer social sería la conformación de
estructuras, cuya organización y lógica interna predeterminaría la dirección de
los procesos. Para otros, el acontecimiento entendido como trama y configu-
ración de relaciones entre actores daría cuenta de variaciones, modificaciones
y rupturas que dan como resultado nuevas configuraciones (Meneses, 2003).
Comprender procesos sociales, su historia, presente y devenir pasa por
superar estas falsas dicotomías, manteniendo la tensión y abriendo un cam-
po de problemas que sea capaz de pensar el peso de lo social-histórico en la
construcción de las subjetividades, y al mismo tiempo el peso de los procesos
subjetivos en lo social-histórico.
Zemelman (1994) ha señalado que en las últimas décadas es cada vez más
claro que el análisis de los fenómenos y procesos sociales requiere tener en
cuenta sus procesos constituyentes. El estudio de los movimientos sociales, las
organizaciones políticas y el Estado no puede ser cabalmente comprendido si se
lo reduce tan solo a productos históricos, es decir cristalizaciones de realidades
que obedecen a una explicación histórico-genética. Este tipo de explicación
es insuficiente para dar cuenta de la situación presente del fenómeno. Esto
supone ir más allá de su condición de producto histórico para considerarlos
como producentes (en la terminología de Bloch). Es decir no solo como algo
acabado, sino más bien siendo y por tanto conteniendo realidades potenciales.
Las ciencias sociales tienen dificultad para dar cuenta de estos dinamismos
complejos, porque en su esfuerzo por dar cuenta de ciertas certezas terminan
por prestar atención solo a lo instituido y no a los procesos instituyentes.
El estilo dominante en ciencias sociales ha sido quedarse en grandes
descripciones abstractas, a nivel macro y en tiempo presente, lo cual hace
imposible comprender cómo se fueron gestando. La comprensión de las
dinámicas constituyentes pasa por plantearse el tema de la subjetividad en
primer plano. Su abordaje implica enfoques multi y transdisciplinarios, ya que
es necesario abordar este problema en sus dimensiones culturales, políticas,
subjetivas y sociales.
Analizar los dinamismos constituyentes es analizar los procesos socia-
les en el presente, ya que es ahí donde los sujetos despliegan sus prácticas.
Sin embargo, su acabada comprensión pasa por entenderlas como realidad
histórica, producida y al mismo tiempo produciéndose. Solo así será posible
captar sus potencialidades de futuro.
Para ello se requiere superar los enfoques positivistas que suponen la
existencia de un objeto discreto autónomo, reproducible, no contradictorio y
unívoco. Esta lógica de objeto discreto, necesarias en el momento fundacional,
se transforman en obstáculos epistemológicos para abordar territorios comple-
jos, tales como el proceso de devenir y transformación social. Por el contrario,
este campo de problemas solo puede ser abordado desde la confluencia y
atravesamiento de distintas disciplinas. Este movimiento, que cuestiona los
387
Elisa Neumann
Historia y subjetividad
Ricoeur (2004) ha señalado que la oposición memoria individual / memo-
ria colectiva es espuria. Se suele afirmar con demasiada rapidez que el sujeto
de la memoria es el yo, con lo cual la memoria colectiva pasa a ser solo una
analogía. Sin embargo, otra aproximación es posible si se tiene en cuenta la
fenomenología de la memoria.
El objeto de la memoria es la presencia de una imagen de la cual, se
afirma, es representación del pasado. La rememoración cursa por vía de la
cadena asociativa en relaciones de contigüidad o semejanza con la imagen de
un acontecimiento remoto, y por tanto ausente (Freud, 1900-1901).
La presencia de algo ausente no remite necesariamente al pasado, la
memoria deberá distinguirse de la imaginación. Esta última dice relación con
lo fantástico, lo ficticio o irreal. Por el contrario, la memoria es una realidad
anterior, da cuenta de lo acontecido. Lo que distingue memoria de imaginación
es su distancia temporal. Sin embargo, en la medida que el recuerdo se con-
figura en imágenes, se encuentra siempre presente el riesgo de deslizamiento
hacia lo imaginado. Esta cercanía entre recuerdo e imaginación es lo que pone
en el centro el problema de su fidelidad.
La memoria alude no solo a la huella, a la marca, sino también a la
capacidad o potencia de evocar un recuerdo. En este sentido es un esfuerzo
activo. Supone el esfuerzo por aprehender, dar caza e identificar cierta huella,
entre las múltiples posibles, con la cual tendrá solo una relación de semejanza,
existiendo siempre el riesgo de un ajuste fallido.
En la medida que es un acontecimiento que deja inscripción en el sujeto, la
memoria pertenece a su mundo interno. Sin embargo, no es solo lo vivenciado,
es también cierta experiencia suscitada desde el mundo exterior. Si bien el
recuerdo es de carácter reflexivo, alude a la esfera de la interioridad del suje-
to, es a su vez lo vivido, acontecido. Lo que es posible de ser recordado lo es
siempre en relación a otros que sancionan el recuerdo como real y verdadero.
Los diversos procedimientos para evocar el recuerdo dan cuenta de que
no existe esta distinción tajante entre lo interno / externo con la que habitual-
mente se piensa el tema de la memoria. Entre ellos se puede mencionar los
recordatorios, es decir el uso de signos exteriores que ayudan a recordar, tales
como museos, monumentos y sitios de memoria; la reminiscencia, hacer revivir
el pasado ayudándose del recordar entre varios; finalmente, el reconocimiento
que sanciona lo recordado como representación en el doble sentido de volver
a hacer presente y en tanto representación de un acontecimiento real ocurrido.
