Augusto Céspedes - El Presidente Colgado
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(HISTORIA BOLIVIANA)
SEXTA EDICION
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tipificados en el Código Pena
Capítulo X, Art. 36.
A. C.
- 13 -
y a Boüvia con el devenir mundial, es preciso pensar que Bo-
livia, la más íntima de las naciones de América, privada de
costa marítima, amurallada en el oeste por los Andes, y cerra
da en el Oriente por las selvas, está ligada a las metrópolis
capitalistas por la cadena de la producción de minerales que
vence su aislamiento geográfico. De ahí que al empezar en
agosto del 39 la ofensiva del Tercer Reich en Polonia, simul
táneamente el capitalismo internacional inicia un nuevo asal
to a la producción boliviana.
El suicidio de Busch resultó tan oportuno para los Gran
des Mineros que aun hoy hace presumir un estratégico asesi
nato que suprimió, en el minuto preciso, al audaz capitán que
había proyectado la ingerencia del Estado en las exportacio
nes mineras. El mal rato que este presidente diera a las em
presas les enseñó a tomar más precauciones en el reajuste
del mecanismo político que los protegía en el saqueo del es
taño, el wolíram y todos los materiales estratégicos producidos
por Bolivia. La inesperada rebelión de Busch, aunque ful
míneamente frustrada, así como la inquietud ebullente en ciér-
tos círculos de excombatientes y de la clase media que denun
ciaban día a día la causa del malestar nacional en la dictadu
ra de los Barones del Estado, aconsejaron a estos explotado
res la necesidad de resguardarse con toda su maquinaria: los
partidos tradicionales, la prensa, la diplomacia y los genera
les. Como correa de trasmisión, la Masonería.
El trust minero no admitía la eventualidad de que sus be
neficios de guerra peligraran porque un gobierno, siquiera re
lativamente patriótico, tuviera la ocurrencia de decretar im
puestos o aumentar gravámenes. El Superestado precisaba
un gobierno benévolo ante el robo, un presidente propio, res
petuoso del tabú de la contabilidad de las grandes empresas,
dispuesto a imponer al país el trabajo forzado en defensa de
la Democracia, constitucional para legalizar el ausentismo y
dispuesto a acallar protestas por cualquier medio. Un gobier
no así no podía ser sino de un militar ya que sembrada la cri
sis en los “grandes partidos” por el desastre del Chaco, el
Ejército no se había resentido y, más bien, la derrota había
tenido el efecto de prorrogar su función de mando desde la
campaña hasta las oficinas de La Paz.
Los cerebros de la Minería habilitaron entonces, en su fá
brica de proceres, el departamento de generales. Hubo que
recomponer los pundonorosos que había, los del Chaco, y re
pintar sus colosales figuras melladas por la espalda, pero que
por delante ofrecían apariencia intacta con las gorras blancas
bordadas en oro que disimulaban el cercenamiento de la caja
14 —
craneana. La gorra sustituía con ventaja el frontal y parte
del occipital.
El primer general montado en el taller estañífero fue Car
los Quintanilla, destituido por Salamanca en la guerra del
Chaco, pero de función tan obsecuente con la oligarquía que
devolvió todo el poder a ésta, traicionando al pueblo desde
una Presidencia que solo la Rosca le reconoció. Cuando Busch
agonizaba, Quintanilla por el solo hecho de ser Comandante
en jefe del Ejército, se proclamó Presidente provisorio, con
uso de la medalla de Bolívar que aunque simboliza la tradi
ción legal, la usan todos los asaltantes del Palacio Quemado.
“Entre soplos de dolor y envuelto en el estandarte de la Patria
—dijo— acaba de extinguirse trágicamente la vida del más
grande ciudadano boliviano, estadista visionario y enérgico,
el más grande y esclarecido defensor de los derechos del Es
tado y los intereses del pueblo” ... “Mi gobierno continuará
las directivas y las orientaciones de la política social y econó
mica del gobierno del coronel Busch” , frases histriónicas que
empezó a desmentir desde el primer momento. Juró cumplir
el decreto del 7 de junio —con el que el presidente suicida
pretendió someter las divisas de la exportación minera al con
trol del Estado— y lo derogó un mes después, de acuerdo con
los patrones mineros.
P ara traicionar a Busch muerto, el general Quintanilla
usó la bandera de la “restauración del orden constitucional”
tan conveniente a los intereses de la Rosca que, en premio,
dos senadores proyectaron su ascenso nada menos que a Ma
riscal, rango que desde Andrés de Santa Cruz y Braun —mili
tares vencedores de batallas—, nadie había alcanzado en Bo-
livia. Pero la Rosca quería glorificar la felonía como un mé
rito de guerra. La proposición senatorial falló entre cuchufle
tas y epigramas populares, entre ellos el menos agresivo, el
siguiente:
“Es don Carlos Quintanilla
un general matagato,
mariscal de pacotilla
que al correr perdió el zapato” .
Mediante Quintanilla el Superestado restauró sus privile
gios financieros y aseguró el estatuto del ausentismo, prepa
rando en sincronía con la gran prensa “el encarrilamiento en
las formas democráticas” , según el tropo de un célebre can
ciller de la dictadura y chambelán de la democracia.
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No obstante esta metáfora de] “encarrilamiento” antes
de empezar a practicar las buenas costumbres se cometió con
carácter preventivo “y por esta sola vez” —como dirían cier
tos decretos de emergencia— un acto de malevaje criollo dig
no de los pasadizos palatinos de los Borgia o los Anjou. El ge
neral Bilbao Rioja, comandante en jefe del ejército y presun
to candidato presidencial, convocado por el presidente Quin-
tanilla al Palacio, no fue recibido por éste que fingía presidir
su consejo de ministros, sino por un grupo de foragidos que
en la escalera lo “majaron” según la locución popular paceña,
lo majaron al general a golpes para luego atarlo y embarcar
lo en un autocarril reservado a Arica. (25 de octubre de
1939).
Desde Arica el general Bilbao dirigió un manifiesto en
que relata: “En circunstacias en que bajaba del tercer piso
por las estrechas escalinatas, fui atacado de hecho, violenta
mente, por unos veinte policías y militares disfrazados de ci
viles, pertenecientes a la “guardia de Honor” del presidente,
todos ellos tarijeños. Los veinte gansters criollos armados de
pistolas, laque y manoplas, se lanzaron furiosamente contra
mi persona reduciéndome a la impotencia en pocos minutos
de lucha desesperada de mi parte. Como consecuencia recibí:
tres heridas en la cabeza, fractura del vomer, dos dientes des
trozados, contusiones en la cara y en todo el cuerpo, quedan
do ensangrentado. La cuadrilla al mando de un capitán de la
“Escolta de Honor”, se apoderó de mis prendas personales,
entre estas una cartera con 1.500 pesos, una pistola de bolsi
llo, una plumafuente, un reloj pulsera, un aro de matrimonio
y todos los documentos que llevaba conmigo”.
“El atraco —prosigue el general— se consumó con pleno
conocimiento del Consejo de Ministros, cuerpo de edecanes y
guardia del palacio (')■ Dos horas después, desvestido del uni
forme de general, aumentadas las ligaduras en todo el cuer
po, amordazado y vendado, me trasladaron a un automóvil
— 19 —
CAPITULO II
LA CLEPTOCRACIA MINERA
— 32 —
pasando sus acciones en “Vinto” al activo de la compañía mi
nera de Oruro se apoderó de sus minas San José y Colquiri.
También “ayudó” al ferrocarril Atocha-Villazón arrendán
dolo. Durante la guerra del Chaco, falseando contabilidades,
declarando pesos falsos, contando los soldados por partida do
ble e inventando convoyes que jamás corrieron, “aprovechó
el desconcierto reinante por la guerra del Chaco y de la preo
cupación colectiva de la defensa nacional para duplicar y co
brar cuentas inexistentes” (Libro Blanco citado) (u).
Gran alquimista del fraude y pensador del numerario, no
solamente “ayudaba” en Bolivia. Aun en Estados Unidos, se
gún denunció Víctor Andrade, era Hochschiid quien dictaba en
el Departamento de Estado normas para aprobar los contratos
de minerales con Bolivia.
En el ejercicio de sus timos, asociado con Aramayo, for
mó un consorcio para monopolizar el comercio del wolfram
con los Estados Unidos, y cuando se levantaron en Bolivia pro
testas por el bajo precio asignado, el consorcio hizo publicar
en “La Razón” la alarmante noticia del providencial descu
brimiento en Estados Unidos del yacimiento más grande de
wolfram en el mundo, que hacía inútil la provisión boliviana.
Esta patraña es frecuentemente empleada por la prensa “se
ria y responsable” como “El Diario’” .
Se libró por dos veces del fusilamiento en Bolivia, hasta
que salió definitivamente en 1952 cuando las minas fueron na
cionalizadas. No dejó ni una mesa de escritorio para confis
carle, pero consiguió participar con Patiño y Aramayo en la
indemnización de 22 millones de dólares. Sin embargo, Hochs-
child había hecho inversiones de prospección en la mina Ma
tilde que la COMIBOL ocupó en 1952 para entregarla, bien pre
parada y mejorada, a la misma empresa en 1966.
El anterior compendio de la historia de los Barones del Ro
bo señala la fuente de la que emanó la historia de Bolivia du
rante los primeros cincuenta años de este siglo. El vasallaje
impuesto al país per el gobierno del estaño cuenta, además de1
EL MOVIMIENTO NACIONALISTA
REVOLUCIONARIO
— 72 —
CAPITULO IV
- 90 —
Como no había allá casi ningún alimento, gracias a la condes
cendencia del subprefecto pudimos reunirnos en San Ignacio
con Siles, Guevara y Molina, alojados en un galpón con hama
cas. Por todo vestigio del pasado auge de la goma quedaba ahí
un viejo piano desmantelado, del que, al tocar una tecla, junto
con un sonido destemplado salió una tarántula igualmente vie
ja. La goma no había mejorado en nada el nivel subhumano de
la vida en esa planicie infinita, cubierta de baja vegetación al
lado del río Paraguá, desde el que se insinuaba una vegetación
más alta. Allá hicimos el curso de la política boliviana, que
consiste en conocer las regiones abandonadas del país a tra
vés de los confinamientos.
Recogíamos allá anécdotas del padre de Buscb. Montene
gro se dedicó a sus investigaciones sobre historia y brujerío y
tomó notas sobre la persecución y fusilamiento de los revolu
cionarios crúcenos Ibáñez y Urgel en Santa Ana, que mencio
nó después en “Nacionalismo y Coloniaje”. Hasta Santa Ana
les había perseguido la oligarquía del Altiplano, para fusilar
muy solidaria con los patrones crúcenos. Montenegro descu
brió también libros, entre ellos uno sobre la sublevación gene
ral de los bárbaros en las provincias Cordillera y Azero en 1892,
y la matanza también general que hizo el coronel Tomás Frías,
amigo de nuestros padres, a quien por eso apodaban en Co-
chabamba el “camba-huañuchi” .
San Ignacio no tenia otra relación con el mundo que un
avión eventual. Pueblo de endemias, el anquilostoma y el pa
ludismo se nutrían de la vida de sus generaciones. El calor in
vitaba a la hamaca, pero nosotros lo provocábamos cortando
leña, ante la estupefacción de los vecinos, que nos decían ser
esa tarea de cambas. Nos bañábamos en una laguna que mar
caba la naciente del río Paraguá, rodeada de cañas, entre las
que fluían lagartos gigantes. En las noches obscuras, miles de
curucusís encendían sus luces azules y blancas en una absoluta
anarquía de tránsito aéreo.
Salían también por las noches las víboras a tomar el fres
co. Una noche de luna, al aproximarme al alojamiento sor
prendí a una serpiente de cascabel que, alzada un medio metro
sobre el suelo, atisbaba por la rendija de la puerta. Otra no
che el perro ladró, erizados los pelos, hacia el excusado, don
de aguardaba una yoperojobobo cadenciosamente interroga
tiva. Ese excusado tenía dos asientos, enigma que sólo podría
explicarse en un gobierno diunviro.
Dentro de la pobreza general, una cristalizada diferencia
de clases imperaba en el poblado. La sociedad del trópico en
- 91 —
paupérrim a um uarura ; una esiieciiu aiisiucracra, una ciase
media con su pasar y otra miserable, y el camberio mayori-
tario y colorido, de mujeres con caderas en movimiento y la ca
beza inmóvil bajo el cántaro de agua. Un Céspedes y un Mon
tenegro que allá descubrimos eran, el primero, el letrado del
lugar y el otro dueño de un café, “El Guembé” . Montenegro
ostentaba la cicatriz de una herida que le había hecho uno de
los Riveros, de la cuadrilla de Carmelo Hurtado, quien tam
bién hirió de un balazo al doctor Pablo Busch.
Los confinados alternábamos por igual con todas las cla
ses sociales, y Montenegro fundó allá el Movimiento Naciona
lista y, al regresar, lo fundó en Santa Cruz.
En las proximidades de San Ignacio descubrimos la ha
cienda Quixiabó, con un cierto cultivo organizado, de propie
dad de un simpatizante nazi, que por ello nos acogió con ver
dadero entusiasmo. Bauer, norteamericano hijo de alemán,
enemigo de la civilización, sólo se unía a ella por la radio, y
escuchando los informativos del Brasil pronosticaba la próxi
ma caída de Moscú, mientras nos invitaba con asados y refres
cos.
Cuatro meses estuvimos en San Ignacio, quedando los úl
timos, Montenegro, Molina y yo, condenados por la Democra
cia a capitalizar una buena terciana. Pero nos salvó nuestra
fortaleza física y regresamos en el mes de noviembre.
Durante todo ese tiempo, “La Calle” permaneció clausu
rada, con obligación administrativa de seguir pagando sueldos
al personal. Pero éste se negó a complicarse con el gobierno en
esa cobarde exacción.
Por su parte la Cámara de Diputados, en decorosa reacción
ante el infundio del “putsch nazi” , aprobó una comunicación
al Ejecutivo pidiendo levantar la clausura de los diarios opo
sitores.
* * *
— 92 —
ciudad y al encaminarse, ya de noche, a su domicilio por la
calle Aspiazu andando por la acera a cuyo borde estaban es
tacionados unos automóviles en fila, le interceptaron el paso
dos sujetos, al tiempo que otros dos le agredieron por detrás.
Otazo saltó por entre dos autos a la calzada y al verse nueva
mente acometido disparó dos balazos. Cayó uno de los agre
sores, al que una camioneta hizo desaparecer. Otazo se refu
gió en su domicilio. A las pocas horas los dirigentes del MNR
fueron informados desde una clínica que había un herido de
bala. Presentes allá Paz Estenssoro, Otazo y otros, evidencia
ron que era un agente de policía.
Nueva interpelación al ministro de Gobierno. La opinión
pública se dio cuenta de que se había tratado de aprovechar el
incidente con Levy para atribuirle la elaboración del atentado.
Esta doblez no prosperó, y ninguna argucia pudo excusar a Pe
ñaranda y su ministro de ser los autores intelectuales del atra
co. Murillo y Ostria salieron del ministerio, prácticamente ex
pulsados por la opinión pública.
Apenas reunidos en La Paz y al anuncio de que Ostria se
disponía a viajar con el cargo de Embajador a Santiago de
Chile, le escribimos una carta abierta con el vocativo de “ ¡Oi
ga usted, señor Ostria!”, señalándole como responsable de la
intriga en que nos había complicado. “Hemos esperado —de
cíamos— que por decoro personal que le ponga en otro plano
que el del impostor o del falsario, acredite Ud. pruebas feha
cientes respecto del ‘putsch nazi’... Pero Ud., después que
fuimos confinados, se ha cruzado de brazos, ha renunciado al
cargo de Canciller y se dispone a viajar a Chile como Emba
jador. Nos calumnia y se va.
“Antes que abandone el país, le emplazamos para que
acredite pruebas sobre el ‘putsch nazi’ y nuestra intervención
en él, pues si así no lo hace, continuará Ud. ante el concepto
del pueblo boliviano como un instrumento de los inventores de
cartas o de los que las entregan a terceras personas. Los or
ganizadores del MNR le llamamos a proceder con valor civil,
creyendo todavía que sea Ud capaz de aclarar en alguna forma
su posición falsa, oscura y cobarde, y le citamos al terreno de
la caballerosidad y de la hombría para que no caiga sobre Ud.
el estigma del calumniador como resultado de la denuncia in
famante que lanzó sobre nosotros ,excusándose de presentar
las pruebas que hacen falta para sostenerla con decencia.
“Declaramos finalmente que Ud. tiene con nosotros esta
cuenta pendiente, cuyo saldo quedará siempre mientras no la
liquide para redimirse de la farsa imperialista en que intervi
no, convirtiéndose de prestigioso personaje de las derechas en
— 93 —
un irresponsable y tenebroso intrigante.— Rafael Otazo, Wal-
ter Guevara, Augusto Céspedes, Hernán Siles, José Cuadros,
Armando Arce, Raúl Molina, Alberto Mendoza y Jorge Lava-
denz”.
Ostria se esquivó manifestando no haber sido inducido por
ninguna causa personal y que sus pruebas eran tan “top-secret"
que nos las podía conocer nadie.
