Los Credos Históricos

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LOS CREDOS HISTÓRICOS

Memorizar: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de


nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no
todos eran de nosotros.” 1 Juan 2:19

Introducción: Hoy en día hay un constante llamado a que seamos uno con todas las religiones,
u uno con todas las denominaciones. Sin embargo en todo este estudio aprenderemos que no
en todo tiempo se debe aceptar tal invitación, y no con todas las organizaciones podemos ser
uno. Iremos a la Biblia y también a la Historia de la Iglesia a través de los siglos, para entender
este principio: “No con todos y no en todo tiempo podemos unirnos con otros; y no en todo
podemos ser uno.”

En esta oportunidad estudiaremos, bíblica e históricamente, que hay momentos,


circunstancias y creencias pro las cuales no nos es posible unirnos con otros, aunque se llamen
“cristianos.” Algunos dicen que tenemos que ser uno para dar testimonio delante de todas las
personas de que somos cristianos; pero esto, no con todos y no en todo tiempo es posible.
Analicemos la historia.

Divisiones en la Iglesia
La Biblia nos narra que ya desde el principio de la Iglesia había divisiones muy profundas; nos
da también la recomendación de Pablo a los Corintios que, es también el llamado que hace el
Señor a la Iglesia, a salir de en medio de la religión falsa. Leamos qué dice la Biblia:

1. 1 Corintios 5:11. “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que llamándose
hermano, fuere fornicario, o avaro o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el
tal ni aun comáis.”
2. 1 Juan 2:19. “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros: porque si hubieses sido
de nosotros, habrían permanecido con nosotros pero salieron para que se manifestase
que no todos son de nosotros.”
3. 2 Juan 2:10. “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa,
ni le digáis ¡Bienvenido!”
4. Ap. 18:4. “Salid de ella, pueblo mío, dice el Señor.”
5.
El pensador cristiano, Agustín de Hipona (350-430 d.C.) dijo en cuanto al llamado a la unidad:
“En lo esencial, unidad; en lo dudoso libertad; y en todo, caridad”

En la historia de la Iglesia que ya no se lee en el texto del canon bíblico, sino en los libros de
la historia eclesiástica, se registran muchas ocasiones en que la Iglesia tuvo que reunirse para
discutir sobre aspectos doctrinales, y muchas veces, esas discusiones la llevaron a grandes
divisiones.

El historiador Justo L. Gonzáles, en su libro Historia del Cristianismo, al hablar del peligro de
caer en errores doctrinales, dice lo siguiente:

“Este es el pensamiento de uno de los apologistas de aquella época primitiva, Ireneo de Lyon
(130-202). El error nunca se presenta en toda su desnuda crudeza, a fin de que no se le
descubra. Antes bien, se viste elegantemente, para que los incautos crean que es más
verdadero que a verdad misma.”

El evangelio se volvió universal. La Iglesia crecía al convertirse personas procedentes de todas


las religiones y creencias. Cada persona traía su propio trasfondo religioso y sus propias
creencias y experiencias. Esta variedad se prestaba para que surgieran diferentes
interpretaciones de la fe cristiana. Muchos no buscan una doctrina única, sino un sistema que,
de algún modo, combinara todas las doctrinas tomando un poco de cada una (eclecticismo).
Estaba en juego el determinar si la nueva fe tenía un mensaje único.

Entre los recién convertidos al cristianismo había muchos que procedían del gnosticismo, los
cuales introdujeron sus creencias en la Iglesia. El gnosticismo cree que el hombre es un
espíritu eterno atrapado en un cuerpo del cual debe ser liberado. Esa liberación, o salvación
según el gnosticismo, es un conocimiento, revelación especial, o ‘gnosis,’ de un camino secreto
para salir del cuerpo y del mundo, los cuales, por ser materiales son malos. Ese conocimiento
o ‘gnosis’ debía ser recibido por medio de un mensajero espiritual, que para ellos era
Jesucristo.
Los ‘cristianos gnósticos’ creían que:
1. Jesús era un mensajero espiritual cuyo trabajo era recordarles su origen celestial, y
darles el conocimiento secreto para poder volver a las moradas espirituales.