Sin duda la memoria tiene su asiento en el yo, pero aquello que deja
inscripción y su posibilidad de evocación lo es siempre en relación a otros. El
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Elisa Neumann
las cuales aparecen como lo que define y conforma los procesos sociales con
independencia de la acción de los sujetos. El acontecimiento histórico supone
un momento decisivo en que la acción humana puede inclinar el curso de
los acontecimientos en una u otra dirección, sin que por ello dejen de estar
inscritos en un proceso que lo antecede. Dicha acción cursa en un momento
de fisura o desgaste de la estructura social de una época determinada.
El pasado no es un designio fatal que coloca límites a la acción colecti-
va de los sujetos; en el pasado hubo también sujetos que fueron capaces de
iniciativa. Si bien el acontecimiento se inscribe en una trama, no es posible
comprenderla solo a partir de ella.
Los seres humanos se plantean ciertos problemas a resolver y enfrentar
en función del imaginario propio de cada época histórica, y a partir del cual se
crean ciertas instituciones que regulan las prácticas sociales. Las instituciones
son creaciones imaginarias que configuran sentidos organizadores que regulan
las relaciones sociales. Lo imaginario no es del orden de la representación,
aun cuando se exprese en una diversidad de redes simbólicas, es imposible
de captar como tal (Castoriadis, 2010).
La historiografía no se limita a la descripción de acontecimientos, sino
que debe más bien develar su sentido. De allí que la historia deba construirse
a partir de un paradigma indiciario, conjetural, que opera con una lectura sin-
tomal de huellas, marcas, residuos del pasado. Se trata de capturar el discurso,
lo dicho; pero también lo que se omite o niega. La modernidad se ha fundado
en la creencia de progreso y razón, como si el presente significara una ruptura
radical con un pasado anterior, que en realidad lo funda y constituye. Este
pasado, que pesa sobre el presente, es un pasado que deja huellas, rastros y
vestigios que deberán ser interpretados desde una hermenéutica psicoanalítica
para develar aquello que siendo parte de lo reprimido, viene a configurar un
presente cuyo fundamento se niega y desconoce (Certeau, 1995).
Estudios de esta naturaleza deberán ser por fuerza de carácter microhistó-
rico, sin perder de vista su relación con lo macrohistórico. La oposición micro
/ macrohistoria es otra de las categorías binarias propias del pensamiento
occidental. Al privilegio por los periodos de larga duración y su insistencia
en la regularidad, se asocian ideas de coacción y dominación sobre los suje-
tos, que solo logran dar cuenta de una historia inerte, de normas y prácticas
sociales normadas por estructuras.
Por el contrario, al variar el foco de observación a lo micro, a la ciudad,
al barrio, se recuperan las prácticas y vivencias de los protagonistas. Allí
es posible estudiar las estrategias de coacción, pero también de resistencia
y negociación de la periferia con los centros de poder. Se trata de tener en
consideración el problema de la variación de escalas, y de lo que es posible
ver desde los distintos enfoques de observación (Ricouer, 2004).
Esto permite dar cuenta de lo instituido y al mismo tiempo de lo ins-
tituyente, siempre presente en la institución. Toda institución es un proceso
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Elisa Neumann
encubren los primeros. En el recuerdo que los sujetos evocan existe siempre
deformación de lo efectivamente ocurrido. A ello se agrega que sobre aquel
registro ya distorsionado, el historiador va a escriturar una historia con la
pretensión de que esta sea verdadera. Habría en esta historia cierto carácter
de coacción sobre la memoria colectiva, que es organizada desde un registro
que le es exterior.
Ricoeur (2004) va a plantear que el documento debe ser interrogado,
examinado, para distinguir en él lo que puede ser cierto o falso. Se trata de
ejercer una función de complemento, de control, de corroboración respecto
al documento, al registro, al archivo.
La historia aspira a cierta vocación de fidelidad de representar el pasado,
de dilucidar y esclarecer los acontecimientos pretéritos, pero para ello es preci-
so reconocer que la huella no dice por sí sola. Es un vestigio de que algo efec-
tivamente ocurrió, pero cuyo sentido demanda un trabajo de interpretación.
Con ello abre una vía intermedia entre un sentido único y fijo para
siempre y sentidos infinitos, inconmensurables entre sí, pero que remiten a
acontecimientos padecidos y vividos. Se supera con ello el positivismo que
busca leyes fijas, pero al mismo tiempo evita el relativismo posmoderno.
Se trata de construir una historia no como mera ficción sino más bien
una historia crítica, que devele, esclarezca lo dicho y lo no dicho. La huella
es presencia de algo ausente, pero cuyo sentido demanda un esfuerzo de in-
terpretación sobre el sentido de lo sucedido (Micieli, 2007).
Consideraciones finales
En el nacimiento de las ciencias sociales se constituyen disciplinas diversas
que recortan distintas dimensiones del ser en sociedad. Este momento inicial
se constituye en un serio obstáculo epistemológico para abordar campos com-
plejos; tales como la vinculación entre subjetividad y transformación social.
Estos nuevos objetos de análisis demandan desmontar los a priori epis-
témicos que configuran las diversas disciplinas de las ciencias sociales, entre
ellos los pares antinómicos sujeto / sociedad, micro / macrohistoria, objetivo
/ subjetivo. Cuestionar estas certezas implica también desterritorializar los
saberes de cada disciplina.