2’ En la edición de 1974: “Los falsificadores ya tienen
nombre y apellido”.—
Los análisis lógicos de los periodistas y parlamenta
rios del MNR acusando la bastardía de la “carta de Be<-
monte” fueron apagados por el monopolio publicitario del
imperialismo yanqui y sus sirvientes latinoamericanos cu
ya prostituida prensa fingió hipócritamente dar fe a ese de -
cumento avalado por el Departamento de Estado. Pero a
treinta años de tal engendro ya no es el análisis lógico, sino
la erosión natural de la victoria que deja al descubierto,
con la plena prueba de la confesión, que la carta fue falsi
ficada.
Spruille Braden, principal coautor del delito, relata en
su libro “Diplomáis and Demagoges: The Memories of
Spruille Braden” ( Arlington ITouse, New Rochelle, Nueva
York, 1971) páginas 248 - 253 que siendo embajador de Es
tados Unidos en Bogotá, andaba en tratos con un agente
del Servicio Secreto Británico llamado S. Stagg, quien le
mostró una fotocopia de la carta, que Braden encontró “tre
mendamente interesante”. Stagg le dijo: Hemos logrado ob
tener esta copia de la carta, pero queremos el original y le
propuso que el gobierno yanqui pirateara la valija diplo
mática alemana para ese objeto. Braden no le preguntó en
tonces de dónde sacó la copia. Estaba claro que el plan ce
Sat Stagg no era sacar ninguna carta, sino introducirla en
la valija para endosar su descubrimiento a los yanquis.
Braden relata que consultó el procedimiento al Depar
tamento de Estado el cual, según escribe, le respondió nega
tivamente. No quería saber nada con aquello de saquear
valijas diplomáticas. Los métodos Watergate eran entonces
inusuales para Summer Welles, pero en cambio este vio que
el absurdo faccimil de Stagg bastaba para urdir la calum
nia a los nacionalistas bolivianos. Resultó asi que la foto
copia de Bogotá fue enviada a Washington donde el digno
Subsecretario de Estado la exhibió al Ministro boliviano
Guachalla expresándole que “la fuente informativa de que
94 —
procedía les merecía suma confianza y esta les había ase
gurado que tal copia procedía del original mismo” según
consta en nota de Guachada.
Recibida la fotocopia en La Paz por manos del Emba
jador yanqui al Canciller Ostria Gutiérrez, el gobierno Pe
ñaranda completó la ficción denunciando el “putsch nazi”
al que hicieron eco escandaloso la prensa colonial y el pro
pio Departamento de Estado. El gobierno dictó el. estado
de sitio, apresó a los periodistas del MNR, dio la baja a
Belmonte y expulsó al Ministro alemán. ¿Pero Braden relata
que ese mismo día tuvo por radio (en Bogotá) “la sensa
cional noticia de que una carta había sido puesta en ma
nos del gobierno boliviano probando que el ministro alemán
en La Paz se encontraba implicado en grave complot con el
mayor Belmonte, para ejecutar un golpe nazi en Bolivia. El
texto de la carta que yo había leído semanas antes fue di
fundido por la radio, palabra por palabra”.
“Horas más tarde se presentó Stagg en la Embajada
Norteamericana. Lo congratulé por su hazaña y le inte
rrogué:
“—¿Pero cómo diablos consiguió apoderarse usted de
la valija?
“—Oh —contestó—, no lo hicimos.
“—¿Qué quiere decir con eso? La carta está publica
da, palabra por palabra, tal como usted lo quería.
“—Sí —dijo Stagg, pero nunca la obtuvimos.
“Me encontraba demasiado perplejo para entender e'
asunto. Sólo pude repetir:
“—Cómo es eso de que nunca la obtuvimos? ¡Aquí es
tá publicada en los diarios!
“—Oh —fue su respuesta—. Falsificamos la carta.
“—Cuando volví de mi asombro —prosigue Braden—
me di cuenta de que iba a culparse a Estados Unidos por
la ruptura entre Bolivia y Alemania, como en realidad ocu
rrió. Cablegrafié de inmediato a Summer Welles: Le inte
resará saber que no existe tal carta.
Tan terminante denuncia de la impostura no impidió
que Summer Welles siguiera cultivándola, con ayuda del
Presidente Roosevelt y de Curdell Hull y al amparo de la
ingenuidad del público norteamericano. Braden escribe que
durante veinte años alimentó la convicción de que la co
pia nunca fue tomada en un original genuino y que copia
— 95 —
y original fueron fabricados. De su cínica exposición se des
prende que Roosevelt deseaba ver una prueba convincente
de la intervención nazi en Bolivia para lo cual, entre los
servicios secretos ingleses y la FBI le elaboraron un “kind
of evidence” tan a la medida de sus deseos que se apresuró
con Hull y Summer a enviar su entusiástica felicitación a
Peñaranda por haber debelado un “putsch nazi”, engen
drado entre demócratas. Además la infame fotocopia sir
vió más tarde para que el Departamento de Estado —al que
se había incorporado Braden como Secretario de Asuntos
para América Latina— compaginase el Memorándum ca
lumnioso que circuló a las cancillerías americanas en 1944,
y el “Libro Azul” (1946) que indujeron al colgamiento de
Villarroel “como a Mussolini” según la sentencia de M a
nuel Seoane subjefe del APRA.
El encubridor Braden se ensaño con su víctima median
te sus influencias de gángster soplón de la policía. Hizo
negar el nadicert a Belmonte cuando éste, refugiado en
España, pidió por escrito regresar a cualquier país del con
tinente, aún a los Estados Unidos, ofreciendo presentarse
ante cualquier tribunal sin saber que se dirigía al propio
falsificador.
3“ La confesión definitiva.
Como último capítulo de delictuosa intriga se trans
cribe la revelación de 1979 propagada desde Londres por
las agencias noticiosas entre las que figura Latín - Reuter
de Londres 22 agosto: “Un abogado e historiador británi
co reconoció hoy su participación en la falsificación de la
carta de un diplomático boliviano para inducir a los Esta
dos Unidos a entrar a la Segunda Guerra Mundial.
Harford Montgomery Hyde comentó en una entrevis
ta publicada por el Daily Telegraph, aspectos de un progra
ma de la cadena norteamericana CBS, sobre la operación
británica “Dirth Tricks” (Tretas Sucias), destinada a in
fluir sobre la opinión pública en favor de la intervención
en la guerra contra la Alemania Nazi.
“Hyde se refirió a la falsificación de una carta que
proporcionaba detalles de un supuesto golpe pronazi en Bo
livia, país que abastecía a los Estados Unidos con wolfra-
mia, estaño y caucho, utilizados en la industria bélica.
“Mi participación más importante fue la falsificación
de una carta supuestamente firmada por el Mayor Elias
— 96 —
Belmonte, Agregado Militar de su país en la Embajada
de Berlín, dirigida al Embajador Alemán en La Paz” di
jo Hyde.
El historiador desmiente la afirmación de la CBS de que
el Presidente norteamericano Franklin Roosevelt sabía que
la misiva era falsa y sostuvo que el líder de los Estados
Unidos la consideraba genuina.
La carta fue falsificada en una residencia cercana a To-
ronto con la colaboración de la esposa del historiador y de
Eric Maschmiz, un escritor que también formaba parte del
grupo operativo.
“Tuvimos enorme trabajo en robar el papel apropiado
desde Berlín y fabricar exactamente la máquina de escri
bir que Belmonte pudo usar” agregó.
Luego de elaborar el documento falso, Hyde y Masch-
witz arrojaron la máquina de escribir al agua desde el puen
te de Brooklin, en Nueva York.
Por otra parte el profesor Colé Blasier de la Universi
dad de Pittsburgh en su libro “EE.UU., Alemania y los re
volucionarios bolivianos”, confirma que Hyde le confesó
haber falsificado la carta.
4? y Ultimo.— La verdad puesta en marcha conforme
a la frase de Zolá en el Proceso Dreyfus no pudo ser dete
nida y ha sido totalmente revelada a los cuarenta años.
El Departamento de Estado jamás dio una satisfacción al
pueblo boliviano por los daños que le irrogó con su estúpida
ficción y tampoco ha pensado jamás en desagraviar a Bel
monte al cual solamente el gobierno de Bolivia le rehabi
litó y ascendió a General en acto solemne con la asisten
cia del Presidente Dr. Wálter Guevara, uno de los implica
dos en la burda maquinación. Ahora solamente quedan, en
el tacho de la historia, las artes furtivas con que ciertos di
plomáticos bolivianos colaboraron con detalles de color lo
cal a la sucia misiva, para comprometer en el “putsch” a
sus enemigos personales.
— 97 —
CAPITULO V
— 101
sucesorios en todos los países donde están radicados los bie
nes, lo que mermará considerablemente el monto de su for
tuna, sobre todo en los Estados Unidos de Norteamérica.
Solamente en timbres la operación asciende al millón d ■
Bs.” (“La Razón’’, 1» de agosto de 1941).
103 —
lote atribuido a nuestro hijo Antenor” ... ¡Engañaban tam
bién a Suiza!
* * *
En 1946, Julio Calvo del MNR y René Gutiérrez presenta
ron denuncia formal contra los esposos Patiño por defrauda
ción, ofreciendo como prueba su propia declaración en Pana
má. Poco después caía el MNR, y el Presidente restaurador
Monje Gutiérrez derogó la Ley que otorga participación a los
denunciantes por ocultación de bienes.
En abril de 1948 Fernando Diez de Medina emprendió en
“El Diario” una campaña contra la sucesión Patiño denun
ciando aquella defraudación. No sorprendió al público la sú
bita trasmutación del ideólogo de la Rosca y jefe de relacio
nes públicas de “Ultima Hora” . Era indisímulable la finali
dad chantagista de aquella campaña, condimentada con el
picante sensorial y publicitario de la anticultura. Empezó con
el bautizo solemne de un grupo de blancoides disimulado ba
jo la máscara indígena del Inca Pachacutec, “mito que sale
de nuestras montañas coléricas” y del “Ande, padre fabuloso,
divino escultor que forja pueblos, el que cuenta titánicas ha
zañas con lenguaje de montañas”, etc., a quien invocaba “con
fervor indio, con emoción mestiza”, junto a la “Madre Boli-
via” ... “que nos espera”... “que podrá dar como el puma
del ancestro el salto y el zarpazo que devuelva el mar a la
montaña!” Esta sublime invocación de Diez de Medina prece
día a la pregunta: “¿Qué es lo que Bolivia necesita?”, para res
ponderse: “Necesitamos una nueva moral en los negocios”...
Como apóstol de esta nueva moral, y junto al Inca Pa
chacutec, Medina tenía ya en su sombrero de copa al nuevo
ministro de Hacienda, su hermano siamés José Romero Loza,
a quien presentó en un lírico banquete como “ágil deportista
y amigo leal, fuerte, animoso, jovial, pletórico de nobles am
biciones, sencillo y solitario, estoico y obstinado... un puma
joven... un águila... un soñador, amó con Werther, padeció
con Sacha Yegulev, mas siempre admirando el genio organi
zador del Inca Pachacutec... de bancario pasó a comercian
te... fue periodista ...compuso versos y cuentos que no se
publicaron, planeó una historia financiera del país, sintió la
hondura del drama humano en las sonatas de Beethoven, edu
có su sentimiento estético en la contemplación del paisaje__
AI fundarse la Corporación de Fomento, ingresó de empleado
subalterno... Recto, dinámico, sagaz, cargado de iniciativas,
con grávido sentido de responsabilidad” __ En fin, Romero
Loza, su “hermano”... “espejo de virtudes juveniles, gene
104 —
roso y entusiasta, leal y desinteresado, siempre listo a rom
per lanzas por una causa noble” . . . “Podría deshacerse la es
tupenda cordillera, más nunca el alma sencilla y fuerte de
Cholé Romero” ... (29).
El tercer actor de esta farándula resultó “El Diario” que.
en una de las resacas accionarias de la familia Carrasco, ha
bía quedado bajo la dirección de Mario, el n ño mal de la casa
quien prestó sus columnas a Medina.
Con la “Madre Bolivia”, el Inca Paehacutec y el puma
joven se preparó el zarpazo al bolsillo de Patino util'zando los
recursos confusionistas de la anticultura. Atacaba a Patiño
pero absolvía de dolo a sus cómplices: “Sostengo que tanto el
expresidente Peñaranda como el exministro Espada y el di
rector de Impuestos Internos Estrada fueron engañados. To
dos creyeron, de buena fe, que Patiño pagaba el máximo que
debía pagar” (!!!) Aserción más escandalosa que la misma
estafa fiscal que había escandalizado hasta a los más ignaros
ciudadanos de Bolivia. Medina, además, extendía por antici
pado su absolución al presidente Hertzog de quien escribía;
“La política socialista del presidente Hertzog merece el apo
yo decidido, unánime de la nación: intrépido en el pensar, in
flexible en el obrar, recto y justiciero en la obra de transfor
mación nacional que acaba de iniciar” . .. “y a su lado el jo
ven y dinámico ministro José Romero Loza quien a través de
una fulgurante carrera política ba demostrado ser el gran es
tadista” . ..
Pero el inflexible Hertzog era flexible ante Patiño de quien
había recibido cinco millones de Bs. para su campaña electo
ral (“El País” 5 de enero de 1947, dirigido por P. Díaz Machi-
cado). Y Tomás Manuel Elío, precisamente el abogado de Pa
tiño patrocinador de la partición intervivos, era Canciller de
Hertzog.
Hertzog decretó la organización de una comisión investi
gadora, recibiendo este ditirambo de Diez de Medina: “ ¡Ho
nor al Presidente Hertzog y a los dignos ministros que le a-
compañan!” Simultáneamente, los lacayos de Patiño, desde
“La Razón” hacían saber que algunas ofertas de vender pa
pas y botas de goma para las minas habían sido negadas a
Paehacutec. Publicó también “La Razón” loas sobrenatura
les a Patiño, llegando a decir que “no era sólo el patriota que
106 —
do entre la industria privada y el Estado, en el gobierno de
Barrientos durante el que actuó exactamente como uno de “los
enanos de las finanzas y estadistas de cartón que siempre do
blaron las rodillas ante el peso inexorable del dinero”, frase
profética dictada por el inconsciente de su hermano siamés.
Los acontecimientos relatados se desarrollaron sobre el
humus de la Anticultura cuyos recursos literarios, publicita
rios y emocionales explotaron al mismo tiempo los patiñistas
y sus ocasionales adversarios. Carnívoros del mismo género,
los paniaguados del millonario hicieron figurar la estafa como
patriotismo, y los hermanos siameses el chantage desvergon
zado como defensa del erario fiscal y augurio del retorno del
inca Pachacutec.
* * *
— 110 —
CAPITULO VI
LA MASACRE DE CATA Vi
134
CAPITULO VIÍ
EL VOTO MESSUTTI
— 140 —
cia en el desquiciamiento y desorientación de R&depa y del
gobierno de Villarroel (47>.
El nacionalismo de los jóvenes militares emanaba de un
espíritu de predestinación incondicionada. El MNR inspiraba
su nacionalismo en la realidad social. El enjuiciamiento anti
liberal del problema boliviano por el MNR —expuesto en sus
“Bases y principios de Acción” en 1942— y sus campañas con
tra el entreguismo peñarandista llamaron la atención de los
oficiales del Estado Mayor de La Paz, conectados con el nú
cleo militar de Cochabamba. Más tarde la súbita aparición
masiva del MNR en las calles de La Paz el 5 de abril de 1943
le calificó como el partido popular y agresivo que una sema
na después acometió y disolvió una manifestación socialista
protegida por la Policía. Es difícil creer que sin la influencia
del MNR el Ejército nuevo se hubiese decidido a lanzarse tan
rápidamente a la captura del poder. Las relaciones de cama
radería, mantenidas desde la guerra del Chaco entre oficiales
de reserva y soldados que después fundarían el MNR, con los
oficiales de línea, fecundaron una simpatía política que se fue
plasmando a mediados de 1943 en frecuentes entrevistas de
dirigentes del MNR y representantes del “grupo de Cocha-
bamba”.
Circulaban entre los civiles revolucionarios los nombres
de algunos oficiales, distinguiéndose el del mayor Gualberto
Villarroel, con quien yo había confrontado ideas y obtenido
— 142 —
matemáticas aspiraba a traducir por ellas los problemas de la
política. Sus camaradas lamentaban que Villarroel careciera
de lo que la pedagogía castrense denomina “aptitud de man
do”, atributo del temperamento y no del buen juicio. El mo
desto origen de Villarroel no le causó complejo de inferiori
dad, pero era naturalmente tímido, sencillo, muy cuidadoso
en la elección de sus decisiones. Por su raciocinio y su sereni
dad, representaba en cierto aspecto la antípoda psicológica
de sus tremendos camaradas.
Además de Villarroel, los oficiales que más se distinguían
eran Nogales, Pacheco, Ponce, Calero, Inofuentes, Camacho,
Quinteros, Mercado, Escobar, Candía, Ayllon, que se señalaban
como los líderes del militarismo subversivo. (Pinto se incorpo
ró más tarde, pues se hallaba en México).
