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Adivinanzas

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ADIVINANZAS

1. Choco entre dos paredes


late mi corazón.
Quien no sepa mi nombre
es un cabezón.
Respuesta: el chocolate.

2. Blanca por dentro,


verde por fuera.
Si no sabes,
espera.
Respuesta: la pera.

3. Un señor gordito,
muy coloradito,
no toma café,
siempre toma té
Respuesta: el tomate.

4. Oro parece, plata no es.


Abran las cortinas, y verán lo que es.
Respuesta: el plátano.

5. Lo come Pancracio,
está en el champán;
si piensas despacio
sabrás que es el...
Respuesta: el pan.

6.Mamífero rumiante
de cuello alargado,
por el desierto, errante,
siempre anda jorobado..
Respuesta: El Camello
TRABALENGUAS

El Cielo Enladrillado
El cielo está enladrillado
¿quién lo desenladrillará?,
el desenladrillador que lo desenladrille
buen desenladrillador será.

Los Tres Tristes Tigres


Tres tigres trigaban trigo,
tres tigres en un trigal.
¿Qué tigre trigaba más…?
Los tres igual.

Pata, Peta, Pita y Pota


Pata, Peta, Pita y Pota,
cuatro patas, con un pato
y dos patas cada una.
Cuatro patas, cada pata
con dos patas y su pato.
Pota, Pita, Peta y Pata.

El Rey de Constantinopla esta constantinoplizado.


Consta que Constanza, no lo pudo desconstantinoplizar
El desconstantinoplizador que desconstantinoplizare al Rey de Constantinopla,
buen desconstantinoplizador será.

Pepe Pecas pica papas con un pico,


con un pico pica papas Pepe Pecas.
Si Pepe Pecas pica papas con un pico,
¿dónde está el pico con que Pepe Pecas pica papas?

Parra tenía un perro.


Guerra tenía una parra.
El perro de Parra subió a la parra de Guerra.
Guerra pegó con la porra al perro de Parra.
Y Parra le dijo a Guerra:
“¿Por qué ha pegado Guerra con la porra al perro de Parra?”
Y Guerra le contestó:
“Si el perro de Parra no hubiera subido a la parra de Guerra,
Guerra no hubiese pegado con la porra al perro de Parra.”
POEMAS

LOS RATONES
Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.

Salió un ratón barbicano,


colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:

¿Quién de todos ha de ser


el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?

TARARA
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.

Ay, Tarara loca.


Mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.
EL DENTISTA DE LA SELVA
Por la mañana
El dentista de la selva
Trabajó intensamente
Con un 4eroce cliente.
Era el rey de la jungla,
Era un león imponente,
Con colmillos careados
Y que le faltaba un diente.

Por la tarde
Y dijo el doctor dentista
A su enfermera reciente:
-pon el cartel en la choza,
no recibo más pacientes,
ha venido un cocodrilo
que tiene más de cien dientes.

CANCIONES DE CUNA
LA NIÑA TIENE SUEÑO
Esta niña tiene sueño
tiene ganas de dormir,
tiene un ojito cerrado,
el otro no lo puede abrir.

Duérmete mi niña,
duérmete mi sol,
duérmete pedazo
de mi corazón.

A LA RU RU
A la ru ru, nene,
a la ru ru ya,
duérmete mi nene,
duérmase ya.

Duérmase mi negro,
cara de pambazo,
que si no se duerme
le doy un trancazo...
Mi negrito lindo,
ya se está durmiendo,
pon cara de palo,
que yo te estoy viendo...
A la ru ru, nene,
a la ru ru ró,
este negro lindo
ya se me durmió.

RONDAS
LA PAJARA PINTA
Estaba la pájara pinta
a la sombra de un verde limón,
con las alas cortaba las hojas,
con el pico cortaba la flor.
¡Ay! ¡ay!, cuándo veré a mi amor,
¡Ay! ¡ay!, cuándo lo veré yo

Me arrodillo a los pies de mi amor


dame la mano, dame la otra
dame un besito que sea de tu boca.