La noción de individuo como unidad elemental de la sociedad es una
ficción propia de la modernidad, que impide dar cuenta de la relación entre
lo universal de la norma y el proceso de creación y recreación de las certezas
propias de cada época.
Las reducciones psicologistas conciben al individuo como totalidad que
en su relación a otros crea sociedad, la cual es pensada como una abstracción
teórica. Por el contrario, para los reduccionismo sociologistas lo único real
es la organización de la sociedad, de la cual el individuo es solo soporte y
396
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Elisa Neumann
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399
La psicología política en el Paraguay:
historia, cultura y comportamiento
José E. García1
Paraguay
Resumen
El estudio del comportamiento político como área especializada dentro
de la psicología ha comenzado a discutirse en el Paraguay en fecha muy cer-
cana. Pero pese a este comienzo reciente, existen antecedentes importantes
que pueden encontrarse en la obra de historiadores, abogados y escritores de
diversa procedencia que analizaron las peculiaridades del comportamiento de
los paraguayos desde una perspectiva histórica y social. Esta aproximación no
constituye una elección accidental ni arbitraria. La historia de este país ofrece
numerosas instancias desde donde puede enfocarse el proceso de construcción
colectiva de la nacionalidad como una respuesta o alternativa al asedio sufrido
por factores externos y a la acción de procesos políticos y sociales internos.
En el Paraguay se produjo un mestizaje muy activo durante la era colonial,
así como una asimilación de la cultura indígena al conjunto de costumbres y
tradiciones que aportaron los colonizadores españoles. A partir de allí, varios
momentos importantes de la historia nacional pueden examinarse en busca de
elementos y claves interpretativas para la configuración del comportamiento
político característico de los paraguayos. En sí mismos, estos factores, que
provienen de la historia y la cultura nacional, no constituyen todavía hipó-
tesis comprobadas susceptibles de integrar una teoría del comportamiento
político. Son insumos básicos con el potencial de contribuir a la identificación
de aquellos elementos que puedan ser objeto de una comprobación posterior
1
Licenciado en Psicología por la Universidad Católica Nuestra Señora de la
Asunción, Paraguay. Es docente en el Departamento de Psicología de la misma
casa de estudios. Sus áreas de investigación son: historia de la psicología política,
comportamiento político y cultura, historia de las áreas básicas y aplicadas de la
psicología paraguaya. E-mail: [email protected]
401
José E. García
que a la vez utilice los recursos metodológicos de las actuales ciencias del
comportamiento. Este capítulo ofrece una síntesis preliminar para configurar
una agenda válida en la investigación de la psicología política en el Paraguay.
Palabras claves: psicología política, comportamiento político, carácter
nacional, Paraguay, historia, cultura.
402
La psicología politíca en el paraguay: historia, cultura y comportamiento
403
José E. García
404
La psicología politíca en el paraguay: historia, cultura y comportamiento
405
José E. García
interno que era necesario para la continuidad exitosa del proyecto (Wilde,
2003). Sin embargo, es un hecho que este experimento social tuvo detractores
en su tiempo tanto como en la actualidad. Pero aún con todas las críticas que
puedan hacerse, es evidente que no se trató simplemente de una imposición
forzada de la cultura y la religiosidad europeas tal como eran aceptadas en
ese momento, o de un adoctrinamiento agresivo, compulsivo o avasallante. Su
resultado puede verse mejor como la encarnación de los elementos básicos que
sostiene la doctrina católica de los valores, en una búsqueda y práctica de la
solidaridad, la dignidad humana, el bien común y una opción de preferencia
hacia los pobres (O’Brien, 2004).
Pero los ecos de las turbulencias que estremecían a la monarquía ibérica
también llegaron hasta el sur de América, principalmente los reflejos del mo-
vimiento de las comunas de Castilla. Los efectos no tardaron en sentirse. A
partir de 1717 comienza a tomar cuerpo la revolución comunera del Paraguay.
Este no fue un movimiento de conflicto en ejecución continua, su estructura
es más semejante a explosiones populares esporádicas pero secuenciales. Los
comuneros no eran antimonárquicos en absoluto, por eso no se los considera
un movimiento independentista, aunque puedan ser vistos como precedentes
en otros sentidos. Sus adherentes deseaban obtener mayor autonomía local
basada en la voluntad popular y al mismo tiempo ganar el derecho, entre
otras cosas, de elegir libremente a los gobernadores de la provincia. Pero su
rebeldía fue interpretada por la corona como un inaceptable acto de sedición
y se los combatió con energía, hasta extirparlos. Su líder más importante fue
José de Antequera y Castro (1689-1735), un panameño que llegó a Asunción
para interceder en los conflictos que los habitantes mantenían con el gober-
nador. Pero él, haciendo un giro completo y radical, terminó aliado con los
insurrectos y convertido en su jefe. Antequera fue el ideólogo principal. En
España estudió jurisprudencia y se especializó en el ejercicio de la abogacía.
Después ofició de fiscal de la Audiencia Real de Lima. Escribió que los pue-
blos no abdican de su soberanía y cuando la actitud de los gobiernos hieren
la voluntad popular, la comunidad puede oponerse a ellos (Romero, 1995).