Los viejos generales y coroneles continuaban haciendo la
guardia a las empresas. El escalafón era la herramienta mili
tar aplicada por la Rosca para obstruir el desarrollo de cual
quier pensamiento liberador en el Ejército. Dentro de ese sis
tema teórico eí fermento subversivo de la oficialidad, aun con
la poderosa impulsión del Chaco, no habría pasado de ser un
militarismo utópico, ajeno al pueblo, si no hallara en el M.
N. R. la interpretación boliviana de la Revolución.
El gobierno no dejó de ver la peligrosidad del “Grupo de
Cochabamba”, enmudecido desde el atraco de que fuera vícti
ma su líder “in partibus”, general Bilbao. De pronto, en 19fl3
se hizo presente con Villarroel a la cabeza, planteando con
cretamente en una audiencia con el presidente Peñaranda la
modificación de su gobierno sin recibir de éste más respues
ta que sus mudos ademanes de asentimiento.
En septiembre de 1943,al debatirse en la Cámara de Dipu
tados la masacre de Catavi, varios mayores y capitanes apa
recieron en las tribunas del Parlamento, aplaudiendo a los
oradores del MNR.
A partir de esta actuación se fortaleció el pacto revolu
cionario, mantenido secreto aún para los antimilitaristas del
MNR, <3*1tre los que Siles y Otazo habrían objetado esta alianza,
la única eficaz para tomar el poder. El partido solo, sin la
suficiente madurez orgánica, contemplaba el peligro de que
la revolución se desviara si los militares se comprometían con
entidades sin programa como la logia “Mariscal Santa Cruz”
El MNR ignoraba que los jóvenes militares actuaban en
función de logia secreta. Aun en el gobierno de Villarroel apa
rentaban únicamente ser una camaradería generacional de
ex combatientes. En metódicas tratativas se esbozaron los
— 143 —
planes golpistas y de gobierno. Desde luego, quedó tácita
mente acordado que el mayor Gualberto Villarroel sería el
jefe del gobierno, porque el sector civil reconoció en él su in
discutible calidad de jefe intelectual de los militares.
* * *
Acusación parlamentaria por la masacre.— El debate par
lamentario en la interpelación por la masacre de Catavi infla
mó la opinión pública contra el sistema de gobierno imperante.
En este acto parlamentario se diferenciaron claramente
los estilos y tácticas del MNR y del PIR. Este trató de salvar
su contradicción entre su política de obligar a producir estaño
para las Democracias y su repudio a la masacre, cargando la
responsabilidad exclusivamente sobre el ministro de Gobier
no, Zilvetti Arze. ^
El MNR planteó el pliego en términos integrales: “Los
diputados nacionales que suscriben, en defensa de los traba
jadores bolivianos interpelan al Gabinete por su manifiesta
parcialidad en servicio de las grandes empresas y el empleo
de la violencia para la solución de conflictos sociales, política
que ha culminado con la masacre de Catavi”, y definió que
aquel hecho sangriento representaba la política de todo el go
bierno Peñaranda puesto al servicio del extranjero. El jefe
del MNR declaró concretamente: “Los señores ministros se
quejan de la debilidad del Estado Boliviano. Evidentemente es
débil cuando está frente a las grandes empresas; pero es muy
fuerte cuando se pone frente a los trabajadores. Declaro en
nombre del MNR que si no se sanciona al general Peñaranda
y a sus ministros por la masacre de Catavi, el pueblo habrá
remachado las cadenas de la esclavitud”..................................
Peñaranda y sus ministros se debatían en una situación
desmedrada en la que, por sostener la política de las empie-
sas extranjeras, habían perdido hasta el apoyo de la mayoría
parlamentaria.
En los debates sobre Catavi (septiembre) y en el análisis
posterior sobre la política gubernamental (noviembre) defec
cionaron notorios amigos del gobierno.
En el caso de Catavi, el ministro Zilvetti llevó la voz can
tante del gabinete, imputando al PIR y a la influencia de los
comunistas chilenos el origen de los sucesos en las minas. Con
estridencia oratoria negó al PIR atributos de partido bolivia
no, calificando de “traidores” a sus representantes y denun
ciando negocios que tenían con la Patiño Mines en la provi
sión de “callapos”, aunque no pronosticó aún que uno de sus
— 144 —
más altos líderes, ministro del Trabajo en 1947, operaría tam
bién una masacre, ya no roja sino “blanca”, complicado con
Patiño, Aramayo y Hoschschild para proceder al despido de
centenares de obreros y a la formulación de listas negras que
les impedían ser contratados en ninguna empresa.
El debate final alcanzó una intensidad teatral, por el inte
rés con que el público que llenaba las tribunas escuchó la acu
sación de Paz Estenssoro y las revelaciones de los diputados
del MNR sobre el sometimiento del gobierno y del Estado Ma
yor a las órdenes de la Patiño Mines. Hacía el diputado Otuzo
la historia del ejército de todos los tiempos y naciones y al .le
gar, después de unas dos horas de disertación, al ejército, de
Bolivia y a su infortunado desempeño en la guerra del Chaco,
le interrumpió el ministro de Defensa, general Candia, que
airadamente gritó que “no permitía ningún ultraje a la clase
armada”, recurso notoriamente táctico para solidarizar con
él a los numerosos militares de la Radepa que se encontraban
en las tribunas.
Junto con todo el gabinete interpelado se retiró en señal
de protesta, en medio de la algarabía de la barra y de los dic
terios y amenazas que se cruzaban entre diputados. Pero el
incidente se liquidó con la explicación que dio Otazo de no
haber tenido anixnus ínjurandi, ya que él había combatido
junto al ejército en la guerra.
Cerca de la media noche se procedió a una votación, cu
yos pormenores evidenciaron el grado de purulencia democrá
tica a que había llegado el gobierno de Peñaranda. Alcanzó la
votación nominal, por la censura o contra ella, a un nivel pa
rejo, y el presidente Baldivieso iba a proclamar el resultado
cuando el diputado Zuazo Cuenca, del MNR, reclamó por el
voto escrito del diputado Messutti, de quien sabía que lo entre
gó al diputado Lazcano, socialista. Este declaró que efectiva
mente recibió tal voto, pero que posteriormente Messutti lo
había recobrado. La votación fue entonces proclamada: por
la censura 47, por la absolución 48.
El gabinete se salvó de la caída por un solo voto, el mismo
que al día siguiente se comprobó que había sido escamoteado.
Messutti, que regresó de un viaje, acosado por los periodistas
y diputados en los pasillos de la Cámara, declaró que su voto
por la censura no lo había recogido. El escamoteo se consumó
con la circunstancia agravante de que Lazcano votó por la
censura al gabinete, cumpliendo la consigna del sector socia
lista de dosificar su adhesión al gobierno, estrategia que ins
piró chirigotas y chistes que patentaron en la nomenclatura
_145 —
política “el voto Messutti” como símbolo de la democracia
chapucera C50).
En premio de ese acto delictuoso, el Socialismo Unificado
recibió dos carteras, que ocuparon Carlos Salinas y Lazcano.
Pero a esta combinación con la que el gobierno pensaba pasar
el vado “le echó una cáscara de plátano” el maligno y cáus
tico parlamentario gubernista Demetrio Canelas, según expre
sión gráfica del ministro Zilvetti.
* * *
— 146 —
ironía. “Debo elogiar —dijo— el comportamiento del H. Ro
das que ayer, cuando el señor Ministro sometía a un trabajo
muy forzado sus cuerdas vocales, pidió al ujier que le sirviese
un vaso de agua”. . . “Ya propósito, yo sé un cuento chino: dos
chinos se desafiaron a batirse en duelo y salieron a la arena.
La batalla era a gritos, y ganaba el que dejaba de chillar pri
mero, porque el otro, de tanto vociferar, reventaba... Yo voy
a ser el chino que se calle primero, dejando a Zilvetti el re
cord en el esfuerzo de sus cuerdas vocales. Ahora, puede co
menzar el Ministro”...
El ministro respondió: “Hace rato que el diputado Cane
las me está poniendo cáscaras de plátano”, refiriéndose a la
táctica de Canelas que le hacía resbalar cuando ,por atacar
a éste recordándole su responsabilidad en el desastre del Cha
co, resultaba atacando también a los ministros Espada, Hert-
zog y Calvo, sentados a su lado.
Zilvetti apostrofó a Rodas Eguino: “Usted es el' símbolo
de la deslealtad política!”, y Rodas respondió: “Y usted es el
símbolo del gendarme; no es un ministro!”
Llevado asi el debate entre excorreligionarios expuso gra
ciosas contradicciones del gabinete demoentreguista cerradas
dentro la misma bolsa.
Frente a esa anarquía, el MNR con sólo ocho diputados
demostró un potencial temible. Cada frase de sus diputados
era seguida de un aplauso ensordecedor de las galerías y tri
bunas. “Turbas ébrias de la policía irrumpían en la Cámara
de Diputados, obligando a suspender las sesiones y agredían a
los diputados que se retiraban de la Cámara”, según denuncia
del presidente Baldivieso (difundida por la AP en 31 diciem
bre 1943). Pero los militantes del MNR se reunían para pro
teger a sus diputados avasallando a la Policía y los conducían
triunfalmente al local de “La Calle”. Paz Estenssoro dio la
extremaunción al régimen: “Solamente al póliza de seguro de
la Democracia ha sostenido ai gobierno. Para gobierno y em
presas todo ha ido maravillosamente, se han destruido las
conquistas sociales logradas por el gobierno de Busch y el ge-
neral Peñaranda ha transcurrido su gobierno sin perder oca
sión de escapar de Palacáb en viajes provinciales, departamen
tales o internacionales que parecen una serial cinematográfi
ca”. Señaló que al terminar este film, Mauricio Hochschild
fue el de la idea de una candidatura única y que coincidía con
él Ricardo Martínez Vargas, apoderado de Patiño. Para impo
ner esa candidatura sobre la inmensa mayoría nacional ex
cluida de las combinaciones palaciegas, se estaría preparan
— 147 —
do poner fuera de la ley a los partidos revolucionarios, manio
bra semejante a la del famoso putsch nazi. “Pero —añadió—
de entonces a ahora el MNR ha crecido como encarnación de
la voluntad de la ciudadanía boliviana y si somos atacados,
nos defenderemos aunque sea en las calles”, frase que provo
có una ovación huracanada de las tribunas repletas de mnvi-
mientistas delirantes.
Simultáneamente a la reunión de los 40 ladrones, el gobier
no propició la de los generales del Chaco, en menor número,
a la que por eso no le cupo una denominación tan estricta. Se
bautizó solamente como la del “Cónclave de Generales”, reu
nida con pretexto de estudiar medidas relativas al estado de
guerra con el Eje. El Consejo Supremo de Defensa, cuyos
miembros eran los mismos del cónclave, emitió una orden po-
liciaria prohibiendo a la prensa:primero, ocuparse de la posi
ción de Bolivia en el orden internacional; segundo, de cuestio
nes de orden militar, y tercero, de las de orden obrero” .
Para proceder al plan concusionario, el Ejecutivo apresu
ró la disolución del Congreso, manejando a este propósito al
Senado. En la última sesión de la Legislatura el Ejecutivo
trató de hacer pasar una ley que le autorizaría a transformar
en sociedades anónimas el Banco Minero y el Banco Agrícola,
o sea la desnacionalización de estas entidades. “La Calle” pu
blicó que ese día el Senado, “cuyo personal ha cumplido la ta
rea antinacional más cínica y desembozada al servicio de in
tereses de empresas y de negociados particulares”, negó una
miserable pensión a los herederos del mayor Celso Camacho
y del teniente Félix Méndez Arcos, muertos en el campo de
batalla. Decía “La Calle”, después de señalar nombres de al
tos personajes de la oligarquía a los que el Senado había otor
gado premios, que “los nombres de Méndez Arcos y Camacho
no interesan al espíritu de los sirvientes de la Rosca, aposen
tados en esa cueva de abyección que se llama Senado, símbo
lo de la decadencia de una casta que se enriquece sobre la san
gre de los soldados del Chaco y sobre el hambre de sus fami
lias” (51).
148 —
Recesado el Congreso, el Ejecutivo lanzó “el Decreto de
Seguridad del Estado”, disposición usurpatoria y dictatorial
rubricada por un gobierno que se decía liberal. Este decreto
tenía un precedente en otro gobierno liberal, el de Salamanca,
que a iniciativa del ministro Luis Calvo contemplaba medidas
contra el “extremismo” autorizando a disparar sobre mani
festaciones populares si no se disolvían al segundo toque de
corneta.
El decreto de Peñaranda, fundado en la “declaratoria de
guerra de Bolivia a las potencias del Ejé” inventaba catorce
formas delictivas, entre ellas, las del “desacato a las autori
dades; intenciones de subversión; propaganda oral o escrita
contra la posición internacional del país o de tendencias o doc
trinas que estén en oposición al régimen democrático; provo
cación de conflictos obreros, paros o huelgas; agitación en las
haciendas y comunidades agrícolas; negligencia en la inves-
tigacíón de los delitos enumerados. El artículo 2* señalaba la
pena de arresto de uno a seis meses, “en las colonias pena
les”, mediante un procedimiento a cargo de los prefectos y
subprefectos con única apelación al ministro de Gobierno.
EÍ artículo S9 disponía: “Los diarios y estaciones de radio
sólo podrán dar a publicidad los comunicados oficiales que
emanen las autoridades superiores del ejército”. El artículo
4’: “Todos los medios de publicación serán sometidos a censu
ra” señalándose como delitos el de injuria o calumnia al pre
sidente de la República, a los ministros de Estado y represen
tantes nacionales” y ía inserción de artículos o coimeistarios
ofensivos para los representantes diplomáticos y para los com
ponentes de los Poderes Públicos de las naciones que repre
sentan”, con pena de maltas , clausura o cierre definitivo. El
articulo prohibía la circulación de propaganda y la exhibi
ción de películas de tendencias contrarias a las democracias.
El artículo 39 disponía: “ios diarios y estaciones de radio
ties internacionales (correos, telégrafos, radios, cables, telé
fonos o cualquier otro medio de comunicación). “Se entiende
que los pasajeros en ferrocarril o aviones deberían ser requi
sados para comprobar si llevaban correspondencia. El artícu
lo 13 disponía: “No se otorgará permiso de salida del país sin
previa y minuciosa investigación sobre los antecedentes de la
persona que lo solicitare” . De ese modo Peñaranda resultaba
el precursor de la Cortina de Hierro. El artículo 21 autorizaba
a la autoridad prefectura! “ el allanamiento de domicilios,, el
secuestro de correspondencia y otros medios” .
— 14 9 —
* * *
— 150 —
Constitución consagra y que es un ponto de doctrina que
sustentamos como algo fundamental, ha experimentado,
por un fenómeno del estado de guerra en que se encuen
tra Bolivia, cierta limitación razonable a su libertad de
difundirse en el sentimiento de las masas populares, más
todavía que en el pensamiento de ellas.
El ministro de Gobierno, con posterioridad a la pre
sidencia de la República, insinuó, primero, la convenien
cia; la necesidad, más tarde; y por último, el deber de
ejercitar el derecho de dar a luz pública nada más que
aquello que no afecte al orden interno, ni a la posición
internacional que había adoptado Bolina. Se pidió ense
guida, que se guardara el debido respeto por los perso-
neros del orden; que dentro de la potestad de emitir opi
niones sobre política y sobre asuntos generales de admi
nistración, la prensa se abstuviera de manosear el decoro
de las personas y la libertad qne ellas tienen también de
no estar de acuerdo con quienes pretenden tener para sí
el monopolio de la dignidad, del patriotismo, del saber y
de la justicia.
“No fueron órdenes, en un principio, sino sugestio
nes, encarecidos wiegos, los que el gobierno hizo llegar
a los diarios sin conseguir más que desdén por todo ello.
Hasta que, promulgado el decreto de Seguridad del Es
tado , era imperativo para todos no salir del marco pa
triótico circunscripto expresamente.
“Y como no es posible prescindir de lo que la Na
ción, por intermedio de su gobierno, impone, ha ido estre
chándose el círculo para unos y para otros; había llega
do el momento de que, o alguna prensa deponga ciertas
armasy de uso vedado por disposición oficial, o el de que
el gobierno permita que sus disposiciones sean objeto de
mofa. El choque ha sido inevitable. Se ha dado lugar a
que el Consejo de Ministros tome determinaciones vio
lentas. Es lamentable que, a sabiendas, se haya dado
lugar a ello”.
Al pie de la hipócrita explicación “La Razón” aprovecha
ba de la mordaza de “La Calle’ para insultar impunemente en
un segundo editorial. También se lo transcribe como muestra
dé la chulaponerfa del rotativo que se bautizó a sí mismo co
mo: “escuela práctica de elevado periodismo” :
— 151 —
‘Solidaridad Profesional:
“Dentro de las profesiones liberales, la pugna que se
establece entre rivales suele pasar de la noble emulación
a la sórdida competencia de mala ley. Característica de
los ineptos, de los deficientes, de los que por una u otra
razón se encuentran postergados es el recurso de apelar
a los ataques gratuitos, a las insidias, a las especies ca
lumniosas, a las mil y una formas de desprestigio para
acrecentar el propio valer a costa del ajeno...” “Aun
que siempre se consideró como un acto de nobleza defen
der al caldo... pero es nada menos que cometer un acto
de deslealtad consigo mismo darle ¡a razón a quien no
la tiene por nada más que obedecer a ese principio de so
lidaridad profesional que, como todo lo humano, tiene
sus límites de los que no es posible pasar”. (“La Razón”,
18 de diciembre de 1943.)
