Eutanasia
Eutanasia
Eutanasia
A diferencia de los seres inertes, los que están dotados de vida, en estado
normal, tienen capacidad de auto-moverse y poseen una unidad orgánica
intrínseca. Es decir, fundamentalmente hay vida cuando hay movimiento
intrínseco y unidad somática en un organismo. Por movimiento no
necesariamente entendemos movimiento físico, de un lugar a otro, sino cambio
del ser algo en potencia al ser algo en acto, movimiento intrínseco. Tras esta
breve definición, correlativamente entendemos por muerte la pérdida total e
irreversible de la capacidad de movimiento y unidad intrínsecos de un
organismo. Estas definiciones de vida y muerte son aplicables a cualquier ser
vivo (vegetal, animal o humano). En el caso del ser humano, hay autores cuya
posición ha tenido mucho peso en la historia de la filosofía y en la bioética, que
consideran que hay vida específicamente humana sólo si hay conciencia o
capacidad de deliberación. Se trata de una corriente de pensamiento
funcionalista que plantea el que quien haya perdido la capacidad de demostrar
sus funciones (moverse, pensar, decidir), independientemente de que siga
teniendo unidad intrínseca somática, no es ya persona o carece de dignidad.
Esta consideración del hombre, basada en la conciencia y con menoscabo de
otras dimensiones de lo humano, está enraizada en algunas corrientes del
pensamiento moderno.
Con el fin de evitar una mayor distorsión y manipulación de los términos más
usados en torno al tema de la eutanasia, consideramos oportuno aclarar la
significación conceptual de los términos y expresiones siguientes:
- Eutanasia: la acción u omisión, por parte del médico u otra persona, con la
intención de provocar la muerte del paciente terminal o altamente
dependiente, por compasión y para eliminarle todo dolor.
- Eutanasia activa: la que mediante una acción positiva provoca la muerte del
paciente.
Alabamos la pasión por la vida que lleva a tantas personas privadas de salud,
incapaces de valerse del todo por sí mismas, a luchar para seguir adelante.
Nos esforzamos por un avance de la Ciencia que propicie más y mejores
tratamientos, muchos podrían alcanzar a personas que a día de hoy están
enfermas y sin posible curación. Seguimos anhelando el ofrecer pronto
resultados prácticos, resultantes del avance inmenso en el conocimiento
biológico. Todo ello se inserta en las mejores actitudes que el hombre puede
tener, las que nos diferencian como especie. Aunque tenemos la certeza de
que llegará la muerte de todos nosotros, estamos pertrechados para luchar por
una vida, más larga y mejor, que nos capacite para ejercer todo lo que nos
hace humanos, hasta el final.
Desde los años sesenta, con la fundación de la asociación para la muerte digna
en Estados Unidos, la cuestión de la eutanasia cambió en cuanto a su
consideración. Desde la clásica defensa de la muerte humanitaria, de las
personas que sufrían condiciones de vida supuestamente indignas, se pasó a
la exaltación de un supuesto derecho a que se mate a quien lo solicite, si se
encuentra en condiciones subjetivas y objetivas de indignidad. Se defiende así
un supuesto control sobre la propia vida mediante el homicidio eutanásico en
nombre de la autonomía, precisamente de las personas que se encuentran en
condiciones menos autónomas.
Imposición moral
Situación social
- Presión moral sobre los ancianos y enfermos, que sentirían una enorme
inseguridad y podrían verse inducidos a pedir su desaparición para no ser
molestos; una especie de ensañamiento psicológico, precisamente sobre
los más débiles e indefensos;
- Muertes impuestas por otros, que se producirían cuando la voluntariedad no
se diera, pero otros, incluso familiares, tuvieran intereses alrededor de esa
muerte; por ejemplo, en casos de neonatos defectivos, incapaces, etc.;
- Desconfianza en las familias y en las instituciones sanitarias, que, con la
legalización de la eutanasia, podría llevar a una situación de auténtico temor
en ancianos, enfermos y discapacitados;
- Depreciación institucionalizada de la vida humana, que sería valorada más
por su capacidad de hacer o producir que por su mismo ser;
- Interceptación del proceso de aceptación de la propia muerte, proceso
psicológico natural del individuo que podría quedar privado en alguna de
sus fases por el acto eutanásico.