Por supuesto no hubo contemplaciones con relación a su persona. El escar-
miento fue didáctico. Murió en una cárcel de Lima sin renunciar nunca a sus
principios. El movimiento sintetizó la lucha entre el absolutismo monárquico
y centralista contra el ideal político de las autonomías locales (Díaz-Pérez,
1973). Pero los comuneros tuvieron otras aristas donde quedó estampado
el estilo de su beligerancia. Por cierto que la revolución no produjo ningún
éxito político a largo plazo, al menos dentro de los postulados originales que
la movieron. Pero tuvo alguna influencia en que los jesuitas acabaran siendo
expulsados en 1767.
Durante los días de la Colonia fueron produciéndose varios hechos
importantes que causaron un efecto muy directo sobre la importancia y el
peso político del Paraguay en el amplio esquema de la conquista. Uno de
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de manera casi obligada unas palabras que don Carlos manifestó a su hijo
cuando ya se hallaba en el lecho de muerte y que llegaron hasta nosotros
por la confesión de un contemporáneo y testigo, el coronel Juan Crisóstomo
Centurión (1840-1909). Le habría dicho que siempre prefiriese la pluma a la
espada en la solución de los litigios internacionales, sobre todo con el Brasil
(Centurión, 1944). Infortunadamente no podemos saber cuáles habrán sido
los pensamientos de Solano López en el momento de recibir este consejo, pero
es muy claro que no lo llevó en cuenta. Si algo lo identificó como líder político
fue la espada, no la pluma. Las consecuencias de esta diferencia de estilos
resultaron letales para quien más tarde sería ungido mariscal, pero mucho
peores lo fueron para las generaciones de paraguayos contemporáneas a él
y las futuras inclusive. Al comenzar el gobierno de Solano López y durante
los dos años siguientes, las fuerzas militares paraguayas, si bien parecían no
sobresalir en la calidad de su entrenamiento (Bareiro Spaini, 2008), eran muy
considerables en armamento y número, alcanzado los 40 mil efectivos en
1864. Esto le hizo pensar que el Paraguay, basado en esta condición, merecía
un lugar de mayor respeto e influencia entre las naciones de la región. Pero la
arrogancia característica de sus vecinos, especialmente el gobierno de Buenos
Aires y en casi igual medida el del Brasil, demostró que no se encontraban
dispuestos a reconocer esto. Solano López pensaba, además, que el Paraguay
debía ejercer un rol particular de árbitro de los asuntos políticos que se sus-
citaran en el Plata (Whigham, 2010). Pronto tuvo la oportunidad de ver su
orgullo herido. A la persistente indignación contribuyó además la turbulenta
situación política de la región, que era cualquier cosa menos estable y prede-
cible. Igualmente había territorios en disputa con el Brasil y la Confederación
Argentina que aumentaban continuamente la tensión.
Cuando el Imperio de don Pedro II (1825-1891) inició sus operaciones
en la Banda Oriental en septiembre de 1864, que fueron la causa formal más
importante para precipitar el conflicto (Cardozo, 1954), López entendió que
esto también constituía una grave afrenta al honor del Paraguay o que este
podría ser el siguiente blanco de la campaña expansionista del gran vecino,
por lo que se consideró forzado a actuar. El resto ya es historia conocida.
Los hechos mencionados desencadenaron la guerra más cruenta y salvaje que
se haya librado en suelo americano hasta nuestros días y que no solamente
confrontó con el Brasil, sino también con una Argentina que comenzaba su
dificultosa marcha para unificarse como nación y con la Banda Oriental, cuya
respuesta a la iniciativa paraguaya de ir en su ayuda cuando su territorio era
ocupado por las fuerzas del emperador fue volverse en su contra y devolverle
el favor con las balas de los cañones. Pese a las razones y los argumentos que
se hubiesen podido esgrimir en favor y en contra, López, incluso con su ener-
gía y decisión de obrar siempre en favor del engrandecimiento de su patria
(Bray, [1945]1995), parece haber carecido de la claridad mental y la serenidad
reflexiva para comprender los posibles riesgos y alcances que acarrearían las
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que imponían las potencias de ocupación. No hace falta explicar mucho por
qué estas personas nunca gozaron del aprecio popular. Las tropas extranjeras
de ocupación permanecieron estacionadas en el país durante algunos años,
supervisando de manera muy cercana y estricta cuanto resolvía el gobierno
provisorio. Al marcharse el último soldado del Imperio el 22 de junio de
1876 (Salum-Flecha, 2007), los paraguayos comenzaron la gigantesca tarea
de reconstruir su futuro y el rediseño del país. Muchas cosas cambiaron. Ya no
quedaron vestigios de los antiguos regímenes, ni en sus valores ni en sus prácti-
cas. La figura y memoria de Solano López quedó sujeta al más duro oprobio,
el que le duró muchos años, hasta que se diera su reivindicación unas décadas
más tarde. Las ideas nacionalistas de antaño quedaron olvidadas y fueron
suplantadas por un discurso e inclinación política que denotaban un mayor
predicamento liberal, más en sintonía con lo que era políticamente aceptable
para la época. El 18 de noviembre de 1870 se juró una nueva constitución que
refleja de forma muy clara la creciente vigencia de este pensamiento. Como
afirma Bogado Rolón (2011), la nueva carta magna representó el paso de seis
décadas de Estado autoritario y paternalista a una etapa identificada por un
liberalismo crudo. Es la época en que se fundan los grupos cívicos que son
antecedentes directos de los dos grandes partidos políticos de la actualidad:
la Asociación Nacional Republicana (ANR) Partido Colorado y el Partido
Liberal Radical Auténtico. La estructura estatal completa se reorganiza. El
Paraguay, de haber sido un país con un proyecto de desarrollo nacional
autónomo, más implícito que explícito y liderado por Francia y los López,
pasó a conocer lo que era la historia común de todos los demás países de la
región: la dependencia y el endeudamiento. También se heredan otros con-
textos indeseados: los de la turbulencia política y la pobreza (Mora, 1993).