Por su parte “El Diario”, estimulando la represión inicia
da, editorializaba en los siguientes términos: “En el Perú el
AFRA, en la Argentina el comunismo, en el Brasil el integra-
lismo han sido cancelados y puestos al margen de la ley, por
que esos grupos, como los grupos revolucionarios de Boiivia,
propician métodos contrarios a las instittxciones democráticas”.
Tales manifestaciones revelaban los preparativos de la
aniquilación del MNR para prolongar con gendarmes y lacayos
el gobierno demoentreguista de Boiivia.
El gobierno tenía planeados la captura y el destierro de
los dirigentes del MNR, en la nocturnidad de la clausura de
“La Calle” y el receso del Parlamento, y el alejamiento de los
oficiales de La Paz y Cochabamba, sospechosos de conexión
con aquel partido, mediante el destino de algunos como Villa-
rroel al extranjero en calidad de adjuntos militares, y de otros
a guarniciones de frontera, sin permitirles ni preparar ma
letas.
La debacle del régimen era ya irreparable. No solamente
el MNR se sentía alentado a la subversión por toda la opinión
pública, sino que en el Alto Mando prosperaba una doble cons
piración en cuya dirección rivalizaba el ministro de Defensa,
general Candia con el jefe del Estado Mayor, general Ichazo.
Para la realización de su empresa política el general Icha
zo consultó personalmente, en una entrevista secreta, al jefe
del MNR, a quien aseguró que tenía todos los medios listos y
tan solo deseaba conocer si el MNR aceptaría cooperar con
ministerios en un gobierno nuevo, ya que pensaba que ningu-
— 152 —
io podría subsistir sin el apoyo de este partido. Paz Estensso-
o comunicó dicha proposición al Comité Revolucionario for-
nado por los militares Villarroel, Pinto y Ponce, y los civiles
Montenegro, Chacón y Céspedes. Ichazo había decidido golpear
?1 22 de diciembre, y ésta inminencia nos determinó a operar
:on anticipación fijando para el golpe la noche del 19 al 20.
— 153 —
SEGUN DA PARTE
LA REVOLUCION NACIONALISTA
CAPITULO VIH
EL NO RECONOCIMIENTO
159 —
La falta de realizaciones revolucionarias pretendía ser su
plida por Villarroel con una administración apolítica y cicate
ra, fundada en las categorías bolivianas del “Estado pobre”,
la “honradez fiscal” , “el ejemplo del ahorro”. El y sus minis
tros militares, en cumplimiento del compromiso con sus ca
maradas, no cobraron otro sueldo que el de su grado. Esta ten
dencia austera del régimen llegó a veces a la mezquindad, pe
ro presidió siempre una norma sincera de conducta, sin sub
venciones reservadas ni nepotismos ni depósitos bancarios- en
Suiza, mantenida durante todo el gobierno de Villarroel por sus
colaboradores civiles y militares siguiendo el ejemplo del jo
ven presidente para quien la honradez era la primera virtud
de gobernante.
El prejuicio de la respetabilidad del “capital” pesaoa
también en la mente de la Junta como lo demostró un trivial
incidente con la empresa minera de Huanuni. A sugerencia de
Hernán Siles y mía, se designó a Juan Lechín subprefecto de
Uncía y a Luis Peláez Rioja, alcalde de Huanuni. Pocos días
después recibía el presidente un telegrama de la empresa acu
sando al alcalde de haberle impuesto la multa de 25 mil boli
vianos por usar balanzas falsas para pesar la carne en las
pulperías. La mayoría de la Junta opinó que se trataba de un
exceso de la nueva autoridad a la que convenía destituir. Se
ñalé que precisamente para eso, para cortar el fraude consue
tudinario de las empresas con los obreros, se había designado
autoridades independientes. El problema se solucionó dispo
niendo que se suspendiese la multa “por esta vez” . .. Este he
cho anecdótico señala la supervivencia del respeto reveren
cial que aún existía hacia las grandes empresas, pero al mis
mo tiempo se explica por el temor con que procedía el nuevo
gobierno frente a la tardanza de su reconocimiento diplomático.
Otro hecho significativo, esta vez en sentido nacionalista,
lo constituyó el homenaje a Franz Tamayo cuyo nombre se dio
— 160 —
a una plaza, ocasión para la cual Tamáyo envió su cálido men
saje de protesta ante la hostilidad manifiesta del Departamen
to de Estado contra la revolución boliviana.
* * *
— 164 —
tler en ei Continente, de adquirir satélites entre los pue-
queños estados vecinos.”
Averigüe el lector ahora, quién era ese formidable Ramí
rez, cazador de repúblicas satélites, de un parecido tal con Hi-
tler que “Washington Post” los confundía! ¿Se suicidó como
su sosias en el bunker de la Casa Rosada?
El ahistoricismo de la prensa yanqui atribuía al hitleris
mo la tradicional política argentina siempre antagónica a los
Estados Unidos, como que Rogelio García Lupo llama “Histo
ria de unas Malas Relaciones” (55) a las de ambos países, des
de Sarmiento a Irigoyen.
El “New York Times” añadía de su parte: “Dificul
tades económicas a las que Solivia ha estado subordina
da han sido grandes creando malestar social. Lo que no
es claro es si estos factores por si solos han sido suficien
tes para derrocar al régimen Peñaranda o si agentes del
Eje se aprovecharon del desafecto del pueblo y el Ejér
cito resultantes de dicho malestar, pero lo que sí es cier
to es qne las noticias de La Paz serán recibidas con sa
tisfacción en Tokio y en Berlín.”
¡Qué refuerzo para el Eje! ¡Villarroel aliándose con Hitler
e Hiro-Hito! El “Evening Star” no se alarmaba mucho poj se
mejante perspectiva y se iba directamente a la grosera inter
pretación comercial: “El golpe militar de Rolivia es alarman
te no tanto por sus efectos inmediatos en sus relaciones con
los Estados Unidos como por los que tenga el espíritu que se
dé al status del capital extranjero. Casi todos los actuales ca
becillas han estado complicados en varios complots favora
bles a los fuertes intereses comerciales alemanes establecidos
en Bolivia. Tales antecedentes no constituyen credenciales sa
tisfactorias para un régimen que ha derrocado al gobierno de
mocrático y fuertemente pro-americano del general Peñaran
da.”
Solamente “The Sun” hacía una confesión muy particu
lar: “El pueblo americano debe tener presente que Bolivia es
el más atrasado de todos los países sudamericanos y que su
gente ha sido instrumento de explotadores nativos y extranje
ros; que nuestra política de buena vecindad es allí una nove-
— 173 —
C A PIT U L O IX
LA REVOLUCION MUTILADA
(57) Víctor Andrade relató al autor de este libro que años des
pués, en charla amistosa con Lippmann, éste le confesó que evidente
mente había escrito sus artículos contra el gobierno de Villarroel "sin
saber absolutamente nada del asunto” y que no conoció el Memorán
dum.
— 176
ción de Montenegro y mía era ya marginal en la Jun
ta. Cuasi sitiados por las suspicacias de los militares,
aun dentro del MNR la permeabilidad de clase media de
éste a la influencia de la Rosca nos despopularizó rápida
mente. Esta clase media se sobrecogía ante el radicalismo re
volucionario y creía inocentemente que nuestro jacobinismo
que alarmaba al Superestado perturbaba igualmente la tran
quila participación del MNR en el gobierno. Un sector de la
“juventud” del MNR se mostró particularmente entusiasta an
ta la idea de nuestra dimisión, porque su inexperiencia le ha
cía difícil penetrar en la causa reaccionaria de la unánime cam
paña contra nosotros. Montenegro comentó que se trataba de
un pecado de “juMentud” . La incipiente doctrinal de los jóve
nes del MNR, así como su inestabilidad de clase, les hicieron
fácil presa de las consignas de la reacción rosquera. No sola
mente entonces, sino a lo largo del proceso político desde 1943
hasta el presente, los revolucionarios civiles y militares en gran
parte guiaron sus simpatías por las clasificaciones y listas ne
gras de la Rosca. Paz Estenssoro creció apoyándose también
en los veredictos de la Oligarquía para aislar y marginar a los
revolucionarios más temibles en concepto de aquélla (58).
Al día siguiente retorné a mi trabajo de “La Calle”, donde
inicié una campaña aconsejando el llamamiento a elecciones
como antídoto al despotismo del Departamento de Estado, cam
paña que provocó una amenaza de cierre del diario por el ma
yor Pacheco, Ministro de Gobierno. Sin embargo, poco des
pués el mismo gobierno convocó a elecciones a consecuencia
de su compromiso con la “misión Warren” .
El canciller Tamayo, en su afán de encontrar un escape a
la presión del Departamento de Estado, ideó y planteó a las
cancillerías de la Argentina y Chile la formación del “Bloque
Austral”, proposición que Chile delató con escándalo, provo
cando su fracaso y la renuncia de Tamayo, a quien sustituyó
Enrique Baldivieso.
* * »
214
"No se puede responsabilizar ni personificar a nadie,
los sucesos de noviembre son una consecuencia de la Re
volución preparada y llevada a cabo por la Radepa, las
células, el MNR.”
“Los revolucionarios llámense RADEPA, Células,
MNR, tenían conciencia revolucionaria y hasta cierto
punto fanatismo por esta causa revolucionaria, especial
mente dentro de nuestra agrupación y la célula y sabía
mos que esta revolución del 20 de diciembre era decisiva
y su conservación de vida o muerte y el que perdía nece
sariamente sucumbiría” .
En cuanto al golpe de Ornro:
“Todos en general sabíamos de memoria y por con
vicción propia lo que se debería hacer en este caso, sea
quien fuere el que ocupe estas situaciones con la única
condición de tener carácter y decisión, común en todos
nosotros” .
“Les habla un oficial y hombre sacrificado por la re
volución y por nuestra causa, ya que el señor Presidente
calificó esta clase de sacrificio al decir que estábamos
“ quemados” . Que sea en buena hora pero que no se lle
gue a volverlo a uno cenizas. Los resultados no me ami
lanan ni deprimen mi espíritu porque sé que cumplí con
mi deber” . (Papeles del 13 de diciembre de 1945).
* * *
— 217
asoii.L' ante esta provocación a los amos de la minerú y a
los amos de la política que después castigaron horriblemente
ese delito contra su casta. Eguino y Escobar salieron a ia van
guardia de esa batalla secular que es Solivia y en ella pere
cieron como héroes de una misión suicida, adversarios de le
/ida plácida y del orden cristalizado, voluntarios de la revo
lución que consumaron el gran atentado que obligaría a todos-
a seguir peleando.
— 218 —
CAPITULO XI
— 227 —
bajas que una fracción militar, no penetrada del espíritu de
Villarroel, hizo entre los indios. Este hecho fue difundido por
la Rosca antes insensible como una gran matanza. Por otra
parte el Congreso y los decretos abolicionistas sobresaltaron a
los terratenientes feudales que engrosaron las filas de la con
trarrevolución. Fueron éstos los más furiosos y certeros fran
cotiradores en la sublevación del 21 de julio.
* * *
232 —
tegió la lucha contra las revoluciones nacionales, so pretexto
de combatir un fascismo inexistente en pueblos subdesarrolla
dos y sólo para favorecer a la plutocracia imperialista. Otro
líder del PIR, Ricardo Anaya contribuyó a la reacción con un
folleto titulado “Unidos Venceremos”. Anteriormente, el más
desvergonzado de los negociantes de la Izquierda en la Argen
tina, Codovila, había publicado un folleto de título análogo:
“Unidos para aplastar al monstruo fascista” .
Trotzky, citado por Abelardo Ramos, había descalificado
esta postura de los comunoides latinoamericanos con estas pa
labras: “Verdaderamente hay que tener la cabeza vacía para
reducir los antagonismos mundiales y los conflictos militares
a la lucha entre el fascismo y democracia” . Pero en Bolivia las
Izquierdas, en lugar de defender el precio de las materias pri
mas y la vida y la salud de los trabajadores, fingían luchar con
tra la “bestia parda”.
“El antifascismo —escribe Ramos— había reemplazado to
dos los problemas de la revolución latinoamericana precisa
mente en el momento en que comenzaban a plantearse a causa
de la crisis imperialista” . El POR de filiación trotzkista par
ticipó también en la campaña ideológica con la que, de revo
lucionario permanente, resultó transitorio aliado de la Rosca,
acusando al MNR de pretender “un agreste y alógico colabo
racionismo clasista”, de no aceptar la conducción obrera del
proceso revolucionario y de “no destruir al imperialismo” __
La impotencia izquierdista para tomar el poder llevó años
después a muchos piristas a introducirse al MNR por el con
ducto del “Sector de Izquierda” de ese partido y alcanzar asi
el gobierno en el que solamente contribuyeron a la confusión
desfigurando y corrompiendo la nacionalización de minas y la
reforma agraria.
* * *
— 234 —
demagógica sino de convicción personal— y sd por esa bande
ra voy a caer, estoy dispuesto a caer” .
A continuación el presidente Villarroel expuso el sentido
positivo de su gobierno, tratando de convencer a los periodis
tas de la necesaria evolución que debía seguir el país en el as
pecto económico: “Deseo preguntarles si el capitalismo ha he
dió algún beneficio en nuestro pueblo. Tenemos una tradición
de más de un siglo de vida republicana y ¿qué beneficios ha
dejado el capitalismo en el p aís?... ¿Cuál ha sido el beneficio
dejado por las empresas y capitales a nuestros obreros? ¿Va
mos a reconocer o no el esfuerzo del obrero y la remuneración
que es parte de las riquezas que produce?... Nosotros tenemos
dos años en el gobierno, y en un año nuestras reservas en el
Banco Central han aumentado en 12 millones de dólares... si
guiendo una política distinta a la de otros gobiernos en los que
se ha dañado la economía del país por parte de empresas com
plicadas y hombres de Estado condescendientes. En este sen
tido ¿piensan ustedes que el gobierno para no verse atacado
por la prensa defenderá los intereses privados, cruzándose de
brazos v permitiendo que el pueblo siga soportando el ham
bre?” .
Demostrando más claramente su ecuanimidad Villarroel
ilustraba a los periodistas: “El primer plaD a desarrollarse en
Bolivia ha de significar una inversión de más o menos 326
millones de bolivianos en este solo año. No se ha de perjudicar
ni estrangular a ninguna empresa y la prueba es que en 1945,
cuando ciertos capitalistas han elevado el grito al cielo, se ha
logrado obtener una reserva de 12 millones de dólares y ha au
mentado la producción del estaño (45 mil toneladas, cifra sólo
inferior a la producción de 1929, de 48 mil), lo cual quiere de
cir que las empresas han trabajado con utilidades. Estas son
demostraciones evidentes de que las medidas adoptadas por
el gobierno están de acuerdo con los intereses privados... No
sotros vamos contra los intereses que no benefician a la co
lectividad y sabemos que mientras vayamos contra ellos he
mos de tener siempre gente en contra; pero ésto no arredra
al gobierno. Nosotros no queremos hacer gobierno con gente
que eternamente ha vivido del privilegio, sino que buscamos
el ápoyo de las masas sin esperar demostraciones de gratitud
o reconocimiento de ellas; laboramos solamente con el pen
samiento de que a la larga nuestros esfuerzos serán compren
didos” ... “Desearía conocer la opinión de los señores perio
distas sobre el siguiente punto: si admiten o no la idea de que
nuestras riquezas salgan como han salido del país en forma in
controlada” . . .
— 235 —
Ninguna respuesta concreta de ios periodistas. La fran
queza idealista del Presidente fue respondida con evasivas del
director de “La Razón’', David Alvéstegui que hizo este dis
tingo inverosímil: “El propietario de “La Razón” es dueño
de una empresa minera pero la dirección está confiada a mí
que no tengo ninguna vinculación con esa empresa ni con otras.
De ahí que hago labor independiente” . . . O sea que Alvéste
gui defendía el entreguismo y calumniaba al gobierno de niotu
propio, y no por orden de su patrón.
El director de “El Diario” , Julio César Canelas manifestó:
“Debo expresar que los partidos políticos actúan con libertad
en el campo de las luchas políticas y la prensa ejerce su fun
ción físcalizadora e informativa con toda libertad” e hizo lue
go el elogio “de la prensa libre y de la crítica sincera” . Negó
la existencia de clases privilegiadas y opinó que “la mejor po
lítica es mantener en su mismo nivel a todas las clases socia
les y económicas de Solivia”. “Yo veo muy peligroso alentar
una idea de privilegio a una clase empobrecida, como el pro
letario, especialmente el nuestro que es muy ignorante y muy
pobre” ... “Se considera el diario que dirijo como a un diario
opositor, patiñista, capitalista. Este diario no está haciendo
loas a ningún partido de oposición, sino que está abriendo sus
páginas a todos los partidos políticos del país (excepto el MNR)
absolutamente sin rencor. Es mi diario desde el cual se hace
una labor libre sin tener cordones umbilicales con partidos po
líticos, con intereses políticos, con gobiernos de ayer, de hoy
o de mañana” .