Antecedentes:
La reclamante
La Sección Segunda del tribunal ha estudiado el caso de Alda Gross, una mujer
que hoy tiene 82 años y que desde hace años ha expresado reiteradamente su
deseo de poner fin a su vida. Gross no padece enfermedad reseñable alguna:
alega exclusivamente que "no desea seguir sufriendo el declive de sus facultades
físicas y mentales" que, de acuerdo con una evaluación médica realizada en 2008,
se traduce en dolores de espalda, eczema, temor a los cambios en el entorno y
cierta merma en la memoria y capacidad de concentración.
Este mismo dictamen apreció que Gross estaba en plena posesión de sus
facultades y manifestaba un deseo de morir mantenido en el tiempo y no atribuible
a patología psiquiátrica.
Alda Gross solicitó a tres médicos una receta de pentobarbital sódico con el fin de
acabar en su vida.Sólo uno se mostró dispuesto siempre que Gross le ofreciera
garantías de que no sufriría sanción alguna por este motivo, extremo que estaba
fuera de su alcance. En consecuencia, la mujer remitió su petición de pentobarbital
sódico al Consejo de Salud del Cantón de Zúrich, que lo negó alegando que ni la
Constitución Suiza ni el Convenio Europeo de Derechos Humanos obligan al
Estado a facilitar los medios a quien desea suicidarse.
El caso llegó al Supremo Suizo, que recordó que el Código Penal Suizo exime de
responsabilidad al médico que auxilia el suicidio de un paciente que padezca una
enfermedad terminal con el fin de aliviar el sufrimiento, pero, en este caso, a falta
de enfermedad, negó su petición.
Se habilita a pacientes terminales, a los que no les han dado un lapso mayor de
seis meses de sobrevida, pedir a sus médicos que le administren dosis letales de
drogas para acelerar su muerte.
Los primeros datos analizados, y con relevancia para este artículo, son los
siguientes:
De acuerdo con este cuadro podemos observar que, si bien es cierto existe un
incremento leve al 2.8% (2010) si comparado con las cifras de 2005 que eran de
1.7%, podemos afirmar que dicha cifra de 2.8% se mantiene estable con aquellas
de los años anteriores (1995 y 2001) que se mantenían en 2,4 % y 2,6%
respectivamente.
Explica él que:
1. Entre las razones para justificar el discreto aumento entre 2005 y 2010 (no
así con las cifras anteriores que se mantienen estables) es que 8 años después de
la legalización de la eutanasia los pacientes conocen mejor que el requerimiento
del procedimiento que es tomado seriamente y como posible de realizar, mientras
que los médicos confían más en el procedimiento legal sin temor de ser
enjuiciados indiscriminadamente, por una parte; y por la otra, que ambos,
médicos y pacientes en general conversan más sobre el tema de la eutanasia,
especialmente en períodos más iniciales de su enfermedad, proyectando a futuro
su determinación por el procedimiento.
The World Federation of Right to Die Societies concluye, y así titula su artículo:
Estudios de práctica de finalización-de-vida en Netherlands publicadas en Lancet
no evidencian la pendiente resbaladiza.
Si analizamos las cifras que se han conocido desde 1999, años antes de la
legalización de la eutanasia y hasta esta publicación en Lancet no podemos sino
concluir, tal como lo hizo la federación Mundial que el argumento de la pendiente
resbaladiza es un total mito y que dicha legalización no ha llevado al temido
incontrolable término de cualquier tipo de vida.
Todos nosotros, en este mundo globalizado, estamos unidos por nuestra creencia
en la autonomía de voluntad y autodeterminación y en la posibilidad de poder
determinar el momento digno de finalización de nuestro proceso de vida, cuando
el momento crítico ha llegado. Muchas son las vías y procedimientos que forman
parte de nuestra creencia, desde las directrices de voluntad por una medicina
paliativa, el rehusar tratamiento médico, hasta la determinación de pasar por un
procedimiento de eutanasia, cuando ya la vida, por sufrimiento innecesario, se
hace oprobiosa para nosotros.