EL LOBO
Juguemos en el bosque
Mientras el lobo no está
¿Lobo está?
Me estoy poniendo los zapatos
(Gritos)
Juguemos en el bosque
Mientras el lobo no está
¿Lobo está?
Me estoy poniendo el sombrero
(Gritos)
Juguemos en el bosque
Mientras el lobo no está
¿Lobo está?
¡Sí, y ahora iré por ustedes!
(Salen todos los niños corriendo escapando del lobo)

A LA VÍBORA DE LA MAR
A la víbora víbora, de la mar, de la mar
Por aquí pueden pasar; los de adelante
Corren mucho y los de atrás
Se quedarán; tras, tras, tras,....
Una mexicana que fruta vendía
Ciruela, chabacano, melón o sandía
Una mexicana que fruta vendía
Ciruela, chabacano, melón o sandia
Verbena, verbena, jardín de matatena
Que llueva, que llueva, la Vírgen de la cueva

A la víbora víbora de la mar, de la mar


Por aquí pueden pasar, los de adelante
Corren mucho y los de atrás
Se quedarán, tras, tras, tras,....

Una mexicana que fruta vendía


Ciruela, chabacano, melón o sandía
Una mexicana que fruta vendía
Ciruela chabacano, melón o sandía

Verbena, verbena jardín de matatena


Que llueva, que llueva, la Vírgen
de la cueva

CUENTO DE LOS TRES DESEOS


Había una vez un hombre, que no era muy rico, que se casó con una bella
mujer. Una noche de invierno, sentados junto al fuego, comentaban la
felicidad de sus vecinos que eran más ricos que ellos.
-¡Oh! -decía la mujer- si pudiera disponer de todo lo que yo quisiera, sería
muy pronto mucho más feliz que todas estas personas.
-Y yo -dijo el marido-. Me gustaría vivir en el tiempo de las hadas y que
hubiera una lo suficientemente buena como para concederme todo lo que yo
quisiera.
En ese preciso instante, vieron en su cocina a una dama muy hermosa, que les
dijo:
-Soy un hada; prometo concederles las tres primeras cosas que deseen; pero
tengan cuidado: después de haber deseado tres cosas, no les concederé nada
más.
Cuando el hada desapareció, aquel hombre y aquella mujer se hallaron muy
confusos:
-Para mí, que soy el ama de casa -dijo la mujer- sé muy bien cuál sería mi
deseo: no lo deseo aún formalmente, pero creo que no hay nada mejor que ser
bella, rica y fina.
-Pero, -contestó el marido- aún teniendo todas esas cosas, uno puede estar
enfermo, triste o incluso puede morir joven: sería más prudente desear salud,
alegría y una larga vida.
-¿De qué serviría una larga vida, si se es pobre? -dijo la mujer-. Eso sólo
serviría para ser desgraciado durante más tiempo. En realidad, el hada habría
debido prometer concedernos una docena de deseos, pues hay por lo menos
una docena de cosas que yo necesitaría.
-Eso es cierto -dijo el marido- pero démonos tiempo, pensemos de aquí a
mañana por la mañana, las tres cosas que nos son más necesarias, y luego las
pediremos.
-Puedo pensar en ello toda la noche -dijo la mujer- mientras tanto,
calentémonos pues hace frío.
Mientras hablaba, la mujer cogió unas tenazas y atizó el fuego; y cuando vio
que había bastantes carbones encendidos, dijo sin reflexionar:
-He aquí un buen fuego, me gustaría tener un alna de morcilla para cenar,
podríamos asarla fácilmente.
Tan pronto como terminó de pronunciar esas palabras, cayó por la chimenea
un alna de morcilla.
-¡Maldita sea la tragona con su morcilla! -dijo el marido-; no es un hermoso
deseo, y sólo nos quedan dos que formular; por lo que a mí respecta, me
gustaría que llevaras la morcilla en la punta de la nariz.