Cabe a esta “independencia” ostentada por Alvéstegui y
Canelas, el juicio de Arturo Jauretche en los “Profetas del
odio” : “La trampa de! coloniaje está en que ese diario «inde
pendiente» no es el diario de Partido. El lector va a éste sa
biendo a qué atenerse y con su espíritu crítico preparado. La
estafa es la de Jos diarios sin partido, que sólo tienen el par
tido de los intereses económicos que representan, pero que no
confiesan” .
Meses después Canelas, en la euforia de la contrarrevolu
ción se vanaglorió en un discurso: “ ¡Nosotros que arrojamos
al tirano por estos balcones!” . . . lo que le valió ser nombrado
Ministro de Defensa Nacional.
Entretanto “La Calle” seguía combatiendo como diario
opositor a la dictadura de las rotativas del infundio democrá
tico, batiéndose en condiciones de inferioridad. Ajena a sub
venciones oficiales no había podido mejorar sus instalaciones.
Su tiraje representaba menos del 20 por ciento de los periódi-
— 236 —
eos del rosco-pirismo que dirigían la opinión pública y creaban
una apariencia política que gravitaba sobre Villarroel y los
militares y aun sobre dirigentes del MNR como Hernán Siles
y Rafael Otazo.
Los círculos de la opinión así formada, las cadenas de ru
mores y de papeles anónimos y las consignas masónicas crea
ban un simulacro de pueblo que los militares admitían como
verdadero, unos ingenuamente y otros porque ya estaban com
prometidos en la traición para derribar al MNR; Los “rade-
pas” que habían enervado el ímpetu revolucionario del MNR
atribuían al mismo ser la causa de la oposición “popular”.
— 237 —
TERCERA PARTE
CAPITULO XII
LA ESTRATEGIA CONTRARREVOLUCIONARIA
— 250 —
C A PIT U L O xni
253 —
El embajador yanqui Joseph Flack, publicó un “diario"
—notoriamente compuesto a posteriori— con el título de “El
Suceso más Grande del Año” . Empieza el 17 de julio con esta
aseveración: “ Por más de dos años el pueblo boliviano ha es
tado viviendo bajo una tiranía de tipo nazista bajo la presiden
cia del Tcnl. Villarroel. Hace varios meses se ha ajustado la
opresión sobre el pueblo. Desde hace una semana los apresa
mientos han aumentado y el trato que se da a los detenidos ha
sido a menudo cruel y bárbaro. Recientemente ios profesores
de La Paz cuyos salarios oscilan entre dólares 12.50 y 20 por
mes, se han declarado en una huelga de desesperación. El go
bierno boliviano destina el 56% de su presupuesto para el Ejér
cito”.
Exhibe una mentira cada línea de este párrafo. El docu
mento fue refutado en su tiempo por el periodista norteame
ricano Bryce Oliver en “New Republic”, con el título de “La
Trampa Más Ingeniosa del Año” . La primera mentira es la
calificación de tiranía ai gobierno Villarroel que, además de
Oliver, refuta Ernesto Galarza, el gran defensor de los “wet-
backs” mexicanos, jefe de la División de Asuntos Sociales de
la Unión Panamericana, quien escribió una carta al Secreta
rio de Estado Braden expresando: “El asesinato del Presiden
te Villarroel y el derrocamiento por la fuerza de una adminis
tración que trataba de mejorar la suerte de los trabajadores
bolivianos, lleva a feliz término la campaña desarrollada con
tra Villarroel desde su establecimiento. Los esfuerzos since
ros de Villarroel para mejorar las condiciones de vida y traba
jo de las clases obreras de su país, no impresionaron a la opi
nión oficial de los Estados Unidos. Parecía que la progresista
política en materia laboral de Villarroel sólo aumentó su im
popularidad ante el Departamento de Estado” ...
Flack miente con la verdad al escribir: “los apresamien
tos que han aumentado”, porque calla que son debidos ai re
ciente asalto de la base aérea del Alto, la toma del cuartel Ga
lanía y el lanzamiento de bombas en el centro de la ciudad.
Otra mentira, sobre los salarios de los maestros que osci
lan entre 12.50 y 20 por mes, se vuelve contra el autor porque
demuestra la rapacidad de los explotadores. Si los maestros
ganaban esa miseria era porque los Barones del Estaño “ ad
ministraban las minas de Bolivia con tal bonanza para sus uti
lidades que dejaban sólo un ingreso de 14 dólares para el ciu
dadano común” , según aclaró Oliver.
La huelga “de desesperación”, cual se probó después,
estaba maquinada por los grupos sirvientes de aquellos
- - 254
Barones a los que Villarroel pedía tanto menos cruel con
el país.
Postrera mentira de ese párrafo es la del porcentaje pre
supuestario “del 56%” para el Ejército, cuando era sólo del
18%, siendo el de Educación el más elevado.
Inagotable la glosa de las falsedades de B’lack. a lo largo de
su amañado “Diario” que revela la satisfacción de la diplo
macia yanqui por el asesinato de Villarroel, cabe subrayar el
título de la réplica de Oliver: “La Trampa Más Ingeniosa del
Año”, trampa que consistió en hacer chocar a Villarroel con
sectores de la pobiación paceña y lograr la monstruosa para
doja, el escándalo histórico de invocar al pueblo para matar a
los hombres que habían empeñado su vida en servirlo y dig
nificarlo.
Son liberados para los disturbios de julio los siervos del
lumpen colonial que desencadenan los amos de la Minería y
los agentes del Departamento de Estado: los gamonales irri
tados por la abolición del pongueaje y atemorizados por la re
forma agraria que el MNR instituiría al reabrirse el congre
so, los partidos de derecha ansiosos de revancha por sus caí
das; los de izquierda ahuyentados de los sindicatos obreros por
el MNR.; los viejos jefes militares desplazados por la Radepa;
las clases medias deseosas de ser gobernadas “por la socie
dad” ; la prensa democrática toda sobornada por los grandes
mineros. Agitan esta masa de maniobra los lacayos universi
tarios de “Mr. Braden”, piristas como los maestros. El PIR
cumple el rol de enlace entre la calle y los salones. Los “lloca-
llas” ingresan a conspirar en las mansiones de los “caballe
ros” .
Se condimenta así una imagen de “opinión unánime” que
encandila aún al propio ejército revolucionario y le arrastra a
la traición. No fuera tan ingeniosa la artería con que la Ros
ca logró alienar el sentido revolucionario sino le favoreciera
la semiciencia política de los Radepas. Desde el mismo 20 de
diciembre de 1943 fueron instrumento del Departamento de
Estado contra los ministros del MNR y planearon usurparle el
voto popular. Más tarde consumaron los fusilamientos de no
viembre con manifiesto desprecio por el partido civil que les
acompañaba, y en empeño creciente trataban de apartarlo del
gobierno, obedientes —los más sin saberlo— a los oscuros de
signios del poder colonial infiltrado en sus mentes por diver
sos conductos.
Entre la Radepa que quería hacer un nacionalismo sin
pueblo, y el MNR que quiso movilizar a las masas, aquella con
— 255 —
cluye viendo solamente al “pueblo” improvisado por la oligar
quía, sin ver que esa improvisación sirve a la Rosca para agi
tar el antimilitarismo, los fusilamientos de noviembre y el re
gionalismo.
Villarroel mismo se ha desorientado. Ya no sabe dónde es
tá el pueblo. Su falta de sensibilidad y de teoría política le es
conde al pueblo histórico y le muestra como tal la espuma de
la prensa; el vocerío de las viejas mentecatas, de los maestros
y estudiantes arguedunos y el chichisbeo de los masones, en
unánime campaña contra el único partido verdaderamente na
cional en la historia de la República.
* * ♦
— 262
persona de Pinto para proponerle que “asumiera el poder con
los militares democráticos, desterrando a Villarroel y expul
sando al MNR, complementando su gabinete con elementos
democráticos”. Confiesa Mendizábal que “estaban al tanto de
estas gestiones además de los dirigentes del PIR, los señores
Javier Paz Campero y Roberto Arce” C88). Abogado el uno de
Aramayo y gerente de Patiño el otro, eran los elementos de
mocráticos ideales para el “Partido de Izquierda Revoluciona
ria”.
Paralelamente operaba el Rector de la Universidad Or-
machea Zalles con estudiantes, maestros y militares del Mi
nisterio de Defensa. Conspiradores aparentemente dispares:
Pinto, Ormachea, Roberto Arce, Paz Campero, Mendizábal,
Noel Mariaca, se identificaban bajo el signo de Venerable Her
mandad masónica a la que pertenecían.
“El Rector de la Universidad, señor Ormachea Zalles, ha
bía asumido la dirección intelectual de la revolución universi
taria. Con sus consejos, orientaciones y directivas pudieron
coordinar los jóvenes una acción constante y eficaz a partir del
14 de julio”, hecho anotado por todos los apologistas de la con
trarrevolución. Desde ese día “el fuego revolucionario era ali
mentado dentro y fuera de la Universidad de San Andrés” . Sin
embargo de esa constancia los mismos apologistas del beli
cismo universitario calificaban la pedrea del 16 como “un ul
traje inferido a la Universidad de La Paz”, es decir, al local
que se había transformado en cuartel general de la rebelión
Ofendidos por la pedrea los estudiantes se declararon agredi
dos, haciéndose fuertes en la Universidad donde, a pesar de
los cordones de soldados de la plaza Tamayo, eran abundante
mente socorridos con “frutas, galletas, dulces, cigarrillos, pa
nes, chocolates, leche condensada, etc., etc.”. Parapetados en
la terraza del monoblock, los universitarios cazaban a los sol
dados con fusiles y pistolas ametralladoras, “haciendo uso de
las municiones que les habían llevado, antes de hacerse el cer
co tan estricto, varias señoras y señoritas en sus carteras o di
simuladas debajo de sus abrigos” . Ese mismo día un capitán
Ramos, del Regimiento “Sucre”, “rompía el cerco y lograba
aprovisionar a los muchachos con municiones y víveres” . Este
capitán Ramos fue arrestado por orden del Ministerio de Go-
— 263 —
bierno y más tárde puesto en libertad por orden del ministro
de Defensa.
Trabajaban al máximum las multicopiadoras de la Uni
versidad y fuera de ella, imprimiendo volantes destinados a
sofisticar a la clase obrera mediante un vocabulario comunis
ta. Uno de la Universidad llamaba a “sus camaradas obreros
de las minas y las fábricas, de los talleres y ferrocarriles, a los
camaradas y al pueblo a la rebelión franca y decidida para la
consecución del AUMENTO DE CIENTO POR CIENTO DE LOS
SALARIOS de hambre de los obreros y establecimiento de una
escala móvil sobre esa base” ... Otro boletín de corte sovieti-
zante: “Obreros, campesinos y soldados: invitamos a uniros
para llevar al poder una Junta de Gobierno emanada sólo del
pueblo”,
“El Estado Mayor de Resistencia de la Federación Univer
sitaria da las siguientes instrucciones: las armas y los unifor
mes conseguidos deberán ocultarse; la dinamita deberá ser
preparada convenientemente; los cóctails molotov deberán ser
preparados; las calles se obstruirán con barricadas; se colo
carán minas de dinamita. ¡Recordad Varsovia, París!”
Por su parte, una Federación Obrera Sindical fraguada por
Uocallaá de la Rosca “declaró el paro de todos los trabajado
res de la República, ramas anexas, comercio en general, en
señal de franco repudio al nazifascismo criollo”.
Solamente el comercio cerró sus puertas a causa del te
rror esparcido en la población por los agitadores, pero la cla
se obrera no se adhirió a la maquinación rosco-pirista. “Los sin
dicatos —anota Montenegro— de trabajadores de fábricas
—veinte mil hombres—, y los ferrocarriles mantuvieron su po
sición sin confusiones. Los agentes universitarios que los bus
caron fueron expulsados de las fábricas por los mismos obre
ros”. Aún más, en entrevista con Monroy Block pidieron que
el gobierno les dotara armas para salir en manifestación sin
el temor de ser batidos por los grupos armados de la reacción.
Villarroel rehuyó este pedido, en la confianza de aplacar sin
armas la subversión con sólo expulsar al MNR.
El “ingenio” de los subvertores aparentaba fijar su punte
ría política sobre el MNR como único objetivo. Al mismo tiem
po, aprovechaba de la orden de Villarroel a sus fuerzas defen
soras de disparar sólo al aire en las calles, mientras los sedi
ciosos tiraban al cuerpo. La regla militar en esos casos tiene
un antecedente riguroso en el “Memorial de Santa Elena” cuan
do Napoleón explica su conducta frente a la sublevación de las
Secciones de París el 13 Vendimiario. “Es falso —escribe— que
— 264 —
se mandó disparar con pólvora al principio de la acción; eso
sólo hubiera servido para alentar a los seccionarios y compro
meter las tropas. Lo que es verdad es que una vez empeñado
el combate, no siendo ya dudoso el éxito, entonces se tiró con
pólvora sola” .
Villarroel procedió al revés. Dejó de ser militar y aun se
fue despojando de su autoridad de magistrado, alentando las
ventajas tácticas de sus enemigos en un proceso de desarme
bélico y espiritual ante ese “pueblo” engendrado por la Maso
nería.
Aprovechando la serie de ventajas tácticas, el día 18 los
agitadores movilizaron al lumpen-proletariat para asaltar los
mercados “Camacho” y “Lanza” . De estos ataques resulta
ron más víctimas entre los guardianes del orden que entre los
atacantes. “Fue —dice Díaz Arguedas— una lucha tenaz de
piedras, adobes y palos contra la metralla, hasta que los gen
darmes acorralados tuvieron que huir” ... Informe de militar
.solidario con el adobe, más mortífero que la metralla, y para
quien los acorralados pueden huir. Un varita fue degollado, pe
ro la versión impresa de los volantes era de “carnicería de ni
ños, madres, obreros y estudiantes indefensos que nos obliga
a derrocar a la camarilla de criminales degenerados, que en
su depravación y sadismo exterminan cobardemente a los que
luchan por las libertades democráticas”.
Mientras se atacaba a los mercados, la radio “Cóndor” si
muló haber sido tomada por unos estudiantes. Tres estudian
tes improvisaron una dramática audición llamando en su so
corro al pueblo, fingiendo que hablaban en medio de las balas:
“¡Pueblo! ¡Sal a ayudarnos! ¡Madres, vengan a proteger a
vuestros hijos barridos por la metralla asesina del gobierno!
¡En estos momentos estamos luchando y nuestros compañeros
van cayendo! ¡A nuestros pies han caído ya dos! ¡Estás serán
tal vez mis últimas palabras, ya se acercan! ¡Salgan, madres,
hermanas, novias! ¡Ay, ay, una bala me ha tocado, mamita,
papacito, te digo adiós...! Y LA VOZ FUE CORTADA!”.
Es el mismo Díaz Arguedas, sobrino de Alcides y además
militar, quien reproduce este teatro radial, añadiendo su to
que original de realismo: “Guardias civiles y carabineros si
lenciaron la radiodifusora y soldados armados rodeaban a los
jóvenes combatientes acribillándolos a balazos. Cayeron más
de CINCUENTA estudiantes, así como algunas mujeres, pero
nuestros tres héroes habían logrado salvar” !!!
Lo curioso es que los héroes siempre se salvaban, paradoja
debida a que Villarroel interpretaba como escaramuzas estu
— 265 —
diantiles lo que era ya una sedición armada. La revuelta se
multiplicaba en golpes aislados y en manifestaciones encabe
zadas por niños y mujeres a las que el Presidente no conside
raba adecuado combatir con las armas. Casi todo el aparato
defensivo estaba a cargo del Alcalde, Juan Luis Gutiérrez, y
sus guardias municipales y del mayor Toledo, con sus agentes
del Tránsito, colaborados por diputados del MNR y algunos
empleados fieles de la Administración. La Rosca, mientras
fomentaba el desorden, por otro lado desorientaba a Villarroel
con su quinta columna militar y de antiguos amigos de la ma
sonería, mostrando los hechos como simples manifestaciones
de descontento contra el MNR. De este modo durante diez días
el Gobierno se debatió entre provocaciones que iban ensan
grentando gota por gota la ciudad. La prensa reaccionaria ha
revelado después de su triunfo la astuta propaganda con que,
para enardecer al pueblo, se mostró al gobierno Villarroel co
mo victimario de hombres, mujeres y niños, cuando en reali
dad los heridos y muertos eran guardianes de orden público que
caían bajo el fuego de francotiradores o que, dispersos y ais
lados, eran desarmados y muertos por grupos de asalto.