El Estado debe garantizarme ese derecho a la vida; a motus proprio, a través del
cuido institucional y de la prohibición de imposición de pena de muerte alguna; y la
abstención de los particulares a cercenarme mi derecho a la vida mediante el ius
puniendi y por los principios garantistas de lex certa y previa que deben llevar a la
imposición de sanciones penales al violentarse, sin justa causa, mi derecho a la
vida.
Pero de allí, a pensar o admitir, por errónea o manipulada interpretación, que otra
persona, tercero ajeno a mí, puede ejercer en mi nombre, en contra de mi
voluntad, sin facultad, mandato o poder alguno, un derecho que no es suyo y
obligarme a vivir, en cualesquiera fueran las condiciones del momento, es jurídica
y humanamente inaceptable
Nada tan cruel como obligar a una persona a subsistir en medio de padecimientos
oprobiosos, en nombre de creencias ajenas. El derecho a la vida no puede
reducirse a la mera subsistencia, sino que implica el vivir adecuadamente en
condiciones de dignidad (Corte Constitucional. Sentencia 239. 1997. Colombia)
(para mayor extensión buscar: Tratado de Derecho Médico, Legis. 2008. Capítulo
XV)
Otra importante prueba fue una encuesta realizada en Internet por la mayor
compañía de comunicación en Venezuela que, por aquel entonces, era privada.
Esta encuesta en Internet fue hasta los resultados preliminares mostraron que
aproximadamente el 80% de la población estaba en favor de la eutanasia. La
encuesta de repente desapareció de Internet sin el cumplimiento de la caducidad
del tiempo que se anunció a Internet estará disponible para los visitantes.
Comenzando con el Congreso de la Asociación Mundial de Derecho Médico en
Maastricht, en 2002, me decidí a abrir un debate sobre el tema en Venezuela. Eso
es lo que me impulsó a visitar, en mi viaje de regreso, los Países Bajos Sociedad
de la eutanasia voluntaria (NVVE), con sede en Ámsterdam, donde tuve la
oportunidad de conocer a su Presidente, el Dr. Rob Jonquiere. Él muy
amablemente a una entrevista en la que explica con gran detalle los problemas
que los Países Bajos en la legalización de la eutanasia. Desde que se han incluido
el tema de la eutanasia en mis programas de conferencias, además de añadir un
estudio a nivel nacional en cada uno de los escenarios en los que he trabajado. En
agosto de 2003, había publicado mi libro: EUTANASIA: MITOS Y REALIDADES,
donde proyecta mis conclusiones. Podría considerarse como el primer paso
importante en las publicaciones relativas a esta materia en Venezuela.
Uno de los hechos más importantes, dentro de esta cuestión, es que por primera
vez el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela presentó un proyecto a la
Asamblea Nacional (Parlamento) constitutivos de modificación especial del
Derecho Penal. Dentro de los artículos que se añadirán los números hay un 217,
que considera, por primera vez en Venezuela, la despenalización de la eutanasia
en Venezuela.
"No comete delito quien para aliviar el inaguantable dolor o sufrimiento como
resultado de una enfermedad terminal o incurable, haga cesar el tratamiento
médico a sabiendas de que podría sobrevenir la muerte o aun la producirá.
Tampoco comete delito quien administre a un enfermo tal calmante en dosis
masivas que puedan mitigar el dolor pero también provocar la muerte. Ni comete
delito quien por piedad y de modo directo cause muerte para mitigar su dolor o
sufrimiento.
La propuesta sería:
A pesar de que todavía no tenemos una aprobación legal para la eutanasia quiero
llamar la atención sobre un hecho real. La Federación Médica Venezolana ha
promulgado un nuevo Código Deontológico Médico en 2004. Este Código es
obligatorio para cualquier médico a practicar la Medicina legalmente en
Venezuela. Su artículo 83 (nuevo incluido) ha aprobado: .... el aumento gradual de
la dosis de analgésicos potentes, aunque puede acortar el proceso de la vida por
la depresión de los centros nerviosos que regulan la respiración
Con el fin de educar a los abogados, jueces, fiscal de distrito de los diputados,
forenses, médicos, enfermeras, y de cualquier otro profesional que participan en la
atención médica que han incluido un nuevo capítulo en mi último libro que ha sido
publicado el pasado mes de abril -2008. Esta publicación incluye los principales
aspectos de la antigua libro y muchos de los nuevos hechos y tendencias en esta
cuestión. Por lo tanto, esperamos que para ayudar a los profesionales a
comprender mejor los principales temas de la eutanasia y cómo este concepto se
desarrolla en todo el mundo.