Los cuartelazos, las revoluciones y los derrocamientos se convierten en la
cotidianeidad política. De esta forma transcurrieron las décadas finales del
siglo XIX y las primeras del XX.
Antes de promediar la centuria, y sin haberse recuperado aún de las vastas
conmociones que produjo la Triple Alianza, de nuevo el Paraguay se vio arrastrado
a otra guerra para defender su soberanía territorial, esta vez contra su vecino del
norte, Bolivia, en un conflicto que se inició en 1932 y terminó con la firma de la
Paz del Chaco en 1935. Y aunque esta vez la victoria oficial fue para el Paraguay,
eso no impidió que debiera ceder nuevamente una gran extensión de su territorio
a la parte perdidosa. Al año siguiente de 1936 se produjo el golpe de Estado del
coronel Rafael Franco (1896-1973), que aunque tuvo corta duración, representó
la instalación de las ideas nazi-fascistas en el Paraguay, al menos en lo que respecta
al estrato gubernamental (Seiferheld, 1985), en una variopinta combinación de
tendencias ideológicas que también incluyó la participación de sectores socialistas.
Pero la guerra produjo otras consecuencias importantes en la vida nacional. Una
de ellas es el ascenso, lento pero progresivo, de los militares en servicio activo
dentro de la vida política de la nación. Esto sería particularmente cierto luego de
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crítica de las relaciones exteriores del Paraguay que ha sido llamada pendular
(Scavone Yegros y Brezzo, 2010), pues se inclinaba de manera regular entre
la Argentina y el Brasil, más por conveniencias prácticas que por afinidades
ideológicas reales. El acercamiento al coloso sudamericano con las concesiones
al uso, disponibilidad real, tarifa y capacidad de venta a terceros países de la
energía generada por Itaipú, que con razón ha sido llamado el tratado más
colonialista de la historia, significó, sin embargo, mucho más. Algunos lo han
visto como el paso final para colocar al Paraguay en una franca situación de
subordinación política con relación a aquel (Méndez, 1971). Stroessner dio
los pasos finales para transitar el camino que lleva de la independencia a la
dependencia.
A diferencia de otras dictaduras latinoamericanas que hallaron apoyo
y sustento en las jerarquías eclesiales, la de Stroessner mantuvo relaciones
tirantes con la Iglesia Católica, representada sobriamente en la figura del
entonces arzobispo de Asunción, monseñor Ismael Rolón (1914-2010), in-
claudicable defensor de los derechos humanos de su feligresía. Las disputas
se daban frente a un pueblo cuya identificación tradicional con la fe de Cristo
es mayoritaria. En tal sentido, Carter (1991) recuerda que la Iglesia facilitó
espacios y recursos para el disenso, a la vez que ayudó a restar legitimidad al
régimen a raíz de sus continuos cuestionamientos.
Finalmente, el derrocamiento de Stroessner sobrevino por un golpe de
Estado que encabezó su consuegro, el general Andrés Rodríguez (1923-1997),
en febrero de 1989. Las causas fundamentales para la crisis del sistema auto-
ritario no estuvieron centradas en la fuerza de la oposición política o social
sino en las divisiones intestinas que se desataron en el Partido Colorado y
el agotamiento del sistema prebendario (Masi, 1989). La revuelta militar
abrió de hecho el camino para la transición hacia la democracia. Una etapa
muy accidentada y contradictoria que ha ocupado los últimos 24 años. Los
paraguayos han debido convivir con una democracia a la que se califica
como de baja calidad, con instituciones muy débiles y vulnerables a la inva-
sión del estamento político, donde la corrupción no ha decrecido sino que
incluso puede haber aumentado, con una notoria ineficiencia de los servicios
públicos que han mejorado muy poco en relación a las expectativas de la
población, donde la educación pública sigue dejando bastante insatisfechos
a los ciudadanos y la pobreza extrema se mantiene sobre límites muy altos.