Precisamente por no victimar al pueblo, Villarroel orde
nó disparar solamente al aire, reconociendo la impotencia mi
litar ante la insurrección callejera incoercible que “La Razón”
así describe: “Los soldados hicieron disparos al aire para dis
persar a la gente, pero sucedió un fenómeno curioso, que la
gente, perdido el miedo a las balas, en vez de huir corría ha
cia donde se oía tiroteo” , característica del coraje paceño con
el que, según el mismo diario, los grupos que atacaron los mer
cados “asaltaron la comisaría de Chijini y se apoderaron de do
ce fusiles y de una cantidad de munición. De allí se traslada
ron a San Pedro, donde estaban estacionadas fuerzas de poli
cía y la municipalidad, formando grupos de tres tiradores que
fueron ayudados inmediatamente por muchos otros que se ar
maron en cualquier forma. De esa manera toda la tarde del 18
se luchó intensamente en la zona de San Pedro, con fuertes ba
jas entre los civiles, pero MUCHISIMAS MAS por parte de los
elementos del gobierno” .
Cooperaba con esta táctica la escenografía fúnebre des
crita en el mismo diario: “Los manifestantes recogieron los
numerosos muertos, y colocándolos en las banderas que porta
ban, continuaron su trayecto hasta la Embajada de Estados
Unidos, donde se trató de depositarlos. Ante la negativa de esa
misión diplomática, los cadáveres fueron entregados en el do
micilio de la señora María Teresa Solad Ormachea” . . . “ En
— 266 —
forma impresionante los cadáveres se hallaban en el patio de
la casa de la señorita Solari” ...
A estos recursos la imaginación perturbadora añadió el de
pintar letreros con sangre en las paredes: “Como se carecía de
tinta y pintura para hacer la cruz roja se apelaba a la misma
sangre de los caídos”. (“La Razón”). Las supuestas víctimas
no proporcionaban tanta sangre sino que era conseguida de ma
taderos. “Plañideras de luto y niños vestidos de negro eran or
ganizados en grupos y se los enviaba a barrios pobres para llo
rar el asesinato de sus esposos, de sus padres y hermanos por
el gobierno” (J. L. Gutiérrez Granier).
A estos hechos se añadían los testimonios macabros. “Un
niño que había logrado escapar de la policía municipal donde
había sido arrestado con otros muchachos dio la noticia de ha
ber visto el ahorcamiento de tres de sus compañeros, lo que
causó mayor exacerbación en el ánimo del pueblo”. (Díaz Ar-
guedas, pág. 172). Ese mismo día circularon volantes con los
siguientes textos:
“Al viril pueblo de La Paz: en la madrugada de hoy
fueron ahorcados cobardemente en la Municipalidad de La
Paz veinticinco universitarios” ... “Heroico pueblo pace
ño: el energúmeno Alcalde, enemigo tuyo, torturó y ahor
có personalmente a estudiantes, mujeres y niños que se ha
llan colgados en la Municipalidad”.
El Alcalde Gutiérrez, en su folleto citado, escribe: “ ¡Ya se
comenzaba a hablar de colgamientos! Esas repugnantes hojas
de villanía, mentira e ignominia, salían de los mimeógrafos de
nuestra principal Casa de Estudios, del templo de la Cultura,
de la Universidad Mayor de San Andrés!”.
Tal era el morbo psíquico infiltrado en el ambiente que
esa versión que en tiempo normal provocaría hilaridad obligó
al Alcalde a invitar al Rector y a miembros del Cuerpo Diplo
mático a concurrir a la Alcaldía y desmentir la monstruosa pa
traña. La astucia de los anónimos acusadores no se detuvo e
inspiró este otro volante: “El gobierno invitó al Rector, Cuer
po Diplomático, etc., a visitar las celdas policiarias para que
comprueben que no existe ningún estudiante preso; pero el
pueblo no se deja influenciar por la propaganda insidiosa del
gobierno, porque nuestros compañeros universitarios son envia
dos directamente a los campos secretos de concentración” ...
El mismo Díaz añade que “los numerosos cadáveres eran re
cogidos por la Policía para ser eremados o enterrados en fo
sas comunes lejos de la ciudad”.
— 267 —
Llevaban el contrapunto a los boletines terroríficos las ra
dios clandestinas, con locutores que mantenían al pueblo en la
obsesión de la sangre y de la venganza. “La radio clandestina
de la Universidad funcionaba en el Ministerio de Defensa. Otra
radio con el nombre de ‘Chajuaco’ informaba que ‘cientos de
cadáveres de señoras, niños y mujeres del pueblo habian sido
embarrancados en Caiconi y Tembladeranl y en fosas abiertas
en el cementerio semita ubicado en Jampaturi’ ” (“El Diario” .
23 de julio de 1946).
Los universitarios enviados a campos de concentración se
cretos, los estudiantes ahorcados y los cientos de señoras y ni
ñas cremadas y desbarrancadas, serían seres totalmente mos
trencos, pues ningún pariente, ningún diario, ninguna autori
dad se acordó de ellos tras el triunfo de la revuelta.
» * *
— 268 —
bicrno y desorientaban o sobornaban al ejército, se evidencia
una intención siniestra, objetivada en las matanzas que fueron
su resultado. El jueves 18 de julio en horas de la noche el Rec
tor de la Universidad, Héctor Ormachea Zalles, sostuvo una
conferencia con el presidente Villarroel en el Palacio de Go
bierno, para poner un «epílogo de paa» a la agitación reinan
te. Sin embargo de tener Ormachea Zalles preparado el golpe
definitivo contra Villarroel, sin embargo de ser «hermano» de
éste en la logia masónica (lo que alguna lealtad debía exigirle
a menos que la logia masónica hubiese decidido matar a Villa
rroel), Ormachea Zalles comprometió su palabra de honor pa
ra poner fin a los disturbios . Como condición básica propuso
que el Presidente Villarroel renunciara a la colaboración del
MNR en el gobierno. El gobernante cumplió su promesa con
una lealtad rayana en el sacrificio. El rector Ormachea Zalles
respondió a su manera el gesto hidalgo del Presidente. Aban
donando la entrevista fue a informar a sus brigadas de asalto
que «el tirano Villarroel» quedaba inerme y solitario en Pala
cio a merced de quien quisiera aniquilarlo”.
“El sectarismo o el fanatismo por una causa elevada y pa
triótica podrían justificar acaso el empleo de la doblez que Or
machea Zalles puso en sus desleales gestiones de «pacifica
ción», con el único fin de que el Presidente Villarroel pudiera
ser atacado a mansalva y con ventaja. Pero el recurrir a tre
tas e infidencias en que se hace cendales del honor y el íntimo
decoro para entregar el país a los monopolios extranjeros y al
despotismo de los millonarios mineros, todavía no tiene nom
bre ni justificación. La historia, que no ha de ser hecha por los
escritores asalariados de Patiño, Aramayo o Hochschild, ni por
los abogados de la Standard Oil, recogerá la conducta increí
ble de premeditada felonía, sin nobleza ni varonilidad, del Rec
tor Ormachea Zalles”.
* * *
— 273
botado. Al concentrarse los regimientos de línea en La Paz re
cibían en las calles la presión de hombres y mujeres, “pidien
do a los oficiales y soldados no hacer fuego contra el pueblo”.
Actuaba paralelamente la influencia directa sobre sus coman
dantes, tanto por acción del Ministerio de Defensa como de
“distinguidas damas” y jefes políticos. El mayor Marceliano
Montero, comandante del “Lanza” (que en el aristocrático
Club de los Sargentos había sido distinguido con el galardón del
"jinete más caballeroso”) una vez llegado a La Paz “se pre
sentó en la casa Montes, y en forma realmente conmovedora
dijo emocionado que él se ponía al servicio del pueblo y que su
Regimiento con todos sus oficiales lucharían por la causa po
pular”, acuerdo que ratificó ante el general Arenas y los jefes
del Ministerio de Defensa.
* * *
— 275
improvisan su papel recitando su propia desesperación, se
atrincheran en su arrogancia revolucionaria, son los abande
rados de un ejército desvanecido; por ellos ya no habla el pre
sente secuestrado por la oligarquía, sino el pasado que se con
vierte en un presagio.
GRAL. ARENAS: A nombre del Ejército y de la oficiali
dad, fundándome en haber sentido el ánimo de los universita
rios y el pueblo, y como el Ejército no desea manchar sus ma
nos con sangre, veo un solo camino: la dimisión del Presidente.
MAYOR JOSE ESCOBAR (que ya no es jefe de Policía):
La impresión del general Arenas es la de una minoría. Invoco
yo la responsabilidad de quienes hicieron la revolución de 1943,
para defenderla. Por mi parte, declaro que acompañaré sil Pre
sidente hasta la muerte.
TCNL. RAMALLO: Esta tarde en el Estado Mayor hemos
conversado con los delegados del PIR, de la Acción Social De
mocrática, señores Roberto Arce y Gastón Arduz, y Trujillo,
de la Federación Universitaria. La oficialidad admitiría como
una transacción: la eliminación de Barrero, Costas, Ayllón e
Inofuentes del gabinete, por ser adictos ai MNR, cancelación
del Parlamento, convocatoria a nuevas elecciones. Pero el pre
sidente de ios Estudiantes plantea a nombre de éstos y del PIR
y ASD (lee) : “dimisión del Presidente; procesamiento de todos
los dirigentes del MNR, por sus actos de desgobierno desde di
ciembre de 1943; formación de una Junta mixta, compuesta por
militares no contaminados por el régimen y civiles austeros y
prestigiosos”.
VILLARROEL: ¿Cuál es la opinión de los camaradas co
mandantes de unidades?
MAYOR ARMIJO (Regimiento Loa): Mi tropa está can
sada, mal comida y mal alojada... Además... el clamor del
pueblo. Estoy por la dimisión.
MAYOR RIOS ARTEAGA (Regimiento Sucre): Conocen
todos que mi tropa está formada por estudiantes y no puedo
responder por ellos. Es por eso que pido permiso para retirar
me e ir a controlar personalmente el Regimiento, a fin de evi
tar traiciones en mi ausencia.
MAYOR MONTERO (Regimiento Lanza): Ni los oficiales
ni la tropa del “Lanza” pueden salir de sus cuarteles contra
el pueblo, y si se ordena fuego tengo el temor de que las balas
sean contra quién dé esa orden. Por la dimisión, y urgentemen
te.
MAYOR VALDIVIA ALTAMIRANO (Regimiento Bolívar):
Mí unidad está contaminada por los estudiantes. Yo también
— 276 —
pido permiso para retirarme a tomar eJ mando de mi Regi
miento.
CAPITAN RONANT MONJE ROCA.— He demostrado que
mi unidad es leal y hasta este momento defiende al Presidente
y mantiene la situación. El Grupo Motorizado ha sido el más
sacrificado pero los oficiales y soldados, aunque cansados, des
de el último motorizado hasta su comandante somos contrarios
a la dimisión y lucharemos por defender al Presidente y a su
gobierno. ¡Pero como veo que el Ejército está compuesto por
traidores, una vez que pase esta crisis echaré mis presillas a
la cara de los traidores!
MONTERO (sacando el revólver): ¡No soy un traidor, mi
capitán!
MONJE ROCA (saca también el revólver): ¡Es usted un
traidor mi mayor!
Se interponen los militares próximos. Cuando Villarroel lo
gra imponer la calma, entra en escena el mayor Edmundo No
gales, de civil, acesando por haber subido la escalera a la ca
rrera. Todos le miran:
NOGALES: Los dirigentes del MNR me despertaron y me
informaron que en este momento se produce un golpe de Esta
do Mayor en el Palacio...
Avanza hasta medio salón con las manos en el bolsillo del
abrigo donde se diseña el1revólver y1desafía: “ ¡Quiero que se
pongan de pie los que piden la dimisión del Presidente!”
A su lado imitan su gesto Inofuentes, Escóbar, Ayllon, Wal-
do Ballivián, Quinteros y Monje Roca.
Ninguna respuesta. Los que estaban de pie por falta de
asientos retroceden y algunos buscan acomodo en el brazo de
los sillones.
VILLARROEL (impasible): Yo no estoy agarrado al car
go, para mí sería una tranquilidad si es por el bien del Ejérci
to y la suerte del país... ¿pero ante quién voy a renunciar? Si
lo hago sería en manos del vicepresidente, señor Montellano,
pero con esto no se soluciona nada...
GRAL. RODRIGUEZ: Yo también he sentido el ánimo del
pueblo. Soy aquí el militar de más edad y grado y tengo res
peto por el camarada Villarroel cuyos méritos siempre he re
conocido. Pero dado el ánimo del pueblo, mi consejo sano es
que debe renunciar en manos del Comandante en Jefe.
VILLARROEL: Eso significaría dar yo mismo un golpe
de Estado...
En ese instante, por la puerta del fondo aparecen tres ofi
ciales vestidos con chamarras, presurosos y decididos. Espec-
— 277 —
tación. Son los delegados de la aviación, mayor Alberto Alar-
cón y capitanes Juan Moreira y Jorge Vargas Soto.
MAYOR ALARCON: En nombre de las bases aéreas, de
claro que todos los pilotos, oficiales, alumnos y tropa acompa
ñan a su Presidente y lo mantendrán a toda costa.
Villarroel vacila. Otra vez el análisis y el dilema conspi
ran en su espíritu; “Veo que no hay unidad de pensamientos
respecto a lo que debo hacer... Por un lado me piden la dimi
sión y por el otro recibo una tonificante adhesión”.
MAYOR INOFUENTES: Los acontecimientos se han agra
vado gradualmente por las maniobras de la reacción ayudada
por el PIR, Ahora no es sólo la persona del coronel Villarroel
que se discute, sino la revolución misma. Recuerden, camara
das, los postulados de la revolución de 1943, el gran programa
de revolución nacional que se había propuesto el Ejército des
pués de largo estudio. ¡Ideal que está en marcha, por el cual
si es necesario matar a cien o a quinientos hay que hacerlo!
¡Todos los que piden la dimisión son ajenos a la Revolución pa
triótica de 1943, son colaboracionistas, por eso es que no les
importa el ideal jurado en e! Chaco y por eso se pliegan a las
fuerzas antinacionales!
CNL. CHAVEZ: Calma, moderación, camarada Inofuen-
tes. Reflexionemos que las medidas de violencia no arregla
rán nada. Si hay opinión contraria a la renuncia deberán ago
tarse todos los recursos paira mantener el orden evitando efu
sión de sangre. Si eso no es posible no hay otro remedio que la
dimisión.
TCNL. CALERO: Los pedidos de dimisión los califico de
interesados e inoportunos.
Ruido en la antesala y una voz airada interrumpe el deba
te. Por 3a puerta del fondo el edecán Waldo Bailivián introdu
ce al Salón Rojo, acogotándolo, al capitán Milton López ayudan
te del general Arenas.
CAPITAN BALLTVIAN: ¡Aquí hay traición! He sorpren
dido a este carajo telefoneando al Estado Mayor, dando aviso
de que el plan de dimisión está por fracasar y que envíen re
fuerzos. Este es un trabajo para entregar la Presidencia al ge
neral Arenas...
Nogales, Monje Roca, Inofuentes, Arce Pacheco y otros
leales hacen un frente desafiante y Bailivián ordena a un sar
gento del Motorizado: “ ¡Sáquenlo a este traidor y tírenlo in
mediatamente!”
Todos están de pie. Los espejos duplican el tumulto de exal
tados que se empujan alrededor de la mesa de mármol —sobre
— 278 —
la que fue asesinado el Presidente Morales— enfrentándose en
acusaciones sin detenerse en razones. Nuevamente la voz de
Villarroel procura llamar a la calma. Le sigue en ese propósi
to el coronel España, palabra precisa y serena, del mejor ora
dor del Ejército, sin autoridad alguna.
Las palabras han dejado campo a la fuerza amenazante.
Los oficiales leales dominan la asamblea.
NOGALES: Quedan presos aquí y no se mueven todos es
tos dimisionistas y conspiradores: Arenas, Rodríguez, Rioja,
Ramallo, Armijo y López. Hay que fusilarlos a estos traidores.
¡Tómenlo también a Montero!
Monje Roca llama al corredor a sus soldados del Motori
zado. Nogales ordena que una patrulla de éste y de la guardia
del Ministerio de Gobierno salgan a tomar presos a los conju
rados del Ministerio de Defensa: mayores Mercado y Zavala-
ga, capitanes Aguirre y Valdivia, y los coroneles Vásquez, Bus
tos y mayor Arce del Estado Mayor y al capitán Ramos Arce,
del Regimiento “Sucre” (93).
NOGALES: Suboficial: ¡A estos los trae vivos o muertos,
mejor muertos, para juntarse con estos otros!
Entretanto el teniente coronel Luis Arce Pacheco y los ca
pitanes Ballivián y Cardona increpan a Montero “ ¡Cobarde,
traidor, sabemos lo que estabas haciendo!!! ”
MONTERO: No puedo disparar contra un pueblo indefen
so. ¡No voy a disparar, ni tampoco mis soldados!
QUINTEROS: Es que ya estás comprometido con la Ros
ca, carajo.
— 279 —
BALLIVIAN Y CARDONA: Te vamos a hacer pegar cua
tro tiros por traidor.
MONTERO: Pueden hacerlo, pero el “Lanza” no se com
plicará más. Ocurra lo que ocurra, ésta será una gran lección
para que el Ejército no vuelva a meterse en política.