Conclusiones:
Médico-Abogado
www.ragaso.com; [email protected]
Aproximación a la eutanasia.
Günther Jakobs
I. Introducción
El Proyecto de Reforma del Código Penal, presentado recientemente por el
Magistrado Dr. Angulo Fontiveros y colaboradores, significa un exhaustivo trabajo
que, si bien pudiese tener algunos aspectos contradictorios entre diversos,
honestos y serios, doctrinarios del Derecho, contiene aspectos relevantes de
avanzada que muy bien valen la pena considerar a los efectos de la perfectibilidad
que el mismo proyecto significa. Es por ello que me propongo, en las breves líneas
que se me han permitido, intentar presentar un enfoque sobre los apuntamientos
más importantes que considero deben ser discutidos, entendidos, quizás
mejorados, de los artículos que, por su contenido, tienen una relación directa con
el Derecho Médico y Sanitario, como rama especial del Derecho (Tulio, A.
Diccionario Médico Legal, Buenos Aires, Argentina. Abeledo Perrot. 1999), en el
entendido de un conjunto de normas jurídicas y preceptos ético-morales, de
carácter Público y Privado, que regulan la actividad del médico con motivo de su
ejercicio profesional, la relación médico paciente y las consecuencias que de ella
se derivan, estableciendo así los principios fundamentales de la responsabilidad
legal médica. (Aguiar-Guevara, Rafael. Derecho Médico en Venezuela. Livrosca.
Caracas, Venezuela. 1996).
La segunda premisa a presentar es aquélla que tiene que ver con el derecho a la
vida. Estoy profundamente convencido que el principio del derecho a la vida,
consagrado en nuestra Constitución (como en algunas otras, que no todas), y
siendo que siempre viene acompañado con el epíteto “... por tanto nadie podrá
imponer la pena de muerte...” está referido al principio garantista que el Estado
me debe para que, aún cuando me aparte del patrón de comportamiento esperado
por una sociedad determinada, de acuerdo con las normas de conducta
preestablecidas y aceptadas, pueda yo ser sancionado con cualquier tipo de pena
pero nunca a costa de mi vida. Es por ello que he mantenido que el principio
constitucional del derecho a vivir no puede nunca, ad libitum, ser traducido en una
obligación de vivir. Principio constitucional que, al igual que todos los demás, tiene
un carácter relativo, porque siempre se desarrolla dentro de aquellas limitantes
que la propia Constitución y las leyes imponen.
Estas ideas llevan, a su vez a la Sala a delimitar qué debe entenderse por calidad
de vida. Desde un punto de vista estricto, que es el que interesa a esta Sala, la
calidad de vida es el producto de la satisfacción progresiva y concreta de los
derechos y garantías constitucionales que protegen a la sociedad como ente
colectivo, como cuerpo que trata de convivir en paz y armonía, sin estar sometida
a manipulaciones o acciones que generen violencia o malestar colectivo, por lo
que ella, en sentido estricto, no es el producto de derechos individuales como los
contenidos puntualmente en el Capítulo de los Derechos Humanos, sino del
desenvolvimiento de disposiciones constitucionales referidas a la sociedad en
general, como lo son –sólo a título enunciativo- los artículos 83 y 84 que
garantizan el derecho a la salud; el 89, que garantiza el trabajo como hecho social;
los derechos culturales y educativos contenidos en los artículos 99, 101, 102, 108,
111, 112 y 113 de la Carta Fundamental; los derechos ambientales (artículos 127
y 128 eiusdem); la protección del consumidor y el usuario (artículos 112 y 114), el
derecho a la información adecuada y no engañosa (artículo 117) y, los derechos
políticos, en general. (TSJ-SC. Decisión 656, 30-jun-2000; entre otras)
Así las cosas, ya podemos, prima facie, adentrarnos en el campo del derecho de
las personas relativas al área de la salud, y de cómo este Proyecto de Reforma del
Código Penal, introduce conceptos de vanguardia, cabalmente respaldados por la
doctrina y jurisprudencia internacional, que, lejos de estériles y arcaicos dogmas y
mitos ego centristas, permitirán al profesional de la Medicina poder respetar la ser
humano como tal, y aceptar que, más allá de un culto a ultranza de la vida,
también debe el galeno estar preparado a servir y acompañar a su paciente, con
valor y profesionalismo, cuando éste decida rehusar algún tratamiento médico,
como en el caso comentado supra, o como en tan debatido tema de la eutanasia
al cual también dispondremos algunas consideraciones.