Se sustituyó el estilo fuerte y opresivo de Stroessner con gobiernos civiles que
en su mayoría han transmitido la imagen de débiles, lo que produjo un incre-
mento extraordinario de la violencia social y la criminalidad. Esta es la crítica
principal que esgrimen los nostálgicos del orden tal como lo interpretaba el
antiguo régimen. Quizás lo más rescatable del posstronismo es la vigencia
irrestricta de las garantías civiles y la libertad de prensa y de pensamiento. El
Partido Colorado continuó con el liderazgo institucional ganando sucesivas
elecciones hasta que fue derrotado en el 2008 por Fernando Lugo (1951-),
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un obispo que colgó los hábitos para entrar a la arena política, en votaciones
libres y transparentes. Se produjo la alternancia en forma pacífica por vez
primera en la historia paraguaya, de una administración colorada a otra que
era fruto de una coalición de liberales y sectores de la izquierda. Este gobierno,
sin embargo, no pudo evitar el enorme desgaste que le causaron sus propias
ineficiencias y cayó en un juicio político por mal desempeño de funciones,
impulsado por la oposición en el Congreso y al que se ha visto o como un
golpe parlamentario o como la simple aplicación de preceptos que se hallan
declarados en la Constitución del país, dependiendo agudamente de la afinidad
política e ideológica del opinante circunstancial (García, 2012a). En aquella
ocasión, el vicepresidente Federico Franco (1962-) asumió la presidencia por
mandato constitucional. Esta situación motivó la irregular suspensión del
Paraguay como miembro de algunos organismos internacionales de la re-
gión, principalmente el MERCOSUR y UNASUR. La medida se produjo por
instigación de los gobiernos vecinos que compartían afinidades ideológicas
con Fernando Lugo. Estos, adoptando decisiones políticas que se impusieron
a las razones jurídicas, optaron por apartarse de la letra y contenido de los
tratados y en el proceso contravinieron abiertamente claras disposiciones
que deberían haber regido siempre y sin excepción la actividad de ambos
organismos. Las nuevas elecciones, que tuvieron lugar el 21 de abril del 2013
y que dieron como ganador a Horacio Cartes (1956-) del Partido Colorado,
dieron por terminado el proceso de renovación política iniciado en el 2008,
con sus luces y sombras. Se abre nuevamente así la posibilidad de un retorno
al escenario ya conocido de las prácticas sectarias y populistas que durante
60 años ha identificado sin pausas al Partido Colorado.
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particulares tendría que potenciar una alerta cognitiva que impida incurrir en
el uso falaz de nociones dogmáticas, esencialistas y aun naturalistas cuando
se haga referencia a la identidad de las naciones (Wodak, de Cilia, Reisigl
y Liebhart, 2009). Para demostrar la amplitud de los términos, los aspectos
físicos y morales que son propios de un pueblo, así como sus inclinaciones
y su genio, también resultan asimilados como componentes corrientes de la
identidad. Por ejemplo cuando se sostiene que dos poblaciones comparten
características similares puede entenderse por ello que la distancia que pudiera
surgir entre una y otra simplemente se circunscribe a las diferencias que están
presentes en su educación (Ortiz Quesada, 2009). Estos complejos problemas
también han sido analizados por psicólogos latinoamericanos como Vilanova
(2001), quien analizó los autores principales que expresaron ideas sobre el
punto en la Argentina de finales del siglo XIX, y Salazar (2001), que dirigió
el análisis de tradiciones sobre la identidad nacional que surgieron en varias
naciones del continente.
En el Paraguay se ha forjado con relativa consistencia una suerte de ver-
tiente intelectual que también alcanza a la psicología en forma directa, porque
los escritores que incursionaron en ella no solo establecieron su concepto de
la identidad nacional sobre la exhibición de hábitos y comportamientos dis-
tintivos de los paraguayos, sino también en base a la asimilación de conceptos
tomados y originados en la teorización psicológica para la explicación del
surgimiento y mantenimiento de esas mismas peculiaridades (García, 2004,
2005, 2009). Es claro que no fueron observaciones que gozaran del rigor y la
parsimonia propias de los constructos científicos. En determinadas circunstan-
cias inclusive se puede observar que están bastante saturadas de subjetividad y
sesgos ideológicos. Pero cuando esto ha ocurrido los escritos a que pertenecen
igual retuvieron la utilidad fundamental que es brindar algunos marcos de
referencia estables para el desarrollo de investigaciones más controladas que
pudieran elaborarse con posterioridad. Y aunque estos no fueron evidente-
mente los propósitos que persiguieron sus autores, también es evidente que
una búsqueda que se localice sobre estas fuentes más asociadas con la práctica
del ensayo, la literatura y el humanismo son los caminos obligados donde
tendría que comenzar una búsqueda organizada que aspire a categorizar de
manera eficiente la información que se halla disponible. En este punto es que la
historia y la cultura juegan roles fundamentales y se complementan en forma
directa. A esto debe agregarse que los intelectuales paraguayos siempre han
tomado a aquella como el campo de expresión privilegiado para sus intereses
volcados sobre el origen y el destino último de la nación.