GRAL. RODRIGUEZ: Mi presencia no ha logrado conse
guir ninguna solución. Renuncio al cargo de Ministro de De
fensa .Además me siento fatigado. Señor Presidente, permiso
para retirarme.
CAPITAN BALLIVIAN (señalando al grupo dimisionista):
Nadie de estos sale.
GRAL RODRIGUEZ: Pero...
CAPITAN BALLIVIAN: ¡Tampoco el general Rodríguez!
Conectados con el circuito de la neurosis que estremece
desde hace días la ciudad, los militares despeinados y furiosos
quieren definir la batalla ahí mismo.
Monje Roca ordena que soldados armados de pistolas ame
tralladoras se coloquen en las puertas del salón.
NOGALES (al general Rodríguez): Usted ordenó el replie
gue de las tropas en sus cuarteles. Ahora se va a quedar aquí.
TCNL. AYLLON (al Tcnl. Rioja): Ustedes desde el minis
terio y el Estado Mayor han preparado la traición para entre
garle la presidencia a Arenas. Todos ustedes obedecen a los
políticos, a los estudiantes y a la Solari... ¡Pero ahora la pa
garán todos. Si han querido evitar sangre, ahora correrá mu
cha sangre en el patio interior del Palacio!...
RIOJA: ¡Los ministerios los han mareado a ustedes! ¡No
sotros sólo queremos que el Ejército se coloque en su verdade
ra posición, lejos de la política, y no permitiremos que un solo
soldado dispare contra el pueblo indefenso. Todos ustedes y el
Presidente deben dimitir! ¡Y toda demora será de funestas
consecuencias!...
AYLLON Y QUINTEROS: ¡A este cochino también hay que
fusilarlo!
INOFUENTES: ¡Dimisionistas!, ¿por qué sostenían que
todo el Ejército pedía la renuncia del presidente? ¿Se han con
sultado a las guarniciones del interior, del Chaco? Y sépanlo
muy bien: ¡contamos con la aviación!
El grupo leal se ha impuesto objetivamente contra los di
misionistas, pero ese dominio es real únicamente en este tea
tro purpúreo. Ellos se imponen individualmente, pero ya no
tienen mando. En cambio los dimisioneros, dominados aden
tro, son fuertes afuera.
280 —
VELLARROEL: Pido al general Rodríguez disculpar la for
ma en que le han tratado el capitán Ballivián y el capitán Car
dona. Tiene la palabra.
GRAL. RODRIGUEZ: Solamente para dar al presidente un
consejo final: nadie detendrá el desarrollo de los acontecimien
tos de afuera. Si quieren evitar mayores consecuencias dejen
las tropas en sus cuarteles, que se efectúen todas las manifes
taciones del pueblo; si no tendremos que lamentar muertes de
civiles y de soldados.
ESCOBAR: Retirada la fuerza de línea queda el gobierno
inerme, a merced de los revoltosos. Hay que proceder militar
mente. A grandes males, grandes remedios.
NOGALES: Contra las balas veremos a los manifestan
tes...
El general Rodríguez desaparece del escenario. Minutos
después regresa escoltado por el capitán Cardona y dos solda
dos: “Mi general, ninguno de ustedes puede abandonar el Pa
lacio. ¡Están detenidos!”
Se oye ruido de automóviles en la plaza. Ingresa nueva
mente al salón el capitán Monje Roca: “Mi coronel, los jefes
apresados en el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor ya
han sido traídos al Palacio”.
NOGALES: Que los vigilen estrechamente en el palitroque
y que suban aquí solamente el coronel Mercado, el Mayor Pol
y el capitán Valdivia.
Ingresan los tres y Ayllón revólver en mano sale al encuen
tro de Mercado y le dice: “ ¡Traidor! ¡Desde el Ministerio has
hecho esto con Arenas! ¡Ahora la pagarás juntamente con to
dos estos!”
MERCADO (llevando la mano al revólver): Ustedes se han
mareado con el ministerio. ¿Se han vuelto ciegos?.... ¿No oyen
el clamor del Ejército y del pueblo?... ¡Mañana verán cómo
reacciona el populacho!...
MONJE Y LOS EDECANES (al capitán Valdivia): ¡Trai
dor, de aquí no saldrá con vida ninguno de ustedes!
VALDIVIA: Ustedes no han estado en las calles y no se
dan cuenta de la realidad. El pueblo está furioso y mañana se
tendrá que lamentar muchas cosas. El único remedio es la di
misión de todo el gobierno. ¡Es todavía tiempo de salvar al
Ejército!...
Han pasado cinco horas. El sordo malestar de la ciudad se
descarga en el salón rojo y funde los nervios de los militares
desorientados y sin sueño. Gastados los ímpetus bélicos en cin
co horas de debate la reunión se disocia y agoniza. Villarroel
— 281 —
escucha y no decide nada. Comisiones que salieron del Palacio
para auscultar el ánimo de los regimientos vuelven del todo pe
simistas. Villarroel ordena desocupar la sala de loa soldados y
civiles armados que vigilaban a los detenidos. Las órdenes de
fusilamiento se cancelan con la misma sencillez que fueron da
das.
Villarroel abstraído, insomne, no escucha el cronómetro
que descuenta las últimas horas de su vida hacia la hora cero.
Su espíritu geométrico se esfuma de la contingencia para as
cender hacia la historia. Entre la turba aguerrida de sus ada
lides, Villarroel ausente se ha trasportado hacia un símbolo
más vasto. Ha franqueado los muros del Palacio Quemado y se
va identificando con la masa anónima de la población paceña
sublevada que le ha citado para el mediodía. Tiene compromi
so para actuar como principal protagonista en el último acto.
Su persona es tan imprescindible en la gran tragedia latino
americana como la del populacho que le aguarda.
Quinteros, Ayllón, Inofuentes, Nogales, salen en una deses
perada misión de comprometer a los regimientos a que' defien
dan al Presidente en caso de que el Palacio sea atacado. Todos
salen a las 5.45 de la mañana. Salen también Armijo y Montero
a sumar sus tropas a la insurrección.
En las calles de la ciudad oscurecida gotea la nieve de los
techos. Ni un alma. Los cadáveres conservados en la casa de
la Solari esperan ser utilizados en el entierro. Villarroel no
duerme. Su esposa y sus hijas están desde hace dos días en la
casa de Daniel Bedregal, próxima a la Nunciatura. Podría
Gualberto Villarroel repetir las palabras de la Pasión: “Ved
que la hora es llegada”__
282 —
CAPITULO XIV
— 284
Goethe piensa que “los defectos de un hombre provienen
de su época; sus virtudes y grandeza le pertenecen a él mismo” .
Esta frase se dramatiza en Villarroel porque él deberá pagar
los defectos de su época con su martirio y su muerte. Por eso
es que en proyección de predestinado, desde la tarde del sába
do, comenzó a desatarse de las preocupaciones de la vida car
nal y aproximarse a la historia que se está elaborando en los
tugurios y en las residencias de la ciudad. Su misión es pagar
la derrota de los altos jefes militares en el Chaco, es redimir
los pecados de la contrarrevolución y del colonialismo que le
acompañaron en su ascenso al poder. Villarroel, sordo a la pe
queña batalla que se libró la noche anterior en el lóbrego Pa
lacio, está también ciego al tiempo que avanza ' y empieza a
prepararse para la inmolación, a vivir su segunda existencia,
la del elegido por la historia como símbolo del nacionalismo de
gollado.
Los militares que se encuentran dentro del Palacio no pue
den comprender la pasividad del Presidente ante la inminen
cia del asalto, y quieren sacarlo de allá o agotar los desespe
rados recursos del apaciguamiento. El coronel Eliodoro Mu-
rillo se pone en busca de políticos opositores para acordar con
ellos una capitulación. Logra ubicar únicamente a Eduardo y
Arturo Montes a quienes trae a Palacio donde éstos expresan
a Villarroel que sólo pueden aconsejarle la dimisión inmedia
ta, ya que escapa a su alcance hacer nada frente a la subleva
ción que rebasa todo comando y que momento a momento se
hace más sensible con disparos que se escuchan en diferentes
partes de la ciudad y con la concentración de gente en las ca
lles adyacentes a la plaza Murillo. Los Montes salen junto con
el teniente Renjel con la noticia de que la dimisión que se les
ha anunciado se redacta en ese momento.
Por fin, poco antes de las 12, Villarroel escribe su renuncia
y la entrega en manos del Gral. Arenas: “Al pueblo de Boli-
▼ia: Con el deseo de contribuir a la tranquilidad del país, hago
dejación del cargo de Presidente Constitucional de la Repúbli
ca en la persona del señor Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas de la Nación” .
La noticia de la dimisión desencadena la furia de los héroes
de la segunda línea.
Núcleos de gente se vacían en las calles de Sopocachi, se
condensan por la Universidad, por San Francisco, la calle Yun
gas, y avanzan hacia el centro de la ciudad. Un grupo ingresa
a la Municipalidad totalmente desguarnecida y se arma allá
de fusiles iniciando los disparos. Automóviles y camiones reco
285 —
rren las calles repartiendo armas. La prepon física de las ma
sas derriba los baluartes. La iniciativa multitudinaria invade
el cuartel del Tránsito en San Pedro con masacre de soldados
rendidos sobre los que “hemos bailado como sobre alfombra",
según relato de un universitario cuyo nombre no quiero citar
porque sólo traduce la inconsciente euforia de la venganza con
que revientan diez días de infección anímica.
Un grupo desaforado reconoce en la calle Colombia a un
hombre que trata de alcanzar la puerta del Instituto Geográfi
co donde está acuartelado el “Loa”. “ ¡Toledo, ese es Toledo!”
Da golpes a la puerta...
“Se abre una ventanilla, aparece un revólver y el rostro
del jefe de estudios de esa unidad.
“—¡Aléjese de aquí mi Mayor o le planto un tiro!”
“La multitud lo acribilla a balazos. Lo toman de los pies y
lo arrastran por la calle. En un momento de esos el oficial mue
ve la cabeza.
“ ¡Está vivo, el canalla está vivo, está vivo!”.
“Y una mujer, con fuerza increíble, agarra una piedra de
solera y le fragmenta el cráneo.
“Arrastrado le llevan por la cuesta a la plaza de San Pedro
y le cuelgan de un árbol a medio metro del suelo. Como el ofi
cial está desfigurado, un estudiante le coloca un letrero: “Este
es Toledo” (95). En la plaza Murillo dos agentes civiles de la
Policía ruedan entre los pies de la multitud. Ahora se toma el
Tránsito. “Es de advertir que no encontramos resistencia de
ninguna clase” y se queman autos, muebles y papeles.
Los alaridos de las radios llenan el espacio; con elocuen
cia demencial imparten instrucciones: “ ¡Hay que tomarlo vi
vo a Villarroel! ¡Compañeros, hay que colgarlo vivo! ¡Muer
te a los asesinos, muerte a los movimientistas!, ¡muerte, muer
te!, ¡colgarlos, colgarlos!”. Asaltados el Panóptico y las comi
sarías la multitud armada comienza a concentrarse sobre la
Plaza Murillo.
Prácticamente el régimen militar se había desplomado la
noche anterior. No ofrece resistencia alguna, pero esta misma
inermidad enardece más a la turba que se enfatiza cuanto más
alejado ve el peligro de una contraofensiva. Embriagados de
ardor bélico los revoltosos desean objetivar y saborear en sus
manos el fruto de su triunfo. Muchos están además embriaga
dos de alcohol y aproximándose a las bocacalles de la plaza
empiezan a tirotear el Palacio Quemado.
(96) Relato del Cnl. Arturo Armijo. reproducido en “Los Restaurados '.
— 287 —
volución paceña (Ultima Hora, 23 de julio). Se entregan la Aca
demia de Policías y la Central. Entonces la ofensiva se concen
tra sobre la mole del Palacio Quemado que recibe fuego de la
calle Illimani como de la esquina Bolívar, de la calle Comer
cio, de la Policía y por la parte de atrás desde el edificio de La
Salle y el edificio Krsul donde se encuentra el consulado de Es
tados Unidos. Caen morterazos en el hall del Palacio. Coope
ran los soldados con los civiles. “El Regimiento «Loa» fue el
principal factor del triunfo frente al Palacio de Gobierno” .;.
Cuando el tiroteo sobre el Palacio pulveriza las ventanas
y las balas penetran hasta el interior y cae un soldado en el
tercer piso, el capitán Monje Roca baja al encuentro de Villa-
rroel que se encuentra en el corredor del primero y le pide or
den para responder al fuego. Villarroel le mira y le dice nada
más que: “Si usted es mi amigo, Monje, no haga fuego". Es la
misma consigna que ha dado a todos sus fieles. Inofuentes me
relató después: “Estábamos de tal manera reatados por la in
hibición de Villarroel que aún estábamos dispuestos a suicidar
nos antes de caer en manos de la turba, pero no a disparar con
tra ella” ...
El Palacio Quemado es un objetivo terriblemente fortifica
do ,y terriblemente indefenso. Los relatos de “La Razón y de
Eduardo y Arturo Montes coinciden al respecto: “Todos dis
paraban sobre el Palacio. Desde la Radio América se hablaba
ai pueblo pidiéndole serenidad y cesar el fuego que era ya inú
til. El pueblo no proseguía aún su avance. Muchos armados de
ametralladoras livianas disparaban sin apoyo. El arma se des
viaba. Caían algunos heridos. «¿Ven? están disparando desde
el Palacio». No se daban cuenta de que ellos mismos herían a
sus compañeros. Los disparos al rebotar en las paredes de la
Casa de Gobierno levantaban pequeñas nubes de polvo”. “ ¿Ven
están disparando” (La Razón, 21 julio 1947).
Eran inútiles los esfuerzos de algunos dirigentes que pro
curaban hacerse reconocer con la multitud para detener esa
ofensiva que corría el peligro de provocar, por fin , una reac
ción de los defensores del Palacio. “Si vomitaban fuego todas
las piezas que estaban apostadas allí habrían caído centenares
de víctimas". (La Razón, 21 julio 1947). “Miles de balas se in
crustaron en la fachada del Palacio o penetraron por las ven
tanas”, relata Meyer Aragón y dice que también “ miles de ba
las de armas manejadas por los defensores salían de algunas
ventanas”, aserto contradicho no sólo por los relatos anterio
res sino por las huellas del tiroteo que dejó pulverizada la fa
chada del Palacio entre tanto que quedaron intactos los edifi-
— 288 —
cios opuestos. El Palacio era simplemente un baluarte que no
tenía a quien entregarse y que los atacantes forzaban doblan
do las rejas de las ventanas. La ofensiva culminó cuando uno
de los tanques del Motorizado, en el que fue muerto el tenien
te Hoyos, forzó la reja de la puerta protegiendo el avance dr
los más audaces.
El general Ortiz, el capitán Héctor Valdivieso, el general
Alcoreza y otros pocos civiles, siempre con la angustia de ob
tener una capitulación y de evitar una matanza, avanzaron
hasta las mismas puertas delante de las cuales Ortiz, que tenía
un pañuelo blanco en la mano, cayó herido de muerte por uno
de los pocos disparos provenientes del hall del Palacio. Una
esquirla hirió también en la cara al general Alcoreza. Abierta
la puerta del Palacio la vanguardia se introdujo al hall dispa
rando a ciegas, encabezada por Héctor Valdivieso que cayó
muerto por otro disparo de los mismos atacantes.
Monje Roca relata que ante la inminencia de la invasión
disparó desde el corredor interno dos ráfagas demostrativas de
ametralladora. Un grupo de militares, momentos antes, logró
abrir un forado en un tabique de ladrillo del tercer piso de don
de Inofuentes, Nogales, Barrero, Cardona y Maldonado dieron
un doble salto mortal a un techo y luego al patio de una casa
sobre la calle Potosí. Los mayores Eliodoro Murillo y Luis Arce
Pacheco huyeron por los tejados, cayendo éste gravemente he
rido. Asimismo herido el mayor Quinteros. En una de las ofi
cinas de arriba el secretario Uría de la Oliva dejó un papel es
crito: “Que Dios misericordioso ampare a mi mujer y mis hi
jos” .
Al observar el fuego que provenía del edificio Krsul (Con
sulado norteamericano), Monje Roca recibió un raspetón de
bala en la sien izquierda. Recuperó el sentido cuando lo lleva
ban en una camioneta de sanidad junto con el general Ortiz,
agonizante. Grupos de verdugos esperaban a las ambulancias.
El primo de Villarroel, Corsino Soria, cubierto de sangre, a
tiempo de ser introducido en la ambulancia en la puerta del
Palacio, recibió un tiro de fusil a quemarropa sobre el costa
do. Así mal herido le trasportaban por la plaza del Stadium y,
un cordón de sujetos que identificaban a los movimientistas
para rematarlos le dejó pasar pues las enfermeras dijeron:
“es de los nuestros” C97).
— 289 —
Ardía el arsenal que el capitán Feisi Luna Pizarro incendió
para no entregarlo a! populacho comunoide.