Y, al instante, el hombre se percató de que era más tonto aún que su mujer,
pues, por ese segundo deseo, la morcilla saltó a la punta de la nariz de aquella
pobre mujer que no podía arrancársela.
-¡Qué desgraciada soy! -exclamó- ¡eres un malvado por haber deseado que la
morcilla se situara en la punta de mi nariz!
-Te juro, esposa querida, que no he pensado en que pudiera ocurrir -dijo el
marido-. ¿Qué podemos hacer? Voy a desear grandes riquezas y te haré un
estuche de oro para tapar la morcilla.
-¡Cuídate mucho de hacerlo! -prosiguió la mujer- pues me suicidaría si tuviera
que vivir con esta morcilla en mi nariz, te lo aseguro. Sólo nos queda un
deseo, cédemelo o me arrojaré por la ventana.
Mientras pronunciaba estas frases corrió a abrir la ventana y su marido, que la
amaba, gritó:
-Detente mi querida esposa, te doy permiso para que pidas lo que quieras.
-Muy bien, -dijo la mujer- deseo que esta morcilla caiga al suelo.
Y al instante, la morcilla cayó. La mujer, que era inteligente, dijo a su marido:
-El hada se ha burlado de nosotros, y ha tenido razón. Tal vez hubiéramos sido
más desgraciados siendo más ricos de lo que somos en este momento. Créeme,
amigo mío, no deseemos nada y tomemos las cosas como Dios tenga a bien
mandárnoslas; mientras tanto, comámonos la morcilla, puesto que es lo único
que nos queda de los tres deseos.
El marido pensó que su mujer tenía razón, y cenaron alegremente, sin volver a
preocuparse por las cosas que habrían podido desear
MONTE SIMELI
Había una vez dos hermanos, uno rico y otro pobre. El rico, sin embargo,
nunca ayudaba al pobre, el cual se ganaba escasamente la vida comerciando
maíz, y a veces le iba tan mal que no tenía para el pan de su esposa e hijos.
Una vez, cuando el pobre iba con su carreta por el bosque, miró hacia un lado,
y vio una grande y pelada montaña, que nunca antes había visto. Él paró y la
observó con gran asombro.
Mientras analizaba aquello, vio de pronto que venían doce grandes hombres
en dirección a donde se encontraba, y pensando que podrían ser asaltantes,
escondió la carreta entre la espesura, se subió a un árbol y esperó a ver que
sucedía. Sin embargo, los doce hombres se dirigieron a la montaña y gritaron:
-”¡Montaña Semsi, montaña Semsi, ábrete!”-
-E inmediatamente la montaña se abrió al centro, y los doce ingresaron a ella,
y una vez dentro, la montaña se cerró. Al cabo de un rato, se abrió de nuevo, y
los hombres salieron cargando pesados sacos sobre sus hombros. Y cuando ya
todos estaban a la luz del día, dijeron:
-”¡Montaña Semsi, montaña Semsi, ciérrate!”-
Y la montaña se cerró completamente, sin que quedara seña de alguna entrada
a ella, y los doce se marcharon de allí.
Cuando ya no estaban a la vista, el hombre pobre bajó del árbol y fue a
curiosear qué secreto había realmente escondido en la montaña. Así que se
acercó y gritó:
-”¡Montaña Semsi, montaña Semsi, ábrete!”-
Y la montaña se le abrió a él también. Entró a ella, y toda la montaña era una
cueva llena de oro y plata, con grandes cantidades de perlas y brillantes joyas,
como si fueran granos de maíz durante la cosecha. El hombre pobre no sabía
que hacer, si tomar parte de ese tesoro para sí o no, pero al fin llenó sus
bolsillos con oro, dejando las perlas y piedras preciosas donde estaban.
Cuando salió gritó:
-”¡Montaña Semsi, montaña Semsi, ciérrate!”-
Y la montaña se cerró, y regresó a casa con su carreta y su carga.