Lo cierto es que cualquier idea que pueda sostenerse respecto a la iden-
tidad privativa de los paraguayos y en especial sobre sus manifestaciones
comportamentales, y más allá de que resulten o no apropiadas las visiones
que nos legaron los autores tradicionales, se encuentran muy entrelazadas con
la fusión que se produjo entre la cultura de las etnias aborígenes y la de los
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Comentarios finales
Como cualquier otra variante que puede asumir el comportamiento
humano, las que conciernen a los hábitos políticos característicos de un indi-
viduo, un grupo o una colectividad, así como la forma en que estos orientan el
contenido de su pensamiento en dirección a objetos o metas que comprometen
la participación humana en los asuntos referentes a la administración de los
asuntos públicos y la concepción de los grandes intereses sociales de una región
o un país, están indefectiblemente sujetos a los procesos que se despliegan
durante la socialización del niño. Entre ellos se incluyen la asimilación de
pautas diversas a través del aprendizaje social y la imitación de modelos. Es
por eso que el individuo es a la vez parte y fruto de las singularidades irre-
petibles que configuran su historia y su cultura. Las acciones humanas no
emergen del vacío o en un limbo ideal donde reinan los absolutos y las ideas
abstractas. Por el contrario, ellas son parte de un mundo concreto y preciso,
cambiante, en movimiento perpetuo, dotado de historicidad, con necesidades,
problemas reales y respuestas de adaptación colectiva que lo determinan y
modelan a cada momento. Para comprender a cabalidad algo tan complejo y
sensible a influencias de variada índole como es el comportamiento político
de las personas que integran un grupo social, es inevitable adentrarse en los
procesos internos que se generan dentro de la sociedad que los formó. Esto
llevará al análisis de los diferentes modos como el colectivo ha debido res-
ponder a los desafíos afrontados como sociedad global a lo largo del tiempo
y los hábitos, inclinaciones, valores, metas e interpretaciones usuales que se
asignan a los elementos que enriquecen su entorno y que se han consolidado
con los años para sustentar lo más representativo de su tradición cultural. En
este capítulo se ha explicado por qué el Paraguay tuvo un desarrollo nacional
muy accidentado que lo enfrentó a numerosos momentos adversos durante
su historia. Estos lo han situado, conforme a la opinión de varios escritores
nacionales (Domínguez, 1903; González, 1976; Prieto, 1988), en una suerte
de encrucijada irrepetible donde se combinan, por una parte, aspectos de la
geografía física, el clima, el medio ambiente y peculiaridades del comporta-
miento de su gente con, por otra parte, la presencia de líderes, conductores
sociales, personajes identificados con su cultura y su entorno social, situa-
ciones y aspectos que afloran en el trato social cotidiano, tanto positivos
como negativos, que han sentado condiciones únicas en su evolución como
nación, y que hacen a la diferencia al compararlos con individuos nacidos
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La noción del sujeto de la decisión:
la desvinculación en el conflicto
armado en Colombia. Devenir
histórico, psicología política y nuevas
subjetividades
1
Los autores pertenecen al Grupo de Investigación adscrito a la Línea de Inves-
tigación en Subjetividades. Escuela de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades,
Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).
2
Psicóloga, magíster en Psicología Comunitaria por la Universidad Javeriana. Es
docente en la UNAD.
3
Psicóloga, magíster en Educación y Desarrollo Humano por la Universidad de
Manizales-CINDE. Es docente en la UNAD.
4
Licenciado en Filosofía, magíster en Educación y Desarrollo Humano por la Univer-
sidad de Manizales-CINDE. Es docente en la Universidad Santo Tomás-Uniminuto.
5
Psicólogo, magíster en Investigación Social Interdisciplinaria por la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas. Es docente en la UNAD.
6
Filósofa, candidata a magíster en Psicoanálisis, Subjetividad y Cultura por la
Universidad Nacional de Colombia. Es docente en la UNAD.
7
Los autores pertenecen al Semillero de Investigación Yanapay, adscrito a la Escuela
de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades, Universidad Nacional Abierta y a
Distancia. Estudiantes de Comunicación Social y Psicología UNAD.
8
Psicólogo en formación por la Universidad Nacional Abierta y a Distancia.
441
Grupo de Investigación Cuchavira, Martha Isabel Álvarez, Juliana Caro...
Resumen
Este artículo comparte el diálogo interdisciplinar del grupo Cuchavira y
del Semillero de Investigación Yanapay en torno al proceso de investigación
hermenéutico, con estudiantes de la universidad que se encuentran en situación
de reinserción y desmovilización, del conflicto armado colombiano. El equipo
define su instrumento metodológico para abordar su investigación9 a partir
de los conceptos de sujeto, subjetividad y subjetivación en una perspectiva
histórico-teórica. Se propone como categoría de análisis comprensivo el sujeto
de la decisión. La decisión del sujeto de participar en el conflicto se lee como
una «evasión» de los combatientes, amparados en una idea de obediencia
ciega que sustrae la subjetivación de los hechos excesivos producidos por el
conflicto bélico. Las consecuencias más conocidas son los reiterados fracasos
de los procesos de paz, desmovilización y reinserción, basados en la lógica de
victimización de la memoria, culpabilidad del otro, exclusión de las intencio-
nalidades y la interpelación de la responsabilidad subjetiva. De los conceptos
planteados se extrae la importancia de visibilizar la condición del sujeto de
la decisión en la desvinculación del conflicto armado, a través de la resignifi-
cación subjetivo-colectiva, que otorga las condiciones de un espacio-tiempo.
Palabras claves: conflicto armado, sujeto de la decisión, subjetivación,
subjetividad, desmovilización, reinserción.
Introducción
No basta con una política de beneficios por la reinserción a la vida civil
para que el agujero en el ser quede subsanado y así se acabe
el inconformismo del rebelde.
Gallo (2010).
9
Resignificando la paz: una experiencia educativa con los estudiantes reinsertados
de la UNAD, proyecto de investigación que pretende construir una propuesta
pedagógica en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia para los estudiantes
que comporten la condición de reinsertados-desmovilizados, con el fin de garan-
tizarles su inserción al sistema educativo unadista.
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Grupo de Investigación Cuchavira, Martha Isabel Álvarez, Juliana Caro...
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Grupo de Investigación Cuchavira, Martha Isabel Álvarez, Juliana Caro...
Otros pensadores
Orientado por el pensamiento freudiano, así como por el estructuralismo
de Levi Strauss, el francés J. Lacan presenta una teoría del sujeto en un dominio
esencialmente simbólico. Para el autor, según Nasio, el lenguaje precede al
sujeto y lo estructura: «El sujeto se construye a partir del lenguaje» (1997: 88).