♦ * *
jar desde uno de los balcones el cuerpo del Pdte. Villarroel, divisó en
el balcón contiguo la figura del actual Embajador de Bolivia en Fran
cia Alfredo Mendizábal. Sin mencionar más nombres afirmó que "los
piristas, liberales y elementos de ¡a Rosca" fueron los que colgaron
al inmolado mandatario. Indicó que el principal instigador para estos
sucesos ha sido Ricardo Anaya, jefe del PIR. autor de un folleto "Uni
dos Venceremos".
(98) "El Diario", junio 1966.
— 290 —
sitíente de la Corte Superior, a quien hallaron en su casa “en
fiesta, creo que era su cumpleaños” y como regalo le llevaron
a Palacio, junto con Ormachea Zalles y Waldo Belmonte. “Pa
ra avanzar en medio de la multitud nos embracetamos los cua
tro y penetramos al Palacio. En el hall la multitud nos tumbó
de bruces y empezó a pasar por encima de nosotros. Yo creí
que íbamos a morir. Haciendo un esfuerzo común conseguimos
incorporarnos y seguir caminando. Cuando llegamos al salón
que da a la Plaza Murillo, dirigiéndome al Dr. Ormachea Za
lles le dije: “Salga Ud. al balcón y hable al pueblo”. Cuando
Ormachea salió el pueblo lo silbó y a gritos le decía: “que se
entre ese masón”. Entonces salió el Dr. Guillén y anunció al
pueblo que íbamos a organizar el gobierno. En medio de ova
ciones ingresamos al despacho presidencial” .
En todo este recorrido por el Palacio, López Arce ignora
totalmente a Villarroel. Guarda, como todos los testigos del
hecho, el enigma de su asesinato y el de sus colaboradores Ba-
llivián y Uría. Es el único caso en la historia que una “revolu
ción liberadora” esconda herméticamente el nombre de tira-
nicidas que debían ser exaltados y deificados.
Arrojado un fardo sanguinolento del balcón a la calle Aya-
cucho la turba reconoció en él una forma humana, difícilmen
te identificable por sus heridas y deformaciones. Según Díaz
Arguedas “tuvieron que abrirle los párpados para comprobar
el color verde de los ojos” y reconocer a Villarroel. Una vez
identificado, los encargados del espectáculo antifascista subie
ron la cuesta arrastrando los despojos hasta el pie del poste de
luz situado en la acera de enfrente del Palacio. “Allí fue colga
do el cuerpo ya yerto y casi desnudo de Villarroel quedando en
consecuencia consumada la vindicta del pueblo. La ira popular
era grande pues vimos un momento de esos que un obrero se
aproximó y clavó una puñalada con un formón de carpintería
en el cuerpo que se balanceaba macabramente” .
Meyer Aragón describe mejor el espectáculo, como exper
to en linchamientos ("). Un mozo vestido de azul tiraba el cor-9
— 293 —
CAPITULO XV
LA O L IG A R Q U IA R E ST A LIR A D A
— 296 —
lo Militar y de Palacio Legislativo... La batalla más cruenta
que jamás se registró en nuestra historia... Tanques y metra
llas contenían la furia del pueblo en su empuje de conseguir la
victoria a costa de millares de bajas” ... “Millares de caídos
en la refriega... Las camionetas y ambulancias eran insufi
cientes para esa muchedumbre de muertos y heridos que cu
brían la plaza Murillo”. .. “La multitud de revolucionarlos tra
taron de ingresar al Palacio pero una nutrida descarga de ar
mas los dejó tendidos, muertos y heridos en la misma puerta”. .
Este delirio épico concluye con un happy-end: “Después de
recorrer el Palacio subieron al tercer piso y allí, ¡oh sorpresa!,
la mesa del comedor muy bien tendida y el almuerzo abundan
te, que se distribuyó a los numerosos revolucionarios que has
ta ese momento se encontraban sin almorzar”. Y además:
“los militares que hasta ese momento acompañaban a Villa-
rroel se entregaron. Luego manifestaron a los periodistas que
los acontecimientos...”.
Poseído de la misma afición a la historieta, Alfredo Sanji-
nés relata: “Vimos a una mujer llevando por toda defensa una
palma bendita, y un niño, una flecha de elástico con la cual va
ció, con un perdigón, el ojo de un soldado cuyo fusil fue arreba
tado inmediatamente por un estudiante. Otro insurgente lleva
ba una botella de palitroque... Fueron tomando a puño limpio
los depósitos de arm as...” “Se arrojaban sobre los tanques y
ametralladoras y los que rendían la vida lo hacían cantando el
himno”... “Un niño que se arroja sobre una ametralladora
desde un balcón, siendo asesinado por los sayones” ... “Una
mujer del pueblo que avanza pegada a las paredes y se arroja
repentinamente sobre una ametralladora, cayendo destrozada
por las balas” ....... “Niñas de la sociedad que se abalan
zan sobre las patrullas, abrazan a los soldados hasta as
fixiarlos.. . ” (101).
“El Diario”: “Las fuerzas apostadas en la Plaza ametra
llaron a la multitud. ¡Cuántas mujeres fueron muertas y heri
das! Las mujeres que no habían sido heridas se rasgaban los
vestidos para curar a los heridos” . . . “La Razón” : “Vimos sá
banas y manteles finísimos desgarrarse para convertirse en
vendas”.
A la necrofilia periodística alusiva a los fondos subhuma
nos de la incoherencia, la misma prensa oponía los rasgos apo
líneos y platónicos de la nobiliaria, honesta e inteligente élite
— 299 —
un quídam de siniestra catadura,
como un engendro de Landró y Locusta,
sus fechorías espeluznan...
Tantas vidas en flor despetaladas
la Victoria de Samotracia portentosa y trunca
Hoy es una euforia de vivir sin desconfianza,
fraternalmente unidos, por fortuna,
para hacer la grandeza de Bolivia,
con el esfuerzo común, el que estimula.
La Libertad recuperada ha sido.
Nos alboroza. Nos deslumbra
Y el caballero andante Don Quijote
que de malsines el solar depura
que al corazón de América regresen
los dias de la Hélade jocunda
cuando veamos la feliz Arcadia”.
Otro premio obtuvo un profesor pirista con un paralelo en
tre “Melgarejo y Villarroel” , con grande ventaja para el pri
mero.
El embajador yanqui Flack calumnió a los caídos: “Indu
dablemente algunos escaparon en seis aviones militares ATO y
y un C47”, y se regocijó porque “la Jutnta intenta defender las
cuatro libertades de Roosevelí y ha devuelto a sus verdaderos
propietarios “La Razón” ... Estamos alentados por una posi
bilidad de gran estrechamiento de las relaciones entre Estados
Unidos y Bolivia”.
Simultáneamente, el semanario comunista “El Pueblo”
anunciaba:
“La Armada de Leningrado y los cañones de Moscú dispa
raron 101 salvas en homenaje a la revolución paceña”, y hacía
otro paralelo:
“ASI FUE: Régimen de oprobio y vergüenza. De matona-
je y vandalaje. Se ultrajó, se vejó, se torturó a los ciudadanos
que no doblaban las rodillas ante el mandón.
Se corrompió a las mujeres, pagó dólares por el miserable
papel de espías.
A muchos obreros se los cotizó para que traicionen a su
clase.
Se envenenó al indígena para que olvide su tierra y su ho
gar.
ASI SERA...
Respeto a la dignidad y condición humanas.
— 300 —
Libertad de pensamiento, de reunión, de palabra, de tra
bajo.
Levantar y estimular la labor del obrero del pensamiento
y del músculo.
Fomentar la delicadeza y el pudor de la mujer boliviana.
Hacer del indio un ser digno, altivo, honrado, útil a la co
lectividad” .
La ofensiva de diarios y periodiquillos se sincronizó con la
cacería de movimientistas y militares. Se puso en ejecución el
plan previsto en volantes de este tipo: “Ciudadano: Pon en lu
gar visible y sitio especial para la hora de la santa y justiciera
venganza, esta lista de los sanguinarios criminales que hunden
a la Patria en el desastre y la ruina y sumen al Pueblo en el
hambre, el dolor y la miseria” (I03).
Meyer Aragón relata: “Me incluí en un núcleo que tomó a
su cargo la búsqueda de las madrigueras y los escondites de
los jerarcas del régimen que caía”, tarea de persecución y sa
queo que prosiguió durante meses, aunque sin lograr capturar
a la mayor parte de los movimientistas que fueron escondidos
por el vecindario de La Paz.
Se aprovechó a la Universidad no sólo como escudo para
venganzas. Con nombre de “Policía Universitaria” turbas de
asaltantes tipo Meyer Aragón invadían modestos domicilios
—como el de mi madre— en los que se dedicaban al saqueo-
hormiga.
Los universitarios tocando guitarra y bebiendo pisco acam
paron delante de las embajadas para impedir la salida de los
asilados o el ingreso de otros. “La Razón” hace la historia de
esta ociosidad: “Durante más de ochenta noches y sus días,
los universitarios hicieron guardia frente a las embajadas y
legaciones donde se encontraban asilados numerosos elemen
tos del régimen derrocado” .
Más gloria aún desveló a los universitarios: algunos “ami
gos de la ciudad” arrancaron las placas de la plaza Franz Ta-
mayo y las reemplazaron con “Plaza del Estudiante”, en furio
so homenaje a la anticultura.
“La Calle” quedó cerrada y abandonada; su director Ar
mando Arce perseguido como una fiera y su domicilio saquea
do. Sin embargo, las iniciativas para destruir la pequeña im
prenta no lograron vencer la defensa imponderable de la gra
titud del pueblo. Entonces fue la “Universidad” que se apro
— 301 —
pió tranquilamente de sus pequeñas instalacii^es. La Sociedad
Interamericana de Prensa jamás ha reclama,') por este se
cuestro como lo ha hecho y sigue haciendo por “La Razón” y
“Los Tiempos” .
La alta Rosca cobraba los seguros de las vidas de los caí
dos en la ciudad de La Paz, en tanto que su prensa y sus agen
tes alejaban la atención del público de todo plan económico-
sociál, alimentando sólo la hoguera de perversión publicitaria.
Al relato hipertrofiado de vicios atribuidos a Villarroel (“La
Razón” dijo que había convertido la “casa de Gobierno en lu
gar de diversión para cholos y hasta prostíbulo”, se añadían
“descubrimientos” postumos como el que “Ultima Hora” pu
blicó el 26 de julio sobre la exhumación de los “cadáveres de
nueve niños, cada uno de los cuales tenía una perforación de
bala en la nuca”, niños y nucas imaginarias que pasaron a su
marse a la estadística de atrocidades que Díaz Arguedas oficia
liza en su mamotreto.
La prensa y los líderes antifascistas no ostentaron otro
ideario que el revanchismo ni más programa que el del vitu
perio cotidiano, que se extendió durante años contra el régi
men caído. Forman parte de esa política la publicación de lis
tas de adherentes del MNR con títulos como los siguientes:
“Uno que no hay. que olvidar” (“Ultima Hora”, 23 de julio)
“Lista de partidarios del régimen caído a quienes el pueblo de
be encontrarlos para que reciban su consiguiente sanción”
(“Ultima Hora”). “Estas cabezas nos pertenecen” ... (“Tribu
na Universitaria”).
“El Pllt cree indispensable la adopción de una política más
rápida y severa para acabar en Bolivia todos los focos de nazi-
fascismo. Me parece que es aconsejable hasta la formación de
un tribunal especial, semejante al de Nüremberg, que juzgue
a los delincuentes del pasado régimen por traición a la Patria,
asesinatos y peculados.-— José Antonio Arze” ,
“El trío sangriento.— Hay tres nombres que no deben bo
rrarse de la memoria del pueblo. Son los nombres de los autén
ticos culpables de los nefandos crímenes y delitos de todo li
naje que convirtieron al gobierno de Villarroel en un brutal
despotismo que dejaba a su paso una estela de sangre y de abu
sos. Fueron los inspiradores de los hechos monstruosos de ese
régimen. Esos nombres son: Víctor Paz Estenssoro, Augusto
Céspedes, Carlos Montenegro, Es el trío sangriento del régi
men caído que debe llegar al banquillo de los acusados para res-
— 302 —
poitder por los crímenes y delitos que fueron i-.stigadores” .
(‘m im a Hora”, 30 de julio) (1M).
Merecen también historiarse los juicios globales sobre el
gobierno Villarroel, cuyo mejor compendio redacta Enrique
Hertzog, ministro de la Guerra del Chaco: “El fascismo que
devastó nuestra vida colectiva como un aluvión apocalíptico
de destrucción y crimen acaso si ha incidido en el aniquila
miento de las fuerzas morales de la comunidad boliviana. En
efecto, ninguna de las reservas éticas de la bolivianidad pudo
marginarse de la impura avalancha de la barbarie villarroe-
lista; el hogar, la escuela, el templo, y la propia concepción
de la dignidad, fueron ultrajados por la irresponsabilidad irres
petuosa y primaria del despotismo. Los tiranos olvidaron a
Dios y desertaron de las normas cristianas de la civilización
que en definitiva son las únicas que pueden mantener la con
vivencia humana en planos de elevación, de solidaridad y de
amor” ... Planos de convivencia humana y de amor exaltados
por el Rector Aniceto Solares: “En este momento el nombre de
Bolivia es saludado con respeto por todo el Universo... La his
toria se ha repetido y otra vez el pueblo ha castigado a los Yá-
ñez de estos últimos años” .
En Cochabamba la Municipalidad se adhirió al heroísmo
paceño declarando “Día de regocijo público” el mismo en que
colgaba deformado el cuerpo de Villarroel cubierto de hara
pos y con un retrato en uniforme de gala que le clavaron en el
costado.
Día de regocijo, día de gloria para los patrones de la fac
toría del estaño, triunfo de su pedagogía con la que atrajeron
al pueblo al sangriento circo en el que la Historia puede apre
ciar quienes habían aniquilado “las reservas éticas de la na
cionalidad” .
Sin embargo, aunque demuestre su fuerza, el 21 de julio le
Rosca comprueba su miseria. Es una oligarquía que sólo co
mulga con las bajas clases sociales cuando hay colgamientos
como tópico supremo, haciéndoles olvidar toda otra meta po
lítica. La objetivación de esa doctrina es la aparición de un pe
riódico que se edita esos días con el nombre de “El Farol” con
una sección titulada: “El nudo corredizo” .104
* • *
PRIMERA PARTE
EL DEMOENTREGUISMO
SEGUNDA PARTE
LA REVOLUCION NACIONALISTA
Capítulo VIII. El No Reconocimiento............................. 154
Capítulo IX. La Revolución Mutilada............................ 174
Capítulo X. Los Fusilamientos de Noviembre.............. 190
Capítulo XI. La Soga del Imperialismo........:................ 219
TERCERA PARTE
LA POLITICA DEL FAROL
Capítulo XII. La Estrategia Contrarrevolucionaria.......... 238
Capítulo XIII. Del Farol a la Historia................................ 251
Capítulo XIV. Los Colgamientos del 25 de Julio.............. 283
Capítulo XV. La Oligarquía Restaurada.......................... 294
La presente Sexta Edición de «EL PRE
SIDENTE COLGADO», se terminó de
imprimir el día 30 de marzo del 2001,
en los Talleres Gráficos de Empresa Edi
tora «URQUIZO» S.A. en la ciudad de
La Paz - Bolivia
La primera edición de este libro salió, cuando el general
Barrientes ocupaba Bolivia cumpliendo su contrato de cuentas
en participación con el Pentágono, las empresas extranjeras
y la CIA que le habían elevado, paradójicamente, por haberse
lanzado una vez en paracaídas. Paradójicamente también,
Barrientes en los paroxismos de su oratoria lisérgica, juraba
a cada rato por el santo nombre de Villarroel, negándole en
los hechos. Negaba la austeridad de V illarroel con su
depravación pública y privada, su tentativa de liberación
nacional con su efectivo entreguismo; y su honradez ejemplar
con su velocidad ultrasónica para coger millones al vuelo.
Barrientes, líder y vocero de la Restauración, cumplía así su
consigna embaucadora. El juram ento de tes ministros se
regía por una fórmula que invocaba la memoria de Villarroel,
repetida sin escrúpulo por ministros y embajadores que habían
asistido a su colgamiento o lo aplaudieron. Así lo hizo constar,
a propósito de un hecho que se recoge en estas páginas, la
viuda de Villarroel.
También ha fracasado esa táctica roscoide de sustraer un
símbolo revolucionario para manejarte en servicio de la
antipatria. Esta nueva edición, reforzada con más documentos,
ratifica que la figura del PRESIDENTE COLGADO no se
presta a cambalaches. Con sus virtudes y errores permanece
Identificada con la revolución nacional frente al entreguismo
y los entregadores.
De modo que, también siguen vivientes las palabras de Pedro
Domingo Murillo: “ Hasta aquí hemos tolerado una especie
de destierro en el seno mismo de nuestra Patria; hemos visto
sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de
un usurpador injusto que degradándonos de la especie
humana nos ha reputado por salvajes y mirado como es
clavos... Ya es tiempo de levantar el estandarte de la Libertad
en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el mejor título
y c o n s e rv a d a s con la m a yo r in ju s tic ia y tira n ía ” .
Augusto Céspedes
La Paz, 1971