II. De la eutanasia
En este sentido, si recordamos que una norma jurídica no es más que una regla
de conducta que la comunidad ha aceptado como conveniente, necesaria, para
que esa comunidad específica, sea regida al amparo de esa norma, dentro de un
espacio geográfico y tiempo determinado (opinio juris necesitatis) , podemos
entender que la misma comunidad, adecuada y contemporanizada a otros tiempos
más modernos, puede considerar innecesaria la norma previamente impuesta y
reformarla para adecuarla a su nueva realidad; la norma jurídica es y será siempre
reformable; por lo que el criterio simplista que la norma lo prohíbe es francamente
inaceptable.
Es por ello que lejos de profundos análisis de si la conducta del médico pudiese
entrar en el campo de la punibilidad, del tipo (en sus elementos subjetivos u
objetivos), o de la exclusión del tipo en casos de la así denominada eutanasia
indirecta; o si por el contrario, debemos asimilar el dolo eventual en los casos de
uso de analgésicos potentes al considerar la representación del desenlace fatal
como concausa (daño colateral) del efecto de la analgesia en las situaciones de la
eutanasia indirecta, o si acaso el problema es más bien de culpabilidad, y de allí
de considerar las conductas de omisión (no iniciando o continuando tratamiento
médico) o de acción (desconexión activa de un sistema de ventilación automática),
todo ello, en mi opinión queda muy bien para los salones de nuestras Escuelas de
Derecho, y desde un punto de vista meramente académico.
Vale la pena comentar, porque los detractores ab irato del tema también lo han
alegado, que el mejor ejemplo de los peligros de la eutanasia lo constituye el caso
alemán. Recordemos que jamás podríamos asimilar tal comparación por cuanto lo
sucedido en Alemania, durante la época nazi Hitleriana, fue un exterminio,
injustificado, selectivo de población, con bases religiosas (exterminio de población
judía), racista, sin enfermos y en contra de la voluntad de los fallecidos; es por ello
que advertimos una manipulación sin causa por cuanto no es, ni será nunca lo
mismo lo que se constituyó en uno de los más inaceptable genocidios, como
crimen de lesa humanidad, contra lo que significa el concepto de eutanasia.
Algo parecido sucede con el argumento de que en Los Países Bajos (Holanda)
habrían aumentado los casos de eutanasia porque la gente migra a ese país para
obtener el procedimiento; lo que evidencia una gran ignorancia en el tema porque
cualquiera que hubiese leído la ley y estudiado a fondo la problemática daría
cuenta de la realidad: aplica solamente para ciudadanos de esos países.
Luchamos por una alternativa legislativa viable que no obliga a nadie. Tengo el
derecho constitucional de circular por todo el territorio nacional; pero este
domingo, quizás decida no ejercer mi derecho, y decida quedarme en casa
descansando. Pero si se me ocurriese a media tarde del domingo salir a pasear,
estoy seguro (salvo las abominables costumbres inconstitucionales de los
llamados trancazos impunes) de poder ejercer mi derecho a la libre circulación,
por poseer esa alternativa legislativa y constitucional.
Conclusiones
Los cuidados paliativos, con una atención integral al enfermo terminal, que
incluya los aspectos físicos, morales y espirituales de éste y respete su
derecho a asumir su proceso de muerte, representan la actuación éticamente
correcta, compatible con una ordenada concepción de la dignidad del morir.
Una consideración ética de la muerte, a la medida de la dignidad de la persona,
reconocerá el valor indisponible de cualquier vida humana y rechazará el
argumento ideológico que lleva a considerar unas vidas como dignas y otras
no. Sobre esta base, se promueve la inviolable dignidad de la persona humana,
la defensa de los derechos que le son inherentes, desde la objetiva y prudente
consideración de la realidad y sentido de la vida y de la muerte.