Y desde entonces ya no tenía más ansiedad, y podía comprar el alimento para


su esposa e hijos con el oro, y además buen vino en el almacén. Vivía
felizmente y en desarrollo, daba ayuda a los pobres, y hacía el bien a quien
necesitara. Sin embargo, cuando se le terminó el oro obtenido, fue donde su
hermano y le pidió prestado un barril para medir trigo, fue a la montaña y trajo
de nuevo otro poco más de oro para él, pero nunca tocó ninguna de las cosas
más valiosas.
El hermano rico, sin embargo, estaba cada día más envidioso de las posesiones
de su hermano, y de la buena vida que llevaba, y no podía entender de donde
provenía su riqueza, ni qué era lo que su hermano hizo con el barril de
medida. Entonces se le ocurrió un pequeño truco, y cubrió todo el fondo del
barril con goma, y a la siguiente vez, cuando el hermano le devolvió el barril,
encontró una pieza de oro pegada en él. Inmediatamente fue donde su
hermano y le preguntó:
-”¿Qué es lo que mides con mi barril?”
-”Maíz y cebada.”- respondió
Entonces le mostró la pieza de oro, y le amenazó de que si no le decía la
verdad, lo acusaría a las autoridades. El hermano entonces le contó toda la
historia, tal como sucedió.
El hombre rico, ordenó que alistaran su carreta más grande, y se encaminó a la
montaña, determinado a aprovechar la oportunidad mejor que como lo hizo su
hermano, y traer de regreso una buena cantidad de diversos tesoros.
Cuando llegó a la montaña gritó:

-”¡Montaña Semsi, montaña Semsi, ábrete!”-


La montaña se abrió y él ingresó. Allí estaban todos los tesoros yacentes a su
vista, y por un rato no se decidía por cual empezaría. Al fin, se llenó con
cuanta piedra preciosa pudo cargar. Él deseaba llevar su carga afuera, pero su
corazón y su espíritu estaban también tan llenos del tesoro que hasta había
olvidado el nombre de la montaña, y gritó:
-”Montaña Simelí, montaña Simelí, ábrete.”-
Pero como ese no era el nombre correcto de la montaña, ella nunca se abrió y
permaneció cerrada. Entonces, se alarmó, y entre más trataba de recordarlo,
más se le confundían los pensamientos, y sus tesoros no le sirvieron para nada.
Al atardecer, la montaña se abrió, y eran los doce ladrones que llegaron y
entraron, y cuando lo vieron soltaron una carcajada y dijeron:
-”¡Pajarito, te encontramos al fin! ¿Creíste que nunca notaríamos que ya has
venido dos veces antes? No te pudimos capturar entonces, pero esta tercera
vez no podrás salir de nuevo.”-
Entonces el hombre rico dijo:
-”Pero no fui yo, fue mi hermano.”-
Y lo dejaron rogar por su vida y que dijera lo que quisiera, pero al final lo
dejaron encerrado en la cueva hasta sus últimos días.
Fin…

Enseñanza:
La envidia y la avaricia sólo sirven para hundir al envidioso y avaro.
FÁBULA:
LA TORTUGA Y
EL ÀGUILA
INICIO Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su
triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.
NUDO Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó
con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.
- Te daré - dijo - todas las riquezas del Mar Rojo.
- Entonces te enseñaré al volar - replicó el águila.
DESENLACE Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de
pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña,
haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:
- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y
nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

Apacentando un joven su ganado, gritó desde la cima de un collado: “¡Favor!


que viene el lobo, labradores”. Éstos, abandonando sus labores, acuden
prontamente, y hallan que es una chanza solamente. Vuelve a clamar, y temen
la desgracia; segunda vez la burla. ¡Linda gracia!

Pero ¿qué sucedió la vez tercera? que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita, no se mueve la
gente, escarmentada; y el lobo se devora la manada.

MORALEJA:
¡ Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!

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