El sujeto lacaniano, constituido en el lenguaje y por el lenguaje, es un sujeto
vacío que estará gobernado por su falta11. Entre los aportes más relevantes
del autor con relación a la teoría de la subjetividad contemporánea, está la
estrecha articulación que opera en el lenguaje como estructura simbólica en
la configuración del sujeto.
Desde esta corriente epistemológica y disciplinaria, Elliot opone resisten-
cia al sujeto lacaniano (influenciado por el materialismo histórico), y presenta
el imaginario como la dimensión constitutiva de la subjetividad, señalando la
integración dialéctica de lo social en la dimensión constitutiva del sujeto y es-
tableciendo, de esta manera, una nueva instancia en el tema de la subjetividad.
Retomando la influencia de lo social en la constitución del sujeto, para
Marx el hombre aparece en una situación social que lo alinea de su produc-
ción y resquebraja la imagen de que el esfuerzo personal lleva a un desarrollo
personal creciente. De otro lado, Vygostky, con el concepto de interiorización,
entiende la actividad psíquica del sujeto como un proceso en el cual el hombre
11
La falta es entendida como la estructura psíquica originada por la castración
simbólica, de donde surge el deseo, la patología y otros síntomas.
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La noción del sujeto de la decisión: la desvinculación en el conflicto...
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El sujeto de la decisión
Para el análisis de las narrativas en el proyecto de investigación en curso
se implementará una matriz que condensa lo social-relacional de cada una
de las entrevistas realizadas. El instrumento se ubica en conocer la narrativa,
condiciones de espacio-tiempo que discurren en este fenómeno y deberán
sobrevenir en contextos de recuperación de procesos anacrónicos en relación
con el conflicto armado.
A continuación se citarán varios fragmentos que soportan de forma
empírica el hilo metodológico de la construcción teórica. Para efectos de la
investigación, el entrevistado se llamará Miguel.
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yo sabía que iba terminar en una cárcel, por eso elegí ese curso
para prepararme psicológicamente, de pronto por eso pienso
que estar acá no ha sido tan difícil.
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Conclusiones
Las preguntas que surgieron a partir de la revisión y el diálogo interdis-
ciplinar se articulan al marco del desarrollo del trabajo de campo, realizando
las entrevistas a los estudiantes en condición de desmovilización y reinserción.
Este trabajo se adelanta en seis regiones del país y ha permitido la emergencia
de nuevos retos de comprensión de la realidad que ponen en entredicho, en
muchos casos, los esquemas teóricos que llevamos como orientación discipli-
nar, lo que nos indica que el ejercicio hermenéutico y creativo que se pretende
lograr ha sido favorable y adecuado.
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Ese otro social se comprende como el discurso de la civilidad que encarna la con-
dición del sujeto de la decisión.
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Conflicto social y psicología política:
los niños que trabajan
Resumen
En la década de los setenta, Argentina comenzó un proceso de desindus-
trialización que se acentuó en los años noventa. Por entonces se consolida el
modelo caracterizado por el pleno funcionamiento del mercado y la drástica
reducción del papel del Estado en la actividad productiva y en la asignación
de los recursos, generándose un aumento de la desocupación, la subocupación
y las ocupaciones informales, instalándose en el país la «pobreza crítica». Es
en este marco en el que algunas familias, como estrategia de supervivencia,
utilizan a los niños para incrementar sus ingresos, mientras que otras, despro-
vistas de recursos materiales y no materiales, los expulsan a la calle a trabajar.
En el periodo comprendido entre los años 2001 y 2003, un equipo de
investigadoras del Instituto de Investigaciones Socioeconómicas de la Facultad
de Ciencias Sociales de San Juan trabajamos con la problemática de niños y
niñas que por diversas circunstancias se encontraban en situación de calle, rea-
lizando actividades laborales. El presente artículo es parte de esa investigación.
Palabras claves: subjetividad, infancia, vulnerabilidad, trabajo infantil.
1
Licenciada en Psicología, diplomada en Sociología. Es docente titular en la cátedra
de Psicología Política en la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, e inves-
tigadora en el área psicosocial del Instituto de Investigaciones Socioeconómicas
de la Facultad de Ciencias Sociales, de la misma casa de estudios. Sus áreas de
investigación son: problemas psicosociales contemporáneos, trabajo infantil, grupos
vulnerables. E-mail: [email protected]
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María Eugenia Varela
Introducción
El hombre solo puede individualizarse en sociedad
Pierre Bourdieu
Noción de subjetividad
Las nuevas perspectivas epistemológicas coinciden en tomar a la inte-
racción como punto de partida para la comprensión de conceptos complejos
como el de la subjetividad, ciencia o cultura. Es a partir de la interacción que se
coconstituyen tanto sujeto como objeto. El sujeto no interactúa con los objetos
desde una subjetividad interna, absoluta e independiente, por el contrario, se
da siempre en un contexto específico, en una cultura, en un lenguaje, en un
entramado de relaciones cercanas, lejanas y hoy ciberespaciales.
La cultura, la ciencia y la subjetividad pueden ser vistas desde una óptica
multidimensional, cambiante y compleja. Tanto la ciencia como la cultura,
así como la subjetividad, son construidas por procesos sociales y a la vez son
constructoras de procesos sociales. Ciencia, cultura y subjetividad humana
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María Eugenia Varela
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Revista Economía y Sociedad, N°2.
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ISBN 978-956-01-0314-7