2. Jesús no tuvo un cuerpo como el nuestro, porque la materia es mala. Estuvo aquí en
este mundo per solo como una aparición o un fantasma.

3. Jesús no nació físicamente. Apareció como un adulto.

4. No todos los seres humanos tiene un espíritu. Algunos son meros seres carnales y será
destruidos cuando sea destruido el mundo.

5. Solo los espíritus encarcelados en los humanos espirituales serán salvos.

6. Algunos enseñaban que había que torturar el cuerpo por ser malo; y tratarlo mal para
quitarle los apetitos de la carne: ascetismo.

7. Otros sostenían que al cuerpo debía dársele libertad, porque el espíritu es bueno y nada
puede destruirlo: libertinaje.

Estas creencias provocaron la primera lucha entre los principales teólogos de la Iglesia y los
‘cristianos’ procedentes del gnosticismo. El fin de los dirigentes de la Iglesia era defender las
doctrinas fundamentales del cristianismo: la creación del mundo material por Dios – en la que
también intervinieron el Verbo y el Espíritu Santo, Gen. 1:2,26; 1 Juan 1:3; la encarnación y la
resurrección de Jesucristo, entre otras.

Marción, un maestro procedente del gnosticismo enseñaba que hay dos dioses: el del A.T. y
el del N.T. Un dios ignorante, Jehová; y un Dios Supremo el Padre de Jesucristo. El primero
es cruel, ignorante, justiciero, e hizo un mundo malo. El A.T. es de este dios y por lo tanto,
había que deshacerse del Antiguo Testamento. El segundo es el Dios supremo, quien es todo
amor y nos mandó a un libertado para defendernos de Jehová el dios malo.
Este maestro gnóstico decía que las únicas Escrituras debían ser el Evangelio de Lucas y las
Epístolas de Pablo. Gran número de cristianos consideró sus enseñanzas dañinas a la fe. Por
esta razón, Marcion tuvo que dejar la Iglesia cristiana y fundó su propia iglesia. Siempre hubo
conflictos de fe entre los marcionistas y los cristianos, y estos nunca buscaron ser uno con los
herejes, porque había grandes diferencias que los separaban.

Las divisiones en la Iglesia se han dado, y se siguen dando, por la defensa de la sana doctrina.
En Judas 3, leemos: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra
común salvación, me ha parecido necesario escribiros exhortándoos que contendrías
ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.”

Como reacción ante las falsas doctrinas de los ‘cristianos’ que provenían del gnosticismo, la
Iglesia presentó tres respuestas para defender las verdades doctrinales del Evangelio.
1. EL CANON BÍBLICO. Antes de Marció la Iglesia no contaba con un número fijo de libros
que se pudieran llamar los libros del evangelio. Tenían los evangelios y las cartas o
epístolas, pero no las habían organizado, ni las habían oficializado. Pero, ante las falsas
doctrinas de los gnósticos, los líderes de la iglesia se propusieron determinar qué libros
eran inspirados y cuáles no. Y así ellos establecieron El Canon del Nuevo Testamento.
Los cristianos usaban la traducción de la Escrituras del Antiguo Testamento llamada la
Septuaginta o versión de los 70 (la primera traducción de los libros hebreos al griego,
iniciada alrededor de 280 a.C.). Pero por los problemas doctrinales, los líderes de la
Iglesia propusieron fijar también un listado de Libros del Nuevo Testamento e
incluyeron: Los cuatro evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas Paulinas.
Los últimos en incluirse fueron la Tercera Carta de Juan, la carta de Judas y el
Apocalipsis. A fines del Siglo II ya estaba completo casi todo el canon.

Canon. La palabra “canon” viene del griego y significa ‘vara, caña’ y por extensión, un
instrumento de medida, una regla o norma; principio, dogma, doctrina; comportamiento
justo de las reglas.

¿Qué es el canon del Nuevo Testamento? SE entiende por Canon del N.T al conjunto
de todos los escritos que fueron aceptados, pues llenaban los requisitos para considerar
inspirados por el Espíritu Santo.
2. EL CREDO. Ante la amenaza de las falsas doctrinas, la Iglesia buscó otra forma de
sostener las verdades bíblicas y así formuló un “credo”.
Este credo se conocía como un ‘Símbolo de fe’ o un medio de reconocimiento. Por
ejemplo: “Si dos generales se tenían que separarse, tomaban un pedazo de barro y lo
partían en dos, quedándole una parte a cada uno. Si más tarde querían enviarse un
mensaje, daban la mitad del pedazo de barro al mensajero, que podía identificarse
porque su pedazo de barro encajaba perfectamente con el que tenía el otro general.” A
tal medio de reconocimiento se daba el nombre de símbolo.

El símbolo de la fe era un medio para reconocer a los cristianos que sostenían la


verdadera fe, en medio de todo el enredo de doctrinas que pretendían ser verdaderas.

Uno de los principales usos del símbolo era en el bautismo (al momento de hacerlo
miembro de la Iglesia), cuando se le habían al candidato tres preguntas, en las que
encontramos, en forma interrogativa, palabras que nos recuerdan nuestro credo de hoy:

 ¿Crees en Dios padre Todopoderoso?

 ¿Crees en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que nació del Espíritu Santo y de
María la virgen, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y que murió y se
levantó de nuevo al tercer día, vivo de entre los muertos y ascendió al cielo,
y se sentó a la diestra del Padre y vendrá a juzgar a los vivos y a los
muertos?

 ¿Crees en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia y la resurrección dela carne?

Esto era para probar la ortodoxia; (de griego ‘ortos’ – recto o justo; ‘doxa’ – opinión;
enseñanza u opinión correcta o justa, de su fe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo). La
finalidad era descubrir a los verdaderos cristianos para incluirlos entre los fieles, para
descubrir a los falsos, y desecharlos. Esto fue especialmente formulado para no dejar
entrar a gnósticos disfrazados como cristianos en la Iglesia del Señor.
Hoy en día, eses tres preguntas hechos por la iglesia para detectar a los falsos
cristianos, se conoce con el nombre de “Credo Apostólico”. Posiblemente fue formulado
alrededor del 150 d.C. para enfatizar la humanidad de Jesucristo; y es más bien un
resumen de las enseñanzas de los apóstoles, que un credo compuesto por ellos
mismos. Dice así:
“Creo en dios padre, Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su
Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la virgen María,
padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado, al tercer
día resucito de entre los muertos; subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios
Padre, Todopoderoso; y desde allí vendrá al fin del mundo a juzgar a vivos y a muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia universal, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo y la vida perdurable. Amén”.

Este credo no fue el único que hubo a lo largo de la Historia de la Iglesia. Habrá otros
credos siempre y cuando sea necesario defender la sana doctrina, para destacar las
diferencias entre los fieles a la Palabra de Dios los liberarles que constantemente, aquí
y allá abandonan algunos postulados fundamentales. O agregan nuevas creencias.
3. La SUCESIÓN APÓSTÓLICA: Mientras la Iglesia aseguraba predicar las enseñanzas
verdaderas recibidas del Señor Jesucristo, los gnósticos aseguraban haberlas recibido
por medio de una sucesión de maestros secretos y usando una gran diversidad de libros
supuestamente inspirados, que luego la –Iglesia prohibió y declaró ‘apócrifos’. Así,
estaba en juego la autoridad de la Iglesia contra lo que decían los herejes. SE hacía
necesario comprobar la sucesión apostólica. Si Jesús les hubiera dado algún
conocimiento secreto a los apóstoles, ellos lo habrían pasado a sus propios discípulos
y estos a su vez a sus sucesores, los obispos del segundo siglo. Pero estos obispos
negaban que hubiera tal enseñanza secreta. Así la afirmación de los gnósticos de tener
un mensaje secreto que les había sido confiado, era falsa.

Tuvo que probarse que los obispos de entonces eran herederos directos del mensaje
de los apóstoles. Muchas de la Iglesias más antiguas contaban con listas de sus
obispos, quienes se conectaban con el pasado apostólico: Antioquía, Roma, Éfeso y
otros de ese modo, la iglesia ortodoxa comprobó su conexión directa con los apóstoles.
Lo cual no pudieron hacer los gnósticos.

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